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Crítica Al Poder Presidencial El Timón y La Tormenta

Crítica Al Poder Presidencial el timón y la tormenta

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AL PODER PRESIDENCIAL 1982-2021 pape ili par I mpresi de eto ha so ibicad api de aden prechec Je bong) panaconesgvemdas cn bs mis aus etd amb, ganization expo de cums sostenle onl edi ambit bees Pas bp | Boe, GrupoRditorial Catia a poderpresidencial Prem dir orb, 2021 Pine eimprie: cmb, 2021 D.R ©2021, Bogue Kruse .R.© 2021 derechor de edie munds en lengua estan ‘engin Random House Grupo Edoral, S.A: de CV. [rd Miguel de Coranes Sanda i301 te piso, ‘cba Cia, sen Miguel Hida, CP. 11520, ‘Gd de Mexico enguinbescom Penguin Rando Houte Grupo Edo poy apelin de pri Epi eatimals rata, defend a dvemial x iio de is leas el concciieno, pramvevels Br expen y voce na cuura vi Gace pe comprar una ain toad de citelbe ypormspeur ls yes dl Deen de Autor pra, Ae est pando #18 3803 " peminendo que PRHGI: comin pando ios pe ods for kets (Qos pho tj is sancionesesblcs pot bs kes escanear rpc toa pinente etch Poreuiguer mein oprcediniat ai como duc de cempis medant alo rst paleo vn previa aera. Sines foncpiar 0 ean algn fgmento de aca ds 4 CemP*D (Cento Mesiano de Protein yFomeato dels Desde Auto, ps /eempacom =) ISBN 978.07-580-591.9 Impsoen Mexico ~ Pi iv Maio 4 la memoria de José Manuel Valverde Garcés, mi hermano querido Eltimény [a tormenta (1982) México vive una de las crisis econ micas mis severas de su historia. No es, por supuesto, la primera vez que estamos en un brete, y recordarlo no deja de ser un consuelo. Hay en la memoria una moraleja implicita: si salimos de aquéllas, saldremos de ésta. En 1882, presionado por la caida de los precios de la plata, el presidente Manuel Gonzélez puso en circulacién la fagaz moneda de niquel, lo que provocé suspicacia pitblica, le acarred impopularidad y por poco le cuesta la vida. En 1907, Limantour sorteé a medias una cri- sis financiera de tal magnitud que algunos historiadores la consideran un antecedente fundamental de la Revolu- cin. Entre 1913 y 1916 se dieron en México hechos que recuerdan tun poco los de estos tiltimos meses: fuga de divi- sas a cuentas en Estados Unidos, devaluacién vertiginosa de la moneda, alza en los precios de los productos bisicos, incautacién bancaria. Las razones de urgencia ante la aguda 23 Critica al poder presidencial crisis nacional que adujo Luis Cabrera contra los represen tantes del antiguo régimen bancario parecen prodigiosa- mente actuales: “Lo que hizo el gobierno del presidente Carranza lo hubiera hecho cualquier gobierno del mundo en similares circunstancias”” Un suceso anélogo mis cercano ocurtié en el afio 1926. Llegaba a su fin el quinquenio de la abundancia. La obra de la Secretaria de Educacién, orgullo del regimen, se habia realizado, en buena medida, con los ingresos petroleros de 1921. Todos los renglones de la economia marchaban de modo ascendente. Calles se propuso entonces cambiar la faz del pais en cuatro afios y orquesté una suerte de Nueva Politica Econémica mexicana: funda el Banco de México, el Banco de Crédito Agricola, la Comisién Nacional de Caminos y la de Irrigacién, Escuelas Centrales Agricolas, etcétera, Por desgracia, factores externos —como la baja de Jos ingresos petroleros y argentiferos— detienen el ambi cioso, aunque no desmesurado, plan que habian Ievado a cabo Calles, Pani y Gomez Morin. De pronto, el pais entra en una crisis de Ja que no saldré cabalmente sino hasta el New Deal: bracerismo, desempleo, cierre de empresas, pa- ros, huelgas, moratoria en la deuda externa. Mientras las relaciones con Estados Unidos llegan al borde de la ruptura, Calles desata la Guerra Cristera. En 1928 Dwight Morrow aparece para arreglar “the small business” (México). Nues- tra relativa autarquia nos defiende un tanto del derrumbe de 1929 pero la depresién persiste, con matices, hasta que en 1933 nos impulsa el auge de la plata. 24 Bl timén y la tormenta La era del patr6n oro no terminé con las convulsiones. Cardenas mantuvo el peso sobrevaluado y financié buena parte de su programa social mediante el famoso sobregiro contra el Banco de México. A rafz de la expropiacién pe- trolera sufrimos inflacién, fuga creciente de divisas y una disminucién de las reservas hasta que, oportunamente, la Segunda Guerra Mundial nos rescaté de la crisis. En 1946, Alemin introdujo un ambicioso plan de inversiones piiblicas que casi duplica el gasto entre 1946 y 1948. Como ahora, la cara oscura del crecimiento fue la reduccién en la reserva, la fuga de capitales y la devaluacién. 