Historia Egipto
Historia Egipto
1. Introducción.
Marco geográfico: los aspectos geográficos del Antiguo Egipto vienen marcados por el río Nilo, de
una longitud de más de 6500km. Éste nace en las montañas de Etiopía y fluye de Sur a norte hasta
su desembocadura en el mar Mediterráneo.
Los límites de Egipto están claramente marcados por accidentes naturales; al norte el mar
Mediterráneo; al sur Nubia delimitada por la catarata de Asuán; al este el mar Rojo; y al oeste el
desierto libio.
Dentro del territorio egipcio habría una distinción entre el Bajo Egipto, y el Alto Egipto.
El Bajo Egipto comprendería el delta del Nilo y los territorios del norte más allá de Menfis y de la
laguna de Fayum; mientras que el Alto Egipto abarcaría las zonas desérticas y montañosas inferiores
hasta la frontera con Nubia.
Estas sociedades (egipcia, mesopotámica…) estaban escasamente evolucionadas, con un bajo nivel
de institucionalización y una economía esencialmente agrícola dirigida por el Estado y vinculada a
estos sistemas de irrigación con diques acequias, presas… para lograr un mejor aprovechamiento de
los recursos del suelo. En este contexto, las sociedades hidráulicas se organizaron colaborando a
nivel comunal y regional con el fin último de mejorar el aprovechamiento de los recursos.
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La asociación grupal resultó provechosa con una mayor producción de las cosechas y con
excedentes de producción para poder comerciar, lo que para el grupo dirigente era atractivo para
perpetuarse en el poder.
En líneas generales las zonas habitadas del Antiguo Egipto venían diferenciadas por:
- La propia franja del Nilo quedando el territorio separado a ambos lados de éste.
- El delta del Nilo, que crea un territorio surcado por distintos brazos del Nilo.
- La laguna de El Fayum, en el Bajo Egipto al margen izquierdo del Nilo.
- Los oasis. Espacios en medio del desierto en los que l agua subterránea emergía permitiendo
la vida humana.
En lo que respecta a los recursos y actividades egipcias, también se explotaron recursos mineros
abundantes en el margen derecho del Nilo entre el mar Rojo y éste.
En la agricultura se cultivaban cereales como la cebada, pero también hortalizas, legumbres… u
otras plantas como el papiro o el lino, de gran importancia para el soporte de la escritura o la
vestimenta.
Relacionada con el cultivo iba la dieta, que era fundamentalmente vegetariana debido a la gran
cantidad de animales sagrados según las costumbres. En sí, la carne era un alimento lujoso, al igual
que, por ejemplo, el vino.
2. Egiptología
Ya en el siglo III a.c un historiador y sacerdote egipcio llamado Manetón estableció la periodización
de los distintos faraones de la historia del Antiguo Egipto en Dinastías acuñando así este concepto;
aunque no es hasta las expediciones napoleónicas cuando históricamente el mundo occidental
pone la atención en Egipto.
Esto ocurre a finales del siglo XVIII y principios del XIX en base a las ambiciones expansionistas; sin
embargo, las tropas napoleónicas son expulsadas de Egipto por los ingleses, las dos potencias
occidentales que más huella han dejado en el pasado de esta civilización.
A lo largo del siglo XIX se comenzaron a fijar campañas y estudios en esta antigua civilización que
tanto interés despertaba. A principios de este siglo Denon, director de la Comisión Científica, crea
una colección de pintura y antigüedades egipcias.
J.F Champollion es considerado el padre de la Egiptología. A partir de un calco que los franceses
realizaron a la piedra Rosetta antes de que éstos tuvieran que entregarlagársela a los ingleses
consiguió deswcifrardescifrar la escritura jeroglíficajeroglífica. A partir del
descriframientodesciframiento del jeroglíficojeroglífico y del estudio del mismo Champollion, se
escribioescribió́ la primera gramáticagramática de este idioma y un diccionario de
jeroglíficojeroglífico. TambiénTambién recogiorecogió́numerosos materiales inéditosinéditos para su
estudio.
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Durante la 1ª mitad del siglo XIX también cabe mencionar la figura de Giovani Batista Belzani, el
prototipo de aventurero de este siglo que destacó en el ámbito de la egiptología por sus
exposiciones, venta de piezas…
En la 2ª mitad de este siglo la egiptología se caracterizó por un estudio más riguroso y científico.
