LAS ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE
«LA BELLEZA»
POR JOSEP DE RECASENS1
________
Durante la dirección del Instituto Etnológico Nacional por el Profe-
sor Paul Rivet, habíamos comentado en diversas ocasiones, la rareza
de no haberse presentado aún en la arqueología colombiana señales
de restos antropológicos o de culturas arqueológicas de fecha positi-
vamente antigua. En realidad el conocimiento actual de las culturas
colombianas, no nos permite hablar de culturas totales cuya antigüe-
dad pueda cronológicamente remontarse a la fase neolítica del Viejo
Continente (con excepción de objetos aislados difíciles de definir
culturalmente). Por otra parte los restos antropológicos hasta hoy
hallados no logran notarse a una fase paralela, cronológicamente a los
hallazgos de Laguna-Santa, si bien representantes del tipo paleoame-
ricano pueden comprobarse en ciertos mestizajes de cráneos indíge-
nas hallados en Colombia.
El comentario de esta cuestión hizo que a pesar de ser los estudios
etnológicos y lingüísticos los de interés primordial para nuestras in-
vestigaciones, se decidiese explorar los terrenos del Municipio de La-
Belleza, que por informaciones comprobadas habían suministrado
datos sobre la existencia de gran cantidad de cuevas naturales de las
cuales provenía un tipo de esculturas talladas en piedra blanda. Por la
descripción del terreno suponíamos posible el establecimiento de
capas estratigráficas cuya importancia, si se hallaren, significaba un
avance respecto a los datos cronológicos de las culturas que hoy nos
son conocidas.
Se autorizó la salida de una misión arqueológica para la explora-
ción extensiva de la zona, proveyéndose una investigación sistemática
1 Las notas geográficas-estadísticas utilizadas en la redacción de este trabajo
han sido facilitadas por el Prof. Miguel Fornaguera Pineda.
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Se autoriza su reproducción total o parcial por cualquier medio inventado o por inventarse,
siempre que se respete la integridad, la paternidad y la autenticidad de la obra.
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en profundidad, para el caso que el terreno facilitase el hallazgo de
culturas de antigüedad mayor a las excavadas hasta hoy. Considerá-
bamos de suma importancia el establecimiento de una estratigrafía,
teniendo en cuenta que este conocimiento nos falta en absoluto para
todas las zonas arqueológicas de Colombia y que sólo en un reducido
número de publicaciones se ha esbozado el intento de establecerla sin
realizarse nunca un trabajo completo.
Fui encargado por el Profesor Paul Rivet de dirigir estas excavacio-
nes, durante el tiempo reducido que podía permanecer en el terreno y
de establecer las normas de trabajo en colaboración con mis acompa-
ñantes, los cuales permanecerían durante un tiempo más largo, espe-
cialmente si obteníamos materiales de interés. La Comisión estaba
integrada por la señora María Rosa Mallol de Recasens, el señor Elié-
cer Silva y el señor Miguel Fornaguera, todos ellos del Instituto Et-
nológico Nacional. Posteriormente a mi regreso estos dos últimos
colaboradores continuaron la investigación durante un período de
unos dos meses, recogiendo un abundante material, relativamente
moderno y llevando a cabo la exploración sistemática de algunas
cuevas. El trabajo completo de elaboración de datos se está realizando
y será publicado recientemente en forma de conjunto. A nuestro re-
greso contribuyó en el estudio tipológico descriptivo del material
escultórico que presentamos, el señor Julio César Cubillos, bajo la
dirección del señor Miguel Fornaguera.
CARACTERISTICAS DE LA REGION
La-Belleza es la cabecera de un corregimiento del Municipio de Jesús-
María en el Departamento de Santander. La región que visitamos con
centro en La-Belleza se extiende en un radio de unos doce kilómetros
aproximadamente, siendo su situación geográfica de 5o 50' 30” de latitud
Norte y a 0ọ 7' de longitud al Este de Bogotá, dicho terreno constituye
prácticamente el núcleo sobre la divisoria de aguas entre la Quebrada de
Las Quitas y la quebrada de La Venta, ambas afluentes del alto río Mine-
ro. Aproximadamente, estas sierras oscilan en altura entre 1.800 y 2.300
metros.
La topografía del terreno es sumamente caótica y quebrada, corres-
ponde a una formación geológica típicamente “carstica” muy difícil
de cartografiar, esta formación es recorrida por infinidad de cursos de
agua, que siguen en su mayoría caminos subterráneos y que sólo apare-
cen a la superficie como fondos de las “dolinas” o “uvales” de típica
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 119
Figura 1
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120 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
forma de embudo. Destacándose en altura y recortando verticalmente el
terreno aparecen en todas direcciones y en formas intermitentes un gran
número de “singlas” verticales llamadas por los habitantes de la región
“peñas”. Los cursos internos de agua han dado origen a infinidad de
canales subterráneos que son lo que nosotros describimos como cuevas
y que se ven representadas por toda clase de tipo y tamaño con múlti-
ples corredores adyacentes e infinidad de grietas a las cuales no es
posible penetrar. La mayor parte de estas cuevas constituyen el lecho de
quebradas más o menos caudalosas y cuya cantidad de agua correspon-
de normalmente a los períodos de lluvia y sequía de la región, algunas
de ellas reciben el agua como infiltración desde el techo que se halla
cubierto, igual que las paredes, por estalactitas cónicas y en cortina, a
veces el mismo piso no constituye un lecho sino que las aguas siguen
filtrándose hacia abajo, un número muy reducido de cuevas ha sido
abandonado por los cursos de agua y son actualmente galerías secas.
La acción de las aguas ha sido tanto erosionadora como sedimenta-
ria, y ambos fenómenos pueden observarse en una misma cueva,
siendo común la presencia de terrazas cuyo potencial es muy variado.
La mayor parte de estas cuevas es extraordinariamente húmeda, ya
que siendo muy escasa la evaporación ni aún los períodos de gran
sequia alcanzan a afectar el interior.
Esta región es de colonización muy reciente que sólo remonta a 30
o 35 años de los primeros establecimientos, así algunos de los prime-
ros colonos que llegaron viven aún allí como don Luis Pérez Téllez y
don Pedro González, quienes nos han descrito la región como com-
pletamente selvática y sin población indígena establecida cuando
ellos empezaron a penetrarla. Antes que ellos sólo algunos “quineros”
y “parasi-teros” (recolectores de quina y de plantas parásitas como las
orquídeas) penetraban esta selva y acompañaron a algunos pocos
exploradores que raramente se aventuraron en dicha zona. Hoy día en
los bordes de los calveros abiertos por los colonizadores para la siem-
bra o para los pastos de ganado se cierra aún la selva espesa y húme-
da, de enmarañado soto-bosque que dificulta extraordinariamente la
penetración. Tanto los colonizadores como los campesinos, en sus
tareas de desmonte, des-cubren día a día nuevas cuevas en las que casi
siempre hallan con más o menos abundancia restos que atestiguan la
existencia pasada de una población indígena, los cuales consisten
comúnmente en huesos, cerámica, objetos de piedra o de hueso y en
cantidad mucho mayor figurillas antropomorfas. Objetos todos de una
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 121
capa superficial o muy poco profunda que por su condición facilita un
despojo continuo y sistemático por parte de las personas que entran
en ellas. El material escultórico por ser generalmente muy frágil está
sometido a una continua desaparición. Nos confirma en nuestra afir-
mación el relato de los primeros colonizadores y el de excursionistas
que, como el Profesor Pablo Vila, recorrieron la región hace más de
25 años y que nos confirman que era abundantísimo el material de las
cuevas que hoy, arqueológicamente, son estériles.
Prescindimos en este trabajo de la descripción de materiales ar-
queológicos o antropológicos que fueron hallados para limitarnos
al estudio de las representaciones escultóricas.
REPRESENTACIONES ESCULTORICAS Y ANTROPOMORFAS
Desde el primer momento nos sorprendió la gran cantidad de escul-
turas en piedra blanda que se hallaban depositadas directamente sobre
el piso y que sólo en algunas cuevas fueron recubiertas por una se-
dimentación cuyo potencial nunca depasaba los 12 centímetros.
Se logró recoger durante el curso de la expedición una serie de 974
esculturas talladas en piedra blanda, las cuales en principio respon-
dían a una sola tipología cultural, pero que presentaban rasgos dife-
renciativos suficientes para permitir el establecimiento de series. Este
gran conjunto nos decidió a realizar un análisis estadístico de ciertos
elementos que permitiesen conocer tendencias y frecuencias tipológi-
cas. Por otra parte era imposible tratar de describir individualmente
los tipos aunque hubiésemos escogido los principales. La síntesis hoy
realizada responde a una separación de unidades de carácter particular
cuyos elementos pueden considerarse irreductibles.
De los 974 objetos catalogados se excluyeron para el análisis los
muy fragmentados y aquéllos incompletos cuya reconstrucción era
imposible, se separaron también un gran número cuya escultura sólo
había sido esbozada y que corresponden a la fase decadente final y
que suponemos tenían el mismo carácter mágico de ofrenda durante
la misma etapa, otra gran serie de materiales preparados para ser
esculpidos ha sido dejada aparte. De estos dos últimos grupos opino
que intencionalmente ya no se esculpieron y como establezco en mis
comentarios, sería una forma de valorización netamente simbólica de
lo que antes fue representado en forma naturalista objetiva.
Se redujo a 342 esculturas el material de análisis permitiendo un
estudio preliminar, el que estableciese la existencia de siete elementos
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irreductibles y simultáneos (es decir, que se presentan en todas las
figuras), dentro de los cuales se observan en número variable algunas
modalidades exclusivas, es decir, que cuando se presenta una no pue-
de darse otra dentro del mismo aspecto de la figura.
Los esquemas de la Lámina 1 muestran cuáles fueron las modalida-
des, elementos y formas que sirvieron al análisis, del tipo general
(prescindiendo de la técnica de grabado), así como las formas de las
bases. En la Lámina II se presentan los elementos elegidos para la
diferenciación de los tipos de caras y de las extremidades superiores.
