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Paquec3b1a Historia de La Fotografc3ada

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{que Bifir se ha sabido ganar lo corroboran, al dar un toque Cosmopolita y urbano opuesto al pasisino y moscovita de fos Surtealistas ontodoxos. Traen cartas de Estonia, Sira, América, Finlandia, las Antillas. Cucntan con colaboradores como Do: bin, Benn y Kafka entre los alemanes; Joyce, O°Neill y He- imingway entre los anglosajones; Schklowski, Pilniak e Wanow tenite los 13508; ¥ Huidobro, Gomez de la Serna, De Chirico y Bontempeli entre los espafoles ¢ italianos. Fnire los colabo~ adores maconales se encuentran varios de los autores france: ses de mis renombre: Malraux, Gendrars, Driew La Rochelle, Salmon, Giraudoux, Supervielley Berl. La parte grafica incluye fotos de Man Ray, Stone, Germaine Krull y Eli Lota, entre otros. Hay que destacar el bello dibujo a lipiz de Lenin, reprodu- ‘edo en el segundo nimero, y realizado en el Kremlin por el primer anista para ef que poso: Nathan Altman PEQUENA HISTORIA DE LA FOTOGRAFIA * La nicbla que envuelve los principios de la forografia no es rnimucho menos tan espesa como la que cubre el comienzo de fa imprenta. Quiz’ en el caso de la fotografia fuera mis obvio {que habia llegado el momento de inventarla, y asi lo presin- ‘Rn vars hombres que ea ‘Savor tar acters c's ly co meee. Cs de Soper mismo ea, eer par pce co, ieee ee ee tiempo cualquier consideraci6n retrospectiva. A ello se debe el que, durante décadas, no se haya prestado ninguna atencién las cuestiones historias 0, si se quiere, flos6ficas,planteads porelauge y la decadencia de fa fotografia. ¥ si hoy dia se pieza a ser consciente de ellas, ay una raz6n muy precisa, La ~ fe aia pares en res enregas sess (e 1825 de sepembre 1ye12de octuee de 193) dl semanaco Die ence We Noes adie ‘insets ene exo de as brat complete de Wer Benin (Gea Ice chro) a outdo de Ro Tiedemann y Hernan Schepens he present algunas diferencias de deta bibliografia més reciente confirma el hecho sorprendente de {que el apogeo de la fotografia (la actividad de fos Hill y Ca ‘meron, de Hago y Nadar) tuviera lugar durante su primer de- cenio, ¥ este devenio es precisamente el que precedi6 a su indusrializaciin, No es que ya en esta temprana época dese de haber mercachifles y charlatanes que se apoderaron de la nueva técnica por afin de luero; lo hicieron incluso masivs- mente, Pero esto es algo que se acercaba, mas que a la indus tra, a las artes de feria, en las cuales por ceo la fotografia se hha encontrado hasta hoy como en su casa. La industria con (quisto el territorio por primera vez con las tarjetas de visita ‘con foto, cuyo primer fabricante se hizo, cosa sintomitica, mi lonario, Nada tendria de extraho que las pricticas fotograti= ‘cas que hoy dia empiezan a volver la mirada hacia aquellos, dorados tiempos preindustriales tuvieran que ver soterrada mente con las conmociones de la industria capitalista. Nada es mils ficil, sin embargo, que utilizar el encanto de las im genes que tenemos 4 mano en las muy recientes y bells pu biicaciones de fotografia antigua para hacer realmente calas, ten su esencia. Los intentos de dominar teéricamente el tema son sumamente nudimentarios. En el siglo pasado ubo mu hos debates al respecto, pero en el fondo ninguno de ellos tue ‘més alla de la simplificacion ridicula con la que un periodicu- cho chovinista, Der Leipetger Anzelger, se crea en la obligacion de enfrentarse oportunamente al diabélico antficlo francés: “Querer fijar Fugaces reflejos no es s6lo una cosa imposible, tal como ha quedado probado despues de una concienzuda in vestigacion alemana, sino que el mero hecho de desearlo es ya "sina Theodor Bosse y Heinrich Gutmann, Be Jos primers empes dela nga 1640 1870 un io Uoarado con dean rials (Frank Fon Mat, 190) Nein Scwae, Dod Ota i maestro dea fo toga, on aches nas ep, 193 de por si una blasfemia, El hombre ha sido creado a imagen y Semejanza de Dios y ninguna maquina humana puede fijar Irtmagen divina. A