REPÚBLICA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE ARTES
TEATRO LATINOAMERICANO
PROF. JOSÉ FRANCISCO SILVA
MÓDULO DOS:
(Desde el 23 de abril al 11 de mayo)
EL SIGLO XIX. Obra: Venezuela consolada de A. Bello.
LAS FORMAS TEATRALES PRIMITIVAS
Está demostrado que entre los primitivos habitantes del territorio del continente
americano existieron formas proto-teatrales o teatrales rudimentarias, algunos
pueblos indígenas poseyeron aquellas expresiones dramáticas propias de los
pueblos recolectores, cazadores y pescadores, pequeñas pantomimas sobre la
recolección de moluscos, frutos y raíces; en las áreas de agricultura incipiente,
(señala Acosta Saignes en cita de Ruben Monasterios) los indígenas mimaban
simbólicamente los fenómenos naturales: la cosecha, la fuerza del viento y de
los huracanes, la influencia benéfica de la lluvia.
En la región de más alta agricultura, los Andes, y en el contexto sociocultural
de los timoto-cuicas, ya se aprecia la existencia de un verdadero teatro. Los
timoto-cuicas son una prolongación del área andina de cultura de la América
del Sur y, según todas las evidencias científicas recopiladas hasta el presente,
representan el grupo indígena más evolucionado de Venezuela.
Lo más probable es que fuera este un teatro de naturaleza ritual (tradicional,
transmitido por tradición oral y no modificado esencialmente en su forma,
estructura conceptual y objetivos a lo largo del tiempo), pero no existiendo
evidencias antropológicas definitivas, tampoco podemos destacar radicalmente
la posibilidad de que fuera una representación relativa a la experiencia viva,
presente o contemporánea del indígena. Esto no es más que una hipótesis.
Tras el descubrimiento de América en 1492 los primeros en sufrir casos de
esclavitud fueron los indios taínos de La Española, aunque realmente esto no
era la norma, ya que se recurrió a otras especies como la recaudación de
impuestos en oro a los indios o las encomiendas de indios a españoles para su
cristianización y civilización.
Los primeros esclavos negros llegaron a América a finales del siglo XV,
llegando varias decenas hasta 1518, fecha en la que la Corona de Castilla dio
la primera licencia para introducir a cuatro mil africanos en las Indias durante
ocho años.
Con la incorporación de las culturas aportadas por los negros a partir del siglo
XVII, en aquellas áreas influidas por ellos, las formas proto-teatrales y teatrales
sufrieron modificaciones sustanciales; además los negros africanos aportan
nuevas formas, con una estructura propia, diferente a la de los aborígenes,
principalmente representaciones relativas al espíritu del mal desarrolladas
mediante argumentos cortos, con narración y diálogo, provistas de una
indumentaria, una utilería y una gestualidad características.
EL TEATRO DURANTE LA COLONIA Y LA INDEPENDENCIA
a pesar de la conmoción que el «descubrimiento» de América, su conquista y
posterior colonización, produjeron en las más diversas áreas del conocimiento de
la sociedad española—en la religión, el derecho y la economía—la literatura fue
más bien reacia a este tema.
Los cronistas hablan de representaciones en plazas, encrucijadas de caminos,
en época de feria se hacían Autos sacramentales, misterios y milagros;
pantomimas y alguna que otra comedia simplota. El teatro
latinoamericano moderno
El teatro español del siglo XIX era bastante conservador en sus técnicas de
representación que se ceñían al modelo realista, esto es, obras en las que se
representaban vidas cotidianas y sus costumbres, con personajes comunes,
generalmente en conflictos amorosos. Teatro latinoamericano. Muestran
las manifestaciones teatrales de los pueblos de América Latina y
su evolución desde la etapa precolombina hasta la actualidad.
Exponiendo su realidad particular y buscando sus propias técnicas
de expresión.
Sumario
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1 Introducción
2 Principales centros
o 2.1 Mexico
o 2.2 Argentina
o 2.3 Uruguay
o 2.4 Chile
o 2.5 Peru
o 2.6 Colombia
o 2.7 Venezuela
o 2.8 Cuba
3 Festivales
4 Premios
5 Fuentes
Introducción
La existencia de un teatro prehispánico ha sido muy discutida, ya
que se poseen escasos datos sobre cómo pudieron haber sido las
manifestaciones teatrales de los pueblos precolombinos, pues la
mayor parte de ellas tenían carácter ritual; por lo tanto, más que
espectáculos en sí, eran formas de comunión que se celebraban
durante las festividades religiosas. Las representaciones rituales
precolombinas consistían básicamente en diálogos entre varios
personajes, algunos de origen divino y otros representantes del
plano humano.