Los siguientes son los elementos y modalidades tomados en consi-
deración:
ELEMENTOS MODALIDADES
Forma general (prescindiendo del labrado).. I
II
III
IV
Negro
Color del material ………………………… Terroso-rojizo
Blanco-grisáceo
1
2
Bases ………………………………………. 3
4
Extremidades inferiores …………………… Con
Sin
Grabado de la cara …………………………. Inciso
En relieve
X
Extremidades superiores …………………… Y
Z
A
Cara (forma general) ………………………. B
C
D
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Dada la gran uniformidad de las dimensiones se prescindió de la
presentación estadística de las mismas. En general a mayores dimen-
siones peor técnica escultórica y más abundante elección de materia-
les grises, siendo las representaciones de tamaño medio y pequeño
mucho mejor talladas y con tendencia a escoger materiales de colora-
ción ocre o rojizo.
Para dar una idea de los tamaños que ya hemos dicho son muy uni-
formes consignamos los datos siguientes:
El volumen mínimo hallado corresponde a la pieza No. 5 de la
Lámina IV
Altura máxima ………………… 53 m/m.
Ancho máximo ……………….. 32 m/m.
Grueso máximo ……………….. 16 m/m.
El volumen máximo hallado corresponde a una escultura cuyas di-
mensiones son:
Altura máxima ………………… 190 m/m.
Ancho máximo ……………….. 113 m/m.
Grueso máximo ……………….. 78 m/m.
No obstante estos sin ejemplares atípicos y el promedio tomado so-
bre 100 esculturas de volumen corriente nos ha dado:
Altura máxima ………………… 117 m/m.
Ancho máximo ……………….. 71 m/m.
Grueso máximo ……………….. 33 m/m.
Con base en los elementos teóricamente separables el Profesor Mi-
guel Fornaguera elaboró una estadística y los cuadros adjuntos. En el
primero cada una de las 2.304 combinaciones posibles tiene un lugar
fijo y único que representa en resumen teórico un tipo en potencia y
una tendencia de forma.
(Véase cuadro No. 1)
Se procedió a adjudicar a cada figura el lugar correspondiente y se
colocó sobre cada lugar un número que indicaba la cantidad de figu-
ras existentes de cada tipo. Resultaron en total 118 tipos diferentes
que reunían entre 1 y 25 esculturas cada uno. Los espacios restantes,
es decir, las 2.186 combinaciones teóricas posibles, pero no reales,
quedaron en blanco.
Frente a este cuadro podemos saber qué características tiene un de-
terminado número de figuras cuyo guarismo nos indica que existen, y
viceversa, podemos verificar si tal o cual combinación potencial se
ha dado o no en la realidad, y en caso afirmativo cuál es su frecuen-
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cia. Hasta aquí el cuadro cumple una finalidad descriptiva, tipológica
o individual que si bien resulta esquemática, es por lo mismo más
práctica dado el número elevado de unidades. Pero al mismo tiempo
hemos querido que dé una visión sintética de la serie como conjunto y
también de sus elementos predominantes; para ello se han añadido las
columnas de totales y subtotales, así como las tablillas adicionales de
agrupación de subtotales dispersos, todo lo cual ha sido complemen-
tado con un cuadro de porcentajes para el total y las principales va-
riantes de cada elemento en relación con todas las demás de todos los
elementos, cuadro que se reduce a la siguiente forma:
De la observación de los datos proporcionados por el estudio ante-
rior se pudo llegar a las siguientes conclusiones:
a) Sólo el 5% de los tipos teóricos posibles se han dado en la reali-
dad, pero si se considera que sólo 342 figuras representan 118 tipos,
la dispersión tipológica resulta muy grande.
b) No hay ninguna combinación-tipo que esté representada por más
de 25 unidades y su distribución es la siguiente:
Combinaciones tipo Número Número de figuras % del total
con frecuencia entre: de tipos que resumen 342 figuras
11 a 25 8 123 35,9%
4a 9 15 83 24,5%
2a 3 31 72 20,4%
1 64 64 18,7%
----- ----- ----------
Totales…………….. 118 342 99,5%
Esto comprueba la dispersión tipológica anotada y nos muestra los
tipos más frecuentes cuyas características pueden leerse en el cuadro.
c) Si bajo el punto de vista de las combinaciones tipológicas la dis-
persión es grande, no sucede lo mismo con ciertas variantes de cada
elemento que las constituye. La lectura de los totales en el cuadro
primero ya nos lo indica, pero se destaca mejor en el cuadro segundo,
renglón primero, que agrupa los porcentajes de cada modalidad sobre
los totales. Allí se ve que las características preponderantes son, en
orden de importancia: con extremidades inferiores, 96,1% con Base,
2,83,5%; con grabado de la cara inciso, 82,7%; color terroso-rojizo,
63,7%; con extremidades superiores tipo X, 58,5%; con cara tipo A,
56,1%; con forma de volumen general tipo I, 47,9%.
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 125
Es curioso observar que la combinación tipo que reúne todos estos
caracteres no es la más frecuente, pues sólo tiene 22 unidades, mien-
tras que sobre la columna de material color negro, con todas las de-
más características predominantes, hallamos 25 unidades.
d) Se observan algunas diferencias en la distribución de los porcen-
tajes que se dan en la totalidad y los que tienen las figuras con ciertas
particularidades exclusivas. Esto indica una asociación más estrecha
entre ciertas modalidades de los diversos elementos, o viceversa, es
decir, una cierta repulsión. Algunas afinidades especiales no respon-
den siempre a un predominio del carácter mencionado sobre los de-
más, que lo excluyen, sino que muchas veces se refiere tan sólo a un
alza considerable de su porcentaje sobre el medio normal, que es el de
la totalidad.
Un porcentaje elevado sólo redunda necesariamente en menoscabo
de otro determinado cuando las variantes del elemento que lo incluye
no son más que dos, pero cuando su número es mayor, el déficit pue-
de diluirse entre los restantes o cargarse más o totalmente en uno de
los restantes. Lo mismo a la inversa, puede decirse de aquellos que
por ser bajos, indican repulsión de ciertas características.
En el cuadro siguiente se presentan las más destacadas afinidades y
repulsiones especiales:
Figuras que son: Tienen un alto Tienen un bajo
porcentaje de: porcentaje de:
De base 2 ……………........ Con extre. Inferiores .. .. . Sin extrem. Inferiores
De color rojo-terroso …....... Extrem. Super. Tipo Z ... …………………
Con extrem. Super. Tipo X . Con extrem. Inferiores ... Sin extrem. Inferiores
Con extrem. Super. Tipo X . Material negro………… Material rojo.
Con extrem. Super. Tipo X . Cara Tipo A …………... Base Tipo I.
Con cara Tipo A ………..... Extrem. Super. Tipo ....... Extrem. Super. Tipo Y.
Con cara Tipo A …………. Forma general I y II…… Forma general IV.
De forma general I ……….. Cara Tipo A ………….. Cara Tipo C.
De forma general I ……….. Grab. Cara en relieve …. Grabado cara inciso.
De color negro ………….... Con extrem. Inferiores ... Sin extrem. Inferiores.
Con extrem. Super. Tipo Z . Base Tipo 3 ………….... Base Tipo 4.
Con extrem. Super. Tipo Z . Sin extrem. Inferiores …. Con extrem. Inferiores.
Con extrem. Super. Tipo Z . Color Rojo ……………. Color negro.
Con cara Tipo C …………. Extrem. Super. Tipo Y… Extrem. Super. Tipo X
Con cara Tipo C …………. Forma general III ……... Forma general I.
Con forma general III ……. Extrem. Super. Tipo Y… ………………………...
Con forma general III ……. Cara Tipo C …………... Cara Tipo A.
Con forma general II …….. ………………………... Base Tipo 1.
Con forma general II ……... ………………………... Extrem. Super. Tipo Y.
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RESULTADOS PRELIMINARES
El material anteriormente descrito corresponde forzosamente a un
área cultural mucho más extensa que la región de las cuevas de La-
Belleza, y al comparar los materiales hallados por nosotros, nos en-
contramos con otras representaciones antropomorfas sumamente
parecidas, halladas en la laguna de Fúquene (situada en el límite N. E.
del Departamento de Cundinamarca), que fueron recogidas por el
Profesor Gregorio Hernández de Alba, formando actualmente parte
de las colecciones del Museo Arqueológico Nacional, y cuya descrip-
ción tipológica fue publicada en el Boletín de dicho Museo (1)
Debo advertir que en Fúquene se presenta como más común el tipo
de brazos paralelos y de bases en forma de anillo circundante de las
caderas, del cual se destacan unas cortas piernas. Reproducimos las
representaciones publicadas en dicho trabajo para fines de compara-
ción. (Ver Fig. 2).
Nos interesa destacar de esta publicación una conclusión final del
autor, donde se dice (1, 30): “estos hallazgos abren un nuevo horizon-
te en el conocimiento de la religión de dicho pueblo (chibcha), por las
ofrendas de las estatuas entre las aguas frías del lago de la alta meseta
de la cordillera oriental de los Andes, en el centro de Colombia”, y
esta afirmación del carácter mágico propiciatorio de dichas represen-
taciones esculturadas creo que la apoya el autor en su párrafo anterior
(1, 27) donde dice: “Fray Pedro Simón afirma que ofrecían estos
chibchas sacrificios en las aguas para tener más suerte en las pesquer-
ías (*), lo cual lleva a creer que las estatuillas halladas fueron materia
de sacrificio para obtener mejor pesca, ofrendadas por estos indios que
habitaron en las márgenes del gran lago…” Su cita al pie (*) dice:
“Fray Pedro Simón. Cuarta Noticia, Cap. II, p. 280”. Me sorprendió
al revisar esta cita, que Fray Pedro Simón no hable de ello en la Cuarta
Noticia, Capítulo II, donde solamente hay una referencia de la ayuda
prestada por los españoles al cacique Guaramental para luchar contra
el cacique Arcupón, y donde se dice textualmente: “porque se hallaba
agraviado (Guaramental) de cierto principal convecino suyo, llamado
Arcupón, con quien de muy atrasados tiempos había tenido crue-
les enemistades y guerras, en las cuales le había despojado al Guara-
mental de la posesión de una laguna de pesquería, que él y sus pasados
habían siempre poseído para sus pescas y recreaciones”, siendo so-
lamente estos lo referente a una laguna. A pesar del error consignado,
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 127
creo también que estas representaciones tienen un carácter de ofrenda
como trato de demostrar y como en otro aparte (1, 24) añade Hernández
de Alba, citando a Fray Pedro Simón, pero son dar la referencia. “Lle-
gando al lugar del santuario levantaban en ambas palmas la figurilla que
llevaban envuelta en algodón, decía algunas palabras en que significaba
la necesidad del que ofrecía y pedía el remedio para ellas, y puesto de
rodillas la arrojaba en las aguas de manera que se fuera a pique”….
