Psicopatología II
Maltratos y Abusos en la Infancia
y Adolescencia.
Lección 4
Unidad 4
Psicopatología II
Lección 4 – Unidad 4
Contenido
INTRODUCCIÓN ................................................................................................................................... 2
MALTRATOS Y ABUSOS EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA..................................................................... 3
MALTRATO FÍSICO .......................................................................................................................... 3
MALTRATO PSICOLÓGICO O EMOCIONAL. ......................................................................................... 3
ABUSO SEXUAL INFANTIL ................................................................................................................. 4
CONSECUENCIAS........................................................................................................................ 4
CARACTERÍSTICAS DE LOS ABUSOS SEXUALES. ............................................................................ 5
CARACTERÍSTICAS DE LAS VÍCTIMAS. ........................................................................................... 6
FACTORES DE RIESGO .................................................................................................................... 6
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ........................................................................................................... 8
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Introducción
El maltrato infantil y adolescente es cualquier acción, omisión o negligencia que prive al niño
de sus derechos y bienestar, que amenace o interfiera en su desarrollo físico, mental o social,
y cuyos autores pueden ser personas, instituciones o la propia sociedad.
Es una causa de sufrimiento para los niños y las familias, y puede tener consecuencias a
largo plazo. El maltrato causa estrés y se asocia a trastornos del desarrollo cerebral temprano.
Los casos extremos de estrés pueden alterar el desarrollo de los sistemas nervioso e
inmunitario. En consecuencia, los adultos que han sufrido maltrato en la infancia corren mayor
riesgo de sufrir problemas conductuales, físicos y mentales, tales como: actos de violencia,
depresión, consumo de tabaco, entre otros.
A través de estas consecuencias en la conducta y la salud mental, el maltrato puede contribuir
a las enfermedades del corazón, al cáncer, al suicidio y a las infecciones de transmisión
sexual.
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Maltratos y Abusos en la Infancia y
Adolescencia.
El abuso o maltrato de menores abarca toda forma de maltrato físico y/o emocional, abuso
sexual, abandono o trato negligente, explotación comercial o de otro tipo, de la que resulte
un daño real o potencial para la salud, la supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño
en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.
Maltrato Físico
Es toda forma de agresión no accidental infligida al menor producido por el uso de la fuerza
física, incluyendo dos categorías:
- Traumas físicos que producen lesiones severas entre las que se incluyen
quemaduras, hematomas, fracturas, envenenamientos y otros daños que pueden
llegar a causar la muerte.
- Traumas físicos provocados por palmadas, sacudidas, pellizcos o prácticas similares
que a pesar del daño psicológico, no constituyen un riesgo substancial para la vida
del niño.
El niño zarandeado es un tipo de maltrato infantil. Cuando se sacude fuertemente a los bebés,
pueden presentarse secuelas severas como daño cerebral y aún la muerte.
El castigo físico es un tipo de maltrato usado por muchos padres como método de disciplina.
La mayoría de las personas que golpean a sus hijos con la intención de corregirlos no son
conscientes de que los golpes son poco eficaces para educar y que producen daño real o
potencial sobre la salud, desarrollo, la dignidad y la autoestima del niño. La mayoría de los
padres ni siquiera se da cuenta que por culpa de los golpes que recibieron de sus
progenitores, tienen conductas agresivas o dañinas para la sociedad. El uso regular del
castigo físico como forma de disciplina es maltrato.
Maltrato Psicológico o Emocional.
Es el daño que de manera intencional se hace contra las actitudes y habilidades de un niño.
Afecta su autoestima, su capacidad de relacionarse, la habilidad para expresarse y sentir,
deteriora su personalidad, su socialización y, en general, el desarrollo armónico de sus
emociones y habilidades.
Existen varias categorías de maltrato psicológico y emocional:
- Ignorar al niño, lo que hace referencia al niño fantasma. Sus emociones, ansiedades,
miedos y necesidades afectivas son totalmente imperceptibles para sus padres o
cuidadores.
- El rechazo por parte de los adultos de las necesidades, valores y solicitudes del niño.
- El aislamiento. Cuando el niño es privado de su familia y/o comunidad, negándole la
necesidad de contacto humano.
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- El terrorismo. El que el niño está expuesto a ataques verbales y amenazas con
objetos, creando un clima de miedo, hostilidad y ansiedad.
- La corrupción. Cuando el niño está expuesto a situaciones que transmiten y refuerzan
conductas destructivas y antisociales, alterando de esta manera el desarrollo
adecuado de conductas sociales.
- La agresión verbal, que es el uso continúo de una forma de llamar al niño de manera
áspera y sarcástica. Día a día va disminuyendo su autoestima.