Carl Richard Lepsius perfecciona la tesis de Champollion y continúa la investigación dirigiendo una
expedición entre 1842 y 1845 en la que obtendrán unas 15000 piezas y antigüedades y cuyos
estudios se recogerán en una extensa obra.
Posteriormente Francois August Mariette interviene y excava en multitud de monumentos. Crea el
Servicio de Antigüedades y el Museo de El Cairo.
En este estudio más científico y riguroso de la 2ª mitad del siglo XIX destaca también la figura de
W.M. Flinders Petrie, considerado el fundador de la arqueología científica en Egipto. Interviene en
infinidad de yacimientos de gran interés y cuenta con una extensa producción bibliográfica.
En las minas de Sembit El Jalim en la península del Sinaí́ y alrededores surge el alfabeto en la
antigüedad, acabando el jeroglífico. George Ebers estudia una serie de papiros y es un gran
divulgador de la egiptología. Gaston Manpero trabajó en el Valle de los Reyes e inicia la limpieza
de Luxor. Etienne Dioton fue el último director europeo del Servicio de Antigüedades. Alan
Henderson Gardiner edita la gramática egipcia.
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3. LA FORMACIÓN DEL EGIPTO FARAÓNICO
La época predinástica
Las primeras comunidades neolíticas egipcias aparecen entre el VI y el V
milenio a.c, localizadas en la zona del Bajo Egipto, hacia la laguna de El
Fayum y el delta del Nilo. Todavía eran comunidades seminómadas.
Espacio para el
En torno al año 4000 a.c aparece la Cultura de Nagada I (4000-3500 a.
texto
C.), que se difunde tanto por el Bajo como el Alto Egipto a excepción del
delta del Nilo, destacando su la industria lítica.
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Ya durante este período se esbozan dos proto-reinos principales, uno en Nagada y otro al sur, en
Hieracómpolis. A estos se añaden Tinis-Abidos al norte de Nagada, y Qustul, al sur de Hieracómplis.
Todo estos protoestados derivarán en reinos que no tardarán en entrar en conflicto entre sí.
(Esta última fase se denomina así porque no entra dentro de las dinastías establecidas por el
historiador y sacerdote Manetón.)
Por último, la última fase sería la denominada como Nagada III o la propia Dinastía 0, (3300 – 3100
a.c) pues ya se reconocen caudillos militares cuya figura será la de un protofaraón. Éstos serán los
artífices de la unificación del país. Concretamente, de los protoestados mencionados
anteriormente, será el de Hieracómpolis el que uniría todo Egipto dando lugar a la I Dinastía, siendo
el origen de la casa real.
Los reyes de Hieracómpolis anexionaron a sus territorios los de Nagada y Tinis-Abidos dando lugar
así al reino unificado del Alto Egipto. Este reino se expandirá hacia el sur anexionando también las
poblaciones nubias y hacia el norte en un intento de unificación que fue lento y progresivo debido
a la resistencia de los territorios del Bajo Egipto pero que terminó fructificando.
De este modo se constata que el auge de la civilización prospera teniendo como centro el Alto
Egipto, y siendo éste el territorio en que tiene lugar la unificación cultural primero con la cultura
de Nagada; y posteriormente la político-social con la dinastía de los reyes de Hieracómpolis. Así
se da paso a la Época Dinástica.
Época dinástica
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- Imperio Antiguo (Dinastías III-VI) (2670-2150 a. C.)
- Primer Período Intermedio (Dinastías VII-XI) (2150-2040 a. C.)
- Imperio Medio (Dinastías XI-XIII) (2040-1650 a. C.)
- Segundo Período Intermedio (Dinastías XIV-XVII) (1650-1550 a. C.)
- Imperio Nuevo (Dinastías XVIII-XX) (1550-1070 a. C.)
- Tercer Período Intermedio (Dinastías XXI-XXV) (1070-664 a. C.)
- Época Baja (Dinastías XXVI-XXXI) (664-330 a. C.)
- Período grecorromano (ptolemaico) (330 a. C-350 d. C.)
