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Teorías Criminológicas y Gestión Policial

Este documento presenta cuatro teorías criminológicas y modelos de gestión policial: 1) la teoría de la elección racional se enfoca en las decisiones racionales que toman los delincuentes al cometer crímenes; 2) la teoría de los patrones delictivos examina cómo los lugares familiares y rutinas influyen en la ocurrencia de crímenes; 3) la teoría de las actividades rutinarias analiza cómo la convergencia de delincuentes motivados, objetivos atractivos y ausencia de vigilancia permit

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Teorías Criminológicas y Gestión Policial

Este documento presenta cuatro teorías criminológicas y modelos de gestión policial: 1) la teoría de la elección racional se enfoca en las decisiones racionales que toman los delincuentes al cometer crímenes; 2) la teoría de los patrones delictivos examina cómo los lugares familiares y rutinas influyen en la ocurrencia de crímenes; 3) la teoría de las actividades rutinarias analiza cómo la convergencia de delincuentes motivados, objetivos atractivos y ausencia de vigilancia permit

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Teorías criminológicas y Modelos de Gestión Policial

Las teorías criminológicas ambientales que brindarán el sustento teórico de los modelos
de gestión policial son la teoría de la elección racional, patrones delictivos y actividades
rutinarias. En conjunto abarcan una variedad de perspectivas que se encuentran superpuestas y
que buscan con base en otras teorías, explicar el fenómeno delictual y las circunstancias en las
que se producen los eventos delictivos, tomando como elementos de análisis al entorno físico
y a las influencias ambientales (Wortley, Mazerolle, y Rombouts, 2008; Vozmediano y San
Juan, 2012).

Teoría de la elección racional


La teoría de la elección racional tiene sus raíces en el trabajo de 1967 del profesor
Ronald Clarke, quien analizó la relación entre los factores estacionales y ambientales en la fuga
de alumnos de una escuela de reforma particular en Bristol, Inglaterra. Los resultados de su
investigación, además de constituir la base de la teoría de la elección racional, establecieron
que la fuga de los alumnos de la escuela estaba condicionada por aspectos circunstanciales,
como ciertos momentos del día, las características del régimen escolar y la distancia entre sus
hogares y la escuela. Estos y otros hallazgos llevaron al profesor Clarke a señalar que la
oportunidad era un aspecto fundamental en la comisión de un delito (Clarke, 1980).
De acuerdo con esta perspectiva, la elección racional pone su atención en las decisiones
que toma el delincuente. El delito es observado como una conducta intencional que lo
beneficia. Es por ello que los delincuentes realizan una evaluación de los costos y beneficios a
la hora de cometer un delito.
El delito, al transformarse en una elección que implica un proceso cognoscitivo, está
limitado por la racionalidad del delincuente, al igual que el tiempo del que dispone y el esfuerzo
que está dispuesto a ofrecer en vías de obtener determinada recompensa (Felson y Clarke,
2008).
Continuando con estos estudios, Cornish y Clarke (2013), señalan que la teoría en
cuestión ve a los delincuentes como tomadores de decisiones racionales, es decir, deciden
deliberada y racionalmente cometer actos ilegales para buscar el máximo beneficio mientras
minimizan los costos que esto puede generar (Akers et al., 2004).
En este sentido, la investigación empírica sobre la relación entre el crimen y las
ganancias del crimen es abundante. Clarke y Harris (1992), por ejemplo, realizaron un estudio
sobre el robo de automóviles y cómo prevenirlo; los resultados de la investigación indicaron
que los delincuentes fueron selectivos en sus acciones, es decir, eligieron el objetivo de acuerdo
con el propósito del delito. Algunos robaron el vehículo, solo por diversión, y lo abandonaron
a las pocas horas de cometer el robo; otros delincuentes lo hicieron para comercializar sus
piezas en el mercado ilegal de repuestos.
Esto sugiere que el crimen fue cometido racional e intencionalmente por los
perpetradores, ya que buscaban diversión o dinero, y no vieron un mayor riesgo para su
integridad al cometer el crimen. Esta última hipótesis está respaldada por el estudio realizado
por Wright, Brookman, y Bennett (2006), quienes concluyen que ciertos tipos de robos
cometidos por personas que viven en un entorno cultural de calle fueron perpetrados como una
forma de obtener una gratificación rápida, sin planificación previa ni análisis de las posibles
consecuencias de tales actos. El delito de robo en este caso no fue un acto racional, sino más
bien un acto impulsivo que solo buscaba la gratificación personal (Wright et al., 2006).
Desde la perspectiva económica, la premisa central de la teoría de la elección racional
es que las personas son criaturas racionales, por lo que su comportamiento puede ser
modificado -o controlado- ya sea por el miedo que puedan sentir a un posible castigo o
reproche, o por las ganancias que puedan obtener de esa elección (Becker, 1968). Sin embargo,
esta forma de pensamiento racional puede funcionar de la manera opuesta, ya que los costos
asociados con la comisión de un cierto tipo de delito también pueden actuar como un inhibidor
del comportamiento delictivo.

