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Tema 9

Las cuentas anuales de las sociedades de capital deben formularse en tres meses, someterse a auditoría si superan ciertos umbrales, y aprobarse en la junta general ordinaria. Tras la aprobación, la junta decide la aplicación del resultado, destinando legalmente parte de los beneficios a reservas y pudiendo reconocer dividendos si el patrimonio neto supera al capital social.

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Tema 9

Las cuentas anuales de las sociedades de capital deben formularse en tres meses, someterse a auditoría si superan ciertos umbrales, y aprobarse en la junta general ordinaria. Tras la aprobación, la junta decide la aplicación del resultado, destinando legalmente parte de los beneficios a reservas y pudiendo reconocer dividendos si el patrimonio neto supera al capital social.

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TEMA IX: LAS SOCIEDADES DE CAPITAL (IV). CUENTAS ANUALES.

MODIFICACIÓN DE ESTATUTOS. MODIFICACIONES ESTRUCTURALES.


DISOLUCIÓN, LIQUIDACIÓN Y EXTINCIÓN

1. Las cuentas anuales

1.1. Documentación contable

Las cuentas anuales tienen la finalidad de dar una imagen fiel del patrimonio, la
situación financiera de la compañía y el resultado. A tal efecto, el régimen de contabilidad
del empresario establece la obligatoriedad de una serie de documentos sobre los que se
han hecho las consideraciones oportunas en un tema anterior. Con todo, aquí procede
realizar algunas indicaciones sobre las especialidades en materia de sociedades de capital.
Con carácter general, debe ponerse de manifiesto que la regulación en la materia se
encuentra en los preceptos generales del Código de Comercio (art. 39-49 CCom), así
como en los arts. 253 y ss. LSC y en el Plan General Contable (Real Decreto 1514/2007).
A ello se añaden las normas internacionales de contabilidad y de información financiera,
que inspiran algunos de estos extremos. El objetivo de la elaboración de las cuentas es
fundamentalmente la tutela de los acreedores, de los socios y del estado por razones
fiscales.
Las cuentas anuales están integradas por cinco documentos, a saber, el balance, la
cuenta de pérdidas y ganancias, la memoria, el estado de cambios en el patrimonio neto
y el estado de flujos en efectivo. Su concepto ya ha sido expuesto al tratar el estatuto
jurídico del empresario. Cabe realizar, con todo, algunas indicaciones sobre el contenido
de la memoria, desarrollado en el art. 260 LSC para las sociedades capitalistas. En
concreto, en este componente de las cuentas anuales debe darse cuenta de las
participaciones en otras sociedades, de la valoración de activos, de las clases de acciones,
de las deudas a largo plazo y las garantías utilizadas, de los empleados y de las
remuneraciones de los administradores, entre otras cuestiones.
Estos documentos pueden ser presentados en forma plena o abreviada. Los arts. 257 y
258 LSC establece una serie de criterios, centrados en la cifra de negocios, la del activo
y la de trabajadores para determinar una serie de situaciones. En la primera, es posible
elaborar la cuenta de pérdidas y ganancias de manera abreviada. En la segunda, es posible
elaborar el balance y el estado de cambios en el patrimonio neto de manera abreviada. En

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este segundo supuesto, no debe elaborarse ni el estado de flujos en efectivo ni el informe
de gestión.
Además de las consideraciones anteriores, debe tenerse en cuenta, cuando proceda, el
informe de gestión. En este documento se da cuenta de la evolución de os negocios de la
sociedad. En particular, en él deben analizarse los riesgos e incertidumbres y la evolución
previsible de la marcha de la actividad empresarial (art. 262 LSC).
Finalmente, las sociedades que tengan el control sobre otras de conformidad con el art.
42 CCom deben formular cuentas consolidadas. El control se presume, de conformidad
con lo indicado en el citado precepto, cuando se tiene una mayoría de los votos en la junta
general o cuando es posible nombrar a la mayoría de los miembros del órgano de
administración. Con todo, esto no será necesario cuando no se superen determinados
umbrales de cifra de activo, de negocios y de trabajadores.

1.2. Formulación, auditoría, aprobación y depósito de las cuentas anuales. Aplicación


del resultado

Desde el final del ejercicio contable, las cuentas anuales y la aplicación del resultado
pasan por una serie de fases. En primer lugar, en el plazo de tres meses desde ese
momento, el órgano de administración debe proceder a su formulación (art. 253 LSC).
Esta actividad incluye la elaboración de las cuentas anuales, del informe de gestión y de
la propuesta de aplicación del resultado. A ello se añade, por lo demás, cuando sea
procedente, la elaboración de las cuentas consolidadas.
En segundo lugar, las cuentas deben ser sometidas a verificación por un auditor de
cuentas (auditoría). Esto tiene lugar en las compañías que superan determinados
umbrales. En concreto, no estarán obligadas a someter las cuentas a auditoría las
sociedades que durante dos ejercicios consecutivos reúnan dos de los tres siguientes
requisitos. Éstos son, respectivamente no superar 2,85 millones de euros en activos, no
exceder 5,7 millones de cifra de negocios y no tener más de 50 trabajadores (art. 263
LSC). No obstante, las cuentas pueden ser voluntariamente sometidas a verificación y, en
todo caso, de conformidad con el art. 265, la minoría que cuente con al menos el 5% del
capital social podrá solicitarla, con cargo a la compañía. En tales casos, podrá requerirse
también que el nombramiento del auditor tenga lugar por el Registro Mercantil.
El auditor es un sujeto externo que, salvo en los casos de nombramiento registral, elige
la compañía y cuenta con una relación con ésta de entre tres y nueve años que puede ser

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renovada. La actuación del auditor debe ser independiente y seguir las indicaciones
establecidas en la LAC. En caso de que sea la compañía quien lo nombre, el órgano
competente es la junta general (art. 264 LSC). El auditor podrá ser revocado en caso de
concurrir justa causa (art. 266 LSC). El informe que debe elaborar el sujeto indicado tiene
que ser realizado en el plazo de un mes como mínimo (art. 270 LSC). Éste podrá ser
favorable, desfavorable, con salvedades o denegarse en caso de que no se tenga suficiente
información para su emisión (art. 269 LSC). El análisis deberá considerar las cuentas
anuales y el informe de gestión y deberá establecer si hay una correspondencia entre la
documentación y la realidad, esto es, si en ellas se muestra la imagen fiel del patrimonio,
de la situación financiera y de los resultados de la sociedad.
En tercer lugar, las cuentas anuales deben ser aprobadas. Esto deberá tener lugar en la
junta general ordinaria, que deberá celebrarse dentro de los primeros seis meses del
ejercicio siguiente al de las cuentas (art. 164 LSC). Para ello, debe tenerse en cuenta que
la convocatoria de la sesión del órgano de los socios debe cumplir con los requisitos y
plazos establecidos en el art. 173 LSC, esto es, deberá realizarse con al menos un mes de
antelación en las sociedades anónimas y de quince días en las de responsabilidad limitada.
Respecto de las cuentas, se podrá ejercitar el derecho de información en el sentido de los
arts. 196 y 197 LSC. Además, en el caso de las sociedades de responsabilidad limitada,
si la minoría contara con el 5% del capital social, podrá requerirse la consulta de la
documentación utilizada para la elaboración de las cuentas anuales de conformidad con
el art. 272.3 LSC. Si se incumple alguna de estas pautas, la decisión de la junta general
puede ser impugnada en los términos del art. 204 LSC.
Para la constitución y la celebración de la junta general deberán tenerse en cuenta las
pautas sobre el quorum (art. 193 LSC) en la sociedad anónima. Además, el acuerdo deberá
aprobarse o rechazarse, no siendo posible una situación intermedia. Para ello basta con la
mayoría simple según las reglas contenidas en los arts. 198 y 201 LSC respecto de cada
tipo social.
En la junta general en la que se aprueben las cuentas anuales también deberá tomarse
una decisión sobre la propuesta de aplicación del resultado realizada por los
administradores. A tal efecto, en primer lugar, deberán tenerse en cuenta las siguientes
reglas. Primero, en caso de haber pérdidas, éstas deberán ser compensadas con las
reservas o mantenerlas en caso de que no haya (art. 274 LSC). Segundo, si hay beneficios,
deberá destinarse el 10% del beneficio a incrementar la reserva legal hasta que alcance el
20% del capital social (art. 274 LSC). Tercero, en caso de haber alguna indicación en el

