LA NUEVA ESCUELA
mexicana
Para la Nueva Escuela Mexicana, la dignidad humana es el valor intrínseco que tiene todo
ser humano, que es irrenunciable, no intercambiable, irrevocable e inviolable y que, por sí
mismo, justifica el reconocimiento y ejercicio efectivo de sus derechos humanos y justicia
social. El sentido de lo humano en la educación implica el reconocimiento, cuidado,
protección y desarrollo de la dignidad de niñas, niños y adolescentes. Esto significa que
las relaciones que se construyen en la escuela y fuera de ella con las personas, el saber,
la ciencia, el medio ambiente, la sociedad, la tierra, la tecnología, así como el mundo en
general, se realizan a partir de la responsabilidad que se asuma hacia estos ámbitos de la
vida y no sólo por el conocimiento que se tenga de ellos.
La tarea principal de la educación en la Nueva Escuela Mexicana es propiciar que niñez y
juventud, junto con sus profesoras y profesores, vayan al encuentro de la humanidad de
las otras y los otros, entendidos en su diversidad. Ésta es la base para una educación que
propicie la formación de una nueva ciudadanía en la que prevalezcan los principios de
solidaridad, igualdad sustantiva, justicia social, interculturalidad, cuidado del medio
ambiente, inclusión y derechos humanos; en particular, ¿los derechos de niñas, niños,
adolescentes y jóvenes? Desde esta perspectiva, para la Nueva Escuela Mexicana, los
derechos humanos parten del reconocimiento de que en el espacio público democrático
existen diversos sujetos del derecho: niñas, niños, adultos mayores, jóvenes, mujeres y
hombres, pueblos indígenas y afromexicanos, extranjeros, migrantes, refugiados, asilados
y desplazados, integrantes de la diversidad sexo genérica como las personas trans,
intersexuales y queer8, entre otras y otros, así como personas con discapacidad
incluyendo las personas con aptitudes sobresalientes; todas y todos inscritos en diversos
grupos urbanos o rurales pertenecientes a distintas clases sociales que reclaman una
visión plural, incluyente y participativa en el ejercicio pleno de sus derechos humanos.
La Nueva Escuela Mexicana tiene como finalidad que la niñez y la juventud puedan
ejercer plenamente su derecho a la educación, el cual constituye el principio fundamental
de la política educativa nacional establecido en el artículo 30. de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos y busca garantizar la escolaridad, el aprendizaje, la
continuidad de la formación de las y los estudiantes, así como su participación en
relaciones pedagógicas que tengan como finalidad posicionar a la dignidad humana como
núcleo fundante de otros derechos.
La Nueva Escuela Mexicana reconoce que las y los estudiantes son sujetos de derechos
dentro y fuera del espacio escolar, con necesidades, características propias y con la
capacidad de reinterpretar, incidir y transformar el mundo que les rodea, como lo haría
cualquier adulto. En su condición de sujetos de la educación, las y los estudiantes son
capaces de conocerse a ellas y ellos mismos, ejercer su derecho al conocimiento, al
saber y a todas las expresiones científicas, tecnológicas culturales y, al mismo tiempo,
aprender a cuidarse20 para ejercer plenamente su derecho a la vida. Por lo tanto, la
escuela y el sistema educativo deben dirigir la acción educativa a la realización y
emancipación de las y los estudiantes, así como al compromiso con su comunidad. Esto
implica que niñas, niños y adolescentes son capaces de establecer diferentes tipos de
relaciones con las demás personas, mediadas por el conocimiento en sus múltiples
expresiones, así como la responsabilidad y el respeto mutuo.
La escuela debe formar niñas, niños y adolescentes felices; ciudadanos críticos del
mundo que les rodea, emancipados, capaces de tomar decisiones que beneficien sus
vidas y las de los demás; la escuela es un lugar en donde se construyen relaciones
pedagógicas que tienen repercusión en la vida cotidiana de las y los estudiantes, de sus
familias y de las profesoras y los profesores. Se reconoce que la escuela es una
conquista de la comunidad, resultado de un proceso histórico de construcción social en la
que maestros, estudiantado y familias construyen su sentido específico en la cotidianidad
de sus acciones, lo que permite construir procesos formativos y escolares desde la
diversidad cultural, territorial, epistemológica, ambiental y social. Esto determina el tipo de
relación que se construye con respecto a los tiempos escolares, el currículo, la
normatividad y las disposiciones formativas, administrativas, la organización escolar y los
libros de texto, de acuerdo con si se trata de escuelas multigrado (unidocente, bidocente o
tridocente), escuelas multinivel, rurales, urbanas o si están ubicadas en colonias, barrios o
pueblos. La experiencia escolar que se desprende de estos procesos diferenciados
expresa el contexto formativo real de cada escuela en el que los maestros ejercen la
enseñanza, ponen en juego sus saberes docentes y contextualizan el currículo, al mismo
tiempo que es la condición para que las y los estudiantes se apropien, cada uno a su
manera, de la cultura universal, la ciencia, los valores y las distintas formas de vivir y
convivir.
