Universidad Nacional del Comahue
Facultad de Ciencias de la Educación
SELECCIÓN DE FUENTES: El humanismo italiano: Educar al cortesano de
Baltasar Castiglione (1478-1529)1
CASTIGLIONE, B. (1967) El Cortesano, 3º ed. Libro I. Espasa Calpe, Madrid.
(Cap. II) Quiero, pues, cuanto a lo primero, que este nuestro cortesano sea de buen linaje,
porque mayor desproporción tienen los hechos ruines con los hombres generosos que con los
bajos. El de noble sangre, si se desvía del camino de sus antepasados, amancilla el nombre
de los suyos, y, no solamente no gana, más pierde lo ya ganado. (…) Por eso acontece casi
siempre que los más señalados en las armas y en los otros virtuosos ejercicios vienen de
buena parte; y es la causa de esto, que la natura en aquella secreta simiente que en toda
cosa está mezclada, ha puesto y enjerido una cierta fuerza y propiedad de su principio para
todo aquello que del procede, por manera que lo que nace tiene semejanza a aquello de
donde nace.
(…) Lo mismo es en los hombres, los cuales si alcanzan quien los críe bien, casi siempre se
parecen a aquellos de donde proceden, y aún acaece muchas veces salir mejores; pero si les
falta la buena crianza, hácense como salvajes; y, de no ser bien granjeados, nunca en el árbol
se maduran. (…)
(Cap. III) (…) y así nuestro cortesano, demás del linaje, quiero que tenga el favor de la
influencia de los cielos en esto que hemos dicho, y que tenga buen ingenio, y sea gentil
hombre de rostro y de buena disposición de cuerpo, y alcance una cierta gracia en su gesto, y
(como si dijésemos) un buen sango (sangre) que le haga luego a primera vista parecer bien y
ser de todos amado. Sea esto un aderezo con el cual acompañe y de lustre a todos sus
hechos, y prometa en su rostro merecer el trato y la familiaridad de cualquier gran señor. (…)
(Cap IV) Más dejando esto, por venir ya particularizar algo, pienso que principal y más propio
oficio del cortesano sea el de las armas, las cuales sobre todo se traten con viveza y gallardía,
y el que las tratare sea tenido por esforzado y fiel a su señor; la fama destas buenas
condiciones alcanza a quien hiciere en todo tiempo y lugar las obras conforme a ello: faltar en
esto, no puede ser sin infamia. (…) Aunque a la verdad, yo agora no entiendo de afirmar ser
necesario en él aquel perfecto conocimiento de la guerra y aquellas otras calidades que en un
capitán se requieren. Sería esto meterse en muy grandes honduras y hacer obligación mayor
que conviene. Por eso contentarnos hemos (como hemos dicho) con que sea fiel y esforzado
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Selección de fuentes utilizada en la cátedra Historia de la Educación General y Argentina. Profesorado en Enseñanza
Primaria y en Nivel Inicial. FCE, UNComahue. Cipolletti
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y que lo sea siempre. Porque muchas veces se muestra más el buen corazón en las cosas
pequeñas que en las grandes.
(…) También es razón que sea hábil y ejercitado en todo aquello que en un buen hombre de
guerra se requiere. Destas cosas tendría yo por la más principal ser diestro en toda suerte de
arnas a pie y a caballo, y saberes aprovechar dellas, conocimiento los tiempos y las posturas,
y todo aquello que un hombre se puede aventajar de otro.
Pero entre todas las otras armas se ha de tener principalmente destreza en las que
ordinariamente se usan entre cabal aros; porque éstas no solamente en las guerras, adonde
por ventura no hay necesidad de tantos primores, más aún en las quistiones particulares, que
suelen entre hombres honrados levantarse, son muy necesarias. (…) Hace también mucho el
caso (según mi opinión), saber luchar, porque ayuda en gran manera a todas las armas de
pie. Es asimismo bien que entiendo el cortesano para sí y para sus amigos lo necesario e
carteles de batalla, y que sepa hacer buena su querella y aventajarse en los puntos que
hubiere en ella, mostrándose siempre en todo esforzado y prudente. Pero no sea liviano en
venir fácilmente a estos desafíos, escúsalos cuanto pudiere, hasta que le fuerce la obligación
de su honra. Porque, demás del peligro que estas cosas en sí traen, quien a esto se arrojan
livianamente sin causa necesaria, tiene muy gran culpa y merece grave reprensión, aunque
salga bien dello.
