¿Nuevas Masculinidades y las Violencias de
siempre? Una mirada crítica a la idea de “nuevas”
masculinidades y a la psicopatologización de las
violencias machistas.
Lic. Diego S. Gómez1 / Dr. Enrique Stola2
Las masculinidades encarnan diferentes modos de dominación y tipos de privilegios
que se sustentan en un orden social jerarquizado, y por ende violento. A lo largo de
la historia, los estereotipos de masculinidad han ido variando según las condiciones
socioculturales, económicas y geopolíticas. En cierta medida, en el S.XXI el modelo
hegemónico3 se ha flexibilizado notoriamente en comparación a las versiones
anteriores, sin haber cedido poder y sin haber perdido privilegios, sino que,
justamente, se fue modificando para conservarlos. Nos parece que es precisamente
ese el rasgo principal de las llamadas “nuevas masculinidades”, donde la violencia
más explícita se sustituye por el control y la dominación más sutil.
En este capítulo, que comprende tres apartados, analizaremos algunos de esos
cambios en los modelos de masculinidad y en las representaciones que les
subyacen. En el primero realizaremos un breve recorrido por distintos conceptos
que nos parecen centrales, como por ejemplo masculinidad, género, dominación,
patriarcado, violencias y privilegios entre otros. En el segundo apartado,
analizaremos los rasgos narcisistas y psicopáticos presentes en la masculinidad, en
función de su ubicación como grupo de poder, para avanzar en pos de su
1
Licenciado y Profesor en Psicología (UBA)
[email protected]2
Médico Psiquiatra (UNC)
[email protected]3
Hegemonía en el sentido del politólogo italiano Antonio Gramsci, que refiere al proceso mediante el
cual una relación de poder se impone / se sostiene y se legitima sin uso de la fuerza, siendo
invisibilizada y aceptada sin generar un deseo de resistencia. “El término hegemonía deriva del
griego eghesthai que significa conducir, ser guía, ser jefe, o tal vez del verbo eghemonero que
significa guiar, preceder, conducir, y del cual deriva estar al frente, comandar, gobernar. Por
hegemonía el antiguo griego entendía la dirección suprema del ejército. En el tiempo de la guerra del
Peloponeso, se habla de la ciudad hegemónica, que dirigía la alianza de las ciudades griegas en la
lucha entre sí.” (Gomez Silva, 1998). “La hegemonía constituye un bloque histórico, es decir, una
unidad de fuerzas sociales y políticas diferentes, y tiende a mantenerlos unidos a través de una
concepción del mundo que ella ha trazado y difundido. Cuando esta concepción entra en crisis, entra
en crisis la hegemonía”. Albarez Gómez, 2016: pág. 154 y 158.
diferenciación, despatologización y co-responsabilización. Finalmente, y a modo de
conclusión, destacaremos las perspectivas de género, interseccional e
interdisciplinaria, así como la Ley de Educación Sexual Integral (ESI)., en tanto
herramientas para una praxis transformadora.
I) Masculinidad, género y poder.
Los primeros estudios sobre masculinidades aparecen en los años ’80 y ’90 y
reflexionan sobre la forma en que los varones llegan a ser Hombres, surgen gracias
al impulso de los estudios de La Mujer iniciados en los ’60 y ’70. Los primeros
abordajes de la masculinidad se realizaron desde la antropología, los cuales dejaron
de lado las relaciones de poder que se establecen entre hombres y mujeres.
Posteriormente, los estudios de Género abarcaron investigaciones sobre
feminidades y masculinidades, y en las últimas tres décadas incluyen una
multiplicidad de miradas acerca de lo sexogenérico aportando una perspectiva
plural, abarcativa y transdisciplinaria, cuestionando los supuestos básicos que
subyacen en los paradigmas a través de los cuales se miran y establecen las
diferencias entre ‘los sexos’, ubicando el tema del poder como una cuestión central
tanto de la dimensión epistémica como política. Se entiende que el género es un
concepto relacional y político, pues alude a un sistema de relaciones de poder que
configuran un determinado tipo de prácticas y roles de género, favoreciendo la
jerarquización de los vínculos, y generando condiciones sociales de dominación
masculina4, subordinación femenina y de los cuerpos feminizados por el patriarcado.
Así, los estudios de género se constituyeron como un nuevo paradigma basado en
el respeto por la diversidad humana, la libertad y la igualdad, asumiendo una ética
que cuestiona la moral dominante.
Poner en cuestión la dominación de un género sobre otro, supuso problematizar y
deconstruir5 / reconstruir teorías acerca de los modos de dominación social, en el
cual lo ético-político-epistémico están interrelacionados y atravesados por múltiples
4
Ver Bourdieu, Pierre: “La dominación masculina” (2018)
5
El concepto de deconstrucción fue acuñado por J. Derrida, aunque trascendió el ámbito de la
filosofía; en lo coloquial, se suele entender por ‘deconstrucción’ la acción de desarmar sin destruir,
para volver a rearmar.
dimensiones: el género forma parte de otras categorías transversales que se
entrecruzan, como la etnia, raza, clase social, tipo de corporalidad, orientación
sexual, credo, etc.6
Para el estudio de la diferencia de los géneros, es imprescindible sumergirse en la
dimensión epistémica, elucidando7 así los fundamentos que subyacen en los “a
prioris lógicos” del pensamiento occidental (Fernández, 1986). Así llegamos hasta
Hipócrates, Galeno, Platón y Aristóteles, encontrando en sus discursos las bases
del androcentrismo y del esencialismo, que posteriormente darán pie al naturalismo
y al sexismo biologicista, con su lógica jerárquica, atributiva, binaria, dicotómica y
asimétrica. Se dirá que los hombres son “secos y calientes” mientras que las
mujeres son “frías y húmedas”; que las mujeres son como “hombres imperfectos,
fallados, incompletos”, o sea “inferiores”. Todo esencialismo invisibiliza la dimensión
sociohistórica, mostrándose atemporal y estático, pretendiéndose eterno e
inmodificable. La ecuación simbólica ‘hombre = Hombre’, es posibilitadora y a la
vez imposibilitadora de diferentes experiencias y oportunidades para los varones y
mujeres de las distintas épocas. La episteme de lo mismo es esa “Lógica de lo Uno”
que también funda la ecuación Diferente = inferior / enfermo / anormal / peligroso, y
al mismo tiempo, aniquila “la positividad de la diferencia”.8
A partir de la Ilustración europea se institucionaliza el pensamiento masculino y sus
categorías organizadoras del mundo occidental, imponiendo su pretensión de
universalidad y homologando lo genéricamente humano con lo “masculino”. A partir
de este parámetro, se instituirán modos de ver/ pensar/ sentir/ hacer/ crear/ prohibir/
reprimir/ premiar; en suma, modos de vivir y existir. Dice Almudena Hernando
(2012):
“A medida que [los hombres] desarrollaban el poder, la razón y la
individualidad, ocultaban la importancia de la emoción y la necesidad
de pertenencia a una comunidad, aunque no por ello dejarán de
actuarlas”; (...) “el discurso que producían esos mismos hombres
discurría sólo sobre la parte reconocida y visible, con la pretensión
6
Véase el concepto de Interseccionalidad, de Kimberlé Crenshaw. El mismo, permite pensar la
complejidad de un fenómeno en función de la multiplicidad de dimensiones implicadas.
7
Ver C. Castoriadis (1975): Elucidar es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que
hacen y saber lo que piensan.
