Blacklist 02 - Too Far - Silvia Day-1
Blacklist 02 - Too Far - Silvia Day-1
Si el libro llega a tu país y tienes la posibilidad cómpralo, haz una reseña y apoya a las
autoras en sus redes sociales.
Amamos las historias llenas de erotismo, romance y acción y queremos compartirlas con
otras lectoras que no pueden leerlas en inglés. Por ello te pedimos que difundas nuestro
trabajo con discreción sin tomar captura de pantalla de este documento ni subiéndolo a
Wattpad, Tik Tok ni a ninguna otra red social.
2
¡Que disfrutes la lectura!
3
Cont enido
Sinopsis PARTE DOS Capítulo 28
PARTE UNO Capítulo 14 Capítulo 29
Capítulo 1 Capítulo 15 Capítulo 30
Capítulo 2 Capítulo 16 Capítulo 31
Capítulo 3 Capítulo 17 Capítulo 32
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 33
Capítulo 34
4
Capítulo 6 Capítulo 20 Capítulo 35
Capítulo 7 Capítulo 21 Capítulo 36
Capítulo 8 Capítulo 22 Epílogo
Capítulo 9 Capítulo 23 Kane
Capítulo 10 Capítulo 24 Agradecimientos
Capítulo 11 Capítulo 25 Sobre la Autora
Capítulo 12 Capítulo 26 Créditos
Capítulo 13 Capítulo 27
Sinopsis
No puedes creerle a todas, pero ¿puedes confiar en alguna de ellas?
Lily Black fue dada por muerta durante años. Ahora, está de vuelta en los brazos incondicio-
nales de su amado esposo, Kane. Dónde ha estado sigue siendo un misterio, pero sus pecados
pasados la persiguen y traen un peligro mortal a la vida de la familia.
Mientras tanto, Aliyah, la madre de Kane, ha trabajado duro para alcanzar su posición de
riqueza y poder. Ella nunca ha creído que Lily sea quien dice ser, y no se detendrá ante nada ni
nadie para exponerla.
Amy, la cuñada de Kane, siempre ha sido un peón en los peligrosos juegos de esta familia.
Pero sabe que merece más, y hará cualquier cosa para reclamar el premio mayor. 5
Tres mujeres luchan por dejar atrás su pasado.
Pero, ¿podrían tener más en común de lo que creen?
7
HE MATADO A TODOS Y A TODO LO QUE ME IMPORTABA para proteger mi
obsesión contigo, Kane. Aun así, verte marchar –incluso para un día normal de trabajo, como
hoy– es lo más duro que he tenido que hacer nunca.
Dudas. Como si leyeras mi mente y sintieras lo mismo que siento.
—No me gusta dejarte —confiesa cuando llegamos a la puerta principal.
Su maletín espera sobre la elegante repisa de madera negra africana en el pequeño vestí-
bulo de entrada. Dos guardias vigilan el lobby del ascensor, al otro lado de las puertas dobles.
Teniendo en cuenta los niveles de seguridad existentes, sería casi imposible que un intruso
consiguiera subir al ático.
Sé la verdad: no estás manteniendo a la gente fuera, sino asegurándome a mí dentro.
—¿No dicen que la ausencia hace que el corazón se vuelva más cariñoso? —bromeo son-
riendo, incluso cuando algo codicioso de ti me araña la garganta.
—Ya he tenido suficientes ausencias —aclara, con la mandíbula tensa. Hay un destello de
ira en sus ojos oscuros, su rabia es un ardor tangible. Lo mantiene en secreto la mayor parte
del tiempo, pero sé que está ahí. Lo que no sé es si es nuestra separación lo que lo enfurece, o
mi regreso.
Hemos estado separados varios años, más de los que hemos estado juntos, y puede que nunca
me perdone por eso. Pero por lo que debería odiarme es por haberme conocido en primer lugar.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Mis ansias por él eran desmedidas, y soy una mujer demasiado egoísta.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Si te tuviera más cariño, Setareh —murmura, con su mirada caliente en mi cara, —te
asfixiarías.
No creo que sepa cuan cierta es esa afirmación.
Su empuje y ambición, su carisma e inteligencia... Están ardiendo. Ese fuego interior abrasa
mi alma y, juntos, las llamas consumen a todos los que nos rodean.
Acercándome más, aprieto mi cuerpo contra el suyo, mis brazos se deslizan alrededor de su
delgada cintura. Su torso es duro pero cálido. Siempre has sido el fuego para mi hielo, y me
derrito en él, mis ligeras curvas se alinean con sus rígidos planos. Con un profundo suspiro, me
abraza, curvando tu cuerpo más alto de forma protectora. Estoy segura entre sus brazos. Pero
tú nunca has estado a salvo en los míos.
8
—Estaré aquí, esperándote —prometo porque sé que necesita oírlo. Es lo suficientemente
inteligente como para no creer todo lo que digo, si es que crees algo. Aun así, sabes que lo
quiero más allá de toda razón. Eso ha sido lo único que tenemos entre nosotros y lo único que
realmente necesitamos.
En un rincón lejano de mi mente, imagino una escena diferente. Los dos junto a una puerta,
a punto de salir corriendo hacia diferentes destinos para empezar el día. Nuestros labios se
juntan a toda prisa, riendo alegremente porque el mundo es nuestro y no tenemos nada que
temer. Estamos locamente enamorados, sin nada de esta angustia. No tememos que esta sepa-
ración sea la última.
Sus labios presionan la coronilla de mi cabeza. —Espero que estés planeando esa luna de
miel. En cuanto acabe el lanzamiento de ECRA+, nos vamos de aquí.
—¿Cómo suena la nieve? —sugiero. —Montones de ella. Un chalet remoto sin nada a kiló-
metros a la redonda. Sin forma de entrar o salir sin la ayuda de un quitanieves. Una chimenea
enorme con una pila de pieles delante. Y un jacuzzi humeante en la terraza.
—Perfecto. —Se apartas y me besas la punta de la nariz. —Te mantendré caliente.
No hay duda. Su deseo por mí es casi tan intenso como el mío por él.
Echo la cabeza hacia atrás y lo miro a la cara. Es divino lo hermoso que es. La mandíbula
cuadrada, la nariz afilada, los pómulos tan altos con sus ángulos definidos. Es un rostro que
hace cantar a los ángeles, con labios tan carnosos y sensuales que tientan a una mujer a pecar.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Y esos ojos oscuros, casi negros, con pestañas tan espesas que lo harían ver más delicado si no
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Ahora que he matado a Valon Laska y he confesado el peor de mis secretos, quiero desha-
cerme de la falsa identidad que adopté para entrar en su vida. Lily Rebecca Yates podría en-
contrar por fin su lugar de descanso en el fondo del Atlántico. Sabe que no soy ella, esa mujer
perfecta que era amable y desinteresada sin esqueletos en el armario.
Pero me quiere de todos modos.
Sin embargo, todos los demás en nuestra vida creen que estás casado con Lily. Nunca po-
drán saber que Lily era una mentira.
Así que supongo que no estoy realmente sola. La mujer a la que le he robado la vida y el
marido me hace sombra, persiguiendo a su doble cada minuto de cada hora de cada día.
10
2
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
1 de mayo de 1999
11
que había junto al televisor. A mi madre le gustaba la música de otra época y la música actual le
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
parecía deficiente. Aparte de Prince, de quien decía que era un músico de talento excepcional,
no le impresionaban los artistas contemporáneos. El aire olía a vainilla y a cerezos en flor, cor-
tesía de la vela que ardía sobre la mesa de centro envuelta en un chal. A mi madre le gustaba que
los espacios olieran bien y taxativamente femeninos. El almizcle y el sándalo eran demasiado
masculinos para su gusto.
Ella odiaba a los hombres. Yo no sabía por qué. Nunca se lo pregunté porque el tiempo
que pasábamos juntas era muy corto e infrecuente, y no quería que se viera empañado por un
tema desagradable. Pero me lo preguntaba. Sobre todo, porque los hombres la amaban; harían
cualquier cosa por ella. Llevarse a la bancarrota, romper sus familias y arruinar sus vidas. Intrín-
secamente débil, me decía a menudo. Apta sólo para la adulación y la inseminación.
Pero ella nunca estaba sin uno, aunque no le duraban mucho tiempo. Tenía un hombre
12
nuevo cada vez que la veía. Derek. Reynaldo. Pierre. Jeremy. Tomas. Han. Y tantos otros nom-
bres que he olvidado. No me fijaba en ellos cuando hablaba. Era más interesante ver lo animada
–o no– que se mostraba al describirlos.
Terminé de maquillarme y me observé con ojo crítico. ¿Tenía el cabello perfectamente liso,
sin una sola onda o protuberancia? ¿Mi lápiz labial estaba delineado con precisión o era más
una mancha que una capa?
Eres una chica muy atractiva, me había dicho mi profesora de ciencias de segundo el año
anterior. No tienes que llevar nada de maquillaje.
Se lo comenté a mi madre cuando me preguntó qué tal iban las clases. Su sonrisa se tensó
en las comisuras. Creo que tendré que hablar con la Sra. Bustamante, dijo.
Lo supe el mismo día en que tuvo lugar esa reunión, aunque ninguna de los dos lo men-
cionó ni antes ni después. Lo supe porque la Sra. Bustamante ya no me invitaba a trabajar con
ella después de clase, cosa que esperaba con ilusión porque me ahorraba una o dos horas más
de estar sola en casa, y cuando me miró, había miedo en sus ojos.
Estás disgustada, declaró mi madre la siguiente vez que me visitó. Echas de menos que te pres-
tara atención, aunque esa atención te hubiera ablandado y te hubiera hecho fácil de moldear a su
imagen de lo que deberías ser. No somos así de débiles, Araceli. Sabemos quiénes somos y nadie puede
cambiarnos. Deshazte de cualquiera que lo intente.
Fue la única persona que me llamó Araceli, el nombre que eligió para mí. Nunca se lo dio
a nadie más y me enseñó a no hacerlo. Yo lo veía como un juego divertido. Si me gustaba un
nombre, podía quedarme con él hasta que cambiara de colegio y adoptará otro que me gustara más.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
No vivimos en cajas, me decía. No estamos atrapadas para ser una misma cosa todo el tiempo
durante el resto de nuestras vidas. Somos libres, tú y yo. Podemos hacer lo que queramos.
La quería mucho. Nunca olvidé lo afortunada que era por ser su hija.
Al oír la llave entrar en la cerradura, me di la vuelta despeinándome en mis primas. Me
peiné apresuradamente los mechones encrespados, temerosa de que descubriera en mí algún
defecto. Sentía emoción, no nerviosismo. Mientras mis compañeras de clase luchaban contra la
confianza en sí mismas y las inseguridades sobre su cuerpo, yo sabía que, aunque no me parecía
exactamente a mi madre, me acercaba lo suficiente como para ser atractiva.
Nunca podría hacer algo que no lo fuera.
—Hola, cariño. —Su voz era un canto de sirena.
13
Por un instante, me quedé absorta al verla. Me fijé en los altísimos tacones con sus finas tiras
en los tobillos, el elegante vestido negro de un solo hombro que abrazaba su esbelto cuerpo, el
pelo como la tinta que brillaba... Luego devoré aquel rostro. Como el de un ángel. Tan perfecta.
Simétrica en todos los sentidos. La piel pálida como porcelana fina servía de lienzo para sus
oscuras cejas, ojos esmeraldas bordeados de delineador negro y labios carmesí.
Corrí hacia ella, lanzándome contra su cuerpo como las olas chocan contra la orilla. Su risa mu-
sical llenó mis oídos cuando me abrazó, y el aroma a rosas mezclado con cítricos saturó mis sentidos.
Su corazón latiendo bajo mi oído era el sonido más querido. Yo seguía creciendo, así que tuve
que encorvarme un poco para encajar en el lugar que más me gustaba. Ella era cálida; su abrazo,
estrecho. Una parte de mí siempre tuvo hambre de ella, y me aferré con fuerza, intentando
llenar ese vacío.
—No ha pasado tanto tiempo —remarcó acariciándome el cabello, y yo no la contradije,
aunque habían pasado semanas. A medida que crecía, sus ausencias también aumentaban.
En la escuela secundaria, se alargaban hasta una semana. Cuando empecé el instituto, se
alargaron hasta casi un mes. Me llamaba cada pocos días, calmando mi necesidad de ella con el
sonido de su voz. Se aseguraba de que tuviera dinero suficiente para abastecer la cocina y, cada
pocos meses, íbamos de compras –siempre vintage– por diversión y necesidad, a medida que
cambiaban las estaciones y mis piernas se alargaban.
Es fundamental vestir atemporal, no a la moda, advertía. Y mejor llevar ropa de diseño que
basura de segunda mano producida en masa.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Comment vas-tu, chérie1 —preguntó para ponerme a prueba. En la escuela estudiaba es-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
pañol, era más práctico. Pero estudiaba francés en casa y también italiano, porque saber lo que
la gente decía de ti era esencial, sobre todo cuando pensaban que no podrías entenderlo.
—¡Merveilleux, maintenant que tu es à la maison! 2 —La apreté más fuerte porque era verdad:
era maravilloso tenerla de nuevo en casa. Pero ella me soltó, estirándose hacia atrás para aga-
rrarme de los antebrazos y apartarme.
—Déjame verte.
Me costó dar un paso atrás porque siempre es difícil dejar ir lo que más quieres, pero lo
conseguí, inclinando un poco la cabeza para que pudiera examinarme.
Sus dedos me apartaron un cabello de la mejilla y luego trazaron la línea de mis cejas. Me las
depilé meticulosamente, dándoles forma para que se parecieran a las suyas.
14
—Eres la perfección —murmuró con una sonrisa orgullosa. —Dieciséis hoy. ¿Cómo han pasado
tan rápido los años? Cuando abandones este pequeño nido, el mundo no sabrá qué lo golpeó.
El pánico revoloteó en mi vientre como las alas de una mariposa. Cada vez con más fre-
cuencia, hablaba de mi salida al mundo. ¿Cuándo la vería entonces?
—¿Iré contigo? —aclaré, a pesar de saber que eso no estaba en sus planes.
Siempre estás conmigo, solía decir. Te creé y te crie dentro de mí, anidada justo debajo de mi corazón.
Sus ojos verdes brillaron de risa. —Quizá cuando seas mayor. Aún eres demasiado joven
para vivir en mi mundo.
Sentí como un puñal en el corazón que viviéramos en mundos diferentes.
Entonces me recordé lo afortunada que era. Mis amigos tenían madres normales; la mía era
extraordinaria. Me encantaba que fuera diferente. Bailaba cuando le apetecía, decía lo que le
daba la gana y obligaba al mundo a adaptarse a ella. Mis compañeras hacían fiestas cuando sus
padres salían por la noche, pero yo mantenía mi santuario privado. Llevar a alguien a casa sería
como compartirla, y yo ya tenía muy poco de ella.
—Oh... no tenemos que hacer eso. —Yo no quería. Prefería que estuviéramos solas durante
las pocas horas que estaría conmigo. A lo mejor me contaba qué había estado haciendo desde
la última vez que la vi.
—He dicho que no, Araceli. —Me dirigió una mirada que acalló mis protestas, así que
me revolví ansiosa, con demasiadas emociones contenidas en mi interior. —Cocinar para uno
mismo es cuidarse. Cocinar para otra persona es sacrificio, y el sacrificio es estupidez.
Exhalé apresuradamente, desinflada. Todos mis sueños de sentarme sobre los cojines del
suelo y comer en la mesa de centro se marchitaron. Solíamos cenar así, en diferentes departa-
mentos de los cinco distritos.
—No pongas esa cara de decepción, mi amor. —Se inclinó y rozó su nariz con la mía. —¡Es
15
tu cumpleaños! Hoy hace dieciséis años que casi me matas, y sólo un puñado de personas po-
drían decir eso... si siguieran vivas para hablar de ello. Debes ser atendida, agasajada y adorada,
mi gloriosa niña. Tienes que acostumbrarte a ser el centro de atención y saber aprovecharlo
porque estás destinada a tenerlo todo. Todo.
Volvió a estrecharme entre sus brazos y me abrazó con fuerza, aunque por poco tiempo.
Cuando me soltó, su mano me acarició la mejilla. —Ahora, ve a ponerte ese precioso Dior que
hemos encontrado.
Me apresuré a hacer lo que me decía porque no quería estar demasiado tiempo lejos de ella.
No podía evitar el temor de que la llamaran en cualquier momento y se marchara. Cuando salí
corriendo del armario con los tacones en la mano, la vi cerrando el cajón con llave de la mesita
auxiliar que habíamos encontrado en una venta de bienes raíces años atrás. No sabía lo que
guardaba allí porque siempre se llevaba la llave y yo nunca curioseaba. Además, sentía sus ojos
clavados en mí todo el tiempo.
No sé si realmente me vigilaba, pero lo parecía, y por eso actué como si lo hiciera.
Estuvimos fuera toda la noche, dando vueltas por la ciudad. Comimos demasiado filet
mignon en Peter Luger, y sólo me pregunté brevemente –en mi mente– cómo podíamos pa-
garlo. Mi madre se rio cuando soplé la vela de mi postre. Es mucho más divertido ahora que eres
mayor, aseguró.
Su regalo fue un collar, era un corazón con diamantes incrustados y un lirio esmaltado en su
interior. Tú también estás floreciendo, Araceli. Fuimos a bailar a un bar de jazz que olía a whisky
y a puros. Jugamos al billar y mi madre empujó a un grupo de hombres borrachos. El sol ilu-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
minaba el horizonte cuando llegamos a casa. Mi madre me mandó a dormir y me dijo que no
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Me quedé mirando la inscripción de la banda hasta que mis dedos empezaron a temblar y
ya no pude leer con mis temblores. Juntos para siempre. Una alianza. Perteneciente a un hombre
que se llamaba igual que uno con el que había salido mi madre. Una coincidencia. Extraña pero
plausible. Un nudo se formó en mis entrañas y se apretó como una serpiente enroscándose.
Trofeos.
Llegué a la conclusión con demasiada rapidez, como si hubiera sacudido una caja de piezas
17
sueltas de un rompecabezas para formar una imagen completa al instante. ¿Acaso cumplir dieci-
séis años había agudizado mis sentidos? Pero ella quería que lo supiera, ¿no? ¿No me había dado
pistas durante años? Tan cerca como yo quería que me viera, ¿acaso ella también deseaba ser vista?
La bilis se me subió a la garganta y la tragué, pero surgió en una oleada que apenas pude
contener hasta llegar al retrete. Las arcadas eran violentas y cubrían mi cuerpo de un sudor
helado. Era interminable, una purga profunda.
Me hundí en la fría baldosa y me apoyé en la pared del baño, con los pensamientos revueltos
y congelados a la vez. Parecía como si no pudiera dar sentido a lo que veía y, al mismo tiempo,
como si hubiera descubierto la respuesta a una antigua pregunta.
No sé cuánto tiempo estuve allí sentada. Estaba oscuro cuando volví a la sala de estar y
recuperé cuidadosamente el contenido de la lata, devolviéndola al cajón. Lo cerré, pero dejé la
llave tal como la había encontrado. Encendí la vela de la mesa y me acicalé, queriendo sentirme
como si mi madre estuviera de nuevo en casa conmigo.
Pero me daba demasiado miedo. Así que cerré las ventanas, apagué la llama y me senté en la
oscuridad con las rodillas abrazadas al pecho.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
desesperado de escapar de
recuerdos torturantes, de una
sensación de soledad insoportable 18
y del temor a una extraña
fatalidad independiente...”.
—Edgar Allan Poe
3
Witte
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Ahora 19
belleza de Lily son extremadamente raras. Es imposible que exista una persona con un aspecto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
casi idéntico.
Mi mirada recorre las hileras de joyas relucientes, buscando. Siento una descarga de adrena-
lina cuando no encuentro los objetos que busco. Me he hecho un millón de preguntas desde
que reapareció la Sra. Black, y ahora tengo más.
La risa de Lily, un contraste gutural con su sorprendente voz de niña, llega hasta mis oídos.
Me agacho, buscando en la gruesa alfombra algún destello que delate una cadena o un pen-
diente. Sé que es improbable, pero no puedo dejar piedra sobre piedra. Me paro con las manos
vacías, repliego los cajones en la cavidad de la pared y cierro la caja fuerte.
Las joyas han desaparecido; no hay duda. 21
Me doy la vuelta y salgo del salón por el armario principal, pero me detengo a medio paso
cuando el sonido de sus voces se acerca y deduzco que han entrado en la habitación después de
mí. Me arriesgo a quedarme, fingiendo estar arreglando los trajes que cuelgan del Sr. Black para
poder escuchar a escondidas. La proximidad de su mujer transmite una corriente de energía a
través del espacio que nos separa y se me eriza el vello de la nuca.
El suyo es el tipo de dinamismo que impregna todo. Su recuerdo impregnaba el ático antes de
que ella lo pisara. Una vez que se instaló, la casa cobró vida a su alrededor. Y también el Sr. Black.
—¿Hay algo en tu agenda en las próximas semanas que te impida invitar a tu familia a
cenar? —La voz de Lily es distintiva. Aguda y ronca. Uno no espera que hable así cuando la
mira, pero una vez que habla, no puede imaginársela sonando de otra manera. No puedo en-
contrar un acento en su voz. No ofrece ninguna pista sobre quién podría ser bajo el exquisito
disfraz que lleva tan fácilmente.
Todas las oportunidades que le he brindado de revelar algo –lo que sea– sobre sí misma han
sido desaprovechadas. Nunca habla de su pasado, ni siquiera fugazmente.
Durante los años en que se creyó que había fallecido, sus conocidos hablaban de ella como
de una mujer profundamente interesada en los demás. Ahora que la conozco, sé que anima a la
gente a hablar de sí misma, así que hay poco margen para que ella haga lo mismo.
—Estoy a tu disposición, Setareh. —Mi jefe sólo se dirige a su mujer usando ese apodo. Un
nombre que significa suerte y destino. Romántico, sí, y revelador. Como no conoce su verdadero
nombre, permite que haya verdad entre ellos en lugar de otra mentira.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Siempre.
La calidez en la voz del Sr. Black es algo a lo que todavía me estoy acostumbrando. Lily ha
vuelto hace sólo unos meses, pero en los aspectos más fundamentales, siempre ha estado aquí.
Mi jefe es un extraño, un hombre totalmente transformado por su regreso.
Después de años viéndolo sufrir mientras lloraba profundamente a su amada esposa, estoy
encantado de verlo feliz por fin. Quiero creer que el amor de Lily por el Sr. Black es genuino,
pero es capaz de adoptar una miríada de personalidades y rasgos que son pura invención.
La brusca intrusión de una voz adicional revela que han encendido la televisión del salón. El
proveedor de cable local siempre pone por defecto el canal uno, que ofrece veinticuatro horas de
cobertura repetitiva de noticias. Entonces se silencia el sonido y oigo el susurro del periódico. 22
Me arriesgo a asomarme por la jamba de la puerta y me encuentro con una escena de exu-
berante domesticidad: Lily sentada en el sofá zafiro con un kimono de seda roja y mi jefe des-
cansando a su lado con pantalones de seda negra y bata a juego. Tiene las piernas enroscadas y
un cuaderno y un bolígrafo en la mano; su pelo brillante le oculta la cara mientras escribe. Él
se sienta a su lado, leyendo las noticias. En la pantalla de televisión que hay sobre la chimenea,
Valon Laska mira fijamente a los espectadores desde una de sus muchas fichas policiales.
No puedo moverme, paralizado por la visión de los tres juntos. Espero en vano a que Lily
levante la vista, a que vea al hombre que, según ella, no era una figura paterna, pero velaba por
su bienestar. Un hombre que, según ella, mataría a su marido porque eso es lo que su madre
habría querido que hiciera.
—Setareh... —El Sr. Black gira la cabeza lentamente para mirarla, como si hiciera un es-
fuerzo por dejar de leer. Esa es la primera pista de su engaño, porque no hay nada que prefiera
mirar más que a su mujer.
Le tiende el periódico y suspira. No puedo verle la cara, pero su ceño de preocupación es
perspicaz. Ella toma el periódico, pero no le quita la vista de encima. —¿Qué pasa?
—Laska —anuncia bruscamente. —Lo asesinaron ayer.
Lily se pone visiblemente rígida. Levanta una ceja perfectamente arqueada y vuelve a leer rápi-
damente, con la mirada fija en las palabras. Le pasa el brazo por encima del hombro y tira de ella.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Es un gesto de consuelo por la muerte de un hombre que lo habría matado, como Laska
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Están sentados juntos, marido y mujer. Amantes apasionados y almas gemelas que com-
parten todo menos la honestidad.
De repente, tengo una epifanía. He subestimado al hombre al que enseñé a sentarse y comer
correctamente, a vestir bien y a comportarse con autoridad y elegancia. Su padrastro carecía de
la gracia y la madurez necesarias para criar al hijo de otro hombre. Y su madre se había desen-
tendido de él, prefiriendo dedicarse a sus hermanastros.
Aunque Kane Black habría triunfado conmigo o sin mí, no voy a atribuirme el mérito
de su inteligencia, ambición o magnetismo natural. Él sabía que necesitaba tutoría, la buscó y,
por lo tanto, es directamente responsable del hombre en el que se ha convertido.
En algún momento, sin embargo, nuestra distancia profesional se acortó y acabó por des- 24
aparecer del todo. Es lo más parecido a un hijo que jamás tendré, y eso lo ha convertido en un
punto ciego. Pero ahora lo veo.
Él es tan peligroso como su mujer.
4
Amy
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
25
—¿ESTO ES UNA MALDITA BROMA? —Miro la televisión de mi habitación con la
boca abierta, viendo como Pat Kiernan en NY1 comparte los puntos álgidos del asesinato de
Valon Laska. —No puede ser.
¿Estoy maldita? Alguien no puede tener mi suerte por accidente. No me sorprendería que
Aliyah, la bruja de mi suegra, tenga un altar en algún lugar de su casa con un muñeco vudú mío
clavado con alfileres o alguna otra mierda así.
Las cosas iban demasiado bien, así que debería haber estado preparada para que todo se
fuera al carajo. Cuando necesité un nuevo cliente, uno antiguo tomó el teléfono y me llamó.
Estoy trabajando activamente en la cuenta de Laska, revitalizando los canales de medios
sociales para un restaurante que es uno de sus negocios legítimos. ¿Sabía que el tipo era un
criminal? Por supuesto, todo el mundo lo sabía. Pero nunca me pidió que hiciera nada ilegal,
nunca negoció mi precio a la baja, siempre pagó sus facturas inmediatamente y me envió al
menos una docena de referencias. Era el cliente perfecto.
Cuando me llamó hace un par de semanas, me quedé extasiada. Su negocio me ayudaría a
revitalizar mi empresa y arrebatársela a los Brand. ¿Y ahora...?
La diversión surge de algún lugar de mi interior y me parto de risa. Es demasiado gracioso.
Me hundo en el suelo y se me saltan las lágrimas porque no puedo parar de reírme. Nadie te
dice que tocar fondo puede ser histérico, pero eso depende de tu perspectiva. En mi caso, des-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
cubrir que me he estado acostando con mi cuñado seguro que ha cambiado mi punto de vista
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
por completo.
—Ya he subido a la cima antes —reflexiono sin aliento, enjugándome los ojos. —Puedo
hacerlo otra vez. —Y esta vez, nadie me derribará.
Con los años, he olvidado que estoy en mi mejor momento cuando me enfrento a lo peor.
He olvidado muchas cosas, incluso quién carajo soy y qué mierda quiero. Lo único que sé es
que estoy harta de mí mismo y que ya no puedo seguir sufriendo.
La sobriedad también te cambia la perspectiva.
Algo no va bien...
Me pongo en pie, me alejo de las noticias y vuelvo al baño para terminar de prepararme
26
para el trabajo. Puedo controlar mi carrera. Puedo triunfar. Y ganar puede construirse sobre sí
mismo si juegas bien tus cartas. Así que empezaré por ahí y trabajaré hacia el resto de mi vida.
He intentado centrarme en una cosa cada vez. Tengo que hacerlo; de lo contrario, no sólo sen-
tiría que me estoy volviendo loca, sino que me tiraría por la jodida borda. Me he enfrentado a
demasiados horrores en los últimos días.
He diseccionado mentalmente la desastrosa serie de acontecimientos que me llevaron a la
familia Armand un millón de veces en los últimos días de sobriedad. Fue durante mi primera
comida de negocios con Valon Laska, hace años, cuando vi por primera vez a Kane, y fui vista
por él. A las pocas horas estábamos follando como si se fuera a acabar el mundo. En los días
siguientes, no podía dejar de pensar en él, pero me dejó plantada.
Eso debería haber sido el final, pero recurrí a esperarlo fuera del edificio Crossfire, donde se
encuentra su empresa, Baharan Pharmaceuticals, para organizar un encuentro fortuito.
Cuando atravesó las puertas giratorias y salió a la calle, sentí algo que podría haber malin-
terpretado como euforia. Kane es muy alto y perfectamente musculoso. Sus trajes se ajustan
como si estuvieran cosidos a su exuberante cuerpo. Se mueve de una forma que te dice que es
un atleta, con una fuerza y una elegancia que insinúan resistencia y virilidad. No me di cuenta
de que Darius caminaba a su lado hasta que nos presentaron. Y mientras yo entablaba una con-
versación cortés con su hermano para apaciguarlo e impresionarlo, Kane se metió en el Range
Rover que lo esperaba en la acera y Witte se lo llevó.
Fue aplastante que me pasaran por encima de otro tipo de aquella manera. Pensé que podría
hacer que se arrepintiera, así que me llevé a Darius a casa y le follé los sesos. ¿Pero a Kane le
importaba? Ni siquiera un poco. Y ahora tengo que preguntarme... ¿Realmente lo hice por él o
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
porque necesitaba sentirme deseada después de haber sido así de rechazada? Y por un tiempo,
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
no importó por qué terminé con Darius porque éramos delirantemente felices. No fue hasta
mucho después que me enteré de la obsesión de Kane con su esposa muerta, Lily.
Kane me folló porque me parezco a ella, y ese es su fetiche. ¿Qué tan enfermo es eso?
Eso debería haberme desanimado por completo en lo que a él respecta. Seguro que me
molestó muchísimo. Ese fue el punto de inflexión en el que empecé a lidiar con la ansiedad y
a hipercentrarme en Kane.
¿Pero por qué? ¿Y por qué no me cuestioné convertirme en una loca? Sabía que algo andaba
mal, que no me sentía yo misma. Mi matrimonio perfecto con mi marido ideal ya no me pa-
recía seguro. Todo y todos me parecían... siniestros. 27
Mi terapeuta me dijo que tenía problemas de abandono paterno que alteraban mi forma
de procesar las cosas, pero ¿trabajé en ello? No. Sólo quería que Kane reconociera que no era
desechable, mientras ponía barreras contra Darius.
Y bebía hasta caer en el olvido. No puedo olvidar esa parte.
También me han dicho que tengo toda la carga de los hijos de alcohólicos: impulsividad,
reacción exagerada, sentimiento de víctima, capacidad de juzgar, complacer a la gente, paranoia
y un millón de otras etiquetas de mierda que ponen a la gente para cobrarles cantidades exor-
bitantes por las sesiones de terapia.
Me miro en el espejo del baño. Las similitudes que Kane veía entre Lily y yo se han mejo-
rado metódicamente. Me han oscurecido el pelo hasta casi la cintura para que coincida exac-
tamente con su color. La seda púrpura del sujetador que cubre mis pequeños pechos es un
cambio drástico respecto a los tonos dorados neutros que solía llevar.
Mi armario se parecía al de mi suegra: una paleta totalmente neutra. Igual que mi dormi-
torio. Ahora ambos tienen algo del lujo gótico de Lily y el ático. Pero el estudio que tenía antes
de casarme con Darius estaba decorado con una alegre mezcla de colores pastel.
¿Cuándo empecé a odiarme tanto que quise ser cualquier mujer menos yo?
¿Quién soy yo? Ya no lo sé, joder.
—No estás vestida —señala Darius al entrar en mi cuarto de baño con un traje gris marengo
y una corbata que hace juego con el azul brillante de sus ojos. Se coloca detrás de mí y nuestras
miradas se cruzan en nuestro reflejo. Sólo Darius, Ramin y su hermana Rosana tienen esos her-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
mosos iris. Los de Kane son negros como el carbón. —Pero así es como me gustas —murmura,
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—¡Claro que me acuerdo! Me enamoré de esa mujer de éxito y quería construir una vida
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
con ella.
Mi cabeza se echa hacia atrás y mi respiración silba entre los dientes como si me hubiera
dado un golpe. A todos los efectos, lo he recibido. —Me resulta difícil sentirme como esa mujer
cuando tu madre me ha avasallado y ha socavado mi autoridad.
—Lo entiendo y estoy trabajando en ello. Tú lo sabes.
Odio ese tono que dice que me sigue la corriente cuando se trata de su madre. Como si
me imaginara cómo me habla y me trata. —Ella es la que ha informado de que me has estado
engañando.
Se vuelve a poner rígido. Por un momento, se queda mudo. 29
—¿Qué?
—Ya me has oído. —Quiero cruzarme de brazos porque me siento demasiado expuesta en
ropa interior, lo cual es ridículo. Nadie en mi vida me ha visto más desnuda que Darius. Lo
miro fijamente, insegura de la verdad. Creo que conozco a este hombre con el que me casé
porque lo quiero.
Pero he leído el acuerdo de fusión que convirtió mi empresa de gestión de redes sociales, So-
cial Creamery, en una filial de Baharan, una corporación farmacéutica de rápido crecimiento.
Sé que Darius es demasiado inteligente para no haber visto la cláusula de salida y otra infor-
mación reveladora que encontré. Y salvo que comprendiera la jerga legal, le habría bastado
una simple conversación con Ramin, que redactó el contrato, para conocer nuestras opciones.
Darius debe haber sabido de la cláusula, pero lo niega.
—Amy. —Me agarra de los brazos. —Estate muy segura antes de lanzar una acusación como esa.
—Sé quién es tu madre, Darius. Tú eres el que no tiene ni idea.
¿Por qué Ramin me ayudó con el contrato? ¿Por qué insiste en que lleva más de un año ha-
blándome de la cláusula de salida? ¿Por qué ninguno de los Armands cuenta la misma historia?
Sé que Aliyah y Darius no son de fiar. Ramin también podría serlo. Se ha tirado a la mujer de
su hermano, así que no es precisamente honesto.
Me trago una oleada de bilis. No puedo pensar en mi otro cuñado. Cada vez que lo hago,
un aullido de alarma ensordece mis pensamientos y me provoca violentas náuseas.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Amy...
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Exhalo despacio, con cuidado. No es el momento de hacer olas. Me han acorralado con ese
maldito contrato, tal y como querían. —Es una buena idea. Me gustaría.
—Haré las reservas ahora mismo. —Me besa de nuevo. —¿Cuánto falta para que podamos irnos?
—No mucho —respondo dulcemente, alisándole las solapas. —Estaré lista antes de que te
des cuenta.
Sonríe. —Estaré en el salón.
Mi marido se marcha con su elegante paso de piernas largas. En cuanto lo pierdo de vista, se
me borra la sonrisa. La malicia se desliza por mis venas con el calor de un buen licor. La ira me
da poder, y la abrazo. Creo que Aliyah animó a Darius a casarse conmigo. Siempre he pensado
que fue ella quien sugirió traer Social Creamery a Baharan. Mi suegra es astuta. Quizá se dio
31
cuenta de que Baharan necesitaba acceso directo al consumidor. El coste de contratar represen-
tantes para incentivar a los médicos es prohibitivo.
Es mucho más barato crear un portal web a través del cual los prescriptores que buscan di-
nero fácil puedan consultar a los pacientes en línea y enviar el medicamento por correo. Pero
eso requería atraer al consumidor al portal, que es mi especialidad.
Entré en la trampa de los Brand con una sonrisa, pensando que se convertirían en la familia
que siempre había deseado. Dejé atrás a mis padres alcohólicos y mentalmente trastornados
hace mucho tiempo, para alivio mutuo. Nunca quisieron tener una hija y siempre me trataron
como a una aprovechada.
Aliyah puso sus manos en mi empresa a través de la fusión. La ha llevado a la ruina, pero
estoy segura de que es por diseño. Ahora que la conozco, entiendo que ella nunca querría una
mano en un negocio que ayuda a otras empresas a tener éxito. Todo el mundo en el planeta está
en competencia con ella. Quería experiencia y control total, y finalmente lo consiguió.
Y Darius. Me fue reduciendo hasta que me quedé sola en nuestro piso, con mis únicos amigos
de verdad en los coloridos decantadores del carrito del bar, con la casa limpia y las comidas prepa-
radas por una asistenta con la que no puedo comunicarme porque hablamos idiomas diferentes,
y con el único propósito de servir de recipiente para la lujuria de mi marido. Nunca he sido nada
para nadie, aparte de un bonito paquete para follar. No tengo sentimientos ni mente.
¿No se van a sorprender cuando se den cuenta de que en realidad tengo cerebro y talento
para pequeñas venganzas? Aliyah también es muy buena en eso, pero anda de puntillas con sus
hijos. No tengo nada que se interponga en mi camino, excepto yo misma.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Abro el cajón inferior de mi tocador y saco la pinta de vodka que guardo envuelta en mi gorro
de ducha. Se me hace la boca agua mientras lo miro y acaricio con los dedos el vaso frío. Quiero
desenroscar el tapón y darle un buen trago, sabiendo lo bien que se sentirá en mi estómago.
He hecho un trabajo encomiable deshabituándome, pero eso no es lo que me retiene ahora.
Ya no confío en ingerir nada en el condominio, no después de la otra noche en casa de
Ramin. Puedo hacer muchas cosas terribles, pero engañar no es una de ellas. La monogamia y
la fidelidad son dos valores fundamentales para mí. Nunca rompería esos principios, ni siquiera
estando borracha.
¡Algo está condenadamente mal!
Tengo que instalar las cámaras de vigilancia que compré hace años y esconderlas bien. Al 32
principio, planeaba vigilar lo que ocurría en las ocasiones en que me desmayaba, pero ahora
quiero vigilar a todos los demás. A mi ama de llaves, a las visitas e incluso a mi marido, el
hombre que acaba de mentirme a la cara de forma tan convincente que es difícil no creerle,
incluso conociendo el contrato de fusión tan bien como lo conozco ahora.
Mis pérdidas de memoria y mi comportamiento inexplicable no son cortesía del alcohol.
Recuerdo estar en el piso de Ramin y sentirme como un pasajero en el cuerpo de otra per-
sona... la vida de otra persona. Pensé entonces que debían de estar distorsionando mi mente de
algún modo, y cuanto más repaso los últimos años, más segura estoy de que me están drogando,
manipulando mi mente o ambas cosas, y hasta que no deje de beber, no podré descartar nada.
Antes de cambiar de opinión, desenrosco el tapón y vierto lo que queda en la botella por
el desagüe. El olor es a la vez repulsivo y tentador. Los vapores parecen inundar mis sentidos,
recorriendo el centro de mi cuerpo en un violento escalofrío. Enjuago la botella y la vuelvo a
guardar. Tendré que acordarme de tirarla cuando pueda acceder a la basura sin que me vean. Es
mi jodida casa, pero aquí siempre me he sentido como una invitada.
Me enderezo y vuelvo a mirarme en el espejo. Echo los hombros hacia atrás y levanto la
barbilla. El verde de mis ojos es más oscuro que el de Lily, más parecido a la esmeralda, menos
al jade. Cuando vi por primera vez su foto colgada en la pared de Kane, pensé que su juventud
y su brillo orgásmico le daban una ligera ventaja sobre mí.
Luego la conocí en persona y me di cuenta de que esa ventaja es más precisa. Es una hoja
afilada que brilla de una forma que transmite riqueza y clase. Estoy trabajando en pulir mis
asperezas. He reducido la ventaja de Lily. Antes era una pálida imitación, pero pronto podré
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Amy... Me pregunto si tenemos personal para hacer especiales, aunque la idea es genial.
Sin mencionar que a Aliyah no le gustará. En absoluto.
—Yo me encargaré de Aliyah. Necesita que le recuerden que aún controlo contractualmente
las decisiones de mi empresa. En cuanto al personal, tenemos a los tres nuevos contratados,
y hoy me centraré en el resto de solicitantes. Tenemos mucho donde elegir, ya que ofrecemos
trabajo a distancia y excelentes prestaciones.
—Sí, el paquete de beneficios fue una de las ventajas de la fusión con Baharan.
—Y voy a aprovecharlo mientras pueda. Los Armand ciertamente me deben eso y mucho
más. —Aseguro uno de mis aros de oro. —Voy a colgar ahora. Darius está esperando. Nos 34
vemos en la oficina.
Terminamos la llamada y me miro rápidamente en uno de los espejos de cuerpo entero al
pasar. Por un momento, veo a Lily Black, peligrosamente sexy y poderosa.
Pero también me veo a mí. Recuerdo que me compré el vestido para celebrar mi éxito.
La emoción que siento es pura jodida adrenalina.
5
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
35
ME DA MIEDO ENFRENTARME A KANE, MI DULCE Y FUERTE HIJITO, cuando
entro en el estacionamiento reservado para el departamento de mi vecino y coloco el auto. Cuando
busco la llave de contacto, la mano me tiembla tanto que la retiro y me rodeo la cintura con los
brazos. El temblor viene de lo más profundo de mí, de un lugar de horror y dolor que me desgarra
el alma.
Las lágrimas queman mis ojos y corren como fuego por mi cara. Me duele todo, cada milímetro
de piel, cada orificio. Cuando creo que ya me han degradado y humillado lo suficiente, descubro que
las profundidades de la depravación de Alex Gallagher no tienen fin. Perdí el control de mi vejiga
cuando lo vi por primera vez hoy, pero eso no lo repugnó.
Sólo se rio como si mi degradación fuera lo más divertido del mundo.
Nada de lo que hago detiene la pesadilla a la que estoy sometida. Me he afeitado la cabeza, así
que ya no hay pelo que arrancar de raíz. No llevo maquillaje ni desodorante ni perfume.
No me afeito ninguna parte del cuerpo. Soy repulsiva conmigo misma, pero él nunca deja de
ponerse erecto.
Aspiro una bocanada de aire que me sacude los pulmones, luchando contra el impulso de sollozar
sin importarme quién pueda oírme. Pero no puedo derrumbarme.
La vecina que vigila a Kane tiene que ir a trabajar pronto y necesita que le devuelvan el auto
ya. Le estoy muy agradecida. He aprendido a cubrir el asiento del conductor con toallas para no
manchar la tapicería, pero es una lección que aprendí por las malas.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Ella me perdonó la primera vez que llegué a casa manchando con sangre su asiento. Veo lástima en
sus ojos cuando me mira. No sé adónde cree que voy cuando Alex llama o qué hago, y no quiero saberlo.
Ni siquiera quiero estar viva.
Pero tengo a Kane. Él también es una víctima. Es sólo un niño que quiere a su padre. Y a su
madre, pero ya no soy esa mujer. Lloró cuando me afeité el pelo largo y oscuro. Me mira con tristeza
cuando me esfuerzo por sentarme sin hacer muecas.
Odio que vivamos en un barrio peligroso, con cosas peligrosas en el suelo, como agujas hipodér-
micas, preservativos usados, botellas rotas y casquillos de bala gastados. Por la noche meto una silla
debajo de la puerta principal y cuelgo toallas de las persianas estropeadas para evitar miradas indis-
cretas. Dormimos en un colchón individual en el suelo y agradecemos que el cable básico sea una de 36
las pocas comodidades.
Me limpio la cara con las dos manos y me repongo.
La debilidad es un lujo que no puedo permitirme. Apago el motor y sujeto las llaves con fuerza
en el puño para que no se me caigan. Abro la puerta de un empujón, pero salir es infinitamente
más difícil. Las piernas me tiemblan tanto que temo que no me sostengan, y el dolor que me palpita
entre las piernas es insoportable. Acabo soportando la mayor parte de mi peso con los brazos en el
volante, los labios me tiemblan al sentir la humedad pegajosa entre las piernas que no es cortesía de
un periodo menstrual.
Hacía meses que no tenía la regla. Aunque al principio me aterrorizaba la idea de que mis píl-
doras anticonceptivas hubieran fallado y me hubiera dejado embarazada mi violador, me di cuenta
de que la culpa la tenían el estrés y la desnutrición. Pero Kane está sano. Eso es lo único que importa.
Me apoyo en el marco de la puerta y muevo con cuidado la toalla ensangrentada sobre la que estaba
sentada. Me apoyo en el lateral del auto, la doblo para disimular la mancha y me la pongo alrededor
de la cintura para ocultar la mancha del pantalón de chándal. En cuanto salga de debajo del techo del
garaje, Kane me verá. Mira constantemente por la ventana cuando me voy.
Apenas tiene cinco años, pero es muy listo. Sabe que cada vez que me voy y vuelvo soy menos yo
misma.
Espero que sea lo bastante pequeño para olvidar esta época de nuestras vidas, porque no será así
mucho más tiempo. Cada patente química que le arrebato a Alex es una póliza de seguro que dará
sus frutos cuando encuentre a la persona adecuada que me ayude a rentabilizarla.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Estuve codo con codo con el padre de Kane, Paul, mientras construíamos Baharan. Puede que
haya chupado la sangre vital de la empresa, pero las piezas restantes tienen valor, y yo recibiré lo
que me corresponde y mi hijo recibirá su herencia. No permitiré que crezca en la pobreza, con poca
educación y rodeado de influencias corrosivas. Puede que no tenga nada a cambio salvo mi cuerpo,
pero obtendré lo que mi hijo y yo merecemos. Aunque me mate, y puede que lo haga.
