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La Nocion de Experiencia Historica Subli

Frank Ankersmit propone la noción de la experiencia histórica sublime, basada en el relato de un historiador. Según Ankersmit, es posible experimentar el pasado de manera inmediata e irreflexiva a través de un halo que ciertos objetos poseen y que transmiten la vivencia del pasado al que pertenecen. Esta experiencia genera una tensión paradójica entre la escisión con el pasado y la reunificación con él, lo que la hace sublime. La experiencia histórica sublime ocurre en el plano ontológico antes que en el ep
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La Nocion de Experiencia Historica Subli

Frank Ankersmit propone la noción de la experiencia histórica sublime, basada en el relato de un historiador. Según Ankersmit, es posible experimentar el pasado de manera inmediata e irreflexiva a través de un halo que ciertos objetos poseen y que transmiten la vivencia del pasado al que pertenecen. Esta experiencia genera una tensión paradójica entre la escisión con el pasado y la reunificación con él, lo que la hace sublime. La experiencia histórica sublime ocurre en el plano ontológico antes que en el ep
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Contenido

Introducción 11
1. Problemas epistemológicos
Memoria, subjetividad y singularidad en la historiografía
sobre el Holocausto
Graciela Velázquez Delgado 27

Foucault, la historia y la investigación histórica


Cuauhtémoc Nattahí Hernández Martínez 47

Inconsciente, sistematicidad y ciencia:


las problematizaciones freudianas
Fernando Betancourt Martínez 67

Posesión imposible.
Un psicoanálisis del deseo de conocimiento
Zenorina Guadalupe Díaz Gómez 101

7
Más allá de lo disciplinario

2. Alternativas para pensar la historia


La noción de la experiencia histórica sublime
de Frank R. Ankersmit: una alternativa para pensar
la historia desde el umbral del concepto
Miguel Ángel Guzmán López 127

El archivo desde las diferencias tópicas


entre represión y supresión
Ricardo Nava Murcia 145

Edward Said y Sigmund Freud:


del exilio a la escritura prometida
Mehdi Mesmoudi 171

Historia y literatura: campos relacionales


Silvia Pappe 205

3. Campos, objetos y metodologías del saber


Estudio de los lenguajes políticos y tipologías
de los discursos en la historia intelectual
Miguel Hernández Fuentes 231

Isomorfismos e inconmensurabilidades
entre la historia social y la historia ambiental
Gerardo Morales Jasso 253

Historia y poder: cultura histórica


posrevolucionaria en México
Abraham Moctezuma Franco 287

8
Contenido

¿Psicopatología de la vida cotidiana o cotidianeidad


de la psicopatología? Reflexiones sobre el Psicoanálisis
y los dispositivos de poder
María L. Christiansen 303

4. Reflexiones historiográficas: los usos del pasado


Un acontecimiento fundacional: Moctezuma y Cortés,
un lienzo señorial pintado en el Nuevo Mundo
Miguel Ángel Segundo Guzmán 325

El retorno de Eleusis: historiografía y proyecto mítico


en la escritura de Guillermo Fadanelli
Luis Arturo Torres Rojo 353

El láser historiográfico: teoría de la historia e historiografía


Guy Rozat Dupeyron 391

Sobre los autores 415

9
La noción de la experiencia histórica
sublime de Frank Ankersmit:
una alternativa para pensar
la historia desde el umbral
del concepto

Miguel Ángel Guzmán López


Universidad de Guanajuato

E n su libro La experiencia histórica sublime (2005-2007), Frank


Ankersmit realiza un giro a su pensamiento, abandonando la pos-
tura narrativista que previamente le había caracterizado,1 para plantear
un modelo que sustituya la clásica relación epistemológica entre el su-
jeto y el objeto por lo que media entre ambos polos: la experiencia.
Basado en el relato de un insight narrado por el historiador Johan Hui-
zinga, propone lo que denomina la experiencia histórica sublime, a partir
de la cual se problematiza la relación que puede tener la experiencia
de histórica con el conocimiento histórico, señalando que es posible
experimentar el pasado a partir de un halo que ciertos objetos poseen
y que nos transmiten la vivencia del pasado al que pertenecen, pero
no mediante la operación reflexiva que el historiador hace frente a la
fuente histórica sino de una manera inmediata e irreflexiva, emocional.
1
Un interesante acercamiento a este giro en el discurso de Ankersmit lo proporciona
María Inés La Greca, quien lo califica de rechazo romántico, en el que también incluye el
caso de Hayden White (María Inés La Greca, “Lo sublime, de la palabra al silencio”).