Existe, un único texto dramático Maya, descubierto en 1850, el
Rabinal Achí, que narra el combate de dos guerreros legendarios
que se enfrentan a muerte en una batalla ceremonial. Su
representación depende de elementos espectaculares, como el
vestuario, la música, la danza y la expresión corporal, sin ninguna
influencia de origen europeo. El resto de las tradiciones rituales
sobreviven debido al sincretismo derivado de la fusión de las
culturas autóctonas con la europea, con lo cual muestran hasta
hoy un aspecto singular que no corresponde ni al indígena ni al
español. Tal es el caso de las celebraciones religiosas populares
mexicanas de Semana Santa en Iztapalapa y en Taxco o
la Celebración del Día de los Muertos.
Los esfuerzos de evangelización de los misioneros españoles se
apoyaron en el teatro, que constituyó el instrumento básico para
formar una mentalidad distinta a la cosmovisión indígena, así
como para informar de la concepción europea. Las
representaciones de los autos sacramentales se apoyaban
básicamente en la música, los trajes, los cantos, los bailes y las
pantomimas, que facilitaban la comunicación con un público que
aún no dominaba el Castellano. De este tipo de teatro sobreviven
las 'pastorelas', obras de carácter tragicómico representadas aún
en México durante las festividades navideñas. La acción de todas
ellas muestra las tentaciones impuestas por una serie de diablos
cómicos, que deben ser superadas por los pastores en el camino
hacia el portal de Belén para adorar al Niño Dios. Estas obras son
un símbolo del camino de la vida que tiene como meta la
contemplación de Dios. En general la producción latinoamericana
hasta la emancipación, a principios del Siglo XIX, estuvo influida
en gran medida por el Teatro español.
A partir de finales de ese mismo siglo tal influencia se vio
acrecentada especialmente por autores como Leandro Fernández
de Moratín, José Zorrilla y José Echegaray, cuya influencia, junto
con la de Jacinto Benavente, avalados ambos por el Premio
Nobel, definió un modelo de teatro bastante antiguo en su
concepción para ese momento. En el Siglo XX, con la llegada de
las vanguardias europeas, ese teatro latinoamericano comenzó a
ocuparse de su realidad particular y a buscar sus propias técnicas
de expresión. El advenimiento de las teorías de Bertolt
Brecht encontró un buen campo de cultivo en Latinoamérica,
aquejada por problemas políticos y con la necesidad de
concienciar a su población. De aquí han surgido teóricos y
dramaturgos importantes, como el colombiano Enrique
Buenaventuray su trabajo en el TEC (Teatro Experimental de Cali),
o Augusto Boal, en Brasil, quien ha desarrollado técnicas de
teatro callejero y para obreros en su libro Teatro del oprimido
(1975).
Grupos como Rajatabla y La Candelaria se han preocupado por
hacer del teatro un instrumento de discusión de la realidad social
sin dejar a un lado el aspecto espectacular y estético del mismo.
Principales centros
Los países cuya trayectoria teatral es más rica, no tanto desde el
punto de vista de los textos literarios, aspecto en el cual existe
una amplia representación a lo largo de toda la geografía
latinoamericana, sino por cuestiones de puesta en escena,
dirección, interpretación y demás elementos asociados al teatro
como un arte escénico,
son: México,Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Colombia, Venezu
ela y Cuba.
Mexico
A partir de la época colonial, el teatro se basó completamente en
los modelos europeos. A finales del siglo XVII, destacó
en México Sor Juana Inés de la Cruz, autora de Los Empeños de
una Casa, comedia de enredo con influencia de Calderón de la
Barca, cuya acción transcurre enMadridy con personajes típicos
de las comedias de la época; Amor es más laberinto, en la cual
recurre a personajes de la Mitología griega, y El cetro de José y El
Divino Narciso (1688), autos sacramentales en los cuales
intervienen personajes mexicanos.