8
Véase Fernández, Ana María: “La Mujer de la Ilusión” (1986).
de que lo que nos empodera es sólo la razón y la individualidad”
(pág. 173).9
Pero no cualquier varón estaba en la categoría de Hombre, sólo el blanco,
occidental, heterosexual, propietario, ‘pater familias’ (dueño de la casa y sus
habitantes), instruido, productivo / proveedor, fuerte y sano. Aquellos varones que
no se ajustaban a este ideal, pasarían a ser clasificados con categorías semejantes
a las femeninas, por lo tanto serán lo débil, sumiso, incompleto, inferior, peligroso,
irracional, dependiente, emocional, etc.10
El concepto de masculinidad hegemónica, acuñado por primera vez por Carrigan,
Connell y Lee en el artículo "Towards a New Sociology of Masculinity" (Hacia una
Nueva Sociología de la Masculinidad, de 1985), intentó oponerse a las teorías de
roles11, especialmente referidas a los hombres, y por otro lado pretendió ilustrar la
diversidad del universo varonil. Tal concepto también tendió puentes para el diálogo
con la ciencia política, en términos de entenderla como un patrón de prácticas que
legitimaba, producía y reproducía el dominio de hombres sobre mujeres, y de
algunos hombres sobre otros que caracterizaban las llamadas masculinidades
subordinadas. Para Raewyn Connell12, el concepto de género es relacional, e
implica una manera de ordenamiento de la práctica social. Como forma de estudiar
las relaciones de poder entre hombres y de dar visibilidad a otros grupos
subordinados, Connell (1987) propone tres categorías: las masculinidades
9
“Este discurso y la identidad que lo construye, encontraron su consolidación definitiva en la
Ilustración, lo que significa que el discurso ilustrado elevó al valor de verdad la negación que
constituye el núcleo más profundo del orden patriarcal (y la clave de la necesidad de subordinación
de las mujeres). De ahí que yo considere que existe una incompatibilidad profunda entre Ilustración y
feminismo, entre el sujeto definido por la Ilustración y un sujeto capaz de relacionarse en condiciones
de igualdad o, en general, entre Ilustración y la reivindicación de un orden que no exija la
subordinación de las mujeres como condición para seguir manteniendo la fantasía en la que se
funda.” (Hernando, Almudena, “La fantasía de la individualidad: sobre la construcción sociohistórica
del sujeto moderno”, Katz, Buenos Aires, 2012, pág. 173).
10
Observamos en esto la lógica relacional, binaria y dicotómica del dispositivo de género en
Occidente: la identidad femenina se construyó a partir de su no-ser-masculino; y viceversa. María
Lugones (2008) afirma que ‘la norma’ a través de la cual las mujeres fueron definidas, era su relación
con un hombre (por ejemplo, la mujer blanca era ‘alguien’ en función al ‘ser la mujer de’ un hombre
blanco. Recordemos que hasta hace no mucho, luego de casarse, la mujer pasaba a tener y a usar el
apellido del marido). Por otro lado, Michael Kimmel (1997) habla de la construcción del ‘ser hombres’
desde ‘la negación’ y la ‘huída’ de lo femenino.
11
La “Teoría del rol”, propuesta desde la Psicología Social estadounidense por George H. Mead,
permitió explicar muchos aspectos de la interacción social, y la influencia que el contexto produce en
cada sujeto.
12
A partir del 2007, las obras de Robert Connell se publican bajo su nuevo nombre: Raewyn Connell,
mujer transgénero, socióloga y profesora de la Universidad de Sidney, Australia (hasta el 2014):
http://www.raewynconnell.net/
hegemónicas, las masculinidades conservadoras, y las masculinidades
subordinadas. Dirá que la masculinidad hegemónica tiende a reproducir la
dominación de los hombres y la subordinación de las mujeres; por masculinidades
conservadoras entenderá a aquellas que, sin responder al ‘tipo ideal’, se ven
beneficiadas por el simple hecho de ser hombres en el marco y dinámica de una
sociedad patriarcal; y por masculinidades subordinadas entenderá a aquellas que
más se alejan del estereotipo dominante: hombres afeminados, varones trans,
varones obreros o pobres, de piel morena / marrón / negra, con algún tipo de
discapacidad motriz o psíquica, etc. No obstante, los varones de estos últimos
grupos pueden muchas veces convertirse en cómplices al validar de un modo u otro
al modelo hegemónico, pese a no formar parte del mismo.
Hace décadas que las teóricas feministas señalaron a la masculinidad como
dispositivo de poder13, con múltiples mecanismos para sostenerse como tal. El
feminismo indígena y comunitario fue el primero en denunciar el carácter
extractivista de la masculinidad patriarcal, ampliando la explotación de la naturaleza
y los recursos. Por otro lado, el Ecofeminismo14 –así como el feminismo
vegetariano15, y en particular el feminismo antiespecista– plantean que la
explotación de animales no-humanos constituyó la base sobre la que se estableció
la explotación de las hembras humanas en cuanto a las tareas de reproducción /
crianza / servidumbre, y a la explotación laboral de niños, niñas y jóvenes en edades
no reproductivas.
Todas las violencias que históricamente sufrieron / sufren las mujeres y personas
con identidades disidentes, las privaciones, discriminaciones y vejaciones que ellas
y elles16 padecen, son el resultado de un sistema de poder que es relacional, que
13
La noción de ‘Dispositivo’, acuñada por M. Foucault, aparece esbozada en sus libros “Vigilar y
castigar” y en “La voluntad de saber”. En una entrevista de 1977, titulada “El juego de Michel
Foucault”, dirá que “…el dispositivo tiene una función estratégica dominante […]; esto supone que allí
se efectúa una cierta manipulación de relaciones de fuerza, ya sea para desarrollarlas en tal o cual
dirección, ya sea para bloquearlas, o para estabilizarlas, utilizarlas. Así, el dispositivo siempre está
inscrito en un juego de poder, pero también ligado a un límite o a los límites del saber, que le dan
nacimiento, pero, ante todo, lo condicionan. Esto es el dispositivo: estrategias de relaciones de fuerza
sosteniendo tipos de saber, y [que son] sostenidas por ellos”. (Foucault, M.: “Dits et écrits II”, Quarto
Gallimard, París, 2001. Pág. 229). Véase también Giorgio Agamben: “¿Qué es un dispositivo?”; y
Gilles Deleuze: “El saber: curso sobre Foucault”.
14
Ver Alicia Puleo: “Ecofeminismo para otro mundo posible” (2011)
15
Ver Carol J. Adams: “Política sexual de la carne” (2006)
16
Utilizaremos la ‘e’ (‘elles’, ‘todes’, etc.) para incluir identidades sexogenéricas que no se ubican
dentro del binario hombre/mujer ni masculino/femenino, pero también como un genérico gramatical
está institucionalizado y que se ha denominado Patriarcado, considerado por el
feminismo comunitario17 como el sistema de todas las opresiones, de todas las
explotaciones, de todas las violencias y discriminaciones que vive la humanidad y la
naturaleza. El patriarcado es un sistema de dominación milenario, supremacista,
establece que los hombres son “superiores” a las mujeres, y como tal son
racionales, especiales, más fuertes, más capaces, más inteligentes, más prácticos.
Así como el Especismo se erige y sostiende en la pretendida “superioridad” de la
especie humana como justificación para dominar, para someter, esclavizar, utilizar y
explotar al resto de los animales en su provecho; así como el Esclavismo
deshumaniza(ba), cosifica(ba) y reduce a la servidumbre (laboral / sexual) a otrxs
seres humanos, convirtiéndoles en ‘pertenencia’ de un ‘amo’, siendo privados/as de
libertad, de autonomía y de reconocimiento como sujeto político; así como el
Colonialismo se valió –y se vale– del sometimiento, de la dominación militar /
cultural / política / económica / religiosa y de la explotación de los recursos
humanos, económicos y ambientales de los pueblos invadidos, expropiados y
masacrados; así como el Racismo plantea(ba) la superioridad de las personas y
comunidades blancas sobre las negras / marrones / etc.; así como el
Cis-Heterosexismo plantea que todo lo que no sea cis-heterosexual18 es anormal,
no-androcéntrico. En ocasiones utilizaremos la ‘x’ en tanto ‘incógnita’ (‘todxs’, ‘ellxs’, ‘otrxs’, etc.), que
sirve como ‘inclusivo’ gramatical para la escritura, aunque no para la verbalización.
17
Dice Silvana Martínez que “el feminismo comunitario es un movimiento político y teórico que surge
en Bolivia hacia fines del siglo XX y se expande por otros países latinoamericanos y caribeños.
Constituye un tipo de feminismo latinoamericano que se caracteriza por la radicalidad y originalidad
de sus planteos políticos y teóricos. Como movimiento político reclama un cambio radical del orden
patriarcal-capitalista-racista-colonial que ha sojuzgado históricamente no sólo a las mujeres sino
también a los hombres y la naturaleza, reproduciendo un sistema de discriminaciones, opresiones y
violencias construido sobre los cuerpos de las mujeres. Plantea la necesidad de refundar
políticamente un nuevo orden basado en la igualdad, complementariedad y reciprocidad entre los
hombres y las mujeres y con la naturaleza. Como movimiento teórico intenta construir una nueva
teoría social que interprete la historia, la memoria, los valores y la forma de vida comunitaria no
capitalista de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Propone reconceptualizar categorías teóricas
como patriarcado, reciprocidad, memoria, comunidad, pueblo, cuerpo-territorio y autonomía de los
cuerpos, entre otras.”
