Cátedra PEDAGOGÍA – Facultad de Humanidades UNCa.
– Año 2021
CLASE 12
EJE III: “Configuración de la Pedagogía e institucionalización de la educación en la modernidad”
Configuración del discurso pedagógico moderno: aportes de J.A. Comenio; J.J. Rousseau y otros.
Material bibliográfico (disponible en Aula Virtual)
- GRINBERG, S Y LEVY, E. (2009): Dispositivos e Infancia en la modernidad. En Pedagogía, currículo y
subjetividad: entre pasado y futuro. Universidad Nacional de Quilmes. Bernal.
PRESENTACIÓN DE LA CLASE
La escuela fue un dispositivo fundamental para la construcción de ciertos modos de “ser”
colectivos y, por ende, subjetivos en la modernidad. La educación escolarizada podría
pensarse como un territorio que se configura como un campo de relaciones de fuerzas, un
encuentro entre sujetos, espacio de producción y reproducción, de tecnologías de creación
y distribución de determinados tipos de saber que prefiguran ciertos tipos de subjetividades.
Una vez creado el dispositivo escolar surgieron tensiones y discusiones en torno a los
siguientes interrogantes: ¿Quién, a quién, qué y cómo se enseña? ¿Por qué y para qué
educar? Las respuestas a estas preguntas que exigen posicionamientos teóricos y prácticos
definidos, son conocidas como discursos pedagógicos. Un discurso pedagógico posee
necesariamente un marco de referencia conceptual teórico - práctico que le permita
constituirse con solidez académica para posicionarse, interpretar y definir los sentidos y
fines de las prácticas escolarizadas de los sistemas educativos modernos.
En el marco de la configuración de este dispositivo moderno y las disputas en orden al
discurso pedagógico que lo sustentará, encontramos dos categorías fundamentales: la
infancia (que deviene en alumno para la Pedagogía) y los adultos especialistas en
enseñar (que devienen en docentes, para los cuales tanto la Pedagogía como la Didáctica
se constituirán en campos de conocimientos que abordarán, desde diferentes puntos de
vista y con énfasis en distintos aspectos en relación a la enseñanza).
En esta clase indagaremos y reflexionaremos sobre la primera de estas categorías
constitutivas de la escolaridad moderna: la infancia y el relato de su formación
recuperando a algunos referentes que realizan aportes fundamentales para la conformación
de la Pedagogía en este contexto histórico.
Infancia y formación en la modernidad
La imagen de chicos vestidos con guardapolvo caminando junto con adultos que los llevan a la escuela
es frecuente en nuestros días. Sin embargo, es relativamente novedoso en la historia de la humanidad y no
ocurrió sino luego de años de lucha y puja social. La escuela se impuso mediante complejas operaciones de
negociación con las otras formas educativas presentes, por ello señalábamos que no podía pensarse a la escuela
como una “evolución” de la educación, sino como “construcción” y ello en un proceso de luchas,
contradicciones en torno a su definición y materialización. Así, el triunfo de la escuela implicó la adopción de
pautas de escolarización por ciertas prácticas pedagógicas previas o contemporáneas – como la catequesis o
la formación laboral – y la desaparición de otras –como la alfabetización familiar o los ritos de iniciación
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(Pineau, 2001) Mediante esta estrategia, la escuela logró volverse sinónimo de educación legítima y a la que
se deben subordinar el resto de las prácticas educativas.
Escenarios de configuración de la infancia y de la escuela moderna
La constitución de los sistemas educativos modernos supuso un largo proceso que involucró rupturas
y cambios muy profundos en todos los órdenes de la vida social en la modernidad. Durante el siglo XVI
comienzan a vislumbrarse no solo los procesos de crisis del modelo feudal sino la emergencia de nuevas
formas sociales. Se trata de una reorganización de la vida social que dará lugar a la moderna vida urbana. Es
a partir de estos años que comienzan a crearse muchas de las instituciones que hoy conocemos y que junto
con la escuela pública nos parecen de lo más naturales: hospitales, asilos, prisiones. Todas van a depender de
un nuevo actor social: el Estado - Nación.
