Marlasca, A. (2005) Introducción a la Ética. Sabanilla: UNED.
1. ACTOS ETICAMENTE RELEVANTES
Estrictamente hablando, no hay bebés buenos ni bebés malos. Pero sí hay adultos
buenos o malos. ¿Cómo se opera este cambio? Obviamente por la vida, por la
conducta, por los actos de las personas. A éstas, a las personas, las calificamos de
buenas o malas, morales o inmorales, por los actos que van realizando en el
transcurso de sus vidas. Evidentemente esos actos o acciones no brotan de la nada.
Provienen radicalmente de un sujeto que llamamos persona. Aunque
inmediatamente sólo veamos a una mano que dispara un revolver contra un niño,
el sujeto de esa acción no es la mano, sino una voluntad que mueve la mano y, más
radicalmente, una persona donde se asienta esa voluntad. En la terminología
escolar solía decirse que “las acciones provienen de las personas” […].
Acto humano, acto voluntario y acto moral
Para que se dé un acto moral (en el sentido de bueno o malo) se requiere que se
dé previamente un acto humano. El acto humano es el asiento o el soporte del valor
moral. Pues bien, ¿qué se entiende por acto humano? Estrictamente se entiende
por tal una acción que se realiza: a) con deliberación de la razón y b) con
determinación de la voluntad.
Es decir, el acto humano, para ser tal, implica conocimiento y voluntariedad de lo
que se hace. Estas dos condiciones deben darse simultáneamente. Si falta una de
ellas -sea el conocimiento, sea la voluntad- no se da propiamente un acto humano.
A fortiori (con mayor razón), tampoco se dará si faltan las dos condiciones. En este
sentido, acto humano equivale a acto voluntario, acto libre, acto imputable, acto
moral.
A la ética sólo le interesan los actos humanos, es decir, los actos libres, morales,
voluntarios e imputables. No le interesan ni considera los actos meramente
naturales o fisiológicos (como la digestión), los físicamente forzados o coaccionados
totalmente, los no-imputables (los que realizan los enfermos mentales graves, los
niños pequeños, etc.). Todos estos actos no son morales ni inmorales, sino
literalmente amorales, es decir, al margen de la moralidad.
El acto moral supone, pues, el acto humano el acto voluntario que implica proceder
desde la interioridad y con conocimiento del fin al que se ordena la acción que se
realiza.
Los impedimentos del acto voluntario
Raramente existe una voluntariedad total en la realización de un acto humano.
Pueden darse una serie de acciones o situaciones que, en casos extremos, anulan
totalmente a la voluntariedad del acto y que, en otros casos, la disminuyen en mayor
o en menor grado. Entre estos impedimentos suelen citarse la ignorancia, las
pasiones, la violencia, etc. Los explicamos brevemente:
1. La ignorancia
Moralmente se entiende como tal la carencia de un conocimiento que podía
y debía tenerse. En derecho se supone el conocimiento de las leyes y nade
puede alegar desconocimiento de las mismas para eximirse de su
complimiento. En moral la situación no es idéntica y dependiendo del tipo de
ignorancia con que se actúe, puede modificar la moralidad del acto.
Concretamente se suelen distinguir la ignorancia antecedente, consiguiente,
vencible e invencible. La ignorancia antecedente (la que precede al acto
voluntario y es causa de que se actúe de tal o cual manera) anula la
voluntariedad. Por ejemplo, a alguien que va de viaje a Miami le dicen que
lleve un paquete que contiene, según aseguran, puros habanos. Pero resulta
que, en realidad, tal paquete contenía cocaína. En este caso la ignorancia
exime de la culpa. La ignorancia consiguiente (la que sigue al acto voluntario)
supone una negligencia deliberada en averiguar la verdad, por tanto, no
anula la voluntariedad del acto, aunque la puede disminuir. Por ejemplo, el
médico que daña o mata al enfermo por no haberse tomado la molestia de
estudiar o conocer mejor su enfermedad. La ignorancia invencible (la que,
dadas las circunstancias, no puede ser vencida o superada por el sujeto que
la padece) exime de la responsabilidad moral. La ignorancia vencible (la que
se puede eliminar o vencer con una diligencia razonable por parte del sujeto)
tampoco anula la voluntariedad y responsabilidad, aunque las puede atenuar.
2. Las pasiones
Se entiende por pasión un movimiento de la sensibilidad ante un bien o mal
sensibles, lo cual produce una cierta conmoción en el organismo. Como ejemplos
pueden citarse la ira o cólera, el miedo, la concupiscencia (tendencia al goce
sensual, etc.).