El interés del hallazgo de la laguna de Fúquene es, pues, de gran
importancia, especialmente teniendo en cuenta que la ubicación de La-
Belleza podía crear dificultades por tratarse de una zona de contacto
entre los tres grandes grupos indígenas, los Muzo, Carare y Chibcha.
Otras esculturas del mismo tipo que nos ocupa fueron publicadas
como culturales chibcha, pero por ser casos aislados no se les concedió
mayor importancia, o bien se las interpretó con graves errores, muy
explicables. Así hemos hallado en un estudio publicado por el señor
Juan C. Hernández (2), una reproducción de una representación antro-
pomorfa idéntica a nuestros hallazgos de La-Belleza, que sirven a este
autor para demostrar, en comparación a una talla en madera, la evolu-
ción progresiva de la escultura chibcha. Dice el autor (2, 72) : “Se pue-
de apreciar el esfuerzo y el avance constante si se compara la figura No.
7 modelada en tierra que aún no se sabía cocer(2), con la escultura en
madera, figura No. 8, encontradas una y otra en el perímetro de la ciu-
dad. Esta figura primera corresponde en forma a la No. 12 de nuestra
Lámina V y la representación de madera con la cual se compara, repite
en líneas generales (pero de doble tamaño) el tipo No. 2 de nuestra
Lámina III. Queremos señalar aquí dos errores del texto citado, uno
probablemente de imprenta, cuando dice: “Si se compara la figura No.
7, que indudablemente quiso decir No. 8, puesto que la No. 7 representa
una vasija y un ejemplo de cerámica muy bien cocida típicamente
Chibcha, y en cambio la No. 8 es una clásica escultura de “marga”
tallada, idéntica a nuestros hallazgos, que dicho autor dice “modelada
en tierra que aún no se sabía cocer”, error que fácilmente se deduce
de una observación superficial de un ejemplo aislado, pues muchas
veces las margas presentan, como ya se dijo, el aspecto de arcillas
amasadas y secadas. Este ejemplar viene así a localizar un nuevo punto
en el área de dispersión, situado en Tunja, ya que el autor afir-
ma haberle hallado “dentro del perímetro de la ciudad”, penetrando así
2
Las bastardillas son mías.
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128 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
al Departamento de Boyacá y situándose unos 50 kilómetros al E. de
laguna de Fúquene y unos 120 kilómetros al E.-SE. de La-Belleza.
Mucho más sorprendente es el hallazgo de otra escultura como las
de La-Belleza, en el Departamento del Huila, procedente con muchas
probabilidades de Isnos. Esto vendría a situar un ejemplar en contacto
íntimo con las culturas de San Agustín y realmente complica en gran
manera nuestro problema. Ha sido publicada por Monseñor F. Lunar-
di, en su libro “La Vida en las Tumbas” (3) y es descrito como objeto
de las colecciones que tuvo oportunidad de fotografiar durante su
viaje a San Agustín. Dice al hablar del Municipio de Pitalito (3, 72):
“Pequeña estatua de tierra no cocida o de piedra blanda, de color
rosado, representando un guerrero con corona de cuentas grandes,
escudo de forma angulosa especial y pequeña lanza (?). Medidas:
altura, unos 10 cms., forma aplastada, Propr. Federico Arboleda Cué-
llar, Alcalde de Pitalito. (Foto Lunardi)”. Corresponde a un tipo mixto
entre nuestras esculturas No. 7 de la Lámina IV y No. 4 de la Lámina
VI, si bien el grabado de la cara es de técnica diferente. La importan-
cia de esta escultura (que publicamos al final de las Láminas para
facilitar su comparación), reside en el hecho de que su material es
“tierra no cocida o piedra blanda de color rosado”, que tan repetida-
mente hallamos en las de La-Belleza. Sus caracteres diferenciativos,
sirven en cambio para establecer una especie de puente de unión entre
los tipos de La-Belleza con ciertas manifestaciones escultóricas de San
Agustín, que si bien señalo en este trabajo, quiero en cambio consignar
ya desde un principio que lo hago excluyendo todo intento de relacio-
nar estas culturas para obtener conclusiones de parentesco. Advierto
claramente que considero imprudente por hoy, dados los conocimientos
deficientes, todo intento de establecer inmigraciones y áreas de estilos.
Es necesario también consignar aquí un error de Monseñor Lunardi
en el libro que nos ocupa. En la página que reproducimos de su libro
esta escultura de Isnos (?) se reproduce dos veces con fondo diferente,
y a una de dichas reproducciones se le da el texto siguiente (3, 72):
“Hueso del carpo o del tarso de un mastodonte (Mastodon Andium)
(?)”. No comprendo este error de Monseñor Lunardi, ya que logra no
sólo dos interpretaciones tan diferentes de un mismo objeto, sino que,
además, el carpo o el tarso de este mastodonte (?), tendría por natura-
leza una representación antropomorfa, ya que no se consigna que el
hueso hubiese sido tallado, como con toda claridad se hubiera notado
desde un principio.
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 129
Monseñor Lunardi localiza el hallazgo de Isnos con un interrogan-
te; esto que permite dudar del lugar del hallazgo no significa para
nosotros ningún grave inconveniente, pues las características de la
pieza permiten asegurar (a pesar del parentesco con las de La-Belleza
y las del área cultural Chibcha), un número suficíente de detalles
diferenciativos con aquellas que en cambio acercan esta escultura a
otras de cultura netamente Agustiniana. Creo que con muchas proba-
bilidades puede ser procedente de las lomas de Isno y que ninguna
probabilidad existe de que sea procedente del área Chibcha.
Esta pequeña escultura en piedra blanda publicada por Monseñor
Lunardi tiene un cierto paralelo estético con dos esculturas proceden-
des de El Tablón, que fueron publicadas por el arqueólogo Pérez de
Barradas en su trabajo “Arqueología y Antropología de Tierra-
Adentro” (4), correspondiente a las Láminas XX y XIX. La primera
(4, Lámina XX) de Tierra-Adentro, ofrece cierta semblanza con la
No. 9 de la Lámina IV de mi trabajo y sería ya más diferenciada hacia
la tendencia Agustiniana que la publicada por Monseñor Lunardi; la
comparación en este caso es sólo respecto a la forma, puesto que tiene
las siguientes características (4, 99): “Estatua de piedra de El Tablón:
64 centímetros de alto. Universidad de Popayán. Foto retocada. Cul-
tura epigonal Agustiniana”. Las faccíones corresponden a una ten-
dencia como nuestra No. 11, Lámína V, y los brazos al tipo paralelo
Lámina II tipo X, pero no superpuestos como siempre se presentan en
La-Belleza. En volumen total correspondería a nuestra Lámina 1,
forma II, tipo 4.
En cuanto a la (4, Lámina XIX, fig. No. 3) de Tierra-Adentro, del
mismo texto, ya más complicada con un tocado, presenta las carac-
terísticas de las esculturas de brazos plegados en W sobre el pecho, y
de la Lámina 1, forma No. I, tipo 29 trapezoidal de La-Belleza. Pérez
de Barradas la publica cün el siguiente texto (4, 99): “Estatua de pie-
dra de El Tablón (?) que servía de pilar a la iglesia de San Andrés.
Alto total, 64 centímetros. Cultura epigonal Agustiniana”, de las dos
esculturas del Tablón citadas, así como de las otras que publica dice
este autor (4, 53): “A primera vista las cuatro estatuas del Tablón se
asemejan a muchas de San Agustín, que pudiéramos considerar como
posteriores a las de la época más clásica”. .. “Estas analogías se refie-
ren a la manera de estar colocados los brazos, de como se han escul-
pido las piernas y los pies, y la representación de los adornos”. ....
“Como carácter negativo de las estatuas de El Tablón hemos de citar
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130 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
la falta de boca enorme, abierta, que deja ver unos colmillos salientes
enormes”.
Por el momento nos interesa destacar la característica de la posición
de los brazos, dato que creo de importancia en la estatuaria colombia-
na, y que probablemente se hallará como típico cuando se hagan estu-
dios en profundidad sobre la evolución de estilos, que como ya insi-
nuó Pérez de Barradas (4, 52), “puede servir de guía para distinguir
las piezas cuya primitividad se deba efectivamente a arcaísmo, de
aquellos que son decadentes”. La repetida posición de los brazos
plegados en W sobre el pecho de las esculturas de La-Belleza, no creo
que sea una coincidencia casual, con la misma característica hallada
en San Agustín y Tierradentro. Para estas culturas el malogrado Pro-
fesor J. W. Schottelius, había observado con sagacidad lo siguiente
(5, 16-17): “Algunas de las estatuas halladas en la región de la civili-
zación de Tierradentro, demuestran relaciones estrechas con las de
San Agustín. Parece que se trata directamente de una expansión de la
cultura agustiniana, ya en estado de decadencia, hacia el valle del
Cauca, con lo cual se mezclaron algunas de sus formas características
con otras más primitivas”, y lo interesante es que en el trabajo citado
del Profesor Schottelius da como ejemplo típico de la forma primitiva
de una estatua de Inzá (5, Lámina XIV, 1) que con excepción del
tocado y del collar, representa en líneas generales, el tipo de brazos en
W de las representaciones de La-Belleza.