127
Miguel Ángel Guzmán López

Se trata de una vivencia desbordante en la que se reconoce el dolor de


la separación del pasado frente al presente, al tiempo que, paradójica-
mente, se vive también el gozo del encuentro con ese pasado ‘escindido’.
En este trabajo se hace un acercamiento crítico a esta postura, reco-
nociendo, en primera instancia, cómo la misma sitúa la discusión de ‘lo
histórico’ en el plano de lo ontológico, pero justamente en el umbral de
lo epistemológico, lo que puede ser dicho también como en el umbral del
concepto en la medida en que, siguiendo a Ankersmit, la experiencia an-
tecede al lenguaje. Este es el quid del problema, pues ¿con qué seguridad
puede establecerse una línea entre lo conceptual y lo preconceptual? ¿En
qué medida puede hablarse de una experiencia previa a toda mediación
lingüística? ¿Cuál es la vinculación que hay entre el plano ontológico
y epistemológico del conocimiento histórico? ¿Se corresponden dichos
planos con una circunstancia ‘pre’ y ‘post’ conceptual? ¿Qué significaría
para el historiador concebir su labor en la frontera entre ambos planos
del pensamiento? Son estas las principales preguntas sobre las cuales la
presente propuesta realiza su acercamiento a la cuestión.

1. La noción de la experiencia histórica sublime


Habrá que señalar, en primera instancia, que la noción de experiencia
en Ankersmit está centrada sobre la connotación filosófica del término
que lo liga a todo aquello que depende directa o indirectamente de la
sensibilidad, de la percepción sensible contenida en un acto cognos-
citivo o en un acto vivencial. No hace referencia al otro sentido de la
palabra que refiere al saber acumulado por una persona mediante el
aprendizaje o por una vivencia reflexiva. Esta distinción es importante
porque se trata de una diferencia en la que de entrada puede intro-
ducirse la tensión dialógica entre lo ontológico y lo epistemológico, y
entre lo preconceptual y lo conceptual, que representa el problema de la
experiencia histórica.
Por su parte, el término sublime tiene una larga trayectoria en el
mundo del pensamiento occidental, cuya primera referencia se encuen-

128
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

tra en el antiguo Perí hýpsous,2 de Longino, y que a través de una serie de


célebres pensadores como Leibniz, Kant, Burke, Baumgarten y Hegel,
entre otros, se ha venido decantando como un concepto central para la
teoría estética, en contraposición del fuerte racionalismo que ha caracte-
rizado a la modernidad, y que ha favorecido el arraigo de una concepción
predominantemente empírica de la experiencia, fuera de la cual ningún
otro tipo de experiencia –como la sublime– ha sido tomada en serio.3
Ankersmit retoma este concepto y lo aplica a la realidad histórica
expresada como experiencia histórica sublime, que es ante todo un Ges-
talt-switch en el cual un presente atemporal deviene en un mundo que
abarca tanto el presente como el pasado; “es una paradójica confluencia
de la escisión (el dolor y la pérdida) y de la reunificación (el amor) sin
que ninguno de los dos prevalezca. Y en esta paradójica unión de lo que
se excluye mutuamente […] radica el carácter sublime [de la misma]”.4
En la experiencia histórica la escisión radica en el dolor causado por
el reconocimiento del pasado como una pérdida, como algo que se ha
“desprendido” del presente; pero al mismo tiempo, el reconocimiento
del pasado representa un encuentro, la posibilidad de reunirse con lo ya
ido. De esta forma ocurre lo sublime, al llevar a quien lo experimenta
a un éxtasis más allá de su racionalidad, en el cual se obtiene un senti-
miento de lucidez y gozo ante la contemplación de algo tan grande que
2
Si bien, empero, el uso que Longino da al término es muy diferente al que empleó
Kant y varios pensadores más en la modernidad, pues para el primero se trata de “una
cualidad del discurso implicada en una técnica para modelar las emociones de una de-
terminada audiencia [mientras que en la modernidad se habla de algo que] no solamen-
te es ajeno a la técnica, sino que se define por oposición a ella, como categoría a priori
de juicios estéticos desinteresados” (Ignacio López Moreno, Entusiasmo y a-patía en
la experiencia sublime. La construcción de la categoría estética de lo sublime como estrategia
ilustrada de distinción, p. 127).
3
El problema de definir lo sublime ha tenido en Kant un precedente importante. Para
él, el meollo de lo sublime radica en que lo sublime no tiene objeto porque sus pro-
piedades nunca se sintetizan en una unidad conceptual aplicable y objetivante, lo cual
no obsta para que continúe afectando la mente en cuanto a que es idea y no concepto.
La primera afecta al sujeto y el segundo al objeto (Waldir Barreto, “Lo sublime, de la
palabra al silencio”, pp. 301-302).
4
Frank Ankersmit. La experiencia histórica sublime, p. 25.