1954 y 1976 son los dos capitulos siguientes en la historia de un problema esencial: gastar el dinero que no se tiene. De cada crisis nos ha res tado, en cierta medida, el azar: el petréleo en 1921, la plata en el 33, la guerra en el 39, En 1976 el petréleo parecta, de nueva cuenta, la salvacién, pero esta vez la salvacién defi- nitiva: era ahora nuestro pasaporte seguro a la modernidad. Todas estas encrucijadas fueron, en su momento, graves ¥ riesgosas, tanto como la actual en términos relativos inter- hos, aunque quizé no en términos cualitativos y absolutos. Por primera vez, la crisis mexicana se inscribe profun- damente en el entramado internacional al grado de hacer temblar a los bancos mas importantes del mundo. Y por primera vez, a pesar de nuestra importante renta petrolera, Jos ntimeros son espeluznantes: una devaluacién de 22 a 70 pesos por délar en seis meses y una inflacién que pasari de 15% en 1973 a un posible —y temible— 100% este afio. La deuda estimada supera los 80 mil millones de délares y es 25 Critica al poder presidencial —todos lo sabemos— la mis alta del mundo. En fin, en 1981 nuestro crecimiento habia alcanzado 9%; en 1982 sera nulo. Pero lo decisivo es que también, por primera vez en nuestra historia, alguien mds importante que el Fondo Monetario Internacional parece habernos cerrado el crédi- to: la Providencia. Estamos obligados a buscar en nosotros mismos, por nosotros mismos, la solucién de nuestra crisis. Es imposible saber ahora si las decisiones anunciadas el 1 de septiembre serin la palanca que el pais requiere para superar la crisis econdmica. Pero lo cierto es que la exalta- cién, los momentos de solidaridad, los instantes en que la fe encarna, pueden empafiar el examen Iicido del proble- ma en sus raices, desarrollo y consecuencias. Hay muchos ejemplos histéricos en los que el fervor oprime la inteli- gencia. Uno entre muchos: en la Repiblica de Weimar, en 1922, el celo nacionalista ocult6, con enormes costos, la dimensién verdadera de la bancarrota econémica. De ahi que sea necesario, para pensar la crisis, hacer una distincién fundamental y dividirla en dos etapas: antes y después de la exaltacién, antes y después del 1 de septiembre. La mejor guia es el propio Informe: fue el método que empleé el presidente para explicar, primero, su versin de la historia y, después, para variar su cauce. LEGITIMA DEFENSA “Soy responsable del timén, pero no de la tormenta”, dijo el presidente Lopez Portillo. Su Informe fue la bitécora de 26 Eltimény la tormenta un timonel que no admite su parte en el naufragio, y que atribuye las desgracias a los ingobernables elementos y al motin de los “sacadélares”. La caida del precio del petr6- leo y el incremento en las tasas de interés fueron factores determinantes en el problema. Pudo haber agregado uno: la manga ancha de la banca internacional. Por otra par- te, la ira apenas contenida con que el presidente revelé las cifras de la fuga de capitales no podia estar més justi- ficada: 14 mil millones de délares en cuentas al extranjero; 30 mil millones en propiedades inmuebles, de los cuales 8 mil 500 son por concepto de enganches. Si a esas sumas se adicionan 12 mil millones de mex-délares se alcanzan las dos terceras partes de la deuda piiblica. Aunque este motin —cosa que se olvida— no tuvo conexién directa ni causal con la deuda, fue un capitulo lamentable. Lo que México vivié este sexenio no fue un saqueo: fue una desercién nacional. Igualmente razonable fue su exposicién de la cara posi- tiva de su periodo. Algdn dia, si los mexicanos logramos construir la democracia a la que aspiramos, quizi Lopez Portillo seri recordado como el presidente de la reforma po- litica. A diferencia de sus dos antecesores, deja su cargo con Jas manos limpias de sangre. No habra fechas de muerte en su calendario: ni 2 de octubre ni 10 de junio. No se olvida- rn tampoco los aspectos positivos de su gestién econé- mica y social, cifras y datos alentadores: primaria para todos los nifios, expansion en los servicios médicos, agua, energia, transporte piblico, 4 millones 258 mil nuevos empleos, 27 Critica al poder presidencial incremento del 60% en la produccién de granos y oleagi- nosas (Sistema Alimentario Mexicano). La politica econmica del régimen —explicé el presi- dente— empled el ingreso petrolero para acelerar el ritmo de nuestro desarrollo: no crecer entonces —afirmé— ha- bria sido una cobardfa, una estupidez; no habia otro modo de cimentar con celeridad nuestra planta industrial y acre~ centar el empleo; el tiempo hist6rico no ha sido propicio para México: habia que remontarlo. Ahora, dijo, gracias a este plan totalizador “tenemos infraestructura, capacidad organizada y un lugar preponderante en el mercado comer- cial y financiero del mundo”. Y crecimos a una tasa 60% superior al promedio mundial, 20% mis alta que la media de los paises subdesarrollados y el doble en relacién con el primer mundo. En el discurso presidencial, la inversion y el crecimiento no sélo aparecen como la cara positiva de la crisis sino como una realidad que, en cierto modo y en un nivel histérico mas amplio, la desmienten. Aun sin compartir las premisas del presidente, hay que aceptar que si el proyecto fracas6 no fue por un manejo a espaldas del piiblico. No fueron muchas las voces que s¢ unieron a Heberto Castillo en sus laigubres y continuas premoniciones. En la prensa, en ambas cémaras, en colo- quios y mesas redondas, en las Ligas y Colegios Profesio- nales, en corrillos y cafés, tirios y troyanos, izquierdas y derechas incurrieron, en mayor o menor medida, en la ti- pica psicologia petrolera, la “petromania”. Las cifras, los pro- nésticos, las reservas y hasta el cuadro internacional eran 28 ltimény la tormenta propicios. La ruleta de la historia apuntaba hacia México. Ser prudente o desconfiado parecia entonces signo de co- bardia y torpeza. Todos fuimos victimas o cémplices de la alucinacién y esto atenta en parte la responsabilidad del timonel. El proyecto petrolero pudo ser 0 no —a mi juicio Jo fue— un error histérico, pero el presidente lo adopté y ejercié abierta y consistentemente con sus fines declarados. EL MOTIN DE LOS METECOS Hay otra pilida vertiente de justificacién que Lépez Por- tillo no empled. No es un argumento politico sino psi- colégico y cultural: el presidente no pudo haber previsto Ja sumisién de un importante sector de nuestra burguesia piiblica y privada a la voluntad de Estados Unidos. Un vistazo a su biografia aclara muchas cosas. Lopez Por- tillo proviene de una vieja familia criolla, arraigada en la tradicién espafiola, ajena y recelosa del mundo sajén. Per- tenece a una generacién que nace después de la Revolucién y su despertar politico ocurre durante el cardenismo, Estas son sus circunstancias y su horizonte. Esta situacién explica su temple critico y su nostalgia revolucionaria. El México de su juventud es hosco, cerrado y orgulloso. La camada de Lépez Portillo admira fervorosamente a los muralistas, sim- patiza con el lombardismo, lee con avidez la novela de la Revolucién mexicana y mira con recelo cualquier elitismo © cosmopolitismo artistico o cultural. Viven en un museo 29 critica al poder presidencal de figuras revolucionarias, pero en un museo viviente, Consideran reaccionario el trabajo técnico de la generacién de 1915 y la ven como herencia del callismo. Conciben la etapa cardenista ci ci6n. Aislados porla gu no miran a Europa nia Es es la América hispinica, de a rrfa y L6pez Portillo a Chile. La i influye, pero no tanto como a otras gent nes, Lopez Portillo se acerca al jurista Manuel Martinez segiin ha explicado varias veces, se vuelve hege- ‘omo una vuelta al origen de la Revolu- erra, la incuria o el simple desinterés, tados Unidos. Su ideal de viajeros hij el célebre viaje de Echeve- nmigracién espaiiola los eraciones mis jove~ Pedroso y, iano, Nada de esto le hace perder el horizonte mexicano y cardenista. Los mas jévenes, los que lo seguian en la Facul- tad de Derecho, menos marcados por el cardenismo que por la Segunda Guerra, se vincularin de modo més abierto y cosmopolita a los exiliados espaiioles, y terminarin por configurar su temple e ideologfa en el Paris de 1950. Este superficial bosquejo explica, quizis, el desencuentro iniltiple y natural de este criollo mexicano y cardenista con el American way of life. Es el presidente que restablece los vinculos diplomaticos con Espafia, el autor de un Quetzal- <éatl, el primer mandatario que vindica a Cortés y la Ma- linche en un Informe presidencial. Se comprende la rabia y el desprecio que —como todo mexicano con un minimo sentido de solidaridad y raigambre— debi6 sentir ante la dolarizaci6n cultural del pafs. Hay un capitulo divertido y doloroso en La tormenta de José Vasconcelos, “Metecos en Yankeelandia”, que retrata puntualmente la actitud de 30 zl timény la tormenta miles de mexicanos en este sexenio. Estoy seguro de que L6pez Portillo lo habria hecho suyo: Los atenienses crearon la palabra meteco para designar a todo género de coloniales y extranjeros que legaban a la metr6- poli a sumarse a sus costumbres, imitar sus gustos, pero sin producir valor alguno original que pudiese enriquecer la cultura. A toda la multitud de politicos ladrones, funcionarios sin escriipulos y aun ricachones ingenuos