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Texto - Que Es El Capitalismo-Astarita

El documento explica los conceptos básicos del capitalismo. Se divide la sociedad en dos grandes clases: la clase capitalista, que son los propietarios de los medios de producción como fábricas y campos, y la clase obrera, que debe trabajar para los capitalistas por un salario. El valor de los bienes se determina por la cantidad de trabajo humano necesario para producirlos. Sin embargo, los capitalistas explotan a los obreros al apropiarse del exceso de valor creado por el trabajo de los obreros.

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Texto - Que Es El Capitalismo-Astarita

El documento explica los conceptos básicos del capitalismo. Se divide la sociedad en dos grandes clases: la clase capitalista, que son los propietarios de los medios de producción como fábricas y campos, y la clase obrera, que debe trabajar para los capitalistas por un salario. El valor de los bienes se determina por la cantidad de trabajo humano necesario para producirlos. Sin embargo, los capitalistas explotan a los obreros al apropiarse del exceso de valor creado por el trabajo de los obreros.

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¿QUE ES EL CAPITALISMO?

ROLANDO ASTARITA
1. Introducción
Hace muchos años un defensor del sistema capitalista, un señor llamado Mandeville, escribió un libro que en su momento fue
famoso, La fábula de las abejas. Ahí sostenía que “…para contentar al pueblo aun en su mísera situación, es necesario que
la gran mayoría siga siendo tan ignorante como pobre”. Mandeville pensaba que el conocimiento por parte del pueblo era
peligroso porque “amplía y multiplica nuestros deseos, y cuanto menos desea un hombre tanto más fácilmente pueden
satisfacerse sus necesidades”.[1] Y mucha gente sigue pensando así; de hecho, incluso, hace poco en el diario La Nación, de
amplia circulación entre la clase pudiente, apareció un largo artículo, lleno de elogios a Mandeville y su La fábula de las
abejas.
Pues bien, el objetivo de este pequeño escrito es hacer exactamente lo opuesto de lo que quería Mandeville. O sea, vamos a
explicar, de la manera más sencilla posible, qué es el sistema capitalista, por qué es un sistema que produce concentración de
la riqueza, por un lado, y al mismo tiempo genera miseria, desocupación, y trabajos mal pagos y agotadores. Queremos
ayudar a ubicar en una perspectiva amplia las luchas sociales que el pueblo emprende diariamente. O sea, que los
trabajadores, los desocupados, conozcan por qué el actual sistema económico podría cambiarse, y la sociedad podría
organizarse de manera que millones de personas no tengan que estar en una situación mísera. Que se conozca por qué
tenemos el derecho de conocer para “ampliar y multiplicar nuestros deseos”, y para que algún día tengamos un
mundo libre de miserias y privaciones.
Empecemos explicando las clases sociales.
2. Las dos grandes clases sociales
El sistema capitalista se caracteriza, en primer lugar, por el hecho de que las fábricas, los campos, los bancos, los comercios,
es decir, los medios para producir, comerciar y para el intercambio, son propiedad privada de un grupo social, los
capitalistas. Frente a ellos se encuentra una inmensa mayoría de personas que no son propietarias de ningún medio para
producir, y deben trabajar para los capitalistas por un salario. Son los obreros.
Ser obrero o capitalista no es algo que podamos elegir a voluntad, porque está determinado por la forma en que está
organizada la sociedad. Para comprender este importante punto, supongamos dos niños, uno hijo de obreros, el otro de
empresarios. El primero, cuando llegue a adulto, a lo sumo tendrá como herencia la casa de sus padres; con eso no podrá para
mantenerse, y deberá hacer lo mismo que hicieron sus padres: contratarse como empleado u obrero. Es decir, pertenece a la
clase obrera desde su nacimiento, a la clase que no es propietaria de los medios para producir. Es una situación que no elige,
porque la conformación de la sociedad lo destina a ese lugar. El segundo, en cambio, cuando llegue a adulto va a heredar la
empresa de sus padres, y estará destinado "socialmente" a ser empresario. Como vemos, cada uno de estos niños pertenecerá
a grupos sociales distintos. ¿Qué los distingue? El hecho de que uno de esos grupos es propietario de los medios de
producción, el otro no lo es. Los que no son propietarios están obligados a trabajar bajo el mando de los que son propietarios.
A los grupos de personas que se distinguen por la propiedad o no propiedad de los medios de producción, se los llama
CLASES SOCIALES. La clase capitalista es la clase o grupo de gente propietaria de los medios de producción. La clase
obrera es el grupo que no es propietario de los medios de producción y debe trabajar por un salario, bajo el mando de los
capitalistas. Un obrero puede ganar más o menos dinero, pero mientras no sea propietario de las herramientas y máquinas con
las que trabaja, y esté obligado a emplearse por un salario bajo las órdenes del empresario, seguirá perteneciendo a la clase
obrera.
En esta sociedad existen dos grandes clases sociales, los propietarios de los medios de producción, que emplean obreros;
y los no propietarios de los medios de producción, que trabajan como asalariados para los primeros.
