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Carter. de Amigos A Amantes - Marcia DM

El documento es el índice de un libro que consta de 35 capítulos y 2 epílogos. El primer capítulo presenta a Carter, un joven de 15 años que sufre abuso por parte de su padre alcohólico. En el segundo capítulo, ya de adulto, Carter se une a un grupo de motociclistas llamados Soulless Bastards para ayudar a otro grupo llamado Amazons en una misión contra la trata de personas. Carter siente atracción por la líder de las Amazons, una mujer rubia llamada Goldy.

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Carter. de Amigos A Amantes - Marcia DM

El documento es el índice de un libro que consta de 35 capítulos y 2 epílogos. El primer capítulo presenta a Carter, un joven de 15 años que sufre abuso por parte de su padre alcohólico. En el segundo capítulo, ya de adulto, Carter se une a un grupo de motociclistas llamados Soulless Bastards para ayudar a otro grupo llamado Amazons en una misión contra la trata de personas. Carter siente atracción por la líder de las Amazons, una mujer rubia llamada Goldy.

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CARTER

Resiliente #4
MARCIA DM
ÍNDICE

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Epílogo
Epílogo

Agradecimientos
Acerca del Autor
Otras Obras de Marcia DM
CAPÍTULO UNO
CARTER

15 años.

Un día escuché la palabra “Abuso” por primera vez.


Un hombre de unos cuarenta años y cabello blanco fue al
colegio a darnos una charla sobre las familias. Se paró en el
medio del escenario del colegio, se sentó usando la silla al
revés, (apoyando sus brazos sobre el respaldo y queriendo
mostrarse como un adolescente más) y dijo palabras como,
“violencia familiar”, “maltrato psicológico” y “abuso de
poder”.
Nunca las había escuchado en mi vida y por alguna razón
hicieron eco en mi mente, dejándome desorientado.
Lo que creí que era normal… ¿no lo es entonces?
Al final de día, volvíamos caminando con Dante (mi
primo/hermano) por la calle que nos llevaba directamente a
nuestras casas. Como buena familia de inmigrantes italianos,
vivimos en la misma cuadra y lo suficientemente cerca como
para llamarnos gritando desde una ventana a la otra.
–¿Que te está haciendo pensar? No sueles hacerlo
seguido. –dijo Dante, golpeando mi espalda con su pesada
mano.
Últimamente su cuerpo está cambiando, se está haciendo
masivo como su hermano, Bruno.
–No creo que lo entiendas –susurré, su rostro se volvió
serio–, no tienes mucha experiencia en eso. –sonreí
empujándolo lejos de mí, entonces comenzó a reír.
–Hablo enserio. –dije, mientras se le borra la risa
lentamente.
Solo con él podía hablar de ciertas cosas. Dante era
alguien receptivo y nunca sentí que de su lado existiese la
crítica o juicio sobre mis problemas.
–Fue algo que dijo el tipo ese…creí que esas cosas que
hacían mis padres eran normales, pero parece que no. –dije
confundido, mientras me rascaba la cabeza.
Mi padre, Antonio, era un alcohólico que le gustaba
castigarme con el cinturón cada vez que entraba por la
puerta de mi casa. ¿Las razones? El clima, mi ropa, el
horario, los dolores de su cuerpo, no lo sé, elige la que más te
guste. Mi madre, Nora, pretendía no ver lo que pasaba en su
propia casa.
Dante me miró con ojos angustiados y eso me lo
confirmó. Sus padres (mis tíos) eran las personas más
cálidas que conocí en mi vida. No era casualidad querer pasar
más tiempo con ellos, que con mis propios padres.
–Mi papá dice que el tío es así desde que nació. Su papá
solía golpearlo hasta dejarlo inconsciente en la bañera. –me
relató Dante.
–¿Tu papá te golpea también?
– No –dijo pensativo–, nunca lo hizo.

En mi último año en el colegio ya no dormía en mi cama,


generalmente dormía en la calle y si mi tía me encontraba,
terminaba compartiendo la cama con Dante o Bruno.
(Siempre corroborando que nuestros huevos no se toquen,
prefería tener un pie oloroso en mi cara que la polla de mi
primo cerca.)
Mi padre cada día se ponía más agresivo y mi madre más
silenciosa.
Mi limite fue cuando rompió mi brazo derecho un
domingo por la tarde, luego de emborracharse mirando el
partido, por eso el día que cumplí dieciocho años fui a mi
casa a buscar mis cosas, ya tenía mayoría de edad y no
pensaba perder un minuto en ese lugar sombrío. En cuanto
puse un pie dentro, mi padre me estaba esperando con el
cinturón en la mano.
–¡Desagradecido! –gritó – ¡Te mantuve por dieciocho
años y le haces esto a tu madre! –el llanto de mi madre lo
escuchaba desde la cocina.
–¿Mantenerme? ¡Lo único que gastaste en mi fueron tus
golpes, viejo! –Devolví con el mismo tono– Si no fuera
porque la tía me compra ropas estaría desnudo por la calle!
Mi padre sujeta su cinturón con más fuerza.
Mi madre aparece por el umbral de la puerta, su rostro
mojado de las lágrimas.
–Hijo…–su tono era de súplica.
–No mamá, me voy. –avancé por el salón, pasando por al
lado de mi padre y él me empujó lo suficientemente fuerte
para que caiga sobre la mesa de café y la parta al medio.
Sin darme tiempo, estiró su cinturón y comenzó a
golpearme con el mismo sobre el pecho y el estómago.
–¡Ingrato! ¡Egoísta! –gritaba, sus ojos salvajes y la vena
de su cuello estaba gorda llena de ira.
–¡Para! ¡Antonio por favor, para! –chilló mi mamá.
Yo solo podía cubrir mi rostro con mis brazos.
Los látigos persistían.
¿Por qué no puedo tener una familia normal? Una como la
de mis primos.
Tenía tan solo dieciocho años, no hice nada terrible en
esta vida, (más que robar algún sándwich de la gasolinera o
emborracharme con personas poco gratas en la plaza). Nada
lo suficientemente terrible para que mi padre decidiera
romper mi cuerpo. No, esto era solo mala suerte, había
nacido en la casa equivocada, debía ser una equivocación.
¿Suerte? No era una señora que creía todo lo que le decían,
no existía la suerte, pero si existe las decisiones y ese día
decidí que todo termina.
Levanté el brazo, dejando que el cinturón se enrolle en mí
como una serpiente furiosa y lo sujeté con fuerza. Mi padre
se detuvo y por primera vez en mi vida vi miedo en sus ojos,
porque supo en ese preciso momento, que ya no era un nene
que no se podía defender.
Tiré para abajo con violencia, haciéndolo caer sobre las
maderas rotas de la mesa. En cuanto logré ponerme de pie,
mi puño cerrado cayó sobre su rostro.
–¡No…! –Golpeé su estómago. –¡Vuelvas…! –Su pecho,
sus costillas. –¡A…! –Mi madre gritaba, pero no intentó
detenerme, ella sabía que él se merecía esto. Entre los
escombros de la mesa, encontré el cinturón. Lo envolví en mi
mano, sintiendo el poder que mi padre sentía. –¡Levantarme
la mano, viejo! –Golpeé su estómago con el cinturón, hasta
que el sudor rompió en mi frente y mis músculos quemaban.
Mi padre gritaba, mi madre también.
Podía ver la sangre en su cuerpo, chorrear como lo hizo la
mía durante toda mi corta vida. Sentía que no podía
detenerme.
No podía dejar de golpearlo.
El odio nublaba los sentidos y mi cuerpo pasó a ser una
maquina violenta y sanguinaria. Arrojé el cinturón de cuero
negro, (un objeto que nunca voy a olvidarme en mi vida)
sobre su cuerpo maltrecho. No sabía si estaba vivo o muerto
y no pensaba quedarme para descubrirlo.
–Adiós mamá. –ladré a mi madre, dejándola sola en un
mar de lágrimas y la sangre de mi padre.
CAPÍTULO DOS
Carter

Presente.

Pasé por varias etapas durante toda mi vida, siempre solo,


pero acompañado.
Hoy estoy rodeado de un grupo de hombres con los
mismos trastornos psicológicos que yo, nos hacemos llamar
los Soulless Bastards. No somos los mejores, ni los peores de
la ciudad, eso lo puedo confirmar, pero no estoy aquí por el
dinero, ni las mujeres, ni nada.
Estoy aquí por Rage, un hombre que me jodió la vida hace
un tiempo y terminó siendo mi amigo, él me invitó a entrar a
este club, me enseñó el concepto de familia y hermandad.
No voy a decir que le debo la vida, pero si voy a decir que
voy a acompañarlo en todo lo que pida, por eso el día que
Rage propuso ayudar a las Amazons le dije que sí sin
pensarlo.
Las Amazons (aparentemente) son un grupo de moteras
que luchan contra la trata de personas, de niñas para ser más
exacto y según Rage, no tienen suficiente experiencia en el
departamento de armas, combate y peleas.
Ahí es donde nos involucramos nosotros, aparte, siempre
queremos extirpar la violencia que cargamos, así que es una
gran excusa esta.
Nos dirigimos al aeropuerto donde Rage nos dijo que
venimos a intervenir un rapto masivo de niñas. Cuando Rage
se desvía lo sigo hasta que detiene su motocicleta y veo tres
mujeres esperándonos.
Una de ellas roba mi atención inmediatamente.
Por varias razones:
Number one: es rubia y eso es exactamente lo que me
gusta en una mujer.
Number two: parte la tierra al medio.
Number three: su actitud dice “No jodas conmigo o te
arranco la polla” y eso es un reto que me gustaría tener.
Goldy la llama su presidente, asumo que se llama así por
su cabello rubio y su piel de porcelana. Sus brazos tienen
tatuajes en blanco y negro. Está vestida con unos vaqueros
negros como los míos que le marcan piernas eternas y botas
de motera desgastadas y sucias.
Maldición, es una fantasía caminante.
Rage y la líder de las Amazons, (que se hace llamar Big
Kahuna, BigK de ahora en más), están hablando sobre lo que
nos espera del otro lado del cerco.
A la otra le llamaron Tequila, su ceño esta fruncido todo el
tiempo y claramente no nos quiere aquí, pero no tiene
opción, Rage se comprometió y hasta que esto no se acabe no
vamos a parar.
Goldy mira sobre su hombro derecho, regalándome una
mirada de menos de un segundo. Es de noche, pero sus ojos
brillan como dos gemas.
Wow, necesito enterrar mi polla en algo rápidamente antes de
que siga hablando como un idiota.
Cuando llegamos al hangar, nos preparamos para
enfrentarnos a lo desconocido. Pero para mi sorpresa, los
hombres que las están manipulando tienen poca experiencia,
por no decir nada.
Al menos poca experiencia comparada con hombres como
nosotros. Rage es exmilitar, yo soy…bueno, un asesino a
sueldo (me gusta más el nombre Matador, suena varonil) y
Viking mi otro hermano es…gigante, ah y es exmilitar
también.
Estos hombres intentan subir a las niñas a un avión para
venderlas en el exterior, pero entre los tres logramos
eliminarlos por completo, Rage es rápido a pesar de su
tamaño, yo soy despiadado y Viking es eficiente.
Durante el proceso observo a la rubia, ella reacciona
rápido también, sujeta el arma con seguridad y se mueve
como su fuera la líder, aunque no lo es.
Esto fue demasiado fácil, rápido y poco excitante.
El club de las Amazons no es un club como el nuestro,
para empezar, tienen una maldita mansión como cuartel, así
que voy a llenar un talonario de quejas diciendo que el
nombre del club no refleja su estilo de vida.
Maldición, el lugar es increíble, me pregunto de dónde
demonios sacan tanto dinero.
Mientras estamos sentados en la “iglesia” (es una sala de
conferencias sacada de una película futurística) resolviendo
negocios, Rage habla sin una muesca de gracia con BigK,
mientras la rubia me observa cuando cree que no lo noto.
¿Te gusta lo que ves, Harley Quinn?
Mis ojos vuelan a los de ella y rápidamente pretende
mirar otra cosa.
Sonrío para mis adentros porque parece que yo también
soy su tipo.
Que bella coincidencia.

El tema de la trata se volvió central para nosotros. Rage se


cargó este problema al hombro y hace semanas que busca al
organizador de todo esto.
Finalmente, hoy se enteró quién es el responsable y la
respuesta lo dejo atónito. Búfalo es el nombre detrás de todo
esto en nuestra ciudad. Tengo entendido que era amigo muy
cercano del padre de Rage, parece que fue alguien quien
tomó el papel de mentor cuando el padre de Rage fue
asesinado hace unos años.
Eran muy cercanos, hasta hoy.
Digamos que no quieres de enemigo a Rage y eso es
exactamente lo que Búfalo hizo. Este idiota está involucrado
en el comercio más grande de trata de personas de este lado
de la costa de Estados Unidos y hoy vinimos a hacer
preguntas, pero las dos niñas que encontramos encadenadas
en el sótano fueron suficiente.
Rage llamó a las Amazons y les avisó que las habíamos
encontrado, por eso me ordena que vaya a buscar a quien sea
que vino por ellas. Sé que ellas tienen un programa donde las
devuelven a las casas o se encargan de ellas en caso de que
sean personas sin hogar.
Cuando abro la puerta, la rubia que parte la tierra está allí.
Me encanta que siempre luzca irritada y aburrida.
–Hola –saluda–, me pidió Big que venga a—
–Sí, pasa, pasa –Abro la puerta–. Están demasiado
asustadas para que las llevemos nosotros, supongo que una
figura femenina es mejor.
Goldy entra, observando el lugar con asco.
–Sí, mejor no preguntes –aclaro ante su gesto. Estamos
es el cuartel de Búfalo, digamos que podrían usarlo de set de
filmación para cualquier película de terror–. Están
interrogando a Búfalo en la cocina. –Señalo sobre mi hombro
junto cuando escucho los gritos demandantes de Rage y las
respuestas de su examigo.
–Eso parece –dice ella enterrando las manos en sus
bolsillos delanteros. –. ¿Dónde están?
–Por aquí –Camino hacia el sótano y escucho sus pies
siguiéndome. –. las tenía en el sótano.
Bajo por las escaleras y ella susurra:
–¿Sabes hace cuánto las tiene aquí? –murmura para que
no la escuchen.
Niego con la cabeza, mientras sigo bajando los escalones
de cemento. Las dos niñas reaccionan con miedo cuando
escuchan a dos adultos acercarse y eso me rompe el maldito
corazón.
Comienzo a sentir ira cuando pienso que ese viejo de
mierda las tocó en algún momento.
Goldy sonríe abiertamente hacia ellas, mostrando un poco
de cordialidad. Ellas aún no confían.
–Hola –dice Goldy sin acercarse–. Me llamo Goldy, vengo
a llevarlas lejos de este lugar.
Las dos hermanas se miran, desconfiando absolutamente
de los adultos de la habitación.
Créanme, conozco el sentimiento.
Goldy camina hacia adelante, pero ellas me observan a mí.
–Queremos ayudarlas, los dos. –aclara Goldy viendo
como el hombre de la habitación hace todo esto mucho más
difícil.
–¿Prefieres que me vaya? –susurro.
–No, está bien, necesitan comenzar a descomprimir. –
responde, depositando sus ojos en los míos.
Asiento una vez, dando un paso al frente.
–Vamos a desatarlas, ¿está bien? –pregunta, las dos
niñas asienten lentamente. –Mi amigo va a ayudarme.
–Bueno. –musita una de ellas.
Los dos caminamos dando pasos lentos, la más chica
lloriquea pensando que lo que peor está por pasar y no
soporto ver cómo sus ojos oscuros me miran con pavor.
–Se me ocurre algo –digo–, si hago algo que no les gusta,
le pueden decir a Goldy que me dé una patada en el culo. –las
dos nenas me observan con menos miedo.
Goldy se ríe.
–Con gusto. –responde mientras comienza desatar a la
mayor.
Con cuidado hago lo mismo, pero con la menor y ella me
mira intensamente, controlando todos mis movimientos, ahí
es cuando le saco la lengua y se empieza a reír.
Eso me hace sentir más tranquilo, al menos me dio una
sonrisa, tal como Goldy, pero no es momento de pensar en
ello ahora.
Los dos terminamos al mismo tiempo, las nenas se
masajean las muñecas con dolor.
–¿Hay algo que les duela? –pregunta apoyando sus
manos en los muslos.
Las dos niegan con la cabeza.
–¿Hace cuánto que están en este lugar?
La más grande comienza a responder:
–Solo pasamos una noche aquí.
–¿Tienen hambre? –Las dos asienten rápidamente. Goldy
me observa un segundo dándome las llaves de una camioneta
–Hay una bolsa celeste en mi camioneta ¿puedes traérmela?
Asiento sin discutir y camino hacia las escaleras.
–¿Alguien las tocó indebidamente? –pregunta en un tono
más bajo mientras estoy cerrando la puerta.
Ahora entiendo por qué me envió lejos, necesitaba hacer
ese tipo preguntas. Lo único que escucho antes de cerrar la
puerta son llantos repentinos.
Me detengo, petrificado por el sonido más desgarrador
que escuché en mi vida, cierro mis puños hasta que mis
nudillos terminan blancos y mis dientes se aprietan hasta
que rechinan.
No puedo creer lo que estoy viviendo.
Cuando vuelvo, las tres están sentadas en el suelo,
hablando con un tono bajo y muy pausado.
Goldy les está explicando lo que va a pasar ahora y cómo
proseguir después de este hecho traumático.
–¿Son policías? –pregunta la más grande de las
hermanas.
No, por Dios, todo menos policía.
–No. –responde Goldy mientras recibe la bolsa llena de
comida, no se explaya en la respuesta.
Retrocedo unos pasos para apoyarme contra la pared, su
círculo en el suelo es cerrado y no lo quiero romper,
claramente la conexión con el género es real.
Goldy saca unos sándwiches y se los entrega junto con
una botella de agua. Las dos comienzan a devorar la comida,
casi atragantándose
–¿Y por qué nos están ayudando? –pregunta una de ellas.
–Porque a mi hermana pequeña le hicieron lo mismo que
ustedes y todos los días peleo para que no le pase a nadie
más.
Mi estómago se me retuerce por un momento.
¿Su hermana?
–¿Está bien tu hermana ahora? –pregunta la más chica.
–No, todavía no la encontré, pero estoy segura que falta
poco. –Goldy sonríe tensamente, voltea para verificar si la
estaba escuchando o no.
Nuestros ojos se enlazan y ni una sola palabra sale de mi
boca, las comisuras de sus labios suben un poco, pero sus
ojos cargan tristeza.
Me solidifica en el lugar.
No puedo respirar, ni reaccionar ante tanta tristeza y
vulnerabilidad.
–¿Cuándo vamos a ver a mamá? –pregunta la más chica.
Goldy voltea para volver a prestarles atención y responde.
–Ya mismo, vamos, tenemos que irnos de este lugar.
Me despego de la pared y ayudo a la mas chica a
levantarse, puedo ver marcas de dedos en su pequeño brazo y
tengo que tomar aire profundamente para no desplegar la
furia que siento dentro.
Salimos a la calle y las ayudo a subirse a la camioneta de
Goldy, cuando ella se sienta en el asiento del conductor,
abrocha su cinturón y baja la ventanilla.
–¿Necesitas ayuda? –pregunto metiendo las manos en los
bolsillos despreocupadamente.
Es un pobre intento de demostrar que esto no me afecta
tanto.
–Estamos bien, ya hicieron demasiado. Espero que ese
desgraciado termine… –No termina la frase, por el bien de
las nenas que están escuchando todo.
–No te preocupes, mi primo está allí dentro y nadie puede
escaparse de él.
–Bien, me alegro. –Enciende la camioneta.
No estoy listo para dejarla ir.
–¡Espera! –saco el móvil del bolsillo del chaleco – Déjame
darte mi móvil en caso que necesites contactarte.
Ella levanta una ceja y mira el teléfono en mi mano.
–¿Tu móvil o tu teléfono? –escucho un dejo de burla en
su tono.
Maldición, que idiota soy.
–Mi teléfono. –respondo con una media sonrisa.
–Me parece que en realidad lo que quieres es mi número,
¿no? –ohh, directa, me gusta.
–Naturalmente.
Esta coqueteando conmigo y eso me gusta.
Dicta su número rápidamente, pero tengo buena
memoria, así que no le tengo que preguntar dos veces.
–Agendado. –Respondo.
Ella asiente una vez.
–Nos vemos por ahí, Hollywood.
–Adiós… –Levanto una mano, saludo a las niñas del otro
lado del vidrio y las veo irse.
CAPÍTULO TRES
Goldy

Los días que devolvemos a las niñas son los más agotadores.
El proceso es mentalmente desgastante. Primero, la energía
que lleva sonreírle a niñas que no entienden que les pasa o
que les pasó, (a veces son tan pequeñas que entienden que
les pasó algo malo, pero no entienden por qué es malo).
Segundo, conseguir que confíen y sin que se den cuenta,
sacarles la información necesaria para seguir con esta
investigación.
Tercero, tener que lidiar con los padres.
Nunca se me olvida la mirada de los padres cuando ven a
sus hijas en la puerta de las casas. Hoy fue el padre quien
abrió la puerta, sus rodillas se desplomaron al suelo cuando
las vio. Siempre tengo que tragar mis lágrimas y poner mi
cara más seria para que entiendan que esto no es un chiste y
que llamar a la policía no es una opción en esta ciudad.
Las niñas me abrazaron antes de que me vaya y me
pidieron que salude a mi “novio” de su parte. Me reí ante sus
palabras, pero no las corregí.
¿Por qué? No lo sé.
Por la noche, a pesar de estar agotada, no puedo dormir,
es que no puedo dejar de pensar en mi hermana, Simone,
mientras miro el techo buscando respuestas sobre su
paradero.
Ella desapareció hace un tiempo y no importa cuántos
millones tienes en tu cuenta de banco, cuando no quieren
que aparezca, no hay dinero que page lo suficiente.
Quién iba a decir que ser rica iba a ser completamente
inservible.
Mis ojos se cierran eventualmente, pero se abren cuando
lo escucho sonar el móvil.

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¡Qué carajos!
Me siento en la cama y con los nervios en la garganta
comienzo a revisar el móvil. Alguien tiene que haber
hackeado mi celular.

“Goldy, soy Hollywood, este es mi número.”

Una risa explosiva emerge de mi garganta.


Qué alivio.

“Estaba buscando mi historial de internet.”

Respondo tecleando rápido y con una sonrisa de oreja a


oreja.

“Puedo imaginar tu cara cuando viste ese mensaje,


lástima que no estuve allí.”

Podrías venir a visitarme…pienso para mis adentros.


Suelto el móvil como si quemara sobre la cama y oculto
mi rostro con las manos, no grito porque sé que voy a
despertar a la casa completa.

Mi gran amiga Big está en la cocina, charlando con Daniela,


la cocinera de las Amazons, las dos me observan raro cuando
entro para buscar el necesitado café de la mañana.
–¿Qué? –pregunto deteniéndome en el lugar.
–Nada –dice Big ocultando una sonrisa detrás de la taza.
–. ¿Ya te vas?
–Sí, hoy me toca escuchar a mi padre. –gruño por lo bajo.
Desde que Simone desapareció, mi padre no para de
culparse. Durante la primera semana me prohibió llamar a la
policía, dijo que Simone estaba haciendo otro berrinche y que
ya iba a volver sola, pero yo sabía, muy en el fondo sabía, que
Simone estaba en aprietos. Por eso en la segunda semana
directamente fui a la estación de policía y di por desaparecida
a mi hermana. Mi papá finalmente me creyó y ahora se
siente culpable por no haber hecho nada antes.
–Lo siento –dice Big. –. Al menos podemos ver tus
mejores ropas días como este.
Mis padres no conocen el club, de hecho, no saben
siquiera que tengo tatuados los dos brazos, para ellos sigo
siendo aquella mujer de negocios que fui hasta que Simone
desapareció de nuestras vidas.
Llevo puesto un pantalón negro con una camisa blanca de
Gucci. Mi cabello esta planchado y colocado detrás de mis
orejas con precisión. Así es como vestiría cualquier día en la
oficina.
–Gracias –vierto el café en una taza térmica y robo unas
galletas del plato de Big. –. ¿Sabes que puedes usar esta ropa
cuando quieras ¿no?
–Creo que esa camisa solo entra en mi muslo izquierdo. –
se ríe Big.
Entonces Daniela añade:
–Qué suerte tienes, a mi no me entra ni en el dedo gordo
del pie.
Las tres reímos y las dejo hablando sobre sus cuerpos,
mientras salgo a buscar el coche que uso cuando voy de mis
padres.
Si llegan a enterarse que poseo una Harley, se vuelan la cabeza
con una escopeta.
De todas maneras, llegar a la mansión Du Pont me lleva
aproximadamente dos horas, así que viajar en cuatro ruedas
siempre es mejor para distancias tan largas.
Cuando llego a la mansión, los guardias de seguridad me
saludan abriéndome la puerta. La casa de mis padres es lo
más parecido a un castillo que vi en mi vida. De hecho, lo era,
se lo compraron a un turista escocés que intentó formar su
vida en los Estados Unidos. Como no le funcionó, puso en
venta la propiedad.
Ventanas góticas, techos altos y ladrillo es lo que
predomina en este lugar.
Un poco tétrico si quieres mi opinión. Por eso yo me
quedé con la mansión que usamos para el club, era solo una
casa más que mis padres tenían abandonada.
Encuentro a mi padre en la biblioteca/oficina. Un lugar
donde los libros están del suelo hasta el techo, un gran
ventanal está parcialmente cubierto con unas cortinas de
terciopelo verde polo, un juego de sillones donde suele llevar
a cabo reuniones, una taza de café frio al lado de su
ordenador portátil y mi madre sentada en su silla, leyendo el
diario.
Son el retrato de un perfecto matrimonio en Downton Abbey.
–Oh, hija. –dice mi padre cuando escucha mis tacos
acercarse.
Se levanta y me saluda con un abrazo eterno, algo que
comenzó a destilar desde que mi hermana se evaporó de
nuestras vidas.
Mi madre nos mira con amor, me acerco a ella y la abrazo
con la misma intensidad.
–Hoy viniste temprano –dice mi madre. Debajo de sus
ojos hay bolsas llenas de estrés y cansancio, nadie duerme en
esta familia. –, que lindo verte con la hora de la mañana.
–Quería ver como están. –digo mientras me siento frente
a mi madre.
Mi papá deja todo lo que estaba haciendo y se une a
nosotras, sentándose al lado de mi mamá y tomando su
mano.
Una de las pocas sino, única cosa positiva que pasó desde
que mi hermana se disipó, es que la relación de mis padres
mejoro mucho.
Hace años que no se miraban a los ojos.
Un día hace algunos años atrás, un hombre de mi edad
tocó la puerta y preguntó por mi padre. Allí nos enteramos
que tenía un medio hermano perdido por el mundo. Bastián
es su nombre y supuestamente la madre (amante de mi
padre) nunca le dijo que estaba embarazada, así que Bastián
creció sin una figura paterna. Al principio fue un shock para
Simone y para mí, pero en poco tiempo lo adoptamos como
hermanos de toda la vida. Es imposible no adorarlo, Bastián
es un hombre extremadamente inteligente (más que
cualquiera que conozca), protector de sus hermanas y
exitoso.
Mi madre lo acusó de busca-fortunas, pero él dejo muy en
claro que no quiere heredar ni un centavo de mi padre, de
hecho, él tiene una de las empresas más reconocidas del
mundo y lo consiguió sin la ayuda de nadie.
–Tu madre y yo estamos pensando en usar un sistema
nuevo en nuestros móviles, quiero que lo instales tú también.
–¿De qué se trata?
–Es una aplicación que envía una señal en caso de
emergencia a un contacto, solo tienes que presionar el botón
dos veces, entonces graba un audio de los últimos cinco
minutos y la locación precisa del dispositivo, luego llama al
contacto.
Ruedo los ojos para mis adentros, esas aplicaciones no
funcionan en absoluto.
–Está bien, envíame todo por correo, lo veo cuando tenga
tiempo. –digo, mientras miro el móvil rápidamente,
buscando algo que no sé qué es, una distracción, un mensaje
de Simone, algo.
Cuando mis padres finalmente entendieron que a Simone
se la llevaron, les pedí que me dejen hacerme cargo de todo,
ellos aceptaron mi propuesta. Abandoné mi puesto de trabajo
en la compañía de mi papá y comencé junto con Big a mover
las piezas para encontrar a mi hermana. Lo que no me esperé
fue encontrar una organización de trata de personas dentro
del país. Por eso terminamos formando el club oficialmente.
Mi plan es (una vez que Simone este de vuelta aquí),
comenzar una organización sin fines de lucro, con la ayuda
de los amigos ricos de mis padres, y voy a llevar a cabo un
paraíso para mujeres maltratadas.
Pero primero Simone.
–Hija –Llama mi madre–, ¿alguna noticia? –ella sabe que
hablo con el detective todos los días, cualquier información
nueva que llegue a mis oídos es trasmitida a ellos.
–No mamá, todavía no. –esa es mi respuesta todos los días.
Intento al menos una vez por semana pasar el día con
ellos, nos ponemos al día y pretendemos llevar una vida
normal. Mi papá me cuenta sobre sus negocios, mi mamá
sobre el nuevo libro de auto-ayuda que leyó esta semana,
pero lo silencios incomodos se dan al menos cinco veces y
todos sabemos que lo único que está en nuestra mente es
Simone.
Ella era—
Es.
Ella es una chica peculiar, mi padre solía exigirle mucho
más de lo que me exigió a mí. Nunca entendí por qué se
enfocaba en ella así. Pocas cosas satisfacían a mi padre
cuando se trataba de mi hermana. Ella se esforzaba y lo hizo
hasta una semana antes de la desaparición.
Mi hermana como todo ser humano bajo presión, explotó
y decidió vivir su vida como una persona estándar.
Ninguna de las dos tuvo una adolescencia normal y las
dos nos revelamos de grandes eventualmente. Por eso yo
terminé con tatuajes y una moto, y ella…bueno, ella terminó
con compañía no deseada.
O como le dice Big “mala junta”.
La última vez que fue vista oficialmente, fue en una gala
de beneficencia. Mi mamá dice que ella se subió a su
Mercedes y que dijo que iba directo a casa.
Nunca ocurrió.
Lo que mis padres no saben, es que Simone dio con un
hombre que se hacía llamar MAC, un motero de cuarta que la
arrastró a una fiesta de puro descontrol.
¿Por qué me hermana estaba allí?
Esa es la pregunta que no me deja dormir.
CAPÍTULO CUATRO
Carter

Una motocicleta pasa a toda velocidad sobre mi lado


izquierdo. Tan rápido que pierdo el balance y casi me caigo
en el pavimento de la avenida principal. Busco
apresuradamente quien fue el idiota que casi me mata y
encuentro debajo del casco unos pelos rubios moviéndose
con el viento.
Sonrío satisfecho, porque sé que esto va a ser interesante.
Acelero la Harley hasta equiparar su velocidad. La luz roja
la detiene y yo me detengo a su lado.
–No sé qué dice tu licencia de conducir, pero la mía no me
permite excederme de la velocidad máxima de esta avenida.
–grito con mi casco puesto.
Su casco cubre su rostro, el mío no. No sé si está
sonriendo, pero quiero imaginar que sí.
–Alguna ventaja por ser mujer tengo que tener. –dice ella
y por su voz confirmo que si está sonriendo.
–Me imagino que tienes muchas más ventajas de las que
te gusta admitir.
Estoy seguro que una mujer como ella puede escupirle a
un policía en el pie y salir triunfante.
–No voy a negar, ni confirmar esa declaración –dice su
voz detrás del casco negro.
La luz roja cambia a verde y sale arando otra vez.
Ah, ¿te gusta que te persigan entonces?
Lo pides, lo tienes.
Voy detrás de ella y sé que puede verme por su espejo
retrovisor. En el siguiente semáforo me coloco en el mismo
lugar.
–¿Qué haces más tarde? –pregunto sin dar muchas
vueltas.
–Trabajo hasta tarde. –devuelve, mirando el semáforo y
acelerando su motocicleta, ansiosa por seguir su camino y
alejarse del lunático que le habla en los semáforos.
–Bueno, te espero tarde entonces. –Sonrío con la sonrisa
de portada de revista (según Sarah, la mujer de Bruno) y
antes de que pueda responderme, la luz cambia y soy yo
quien sale arando, alejándome de su respuesta.
Me gustan las sorpresas, vamos a ver qué hace Goldy ante
mi invitación.

Para el final del día, estoy en mi garaje, dándole unos


retoques a mi Harley que ya está pidiendo morir, pero no se
lo permito. La tengo hace muchos años, fue lo primero que
me compré con mi primer sueldo y le tengo cierto apego.
Acostado en el suelo, escucho mi móvil sonar desde el
otro lado de la habitación y me rehuso a levantarme. Si
estuviera en la casa de Bruno, solo tendría que gritarle a
alguna voz robótica que lea el mensaje por mí, pero yo soy
más humilde y no necesito tantos robots para resolver mi
día.
Sin embargo, no quiero levantarme.
Bufo, enojado. Odio discutir conmigo mismo y perder.
Me levanto para demostrar que estoy equivocado y
camino hacia el móvil. Solo espero que no sea Rage teniendo
otro episodio.

“Sigue en pie la oferta?”

Goldy.
Nunca mis dedos se movieron tan rápido.

“2335 Jody Road.”

Eso es todo lo que escribo, mi dirección. Si quiere venir,


puede hacerlo libremente, sino, bueno, voy a estar un poco
decepcionado, no voy a mentir, pero puedo sobrevivir.
Media hora más tarde, derribo mis expectativas. No
obtuve respuesta y ya son las doce y media de la noche.
Con un trapo sucio lavo mis manos por encima y lo arrojo
al lado de la motocicleta. Cuando abro el grifo para lavarme
mejor, escucho que alguien toca en la puerta del garaje.
Abro lentamente y veo del otro lado a la mujer más
hermosa que vi en mi puta vida. El casco está bajo su brazo,
su mirada azul es inquieta, su cuerpo la fantasía que no
abandona mi mente.
–Creí que no ibas a bendecirme con tu presencia esta
noche. –digo mientras dejo la puerta abierta y continúo con
una tarea que ya había terminado, no sé por qué necesito
hacer algo cuando ella está en la misma habitación.
Su presencia me afecta por alguna descabellada razón.
Ella pone un pie dentro y observa a su alrededor.
–No podía dormir. –da pasos lentos, mirando todo lo que
tiene delante de ella.
Cruzo mis brazos y me apoyo sobre la pared, esperando
que termine de inspeccionar el lugar.
–¿Por qué? –finalmente conecta sus ojos conmigo.
–No suelo dormir, no desde que…–se detiene delante de
mi motocicleta y observa las herramientas tiradas alrededor
– ¿Qué le ocurre a tu motocicleta?
–Es el alternador, quiere que lo cambie. –suelto mientras
camino hacia mi casa, esperando que ella me siga.
Efectivamente, escucho sus pasos detrás de mí. Lleva
puestas unas botas negras que no puedo dejar de mirar (o
escuchar). Unos vaqueros que le quedan grandes y una
remera de alguna banda de rock indie que conoce solo ella
probablemente.
Cuando entro voy directo a la heladera y le ofrezco una
botella de cerveza. Ella se detiene bajo el marco de la puerta y
yo me siento en la mesa.
–¿Probaste drogándote? –pregunto dándole un sorbo a la
botella y dejando caer mi espalda en la silla.
–No, me criaron para decirle no a las drogas. –oculta la
sonrisa detrás de la botella, pero a mí no se me pierde.
Me levanto otra vez hacia la heladera y abro un
contenedor lleno de brownies de chocolate.
–Sírvete uno. –ella me mira con ojos curiosos. –No
muerden, solo lo tienes que administrar. Un cuarto o menos
para empezar, al menos dos horas antes de irte a dormir.
Con cuidado toma uno y lo deja en la palma de su mano
como si fuera una bomba. Ruedo mis ojos y lo tomo de
vuelta, envolviéndolo en papel.
–Nunca probé marihuana antes.
–¡¿Nunca?!
–No, como te dije, vengo de una familia donde suelen
hacer caridad para este tipo de cosas. –Juzga.
–Primero, es legal en este estado, en mi caso lo uso como
recreativo, tú lo vas a usar como medicinal, segundo –digo
sin parar para respirar–, nadie se murió por haber
consumido marihuana. Quizás se murieron de risa o
felicidad, pero nunca por la droga. TERCERO, necesitas
dormir y esto es una promesa. Cuarto, si tienes miedo puedes
comerlo aquí, yo puedo supervisarte. –me detengo frente a
ella con una sonrisa.
–Primero –comienza ella ahora–, ¿quieres que me
drogue?. Segundo, quieres que lo haga por primera vez en tu
casa. Tercero, quieres que me drogue por primera vez en tu
casa cuando es el primer día que hablo contigo. ¿De verdad?
–Voy a seguir haciendo preguntas, ¿me crees capaz de
aprovecharme de ti en ese estado? –Levanto una ceja
cuestionándola, estoy genuinamente ofendido.
–Eres hombre, la vara viene muy baja. –responde
desafiante.
Tiene carácter, nunca deja de mirarme a los ojos, ni habla
en un tono bajo, con ella no se anda dando vueltas y me va a
decir exactamente lo que tiene en la mente.
–Hagamos algo –digo quitándole el brownie de la mano y
guardándolo otra vez en la heladera–, para que puedas
probar tranquila, ven todos los días a mi casa. Conóceme lo
suficiente para estar cómoda y así finalmente poder contar
ovejitas en tu sueño, ¿qué dices?
Goldy tiene una mirada interrogante tras esas pestañas
largas que tiene, esperando que le diga que esto es un chiste,
pero mi rostro es serio (y eso no es algo que pase seguido).
Extiendo mi mano hacia ella, presionándola solo un poco.
–¿Tenemos un trato? –sus ojos zafiros miran mi mano
con curiosidad.
–¿Me prometes que voy a dormir?
–Vas a sentir que dormiste por años después de ese
brownie.
–¿Todos los días tengo que venir? –pregunta.
–Sí, todos los días, me conoces un poco más y me pones a
prueba.
No estoy seguro de lo que estoy haciendo, no soy un
hombre confiable, cualquiera que me conoce sabe eso a la
perfección. Tampoco suelo ser súper amable con las mujeres,
no tengo nada personal con ellas, simplemente las considero
esenciales al momento de satisfacerme y nada más. No busco
cortejarlas, ni hacerlas sonreír, mucho menos ayudarlas. Por
eso, puedes imaginarte la sorpresa que me llevo cuando
busco hacer exactamente esas cosas con ella.
Debo estar muy aburrido.
Finalmente estira su mano y la estrecha conmigo.
Incrédula aún con mi propuesta, me dedico a probarle que no
soy la persona que cree que soy.
Al menos no con ella.
CAPÍTULO CINCO
Goldy

Son las once y media y estoy en la puerta de la casa de


Hollywood.
No sé lo que estoy haciendo.
Necesitas dormir. Me recuerdo.
Un mensaje llega a mi móvil y lo miro rápidamente.

“¿Vas a pretender dudar si quieres entrar a mi reino


por mucho tiempo más?”
Una risa sale por mi nariz mientras camino directo hacia
la puerta de entrada.
Antes de golpear, Hollywood aparece del otro lado,
levantando las cejas repetidas veces.
–¿Lista para conocer a este hombre?
Ruedo los ojos exageradamente mientras entro a su casa.
Estoy en la sala y me sorprende que no esté vacía. Los
sillones son un poco anticuados, pero podrían pasar por
“retros”, una mesa de café de vidrio y una biblioteca que no
tiene libros, pero tiene botellas.
Podría ser peor.
–¿Qué quieres tomar? –pregunta señalándome con el
dedo índice.
–Cerveza está bien. –respondo, mientas camino dando
pasos lentos hasta el sillón, apoyo mi trasero allí y lo espero.
Cuando vuelve, trae dos botellas y me alcanza una. Se
sienta en el sillón del lado opuesto al mío, dejando caer su
cuerpo exageradamente.
–¿Por qué no vives en el club como el resto? –pregunto
con curiosidad genuina.
Las bandas de moteros se suelen manejar así, al menos
las grandes como ellos. Si no tienen familia, a los hombres
les gusta vivir todos en el mismo nido. Una especie de
cofradía llena de eructos, pedos y rascadas de huevos.
–¿Conoces el lugar? –pregunta, yo niego con la cabeza–
Apesta.
Una carcajada explota en mi garganta inesperadamente.
–¿Enserio?
–Sí, más de tres hombres viviendo bajo el mismo techo es
llamar a los gérmenes y las bacterias, aparte me gusta tener
mi lugar.
–Sí, en eso coincidimos, vivir en la mansión es temporal,
cuando encuentre a mi hermana voy a volver a mi vida
pasada.
–¿Vida pasada? ¿Eras un minotauro en la otra vida? –
Hollywood me observa minuciosamente.
Me rio otra vez.
–No, trabajaba para mi padre, era una mujer de negocios
exitosa. –digo haciendo una reverencia.
–¿En qué?
–Tenemos una empresa de varias cosas, entre ellas,
aviones y medios de transporte.
Se atora con la cerveza, se limpia su boca con el reverso de
su mano y pregunta:
–¡¿Eres la dueña de Boil?! –Oh no…–Maldición, eres
multimillonaria.
–Mi padre lo es. –Corrijo.
Hollywood procesa la información, dejando caer sus codos
sobre sus rodillas.
–¿Eras una de esas niñas que querían tener una vida
normal, pero papi las malcriaba con las cosas más exclusivas
del mundo? –¿Cómo lo supo? – Esa cara es un sí, típico de
niño millonario.
Arrojo un almohadón hacia su lado, Hollywood lo atrapa
en el aire, riendo sin parar.
–¿Conoces muchos niños millonarios? –pregunto a la
defensiva.
–Lamentablemente sí y todos ellos terminaron
conociendo mi puño derecho.
–¿Chico malo o chico resentido?
–Las dos –responde levantándose del sillón y sentándose
a mí lado. –. No me gusta la gente que crea que puede salirse
con la suya solo por tener una cuenta llena.
–Bueno, no es mi caso, así que supongo que no voy a
conocer tu puño.
De pronto Hollywood frunce sus cejas y me observa con
ojos furiosos.
–Nunca sería capaz de golpear a una mujer. –su tono es
tan duro y autoritario que por un segundo me siento mal de
haberlo acusado.
–No es lo que—
–Entiendo, debes tener una imagen horrenda de los
hombres, créeme, yo la tengo también.
Siento que hay algo más allí, algo que le pasó y no quiere
decir en voz alta. Me dedico a observarlo, intentando leer los
pensamientos de su mente, siento que él hace lo mismo
conmigo.
¿Qué tiene este motero que me llama así? Su cabello esta
revuelto y es color caramelo. Su quijada es definida y hay una
barba incipiente, quizás de tres o cuatro días. Sus labios
parecen perfectos para besar y sus ojos…
Maldición, Goldy, detente ya.
Siendo la hija de mi padre, no me pude dar el lujo durante
la adolescencia de explorar mi sexualidad, por eso lo hice de
grande. Cuando entendí que el poder que tenía en la
compañía era suficiente, eso me dio seguridad para
comenzar a probar. Especialmente cuando abrí el club
nocturno, una vez que logré tener el club más exclusivo del
estado, me pude dar el lujo de explorar mi clientela.
Bueno, explorar es una palabra muy grande.
¿Catar? Sí, esa suena un poco mejor.
Pero cada hombre que se me presentaba tenía algo que
hacía que corra para otro lado.
Muy aburrido.
Muy narcisista.
Interesado en el dinero.
Interesado en mi poder.
El único hombre que había cumplido con casi todos mis
requisitos fue Winston y esa es una historia que mejor no
recordar.
Cuando me doy cuenta, pasamos al menos un minuto
entero, mirándonos en silencio. La proximidad nueva, el
alcohol y la boca de Hollywood de golpe me altera lo
suficiente como para que él lo note.
–No voy a besarte. –declara abruptamente.
–Está bien.
CAPÍTULO SEIS
Carter

Mi primo Dante, abre la puerta con una postura rígida y una


mano apoyada sobre su baja espalda. Luce como un
mayordomo en una película de época, (o un ex esclavo) lo
cual provoca que ruede mis ojos hasta el fondo de mi cabeza
hasta sentir que se desprenden de mi cuerpo.
–¡No! –grito golpeando el suelo con el pie derecho. –Otra
vez, cierra la puerta.
Dante cierra la puerta y yo doy unos pasos hacia atrás,
vuelvo y toco el timbre otra vez. En esta oportunidad abre la
puerta con una mano en el bolsillo delantero de sus vaqueros
y la otra apoyada en la puerta por arriba de su cabeza.
Exagerado, pero es una mejora.
Dante fue secuestrado hace diez años, lo retuvieron como
esclavo en la mansión de uno de los traficantes más
inescrupulosos del mundo. Fue tan solo hace unos meses
cuando mi primo, (Bruno, o sea su hermano) lo rescató.
Estamos ayudándolo entre todos a que deje de comportarse
como un esclavo y que vuelva a ser quien era.
–Bueno, voy a tomarlo como aceptable, aunque se ve muy
forzoso. –digo mientras entro a su casa.
Bruno construyó una pequeña choza en el terreno que
posee con Sarah, para darle a Dante y Amira un poco de
privacidad (Amira es la hija del traficante que escapó junto
con Dante y tienen una relación que no se puede definir
todavía).
La casa es modesta, pero es exactamente lo que ellos
necesitan. Un pequeño salón, acogedor y con grandes vistas a
la montaña, una cocina digna para Gordon Ramsay y dos
habitaciones donde (por ahora) duermen.
Sí, duermen en habitaciones separadas.
Dante me explicó que su relación está recién comenzando
y que no espera que cambie por mucho tiempo, a lo que mi
respuesta fue…
–Podrías explorar nuevos horizontes… (nuevas mujeres).
Y su respuesta fue.
–No.
Entiendo que dos personas como ellos, que vivieron una
vida de esclavitud y desconsuelo, tengan diferentes tiempos
cuando se trate de instalarse en una cultura que no los
esperó. Los dos están explorando diferentes lados de su
nueva vida y lo están haciendo por separado.
De pronto, puedo sentir el olor a galletas recién
horneadas.
Amira descubrió estos últimos meses que la cocina es lo
que mas disfruta, comparte con Bruno recetas como dos
viejas de barrio.
¿Quién iba a decir que la cocina puede servir como terapia
también?
Principalmente es Sarah quien se encarga de introducir a
Amira al mundo exterior, a veces no puedo creer lo alejados
que están de la realidad estos dos.
–¿Huelo galletas? –grito mientras camino hacia la cocina.
Dante viene detrás de mí y no necesito darme vuelta para
saber que camina con un palo en el culo.
–Dante, relaja esos músculos antes de que se corten solos.
–¿Cómo supiste? –pregunta.
Lo miro por sobre mi hombro y lo veo moviendo sus
brazos y piernas como le enseñé.
–Como dije, puedo escuchar tus músculos tensarse.
Amira está sacando del horno las galletas que detecté. Ella
sonríe hacia mi lado con las mejillas coloradas por el calor
del horno.
–Están muy calien—
Tomo una de la bandeja.
–¡Carter!
Comienzo a pasar la galleta de una mano a la otra,
rápidamente esperando que se enfríe.
–¡Ay! ¡Ay! –la suelto sobre la mesada.
Los dos se miran y sonríen con una tensión especial, a
veces creo que si no hay alguien presente en la casa no se
hablan.
–¿Alguna noticia? –pregunto pretendiendo no notar la
tirantez en el lugar, me siento sobre la isla mientras tomo la
galleta otra vez, la meto en mi boca sin dudarlo. Una
explosión de sabores invade mi boca. –¡Amira! –grito
exageradamente –¡Esto es increíble! –señalo mi boca y ella
me agradece haciendo una reverencia.
–Oh, no…–dice Dante cruzando los brazos sobre su
pecho.
Sus pectorales se marcan más de lo que ya hacían. Bruno
estuvo entrenándolo. Dante dijo que se sentía débil
físicamente y Bruno lo está ayudando en ese departamento,
yo por otro lado, trabajo sobre lo mental.
–¿Qué hice? –pregunta Amira, desconcertada.
–A menos que sea un rey, la reverencia está
completamente fuera del mapa, tienes que decir gracias y ya.
–Oh, lo siento…–dice encerrándose en sus brazos como
hace cada vez que soy muy directo con ella.
–Paso a paso, Amira –dice Dante, como siempre
excusándola por todo.
Tomo otra galleta y lleno mi boca.
–Hoy vamos a ir al cine. –digo mientras bajo de la isla–
Ustedes dos, vamos, prepárense, tengo entradas para las
cuatro y siempre me tomo mi tiempo para elegir los dulces.
Los dos se miran sin entender nada.
–¿Cómo deberíamos vestirnos? –pregunta Amira.
–Así como están.
Amira lleva unos vaqueros y una remera extra grande
negra, Dante lo mismo, pero su remera es ajustada al cuerpo,
de a poco las está llenando.
–¿Tienes el coche aquí?
–Sí, está guardado, déjame sacarlo.
Dante desaparece y Amira corre al baño a hacer cosas de
chicas, supongo.
Dante se perdió los últimos diez años de cine y eso es algo
que tenemos que remediar, inmediatamente.
Esperamos por Amira en el coche, así que aprovecho la
privacidad.
–¿Algún avance con ella? –pregunto mirando hacia la
puerta de la casa.
Dante está aprendiendo a manejar, le dije que una
motocicleta era mejor, pero por ahora se siente más seguro
sobre cuatro ruedas en vez de dos.
–No –susurra. –, pero ahora miramos los shows de
Netflix que nos recomendaste después de la cena.
–Bueno, en el cine no dejes que me siente en el medio,
tienes que sentarte a su lado. Sí o sí.
Dante asiente, pero no responde, Amira viene hacia
nosotros.
Cuando digo que me tomo mi tiempo con los dulces no
estoy mintiendo, elijo cuidadosamente cuál voy a comer y en
qué cantidad. El vaso de Coca-Cola tiene que ser extra grande
y a veces tengo que venir a buscar más.
–¿Qué te gustaría? –pregunta Dante a su… ¿novia sin
beneficios? No sé cómo llamarla.
–Lo que tú quieras está bien. –responde ella.
Si Amira consiguiera la capacidad de no respirar el aire del
resto solo para no molestar, lo haría.
Dante asiente y se encarga de la compra, le entrega a
Amira una gran bolsa de palomitas y ella sonríe como una
nena.
Mi primo por otro lado, solo tiene un vaso de algo color
naranja.
–¿Qué vamos a ver, Carter? –me pregunta ella mientras
caminamos hacia la sala.
–No tengo idea, elegí un título al azar. –respondo con una
sonrisa llena de gomitas.
Durante la película, estos dos comparten comentarios y
hasta los escucho reír por lo bajo.
Satisfecho de ver cómo empiezan a conocerse, me dedico
a mirar la pantalla.
La historia se trata sobre una mujer que supera ciertos
obstáculos que le puso la vida, de ser una huérfana, pasó a
ser la gran empresaria del año.
Amira observa la película como si fuera un show de fuegos
artificiales.
La protagonista tiene un cabello rubio hielo, camina
zarandeando las caderas y sintiéndose dueña de la calle,
gracias a la confianza que recolectó por sus logros.
Y eso me recuerda a alguien.
Cuando Goldy se fue anoche, salí corriendo al baño e hice
lo que tenía que hacer.
¿Qué? No tengo Coca-Cola en las venas y tener una rubia en
mi casa sin ser tocada, no es algo que pase seguido.
Le dije que no iba a besarla solo para ver su reacción, si
reaccionaba con alivio era una mala señal, si reaccionaba con
decepción, era la luz verde que necesitaba.
Pero Goldy no es una mujer de solo dos opciones, ella no
expresa absolutamente nada y eso me dejó en las tinieblas.
Se fue de mi casa a las dos de la mañana y prometió volver
hoy para comprobar si mentía o no cuando le dije que podía
confiar en mí.
Algo me hacía querer impresionarla, pero, ¿cómo
impresionas a alguien que lo tiene todo? No, mi polla no es
una opción (todavía). Solo tengo una opción y es encantarla
con mi encantadora personalidad, hasta que caiga en mi red.
Bueno, eso sonó un poco raro, lo que quiero decir es que,
quizás una mujer que lo tiene todo, necesita de un hombre
que no tiene nada.
Imagina esto:
Carter entra en la escena.
Un foco de luz blanca lo ilumina.
Acomoda su garganta y procede a hacer algo que nunca
hizo en la vida.
Se pone de rodillas.
Porque ya no tiene dignidad.
Fin de la escena.
Maldición, esa rubia va a ser mi perdición, ya lo puedo
sentir.