En este contexto el niño comienza a ser considerado como un ser al que hay que civilizar, mientras
que en el escenario público se comienza a pensar en la infancia como una categoría social que hay que proteger
y disciplinar. La emergencia de la categoría infancia y de la escuela como espacio destinado a la formación se
inscribe en el periodo caracterizado por la emergencia del moderno capitalismo que involucró procesos de
urbanización, industrialización, racionalización y secularización de la vida social en relación con la
constitución del Estado – Nación. En este contexto, la escuela tendrá por función la formación del sujeto (antes
súbdito) devenido ahora en ciudadano – trabajador.
Varela y Álvarez Uría (1991) enuncian cinco rupturas y procesos históricos que, ensamblados, dieron
lugar a la creación de los sistemas educativos nacionales: constitución de la infancia; formación del “espacio
cerrado” como dispositivo institucional específico destinado a la educación de los niños; formación de un
cuerpo de especialistas (los docentes); destrucción de otros modos de socialización; institucionalización de la
obligatoriedad escolar. Aquí, nos concentramos en el primer proceso, en tanto nos ofrecerá una mirada
histórica sobre la construcción pedagógica que se hace de la infancia y posteriormente de la juventud en la
modernidad.
La configuración de la categoría de infancia
En general, solemos referirnos a la infancia como un estado biológico que responde a características
psicológicas específicas. Sin embargo la infancia no siempre fue considerada de ese modo. El concepto de
infancia es una categoría sociológica de aparición relativamente reciente que está vinculada, entre otros
procesos, con los cambios experimentados en el modelo de producción, de organización y división del trabajo
y en directa relación con las prácticas familiares. La idea del infante como una realidad distinta a los mayores,
no existía en la sociedad medieval, donde los niños vivían mezclados con los adultos y no recibían cuidado
especial ni atención. El niño era considerado y tratado como un adulto pequeño.
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Recién a partir del siglo XVII comienzan a definirse espacios de socialización específicos destinados
a la infancia que darán lugar a los procesos de educación sistemática. Es a partir de esos años que los menores
dejan de compartir los espacios de manera indiferenciada con los adultos, hasta incluso en la forma idéntica
de vestir. La experiencia de aprendizaje cotidiano pasa a realizarse en lo que hoy conocemos como
“escolarización”. Recién hacia el siglo XVIII se empieza a hablar en Occidente de una “esfera infantil” con
espacios propios, juegos y vestimentas que no sólo lo diferencian del adulto sino del sexo opuesto. No se
trataba ya de alguien inmaduro que debía volverse objeto y sujeto de la pedagogía.
Co-existirán diferentes formas de educación durante los siglos XVII y XVIII hasta la
institucionalización definitiva de la escolarización que sucederá recién en el siglo XIX. En el caso de los niños
con familias de ciertos estamentos sociales, encontraremos formas de educación de la infancia orientadas a la
universidad; realizada por preceptores o maestros particulares; formación a cargo de escuelas religiosas y la
capacitación en oficios ofrecida por los gremios. En el caso de los niños sin familia, serán encerrados en
orfanatos y albergues.
Como categoría social, la infancia se vio sometida a procesos de “socialización y control” que
abarcaron todas las expresiones del niño determinando las fronteras entre el juego y el trabajo. Lejos estaba
en esos tiempos de ser la escuela de masas que conocemos hoy. Para que escuela se volviera masiva ocurrieron
muchos procesos que involucraron: la construcción de los edificios cerrados y especializados, la prohibición
del trabajo infantil y la definición de la escolaridad como obligatoria.
El disciplinamiento de la infancia
La noción de disciplina es utilizada por M. Foucault para referir a las formas que asumió la regulación
de la vida social hacia el siglo XVIII y principios del XIX. Lo central de la disciplina es la normalización, esto
es, la producción de un modelo óptimo de conducta en función de determinados resultados que deben
adecuarse a una idea de lo normal. La disciplina es una forma que asume el ejercicio del poder en la sociedad
que supone la distribución jerárquica y funcional de los elementos de forma de generar una determinada
modalidad de disposición de los cuerpos y sus movimientos. Se trata de una forma de ejercicio de poder que
tiende a la producción de unos determinados tipos de conducta:
La disciplina “fabrica” individuos, es la técnica específica de un poder que se da a los individuos a
la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. [...] El éxito del poder disciplinario se
debe sin duda al uso de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y
su combinación en un procedimiento que le es específico: el examen (Foucault, 1976, p. 175).