lo sumo podri el divino artist, entusias- mado por una inspiracién celestia reproduc, th un instante de consagracion suprema, obedeciendo el alto fmandato de su genio, sin ayuda de maquinaria alguna, los ras- jgosen los que el hombre se asemeja a Dios’. Con todo el peso de su tosquedad se expresa aqui ese concepto filisteo del Sate” al que toda consideracion técnica es ajena y que se siente amenazado de muerte por la aparicién provocadora de la nueva técnica, No obstante, os teéricos de la forografia pro- ccuraron a lo largo de casi un siglo confrontasse, sin legar desde luego al mis minimo resultado, con este concepto fe- tichista del arte, concepto que era radicalmente antitécnico, ya que lo Gnico que intentaban era legitimar al fotSgrafo ante {El mismo tribunal que éste derrocaba. Un aire muy distinto corre por el informe que el fsico Arago present el 3 de julio de 1839 ante la Camara de los Diputados en defensa de! in- vento de Daguerte. Lo hermoso de este diseurso es cémo sabe cconectar con todos los aspectos de la actividad humana. El panorama que esboza es lo suficientemente amnplio como para hacer que parezea irelevante la ducosa legitimacion de la fo- tografia frente a la pintura (legtimacion que tampoco est au- sente del discurso), a cambio de dejar presentir el verdadero alcance del invento. “Cuando los inventores de un instrumento nuevo", dice Arago, “lo aplican a la observacin de la natu- raleza, lo que esperan es siempre poca cosa en comparacion con la serie de descubrimientos consecutivos cuyo origen ha sido dicho instrumento”, A grandes rasgos abarca este discurso el campo de la nueva técnica desde la astofisica hasta la f- loogia junto a la perspectiva de forografiar los astros se en- cuentra fa idea de hacer tomas de un corpus de jeroglificos exipcios, Las fotografias de Daguerre eran placas de plata yodadas y cexpuestas ala luz en la camera obscure; debian ser sometidas a vaivén hasta pereibir una imag 1 iluminacion adecuada, dejasen. is tenue. Eran Gnicas, y en el ano Por una placa 25 francos de oro, No eran joyas, Pero en rertian en medios té ‘después Utrillo com: fe las casas del extrarradio de Pars, jetas postales, asi el ta jus Hill om como base apreciado retratistaingl para su fresco del primer sinodo fen 1843 una gran serie de retratos fooy ral dela Iglesia escocesa icos. Pero estas fotos, las habia hecho é mismo. ¥ son ellas, adminiculos sin preter si6n alguna destinados al uso interno, las que han granjeado pana su nombre un puesto histrico, mientras que como pin- tor ha caido en el olvido, Aunque, desde luego, algunos est dios (imagenes humanas andnimas, no retratos) nos ayudan a ppenetrar en la nueva técnica mejor aiin que las series de cx bezas. Tales cabezas habjan sido tema de cuadros desde hacia mucho tiempo. En tanto que continuaban en manos de una familia, an surgia de vez en cuando la pregunta por la iden tidad del retratado. Pero despues de dos o tres generaciones, cenmudecta este interés: las imiigenes que perduran, perduran, solo como testimonio del arte de quien las pinto, Bn la foto- ia en cambio nos sale al encuentro al fen esa pescadora de New Haven que mira al suelo con un, puddor tan indolente, tan seducto en el testimonio del arte del foto queda algo que no se agota fo Hill, algo que se resiste templaciones el nombre de la que vivio aqui y esté aqui todavia realmente, sin querer centrar nunca en el “arte” del todo. YY me pregunto: mo el adoro de estos cabellos Y de esta mirada ha enmarcado a seres de antes? {Coma esta hoes besada aqui en a cual el dese Seneca locimente tal un humo sin ama? © echemos tna ojead a la imagen de Dauthendey, el for srafo, el padre del poeta, en tiempos de su matrimonio con aquella mujer a la que despues, un buen dia, recién nacido su Sexto hijo, encontr6 en el dormitorio de su casa de Moscti con las venas abiertas, La vemos aqui junto a él, que parece soste- nerla; pero su mirada pasa por encima de él hasta clavarse como absorbiéndola, en tna lejania plagada de de: profundizamos el tiempo necesirio