Amira y Dante me invitan a comer, dijeron que querían


devolverme el favor, así que paso tiempo con ellos, (lo juro, a
veces creo que me usan para poder dialogar entre ellos con
testigos).
Durante la cena, mi cabeza solo piensa en Goldy.

“Vas a bendecirme con tu presencia esta noche?”

envió el mensaje de texto.


–¿Sabes si Bruno le está pasando algo? –Esa pregunta
hace que vuelva a prestar atención a mi primo.
–¿A qué te refieres? –dejo el móvil sobre la mesa, cerca
mío para escuchar cuando me responda Goldy.
–Últimamente esta distraído, siento que hay algo en su
mente, pero no quiere decirme qué es.
Mmm, probablemente sea que Rage volvió a involucrarse en su
vida.
–No tengo idea, pero voy a investigar. –respondo
sospechando de algo.
El tema Rage y Sarah es tan prohibido como tocar la
cocina de Bruno.
¿Alguna vez escuchaste el dicho que dice: “El que se fue a
Sevilla, perdió su silla” ? Bueno, eso fue lo que ocurrió con
Bruno, cuando se fue a Arabia a rescatar a Dante y dejó a
Sarah sola…con Rage.
No puedo confirmar si paso algo entre los dos, pero sí
puedo decir que había algo platónico, pero cuando Bruno
volvió a la vida de Sarah, Rage quedo atrás, todo se volvió
muy depresivo, especialmente para Rage. De todas maneras,
veo su mirada cuando observa a Big Kahuna, allí va a ocurrir
algo, lo presiento.
“Usualmente los lacayos los visito solo los domingos,
pero veré si puedo hacerme un rato.”

Sonrío mirando la pantalla y Dante se acerca dándome


pequeños codazos en mi brazo.
–¿Quién es la afortunada?
Agh, Dios, a veces suena como un abuelo.
–Una amiga, nada más –agrego rápidamente antes de
que me haga preguntas que no puedo responder. –. Bueno,
gracias por la cena –estiro mis brazos por encima de mi
cabeza –, pero este cuerpo tiene que irse.
Los dos me saludan desde la puerta, hoy sonríen, pero hay
días que los dos emanan tanta tristeza que me cuesta
respirar cuando estoy allí.
Antes de llegar a mi casa, me detengo en una tienda para
comprar algunas cosas. Vino y queso principalmente, no soy
de los que toman vino, pero mi paladar no le hace asco a
ningún tipo de alcohol y presiento que Goldy puede ser
alguien que le guste mucho.
¿La gente rica toma vino durante los días de semana? ¿o
Champagne?
Una vez en mi casa, decido pretender que no estoy
esperándola con ansias, así que me siento en mi sillón y me
dedico a no hacer otra cosa más que mirar fijamente el reloj.
Para nada patético.
Son las doce de la noche y el sonido de sus nudillos
tocando la puerta me sacan de mi pseudo depresión
momentánea.
Cuando abro la puerta, su sonrisa no es tan amplia como
la de ayer.
–¿Malas noticias? –pregunto mientras ella se mete más
profundo en la sala. Deja caer su cuerpo sobre el sillón y
suspira.
Oh-oh
–MAC se dio a la fuga –dice cruzando sus brazos sobre
sus ojos. –. Otra pista más que se esfuma de mis malditas
manos.
Me siento a su lado en silencio, ella no me observa con
cautela como ayer. Hoy la pared de hielo tiene una grieta
más.
–Solo debes pedírmelo, ¿lo sabes no? Soy un hombre de
recursos.
–A estas alturas estoy desesperada.
–Déjame enviar algunos mensajes. –rápidamente tomo el
móvil y pongo dinero por la cabeza de MAC. No hace falta
escribir mucho, mis contactos ya saben a lo que me refiero.

“MAC, $100K”

–Hoy pasé el día con mi primo. –digo para relajar un poco


el ambiente.
Goldy levanta su rostro, sus ojos zafiro me miran sin
entender a donde voy con todo esto, por un segundo hacen
que me olvide yo también.
–Mi primo Dante murió hace diez años en manos de un
grupo terrorista y antes de que pienses que soy un loco y que
tienes que salir corriendo de aquí, quiero que sepas que
Dante apareció con vida hace unos meses. Nos hicieron creer
que había fallecido, pero en realidad fue vendido.
–Oh, por Dios…–Cubre la boca con la mano.
Me detengo en sus manos, son femeninas, dedos largos y
uñas rojas que lucen muy costosas.
–No te lo estoy diciendo para que “hablemos de nuestro
día”, lo digo porque yo había perdido la esperanza también y
sin querer sonar como una frase en el Facebook de una
señora, la esperanza es lo último que se pierde. Así que no te
preocupes, ella va a aparecer como lo hizo Dante, estoy
seguro. –Tomo su mano y la aprieto solo un poco.
No sé qué es esto que estamos haciendo (porque los dos
sabemos que la excusa de conocerme para probar marihuana
es una gran mentira) pero me gusta. Tener su compañía de
golpe me hace darme cuenta que por las noches usualmente
estoy muy solo.
Goldy devuelve el apretón y entrelaza sus dedos con los
míos observando nuestras manos juntas. Me gusta sentirla
bajo mi agarre.
–Gracias. –dice con su mirada en donde se tocan nuestras
manos. –A veces renunciar suena muy tentador.
–Lo sé, pero tienes personas que no te dejan decaer ahora
–No digo que yo soy uno de ellos, aunque quiero. –. Ahora
hagamos lo que todo el mundo sabe hacer.
Ella levanta una ceja, sospechando de mi otra vez. Alzo la
botella que tenía escondida y se la muestro.
–Hablaba de tomar vino, que mente sucia tienes, Goldy.

Goldy está apoyada en el marco de mi cocina, con una botella


de cerveza en su mano y su sonrisa “sabelotodo” que tanto
me enciende.
En pocos días, su presencia en mi casa después de las doce
de la noche, se volvió una rutina que me tiene
completamente adicto.
Tengo un capricho por verla y nunca me pasó algo así, ni
siquiera con el alcohol.
Si Goldy fuera una mujer más en la lista, no estaría
cortejándola tan lentamente. Tocarla no está en mis planes
por ahora, a menos que ella lo suplique de rodillas y no creo
que eso pase jamás.
Ayer pensé en ella por horas y creo entender por qué
nunca me atrevo a tocarla, es su perfección el problema,
parece imposible de alcanzar y no estoy listo para arruinar
esta extraña relación que tenemos solo porque mi polla me lo
pide a gritos.
–No puedes entrar a mi casa y decirme que Harry Potter
es mejor que El señor de los Anillos, no te lo permito.
Ella suelta una sonrisa genuina y yo pretendo que no me
afecta como lo hace, trato de no prestarle atención como un
baboso.
–Simone era la fanática del Señor de los Anillos, yo
siempre fue más del Team Harry, –su sonrisa empieza a
evaporarse, por ende, la mía también– ella piensa como tú,
solía gritarme, “¡Margot! ¡Quita ese plagio de allí!” cuando
miraba la película en el cine de casa.
¿Margot?
–¿Margot es tu nombre? –demonios, hasta su nombre es
sexy.
Suena en mi mente y hace eco como una infección
desparramándose dentro de mí.
Ella se enfoca en mi con completa seriedad.
–Margot Du Pont.
Intuyo que ese nombre se acaba de tatuar en mi puto
corazón.
Me levanto de mi silla y camino hacia ella, estirando mi
mano.
–Carter D’Amico. –sus ojos me observan con cierto brillo,
estira su mano y la estrecha.
–Un gusto.
–Oh, no, el gusto es todo mío. –digo seriamente, lo digo
de verdad, sin chiste, sin doble sentido.
Nuestras manos se aprietan y no se sueltan, hasta que una
alarma en su móvil interrumpe el único momento donde se
me ocurrió que podía apoyar mis labios sobre los de ella.
–Maldición –dice mientras suelta mi mano para tomar su
móvil –. Tengo que terminar de configurar esta aplicación
que mi padre me pidió que instale.
Camina hasta la mesa de la cocina y se sienta allí, yo me
siento a su lado.
–¿Qué es eso?
–Desde la desaparición de Simone, que mi padre esta
doblemente obsesionado con mi seguridad. Entendible, ¿no?
–Asiento–, hace una semana, programaron una aplicación
donde si presiono un botón, graba lo que ocurre a mi
alrededor por algunos segundos y manda la locación.
–¿Y qué te falta configurar? –pregunto interesado, yo
también quiero que tenga toda la seguridad disponible, sería
su guardaespaldas si ella me lo permitiera.
–Contacto de urgencia –dice mirándome aburrida –, no
puedo poner a mi padre, él no sabe todo lo que hago, no sabe
la mayoría de las cosas que hago para el club, por eso tengo
que buscar a alguien con quien pueda contar y no puede ser
ninguna de las chicas, porque generalmente paso mucho
tiempo con ellas y si algo me pasara, probablemente ellas
estén conmigo, así que las posibilidades se acortaron.
–Puedes usarme si quieres. –en más de una forma.
Prácticamente vomito las palabras sobre ella con rapidez.
Quiero que me trague la tierra.
–¿De verdad? ¿No te molesta?
–Por supuesto que no. –Escondo el calor de mis mejillas
detrás de la falsa acción de tomar una botella que ya no tiene
líquido, gracias a Dios el vidrio es marrón y ella no lo nota.
–Gracias, no sabes cuánto tiempo vengo procastinando
esta configuración. –Sonríe y se concentra en su teléfono.
¿Qué acabas de hacer Carter?
Asegurarme de que voy a estar en su futuro y que, si algún día
nos alejamos, voy tener la excusa perfecta para volverla a
encontrar, ¡nada más!
*Sonrisa maligna*

Dante entrena con Bruno. Están en el jardín de su casa, con


la vista más cara de la ciudad, ejercitando como si fueran
boxeadores. Los miro desde la ventana de la cocina, donde
Sarah prepara un licuado de diez frutas diferentes.
Dato curioso: el sonido de la licuadora se asemeja a como
se escuchan los pensamientos dentro de mi cabeza (cuando
pienso en Goldy).
–¡Hey! –grita Sarah y volteo rápidamente. –Te estoy
hablando.
–Lo siento Blanca Nieves, ¿decías? –sonrío mientras
apoyo los codos sobre la isla y le doy mi completa atención.
La llamo así desde que la conocí, ella solía tener el cabello
largo hasta el trasero, pero un día se encerró en el baño de
Bruno y lo cortó por sobre sus hombros. Ese corte, sumado a
lo pálida que es, solo me recordaban al personaje.
–¿En qué pensabas?
En ella.
–Nada, tenía el cerebro apagado. –Sonrío otra vez.
Ella toma un vaso y comienza a servir.
–Pregunté si querías licuado…–Dos vasos están llenos
hasta arriba.
Cuando Sarah te ofrece algo, la mayoría de las veces te
está obligando a consumirlo.
Tomo el alto vaso de color anaranjado, lo levanto y lo
choco contra el de ella. Los dos comenzamos a tomar el
líquido como si fuera una competencia.
–¡Gané! –grito apoyándolo vacío sobre la isla, ella se
toma unos segundos más para terminar.
–Demonios…–murmura mientras se limpia la boca con
una servilleta, yo lo hago con mi sudadera.
En ese momento la puerta trasera se abre y los dos entran
mientras se secan la cara con un paño.
Dante me ve y me sonríe, camina hacia mí y golpea mi
hombro una vez.
Le gusta hacer eso, golpearme el hombro o la espalda,
presiento que es la única manera de comunicar cariño por
ahora.
–Primo, no sabía que hoy venias. –luce genuinamente
contento por verme, pocas personas en esta tierra me miran
así cuando me ven.
La otra es Goldy.
–Vine a visitar tu cara fea. –respondo, deslizando mi
brazo por sus hombros y lo atraigo más cerca de mí.
Bruno camina hacia Sarah, deposita un beso en su cabello,
envuelve sus manos por su cintura y la atrae hacia él como si
le perteneciera.
Bueno…si somos reales, un poco es así.
–Hey, tienen un cuarto para hacer esas cosas. –digo
mientras suelto a Dante y me siento otra vez.
–Sí, mi casa entera, así que, si no te gusta, ahí tienes la
puerta. –indica Bruno señalando la entrada.
Dante nos observa sin entender si estamos siendo reales o
no, siempre tengo que explicarle nuestros chistes.
Sarah se ríe de nosotros, mientras sirve su creación al
resto.
–Estoy empezando a entender a tu madre cuando tenía
que alimentar tres bestias como ustedes. –dice con una
sonrisa en sus comisuras.
Dante pregunta constantemente cosas sobre mis tíos (sus
padres), dice que sus recuerdos ya casi no están y que quiere
revivirlos.
–Y ahora estamos viejos, tendrías que habernos visto
cuando éramos jóvenes y llenos de energía. –responde
Bruno.
–Dijiste energía, pero sé que quisiste decir hormonas. –
agrego por lo bajo y todos ríen.
Pasamos una tarde en familia o lo más cercano a lo que
podíamos llamar familia. Todos tenemos el mismo rango de
edad y gustos, por eso a veces las conversaciones suelen ser
largas entre nosotros, especialmente cuando tenemos que
traducirle a Dante algunas cosas.
Mi móvil suena y sé que es Rage porque su tono de
llamada o mensaje de texto es la marcha imperial de Star
Worlds.
“dónde estás?”
Levanto la vista y miro a mi alrededor, quiero decir “con
mi familia” pero a veces es mejor no recordarle a Rage que
Sarah es parte de mi vida.

“¿Me necesitas?”
“Dónde. Estas.”
“Pasando tiempo con Dante.”
“Que está pasando.”

¿Pasando? ¿Por qué tiene que pasar algo?


–¿Te llama papi? –pregunta Bruno con un tono burlón,
Sarah le clava un codo en sus costillas.
–Parece que sí. –respondo mientras contesto el mensaje.

“Voy en camino.”

Cuando Bruno se enteró que era parte de un club de


moteros, casi me mata, de hecho, me dejó bastante violeta
después de una pelea, pero ahora parece que tiene superado
todo el enojo conmigo por ser parte del club, pero a veces no
puede evitar mostrarse irritado cuando la presencia de Rage
invade su casa.
Culpo a Sarah.
–Bueno, no lloren, pero este hombre se tiene que ir a
cumplir su trabajo de motero. –siempre voy a reírme de mi
primero y luego de los demás. Bruno sabe eso, por eso
estamos constantemente molestándonos.
Durante mi viaje al club, entra un llamado que atiendo
con el bluetooh, es Viking hablando a los gritos mientras
maneja su motocicleta.
–¡Hollywood! Incendio en la mansión, estamos en
camino. –Pierdo el equilibrio de mi Harley y casi me caigo al
escuchar lo que dice.
No le respondo, solo acelero.
Acelero lo suficiente para encontrarlos por la avenida,
volviendo loco al tránsito y pasando entre vehículos a toda
velocidad.
Rage va primero, nunca lo vi manejar tan rápido.
–¡Rage! –grito para que me vea, colocándome a su lado,
hago una seña diciendo que voy detrás de él y continuamos el
camino.
Nunca vi tanto fuego en mi vida. Una bola gigante
consume la mansión por completo. Busco entre las mujeres
que se abrazan entre ellas y la veo allí.
Corro hacia ella.
Corro hacia ella desesperado por saber cómo está.
Goldy está de rodillas en el suelo, mirando como su casa
se incendia. Me arrojo frente a ella, haciendo que mis
vaqueros se deslicen por la tierra.
–¡¿Estas bien?! –pregunto tomando sus hombros, siento
que está a mil kilómetros de aquí.
–Carter…–susurra tan bajo que apenas puedo escucharla,
su voz suena aliviada.
Rage interrumpe nuestro momento preguntando por Gal y
eso hace a Goldy llorar más fuerte.
No puedo verla llorar, no lo soporto y no poder hacer nada
para calmarla me hace sentir frustrado.
–Fue a buscar a las niñas que estaban en el último piso,
pero ya pasó mucho tiempo, ¡no sé qué está pasando que
tarda tanto! –Rage sale corriendo hacia la mansión, mientras
yo sostengo a Goldy intentando levantarla del suelo.
–Tranquila, seguro está bien, tranquila Goldy. –susurro
mientras acaricio su espalda, entierra su rostro en mi pecho
y llora sin consuelo.
Gritos de mis amigos se escuchan y la llevo de la mano
hasta allí, encontramos una escena donde una niña se tira
desde lo alto de la casa.
Goldy cubre su rostro con sus manos cuando cae, está en
estado de shock y no puede moverse de mi lado.
–¡Mira! ¡Es Gal! –le digo sosteniéndola cerca mío.
No pienso soltarla.
BigK, cae del primer piso y Rage la atrapa en el aire, es un
momento tan tenso que hasta yo estoy temblando.
–Hey –la llamo colocando mis dos manos en sus mejillas,
intento limpiar el hollín con sus lágrimas–, Goldy, dime que
hacer, yo me encargo de todo.
Ella mira el caos a su alrededor, las ambulancias se van
retirando con las damnificadas, el fuego sigue vivo y los
bomberos intentan controlarlo.
–Quédate conmigo. –dice, sus labios titilan como una
niña cuando llora.
–No me pienso mover de aquí. –Deslizo una mano por su
cuello y la atraigo hacia mí, depositando un beso en su
frente.
Los dos disfrutamos de ese micro momento, y sí, quiero
besarla para decirle que estoy aquí, que voy a estar con ella,
quiero besarla para que me sienta y sepa lo que me hace
sentir.
Lo que acaba de despertar en mí.
CAPÍTULO SIETE
Goldy

Carter está sentado en la entrada del club esperando por más


indicaciones. Me siento a su lado y apoyo la cabeza sobre su
hombro, él apoya su cabeza sobre la mía.
Durante la noche, Carter hizo mil viajes a su casa,
donándole su cama a las niñas que no entraban aquí. No sé
quién es él, no conozco su pasado, ni su familia, ni cuánto
dinero tiene, pero sin tener toda esa información en mi
poder, sé con certeza que es mejor hombre de todos aquellos
con lo que debo relacionarme por mi familia, aquellos que se
creen mejores solo por tener dinero o el mejor auto.
Aquí está la diferencia, es tan claro como el agua.
–Gracias. –suspiro con mis ojos cerrados. Puedo sentir su
barba de tres días sobre mi cabello.
–De nada –susurra, esta tan cansado como yo. –.
¿Quieres que me quede aquí o que vuelva a mi casa con las
niñas?
Levanto la cabeza y lo miro, sus pestañas son gruesas y
espesas, en el iris izquierdo tiene un punto negro que
sobresale en el mar verde.
Me pregunto si es una herida de alguna pelea.
–Ve, intenta dormir, tráelas mañana que voy a empezar a
localizar a sus familias.
–¿Quieres venir conmigo?
Sí, quiero responder, sus ojos me lo imploran también,
pero no puedo irme, la mayoría está aquí, Big está en la casa
de alguien que Rage no me quiere decir quién es y mis
hermanas están esperando que tome el liderazgo para
indicar cómo seguir desde aquí.
–Si…pero–
–Lo sé, lo sé, intenta dormir. –dice besando mi frente
otra vez.
Uno de los besos más íntimos que tuve en mi vida.

Durante la última semana, Carter me ayudó a localizar a las


niñas que faltaban. Sostuvo mi mano cuando las dejé en
brazos de sus padres, me abrazó cuando lloré por ver como
mi hogar era destruido y me acompañó en todo momento. Ah
y no puedo olvidarme como organizó todo el club para que
todas tengan donde dormir.
En poco tiempo, nuestra extraña relación ha evolucionado
tanto, que llamarlo “amigo” parece no hacerle justicia.
Hoy es el cumpleaños de una de las niñas, hacemos todo
lo posible para festejar dentro de este caos y él se esmera
más que nadie. Lo veo interactuar con las pequeñas,
haciéndolas reír y tratándolas como a un igual, lo escucho
reírse y desplegar esa sonrisa tan grande que tiene.
Cuando se ríe de verdad, unos hoyuelos adorables se le
marcan en los cachetes.
Cuando al fin viene a la mesa, hablamos con el resto del
club y nos mostramos amistosos como lo hacemos cuando
estamos solos. A Carter no le da vergüenza mostrar quien es,
ni reír demasiado fuerte, tampoco le importa que otros se
burlen de él, él es feliz con quienes lo rodean.
Cuando termina la fiesta, nos quedamos a solas en la
cocina. Él está apoyado sobre el fregadero con sus brazos
cruzados sobre el pecho, escuchándome hablar sin sentido
sobre mi familia y Simone.
Porque eso es el único tema que puedo hablar y él nunca
se queja de eso.
–Perdón, sigo hablando y ya es de madrugada. –digo
apoyándome a su lado, como es de costumbre entre los dos,
estira su brazo y rodea mis hombros. El contacto físico ya no
es inesperado entre nosotros, es normal y necesario.
Muy necesario.
–Sigue hablando…–murmura.
–¿Por qué?
–Me gusta el sonido de tu voz. –dice, sé que el alcohol
está en su sistema, todos tomamos de más hoy.
–Me gusta el calor de tu cuerpo. –susurro acercándome
más a él.
Carter mira hacia abajo y espera que yo levante la mirada,
pero no lo hago, no sé por qué, mis ojos están pegados el
suelo.
–No te voy a besar –dice otra vez, entonces levanto la
mirada encontrándome con él –, pero un día va a pasar,
Margot.
CAPÍTULO OCHO
Carter

–Oye, Carter…–escucho la voz de Goldy susurrarme dentro


del móvil.
–Te escucho…
–Tengo que usarte para algo más, espero que no te
moleste.
–Puedes usarme todo lo que quieras. –Sonrío,
imaginándola con sus mejillas coloradas.
Solo por teléfono puedo hacer estos comentarios. ¿Por
qué? Porque no tengo las agallas de hacerlo frente a ella.
–Hey, ¡voy enserio! –está de un humor particular, seria.
Un desafío.
–Yo también, dime para qué me necesitas.
–Quiero darte acceso a las armas que conseguí.
Me siento en la cama en un microsegundo.
–¿Qué?! No, ni lo sueñes.
–Por favor. –dice usando el timbre dulce que usa cuando
quiere conseguir algo, Goldy sabe que tanto me puede.
–No, ni loco, dáselas a Rage, él es el especialista.
Sabemos la locación de la organización que está raptando
niñas, es solo cuestión de ir a atacar, por eso Goldy
contrabandeó armas de su empresa para darnos la seguridad
de que vamos a ganar.
–No puedo dárselas a él.
–¿Por qué no?
–Primero, porque mi contacto aún está intentando
sacarlas de la fábrica, segundo, porque si algo le pasa a Big,
no estoy segura de que las use con responsabilidad y
racionalidad, necesito a alguien que piense en frio, por si
algo me ocurre y no pueda dar acceso en el momento que
tengamos que usarla.
–¿Que te hace pensar que voy a ser racional si algo te
ocurre? –Demonios, ¿no es obvio? Sería el primero en partir el
planeta en dos.
Esto es una maldita declaración de amor, si ella no lo
nota, es que es una necia.
Goldy suspira pesadamente.
–Tienes que prometerme, me costaron mucho esas
armas, tuve que sobornar a medio plantel, eres el único en el
que puedo confiar.
–¿Qué pasa con Big? ¿No puedes confiar en ella?
–Lo más probable es que si a mí me pase algo, a ella
también. Carter, por favor, te prometo que no vuelvo a
molestarte.
Me mantengo en silencio y miro al techo, maldiciéndome
por ser tan blando cuando se trata de ella.
–¿Lo prometes? –digo con una sonrisa –¿Prometes que
no vas a volver a molestarme?
Ella ríe.
–Lo juro.
–Bien, entonces soy todo oídos.
–Bueno, voy a enviarte el contacto de un conocido, tu solo
tienes que enviarle un mensaje, yo le avisaré que eres mi
contacto y él sabrá que hacer, ¿está bien?
–¿Solo un conocido? –pregunto.
–¡Si!
–¿Eso es todo?
–Sip, solo eso, no debes preocuparte por nada.
–No estaba preocupado.
–P f claro que sí, Hollywood. –ríe y solo por hacerla reír
ya me siento flotando en el techo.

Dante se despide de mi desde la puerta de su casa, con una


mano arriba y una sonrisa forzada.
Maldición, a veces esto es más duro para mí que para él,
creo.
Cuando dejo de ver al primo que volvió de los muertos,
enciendo mi motocicleta en el mismo momento mi móvil
vibra, miro rápidamente la pantalla, solo para verificar que
nada urgente esté ocurriendo en estos tiempos locos.
El nombre Goldy brilla en mi pantalla.
Estoy por guardarlo otra vez, pero…maldición, no puedo
ignorarla, no a ella, no a sus ojos, ni a su sonrisa, ni sus
tetas.
Carter quien te ha visto y quién te ve.
Mierda.mierda.mierda.
Con el corazón palpitando en mis oídos, oprimo las
malditas letras azules, mis manos se sienten extrañas y no
puedo sostener el móvil casi.
Una voz masculina aparece en mi oído, se escucha muy
bajo y tengo que subir el volumen para escucharlo y entender
lo que dice.
“Chiquilla, con eso que tienes entre las manos no puedes ni
darme un arañazo, si comparamos como le voy a volar los sesos a
tú amiga, tú baja el arma. Bien. Y tú rubia, entrégame la tuya,
enciende el coche, nos vamos de paseo.” Fin del mensaje.
El estómago se cae a mis pies.
–¡Me cago en la puta mierda! –grito.
Acelero la motocicleta para ir a toda velocidad al club.
¿Por qué tenía que ir? ¿Por qué no me llamó? ¡Por qué es
tan malditamente testaruda! ¡Maldición!
El club parece una meta inalcanzable y mi velocidad es
ilegal.
Concéntrate en el camino, ya casi estas allí.
Llego al club, dejo la motocicleta arrojada por ahí y entro
corriendo.
–¡Rage! ¡Rage! ¡¿Dónde está Rage?! –grito al prospecto.
–Están en la iglesia, hace como dos horas que están allí. –
responde aburrido.
Corro hasta allí y abro la puerta como un demente.
Todos detienen lo que están haciendo y me observan.
–Goldy…–digo sin aire en mis pulmones y Rage se
levanta de su asiento inmediatamente, los demás lo siguen.
–¿Qué ocurre? –Escucho su pregunta a los lejos, ya que
me dispongo a correr hacia el resto de las Amazons o al
menos donde pienso que puedan estar.
Y allí están, todas en la mesa, ayudando a las niñas con
cosas del colegio.
–¡¿Dónde está Goldy?! –El grito suena iracundo.
Todas se ponen en alerta.
–¿Que mierda quieres decir con dónde está? Debería estar
aquí, ¿qué está pasando? –pregunta Tequila sobresaltada.
Rage y el resto entra al salón, los ojos de mi amigo
recorren el cuarto, moviéndolos frenéticamente, buscando
dónde está BigK.
Demonios.
–Me llegó un mensaje de urgencia, con un audio, toma. –
le doy a Rage el teléfono él se lo coloca en su oído y vuelve a
escucharlo.
Saca la misma conclusión que saqué yo, Goldy no es la
única allí.
–¿Dónde está Big? –grita Rage con urgencia, todos nos
miramos, nadie se atreve a responder. –¡¿Dónde mierda
está?! –ruge endemoniado.
–Demonios –dice Tequila caminando por el lugar –,
ahora que me doy cuanta, hace como una hora y media que
no las veo.
–No puede ser…–murmura Rage, perdiendo el control
segundo a segundo, sus manos frotan sus ojos. –Le pedí
explícitamente que no salga, ¿qué demonios hace afuera? –
dice en voz alta, pero sé que está hablando consigo mismo.
–Rage, –lo llamo– tenemos que ir, tenemos que ir a
buscarlas, sabemos dónde están. –no me responde. –¡Rage!
–Te estoy escuchando ¡maldición! ¡Espera un segundo! –
grita su respuesta mientras camina sin sentido dentro del
salón.
Tengo miedo que pierda la cabeza.
–No estamos listos, no tenemos las armas. –agrega
Slider.
Allí es cuando decido poner a todos a tono con la situación
entre Goldy y yo, no es momento de ocultar información.
–Tengo acceso a las armas, Goldy me lo dio en caso de
que esto suceda. –digo mirando solo a Rage, él levanta la
mirada y detiene su caminar.
–¿¡Y qué mierda estás esperando para concedernos las
armas, Hollywood!?
Me pongo en acción, sin hacer una sola pregunta más,
siguiendo las indicaciones precisas que Goldy me había dado
aquel día.
CAPÍTULO NUEVE
Carter

Algunos días después.

El día que raptaron a Goldy y a Bigk creí volverme loco y eso


que ya había una base de locura en mi sistema. Pero con las
armas que Goldy nos consiguió, logramos derrotar a los
chicos malos (chicos malos según ellos) y pudimos rescatar a
las dos.
Lo primero que recuerdo de ese día fue ver a Goldy
desnuda y vulnerable en el suelo, mi cuerpo se contrajo. Rage
pudo sentirlo también, como si una onda expansiva arrasara
sobre la habitación, sus ojos me advirtieron que no haga
nada estúpido.
Pero que difícil era no hacer algo estúpido cuando se la veía
tan frágil.
Lo segundo que recuerdo fue ver a Goldy con ojos llenos
de lágrimas y la carpeta con el nombre de su hermana en la
mano.
Cuando despierto después de la ira, la furia y la sangre,
estoy en el hospital, discutiendo con ella.
–Tienes que hacerte ver…–gruño.
Tengo que hacer fuerza para no arrastrarla hasta la sala
de urgencias.
–¡Que estoy bien dije! Mírame, no tengo nada. –señala
sus ropas como si me confirmaran que el daño no existiese.
Quizás no el físico, ¿pero el psicológico? Ella estaba
desnuda cuando llegamos, necesito saber que mierda ocurrió.
Rage llega al hospital en el momento justo donde
estábamos por comenzar una pelea nuclear.
–¿Noticias? –pregunta.
–Están revisándole las heridas, me pidieron que me vaya
–responde Goldy. –. Hay que esperar.
Rage se coloca frente a mí, apoyándose contra la pared.
Me mira unos segundos con su ceja arqueada.
¿Qué espera que le diga?
–¿Tu cómo te encuentras? –pregunta a Goldy.
–Bien, solo algunos rasguños, nada serio. –Se atreve a
responder.
Chisto por lo bajo como un viejo cascarrabias, estoy
peleando cuerpo a cuerpo con mis pensamientos.
Los dos me miran, Rage sin entenderme y Goldy
exasperada.
–No se quiere hacer ver por un médico –le grito a Rage–,
así que eso de que “no tiene nada”, es relativo, ningún ojo
profesional la inspeccionó todavía.
Goldy rueda sus ojos, exasperada.
¡Ahh! ¡Pero qué mujer más terca!
–Una de nosotras terminó con una bala en el pecho y la
otra con heridas de tercer grado, ¡¿realmente quieres que
vaya al médico?! –sisea.
–¡Sí! ¡No es tan difícil de entender!
De golpe, Rage comienza reír por lo bajo.
–¿Qué es tan gracioso? –gritamos los dos al mismo
tiempo.
–Follen de una maldita vez, ¡por el amor de Dios! –dice
cuando la puerta se abre.
Los dos nos miramos por un segundo, pero Goldy baja la
mirada, puedo ver sus mejillas prendidas fuego.
–Ya pueden pasar…–dicen las enfermeras,
interrumpiendo el único momento de vulnerabilidad que
tuvimos desde que salimos de esa mansión embrujada.
Las dos amigas se ponen al día. BigK está tan lastimada
que no puedo sostener la mirada por mucho tiempo, no
quiero ni pensar lo que Rage debe estar sintiendo en estos
momentos.
Cuando el silencio engolfa la habitación, carraspeo,
dándole la señal necesaria a Goldy para que nos vayamos,
estos dos necesitan estar solos.
–Vamos a dejarlos un rato a solas Goldy, en el mientras
vamos a la guardia para que te inspeccionen.
Goldy rueda sus ojos otra vez y lo único que provoca es
que, la idea de follarla hasta hacerla entrar en razón, sea más
tentadora. Pero esta vez asiente, se despide de su amiga y
sale de la habitación. Yo los saludo a los dos, Rage me
agradece sin decir palabras y corro detrás de ella.
Déjame repetir eso por si no escuchaste bien: corro detrás
de ella.
–Goldy…espera. –Obviamente no se detiene, tengo que
llegar a ella. –¿Por qué eres tan terca?! –grito exasperado.
Ella se detiene y me observa con ojos furiosos.
–¿Por qué te comportas como si fuese yo la que está en
esa cama?! –grita en mi cara, señalando la habitación de
BigK.
–¿De verdad me estas preguntando por qué?
¿Es ciega esta mujer? Ciega y muda, porque no vuelve a
hablar luego de esa pregunta.
Continúo:
–Porque yo sí puedo decirlo en voz alta, la pregunta en
realidad aquí es, ¿estás lista tú para escucharla?
–Carter…–Advierte, sus ojos no me miran, miran al suelo.
No quiere escucharme.
No quiere saberlo.
–Ya entendí, Margot –digo dando pasos para atrás, lejos
de ella–, nos vemos por ahí…
Lejos del dolor que sus ojos celestes me trasmiten.
–¡Carter! –grita.
Camino lejos de ella y ella no corre detrás de mí.
Rage acaba de decirme la peor noticia que podía darme:
abandona el club y se va de esta ciudad.
Esta última semana no se puede poner mejor.
Estoy siendo sarcástico, por si lo no notaste.
El grandote con cara de malo me mira con sentimientos
encontrados, por un lado, siente pena por mí, por el otro,
quiere no sentir eso, por ende, se enoja consigo mismo.
Nadie puede negar que en poco tiempo nuestra amistad
fue más fuerte que la muralla china. Comenzamos como
enemigos, luego poco a poco nos fuimos entendiendo y
soportando, finalmente vino la propuesta de ser miembro de
su club de moteros, (lo cual me hizo reír mucho cuando lo
propuso, pero luego de pensarlo bien, acepté). Yo estoy en
este club por él, por nadie más y si él se va, entonces no
tengo nada que hacer aquí.
Luego de escucharlo decir las palabras que darían por
finalizada nuestra amistad, terminamos los dos en el suelo
con nuestros puños en el rostro del otro.
Bruno tiene a Sarah.
Dante tiene a Amira (creo)
Goldy no me quiere a su lado.
Rage se va.
Me escucho rogándole a Rage que no se vaya, ¡yo!
Rogándole a un hombre por la amistad que teníamos.
–Carter, no soy feliz aquí. –dice.
–¡Podrías hacerlo aquí! ¡No tienes por qué irte! –digo,
cuando en realidad lo que quiero decir es: ¿Piensas que no lo
sé? ¡Yo te vi llorar por Sarah, maldito idiota!
Creí que lo estaba ayudando, yo sabía que esto iba a pasar,
pero no tan malditamente rápido.
¡Carajo!
–Si me quedo aquí, no voy a irme nunca más.
–Pero, ¡eres el único puto amigo que tengo, maldición,
Bruno siguió, Dante siguió ¡y ahora tu! –Esta es la primera
vez que lloro desde el día que descubrí que Dante estaba
muerto.
Porque esto se siente como una muerte también.
La muerte de una amistad.
–Nadie te deja atrás…–dice, y por primera vez desde que
lo conozco, siento que Rage está sin su armadura puesta.
Está vulnerable y receptivo.
Miro hacia la izquierda, aún tirado en el suelo y puedo ver
a Goldy mirarme con lastima.
Genial, malditamente genial.
–Nadie se olvida de ti, yo no me voy a olvidar. –Agrega
mientras estira la mano para que la tome. Me levanto del
suelo y sacudo mis ropas para quitar el polvo.
–Dices eso ahora, pero los dos sabemos que no vamos a
volver a cruzar caminos. –gruño por lo bajo.
–Puedes venir conmigo, pero sé que esa no es la vida que
quieres para ti.
–¡Por supuesto que no! ¡No soy un maldito ermitaño! –
quiero lastimarlo con mis palabras, pero no puedo, no puedo
hacerle eso.
Hoy es el último día, Carter.
Después de esta pelea no voy a volver a verlo.
Maldición.
Camino hacia mi amigo y lo abrazo, Rage devuelve el
abrazo fuerte, golpeando mi espalda repetidas veces. Porque
así de idiotas somos los hombres, nos expresamos con
golpes e insultos.
–Se feliz. –digo mirando al suelo, no quiero que nadie vea
mis lágrimas.
Me subo a mi motocicleta y me preparo para irme de esta
vida.
–Avísame cuándo estés instalado.
Enciendo el motor, le doy una mirada rápida a Rage y
luego a Goldy, que esta varios metros atrás sin perderme de
vista.
Adiós club.
Adiós Rage.
CAPÍTULO DIEZ
Carter

Estúpido e inservible Netflix.