de distintas partes de Méx papel de primos, compartiendo las extravagancias més vul- ico [..] se les [ve] en los lugares mis costosos, haciendo gares a fin de parecer enterados y muy convencidos de que se daban la gran vida Nuestros metecos de Yankeelandia se descivilizan porque todo el refinamiento que podian adquirir en ciudades cultas como Guadalajara o México, se les vuelve ritmo de jazz y gesto de danza negroide asi que han pasado un par de meses en los bailaderos de California. Vasconcelos se referia a unos cuantos, mientras que Lépez Portillo podria sefialar unas cuantas decenas de mi- les. La frase perfecta la of alguna vez de la amiga de una amiga mfa: “Por qué tienes casa en El Paso? Por si el pais te falla”, Como muchos otros mexicanos de pasaporte —que viajaban a Houston semanalmente y consumian des- de la pasta de dientes hasta el abrigo de mink en Estados Unidos, que querian ser norteamericanos en todo menos en 31 Critica al poder presidencial elorigen de sus fortunas—, esta sefiora quizds ahora entien- da el riesgo de fallarle a un pais. El juego era muy cémodo: vivir entre México y Estados Unidos, con las ventajas de ambos paises y sin sus desventajas. Cada mexicano tuvo la alternativa ética de apostar por el pais, Esta opcién otorga un margen de justificacién al ti- monel. Un margen, nada més. La politica econémica de un pais no puede fincarse en la psicologia de un presidente. Al regalar pricticamente délares, el régimen propicié el motin. Bastaba el ajuste de paridad y su desconexién del indice de precios para evitar que “Yankeelandia” fuera negocio. Los metecos no atentan contra su propio bolsillo. Ovino DEL OTRO México. Desde cierta altura todas las pirmides del mundo, incluso las de Keops y Marina Nacional, parecen “minucias”. No lo son. En esto, Lépez Portillo resulté més discfpulo de Ale- mAn que de Cardenas. Instintivamente, si se quiere, pero rio sin ambigtiedad o contradiccién. Cardenas quiso un México justo, plural, apegado a la tierra y a sus frutos, un pais de individuos dignos. Alem&n prohijé la meta de un pais ur- bano, progresista, industrial, cosmopolita y, sobre todo, triunfalista. Como presidente, Cardenas vivid entre dos extremos: el alma en el terrufio, la mente y la lucha en la ciudad. Pero su ideal profundo era quizis el de un pais como el que en 1940 pinté Gonzalo Robles: “Modesto 32 sltimény a tormenta pero equilibrado, sano y feliz, que viviera de su agricultura, de su industria y de su mineria” El gran vuelco de la historia mexicana, la verdadera pér- dida del paso, ocurrié en 1946. Ese afio México comenz6 a desandar. Nadie como Frank Tannenbaum entendié la apuesta equivocada de aquel régimen, la creacién de una casta —una alianza— urbana de empresarios, burdcratas y —hay que decitlo— obreros, que prosperarian a costa del México rural. Sus ideas fueron anatematizadas por derechas c izquierdas. Pero este amigo de Cardenas, que amé, reco- rid y estudié México como muy pocos mexicanos, tenia buena parte de raz6n. Al propio Cardenas le falté claridad para ver la contradiccién entre los dos Méxicos. Su largo silencio habla, quiza, mas de su perplejidad intelectual que de su prudencia politica. Pero su filosofia moral es la que Tan- nenbaum resume en las siguientes lineas, publicadas en plena borrachera neoporfirista (1950), una filosofia ajena a todos los presidentes desde Aleman hasta Lopez Portillo: Excepto los articulos industriales a bajo precio, vestidos, 2a- patos, herramientas y servicios, las cosas que la ciudad tie~ ne que ofrecer son de poca importancia para las gentes del campo [...] el abismo entre la poblacién urbana y la rural contintia abierto, y acaso el problema es tan serio como era I de reconstruccion del programa revolucionario, Vendré un dia, antes, aunque se halla encubierto por el esfuuerzo gene sin embargo, en que la Revolucién estara superada y el cis- ma interno se revelari con claridad [...] México [...] puede 33 ten al poder pevidencial alcanzar su desarrollo cultural y econémico mas pleno sélo robustecimiento de la comunidad local. Cualquier plan que adoptando una politica consustancial a su verdadero genio: destruya la vitalidad de la comunidad rural mexicana tendra trigicas consecuencias. Quizé Tannenbaum fue demasiado pesimista. Quiz nazca un nuevo impulso de actividad en el empresario pri- vado y piiblico que nos permita dar el gran paso adelante, Creo que el consejo de equilibrio, pertinencia, coherencia y sobriedad de Tannenbaum sigue vigente y es el que pide la mayorfa del pueblo mexicano. El alemanismo y sus suce- daneos histéricos corregidos, ya sean de izquierda o de derecha, comparten