Los hallazgos de La-Belleza, sin que por hoy permitan establecer
desde un punto de vista científico, ninguna clase de relaciones con las
culturas de San Agustín y Tierradentro, tienen en cambio una gran
importancia para la arqueología colombiana, especialmente porque
vienen a cambiar los conocimientos que se tenían respecto a las mani-
festaciones escultorícas. En un reciente trabajo de síntesis analítica
sobre estos aspectos de Colombia, publicado por Bennett, hallamos lo
siguiente en un cuadro sobre distribución regional de elementos cultu-
rales (6, 105): “Escultura en piedra, típica en San Agustín; rara en
Tierradentro: rara en Nariño”, y complementando el cuadro el texto
siguiente: “Some small statues have, however, been found in the deep
subterranean tombs associated with typical Tierradentro style mate-
rial, and others have been found in the Nariño and Putumayo regions.
Outside of southern Colombia stone carving is not found. This is
surprising since stone carved statues are one of the links beetween
Central America and the Andean regions of Perú”.
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 131
En este mismo trabajo (6, Lámina 5) se reproduce como ejemplo la
escultura agustiniana más primitiva, un tipo de brazos paralelos, ca-
beza trapezoidal y cuerpo fusiforme, que sería de sumo interés para
un trabajo comparativo de análisis de estilos, y deberé añadir que esta
escultnra se halla muy cerca de ciertos ejemplares de La-Belleza.
El estado actual de nuestros conocimientos permite suponer para
Colombia, la existencia de una capa muy antigua de “elementos cul-
turales orientales”, como la denominó el Profesor Schottelius, y co-
rrespondería a uno de estos elementos, la representación de figuras
humanas y animales, pero con toda seguridad puede afirmarse que no
corresponden a esta etapa las figuraciones de La-Belleza, y sí en cam-
bio, presentan paralelos con la segunda oleada cultural de “elementos
méxico-ístmicos” cuyas representaciones se caracterizan por una estili-
zación que tiene muchos puntos de contacto con nuestro material.
Sin idea de agotar el material comparativo fuera de Colombia, cuya
bibliografía consultada depasa a treinta y siete publicaciones diferen-
tes, quiero no obstante hacer resaltar dos trabajos que considero de
interés para el presente estudio. El primero es de Lothrop, sobre Za-
cualpa, donde dicho autor, en el capítulo “Miscelaneous Stone Ob-
jects” (7, 95) dice: “Entre los hallazgos corrientes en la región
Quiché, hay imperfectos amuletos de piedra blanda. Semejantes a los
que aparecen en la figura 102 (reproducida como fig. No. 3 de nuestro
artículo). Estos tienen aproximadamente de 2 a 6 pulgadas (5 a 15
cmts.) de largo, y se han hallado literalmente por centenares. Nosotros
no hemos podido enterarnos de cuáles fueron las condiciones de su
hallazgo, excepto aquellos que fueron desenterrados en grandes depósi-
tos y no necesariamente procedentes de lugares poblados. Es posible
indicar que se trata de ofrendas votivas depositadas en estos parajes,
que debieron ser selectos a sus plegarias. Esculturas comparables en
piedra y concha fueron también halladas en las ciudades mayas de
tierras bajas, del período del Viejo Imperio, y en México Central”.
“En líneas generales estos amuletos sugieren un hacha de piedra,
pareciendo derivarse de esta fuente su forma especialmente en vista
de los amuletos mexicanos, que (demuestran formas de hachas modi-
ficadas.(1)
(1)
Nota en el texto de Lothrop; "Spinden H. J. 1928, Fig. 19, en la obra “An-
cient Civilizations of México and Central America", Amer. Mus. Nat. Hist.
Handbook, Series, No. 3, New York.
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132 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
Su manufactura ocupó poco tiempo a causa de la blandura de las
piedras con que han sido hechas. Su adorno consiste en cara y miem-
bros muy someramente indicados mediante muescas rectilíneas”.
“Ocasionalmente, los amuletos de piedra blanda han sido esculpi-
dos con admirable detalle, atención y modelado.” ... “Piezas buenas
de éstas son apreciadas por los indios actuales, quienes todavía les
dirige sus oraciones. Nosotros hemos visto llevarlas a las iglesias y
ocultarlas bajo pétalos de flores en el suelo, al mismo tiempo que su
dueño se arrodillaba para su plegaria.”
La reproducción dada por Lothrop (7, 94, fig. 102), que reproduzco
en la figura No. 3, tiene en el original el siguiente texto: “Fig. 102. -
Stone amulets, Department of the Quiché. (American Museum of
Natural History).” En ella aparecen invertidas las esculturas por haber
sido colocadas cabeza-abajo al fotografiarlas. Nosotros revertimos el
clisé.
Las características de tamaño, material y destino de ofertorio, es pa-
ra estos “amuletos” Quiché, una triple prueba de parentesco que pos-
teriormente examinaré con más atención al compararlas a los materia-
les de La-Belleza.
Moviéndonos dentro de una misma área geográfica, hallamos en un
trabajo publicado por el Profesor Caso, en sus memorias de las exca-
vaciones de Oaxaca, el texto siguiente (8, 10): “Montículo I. Se ter-
minó la exploración de la plataforma superior del templo, encontran-
do el pozo central con una rica ofrenda que no había sido tocada. La
ofrenda consistía en una urna de gran tamaño (fig. 4) y dos vasos”... y
sigue luego: “La urna estaba materialmente llena, pues había dentro
de ella 24 idolillos de piedra verde, de tipo teotihuacano, uno de ellos
roto y pegado por los mismos zapotecas.” “... además, aparecieron
dos pequeños caracoles” (en la ofrenda de otro vaso), en (8, 7 y fig.
4), al referirse a la primera urna dice: “Urna con representación del
dios de la lluvia Cocijo. Dentro de ésta se hallaron las 24 figurillas en
piedra verde”.
Del anterior texto es interesante destacar algunos apartes. Primero:
aparecen con caracter de ofrenda asociados a las esculturas, conchas
de caracol, de las cuales se hallaron abundantes muestras en La Belle-
za, íntimamente asociadas y como se describirá en un trabajo futuro.
Segundo: la urna con la representación del dios de la lluvia, así como
otros datos sobre México, va ligada a una asociación de ofrenda
de pequeñas esculturas adheridas a un ritual de agua. Tercero: la ti-
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 133
pología teotihuacana se caracteriza en las esculturas por un volumen
generalmente fusiforme, por ser simplemente incisos los rasgos, por
una doble incisión paralela para la representación de los ojos, por la
nariz representada por tres incisiones que delimitan un triángulo de
corta base, y por una forma de boca obtenida mediante una sola línea
incisa. Además, los brazos y piernas se destacan del cuerpo mediante
incisiones rectilíneas.
Finalmente, parece que como límite del área de esculturas en piedras
blandas debemos llegar hasta los indios Gabrielino, de la familia Uto-
Azteca, en Estados Unidos. Son conocidos numerosos ejemplares de
esculturas de esteatita y dos de ellos son publicados por Douglas y Har-
noncourt (9); se trata de dos esculturas en piedra blanda procentes de Los
Angeles Country (California), pertenecientes a las colecciones del Mu-
seum of the American Indian, Heye Foundation de New York, que repre-
sentan un pez espada y un pez volador, y van acompañadas del siguiente
texto (9, 54): “The figurines are very simplified representation of sea
creatures, with by their smoothly flowing lines suggest swift and easy
motion. These carvings clearly served no utilitarian purpose and, since
some of them suggest characters in the religion and mythology of the
people, it seems likely that they had some ritualistic use.”
Para las conclusiones generales del presente trabajo creo son suficien-
tes los elementos que he considerado hasta aquí. De este primer ensayo
sobre los materiales de La-Belleza, puedo destacar los siguientes hechos:
En la cultura chibcha hallamos la escultura en piedra blanda (mar-
gas , etc., de dureza igual o ligeramente superior a la de la esteatita),
de tamaño pequeño, representando generalmente la figura humana
estilizada en un canon estético diferente al usado para las cerámicas y
la orfebrería. El procedimiento escultórico es de talla, usándose una
técnica que es completamente diferente de la del modelado en arcilla.
En los estratos geológicos de las margas de la región de La-Belleza
hemos examinado materiales de coloraciones diferentes a la gama
escogida, que afloran a la superficie, y entre las esculturas sólo se
utilizaron colores de una gama determinada que varía de ocre, rosado,
rojo-ladrillo, gris y negro, pero que puede reducirse a tres grandes
grupos: negro, terroso-rojizo y blanco-grisáceo.
Estas esculturas fueron depositadas con carácter ofertorio ritual,
asociadas a un culto propiciatorio especial que no conocemos por
completo, pero en el cual el agua parece establecer una conexión.
(Laguna de Fúquene y cursos subterráneos de agua de La-Belleza.)
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134 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
Hemos hallado en solo dos casos la representación intencional de una
maternidad, y en otros dos la representación de cuadrúpedos, represen-
taciones ambas que sólo por el momento conocemos en La-Belleza.
Los hallazgos de enormes acumulaciones de esculturas en lugares
no habitados, hacen creer que fueron utilizados como sitios sagrados
para estos ofertorios. Este caracter es de interés particular, teniendo
en cuenta el paralelo que establecen los hallazgos de Zagualpa (cf. 7,
95) sin que por el momento sea posible establecer deducciones del
hecho en sí, pero interesando destacar que los hallazgos allí fueron
también de grandes series,” en zonas no habitadas, con esculturas de
tamaño prácticamente idéntico y de materiales iguales y con carácter
propiciatorio.
La asociación con el agua la hallamos en La-Belleza, Fúquene y
Oaxaca (cf 8, 7), lugar este último donde las esculturas se depositan
intencionalmente dentro de una urna que es la representación del dios
Cocijo o dios de la lluvia, y pudiendo fácilmente comprobarse que
para los zapotecas-teotihuacanos estas pequeñas representaciones
antropomorfas van asociadas a un culto pluvial.
Sin que me atreva a exagerar en la idea de esta asociación, agua,
escultura y talla en piedra blanda, señalo también la coincidencia tal
vez ocasional de las esculturas de los indios Gabrielino de Angeles
Country (California), cuyas representaciones también con carácter de
ofrenda se asocian a peces en un paralelo espiritual, con las de la
Laguna de Fúquene, ambas destinadas a una magia de pesca, que en
California sería simpatética y en Fúquene propiciatoria.