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texto fundacional sobre reserva estatutaria, deberá destinarse la parte correspondiente a
ella. Cuarto, si hubiese acciones o participaciones sin voto o ventajas de fundadores,
deberá abonarse el dividendo privilegiado (art. 95.2 LSC). Quinto, el remanente podrá
destinarse al reconocimiento de un dividendo o, por el contrario, reinvertirse mediante su
destino a reservas libres o voluntaria. Si el patrimonio neto no es superior al capital social,
no pueden repartirse dividendos. Los beneficios deberán destinarse a compensar pérdidas
de ejercicios anteriores.
El acuerdo de aprobación de las cuentas anuales es distinto del de aplicación del
resultado, pero existe una cierta relación entre ambos. En caso de reconocer dividendos,
deben tenerse en cuenta algunas cuestiones. Se trata, como se ha puesto de manifiesto en
un tema anterior, de un derecho económico. Su percepción, con todo, no es obligatoria,
en la medida en que el reparto de ganancias es un derecho abstracto. El crédito a favor
del socio y en contra de la sociedad sólo surge si se reconoce el dividendo. El acuerdo de
no reparto sólo podrá ser impugnado si es abusivo, esto es, si, al tiempo, el socio
mayoritario recibe emolumentos especialmente elevados por otra vía. En este sentido,
podrá acudirse a la regla sobre los acuerdos abusivos del art. 204.1.II LSC, así como a los
adoptados en abuso de derecho (art. 7.2 CC). Igualmente, en supuestos en los que durante
cinco ejercicios no se hubiesen repartido dividendos y el socio hubiese votado a favor,
éste tendrá un derecho de separación en el sentido del art. 348bis LSC.
El reparto de los dividendos se hará en proporción al capital desembolsado en la
sociedad anónima (art. 275 LSC) y al suscrito en la de responsabilidad limitada. También
es posible el pago de dividendos a cuenta (art. 277 LSC). Se trata de una fórmula para
lanzar una señal de estabilidad al mercado, lo que puede ser habitual en sociedades
cotizadas. Esto es posible si hay liquidez suficiente y no puede excederse lo que se
hubiese obtenido en el último ejercicio.
Finalmente, en cuarto lugar, debe procederse al depósito y publicidad de las cuentas
anuales. Éstas deben acceder al Registro Mercantil, lo que debe tener lugar en el plazo de
un mes desde su aprobación (art. 279 LSC). El registrador mercantil deberá proceder a su
calificación en el plazo de quince días. Tras ello, las cuentas deberán ser mantenidas
durante seis años (art. 280 LSC). Si no se efectúa el depósito, se dan dos consecuencias
para la compañía. Por un lado, puede imponerse una sanción pecuniaria (art. 283 LSC) y,
por otro, se produce el cierre registral. En este sentido, no es posible inscribir ningún acto
en la hoja de la sociedad, salvo los que tengan carácter negativo, como los ceses de los

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administradores. Las cuentas podrán ser accedidas tanto de manera física, como
telemática (art. 281 LSC).

2. Modificación de estatutos

2.1. Requisitos de las modificaciones estatutarias

Con el transcurso del tiempo, puede ocurrir que la realidad de la compañía y de su


entorno cambie, lo que puede exigir la modificación de las indicaciones realizadas en los
estatutos en origen. Desde este punto de vista, pueden realizarse reformas en cualquier
aspecto establecido en el referido texto. Para ello, la legislación de sociedades de capital
establece toda una serie de reglas que disciplinan este tipo de actuaciones (arts. 285 y ss.
LSC). Con carácter general, puede decirse que éste incorpora exigencias documentales y
de mayorías reforzadas. A ello se añaden los consentimientos especiales de los arts. 291
y ss. LSC cuando se afectan determinados derechos. Igualmente, en ciertos casos en los
que se cambian aspectos fundamentales de la compañía o de su actividad, se concede un
derecho de separación a los socios (arts. 346 y ss. LSC). Finalmente, la sociedad está
siempre limitada por las restricciones a la autonomía estatutaria del art. 28 LSC. En este
sentido, no es posible contravenir la legalidad imperativa ni los principios configuradores
del tipo social.
Con carácter general, los requisitos para realizar una modificación estatutaria son los
siguientes. Primero, quienes propongan el cambio deberán redactar la modificación y
explicar la causa que justifique la reforma (art. 286 LSC). Segundo, deberá convocarse la
junta general. En ella deberá darse conocimiento del proyecto de modificación y explicar
su naturaleza y alcance (art. 287 LSC). Tercero, los socios tendrán derecho a consultar el
texto íntegro de la modificación (art. 287 LSC). Cuarto, para la constitución y celebración
de la sesión del órgano de los socios será necesario cumplir con los requisitos de quorum
reforzado del art. 194 LSC en la sociedad anónima. Esto implica que en primera
convocatoria asista al menos el 50% del capital social y, en segunda, como mínimo, el
25%. Si hubiese un quorum estatutario superior, deberá atenderse la indicación
correspondiente. La adopción del acuerdo de modificación de los estatutos tendrá lugar
con la mayoría reforzada. En el caso de la sociedad anónima, será absoluta o de dos tercios
de los socios presentes en la reunión dependiendo del porcentaje de los que asistan (art.
201 LSC). Cuando se trate de una sociedad de responsabilidad limitada, será necesaria la

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mayoría absoluta del capital social (art. 199.a) LSC). Quinto, el acuerdo deberá ser
elevado a público y la escritura correspondiente inscrita en el Registro Mercantil (art. 290
LSC). El cambio será oponible a terceros desde su publicación en el BORME.

2.2. Supuestos especiales. Tutela de los socios

Como se ha puesto de manifiesto, en algunos casos, la tutela de los socios exige la


consideración de reglas específicas para determinadas modificaciones estatutarias. Es el
caso, en primer lugar, de los cambios que den lugar a nuevas obligaciones o que
modifiquen los derechos de los socios. En estos casos, será necesaria la anuencia de los
socios afectados (arts. 291 y 292 LSC).
En segundo lugar, cuando la modificación de los estatutos tenga como consecuencia
una alteración de los derechos de una clase de acciones, será necesario que, junto a la
mayoría de la junta general, también haya una mayoría de la junta especial. En esta última
se encuentran los socios de la clase de acciones que se vea afectada (art. 293 LSC). La
constatación de esta mayoría tendrá lugar durante la misma sesión del órgano de los
socios (art. 287 LSC).
En tercer lugar, cuando se produce una modificación de la libre transmisibilidad de las
acciones nominativas y de las participaciones sociales, existen algunas reglas que
considerar. En la sociedad anónima, quien votó en contra de la reforma estatutaria no se
ve afectado en los primeros tres meses posteriores (art. 123.1 LSC). En sede de sociedad
de responsabilidad limitada, el socio puede separarse de la compañía (art. 346 LSC).
En cuarto lugar, cuando la modificación consiste en una sustitución del objeto social
o en una modificación sustancial, los que no votaron a favor tendrán derecho de
separación (art. 346 LSC). Esta referencia fue modulada con ocasión de la Ley 25/2011.
Con anterioridad tan sólo se aludía a la sustitución, pero no a la modificación sustancial
del objeto. La incorporación de la pauta referida supone que también entra dentro del
ámbito del derecho de separación el supuesto en el que una sociedad deja de realizar la
actividad empresarial a la que se dedicara para convertirse en una compañía holding con
porcentajes en el capital social de muchas sociedades dedicadas a este mismo sector. La
llamada filialización había generado cierto debate en la doctrina (EMPARANZA
SOBEJANO) y también había dado lugar a algunos pronunciamientos jurisprudenciales
de interés.

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Finalmente, en quinto lugar, hay que poner de manifiesto que algunas modificaciones
estatutarias no requieren de la actuación de la junta general. Se trata paradigmáticamente
del cambio de domicilio dentro del territorio nacional (art. 285 LSC). Con anterioridad a
2015, la regla se restringía a supuestos de modificación del domicilio dentro del término
municipal. En 2015 se introdujo el cambio correspondiente que extendió la competencia
del órgano de administración para acordar el cambio de domicilio en todo el territorio
nacional. No obstante, ésta es la regla dispositiva, que puede ser pactada en contrario. Por
lo demás, desde 2017 se pone de manifiesto que la competencia del órgano de
administración sólo se elimina cuando los estatutos explícitamente la deroguen. Esto
plantea la posibilidad de que haya competencias compartidas, de manera que el cambio
de domicilio pueda ser adoptado tanto por la junta general, como por el órgano de
administración.

