BLOQUE 6.
LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1874)
6.1 EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868): LA PRIMERA GUERRA CARLISTA.
EVOLUCIÓN POLÍTICA, PARTIDOS Y CONFLICTOS. EL ESTATUTO REAL DE 1834 Y LAS
CONSTITUCIONES de 1837 y 1845.
La construcción de sistema liberal tiene lugar entre 1833 y 1868, a lo largo del reinado de Isabel II y a
este proceso se oponen desde el primer momento, los carlistas (seguidores de Carlos Mª Isidro, tío de la
reina), partidarios del absolutismo y del regreso al Antiguo Régimen.
1. PRIMERA GUERRA CARLISTA..
El problema sucesorio tiene su origen en los últimos años de vida de Fernando VII. El rey consiguió
tener descendencia de su cuarta esposa, María Cristina de Borbón: en octubre nace Isabel de Borbón.
Antes del parto, en previsión de que el recién nacido no fuera varón, el rey promulgó la Pragmática
Sanción que permitía reinar a las mujeres, quedando abolida la Ley Sálica de 1713 que excluía a las
mujeres del trono. Se vivía al tradicional sistema sucesorio castellano establecido en el Código de las
Partidas de Alfonso X el Sabio. El hermano del rey, Carlos María Isidro, hasta ese momento su sucesor,
no aceptó los derechos de su sobrina Isabel y siguió considerándose el legítimo heredero del trono.
A la muerte de Fernando VII (1833), hereda la corona su hija Isabel, de tres años de edad e
inmediatamente comienza una guerra civil que durará siete años, la guerra carlista, que fue:
- Un conflicto dinástico entre Isabel II y su tío el infante D. Carlos Mª Isidro que se ha
proclamado rey en el Manifiesto de Abrantes apoyado por los que deseaban la continuidad del
absolutismo, llamados ahora carlistas (antiguos realistas o apostólicos).
- Una lucha sobre todo entre absolutismo y liberalismo. La regente Mª Cristina para salvar el
trono de su hija no tuvo más remedio que apoyarse en los liberales.
En cuanto al ideario político carlista: eran defensores a ultranza de la religión católica y de los
intereses de la Iglesia, de la monarquía absoluta (legitimista y de origen divino) y se oponían radicalmente
a cualquier reforma liberal. Su lema: “Dios, patria y rey” resume los tres principios sagrados de los
carlistas. A estos principios de su programa político se suma otro: el foralismo o la defensa de los fueros
vasco-navarros. Los carlistas al defender la tradición defendían también el mantenimiento de los fueros y
privilegios tradicionales frente a la política centralizadora del régimen liberal; las regiones debían
mantener sus instituciones de gobierno autónomos, sus sistemas propios de justicia y la exención fiscal y
de quintas para el servicio militar. Por esta razón el carlismo encontró su mayor arraigo en el País Vasco,
Navarra y los antiguos territorios de la Corona de Aragón (Maestrazgo).
La base social del carlismo era rural: masas campesinas, parte del clero, el artesanado y la pequeña
nobleza rural. Por su parte, los liberales (isabelinos o cristinos) tienen entre sus seguidores a las clases
cultas urbanas, y lo que fue más importante, a las altas jerarquía del ejército, de la Iglesia y del Estado.
La Primera Guerra Carlista (1833 y 1840): fue la guerra carlista más violenta y dramática y se
calcula que aproximadamente murieron 200 mil personas. El escenario principal fue el País Vasco y
Navarra (hubo focos secundarios en Aragón, Cataluña y el Maestrazgo). Se pueden distinguir tres fases:
- La primera (fines 1833-junio 1835): muerto Fernando VII se iniciaron en toda España sublevaciones
de pequeñas partidas, carentes de coordinación y sin apoyo militar. Fracasaron en casi toda la Península.
En el norte la revuelta se consolidó con el nombramiento de Tomás Zumalacárregui como jefe de todas
las fuerzas carlistas, quien organiza el ejército carlista y logró derrotar al isabelino. Muere en el sitio de
Bilbao y los carlistas perdieron la iniciativa. En esta etapa, Austria, Prusia y Rusia, defensoras del sistema
de la Restauración, reconocieron a D. Carlos (V) como rey. Gran Bretaña y Francia, potencias liberales,
apoyarán a Isabel.
