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2 Memorias Secretas de Patria y Libertad

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| PTAC) B DE TeLUT=) Mt t=) e Oe AA MEMORIAS SECRETAS DE PATRIA Y LIBERTAD Y ALGUNAS CONFESIONES SOBRE LA GUERRA FRIA EN CHILE grijalbo Por dos y media décadas Patria y Libertad ha como simbolo del extremismo de derecha en el pais. Su ideario nacionalista fue fundamento para estigmatizarlo como grupo de ‘extrema derecha. Esto le ha valido, hasta ahora, Pero {qué hubo tras este movimiento politico? iQuiénes eran? {Cuintos eran? Para muchos, sélo un grupo de exaltados. Para otros, hombres y mujeres que se arriesgaron por evitar la instauracién de un sistema comunista en el pais. Para los mas, un simbolo de algo extremo, desconocido y ya olvidado. Disuelto el 13 de septiembre de 1973.los integrantes de Patria y Libertad no volvieron a articularse.Algunos ya han fallecido. Otros todavia transitan por el centro de Santiago. Los mds, inmersos en la cotidianidad de sus tareas que en un momento, hace un cuarto de siglo, abandonaron, s6lo han mirado pasar la historia. A través de un relato que recoge las vivencias del autor y revitaliza un texto prohibido hace 26 afios por la Junta Militar de Gobierno, este libro no pretende ser otra cosa que el testimonio de un mito. El mismo que, por alguna misteriosa coincidencia, tiene por simbolo el icono mas. antiguo de la etnia mapuche. Manuel Fuentes Wendling MEMORIAS SECRETAS DE PATRIA Y LIBERTAD YY ALGUNAS CONFESIONES SOBRE LA GUERRA FRIA EN CHILE GATHEAL Y AWITAS (Coa ae, sos anceps SSimiaaS + Manuel Fuentes Wendling MEMORIAS SECRETAS DE _ PATRIA Y LIBERTAD — SOBRE LA GUERRA grijalbo grupo grijalbo-mondadori MBMORIAS SECRETAS DE PATRIA Y LIBERTAD © 1988, by Manuel Fuentes Weneling (© 1989, by EDITORIAL GRIIALBO S.A. Grupo Geielbo-Mondador Almirante Banoso 27, Sentingo de Chile, Telenor 696268, Insripcén en ol Registro de Propiedad Intelecusl N? 110538, ISBN IN" 955255.0586 Primera edicin: septiembre de 1998, ‘Segunoa edcén novimtre do 1980 Reserves toes los deras, Que rigvosamente pride sin Ia autrizaion excite de os ‘ular del copyright, bajo as snctnes extablatds en las les, a reproduc ol 0 paca eet obra por cuguir mao 0 procediment,comprendios It rprorai ye toeniento Informatio, ya distrbucin de ella medioteelguter 0 pristamo publ, Diseno de porta: Ricardo Bade Diagramacion y composicine Gloria Barios CCortecién de textos! Oscar R ASSO Impreso por Publicaciones Almendal Impreso en Chile /Printed in Chile A la memoria de tos compatriotas Héctor Castillo Fuentealba Mavio Aguilar Rogel Miguel Sessa Brignardeto ‘Murieron por un mejor futuro para Chile Prélogo Presentar la historia de Patria y Libertad, un grupo con- vertido en el cono de la ultraderecha criolla contempo- rénea, al que se le agregan los calificativos de “fascista”, “nazi”, “violentista” y “terrorista”, no me resulta dificil. Perteneci a esta organizacién e hice mio su discurso. No me arrepiento ni de lo uno ni de lo otro. Patria y Libertad ha resultado un fenémeno particu- lar. Aunque yace en la gran tumba de la politica chilena —tepleta de vestigios—, su fantasma contintia paseéndo- se campante por todo el pais. Y en algunos momentos adquiere tal corporeidad que casi llega a superar la pre- sencia de grupos que, con mucho esfuerzo, buscan estar vigentes a pesar de sus jurésicos planteamientos ideol6- gico-programaticos. ‘Al comenzar los aftos ‘70, este conglomerado, no ten- go duda alguna, fue un instrumento de provocacién politica al servicio de propésitos especificos y surgié en el escenario local luego de una década, la de los ‘60, plagada de acontecimientos que comprometieron a todos los actores nacionales. Transcurrido un cuarto de siglo, carente de existencia legal o formal, quienes jams perdonarén su existencia en los aftos ‘70 han satanizado la sombra de Patria y Libertad, contribuyendo, de manera perseverante y sistemdtica, a que su imagen distorsionada negativamente se conserve asi en la memoria colectiva de los chilenos. Cuando a fines de 1973 terminé de escribir las prime- ras “Memorias Secretas de Patria y Libertad”, no me animaba otro propésito que dar a conocer el testimonio vivido de la experiencia politica de esta organizacién que, quiérase 0 no, ocupé un espacio en los tensos dias del gobierno marxista de Salvador Allende. Sin embargo, un suceso inesperado truncé toda posibilidad de conoci- miento publico: el libro fue prohibido por el régimen militar, Como es obvio pensarlo, no hubo explicacién alguna. Tampoco, por entonces, me lo pude explicar yo. Ese primer escrito se circunscribié a los sucesos poli- ticos en aquellos perfodos en que Patria y Libertad