Teoría de los Patrones Delictivos


La teoría de los patrones delictivos es el resultado de la integración de varias teorías
criminológicas que estudian la relación entre el espacio físico y las motivaciones que pueden
existir para la comisión de un acto delictivo. Entre ellas destaca la pionera teoría de la ecología
urbana de Park, Burgess, y McKenzie (1925), que propone que las ciudades son entornos
urbanos, y que al igual que otros sistemas que se encuentran en la naturaleza, se rigen por la
competencia existente entre sus miembros constituyentes.
Además de lo anterior, los principios de la teoría de la victimización personal
formulados por Hindelang, Gottfredson, y Garofalo (1978), donde el riesgo de victimización
está directamente relacionado con el estilo de vida de los individuos, también son una parte
importante de la teoría de los patrones del crimen. A las teorías criminológicas anteriores se
unen, en primer lugar, la teoría situacional propuesta por Birkbeck y LaFree (1993), que asume
que el crimen se basa en motivaciones personales y oportunidades presentadas a un delincuente
potencial, y la teoría de las actividades rutinarias (Cohen y Felson, 1979).
Sin embargo, la falta de una explicación sobre cómo todos estos elementos teóricos o
principios se cruzan entre sí es en gran medida lo que motivó a Patricia y Paul Brantingham
(2013) a desarrollar una teoría para comprender las tendencias o patrones criminales. La teoría
desarrollada por Brantingham y Brantingham (2013), postula que la ocurrencia o distribución
del crimen está estrechamente asociada con la forma en que se llevan a cabo las actividades
clave tanto de los individuos (hogar, trabajo, compras, recreación) como de los infractores de
la ley.
Esta teoría sostiene que el crimen no ocurre de manera aleatoria o uniforme, sino que
hay patrones de comportamiento que pueden ser claramente identificados y estudiados.
Además, la teoría en cuestión también reconoce el aspecto de la "familiaridad" de los lugares
donde los delincuentes realizan sus actividades rutinarias, por lo que se la presenta como una
variable preponderante en la ocurrencia de un acto criminal (Brantingham y Brantingham,
2013).
La sensación de familiaridad tiene más que ver con el grado de confianza en los lugares,
entornos, que frecuentan y que determinan sus actividades rutinarias. Los seres humanos,
incluidos los delincuentes, que son preponderantemente rutinarios en su comportamiento,
realizan, si no diariamente, el mismo trabajo y actividades delictivas, caminan por las mismas
calles y visitan casi siempre los mismos lugares de entretenimiento (Banovic, et al., 2016). En
otras palabras, la rutina humana y lo "familiar" que se vuelve, a menudo permite identificar y
predecir un patrón de comportamiento ofensivo (Brantingham y Brantingham, 1998).
En consecuencia, la teoría de los patrones delictivos trata sobre el factor de la
"oportunidad" en el crimen. Es el producto de la conjunción de otras teorías criminológicas,
introduce la idea de espacio de actividad, entendido como las áreas dentro de las cuales las
personas se mueven (transitan) durante sus actividades diarias (Parker y Campbell, 1998). Por
lo tanto, según como se muestra en la Figura 1, de acuerdo con la teoría del patrón del crimen,
los delincuentes cometen delitos en sus espacios de actividad.
Figura 1 Teoría del patrón del crimen