¡Nada hacen bien! ¡Nada! Todo es pura basura o películas
para adolescentes cachondos.
¡Pura mierda!
Mi pie patea una botella de vidrio que de alguna manera
terminó en el suelo.
¿Cómo terminó en el suelo?
¿Cómo llegué aquí? Si aún tengo el control remoto en mi
mano.
Me agacho a ver la botella.
Vodka.
¿Vodka? Me pregunto mirando la botella como si fuera un
prisma ¿Cuándo demonios tomé Vodka?
Abro la boca y dejo la última gota caer sobre mi lengua.
Ah, si ya lo recuerdo.
Arrojo la botella por encima de mi hombro, creo que
golpea contra algo duro.
–¡Carajo! –Escucho su voz.
Cuando volteo, encuentro a Goldy en mi casa, masajeando
su cabeza.
–¿Te di? –pregunto desde mi lugar, bajo el marco de la
puerta.
–¡Si! ¡¿Que mierda te pasa?! –grita.
Camino hacia ella, pisando elementos punzantes bajo mis
pies descalzos y acaricio su cabeza.
–Sana, sana, colita de rana, si no sana hoy, sanara
mañana. –ella quita mi mano violentamente, no le gusta mi
cantito.
Subo mis hombros, importándome poco y retomo mi
camino a la cocina, ella viene detrás de mí, puedo escucharla
murmurar por lo bajo algo sobre la suciedad de este lugar.
–Mañana ya no voy a estar. –dice fríamente.
Eso hace detenerme en seco, pero no volteo.
–¿Qué mierda quieres decir? –gruño, estoy harto de esta
frustración, harto de pretender que ella no me afecta. No
contesta, por eso volteo lentamente para enfrentarla–
Goldy…–Mi tono es amenazante, le estoy dando segundos de
tregua antes de explotar.
Este día no puede ponerse peor, ¿no?
–Mañana salgo para Italia, voy a buscar a mi hermana. –
El corazón se me cae hasta el culo, pero mi rostro se
mantiene duro.
–¿Hablaste con la policía?
–No.
–¿Llevas seguridad, entonces?
–No.
–¿Contrataste al maldito Iron-man?
–No.
–Entonces ¿QUÉ MIERDA ESTAS DICIÉNDOME? ¿Qué vas
a ir sola a buscar a tu hermana a la casa del hombre que la
COMPRÓ como una esclava sexual? ¿Eso estas diciéndome,
Goldy? –pronuncio su apodo como una burla.
–Puede ser…
¿¡Qué demonios!?
Refriego mi rostro, intentando ahuyentar el alcohol que
nubla mis sentidos, necesito estar sobrio para tener esta
conversación.
Ella no puede irse sola.
No puede irse.
No.
–¡¿Tienes mierda en la cabeza en vez de cerebro?! –rujo.
Estoy perdiendo el maldito control, demasiado rápido.
–¡Hey! –responde con el mismo tono. –Tengo que ir, no
puedo confiar en nadie, las autoridades de allí son
comprables, si ese hombre es tan poderoso como dicen
entonces tengo que tener cuidado.
Camino sin sentido por la casa. Estoy en mis calzoncillos y
con mi torso desnudo, sintiendo como la bata abierta que
tengo puesta, toca la parte de atrás de mis rodillas, pero
Goldy ya me vio así reiteradas veces, ¿por qué? Porque a ella
le gusta aparecer de sorpresa y volverme malditamente loco.
–No. –Sale de mí, sin agregar más nada.
¿Primero Rage y ahora ella? No, no lo voy a permitir.
–¿No? –pregunta confundida. –No vine a pedirte
permiso, vine a notificarte.
Me detengo frente a ella, con mis manos en la cadera.
–No, no vas a ir.
–Carter…–ruega con ojos cansados de este zapateo que
tenemos los dos, maldición quiero callarla con mi lengua
metida en su boca.
–No, Margot –respondo usando su nombre también –, es
suicidio, no. –repito “no” como como un disco rayado.
No te vayas.
No quiero perderte de vista.
No quiero perderte.
–Lo siento, pero no hay otra alternativa.
–Entonces ¿te vas, así como así? ¿Dejando…dejando todo
atrás? –dejándome a mí como si fuera una prenda gastada y
agujereada.
–Por el momento sí, una vez que la tenga conmigo, voy a
volver.
–¿Y cuándo es eso? ¿Dos años? ¿Tres? Si es que vuelves…
–Esperemos que no, Carter.
¿Esto es lo que sintió Sarah cuando Bruno se fue sin mirar
atrás?
Refriego mi pecho con la mano, me duele intensamente ¿o
es un taladro perforándome el estómago?
No puedo respirar.
Maldicion.Maldición.Maldición.
–No, no vas a ir sola. –Camino hasta el bar de la cocina y
abro una nueva botella de Vodka. Coloco el pico directamente
sobre mi boca y comienzo a tragar como si fuera agua,
cuando mi estómago se siente lleno, me detengo y limpio mi
boca con el reverso de mi mano. –Voy contigo.
–¿Qué? ¡No! –De alguna manera llega a mi lado y baja la
botella –¡Para ya de tomar, adolescente resentido!
–¡Déjame en paz! Dime qué aeropuerto.
–No. –Se cruza de brazos.
Me desafía, Dios, me desafía siempre y eso me pone tan
duro que tengo que pensar en mi abuela muerta para que se
calme las palpitaciones de mi polla.
Avanzo por el breve espacio que nos separa, colocándome
frente su nariz, invadiendo su espacio personal y tomando
control de algo, por primera vez en mi puta vida.
–Donde. –gruño sobre sus labios, nunca estuvimos tan
cerca.
–No. –responde firme, la empujo bruscamente hasta que
su espalda golpea con la heladera.
–Carter…–musita.
–Donde, Goldy. –Su respiración es agitada, está más
nerviosa ahora que cuando la encontré desnuda el día del
rescate.
–Te lo diré, a cambio de algo que necesito saber.
–¿Qué quieres saber? –Observo sus labios fijamente,
empujo mis caderas sobre ella, presionando mi erección en
su estómago, haciéndole saber que estoy al borde y no que
debe desafiarme.
–¿Dónde fue Rage?
–No puedo decirlo.
–Dime donde fue y espero por ti en el aeropuerto, tienes
mi palabra.
¿Es un truco esto? ¿Va a hacer que traicione a Rage solo
porque temo por su vida?
Estudio su rostro, buscando algo que me diga que no
confíe en esta mujer, pero no hay nada a la vista.
–¿Para qué quieres saberlo?
–Me escuchó decir algunas cosas que mal interpretó,
necesito remediar la situación cuanto antes.
–No sabía que eras así de manipuladora. –Rozo sus labios
con los míos, tan cerca, tan cerca de tenerla. –Sabias que iba
a querer ir, por eso estas aquí, usándome para obtener esa
información.
–Todos somos manipuladores cuando lo necesitamos,
ahora dime dónde está. –No lo niega, eso me hace sentir un
idiota.
Por eso doy un paso hacia atrás, aunque mi cuerpo no
quiera. Si sigo respirando el mismo oxigeno que ella voy a
terminar follandola sobre los platos sucios.
–Hawai.
CAPÍTULO ONCE
Goldy

Miro por la ventana con ojos ansiosos, mi pierna se mueve


frenéticamente y mis dedos se aprietan entre ellos.
Él dijo que iba a venir.
Dijo que iba a hacerlo.
Lo prometió.
Carter no llega y comienzo a poner en duda si sus palabras
fueron honestas anoche.
Anoche.
Anoche, me arrojó una botella (sin querer), me insultó,
me acusó de manipuladora e incendió mi cuerpo como
pólvora cuando rozó sus labios sobre los míos.
Maldición Margot, caíste en la trampa más vieja de la
humanidad.
Un hombre como Carter solo trae problemas, pero mi
cuerpo no escuchó mis advertencias, se perdió con él.
En tan solo unos meses, construimos una amistad sólida,
luego comenzó la confusión y hoy sé que lo amo, sé que no
puedo quitarlo de mi mente por más que tome botellas
enteras de vodka.
Tenía razón anoche cuando me dijo que era
manipuladora, sabía que Carter estaba pasando un mal
momento luego de la pelea con Rage, por eso usé su
debilidad para conseguir la información que quería. Mi padre
me enseñó a manipular gente al mismo tiempo que me
enseñó a usar los utensilios para comer, por eso soy tan
buena en lo que hago.
Pero ahora, que no aparece, comienzo a plantear mis
habilidades seriamente o quizás lo que deba plantearme es
algo enteramente diferente. Quizás él no siente lo que creí
que sentía, quizás Carter se dio cuenta que no valgo lo
suficiente como para poner su vida en juego.
Y no puedo culparlo, esto es arriesgado y sé que tiene
familia aquí.
Quince minutos más tarde, el piloto sale de su cabina para
darme una mirada inquisitiva. Quiere partir y sabe que Carter
no va a venir.
—Señorita Du Pont, no puedo retrasarlo más. —dice con
miedo en su voz. Está acostumbrado a las reacciones
desmedidas de mi padre seguro.
—Está bien, toma control de esta nave, Brian. —respondo
sonriendo con mis labios apretados.
Nunca muestres ninguna emoción, siempre sonríe y
asiente, sonríe y asiente.
El piloto confirma una vez y vuelve a su espacio lleno de
botones y luces parpadeantes.
Buscar a Simone es mi prioridad, mi hermanita que fue
arrebatada de la familia por hijos de puta que no conocen un
solo sentimiento de nada.
No conocen la empatía.
El amor por la familia.
Son hombres codiciosos que solo quieren dinero y más
dinero y si pueden tener una esclava que les chupe la polla,
mejor.
Pero no con Simone, lamentablemente cometieron el
error de tomarla, que pena por ellos, no sabían que la dulce,
tímida Simone tiene una hermana que esta trastornada y va a
viajar hasta el tártaro para encontrarla y ¿por qué no?
Arrancar cabezas en el camino.
Escucho como las turbinas comienzan a acelerar y la
azafata intenta a cerrar la puerta para partir.
Mierda, pensé que iba a venir.
Miro por la ventana una vez más.
—¡Espera! —grito con una desesperación embarazosa. —
¡Espera! ¡Ahí viene!
Carter camina por la pista, dando pasos rápidos. Lleva
puesto unos vaqueros negros con una campera de cuero y
unos anteojos tintados. Un bolso negro y pesado cuelga sobre
su hombro derecho.
Sube por las escaleras rápidamente y cuando entra me
busca entre los asientos. Su cabello esta enredado y todavía
puedo ver las arrugas de la almohada en su cara. La resaca de
la noche anterior se puede ver, no me llama la atención,
nunca vi a un hombre bajar una botella de Vodka tan rápido.
Mira a la azafata y la saluda solo moviendo la cabeza, ella
me observa a mí, esperando confirmación de mi parte. Le
hago señas para que continúe con su tarea. En cuanto lo
hace, escucho la voz del piloto pidiendo que nos pongamos
los cinturones.
—Quita esa cara de alivio, dije que iba a venir. —gruñe
mientras se sienta delante de mí.
Deja caer su pesado cuerpo sobre el asiento y estira sus
piernas, obligándome a mover las mías para entrar.
—Arrepentirse está permitido, al menos lo hubiese
entendido. —respondo sin pedirlo de vista, no puedo creer
que este aquí.
Sus anteojos negros siguen puestos, prohibiéndome sus
ojos verdes.
—¡Shh! No grites, que se me parte la cabeza —se
acomoda en el asiento, tomando una almohada y colocándola
entre su cabeza y la ventana. —, ahora, déjame dormir,
necesito procesar el alcohol todavía.
Su tono de voz es rígido y distante, pero lo conozco lo
suficiente para observar las comisuras de sus labios y
encontrar una sonrisa oculta allí.
El avión avanza por la pista y a los pocos segundos
empieza a elevarse, miro hacia afuera, dejando la ciudad
atrás.
Espero que cuando vuelva, sea con ella, no, sé que va a ser así.
¿Y si no la encuentro? Nauseas aparecen en mi estómago y
cierro la puerta de ese pensamiento antes de que tome
control.
Carter gruñe algo por lo bajo, golpeando su almohada con
el puño para acomodarla más a su gusto.
—Puedes inclinar el asiento hacia atrás si te sientes
incómodo. —susurro.
—¿Y cómo te mantengo en la mira si estoy acostado?
Tengo que morder mis labios para no sonreír.
CAPÍTULO DOCE
Carter

Goldy se quedó dormida eventualmente.


Parece que encaja a la perfección con este avión y los lujos
que vomita por todos lados.
Solía odiar a los niños de mi colegio que ostentaban el
dinero de sus padres, más de una vez dejé mi puño enterrado
en el rostro de alguno, pero Goldy…
Ella es diferente.
Es más, a veces siento que detesta su dinero y de dónde
viene. Pero siempre lo usa para una buena causa. Colabora
con la sociedad y estoy seguro que puedo decir que es una de
las pocas personas que conozco, que no retienen su dinero
como una ardilla con una bellota. Y creo que es una de las
cosas que más me gusta de ella, no me siento menos cuando
estoy alrededor, cosa que si hacían mis compañeros del
colegio.
Goldy tiene los pies en la tierra y si, digo eso mientras
viajamos en un avión privado a Italia.
Abre los ojos de a poco y se focaliza en mí. Una sonrisa se
asoma en sus labios.
–Buen día, princesa. –digo mirándola seductoramente.
Eso la despierta de golpe.
–¡¿Princesa?! ¿Qué demonios te pasa? –Me rio, sabiendo
que esa palabra le iba a molestar.
–No entiendo, ¿qué te ocurre?
–Sabes que no me gusta que me digan princesa, odio que
me llamen así. –dice dándome una patada en mi pierna, (una
patada leve y juguetona, debo aclarar).
–Estamos en un jet privado viajando a Italia, si eso no es
ser princesa, entonces no sé qué es. –rio, pretendiendo
masajear donde me golpeó.
Ella rueda los ojos exageradamente, primero mira por la
ventana y luego busca a la azafata. Con solo levantar la
mano, la mujer aparece a nuestro lado.
–¿Deseas desayunar, Margot? –pregunta amablemente.
–Si, por favor –Me mira y me señala–, ¿Estás listo para
desayunar?
Si, a ti.
Asiento una vez.
–Muy bien, vuelvo enseguida. –dice la azafata
retirándose rápidamente.
Vuelve a mirar por la ventanilla hasta que nota mis ojos
fijos en ella.
–¿Qué? –pregunta esperando que vuelva a molestarla con
mis típicos chistes de adolescente enamorado, que no sabe
cómo actuar frente a la chica que ama.
Estoy hablando de mí, por si no se entendió.
–¿Tienes algún plan? –pregunto, en vez de seguir mis
instintos.
–Hay un detective trabajando para mí en Roma. Tiene
algunos nombres asociados a la trata de personas, vamos a
comenzar por allí.
–¿Es de confianza?
–Sí, fue recomendado por alguien.
Mi ceja derecha se eleva poniendo en duda sus fuentes.
–Tranquilo, es un buen detective. –dice mirando hacia la
ventana.
–Ni tú crees eso.
Eso la hace mirarme otra vez.
–Después de tantos años, ya no le creo a nadie, Carter.
–Bueno, antes no me tenías a mí. –Sonrío de oreja a
oreja.
Abre la boca para contestarme, cuando la azafata viene
con dos bandejas.
Desayuno continental.
Genial.
–Gracias. –señala Goldy mirándola con una sonrisa.
Otra cosa que amo de ella, trata bien a sus empleados y lo
digo porque trabajé con personas de su mismo rango
económico y nunca tratan bien a nadie, siempre el factor de
superioridad está a flote.
Los dos comemos el desayuno en silencio, pero nuestras
miradas se cruzan cada dos por tres.
–Si tienes algo para decir, dilo. –digo mientras como un
pedazo de melón con jamón.
–Comes como un hombre que pasó hambre. –dice en un
tono serio.
–Viví en la calle por un tiempo.
Ella frunce su rostro, confundida.
–¿Y tu familia?
–¿Te refieres a Bruno? –digo evitando el tema de mis
padres. Ella asiente. –Él estaba en el ejército en esa época, no
nos veíamos siempre, pero cuando me encontraba no me
quitaba la mirada de encima. –rio por lo bajo recordando
esas épocas.
–Lamento que hayas pasado por eso. –De golpe deja de
comer y cruza sus piernas y brazos, claramente no le gusta lo
que escucha.
–Yo no, vivir en la calle te enseña muchas cosas, cosas
que no te da ni la mejor universidad.
–Sí, estoy de acuerdo, pero nadie tendría que pasar por
algo así.
–Bruno me enseñó algunas cosas en el camino, me dio un
trabajo, que me llevó a tener una vida de confort, aparte si no
hubiese pasado por eso, no estaría aquí, contigo.
Goldy sonríe de verdad, sin lastima, sin pensamientos
corriendo detrás de la sonrisa, ella me sonríe a mí y yo sé, en
ese momento cuan cagado estoy.

Un coche con un chofer nos espera en Roma.


Primer error de este viaje.
Es inaceptable para alguien que viene de incógnito. Nunca
puedes confiar en nadie. Es algo que pienso aclararle en
cuanto estemos solos.
Un Mercedes nos lleva por las calles de Roma, mis ojos no
dan abasto mientras Goldy mira su móvil, aburrida de venir a
esta ciudad al menos un millón de veces.
Cuando se detiene, puedo leer el nombre del hotel,
“Hassler” se llama y un hombre vestido muy gracioso espera
en la puerta con sus brazos entrelazados sobre su espalda.
Lleva un traje blanco, corto por adelante y largo hacia atrás,
una galera blanca absolutamente ridícula, ah y guantes del
mismo color.
Abre la puerta del lado de Goldy, mientras se quita la
galera y le sonríe abiertamente.
–Benvenuta a Roma, signora Du Pont. –escucho al
hombre decir mientras bajo del coche.
–Grazie. –responde ella con una sonrisa.
Caminamos hacia una puerta giratoria y una vez que
entramos al lugar, parece que entramos a un universo
paralelo.
El hotel tiene paredes azules oscuras y detalles en dorado.
Hay un mostrador con la palabra “Concierge”, un hombre
del otro lado le sonríe diciéndole palabras en italiano y ella
responde rápidamente con el mismo idioma.
Goldy hablando en italiano es otro nivel de exaltación. No
puedo explicar con suficientes palabras lo que le hace a mí
polla escuchar esas palabras rodar por su lengua.
Ella sigue caminando y sube unas pequeñas escaleras,
“Recepcion” dice este mostrador, dos personas un hombre y
una mujer están del otro lado, listos para atenderla.
Siento que camino detrás de ella como un niño perdido.
Goldy habla, mientras la señora escribe en su ordenador y
asiente repetitivamente. Cruzan palabras, inclusive Goldy
hace un chiste y ella se ríe.
Finalmente, sus ojos celestes me miran y sus mejillas
cambian de color.
–¿Qué…? –pregunto con mis manos en los bolsillos.
–Nada. –responde rápidamente dándome la espalda y
dando toda su atención a la recepcionista.
Mmm, ¿voy a tener que aprender italiano? Que flojera, pero
soy capaz de hacerlo solo para saber qué la hizo ruborizar.
La señora desliza una tarjeta y Goldy la toma
rápidamente, intercambia unas últimas palabras y me hace
señas para que la siga.
–¿Esta no es la primera vez que vienes a este hotel? –
pregunto mientras llegamos a un ascensor.
–No, mi padre es el dueño. –responde en el momento que
se abren las puertas. – El pent-house siempre está reservado
para mi padre cuando viene a hacer negocios.
–Guau…–digo por lo bajo. – ¿y por qué te pusiste
colorada antes?
El color vuelve a sus mejillas y me doy cuenta que me
gusta verla reaccionar a mis palabras.
–Me preguntó si eras mi pareja –dice pretendiendo mirar
los botones del ascensor–, me pareció que era más fácil
decirle que si en vez de explicarle…
–¿Explicarle qué? –Interrumpo esperando que le ponga
una etiqueta a nuestra relación.
Si es que puedo llamarle relación.
–Bueno, ya sabes, no quiero decir por qué estoy en Roma,
prefiero no llamar mucho la atención. –responde sin
mirarme, parece que el suelo es algo mucho más atractivo
que yo.
–Ah, hiciste bien, no hay que llamar mucho la atención,
así que el chofer, el pent-house y el avión privado funcionan
de maravilla.
Finalmente sube la mirada y cuando está abriendo la boca
para responder alguna cosa inteligente, las puertas se abren.
Me muevo dentro del lugar, observando todo con la boca
abierta.
Las ventanas apuntan a toda la ciudad, hay una terraza
con sillones, sillones por todos lados (¿para que necesito
tantos sillones?) y en el fondo puedo ver una cama, con el
respaldo las alto que vi en mi vida.
–Esto es…–No puedo hablar.
Volteo para mirarla y ella me mira con cariño en sus ojos.
Siento que su intención era impresionarme desde el
principio.
–Genial, ¿no? –dice avanzando por la habitación.
–Nunca estuve en un lugar así.
Este tipo de lujos no suelen hacer que se me caigan los
calzones, pero demonios, esto es increíble.
–Digo, ya que estamos aquí, que disfrutemos antes de que
todo se vaya a la mierda. –Escucho su voz y me focalizo en
ella.
Esta descorchando un champagne.
–Justo lo que necesito. –digo caminando hacia ella.
Me entrega una copa y la levanta esperando chocarla con
la mía.
–¡Salud! –dice y sonríe abiertamente.
Sonríe tanto que me detengo a mirar su boca como un
maldito baboso.
Los dos tomamos rápidamente y dejamos las copas sobre
una mesa larga e impresionable. ¿Cuántas personas entran
en este lugar? ¿Veinte?
Los dos caminamos hacia la terraza para ver la vista.
En nuestro silencio, siento su presencia a mi lado como
una bola de energía emanando luz hacia mí. Me pregunto
cómo reaccionaría si mi mano se apoyaría en su espalda baja.
Nunca estuve tan indeciso cuando se trata de una mujer,
como dije antes, nunca me hicieron sentir tan malditamente
enamorado.
Mierda, ¿dije enamorado?
Sé que ella siente lo mismo, pero ninguno de los dos está
dispuesto a arruinar esto.
¿Qué es esto? ¿Una amistad? No puede ser amistad si
estoy follandola con la mirada cada vez que mira hacia otro
lado.
Coloca sus manos sobre la baranda y respira el aire
romano, no estamos en una ciudad libre de smog pero
entiendo por qué suspira así.
Sin mirarla, tomo coraje y apoyo mi mano sobre la de ella,
con cuidado, analizando su sorpresa.
¿Qué estoy haciendo?
Esta ciudad me está empujando a tomar su mano.
Ella se tensa al principio, pero cuando el calor de mi mano
se desparrama, se calma un poco. Siento sus ojos sobre mí y
giro mi rostro para mirarla.
Sus labios se abren y su respiración se acelera.
Eso es todo lo que necesito para entender que tengo luz
verde.
A la mierda la amistad.
CAPÍTULO TRECE
Goldy

Toma mi mano y me arrastra hacia él hasta que sus manos


terminan sujetando mi cintura.
–Te voy a besar. –Advierte sobre mis labios, sus ojos
verdes me miran con miedo, reflejo del mío también.
Sin darme tiempo a responder da un paso adelante y
presiona sus labios sobre los míos.
Una mano toma mi rostro y lo acaricia mientras
profundiza el beso.
Su lengua entra con timidez y roza la mía.
Siento que mis rodillas no pueden aguantar el peso.
Siento su calor.
Su respiración precipitada saliendo de su nariz.
Las ansias y la aprensión que profesamos los dos,
aterrorizados por finalmente romper la barrera que nos
detenía.
Nuestras bocas bailan en el movimiento más erótico que
sentí en mi vida. La otra mano de Carter desciende hasta
encontrar mi trasero y me empuja más cerca de él,
implorando por más.
Los dos gemimos dentro de nuestras bocas.
Esperé este momento demasiado tiempo.
Carter me empuja hasta la baranda, haciendo que le dé la
espalda a una de las ciudades más románticas del mundo,
mientras se apoya sobre mí, dándome a saber que tan
excitado esta por tenerme.
–Margot. –gime sobre mis labios, sus ojos están cerrados
y suena como una advertencia.
Deslizo mis manos sobre sus hombros y termino
enterrando las puntas de mis dedos en su cabello revoltoso.
Lo necesito cerca.
Mas acercamiento, más él.
El beso pasa por una metamorfosis, mientras empezó
suave y tierno, vira su camino hacia una intensidad y un
placer extremo.
Demonios, voy a venirme solo con su beso.
Sus dos manos estrujan para absorberme, siento su
erección presionando en mi estómago y gimo en voz alta por
solo sentirla rozándome.
Carter se detiene y estudia mi rostro con sus ojos llenos
de pasión.
–Oblígame a detenerme, porque no creo poder parar
después. –dice tomando aire, su frente apoyada en la mía,
mis manos toman las de él, acariciando su piel.
Los dos estamos convulsivos.
–Para obligarte tendría que querer lo mismo y no hay
nada más alejado que eso. –respondo.
Cuando abro los ojos, me está observando con media
sonrisa, mira mis labios y vuelve a sumergirse en mí.
Alguien toca la puerta.
–¿Quién demonios viene a verte? –gruñe con celo en su
voz.
–Ese debe ser el equipaje. –respondo alejándome con una
sonrisa.
Camino tres pasos lejos de Carter, pero atrapa las puntas
de mis dedos, arrastrándome hacia él otra vez. Besa mi boca
con hambre mientras me arrastra hasta el salón.
Cuando la puerta suena otra vez, me deja ir.
El botones me sonríe del otro lado, pero su rostro pasa a
ser incomodo muy rápidamente.
–Adelante. –indico abriendo la puerta.
Camino hasta mi bolso para buscar la propina, delante de
mí hay un espejo redondo que me enseña el estado de mi
rostro, cabello y ropa.
Mis mejillas están coloradas, mi cabello completamente
alocado y mi ropa totalmente desaliñada.
Con vergüenza le entrego el billete y lo despido evitando
su mirada.
Carter esta de brazos cruzados, observándome desde la
salida de la terraza. Detrás de él, uno de mis atardeceres
preferidos.
Es tan hermoso y sexy que me pongo nerviosa, y
pronuncio la primera pregunta que se le ocurre a mi cerebro:
–¿T-Tienes hambre?
Asiente lentamente, sus ojos cargados de deseo.
Mi estómago se contrae.
–Qué bueno, porque estas por comer la mejor comida del
planeta. –sonrío pretendiendo no darme cuenta de sus
intenciones.
Me dirijo a la habitación, ignorando por completo el
hecho de que solo hay una cama y que ésta noche vamos a
dormir juntos.
–Si vas a sacar a pasear a tu “Toy-Boy” entonces déjame
bañarme. –dice caminando hacia la habitación, mientras al
mismo tiempo quita su chaqueta y camiseta, puedo ver los
músculos de su espalda definidos y fuertes.
Me rio nerviosamente de su chiste y le doy la espalda,
aunque todo mi cuerpo es consciente de lo que hace.
Carter camina sin pudor hacia el baño y se detiene en la
entrada.
–Creo que voy a tardar más de lo esperado. –dice sobre su
hombro.
–¿Por qué? –camino hacia él y señala la bañera que
apunta a los domos más impresionantes de Italia.
–Voy a zambullirme en ese lujo, es más, probablemente
duerma allí esta noche. –dice seriamente.
¿Es un chiste?
Cruza sus brazos sobre su pecho fornido y me mira
levantando una ceja.
–No te gustó lo que dije. –Una sonrisa comienza a
desparramarse.
Mira de reojo hacia la cama, cuando se focaliza allí, la
mira con cierta intensidad que hace que me pregunte si estoy
lista para alguien como él.
De golpe me siento sin experiencia.
Tímida.
–Estás leyendo cosas erróneas “Toy-boy”, vete a bañar
que apestas.
Carter entra al baño, pero no cierra la puerta. Puedo
escucharlo deslizando sus ropas, desabrochando su cinturón
y quitando sus botas.
Tengo que salir de aquí antes de entrar en combustión
espontánea.

Cuarenta minutos después, Carter sale renovado.


Lleva unos vaqueros negros, están deshilachados a la
altura de las rodillas, (vaqueros que yo pagaría fortunas,
pero que él lo tiene así, al natural). Una camiseta negra al
cuerpo y una chaqueta del mismo color.
–¿Lista? –pregunta inocentemente, mientras yo siento
que no puedo respirar.
–S-sí, vamos.
Caminamos por las estrechas calles de Roma.
La noche está aquí y la gente sale a explorar la ciudad.
Carter mira todo con ojos asombrados, algo que ya no siento
casi, envidio poder sorprenderme con cosas.
Cuando tienes tanto dinero, ya nada te deslumbra, todo es
alcanzable. Cualquier cosa que desee o destino que quiera
visitar está a segundos de ser mío. Por eso me fascina verlo
tan entretenido.
–Bruno solía hablarme de esta ciudad, creí que exageraba,
pero es…
–Perfecta.
–Sí, perfecta.
Mis ojos miran el suelo, pero puedo sentir los de él sobre
mí.
Carter es ese tipo de hombres de los que sabes que son
malas noticias, lo sé porque no pienso en él como “una
follada y nada más”, cada vez que lo miro pienso si me ve
como una rubia con buenas tetas (como la mayoría) o como
alguien para pasar la vida. Odio pensar así, significa que
estoy absolutamente perdida en sus ojos verdes y eso expresa
que dejo de tener control sobre mí.
Llegamos a un pequeño ristorante donde suelo venir cada
vez que estoy en la ciudad. Me gusta porque es un ambiente
familiar, descuidado y para nada rígido. Lo opuesto a los
restaurantes donde suelo ir con mi familia.
Carter se sienta frente a mí y apoya los codos sobre la
mesa, no puedo evitar nótalo, fui entrenada para
comportarme como si la realeza me mirara, pero disfruto
mucho de ver a alguien que le importe tan poco la opinión de
los demás. Está cómodo y hay una pequeña sonrisa en las
comisuras que no se va por nada.
–¿Asumo que se come pizza en este lugar?
–Lo que quieras, Roma se especializa en pasta, pero no
hay nada aquí no sea increíble.
Carter mira el menú, indeciso hasta que dice:
–Elige por mí.
–¿Estás seguro?
–Sí, aliméntame. –dice con sus ojos puestos en mí, eso
hace que deba acomodarme en el asiento, apretando mis
piernas para controlar el calor que siento allí.
El mozo viene y hago el pedido para los dos.
–Rigatoni Carbonara. –devuelvo el menú y le sonrío el
mozo.
Cuando vuelvo a Carter, lo encuentro con un rostro
preocupado.
–Escupe lo que sea que te carcome.
En el fondo se escucha el bullicio de la gente, las risas y la
música, estoy segura que nadie va a escucharnos hablar aquí.
–No estaba bromeando cuando dije que tenemos que
tener perfil bajo, no podemos llamar la atención.
–Puedo deshacerme del chofer, sin problemas.
–No solo eso, no podemos alojarnos en ese hotel si tu
padre es el dueño, significa que todos saben quién eres.
Tiene sentido.
–Mañana hago los arreglos.
–Necesitamos algo de bajo perfil, un hotel de pocas
estrellas o un Airb&b.
–Entiendo, déjame resolverlo. –saco el móvil de mi
bolsillo y comienzo a buscar alojamiento.
–Y tenemos que tener un perfil creado cuando no estemos
con el detective.
–¿Un perfil? ¿A qué te refieres?
–Una historia, una razón y un título.
Levanto la mirada y me enfoco en él.
–Te escucho.
–Bueno, la historia puede ser que fue nuestro sueño de
toda la vida conocer el coliseo porque yo cuando era chico era
fanático de la peli Gladiador, la razón por la cual estamos
aquí es por nuestra luna de miel y nuestro título puede ser
marido y mujer.
Levanto una ceja, incrédula.
–¿Marido y mujer? –repito.
–Sí, no podemos decir que somos hermanos, sería raro,
por la forma en que me miras y eso.
Me rio.
Asiento mientras me como la uña del dedo gordo, esto de
golpe se pone interesante y por interesante quiero decir
aterrador.
Continúo con mi tarea de buscar un alojamiento,
encuentro un apartamento en el corazón de Roma, hago la
reservación y cuando llega la confirmación sonrío para
Carter.
–Hecho, mañana tenemos donde dormir.
El mozo llega con los platos y dejo de hablar, (la paranoia
de Carter se me contagió), en cuanto se va sigue con sus
preguntas.
–¿Dónde y a qué hora nos encontramos con el detective?
–pregunta mientras entierra el tenedor en los fideos.
Yo lo imito, estoy muerta de hambre.
–Mañana a primera hora, en un hotel no muy lejos de
aquí.
Asiente.
–¿Puedo preguntarte algo? –digo abandonando mi
comida.
–Sí, tiene dieciocho centímetros.
Me atraganto con mi propia saliva y tengo que tomar agua
rápidamente para dejar de toser, él se ríe sin parar ante mi
arrebato.
–¡Carter! –siseo.
–¿Qué? Fue gracioso ver tu rostro todo encendido y
adorable. Pregúntame lo que quieras.
Ahora quiero saber si es verdad o no…
–¿Es verdad eso que dijiste de Gladiador?
Carter toma su vaso y toma antes de responder.
–¿Quieres que sea verdad?
–No particularmente, pero siempre quiero la verdad.
–Bueno, entonces sí, siempre quise conocer el coliseo, de
hecho, es una de las pocas cosas del mundo que me generan
curiosidad.
Imagino a Carter de pequeño, mirando la película con ojos
grandes e ilusionados.
¿Cómo lucirá un hijo con Carter? Mierda, Margot, ¡para ya!
–Podemos ir mañana si quieres.
–No, no voy a desviarte de tu objetivo por un estúpido
sueño que tuve cuando era un niño, Margot.
–Tenemos que pretender ser pareja en su luna de miel,
¿no?
–Sí, pero—
–Está arreglado entonces, mañana iremos a ver a los
gladiadores o, mejor dicho, a los fantasmas de los
gladiadores.
Carter hace un esfuerzo muy grande por suprimir su
sonrisa y con eso ya estoy satisfecha.
Cuando nos vamos, ruega prácticamente por comer Gelato
asi que terminamos en una plaza, viendo a la gente pasar
mientras chupamos dos cucuruchos gigantes.
–¿Cómo es Simone? –pregunta.
Su pregunta me toma por sorpresa, pero no puedo evitar
querer hablar de ella cada vez que tengo oportunidad.
–Simone es…alguien especial, ella todavía se está
buscando a sí misma en este ambiente donde crecimos. Mis
padres la presionaron mucho estos últimos años, buscan
copiar a alguien que ella no quiere ser.
–¿Copiar? ¿A quién? ¿A ti?
–Sí, tú no entiendes la presión que sentimos con nuestros
padres, todo el tiempo nos empujan a ser algo que no
queremos ser.
–Creo que entiendo, mi padre nunca estaba satisfecho
conmigo, mucho menos orgulloso, es más, creo que nunca lo
escuché decir palabras positivas cuando se trataba de mí.
Lo miro un segundo y veo su lengua arrastrándose por el
helado, trago saliva con fuerza y me obligo a mirar hacia otro
lado.
–Descubrí cuando era más chica que pretender ser quien
mis padres querían que sea, era mucho más fácil que luchar
en contra de su fuerza, trabajé para mi padre, sonreí a los
inversores, me codeé con los hombres más exitosos del
mercado, todo para él, pero cuando estaba sola, al fin podía
ser libre.
–¿Y Simone no entendió eso?
–No, ella se esforzaba hasta entrar en depresión, su único
escape era tocar el piano, deberías escucharla, cuando toca te
transporta a otra galaxia.
Sonrío pensando en mi hermana y de a poco la sonrisa de
desvanece cuando imágenes de ella siendo lastimada invaden
mi mente haciendo que hierva en cólera.
La mano de Carter aparece sobre mi pierna, cuando lo
miro esta serio y pensativo.
–Ya voy a escucharla –dice–. La vamos a encontrar,
Margot, lo prometo.
Apoyo mi mano allí y aprieto solo un poco.
–Gracias por estar aquí.
Ser vulnerable ante Carter se volvió una tarea fácil y
agradable.
Lo cual hace que encienda mis alarmas internas, no puedo
avanzar más, no cuando sé que lo amo y todo se puede ir a la
mierda por eso.
Es hora de retroceder.
CAPÍTULO CATORCE
Carter

Barriga llena, corazón contento, polla enfurecida.


Ese es mi nuevo lema a partir de hoy.
Luego de besar a Margot como un adicto por la tarde,
realmente creí que habíamos hecho progreso, pero cuando
llegamos al hotel de papi por la noche, ella se fue a dormir,
dejándome mantas para poder usar el sillón.
EL SILLÓN.
No entiendo qué hice mal.
Estoy acostumbrado a que las mujeres me odien después
de tener sexo conmigo, no antes. (usualmente se debe porque
no soy bueno con los nombres y siempre los confundo).
Pero cuando se trata de Margot soy un caballero y por
supuesto me fui a dormir sin chistar, o al menos eso le dije,
porque en realidad estoy mirando el techo como un maldito
frustrado.
Había sentido un verdadero momento de conexión con
ella, no me costó hablar de mi infancia, ni de cosas que no le
había dicho ni a Bruno, (como mi obsesión con la película
Gladiador). Bueno, no le dije exactamente eso a Margot
tampoco, le bajé el tono para no quedar tan mal con ella.
Puedo escucharla dar vueltas en la cama, claramente no
soy el único que lucha con el sueño.
Me levanto en calzones y una camiseta, y camino hacia el
enorme balcón. El aire es más fresco por la noche y hay un
silencio que es casi místico en esta ciudad a esta hora. Apoyo
las manos en la baranda y respiro profundo.
La primera vez que vi Gladiador sentí que mi cerebro
explotaba. Nunca había visto algo así en mi vida.
Dato curioso: si no has visto la película, puedo resumirla por ti.
Un general del imperio romano es traicionado por el hijo del
emperador, forzándolo a ser un esclavo y luchar en peleas de
gladiadores para conseguir su libertad.
No sé qué hizo que la película me llegara profundo al
corazón, nada allí podía relacionarse con mi vida, pero el
sentimiento protagonista sí.
Debería obligar a Dante a que la mire ahora que lo pienso
bien.
El rencor, la traición y la ira eran sentimientos que
reconocía muy bien, quizás por esa razón pasó a ser una de
mis películas preferidas de todos los tiempos.
–¿Tú tampoco puedes dormir?
Volteo y encuentro a Margot de brazos cruzados, apoyada
contra el marco de la puerta de vidrio. Lleva su cabello
suelto, una camiseta y unos shorts demasiado cortos.
Por cierto, no lleva corpiño, no es un dato menor.
–Parece que no.
Camina hacia la baranda para observar la ciudad.
Intento no mirarla demasiado fijo, pero demonios, qué
difícil es comportarme con esta mujer.
–No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí más de
cuatro horas.
–Nunca probaste mis brownies. –digo con una muesca en
mi boca. –Por eso los traje.
Ella abre los ojos y su boca en forma de 0. No puedo evitar
imaginar esos labios alrededor de mi polla.
Mierda.
–¡¿Qué hiciste, qué?!
Levanto los hombros, demostrando lo poco que me
impacta esto.
–Vinimos en un avión privado, Goldy, puedes hacer lo que
quieras.
–¡Eso no es cierto! Podríamos ir presos, podríamos…–ella
mueve sus brazos hacia todos lados.
Atrapo sus muñecas en el aire.
–Dormir, debes darte un descanso, te necesito tranquila,
sino no podrás llevar a cabo esta misión.
–¡No voy a poder si voy a estar drogada por allí!
Ruedo mis ojos por lo extremista que es.
–No va a pasar eso y no estás sola, así que deja de llorar,
mañana comienza tu sesión de brownies. –suelto sus
muñecas y me apoyo en la baranda.
–Carter –se rasca su ceja derecha, con exasperación. –,
vine a buscar a Simone, necesito enfocarme en esto, no
puedo volver sin ella.
–Y no lo harás, confía en mí, hasta que no la
encontremos, no nos vamos de este lugar.
Sus ojos me perforan por un segundo, encuentro que
llevan miedo, culpa y algo que no había notado antes,
confusión. Mira mi boca y muerde su labio inferior al punto
donde creo que está por romper la piel. Intervengo con mi
pulgar, soltando la mordida y sosteniendo su mejilla.
Doy un paso al frente y apoyo mis labios en ella por
segunda vez en el día.
La reacción de Margot esta vez es diferente y creo que la
mía también. Hay una textura nueva entre nosotros, algo
suave, algodón, terciopelo y una pluma. Sus labios están
dóciles, su lengua acaricia la mía con lentitud. Mis manos se
mueven sobre su rostro y pasan de estar en su mandíbula, a
sostener las dos mejillas, como si fueran mías, como si me
pertenecieran.
–Carter…–gime, ¿es un llanto o una súplica?
Inclino mi cabeza para poder penetrarla con mi lengua
más profundo, ella apoya sus manos en mis caderas y sujeta
mi camiseta de dormir, estrujándola cada vez que lamo sus
labios.
No sé por qué mi nombre en su boca me transforma así,
creo que es la manera en lo que lo pronuncia, con esa
perfección aristocrática que tanto quiero borrar de ella, pero
que a la vez me seduce como una reina a sus plebeyos.
–Dime…–digo mientras aprovecho para respirar, pero me
sumerjo en sus labios otra vez, callándola, ella se derrite
entre mis manos, dejando que la sostenga, aunque sea por
un segundo.
–No tendríamos que estar haciendo esto. –en cuanto
termina de decirlo, vuelve a mí.
Mis labios se sienten tibios, suaves y los de ella hinchados
y colorados.
–¿Por qué no? Los dos nos deseamos.
–Sí, pero…no quiero arruinar nuestra amistad.
Me detengo y observo sus ojos celestes.
–Nada puede arruinarla, déjame cuidar de ti, es todo lo
que quiero. –susurro.
Ella cierra sus ojos, como si mis palabras dolieran.
–No, Margot mírame. –Abre los ojos y se enfoca en mí, en
mi seriedad y en mi promesa. –Déjate caer.
–Me voy a estrellar.
–Tengo paracaídas, no te preocupes.
CAPÍTULO QUINCE
Goldy

Tomé la decisión de volver a la cama.


Sola.
Carter volvió al sillón.
Solo.
Pero sé, con casi un 100% de confirmación, que los dos
nos masturbamos pensando en el otro.
No es misterio de que al momento de la masturbación las
mujeres somos más discretas (gracias a Dios) y que los
hombres son más…desordenados. Por eso yo no necesito más
que mis manos y Carter necesita pasar tiempo a solas en el
baño.
Luego de una ducha (bastante) extensa, Carter volvió al
sillón y durmió hasta este momento.
Yo por otro lado, no dormí en absoluto. La razón no solo
fue Simone, pero ahora se agregó Carter y esa promesa que
no termino de creer.
Demonios, si Gal me escuchara se reiría de mí por sonar
tan desesperada. Solíamos follar un hombre diferente por
noche antes de lo que pasó con Simone, compartíamos
experiencias y nos reíamos de las partes vergonzosas. Esa era
yo antes de Carter, ahora siento que camino sobre cascaras
de huevo y que cada movimiento equivocado, resultara en un
campo minado.
Como dije antes, sé que estoy enamorada de él y sé cómo
es Carter, él no tiene “Relaciones sentimentales”, tiene
relaciones carnales y eso me da pavor porque al fin encontré
mi versión masculina.
Sé cómo piensa, sé que no cree en el futuro y que se deja
llevar por los “sentimientos momentáneos”.
Muevo su pierna un poco y rápidamente se levanta, listo
para batallar lo que sea que se mueve dentro de la habitación.
Retrocedo unos pasos, para dejarlo ajustarse al ambiente.
–Soy yo. –digo levantando las manos.
Encorvándose un poco, apoya su mano sobre el pecho,
dramatizando susto.
–¡Margot! ¡No vuelvas a despertarme así! ¡Podría haberte
matado!
–¡No seas exagerado!, vamos, estamos llegando tarde.
El detective que me recomendaron se llama Franco Cesare,
tiene la reputación de ser alguien que se mueve por el mundo
ilegal y con poco tiempo, por eso es tan costoso.
Nos comunicamos solamente vía mensaje de texto y
acordamos que vamos a encontrarnos en un bar dentro de un
hotel sobre la vía Lusitania.
El lugar está muy abandonado, el bar tiene mesas y sillas
de plástico, sucias y con un extraño olor a transpiración.
No sabía que los objetos podían tener olores humanos.
Carter mira las mesas y me señala una específicamente.
Se sienta contra la pared, apuntando hacia la puerta y cerca
de la salida de emergencia (o lo que parece ser una).
Nos mantenemos a la espera por alguien que no tengo
idea cómo luce.
La conversación entre los dos está en modo mínimo, estoy
tensa, nerviosa, ansiosa y cualquier “osa” que se me ocurra.
El móvil vibra y leo en la pantalla.
“Quien es.”
No tengo que pensar a quién se refiere, no le había
avisado que venía con compañía y seguramente eso le impide
acercarse.
“Amigo” respondo y le enseño a Carter mi respuesta, eso
hace que frunza sus cejas. Antes de responder, mira hacia la
entrada y susurra:
–Ahora entiendo porque soy “amigo” de golpe. –dice con
aversión.
Miro hacia el mismo lado y veo entrar a un hombre en
traje entallado. Su cabello está peinado hacia atrás. No hay
nada en su rostro que sea imperfecto. Su quijada es dura, sus
ojos grandes y verdes. Su apariencia me recuerda a los
personajes de las películas de mafiosos de los ochenta que
veía con mi abuelo Edmond.
Ya sabes, esos villanos que enamoran.
Franco se sienta frente a mí.
–Dijiste que eras tú sola, no me gustan las sorpresas.
Miro a Carter y luego respondo.
–Está aquí para ayudarme, es de mi confianza.
Franco mira a mi compañero por algunos segundos y
luego asiente. Carter por otro lado, tiene una ceja arriba y
una actitud soberbia.
Voy a matarlo.
–Los planes cambiaron. –dice.
–Franco, puedo asegurarte que—
–No es por él. –dice con desprecio. –Hubo una matanza
en la mansión de Adriano.
Uno de los sospechosos.
–¿Qué? –¡¿la única pista está muerta?!
–Todavía no se sabe quién fue, pero no hubo
sobrevivientes, bueno, excepto el ama de llaves, que fue
arrojada por la escalera y ahora esta con pérdida de memoria.
–No puede ser…–susurro, sintiendo como mi ansiedad
sube para ahogarme lentamente.
La mano de Carter aparece en mi pierna derecha y toma
control de la situación.
–¿Dónde podemos encontrar a esta señora?
–Está bajo estricta vigilancia, la policía la protege, ya que
era una de las personas que veía todos los movimientos de la
casa.
–¿Por qué quieres empezar por Adriano? –pregunta
Carter.
Franco responde de mala gana.
–Es conocido por tener gustos oscuros, colecciona
mujeres y las descarta cuando termina con ellas. –Franco se
enfoca en mi ahora. –Si tu hermana estaba allí,
probablemente no siga con vida, la otra opción es que se le
hayan llevado, quien sea que haya intervenido en la vida de
Adriano, como sabrás, alguien de un perfil como el de él,
tiene una larga lista de enemigos.
–¿Nuestra única opción es una persona sin memoria
entonces? –pregunto.
–Por ahora sí.
Maldición.
Franco observa el ambiente y vuelve a hablar, esta vez con
un tono más bajo.
–Dentro de cinco días cambian los guardias y se da que
uno de ellos es un contacto mío.
Traducción: quiere más dinero.
–Dime cuanto quieres que transfiera. –respondo tomando
mi móvil, lista para pagarle lo que sea necesario.
–¿Qué? –interrumpe Carter– Goldy, te está estafando.
Franco se levanta e intenta irse, pero lo tomo de la manga
de su traje.
–Por favor, no te vayas, solo intenta ayudarme, dime
cuanto quieres.
Carter protesta por lo bajo, enojado conmigo.
–Cien mil euros.
–¡¿Que?! –grita el motero.
Toco algunos botones en la aplicación y el móvil de
Franco suena.
–Te enviare un mensaje cuando se pueda interrogar. –
extiende su mano para estrecharla conmigo. Carter se
prepara para saludarlo, pero Franco se retira dejándolo con
la mano en el aire.
–Maldito idiota. –susurra con dientes apretados.
–Carter, déjalo pasar, es la única persona en Roma que
puede ayudarnos.
–Estoy seguro que no, si me dejas hacer algunas
llamadas…
–No, no hay tiempo, tengo el dinero, voy a usarlo.
Se cruza de brazos y bufa como un viejo, lo cual me hace
sonreír por alguna razón extraña.
Coloco mi mano sobre su brazo y comienzo a susurrar.
–Mis padres son multimillonarios, no quiero sonar
engreída, pero cien mil euros es nada para mí y necesito sus
ojos y oídos en esta ciudad. Yo te agradezco que quieras
ayudarme, pero en el departamento monetario, no hay nada
que negociar.
Desliza la lengua por su labio inferior y con la boca
apretada asiente obedientemente.
–Vamos, tenemos que jugar a la mamá y al papá en el
coliseo.
CAPÍTULO DIECISÉIS
Carter

Siempre me reí de los hombres que llevan a sus mujeres de la


mano, ¿cuál es el propósito? ¿Qué no se les vuele? No lo sé,
no tiene sentido. Algunos hombres son tan posesivos que, si
no la llevan de la mano, sienten que no tienen control sobre
ella.
Bueno, parece que ya no puedo reírme más de esos
hombres, porque acabo de convertirme en uno.
Ahora lo entiendo.
Se siente demasiado bien, correcto y natural.
Por eso entrelazo nuestros dedos.
Margot me mira por un mili-segundo y me pregunto si
ella también fantasea con hacer esto real algún día.
Algún día, pronto.
Caminamos por las calles de Roma, directamente al
coliseo, millones de parejas “normales” que pasan a nuestro
lado. Margot mira hacia un punto fijo, con una mirada
aburrida, mientras yo observo todo lo que se mueve a mi
alrededor, no solo porque así es como Bruno me enseñó, sino
porque no puedo evitar transformarme en el turista más
patético de la historia.
Solo me falta la cámara.
La guía turística va relatando datos que ya conozco,
porque como dije, fui un obsesivo durante mi adolescencia y
conozco todos los recovecos de este lugar.
Llegamos al medio y nos apoyamos en la baranda de
piedra para observar los pasadizos donde caminaban los
gladiadores.
Goldy se acurruca a mi lado y en vez de observar a uno de
los edificios más imponentes del mundo, me observa a mí.
Un lacayo a su lado.
La miro de refilón.
–¿Qué?
Ella sonríe y se enfoca en el subsuelo.
–Me gusta ver tu expresión y me gusta saber que estoy
presenciando un sueño.
Los millones de turistas que hay a nuestro alrededor,
caminan mirando hacia todos lados, tomando fotos, los
adolescentes gritan y los padres llaman a sus hijos que se les
escapan.
Todo eso pasa a mi alrededor, pero lo único importante es
Goldy.
–Gracias por darme la oportunidad de cumplirlo. –
susurro mirando directo a sus ojos.
Su sonrisa se expande por su rostro y siento que necesito
atraparla.
Goldy no puede lidiar mucho con la intimidad extrema,
por eso siempre cambia de tema.
–¿Cuál es tu frase preferida de la película?
–Mmm...–Pienso– son muchas, pero creo que la que más
aplica a este momento especifico de mi vida, es la que dice
Quinto, quien era amigo de Maximus, aunque luego lo
traiciona el muy hijo de…
–Carter, la frase…
–Ah, sí, dice: “¡Hay que saber cuándo se es conquistado!”
cuando los barbaros están al pie de la batalla.
–¿Y por qué piensas en esa frase ahora? –pregunta
mientras coloca la mano bajo su mentón y escucha
atentamente.
–Porque los barbaros sabían que tenían dos opciones,
rendirse o morir –conecto la mirada con ella–. Y creo que es
lo que nos pasa ahora a los dos.
Goldy quita la mano de su mentón y se yergue sin perder
contacto visual conmigo.
–Carter…–su voz es de sermón.
Coloco una mano en su rostro con suavidad.
–Maldición, Goldy, dame una oportunidad.
Ella cierra los ojos y niega con la cabeza.
–Esta amistad se volvió demasiado importante para mí, si
te pierdo…
–No me vas a perder…
–No sabes eso, no puedes predecir el maldito futuro.
–Lo sé, pero también sé que voy a vivir arrepentido si
nunca lo intento, prefiero tenerte y hacerte mía ahora, que
nunca haber experimentado esto contigo.
–¿Y si no funciona?
–Volvemos a la amistad.
Se mantiene en silencio, busca una respuesta en mis ojos,
los de ella están brillosos y alertas, los míos deben lucir
seguros porque lo que dice luego…
–No me lastimes. –dice con voz entrecortada, lo cual me
hace fruncir el ceño.
¿Por qué piensa que soy capaz de algo así?
–Nunca.
Apoyo mis labios sobre los de ella y la beso en el segundo
piso del coliseo.
Mi recopilación de besos con Goldy se está volviendo
exquisita y creo que quiero ser coleccionista profesional.
Ella desliza sus manos por mis hombros y yo por su
estrecha cintura, oprimo nuestros cuerpos un poco para
calmar la necesidad de mis manos por tocarla en todos esos
lugares que no exploré todavía.
–Dime que tenemos una cama en los próximos diez
minutos. –gruño sobre sus labios.
Ella ríe y yo aprovecho para deslizar mis dedos por debajo
de su camiseta para sentir su estómago tonificado.
–Tenemos un apartamento listo en quince, ¿puedes
aguantar?
–Hace meses que estoy aguantando, ¿qué son quince
minutos? –miento, quince minutos es una eternidad.
Salimos de allí de la mano, Goldy se distrae con las
vidrieras de los negocios más exclusivos de Roma y yo la
arrastro para seguir con nuestro destino.
El nuevo apartamento es pequeño, en el primer piso y
tiene un patio interno, no es lo que hubiese elegido yo, pero
va a tener que servir al menos hasta que hablemos con esa
mujer.
–Los bolsos están aquí. –digo mientras los miro a los pies
de la puerta.
–Sí, le pedí al hotel que los traiga.
Golpeo mi rostro con la mano.
–¡¿Qué?! ¿Qué hice ahora? –dice mientras quita sus botas
de motera.
–Se suponía que nadie debía saber tu nueva dirección,
Margot. –la regaño.
Ella se sienta en un sillón con cara de inocente.
–¡Ups!
Revoleo los ojos y me siento a su lado.
–En cinco días tendremos que movernos a otro lugar.
–Pero fue solo el botones quien sabe–
–¡Goldy! –advierto con una mirada intensa y un tono que
le aconseja que no me discuta. – Esta vez, el que sabe cómo
hacer esto soy yo, escúchame, estamos comprometidos.
–Pero ¿qué diferencia hay en movernos en cinco días
entonces! –grita moviendo sus brazos tatuados para todas
direcciones.
–¡Qué en cinco días vamos a exponer nuestros culos ante
la ley! ¿Qué crees que va a pasar cuando vayamos a ver a esa
mujer? ¡Tenemos que interrogarla y hacer todo lo necesario
para conseguir la información! –grito mientras me levanto,
arranco mi chaqueta exasperado y la arrojo arriba de un
sillón.
–¡Entonces mudémonoslos ahora! –Ella me imita,
poniéndose de pie, coloca las manos en su cintura y espera
mi respuesta con una respiración entrecortada.
–Sería más sospechoso irnos ahora que en cinco días,
déjame encargarme a mí la próxima.
–No.
–Sí, Goldy.
–¡¿Y qué vamos a hacer en los próximos cinco días,
genio?!
Cuando me doy cuenta estoy sobre ella, respirando sobre
su rostro.
–Follar como conejos.
CAPÍTULO DIECISIETE
Goldy