Cierro la puerta y la empujo con las pocas fuerzas que me quedan. Vibro por dentro y me de-
rrumbo. Respiro por la boca en un vano esfuerzo por evitar oler el sudor de Alex sobre mi piel. Al
salir a la luz del atardecer, inclino la cabeza hacia atrás y veo el dulce rostro de Kane asomando
desde el segundo piso.
Saco una sonrisa de alguna parte y levanto la mano en un gesto. Se ilumina tanto que para mí
es como el sol y luego desaparece. Abrirá la puerta y me esperará en el rellano. Fingiré que cada paso
37
no es angustioso y que no me agarro a la barandilla con todas mis fuerzas.
Lo haré por él, mi razón de vivir. La única cosa perfectamente pura en mi vida que hice con amor
y esperanza para un futuro que ahora se ha reducido a cenizas.
6
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
38
llagher, no quiero una escena. Que me condenen si me sacan esposada delante de todo el mundo.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—No dejaré que eso ocurra. —Se encoge de hombros dentro de la camisa, con el pecho y
los abdominales musculosos.
Antes de anoche, Rogelio me parecía un amante normal. Con energía y virilidad de sobra,
pero falto de resistencia y consideración. Ahora me pregunto si no le he gustado mucho hasta
hace unas horas, cuando era un amante diferente, tierno y atento a mi placer cuando yo era
más vulnerable.
—Y cada hora que pasa —continúa, —eso es menos probable.
El tiempo se ha torcido en los dos días transcurridos desde que Alex volvió a cruzarse en mi
camino. Parece que ha pasado una eternidad. Y como si sólo hubieran pasado unos instantes. 40
—Le pregunté cuánto vale su pene. —Odio el temblor de mi voz. Ni siquiera recuerdo
haber apuñalado a Alex en la ingle con el tallo roto de una copa de vino. Aun así, en ese mo-
mento de locura, pensé rápido y apelé a su inmensa avaricia, lo que podría haber evitado con-
secuencias con las que no podría vivir. Debería celebrarlo.
Rogelio me mira con las cejas levantadas. —Impresionante. Y aterrador.
—No puedo ir a la cárcel. —Mis manos se cierran en un puño sobre mi regazo. —Tuve que
recordarle que prefiere la tortura directa. Y el dinero.
La mandíbula de Rogelio se tensa. —Él no tiene el control aquí, Aliyah. Tendrá otras víc-
timas. Un violador es incapaz de controlar sus impulsos. Las encontraré y...
—¡No quiero que nadie se entere de esto! —exclamo, alarmada por la idea. Nunca quise
que nadie se enterara de lo que el socio de mi ex marido en Baharan me había sometido hacía
casi treinta años. Todo para reclamar las patentes químicas de las que Paul era directamente
responsable. Con la licencia de las patentes, podía mantener comida en la mesa y un techo
sobre la cabeza de Kane hasta que pudiera volver a casarme. Alex me hizo pagar por las patentes
como una puta.
La empresa fracasó debido a la malversación de Paul. Se podría decir que Alex no me debía
nada. Pero no actuó por altruismo, y yo pagué con mi alma.
Ahora, seguramente lo he mutilado –si no castrado– y me costará mucho evitar que presente
cargos por agresión. Estoy segura de que las cámaras de seguridad del restaurante captaron el
incidente, así que el único argumento que podría esgrimir es el de demencia temporal. Eso
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
requeriría detallar exactamente cómo afectó a mi bienestar mental, y él argumentará que accedí
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
a sus demandas. Teniendo eso en cuenta, es poco probable que un jurado encuentre que estaba
bajo coacción extrema.
Algunos pensarán que podría haber ido a un centro de acogida para mujeres hasta que me
recuperara o haber pedido ayuda a una amiga. Hay alternativas a vender tu cuerpo, pensarán.
Pero no me conocen ni saben en qué condiciones me encontraba tras enterarme de que mi
amado marido me lo robó todo y abandonó a su familia por otra mujer. A mi manera, con-
tribuí a Baharan tanto como Paul, y que me aspen si acepto no tener nada que mostrar por
todo mi duro trabajo.
—Nadie tiene por qué saberlo —asegura Rogelio. —Muy pronto se olvidará de que existes.
Y va a poner la mayor distancia posible entre ustedes. 41
—Tú no sabes cómo es él.
—Tú no sabes cómo soy yo —replica, agarrando la cartera de la mesita y metiéndosela en
el bolsillo.
Dejo que lo asimile, junto con su lenguaje corporal. Mi furia es como el fuego, pero la de
Rogelio es como el hielo, y puedo sentir el frío en toda la habitación. Me digo que no hay que
darle más importancia de la que tiene. Puede que su enfado no sea por mí, sino por principios.
Me da igual.
Si está emocionalmente involucrado en eliminar a Alex como amenaza, eso me beneficia sin
importar su razonamiento. —Si le cuentas esto a alguien, te arruinaré.
Sus labios carnosos se inclinan en una mueca mientras camina hacia la puerta. —Ahí está
la Aliyah que conozco.
Siento el efecto de esa sonrisa despreocupada en la boca del estómago y me molesta. —No
soy un caso de caridad, Rogelio. No he olvidado que Lily conoce información confidencial que
ni siquiera Kane sabe, lo que me dice que tu sistema de seguridad a prueba de fallos no es tan
impecable después de todo. Probablemente piensas que, si me ayudas, estaré lo suficientemente
agradecida como para pasar por alto tus errores.
Rogelio se detiene en seco y se vuelve hacia mí. Su cara de niño bonito es dura. —Tú me
llamaste, Aliyah. ¿Recuerdas? Me ordenaste que viniera. Podrías haberme hablado de Gallagher
sin entrar en la historia –que no es asunto mío, así que no te habría preguntado–, pero me lo
contaste todo. Luego quisiste follar. Bien por mí. Ya lo he dicho antes: Eres un polvo caliente.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Entonces terminé quedándome toda la noche. Si ahora te sientes demasiado expuesta, asúmelo.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Escucha —empieza. —No pienses demasiado en lo de anoche. Sólo soy un buen tipo ha-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
ciendo algo bueno por alguien que conozco. —La sonrisa se convierte en una mueca y vuelvo a
sentir el puñetazo en el estómago. —Ahora voy a prepararme para el trabajo, donde de repente
tengo que supervisar una investigación activa.
Sale de mi habitación y lo sigo. Lo observo mientras cruza el salón, su figura oscura resalta
en mi decoración totalmente blanca.
—Los hombres buenos no engañan a sus mujeres —digo.
Rogelio sigue andando y sólo se detiene cuando tiene la mano en la manija de la puerta. Es
el tipo al que conozco y con el que he follado ocasionalmente desde hace años, pero también
no lo es. —Si alguna vez te molestaras en revisar mi expediente, sabrías que no estoy casado.
Se me corta la respiración. Lleva un anillo en el dedo anular y a menudo ha mencionado a
43
su mujer. —¿Mentiste?
Su poderoso hombro se levanta en un descuidado encogimiento de hombros, recordán-
dome lo que se siente al tumbarse bajo ese cuerpo musculoso y sentir cómo se mueve contra el
mío. —La falta de disponibilidad mantiene las cosas limpias.
Su revelación cambia la dinámica una vez más. Como mujer cuyo marido infiel le arruinó la
vida, no respeto a los hombres infieles. Un hombre con fobia al compromiso, sin embargo, es
un desafío. La puerta se está cerrando tras él cuando le digo—: Gracias, Rogelio.
—No te preocupes —responde sin detenerse.
Ramin habría sido la opción más segura para llamar. Mi hijo menor valora a la familia de
una manera que mis otros hijos no. Pero no permitiré que ellos sientan horror y lástima cuando
me miren. Soy el núcleo de mi familia, y nada puede hacer tambalear o aflojar mi posición.
Siempre puedo despedir a Rogelio, pero mantendré a mis hijos cerca por el resto de sus vidas.
7
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
44
VERLO MARCHAR ES INSOPORTABLE. PERO NUNCA PODRÁ SABER POR QUÉ.
Duda. Como si leyera mi mente y supiera que el tic-tac del reloj está marcando los momentos
hasta que yo también tenga que irme.
Para siempre.
—Volveré tarde —remarca cuando llegamos a la puerta principal. —La despedida de soltero es
esta noche.
Su mochila espera sobre la mesa del pequeño recibidor de la casa de la playa. Para él es un in-
conveniente desplazarse a Fordham desde Greenwich, pero lo hace por mí porque no me arriesgaré a
que nos vean juntos en público, y menos por la ciudad. No porque me avergüence de lo nuestro –mi
vergüenza es sólo mía– sino porque tengo miedo.
Mi madre está ahí fuera y no puede saber nada de él. Tan asustada como estaba cuando vacié sus
cuentas bancarias, estoy más aterrorizada por la seguridad de Kane. Mi madre estaba orgullosa de
mí por haberle robado el dinero; eso demostraba que mi evolución a su imagen y semejanza estaba
completa. Pero ese orgullo se hará añicos si se entera de que es a causa de él, el hombre que me atrae
como una polilla a la llama.
—Quédate en la ciudad —insisto. —Si se hace demasiado tarde y si bebiste demasiado.
Me estrecha entre sus brazos y envuelve mi cuerpo con el tuyo con una fácil familiaridad. Sabe
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
exactamente cómo encajan nuestros cuerpos, cuál es la mejor manera de apretar mis curvas contra
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
tu musculoso torso.
Se me calienta la sangre, aunque todavía siento un hormigueo por el sexo que hemos tenido hace
menos de una hora.
—No voy a dormir lejos de ti —niega con una firmeza que me dice que volverá a arrastrándose
hasta mí si es necesario. Agarra mis nalgas con las dos manos y tira de mí hacia arriba para presionar
la cresta de su erección entre la V de mis piernas. Mordisquea mi cuello y gruñe—: Dios, la forma
en que hueles me la pone bien dura.
—Kane. —Al instante me siento debilitada y lujuriosa, deseándolo. Pero me arqueo en su abrazo,
resistiendo el tirón.
Sus ojos oscuros se posan en mi cara como si estuviera empapada de luz de sol. Me encanta que
45
me haga sentir como si me hubiera rescatado de las sombras para llevarme a la luz.
Mis manos alisan su camiseta sobre los duros músculos de su pecho.
—Estoy más que feliz de llegar tarde —murmura, con una voz profunda y cargada de creciente
excitación. —Los chicos saben cómo empezar la fiesta sin mí.
Sacudo la cabeza, me fuerzo a separarme de él y retrocedo. Para estar segura, entro en la cocina y
pongo la isla entre nosotros. Es difícil romper nuestra conexión. Tan difícil como doloroso. Y lo odio.
Necesito estar a kilómetros de él, pero incluso separarnos unos centímetros me mata.
—Tienes que irte —insisto. Ryan es tu mejor amigo. —Tú planeaste esta fiesta y lo organizaste
todo. Tienes que asegurarte de que todo salga bien. —No responde, pero oigo su gruñido desde el
fondo de la garganta, con las manos apretadas a los costados, luchando contra el hambre que siente
por mí. Para nosotros, la lujuria es una mezcla embriagadora de deseo, rabia y violencia. No es
que ninguno lastimaría al otro a propósito, pero ambos estamos peleando batallas perdidas y lo
resentimos.
He intentado que me odie. He hecho lo peor que se me ha ocurrido, y aun así no ha sido sufi-
ciente. Pero sigue sintiendo esa rabia, y yo también la siento cada vez que me hace el amor con tal
ferocidad que lloro de placer.
—Nunca te he dicho que lamento lo que pasó con Ryan —explico con profunda sinceridad. —Sé
que te hizo daño. Pero, por favor, no dejes que eso afecte tu amistad con él.
Había entrado cuando Ryan me follaba. Es lo que quería que pasara, lo que había arreglado que
pasara. Con la esperanza de que, si me veía así entregándole mi cuerpo a otro, su asco superaría a
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
la lujuria, y yo me convertiría en una triste nota al pie de página en su pasado, una pequeña parte
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
de una estúpida época en la que codiciaba a la novia de su mejor amigo, pero que afortunadamente
lo superó.
—Querías hacerme daño —dice con fuerza. —Ya lo sé. Y estoy contigo a pesar de eso, y de todas
formas soy el padrino de Ryan. No tendría ningún problema en decirle que ahora eres mía, pero no
me dejas, así que mantengo la boca cerrada.
—Es mejor así.
Merodea hacia mí, rodeando la isla. Cuando me alcanza, me sujeta las dos manos y junta nues-
tros dedos. —Así hay menos lío —añade. —Hasta que decidas que vale la pena quedarse conmigo.
—¡Kane, eso no es verdad! 46
Pero sé por qué lo dice. Y por qué lo cree. Lo han dejado atrás o lo han apartado demasiadas veces
aquellos a quienes más quiere. Pensar que hay alguna prueba que tiene que superar para ser digno
de mí es desgarrador. Yo soy la que no es digna y nunca lo seré.
—No pasa nada —asegura. —Sé que lo conseguirás. Y yo te estaré esperando —jura sonriendo
como si la sutil declaración de amor no acabara de destrozarme.
No puedo responder; tengo la garganta demasiado apretada.
—Entiendo las leyes de la naturaleza, Setareh. Las cosas más bellas son a menudo las más mortí-
feras. —Su boca se curva en una sonrisa de infarto. —Veo eso en ti. Lo sé y lo acepto. Viviré con ello
mientras me lo permitas. Y si muero en tus brazos, lo consideraré una gran muerte.
Ah... No puedo recuperar el aliento. En ese momento –ese preciso instante que nunca olvidaré
como el punto de inflexión– se hace demasiado tarde para mí.
Me enamoro de ti. Irrevocablemente.
Él me ve tal como soy y aun así me acepta como la otra mitad de una sola alma.
Nunca soñé con un amor así. Nunca lo esperé ni lo deseé. Incluso lo temía porque sabía que aca-
baría con alguien en una tumba. Pero ahora, de alguna manera, tengo ese precioso regalo entre mis
manos. Un inesperado tesoro por el que vale la pena morir.
Por el que vale la pena matar.
Inclinándose, presiona su boca contra la mía en un dulce y suave beso. —Ahora, intentémoslo de
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
nuevo. Llegaré tarde a casa, pero volveré. ¿Entendido? —Asiento con la cabeza. Brilla en mi campo
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
de visión entre un torrente de lágrimas, pero no las dejo caer. —Ryan tendrá una despedida épica de
la soltería —continúa. —Cuidaré bien de él. Y cuando llegue a casa, cuidaré especialmente de ti.
Quizá quieras echarte una siesta. Vas a necesitar energía.
—Me muero de ganas —susurro. Incluso logro sonreír.
Se dirige al vestíbulo con largas zancadas. Recoge su mochila, abre la puerta principal y se de-
tienes, mirándome por encima del hombro. —Y por si te lo has perdido, te quiero.
Mi mano cubre mi dolorido corazón. —Lo sé.
La puerta se cierra y suelto el aliento de golpe. Permanezco allí mucho tiempo, lo suficiente para
que la luz del sol se desplace al otro lado de la habitación. 47
Lo quiero. Aún me asombra darme cuenta de ello.
Mataría por protegerte, Kane. De mi historia. De mí.
No morirás en mis brazos, mi amor. Primero mataré, luego moriré.
Y te liberaré.
8
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
48
LA PUERTA SE CIERRA TRAS DE ÉL Y SE MARCHA A OTRO DÍA DE TRABAJO
y me tomo un momento para procesar su pérdida. Así es como me siento cada mañana y ali-
mento ese sufrimiento, saboreándolo hasta que el dolor se agudiza. No es suficiente penitencia
por lo que le he hecho, pero sufro lo que puedo.
Finalmente, me doy la vuelta y encuentro a Witte cerca.
—Tanto drama —bromeo, sabiendo lo que debemos parecer a los espectadores: desespe-
rados por seguir juntos más allá de toda razón.
—Tanto amor —corrige con ojos amables.
Esos ojos azules pueden ser duros y siempre están llenos de inteligencia. Cuando te miran, a
veces delatan orgullo y preocupación de carácter personal. ¿Alguna vez Kane se ha preguntado
o adivinado el papel que desempeñé en la contratación de Witte?
Le sonrío con auténtica calidez.
Witte es sumamente elegante en todos los sentidos. Aunque siempre lleva los trajes negros
de tres piezas reservados a los mayordomos, son de tal calidad y están tan bien confeccionados
que inspiran respeto. Es excepcionalmente atractivo y está en forma.
Para mí, y posiblemente para otros con conocimientos para juzgar estas cosas, es obvio que
ha sido entrenado en defensa personal a un nivel de élite. Es ligero de pies, pero poderoso, y se
mueve con rápida precisión, muy atento en todo momento.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
prendí cuando supe que habías aparecido con Bea esta mañana.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Todos hablamos de la estrategia de salida. Durante unos cinco minutos. —Se encoge
ligeramente de hombros. —Hasta que estemos cien por cien seguros de que estás a salvo, nos
quedaremos por aquí.
—Puedo cuidarme sola.
Menea la cabeza como si yo no pudiera. —Aliyah está en un gran problema.
—¿Gran problema cómo?
—Tenía prisa cuando llamó. Dice que nos informará más tarde.
—De acuerdo. —Vuelvo a mi elección de vestuario y escojo un vestido lencero de terciopelo
50
color burdeos ribeteado en encaje negro. Un cárdigan negro lo remata, manteniéndolo informal
y modesto. También es un conjunto que llevaba cuando salía con Ryan. —Landon está aquí.
—¿Para verte a ti?
—Sí.
Ella silba. —¿Tienes esto?
—Sólo era cuestión de tiempo. Hubiera preferido preparar el escenario para nuestro reen-
cuentro, pero a veces el universo nos obliga.
—Estaré cerca. Di la palabra, y haré que Tovah llame y te dé una salida.
—¿Qué palabra? —consulto.
—Dímela tú.
—Perrier.
—De acuerdo. Ponte algo que muestre tu tatuaje. —Me deja, y admito que tendré que ser
yo quien corte los lazos con el equipo que he creado: nunca me dejarán por voluntad propia.
Termino de vestirme rápidamente y, cuando salgo del armario, Lacy ya se ha marchado a
otra habitación.
Aceptando su sugerencia, elijo un vestido negro sin mangas que me llega a los tobillos. Con
escote barco en la parte delantera y escote en la espalda, tiene dos caras, como su portadora.
Camino despacio, pero con decisión hacia el salón. En el pasillo de espejos, Lily se refleja a mi
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lado. Mi desafortunado corte recto me llega casi hasta los omóplatos, lo que me permite tener
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Dios mío. —No se mueve hasta que estoy cerca, entonces su cuerpo se sacude visible-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Witte es un lobo que sabe muy bien cómo vestirse con piel de cordero, igual que yo.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—¿Cómo estás? —Su mirada vuelve a recorrerme y se estrecha. —¿Te ha hecho eso Kane?
—¿Hacerme qué?
—Los moretones.
Miro hacia abajo y busco lo que él ve. Encuentro los anillos de sombra gemelos, uno en cada
brazo. Por un momento, lo recuerdo como era antes, cuando hicimos el amor. Me inmovili-
zaba los brazos mientras me cabalgaba con fuerza, forzando el placer en mi cuerpo hasta que
se me fue la cordura. —Sí. Es una especie de periodo de luna de miel para nosotros. Podemos
dejarnos llevar.
—¿Por qué hay guardias en la puerta?
53
Mantengo el rostro estudiadamente impasible, aunque me doy cuenta de que eso podría
crear más problemas de los que necesitamos. Desde luego, tenemos muchos. —¿Por qué al-
guien vigila algo? Para proteger lo importante.
—¿Protegerte de qué?
—Quizá esté protegiendo a Kane —bromeo, tratando de aligerar su mirada, pero luego
cambio de marcha y me pongo seria. —Parece que tengo la mente hecha un colador. Parece
como si acabara de despertar de una siesta, pero han pasado años. El mundo ha avanzado sin mí.
—Aliyah dijo que tienes amnesia...
—Los médicos dicen que tengo amnesia —corrijo. Mi encogimiento de hombros es más
bien un autoabrazo para mostrar vulnerabilidad. —Aliyah está adornando con lo que se le
ocurre porque soy una amenaza.
Su ceja se arquea en una pregunta silenciosa que parece un desafío. Un desafío a decir la
verdad o una mentira realmente ejemplar.
—¿En qué sentido?
—Ella no sabía que Kane reconstruyó Baharan con los dividendos de mi herencia.
Su mirada no parpadea hasta que Witte le tiende una taza de café. Como no se le ha pre-
guntado cómo se lo toma, supongo que Ryan ha estado por aquí lo suficiente como para que
Witte conozca sus preferencias. Espero que haya sido un buen amigo suyo y que ambos hayan
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Lo siento —repite. —Significaste mucho para mí durante un tiempo. Tuve que venir a
verte cuando supe que habías vuelto.
—Cuando Kane no está aquí.
—No me dijo que habías vuelto —replica como si eso explicara su comportamiento.
—Probablemente no se dio cuenta de que estaba obligado a –su error. Tendrás que perdo-
narlo. Le cuesta incluso salir a trabajar porque teme que su mujer vuelva a desaparecer. —Mi
voz se tiñe de acero. —Duda de mí todo lo que quieras, pero ten cuidado con Kane. Ya ha
sufrido bastante.
—¿Por qué iba a dudar de ti? 55
—Esa es una buena pregunta. Me conoces, Ryan. Has tenido seis años para cambiar, pero yo
soy la misma, atrapada en el tiempo. A todos los efectos, mi matrimonio aún está en pañales y
lastrado por el dolor. Tengo por delante meses, sino años, de psicoterapia y análisis. Y mi suegra
intenta aprovecharse de mi situación para proteger sus intereses. No voy a disculparme por no
tomar el teléfono para enfrentarme a preguntas interminables y repetitivas de viejos amigos,
además de todo el resto.
—No pretendía molestarte.
—¿Qué querías decir, Ryan? ¿Qué es lo que has venido a ver o a averiguar?
Respira hondo, su mirada vaga. —Kane dijo que no llevaban mucho tiempo juntos antes
de que... desaparecieras.
—No lo estábamos. No se acercó a mí hasta que te comprometiste. La cronología puede
parecer precipitada, pero Kane es un buen hombre que nunca se aprovecharía de las circuns-
tancias de un amigo.
—¿Y tú?
Quiero decirle que me aprovecharía absolutamente de las circunstancias de cualquiera; así
es como me las he arreglado toda mi vida. Pero Lily nunca diría algo así y, por ahora, tengo que
seguir fingiendo.
—No —respondo simplemente. —Estaba a medio camino de salir por la puerta cuando
Kane apareció con la noticia de que te habías comprometido y dijo que no podía vivir ni un
segundo más sin mí. Ya me había mudado de la ciudad después de graduarme y también dejaría
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
la casa de la playa. La mayoría de los muebles estaban cubiertos y era mi última noche. Tenía
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
57
MIENTRAS ACOMPAÑO AL SR. LANDON A LA PUERTA, se detiene y se vuelve.
Lily está de pie al otro lado del vasto espacio, de espaldas a nosotros, su espalda es una elegante
columna de piel pálida con un magnífico tatuaje. Un fénix de colores deslumbrantes extiende
sus alas sobre sus omóplatos y su cola se enrosca hasta desaparecer dentro del atrevido vestido.
—¿Cuál es tu impresión de ella? —pregunta en voz baja.
—La Sra. Black es una mujer a la vez extremadamente frágil y singularmente fuerte, y yo
diría que está muy enamorada de su marido.
Suelta una risa corta y áspera. —No hace falta que me avises, Witte.
Entramos en el vestíbulo del ascensor y mira a los dos guardias. —¿Es libre de ir y venir?
—Por supuesto.
Cuando no pulsa el botón de llamada del ascensor, comprendo que tiene algo más en mente.
Sacude la cabeza y mira hacia las puertas cerradas. —No sé qué es, pero hay algo... raro.
¿Pero cómo? Quiero decir, mírala. Es exactamente como la recuerdo. El pelo más corto, pero
su tacto... su olor... ...esa voz.
—¿Los ojos, tal vez? —Nunca olvidaré cómo miraba y hablaba el Sr. Black cuando su esposa
recobró el conocimiento. Se parece a Lily. Tiene su voz. Su piel. Su aroma. Pero hay algo en sus
ojos... ¿No lo ves?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Se queda quieto. —Sí. Sí, tienes razón. Son los ojos. Son muy... duros. Calculadores.
—Debemos tener en cuenta que, aunque no parece recordar los últimos años, su mente no
lo ha olvidado. Con suerte, podrá contárnoslo con el tiempo, y entenderemos mejor las fuerzas
que la moldearon durante su ausencia.
—Sí, tal vez. —Con los labios fruncidos por el pensamiento, Landon se gira y pulsa el botón
de llamada. Luego se mete las manos en los bolsillos y se balancea sobre los talones. Cuando se
abren las puertas del ascensor, empieza a entrar y se detiene. Me mira y veo su preocupación.
Y un conflicto interior.
—¿Hay algo más? —aclaro.
—Siempre he estado disponible si me ha necesitado. Ahora... tal vez no sienta que puede
58
hablar de Lily, pero claro que puede. Quizá podrías recordárselo si surge el tema.
Inclino la cabeza en señal de reconocimiento.
—Que tengas un buen día, Witte.
—Igualmente.
Una vez que el auto ha iniciado el descenso, vuelvo a entrar en el ático. Lily no se ha movido.
Me mira por encima del hombro.
—Sabe lo mío —anuncia rotundamente, sus ojos muestran la dureza que Landon describió.
—O, mejor dicho, se da cuenta de que no me conoce.
No respondo ni reacciono. A veces, el silencio es el mejor inquisidor.
Ella me mira directamente, moviéndose con elegante fluidez. El fisioterapeuta que trabajó
con ella se maravilló de lo rápido que recuperó la movilidad y la fuerza. Es el estado natural de
su cuerpo. La he visto reaccionar con rapidez y precisión, sin el retraso que se produce cuando
se piensa algo en lugar de actuar por instinto.
—Aliyah sabe que he cambiado de identidad varias veces —explica, —y Ryan también. Me
preocupa más que no lo haya mencionado que si lo hubiera hecho.
Mis cejas se levantan. Me sorprende que haya elegido este momento para ser sincera. Y que
sea tan perspicaz. —¿Cómo se habría enterado de esa información?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—¿Cómo Kane? —replica. —No tenía motivos para investigar mis antecedentes mientras
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
me daban por muerta, y apenas ha tenido tiempo de rectificarlo desde entonces. Así que se ha
enterado de lo que él sabe, y tú tendrás que averiguar cómo ha podido. Me amenazó cuando que-
damos para tomar un café el otro día. Quiere que lo deje. Aún no se lo he mencionado a Kane.
—¿Sospechas que ya lo sabe?
Sus labios se curvan en una sombra de sonrisa. —¿Me estás preguntando si creo que Kane
lo ha hablado con ella? Mi madre me dijo que siempre previera lo improbable.
—No creerás que lo haría.
—Dudo de todo, Witte, pero no de su amor. Quiere que sufra, y quiere que no sufra jamás.
Hay tanta rabia dentro de él por el dolor que he causado. ¿Qué es eso sino amor? —Esboza una
sonrisa. —Aliyah no sabe lo que es el amor. Si alguna vez lo vio como una bendición, fue hace
59
mucho tiempo. En su mente, su dedicación mutua a Baharan los pone en desacuerdo.
Él se ha convertido en un impedimento.
Bajo a la sala de estar. —¿Un impedimento para qué?
—Su ambición. Su necesidad de control. ¿Le echa en cara las acciones de su padre? ¿Ve ella
a Paul en Kane? Sería un estudio fascinante, pero eso es irrelevante. Se está aprovechando de su
dolor, y debemos asegurarnos de que no cause ningún daño.
Sospecho que Lily siempre fue astuta evaluando a los demás. Ryan Landon tenía razón en
que hay cálculo cuando ella interactúa. Que también se especializara en psicología en la
Universidad de Columbia sólo habría perfeccionado ese talento natural.
—Ella no puede intimidarte.
—Ella no tiene lo que se necesita para asustarme, y Kane no necesita saber acerca de sus
intentos, por lo que no se lo dirás. —Su tono no admite discusión. —Céntrate en cómo puede
afectarlo profesionalmente. Yo me ocuparé de ella personalmente.
—Prefieres ocuparte tú de esas cosas.
Se encoge de hombros con elegancia. —Cuando trabajo sola, sé en quién confiar.
—¿Confías en mí ahora?
—Para velar por los intereses de Kane, sí.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
61
ME SIENTO EN MI ESCRITORIO, INHALO Y EXHALO PROFUNDAMENTE.
Siempre he siempre he odiado el difusor de aceites esenciales que Aliyah tiene en su despacho,
pero ahora estoy tentada de robárselo mientras almuerza. Normalmente nunca me molesta el
olor a comida que sale de la sala de descanso de los empleados, pero hoy alguien está comiendo
algo jodidamente rancio.
—Hola. —Clarice oscurece mi puerta con su pequeño cuerpo. Hoy lleva un vestido rojo
carmín con una enagua de volantes y un corpiño con mangas casquillo. Si no fuera por sus
curvas, parecería una niña.
—Me voy a comer. ¿Me acompañas?
Sacudo la cabeza y trago saliva. —No, gracias.
Se acerca a mi mesa. —¿Te encuentras bien? Estás un poco verde. —No puedo decirle lo
que sospecho: que tengo síndrome de abstinencia. No del alcohol, sino de cualquier droga a la
que haya estado expuesta. Hacer esa acusación en voz alta sólo me haría parecer loca, que es lo
que mi suegra quiere.
¿Pero Darius está conspirando con Aliyah?
El hecho de que me mintiera sobre el contrato me hace sospechar de todo lo que dice y hace.
Y aunque estoy jodidamente cabreada por eso, también estoy profundamente dolida. ¿Cuándo
se descarriló por completo mi matrimonio? ¿Lo saboteé? Dios sabe que mis padres me dieron
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
torio de tamaño infantil con un solo cajón. Mi enorme sofá se ha reducido a un silloncito. Y
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Si entra Daríus —murmuro débilmente, fijándome en la puerta cerrada, —se va a enojar.
Hay un mar de cubículos a pocos metros, llenos de personal y del propio Kane, que cree que
queda mejor si renuncia a un despacho para trabajar junto a los peones. Solía tener una línea
de visión directa con él cuando tenía mi antiguo despacho. Ahora sólo veo a un montón de
empleados miserables que saben que cada tecla que pulsan y cada llamada telefónica se graban
por motivos de seguridad.
—No me importa —se desentiende. —¿Te sientes mejor ahora?
—Tengo ganas de meterme en la cama y dormir durante diez años. —Tal vez tendría suerte,
como Lily, y me despertaría y encontraría a Darius dirigiendo Baharan y mi casa convertida en el
ático. Si se aferraba a mí como Kane se aferraba al recuerdo de Lily, le perdonaría cualquier cosa. 64
—¿Has estado bebiendo? —pregunta Ramin.
—Que te jodan. —Intento apartarme, pero su abrazo se estrecha. —¿Por qué todo el mundo
me pregunta eso? Estoy enferma, no borracho.
Su pecho se expande con una respiración profunda. —A lo mejor estás embarazada.
Me quedo atónita, luego se me escapa una risa aguda. —Sería un buen truco.
—No está fuera de lo posible. —Ramin pasa sus dedos por mi pelo.
Intento apartarme de él otra vez y, cuando se resiste, le digo—: El olor a vómito me va a
volver a dar náuseas.
Cuando me suelta, me pongo en pie tambaleándome. Utilizo mi escritorio como apoyo
mientras lo bordeo. Ramin agarra el cubo de la basura, ata la bolsa y la coloca dentro de otra
que encuentra guardada en el fondo. Luego vuelve a forrar el cubo y me lanza una sonrisa iró-
nica por encima del hombro. —Por si lo necesitas.
—Oh, vete. —Me hundo en el sofá y me presiono la frente con la palma de la mano.
No tengo fiebre, pero sé que no estoy enferma. Mi cuerpo está purgando lo que haya servido
para volverme loca. Puedo sufrir y lo haré porque cada día tengo más claridad.
Ramin se acomoda en la silla de mi escritorio y se echa hacia atrás.
—¿Intoxicación alimentaria? ¿Un virus estomacal?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Lo miro fijamente. —¿Cómo voy a saberlo? Pero no hacemos cosas buenas sólo para conse-
guir algo. Hacemos lo correcto porque somos buenas personas.
—Realmente no te sientes tú misma.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Olvídalo. Intentaba ser gracioso. Escucha... tú también sientes algo por mí. Sólo tienes
miedo de admitirlo. Darius no es lo que necesitas. Nunca ha sido lo que necesitas. ¿Por qué
crees que incluí esa cláusula?
—No puedo lidiar con esto ahora mismo —digo, principalmente para mí misma, porque
empiezo a sentirme mal otra vez.
66
—Vamos a lidiar con esto porque estoy cansado de esta mierda. —Se aparta de mi mesa y
se levanta, girándose para mirar por la ventana con las manos en las caderas. Es una buena vista
de él, mostrando su trasero fuertemente musculoso. Podría tener a cualquier mujer. Es más que
jodido que esté obsesionado conmigo.
—Si me hubieras dejado en paz después de la primera vez —continúa, irritándose, —no
estaríamos aquí ahora. Me comprometí a dejarte ir cuando participaste en la ceremonia. Pero
entonces apareciste en mi puerta.
—Ramin... Tenía que ser obvio que no estaba actuando como suelo hacerlo. Quiero decir,
vamos... Comportarse como el Dr. Jekyll y Mr. Hyde no es normal. —Me masajeo las sienes
con los dedos e intento evitar un fuerte dolor de cabeza.
Se gira para mirarme. —¿Qué estás diciendo?
Aprieto los labios, conteniendo la verdad. Los Brand se pelean entre ellos, pero las amenazas
exteriores se afrontan con un frente unido. No puedo confiar en que Ramin me crea o me proteja.
—La bebida se me ha ido de las manos.
—Sí... todos lo hemos notado. No estás contenta con Darius y...
—¡Lo estaba! —protesto. —No sé cuándo cambió o por qué, pero quería...un matrimonio feliz.
—¡Te quiero, Amy!
Me quedo con la boca abierta durante un largo y terrible minuto. —¿Me estás tomando el
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
1 N. del T.: Manipulación psicológica que el abusador intenta a hacer dudar a la víctima con
dudas con su mentalidad
—¿A quién más le importaría tanto como a mí? —argumenta.
—No confío en ninguno de ustedes. —Me trago la bilis naciente y miro fijamente hacia
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
donde antes estaba el carrito del bar. Increíblemente, la idea del alcohol me revuelve el estó-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
mago, así que desvío la mirada y recorro los objetos expuestos en la estantería abierta.
Me detengo en la fotografía enmarcada de Darius y yo. Es una foto profesional, yo sentada
y vestida con un traje de negocios Chanel color crema y Darius de pie detrás de mi silla con un
traje negro con camisa y corbata azules a juego. Es un look de pareja poderosa, y hace tiempo
que lo considero un presagio de lo que está por venir.
—¿A qué te refieres? —Ramin rodea mi escritorio.
—¿Abogados? ¿Hombres? Armand.
Su mirada se estrecha peligrosamente. —No seré juzgado por el comportamiento de mis
hermanos. No soy como ellos. 68
Hay un brillo frío en sus ojos azul cielo. De repente, mi percepción de él cambia y siento un
escalofrío de auténtico miedo. Sí, es más pequeño que Darius y Kane, pero mucho más grande
que yo. Y está mostrando un lado de sí mismo que no había visto antes.
El sudor que me empapa la piel me da un escalofrío repentino.
Respiro profundamente y exhalo con la misma lentitud. Mi mente se acelera. —Si te con-
trato como mi abogado, hay privilegio, ¿verdad? ¿No puedes decirle a nadie lo que yo te diga?
—Amy... —Cierra los ojos y se pasa una mano por la cara. —No le diría a nadie nada de lo
que me contaras confidencialmente. No porque sea abogado, sino porque eres la mujer que amo.
Dice las palabras con tal firmeza que mi miedo aumenta. Si está convencido de que me
quiere, tengo otro grave problema. —¿Incluso si tiene que ver con tu familia?
—Tú también eres mi familia —añade, sus facciones se suavizan. —Y no porque estés ca-
sada con Darius, sino porque eres la mujer con la que espero casarme pronto.
—Jesús, Ramin.
Me tiembla el pulso de pánico. Menudo jodido choque de trenes. ¿Es de extrañar que me
esté volviendo loca cuando estoy rodeada de ellos? ¿Cómo no me di cuenta desde el principio
de que los Brand son los únicos lunáticos?
Se sienta en el borde de mi escritorio. —¿Qué quieres decirme?
Necesito a alguien de mi lado. Si es un abogado con información privilegiada, eso tiene
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
que ser bueno, ¿no? ¿O eso crea un conflicto de intereses...? Me duele el cerebro tratando de
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
desentrañar todo esto. —Me están drogando para que parezca que estoy loca, así esa cláusula se
activará y perderé el control de mi empresa.
Me mira fijamente durante un largo minuto y luego parpadea.
—En algún momento, tu madre debió de darse cuenta de la cláusula de salida, o quizá
siempre supo que estaba ahí. Sabiendo que yo podía irme con Social Creamery, decidió con-
vertir en arma la cláusula de incapacidad. —Empiezo a levantarme, pero me quedo quieta
cuando la habitación da un pequeño giro.
—Darius me ha estado diciendo que está trabajando en una manera de recuperar mi em-
presa. Ha estado actuando como si fuera difícil y costara mucho trabajo, por lo que está to-
mando tiempo. O él está en eso con tu madre, o mi ama de llaves, Griselda, está trabajando 69
con ella. Tu madre es la que nos la encontró, después de todo, ya que aparentemente no soy
capaz de cuidar de Darius por mí misma. Aliyah no está conmigo lo suficiente como para ser
directamente responsable.
—Amy... —Ramin toma una respiración lenta y profunda como si estuviera reuniendo a sí
mismo. —Puede que no esté familiarizado con el contrato. O tal vez sospecha que te estás pre-
parando para dejarlo y está tratando de ganar más tiempo para resolver las cosas. No puedes...
—No me digas lo que sé. Me ha mentido a la cara sobre la cláusula de salida. También tu madre.
—Está bien. Dime lo que sabes.
—Pierdo la noción del tiempo. Darius y tu madre me dicen que me equivoco en lo que
recuerdo. Desaparecen cosas de casa. Las decoraciones se cambian de lugar: cuadros, adornos.
Se frota la nuca. —Amy, bebes... mucho.
Mi mirada se estrecha. —Acabo de decirlo, ¿no? Pero estar borracha no significa que mi
memoria no valga nada. —Quiero decirle que un hombre decente me habría llamado un taxi
si hubiera aparecido en su puerta sin estar sobria. Pero temo contrariarlo.
—De lo que acusas a Darius es criminal —explica en un tono lento y cauto. Tranquilamente
condescendiente. Los Armand son expertos en usar ese tono para castigar.
—¿Y?
—Y aunque sé que no es el hombre para ti, nunca se propondría hacerte daño deliberadamente.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Eso no debería hacerme sentir mejor, y sé que estoy jodida por permitirlo. No quiero creer
que mi marido podría hacerme algo horrible, pero tal vez lo haría si pensara que eso nos man-
tendría juntos. Aun así… —Si me amara, nos sacaría de aquí.
—¿Lo quieres? —cuestiona bruscamente.
Me he hecho esa pregunta un millón de veces en los últimos días. Llevo tanto tiempo con la
mente tan abarrotada y confusa que no estoy segura de lo que siento por nada.
Todo lo que sé ahora es que los sentimientos de Ramin están implicados de forma inespe-
rada y no deseada, y yo tengo la culpa de ello, aunque no sea la responsable última.
—Es difícil amar a alguien cuando no me amo a mí misma en este momento.
Parece sorprendido, luego comprensivo. —Todo lo que tienes que hacer es irte —dice sua-
70
vemente. —Me aseguraré de que el papeleo se haga rápidamente. Puedes quedarte conmigo o
podemos ir despacio.
Lo miro horrorizada. Su obstinada negativa a entender lo que le estoy diciendo roza el des-
varío. No puedo empezar a entenderlo porque él tiene recuerdos míos que yo no tengo, y me
da miedo ser más brusca porque él ya no está llevando bien la situación.
—Recuérdame —aclaro la garganta seca porque estoy carraspeando —qué obtengo por el
acuerdo prenupcial si me voy sin más.
Los labios fruncidos de Ramin responden a la pregunta antes de que hable. —Sin un hijo,
no mucho. Pero puedo cuidar de ti.
—¡Estoy harta de que cuiden de mí! —Mis manos se agitan con frustración.
—¿Cuándo fue la última vez que viste a tu terapeuta?
Me erizo. —¡¿Quieres hablar de que estoy loca?! Eso es el colmo.
—No te asustes. Me has dicho que sospechas que mi madre –y posiblemente mi hermano–
intentan declarar que eres inestable y que esperas luchar contra el acuerdo prenupcial. Sería
prudente corroborar preventivamente tu cordura con un programa regular de terapia.
—Oh. —Lo estudio, buscando cualquier señal de que me esté manipulando. —Sí, es un
buen punto. No ha pasado tanto tiempo. Sólo he estado ocupada volviendo al trabajo.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
La verdad es que no recuerdo cuánto tiempo ha pasado. Los días se mezclaron con las se-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
manas. ¿Cuánto tiempo llevo deteriorándome? ¿Cuándo fue la última vez que me sentí feliz,
segura y cuerda? ¿Por qué no me cuestioné nada?
Ramin mira al suelo, asintiendo, ensimismado en sus pensamientos. Espero que empiece
a darse cuenta de lo que le he dicho. El silencio crece, luego se alarga. Cierro los ojos y me
concentro en respirar, deseando que desaparezca el malestar general exacerbado por la creciente
inquietud.
La puerta se abre bruscamente y, sobresaltada, abro los ojos y veo a Darius de pie, con una
mano en el pomo y una expresión atronadora en su hermoso rostro.
—¿Por qué está cerrada la puerta? —suelta, mirando a su hermano. Le tiembla la nariz.
—¿Y por qué huele a vómito aquí? 71
Presa del pánico de que Ramin diga algo que no debería, suelto lo primero que se me
ocurre—: Creo que tengo náuseas matutinas.
Mi marido se queda visiblemente paralizado, mirando con asombro, y luego se transforma.
Su ceño fruncido se transforma en una leve sonrisa de asombro.
¿Seguirá drogándome si cree que estoy esperando un hijo suyo?
Le devuelvo la sonrisa y se sienta conmigo en el sofá. Me envuelve en sus brazos como si
fuera preciosa y delicada. Habla de pruebas y médicos con creciente excitación y, por un mo-
mento, me dejo llevar por su entusiasmo.
Luego veo la mirada dura y plana de Ramin y siento terror.
11
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
1 de mayo de 1999
72
Ahora me molestaba, pero al principio había apreciado que Lucas se fijara en las apariencias.
Quería que todo pareciera perfecto. Yo era la esposa perfecta con nuestros tres hijos perfectos
en su vida ideal. Prefería ignorar que había estado casada o que ya tuviera a Kane. La esposa
perfecta no se habría casado antes con otra persona.
Le seguí la corriente porque era importante que quien me mirara no viera ni rastro de la
mujer que había perdido todas sus posesiones cuando su marido la abandonó. Lucas se encargó
de que me viera mejor que nunca.
Y era el socio de su bufete que supervisaba el grupo de química y materiales, responsable
de patentes industriales de todo tipo. Gracias a él, podría rentabilizar las patentes de Paul para
hacerme con unos ahorros que me serían muy útiles una vez que superara los términos del
acuerdo prenupcial.
74
Mis tacones chasqueaban sobre el suelo de epoxi moteado del garaje. Estaba impecable, con
armarios de madera oscura y herramientas ordenadas en perchas. Cuando se abrían las puertas
del garaje, nuestros vecinos veían belleza, orden y, lo más importante, riqueza.
Al entrar desde el garaje, nos recibió Cotton, nuestro precioso labrador blanco. Brincaba
excitado, meneando la cola con tanta fuerza que sus cuartos traseros se balanceaban con ella.
Dejé a Rosana en el suelo y la vi correr con el perro por el pasillo forrado de madera mientras
llamaba a gritos a Kane.
Había una docena de años entre mi hijo mayor y el menor, pero Kane era tan bueno con ella
como con sus hermanos. Mientras Rosana me tenía con las manos ocupadas, él llevaba a Darius
al entrenamiento de béisbol y ayudaba a Ramin con los deberes. Cómo Kane se las arregló para
graduarse de la escuela secundaria un año antes mientras trabajaba y ayudaba con los niños. Es
un verdadero mérito dada la forma en que lo crie.
Alguna vez deseé que Lucas fuera más considerado con Kane, pero llegué a aceptar que era
demasiado mezquino como para encontrar sitio en su corazón para el hijo de otro hombre. Y
en realidad, no mostraba mucho amor por sus hijos.
Afortunadamente, se vio afectado por una disfunción eréctil y aprendió lo humillante que
podía ser que no me dejara en paz. Después de lo que sufrí a manos de Alex Gallagher, propor-
cionar sexo que no quería o disfrutaba era nada menos que traumático.
