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Peralta Omar TSJ

El documento presenta un resumen de una sentencia dictada por un Tribunal Superior de Justicia. La sentencia resuelve un recurso de casación interpuesto por la defensa de un imputado condenado por homicidio, secuestro y abuso sexual. El resumen analiza los argumentos de la defensa respecto a la legalidad del allanamiento al domicilio del imputado y el secuestro de elementos.

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Peralta Omar TSJ

El documento presenta un resumen de una sentencia dictada por un Tribunal Superior de Justicia. La sentencia resuelve un recurso de casación interpuesto por la defensa de un imputado condenado por homicidio, secuestro y abuso sexual. El resumen analiza los argumentos de la defensa respecto a la legalidad del allanamiento al domicilio del imputado y el secuestro de elementos.

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SALA PENAL - TRIBUNAL SUPERIOR

Protocolo de Sentencias
Nº Resolución: 218
Año: 2016 Tomo: 6 Folio: 1662-1684

EXPEDIENTE SAC: 1077881 - PERALTA, OMAR - CAUSA CON IMPUTADOS

PROTOCOLO DE SENTENCIAS. NÚMERO: 218 DEL 31/05/2016

SENTENCIA NUMERO: DOSCIENTOS DIECIOCHO

En la ciudad de Córdoba, a los treinta y un días del mes de mayo de dos mil dieciséis, siendo

las doce y treinta horas, se constituyó en audiencia pública la Sala Penal del Tribunal Superior

de Justicia, presidida por el señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña, con asistencia de

las señoras Vocales doctoras Aída Tarditti y María Marta Cáceres de Bollati, a los fines de

dictar sentencia en los autos "PERALTA, Omar p.s.a. abuso sexual con acceso carnal,

homicidio calificado -Recurso de Casación-" (SAC 1077881), con motivo del recurso de

casación interpuesto por el Dr. Marcelo Nicolás Jaime, Asesor Letrado Penal de 14º Turno, en

su carácter de defensor del imputado Omar Peralta, contra la sentencia número diez de fecha

diecisiete de mayo de dos mil trece, dictada por la Cámara en lo Criminal de Segunda

Nominación de esta ciudad.

Abierto el acto por el Sr. Presidente, se informa que las cuestiones a resolver son las

siguientes:

1°) ¿Es nula la sentencia por haberse fundado en prueba ilegal de carácter dirimente (art. 413,

inc. 3, CPP)?

2º) ¿Ha sido indebidamente fundada la sentencia de condena en orden a la finalidad del

homicidio fijada en el inc. 7 del art. 80 del CP?

3º) ¿Ha sido erróneamente aplicado el art. 142 bis del CP?

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4º) ¿Qué solución corresponde dictar?

Los señores Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Dres. Aída Tarditti, Sebastián

Cruz López Peña y María Marta Cáceres de Bollati.

A LA PRIMERA CUESTION:

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

I. Por sentencia número 10 de fecha 17 de mayo de 2013, la Cámara en lo Criminal de 2°

Nominación de esta ciudad resolvió, en lo que aquí concierne: "I. DECLARAR que OMAR

PERALTA, ya filiado, es autor penalmente responsable de homicidio criminis causa,

secuestro agravado y abuso sexual con acceso carnal, todo en concurso real, en los términos

de los arts. 45, 80 inc. 7mo., 119 tercer párrafo y 55 del C. Penal e imponerle la pena de

PRISIÓN PERPETUA, accesoria de ley y costas (arts. 5, 12, 40, 41 CP, 550 y 551 CPP) y

unificar este pronunciamiento con la condena a dos años de prisión de ejecución condicional,

dictada el dos de diciembre de mil novecientos doce por la Excma. Cámara Cuarta en lo

Criminal en la ÚNICA DE PRISION PERPETUA, con accesoria de ley y costas (arts. 5, 12,

40, 41 y 58 CP 550 y 551 CPP)" (fs. 845/870).