tuvo existencia formal como Movimiento Civico y luego Fren- te Nacionalista. Pero, independiente de la historia narra- da, el perfil de sus personajes y una cadena de circuns- tancias, agregué “algunas confesiones personales”. Esto no era mas que el relato de algunos hechos, en los que tuve algtin protagonismo, anteriores al periodo 70-73. También, la forma de destacar dos aspectos para mi im- portantes: que la confrontacién politica en Chile habia comenzado mucho antes de asumir el gobierno marxista de Allende; y que esa confrontacién se insertaba en un contexto mundial al que fuimos todos arrastrados. Pude publicar el “libro prohibido” afios més tarde. No lo hice. Pensé que era necesario el reposo suficiente como para, si alguna vez llegara a circular, presentara, con los necesarios cambios, una visién decantada de la historia de este Movimiento. Es lo que creo ocurrié. Surge ahora, de las cenizas del anterior libro, una historia mas fresca, dindmica, menos heroica y hasta divertida. En algunos pasajes, dramaticamente realista. Pero, por sobre todo, mas humana. Es probable que a muchos no agrade, deiraude a otros e indigne a algunos. 10 VL Honradamente me da lo mismo. No emprendi este traba- jo para buscar amigos, sino con el propésito de contribuir con aquellos que, alguna vez en el nuevo milenio, escri- birén la historia objetiva de las tiltimas décadas del siglo XX. Dejo, en todo caso, expresa constancia, por si alguien no resistiese la humana tentacién de comparar este nue- vo escrito con su antecedente histérico —del que circu- Jaron mano a mano un centenar de copias—, que el an- terior libro, en un alto porcentaje, ya es letra muerta Fue, en 1973, mi visién, sin antecedentes, de los hechos. Finalmente, quiero expresar mi agradecimiento a la periodista Maria Alejandra Cassino Marcel, amiga y co- laboradora. Su realismo y honestidad para representarme que el “libro prohibido” debia ser reescrito; su posterior tenacidad para que yo emprendiera esa tarea; el aporte invaluable de sus investigaciones; y, finalmente, sus opor- tunas ideas, erfticas, objeciones, revisiones, correcciones y atenta preocupacién hasta el ingreso a prensas, la con- virtieron en el apoyo humano y respaldo profesional sin los cuales este nuevo texto, honradamente, no serfa una realidad, MEW, Santiago, Primavera de 1999. cue ete hire freer tf eh we stead! | 0 PU MER pagan tut TA PH rinsBe aivattecvtine Hy me Ser wetwg's Sa me eee me Srna Lb tal a eOerT Aettie Ress el em cet? aut am mearepmee afb peaN aoe | a1 aM setts ey As sditoiabdctneen adie hreslat cnicmap seated Sh Renn aaah a om vif ated lh PRT me nit oe a rs Sepeteaeirtt es eae cris amevenny 08 unnmemns ats hh ‘wah y_ mend ten eileen =e en am sien Seah an See eee iene ve Sarre cote: metanrnint (aeemtgt. Le re oven AI a =a kone celia SA hotmome wea A a Cartuto I .Y eso seria todo En un acto solitario e introvertido como los que le eran propios en su quehacer personal y politico, Pablo Rodriguez Grez disolvi6 Patria y Libertad el 13 de sep- tiembre de 1973. Asi, a sola firma, Sin grandes alardes. Sin anestesia para sus seguidores, que se quedaron bo- quiabiertos y con un signo de interrogacién dibujado en sus rostros. De la noticia me enteré en Buenos Aires donde junto al también dirigente John Schaeffer esperaba regresar a Chile luego de nuestro exilio en Ecuador. Fue el final del “movimieto”, graciosamente asi lla- mébamos con Roberto Thieme al grupo de poco més de mil 200 jévenes y viejos nacionalistas que, como temible impronta, estampaban la agresiva “arafia”’ que les iden- tificaba en cuanta superficie aguantara el gigante sello de espuma plastica ideado por este ultimo. Le deciamos “movimieto” porque, instintivamente, sentiamos con Roberto que a Patria y Libertad le faltaba algo para obtener esa esquiva letra “n”. Con veinticinco afios més, y la constatacién de hechos que antes sélo podian ser conjeturas, hoy creo entender lo que, por entonces, nos llevaba a la ironfa: en el fondo ambos, de una w otra forma y cada uno desde su muy particular punto de vista, nos sabiamos actores de una parodia La izquierda en cambio no titube6 en sobredimen- 13 sionarnos, queriendo representar de esa forma, quizés, el papel de David, que siempre resulta mas provechoso para la imagen ptiblica. Eso lo sabfan desde que abrazaron las ideas revolucionarias lideres como Luis Corvalén o Volodia Teitelboim y muchachas como la Gladys Marin © la Julieta Campuzano. El “gurti” del movimiento co- munista mundial, Vladimir Ilich Ulianov, conocido tam- bién por su histérica “chapa” de “Lenin”, fue un experto en aquello de la psicopolitica y la lucha ideolégica contra el adversario. Obviamente sus discipulos