- Segunda fase (junio 1835-octubre 1837): los carlistas cambiaron de estrategia y organizaron
expediciones fuera de su zona: querían generalizar la guerra y romper su aislamiento, incluso atraer a su
causa a los liberales moderados. La expedición del general Miguel Gómez en 1836 atravesó España
desde el País Vasco hasta Cádiz, aunque con escasos resultados. La expedición real en 1837, dirigida por
el propio D. Carlos, llegó a las puertas de Madrid, pero se retiró rápidamente hacia el norte ante la llegada
de las fuerzas del general Espartero.
- Tercera fase (octubre 18773-1840): en esta fase contrasta el reforzamiento militar de los liberales con la
desmoralización de los carlistas, divididos entre intransigentes y moderados (estos buscan una salida
pactada al conflicto).
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El Convenio de Vergara, en agosto 1839, señaló el fin oficial de la guerra, y tuvo como
protagonistas al general carlista Rafael Maroto y al general isabelino Baldomero Espartero. En el
convenio había un compromiso de mantenimiento de los fueros, reconocimiento a los militares carlistas
de sus graduaciones; a cambio, los pactistas de Maroto reconocieron a Isabel II. La guerra continuó en
Cataluña y en el Maestrazgo al mando del general Cabrera, que no aceptó el convenio. La resistencia duró
hasta mayo de 1840.
Consecuencias de la guerra: descalabro humano y económico que retrasó el desarrollo del país.
Definitivo fin del absolutismo e implantación de un régimen constitucional, al triunfar las fuerzas
isabelinas. La monarquía de Isabel II se orientó hacia el liberalismo. Los militares alcanzarán gran
protagonismo político (se utilizará el pronunciamiento como fórmula para cambiar el gobierno o
reorientar la política a lo largo del siglo). Compromiso entre el ejército y el liberalismo que hizo de los
militares y del intervencionismo militar, factor esencial de toda la política española, por lo menos hasta
1876.
La guerra carlista volvió a estallar en dos ocasiones más a l largo del siglo XIX. La segunda guerra
carlista (1846-1849) se desarrolló en Cataluña y tuvo como pretexto el fracaso de la boda de Isabel II con
el hijo de D. Carlos. No tuvo ni el impacto ni la violencia de la primera. Su protagonista fue el hijo de
Carlos Mª Isidro conocido entre sus sucesores como Carlos VI. La tercera guerra (1872-1876) fue
contra el rey Amadeo de Saboya y la Primera República.
2. EVOLUCIÓN POLÍTICA, PARTIDOS Y CONFLICTOS.
Durante el reinado de Isabel II se alternaron en el gobierno los moderados y los progresistas y supuso
el paso de un estado absoluto a un estado liberal. Durante los primeros años de su reinado (regencia de Mª
Cristina de Borbón), se consolidaron las dos corrientes del liberalismo que dieron origen a los dos
partidos más importantes de su reinado, el partido moderado y el partido progresista.
- Respecto al partido moderado, su principal representante fue el general Narváez y contaba con el
apoyo social de los grandes terratenientes y la alta burguesía. Eran partidarios de suprimir el Antiguo
Régimen pero realizando las mínimas reformas políticas. Defendían el llamado liberalismo doctrinario
francés, y su ideario político se concretaba en: fortalecimiento del poder real (soberanía en rey y Cortes),
sufragio censitario restringido, confesionalidad del Estado, supresión de la Milicia Nacional,
proteccionismo económico, libertades limitas y designación de los ayuntamientos por el gobierno central.
En un futuro pasó a denominarse Unión Liberal. Este programa político tendrá su más fiel reflejo en la
Constitución de 1845.
- Respecto al partido progresista, su principal representante fue el general Espartero y contaba con los
apoyos sociales de la pequeña y mediana burguesía, los empleados y los artesanos (clases medias
urbanas). Continuó con la tradición de los exaltados del Trienio Liberal: limitación del poder real, defensa
de una soberanía nacional representada en las Cortes, sufragio censitario menos restringido, libertad de
culto, ampliación de libertades, elección popular de alcaldes en los ayuntamientos, liberalismo económico
y mantenimiento de la Milicia Nacional. Este programa solo en parte se vio reflejado en la Constitución
de 1837. En 1848 surgirá una rama más radical que formará el partido demócrata. Su acceso al poder fue
normalmente a través de pronunciamientos.
También perviviría el carlismo (partido carlista), más como movimiento que como partido en sentido
estricto.