Aunque nacido en Taxco de Alarcón, Juan Ruiz de Alarcón realizó
sus estudios y su trabajo en España. Escrita bajo una concepción
moral a la manera griega clásica, su obra se diferencia de la de
sus contemporáneos en una mayor meticulosidad en la
preparación de la trama y los versos, así como en la aguda
observación psicológica del carácter. En sus obras los vicios son
condenados, a diferencia de las comedias de Lope de Vega, en las
cuales el final feliz, a toda costa, es el fin perseguido. Sus
personajes no son como los de Lope, derivados de las necesidades
de la trama, o simbólicos como los de Calderón de la Barca. Ruiz
de Alarcón construye la acción a partir del carácter de los
personajes, que sirve de impulso para proyectar el mundo interior y
el mecanismo de cada obra. Entre sus textos más importantes
están: Las paredes oyen (1628) y Ganar amigos (1634).
Varios años después de la independencia se reanuda una
producción dramática digna de mención. Autores importantes de
este periodo son Manuel Eduardo de Gorostiza, con su
obra Contigo pan y cebolla (1833), comedia en la que satiriza el
sentimentalismo de los románticos, y Fernando Calderón (1809-
1845)con A ninguna de las tres (1849), obra muy influida por el
espíritu romántico del dramaturgo español Bretón de los Herreros.
De tal influencia, aunque trasladada a escenarios y personajes
mexicanos, surgieron autores como José Joaquín Gamboa, quien
en la década de 1920 escribió La venganza de la gleba, obra de
temática social en la que se trata la desigualdad, la opresión entre
clases y el derecho de pernada como uno de tantos abusos y
formas de explotación que los latifundistas ejercían sobre los
campesinos. En 1902 fue fundada la Sociedad de Autores
Dramáticos que se interesó por organizar lecturas de obras de
autores mexicanos.
Tal circunstancia fomentó la aparición de dramaturgos que, sin
embargo, tenían que competir con el teatro llegado de España.
Fue en 1928, con la formación del grupo teatral Ulises, cuando se
inició un movimiento de vanguardia y renovación teatral
encabezado por Xavier Villaurrutia y Salvador Novo, quienes, junto
con Rodolfo Usigli, se dedicaron a la traducción de obras de
importantes autores contemporáneos como Henrik Ibsen, August
Strindberg, Luigi Pirandello, Henri Lenormand, Bernard Shaw,
Antón Chéjov, Eugene O'Neill y otros muchos. Más tarde, en 1932,
se formó el grupo del Teatro de Orientación, fundado por el
dramaturgo Celestino Gorostiza, preocupado por las innovaciones
escénicas. Fue este grupo el que introdujo las técnicas de
directores teatrales como Gordon Craig, Max Reinhardt y Erwin
Piscator. En la década de 1950, Salvador Novo funda el Teatro la
Capilla y presenta las obras de Samuel Beckett y Eugène Ionesco.
De los trabajos de Villaurrutia, Novo y Usigli surgió más tarde el
teatro universitario y la carrera de Literatura Dramática y Teatro
de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México. Los tres, junto con Celestino Gorostiza,
formaron importantes generaciones de actores, directores y
dramaturgos y gracias a ellos el teatro mexicano comenzó a
adquirir personalidad y a tratar problemas propios tomando como
punto de partida la realidad del espectador a quien va dirigido. El
primer gran dramaturgo mexicano es, sin lugar a dudas, Rodolfo
Usigli, autor de una gran producción rica en matices. Entre sus
obras destacan: El gesticulador (1937), Corona de sombras (1943),
Corona de fuego (1960), Corona de luz (1963) y Los viejos (1970).
La llegada a México del director teatral japonés Seki Sano,
alumno de Stanislavski, supuso una influencia de primera mano
del realismo como técnica de dirección y actuación.
Fue su montaje de Un tranvía llamado deseo, del autor
estadounidense Tennessee Williams, lo que influyó
definitivamente en la formación de una generación de dramaturgos
con un sólido conocimiento y dominio de la técnica teatral: Emilio
Carballido, con Rosalba y los llaveros (1950) o Rosa de dos aromas
(1985), que en la década de 1980 alcanzó cinco años de
temporada y más de 2.500 representaciones; Luisa Josefina
Hernández, Los frutos caídos (1957); Héctor Mendoza, La danza del
urogallo múltiple (1970), Oriflama y Zona templada (1991) son sólo
algunas de las obras importantes de su extensa producción, y
Sergio Magaña con Los signos del zodíaco (1951) y Moctezuma II
(1954), cuyas obras inauguraron un nuevo ciclo en el teatro
mexicano y el conjunto de su producción es hoy modelo de
creación, debido a su perfección técnica, libertad estructural,
diversidad temática y profunda observación de su sociedad.