18
Cis (del latín: de este lado). “Varones cisgénero” son aquellos que, habiendo nacido con pene, se
reconocen y autoperciben como varones. En contraposición a Trans (del latín: del lado de allá).
“Varones transgénero” son aquellos que, habiendo nacido con vulva, se reconocen y autoperciben
como varones. Entendemos estos términos y fenómenos en el marco de un Sistema
Cis-Hétero-normativo, es decir, que impone el mandato implícito –y/o explícito– de que, quienes
nacen con pene, deban reconocerse / verse y comportarse ‘como hombres’ según el marco cultural
en el que vivan, y debiendo sentirse atraídos sexoafectivamente por mujeres. Y lo mismo pero a la
inversa quienes nacieron con vulva. Debemos enfatizar que no hay absolutamente NADA en la
biología de una vulva o de un pene que nos lleve a actuar, pensar o elegir de determinada manera, a
vestir de tal modo ni a cumplir ciertos roles sociales, ni a sentirnos o identificarnos con determinados
desviado o ‘enfermo’; así como el Nazismo plantea(ba) la superioridad aria respecto
de otras razas y etnias; y así como el Capitalismo Neoliberal (financiero e
integrado) reifica y convierte en mercancía los tiempos, los territorios / recursos y los
cuerpos; el Patriarcado incorpora, se nutre y colabora con todos los sistemas de
dominación señalados, e instaura esta “verdad” autoevidente de que los varones
somos (a la corta o a la larga, en el fondo o en la superficie, en general o en lo
particular) ‘superiores’ a las mujeres y a los cuerpos e identidades feminizadas, por
lo que –como grupo dominante y privilegiado– podemos disponer y sacar provecho
de ellas, de elles, y de todo el ecosistema.
Por todo lo anterior entendemos al Patriarcado, en tanto orden social y económico,
como un sistema de ideas y prácticas sociales, creencias, sentires, lógicas, leyes,
mitos, etc., que se plasman en instituciones, roles, miradas, enalteciendo lo
masculino como ‘superior’ y negativizando a lo femenino como ‘inferior’.
Entendemos al machismo como la expresión práctica de la lógica y del dominio
patriarcal, es decir, aquellas conductas, creencias / pensamientos y discursos que
replican, sostienen y recrean la jerarquización de las diferencias de los cuerpos y de
género, subordinando a mujeres y personas LGBTIQ+.
Si bien es cierto que el patriarcado atraviesa a todos los cuerpos, lo real es que
no los afecta de la misma manera. No todas las personas estamos en el mismo
nivel, escalafón o jerarquía, ni tenemos las mismas oportunidades. Cada género
está atravesado e interseccionado por otras dimensiones, tiene mandatos /
prohibiciones / amenazas y castigos que son específicos y diferenciados. Según
Marcela Lagarde (2003), en las sociedades patriarcales se concibe al cuerpo de las
mujeres como cuerpo para otros, para satisfacer placeres de otros. Pero el poder
sobre ellas no es meramente físico sino también simbólico. La socialización sexual
de varones y mujeres refuerza los estereotipos tradicionales19 a fin de que las
mujeres sientan que su rol es satisfacer los deseos del varón.
Además, y como ejemplo de la diferente afectación patriarcal, la filósofa
afrodescendiente Angela Davis (2018) señala que, durante la esclavitud en EEUU,
rótulos. Los genitales no determinan quiénes somos ni qué sentimos (Gómez & González; 2020),
pero sí nos constituyen como sujetos a disciplinar.
19
Tradicionales en tanto pertenecientes a la tradición (por ejemplo las religiones Abrahamánicas: la
judeocristiana y musulmán), y que siguen las ideas o costumbres del pasado.
“las mujeres negras no sólo soportaron la terrible carga de la
igualdad en la opresión y experimentaron la igualdad con los
hombres en su entorno doméstico, sino que, consecuentemente,
ellas también afirmaron con violencia su igualdad desafiando a la
inhumana institución de la esclavitud” (pág. 27)20.
La activista feminista negra bell hooks21 (2020), reivindicando la perspectiva
feminista interseccional22, afirma que las mujeres negras tienen mucho para aportar
a la liberación de las mujeres, pues nunca tuvieron un sujeto institucionalizado para
dominar, mientras sí lo tuvieron las mujeres blancas y los hombres negros23.
Agregamos que tampoco lo han tenido las mujeres marronas, las indígenas, las
gitanas, etc. bell hooks añade que paradójicamente, los hombres negros y las
mujeres blancas lideraron movimientos de liberación, los primeros dejando de lado
la dominacion de género y la clasista, mientras las mujeres blancas dejaron de lado
los efectos de la supremacía racial y la clasista.
Los milenarios privilegios masculinos, sustentados en representaciones e
imaginarios sociales misóginos, alimentan no sólo un lenguaje, sino una visión, una
mirada y una actitud netamente cosificante, deshumanizante y mercantilizante de ‘la
otredad’. En el siglo XX la violencia patriarcal fue nombrada como tal, y al ser
visibilizada comenzó a ser cuestionada. Los feminismos y el amplio movimiento de
mujeres, así como la diáspora negra y la comunidad LGBTIQ+ entre otres, lograron
conquistas en el reconocimiento de sus derechos, denunciando así varias de las
violencias que ejercemos los varones.
El ejercicio del poder y los privilegios permanecen invisibles para quienes
vivimos sumergidos en ellos, por lo que no solemos detectar las diferentes
violencias que estos ‘beneficios’ encarnan. Como grupo privilegiado, los varones
20
Ver Ángela Davis: “Mujeres, raza y clase” (2018) Agrega Davis: “Resistieron las agresiones
sexuales de los hombres blancos, defendieron a sus familias y participaron en los paros en los
trabajos y en las revueltas”...”envenenaron a sus amos, cometieron otros actos de sabotaje y, al igual
que sus compañeros, se unieron a las comunidades de cimarrones y, a menudo, huyeron hacia el
Norte en busca de libertad” pág. 27
21
Gloria Jean Watkins, conocida como bell hooks (siempre escrito en minúsculas) en honor a su
bisabuela materna: Bell Blair Hooks.
22
“El concepto de interseccionalidad desarrollado por las feministas negras norteamericanas en los
años ochenta, trata sobre la interrelación entre diferentes ejes de desigualdad como es el género, la
raza/etnicidad, la clase social, la orientación sexual o la edad entre otras. La motivación del desarrollo
del concepto es comprender cómo el heteropatriarcado, el capitalismo, el racismo, la supremacía
blanca o el capacitismo se entrecruzan configurando formas concretas de desigualdad,
discriminación y violencia en personas posicionadas de forma distinta”. (María Rodó-Zárate, 2021; y
Pikara Magazine, 19/05/2021)
23
Véase bell hooks, “teoría feminista: de los márgenes al centro” (2020).
tendemos a reconocer solamente las violencias de género “extremas”: las
golpizas, la violación, el femicidio, los transfemicidios, etc. Pero éstas son apenas la
punta del iceberg: se apoyan y se sostienen en otras violencias de diferente
intensidad, tal como una pirámide ‘escalonada’: para llegar a la cima, en donde
estarían las violencias físicas y sexuales, directas o indirectas como por ejemplo la
violencia vicaria, hay que pasar por los ‘escalones previos’. Muy pocos varones
reconocen que la violencia es estructural; en general no identifican como tal la
violencia institucional, la violencia simbólica, la violencia estética24, la violencia
psicológica o emocional, la violencia económica y patrimonial, la violencia mediática
(entre otras), todas ellas pasibles de crueldad, con gran capacidad de daño y
necesarias para mantener el orden patriarcal.
“Prácticamente, no hay varón
al que le sea fácil o cómodo reconocer su machismo…”25
Puede también pensarse ‘la masculinidad’ como un modo de producción subjetiva
que va más allá de la biología y de la identidad de género autopercibida26, que
encarna la introyección de mandatos, imaginarios, modelos sociales (etc.), y que se
co-construye en el contacto con los grupos e instituciones sociales por las que
atravesamos. En los últimos años, hubo un creciente número de estudios y
publicaciones sobre ‘masculinidades’, particularmente sobre “nuevas
masculinidades”. Esta flamante categoría se popularizó y ya forma parte del
cotidiano discurso coloquial, periodístico, militante, judicial27, etc. El adjetivo
“nuevas”, respondería –por un lado– a masculinidades que resisten y/o se
contraponen a las ideas y actitudes que la masculinidad hegemónica tradicional (la
‘instituida’, en términos de Castoriadis28) defendía y reivindicaba con posturas
24
Ver Esther Pineda G. (socióloga feminista venezolana):
https://www.telam.com.ar/notas/202211/612033-dia-internacional-violencia-estetica-pineda-g.html
25
Véase el Manifiesto de ‘Desertores del patriarcado’:
https://desertoresdelpatriarcado.blogspot.com/2021/11/manifiesto-sept-2020.html
26
Hay mujeres masculinas, lesbianas masculinas, personas trans masculinas, etc.