En el reinado de Isabel II se deben diferenciar las siguientes fases:
2.1. Regencias.
a) Regencia de su madre Mª Cristina (1833-1840), debido a la minoría de edad de Isabel II (tiene 3
años a la muerte de Fernando VII):
- Tras un breve período de absolutismo moderado con Cea Bermúdez (1833), Mª Cristina llamará
al gobierno a un liberal moderado, Martínez de la Rosa (1834-1835), que además de ocuparse de la
insurrección carlista inició una serie de reformas moderadas, entre las que sobresale la promulgación del
Estatuto Real de 1834. Este documento fue una Carta Otorgada por la Regente y no una Constitución
porque no fue un documento aprobado por las Cortes sino una concesión de la reina en un acto de
soberana voluntad. En ella se reconocieron algunas libertades y derechos políticos, pero no se reconoció
ni la soberanía nacional (la soberanía es real) ni la división de poderes. Las Cortes serían bicamerales con
función consultiva, y formadas por el Estamento de Próceres cuyos miembros eran elegidos por la
monarquía, y el Estamento de Procuradores cuyos miembros eran elegidos por sufragio censitario muy
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restringido ya que sólo tenían derecho a voto el 0,15% de la población. Las funciones de las Cortes eran
muy limitadas, el rey podía convocarlas y suspenderlas así como poseía derecho de veto sobre las leyes.
Este Estatuto provocó el descontento de los liberales progresistas.
Otra reforma importante llevada a cabo durante la Regencia de Mª Cristina fue la división de España
en 49 provincias en 1833 llevada a cabo por Javier de Burgos que, salvo leves modificaciones ha
permanecido hasta la actualidad.
- El inconformismo de los progresistas con el Estatuto Real conducirá al pronunciamiento militar de la
“Sargentada de la Granja” en 1836, donde los sargentos de la Guardia Real obligaron a la Regente a
proclamar la Constitución de 1812. Mª Cristina llamó al poder a los progresistas (Calatrava), que
reformaron tanto la Constitución de Cádiz para que fuese aceptada por los liberales moderados, que el
resultado fue una nueva Constitución, la de 1837. En ella encontramos los siguientes rasgos
progresistas: soberanía nacional, reconocimiento de derechos individuales (imprenta, reunión y
asociación), división de poderes y en cuanto a la cuestión religiosa, elección popular de ayuntamientos,
no se prohíben otras religiones y el Estado se compromete a subvencionar al clero afectado por la
desamortización. Rasgos moderados: Cortes bicamerales en las que el rey elegía a los miembros del
Senado, el rey tenía la potestad de convocar y disolver las Cortes y vetar leyes de forma definitiva. La ley
electoral para elegir a los diputados a Cortes sería sufragio censitario (2,2% de la población).
Otras reformas de los progresistas fueron la desamortización de los bienes de la Iglesia, preparada por
el ministro de Hacienda Juan Álvarez Mendizábal, disolución del régimen señorial y de los mayorazgos,
supresión de la Mesta y de los gremios.
- Los liberales moderados (Ísturiz) apoyados por la regente Mª Cristina dominaron los gobiernos entre
1837 y 1840. La ley de ayuntamientos de los moderados provocó una nueva oleada revolucionaria
progresista, la caída de la regente y su sustitución por el general progresista Baldomero Espartero.
b) Regencia del general Espartero (1840-1843), en la que se retoman las leyes progresistas, pero
gobernará de manera autoritaria. Reprimió con dureza los pronunciamientos moderados y en 1842 llegó a
bombardear Barcelona después de producirse motines relacionados con la política librecambista del
regente, que abrió el mercado español al textil de algodón inglés. La industria textil catalana se vio
amenazada y comenzaron protestas laborales virulentas. Tras el bombardeo perdió el apoyo de sus
compañeros liberales progresistas. Abandonó la regencia en 1843 y se exilió en Inglaterra.
Las Cortes, por no nombrar una nueva regencia, adelantaron la mayoría de edad de Isabel II que fue
nombrada reina de España con 13 años.
2.2. Reinado efectivo de Isabel II (1843-1868)
El nuevo Estado se continúa construyendo y consolidando. El partido moderado, con el apoyo de la
Corona monopoliza el poder durante casi todo el período, excepto desde 1854 a 1856 en que gobiernan
los progresistas, tras acudir de nuevo a un pronunciamiento militar. Tras unos meses de inestabilidad
política con el gobierno progresista de Olózaga (1843), suben al poder los moderados por lo que desde le
primer momento la reina muestra su preferencia.
- Década Moderada de Narváez y Bravo Murillo (1844-1854): elaboración de una nueva Constitución,
la Constitución de 1845, fiel reflejo de ideas moderadas; sus rasgos son: soberanía compartida por las
Cortes y el rey. Cortes bicamerales (Senado nombrado de nombramiento real y Congreso de diputados
elegidos según ley electora de 1846 por sufragio censitario muy restringido (1% de la población). Estado
confesional. El régimen de libertades es parecido al de la Constitución de 1837 pero la libertad de
imprenta queda limitada.