chilenos no podian desteniir. Pablo disuelve el Movimiento cuando las caciques —que, a veces pienso, éramos tantos como los indios—, no tenfamos capacidad de reunién. A dos dias del golpe militar, en Santiago como en el resto del pais, la situacién estaba bajo el mas estricto control de las Fuerzas Arma- das, con toque de queda y ese tan particular ambiente adornado por una fuerte presencia de color verde oliva que no se asociaba, precisamente, con el inicio de la primavera ni con el ambiente fiestero motivado, como es tradicién en el pais, en la conmemoracién de nuestra Independencia nacional. Para entonces esperaba viajar en una linea aérea co- mercial desde Argentina a Chile. Un retorno menos heroi- co, pero harto mas seguro. En esa época jugébamos a ser jovencitos de la pelicula. Seguin planes fraguados en Quinto, Ecuador, y antes de renunciar al asilo que nos brindé ese pais y en desconocimiento de la vecindad del golpe militar, primero Pablo ingresaria al territorio nacio- nal por el sur, tal y como lo hizo, empujado y luego ayudado por Eduardo Diaz Herrera, un historiado ex militante de la Democracia Cristiana con quien nos ha- biamos conocido en tiempos del presidente Eduardo Frei Montalva. En una segunda fase, entrarfa John Schaeffer, para establecer nexos con la estructura clandestina de los 14 que todavia quedaban en Ja lucha contra Allende. Parale- lamente, yo me instalaria en la frontera con una central de informacién y propaganda. Era més seguro, sobre todo para mi, lanzar procla- mas desde la zona limitrofe que de algtin lugar de Chile. Por eso nunca dejé de valorar el coraje de Pablo al cru- zar la frontera, aunque lo haya hecho en un helicéptero de la Fuerza Aérea y bajo la proteccién de la base de Temuco. Como buen revolucionario de la causa democratica —por qué siempre los revolucionarios tienen que ser izquierdistas, me pregunto?—, yo seguia en Buenos Aires. ;Con una facha de “clandesta”! Peinado hacia la izquierda, me dejé bigotes y al caminar lo hacia medio cojeando. Al hablar usaba un tonito imitacién del par- ticular acento bonaerense. Para terminar el cuadro co- mencé a usar grandes anteojos obscuras. Creo que estaba lejos de desorientar a potenciales o imaginarios segui- dores. Llamaba mds la atencién con tan ridicula carac- terizacién que con un normal comportamiento. Y eso que no le hice caso al loco de Eduardo Diaz, que sugirié me tifera el pelo en el salén de un delicado estilista de la calle Corrientes. “;Cémo se te ocurre! le dije. —iImagi- nate si nos detienen! Seriamos el hazmerreir de todo el mundo”. En una “operacién” anterior, en la que los sua- ves y finos integrantes de la Policia Politica de Investiga- ciones, conocidos en la época como los “guatones de la PP", andaban tras mis pasos en Chile, Diaz habia pro- puesto que me disfrazara de mujer para evadir los con- troles policiales entre Santiago y Concepcién. Cuando me puse una peluca rubia obtenida no se dénde, en medio de un ataque de risa descarté la idea. Me imaginé en la portada de los diarios izquierdistas bajo el titulo: “jE1 colmo del fascismo! Sus dirigentes son travesti y marico- nes". Con el amor que me tenia —y me tiene— la izquierda, 15 MEMOWAS SECRET DB PATA V UBERTAD — no me cabia duda alguna que el incidente podia ser explotado en esos y peores términos. En la capital argentina, las informaciones sobre la situaci6n chilena eran contradictorias. Por una parte habia terminado el didlogo del gobierno con la Democra- cia Cristiana y, por otra, no se advertia reaccién alguna en las Fuerzas Armadas y Carabineros. Internacional mente la DC emitia una sefial clara —con la actitud de su directiva encabezada por el senador Patricio Aylwin— mostrando a los militares como tinica salida a la crisis que vivia el pais. Esto nos alegraba mucho. “;Puchas que costé que les cayera la teja!”, reflexionaba por entonces. Porque nunca reconocieron el discurso directo de Patria y Libertad que decia: “La solucién a la crisis del pais son las Fuerzas Armadas que deben actuar en una accién coordinada e institucional”. Algunos gremios y la dere- cha opositora a Allende, aglutinada en el Partido Nacio- nal, decfan lo mismo, ;Pura casualidad? ,O esa era “nues- tra” parte del libreto? En medio de la confusion informativa que sobre Chile habia en la capital argentina, conversé con una viejo amigo, José Frigerio, secretario general de "La Nacién”, y con los hermanos Gainza Castro, propietarios de “La Prensa”, y me ofrect como asistente orientador del caudal informativo proveniente de Santiago. Fue uno de los Gainza quien, para mi asombro, me informé del golpe de Estado y su respectiva fecha: 14 de septiembre. zCémo se podia saber en Buenos Aires