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Resumen Edad Moderna

El documento describe la política y sociedad de España durante el reinado de los Reyes Católicos y el Imperio español bajo Carlos I y Felipe II, incluyendo la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, las reformas administrativas, la expulsión de los judíos y sometimiento de la nobleza, y las campañas militares y disputas territoriales con Francia y el Imperio Otomano.

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Resumen Edad Moderna

El documento describe la política y sociedad de España durante el reinado de los Reyes Católicos y el Imperio español bajo Carlos I y Felipe II, incluyendo la unificación de los reinos de Castilla y Aragón, las reformas administrativas, la expulsión de los judíos y sometimiento de la nobleza, y las campañas militares y disputas territoriales con Francia y el Imperio Otomano.

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Ciencias Sociales

3º E.S.O.

Estado moderno, hegemonía española y reforma.

1. El reinado de los Reyes Católicos.


1.1. Política interior.
a) La unión dinástica
Los Reyes Católicos consiguieron unir bajo su monarquía la mayor parte de los
territorios de la península ibérica, excepto Portugal.
El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en 1469 supuso la
unión dinástica de ambos reinos, pero no la pérdida de su autonomía, pues los
dos reinos siguieron conservando sus propias instituciones, leyes, monedas,
aduanas, lenguas y costumbres.
b) La administración.
Para fortalecer el poder real, se reformaron los siguientes organismos:
- Los Consejos. Eran altos órganos consultivos de gobierno que se reforzaron,
sobre todo el Consejo Real o de Castilla, el cual se convirtió en el principal
instrumento de gobierno de los reyes. Las Cortes quedaron en un segundo
plano.
- El Ejército. Se hizo permanente.
- La Santa Hermandad. Estaba formada por milicias financiadas por los
municipios y se encargaban de mantener el orden y la seguridad en los
caminos.
- Las audiencias y las chancillerías (Valladolid y Granada). Eran altos
tribunales de justicia con los que se pretendía acabar con la jurisdicción
señorial.
- La Hacienda. Se reorganizó para el cobro de impuestos.
- Los municipios. Eran controlados por corregidores, funcionarios con
amplias atribuciones que representaban al poder real.
c) El sometimiento de la nobleza, clero y burgueses levantiscos.
Tenía como objetivo evitar la intromisión en los asuntos políticos. No obstante,
los nobles siguieron disfrutando de un gran poder económico e influencia
social.
d) La política religiosa.
La unidad religiosa fue considerada necesaria para garantizar la cohesión del
nuevo Estado. En 1478 se implantó en Castilla la Inquisición, para perseguir a
los judíos convertidos al cristianismo que continuaban practicando la religión
hebrea. En 1492 se decretó que los judíos que no se convirtieran al cristianismo
fueran expulsados de los reinos hispánicos.
La población musulmana del recién conquistado reino de Granada, al principio
pudo conservar sus propiedades, leyes, lengua, religión, costumbres y
vestimenta. Sin embargo, el endurecimiento de la política religiosa con el
cardenal Cisneros, que forzó las conversiones, provocó una rebelión en las
Alpujarras (1499), que fue aplastada, y tras la cual se obligó a los musulmanes a
decidir entre la emigración o la conversión. La mayoría se convirtió, pero una
gran parte de estos nuevos convertidos (moriscos) siguió practicando los ritos y
costumbres musulmanes.
1.2. Política exterior.
La política exterior de los Reyes Católicos tuvo dos objetivos prioritarios:

1
- El aislamiento de Francia mediante una política de enlaces matrimoniales
con el Imperio alemán e Inglaterra
- La expansión territorial exterior. Fernando I el Católico intervino en Italia
impulsado por las ambiciones de Francia sobre el reino de Nápoles. La
superioridad española (infantería al mando de Gonzalo Fernández de
Córdoba, el Gran Capitán) logró frenar el avance francés e imponer en Italia
la hegemonía de Fernando, que anexionó al reino de Nápoles. Castilla, por
su parte, abrió dos nuevas líneas de expansión: una hacia el norte de África
(ocupación de Melilla, Orán, Argel, Túnez y Trípoli) y otra hacia el
Atlántico (conquista de Canarias y descubrimiento de América).