Teoría del patrón del crimen

Nota. La figura representa los espacios de actividad de las personas. Tomado de Geographic
profiling (pp.158-172), por (Rossmo y Rombouts, 2013), Environmental criminology and
crime analysis.
Además, es necesario mencionar que la Figura 1 es la representación gráfica de la teoría
de patrones de crimen donde el "espacio de actividad" se entiende como la conjunción de tres
elementos: a) nodos, b) caminos y c) bordes. El término "nodos" se refiere a los lugares desde
los que las personas van y regresan rutinariamente, y donde, en términos generales, pasan la
mayor parte de su tiempo.
Es decir, los nodos representan la residencia de las personas, su lugar de trabajo y el
lugar donde van en busca de entretenimiento. Los caminos representan los caminos a lo largo
de los cuales las personas viajan hacia y desde los nodos. Los bordes constituyen lo que la
teoría en discusión denomina los límites de las áreas donde las personas viven y trabajan,
compran o buscan entretenimiento. (Brantingham y Brantingham, 2013)
En otras palabras, la teoría del patrón del crimen y su representación gráfica postula
que la libre circulación de las personas está, en cierto sentido, limitada por las barreras o límites
que la propia estructura ambiental física les impone. Por lo tanto, cuanto mayor sea la
concentración y el tránsito de personas hacia y desde ciertas áreas urbanas, mayor será la
probabilidad de que ocurra un delito en esos lugares.
Teoría De Las Actividades Rutinarias
La teoría de las actividades rutinarias establece para que exista la ocurrencia de un
hecho delictual, tienen que converger en el mismo tiempo y espacio, tres elementos básicos,
tales como: un posible delincuente que se encuentre motivado, un objetivo apropiado y
atractivo para el delincuente y la ausencia de un vigilante capaz, que no necesariamente debe
ser una persona, pudiendo este ser un medio tecnológico o un vecino que realice esta función
(Felson y Clarke, 2008). Esta teoría, analiza el delito desde una confluencia de elementos que
tienen que estar presentes para que ocurra un delito, a diferencia de la mirada criminológica
tradicional que enfoca su análisis sólo en el delincuente. Es así como, al estudiar un área de
gran afluencia de público, la vigilancia del entorno o del vecindario, es muy poco visibilizada
o frecuentemente inadvertida, la que tiene un efecto potente contra el delito. La ausencia de
uno de estos factores no es sinónimo de que se cometerá un delito, pero si lo facilita (Felson y
Clarke, 2008).
Al analizar las actividades rutinarias, se pueden identificar patrones espaciales de
conducta, lo que sirve para conocer específicamente, los parámetros de comportamiento
esperado en las personas y de su entorno socioeconómico, que son elementos presentes dentro
del triángulo del delito (de la Rosa et al., 2019; Andresen y Malleson, 2015). Además, la
convergencia en el espacio y el tiempo no es accidental, sino que se debe al ritmo y frecuencia
de las rutinas que las personas desarrollan diariamente (Cohen y Felson, 1979; Clarke y Harris,
1992; Sidebottom y Wortley, 2015).
En otras palabras, el crimen ocurrirá cuando las rutinas de la víctima potencial y el
delincuente se cruzan en tiempo y espacio. Como se describe en la Figura 2, incluso si los
motivos detrás de estas rutinas personales no están necesariamente relacionados con el crimen.
Además, las tasas de criminalidad también se explican por las fluctuaciones en el número de
delincuentes, víctimas y guardias, dependiendo de sus propias actividades rutinarias
(Sidebottom y Wortley, 2015). Esto, unido a la posible disrupción en la convergencia de los
tres factores que conforman la teoría de las actividades rutinarias, puede conducir a reducciones
en los niveles de delincuencia que afectan a la comunidad.
Figura 2 El triángulo del delito

Teoría de la actividad rutinaria y el triángulo del delito

Nota. La figura representa los tres elementos que convergen en el triángulo del delito. Tomado
de La ocasión hace al ladrón. Teoría práctica para la prevención del delito (p.197), por (Felson
y Clarke, 2008), revista Series Claves del Gobierno Local.