Mi espalda golpea contra la pared más cercana y siento que


cosas caen a nuestro alrededor, pero nada detiene a Carter y
a su boca ansiosa. Sus manos frenéticas y decisivas corren
por mi estómago hasta llegar a mis pechos.
Gruñe ante la sensación de tener sus manos allí.
–Mierda. –dice entre dientes apretados.
Antes de darme cuenta, rompe mi camiseta en el medio y
la arroja por ahí, su rostro se entierra en mi pecho y su
lengua comienza a hacer estragos mientras chupa mis
pezones a través de la tela del sostén.
Mis manos están en su cabello y mi cuerpo se inclina
hacia él pidiendo más roce.
De golpe estoy en el aire, envuelvo mis piernas en su
cadera y sin romper el beso me lleva hacia el cuarto. En el
trayecto nos golpeamos contra los marcos de las puertas y
algunos cuadros se rompen, haciendo que el vidrio estalle en
el suelo.
–Dime que quieres esto tanto como yo. –dice cuando me
arroja en la cama y desabotona mis vaqueros negros.
–Desde el día que te vi. –confieso mientras levanto las
piernas para ayudarlo a quitarlos.
El gruñido primitivo que sale de su garganta me enciende
como nada, ni nadie.
Sus besos se desparraman por mi piel y lame mis muslos
internos como si fuera el gelato más codiciado de Roma.
Abre mis piernas y sin darme ningún aviso, entierra su
rostro en el centro de mi cuerpo, solo empuja mis bragas a
un lado para dejar que su lengua me invada.
–¡Carter! –grito, mi boca entre abierta, mis ojos perdidos
en el placer.
Sus manos se deslizan por debajo de mis nalgas y arrastra
mi cuerpo más cerca de él, penetrándome con su lengua
mientras grito su nombre.
–Sabes tan bien…
No es el primer hombre que me da sexo oral, pero puedo
afirmar en este momento, que es el mejor que he probado.
Un cosquilleo en la base de mi estómago se forma, casi
que puedo sentir mi orgasmo en puerta, por eso sujeto su
cabello y me empujo sobre su rostro, como si fuera una
cowboy girl.
En pocos segundos me arrebata el orgasmo más
hipersensible, avasallante y dominador que he
experimentado en mi vida.
Carter relame sus labios eróticamente mientras
desabrocha sus vaqueros a los pies de la cama. Me levanto y
empujo sus calzones hasta tenerlo frente a mí.
–Oh, no, señorita, esta polla quiere estar en tu coño
primero, en unas horas podemos probar tu boca. –dice
tomándome de la quijada con fuerza, luego apoya su mano
en mi hombro, vuelve a empujarme sobre la cama. –Si te
portas bien.
¿Por qué me enciende tanto este Carter dominador?
Busca en sus pantalones su billetera y saca de allí un
condón.
–Siempre listo, ¿eh, Hollywood? –picaneo mientras lo
observo deslizarlo en una polla que parece enojada.
Veo que lo de los centímetros era real.
–Sí, nunca se sabe cuándo la chica más bonita de la
ciudad va a querer hacer chanchadas contigo. –responde con
esa sonrisa Hollywoodense que tanto me gusta.
Escala sobre mí, alinea su miembro y empuja sin piedad.
Sus ojos se cierran y sisea de placer, pero de golpe vuelve
a abrirlos y se enfocan en mi tan fijamente que siento que me
hago chiquita.
–Carajo…–gime mordiéndose el labio inferior.
Apoya sus brazos a los costados de mi rostro y me da el
beso más pasional de todos, mientras entra y sale de mí.
Tengo que romperlo para gemir porque el placer me
abruma y él acaricia mi rostro como si fuera la cosa más
bonita del mundo.
Su atención está enfocada en mí, en mis ojos, mis gestos.
Su ritmo se acelera, mis pulsaciones también.
–Oh, ¡Dios! –grito empujando mi cabeza hacia atrás.
El resto es historia.
Carter se tensa y mis piernas lo envuelven, mis tobillos se
entierran en su trasero lo suficiente para no dejarlo ir nunca
más.
–Margot. –gruñe mientras desliza su mano entre el
estómago de los dos y aprieta el botón que hace que todo esté
bien. –Mírame cuando te vengas, quiero ver el placer en tu
cara cuando mi polla te embiste así.
El placer es blanco e intenso.
Siento que no baja nunca la intensidad y mi boca se abre
pidiendo por aire, mientas Carter se desagota en mí.

Cuatro posiciones diferentes.


Dos sillas rotas
Y un vaso.
Carter duerme como si hubiera corrido una maratón y la
verdad, así me siento yo también, pero el sueño no viene, en
cambio es la culpa quien arrasa con mi cuerpo.
Culpa porque estoy follando en vez de buscar a Simone.
Culpa porque Carter es exactamente el hombre con el que
quiero estar, pero no puedo disfrutarlo ahora mismo.
Cada vez que mi mente se pone a navegar las aguas del
sueño, imágenes involuntarias de mi hermana aparecen y me
desvelan.
–Los brownies están en mi bolso. –Lo escucho
murmurar, con su boca pegada a la almohada.
–No puedo…–Estoy sentada a los pies de la cama,
desnuda y mirando el suelo fijamente.
–Hasta dentro de cinco días no podemos ir por ella y
aparte te necesito descansada para seguir follandote.
Rio y miro hacia atrás, Carter tiene los pelos alborotados,
su pecho tonificado esta descubierto y sus piernas enredadas
en las sabanas.
–¡Hazlo! –Se queja, toma mi almohada y me la revolea
por la cabeza.
–¡Esta bien! ¡Demonios! –Camino hasta su bolso y en una
bolsa de plástico, encuentro los brownies que lucen para
nada apetitosos después de llevarlos de un continente a otro.
Parto uno a la mitad y sin pensarlo lo meto en mi boca.
–Espera, ¿cuánto comiste? –dice sentándose en la cama,
sus ojos de golpe están muy despiertos.
–La mitad, ¿por qué?
Comienza a reír y mis nervios se ponen de punta.
–¡¿Por qué!? ¿¡Que hice!?
–Ven a la cama, vas a dormir por muchas horas.
CAPÍTULO DIECIOCHO
Carter

Goldy durmió por exactamente veintiséis horas, con


intervalos de baño para hacer pis y una follada rápida
mientras volaba por los aires.
La siento moverse a mi lado, tengo el control remoto en la
mano y estoy haciendo zapping, hasta que encuentro que
están trasmitiendo El Zorro. Está en italiano, pero recuerdo
el capítulo de memoria.
–Buen día…–sonríe adorablemente.
Empujo un mechón de pelo lejos de su rostro para poder
verla mejor.
–Buenas noches.
Eso la despierta de un saque y se sienta rápido en la cama.
–¿Qué? –mira hacia la ventana y ve que no hay luz
entrando de allí. –¿Cuánto tiempo me dormí?
–Veintiséis horas, aunque si tengo que restar nuestro
encuentro en el baño entonces quizás un poco menos.
–¿Veintiséis? ¿baño?
Oprimo el botón MUTE del control y la miro con temor.
–Dime que recuerdas como te follé sobre el aparador del
baño.
Ella mira las sabanas, buscando algo que espero que
encuentre, mi corazón comienza a ponerse nervioso, pero
luego su boca se pone en forma de 0.
Lo recuerda, oh, gracias Dios.
Vuelvo a apretar el botón, pero ya no miro de vuelta la
televisión.
–Debes tener hambre.
–Estoy famélica.
Pedimos pizza de un lugar cercano y comemos en la cama
mientras los dos miramos El Zorro.
–¿Este era tu show favorito cuando eras chico?
–Sí, bueno, es culpa de Bruno, él lo miraba todo el tiempo
cuando tomábamos la merienda, eventualmente me
emocionaba más ir a ver el capítulo de ese día que la
merienda con mis primos.
Goldy le da un gran mordisco a su porción y mastica
pensativamente.
–Háblame de Bruno, el día que lo conocí parecía un tipo
complicado.
Me da un ataque de risa cuando usa la palabra
“complicado”, esa palabra no le queda, yo usaría algo como…
espinoso.
–Bruno pasó por muchas cosas y si no fuese por Sarah,
sería mucho más aterrador, créeme, esa mujer lo ablandó lo
suficiente.
–Ella me gusta, me gustaría que trabaje con nosotras.
–Oh, no, no es una buena idea.
–¿Por qué? –se sienta en la cama, cruzando sus largas
piernas.
–Sarah está completamente loca –digo–, aparte no
quieres a Bruno allí también, porque donde está ella, está
Bruno.
Goldy se arroja en la cama, apoyando su cabeza en mi
almohada.
–Me gustan como pareja. ¿Cómo se conocieron?
La miro de reojo, sus ojos están posados en la televisión
silenciosa, no estoy seguro de querer hablarle de esto, pero
tampoco quiero ocultarle nada.
–Es una historia complicada. –digo esquivando el tema.
–Tenemos tiempo, ¿no?
Sí, maldición.
–Después de que Dante desapareciera, Bruno se enfocó en
trabajar en el escuadrón de anti-terrorismo, tres años
trabajó como doble agente, allí fue donde la conoció y fueron
felices para siempre. Fin.
Evito deliberadamente los detalles porque no aportan
nada la historia, creo.
–Que romántico. –dice ella buscando mis ojos, los cuales
ruedan ofuscados.
–¿Desde cuándo eres romántica? –mi tono es casi de
repulsión.
–Me gusta lo romántico, cuando es en los demás. –se ríe
pícaramente y no puedo apartar la mirada de su sonrisa.
No puedo aguantarme.
Empujo la caja de la pizza lejos de nosotros y vuelvo a
sumergirme en ella.
Honestamente, no creo que tenga recuerdos tan felices
como este en el futuro.

En los próximos días no salimos mucho de la cama, más que


para alimentarnos y bañarnos.
Es que no puedo soportarlo, mi piel reacciona cuando
siento la de ella cerca de mí, con solo una caricia de nuestras
piernas, mi polla ya se hace notar y tengo que tomarla.
Tocarla.
Chuparla.
Oh, Dios, si, chuparla.
–¿En qué estás pensando? –dice ella mientras mira su
móvil, dijo que está poniéndose al día con el mundo exterior.
–En lo bien que sabes. –digo sosteniendo mi cabeza con
la mano mientras observo su cuerpo con hambre.
–Vas a tener que darme al menos unas horas, estoy
dolorida allí abajo.
Coloco una mano sobre su estómago y con mi dedo pulgar
la acaricio.
–Oh, Margot, no te preocupes…podemos usar otros
agujeros entonces. –levanto mis cejas cómicamente y ella
golpea mi brazo, haciendo que mi cabeza caiga sobre la
cama.
–¡Hey! Es tu culpa, tú me hiciste adicto a tu cuerpo. –
sonrío sobre sus labios y vuelvo a besarla, explorando cada
centímetro de su boca.
–Tu cuerpo no se queda atrás –responde empujándome
lentamente. –. Tengo que hablar con mi padre, dame un
segundo y quizás deje que explores otros agujeros.
Coloco la mejor cara de niño en Navidad y la espero en la
cama mientras veo su trasero moverse por la habitación,
coloca el móvil en su oído y se aleja un poco.
–Papá, ¿Cómo estás? –Su tono se vuelve serio. – Si,
lamento no haber llamado antes, fue una necesidad que tuve
por venir aquí, no, no sé cuándo voy a volver todavía,
¿Bastián? No, no me llamó. ¿Qué ocurre?
¿Quién demonios es Bastián y por qué preocupa a mi chica?
–Lo llamare en cuanto corte esta llamada. ¿Cómo esta
mamá? –Se mantiene en silencio mientras asumo que el
padre le cuenta cosas de la madre y ella hace sonidos como
“aha”, “mm” y así en repetición. –Sí, prometo llamarte más
seguido, está bien, adiós.
Camina dos pasos, su rostro es de preocupación mientras
sigue tocando la pantalla y vuelve a colocarla en su oído.
–¿Quién es…?
Margot me silencia levantando el dedo índice.
¿Qué demonios?
–Bastián. –esta vez su tono es más amistoso, sus cejas se
relajan, por un segundo me mira, pero luego baja la mirada y
empieza a caminar alrededor de la (muy desecha) cama.
–No puedo decirte mucho más, pero me llegó
información sobre ella y vine a investigar, si, si vine con
guardaespaldas. –Me mira y guiña un ojo, maldita sea, ¿por
qué es tan adorable? – si te lo prometo, si esto no lleva a
ningún lado, volveré a los Estados Unidos. Sí, sí, estoy bien,
bueno, nos mantenemos en contacto, chao.
Deja el celular sobre la pequeña mesa redonda y me mira,
de golpe parece mucho más cansada.
–¿Decías?
–¿Quién demonios es Bastián y por qué conoce tu plan? –
Me levanto y camino hacia ella con pasos decididos, siento
que necesita un abrazo, pero antes espero su respuesta,
porque si Goldy tiene novio, yo…
–Bastián es mi hermano.
–¿HERMANO? –mi tono de voz apocalíptico y doy un paso
hacia atrás como si me hubiese golpeado con un cañonazo. –
¿Tienes un HERMANO y no me lo dijiste?
Oh no…
Retrocedo y agarro mi cabeza con desesperación.
–Mi medio hermano Bastián. ¿Por qué tenía que
decírtelo?
–Porque acabo de hacerle las cosas más inmorales a tu
cuerpo y ahora él…
–Espera un minuto –dice buscando su camiseta entre las
sabanas, ocultando su cuerpo de mi–, ¿Qué demonios tiene
que ver mi hermano con las “cosas inmorales” que acabas de
hacerle a mi cuerpo?
–Que…que… –¡no sé cómo explicar esta obviedad!
–Carter, déjame detenerte, porque esta conversación solo
termina en una pelea.
–¿Por qué?
–Porque crees que porque tengo un hermano de alguna
manera tiene jurisdicción sobre mi cuerpo y, por ende, ahora
tienes que pedir “permiso” antes de tocarme, ¿no es así?
–Ehh, siento que cualquiera de las dos respuestas están
erradas, por ende, no tengo manera de ganar esta
conversación.
–Estas en lo cierto. –busca sus vaqueros en el suelo y se
los coloca.
–No, espera, ¿a dónde vas? Quédate, cuéntame de este tal
Bastián, por favor. –qué suerte que no hay ningún otro
hombre en la habitación para verme suplicar así.
Goldy suspira y me mira con decepción.
–¿Acabas de darte cuenta que tienes mucho que
enseñarme no? –pregunto mientras coloco las manos sobre
sus hombros.
Goldy asiente.
Soy un hombre retrogrado, siempre lo fui, solo que antes
no me molestaba porque no había nadie a quien impresionar,
ahora ella…
–¿Puedo pedirte un poco de paciencia? Fui criado por
personas que no sabían lo que era una relación.
Eso calma un poco su mirada y luego asiente.
–Siéntate, es hora de que conozcas a mi familia.
La historia de la familia de Goldy es eterna, pero voy a hacer
un pequeño resumen:
Goldy viene de una familia multimillonaria. Su abuelo fue
el creador de una de las empresas más prestigiosas que
existen hoy, básicamente venden “el kit de todo lo que
necesitas para ganar una guerra”, aviones, explosivos,
misiles y cualquier cosa destructiva. Gracias a esto, tuvimos
acceso a artillería presada cuando se trató de combatir a
Volkov, un ruso que decidió que traficar mujeres, era el
mejor negocio de este siglo.
Por supuesto estaba equivocado, especialmente cuando
raptó a la novia de Rage y a Goldy.
El padre de Margot es el nuevo CEO de la empresa y como
todo hombre con mucho poder, le encontraron un hijo
abandonado por allí. PERO, este hijo, Bastián, no estaba
abandonado por allí, él es un “Self-made” (así se les dicen a
los empresarios que empiezan desde cero) y apareció un día
en la puerta de la casa, diciendo que quería conocer a sus
hermanas (Margot y Simone), desde ese día fueron
inseparables.
Así que Bastián es un niño rico igual que ellas, pero este
viene de la meritocracia.
(No es que ellas no se merezcan trabajar en la empresa de
su padre. Sé, solo por prestar atención, que ninguna de las
dos estaba interesada en hacerlo).
–Bastián me ofreció ayuda y me pidió que no haga nada
estúpido.
–Tarde…–digo por lo bajo y eso converge en otro golpe de
Goldy en mi hombro.
(Me hago el que me molesta, pero me encanta.)
–En dos días debemos ir a visitar a esta ama de llaves,
quiero saber si estás lista para interrogar a alguien. –Me
acomodo en la silla diminutiva debajo de mí, (soy demasiado
grande para Roma).
–Lo haces sonar como que algo muy malo va a pasar.
Me rasco la barba pensativamente.
–No, no malo, quizás la palabra que estamos buscando
aquí es poco ético. –Goldy me da una cara de desaprobación.
–Mira, si esta mujer vio a Simone, entonces es cómplice de
toda esta trata, no se merece que la trate bien, no hablo de
golpes igual, no te preocupes, pero puede que tenga que
asustarla un poco.
Goldy se pierde en el pensamiento un poco y luego
asiente.
–Está bien.
–Ahora ven aquí…–Abro mis piernas para que se siente
sobre mí– que necesito de tu cuerpo.
CAPÍTULO DIECINUEVE
Goldy

Tenemos que hacernos pasar por dos ciudadanos normales


en el hospital, por esa razón fuimos de compras, para
mezclarnos con la sociedad.
En el camino, Carter mencionó varias veces que él era mi
“toy-boy” y que debía vestirlo y llevarlo a pasear por Roma,
a lo cual yo corregí y le dije que la palabra adecuada en este
país es gigolo.
Creo que disfruta esto más de lo que quiere demostrar.
Después de horas de discusión, Carter viste una camisa a
cuadros con pantalones marrones y yo un suéter blanco con
flores bordadas en el pecho y un vaquero ancho.
–Es tan extraño verte así. –susurro mirando de reojo a
Carter.
Siempre lleva ropa “cool”, rota y de cuero, ¿pero ahora?
Ahora parece un contador.
–Tú no te quedas afuera, –gruñe– pareces esas madres
super religiosas que van los domingos a la iglesia.
Lanzo una mirada de advertencia y ríe por lo bajo.
–Me gusta de todas maneras. –dice en mi oído.
–Creo que eso es peor. –devuelvo.
El hospital es sumamente silencioso, a pesar que los
italianos son personas que usan su voz elevada veinticuatro
horas al día, la gente aquí se comunica con murmullos.
Franco dijo que el cambio de guardia era a las doce del
mediodía y que teníamos que movernos rápido dentro de la
habitación.
No puedo evitar sentirme un poco nerviosa, no solo por lo
que estamos por hacer, sino porque quizás hoy encuentre
información que es capaz de cambiar toda esta investigación.
Tuve un mini curso en el apartamento gracias a Carter,
me dijo cómo tengo que comportarme, qué tono de voz debo
usar y en caso de ser atrapados qué hacer.
No significa que este menos nerviosa gracias a ello.
Carter toma mi mano y me detiene en el lugar mientras
vemos el guardia caminar lejos de la puerta, pretende
hablarme de algo con seriedad y yo le sigo el juego
asintiendo y diciendo “Ohh” y “Ahh”.
–Quiero tu mejor actuación. –murmura.
Asiento.
–Ahora. –susurra y me arrastra hasta allí.
El policía se aleja de la puerta y se pone a conversar con
una enfermera, gracias a Dios por los hombres y la relación
especial que tienen con su polla.
En pocos pasos estamos delante de la puerta, Carter abre
sin hacer ningún sonido y estamos dentro de la habitación.
Es realmente un experto en esto, lo hace ver mucho más
sencillo de lo que es.
La señora en la cama no es lo que esperaba, en mi
imaginación creé una señora débil, tierna y frágil. Esta
señora parece más una hermana de Cruela de Vil que la
señora indefensa que imaginó mi mente. Su mirada es
glacial, sus arrugas profundas le hacen un rostro estoico, sus
cejas están unidas en el medio, claramente sospechando de
nosotros, comienza a hablar en italiano con rapidez, Carter
me mira esperando que le diga qué demonios dice.
–Esta confundida, cree que somos enfermeros y se está
quejando de la medicación que le dan. –Traduzco– No somos
enfermeros, vinimos a hacerle preguntas y es importante
que responda con la verdad o sino –Señalo a Carter–, él será
el que empiece a obtener respuestas.
La señora frunce el ceño más que antes.
–Ya dije que no recuerdo nada. –Cruza sus brazos.
–Usted no luce como alguien quien no recuerda nada,
sabemos para quién trabajaba, pero no es la razón por la cual
estamos aquí, ahora, escuche la pregunta con atención,
porque no voy a repetirla. –Camino hacia ella y Carter se
coloca del otro lado, la señora nos observa con aprensión. –
Había una chica en la finca el día del ataque, una chica rubia,
¿qué paso con ella?
La señora se hace la señal de la cruz y eso hace que mire
con preocupación a Carter, él por el otro lado, no expresa
absolutamente nada, solo la mira fijamente.
–No quiero saber nada con esa. –dice con odio entre sus
dientes.
Carter da un paso adelante, como si entendiera el cambio
de actitud de la señora y le enseña un cuchillo escondido en
sus pantalones.
–¿Cómo se dice “habla, maldita vieja decrépita” en
italiano? –gruñe con una mirada intensa.
–Solo queremos saber qué pasó con ella.
Se toma unos segundos para responder, pero finalmente
abre la boca.
–Vinieron por ella y se la llevaron.
–¿Quiénes? –insisto.
–No lo sé, hablaban en inglés, no conozco ese idioma. –
dice ese idioma como si fuese un idioma poco digno para
alguien como ella.
¿En inglés? ¿Quién demonios…?
–Necesito algo más…–Presiono.
–Kin, ellos gritaban Kin.
¿Kin?
–Dice que hablaban en inglés y que alguien dijo “Kin”.
Carter piensa por un segundo.
–Pregúntale cuantos hombres eran.
Repito la pregunta.
–Muchos, eran mercenarios, pero solo dos vestían de
traje.
La puerta se abre y entra una enfermera, se detiene en
seco en cuanto nos ve y una bandeja llena de elementos
metálicos se cae al suelo.
Antes de que pueda gritar por ayuda, Carter corre hacia
ella y tapa su boca.
–¡Silencio! –dice entre dientes– ¡dile!
–Solo estamos aquí para—Pero es muy tarde, la señora en
la cama comienza a pedir por ayuda y un policía entra de
golpe y nos apunta con el arma.
Carter abandona a la enfermera y se concentra en el
hombre armado.
Toma el arma con sus dos manos y golpea su brazo tan
rápido que hace que se le caiga al suelo, Carter la patea hacia
mi, mientras comienza a golpear el rostro del policía hasta
dejarlo inconsciente.
La enfermera grita.
La señora también.
Tengo el arma entre mis manos y apunto hacia ellas,
haciendo que se silencien inmediatamente.
De pronto Carter la quita de mis manos, coge mi brazo y
me saca de la habitación a los tirones.
Alguien comienza a gritar en los pasillos y la gente busca
detenernos, pero Carter muestra el arma levantándola en el
aire.
–¡Quietos! –grita.
La salida está a solo unos metros.
Las puertas de vidrio corredizas se abren y salimos a la
calle, miramos para un lado y el otro, buscando la salida más
fácil.
Un coche comienza a tocarnos bocina frenéticamente y
cuando miro dentro, está Franco haciéndonos luces.
–¡Allí!
Corro hacia el coche y Carter viene detrás mío.
Una vez dentro del coche miro para la puerta y los policías
comienzan a disparar.
–Son guardias de hospital –dice Franco–, apuntar no es
lo suyo.
Carter me inspecciona frenéticamente tocando partes de
mi cuerpo y moviendo ropa de lugar.
–¿Estas bien?
–Sí, ¿tú? –digo tomando su rostro entre mis manos– Eso
fue aterrador.
Sonríe.
SONRIE, COMO UN PSICOPATA.
–Bienvenida a mi vida, Goldy.
CAPÍTULO VEINTE
Carter

Franco conduce frenéticamente hasta terminar a las afueras


de la ciudad, ahí cambia la velocidad y conduce menos como
un desquiciado y más como un ciudadano ilustre. Sé que no
estamos yendo a nuestro apartamento, así que preguntas
comienzan a salir de mi boca, como cucarachas en una
alcantarilla.
–¿A dónde demonios nos llevas?
–El destino depende de la información que hayan
conseguido. –responde mientras me mira por el espejo
retrovisor con ojos mal humorados.
Dios, dame fuerzas para no matarlo.
–¿Me estás diciendo que estas manejando sin destino? –
devuelvo con la misma irritación.
–No, estoy diciendo que—
–Entonces si hay un destino…
–¡¿Pueden no discutir cada cinco minutos?!, ¡Demonios!
¡Yo tengo la información que necesitan, ahora déjenme
hablar si quieren saber que va a pasar en los próximos
malditos minutos! –grita Goldy, retomando el personaje de
Harley Quinn que no veía hace mucho.
Sonrío para mis adentros, si un día se llega a enterar que
la comparo con ese personaje va a matarme.
Goldy comienza a hablar, sin darme pie a seguir
discutiendo sin sentido. Tiene razón, pero no puedo
detenerme, no confío su vida en manos de Franco. De todas
maneras, no entendí ni la mitad de las cosas que dijo y me
siento ciego, sordo, mudo y estúpido en esta ciudad.
Bruno me dijo que debía aprender otros idiomas, ¿por qué
demonios no lo escuché? Ah, porque era un bueno para nada
cuando chico… y ahora también.
–Dijo que fueron mercenarios que se llevaron a mi
hermana, hablaban en inglés y que a uno lo llamaban “kin”.
Franco asiente y se mantiene en silencio.
Algo que no compartí con Goldy todavía es que sospecho
que “Kin” en realidad es KING.
Conozco un solo King y si es el mismo que está
involucrado, entonces estamos cagados, pero no voy a
manifestar esta información, primero tengo que hablar con
Bruno.
Se llama doble comprobación de datos, toma nota.
Mientras maneja, Franco hace aparecer un móvil en su
mano y lo apoya en su oreja. Cuando comienza a hablar, miro
a Goldy intensamente, demandando por una traducción.
–Está pidiendo información, no tengo muy en claro de
qué, habla muy rápido. –murmura.
–Vamos a ir a la mansión de Adriano Bonelli. –dice
cuando deja caer su móvil en el asiento delantero
–¿Por qué? –pregunto sintiendo una ansiedad
incontrolable– ¿No es una escena del crimen?
–Si.
–Bueno, no quiero a Goldy allí, no es seguro.
Goldy ignora mi petición.
–Franco, ¿por qué crees que debemos ir allí?
–Pistas. –responde.
Me mantengo en silencio por el resto del viaje, claramente
Goldy no le interesa mi opinión, así que no veo el punto de
seguir discutiendo con ella.
Unos treinta minutos después, llegamos a un terreno
inmenso, verde y brillante, la mansión es increíble, aunque
tiene cintas amarillas de la policía bloqueando la entrada.
Franco arranca una de ellas y entra como si fuera el dueño
de la casa.
Mis ojos recorren rápidamente el lugar. Estoy seguro que
en algún momento fue impresionante, pero hay tantas
manchas viejas de sangre en el suelo y las paredes, que
parece más la casa del terror, que la romántica que parecía
afuera.
–Demonios…–dice por lo bajo Goldy mientras se tapa la
nariz con la mano.
Quiero gritar TE LO DIJE, pero asiento en silencio y meto
las manos en los bolsillos de este pantalón color marrón caca
que me obligó a usar.
Franco observa en silencio y se mueve por la habitación
dando pasos lentos y medidos.
–Fueron profesionales. –Le explica a Goldy, lo cual hace
que ruede tanto mis ojos, que me duele la cabeza.
¿Fueron profesionales? Por supuesto que sí, idiota, eso lo
puede ver hasta un ciego CON LOS OJOS VENDADOS.
Dios…
Goldy detecta mi mal humor y me da una mirada de
advertencia, ¿me está retando?
Mejor me alejo, antes de decir o hacer algo que me
arrepienta después.
Comienzo a subir unas escaleras que llaman mi atención,
la pared es de piedra y suben en forma de caracol hasta una
sola habitación, parece un ático o un lugar abandonado.
En la puerta también hay sangre, (el suelo de madera es
difícil de limpiar cuando hay tanta sangre concentrada en un
solo lugar).
Camino hasta el centro de la habitación y miro a mi
alrededor, por ahora, este es el único cuarto vacío. Me pongo
de cuclillas y deslizo mis dedos por la madera del suelo, tiene
marcas de cosas que pasaron, entraron o salieron del lugar.
Parece que desalojaron esto no hace mucho, pero ¿por
qué?
¿Una prisión improvisada, quizás?
Hay dos pequeñas ventanas rectangulares, tienen polvo y
puedo notar que no las limpian desde afuera hace años o
desde adentro.
Se ve el campo inmenso desde aquí.
–Un momento…–murmuro colocándome de costado, el
sol entra por allí y me deja ver una huella.
–Goldy…–Llamo sobre mi hombro mientras observo.
Ella llega en menos de un minuto.
–Dame tu mano. –digo sin perder de vista un punto muy
específico de la ventana.
Goldy sin chistar, estira su mano hasta dejarme tenerla, la
estiro sobre la ventana y sin apoyarla, la mido su
comparación.
Coinciden.
–¿Qué estás haciendo?
–Mira –digo señalando con el dedo–, alguien colocó su
palma en este vidrio, casi que coincide con tu mano, ven,
colócate aquí para que puedas verla.
Muevo a Goldy desde los hombros y con el refilón del sol,
puede ver la huella. Ella conecta la mirada conmigo y puedo
ver unas gotas de esperanza en sus ojos celestes.
Espero estar en lo cierto, porque no quiero darle
esperanza innecesaria.
–Quizás sea aquí donde la retenía –indico por lo bajo, no
quiero decir las palabras fuertes porque suenan crudas y
desalmadas–. Encontré marcas en el suelo, creo que hicieron
lugar para que ella esté aquí y es una de las pocas puertas con
cerradura.
Goldy mira a su alrededor hasta que encuentra las mismas
manchas de sangre.
–Entonces eso…
–Probablemente los guardias –respondo–, esto solo
confirma lo que ya sabíamos, alguien se la llevó.
–Kin. –dice ella como si supiera que King es una persona.
Asiento sin decir agregar información.
Los ojos de Goldy cambian cuando vuelven a posarse
sobre la marca de la mano en el vidrio, ahora que sabe que es
la marca de su hermana, tiene otro valor y desparrama
lágrimas en silencio.
–Estuve tan cerca…–dice con su voz entrecortada.
La necesidad de abrasarla es abrumadora, siento que si no
lo hago voy a morir de tristeza, por eso doy un paso adelante
y la envuelvo en mis brazos.
–Todavía no terminamos –susurro mientras acaricio su
cabello y ella rompe en llanto sobre mí pecho, es la primera
vez que la veo llorar y odio lo que le provoca a mí corazón. –.
Solo que tenemos más obstáculos en el camino.
Cuando Goldy se recupera, llamo a Franco como si fuera
un perrito travieso. Me deja saber que odia ese llamado con
palabras enfadadas por lo bajo, pero me importa poco, su ego
no es una prioridad aquí, tampoco el mío.
–Hay una huella aquí, quiero saber si es de Simone o no.
Por si no queda claro, no estoy pidiendo permiso.

–¡Hey! ¡Romeo!
Puedo escuchar la sonrisa en la voz de Bruno.
–¿Es necesaria esta actitud?
–Sí, estas en Italia y por una chica, no voy a tener otro
momento en la vida más necesario que este.
Miro hacia la puerta del baño y todavía escucho el agua
correr, Goldy se ducha y no voy a tener otro minuto para
hablar con él a solas.
–¿Recuerdas a King?
–Sí, el único sicario que hizo una empresa legal de ese
negocio.
–El mismo –susurro–, necesito saber si estuvo aquí, creo
que está involucrado en el caso que estoy trabajando.
Silencio del otro lado de la línea.
–¿Bruno?
–¿Me estas pidiendo que le deba un favor a King? ¿De
verdad, Carter?
–No sé cómo conseguir la información, eres el único que
tiene una relación con él.
–Si te refieres a una relación el hecho de que me haya
insistido que trabaje con él más de una vez, entonces sí,
espera un minuto. –lo escucho moverse por la casa, abrir
una puerta y hablarle a alguien más. – ¿Estás bien? ¿Quieres
agua?
Escucho murmullo del otro lado.
–¿Es Sarah? ¿Qué le ocurre? –frunzo mi ceño, no es
anormal la reacción desmedida de Bruno para con ella, lo que
es anormal es Sarah sintiéndose mal.
–Nada, se siente mal –responde descartando mi
pregunta–, déjame ver qué puedo hacer, dame unas horas.
–Gracias. –respondo y en ese momento se abre la puerta
del baño, Goldy sale con la nube el vapor y por un segundo
creo que veo el ángel más sexy del planeta. Viste nada más
que una toalla rodeando su cuerpo y apenas cubre algunos
centímetros de piernas– Tengo que irme, hay un regalo que
tengo que abrir, hablamos luego.
Escucho como Bruno me insulta mientras corto la llamada
con una sonrisa diabólica.
CAPÍTULO VEINTIUNO
Goldy

Franco me llama en el momento preciso donde estaba


indicando qué helado quería. Abandono a Carter y a medida
que camino lejos de la tienda, lo escucho intentar decir qué
quiere en italiano.
Sonrío cuando escucho: “Gelato, ese, para mí, helado, si,
ese, no, ese no…”
–¿Y?
–Es ella, estuvo allí y se la llevaron. –volteo para hablar
con Carter y él también esta con su móvil en la oreja y un
cucurucho helado chorreando por su mano. –Estoy
intentando recolectar los registros del aeropuerto más
cercano, pero—
Carter levanta la mirada y la enlaza conmigo, hay algo en
sus ojos que hace que mi estómago se me caiga a los pies, ¿es
desaliento? que no sea desaliento, todo menos eso.
–¿Puedo llamarte luego? –interrumpo en un ataque de
ansiedad.
Antes de escuchar la respuesta, camino hacia él y él hacia
mí, los dos apurados, necesitando decir esta nueva
información que poseemos.
–¿Qué es? Dime. –Ruego.
Carter guarda su móvil en el bolsillo trasero y presiona
sus labios.
–¡Carter! –grito su nombre, la ansiedad va tomando
control de mi cuerpo.
–Tengo que contarte algunas cosas primero antes de
darte la información principal.
Las calles de la ciudad están llenas de gente, todos salen a
cenar a esta hora.
–Aquí no, vamos…–me lleva con su mano (limpia) hasta
una plaza a una cuadra, tiene poca luz, pero nadie parece
estar por esos pagos.
Se detiene bajo un árbol que nos da tanta sombra que
parece que nos fundimos en la oscuridad.
–Habla ahora o te corto la polla. –digo agarrando su
helado que parece que lo distrae y lo arrojo detrás de una
planta.
–¡Hey! –dice con indignación– lo estaba tomando.
–Después te compro otro, por favor, habla.
Se limpia las manos en sus vaqueros y comienza:
–Tuve una corazonada y di en el blanco. “Kin” es en
realidad King, un sicario que trabaja internacionalmente,
tiene una empresa de “Seguridad” –Hace comillas en el
aire– pero lo que hace es trabajar con millonarios que
necesitan soluciones ante problemas pocos…diplomáticos.
–¿Simone es un problema? –interrumpo.
–Déjame hablar, ¡maldición! –dice con irritación– Bruno
dio con él, le hizo algunas preguntas puntuales pero las
respuestas fueron generales y sin confirmar nada, le dio a
entender que Simone fue “reclamada” por otra persona y
que él lo hizo posible.
Tapo mi boca con las dos manos.
¿Simone está con alguien más? ¿pero cómo es posible? ¿Acaso
es un pedazo de carne que las hienas necesitan robarse entre
ellas?
–Puedo ver las millones de preguntas en tu cabeza y no,
no tengo las respuestas.
Me encuentro mordiendo mi labio interno, buscando a la
velocidad de la luz por respuestas de preguntas que nunca
hice.
–Goldy –escucho su voz llamarme–, Margot. –esta vez lo
miro.
Carter toma mi mano y besa la palma.
–La vamos a encontrar, no lo parece, pero estamos un
paso más cerca.
Me levanto y comienzo a caminar de un lado a otro.
–¿Cómo estamos un paso más cerca? ¡La única pista se
desvaneció en el aire! –mi tono comienza a subir y camino
sin sentido, rodeándolo a Carter.
Él estira su mano y me abraza.
Sé que parece un acto de bondad, pero en realidad quiere
que no llame la atención a nadie.
–Lo siento. –murmuro.
–No me pidas perdón, te agarré porque me excita cuando
te pones así –sonríe diabólicamente y eso me saca de mi
pánico. –. Aparte hay algo que no te dije.
Mis pies se anclan.
Espero.
–King habla casi en acertijos y a cambio de un favor, le
dijo a Bruno algo más.
–¿Qué dijo? –doy un paso adelante, invadiendo su espacio
personal, el perfume de Carter me llena los sentidos, pero no
puedo desconcentrarme ahora.
–Abro cita –dice, haciendo comillas en el aire. –, “Los
soviéticos son buenos escondiéndose, especialmente a la
vista de todos” cierro cita.
Pestañeo algunas veces antes de responder.
Los soviéticos son buenos escondiéndose…
Especialmente a la vista…
–¿Qué sabemos de Ivanov y su familia?
Carter sonríe con un tinte de orgullo en sus ojos verdes,
toma mi mano y resume la caminata hasta el apartamento.
–Alexei Ivanov nació en Rusia, vivió allí con su familia,
padre, madre y hermano hasta el día que murió su padre –
dice Carter mientras lee un mensaje de texto de alguien
quien no me quiso decir el nombre. –. Quien murió de un
ataque al corazón mientras follaba una prostituta. –Levanta
los ojos de la pantalla y se enfoca en mi– la mejor manera de
irse, si quieres saber mi opinión.
–No te la pedí. –Tomo un almohadón y se lo tiro directo
sobre su cara, por un segundo pensé en apuntar a su polla,
pero probablemente me interese usarla después.
Carter se ríe y me devuelve el almohadón.
–Su madre enviudó y se transformó en una nómada, pero
su hermano…no hay registros de él, no existe en ningún lado.
Me levanto y comienzo a caminar por el estrecho cuarto
de un lado a otro, Carter me sigue con la mirada.
–Pero King dijo que se esconde a la vista de todos…–digo
pensativamente– eso quiere decir que quizás sea una
celebridad o un nombre reconocido.
–Sí –Afirma Carter mientras camina hacia mí y detiene
mi caminar abruptamente. –, pero si fuese el mismo
apellido, lo hubiésemos encontrado al menos dos veces ya,
acá hay algo más. –Corre mi pelo sobre el hombro,
exponiendo mi cuello, después comienza a dejar besos cortos
hasta mi clavícula.
–Entonces…s-se maneja con… un seudónimo, hasta
quizás cambió el apellido…–Apenas logro decir sin
desconcentrarme.
–Sigue hablando –gruñe. –, cuando tu cabeza trabaja así,
me éxito demasiado.
–Pero ¿quién? Podría estar en cualquier país, podría estar
en Estados Unidos. –A estas alturas estoy obligándome a
decir algo con tal que no se detenga.
–Tus poderes de deducción me vuelven loco. –Su voz no
suena socarrona, más bien seria y gutural.
Envuelvo mis brazos sobre sus anchos hombros y lo dejo
tomar posesión completa de mi cuerpo.
Con movimientos bruscos, Carter se deshace de mi camisa
y me arrastra hasta la superficie más cercana.
La pared.
Besa mi pecho hasta llegar a mis duros pezones y los lame
como si no hubiera un mañana.
Mis gemidos se vuelven altos y descontrolados, mientras
él se vuelve cada vez más animal.
Con manos apuradas, me baja los pantalones, dejándolos
como un acordeón en mis pies y voltea mi cuerpo.
Mi rostro está pegado a la pared, mis manos me sostienen
como si fuera una víctima siendo palpada por un policía.
–¿Sabes lo sexy que te ves en esta posición? –musita en
mi oído mientras baja mis bragas. – estoy a punto de
venirme en mis putos pantalones, Margot.
Amo que diga mi nombre cuando estoy a su merced.
Escucho su cinturón caer en el suelo, sus manos parecen
que nunca se despegan de mi piel.
Mis ojos se cierran en el momento que siento sus dedos
penetrarme.
–Oh, Dios, estas muy mojada, ¿es por mí? ¿Yo te pongo
así?
–¿Ves a alguien más en esta habitación? –digo mientras
apoyo mi frente en la pared y entierro mis uñas.
Sus dedos recorren mis pliegues y me penetran
lentamente.
–Carajo…–siseo entre dientes, sostenerme se hace difícil
cuando mis piernas no responden.
–¿Qué pasa, Margot?
–Es demasiado placer…–gimo, mi puño se cierra y golpeo
la pared.
–¿Quieres que me detenga? –susurra con su voz profunda
en mi oído, luego lame mi cuello como un salvaje.
–¿Quieres morir? –logro decir.
Sus penetraciones se vuelven más rápidas, un tercer dedo
ingresa y tiene que sostenerme desde mi estómago para que
no me caiga.
Un burbujeo muy conocido se gesta en mi pelvis, mis
gemidos se incrementan como también la velocidad de sus
dedos.
Hasta que ya no puedo más y el orgasmo me baña por
completo, mis ojos cerrados, mis puños apretados, por un
segundo dejo de respirar.
Abro mis ojos de vuelta, Carter quita sus dedos de mí.
Volteo y nos encontramos frente a frente, sus ojos verdes
fijos en mis celestes.
Lleva sus dedos a su boca y uno por uno los chupa.
Mierda…
–Todavía no terminé contigo. –dice volteándome otra
vez.
Lo siento en mi entrada y Carter presiona hasta llenarme
por completo, lo cual hace que grite.
Sus embestidas son duras, concisas y lentas.
–Mierda –sisea en mi oído–. Como me gusta follarte
Margot.
Un sonido sin sentido sale de mi garganta.
Mi mente y lógica se retiraron a descansar.
Su mano se desliza hasta tocar el punto más placentero y
ruedo mis ojos hacia atrás por el placer extremo que estoy
experimentando.
–Mierda…–gime incrementando sus embestidas, su mano
se traslada de mi boca, a mis caderas, sosteniéndome firme.
La ebullición en mi pelvis comienza otra vez y cierro los
ojos con fuerza cuando toma control de mi mientras Carter
embiste primitivamente y experimenta la misma liberación
que yo.
Una vez que los dos nos calmamos, besa mi mejilla.
–¿Qué voy a hacer cuando te canses de mí? –susurra con
su frente en mi hombro.
–¿Por qué haría eso? –sonrío.
–Porque eventualmente todos lo hacen.
CAPÍTULO VEINTIDÓS
Carter

Próximo destino: Moscú.