2. El imperio hispánico. Carlos I y Felipe II.


2.1. El imperio cristiano de Carlos I.
a) El patrimonio de Carlos I
Carlos I nació en Gante (actual Bélgica) en 1500. Debido a la hábil política
matrimonial de sus antepasados, llegó a reunir el imperio más extenso hasta
entonces conocido. En 1506, al morir su padre, Felipe el Hermoso, Carlos I
heredó los Países Bajos y el Franco Condado. En 1516, a la muerte de Fernando
II (el Católico), su abuelo materno (y ante la incapacidad de gobernar de su
madre, Juana la Loca), se convirtió en rey de Aragón, de Sicilia, de Nápoles y de
Castilla con sus enormes dominios americanos. Finalmente, a la muerte de su
abuelo paterno, el emperador Maximiliano I, heredó las posesiones de los
Habsburgo, con Austria a la cabeza. En 1519 fue elegido emperador con el
nombre de Carlos V.
b) Política interior.
La autoridad del nuevo monarca se vio comprometida en España con las
revueltas de las comunidades y las germanías.
Los elevados que conllevaba la elección de Carlos I de España como emperador
de Alemania obligaron a este a exigir ayuda económica a las cortes castellanas y
aragonesas. Esta medida, unida a la hostilidad que provocó el nombramiento
de extranjeros traídos por el rey para ocupar cargos del gobierno de España, dio
lugar al movimiento de los comuneros en Castilla. Las comunidades se
organizar en la Junta Santa (Ávila) y recibieron el apoyo de la pequeña nobleza
y la alta burguesía urbanas y de las masas populares. La alta nobleza y el alto
clero respaldaron al bando real. El ejército comunero, dirigido por Juan de
Padilla, fue derrotado en Villalar (1521), y sus principales líderes ejecutados.
Las germanías (hermandades gremiales) protagonizaron en Valencia y Mallorca
una serie de revueltas sociales que enfrentaron a la burguesía y a los grupos
populares de las ciudades contra la nobleza. Los rebeldes terminaron siendo
sometidos por el ejército real.
Tras estas revueltas, la figura del rey quedó reforzada, pero se vio obligado a
destituir a sus consejeros extranjeros del gobierno de España.
c) Política exterior.
Se desarrolló en torno a las siguientes líneas generales:
- La tradicional oposición entre España y Francia se convirtió en una
verdadera cuestión de supervivencia para este país rodeado por las
posesiones de Carlos V. En 1521 estalló la guerra entre ambos países por el
dominio de la península italiana. Tras la derrota de Pavía, Francia cedió los
ducados de Milán y Borgoña a España. Años después la guerra se reanudó,
pero finalmente la Paz de Crepy (1544) confirmó la supremacía española en
Italia.

2
- La situación del imperio alemán, que era un mosaico de estados federados
gobernados por príncipes dependientes del emperador. La Reforma
luterana alimentó los deseos de independencia política y económica de
estos estados. La secularización de los bienes eclesiásticos por parte de los
príncipes protestantes provocó el enfrentamiento militar con Carlos V. Los
príncipes, unidos en la Liga Smalkalda, fueron derrotados por el emperador
en la batalla de Mühlberg, pero el apoyo de Francia a los príncipes alemanes
hizo fracasar finalmente la política imperial. En 1555 se firmó la Paz de
Augsburgo, por la que se concedía la libertad religiosa a los estados
alemanes. La abdicación del emperador en 1556, supuso la división del
imperio universal entre su hermano Fernando, al que legó el Imperio y los
territorios austriacos, y su hijo Felipe II, que heredó la corona de España.
- El enfrentamiento con el Imperio turco (otomano). Las tropas turcas fueron
detenidas por el ejército imperial a las puertas de Viena. En el Mediterráneo,
Carlos I consiguió una gran victoria con la conquista de Túnez (1535), pero
sufrió la derrota de Argel (1541), a consecuencia de la cual la mayor parte
del Mediterráneo se convirtió en un lago turco.
2.2. La hegemonía hispánica de Felipe II.
Felipe II estaba convencido de que el destino de la religión estaba ligado al de la
monarquía española. Su pertinaz oposición a las fuerzas no católicas estuvo
sustentada por el enorme poder del que gozó España durante su reinado.
A pesar de que Carlos I no dejó a su hijo ni los dominios austriacos ni la corona
imperial, Felipe II fue el soberano más poderoso de su tiempo. Además del
trono de España y de sus posesiones en América y Filipinas, era señor de los
Países Bajos, el Franco Condado, Milán, Nápoles y Sicilia. En 1580 se convirtió
en rey de Portugal, uniendo así los dos imperios coloniales más grandes de la
época.
a) Problemas internos.
Estos fueron los problemas internos más graves a los que tuvo que enfrentarse:
- La rebelión de los moriscos. Los moriscos se convirtieron en el enemigo
interno, ya que Felipe II temía su alianza con los turcos, por lo que les
prohibió usar su lengua y sus costumbres. Esta situación provocó la
rebelión de las Alpujarras (1568), que fue duramente reprimida y tras la
cual los moriscos fueron dispersados por los territorios de Castilla para
evitar así en un futuro cualquier intento de unión entre ellos.
- La revuelta de Aragón. Este conflicto se originó a raíz del caso Antonio
Pérez, secretario de estado de Felipe II, que fue acusado de traición y
asesinato. Pérez huyó de la justicia y se refugió en Zaragoza, donde se
acogió a los fueros (leyes) de Aragón y se convirtió en el símbolo de la
resistencia de las libertades aragonesas frente al centralismo castellano.
El rey resolvió el problema con la ocupación militar de Zaragoza, el
ajusticiamiento de Juan Lanuza, el Justicia Mayor de Aragón, y la
restricción parcial de los fueros aragoneses. Mientras tanto, Antonio
Pérez huyó al extranjero.

