0% encontró este documento útil (0 votos)
75 vistas7 páginas

EUCARISTÍA, Corazón de La Iglesia

El documento habla sobre las catequesis eucarísticas del Papa Francisco recopiladas en el libro "Eucaristía, corazón de la Iglesia". El Papa explica que la Eucaristía se sitúa en el corazón de la iniciación cristiana junto con el bautismo y la confirmación. Además, destaca que la Eucaristía nos ayuda a comprender y llevar a la vida el compromiso y entrega de cada cristiano, pues en ella Cristo vive y camina con nosotros.

Cargado por

Luis Guevara
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
75 vistas7 páginas

EUCARISTÍA, Corazón de La Iglesia

El documento habla sobre las catequesis eucarísticas del Papa Francisco recopiladas en el libro "Eucaristía, corazón de la Iglesia". El Papa explica que la Eucaristía se sitúa en el corazón de la iniciación cristiana junto con el bautismo y la confirmación. Además, destaca que la Eucaristía nos ayuda a comprender y llevar a la vida el compromiso y entrega de cada cristiano, pues en ella Cristo vive y camina con nosotros.

Cargado por

Luis Guevara
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 7

EUCARISTÍA, CORAZÓN DE LA IGLESIA

Catequesis Eucar’isticas del Papa Francisco

“¿Cómo vivimos la Santa Misa?”, que ha tenido una gran aceptación a


nivel de todo el país.

Ahora presento las segundas catequesis eucarísticas del Santo Padre


recopiladas en el libro “Eucaristía, corazón de la Iglesia”, las mismas que
ayudarán a una mayor reflexión y que tiene como destinatarios a
sacerdotes, agentes de pastoral y fieles de movimientos eclesiales.

“Con sencillez, Jesús nos da el mayor sacramento con un gesto humilde


de donación, de compartir” ... “En la culminación de su vida, no reparte
pan en abundancia para alimentar a las multitudes, sino que se parte a sí
mismo en la cena de la Pascua con los discípulos... De este modo, Jesús
nos muestra que el objetivo de la vida es el donarse, que lo más grande es
servir” (Francisco).

Solamente se puede uno “partir”, “donarse” y “servir”, si se pone el


corazón. Cristo, el Señor, que nos amó hasta el extremo dando su propia
vida, nos invita a partirnos por los demás poniendo en el centro de nuestra
vida, en nuestro corazón, au corazón eucarístico.

Estas catequesis nos ayudarán a comprender y, sobre todo, a llevar a la


vida, la Eucaristía, pues ella debe ser para cada cristiano, el corazón mismo
de su compromiso y de su entrega, pues, como dice la séptima y última
catequesis, “En la Eucaristía es Cristo quien vive y camina con
nosotros”.

Hagamos nuestra la invitación del Santo Padre: “Hoy encontramos la


grandeza de Dios en un trozo de pan, en una fragilidad que desborda de
amor y de compartir... Jesús se hace frágil como el pan que se rompe y se
desmigaja. Pero precisamente ahí radica su fuerza. En la Eucaristía la
fragilidad es la fuerza: fuerza del amor que se hace pequeño para ser
acogido y no temido; fuerza del amor que se parte y se divide para
alimentar y dar vida; fuerza del amor que se fragmenta para reunirnos
en la unidad”.

Vivamos este camino de preparación a nuestro Congreso Eucarístico,


viviendo la Eucaristía como la fuerza del amor para construir “Fraternidad
para sanar el mundo”.

Eucaristía, corazón de la iniciación cristiana

1
Queridos hermanos y hermanas

Hoy les hablaré de la Eucaristía. La Eucaristía se sitúa en el corazón de la


«iniciación cristiana», juntamente con el Bautismo y la Confirmación, y
constituye la fuente de la vida misma de la Iglesia. De este sacramento del
amor, en efecto, brota todo auténtico camino de fe, de comunión y de
testimonio.

Lo que vemos cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía, la misa, nos
hace ya intuir lo que estamos por vivir. En el centro del espacio destinado a
la celebración se encuentra:

 El altar, que es una mesa, cubierta por un mantel, y esto nos hace
pensar en un banquete.

 Sobre la mesa hay una cruz, que indica que sobre ese altar se ofrece
el sacrificio de Cristo: es Él el alimento espiritual que allí se recibe,
bajo los signos del pan y del vino.

 Junto a la mesa está el ambón, es decir, el lugar desde el que se


proclama la Palabra de Dios: y esto indica que allí se reúnen para
escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras, y, por
lo tanto, el alimento que se recibe es también su Palabra.