—Mamá. —Darius se apresuró hacia mí, el revestimiento de madera y el empapelado
geométrico del pasillo lo hacían parecer más pequeño de lo que era. Tenía los ojos azules enro-
jecidos y la nariz rosada. Él también estaba creciendo demasiado deprisa.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Me armé de valor para mantener la calma. La tensión en la casa era tan densa que me erizaba
el vello de la nuca. La ira crecía, atenuada por el cansancio. Estaba agotada por todas las con-
cesiones que tenía que seguir haciendo a diario. Ya había vendido mi alma para crear la ilusión
de estabilidad para Kane y para mí.
—¿Qué pasa, cariño? —pregunté, apartándole el pelo oscuro de la frente, aunque ya sabía
la respuesta.
—Papá se ha vuelto a enfadar con Kane —sollozó, aplastándose contra mí, con los brazos
apretados alrededor de mis muslos. —Le ha pegado en la cara y Kane está sangrando.
La rabia surgió tan rápida y ferozmente que temblé con ella. Ya no era sostenible mantener a
Kane conmigo, aunque su apoyo y su presencia me dieran alegría. Aferrarme a él cuando estaría 75
más seguro en cualquier otro lugar... era egoísta.
—Shh... —Inclinándome, abracé a Darius. —No llores. Yo cuidaré de tu hermano.
—¡Papá es malo! Kane sólo estaba ayudando a Ramin con sus deberes. Papá dijo que le
estaba enseñando mal a propósito.
Apreté los ojos y respiré entre dientes apretados. Me repugnaba que Lucas estuviera celoso
de un niño. Celoso porque Kane se parecía mucho a su padre, y ese parecido hacía imposible
que alguna vez encajara en la imagen de familia ideal que Lucas apreciaba.
Lucas también sabía que nunca lo querría como una vez quise a Paul, a pesar de mis es-
fuerzos por disimular mi desagrado. Si hubiera sido capaz de tolerar siquiera a Kane, quizá las
cosas habrían sido diferentes. Tal como estaban las cosas, le hacía pagar por cada infracción
contra mi hijo: incontables pequeños cortes y molestias.
—Sólo fue un malentendido —mentí. —Vete a tu cuarto a jugar al Zelda hasta que te llame
para cenar, ¿de acuerdo?
Su cuerpecito se tensó de rabia y frustración. Quería tanto a Kane y lo adoraba de esa forma
tan pura que sólo conocen los hermanos pequeños. Entonces asintió, dio un paso atrás y obe-
deció. Eso no siempre era fácil. El chico era voluntarioso y temerario.
Lo vi alejarse corriendo y luego girar hacia las escaleras. Esperé a que sus pasos recorrieran el
segundo piso y volviera el silencio antes de moverme un centímetro.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Se supone que las madres no tienen un hijo favorito. Yo quería a los cuatro míos, pero Kane
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
era excepcional. Había momentos en los que me recordaba la traición de Paul, lo cual era
doloroso, pero también me recordaba los mejores momentos. Y cuidó de mí, incluso cuando
le dije que era mi trabajo cuidar de él. De todos los hombres que conocía, Kane era el único
desinteresado cuando se trataba de mí.
Pasándome las manos por el pelo oscuro, me miré en el espejo de la pared y decidí que,
cuando terminara esta etapa de mi vida, no volvería a ver a esta mujer triste e impotente.
Vería a otra mujer; alguien transformada en todos los sentidos por la autoridad y el control.
Me dirigí a la parte central de la casa.
Lucas era un cobarde. No quiso enfrentarse a mí cuando me enteré de que había pegado a
Kane... otra vez. Creyó que me calmaba si se alejaba unas horas, revelando lo poco que me co-
76
nocía. Ni siquiera se planteó que el arañazo de la llave en el lateral de su Jaguar o el tornillo per-
forando el flanco de su neumático pudieran ser cortesía mía. Ni siquiera pensó en mí cuando
los mensajes urgentes no aparecían en el contestador de su despacho. Tampoco pensaba en mí
cuando sufría ataques ocasionales de diarrea violenta que su médico no podía explicar.
¿Qué me había hecho al casarme con él? ¿Paul me reconocería ahora?
Toda la situación era culpa suya. Recordarlo aliviaba mi sentimiento de culpa por lo que
tenía que hacer. Su abandono me puso en esta situación y no podía cambiar de rumbo sin
afectar negativamente a la vida de mis hijos. No lo haría por ningún precio.
Sabía exactamente dónde encontrar a Kane. A diferencia de Lucas, él no se escondía.
Estaba sentado con Rosana en su regazo, en la encimera de la cocina, el corazón de la casa,
con su oscura cabeza inclinada sobre la de Ramin, mientras mi hijo pequeño se afanaba con las
tareas del colegio.
El algodón yacía a sus pies, observándome. Ramin era brillante, como todos mis hijos, pero
buscaba la perfección. Se quejaba de cualquier nota inferior al cien por cien y se culpaba por
no haber estudiado más. También disfrutaba de la atención de Kane y trabajaba más de lo ne-
cesario sólo para tenerla.
—Kane, cariño —dije en voz baja, pero con firmeza, endureciendo mi corazón.
No sirvió de nada. Se me cortó la respiración cuando se volvió, mostrando un ojo amora-
tado que empezaba a hincharse. Las lágrimas ardían, recordándome que aún podía llorar y que
siempre había más sufrimiento por experimentar.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Me miró con sus ojos oscuros, su mirada vieja y sabia y desprovista de cualquier chispa de
alegría infantil. Se había visto obligado a madurar demasiado rápido para superar los defectos
de sus padres y ahora los de su padrastro. Tan devastadoramente magnífico como Paul, Kane
sólo crecería más en su atractivo innato hasta convertirse en un peligro para cualquier mujer
que se enamorara de él. Había estado ciega ante los defectos de Paul, y Kane pronto le superaría
en atractivo.
—Necesito hablar contigo —informe.
—¡Odio a papá! —apuntó Ramin desafiante, con sus pálidos ojos azules llenos de furia.
—¡Se equivocó en la respuesta y le echó la culpa a Kane!
—No odias a tu padre —corregí. —Estás enfadado con él, y entiendo por qué, pero decirlo 77
sólo hará las cosas más difíciles para todos nosotros.
—¡Me da igual!”
Le lancé una mirada tranquilizadora, y sus labios se apretaron en un ceño fruncido. Sus
piernas empezaron a patalear, sus zapatillas golpeando contra el lateral de la isla de nogal oscuro.
Yo tampoco tenía fuerzas para luchar contra él.
—Kane.
—Sí. —Se desdobló, elevándose hasta sobresalir por encima de mí. Su padre también había
sido muy alto. Dejó a Rosana sobre el taburete y le alborotó el pelo.
—Ahora vuelvo.
Salí de la cocina y entré en el salón, escuchando el chasquido de las garras de Cotton sobre
el suelo de baldosas. El perro nunca estaba lejos de Kane, y cuando mi hijo se dejó caer en el
sofá de cretona roja, Cotton se sentó junto a sus piernas.
Me uní a ellos, mirando brevemente por el gran ventanal nuestro césped y la casa de en-
frente. Cuando los residentes de aquella casa nos devolvieron la mirada, vieron lo que que-
ríamos que vieran.
Un recordatorio de que las apariencias siempre engañan. La pregunta que más me rondaba
por la cabeza era si podía engañar a Kane.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Deberías ponerte hielo —dije. Su ojo derecho se oscurecía por momentos. Tendría un ojo
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Lo pones un poco difícil cuando te quedas con un estúpido porque es rico.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—¡No te sientes ahí y me juzgues! Lo tienes fácil. Consigues lo que quieres cuando lo
quieres.
—¿Qué consigo además de un puñetazo?
Me llevé la mano a la garganta, mis dedos encontraron el pulso acelerado. No quería pe-
learme con mi hijo ni herirlo de ningún modo, pero tampoco podía soportar que me hirieran.
Todavía no me había curado. —Eres gerente en el trabajo y ganas buen dinero. Empiezas en
Fordham en otoño y nunca has necesitado auto: las chicas hacen cola para llevarte a donde haga
falta. Ya no me necesitas.
—Entonces, soy una carga. 79
—¡Yo no he dicho eso! —exclamé respirando hondo, tratando de mantener la compostura.
Era astuto, mi hijo. Y rebelde y obstinado. Sabía que había provocado a Lucas a propósito, lo
que no hacía que las acciones de mi marido fueran aceptables bajo ningún concepto, pero...
tratar con un adolescente enfadado era difícil. —No nos conviene que permanezcas en esta
casa. ¿No sientes el estrés y la tensión constantes? Me está agotando, Kane. No es bueno ni para
ti ni para los niños.
—Así que yo soy la fuente de todos tus problemas.
Mi mirada se entrecerró, y él la sostuvo momentáneamente, luego inclinó la cabeza. En ese
momento, vi al niño que aún era, y se me rompió el corazón. —Hay cosas que tengo que ter-
minar aquí antes de irme. No me iré sin nada. Ya me han dejado así antes, como sabes. Nunca
más. Si quieres culpar a alguien por nuestras circunstancias, culpa a tu padre. Él es quien nos
puso en esta situación. Unos años más. Una vez que Darius cumpliera dieciocho, podría irme
con todo lo que había ganado.
—Sabes —mencionó Kane en voz baja, —culpé a mi padre hasta que se volvió demasiado
agotador seguir adelante. Sin embargo, no puedes dejarlo pasar. Estás dispuesta a aguantar a
Lucas para igualar las cosas con un hombre al que no le importa una mierda. Y estás dispuesta
a echar a tu hijo para mantener tu matrimonio el tiempo suficiente para que sea económica-
mente ventajoso.
—¡No sabes lo que he sacrificado para mantener la paz tanto tiempo! —Me puse de pie,
incapaz de contener por más tiempo mi agitación. Crucé los brazos.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Entonces dímelo.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—¡Nunca! —siseé. —Si saber que ha sido duro no es suficiente para ti, los detalles no cam-
biarán nada.
Me miró con las dos cejas levantadas, desafiante y escéptico, un joven dudando de una
mujer porque no podía relacionarse o compadecerse.
—Tengo algo de dinero ahorrado —comenté. —Podría ayudarte.
—Puedo cuidar de mí mismo. Llevo haciéndolo mucho tiempo.
—¡Eso no es justo!
—Tampoco lo es lo que estás haciendo ahora. Necesito a Darius, Ramin y Rosana tanto como
ellos a mí, pero eso no se tiene en cuenta, ¿verdad? —Se levantó y me dio la espalda, alejándose
80
con su paso de piernas largas, el perro a su lado. —Dame un par de horas y me iré de aquí.
—¡No tienes que irte esta noche! —protesté, con la ansiedad a flor de piel. Él había sido mi ancla
durante tanto tiempo, mi motivación. ¿Estaría estable ahora si no le hubiera tenido a mi lado?
Hizo una pausa y se volvió para mirarme. Cotton también me miró, con un juicio que me
ofendió. Kane esperó pacientemente, con cara de piedra. Podía sentir la atracción de su anhelo
y su esperanza. El impulso de ir hacia él y estrecharlo entre mis brazos era casi abrumador. Me
balanceé un poco sobre mis pies, luchando contra ello. Enviar mensajes contradictorios por mi
propio bien sería un error. No podía quedarse aquí; no era seguro. Y yo no podía marcharme.
Con un suspiro pesado, finalmente se rindió y me dejó, tomando las escaleras de dos en dos,
en silencio donde su hermano había sido ruidoso.
Algún día me perdonaría. En cuanto Lucas se fuera, vería cómo las cosas avanzaban y todo
esto quedaría atrás.
Extendí una mano e intenté frenar la caída, pero las rodillas me fallaron y me hundí en el sofá.
¿Me perdonaría alguna vez?
12
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Ahora
81
rante que me consideren una criminal y me obliguen a exponer mi dolor íntimo para explicar
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Hay algo en la ligera sonrisa de Ryan que me inquieta. No puedo precisarlo, pero hay algo
distante en su comportamiento. Mira más allá de mí mientras hace gestos hacia la zona de
asientos, actuando como si fuera el anfitrión de mi visita y no al revés. Midtown se ve de mara-
villa a través de las paredes de cristal adyacentes de mi despacho de la esquina, pero su atención
debería estar en mí. Mi columna se endereza y, con la mandíbula apretada, elijo la silla de mi
escritorio, obligándolo a seguirme. Me acomodo, cruzando las piernas. No le pregunto nada,
porque el silencio es suficiente.
—El otro día vi a Lily —empieza, desabrochándose la chaqueta y ajustándose los pantalones
para sentarse. Cuando me mira, su rostro es sombrío.
Su cabello castaño ondulado está ligeramente revuelto, tal vez por una brisa fuerte... o por
unos dedos inquietos. Mi lengua moja los labios resecos. El otro día... pero ésta es la primera vez
85
que me entero. No sé por qué, pero pensé que me informaría más rápidamente.
—¿Es ella? ¿La mujer con la que saliste?
—Sí. —Inclina ligeramente la cabeza. —Y no. Ella ha cambiado. ¿Pero es inesperado? No
soy el hombre que era cuando ella y yo estábamos juntos.
—¿Cómo explicas el cuerpo recuperado que ayudaste a identificar? —examino tensa porque
está pensativo, cosa que no me gusta. En absoluto.
—Todavía no tengo una respuesta para eso —expresa suavemente, cruzando un tobillo
sobre la rodilla contraria.
—¿Estás intentando encontrar una respuesta? —Me cuesta un gran esfuerzo mantener un
tono uniforme. Está demasiado relajado. Carece de la urgencia que mostró cuando le presenté
la información. Su respuesta es... surrealista.
—No, porque sé dónde está la respuesta: está con Kane. —La mirada oscura de Ryan se
clava en la mía. —Él firmó la entrega del cuerpo y era el responsable. Si la enterraron, el cuerpo
podría ser exhumado para un examen forense.
—¿Si?
Se encoge de hombros. —Podría haber optado por la incineración.
—No pareces preocuparte ninguna de las dos cosas —espeto.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Puede que el cadáver nos ayudara a identificar quién es Lily, pero si nuestro único mo-
tivo para investigarla es proteger a Kane, no nos corresponde a nosotros. Él sabe lo que tú y yo
sabemos. Si no se siente amenazado, tenemos que confiar en su intuición. Como pariente más
cercano, casi seguro que sabe más que nosotros.
—Ryan... —Lo miro consternada. —No puedo creer que sea la única que ve un problema
aquí. Kane es incapaz de ver una amenaza porque delira. Ha querido recuperar a su mujer
todos estos años, y no le importa cómo ocurrió. No está en sus cabales, así que decir que es
responsable de sus decisiones no le hace ningún favor. No puede ser coincidencia que hubiera
dos mujeres con exactamente el mismo tatuaje, ¡y que una fuera sacada del océano mientras la
otra se acuesta con mi hijo!
—No puedo explicar eso, ni por qué ha adoptado tantas identidades. Sólo puedo decirte 86
que la mujer que conocí el otro día cumple todos los requisitos. Creo que es la mujer que co-
nocimos antes. Sí, hay diferencias –incluso defensas–, pero es la primera vez que nos cruzamos
desde que terminamos nuestra relación, así que no es de extrañar cierta incomodidad. En
cuanto a cuyo cuerpo fue sacado del océano... Es un misterio para nosotros, aunque posible-
mente no para Kane, y quizá sea lo mejor.
Me quedo sin palabras.
—Dicho esto —prosigue, —puede que el matrimonio de Kane no sea asunto mío, pero Ba-
haran sí. Tener una voz mayoritaria adicional es algo que hay que vigilar. Por eso voy a solicitar
unirme a la junta.
Tardo un largo minuto en ordenar mis pensamientos dispersos. No entiendo en absoluto
su razonamiento.
—Bueno, eso... es una gran noticia.
—Me alegro de que sigas pensándolo.
Durante años, he pensado que la perspicacia empresarial de Ryan sería un gran activo para
Baharan. Aun así, entendí que LanCorp era su objetivo principal. —Empezaré a hablar con
los demás...
—Ya he hablado con todos —interrumpe. —Tú y Kane quedan, y él y yo almorzaremos
después de esto. Se lo haré saber entonces.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Que lo sepa —repito, asombrada. Las maniobras corporativas preventivas nunca son un
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
88
—ESTÁS RESPLANDECIENTE.
Siempre ha amado el sonido de su voz. Me hipnotiza como un encantador de serpientes cautivado
por la cobra. Sé que vendrá el golpe, la perforación del colmillo en la carne vulnerable seguida del
ardiente aguijón del veneno. Lo sé y sigo amando...
El viento ruge con la misma furia que siento en mi interior, una agitación que me revuelve el pelo
por la cara y dispersa mis lágrimas para fundirse con la lluvia. El mar se agita bajo nosotras, pero
ella parece fuerte y grácil en medio de la tormenta mientras mis palmas sangran de tanto agarrarme
a las líneas para mantener el equilibrio.
—Ojalá ese resplandor viniera del triunfo personal —prosigue —pero no. Brillas porque un
hombre te profesó su amor para que lo dejaras eyacular dentro de ti siempre que quisiera. Te crie
para más que eso.
—No me criaste para nada —argumento, temblando violentamente mientras el viento helado
me cala hasta el tuétano de los huesos. En realidad, hace días que tengo frío. Desde que me di cuenta
de que había ordenado matar al hombre que amo. Si no fuera por la vigilancia sobreprotectora de
Rogelio, Kane estaría muerto ahora.
No puedo permitir que vuelva a intentarlo. Sólo ver a mi amor seguir con su rutina felizmente
y sin saber que querían degollarlo a plena luz del día, es demasiado para mí. No puedo comer. No
puedo dormir. El miedo es todo lo que conozco.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Sé justa, Araceli. Prediqué con el ejemplo. —Su sonrisa es brillante y hermosa, aunque no des-
prende calidez en esa mirada luminosa. Son esos ojos esmeraldas los que refuerzan la verdad: lo matará.
La sed de sangre y la furia que siente encienden una luz de locura en sus pupilas. Sueles ocultar
tan bien esa locura que la mayoría no la ve. Incluso yo la he buscado en el pasado y no he podido
encontrarla. Pero ahora bullen en tu interior unos celos vengativos, tan tóxicos que han resquebra-
jado tu perfecta fachada.
—Enseñarte cómo sobrevivir es de padres perezosos —despotrica. —Cuando una madre hace bien
su trabajo, sus hijos son autosuficientes. Te he enseñado lo que es prosperar como mujer en este mundo.
Niego con la cabeza. —Me enseñaste a tomar, usar y explotar. Pero yo no soy como tú. No disfruto
haciendo daño a la gente. 89
Su risa es como campanas y resuena maravillosamente, como una llamada a la adoración. Incluso
el viento embravecido la adora, arremolinando la musicalidad de su humor negro a mi alrededor,
amplificándolo hasta que parece como si la propia tormenta se riera de mí.
—Haces daño al hombre que dices amar. Sabes que no permitiré que te malgastes con él, pero eres
egoísta. Quieres lo que quieres, incluso si eso significa que él tiene que morir.
Las palabras son armas, y mamá siempre sabes utilizar las adecuadas.
Su pelo oscuro fluye en una banderola. El viento aprieta contra sus curvas el mono de seda rojo
fuego. Es una sirena de los mares, que arrastra hacia la orilla el tejido mismo de mi mundo para que
lo haga trizas.
—Hay que robar la felicidad para tenerla, Araceli. El mundo no te dará alegría, tienes que
tomarla.
—Crees eso porque eres retorcida, pero no es verdad.
—Nunca te mentiría. Eres tú la que te mientes a ti misma. El amor romántico es un mito. Sólo
el amor de una madre es real. Sólo una madre hace sacrificios desinteresadamente. Cualquier otra
relación es una negociación de beneficios egoístas y compromisos para conseguirlos.
—¡Haría cualquier cosa por mí!
Mis palabras son arrancadas de mis labios y esparcidas a los fuertes vientos. La Tempête da lo
mejor de sí en mares tranquilos, y me pregunto si podría decirse lo mismo de mí. Me siento maltra-
tada por vivir mientras ella prospera con la adversidad. Sólo Kane ha sido un refugio para mí, pero
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
ella quiere que lo vea como el ojo del huracán, el lugar más peligroso en el que podría estar.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Val haría cualquier cosa por ti —corrige. —No porque te quiera a ti o a mí, sino porque elige
ser responsable de ti.
—¡Valon Laska es un monstruo! —Y tú también lo eres. . .
—Es un monstruo con una correa, y no estás entendiendo nada. —Los bordes de su sonrisa
carmesí se afilan como cuchillas. —¿Elegiría Kane estar enamorado de ti? ¿Elegiría traicionar a su
mejor amigo y tirar por la borda todo por lo que ha trabajado? Dios mío, Araceli. ¿Qué te parece
atractivo de eso? No tiene lealtad, no tiene agallas.
Mis pensamientos son tan turbulentos como el océano salvaje porque me ha retorcido en nudos
como siempre hace, entretejiendo verdades con mi realidad. Sí, la furia impotente corroe a Kane; la 90
siento cada vez que me toca. Odia no poder controlar lo que siente por mí, odia actuar de un modo
del que se arrepiente. ¿Y no siento yo lo mismo?
He anhelado alejarme de él, pero no puedo. ¿O es que simplemente no quiero?
—¿No lo ves? —presiona el punto, oliendo la sangre que se filtra de las heridas que ha infligido.
—El amor es una forma de coacción, y estás valorando más lo que un hombre hace bajo coacción
que lo que hace por voluntad propia.
No puedo negar la verdad de lo que dices. Sólo tengo una defensa—: Somos felices estando juntos.
Y ella nunca comprenderá eso. Nunca me ayudará a elegir un vestido de novia ni se complacerás
en un baile de suegra con el novio ni sonreirá a mi lado en las fotos de mi día mágico. Estaba tan or-
gullosa de mí por haber encontrado y desviado el dinero que había escondido en numerosas cuentas en
el extranjero, ¿pero anteponer la felicidad de alguien a la mía? La muerte sería preferible en su mente.
—Son dos personas que se han vuelto tan poco interesantes que se aburren a sí mismos —suelta.
—Él no puede hacer que te sientas menos sola. No puede llenar el vacío que hay en ti por no gustarte
lo suficiente como para estar contenta en soledad. Es un fragmento de cristal disfrazado de venda, y
ese fragmento se clava más profundamente en tu corazón con cada respiración. Él es una astilla, y tú
intentas proteger lo que hará que te desangres.
Es la primera vez que sugiere tener experiencia con el desamor, pero sabía que lo había sufrido al
menos una vez en la vida. No el desamor de la forma en que otros lo experimentan. Una vez quiso
a alguien y no pudo tenerlo. ¿Era mi padre? ¿Está muerto ahora?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
¿Lo mató como está amenazando con matar a Kane? ¿Cómo ahora tengo que matarla a ella?
91
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Friederich Nietzche
PA RT E D O S
93
EL ÁTICO ECHA DE MENOS A WITTE CUANDO NO ESTÁ, amplificando su au-
sencia hasta que la siento profundamente. No de la forma en que siento la tuya, mi amor, pero
es un vacío notable, no obstante.
Aun así, es una oportunidad para reunirme con Rogelio y el resto del equipo: Tovah, nuestra
vestuarista; Salma, nuestra maquilladora y peluquera; y Lacy, la que se encarga de requisar lo
que necesitamos. Sus títulos son engañosos, ya que todos ellos son multi propósitos. Lo que
nos hace funcionar bien juntas es que todas nosotras podemos desempeñar casi cualquier papel,
desde conducir un automóvil de huida hasta cometer pequeños hurtos ocasionales.
Mientras camino por los pasillos de espejos para llegar a las puertas principales, sigo inquieta
por mi reciente y demasiado familiar pesadilla. No debería haberme echado una siesta a media
mañana, pero últimamente siempre estoy cansada, agobiada por la pena, la culpa y el arre-
pentimiento. Aun así, sé que no debo arriesgarme a dormir cuando él no está a mi lado. Sólo
Kane me calma y me hace sentir segura. Mi madre nunca entendió lo esencial que era para mi
bienestar. O quizá sí lo sabía y lo odiaba por ello.
Al pasar por el salón, absorbo la impresión de nuestro hogar. ¿Debo decirle que siento un
latido en el ático? Reverbera en mí, acompasándose a mi pulso. O quizá sea una medida del
tiempo, como el tic-tac del segundero de un reloj.
¿Es una cuenta atrás? Si es así, ¿para qué?
Witte ha salido corriendo por los ingredientes que necesitará para lo que haya decidido servir
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
de cena. En los últimos días se ha vuelto algo aventurero con la planificación de sus comidas.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Lacy llega a la puerta antes que yo y la abre para revelar a Rogelio. Su rostro, sombrío como
de costumbre, se ilumina cuando nos ve. Abraza a Lacy con fuerza, como si no estuvieran
juntos a menudo, aunque sé que es así. Cuando retrocede, me mira y me estudia detenida-
mente. Su expresión se suaviza aún más.
—Ven aquí —pide con los brazos abiertos.
Me abrazo a él con un suspiro. Está vestido para trabajar en Baharan, y el tacto de la tela
de su traje bajo mi mejilla me resulta tan familiar. También su aroma y la forma de su cuerpo.
Esto es la familia, este sentimiento de bienvenida y cuidado. Espero poder compartir algún día
estas personas tan importantes contigo. Son la parte de mi pasado de la que estoy orgullosa.
—Pareces agotada, querida.
94
—¿Lo parezco? Tendré que trabajar en eso. —Mantengo un tono ligero y burlón porque no
quiero que sepan que estoy luchando. Ya se preocupan bastante por mí.
—Follan como si se acabara el mundo —ironiza Lacy con sorna. —Yo también estaría agotada.
—¡Lacy! —Se me calienta la cara, lo que les hace reír a los dos. Estar separada de la familia
que construí ha sido el más duro de todos los cambios que he hecho desde que me encontró
cruzando la calle en Midtown.
—Ustedes dos vuelvan al salón —indica Lacy. —Rogelio ya me ha hablado de Alex Ga-
llagher, así que esperaré aquí a Tovah y Salma.
Frunzo el ceño y cuestiono—: ¿Quién es Alex Gallagher?
Rogelio me agarra de la mano. —Vamos. Deberíamos sentarnos antes de que empiece.
Volvemos a la suite principal tomados de la mano, como hacen los hermanos pequeños.
Cuando me di cuenta de que Rogelio me consideraba una hermana, no sabía cómo aceptar
tanto afecto. Ahora significa todo para mí, y estoy muy agradecida de tenerlo en mi vida.
Me siento en el sofá de terciopelo zafiro, acurruco las piernas debajo de mí y extiendo el
brazo a lo largo del respaldo. Rogelio se quita la chaqueta y la deja sobre la otomana antes de
sentarse a mi lado. Me ofrece una sonrisa torcida y empieza a hablar.
Las noticias son variadas. Se alegra de decirme que no hay pruebas de un barco ni de comu-
nicación con mi madre ni en el teléfono de Val ni en su almacenamiento en la nube.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Dice que puedo vivir feliz para siempre aquí mismo con mi príncipe, en lo alto de la torre
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
que se extiende hacia el cielo balanceándose y gimiendo como un barco sobre las olas.
A pesar del repentino dolor que me asalta, exhalo con exagerado alivio e incluso esbozo una
rápida sonrisa. La agonía es tan intensa que oscurece brevemente mi visión. No es justo que
llore tan profundamente a mi madre sabiendo quién era y lo que hizo.
Y que fui yo quien acabó con su vida. Pero no puedo evitarlo.
Miro de reojo a Rogelio. Es una de las personas más intuitivas que he conocido, y me conoce
muy bien. ¿Podré ocultarle mi dolor? Es un alivio comprobar que no me mira.
Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto lo que hay enterrado en lo más os-
curo de mi corazón. 95
Entonces Rogelio me golpea con la noticia de su madre.
Para cuando termina de describir las agresiones de Alex Gallagher hacia Aliyah y por qué
ella nunca le acusó públicamente de violación, me siento profundamente inquieta. Limitarla a
una caricatura, a una villana, era mucho más fácil. Ahora conozco el trasfondo de su compor-
tamiento. No niega las cosas hirientes que ha hecho, pero lo que ella sufrió es algo que nadie
debería sufrir por ningún motivo.
—Tenemos que hacer algo con Gallagher —decide Rogelio.
—¿Hacer qué?
—Rogelio tiene razón —interrumpe Lacy al entrar en la habitación con Salma y Tovah. —
Los tipos como Gallagher no cambian a menos que los castres.
—Aliyah ya se encargó de eso, así que tendrás que ser más imaginativa.
Todos parecen sombríos. Y decididos.
Salma va vestida con vaqueros y una camiseta anudada de Mötley Crüe.
Su espeso cabello oscuro enmarca un rostro maquillado de forma artística e impecable. Aun
así, veo a la joven que era cuando la encontré, antes de que empezara la transformación que
pretendía ser una reparación por lo que mi madre le había arrebatado.
La menuda figura de Tovah está envuelta en un brillante vestido aguamarina. Sus tacones a
juego son precariamente altos, pero sigue siendo más baja que el resto de nosotros. Lo que le
falta de estatura lo compensa con su energía. Como todos nosotros, ella también estaba rota.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Una niña que perdió a su padre por el retorcido sentido del bien y el mal de mi madre.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—No es que Gallagher no sea una mierda —expongo, —pero no es asunto nuestro.
—Es muy asunto nuestro —argumenta Rogelio, —porque puede repercutir en Baharan si
Aliyah se mete en algún lío con la ley.
—No, no puede. Es un asunto privado entre Aliyah y él. Ni siquiera deberíamos saberlo —
sermoneo. —Y si crees que me importa más lo que pueda hacerle a Baharan que lo que le hizo
a Aliyah, no me conoces tan bien como pensaba.
—No me refería a eso.
—No lo creía —refuto con frialdad. —Te estás precipitando. Te centras en cómo te sientes
y no en lo que es mejor para todos nosotros.
96
—¿Y qué es lo que crees que siento?
—No importa lo que ninguno de nosotros sienta al respecto, Rogelio. La seguridad de las
personas que están en esta sala debe ser nuestra prioridad. Siempre.
—Sabemos protegernos los unos a los otros —interviene Tovah.
—Tú eras el jefe cuando cazábamos a Laska —remarca Rogelio. —Ahora, todos podemos opinar.
Levanto las cejas. —Si vas a hacer lo que te dé la gana, ¿para qué mencionármelo?
—¡Porque te necesitamos! —suelta.
—Vamos a calmarnos —sugiere Salma, dejándose caer sobre una de las alas del sofá. —Dis-
cutir no nos llevará a ninguna parte.
—¿Hacia dónde quieres que vaya esto? —pregunto.
Rogelio no debería estar acostándose con Aliyah. Sólo debía compartir encubiertamente los
códigos de acceso rastreables al sistema de seguridad de Baharan. Teníamos que saber lo que
hacía y mantenerla alejada de cualquier archivo o información donde pudiera causar daño. No
voy a cuestionar los métodos ni los motivos personales de él, pero es innegable que está desor-
denado ahora que Aliyah se lo ha confiado.
—No puedo ignorar esto —dice con firmeza.
—Ninguno de nosotros lo ignora. —Lacy se coloca detrás de Salma con los brazos cruzados.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
99
FUE TAN BUENO VERTE HOY, NICKY. ECHABA DE MENOS sentirte dentro de mí.
Por favor, vuelve pronto ;-)
Con un movimiento del pulgar, cierro los mensajes del móvil. Pero apartar los pensamientos
sobre mi amante no es tan sencillo.
Exhalo apresuradamente. Todavía puedo oler a Dánica, recordar la seda de su piel al apretar
sus curvas contra mi cuerpo, sentir la presión de su coño alrededor de mi polla.
Antes de esta tarde, nunca la había visitado durante la jornada laboral. Nuestro tiempo
juntos siempre se había limitado a mis sábados por la tarde y mis domingos libres. Pero desde
la reaparición de la Sra. Black, nuestro tiempo juntos se ha vuelto esporádico. Mi asistencia ha
sido necesaria a todas horas, todos los días. Aunque mi jefe nunca me pidió que renunciara a
mi tiempo personal, hice el ajuste porque quiero estar cerca.
Durante las recientes y breves vacaciones del Sr. y la Sra. Black en su casa de Greenwich,
pasé más de una semana con Dánica. Es el periodo más largo que hemos pasado juntos, ya que
paso mis cuatro semanas de vacaciones anuales con mi hija. Esos días ininterrumpidos con mi
amante cambiaron la dinámica de nuestra relación.
Las incompatibilidades se pueden pasar por alto u ocultar con citas poco frecuentes. Ahora
sabemos que es posible pasar días juntos y seguir queriendo más.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Ha sido la única mujer con la que he salido durante varios años. Con tan poco tiempo libre
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
para mí, no me siento inclinado a buscar otras relaciones. Además, Danica White es una mujer
singular, y no tendría sentido imaginar que otra pudiera competir con ella.
No es propio de mí haber venido a verla hoy. Luché contra el impulso de llamarla, pero luego
cedí. Aunque somos monógamos de facto, que yo sepa, nunca hemos hablado de exclusividad.
No quiero saber si ella tiene intimidad con alguien más. Peligrosamente sentimental, lo sé.
Durante un breve periodo, me pregunté por qué una mujer admirablemente inteligente,
culta y de una belleza deslumbrante compartiría su tiempo con alguien más comprometido con
su trabajo y su empleador que con cualquier otra cosa. Fue Lily quien me hizo comprender y
sentir los ecos del desamor. Hoy los he vuelto a sentir cuando he llegado al piso de Danica y me
la he encontrado horneando galletas con los pies descalzos, unos vaqueros desgastados y una de
las camisas de vestir que me había dejado olvidada. Llevaba el pelo blanco y brillante recogido
100
en un moño desordenado y mi camisa bien anudada sujetaba sus pechos sin sujetador.
—¡Nicky! —saludó con una sonrisa amplia y encantada. Y la abracé con tanta fuerza que
sus pies abandonaron el suelo.
Una voz grave interrumpe mi ensoñación.
—Witte. ¿Va todo bien?
Suspiro pesadamente. Los granos del reloj de arena se deslizan a un ritmo cada vez más rá-
pido. Me giro hacia el Sr. Black y guardo el móvil en el bolsillo.
—Sí. Todo va bien. ¿Qué necesita?
Camina hacia donde me encuentro, cerca del salón. Desde la cena, se ha puesto un pijama
negro de seda y una bata a juego, y su pelo oscuro aún está húmedo por la ducha. Se mueve
con una soltura que no había notado hasta hace poco.
—Ahora nada. Pero hace tiempo que no disfrutamos de una copa en la biblioteca. ¿Te ape-
tece una esta noche?
Sonrío. —Me gustaría mucho.
Caminamos uno al lado del otro, nuestros pasos en tándem.
—¿Se ha retirado ya la Sra. Black?
—No, está limpiando sus cristales. —Me mira desde su mayor altura, con una amplia son-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
risa en la cara. Con un encogimiento de hombros, se ríe. —Es un proceso. Sal marina, agua
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
de rosas y no recuerdo qué más antes de alinearlos en el alféizar de una ventana para que se
empapen de la luna llena. Es un ritual suyo desde que la conozco.
Le devuelvo la sonrisa y me maravillo de lo mucho que ha cambiado. Es un hombre nuevo,
uno que no conozco pero que espero conocer. —Hay numerosos cristales en el ático.
—Sí, estará ocupada.
Cuando entramos en la biblioteca, se dirige directamente al carrito del bar. La aguja del
Empire State Building está enmarcada por la ventana de un extremo de la larga y estrecha sala.
En el otro extremo, Central Park es un vacío negro en el corazón de la ciudad brillantemente
iluminada. Las paredes de ambos lados están forradas de estanterías negras llenas de volúmenes
de colores. 101
Muchos de los libros son de la Sra. Black. Siempre ha estado aquí, viviendo con nosotros,
incluso antes de regresar. Enciendo la chimenea con el mando a distancia y me detengo a estu-
diar la foto que hay sobre la repisa. Es una foto grande de la espalda pálida y esbelta de Lily y su
extraordinario tatuaje. Desde que estoy a su servicio, no he sabido que el Sr. Black fotografiara
nada. Ningún tema o momento se consideró digno de preservar para el futuro durante los años
en que ella estuvo ausente. Pero él fotografió a su esposa muchas veces. Sé dónde está su cámara.
Debería sacarla del almacén para que pueda reanudar otro aspecto de su anterior vida.
Lleva dos copas de whisky de malta y me da una antes de sentarse en uno de los sillones con
respaldo que flanquean la chimenea. Nos hemos sentado aquí juntos a menudo, casi siempre
en silencio, terminando el día con una copa y nuestros pensamientos privados. A menudo se
quedaba mirando la foto de la elegante espalda de su mujer. Pensaba en lo poco saludable que
era enfocarla a ella de espaldas a él, siempre a punto de dejarlo.
—Lily tenía razón —comenta. —Rogelio descubrió cómo mi madre puso sus manos en el
informe de Rampart. Se conectó a mi terminal el día que nos fuimos a Greenwich. Llamé a
Giles Rampart hoy, y confirmó que ella pasó por aquí y lo interrogó.
Doy vueltas al licor en la boca y trago. —Un lapsus lamentable por su parte.
—No lo culpo por eso. Mi madre sabe cómo conseguir lo que quiere. Él le dijo que entro-
meterse sólo arruinaría las cosas, lo que obviamente no la disuadió.
—Lo siento. —Quizá nunca sepa cuánto. Me duele que su familia lo debilite en cada opor-
tunidad, a pesar de todo lo que ha hecho por ellos. Tal vez resienten su falta de disponibilidad
emocional, pero estaba muerto a todo mientras su esposa no estaba.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Yo también. Pero traje a mi madre a Baharan porque sabía que haría todo lo posible para
que tuviera éxito. ¿Puedo culparla por actuar exactamente como esperaba que lo hiciera?
—Puedes culparla por ser egoísta de una manera que arriesga tu felicidad.
El Sr. Black bebe un trago, su boca trabaja mientras saborea el fino whisky. Contempla el
fuego y luego mira la foto de su mujer.
—Dios, estaba furioso cuando colgué el teléfono. No me importa lo mucho que mi madre
quiera proteger la empresa, pero que no considere proteger a mi esposa más importante.... Sé
que ha pasado mucho tiempo desde que se preocupó por mí, pero la falta de simple bondad
humana me vuela la cabeza.
No sé qué decir. Lo quiero tanto como a mi hija, y él no es mío. No entiendo cómo Aliyah
102
puede ser tan despiadada con su propia sangre.
Se queda mirando el líquido ámbar de su vaso. —Y el hecho de que se dirigió a Ryan pri-
mero en lugar de acercarse a mí. A su favor, ella no sabía de su anterior relación. Supuso que él
haría lo mejor para mí, lo que a la vez esperaba también fuera lo mejor para ella.
Me preocupa que un joven tan talentoso y prometedor esté maldecido con una familia que
no puede amarlo. No sé si esa negligencia tiene el poder de hacerle más daño, pero es desagra-
dable, no obstante. —¿Y hará lo mejor para ti?
—Ha decidido que quiere un puesto en el consejo.
La torre cruje con el viento del atardecer, balanceándose imperceptiblemente, pero juraría
que lo siento. —¿A petición de tu madre?
—Según él, no.
—¿Cuáles serían las posibles ramificaciones?
Suspira.
—Estoy seguro de que será un gran activo, sean cuales sean sus motivaciones.
—¿Estás en desacuerdo con su decisión?
—Bueno, esa es la cuestión, Witte. —Me mira. —Realmente no me importa.
—¿Sobre los motivos del Sr. Landon?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Ninguno de ellos.
Un escalofrío recorre mi espalda. —Has dedicado mucho tiempo y energía a Baharan. La
empresa tiene éxito gracias a ti.
—¿Quiero pelear por ello? No lo sé. Tal vez conseguí lo que necesitaba. Tengo esto —hace
un gesto alrededor del ático. —Y de alguna manera te convencí para que te arriesgaras con-
migo. Y al final del día, me casé con esa chica que vivía en la casa de playa en Greenwich y eso
es todo lo que quería. Ese es mi mayor éxito.
Recuerdo cómo el Sr. Black describió su primer encuentro: Nunca pensé que iba a conocer
a alguien que vivía así, que tenía amigos que podían permitirse autos como esos. Parecidos a los de
una película. Fue el punto de inflexión de su vida cuando revisó todos sus planes y sueños. Pero
ese futuro que imaginó nunca se realizó plenamente porque poco después de su matrimonio,
103
Lily fue dada por muerta. El Sr. Black heredó lo que ella pretendía que heredara, pero siempre
sospechó que había bienes adicionales que él desconocía. Lo que parece haberse sido confir-
mado en los últimos días como artículos han sido ordenados y entregados a la Sra. Black sin
usar dinero de la casa. —¿Qué estás diciendo?
—No es necesario luchar contra mi familia para tener lo que quiero, así que ¿por qué molestarse?
—¿Por el cofre de guerra de la Sra. Black? —Uso la misma frase que usó la semana pasada
cuando nos dimos cuenta de que su esposa estaba haciendo compras con fondos privados.
—Desde luego, hace que la decisión sea más fácil de tomar —pronuncia alegremente.
Sosteniendo mi vaso en alto, observo el juego de las llamas a través del líquido. Me digo que
no debería preocuparme por Lily. Es competente y astuta. Sin embargo, también es una mujer
cuya presunta muerte en un accidente de barco sigue siendo un misterio.
—¿Has hablado de tus pensamientos con la Sra. Black?
—Un poco. Me dice que debería ser feliz, y si Baharan ya no es lo que necesito, debería
cambiar a otra cosa.
—Eso es muy comprensivo de su parte.
—Es inesperado —admite —teniendo en cuenta cómo me empujó a ello antes. Pero ahora
es diferente.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Se pasa la mano por el pelo. Solía llevarlo más corto, pero recientemente me ha hecho dejár-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
105
He ido de un lado a otro, debatiendo conmigo misma sobre lo que siento y el papel de mi
marido en este fiasco, pero no hay respuestas, sólo pistas. Como la caja de madera cerrada al
fondo del estante inferior de la despensa. ¿Por qué está ahí? ¿Qué hay dentro? Si tuviera más de
cinco minutos para registrar mi casa, sabría más.
La llamada a la puerta abierta de mi despacho me hace dar un respingo. El corazón me late
con violencia y maldigo el hecho de que últimamente estoy siempre al límite.
—¡Por el amor de Dios! —exclamo antes de darme cuenta de quién está en el umbral.
Kane.
Llena la puerta de una manera que sus hermanos no pueden, bloqueando completamente
el mar de cubículos detrás de él. Podría imaginarme que estamos solos si no oyera a la gente
106
hablar y el incesante chasquido de los botones del teclado.
No lleva chaqueta, sino unos tirantes grises con rayas rojas como su corbata. Nunca he
tenido una buena opinión de los tirantes y creo que son una pretenciosidad que Witte le im-
puso, pero no se puede negar que Kane los hace ver muy sexys. Estoy segura de que hay una
docena de maneras de usarlos para atar a una mujer antes de follársela, y probablemente él las
ha probado todas.
Pero abruptamente, él enfoca su atención en mí de una manera que no lo había hecho antes.
Sí, es muy atractivo, pero Darius lo, es más. Lo que él tiene que a Darius le falta es confianza;
Kane la exuda.
—¿Tienes un minuto? —consulta.
—Por supuesto. —Lo veo entrar en mi despacho y cerrar la puerta. La habitación es dema-
siado pequeña.
Ahora que ha recuperado a Lily, sus movimientos y su comportamiento son nuevos. Está
cómodo y relajado. Feliz.
Me preparo para sentir la amargura y la rabia a las que me he acostumbrado, pero cuando
elije una de las dos sillas que hay frente a mi escritorio, sólo siento curiosidad.
Si le preocupa si la delicada silla lo aguantará, no lo demuestra. Tengo que reconocérselo a
Darius. Encontró la selección justa de muebles minúsculos para engañar al ojo y hacer que la
oficina parezca más grande de lo que es. Pero el gran cuerpo de Kane rompe esa ilusión.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—He visto los conceptos actualizados de ECRA+ que me has enviado —empieza. Con
lo alto que es, se siente muy cómodo en su piel, incluso en un espacio reducido. —Son muy
impresionantes, Amy. No tienen comparación con lo que hemos estado usando hasta ahora.
Gran trabajo.
—Gracias. —Mi boca se tuerce en una sonrisa irónica. —Y gracias por no parecer sorpren-
dido de que sea buena en lo que hago.
—Amy... —Me lanza una mirada amonestadora, como haría un hermano mayor. —Vi lo
que podías hacer antes de que nuestras empresas se fusionaran. Tus sugerencias para mejorar
nuestros canales Baharan también son muy inteligentes. Estoy deseando ver la respuesta de los
consumidores a ellas. 107
—Aliyah no las ha aprobado.
—¿Necesitas su aprobación? —aguijonea, con la boca curvada en una media sonrisa tosca.
La pregunta parece abarcar muchas cosas, toda mi vida.
Mi trabajo, mi matrimonio, yo misma.
Pero me atengo a los negocios. —Contractualmente, no.
—Entonces no la esperes. Ya sabes lo que tienes que hacer.
De nuevo, siento que nuestra conversación tiene un significado oculto. Me encojo de hom-
bros torpemente porque no siento que pueda o deba entrar en lo difícil que me resulta tratar
con Aliyah o en lo que sospecho que trama. A pesar de las rencillas y las luchas internas, la
familia se defiende de los peligros externos.