b) Política exterior.
Los comienzos de la política exterior de Felipe II estuvieron tutelados por
Carlos I, que vivió lo suficiente para conocer la derrota francesa en la batalla en
la batalla de San Quintín (1557).
Este hecho constituyó el triunfo definitivo de España sobre Francia, y la
renuncia de esta a los territorios italianos mediante la firma de la Paz de
Cateau-Cambresis (1559).

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La política exterior de Felipe II se desarrolló en los siguientes frentes.
- El imperio turco. El rey español se alió con Venecia y con el papa Pío V
en la Santa Liga contra los turcos, que habían reconquistado Túnez y
Chipre y habían puesto sitio a Malta.
La victoria de la Santa Liga en Lepanto (1571) creó la ilusión de que el
poder turco se había roto. Sin embargo, la consecuencia de estos
enfrentamientos fue el reparto del Mediterráneo entre el Imperio turco
(cuenca oriental) y España (cuenca occidental).
- Los Países Bajos e Inglaterra. En los Países Bajos, la confluencia de
intereses entre la nobleza del sur católica, agrupada en la Unión de
Arras, y la burguesía del norte, protestante, coligada en la Unión de
Utrech, desencadenó una larga guerra contra España. El apoyo de
Inglaterra a los rebeldes del norte (holandeses) a partir de 1580 fue
decisivo.
La reina Isabel I de Inglaterra se convirtió en la principal oponente de la
política de Felipe II, quien intentó invadir Inglaterra, pero la armada
española (Armada Invencible) naufragó frente a las costas inglesas en
1588. Como consecuencia de este enfrentamiento se consolidó la
independencia de las Siete Provincias Unidas del norte (Holanda).
- Las guerras de religión en Francia. En la segunda mitad del siglo XVI
Francia vivió una crisis debido a las guerras de religión que enfrentaron
a los hugonotes (protestantes franceses) y a los católicos, quienes
contaron con el apoyo de Felipe II.

3. Reforma y Contrarreforma.
3.1. La Iglesia antes de la Reforma.
Desde finales de la Edad Media existía una situación de malestar en la Iglesia.
Algunas capas de la sociedad criticaban:
- La compra de cargos eclesiásticos (Simonía), ya que muchos
compradores carecían de vocación religiosa y sólo buscaban un
beneficio económico.
- La prohibición de la vida sexual del clero (Nicolaismo), que no podían
casarse.
- El favoritismo de los papas y de los obispos hacia sus familiares
(Nepotismo).
- El lujo y la riqueza exagerados con el que vivían las altas jerarquías
eclesiásticas.
- Las indulgencias, documento que emitía el papado por el que se
compraba el perdón de los pecados.
El movimiento reformador fue iniciado en Alemania por Martin Lutero, monje
agustino que en 1517 expuso 95 tesis en contra de ciertos aspectos de la doctrina
católica. Tres años más tarde, el papa León X rechazó las propuestas reformistas
y excomulgó a Lutero.
A partir de entonces, el cristianismo se dividió en tres grandes ramas: la
ortodoxa u oriental, la católica o romana, y la protestante o reformista.
3.2. La Reforma protestante.
Las ideas básicas del pensamiento luterano son la salvación por la fe y la
relación directa del cristiano con Dios. De ellas se derivan todas las demás
características del pensamiento reformista:
- La salvación por la fe implica que el hombre no es libre para salvarse o
condenarse, sino que se salva porque Dios quiere, sin que pueda hacer
nada por conseguir la salvación por sus propios méritos.