Esta última fase se denomina así porque no entra dentro de las dinastías establecidas por el historiador y
sacerdote Mane
A finales del IV milenio a.c (3100 a.c aprox) Egipto ya es un estado unificado bajo una sola
autoridad fuerte y asentada dotado demás de los elementos propios de una civilización avanzada
como la escritura.
Esta época recibe el nombre de Tinita por la ciudad de Tinis, que era residencia del rey fallecido. En
este período ya existen cenotafios de los primeros farones en el norte con el fin de destacar en el
terreno y hacer visible su presencia. (Saqqara)
El nuevo período marcado por la II Dinastía parece haber lidiado con problemas relevantes
también al mantenimiento del Estado unificado. No obstante, la dinastía se cerrará con una
recuperación de la unidad no sin conflictos entre las poblaciones del norte y las meridionales.
En líneas generales, esta primera época dinástica se centra en la figura del faraón y en una
ideología monárquica cuyos rasgos permanecerán a lo largo de toda la historia de Egipto. En estos
tiempos el soberano ya tiene una condición divina y por ello se le rinde culto.
El centro político del país es el Palacio Real que tiende a fijarse en el Delta del Nilo. De hecho
durante esta época se funda Menfis prefigurando la nueva capitalidad del Imperio Antiguo.
Por debajo del Rey y su familia hay toda una organización administrativa probablemente muy
compleja y sofisticada. Socialmente se consagran ya los dos grandes grupos tradicionales del mundo
egipcio: la aristocracia que conforma una élite muy marcada, frente a una gran masa campesina.
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A nivel local el país se dividiría en una serie de circunscripciones provinciales cuyos gobernadores
serán funcionarios reales. (Estas serán posteriormente los nomos).
En resumen, esta primera unificación y centralización del Estado llevada a cabo por la nueva
monarquía unificadora supuso en Egipto un fuerte impulso a los métodos y sistemas más ligados a
su mantenimiento que fueron: la escritura como medio de control; la irrigación como instrumento
del poder en base a la posesión de la tierra, y los ritos y símbolos religiosos, como elementos de
legitimación del poder faraónico.
Al desconocer las causas, se considera que el cambio dinástico pudo producirse de forma pacífica
debido a la falta de un heredero legítimo de la rama principal. El fundador y primer faraón de la III
Dinastía es Sanaht, cuyo reinado es poco conocido.
Es su sucesor Zoser el que abarca el protagonismo de este período. Destaca la rica construcción de
conjuntos funerarios que emprendió durante su gobierno, en la que consta la evolución de la
construcción de las pirámides hasta lograr la pirámide de caras lisas del conjunto de Guiza. Esto fue
un proceso evolutivo, y prueba de ello es el conjunto de Saqqara.
Ligado a esto, sin duda la figura dominante de esta época es Imhotep, arquitecto de la corte y
constructor del mencionado conjunto funerario.
La IV Dinastía está irremediablemente asociada a las grandes pirámides de Guiza. Su fundador fue
el faraón Esnefru, quizás el mayor constructor de la historia de Egipto ya que se le reconocen hasta
3 pirámides una en Meidum y dos en Dashur. Su sucesor fue el famoso Keops, a quien suceden
Kefrén y Micerino. No obstante, no gobernaron sucesivamente sino que hubo algún otro reinado
entre ellos.
La gran pirámide de Guiza pertenece a Keops, la de Kefrén es de dimensiones similares y a él se
atribuye la Esfinge; y la de menor tamaño es la de Micerino.
Durante las siguientes dinastías se abandonaron estos grandes proyectos arquitectónicos, pues ya
en la V Dinastía, se abandona Guiza como necrópolis real y se observa un auge del culto al Dios
solar Ra.
La VI Dinastía ya supone un tránsito hacia el Primer Periodo Intermedio, al observarse un
progresivo declive del poder central del faraón.
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El faraón Pepi I tuvo que hacer frente a conspiraciones palaciegas, y ya tras el largo reinado de Pepi
II, se produce el colapso de la monarquía.
El Imperio Antiguo constituye uno de los períodos de mayor vitalidad de la realeza faraónica y en
ella aparecen ya todos los elementos definitorios del estatus de la realeza que permanecerán
inalterados miles de años.