27
“‘Nuevas masculinidades’. Así, bajo este concepto con perspectiva de género, la Suprema Corte de
Justicia de la provincia [Mendoza] lanzó un fallo inédito al desestimar un recurso de casación
presentado por un padre que fue condenado por obligar a ver pornografía a su hijo menor de edad
(...) “Como sociedad y a partir de la revolución feminista se vienen modificando las construcciones
patriarcales que se han arraigado en modelos de paternidad que en muchos casos han perjudicado a
niños y adolescentes. Las nuevas generaciones nos enseñan que hay otras formas de ser varones y
que el machismo nunca busca la igualdad social.”
https://www.lanacion.com.ar/sociedad/nuevas-masculinidades-la-corte-mendocina-condeno-a-un-hom
bre-por-obligar-a-ver-pornografia-a-su-hijo-nid07102022/
28
Ver “La Institución imaginaria de sociedad”, de Cornelius Castoriadis (1975).
abierta y orgullosamente machistas, sexistas, supremacistas y violentas. Pero esas
masculinidades no-hegemónicas o ‘alternativas’, como también se les llamó, han
existido siempre, sólo que desde la última década cuentan con ‘buena prensa’ y
mayor aceptación, poder e influencia, en gran parte gracias al avance de los
feminismos y movimientos LGBTIQ+. Por otro lado, el adjetivo “nuevas” podría
vincularse a que hoy en día, en muchas partes del mundo, el estereotipo tradicional
perdió el aval social y el prestigio del que gozaba llegando a tener ‘mala prensa’ y
repudio social; aunque eso no significa en absoluto que hayan desaparecido29,
asumiendo esa posición ‘instituyente’ estilos masculinos con otro perfil más
'blandos', diversos, y ‘con tintes más igualitarios’30.
Sin embargo, en nuestra práctica profesional y social, observamos que muchas de
estas posturas expresan cierta sensibilidad, empatía e interés en la equidad, pero
están en sintonía con lo que comúnmente se denomina discurso ‘políticamente
correcto’. En los hechos, muchos varones31 que se ven y se piensan como ‘parte de’
estas ‘nuevas masculinidades’ (los 'hombres buenos', los que no se reconocen
como ‘machos’32), expresan de manera sutil o moderada actitudes y prácticas
machistas que se adaptaron o se aggiornaron a los nuevos tiempos y espacios33:
son “nuevas masculinidades plásticas, flexibles”, moldeables –‘líquidas’ diría
Bauman34–, pero a fin de cuentas, masculinidades que en el fondo siguen siendo
imperantes, muchas veces negadoras de violencias machistas, y sostenedoras /
reproductoras / recreadoras de los múltiples dispositivos de invisibilización y
subordinación femenina, eficaces para ejercer poder y mantener su jerarquía.
El patriarcado produce permanentemente nuevas masculinidades que reacomodan
sus discursos, conductas y prácticas sociales para seguir sosteniendo la
dominación, a veces brutalmente, y otras de modo solapado.
29
Hay espacios donde esa ‘masculinidad rancia’ sigue imperando, incluso en espacios juveniles y de
adolescentes: contextos netamente masculinos como grupos de whatsapp, foros de varones
prostituyentes, la ‘Manosfera’ [red de sitios web, blogs y foros en línea que promueven la
masculinidad machista, la misoginia y la demonización del feminismo],espacios deportivos, bares,
esquinas, etc.
30
Por ejemplo, en espacios estudiantiles, académicos, contextos laborales mixtos, etc.
31
De distintas edades, territorios, procedencia social, orientación sexual, etc.
32
Entendemos por ‘macho’ o ‘machirulo’ al Sujeto político del orden machista y patriarcal.
33
Podríamos pensar las “nuevas” masculinidades como ‘formaciones reactivas’, que reprimen,
encubren y ocultan o disimulan su atravesamiento machista.
34
Véase “Modernidad Líquida”, de Z. Bauman (2003).
II) Des-patologizar para Co-responsabilizarnos.
Así como en estos últimos años se popularizó la expresión de “nuevas
masculinidades”35, hay otras expresiones que pasaron a ser de uso común para
referirse a personas o comportamientos machistas –y por ende, violentos– de
distinto calibre; por ejemplo: ‘tóxico’, ‘loco’, ‘enfermo’, ‘narcisista’, ‘psicópata’, entre
otras. Estos últimos dos términos en particular, que pertenecen al lenguaje “psi”
(psicológico / psiquiátrico), al sacarse de contexto se banalizaron y perdieron su
especificidad, siendo lo más preocupante la consecuente patologización de las
personas que ejercen distintas violencias machistas. Creemos que, antes que las
conductas o las personas que las ejecutan, lo nocivo es el sistema económico-social
e institucional en que se generan y que también las convalida y perpetúa.
Masculinidad(es), narcisismo y poder:
Toda socialización implica cierta dosis de narcisismo36: por ejemplo, no se podría
ser docente, actor / actriz, abogada/o, artista (etc.) sin cierta ‘dosis de narcisismo’,
sin el gusto de una persona de poder ser vista, escuchada, admirada, aplaudida,
elogiada. El avance tecnológico de las telecomunicaciones y las redes sociales
(entre otros factores) han favorecido a la narcisización de la sociedad, a partir de
poder mostrarnos y ser observados/as, de querer gustar y sumar “Likes”, de desear
captar la atención de otrxs; cuanto más, mejor. Nunca en toda la historia humana,
grandes conjuntos humanos tuvieron a disposición los medios tecnológicos para que
esta posibilidad esté tan a su alcance y a un costo tan bajo.
Toda socialización en el ejercicio del poder, referida a la participación o ‘pertenencia
a’ un determinado grupo privilegiado, también conlleva una dosis de narcisismo.
Por ejemplo, referido al ser varón, al ser adulto, al ser blanco, al ser
35
Por lo general, vinculada a la participación de un mayor número de varones en “lo doméstico”, en
las tareas de cuidado, en la expresión de la afectividad y en la paternidad responsable.
36
Narcisismo: término popularizado por S. Freud (1914), basándose en el Mito de Narciso. Dirá que
es “el complemento libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación, de la que
justificadamente se atribuye una dosis a todo ser vivo”. Por otro lado, en Psiquiatría se habla de
‘Trastorno de personalidad narcisista’ en tanto patología psíquica. En el lenguaje popular, refiere a
personas egoístas, insensibles, con un Ego muy grande (egocentristas) y deseosas de ser
vistas/admiradas.
cis-heterosexual, al tener un cuerpo dentro de los cánones socioculturales de
belleza, al pertenecer a la clase socioeconómica dominante (etc.). Entenderemos
aquí al narcisismo de modo amplio, como la autopercepción exagerada o
engrandecida de la propia imagen, con su consecuente cuota de desinterés por el
‘mundo exterior’ o aquello que le resulta ‘ajeno’. Desde luego, hay grados ‘normales’
y ‘saludables’ de narcisismo, y grados patológicos.
El componente narcisista, entonces, es una característica siempre presente en
todo grupo que detenta el poder, y no debería analizarse desde la psicopatología,
sino pensarse como inmanente a todo grupo dominante o favorecido. Estos grupos
se caracterizan por ejercer actitudes discriminatorias hacia lo que consideran
diferente y subordinado, y ostentar conductas de defensa ‘corporativas’37. Lo
podemos detectar en sectores sociales donde haya una escisión con el resto de las
personas de la población / de la comunidad, como por ejemplo colegios privados de
las élites económicas o políticas, barrios privados de la burguesía, clubes o
espacios exclusivos para hombres adultos acaudalados; grupos de mujeres blancas
de clase alta, etc.
Así, en el ejercicio de la dominación maculina, los varones cisgénero de cualquier
orientación sexual, también somos investidos de una ‘dosis extra’ de narcisismo, sin
que podamos considerarla una cuestión psicopatológica e individual sino más bien
colectiva y sociocultural.