Perspectivas de la criminología ambiental


Un factor común que tienen las tres teorías criminológicas discutidas en esta sección es
que se basan principalmente en la idea de la "oportunidad" del delincuente para ofender (Felson
y Clarke, 2008). De ello se deduce entonces que una reducción de la delincuencia o de las
oportunidades de ofender sería consecuencia en primer lugar de un aumento de los niveles de
vigilancia formal, vigilancia policial, seguido de una reducción de los objetivos y una reducción
de la población infractora. Comprender el mecanismo por el cual las teorías criminológicas
funcionan de esta manera es asumir de alguna manera que la reducción de los índices de
criminalidad sería producto de la acción policial en conjunto con el trabajo del sistema judicial
en la aplicación de la sanción penal (Clarke y Harris, 1992).
Aunque lo anterior parecería ser plausible, el problema con estas tres teorías es que se
basan en gran medida en la suposición de que las personas que cometen delitos calculan
racionalmente sus acciones. Es decir, los delincuentes participarían en un complejo proceso de
evaluación de costo-beneficio antes de tomar la decisión de cometer un delito (Cornish y
Clarke, 2013). Esta suposición, sin embargo, no está totalmente respaldada por la evidencia
empírica. Como ejemplo, Doob y Webster (2003), realizaron un extenso estudio que revisó la
literatura publicada respecto a los efectos de la gravedad de la sentencia en las tasas de
criminalidad. Los resultados indicaron que la intensidad del castigo penal no tuvo ningún efecto
en los niveles de delincuencia analizados por el estudio. Lo anterior, apoya la investigación de
Le Blanc y Frechette (1989), que concluye que los delincuentes, especialmente los hombres
jóvenes, casi nunca se preparan para el crimen, lo que indica que el crimen no es precisamente
lo que podría describir como el resultado de un proceso bien pensado.
En cambio, según Clarke, Felson, y Ronald (2008), los delincuentes no tendrían una
noción clara de las consecuencias a largo plazo de sus actos; son impulsivos, enfocados en la
inmediatez de los resultados que buscan del crimen, y desconocen la posibilidad de ser
detenidos por la policía y así castigados por el sistema de justicia, más bien, se enfocan en la
oportunidad para delinquir.
En resumen, las teorías criminológicas basadas en las relaciones ambientales y de
comportamiento humano, son la base para el análisis del crimen, que busca comprender las
causas del crimen como un fenómeno local, cómo operan los delincuentes y los patrones
delictivos (Brantingham y Brantingham, 2013). A pesar de los beneficios que las teorías
criminológicas aportan a la función del análisis del crimen, y por lo tanto a la tarea de la policía,
sus postulados se centran en los delitos que tienden a ocurrir, en su mayor parte, en espacios
públicos.
Si bien, existen estudios sobre la aplicación de políticas públicas para el control del
delito (Beyer y Vergara, 2006), existen pocos estudios que analicen empíricamente el
comportamiento delictual, aplicado a las teorías de la elección racional, la teoría de las
actividades rutinarias y del patrón del delito, a fin de crear un modelo econométrico que pueda
predecir su ocurrencia y ayudar a la policía en el control del delito en el espacio público.
Del análisis de estas teorías criminológicas ambientales, comienza el estudio que
posteriormente se transforma en el precursor de las teorías criminológicas urbanísticas, tal
como el análisis que realiza de la ciudad de Nueva York, Jacobs (1961), quien producto de su
observación, plantea la importancia e incidencia que tiene la adecuada disposición y uso de los
espacios públicos, comparada con la densidad de las áreas urbanas, como factores decisivos en
la misión de crear espacios urbanos animados y de vida urbana intensa, que se vuelven factores
protectores a la hora de prevenir el delito situacional.
Es así como, la densidad habitacional y poblacional son inherentes a la vida urbana, la
variable urbanística es un factor preponderante en el diseño de corredores seguros y que
aseguran una adecuada configuración de los espacios públicos, que permiten una adecuada
convivencia con los espacios utilizados por la densidad urbana. Su observación sobre el espacio
urbano y su correlación con la criminalidad, permitieron demostrar la incidencia de la
vigilancia de los residentes de un territorio determinado y su incidencia positiva en el control
del delito (Jacobs, 2011).
Es de esta manera que Jacobs (2011), asegura que las personas deben sentir comodidad
al transitar por la vía pública, sentirse protegidas y seguras con su entorno, incluso aunque no
se conozcan entre sí, generando condiciones naturales de prevención situacional.
De las ideas recogidas desde la prevención urbanística, se establece el concepto de la
prevención del delito a través del diseño medioambiental o como es conocido por su traducción
en inglés, Crime Prevention Trough Enviromental, cuyo acrónimo es CPTED, el que según
Reynald (2010), favorece el control activo de lugares, el control de las calles, con técnicas que
permiten contar la frecuencia del flujo de peatones, tráfico vehicular y ciclistas; variables que
miden el nivel de actividad del lugar observado, en función de la prevención que realizan los
propios residentes del sector.