Tuve que pedirle de rodillas a Goldy que no vayamos en su
avión privado, en cambio, estamos en uno comercial, aunque
viajando en primera.
Hice lo que pude.
Escucho que habla con su hermano por teléfono,
poniéndolo al día con toda la nueva información, mientras yo
le envío mensajes a Rage.
Cuando le digo dónde estoy y con quién no lo puede creer,
y yo como un idiota, sonrío mientras le relato nuestra
aventura.
Es para creer o reventar, pero desde que Rage se mudó a
Hawái que nuestra relación a distancia (así le digo para
hacerlo cabrear) funciona mejor que antes. Siempre está
enviándome fotos de alguna piña que cosechó o del
amanecer y pretendo no estar deslumbrado solo para
molestarlo, pero la verdad es que disfruto mucho ver la vida
que está armando en esa isla.
El grito de un niño me desconcentra, levanto la mirada y
puedo ver que se mueve con irritación en su asiento y su
padre lo ignora por completo mientras mira su móvil.
Muevo la cabeza de un lado a otro, juzgando a ese padre,
el niño solo quiere su atención.
El padre luce como un hombre en sus cuarenta, debe
medir un metro y medio, calvo en la parte superior de su
cabeza y con mucho cabello en su nuca.
Vuelvo a mi móvil y sigo molestando a Rage, esta vez está
maldiciendo a un tipo de gusanos que encontró en una
planta.
El revuelo retorna y vuelvo a enfocarme en el niño. Esta
vez veo al padre tomando del brazo al hijo y sentándolo en el
lugar, abrocha su cinturón con una fuerza innecesaria.
Básicamente lo amarra a su silla y se retira hacia los baños.
–Qué carajos…–susurro.
El nene se toma el brazo, puedo ver que esta dolorido y
mis manos comienzan a estrujar el móvil.
Cuando enfoco mis ojos, puedo ver los dedos del padre
marcados en su piel.
Seguidamente desabrocho mi cinturón y voy hacia los
baños.
–¿Carter? –Escucho la voz preocupada de Goldy detrás
mío, pero tengo un solo target ahora.
Toco la puerta dos veces.
Noc Noc hijo de puta.
–¡Ocupado! ¡Maldición! –grita el idiota del otro lado.
Fuerzo la puerta con un movimiento violento y entro.
Todavía está subiéndose los pantalones cuando me ve
entrar y se asusta.
–¿Qué—?
Tomo su saco y lo empujo hacia el inodoro, obligándolo a
sentarse.
Mis nudillos se entierran en su rostro.
Una.
Dos.
Tres.
Cuatro veces.
–¿Puedes sentir lo que se siente que alguien que no es de
tu tamaño este golpeándote? –grito y meto una más.
–¿Quién carajo eres idiota? –Se cubre la cabeza con los
dos brazos, por suerte ya hizo pis, sino estaría con todos sus
pantalones meados.
–Tu hijo en el futuro –digo con una sonrisa–, terminé de
este tamaño para romperte la cara cada vez que pueda,
“papá”. Ahora, cuando vuelvas al asiento, quiero que te
comportes como un padre de verdad y no como un bully.
¿Esta claro?
Asiente con sangre en su rostro.
–Bien, ahora límpiate el rostro, que parece que alguien
acaba de darte una paliza.
Sin más, me vuelvo a mi asiento, paso por al lado del nene
y le guiño el ojo, él responde con una sonrisa.
–¿A dónde fuiste? –susurra Goldy, ahora tiene una revista
en la mano.
–Al baño. –Sonrío y deposito un beso en su mejilla.
Ella me mira con ojos sospechosos.
Arranco la revista de sus manos y pretendo leerla,
mientras el padre pasa tambaleándose, tiene un pañuelo
debajo de su nariz sangrante.
Goldy lo mira pasar con los ojos muy abiertos.
–¡Carter! –Reprocha.
–Las lecciones de vida no tienen itinerario, Margot, hay
que darlas en el momento que se requieren.
Ella sigue con la mirada al hombre y lo observa
interactuar con su hijo. Yo pretendo leer la revista, pero de
reojo estoy observándolo con cuidado.
Los ojos de Margot vuelven a mí y puedo sentir su pena.
–Déjalo ir. –susurro.
–Podríamos haber recurrido a la azafata.
Dejo la revista en mi regazo y me enfoco en ella.
–No, porque hijos de puta como esos, necesitan que
alguien más malo, grande y cojonudo que ellos los pongan en
su lugar, yo no tuve la oportunidad de defenderme cuando
era chico, así que voy a hacer lo posible para que ningún otro
niño pase por esa mierda.
–Oh, Carter…–dice acariciándome el brazo. – ¿Tus padres
eran violentos?
Miro a mi pierna moverse inesperadamente, nerviosa por
tocar este tema.
–Digamos que mi papá tenía un solo idioma y usaba el
cinturón para comunicarse.
Los ojos de Margot se vuelven fríos de golpe, sus cejas se
unen en el medio de su frente.
–¿Sigue vivo? –Suena más como una amenaza más que
una pregunta.
Niego con la cabeza.
–No, ahogó su hígado en alcohol.
Alcohol que yo proporcionaba para él, para conseguir esa
meta, pero eso es algo que no va a salir de mi boca.
No ahora al menos.
–Mejor entonces –dice acomodándose en el sillón–, no sé
lo que haría si supiera que está vivo.
Sonrío.
Es lindo sentirse protegido cuando lo único que hiciste en
tu vida es protegerte de todos.
Me acerco y beso su boca con cariño.
–Gracias.

–¿Por qué demonios insistí en viajar a Moscú? –murmuro


mientras entro a la habitación de hotel.
El frio todavía calcina mis huesos.
–Porque eres una muy buena persona. –responde Goldy
detrás mío mientras deja la valija sobre la cama y observa la
habitación.
Es un poco deprimente, no voy a mentir, las paredes
verdes y desgastadas, las camas separadas y una alfombra
que estoy seguro que es del 1800.
–Oh no, querida, estoy aquí por ese culo increíble que
tienes. –digo mientras pellizco su redondo trasero.
Goldy lleva puesto un abrigo negro, largo hasta el suelo,
su cabello rubio cae en cascada sobre su pecho, sus ojos
celestes brillan con maldad y sé que va a decir algo para
molestarme.
–Hay más en mi aparte de esta cara bonita, ¿sabes?
Pestañeo un par de veces, absorbiendo esto, Goldy nunca
quiere tocar temas así, a menos que sea un chiste, pero no
veo una gota de gracia en su rostro.
Trago saliva nerviosamente.
–¿Enserio? –digo como si esta información fuese
impactante para mí.
Ella toma una almohada y me la arroja directamente al
rostro, su puntería es cada día mejor y amo cada vez que
hace eso.
–Ah, ¿sí? –Sin que se pueda defender, la empujo sobre la
cama, entre movimientos bruscos, termino sobre ella,
sosteniendo sus manos por sobre su cabeza.
–Porque aparte de tu cara bonita tienes un cuerpo que me
vuelve loco –digo mientras lucho para clavarla en el colchón.
–. Tienes una mente rápida, eres pura chispa, altruista,
buena hija, buena hermana y…
El maldito amor de mi vida.
–¿Y qué? –insiste mientras mueve sus muñecas para
soltarse.
Mi boca se cierra ante el pensamiento invasivo, pero me
recompongo rápidamente.
–Muy buena en la cama. –Guiño un ojo y conecto
nuestras partes más íntimas, a pesar de tener al menos tres
capas de ropa entre nosotros, estoy seguro que está sintiendo
mi erección.
–¡Eres un…!
–¿Maldito? Si lo sé. –Sonrío y comienzo a hacer un buen
uso de esta cama.

Goldy no tiene un referente aquí y yo menos, pero estoy


seguro que, si llamo a Bruno, conoce a alguien que es amigo
del primo de otro alguien quien trabaja para alguien
importante.
Pero, decidí no llamarlo todavía.
Por ahora estamos buscando información como en la vieja
escuela, rastreando la familia de Ivanov. Sí, encontramos
información de su fallecido padre, pero parece que sus hijos
desaparecieron convenientemente del mapa.
–¿Quizás tengamos que buscar en los registros de
defunción? –pregunta Goldy, pero creo que es más para ella
que para mí, sus ojos están clavados en la pantalla de su
ordenador, rojos ya de tanto mirar.
Abro la boca para responder, pero su móvil comienza a
chillar, ella lo mira de reojo y cuando ve que es el hermano
contesta.
–¿Hola?
Escucho murmullo de fondo.
–Está bien…–dice Goldy con voz extraña, oprime el botón
del altavoz. – Listo, estas en altavoz.
–Creo que es algo que deberían escuchar los dos –por
primera vez escucho la voz de Bastián Du Pont, es tan
profunda y gruesa que me corre un escalofrío por la espalda.
–. Alguien me envió un correo, alguien anónimo.
Goldy se acomoda en su silla, yo me mantengo totalmente
quieto.
–Un paparazzi asumo, buscando chantajearme a cambio
de dinero.
–¿En base a qué? –pregunto.
–Una foto de Simone.
Goldy eleva la mirada y la clava en mí, su boca se abre,
pero no salen palabras de ella, por eso tomo el mando yo.
–¿Viva?
–Si.
–¿Y de cuándo data esta foto?
–Un mes o al menos eso dijo, se las envié hace tres
segundos.
Goldy mueve sus dedos sobre el teclado a la velocidad de
la luz, puedo ver que su rostro se ilumina cuando abre la
foto, sus ojos analizan la imagen frenéticamente.
–Parece que Simone esta…entretenida. –dice Bastián.
Eso hace que me levante de la mesa y rodee a Goldy para
ver.
Simone enredada entre los brazos de un hombre.
–Esta foto fue tomada en un evento de polo, en
Inglaterra.
–¿Quién es él? –pregunto agrandado la imagen sobre el
rostro de los dos.
–Su nombre es Yuri Volkov, un magnate reconocido en el
negocio de fondo de inversiones.
–¿Puede ser el hermano de Ivanov? –La voz de Goldy
suena entrecortada.
–¿Por qué tendría un apellido diferente? –pregunta la voz
de Bastián.
–Volkov es el apellido de su madre –Agrego–,
posiblemente se lo cambió.
Goldy se para abruptamente y comienza a caminar sin
sentido dentro de la estrecha habitación. Esto es algo que
hace cada vez que los nervios la gobiernan.
–¿Simone está en Inglaterra y nosotros en la puta Rusia?
Oh no, se está enojando.
–Eso parece. –Al contrario de la voz de Goldy, la voz de
Bastián sigue tan tranquila como antes.
Inmutada.
–¿Es presa allí? ¿Está siendo retenida en contra de su
voluntad? –Ya está gritando, porque está pensando lo mismo
que yo.
Simone no es prisionera, al menos no lo parece en esta foto.
–No conoces las circunstancias, Margot –regaña Bastián.
–. Antes de juzgar la situación tienes que ir por ella y
preguntarle.
–Tiene razón –susurro calmadamente mientras me
levanto y la abrazo–, no te apresures, tenemos que
encontrarla de todas maneras.
Goldy asiente sobre mi pecho.
–Margot –llama Bastián, por primera vez su tono
demuestra algo, parece irritado ahora–, a Simone siempre le
faltó el cariño de la familia, lo sabes mejor que nadie, así que
no la culpes si se aferra a la primera persona que le brinda
justamente eso.
–Entiendo –dice ella pensativamente–, pero si descubro
que ella está siendo engañada para mantenerla en Inglaterra,
entonces voy a decírselo.
–Concuerdo –dice el hermano mayor. –. Déjame saber
cuándo llegues a Inglaterra.
Y sin más, termina la llamada.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Goldy

–Nunca estuve en Moscú por menos de veinticuatro horas. –


digo pensativamente mientras miro por la ventana del avión.
Carter está delante mío, sentado como si se acabara de
desplomar sobre el asiento, con su cazadora de cuero y los
vaqueros negros de siempre. Si no lo conociera,
probablemente pensaría que es una estrella de rock sentada
en primera clase, siendo rebelde, con un sex-appeal que
calienta hasta una monja y una media sonrisa digna de un
casanova como él.
Juro por Dios, a veces creo que tiene el super-poder de
deshacer bragas, las mías.
–Nunca estuve enterrado en una rubia en Moscú por
menos de veinticuatro horas. –Su puño cerrado sostiene su
cabeza, sus piernas están más abiertas de lo normal.
Si mi amiga Gal estuviera aquí, lo estaría regañando por
abarcar más lugar del necesario, pero esto no es un tren, esto
es primera clase y se supone que tú pagas el precio para
hacer lo que se te plazca.
Carter es una pieza que estoy descifrando a través del
tiempo. Hasta ahora viene demostrando diferentes facetas,
comenzó siendo un amigo, alguien con quien podía pasar el
tiempo cuando no podía dormir. No se asustaba ante mis
comentarios escatológicos ni se espantaba con mis tatuajes,
pero por, sobre todo, me hacía reír y eso era algo que no
hacía hace mucho.
Ahora es un compañero de ruta, está ahí, al pendiente de
las pistas que tenemos, busca información.
Se interesa por mi cuando pierdo la razón.
Se interesa por mi hermana.
Maldición, no puedo pasar por alto esas cosas, ¿no?
–¿Por qué me miras fijamente? –pregunta con una
sonrisa de oreja a oreja.
Porque me da miedo que todo esto se termine.
–Estaba pensando, lo siento. –vuelvo a mirar las nubes.
–¿Pensando en… mí? –empuja mi pierna con la suya y
levanta sus cejas arriba y abajo.
Sí, maldición.
–No eres el sol, lo sabes, ¿no?
–Pero soy un solcito. –dice enviando un beso en el aire.
Maldición, esa sonrisa.
Cuando decidí dejarme ir con él, Carter sacó un aspecto
completamente nuevo, casi como si un personaje alfa de
algún libro erótico se posesionara en él. Por empezar me
llama Margot solo cuando me tiene a su merced y lo
pronuncia con un tono severo.
MARGOT.
Margot.
Margot, ¿te gusta cómo te toco?
Date vuelta y enséname ese trasero, MARGOT.
Se vuelve autoritario, firme, cuando estamos siendo
íntimos.
Como un alfa.
Sus manos me manipulan con posesión, sus besos son
eróticos, pornográficos y hasta obscenos a veces.
Claramente Carter no es parte de la sociedad aristocrática
que pertenezco, lo demuestra en cada lamido, gemido,
embestida que le hace a mi cuerpo.
Y eso es lo que más amo de él.
No es nadie quien conozca, no es Winston, eso seguro.
–¿Crees que Simone esta con el hermano de Ivanov?
–Tú eres su hermana, ¿crees que es capaz de estar con
alguien así?
Medito mi respuesta por unos segundos.
–Quizás no sepa quién es, tal vez él nunca se lo dijo. –
digo mientras tomo mi ordenador de la mochila y vuelvo a
escribir Yuri Volkov en google.
Las imágenes del empresario son…interesantes.
Hay fotos de él en eventos de caridad, jugando al polo,
inclusive tiene una foto con el príncipe, los dos abrazados
festejando un triunfo.
No perece ser alguien capaz de raptar una mujer.
Pero si aprendí algo en estos últimos tiempos, es que el lobo
sabe esconderse muy bien cuando Caperucita está en su casa.
–Bueno, pero, ¿por qué Simone no se comunicó con
ustedes entonces? –Carter apoya sus codos sobre sus
rodillas, su semblante serio y preocupado. –¿Por qué los dejó
en la oscuridad a ustedes?
Suspiro y cierro la notebook de golpe.
–No somos la familia más unida del mundo.
–¿Ah no? No me di cuenta. –dice sonriendo
socarronamente.
Una azafata pasa caminando con fruta seca, deja
pequeños cuencos a cada uno. Carter mete la mano con una
rapidez pocas veces vista.
–¡Esta caliente! –susurra un gritito.
Comienzo a reírme, ocultándome detrás de mis manos.
–¿Quién demonios come fruta seca caliente? –Está
verdaderamente indignado.
–Los ricos y famosos. –respondo tomando una almendra
y colocándola en mi boca.
–U f…–dice irritado mientras aleja el cuenco de su
alcance. – No puedo creer que Simone los haya dejado en
oscuras deliberadamente. Creo que él la tiene como una
posesión, demonios, quizás solo se hizo sacar esa foto con el
propósito de demostrar que está en pareja y para eso la
quiere.
–Puede ser –digo apoyando mi puño bajo mi quijada–,
conozco muchos empresarios que pretenden ser padres de
familia solo para tener una mejor imagen –abro el ordenador
y lo giro para que Carter vea la última foto que vi. – . Pero
¿crees que un hombre con estos…atributos necesita raptar
mujeres para aparentar ser alguien estable?
Los ojos verdes de Carter viajan hasta la pantalla y luego
vuelven a mí.
–¿Quizás es gay? –Levanta sus hombros por la falta de
respuesta– Lo que sea, vamos a dar con él y vamos a
entender qué demonios ocurre aquí, en el mientras,
descansa.
–No puedo.
–Bueno, hablemos de otra cosa –estira sus brazos y
conecta nuestras manos. –. Háblame de algo interesante.
Levanto una ceja, desconcertada.
–No hay nada interesante en mi vida…–excepto tú.
–Bueno entonces, déjame preguntarte algo. –mira hacia
nuestros dedos enlazados y sin mirarme a los ojos, dice:
–¿Quién es Winston?
Mi postura se tensa de golpe.
Suelto nuestras manos y me dejo caer sobre el respaldo,
mis labios sellados.
–Alguien a quien debo matar, aparentemente. –murmura
Carter para sí mismo, observando la reacción de mi cuerpo.
–Es alguien del pasado y prefiero que se quede allí.
–Sí, entiendo, pero verás, el día que lo conocí dijo algo
curioso –eso llama mi atención de golpe–, dijo, “Dile a
Margot que lo siento”, entonces, necesito saber qué hizo.
Alejo los ojos y los deposito en las nubes de afuera, algo
en la mirada de Carter dice que sospecha de Winston.
Y no está tan errado.

La primera vez que vi a Winston Martin fue cuando teníamos


diez años.
Fui a conocer a mi tía por primera vez y a conocer los
viñedos que tiene en el sur de Francia.
Pasé el verano allí, sola con ella. Hasta que un día, una
familia amiga vino a visitar por una semana.
Los Martin.
Los Martin eran americanos como yo, pero de
descendencia francesa, aristócratas y millonarios. El padre
trabajaba con el mío y su madre era una psicóloga reconocida
en Estados Unidos.
En ese entonces Winston era solo un niño, yo solo lo veía
como alguien con quien podría jugar por horas. No parecía
ser como los compañeros que tenía en el colegio, ellos no
jugaban con las niñas, decían que éramos lentas, que no
sabíamos jugar sin llorar o que los golpes nos asustaban.
Yo sabía que no era así, pero nunca me dieron una
oportunidad para demostrar lo contrario.
Winston me trataba como veía que los varones
interactuaban entre ellos, corríamos carreras todos los días y
la mayoría de las veces ganaba yo.
Mi tía nos dejaba ver películas de acción o de superhéroes
hasta tarde por la noche y luego estábamos tan excitados que
no podíamos dormir, así que seguíamos jugando hasta que el
sol aparecía por el horizonte francés.
Desde ese primer verano, los dos pasábamos tres meses
en el viñedo, mi tía decía que necesitaba ayuda con el campo,
pero sabía que ella disfrutaba tenernos allí, ella nunca había
podido tener hijos y sabía que estábamos colmando un
agujero difícil de llenar.
Fuimos creciendo.
A los quince ya no era igual, Winston pasaba un mes en el
viñedo en vez de tres meses, ya no jugábamos con las manos,
es más, se mantenía físicamente distante. Su cabello rubio ya
no estaba despeinado, ahora lo mantenía arreglado y pasaba
mucho tiempo delante del espejo.
Un día lo encontré de noche caminando cerca del granero.
–¿Qué haces aquí tan tarde? Sabes que mi tía no nos deja
salir a esta hora.
–¿No te parece que estamos grandes, Margot?
Sí y no, me sentía grande a veces, pero cuando la noche
caía, prefería la protección de la finca.
–Si…–digo con poca convicción.
Ni yo me lo creía.
–Bueno, entonces, demos un paseo, nunca podemos ver
las estrellas –Estira su mano para que la tome–. Yo te llevo y
prometo que no te va a pasar nada.
Miré su mano suspendida en el aire, nunca había tomado
su mano.
Empujándome a mí misma, la tomé e inmediatamente
comenzó a adentrarse a la oscuridad de la noche.
Los grillos.
Las estrellas.
El campo era un mundo absolutamente diferente durante
la noche. Místico, silencioso y de alguna manera tenebroso
también.
Un arbusto se movió a lo lejos.
Me aferro con fuerza a su brazo.
–Tranquila –Deja salir una risa suave–, estoy aquí.
Caminamos por unos buenos veinte minutos más, hasta
que Winston de golpe de detuvo en el medio del campo y
miró hacia las estrellas.
–¿Alguna vez te sentiste minúscula? –susurró.
Seguí la mirada y de golpe me sentí claustrofóbica por las
cantidades de estrellas, constelaciones y satélites que nos
rodeaban.
–Creo que no, hasta ahora. –susurré. No entendía por
qué, pero había cierto respeto dentro de ese silencio.
Winston depositó sus ojos celestes agua en mí y por
primera vez, desde que creció que lo vi sonreír, lo cual me
hizo sonreír también, recordando a ese niño, a mi amigo.
–Así me haces sentir cada vez que estas en la misma
habitación –Su sonrisa de disipó–. Brillas tanto, que siento
que no tengo espacio.
–Winston…–no sabía qué decir, no entendía.
–No es tu culpa, no puedes evitarlo. –Sonrió
cariñosamente– ¿Quieres volver?
Asentí, sin decir una sola palabra.
Winston no fue el verano siguiente, pero si fue una
semana con su familia cuando tenía diecisiete.
Estaba cambiado.
Físicamente más alto, corpulento. Se movía con cierta
elegancia, casi como un adulto, de hecho, se reía de los
chistes de adultos que para mí eran todo, menos graciosos.
No me buscaba como antes, pero lo encontraba
mirándome cuando pensaba que no me daba cuenta.
Sabía que yo también había cambiado, mi cuerpo se llenó
en los lugares donde quería que se llene, era deportista, así
que siempre estaba en forma. Pero no tenía tanta experiencia
con los hombres para saber si Winston Martin me deseaba o
no, así que lo ignoré.
Una de las noches, alguien me despertó a la madrugada.
–¿Tía?
–No, Winston. –dijo con su nueva voz, gruesa, áspera.
–¿Qué quieres? Son las cuatro de la mañana. –refunfuñé
mientras me acomodaba en mi cama otra vez.
–¿Quieres ver las estrellas conmigo?
No me interesaban las estrellas, pero estaba desesperada
por pasar tiempo con él a solas.
Lo extrañaba.
A veces me pasaba el año entero esperando para verlo.
–Si.
Me abrigué rápidamente y salí tras él.
Cuando los minutos pasaban, decidí comenzar la
conversación.
–Estás cambiado…
–Lo sé –dijo pensativamente–, tú también.
–¿Yo?
–Sí, estas más…alta –Abrí la boca para decir algo de él,
pero continuó. –. Más hermosa que nunca.
Sonreí, pero no dije más.
–Tú también.
Winston se detuvo, esta vez no estábamos a la misma
altura, ahora debía levantar la mirada para conectar con él.
–Voy a comenzar a trabajar para tu padre en cuanto
termine el colegio. –dijo la noticia como si no fuera
importante.
Era sumamente importante, porque yo también iba a
trabajar con mi padre y estaba segura él que ya lo sabía.
–Entonces ¿vamos a vernos todos los días?
–Si. –Su rostro era inexpresivo.
–¿Es una mala noticia?
–Depende.
–¿De qué?
–Como como reacciones con esto…–Dio un paso adelante
y apoyó sus labios sobre los míos.
Me tomó por sorpresa al principio, pero cuando sus
brazos me rodearon por la cintura y su calor me invadió, la
sorpresa desapareció por completo.
Ya había besado a otros chicos, pero Winston se sentía
diferente.
Pasional.
Sabía lo que hacía.
Su lengua apareció en la ecuación y sus manos se movían
por mi cabello, tomando posesión de mí.
Nos besamos por horas, creo.
Cuando se despegó, pude ver el fuego en sus ojos, como
algo inhumano, primitivo y sediento.
–Quiero hacer eso desde que tengo trece. –Una muesca en
la comisura de sus labios.
–Yo también…–Respiré en el silencio de la noche.
Sus ojos navegaban entre los míos, su mirada liada.
–¿Por qué no dijiste nada entonces?
Levanté mis hombros.
–No parecías muy interesado.
Resopló.
Sus manos no se movían de mi rostro y volvió a besarme.
–Te besaría por horas.
Winston era romántico. ¿Quién iba a decir que detrás de
esa coraza había un hombre así?
–¿Tienes algo que hacer? –Me reí y él sonrió de vuelta.
–No, solo estar contigo.
El día que partía de vuelta a Estados Unidos, nos
escabullimos del resto y nos besamos por horas como él
quería, tras el granero. Mi tía no iba mucho por esos pagos y
los empleados de ella sabían mirar para otro lado.
–¿Vas a venir el verano que viene? –Jadee entre besos.
–Solo si tu vienes.
–Sí, probablemente sea el último verano, mi papá quiere
que empiece cuanto antes.
–Mejor para mí, así puedo verte más seguido.
Sonreí abiertamente.
Winston hacia que me duela el estómago, pero eran como
mariposas, una mezcla de felicidad, nervios y por sobre
todo…excitación.
Sí, Winston despertaba mi cuerpo y sabía que sus manos
estaban ansiosas por tocarme, más de una vez tuve que
levantar su mano cuando lentamente de deslizaba por mi
espalda baja o cuando con su pulgar acariciaba el costado de
mi busto.
No era que no quería, pero no estaba preparada.
Para el siguiente verano, los dos teníamos dieciocho.
El día que llegó, me sonrió con complicidad, pero no se
acercó, hasta que cayó la noche y se escabulló en mi cuarto.
Me despertó mientras acariciaba mi cabello.
–Te extrañé. –susurró con una sonrisa.
Apoyé la palma de mi mano en su nuca y lo atraje hacia
mí, dejándolo caer sobre la cama.
Los dos nos reencontramos entre besos, caricias y
gemidos.
Esa vez sí lo dejé tocarme.
Quería que lo haga.
Ya no me daba miedo y confiaba en él.
Durante el día compartíamos actividades, nos poníamos
al día con lo que había pasado en el año y los planes para el
futuro.
Durante la noche y cuando mi tía apagaba su luz, Winston
se arrastraba hasta mi habitación y se metía bajo las sabanas.
Nos besábamos hasta que él no lo resistía más, había días
que lo entendía porque yo me sentía igual, era como que mi
cuerpo me pedía más de él, más frote y fricción.
–Quiero que cuando empezamos a trabajar seamos pareja.
–dijo en la oscuridad mientras calmábamos nuestras zonas
más íntimas.
Giro el cuello para mirarlo mejor.
–¿Novios? –pregunté.
Lo había pensado, pero no quería poner etiqueta a algo
que no estaba definido.
–Si. –respondió mirando al techo, su cabello rubio estaba
casi blanco de tanto sol, sus mejillas rojas.
–Bueno.
Eso lo hizo sonreír, su mano se deslizo por mi cintura y
volvió a besarme apasionadamente.
Su forma de besar cambió al último verano, supongo que
tuvo práctica, pero no quería pensar mucho en ello.
Estaba demasiado entusiasmada, una nueva vida, en un
trabajo que iba a marcar el resto de mi vida, con el chico que
hacía que se mueva el mundo.
Nada podía salir mal.
Durante la siguiente noche, dejé que Winston me quite mi
pijama, solo la parte de arriba, intentó quitar mi sostén, pero
lo detuve.
Paso a paso, no quería hacer algo que me incomodara.
Él quito su camiseta y me enseño los músculos que se
habían formado con el paso de los años. Winston hacia
muchos deportes, pero su preferido era el Rugby me dijo y lo
podía ver en sus hombros anchos, sus brazos fornidos y sus
muslos esculpidos.
La noche siguiente a esa, tomó mi mano y la colocó sobre
su sexo, fue extraño y no del todo placentero, claramente
estaba excitado.
–¿Por qué no me tocas? –susurró.
No sabía la respuesta, mi cuerpo no me pedía tocarlo
todavía.
–Lo siento. –susurré.
Él tomó mi mano y la movió de arriba abajo sobre su
calzón. Dejó caer la cabeza en su almohada y gimió mientras
me movía sobre él.
Verlo excitándose me encendía, pero mi mano se sentía
incomoda allí, él era el que estaba haciendo todo el trabajo,
yo solo le prestaba mi mano.
Esperaba que no quiera que lo toque directamente, no
sabía si estaba lista.
–Dios, Margot…–Su otra mano se deslizo por mi pecho,
tomándolo y apretándolo mientras se mordía los labios.
Cuando abrió los ojos, encontré otra vez esa sombra
primitiva, algo que me hacía retroceder.
–¿Te molesta si me vengo? –murmuró.
Negué con la cabeza.
Soltó mi mano y se tocó por debajo de su calzón, su
movimiento era rápido y poco atractivo de ver.
Sus gemidos salían desde de la boca de su estómago.
De pronto liberó su sexo, exponiéndolo ante mis ojos. Vi
su mano subir y bajar con violencia, el ruido era extraño,
nunca pensé que se iba a escuchar así la masturbación
masculina.
Se sentó en la cama y se colocó sobre mí. En menos de un
segundo desparramó toda su semilla sobre mi estómago y mi
sostén.
El líquido era tibio, extraño.
Asqueroso.
Su movimiento seguía, hasta que se desagotó por
completo. Y como si volviera de los muertos, abrió los ojos y
se enfocó en mí.
Algo en mi rostro lo espantó, porque reaccionó
inmediatamente.
–Mierda, lo siento, lo siento, lo siento –tomó su camiseta
e intentó limpiar sus restos, empeorando todo, porque ahora
se sentía frio y desparramado sobre mi piel. –. Margot, perdí
el control, lo siento mucho.
–No te preocupes…–respondí mientras me levantaba de
la cama, necesitaba ir al baño y limpiarme yo misma.
Me sentía rara, excitada, asqueada y nerviosa a la vez.
Cuando vuelvo, Winston estaba sentado a los pies de la
cama, sus manos entre sus piernas, su cabeza baja.
Cuando me vio entrar, se levantó y caminó
apresuradamente hacia mí.
–Margot, lo siento, no era mi intención—
–Está bien Win, ya te lo dije.
–Pero no estás bien, estás rara.
Me sentía rara.
No estaba enojada, pero sentía que forzaba una sonrisa.
–Pensé que mi tía nos había escuchado. –La mentira se
desparramó entre mis dientes como si siempre estuviera allí.
Yo no era de mentir, no sé por qué lo hice en ese
momento.
Winston sonrió y me abrazó.
–Estaba asustado, pensé que…quiero que sepas que no
quiero presionarte, es que a veces es difícil controlarme
cuando te tengo.
Ahora sonreí de verdad.
–¿Quieres que me quede a dormir? Puedo escabullirme en
la madrugada.
No quería, pero asentí de todas maneras.
Me llevó de la mano hasta la cama, se acurrucó a mi lado y
me abrazó con ternura.
Durante los siguientes días y noches todo volvió a la
normalidad. Winston se limitaba, cuidándose todo el tiempo
de no perder el control y eso me hacía sentir segura otra vez.
Sabía que me estaba enamorando de él y tenía miedo de
encontrar a alguien diferente bajo todas esas capas
aristócratas.
A mí me enseñaron de chica que siempre tenía que
apuntar a chicos como Winston, chicos “de bien”, educados,
con ética, moral y por, sobre todo, valores.
Y eso era él, siempre caballero, romántico y tierno
conmigo.
Quizás un día gobernemos juntos Boil, cuando mi padre
decida retirarse.
La última noche antes de volver a Estados Unidos,
Winston vino como todas las noches.
Después de nuestra sesión de besos, nos acurrucamos
tiernamente.
–Esta es la última noche donde vamos a tener un lugar
para estar juntos. –dijo mientras deslizo su nariz por mi
cuello.
Fruncí mi ceño.
–No entiendo.
–Mañana cada uno vuelve a la casa de sus padres, al
menos hasta que podamos vivir juntos, va a ser difícil poder
pasar tiempo así, a solas.
Ah…
Oh…
Ya entiendo.
Tomó entre sus dientes mi lóbulo y su mano comenzó a
arrastrarse por mi cuerpo.
La temperatura subía.
Debería hacer esto, si tiene razón, quizás no encontremos
otro momento en el futuro.
Mi cuerpo se contorsionaba, buscando sus manos.
Lentamente bajó por mi estómago, hasta pasar por el
monte de Venus, mis nervios se multiplicaron y mis piernas
se cerraron ante la inesperada invasión.
Sabía a dónde iba.
–Déjame tocarte…–susurró.
La sensación era rara, placentera seguro, pero estaba
demasiado tensa para disfrutar eso completamente.
Su mano se deslizo entre mis muslos, casi empujándolos
para que me abra.
Al principio se mantenía por encima de mis bragas,
deslizando su mano entera hacia arriba y abajo.
Maldición, el placer se incrementaba.
–Sí, así, déjate llevar. –Su voz sonaba profunda, ida.
Sus dedos dejaron de moverse, para correr mis bragas y
tocarme directamente.
Eso me hizo saltar.
Tomé su muñeca y traté de detenerlo, pero siguió.
–Shhh, tranquila, no voy a hacer nada que no quieras.
Quería decirle que todavía no, pero no sabía qué tocó para
que cierre los ojos así y me pierda en el placer. Su dedo
entraba y salía de mi interior, no era una sensación nueva, yo
lo había hecho muchas veces, sé que tan placentero puede
ser.
–Dios, estas tan apretada, ni el dedo entra. –gruñó.
–¿Eso es normal? –pregunté, mi mano todavía sostenía
su muñeca, me daba un sentido de control.
El que no tenía.
–Sí y es hermoso. –Escaló un poco sobre mí y en algún
momento desabrochó mi sostén, porque lo quitó con mucha
facilidad.
Mis pechos estaban al desnudo, sabía que mis pezones
reaccionaban con el frio y con la exposición que sentía. Antes
de poder protestar, Winston pasó su lengua por el izquierdo
y chupó allí mientras su dedo seguía embistiendo.
Cada vez más rápido.
Abruptamente tomó mi quijada y me besó con violencia,
como un bruto, mientras escalaba sobre mí y dejaba que su
sexo se arrastre sobre el mío.
Se sentía muy duro ante mi piel sensible.
Cuando sentí que lo alineaba en mi entrada, me paralicé.
–Win…
–Tranquila, solo estamos jugando, no voy a entrar. –dijo
mientras su cabeza subía y bajaba en mis pliegues.
Siseó como una serpiente, mientras miraba
detalladamente lo que pasaba entre mis piernas.
–Estas tan mojada…–dijo como si le doliera– Voy a
explotar.
Mi pecho se sentía demasiado desnudo, mi piel fría, así
que lo distraje, arrastrándolo hasta mi boca para que me
bese.
Me gusta besarme con él, pero el beso duró poco esta vez,
Winston siguió haciendo eso que hacía.
Hasta que se detuvo en mi centro y comenzó a empujar, la
presión se incrementaba y dolía.
–Winston, no. –dije firmemente.
–Shh, no grites. –susurró tapando mi boca con fuerza. –
Disfrútalo Margot, puedo ver que es lo que quieres, estas
chorreándote por mi polla.
Moví la cabeza de un lado a otro.
Su mano no me soltaba, aunque mis dedos intentaban
despegarlo.
La presión se sentía cada vez más y el dolor se volvía
agudo.
Un grito salió de mi garganta, no podía callarme allí.
Winston salió un poco, creo que recapacitó, pero volvió a
meterse en mí, esta vez yendo más lejos.
Cubre mi boca con las dos manos.
–Ya pasó lo peor –¿acaso no me escuchaba? ¡No quería
esto! –. Solo resta disfrutar.
Una mano se despegó de mi boca y comenzó a darle
círculos a mi clítoris. Sí, la sensación de golpe viró a algo
excitante, pero no quita que esté enojada con él.
Los círculos de su pulgar de incrementaron, sus
embestidas también.
–Maldición, sí. –gruñó mientras miraba mis pechos
rebotar.
Un cosquilleo apareció entre mis piernas, sabía lo que se
venía.
Winston soltó mi boca y se concentró en sus embestidas y
su pulgar.
El ruido de nuestros cuerpos chocando.
Sus gemidos.
Todo es crudo.
Mi orgasmo subió por mis piernas, hasta noquearme
completamente, casi que no lo sentía a él, ni lo escuchaba
gemir.
Cuando abrí los ojos, lo vi desagotándose completamente
dentro de mí, su cabeza estaba hacia atrás, mordiendo sus
labios.
Cuando mi orgasmo se desvaneció, cayó sobre mí una ola
de terror.
La realización de lo que acababa de ocurrir, la confusión.
Winston depositó sus ojos en mí, esos que tanto hacían
doler mi estómago y sonrió.
Pero su sonrisa no era la sonrisa luminosa que vi siempre,
ahora era malvada y en ese momento supe, que él también
sabía que nuestra historia había cambiado para siempre.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Carter

Mis uñas se entierran en el apoya brazos del asiento de este


estúpido avión.
De golpe este lujo se siente sofocante.
Furia corre por mi cuerpo como si fuese la adrenalina más
arrebatadora.
Margot relata con un tipo de dolor que nunca escuché de
su boca, evita mis ojos y me pregunto si es por vergüenza o
porque tiene miedo de ver como mi cuerpo reacciona.
Si hubiera sabido esto el día que lo vi, le arrancaba la
maldita polla con mis manos y se la metía por el culo.
–Tuve un atraso ese mes, durante una semana estaba
segura que estaba embarazada, porque obviamente no nos
cuidamos.
–Se cuidó, conjugaste mal –digo con los dientes
apretados. –. No te dejó elegir.
–Sí, es verdad, estaba tan paralizada que lo último que
pensé fue en la protección. Le avisé que tenía el atraso.
–¿Y qué dijo?
Margot levanta los hombros, en rendición.
–Entró en pánico como yo, obviamente dijo que teníamos
que “eliminar” el problema. Sí, yo estaba de acuerdo, pero
eso no aplacaba el odio que sentía por él, aunque creo que si
me decía que quería tenerlo me iba a enojar aún más.
–¿Qué pasó luego? –Apoyo mis codos sobre mis rodillas,
siento que mi cuerpo esta inestable y tengo que sostenerme
con algo.
Todavía puedo sentir la vibración de la ira flotando en mí.
–Los dos éramos internos en la empresa, lo cual
significaba que lo veía todo el tiempo, al principio lo evitaba
y él intentaba pretender que nada había ocurrido.
–Hijo de puta…
Mis músculos están rígidos.
Mi respiración es superficial.
Creo que nunca me sentí así.
Tan…tan…frustrado.
Supe, el día que lo vi, que había algo en ese rostro
perfecto, ahora sé que era.
Falta de hombría.
–Pero luego comprendí que no podía dejarlo gobernar mi
día, mis minutos, mis segundos, sabía que mi amigo había
muerto aquel día y que nunca lo iba a volver a ver. Eso me
ayudó a crecer en la empresa, hablarle solo cuando era
necesario y solo de negocios. Los dos crecimos, él terminó
desistiendo en su búsqueda por conquistarme otra vez y yo
seguí con mi vida, abrí un club nocturno, conocí a Gal y
vivimos la vida loca hasta que pudimos.
Sonrío un poco cuando la veo relajarse, pero por dentro
estoy haciendo las anotaciones correspondientes, alguien le
va a pegar una visita a Winston.
Pronto.
–Sin detalles por favor. –digo mientras me muevo
incomodo en el asiento.
–Como si no fueras así también. –ríe.
–¿Quieres que te relate en detalle también?
–¡No!
Nos reímos.
Demonios, no puedo imaginar cómo alguien fue capaz de
hacerle eso a Goldy.
–Yo…–Carraspeo y bajo el volumen de mi voz. – Si soy
muy bruto puedo—
–No –Interrumpe–. No soy de cristal y no quiero que me
trates como si lo fuera, ¿entendido?
–Perfectamente. –digo levantando mis manos en
rendición.
Maldición, siento que mi corazón va a salir volando de mi
estúpido pecho.
La voz del capitán aparece por los altavoces, dice que en
media hora aterrizáremos en Londres.
La azafata pasa por mi lado y murmura con delicadeza
palabras que se traducen en: “Hijo de puta, siéntate bien que ya
llegamos”.
Así que sonrío, me siento derecho y abrocho el cinturón.
Goldy sonríe también y su mirada queda vagando por mi
rostro.
Siento que algo cambió hoy, un ladrillo más del muro de
Goldy se desploma y estoy pudiendo espiar a un ser que
sospechaba que iba a tener un gran impacto en mi vida.
Maldición, no estaba errado, cuando relató su encuentro
con ese idiota, mi mente podía imaginar a Goldy en sus
dieciocho años, inocente, insegura y confundida, y
paralelamente podía sentir cómo le arrancaba la piel a ese…
ah…se me ocurren muchos insultos.
Quizás sea hora de que Carter derribe algunos ladrillos
también.
No digo que sea fácil, ni me asegura nada, pero Goldy
primero es mi amiga y por primera vez siento que no estoy
tan solo.
Maldición, siempre me sentí tan solo en esta vida que me
tocó y ella ahora está haciendo que todo valga la pena.
El club fue un buen momento, no voy a negarlo, Rage me
dio compañeros, hermanos como los llama él, pero dejemos
de engañarnos, los dos sabíamos que estaba allí por él.
Él era mi amigo.
Y como dije antes, parece que todos en la vida avanzan,
Bruno tiene a Sarah, Dante y Amira, Rage se fue y yo…
Levanto la mirada y la observo, mirando las nubes, con su
mano bajo la quijada y pienso que quizás, en mi futuro no
haya tanta soledad.
En Londres no hace falta pagarles a los investigadores, ni a
contactos sospechosos. Yuri Volkov es conocido, muy
conocido.
Es uno de esos millonarios jóvenes y atractivos que tiene a
un séquito de mujeres arrojándole bragas directamente a la
cara como les pasaba a Los Beatles.
Nada de esto tiene sentido.
Él tiene buena prensa, parece ser alguien involucrado en
muchas ONGs, tiene una empresa multinacional que factura
millones y le permite tener la vida que tiene.
Polo.
Estancias.
Trajes a medida.
Sonrisa que vale millones.
Entonces, ¿Por qué demonios se robó una mujer de la casa
de un mafioso?
Mientras me hago preguntas sin respuesta, observo las
imágenes que Goldy consiguió de él.
Arrastro la página hacia abajo hasta que se repiten las
mismas fotos. Yuri será un hombre público, pero estoy
analizando las fotos y puedo darme cuenta que nada indica
dónde demonios vive.
Nadie sabe quién es su familia.
O cuál es el negocio familiar.
Así que “inteligente” se agrega a la lista.
Goldy se baña, puedo escucharla tararear una canción en
la ducha y eso me tienta a ir a interrumpirla, pero hay algo
que tengo que hacer primero.
Algo que me propuse resolver desde que me contó su
historia.
Abro una ventana de incognito en el explorador y escribo
su nombre.
Winston Martin.
Y ahí está, el imbécil.
Me recuerda a Ken, el novio de Barbie, pelo rubio casi
blanco, piel perfecta, ni una herida de cuchillo, ni el roce de
una bala como tiene mi cuerpo, sus manos probablemente no
tengan callos tampoco.
Sí, tiene todo para que lo odie.
Nunca envidié a la gente como él, de hecho, me dan asco
porque conozco muy bien estos aristócratas millonarios, se
creen dioses, juegan con la gente y son capaces de cualquier
cosa con tal de mantener su estilo de vida, pero…puedo verlo
con Goldy en muchas fotos y son la pareja perfecta, lucen
bien juntos, como debería ser el hombre que este a su lado.
No particularmente este infeliz.
Pero alguien como él, que no sea terrible.
Entiendo por qué sus padres los empujaban para que
estén juntos. Goldy no lo mencionó, pero claramente era el
plan de sus padres lograr esta unión. Estos aristócratas se
mueven por el mundo como si estuviéramos en la época
medieval.
Memorizo su rostro, sus gustos, tiene varios autos, es
visto en clubes rodeado de mujeres, clubes donde tengo
acceso si quiero en cualquier momento gracias a la red de
personas que conocí a través de los años.
Si, esto es simplemente una presa más, un nombre más
en mi larga lista de personas que hice desaparecer.
–¿Por qué esa cara? –la voz de Goldy me despierta de
golpe, cierro el ordenador y le sonrío.
–Sigo intentando entender cómo llegar a Yuri. –No estoy
mintiendo, eso era lo que estaba haciendo antes.
Bueno, sí, estoy mintiendo, pero porque no quiero que
sepa lo que hago todavía, Goldy nunca preguntó a qué me
dedico y pienso dejarlo así.
En una zona gris.
Goldy deja caer la toalla mojada bajo el marco de la puerta
del baño, exponiendo su cuerpo ante mis ojos anhelantes.
–¿Tus padres estuvieron de acuerdo con tus tatuajes? –
pregunto mientras me levanto y camino hacia ella con
lentitud.
En todas las fotos que vi Goldy tenía vestidos que
ocultaban sus brazos.
–No, solo mis hermanos saben.
Me detengo delante de ella y acaricio con mis nudillos,
(seguramente ásperos y para nada delicados) todos los
dibujos de su piel.
Cuando levanto la mirada, la encuentro mirándome con
excitación en sus ojos.
–Cama. –ordeno.
Y eso es todo lo que tengo que hacer para disfrutar de ella
por un par de horas.

Goldy descansa en la cama con el móvil entre sus manos.