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- La relación directa del cristiano con Dios significa que entre este y la
persona no se interpone nada ni nadie, lo que supone el sacerdocio
universal, es decir, que todos los creyentes puedan asumir el papel de
sacerdotes.
- La libre interpretación de la Biblia es una consecuencia de lo anterior,
puesto que según Lutero, todo lo que hay que saber se contiene en las
Sagradas Escrituras. Lutero rechaza así el magisterio de la Iglesia que,
para los católicos, es la que debe interpretar el contenido de la Biblia.
- Lutero sí aceptó el Bautismo y la Eucaristía como únicos sacramentos,
pues el propio Jesucristo los había practicado, rechazando los demás tal
y como los entendía el catolicismo. A su vez, suprimió el culto a la
Virgen y a los santos y simplificó la liturgia.
La Reforma protestante se extendió por Alemania, Holanda, países nórdicos y
centro de Europa.
3.3. Otros movimientos reformadores.
Siguiendo el ejemplo luterano, aparecen otros movimientos reformadores en
Europa:
- Ulrich Zwinglio. Sacerdote suizo seguidor de Erasmo que, en la ciudad
de Zurich propugnó una reforma de la Iglesia que suprimiera las
imágenes religiosas, los conventos y el celibato de los eclesiásticos.
- Enrique VIII de Inglaterra. Se separó de Roma al negarle el Papa
Clemente VII la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón.
Esta ruptura se consumó cuando en 1534 se promulgó el Acta de
Supremacía, que convirtió al soberano en la máxima autoridad de la
Iglesia anglicana y estipuló la secularización de los bienes eclesiásticos.
- Juan Calvino. Sacerdote francés que difundió en su país la doctrina de
Lutero y reformó la Iglesia en Ginebra. Su doctrina se basaba en la
predestinación, según la cual todos los seres humanos tenían prefijado
su destino (la salvación o la condena) por Dios. Los signos de que
alguien estaba predestinado serían la fe, junto con una vida devota y
austera. El calvinismo se extendió por el oeste de Alemania, Escocia
(puritanos), Países Bajos y Francia (hugonotes).
3.4. La Contrarreforma.
La Iglesia católica reaccionó ante la crisis religiosa y el avance del
protestantismo con el desarrollo de un movimiento renovador denominado
Contrarreforma. El Concilio de Trento (1545-1563) fue convocado por el papa
Paulo III para solucionar el problema protestante. En él se adoptaron las
siguientes decisiones:
- Se definieron los dogmas de fe. Se ratificó el valor de las buenas obras
para obtener la salvación, así como la importancia de los sacramentos,
culto a la Virgen y a los santos. Se determinó que la verdadera fuente de
revelación era la traducción de la Biblia realizada por San Jerónimo, más
conocida como Vulgata.
- Se consolidó la autoridad papal frente a los concilios, lo que supuso la
centralización de la organización de la Iglesia.
- En cuanto a la disciplina eclesiástica, se obligaba a los obispos a residir
en sus diócesis, se prohibió la acumulación de cargos y se crearon
seminarios para formar adecuadamente a los sacerdotes.
La Contrarreforma tuvo su principal representante en Ignacio de
Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (1540). Los jesuitas fueron los
principales propagadores de la doctrina del Concilio de Trento a través
de la predicación y de la creación de instituciones dedicadas a la

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enseñanza. La rígida disciplina jesuita y la cuidadosa preparación de los
miembros de esta orden religiosa la convirtieron en uno de los
instrumentos más adecuados para la defensa del catolicismo frente al
protestantismo.

La España del siglo XVII; los Austrias menores.