Este período de esplendor faraónico se debió a un buen gobierno y administración gracias a una
estructura administrativa cada vez más compleja y sofisticada constituida por nobles y escribas.
Aunque esta administración tenía diversos departamentos, su figura central fue la del Visir. Es el
ministro principal, figura de confianza del faraón por lo que muchas veces era un puesto ocupado
por algún familiar. El visir abarcaba amplias funciones que le permitían controlar toda la estructura
administrativa.
Durante este período ya se presenta la típica división del país en nomos como estructuras
provinciales. Al frente de cada nomos se encuentra el nomarca, puesto por designación real que
acaba evolucionando a un cargo hereditario.
En lo que respecta a la política exterior durante el Imperio Antiguo, continúa con unas relaciones
orientadas a la obtención de productos extranjeros de los que carecía; y la principal zona de
expansión va a ser Nubia.
Las VII y VIII Dinastías se caracterizan por la sucesión de faraones en un corto período de tiempo
como consecuencia de las circunstancias de autonomía de los poderes locales sobre todo en áreas
como Hieracómpolis.
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Esto llevará un enfrentamiento entre ambos poderes en el Egipto Medio que acabará con la victoria
Guerra tebana y la unificación del país gracias a Mentuhotep II con lo que se cierra el Primer Periodo
civil
Intermedio.
El Primer Periodo Intermedio fue un periodo de agitación política económica y social, teniendo
repercusiones sobre la vitalidad egipcia.
- Se produce la pérdida de la confianza de los egipcios en la realeza faraónica de manera que
el monarca perderá su prestigio religioso y su imagen se verá un tanto deteriorada.
- Por otro lado las circunstancias producirán una imagen pesimista de la realidad y unas malas
expectativas de futuro ante la ruptura del orden y la seguridad.
- Surgirá también una idea más igualitaria del más allá, la vida después de la muerte ya no
será exclusiva del faraón y su familia sino que las élites dirigentes locales también podrán
acceder a él.
Durante este periodo se evidencia sobre manera la ciudad de Tebas en la historia de Egipto.
Además, se caracteriza también por la extensión del dominio egipcio desde Siria hasta Nubia. Estos
planes expansionistas se verían dificultados por los constantes choques con las principales
potencias proximorientales por el dominio del corredor sirio-palestino. Este enclave estratégico era
muy interesante al ser el centro de las principales vías comerciales de la época, por lo que las
mayores potencias del momento pusieron su interés en él dando lugar a conflictos.
Además, para lograr estos planes imperialistas, tras un período de ruptura del orden y la seguridad
fruto de la fragmentación de la unidad estatal, se hizo necesaria la reunificación del poder en un
centro y la superación de la tradicional rivalidad entre las poblaciones del Alto y del Bajo Egipto
con el fin de canalizar esfuerzo comunes en su política exterior.
Su reinado se caracteriza por una importante actividad político militar para asegurar las fronteras,
siendo sus operaciones en Nubia las más destacadas. En el plano interno hizo esfuerzos por
centralizar nuevamente el poder del faraón , siendo este uno de los rasgos característicos de los
faraones de este período la voluntad de consolidación de la monarquía.
- Recuperó la figura del Visir de manera que el poder real se
encauzase de nuevo.
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- Recuperó también la Fiesta Sed, que daba una enorme importancia a la figura del
monarca en el plano funerario- religioso. Su reinado culmina con el mausoleo en Deir el
Bahari, prueba del esplendor y prosperidad de éste.
Los sucesores de Mentuhotep II son poco conocidos, y algunos de los rasgos más destacados de los
últimos reinados de esta dinastía fueron la reapertura del comercio con el Mar Rojo y la explotación
de los recursos minerales en el desierto oriental. Su visir Amnenhat logró erigirse al trono. Tomó
una política más radical que la de sus predecesores buscando una mayor centralización del poder, y
llevó a cabo una reorganización del territorio gracias a un eficiente equipo de funcionarios reales.
Sin embargo, el faraón más importante de esta dinastía fue Sesostris III. Este también
realizó una importante labor militar en Nubia consolidando el dominio egipcio en esta
área. Pero lo más destacable fue la realización de una importante labor reformadora al
suprimir la condición hereditaria del nomarca determinando así la desaparición de la
organización provincial de los nomos. En su lugar realizó una nueva división en tres grandes
circunscripciones: el Delta, el Bajo y el Alto Egipto, y al frente de cada uno se encontraba un
gobernador.