129
Miguel Ángel Guzmán López

le desborda, y que al mismo tiempo genera dolor al revelarse como algo


imposible de asimilar completamente.5
La tensión ‘sublime’ que se encuentra en la paradoja de la escisión y
la reunificación se revela como una relación que ocurre en el campo de
lo ontológico antes que en el de lo epistemológico desde que se habla
de una relación más fundamental y originaria respecto a la pregunta por
el conocimiento histórico, e inclusive respecto a la propia consciencia
histórica moderna, a la que Ankersmit define como la diferencia entre
la perspectiva del pasado y la realidad del presente, en la medida en
que la experiencia histórica constituye una vivencia de pérdida-dolor/
encuentro-gozo que se encuentra más allá de toda racionalidad.
De hecho, para el profesor de la Universidad de Groningen, toda ex-
periencia histórica es sublime de modo que no puede haberla de otra
manera, por lo cual tendría que entenderse que cuando se habla de la
misma se hace alusión a una vivencia sublime y que todo otro tipo de
contacto con el pasado no sería una experiencia histórica tal cual sino
un contacto mediatizado con el pasado, o un conocimiento del mismo
pero no antecedido por la vivencia sublime (cuya pertenencia está en el
campo de lo epistemológico).
Si, con todo, habría de calificarse a dicho contacto mediatizado
como ‘experiencia histórica’, ésta no sería sublime sino objetiva o sub-
jetiva. En el primero de los casos, se daría cuenta de la experiencia que
tiene el individuo al vivir inmerso en su propio tiempo, que constituye
luego el objeto de atención del historiador en la medida en que dicha
experiencia queda consignada en los vestigios que serán las fuentes de
información. En el segundo de los casos, se haría referencia a la expe-
riencia del sujeto en el presente ante una visión del pasado ya elaborada
por el historiador. En la primera instancia, se habla de la referencia in-
5
En este sentido, Ankersmit se aproxima a Nietzsche, cuando éste habla, en El na-
cimiento de la tragedia, de lo sublime del encuentro con la tragedia, según el cual el
espectador “se estremece ante los sufrimientos que encontrarán los héroes, y aun así,
sentirá en ellos un placer más grande e incontenible. Ve más y más profundamente
que nunca antes y, empero, desea perder la vista” (Frank Ankersmit, “Representación,
‘presencia’ y experiencia sublime”, p. 160).

130
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

mediata con la que los habitantes de una época determinada dan cuenta
de su propio tiempo, la cual queda consignada como información que
posteriormente los historiadores calificarán como objeto de estudio; en
la segunda instancia, se habla del conocimiento que se tiene del pasado
mediante la lectura de la obra historiográfica, es decir, de la historia
elaborada por el historiador.6 Sin embargo, ninguna de ellas sería una
experiencia histórica sublime, pues la primera plantea una relación de
conocimiento y la segunda una relación de re-conocimiento, y no un senti-
miento de escisión, de la consciencia de algo en el momento justo de su
pérdida, y que rebasa toda posibilidad de descripción.
Este punto es, sin duda, polémico, y para poderlo entender es nece-
sario conocer la relación que tiene la experiencia histórica con el cono-
cimiento mediado.

2. Contra el constructivismo
En su definición de la experiencia histórica sublime, Ankersmit arre-
mete contra el constructivismo, tomando como centro el argumento
esgrimido por esta postura respecto a que el historiador lo que expe-
rimenta son los documentos y no el pasado en sí mismo. Para el cons-
tructivista es posible experimentar exclusivamente lo que está dado en
el presente, y como el pasado ya no está presente, sería imposible obte-
ner conocimiento del mismo, al menos de manera directa.
Frente a esto, Ankersmit sustenta la hipótesis de que en algunos
objetos sobrevivientes al pasado:
se ha conservado una suerte de Hauch [halo] o emanación del mismo pa-
sado y de que el sujeto de la experiencia histórica cobra conciencia de ello
de repente […] Formulado de esa forma, en dichos casos, el propio pasado
ha resistido el paso del tiempo y está presente en objetos que nos son dados
aquí y ahora, como por ejemplo pinturas, cámaras sepulcrales o muebles.7