II. Contra la sentencia que antecede, interpone recurso de casación el Dr. Marcelo Nicolás

Jaime, Asesor Letrado Penal de 14º Turno, en su carácter de defensor del imputado Omar

Peralta (fs. 890/918).

Bajo el motivo formal de casación (art. 468, inc. 2° CPP), el defensor reputa inobservadas las

reglas de la sana crítica racional con relación a elementos de prueba decisivos. En ese ámbito,

efectúa principalmente dos críticas, la primera referida al allanamiento de la vivienda del

imputado y el secuestro de objetos relacionados con el delito (infra, 1), y la segunda, al

hallazgo del cuerpo de la víctima (infra, 2). Estima que tales actos fueron ilegales en relación

con las garantías constitucionales de inviolabilidad del domicilio y de prohibición de

autoincriminación, respectivamente, por lo que carecen de eficacia probatoria (CPP, 194) y

deben declararse nulos, lo que debe extenderse a todas las pruebas que de ellos se deriven.

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1. Nulidad del allanamiento (garantía violada: inviolabilidad del domicilio). En primer

término, el defensor expone una objeción que, en rigor, comprende a ambos actos tachados de

ilegales (allanamiento y secuestro). Aquella hace pie en lo que estima una contradicción

insalvable de la sentencia: por un lado -explica-, el tribunal consideró que a las 20.00 horas

del día del hecho el imputado Peralta se encontraba sospechado de la comisión de un delito, lo

que autorizaba al allanamiento sin orden judicial de acuerdo al art. 206 del CPP; pero por otro

lado, y de manera -dice- incompatible, el sentenciante juzgó que la información brindada

horas después por el mismo Peralta no fue realizada revistiendo la calidad de imputado, por lo

que sus manifestaciones fueron válidas en el contexto de las averiguaciones iniciales. Ambas

proposiciones (Peralta sospechado y Peralta no sospechado) no pueden ser verdaderas al

mismo tiempo, sostiene el quejoso. Destaca, en ese entendimiento, que si la primera era

verdadera (Peralta sospechado) los policías podían ingresar a su vivienda pero no podían

extraer de él información alguna, mientras que si la segunda lo era (Peralta no sospechado) los

policías no podían ingresar al domicilio y debían esperar la orden de allanamiento.

Asimismo, manifiesta que aunque se considerara verdadera la primera proposición (Peralta

sospechado de un delito cuando la policía arribó a su domicilio), incluso así el procedimiento

fue ilegal, en tanto la ley procesal sólo permite el allanamiento para aprehender a un imputado

de delito grave, según el art. 206 inc. 3 del CPP, pero no autoriza a realizar ningún

interrogatorio ni sentarlo en una silla durante horas para extraerle una confesión sin asistencia

letrada. El ingreso debió limitarse, objeta, a su aprehensión y posterior traslado a la

dependencia correspondiente.

Por ese mismo motivo, agrega que el registro del domicilio que derivó en el secuestro de

elementos relacionados con el ilícito, a pesar se encontrarse autorizado el ingreso a la

vivienda, tampoco se encontraba habilitado y era necesaria la orden judicial a tal efecto (fs.

892 y vta.). Señala, al respecto, que para la Cámara el secuestro de objetos fue legítimo

porque el ingreso también lo fue, y a ello responde, en primer lugar, que la contradicción

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antes señalada impide saber si el ingreso fue o no legítimo, y en segundo término, que si el

ingreso hubiese sido válido no se habría solicitado una orden de allanamiento. Subraya que

los efectos fueron secuestrados antes de que el personal policial arribara con la orden judicial

de allanamiento (fs. 892 vta.).

Por otra parte, afirma que el personal de Policía Científica de la Policía Judicial trabajó en el

lugar antes de contar con dicha orden. En este sentido, explica que si bien esta última fue

librada por el Juez de Control a las 00:15 hs. del día 6 de abril de 2012, en ella se comisionó

al Of. Ppal. Fernández para su diligenciamiento, quien arribó al lugar a las 01:00 hs. de ese

día y por ende esa era la hora -la del ingreso del policía mencionado- en la que podía allanarse

legalmente el domicilio de Peralta. De esa manera, concluye que el personal de Policía

Científica ingresó a la vivienda sin saber de la existencia de la orden de allanamiento (fs.