Entre estas dos grandes clases sociales existe otra clase, que llamaremos la pequeña burguesía. Este grupo ocupa una
posición intermedia entre la clase obrera y la clase capitalista, porque por lo general tienen una propiedad de un pequeño
medio de producción (por ejemplo, el dueño de un comercio chico, o una imprenta), en general emplean pocos obreros.
También existen otros sectores, que son más difíciles de clasificar; por ejemplo, los ladrones, los mendigos. Pero lo
importante es que nos concentremos por ahora en las dos grandes clases, la capitalista y la obrera, para analizar qué relación
existe entre ambas. Esta relación nos mostrará el secreto del funcionamiento de este sistema capitalista.
Antes de terminar este punto, queremos refutar una idea que tratan de inculcar, y que viene a decir que es "natural" que los
seres humanos pertenezcan a clases diferentes. Según este argumento, pareciera que la naturaleza ha dispuesto que algunos
vengan a este mundo siendo propietarios de los medios para producir y comerciar, y otros no. En el mismo sentido, se nos
quiere hacer creer que hace muchos años, hubo un grupo de gente que ahorraba y trabajaba mucho, y otro que haraganeaba
todo el día. Entonces, el primer grupo se hizo propietario, y a partir de allí sus hijos y todos sus descendientes ya no tuvieron
que trabajar. Mientras que los del segundo grupo, los holgazanes, se vieron obligados a trabajar como empleados, y todos sus
descendientes también, y ya no pudieron salir de esa situación.
Como se puede intuir, todos estos son cuentos para disimular el hecho de que esta sociedad está dividida en clases, que esta
situación ha sido provocada por la evolución de la historia humana, y por lo tanto es modificable. Veamos ahora qué sucede
cuando un obrero trabaja para el patrón.
3. La explotación I: ¿qué es el valor?
Vamos a comenzar por una pregunta que está en la base de toda la economía: de dónde viene el precio de las cosas que
compramos o vendemos. Aquí vamos a dar una explicación muy sencilla, que nos servirá para lo que sigue.
Cuando hablamos de precio, nos referimos al valor económico que tiene una mercancía. Por ejemplo, si un reloj tiene un
precio muy alto, decimos que tiene mucho valor; de un producto de mala calidad, decimos que vale muy poco. Entonces,
¿Qué es lo que da valor a las cosas? ¿Por qué algunas tienen mucho valor (son caras) y otras no?
En el siglo pasado, varios economistas llegaron a la conclusión de que lo que otorga valor a las mercancías (por lo menos, de
todas las que se hacen con vistas a la venta) es el trabajo humano empleado para producirlas.
Por ejemplo, si un mueble tiene una madera muy pulida, si tiene muchas manos de barniz, es decir, si tiene muchas horas de
trabajo invertidas en su fabricación, tendrá más valor que otra mesa mal terminada, mal pulida. Supongamos que en la
primera se han empleado 20 horas de trabajo, y en la segunda 10 horas. La primera tendrá el doble de valor que la segunda y
eso se manifestará en el precio: podemos suponer que la primera costará el doble de dinero que la segunda. Por ejemplo, si la
primera vale 100 pesos y la segunda 50 pesos,[2] esa diferencia expresará que en la primera se empleó aproximadamente el
doble de tiempo de trabajo para producirla.
La fuente de valor es el trabajo humano que se invierte en producir, en modificar materias tomadas de la naturaleza, para
crear los bienes de uso que empleamos en nuestras vidas.
Entonces el valor es una cualidad, una propiedad, de los bienes que compramos o vendemos, que tiene algo así como dos
"caras": por un lado, es el tiempo de trabajo que se emplea para producir ese bien; ésta sería la cara oculta, la que no vemos a
primera vista, cuando estamos en el mercado. Por otro lado, ese tiempo de trabajo se nos muestra en el precio, en el dinero
que pagamos cuando lo compramos o que recibimos cuando lo vendemos; esta es la cara visible del valor, que hace que no
nos demos cuenta de que, al comprar o vender cosas, estamos comprando o vendiendo tiempos de trabajo.
Por eso, cuando decimos que un bien (una mesa, una camisa, etc.) vale tanto dinero, estamos diciendo en el fondo que se
empleó una cierta cantidad de trabajo para producirla. A pesar de que esto no aparece a la vista, los empresarios siempre están
calculando los tiempos de trabajo empleados. Por ejemplo, los empresarios del acero calculan que en Argentina, para producir
una tonelada de acero, hoy hacen falta 11 horas de trabajo, en Brasil 8 y en México 12. Estas diferencias pueden estar dadas
por las diferentes técnicas, o por otros motivos.
Por supuesto, un trabajo más complejo, más difícil, agrega más valor. Daremos un ejemplo. Supongamos que un campesino
leñador va a un bosque y corta un árbol, y lo transporta hasta el pueblo, donde vende la madera, y que toda esa operación le
lleva 10 horas de trabajo; supongamos que en cada hora de trabajo los hacheros generan 5 pesos de valor. Por lo tanto, este
campesino podrá vender la madera en 50 pesos (10 horas de trabajo x 5 pesos = 50 pesos). Pero quien compra ahora la
madera es un artesano, tallador experto, que saca de ella un bonito adorno. Supongamos que este artesano emplea otras 10
horas de trabajo, pero esta vez, como su trabajo es más complejo, más difícil, en cada hora de trabajo agrega 15 pesos de
valor, en lugar de los 5 que generaba el leñador. Por lo tanto, habrá sumado a la madera un valor de 150 pesos (10 horas de
trabajo x 15 pesos = 150 pesos). El adorno, de conjunto, valdrá 200 pesos = 50 pesos (valor creado por el leñador) + 150
pesos (valor creado por el tallador). Estos 200 pesos representarán 10 horas de trabajo "simple", del leñador, y 10 horas de
trabajo complejo, del artesano tallador. También podríamos reducir todo a horas de trabajo simple, por ejemplo, decir que los
200 pesos que vale el adorno representan 40 horas de un trabajo tan simple como el que realizó el leñador.