Intercambia mensajes con Bastián y lo pone al día.
Yo hago lo mismo, pero con Dante.
“Primo, ¿Cómo te trata la vida de casado?” escribo con
una sonrisa maligna en mi rostro, sé que le molesta que le
pregunto eso.
“No estoy casado, ¡hombre!” Largo una carcajada en voz
alta, imaginándolo enojado.
Goldy me mira de reojo.
–Estoy molestando a mi primo, Dante. –No sé por qué la
quiero hacer partícipe de mi vida, pero lo hago.
–¿Crees que algún día va a adaptarse? –Deja su móvil
sobre las sabanas y se acomoda de costado para enfocar su
atención en mi.
–No lo sé, hay días que creo que sí, otros que no.
–Bueno, pero al menos te tiene a ti y a Bruno para que lo
ayuden.
Coloco un brazo bajo mi cabeza y el otro lo abro para
invitarla a anidar en mi pecho. Goldy responde ante mi
invitación y apoya su cabeza cerca de mi corazón.
Me gusta tenerla así.
Se siente mía.
Deposito un beso en su frente automáticamente, lo hago
sin pensar siquiera lo que significa.
–¿Qué dice Bastián? –pregunto intentando
(desesperadamente) cambiar el tema para pretender que mi
corazón no golpea contra mis costillas.
Aunque probablemente lo esté escuchando.
–Dice que reconoce a Yuri. Que un amigo solía hacer
negocios con él, le dio un poco de información, pero no sé
cómo puede ser relevante para nosotros. –Coloca la palma de
su mano sobre mi estómago y por primera vez estoy
agradecido por tener los abdominales marcados.
Sus manos allí se ven bien.
–Quiero escuchar esos datos, vamos. –Insisto mientras
apoyo mi mano sobre la de ella y las veo unirse.
–Dice que Volkov suele hacer eventos de beneficencia,
que una vez al año abre las puertas de su estancia e invita a
los ricos y famosos para que donen dinero a la cause que este
apoyando en ese momento.
O sea que vive en una estancia, bien, no me sorprende,
claramente ese es el estilo de vida que lleva basándome en las
fotos, pero esos millonarios tienen muchas casas, no significa que
viva allí.
–¿Y de qué fue la gala de este año?
–No me dijo, ¿Debería preguntarle? –Levanta su cabeza,
nuestras narices a centímetros de tocarse.
Sin pensarlo, estiro mi cuello y la beso, justo en la punta
de su nariz.
–Sí, quizás saber la causa nos ayude de alguna manera.
Ella se sienta en la cama, dándome la espalda, toma su
móvil y vuelve a teclear la pantalla.
–Dice que lo va a llamar y que luego me dice.
–¿En cuánto tiempo?
–No lo sé, ¿por qué? –pregunta sobre su hombro.
Arrastrando mis manos por su espalda, la atraigo,
dejándola caer hacia atrás.
–Quiero saber si tenemos tiempo para otra revolcada. –
digo diabólicamente.
Ella ríe mientras la arrastro como el hombre de las
cavernas hacia mí.
Maldición, no puedo quitar las manos de su cuerpo.
–Eres tan malditamente hermosa. –susurro sobre sus
labios.
Por primera vez, Goldy se sonroja.
Su mano derecha se apoya delicadamente sobre mi rostro,
acariciando la barba incipiente que tengo desde que dejé mi
vida atrás y me subí a un avión para estar con ella.
Porque prefería seguir sus pasos, a quedarme en casa,
sumergir mi hígado en vodka y en depresión. Y demonios, sí
que tomé una buena decisión, porque nunca me sentí tan
feliz como en este momento, donde ella me mira con una
capa especial en sus ojos. Sé que ella siente lo mismo que yo
y no importa si los dos le tenemos pavor a decirlo, con haber
vivido esto con ella, ya es suficiente para mí.
Maldición, a veces me deprimo con mis propios
pensamientos, pero la vida me hizo así, aprendí a valorar lo
que tengo en el presente, porque probablemente no exista en
el futuro.
Abre su boca para decir algo, cuando su móvil comienza a
sonar.
Bastián llama.
–¿Hola?, déjame ponerte en altavoz. –Aprieta la
pantalla– Listo, ya puedes hablar.
La voz tétrica de Bastián aparece en la habitación.
–Hablé con Benjamín Knight. –dice– Hace dos años que
participó en una de las galas, dice que siempre estuvo
involucrado a partir de allí pero que este año no pudo asistir.
–¿Cuándo fue? –pregunto.
–No fue todavía, es en cinco días.
Mis ojos vuelan a Goldy y los de ella a los míos.
Una oportunidad.
–Necesitamos una invitación. –Demando mientras
camino alrededor de la cama.
–Lo supuse, por eso le pedí que vaya igual, me dijo que le
era imposible porque tiene un compromiso, pero dijo que iba
a comunicarse con la organización para poder enviar a
alguien en su nombre. No hace falta decir que ya les di los
suyos.
–¿Cómo–
–¿Cómo se tu apellido? –Me interrumpe– Carter
D’amico, investigador, conocido en el ambiente por ser
mediador entre pandillas, –Claramente lee el texto de algún
lado. – ¿Realmente creíste que iba a dejar mi hermana con
alguien que no conozco?
Goldy me mira avergonzada.
–Bastián, Carter es…
–Tu amigo, lo sé, lo sé, no puedes culparme por querer
protegerte, Margot.
Goldy sonríe.
–Gracias.
–En cuanto me llegue la invitación te la reenvío y Margot,
por favor, ten cuidado.
–Sí –dice mirándome a los ojos–, estoy con el mejor.
CAPÍTULO VEINTICINCO
Goldy

La llamada termina y automáticamente comienzo a


morderme las uñas.
–¿Qué…? –pregunta Carter, sabe que tengo algo en la
cabeza.
A veces siento que puede leer mi mente.
–¿Investigador?
–Nunca me preguntaste que hacía. –Su tono de golpe es
acusatorio y a la defensiva.
Maldición, eso no puede ser bueno.
–No, asumí que—
–Asumiste mal –dice con sus manos en las caderas–, fui
criado por Bruno, ¿recuerdas?
Me siento a los pies de la cama, procesando lo que creo
que está ocurriendo delante mío.
–Carter… ¿Qué hacías antes de estar en el club? –Mi voz
sale temerosa y odio sentir que de golpe no lo conozco tanto
como pensé.
Y sé que él se siente demasiado expuesto ante mí en este
momento, porque toma sus calzones y se los coloca antes de
responderme.
–¿Qué crees, Goldy?
No sé si quiero tener esta conversación ahora, no quiero
saber qué es lo que hace.
De golpe siento la necesidad de levantarme y caminar sin
sentido por la habitación de hotel. Estoy entrando en pánico
y antes de dejarme caer en un espiral sin salida, me detiene
en el medio de la habitación, sujetándome por mis hombros.
–Hice lo que me enseñaron –susurra con calma–, lo que
tuve que hacer para no vivir en la calle, por favor, no me veas
con otros ojos, soy el mismo Carter de siempre.
Nunca escuché desesperación en su voz.
Hasta hoy.
–Dilo… –Demando.
Niega con la cabeza, pero la palabra flota entre los dos.
Asesino.
–Margot…
–No me dejes asumir lo peor, por favor.
Suelta mis hombros y camina cinco pasos lejos de mí.
Oh, no…necesita espacio.
Pero también necesita contar su historia.

Mi primo no se enteró cuando fui de mi casa.


Bruno estaba de gira por Afganistán y decidió sumergirse
en el caos de la guerra, las matanzas y asesinando
terroristas. Todo lo que lo moldeó en quien es hoy.
Mis tíos estaban demasiado destrozados después de que
llegara la noticia de que Dante había sido raptado por un
grupo terrorista.
Mis padres pretendían interesarse por Dante y por todo lo
que estaba ocurriendo, pero yo sabía la verdad, a ellos no les
importaba una mierda.
Mi hermano y único amigo no les importaba una mierda.
La primera noche que dormí bajo un puente, me robaron
las pocas pertenencias que había recolectado de mi casa. A la
mañana siguiente desperté con mi mochila abierta y vacía.
Ese día sí lloré.
Creo que fue una acumulación de cosas, Dante, el quiebre
con mis padres… fue todo demasiado.
Alguien me dijo en la estación de tren que había un
refugio, pero que a chicos de dieciocho como yo se los llevan
a trabajar a los campos, así que la idea de ir me aterraba, no
por mí, pero por el hecho de alejarme de mis tíos en caso de
que tengan alguna noticia de Dante.
De vez en cuando pasaba por la casa de ellos, intentaba
ponerme la mejor ropa que tenía. Ellos sabían bien que mis
padres no me vestían, así que no se sorprendían cuando me
veían con ropas sucias o rotas.
Mi tía siempre me daba algo de comer, ella asumió que
luego de una merienda conmigo, me iría a la casa de mis
padres, pero la realidad es que volvía a la calle.
Al frio.
A la soledad más absoluta que conocí en mi vida.
Una de las veces que fui caminando en silencio a su casa,
escuché conmoción en la puerta. Recuerdo cómo cerré los
ojos y apreté mis puños con fuerza cuando escuchaba los
gritos y el llanto de mi tía.
Sabía que Dante estaba muerto.
Me di la media vuelta y me fui.
No volví nunca más.
No sabía qué hacer, qué decir. Yo tenía que lidiar con mi
propio duelo y estaba haciendo un trabajo horrible.
El poco dinero que me quedaba, lo gastaba en alcohol,
drogas, prostitutas, lo que sea que me saque de mi mente.
El día que probé heroína, inyecté la sustancia en mis
venas y en menos de un segundo, mi cabeza se cayó hacia
atrás y se silenció. Por primera vez no escuchaba nada en mi
mente. Dante no era importante, mis padres no existían, era
todo perfecto.
Había placer en mi sistema.
Estaba feliz.
Hasta que desperté en la cama de un hotel de dos
estrellas.
Bruno estaba de brazos cursados, apoyado contra la
pared, esperando que entre en conciencia. Puede ver la
decepción en sus ojos y me perforó los huesos, tuve que
mirar para otro lado porque no podía soportarlo.
–Dante fue secuestrado por terroristas –su voz fría,
neutra. –. Lo llevaron a una cueva, lo amarraron a una silla y
lo llenaron de plomo.
Mis ojos se apretaban, lagrimas explotaban por los
costados de mis ojos y se desparraman por mis mejillas. No
quería saber qué había pasado.
El dolor volvió tan rápido como lo silencié.
–Mi mamá está internada, mi papá no sale de mi casa y
tú…–Hacia énfasis en el tu– tú te la pasas de puta en puta,
compartiendo jeringas como un maldito drogadicto. –Su ira
burbujeaba hasta el punto de ebullición– ¡¿Dónde dejaste a
mi primo?! –gritó, descruzando los brazos y caminando
hacia mí dando largas zancadas. Yo seguía sin mirarlo, mis
ojos estaban perdidos. – ¡Porque lo necesitaba!
–Bruno yo—
–Cállate. –gruñó– No quiero escucharte, tu eres el que
me va a escuchar a mí hoy. Vas a cortar esta mierda, para
siempre, vas a salir de las calles y vas a vivir tu vida.
–No voy a volver—
–No te dije que vuelvas a la casa de tus padres, sé que
jodida estaba la relación, vas a vivir aquí, bajo mis ojos.
Miré alrededor mientras me sentaba en la cama, el mundo
daba vueltas, el vómito subía por mi garganta, amenazando
con salir en cualquier momento.
Bruno pateó una cubeta hasta que chocó contra la cama.
La tomé desesperadamente, vaciando lo poco que tenía en mi
estómago. Ya no comía mucho en esa época, mis costillas se
hacían notar y no me importaba, porque las drogas me daban
mucha más satisfacción que un emparedado.
Los días pasaron y Bruno se mantenía a mi lado,
alimentándome, ayudándome a pelear la adición, no solo a
las drogas, pero a la adición a no vivir, a que no me importe
nada, ni nadie, esa adicción era la peor.
Odiarte a ti mismo es una adicción de igual forma, lo supe
siempre. Cuando todos te dan la espalda, llega un momento
que crees que hay algo mal contigo, algo mal puesto, fuera de
lugar. Y si mis padres no podían quererme, ¿por qué
demonios lo haría yo?
Bruno repetía una frase cada vez que rompía en llanto.
–Tú importas, lo que haces importa, la familia importa y
te necesita.
Él era mi familia.
Tres meses estuve sobrio, Bruno tenía otra gira, esta vez
era Irak, se fue y me dijo:
–Voy a llamarte todos los días, si la adicción tira fuerte,
llámame, no importa dónde esté, voy a responder.
Él me había dejado solo una tarjeta de crédito, porque
tener dinero físico era muy tentador para gastarlo en alguna
ilegalidad.
Como sabes seguro, si es ilegal, hay monedas.
Me gustaba la vida que llevaba, tenía una rutina, Bruno
me estaba enseñando a entrenar, a usar armas, (cosas muy
emocionantes para un chico de dieciocho). Y seguía
haciéndolo a pesar de no tenerlo conmigo.
Un día fui a buscar la cena, había un pequeño restaurant
en la esquina del hotel que me gustaba. Recuerdo a la chica
que tomaba mi pedido, era bonita y siempre me sonreía de
mas, sabía que era apuesto, era un D’amico, Bruno era un
casanova, Dante también y yo era bastante parecido a ellos.
Cuando terminó de hacer mi pedido, le entregué la tarjeta
y cuando me cobró me la devolvió con un papel.
Su número.
Recuerdo que salí de allí con una sonrisa, la primera
después de tantos meses.
Pero alguien me empujó, todavía tengo las marcas en mis
rodillas cuando caí sobre el asfalto ese día.
–¿Quién te crees que eres?! –Conocía ese tono demasiado
bien.
Cuando me di vuelta, pude ver la torre que era mi padre,
todos los D’amico son altos y de hombros anchos.
Abrí la boca para responder, pero se abusó del ángulo
donde estaba y me metió una patada directamente en la
nariz.
Los sentidos se nublaron y cuando retomé conciencia
absoluta, me levanté.
Mi papá estaba borracho, alguien le había dicho que
estaba viviendo cómodamente en un hotel. Sabía que Bruno
no había sido, dijo que lo iba a mantener en secreto.
Me dejé golpear mientras gritaba insultos, me dejé
golpear hasta que ya no sentía nada.
Bruno me había enseñado a pelear con mis puños, con la
precisión de un militar y por, sobre todo, me enseñó la
templanza.
No me dejaba golpear porque mi padre me paralizaba, me
dejaba golpear para esperar el momento en el que se cansara
y arremeter contra él.
Y eso ocurrió.
Un solo trompazo y lo dejé en el suelo.
–¡Levántate, viejo borracho! –grité como nunca grité en
mi vida.
Mi papá pasó los dedos por debajo de su nariz y vio
sangre, sus ojos se prendieron con ira, ahora estaba él en el
suelo, vulnerable, pero yo no me moví.
Hasta que dijo:
–Eres una desgracia para esta familia, no eres un
D’amico, eres un pordiosero que va a terminar muerto en
una zanja. Nadie va a llorar por ti, ¿me oyes Carter? NADIE.
Y lo perdí.
La técnica de Bruno se juntó con la ira que tenía en mí.
Ni los policías podían arrancarme de él, pero cuando lo
lograron pude ver lo deforme que estaba mi padre, su nariz
rota, su labio partido. No podía ni hablar.
Los policías no necesitaban palabras, ¿un hombre mayor
siendo atacado por un menor? Caso cerrado.
Estuve preso por varias semanas, hasta que un día vino
George, un policía con una gran barriga que resultó ser
amistoso y me dijo que alguien había pagado mi fianza.
Bruno estaba esperándome en la recepción.
Todavía tenía el uniforme puesto, no dijo mucho,
simplemente apoyó su mano en mi hombro y me llevó hasta
su coche.
Todo el viaje de vuelta fue en silencio, hasta que noté que
no íbamos al hotel.
–¿Dónde me llevas?
–Mi casa.
¿Tiene una casa?
Bruno se fue de la casa de mis tíos directo a la guerra, ¿y
ahora de golpe tiene una casa?
–¿Vive? –pregunté, porque ningún policía me dijo si mi
padre había sobrevivido a mi golpiza.
–Lamentablemente sí. –Chista Bruno– Pero me encargué
de que todos sepan qué clase de persona es. Mis padres le
retiraron el saludo.
No era mucho, pero me hacía sentir un poco mejor saber
que mis tíos no me creían un animal sin control, como él
usualmente me describía.
Tuve recaídas, varias, especialmente cuando encontraba
alcohol en la casa de Bruno, eventualmente eso también
desapareció. Él me obligaba a tener una vida
extremadamente sana, mientras me hacía correr, entrenar y
todo lo que necesitaba, no estaba seguro para qué, pero me
gustaba esa vida.
Bruno de golpe tenía dinero, parecía que cada vez que se
iba, volvía con un millón bajo el brazo.
Un día me decidí a preguntarle qué demonios estaba
pasando, me dijo: negocios, como si fuera obvio, pero yo
sabía que había algo turbio ocurriendo.
El día que me sentí un inútil en su casa, le dije que quería
trabajar. Me consiguió un trabajo en una casa de comidas
rápidas, pero me echaron cuando tuve un problema con un
cliente.
Eso pasó al menos cuatro veces.
Yo era un bueno para nada, él lo sabía y yo también, pero
Bruno seguía repitiendo la frase:
––Tú importas, lo que haces importa, la familia importa
y te necesita.
–Quiero hacer lo que haces tú. –respondí.
–No. –camina lejos de mí.
–¡Bruno! –Corro detrás– En las peleas es donde me
destaco, úsame.
Se detiene sin mirar atrás, coloca las manos en su cintura
y libera aire por su nariz.
–No hay vuelta atrás una vez que empiezas. –dice sobre
su hombro.
–No me importa.
–¡A mi si, demonios! –grita y patea una silla, haciendo
que atraviese la habitación entera. – a los asesinos a sueldo
se les paga mucho porque el daño aquí dentro –señala su
cabeza con su dedo índice–, es irreparable, te vuelves frio,
apático…
¿Asesino a sueldo?
Demonios, cuando lo dijo en voz alta sonaba muy
diferente, ya no estaba tan seguro.
–Esta noche tengo un trabajo, vas a venir a observar,
nada más, si piensas que puedes sobrevivir sin vomitar,
entonces te enseño.
Bruno me dijo que solo asesinaba a hijos de puta, cuando
mandaban a matar a alguien, siempre investigaba primero,
preguntaba por ahí quién era esa persona, si no se convencía,
entonces no terminaba el trabajo.
Esa primera vez era un mafioso, uno que era conocido por
prostituir a sus hijas. Bruno me enseñó pruebas para que
sepa de la gravedad del asunto.
Yo sabía que Bruno era eficiente, pero verlo en acción era
algo completamente diferente. De golpe mi primo era una
máquina.
Firme, preciso, frio, inhumano.
Deslizó su cuchillo por el cuello del mafioso como si fuese
manteca.
Nunca vi tanta sangre. No paraba de salir, el ritmo del
chorro iba con el ritmo del corazón y no pude evitar vomitar
a los pies del hombre.
No hacía falta que Bruno me diga nada, yo sabía que no
estaba listo y no lo estuve como por dos años. Tenía
pesadillas con el cuchillo de Bruno, no podía dejar de ver el
acto una y otra vez en mi cabeza.
Un día Bruno vino con la noticia de que mi mamá estaba
internada. Mi padre le dio la golpiza de su vida.
En ese entonces habían pasado ya tres años de la última
vez que los vi, pero la ira no se disipó con el tiempo, al
contrario, se cementaba en mi corazón y el día que escuché
que le había levantado la mano a mi mamá perdí la cabeza.
Me escabullí en el medio de la noche, listo para matarlo.
Pero Bruno…maldición, no sé por qué creí que podía
burlarlo y encontrar la manera de llegar a mi padre.
Me detuvo en la puerta de la casa de ellos, me arrastró al
coche y manejó por la ciudad por horas.
–No puede ser tu primero –explicó–, ni tu segundo,
tienes que hacer las paces con la muerte Carter, si quieres
vivir de esto y tener el dinero que tengo, entonces eleva tu
nivel de juego, es hora.
–No necesito elevar nada más, ¡estoy listo Bruno! –
pataleé.
–Ah, ¿sí? Explícame cual era tu plan entonces…o mejor,
déjame decirte lo que iba a pasar, porque eres tan
malditamente predecible, que ibas a entrar allí, mientras en
la casa de al lado había una fiesta con al menos treinta
personas, de las cuales diez estaban en el jardín de entrada y
te vieron pasar. Ibas a forcejear la cerradura e ibas a
escabullirte, atacarlo por la espalda mientras miraba la
televisión. Ibas a dudar en el último minuto, dándole todo el
tiempo que necesita para saber que estabas en la habitación,
iba a defenderse, probablemente gritar y los de la fiesta iban
a escuchar todo lo que ocurría, mágicamente la policía iba a
aparecer y no hay multa que pueda pagar para sacarte de esa
condena.
Maldición, ese era exactamente mi plan.
–Dime primo –continuó–, ¿en qué parte no acerté? La
cantidad de gente de la fiesta o los segundos donde ibas a
dudar si podías matarlo o no.
A este punto Bruno ya era un arrogante, pero sabía que
tenía razón igual.
–Bueno, necesito mejorar entonces, no puede ir por la
vida libre de cargos, ¡tiene que pagar! –grité.
–Estoy de acuerdo, no significa que seas tú el que tiene
que terminar con su vida.
Yo sabía lo que Bruno estaba diciéndome.
–No, tú tampoco –respondí–. Tengo que ser yo, lo sabes.
Bruno se mantuvo callado por un rato, las calles oscuras y
el trafico casi inexistente nos rodeaba.
–A partir de mañana vienes conmigo, aunque sea los
trabajos locales, ya que no tienes pasaporte para salir del
país.
–Tu no usas tu pasaporte…–insistí, porque sabía que
Bruno se movía entre aeropuertos ilegales, no necesitaba
documentación.
–No, pero no te ofendas, tú no eres yo, no puedo
arriesgarte en suelo extranjero.
A veces me hacía sentir como un niño, pero luego me daba
cuenta que quizás no estaba tan errado, después de todo, no
conocía otro hombre más inteligente que mi primo.
Durante las primeras semanas salía descompuesto de
cada trabajo.
Al mes ya no vomitaba y casi que me acostumbraba a la
violencia.
Un día Bruno me dio un trabajo, él dijo que era fácil, algo
de lejos, con un francotirador a un narcotraficante en la
frontera entre Texas y México.
Solo tuve que apretar el gatillo. Había entrenado lo
suficiente con mi primo para apuntar en el lugar correcto en
el primer tiro, justo en la frente.
Bruno dijo que mi cerebro iba a querer razonar lo que
había hecho ese día, que mi mente iba a explicarme que mi
acción tuvo una consecuencia, que en mis manos estuvo el
destino de ese hombre. Que si me arrepentía seguiría con su
vida y quizás nadie lo estaría llorando.
También me explicó que, si yo no apretaba el gatillo, las
toneladas de drogas que él manejaba iba a terminar en los
barrios más pobres de Estados Unidos, que millones de niños
y adolescentes iban a terminar en la misma adicción que tuve
yo, que los padres iban a abandonar a sus hijos porque iban a
estar perdidos en la droga o que quizás un ladrón iba a
perder el control del arma en un robo e iba a matar un
inocente.
–Lo importante es ver que la balanza este equilibrada, si
quitaste una vida y eso va a pesarte por el resto de tus días,
pero recuerda toda la gente que salvaste.
Ese trabajo me dio quinientos mil dólares.
No sabía ni cuánto dinero era eso, Bruno me dijo que
podía comprarme un lugar para vivir solo, un coche o
simplemente seguir con mi vida con normalidad, viviendo
con él y trabajando codo a codo.
Él administraba mi dinero al principio, me daba mil
dólares por mes para que me de mis gustos, pero lo único
que hacía era comprarle alcohol a mi padre y dejárselo en la
puerta. El idiota pensaba que alguien se había equivocado de
dirección y se lo quedaba para él.
Mi madre se había ido de la casa, Bruno me dijo que se
había mudado con su hermana a tres estados de mi padre, así
que estaba tranquilo que cualquier consecuencia del alcohol
iba a ser solo para él.
Antonio D’amico murió una tarde de sábado.
Con Bruno estábamos mirando Duro de Matar en su
televisión, comiendo comida chatarra y viviendo como
cerdos cuando llamó su madre y le dio la noticia. Bruno puso
pausa a la película, pero no aparto los ojos de la pantalla.
–Tu plan tuvo éxito. –Sabía que por su tono hablaba de
mi padre, él lo odiaba tanto como yo.
–¿Mi papá—
–Sí, murió esta tarde.
Me acomodé en el sillón, de golpe incomodo en mi propio
cuerpo.
–¿Sabías lo que yo…?
Los ojos verdes de Bruno finalmente conectan conmigo
con una ceja en lo alto.
Por supuesto que sabía.
–Eres un hombre muy paciente, eso es bueno, yo lo
hubiese matado hace mucho ya –levanta la botella de
cerveza y le da un sorbo. –. De esta manera lo hiciste sin
dejar rastros, te felicito, te egresaste de esta carrera de
mierda.
Bruno no era de adularme demasiado, así que ese
comentario me levantó lo suficiente para seguir
esforzándome.
Luego de unos años, a Bruno le salió un trabajo que no
podía rechazar, debía infiltrarse en un grupo terrorista para
conseguir toda la información que pudiese. Me dijo que ya no
era seguro que viviéramos juntos, porque yo podía ser un
target al final del día. Así que compré un apartamento, el
primer lugar que era completamente mío. Me gustaba vivir
solo, aunque extrañaba la compañía de Bruno por momentos.
No hablamos por tres años, no podíamos, podía poner
todo el juego.
Cuando terminó su misión era otro hombre, más frio que
antes. Un día me llamó como si nunca hubiese pasado el
tiempo para pedirme que vigile a una chica en el hospital, es
gracioso que ahora sean marido y mujer, pero nuestra
relación retomó a partir de allí.
Nunca hizo preguntas, yo no hice demasiadas tampoco.
Para cuando él terminó, yo ya tenía u renombre, era
conocido por ser uno de los mejores asesinos a sueldo en la
ciudad.
Hasta el mismísimo King pidió por mí para su nueva
organización.
Pero siempre fui un lobo solitario, me gustaba así, me
gusta así. Aparte yo creía que una vez que Bruno terminara
con su misión íbamos a volver a estar juntos, pero creo que el
destino tenía otros planes. La esposa de Bruno encontró en
un ordenador de los terroristas un video que mostraba a
Dante.
Vivo.
Bruno no dudó ni un segundo en dejar su vida atrás, (sí,
inclusive a Sarah) e ir en su búsqueda. Cuando se fue,
sospeché que nunca iba a volver y la soledad me consumió
por completo.
Al mismo tiempo apareció Rage y los Soulless Bastards,
con el sentido de pertenencia, Rage rellenó ese agujero por
un tiempo al menos.

–Luego te conocí, todo paso muy rápido, estábamos


resolviendo un problema tras otro con ustedes y nuestra
amistad…se volvió muy importante para mí. Pero las líneas se
borronearon, transformándose en algo más. Goldy, nunca te
dije que hacía de mi vida porque sabía que yo no te llegaba ni
a los tobillos.
Goldy me escuchó atentamente durante todo mi relato, su
rostro nunca mostró nada más que dolor. Y ahora que
terminé, espero que algo salga de ella.
El silencio me mata.
Porque finalmente verbalicé mi miedo, yo no soy bueno
para nadie, especialmente para una chica como ella y el
hecho que me mire así, solamente confirma mis dudas.
Nací para estar solo. Mis primos se esfumaron de mi vida,
mis padres no me deseaban y mi único amigo se mudó a una
isla para que nadie le aplaste los cojones.
Finalmente, su boca se abre para hablar.
–¿Por qué crees que no me llegas a los tobillos?
¿De verdad? ¿De todo lo que dije ESO es lo que quiere saber?
Mujeres…
–Mírate, te llaman Goldy porque tu pelo es como el sol,
tus ojos zafiros, tu cuerpo la fantasía de cualquier hombre
que se me cruce por la calle. Empresaria, poderosa, motera…
y yo…mírame.
–Te veo.
–No, no lo haces, soy reo, paso desapercibido, me mezclo
en las sombras porque es donde pertenezco, no puedo estar a
la altura de alguien quien irradie tanta luz y si, esto –señalo
entre nosotros– es lo mejor que me pasó en mi vida, pero no
soy un ciego, sé que es temporal y no porque no quiera estar
contigo, sino porque un día, tal vez hoy, te des cuenta que no
funcionamos juntos y probablemente nunca lo hagamos.
–Carter…yo—
–Prefiero no escucharlo ahora, quiero que nos
concentremos en rescatar a tu hermana, volver a Little Rock
y luego me dices lo que piensas.
Goldy asiente, mientras traga saliva nerviosamente.
Solo quiero vivir esta fantasía un poco más, ¿es mucho
pedir?
CAPÍTULO VEINTISÉIS
Goldy

El día del evento está aquí.


Nuestros nombres están en la lista de una de las fiestas
más prestigiosas de Londres.
Canalicé mi “chica rica” interior y me produje para
mezclarme entre los invitados. Llevo un vestido negro hasta
los tobillos, mi cabello recogido con un peinado que luce
desordenado pero elegante a la vez, con algunos mechones
cayendo elegantemente sobre mis hombros, un collar de
perlas bien conservador y aros brillantes. Le dedico mucho
tiempo al maquillaje, sé que somos parecidas mi hermana y
yo, así que luego de algunos tutoriales de YouTube logro
tener un rostro completamente diferente.
O lo más alejado a Simone posible.
Carter está vestido con un traje y esta es la primera vez
desde que lo conozco que lo veo tan elegante y debo que
admitir, tengo que apartar la mirada más de una vez para no
mirarlo fijamente. El cuello de su camisa está abierto y
muestra su cuello ancho y varonil. Tiene un poco de color por
estar todo el día caminando por las calles de Roma y el
cabello acomodado.
–¿Luzco como un pomposo? –pregunta con sus manos en
los bolsillos del pantalón de vestir.
–Luces como uno de esos modelos que todas quieren
follar. –digo honestamente, eso lo hace sonreír.
–¿Quieres follarme ahora, Margot?
Dios, amo como dice mi nombre.
–Sí, pero no podemos llegar tarde, la tarjeta de invitación
dice explícitamente que hay que ser puntuales, parece que
ese canalla de Volkov es obsesivo con el tiempo.
–Y poco le queda…–susurra.
–No –repito por enésima vez–, no puedes matarlo a
menos que Simone lo solicite, ¿entendido?
Carter cruza sus brazos y revolea los ojos.
–Entendido…
Camino a su lado, pero me toma de mi muñeca
deteniéndome en el lugar.
–Tú también luces como alguien a quien quiero follar…
mucho.
–Lo sé. –sonrío abiertamente y sigo mi camino,
moviendo las caderas, sé que está observando con hambre y
lo hago muy a propósito.
El coche rentado está en la puerta, tenemos al menos una
hora de viaje hasta su estancia llamada “Willow Hall”. Mis
nervios están de punta y Carter esta sorpresivamente callado.
Los dos repasamos la idea que tenemos, pero los dos
sabemos que, si no pasamos por la puerta, no hay plan.
Si mi hermana me ve, no hay plan.
Si Yuri Volkov nos encuentra sospechosos, no hay plan.
Y así, una infinidad de problemas que no tienen solución
en mi imaginación.
–Llegamos. –susurra a medida que entramos por un
camino de piedra, hay antorchas que iluminan y guían el
camino.
A lo lejos se ve una de las mansiones inglesas más
majestuosas que vi en mi vida.
–Wow…–exhalo.
–Simone es exquisita hasta en las prisiones que elige…–
dice, mientras conduce hacia a Willow Hall.
Nos espera un valet y abre la puerta de nuestro coche,
antes de que Carter pueda decirme algo antes de entrar.
Ayer repasamos algunos tips de protocolo que debe
seguir, le enseñé a comer con diez cubiertos, a como sentarse
en la mesa y a cómo moverse.
Dijo que se sentía Dante, no sé bien lo que significa.
Carter da la vuelta al coche y abre mi puerta para dejarme
salir.
–Gracias. –sonrío.
La mansión se ve iluminada por dentro, el bullicio que se
escucha, delata la fiesta ya comenzó.
Carter extiende su brazo para que yo lo tome y
caminamos con una sonrisa hacia el hombre en la puerta de
entrada. Tiene una Tablet en su mano y tremenda cara de
culo.
–¿Nombres? –dice con su acento inglés.
Los dos respondemos con cierta incomodidad, el hombre
desliza su dedo por la pantalla, sus cejas unidas en el medio
de su frente. Mi corazón late tan fuerte que Carter lo debe
sentir en mi brazo, ya que comienza a acariciarme con una
sonrisa amable.
Pero siento que por dentro dice: CALMATE.
–Adelante. –señala la puerta.
Uf, que alivio.
Al entrar, una mesera nos espera con dos copas de cristal
y un Champagne burbujeante. Los dos tomamos las copas y
sonreímos.
–Odio el Champagne. –murmura Carter mientras se lleva
la copa a la boca.
Yo lo imito en el movimiento y aprovecho el ángulo
extraño para repasar el lugar y la gente.
–No parecía que lo odiabas en Italia. –le recuerdo con una
media sonrisa.
–Eso es porque necesitaba alcohol para convivir en la
misma habitación contigo y no morir por una erección
eterna. –guiña un ojo hacia mí y siento que mis mejillas se
encienden.
Estamos en una especie de sala de techos muy altos, la
gente que comienza a juntarse se divide en grupos y
conversan entre ellos. Todo el dinero de Londres
probablemente esté aquí, casi que puedo olerlo en los
vestidos carísimos, los trajes a medida y las joyas que
resplandecen con las luces tenues de la mansión.
–¿Lo encontraste ya? –pregunta mientras extiende su
brazo de vuelta y comenzamos a caminar lentamente por el
inmenso lugar.
Sé que se refiere a Yuri, pero no puedo distinguirlo, los
hombres están todos vestidos igual, se mueven con la misma
confianza y elegancia que tienen todos los hombres
millonarios.
–No, ¿tú sí?
–Si.
Carter pretende analizar un cuadro ecuestre delante
nuestro, mueve sus brazos como si estuviera explicándome
algo de la pintura, no puedo creer lo bueno que es
pretendiendo ser alguien de aquí.
–Cómo puedes ver…–dice en un tono alto, pero luego lo
baja al mínimo– a las seis mías, hablando con un hombre de
anteojos, no puedes voltear ahora, necesito que encuentres a
Simone, es importante que nosotros la encontremos primero
a ella y no al revés.
Pero no hace falta buscarla, ya que el murmullo del cuarto
se apacigua de golpe, obligándome a voltear y seguir la
mirada de todos.
Simone baja por las escaleras.
Luego de tanto tiempo sin verla, siento que mi cuerpo se
desespera por correr hacia ella y abrazarla, pero Carter se
encarga de agarrar mi brazo y mantenerme en el lugar.
Por primera vez puedo experimentar lo que sentían esos
padres cuando les devolvía a sus hijas después de creerlas
muertas. Es casi extra-corporal el sentimiento, una mezcla
de pánico por pensar que esto es un sueño y alegría eterna
por tenerla delante mío.
Ella sonríe mirando hacia abajo, esta hermosa, vestida
con un elegante vestido, probablemente Valentino. Luce
saludable y feliz.
Sigo su mirada y veo a quién mira así, a Yuri Volkov.
–Claramente lo ves ahora.
–Si…–susurro mientras miro su interacción con
curiosidad.
Volkov toma su mano para ayudarla a bajar las escaleras,
susurra algo a su oído y ella se sonríe como nunca la vi en mi
vida.
Brilla.
Resplandece en manos de ese hijo de puta.
¿Cómo puede ser?
La lleva de la mano hasta un círculo de hombres y la
presenta a uno en particular.
Carter toma mi brazo y nos acerca un poco, siempre
dándoles la espalda. Puedo escuchar palabras al azar, pero
nada que diga explícitamente de que hablan. Por el rabillo de
mis ojos puedo ver cómo Volkov la sostiene cerca de él, casi
posesivamente y cada vez que la mira, encuentro una
sonrisa.
–No entiendo…–susurro.
Carter toma algo comestible de una bandeja y me lo
entrega.
–Creo que nuestra teoría era real, están enamorados. –
dice directo a mis ojos, casi analizando la reacción que voy a
tener.
–No puede ser amor real, si ella no sabe quién es él en
realidad. –gruño.
Carter toma de su copa una vez más y mira hacia otro
lado.
Maldición, Margot, tú y tu bocota.
–No me refería a…—
–Lo sé, no te preocupes –Su actitud cambia por unos
segundos. –. Tenemos que pensar cómo separarla sin que
nadie lo note. –murmura.
–Quizás deba asecharla de alguna manera.
–Imposible, Volkov va a donde sea que ella está. –Puedo
verlos a los dos, moviéndose entre diferentes círculos
sociales, él nunca la pierde de vista.
–Qué tal si—
–¡Hola! –Interrumpe una mujer mayor, haciendo que los
dos nos sobresaltemos y cerremos la boca. – Soy Antonia
Smith. –La mujer mayor de cincuenta años extiende su brazo
arrugado y espera por mi mano.
–Encantada, soy Margot, él es mi marido Carter. –De
golpe todos los trucos y reglas que mi madre me enseñó a
través de los años, se colocan en mi cerebro y comienzo a
jugar a ser la princesa de la alta sociedad.
–Un gusto, creo que nunca los vi en estos eventos, ¿puede
ser? ¿Es eso acento americano? –Maldición, Antonia es una
chismosa, la peor clase de señora con dinero, no le importa
nada, solo quiere información.
–Sí –digo riéndome con soltura–, somos nuevos y
estamos muy contentos de comenzar a contribuir en este
país. –Tomo el brazo de Carter, él tiene la boca cerrada y
sonríe sin mostrar los dientes.
–Que increíble iniciativa, Yuri siempre resalta cuando se
trata de devolverle a la comunidad.
Asiento con cierto interés aparente en mi rostro.
–Oh, ¿y escucharon que su novia hoy va a dar un
concierto? Adam Levone vino exclusivamente a escucharla.
–Oh, guau, que afortunados somos, ¿no, amor? –digo
apretando un poco el brazo de Carter.
–Sí, claro –su voz firme y profunda–, estoy ansioso por
escucharla.
De golpe todo el tumulto de gente se mueve hacia una
habitación y eso interrumpe la conversación.
–Oh, ¡ya empieza! –dice Antonia– Si me disculpan,
quiero encontrar un buen asiento.
–Claro, un gusto. –digo en el aire, pero ella ya se fue.
Miro a Carter y con solo nuestros ojos entendemos
absolutamente todo, esta tiene que ser nuestra oportunidad.
Cuando entramos a la habitación donde el concierto va a
ocurrir, encuentro a Simone sentada en el piano, Volkov
delante de ella y un gran tumulto de gente a su alrededor.
–Tengo una idea –susurra Carter mientras nos aleja de
todos, colocándose en la pared más cercana a la salida. –,
tenemos que estar muy atentos a lo que pase cuando
termine, ¿entendido? En el caso de que Simone quede sola en
esta habitación, nuestra oportunidad es tomarla.
–¿Y si grita?
–Yo me encargo, tú ve a los establos que vimos en la
entrada, espérame allí con el coche cerca y la llevo para que
puedan conversar.
Asiento y comienzo a caminar hacia la puerta cuando
escucho la primera tecla del piano. Eso hace que me detenga
en el lugar.
La melodía suena y todo el mundo se calla, parece que
nadie se mueve o respira.
Volteo y observo a mi hermana cobrar vida.
Como si floreciera.
Simone toca como nunca antes la escuché. Sus dedos se
mueven sobre las elegantes teclas con facilidad y sinergia. Su
mente casi absorbida por la melodía, que por cierto, es triste
y extrañamente pacífica. Cuando termina ella sube la mirada
y lo primero que ve es a Yuri Volkov, satisfecho, orgulloso…
enamorado.
Maldición.
Carter aparece a mi lado y me toma del brazo con
suavidad.
–Sé que es difícil, pero si te ve, se va el plan a la mierda,
por favor, vete a los establos.
Asiento y me voy antes de escucharla tocar la segunda
canción.
CAPÍTULO VEINTISIETE
Carter

Lentamente voy cambiando de posición, me muevo entre las


sombras de estas personas, como lo hice toda mi vida, hasta
ocultarme en un ángulo donde nadie puede verme,
especialmente Volkov o Simone.
La hermana de Goldy es peculiar, es sumamente parecida
a Goldy, pero su energía es diferente, es tímida, silenciosa y
precavida.
Todo lo contrario a la otra rubia que me pone de rodillas
con su actitud arrolladora, su lengua filosa y sus tatuajes.
Simone toca una canción, o melodía o cómo demonios se
diga y cuando termina puedo ver que es la última pieza,
porque el hombre al cual parece que buscaba impresionar, se
levanta y la besa en las dos mejillas.
Cuando la habitación se desagota, lentamente me oculto
entre objetos contundentes, los dos están tan absortos, que
no ven el cuerpo oculto en las sombras.
Yuri Volkov y Simone hablan y festejan una victoria. Los
observo con curiosidad, es increíble que Goldy no admita lo
enamorados que están, pero entiendo cuando dice que
Simone debe saber la verdad.
Aunque siento un poco de empatía por el ruso. Esta noche
mucho va a cambiar en su vida y aún no lo sabe.
Simone se sienta en el piano otra vez, contemplativa y con
una sonrisa que no se le borra con nada, bueno, excepto con
mi presencia. Porque en el momento que cubro su boca y la
arrastro fuera de la habitación, el pánico comienza a brotar
en ella. Camino lo más rápido que puedo por la estancia,
Simone mueve sus piernas intentando soltarse, pero no tiene
chances conmigo, peso el triple que ella y mido el doble.
Cuando llegamos a los establos, Goldy aparece en el
momento que escucha los gritos ahogados de su hermanita.
Y Simone se paraliza entre mis brazos en el momento que
posa sus ojos en su hermana mayor.
–Simone…–exhala Goldy mientras camina hacia
nosotros.
No hace falta que la sostenga ya, Simone se volvió de
gelatina de golpe.
Goldy la abraza fuertemente, la abraza como una hermana
que dio por muerta a su hermanita, pero la tiene delante de
ella. Simone por otro lado, sigue petrificada.
Yo doy un paso atrás y les doy espacio mientras vigilo que
nadie se acerque.
–Margot…yo…–toda la alegría que tenía esa chica, se
esfuma en un segundo y rompe en llanto. –Lo siento, sabía
que debía haber llamado, pero—
–No me expliques nada –dice Goldy con su voz
entrecortada–. Nada, no me merezco explicaciones, solo
estoy feliz que estés viva, pero hay cosas que debes saber.
Simone frunce sus cejas y espera por Goldy.
Cuando su hermana le cuenta que Volkov es en realidad el
hermano del hombre quien la arrancó de su vida, Simone
llora sin consuelo, Goldy le da espacio y le responde todas las
preguntas que Simone le hace.
Ninguna es sobre quién demonios es el hombre que la
raptó de su castillo y la trajo a este establo maloliente, (o sea
yo) pero estoy acostumbrado, vivo en las sombras,
¿recuerdas?
Volkov aparece eventualmente.
–Quieto ahí, semental. –digo apoyando el arma en su
espalda.
Pocas veces generé empatía con alguien como Volkov,
pero cuando veo en sus ojos el temor por perder a Simone,
un nudo en mi estómago se tensa.
–Sim…–susurra.
La hermana de Goldy niega con la cabeza, su boca esta
sellada.
–Sabe todo. –dice Goldy con saña en su voz.
–Sim, lo siento, yo…—
–Dile, Ivanov, –dice Goldy– dile quién eres, porque le
está costando creerme.
–Ese no es mi apellido. –gruñe, el odio que siente por
Goldy es fácil de ver, eso hace que esté doblemente atento a
sus movimientos.
No lo culpo, ella está arrebatando al amor de su vida, pero
sé que no puedo interrumpir esto, no tengo poder en este
escándalo.
–Es el apellido de tu padre y tú hermano. –Acuso
intentando apoyar a Goldy en esta situación.
–No significa que sea el mío –responde con los dientes
apretados–, Sim, déjame explicarte.
Intercambiamos una mirada con Goldy y entiende lo que
le imploro.
Otórgales un segundo de intimidad.
Goldy asiente y empujo a Volkov hacia Simone cuando veo
que no se mueve.
–Quiero hablar a solas con Simone. –ordena Volkov.
–¿Y dejarte que la manipules como hiciese todos estos
meses? Ni lo sueñes.
–Sim, yo no soy como mi hermano.
–Era –interrumpe Goldy con una ceja arriba–, ¿o también
evitaste decirle que está muerto?
Volkov traga la rabia que Goldy le genera y se concentra
en la chica que no para de llorar.
–Sim, tienes que creerme, dame dos minutos para
explicarte por qué hice lo que hice.
–No –finalmente habla Simone–. El tiempo de escucharte
lo desperdiciaste todos estos meses, Yuri.
–Sim, por favor…
Goldy da un paso al frente y toma a su hermana del brazo,
casi arrastrándola fuera del establo.
Yo levanto el arma y le apunto, dándole a entender que no
haga ningún movimiento abrupto, pero me doy cuenta que lo
último que le preocupa a este hombre con el corazón roto, es
mi pistola, en cambio es a Simone quien no deja de mirar.
–La única razón por la cual tu corazón todavía funciona,
es porque Simone me hizo prometer que no te mataría, pero
no dudes, ni por un puto segundo, que, si te veo otra vez o
cerca de ella, voy a apretar el gatillo. –gruño, aunque mis
palabras se escuchan falsas en mis oídos.
–No te preocupes –responde mirando hacia donde
Simone desapareció. –, el gatillo lo apreté yo hace mucho
tiempo.
Eso termina de dejarme boquiabierto.
Maldición, puedo sentir lo que este hombre está sintiendo
y no entiendo por qué.
El coche aparece abruptamente en la puerta del establo,
camino hacia atrás sin perderlo de vista. Sé que Volkov no
tiene energía para atacarme y no es por eso que no puedo
apartar la mirada.
Es porque pocas veces vi tanto dolor en los ojos de un
hombre que no sea yo.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
Goldy

Simone siempre fue una niña silenciosa, mi madre la hizo así


y le hizo creer que su opinión no importaba.
Que su voz molestaba.
Y que su imagen era más importante que su salud mental.
Pero nunca estuvo tan silenciosa como ahora, nunca tan
triste.
Estamos de vuelta en el avión privado de mi padre,
viajando a casa, de vuelta a Estados Unidos y a nuestra
ciudad, Little Rock.
Carter tampoco me habla y entre los dos me hacen sentir
como la villana de la película. ¿Hice bien en pinchar la
burbuja de Simone?
Sí, siempre es mejor la verdad, solo que es difícil de recordarlo
cuando causa tanto dolor.
A pesar de escuchar el sonido constante de las turbinas,
oigo a Simone lloriquear, así que le pido a la azafata que me
dé una caja de pañuelos para ella y sin hacer movimientos
bruscos me siento a su lado.
Solo quiero que sepa que estoy aquí para ella.
–Debes creer que soy la mujer más patética del mundo. –
susurra mi hermana mirando por la ventana hacia la
infinidad de cielo.
–En absoluto, eres la mujer más fuerte que conozco y
créeme conocí muchas estos últimos meses –Gira su cuello y
me mira con ojos malhumorados. –. ¡De verdad! Yo no creí
que ibas a volver con nosotros, tomaste una decisión muy
difícil hoy.
–Creí que me amaba de verdad…–susurra.
–Lo hace, pero decidió ocultar lo más importante de todo.
Simone usa los pañuelos y se mantiene pensante.
Los minutos pasan y no volvemos a hablar, puedo sentir
la energía triste que irradia, pero su compañía hace que mi
corazón esté feliz. Después de tanto tiempo, de combatir
pensamientos nefastos y ver cómo otras mujeres fueron
robadas durante el trayecto de estos meses, verla entera, viva
y de camino a casa, parece irreal.
–¿Mamá y papá? –pregunta mirando al frente.
–Bien…bueno, más o menos, pero cuando te vean van a
volver a ser quienes eran –Simone me mira extrañada–. No
se lo tomaron bien, ya sabes, tu desaparición y todo eso.
–¿Están muy enojados conmigo? –Sus ojos cargan con un
nuevo sentimiento, ya no tanto pena, más bien miedo.
Levanto una ceja.
–¿Enojados? Simone, están devastados –digo con dureza
en mi voz–. Papá se culpa todos los días por lo que pasó y
mamá no puede levantar la cabeza de la cama.
Los ojos de Simone se llenan de lágrimas otra vez, así que
levanto el apoyabrazos que hay entre las dos y la abrazo con
fuerza.
–¿Creíste que tu desaparición no les iba a afectar?
Hermana, se detuvo la vida de todos nosotros, fueron meses
agonizantes.
–¿Bastián también? –susurra en mi cuello.
–A Bastián tuve que detenerlo para que no prenda fuego
la estación de policía cuando no te encontraban.
Se ríe.
Pero es verdad.
–Lo siento.
–Shh, ya está, lo importante es que estas aquí con
nosotros, estas bien de salud, no podemos pedir más.
–¿Quién es el matón que está ahí? –susurra.
Me rio.
–Es mi amigo, Carter, vino a ayudarme, de hecho, está
ayudándome hace meses.
Los ojos de Simone miran por encima de los asientos con
curiosidad al hombre sumergido en sus pensamientos.
–¿Amigo?
Sigo la mirada de mi hermana. Carter esta tirado en el
sillón, su rodilla se asoma en una rasgadura del vaquero
negro, su camiseta está un poco levantada a la altura de su
ombligo y se le ven algunos abdominales, su mirada luce
malhumorada.
–Es un camión, ¿no?
–Es…tu estilo, creo. –responde Simone con educación.
–Lo amo…
Simone abre los ojos otra vez.
–¿Y él lo sabe?
–Sí.
Toma mi mano y la aprieta con fuerza.
–¿Y él? ¿Te ama?
–Sí, creo que sí. –Vuelvo a reírme por lo infantil que me
siento hablando de esto.
–Entonces no lo dejes ir, Margot. –Las palabras de
Simone suenan dolorosas, sé que piensa en Yuri en este
momento.
–No lo haré, te lo prometo.
Simone vuelve a su asiento y dice algo que no había
pensado antes:
–No importa que no encaje con tu vida, si tú lo amas, no
debes pensar en esas cosas.
CAPÍTULO VEINTINUEVE
Carter