Como principio general hay que sostener que las pasiones no anulan la
voluntariedad dela acto realizado bajo los efectos de la pasión. Más bien, en cierto
sentido, aumentan la voluntariedad, ya que un acto cuanto más pasional o
apasionado sea, procede con más fuerza, con más ímpetu de la interioridad. Pero,
en otro sentido, pueden disminuir la voluntariedad en cuanto que la pasión a medida
que es más intensa, puede atenuar o, en casos muy extremos, anular el
conocimiento del acto que se está realizando. Así, una persona muy encolerizada,
en estado de emoción violenta, que dicen los abogados puede realizar actos -sin
percatarse plenamente de ellos -que inmediatamente después va a lamentar. Sin
embargo, y mientras no se demuestre lo contrario, hay que partir siempre del
supuesto de que una persona adulta, normal y sana, puede y debe controlar sus
pasiones. De otra manera, siempre habría una coartada demasiado fácil para
justificar toda clase de desmanes. Así, por ejemplo, el violador, podría aducir que,
ante la belleza deslumbrante de la quinceañera que se cruzó en su camino, la
pasión le cegó…Otros ejemplos y situaciones mu polémicas pueden ser las
acciones realizadas bajo los efectos de la drogadicción, etc.
3. La violencia
Se entiende por tal la fuerza o coacción física o moral, ejercida sobre una persona
para obligarla a hacer lo que no quiere o no hacer lo que quiere. Es claro, por lo
dicho anteriormente, que el acto realizado por fuerza o por coacción, por lo general
no es voluntario, ya que no procede de la interioridad, sino que es impuesto desde
fuera contra la voluntad del sujeto. Lógicamente, será más o menos involuntario
según la violencia sea mayor o menor. El lector deberá tener presente que, según
ya advertía Aristóteles, en cuestiones morales no cabe una precisión y exactitud
como, por ejemplo, en las matemáticas.
2. DIVISION DEL ACTO VOLUNTARIO
Hay muchos tipos de actos voluntarios y no todos lo son en el mismo grado, como
tampoco el oro tiene los mismos quilates.
Se habla de un acto voluntario positivo cuando fue efectivamente puesto, realizado.
De voluntario negativo cuando no se realizó, pero, dadas las circunstancias y
compromisos previos, debería haberse realizado.
Por ejemplo, el ingeniero que no cumple con el plano de construcción ofrecido al
cliente y/o los deberes de supervisión de una obra.
Tal vez, más importante desde el punto de vista moral, sea la distinción entre acto
voluntario directo e indirecto. El primero se da cuando se busca e intenta, por sí
mismo, el efecto que producirá tal acto (por ejemplo, la salud que restaurará la
intervención quirúrgica). El segundo se llama al acto que produce un efecto que no
es querido por sí mismo sino como consecuencia, aunque sea necesaria, de lo
directamente querido, por ejemplo, la muerte del embrión como consecuencia de la
intervención quirúrgica en el tejido canceroso del útero. En este caso lo que se
quiere directamente es la salud de la mujer, pero de alguna manera se quiere
también, aunque sea indirectamente, la muerte del embrión.
En la vida diaria abundan los casos en que un mismo acto puede tener -tiene de
hecho- dos efectos: el intentado directamente y el que acaece indirectamente.
Cuando los dos efectos son buenos no hay ningún problema. Pero las dificultades
se presentan cunado- como en el ejemplo anterior-al realizar una acción, se siguen
un efecto bueno y otro malo. El problema concreto consiste en si éticamente s pude
realizar una acción de la que se sabe de antemano que tendrá consecuencias
buenas y malas simultáneamente. Esta cuestión la han discutido por siglos los
moralistas y no han llegado a conclusiones claras y aceptada universalmente. En
aras de la brevedad se puede decir lo siguiente:
Éticamente se pude realizar una acción de la que se sabe que se va a seguir un
doble efecto -bueno y malo-cuando, por una parte el fin perseguido por el agente es
propiamente el efecto bueno; el efecto malo en realidad no se quiere, sino que se
acepta o tolera porque no hay manera de evitarlo. En otras palabras, la
intencionalidad se dirige hacia la consecuencia buena. Por otra parte, se requiere
también una causa proporcionada a la gravedad de los males que se van a seguir.
Y tanto más grave debe ser la causa cuanto mayores sean los males que se
seguirán. Por ejemplo: hay razón proporcionalmente grave para sacrificar un
embrión si es el único medio de salvar la vida de la madre. Pero no hay razón
proporcionadamente grave cuando, para apresar a un asesino hay que disparar
contra diez personas inocentes.
3. CRITERIOS DE MORALIDAD DE LOS ACTOS HUMANOS
Partimos del supuesto (que se explicará posteriormente) de que la moralidad -
positiva o negativa- del acto humano está determinada por la conformidad o
disconformidad de tal acto con la razón. Partiendo de ahí vamos a analizar los
criterios, los elementos o los factores que, en relación con la razón, constituyen la
moralidad. Estos criterios, que tradicionalmente se llaman “las fuentes de la
moralidad”, son el objeto, las circunstancias y la intencionalidad.