4. La explotación II: ¿qué es el plusvalor?
Conociendo qué es el valor, podemos saber cómo surge la ganancia del empresario. Veamos qué sucede cuando el obrero
trabaja en una fábrica por un salario.
Supongamos que en una empresa el obrero utiliza un telar, e hila algodón. El algodón que emplea diariamente para hacer el
hilado tiene un valor de 100 pesos. Supongamos también que el obrero hace un trabajo simple, durante 10 horas, y crea un
nuevo valor, de 50 pesos. Por otra parte, por el desgaste del telar, los gastos de luz, agua, y otros, hay que agregar otros 10
pesos de valor. La cuenta es:
100 pesos que vale el algodón que emplea
+ 50 pesos que agrega el obrero con su trabajo diario de 10 horas
10 pesos de gastos del telar, y otros gastos
Total: 160 pesos que vale el hilado.
¿Dónde está la ganancia del dueño de la empresa? ¿De dónde puede salir? Esta era la gran pregunta que se hacían los
economistas en el siglo pasado, y no acertaban a responder. La respuesta que dio Carlos Marx es la siguiente: el obrero
agregó con su trabajo 50 pesos de valor al hilado. Pero el dueño de la empresa no le devuelve ese valor que produjo,
porque sólo le paga de acuerdo a lo que necesita para mantenerse él y su familia, que será menos que los 50 pesos de valor
que ha creado. Por ejemplo, si el obrero necesita -en promedio- 25 pesos por día para comer, vestirse, pagar el alquiler,
mantener a sus hijos (aunque sea a nivel mínimo), el dueño de la empresa procurará pagarle sólo esos 25 pesos, que
representan 5 horas de trabajo. De esta manera, el obrero habrá empleado 5 horas en producir un valor igual a su salario, de
25 pesos. Y otras 5 horas habrá trabajado gratis, produciendo un PLUSVALOR o PLUSVALÍA de 25 pesos, que se los
apropia el capitalista.
En algunos casos los obreros, con sus luchas, consiguen aumentos, por ejemplo, llevar la paga a 27 pesos; en otros casos, el
dueño de la empresa logrará bajar el salario, por ejemplo a 23 pesos. Pero siempre existirá ese plusvalor en favor del capital.
Hagamos ahora las cuentas totales:
El dueño de la empresa invirtió: 100 pesos en comprar algodón; invirtió antes en las instalaciones y las máquinas, y esto se lo
va cobrando poco a poco, cargando 10 pesos por día en sus costos[3]; además, pagó 25 pesos al obrero: Por lo tanto el costo
del hilado para él es de 125 pesos. Pero como el obrero creó un nuevo valor "extra" por 25 pesos, podrá vender el hilado en
150 pesos. Le quedan 25 pesos de ganancia. Ahora, en cuentas:
100 pesos de algodón
10 pesos de desgastes de la máquina
+ 25 pesos de salario del obrero
25 pesos de plusvalía
Total: 160 pesos
Observemos entonces que el capitalista le paga al obrero no de acuerdo al valor que produjo, sino de acuerdo al valor de los
alimentos, de la ropa, de la vivienda, que necesita para vivir. Por eso Marx dice que el dueño de la empresa le paga al obrero
el valor de su fuerza de trabajo. El valor de la fuerza de trabajo es el valor de la canasta de bienes que consume el obrero
para vivir y reproducirse.
De esta manera el dueño de la empresa dispone de una forma de generar ganancias sin tener que trabajar; o a lo sumo, trabaja
en la vigilancia de los trabajadores, en cuidar que éstos produzcan lo debido. Pero cuando es poderoso, contrata a los
capataces y supervisores para esa tarea. A esto le llamamos explotación, porque el obrero produce más valor que el que
recibe a cambio.
¿Por qué el capitalista pudo hacer esto? Recordemos lo básico: porque es el dueño de los medios de producción, es decir, de
los medios para crear lo que necesitan los seres humanos para vivir. Sin herramientas, sin materias primas, sin dinero para
mantenerse mientras produce, el obrero no puede vivir. Por eso está obligado a vender su fuerza de trabajo al empresario, y a
producir plusvalía para éste. Recordemos lo que decíamos al comienzo: desde su cuna los obreros están destinados a ir a
trabajar por un salario, porque no disponen de los medios para producir. Y si carecemos de herramientas y de las materias
primas, si tampoco tenemos un pedazo de naturaleza para proveernos, es imposible alimentarnos, vestirnos, tener vivienda.