Modelos De Gestión Policial


Los modelos de gestión policial involucran la manera en que una institución policial o
de seguridad se estructura, organiza y se orienta para el cumplimiento de su misión; la cual
guarda relación con actividades de vigilancia, prevención, represión de delitos y de manera
general con la generación de estrategias de seguridad y oferta de servicios para la ciudadanía
(Guillén, 2015).
Los modelos de gestión policial que utilizan actualmente las instituciones de seguridad
no constituyen modelos puros, sino que son el resultado de la evolución e integración de
modelos que se han ido estableciendo a lo largo del tiempo; y con la única finalidad de brindar
una respuesta más cercana a la necesidad de seguridad de la ciudadanía. En este sentido,
Guillén (2015), considera la existencia de un modelo gubernativo debido a su dependencia de
poder ejecutivo en estados democráticos, un modelo profesional caracterizado por contar con
procesos de formación para sus integrantes, un modelo comunitario que se enfoca en brindar
participación activa a la comunidad fortaleciendo la integración y corresponsabilidad; y además
presenta como variantes de modelos, a la Policía orientada en la resolución de problemas y la
Policía guiada por a Inteligencia; a las cuales considera que corresponden más a estrategias
policiales.
Bajo la misma perspectiva, Lazzati y Menichini (2016), consideran que otra estrategia
que usan los modelos gestión policial, es la vigilancia enfocada en puntos calientes (Hot spot
Pollicing) que favorece a la asignacion eficiente de los recursos policiales en favor de las
actividades de seguridad, debido a que contribuye a la reducción de los hechos delictivos de
manera efectiva.
Gestión Policial orientada a la solución de problemas (Problem Oriented Policing, POP)

La Policía orientada a la solución de problemas corresponde a una estrategia policial


que fue planteada por Goldstein (1979), al considerar que se debía pasar de la forma reactiva
tradicional de vigilancia policial, hacia acciones más proactivas basadas en la identificación de
las causas que generan problemas delictuales para brindar respuestas que estén directamente
relacionadas.
De esta manera, por medio del POP se busca que la Policía no se limite al control del
cumplimiento de la ley, sino que se enfoque también en resolver los problemas de las personas
(Reisig, 2010); lo que para Cordner y Biebel (2005), constituye direccionar el enfoque policial
hacia las causas de los problemas y no quedarse en la atención de los incidentes delictivos;
generando un impacto mayor en la seguridad. Al respecto, existen estudios que establecen que
la aplicación del POP se encuentra asociado con la reducción estadísticamente significativa del
delito y desorden público del 34% y que además su correcta aplicación permite mejorar la
percepción de los ciudadanos sobre la Policía (Hinkle et al., 2020).
Para materializar ese giro hacia a aplicación del POP, Goldstein (1979), manifiesta que
la Policía debe recabar toda la información que le sea posible sobre los eventos de inseguridad
que necesitan atender; para luego del análisis determinar si se requiere una respuesta policial
de otro tipo, con el fin de brindar posibles soluciones articuladas. Por lo que, se debe considerar
la identificación de un problema policial como el punto de partida, del proceso que este autor
lo organizó en cuatro pasos que conforman en modelo SARA (Scanning, Analysis, Response
and Assessment) por sus siglas en inglés o BASE en español, siendo estos:

a. Búsqueda: identificar el problema y determinar si es factible responder con


vigilancia;
b. Análisis: procesar la información del problema para esclarecer el alcance,
naturaleza y causas;
c. Solución: concebida como la implementación de la respuesta adecuada que fue
diseñada;
d. Evaluación: que permita determinar el impacto de ejecución de la respuesta que
buscaba resolver el problema, midiendo resultados para mantener o cambiar las
acciones.
Sin embargo, se debe tener en cuenta que la ejecución del proceso para resolver
problemas planteado por Goldstein (1979) no debe ser rígido, debido a que la naturaleza propia
de cada problema requiere de flexibilidad para adaptar el proceso a cada caso particular. Es de
esta manera que las instituciones de seguridad deben concebir el proceso SARA como parte de
las acciones proactivas y de respuesta eficiente a las necesidades y problemas cotidianos de
seguridad que tienen los ciudadanos.

Gestión policial guiada por inteligencia (Intelligence Led Policing, ILP)

