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Cristología y Jesús en la Vida Actual

Este documento resume la evolución de la cristología desde los primeros escritos del Nuevo Testamento hasta el Concilio de Calcedonia. Explica que Jesús fue un hombre histórico, pero que su resurrección y apariciones a los discípulos llevaron a verlo como el Hijo de Dios. Los primeros concilios establecieron que Jesús era perfectamente Dios y perfectamente hombre. Aunque Calcedonia ofrece una fórmula cristológica sólida, el documento argumenta que debe entenderse
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Cristología y Jesús en la Vida Actual

Este documento resume la evolución de la cristología desde los primeros escritos del Nuevo Testamento hasta el Concilio de Calcedonia. Explica que Jesús fue un hombre histórico, pero que su resurrección y apariciones a los discípulos llevaron a verlo como el Hijo de Dios. Los primeros concilios establecieron que Jesús era perfectamente Dios y perfectamente hombre. Aunque Calcedonia ofrece una fórmula cristológica sólida, el documento argumenta que debe entenderse
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De la Cristología al Jesucristo persona actuante en nuestra vida

Por Andrés Camilo García Pérez ID 401403

Numerosas obras han sido publicadas alrededor de la Cristología que tienen diferentes vías de
acceso a Cristo, hasta el momento tenemos una amplia variedad de información acerca de Jesucristo
y aspectos de su persona, pasión, muerte, resurrección, encarnación, preexistencia. Son diferentes
las aproximaciones a Jesús que podemos tener, ya lo atestiguaban incluso las mismas escrituras en
donde por ejemplo, se puede partir del Cristo Resucitado como lo hace San Pablo en sus escritos o
se puede partir de la preexistencia del Verbo como lo hace el evangelista San Juan, otro tanto lo
hicieron la antigua Iglesia oriental con Atanasio, Basilio, Gregorio de Nisa y Gregorio de Nacianceno
y la latina Agustín, Ambrosio, León Magno y Gregorio Magno que partiendo del Jesús histórico o el
Cristo de la Fe, lograron también generar buenas aproximaciones cristológicas que sentarían las
bases de este desarrollo teológico en la historia (Cantalamessa, 2003).

Según los relatos de los evangelios y otros históricos es posible ubicar a la persona de Jesús en la
historia, un galileo formado como todo judío bajo sus tradiciones, cuyos padres fueron José y María
y se preocuparon por darle una correcta formación bajo la cual “crecía en inteligencia y sabiduría,
en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Mt 2, 52). Ya en su ministerio público decidió
convocar el mismo a otros hombres que los que llamó apóstoles (Mc. 3, 13), pasó por el mundo
haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal (Hch 10, 38) y predicando el reino de los cielos
(Mc 1, 15), esto sumado a su forma de ver a Dios como Padre (Abba), poner la vida del hombre por
encima del cumplimiento de la ley, en especial lo referente al sábado, su crítica constante a la
religiosidad hipócrita y esclavizante de la época generó una fuerte oposición a su movimiento por
parte de las autoridades judías como los sacerdotes, escribas y fariseos. El desenlace de la vida de
Jesús y su conflicto sería la muerte en cruz de una persona que desde la mirada netamente histórica
“era un hombre de acción que quería cambiar la vida de las personas, la realidad concreta de los
campesinos y de los habitantes de las aldeas” (Destro y Pesce, 2015).

Si bien el acontecimiento de la muerte fue un duro golpe para los discípulos que tenían muchas
esperanzas en Él por ser “un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el
pueblo” (Lc 24, 19), pronto irían descubriendo que estaba vivo y que había resucitado como lo
atestiguan las diferentes apariciones del resucitado a los discípulos, en un tiempo posterior los
apóstoles, los evangelistas y padres apostólicos verían en estos hechos el cumplimiento de un plan
trazado por Dios desde la eternidad, que mediante las acciones injustas de las autoridades judías y
romanas las utilizó como instrumento para mostrarle al mundo que Dios había constituido Señor y
Cristo a ese Jesús a quien habían crucificado (Hch 2, 36).