6
Ankersmit, Experiencia, pp. 278-280.
7
Ibíd., p. 25.

131
Miguel Ángel Guzmán López

De esta manera, habría partes del pasado que existen en el presente a


partir de estos objetos a los que califica como “protuberancias del pasa-
do en el presente” o como “mensajeros que atraviesan el tiempo, que en
su viaje han llegado finalmente a nosotros”, pues han conservado señas
de su origen y por ello “pueden ocasionar una experiencia histórica en
personas dispuestas a conocer el significado de esas señas”.8
Si se aplica una lectura crítica a esta polémica es posible notar como
punto de inflexión justamente la distinción que aquí se hace entre los
planos ontológico o epistemológico desde los cuales se esgrimen los ar-
gumentos, pues tanto la postura constructivista como aquella contra
la cual se pronunció –a saber, la escuela Rankeana–discuten desde el
segundo de estos planos, mientras que Ankersmit lo hace desde el pri-
mero. La disputa constructivista contra Ranke y su afirmación de dar
cuenta del pasado “como realmente ocurrió”, si bien hace referencia a
la forma de entender ontológicamente el devenir de los acontecimien-
tos en el tiempo y su entendimiento como ‘pasado’, lo hace sólo en la
medida de derivar de ello conclusiones respecto a cómo sería posible
aprehender epistemológicamente el conocimiento de ese pasado.
Mientras la noción epistemológica rankeana se basa en considerar
a la historia como dada ontológicamente antes de la aparición de la
mirada del historiador, reduciendo la labor epistemológica de éste a
la reconstrucción de la evidencia de tal historia racionalizada per se, el
constructivismo considera que no hay dicha racionalización previa al
trabajo del historiador; entonces, éste se convierte en constructor de
dicha racionalización, atendiendo solamente a lo que tiene a la mano, es
decir, a los vestigios del pasado, que se convierten, a la sazón, en lo único
experimentable y, en consecuencia, lo único de lo cual puede derivar el
conocimiento de la historia.
Ambas posturas podrían identificarse con las experiencias objetiva y
subjetiva del pasado, de las que se hablaba en el apartado anterior, pues
la postura rankeana afronta el pasado como un ente objetivo del cual
hay que dar cuenta, mientras que la constructivista afronta el pasado
8
Ibíd., p. 112.

132
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

como algo cuyo sentido histórico todavía habrá de construirse en la


operación historiográfica.9
Pero en ambos casos la preocupación finalmente es de carácter epis-
temológico; trata de responder a la pregunta del conocimiento histórico
más que a la de la experiencia de lo histórico, que es la que ocupa a
Ankersmit. Tanto el acercamiento rankeano como el del constructivis-
mo plantean una aproximación consciente, reflexiva y racional al objeto
que reconocen como su fuente de información, mientras que en la expe-
riencia histórica, antes que como fuente, el objeto funge como mensaje-
ro del pasado, y si bien en ambos casos existe la mediación del objeto, en
uno de ellos participa como medio en la obtención de un conocimiento
mientras que en el otro es el medio detonante de una vivencia que no
necesariamente derivaría en la búsqueda de un conocimiento.

3. La antecedencia pre-conceptual de la experiencia


histórica sublime
Ankersmit señala que el objeto de la experiencia histórica “es anterior
a la reflexión consciente del historiador”.10 La experiencia histórica
–continúa– no se encuentra en el terreno de la síntesis histórica. Justo
entonces, queda en total evidencia que cuando se habla de la experien-
cia histórica no se hace referencia a un mecanismo que sustituya a la
operación historiográfica ni que pretenda explicar mejor su funciona-
miento; en cambio, se está frente a una vivencia extática a partir de la
cual es posible experimentar el pasado y que se encuentra antes de cual-
quier intento de llevar esa vivencia al terreno de la reflexión.

9
Aquí seguimos la definición de ‘operación historiográfica’ que propone Rodrigo
Ahumada Durán, en el sentido de que se trata del esfuerzo que el historiador hace
(como agente activo) por hacer surgir del documento histórico los inteligibles históri-
cos en acto, que hasta entonces sólo se encuentran en potencia, y en el que la explica-
ción, la comprensión y la interpretación constituyen labores fundamentales (Rodrigo
Ahumada Durán, “Problemas y desafíos a la epistemología de la historia –segunda
parte–”, pp. 100-102).
10
Ankersmit, Experiencia, p. 117.

133
Miguel Ángel Guzmán López

La experiencia histórica sublime se encontraría más cerca de los es-


tados de ánimo y de los sentimientos que del conocimiento; por eso es
que sería más ontológica que epistemológica, porque tiene que ver más
con lo que se es que con lo que se sabe.11 La experiencia sublime carece de
función cognoscitiva, y ocurre sin la “intervención protectora de nues-
tro aparato cognoscitivo y psicológico”.12
Por lo mismo, tendría un carácter pre-lingüístico y pre-conceptual,
pues la experiencia histórica sublime constituye un breve atisbo a la rea-
lidad no mediatizada por el signo; además, en cuanto se trata de expre-
sar dicha experiencia a través del lenguaje, se pierde en buena medida
dicha realidad. Ankersmit da cuenta de esta tensión con estas palabras:
En la medida en que puede confiarse en el lenguaje, hemos perdido una
parte de la realidad; en la medida en que tenemos acceso a la realidad,
hemos perdido el lenguaje en su calidad de espejo confiable y creíble de la
naturaleza y la realidad.13

De esta manera, cuando se trata de plasmar la experiencia sublime en


un texto histórico, siempre ocurrirá la pérdida de buena parte de dicha
experiencia, lo que lleva pensar a nuestro autor en la necesidad de una
especie de “heurística negativa” que se preocupe por realizar la tran-
sición de la experiencia al texto con la menor pérdida de significado
posible.14
Sin embargo, este esquema no deja de tener contradicciones, o al
menos paradojas sobre las cuales hay que llamar la atención, como re-
sulta el hecho de aceptar que, al contrario de lo que pensaba Gadamer,
se pueden traspasar los límites del lenguaje para alcanzar lo sublime. Si-
guiendo la afirmación de Burke de que la elocuencia y la poesía pueden
superar a cualquier otro arte porque hay expresiones lingüísticas que
no pueden ser sustituidas por medios de expresión no lingüística para
generar el mismo efecto, Ankersmit señala que el lenguaje puede ser
11
Ibíd., p. 237.
12
Ibíd., pp. 331 y 355.
13
Ibíd., p. 237.
14
Ibíd., p. 301.