Es necesario destacar también el rarísimo hallazgo de Isnos, que si-
tuaría un ejemplar de este tipo de estatuaria en la zona agustiniana y
de Tierradentro, con las cuales los paralelos estéticos me parecen
posibles para un estudio en profundidad, pero que por el momento
son aventurados, y siendo mi interés exclusivamente el dar un alerta a
los trabajos futuros.
He de advertir también que el hallazgo de La-Belleza, al sumarse a
los datos anteriores, plantea claramente un nuevo campo: los Chibcha
tuvieron escultura en piedra blanda y esta manifestación es lo suficien-
temente grande para que de hoy en adelante se considere como una
importante característica cultural que reforme el cuadro de análisis y
evite las simplificaciones repetidas como las de W. C. Bennett (6, l05).
Finalmente plantear el problema de la distribución de este nuevo
elemento cultural, de la talla de piedras blandas, para que futuras inves-
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 135
tigaciones puedan demostrar si es o no originario en Colombia de la
segunda oleada cultural méxico-istmica, que parece mostrarse posi-
ble desde el punto de vista lingüístico, pero que deberá mostrarse
acompañando el conjunto de elementos de cultura material y espiri-
tual hasta hoy poco estudiados, si bien en un principio no contradicto-
rios a los conocimientos actuales.
CARACTERISTICAS ETNOGRAFICAS DE LA ZONA
ARQUEOLOGICA DE LA-BELLEZA
La situación geográfica de La-Belleza era por sí misma un proble-
ma al comenzar nuestras investigaciones, ya que allí coincidía un
punto límite entre los grupos Muzo, Carare y Chibcha.
Sabemos por los cronistas que los Carare vivían en la zona de la is-
la Carare, situada entre las desembocaduras de los ríos Negro y Cara-
re, en el Magdalena, y estaban divididos en las tribus: Nauras, Naura-
cotas y Colimas o Tapaces (10, III, 319); estos indios atacaron duran-
te mucho tiempo la navegación del Magdalena, teniendo como luga-
res preferidos para sus ataques, el sido llamado las Barbacoas (entre
la desembocadura del río Carare y la del río San Bartolomé, río Regla
de los cronistas), también la playa de Sarate (2 leguas arriba) y el
lugar llamado El Cascajal, a nivel de Angostura (10, III, 320-321).
Ocupaban el curso del río Carare (10, III; 322) y llegaban en sus in-
cursiones hasta la desembocadura del Sogamoso, en un lugar llamado
Bohórquez (10, III, 324), y también atacaron Zaque (10, III, 325).
A través de los cronistas sabemos que los Muzo al E. de Tunja, se
hallaban en la divisoria de aguas; entre el río Suárez y Chiquinquirá,
y las del río Minero (10, III,366), ocupando también los Muzo el valle
de Paama (suponemos que el P. Simón quiere decir Paime, en el alto
río Carare (10, III, 98), siendo Susa por esta parte el límite entre los
Muzo y los Chibchá (10, III, 205), y las localidades de Notepí y de las
Tetas del Ibama, fueron poblaciones Muzo (10, III, 207). Simijaca fue
población fronteriza con los Chibcha (10, III, 217), y la población de
Colonia de Tudela se fundó en territorio Muzo.
Por los mismos cronistas sabemos que los Muzo tenían igual lengua
y costumbres que los Colima (10, III, 163, 211, 219) sus vecinos al
E. con límite en la cuenca del río Chirche, en su tramo de dirección
N-S, y que este mismo río en su tramo de dirección E-W. fue límite
con los Carare. Muzos y Colimas fueron muchas veces considerados
como un mismo grupo (10, III, 212) y (12, 39), en realidad constituye-
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136 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
ron un grupo que penetró hacia el S. del Magdalena y que se extendió
hacia el E. empujando al grupo Chibcha, a quien venía expulsando
lentamente (10, III, 212), y en cuya expansión colaboraron probable-
mente los Carare, parientes lingüísticos y culturalmente y posible-
mente procedentes todos de un centro de expansión que debemos
situar en la isla Carare (10, III, 319).
El límite W. de los Chibcha que hemos venido señalando, tiene
como punto de contacto más al N. con los Carare, la actual población
de Flórez, en el río Aguamiel, afluente del río Horta, desde este punto
los Chibcha retroceden hacia el W. y, van limitando con el grupo
Yariguí.
Intencionalmente las citas anteriores no han sido textuales; las dejo
como simples referencias para limitar mi trabajo sin penetrar a un
estudio etnográfico.
De la anterior limitación resulta que la zona arqueológica de La-
Belleza, se halla en un punto donde confluyen el límite S-E. de los
Carare, el N-E. de los Muzo y la frontera E. de los Chibcha en el
momento de la llegada de los conquistadores, pero las descripciones
de éstos no confirman que la frontera E. de los Chibcha iba retroce-
diendo al empuje de los Muzo y Carare, y por lo tanto esta zona
arqueológica habría sido Chibcha, antes de llegar a ser límite de con-
tacto. A pesar de ello el problema no es tampoco muy sencillo, ya que
será necesario el conocimiento de una mayor cantidad de datos
arqueológicos para aclarar definitivamente a qué capa cultural corres-
ponden las esculturas. Puede avanzarse por el momento que las
cerámicas halladas en el mismo estrato que las esculturas, y también
las sepulturas correspondientes, son clásicamente chibchas.
Creo necesario significar la importancia de que la zona que viene
ocupándonos sea excavada antes de que su valor arqueológico desapa-
rezca a causa de la sistemática guaquería sin mala intención a que está
sometida toda la región cada día más colonizada, especialmente desde
que se ha abierto la carretera que aún se hallaba en construcción duran-
te nuestras exploraciones. La importancia de esta zona de contacto es
superior en este sentido y no dudamos que los Servicios Oficiales se
preocupen por la continuidad de las excavaciones de esta zona. La
delimitación lingüística del territorio colombiano, llevada a cabo por el
Profesor Paul Rivet, quien me honró permitiéndome la colaboración y
que espero pueda ser publicada en pocos años, ahora viene a ser refor-
zada con un argumento arqueológico para uno de sus puntos. La de-
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 137
limitación que hemos dado ha sido con base en notas del Profesor
Rivet, y el conocimiento concreto de uno de sus puntos tiene su im-
portancia a pesar de lo poco que significa para un trabajo de conjunto,
pero de hechos iguales se llegará en un futuro a la interpretación del
corpus colombiano que hoy viene apreciándose casi exclusivamente
sobre la base del mapa lingüístico y de unos pocos datos arqueológi-
co-etnográficos.
REPRESENTACIONES EXOTICAS AL CORPUS
Considero como elementos exóticos dos esculturas que por el tema
representado se separan del gran conjunto. Se trata de representacio-
nes zoomorfas que reproduzco en la figura No. 4 acompañadas de los
esquemas correspondientes. No hay duda que intencionalmente repre-
sentan animales y el escultor quiso señalarlo claramente con la indi-
cación de las orejas y la cola, pero cayó en un error de observación al
doblar las patas anteriores y posteriores de forma idéntica a las de las
figuras humanas. El intento de representación no fue logrado sino a
través de una estilización tal que hace irreconocible la especie del
animal representado.
Ambas esculturas fueron talladas sobre formas de prisma, cuyas
seis caras se esculpieron en técnica de bajo relieve, que en conjunto
pretende lograr una escultura de tres dimensiones, tendencia ésta que
apreciamos también en la estatuaria chibcha, pero que nunca llega a la
representación real, sino que siempre se satisface con este convencio-
nalismo teóricamente bidimensional, ya sea sobre un solo plano, o
sobreplanos laterales adjuntos por ángulos de contacto.
El animal No. 1 de la Fig. 4, mide 93 milímetros de la cabeza a la cola,
53 mm. de altura y 34 mm. de ancho. El No. 2 de la misma figura mide
113 mm. de la cabeza a la cola, 62 mm. de alto y 34 mm. de ancho. Am-
bos fueron esculpidos sobre bloques prismáticos de margas color
ocre claro. Las perforaciones que se aprecian sobre la espalda de la No. 2,
que lograron agujerear la escultura y salir por uno de sus lados, fueron
casuales y debidas a gotas de agua que cayeron de una pequeña esta-
lactita sobre dicha escultura, reblandeciéndola y perforándola.
Las caras de los animales han sido representadas por medio de ex-
cavaciones en el plano frontal, idénticas para los ojos y la boca, repre-
sentándose la nariz por un par de puntos circulares incisos, detalle que
nunca se ha utilizado para las representaciones antropomórficas. Las
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138 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
patas se esculpieron sobre los lados mayores del prisma, en forma
parecida a los brazos de las figuraciones humanas, pero los extremos
de las mismas se repliegan en la base de la figura en forma de líneas
paralelas. (Véase figura No. 4).
Las orejas se representaron mediante protuberancias situadas inme-
diatamente detrás de la cabeza y en el plano superior. En este mismo
y en la parte posterior, la cola se representó en forma de triángulo
prismático. No aparece ningún detalle especial que pueda dar idea del
tipo de animal representado, en realidad a no ser por la forma inten-
cional de las orejas y de la cola y la colocación de la cara; en el plano
frontal anterior estas esculturas se podrían interpretar como represen-
taciones antropomorfas, en posición de cuclillas, como es típica para
los cadáveres y momias chibchas hallados en otras localidades. No
creo que pueda tratarse de representaciones de individuos disfrazados
de animal, para una ceremonia de carácter totémico, sino que todo
hace pensar que se recurra a esta forma de representación por desco-
nocer las estilizaciones de los animales cuyo cánon no se estableció
entre los escultores chibchas.
Por los rasgos generales y por la forma de la talla, considero estos
ejemplares como pertenecientes a la fase arcaica del complejo escul-
tural de La-Belleza.