La experiencia con el Resucitado y el acontecimiento también fundante de pentecostés,


desencadenó en el mundo un nuevo movimiento cristiano que comenzó a expandirse con relativa
rapidez en parte gracias a la expulsión de estos del pueblo judío y las rutas comerciales del imperio
Romano, uno de los grandes evangelizadores y misioneros que sería contado también entre el grupo
de los apóstoles fue San Pablo, quien a partir de la experiencia con el resucitado camino a Damasco
(Hch 9, 1ss), decide volverse el gran misionero de los gentiles para quien su vida sería únicamente
Cristo y frente a su conocimiento todo lo estimaría basura (Flp 3, 8).
El crecimiento del movimiento cristiano y la amplia variedad de personas que se fueron uniendo al
movimiento (judíos, griegos, romanos y más), pronto fueron generando diferentes tensiones de
manera especial en torno a la figura de Cristo, pues aquel que comenzó curando a muchos,
predicando la buena nueva del reino de los cielos como uno de los antiguos profetas (Mt 16, 14)
comenzaba ahora a vislumbrarse como el Hijo de Dios similar o no en categoría a Este, menor que
el padre (subordinacionismo), creado o con una existencia posterior al Padre, o aquellos que solo lo
veían como un simple hombre (Arrianismo). Los primeros siglos del cristianismo conocieron varias
discusiones en torno a la persona de Jesucristo pues además de las herejías ya mencionadas, se
presentaron otras como el gnosticismo, docetismo y nestorianismo cuyo problema debía
solucionarse de manera urgente debido a que generaban división dentro de la Iglesia naciente, pero
lo más importante era que profundizar en el ser y misión de Cristo ayudaba a entender su acción en
los creyentes.

Los grandes Padres de la Iglesia ayudados por los primeros concilios lograron colocar los cimientos
de una cristología sólida a la cual poder aferrarse a través de la fe de la comunidad creyente por la
cual nos ha llegado a nosotros; un compendio de todo lo planteado después de las discusiones de
aproximadamente tres siglos entre los padres contra los herejes y apostatas lo ofrece Calcedonia,
piedra angular cristológica:

“Enseñamos unánimemente que hay que confesar a un solo y mismo Hijo Señor Jesucristo: Perfecto
en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre […];
nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad; y por nosotros y por nuestra salvación,
nacido en los últimos tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad. Se ha de
reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio,
sin división, sin separación. La diferencia de naturalezas de ningún modo queda suprimida por su
unión, sino que quedan a salvo las propiedades de cada una de las naturalezas y confluyen en un
solo sujeto y en una sola persona”

Se dice que es una formula técnicamente perfecta en la cual se basa toda la doctrina de la salvación,
sin embargo, corre el riesgo de ser árida y abstracta de no aterrizarla en la vida (Cantalamessa,
2015). Asistimos en la época actual a la llamada era tecnológica marcada por el amplio desarrollo
científico, desde las ciencias humanas también se tienen un sinfín de nuevas posturas filosóficas y
teológicas que en cierta medida presentan grandes avances en la forma de entender nuestra vida
mediante nuevos acercamientos a la historia y sus acontecimientos, por tal motivo hoy se siguen
dando profundos debates cristológicos, sin embargo, estos pueden caer en posturas peligrosas para
nuestro ser de creyentes.