La masculinidad en tanto ‘posición y ejercicio de poder’, está dotada de privilegios,
fortalezas, e impregnada por un halo de ‘superioridad’. Así como ya señalamos que
el estereotipo hegemónico tradicional está en retroceso y recambio, y que sigue
caracterizándose por los mandatos de ‘tener que’ imponerse, dominar, no llorar,
aguantar, no demostrar temor o dolor (etc.), existen otros tipos de masculinidad
distanciados de aquel, que también terminan disociando a los varones que los
encarnan de un aspecto fundamental de la experiencia humana: el registro /
reconocimiento y expresión de ciertas emociones / sentimientos y afectos, así como
37
Dice Rita Segato (2018) que para los hombres, el grupo de pares o cófrades constituye –en
términos sociológicos– una corporación: los varones son fieles a la corporación y a sus miembros por
sobre cualquier otro valor o lealtad asumida.
la empatía por aquellas personas que no formen parte de la cofradía masculina38,
mientras sí nos habilita –en cierta medida– la expresión de emociones /
sentimientos y afectos como enojo, agresión, insatisfacción y violencia.
Esto también tiene como consecuencia la enajenación respecto de nuestro propio
cuerpo, en tanto sede de las emociones y sensaciones. Pensemos las
consecuencias que este influjo cultural puede provocar en los varoncitos,
‘adiestrados’ desde su niñez para callar sus emociones, y para ignorar sus propios
sentimientos ante determinadas situaciones de violencia y maltrato directo o
indirecto. Uno de los efectos que generan los mandatos de masculinidad39, es que el
hombre sea un ‘ser racional’: puro cálculo e intelectualización, que sólo reconozca
como ‘pares’ a otros de su mismo género, quienes pueden validarlo y entenderlo.
Desde ese lugar, podrá establecer un vínculo ‘afectivo’ con mujeres desde un estilo
relacional ‘objetal’, es decir que a esas Otras, las considerará objeto: de amor, de
placer, de admiración, de protección, de sometimiento, de confrontación, de burla,
de abuso, de violencia, de odio, etc., pero siempre como objetos, siempre como
‘cosas’. Obviamente, ‘las cosas’ no tienen voluntad ni racionalidad, y se pueden
‘comprar’, ‘alquilar’, ‘poseer’, ‘usar’ utilitariamente, ‘intercambiar’ y ‘desechar’. Esto
crea un caldo de cultivo que establece las condiciones de posibilidad para el
ejercicio de todo tipo de daños y violencias40. Nada de esto, por supuesto, es sano,
saludable, ni ético; así como tampoco es “natural”: se trata de una problemática
social, aprendida y vinculada al machismo.
Aspectos narcisistas y psicopáticos en la masculinidad patriarcal:
¿Qué caracteriza a la psicopatía más que la imposibilidad de sentir empatía, culpa y
remordimiento? Rita Segato (2018) escribió:
38
“...las mayores violencias sobretodo hacia las mujeres y niños, ocurren cuando los varones están
en bandas, porque algo tiene que ser probado, tiene que ser demostrado: la capacidad de crueldad
ante los ojos de los otros, de los pares, de lo que Rita llama la «cofradía masculina»”. (...) “La
masculinidad es una estructura basada en un pacto, que es violento por definición. Es un artefacto
instalado en el corazón de los hombres”. Entrevista radial con Rita Segato en enero de 2020:
https://www.anred.org/2020/01/22/rita-segato-se-prueban-a-si-mismos-que-son-hombres-a-traves-de-
la-violencia/ [El resaltado en negrita es nuestro]
39
Ver Rita Segato: “Contra-pedagogías de la crueldad” (2018).
40
Dice Rita Segato (2018; pág. 11): “Llamo pedagogías de la crueldad a todos los actos y prácticas
que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas.”
“Esa ‘formación’ del hombre, que lo conduce a una estructura de la
personalidad de tipo psicopático –en el sentido de instalar una
capacidad vincular muy limitada– está fuertemente asociada y
fácilmente se transpone a la formación militar: mostrar y demostrar
que se tiene “la piel gruesa”, encallecida, desensitizada, que se ha
sido capaz de abolir dentro de sí la vulnerabilidad que llamamos
compasión y, por lo tanto, que se es capaz de cometer actos crueles
con muy baja sensibilidad a sus efectos. Todo esto forma parte de la
historia de la masculinidad, que es también la historia viva del
soldado” (pág. 45-46).
Así como hay goce y placer en el ejercicio del poder económico a través del
consumismo, de adquirir, de poseer, de acumular, también hay un gusto, un goce y
una satisfacción en el ejercicio del poder en el acto de dominar o controlar. Para un
“Macho”, una mujer o persona LGBTIQ+ –o cualquier identidad sexogenérica no
hegemónica– tiene el mismo estatuto que un objeto, el cual puede poseer y utilizar
para sus intereses. Se trata de una conducta que le genera beneficios: sensación de
poder, sumisión de la o las personas sometidas, etc.
Estamos ‘enfermos de patriarcado’…
pero en una cultura patriarcal,
ser ‘macho’ implica estar sano y bien adaptado.
Dado que la socialización sexual de varones y mujeres se basa en estereotipos
machistas / sexistas, durante mucho tiempo estuvo normalizada la alegoría de
‘cazadores’ y ‘presas’. Esto todavía se expresa en grupos de varones que salen a
violar grupalmente, pues formulan estrategias en relación al dónde, cuándo, cómo, y
contra quién(es). Se normaliza que los varones se conviertan en ‘una clase
dominante y privilegiada’ (los cazadores), y que en muchos casos las mujeres y
feminidades sientan que su función es satisfacer los deseos del varón: ser la
‘presa’, ‘el trofeo’, ‘la seguidora / admiradora’, la 'protegida / rescatada' o ‘la elegida’.
Como bien enseñó Frantz Fanon41, los oprimidos internalizan la violencia y la
proyectan sobre sí mismos.
Desde los feminismos se afirma (y las mujeres lo saben perfectamente por
experiencia) que los violentos, los abusadores, los prostituyentes42, los violadores y
41
Ver Frantz Fanon: “Los condenados de la tierra” (1965).
42
Prostituyentes o ‘puteros’: varones que demandan personas prostituidas (sean mujeres,
travestis/trans, niñas o niños). “La trata y la explotación sexual practicadas en estos días son los más
perfectos ejemplos y, al mismo tiempo, alegorías de lo que quiero decir con pedagogías de la
los femicidas “NO son locos ni enfermos”, sino que son producto de esta cultura y
de este sistema. Son los llamados “hijos sanos del patriarcado”; en general sin
patología psiquiátrica, y orgullosos defensores de la masculinidad sexista. Esta
expresión de ‘hijos sanos…’, tiende a romper con una hábil maniobra patriarcal que
es psicopatologizar e individualizar las conductas machistas de dominación
masculina. Esta patologización se logró con comunicaciones supuestamente
científicas, escritas por profesionales machistas, por su amplificación en medios de
comunicación masivos y la circulación de discursos patriarcales en el imaginario
social, lo que estimula al conjunto de los varones a poner una gran distancia
afectiva con los efectores masculinos de las violencias más extremas. De esta
manera, el resto de las violencias masculinas, aquellas de ‘baja intensidad’, pasan a
estar ocultas, a no ser reconocidas por los varones ni por gran parte de las mujeres,
quienes analizan las conductas masculinas y la realidad cotidiana con las categorías
del dominador43. Entonces, para poder despatologizar las violencias machistas y
las agresiones sexuales, tenemos que analizarlas desde la perspectiva de género,
lo que nos permitirá ver las relaciones de poder que están en juego, los modos en
que se expresan la dominación masculina y la subordinación femenina.
Al analizar una conducta masculina, no debemos perder la perspectiva de cómo
se juega el poder: nos interesa saber si esa conducta es dominante o igualitaria,
patriarcal o antipatriarcal, si es opresiva o liberadora, si ejerce o no el machismo, si
sostiene o en cambio cuestiona y abandona el lugar de superioridad desde el que
socialmente se ejerce la masculinidad (Bonino, 2021). El ejercicio de la dominación
masculina en los vínculos puede darse con o sin gritos, amenazas o golpes, e
incluso alternando amabilidad y demostraciones de afecto, hasta alcanzar el
completo control y dominio de la otra persona. Como hemos dicho, la violencia física
y la sexual están en lo más alto de la pirámide de las violencias, pero para someter
a otra persona muchas veces alcanza con la violencia simbólica, la psicológica, o la
económica.
crueldad. Es posible que eso explique el hecho de que toda empresa extractivista que se establece
en los campos y pequeños pueblos de América Latina para producir commodities destinadas al
mercado global, al instalarse trae consigo o es, inclusive, precedida por burdeles y el cuerpo-cosa de
las mujeres que allí se ofrecen.” (Segato, Rita; 2008, Pág. 11)
43
Esta es una de las características que Pierre Bourdieu adjudica a la Violencia Simbólica, por la cual
los grupos dominados interiorizan las categorías a través de las cuales son percibidos por los grupos
dominantes, autopercibiéndose de la misma manera.