dos cosas: una fe absoluta en el “Pro- greso” y una total incapacidad de poder oftecerlo al México rural sin representantes sindicales, cuentas de ahorros, hi- potecas bancarias, no piramidado. Como todos los regi- menes a partir de 1940, el de Lépez Portillo ha tenido poco que ofrecer al México marginal, ademas de perdén y légrimas. LA CORRUPCION FUERON TODOS Hasta aqui las fallas son intelectuales: de comprensién, pre- vision, claridad y prudencia, Pero el timonel incurrié también en una responsabilidad moral: no detuvo la co- rrupcién. Una sola vez mencioné en el Informe haberla a4 ltiminy la tormenta “combatido hasta el escdndalo”, Esta parquedad revel . por omision, la realidad: en este sexenio la corrupcién crecié en proporcién alarmante Si alguna caida histérica ha suftido México es la de la corrupcién. Nadie recuerda ahora la moral republicana de Jos liberales que predicaban no con la palabra sino con el ejemplo. De Porfirio Diaz pueden decirse muchas cosas, pero no que fuera corrupto. Cierto, dio negocios y preben- das a los Cientificos y prohijé una barbara acumulacién y un saquco despiadado con la Ley de Baldios. Pero lo hacia, al menos en parte, por las mismas razones ideologicas que guiaron a los liberales en la politica de desamortizacién. La era revolucionaria fae el siguiente paso atris. Es sabido que los carrancistas eran Ilamados “consusuiiaslistas”. El apodo se refiere claramente a la avidez “presupuestivora” de aquella clase media en el poder. El periodo carrancista es defendible por su politica internacional e interna, pero no por su limpieza. Los sonorenses empezaron bien y aca~ baron mal. Por testimonio de algunos miembros de la ge- neracién de 1915,s6 que durante los primeros aftos de De la Huerta y Obregén no hubo corrupcién directa —uso de fondos piiblicos—. Con todo, el historiador suizo Hans ‘Werner Tobler ha documentado hasta la saciedad el goz0- so reparto de haciendas que prohijé la Revolucién, :Fue corrupcién o botin de guerra? Durante el callismo, el Banco de México y, sobre todo, el Banco Nacional de Crédito Agricola comenzaron a extender “préstamos de favor” a los nuevos duefios de la casa, comenzando por Calles, Obregén, 35 Critica al poder presidencial Amaro y compaiiia. La frivola corrupcién en el maximato presagié la del alemanismo, Cardenas y casi todo su gabi- nete entraron y salieron limpios. Avila Camacho fue un presidente caballero con un hermano que no lo fue tanto, pero el gran viraje lo dio el régimen siguiente. En cuanto a corrupeién, como en otras cosas, el alemanismo fire una vuelta al porfirismo, En 1948 una caterva de neocientificos sacaba, como en 1905, jugosas concesiones al Ejecutivo. La novedad hist6rica fire que, ademis de sacar concesiones para hacer pesos, sacaba pesos para hacer mis pesos. Con todo, se trataba de un dinero que pocas veces salfa del pais y que casi siempre se invirtié en empresas productivas. El ejemplo prosperé de modo creciente en cada sexenio, con excepcién parcial del de Ruiz Cortines. Cada seis aitos salia del esforzado servicio publico una camada con dinero suficiente para becar hasta a sus tataranietos, Esta mania se fue expandiendo cuantitativamente pero no alcanz6, hasta 1970, un ritmo exponencial. El sexenio de Echeverria pre- sencid un nuevo “salto cualitativo” en nuestra regresion moral. Entre 1970 y 1976 ya no sélo robaban en grande el funcionario y sus adliteres, sino el oscuro contador de la més oscura empresa estatal. “La Revolucion le hacia justi- cia” ya no s6lo a unos cuantos, sino a unas cuantas decenas de miles, entre los cuales no faltaban hijos predilectos de la burguesia que no soiaban ya con el negocio propio, sino con un puesto més jugoso en prestigio, poder y dinero. Pero aquel dinero se quedaba todavia en México. No erat muchos los que depositaban sus centavos en el extranero. 36 _ Bltimén y la tormenta Al principio del periodo actual se encarcelé a unos cuantos, pero después, con la euforia petrolera, se quit6 el dedo del renglon. La corrupcién dolarizada se generaliz6. Quién no sabe de las fortunas que sacaron del pafs algunos fnciona- rios piiblicos? La propia y extensa familia de Lépez Portillo no dio citedra de austeridad en los puestos piblicos que ocupé. La prensa internacional publicé nombres y datos, pero, aparte de algtin coscorrén y uno que otro jalén de orejas, el presidente no movi6 un dedo. “Ni México ni ningéin otro pais tiene recursos para nutrir y resistir indefinidamente a la especulacién”, dijo el presidente en el Informe. Con la misma justicia pudo haber repetido la frase rematando con la palabra corrupcién. Los saqueadores fueron tanto