de la decisién militar? Simple. Dfas antes del golpe pasé por esa ciu- dad, rumbo a Estados Unidos, Fernando Léniz. Cerda, entonces presidente ejecutivo de la empresa “El Mer- curio”. Era portador de la buena nueva: las Fuerzas Ar- madas actuarian el 14 de septiembre. La verdad es que siempre me he preguntado, con el debido respeto que me merece tan distinguido empresario, de si en ese momento 16 de la historia nacional arribé al aeropuerto de Ezeiza como una extraia mezcla de pregonero y iiltimo hombre de la resistencia, o simplemente iba “apretando cachete” ‘Tenia més cara de esto uiltimo. Porque llegé a Argentina el 9 de septiembre con la seguridad de que el golpe se produciria cinco dias después. Lo que él no sabia era de su anticipacién. O bien sabfa del 11 y habl6 del 14 para evitar exactitudes que luego podrian malinterpretarse a partir de enojosas especulaciones respecto a por qué es- taba en conocimiento de un secreto tan bien guardado, como se ha dicho por sus protagonistas uniformados. O, a lo mejor, era el 14 y el vicealmirante José Toribio Me- ino lo adelant6, 0 le “recomendaron” que lo adelantara, La manana del 11 de septiembre junto a Gloria Riquelme, mi esposa —que habia viajado de Santiago a Buenos Aires una semana antes con algunos textos de mi biblioteca y cédulas de identidad en blanco—, nos entera- mos a través de una radioemisora que las Fuerzas Arma- das y Carabineros, en una accin institucional unitari habfan depuesto a Allende terminando con su gobierno. Nos miramos con cierta sorpresa. Ella ignoraba que yo sabfa que tal accién estaba prevista para el 4. Le dije entonces “jCalma! No vaya a ser otro 29 de junio”, ha- ciendo directa referencia al "tanquetazo", frustrado alza- miento de una unidad militar ocurrido menos de dos meses antes, causa y raz6n de mi asilo en Ecuador y preludio del golpe de Estado de esa manana. John obtuvo pasaje para volver a Chile antes del 18 de septiembre. Yo lo segui, junto a mi esposa, tres dias des- pus ‘Transcurrido un mes de mi llegada y luego de superar judicialmente la demanda que por sedicién habia inter- puesto el Ejército en contra de los dirigentes de Patria y Libertad que buscamos el asilo, antes de la primera mi- tad de octubre, el Movimiento tuvo su ultima reunién 7 ampliada. En ella debiamos aceptar 0 rechazar la disolu- cién decidida por Pablo Rodriguez, acto que justificé sefialéndolo como la respuesta “nacionalista” al llamado. de la Junta Militar que pedia el cese de toda actividad politica para alcanzar la armonfa nacional. Por mayorfa se respaldé el anticipado paso de Pablo, aunque dejando la puerta abierta para una “reflexién” a mediano plazo. Era la anestesia para la operacién de terminar definitivamente con una criatura politica caren- te de destino en el futuro nacional. Voté a favor de la disolucién. Tenia conciencia de que Patria y Libertad era un instrumento cuya funcién estaba cumplida. Y aunque el pesar se apaderé de los paco més de treinta “compa- triolas”, como nos autodenomindbamos, reunidos en una casa del sector oriente de Santiago, la esperanza de un reencuentro, que nunca ocurri6, sirvié de bilsamo para un momento en que nos sentiamos un poco héroes. En todo caso la frustracion era palpable en parte de los dirigentes y militantes, porque si bien se habia gana- do la lucha contra el gobierno marxista que presidia Allende, a algunos los inundaba una sensacién de derro- ta. ¢En funcién de qué habfamos luchado hasta exponer el pellejo propio y la seguridad de nuestras familias? Al menos yo lo habia hecho por principios, por rechazo a una doctrina totalitaria como lo es el marxismo, por amor a la libertad que aprendi a respetar y a conocer en todo su significado haciendo mios los simbolos y gestos frater- nales de la masoneria, en cuyo “jardin infantil” me inicié en Curicé siendo un adolescente. ¢Y los demas? Mientras reflexionaba por qué nunca adquirirfa consis- tencia histérica el discurso nacionalista de Patria y Liber- tad en el gobierno que se iniciaba, con sorpresa veia cémo algunos dirigentes se despedian melancélicamente del *sayo de ministro —Pablo, en su intimidad, anhelaba la cartera de Interior y Benjamin Matte la de Agricultura— 18. © diplomético con el que, adelantadamente, se habian investido. Més de uno, creo, debié divagar frente al es- pejo del bao —con maquina de afeitar en mano y dilu- cidando hacia qué lado peinaba mejor— sobre las nuevas politicas econémicas o agricolas que se deberian aplicar en funcién de lo que alguna vez dijo 0 no dijo José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange es- pafiola, que era, o parecfa ser, para Pablo lo que Marx para la Gladys Marin Durante dos afios algunos se