El problema de la violencia machista es estructural, y para desarmar su mecanismo
de producción en masa es necesario transformar las estructuras que producen y
sostienen esas violencias. Las violencias machistas se entrelazan con otros factores
que pueden agravarla; hay algunos a nivel macro, como el entramado con otros
sistemas de discriminación y dominación: el económico, el político, el judicial, el
religioso, el racial, etc.; y otros a nivel micro, como rasgos de personalidad, nivel de
instrucción socioeducativa, consumo de sustancias, desórdenes o trastornos de
personalidad44, disfuncionalidad familiar, condiciones materiales de existencia
precarias, etc.
Las personas ‘se co-construyen’, siempre ‘en relación a’ y con otrxs, en un
determinado contexto. Los ‘machos’ y los psicópatas, también. Su existencia en
porcentajes tan altos, dice mucho acerca de nuestra cultura y sociedad: habitamos
un mundo donde a cada segundo se cometen agresiones sexuales, incluyendo las
pedófilas e incestuosas, y se ejercen castigos físicos y psicológicos que provocan
terror e indefensión en niñxs y adultxs, con un crecimiento de la crueldad y la
deshumanización. Al mismo tiempo, hay un desbalance muy pronunciado entre
los crímenes que se consuman y los que se investigan / juzgan / condenan, así
como en la focalización en aquellos delitos ‘a nivel micro’ perpetrados por
integrantes de las clases más desfavorecidas, y pasando por alto los ‘macro’ delitos
ejecutados por integrantes de las clases pudientes y dominantes.
Como hemos dicho, hay cualidades, características y mandatos muy propios de la
masculinidad tradicional: ser o parecer fuertes, competitivos, resolutivos,
racionales, calculadores, mandamás (cabecilla, amo, jefe, dirigente), duros, recios,
inconmovibles, invulnerables, valientes, conquistadores, siempre sexualmente
disponibles, y el despreciar todo aquello vinculado a ‘lo femenino’45. Un gran
44
Los Trastornos de Personalidad (TdP) se caracterizan por patrones rígidos de pensamiento y
conducta que afectan las emociones/sentimientos, así como casi todas las áreas de la vida vincular
de la persona (familiar, sentimental, sexual, laboral, social, etc.). Algo muy característico de los TdP
son los problemas para controlar o manejar impulsos. Al ser trastornos egosintónicos, la persona no
ve nada ‘malo’ en sus comportamientos, pensamientos, valores o sentimientos, los concibe
‘aceptables’ y se siente a gusto con ellos; no se percata de lo que hacen y lo que generan en el resto;
generalmente proyectan las dificultades o conflictos, asumiendo que son “lxs demás” quienes se
equivocan y ocasionan daños o malestares. Difícilmente puedan aceptar responsabilizarse de lo que
les sucede y provocan en su entorno.
45
Pues en sí, todo ese exhibir, mostrar, aparentar o simular, no es tanto para ‘impresionar’ a las
mujeres, sino a otros varones. Son ‘los pares’ quienes tienen el poder de validarnos y reconocernos
como “Hombres de verdad”. Pensemos como ejemplo en el acoso callejero, que antes era conocido
como ‘piropo’.
porcentaje de las niñeces crecen en entornos familiares conflictivos, negligentes,
amenazadores, castigadores, abusivos y violentos, y desde pequeños son
socializados con estos estereotipos y mandatos rígidos. Tal vez les decían “Ahora
viene papá y te pega”; o “¿Estás triste?, andá y pegale a ese nene”; o “¿Por qué
llorás?, ¿qué sos, una nena, o sos puto?” Quizás crecieron escondidos bajo la
cama, viendo o escuchando cómo su padre o padrastro golpeaba a su madre o a su
hermana, o bien eran reprendidos o castigados por alejarse un paso de ese ‘modelo
paterno’. Cuando sus sentimientos no son contemplados, cuando su capacidad de
empatía no es estimulada, cuando no se les enseña a ponerse en el lugar de otrxs,
aprenden que los vínculos son una serie de actos, no de emociones, con la
consecuente des-sensibilización y pérdida de la capacidad de empatizar.
La crueldad46 es aquella forma de violencia que busca deliberadamente hacer
daño, generar dolor y/o sufrimiento en otro ser. Quien la ejerce se caracteriza por su
insensibilidad, falta de compasión, y carencia o incapacidad de empatía con quien la
sufre. Teniendo en cuenta todos estos elementos, la psicopatía, conocida como
‘Trastorno de Personalidad Antisocial’47, puede considerarse ‘un producto resultante’
y ‘funcional a’ este sistema injusto y cruel, donde escalar socialmente muchas veces
implica y requiere saber mentir –e incluso traicionar– sin culpa ni cargo de
consciencia48.
El manual DSM-V (2013) establece como criterios para el diagnóstico del Trastorno
de Personalidad Antisocial, un desprecio persistente por los derechos de los demás,
que se manifiesta en la presencia de 3 o más de los siguientes ítems:
1. Incumplimiento de las normas sociales respecto a los
comportamientos legales, que se manifiesta por actuaciones
repetidas que son motivo de detención.
2. Engaño, que se manifiesta por mentiras repetidas, utilización de
alias o estafa para provecho o placer personal.
3. Impulsividad o fracaso para planear con antelación.
4. Irritabilidad y agresividad, que se manifiesta por peleas o
agresiones físicas repetidas.
5. Desatención imprudente de la seguridad propia o de los demás.
46
La crueldad implica deshumanización y cosificación (reificación).
47
Ver DSM-V (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la A.P.A., 2013), en el
Grupo de trastornos de tipo “B”.
48
Los psicópatas pobres suelen terminar en la cárcel, pero los de clase media o alta en posiciones de
poder.
6. Irresponsabilidad constante, que se manifiesta por la incapacidad
repetida de mantener un comportamiento laboral coherente o
cumplir con las obligaciones económicas.
7. Ausencia de remordimiento, que se manifiesta con indiferencia o
racionalización del hecho de haber herido, maltratado o robado a
alguien.49
El CIE-1050 ofrece criterios muy similares para el Trastorno ‘Disocial’ de la
personalidad (F60.2), que incluye al trastorno de personalidad sociopática, amoral,
asocial, antisocial y psicopática, destacando la disparidad entre sus
comportamientos y las normas sociales prevalecientes; y estando caracterizado por:
a) Cruel despreocupación por los sentimientos de los demás y falta
de capacidad de empatía.
b) Actitud marcada y persistente de irresponsabilidad y
despreocupación por las normas, reglas y obligaciones sociales.
c) Incapacidad para mantener relaciones personales duraderas.
d) Muy baja tolerancia a la frustración o bajo umbral para descargas
de agresividad, dando incluso lugar a un comportamiento violento.
e) Incapacidad para sentir culpa y para aprender de la experiencia,
en particular del castigo.
f) Marcada predisposición a culpar a los demás o a ofrecer
racionalizaciones verosímiles del comportamiento conflictivo.51
Por otro lado, las personas con Trastorno de personalidad Narcisista52 son
igualmente explotadoras y carentes de empatía, pero tienden a no ser agresivas ni
engañosas como ocurre en el trastorno de personalidad antisocial. Se creen
extraordinarios, son vanidosos, superficiales (pura imágen, pero sin registro corporal
ni emocional); y también utilizan a otras personas para lograr sus objetivos.
Confunden cariño con admiración; son controladores, intolerantes, egoístas,
insensibles y muy vengativos; pueden tener ataques de ira si se sienten
ridiculizados o rechazados. Su interés está puesto en tener 'lacayos' y en sostener
la adulación permanente de sus admiradores/as.
49
Ver https://www.trastornolimite.com/tp/trastorno-de-personalidad-criterios-diagnosticos-en-el-dsm-5
50
Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Problemas de Salud Relacionados, 10ª
Revisión.