2.3. Aumento de capital

Por su esencia y su tratamiento legislativo, tienen especial relevancia las


modificaciones estatutarias que afectan al capital social. En este sentido, en este y los
siguientes apartados se diferencia entre los aumentos, las reducciones y las operaciones
de ampliación y minoración simultánea, más conocidas como operaciones acordeón. Por
lo que se refiere a los primeros, cabe considerar de entrada las funciones que pueden
cumplir. Desde esta perspectiva, generalmente se indica que sirven para incrementar los
recursos financieros, en su caso, con la voluntad de expandir la actividad o adquirir nueva
maquinaria. A ello se añade la posibilidad de dar entrada a nuevos socios. Finalmente, los
aumentos de capital pueden plantearse para adecuar su existencia a las circunstancias que
afecten al patrimonio neto.
El procedimiento para el aumento de capital sigue en términos generales las pautas
establecidas para el común de las modificaciones estatutarias. Una especialidad consiste
en que la inscripción en el Registro Mercantil incorpora tanto el acuerdo adoptado por la
junta general al respecto, como la ejecución.
Desde el punto de vista de las modalidades en que puede presentarse el aumento de
capital, procede tener en cuenta diferentes posibilidades. En este sentido, esto puede tener
lugar, por un lado, mediante el aumento del valor de las acciones o participaciones
sociales. Así, se lleva a cabo un canje de acciones o participaciones viejas por las nuevas
que se deriven del aumento. Esto se produce generalmente cuando el aumento se hace

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con cargo a los beneficios de la compañía. Por otro lado, otra posibilidad supone la
emisión o creación de nuevas acciones o participaciones. En estos casos, debe
garantizarse el derecho de suscripción preferente, mediante el que los antiguos socios
podrán mantener, si lo desean, el mismo porcentaje en el capital de la compañía. Esto
puede tener lugar mediante un incremento de las series de acciones ya existentes o
mediante la creación de una nueva.
El derecho de suscripción o de asunción preferente no se contempla en algunos
supuestos. Se trata, en particular, de los casos de aportaciones no dinerarias, de los
supuestos de fusión y de los canjes de obligaciones por acciones (art. 304 LSC). Este
derecho, por lo demás es de carácter renunciable. En el caso de la sociedad de
responsabilidad limitada, cuando se renuncia a él, puede haber una segunda vuelta. En
estos supuestos, los socios que no hubiesen suscrito participaciones sociales pueden
hacerse con más participaciones si algunos de sus consocios hubiesen renunciado al
ejercicio del derecho. Sólo después de esta segunda vuelta se ofrecen las participaciones
nuevas a terceros (art. 307 LSC). El carácter cerrado de este tipo social parece constituir
el fundamento de esta circunstancia. Por lo demás, el derecho de preferencia también
puede ser enajenado, y ello tanto en la sociedad anónima, como en la de responsabilidad
limitada (art. 306 LSC).
Finalmente, el derecho de preferencia también puede ser excluido cuando así lo
requiera el interés de la sociedad (art. 308 LSC). En tales casos, deberán cumplirse una
serie de requisitos. En primer lugar, deberá emitirse un informe sobre el valor de las
acciones, que deberá ser elaborado por los administradores. En segundo lugar, en la
convocatoria de la junta general deberá hacerse constar la supresión. En tercer lugar,
deberá garantizarse que el valor nominal se corresponde con el real.
El contravalor del aumento puede tener una naturaleza triple. Desde este punto de
vista, puede consistir, en primer lugar, en la reubicación de partidas al asignar parte de la
reserva al aumento. En segundo lugar, puede suponer nuevas aportaciones dinerarias. En
tercer lugar, puede consistir en la entrega de bienes. Cuando se trate de aportaciones
dinerarias, no podrá realizarse el aumento si todas las acciones no están desembolsadas
en la sociedad anónima (art. 299 LSC). En el caso de aportaciones de bienes, deberán
tenerse en cuenta las reglas sobre éstas en sede de constitución (art. 300 LSC). A tal
efecto, en la sociedad anónima deberá emitirse un informe de experto independiente sobre
el valor, además de uno de los administradores. En el caso de la sociedad de
responsabilidad limitada, se seguirá la pauta de responsabilidad de los sujetos indicados

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en sede de fundación de la compañía. Una especialidad la representa el denominado
aumento de capital por compensación de créditos. Éste encuentra una serie de límites
establecidos en el art. 301 LSC, y es que deben ser líquidos, estar vencidos y ser exigibles.
A ello se añade la necesidad de que los administradores elaboren un informe en el que se
pongan de manifiesto las circunstancias del supuesto.
En los casos en los que el aumento tenga lugar con cargo a reservas, cabe plantearse
cuáles pueden ser utilizadas a este respecto. En este sentido, cabe pensar, de conformidad
con lo previsto en el art. 303 LSC, en las de libre disposición, pero también en las de
prima de emisión y en las legales. Sobre esta última debe ponerse de manifiesto que su
utilización podrá ser íntegra en el caso de la sociedad de responsabilidad limitada, pero
no en la sociedad anónima. En este segundo tipo social será necesario que al menos
permanezca una reserva legal que exceda el 10% del capital social. Cuando tiene lugar el
aumento con cargo a reservas, puede optarse por la elevación del valor nominal de las
acciones o participaciones sociales existentes o por emitir nuevas que sean asignadas
gratuitamente.
Una duda tradicional en la doctrina tiene que ver con el denominado aumento mixto.
En estos casos, una parte se realiza con cargo a reservas y otra mediante nuevas
aportaciones. En estos casos, se plantea el problema de que, en realidad, se fuerza al
accionista a realizar una nueva aportación si desea beneficiarse de la asignación gratuita.
Sin embargo, generalmente se ha entendido que es lícito.
En algunas circunstancias, la decisión o la ejecución del aumento de capital social
puede ser competencia del órgano de administración. A tal efecto, procede distinguir entre
el denominado capital autorizado y la delegación en la ejecución del acuerdo. Por lo que
se refiere a la primera cuestión, se trata de una autorización realizada por la junta general
al órgano de administración para realizar aumentos de capital hasta un límite determinado
en un plazo de cinco años. Por lo que respecta a la segunda posibilidad, consiste en que
se delega en el órgano de administración la ejecución del aumento previamente acordado
por la junta general (art. 297 LSC).
Finalmente, cabe realizar alguna consideración sobre la ejecución e inscripción del
acuerdo de aumento de capital. En la sociedad anónima, si se hace una oferta pública de
emisión de acciones, serán de aplicación las reglas de la legislación del mercado de
valores (art. 309 LSC). Por lo demás, cabe plantearse lo que debe ocurrir en caso de que
el aumento sea incompleto. En este sentido, procede diferenciar entre tipos sociales. En
la sociedad de responsabilidad limitada, el aumento incompleto dará lugar a que la

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ampliación lo será en la parte que se hubiese desembolsado, salvo que otra cosa se hubiese
indicado (art. 310 LSC). Lo contrario ocurrirá, sin embargo, en la sociedad anónima. En
este segundo tipo social, si la suscripción no es completa, el aumento no se entiende
realizado, a no ser que se hubiese indicado esta posibilidad en las condiciones de la
ampliación (art. 311 LSC). Evidentemente, en el momento de la suscripción habrá que
tener en cuenta que el desembolso deberá ser íntegro en la sociedad de responsabilidad
limitada y al menos del 25% en la anónima, en el mismo sentido que lo expuesto en sede
de constitución de compañías (art. 312 LSC). Una vez ejecutado el acuerdo, se procederá
a la inscripción en el Registro Mercantil de la escritura pública correspondiente y a la
publicación en el BORME (arts. 314-315 LSC).

2.4. Reducción de capital

La operación inversa a la previamente considerada es la reducción del capital social.


Si la legislación de sociedades de capital incorpora instrumentos de tutela respecto de los
socios en el caso de los aumentos, en estos otros son los acreedores los que reciben la
atención especial. Las reducciones de capital pueden tener diferentes finalidades. Así, en
primer lugar, cabe pensar en la devolución de las aportaciones o en la condonación de
desembolsos pendientes. En segundo lugar, la reducción puede tener por objeto el
incremento de la reserva legal o voluntaria. En tercer lugar, una modificación estatutaria
de estas características puede tener el objetivo de reestablecer la relación correcta entre
el capital social y el patrimonio neto que se hubiese desajustado como consecuencia de
pérdidas acumuladas de varios ejercicios. En relación con esta última finalidad, cabe tener
en cuenta que la reducción del capital será obligatoria cuando el patrimonio neto se
encuentre por debajo de las dos terceras partes del capital.
Las reducciones de capital pueden tener lugar de diferentes formas (art. 317 LSC). A
este respecto, puede procederse mediante una disminución del valor nominal de las
acciones o participaciones sociales. También puede optarse por amortizar las partes
alícuotas correspondientes en que se divide el capital. Finalmente, puede pensarse en el
agrupamiento de acciones o participaciones.
El procedimiento para llevar a cabo una reducción del capital tiene lugar de la siguiente
manera. En primer lugar, deberán seguirse las pautas generales relativas a la modificación
estatutaria y, en particular, cumplir con las pautas de quorum y mayorías. En segundo
lugar, deberá indicarse en el acuerdo de modificación del capital la cifra de reducción