en una de estas forogratias, fos daremos cuenta de lo mucho que también aqui los extre ‘mos se tocan: [a técnica mis exacta puede conferie a sus pr dductos un valor mégico que una imagen pintada ya nunca tend para nosotros. pesr de toda la habilidad del fotSgrafo, y por muy calculada que esté la actitud de su modelo, el es pectador se siente iresistblemente forzado a buscar ental fo tografia la chispita mintscula de azar, de aqui y de ahora, con la que la realidad ha chamuscado por asi dectlo su carieter de imagen; a encontrar el lugar inaparente donde, en la deter mina manera de ser de ese minuto que pasé hace ya mucho, ‘odavia hoy anida el futuro y tan elocuentemente que, mirando hacia atris, podemos descubrislo, La naturaleza que habla a ka ccimara es distnta de la que habla al ojo; distinta sobre todo porque, gracias ella, un espacio constiuido inconscientemente sustiuye al espacio Consttuido por la conciencia humana. No ¢s dificil, por ejemplo, darse cuenta (aunque solo sea a gran ‘des rasgos) de la manera de andlar de la gente, pero seguro que no sabemos nada de su aetitud en esa fraccion de segundo en ‘que se alanga el paso. La fotografia, en cambio, la hace pa Tente con sus instrumentos auxiliares: la ciara lenta, las ampliaciones, S6lo gracias a ella tenemos noticia de ese inconsciente dptico, igual que del inconsciente pulsional solo sahemos gracias al psicoanalisis. Composiciones estructurales, {exturas celulares de las que suelen ocuparse la técnica y la me= dlicina, presentan en un principio una alinidad mayor con faci mara que un paisaje sentimentalizado © un retrato lleno de ‘espiritialidad. Pero al mismo tiempo Ia fotografia deja al des Cbierto fos aspectos fisiognmicos de ese material: mundos de {migenes que habitan en lo minasculo lo suficientemente ocul= tose intexpretables como para haber ballad refugio en los sue fos de la vigilia, pero que ahora, al aumentar de tamafo y volverse formulables, hacen ver como la diferencia entre la tc hica y la magia es enteramente una varlable hist6rica, Asi es como con sus sorprendentes fotos de plantas Blossfeld ha ppuesto de manifesto en las llamadas “colas de caballo” ant {Quisimas formas de columnas, biculos episcopales en los ma- rnojos de helechos, érboles totémicos en los brotes de eastano ¥y de arce ampliados dice veces, nervaduras g6ticas en la car- encha, Por eso los modelos de Hill no estaban muy lejos de Ia verdad cuando “el fenémeno de la fotografia” adn significaba para ellos “una vivencia grande y misteriosa"s quail no Fuese Sino la conciencia de “estar ante un aparato que en un tiempo brevisimo era capaz de producir una imagen del entorno visi- ble tan viva y verse como la naturaleza misma’.* De la cémara de Hill se ha dicho que guarda una disereta reserva. Pero sts, al Basel, formasprimordis dol ane. Ides fori depen tas, con unm intoxlacrn de Kat Nerendot. Cento vere Hstacions (Be fn 928) * Gia del Ho de H, Stare menciomado ema nota 1. (Nd 7) modelos por su parte no son menos reservados; mantienen, Gera timidez ante el aparato, y el precepto de un fowgrafo pos terior, del tiempo del apogeo de la fotografi, “ino mises nunca ‘1 la cimara, bien pudiera derivarse de su comportamiento Pero no se trataba de ese “fe estin mirando”, referido a ant males, personas o bebés, que tan suciamente se entromete entre los compradotes yal cual nada mejor cabe oponer que las pa- labras con las que el viejo Dauthendey habla de los daguetto- tipos: “Al principio no nos atzeviamos a contemplar detenida- ‘mente ls primers imagenes que confeccion®. Nos daba miedo lenitidez de esos personajes y crefamos que Sus pequetios 1 tros diminutos podian, desde la imagen, vernos a nosotros: tan desconcertante era el efecto de la nitidez insta y de la insolita fidelidad a la naturaleza de las primeras imdgenes de los daguerrotipos Las primeras personas reproducidas penetraron en el campo visual de la fotografia sin ser afectadas 0, mejor dicho, sin que se las identificase. Los peri6dicos eran todavia objetos de Iujo ‘que rara vez se