—Hablaré con ella —ofrece como si fuera lo más fácil del mundo. Para él, probablemente
lo sea. —Dile que sigues adelante, y que estoy de acuerdo en que deberías.
—Te agradezco el apoyo. —Me echo hacia atrás y cruzo las piernas. Mi atuendo de hoy es
un vestido sin hombros, de manga larga, de color morado oscuro y falda plisada. Los zapatos de
tacón Rockstud nude que llevo en los pies son los únicos con los que podía combinarlo, pero
su gran altura me resulta incómoda. Ya no me importa ser tan alta como Lily. Sólo quiero unos
zapatos que no me hagan temer estar de pie.
Pensando en la mujer de Kane, pregunto—: ¿Cómo está Lily?
—Bien. —Sonríe con pesar. —Esa es la respuesta rápida. Cada día es un poco más fácil.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Sí, realmente lo eres. —Yo también quiero segundas oportunidades. Espero tenerlas.
—Escucha, Amy...Te debo una disculpa —exhala apresuradamente y parece que toda su
confianza se desinfla. No está vencido de ninguna manera, pero se muestra inesperadamente
vulnerable.
Lo miro fijamente, incapaz de encontrar palabras. Parece perfectamente sereno, pero en-
tonces veo que sus manos se enroscan en los reposabrazos hasta que sus nudillos se vuelven
blancos. Trago saliva y se me seca la garganta. Quiero decir algo para llenar el silencio, pero mi
cerebro no coopera.
—Sé que ya ha quedado muy atrás —continúa, —y puede que incluso sea mejor no decir
nada en este momento, pero mereces oír que siento cómo fui cuando nos conocimos y en los
108
últimos años.
No puedo negar la sinceridad de su voz y no puedo evitar responder. —Bueno... Te lo
agradezco.
Me sostiene la mirada con esos insondables ojos oscuros. —Ser desdichado no es excusa
para ser un imbécil. Has sido amable cuando yo no lo merecía. Gracias.
Se me corta la respiración. Por un momento, me pregunto si estoy soñando. ¿No he ima-
ginado este escenario un millón de veces? En mi cabeza, he llevado una docena de trajes dife-
rentes y he estado en una docena de otras habitaciones cuando he oído esta disculpa de Kane.
Y en esas reuniones fantaseadas, estoy llena… de triunfo mientras le enseño el álbum de fotos
de mi teléfono con todas las mujeres que se ha tirado. ¡Mira qué jodido estás! acuso riéndome.
¿Qué demonios me pasa para pensar esas cosas? Es como si un maníaco se hubiera apode-
rado de mis pensamientos.
Agitada, me pongo en pie y le doy la espalda, queriendo ocultar mi vergüenza. Me paro ante la
ventana y miro las cintas de autos negros y taxis amarillos de la ciudad. Las aceras están atestadas
de gente que se apresura a llegar a su destino. De algún modo, he dejado de ir a ninguna parte.
—No me des las gracias, Kane —digo finalmente, con la voz ronca por las lágrimas no
derramadas. Quizá era más fácil culparlo a él que examinarme a mí misma y mis fallos. —No
siempre me sentía caritativa.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
110
ESTOY SOBRE EL ESCRITORIO DE MI ASISTENTE CUANDO VEO A KANE salir
de la oficina de amy. Durante un largo momento, me quedo mirando, dándome cuenta de que
su puerta se ha cerrado y de que Kane parece... diferente. Tiene las manos en los bolsillos, un
paso más ágil y silba. Parpadeo rápidamente para despejar la visión de una versión más joven
de mi hijo mayor, pero permanece.
Ha cambiado su corte de pelo, lo lleva más largo que antes.
¿Y qué demonios estaba discutiendo con Amy? Con la puerta cerrada, nada menos. Nada
bueno, eso es seguro. Esos dos han evitado siquiera mirarse durante años. Kane me llama la
atención y pivota suavemente.
Me enderezo, le ofrezco una sonrisa. —Buenos días.
—Si son buenos hasta ahora —dice con despreocupación, esbozando una sonrisa que hace
que las pupilas de mi asistente se conviertan en corazoncitos.
Yo tampoco soy inmune al efecto de esa sonrisa despreocupada. El hábil manejo de ese en-
canto por parte de su padre ayudó a construir la primera iteración de Baharan y me atrajo al
matrimonio. No he visto ni rastro del carisma de Kane en muchos años y, aunque una parte de
mí está encantada por ello, tengo otras consideraciones más allá de su felicidad.
—¿Tienes unos minutos? —solicita.
—Por supuesto. —Hago un gesto amable hacia mi suite ejecutiva, como si no estuviera
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
obligada a atenderlo. Podría sacar a relucir mi poder y pedirle a Rachel que le haga un hueco
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Oh... vaya. —Siento como si me hubieran dado un puñetazo en las tripas. Me inclino
pesadamente hacia atrás. —¿Me críticas por proteger todo lo que hemos construido?
—No mejorar nuestra forma de comercializarnos no beneficia a la empresa.
—Cometes el error de mirar el panorama desde un solo ángulo: el de Amy. Yo solía pensar
que era sólo una borracha. Ahora, he empezado a preguntarme si ella es mentalmente inestable.
Lleva años deteriorándose, pero últimamente ha cambiado de forma alarmante.
Cruza los brazos, transformándose de relajado a beligerante.
—Entonces, ¿descartamos un buen producto del trabajo basándonos únicamente en la vida
privada de nuestro personal? Esa política podría anular los avances logrados por varios de nues-
112
tros empleados.
—Amy no es una empleada, es familia. Tiene nuestro apellido. No puedes decirme que no
has notado el cambio en ella.
—Tu apellido —corrige.
Mi mirada se estrecha. —¿Me estás provocando a propósito?
—Puede ser. Pero llevas semanas intentando provocarme para que hablemos de Amy y no
estoy dispuesto a hacerlo.
—El problema es que no has estado aquí para presenciar sus episodios. Ella está en algo.
Vomita en el baño varias veces al día.
Arquea una ceja. —¿Cómo lo sabes? ¿Y es esta una forma encubierta de criticarme por tra-
bajar desde casa mientras mi mujer se recuperaba del coma?
Casi me entran ganas de gritar.
—En cualquier caso —continúa suavemente, —¿qué tiene que ver esto con la calidad del
trabajo de Amy?
—¿Es que no te importamos ninguno de nosotros? ¿Es Lily la única persona digna de tu
preocupación? Pareces olvidar que ella te abandonó también.
—¡No metas a mi mujer en esto! —suelta, desplegando los brazos y expandiéndose de forma
intimidatoria.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Dime... ¿crees que intenté tomar las mejores decisiones que pude para mi familia?
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
hombre, y no era la primera vez que trabajaba con él. Quién sabe si también hay algún socio
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
suyo vinculado a ella. Piensa en eso. ¿Qué sabemos realmente de ella? Nunca hemos visto a
nadie de su familia, ni siquiera en la boda. Nunca va a visitarlos, y ellos nunca han venido a ella.
Darius dice que apenas habla de su pasado y sólo vagamente.
—¿Cómo averiguaste lo de Laska? —interroga, con su mirada oscura y brillantemente dura.
—Mi trabajo consiste en saber lo que hacen nuestros empleados. En el baño y en otros sitios.
La oscura ceja de Kane se levanta sardónicamente y veo conocimiento en sus ojos. ¿Sabe que
también he descubierto las identidades secretas de Lily? El miedo es como un bloque de hielo
en la boca de mi estómago, pero levanto la barbilla. No me importa que lo sepa.
Cada uno en la familia está trabajando en su propia agenda y operando con sigilo. Eso es lo
que nos hace vulnerables, y tiene que acabar.
115
—Deberías haber empezado con la información sobre Laska —señala mientras se da la
vuelta y se dirige hacia la ventana, dejándome mirándole la espalda.
—Perdóname por querer que confíen en mí sin tener que dar explicaciones.
Se ríe suavemente y se mete las manos en los bolsillos. Veo los ecos de su padre en su ele-
vada estatura y sus anchos hombros, la mezcla sin esfuerzo de elegancia y poder. ¿En cuántos
aspectos intrínsecos es una medida del hombre que lo engendró?
—Reúne todo lo que tengas sobre Amy en papel —requiere con un tono engañosamente
perezoso que no me vende en absoluto. Está más tranquilo después de haber despertado su ins-
tinto asesino. Baharan ya no gobierna a mi hijo desde el regreso de su esposa, pero la empresa
sigue siendo una amante exigente y él la protegerá, aunque sólo sea porque disfruta siendo
despiadado siempre que tiene ocasión. Lo ha heredado de mí.
—No vamos a llevar rumores ni conjeturas a Darius —termina antes de apartar la vista de
Midtown y avanzar para salir de mi despacho.
—Tengo pruebas.
—Cuando las hayamos revisado juntos, discutiremos los siguientes pasos. Que tengas un
buen día.
—Igualmente. —Veo cómo se marcha. En cuanto se cierra la puerta, me llevo la mano
a la frente y suspiro temblorosamente. Él y yo hemos conseguido mucho juntos, pero soy
consciente de que podríamos ser casi invencibles si fuéramos una verdadera pareja. Que no lo
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Aliyah, Ram Singh está en la línea uno —informa Jennifer a través del altavoz de mi
teléfono de escritorio.
—¿Lo está? —digo en voz baja en el tono que asusta a los hombres adultos.
Me hundo en la silla y descuelgo el auricular para contestarle. —Gracias, Jennifer. Tomaré
la llamada.
El contratista de Seattle lleva unos días localizándome al móvil, pero ya tengo bastante con
lo mío y puede esperar igual que yo estoy esperando. Es culpa de Lily que aún no haya podido
avanzar con el centro de investigación de Seattle porque tengo que centrarme en ella y en su
agenda oculta, sea lo que sea. Y no me atrevo a sacar el tema ahora que Ryan se ha unido a la 116
junta. No conozco sus motivos ni sé si será un aliado o un obstáculo.
Froto mis sienes, intentando evitar el dolor de cabeza. Me debato entre dejar a Ram en es-
pera hasta que cuelgue. Es una faena borrar los registros de llamadas de la base de datos.
Mis ojos se cierran ante la sensación de estar completamente abrumada. No hace mucho,
tenía el control absoluto de todas las facetas de mi vida. ¿Cuándo lo perdí?
No importa, me digo. Nunca he huido de un problema y no voy a empezar a hacerlo ahora.
—Ram —respondo, con un marcado escalofrío en la voz. —Nunca te di este número. Sólo
puedes llamarme al móvil. Lo he dejado muy claro.
—Echábamos de menos reunirnos contigo la semana pasada —dice, sus palabras acen-
tuadas con el sabor de la India. —¿Puedes hacer un viaje hasta aquí pronto?
Mis uñas repiquetean en un rápido staccato mientras tamborileo con los dedos. —Si pu-
diera, lo haría. Pero aún no puedo. Tenemos un lanzamiento de un nuevo producto y hay un
asunto familiar que...
—Sí, sabemos que estás muy ocupada —interrumpe. —El problema, Aliyah, es que no lo
estamos nosotros. Hemos reservado tiempo en nuestra agenda para romper el suelo y empezar
a construir, pero…
—Va a tomar un poco más de tiempo. No mucho, pero más.
—No puedo mantener a los equipos sin hacer nada.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
mano, pero estoy anclada en mi furia. Kane aún está fresco en mi mente y nuestro distancia-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
miento es culpa de Alex. Mi hijo me necesitaba más que nunca después de que su padre se
marchara, pero yo no era más que una sombra de lo que había sido, llena de odio hacia mí
misma y de un sentimiento generalizado de impotencia.
Tomé esas decisiones para recuperar lo que pudiera de Baharan y la empresa está destinada a
unir a mis hijos en una fuerza única y poderosa. No permitiré que Alex tome parte de ello. He
cambiado mi alma por la compañía antes y estoy perfectamente dispuesta a hacerlo de nuevo.
—Hola, Alex. —Mi voz es más gutural que de costumbre, lo que me hace sonar perversa-
mente seductora. —¿Cómo estás?
—Notablemente intacto —informa, y me estremezco porque el odio que enhebra su voz es
escalofriante. —¿Estás decepcionada? 119
Con saña, pero no lo digo. —¿Sigues en el hospital?
—No, estoy en casa y listo para discutir lo que me debes. Tengo que decir, Aliyah, que pa-
rece mucho. Me has hecho pasar un infierno.
—¿Cómo llamarías a lo que me has hecho pasar?
—No soy responsable de la culpa que puedas sentir por traicionar a Paul.
Mi cabeza se echa hacia atrás, sorprendida. —¿Culpabilidad...? ¿Qué estás...?
Rogelio se endereza bruscamente, haciéndome un gesto para que deje de hablar con un
gesto de corte delante de la garganta. —Estás jugando con fuego, cabrón.
Hay un silencio largo y doloroso, y luego una pregunta suave—: ¿Quién está contigo,
Aliyah? ¿Un amante? ¿Un abogado? Supongo que un amante que es demasiado estúpido para
evitar enemistarse con alguien con quien tienes una deuda.
—No importa quién soy —responde Rogelio, —sólo lo que sé.
—Sabes lo que ella te ha contado. Tal vez te gustaría ver lo que realmente sucedió. Baharan
lo grabó todo entonces, igual que ahora. Nunca se es demasiado cuidadoso.
Siento que se me va la sangre de la cara mientras la vista se me estrecha hasta un punto
milimétrico.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
122
Me guiña un ojo. —Comprendemos que no quieras que tengamos las manos manchadas de
sangre. Pero nos entrenaste para esto. Apártate de nuestro camino.
—Los he convertido a todos en asesinos sin corazón. Eso es genial.
Sujetándome la cara entre las manos, Rogelio me sostuvo la mirada. —Ojalá dejaras de odiarte.
Pero no te preocupes, querida. Te queremos lo suficiente para compensarte.
Me dio un beso fraternal en la frente.
Resoplé. Pero no podía discutir su argumento de que mis dudas minaban la confianza del equipo.
Así que fingí despreocupación hasta que se fueron y ahora sufro en silencio su ausencia.
Ninguna mujer puede permitirse el lujo de ser impotente. La impotencia es un sentimiento
y sólo tú eres responsable de cómo te sientes.
123
La voz de mi madre resuena en mi mente como una canción repetida. Para mí, sin embargo, la
fuerza viene de la acción, y estoy encerrada en la inacción, esperando a que otros actúen: mi equipo,
mis amigos que se han convertido en familia y que no habían sido entrenados desde su nacimiento
para ser letales.
¿Les he enseñado lo suficiente en el poco tiempo que he tenido? ¿Por qué accedí a esto?
¿Podría haberlos detenido si lo hubiera intentado?
En cualquier caso, ya es demasiado tarde. En el momento en que Lacy identificó a Hyka como el
hombre que había orquestado el brutal asalto a su madre, no nos quedaron más opciones.
Al detenerme bruscamente, echo un vistazo a mi portátil abierto y a los canales de seguridad del
casino, que habíamos pirateado hace unos días. En una pantalla dividida, tengo cuatro puntos de
vista a la vez, lo que me permite supervisar mientras no puedo ayudar. En uno de ellos, Salma luce
joyas y su voluptuosa figura se marca en un vestido ceñido y sin espalda. Sopla los dados que tiene en
la mano y luego los lanza sobre la mesa de dados con una floritura.
El hombre alto y delgado que está a su lado no le quita los ojos de encima, ni siquiera cuando los
demás espectadores estallan en vítores de júbilo.
Rogelio está sentado en la mesa de póquer detrás de ella, vigilando de cerca mientras Salma se
esfuerza por mantener a Endri Hyka, el objetivo, distraído por su extravagancia y belleza. Aunque
Rogelio sólo mira por encima del hombro cuando la multitud le echa un vistazo, sé que es muy cons-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Salma se inclina hacia Rogelio, riendo mientras le da un beso en la mejilla. Parecen una pareja
de toda la vida y la cara de Hyka revela humillación teñida de ira.
—Podría subir con él si me tira los tejos —le había ofrecido en un principio. —Así Lacy tiene
una segunda.
—No —rechazó. —Cuando lo encuentren muerto, mirarán a las últimas personas que estu-
vieron con él. Ese no va a ser ninguno de nosotros. Lacy sabe qué hacer.
—Yo me encargo —confirma Lacy, con los labios afinados en una fina línea de determinación.
Observando atentamente la marca, aviso a los demás.
—Rogelio y Salma están fuera, pero Hyka aún no ha abandonado el piso. 125
Hyka observa a Salma alejarse con una mirada escalofriante, luego se encoge de hombros y mira
a su alrededor sin rumbo. Contengo la respiración como si eso pudiera detener el tiempo.
Las horas siguientes se alargan y el cielo se tiñe de un naranja eléctrico cuando el sol empieza a
ocultarse en el horizonte. Salma y Rogelio se quedan en el casino hasta la hora de cenar y luego se
trasladan a Le Salon Rose para estar más cerca. Tovah se retira a su habitación, esperando mi señal
para volver a su puesto en el pasillo. Lacy espera en la oscura habitación de Hyka. Cuando por fin se
retira, todo acaba en menos de un minuto.
Hay un resplandor cuando se abre la puerta de la habitación y se enciende la luz. Veo su cara por
un momento y la chispa de sorpresa antes de que aparezca un agujero en su frente, seguido de otro
en el pecho de su chaqueta de traje. Su cuerpo cae al suelo y, durante un largo y terrible instante, la
cámara permanece enfocando su cadáver con los ojos muy abiertos.
—Lacy —digo suavemente, —tienes que salir de ahí. El trabajo está hecho.
Con eso, alerto a todo el mundo. Espero a que ponga la mano en el pomo de la puerta y apago las
cámaras del pasillo durante exactamente diez segundos. Cuando vuelvo a encenderlas, espero ver un
pasillo vacío, con Lacy a salvo en la habitación de Tovah al otro lado del pasillo, donde se disfrazará
antes de salir por el dormitorio contiguo.
Lo que veo en cambio es a mi madre.
Está de pie ante la puerta de Tovah, mirando directamente a la cámara con una amplia sonrisa.
Se me hiela la sangre.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Veo cómo abre la puerta y desaparece. El pánico me hace echar a correr. Llego a la puerta de la
cabina. La abro de un tirón y salgo corriendo... y tropiezo en el tejado.
Doy vueltas como una loca, intentando orientarme. La luna es grande y brillante, su luz ilumina
la ciudad con un resplandor plateado. A mi derecha hay una torre de agua. En los edificios que me
rodean veo más de lo mismo. Nueva York. ¿Cómo? ¿Por qué? —¡Eh, tú!
Me giro al oír la voz de Tovah y la encuentro corriendo hacia mí con paso alegre y saltarín. Choca
contra mí y me abraza con fuerza. —¡No me puedo creer que lo hayamos conseguido!
—¡¿Dónde está Lacy?! —Me separo. —¿Qué ha pasado?
—Estoy aquí.
Me giro hacia Lacy, que me rodea con sus brazos en un rápido y fuerte abrazo. Busco su querido
126
rostro, sus ojos. —¿Estás bien?
—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —sonríe. —¡¿Puedes creer que consiguió el trabajo?! Te juro
que puede hacer cualquier cosa.
Frunzo el ceño y comprendo que estamos hablando de Rogelio. Quiero preguntar por Montecarlo,
pero me doy cuenta de que ya sé lo que pasó. Está en el pasado. Todo salió a pedir de boca. Y ahora
Rogelio ha sido contratado por Baharan.
—¿Estás bien? —pregunta, su sonrisa se desvanece. —Pareces fuera de sí.
Rogelio se acerca por detrás de Tovah, seguido inmediatamente por Salma, que lleva una botella
de champán en una mano y una pila de vasos rojos en la otra. Nos hemos reunido para celebrar
nuestro éxito, una reunión que rara vez podemos celebrar por el riesgo que entraña. Me sacudo la
confusión que me invade, Monte Carlo se desvanece mientras me concentro en el momento. Es hora
de divertirme con mi familia.
La puerta de la azotea se abre detrás de mí. Me giro, preocupada por la intromisión mientras es-
tamos todos juntos. Mi madre está de pie en la puerta abierta, vestida de negro y con los labios de un
rojo brillante. Levanta una pistola a la altura de los ojos y, en rápida sucesión, mata a las personas
que sostienen mi corazón.
19
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
127
ME DESPIERTO EN UNA EXPLOSIÓN DE HISTERIA, levantándome de la cama con
un fuerte grito ahogado. El corazón me late con fuerza en el pecho y el sudor humedece mi piel.
La habitación está tan oscura que no puedo verme la mano delante de la cara. Sólo puedo sentir
el efecto persistente de la pesadilla y escuchar el sonido de su respiración profunda y constante.
Inhala bruscamente y se gira hacia mí, respondiendo instintivamente a mi angustia, pero ahora
no soporto que me toque. No con el sonido de la risa de mi madre tan fresco en mi mente y
con el hedor del miedo pegado a mi cuerpo.
Deslizándome silenciosamente de la cama, recojo mi kimono de la silla lateral y me dirijo
a mi armario, conociendo la zancada y los pasos exactos necesarios para hacer el trayecto sin
tropezarme con nada. Una de las innumerables lecciones que me enseñó mi madre y que serían
irrelevantes para las personas que llevan una vida normal.
Paso junto a los percheros de ropa que me recuerdan a fantasmas ordenados en hileras,
juzgándome. Cuando llego al salón, no estoy menos enajenada. En los espejos turbios que me
rodean, veo el fantasma de mi madre.
¿Me perseguirá para siempre? Ahora está infectando auténticos recuerdos de mi familia,
introduciéndose en acontecimientos pasados a través de mis sueños. Aterrorizándome al man-
tener su promesa de alejar de mí cualquier cosa o persona que pudiera hacerme vulnerable.
¿Cuándo dejaré de temerla? No puede volver a hacerme daño ni a mí ni a nadie a quien quiero.
Me hundo en el sofá de terciopelo y me quito el pelo húmedo de la nuca, exponiendo mi
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
piel al aire fresco. Mi estómago sigue revuelto; el miedo y el horror son para mí más reales que
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
el ático.
Apoyo la cabeza contra los cojines, cierro los ojos y absorbo el desasosiego que no me libera
de sus garras. Debería estar en sus brazos, acurrucada en el círculo de su amor. Estar con él es
un sueño hecho realidad. Pero mi madre sigue negándome la paz mientras duermo.
Todos estos años, me he dicho que, si eliminaba las amenazas de mi madre y Val, tú y yo no
tendríamos nada que se interpusiera en nuestro camino. Ahora ya no están y debo reconocer
de una vez por todas que no eran más que excusas para evitar la verdad: no soy digna de ti y te
frenaré.
¿Por qué nunca me di cuenta de lo fácil que es interpretar un papel que ser simplemente yo
misma? ¿Por eso mi madre eligió vivir su vida como tantas mujeres diferentes? 128
Abro los ojos y miro fijamente al techo, que refleja la luz ambiental de la ciudad brillante-
mente iluminada. No importa lo que eligiera mi madre: yo tengo que elegir.
Quedarme o irme. Encontrarme a mí misma o perderte.
Percibo su presencia antes de que la delates
—¿Setareh? —La riqueza de su voz me envuelve. —¿Tienes problemas para dormir?
Suspiro y giro la cabeza para verlo acercarse, otro espectro de mi pasado. Está gloriosamente
desnudo, su poderoso físico ondula de músculos mientras avanzas hacia mí. El resplandor de la
luna lo baña con una luz suave y fresca.
Parece de mármol, pero es totalmente humano, con defectos que no puede ocultar por su
arrogancia.
Nunca ha dudado de mi amor, pero yo no he hecho lo mismo por él.
He fallado de muchas maneras.
Sentada, le hago sitio a mi lado. Ya no quiero estar sola ni apartarme de él. No puedo per-
mitir que el fantasma de mi madre se interponga entre nosotros.
—Me llamo Araceli —confieso, sosteniéndole la mirada oscura y brillante.
Su paso no vacila, pero noto su repentina lucidez. Su atención ha pasado de una preocupa-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Cuando anhelas algo sin cesar, tardas otro tanto en creer que por fin es tuyo.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Eso no es del todo cierto, ¿verdad? —Su tono es amable, pero su mirada oscura no.
—Puedo confiar en ti y aun así ocultarte cosas.
—Y puedo ser paciente. Ya lo he demostrado.
Un sentimiento de incapacidad me aprieta la garganta enmudeciéndome. El consuelo de eso
me recuerda por qué me siento atraída por él y siempre lo estaré. Me hace sentir que el tiempo
es irrelevante. Que no hay prisa por cambiar, revelar o descartar.
Que mientras estemos juntos, el resto llegará.
Tú y yo solos, conectados, es todo lo que quiero para siempre jamás, y sin embargo me aferro
a mi silencio. Hay secretos y mentiras entre nosotros, pero no tienen poder si no les damos aire.
130
En otro tiempo y lugar, tal vez nunca hablaríamos. Pero aquí y ahora, eso no es una opción.
—¿Y si quiero olvidar mi pasado y no hablar nunca de él? —aclaro en voz baja.
Duda un momento. Luego confiesa—: Con el tiempo, necesitaré conocerte a ti entera.
Cada pedacito. Sólo así estaré seguro de que no volverás a abandonarme.
Su honestidad se burla de mi falta de honestidad, y mi remordimiento se hace más pro-
fundo. —Estar contigo es todo lo que quiero, Kane.
—Eso no ha sido suficiente antes, ¿verdad? Y necesito algo que sea suficiente. Saber que mi
amor es realmente incondicional es lo que hará que siempre vuelvas a casa conmigo.
Me alejo y me enderezo para que estemos frente a frente. Mirándolo fijamente, comprendo
que se ha disipado cualquier pretensión de que nuestra separación fuera un accidente. De re-
pente, se me encoge el corazón y el miedo pesa sobre mi ánimo.
Ha sufrido mucho a mis manos, heridas demasiado parecidas a las que lo infligieron sus
propios padres. Y se ha preparado para más, has asumido ese riesgo porque me ama más allá de
cualquier sentido de auto conservación.
¿Y qué puedo decir? Sí, ya le he dicho que maté a mi propia madre. ¿Pero Val? ¿Los otros?
—Dijiste que no te importaría lo que hiciera mientras estuvimos separados.
—Mentí. —Sujeta mi mano y juntas nuestros dedos, girando la cabeza para presionar tus la-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
bios contra mi anillo de boda. —Era demasiado brutal y vulnerable para ser honesto entonces.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Y yo estaba deslumbrado por ti, Setareh. Siempre lo he estado. Eres una luz brillante en mi vida.
Gira la cabeza y mira el cielo nocturno por la ventana. Sus rasgos cincelados resaltan con
nitidez mientras las nubes se deslizan a través de la luz de la luna.
Tú también me deslumbras, amor mío. Siempre.
—La verdad es que las sombras evitan la luz —prosigue, —y eso es lo que yo era antes y sin
ti: una sombra de hombre. Ahora me doy cuenta de que es la oscuridad que hay en mí la que
se siente atraída por la oscuridad que hay en ti.
Estoy aturdida por tus palabras.
—Me pregunto si alguna vez has visto ese lado de mí o si prefieres ignorarlo. Me pregunto
131
si seguirás queriéndome si estoy tan jodida como crees.
—Me mira con ojos luminosamente negros. —Asumo ese riesgo y tú también lo harás,
porque hayas hecho lo que hayas hecho, hagas lo que hagas en el futuro... no importa cómo,
por qué o quién. Amo cada parte de ti, incluso lo que crees que me ocultas.
Recuerdo las palabras de Aliyah: Sé que no eres Lily porque los guardacostas recuperaron su
cuerpo. Mis dedos se aprietan en los suyos. —Nada bueno crece en la oscuridad.
—Tú lo has hecho. Ambos lo hemos hecho. Nuestro amor lo hizo, al principio. Y luego
creamos nuestra propia luz.
Pienso en ese tiempo demasiado breve que disfrutamos como recién casados, separados del
mundo y perfectamente satisfechos el uno con el otro. Dos personas, acostumbradas a estar
solas en los aspectos más fundamentales, que encontraron la soledad compartida.
El calor de esos ojos oscuros se suaviza hasta convertirse en una lenta quemadura.
—Nunca habría aspirado a esto. —Hace un gesto hacia el espacio que nos rodea. —Si no
fuera por ti.
Exhalo apresuradamente. —Lo siento.
—Araceli... —Me acerca para abrazarme con fuerza. —No me arrepiento del trabajo que
puse en Baharan, pero estaba recuperando algo del pasado que no necesariamente quiero llevar
al futuro. No estoy casado con el ático ni con la empresa. Estoy casado contigo y si no puedes
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Envuelvo mis brazos con fuerza alrededor de su estrecha cintura. —No me quejo, Kane.
Estar contigo y hacerte feliz no es ningún sacrificio. Lo siento si pensaste que me refería a eso.
—Escucha... Construir Baharan probablemente salvó mi cordura cuando no estabas aquí.
Pero al reevaluar lo que tenemos y lo que quiero, he estado pensando en lo que quería antes de
que Baharan se convirtiera en el objetivo.
—Yo te di ese objetivo. Querías prestar servicios de consultoría y te empujé en otra dirección.
—Basta. Nadie me obliga a hacer nada que no quiera. —Masajea mi nuca con dedos firmes
pero distraídos. —En retrospectiva, tú y yo coincidimos en querer ayudar a los demás a al-
canzar sus objetivos. Fundamentalmente, creo que es una de las afinidades que nos llevaron a 132
enamorarnos. ¿Creo que deberíamos centrarnos en eso, pero juntos? ¿Tal vez ambos seríamos
más felices si lo hiciéramos? Por supuesto. Pero reconstruir Baharan era importante para mi
madre, así que me alegro de que me hayas inspirado a hacerlo.
Aprieto mi mejilla contra él. —Tu madre me ha caído mal por cómo te ha tratado, pero eso
es injusto teniendo en cuenta la impertinencia de mi propia madre. Aliyah merece mi compa-
sión, y la tiene.
Ya no puedo pensar en su madre sin recordar lo que Rogelio me dijo. Mis ojos se cierran
contra las imágenes que quieren llenar mi mente. Mi madre victimizó a Aliyah e inició así un
ciclo de victimización. El trauma se convirtió en generacional, afectándote a ti y a tus her-
manos. Es asombroso y abrumador contemplarlo. Y trabajando para revertir el daño, sólo he
conseguido infligir más. No sé cómo vivir con eso. Al quedarme contigo, te obligo a vivir con
ello también.
—Yo también empiezo a verla diferente —reflexiona. —Ella no siempre fue como es ahora.
Cambió cuando mi padre se fue. La recuerdo riéndose. Todo el tiempo. El sentido del humor
de mi padre le hacía cosquillas. Todavía puedo oír el sonido de su risa en mis recuerdos, pero no
puedo decirte la última vez que la oí en voz alta. Después de haber vivido tu pérdida, entiendo
cómo y por qué se ha convertido en alguien a quien ya no reconozco. Baharan le devuelve un
pedazo de su vida y debe tenerlo. Es hora de seguir adelante contigo y con una vida que nos
vaya mejor a los dos.
Mi mano cubre su corazón, sintiendo el fuerte y firme latido. —No sé quién es Araceli,
Kane. Mis años de formación –cuando debería haber encontrado mi identidad– tuve dema-
siados. No sé qué rasgos son míos y cuáles son fabricación.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Sujetando mi barbilla y la inclina hacia arriba para poder mirarme a los ojos reflexiona—:
Todas son facetas de ti. Eres una mujer compleja y fascinante. Me llevará toda una vida descu-
brir todo lo que eres y ese es todo el reto que necesito.
Contemplo el futuro que me sugiere y siento un profundo anhelo en el alma. El hombre en
que se ha convertido se adapta a la mujer que soy.
Para ser el hombre que una vez fuiste, necesitas a Lily.
133
20
Witte
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
134
EL DÍA ES OPRESIVAMENTE HÚMEDO, con el tipo de humedad en el aire que hace
difícil respirar e imposible estar cómodo. A mi lado, en un puesto de floristería, un trabajador
con delantal rocía agua sobre las flores caídas. El vendedor de verduras que estoy mirando se
limpia continuamente el sudor de la frente con una toalla. Yo también me he acomodado un
poco y me he arremangado la camisa después de dejar la chaqueta y la corbata en el Range
Rover.
Unos puestos más abajo, la Sra. Black está inclinada sobre un expositor de quesos en cajas
refrigeradas. Mientras muchos visitantes del mercado al aire libre parecen deslucidos, ella se
las arregla para parecer fresca. Un sombrero de paja de ala ancha protege su pálida piel del
implacable sol, mientras que un vestido camisa sin mangas cuelga holgadamente de su esbelta
figura. Sin espalda y con falda corta, consigue ser informal, recatada y seductora a la vez. No
es algo que yo hubiera elegido para ella basándome en mi conocimiento de sus gustos, pero
últimamente ha cambiado en muchos aspectos.
Ahora suele ir a cara limpia, con un brillo sutil en los labios. Ha empezado a dejar secar su
cabello al aire, con suaves ondas. Hoy lleva sandalias planas con tiras finas en lugar de los mu-
chos pares de tacones que llenan su armario. Tovah es una visitante asidua, que llega con ropa
nueva cada pocos días.
La mujer que conocí tan bien en ausencia se está transformando en alguien totalmente dife-
rente. El cambio comenzó con la muerte de Valon Laska, lo que no hace sino ahondar mis sos-
pechas. Sin embargo, la suavidad que veo en su aspecto y su comportamiento no es absoluta.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Mientras la observo, mira a su alrededor con indiferencia y esboza una sonrisa amistosa
cuando llama la atención de alguien. Parece perfectamente tranquila, pero reconozco los signos
de hipervigilancia y noto que se comporta con control defensivo. Es consciente de todo y de
todos los que la rodean, y escruta a la multitud.
¿Por qué no ha bajado la guardia? ¿Está demasiado arraigada en ella? ¿O hay algo más que temer?
Acepto el manojo de zanahorias embolsadas del vendedor.
—Gracias.
—Allí hay azafrán —indica Lily mientras se une a mí. —En pequeños y bonitos frascos.
Sonrío al mirarla. Lleva unas enormes gafas de sol de montura negra que le ocultan gran
135
parte del rostro. Las pecas le bailan en el puente de la nariz. Al Sr. Black le gusta golpeárselas
suavemente con la punta del dedo cuando la regaña por algo. Él también ha cambiado. Ya no
se lleva trabajo a casa, y su risa profunda y gutural resuena a menudo por todo el ático.
—Hago una paella excelente —comento a la Sra. Black. —O eso dice mi hija.
No puedo verle los ojos, pero la sonrisa que me dedica es amplia y encantada. —Me encanta
la paella. Por cierto, ¿cómo está su hija? Espero que bien.
—Catherine está muy bien. Está planeando nuestras vacaciones anuales. Iremos a Harbour
Island este año. Quiere ver la arena rosa.
—¿Arena rosa? Eso suena increíble. Tendrás que compartir fotos cuando vuelvas.
—Por supuesto. Quiere traer a su joven esta vez. Supongo que van en serio. —Me encojo de
hombros impotente. —No puedo mantenerla niña para siempre. Pero ya es suficiente de eso...
Volveré por un poco de ese azafrán, y la alcanzaré después de comprar las gambas –camarones–
del puesto que pasamos.
Ella presiona su labio inferior entre los dientes.
—No quiero estropear tus planes para el almuerzo.
—Por favor, hazlo. Me encanta la paella.
Me regala una sonrisa cegadoramente alegre antes de alejarse. De nuevo, ella gira la cabeza
despreocupadamente de un lado a otro, a la caza.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
No la pierdas de vista, ordenó antes el Sr. Black, con una mueca sombría. Aún teme que se
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
vaya, y entiendo por qué. Lleva las cicatrices del dolor, y su mujer, a pesar de estar más a gusto
con nosotros y dentro del ático, tiene una mirada atormentada cuando la encuentras despreve-
nida. Lucha contra sus demonios internos, y sin saber cuáles son, no podemos estar seguros de
nada, y mucho menos de que nos haya contado todo lo que deberíamos saber o incluso de que
haya sido sincera en lo que ha decidido compartir.
Toda la información que hemos reunido, conjeturado o averiguado sigue dejándonos muy
poco claro sobre quién es Lily Black.
Independientemente de las preocupaciones de mi jefe, vuelvo sobre mis pasos y dejo atrás
a su esposa. No es una prisionera y no seré su carcelero. El Sr. Black tendrá que enfrentarse a
sus miedos y vencerlos, porque si Lily decide abandonarlo, nadie podrá hacer nada al respecto. 136
—Disculpe. ¿Sr. Witte?
—Sólo Witte, por favor.
Me vuelvo hacia la mujer que nos ha estado siguiendo. Me ha mirado varias veces mientras
se quedaba unos cuantos puestos más atrás, pero no podía reconocerla con la Sra. Black a mi
lado. No tengo que buscar su nombre en mi memoria porque es fácil de recordar.
—Srta. Ferrari. Me alegro de volver a verla.
—Eso no es cierto —acusa frunciendo el ceño. —Me has estado ocultando cosas de Kane.
¿Sabe que he estado tratando de llegar a él, o simplemente no le importa?
Siguiendo su ejemplo, hablo con franqueza. —Lo sabe y le gustaría hablar contigo.
Dolorosamente consciente de que Lily no está muy lejos, hago un gesto en la dirección
opuesta. —¿Te importaría acompañarme?
Sus cejas se levantan y su mirada se endurece, pero asiente. Antes de continuar, vuelvo a
mirar a la Sra. Black.
Me detengo. Se ha bajado las gafas de sol para mirar a la multitud, ignorando al vendedor
que le habla. Siguiendo su mirada, intento ver qué es lo que ha captado su atención, pero la
multitud no es nada especial.
Entonces veo un destello rojo y una larga y sedosa melena negra. Al igual que Lily, me quedo
paralizado.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
El tono carmesí es imperdible, sobre todo en un día tan caluroso en el que la mayoría ha
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
optado por vestirse con colores más claros y frescos. Es un tono de rojo pensado para ser visto
y detener el tráfico. El hecho de que se adhiera a una mujer con la altura y la delgadez de una
modelo de alta costura lo hace especialmente llamativo. No puedo apartar la mirada, helado
por un escalofrío de asombrosa familiaridad.
Mientras los compradores se mueven a su alrededor, la mujer aparece y desaparece.
Se aleja de nosotros, pero no hay duda de que es idéntica a la mujer fotografiada dejando
el cadáver de Valon Laska en el lavabo de un restaurante: el mismo vestido, el mismo pelo y la
misma figura.
—¿Qué está mirando? —cuestiona impaciente la Srta. Ferrari.
—Mis disculpas. —Vuelvo a mirar a Lily mientras me doy la vuelta, preocupado porque
137
permanece inmóvil. Con tanta actividad a su alrededor, es como una nota desafinada en una
melodía bulliciosa y discordante.
—¿Witte?
—Sí. Me ha parecido ver a alguien conocido. Vámonos. —Pero cada paso es una prueba,
todos mis instintos me instan a perseguir y encontrar respuestas.
—No veo cómo puede ser difícil para Kane localizarme cuando he dejado repetidamente
mi número.
—Me lo dejaste cuando no quiso hablar contigo, así que no lo retuve. —Hablo más brusca-
mente de lo que debería, agravado por su inoportuno momento y consumido por la curiosidad
sobre lo que está ocurriendo detrás de mí. —Cuando llamaste a su administración, no dejaste
tu número.
Resisto dos impulsos: mirar hacia atrás y disculparme por el comportamiento de mi jefe.
También es desagradable reconocer los daños colaterales que yo mismo he provocado. —Lo
siento. No me hace ninguna gracia decir estas cosas.
—Sí, bueno... Supongo que debo respetar tu honestidad. —La mirada que me dirige es de
acusación.
Cuando llegamos al puesto de marisco, saco el móvil para anotar su número de contacto y
aprovecho para estudiarla detenidamente.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Hay un parecido superficial con Lily, aunque la comparación no es halagadora para Erika
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Ferrari. Eso no quiere decir que no sea una mujer atractiva. Su rostro está impecablemente
maquillado. El vestido que lleva es de color esmeralda, a juego con sus ojos y su bronceado, y
la tela se ciñe a su figura de tal forma que atrae las miradas de los transeúntes. Con tacones de
yute y gafas de sol de diseño en la cabeza, ofrece una imagen elegante, pero también reveladora.
La mujer de rojo ya me estremece, así que la aparición de la Srta. Ferrari es doblemente
desconcertante. Mi sensación de alarma se intensifica hasta que mi pulso se acelera. Lucho por
ordenar mis pensamientos. —Deme su número, por favor, y se lo pasaré hoy mismo.
—¿Por qué no me das el suyo en su lugar? —replica.
—No tengo libertad para hacerlo. Sin embargo, puedo darte el mío.
—Sabes... Estoy segura de que eres estupendo en tu trabajo —pronuncia ella con sorna, —
138
pero no puedes hacerlo todo por él.
—Hago lo que puedo —replico —por los dos.
Me mira durante un largo rato y suelta un suspiro frustrado. Rebusca en su enorme bando-
lera, saca el móvil e intercambiamos los números.
—Es evidente que es urgente —dice, y vuelve a dejar el teléfono en el bolso. —Yo no se-
guiría llamando porque sí.
—Entiendo.
—¿A quién has encontrado, Witte?
La voz de Lily me tensa la columna vertebral, pero también es un alivio tenerla de nuevo a la
vista. Saber que puede cuidar de sí misma no me hace menos protector. Me muevo ligeramente
para abrirle espacio.
Extiende una mano con sus largas uñas carmesí a la Srta. Ferrari.
Noto como tiembla levemente.
Yo hago las presentaciones.
—Es un placer conocerte —saluda Lily mientras se dan la mano. Ella es cálida y amistosa.
Aparentemente está perfectamente a gusto. Ojalá pudiera verla a los ojos, pero ha vuelto a co-
locarse las gafas de sol sobre el puente de la nariz. Aun así, puedo notar cierta tirantez alrededor
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
141
—ME ALEGRO DE VERTE, AMY —dice la dra. rochester, sonriendo ampliamente. —
Estás preciosa.
—Gracias. —Me acomodo en el sofá gris pálido de la psiquiatra, dejando caer mi Louis
Vuitton Neverfull en el asiento a mi lado. —Tú también estás estupenda.
La verdad es que está exactamente igual que siempre, como una versión femenina de Mister
Rogers. No sé si cree que la combinación de falda caqui, camisa blanca y cárdigan le resulta
familiar y relajante o qué. Desde luego, es aburrido.
En contraste, mis pantalones pitillo de seda color esmeralda y mi blusa de seda negra forman
un conjunto llamativo y femenino, sobre todo cuando se combinan con un collar de cadenas de
oro en distintas longitudes. Mejor aún, son piezas que tenía antes de conocer a Darius.
—¿Cómo te ha ido últimamente? —quiere saber la doctora con las manos cruzadas sobre
el regazo. Tiene el pelo rubio, a juego con la falda. Le faltó colorear algunas mechas, así que
probablemente se lo tiñe ella misma. Tiene un aspecto seco y rígido, y su piel está apagada, lo
que le da un aspecto ligeramente ictérico. Un poco de rubor probablemente ayudaría, y algo
de máscara de pestañas, pero casi siempre lleva la cara limpia. Al menos lleva lápiz labial y unas
pequeñas argollitas.
Tendré que acordarme de traerle productos ECRA+ la próxima vez.
A lo mejor los usa.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Háblame de eso.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Suspirando por su interrupción, vuelvo a mirar a la Dra. Rochester. —Vino un día a mi des-
pacho y se disculpó por haberme dejado plantada. Parecía sincero. Y avergonzado, en realidad.
Si lo conocieras, sabrías que no es el tipo de persona que suaviza las cosas sólo para mantener
la paz. También admiró el trabajo que he estado haciendo, lo cual no quiero decir que sea una
validación, pero en cierto modo lo es.
Me escruta de cerca de un modo que me hace retorcerme, aunque su actitud es amistosa y
su sonrisa parece más genuina que antes. —Me alegra oír que han hecho las paces, pero más
me alegra tu reacción tranquila. Parece que te lo has tomado con calma.
—Sí, más o menos.
—Antes te habías entretenido con escenarios vengativos en torno a que se disculpara contigo.
143
—Bueno... —Frunzo el ceño y miro las manos sobre mi regazo. Estoy jugando con mi anillo
de boda, girando la banda de la eternidad alrededor de mi dedo. Aún no he asimilado del todo
los pensamientos que solía tener, la ira y el deseo de violencia. —He dejado de beber.
—¿Lo has dejado? ¿De golpe?
—Más o menos. Dejé de beber durante unas semanas y luego me dije que al diablo con eso.
Cuanto más claros eran mis pensamientos, menos me apetecía beber. Ni siquiera estoy segura
de cómo empecé.
—¿Unas semanas? No lo mencionaste la última vez que te vi.
—Bueno, eso fue hace tiempo, doc.
Frunce el ceño. —¿Hace cuánto fue?
—¿Me lo preguntas a mí? Tú eres quien lo registra todo.
Su cabeza se inclina hacia un lado como un perro confundido.
—Grabo las cosas porque mi memoria no es la mejor. Recuérdamelo, por favor.
Me devano los sesos, molesta de que me pongan en un aprieto. Parece una prueba. Como
un reto de ¿cuán–sobria–estás–realmente?, cuando debería ser ella la que demostrara que real-
mente está haciendo algo por todo el dinero que le pago.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
o menos la hora del día en que me siento como imagino que debe sentirse un sofoco. Como
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
si el calor saliera de lo más profundo de mí y se irradiara hacia el exterior. —Sé que me quiere.