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concreta, así como la finalidad que se persigue y la modalidad de las anteriores que se ha
elegido (art. 318.2 LSC). En tercer lugar, cuando el acuerdo no afecte por igual a todos
los socios, se exigirá el consentimiento individual de los socios en la sociedad de
responsabilidad limitada y la aprobación por la mayoría de la clase de acciones
involucrada cuando se trate de una sociedad anónima (art. 329 LSC). La distribución de
las aportaciones se realizará a prorrata de lo aportado a no ser que se hubiese acordado
otro sistema por unanimidad (art. 330 LSC). Finalmente, en cuarto lugar, el acuerdo
deberá ser incorporado a escritura pública e inscrito en el Registro Mercantil, además de
publicado en el BORME (art. 319 LSC).
Los sistemas de tutela de los acreedores en las reducciones de capital con devolución
de aportaciones difieren según el tipo social. En la medida en que se produce una
reducción del patrimonio, deben establecerse las oportunas cautelas para garantizar la
posición del titular de un crédito frente a la compañía que hubiese surgido con anterior a
la decisión de modificación estatutaria. En este sentido, en primer lugar, en el caso de la
sociedad anónima, estos acreedores podrán oponerse al aumento hasta que los créditos
les sean garantizados (art. 334 LSC). Así, se paraliza el aumento hasta que no se presten
as garantías (art. 337 LSC). Con todo, el derecho de oposición no podrá ser ejercitado en
determinados supuestos explicitados en el art. 335 LSC. A tal efecto, no procederá cuando
la reducción de capital tenga por finalidad reestablecer el equilibrio entre el capital y el
patrimonio neto. Tampoco ocurrirá cuando lo que se pretenda sea incrementar la reserva
legal o voluntaria. Finalmente, no concurrirá cuando la reducción se haga con cargo a
beneficios o a reservas libres o por vía de amortización de acciones adquiridas por la
sociedad a título gratuito (adquisición derivativa libre). En realidad, todos estos supuestos
no implican una salida de líquido de la compañía, sino una mera operación contable.
En la sociedad de responsabilidad limitada, la tutela de los acreedores podrá tener lugar
por dos vías distintas. Una consiste en dotar una reserva indisponible por una cuantía
equivalente a la de la minoración del monto de recursos propios. Esta reserva deberá
mantenerse durante cinco años (art. 332 LSC). La segunda posibilidad implica la
responsabilidad solidaria de los socios reembolsatarios hasta el límite de la devolución de
las aportaciones (art. 331 LSC). Esta responsabilidad será subsidiaria respecto de la
compañía y solidaria entre los socios afectados. Alternativamente, en los estatutos puede
incluirse un derecho de oposición en el mismo sentido de lo previsto en sede de
sociedades anónimas (art. 333 LSC).

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La reducción de capital presenta algunas particularidades en dos supuestos concretos.
Cuando se produce como consecuencia de la amortización de acciones o participaciones
sociales que se tuvieran en autocartera, deberá ofrecerse su adquisición a los socios (art.
338 LSC). Por su parte, cuando se tratase de la amortización de acciones rescatables,
deberá dotarse una reserva indisponible como elemento de tutela crediticia.
Alternativamente, podrán emitirse nuevas acciones.

2.5. Operación acordeón

La operación acordeón consiste en la reducción y aumento simultáneo del capital


social. Esta realidad se da cuando una compañía se encuentra en una situación financiera
dificultosa y se pretende dar entrada a nuevos socios para recapitalizarla. La especialidad
de esta operación consiste en que, en principio, en algún momento el capital social se
encontrará por debajo del mínimo legal. En consecuencia, en principio debería procederse
a la transformación o a la disolución de la compañía. Sin embargo, lo que establece el
régimen jurídico de esta fórmula (arts. 343 y ss. LSC) es la ausencia de esta necesidad.
En la medida en que automáticamente se produce el aumento de capital, no es necesario
proceder a la transformación ni a la disolución.

3. Separación y exclusión de socios

3.1. Separación

El derecho de separación consiste en la posibilidad de un socio de abandonar la


compañía sin tener que enajenar la acción o participación social. Esto da lugar a que la
sociedad deba adquirirlas y tenerlas en autocartera o que se proceda a la amortización de
la parte correspondiente a través de una reducción del capital social.
El régimen jurídico del derecho de separación se encuentra en los arts. 346 y ss. LSC.
A tal efecto, procede tener en cuenta de entrada las causas legales que dan lugar al
surgimiento de este derecho. De entrada, el art. 346 indica que tendrán derecho de
separación los socios que hubiesen votado en contra (o no tuvieran voto) de una serie de
acuerdos. En primer lugar, el derecho surge en los supuestos de modificación sustancial
o sustitución del objeto social. En segundo lugar, se concede cuando se decide la prórroga
de la sociedad cuando ésta estuviera configurada por tiempo determinado. Igualmente, en

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tercer lugar, procede la separación, en su caso, cuando se adopta la decisión relativa a la
reactivación de la compañía. Finalmente, en cuarto lugar, también surge el derecho
correspondiente cuando se crea, modifica o altera la obligación de realizar prestaciones
accesorias de manera anticipada. Además, también se tiene derecho a separarse de la
compañía en determinadas modificaciones estructurales, notablemente, en caso de
transformación y de traslado internacional de domicilio. A ello se añade la particularidad
de las sociedades de responsabilidad limitada. En ellas, los socios tendrán derecho de
separación cuando se produjera una modificación en el régimen de transmisibilidad de
las participaciones sociales.
Además de las indicaciones previas, los estatutos pueden fijar alguna otra causa que
dé lugar a la separación (art. 347 LSC). Se discute sobre la posibilidad de establecer la
separación sin justa causa. En el caso de la sociedad anónima, la respuesta debe ser en
todo caso negativa. Por el contrario, a la luz del carácter cerrado de las sociedades de
responsabilidad limitada, la circunstancia puede ser diversa, pero el tema resulta
controvertido en la doctrina. Cuando se incorpore una causa de estas características,
deberá indicarse el modo de mostrar su concurrencia, la forma de ejercitar el derecho y el
plazo para que esto tenga lugar. Por lo demás, la incorporación de la indicación requerirá
el consentimiento unánime de los socios.
Finalmente, con ocasión de la Ley 25/2011 se incluyó una nueva causa legal de
separación que no ha resultado de aplicación hasta recientemente. Según ésta,
incorporada en el art. 348bis LSC, los socios que votasen a favor del reparto de dividendos
y, sin embargo, de manera sistemática el resultado de las votaciones fuera negativo
durante los primeros cinco ejercicios de actividad de la sociedad, tendrán derecho de
separación. Lo mismo se aplica a los resultados del grupo. Ahora bien, la norma es
dispositiva y, en consecuencia, puede pactarse en contrario mediante el consentimiento
unánime de todos los socios.

3.2. Exclusión

La exclusión del socio es la fórmula inversa. En este sentido, el sujeto en cuestión


también sale de la compañía, pero la decisión la adopta la propia sociedad. Con todo, las
causas legales son mucho más restringidas. En este sentido, el art. 350 LSC establece
indicaciones tan sólo respecto de la sociedad de responsabilidad limitada. Así, se pone de
manifiesto que el socio podrá ser excluido si incumpliera la obligación de realizar

13
prestaciones accesorias. A ello se añade el supuesto del socio-administrador que
incumpliera la prohibición de competencia o fuera condenado por sentencia firme al
abono de los daños y perjuicios a la sociedad.
Además de las causas legales anteriores, si concurre el consentimiento de todos los
socios, los estatutos pueden fijar otras causas de exclusión. Esto se refiere tanto a las
sociedades anónimas, como a las de responsabilidad limitada (art. 351 LSC).

3.3. Reglas comunes

Tanto en caso de separación, como en el de exclusión, la pauta para determinar lo que


debe abonarse por la participación en el capital al socio en cuestión es la que establece el
art. 353 LSC. A tal efecto, en primer lugar, deberá intentarse el acuerdo entre la compañía
y el socio. Si esto no se lograra, deberá acordarse el nombramiento de un sujeto que las
valore. Si éste tampoco fuese el caso, deberá solicitarse del Registro Mercantil el
nombramiento de un experto independiente. En principio, esta valoración puede ser
impugnada en sede judicial (MARTÍNEZ SANZ). Una vez se reciba el informe de
valoración, los socios tendrán derecho a recibir el reembolso en el domicilio social en el
plazo de dos meses (art. 356 LSC).

4. Modificaciones estructurales

La categoría de las modificaciones estructurales surge como configuración doctrinal a


principio de la década de 1990. Con anterioridad ya existían las operaciones consideradas
a este respecto, notablemente, la fusión o la escisión. Sin embargo, no habían sido objeto
de estudio conjunto como categoría. Desde este punto de vista, la doctrina entendió en la
época que se trataba de aquellas modificaciones estatutarias que incorporaban ciertas
particularidades. Éstas se derivaban de la afectación al tipo, al patrimonio y a la
personalidad jurídica de las compañías (EMBID IRUJO). Ahora bien, la categoría
doctrinal configurada no coincide con la que se ha establecido en la legalidad vigente.
Desde el punto de vista originario, dentro de la concepción entrarían también la disolución
y la liquidación.
A ello se añade la particularidad del traslado internacional del domicilio social. Esta
operación constituye propiamente una modificación estatutaria. De hecho, así se pone de
manifiesto de manera explícita en la Exposición de Motivos de la Ley 3/2009, de

14
Modificaciones Estructurales de las Sociedades Mercantiles. Ahora bien, en la medida en
que incorpora aspectos que pueden dar lugar a la afectación de determinados
stakeholders, notablemente, los trabajadores, se incorpora su régimen jurídico en la
norma legal indicada y se establecen las correspondientes cautelas al efecto. En buena
medida, esto se deriva del efecto más relevante de una operación de estas características,
como es el cambio de ley aplicable. Con ocasión de la Directiva 2019/2121 y la necesaria
transposición de la norma, se han incorporado particularidades que la configuran
progresivamente de manera más evidente como modificación estructural. En buena
medida, no se habla de traslado internacional de domicilio, sino de transformación
transfronteriza, estableciendo al efecto un régimen jurídico muy similar al de la fusión
transfronteriza y prácticamente idéntico al de la escisión de tales características.
En el Derecho español, con todo, la regla todavía no ha sido transpuesta. La norma
general donde se incorporarán las particularidades es la referida Ley de Modificaciones
Estructurales. Este cuerpo legal terminó con la dispersión de las reglas aplicables a las
diferentes operaciones y estableció un sistema común para todas las sociedades
mercantiles, dentro de las que cabe entender incluidas tanto las capitalistas, como las de
personas. A tal efecto, en el año 2009 se incorporaron las reglas que se encontraban en
las leyes de los dos tipos sociales capitalistas y se añadió dentro del ámbito de aplicación
a las sociedades de personas. Además, se estableció el régimen jurídico de la cesión global
de activo y pasivo, que constituye una liquidación abreviada y se establecieron las pautas
para el traslado internacional de domicilio. Con posterioridad, la Ley 1/2012 introdujo
modificaciones tendentes a la simplificación de la regulación sobre la materia. En
conjunto, las operaciones consideradas son cinco, a saber, la transformación, la fusión, la
escisión, la cesión global de activo y pasivo y el traslado internacional del domicilio
social.