De este modo se afianza la autoridad del monarca gracias a la desaparición de muchos de los
cargos provinciales, centrando el gobierno y el poder efectivo en la propia corte del faraón.
Los esfuerzos de todos estos faraones no fueron más que la pretensión de afianzar el dominio
egipcio sobre el área tanto siria como nubia por razones principalmente comerciales, pero también
de defensa y seguridad de sus fronteras. Así fueron perfilando evolutivamente la actitud
plenamente imperialista que se tomaría durante el Imperio Nuevo, período en que esta actividad
exterior se magnifica con creces.
Durante la XIII Dinastía Egipto vive una absoluta decadencia de toda esta consolidación del poder
faraónico con la invasión de los Hicsos. Durante la primera mitad de este periodo tiene
continuación la tendencia del periodo anterior, pero a medida que avanza esta época comienzan a
aparecer los problemas. Se da una situación de inestabilidad que queda reflejada dado el
importante papel que desempeñaba el ejército.
Paulatinamente se producirá un deterioro del poder real determinando una
desintegración del país a similitud de lo que había ocurrido ya durante el
Primer Periodo Intermedio recayendo el poder en linajes locales.
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Al igual que el Primer Periodo Intermedio, se trata de un periodo de ruptura de la unidad del país
que viene marcado por el dominio e invasión de un pueblo extranjero, los Hicsos.
El término “invasión” ha sido revalorizado por la historiografía al no haber datos explícitos que lo
indiquen como tal. En su lugar se ha determinado que habría sido más bien una infiltración lenta y
progresiva.
Estos pueblos extranjeros podrían haber sido reclutados en los ejércitos de mercenarios por los
poderes heracleopolitanos. Sino también, haber sido empujados hacia Egipto por los hurritas.
Se tiene así este episodio de la historia de Egipto como una época de crisis al tomar el poder un
grupo que quizás tradicionalmente formaba parte de los dominados. Se considera que la presencia
de este pueblo semítico se debió fundamentalmente a la debilidad de la XIII Dinastía que había
derivado en la ruptura de la unidad del país recayendo en linajes locales. Sea como fuere, para los
egipcios fue considerado un periodo oscuro por lo que la información sobre él es menor.
Así, la XIV Dinastía fue una dinastía local ubicada en el Delta Oriental del Nilo. Las dinastías XV y
XVI están integradas por soberanos y jefes hicsos.
La expulsión de este pueblo fue obra de la Dinastía XVII en Tebas, la cual logró mantener una cierta
autonomía llegando a controlar una buena parte del área del Alto Egipto y gobernando según las
tradiciones del Imperio Medio.
No obstante en líneas generales este pueblo extranjero asimiló pronto la cultura egipcia y se adaptó
a las nuevas formas de vida respetando el cuadro institucional existente.
Es considerada la época de mayor esplendor de Egipto, siendo uno de los periodos más brillantes de
su historia al ser un periodo de expansión positiva en el ámbito político y económico
innegablemente en el plano cultural.
Es en este momento en el que Egipto se convierte en una de las grandes potencias del Próximo
Oriente y del contexto mediterráneo oriental. Tras vencer a los hicsos, Egipto abrió sus fronteras en
una actitud imperialista que sin duda es la marca de identidad de este período y que llevará a los
diversos faraones a enfrentarse con algunas de las potencias asiásticas del Próximo Oriente como el
Imperio asirio o los hititas.
Dinastía XVIII.
Esta dinastía puso en práctica la dinámica imperialista que ya se había iniciado durante el Imperio
Medio con el fin de consolidar Egipto como una de las potencias hegemónicas en el ámbito del
próximo oriente antiguo, además de afianzar su posición en el área asiática del que dependía en la
mayor parte de los recursos del país.
Su fundador fue Ahmosis I, el responsable de la expulsión de los hicsos de la zona del Delta. Aunque
primeramente tuvo que hacer frente a la oposición interna hacia su reinado, consiguió controlar la
situación y trató de reconstruir el país gracias a un gobierno y administración estable y eficaz.