—¿Y cómo te sientes sobre la mentira?
—Estoy cabreada por ello, seguro. Odio que me mientan. Y no podía entenderlo. ¿Por qué
mentirme? Somos tú y yo contra el mundo, él decía, así que ¿por qué mentir? Entonces me di
cuenta de que es por Aliyah. Porque le está costando acercarse a ella para recuperar Social Crea-
mery y no quiere que piense menos de él porque no puede.
—¿Piensas menos de él?
—Bueno... —Hago un gesto de impotencia con ambas manos. —Sí. Odio decirlo, pero lo
hago. Kane le planta cara. Ramin también, hasta cierto punto. Rosana es más suave, pero no se 145
deja intimidar. Quiero decir, soy su esposa. Luchar por mí debería motivo para que le crezcan
las pelotas, aunque no se defienda en otras circunstancias.
—¿Sobre su complot contra ti? —Me mira inquisitivamente.
—En parte. En realidad, no —exhalo con dureza. —Quiero recuperar mi empresa. No está
funcionando como parte de Baharan.
—¿Y Aliyah no quiere que hagas eso? ¿Por qué no?
—Ella no va a renunciar al control. Ella vive para eso, gobernando sobre todo el mundo con
un puño de hierro.
—¿Eso es lo que dijo?
Gimo en voz baja con frustración. —No tiene por qué decirlo. Ella es así.
La Dra. Rochester se inclina hacia atrás en su silla y reajustando su posición cruzando sus
manos una sobre la otra. —¿Has discutido tus pensamientos con ella?
—No lo he hecho, no.
—¿Por qué no?
—Bueno, pensé que Darius estaba trabajando en ello. Me dijo que sí.
—Pero no lo estaba, y tú crees que está luchando por acercarse a su madre al respecto. ¿Es
posible que seas tú quien abra esa discusión con ella?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
¿Qué carajo? ¿Ahora yo tengo la culpa? Sacudo la cabeza y la fulmino con la mirada.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
profesional.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
La doctora me sorprende inclinándose hacia delante y poniendo su mano sobre una de las
mías. —Todo lo que podemos hacer es intentarlo, Amy. Dejar de beber y comunicarte con tu
marido son grandes y audaces pasos en la dirección correcta. No te detengas ahora.
Hay algo tan dulce y afectuoso en su voz. Me arden los ojos y se me nublan de lágrimas.
Parpadeo y saco la mano de debajo de la suya.
No puedo mostrar ningún signo de debilidad. Tengo que mantener la compostura.
Se aparta y se sienta.
—¿Tienes algo importante pronto?
147
Arrugo la nariz. —Cena familiar en casa de Kane.
—¿Quién está invitado?
—Darius y yo. Ramin y Rosana. Aliyah. ¿Crees que sería un buen momento para emparejar
a Ramin con Suzanne?
—Probablemente no. ¿Cómo ha cambiado la dinámica familiar desde que Lily volvió?
—¿Cuánto tiempo tienes? —respondo.
Cuando por fin se me acaba la hora, salgo a toda prisa, después de haber programado una
recogida en un auto compartido durante el trayecto. Estoy agotada. Emocionalmente agotada.
Cuando Darius pregunta cómo me ha ido durante la cena, le digo que hablaremos en otro
momento. Si aún bebiera, me felicitaría con un martini por haber superado la terapia.
En lugar de eso, agarro un bol de helado y vuelvo por más.
No es hasta que me aplico suero en la cara antes de acostarme que me doy cuenta de que la
Dra. Josephine Rochester no se sorprendió cuando mencioné a Lily. ¿Y estando al tanto de la
infidelidad de Darius...?
¿Cómo sabe cosas de mi vida que aún no le he contado?
22
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
148
Miro a Ramin, que tiene la mirada fija en una de las fotografías enmarcadas de Kane y Lily,
que ha recogido y sostiene entre las manos. Debería haberme dado cuenta de su soledad, pero
¿era realmente un descuido? Siempre ha sido muy presumido, nunca aparecía dos veces en los
eventos con la misma mujer. Supuse que le gustaba la variedad, pero... Sólo tengo que mirar a
sus hermanos. Cada uno de ellos se quedó con una mujer al principio de sus vidas.
—¿Por qué me miras así? —interpela Ramin, recordándome que estoy mirándolo fijo.
—Estás muy apuesto esta noche —digo.
Últimamente paso demasiado tiempo en mi cabeza. Me siento abrumada por Alex, el pro-
yecto de Seattle que está estancado en el agua, Lily, Amy... 152
Con un resoplido, Ramin devuelve la foto a su estante y mira a Lily mientras ella baja los
cortos escalones hacia él. Cuando se le acerca con los brazos abiertos, él la mira con curiosidad
durante un momento. Luego se encoge de hombros y acepta el abrazo.
—¿Le apetece algo de beber, Sra. Armand? —pregunta Witte.
Veo a Rosana hablando animadamente con Kane mientras Ramin conversa con Lily, y me
molesta que la invitación de Lily nos haya reunido a todos. Sobre todo, aquí. Hay una peculiar
energía frenética en la habitación. Quizá sea en todo el ático. Y no lo soporto.
—Un gin martini —ordeno. —Sucio. Con aceitunas extra. Y no me traigas una de esas
copas de tallo largo. Agarra un vaso de pinta y llénalo.
Su expresión no cambia en absoluto. Simplemente inclina la cabeza en señal de reconoci-
miento y se acerca a Ramin para servirle también.
Cuando Darius y Amy aparecen por fin, entran tomados de la mano y yo estoy a mitad de
mi glorioso trago. Mi hijo del medio lleva pantalones de vestir azul marino y un polo blanco.
Amy está especialmente atractiva con una blusa de seda verde, shorts de bouclé y sandalias de
tacón. Al igual que Lily, su estilo ha cambiado en las últimas semanas. Hace tiempo que no
viste como yo, y no puedo decidir si eso me gusta o no. Desde luego, es un indicativo de su
estado alterado.
Lily les ofrece abrazos a los dos, y ellos los corresponden, aunque el abrazo de Darius es de-
masiado corto, y el de Amy dura demasiado. También observo que Amy saluda cariñosamente
a Kane, y él responde del mismo modo, pero ella y Ramin no se miran. Es una inversión com-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
pleta de cómo se comportaban antes de que Lily cayera como una bomba en nuestras vidas.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
¿Se ha vuelto el mundo completamente loco? Doy otro trago a mi martini y hiervo en una
creciente cólera. Al igual que Kane, Darius parece especialmente solícito con su mujer. Me
pregunto si también le preocupa su bienestar. Tiene que haberse dado cuenta de que ella no
está en sus cabales. Justo ayer, pasé por la sala de descanso y la vi de pie, completamente ida,
mirando fijamente... como un robot al que se le acabaron las baterías a mitad de la actividad.
Ojalá Darius me hablara de sus problemas y no al revés. Me salvaría de parecer la villana.
Después de todo, sólo hago lo que es mejor para mi familia y mi empresa. Nunca he evitado me-
didas drásticas cuando se trata de cualquiera de ellos, y no lo haré ahora. No con tanto en juego.
Todos se reúnen en el salón. Las mujeres gravitan naturalmente unas hacia otras, tres ex-
trañas que se han convertido en familia. Mis hijos, que antes se querían tanto, apenas hablan, y
153
sólo de trabajo. Echo los hombros hacia atrás, sintiendo cómo mis músculos se relajan mientras
la ginebra y el vermut hacen su magia. La media docena de aceitunas en un pincho también
están deliciosas.
Witte se acerca a Lily y le susurra algo. Antes avisaba a Kane cuando la cena estaba lista.
Ahora, Lily se ha convertido en la dueña de la casa. La sonrisa que le dedica es afectuosa, y
comprendo que apoye su presencia. Lo toleré cuando su único deber era cuidar de mi hijo.
¿Para qué necesitaría Kane una esposa si tiene a Witte? Quizá también sea hora de deshacerse
del mayordomo.
Cuando Witte se mueve para pasar a mi lado, empujo mi vaso vacío. —Tomaré otro.
—Por supuesto.
—Vayamos al comedor —anuncia Lily, extendiendo un brazo dolorosamente delgado en
esa dirección.
¿Dónde sentará a todos a la mesa? La posición lo es todo para una mujer, y Lily lo sabe. No
hace nada sin calcular. En ese sentido, me veo reflejada en ella. Ella presidirá a la cabeza, frente
a Kane. Tal vez tome el espacio entre Ramin y Rosana, y sugiera que Darius se siente frente a
mí. Pero si hago eso, ¿se sentará Amy al lado de Kane? No quiero que se lleven más de lo que
están. La chica tiene que irse, y estoy tan, tan cerca de hacerlo realidad.
Pero Lily vuelve a sorprenderme. —Toma la cabecera de la mesa, Aliyah —señala mientras
se detiene en el asiento junto al de Kane. Busco subterfugios en su cara, pero entonces Witte
se acerca y me deja mi nueva bebida en mi sitio, y ya no me importa. Estoy destinada a ser la
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
El primer plato es una ensalada de hierbas con vinagreta de chalota al champán y pan de
romero recién horneado. Es tan delicioso que quiero repetir, pero no lo digo porque Witte ya
es bastante arrogante. Las dos sirvientas –como sea que se llamen– le ayudan en la cocina y son
tan deferentes con él que se me ponen los ojos en blanco.
—Esto es muy bonito —comenta Rosana desde su lugar junto a Kane y al lado de Amy.
—Reunirnos a todos así.
—Yo también lo creo —concuerda Lily.
—Deberíamos hacer de esto una costumbre —sugiero. —Aunque... Aunque agradezco que
mi familia esté tan unida, me da la sensación de que debería haberse ampliado con el matri- 154
monio. ¿No querrías invitar a tu familia, Lily? —pregunto, llevándome el vaso a la boca.
Kane me lanza una mirada de advertencia.
—Mi madre era mi única familia. Y por desgracia, falleció.
—¿Cómo murió?
—¡Mamá! —amonesta Rosana, lanzándome una mirada horrorizada.
—¿Qué, Rosana? ¿No es ese el propósito de esta reunión, conocernos mejor?
—La asesinaron —responde Lily sin rodeos. —Le dispararon mientras intentaba ayudar a
alguien a quien quería.
—Dios mío. —Rosana la mira fijamente. —Lo siento mucho.
—Yo también. —Lily mira a Kane cuando pone su mano sobre la de ella.
—¿Y qué hay de tus abuelos? —presiono, echándome hacia atrás mientras las sirvientas
recogen los platos de ensalada vacíos. —¿Tías o tíos? ¿Primos? ¿Hermanos?
Ramin deja el tenedor en la mesa y se echa hacia atrás como si se preparara para un
espectáculo.
—Ya te ha dicho que sólo eran ella y su madre —responde Kane, con un hilo de acero en
sus palabras. Debato si seguir insistiendo, pero su mirada me previene. Decido volver a hablar
con ella más tarde.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Vuelvo mi atención a Amy y me doy cuenta de que no ha tocado su copa de vino blanco.
Hay una servida en cada cubierto, excepto en el de Lily. —¿Y tú, Amy? ¿Por qué no planeamos
que tu familia nos acompañe la próxima vez?
Darius me lanza la misma mirada que Kane, pero no es tan eficaz.
Amy responde como yo esperaba, mirando fijamente su mantel individual ahora vacío y
respirando profunda y lentamente. Luego levanta la cabeza. —He evitado a mis padres todo
este tiempo. No voy a someter a ninguno de ustedes a ellos ahora.
Levanto las cejas. —¿Qué quieres decir, querida?
—Ya basta —chasquea Ramin. 155
Lo miro con los ojos muy abiertos, sorprendida de que sea él quien salga en su defensa.
—¿Por qué? No es una carga para nosotros acoger a la familia de Amy. Me encantaría saber
más sobre ellos.
—No quieres conocerlos —murmura ella. —Créeme.
—¿Se pelearon? ¿Estaban preocupados por ti? ¿No entendían tus decisiones?
Me fulmina con la mirada. —¿Por qué asumes que es mi culpa? Ah, ya sé. Todo es culpa
mía, ¿verdad?
—Ningún padre quiere una ruptura con su hijo.
—Algunos padres no quieren al niño para empezar —replica.
—Bueno... —Levanto mi vaso, que ya está medio vacío. —Eso explica muchas cosas, ¿verdad?
—¡¿Qué demonios significa eso?!
—¡Déjalo ya! —muerde Darius.
Miro alrededor de la mesa. —No pretendía sacar ningún tema delicado. Claro que mi fa-
milia es tu familia ya que tú no tienes una y Lily tampoco.
—Lo dices como si esta familia fuera un regalo en vez de una jodida mierda total. Sin
ofender al resto. —Amy se inclina ligeramente hacia atrás mientras el plato principal es llevado
de dos en dos. —Te diré algo, Aliyah. Te daré la última información de contacto que tengo de
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
mis padres, y puedes ir a verlos. Pero te sugiero que lo intentes sobre la una de la tarde. Suelen
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—¿En serio? —Me meto en la boca un bocado de suculento cordero en una rica salsa a base
de curry y casi gimo de lo delicioso que está. Witte es irritantemente pretencioso, pero sabe
cocinar, lo reconozco. Sus martinis también son magníficos. —¿Nos lo contarás?
—No, no creo que lo haga. —Mira a Rosana. —¿Y tú, Rosana? Kane me ha dicho que
tienes una docena o más de hierros en el fuego.
Mi hija sonríe. —Estoy hasta arriba de colaboraciones, pero son divertidas. Estoy dándole
vueltas a la idea de crear un club de lectura. Me encanta leer y recibir recomendaciones, pero
no he encontrado uno que encaje conmigo, así que por qué no crear el mío. ¿Sabes?
—Suena divertido. ¿Qué tipo de libros te gusta leer?
Rosana salta entusiasmada al tema, enumerando títulos y autores de los que nunca he oído
157
hablar. Estoy más concentrada en Witte, que se ha colocado detrás de Kane y le susurra al oído.
Amy se toma rápidamente su segunda copa de vino mientras Darius le habla en voz baja y
tranquilizadora. Ramin come como si no hubiera comido en días. Por supuesto, él está soltero,
así que quién sabe lo que considera una comida cuando está solo. Realmente debería tener a
alguien que lo cuide. Me comprometo a encontrarla, sea quien sea.
—Si me disculpan. —Kane se aparta de la mesa, deja caer la servilleta junto al plato y se le-
vanta. Responde a la mirada interrogante de Lily con una mirada antes de inclinarse para besarla.
Sin embargo, hay algo en su postura. No está relajado, como suele estarlo con Lily, y no
tiene el dominio que muestra mientras trabaja. Ahora no sé de qué humor está. Es como si se
hubiera encerrado en sí mismo. Retirado.
Espero a que haya doblado la esquina del salón antes de apartarme de la mesa. Es una pena
dejar enfriar una comida tan deliciosa, pero es más importante saber qué está pasando. Además,
con Witte ocupado con las minucias de la cena, puede que tenga la oportunidad de pasear y
echar un vistazo. Al ponerme de pie, siento que me balanceo y me agarro al respaldo de la silla
para apoyarme. Maldita sea. Estoy ebria y me avergüenzo de ello. Sobre todo, cuando miro a
Amy y veo que sonríe. Levanta su copa de vino en un brindis silencioso, con los ojos verdes
nublados. Mi copa vuelve a estar vacía, pero seguirá así. Ya he bebido demasiado.
Me doy la vuelta y me acerco al baño, que está a medio camino del salón, cuyas luces se
han atenuado para crear un ambiente relajado. Me detengo al oír una voz que no reconozco.
Alguien ha venido de visita. ¿Quién vendría tan tarde?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Tal vez Kane previó que reunir a la familia resultaría un desastre sin paliativos y planeó una
excusa para marcharse antes.
Respiro hondo, deseando que mi mente se aclare. Hace siglos que no me emborracho y odio
esa sensación. Me apoyo con una mano en la pared e intento caminar despacio y con cuidado
para que mis tacones no choquen contra las baldosas de obsidiana.
Una voz diferente habla. ¿O es la misma, pero más clara? ¿Tenemos varios visitantes? No
puede ser. Me acerco de puntillas hasta que estoy al lado del baño. Giro el pomo, abriendo la
puerta para tener una excusa si me pillan. El alcohol me ha provocado un zumbido en los oídos
que me dificulta captar palabras del aire. Me tambaleo sobre los tacones y deslizo los pies fuera
de ellos, sobresaltada por un momento por el calor del suelo mientras mi perezoso cerebro
intenta ponerse al día.
158
Un hombre vestido con un traje oscuro entra en el pasillo que rodea todo el ático. ¿Tal vez
uno de los guardias de seguridad? Pero entonces se pone las manos en las caderas y se echa la
chaqueta hacia atrás. Algo brilla en su cinturón.
Con un grito ahogado, me meto en el baño completamente a oscuras y empujo la puerta
para cerrarla parcialmente. Es una placa. Un policía. Un detective. Y hay más de uno. Su com-
pañero aparece a su lado con un traje a cuadros más claro. ¿Por qué demonios...?
Alex. Alex habló con la policía después de todo.
Me llevo la mano a la boca, sofocando mi terror. El corazón me late en el pecho con tanta
fuerza que me duele. Quiero mi teléfono. Quiero a Rogelio.
Pero le di mi tapado a Witte, y quién sabe dónde lo puso.
Debería haber sabido que Alex no esperaría su momento. He rechazado todas sus llamadas,
no queriendo darle el placer de grabar más de sus mentiras y construir más de su historia.
Quiere dinero, pero destruirme también está en su agenda.
Con la oreja pegada a la puerta, escucho, aunque no oigo lo que dicen. ¿Van a interrumpir
nuestra velada familiar aún más de lo que ya lo han hecho? Peor aún... ¿les dirán a mis hijos
por qué están aquí?
¿Le contarán a Kane lo que le hice a Alex ahora? Sería una pesadilla que mi hijo mayor lo
supiera, pero de todos mis hijos, él es el único al que elegiría contárselo. Kane lo tomaría mejor
que los otros, y tiene a Lily, que jura que lo ama y lo protegerá. Tal vez lo haga.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Las voces se alejan y me doy cuenta de que no van hacia el comedor, sino en dirección
contraria, hacia el despacho de Kane. Me arriesgo a salir y miro por el pasillo hasta que los tres
hombres doblan la esquina. Casi tropiezo, me flaquean las piernas. ¿Cómo he podido caerme
de borracha?
No puedo hablar con la policía en este estado. Tengo la boca tan seca que no sé si podré
hablar. Y necesito mi ingenio para refutar a un hombre tan viciosamente astuto como Alex
Gallagher. Querrán creerle. ¿Dos policías hombres? Simpatizarán con él por cómo ataqué su
hombría. Tengo que dar lo mejor de mí para sobrevivir a esto.
Agarro mis zapatos y corro hacia la puerta. Mis pies sudorosos resbalan por el suelo brillante.
Sorprendo a los guardias cuando entro corriendo en el vestíbulo. Tengo que dejar atrás mi bolso
y mi teléfono. Mi familia. Posiblemente mi vida si no consigo salvarme. No voy a ir a la cárcel.
159
Apuñalo con saña el botón de llamada del ascensor.
Se me revuelve el estómago. Me lanzo a la cabina en cuanto llega y suspiro de alivio cuando
comienza a descender. No sé adónde voy ni cómo llegaré, pero encontraré la manera.
Siempre lo hago.
23
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
160
INTENTO CONCENTRARME EN LO QUE DICE ROSANA, pero mi madre se
muestra en la ventana detrás de ella. La veo en todas partes, todo el tiempo. En mis sueños, en
cada superficie reflectante. Apenas he salido del ático, pero cuando lo he hecho, la he visto por
la calle, en los taxis, sentada en las ventanas de los restaurantes. Le he suplicado que me perdone
y le he gritado que me deje en paz.
He llorado lágrimas que me sangran el alma y me he enfurecido con una rabia que quema
como el ácido. Ella me persigue. El dolor y la culpa me corroen. Cada día estoy más delgada.
Y tú te preocupas, mi amor. Mi equipo se preocupa. Witte revolotea, siempre ofreciendo cosas
para comer, pero tengo el estómago hecho un nudo a todas horas.
¿Por qué dejaste la mesa, mi amor? Te necesito. Cuando estás conmigo, recuerdo por qué debo
mantenerme cuerda. Tengo que dejar de oír la voz y la risa de mi madre. Tengo que dejar de
oler su perfume.
Pero aún tengo que hablar de ella contigo. Hablar de Erika Ferrari, también. Pero me has
pedido que te dé tiempo y lo hago, porque has sido muy paciente conmigo. Devolverte esa
cortesía es lo menos que puedo hacer.
Echo un vistazo a la mesa y veo que todos están sentados con los hombros encorvados y los
labios apretados. Rosana intenta mantener la velada a flote. Ese es mi trabajo, pero no puedo
concentrarme en la tarea. Debería haber suspendido la cena y no sé por qué no lo he hecho.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Eso no es verdad. Elegí no cancelarla porque quiero normalidad. Quiero creer que no me
estoy volviendo loca.
Mi mirada se detiene en la silla vacía al final de la mesa. Mi suegra es una borracha viciosa
y desagradable. Su implacable interrogatorio era pura crueldad. Me avergüenzo por él y por
sus hermanos, y lo siento por Amy. Pero también soy consciente de que el comportamiento
de Aliyah no es propio de ella. Entró en el ático a la defensiva, tan elegante y hermosa como
siempre, pero irradiando tensión. Noté la fina línea de preocupación entre sus cejas.
Yo también me siento culpable por ella. Su vida era muy diferente antes de que mi madre
entrara en ella.
—Sra. Black. 161
Inclinando la cabeza, me acerco hacia Witte, que se agacha a mi lado.
—La Sra. Armand se ha ido.
Eso me hace mirarlo de reojo. Asiente con gesto adusto.
Vuelvo a mirar a todos y me pregunto qué decir.
—Además —continúa. —Los detectives Yellen y Ambrose están en el despacho del Sr.
Black. Desean hablar con usted.
Mi visión se estrecha hasta un punto fino y luego se ensancha tan repentinamente que la luz
del candelabro se vuelve cegadora. Los detectives están investigando el atropello con fuga que
me trajo de vuelta a su vida. Es un crimen en el que no tuve nada que ver, pero hay muchos
otros delitos en mi pasado que hacen que cada interacción con las fuerzas del orden sea motivo
de recelo. Miro más allá de Rosana, a mi madre en la ventana. Estamos en el piso noventa y seis,
pero ahí está ella, efímera y encantadora. Y me lanza una mirada que conozco bien.
Contrólate, Araceli. Recuerda lo que te enseñé.
—Me temo que a mí también tendrán que disculparme —explico a todos, mientras arrugo
la servilleta y me pongo en pie. —Tenemos visitas inesperadas. Kane y yo volveremos en cuanto
podamos.
Espero a que Witte haya metido mi silla debajo de la mesa para añadir—: Además, Aliyah
se ha ido. No ha dicho nada, así que quizá vuelva.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—¡Esperemos que no! —chirría Amy. Ella tampoco está sobria. —Con un poco de suerte,
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Miro la foto, una instantánea de vigilancia tomada en la calle, y niego con la cabeza. —No.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—No lo creo. —Deja el teléfono sobre la rodilla. —El tipo era un matón. Trabajaba para
un gánster llamado Valon Laska.
No puedo ocultar mi sorpresa. Que Val esté involucrado, aunque sea tangencialmente, en
hacerme daño es una idea tan imposible que no puedo pensar en ello. Aun así, tengo que seguir
fingiendo. —Valon Laska. ¿Ese es el tipo que estuvo en todas las noticias no hace mucho?
—El mismo tipo —responde Yellen.
—Vaya. —Siento su mirada sobre mí, caliente como una llama. —Bueno, sabíamos que
fue totalmente accidental. Estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Está el
conductor detenido ahora? 163
—Está muerto —responde rotundamente.
—Su novia dice que lo sacaron de su departamento a punta de pistola el mismo día que
intentó matarte.
Se me hiela la sangre. —¿Qué quieres decir con ‘intentó’? ¿Por qué iba a intentar matarme?
—Eso es lo loco... y déjame decirte que, cuando llevas en esto tanto tiempo como nosotros,
ya nada es sorprendente. —Ambrose no ha apartado la mirada de mí. De hecho, apenas ha
pestañeado. —Laska fue asesinado por una mujer que se parece muchísimo a ti. Quiero decir,
prácticamente idéntica.
Vuelve a levantar el teléfono y me enseña una foto mía saliendo del restaurante después de
matar a Val. —Eso es... Dios mío. Es realmente asombroso. —Me inclino más hacia él como si
tuviera que examinar la foto porque dentro de mi cerebro siento como si una bomba hubiera
detonado, dispersando mis pensamientos en un millón de direcciones.
—Toma. —Me tiende el teléfono. —Mírala bien.
Lo hago porque no tengo elección, pero mis ojos no ven más que un borrón. Val nunca or-
denaría que me mataran, y ninguno de sus hombres se atrevería a romper filas. Nada de lo que
dicen los detectives tiene sentido. —Cuando miras más de cerca, puedes ver que es mayor que
yo. Pero sí... a primera vista, hay un parecido sorprendente. ¿Viste esto, Kane?
—Sí. No me engaña. Pero te reconocería en cualquier parte. —Hay algo en tu tono que
hace que dirija mi mirada hacia él.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Puede que tengamos más preguntas para usted —remarca Ambrose. —Avísenos si de-
ciden dejar la ciudad.
—Sabrán dónde encontrarnos —responde.
Me levanto para acompañarlos a la puerta y él me rodea con el brazo. Aprieta mi mano para
infundirme tranquilidad.
También tendrá preguntas y yo no sabré responderlas. Ni siquiera lo entiendo. ¿Por qué
alguien afiliado a Val intentaría matarme? Miré a Val a los ojos en sus últimos minutos. Me
habló. Habría sabido entonces si quería matarme. Y a pesar de lo cuidadosa que ha sido prote-
giéndome –si él me quería muerta, así lo estaría.
¿Habría ordenado mi madre el golpe?
165
¿Cuándo lo habría hecho? ¿Antes de unirse a mí en el barco aquel fatídico día hace mucho
tiempo? ¿Sospechaba que la mataría, como mataría a cualquiera que lo amenazara?
¿Pensó que la única forma de salvarme de él era acabar con mi vida?
Podía hacerlo si creía que era lo mejor para mí.
Pienso como estaba aquella tarde, resplandeciente de rojo. ¿Había asumido a sabiendas el
riesgo de que su hija la asesinara? Una prueba final. Y si no podía pasarla, ¿había ya un meca-
nismo de seguridad? Desde entonces, mis frecuentes viajes y mis múltiples identidades habrían
hecho casi imposible localizarme.
Las lágrimas me escaldan los ojos. Me duele el corazón. Todas las ilusiones que me quedaban
sobre mi madre se han hecho añicos. Y como era lo único que me quedaba, mi luto se hace más
profundo hasta que amenaza con ahogarme.
24
Witte
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
166
ES UNA MAÑANA DE SÁBADO DESPEJADA Y EL CIELO TIENE EL COLOR de
un huevo de petirrojo. Al entrar en el despacho de mi jefe después de visitar a su madre, per-
cibo de inmediato su agitación. Kane Black es un hombre dado a las fuertes pasiones. Cuando
sus emociones están a flor de piel, el espacio que lo rodea se carga de energía, un presagio como
la sombra del sol antes de una tormenta.
Imagino que eso fue parte de la atracción inicial entre él y la Sra. Black. Teniendo en cuenta
lo mucho que siente por ella, debió de arrastrarla como un tornado. Y comparado con su vida
de oscuras acciones encubiertas y falsas identidades, él debe haber sido un soplo de aire fresco.
Ahora está de pie junto a la ventana, con los brazos cruzados mientras contempla la ciudad.
Vestido de manera informal con unos pantalones gris claro y una camiseta negra, lleva toda la
mañana trabajando duro, centrado en su familia, en su mujer en particular.
—Witte —dice sin darse la vuelta. —¿Estaba ella en la casa?
—Sí. Y tiene bastante resaca. —Su madre se sentía tan mal que ni siquiera me pinchó con
una insinuación sexual, como suele hacer. Pero mejor no mencionarlo.
—Bueno, se lo merece después de lo de anoche. —Vuelve a su escritorio y se hunde elegan-
temente en la silla. Suspirando, me hace un gesto para que tome asiento. Agarra su móvil, pone
el altavoz y oigo el timbre.
—Sí, Kane —contesta su madre, con la voz más grave de lo habitual. —Si has llamado para
reñirme, te advierto que ahora no tengo estómago para ello. Tendrás que llamar más tarde.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Su boca se curva en una sonrisa apenada. —¿Recuerdas cuándo fue exactamente la primera
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Guardaste el libro de recuerdos. —La afirmación sale como una pregunta porque me
sobresalto. Es una cosa tan sentimental para guardar, que traiciona un afecto más profundo por
su hermano de lo que me di cuenta que sentía.
Mi jefe hace oídos sordos. —Voy a llevarme a Lily a Greenwich una temporada. No sé por
cuánto tiempo. Me sentiré más seguro si ella está fuera de la ciudad por ahora.
—¿Te preocupa que los detectives tengan razón sobre que está en peligro?
—Me preocupa todo —reconoce tenso. —Especialmente por ella. Lily no está bien, sé que
puedes verlo.
Asiento con la cabeza. —No come. 168
—Y no duerme bien. Sigue inconsciente después de dar vueltas en la cama toda la noche.
—Respira hondo y suelta el aire. —Cree que su madre ordenó que la atacaran hace varios años,
cuando nos casamos. Como mi mujer ha estado actuando bajo múltiples alias y viajando por todo
el mundo desde entonces, su reciente regreso a Nueva York fue posiblemente la primera vez
que pudo ser localizada. Está devastada por la idea de que su madre haya tomado esa decisión.
—Comprensible. —Mi pie golpea silenciosamente con mi agitación. —Hasta ahora, nos
han dicho que Laska haría cualquier cosa que la madre de Lily quisiera. ¿Por qué matar al
hombre siguiendo sus órdenes si eso es cierto?
—No lo sé. Estamos juntando información y algo no cuadra.
—¿Crees que Lily está mintiendo?
Se encoge de hombros, y hay algo cansado en el movimiento. —No importa. No puedo
vivir sin ella.
Hay tal finalidad en su tono. Ella es una adicción que me está comiendo vivo, dijo una vez.
—Importa mucho —agrego suavemente.
El Sr. Black mira la foto de su mujer que tiene sobre la mesa.
—He sido desechable con todas las personas a las que he querido, pero mi mujer mató a sus
seres más queridos porque me protegerá a cualquier precio. Esa es la verdad más importante.
El resto vendrá con el tiempo.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Me mira con sus ojos profundos y oscuros, y veo un reflejo del reciente sufrimiento de Lily.
Están unidos, los dos. Si ella está atormentada, él también.
Suspirando, mi jefe se echa hacia atrás en su silla. —Ambos creemos que no somos lo bastante
buenos para el otro. A mí no me importa; no dejaré que eso me detenga. Pero a ella sí le importa.
Estar con alguien con quien no debería estar es algo que conozco demasiado bien y me
impide hacer comentarios.
—De todos modos... —continúa. —Está empezando a abrirse a mí. Espero que la reclusión
juntos lo acelere. También tenemos que hablar de Erika Ferrari. Ya es hora.
No le envidio esa discusión. —La casa de la playa está lista para ti, por supuesto. Me ase-
guraré de que el equipo de seguridad haya registrado a fondo la casa y los terrenos y luego se
169
instalen en la casa de invitados antes de su llegada. ¿Quieres que los acompañe?
—Puede que sí, pero aún no. Espero que, si estamos solos, me cuente más cosas. —Sus
dedos tamborilean sobre el papel secante de su escritorio. —Tengo que averiguar si Laska se
acercó a Amy por mí y, si es así, qué esperaba conseguir con ello. ¿Qué sentido tendría?
—Tus pensamientos son similares a los míos.
—Lily ha hecho todo lo posible para alejarse de esta gente. El peaje que está tomando en
ella… —Sus ojos arden de furia.
Comparto mis impresiones. —Parece estar sufriendo algo muy parecido a la pena. O culpa.
—¿Pena? —Me frunce el ceño, pero no objeta mi sugerencia.
—Quizá necesite ver a un médico —propongo en voz baja. No quiero asustarlo innecesa-
riamente, pero siempre es mejor estar preparado.
El Sr. Black se ríe en silencio.
—¿Un psiquiatra? ¿O un médico?
—Quizá ambos.
—Si es necesario, haremos que alguien venga a verla. No la tendré en ambientes que no
pueda controlar. —Él mira su foto de nuevo. —Están muertos, Laska y su madre. ¿Cómo
puedo luchar contra los fantasmas?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Ya he empezado a ahondar entre sus allegados. —Se levanta. —Por supuesto que estás al tanto.
Me levanto también, deslizando las joyas en mi bolsillo.
—¿Se pueden rastrear estas piezas hasta ti?
—No.
Muchas piezas de la caja fuerte son únicas y tan valiosas que se pagaron con transferencias
bancarias. Que Lily seleccionara piezas imposibles de rastrear debe ser deliberado.
—¿Cree que su esposa también lo sabía?
El Sr. Black sonríe sombríamente. —Creo que ella lo sabe todo. Yo soy el que se pone al día. 171
Pero sé que eso no es del todo cierto. Sabe mucho, incluso más de lo que comparte conmigo.
Por supuesto, también tengo mis secretos.
Al salir de su oficina, saco mi móvil y hago una llamada.
—Nicky, cariño. —La voz de Dánica es como el ronroneo de un gato contento, y mi sangre
se calienta en respuesta. —¿Estás en camino?
Pronto tendré que tomar decisiones vitales sobre ella.
El Sr. Black está contemplando cambios drásticos en su vida.
—Voy un poco retrasado, pero llegaré lo antes posible. —Poner en marcha el equipo de
seguridad en Greenwich llevará tiempo.
—Tengo una sorpresa para ti —bromea. —Es muy traviesa. Te va a encantar.
—Me daré prisa —respondo bruscamente.
Se ríe mientras termino la llamada. Permanezco allí un largo momento, sabiendo que mi
futuro se bifurca en dos direcciones distintas y que muy pronto tendré que elegir cuál recorrer.
—¿Va todo bien, Witte?
Me recompongo y me vuelvo hacia la Sra. Black. Tiene ojeras. Su habitual kimono de seda
parece demasiado grande para su esbelta figura. No hay duda de que está afligida. Su marido
cree que es el pasado lo que la atormenta. Me pregunto si es el futuro lo que teme.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
173
—HOLA, CHICA —SALUDA AFECTUOSAMENTE SUZANNE, mi mejor amiga,
mientras abre la puerta de su departamento. —Cuánto tiempo sin verte.
Me abraza, envolviéndome en el aroma familiar de su perfume. Oliver, su precioso labrador
negro, cambia de posición y se apoya contra mi muslo.
De pie en su pequeño recibidor, donde apenas cabemos los tres, lucho contra las lágrimas
mientras le devuelvo el abrazo y me agacho para rascarle la oreja a Ollie. Solía tener muchas
amigas y, con los años, he ido perdiendo el contacto con todas ellas. Es Suzanne, la amiga que
cultivé únicamente como una estúpida e inútil afrenta contra Aliyah, la que se ha quedado
conmigo mientras mi vida se descontrolaba. Siempre ha sido buena conmigo, y yo nunca he
sido tan considerada a cambio. Lo peor es que no entiendo por qué he sido tan mala amiga.
Por supuesto, ya no hay mucho que tenga sentido para mí.
—Sí, me alegro muchísimo de ver tu cara bonita —digo con toda sinceridad, abrazándola con
fuerza. —He estado atrapado en el manicomio Armand y te he echado muchísimo de menos.
Se aparta y me da un repaso. —Estás fantástica.
—Gracias —devuelvo el cumplido y lo digo en serio. Antes me molestaba su belleza, los
rizos apretados que enmarcan su cara en forma de corazón, los labios carnosos y los ojos de
pestañas gruesas. Pero, sobre todo, estaba celosa de su serenidad y su regia confianza. Sigo en-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—¿Cómo va el libro?
—Por fin he encontrado mi ritmo. —Esboza una sonrisa teñida de alivio. —Todavía soy
más lenta de lo que me gustaría, pero lo estoy consiguiendo.
—¿De qué va la historia? —Entro en el salón delante de ella, sintiéndome más a gusto en
su casa amarillo brillante con su colorido arte africano que en la mía. Ollie me sigue el paso,
agitando la cola y moviendo la nariz mientras determina astutamente que he traído golosinas
para los dos.
—No me hagas empezar. —Se acerca flotando al sofá con un precioso caftán de seda bor-
dada en tonos chocolate y se hunde en los cojines con elegancia. 174
Mi vergüenza aumenta. Suzanne es una popular autora de novelas románticas con varias
series centradas en la familia que los lectores siguen desde hace años. Ambientadas en pequeñas
ciudades, extensos ranchos y comunidades costeras muy unidas, sus series cuentan con fer-
vientes seguidores, y ella los mantiene contentos. —¿Es una novela de la familia Dancer?
Me dedica una sonrisa de gato que se comió la crema. —Lo es.
—Espero que sea el libro de Dane.
—Todavía no. Este es de DeAndre. El de Dane es el siguiente, después de que escriba otro
libro de Bridget Bay.
—Bueno, no puedo esperar. —He pasado las dos últimas semanas leyendo sus novelas, algo
que debería haber estado haciendo hace mucho tiempo, pero estaba demasiado ocupada siendo
una perra-con-mala-actitud. Ahora yo también soy fan.
Me uno a ella, dejo mi bolso en el suelo y saco la caja de pasteles que he traído. Debajo, la
pantalla de mi teléfono se ilumina con una notificación. Veo el nombre de Ramin y siento un
leve pánico que ya me resulta familiar. Cada día me manda más mensajes.
Quiero bloquearlo, pero es de la familia, aunque haya cruzado la línea entre lo incómodo y
lo espeluznante.
Dejo la caja rosa pálido sobre el baúl que Suzanne usa como mesita. —Menos mal que te he
traído algo de combustible para motivarte.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Ollie me sonríe.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—¿Son lo que creo que son? —Suzanne se inclina hacia delante con entusiasmo.
—Lo son.
Rompiendo el precinto, abro la tapa para revelar magdalenas recién horneadas parcialmente
bañadas en chocolate. Le doy unas servilletas de la panadería.
—Yo también tengo algo para ti, Ollie —Recojo el palito con sabor a mantequilla de caca-
huete que compré en una tienda de animales gourmet y se lo tiendo. Lo agarra con alegría y
trota rápidamente hacia su cama de la esquina.
—¿Qué tal un café con Baileys? —Suzanne sonríe con picardía.
—Adelante, pero no para mí, gracias. He dejado de beber.
175
Se detiene en el acto de meter la mano en la caja y me estudia con ojos muy abiertos.
—¿De verdad?
Asiento con la cabeza y me froto los vaqueros con las palmas húmedas. Es brutal vivir sin
saber lo repelente que debo haber sido cuando no puedo recordar. Ver a Aliyah convertirse en
un completo basurero en la cena fue humillante para ella y para mí. ¿Cuántas veces he actuado
así? ¿Y qué tan fácil fue para mí volver a caer en los viejos patrones al buscar la bebida?
Demasiado fácil.
—¿Cuándo lo dejaste? —Le da un mordisco a la pequeña tarta que tiene apretada entre dos
dedos, y el placer baña su preciosa cara.
—Hace semanas. De golpe. —Arrugo la nariz. —Al menos hasta que Aliyah se convirtió en
la perra reina la otra noche cuando tuvimos una cena familiar en casa de Kane. No cejaba en
su empeño. No pensé que pudiera ser un monstruo más rabioso, normalmente es más sutil con
sus estupideces, pero esa noche subió de nivel.
—Siempre parece una pesadilla. No sé cómo lo llevas —suspira. —Dicho esto, y no quiero
quitarle importancia en absoluto al hecho de que no quieras beber más, pero tomar vino para
hacer frente a una mala situación no es del todo dejar de beber de golpe.
—Lo sé. Fue una estupidez. Y me di cuenta de que eso era lo que ella quería que hiciera, lo
que me mató. Puso esa cara de zorra engreída en cuanto agarré mi copa.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Mi boca se tuerce con ironía. —Me desperté al día siguiente sintiéndome como una mierda
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
y dándome patadas. ¿Pero sabes qué? No sé cómo esas copas no me hicieron caer del vagón,
pero desde entonces no he probado ni una gota de nada con graduación alcohólica. Ni siquiera
me apetece beber. En absoluto.
—Eso se llama suerte, chica. Pero no confíes en ella. Si puedo ayudar en algo, dímelo.
—Gracias. En verdad lo aprecio. —Así es Suzanne. Es realista y se centra en lo bueno.
Aun así... no tiene sentido que pueda tomar alcohol y volver a dejarlo mientras me desmayo
tan a menudo que aparentemente me estaba follando a mi cuñado sin darme cuenta.
¿Estaba borracha o no? ¿O estuve drogada?
Sigo teniendo náuseas aleatoriamente al mediodía, lo suficiente como para no poder
176
aguantar la comida.
Me di cuenta de que sucede después de que Clarice recoge algo para mí y lo pone en la ne-
vera de la sala de descanso hasta que estoy lista para ello. Aliyah ya no puede llegar a mí a través
de mi ama de llaves porque despedí a Griselda y contraté un servicio profesional en su lugar.
Y Darius y yo hemos empezado a recoger la cena de camino a casa. Pero en el trabajo... Sí, mi
suegra podría absolutamente alterar mi almuerzo si quisiera. A veces, incluso creo que puedo
saborear algo medicinal en mi comida.
Lo siguiente: una nevera personal en mi oficina con cerradura.
Pero en realidad... ¿Estoy esperando una excusa que me absuelva de toda esta jodida ver-
güenza y culpabilidad? No creo que sea eso, no en lo profundo de mis huesos. Solía confiar en
mis instintos. Ahora ya no lo hago.
Suzanne se traga lo que queda de su magdalena y se sienta. —Estoy muy orgullosa de ti. Por
favor, aléjate de esa cosa si quieres dejarlo. No te arriesgues.
—Lo sé, lo sé. Mis padres lo hacen. Pasan meses sin beber y luego se toman ‘sólo una’, lo
que inevitablemente los lleva a beberse todo lo que cae en sus manos.
—Lo siento. Eso tuvo que ser duro para ti.
—No lo sientas. Soy yo quien te debe una disculpa, docenas de disculpas. Mirando hacia
atrás, estoy disgustada conmigo misma. No sé cómo me has aguantado, pero te lo agradezco.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Pone su mano sobre la mía y sonríe amablemente. —¿Para qué están las amigas? Y no es
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
que sea una tarea. Me diviertes muchísimo. Lo mejor es hacer una lluvia de ideas contigo. Me
encanta lo loca que te pones. Toda esa violencia y venganza exageradas.
—Oh, sí. Estoy viviendo ese sueño —digo con ironía.
Ella se ríe, y es un sonido completo y desenfrenado. —No puedo usar nada de eso en mis
libros, pero es divertido lanzar ideas. Hace que fluya la creatividad.
Yo también sonrío como si me hiciera gracia, pero no recuerdo haberlo hecho nunca con
ella. Ni siquiera una vez. De hecho, siempre he intentado evitar hablar de sus libros porque
antes me importaban una mierda, ni ella ni ayudar a nadie para nada.
En mi interior, una alarma empieza a sonar hasta retumbar en mis oídos. Me paso los dedos
por debajo de las pestañas inferiores para esparcir las lágrimas que no he podido parpadear.
177
Afortunadamente, Suzanne cree que son lágrimas de risa.
Recoge otra magdalena. —Pero volvamos a tu suegra. Sabes que tienes que mandar a esa
mujer a la mierda. No puede seguir jodiéndote.
—Pero lo hace muy bien —expongo con sarcasmo, inspirando entrecortadamente para
serenarme. No puedo pensar en las lagunas de mi memoria o me volveré loca. Tengo que cen-
trarme en lo que sé e intentar encontrarle sentido. —Me mintió sobre la aventura de Darius.
Durante meses, actuó... como si accidentalmente se le hubiera escapado que él se acostaba con
su asistente... Sólo quiere separarnos.
El horror en la cara de Suzanne legitima todo lo que he sentido por Aliyah. Todo este
tiempo, he estado lidiando con el acoso sola, sin apoyo de nadie. Excepto por Ramin en la cena
de la otra noche. Podría haberlo besado por defenderme, y eso es mucho decir teniendo en
cuenta lo incómoda que me siento a su lado.
En realidad, es jodidamente maravilloso tener a alguien que escuche lo que digo sobre
Aliyah sin decirme que lo estoy malinterpretando o que simplemente tengo que lidiar con ello.
—Dios. —Sacude la cabeza. —Ni siquiera sé qué decir sobre eso. Eso es simplemente mal-
vado. Pero chica, vamos. Deberías haberlo sabido. Darius adora el suelo que pisas.