1. La monarquía española y sus problemas.


1.1. Los límites del Imperio.
En el siglo XVII España era un estado complejo, pues estaba formado
por un conjunto de territorios que poseían instituciones, leyes y lenguas
diferentes, aunque tenían un mismo rey. Este imponía unas normas generales
de gobierno, pero gobernaba cada territorio según sus leyes.
Durante estos años, la monarquía hispánica continuaba siendo una gran
potencia internacional, que poseía numerosas y estratégicas posiciones en
Europa, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Milán, los Países Bajos, etc. Y extensos
territorios en su vasto imperio colonial.
A comienzos de este siglo alcanzó su mayor superficie. Las colonias
españolas en América se extendían desde el sur de los actuales Estados Unidos
hasta el extremo meridional del continente, incluyendo el archipiélago de las
Antillas. También estaba bajo el control de los Austrias españoles las costas de
la India y algunos enclaves del sudeste asiático, como el archipiélago de
Filipinas.
La unión temporal de las coronas de España y Portugal (1580-1640) fue
válido solo para los territorios peninsulares, y no para las colonias, aunque sus
efectos fueron de diversos tipos. Entre ellos destaca la intensificación de las
posturas hostiles de Francia, Inglaterra y Holanda contra el mundo colonial
hispano – portugués. Esto obligó a mantener una política internacional muy
activa, donde funcionaban las alianzas y rivalidades.

1.2. Las dificultades demográficas.


En el siglo XVII la población sufrió un importante descenso, pasando de
ocho a seis millones de habitantes. España se convirtió entonces en uno de los
países europeos con menos densidad de población.
Las causas del continuo descenso de la población a lo largo de la
centuria fueron varias:
- Las grandes epidemias de peste que, junto a las malas cosechas, al
hambre y a las pésimas condiciones higiénicas, asolaron la
península, provocando aproximadamente 1.500.000 víctimas.
- La expulsión de los moriscos (1609 – 1611) durante el reinado de
Felipe III, que significó la pérdida de unas 300.000 personas.
- La fuerte inmigración a América.
- Las continuas guerras.
1.3. Los problemas económicos.
Durante estos años, los gastos de la monarquía fueron siempre
superiores a sus ingresos, ya que tenía que atender a numerosos pagos: elevado
número de funcionarios y consejeros, ejércitos y campañas militares,
desplazamientos, costosas fiestas en la corte, etc.
Para resolver el problema que ello suponía se recurrió durante mucho
tiempo a los préstamos. Sin embargo, con la llegada de tiempos difíciles, la

6
situación empeoró y la crisis de la hacienda real se agudizó, convirtiéndose en
uno de los problemas más graves a los que hubo de hacer frente el gobierno.
Durante el reinado de Felipe IV se produjeron largas y numerosas
guerras, que necesitaron de grandes recursos económicos. Para conseguir el
dinero necesario, los gobernantes elevaron los impuestos existentes t crearon
otros nuevos. Estas medidas, impuestas en un país que perdía habitantes,
tuvieron como consecuencia la extensión de la pobreza y la aparición de
distintos movimientos de protesta en Vizcaya (motín de 1631), Cataluña
(rebelión de los segadores), Andalucía, Aragón y Navarra.

1.4. Los monarcas del siglo XVII.


A lo largo del siglo se sucedieron en España los reinados de Felipe III
(1598 – 1621), Felipe IV (1621 – 1665) y Carlos II (1665 – 1700), finalizando con
este último reinado la dinastía de los Austrias.
En el transcurso de estos años la monarquía española se transformó de
autoritaria en absoluta. Así, las Cortes perdieron la importancia que habían
tenido durante el siglo anterior, mientras que los reyes concentraron el poder en
sus manos.
Sin embargo, los monarcas del siglo XVII tuvieron una personalidad
más débil que la de sus antecesores, delegando al gobierno en validos (personas
que gozan de la amistad y confianza del rey, y por ello tiene acceso al poder.
Esta figura es típica del siglo XVII español. En España aparecieron con Felipe III
y Felipe IV, y ejercieron una gran influencia en el gobierno), que lo ejercieron en
su nombre. Fue el caso de los duques de Lerma y de Uceda en el reinado de
Felipe III, o del conde – duque de Olivares en el de Felipe IV.
El carácter absoluto de la monarquía chocó con los derechos, sobre todo
de tipo fiscal, contenidos en los fueros de algunos territorios peninsulares que
integraban España.