Hizo hincapié en la explotación adecuada de la tierra al ser ésta la base de la riqueza egipcia y
además, se volcó en la reconstrucción de templos votivos.
Los siguientes soberanos fueron Amenofis I y Tutmosis I, artífices de la verdadera recuperación del
país y del restablecimiento del imperio con una insistente política exterior sobre Asia. Estos
lograron extender las fronteras egipcias hasta el oeste del Éufrates.
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En este contexto destaca el reinado de una mujer, Hatshepsut. Mediante una
serie de pactos consigue colocarse como regenta adoptando los distintivos
atributos reales y masculinizando su figura en las representaciones.
Su reinado es considerado como una época de esplendor debido a la
estabilización de la relaciones internacionales así como la cesión de la política
guerrera de sus predecesores, dando lugar a un período pacífico. Además,
destaca por la gran actividad constructiva que se ejemplifica en el Templo
funerario de Deir el Bahari.
Gobernó durante un largo reinado en el que también fueron claves sus apoyos: la figura del
mayordomo y el apoyo del clero tebano.
En el ámbito religioso también hubo transformaciones, pues comienza a considerarse la diosa
madre Hathor en lugar de Isis (ejemplificación en la generalización de las columnas hatóricas).
Su sucesor fue Tutmosis III, cuyo acceso al trono tiene un cierto
halo de misterio. Este faraón llevó a cabo una auténtica Damnatio
memoriae, borrando su figura de los relieves y dañando sus
monumentos en una verdadera condena de su memoria.
Este faraón se caracterizó por su intensa actividad militar, siendo
uno de los mayores conquistadores de la historia de Egipto.
Además, fue un gran constructor, y enriqueció y amplió el gran
conjunto de Karnak.
El reinado de Amenofis IV marca un episodio único dentro de la historia de Egipto por la reforma
religiosa que puso en marcha durante su reinado, dejando una profunda huella.
Amenofis IV sustituirá la religión politeísta por una monoteísta en la que Amón, el dios solar, será el
dios único y principal pasando a llamarse Atón.
Este no era una novedad, pues ya era el disco solar en la religión egipcia, y paulatinamente había
ido ganando una mayor relevancia. Sin embargo, hasta ese momento el culto era politeísta pasando
en este período a ser monoteísta con una única divinidad.
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Este profundo cambio plantea numerosas hipótesis, pues hay quien considera que pudo deberse a
la preminencia del culto de Amón en Tebas; mientras que otros consideran que la clase sacerdotal
estaba abarcando un gran poder, lo que supondría una amenaza al poder real.
No obstante esto son solo hipótesis y este cambio pudo deberse a la voluntad meramente religiosa
del mandatario.
Esta reforma no se lleva a cabo hasta un par de años tras el inicio de su reinado cuando el propio
faraón cambia su nombre de Amenofis a Akenatón, haciendo referencia al dios solar y
estableciéndose como único intermediario entre el dios y la tierra. De este modo desparece
cualquier poder que recayese sobre los sacerdotes.
Además, decide construir una nueva capital junto al Nilo en una gran explanada, Tell el Amarna.
Construye toda una nueva ciudad con residencias señoriales, barrios residenciales y hasta palacios,
un plan innovador, desconocido hasta entonces en el plano faraónico.
Por otro, lado su esposa principal, Nefertiti, aparece representada de una forma igualitaria muy
significativa, al igual que la de Akenatón.
En este período se da una gran importancia a la familia real, y las imágenes muestran escenas más
íntimas y cercanas de la familia real, lo cual resulta sorprendente dentro de la rígida iconografía
tradicional egipcia.
Sin embargo, esta nueva forma religiosa tuvo escasa aceptación y difusión y a la muerte de
Akenatón se retorna a los valores convencionales hasta este período. Ya su hijo Tutankamón inicia
un retorno a la ortodoxia religiosa tradicional anterior a Akenatón.
La dinastía termina con el acceso al trono de Horemheb, figura del ámbito militar que surge del
contexto de incertidumbre tras la muerte de Akenatón, y quien reorganiza el estado de una manera
más efectiva.
Llevó a cabo una intensa actividad constructiva en Menfis y Tebas y dejó asegurado su legado con
un sucesor que acabase con los habituales problemas sucesorios. Este será el futuro Ramsés I,
quien funde la XIX Dinastía.