Otras medidas que se toman en este período son la creación de la Guardia Civil (1844, duque de
Ahumada), cuerpo militar conservador para mantener el orden público y proteger la propiedad en el
medio rural. Reforma fiscal y de Hacienda de Alejandro Mon. Ley de ayuntamientos que reserva el
nombramiento de alcaldes al gobierno. Organización de la instrucción pública. Firma de Concordato son
la Santa Sede (1851) que soluciona el pleito de la desamortización a cambio de que el Estado asuma los
gastos de culto y clero.
- Pronunciamiento progresista de “La Vicalvarada” que da lugar al Bienio Progresista de Espartero y
O´Donnell (1854-1856). En ella se lee el Manifiesto del Manzanares (elaborado por un joven Antonio
Cánovas del Castillo). Este periodo fue conflictivo con el segundo levantamiento carlista, primeras
huelgas obreras, protestas contra los impuestos. Las principales medidas del gobierno fueron la
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desamortización general de Madoz y Ley de Ferrocarriles. Una nueva Constitución que no llegó a
aplicarse, la non nata de 1856.
- Gobiernos moderados (1858-1868)
Con Narváez (1856-1858) y O´Donell (1858-1863) como protagonistas. La Unión Liberal fue un
partido de centro que se nutrió de los moderados avanzados y de los progresistas más moderados. Este
período fue de cierta estabilidad política, progreso económico con el boom de los ferrocarriles e
intervenciones en el exterior para recuperar prestigio internacional (guerra de Marruecos, intento fallido
de recuperar Santo Domingo…)
Segunda etapa con vuelta de Narváez (1863) y González Bravo. Supone el inicio de la crisis del
régimen. Habrá varios pronunciamientos progresistas. Finalmente, progresistas, demócratas y
republicanos a los que posteriormente se sumarán los unionistas (general Serrano), planificarán una
estrategia común para acabar con el régimen. Firman el Pacto de Ostende en 1866 con el objeto de
destronar a Isabel II. Este pacto desembocará en el pronunciamiento de Cádiz en septiembre de 1868,
dirigido por el general Prim (progresista) y con el protagonismo del almirante Topete. Comienza así una
revolución que terminará con el exilio de Isabel II en Francia.
6.2) EL REINADO DE ISABEL II: (1833-1868): LAS DESAMORTIZACIONES DE
MENDIZÁBAL Y MADOZ. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES.
En el Antiguo Régimen gran parte de las tierras eran inalienables, debido sobre todo a dos
circunstancias: las propiedades de la Iglesia y las de los municipios estaban en “manos muertas” o
amortizadas, ya que los clérigos o los regidores municipales no tenían capacidad legal para venderlas; y lo
mismo ocurría con las tierras vinculadas a los mayorazgos, porque estos pertenecían al linaje familiar y
debían transmitirse íntegros de un titular a otro.
La eliminación de las trabas legales heredadas del Antiguo Régimen era una condición necesaria para
liberalizar el mercado de la tierra y modernizar la economía.
En consecuencia, a partir de 1836 se adoptaron tres medidas fundamentales:
1) La supresión de los mayorazgos.
2) La abolición del régimen señorial.
3) Las desamortizaciones: consistieron en la expropiación por parte del Estado, de las tierras eclesiásticas
y municipales para su posterior venta a particulares en pública subasta. En compensación por el
patrimonio confiscado a la Iglesia, el Estado se hacía cargo de los gastos del culto y del clero. Aunque se
dieron algunos precedentes a finales del s. XVIII (ya los ilustrados habían planteado el tema), el
verdadero proceso de desamortización se desarrolló a partir de 1837 en dos fases, a cada una de las cuales
se la conoce por el nombre del ministro que la puso en marcha: la desamortización de Mendizábal y la de
Madoz. La desamortización de las tierras de la Iglesia y de los municipios fue una de las
transformaciones más profundas de la revolución liberal, aunque será la enorme deuda acumulada la que
llevó a la Corona a recurrir a la desamortización. La guerra carlista obligó a buscar recursos con urgencia.