De acuerdo con Guillén (2015), la gestión policial dirigida por inteligencia se desarrolla
a partir del año 2000 y surge por la necesidad de optimizar el uso de la toda la información
existente en torno al delito y a la seguridad; además de disponer de mejores capacidades de
procesamiento de información. Por lo que se adopta un modelo gerencial que se basa en la
generación de inteligencia delictual para tomar las decisiones y que busca que las acciones
policiales sean más proactivas y efectivas para la prevención del delito (Burcher y Whelan,
2019). La concepción central del uso de la inteligencia para las actividades policiales es la
generación de análisis delictual para concentrar los recursos y esfuerzos policiales en el nivel
territorial que generen mayor efectividad para la reducción, mitigación y prevención del delito;
con lo que se busca anticipar los riesgos e impulsar acciones o estrategias basadas en
inteligencia delictual (Guillén, 2015).
Esta manera de gestión policial basada en la inteligencia delictual suele verse apoyada
por otros modelos y estrategias; sin embrago sus particularidades propias son el enfoque
exclusivo que tiene en fenómeno delictual, poniendo énfasis en el delito y el delincuente
(Guillén, 2015). Por lo que con el apoyo de la tecnología disponible se genera patrones
delictivos, análisis de riesgos, análisis delictual, perfilamiento de delincuentes, intercambios
de información; de tal forma que la recolección y análisis de la información en torno al delito,
generen productos de inteligencia que sean utilizados para las operaciones y acciones policiales
(Carter y Carter, 2009).
La utilización de esta forma de gestión policial puede llegar a ser de mucha utilidad
siempre que los canales de transmisión de los productos de inteligencia sean ágiles y oportunos;
y, además que el contenido de estos productos sea de utilidad práctica para tomar decisiones,
orientar recursos y ejecutar acciones policiales (Guillén, 2015; Burcher y Whelan, 2019).
Gestión policial en estos puntos calientes (Hot Spot Policing)

Un concepto clave en el mapeo del crimen es conocer que es un hotspot o punto de alta
concentración delictual, lo cual para Según Eck et al. (2005), constituye el área que contiene
una mayor concentración de crimen o desorden en comparación con el área que la rodea. Ahora,
estos puntos de concentración o puntos de interés pueden variar de acuerdo con los parámetros
definidos por el investigador, por lo tanto, un suburbio puede ser un punto de alta concentración
en una ciudad, como una calle dentro de un suburbio. De esta manera, un hotspot puede ser
considerado como una representación del principio del 80/20 que sostiene que un pequeño
número de contribuyentes a un fenómeno, típicamente explican una cantidad
desproporcionadamente grande de este fenómeno, tal como ocurre en los delitos, materia del
presente estudio. Un hotspot es un área donde las personas tienen un riesgo de victimización
mayor al promedio de eventos delictivos de en un área determinada, por tanto, pueden existir
puntos de mayor concentración delictual, cuando estos eventos están por sobre el promedio de
delitos.
Al considerar que los delitos no se producen de forma esporádica conforme las teorías
de criminológicas ambientales descritas anteriormente, se desprende que existen ciertas áreas
o sectores en los que se concentran en mayor proporción los delitos. A estas áreas pequeñas de
concentración delictual, se las denomina puntos calientes (hotspot) o puntos críticos, mientras
que a la actividad policial que se enfoca en estas áreas se las conoce como vigilancia policial
basada en puntos calientes (Weisburd y Telep, 2014).
De esta manera, la gestión policial basada en puntos calientes (Hot spot Policing) es
concebida como una estrategia o táctica policial que busca direccionar los recursos policiales
a las áreas pequeñas en las que existe una mayor concentración de delitos (Lazzati y Menichini,
2016). Con ello, se pretende alcanzar eficiencia en la prevención de los delitos.
Esto, debido a que existe evidencia investigativa que ha establecido la ocurrencia de
acciones delictivas concentradas en espacios geográficos pequeños y que se genera efectividad
de la vigilancia policial que se ejecute en estos lugares (Weisburd y Telep, 2014).
Para la generación de vigilancia policial basada en puntos calientes es necesario la
utilización de tecnología informática que facilite la ejecución de un análisis estadístico de datos
delictivos y la producción de un mapeo de los delitos conforme a la relación de los lugares y
horas de ocurrencia (Battin, 2009); lo cual permite identificar unos lugares con mayor
proporción de concentración delictual que otros. Estos puntos de mayor concentración delictual
deben ser vistos también como los lugares en los que existen mayores factores de riesgo que
favorecen la victimización (Eck et al., 2005).
Por lo que, con la identificación de los puntos calientes, la gestión policial se debe
orientar a la asignación de sus recursos a esos lugares, incrementando la vigilancia
especialmente en los horarios de mayor concentración; esta forma de gestión policial, que
implican vigilancia o patrullajes policiales focalizados ha contribuido a la disminución de
hechos delictivos y desórdenes públicos (Braga, 2007). Sin embargo, se debe considerar que
no existe una sola forma de implementar la vigilancia policial en los puntos críticos, la gestión
policial puede ir desde el incremento de la cantidad de Policías, del tiempo de la presencia
policial en esos puntos críticos, o combinarlos con otras formas de gestión, como el enfocarse
en resolver problemas (POP) dentro de un espacio territorial pequeño que concentra delitos
(Weisburd y Telep., 2014a, 2014b, Hinkle et al., 2020).
Por otro lado, un cuestionamiento usual que se le realiza a la vigilancia policial en
puntos calientes, está relacionada a la posibilidad de que la disminución de los delitos en los
puntos calientes pueda generar que el delito se concentre en otro lugar o que se modifique la
manera de cometer el delito (Weisburd y Telep, 2014a, 2014b). Empero, no existe evidencia
científica significativa que permita establecer que esta forma de gestión policial genere que la
actividad delictiva se traslade a otros puntos; lo cual permite determinar la plena vigencia de
los beneficios del control delictual por medio de la vigilancia de los puntos calientes (Weisburd
et. al., 2008; Weisburd y Telep, 2013).