 Palabra y pan en la misa se convierten en una sola cosa, como en la


Última Cena, cuando todas las palabras de Jesús, todos los signos
que realizó, se condensaron en el gesto de partir el pan y ofrecer el
cáliz, anticipo del sacrificio de la cruz, y en aquellas palabras:
«Tomen, coman, éste es mi cuerpo... Tomen, beban, ésta es mi
sangre».

El gesto de Jesús realizado en la Última Cena es la gran acción de gracias


al Padre por su amor, por su misericordia.

Acción de gracias» en griego se dice «Eucaristía

Y por ello el sacramento se llama Eucaristía: es la suprema acción de


gracias al Padre, que nos ha amado tanto que nos dio a su Hijo por amor.
He aquí por qué el término Eucaristía resume todo ese gesto, que es gesto
de Dios y del hombre juntamente, gesto de Jesucristo, verdadero Dios y
verdadero hombre.

2
Por lo tanto, la celebración eucarística es mucho más que un simple
banquete: es precisamente el memorial de la Pascua de Jesús, el misterio
central de la salvación.

«Memorial» no significa sólo un recuerdo, un simple recuerdo, sino que


quiere decir que cada vez que celebramos este sacramento participamos en
el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

La Eucaristía constituye la cumbre de la acción de salvación de Dios: el


Señor Jesús, haciéndose pan partido por nosotros, vuelca, en efecto, sobre
nosotros toda su misericordia y su amor, de tal modo que renueva nuestro
corazón, nuestra existencia y nuestro modo de relacionarnos con Él y con
los hermanos.

Es por ello que comúnmente, cuando nos acercamos a este sacramento,


decimos «recibir la Comunión», «comulgar»: esto significa que en el poder
del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma de
modo único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ya ahora la plena
comunión con el Padre que caracterizará el banquete celestial, donde con
todos los santos tendremos la alegría de contemplar a Dios cara a cara.

Queridos amigos, no agradeceremos nunca lo suficiente al Señor por el don


que nos ha hecho con la Eucaristía. Es
un don tan grande y, por ello, es tan importante ir a misa el domingo.

Ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la Comunión, este pan que
es el cuerpo de Jesucristo que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. ¡Es
hermoso hacer esto! Y todos los domingos vamos a misa, porque es
precisamente el día de la resurrección del Señor. Por ello el domingo es tan
importante para nosotros.

Hecho de vida

Y con la Eucaristía sentimos precisamente esta pertenencia a la Iglesia, al


Pueblo de Dios, al Cuerpo de Dios, a Jesucristo. No acabaremos nunca de
entender todo su valor y riqueza. Pidámosle, entonces, que este sacramento
siga manteniendo viva su presencia en la Iglesia y que plasme nuestras
comunidades en la caridad y en la comunión, según el corazón del Padre. Y
esto se hace durante toda la vida, pero se comienza a hacerlo el día de la
primera Comunión. Es importante que los niños se preparen bien para la
primera Comunión y que cada niño la reciba, porque es el primer paso de

3
esta pertenencia fuerte a Jesucristo, después del Bautismo y la
Confirmación.

4
RELACIÓN ENTRE LA EUCARISTÍA QUE CELEBRAMOS Y
NUESTRA VIDA

Queridos hermanos y hermanas

Ahora podemos plantearnos algunas preguntas respecto a la relación entre


la Eucaristía que celebramos y nuestra vida, como Iglesia y como
cristianos. ¿Cómo vivimos la Eucaristía? Cuando vamos a misa el
domingo,

¿cómo la vivimos? ¿Es sólo un momento de fiesta, es una tradición


consolidada, es una ocasión para encontrarnos o para sentirnos bien, o es
algo más?

Hay indicadores muy concretos para comprender cómo vivimos la


Eucaristía; indicadores que nos dicen si vivimos bien la Eucaristía o no la
vivimos tan bien.

El primer indicio es nuestro modo de mirar y considerar a los demás.

En la Eucaristía Cristo vive siempre de nuevo el don de sí realizado en la


Cruz. Toda su vida es un acto de total entrega de sí por amor; por ello, a Él
le gustaba estar con los discípulos y con las personas que tenía ocasión de
conocer. Esto significaba para Él compartir sus deseos, sus problemas, lo
que agitaba su alma y su vida. Ahora, nosotros, cuando participamos en la
Santa Misa, nos encontramos con hombres y mujeres de todo tipo: jóvenes,
ancianos, niños; pobres y acomodados; originarios del lugar y extranjeros;
acompañados por familiares y solos... ¿Pero la Eucaristía que celebro, me
lleva a sentirles a todos, verdaderamente, como hermanos y hermanas?
¿Hace crecer en mí la capacidad de alegrarme con quien se alegra y de
llorar con quien llora? ¿Me impulsa a ir hacia los pobres, los enfermos,
los marginados? ¿Me ayuda a reconocer en ellos el rostro de Jesús? Todos
nosotros vamos a misa porque amamos a Jesús y queremos compartir, en la
Eucaristía, su pasión y su resurrección. ¿Pero amamos, como quiere Jesús,
a aquellos hermanos y hermanas más necesitados?