También como exóticas considero otras dos esculturas que repre-
sentan intencionalmente el tema de la maternidad, y que reproduz en
la figura No. 5. En ambas es curioso destacar la disposición de los
brazos, ya que el resto es prácticamente igual a las demás representa-
ciones antropomorfas, el brazo derecho está doblado en ángulo recto
teniendo horizontal el antebrazo, y paralelo al mismo se ha represen-
tado una pequeña figura que repite en pequeño el mismo tipo de las
mayores. El brazo izquierdo doblado en ángulo agudo y en forma de
V apoya el codo junto a la rodilla y sitúa la mano bajo la barbilla.
La escultura No. 2 de la Figura No. 5 corresponde, a mi criterio, al
tipo arcaico de cuerpo globular; el niño se ha representado sin indica-
ción de brazos ni piernas, siendo su cuerpo de forma larvada, notán-
dose un estrechamiento junto al cuello y habiéndose indicado clara-
mente por medio de incisiones los ojos y la boca. En cambio, la No.1,
repitiendo igual posición para los brazos de la madre, ha sido esculpida
sobre un bloque prismático de ángulos bastante acentuados y pertenece
al grupo clásico con la característica de que el niño se ha esculpido en
forma casi idéntica a las figuraciones corrientes de posición de cu-
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 139
clillas, habiéndose cuidado mucho el detalle y la talla. Es curioso
anotar que el niño presenta sobre la frente y rodeándole la cabeza una
cinta en relieve que no puede confundirse con una indicación de ce-
jas, sino que es un tocado intencionalmente indicado.
La rareza de esta posición de los brazos, que nunca presentan las
grandes series de esculturas, me hace pensar que la escultura No. 1 de
la Lámina III puede ser una representación muy abstracta y geometri-
zada de una maternidad, no obstante tratándose en este caso de un
ejemplar atípico es posiblemente aventurado llegar a conclusiones de
carácter definitivo.
Por hoy no parece posible afirmar que existiese un interés especial
en representar la condición sexual de estas figuraciones, pero es posi-
ble imaginar que la posición de los brazos y de las piernas tuviese
entre los Chibcha un carácter ritual diferenciativo, y de ser así la
simple posición de las extremidades ya indicaría el sexo correspon-
diente; en todo caso tengo motivos para afirmar que estas representa-
ciones no excluyen a ningún sexo, tal vez sería interesante observar
entre las posiciones de los cadáveres chibcha, si existen diferencias
para la forma de enterramiento según el sexo, como esporádicamente
se ha hallado para otros pueblos primitivos.
El sexo femenino no ha sido excluido en estas representaciones y
considero ciertos ejemplares como representantes del mismo. Son por
lo general, algo excepcionales y poco numerosos, y los reproduzco en
la Lámina III.
El No. 2 de esta lámina presenta un cuerpo prismático sin brazos
ni piernas y en su centro se ha excavado una caja, lo considero
como representación femenina fundándose en la comparación con
una escultura de madera hallada en Tunja y reproducida por Juan
C. Hernández (2, 73, fig. 7), cuyo cuerpo presenta también esta
excavación y cuyo sexo ha sido intencionalmente indicado y es fe-
menino. Creo que no es necesario indicar lo común de esta forma
excavada en ciertas culturas americanas, no constituyendo esta
caja un ele-mento exclusivamente Chibcha, sino siendo meso-
americano. Anotemos también que en esta representación se incrustó
inten-cionalmente una cuenta de hueso procedente probablemente
de un collar; posiblemente se trata de reforzar el elemento partici-
pativo entre la escultura y la persona a quien perteneció la
cuenta, rasgo común de ciertas incrustaciones entre los primitivos
del Pacífico, y creo que de analizar profundamente estas técnicas
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140 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
de relación mágico-material, hallaríamos fácilmente en culturas me-
lanopolinesicas bastantes elementos de contacto.
Considero también como representaciones femeninas las esculturas
como el No. 4 que presentan una perforación intencional en la región
abdominal, deduzco el valor de este símbolo de la aquí reproducida,
en la cual la indicación del sexo es bien patente, si bien en otras sólo
se presenta la perforación excavada.
Para cerrar este grupo de representaciones femeninas debo consig-
nar que las esculturas del tipo Nos. 5 y 6 de la Lámina III, relativa-
mente abundantes, las creo por el presente con base en la compara-
ción de otras culturas primitivas, como figuraciones femeninas en
estado de gravidez, y no como representaciones de un “doble yo” que
tan de moda se han puesto en los estudios de la estatuaria colombiana.
Quiero también consignar que la posición relativamente rara de pier-
nas en M superpuestas a piernas destacadas como relieve de base,
como las de la figura No. 3 de la Lámina III que presentan a veces
cuentas de collar incrustadas, podrían fácilmente incluírse en una
serie evolutiva de representaciones femeninas probablemente asocia-
das al tema de maternidad.
ENSAYO DE EVOLUCION TIPOLOGICA
En principio y pensando que estudios sistemáticos posteriores per-
mitan conclusiones de mayor valor, he establecido tres divisiones
para el complejo escultórico de La-Belleza.
La disposición en que fueron halladas las esculturas no permite
hablar de series cronológicas. El orden y la colocación corresponde a
un solo estrato, pero el análisis de los elementos nos permite en prin-
cipio, hablar de unos tipos arcaicos, otros clásicos y de una tendencia
final geometrizante o decadente. He recurrido a un análisis de ele-
mentos para intentar destacar del mismo un orden cronológico de
estilos, basado en parte en un concepto de distribución estética. Con-
sidero que ello es lo máximo que puede hacerse hoy día, pues en
realidad está aún por hacer el análisis estilístico de la estatuaria co-
lombiana. Pienso que en un futuro pueda ser necesario modificar los
resultados actuales, pero creo que la gran serie comparativa de que
disponemos hará fácil nuestra aproximación, y que como principio
permite un estudio de mayor profundidad.
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 141
a) Período arcaico.
Son caracteres de este período arcaico, el sentido monumental de
expresión que se ha intentado aún en esculturas de tamaño tan reduci-
do como las que forman el corpus de La-Belleza. Esto que llamo
monumentalidad se expresa por una consideración de la cabeza como
elemento primordial de la masa total, en su representación no aparece
la nariz en ningún caso y se escogen siempre formas circulares y
trapezoidales, con algunos ejemplos de tendencia hacia la forma
triangular. Corresponden a este conjunto las formas de tipo B y G de
la Lámina II. Se tiende en el sentido expresivo de estas figuras a valo-
rizar un elemento mágico-religioso de exteriorización de un mensaje,
lográndose efectivamente con una plástica más simple que en el per-
íodo clásico por medio de incisiones gruesas y profundas para la
representación de los ojos y la boca.
Ordenadas en serie evolutiva, he colocado en la Lámina IV, un
grupo de trece esculturas que para mí resumen las tendencias del
conjunto arcaico.
Un análisis de detalles muestra un solo caso (Lámina IV, No. 2), en
que se ha intentado la representación de los dedos, en cambio de esto
es más común para ciertos tipos del período clásico, Lámina V, Nos.
4, 5, 9 y 12, faltando en absoluto este carácter durante período geo-
metrizante.
En las formas arcaicas aparecen representaciones con los brazos del
tipo paralelo horizontal, Lámina II, tipo X, y de todo el conjunto sólo
un ejemplar, Lámina IV, No. 11, presenta los brazos paralelos y su-
perpuestos; en los demás casos los brazos en posición horizontal
sobre el pecho han sido representados por una sola faja, Lámina IV,
Nos. l. 8, 9, 10 y 12. Aparecen esporádicamente casos de incrustacio-
nes de cuentas de collar sobre el pecho de las esculturas (Lámina IV,
No. 12); (en algunos ejemplares, hemos podido observar el agujero
dejado por la incrustación, si bien la cuenta había desaparecido).
En cuanto al volumen total del bloque esculpido, hallo un conjunto
tallado sobre un cilindro de bases elipsoidales, Lámina IV, números
2. 3, 4, 5, 10 y 11; otro grupo de forma general ovoide aplanada,
Lámina IV, Nos. 6, 7, 8 y 9, y finalmente unos pocos ejemplares que
supongo de la fase arcaica mostrando formas prismático trapezoidales,
Lámina IV, Nos, 12 y 13, que no creo que tengan relación con los tipos
de la Lámina IV, No. 1, que es para mí de los tipos más arcaicos.
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142 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
Es característico de esta fase un corte profundo, para aislar del blo-
que los elementos que se quiere destacar, y a la vez las superficies de
corte presentan unos planos discontinuos diferentes por completo de
los del período clásico que sólo durante el momento final abandona
los planos profundos dejando de pulimentarlos, Lámina V, Nos. 12 y
13, etapa en la que se recortan los perfiles de los brazos y piernas por
una línea sinuosa. En el período arcaico no se destacan jamás como
pantes aisladas, los brazos y las piernas, que siempre se hallan en
contacto con la masa esculturada y cuya sección es siempre prismáti-
ca y nunca cilíndrica o semicilíndrica.
Hacia la fase final arcaica, aparece una forma con doble representa-
ción de piernas, que se repetirá abundantemente durante el período
clásico y geometrizante; este tipo está representado por el ejemplar de
la Lámina IV, No. 12, en el cual las piernas aparecen en bajo relieve
sobre el plano frontal de la figura, correspondiendo al tipo de piernas
en M y que luego, en lo que consideramos base, vemos aparecer de
nuevo como piernas esculpidas a tres dimensiones, paralelas y verti-
cales, separadas entre sí y de sección cilíndrica. En realidad, este
ejemplar debe considerarse casi como perteneciente al grupo clásico,
pero lo incluyo en el arcaico por la tipología de la cabeza. Una ten-
dencia a esta doble representación de piernas puede observarse tam-
bién en la. Lámina IV, No. 9, donde la base de las piernas cilíndricas
verticales y destacadas es observable a pesar de la fragmentación.
La representación de una maternidad, Lámina IV, No. 6, y también la
Fig. 5, serán posteriores y creo que corresponden al período clásico.
b) Período clásico.
Sin que deje de ser atrevido por hoy el señalar un corte definido en
la serie evolutiva entre el momento de traspaso de lo arcaico a lo
clásico se puede apreciar un grupo de diferencias esenciales.