Estar carente de propiedad es como estar encadenado al capital; el obrero es libre sólo en apariencia.
5. ¿Qué es capital?
Ahora estamos en condiciones de definir qué es capital: es el dinero, los medios de producción, y las mercancías, que son
propiedad de los empresarios y se utilizan en la extracción de plusvalía. Veamos esto con detenimiento.
Cuando el empresario decide invertir su dinero, ese dinero es la forma que toma su capital. Con ese dinero compra el algodón,
el telar, el edificio de la fábrica; por lo tanto, en esta segunda etapa, su capital está compuesto por algodón, telar, edificio de la
fábrica; o sea, el capital del empresario cambia de forma: antes era dinero, ahora se transformó en medios de producción.
Pero además, nuestro empresario contrata obreros, y por lo tanto una parte de su dinero se transforma en el trabajo humano
que genera la plusvalía. Así, otra parte de su capital que tenía la forma dinero, ahora, mientras trabaja el obrero, se ha
transformado en trabajo, que está creando valor.
Posteriormente, aparece el hilado terminado, que se destinará a la venta. Por consiguiente, ahora el capital tomó la forma de
hilado, existe como hilado; nuevamente el capital cambió de forma. Por último, cuando el empresario vende el hilado, habrá
obtenido dinero, es decir, su capital ha vuelto a la forma de dinero.
Si lo analizamos desde el punto de vista del valor, podemos ver que, por ejemplo, había un valor igual a 1.000 pesos, que
estaba en billetes; luego ese valor se transformó en medios de producción (algodón, telar, etc.), y en trabajo de los obreros; al
salir del proceso de producción, los 1.000 pesos de valor se habían transformado en hilado, y además se había engendrado
una plusvalía, supongamos de otros 50 pesos. Por lo tanto, el valor originario, de 1000 pesos, se ha incrementado; decimos
que el valor se ha valorizado, gracias al trabajo del obrero.
En vista de esto, podemos decir que el capital es valor en movimiento y transformación: primero aparece bajo la forma de
dinero, luego de medios de producción y trabajo, luego de mercancía, y por último de nuevo como dinero. Capital es entonces
valor que genera más valor sustentado por la explotación de los obreros. El telar es capital porque está dentro de este
movimiento; lo mismo podemos decir del algodón, de la fábrica, o del dinero.
Observemos que si el capitalista comprara el algodón y el telar, y contratara al obrero para que le hiciera un hilado para su
uso personal, el dinero gastado, el algodón, el telar o el trabajo no serían capital. En este caso, el capitalista probablemente
estaría mejor vestido, pero no habría incrementado el valor del dinero que poseía; por el contrario, lo habría gastado. Sólo hay
capital cuando se invierte con vistas a obtener una ganancia.
6. La acumulación de capital
Una vez puesto en funcionamiento un capital, es decir, una vez que un capitalista inició el proceso de comprar medios de
producción y fuerza de trabajo, para producir plusvalor, puede seguir acrecentando su capital.
Supongamos que un capitalista tiene 10.000 pesos iniciales, invertidos en máquinas y materia prima, con los cuales explota a
un obrero. Supongamos que este obrero gana 200 pesos mensuales, y produce otros 200 pesos de plusvalía por mes.
Supongamos también que el capitalista tiene ahorrado dinero, de manera que puede vivir como vive el obrero, durante varios
meses. Si hace trabajar al obrero durante varios meses, y ahorra la plusvalía, al cabo de 50 meses habrá reunido un fondo de
10.000 pesos (200 de plusvalía por mes x 50 meses). Con este dinero ahora podrá comprar otra maquinaria y contratar un
segundo obrero, al que le pagará también 200 pesos y del cual sacará otros 200 pesos de plusvalor. Con dos obreros bajo su
mando, nuestro capitalista podrá utilizar 200 pesos de plusvalía para consumir y ahorrar otros 200 pesos de plusvalía por mes.
O sea, ya no necesita vivir de su fondo de reserva; ahora vive de la plusvalía.
Así, al cabo de otros 50 meses tendrá otros 10.000 pesos, con los que podrá contratar a un tercer obrero. Si todo sigue igual,
ahora obtendrá otros 200 pesos de plusvalía. Ahora podrá consumir un poco más, por ejemplo, vivir con 250 pesos, y le
quedarán 350 para ahorrar. Ahora podrá contratar a un cuarto obrero en poco más de 28 meses. Si lo hace, y continúan las
ventas de sus productos, y los salarios siguen al mismo nivel, su plusvalía pasará a 800 pesos por mes. Y después de varios
ciclos tendrá necesidad de ampliar su establecimiento, para contratar más obreros, que le darán más plusvalía. Por supuesto,
ya no tendrá ninguna necesidad de vivir estrechamente. Y dispondrá de un capital de varias decenas de miles de dólares.
Este ejemplo es imaginario, pero en líneas generales se reproduce en la vida real. Muchos capitalistas en sus orígenes
vivieron pobremente. De allí que muchos empresarios nos digan que ellos, o sus padres, o sus abuelos "empezaron desde
cero". Pero esto no es cierto, porque tuvieron la posibilidad de tener un pequeño capital inicial, y además tuvieron la suerte de
que nada interrumpiera la acumulación. Si se dieron esas condiciones, a partir de la explotación del obrero el capitalista
pudo acumular la plusvalía, acrecentando más y más su capital. Esto se llama la ACUMULACIÓN DE CAPITAL.