4.1. La transformación de las sociedades mercantiles

La transformación de sociedades mercantiles puede tener diversas razones de ser.


Entre ellas se encuentra, notablemente, el supuesto de reducción obligatoria del capital
por pérdidas acumuladas del art. 327 LSC. En tales casos, si como consecuencia de la
modificación de la referencia estatutaria de los recursos propios, el capital se encuentra
por debajo del mínimo legal, debe transformarse la compañía. También puede pensarse
en supuestos generales en los que se opte por cambiar de un tipo social a otro,

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notablemente, de una sociedad anónima a una de responsabilidad limitada, donde se
incorporan mayores niveles de flexibilidad estatutaria. En términos de concepto, la
transformación es la operación por la que se modifica el tipo social con mantenimiento
de la personalidad jurídica (art. 3 LME).
El ámbito de aplicación de las reglas sobre a transformación es especialmente amplio.
En este sentido, se contempla la transformación de cualquier sociedad mercantil a otra.
También se incluyen los cambios de una sociedad mercantil o de una agrupación europea
de interés económico a una agrupación de interés económico de Derecho nacional.
Además, también se encuentra la transformación de la sociedad civil en sociedad
mercantil. Igualmente, se rige por la LME el paso de una sociedad anónima de Derecho
nacional a una sociedad anónima europea. También cabe considerar el paso de una
sociedad cooperativa a una sociedad mercantil, así como el de la primera a una sociedad
cooperativa europea.
El procedimiento para llevar a cabo una transformación exige la elaboración de cuatro
documentos de conformidad con los arts. 8 y 9 LME. Se trata, en particular, del proyecto
de transformación, del balance, del informe de los administradores y del informe de
auditoría en el caso de que la compañía estuviera obligada a auditar. En el informe de los
administradores se dará cuenta de los aspectos jurídicos y económicos que se deriven de
la operación por el cambio de régimen aplicable. Todo esto no será necesario, con todo,
si la decisión se adopta en junta universal (art. 9.3 LME). El acuerdo de la junta general
sobre la transformación requerirá quorum y mayorías reforzadas. En la sociedad anónima,
será necesario el 50% en primera convocatoria y al menos el 25% en segunda (art. 194
LSC). La mayoría será absoluta o de dos terceras partes dependiendo del quorum (art.
201 LSC). En la sociedad de responsabilidad limitada, la mayoría será de dos terceras
partes del capital social (art. 199.b) LSC).
El acuerdo de transformación deberá ser publicado en el BORME de conformidad con
el art. 14 LME. Los socios podrán ejercitar el derecho de separación si hubiesen votado
en contra de la decisión adoptada (art. 15 LME). A ello se añade la particularidad del
supuesto en el que, a consecuencia de la transformación, se genere una responsabilidad
ilimitada para el socio. Esto ocurrirá cuando la sociedad pase a ser personalista. En tales
supuestos, el socio queda separado automáticamente de la compañía. Frente a ello, debe
indicar expresamente que desea permanecer en ella.
De conformidad con el art. 18 LME, deberá otorgarse escritura pública de
transformación por parte de los socios, que deberá ser inscrita en el Registro Mercantil.

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Cuando se produzca la transformación, los socios que pasen a responder ilimitadamente
de las deudas de la sociedad, lo harán también respecto de las antiguas (art. 21 LME). En
el supuesto de transformación inversa, esto es, cuando se pase de una sociedad
personalista a una capitalista y, en consecuencia, los socios dejen de tener responsabilidad
ilimitada, ésta se mantendrá respecto de las deudas contraídas por la compañía con
carácter previo a la modificación estructural. La única salvedad se derivará de la
indicación de contrario por parte de los propios acreedores.

4.2. La fusión de las sociedades mercantiles

4.2.1. Concepto, función económica y diferencias con otras operaciones

La fusión está prevista para proceder a la concentración económica. Desde este punto
de vista, pueden obtenerse mediante la operación efectos económicos positivos, como es
el caso de las economías de escala y las sinergias. En este sentido, el legislador fomenta
su utilización tanto en clave societaria, como fiscal. El régimen jurídico establecido en la
LME es el más extenso de las diferentes operaciones consideradas en la norma legal (arts.
22-67 LME). A ello se añade su tradicional consideración como la modificación
estructural por antonomasia y el reenvío de muchas de las indicaciones realizadas en las
demás a las pautas establecidas en relación con ella.
La fusión puede ser por absorción, en la que una de las compañías que intervienen
mantiene su personalidad jurídica, y por creación de nueva sociedad. En este segundo
supuesto, todas las compañías participantes, que deberán ser al menos dos, se extinguen
y, al tiempo, surge una compañía nueva. El cumplimiento de las pautas procedimentales
establecidas en materia de fusión da lugar al efecto de la sucesión universal. De este
modo, los cambios patrimoniales y de personalidad jurídica se producen en unidad de
acto. Las fusiones contempladas en la LME son las que afectan a las sociedades
mercantiles. Algunas otras, como las que afectan a las sociedades cooperativas, se rigen
por reglas especiales (art. 67 LCoop). En el régimen de la fusión, una de las cuestiones
primordiales es la tutela de los socios, de manera que obtengan un adecuado canje de sus
acciones, participaciones o cuotas anteriores que se correspondan en términos de valor
con las que tengan en la sociedad en la que se integren desde el momento de la
modificación estructural.

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En toda fusión se produce necesariamente, como se ha dicho, la disolución automática
y correspondiente extinción de una o varias sociedades. Además, se transmite en bloque
el patrimonio de las sociedades disueltas. Finalmente, los socios de las diferentes
compañías intervinientes pasan a agruparse en la misma sociedad resultante.
La fusión debe distinguirse de la cesión global de activo y pasivo, en la medida en que
el cedente recibe una cantidad dineraria; en la fusión, por el contrario, los socios de las
compañías disueltas reciben acciones, participaciones o cuotas de la nueva compañía.
También debe diferenciarse de la compraventa de empresa a través de la transmisión de
acciones o participaciones sociales (share deal), en la medida en que, en este último caso,
lo que se produce propiamente es el surgimiento de un grupo por razón del control. A lo
último se añade que en la segunda de las operaciones consideradas en este párrafo no se
observa el efecto de sucesión universal.

4.2.2. Procedimiento

El procedimiento de fusión incorpora diferentes hitos. A tal efecto, en primer lugar,


debe tenerse en cuenta la preparación por medio del proyecto (art. 30 LME). Su
elaboración corre de cargo de los administradores, quienes llevarán a cabo las oportunas
negociaciones. Una vez se prepare el proyecto común de fusión, la vigencia de éste será
de seis meses. El documento quedará sin efecto en caso de que no se adopten los
correspondientes acuerdos en las sociedades implicadas.
El proyecto tiene un contenido mínimo al que pueden añadirse otras menciones (art.
31 LME). Entre las indicaciones que deben constar en el documento se encuentran, en
primer lugar, la denominación social, el tipo y el domicilio. En segundo lugar, debe
aludirse, notablemente, al tipo de canje. En tercer lugar, deben mencionarse las
implicaciones derivadas de la existencia de aportaciones de industria, si las hubiera, así
como las prestaciones accesorias. En cuarto lugar, deberá darse cuenta de las ventajas a
expertos independientes. En quinto lugar, deben indicarse los efectos contables. En sexto
lugar, deben incluirse los estatutos de la sociedad resultante. En séptimo lugar, debe
realizarse una valoración del activo y del pasivo. En octavo lugar, deben concretarse las
consecuencias de la operación para el empleo.
El proyecto de fusión deberá recibir la suficiente publicidad, lo que tendrá lugar
mediante su depósito en el Registro Mercantil y la publicación de la referencia