1. El objeto
La moralidad de un acto está dada primariamente por el objeto del mismo y se llama
objeto de acto aquello a lo que se dirige un acto por sí mismo, por su propia
naturaleza. Por ejemplo, el objeto de disparar a bocajarro contra una persona es
distinto del objeto de acariciar a esa misma persona. A esta moralidad, por provenir
del objeto se la llama también moralidad objetiva. Aquí se considera el acto humano
en su aspecto material, físico, objetivo. Se atiende sobre todo al contenido del acto.
En otras palabras, se tiene en cuenta únicamente lo que de hecho se realiza,
prescindiendo de cualquier otra consideración. En este único criterio moral estaba
basada, por ejemplo, la moral antigua y, en concreto, la llamada “ley del Talión”: “ojo
por ojo, diente por diente, bofetada por bofetada, cardenal por cardenal, muerte por
muerte, etc.” Es decir, aquí solamente se tiene en cuenta lo que uno hizo
materialmente, objetivamente.
2. Las circunstancias
Este término, de origen latino, significa literalmente lo que está alrededor (circum
stare). Moralmente significa las condiciones de diversa índole que rodean, que
circunscriben la realización de un acto humano y, en ese sentido, modifican su
moralidad. En terminología más actual, a este factor se le suele llamar “situación”.
En efecto, un acto humano no se da en abstracto, sino en concreto y, en cuanto tal,
es un acto situado, contextualizado, realizado dentro de determinadas coordenadas
espacio-temporales, personales, etc. Tradicionalmente se enumeran siete
circunstancias: quién, qué, dónde, con qué medios, por qué, cómo y cuándo. Es
indiscutible que influyen en la moralidad del acto. He aquí algunos ejemplos: Robar
siempre es apoderarse de lo ajeno, pero no es lo mismo robar cien miserables
colones devaluados que un flamante millón de dólares (cambia la circunstancia de
cantidad); como tampoco es idéntico quitarle mil colones -que es lo único que le
queda para llegar a fin de mes- a una pobre anciana, que birlarle cien mil a un
magnate industrial, que ni siquiera los va a echar en falta (cambia la calidad de la
persona afectada). Se habla también de circunstancias agravantes (por ejemplo,
ensañarse a bofetadas contra un niño indefenso) y circunstancias atenuantes ( por
ejemplo, robar para calmar el hambre de los hijos), etc.[…]
3. La intencionalidad
La intencionalidad es el fin -la intención- que persigue un sujeto al realizar un acto.
Es el motivo que le lleva a actuar. Normalmente este fin o intención -por ser algo
interior- sólo lo conoce el propio sujeto del acto. A veces la intención coincide con
el objeto del acto (doy una ayuda económica a una anciana que me la solicita con
el fin de aliviar su necesidad); a veces no coincide (doy esa ayuda económica con
la única finalidad, de que mis amigos que casualmente pasan por ahí alaben mi
supuesta generosidad). Es obvio que también este factor afecta la moralidad. Por
ejemplo, pasear, en sí mismo, es algo indiferente (ni bueno ni malo). Pero pasear
para mantener una buena condición física es algo bueno; mientras que pasear para
ver si se puede robar a algún peatón indefenso es algo malo. Los escolásticos solían
poner un ejemplo más gracioso: el que roba para adulterar es más adúltero que
ladrón. Este criterio de moralidad es una conquista histórica bastante tardía en la
evolución cultural […].
A Maquiavelo se atribuye la frase de que “el fin justifica los medios”. Tal frase
significa que si la finalidad con que se realiza una acción es buena, tal acción será
buena aunque los medios empleados sean malos. Así, si una persona sufre mucho,
podemos matarla para que deje de sufrir. Otro ejemplo; podemos dar fuego al
Mercado Central de San José, de por sí feo, sucio y caótico, para, posteriormente,
hacer algo más bello, limpio y ordenado. No se puede aceptar el principio
maquiavélico por la sencilla razón de que los medios tienen también su propia
moralidad. Y un fin, por muy bueno que sea, no puede convertir en bueno algo malo
en sí mismo. Por otra parte, ya queda dicho que para juzgar la moralidad de un acto
concreto, hay que tener en cuenta, simultáneamente, los tres factores indicados.
En conclusión, para que una acción sea buena, deben ser buenos el objeto, las
circunstancias y el fin. Para que sea mala, basta que sea malo alguno de los
elementos. Los escolásticos decían algo así como que un acto, para ser bueno,
debía ser bueno íntegramente, y para ser malo, basta con cualquier deficiencia.
Aristóteles, más poéticamente enseñaba lo mismo: “Se es bueno, por un solo
camino, malo por diez mil”. […]