Por otra parte, los obreros, condenados a vivir con 200 pesos mensuales -el valor de su fuerza de trabajo- no pueden
acumular. Después de varios años habrán perdido su salud trabajando, y estarán tan pobres como cuando empezaron. En el
otro polo, el capitalista habrá acumulado riqueza. El hijo del obrero estará condenado, con toda probabilidad, a repetir la
historia de su padre. El hijo del capitalista estará destinado a otra historia, porque iniciará su carrera sobre la base de la
riqueza acumulada.
Volvemos en cierto sentido al principio, pero ahora viendo cómo este movimiento del capital reproduce en un polo a los
obreros y en el otro a los capitalistas, es decir, reproduce las clases sociales. Y no sólo las reproduce, sino que las reproduce
de forma ampliada, porque el capitalista cada vez contrata más obreros, al tiempo que concentra más capital.
Si los capitalistas se enriquecen cada vez más, si con ello aumentan las fuerzas de la producción y la riqueza, y si los
trabajadores siguen ganando lo mismo, entonces, en proporción, los trabajadores son cada vez más pobres. Incluso los
obreros pueden aumentar el consumo de bienes, pero no por ello dejan de ser pobres, porque la pobreza o la riqueza están en
relación con la situación de la sociedad y el desarrollo de la producción. Por ejemplo, en el siglo 19 prácticamente ningún
trabajador tenía reloj; el reloj era para los ricos y nadie se consideraba extremadamente pobre si no tenía reloj. En las fábricas
hacían sonar unas sirenas para despertar a los obreros a las mañanas y anunciar la hora de entrada al trabajo. Sin embargo
hoy, en Argentina un obrero que no tenga dinero para comprar un reloj (aunque sea uno "descartable") es considerado
extremadamente pobre. Con relación a la riqueza producida por las modernas fuerzas productivas, podemos decir que los
obreros y las masas oprimidas son hoy tan o más pobres que lo eran hace cien años.
7. La lucha entre el capital y el trabajo y el ejército de desocupados
Pero a medida que ha ido creciendo el número de obreros agrupados bajo el mando de los capitales, se fueron organizando
para luchar por una parte de esa riqueza. Los sindicatos, los partidos obreros y otras formas de organización surgieron al calor
de este movimiento de los trabajadores. Los obreros pelearon por aumentos del salario, para que se les pagara mejor el valor
de lo único que pueden vender, su fuerza de trabajo. Esta es una manifestación de la lucha de clases en la sociedad
capitalista, es decir, de la lucha en defensa de los intereses de clase, unos por aumentar la explotación, otros por ir en el
sentido contrario. Todas las mejoras de los trabajadores se consiguieron gracias a esa presión, a las huelgas, manifestaciones,
incluso revoluciones contra el sistema explotador. Las mejoras de vida de la clase obrera no fueron el resultado de la
bondad de los empresarios, sino conquistas que se arrancaron con pelea, es decir, con la lucha de la clase obrera. Los
políticos de la burguesía, así como la iglesia y otros ideólogos, tratan de frenar y desviar la lucha de clases, predicando la
conciliación entre obreros y patronos. Los actuales dirigentes de los sindicatos, que han pasado al lado de la patronal, hacen
lo mismo. Los revolucionarios, en cambio, mostramos la raíz de la explotación para fortalecer la conciencia de clase
obrera, para demostrar que la lucha entre el capital y el trabajo es inevitable y necesaria, y el único camino para acabar con la
explotación.
A pesar de las gigantescas luchas obreras dentro del sistema capitalista, los empresarios lograron, a lo largo de la historia,
mantener a raya los salarios; los trabajadores muchas veces obligaron a ceder, pero nunca pudieron hacer desaparecer la
plusvalía con la lucha sindical. Tomemos el ejemplo anterior, en donde al obrero le pagaban 25 pesos diarios por su fuerza de
trabajo, y producía 25 de plusvalía. Dijimos que las luchas obreras podían arrancar aumentos de salario y disminuir la
plusvalía. Por ejemplo llevar el salario a 27 pesos y la plusvalía a 23 pesos. Tal vez a 30 de salario y 20 de plusvalía; incluso
si la lucha obrera fuera muy fuerte, y los capitalistas estuvieran muy necesitados de trabajo, los salarios podrían llegar a 35
pesos por día y la plusvalía bajar a 15. ¿Puede seguirse así hasta acabar con la plusvalía y la explotación?
La experiencia nos muestra que no, que esta lucha económica tiene un límite. Llegado un punto los capitalistas aceleran las
innovaciones, introducen maquinarias que reemplazan la mano de obra y despiden obreros. Marx cuenta un caso de una zona
de Inglaterra en que faltaban cosechadores, y los trabajadores conseguían más y más aumentos salariales. Pero llegó un
momento en que a los empresarios les convino comprar máquinas cosechadoras, en lugar de contratar obreros. Al poco
tiempo había enormes masas de desocupados, que peleaban por un puesto de trabajo, y los salarios se desplomaban. Hoy en
todos lados los capitalistas reemplazan a los obreros por máquinas; en las fábricas automotrices, por ejemplo, en muchas
líneas de montaje los robots hacen el trabajo de varios obreros.