compraban y que mis bien se hojeaban en los cafes; tampoco habia legado el procedimiento fotogrifico a estar a su Servico, y eran los menos quienes vetan su nombre impreso. El rostro humano tenia a su alrededor un silencio en el que reposaba la vista, En una palabra: todas las posibilid des de este arte del retrato dependen de que atin no se ba producido el contacto entre la actualidad y la fotografia. Mu thos de los retratos de Hill se llevaron a cabo en el cemente- tio de Greyfriars de Edimburgo, y nada nos dice tanto sobre aquellos primeros tiempos de la fotografia como el hecho de {que en tal lugarlos modelos se sintieran como en casa. Y, ju ‘gar por una toma de Hill, este cementerio es como un auté tica interior: un espacio alslado y cercado donde, apoyandose fen muros de defensa, se alzan del césped monumentos fune: rarios huecos como chimeneas que muestran dentro inscrip- ciones en vez de lenguas Ilameantes. Nunca se hubiera po- dido scar tanto partido de este lugar, de no haber sido esco- sido por razones téenieas. Las primeras placas eran menos sensibles a la luz, lo que obligaba a una larga exposiién al aie libre. Esta a su vez parecia aconsejar que el operador se inst lase lo mis retirado posible, en un lugar donde nada estor- bara su plicido recogimiento, "La sintesis de la expresion, ‘obxenida gracias la larga inmovilidad del modelo’, arma Oni de la primeras fotografias, “es el motivo principal de que Estas, ademas de su sencillez, pareja a la de retratos bien dlibujacos © pintados, produzcan en el espectador un efecto mis pene trante y duradero que las fotografias mis recientes”, El proce dimiento mismo inducia a Jos modelos a vivir, no fuera, sino dentro del instante. Durante a larga duracion de estas tomas ‘crecian, por asi decirl, dentro de la imagen, contrastando dle ‘este modo decisivamente con los aspectos de una instante, la cual comesponde a ese entomo alterado en el que, como Kr caer observa certeramente, de la misma fraccién de segunde ‘que dura la exposicion depende “el que tn deportsta se haga tan famoso que los fot6grafos, por encargo de las revista ilus- tradas, disparen sobre él sus cémaras”. Todo estaba dispuesto para durar en estas fotografias tempranas. No s6lo los grupos sin par formados por personas (y cuya desapariciém ha sido sin ‘dud uno de los sintomas mis claros de lo ocurrido en la so- ciedad durante la segunda mitad del siglo); hasta se mantic nen mas tiempo los pliegues que un traje proyecta en ess Fotografias. No hay més que observar la levita de Schelling podri con toda confianza acompararlo a la inmoralidad; las Formas que adopts en su portador no valen menos que las arra- ’s de su rostro. En una palabra: todo confirma que Bernard von Brentano tenia raz6n al suponer que “un fotbgrafo de 1850 cetaba a fa altura de su instrumento”; por vez primera y, di ante mucho tiempo, por ima, Ademis, para hacer justicia ala poderosa influencia de los daguerripos en la época de su invencién, hay que tener en venta que la pintura al aire libre empezaba entonces a reve lirperspectivas completamente nuevas Jos pintores mis avan- zaulos. Consciente de que en este recorrido la fotografia debe tomar el relevo de la pintura, subraya Arago al pasar revista a Jos primeros experimentos llevados a cabo por Giovanni Bat tia Porta:? “En cuanto al efecto producido por la teansparen cia imperfecta de nuestra atmésfera (y que se ha earacterizade inadectiadam tores experimentadas esperan que la camera obscura Ise re- ficre al procedimiento de copiar las imagenes que aparecen en ella] pueda ayudarles a reproducirio con exactitud". En el preciso instante en que Daguerre consigui6 fijar las imagenes {e la camera obsctira, el téenico despidié a los pintores, Pero la verdaders vietima de la fotografia no fue la pintura de pa ssjes, sino el retato en miniatura, Las cosas fueron tan deprisa ue Ya en toro a 1840 la mayoria de los incontables pintores Je miniaturas se habfan convertida en fotdgrafos profesiona les, al principio s6lo ocasionalmente, pero en seguida