51
Ver
https://www.centromultiprofesional.com/wp-content/uploads/2016/08/CIE_10-T_Personalidad.pdf
52
También forma parte del Grupo de trastornos de tipo “B” del DSM-V, junto con el trastorno de
personalidad Antisocial, el Límite o ‘Borderline’, y el Histriónico.
Podemos observar varios de estos rasgos psicopáticos en varones que encarnan
masculinidades machistas: la mentira habitual, el engaño permanente, la
inestabilidad psicoemocional con posibilidad de agredir o pelear, la violencia como
método predilecto en la ‘resolución’ de conflictos, el desinterés en los sentimientos y
afectos, la imprudencia / irresponsabilidad respecto a la integridad de otrxs o la
propia, la ausencia de remordimiento o indiferencia luego del maltrato, egocentrismo
y autorreferencia, estilo vincular imperativo / autoritario y abusivo… Algunos son
seductores y encantadores, pero también grandes simuladores (prometen amor
eterno y luego mienten, engañan y abandonan); son expertos manipuladores,
amenazan y controlan con la culpa; pueden golpear a su pareja y luego victimizarse:
“¿Por qué me hacés esto?” “¡Mirá lo que me hacés hacer!” “¿Por qué me obligás a
hacer esto?” No sólo no se arrepienten ni se responsabilizan, sino que además se
auto-justifican, confundiendo y culpabilizando a su víctima: “¡Vos me enloquecés! Es
tu culpa que yo reaccione así”… Emite mensajes contradictorios, le dice y hace
sentir a su pareja que no sirve para nada, que hace todo mal, que es mala persona,
que es egoísta, ‘proyecta’ sobre ella y le reprocha cosas que él luego hace o ya
hizo, haciéndole dudar de sus percepciones y emociones, incluso de las cosas que
le suceden y que sufre a manos de su victimario. Luego pueden pedir disculpas,
incluso llorando y rogando: “¡Por favor perdoname! Vos sos lo mejor que me pasó
en la vida”, “sin vos no soy nada, preferiría morir o que me maten”, “te juro que voy a
cambiar”, “es la última vez que pasa”… y en un abrir y cerrar de ojos, vuelven a
actuar como si nada hubiese sucedido. Son expertos en captar la debilidad o
vulnerabilidad de otrxs. Son astutos y desconfiados, saben mover los hilos para
poner a su víctima en contra de su familia y lograr que se aleje de sus amistades (la
aísla para dejarla indefensa, y que no tenga otra voz o punto de referencia más que
el de su victimario). La víctima, por su parte, pierde su criterio de realidad y empieza
a ver y a verse a través de los ojos de quien la controla y violenta. Frente a esto, es
bueno preguntarnos ¿cuántos suicidios de mujeres jóvenes o adultas son en
realidad una forma de femicidio encubierto?53
53
El concepto de Suicidio Femicida fue impulsado en 1996 por la activista feminista sudafricana
Diana Russell para referirse a las mujeres que se quitan la vida debido a los abusos reiterados o por
la violencia ejercida por los hombres en una sociedad patriarcal. Ver
https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/suicidio-femicida-que-es-y-que-complejidades-judiciales-conllev
a-para-su-abordaje/
Hay que aclarar que esto no convierte a esos varones necesariamente en
psicópatas, sino en simples “hijos sanos del patriarcado”; aunque lleguen a ser
violentos y crueles. Si bien todas las personas tenemos alguna cuota de
‘agresividad’, hay personalidades cuyo rasgo principal y característico es ese (y en
todos los aspectos y ámbitos de su vida). No toda persona que ejerce acciones
violentas o machistas es psicópata, pero todo psicópata es potencialmente
violento, dañino y peligroso. El machismo y la psicopatía son dos líneas que
pueden fácilmente anudarse, o pueden seguir paralelas, por caminos separados.
En relación a la misoginia, al resentimiento y la victimización de los ‘machos’,
Andrea Dworkin (1976) escribió:
“Los hombres nos dicen que ellos también están oprimidos. Nos
dicen que usualmente en sus vidas individuales son victimizados por
mujeres –por sus madres, esposas, y novias–. Nos dicen que las
mujeres provocamos actos de violencia mediante nuestra
carnalidad, o malicia, o avaricia, o vanidad, o estupidez. Nos dicen
que su violencia se origina en nosotras y que somos nosotras las
responsables. Nos dicen que sus vidas están llenas de dolor, y que
nosotras somos la fuente de ese dolor. Nos dicen que como madres
los lastimamos irreparablemente, como esposas los castramos, y
como amantes les robamos su semen, juventud y hombría –y nunca,
nunca, como madres, esposas o amantes, jamás les damos lo
suficiente”. (Andrea Dworkin, “Recordando a las brujas”; Conferencia
en Nueva York el 31 de octubre de 1974; capítulo 3 del libro “Nuestra
Sangre”, de 1976)
Algunos ‘machos’, pese a toda su prepotencia, no toleran la soledad o que sus
parejas los dejen y/o se alejen. Necesitan de alguien a su lado que les provea
‘seguridad’ y estabilidad a su frágil esbozo de Self. Esto lo observamos en los
femicidas que se suicidan luego de asesinar: se topan con el vacío más absoluto: su
vida carece de sentido sin esa ‘persona-objeto’ que buscaban poseer, controlar, y de
la que dependían psicológicamente. Otros simplemente son cobardes, incapaces de
hacerse cargo de las consecuencias de sus acciones, y en su afán de controlar y
dominar, como último acto de ejercicio de poder54 se quitan la vida, evitando rendir
54
Véase
https://www.pagina12.com.ar/485620-el-mensaje-que-emiten-quienes-se-suicidan-luego-de-cometer-
u
cuentas ante la sociedad y eludiendo el castigo por sus acciones (suicidio
‘evitativo’).
Paralelamente, el consumo de pornografía desde edades tempranas, refuerza el
desapego emocional de toda relación sexoafectiva. Hoy en día los chicos empiezan
a ver porno aproximadamente entre los 8 y 12 años en el teléfono celular, y crecen
excitándose con prácticas violentas (que sexualizan las agresiones machistas,
incluso la pedofilia y el incesto). El porno es una herramienta de socialización, se
convirtió en ‘EL’ modelo de masculinidad y de sexualidad: es ‘el espejo’ donde esos
jovencitos van a aprender a mirarse, y desde ese lugar y desde esa ‘narrativas de
dominación masculina’ presentes en el porno, van a mirar y a vincularse
sexoafectivamente con otras / otres y/u otros. Entonces, preguntémonos: ¿cómo los
adolescentes de hoy van a aprender a empatizar y a llevar una sexualidad
compartida e igualitaria, a relacionarse con mujeres o feminidades trans (o con
quien sea) en paridad, si lejos de reconocerlas como pares las visualizan como
‘seres inferiores’ o “juguetes sexuales”? ¿Para qué exigirle al Estado que se
implemente la Educación Sexual Integral55 en los colegios, si aprenden que 'lo
normal' es imponer su deseo, y que actualmente gracias a las distintas formas de
‘prostitución a la carta’ a través de ‘plataformas proxenetas’, pueden acceder al
cuerpo de otra persona por cierta cantidad de dinero? (Gómez, D. S.; 2021).
Muchos asesinos seriales mostraron particular ensañamiento con mujeres,
especialmente aquellas en situación de prostitución. Ted Bundy confesó, antes de
ser ejecutado en EEUU, la enorme influencia que tuvo la pornografía en sus
crímenes:
“He pasado en prisión cierto tiempo. He conocido a numerosos
hombres que se sintieron motivados a ejercer la violencia, como yo.
Sin excepción, todos y cada uno de ellos estaban profundamente
relacionados con la pornografía. Sin duda alguna, sin excepción,
profundamente influenciados y consumidos por su adicción a la
pornografía”56.
55
Ver Ley Nacional de Educación Sexual Integral (N° 26.150, sancionada en el año 2006):
https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-26150-121222/texto
56
Véase “El caso Ted Bundy: la fatal adicción”: https://www.daleunavuelta.org/el-caso-ted-bundy/
En este segundo apartado hemos ido recorriendo, analizando y deconstruyendo el
‘conglomerado’ de elementos machistas y psicopáticos que forman parte de la(s)
masculinidad(es). Aunque más allá de éstas, en cualquier otro grupo social que
detente la hegemonía (y en el marco de cualquier sistema de dominación y opresión
de la historia, sea racial, colonial, etc. –y el patriarcal es uno de los primigenios),
existe jerarquización de las diferencias, deshumanización, cosificación, disociación
afectiva, goce en el control y la posesión, situaciones de discriminación, abuso,
explotación, silenciamiento, violencias, crueldad, y aniquilación: ecocidio / genocidio
/ ‘ginocidio’ / etnicidio / femicidio / travesticidio / transfemicidio / transgenocidio y lo
que Achille Mbembe llama ‘la necropolítica’ o ‘política de la muerte’57.