- La presión, que es la constante exigencia para lograr un desarrollo rápido esperando
logros y aprendizajes a un nivel que no corresponde con su desarrollo neurológico ni
mental. Este niño sentirá que nunca será lo suficientemente bueno.
Abuso sexual infantil
Por abuso sexual infantil se entiende cualquier actividad sexual con un menor. Incluye el
contacto sexual acompañado por la fuerza o la amenaza de utilizarla, con independencia de
la edad de los participantes, y cualquier contacto sexual entre un adulto y un niño, con
independencia de que haya engaño o de que la víctima comprenda la naturaleza sexual de
la actividad.
El contacto sexual entre un adolescente y un niño más pequeño también se puede considerar
abusivo cuando exista una disparidad significativa de edad (cinco o más años), de desarrollo
o de tamaño que haga que el más pequeño no esté en condiciones de dar un consentimiento
informado.
La interacción abusiva, que puede ocurrir con o sin contacto sexual, incluye:
- Manoseos, frotamientos, contactos y besos sexuales.
- El coito interfemoral (entre los muslos).
- La penetración sexual o su intento, por vía vaginal, anal y bucal aun cuando se
introduzcan objetos.
- El exhibicionismo y el voyeurismo.
- Actitudes intrusivas sexualizadas, como efectuar comentarios lascivos e indagaciones
inapropiadas acerca de la intimidad sexual de los Niños y Adolescentes.
- La exhibición de pornografía. En ocasiones, disfrazada como “educación sexual”.
- Instar a que los niños y adolescentes tengan sexo entre sí o fotografiarlos en poses
sexuales.
- Contactar a un niño o adolescente por internet con propósitos sexuales (grooming).
Consecuencias.
Principales dimensiones.
Los niños y adolescentes víctimas de abusos sexuales tienen un mayor riesgo de desarrollar
problemas interpersonales y psicológicos que otros iguales de su misma edad que no han
sufrido estos abusos. Cuando la sintomatología de las víctimas se compara con la de un
grupo de control clínico (niños en tratamiento no abusados), son estos últimos los que
presentan, en mayor medida, todos los síntomas excepto dos. Los abusados sexualmente
sólo superan a los controles clínicos en el trastorno por estrés postraumático y en conducta
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sexualizada. El abuso sexual infantil se ha relacionado con la obtención de unas puntuaciones
más elevadas en depresión, ansiedad-estado y ansiedad-rasgo, trastorno por estrés
postraumático, trastornos somáticos, conductas regresivas (enuresis, encopresis), baja
autoestima, retraimiento social, conducta antisocial agresiva, huida de casa, revictimización,
delincuencia, embarazo adolescente, conducta sexual inapropiada, hiperactividad, problemas
de aprendizaje/escolares.
Necesidad de adoptar una perspectiva evolutiva.
Aunque las víctimas de abuso sexual infantil tienen una mayor probabilidad de presentar los
síntomas anteriormente expuestos, se produce una gran variabilidad en la naturaleza y
extensión del estrés psicológico que experimentan. Para poder comprender la naturaleza e
impacto de la victimización sexual sufrida por los niños, así como la forma en que actúan los
factores de protección, es necesario adoptar una perspectiva evolutiva. La presencia o no de
determinados síntomas en las víctimas parece depender de su edad o estadio evolutivo, de
manera que mientras algunos efectos del abuso pueden presentarse durante todo el período
infantil, otros son específicos de una determinada etapa. Por ejemplo, es menos probable que
el sentimiento de culpabilidad se presente en el caso de los preescolares y que aumente la
probabilidad de aparecer conforme maduran las víctimas. Por otra parte, los adolescentes
suelen presentar depresión; conductas de retraimiento, suicidas o autolesivas; trastornos
somáticos; conductas delictivas; huida del hogar y consumo de drogas.
Los niños y los adolescentes se diferencian en su forma de procesar y de responder al abuso
sexual, de manera que los patrones de adaptación pueden cambiar en función de la edad.
Feiring, Taska y Lewis (1998a) encontraron que, en el momento de la evaluación, los
adolescentes presentaban unos niveles superiores de síntomas depresivos y una menor
autoestima, aunque la relación entre victimización y sintomatología se encontraba
mediatizada por los sentimientos de vergüenza y por la autoinculpación. Las tareas evolutivas
propias de la adolescencia pueden colocarlos en una situación de riesgo de desarrollar
problemas internalizantes del comportamiento. El estrés provocado por los abusos, por el
proceso de su revelación o descubrimiento y por la problemática propia del estadio evolutivo,
hace que estas víctimas sean especialmente vulnerables a problemas psicológicos
relacionados con la regulación del afecto y con la autoevaluación.