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correspondiente en el BORME (art. 32 LME). En su caso, deberá incorporarse en la
página web corporativa cuando se trate de sociedades cotizadas.
Además del proyecto de fusión, deben elaborarse otros dos documentos. El primero es
el informe de los administradores. En éste, los gestores no deben dar cuenta tanto de la
realidad de la operación proyectada, sino especificar en qué medida procede su
aprobación. Según el art. 33 LME, deben realizarse una serie de consideraciones. En
primer lugar, debe darse cuenta de los aspectos jurídicos y económicos del proyecto. En
segundo lugar, debe indicarse la forma de determinación del tipo de canje. En tercer lugar,
deben ponerse de manifiesto las dificultades de valoración. En cuarto lugar, deben constar
las implicaciones de la operación para los socios, los trabajadores y los acreedores.
Cuando la compañía implicada sea una sociedad anónima o comanditaria por acciones,
además del informe de los administradores, deberá solicitarse al Registro Mercantil el
nombramiento de un experto independiente (arts. 338 y ss. RRM) para que emita el
correspondiente informe (art. 34 LME). Puede emitirse un informe de estas características
por cada compañía o, por el contrario, optarse por la elaboración de uno para todas. En
este documento deberá examinarse el método utilizado para la determinación del tipo de
canje y realizarse las consideraciones sobre el resultado obtenido en este sentido.
Un supuesto particular es el previsto en el art. 35 LME. Este precepto tiene que ver
con la denominada fusión apalancada o fusión posterior a una adquisición con
endeudamiento de la adquirente. Se trata de las operaciones en las que se produce una
adquisición de una compañía por otra en la que el precio se abona mediante el
correspondiente endeudamiento. Cuando luego se fusionan las compañías adquirente y
adquirida, se requieren algunas pautas especiales para su aprobación. En este sentido, el
proyecto y el informe de administradores deben dar cuenta de los objetivos que se
pretenden lograr mediante la transacción. A ello se añade la necesidad de dar cuenta de
la forma de repagar la deuda y, en particular, establecer un plan indicando los
vencimientos de las deudas de la compañía resultante y los recursos con los que se prevé
contar para atenderlos. Finalmente, es necesario un informe de experto independiente en
el que se valore la razonabilidad de las indicaciones realizadas en materia de repago de la
deuda. Estas reglas resultan aplicables incluso en los supuestos de acuerdo unánime del
art. 42 LME. Mediante estas cautelas se pretende enervar la prohibición de asistencia
financiera que, en su caso, afecte a la validez de la fusión por efecto de las interdicciones
de los arts. 150 y 143.2 LSC.

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Una vez elaborados los documentos necesarios, debe adoptarse el acuerdo de fusión.
Para ello debe procederse a la convocatoria en el plazo estableció. En dicha convocatoria
deberán incorporarse algunas menciones mínimas sobre el proyecto (art. 40 LME). La
documentación deberá ponerse a disposición de los socios antes de la convocatoria (art.
39 LME). La adopción del acuerdo de fusión deberá tener lugar como máximo seis meses
después de la elaboración del proyecto.
A los efectos del balance de fusión, podrá utilizarse el del último ejercicio siempre que
no tenga una antigüedad superior a seis meses. De lo contrario, será necesaria la
elaboración del referido documento contable ad hoc (art. 36 LME). En caso de que se
produjeran modificaciones relevantes de los activos o pasivos, deberán incorporarse estos
cambios en el balance (art. 37 LME). Debe indicarse, por lo demás, que la impugnación
del balance no da lugar a la suspensión de la ejecución. En su caso, procederá la
designación de un experto independiente por el Registro Mercantil para determinar la
eventual compensación que deba abonarse como indemnización a los socios que hubiesen
impugnado el documento contable por razón de incorrecta determinación del tipo de canje
(art. 38 LME).
Las juntas generales de todas las sociedades participantes deberán adoptar los
correspondientes acuerdos de fusión. Los requisitos relativos a esta cuestión se regirán
por las pautas establecidas para cada tipo social, dependiendo de si se trata de sociedades
personalistas (arts. 125 y ss. CCom), de responsabilidad limitada (art. 199.b) LSC) o
anónima (arts. 194 y 201 LSC). Cuando se trate de una sociedad colectiva o comanditaria
simple, se necesitará el consentimiento de todos los socios (art. 41 LME). En caso de
acuerdo unánime adoptado en junta universal no será necesario el informe de los
administradores ni el resto de la documentación, salvo en el supuesto del art. 35 LME.
Con todo, será necesario informar oportunamente de sus circunstancias a los trabajadores
(art. 42 LME). El acuerdo deberá ser publicado en el BORME y en un diario de gran
circulación en las provincias donde se encuentren las sociedades. No obstante, esto puede
ser sustituido por la comunicación a todos los socios y acreedores (art. 43 LME).
Los acreedores podrán ejercitar el derecho de oposición en el sentido del art. 44 LME.
A tal efecto, los titulares de créditos que hubiesen nacido antes de la inserción del
proyecto en la página web podrán ejercitar el derecho dentro del mes posterior al acuerdo
de fusión. La compañía deberá garantizar los créditos.
Finalmente, la fusión deberá formalizarse en escritura pública, que deberá ser inscrita
en el Registro Mercantil. En la escritura deberán incorporarse las menciones propias de

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la constitución de sociedades (art. 45 LME). La eficacia de la fusión se produce desde la
inscripción registral (art. 46 LME).

4.2.3. Supuestos simplificados y especiales

Los arts. 49 y 50 LME contienen una serie de especialidades respecto de algunas


fusiones con características propias. El primero es el de la absorción de sociedad
íntegramente participada, a la que alude el art. 49 LME. En este caso no será necesario ni
el proyecto de fusión, ni los informes ni la aprobación de la fusión por parte de la junta
general de la sociedad absorbida.
El segundo supuesto es el de absorción de sociedad participada al 90%, regulado en el
art. 50 LME. En este supuesto, no serán necesarios los informes en caso de que se ofrezca
a los minoritarios de la compañía absorbida la compra de las acciones o participaciones
sociales.

4.2.4. Impugnación del acuerdo de fusión y nulidad de la modificación estructural

La impugnación de la fusión viene recogida en el art. 47 LME. No obstante, debe


diferenciarse entre una serie de circunstancias. En este sentido, no es lo mismo la
impugnación del acuerdo de fusión que la acción de nulidad de la modificación
estructural. El primer mecanismo procesal se rige por las reglas contenidas en los arts.
204 y ss. LSC en caso de que se trate de sociedades capitalistas y no encuentra
particularidades respecto de los supuestos generales. Por el contrario, cuando la fusión ya
ha sido inscrita en el Registro Mercantil, la regla aplicable es la del art. 47 LME. Según
este precepto, se establecen dos limitaciones en relación con la actuación invalidante. En
primer lugar, la acción de nulidad no podrá ser ejercitada sino dentro de los tres meses
posteriores a la inscripción. En segundo lugar, el fundamento tan sólo podrá ser el
incumplimiento de las reglas procedimentales de la LME. El plazo de ejercicio de tres
meses comienza a contar desde la oponibilidad, que en el caso de los socios es la
inscripción, pero en el de los acreedores es la publicación en el BORME.
Pese a todo, en caso de no encontrarse en los supuestos anteriores, siempre se puede
solicitar el resarcimiento por los perjuicios derivados de la fusión (art. 47 LME).

4.3. La escisión de las sociedades mercantiles

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La escisión de sociedades mercantiles responde a la idea inversa de la fusión. Se trata,
en concreto, de la separación de una compañía en dos o más. En este sentido, la compañía
que se escinde transmite por sucesión universal sus unidades económicas a una o varias
compañías preexistentes. Los patrimonios correspondientes se integran en estas últimas
compañías, que reciben la denominación de beneficiarias.
En los arts. 69, 70 y 71 LME se da cuenta de las diferentes clases de escisión. En la
escisión total, todo el patrimonio de la escindida se transmite en partes, que deben
constituir unidades económicas, a sociedades de nueva creación o preexistentes. Por su
parte, en la escisión parcial, ocurre lo mismo, pero sigue existiendo la sociedad escindida,
en la medida en que no se transmite la totalidad del patrimonio, sino parte. En este tipo
de operación, se mantiene la personalidad jurídica de la compañía originaria. Finalmente,
en la segregación se produce lo mismo que en la parcial, pero las acciones o
participaciones de las beneficiarias no son recibidas por los socios de la escindida, sino
por la propia compañía. Las reglas en materia de escisión se aplican cuando se produce
el mismo supuesto que en la segregación, pero respecto de todo el patrimonio, dando
lugar a una sociedad holding (art. 72 LME).
El régimen jurídico de la escisión es en buena medida comparable o equivalente al de
la fusión. En este sentido, el art. 73 LME remite, en la medida en que sea compatible, a
las reglas de la anterior modificación estructural. En estos casos, las referencias realizadas
a la sociedad resultante de la fusión se entienden aplicables a las beneficiarias.
Los arts. 74-76 LME hacen referencia al proyecto de escisión, donde deberá indicarse,
de manera particular, la atribución de los elementos del activo y pasivo a cada una de las
compañías beneficiarias. Deben ponerse de manifiesto, en concreto, los problemas de
distribución de elementos de ambos lados del balance, lo que deberá tener lugar de manera
proporcional. A ello se añade la mención correspondiente a las acciones y participaciones
sociales que sean atribuidas a los socios de la escindida.
De igual manera, deben emitirse los correspondientes informes de los administradores
y de experto independiente (arts. 77-78 LME). En relación con el primero, éste debe aludir
a los correspondientes informes sobre las aportaciones no dinerarias en caso de que las
compañías beneficiarias sean anónimas o comanditarias por acciones. En el informe de
expertos deberán realizarse alusiones particulares a la valoración del patrimonio no
dinerario. Por lo que se refiere al balance de escisión, se seguirán las mismas indicaciones
que en la fusión, en particular, en relación con las posibles modificaciones de la