Siento un ladrillo sobre mi pecho, como algo que no me está


dejando respirar y creo saber qué es.
La puta realidad.
Este viaje con Goldy fue solo un regalo que me dio la vida,
algo momentáneo y pasajero. Pero la realidad está aquí y sé
que los dos vamos a ir por caminos diferentes.
Goldy habla mientras piensa, no mide las palabras, ni se
da cuenta el daño que pueden provocar.
Ejemplo A: cuando Rage la escuchó hablar con Big K sin
preguntarle si ella aceptaba el plan que tenía.
Ejemplo B: Cuando balbuceaba sus planes para cuando
Simone volviera a su vida, de las responsabilidades que debe
retomar, su puesto en la empresa de su padre, los inversores
con los que debe relacionarse.
Siempre fui de vivir más el presente y ver dónde me lleva,
quizás por eso no me di cuenta hasta que ella lo dijo (sin
notarlo) que un futuro entre los dos era prácticamente
imposible.
Imagina esta escena diaria:
Los dos llegamos de trabajar, Goldy llega a la casa con un
traje Armani, su cabello rubio recogido elegantemente.
Mientras se quita los zapatos de tacones altos, me relata su
día, de cómo la acción de la bolsa bajó, de cómo aplastó la
competencia y otras cosas de empresaria.
Mientras YO me lavo las manos llenas de sangre del
trabajo que tuve que hacer esa noche.
No.
No está bien, nuestros mundos corren paralelamente,
pero nunca se tocan.
Y esa realización, es lo que hace que no esté pudiendo
respirar con normalidad. Porque nuestra historia llegó hasta
aquí y me llena de ira haberme enamorado de una mujer
inalcanzable para alguien como yo. Lo peor de todo es que sé
que me ama, no tiene que decírmelo, lo veo en sus ojos
cuando me mira, en sus caricias cuando baja sus muros. Ella
va a sufrir tanto como yo cuando sé dé cuenta de que no
podemos estar juntos.
El piloto comienza a hablar por los altavoces, diciendo que
en pocos minutos vamos a aterrizar. Levanto la mirada
después de casi un siglo de mirar por la ventana y encuentro
a las dos hermanas juntas, abrazadas.
Goldy consolando a Simone en silencio.
La mujer que amo me mira y me da una media sonrisa,
puedo ver que está cansada, tiene ojeras debajo de sus ojos,
su vestido luce desalineado en comparación a la bomba
perfecta que era hace unas horas y su cabello está recogido
como el primer día que la vi.
Luce vulnerable, una nueva faceta de Goldy.
“Gracias” modula solo para mí y yo asiento seriamente
para no desatar el nudo en mi garganta.
Antes de comenzar la misión en Willow Hall, tomé el
móvil de Goldy y le robé el número de Bastián solo por
precaución, en caso de que todo salga para el culo esta noche.
Pero como todo salió bien solo le dejé saber con un mensaje
corto:
Volviendo con las dos, llegamos al aeropuerto en dos horas.
Ok, me contestó.
Cuando el avión aterriza, tomo mi bolso y el de Goldy, y
camino detrás de ellas. Las dos hermanas bajan por la
escalera de la mano. Goldy irradia energía, pero Simone…
mierda, esa chica no quiere bajar del avión, lo puedo ver a
kilómetros de distancia.
Las dos toman aire cuando levantan la vista y ven a la
familia completa esperándolas en la pista.
Padre, madre y Bastián.
Con dos guardaespaldas y dos camionetas blindadas.
La madre llora desconsoladamente, el padre la abraza y
sonríe con orgullo mientras ve a las hijas bajar. Bastián tiene
los ojos firmes sobre mí, sus cejas unidas en el centro, sus
manos en los bolsillos de su traje.
Cuando finalmente llegan a tierra, las dos corren hacia
sus padres y los cuatro se abrazan en un gran reencuentro.
Dejo los bolsos en el suelo, en algún lugar donde los
puedan ver.
Muevo mi cabeza hacia Bastián, reconociéndolo y él
responde de la misma manera.
Mi trabajo está hecho aquí, por eso retrocedo y
desaparezco de la pista y de la mujer que amo.
No veo porque debería alargar esto.
Fin.
CAPÍTULO TREINTA
Goldy

Luego de un abrazo largo con mis padres, vuelo a los brazos


de Bastián.
–¿Cómo supiste—
–Me avisó Carter. –responde rápidamente con su voz
formal, un tono que para muchos es frio y alejado, pero sus
brazos están fuertemente sujetados entre Simone y yo.
Simone está llorando de vuelta y Bastián acaricia su
espalda con cuidado. Puedo ver en sus ojos como la mira, casi
incrédulo de tenerla cerca otra vez.
Creo que todos nos sentimos así, es como ver un
fantasma.
–¿Cómo consiguió tu numero? –pregunto mientras busco
por él entre el revuelo, pero no lo encuentro.
–Margot. –llama Bastián, su tono hace que me enfoque
en el inmediatamente– Déjalo ir.
Vuelvo a mirar detrás mío y encuentro los dos bolsos que
él cargaba en el suelo.
¿Se fue?
–Vamos –ordena mientras nos empuja delicadamente a
las dos hacia la camioneta–, deben estar cansadas.
A medida que la camioneta se desliza por las calles de la
ciudad que tanto conozco, miro por la ventana, esperando
milagrosamente verlo.
¿Por qué se fue así? ¿Ocurrió algo?
Tomo mi móvil y envío un mensaje.
¿Qué ocurrió?
Lo guardo otra vez y me enfoco en Simone, quien relata
con poco detalle las últimas veinticuatro horas a mi
hermano.
La mansión de mis padres sigue siendo el lugar
imponente de siempre, pero me pregunto si Simone siente la
misma frialdad que yo. Debo admitir que Willow Hall era
mucho más acogedora.
Durante las próximas horas, mis padres no abandonan a
Simone, no la pierden de vista por un segundo. Bastián no se
queda atrás y mi hermana luce abrumada, triste e ida.
–Simone –la llamo con un tono más alto del que usa mi
madre mientras le cuenta todo lo que ocurrió estos últimos
meses–, tienes que descansar.
Sé que es una mentira, Simone no tiene cansancio, tiene
angustia. Pero eso no quita que necesite pasar tiempo a solas.
–Oh, sí –dice ella educadamente, compartimos una
mirada cómplice y la acompaño a su cuarto. –. Gracias. –
murmura cuando nadie puede escucharnos ya.
–No hay problema.
Entramos a su habitación y mira todo con curiosidad.
–¿Es raro volver aquí? –pregunto bajo el marco de la
puerta. No quiero entrar, quiero que tenga su fuerte aquí,
como lo fue siempre.
–Si…creo que me acostumbré a llamar Willow Hall mi
hogar. –confiesa pensativamente mientras acaricia la colcha
de su cama, su voz nunca sonó tan apagada.
Todo está absolutamente igual que siempre.
Todo menos ella.
–Siento que arranqué toda la felicidad que tenías allí. –Mi
voz se entrecorta inesperadamente, casi traicionándome. No
quiero que mi hermana me vea vulnerable, no ahora.
–No, no, Margot, no lo hiciste –camina hacia mí y toma
mis dos manos–, solo hay una persona que culpar aquí y es
Yuri. –el nombre de su amante suena raro en su lengua,
como si fuese filoso y puedo ver cómo hablar de él la lastima.
–Sí, ya se –Lagrimas incontrolables comienzan a caer,
creo que al fin estoy dejando mis sentimientos flotar entre
las dos–, pero nunca te vi tan feliz, Sim, siempre sentí que
esta familia te ahogaba, pero nunca hice nada para detenerlo
y ahora que encontraste felicidad…
Mi garganta se cierra por completo, mi voz desaparece.
Simone me abraza y por primera vez, ella me consuela a
mí.
–Estoy bien –miente, lo cual me pone peor, me duele más
que nunca. –. Dame tiempo, ¿sí?
Definitivamente la Simone que conocí durante toda mi
vida desapareció, porque esta mujer que me habla, es más
sabia, con una templanza nunca vista.
Quizás Yuri Volkov no era tan malo para ella después de
todo.
Asiento ante su mentira y la dejo ir, porque las dos
necesitamos pensar cosas, pero no suelto la mirada a medida
que ella cierra la puerta y se sumerge en la tristeza más
infinita que vi alguna vez.
Volteo y me estrello contra un cuerpo alto y musculoso.
Mi hermano sabe caminar sin hacer un solo sonido.
–Carajo, Bastián, vas a darme un infarto.
–Tenemos que hablar. –dice, ignorando por completo lo
que acabo de decir o las palpitaciones aceleradas de mi
corazón.
–¿Tiene que ser ahora? Tengo que buscar a Carter para
ver si está—
–Él está bien, vamos. –toma mi brazo y me arrastra al
cuarto más alejado de todos, la oficina de mi padre.
Bastián toma el asiento que suele ser del CEO de Boil
como si fuera propio, se desabrocha el traje y deja caer su
cuerpo en el asiento de cuero. Yo por otro lado, me mantengo
de pie, con los brazos cursados, esperando por lo que sea que
tiene que decir.
–Margot, ¿un club de moteras? ¿de verdad?
Mi estómago se estruja, pero lo enmascaro rodando mis
ojos irritadamente.
No mostrar vulnerabilidad es tan fácil para mí que ya me
volví profesional.
–Hasta donde tengo entendido, solo tengo un padre
Bastián.
Con el puño cerrado golpea el escritorio de roble,
haciéndome sobresaltar en el lugar.
–¡Maldición, Margot!, ¡pusiste a toda la familia en riesgo!
¿Riesgo? ¿RIESGO?
Descruzo los brazos y doy un paso más cerca del
escritorio.
–¡Lo único que hice fue procurarme que Simone vuelva a
casa, Bastián! ¿¡De qué demonios hablas!?
Se levanta y camina furiosamente de un lado a otro, puedo
ver los genes de mi padre en él, tan claros que me da
impresión.
Se detiene, patea la silla de cuero y sale rodando hasta
chocar contra la pared. Apoya sus nudillos sobre el escritorio
y conecta sus ojos rabiosos directamente con los míos.
–Hiciste un club de moteras, trabajaron con otro grupo de
moteros de muy mala reputación, te involucraste en rescates
de mujeres secuestradas, saliste como tutora de al menos
trece niñas que no tienen familia, fuiste secuestrada por
nada menos que el mismísimo Ivanov y luego sales en
búsqueda de Simone como si esto fuese una película
romántica. ¿Eso no es riesgo?
¿Cómo lo sabe?
Trago saliva con tensión en la garganta.
A Bastián no le gustan las mentiras.
–¿Crees que eres la única con contactos en esta familia?,
niña, yo me crie en el barrio, no tienes puta idea qué estás
haciendo.
Mi boca se abre para responder, pero no encuentro que
decir, la furia me invade, pero también vergüenza
inesperada.
–¿Crees que ahora que lo sé todo, puedo hablar de riesgo?
Maldición…–Toma aire e intenta calmarse. – No puedes salir
con él.
–¿Perdón?
–Es un maldito asesino, Dios, no puedo creer que tenga
que explicarte esto, ¿quieres jugar a la casita con uno de los
asesinos más conocidos de la ciudad? Es el primo de BRUNO
D’AMICO –pronuncia su nombre modulando a la perfección.
–, ¿conoces el nombre?
–Sé quién es, no tienes que explicarme nada.
–¿Entonces? ¿Pensaste que podías presentarle a tu padre
un candidato así?
–No me importa quién demonios es, Bastián y me
sorprende que tú, de todas las personas, juzgues a la gente.
–No –dice rodeando el escritorio y deteniéndose a mi
lado, más cabreado que antes–, no creas que estoy juzgando
a alguien por su nivel económico, sabes que no soy ese tipo
de persona, estoy diciéndote que no puedes vivir con un
asesino a sueldo. A veces siento que no piensas, ¿Cómo crees
que será tu vida si te casas con alguien como él?
–Igual de cómo—
–No, tienes responsabilidades con la empresa de papá, no
puedes vivir esta vida de rea para siempre, fue una faceta,
salvaste a tu hermana, es admirable, ahora vuelve a tu vida.
–No, no puedo…–susurro, mis palabras apenas audibles.
–¿No puedes? ¿Por qué?
Retrocedo un paso, necesito mi espacio personal libre.
–No puedo abandonar a todas esas niñas, necesitan a
alguien que les pueda dar un futuro.
Bastián toma aire profundamente y mira al suelo.
–No te estoy diciendo que abandones esa causa, solo que
necesitas volver a la empresa, tu padre…
–¡Es el tuyo también! –grito– ¡deja de hablar de él como
si no lo fuera!
–Papá…–repite con énfasis– está perdiendo el control de
la empresa, ese imbécil de Winston Martin está haciendo
campaña política para que los inversionistas lo saquen del
puesto–Confiesa–, al menos eso es lo que se habla en el
medio.
–¿Winston? –comento con dientes apretados– ese hijo
de…
–Necesitas ayudar a papá, yo no puedo intervenir en sus
negocios, se vería débil ante los inversionistas, sin
mencionar que no tengo tiempo. ¿Entiendes lo que estoy
diciendo? Vuelve a trabajar en Boil y si quieres dona ese
dinero a tu causa.
Mi cerebro trabaja sin parar, conectando diálogos,
miradas extrañas que vi en los últimos días que estuve en la
empresa.
Winston quizás se dio el lujo de joderme la vida, ¿pero a
mi padre? No, acaba de cometer un grave error.
Asiento.
–Voy a volver, pero Bastián, no pienses ni por un segundo
que voy a renunciar a Carter.
Bastián chista irritado y se rasca los ojos con fuerza.
–No tienes idea con qué estás jugando, Margot. Sus vidas
no encastran.
–Ahí es donde te equivocas, hermano, Carter es
exactamente lo que necesito.
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
Carter

–Sarah está embarazada. –dice Bruno con una sonrisa que


nunca vi, una genuina.
Abro la boca exageradamente y busco a la pequeña mujer
de mi primo en la habitación. Está de brazos cruzados
apoyada contra la isla de su cocina. Todavía no se ve
embarazada, su cuerpo sigue siendo fibroso, sus brazos
tatuados y ahora la pierna derecha.
No tengo que preguntar nada, ella asiente y es todo lo que
necesitaba ver. Camino hacia ella y la abrazo con alegría
genuina, con amor real por ella.
Por los dos.
–¡Felicitaciones! –La levanto en el aire y la estrujo contra
mí.
–Despacio…–gruñe Bruno por lo bajo.
Ella ríe en el aire hasta que la dejo a mis pies otra vez,
pero no rompemos el abrazo, en ese momento murmura algo
sobre mi oído.
–No me dejes sola con tu primo, si pensábamos que era
sobreprotector antes, no te puedes imaginar lo que es ahora.
Libero una carcajada y Bruno nos mira con una ceja
arriba, sospechando de nosotros.
El día que dejé a Goldy con su familia tomé una decisión.
Es como una bandita pegada a los pelos de tu brazo,
preferible hacerlo rápido para tener menos dolor.
Le dije a Bruno que quería verlos, así que armé un bolso,
me subí a mi coche y vine directo aquí.
Supongo que no es nuevo recurrir a él cuándo mi vida se
va a la mierda.
–¿Ya saben qué es? –pregunto.
Los dos se miran y asienten.
–¿Quieres saberlo? –pregunta ella.
–¡Y si Sarah! ¡Habla!
–Es una nena.
Una nena…
–Y yo voy a ser…
–Tío –interrumpe Bruno–, tu eres mi hermano, así que
ella va a llamarte tío.
Nuestros ojos se fijan y con Bruno nos miramos con una
sonrisa. Pasamos tantas cosas juntos, tantos malos
momentos y dolores insoportables durante nuestra vida, que
poder vivir esta alegría es muy importante para los dos.
Sin pensarlo camino hacia él y lo abrazo con intención,
con gracias y con un te quiero primo.
Dios, me volví un sensible de mierda.
–¿Sabe Dante? –pregunto todavía en un abrazo.
–No, queríamos decirte primero.
No sé por qué significa tanto para mí, pero lo hace.
Nos pasamos la tarde hablando sobre nombres. Yo
propuse el nombre Varaminta, a ninguno de los dos les
gustó. Pero no pierdo las esperanzas, quizás con un poco de
presión, lo logre.
Me entusiasma, saber que voy a estar ahí para alguien,
que voy a poder proteger y darle todos los gustos. Es nueva
esta sensación y nunca creí que iba a estar tan feliz.
Me instalo en la habitación de invitados después de la
cena. Las vistas de aquí son únicas en esta ciudad, la
habitación es mediana, pero tiene dos paredes enteramente
vidriadas, dejándome ver el bosque que rodea el fuerte de
Bruno.
Obviamente no es casualidad que estén recluidos en un
lugar así. Bruno tiene uno de los trabajos más complejos del
mercado, Sarah lo sigue en la misma categoría. Los enemigos
se acumulan y…
Un momento.
Bruno está llevando una vida normal.
Me levanto de la cama como un resorte y salgo en su
búsqueda. Sé que está despierto, no porque lo escuche rondar
por la casa, todos sabemos que Bruno es experto en ser
silencioso, lo sé porque lo conozco y si va a ser padre, no creo
que duerma.
Efectivamente encuentro a mi primo, leyendo un libro
frente a la chimenea de su casa, el fuego chispea
silenciosamente y voltea la página gusto cuando entro
corriendo a la habitación.
Me siento en el sillón frente a él, desde aquí puedo ver el
título de libro: Como criar una mujer en el siglo XXI y no morir
en el intento.
¡Ja! Buena suerte con eso.
–¿Que te aflige? –dice sin levantar la mirada.
–¿Me tiene que pasar algo?
Bruno levanta la vista y me atraviesa con ojos de
interrogador profesional.
Suspiro y me hundo en el sillón.
–Es Goldy…
Bruno cierra el libro, lo deja en una mesita al costado del
sillón y se enfoca en mí.
–¿Qué pasa con ella?
Cubro mi rostro con las manos.
–Desaparecí de su vida luego de rogarle que me dé una
oportunidad. –No quiero mirarlo mientras digo esto, pero
como no habla por varios segundos, espío entre mis dedos
para ver si sigue allí.
Mierda.
¿Para qué espié?
Bruno espera pacientemente para que termine mi
berrinche, sus ojos lucen siniestros en las sombras del fuego
y de golpe ya no sé si quiero hablar de esto ya.
–¿Por qué le harías eso a la única mujer que te pone como
un idiota?
–¡Hey!
–Es verdad, desde que la conoces que te comportas peor
que cuando eras adolescente.
Sonrío.
–Me vuelve loco.
–Lo sé, por eso no entiendo qué demonios estás haciendo.
Inquieto y apurado por explicarle, me levanto y me
detengo al lado de la chimenea.
–Bruno, ella es billonaria, nació así, en una cuna de oro,
trabaja en la empresa del padre y es una mujer de negocios.
–Aja, ¿y?
–Y que yo… ¡yo no! Yo vivo en otro mundo, uno
subterráneo, no encajan nuestras vidas y no me di cuenta
que no encajaban hasta que la vi con su hermana, las
tendrías que ver, son de otra categoría, como que sus genes
son diferentes y no hay futuro seguro para ella si me escoge.
–¿Por qué no?
–Eso vine a preguntarte a ti, ¡maldición! ¡Dime cómo
demonios haces para vivir una vida normal con Sarah!,
¿¡Cómo piensas que puedes mantener esa niña a salvo en el
mundo en el que vivimos!?
Bruno tiene su mano colocada bajo su mentón, tiene unos
vaqueros oscuros y un suéter negro, luce como un erudito,
alguien importante y lo es, al menos para mí.
–¿En qué mundo vivimos?
–En uno lleno de violencia. –respondo.
Bruno mira hacia un lado y luego el otro, con curiosidad y
un poco perdido, bueno, no un poco, bastante.
¿Debería llamar a Sarah?
–¿Dónde?
El gesto indignado de mi rostro ante lo que acaba de decir
lo obliga a seguir hablando.
–Carter, ¿cuándo fue la última vez que tomaste un
trabajo? –No hace falta que me diga de qué trabajo habla.
Busco en mi memoria el último trabajo, pero…no viene
nada.
Frunzo mis cejas. ¿Qué carajos?
–Exacto, tu último trabajo fue hace exactamente un año.
–¿Cómo sabes eso?
Bruno se ríe.
–Sigo de cerca tu labor, primo y desde que te uniste a esos
moteros que no tomaste ni uno.
Demonios, tiene razón.
–Bueno, pero no significa que no vaya a tomar uno en el
futuro.
–¿Estas mal de dinero?
–No…
–Entonces, ¿para qué quieres más trabajos?
Puta madre, ¿por qué Bruno me hace preguntas que me
descolocan?
–Demonios Bruno, no lo sé, solo quiero trabajar de algo.
Bruno cambia su pierna de lugar con la lentitud del
psicópata y cuando termina de acomodarse sigue hablando.
–Yo te dije que ibas a ganar mucho dinero, lo cual
significaba que ibas a retirarte temprano, como lo hice yo.
–¿Me estás diciendo que desde que trajiste a Dante que no
trabajaste en nada?
Bruno niega con la cabeza.
No lo puedo creer.
–Lo único que hice fue ayudarte con ese problema que
tenías con las Amazons. Yo no necesito trabajar, tengo
dinero, tengo una familia que debo cuidar, a menos que sea
absolutamente necesario, entonces no, gracias.
–Sí, pero ¿no lo extrañas?
–¿Me estás diciendo que disfrutabas ese trabajo?
–Vamos Bruno, sé que tú lo hacías.
–No disfruto todo en lo que soy bueno, más disfruto pasar
una tarde de lluvia enroscado en Sarah.
–Agh...sin detalles por favor.
Bruno se levanta y camina hasta una mesita con una
botella de whisky, sirve dos vasos y me entrega uno. En vez
de volver a su sillón, se queda de pie del otro lado de la
chimenea, apoya un mano sobre la pared y mira el fuego
intensamente.
–Cuando te presenté este negocio, sabía que ibas a ser
bueno, pero no tienes por qué hacerlo para toda tu vida,
especialmente si es un problema para generar relaciones
amorosas.
–Primero, ¿quién lo llama “relaciones amorosas”? qué
asco, segundo, es lo único en lo que soy bueno, primo.
–Matar es fácil Carter, sanar es lo difícil. Te has
convencido que lo único que sabes hacer es matar y estas
muy equivocado. Tú eres bueno en muchas cosas más –
levanta la mirada y la conecta conmigo–, eres generoso,
cuidas de tu familia, demonios, mira a Dante, tú lo cuidas
como si fuese tu hijo y sé que cuando tengas el tuyo, vas a ser
un excelente padre. Entiendo que no lo veas, porque no
crecimos con una familia normal, pero está en nosotros
romper el ciclo, debemos hacerlo y la única forma de
curarnos es aceptar todo el amor que tenemos a nuestro
alrededor. Y si Goldy es con quien te ves viviendo por el resto
de tu vida…bueno, serias más idiota de lo que creí si la
rechazas por algo tan estúpido como tu trabajo.
Silencio.
Contemplo las palabras que dijo, sin perderlo de vista.
–Mierda, sí que sabes dar discursos. –digo riendo para
romper la tensión.
Bruno se ríe y vuelve al sillón, y eventualmente a su libro.
Yo me quedo allí, haciéndole compañía, junto con el fuego
y el silencio de la casa.
–¿Carter?
–¿Qué?
–Ve a buscarla.
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
Goldy

Abro la puerta de la sala de conferencias con la misma


violencia y fuerza que un rinoceronte.
Diez cabezas giran hacia mí.
Una me mira con pánico.
–Margot…–dice Winston con un tono sorprendido.
Camino hasta mi silla, mis tacos hacen mucho ruido, mis
piernas se mueven con una confianza casi soberbia.
–¿De qué me perdí? –pregunto mientras me siento en la
cabecera opuesta a donde esta Winston.
Apoyo mi ordenador en el escritorio y enlazo mis manos
pacientemente sobre la mesa.
Algunos inversionistas murmuran a mis espaldas
palabras de desaprobación, no me importan, mis ojos están
fijos en mi presa.
Winston Martin.
–¿Qué haces aquí?
–Soy la titular de las acciones de mi padre, vine en su
remplazo, ¿necesitas los papeles?
–N-no, no, no es necesario, ¿está bien Thomas?
–Perfectamente.
–Bueno –carraspea–, entonces sigamos con esta reunión.
Winston no es idiota, al contrario, es demasiado
inteligente y no sigue con su plan, abarca otros temas,
pretende ser extra-amable conmigo y por supuesto, le sonrío
con mis labios rojos y mi mirada penetrante.
Estoy esperando que te resbales, querido.
La reunión se da por finalizada. Todos se levantan de sus
asientos y se retiran.
Todos menos él y yo.
La gran mesa de conferencias nos separa, los dos estamos
físicamente rígidos. Él sabe que está ganando en esta batalla,
pero todavía no conoce lo fiera que puedo ser a veces.
–Escuché las buenas noticias. Simone apareció con vida,
enhorabuena.
Lo analizo antes de responder, quiero entender de dónde
viene, por qué quiere eliminar a mi padre.
¿Qué busca?
–Crees que, porque no estuve aquí, no sé lo que estás
haciendo, ¿Winston?
Este niño de mamá cree que yo soy la misma adolescente
con poca experiencia de hace todos esos años atrás. Él no
sabe la transformación que pasé, no conoce las experiencias
que tuve, lo que vi y lo que aprendí en poco tiempo y no está
listo para entrar en batalla con alguien como yo.
Quito mi chaqueta, mis brazos están expuestos, con todos
los tatuajes que siempre escondí de sus ojos.
La mirada de Winston corre hacia allí como si tuviera un
imán, no dice nada al respecto, pero puedo ver el asco que le
provoca.
–No sé de qué hablas.
–Mírame –ordeno–. Detén esto antes de que sea
demasiado tarde para ti.
Se ríe y suelta un poco su postura, acomodándose en la
silla.
–¿Es eso una amenaza, Margot?
–Es una advertencia, no quieres pelear contra los Du
Pont.
–¿O qué?
Sonrío.
–Espera y verás. –Me levanto y lo dejo solo en esa mesa
inmensa.
Quizás en este campo de batallas las armas y las peleas no
sean la moneda corriente, aquí se usa la inteligencia y la
manipulación.
Y según Carter, soy muy buena en eso.
Camino a mi oficina, quizás luzca firme y decidida, pero
pensar en Carter me revuelve el estómago.
El maldito desapareció, tal como prometió que no iba a
hacer. Ya pasaron cinco días desde que llegamos y no
responde mis llamadas, ni mis mensajes. Lo peor de todo es
que no puedo evitar sentirme preocupada por él, pareciera
que mi cuerpo no puede odiarlo orgánicamente.
Primero fue mi amigo, ¿recuerdas?
Me paso el día hablando con los inversionistas, les cuento
sobre mi año sabático y cuan recargada estoy para tomar las
riendas de este negocio. Algunos me piden cosas a cambio,
nada imposible de realizar, ni en contra de mis principios.
Otros simplemente están contentos de verme otra vez en
esta empresa.
Cuando me preguntan por mi padre, les cuento sin
detalles que el retorno de Simone lo cambió por completo, es
un hombre nuevo, de familia y no se despega de su hija, por
eso estoy aquí en su nombre. No estoy mintiendo, mi padre
no la deja sola en ningún momento.
Tengo que tener una charla con él.
Uno de los inversionistas, dice algo que me deja confusa.
–Con todo el dolor del mundo, Margot, debo decirte que
no creo que la familia Du Pont esté en condiciones de salir
adelante, no después de lo que ocurrió.
–Al contrario, Samuel –digo al teléfono–. Salimos más
fuertes que nunca.
–No lo sé, los rumores de tu padre…
–Son pura falacia, ¡deberías verlo! –rio falsamente–
Nunca lo vi tan energético.
Samuel González es un amigo muy cercano de Winston,
por eso lo dejé para el final. Sabía que iba a ser el más difícil
de todos.
–Justamente, su energía está enfocada para con su
familia.
–Bueno, pero por eso estoy aquí, pienso actual como su
remplazo hasta que decida volver.
–Ese es el punto, una mujer no puede ser la cabeza de
Boil.
Mi piel se eriza.
–¿Perdón?
–No me mal intérpretes, tú eres muy capaz, pero hay
cosas que no cambian en el mundo y si necesitamos un
reemplazo entonces Winston es la mejor opción, tiene más
años de experiencia que tú—
–Empezamos a trabajar el mismo día.
–Bueno, claramente hay un desnivel en cuanto a
conocimientos.
Aprieto el móvil en mi mano y respiro profundamente.
–Esa es tu opinión personal y realmente no viene al caso
–o sea es poco importante–. Solo quería dejarte saber que los
Du Pont están aquí y piensan quedarse.
Corto la llamada para no mandarlo a la mierda, aunque
debería.
Estoy el resto de la tarde en el escritorio, leyendo
números, entendiendo que ocurrió en el tiempo que no
estuve. Mi secretaria solo entra y sale con papeles, comida y
café.
Cuando levanto la cabeza, la oficina está a oscuras.
¿Qué carajos?
Levanto mis cosas, las pongo en la bolsa y me dispongo a
salir de aquí.
Debo admitir que estar tapada de trabajo hace mucho más
fácil la perdida de Carter. Pero en el primer momento que mi
cerebro deja de pensar en trabajo, piensa en él y me duele el
corazón.
Tengo que llamar a mi amiga Big, ella tiene que saber
todo lo que está pasando y lo último que supe fue que soltó
todo y fue en busca del hombre que la protegió como nadie.
Rage, el amigo de Carter. Estoy feliz por ellos.
Llega al ascensor y oprimo el botón.
Mientras viene en mi búsqueda, tomo el móvil y comienzo
a mirar las noticias.
Incendios.
Gobiernos corruptos.
El divorcio millonario de una estrella de Hollywood.
Todo pura basura, no veo la hora de acomodar este barco
y poder enfocar todo mi tiempo en mi otro proyecto, el que
tengo en la cabeza hace un tiempo.
Un santuario para mujeres.
¡Tin!
Suena el ascensor y se abren las puertas.
Pero en el momento que doy un pie adelante, todo se
vuelve oscuro, alguien pone una bolsa negra sobre mi cabeza
y me arrastra lejos de allí.
¡Maldición! ¡No de nuevo!
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
Carter

No hace falta que busque cuál es el coche de Goldy, sé que es


el más caro y malote del estacionamiento del edificio. Así que
la espero allí, de brazos cursados, listo para seguir el consejo
de mi primo. Listo para dejar de ser un idiota por primera
vez en mi vida y comenzar algo.
Algo nuevo, algo que siempre fue imaginado para mí.
Miro el reloj del móvil, son las once de la noche y esta
mujer sigue trabajando. Definitivamente debo encargarme de
que esto no pase cuando vivamos juntos.
Se me ocurren un par de estrategias.
El ascensor del subsuelo suena, anunciando su llegada y
estoy escondido detrás del coche en menos de un minuto
cuando reconozco el sonido de los pies moviéndose
violentamente.
Sonido que conozco muy bien.
Espío con mucho cuidado y veo al hijo de puta de
Winston, arrastrando a Goldy por el estacionamiento. Mis
pies se mueven sin control hacia ella, pero mi cerebro dice
que espere.
Aunque vea rojo, aunque quiera matar solo por placer.
Voy moviendo mi cuerpo entre coche y choche sin ser
visto, los sigo.
–¡Quédate quieta, maldita sea! –gruñe mientras intenta
meterla en el asiento trasero.
Oh, Dios, gracias por darme la excusa perfecta para matar a
este hijo de puta.
Pocos segundos después, el coche sale rápidamente y yo
corro hacia mi Harley.
Ese niño rico no sabe absolutamente nada de cómo raptar
a alguien, por suerte.
Primer error: raptarla en el edificio.
Hay cámaras por el amor de Dios, esto es el siglo XXI, no
puedes cagar en el baño sin tener una cámara cerca.
Segundo error: meterla en tu coche, ¿huellas digitales?
¿Hola?
Tercer error: Raptar la mujer de Carter D’amico.
*Sonrisa Diabólica*
Voy detrás de él por las calles, puedo ver a través de los
vidrios tintados la silueta de Goldy luchando para soltarse de
unas sogas que mantienen sus manos unidas y a Winston
gritándole para que se calme.
Estoy a segundos de interceptar el coche con mi moto y
sacar sus tripas afuera.
Paciencia, eso dijo Bruno que tenía, pero ahora parece que
está completamente agotada.
Quiero.
Matarlo.
Lentamente.
Veinte minutos después el idiota e inexperto de Winston,
se detiene en un edificio abandonado. Uno conocido por ser
el lugar de fiestas clandestinas durante los fines de semana,
uno de esos edificios que lucen como esqueletos, donde
Michael Jackson filmaría sus videos bailando diciendo que es
un chico malo.
En ese edificio.
–Sí que eres idiota, Wintonto. –susurro mientras apago la
moto y me escondo detrás de una pared.
Si Wintonto es tan predecible como creo, va a sentarla en
una silla y la va a querer asustar con un arma o un cuchillo.
Ahora, quiero saber qué demonios quiere, ¿es personal?
¿Es algo relacionado a la empresa?
Saco mi móvil.
–Bastián…–susurro.
–Oh, no tú otra vez. –gruñe irritadamente mi futuro
pariente.
–Winston Martin. –digo, ignorando su comentario.
–¿Qué pasa con él? –su voz cambia, ahora suena atenta.
–Tiene a Margot en un edificio abandonado, estoy aquí,
pero quiero que lo sepas.
–¡Ese hijo de puta! –Escucho que golpea algo. – Está
dispuesto a hacer lo que sea para tener la compañía.
–¿De qué demonios hablas?
–Winston está haciendo campaña contra los Du Pont para
que pierdan las acciones, debe querer asustar a Margot para
que deje de pelear por la empresa.
Corto la llamada, eso es todo lo que necesitaba saber.
Un sonido que retumba por el edificio me alerta.
Margot.
Comienzo a correr en esa dirección y está sentándola en
una silla vieja. Margot tiene una bolsa negra sobre su cabeza,
no parece ser algo que le impida respirar, pero
probablemente no vea nada.
–¿¡Creíste qué podías amenazarme, Margot!? ¡¿A mí?! –
Quita un arma de sus pantalones.
Es una Glock 42, seis balas.
Puedo trabajar con seis balas.
–Siempre creíste que te merecías más de lo que tenías,
Winston, ¡lo hiciste conmigo y ahora con la empresa de mi
padre!
–Ya no es su empresa, me encargué de que pasara.
–¡Vate a la mierda! –grita Margot.
Winston da un paso al frente y con el reverso de su mano,
la golpea en el rostro.
Hasta aquí te dejé jugar al niño malo hijo de puta.
Salgo detrás de la columna y camino silenciosamente
hasta él, que me da la espalda.
Lentamente deslizo mi mano por mi pierna hasta
encontrar el cuchillo escondido en mis botas.
–No, ¡tú vete a la mierda! ¡Siempre fuiste una malcriada!
¡Histérica y presumida como toda tu familia!
¡Zaz! Coloco el cuchillo en su garganta.
–Shhh…–susurro sobre su oído– Tranquilo chico malo,
suelta el arma y patéala hacia Margot.
–¿Carter? –pregunta Goldy mirando hacia todas
direcciones.
–El mismo, ahora, hazle caso al verdadero chico malo de
esta habitación, joven Winston. –repito la orden.
El hombre de traje y con la peor suerte del mundo, apoya
lentamente el arma en el suelo y la patea hasta que llega a los
pies de Goldy.
–Muy bien, que obediente.
–¿Quién carajo eres? –pregunta con alarmas en su tono.
Y con la voz más psicótica, enferma y tétrica posible,
respondo:
–La parca.
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
Goldy

Escucho un golpe y luego el sonido de un cuerpo cayendo


sobre el suelo de cemento.
–¡¿Carter?! –No puedo ocultar el miedo en mis cuerdas
vocales, si Winston le hizo algo, juro que…
–¿Cómo que “Carter”? –Imita mi tono miedoso– ¿Creíste
que ese cocker podía derribarme? ¡me ofende! –Escucho su
voz sobre mí, sus dedos rápidos desatan mis manos atadas.
En cuanto tengo mis manos libres, quito la bolsa sobre mi
cabeza y allí esta.
Con su cabello revoltoso.
Una media sonrisa, hoyuelos en su cachete.
Su chaqueta de cuero.
Quiero estar furiosa, golpearlo y patearlo hasta que me
pida perdón por desaparecer, pero antes de que abra la boca
para extirpar toda mi furia, me besa.
Me besa tomándome de mi chaqueta, levantándome de la
silla y empujándome hasta la columna más cercana, con ese
ardor y descontrol que muy bien conozco.
Esa posesión que tiene cuando toma control de mi boca y
mi cuerpo.
–Siempre rescatándote, ¿eh, Margot? –gruñe sobre mis
labios, el tono jocoso, mientras su pelvis se refriega sobre
mí.
–Son circunstancias especiales. –logro decir, pero el calor
sube desde el centro de mi cuerpo hasta el pecho.
¿Qué magia tiene que hace que pierda la cabeza cada vez está
sobre mí?
–Tú eres especial. –Besa mis labios otra vez, su mano
recorre mi trasero– si no fuera que wintonto está por
despertar, te follaria sobre esta pared, maldición.
Estoy por protestar cuando escucho el gemido de Winston
detrás de Carter, eso me trae a tierra y la ira toma control.
Corro hacia él y lo pateo en su estómago.
–¡Ay!
–Margot –llama Carter–. Déjalo.
–¿Dejarlo? Si este hijo de–
–Lo sé, pero es mío –su voz suena ronca de golpe–. Y
esto se convirtió en un trabajo para mí. Mi trabajo, puedo
ofrecerte mi moto para que te vayas o puedes mirar de lejos.
–Pero él–
–Te di dos opciones, elige.
Miro a Winston intentando levantarse, solamente mira a
Carter, es quien le da más desconfianza en esta habitación.
–Me quedo.
–Bien.
Carter camina con una actitud que nunca antes vi. Sí, él
siempre tiene algo de confianza que lleva al caminar, pero
ahora parece estar en total control de la situación. Se detiene
al lado de Winston y golpea su rostro, tan duro que puedo
escuchar la mandíbula de Winston romperse.
Sin darle tiempo a despabilarse, lo sienta en la silla y abre
su boca. ¿Para qué? Para meter el cañón del arma hasta que
comienza a tener arcadas.
–Oh, el niño rico tiene arcadas. –se burla. Por otro lado,
Winston grita incontrolablemente. – Shh, tranquilo, no voy a
hacer nada que no quieras…
Y cuando dice esas palabras me corre frio por la espalda.
Eso es exactamente lo que me dijo Winston esa noche tan
nefasta, no puedo creer que Carter recuerde todo lo que le
conté.
Winston me mira con ojos desesperados, casi pidiendo
ayuda. Mi única reacción es cruzar mis brazos y dar un paso
atrás, diciéndole con mi cuerpo que está completamente solo
aquí.
Carter presiona el arma, más profundo, más adentro.
–¿Creíste que Margot Du Pont no tenía un novio capaz de
asesinarte sin que nadie se entere, Wintonto? –Carter
levanta una pierna y apoya su rodilla sobre las pelotas de
Winston, dejando caer su peso allí, Winton grita desde la
base de su estómago sin parar–Shh, no grites.
Repite con malicia las mismas frases que él me dijo
cuando éramos chicos.
Carter mira hacia mi lado, sobre su hombro, hay cierta
paz en su mirada, casi perturbadora y al fin comprendo quién
es y qué hace.
Creo que me pide permiso para algo, no, Carter no pide
permiso, entonces me está advirtiendo algo.
¡Oh!
–No…–exhalo– necesito…preguntas. –No puedo hablar
estoy muy nerviosa ante esta situación.
Vi gente morir incontables veces, vi torturas y hasta yo
misma fui víctima de ello, pero ahora, hay algo que me
petrifica, debe ser la energía que Carter destila. Ante mi
respuesta, quita lentamente el arma de la garganta y lo deja
toser.
–¡Estás loco! –grita Winston entre carrasperas.
–Dime algo que no sepa –susurra mientras retrocede–.
Margot va a hacerte unas preguntas, usa esa etiqueta que te
impusieron de chico y hazle el favor de responder con
honestidad, pero por, sobre todo, con respeto, no me hagas
volarte el cerebro.
Winston me mira con desprecio.
–¿Esta es la gente con la que te juntas ahora? ¡Con razón
pediste por armas clandestinas y yo como un idiota te las di!
–¡Esas armas destruyeron un ejército de traficantes! –
respondo con el mismo tono. – ¡Algo que nunca entenderías
porque todo te importa un bledo!
De golpe la mano de Carter esta sobre mi pecho,
deteniéndome. Nunca me di cuenta que estaba avanzando
para arremeter contra Winston.
–¡Pusiste mi carrera en riesgo, perra! ¿Este impresentable
te convenció de hacer eso? –Señala a Carter con la mirada.
Carter sin dudarlo entierra su puño cerrado otra vez en el
rostro de Winston.
–Cuidado con lo que dices Wintonto, la próxima va una
bala…en tu polla.
–No puede tocarme un rufián como tú, ¡que te entre bien
en la cabeza!
Carter extiende su brazo y dispara. No sobre su hombro,
pero tampoco en el corazón, justo en el medio.
–¡Ahhh! –grita mientras se retuerce en la silla.
Carter camina hacia él y apoya su boca en su oído.
–Apunté directamente en mi lugar preferido, la bala está
a centímetros de tu corazón, si gritas o te mueves…bueno, ya
sabes, ¿no? Un hombre letrado como tú, seguro comprende
lo que le estoy diciendo. Muerte, morte, finito. –carraspea–
Margot, ¿cómo se dice muerte en ruso?
–Zakonchennyy. –respondo.
–Eso.
Winston está absolutamente sudado, su camisa blanca
brilla con sangre y transpiración.
De aparentar ser el CEO de Boil a ahora hay mucha
diferencia, se ve pequeño e indefenso.
Creo que tengo que agradecerle a Carter por bajar a tierra la
imagen que Winston tiene sobre sí mismo.
–¿Para qué me trajiste aquí? –pregunto lo que más me
interesa, necesito saber si Winston es capaz de matarme.
–Para hacerte entrar en razón. –dice mirando su herida,
parece que las palabras de Carter lo aterrorizaron lo
suficiente.
–¡Es mi empresa! –grito– ¡y ningún hombre con
complejo de Dios va a quitármela de las manos!
Winston se ríe.
¡Se ríe!
–Es tarde, Margot, ya todos saben que usaste las armas
de forma ilegal, que me forzaste a dártelas sino matabas a
mis padres, ya todos saben la historia.
–¿Qué? –exhalo.
Cruzo mirada con Carter, él me mira seriamente.
–No es personal, princesa, son negocios –ríe de vuelta–.
Es solo cuestión de esperar que llegue la policía para llevarte
presa y ahí sí, el gran Thomas Du Pont va a quebrar
mentalmente.
–Margot…–dice Carter a mi oído, se siente distante. –
Cálmate.
–¿¡Calmarme!? ¡Este infeliz acaba de arruinar todo!
Carter toma mi mano y aprieta un poco.
–Confía en mí –susurra y luego comienza a hablar en un
tono más alto–. Sabíamos que esto era de esperar.
–¿Qué? –susurro.
–Winston esta siempre un paso más adelante, convenció
a todos los inversionistas que fue obligado cuando lo hizo
voluntariamente, ¡maldición! ¡Cómo no pensamos en esta
posibilidad!
Mi boca está abierta, pero no hay palabras que puedan
salir de allí.
Hasta que mis ojos se posan en Winston, quien nos
observa con cuidado, una sonrisa extraña aparece, una donde
no comprende si esto está pasando de verdad o es todo
mentira.
Y entonces lo comprendo.
–Dime algo –dice Carter mirándolo con preocupación, es
un gran actor–, ¿Cómo hiciste para que todos te creyeran?
–Fácil –responde con voz tomada, el color en su piel es
casi transparente ya–, solo jugué la carta de indefenso y
todos lo creyeron. ¿Quién va a pensar que un hombre de
buena casta como yo, va a ceder algo tan peligroso como eso?
¡Ja!
–Pero lo hiciste, sin pedir nada a cambio. –Sigue Carter.
–No, porque no quería saber qué demonios iban a hacer
con esas armas, podían destruir la ciudad si querían, no me
importaba una mierda.
–Creí que lo habías hecho porque sabias que me debías
una…–susurro.
–¿Eh? Yo no te debo nada.
La mano de Carter vuelve a mi pecho, otra vez estaba
yendo como una estampida hacia él.
–¿Nada? ¡Me violaste Winston! –Y por primera vez digo
esa palabra en voz alta. Siempre evité decirlo porque lo hacía
real, lo hacía inevitable, pero ahora me doy cuenta que lo
único que hizo fue recargarme de fuerzas.
–¿De qué demonios hablas? Tú querías hacerlo tanto
como yo, solo que no lo sabias.
–qué carajos…–dice Carter, quien desaparece de mi lado
para llegar a Winston en un minuto.
Pone el arma en su frente y comienza a gritar como
nunca.
–¿Cómo te atreves hijo de puta!? ¡Ella te dijo que no! La
forzaste, ¡tapaste su boca para ahogar sus gritos y la
violentaste!
–¡Por favor no me mates! ¡Por favor! –Winston está
completamente desesperado mientras el arma de Carter
presiona su frente.
Destraba el gatillo.
–¡No! ¡No por Dios, no!
–¡Dilo!
–¿Qué?!
–¡Admite que la violaste! –Carter está completamente
absorto, desmedido y no parece él.
–¡Está bien! ¡Está bien! ¡Lo hice! ¡La forcé! ¡Lo siento
Margot! Lo siento…– comienza a llorar.
Y cuando termina de dar su confesión, Carter voltea y me
mira con una sonrisa en sus ojos, mete la mano en su bolsillo
y me muestra su móvil.
Grabó toda la conversación.
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
Carter

A veces tomar a la justicia con tus propias manos no es lo


ideal, A VECES.
Esta vez fue un único ejemplo.
Porque si lo mataba, todos iban a sospechar de Margot,
los inversores, la prensa y la policía.
Si yo lo mataba y le confesaba a la policía, iba a ir a la
cárcel de por vida y no iba a ver a Margot nunca más en mi
vida.
Si lo dejábamos vivir y salir caminando de aquí, Wintonto
iba a reportarle todo esto a los inversores.
Así que cuando entendí que esto era algo político y
personal, preparé mi móvil para que comience a grabar toda
la confesión.
Si, allí también se habla de las armas que, si tomamos
“prestadas” de Boil, pero sé que solo con una gran cantidad
de dinero para la fianza, Goldy va a salir de esta.
Yo por otro lado…
Bueno, digamos que a mí me toca esta pequeña celda.
En el momento que terminó con su confesión, envié el
audio a Bastián, quien se encargó de llamar a la policía e
informarles de la situación. Los azules llegaron en menos de
quince minutos, se llevaron a Winston en un patrullero, a
Goldy en una ambulancia y a mí me dejaron en esta celda.
–D’amico –llama un “come-donas”–. Pagaron la fianza,
vete de aquí.
–¿Cuánto valió mi libertad esta vez? –pregunto mientras
extiendo mis brazos para que quiten mis esposas.
–Dos millones de dólares.
–QUE.
Demonios, Bruno sí que se pasó esta vez.
Va a matarme.
–Parece que ser un gigolo tuvo sus frutos. –el policía me
empuja por los pasillos.
¿Gigolo? ¡Goldy!
–¡Qué no soy su gigolo! ¡Soy su novio!
–Eso dicen todos…
Volteo para mirarlo indignado, pero me empuja,
sacándome de allí.
Goldy está sentada en un precario asiento en la estación
de policía, se levanta en el momento que posa sus ojos sobre
mí. Un lado de su cara esta hinchado, tiene una bandita sobre
su ceja, luce cansada, enojada pero también algo más…
Aliviada.
Ella corre hacia mí, se entierra entre mis brazos y no dudo
ni por un segundo en envolverla con mis brazos, mi amor
por ella y mis intenciones para el futuro.
–¿Estas bien? –pregunto mientras acaricio su cabello.
Asiente sobre mi pecho.
–Te amo. –dice inesperadamente en el medio de la
comisaria.
Me tenso por un momento, sorprendido por esas
palabras, pero luego mi cuerpo se funde con ella en un
abrazo.
–Yo también te amo, Margot–beso su cabeza y ella
levanta la mirada–. Vámonos de aquí.