Miro por la ventana, para que no me vea a punto de perder la compostura. Pensar en Darius
últimamente siempre me da ganas de llorar. Por fin había desenterrado las cámaras ocultas que
compré hace años. Y enterrada en ese mismo cajón había una bonita caja de zapatos de flores
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Encontré estas cartas —comento, —que solía escribirle a Darius. Las guardé junto con
las tarjetas y notas que me ha dado a lo largo de los años. Había olvidado por completo que las
tenía. ¿Cómo puedo olvidar algo así? Peor aún, olvidé lo que sentía por él. ¿En serio? ¿Cómo es
posible? Era como leer los pensamientos de una extraña, pero eran míos. La gente se habla así
en tus libros, no en la vida real.
—Él todavía te habla así —recalca ella suavemente.
—Lo hace. —Trago saliva y se me hace un nudo en la garganta. —Y ahora recuerdo lo feliz
que me sentí al encontrarlo después de salir con tantos imbéciles. Es atento, cariñoso, estu-
pendo en la cama. Me mima y no quiere que me preocupe ni un segundo. —Sacudiendo la ca-
beza y suspirando, mi remordimiento se hace más profundo. —Estaba leyendo lo emocionada
178
que estaba por nuestra boda, por saber que era mío para siempre.
¿Me pregunto si Aliyah no podía soportar que yo tuviera un hombre así después de que su
marido la abandonara...? O tal vez sólo sea una perra retorcida, pero me hizo mucho daño con
sus mentiras, y ahora...
Me encojo de hombros, aunque mi corazón se rompe de nuevo.
—Amy... —Suzanne me toma de la mano, lo que detiene mi implacable giro del anillo de
boda alrededor de mi dedo.
—¡¿Parezco una loca de remate?! ¿Quién olvida que ama a su marido? ¿Quién olvida lo que
sintió el jodido día de su boda? Siento que me estoy volviendo loca, y no puedo. —Saco la
mano de debajo de la suya y froto furiosamente las lágrimas que caen por mi cara. —No puedo
perder la maldita cabeza. Eso es lo que quiere Aliyah.
—¡Amy! Cálmate. No estás loca. —Sujeta mi cara entre sus manos. —No soy psiquiatra ni
padrino de Alcohólicos Anónimos, pero supongo que estar sobria conlleva muchas ideas claras.
Has lidiado con el estrés de tener a Satanás como suegra, pero tu hombre es un príncipe que te
adora, así que superarás esto y saldrás fortalecida del otro lado.
Le agarro las muñecas y la sujeto con fuerza. —Quiero creer eso. Pero, sinceramente, casi
todo lo que creía hasta ahora ha resultado no ser cierto.
—Aliyah te está tomando el pelo, pero tú te has dado cuenta. Sabes quién eres y quién es tu
marido. Conoces tu trabajo y sabes quiénes son tus amigos. Todo lo demás es ruido.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Quiero enfrentarme a ello —confieso en voz alta, después de haber jugado con la idea
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
durante unos días. —En realidad, quiero darle un puñetazo en la cara, pero simplemente rega-
ñarla me sentaría de maravilla.
Suzanne se echa hacia atrás y asiente. —Hazlo. Tienes que ponerla en su lugar, decirle que
está fuera de tu matrimonio. No tiene por qué meterse en tu vida ni en la de tu hombre.
Exhalo un suspiro tembloroso y admito que necesitaba una charla de ánimo antes de seguir
adelante. Un empujón no tan suave para hacer lo que tengo que hacer. —Ella es tan vil, sin
embargo. Me hace sentir como un insecto que aplasta bajo su zapato. Imagino que puedo ma-
nejarla, pero cuando estamos cara a cara, sólo quiero que termine, que no vaya a más.
Me mira de reojo. —Tienes lo que hay que tener para encargarte de ella. Piensa en todas esas
elaboradas y retorcidas tramas que se te ocurren. Todas esas réplicas afiladas y giros argumen- 179
tales escandalosos. Diga lo que diga, puedes picarla mucho peor. Te has estado conteniendo,
siendo respetuosa, pero es hora de quitarse los guantes.
Mirando por encima de su hombro, aprecio lo auténticamente suyo que es todo en su piso.
Suzanne sabe quién es y está orgullosa de cada faceta: su creatividad, su pasión por la vida y
su herencia. Yo también solía ser así. ¿Volveré a sentirme así conmigo misma? ¿Viviré siempre
avergonzada?
Tengo que decirle a Aliyah que sé lo que me ha hecho y que no voy a seguir soportándolo.
La crítica constante. Tratando de robar mi empresa. La deshonestidad que casi descarriló mi
matrimonio.
Ella trató de hacerme gaslighting cuando le entregó a otro mi oficina. Llenó el cajón de mi
escritorio con condones, sé que fue ella. ¿También me ha estado envenenando sistemáticamente?
El regocijo enfermizo en su cara cuando bebí vino la otra noche era imposible de pasar por alto.
No me importa tener que denunciarla. Vamos a ver cómo maneja la situación una vez que
la policía esté involucrada.
26
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
180
Llamo al timbre y doy golpecitos con el pie mientras espero. Mi nuera no tarda en abrir la
puerta y extender un brazo en exagerada señal de bienvenida.
—¿Has decidido no trabajar hoy? —Paso junto a ella y entro en el salón. —Debe ser agra-
dable tomarse el día cuando se te antoja.
—Volveré cuando tú lo hagas —responde ella. —Además, puedo trabajar desde casa tan
bien como Kane.
—Oh, ¿no merece la pena aparecer si él no está? —Saco el móvil del bolso, enciendo la apli-
cación de la grabadora y lo dejo sobre la mesita. Quizá debería ser más sutil al respecto, pero
¿qué sentido tendría grabar una conversación amortiguada por el interior de mi bolso? 181
—¿Debo recordarte que estás casada con otro de mis hijos?
—Resulta que esa es la verdad —responde tensa, dejándose caer en uno de los sillones mien-
tras escojo el sofá. —Normalmente, las cosas que dices son mentira.
Frunzo el ceño. —¿De qué demonios estás hablando?
—Es una larga lista, Aliyah. Es difícil elegir por dónde empezar.
—Elige algo y ponte a ello. No tengo todo el día.
Me fulmina con la mirada. —¿Qué tal la vez que regalaste mi despacho y dijiste que yo
estaba de acuerdo? —Se inclina hacia delante para hablar en mi teléfono. —¡No tenía ni puta
idea! Y para tu información, también estoy grabando esta conversación.
La observo con las cejas alzadas y me fijo en su pulida presentación. Últimamente tiene
mucho mejor aspecto. Más arreglada y más parecida a la chica que Darius trajo a casa para co-
nocerme. De hecho, esa joven me caía bien. Al menos tanto como podría gustarme cualquier
mujer que quisiera quitarme a mi hijo. Era inteligente, emprendedora, parecía locamente ena-
morada de Darius, quien claramente la adoraba.
Luego se casó con él, dejó de trabajar y empezó a beber.
Tarde me di cuenta de que se había apuntado a un viaje gratis y de que la imagen que había
presentado era un fraude. ¿No es de extrañar que quiera que se vaya?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Hoy Amy lleva un maxivestido de manga larga de color esmeralda con un estampado de
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
magnolias que empieza con pétalos flotantes aleatorios en el corpiño y termina con grandes y
llamativas flores a lo largo del dobladillo. Parece despierta y con los ojos brillantes.
Me reclino y cruzo las piernas, extendiendo un brazo sobre el respaldo del sofá color crema.
Todo el departamento se parece al mío, tanto en la paleta de colores como en el diseño. Amy
no ha dejado huella en absoluto. Bueno, excepto por el servicio de té de porcelana floral rosa
pálido que ha puesto sobre la mesita. Definitivamente no es algo que Darius compraría.
Estoy ligeramente impresionada de que mi nuera pueda ser tan civilizada. Aunque comete
el error de servir el té antes de que yo esté lista, si es que alguna vez lo estaré. No estoy aquí
para socializar. Observo el vapor que sale del té en las delicadas tazas y reconozco que, al menos
en ese aspecto, se estaba preparando para mi llegada. Obviamente, no preparó lo que quería 182
discutir de forma ordenada.
—Hoy estás sobria —observo. —Probablemente no lo estabas el día que hablamos de tu oficina.
—Sabes, probablemente no lo estaba —asiente. —Pero borracha o no, nunca aceptaría ese
trato.
—Eso dices ahora. —Sabiendo que eso la irritará, me encojo de hombros y sonrío para mis
adentros cuando su mandíbula se aprieta.
—Darius tampoco me es infiel —dice tensa.
Mis labios se fruncen. Es una pena que Amy haya hablado por fin de eso. Me pregunto
cuándo sacó el tema y por qué Darius no lo ha discutido conmigo. Lo que sea. —Nunca he
dicho que lo fuera.
Se queda con la boca abierta. —¿Acaso sabes decir la verdad?
La señalo con el dedo. —Sólo he insinuado que lo era, y tú lo has seguido. Mis hijos son
buenos chicos. Saben cómo tratar a sus mujeres. De hecho, creo que las tratan demasiado bien
a ti y a Lily, pero... —Vuelvo a encogerme de hombros.
—Eres la mujer más atroz que he conocido nunca —acusa.
—Esa es tu opinión, Amy. Creo que una madre que intenta proteger a su hijo de una caza
fortunas alcohólica es una mujer que hace algo bueno. A ti te parece terrible. Eso sólo significa
que estamos muy lejos en nuestros valores, no que tengas razón. —Se inclina hacia delante,
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
agarrando los brazos de la silla con fuerza. —Quieres acusarme de ser mala persona. Pero en
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
realidad no lo soy.
—¿En serio? Ni siquiera puedo hacer que te vayas.
Su risa es chirriante. —¿Pintarme como la villana te hace más fácil robarme la empresa?
Tiene que ser más fácil que admitir que sólo eres una perra codiciosa e insegura.
—¿Insegura? ¿Ese es el mejor insulto que se te ocurre? —suelto una carcajada. —¿De verdad
crees que puedes competir conmigo? Es divertidísimo.
—Que te jodan.
Mi sonrisa cae al instante. No voy a quedarme sentada mientras me insulta una borracha. —
183
Ya he terminado aquí. No voy a escuchar tus quejas. Conozco la verdadera razón de tu memoria
defectuosa y tu paranoia. Se llama alcoholismo. Y cualquier otra cosa a la que puedas ser adicta.
—¡Eso es una completa mierda!
Me pongo de pie. —Venir aquí fue una monumental pérdida de mi tiempo. Darius es el que
se apuntó para lidiar con tus delirios, no yo.
—¡Sienta el culo otra vez! —chasquea, con las mejillas enrojecidas por la ira.
Por un segundo, veo a Lily. Luego parpadeo y sólo es Amy. Pero aun así... Hago una pausa,
sintiéndome repentinamente incómoda. —¿Disculpa?
—Ya me has oído. No he terminado contigo, Aliyah. Ni mucho menos. —Señala con el
dedo el sofá en una orden silenciosa para que vuelva a sentarme.
Hay algo salvaje en sus ojos. No sé por qué no lo vi desde el principio. Está más pálida que
de costumbre. Tiene ojeras que ha intentado disimular con corrector. No ha adelgazado como
Lily, pero veo el mismo tipo de deterioro.
—Necesitas ayuda, Amy. —Mi voz es más suave ahora, mi tono más conciliador.
—¡No estoy loca! —grita, con las manos aferradas a los costados mientras se levanta de la
silla. —¡Deja de hacerme gaslighting!
Ahora hay pura rabia en su voz. Y algo más. Odio, tal vez.
Me siento, moviéndome despacio, con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco. No
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—¡Eso no es suficiente, Aliyah! ¿Una disculpa? —Se burla. —Eso no va a arreglar lo que has
hecho. Tu toma de poder te costará mucho más que un jodido lo siento.
Mi mente da vueltas mientras intento entender lo que dice. Pero no hay forma de darle sen-
tido a la locura. Está completamente loca y yo estoy atrapada con ella hasta que mi hijo llegue
a casa, dentro de unas horas.
—Llamemos a Darius —sugiero, intentando no sonar demasiado ansiosa. —Traigámoslo
aquí y ya veremos cómo conseguirte lo que necesitas.
—¡Lo que necesito —gruñe, —es que dejes de intentar robarme Social Creamery!
—¡No lo hago! Y si traemos a Darius aquí, corroborará mis palabras.
185
—¿Le dirás que me has estado metiendo drogas por Dios-sabe-cuánto-tiempo? ¿Vas a de-
cirle cómo me has estado haciendo parecer una trastornada para poder robarme mi compañía?
—¿Drogas? ¿En qué estás pensando? Nunca haría eso. A nadie. —La habitación se inclina
hacia un lado y el sudor me recorre todo el cuerpo. Es una maníaca. Ahora puedo ver la locura
en sus ojos.
Amy me señala con el dedo. —¡Estoy harta de sentirme estúpida! Me has robado trozos de
tiempo y me has hecho hacer cosas imperdonables, ¡pero ya no aceptaré la culpa de tus actos!
Vas a caer, Aliyah. Hasta el fondo.
Siento la lengua gruesa y caliente mientras intento humedecer mis labios secos. Me cuesta
ordenar mis pensamientos. El corazón me late tan fuerte que me duele el pecho. La taza de té
vibra en el platillo mientras la dejo con cuidado, sin confiar en mi sudoroso agarre.
—No sé de qué estás hablando. ¿Qué estás diciendo?
Volviendo a su asiento, Amy se inclina hacia mí y me mira con los ojos entrecerrados. De
repente parece más contenida.
—Me quedo con mi marido y mi compañía. ¿Te ha quedado lo suficientemente claro?
Trago saliva con dificultad, y la habitación cambia bruscamente para inclinarse en la otra
dirección. Tengo un sabor medicinal en la boca. —¿Qué... qué has hecho? —pregunto, pero
mis palabras salen lentas y arrastradas.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
187
—¿ALIYAH?
Me despierto violentamente, agitando los brazos y las piernas. Un objeto pesado cae en mi
regazo y lo empujo con las manos, sintiendo algo frío y húmedo. Miro a mi alrededor. Me
duele la cabeza.
Amy se arrodilla a mis pies. —¡Aléjate de mí! —grito, revolviéndome en el sofá hasta que mi
espalda choca contra el reposabrazos. —¡Aléjate, perra loca!
—¡Basta! —ordena ella, poniéndose en pie y viniendo tras de mí. —¡Cálmate!
La aparté de un manotazo y abrí la boca para gritar.
Su mano me tapa los labios. Se inclina hacia mi cara. —¡Aliyah! Tienes que calmarte. Yo no
te he hecho esto.
La habitación vuelve a girar. Me doy cuenta de que tengo los ojos en blanco mientras lucho
contra la histeria. Siento que la cabeza se me parte en dos.
—¡Escúchame! —grita. —Te han envenenado. No he sido yo. Es lo que me ha estado pa-
sando. Pensé que eras tú. Creí que eras tú.
La sujeto de las muñecas y le arranco las manos con tanta fuerza que mis uñas arañan su piel.
—¡Suéltame!
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
hermano. Nada de esto tiene sentido. ¿Por qué cuidarme después de haberme enfermado en
primer lugar...? ¿Es bipolar? ¿Esquizofrénica?
Amy mete la mano en el bolsillo y yo retrocedo, tropezando en el sillón. Veo cómo saca el
teléfono. —Rogelio te ha estado llamando —dice con voz carente de emoción. Después de su
incoherente divagación, su repentina claridad es escalofriante.
—Al menos unas cuantas veces. Debe de ser importante.
Agarro el móvil tan rápido que pierdo el equilibrio y me caigo en el sofá. La aplicación sigue
grabando; la batería está muy baja. Llamo rápidamente a Rogelio.
—Aliyah —contesta. —¿Por qué demonios has tardado tanto en devolverme la llamada?
—Es un alivio oír su voz.
189
—¡Rogelio! Necesito que vengas a casa de Darius ahora mismo.
—No puedo. Ahora no estoy en la ciudad.
—¿Qué? —El pánico aumenta más que antes. —¿Por qué? ¿Por qué no estás en el trabajo?
—Me estoy tomando un largo almuerzo.
Aparto el teléfono de mi oído y miro la hora. Es más, de mediodía. He perdido horas de
tiempo.
—…que hacer —dice cuando vuelvo a ponerme el teléfono en la oreja. —Pero necesitas
saber sobre...
—Tienes que traer a alguien —interrumpo frenéticamente. —Alguien en quien confíes.
Ahora mismo.
—Aliyah, cálmate. —Adopta el tono de mando que me indica que tengo toda su atención.
—¿Qué has hecho?
—¡¿Qué?! ¡No he hecho nada! No estoy a salvo. Necesito tú ayuda.
Amy grita, y me asusta tanto que se me cae el teléfono al suelo.
—¡Dios mío! —solloza, meciéndose de un lado a otro mientras mira fijamente su teléfono.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—¡Dios mío!
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Hay algo en su actitud que me hiela la sangre. El balanceo. La boca abierta, como si estu-
viera gritando en silencio. Los ojos demasiado grandes.
Tomo su teléfono y lo miro. En la pantalla hay una imagen en blanco y negro. Un vídeo.
La pantalla es tan pequeña que tardo un minuto en procesar la imagen. Es el salón. El salón
de Darius. Él está de pie. Besando a Amy apasionadamente. Ella lo rodea con los brazos; una
mano le acaricia la nuca y la otra, una nalga.
—Uff. —Casi aparto la mirada, y entonces se mueven, revelando una mancha oscura en el
brillante sofá. Mirando de cerca la pantalla, me doy cuenta de que es Amy, despatarrada sobre
los cojines, inmóvil, y de que es otra mujer la que está con Darius. Las extremidades de Amy
están colocadas de forma antinatural. No como si se hubiera quedado dormida, sino como si 190
la hubieran tirado allí.
—¿Qué es esto?
Las dos figuras entrelazadas se separan. Definitivamente es Darius; lo reconocería en cual-
quier parte. La mujer, sin embargo... La forma en que la abrazaba. Demasiado íntimo. Dema-
siado familiar. Se ríe, y la reconozco cuando retrocede. Conozco esa ropa tan característica y la
figura que lleva dentro. ¿Cómo demonios se llama…?
Clarice. Eso es. Trabaja para Amy.
Lucho por entender, pero mi horrorizada sorpresa se convierte en ira. Mi hijo está enga-
ñando a su esposa. Y la forma en que Amy yace allí, como si la hubieran tirado como si fuera
basura, agudiza el malestar que aún se aferra a mi garganta y cuaja en mi estómago. Hay un
ruido que compite con el zumbido de mis oídos, y se hace tan insistente que gana mi atención.
Rogelio. Rogelio está gritando.
Recogiendo el móvil del suelo, me lo acerco a la oreja, aún con el teléfono de Amy en la
mano y viendo cómo mi hijo empieza a desnudar a su ama. No quiero ver, pero tengo que
saberlo absolutamente. ¿Cuándo? ¿Cuándo se convirtió mi hijo del medio en una mezcla en-
ferma de Paul y Alex? No puedo soportarlo. Vuelvo a sentir náuseas.
—Deja de gritar —pido a Rogelio sin inflexión porque me siento muerta por dentro. Lo
único que había creído que hacía bien eran mis hijos, pero esto... esto es retorcido... obsceno.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Miro a Amy, que parece catatónica, con lágrimas brotando a raudales de unos ojos que no
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
parpadean. La mujer que veo ahora me resulta demasiado familiar. Yo fui ella una vez.
Tengo que protegerla.
No entiendo lo que se ha hecho, pero sé lo que vi, y no puedo –ni quiero– defender a un
hombre que es culpable. Ni siquiera a uno al que yo di a luz.
La pantalla de mi teléfono se queda en negro cuando se agota la batería. Agarro mi bolso y
busco el brazo de Amy.
—Nos vamos.
192
28
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
193
EL ESTRECHO DE LONG ISLAND BRILLA CON EL SOL DE LA TARDE.
La brisa es cálida y el cielo azul está despejado. Las gaviotas vuelan en círculos y sus estri-
dentes gritos son un sonido familiar y entrañable. Cierro los ojos, inclino la cara y me con-
centro en cada sensación: el olor a sal en el aire, el susurro de la hierba de la playa y el calor que
penetra en mi piel y afloja mis músculos tensos.
—Hola. —Su voz es grave e íntima, una suave intrusión en mi momento de reflexión. He
sentido como se acercaba antes de hablar, el sutil cambio de energía que siento siempre que
estamos cerca el uno del otro.
—Hola —respondo, abriendo los ojos y girando la cabeza para verlo junto a mí. Lleva
pantalones de vestir azul marino y la camisa azul claro abierta por el cuello y remangada. El
color le sienta bien al bronceado que ha adquirido en los últimos días. Es impresionantemente
magnífico, incluso con la expresión adusta de su boca y su fuerte mandíbula.
—¿Te tomas un descanso?
Ha estado ocupado en su despacho desde el desayuno. Sé que está pensando en dejar Ba-
haran, pero le encanta el trabajo. Cobra vida cuando se centras en la empresa y se llena aún más
de energía cuando aborda algo especialmente desafiante.
—Por fin ha llegado algo que estaba esperando. —Tiene un trozo de papel en la mano y
camina descalzo hacia mí.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Se reúne conmigo en la mesa del porche y me extiende el papel delante. Le echo un vistazo, cu-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
riosa, y leo. La curiosidad se convierte en consternación cuando veo que es el paciente que figura
en el informe del laboratorio, pero mantengo el rostro impasible. Lo miro y no digo nada más.
—Esto conecta con Erika Ferrari —explica, sus ojos oscuros sombríos. —La mujer con la
que te cruzaste cuando ibas de compras con Witte.
—Sí, me acuerdo. —Pongo la mano plana sobre el informe del laboratorio, manteniéndolo
sobre el tablero de la mesa de teca mientras la brisa intenta llevarse el papel.
—Antes de explicarme, gracias por ser paciente y darme tiempo para obtener esos resul-
tados. Quería estar seguro antes de decírtelo. Todos hemos oído historias de vasectomías que
se revierten solas.
Algo dentro de mí se rompe para que me confirme la razón de su nulo recuento de esperma-
194
tozoides. Hubiera sido bastante terrible si la naturaleza hubiera elegido esterilizarlo.
Pero él mismo se esterilizó en algún momento de su viudez. Una lágrima resbala por mi me-
jilla y me la quito, pero otra le sigue. Se acerca y pone su mano sobre la mía. —Es físicamente
imposible que deje embarazada a nadie —revela sin necesidad. —El hijo de Erika no es mío
en absoluto.
Nunca me habría vuelto a casar ni habría formado una familia. Recuerdo que me lo dijo y lo
mucho que me dolió oírlo, porque deseo su alegría por encima de cualquier otra cosa.
—No estoy buscando excusas —continúa. —Podría haberme abstenido, pero a veces no lo
hacía. Te he contado por qué... lo que pensaba y sentía cuando elegía acostarme con otras mujeres.
Asiento con la cabeza porque soy incapaz de hablar. Recuerdo muy bien sus palabras.
El anhelo por ti era paralizante. Algunos días, no podía evitar buscarte, buscarte, en cada mujer
que veía.
Su agarre en mi mano se hace más fuerte. —Así que, dicho esto, Laska entró en la vida de
Amy y contrató su compañía más o menos cuando la conocí. Y Witte ha sabido que Erika es
camarera en uno de los bares de Laska. Otra mujer era entrenadora física en su gimnasio. De
nuevo, no estoy excusando mis acciones. Aun así, no puedo evitar pensar que las conexiones
con Laska no son aleatorias.
Vibro de emoción, abrumada por sentimientos contrapuestos: alivio porque mi madre debe
de seguir viva, alegría, amor, preocupación, miedo, ira. —No hay nada al azar en nada de lo
que hace Val o mi madre.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—No lo entiendo. ¿Qué conseguiría emparejándome con otras mujeres? —Me mira a la
cara y veo el tormento en sus ojos. —¿Por qué lo haría?
—Podría ser cualquier cosa —digo, repentinamente agotada. —No entienden lo que es el
amor. Para ellos, tú y yo no podríamos elegirnos por encima de los demás. Seguramente, sólo
soy tu tipo y podría ser fácilmente reemplazada. Tal vez una mujer embarazada de tu hijo sería
más atractiva que yo.
—Dios. —Se aparta de la mesa en una explosión de frustración y se aleja, sólo para volver
hacia mí. —¡Me jode la cabeza! No puedo siquiera asimilarlo.
—Eso es porque estás cuerdo. —Yo, en cambio, entiendo muy bien a mi madre. Pienso
como ella. —Erika puede estar en problemas. Siendo coaccionada de alguna manera. ¿Has 195
hablado con ella?
—Todavía no. Tú eras mi prioridad, Setareh. Siempre. —Vuelve a girar hacia mí cuando su
paso llega al borde de las baldosas color pizarra. —Te preocupas por todos.
—No por todos —corrijo. —Sólo los peones y las víctimas de mi madre.
—Dios, Setareh. ¿Cuándo aceptarás que no eres responsable de lo que ella hace?
—Alguien tiene que ser responsable, Kane. No puede ir por ahí sin control. —Seco mis
lágrimas que, ya empezadas, no dejan de brotar. —Val podría pensar en algo así –poner mu-
jeres que se parecen a mí en tu camino– pero mi madre es la que realmente lo haría porque lo
encontraría muy entretenido.
—¿Se entretendría viéndome tomar la decisión equivocada una y otra vez? —gruñe, y sus
manos se aprietan con tanta fuerza que sus nudillos están blancos. —Nunca he sido digno de
ti, pero escuece, escuece de verdad, joder, tener que demostrárselo a otras personas.
—No había forma de ganarse su aprobación, Kane, así que no te castigues. —Aplasto el
informe del laboratorio en mi puño. Él deja de moverse. Extiende la mano, me quita el papel
enrollado y lo arroja con precisión milimétrica al cubo de basura que hay al lado de la casa.
—No quiero que te enfades por la vasectomía. Es reversible —asegura, con su formidable
físico vibrando de energía frenética. —Cuando –y sí- decides que estás preparada, Araceli, po-
dremos formar una familia juntos.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
De pie, me niego a imaginar ese sueño. —Ni siquiera puedo aspirar a eso mientras mi madre
siga viva.
Se queda muy quieto. —Me dijiste que la habías matado.
—Creí que lo había hecho, pero el embarazo de Erika me hizo pensarlo dos veces. Basán-
dome en lo avanzada que parece estar, ella debió conocerte poco antes de que me encontraras
de nuevo. Hay muchas cosas que Val mantendría en movimiento por pedido de mi madre,
como vigilarme y cazarte, pero ¿encontrar mujeres que se parecen a mí y empujarlas hacia ti?
De ninguna manera. No es su estilo. Amy también se acercó después de que mi madre estu-
viera supuestamente muerta. ¿Y Erika acercándose a ti después de que Val muriera? No. Es mi
madre. Tiene que serlo. 196
—Tal vez sea tan simple como que Erika quiere dinero.
Lo miro escéptica. —¿Eso es lo que crees?
Me sostienes la mirada. —No la conozco lo suficiente como para decirlo. Ni siquiera sabía
su nombre hasta que Witte me lo dijo después. No estoy orgulloso de eso. Simplemente fue así.
Durante un largo momento, sólo el sonido del agua golpeando rítmicamente contra la orilla
llena el silencio entre nosotros.
—He sentido a mi madre cerca, Kane. No puedo explicarlo, pero la he sentido. —Cruzo los
brazos en forma protectora. —Incluso la he visto. Durante semanas he intentado convencerme
de que la culpa y la pena estaban jodiendo mi mente, pero en el fondo lo sabía. De algún modo,
sabía que seguía ahí fuera.
—Sobreviví a la tormenta con la ayuda de mi tripulación. Mi madre podría haber hecho
lo mismo con la ayuda de Val, sobre todo si no llegué a infligirle una herida mortal. Aquel día
vestía de rojo y estaba empapada por la lluvia. La Tempête fue sacudida por violentas olas. Es
posible que escapara ilesa o con heridas leves durante el tiempo que estuve inconsciente.
—¿Es eso lo que te ha estado pasando las últimas semanas? —Se acerca a mí y me estrecha
entre sus brazos. Su aroma me envuelve tranquilizándome. —Deberías haber hablado con-
migo. He estado muy preocupado.
—Lo siento. —Lo abrazo con fuerza. —Mi madre es un animal rabioso y no hay forma de
curarla. Había que eliminarla. No puedo pedir compasión por ser yo quien lo hizo. Sobre todo,
cuando no querría que nadie más lo hiciera.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Setareh... —suspira pesadamente. ¿Cuántas veces y de cuántas maneras tengo que decirte
que acepto todo lo que eres y todo lo que has hecho?
—¡Hay límites, Kane!
—No para mí, mi amor. —Me estrecha entre sus brazos. —Somos personas imperfectas.
He cometido errores y cometeré aún más. Ambos somos moralmente grises, pero juntos somos
mejores personas. Me esfuerzo más por ti. Tú me llamas la atención por mis estupideces y haces
que quiera arreglarlas.
Se aparta y me mira. —Y tú, Araceli: necesitas a alguien que no quiera ni necesite que cam-
bies y entienda que harás lo necesario y sufrirás por ello. Yo siempre te querré incondicional-
mente. Tienes que aceptarlo. Ya es hora. 197
Me pongo de puntillas y aprieto mis labios contra su mandíbula, pero él se mueve y toma
mi boca, besándome con apasionado salvajismo. Mis labios están amoratados cuando se separa,
pero los suyos también.
—Voy a llamar a Erika —dice bruscamente. —Voy a averiguar qué está pasando. Cuando
sepamos más, determinaremos nuestros próximos movimientos. Entonces trabajaremos juntos.
No intentes discutir. ¿Entiendes?
Asiento como si estuviera de acuerdo.
Sus ojos se entrecierran en señal de advertencia. —Sé que estás pensando en encargarte tú sola,
pero eso no va a bastar. Tu madre podría ser la razón por la que te atropelló ese auto, así que tengo
derecho a involucrarme. Si intentas hacerlo sola, voy a tener un gran problema con eso.
—Entiendo —explico, así va a hacer lo que debe.
Vuelve a entrar en la casa por las puertas abiertas del patio. Espero a que gire la esquina que
da a su despacho y lo sigo hasta el salón. Tras esperar unos minutos para asegurarme de que está
ocupado, saco un libro de la estantería y recupero el teléfono desechable y el cargador portátil
escondido en un hueco oculto. Le envío un mensaje a Rogelio.
Yo: Tenemos que hablar.
Estoy a punto de volver a cerrar el libro cuando se enciende la pantalla.
Rogelio: Estoy en tu calle. Prepárate para salir.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Eso me da un sobresalto. No nos vemos cuando está en casa. Algún día le presentaré a mi fa-
milia y le contaré todo lo que hice mientras estuvimos separados. Pero hoy no es ese día. Sobre
todo, cuando tengo nuevas preocupaciones sobre mi madre.
Respondo lo que ya sabe.
Yo: Kane está en casa.
Espero, pero Rogelio no responde. Devuelvo el libro a la estantería y me doy la vuelta, inse-
gura de cómo salir. Me ha traído aquí porque teme por mi seguridad en la ciudad.
Salir es algo que ha evitado expresamente.
Un chasquido de dedos me hace girar la cabeza hacia el porche. Rogelio está de pie y me
hace un gesto para que me acerque. Lleva lo que yo creo que es su uniforme de Baharan, pero
198
se ha despojado de su uniforme.
Apresurándome, le digo en un susurro—: No puedo irme.
—Acabo de enviarle a Black un informe muy largo, querida —anuncia con severidad. —Le va
a llevar un rato leerlo y luego va a estar mucho tiempo al teléfono. Probablemente ni se enterará
de que te has ido. Y después de que le enseñe para qué he venido, puede que decida no volver.
Le miro con el ceño fruncido y me siento inquieta.
—Vámonos. Ahora —gruñe, me agarra de la mano y tira de mí hacia la puerta.
—¡Espera! —Vuelvo corriendo a la mesita y tacho una nota.
Vuelvo pronto.
Recuerdo cómo reaccionó la última vez que paseé por la playa. No puedo volver a hacerle eso.
Nos vamos, correteando por el lateral de la casa hasta llegar a la calle, donde espera el Dodge
Charger negro cereza metalizado de Rogelio. El motor sigue en marcha.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Sí, también he avisado a Aliyah, pero es demasiado tarde. Ella no puede limpiarlo ahora.
—Golpea el volante con el puño. —Darius estaba listo para ir a la junta con ella. Se reunirá con
algunos de los socios, incluido Landon, por la mañana. Tenía que intentar evitarlo. Y tengo que
esperar que tu hombre proteja a su madre.
Quiero cuestionar su preocupación por una mujer empeñada en socavar la autoridad de mi
marido, pero pierdo el hilo cuando giramos hacia el puerto deportivo y estacionamos.
—¿Por qué estamos aquí?
—Ya lo verás. Es otra cosa que se me había pasado. —Sale del auto y ya ha rodeado el ma-
letero a mi lado cuando empujo para abrir la puerta. Me tiende la mano y me ayuda a levan-
tarme. Se detiene y me aprieta la mano. —Lo siento. Te he fallado. 200
—Rogelio, si otra persona a la que quiero me dice eso, voy a perder los papeles. Y si no dejas
de hablar con acertijos, te voy a pegar, y tengo un gran gancho de izquierda.
—No lo sé. Pero esta vez, me lo merecería. —Con mi mano todavía en la suya, me lleva a la
puerta que conduce a los muelles. Introduce un código en el teclado y la abre.
—¿Cómo lo has conseguido?
Me lanza una mirada atrevida. —No he perdido del todo mi mojo.
Bajamos la rampa y me empuja hacia la derecha. Caminamos y entonces la veo. Mis pasos
se detienen bruscamente. Está exactamente como la recordaba. Tan hermosa e impresionante
como siempre. —Dios mío —respiro. —¿Cómo está aquí? ¿Cómo la encontraste?
—Cómo se me pasó algo tan importante como La Tempête es lo que deberías preguntarme
—expone con pesar. —Tratar con nombres mal escritos me hizo a pensar. Cuando buscamos
sus contactos en la nube de Laska, investigamos todos los nombres porque dijiste que tu madre
podría usar un alias. En el proceso, compilamos una lista. Revisé los nombres de nuevo, y uno
saltó a la vista: Tear eye, deletreado ‘T-i-e-r space e-y-e.’ Sólo se menciona una vez. ¿No es in-
teligente Ojos llorosos? decía el texto. Posiblemente un apodo para uno de los matones de Laska,
¿no? Como un tatuaje de lágrima de prisión. Eso fue lo que pensé en ese momento.
Junto las letras con la forma en que suenan y mi corazón empieza a latir con fuerza.
—¿Estás diciendo que fue una autocorrección de Tierney? ¿Cómo Paul Tierney, el padre de
Kane? ¡¿Está vivo?!
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—No encontramos nada sobre Paul, pero me pregunté si Kane Black usaría su nombre de
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Estoy tan sorprendida por todo lo que sabe que no encuentro las palabras inmediatamente.
Rogelio está a mi lado, con la mano agarrando mi bíceps. Parece que él tampoco encuentra
palabras.
—Quita las manos de mi mujer —ordena con peligrosa calma, —y vuelve a la oficina. Quiero
que le revoquen a mi hermano las contraseñas, las tarjetas y el acceso al edificio Crossfire. Apaga
su acceso remoto y su número de trabajo. Ya le he bloqueado las cuentas bancarias. Registra su
despacho, empaqueta sus objetos personales y llévalos a la seguridad del edificio.
—Sé lo que hay que hacer —contesta sombríamente.
—Pues hazlo. —Se aparta y le hace un gesto para que se vaya. —Llámame cuando esté hecho.
Rogelio me mira, pero no puedo apartar los ojos de Kane.
202
—Estaré bien —digo a Rogelio. Mi preocupación es por él y por lo que le está haciendo a
su hermano. Sí, llevan mucho tiempo distanciados, pero lo conozco. El perdón y el corazón
generoso que me entrega forman parte de él y se extiende a todas las personas de su vida que
le importan.
Rogelio se marcha. No tardo en oír cómo se cierra la verja. Debería haberla oído abrirse
cuando llegó, pero sabe moverse con sigilo a pesar de su tamaño.
—No deberías enfadarte con él —pido.
Acorta la distancia que nos separa. —Ha estado contigo los años que he sufrido sin ti, ¿no?
Puedo odiarlo sólo por eso.
—Me ha salvado el pellejo unas cuantas veces. Puedes estarle agradecido por eso.
—Su mirada está ensombrecida, pero asiente levemente mientras su ira se disipa. —¿Te
gustaría reunirte con ella? Querías tanto a La Tempête cuando era tuya.
—¿No sigue siendo mía a través de ti?
Su boca se levanta en una sonrisa irónica mientras desliza su brazo alrededor de mi cintura y
camina a mi lado. El sol sigue brillando, aunque se ha desplazado más hacia el oeste.
Las gaviotas siguen gritando al cielo. La brisa sigue recorriendo mi pelo como los dedos de
un amante. Sin embargo, todo el día ha dado un vuelco, como si hubiera atravesado un espejo
y entrado en una realidad paralela a la que me desperté.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Asegurando la pasarela hay una escotilla de cristal ahumado grabada con un fénix igual al que
tengo en la espalda. Miro hacia el lugar de la cubierta de teca desgastada donde vi por última vez
a mi madre tendida en un charco carmesí, y luego desvío la mirada porque es casi seguro que está
viva. ¿A quién si no habría enviado Val un mensaje sobre lo listo que era “Ojos llorosos”?
Val sabía desde el principio que Kane había recuperado a La Tempête. Val quería que la en-
contrara, pero ¿por qué? ¿Qué esperaba que pasara cuando lo hiciera?
El barco se mece suavemente mientras se une a mí. —Busqué en Internet barcos como el
tuyo. Quería ver cómo se construían y si podrían haber sobrevivido a esa borrasca y tú con ella.
Tenía que hacer algo, o me habría vuelto loco. Contraté a Rampart para investigar tu pasado
y buscarte ahora. Y una foto de este barco, completamente irreconocible, apareció en mi bús-
204
queda. Su nuevo dueño lo estaba vendiendo.
Lo miro de frente. El viento despeina su pelo como lo hace con el mío, pasándolo por su
frente. El cuello de su camisa se agita suavemente, provocándome con destellos de la piel bron-
ceada de su garganta. Me duele de amor y de nostalgia.
—Pero sabías que era ella. ¿Cómo?
—Dejaste arañazos en la mampara del camarote cuando te hice el amor. Ahora están la-
cados, pero los arañazos aún son visibles. Los vi en las fotos.
La sorpresa me golpea con fuerza un momento y luego me río. —¡No puedes acordarte de
eso! O haberlo visto en una foto.
Se lleva las manos a las caderas.
—Como si pudiera olvidarlo. O cualquier otra vez que te haya tenido.
Mi sonrisa es tan amplia que duele. —Las dejé allí a propósito cuando las encontré. Di
órdenes específicas de no repararlos. No quería borrar ese recuerdo y quería dejar mi huella en
ella. Dios mío... las probabilidades son astronómicas.
—¿No dijiste una vez que el universo quiere que estemos juntos?
—Lo dije, sí. Y supongo que ella lo ha demostrado. —Me doy la vuelta, observándolo todo.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
La restauración es tan precisa que parece casi como si la reforma hubiera sido un sueño. —¿Por
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
qué no me lo dijiste?
—¿Por qué no me has hablado de Lacy ni de Rogelio? —contrataca con otra preguntar.
—¿Por qué no me has contado lo que hacías durante los años que estuvimos separados?
Exhalando de golpe, me siento desnuda. —Tenía miedo. Es mucho, Kane. Quizá dema-
siado. Y nadie sabe nunca cuál es ese límite hasta que se cruza.
Niega sacudiendo la cabeza. —No hay línea, Araceli. No hay ninguna división entre noso-
tros. Y no más secretos. No más mentiras. Dime ahora si hay algo más que no sepa.
Nunca lo había visto tan serio, tan abierto. Casi suplicante, pero totalmente dueño de sí
mismo. Y de mí. 205
—Hay otros que trabajan conmigo —confieso. —Algunos están por todo el mundo. Otros
están aquí. Quiero que los conozcas.
—Por supuesto. ¿Algo más?
Mi corazón se acelera. Debo contártelo todo ahora.
—Sobre Val...
—Ya lo sé —interviene suavemente.
En algún momento dejé de ir un paso por delante de él. Me ha alcanzado, quizá incluso ha
conseguido adelantarme. Pero ahora estamos juntos.
—Me alegro de que me lo hayas dicho, Setareh. —Hay una ternura en sus ojos oscuros que
me hace cantar el alma. —Ven aquí.
Me planteo preguntarle cómo me encontró tan rápido, pero no importa. Cada vez que nos
hemos perdido, nos hemos encontrado. No importa cómo.
29
Witte
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
206
a darle la vuelta y tomarla con rudeza. Pero me resistí porque llevábamos años juntos y sabía lo
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
lo hizo. —Su temblorosa exhalación revela su angustia. —No sé cómo he llegado a esto. Y no
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
entiendo cómo pudo hacerle esto a nuestra madre. La trampa que le ha tendido es criminal.
—¿Qué dice tu madre?
—Sólo hemos hablado a ratos. Está acomodando a Amy en casa de una amiga y dice que
tratar una cosa a la vez es todo lo que puede manejar ahora. Hemos quedado en reunirnos en
el ático a las diez.
Levanto las cejas. —¿Tu hermano y su mujer se están separando?
—Sí, al parecer también hay una historia ahí. Teniendo en cuenta lo que hemos sabido hasta
ahora, no estoy seguro de querer oírla.
—Tendrás que hacerte cargo de la familia, Kane —remarco con severidad. —Tu madre
208
necesitará tiempo para procesar la traición. Amy necesitará apoyo si tiene intención de divor-
ciarse. E incluso es probable que Ramin necesite orientación.
El Sr. Black vuelve a suspirar, y oigo el cansancio en él. —Lo sé. Y me haré el tiempo y
encontraré la manera, pero el momento no podría ser peor. Mi mujer cree que su madre está
viva. Dice que todo lo que ha pasado apunta a eso. Y definitivamente ha estado trabajando con
Rogelio. Te explicaré cómo se confirmó eso cuando tú y yo estemos de vuelta en el ático. Hay
algunas cosas que no te he dicho.
—Eso se ha hecho evidente. Pero bueno, todos tenemos nuestros secretos, ¿no?
Y anticipamos la implicación de Rogelio, así que no es una sorpresa.
—¡Es exasperante! —gruñe suavemente. —Todos estos años que he estado muerto sin ella,
ha tenido gente a mi alrededor. En casa, en el trabajo. Pensar en ello me vuelve loco.
Pienso en cuando contraté a Lacy hace años. Y en todas las veces que he trabajado con Ro-
gelio en la seguridad del ático, en nuestros aparatos electrónicos personales y en la instalación
de la caja fuerte en el salón.
—Ella está aterrorizada de su madre, pero, Witte... la forma en que piensa en ella. Es como si
su madre se hubiera convertido en algo más grande que la vida en su cabeza. El miedo es... Bueno,
no es natural. Se confunde con admiración y una especie de amor retorcido. Incluso respeto.
—El amor de un niño por su madre es un vínculo único. Entiendes lo complicado que puede ser.
Y también aprecio la tenacidad de ese vínculo. Durante años observé con furia impotente
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
cómo mi hija actuaba como la adulta en la relación con su madre y nunca se quejaba. Hasta el
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
día de hoy, habla de su madre con la misma reverencia que he oído a menudo en la voz de Lily
cuando la describe.
—Sí, lo sé —reconoce mi jefe con desgana. —Y no dudo de que Stephanie sea peligrosa. No
digo que mi mujer esté siendo irracional en su miedo. Sé qué clase de hombre era Laska y que
se cree que Stephanie es un ser humano tan horrible como él. Sólo me preocupa que, aunque
esté muerta, la fijación fanática de mi mujer por su madre siga siendo un problema.
Oigo el tamborileo de las yemas de sus dedos sobre una superficie dura.
—Tenemos que encontrar a Stephanie si está ahí fuera —continúa. —No tendré la vida que
quiero si mi mujer no puede dormir por las noches.
Un movimiento en el interior del departamento atrae mi mirada hacia Dánica. Ha vuelto
209
de visitar la panadería del piso inferior con una bolsa de papel en una mano y un porta bebidas
con dos tazas. ¿No suena delicioso un desayuno con donuts y café con leche? me preguntó mientras
yacía jadeante y sin huesos tras un desgarrador orgasmo.
—¿Witte?
—Sí, estoy aquí. —Levanto la mano y me froto el corazón dolorido. —La encontraremos.
Y en medio de todo este malestar, es tranquilizador haber disipado cualquier duda sobre que la
Sra. Black trabaje con Laska o su madre para hacerte daño. Con Rogelio y Lacy tan cerca, si esa
era su intención, podría haberse llevado a cabo hace tiempo.
Guarda silencio durante un largo momento. —¿Es eso lo que pensabas? —aclara en voz baja.
—Era una posibilidad —reconozco. —Con lo que sabíamos, era la solución más sencilla.
Dejarte el dinero hasta que lo necesitaran o fuera seguro reclamarlo. Tiene tanto sentido que
trabajen juntos como que trabajen en competencia.
—Creía que te gustaba mi mujer.
—Me gusta. Mucho, de hecho. Y creo que te ama profundamente. Pero mi trabajo es ser objetivo.
Su suave risa encierra poco humor. —Me iré en breve.
—Te estaré esperando en el ático.
La llamada termina y suspiro, tratando de aliviar la tensión que me anuda los hombros.