pablicos el dinero ajeno a la bolsa y al extranjero— como privades —el dinero propio al extranjero—. Todo México lo sabia. UN SEXENIO DE TRES MESE’ Nunca dudé de la sinceridad del presidente ni de la cohe- rencia interna de sus actos, No es un hombre de doblez. No ¢s como Echeverria— un politico a la mexicana, y quiza tampoco un politico a s as, Pero sus desplantes de fuerza, sus despliegues atléticos y sus exabruptos parecian sugerir cierta fisura. Repensando sus pensamientos y observando sus actos, me hice una imagen biogrifica y generacional que busca comprender antes que juzgar su responsabilidad en la 37 Critica al poder presidencal crisis. Su mayor acierto sexenal fue, en el fondo, de orden moral: no mat6, no persiguié, goberné pacificamente y levé a cabo la reforma politica. En su faraonismo petrolero hay tal vez la proyeccién de un caricter que busca compen- saciones desmesuradas e instanténeas, pero aqui su respon- sabilidad es compartida: es un rasgo comin a todos los presidentes, desde Alemin a nuestros dias. Quiz tenga sus origenes en los ensuefios imperiales de la Colonia, o antes atin, en los aztecas. Lopez Portillo encarné de nuevo esa malhadada vocacién de grandeza, pero no la inventé. Pensé, en suma, que es un hombre complejo en qui fluyen, no siempre de modo armonioso, rfos de identidad ncon- ¢ historia. Pero me convenei de que, a pesar de todo, su imagen histérica no estuvo nunca en peligro de caer en los abismos de sus antecesores. El pueblo no perdoné a Calles y a Diaz Ordaz porque no salieron limpios de sangre. “Esa gente buena del pueblo que todavia aplaude y saluda cuando pasa el presidente” crey6 en él, de modo espontineo, atin antes del Informe. Le falt6 firmeza en el manejo de la crisis, al menos des- de la caida de los precios petroleros. Una cosa es la célera y otra la firmeza: sus reacciones inquietaron, no convencie= ron. Més tarde, el presidente no midi6 su fuerza ¢ incurrié en la depresién y en la autodevaluacion, Sin estar acorrala- do por la historia, imagin6 estarlo. No aprecié a tiempo que en México, desde que es México, el presidente tiene un poder inmanente similar al de la Virgen de Guadalupe. Olvid6 sus aciertos, sintié quizé que todo el edificio de 38 Bl timén y la tormenta grandeza se podia desmoronar, temié el veredicto de la posteridad en sus descendientes y, por momentos, muchos pensaron que perdfa el timén. Debié de sentirse solo, como tantas veces dijo. La reali- dad es que no lo estaba tanto. En las elecciones del 4 de ju- lio de 1982 no vio mas que un “hermoso especticulo”. Fue algo mejor y distinto: la expresién democritica del pueblo. En la calle, a pesar de la crisis, la vida seguia, aunque la clase media y la trabajadora sentian frustracién, tristeza y desconcierto. Hubo algunas seftales de pinico. No muchas ni generalizadas. Alguien le prescribié una medicina efi e instantnea para él y para el pais, un despertar magico que convirtiera el pasado inmediato en una pesadilla atroz y su- perada. Un solo golpe de timén lo arreglaria todo. Un sexe- nio de tres meses comenzarfa el 1 de septiembre, en el cual el pais se reconstruiria y la figura histérica del presidente alcanzarfa la gloria que todos los presidentes, absolutamente todos, anhelan. La gloria histérica, la presidencia perpetua. De haber prevalecido la humildad y la inteligencia, no la pasi6n, el presidente habria decretado mucho antes medidas pertinentes de auténtico realismo, sensibilidad e incluso de fuerza. Se habria contenido la hemorragia de la desnacio- nalizacién. Se habria pagado en parte la deuda y evitado el descrédito financiero internacional. Pero ya pasadas las elecciones, a tres meses del cambio de poderes, su deber histérico era aliviar el transito hacia el 1 de diciembre. Esa era la tradicién mexicana, Cardenas, popular en 1938, se tragé la pildora de su relativa y fugaz impopularidad un 39 Critica al poder presitencal aito después: designé un presidente moderado y contrario a suis mis intimas convicciones y lo protegié hasta el final. A partir de esa renuncia al “cardenato”, Cardenas guard6 un silencio que no le resté influencia y que engrandece su figura sobre todos los presidentes mexicanos. Rehusarse a convertirse en Jefe Maximo, no sélo en el periodo presi dencial siguiente sino en el traslape con el destapado, ha sido una constante del sistema, Cuando Echeverria fae a Ja Universidad Nicolaita y guardé un minuto de silencio por los muertos de Tlatelolco, Diaz Ordaz no movié un dedo a pesar del consejo en contra de Garcia Barragin. Por testimonio de Lépez Portillo se sabe que, en circunstancias similares, y con la carta del