Durante todo el viaje en coche, me la paso al teléfono


hablando con Bruno. Por supuesto que le llegó a mi primo
que pasé la noche en una prisión. Esto no es nuevo para
ninguno de los dos, es más, es casi una rutina, un baile que
tenemos de vez en cuando. Le explico que esta vez fui
rescatado por Goldy y él dijo:
–Está claro quién es tu ancla ahora, ¿no?
–Si –digo mirando de reojo a Goldy, ella maneja en
silencio, con sus ojos fijos en el camino. Me rio por dentro
cuando comparo su imagen con la de Harley Queen. –. Creo
que ya no necesito más señales, el universo fue bastante
claro.
–Me alegro, ahora déjame dormir, son las cinco de la
mañana.
Me rio.
–Adiós primo.
Estiro mi mano y la coloco sobre la pierna de Goldy.
–¿A dónde te llevo? –pregunta mi Harley Queen.
–A donde sea que vayas tú.
–Tu casa entonces.
Cuando llegamos, abro la puerta y me deslizo en mi
hogar, estuve aquí menos de dos horas el día que llegamos
del viaje, se sentía demasiado silencioso, gigante y vacío, sin
Goldy. Luego de mi conversación con Bruno, decidí visitar a
Dante, pero algo había cambiado entre él y Amira, había algo
en el aire que no era del todo claro, así que decidí no pasar
tanto tiempo con ellos.
Y ahora…estoy aquí.
Con ella otra vez.
Volteo para mirarla, ella todavía lleva la ropa que tenía
ayer, su maquillaje corrido, el surco que dejaron algunas
lágrimas están en su rostro.
–Necesitamos una ducha. –estiro mi mano y ella la toma
sin pensarlo dos veces.
Desvisto su ropa costosa en el baño, (ahora dañada por
todo lo que ocurrió), sus ojos celestes miran los míos y no
me pierde de vista mientras deslizo esas telas costosas de su
cuerpo.
Mientras el baño se llena de vapor, giro su cuerpo
tomándola de la cintura y quito su ropa interior.
Una vez desnuda, gira y comienza a hacer lo mismo
conmigo. Primero mi camiseta, luego mis vaqueros, hasta
dejarlos arrugados en mis tobillos.
Levanto la mirada y conecto con ella.
Los muros de los dos están completamente derribados,
nada nos separa y se siente en el aire, lo veo en su mirada
intensa.
Goldy da un paso adelante y me besa como nunca me
besó. Suave, de manera protectora.
Mis manos se deslizan en su cintura y la empujo hasta
entrar en la ducha. Nuestros cuerpos comienzan a
empaparse, pero nuestras bocas no se desconectan, al
contrario, se desesperan aún más por poseer al otro.
Mis brazos la dominan, envolviéndola dentro de mí, si
pudiera abrirme el pecho y esconderla de todos allí, lo haría.
Acaricio su espalda, rozo su pecho y bajo hasta su trasero.
Goldy gime, acaricia mi rostro mojado por el agua sobre
nuestras cabezas.
La levanto en el aire hasta empujarla contra la pared, ella
se sostiene de mi cuello.
–Voy a follarte –advierto como hice siempre en nuestra
extraña amistad. Goldy abre la boca para decir algo, pero la
interrumpo–. Voy a casarme contigo y a tener hijos también.
Cierra la boca y busca entre mis ojos algo, quizás saber si
voy enserio o no y creo que encuentra la respuesta porque
asiente sin discutir. En ese momento alineo mi polla con su
entrada y empujo, sin perderla de vista la penetro tan lento
que me vuelvo loco.
–Mierda. –gruño mientras beso su cuello.
Tan lento.
Tan tortuoso, pero necesario.
Necesito esta lentitud con ella.
Mi cuerpo se ondula mientras empujo profundo, Goldy
entierra sus unías en mis hombros.
–Carter…–suplica.
Quiere que vaya más rápido, quiere que haga de este
momento uno frenético, carnal y obsceno como todas las
veces que tomé su cuerpo y lo hice mío.
Pero esta no es como todas las veces.
Esta es la primera vez que le hago el amor y quiero
recordarlo de esa manera.
–Siénteme –susurro. –. ¿Comprendes lo que siento por
ti?
–S-si…–gime cuando embisto una vez más.
–Bueno, entonces déjame disfrutarte. –digo sobre sus
labios antes de besarla con el apetito más voraz que tengo. –
Deja que este reo proclame a su mujer.
–Oh, Dios…–dice y sé que está por venirse, lo siento
dentro de ella.
Sostengo con más fuerza su trasero y empujo, penetro,
embisto.
Los dos estamos al borde.
Su cuerpo se contrae, el mío se paraliza.
–Margot…–digo entre dientes, mi mente y cuerpo ya no
son míos.
Son de ella.
Siempre fui de ella.
La realización cae en mí, algo que nunca pensé que iba a
ocurrir conmigo.
Le pertenezco a alguien.
Goldy me sonríe y yo imito su sonrisa.
–Te amo –susurro sobre sus labios. –. No me importa
quienes seamos, mientras estemos juntos, Margot.
Su sonrisa se hace más amplia y con sus manos acaricia
mi rostro.
–Lo mismo va para ti, no me importa quién eres, de
dónde vienes o cuál es tu profesión, solo me importas tú,
¿entiendes lo que quiero decir?
–Sí, señora. –esbozo una sonrisa sobre sus labios y
vuelvo a besar a la persona más importante de mi vida.
EPÍLOGO

Escucho un portazo en el medio del silencio.


Salgo disparado a la sala para que ver qué demonios
ocurrió y me encuentro con Goldy quitando sus zapatos de
taco alto en el sillón.
–¿Qué demonios? –susurro.
Goldy sube la mirada y pone cara de “yo no fui”.
–Lo siento. –susurra en el mismo nivel que yo.
–¿Sabes cuánto me costó dormir a la mini-Goldy que
creamos? –regaño con mis dos manos en la cintura.
Todavía llevo puesta la ropa que suelo usar cuando estoy
jugando con nuestra hija, Nicole. Un pantalón de chándal
gris, con una camiseta negra.
–Ay, lo siento –dice otra vez. –. Fue un día muy difícil y
mañana es la inauguración del santuario y…
Wow, mi esposa sí que está estresada hoy.
–Hey –la interrumpo–, ven aquí, –ordeno estirando mi
mano para que ella la tome, por supuesto que lo hace. – No
sabía que estabas tan estresada por lo de mañana, va a salir
todo bien.
Con Goldy nos casamos hace dos años. Ella quería una
ceremonia íntima, yo quería una gran fiesta para decirles a
todos que este reo había encontrado su princesa azul.
Puaj, que cursi.
(Pero real.)
Hicimos viajar a todos nuestros familiares y amigos (en el
avión privado de papi y si, Rage incluido) y los enviamos a
Roma, donde se concretó el principio de nuestra vida.
Reservamos el coliseo solo para nosotros e hicimos la
ceremonia allí.
¡Por supuesto no le dije a Goldy que quería casarme donde
los Gladiadores daban su vida, por supuesto que no! Aunque
alardee con mis invitados ese dato toda la noche.
Bruno y Sarah.
Dante y Amira.
Rage y BigK.
Simone y Yuri, (si, es largo, pero se podría escribir un
libro de aquellos dos.)
Todos mis hermanos del club, más toda la familia de
Goldy y todas las Amazons.
Nunca vi una mezcla tan extraña de invitados en una
fiesta.
Por un lado, estaban los reos, bailando, bebiendo y
gritando, por el otro estaban los finos, con sus movimientos
delicados, con el nivel de voz calmado y ropas elegantes.
No me importaba una mierda, yo solo quería casarme con
mi amiga, mi amante, mi todo, Margot.
Luego nos pasamos un mes en la costa azul de Francia,
digamos que no me molestó del todo vivir entre lujos.
Aunque todavía necesito nuestros fines de semana donde los
dos nos subimos a la motocicleta y nos perdemos en la
carretera juntos.
Lo único que no me gusta es usar traje, eso sí que lo
detesto, por eso me preparo mentalmente para mañana.
Cuando Goldy retomó su carrera en Boil, juró que iba a
crear un santuario para mujeres involucradas en la trata de
personas y eso hizo, porque todo lo que se propone mi
esposa, lo termina cumpliendo.
En el terreno donde hubo una mansión alguna vez, ahora
hay una súper, mega, extra mansión, diseñada
exclusivamente para las personas que necesitan un lugar.
Goldy es así, “o lo haces perfecto o no lo haces.” Treinta y
dos habitaciones, cada una equipada para que puedan
instalarse y que tengan todas las comodidades. Sala de
entretenimientos, talleres para que aprendan oficios,
piscina, gimnasio, sala de meditación y no sé qué más, ya
perdí la lista.
Mañana se abren las puertas por primera vez y están
esperando al menos quince chicas que están actualmente sin
un lugar donde procesar todo lo que les pasó.
Porque la trata no terminó y allí es donde yo encontré mi
nuevo trabajo. Goldy también comenzó una campaña en
contra de la trata, inventó una empresa privada donde se
investigan casos junto a la policía (y a veces el FBI) para
intervenir situaciones de trata. Así que por primera vez tengo
que trabajar con los azules codo a codo y…no es tan malo
como pensé, arrastré a los Soulless Bastards conmigo y todos
estamos haciendo un maldito buen trabajo.
–¡Lo sé! –responde Goldy haciendo referencia al gran
evento–, pero quiero que todo salga perfecto.
–Y así es como va a salir, deja de amargarte.
Dejo un beso en su frente.
–¿Quieres verla?
–Muero de ganas. –sonríe, me gusta que sonría cuando
habla de nuestra hija.
Caminamos abrazados hasta la habitación de Nicole y los
dos la observamos dormir en su cuna.
Nicole tiene nueve meses, tiene el carácter de su madre y
los ojos de su padre. Es una consentida de los millones de
tíos que tiene por allí, Bruno, Bastián, Dante y Rage.
Pobre el idiota que intente acercarse a ella cuando sea
grande, con todos esos gigantes en el medio y su padre que
está completamente enamorado de ella, le va a resultar
imposible.
Aunque eventualmente va a tener que dejar el nido y
formar su propia familia, pero eso recién cuando tenga
treinta y cinco o cuarenta años.
No antes.
–Es hermosa. –susurra Goldy mientras acomoda sus
mantitas.
–Lo sé, por suerte salió a la madre.
Goldy rueda los ojos y salimos de la habitación.
–Como si el padre fuese feo. –me da unos golpecitos en
las costillas con su codo.
Me detengo en la puerta de nuestra habitación y abrazo a
mi mujer con todo el amor que tengo por ella. Goldy me
devuelve la misma intensidad.
–Puedo ayudarte con el estrés si quieres. –susurro en su
oído mientras mis manos recorren su cintura.
Ella responde ante mis caricias siempre, no importa si son
las cuatro de la mañana, un domingo al medio día o el día de
Navidad.
–Mmm, ¿qué tienes en mente?
Presiono mis manos en su estómago y la empujo contra la
pared más cercana.
–Sabes perfectamente lo que tiene mi mente, Margot. –
gruño sobre sus labios hasta que tomo el inferior entre mis
dientes y lo chupo.
Me gusta escuchar como enciendo su cuerpo cuando le
doy placer.
Deslizo mi mano por su estómago, hasta que encuentro
como desabrochar su pantalón y con mis dedos la penetro
lentamente.
–Oh, Dios.
–Margot –digo con un tono severo–. No puedes despertar
a nuestra hija.
–Lo siento. –dice con sus ojos cerrados, apoyando su
nuca contra la pared y disfrutando cada segundo.
Con una sonrisa diabólica, la llevo a nuestra cama y “des-
estreso” a mi mujer.
;)
EPÍLOGO

El día de la inauguración está aquí. Será un gran evento, en


pocas horas llegarán las mujeres que necesitan un lugar
donde vivir y no puedo estar más feliz.
Mi hermana Simone está aquí, va a dar un concierto con
su famoso piano para recaudar dinero. Ella dijo que quería
participar de este proyecto, pero viviendo en Londres con
Yuri y con dos hijos se le hace difícil.
Por supuesto que Carter está aquí también, llevando ese
traje que le queda de muerte, (pero que odia), cargando a
Nicole en sus brazos.
(Nunca pensé que esa imagen iba a ser tan erótica para
mí, pero lo es…muy.)
Yo por otro lado, llevo un traje rojo, que contrasta bien
con mi piel pálida, mi cabello suelto y unos tacos tan altos
que se me está haciendo difícil mantenerme en pie (prefiero
las botas de motera) y Nicole lleva un pequeño vestido rosa
que le regaló mi hermano en uno de sus tantos viajes a París.
Luce adorable.
–Hola, mami. –dice Carter imitando la voz de nuestra
hija.
Le encanta ponerle voz, especialmente cuando quiere
convencerme de algo y usa a su hija para lograrlo.
“Papi me dijo que quiere hablar contigo a solas, mami.”
“Papi dijo que va a comprarme una pequeña motocicleta así
aprendo a conducir antes de caminar.”
“Papi le dijo al tío Bastián que, si sigue apareciendo sin
anunciarse en nuestra casa, va a desaparecer del planeta.”
Si, Bastián y Carter no tienen la mejor relación, pero mi
hermano quiere estar presente en la vida de Nicole, por eso
viene a casa seguido y siempre la llena de regalos.
–Hola, amor mío. –digo robándola de los brazos de
Carter.
–¿Todo listo? –pregunta mi marido colocando sus manos
en los bolsillos, siempre se ve relajado inclusive cuando sé
que no lo está.
–Sí, la prensa está aquí también. –Aunque tienen
totalmente prohibido tomar fotos de las mujeres, solo les
permití algunas dentro de la mansión.
Esto es un santuario.
Custodiado por las Amazons, veo difícil que algo ocurra,
pero uno nunca puede ser lo suficientemente precavido.
–Va a salir todo bien –deja un beso en mi frente y vuelve
a tomar a Nicole–. Nosotros vamos a sentarnos en la primera
fila, mami. –dice imitando su voz otra vez.
¿Quién iba a decirlo que el chico malo de la ciudad iba a
terminar hablando así?
Me rio por dentro.
Hago una rueda de prensa rápida, las preguntas son
exactamente las que pensé que iban a ser.
¿Esta Boil involucrado en esta iniciativa?
¿Cómo se recuperó Simone?
¿Cuántas habitaciones tienen?
¿Su familia está involucrada?
¿Winston Martin está relacionado con esta causa?
Tenía experiencia con la presa por los escándalos que
tuvimos antes. Cuando salió a la luz el problema con
Winston, nuestros abogados nos aconsejaron que salgamos a
la prensa antes de que se filtre la información y eso hicimos.
Winston tuvo una condena de veinte años, no solo por lo
que me hizo, sino por poner en juego a la compañía de mi
padre también. Yo por otro lado, fui a juicio y salí victoriosa,
con una módica multa de cuatro millones de dólares.
Claramente fue un precio que estuve más que dispuesta a
pagar.
Cuando termino de responder todas las preguntas,
despido a los periodistas que no deben estar aquí cuando
lleguen y deposito mis ojos en la primera fila.
Allí veo a mi familia entera.
Carter tiene a Nicole sobre su regazo y me manda saludos
con su bracito.
Simone y Yuri están allí también, Simone desparrama
lágrimas, (imagino que este día debe ser difícil para ella,
batallando recuerdos y experiencias nefastas), Yuri la tiene
bajo su brazo, resguardándola de todo lo que está ocurriendo.
Rage y Gal también están aquí, con sus dos hijos, ella
aplaude de pie y con una sonrisa imposible de ocultar. Mis
padres llevan orgullo en sus ojos y es refrescante saber que
es por una buena causa y no por algo relacionado a los
negocios. Mi hermano Bastián, con su seriedad y altura,
aplaude y me guiña un ojo.
Movimiento por detrás de ellos capta mi atención.
Un autobús se aproxima.
–¡Están aquí! –digo con entusiasmo.
Bajo del escenario que armamos, tomo a Carter de la
mano (con Nicole encima) y los tres vamos hacia ellas.
Las puertas del autobús se abren.
La primera mujer baja por las escaleras y sonríe
tímidamente cuando nos ve.
–¡Bienvenidas al santuario! –decimos los dos al mismo
tiempo.
Nos miramos y comenzamos a reír, yo con lágrimas en los
ojos, Carter sosteniendo a nuestra hija.
¿Qué más puedo pedir?
Fin.
Puedes encontrar la historia de Simone y Yuri en Mentiras
Robadas.
Aquí hay un adelanto:

Simone

— ¡¿Por qué no puedes ser más como tu hermana?! —


grita mi padre en mi rostro.
Mantengo mis labios sellados, debo detener la avalancha
de respuestas que quieren salir de mí.
Mi padre cree que conoce a mi hermana Margot, ¿por qué?
Porque ella es una gran actriz al momento de vender el
personaje a cualquiera que la esté mirando, ella es la imagen
que todos esperan ver.
Ante los ojos de mi padre Margot es emprendedora,
impenetrable y sin escrúpulos como él.
Lo que mi padre no entiende es que eso que quiere que
sea, es exactamente lo que no quiero ser.
Ser o no ser, esa es la cuestión.
Margot vive constantemente en un escenario. Delante de
bambalinas exhibe una mujer de clase, elegante, sonriente y
la viva imagen de mi padre (según algunos) pero detrás de
bambalinas, Margot podría hacerse pasar con una mujer
salvaje, rea y ¿por qué no? Criada en la calle.
Nada más alejado de la realidad.
Nuestra familia es una de las familias de “primeros
inmigrantes” más ricas del país. Algunos periódicos
llamaron a mi abuelo “el surtidor oficial del gobierno” o
también “La máquina expendedora letal”.
Si suena importante, es porque lo es.
La organización que mi abuelo Edmond fundó,
actualmente provee al gobierno de los Estados Unidos las
armas, máquinas y explosivos más letales del mundo. Los
aviones, helicópteros y barcos son algo aparte (y menos
vergonzoso si me lo preguntas).
Mi padre tomó la posta de la empresa el día que me abuelo
murió y espera que Margot y yo hagamos lo mismo. Lo que
mi padre no sabe es que las dos hijas despreciamos la
empresa con el alma y todo lo que representa.
Por el momento las dos vivimos como títeres, sonriendo y
asintiendo a mi padre sin parar.
Mi hermana es más astuta que yo, eso es indiscutible,
nunca demostró sus convicciones delante de mi padre.
Eso es solo para mí.
Margot finalizó sus estudios y comenzó a trabajar
inmediatamente como pasante en la empresa de mi padre,
por solo unos meses, hasta que mi padre decidió involucrarla
cada día un poco más. Hoy en día, Margot lleva a cabo sus
tareas como la dama empresaria que todos creen que es y por
la noche, maneja uno de los clubes más exclusivos de la
ciudad.
Sí, mi padre André Du Pont está orgulloso de su hija
mayor.
Pero la hija menor… ¡Oh! La hija menor salió “arisca” y
“complicada”, ese es el término que usa mi madre, Caterina
Du Pont, siempre lo dice con la sonrisa que inspiró a Walt
Disney a dibujar a todas sus villanas.
Caterina Du Pont es la esposa trofeo que todos quieren
tener, maneja beneficencia, habla solo cuando le piden su
opinión, sonríe constantemente, usa ropa de diseñador y no
eleva su voz, nunca.
Jamás escuché a mi madre discutir con mi padre, ni
siquiera el día que se enteró que su esposo tenía un hijo por
fuera del matrimonio.
Bastián, mi medio hermano, el único que parece tener la
mente conectada a la tierra por estos lugares.
—No va a volver a ocurrir papá, te lo prometo. —
respondo mirando al suelo.
La raíz de esta discusión se está dando porque llegué tarde
a la gala de beneficencia anual de la empresa. ¿Qué? ¿Creíste
que era algo más importante? No, mi padre odia que la gente
no responda sus órdenes en los siguientes tres segundos, por
eso, cuando me buscó anoche entre la multitud para
presentarme al hijo de su amigo, se enfureció cuando no me
encontró.
Mi padre camina por su oficina con sus dos manos sobre
la espalda baja, usando ese caminar “real” que tiene cuando
está enojado. Mira por la ventana y suspira, cansado de tener
una hija tan descarriada.
Yo por mi lado, terminé mis estudios hace un año
exactamente. Tal como mi hermana, comencé a trabajar
desde abajo. Hasta hace una semana atrás era la secretaria de
Margot, el mejor trabajo que tuve hasta ahora.
Lo que más aprendí de ella, fue a verla cambiar máscaras
como uno cambia de ropa interior.
Solo cuando estábamos solas, usa su verdadero rostro.
Margot es graciosa, (asquerosa por momentos) y real.
Dentro de la oficina usa ropa de diseñador, siempre
cubriendo sus brazos, que por cierto están enteramente
tatuados. Algo que mis padres nunca vieron.
Yo en cambio, no exhibo rastro de otra personalidad y eso
es simplemente porque no tengo otra. No se ser alguien que
no soy, no me sale fingir con naturalizad o sonreír ante
cualquier chiste que me haga un hombre.
Menos aún cuando son sexistas.
—Solo quiero que seas la mejor versión de tu misma,
Simone.
—Ya lo sé papá. —murmuro.
Déjame traducirte lo que mi padre está intentando
decirme: necesito ser menos yo y más mi hermana, de hecho,
lo dijo explícitamente hace un segundo atrás.
Hace una semana mi padre me dio mi propia oficina.
Suena emocionante, pero estar encerrada en ese lugar solo
trae estrés y frustración. Mis tareas comenzaron a ser más y
más complejas, reuniones, llamadas, eventos y ya no sé qué
más. En todas y en cada una de esas tareas tengo que
demostrar ser capaz, que el puesto no me lo regalaron (cosa
que si pasó), que tengo la madurez suficiente para llevar
adelante la empresa y que mi vida social está completamente
controlada y encaminada.
Todo es una gran mentira, todo está absolutamente
alejado de la realidad.
Comencemos a ver por qué: Idónea soy, eso lo sé, no dudo
de mi inteligencia, ni de mis capacidades, ¿Qué más? Ah, sí,
demostrarles a los inversionistas que esta cara bonita
también es capaz de mantener la empresa a flote.
¿A quién no le gusta que una mujer este a cargo? A los
hombres mayores de cincuenta años, en su mayoría son
reacios a que una mujer sea capaz de llevar a cabo algo con
éxito, a menos que sea un embarazo o la limpieza de la casa.
Y, por último, mi vida social, la cual es prácticamente
nula. Mis únicos amigos son Margot, Bastián y mi piano.
Mi experiencia con el sexo opuesto es inexistente. Tengo
veintitrés malditos años y lo máximo que hice fue besar a un
chico.
Una vez.
Y fue horrible, todavía puedo recordar la saliva
resbaladiza y la lengua de Tomy, mi compañero de colegio.
(Tomy hoy es el vice presidente de la compañía de su padre,
está casado y con un bebe en camino, si, con veintitrés años)
así son los círculos de la alta sociedad.
Mi abuelo decía: Crea tu fuerte, llénalo de soldados y
sobrevive hasta el final.
Ese es el lema con el que se manejan en estos círculos.
¡Ah! ¿Cómo puedo llevar a cabo una empresa, tener una
familia y mantenerme saludable, si ni siquiera puedo tener
una conversación de más de cinco minutos con un hombre
sin entrar en colapso nervioso?
El celular de mi papá suena y me hace señas para que me
retire de la oficina. Y eso hago, porque a mi padre se lo
obedece sin peros.
Una vez que cierro la puerta detrás de mí, bufo
fuertemente eliminando todas las palabras atoradas en mi
garganta.
—¿Así de mal te fue? —pregunta Winston.
Uno de los hombres más cercanos a mi padre.
Tenemos facciones muy parecidas él y yo, los dos venimos
de familias francesas por empezar.
Su cabello es aún más rubio que el mío, su piel blanca y
perfecta, sus ojos celestes brillantes, su cuerpo es alto y
esbelto tengo que mirar hacia arriba cuando le contesto.
Winston es uno de los empleados más jóvenes de mi padre,
hijo del mejor amigo de André Du Pont y potencial candidato
para Margot. Crecieron juntos y compartieron veranos
enteros en el viñedo de Burdeos de mi tío Cesar.
—No quieres saberlo, pero te doy un consejo gratis, nunca
llegues tarde a la gala benéfica de la compañía, es un pecado
capital. —aclaro con un tono burlón.
Winston se ríe entre sus dientes.
—Si sirve de consuelo, hoy no tiene un buen día.
Nunca tiene un buen día, conmigo.
Escucho tacos que se aproximan detrás de mí y por la
mirada lasciva de Winston, sé que mi hermana camina hacia
nosotros. Una media sonrisa se desparrama por su rostro,
mientras la mira dé la cabeza a los pies.
—¿Y ahora qué pasó? —pregunta mi hermana acariciando
el cabello sobre mi espalda.
Ella siempre es protectora conmigo, sabe que mi padre
espera más de mí que del mismísimo Dios y eso la angustia.
—Nada importante —sonrío falsamente. —, no te
preocupes. —deslizo mi mano por su cintura y la abrazo con
cariño.
Hoy mi hermana lleva puesto un traje rojo que le combina
perfectamente con sus labios. Margot es hermosa por donde
la mires, tiene confianza de sí misma y audacia.
A veces le tengo un poco de envidia, su vida parece
demasiado fácil.
—Del uno al diez ¿qué tan difícil esta hoy? —pregunta.
Con Winston compartimos una mirada cómplice.
—Veinte. —decimos los dos al mismo tiempo, haciendo
que los tres explotemos de risa.
—Bueno, deséenme suerte entonces, porque los números
que llevo no son buenos. —dice mi hermana con una mirada
preocupada.
Mi padre abre la puerta y nos encuentra a los tres
conversando tranquilamente. Cuando posa los ojos sobre
Margot y Winston, se le llenan los ojos de esperanza.
Futuros nietos, los soldados que tanto necesita.
—Mis dos mejores empleados…—dice mientras camina y
los abraza a los dos al mismo tiempo, no tengo otra
alternativa más que correrme para que los pueda abrazar con
más espacio.
—Papá —lo saluda Margot —, estaba por entrar. —dice
ella ignorando por completo las intenciones de mi padre de
acercarlos físicamente.
Hablé sobre este tema millones de veces con ella. Margot
nunca quiere aclarar demasiado y la historia siempre llega al
mismo final.
Algo pasó en un verano que hizo que Winston ya no sea
tan indicado a los ojos de Margot. Nunca me dijo que fue, ni
que hizo, solo me dijo que era algo entre los dos y que no
quería contarme para que no cambie mi opinión de él.
No puedo imaginarme que hizo él para desencadene una
ruptura tan drástica en su amistad.
Ella dice que son amigos, pero no amigos como lo eran
antes.
—Sí, pasa hija…—mi padre se aleja de la puerta para que
pueda entrar— ah, Simone, —me llama —¿la harías el
inmenso favor a tu padre de traerle un café? Todavía no
puedo recuperarme de la noche de póker que tuvimos con los
muchachos.
Guiña un ojo hacia mí con una sonrisa socarrona.
—Si papá. —respondo girando sobre mis talones y
alejándome de la familia feliz.

Apago el motor de mi Mercedes Benz y me preparo para mi


clase.
Manuel es el nombre de mi profesor y solía venir a mi
casa una vez por semana a enseñarme piano, pero cuando
comencé la universidad, me mudé y empecé a venir a su loft
a practicar.
Después de casi diez años de práctica, ya no necesito
venir, es más una terapia que una clase. En los apartamentos
donde vivo, tienen una política fuerte sobre los ruidos e
instrumentos.
Eso es lo que sucede cuando vives en el edificio más
exclusivo de Little Rock, la ciudad donde me crie y donde
probablemente muera.
Little Rock es una ciudad a una hora de Los Ángeles, tiene
los paisajes de California y el dinero de Hollywood. En esta
ciudad, tus vecinos son personas que creen tener más
privilegios que el resto y dictan reglas como un dictador
cambia las leyes. Aquí viven las personas plásticas que viven
de la apariencia, autos lujosos, mansiones mediterráneas
extremadamente caras y cabelleras rubias con extensiones.
Sí, de aquí soy.
Manuel vive a media hora de mi casa, este barrio no es
como el mío, aquí viven personas que aspiran a ser actores o
actrices y no tienen dinero para vivir en Los Ángeles todavía.
Subo las escaleras del viejo edificio con olor a humedad y
toco el timbre. Puedo ver movimiento por debajo de la
puerta.
Manuel tiene el cabello negro y largo hasta los hombros,
usualmente lo lleva recogido a la altura de su cuello,
actualmente tiene treinta años, pero su rostro aparenta de un
hombre de cuarenta, cansado y triste. Nunca habla de su
pasado, pero más de una vez me dio a entender que su
familia le trae problemas constantemente.
Cuando abre, encuentro que lleva una sonrisa tensa en su
rostro.
—Oh-oh, ¿qué pasó? —pregunto con una ceja arriba.
—¿No leíste mi mensaje?
—No, mi mamá quiere que la acompañe a tomar el té a la
casa de su amiga, “accidentalmente” deje el celular en mi
casa, —hago comillas en el aire— pero si es un mal
momento, puedo volver otro día.
—No, no, —dice apresuradamente— ¿recuerdas el
hermano menor que siempre trae problemas?
—Sí, ¿Agustín era su nombre?
—El mismo, apareció en mi casa anoche, con la cara toda
magullada, dice que fue una pelea entre clubes,
aparentemente ahora quiere entrar a uno, pero viene
corriendo a su hermano mayor cuando algo malo pasa, —la
última parte la dice más fuerte, gritando sobre su hombro
para que lo escuche. —si no te molesta que este aquí,
comencemos.
—Ningún problema. —es más, me siento un poco curiosa de
esta persona.
El apartamento de Manuel es el típico hogar de soltero. No
hay decoración, no hay limpieza y no hay colores claros. Solo
tiene un sillón con un televisor lleno de cables enmarañados
por detrás y una mesa para comer. Bueno y por supuesto el
piano que lo lleva pulido como un premio.
Cuando entro, encuentro al hermano de Manuel, sentado
en el sillón, un ojo violeta, el otro negro. Se levanta y estira
su mano.
—Hola, soy Agustín. —se presenta con una sonrisa.
Tatuajes, chaleco y barba.
Hola Agustín.
—Hola, Simone. —tomo su mano y la estrecho, sus
manos son rasposas y masculinas.
—¿Empezamos? —pregunta Manuel detrás de mí.
Salgo del trance que Agustín puso en mi mente y le
respondo.
—Sí, sí, estoy lista.
Caminamos hasta la habitación y comenzamos a
practicar.
—Quiero practicar algo de Chopin hoy. —dicta Manuel.
—¿Por qué? —pregunto con sospecha.
Sonríe, porque sabe que sospecho de alguien.
—Me llamó tu madre, dijo que quiere que practiques para
la gala del próximo sábado.
¡Maldición!
Suspiro pesadamente y coloco mis dedos sobre las teclas.
Comienzo a deslizarlos para hacer sonar los acordes de
Nocturne en mi bemol majeur.
Acordes lentos.
Angustiosos.
La mano izquierda tiene una secuencia ininterrumpida de
corcheas en arpegios simples a lo largo de toda la pieza,
mientras que la mano derecha se mueve con libertad en
patrones de siete, once, veinte y veintidós notas.
Extremadamente sentimental y si no la tocas bien, puede
sonar hasta cursi.
Manuel me observa de brazos cruzados y su espalda
apoyada contra la pared, su cabeza se mueve al ritmo de la
melodía. Sus ojos se cierran y siente la música.
El mundo se apaga.
Solo escucho el piano, no hay pensamientos, no existen
las ansiedades, solo la conexión con el instrumento y la
música que transita por mis venas como la droga más
eficiente del mundo. Por esta razón es que vuelvo todas las
semanas, el piano es mi cable a tierra.
El silencio que esconde al caos.
El orden dentro de mi enmarañada mente.
Presiono la última tecla que da por finalizada la melodía y
los dos nos mantenemos en silencio un segundo, es difícil
salir tan rápido del trance que provoca la música.
—Debería pagarte para escucharte Simone, no al revés. —
dice con media sonrisa en su rostro.
—No todo en esta vida es sobre el dinero. —respondo
pensativa, mis ojos siguen mirando las teclas.
—Cuando te sobra no es importante, cuando lo necesitas
se vuelve todo. —responde, colocando una mano sobre mi
hombro.
Manuel sabe qué clase de persona soy, yo no ostento el
dinero que tiene mi familia, quizás tenga la mejor vista de la
ciudad, uno de los autos más caros del marcado, pero no soy
como aquellas personas que usan el dinero para sentirse
mejor consigo mismos o peor, para hacer sentir a los demás
que son menos, pero él siempre sostiene que saber que el
dinero siempre estará a tu alcance, hace que le restes
importancia y pase a ser algo insípido. Puede que tenga
razón, nunca me faltó nada en esta vida, nunca tuve que
pedirle algo a mis padres, generalmente ya lo tenía antes de
saber qué lo necesitaba.
El celular de Manuel suena y mira la pantalla
rápidamente.
—Atiende, prometo que sigo practicando. —sonrío sin
mostrar los dientes.
—Solo me tomara un minuto. —responde y sale de la
habitación.
Que mi mamá haya llamado a mi profesor no es algo
nuevo para mí, la intrusión de mis padres es algo cotidiano.
Nunca en mi vida tomé una sola decisión sin tener en cuenta
que quieren o necesitan mis padres. Por eso termino
complaciendo a todos, menos a mí.
—Que aburrido…—escucho detrás de mí y me detengo
automáticamente.
Volteo encuentro a Agustín detenido bajo el umbral de la
puerta con sus brazos y piernas cruzadas.
—Bueno, no todo es divertido en esta vida. —respondo a
la defensiva.
—Sí que lo es, deberías explorar el mundo reina, sino, no
lo vas a descubrir nunca. —detengo mis dedos por completo
y le dedico mi completa atención.
—¿Y terminar con la cara como una berenjena? No,
gracias. —respondo a la defensiva haciendo alusión a los
moretones en su rostro.
Agustín se ríe entre los dientes, su actitud de chico malo
me atrae como todo lo prohibido, pero me resisto. ¿Qué diría
mi padre si me viera con un hombre así?
—Si alguna vez quieres experimentar lo que es el mundo
exterior, puedes llamarme. —arroja un papel sobre las teclas
con su número de teléfono y la palabra MAC.
—¿MAC? —pregunto extrañada.
—Sí, ese es mi nombre de la calle, nadie me conoce por
Agustín en el club.
Que ridículo.
—Bueno, gracias por la oferta, MAC. —digo de mala gana,
mientras alejo el papel de mis dedos.
Levanta sus hombros y se va de la habitación.
En cuanto me aseguro que sus ojos están lejos, tomo el
papel y lo guardo en mis vaqueros antes de que vuelva
Manuel y lo vea.

Como buena esposa de multimillonario, mi mamá lleva


adelante diferentes organizaciones de caridad. En esta
particularmente se recauda dinero para los damnificados de
Puerto Rico. Los ricos y famosos de la ciudad vienen a estos
eventos, a vanagloriarse como pavos reales, exhibiendo
cuánto dinero tienen, cuantas nuevas esposas o cuantas
cirugías. Usualmente son en lugares extravagantes como este
museo de ciencias naturales.
Los ricos necesitan sentir exclusividad, sino ¿cómo se
distinguen del resto de la sociedad?
Hablando de mi madre, que raro que no esté aquí ya.
Esta vez estoy media hora más temprano en la gala.
Espero en mi Mercedes mientras espío hacia la puerta de
entrada del gran museo.
No llego nadie aún, pero puedo ver a los empleados yendo
y viniendo con caras de estrés.
Hoy llevo un vestido (de los miles que tengo para este tipo
de eventos), negro, ajustado y que muestre un poco de piel.
¡Pero no todo! “hay que dejar algo para la imaginación” dice
mi mamá.
Alguien golpea los nudillos en mi ventana y me hace
saltar en el lugar. Últimamente estoy muy asustadiza.
Mi mamá está del otro lado, mirándome con ojos
enfurecidos. Bajo la ventana mirándola fijamente.
—¿Qué hice ahora? —pregunto con ojos aburridos.
—Nada, pero si vas a estar aquí, al menos ayúdame. —
dice ella mientras se acomoda el vestido, miro por detrás y
veo su vehículo aparcado en un lugar donde no había nadie
hace segundos atrás.
—Acabas de llegar, literalmente. —declaro mientras
busco mi bolsa y salgo del auto.
Cuando voy a preguntarle qué puedo hacer, ella ya está
llegando a las escalinatas del museo.
En serio, a veces me pregunto porque demonios tuvo hijas
esta mujer.
Cuando entro, encuentro un grupo de gente ultimando
detalles. Mi madre dispara órdenes para todos lados, pero no
se mueve mucho, porque su vestido de noche no se lo
permite.
—¡Simone! —me llama.
Camino hacia ella y señala el piano.
—Necesito que en cuanto empiece la recepción estés
tocando, necesito sonido.
—Lo pides, lo tienes…—susurro.
Me siento delante el piano forte y comienzo a tocar.
Dejando que mi mente se dispare para diferentes mundos
donde solo existe la música y todas las voces de fondo que
me rodean son solo murmullos lejanos.
—Hija —escucho a mi madre detrás de mí, usando la voz
de madre amorosa que usa cuando este enfrente de sus
amigos—, toca algo más alegre que nos estamos
deprimiendo aquí. —dice entre risas con una copa de
champagne en la mano.
El resto se ríe también.
Asiento una vez y acelero el rimo de la melodía. No había
notado que sonaba tan melancólico.
Media hora después puedo ver de reojo a mi padre
observándome con un vaso de whisky en la mano. Se detiene
detrás de mí y coloca su mano en mi hombro.
—Hermosa pieza Simone, —dice dándome palmaditas
cariñosas. Baja su boca hasta mi oído —Siéntate derecha que
pareces un paréntesis.
Muerdo mi labio inferior para no explotar y hago un
esfuerzo para sonreír mientras me siento erguida.
¿Dónde está Margot? Usualmente es el único ser humano
que detiene una explosión cuando está a punto de ocurrir.
Porque ya ocurrieron en el pasado, repetidas veces.
Cuando la recepción termina, mis servicios ya no son
requeridos, todo el mundo pasa al salón principal donde
sirven platos diminutos, con nombres extraños y texturas
viscosas.
—¡Simone!
¡Ah! mi mamá otra vez, que suerte.
Está hablando con su amiga, la señora Torre, su hijo está
a su lado.
Oh no…
Conozco a Martin, el joven que pretende ser su padre.
Todos los hijos varones de los millonarios buscan copiar el
comportamiento de sus padres como si fueran iconos
gloriosos.
Mi mamá intenta emparejarme con él desde que
estábamos en la cuna. Martin es atractivo, sus facciones son
duras, cabello negro, barba cuidada y prolija. Usa un traje a
medida y una media sonrisa que provoca a más de una, caer a
sus pies. Entiendo que vean el exterior y que les guste, pero
es tan frio y desalmado que lo único que quiero hacer es
correr hacia el sentido contrario.
—¿Llamaste mamá? —pregunto pretendiendo ser idiota
que todos creen que soy en este lugar.
—Oh, sí, aquí estamos hablando de lo maravilloso que
sonó el piano, definitivamente esto se tiene que repetir. —
dice mi madre.
No se me escapa la semántica que usa.
Si me acompañan, podemos analizar la frase juntos: El
piano “Sonó”.
Según mi madre, el piano sonó sin la ayuda de nadie, hizo
el trabajo solo y apretó sus teclas solo. Yo no tuve nada que
ver en el proceso, solo era un paréntesis pretendiendo mover
los brazos como una mala actriz de Hollywood.
—Eres muy talentosa Simone, ¿o no Martin? —dice la
amiga de mi mamá.
Martin rueda los ojos, entendiendo perfectamente lo que
intentan hacer.
—Si, lo que sea…—dice mirando para otro lado.
Sonrío tensamente.
—Gracias. —respondo intentando contener mis puños,
que ganas de golpearlo.
Bueno para nada. Al menos yo toco el maldito piano, ¿tú qué
haces? Te rascas los huevos y juegas a la Play Station todo el día,
maldito desg—
—Ese vestido es divino Simone, ¿de quién es? —pregunta
la señora torre, interrumpiendo mis pensamientos asesinos.
—Valentino.
—Impecable, siempre quise tener una nena para poder
comprarle vestidos así. —ríe.
Vestirla como una muñeca quiso decir señora Torre, eso
es exactamente lo que hizo mi madre siempre, bueno, hace.
—¡Estas a tiempo! —dice mi mamá haciendo el típico
chiste de mujeres mayores de cincuenta años.
Las dos se ríen muy fuerte mientras Martin y yo miramos
para otro lado. Lo que sea para no mirarnos a los ojos.
Estudio la habitación y lo veo a mi papá hablando con
Bastián al lado de la barra.
Mi medio hermano, Bastián, es un espécimen superior,
eso es lo que siempre le digo. Suele odiar a todo el mundo,
excepto a mi familia (mi mamá no está incluida dice). Su
cabello es más oscuro que el nuestro, casi diría que es color
caramelo, lleva puesto un traje negro, pero él siempre se
destaca usando un moño, en vez de corbata.
Camino hacia él sin dar explicaciones a mi madre,
necesito un poco de normalidad. Cuando me ve
aproximarme, me sonríe abiertamente. No todo el mundo
puede ver una sonrisa así, Bastián solo sonríe cuando nos ve
a mí y a mi hermana. Un día me dijo que siempre estuvo muy
solo y saber que tenía dos hermanas le cambio la vida.
Cuando llego a su lado me abraza, dejando un beso sobre mi
cabello.
—Tocaste increíble. —dice sobre mi oído.
No agrega nada más, nunca escuché una sola critica
viniendo de su parte.
—Gracias hermano. —susurro apoyándome sobre su
hombro.
Mi padre observa nuestra interacción sonriendo, siempre
le gusta vernos juntos.
—¿Comiste algo? —pregunta frunciendo sus cejas
marrones.
Cuando no respondo inmediatamente, levanta su mano y
llama a la camarera que lleva una bandeja con comida. La
mujer responde a mi hermano como si fuera un perro
adiestrado.
Me pregunto si responde tan rápido con los viejos que
andan pululando por aquí.
—Suflé de salmón. —dice ofreciéndole a mi hermano.
Bastián me mira con ojos desafiantes, esperando que
tome una cazuela. Lo hago sin chistar y como lentamente,
mientras los dos hablan de negocios. Cuando voy por la
mitad, mi hermano detiene lo que está diciendo y me perfora
con la mirada.
—Termínalo, Simone.
Ruedo mis ojos.
Nada se le escapa a la mirada de Bastián. Tienes que tener
un entrenamiento para lograr estar a su altura.
—Tiene razón hija, podía ver tu columna vertebral cuando
estabas tocando, no seas como tu madre y come más.
—Si papá…
No es que no como, yo me alimento bien, bueno de bien
para abajo, lo que pasa es que la ansiedad consume todas las
calorías que trago.
Eso y las clases de tenis, pilates y Soul Cicle que mi mamá
me obliga a tomar.
La gala termina a las once de la noche, somos los últimos
en irnos.
Mi hermano saluda a mi madre con la frialdad de siempre
y a mí con un beso en mi cabello.
—¿Necesitas transporte? —pregunta volviendo sus pasos.
—No, está bien, vine con el mío.
—Está bien, directo a tu casa. —me señala con ojos
desconfiados.
Me rio y asiento una vez. Lo sigo con la mirada, en la
escalinata del museo lo espera una rubia despampanante de
vestido rojo. Mi hermano siempre se va con compañía.
En estos círculos, Bastián tiene la reputación de ser un
buen partido para todas las mujeres que buscan un hombre
con dinero, fama y un buen cuerpo. Así que la compañía
nunca falta, por supuesto siempre es momentánea, nunca lo
vi con la misma mujer dos veces seguidas.
Por cierto, ¿Dónde está Margot?
Tomo mi celular mientras camino a mi vehículo y
rápidamente escribo un mensaje.
“¿Por qué no estás aquí?”
Ella responde en menos de un segundo.
“Rebeldía.”
¡¿Rebeldía?! ¡Te levantaste y decidiste que hoy podías darte el
lujo de escaparte de tus responsabilidades?!
Una rabia incontrolable sube como fiebre y comienzo a
atorarme con preguntas.
¿Por qué ella puede tomarse momentos de desobediencia?
¿Por qué ella puede vivir su vida y probar cosas nuevas?
Comienzo a golpear en volante con mis puños cerrados.
¿Por qué?
¿Por qué?
¡Ahhh!
Necesito…necesito…
Una idea cae sobre mi cabeza como una gota inesperada
en verano o como caca de una paloma, depende cómo lo
mires.
Busco el papel en la guantera.
Envío un mensaje.
“No quiero estar aburrida.”

Puedes encontrar Mentiras Robadas aqui.


AGRADECIMIENTOS

Espero que hayas disfrutado la historia de Carter & Margot,


este es el libro que da por finalizado la saga de Resiliencia y
lo digo con una lagrima en mi mejilla.
PERO, quiero que sepas que se viene una segunda
generación de los hijos de todos nuestros anti-héroes y
heroínas, ¡así que a no desesperarse!
Por otro lado, ahora estoy explorando un nuevo género,
que es el romance contemporáneo y tengo que admitir que…
¡la estoy pasando muy bien!
Quiero agradecerle a Meli W. y Meli S ¡por guiarme y
darme sus opiniones!
También a las chicas del grupo de Facebook, ¡este libro
fue porque ustedes me lo pidieron!
–Marcia
ACERCA DEL AUTOR

Marcia DM es una Argentina que vive en


Estados Unidos hace seis años. En su
travesía por encontrar nuevos territorios,
Marcia retomó un gran amor que era la
escritura y hoy lleva publicado ocho libros
en español y tres en ingles.
Marcia vive en una pequeña ciudad de
Texas, le gusta mucho la decoración de
interiores, hacer proyectos en su casa (sus
manos lo pueden demostrar) y dibujar.
Puedes seguirla en tus redes sociales
favoritas, pero Marcia tiene que admitir que
Instagram y el grupo privado de Facebook
es donde más interactúa con sus
seguidoras.

Si quieren enterarse cuando salen los libros, pueden anotarse en mi Newsletter


Las invito a pasar por mi grupo de Facebook, donde publico actualizaciones de
todos los libros, cambios y novedades.
Y a mí Instagram exclusivamente en español, allí voy a estar seguido, así que
si quieren venir a visitarme, me encantaría conocerlas!
¡Las espero allí!
OTRAS OBRAS DE MARCIA DM

Romance oscuro
Resiliencia
Stamina
Deber

Solos:
Rage
Mentiras Robadas
Carter

Romance distopico:
La Marca Del Silver Wolf

Romance Paranormal:
Príncipe Oscuro

Romance contemporaneo:
Amor y Odio en Manhattan
Segunda Oportunidad en Miami

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