(…)
Aprovecho también las armas en tiempos de paz para diversos ejercicios. Muéstranse y
hónrase con ellas los caballeros en las fiestas públicas en presencia del pueblo, de las demás
y de los príncipes. Por eso cumple que nuestro cortesano sea muy buen caballero de la brida
y de la jineta, y que no en contente con sólo tener buen ojo en conocer un caballo y ser diestro
en menealle; más aún trabaje de pasar algo más adelante que los otros en todo, de manera
que se señala siempre y, como se lee de Alcíbiades, que donde quiera que se hallase llevaba
ventaja a todos, hasta en aquello en que ellos mayor habilidad tenían. (…) Pero, sobre todo, si
quiere merecer aquella opinión general buena, que tan preciada es el mundo, acompañe
todas sus cosas con un buen juicio y una buena gracia. Puédense también hallar muchos
otros ejercicios, los cuales, aunque no proceden derechamente de las armas, tienen con ellas
muy gran deudo y traen consigo una animosa losanía de hombre. Entre éstos son los
principales la caza y la montería, que en ciertas cosas se parecen con la guerra, y sin duda
son los pasatiempos que más convienen a señores y a hombres de corte, y los antiguos los
usaban mucho. Si quisiéredes también no daña saber nadar, y antiguamente los hombres
principales lo aprendían para muchos casos que pueden ofrecerse. Hace asimismo al caso
tener habilidad en saltar, en correr, en tirar barra. Porque, además del provecho que todo esto
hace en la guerra, suele algunas veces atravesarse alguna porfía o competencia en
semejantes cosas, y el que entonces se muestra más hábil se queda mejor, especialmente en
la opinión del pueblo, al cual de necesidad ha de tener respeto al hombre que quiere vivir en
el mundo; y, porque lo digamos todo, es también un buen ejercicio el juego de la pelota, en el
cual se conoce claramente la disposición y soltura del cuerpo, y casi todo aquello que en los
otros ejercicios se va. Suele asimismo el voltear sobre una mula y un caballo parecer muy
bien, y, puesto que sea trabajoso y difícil, aproveche más que otra cualquier cosa para hacer
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que el hombre sea ligero y suelto, y demás de estos provechos, si se hace sueltamente y con
buen ademán, es (a mi parecer) una buena vista y holgaría yo tanto con ella como con otra
fiesta.
Así que siendo nuestro Cortesano en todos estos ejercicios más que medianamente instruido
y ejercitado, debe contentarse y no cursar de muchos otros que hay, como son voltear en el
suelo y sobre una cuerda, y otras tales cosas que no don para hombres de bien, sino para
chocarreros que andan con ellas ganando dineros por el mundo.
Mas porque ejercitarse siempre en todo esto que hemos dicho, no se podría hacer sin gran
fatiga, por ser ejercicios trabajosos, y también continuándose demasiadamente enfadarían y
perderían aquella frescura y maravilla que hay en las cosas nuevas o en las que se hacen
pocas veces, es necesario mudar a ratos, y con la diversidad remediar el hastío que anda
siempre envuelto en nuestra vida. Por eso quiero que nuestro Cortesano se dé algunas veces
a otras cosas más sosegadas y más mansas. Y así debe por no causar continuamente
envidia, y porque le tengan por hombre de buena conversación, hacer todo lo que los otros
hacen con tal que sea lo que hiciera honesto y virtuoso, y que él se rija siempre con tan buen
juicio, que no haga necedades ni locuras, sino que burle, ría, sepa estar falso, dance y se
muestre en todo de tan buen arte parezca avisado y discreto, y en nada le falte gracia.
(Cap. V) (…) Y en fin, como las abejas andan por los verdes prados entre las yerbas cogiendo
flores, así nuestro Cortesano ha de tomar la gracia de aquellos que a él le pareciere que la
tienen, y de cada uno llevar la mejor parte. (…)
(Cap. VI) Así que nuestro Cortesano será tenido por excelente y en todo tendrá gracia,
especialmente en hablar, si huyere la afectación; en el cual error caen muchos. (…)
(Cap. VII) (…)
Así lo que más importa y es más necesario al Cortesano para hallar y escribir bien, es saber
mucho. Por el que no sabe, ni en su espíritu tienen cosa que merezca ser entendida, mal
puede decirla o escribirla. Tras esto cumpla asentar con buena orden lo que se dice o se
escribe, después esprimirlo distintamente con palabras que sean propias, escogidas llanas,
bien compuestas y sobre todo sacada hasta del vulgo, porque éstas son las que hacen la
grandeza y hasta la majestad del hablar, si quien habla tiene buen juicio y diligencia, y sabe
tomar aquellas que más propiamente esprimen la significación de lo que se ha de decir, y es
diestro en levantallas (…)
Todo esto que digo se ha de entender así del escribir como del hablar, en el cual todavía se
requieran algunas cosas que no son necesarias en el escribir, como es la buena voz, no muy
delgado ni muy blanda como de mujer, ni tampoco tan recia ni tan áspera que sea grosera;
pero sonora, clara, suave y bien asentada, con la pronunciación suelta y con el gesto y
además que convengan con lo que se dice (…)
(…) Querría también que hablase y escribiese nuestro Cortesano, de manera que no solo
tomase los buenos vocablos de toda Italia, más aún que alguna vez usase algunas palabras
francesas o españolas, de las que son por nosotros en nuestro uso recibidas (…)
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(Cap. IX) Volviendo, pues, el atavío del ánima, como se debe hacer esto en nuestro
Cortesano, diremos brevemente, (…) que sea éste de quien hablemos hombre de bien y
limpio en sus costumbres; porque en solo esto se contiene la prudencia, la bondad, el
esfuerzo, la virtud, que por los filósofos es llamada temperancia, y todas las otras calidades
que a tan honrado título, como de Cortesano, convienen. (…)
(Cap. X) (…) Habéis de saber, señores, que en nuestro Cortesano, a sueltas de todo lo que
he dicho, hará el caso que sea músico; y demás de entender el arte y cantar bien por libro, ha
de ser diestro en tañer diversos instrumentos. (…)
(Cap. XI) Quiero (…) hablar de otra cosa, la cual por ser de mucha calidad si yo me engaño,
cumple que nuestro Cortesano la sepa, y es saber dibujar o trazar y tener conocimiento dela
propia arte de pintar. (…)