habian pasado la pelicu- la de lo que “harfamos en nuestro gobierno”. Sin embar- go, al igual que los finales de las teleseries, muchas veces alterados por los designios del rating, la rama tuvo para nosotros un desenlace diferente al que se dibujara. Claro est, mas 0 menos feliz, dependiendo del lado desde el que se miren las cosas Para mi la historia era diferente. Consideré siempre que el libreto nacionalista era malo, Muy malo. Intragable para cualquier persona. No resistia mucho anélisis. Un dia se lo espeté cara a cara a Pablo Rodriguez. No me salud6 en casi dos meses. Le molestaba hasta la furia que le mostraran los hechos en su real dimensién. Su into- lerancia podria justificarse, quizés, en el conocimiento anticipado del ineluctable destino del Movimiento. Asi, mientras él bien podia estar al tanto de eso por su posi- cién de maximo liderato, yo sélo lo intufa. El siguié sien- do abogado. Yo segui siendo periodista. Y en esta condi- cién, acicateado por las interrogantes y dudas, continué buscando el verdadero origen de Patria y Libertad y su significado en una etapa de la historia del pafs que resul- ta dificil de olvidar pero indispensable conocer desde todos sus angulos. Desechando la oportunidad de ponerme a la fila de los comunicadores sociales que, merecida o inmerecida- mente, buscaban su premio por haber actuado contra 19 Allende y la Unidad Popular, el mismo dfa en que los. dirigentes aprobamos la disolucién del Movimiento de- cidi escribir su historia. Me seducia la idea de contar lo que creia entonces habfamos sido. Pablo, cuyo principal objetivo luego de terminar con Patria y Libertad era des- cansar en Europa, me escuché y apoyé la iniciativa, al punto de presentarme a su madre, Raquel Grez viuda de Rodriguez. Esta no solamente hablé sobre su hijo, al que amaba y admiraba entrafablemente, sino también me abrié un archivo de recortes, confeccionado con carifio y esmero, y donde se consignaban todos los actos puiblicos de éste. ePens6 Pablo que realmente escribiria la historia de Patria y Libertad y que lo haria antes que él regresara de Europa? Creo que subestimé el proyecto, A otros mi iniciativa histérico-literaria les parecia una locura. Algunos, incluso, arguyeron la “inconveniencia” de escribir un texto de tal naturaleza. Esto viltimo ya me olia mal. Pero segui adelante. La cosecha de opiniones me sirvié como un buen sondeo. Lentamente afloraba la personalidad que cada compatriota habia relegado du- rante la lucha politica Lo que nunca imaginé fue que los militares consi- deraran en sus estudios de academia a la astrologia y, algunos, incluso se hubiesen graduado en la especialidad de videntes, Porque de otra forma no me explico cémo prohibieron mi libro cuando atin no comenzaba el Capi tulo XV de los dieciocho que terminaron conformando la primera versién de “Memorias secretas de Patria y Liber- tad”. La inteligencia castrense nunca deja de sorprender- me. Porque joh, fortuna que no tuve! Justo cuando la decision draconiana de censurarme cay6 sobre mi, los dioses del Olimpo uniformados decidieron favorecer a seis destacados periodistas: Emilio Filippi, Hernén Millas, Abraham Santibaftez, Luis Alvarez Baltierra, Francisco 20 © diplomatico con el que, adelantadamente, se habian investido, Mas de uno, creo, debi6 divagar frente al es- pejo del baito —con maquina de afeitar en mano y dilu- cidando hacia qué lado peinaba mejor— sobre las nuevas politicas econémicas o agricolas que se deberian aplicar en funcién de lo que alguna vez dijo o no dijo José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange es- paftola, que era, o parecia ser, para Pablo lo que Marx para la Gladys Marin. Durante dos aiios algunos se habian pasado la pelicu- Ia de lo que “hariamos en nuestro gobierno”. Sin embar- go, al igual que los finales de las teleseries, muchas veces alterados por los designios del rating, la trama tuvo para nosotros un desenlace diferente al que se dibujara. Claro esta, mas 0 menos feliz, dependiendo del lado desde el que se miren las cosas. Para mi la historia era diferente. Consideré siempre que el libreto nacionalista era malo, Muy malo. Intragable para cualquier persona. No resistia mucho anilisis. Un dia se lo espeté cara a cara a Pablo Rodriguez. No me saludé en casi dos meses. Le molestaba hasta la furia que le mostraran los hechos en su real dimensin. Su into- lerancia podria justificarse, quizés, en el conocimiento anticipado del ineluctable destino del Movimiento. Asi, mientras él bien podia estar al tanto de eso por su posi- cién de maximo liderato, yo sélo lo intufa. El siguié sien- do abogado. Yo seguf siendo periodista. Y en esta condi- cin, acicateado por las interrogantes y