El sistema escolar se configura de una red de instituciones pedagógicas que suponen el control del
tiempo, de los cuerpos, así como la producción de un determinado tipo de saber que es extraído de los
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individuos y sus comportamientos. Así, el disciplinamiento de la infancia supone procesos de subjetivación
que tienen por principal objetivo la producción de cuerpos dóciles, la prevención de la conducta desviada,
estos es la normalización de las conductas.
El relato de la formación en la modernidad
Una de las cuestiones más destacables de la educación moderna es la obligatoriedad y masividad de la
enseñanza. Una de las cosas que más preocupaba por esos años era la cuestión del orden. Es por eso que una
las cuestiones centrales del debate giraba en torno de cómo organizar esa escolarización. Autores como
Comenio, Rousseau, Kant y Condorcet constituyen fuentes centrales para comprender la forma que asumirá
la escolaridad desde finales del siglo XIX
Comenio y la enseñanza masiva
Comenio, en su obra Didáctica Magna (1632) plasmó detallada y minuciosamente su idea acerca de
cómo debían ser educados los seres humanos. Decimos seres humanos y no niños porque a Comenio no le
preocupaba la infancia como objeto de reflexión ni sus características intrínsecas. Este tema fue objeto de
análisis un siglo después, por ejemplo en Rousseau. Comenio centró su interés en la importancia del “orden”
relacionado con las actividades de enseñanza y aprendizaje.
La centralidad del método, la sistematización de los procesos
educativos. Uno de los aportes más significativos de la obra de Comenio es
que ya en el siglo XVII utiliza el concepto Plan de Estudios para señalar, en
sentido amplio, el conjunto de temas/contenidos a tratar en la escuela. Algo
muy novedoso para la época. Procurar el orden natural y racional en los
aspectos vinculados con la enseñanza y el aprendizaje constituyó la
preocupación central de su obra.
En el marco de estas preocupaciones, propone la gradualidad de la
enseñanza como eje de la educación. La infancia se constituye en un
momento óptimo para el aprendizaje ya que los primeros años de vida son
el inicio de un largo tránsito de la inmadurez a la madurez, y, en este terreno, la secuenciación y la gradualidad
son centrales para que este proceso ocurra ordenadamente. Cabe mencionar que para Comenio la gradación
no está determinada por la edad sino por los logros de las personas. Es decir, la infancia está delimitada por
elementos no cronológicos.
Comenio se refiere a la necesidad de “enseñar todo a todos” (ideal pansófico), incluyendo en ese
“todos” categorías tales como la edad, el sexo y las clases sociales. Esto último es muy importante en tanto
apunta también a los sectores populares.
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Otro aspecto importante, además de la gradualidad y la intención de llegar a todos, es aquel ligado con
el tránsito de la educación desde el espacio familiar, doméstico, a la esfera de las instituciones públicas, dónde
el que va a educar no es el padre sino el maestro. Es en este escenario cobra sentido la utilidad didáctica de la
institucionalización: todos juntos en un mismo espacio aprenden mejor que separados y por su cuenta.
Rousseau y la preservación de la infancia
En su Emilio o de la educación, libro publicado en 1762, Rousseau se preocupa por las características
que debe asumir la formación del hombre en esa nueva sociedad. Define a la infancia como un ser
sustancialmente distinto al adulto, con características y leyes
evolutivas propias que se traducen en estadios evolutivos
sucesivos. Rousseau señala la necesidad de revisar los métodos
de enseñanza de la época que consideran al niño como un
adulto inmaduro. Desconocer la naturaleza del niño es ir contra
ella. Así, señala la necesidad de separar educación y
naturaleza, e identificar unívocamente los intereses del adulto
y los del niño, el verbalismo y la educación libresca.