de ma ner exclusiva, El tener que empezat trabajando para ganarse cl pan enriquecis su experiencia: de hecho, el alto nivel de sus fotografias no se debe a su preparacién antstica, sino arte sina. Esta generacion-puente se extinguid muy poco a poco, incluso parece como si una bendicin biblica hubiera descen bre estos primeros forigrafos: los Nadar, Stelzner, Pier son y Bayard rozaron todos los noventa o los cen atlos, Pero fifo Stet por tikimo los eomerciantes se precipitaron por todas partes exo slemin para acceder a la condicion de fotgrafos profesionales y. vando mas tarde se generaliz6 la prictca de retocar el neg ivo (con la que los malos pintores se vengaban de la fotogr fi), el buen gusto cay6 en picado. Era el tempo en que los iibumes de fotos empezaban a llenarse, Se encontraban con preferencia en los lugares mis gelidos de la casa, sobre conso- his o veladores en los recibidores; encuadernades en piel con repulsivas incrustaciones metilicas y hojas de un dedo de es pesor y con Jos cantos dorados, en las que se distribusan figu fas bufumente vestidas © cubieras de cordones ¥ lazos: el tio Alex o la tta Rika, Trudi cuando todavia era pequena, papa recién llegado a la universidad. Y, por tltimo, para consumar Ia ignominia, nosotros mismos: como troleses de salén, lan zando gorgoritos, balanceando el sombrero contra un fondo de neveros pintades,o bien como atildados marineros (una pierna recta y la otra doblada, como debe ser), apoyaidos en un poste pulido. Con sus pedesales, sus balaustradas y sus mesitas ova les, recuerdan los accesorios de estos retratos aquellos tiempos n los que, a causa de lo mucho que duraba la exposicin, habia que proporcionae a los modeles puntos de apoyo para que se quedaran quictos. Si al principio bast con apoyos para la cabeza o para las rodillas, pronto aparecieron “otros acce sorios, come sucedia en cuadros Famosos y que, por tanto, de ban ser ‘artsticos. Los primeros fueron la columna y la cortna Ya en los afios 1860 hombres de mis luces se opusieron est fesman. En una publicacién especializada de entonces que salt te Inglatera, se dice: “En los ckadros la columna tiene una apa- riencia verosimil, pero es absurdo c6mo se la emplea en foto fia, ya que en ésta reposa sobre una alfombra. Ya nadie se le escapa que las columnas de marmol o de piedra no se le antan sobre la base de una alfombra”, Fue entonces cuando sturgieron aquellos estudios con sus cortinones ¥ sus palme rs, con sus tapices y caballetes, a medio camino entre la ej cucion y la representacion, entre la cimara de tortura y el salon el trono, de los que aporta un testimonio conmovedor na foto temprana de Kafka-jEn una especie de paisaje de inver nadero aparece en ella un muchacho de aproximadamente seis aos embutido en un traje infantil, que se podria calificar de hhumillante, recargado de pasamanerias. Frondas de palmeras ‘iran fjamente desde el fondo. ¥, como si mportase hacer atin _ms pegajosos y sofocantes estos t6picos acolchiados, lleva el ‘modelo en la mano izquierda un sombrero desmesuracamente grande de ala ancha, como el de los espafoles. Desde luego ‘Que Katka desapareceri en semejante escenificacin, si sus ojos inmensamente tistes no dominaran ese paisaje que fes ha sido, destinado, En su tristeza sin riberas esta imagen offece un contraste con aquellas primeras fotografias en ls que los hombres todavia no ‘miraban el mundo con tanto desarraigo y abandono como aqui ‘el muchacho. Estaban rodeados de un aura, de un medio que cconferia plenitud y seguridad a su mirada, al ser capaz de ata vesarlo. ¥ una vez mis podemos explicar el fenomeno en ter. iminos de técnica: se debia a una absoluta continuidad entre la luz mas clara y la sombra ms oscura. También aqui se con- firma ademis la ley de que los nuevos logros estan prefigura dos en las récnicas antiguas, ya que la precedente pintura de reratos habia dado lugar antes de su decadencia a un floreci ‘miento sin igual de la medlia tints. Claro esti que este proce

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