 Felipe III.
Felipe III tenía veinte años cuando se convirtió en rey en 1598.
Despreocupado de la política y aficionado a las fiestas cortesanas, desde el
principio optó por confiar sus asuntos de Estado al duque de Lerma, sin
embargo, este carecía de un programa político coherente, y dedicó sus esfuerzos
a promover sus intereses personales.
En política interior hubo tres hechos que destacaron:
- En 1609 Felipe III decretó la expulsión de los moriscos de los reinos
peninsulares. Durante los últimos cuarenta años, la minoría morisca,
diseminada en Castilla pero muy concentrada en los reinos de
Aragón y Valencia, había permanecido impermeable a los intentos
de cristianización de las autoridades civiles y eclesiásticas habían
emprendido. El aislamiento, el mantenimiento de sus costumbres, su
crecimiento demográfico superior al de los cristianos y las sospechas
de su permanente contacto con los piratas berberiscos fueron
exacerbando el odio y preparando el terreno.
Se organizó una vasta operación naval consistente en transportar a
los moriscos al norte de África. El decreto se ejecutó primero en el
reino de Valencia, en donde estaban más concentrados. Luego se
extendió al de Aragón, para finalmente aplicarse en los demás
reinos.
La expulsión afectaba a todos. De nada sirvieron sus protestas, en
Valencia se produjeron dos intentos de rebelión que fueron

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aplastados. Se calcula que salieron de la península entre 275.000 y
400.000 moriscos.
Las repercusiones fueron escasas en Castilla, pero muy graves en
Valencia y Aragón. Los moriscos representaban un tercio de la
población valenciana y una quinta parte de la aragonesa. La mayoría
eran campesinos en los señoríos. La nobleza protestó por la pérdida
de una mano de obra hábil y dócil, pero la corona se limitó a
compensarle con la entrega de los bienes de los expulsados. Se tardó
mucho en repoblar las tierras, a causa del vacío demográfico y sobre
todo por la dureza del régimen señorial.
- La corrupción administrativa, que se hizo general y dio lugar a la
compra de cargos y al desgobierno causado por la poca capacidad de
los validos.
- Cambio de capital a Valladolid. La corte de Felipe III estaba llena de
fiestas, corridas de toros y actos semejantes que carecían de seriedad.
Se traslada la corte a Valladolid donde las fiestas van en aumento,
con el objetivo de mantener distraído al rey.
La política exterior del reinado estuvo presidida por la pacificación.
La guerra contra Inglaterra estaba bloqueada: ni españoles ni ingleses
estaban en situación de derrotar al enemigo. En 1604 el Tratado de
Londres puso fin a veinte años de guerra.
Frente a las Provincias Unidas la monarquía hispánica mantenía su
superioridad militar, y aún se obtuvieron algunos éxitos importantes.
Pero no pudieron aprovecharse por la falta de fondos, que paralizaba el
avance cada vez que se disponía de ventaja frente al enemigo y
provocaba el amotinamiento de las tropas. Además, en el mar eran los
holandeses quienes tenían la iniciativa. Finalmente, se iniciaron
negociaciones, y en 1609 se firmó la Tregua de los Doce Años, que
significaba el reconocimiento diplomático del Estado holandés. En
realidad, la negociación la había forzado el agotamiento de la Hacienda.

 Felipe IV.
En 1621 Felipe IV fue proclamado rey a la muerte de su padre. El nuevo
monarca entregó desde el principio la dirección del gobierno a su propio
favorito, el conde – duque de Olivares, quien actuó durante veinte años en
plena armonía con el rey, sin apenas discrepancias.
- Política interior.
El Conde-duque era partidario de un mayor centralismo, en esta
línea plantea que todos los reinos españoles contribuyan
económicamente en la misma medida que Castilla a los gastos de
las guerras. Estas ideas están contenidas en la Unión de Armas,
decreto en el que se refleja cual tiene que ser la aportación de los
distintos reinos. El choque con estas ideas se produjo con una
gran violencia en Cataluña. Las Cortes Catalanas se niegan a
pagar más dinero en la guerra contra Francia (guerra que había
estallado en 1635), el Conde-duque como respuesta decide llevar
la guerra contra Francia a Cataluña para así involucrar a los
catalanes. Según las costumbres de la época los campesinos
debían acoger en sus casas y alimentar a los soldados, este
contacto fue nefasto y provocó muchos roces y enfrentamientos
entre el ejército y la población civil, el levantamiento más radical
se produjo el 7 de junio de 1640, los segadores mataron al virrey