893).

A continuación, efectúa consideraciones bajo el título de "vicios advertidos al secuestrar

elementos de la casa del imputado" (fs. 893 y ss.). En primer término, describe

minuciosamente el procedimiento policial que derivó en la ubicación del domicilio del

imputado Peralta, con expresa indicación de las constancias de autos de la que surgen los

distintos datos al respecto (fs. 893/895). Entre otros puntos, destacó que varios móviles

policiales fueron abocados a la investigación de la desaparición de la niña desde las 13:46

horas del día del hecho, y que uno de ellos estaba a cargo del Of. Ppal Fernández,

comisionado desde las 16:50 horas de ese día hasta las 05:03 horas del día siguiente.

Asimismo, hace referencia a la individualización del vehículo a través del testimonio del

testigo Juan Bernabé Hoyos, la identificación de su titular registral y a través de él de quien lo

utilizaba (hermano del anterior), quien a su vez lo había dejado en el domicilio del imputado

para un arreglo mecánico. Con tales datos, y acompañados por el dueño no registrado del

rodado, numerosos móviles policiales se dirigieron al lugar entre las 20 y 21 horas.

Menciona, asimismo, el testimonio del Of. Ppal. Fernández, quien manifestó haber arribado a

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la vivienda cerca de las 20 hs. y entrevistado a Peralta fuera del domicilio, a quien le preguntó

sobre el recorrido del vehículo (cuyo capot, al tocarlo, se encontraba caliente); dijo además no

haber visto a nadie ingresar a la vivienda, y haberse retirado alrededor de las 21 horas para

declarar en la jefatura y solicitar orden de allanamiento. Orden con la que regresó -dijo el

policía según el quejoso- a las 01:00 hs., y con la que ingresó a la vivienda junto a otros

policías y técnicos de Policía Judicial, acto en el cual secuestró diversos elementos, entre ellos

el automóvil en cuestión. Aclaró el uniformado, según el recurrente, que frente a él el

imputado nada dijo, y que no fue él quien trasladó a Peralta a la jefatura, a pesar de que en el

libro de guardia se haya dejado constancia que a las 03:05 horas el nombrado se presentó con

el aprehendido. Por último, que se retiró de la casa alrededor de las 5 de la mañana.

Finalmente, alude el defensor el seguimiento de las antenas que tomaron el teléfono celular

del imputado Peralta durante ese día, las que lo colocaban primero en cercanías del domicilio

de la víctima, luego en su propia vivienda, más tarde en La Calera, y por último nuevamente

en su casa.

Sostiene que todo lo anterior parece demostrar un procedimiento sin vicio alguno, pero

seguidamente transcribe la declaración de su defendido, según el cual alrededor de las 20

horas ingresaron al domicilio numerosos policías sin exhibir orden de allanamiento, quienes

lo presionaron con amenazas de llevar presa a su madre para que hablara, le preguntaron

dónde solía ir habitualmente respondiéndoles sobre tres lugares (placita cerca de su casa,

barrio Lamadrid, y Casa Bamba camino a La Calera). Según el imputado, entre las 12:30 y la

01:00 hs. de la mañana los policías deciden llevarlo para que les indique donde quedaban esos

lugares (fs. 895).

Reseña, en el mismo sentido, el testimonio de la madre del imputado, que dio cuenta del

ingreso de numerosos policías a la vivienda, y los de Elizabeth y Yanina Peralta, ambas

hermanas del imputado, quienes además de lo anterior refirieron la presión ejercida por los

policías y las amenazas (fs. 895/896).

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A su vez, hace referencia a testimonios de personas ajenas al imputado, de los que surge al

entrada y salida permanente de uniformados alrededor de las 21:00 horas (fs. 896 y vta.).

