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La casa de Asterión: El Minotauro de Borges

Este documento presenta una descripción de la casa de Asterión, el Minotauro de la mitología griega. La casa de Asterión parece infinita, con innumerables pasillos, patios y puertas. Asterión pasa sus días solo jugando y explorando la extensa casa, a la vez que medita sobre su naturaleza única y extraña. Cada nueve años, Asterión mata a nueve hombres que entran en su casa, dejando sus cadáveres como marcas. Asterión espera la llegada de su redentor que lo lib

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La casa de Asterión: El Minotauro de Borges

Este documento presenta una descripción de la casa de Asterión, el Minotauro de la mitología griega. La casa de Asterión parece infinita, con innumerables pasillos, patios y puertas. Asterión pasa sus días solo jugando y explorando la extensa casa, a la vez que medita sobre su naturaleza única y extraña. Cada nueve años, Asterión mata a nueve hombres que entran en su casa, dejando sus cadáveres como marcas. Asterión espera la llegada de su redentor que lo lib

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La casa de Asterión (El Aleph (1949)

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales
acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi
casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y
noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas
mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero si la quietud y la soledad. Asimismo,
hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto
hay una parecida). Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra
especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada,
añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de
la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas
y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño
y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se
postergaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras.
Alguno, creo, se ocultó en el mar. no en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con
el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros
hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las
enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande;
jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha
consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las
galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la
vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta
ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la
respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día
cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo
que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora
volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocaremos en otro patio o bien decía yo que
te gustaría la canalta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás como el sótano
se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. todas las partes
de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un
abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La
casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios
con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de
las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también
son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero
dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo,
Asterión. quizá yo he creado las estrellas y el sol la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal.
Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos.
La ceremonia dura pocos minutos. uno tras otro cae sin que yo me ensangriente las manos.
Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro
quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría
mi redentor. desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se
levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanza todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos.
Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Como será mi redentor?, me
pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como
yo? El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de
sangre. —¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió.

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