1. Desamortización eclesiástica de Mendizábal (1836).
Afectó primero a los bienes del clero regular y después a los del clero secular. El proceso duraría
hasta 1845. Mendizábal buscaba no solo amortizar la deuda, sino crear un sector amplio de propietarios
defensores del orden liberal. Una enorme masa de bienes raíces pasó a manos de las clases dirigentes. El
tamaño de los lotes y la corrupción en las subastas impidieron a los campesinos adquirir propiedades.
Como medida previa, en 1835 se disolvieron las órdenes religiosas, salvo las consagradas a la enseñanza
o al cuidado de enfermos, y sus fincas se declararon bienes nacionales propiedad del Estado. La
desamortización de Mendizábal de 1837 se inició en una etapa de gobierno progresista y consistió en la
venta por subasta de las tierras expropiadas a la Iglesia, por lo que la conoce como desamortización
eclesiástica. Esta desamortización ha sido criticada porque primó la finalidad fiscal sobre la reforma
social, ya que se desaprovechó la oportunidad de repartir las tierras entre los campesinos que las habían
venido trabajando.
2. Desamortización general de Madoz (1855)
Se inició durante el bienio progresista e incluía todo tipo de tierras desamortizadas, las de la Iglesia
aún no vendidas y las de propiedad municipal principalmente. Afectó a los bienes de comunes y propios,
es decir a las tierras de los ayuntamientos, a los restantes bienes de la Iglesia, a los del Estado, cofradías,
obras pías, etc. Esta vez el proceso fue mucho más rápido y disminuyó de forma drástica la deuda del
Estado. Pero, una vez más, se refuerza el latifundio y los campesinos salieron muy perjudicados al
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perder las tierras concejiles y no poder acceder a las tierras desamortizadas, Nació el proletariado
agrícola.
La situación política y fiscal no era tan grave como en la etapa de desamortización anterior ya que la
segunda guerra carlista no supuso tanto gasto como la primera y el régimen liberal estaba más
consolidado. Por consiguiente, además de reducir la deuda pública, se pretendía destinar parte de los
ingresos obtenidos a financiar la construcción de las infraestructuras necesarias para modernizar la
economía, en especial la red de ferrocarriles.
Las principales consecuencias económicas y sociales de ambas desamortizaciones fueron las
siguientes: se pusieron en cultivo grandes extensiones de tierra, hasta entonces poco o nada explotadas
por sus antiguos propietarios, sin embargo no se tradujo en innovaciones agrícolas pues los nuevos
propietarios no invirtieron en ellas.; las ventas absorbieron una gran cantidad de capitales privados ya que
se calcula que la extensión total de las tierras desamortizadas equivalía a la mitad de las tierras
cultivables. En contra de la creencia tradicional, no varió significativamente la estructura de la
propiedad; en general hubo tan sólo un cambio de propietarios. Provocaron el descontento del clero,
cuyas tierras fueron desamortizadas; y de los campesinos, a los que no se les reconoció sus derechos
sobre las tierras señoriales o municipales ni se les facilitó el acceso a las propiedades desamortizadas. Al
desaparecer las tierras comunales que suponían una ayuda, muchos de ellos se arruinarán.
3. De la sociedad estamental a la sociedad de clases
La revolución política liberal supuso la transformación de la sociedad estamental a una sociedad de
clases capitalista. La sociedad ya no se dividía en estamentos cerrados, definidos jurídicamente y con
derechos y obligaciones diferentes, si no que todos los individuos eran en teoría ciudadanos iguales ante
la ley. Así, el tránsito a la economía capitalista supuso un cambio social: en la sociedad capitalista la
propiedad es el elemento que distingue y coloca a cada uno en la jerarquía social. El único criterio
realmente importante de la división social era el económico, que permitirá clasificar a la población por su
nivel de renta (clases alta, media o baja) o por su papel en el proceso de producción (burguesía industrial,
clase obrera). Además, las clases sociales son abiertas y el ascenso o descenso de una a otra (movilidad
vertical) viene determinado por los cambios en la situación económica del individuo y no por decisiones
ajenas a él, como la concesión por el rey de un título nobiliario.