134
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

fuente de lo sublime, pero en ese caso lo sublime no se encuentra en una


relación de antecedencia respecto al lenguaje (y por ende al concepto)
sino que se encuentra más allá del mismo.15
Lo anterior plantea una situación más compleja que la esperada
inicialmente en términos de la relación entre la experiencia histórica
sublime y el concepto, pues la misma no se queda solamente frente al
‘umbral’ de lo conceptual, sino que puede traspasarlo y ‘rebasarlo’. En
todo caso, Ankersmit no propone una reflexión de lo sublime sin contar
con el universo conceptual ‘dentro del mapa’, pues el lenguaje constitu-
ye siempre un referente a partir del cual lo sublime puede ser reconoci-
do al menos por efecto de contraste. De ahí la siguiente metáfora, en la
que se revela el lenguaje como conductor hacia la realidad no mediada
por él mismo (una nueva paradoja):
El lenguaje hizo lo que pudo, se despidió educadamente y nos abandonó a
nuestra suerte. Funciona como una especie de túnel que requiere que nos
enfoquemos en lo que está al final de él, o, en realidad, más allá de ese final,
es decir, en la realidad misma.16

Esta metáfora revela asimismo otra relación entre el concepto y la ex-


periencia sublime: la descontextualización.

4. La descontextualización
Ankersmit señala que la experiencia histórica constituye la “respuesta
del historiador” al “llamado del pasado”, para establecer un “contacto”
entre el historiador y el pasado “que excluye todo lo que no forma parte
de esa comunicación tan personal e íntima”.17 Esto quiere decir que en
el contacto que ocurre entre el presente y el pasado se establece una
comunicación para la cual no cuentan más datos que los necesarios para
la comunicación misma; ocurre entonces un proceso de descontextuali-
zación que opera de la siguiente forma:
15
Ibíd., p. 249.
16
Ibíd., p. 302.
17
Ibíd., p. 122.

135
Miguel Ángel Guzmán López

Cuando responde al “llamado del pasado” el historiador “olvida” por algún


tiempo el contexto historiográfico en el que acostumbra maniobrar. Por
un momento sólo existe el pasado, que se le manifiesta con una desnudez
cuasi noumenal inusitadamente directa. Lo mismo puede decirse del pasa-
do, del objeto de la experiencia histórica: va corriendo hacia el historiador
con la misma impaciencia que siente el historiador para cortar sus propias
ataduras.18

Lo que se quiere decir con esto es que a la experiencia histórica sublime


sólo puede llegarse de manera directa, cuasi noumenal, frente a lo cual
todo intento de contextualización explicativa (epistemológica) no sólo
sobra, sino que impide la realización de dicha vivencia. Así, la experien-
cia histórica y la contextualización se excluyen mutuamente.
Para darle mayor claridad a esta idea, Ankersmit, empleando a posta
el lenguaje de Kuhn, compara a la experiencia histórica como una “ano-
malía”, excluida por una “fase de ciencia común”, de manera que en la
experiencia histórica se accede al pasado en sí, aún no contagiado por
los “paradigmas de la ciencia común”.19 Claro que el historiador, por su
formación profesional sí está contagiado por los paradigmas de la cien-
cia común; por ello, es necesario que se deshaga de dicho contexto para
poder acceder al pasado en su forma cuasi noumenal.
La descontextualización sería la estrategia más evidente para acceder
a la realidad ontológica y pre-conceptual que permite la experiencia
sublime. Sin embargo, Ankersmit señala que algunas grandes corrientes
historiográficas y teóricas se han desarrollado en sentido inverso, y han
enfocado sus fuerzas justo a desarrollar una labor contextualizadora; tal
es el caso del historicismo, para el cual es importante contextualizar el
objeto de estudio del historiador, al plantear que “cada fenómeno histó-
rico debe interpretarse forzosamente como parte de un proceso histórico,
lo que significa que el sentido de la esencia de un fenómeno históri-
co sólo puede determinarse como este telón de fondo”.20 Por su parte,