Características de los abusos sexuales.
El impacto de los abusos sexuales se puede explicar, al menos en parte, por las
características de estos abusos. A este respecto, hay pruebas que indican que el impacto del
abuso es más grave cuando se ha producido con más frecuencia y prolongado durante más
tiempo, el perpetrador ha recurrido al empleo de la fuerza, se han realizado actos más graves
(es decir, con penetración) y cuando existe una relación más próxima entre víctima y
perpetrador, sobre todo si se trata de una relación incestuosa con el padre. Finalmente, hay
que tener en cuenta que muchos niños experimentan más de un tipo de abuso, habiéndose
encontrado que las víctimas de abusos sexuales que también son objeto de maltrato físico
presentan más problemas.
Sin embargo, aunque pueda ayudar a identificar cuáles son las víctimas con mayor riesgo de
dificultades de adaptación, las características del abuso son variables del estatus y, como
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tales, no son susceptibles de intervención. Por el contrario, el estudio de los procesos o
mecanismos que explican cómo las víctimas llegan a desarrollar una sintomatología resulta
de mayor utilidad a la hora de diseñar una intervención eficaz.
Características de las víctimas.
Recientes formulaciones teóricas han propuesto que los efectos del abuso sexual infantil se
encuentran mediatizados por la formación de valoraciones cognitivas negativas. Los estudios
empíricos han investigado las atribuciones, percepciones y estrategias de afrontamiento del
sujeto que ha sufrido abuso sexual y sus consecuencias para la evolución psicológica. Los
resultados de estos estudios indican que se produce un incremento de los síntomas en el
caso de las víctimas qué tienden a autoinculparse, que perciben el abuso sexual como una
mayor amenaza para su seguridad física o imagen corporal o que enfatizan la evitación
cognitiva como una forma de afrontar los abusos sufridos. Un estilo atribucional interno,
estable y global y sentimientos de vergüenza parecen desempeñar un importante papel en la
presencia o no de altos niveles de estrés en las víctimas de abuso sexual infantil. La
vergüenza por los abusos se relaciona con una mayor depresión, con los síntomas del
trastorno por estrés postraumático, menor autoestima y con un comportamiento sexualizado.
A su vez, el desarrollo de sentimientos de vergüenza puede estar asociado a determinados
procesos familiares, como los estilos de disciplina, las atribuciones de culpabilidad realizadas
por los padres y un ambiente familiar en el que son frecuentes las expresiones de cólera y
disgusto. Estos resultados tienen importantes implicaciones para el tratamiento de los niños
abusados sexualmente. Cuando las víctimas se sienten avergonzadas por los abusos, un
tratamiento que aborde directamente la vergüenza y la estigmatización puede producir una
mayor mejoría en la autoestima y en los síntomas de depresión, trastorno por estrés
postraumático y disociación. La reacción al tratamiento también puede depender de la medida
en que se haya conseguido modificar los estilos atribucionales no adaptativos del sujeto.
Factores de Riesgo
Para una adecuada intervención, es fundamental conocer algunos factores de riesgo ya que
predisponen a que se presente el maltrato. Algunos de los principales son:
Factores inherentes al niño: niños no deseados, prematuros, bajo peso, con
enfermedades crónicas, hiperactivos, etc. El discapacitado tiene mucho riesgo para ser
maltratado y por lo tanto, se debe ser extremadamente cuidadoso en buscar signos en ellos.
Usualmente, estos niños son irritables o por su discapacidad, no realizan la función que el
adulto espera y son causa de frustración o culpabilidad en muchos padres o cuidadores, lo
que lleva a maltratarlos.
Factores inherentes a la familia: padres jóvenes, familia monoparental,
embarazo no deseado, exposición precoz a la violencia, abuso de substancias, atención
prenatal inapropiada, enfermedad física o mental, problemas relacionales, familia numerosa
conviviendo en un espacio reducido, aislamiento social, situación de estrés, etc.
Factores inherentes a la comunidad y a la sociedad: leyes de
protección al niño inexistente o incumplidas, disminución del valor de los hijos (discapacidad,
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sexo), desigualdades sociales, violencia organizada, alta aceptabilidad social de la violencia,
normas culturales, etc.
Tradicionalmente, el personal de salud ha presentado poca atención al problema del maltrato
y abuso sexual. Los casos son detectados y reportados solo cuando se producen lesiones
muy severas. Cuando los trabajadores del sector salud asuman una posición responsable
frente a la práctica de cualquier tipo de violencia hacia los niños, así sea bajo el pretexto de
corregirlos, será posible conocer la verdadera dimensión del problema, tomar acciones
preventivas contundentes y empezar su manejo temprano.
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