Plan Cuadrante de Seguridad Preventiva de Carabineros de Chile


El Plan Cuadrante de Seguridad Preventiva (PCSP) es concebido como la estrategia
operativa urbana que implementa Carabineros de Chile para satisfacer las necesidades de
seguridad de la ciudadanía a nivel nacional (Winchester et al., 2007). Los inicios de este plan
se remontan a 1998 cuando las Comisarías se dividieron en sectores que denominaron
cuadrantes y los servicios policiales preventivos conforme a la realidad de cada cuadrante, se
enfocaron a brindar seguridad, mejorar la convivencia social y a fortalecer los niveles de
confianza con la ciudadanía; buscando brindar solución a los problemas locales que generan
violencia, delincuencia o percepción de inseguridad (Oviedo, 2007).
Los fundamentos para utilizar esta estrategia operativa denominada Plan Cuadrante de
Seguridad Preventiva, nacen de las necesidades de generar servicios policiales preventivos
orientados hacia los modelos de policía comunitaria o de proximidad y al de resolución de
problemas locales, que sean permanentes y efectivos, con relación directa entre el Carabinero
y los habitantes del sector, para de esta manera obtener eficacia y eficiencia en el accionar
policial (Winchester et al, 2007; Carabineros, 2010).Por lo que se puede establecer que estos
modelos de gestión policial se suman al ya existente en la época que corresponde al policía
profesional y que se ve reflejado en la existencia de un plan de carrera definido de manera
legal, de procesos formativos con base en metodologías para el desarrollo de competencias
(Carabineros, 2010).
Con la ejecución de este plan se planteó alcanzar mayor eficiencia y eficacia en las
acciones preventivas de Carabineros, por medio de la generación de una relación más directa
con los ciudadanos de cada cuadrante y con la identificación de las necesidades propias de cada
realidad local (Salas et al., 2014).
Esto es posible de lograr en razón que cada cuadrante se encuentra asignado al control
de una unidad policial, por lo que los Carabineros responsables del sector pueden alcanzar una
relación más directa con los ciudadanos del cuadrante y conocer con mayor precisión la
problemática en torno a las necesidades seguridad con la finalidad de generar estrategias de
respuesta inmediata (Carabineros, 2010).
Bajo esta lógica de responder a la demanda de servicios policiales en espacios
territoriales específicos y delimitados llamados cuadrantes, se ha establecido que como
objetivos del plan el contribuir a disminuir la victimización y el mejorar la sensación de
seguridad de los ciudadanos; para lo cual se ha establecido el cumplimiento de cinco ejes de
acción, que en conjunto conforman los factores de la demanda de servicios policiales (Salas et
al, 2014; Carabineros, 2010).
El primero es ejecutar patrullajes preventivos, el segundo corresponde a atender los
requerimientos policiales de la ciudadanía, el tercero es fiscalizar establecimientos que son
generadores de actividad delictual, el cuarto concierne al cumplimiento de órdenes judiciales;
y el quinto componente son servicios extraordinarios.
Por otro lado, se contempla también el cálculo de la oferta de servicios policiales, para
lo cual se incluyen todos los recursos de personal y vehículos que dispone cada Comisaría; de
esta manera se considera la dotación total, el coeficiente de respaldo para vehículos policiales,
el coeficiente de dotación de personal y el efecto de vigilancia cuartel (Salas et al, 2014;
Carabineros, 2010).
En este sentido, la demanda de servicios policiales refleja de manera objetiva y técnica
la magnitud de recursos que se requiere para responder a las necesidades de seguridad, mientras
que el cálculo de la oferta de servicios policiales muestra la cantidad de vigilancia que se está
ejecutando con los recursos existentes, estando las dos variables cuantificadas en la misma
unidad de medida que corresponde a la UVE (unidades de vigilancia equivalentes).
Esto, favorece establecer una relación entre ambas variables para determinar el “Índice
de Cobertura Policial” que es la razón entre oferta y demanda de los servicios policiales; siendo
el punto de equilibrio cuando el resultado de esta razón sea uno, mientras que sí es menor a
uno, se determina la existencia de un déficit; es decir, se está ofertando servicios policiales
menores al nivel de vigilancia requerido conforme a la demanda (Carabineros, 2010).