18
Idem.
19
Ibíd., p. 125.
20
Ibíd., p. 174.

136
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

la historia efectual gadameriana propone contextualizar al sujeto de la


investigación histórica, de manera que todo conocimiento del pasado
debe estar mediado por la clarificación de la condición histórica –que al
mismo tiempo es la condición hermenéutica– de quien hace preguntas
a dicho pasado.21 Ambas estrategias se contraponen a la búsqueda de lo
sublime, pues en lugar de permitir que la realidad se desnude del logos
se le envuelve cada vez más en él.
No es que Ankersmit planteé la desaparición de la ciencia histórica
–pues hablar de una realidad histórica desnuda de logos es como hablar
de una práctica histórica sin explicaciones–, sino que hace un llamado
para que el historiador no intente situarse en la posición del yo trascen-
dental, que es característico de las ciencias exactas, y mejor se involucre
con el pasado de una manera más ‘vivencial’:
La historia se hace con los documentos; es verdad, pero también con los
historiadores. Cómo se relaciona el historiador con su propio tiempo, cuá-
les son sus sentimientos y experiencias más hondos, cuáles hechos de su
vida personal han sido determinantes, todos estos son asuntos de los que
no hay que desconfiar, ni que son de temer como si amenazaran la supues-
ta objetividad histórica; al contrario, el historiador debe mirar por todos
estos los sentimientos y experiencias a fin de poderlos aprovechar cuando
intentan entender la voz del pasado. Desde luego, estos sentimientos su-
mamente personales no pueden y no deben convertirse en la descripción
del pasado; mas para un historiador son absolutamente imprescindibles
para la experiencia del pasado, que a su vez forma el puente al pasado para
el historiador y sus lectores. Los sentimientos personales del historiador y
sus puntos de vista ofrecen la tierra fértil en la que la experiencia histórica
puede prosperar.22

Si bien es comprensible esta idea de Ankersmit, en el sentido de sugerir


un mayor involucramiento vivencial de parte del historiador cuando
hace su trabajo, se acerca mucho a la previamente criticada contextua-
lización gadameriana del sujeto, pues invita al investigador a reparar en

21
Ibíd., p. 372.
22
Ibíd., p. 195.

137
Miguel Ángel Guzmán López

aquellos elementos subjetivos que constituyen su horizonte personal


para aprovecharlos en su esfuerzo por comprender el pasado. La di-
ferencia podría radicar en el hecho de que mientras Ankersmit busca
que el historiador llegue a comprender el pasado a través de una serie
de vivencias que podrían, idealmente, favorecer la experiencia sublime,
y situarse, por ende, en el terreno de lo pre-conceptual –de lo a-lógico–,
en el caso de Gadamer el acto de tomar consciencia de la propia cir-
cunstancia histórica nunca ocurre fuera del lenguaje, pues el lenguaje es
el que garantiza el proceso mismo de la comprensión (hay que recordar
su famosa sentencia: ‘el ser que puede ser comprendido es lenguaje’).23
A partir de esto se puede observar también la importancia que la
descontextualización tiene para Ankersmit, pues significa, a final de
cuentas, la actividad que ‘desoculta’ o ‘revela’ –casi en términos heide-
ggerianos– al ser, y ese desocultamiento lo es respecto al logos, es decir,
respecto al concepto.
Esto se muestra claramente en otra metáfora que propone Anker-
smit, de un observador que viaja en un avión por encima de las nubes
y éstas le impiden ver la superficie del planeta salvo cuando, ocasional-
mente, los huecos que se abren entre las nubes lo permiten:
Las nubes de la tradición y del contexto suelen impedir que podamos ver
el pasado en sí o distorsionan nuestra vista, pero no excluyen la posibilidad
de echar un vistazo al pasado en caso de una ausencia temporal de dichas
nubes “contextuales”.24

Así, la conclusión a la que llega es que por más importante que sea
el contexto para entender al pasado, no habría que atribuirle “la facul-
tad de codeterminar siempre y en todas condiciones el contenido de la
experiencia (y del conocimiento)”.25
Ante la presencia del contexto, surge nuevamente la idea de que la
experiencia histórica sublime no sólo podría experimentarse de manera
23
Hans-Georg Gadamer, Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica,
p. 567.
24
Ankersmit, Experiencia, p. 270.
25
Ídem.

138
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

previa al concepto sino también de manera posterior, como ya lo dejaba


ver la ya consignada metáfora del túnel, pues el autor de Historia y tro-
pología afirma que, al menos para el caso de quien se encuentra inmerso
en la contextualización de un hecho histórico determinado –como pu-
diera ser el caso de un historiador–, el contexto es importante al menos
para ser traspasado, o hacerlo de lado, de manera que deje al descubierto
la experiencia en su desnudez; sin embargo, esto no implica que la cons-
ciencia histórica sublime consista en “el retorno a un estado de inocen-
cia original o que antecede a toda práctica histórica, sino más bien en
una dimensión situada después o más allá de toda práctica histórica”.26
De esta manera, Ankersmit reconocería que la experiencia histórica
sublime se puede dar en términos post-conceptuales, pero esto lleva
preguntar ¿hasta qué punto una experiencia histórica sublime se en-
cuentra verdaderamente descontextualizada si ocurre de manera a pos-
teriori? ¿Verdaderamente se ha librado de todo efecto contextual?