Esta generación de autores creó la necesidad de unos directores
capaces de comprender y asimilar el universo planteado en las
nuevas obras. Surgen también directores innovadores y
preocupados por la experimentación y el manejo de nuevos
recursos escénicos, entre los que destacan: Héctor Mendoza, Luis
de Tavira, Julio Castillo, Ludwick Margules, José Luis Ibáñez y
Juan José Gurrola. También destacan en el panorama teatral
mexicano Luis G. Basurto, con El candidato de Dios (1987); Héctor
Azar, Hugo Argüelles y Vicente Leñero, cuya obra Los albañiles
(1963) está basada en las técnicas del teatro documento apoyado
en sucesos sensacionalistas extraídos de los diarios o de la
historia del país que luego recrea eficazmente en escena.
Son importantes también los nombres de Óscar Villegas, hábil
autor cuyas obras poseen una fuerza dramática
impresionante; Willebaldo López, Pilar Campesino, Hugo
Iriart, Jesús González Dávila, Óscar Liera, Juan Tovar, Víctor
Hugo Rascón Banda, Sabina Berman y, recientemente, Hugo
Salcedo, ganador en 1989 del Premio Tirso de Molina por El viaje
de los cantores. Cada año se celebran en Méxicodos importantes
festivales artísticos internacionales en los cuales el teatro tiene
un papel preponderante, el Festival Cervantino de Guanajuato y
el Festival de la Ciudad de México. Es digno de mencionar el
movimiento de teatro campesino surgido en un esfuerzo por
acercar al teatro a los indígenas residentes en la selva de
Tabasco. En un principio se trabajó con obras de la literatura
universal. Su espectáculo más conocido ha sido Bodas de sangre
(1933), de Federico García Lorca en el cual participó la
comunidad entera en el montaje de un espectáculo en el que todos
eran actores y el mismo pueblo la escenografía. Más tarde, autores
reconocidos han escrito obras más cercanas a su realidad.
Argentina
Como en el resto de los países latinoamericanos, el teatro
Argentino acusó una gran dependencia del teatro europeo
(español, italiano y francés) hasta finales del Siglo XIX. En 1886,
el Circo de los hermanos Carlo encargó a Eduardo Gutiérrez la
adaptación de su novela Juan Moreira (1879) para ser presentada
como espectáculo ecuestre-gauchesco-circense. El papel principal
estuvo a cargo del actor José Podestá, quien más tarde
perfeccionó la adaptación de Gutiérrez; con esta obra se inicia el
teatro argentino basado en temas de espíritu nacional apoyados en
la figura del gaucho, que conforma todo un ciclo en la literatura no
sólo argentina, sino también uruguaya.
Las obras del ciclo gauchesco sitúan su acción en La Pampa y
tratan de los abusos e injusticias sufridos por los gauchos, la
defensa de valores sociales y los conflictos con las autoridades
debidos a la desigualdad social. El realismo se estableció con
Florencio Sánchez, que, aunque nacido en Uruguay, ganó su
prestigio internacional en Argentina con obras como Barranca
abajo (1905). Samuel Eichelbaum es uno de los autores de más
fuerte personalidad en el teatro argentino de principios del Siglo
XX. Llevó la crudeza del naturalismo al teatro con una fuerza
dramática excepcional como puede apreciarse en La mala sed
(1920), Un guapo del novecientos (1940) y Dos brasas (1955). En
contraposición con el realismo se sitúa el teatro de Conrado Nalé
Roxlo con comedias como El pacto de Cristina (1943) o La cola de
la sirena (1944), dramas de vuelo poético y más cercanos al
simbolismo.
Durante la década de 1930 se formó el Teatro del Pueblo, grupo
teatral que mostró gran interés por la experimentación y la
búsqueda de nuevas técnicas escénicas que dejaron a un lado el
teatro de autor para centrarse en la figura del director. Esto tuvo
como consecuencia la formación de un nuevo público, más
intelectual y menos popular, interesado por la renovación
vanguardista. Surgieron entonces una serie de dramaturgos
importantes como Roberto Arlt con La isla desierta (1937), obra
inquietante acerca de la burocracia atrapada entre sus deseos y
ansiedades y el mundo cotidiano e inmóvil en que se desarrolla su
actividad. Otros dramaturgos importantes son Carlos Gorostiza,
con El puente (1949), Agustín Cuzzani y Andrés Lizárraga.