dudas, continué duscando el verdadero origen de Patria y Libertad y su significado en una etapa de la historia del pais que resul- ta diffcil de olvidar pero indispensable conocer desde todos sus Angulos. Desechando la oportunidad de ponerme a la fila de los comunicadores sociales que, merecida o inmerecida- mente, buscaban su premio por haber actuado contra 19 Allende y la Unidad Popular, el mismo dfa en que los dirigentes aprobamos la disolucién del Movimiento de- cidi escribir su historia. Me seducia la idea de contar lo que crefa entonces habiamos sido. Pablo, cuyo principal objetivo luego de terminar con Patria y Libertad era des- cansar en Europa, me escuché y apoyé la iniciativa, al punto de presentarme a su madre, Raquel Grez viuda de Rodriguez. Esta no solamente hablé sobre su hijo, al que amaba y admiraba entrafiablemente, sino también me abri6 un archivo de recortes, confeccionado con caritio y esmero, y donde se consignaban todos los actos puiblicos de éste. ¢Pens6 Pablo que realmente escribiria la historia de Patria y Libertad y que lo haria antes que él regresara de Europa? Creo que subestimé el proyecto. A otros mi iniciativa hist6rico-literaria les parecia una locura. Algunos, incluso, arguyeron la “inconveniencia” de escribir un texto de tal naturaleza. Esto tiltimo ya me olia mal. Pero segui adelante. La cosecha de opiniones me sirvié como un buen sondeo. Lentamente afloraba la personalidad que cada compatriota habia relegado du- rante la lucha politica. Lo que nunca imaginé fue que los militares consi- deraran en sus estudios de academia a la astrologia y, algunos, incluso se hubiesen graduado en la especialidad de videntes. Porque de otra forma no me explico cémo prohibieron mi libro cuando atin no comenzaba el Capi- tulo XV de los dieciocho que terminaron conformando la primera versién de “Memorias secretas de Patria y Liber- tad”. La inteligencia castrense nunca deja de sorprender- me. Porque joh, fortuna que no tuve! Justo cuando la decisién draconiana de censurarme cay6 sobre mi, los dioses del Olimpo uniformados decidieron favorecer a seis destacados periodistas: Emilio Filippi, Hernan Millas, Abraham Santibaftez, Luis Alvarez Baltierra, Francisco 20 ye, sue Castillo y Alejandro Magnet. Ediciones completas de los seis mostrando el desastre que para el pais significé el gobierno de Allende fueron compradas por el Ministerio de Relaciones Exteriores, para su difusién en el mundo. En un esfuerzo patridtico, que no regalaron a las autori- dades militares, los dos primeros, apoyados en estupen- dos testimonios fotograficos, exhibieron lo que sufri6 Chile en mil dias de socialismo allendista. Otro tanto hicieron los tres siguientes, con un amplio reportaje-rela- to. Y el ultimo, aprovechando una situaci6n inesperada- mente favorable a los escritores de su talento, con inau- dita habilidad le agregé a cada capitulo de una novela ya terminada, una historia politica paralela vincuiada a la contingencia previa al golpe de Estado. Me senti como Koruga, el protagonista de “La hora 25°, novela del rumano C. Vigil Gheorghiu situada durante la Segunda Guerra Mundial. No encajaba en ningtin lado y cuando lo hacia legaba tarde o estaba tras las Ifneas enemigas. Sobre todo cuando con el afan de dar a cono- cer la historia de Patria y Libertad, ya definitivamente prohibida, edité mi escrito en forma clandestina a 40 délares, equivalentes, la copia. Ardié Troya Pero gquién realmente estaba prohibiendo mi libro y por qué? 2 Saag +09 Captruco I La prohibicién Disuelto el Movimiento, sin actividad remunerada algu- na y sélo con el saldo de los 5 mil délares que, obsequio- samente y como “aporte a la causa”, me entregd en Quito el arguitecto chileno Jorge Fuenzalida Cibié, para sufra- gar el regreso a Chile de Pablo Rodriguez, John Schaeffer y el mio, los caminos que ante mi vida se presentaban no eran muchos: buscar trabajo en algtin medio de comu- nicacién o empresa privada o en alguna instancia de go- bierno, o bien materializar la idea atesorada desde que fue derrocado el gobierno de Allende: escribir la historia de Patria y Libertad. Podia ser un texto interesante, un elemento auxiliar para los historiadores a quienes cortes- ponderfa analizar en el futuro qué nos sucedié como pais y por qué llegamos a una crisis como la de 1973. Era la primera quincena de octubre. Hablé con Pablo y Roberto Thieme sobre la idea del libro. También con otros exmilitantes. Todos me brindaron su apoyo moral, aunque advirtiéndome que seria diffeil ayudarme eco- némicamente. A mi el Movimiento me entregaba un sub- sidio, ayuda, sueldo, salario, o como quiera Ilamérsele, que me alcanzaba a duras penas para las necesidades basicas de mi familia. Mas de alguna vez se lo represen- té a Rodriguez, solicitando se me otorgara alguna can- tidad adicional. Su solidaria respuesta fue siempre un 23 MOMORIAS SECRETAS DE PATRIA Y LIBERIA, “jordena mejor tus gastos!”