Así se generan más y más desocupados, es decir, se crea un EJÉRCITO DE DESOCUPADOS, que es la principal arma que
tiene el capital para derrotar las luchas sindicales. Por eso Marx decía que la maquinaria se ha transformado en un arma
poderosa contra la clase obrera. La maquinaria debería ser un instrumento para liberar al ser humano de las penalidades del
trabajo manual, pero bajo el dominio del capital se convierte en un instrumento para esclavizar más al obrero; porque crea
desocupados, pero también porque los que conservan el empleo son sometidos a mayores ritmos de producción, a peores
salarios.
Pero existe otra vía por la cual se crea desocupación. Cuando los capitalistas ven que las ganancias están disminuyendo,
comienzan a interrumpir sus inversiones. Por ejemplo, el empresario que vende el hilado, en lugar de contratar de nuevo a los
obreros, guarda el dinero a la espera de que mejoren las condiciones para sus negocios. Cuando muchos capitalistas hacen lo
mismo, hablamos de una crisis, y por todos lados aparecen obreros sin trabajo. En estos períodos se crean enormes masas de
desocupados.
En el mundo capitalista desde hace por lo menos 20 años que ha estado creciendo la masa de desocupados, porque se frenaron
las inversiones y porque se introducen maquinarias que desplazan a los obreros. Cuando se habla de la cantidad de robos que
existen actualmente, de que no hay seguridad en las calles, de que las cárceles están llenas, se pasa por alto la raíz del
fenómeno: la explotación capitalista y las leyes de la acumulación. Estos desocupados y marginados por el sistema presionan
hacia abajo los salarios; y los capitalistas chantajean a los que tienen trabajo con la amenaza de mandarlos a la miseria si no
se someten a sus exigencias.
El capitalismo crea constantemente una masa de marginados, de pobres absolutos, que son utilizados como arma de
dominación contra la clase obrera.
Tomar conciencia de los límites de las luchas por las reivindicaciones económicas es fundamental para que la clase obrera no
siga atada a los políticos de la burguesía y para empezar a forjar su independencia de clase, esto es, sus propias
organizaciones, con un programa y una estrategia que apunten contra la explotación del capital.
8. El racismo, la discriminación, la xenofobia, ayudan al capital
El capitalismo no sólo ha dominado a través de la desocupación y la amenaza del hambre. O de la represión abierta de los
trabajadores cuando éstos quisieron cuestionar seriamente el sistema (aunque este aspecto del problema no lo vamos a tocar
en este curso).
El sistema capitalista también ha dominado con las divisiones que se producen entre los trabajadores a partir de la
discriminación. De múltiples maneras en la sociedad se inculca la idea de que, por ejemplo, los negros son inferiores.
Expresiones como “negro villero” son comunes, y meten la idea de que una persona de piel oscura puede ser sometida a las
peores condiciones de trabajo porque “es un ser inferior”.
De la misma manera las mujeres son discriminadas sistemáticamente. Por ejemplo, está comprobado que en promedio, y por
igual trabajo, una mujer gana un 30% menos de salario que el hombre.
Otro ejemplo es lo que sucede con nuestros hermanos paraguayos, bolivianos, peruanos. Constantemente en los medios se los
presenta como “sucios”, “ladrones”, incluso como “no ciudadanos”. Hace un tiempo el diario Crónica tituló una noticia:
“Mueren tres ciudadanos y dos bolivianos en un accidente de tránsito”. De esta manera también a ellos se los presiona para
que acepten las peores condiciones de trabajo.
Todo luchador social debería combatir por todos los medios estas formas de discriminación, que dividen al pueblo.
Toda división del pueblo trabajador sólo favorece el dominio del capital. Y no habrá liberación de los trabajadores de la
explotación del capital en tanto no superemos estas lacras.
10. ¿Qué es el capitalismo hoy?
Lo que explicamos teóricamente tiene su reflejo en la realidad del mundo. El sistema capitalista impulsa a aumentar la
explotación. Tengamos entonces una visión global.
En todos los países se procura que cada producto “contenga el máximo posible de trabajo impago” y para eso todo capitalista
busca acelerar los ritmos de trabajo y reducir el valor de la fuerza de trabajo. Se desarrolla de así un hambre incesante por el
plusvalor, por el tiempo de trabajo excedente. ¿Por qué puede el capital imponer esto?
Una razón es la amenaza de mudar plantas o de no invertir si la fuerza laboral no se allana a las exigencias del capital. Los
empresarios muchas veces dicen: si los sindicatos de este país no aceptan tal o cual condición laboral, o tal o cual salario, nos
vamos a otro país. O sea, es el chantaje de la llamada huelga de inversiones. “Si no se allanan a lo que pido, no invierto”.
También está la presión de las importaciones. Es que hay empresarios que dicen: “si no se aceptan estos salarios y
condiciones de trabajo, cierro la empresa porque me conviene importar más barato desde otro país”.