Escribo un mensaje, pero aún no lo envío.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
De pie, me giro de un lado a otro, crujiéndome la espalda. No creo que tenga que llegar a las
manos, pero nunca se sabe cuándo las emociones están a flor de piel. Aún me quedan muchas
preguntas, pero tengo la respuesta que necesito: Lily Black –Araceli– no es una amenaza para
su marido. Es hora de que me ocupe de los otros peligros.
Abro la puerta corredera y entro en el fresco interior del departamento de Dánica. Es un es-
pacio reducido: un dormitorio, un baño. Con muebles más pequeños, podría colocar una mesa
de comedor compacta en un rincón, pero en vez de eso eligió un sofá de grandes dimensiones.
Hemos hecho el amor innumerables veces en ese sofá. Y por todo el departamento.
Al entrar en el dormitorio, oigo correr la ducha. Me vuelvo hacia el armario. Hay dos, el
suyo y el mío, separados por un espacio de pared en el que cuelga la televisión. El suyo está más
cerca, entro en él y enciendo la luz. 210
El espacio huele mucho a ella y respiro hondo. Tiene la ropa muy organizada, clasificada
por tipo de prenda, color y longitud. En cada percha hay un sistema de catalogación único
compuesto por una tarjeta colgada de cada percha. Hay dos versiones: una lleva una imagen
del sol y la otra una imagen de la luna, lo que denota ropa de día o de noche. En el anverso, su
letra indica cuál de sus otras prendas combina mejor. En el reverso, ha escrito qué accesorios
combinan mejor con cada prenda.
Sólo he visto utilizar ese sistema a otra persona: su hija, la Sra. Black.
Mi madre usaba este sistema en su armario, me dijo Lily una vez. Sólo confirmó lo que ya sabía.
Nunca he olvidado lo que sentí, hace cinco años, al darme la vuelta en el Mercado Verde
para dirigirme a la persona que había chocado conmigo y ver casi la misma cara que veía todos
los días en la foto de tamaño natural de la Sra. Black que cuelga en el dormitorio de mi jefe.
Durante un largo momento, no pude hablar, mi mente se esforzaba por comprender si se tra-
taba de la mujer de mi jefe y, en caso afirmativo, cómo había podido envejecer tan rápidamente.
—Lo siento mucho —dijo Dánica, esbozando una sonrisa que me llegó al alma. —Soy tan torpe.
Empezamos a charlar y a pasear juntos. Comimos juntos. A las pocas horas de conocernos,
me invitó a su piso y luego a su cama. Era encantadora, culta y muy inteligente. Una compa-
ñera encantadora. Una amante lujuriosa.
Aún no nos habíamos enterado de los muchos alias de la Sra. Black. Y aunque a menudo me
quedaba mirando la imagen de Lily Black y encontraba notable el parecido entre las dos mujeres,
no fue hasta unos meses después de comenzar nuestra relación, cuando Dánica intentó acceder
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
a mi tableta mientras yo estaba en la ducha, que comprendí que no todo era lo que parecía. El
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
software de seguridad instalado por Rogelio rastreó numerosos intentos futuros de acceder a
mis dispositivos. Pero descubrir su conexión con Lily fue lo que me hizo seguirle el juego.
El chorro de agua de la ducha se silencia bruscamente y apago la luz. Salgo del armario y
me siento en el borde del colchón. La cama está totalmente desordenada, lo que me recuerda
lo profundamente atrapado que estoy por una mujer notoriamente mortal.
—¿Terminaste de trabajar? —curiosea, apareciendo a mi vista. Lleva el pelo envuelto en un
turbante y una toalla anudada entre los pechos. A cara limpia, parece más joven de lo que debe
ser y menos como su hija. Son los cosméticos los que realzan su asombroso parecido.
—No, tendré que irme dentro de un rato. 211
Se dirige a su armario y habla por encima del hombro. —¿Vuelve tu jefe a la ciudad o nos
vemos luego?
No respondo a su pregunta, sino que hago la mía. —¿Me echarás de menos?
Desde luego que la echaré de menos. Y he dejado de reprochármelo.
Cuando me vaya, enviaré el mensaje a mi contacto en la policía de Nueva York. Él sabrá
dónde encontrar a Stephanie Laska. Si quiere a su hija tanto como cree Lily, no traicionará la
conexión entre ellas y asumirá la culpa de la muerte de Laska sin discusión. Es un gran “y sí”.
En otro tiempo, yo mismo me encargaría de Dánica, pero he cruzado la línea de la neutralidad
en lo que a ella respecta.
—Lo haría —dice alegremente, apareciendo en la puerta completamente desnuda salvo por
las madejas pegadas de su pelo mojado. —Pero no vas a ir a ninguna parte.
Apenas tengo tiempo de notar su mano levantándose y el arma que sostiene antes de que mi
cuerpo se retuerza en un dolor atroz. Caigo contra el colchón, mi espalda se arquea en un vio-
lento calambre antes de sacudirme sin control. El sabor cobrizo de la sangre me llena la boca.
El dolor electrizante cesa tan bruscamente como empezó, pero no puedo moverme. No
puedo hacer nada, apenas puedo procesar un pensamiento cuando me empuja y ata las mu-
ñecas con un precinto. También me ata los tobillos y los une, dejándome amarrado.
Cuando recupero el sentido, jadeando, veo a Dánica sentada a mi lado, aún desnuda.
Me aparta el pelo de la frente. —¿Desde cuándo lo sabes?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
mundo dice eso al principio. Se imaginan todas las torturas sobre las que han leído o visto en
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
las películas y creen que pueden soportarlo o morir antes de quebrarse. Pero yo sé cómo llegar
a ese punto de ruptura sin tocarte un solo pelo.
La miro desafiante, con las cejas levantadas. Mis dedos empiezan a entumecérseme y el
hombro izquierdo me palpita por soportar la mayor parte de mi peso estirado a la espalda.
Me toca la punta de la nariz con una uña carmesí. —Catherine.
El nombre de mi hija es como otra descarga de la pistola eléctrica. El horror me inunda.
—Ah. —Dánica suelta una risita. —¿Ves qué fácil ha sido? Lleva más de un año saliendo
con un joven muy atractivo. Ella cree que trabaja en finanzas, pero Christian trabaja para mí. Si
me das lo que quiero, quizá ella no acabe siendo vendida al mejor postor. Tu hija es realmente
encantadora. Cobraría un dineral por ella en el mercado negro.
213
Miro fijamente esos ojos color jade y veo una luz maniática detrás del verde translúcido. No
sé cómo lo ha ocultado tanto tiempo. Le altera todo el rostro, como si al salir de su armario
volviera siendo una persona totalmente distinta.
Me pone una mano sobre el corazón y me mira con compasión.
—Sabes lo que se siente al tener una hija. Qué miedo da pensar en todos los peligros a los
que se enfrentan porque los hombres son animales. Admítelo, Nicky querido. A ti tampoco te
gustaría que Kane Black se follara a Catherine.
Se me eriza la piel. Se sienta y abandona la cama. —Tengo que prepararme. Serán las diez
antes de que nos demos cuenta.
Giro la cabeza para mirarla. —Puedo conseguirte el dinero sin que tengas que matarlo.
Podríamos hacerlo ahora.
Dánica se mete los dedos en el cabello húmedo y peina sus raíces.
—¿Dónde está la gracia en eso?
30
Amy
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
214
—NI SIQUIERA PUEDO PROCESAR LO QUE ME ESTÁS DICIENDO —admite
Suzanne, sentándose a mi lado en el sofá. Deja las dos tazas de café que ha traído de la cocina.
—Es... es jodidamente increíble. Quiero decir, conozco al tipo. He visto cómo es Darius contigo.
Paso la mano por la cabeza de Ollie. Tiene la barbilla y las patas delanteras apoyadas sobre
mi muslo. —Estuve despierta toda la noche, dándole vueltas y más vueltas. Leyendo las cartas
que nos escribíamos. Mirando las fotos de nuestra boda. Hace unas semanas, Darius estaba
encantado de que pudiera estar embarazada. ¡¿Y ahora me está envenenando?! ¿Qué carajo? No
tiene maldito sentido.
Pone su mano sobre la mía. —Gracias a Dios que lo tienes en video. Nunca hubieras sabido
que era capaz de algo así. Al menos tienes pruebas. ¿Verdad?
—Aliyah y yo vimos horas de grabaciones anoche. Ha estado adulterando mis bebidas,
mi comida... incluso mi champú y mi jabón facial. ¡Durante años! Y habla consigo mismo
mientras lo hace. Como divagando. Incoherentemente. Está trastornado, ¿verdad? —La miro.
—Definitivamente tiene que estar loco. Tener doble personalidad o algo así.
—No lo sé, cariño. —Su cara es tan amable y preocupada. —Escribo ficción y no podría
inventarme esto.
Tengo que apartar la mirada de su simpatía. Estoy a un suspiro de sollozar a cada segundo.
—No sé qué hacer. Y Clarice... ha estado conmigo desde antes de que conociera a Darius. Van a
investigarla para ver si tenemos motivos para despedirla porque, al parecer, follarse a mi marido
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—No le estoy poniendo excusas. —Abro los ojos y miro al techo. —Pero su comporta-
miento... No está bien. No es sano. Y sé cómo me he sentido desde que esto empezó –al menos
desde que creo que empezó– y no puedo hacerme responsable de lo que hice.
Intento no odiarme por lo que pasó con Ramin, mi fijación con Lily, la forma en que ace-
chaba a las mujeres con las que se acostaba Kane... demasiadas cosas.
Ella se burla. —¡Eso no lo absuelve de pensar en drogarte en primer lugar!
—Por supuesto que no. Pero hace que todo el asunto sea aún más enrevesado.
—Yo digo que dejemos que las autoridades lo resuelvan.
Asiento con la cabeza porque no se equivoca, pero no sé cómo explicarle que siento que me
216
ahogo en mi propia piel. Tal vez sean las paredes amarillas, implacablemente alegres, las que
hoy resultan extrañamente chocantes.
El piso de Aliyah, abrumadoramente neutro, me había tranquilizado, quizá porque era
como el mío. O tal vez porque mi vida se siente como si hubiera sido lavado de todo color. O
tal vez porque actuó como una madre por una vez.
Después de llevarnos a un laboratorio para que nos hicieran pruebas, me llevó a su casa e hizo
sopa desde cero, que pude reconocer que estaba deliciosa, aunque no tenía nada de hambre. Se
aseguró de que me diera una ducha y tuviera todo lo que necesitaba, incluso un pijama.
Me metió en su cama de invitados y se sentó a mi lado, diciéndome que estaría a salvo y
cuidada económicamente. Justo antes de quedarme dormida, la oí murmurar que no podía
arreglar el pasado, pero que se aseguraría de que yo estuviera en una posición fuerte para seguir
adelante. Todavía es posible que esté loca por haberle creído.
Suena el teléfono de Suzanne y se estira hacia la mesilla para atenderlo.
—¿Hola?
Una de sus cejas se levanta y ella lanza una mirada aguda y peligrosa. Se quita el teléfono de
la oreja y me mira. —Darius está abajo. ¿Puedo decirle al portero que llame a la policía?
La miro fijamente durante un largo minuto, totalmente confundida por mis emociones. No
sé qué quiero ni qué quiero que pase.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Ollie ladra, y Darius deja de presionar y retrocede, pero tiene la mandíbula apretada.
—¿Por qué no estabas en casa anoche?
Lo miro boquiabierta durante un largo minuto. ¿Aún no ha hablado con nadie de la familia?
—Sé lo que me has estado haciendo. Puse cámaras ocultas por todo el piso.
Frunce el ceño como si no lo entendiera. —¿Cámaras?
—¡Sé que me has estado envenenando!
Parpadea rápidamente.
218
—Nunca te envenenaría —dice con firmeza. —Te amo.
—¡Eres un maldito mentiroso! —grito en su cara. —¡Me has estado mintiendo y engañando
todo este tiempo! ¡Y siéndome infiel! Eres un maldito tramposo. ¿Con Clarice? Jodidamente
asqueroso, Darius. ¡Me das asco!
Ollie empieza a gruñir.
Reculando por mi rabia, él da otro paso atrás. Levanta la barbilla y se tira del dobladillo de
la chaqueta como si eso pudiera devolverle su buen aspecto. —No te estaba envenenando. No
ibas a morir. Sólo te pondrías un poco enferma.
—Oh, está bien, entonces. —Mis manos se aprietan con fuerza contra el impulso de darle
un puñetazo. —¿Por qué querías que enfermara?
Su garganta traga con dificultad. —Te follaste a mis hermanos, Amy.
Mis ojos se abren de par en par y siento como si me hubiera dado un golpe. Registro la
expresión de dolor en su cara, y resuena dentro de mí. Es chocante que pueda sentirme tan cul-
pable. Y aún más impactante darme cuenta de que aún me preocupo por él. Que aún no puedo
odiarlo. —¡Estás jodidamente loca! Me acosté con Kane antes de saber que existías.
—¡Quería una cosa que fuera mía! —Su cara está manchada de furia. —Sólo una.
—Lo era, Darius. Cuando dijimos nuestros votos, quise decir cada palabra. Ramin... Ramin
fue un gran error —admito con voz ronca. —Las cosas entre tú y yo eran demasiado perfectas.
Eras tan maravilloso... Todo parecía demasiado bueno para ser verdad, y yo no confiaba en ello.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
No podía creer en ello. Así que intenté sabotearlo. La terapia me ayudó a darme cuenta. No hay
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Metiendo las manos en los bolsillos, Darius empieza a balancearse sobre sus pies. Comienza
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
a vibrar con energía, como si algo estuviera fuertemente contenido en su interior, luchando por
salir. —¡Claro que te conozco! Te amo.
—Deja de decir eso. Es una jodida mentira. —Doy otro paso atrás.
—¡No te atrevas a alejarte de mí! —gruñe, su mirada se estrecha de una forma totalmente in-
timidatoria. —¡Lo he perdido todo por ti! Me han bloqueado en Baharan. No puedo conectarme
a los sistemas. No puedo pasar la seguridad del Crossfire. Me han dejado completamente fuera.
La sorpresa me inunda. No sé qué esperaba que hiciera Aliyah, pero no se me había ocurrido
cortar con Darius tan rápidamente.
Pero luego me tranquilizo y asiento con gesto adusto. —Ahora sabes lo que quiero decir
sobre tu madre. Es una perra aterradora cuando quiere.
220
—Tenemos que idear un plan. Tenemos que limpiarnos y hablar con mi familia porque
Kane también está metido en esto. Probablemente fue su idea despedirme, y mamá sólo está
de acuerdo para salvar su cuello.
—¡No voy a ninguna parte contigo, jodido lunático! —Salto hacia atrás, cierro la puerta de
un portazo y giro el cerrojo.
Choca contra la puerta con tanta fuerza que juro que vibra por la presión. Oigo el grito
ahogado de Suzanne y me siento igual de aterrorizada. Ollie salta del sofá tan deprisa que las
tazas de café traquetean y se vuelcan, derramando espuma de café. Se lanza contra la puerta con
todas sus fuerzas, ladrando ferozmente.
—¡Amy! Maldita sea. ¡Amy! ¡Abre la puerta!
—¡Vete, Darius!
Comienza a golpear con sus puños. —¡Eres mi mujer! ¡Vienes a casa conmigo! ¡Lárgate de ahí!
—¡Jesús! —Suzanne me agarra y tira de mí hacia atrás, todavía apuntando la cámara de su
teléfono a la puerta.
—¡Oliver! ¡Ven aquí!
Pero Ollie no se detiene porque mi marido está como loco, embistiendo la puerta, gritando
y despotricando. Volvemos al salón a trompicones.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Hay un silencio sepulcral al otro lado de la puerta. Demasiado silencio. Y entonces oigo el
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
tintineo del ascensor. Echo un vistazo por la mirilla y sólo veo espacio vacío. Saco el teléfono
del altavoz y susurro—: Creo que se ha ido.
—Comprueba con el portero que se ha ido y pide un auto. Tú y tu amiga vayan a un hotel.
—Tiene un perro —añado cojeando como si él no lo hubiera oído, con la respiración en-
trecortada a cada estremecimiento.
—Ve a un hotel que acepte mascotas. Puedes hacerlo, Amy. Lo estás llevando muy bien. Has
hecho bien en llamarme. —La voz de Kane es profunda y tranquilizadora. —Voy a ocuparme
de esto, y la familia cuidará de ti. Te lo prometo.
Inhalo bruscamente, tratando de tomar suficiente aire. —Eso es lo que dijo tu madre. 223
La puerta del dormitorio se abre y Ollie se apresura a comprobar la puerta principal, hus-
meando por las rendijas. Suzanne aparece, llorando tanto como yo.
—Eres de la familia, Amy —remarca Kane. —Sé que no siempre lo has sentido así, pero te
protegeremos.
—No voy a quedarme con él. —El pánico me revuelve el estómago. —No puedes pedirme
que lo haga.
—Eso ni pensarlo.
—De acuerdo. —Intento serenarme. Ya he vadeado mierda antes. Sin duda puedo hacerlo
de nuevo y salir por el otro lado. —Me aseguraré de que se ha ido, y luego nos iremos.
31
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
224
ESTOY DE PIE EN MI DESPACHO, INCAPAZ DE SENTARME porque estoy dema-
siado agitada. Rogelio está en mi mesa, explicándome paso a paso su investigación sobre las
fechorías de Darius. Creo a Rogelio, pero necesito entender cada movimiento que se hizo para
poder defenderme.
Nunca esperé un ataque de uno de mis hijos. Fue una bendición tener a Amy para cuidar
anoche. Cuando estoy sola, pienso demasiado. Lloro demasiado. ¿Cómo salió todo tan terrible-
mente mal? ¿Qué le he hecho a Darius para que se vuelva así contra mí?
Se enciende la pantalla de mi móvil y lo tomo del escritorio. Al ver el nombre y la foto de la
persona que llama, siento alivio.
—Kane —contesto, —ahora estoy repasando el informe con Rogelio.
—Tenemos problemas mayores —anuncia sombrío. —Hay que internar a Darius en la
clínica. Tiene una especie de ataque de ira.
—¿Internarlo? —Se me hace un nudo en el estómago. —No, no vamos a hacer eso. ¿Te
imaginas si se supiera...?
—¡Es demasiado tarde para preocuparse por las apariencias! —suelta, y yo retrocedo ante
su intensidad. —Ahora mismo es un peligro para todos. Ya se ha metido en una pelea, y Amy
me ha dicho que es grave. Suzanne ha llamado a una ambulancia. Tendremos que convencer al
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Oh, Kane. —Me apoyo con una mano en el escritorio, tratando de frenar mi respiración
acelerada. —¿Cómo hemos llegado a esto?
—Vamos a averiguarlo. Ha quedado conmigo en el ático. Tienes que averiguar si podemos
internarlo. No sé cuáles son los pasos para algo así. ¿Necesitamos un abogado? ¿Un juez? Ten-
drás que ver si...
—Sé lo que hay que hacer —suspiro pesadamente. —Investigué el proceso en nombre de
Amy, cuando pensé que era ella la que necesitaba que le examinaran la cabeza. —Me angustia
darme cuenta de lo equivocada que estaba con respecto a mi hijo y su mujer. —Amy es la que
tendrá que presentar la solicitud. Debemos conseguir que dos médicos la aprueben. Sería más
fácil convencer a Darius de ir por su propia voluntad. 225
—Honestamente, parecía frenético. Me sorprendería que fuera voluntariamente.
Mis ojos se cierran contra la dolorosa verdad. —¿Dónde está Witte? ¿No puede ocuparse de
la parte de Amy mientras nosotros nos ocupamos de Darius?
—No está conmigo y no puedo localizarlo, así que depende de ti. Prueba con el Dr. Golds-
tein. Él salivará por algo como esto, y tiene la influencia para conseguir que alguien más esté
de acuerdo.
—¿Goldstein...? —Mis pensamientos acelerados tardan un segundo en recordar de quién
está hablando Kane. Joseph Goldstein. El psiquiatra que le hizo las pruebas a Lily cuando
volvió. Pomposo. Egoísta. Ansioso de más reconocimiento y prestigio.
—Sí, tienes razón. Lo hará.
Al abrir los ojos, encuentro a Rogelio observándome atentamente. —Haré unas llamadas y
llegaré al ático cuanto antes.
—Hasta pronto. —La línea emite un breve pitido al terminar la llamada.
—Ha pasado algo —informo a Rogelio. —No conozco los detalles, pero... Necesito que
Darius reciba atención psiquiátrica. Está... está... —Asiente con la cabeza.
—¿Ha amenazado a alguien?
Me aprieto la frente con la palma de la mano. —¿Cómo lo sabes siempre? Se metió en una pelea.
—¿Quién estaba allí? —interroga con voz cortante. —Necesito hablar con alguien que
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
presenciara lo ocurrido.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Sí, pero no. —Logro sonreír cuando suelta una carcajada. —Tenemos que reunirlo todo
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
para Goldstein. Si puedes encontrar al vecino, sería de gran ayuda. Tenemos que llegar a él,
cubrir sus gastos como mínimo y evitar una demanda si podemos. Tiene que haber una manera
de negociar un acuerdo con él.
—Lo encontraré.
Asiento, sabiendo que puede. —Llamaré a Ramin de camino y veré qué podemos hacer que
no sea ilegal. Tendré que contarle lo que está pasando. ¿Cómo lo hago?
—Eres una mujer dura. Puedes hacer cualquier cosa.
Lo miro y aprecio todo en lo que se ha convertido para mí en las últimas semanas. —¿Por
qué no podrías tener veinte años más? 228
Me guiña un ojo. —Me halagas.
Le digo que no mientras se dirige a la puerta para irse. —Cabrón engreído —mascullo.
Tardo unos minutos en lavarme y volver a maquillarme.
Mientras lo hago, fortalezco mi determinación. He cometido errores para llegar donde
estoy, pero puedo arreglarlos. Mi familia fracturada ha sido una distracción y una preocupación
perpetuas. Es hora de recomponerla, de sanar las grietas que nos debilitan, para poder hacer el
trabajo de construir nuestro imperio. Puede que el futuro no sea como siempre he esperado e
imaginado: tendré que aceptarlo.
Si algo he aprendido en el último día es que un plan no tiene por qué salir exactamente
como yo quería, siempre y cuando se consiga el resultado deseado.
Cuando salgo del cuarto de baño y entro en mi despacho, me tomo un momento para mirar
a mi alrededor. He seleccionado cuidadosamente muchos elementos de la decoración para con-
seguir un efecto óptimo. Tengo que parecer fuerte, con éxito, poderosa, al mando...
Ojalá hubiera prestado tanta atención al bienestar de mis hijos adultos.
32
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
229
—¿Cómo hemos llegado hasta aquí? —Darius se ríe, y de nuevo, el sonido es extraño. —¿Re-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
cuerdas cuando te largaste sin decir una jodida palabra, nunca volviste y nos dejaste con dos
padres a los que todo les importa una mierda menos ellos mismos?
Todo mi cuerpo se estremece al sorprenderme tanto por sus palabras como por la virulencia
con que las pronuncia.
—¡Darius, joder, eso fue hace años! Eso no tiene nada que ver con tus problemas de ahora.
—Sé realista, hermano. Estar a la sombra de alguien que no quiere tener nada que ver con-
tigo significa averiguar mierdas por tu cuenta. ¡Eso es todo lo que he hecho! Mi problema, si
quieres llamarlo así, viene de intentar proteger a mi mujer de una manada de buitres.
—¿Protegerla envenenándola? Eso tiene mucho sentido. 230
—¡No era veneno! —Su negación lleva una inquietante nota de histeria. Respirando hondo,
empiezo a avanzar.
—No sé por qué piensas lo contrario, pero lo eras todo para mí —dice Kane con brusquedad.
—Mi padre se había marchado. Tu padre me odiaba. Nuestra madre era... Demonios, no sé
lo que era. Cambió cuando mi padre se fue. Ojalá la hubieras conocido antes. No tenía a nadie
más que a ti. Tú eras mi familia. Tienes que saber que te quería... todavía te quiero.
—¿Se supone que debo sentir lástima por ti? ¿Porque tu padre te dejó atrás? Buu buu, po-
brecito de ti. —Se burla Darius. —¿Cómo crees que fue para mí cuando te fuiste? Eras la única
figura paterna que tenía. Y si crees que mamá estaba jodida después de que tu padre la dejara,
deberías haberla visto cuando te fuiste. Ella lo comprobó y hombre, no podía ser más claro para
el resto de nosotros que tú eras el niño que ella amaba.
—Sabes que eso no es verdad, Darius. Y siento haberme ido. De verdad que lo siento. Si
hubiera podido llevarte conmigo, lo habría hecho. Hice lo que pude, y cuando Baharan se
convirtió en algo más que una quimera, te metí a ti.
—Necesitabas robots que hicieran lo que quisieras y no tuvieran control. En realidad, no
formamos parte de nada. ¡Mira lo que ha pasado! Empecé a ejercer un poco de influencia, y me
echaste inmediatamente. Harás cualquier cosa por Baharan, pero no por mí.
—Dios... no podrías estar más equivocado. —Las palabras de Kane son entrecortadas y
rápidas ahora, su temperamento va en aumento. Me sorprende que lo haya contenido tanto
tiempo. Si Darius tuviera sentido común, sabría lo que significaba para su hermano ese es-
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Kane me mira fijamente con esos ojos oscuros, tan parecidos a los míos. Me retuerzo bajo
esa mirada firme, deseando haber sido la madre que él necesitaba. Que pudiera ser digna del
hombre que ha llegado a ser. Contribuí tan poco a su crianza. Lo intenté con todas mis fuerzas,
pero le fallé.
—¿Vas a dejar que cargue con la culpa? —acusa Darius a su hermano.
—La culpa no tiene sentido —responde Kane con un largo suspiro. —Lo hecho, hecho
está. Tenemos que averiguar qué hacer ahora para mantenerte fuera de la cárcel.
—¿La cárcel? —Darius mira a un lado y a otro entre los dos. —No voy a ir a la cárcel. Estás
loco si lo sugieres. 232
—¡Atacaste a un desconocido! —remarco.
—Intentaba interferir mientras hablaba con mi mujer.
—¡He visto el vídeo, Darius! —Miro a Kane, preguntándome cómo vamos a convencerlo
para que entre en razón. —Les diste un susto de muerte a Amy y a su amiga.
—Suzanne también tiene que dejar de interferir. Puedo hacer que Amy entienda si pudiera
hablar con ella.
—¿Entender qué, exactamente? —pregunto incrédula. —¿Qué la envenenaste? Nadie va a
entender eso.
—¡No era veneno! —grita, y el sonido es como el chillido de una banshee, agudo y de algún
modo inhumano. Es un esfuerzo visible para él recuperar un mínimo de control. —Necesitaba
que comprendiera que soy el único que estará a su lado cuando esté enferma y agotada, y se le
esté cayendo el pelo. Kane no la querrá entonces. Ramin tampoco.
Frunzo el ceño y me esfuerzo por comprender. —¿Qué tienen que ver Kane o Ramin con esto?
—¡Los dos se follaron a mi mujer!
Atónita, miro a mis dos hijos de un lado a otro. —No puedo creer que Ramin...
—¡Nunca me crees! —protesta. —Nunca he tenido razón ni he sido capaz. No a tus ojos.
—Entonces, explícame por qué te pondría en un puesto tan alto en Baharan —reitera Kane.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Darius enseña los dientes en una sonrisa rápida y despiadada. —Ni siquiera puedo pasar del
vestíbulo. Explica eso.
—¡Me estabas saboteando! —acuso. —Metódicamente, durante meses.
—Maltratas a mi mujer —dice rotundamente. —A ella no le gusta. A mí no me gusta.
Me quedo boquiabierta. —Entonces, ¿me acusas de un delito por eso?
Señala a Kane con un movimiento de muñeca. —Lo estabas saboteando.
No te hagas la inocente.
—¡Nada de lo que planeé iba a perjudicar a Kane! Simplemente pretendía demostrar que
soy previsora y agresiva con la expansión. Las mujeres tienen que demostrar esas cosas, Darius.
233
—¿Te lo crees? —pregunta a Kane con indiferencia.
—Amy es una hermana para mí —le responde su hermano. —Nada más que eso. Y sé que
Ramin piensa lo mismo. Él nunca cruzaría esa línea.
—Él lo hizo. También se la folló —chasquea Darius. —¡Oh, vamos! No parezcas tan sor-
prendido. Ustedes dos no pueden decirme que no se han dado cuenta de lo a menudo que él
me lo restriega.
Un aplauso detrás de mí me hace dar un respingo. Me giro rápidamente, al igual que Darius.
Lily entra, inmaculada como siempre con un maxivestido rojo de flores sin mangas.
Vuelve a llevar el pelo negro brillante peinado en un elegante recogido y sus labios carmesí
se curvan en una amplia sonrisa de felicidad. A pesar de la penumbra interior, lleva gafas de sol
y parece que debería estar almorzando en Greenwich, no entrometiéndose en un asunto serio.
—Muy entretenido —ironiza, con una voz tan extraña como la de Darius, grave y ronca en
lugar de alta como el helio. —Ojalá hubiera traído palomitas.
—Siéntate —ofrece Darius, devolviéndole la sonrisa. —Esto va a mejorar.
—Ya lo creo.
Le doy la espalda. Su sentido del humor está fuera de lugar. —Esto es cosa de familia, Lily.
Vete a otra parte.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Un cambio en la energía de Kane atrae mi atención hacia él, y me preparo para una pelea.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
234
33
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
235
—La persona con la que intenta contactar no está disponible. Por favor, deje un mensaje después del...
Maldita sea. Corto la llamada y me muerdo el labio inferior. La sensación de inquietud que
ha estado creciendo en mi interior toda la mañana es ahora una alarma urgente. Me levanto,
incapaz de sentarme en el sofá cuando estoy tan agitada. Siguiendo mis instintos, llamo a Ro-
gelio. —Querida, ¿a qué debo el placer. —Sus palabras desmienten la tensión de su voz.
No le hago perder el tiempo. —¿Tienes un segundo para rastrear el teléfono de Witte?
—¿Todavía no está localizable?
—No. He llamado una docena de veces, por lo menos. Tal vez esté ocupado en el ático con
Kane y Darius. Si es así, estaré aliviada. Sólo quiero saber que él no está lidiando solo con su
236
hermano.
—Aguarda un minuto.
Espero.
—No está en el ático —informa distraídamente. —Parece que está en el Upper East Side.
—Mierda —exhalo un suspiro de frustración y empiezo a pasearme por el salón. La luz
del sol entra a raudales por las puertas abiertas del patio y una cálida brisa marina me agita el
vestido. —¿Por qué no contesta? No me gusta que Kane esté a solas con alguien que ya ha sido
violento hoy.
—Puedo ir corriendo al ático si eso te hace sentir mejor. He encontrado al vecino y Ramin
se está encargando de la situación, así que estoy libre.
—¿Lo harías, por favor? Me sentiré mucho mejor si estás allí. —Tal vez Witte está enredado
con su novia. No puedo culparlo por eso. Por lo que él sabe, no es necesario.
—Estoy en camino.
—Gracias, Rogelio.
Arrojo el teléfono al sofá y me paso las manos por el cabello. Debería haberme ido con él.
Ahora que estamos juntos, sin secretos ni mentiras entre nosotros, nuestra relación parece más
frágil que nunca. No es que él y yo no seamos sólidos, pero soy totalmente suya de una forma
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Mi teléfono vibra, lo miro y veo la bonita cara de Lacy en la pantalla. Es liberador no tener
que esconderme más a mi equipo, echando miradas furtivas a teléfonos desechables y organi-
zando reuniones encubiertas. Un día, invitaremos a mi familia a cenar. Pediremos comida y
Witte se unirá a nosotros en la mesa. Él también es de la familia.
¿Dónde diablos está?
—Hola —respondo a modo de saludo. —¿Vas al ático hoy?
Cuando nos alojamos en la casa de la playa, el personal del ático disfruta de turnos cortos
cada dos días.
—No tengo previsto hacerlo. ¿Por qué? ¿Necesitas algo? —La pongo al corriente rápida-
237
mente. —Oh, vaya —silba. —Eso es una bola curva. ¿Cómo está Amy?
—Sólo me he mensajeado con ella porque estoy segura de que ahora tiene mucho con lo que
lidiar, pero dice que está bien y a salvo. Está preocupada, por supuesto. Yo también.
—Sí, pero no te estreses. Witte es peligroso y cuida de tu hombre.
—Eso sería tranquilizador si estuviera realmente en el ático.
—¿Qué? ¿Por qué no está Witte? —cuestiona ella con una nota de sospecha. —Siempre
estás cuando Kane lo necesita.
—No lo sé. No puedo localizarlo.
—De acuerdo, eso es totalmente extraño. Witte contesta al teléfono a todas horas. Incluso
lo he pillado cuando estoy bastante segura de que estaba follando. Ya sabes, todo sin aliento y
ronco. Ese tipo vive para trabajar, te lo digo.
—Y te digo que no contesta al teléfono. —Levanto la mano y me froto los nudos del cuello.
Después de una noche con él en la que apenas dormido porque hicimos el amor repetidamente,
debería estar suelta como una muñeca de trapo. Pero a cada minuto que pasa, me siento más
intranquila.
—Lo intentaré cuando colguemos —ofrece. —A lo mejor tiene el teléfono configurado
para que sólo le avise de números conocidos. No va a tener programado tu desechable. Por
cierto, consigue un teléfono de verdad ya. Por favor.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Kane también intentó llamarlo, pero sí, por favor, inténtalo. Dile que vaya al ático si
contesta. Y avísame, en cualquier caso, ¿está bien?
—Claro. Pero escucha, no te he llamado por eso. —Su tenor cambia bruscamente y me
pongo alerta al instante
—Estaba tomando un taxi para ir a una cita de manicura –mi chica se mudó de salón hace
un par de meses y nadie más tiene sus locas habilidades– y vi a una mujer en la calle que se
parecía a ti, pero con el pelo largo y plateado. Pensé que no podía ser Stephanie, no con ese
pelo. Pero vaya, su cara.
Me quedo helada en el sitio, casi sin respirar. La campana de alarma que suena en mi interior
es bruscamente ensordecedora. —¿Qué tan bien la viste? 238
—Estaba parada en un semáforo, así que bastante bien. Salía de una tienda de donuts con
unos cafés y una bolsa. Pero no tiene canas, ¿verdad? Me parece que tu madre se mantendría lo
más joven posible.
Me obligo a calmarme, a pensar con claridad. —Dijiste que ibas a subir, que tomarías un
taxi. ¿Dónde estabas?
—Madison con la 88.
El aliento me abandona de golpe. Upper East Side. —Dijiste cafés, como más de uno, ¿verdad?
—Sí, tenía dos, en uno de esos trasportadores de cartón. ¿Por qué? ¿Crees que es ella?
—No lo sé. Estoy de acuerdo contigo en lo de las canas, pero también es una mujer que se
cree la versión perfecta de sí misma cada día. Y las coincidencias... No me fío de ellas. —Giro
bruscamente, corriendo hacia las escaleras. —¿Puedes ir al ático?
—Ya estoy de camino. ¿Llamo a los demás?
—Voy a llamar a Rogelio. Espera para llamar a Tovah y Salma.
—De acuerdo. Adiós.
Llamo a Rogelio por el altavoz mientras me quito el vestido.
—Estoy en un atasco —contesta, —pero voy de camino al ático.
—Necesito una localización precisa del teléfono de Witte. ¿Cuál es la dirección? Envíamela
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
por mensaje.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
mento en que ha fallado el ascensor. ¿Me he equivocado de sitio? ¿Debería haber ido al ático y
enviado a mi equipo a investigar el paradero de Witte?
—Voy a colgar —jadea. —Tengo que ahorrar saliva. —La línea se corta.
Llamo a Lacy. —¿Estás en el ático?
—Estaba. Rogelio me ha llamado. Estoy a unos quince minutos.
—Joder. No entres en el vestíbulo hasta que te lo diga.
—Me dijo que dirías eso —señala irónica.
—Adiós. Termino la llamada. 240
Casey se detiene y estaciona brevemente en doble fila. —Ya hemos llegado. Estacionaré y
nos vemos...
Ya estoy fuera del auto y corriendo por la acera. Atravieso la puerta y me detengo ante el
portero. —Hola. —Leo su placa. —Tony. Encantado de conocerte. ¿Tienes la llave que te dejó
mi madre?
Parpadea sorprendido. —¿Disculpa?
—Perdona. —Me aparto el pelo de la cara y sonrío. —Mi madre, ya sabes. Se parece a mí,
pero con el pelo largo y gris.
—¿Eres la hija de Dánica?
Doy un paso atrás, en absoluto shock. Dudo por un momento. Luchando contra las lágrimas.
Saberlo con certeza después de todo este tiempo preguntándome... esperando... temiendo...
—Eh, ¿estás bien? —pregunta Tony.
Dánica. Me seco las mejillas. —Sí, lo siento. Alergias. ¿Alguien trajo un gato por aquí
recientemente?
—No que yo recuerde, pero es temporada de alergias. —Me da un repaso completo y
aprecio los beneficios adicionales de la ropa ajustada.
—¡No tienes ni idea de lo que me ha costado encontrar este sitio! —exclamo. —De todas
formas, me dijo que a lo mejor se quedaba a dormir y tenía el teléfono silenciado, pero que me
dejaría una llave.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—No me dejó ninguna. —Presiona algunas teclas de su teclado y mira la pantalla. —¿Cómo
te llamas?
Dánica... Dánica... —¡Danielle! —respondo alegremente. —Ella es Gran Danny, yo soy
Pequeña Danny. Para la familia, al menos.
—Ella tampoco te puso en la lista de visitantes.
—Debe haberlo olvidado. —Mis pensamientos se agitan. Debería haber planeado esto antes
de llegar, pero estoy preocupada por Kane y es casi en lo único que puedo pensar.
—Witte está aquí, ¿verdad? Probablemente mamá se distrajo. Puedo llamarlo y ver si
baja a buscarme. Pero si los dos están dormidos... —Dejo la frase sin terminar. 241
—Sí, Witte está aquí. —Si nota que me pongo alerta de repente, no lo indica.
—¿Por qué no te he conocido antes? —No es sospechoso, sólo curioso.
—Soy voluntaria de Hábitat para la Humanidad en Sudamérica. Estoy en casa de visita.
—Eh. Eso es bastante genial.
—Puede serlo. —Sonrío de nuevo y dejo el teléfono sobre la encimera para que pueda ver el
nombre de Witte en la pantalla. Suena varias veces antes de que entre el mensaje genérico del
buzón de voz. Después de todo, un hombre que siempre contesta al teléfono no tiene necesidad
de grabar un mensaje personal.
—¿Ves? —La decepción tiñe mi voz. —Probablemente estén durmiendo o lo que sea. Por
eso quería que tuviera una llave.
Me dirige una mirada comprensiva.
Suspiro pesadamente. —Iba a dormir en su sofá. Veinte horas, tres escalas, equipaje perdido.
Estoy hecha polvo.
—Deja que intente llamarla —ofrece mientras Casey entra.
—¿Sabes qué? —improviso, dando un paso atrás, —ayuda a este tipo y yo intentaré llamar
a Witte otra vez.
Las cejas de Casey se alzan por encima de sus gafas de sol, pero no duda en intervenir:
—Gracias. Hola, Tony. ¿Sabes de quién es ese sedán gris de ahí fuera? Creo que anoche
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Tony sigue a Casey fuera y, en cuanto los pierdo de vista, me inclino sobre el mostrador para
leer la pantalla del ordenador. Dánica White. 10G.
La yuxtaposición con el apellido de Kane me hiela la sangre. El sentido del humor de mi
madre suele ser morboso.
Me lanzo hacia el ascensor y pulso el botón de llamada, sintiéndome afortunada de que las
puertas se abran de inmediato a una cabina que me espera. Me meto y subo hasta la décima
planta, rebuscando en mi bolso mi kit para forzar cerraduras. Un día, mi amor, tendremos
que revisar juntos mi bolso. Aprenderás mucho de mí cuando veas lo que considero un objeto
esencial para el día a día.
Pero cuando llego a 10G, encuentro una cerradura numérica. No lo dudo. Tecleo mi fecha
242
de nacimiento y la cerradura emite un zumbido al desengancharse el cerrojo. ¿Cómo lo he
adivinado? Porque conozco a mi madre muy, muy bien.
Cuando entro en el piso, me siento a la vez eufórica y muerta de miedo. El aroma de mi
madre, tan querido y familiar, me golpea como un mazo. Me quedo un momento respirando,
absorbiendo todos los sentimientos familiares que evoca. Ella no está aquí. Lo noto enseguida.
Algo en mí cobra vida cuando está cerca. Tal vez el amor de niña. La esperanza de una niña.
Examino el lugar de un solo vistazo y lo descarto por no parecerse en nada a ella. La alfombra
blanca y los muebles pálidos pueden encajar con Dánica, pero no con mi madre.
Busco el teléfono de Witte y al propio hombre, que contestaría si pudiera. ¿Qué lo hizo
marcharse? ¿Se lo llevó con ella? La probabilidad de que vea a Lacy en la parte trasera de un taxi
es escasa. ¿Sabe ella que yo... que encontré el barco, que Val me había instado a hacer? ¿Lo tiene
vigilado? ¿Me vigila a mí tan de cerca?
Al entrar en el dormitorio, me quedo helada. Por un instante, me horrorizo.
El cuerpo atado en la cama está de espaldas a mí y no se mueve. Vestido sólo con panta-
lones de vestir negros y los pies descalzos, la extensión de piel expuesta parece aterradoramente
vulnerable. Entonces, esa melena blanca, leonina, tan familiar y querida, se mueve y Witte me
mira por encima de su poderoso hombro, con sus penetrantes ojos azules clavados en mí por
encima de una mordaza de bola.
—¡Witte! Jesús... —Rebusco en mi bolso mientras me acerco a él y saco mi navaja.
Primero desabrocho la mordaza. —¿Estás herido?
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Flexiona la mandíbula. —Mi orgullo, tal vez. Por lo demás, estoy bien.
Pero veo que eso no es del todo cierto cuando corto las bridas y veo las púas de la pistola
eléctrica que sobresalen de su musculoso pecho. Extiendo los dedos de la mano derecha alre-
dedor de la primera y ejerzo presión. Luego, la arranco de su carne con la izquierda con un
movimiento rápido y firme. Ni siquiera se inmuta y permanece en absoluto silencio. Repito el
proceso con la segunda púa y, cuando retrocedo, cae boca abajo, plano y casi inmóvil.
Gime, con el sonido amortiguado por el edredón, y me doy cuenta de que tiene los brazos
y las piernas entumecidos por la falta de irrigación sanguínea.
Gira la cabeza y me mira. —Ha ido por Kane. Sabe que está en el ático.
Se me corta la respiración como si hubiera recibido un golpe. El miedo se abre paso en la
243
boca de mi estómago. —Los ascensores no funcionan.
Quiero esperar una coincidencia, pensar por un momento que la casualidad impedirá que
ella llegue hasta él.
Pero no creo en las coincidencias.
—Se ha disfrazado de ti —explica bruscamente.
Se me escapa un gemido bajo. Mi móvil vibra y lo saco del bolsillo del muslo.
—Lacy. ¿Estás aquí?
—Abajo, con un tipo grande que trabaja para Rogelio.
—Compra una bolsa de donuts y dile al portero que vas a entregar al 10G. Haré que Witte
llame y lo apruebe.
—Entendido.
Cuelgo mientras Witte cae de espaldas. La sangre gotea de los pequeños agujeros de sus
pectorales y abdomen, manchando el pelo blanco de su pecho. —Estarías muerto si ella no
quisiera algo —digo sin rodeos. —¿Qué es?
—El dinero que le robaste.
—¿Y cómo cree que va a conseguirlo de ti?
—Ha amenazado a mi hija.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
245
ESA NO ES LILY.
Estoy completamente desconcertada por el pronunciamiento de Kane por un momento.
Darius también frunce el ceño, confundido.
—¿Quién demonios es entonces? —protesto malhumorada, preguntándome si he llegado a
un punto de estrés que roza la locura. No puede haber varias Lily.
Pero entonces... hay pruebas que sugieren que puede haberlas.
Se desliza las gafas de sol por la cabeza. —¿No te acuerdas de mí, Aliyah?
Frunzo el ceño. Su cara no se me olvida. Sin duda me acordaría si hubiera conocido a una
mujer que se pareciera tanto a Lily.
Curiosa, echo un vistazo más detenido. La mujer que se nos ha unido es más voluptuosa que
Lily. Y la cara... es inquietantemente parecida, pero no idéntica.
Echa un breve vistazo a la foto del tatuaje de Lily que cuelga sobre la chimenea y luego
sonríe a Kane. —Te pareces tanto a tu padre. Me trae recuerdos.
—¿Cómo conoces a mi marido? —La fulmino con la mirada. Estoy sintiendo demasiadas
cosas a la vez, pero dentro de ese caos hay unos celos agudos y punzantes.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Morir, habiendo fallado a todos mis hijos, sería el infierno más oscuro.
—Podrías habérmelo dicho —le dice Kane a la chica. —Te habría ayudado.
—Demasiado tarde ya. —Se desentiende la madre de Lily. —Ponte en marcha.
—No voy a abrir la caja fuerte. —El tono de mi hijo es demasiado despreocupado.
Imposiblemente, mi pulso se acelera. Cuanto más tranquilo está Kane, más peligroso es. Su
temperamento es temible, pero hay seguridad en esa liberación. Es cuando se calla cuando la
amenaza se vuelve real.