A continuación, señala que el informe químico número 7747 fue suscripto a las 0:50 hs., esto

es, diez minutos antes de la orden de allanamiento, y en él se constató el secuestro de toallas,

bombachas y otros elementos que sirvieron para la pericia genética de ADN. El informe de

Planimetría Legal, a las 00:30 hs. El de Huellas y Rastros, a las 00:50 hs. El de Fotografía

Legal, presumiblemente entre las 00:30 y 00:50 horas. En todos los casos -indica-, fueron

antes de la llegada del Of. Ppal. Fernández, único autorizado a diligenciar la orden de

allanamiento, el que se autorizaba a partir de las 00:15 hs. pero fue diligenciado a las 01:00

hs. según el acta correspondiente (fs. 897 y vta.).

Destaca, asimismo, que el informe del 101 da cuenta de un móvil presente en el domicilio a

las 21:13 hs, y otro que "trabaja" desde las 21:14 hs., y que misteriosamente desde las 22:50

hs. hasta las 01:00 hs. del día siguiente no hay ninguna constancia de nada (fs. 897 vta.).

A su ver, todo ello demuestra que la policía ingresó al domicilio mucho antes de las 01:00

horas y que el uniformado Fernández faltó a la verdad. Y destaca la remisión, por parte del

tribunal sentenciante, de antecedentes de la causa por la posible comisión del delito de falso

testimonio por parte del policía mencionado (fs. 897 vta.).

Con relación a ello, expresa que la realización del allanamiento antes de que existiera la orden

judicial fue reconocida por la cámara, pero que ésta lo consideró autorizado ante la sospecha

legítima en contra de Peralta y la urgencia de la situación (niña desaparecida a la que había

que hallar, y elementos para sospechar la participación del nombrado), como uno de los

supuestos que autoriza la ley procesal, específicamente en el inc. 3 del art. 206 del CPP. Sin

embargo, sostiene el defensor que lo anterior no se condice con la realidad jurídica ni con la

fáctica (cita doctrina y jurisprudencia en apoyo). Destaca, en ese sentido, que no se trataba de

una persona a quien se perseguía para su aprehensión, esto es, de un caso de flagrancia o de

cuasiflagrancia, ni había una orden de detención en su contra (fs. 898/899).

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Por otro lado, sostiene que el Tribunal atribuye el carácter de "imputado" a Peralta a los fines

de fundamentar la excepción del allanamiento sin orden judicial, pero en otra parte de la

sentencia afirma, en cambio, que brindó información antes de que se dispusiera su formal

detención e imputación, en el marco de las primeras averiguaciones. Reitera que ambas

proposiciones no pueden ser verdaderas a la vez, y remarca que tal información fue decisiva

para el hallazgo del cuerpo de la víctima (fs. 899).

En definitiva, afirma que si el allanamiento es inválido también lo es toda la prueba posterior

que es consecuencia directa y necesaria de aquel. Solicita, por ende, la nulidad de ese acto

procesal y la ineficacia probatoria de las pruebas que se deriven de él, esto es, de todo lo

secuestrado en dicho procedimiento (cita doctrina y jurisprudencia en apoyo; fs. 899 y 900).

2. Nulidad de la declaración del imputado y de todos los actos procesales relacionados

con el hallazgo del cuerpo de la víctima (garantía violada: prohibición de autoincriminación

involuntaria; declaración del imputado sin asistencia de su defensor). También en el marco

del motivo formal de casación, como ya adelantamos, el recurrente objeta las circunstancias

que rodearon el hallazgo del cuerpo de la víctima.

En lo principal, considera que los policías Assolini y Argüello faltaron a la verdad en sus

respectivas declaraciones, ya que el verdadero motivo por el que encontraron el cuerpo de la

niña es que los uniformados de mención presionaron al imputado para que hablara, y lo

hicieron por medio de amenazas a su madre (fs. 900).