Plan Cuadrante De Seguridad Preventiva 2.0


El avance y modernización de los servicios brindados por Carabineros de Chile
permitieron materializar la actualización y fortalecimiento de las acciones de seguridad
preventiva, mediante el desarrollo e implementación del Plan Cuadrante 2.0 en el 2017.
En dicho Plan se mantiene la base del Plan Cuadrante de Seguridad Preventiva, se
fortalecen los modelos de gestión policiales que lo conformaban y se incorpora el modelo de
vigilancia policial guiada por inteligencia. Con esto, se buscó adecuarse a la política de
seguridad del momento, que consideraba la necesidad de mejorar el diseño, la operación,
integración, comunicación y medición del Plan Cuadrante (Carabineros, 2018).
Esta actualización y fortalecimiento de la estrategia operativa de Carabineros se centró
en tres ejes: el primero corresponde a alcanzar eficiencia en la focalización de los recursos con
base en el análisis del delito, ejecutado desde una dimensión social, territorial y estadística,
para lo cual se fortalece la oficina de operaciones y se incorporan profesionales afines a las
necesidades de análisis delictual.
El segundo eje se vincula con el desarrollo de trabajo inclusivo con la comunidad,
mediante el fortalecimiento del Modelo de Integración de Carabineros con la Comunidad; y el
tercer eje responde a la medición de la gestión policial por medio de la mejora de los sistemas
de información y de la incorporación de indicadores de control de la gestión que permitan
establecer el cumplimiento de las metas y compromisos (Carabineros, 2018).
Bajo este contexto, la oficina de operaciones adquiere una relevancia particular debido
a la necesidad de contar con análisis delictual para la ejecución eficiente de las acciones
operativas en el territorio.
Por lo que se incorporan analistas en procesamiento de datos estadísticos, analistas
geográficos o territoriales para trabajar con variables situacionales y analistas sociales que
estudien factores de riesgo en la víctima y en el victimario; todos ellos, junto al analista
institucional que incorpora la perspectiva policial; son los responsables de generar estrategias
para la prevención del delito y la violencia (Carabineros, 2018). De esta manera, el análisis
delictual pasa a ser la base para la planificación operativa, la orientación de los servicios
policiales y para la integración de los actores sociales y autoridades vinculadas a la
coparticipación en la generación de seguridad; priorizando las acciones policiales a nivel local
(Carabineros, 2018).
Es importante mencionar que para el desarrollo del análisis delictual se debe involucrar
la producción de diferentes niveles de análisis que generalmente corresponden a análisis
estratégico, táctico, operacional y administrativo (Paz Ciudadana; IACA, 2010).
El análisis estratégico se enfoca en los problemas delictuales de largo plazo, las
probables causas, la tendencias delictivas, sus variaciones y los factores que favorecen esa
dinámica; mientras que el análisis táctico prioriza la identificación de elementos comunes en
los hechos delictivos, para detectar delitos en serie o patrones de delitos; por otro parte, el
análisis operacional se vincula con la generación de productos internos para la gestión policial,
cuantificando la oferta y demanda de servicios policiales para la asignación de recursos; y
finalmente el análisis administrativo tiene como finalidad la producción de informes
estadísticos, propuestas, proyectos, evaluaciones y presentaciones ante la comunidad (Paz
Ciudadana, 2009).
Una de las aplicaciones relevantes del análisis delictual es la generación del modelo
predictivo del delito que dispone el Sistema de Análisis de Información Territorial de
Carabineros; en el cual mediante el uso de un software especifico se integran datos policiales,
ambientales y cartografía algorítmica de riesgos de delitos con modelos predictivos basados en
inteligencia artificial, con el fin de fortalecer la capacidad de búsqueda de patrones delictuales
y sectores de concentración de delitos, favoreciendo así, la anticipación a la ocurrencia de
delitos y permitiendo guiar las acciones operativas de vigilancia y control de Carabineros
(Acevedo 2018; Buschmann, 2021).
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