La nueva clase dirigente se nutrió de la alta burguesía (empresarios textiles catalanes, financieros
madrileños y vascos…) y de la vieja aristocracia terrateniente, que formaron una oligarquía de
propietarios. La alta burguesía fue la nueva clase que emergió al beneficiarse de la compra de tierras
desamortizadas y con las inversiones en industria y ferrocarriles. La alta nobleza conservó sus títulos, sin
privilegios estamentales y se integró en los grupos dirigentes de la nueva sociedad en razón de sus
propiedades territoriales y de sus negocios. Así esta oligarquía resultado a veces de la alianza entre la
vieja nobleza y la nueva burguesía industrial propietaria, se erigió en clase dominante del nuevo régimen
liberal. Por debajo de ella, una débil clase media urbana de pequeños comerciantes, funcionarios,
oficiales del ejército y rentistas luchaba por mantener su posición social frente al proletariado. La gran
mayoría de los españoles seguían siendo campesinos (por el escaso desarrollo industrial), en su mayor
parte jornaleros o pequeños arrendatarios, cuyas condiciones de vida no mejoraron con los cambios, sino
más bien al contrario; en el sur abundaban los jornaleros agrícolas por el predominio de los latifundios
Los bajos salarios, el paro estacional y los efectos de la crisis, con sus secuelas de hambre y enfermedad,
se mantuvieron como una amenaza permanente. Los conflictos fueron constantes a lo largo del siglo XIX,
sobre todo en Andalucía, traduciéndose en ocupaciones de tierras y reparto de ellas entre jornaleros entre
los que arraigarán más adelante las ideas anarquistas.
El principal cambio social fue la aparición de la clase obrera industrial, aunque la proporción que
representaba al principio era pequeña, sólo significativa en Barcelona, Madrid y el núcleo siderúrgico
malagueño. Su número irá en aumento y se nutrirá sobre todo del éxodo rural y de los antiguos artesanos
arruinados. Sus condiciones de vida y trabajo eran muy duras. Los barrios obreros era foco seguro de
enfermedades contagiosas, como la tuberculosis y el cólera. El trabajo en la fábricas implicaba jornadas
de 12 y 14 horas, con condiciones insalubres. Trabajaban por igual hombres, mujeres y niños de corta
edad. El analfabetismo era general; afectaba al 69% ce los hombres u al 92% de las mujeres.
6.3) EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874): LA CONSTITUCIÓN DE 1869. EVOLUCIÓN
POLÍTICA: GOBIERNO PROVISIONAL, REINADO DE AMADEO DE SABOYA Y PRIMERA
REPÚBLICA.
La revolución de septiembre de 1868, llamada también la Gloriosa o Septembrina, pone fin al
reinado de Isabel II e inicia un período de seis años llamado Sexenio Democrático. El liberalismo
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moderado va a ser sustituido por un liberalismo radical y democrático, caracterizado por plena soberanía
nacional con sufragio universal, derechos y libertades individuales y descentralización. La transformación
democrática se iniciará por dos vías, primero la monarquía democrática de Amadeo de Saboya y, una vez
fracasada, mediante la primera experiencia de gobierno republicano en España. Será en general un
periodo muy conflictivo y de gran inestabilidad política, en el que tienen que hacer frente a tres
levantamientos armados: el conflicto colonial de Cuba, la tercera guerra carlista y la insurrección
cantonal.
En 1868 se produjo se produjo la revolución Gloriosa en un contexto de crisis económica financiera
(quiebra de compañías de ferrocarriles por la falta de rentabilidad), agrícola (malas cosechas, carestía de
trigo y subida de los precios) e industrial (subieron los precios del algodón porque disminuyeron las
importaciones de EEUU por la Guerra de Secesión de 1861 a 1865) y por la actitud reaccionaria del
gobierno moderado de Narváez que llegó a actuar al margen de las Cortes.
El antecedente de “La Gloriosa” fue el Pacto de Ostende de 1866 protagonizado por progresistas y
demócratas dirigidos por el general Prim en el que pedían: sufragio universal masculino, el fin del
dominio político de los moderados y que las Cortes decidieran sobre la forma de gobierno del país
(monarquía o república). A este pacto se añadieron los unionistas representados por el general Serrano,
lo que significó que Isabel II dejara de tener apoyo militar. La oposición generalizada contra la monarquía
isabelina cristaliza en el pronunciamiento del almirante Topete en Cádiz, iniciado el 17 de septiembre
con la lectura del manifiesto “Viva España con honra”, firmado por los militares sublevados Juan Prim,
Francisco Serrano y Domingo Dulce. Las fuerzas revolucionarias recorren la costa mediterránea donde
consiguen sucesivas adhesiones. Un ejército fiel a Isabel II fue derrotado por el general Serrano en
Alcolea, junto a Córdoba.
En la ciudades, sobre todo en Andalucía y en las litorales, surgen juntas revolucionarias, formadas
por progresistas y demócratas, apoyadas por las clases medias y populares. Isabel II parte para Francia. A
principios de octubre se formó un Gobierno Provisional, residido por el general Serrano unionista y con
Prim progresista, en el ministerio de Guerra, como hombre fuerte de la situación.