Dinastías XIX y XX
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Las dinastías XIX y XX también son conocidas como la época Ramésida, pues la mayoría de sus
faraones llevaron el nombre de Ramsés.
Durante esta época, los faraones ramésidas se centraron en la política exterior,
concretamente en la reconquista de los territorios perdidos en Asia.
Otro rasgo característico de los ramésidas fue el cuidado por la sucesión al trono
procurando dar estabilidad al gobierno y evitar problemas sucesorios. Esto se lleva a cabo
a través de corregencia o la elección previa de un heredero.
Sin embargo ante el auge del imperio asirio y el avance de los Pueblos del Mar dio lugar a una
alianza entre el imperio egipcio y el hitita lo que posibilitó un período de paz en lo que respecta a la
política exterior sobre esta zona. Esta alianza permitió a Ramsés II focalizarse en los asuntos
internos.
Destaca su labor constructiva con grandes arquitecturas como el templo de Abu Simbel o la gran
sala hipóstila de Karnak.
Su sucesor tuvo que hacer frente a la presión de pueblos que querían
establecerse en Egipto. Aunque consigue detener esta presión, a su
muerte se da una situación de inestabilidad que provoca el fin de la
dinastía.
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- Una vez más en la historia de Egipto, la pérdida del poder efectivo del faraón, debido a la
autonomía de la administración y el poder religioso.
- Los problemas sucesorios derivados de los cortos reinados.
- Junto a la inestabilidad creada por el conflicto contra los pueblos anteriormente
mencionados.
Durante el reinado de Ramsés XI, el último faraón de esta dinastía, el sumo sacerdote Herithor se
proclama como gobernante efectivo en el Alto Egipto. Paralelamente, un militar, Smendes,
establece un nuevo linaje en el Bajo Egipto. Estos dos movimientos junto a las insostenibles
circunstancias, hacen que la estructura del imperio nuevo se desmorone.
Fue característica también la figura del faraón en términos conceptuales. Los faraones del
imperio nuevo buscaron adecuar su figura a la tradición egipcia insistiendo constantemente
en su carácter divino y su relación con el dios solar, Amon-Ra. Además, resaltaron el
carácter militar y estratega del soberano en consonancia con la actividad imperialista,
quedando patente este carácter en la suntuosidad y exaltación faraónica en todas las
artes.
Por otro lado destaca la estructura administrativa. Esta es bastante compleja y fuertemente
centralizada. Al frente de la misma se encuentra el Visir, con dos titulares, en el Bajo y
Medio Egipto, y otro en Tebas (Alto Egipto).
La figura del Visir, tal y como se había configurado en el Imperio Antiguo, era el responsable de la
administración teniendo amplios poderes y control. Por debajo de él había otros altos funcionarios.
La administración local se parcela en distritos y ciudades a cuyo frente había un gobernador con
responsabilidades tributarias y de mantenimiento de templos y santuarios, pues el templo
desempeñaba un importante papel en la estructuración administrativa y en la explotación del país.
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Cabe resaltar además el ámbito religioso. Durante el imperio nuevo el Dios Amón se
convierte en divinidad principal apareciendo Amón-Ra (divinidad solar.) Así se crea toda una
cosmogonía en la que éste desempeña el papel central.
Tras el esplendor económico, político y cultural del Imperio Nuevo ya durante sus últimos años
Egipto había retornado a la situación de división interna y falta de unidad.
El marco político había derivado a una evidente división del poder, y por un lado en el Bajo Egipto
(el Delta) se había proclamado gobernante un militar, Smendes, quien funda la XXI Dinastía .
Mientras que en el Alto Egipto se encontraba al poder el Sumo Sacerdote Herithor, que aunque
reconocía la soberanía del farón era él quien actuaba con notable autonomía en el gobierno.
En esta situación de inestabilidad, la XXI Dinastía busca reafirmarse creando lazos matrimoniales
con Tebas, quedando aún más patente su evidente debilidad. En líneas generales, en el plano
interior el país vive una situación de absoluta falta de prosperidad que se manifiesta en muchos
aspectos de la vida egipcia.
Esta situación de inestabilidad había sido propiciada también por la incorporación en el Ejército de
gran cantidad de soldados y oficiales de origen extranjero, principalmente libios.