22
valoración de sus elementos integrantes (art. 79 LME). Una particularidad es la que tiene
que ver con la asignación de acciones, participaciones o cuotas sociales a los socios de
manera proporcional a las que tuvieran en la escindida cuando las beneficiarias sean de
nueva creación. En estos supuestos, el art. 78bis LME establece que no será necesario
ninguno de los dos informes, como tampoco el balance de escisión.
En relación con la tutela de los acreedores, deben tenerse en cuenta una serie de
cuestiones. En primer lugar, el derecho de oposición del art. 44 LME resulta de aplicación
por el reenvío del art. 73 LME. Éste tiene interés fundamentalmente en los casos de
escisión parcial respecto de los acreedores que se encuentran en la compañía escindida.
Además, el art 80 LME establece la responsabilidad solidaria de las sociedades
beneficiarias y de la parcialmente escindida por las deudas del resto de compañías. En el
caso de las sociedades beneficiarias, la responsabilidad alcanzará al activo neto que
hubiesen recibido, mientras que, en el caso de la parcialmente escindida, será por la
totalidad. Esta responsabilidad es subsidiaria respecto de la deudora principal y solidaria
entre el resto de las compañías.
A ello se añade la aplicación de las reglas en materia de nulidad de la modificación
estructural propias de la fusión (art. 47 LME).

4.4. La cesión global de activo y pasivo

El régimen jurídico de la cesión global de activo y pasivo se encuentra en los arts. 81-
91 LME. La operación constituye una fórmula de transmisión de empresas. Desde este
punto de vista, la diferencia respecto de una compraventa es que se produce el efecto de
la sucesión universal y, en consecuencia, los elementos no son transmitidos cada uno
según su ley de circulación. Al contrario, las cautelas que se derivan del procedimiento
de la modificación estructural permiten que se produzca el referido efecto.
Conceptualmente, se trata de la transmisión de todo el patrimonio de una compañía a
otra por sucesión universal. En este sentido, la contraprestación no consiste en acciones
o participaciones. No necesariamente se produce la extinción de la sociedad cedente. Esto
sólo ocurrirá si la contraprestación es recibida directamente por los socios y no por la
sociedad. La compañía que reciba los bienes es denominada cesionaria y la que los
transmite cedente. Es posible, por lo demás, que la transmisión sea tan sólo de una parte
del patrimonio que constituya una unidad económica (art. 82 LME).

23
El procedimiento de la cesión global de activo y pasivo es comparable al de las dos
modificaciones estructurales analizadas con carácter previo. En el proyecto de cesión (art.
85 LME) deberá indicarse, en primer lugar, la denominación de la compañía y su tipo
social. En segundo lugar, deberá concretarse la fecha a partir de la cual se produzcan los
efectos contables. En tercer lugar, deberá ponerse de manifiesto la valoración del activo
y pasivo transmitido. En cuarto lugar, deberá aludirse a la contraprestación. Finalmente,
en quinto lugar, habrá de aludirse a las consecuencias que la operación tenga para el
empleo. El art. 86 LME exige también la elaboración por parte de los administradores de
un informe explicativo sobre el proyecto. Finalmente, es necesario un acuerdo de cesión,
que deberá ser adoptado por la junta general de la sociedad cedente (art. 87 LME). Éste
deberá ser publicado en el BORME, momento a partir del cual los acreedores dispondrán
de un mes para ejercitar el derecho de oposición en su caso. Finalmente, la cesión deberá
ser elevada a público mediante escritura, que será inscrita en el Registro Mercantil (arts.
89-90 LME).
Además de la indicación sobre la posibilidad de ejercitar el derecho de oposición de
los acreedores, el art. 91 LME establece otro instrumento de tutela crediticia. Se trata de
una responsabilidad solidaria de la o las sociedades cesionarias, así como de la cedente,
por las deudas de todas las compañías. Se trata del mismo mecanismo que en sede de
escisión. En el caso de que la cedente se extinguiera porque la contraprestación la
recibieran los socios, la responsabilidad solidaria alcanzará a los socios. Las cesionarias
y los socios responderán hasta el límite de lo que hubieran recibido. Por el contrario, la
cedente lo hará por la totalidad.
La nulidad de la cesión se regirá por las mismas pautas que la fusión (arts. 47 y 90
LME).

4.5. El traslado internacional del domicilio social

El régimen jurídico del traslado internacional del domicilio social se encuentra


recogido en los arts. 92-103 LME. Como se ha puesto de manifiesto, se trata de una
modificación estatutaria que, no obstante, por las implicaciones que tiene para los
trabajadores, se incorpora en sede de modificaciones estructurales. Ahora bien, la
transposición de la Directiva 2019/2121 tendrá como consecuencia su consideración
como tal, en la medida en que recibirá la denominación de transformación transfronteriza.

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Conceptualmente, se trata de una transmisión del domicilio de un estado a otro. En este
sentido, se produce un cambio de ley aplicable.
El procedimiento para el traslado internacional de domicilio incorpora la
documentación propia de las figuras que se han analizado con carácter previo. En este
sentido, es necesaria la elaboración de un proyecto de traslado, donde se indicará el nuevo
domicilio, así como las implicaciones que el cambio de ley aplicable tendrá para los
derechos de los socios, de los acreedores y de los trabajadores (art. 95 LME). A ello se
añade el informe explicativo de los administradores (art. 96 LME). El proyecto deberá
ser aprobado mediante el correspondiente acuerdo de traslado en la junta general de la
compañía en cuestión (art. 97 LME). Por lo demás, se reconoce un derecho de separación
a los socios disidentes (art. 99 LME) y un derecho de oposición a ejercitar en los términos
del art. 44 LME (art. 100 LME).

5. Disolución, liquidación y extinción de las sociedades mercantiles

5.1. Disolución

La disolución es el primer estadio por el que la compañía se encamina hacia su


extinción. Desde este punto de vista, tendencialmente se diferencia entre una fase interna,
en la que se adopta la correspondiente decisión en sede societaria o se dan determinadas
circunstancias, y otra externa, diferente, en la que se procede a la liquidación, enajenando
los activos, abonando las deudas a los acreedores y repartiendo el remanente como cuota
de liquidación a los socios.
La disolución puede producirse por tres motivos distintos. A tal efecto, debe
diferenciarse entre la disolución por mero acuerdo de la junta general, la de pleno derecho
y la que tiene lugar por la concurrencia de causas legales. En el primer caso, la disolución
tiene lugar por voluntad de la propia compañía. La decisión al respecto es adoptada
mediante el correspondiente acuerdo de la junta general con la mayoría necesaria para
una modificación estatutaria (art. 368 LSC). En este sentido, cabe recordar el distinto
régimen existente en la sociedad anónima (arts. 194 y 201 LSC) y en la de responsabilidad
limitada (art. 199.a) LSC), con la particularidad del quorum en la primera de ellas.
El segundo supuesto de disolución es la que se produce de pleno derecho. De
conformidad con el art. 360 LSC, son diferentes las causas que dan lugar a esta situación.
En estos casos, la disolución es automática, no siendo necesaria la intervención del órgano

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de los socios al respecto. La disolución de pleno derecho se produce, en primer lugar, por
el transcurso de la vida societaria, a no ser que otra cosa se indique. En este sentido, es
posible la prórroga de la compañía, lo que, en su caso, dará lugar al surgimiento del
derecho de separación para los socios que voten en contra. En segundo lugar, la disolución
de pleno derecho se produce cuando se reduce el capital por debajo del mínimo exigido
sin inscripción de la correspondiente transformación o aumento de capital posterior en el
plazo de un año. Esta reducción de capital debe darse como consecuencia de la exigencia
legal prevista en el art. 327 LSC. En tercer lugar, la disolución de pleno derecho acontece
cuando hay identidad entre la denominación social y una marca o nombre comercial (DA
17ª LM).
La tercera posibilidad de disolución es la que se deriva de las causas legales previstas
en el art. 363 LSC. También es posible prever estatutariamente otros supuestos que tengan
las mismas implicaciones. En estos casos, los administradores deberán convocar la junta
general cuando se constate la circunstancia y se requerirá un acuerdo ordinario del órgano
de los socios para que se produzca el efecto. A este respecto, deberán tenerse en cuenta
las pautas establecidas para la sociedad de responsabilidad limitada en el art. 198 LSC y
para la anónima en los arts. 193 y 201 LSC.
Entre las causas legales contenidas en el art. 363 LSC se encuentra, en primer lugar,
el cese de las actividades que constituyan el objeto social durante al menos un año. En
segundo lugar, también deberá procederse a la disolución cuando concluya la empresa
que constituye el objeto social de la compañía. En tercer lugar, la disolución deberá
producirse cuando exista una imposibilidad manifiesta de realizar el fin social. En cuarto
lugar, es causa en este sentido también la paralización social de los órganos sociales que
imposibilite el funcionamiento normal. En este sentido, la paralización debe ser
permanente, definitiva e insuperable, no basta con un mero bloqueo transitorio. Esto se
produce típicamente cuando la compañía tiene tan sólo dos socios que cuentan,
respectivamente, con la mitad del capital social.
En quinto lugar, especialmente relevante a estos efectos es la situación derivada de
pérdidas acumuladas que genere una situación de desbalance consistente en que el
patrimonio neto se encuentre por debajo de la mitad del capital social. En relación con
esta causa, es tradicional la duda sobre el momento en el que debe constatarse, aspecto
debatido en la doctrina. Entre las diferentes posibilidades, que se referirían,
respectivamente, al momento en el que en el que efectivamente se produce, al cierre del
ejercicio o a la formulación de las cuentas, procede decantarse por el supuesto intermedio.