Aparece una preocupación para obtener volúmenes claramente de-
finidos y cada vez más simétricos. La primera operación consiste
en tallar, ya sea un cilindro o un prisma (ambas formas son las domi-
nantes) que se pule cuidadosamente antes de empezarse la talla de
los detalles con técnica de bajo relieve destinado a destacar cabeza
y extremidades. Estos detalles son cuidadosamente cortados y los
gruesos correspondientes a elementos simétricos (ojos, brazos, pier-
nas, etc.), son intencionalmente igualados y realizados por pequeños
cortes.
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 143
Las cabezas se reducen a una representación en bajo relieve, sobre
un plano ligeramente convexo, insistiéndose en la representación de
una faja o cinta sobre las cejas que puede interpretarse como un toca-
do. Sistemáticamente se insiste en lograr un máximo de expresión,
por una relación de forma y proporción entre los ojos, la nariz y la
boca. En la fase de contacto con la arcaica, la nariz no se representa
aún pero se insiste ya en lograr para los ojos una forma que los desta-
que por medio de un plano elevado en el que se excavan las cuencas.
Lámina V, No. 2. Algo más tarde se intenta la representación de la
nariz, que se delimita simplemente por medio de dos líneas conver-
gentes hacia las orejas. (Figs. Nos. 8, 4). Desde el primer momento
aparece la representación intencional de un tocado sobre la cabeza no
hallado durante la etapa arcaica ni en la geometrizante, Lámina V,
Nos. 1, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9. 10, 11 y 13, este tocado llega en algunos
casos a proyectarse destacado del volumen de la cabeza en forma de
dos cuerpos cilíndricos con entalladuras superpuestas, que forman
troncos de cono y que presentan un aspecto como de antenas de insec-
to, Lámina V, No. 1, esta forma se halló en otros ejemplares pero
generalmente está fragmentada por la poca consistencia del material.
Lentamente empiezan a manifestarse dos tendencias en la representa-
ción de las caras, que pueden reducirse a las formas circulares y cua-
dradas, para la representación de los ojos y de la boca, siendo mi crite-
rio el que las formas cuadradas se abandonan más rápidamente y que
durante la fase clásica final sólo persisten las circulares o elipsoidales.
La técnica para esculpir los detalles de la cara parte de un simple di-
bujo de líneas incisas que tratan de indicar por dibujo simple los rasgos,
Lámina V, No. 4, descubriéndose rápidamente que si se profundidiza
todo el plano adyacente a estas líneas, se logra representar en relieve las
facciones, evolución ésta que he podido comprobar por un análisis en
serie y que puede observarse en la Lámina V, Nos. 4, 5, 6, 7 y 8.
La. preocupación por no olvidar elementos, es a cada momento
mayor, y no debe confundirse con la idea de lograr mayor objetividad o
realismo, vemos aparecer numerosos ejemplos de representación
de dedos, Lámina V, Nos. 4, 5, 9 y 10 existiendo también en algún caso
la indicación del sexo como en la Lámina V, No. 6, debiendo añadir
la aparición de un símbolo en esta representación (cuya interpretación
probable, de fecundidad, es por hoy basada solamente en la comparación
con otras culturas americanas que no tuvieron relación con los chibcha),
creo que se trata de la idea de acumular sobre la escultura el mayor
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144 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
número de elementos que por su carácter participativo refuercen el
sentido mágico-religioso de las esculturas. Durante este período se
manifiesta la etapa de “horror al vacío” típica para la mayoría de los
primitivos.
Vemos aparecer también en este período el intento de representa-
ción a tres dimensiones a todo volumen, para ello empiezan a desta-
carse primeramente las extremidades inferiores, por una perforación
fronto-lateral, en el gran volumen del cilindro que se tomó como
cuerpo, Lámina V, No. 3 (vista lateral y frontal), algo más tarde este
hecho se repite para los brazos que logran así aislarse del cuerpo,
Lámina V, No. 4; llegándose al máximo en los tipos de escultura en
materia vegetal como los que publicamos a continuación.
Considero esta etapa como caracterizada por una continua búsque-
da de superación, empezando a aparecer unas dobles representaciones
en las que se repite en la espalda una nueva representación frontal,
Lámina V Nos. 3 y 8, el número reducido de estos tipos no permite
muchas interpretaciones; un paralelo formal parecería establecerse
con los cilindros estampadores o “pintaderas”, por otra parte creo
desacreditada la explicación de la representación de un “doble yo”,
queda la posibilidad de pensar en la representación rebatida de dos
personajes, no obstante es más prudente pensar que se trata de un
ensayo plástico de una tendencia a nuevas formas y que su éxito fue
reducido a causa del escaso número de ejemplares.
El procedimiento de talla obtenido durante este período siempre por
pequeños cortes mediante un instrumento espatular plano, se cambia
hacia la fase final por un tipo de talla mediante una gubia de media caña,
con la que se vacían los planos profundos en forma irregular, como puede
observarse al comparar en la Lámina V, los números 2 y 5 con los 12 y
13.
Sólo es durante este período que se intenta llegar a la representación
plástica de tres dimensiones, constituyendo en avance máximo los tipos
como el de la Lámina V, No. 4, y las tallas en materia vegetal que pu-
blicamos.
En un momento determinado empiezan a aparecer tipos que repiten en
lineas generales los anteriores, pero cuyo volumen total presenta la forma
de una pastilla prisínática de aristas redondeadas, y cuyos elementos de
detalle son descuidadamente grabados a la vez que los fondos son des-
cuidadamente pulidos y sin alisar. Considero provisionalmente estos tipos
como representantes finales de la etapa clásica, Lámina V, Nos. 12 y 13.
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 145
e) Período decadente geometrizante.
Todas las representaciones antropomorfas de este período se cáracte-
rizan por un volumen general aplanado, mal recortado y de bordes
redondeados. Aparece una marcada tendencia hacia la estilización
geometrizante llegando al punto que sólo podemos interpretar las for-
mas de triángulos y rombos dentro del continuo de las series y creo
poder afirmar que en dicho momento se ha entrado ya por completo a la
categoría de los símbolos. El término de geometrizante sería con segu-
ridad mejor substituírlo por simbólico y el decidirme por el primero ha
sido en virtud de una mayor concisión tipológica.
En esta fase aparece un abandono cada vez más acentuado de la ex-
presión naturalista, que conduce a una simple repetición temática de
espacios triangulares o romboidales. Intencionalmente se desconocen
las formas clásicas naturalizantes en favor de una aplicación individua-
lizada de expresiones simbólicas. Se abandona paulatinamente el tipo
muy numeroso y generalmente de pequeño tamaño como el de la
Lámina VI, No. 1, y aparecen series de tamaño mayor cuya característi-
ca esencial es la asimetría como el de la Lámina VI, No. 2, donde se llega
a suprimir un brazo y una pierna para obtener con la representación de
sólo dos extremidades una valoración plástica que supera en expresión a
las mismas representaciones del período clásico. Poco después ya sólo se
conserva el volumen general y el plano frontal de la figura se rellena con
formas geométricas desplazadas, del tipo clásico, Lámina VI. No. 3, los
representantes de estos tipos son cada vez más individualizados y por lo
tanto menos numerosos. Se recae luego en una obsesión por expresiones
simples (símbolos) de los cuales hallamos la forma tipo en el de la Lámi-
na VI, No. 4, y finalmente en la etapa que considero; como última mani-
festación aparecen formas como las de la Lámina VI, Nos 5 y 6, advir-
tiendo que esta última es un ejemplar único que se halla sin duda mucho
más cerca mentalmente de las petrografías que de las esculturas, pues
tanto la representación nariz-boca como la brazo-mano tiene paralelos
absolutos con ciertos petroglifos chibcha recientes.
El que se cumpliese una etapa final decadente y el que no nos hablen
los cronistas de esta manifestación cultural chibcha, me hace pensar
que en el momento de la conquista el arte de la talla en piedras blandas
hubiese prácticamente desaparecido y que tan sólo se conservase entre
los chibcha un lejano recuerdo del mismo. Esta incógnita queda sim-
plemente planteada sin que nuestros conocimientos actuales permitan
solucionarla.
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146 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
ESCULTURAS EN MATERIA VEGETAL
Como dije anteriormente, en una de las cuevas exploradas se halla-
ron siete esculturas talladas en materia vegetal, que no considero
como verdadera talla en madera, pues se labraron sobre raíces de un
helecho arborescente conocido en los departamentos de Cundinamar-
ca y Santander con el nombre de “boba”. Este mismo material sigue
empleándose hoy día en las localidades colombianas donde es fácil
obtenerlo, para fabricar macetas para las flores. Su característica es
una blandura y porosidad extraordinarias, poca densidad y una fibra
leñosa negra de aspecto esponjoso. Puede ser tallado en cualquier
dirección, pues no presenta veta leñosa y en realidad, por un simple
proceso de raspado puede obtenerse rápidamente una perforación.
Dicho material representa respecto a las maderas comunes de fibra
leñosa en una sola dirección el equivalente que son las “margas” a las
piedras duras. Mi impresión es que las esculturas de este material
fueron abundantes pero que la mayor parte han desaparecido debido a
su poca consistencia y a la resistencia muy atenuada para con la
humedad. Durante el viaje obtuvimos el dato de que esculturas de este
tipo fueron halladas es una cueva contigua a la galería de la Ventana de
Tisquisoque, y se nos informó también que en este caso dichas escultu-
ras tenían colgadas sobre el pecho y espalda unas “medias lunas” de
oro. Versiones parecidas, aunque ligadas a elementos fantasiosos que
las desvirtúan en parte, pudimos recogerlas de los obreros que abrían la
carretera hacia La. Belleza, y en resumen sacar la impresión de una
abundancia, si bien nunca igual a la de las “margas” talladas.
El tamaño de estas figuras antropomorfas es mucho mayor que el
de las esculturas en piedra, pero su carácter ofertorio parece ser el
mismo. Miden en altura entre 300 y 360 mm., el diámetro antero-
posterior oscila entre 90 y 120 mm., y el ancho lateral entre 160 y 200
mm. Pudimos recoger sólo dos ejemplares completos, los demás se
habían fragmentado y podrido a causa de la humedad, y desgraciada-
mente durante el traslado al secarse empezaron a astillarse aún más.