Oswaldo Dragún, muy atento a la problemática socioeconómica,
utiliza una vigorosa técnica expresionista y recursos brechtianos
en obras como La peste viene de Melos (1956) e Historia de mi
esquina (1959). Griselda Gambaro y Eduardo Pavlovski representan
la renovación vanguardista surgida a partir de la década de 1960,
en la cual se alcanzó una gran libertad de expresión respecto a los
problemas sociopolíticos. Ricardo Monti es otro de los autores
tardíos destacados de este movimiento, con obras como Los
siameses (1967), El campo (1968), Una noche con el señor Magnus
e hijos (1970) e Historia tendenciosa de la clase media argentina
(1971).
El régimen militar y su censura dieron paso a obras grotescas y
simbólicas alusivas a la situación social; a este ciclo pertenecen
La nona (1977), de Roberto Cosa, y Telarañas (1977), de Pavlovski.
Otros esfuerzos de protesta contra el régimen fueron los realizados
por el Teatro Abierto, fundado en 1981, dedicado a representar
obras de autores reconocidos y de jóvenes valores, entre los que
destaca Eugenio Griffero con El príncipe azul (1982), que trata
sobre los roles sociales rígidos que llevan a la traición de los más
auténticos y vivos sentimientos. Con el restablecimiento de la
democracia, la fórmula teatral imperante perdió su sentido y la
escena volvió a ser ocupada por los autores ya consagrados, como
Gambaro, La mala sangre (1982); Pavlovski, con Potestad (1985), y
Roberto Cosa con Los compadritos. A partir de 1983 han surgido
nuevos nombres como Juan Carlos Badillo, Daniel Dátola, Nelly
Fernández Tiscornia, Emeterio Fierro y Carlos Viturelo.
Uruguay
Durante las décadas de 1970y 1980 destacó la actividad de El
Galpón, grupo que se caracterizaba por el cuidadoso trabajo de
dirección y la preparación de actores. Al desintegrarse, a
mediados de 1980, varios de sus miembros afincados
en México fundaron Contigo América, dirigidos por Blas Braidot.
El régimen militar instaurado a partir de 1973lanzó al exilio a los
dramaturgos más importantes comprometidos con la situación
político-social. Tal situación paralizó casi completamente la
actividad teatral del país. Autores importantes son Jacobo
Langsner, con obras como La gotera (1973), Esperando la carroza
(1974) y La planta (1981); y Víctor Manuel Leites, con Doña
Ramona (1974), que alcanzó gran éxito en México representada
por el grupo Contigo América, que realizó una interesante
propuesta escénica llevada a cabo en la planta baja de una
vivienda.
Durante la representación los espectadores se situaban en
butacas apoyadas en los muros, de tal manera que ninguno poseía
el mismo punto de visión, lo cual daba la impresión de estar
asistiendo como espectador accidental a la actividad cotidiana de
los personajes. Las dictaduras militares han afectado de diversos
modos a la producción teatral en Sudamérica: en algunas
ocasiones la han hecho desaparecer; sin embargo, en otras, su
censura ha estimulado la búsqueda de nuevos recursos dramáticos
y escénicos.
Chile
Dentro del panorama teatral chileno destacan Egon Wolf con su
obra Los invasores (1964), que, escrita bajo la concepción del
teatro del absurdo, resulta ser una violenta farsa en la cual
enfrenta a representantes de la clase burguesa con la 'turba de
desarrapados', carente incluso de los recursos más elementales,
que invaden sus casas. Otro de los autores consagrados es Jorge
Díaz, inscrito también en la corriente del absurdo muy en la línea
de Eugène Ionesco.
El cepillo de dientes (1960) y Réquiem por un girasol (1961) son
sus dos obras más conocidas e importantes. A principios de la
década de 1970 la creciente actividad de creación colectiva minó
la creación dramática hasta que el golpe de Estado censuró toda
referencia a la realidad socio-política chilena. Surgieron entonces
varios grupos que se encargaron de la renovación teatral. Entre los
más destacados se cuentan el Teatro Imagen y el Taller de
Investigación Teatral, además de los dramaturgos Luis Rivano,
Jaime Miranda y Marco Antonio Miranda.