El espacio de lo común en la escuela conlleva la confluencia de acciones, identidades y
pensamientos en su diversidad para construir colectivamente sentidos y acciones que
establezcan, hasta donde los sujetos quieran, los límites de lo que es posible imaginar,
crear y aprender, como condición para la emancipación de niñas, niños y adolescentes,
pero también como posibilidad de construir un tejido social compartido con otras y otros,
como lugar de lo diverso. Las relaciones pedagógicas, en el marco de la Nueva Escuela
Mexicana, se llevan a cabo dentro de la escuela y en la comunidad local como ámbitos de
interdependencia e influencia recíproca. La tarea del Estado es favorecer la
transformación de la educación para que ésta contribuya en la construcción de una
sociedad democrática, ello requiere que las escuelas en su diversidad tengan arraigo en
la comunidad a la que pertenecen y, a su vez, sean valoradas por las personas que
componen esa colectividad. Por eso, se valora mucho que la escuela y la comunidad, en
su diversidad, puedan convivir e interrelacionarse con criterios de solidaridad, libertades y
responsabilidades recíprocas.
Para que esto sea posible, la escuela debe retomar su papel como institución que forma
ciudadanas y ciudadanos para vivir y convivir en una sociedad democrática,
especialmente cuando se sabe que entre niñas, niños y adolescentes existen diferentes
formas de comprender la democracia: aproximadamente cuatro de cada diez consideran
que la democracia es para elegir gobernantes, tres de cada diez piensan que sirve para
resolver injusticias en la sociedad y uno de cada diez considera que es útil para que los
gobernantes rindan cuentas. La escuela misma debe regir su organización, políticas,
prácticas, cultura y procesos mediante principios democráticos, sobre todo respetando los
derechos de niñas, niños, adolescentes, maestras, maestros y la dignidad de cada una y
uno de ellos, como núcleo fundante de otros derechos.
La Nueva Escuela Mexicana reconoce el papel fundamental de los maestros en la
construcción de la ciudadanía y su condición de intelectuales que convocan al saber en
distintos espacios de formación, dentro y fuera de la escuela. El Estado considera a las y
los maestros como profesionales de la educación y la cultura capaces de formar sujetos
para una ciudadanía mundial solidaria y un entorno local que se emancipa y desarrolla
desde la diversidad. los maestros son sujetos históricos que construyen su relación con
las y los estudiantes desde el municipio, estado o región en donde está ubicada la
escuela en la que ejercen la enseñanza. Es en este espacio en donde construyen sus
decisiones, tanto personales como educativas, y en donde se vinculan con su realidad y
con la de niñas, niños y adolescentes.
Un aspecto fundamental de la Nueva Escuela Mexicana es el papel que juegan las
familias en la formación de las y los estudiantes para una ciudadanía en la que sea
efectivo el ejercicio del derecho humano a la educación, el bienestar y el buen trato. Esto
requiere reconocer que en la escuela conviven niñas, niños, adolescentes y adultos que
provienen de distintos tipos de familias: tradicionales, homoparentales, monoparentales,
reconstruidas, de acogida, temporales, extensas y adoptivas, todas ellas con diferentes
niveles de escolaridad, situación migratoria, edad, identidad sexual, de género,
preferencia política y religiosa, condición étnica, lingüística, social, económica y de salud.
Desde esta diversidad de familias, la Nueva Escuela Mexicana considera fundamental su
participación en el desarrollo y aprendizaje de niñas, niños y adolescentes, ya que es en
este ámbito donde se refuerzan los conocimientos y hábitos de salud que se aprenden en
la escuela; el apoyo desde casa en procesos como la expresión oral y escrita, el
desarrollo psicomotor, afectivo y cognitivo, el pensamiento lógico matemático, la
imaginación mediante el juego, el arte y la educación física; así como la participación en la
rehabilitación e inclusión de las y los estudiantes con alguna discapacidad, es sustantiva.
En el espacio familiar se crean redes sociales que se tejen entre familias y comunidades
como posibilidad para enriquecer e intercambiar saberes y conocimientos relacionados
con actividades domésticas, en el medio rural y urbano, prácticas de intercambio de
conocimientos entre familias en las que se involucran activamente a niñas, niños y
adolescentes. Con la pandemia del virus SARS-CoV-2, se resignificó el papel fundamental
de los maestros para mantener el vínculo pedagógico con sus estudiantes, pero, como fue
evidente, este vínculo se fortaleció con las familias que actuaron como soporte material,
afectivo, cognitivo y motivacional de niñas niños y adolescentes, muchas veces en
concordancia con las y los docentes. El papel de las familias en la escuela pública implica
compartir decisiones y responsabilidades para la mejora continua de la educación, el
bienestar y el buen trato de las y los estudiantes en el espacio escolar y en la comunidad;
todo ello en un marco de respeto a la diversidad étnica, religiosa, económica, cultural,
sexual y lingüística. De igual manera, es relevante que las familias participen en las
relaciones pedagógicas para favorecer el ejercicio de los derechos de las y los
estudiantes, así como para ayudar a que se consolide el proceso formativo que los
conduzca a ser ciudadanos.
En la Nueva Escuela Mexicana es central que las y los estudiantes aprendan de manera
crítica y creativa el papel que tiene en su vida la tecnología y su impacto en la
cotidianidad. Es fundamental que comprendan que la revolución tecnológica está
relacionada con las revoluciones científicas, económicas y sociales que, en nuestra era,
aparecen desde la construcción del ferrocarril, la máquina de hilar de James Hargreaves y
el motor de vapor de James Watt, la cadena de montaje de Henry Ford, la invención del
teléfono, la radio, la tecnología nuclear y la televisión, llegando hasta nuestros días con
las tecnologías de la información y la comunicación, el internet, la inteligencia artificial, las
plataformas digitales y los bancos de datos. Las y los estudiantes deben aprender que
son parte de un mundo que prioriza la cultura letrada y que ésta convive con otros
elementos culturales centrados en la oralidad, lo audiovisual y lo digital. Por eso es
necesario que se acerquen a la cultura digital como a un ámbito social que es parte su
vida cotidiana.