petrdleo, Echeverria se plegé a algunas condiciones expresas de Lépez Portillo, Las medidas del 1 de septiembre rompen la tradicién? Seguramente si, Aliviar el trinsito, y aun encauzarlo, no habria implicado inmovilidad 0 silencio sino prudencia y firmeza, alas y plomo, Era necesario que el presidente sefia~ lara el motin de los “sacadélares” y diera las cifras terribles que dio. Pero para esa reivindicacién fundamental habria bastado el control de cambios —si bien con modalidades adecuadas a nuestra circunstancia— y un vasto proceso ju- dicial, por la via fiscal en su caso—, o la responsabilidad civil, contra “sacadélares” pablicos y privados. De haber sido consistente con la tradicién de estafeta presidencial, Lépez Portillo habria limitado su tiltima comparecencia una firme, valiente y efectiva vindicacién nacional sin “sobrecalentar” la politica y la economia, 40 Eltimény la tormenta Reparado en principio el agravio nacional y cerradas las valvulas de escape, lo urgente habria sido tomar medidas que prepararan el terreno para la austeridad que tendri que venir si los mexicanos queremos seguir viviendo de cara al mundo y en un régimen de libertad. De haber sido fiel a la tradici6n, el presidente habria renunciado a “a facil tenta~ cion populista” —la frase es suya—. Y, lo que es decisivo, se habria rehusado a levantar expectativas econémicas y politicas que el gobierno futuro —ya sin la carta petrole- ra—no podri cumplir sin una cuota mayor de sufrimiento ¢ impopularidad. PsICODRAMA NACIONAL En la gran movilizacién politica que signi6 a la nacionali- zacién de la banca algunos profetas han visto una vuelta all origen del México verdadero. La verdad es un poco dis- tinta: quien volvié a su origen no fue México sino el presi- dente Lépez Portillo. Todo el pais ha debido jugar un papel en este periplo personal. Con el cardenismo hay un cierto paralelo, aunque no exclusivo de ese periodo. Desde el 1 de septiembre México presencié la renovacién de un pacto tan viejo como la Casa del Obrero Mundial entre dos entidades que reclamaban para si el monopolio exclusivo de la mexicanidad: el Estado y la gran pirtmide sindical. Por otra parte, sin haber, como en 1938, un enemigo externo, presenciamos una renovada 4 crticaal poder presidencal induccién vertical de nacionalismo. Este celo puede ser peligroso. Orwell decia que el patriotismo suele ser un acto defensivo. Una devocién. En cambio, el nacionalismo es siempre voluntad de poder. Aqui terminan los paralelos. Hay también muchas nove~ dades ominosas. Un populismo que, como todo populismo, tiende al desenfireno demagégico y, lo que es mas grave, un culto a la personalidad desconocido en México y ajeno ala adusta moral cardenista. Casi un peronismo. Los 20 millones de votos del 4 de julio fueron votos espontineos y dan fe de un acto democritico. El millén de personas que concurrieron al Zécalo fueron en su mayoria acarreados y dan fe de un acto de populismo. Parecia que el presidente Lépez Portillo buscara recuperar el tiempo perdido, como si estuviera en campaiia. El destapado de si mismo. Las medidas que tomé acrecientan su poder perso- nal y el del grupo politico que lo acompaiia en este diltimo trecho. A nadie asusta la estatizaci6n del crédito en un pais como Francia, donde existe toda suerte de contrapesos y vigias para su marcha eficiente y controlada. En Francia no hay riesgo de desembocar en un Estado corporativo 0 con to- nalidades totalitarias, porque existen partidos vivos, repre- sentativos ¢ independientes, porque hay un Poder Judicial ajeno al Ejecutivo, una prensa libre, plural e intelectuales. Hay, en suma, una sociedad civil con voz y voto, cuya pri cipal vocacién es la democracia. En México existe también una sociedad civil con esa misma vocacién, pero no hay 42 OO Eltiményla tormenta diques que contengan la irresistible inundacién estatal. En ‘0 no hay opinién independiente porque el Estado ha integrado todos los disentimientos. Si hay un dogma co- minal intelectual, al diputado, al jurista ideologico en este pais, es el dogma de la preeminencia ontolégica del Estado sobre la sociedad civil: Ia estatolatria. El Estado patrimonia- lista es la naci6n. Asi, aunque mas de 20 millones de mexi- canos voten, un estentéreo yo por parte del Estado provoca Ja inmediata caravana de la corte. Nada de esto significa una defensa de la banca privada. Lo que ha ocurrido es hasta cierto punto natural: a buro- cracia madre absorbe burocracias afines. Lo que preocupa es el avance del capitalismo burocritico centralizado. ¥ mu- cho més preocupa el tono agresivo e intolerante del nuevo nacionalismo estatal. Es contrario a una