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Santa Coloma en el llamado Corpus de Sangre y estalló una
guerra contra el rey. La guerra acabó en 1652 cuando Felipe IV
entra en Barcelona. El rey se portó de forma magnánima con los
rebeldes y no hubo represalias. En el transcurso de la contienda
los rebeldes llegaron a ofrecer Cataluña a Richelieu, regente de
Francia.
Motines y tentativas de este calibre se multiplicaron por
todos los reinos, entre ellos destaca el Motín de la Sal en
Vizcaya; el intento secesionista de Andalucía, territorio donde
en 1641 duque de Medina Sidonia quiso proclamarse rey; del
duque de Híjar de proclamarse rey de Aragón; graves
levantamientos en Nápoles y Sicilia... De todos estos
levantamientos el único que triunfó fue el de Portugal. Ante la
grave situación en Cataluña, Olivares pide tropas a Portugal, los
portugueses se niegan y se rebelan proclamando rey al duque de
Braganza con el nombre de Juan IV, el levantamiento cuenta con
el apoyo de Francia, Holanda e Inglaterra. España reconoció la
independencia de Portugal en 1668 por el Tratado de Lisboa, ya
durante el reinado de Carlos II.
- Política exterior.
La política exterior de España se caracterizó por tener que
enfrentarse a la tenaz oposición francesa de dos reyes, Luis XIII y
Luis XIV, y dos políticos, Richelieu y Mazarino.
España se ve envuelta en la Guerra de los Treinta Años (1618 –
1648), originada por las luchas entre católicos y protestantes dentro
del imperio alemán, que terminó convirtiéndose en una guerra
europea con la implicación de Inglaterra, Dinamarca, Suecia y
Francia en apoyo de los protestantes y en contra del emperador
católico, que a su vez, fue apoyado por España y Portugal.
Los acuerdos de Westfalia en 1648, pusieron fin a este conflicto,
y sus consecuencias más importantes fueron:
- Reconocimiento de los derechos y posesiones adquiridos por los
protestantes en el Imperio alemán y tolerancia religiosa, que acabó
con las guerras de religión.
- España admitió la independencia y soberanía de las Provincias
Unidas del Norte (Holanda).
- Suecia se convirtió en la potencia hegemónica entre los países del
mar Báltico.
- Francia adquirió territorios (como, por ejemplo, Alsacia) a costa del
Imperio alemán.
- Pérdida de la hegemonía de las Habsburgo en Europa y comienzo de
la hegemonía francesa.
- La guerra entre Francia y España continuó hasta la Paz de los
Pirineos (1659), en la que España perdió los territorios catalanes del
Rosellón y la Cerdaña, a favor de Francia.

 Carlos II.
La sucesión de Felipe IV fue un problema, pues el único hijo que le
sobrevivió, Carlos II, era menor de edad y tenía unas evidentes limitaciones
psicológicas que le incapacitaban para el gobierno. Su madre, Mariana de
Austria, gobernó durante su minoría de edad (1665 – 1675) confiando en nuevos

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validos: el padre Nithard y más tarde en Fernando Valenzuela, un ambicioso
miembro de la baja nobleza.
- Política interior.
El panorama no mejoró después de que Carlos II alcanzara la
mayoría de edad, ya que el monarca empieza a ofrecer frecuentes
muestras de enajenación mental. Mientras tanto, la situación en Castilla
era escasamente esperanzadora: despoblación, empobrecimiento de la
población, prolongados períodos de hambrunas, ruina de la agricultura
y desarticulación de una buena parte del escaso tejido industrial
existente.
Todo ello, unido a la sangría de las guerras, provocaría continuas
devaluaciones de la moneda, que alcanzarían su punto culminante con
la radical deflación de 1680 y la caída de la actividad económica de la
década posterior. En nada contribuyeron a mejorar esta situación los
personajes encargados de los asuntos de gobierno como Juan José de
Austria (1677-1679) o el Duque de Medinaceli (1679-1685). Solamente el
Conde de Oropesa (1685-1691) realizó una política firme de reducción de
impuestos y contención del gasto público, siguiendo el ejemplo de
Colbert, el ministro francés de Luis XIV.