Peru
Es importante resaltar el trabajo del dramaturgo Sebastián Salazar
Bondy (1924-1965) con El fabricante de deudas (1962) y
Rabdomante (1965). En todas ellas aborda temas de la realidad
social de su país en tono de farsa y basado en técnicas
brechtianas.
Colombia
Es uno de los países donde la actividad teatral a nivel de
propuestas escénicas de creación colectiva se ha desarrollado con
más fuerza. Destacan los trabajos experimentales de Enrique
Buenaventura (La tragedia de Henri Christophe, 1963) a la cabeza
del Teatro experimental de Cali (TEC). Otros grupos importantes
son La Candelaria y El Búho. Tiene gran importancia a nivel
internacional el Festival Teatral de Manizales.
Venezuela
En este país destaca la actividad del grupo Rajatabla, así como la
labor del autor Román Chalbaud; su obra Los adolescentes (1961)
es ganadora del Premio Ateneo de Caracas; también destacan
Caín adolescente (1955), Réquiem para un eclipse (1957) y
Sagrado y obsceno (1961), que constituyen todas ellas una crítica
contundente a la realidad sociopolítica venezolana. Isaac Chocrón,
quien además de dramaturgo ha destacado como empresario
teatral y como profesor universitario, formó parte, junto con
Cabrujas y Chalbaud, del Nuevo Grupo, creado a partir de 1967.
Este grupo consideraba primordial la figura del autor y la
consideración al texto dramático. Chocrón es uno de los
renovadores del teatro venezolano con obras como Mónica y el
florentino (1959), Animales feroces (1963) y La revolución (1972).
Entre sus ensayos sobre teatro destacan: El nuevo teatro
venezolano (1966), Tendencias del teatro contemporáneo (1968) y
Sueño y tragedia en el teatro norteamericano (1984). La creación
del Nuevo Grupo fomentó la aparición de nuevos autores, como
Elisa Lerner, José Antonio Rial, Edilio Peña y Néstor Caballero.
Cuba
Artículo principal: Teatro cubano.
En Cuba destaca la labor de Virgilio Piñera, que con Electra
Garrigó (1948) se convirtió en el autor más importante de su país.
A estas siguieron varias obras grotescas, a la manera del teatro
del absurdo, estilo que dominó toda su primera producción y que
abandonó más tarde para lograr un realismo profundo y
conmovedor a la manera de Chéjov con Aire frío (1959). Otros
autores cubanos de renombre internacional son Abelardo Estorino,
con El robo del cochino (1961), y José Triana, con La noche de los
asesinos (1966), farsa violenta y catártica en consonancia con el
teatro del absurdo. En 1968 fue fundado el grupo de Teatro
Escambray, que basaba su trabajo en técnicas brechtianas y cuya
meta era lograr espectáculos de creación colectiva con gran carga
ideológica. El gran logro del teatro latinoamericano puede ser
sintetizado en la superación de las influencias culturales a las que
se ha visto expuesto constantemente, pero, sobre todo, a la
adecuación con su realidad social, para cuya transformación ha
sido instrumento puntual y constante.
Festivales
Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá (en Colombia)
Festival Internacional Santiago a Mil (en Chile)
Fiesta internacional de teatro en calles abiertas (en Perú)
Temporales Teatrales (en Chile)
Encuentro Iberoamericano de Teatro Ovalle (en Chile)
Festival de Teatro Ciudad de Itagüí (en Colombia)
Festival Internacional de Teatro del Caribe (en Colombia)
Mayo teatral (en Cuba)
Festival Internacional de Artes Escénicas Guayaquil (FIARTES-
G) con XVIII ediciones(en Ecuador)
Festival Cervantino de Guanajuato y el
Festival de la Ciudad de México
Premios
Premios Carlos
Premios Estrella de Mar
Premio Florencio
Premio APES
Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales
de Chile
Premio Casa de las Américas
Premios Clarín
Teatro colombiano: La Candelaria, presentación en cumbre CELAC. La
Habana, 2014.
Festival de Mayo teatral
Obra teatral: El quijote latinoamericano
Fuentes
http://www.santiagoserranoteatro.com/histlatino.htm.
http://es.wikipedia.org/wiki/Teatro_de_Am%C3%A9rica_Latina
http://www.fiartes-g.blogspot.com/