Hecho de vida

Por ejemplo, en Roma en estos días hemos visto muchos malestares


sociales o por la lluvia, que causó numerosos daños en barrios enteros, o
por la falta de trabajo, consecuencia de la crisis económica en todo el
mundo. Me pregunto, y cada uno de nosotros se pregunte: Yo, que voy a
misa, ¿cómo vivo esto? ¿Me preocupo por ayudar, acercarme, rezar por

5
quienes tienen este problema? ¿O bien, soy un poco indiferente? ¿O tal vez
me preocupo de murmurar: Has visto cómo está vestida aquella, o cómo
está vestido aquél? A veces se hace esto después de la misa, y no se debe
hacer.

Debemos preocuparnos de nuestros hermanos y de nuestras hermanas que


pasan necesidad por una enfermedad, por un problema. Hoy, nos hará bien
pensar en estos hermanos y hermanas nuestros que tienen estos problemas
aquí en Roma: problemas por la tragedia provocada por la lluvia y
problemas sociales y del trabajo. Pidamos a Jesús, a quien recibimos en la
Eucaristía, que nos ayude a ayudarles.

Un segundo indicio, muy importante, es la gracia de sentirse


perdonados y dispuestos a perdonar.

A veces alguien pregunta: «¿Por qué se debe ir a la iglesia, si quien


participa habitualmente en la Santa Misa es pecador como los demás?».
¡Cuántas veces lo hemos escuchado! En realidad, quien celebra la
Eucaristía no lo hace porque se considera o quiere aparentar ser mejor que
los demás, sino precisamente porque se reconoce siempre necesitado de ser
acogido y regenerado por la misericordia de Dios, hecha carne en
Jesucristo. Si cada uno de nosotros no se siente necesitado de la
misericordia de Dios, no se siente pecador, es mejor que no vaya a misa.
Nosotros vamos a misa porque somos pecadores y queremos recibir el
perdón de Dios, participar en la redención de Jesús, en su perdón.

El «yo confieso» que decimos al inicio no es un «pro forma», es un


auténtico acto de penitencia. Yo soy pecador y lo confieso, así empieza la
misa. No debemos olvidar nunca que la Última Cena de Jesús tuvo lugar
«en la noche en que iba a ser entregado» (1 Cor 11, 23). En ese pan y en
ese vino que ofrecemos y en torno a los cuales nos reunimos se renueva
cada vez el don del cuerpo y de la sangre de Cristo para la remisión de
nuestros pecados. Debemos ir a misa humildemente, como pecadores, y el
Señor nos reconcilia.

Un último indicio precioso nos ofrece la relación entre la celebración


eucarística y la vida de nuestras comunidades cristianas.

Es necesario tener siempre presente que la Eucaristía no es algo que


hacemos nosotros; no es una conmemoración nuestra de lo que Jesús
dijo e hizo. No. Es precisamente una acción de Cristo. Es Cristo quien
actúa allí, que está en el altar. Es un don de Cristo, quien se hace presente
y nos reúne en torno a sí, para nutrirnos con su Palabra y su vida. Esto

6
significa que la misión y la identidad misma de la Iglesia brotan de allí, de
la Eucaristía, y allí siempre toman forma.

Una celebración puede resultar incluso impecable desde el punto de vista


exterior, bellísima, pero si no nos conduce al encuentro con Jesucristo,
corre el riesgo de no traer ningún sustento a nuestro corazón y a nuestra
vida. A través de la Eucaristía, en cambio, Cristo quiere entrar en nuestra
existencia e impregnarla con su gracia, de tal modo que en cada
comunidad cristiana exista esta coherencia entre liturgia y vida.

MEMORICEMOS

El corazón se llena de confianza y esperanza pensando en las palabras de


Jesús citadas en el Evangelio: «El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6, 54). Vivamos
la Eucaristía con espíritu de fe, de oración, de perdón, de penitencia, de
alegría comunitaria, de atención hacia los necesitados y hacia las
necesidades de tantos hermanos y hermanas, con la certeza de que el Señor
cumplirá lo que nos ha prometido: la vida eterna. Que así sea.

También podría gustarte