- Política exterior.
El reinado estuvo marcado por el desinterés en los problemas
europeos y la preocupación por mantener el control del Mediterráneo
occidental y la carrera de Indias. La debilidad militar, sin embargo, fue
aprovechada por la Francia de Luis XIV, que a lo largo de todo el
periodo emprendió una política agresiva encaminada a ampliar sus
dominios.
Cuatro guerras sucesivas con Francia obligaron a España a ceder
buena parte de sus territorios, dejando aislados a los Países Bajos. En los
años finales, incluso Cataluña fue atacada. Pero la monarquía española
contó con el apoyo de Inglaterra y Holanda, que no aceptaban la
expansión francesa, lo que, unido al interés de Francia en la sucesión
española, permitió que en la Paz de Ryswijk (1697) Luis XIV devolviera
buena parte de sus conquistas.
De hecho, los últimos años del reinado están presididos por las
tensiones suscitadas por el problema sucesorio. La imposibilidad de
Carlos II de tener un heredero multiplicó el interés de las cortes
europeas por la Corona española. No solo estaba en juego el conjunto de
los reinos peninsulares y las posesiones en Italia y los Países Bajos, sino
también el imperio colonial.

 La Guerra de Sucesión (1700 – 1713).


En 1679 cuando contaba con 18 años de edad, Carlos II se casó en
primeras nupcias con María Luisa de Orleans, hija del Duque Felipe de
Orleans. hermano de Luis XIV. La Reina murió en 1689 y ese mismo año,
aunque no se hizo efectivo hasta 1690, se concertó el segundo matrimonio del
monarca con Mariana de Neoburgo, hija de Felipe Guillermo del Palatinado,
Duque de Neoburgo. Carlos II no tuvo descendencia con ninguna de sus dos
mujeres, dando lugar al problema sucesorio que trajo como consecuencia el
final de la dinastía de los Austrias españoles.
A partir de 1697, dos candidaturas se disputaban el trono: la del
archiduque Carlos de Habsburgo y la de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y

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candidato borbónico. Carlos II moría en noviembre de 1700, un mes después de
firmar un testamento que dejaba la Corona al segundo de ellos.
La llegada de las Borbones al trono español no fue fácil. Inglaterra,
Holanda, Portugal y el emperador de Alemania se oponían a la formación de
un poderoso bloque borbónico hispano – francés a ambos lados de los Pirineos,
pues esto rompería el equilibrio entre las potencias europeas, situando a Francia
en una posición privilegiada. Por ello, estas potencias firmaron en 1701 la
Alianza de La Haya, apoyando la candidatura del archiduque Carlos de
Austria al trono español. Se inició entonces la llamada guerra de Sucesión
española, que tuvo escenarios paralelos en Europa y en la Península, donde
Castilla era partidaria del candidato borbónico, mientras que Aragón apoyaba
al austriaco, temiendo el centralismo político característico de los franceses.
Las batallas principales fueron las de Almansa (1707), que cambió el
rumbo de la guerra permitiendo a Felipe V recuperar sucesivamente los reinos
de Valencia y Aragón, y Villaviciosa (1710), victorias que dejaron el territorio
de los Habsburgo circunscrito a Cataluña.
En 1711, la muerte del emperador José I de Austria hizo que el
archiduque Carlos heredara el trono de Austria. Ninguna potencia europea
deseó entonces que el archiduque accediera también a la Corona española, por
lo que decidieron firmar la paz. Se firmaron así las paces de Utrech (1713) y
Rastatt (1714), en las que se reconoció internacionalmente a Felipe V como rey
de España y de las Indias. A cambio, tuvo que renunciar a la Corona francesa y
ceder territorios europeos de la Corona española a Austria (Países Bajos y
posesiones en Italia), Inglaterra (Gibraltar y Menorca, y además consiguió el
asiento de negros - el monopolio de la venta de esclavos en América -, y el
navío de permiso - derecho de enviar anualmente un gran galeón con
manufacturas para ser vendidas en las colonias españolas - ).
España había perdido su antiguo imperio, convirtiéndose a partir de
entonces en una potencia de segundo orden dentro del continente europeo.

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