. La verdad es que no sola- mente habia hecho eso sino que lograba maravillas con los escasos escudos que me entregaban mes a mes, y no con la regularidad de un sueldo. En diciembre de 1972, angustiado por la falta de recursos, vendi el auto BMW que tenfa. Pero no se piense, erréneamente, en un carro de lujo. Sélo era uno de esos vehiculos hibridos, fabrica- cién italo-alemana, para dos personas. Se les bautiz6 en el pais como “huevos” por su forma casi esférica. Se abria por delante, articuléndose su direccién, en tanto una pequeita palanca, situada al lado izquierdo, permitia conectar los cambios de esta verdadera motocicleta con chasis y marcha atrés, Desde mi regreso al pais en esa equivocada calidad de “héroe” que se asume luego de una batalla politica que se supone ganada, nadie tuvo la delicadeza de pregun- tarme cémo me las arreglaria para vivir. Ahi me di cuen- ta, por primera vez, que estaba absolutamente botado y que en tanto los demas dirigentes regresaban a sus vidas cotidianas y se aplicaban a la reanudacién de sus nego- cios y actividades profesionales, evidentemente interrum- pidas por el accidente histérico-polftico de la Unidad Po- pular, en mi calidad de periodista marcado, entre otros, con los estigmas de “extremistas”, “fascista” y “ultra- derechista” no representaba, precisamente, el mejor perfil profesional para aspirar a algtin medio de comunicacion. No queria parte del botin de guerra que otros se lle- varon. Menos una sinecura nacional o internacional. No me interesaba. Simplemente anhelaba reanudar mi vida laboral en términos normales. Pero advertia con una muy disimulada angustia, lo reconozco, que no me seria facil reencontrarme con mi profesién. Luego de la muerte y entierro del Movimiento ya no disponia del estipendio asignado por mi “full time” a la politica, y mi orgullo —y sien a vida no se tiene gpara qué se tiene dignidad?— 24 MANUEL FuENTES WENDLING me inhibia a “pedir trabajo”, pensando, quizés errénea- mente, que a quienes han luchado por la tan amada Patria, por lo menos en los tiempos modernos “les ofre- cen” un trabajo digno y no bienes, como se recompensa- ba en el pasado. Pensé, entonces, que mientras la situacién en el pais alcanzare algtin nivel de normalidad y yo aclarase cémo reanudarfa mi existencia junto a mi familia, la mejor opor- tunidad la representaba escribir la historia del Movimien- to respecto del cual se habia tejido toda una marafa de situaciones siniestras. Al apoyo moral que recibi a tan encomiable como nueva aventura —me dije para mi mismo—, se sumé un simple andlisis: el perfil de Patria y Libertad a pesar de su disolucién —que muchos inter- pretaron como una estrategia para volver a surgir algu- nos meses después—, era muy alto. Tan alto que muchos amigos y conocidos, e incluso desconocidos, hacian am- plios y hasta exagerados despliegues de obsecuencia y pleitesia pensando, incorrectamente, por cierto, que la posicién de todos los que encabezamos e integramos el grupo nacionalista éramos los mas cercanos al régimen militar que se alzaba, precisamente, enarbolando unas banderas que olian a nacionalismo. La presuncién de nuestra influencia entre los militares obedecfa a una légica lineal de Perogrullo, se consideraba que habiendo sido un grupo nacionalista, que Iuch6 por tales principios y siempre dijo y proclamé a voz en cuello y en todos los tonos que Ja tinica solucién a la crisis, politica, social y econémica del pais, eran las Fuerzas Armadas, no podia caber duda que triunfantes éstas, nosotros, como vanguardia contra el gobierno de Allen- de, no podiamos sino que ocupar un sitial de honor en el régimen militar. Sonaba hermoso! Pero quienes pen- saron asi olvidaron que las vanguardias, sean legitimas 0 meros instrumentos, terminan “quemadas”, “sucias”, y a 25 Ja hora de los triunfos su lugar lo ocupan aquellos “lim- pios”, 0 mas claro, aquellos que hicieron un trabajo de segundo plano, soterrado u oblicuo, y que, al final, resul- tan ser ios manipuladores de las reales situaciones his- toricas y, por supuesto, sus primeros beneficiados. Descontando el pasaje Quito-Montevideo, algunos minimos gastos efectuados en Buenos Aires y otros que debi realizar luego de mi regreso a Chile, me quedaban como mil 200 délares, de los mil 600 que me correspon- dieron de Ja donacién del arquitecto Fuenzalida, cuando decidi escribir el libro. Segun mis célculos con dicho monto sobreviviria hasta antes de la Navidad. El lanza- miento de lo que se