5. La supuesta inmediatez
Una tercera característica de la experiencia histórica es la supuesta in-
mediatez con la que ocurre. Aquí se le llama supuesta inmediatez al
hecho de que para vivir una experiencia histórica se requiere de un
medio, de un objeto, que si bien no cumple la función epistemológica
de fungir como fuente de información para el análisis historiográfico, sí
constituye un mensajero –o protuberancia, como el mismo Ankersmit
lo señala– del pasado en el presente. Si bien podría decirse que en la
experiencia histórica es posible tener un contacto cuasi noumenal con el
pasado, debe reconocerse que dicha comunicación no es inmediata, es
decir, no se da sin la mediación de los “objetos protuberancia”.
Ankersmit es consciente de ello, al grado de afirmar que la experien-
cia histórica es provocada mayoritariamente por objetos relativamente
insignificantes, es decir, por objetos que no estén cubiertos por capas
de interpretación acumuladas durante el tiempo, y atribuidas por todo

26
Ibíd., p. 293.

139
Miguel Ángel Guzmán López

tipo de expertos. Estas interpretaciones, que se acumulan en los objetos


como capas de cebolla, evitan que se tenga un contacto directo con el
mismo y con el pasado que contiene. ¿Cómo poder apreciar el cuadro
de La Gioconda sin toda la carga interpretativa que ha acumulado en el
tiempo, que le otorga un lugar especial en la historia del arte, y que im-
pide al observador ver la obra como se le vio la primera ocasión? ¿Cómo
afirmar que se está en comunicación con la obra directamente y no con
lo que se dice de ella?
También en este sentido es necesaria la descontextualización, pues
no se descarta que aún objetos muy cargados de interpretaciones acu-
muladas puedan producir la experiencia histórica siempre y cuando se
les “raspe” la capa de interpretaciones para experimentar el objeto con
su carga interpretativa original.27
Lo anterior no obsta para que, al final, la experiencia histórica ocurra
mayoritariamente sin advertencia alguna, sin avisar, sin ser provocada
a voluntad: “es más algo que se le manifiesta de repente, que algo que
el historiador pueda provocar a propósito”.28 Sin embargo, la tarea
que el historiador tendría, en caso de vivir una experiencia sublime,
se centraría en aplicar esa ‘heurística negativa’, señalada páginas arriba,
para intentar representar dicha experiencia a través del lenguaje, tratan-
do de evitar, en la medida de lo posible, la pérdida esencial de la misma.
Pero hay un sentido más profundo respecto a la supuesta inmediatez
de la experiencia histórica sublime, que tiene que ver con el hecho mis-
mo de que da cuenta de la consustancialidad del individuo respecto de
la historia, y que impide que la epistemología –pensada en su sentido
más tradicional– de mejor cuenta de nuestra relación temporal mun-
dana –como posiblemente diría Heidegger– y que nuevamente lleva a
situar el problema en los terrenos de la ontología:
¿Dónde termina el “yo” (o el historiador), y empiezan “la historia” y “la cul-
tura” (en calidad de objetos de investigación histórica)? Es imposible res-
ponder esta pregunta, pues somos consustanciales con la historia. La historia

27
Ibíd., p. 124.
28
Ibíd., p. 125.

140
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

está en nosotros y nosotros en ella; somos concretizaciones de la historia y


la historia es una abstracción de nosotros.29

Pese al tono en que está dicho lo anterior, que puede parecer insu-
flado de un romanticismo irredento, Ankersmit no hace sino recordar
la principal condición de las Ciencias Sociales y Humanas: la enorme
dificultad de adoptar una postura de sujeto trascendental ante sí mismo
como objeto de estudio.

A manera de conclusión
En el presente apunte se ha tratado de dilucidar el plano desde el cual
Frank Ankersmit plantea su tesis de la experiencia histórica sublime, en
comparación con aquél en el que se sitúa la postura que reconoce como
antagónica –a saber, el contructivismo‒, y tales planos son, a considera-
ción de este estudio, el ontológico y el epistemológico.
Si se aplica la lectura de la propuesta de Ankersmit bajo estos pará-
metros es posible lograr una mayor claridad de su propuesta y descubrir
que no hay un antagonismo entre dos posturas diferentes, sino en todo
caso diferentes planos desde los cuales se genera la argumentación de
las partes en diálogo, quedando la experiencia histórica como un asunto
de carácter ontológico puesto que responde a la pregunta del ser partir
de la vivencia con el pasado más que a la pregunta epistemológica por
el conocimiento histórico.30
La distinción entre ambos planos no sólo ha permitido comenzar
a desembrollar la discusión entre Ankersmit y el constructivismo, sino
que también ha ayudado a entender mejor lo que es la experiencia his-
tórica como un planteamiento ontológico, además de cómo sus carac-

29
Ibíd., p. 257.
30
En varios momentos, de hecho, el propio Ankersmit sitúa la dimensión de lo onto-
lógico como el espacio en el cual es factible abordar el problema de los sublime, seña-
lando las limitaciones que la epistemología presenta para asumir dicha tarea (Frank
Ankersmit, Historical representation, p. 161). Abordar con mayor profundidad la críti-
ca que este autor hace a la epistemología es motivo para un trabajo posterior.