Provisionalmente es mi opinión que este tipo de talla se desarrolló
durante el período que he llamado clásico, en todo caso los tipos co-
rresponden por completo a las formas de este período y repiten a
tamaño mayor la disposición de brazos y piernas. El detalle escultórico
no es tan correcto por la dificultad misma del material, y esta condición
se trató intencionalmente de mejorarla aplicando sobre ciertos deta-
lles de las caras una pasta blanca de caolín, que se desprende con fa-
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 147
cilidad, restos de esta pasta pueden apreciarse claramente en las es-
culturas reproducidas en las Láminas VIII y IX, especialmente se
aplicó con gran grueso sobre las cuencas de los ojos (desgradadamen-
te se desprendió durante el traslado) pero puede apreciarse en el
fragmento (cabeza) reproducido en la Lámina IX, parte superior iz-
quierda, y debemos añadir que por presión e incrustando en la pasta
blanca una cuenta de collar, se dejó una marca circular que representa
el iris del ojo. Tal vez esta cuenta se hubiese dejado incrustada como
en ciertas margas, pero nos fue imposible hallar ninguna de ellas.
La mayor ductilidad del material y su tamaño cuatro veces más
grande que las esculturas en marga permitieron destacar del cuerpo
los brazos y las píernas, adquiriendo así estas representaciones un
valor tridimensional que no es tan común en las esculturas de piedra.
Es posible aírmar que la tendencia a una representación en tres dimen-
siones se ve reforzada en estas esculturas por un mayor naturalismo,
que condicionado por el material no podía lograrse en la piedra.
Se conservan las proporciones típicas del período clásico, en lo re-
ferente a las relaciones espaciales de la cabeza con el cuerpo y miem-
bros. Como volúmenes globales cortados para tallar encima los deta-
lles se escogieron formas prismáticas de aristas redondeadas interme-
dias a un cilindro de bases elipsoidales, en los cuales dos caras opues-
tas de mayor anchura corresponden a la frontal y espalda, dejándose
los lados menores como planos de arranque de los brazos y piernas.
Creo de gran importancia este hallazgo, no conocemos esculturas
indígenas en este material y posiblemente sólo una gran casualidad ha
hecho llegar hasta nosotros unos objetos sumamente frágiles y muy
putrecibles especialmente en zonas tropicales húmedas.
Corresponden estas esculturas a tres tipos muy abundantes en las re-
presentaciones de piedra: la de piernas y brazos en cuclillas (Lámina
VII), la de piernas en cuclillas y antebrazos paralelos y horizontales sobre
el pecho (Lámina VIII, centro y derecha) y (Lámina IX, inferior izquierda
e inferior derecha) y finalmente un tipo fusiforme (Lámina IX, inferior
centro) parecido al de la Lámina V, No. 2. Las cabezas son siempre de
tipo trapezoidal en los dos primeros casos y esférico larvado en el tercero.
Estas esculturas no tienen casi ningún elemento común con las verda-
deras tallas en madera de origen chibcha que conocemos, pero podrían
relacionarse más fácilmente con el tipo de escultura en piedra de So-
chaviejo, caracterizada por un cuerpo cilíndrico en forma de larva con
cabeza de tipo trapezoidal elipsoide y con antebrazos plegados sobre el
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148 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
pecho en posición paralela horizontal. Esta escultura de Sochaviejo
(Boyacá) merecería un estudio profundo, ya que confirma una vez
más que el arte de la talla escultórica constituyó entre los chibcha un
elemento cultural más importante de lo comúnmente aceptado, tal vez
debido a que se conocían pocas manifestaciones del mismo.
Considero aventurado afirmar que sólo durante el período clásico
se hayan tallado materiaies vegetales, lo prudente es dejar planteada
aquí de nuevo una incógnita; nuestro hallazgo de siete esculturas es
una serie demasiado corta para permitir deducciones que sólo una
excavación sistemática y afortunada podría solucionar.
Extracto de un trabajo en curso de publicación sobre la escultura de
madera en Colombia los datos de distribución de la misma, aprovechando
la ocasión para indicar que este aspecto no ha sido nunca sis-
temáticamente estudiado y que la estatuaria en madera fue mucho mas
importante de lo que se ha creído, si bien tanto las condiciones del trópico
como los primeros evangelizadores rivalizaron en su rápida destrucción.
La talla en madera existió entre los indios. Guane-Bucanes (10, II,
52), entre los indios de Finzenú (10, IV, 31), entre los de Tolú (10, IV,
50), entre los Pozo (10, IV, 177), y (13, 373), (15, Doc. 72). (16,
Doc.139-140), entre los Pancura (10, IV, 177) y (13, 372), entre los
Pijao (10, V, 287, 317, 319), entre los Caramanta (13, 367, 3681) y (15,
Doc. 79), entre los Zopia (13, 369), entre los indios del Valle del Patía,
desde Popayán a Pasto (13, 384), entre los Nonamá (14, 63, 64), entre
los Chocó (14, 65), entre los Tocaima (11, 310), entre los Ancerma (15,
Doc. 68), entre los indios Moregia (15, Doc. 74), entre los indios de
Nori, Caramanta y Cartama (15, Doc. 79), entre lo, Chibcha (17, 1, 44 y
109-110) y también para estos últimos tenemos los datos de Piedrahita,
los de Juan C. Hernández ya citados, y el ejemplar de talla en madera
chibcha del Museo Arqueológico Nacional.
De todo ello se desprende la necesidad de revisar los conceptos
actuales sobre la estatuaria colombiana. Creo que se ha abusado excesi-
vamente del prejuicio geográfico que ha valorizado excesivamente San
Agustín y Tierradentro; donde por el simple hecho de la persistencia
de un material como la piedra aparece hoy como un centro solitario,
todos aquellos “ídolos y demonios” de los cronistas no hay que olvidar
que son también esculturas, que nos obligan a establecer nuevos cua-
dros de distribución, que en análisis comparativo con la escultura cerá-
mica y metalúrgica, podrán llevarnos a la comprensión clara de que el
territorio colombiano fue regado por esta manifestación cultural en for-
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 149
ma casi completa, añadiendo para finalizar que se conocen ejemplares
de talla en madera, entre los grupos indígenas de los Llanos y del Alto
Amazonas en cuyos lugares siguen aún hoy día fabricándose y que en
el Chocó perdura aún un centro escultórico de gran importancia, cu-
yas maderas talladas son materiales destinados a la exportación, cre-
ando un fuerte comercio de intercambio cuyo proyecto de estudio ya
hemos planeado”
CONCLUSIONES PRESENTES
Partiendo del conocimiento de esta manifestación escultórica de los
chibcha, es necesario reformar el cuadro cultural que hasta hoy venía
asignándoseles, ampliándolo con el reconocimiento de que también
éste es un grupo de escultores y marcando a su sistema mágico-
religioso con la abundancia de una estatuaria que cuantitativamente
ha debido ser sin duda alguna de proporciones que nunca se habían
sospechado, pero que se verán ampliar a medida que el reconocimien-
to arqueológico nos aporte nuevos datos. Considero que toda la zona
de terrenos carsticos del área ocupada por los chibcha, merecería ser
explorada aunque sólo fuese superficialmente, pues no es probable
que sea sólo la localidad de La-Belleza el único centro de talla es-
cultórica en piedra blanda y en raíces vegetales, y que los datos es-
porádicos de dispersión de este tipo de esculturas se distribuyen aun
con los pocos hallazgos a un territorio sumamente extenso.
Los cronistas sólo incidentalmente nos proporcionan datos de re-
presentaciones escultóricas, siempre interpretadas como figuraciones
del diblo y posiblemente en forma intencional trataron poco el tema;
ahora bien, si las citas sobre la estatuaria chibcha son tan reducidas y
la existencia real tan importante como la hallada en La-Belleza, es
muy posible que con respecto a los demás grupos indígenas colom-
bianos que hemos citado con base en los cronistas, hayan tenido ma-
nifestaciones escultóricas tan importantes como la que tuvimos la
suerte de hallar; de ser así, cambia por completo un aspecto del con-
junto colombiano y no es prudente olvidar que también los otros
centros hoy de importancia máxima, como San Agustín y Tierraden-
tro, que pasaron desapercibidos van ampliándóse rápidamente gracias
a las investigaciones últimamente realizadas.
Es de gran importancia que habiéndose localizado un centro como
el de La-Belleza, éste sea estudiado y sistemáticamente excavado, ya
que trabajos, tanto por su corta duración como por haberse localizado
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150 REVISTA DEL INSTITUTO ETNOLOGICO
sobre un área muy grande sólo pueden considerarse como investiga-
ciones extensivas, que deberían completarse con una metodología
intensiva para situar por completo en terreno científico las hipótesis
previas planteadas en este trabajo realizado casi exclusivamente desde
un punto de vista tipológico.
Apunto como línea de futura investigación la importancia de las
posiciones rituales, pues creo que ningún pueblo primitivo escoge
para sus representaciones escultóricas una posición del cuerpo desli-
gada de la ritual, sino que se repite en la escultura el gesto específico
de una ceremonia determinada. No puede dejarse de considerar la
analogía entre la posición de piernas y brazos de ciertas esculturas
publicadas, ven la posición ritual de los miembros de las momias
chibcha, pero junto a éstas hallamos también disposiciones que me
atrevo a calificar de rituales petitorias correspondientes a un ritual
mágico-religioso que es aún desconocido.
Un gran campo se abre a la investigación de la vida espiritual de
este pueblo chibcha y que también podrá hallarse entre los demás
primitivos, aun sólo estudiados incompletamente, pero que todo pare-
ce confirmarse como posible en futuros hallazgos, que podrían sis-
temáticamente empezarse ya que tenemos datos sobre los mismos.
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ESCULTURAS DE PIEDRA BLANDA DE LA “BELLEZA” 151
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17. CASTELLANOS, (Juan de).-Historia del Nuevo Reino de
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