La des-psico-patologización es fundamental para poder abrirnos paso a la
co-responsabilización. Un paso previo a la deconstrucción implica la aceptación
de haber internalizado formas de ver / de entender, de pensar, actuar o sentir que se
enlazan con el machismo; y esto vale para cualquier persona, sea cual sea su edad,
clase o posición social, ideología, orientación sexual e identidad sexogenérica; pero
especialmente para varones. Hacernos cargo de nuestro machismo, es el primer
gran paso en el largo proceso de desarmar y desactivar nuestras violencias. Esta
tarea de sincerarnos con nosotrxs mismxs, es aún más importante para quienes
trabajan con estas temáticas u otras relacionadas, a fin de poder ‘limpiar las lentes’
a través de las cuales miramos la realidad. La motivación para el cambio (de
miradas, de actitudes, de comportamientos) es un factor esencial que por ética y por
la necesaria coherencia entre el pensar y el sentir debemos buscar / hallar y
reconocer. Al trabajar y acompañar a otrxs en este camino, se debe contar con
experiencia de lo que implica ese recorrido introspectivo y autocrítico. 'Si voy a
trabajar con vos, que ejerciste violencia machista, no puedo hacerlo desde un lugar
de "juez" ni de "verdugo", sino reconociendo mi propio machismo internalizado,
aunque mis circunstancias me hayan permitido no-actuarlo'.
Quedará en la ética y buena praxis de las, les y los profesionales del ‘campo
Psi’, realizar un diagnóstico diferencial con perspectiva de género, para
determinar si quiénes ejercen violencias en función del género, cumplen los
criterios psicopatológicos vigentes para establecer un trastorno de
57
Ver su Ensayo “Necropolítica” (2011)
personalidad, pero teniendo presente que todo trastorno, hasta del tipo
antisocial o psicopático –e incluso el narcisista–, ‘se construye’ sobre ‘una
base’ de machismo y misoginia58, lo cual lo convierte en un agravante, no en
un atenuante.
III) A modo de conclusión.
Consideramos que pese al veloz cambio de ropaje, las nuevas masculinidades no
son tan ‘nuevas’, debido a que en su fundamento el ‘núcleo duro’ de la masculinidad
no se ha modificado. La violencia machista se complejiza, se camufla, y la
masculinidad se metamorfosea. Lo "nuevo" no siempre es ‘mejor’, y muchas veces,
como reza el ‘gatopardismo’, “algunas cosas cambian para que todo siga igual”.
Es lógico encontrar rasgos narcisistas y antisociales (psicopáticos / sociopáticos) en
muchos “hijos sanos del patriarcado”, dado las características del sistema social
hegemónico en el que se conforman, y no por ello podemos psicopatologizarlos ni
considerarlos aisladamente. La violencia es, en todo su espectro, un componente
fundamental de la masculinidad. Al patologizarla, se escinde a sus efectores de la
condición social por la que un varón será ‘Hombre’, individualizando o biologizando
un problema social, e invisibilizando la co-responsabilidad individual, social e
institucional en la comisión de las violencias y delitos misóginos / LGBTIQ+
odiantes. La patologización es funcional al status quo y no resuelve nada: por el
contrario, desvía las posibles acciones pertinentes hacia el punitivismo y/o la
psicofarmacologización. Hablar de “hijos sanos del patriarcado”, equivale a no verlos
como ‘enfermos’ y a considerarlos responsables de sus conductas violentas.
Numerosos informes y certificados emitidos y firmados por profesionales del ‘campo
Psi’, consignan “conflicto de pareja” cuando lo que hay es un varón machista
ejerciendo poder y violencia, o escriben “depresión por problemas familiares”, o bien
“trastorno del estado de ánimo por conflictos intrafamiliares”, cuando la mujer lleva
quizá años soportando amenazas, agresiones y violencias de todo tipo. Y cuando
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Si bien crecimos en un contexto global patriarcal, muchos de los más famosos asesinos en serie
asesinaban y violaban/abusaban a mujeres, especialmente a aquellas en situación de prostitución, es
decir, en una situación de aún mayor vulnerabilidad.
una mujer solicita que se especifique la causa de su malestar o padecimiento para
presentarlo en una causa judicial, frecuentemente le responden que no pueden
hacerlo o que no quieren involucrarse en temas judiciales. Y hay quienes, cuando
algún medio periodístico les pide declaraciones, psiquiatrizan la violencia machista,
visualizando psicópatas por doquier y desconociendo los modos de socialización
patriarcal. Terminan jugando a favor y actuando en complicidad con este orden
social tan injusto y destructivo.
Sabemos que no existen “curas” para los trastornos de personalidad, que con
tratamiento y condiciones ambientales propicias las personas pueden tener una
cierta calidad de vida, con cierto equilibrio y contención. También sabemos que
vivimos en un contexto de crisis económica y social: por un lado, el sector
dominante aumenta la concentración de la riqueza, su impunidad, y expresa de
diferentes maneras su violencia en el campo de lo social, político, institucional,
económico e interpersonal, manteniendo intacto su poder; y por otro lado, hay un
alto porcentaje de la población bajo la línea de pobreza, con condiciones del entorno
inadecuadas para una vida digna y con instituciones de salud desbordadas como
para brindar una contención óptima. Es necesario no estigmatizar a los varones que
ejercen violencia en tanto “enfermos, locos o psicópatas”, sino ampliar los marcos
de referencia, afinar los diagnósticos psicosociales y mejorar los dispositivos de
abordaje, fomentar los grupos terapéuticos de y con varones que deseen trabajar
sobre sus violencias machistas, y en paralelo trabajar fuertemente con las familias y
organizaciones de la sociedad en la prevención de las violencias machistas y la
reproducción de estereotipos sexistas. Se necesitan claras políticas públicas,
no-sexistas hacia los varones. Así como la violencia fue aprendida entre y con otrxs,
también puede aprenderse entre y con otrxs la no-violencia en las relaciones intra e
interpersonales y sociales.
Es fundamental el abordaje profesional crítico y transformador de esta realidad
desde la perspectiva de género, lo que implica una mirada, una sensibilidad, una
escucha y una comprensión particular respecto de los padecimientos específicos
que las personas sufren debido a su identidad sexogenérica y/o expresión de
género. Esta herramienta sirve para desnaturalizar las desigualdades, las
subordinaciones y las violencias en nuestra socialización, y visibilizar cómo éstas
repercuten de manera diferencial en la subjetividad y en las condiciones de
existencia de cada género (Gómez & González; 2020).
Las violencias de género o machistas, al tener aval social, gozan de cierta
legitimidad y normalizan la jerarquización de las diferencias. Para poder
erradicarlas, necesitamos reencuadrarlas como una cuestión política, que afectan la
Salud Pública y violan los Derechos Humanos, y encararlas desde una
perspectiva interseccional, inter-ministerial e interdisciplinaria, porque están
basadas en relaciones asimétricas de poder que instauran una desigualdad
estructural, la cual da lugar a todo tipo de injusticias y padecimientos.
El machismo y el patriarcado no se pueden negar, pero sí se pueden combatir. En
ese sentido, la educación sexual integral (E.S.I.) es una herramienta fundamental
para la deconstrucción social de la masculinidad, la prevención de las violencias
machistas (entre otras violencias) y los maltratos.
Lo que está permanentemente en juego es un tipo de ordenamiento social. Está
en juego el lugar y la función social que van a cumplir las mujeres y otras
identidades sexogenéricas en relación a los varones, y el posible nuevo rol de éstos.
Por lo tanto, no será indiferente el posicionamiento que asumamos como personas,
como profesionales, como grupo, como colectivo, como institución, como comunidad
y como sociedad, respecto a mantener –o no– la dominación y la complicidad con la
misma. Proponemos desertar de nuestros lugares de privilegio, sean éstos por
género, edad, clase, raza, sexualidad, corporalidad, especie, etc., avanzando hacia
la realización de una sociedad plenamente igualitaria y sin violencias de ningún tipo.
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