141
Miguel Ángel Guzmán López

terísticas (antecedencia, descontextualización y supuesta inmediatez) se


corresponden con el mismo.
En términos generales, la propuesta de Ankersmit resulta polémica
desde su punto central: ¿Ocurre efectivamente un contacto con el pasa-
do en la experiencia histórica o se trata más bien de un insight derivado
de la confluencia de ciertas circunstancias? En todo caso su valor reside
en que constituye un esfuerzo para reflexionar sistemáticamente acer-
ca de una vivencia perceptiva que la consciencia llega a experimentar
y para la cual no hay todavía un marco teórico sólido como sí lo hay
para otros ámbitos del pensamiento. De igual forma, resulta valioso su
acercamiento a la experiencia del pasado desde la vivencia como tal,
dado que el estudio del pasado ha sido más bien abordado por la ciencia
histórica bajo la égida del principal centro de atención de la epistemo-
logía: el conocimiento, desestimando entonces la pregunta ontológica
por el ser.
Este posicionamiento dialógico entre lo ontológico y lo epistemoló-
gico trae consigo la discusión respecto al carácter pre-conceptual, con-
ceptual, o incluso post-conceptual (nueva figura que ha surgido en el
camino) de la experiencia histórica sublime, que no queda aclarada con
la suficiente precisión por Ankersmit, en la medida en que sitúa a este
tipo de experiencia en esas tres circunstancias: como una vivencia di-
recta, previa a todo intento de conceptualización; como una vivencia
envuelta en el lenguaje y que debe ser develada (en cuyo caso hablamos
de un proceso de descontextualización); o bien, como una vivencia que
se encuentra más allá del concepto (que puede generar su propia subli-
midad).
Frente a ello, no sería posible pensar que exista una línea clara entre
lo conceptual, lo pre-conceptual y lo post-conceptual para poder pro-
fundizar en la definición de la experiencia histórica sublime, sino reco-
nocer que, en todo caso, lo conceptual (sin importar su carácter previo
o póstumo) se encuentra presente como referencia sine qua non dicha
experiencia pueda ser apercibida.

142
La noción de la experiencia histórica sublime de Frank R. Ankersmit

Posiblemente en la misma medida haya una correspondencia con


los planos ontológico y epistemológico del problema, aunque en este
sentido cada uno de ellos guarda un matiz importante de éste: que lo
conceptual adquiere la dimensión de logos, de estudio profundo de la
realidad, y no solamente como referencia de un medio de expresión de
dicha realidad. Cuando se plantea en ese sentido, hablar de la experien-
cia histórica sublime implica hacerlo de una vivencia a-lógica, que no
sólo no se deja expresar sino ni siquiera aprehender racionalmente, o al
menos no sin perder su pureza ontológica.31
Frente a esto, el mayor cuestionamiento que Ankersmit tiene to-
davía por delante es ¿cómo definir a la consciencia histórica sublime
sin el riesgo de desvirtuarle, dado que tal definición depende del uso
del lenguaje? ¿Se espera que en dicha definición el lenguaje alcance
la sublimidad para develar al ente que oculta, de manera que quede
directamente accesible a la consciencia? No basta con pensar en una
supuesta anterioridad o posterioridad de lo sublime frente al lenguaje
–una exterioridad en todo caso– para resolver esta cuestión.
La propuesta de Ankersmit no está, pues, exenta de problemas, pa-
radojas y contradicciones, de manera que pueda afirmarse que haya es-
tablecido un ámbito seguro sobre el cual teorizar sobre la historia, pero
sí se podría apreciar como una invitación dirigida al historiador para
entablar discusiones en el límite de lo pensable: difusa frontera que a
veces se encomienda al filósofo pero a la que ningún historiador debería
renunciar a incursionar como theorós.

31
De esta manera Ankersmit va más allá de ese punto medio, que proponía en Histo-
rical representation, “entre la inocencia lingüística de la tradicional teoría de la historia
y la hipérbole de algunos teóricos posmodernos” (p. 21).

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Miguel Ángel Guzmán López

Bibliografía
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epistemología de la historia (segunda parte)”, Revista Communio,
núm. 3, Santiago de Chile, Universidad Gabriela Mistral, 2000.
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