En segundo lugar, como hemos dicho, por la presión que ejercen el ejército de desocupados. Según la Organización
Internacional del Trabajo, en 2004 había unos 188 millones de desocupados en el mundo. En Argentina la desocupación, a
pesar de que bajó en los últimos años, sigue siendo muy alta.
A esto se suman las corrientes migratorias de mano de obra, especialmente hacia los países adelantados. Y la incorporación a
la fuerza laboral de mujeres, niños, inmigrantes y minorías que en su mayoría tiene bajos índices de sindicalización.
De esta manera reaparecen formas de explotación que nos retrotraen a las escenas de Inglaterra de los siglos 18 y 19 en los
orígenes del capitalismo industrial. Por ejemplo, en las fábricas de computadoras de China se imponen condiciones que
pueden calificarse directamente de “carcelarias”; en muchas empresas los trabajadores o trabajadoras no pueden hablar, no
pueden levantarse para ir a tomar agua o al baño; existen regímenes de castigo durísimos por faltas leves o distracciones, con
jornadas de trabajo que pueden prolongarse hasta 16 horas. En muchas fábricas las trabajadoras duermen en las empresas, en
condiciones extremadamente precarias. El desgaste físico y nervioso es tan grande que a veces son “viejas” con apenas 30
años; además hay problemas auditivos y visuales, debido a las largas horas que pasan probando monitores y equipos. Sobre
los salarios, escuchemos este testimonio de C., trabajadora en una empresa china de productos electrónicos:
“He estado en la fábrica desde hace dos años y medio y lo más que he ganado ha sido un poco más de 60 dólares (por mes).
Eso fue lo que obtuve después de haber trabajado más de 100 horas extra. … ¿Cómo puede ser eso suficiente para nosotros?
Uno tiene que comprar por lo menos las provisiones diarias y si me compro algo de ropa se me termina el sueldo. Es incluso
peor en la temporada baja, cuando no tenemos horas extra. Cuando nos obligan a tomar un día porque no hay pedidos y no
tenemos trabajo que hacer, nos lo deducen del sueldo”.
En muchos sectores y países se repiten estas situaciones. El siguiente es un testimonio de K., un trabajador del vestido de
Bangladesh:
“No he tenido descanso en dos meses y trabajo desde las 8 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche; algunas veces incluso
toda la noche. Por eso estoy enfermo. … Tengo fiebres y no tengo energía. … No pagan las horas extras, dicen que he
trabajado 30 o 40 horas en un mes cuando en realidad he hecho 150. No hay registro, de manera que pueden decir lo que
quieren”.
Y el siguiente es el testimonio de Helena, ex trabajadora nicaragüense de una maquila:
“Los malos tratos eran permanentes. Cualquiera puede cometer un error: si te equivocabas, te golpeaban en las manos, en la
cabeza, te trataban de burra, de animal. Si parabas un segundo para tomar un vaso de agua, aullaban. El salario de base era de
22 dólares por semana. Yo llegaba a las 7 de la mañana y salía, en general, a las 9 de la noche; hacía cuatro horas extras, pero
me pagaban dos
Seguramente cada uno de ustedes puede encontrar testimonios semejantes en Argentina. Indaguemos cómo se trabaja
en talleres, en comercios, en empresas del transporte. Ausencia de derechos sindicales, falta de respeto a cualquier
norma de seguridad o higiene, desconocimiento de francos y licencias por enfermedad, salarios que muchas veces no
alcanzan siquiera para mantenerse con el mínimo de subsistencia.
Por otra parte se calcula (datos de 2000) que en el mundo trabajan unos 186 millones de niños y niñas de entre cinco y 14
años; de ellos, 5,7 millones realizan trabajos forzados; 1,8 millones están en la prostitución y 0,3 millones en conflictos
armados. Pero si se toman los que trabajan en forma intermitente, la cifra se eleva a entre 365 y 409 millones, y si se agrega el
trabajo no contabilizado de las niñas –en su mayoría hogareño- la cifra oscila entre 425 y 477 millones. Los niños y niñas
realizan trabajos tan diversos como agricultura, confección, fabricación de ladrillos, actividades mineras, armado de cigarros,
cosido de pelotas de béisbol o pulido de piedras preciosas, entre otros. Casi por regla general están sometidos a condiciones
infrahumanas, son prácticamente esclavos privados de su niñez y, por supuesto, de todo acceso a la educación; en los países
subdesarrollados uno de cada siete niños o niñas en edad escolar no concurre a la escuela. Dicen dos economistas del Banco
Mundial:
“En los noventa, luego de la Convención de los Derechos del Niño (1989) y una confluencia de factores desde la
globalización a la recolección sistemática de estadísticas por la Organización Internacional del Trabajo, el Banco Mundial y
diversos países, el mundo se hizo consciente de que desde una perspectiva global la situación del trabajo infantil no era
mucho mejor de lo que había sido durante la Revolución Industrial.”
Aclaremos que durante al Revolución Industrial, ocurrida en Inglaterra a fines del siglo 17, se registraban abusos terribles de
explotación del trabajo infantil. Desde entonces se nos ha dicho que aquellas épocas habían quedado definitivamente en el
pasado, que en el capitalismo moderno ya no sucedían. Pero vemos que no es así, que siguen sucediendo y a una escala
mayor, porque ahora se trata del capitalismo en todo el mundo.