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La constatación se produce en ese momento, no con posterioridad. Anteriormente puede
darse de manera transitoria, pero ello no tendría lógica económica en los casos en los que
la demanda del bien que produzca la compañía fuese estacional. Esta causa de disolución
puede evitarse si se lleva a cabo un aumento o una reducción de capital que permita
superar la situación de desbalance. Por lo demás, si se produce también una situación de
insolvencia, deberá procederse a la solicitud del concurso en los términos establecidos en
la legislación correspondiente.
En sexto lugar, también es causa de disolución de conformidad con el art. 363 LSC la
reducción del capital por debajo del mínimo legal que no sea a consecuencia del
cumplimiento de la norma legal, lo que se diferencia del supuesto similar del art. 360
LSC. En séptimo lugar, será causa de disolución la circunstancia en la que el valor
nominal de las acciones sin voto fuera mayor que la mitad del capital social
desembolsado.
Cuando se constate una causa de disolución legal derivada del art. 363 LSC, deberán
cumplirse una serie de requisitos y formalidades. En este sentido, los administradores
deberán convocar la junta general para proceder a la disolución (art. 365 LSC). Como se
ha puesto de manifiesto, la decisión (art. 364 LSC) deberá adoptarse teniendo el régimen
de quorum y mayoría ordinaria (arts. 193, 198 y 201 LSC). El acuerdo deberá constar en
escritura pública que deberá ser inscrito en el Registro Mercantil y publicado en el
BORME. Esto se diferencia del supuesto de disolución de pleno derecho, donde la
inscripción de la disolución se realizará de oficio (art. 369 LSC).
Si se constata causa legal de disolución por pérdidas del art. 363.1.e) LSC y los
administradores no proceden a la convocatoria de la junta general para proceder a la
disolución en el plazo de dos meses (art. 365 LSC), incurrirán en responsabilidad objetiva
(art. 367 LSC). Así, las deudas contraídas con posterioridad a la constatación de la causa
de disolución que no pudieran ser abonadas por la compañía, deberán ser pagadas por los
administradores. Es debatido en la doctrina el plazo de ejercicio de la acción de
responsabilidad por deudas. No parece que deba extenderse la regla del art. 241bis LSC,
sino que cabe optar por la del art. 949 CCom.
Cuando el acuerdo de la junta general no hubiese sido adoptado o no pudiera tener
lugar por cualquier razón (art. 364 LSC), cualquier interesado podrá solicitar la disolución
judicial (art. 366 LSC).
Una circunstancia particular es la denominada reactivación de la sociedad, cuyo
régimen jurídico se encuentra en el art. 370 LSC. Una vez la compañía ha sido disuelta,

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entra en la fase de liquidación. En este sentido, su actuación debe consistir en la
enajenación de los bienes y derechos y el pago de los acreedores y entrega de la cuota de
liquidación a los socios. Sin embargo, antes de que comience la liquidación, puede
devolverse a la compañía a su estado anterior. Para ello, es necesario que se cumplan dos
requisitos, como son, que desaparezca la causa de disolución y que el patrimonio neto no
sea inferior al capital social. A ello se añade el reconocimiento de un derecho de
separación a los socios y uno de oposición a los acreedores. La reactivación, por lo demás,
no podrá utilizarse en aquellos supuestos en los que la situación se derive de la
concurrencia de una de las causas de disolución de pleno derecho.

5.2. Liquidación y extinción

Como se ha puesto de manifiesto, cuando la sociedad queda disuelta, se abre el período


de liquidación. En este sentido, la compañía no se extingue automáticamente. En este
período deben enajenarse los bienes, pagarse las deudas y repartir el remanente
patrimonial entre los socios. En todo caso, la personalidad jurídica de la compañía se
mantiene, la sociedad pasa a denominarse en liquidación y su objeto es su extinción.
Con la apertura de la fase de liquidación se produce el cese de los administradores y
deben ser nombrados los liquidadores. La designación deberá tener lugar según lo
indicado en los estatutos. Si no se dice nada al respecto, los propios administradores
pueden actuar como liquidadores. Su nombramiento se realiza por tiempo indefinido. No
obstante, la junta general puede decidir su revocación. En su caso, los liquidadores
responderán por los perjuicios generados a los socios o a los acreedores (art. 397 LSC).
Los liquidadores tienen toda una serie de competencias que se encuentran referidas en
la norma legal. En términos generales, deben proceder a la liquidación del patrimonio
(arts. 383 y ss. LSC). Ahora bien, esto se concreta en una serie de aspectos. En primer
lugar, tienen competencia de representación de la sociedad (art. 379 LSC). En segundo
lugar, deben suscribir el inventario y el balance de liquidación (art. 383 LSC). En tercer
lugar, deben llevar y custodiar los libros de la sociedad (art. 386 LSC). En cuarto lugar,
deben concluir las operaciones pendientes y realizar las nuevas que sean necesarias (art.
384 LSC). En quinto lugar, deben enajenar los bienes que queden en la compañía (art.
387 LSC). En sexto lugar, deben exigir el pago de los créditos y desembolsos de acciones
pendientes (art. 385 LSC). Finalmente, en séptimo lugar, deben pagar a los acreedores
sociales (art. 385.1 LSC).

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Por su parte, la junta general es competente para aprobar el balance final de liquidación
(art. 390 LSC). Por lo demás, los liquidadores deben dar conocimiento a los socios del
estado de la liquidación por medios eficaces.
Una particularidad es la figura de los interventores. Éstos pueden ser nombrados para
fiscalizar la labor de los liquidadores (art. 381 LSC). Su designación deberá tener lugar a
solicitud del 5% de los socios o del sindicato de obligacionistas. El nombramiento lo
efectuará el secretario judicial o el registrador mercantil.
El procedimiento de liquidación es el siguiente. En primer lugar, los liquidadores
deben elaborar el inventario y el balance del momento inicial. A continuación, en segundo
lugar, debe realizarse el activo, esto es, procederse a la venta de los bienes. En tercer
lugar, deben pagarse las deudas vencidas y garantizar las que no lo estuvieran. En cuarto
lugar, debe repartirse el remanente entre los socios de conformidad con lo indicado en los
estatutos o según una regla proporcional. A este respecto, deberán tenerse en cuenta los
desembolsos pendientes en la sociedad anónima. El pago podrá realizarse en dinero o en
activos si así estuviera previsto en los estatutos.
En caso de aparecer pasivos sobrevenidos con posterioridad, respecto del pago de las
deudas, los socios tendrán responsabilidad solidaria hasta el límite de lo que hubieran
recibido (art. 399 LSC). Si aparecieran nuevos activos (sobrevenidos) con posterioridad,
se asignará la cuota proporcional a los antiguos socios (art. 398 LSC).
Tras la aprobación del balance final y el transcurso del plazo para la impugnación de
éste, los liquidadores otorgarán la escritura pública de extinción (art. 395 LSC). Ésta se
inscribirá en el Registro Mercantil (art. 396 LSC). Esto dará lugar a la cancelación de los
asientos de la compañía.
Una situación particular se produce cuando no se han satisfecho algunos créditos. En
principio, en tales casos, no es posible proceder a la extinción de la compañía (arts. 395
y 396 LSC). En tales casos, lo que procedería sería solicitar la declaración de concurso
(art. 2 TRLC). Ahora bien, el problema puede derivarse de la situación en la que tan sólo
haya un acreedor. Al no haber pluralidad, el juzgado de lo mercantil deberá dictar auto de
inadmisión de la demanda de concurso. En consecuencia, la compañía entra en una
situación de limbo jurídico. La solución más apropiada y que, tras algunas decisiones
contrarias, ha sido aceptada por la Dirección General de los Registros y del Notariado (en
la actualidad, Dirección General de Seguridad Jurídica y Fe Pública), es el otorgamiento
de la escritura de extinción y su inscripción registral. En buena medida, los diferentes

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instrumentos de tutela crediticia y, en particular, la referencia a los activos sobrevenidos
(art. 398 LSC) evitan cualquier situación fraudulenta.

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