1. Gobierno provisional.
Ante el vacío de poder se constituyó un gobierno provisional de coalición presidido por el general
Serrano que convocó elecciones (enero 1869) por sufragio universal masculino a Cortes Constituyentes,
pues el principal objetivo era la elaboración de una Constitución que definiera el nuevo régimen político.
En ellas triunfa la coalición revolucionaria promonárquica (progresistas, unionistas y demócratas), que es
la del gobierno, con 237 escaños. Carlistas e isabelinos quedan en minoría con 20 escaños, Los
republicanos consiguen 85 escaños. Por temor a la expansión de ideas republicanas y radicales el
gobierno provisional disolvió las Juntas Revolucionarias y desarmó a la Milicia Nacional.
El 1 de junio de 1869 las Cortes aprueban la nueva Constitución. El texto combinaría principios de la
revolución con ciertas concesiones a la tradición. Características: monarquía constitucional y democrática
como forma de gobierno (rey con poder limitado y ejerce el poder ejecutivo a través de ministros
controlados por la Cortes). Soberanía nacional. Declaración de derechos individuales precisa y amplia
(libertad de imprenta, derecho de reunión y asociación. Libertad de cultos, pero el Estado se obliga a
mantener el católico. Sufragio universal masculino para mayores de 25 años. Cortes bicamerales, ambas
electivas.
España seguía siendo una monarquía, por ello se organiza la Regencia. El general Serrano es
nombrado Regente, y el gobierno lo preside el general Prim.
2. Reinado de Amadeo de Saboya. (2 enero 1871-11 febrero 1873).
Expulsada Isabel II, se imponía la búsqueda de un titular para el trono, capaz de identificarse con el
contenido de la Constitución que acababa de ser aprobada. Los requisitos que el nuevo monarca debía
cumplir eran ser demócrata y no ser Borbón. La candidatura de Leopoldo de Hohenzollern suscitó la
oposición de Francia y contribuyó al estallido de la guerra franco-prusiana de 1870. Otras candidaturas
que no prosperan son la del general Espartero (quien rechaza la corona), la del duque de Montpensier,
incluso Alfonso, hijo de Isabel II. Finalmente, prevalece la candidatura del príncipe italiano Amadeo de
Saboya, candidato de Prim, hijo de Víctor Manuel artífice de la unificación italiana.
Los problemas de Amadeo de Saboya surgieron nada más llegar a Madrid, el 2 de enero de 1871.
Acababa de morir el general Prim, su principal apoyo, víctima de un atentado.
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Es una etapa de inestabilidad política, en la que se suceden continuos cambios de gobierno en los que
se alternan combinaciones de progresistas, unionistas y demócratas. Las contradicciones entre ellos
provocan la crisis. Amadeo I se encontró con demasiados adversarios: los republicanos, que quieren
destronar a Amadeo por la fuerza; el partido alfonsino, liderado por Antonio Cánovas del Castillo, con el
apoyo de la aristocracia latifundista y hombres de negocios. El movimiento obrero. La jerarquía
eclesiástica, que desde el púlpito lanza ataques contra el rey y el sistema vigente, pues Amadeo era un
Saboya, dinastía que había recluido al Papa en el Vaticano durante el proceso de unificación italiana y
había sido excomulgada.
Para agravar la situación estallaron dos guerras: la tercera guerra carlista en abril de 1872. EL
gobierno tiene que poner en marcha nuevas levas de quintas, aumentando el descontento popular. La
guerra de independencia de Cuba, iniciada en 1868 y que duraría 10 años.
El 11 de febrero Amadeo, cansado, abdica.
3. Primera República (11 de febrero 1873-enero 1874).
El mismo día en que el rey presenta su renuncia ante las Cortes, el Congreso y el Senado, reunidos en
Asamblea Nacional, proclaman la república. Su nacimiento es el resultado de un pacto político entre los
diputados y senadores radicales y republicanos, ante el vacío de poder.
Señores, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía
parlamentaria; y con la renuncia de Amadeo, la monarquía democrática Nadie, nadie ha acabado con
ella. Ha muerto por sí misma. Nadie tae la república la traen las circunstancias; la traen una
conspiración de la sociedad, la naturaleza, la historia.
Discurso de Castelar en el Congreso, 111 de febrero de 1873.
A lo largo de los once meses que duró la república se van a suceder cuatro presidentes: Estanislao
Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Ninguno de los cuatro
presidentes consiguió mantener la estabilidad política.