Para Rousseau el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad lo corrompe y esto empieza desde
la infancia. Por ello, una de las cuestiones que más le preocupaba era preservar a la infancia del mal social.
De modo que la educación, lejos de separar al niño de la naturaleza, debería respetarla. Esta imagen de
preservación a la infancia es muy cercana a la escuela. La escuela será pensada como un templo sagrado de
saber que debía estar por fuera y/o por encima de la sociedad. De manera tal que el niño habiendo pasado por
la buena educación dejaría ese estado inicial de desamparo para devenir en un hombre racional y volverse
capaz de enfrentar la vida social.
Kant y la mayoría de edad
Escribe su Pedagogía después de haber leído el Emilio de Rousseau. Allí pueden encontrarse tantos
los acuerdos que tiene con la propuesta de Rousseau como los desacuerdos y sus propuestas. Ambos escriben
a finales del siglo XVIII, en tiempos de las grandes revoluciones.
Kant sostiene que la educación es absolutamente indispensable para el desarrollo de la humanidad, en
tanto el ser humano no es otra cosa que lo que de él hace la educación. La educación es un proceso que
involucra tres momentos. En primer lugar, los cuidados, entendidos como todas aquellas precauciones que
toman los padres para que los menores no se hagan daño ni se perjudiquen. Es decir, no solo involucra la
alimentación, sino evitar los riesgos que puedan afectar su integridad. En segundo lugar, la disciplina; es decir,
aquello que convierte la animalidad en humanidad, sujetando al hombre para que se encamine hacia su destino.
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La disciplina es la acción educativa coactiva que procura borrar la animalidad. La instrucción, tercer momento,
es la parte positiva de la educación que le otorga al joven las herramientas que le permitirán convertirse en
hombre: la razón.
Según Kant, gracias a la educación adquiere la facultad del entendimiento, la capacidad de la razón y
es en ese momento que puede actuar con independencia de juicio, devenir libre y por tanto responsable por su
accionar. Esta es la idea de la mayoría de edad kantiana, para quien la Ilustración constituye un momento de
la vida del hombre en tanto ser individual, pero también como ser social. Así, la formación del sujeto de razón
es el eje de la Ilustración. Esta imagen va unida a la idea de la libertad. Esto es: es libre quien es capaz de
servirse de su propio entendimiento, de su capacidad de razonar, sin la dirección de otro. Para ello se necesita
de la acción educativa. Así, a partir de aquí tendremos tres cuestiones que van a ser pensadas como totalidad:
educación, formación del sujeto de razón y emancipación.
Condorcet: Qué y quién enseña
Para Condorcet la cuestión de la instrucción pública fue fundamental. Sostenía que los sujetos ya no
debían ser objeto de inculcación y adoctrinamiento religioso, sino de socialización para el ejercicio de los
derechos de ciudadanía. Condorcet es exponente de una época en la que el poder civil, el Estado, se estaba
erigiendo y por tanto, se estaba discutiendo la función educadora con la Iglesia. En Condorcet encontramos
ya la distinción entre educación e instrucción. La educación es privada, la instrucción debe ser pública, común
y responsabilidad del Estado civil. Condorcet consideraba que la sociedad evolucionaba hacia un progreso
indefinido. Este progreso, que conduciría a una cada vez mayor igualdad de derechos, podía y debía ser
impulsado mediante la educación. La educación, entonces, adquiere nuevamente un papel central.
Para Condorcet la instrucción pública se dividía en tres partes muy distintas. Primero, la instrucción
común, que según el grado de su capacidad y el tiempo de que pueda disponer, debe transmitir aquello que es
bueno conocer a todos los hombres. La segunda tiene por objeto los estudios relativos a las diversas
profesiones que es útil perfeccionar, sea para la ventaja común, sea para el bienestar particular de los que a
ellas se consagran. La tercera debe formar a aquellos a quienes la Naturaleza destina a perfeccionar a la especie
humana mediante nuevos descubrimientos, y así, facilitar descubrimientos, acelerándolos y multiplicándolos.
En suma, en este autor podemos observar un primer esbozo de aquello que después serían los niveles
del sistema educativo y la definición de los contenidos que habían de enseñarse en cada nivel.