llamaria “Memorias Secretas de Patria y Libertad. Y algunas confesiones personales” te- nia que hacerse la primera semana de diciembre. Alberto Lahosa, un entrafiable amigo, que por entonces era el gerente de produccién de la Sociedad Periodistica de Chile, talleres donde se imprimia el diario demécra- tacristiano "La Prensa”, me advirtié de la necesidad de obtener una autorizacién gubernamental para imprimir. Los militares desde el inicio de su régimen impusieron una absoluta y total censura a los medios de comunica- cién y a los libros. Se requerfa de expresa autorizacion para editar e imprimir textos. En la sede de la Junta de Gobierno, el entonces Edificio Gabriela Mistral, que Iue- go pasé a denominarse Diego Portales, una oficina a cargo de uniformadbs, tenia la tarea de “revisar” los tex- tos que quisiesen publicarse. Nadie conocia, como siem- pre ha ocurrido histéricamente en estas instancias, con qué criterios se aplicaba censura, si es que existia alguno. Pero {De qué podia preocuparme yo si era del mismo lado de los que estaban censurando? En todo caso, como una forma de avanzar y también de observar reacciones —no fuera a ocurrir que le pareciera antipatico mi libro a algiin funcionario revisor, civil o militar, 0, al momento 26 de leerlo, estuviera con el genio cruzado, y estampara la fatidica palabra “censurado’—, lo primero que hice fue disefar las tapas del libro y presentar una muestra a la correspondiente oficina, Una semana después tenia en mis manos las hojas con firma y sello del censor: Capitan Juan Carlos Herrera Villana. Esto despejaba las dudas de una eventual prohibicion y daba seguridades al impresor para hacer los linotipos a medida de que le iba entregan- do capitulos. Con tal programa, y una vez obtenida la autorizacién, seria cosa de dias lograr la edici6n total El 22 de octubre de 1973 me senté a la maquina de escribir y comencé a redactar la historia de Patria y Li- bertad. Dedicando dieciséis horas diarias pensaba termi- nar la tarea en un mes. A inicios de noviembre, a eso de las 7 de la tarde, se presenté en mi casa Victor Fuenzalida, Habia sido miembro del Movimiento y, la verdad, lo habia perdido de vista. Si bien su visita no me sorpren- di6, por tratarse de alguien que habia luchado conmigo bajo una misma bandera, si me dejé aténito el mensaje del que era portador. —Manuel—, me dijo con voz calma y algo dramatica, mientras se sentaba en un sillén del living de mi casa, —tengo la misién de informarte que tu libro va a ser prohibido. Me desconcerté. Un torrente de ideas se agolpé en mi mente mientras buscaba la mejor forma de sacar la voz. —;Por qué?—, fue lo nico que atiné a preguntar, con una calma tras la cual se ocultaba una creciente angustia y una mezcla de contenida rebeldia, todo lo que daba como resultado el deseo de sacar a patadas a mi distin- guido visitante, Y no era para menos. Se me estaba pro- hibiendo un texto antes de que terminara de escribirlo. —Exactamente no lo sé. Pero creo que por ahora po- drfa resultar inconveniente—, dijo mi interlocutor, mien- tras dilatando las vocales daba énfasis a la tiltima palabra 27 A pesar de que el ambiente era tenso, el mensajero mantenia su compostura y me era imposible desentraftar algo de sus sentimientos a partir de algun gesto de su rostro que, marcado por las cicatrices de un antiguo ac- cidente, le servian de util careta para cumplir la mision que se le encomendara. Sin entender frente a quién esta- ba ahora, me atrevi a formular la pregunta del millén de délares: —Puedo saber quién envia el mensaje?— —jNo! Solamente te puedo decir que se trata de amigos de alto nivel que quieren evitar que pierdas tu tiempo, gastes dinero y sufras una frustracién—, respon- di6 con exactitud, claridad y sin titubeos. Fue cuando, recobrandome del golpe emocional que la noticia me habia producido, reaccioné con més firme- za. Al menos tenia los elementos basicos de informacién: el enviado era un exmilitante del Movimiento; me anun- ciaba anticipadamente que el libro seria prohibido; y, se negaba a informarme quién 0 quiénes me enviaban la advertencia. —Sabes—, le dije con aplomo y seguridad—, me tiene sin cuidado el anuncio de prohibicién. Dile a tus man- dantes que voy a seguir escribiendo mi libro, les guste 0 no. Y si lo censuran, alguna vez les pesard en la concien- cia. Acto seguido, y haciendo gala de la mayor descortesfa que pude tener en ese momento, invité a Fuenzalida a salir de mi casa Con el 4nimo por los suelos volvi al living y me desplomé en un sillén tratando de descubrir de dénde venia el golpe bajo. Por qué no se queria que contara la historia de Patria y Libertad?

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