Incluso en países desarrollados como Gran Bretaña, Francia o Estados Unidos muchos menores en edad escolar están
trabajando. En Gran Bretaña algunos estudios consideran que en los últimos 35 años entre un tercio y dos tercios de los niños
en edad escolar estuvieron en trabajos remunerados; si se toma en cuenta a quienes alguna vez trabajaron (en lugar de a
quienes están trabajando en el momento de la encuesta) la cifra se eleva a entre el 63 y 77%.
En la Unión Europea de conjunto en los noventa aproximadamente un 7% de los niños de entre 13 y 17 años trabajaba.
En lo que respecta a las mujeres, en promedio reciben un salario equivalente a las dos terceras partes de lo que reciben los
hombres, muchas veces carecen de protección frente a malos tratos y abusos; y sufren más agudamente la precarización
laboral que los hombres, además de estar obligadas a realizar trabajos por los que no reciben en absoluto remuneración
alguna.
En los países desarrollados también se registra la tendencia al aumento de la explotación de la clase obrera en su conjunto.
Por ejemplo en Gran Bretaña en los últimos años se facilitó y abarató el despido de trabajadores, se estableció que los chicos
de 13 o 14 años pueden ser empleados hasta 17 horas semanales, se extendió el contrato temporario, se redujeron las
licencias, se suprimió el salario mínimo, se extendieron los “períodos de prueba” (hasta 24 meses), se suprimió el límite a la
jornada de trabajo (incluso para los jóvenes de 16 a 18 años) y se dio plena libertad para trabajar los domingos. En algunos
sectores los salarios apenas permiten reproducir el valor de la fuerza de trabajo. (….)
En lo que hace a los procesos de trabajo, a partir 1988 se extendió toyotismo. Con esta forma de organización de organización
laboral la dirección de la empresa fomenta la competencia entre los trabajadores y debilita la solidaridad sindical; introduce la
multiplicidad de tareas; reduce las calificaciones y aumenta la “ínter cambiabilidad” de los puestos; disminuye la importancia
de la antigüedad o incluso la abandona o modifica; descarga en los obreros una mayor responsabilidad por el cumplimiento
de las tareas, sin compensación salarial y sin darles mayor autoridad; y fomenta el sindicalismo de empresa en detrimento de
la unión a nivel de rama. El resultado es el trabajo súper intensivo:
“Mientras en las plantas manufactureras tradicionales el proceso de trabajo ocupa al obrero con experiencia aproximadamente
45 segundos por minuto, en las plantas de producción flexible la cifra es de 57 segundos. Los trabajadores de producción en
las líneas de ensamblaje de Toyota en Japón hacen 20 movimientos cada 18 segundos, o un total de 20.600 movimientos por
día” (tomado de un estudio sobre el toyotismo).
(..)Como resultado de estos procesos en la mayoría de los países aumentó la desigualdad. Según la OIT, que realizó un
estudio (publicado en 2004) de 73 países, en 12 desarrollados, 15 atrasados y 21 países con “economías en transición”,
aumentó la desigualdad entre el decenio de 1960 y el decenio de 1990; estos 48 países comprenden el 59% de la población
total de los países bajo estudio. En tres países desarrollados, 12 atrasados y uno con “economía en transición”, que de
conjunto representan el 35% de la población bajo estudio, la distribución se mantuvo estable. Por último, sólo en dos países
desarrollados y siete atrasados (y ninguna economía en transición) mejoró el ingreso.
11. Conclusión
Hemos visto por qué y cómo el sistema capitalista tiende a generar en un polo una riqueza creciente, y cada vez más
concentrada, y en el otro polo masas de gente que está obligada a hacer trabajos monótonos, repetitivos, o con salarios bajos y
condiciones laborales precarias, sometidos a presión constante. Y también por qué se regeneran, periódicamente, grandes
ejércitos de desocupados.
Todo esto nos obliga a ubicar las luchas reivindicativas, por mejoras laborales, por seguros de desempleo, por salud y
educación, en una perspectiva correcta. Esto es, peleamos por mejorar en todo lo posible dentro del sistema; necesitamos
defender reformas que hagan más llevadera la vida bajo el sistema capitalista. Pero al mismo tiempo hay que tomar
conciencia de que estas mejoras tienen un límite. Como decía una gran socialista europea de principios del siglo 20, llamada
Rosa Luxemburgo, en tanto no se acabe este sistema de explotación los sindicatos y los trabajadores estarán obligados a
recomenzar siempre sus luchas, porque el hambre por el plusvalor del capital es insaciable. Lo cual plantea la necesidad de
tomar conciencia de que existe un problema de fondo, que es social, y a él tenemos que apuntar.
[1] Esto lo tomamos de un libro que escribió Carlos Marx, El Capital, donde cita a Mandeville.
[2] Esto siempre es aproximado, porque la primera mercancía puede tener un precio de 101, 102, 99, etc., y lo mismo sucede
con la segunda: puede costar 48, 51, 49, 53, etc. Es decir, los precios oscilan alrededor de un promedio.
[3] Calcula que al cabo de determinado tiempo habrá recuperado esa inversión para comprar de nuevo máquinas y la fábrica.

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