A pesar de su escasa duración, la república elaboró su propia Constitución que, aunque no llegó a
entrar en vigor, recogía su ideario: república como régimen político, organización de la nación española
en varios Estados (república federal), sufragio universal, separación de Iglesia y Estado y prohibición de
subvencionar cualquier culto, ampliación de las garantías y derechos de los ciudadanos. También
emprendió otras medidas reformistas: supresión impuesto de consumos y quintas, abolición de la
esclavitud en Cuba y Puerto Rico…
Problemas: el mayor problema era la falta de republicanos que eran minoría en las Cortes, y además,
dentro del republicanismo no existía acuerdo sobre el tipo de república que se quiere construir.
Existían los republicanos unitarios, liderados por Castelar y los republicanos federales, a su vez
divididos en federales moderados defensores de la federación desde la legalidad, “desde arriba”, liderados
por Pi y Margall, y federales intransigentes defensores de una república “desde abajo”, de la libre
formación de cantones que luego se unirían en la Federación Española. Otro problema fue la agitación
social, debido a que las clases populares veían en la República la solución a todos sus problemas. La
guerra carlista, que rebrota con fuerza. Carlos VII vuelve a entrar en España y forma un pequeño Estado
vasco-navarro con capital en Estella (Navarra). Falta de apoyo internacional (sólo fue reconocida por
EEUU y Suiza) La guerra de Cuba. La insurrección cantonalista, protagonizada por los republicanos
federales más extremistas. Comenzó en el verano de 1873 con el objetivo de establecer un régimen
federal que concediese amplia autonomía a las regiones, provincias y municipio: los cantones. Estalla en
Cartagena el 12 de julio de 1873, y se extiende, con la proclamación de cantones libres dirigidos por
juntas revolucionarias, por numerosas localidades de Andalucía y de Levante y luego del centro
peninsular (Salamanca y Béjar). Las bases sociales del cantonalismo están en sectores de intelectuales,
artesanos, tenderos y asalariados.
La insurrección cantonal, carente por su localismo de todo proyecto político nacional, no tenía
posibilidades de éxito y salvo en Cartagena, donde resistió hasta enero de 1874, fue aplastada por el
ejército (Martínez Campos y Pavía) a lo largo de los meses de agosto y septiembre de 1873, Pero sus
consecuencias fueron graves: hirió de muerte a la República y desacreditó para siempre al federalismo;
provocó una fuerte reacción conservadora incluso dentro del gobierno; hizo a la República dependiente
del ejército, que ya nunca más volvería a ser revolucionario.
Un ensayo de construcción estatal tan ambicioso requería tiempo y la República no lo tuvo. En la
madrugada del 3 de enero de 1874 el capitán general de Madrid, Manuel Pavía (militar demócrata)
ocupaba militarmente el Congreso, con un grupo de guardias civiles y disolvía la Asamblea, ante el
miedo a que triunfara un gobierno de izquierdas radical.
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Este golpe de Estado mantuvo la República, que experimentó un giro definitivo. EL golpe de Pavía
dio paso a una nominalmente república unitaria, la República de 1874, cuya jefatura ostenta el general
Serrano, que se dispone a gobernar con poderes dictatoriales, bajo promesa del restablecimiento de la
democracia. El ejército, árbitro de la situación, empieza a apoyar la tesis de la restauración de la
monarquía en la persona del príncipe Alfonso, lo que se pondrá en marcha a finales de 1874 con el golpe
militar del general Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874. Alfonso XII será el nuevo rey de
España, (años antes Isabel II había abdicado en él sus derechos al trono), iniciándose la época de la
Restauración.
Los cuatro gobiernos que se sucedieron fueron:
- Gobierno de Figueras: se aprobó la Constitución de 1873, muy parecida en principios a la de 1869, que
organizó el territorio de forma federal en municipios, regiones y nación. No llegó a ser promulgada.
- Gobierno de Pi i Margall: se desarrolló el movimiento cantonalista en el que en las zonas donde se
habían implantado con mayor fuerza las ideas republicanas, se radicalizaron influidos por las ideas
anarquistas, y se constituyeron en cantones independientes.
- Gobierno de Salmerón: dimitió porque su ética le impidió firmar dos sentencias de muerte tras el sofoco
militar del movimiento cantonalista.
- Gobierno de Emilio Castelar: con la excusa de restablecer el orden público, la República se orientó
hacia posiciones más conservadoras (suspensión de reuniones parlamentarias, concesión de atribuciones a
los militares para mantener el orden público). Terminó perdiendo una moción de confianza en las Cortes.