Al final de esta dinastía sobre todo se produce el ascenso de los libios, pues algunos de estos,
quienes habían desempeñado puestos de especial responsabilidad fueron integrados en las
aristocracia egipcia y sus descendientes ya se convirtieron en usurpadores del trono aprovechando
la desmembración del reino que siguió a la caída de Ramsés XI.
Concretamente entre ellos fue Sheshonk quien se impone ante el poder real y funda la XXII
Dinastía.
Este nuevo farón ocupa el trono legitima su posición y se proclama descendiente de Smendes.
Consiguió una cierta unidad del país al designar altos cargos a sus hijos, y logró estabilizar las
relaciones egipcias con los países vecinos.
Sin embargo, al final del período libio se produce los disturbios
interiores determinan la fragmentación territorial en múltiples
estados (10 – 12) centrados en principales ciudades y dirigidos por
miembros de la familia real o caudillos militares sobre todo en torno
al Delta.
Tiene lugar un período de coexistencia de varias dinastías (Dinastía
XXIII y XXIV) que rivalizarán entre sí por el poder de manera que se
producirá un debilitamiento del Estado.
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controlar el Alto Egipto y ya en el XXV Dinastía “Faraones Negros”, se organiza una campaña militar
para conseguir controlar las zonas del delta y el valle del Nilo (Bajo Egipto).
El dominio nubio sobre Egipto se basó en fuerte componente militar y un control a través de linajes
locales que actuaban en base a sus propios intereses.
El final de este dominio se produce con el invasión de los asirios que invaden la zona del delta por lo
que los nubios retroceden sus dominios. El valle del Nilo se convierte en una provincia Asiria.
Tras el dominio nubio sobre las poblaciones egipcias, los asirios invaden el Delta, lo que obliga a
retroceder a los nubios. Sin embargo, el dominio asirio sobre Egipto fue poco duradero, y en este
caso los libios vuelven a protagonizar un intento de mantener la unidad egipcia.
Uno de los gobernantes de una de las regiones en las que se dividía el territorio, Psamético I se
autoproclama farón iniciando lo que se conoce como Época Saíta. Establece gobernadores fieles en
el Alto Egipto e inicia una intensa política exterior hacia Palestina. El periodo más relevante de esta
Época Saíta fue el reinado de su sucesor Necao. Este faraón reanudó las relaciones comerciales con
los países vecinos y afianzó ciertos contactos comerciales tanto en el Mediterráneo como en Asia
menor. Estos movimientos de algún modo reemprendieron la política de conquistas en Asia.
Finalmente Psamético II en un intento de expansión hacia el sur determina definitivamente la caída
del poder del reino de Kush.
Este período Saíta se caracterizó por la gran apertura y política exterior y contactos con el mundo
griego. Otra de sus características fue le retorno a los valores, costumbres, cultura y religión egipcia
tradicionales. Su capital fue Menfis, en la cual se encontraba la administración y desde donde se
gobernaba el país.
Este período finaliza en el siglo VI a.c debido a la amenaza persa. Cambises derrotará a los egipcios
e incorporará Egipto al sistema de satrapías del Imperio Persa determinando la extinción de la
XXVI Dinastía. Comienza así un declive cultural del país con el dominio persa. Durante un breve
lapso de tiempo Egipto recuperará su independencia pero volverá a ser tomado por los persas hasta
que finalmente Alejandro Magno derrote a los persas en el 332 a.c. Esto supondrá la liberación de
los egipcios del dominio persa además del inicio del período helenístico e incorporación de Egipto al
mundo grecorromano.
A la muerte de Alejandro Magno se instala la dinastía Ptolemaica, iniciada por Ptlomeo, uno de los
generales de Alejandro Magno. Gobernó desde la ciudad de Alejandría y convirtió Egipto en el reino
helenístico más sólido y mejor organizado de los existentes, determinado además un período de
esplendor del mundo egipcio.
De hecho Egipto como uno de los reinos helenísticos tras Alejandro Magno, fue un territorio incluso
mayor que el controlado por los faraones de la época remésida, al haber conseguido dominar el
corredor sirio-palestino, gran parte del Levante Mediterráneo, y algunas islas del Egeo.
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