El reduccionismo histórico que deja a Cristo en el pasado, plantea que era un buen judío, otros lo
colocan como un revolucionario frente a todas las estructuras de su época, pero su mensaje se
truncó en la cruz y sus discípulos simplemente crearon en torno a este héroe una nueva religión
mediante la reinterpretación de los hechos pasados que le permitían experimentarlo como
resucitado (Destro y Pesce, 2015). Por otro lado, se encuentran aquellas posturas que, desvistiendo
a Cristo de su carácter histórico y encarnado, especulan solo acerca de su persona divina, del
carácter trinitario cuestionado y un teo-drama recitado por las tres personas divinas, sumergiendo
todo en un ambiente meramente mítico y metafísico como lo hacen Küng y Schoonenberg
(Cantalamessa, 2007).
Sin desmeritar la investigación teológica actual que se realiza, no debemos perder de vista ante
cualquier planteamiento dado que Jesús está vivo, que ha resucitado y que a través de nuestra Fe
nos es posible acceder a Él, que tiene la capacidad de transformar nuestras vidas, urge en la teología
actual marcada solo por instrumentos científicos del lenguaje, la hermenéutica, la arqueología y
demás, el llamado de tantos grandes hombres de la historia eclesial: “la teología debe hacerse de
rodillas”, nuestra capacidad racional de acercarnos a los nuevos y antiguos postulados debe estar
también iluminada por la Fe, de esta manera aparecerá para nosotros un Cristo personal, cercano,
acompañante del camino, que al compartir nuestra naturaleza humana me entiende y me
comprende en mis luchas de cada día, pero que también al ser divino me llena de su gracia que es
fuerza de Dios y me lleva a exclamar con el apóstol “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Flp
4, 13).

Según lo planteado y volviendo a mirar Calcedonia nos es posible comprender que Jesús es mi único
Señor, Él debe permanecer en el centro de mi corazón para que reine, de esta manera se romperán
nuestras cadenas que nos atan a las cosas, el dinero, el prestigio y las mismas personas que al ser
pasajeras cuando faltan nos generan dolor y vacío. Comprender que aun siendo Dios se encarnó de
María virgen y se abajó tomando naturaleza humana para pasar como un esclavo que lavaba los
pies a los discípulos (Jn 13, 1ss) y murió en la Cruz (Flp 2, 5-11) en su famosa Kenosis, también me
llevará a brindar una mirada de Amor al hermano que sufre y entender que estoy llamado a servir
porque mi Señor me dio el ejemplo y por qué también quiso colocar su rostro en el de aquellos que
más sufren y que tienen hambre, sed, desnudez, enfermedad y abandono (Mt 25, 31-46).

Así entendidos y comprendidos la sagrada escritura, la tradición, los concilios y los dogmas de
nuestra fe, dejan de ser tierra árida e inhóspita y se hacen vida en cada uno de nosotros y producen
frutos diversos (Mc. 4, 20), el mundo podrá también gozar del testimonio creyente de los que hasta
el momento nos hemos rehusado a creer como Tomas y ahora decidimos tocar las llagas del Cristo
Resucitado que también fue el crucificado (Jn 20, 19-29), una exhortación tan repetida por el papa
Francisco cuando nos invita ser una Iglesia en salida hacia las periferias.

“El tema central de la cristología no es, por tanto, Dios en sí, ni el hombre en sí, sino Dios en la
historia del hombre Jesús y el hombre Jesús en la historia de Dios” (Cacho, 2015, p. 441), hoy
necesitamos a Jesús todo entero (Cantalamessa, 2007), con los nuevos aportes que la razón nos
muestra de Él, pero también con la Fe que nos ayuda a vivirlo en esta etapa de la historia en
concreto, solo de esa forma viviremos una Cristología transformadora del mundo actual, con una
antropología purificada de la cultura del descarte que engendra indiferencia, dolor, destrucción y
muerte, salgamos gozosos al mundo con la alegría de la pascua a anunciar a Aquel cuya encarnación
es la única capaz de esclarecer el misterio del hombre (G.E, 22) y como María Magdalena proclame
cada cristiano “He visto al Señor y esto me ha dicho” (Jn 20, 18).

Referencias

Cacho, I. (2015). Cristología. Sal terrae

Cantalamessa, R. (2003). El misterio de la transfiguración de Jesús o la imagen de Cristo para el


hombre del tercer milenio. Agua viva

Cantalamesa, R. (2007). Jesucristo, el Santo de Dios. Meditaciones sobre la divinidad y la


humanidad de Cristo. Lumen
Cantalamessa, R. (2015). A hombros de gigantes: Las grandes verdades de la fe meditadas y vividas
con los padres de la Iglesia. Monte Carmelo

Concilio Vaticano II (1965). Constitución dogmática Gaudium et spes.

Destro, A., Pesce M. (2015). La Muerte de Jesús. Verbo divino

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