vida piblica y eco- némica sana y responsable porque puede deprimir la inicia- tiva individual y social de los mexicanos, porque puede favorecer una mentalidad becaria y servil, porque pue- de fortalecer al Estado a tal punto que,con un leve giro, anu- le las libertades. RECONSTRUCCION El presidente tenfa razén: hay que reconstruir el pais, pe- ro no en tres meses sino en una década o mas, México de- bera hacer frente a una deuda enorme, rehacer su crédito internacional, replantear el modelo de desarrollo teniendo B Critica a poder prsibencial en cuenta al sector tradicional y no piramidado (el verda~ deto México pobre), proponerse metas asequibles ¢ iguali- tarias, trabajar con realismo, austeridad y eficacia. Quedan recursos humanos y materiales suficientes para crear ese México “modesto pero equilibrado, sano y feliz, que vi- viera por tercias partes de su agricultura, de su industria y de su mineria” ‘A la condena nacional contra los “sacadélares” deberia seguir —en buena légica— una condena nacional contra los corruptos. La sociedad apoyarfa con entusiasmo una amplia acci6n judicial contra los funcionarios enriquecidos. Es una curiosa paradoja que la Constitucién otorgue fuero mn a los jeques politicos: los articulos del 108 al 114 provienen de la Constitucién de 1824 y de la de 1857, y protec: y todos son de clara inspiracién anglosajona (para esto si somos liberales). Nuestra Ley de Responsabilidades es mis bien una ley de impunidad. Pero aun dentro del marco frigil de esos articulos cabe un juicio escrupuloso, amplio rapido, A partir de un nuevo ciclo, el Estado tendria que inten- tar lo mis dificil: construir sus propios limites y profundizar Ia reforma politica. La lista de metas es larga: auténtica au- tonomia municipal y auténtico federalism; una Cémara de Diputados donde los representantes ejerzan, ast sea pili- damente, la independencia de los liberales de la Reforma y vigilen el gasto piiblico (una lectura de La Repiilica Restau- rada de Daniel Cosio Villegas ayudaria mucho); una prensa profesional, plural, que informe sobre los hechos, no que 4 ltiminy la tormenta los fabrique; medios de comunicacién plurales que instru yan, informen; intelectuales que no confandan el homena- je y la protesta con el anilisis y Ia critica y que aprecien mis la verdad que el dogma o la chamba. Un Poder Judicial —pieza clave— absolutamente independiente, que destie~ rre la increfble mania del besamanos presidencial y sirva de auténtico vigia y valladar de la burocracia pablica. Una presidencia firme, inteligente y conciliadora; un liderazgo ético que afirme la fe en México sin caer en la xenofobia y el enclaustramiento; que busque la igualdad efectiva y no simbélica; que ejerza un plebiscito cotidiano a todo lo largo del pais. Un presidente que, sobre todas las cosas, gobierne, en verdad, con el ejemplo. REENCUENTRO En 1946 Cosio Villegas escribié: ‘México principiard por vagar sin rumbo, a la deriva, perdien- do un tiempo que no puede perder un pafs tan atrasado en su progreso, para concluir en confiar sus problemas mayo- res a la inspiracién, la imitacion y la sumision a Estados Uni- dos, no sdlo por vecino, rico y poderoso, sino porque ha tenido un éxito que nosotros no hemos sabido aleanzar [...] México no tendri otra salida que alcanzar el “dominio y la dicha de quien labra su propio destino” [...] las tenden- cias politicas ¢ ideologicas estatistas —vestidas con la piel de 45 Critica al poder presdencial ‘oveja del nacionalismo— han arrasado la identidad de pue- blos enteros. Se puede disentir de la estatolatria que usurpa el nombre del socialismo y seguir creyendo en la posibilidad de una sociedad libre, justa y solidaria. La zalamera corte de estatistas mexicanos haria bien en preguntarse por su propio papel: no representan la medicina sino la enfermedad. Sobre el profundo subsuelo indigena, dos corrientes paralelas recorren el alma mexicana: la conservadora y la liberal. En el siglo xx nos alcanzé un nuevo y poderoso afluente: el de la justicia econémica y social. En una crisis como ésta deberiamos volver naturalmente al pasado. Es nuestra fuente de sabidurfa. Si sabemos reconocerlo, lo ha~ laremos hoy mismo en la calle, en la cultura e identidad de Jos millones de mexicanos que no tienen voz. Nada firme construiremos sin contar con ellos, sin escucharlos. De ahi que nuestra Ginica alternativa de reconstruccién deba partir de la sociedad civil que atesora el pasado. De ahi que nues- tra tinica opcién histérica sea respetar y ejercer la libertad politica, el derecho y, sobre todas las cosas, la democracia.

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