—Puedo matarte —sugiere con indiferencia, —y cortarte el pulgar para abrirlo.
249
—Adelante.
—¡Basta! —Me levanto de un tirón, tropiezo con Darius y caigo de rodillas a su lado. Está
empapado de sudor y se agarra el estómago, pero la sangre se filtra a través del algodón negro
de la camisa de Kane.
Me quito el pañuelo de seda que cubre miss hombros y se lo pongo en las manos. —¡Dale
lo que quiere, Kane!
—Lo que quiere es matarme. Quizá también quiera el dinero, pero podría habérselo lle-
vado en cualquier momento si fuera así. Araceli aprendió los trucos del oficio de ti, ¿verdad,
Stephanie? ¿O es mejor que tú?
—Siempre ha sido mejor que yo. Impecable. —El orgullo en su voz sólo hace que sus ac-
ciones sean más perversas. —Ella nunca cometió un solo error hasta ti, y es un error que parece
que no puede dejar de cometer. Algún día aprenderá la lección, pero no dejaré que malgaste su
juventud contigo.
—No acabará con mi muerte, igual que no acabó con la suya.
Me inclino y aprieto la frente de Darius murmurándole que estoy aquí, que lo quiero y que
vivirá. Se agita, perdido en su sufrimiento, y una tormenta comienza a gestarse dentro de mí.
Stephanie se burla de Kane. —No creíste que estuviera muerta el tiempo suficiente.
—Si hubiera vivido el resto de mi vida como viudo, no habría cambiado nada. —Su tono
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
¿La está provocando con su intrepidez? ¿O está tan desesperado como yo y mejor preparado
para morir? Durante años sufrió viviendo sin Lily. Tal vez hizo las paces entonces.
¿Dónde está Lily? ¿Podría ella detener esta locura?
Su madre se ríe. —Pero saber que estaba viva no te impidió acostarte con otras, ¿verdad? Al
final tus votos no tenían sentido, ¿no?
Kane aprieta la mandíbula. —Saber que estaba viva y no conmigo, eligiendo no estar conmigo,
cualquiera que fuera la razón... Sí, estaba enfadado y dolido. Quería que hacerle daño. Lo sufi-
ciente para que volviera. No es algo de lo que esté orgulloso. Y siempre viviré con esa vergüenza.
—O podrías morir con ella. Es una pena que te hicieras una vasectomía. No tienes ni idea
250
de lo que costó dejar embarazada a Erika y luego sincronizar su encuentro contigo. Hubiera
sido entretenido ver eso durante el tiempo que tardaste en descubrir que el bebé no era tuyo.
¿Ves lo predecible que eres?
—Ahora está a salvo —dijo.
—Creo que ‘inútil’ es la palabra que estás buscando —sugiere en un tono soleado tan ho-
rripilante que todos nos quedamos atónitos.
El silencio momentáneo se rompe con un fuerte chasquido que me hace dar un respingo.
Reconozco el sonido. Retrocediendo detrás de un sillón, me asomo y encuentro a Bea apun-
tando a Stephanie con la pistola. El gatillo vuelve a chasquear. Y vuelve a hacer clic.
Stephanie parece exasperada.
—¿De verdad creías que te iba a dar un arma cargada, estúpida?
Y entonces se mueve con una rapidez asombrosa. Bea da un grito ahogado y se lleva la mano
al costado. El arma cae sobre la alfombra. La empuñadura de un cuchillo sobresale de su co-
razón. La criada nos mira a todos con los ojos muy abiertos, sin pestañear. Luego se le doblan
las rodillas y cae al suelo.
Abriendo la boca, suelto un grito desde lo más profundo de mi alma y, una vez liberado, no
puedo detenerlo.
Moviendo su larga falda hacia un lado, Stephanie deja al descubierto una funda vacía atada
a su muslo y se agacha rápidamente para recuperar su cuchillo. Kane se mueve, abalanzándose,
y ella pivota para defenderse, cargando contra él con la daga ensangrentada.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Mi grito salta por los aires, una violenta descarga de furia e histeria.
Kane tiene furia y tamaño, pero la madre de Lily tiene habilidad y velocidad.
No lanza la espada, sino que le atraviesa el pecho con un brazo delgado y esquiva ágilmente
su puño oscilante. Gira y se coloca detrás de él en un torbellino de faldas carmesí. Levanta el
brazo y le apunta al cuello con el cuchillo.
—¡No! —Darius se las arregla de alguna manera para pasar por encima de mí, precipitán-
dose sobre Stephanie, que es derribada lejos de Kane. Golpea el suelo con increíble violencia.
Un ruido repugnante rompe mi grito bruscamente, como un interruptor. El sonido de algo
duro chocando con algo más duro. 251
Darius rueda sobre su costado, gimiendo.
Stephanie yace de espaldas, con su hermoso rostro enmarcado por un charco de sangre que
se extiende rápidamente sobre la chimenea de mármol.
35
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
252
—VUELVEN A FUNCIONAR —ANUNCIA EL PERSONAL DE RECEPCIÓN. —
Sentimos mucho las molestias.
Corro hacia el ascensor. Casey viene detrás de mí. Lacy se quedó con Witte para coordinar
un destacamento de protección para Catherine y servir de refuerzo.
—Si mi madre se me escapa, volverá aquí por ti —explico gravemente a Witte antes de salir.
—Tendrás que acabar con esto.
Para entonces ya estaba sentado, con las heridas limpias y vendadas. Sus ojos azules adqui-
rieron una frialdad plana y sin vida. —Sé lo que tengo que hacer.
Tomándolo por sorpresa, me incliné hacia él y lo abracé con fuerza, intentando transmitirle
mi pesar sin palabras. Me devolvió el abrazo, enredando su mano en mi pelo.
—No hagan sospechar al novio de Catherine —indiqué cuando me dirigía a la puerta. —
No queremos a Christian en el viento. Podría sernos útil.
Recuerdo la mirada de Witte antes de que la puerta se cerrara tras de mí. Ahora me ve como
soy de verdad, pero no me juzga con dureza. Al final, él y yo tendremos mucho de qué hablar
si conseguimos pasar el día.
Pero ahora no puedo pensar en eso. Mientras el ascensor sube por la torre hasta el ático, saco
el teléfono y llamo a Rogelio. —Los ascensores están funcionando.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Los he oído. Voy a tomar uno ahora. —Ha recuperado la voz, y es sombría. —¿No pu-
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—¡Kane!
Aliyah se sobresalta por mi grito.
Y ahí está, levantándose rápidamente de donde un sillón lo ocultaba. Se acerca el teléfono
a la oreja, pero extiende el otro brazo hacia mí. Me precipito hacia él, mareada de alivio, hasta
que veo el largo corte en su torso, que ha sangrado tan profusamente que sus vaqueros están
empapados de sangre.
—¡Estás herido!
Estoy bien, modula mientras tomo su mano extendida. Me aprieta los dedos con fuerza tran-
quilizándome. —Ya está aquí —comenta al teléfono. 254
Luego inclina la cabeza hacia la chimenea, con una expresión dolorosamente sombría.
Veo la mancha roja que se extiende por la alfombra.
—¡Mamá! —Me dejo caer a su lado, el cuchillo repiquetea en la chimenea de mármol
mientras le agarro la mano. Está casi tan fría como los guardias que dejó en el vestíbulo, mor-
talmente pálida bajo la piel besada por el sol, y por un instante pienso que se ha ido. Que ya no
es una amenaza. Pero entonces parpadea lentamente y sus ojos se abren para mirarme.
Es surrealista verla tan hermosa, tumbada como si estuviera durmiendo la siesta, mientras
que el grotesco charco de sangre que se agolpa bajo su cabeza dice la verdad. Permanece in-
móvil, con el pecho subiendo y bajando a duras penas.
—Araceli —susurra. Un violento temblor la recorre.
—Estoy aquí, mamá. —Me inclino y le beso la frente, luego aprieto mi mejilla contra la
suya. —Te quiero.
—Mi niña preciosa. —Sus palabras flotan suaves como la niebla hasta mi oído.
Me enderezo y busco su rostro. Está serena, sus rasgos son suaves. La luz loca de sus ojos lu-
minosos ha desaparecido. Vuelvo a ver a mi madre. Empiezo a sollozar, luchando por ocultarle
mi dolor y mi pena.
Agarro la mano flácida que una vez me cepilló el pelo y le aparto los mechones de la peluca
de la cara, arreglándosela de nuevo.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Sé que te portarás bien —dice en voz tan baja que sólo se veo el movimiento de sus labios.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Pronto lo matarás.
Me alejo de ella, horrorizada por su último pensamiento.
Sus labios se curvan en una tierna sonrisa y sus ojos se quedan fijos en mí mientras la vida
los abandona. Un violento espasmo recorre su cuerpo. Al instante desaparece.
Mis dedos tiemblan mientras cierro sus ojos. Luego inclino la cabeza y sollozo.
Siento que Kane se agacha a mi lado. —Setareh...
Dejo caer su mano y me vuelvo hacia él.
—Lo siento —suspira, acariciándome el pelo. 255
—Ella no habría parado. Nunca. Esta era la única forma en que podía terminar.
—Darius me protegió de ella. —Hay un temblor en su voz. —Estaba gravemente herido, y
aun así luchó por mí. No sé si lo conseguirá.
Apartándome, miro a Darius con gratitud y remordimiento. Encuentro su mirada. —¿Has
pedido ayuda?
—Witte tiene una ambulancia privada en camino.
Acaricio su mejilla con la mano. —Tienes que bajarlo en el ascensor hasta el garaje. Los pa-
ramédicos no pueden subir aquí. Los guardias están muertos en el vestíbulo. Rogelio está aquí,
y uno de sus hombres, puede ayudar a cargar a Daríus.
Respira hondo mientras asimila lo que le he dicho, luego asiente.
—Tienes que ir con él, Kane —insisto con urgencia. —Los dos necesitan atención de ur-
gencia inmediata.
—¿Y qué harás tú?
—Limpiar. Mi madre no puede estar aquí. Ya lo saben. Darius ha cometido una letanía de
pecados, pero su muerte no es uno de ellos. Y su conexión conmigo nunca podrá ser conocida.
Aprieta su frente contra la mía, nuestras respiraciones se mezclan. Su mano está en mi nuca,
abrazándome con fuerza. Estoy agotada por mi profundo alivio y el peso del luto.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Como siempre, sé lo que está pensando. No quiere que deje descansar a mi madre sola.
—Querida.
Con el rostro sombrío y los ojos hundidos, Rogelio entra en la biblioteca y contempla la
escena de un solo vistazo. Se pone en cuclillas junto a mi suegra, comprobando el pulso de Da-
rius. Luego pone la mano en el hombro de Aliyah y le susurra algo. Ella asiente, con el cuerpo
tembloroso. Pero parece que él le da fuerzas y su postura se endereza.
—Una ambulancia está en camino —anuncio.
Se levanta y asiente. —Tenemos trabajo que hacer.
Pero primero se acerca a mi madre y le echa una mirada larga y dura. —No sé cómo has
256
salido de ella —expone tajante, con la furia enhebrando cada palabra. Luego se da la vuelta y
saca su teléfono.
—No tenemos mucho tiempo. —Me levanto y tú también te levantas, con cuidado, con
una mueca de dolor por el esfuerzo.
Una explosión de actividad rompe la horrorizada quietud. Salgo de la habitación para re-
coger más toallas y un edredón que sirva de camilla para Darius. Cuando vuelvo a la biblioteca,
veo que Witte y Lacy ya han llegado.
Lacy se arrodilla junto al cuerpo de Bea, su compañera de trabajo durante muchos años.
—Ojalá hubiera confiado en mí. Creí que éramos amigas. No tenía ni idea.
Witte está de rodillas junto a mi madre, con el rostro impasible. Pero le ha tomado la mano
como yo, y se ha colocado unas monedas sobre los ojos.
—¿Sabes lo que harás con ella? —pregunta sin levantar la vista. —Sí.
Asiente con la cabeza, se toma otro momento y se levanta con agilidad. Su mirada se dirige
a los objetos que tengo en las manos, plenamente consciente del propósito que tienen.
—Me ocuparé de esto.
36
Lily
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
257
EL SOL BRILLA EN UN CIELO DESPEJADO, Y LA BRISA DEL OCÉANO ES
SUAVE. El día no podría ser más diferente del que tuvimos allá hace tanto tiempo, cuando el
mar se ensañó conmigo por mis decisiones y me dispuse a matar a la mujer que me había dado
la vida.
Las olas mecen La Tempête suavemente bajo mis pies. Zarpamos hace horas y ahora estamos
a millas de distancia en el Atlántico. No hay nada más que agua fría y oscura hasta donde al-
canza mi vista. Echo de menos el océano y mi barco. He echado de menos a mi madre, y ahora
por siempre la extrañaré. Nunca dejará de existir esa añoranza. Aun así, siento pena por una
mujer que sólo existía en mi mente: la madre que yo quería, no la que tuve. Una mujer cuyo
verdadero nombre e historia tal vez nunca conozca, pero que no será olvidada porque marcó
todas las vidas por las que pasó.
Las coordenadas de aquel fatídico momento, en el que levanté el arma y las olas me arro-
jaron a lo alto en represalia, se han perdido en esa tormenta. No puedo llevar a mi madre de
vuelta a ese lugar exacto y cerrar ese círculo, y quizá sea lo mejor. Ese es un punto del mapa
marcado por la traición y la confusión. Hoy puedo darle la paz que nunca conoció en vida.
Puedo despedirme con amor en lugar de con miedo y dolor.
Cierro los ojos, inclino la cara hacia el calor y me asomo a la luz. Parece que han pasado
siglos desde el derramamiento de sangre en el ático, pero fue ayer. Sólo han pasado horas. Lo
siento acercarse por detrás, rodeándome con sus brazos y me apoyo en él, mi ancla y mi apoyo.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
258
EPÍLO G O
Aliyah
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
259
ESTUDIO MI REFLEJO MIENTRAS ME APLICO CON CUIDADO EL TONO
carmesí “blood lily” y me froto los labios. Me había planteado ponerme un brillo nude, pen-
sando que eso suavizaría mi aspecto y mi atractivo sexual, lo que algunos dirían que se adaptaría
mejor a las circunstancias.
Pero decido no empequeñecerme de esa manera ni de ninguna otra. Me he liberado de mi
pasado y he asegurado mi futuro. Ya no me esconderé en la vergüenza.
—¿Lista? —pregunta Ramin, llenando la puerta detrás de mí. Está muy seguro de sí mismo
y es impresionantemente atractivo con un traje azul marino a medida y una corbata a rayas que
realza el azul intenso de sus ojos.
—Sí —indico, girándome hacia mi hijo pequeño.
Ha cambiado mucho en el último año. Convertirse en accionista de Baharan le ha dado un
nuevo propósito y le ha ayudado a recuperarse de su desafortunado y equivocado amor por Amy.
Kane tenía razón cuando dijo que Ramin necesitaba salir de su sombra, aunque echo de
menos ver a mi hijo mayor a diario. Lo llamo a menudo, buscando tanto su consejo como el
entrañable sonido de su voz, pero sigo llorando la muerte de mi sueño de construir un imperio
familiar. Kane y su mujer ya casi nunca están en el país.
Aun así, trabaja como consultor contratado para Baharan, y Ryan Landon ha sido una pre-
sencia firme en el consejo.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—Estoy muy orgulloso de ti —admite, y me pregunto si sabe hasta qué punto me afecta
ese sentimiento.
—Yo también, mamá.
La voz de Rosana me hace mirar más allá del hombro de Ramin para encontrarla. Me espera
en el umbral del cuarto de baño, en mi despacho. Está encantadora con un traje de negocios
con falda de color verde azulado.
Y detrás de ella, Kane espera con una leve sonrisa.
—¡Kane! —exclamo, encantada de que aparezca precisamente hoy. Aprieto la mano de Ro-
sana al pasar junto a ella, pero abrazo a mi hijo con todas mis fuerzas. Han pasado unos meses
260
desde la última vez que lo vi. —Me alegro mucho de que estés aquí.
—No me lo perdería —dice devolviéndome el abrazo.
Cuando me aparto para mirarlo, observo que los tres se han vestido a juego. Casi a juego.
Un frente unido.
Por un momento me duele el corazón. Echo de menos a Darius. Lo visito tan a menudo
como puedo, y parece que progresa constantemente. Aun así, sus médicos dicen que le queda
mucho camino por recorrer. Me animan las estadísticas: la mitad de las personas diagnosticadas
de esquizofrenia consiguen mejorar a largo plazo. Tengo la esperanza de que él sea uno de los
más afortunados.
Acaricio la mejilla de Kane con la mano. Tiene buen aspecto. Aún lucho con el pasado de
Araceli y me molesta que él haya dejado su vida para viajar por el mundo con ella, pero no
puedo negar que lo hace tremendamente feliz.
Suena mi teléfono y cruzo mi despacho para recogerlo de la mesa.
La cara de Rogelio ilumina la pantalla y mi estado de ánimo.
—Bueno, hola a ti —saludo. También lo echo de menos. —Sólo quería decirte que te
rompas una pierna.
—Te has acordado. —Y me conmueve que lo haya hecho. Es terriblemente injusto que de-
cidiera alejarse de Baharan justo antes de que Kane se fuera. Me habría venido bien un poco de
apoyo moral entonces, pero se ha convertido en un amigo muy querido a pesar de su ausencia.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
fin ha finalizado el divorcio –dilo cinco veces rápido– y ha sido bastante fácil disolver el acuerdo
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
migo. A veces resurgen recuerdos de cuando me drogaban, y nunca los compartiré con nadie.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Será bueno ponernos al día. Mándale un mensaje y dile que vas ir. Me dijo que estuviera
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
ese hombre existe por lo que insinuó a lo largo de los años. ¿Estaba cuerda antes de eso? No lo
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
sé. Algunas mujeres salen fortalecidas después de un asalto brutal, como Aliyah. Y otras estarán
rotas para siempre, como mi madre.
Cierra mi puerta y rodea el capó por el lado del conductor.
Cuando se reúnes conmigo, suspiro, feliz como nunca de estar cerca de él.
—Son las ocho en España —señala. —Podríamos llamar al equipo y ponernos al día.
—Sí, también podríamos hacerlo.
Rogelio, Salma, Tovah y Lacy están ocupados con el equipo español, preparando el terreno.
Me he resignado al hecho de que están comprometidos a desmantelar la organización de Val.
Y también él. O, debería decir, que está comprometido conmigo y con proteger a los demás
267
de individuos sin conciencia como mi madre. Estar cara a cara con ella le abrió los ojos a la
depravación que existe en los bajos fondos y que afecta a las vidas de gente inocente cada día.
Me preocupaba implicarlo, cambiarlo. Siempre quise mantener esa parte de mi vida separada,
pero no lo permitió. Trabajaremos juntos, insistió. Y lo he visto crecer en nuestra nueva vida
juntos, erguido y fuerte como un roble, prosperando. Aún lo mantengo alejada del trabajo hú-
medo, pero la organización, la coordinación, la facilitación... Por no hablar de que, más de una
vez, su encanto y carisma han allanado el camino. Se ha convertido en un miembro inestimable
del equipo. Somos socios en todos los sentidos, compartimos todo, dos mitades de un todo.
Me mira mientras aprieta el botón de arranque y el potente motor se pone en marcha.
—No parece que quieras hacer ninguna de las dos cosas.
Giro la cabeza para mirarlo y me bajo las gafas de sol para que pueda verme los ojos.
—Prefiero hacerlo contigo.
Arquea una ceja y me dedica una sonrisa lenta y sexy.
Witte
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Así que, como mi hija –y la Sra. Black hasta cierto punto–, estoy de luto por un personaje ficticio.
—Papá, eres muchas cosas —dice Catherine, agarrándome la mano, —pero nunca aburrido.
—Me complace oír eso.
—Llevas la vida más emocionante de todos los que conozco. Antes pensaba que debía de ser
horrible estar atrapado en Nueva York todo el tiempo. Ahora estás en todas partes.
Me suelta la mano, se gira y camina hacia atrás delante de mí. —Es romántico cómo Kane
acaba de deshacerse de los grilletes de la rutina diaria —suspira, mientras su pelo ondea como
una pancarta —y ahora viaja por el mundo con su esposa, recuperando el tiempo perdido. 269
Mi sonrisa se ensancha. Cada día que pasa aparecen más destellos de la chica descarada y
alegre que conozco. —Sí, están muy enamorados.
Y son muy peligrosos como pareja.
He visto equipos trabajar a la perfección después de años juntos, desarrollando un ritmo
que facilitaba su trabajo. El Sr. y la Sra. Black, separados mucho más tiempo del que estuvieron
juntos, ahora reunidos, tienen una afinidad como nunca he visto. Hace poco, en un momento
de crisis, los vi mirarse en el vestíbulo de un hotel abarrotado de El Cairo y comunicarse en
silencio una revisión espontánea de los planes inicial, de reserva y a prueba de fallos al instante.
Entonces se movieron como una unidad y evitaron el desastre.
Hasta ahora, sólo un puñado de individuos –todos ellos de confianza– saben que Stephanie
Laska ha muerto. Dado que la mayoría desconoce que tuvo un hijo, Araceli ha encontrado
oportunidades de explotar su parecido para obtener un acceso extraordinario. Se susurra que
Stephanie Laska tiene la misión de eliminar a los lugartenientes de la organización de su di-
funto marido que no le son leales. Por ahora, es una distracción útil.
—¿A dónde vas ahora? —consulta Catherine.
—A Barcelona.
—¡Está en mi lista! —exclama, refiriéndose a los lugares donde quiere que vayamos de va-
caciones. —Sabrás todo lo que hay que ver y hacer cuando vayamos.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—¡Por supuesto! —Ella corre hacia un columpio que cuelga de un árbol nudoso que
parece que siempre sopla una fuerte brisa.
Hemos hecho este paseo todas las mañanas y siempre se ha columpiado durante unos mi-
nutos. Me siento en la arena y la observo, memorizando el espectáculo. Ya es una mujer adulta,
pero sigo viendo a mi niña en momentos como éste.
Como si leyera mis pensamientos, me pregunta—: ¿Crees que acabarán teniendo hijos? ¿O
seguirán paseando?
Sus largas piernas se estiran hacia el horizonte mientras se balancea hacia delante.
Me rodeo las rodillas con los brazos e imagino la casa de la playa de Greenwich llena de risas
270
infantiles. Anhelo eso y sé que ya lo han hablado. —Sí, se instalarán cuando llegue el momento.
—¿Tendrán niñera? ¿O vas a añadir la tarea de los pañales a la descripción de tu trabajo?
—Esas preocupaciones están muy lejos todavía, pero puedo decir con confianza que será un
placer cuidar de cualquier niño de la casa. No tendré una niñera que venga y me robe esa alegría.
—De acuerdo. Pule tus habilidades con los bebés para cuando me toque ser mamá.
La opresión en mi pecho por su persistente melancolía empieza a aliviarse. La resistencia del
espíritu humano es milagrosa. Sólo tengo que mirar a Amy Searle, Aliyah Armand y Kane y
Araceli Black para comprobarlo.
Catherine sale volando del columpio con su impulso hacia delante y aterriza de pie en la
arena. —Muero de hambre —anuncia. —Vamos a desayunar y a la piscina.
Me pongo de pie y ella enlaza su brazo con el mío. Estoy contento con mi pasado, con el
presente y con todo lo que me depara el futuro.
Fin
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
KANE.
Sigue leyendo para enterarte un poco más de
271
Kane
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Me gustaba más así, informal y cómoda. Me resultaba más fácil imaginarnos como pareja.
Por supuesto, yo estaría sentado a su lado y ella estaría acurrucada contra mí. La estaría
tocando, haciendo girar su brillante cabello alrededor de mis dedos, masajeándole el cuello,
acariciándole el brazo.
Jesús, nada de eso era sexual, pero sentía la lenta ebullición de la excitación. Me ponía a cien
con solo respirar.
Me agaché y apoyé las manos sobre las rodillas, invadido por el alivio vertiginoso de haberla
encontrado. Por fin nada se interpondría en mi camino.
Una lágrima cayó como la lluvia sobre los adoquines, luego otra. Sabía que la idea de per-
derla se entretejía con mi pasado, con el hecho de sentirme siempre menos que los demás y
275
abandonado, y el entrelazamiento era como una red que me asfixiaba. Pero también confiaba
en mis instintos. No tenerla destrozaría el resto de mi vida. Nunca sería el mismo sin ti, nunca
tendría la misma oportunidad de ser feliz.
—¿Has venido corriendo desde el Bronx? —preguntó despreocupadamente, con la mirada
clavada en las olas que rompían delicadamente en la orilla. Como una sirena cantó para mí
llevándome a naufragar contra sus rocosas defensas. Y aunque ya estaba maltrecho por meses
de su formidable resistencia, podía sufrir más y lo haría si fuera necesario.
Mi corazón latía violentamente mientras ella descansaba a escasos metros como si no me
hubiera hecho pedacitos al hacerme ghosting.
—Lo habría hecho —declaré con fuerza. —Haría cualquier cosa para llegar a ti. Pero parece
que te habría perdido si hubiera tardado unos minutos más.
Le dio otra calada al cigarrillo. —Tendría que haberme ido esta mañana. Entonces me dije
que te daría veinticuatro horas para localizarme. Si el universo quería que estuviéramos juntos,
aparecerías. Si no, no lo harías.
Yo no creía en todas las cosas espirituales y existenciales como ella. Pero sí creía que era una
hacedora de reyes, y yo había nacido para ser su rey.
—El universo nos ha querido juntos todo el tiempo, Lily. ¿Por qué luchar contra él ahora?
—Porque soy una egoísta sin autocontrol cuando se trata de ti. —Giro la cabeza hacia mí,
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Se puso en pie con gracia felina y me miró. Estaba descalza y tenía pintadas las uñas de los
pies de un rojo intenso. Vestía una especie de mono de seda, negro con bordados dorados, su-
jeto por finos tirantes en los hombros.
Vi en sus ojos el destello ardiente y brillante de una necesidad recíproca, un destello ator-
mentador de un hambre profunda, antes de que cerrara la mirada. Ser objeto de esa mirada fue
brutal, saber que sentía la misma necesidad y el mismo deseo que yo.
Enfadado por eso, fui cortante. —No tengo ningún problema con que seas egoísta conmigo
o te salgas de control. —Me enderecé, secándome las lágrimas con impaciencia y sin vergüenza.
—Te quiero muchísimo. Nadie te querrá nunca, ni podrá quererte nunca, tanto como yo. Pero
eres una maldita cobarde. 276
—Soy muchas cosas realmente desagradables, Kane. Has cometido un terrible error vi-
niendo aquí. —Había un borde afilado en sus facciones, una mirada que convertía un rostro
suave en una escultura sin vida, y la mordacidad de su tono me dijo que había algo profunda-
mente personal en sus palabras.
—No tuve elección, me estabas esperando.
Siempre fue muy dura conmigo, pero yo la veía a ella, lo bueno y lo admirable, lo malo y lo
peor, y me encantaban todas sus facetas. Puede que pensara que quería a un hombre que sólo
viera lo mejor de ella, pero su lado oscuro no soportaría ser ignorado, Setareh. Ella también
quería ser amada. Tal vez ella era la parte de ti que me quería. Me parecía bien. Yo también
tenía un lado oscuro.
Sus ojos de gato me estudiaron con curiosidad desalmada. —Entonces... ¿qué es lo que quieres?
—Tú sabes lo que quiero.
Sus ojos se dilataron y el precioso verde se redujo a un simple anillo. Por lo demás, estaba
congelada, instintivamente quieta ahora que reconocía que el depredador en ese momento no
eras ella. —Si pasamos la noche juntos, ¿será suficiente?
Mi boca se curvó en una dura sonrisa. —No será suficiente para ti.
—Ah, esa fanfarronería. Siempre me afecta —confesó dedicándome una media sonrisa afli-
gida que me llegó a un lugar tan profundo que nadie más había alcanzado.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
Al estudiarla, noté los signos de rendición y sumisión. Su lujuria por mí me atrapó. Podía
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
sentir las exigencias silenciosas de su cuerpo, las señales que enviaba al mío. Su mirada se volvió
seductora, su cuerpo fluido y sensual incluso estando inmóvil.
Exuberante de deseo, me estudió con gran interés. No había recelo ni miedo. Ni desafío.
Sólo curiosidad atenta y el lento ardor del deseo.
Me acerqué. Nos separaba un suspiro, si acaso. Si me movía un centímetro, nos tocaríamos.
Pasó un momento, luego otro. Su perfume se deslizó a mi alrededor como un abrazo ilu-
sorio, realzado por el calor de ese cuerpo. Nuestra conciencia mutua creció, la tensión aumentó.
La atracción era algo tangible, una profunda atracción inexorable. Me hormigueaba la piel,
abrasándome los pulmones.
—Soy increíblemente bueno con las manos —murmuré. —Mis dedos son talentosos e
277
incansables. Me muero de ganas de deslizarlos dentro de ti, de sentir lo suave y húmeda que
estás, lo golosa.
Su respiración se aceleró en suaves jadeos.
Un fuerte escalofrío sacudió su cuerpo. —Y mi boca... Lily, las cosas que voy a hacerte con
mi boca. Primero, te besaré durante mucho, mucho tiempo. Estoy hambriento de su sabor.
Bajé mis labios hasta los suyos, tan cerca que podía sentir el calor de las suaves respiraciones
que se le escapaban. Estaba temblando entonces y mi polla lo suficientemente dura como para
hundir clavos. —Entonces tus pezones... He visto cómo se ponen como guijarros. Me muero
de ganas de chuparlos, de provocarlos con largos y lentos lametones. Y tu coño —gemí sólo
de pensarlo. —Voy a abrirte como un festín y a lamerte ese dulce coño hasta que me supliques
que use mi polla en su lugar.
—Kane...
—Nadie te ha hecho o podría hacerte el amor como yo lo haré. No tienen la habilidad, la
paciencia o la resistencia que tengo, y nunca antepondrán tu placer al suyo como yo lo haré.
Porque estoy tan jodidamente dentro de ti. Lo eres todo para mí.
Inspiró con dificultad.
Sonreí con amargura. —Has estado prolongando lo inevitable. No puedes parar esto más
de lo que yo puedo. ¿No fuiste tú quien lo llamó una loca atracción? ¿Una oscura obsesión?
Estás mojada y lista, y ni siquiera te he tocado. Imagina cómo será cuando te folle hasta que no
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
puedas soportar otro orgasmo sin perder la cabeza. Sólo tu miedo te impide sentir ese placer.
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Enderezándome, retrocedí. —Te amo, Lily. Te lo demuestro cada día. Estoy cansado de vivir
sin ti, no puedo más. Deja de huir asustada y tómame. Soy tuyo.
Me miro de una forma que me completaba, que me veía no como el hombre inacabado que
era, sino como el hombre que podría ser. Sólo me convertiría en esa persona por ella, gracias a
ella. Creo que debe haber llegado a aceptar ese hecho –y lo mucho que la necesitaba por ello–,
porque su entrega posterior fue absoluta.
Deslizando los pulgares bajo los tirantes, se los bajó. La seda susurró hasta encharcarse a sus
pies, revelando la belleza de su cuerpo desnudo. La sangre pasó por mis oídos como un rugido
de olas. Mi polla se alargó y se hinchó de lujuria. 278
El mono había sido su única prenda. Estaba completamente desnuda, descalza, a la vista de
cualquiera que pasease por la playa. Sus elegantes brazos se alzaron y soltó su cabello. Le caía
por la espalda rodeándole los hombros en una cascada de tinta.
Las sirenas te envidiaban, Setareh.
Le devolví la pregunta. —¿Qué quieres tú?
—Es obvio lo que quiero.
Me eché la mano a la espalda para agarrarme del cuello y tiré de la camiseta por encima de
la cabeza. La dejé caer sobre una silla mientras caminaba hacia ella.
Era imposible deshacerse por completo del pánico. La había deseado durante tanto tiempo
que no parecía posible que aquel anhelo aparentemente interminable hubiera terminado.
Temía que el momento fuera una invención de una mente febril desesperada por recobrar la
cordura, que fuera un espejismo conjurado por la locura que se desvanecería en cuanto la tocara.
—Tenía la intención de llevarte a cenar —dije. —Encantarte y enamorarte. Seducirte. Ha-
certe mía sobre pétalos de rosa y la luz de las velas.
Su garganta se movió en un trago difícil. —Ya fui seducida.
—Que quede claro: no estoy aquí para echar un polvo y luego volver a mi rutina habitual.
Empezamos ahora, Setareh. Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas juntos. Si crees que
soy una opción y no tu objetivo final, tienes que pensártelo otra vez.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Sus ojos, esos estanques de jade translúcido, no tenían fondo y de repente estaban llenos
de alma. Me dio la razón. La estreché entre mis brazos y mi cuerpo se encendió con un calor
erótico cuando su piel finalmente tocó la mía. Era real y cálida. Oí y sentí su respiración entre-
cortada, sus brazos de seda me pasaron por los hombros y sus labios rozaron mi mandíbula.
El contacto me sacudió y mis pasos vacilaron. Su esbelto cuerpo se estremeció con una risa
silenciosa.
—Compórtate —reprendí, llevándola hacia la casa que ahora se abría como un bostezo de
bienvenida.
—Nunca lo haré —jadeó, con su lengua acariciando la vena de mi garganta que palpitaba
enloquecida. —Te lo he dicho y no me escuchaste, así que... ¿Arriba o abajo? 279
—¿Vas a follarme o a dar un recorrido? —Su mano se deslizó hacia abajo para cubrirme el
corazón, las yemas de sus dedos rozaron mi pezón como plumas. Sentí como si me hubiera
tocado un cable de alta tensión, la corriente eléctrica abrasando directamente a mi polla.
—Lily... —Con un gruñido, la dejé justo detrás de las puertas del patio. Me dirigí hacia el
sofá y, con una mano en la nuca, la insté a que se inclinara, mientras con la otra acariciaba la
parte interior de su rodilla y levantaba su pierna hacia el respaldo del sofá, el único mueble que
no estaba cubierto de tela.
Era una experta en provocarme, en desafiarme de una forma que me incitaba a actuar antes
de estar preparado. Tendría que trabajar en mi control y ponerle algunas reglas. Los dos nece-
sitábamos disciplina.
La posición en la que la puse la dejó completamente expuesta ante mí, con su piel más
íntima desnuda salvo por un triángulo de rizos oscuros estrechamente recortados sobre unos
bonitos labios vaginales rosados. La inmovilicé con la mano en la parte baja de la espalda y
apreté con la palma. Estaba caliente y resbaladiza, desesperadamente preparada.
Inspiré profundamente al comprobar su excitación. Con las yemas de los dedos, froté la
lubricación resbaladiza sobre su clítoris, masajeándola con movimientos firmes y pausados.
Era más suave que la seda, más suave que todo lo que había tocado.
Su gemido grave y el fuerte estremecimiento que sacudió su esbelta figura fueron mi
recompensa.
—Estás tan mojada, Setareh. —Sonreí, por fin capaz de divertirme con su obstinación.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
—Kane... —Se retorció y la inmovilicé con más fuerza. Sus uñas dejaron marcas en el sofá
verde esmeralda.
Sus caderas giraron, buscando el placer. Deslicé mi dedo corazón dentro de ti. Gritó y yo
gemí. Estaba cremosa y voraz, las paredes de terciopelo temblaban ante la intrusión. Yo estaba
tan empalmado que resultaba doloroso.
Nuestros cuerpos estaban alineados primariamente y no prestaban atención a nada más. Tan
compleja como era nuestra relación, esto era simple y sin complicaciones.
—Joder, qué apretada estás. —Mi voz era gruesa y ronca, mi polla se sacudía con la nece-
sidad de sentir ese apretón por sí mismo. El tormento del día me había dejado indefenso. Me
movía por instinto cuando la penetré con un segundo dedo. —Me has estado esperando todo
280
este tiempo, ¿verdad?
—¿Sí? —gritó, arqueando la espalda mientras mis dedos la follaban con suaves y rápidas
embestidas.
No respondí. Si la atormentaba pensar en mí con otras mujeres, se lo merecía por lo que
nos habías hecho pasar a ambos. Añadí un tercer dedo, el antebrazo tenso, las venas en relieve
mientras la llevaba más arriba. Lily se retorcía, suplicando.
—No te muevas —ordené, metiéndome la mano en el bolsillo trasero en busca de la cartera
y sacando el preservativo con manos temblorosas. Se movió y le di una palmada en ese precioso
culo. —¿Qué te había dicho?
—¡Eres un sádico!
—Mira quien habla. Llevarías meses enredada sobre mi polla si no hubieras sido tan jodi-
damente testaruda.
Dejé caer la cartera y me abrí de un tirón la bragueta de los vaqueros, al tiempo que rasgaba
el envoltorio de aluminio con los dientes. Me puse el látex, con la mirada fija en ella. Era pre-
ciosa por todas partes, lo más hermoso que había visto nunca. Su piel pálida estaba sonrosada
por todas partes, la curva de su columna vertebral era una obra de arte esculpida.
Con la escasa separación entre nosotros, volvió la razón.
No estábamos haciendo esto a su manera, caliente y rápido, todo físico y sin cerebro. Yo
quería más. Con ella, siempre lo querría.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
—¡¿Qué?!
—¿Te queda una cama en este lugar?
—¿Me estás jodiendo? —Me miró por encima del hombro y luego su atención se dirigió a
mi polla. Exhaló temblorosamente. —Por supuesto, eres perfecto en todas partes.
—No vamos a empezar así.
—Ya hemos empezado, Kane.
—¿Arriba o abajo? —chasqué, perdiendo la batalla para hacer esto bien. Se había endere-
zado, y su mirada –la expresión febril, los labios carnosos enrojecidos, la mirada fija en mi polla
furiosa– estaba deshaciendo todas mis mejores intenciones. Yo era sólo un hombre, después de
281
todo, y ella era el amor de mi vida.
—Justo aquí, Kane. Ahora mismo.
Tiré de ella para que ponerla frente a mí y la acerqué, tomando su boca con húmeda nece-
sidad de la mía. El tacto de tus pechos, exquisitamente sutil, era un tormento divino. Con un
brazo alrededor de sus caderas y un puño en el pelo, la mantuve inmóvil mientras la besaba
como llevaba más de un año deseando y soñando.
Sus labios eran suaves y cálidos, su sabor una mezcla de dulzura y tabaco. Su lengua se en-
redó con la mía, batiéndose en duelo, mientras sus manos agarraban mi pelo. Su olor, seducto-
ramente cálido y floral, me embriagaba. Era ardiente, una llama danzante. Entonces se fundió
en mí, sus manos se deslizaron y acariciaron cada centímetro de piel que pudo alcanzar.
La alegría, caliente y brillante, me invadió. Por fin, Setareh. Por fin.
Me quedé sin aliento, medio enloquecido, con las caderas aplastando mi erección contra su
vientre tenso, y ella se entregó tan bien como recibió, tan ansiosa, tan hambrienta. Doblé las
rodillas, enganché el antebrazo bajo sus nalgas y levanté sus pies del suelo. Sus largas piernas
se enroscaron alrededor de mi cintura y el calor húmedo de sus labios se alineó con mi polla.
Gruñí dentro de su boca, y ella tiró de las raíces de mi pelo, con los movimientos de su lengua
cada vez más frenéticos.
Su respuesta desinhibida hacia mí, su agresividad, era tan fascinante que me sentía drogado.
Apenas recordaba dónde estaba, por qué o cómo. Sólo estabas ella, sólo ella, y la feroz conmo-
ción que me llenaba el pecho tan completamente que apenas podía respirar.
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Di un paso hacia la mesa de comedor cubierta y ella se movió, colocándose justo sobre la
cabeza de mi polla. Aparté la boca y la subí más.
—Todavía no.
—Eres un jodido provocador —espetó.
—Eres impaciente —repliqué, dando tumbos hacia la mesa del comedor. Nada de esto se
parecía a la tierna seducción que había imaginado. Fuimos salvajes y desenfrenados, saltán-
donos demasiados pasos y cayendo de cabeza en una follada desenfrenada.
Luchó contra mi agarre, un gato infernal en mis brazos, distrayéndome con un mordisco de sus
dientes en el lóbulo de mi oreja. Me mordisqueó la oreja y perdí fuerzas, apenas capaz de mantenerla
agarrada. Antes de que pudiera detenerla, envainó la mitad de mi polla en sus profundidades
282
cálidamente apretadas, su suave grito de alivio se perdió en el rugido que salió de mis pulmones.
Si hubiera pisado fuego, no podría tener más calor. El sudor me resbalaba por el cuello y
entre los omóplatos. Sus pechos estaban mojados y nuestros torsos se deslizaban el uno contra
el otro. Su calor corporal había aumentado con el mío, y su fragancia se desprendía de la piel,
nublando cualquier posibilidad de pensamiento coherente.
—Oh, Dios —imploró.
—Por el amor de Dios... —Tropecé con la mesa, cada paso me hundía más en su calor
húmedo. Entre el temblor de su cuerpo, los eróticos gemidos de necesidad y mis músculos en
eufórica agonía, no sé cómo no la follé de pie, aparte de que era lo último que quería.
La senté en el borde de la mesa y ella apretó las piernas, intentando meterme más dentro de
ella. Echó la cabeza hacia atrás y su cabello oscuro se enredó en mis manos.
Gimió, un sonido grave y profundo de placer y angustia. —Te sientes increíble.
—Lily. —Besé la esbelta columna de su garganta, mis manos agarraron sus caderas mientras
me retiraba de la dulce tortura de sus profundidades, y luego volví a empujar hacia delante,
hundiéndome más. Las paredes internas ondularon a lo largo de mi cuerpo, apretándose y
soltándose rítmicamente, y esas oleadas de sensaciones resonaron en mí, de modo que la sentí
en todas partes.
Levantó la cabeza, me miró con ojos pesados y me besó profundamente, abrazándome con
fuerza. Mis caderas giraron en pequeños círculos, penetrándola más profundamente, tratando
de satisfacer mi necesidad de sentirla a mi alrededor. Sus gemidos de placer fluyeron hacia mí
“Tú sabrías cómo me siento, mi amor. Siempre has visto
a través de su boca, la sensación de sus manos recorriendo mi espalda de arriba abajo era casi
lo que hay enterrado en lo más oscuro de mi corazón”.
Éramos perfectos.
La follé con todo lo que tenía, mis dedos apretando profundo, mi polla penetrando aún
más. No estaba callado; no podía estarlo. Estaba demasiado excitado para contenerme, gemidos
obscuros y desesperados marcando cada fuerte embestida.
Se agarró con fuerza al borde de la mesa, manteniéndose en su sitio mientras yo martilleaba
con mi polla la cremosidad lisa y apretada de su cuerpo increíblemente hermoso, inclinando mi
descenso para estimular su clítoris. Me tomaba hasta la raíz, con mi saco golpeando a un ritmo
constante contra la curva de sus nalgas. Su imagen, sumisa y vulnerable, me llevó al límite de-
masiado deprisa, pero apreté los dientes y aguanté, decidido a hacerlo durar. 284
Entonces jadeó mi nombre en la cúspide de un segundo orgasmo, con el cuello tenso mien-
tras arqueaba su cuerpo. Sus ojos se cerraron para que no se le escaparan las lágrimas de todos
modos. Se las secó con el dorso de la mano, dejando al descubierto el tatuaje del escorpión en
su muñeca.
Después de ver aquel símbolo de su obsesión por mí, ya no podía contenerme. Mis pelotas
se tensaron, mi cuerpo inundado de sensaciones concentradas. Su coño me agarró con fuerza,
casi demasiado para empujar. Con la mandíbula tensa mientras gemía de alivio, me vacié
dentro de ella. El clímax fue tan desgarrador que la oscuridad se apoderó de la habitación que
nos rodeaba hasta que no pude ver nada más que a Lily.
Agradecimient os
Mi profunda gratitud a mis editoras, Maxine Hitchcock, Hilary Sares, Lauren McKenna y
Clare Bowron, por ayudarme a hacer realidad mi visión, y a todo el equipo de Penguin UK,
con un agradecimiento especial a Tom Weldon y Louise Moore. Gracias también a mi agente,
Kimberly Whalen, de The Whalen Agency, por su apoyo y ánimo.
Gracias a mis editoras de Brilliance Audio, Sheryl Zajechowski y Liz Pearsons, y a los mara-
villosos equipos de IPG, Heyne, J’ai Lu, Psichogios, Swiat Ksiazki, Harper Holland, Politikens
y Kaewkarn.
Estoy muy agradecida por tener mujeres fuertes y excepcionales en mi vida. El apoyo de mis
queridas amigas Karin Tabke, Christine Green y Tina Route fue inestimable. Señoras, ustedes
hacen que todo sea mejor.
285
Y gracias a ti lectora. Que has llegado hasta leer mis agradecimientos, así que has comple-
tado el viaje con la bilogía Blacklist conmigo, y estoy muy agradecida por tu tiempo y apoyo.
Compartir con ustedes los personajes y las historias de mi mente es una conexión muy especial
que nunca doy por sentada.
So bre la Aut ora
286
Sylvia Day es la autora de más de veinte novelas premiadas, entre ellas diez superventas del
New York Times y trece del USA Today. Es número uno en ventas en veintinueve países, con
traducciones a cuarenta y un idiomas y más de veinte millones de ejemplares impresos de sus
libros. Visítala en sylviaday.com para estar al día de novedades.
C rédit os
TRADUCCIÓN Y CORRECCIÓN
Lady Dinamite
287