Reproduce la versión de Assolini acerca de una pareja joven que alrededor de las 20 hs. y en

cercanías de La Calera, mientras patrullaba por la zona junto al uniformado Argüello, les

avisó que habían visto un vehículo oscuro que arrojó un bulto sospechoso. Sostiene, al

respecto, que después de ello, tras una breve e infructuosa búsqueda del objeto presuntamente

arrojado, se trasladaron a la casa de la víctima. Remarca que a la hora del allanamiento ilegal

al domicilio de Peralta, Assolini y Argüello ya se encontraban allí. Y sostiene que los policías

no tenían la más mínima noción de donde se encontraba la víctima ni había indicio alguno de

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que pudiera ubicarse por ese sector, y que fue el hostigamiento y la tortura psicológica de la

policía lo que permite obtener el dato que los lleva al lugar (fs. 900 vta.).

Con relación a ello, considera inverosímil la versión del policía Assolini acerca de que volvió

a la madrugada a la zona de La Calera, alrededor de las tres de la mañana, porque "le picó el

bichito", y destaca que ni siquiera dio cuenta por la frecuencia policial del dato supuestamente

brindado por la pareja joven (fs. 900 vta. y 901).

Transcribe, sobre el punto, el testimonio del policía Alejandro Argüello, chofer del móvil

policial, quien brindó una versión similar a la de Assolini (fs. 901 y vta.). Destaca, de ella,

que Argüello manifestó no haber bajado en ningún momento del móvil, y que no pudo

precisar cuántos vehículos policiales arribaron al lugar ni en qué momento, porque se quedó

dormido de cansancio por haber realizado adicionales el día anterior.

Considera absolutamente injustificado que Assolini no informara al 101 sobre el

anoticiamiento que le hace la pareja del auto blanco, y que nada dijera tampoco en la zona del

acantonamiento policial en Ruta 20 (en cercanías de los domicilios de la víctima y del

victimario), cuando arribó trasladando a dos efectivos más desde Villa Allende, y que recién a

las dos de la mañana del día siguiente, sin que nada haya ocurrido en el medio, le "picara el

bichito" para volver hacia allí. La única explicación racional, dice, es que al llegar al

acantonamiento tomó contacto de lo que le habían obligado a decir a Peralta, y por ello es que

volvió a la zona de la Herradura (fs. 901 vta. y 902).

A continuación, describe ciertas incoherencias en el horario en el que el cuerpo de la menor

habría aparecido. En lo relevante, destaca que según el informe del Cuerpo Operativo Nº 2 de

Policía Judicial, desde la Unidad Judicial interviniente (Delitos Económicos) se solicitaron los

servicios del equipo completo para cooperar en "desaparición de persona Homicidio", en Ruta

E-55, curva La Herradura, Casa Bamba, La Calera, y que ello -subraya- ocurrió 17 minutos

antes que la hora oficial del hallazgo del cuerpo según el acta labrada por Assolini y las

constancias del 101 (02:53 y 03:10 hs.). Destaca el defensor que, además, el uniformado de

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mención manifestó que no pudo comunicar inmediatamente el hallazgo por problemas de

señal (fs. 902).

Por otro lado, destaca diferentes horarios, actividades y movimientos de policías y del

imputado, para finalmente remarcar, por un lado, que Peralta fue trasladado desde su vivienda

a las 01:30 hs., y fue introducido a la Jefatura de Policía a las 03:05 hs., esto es, una hora y

treinta y cinco minutos después. Y por otro lado, que en el libro de guardia de la División

Homicidios se consignó que el Of. Ppal. Diego Fernández, de la Brigada de Investigaciones

de la Comisaría 20, fue quien presentó al detenido, trasladado desde su domicilio, en el

horario indicado (03:05 hs.), traslado que luego el policía Fernández luego negó haber

realizado (fs. 902 vta. y 903).

Sostiene el defensor que estas dos circunstancias (demora en el traslado e intento de

Fernández de despegarse del imputado en ese lapso de tiempo) demuestran que Peralta dijo la

verdad cuando afirmó haber sido torturado y obligado a declarar sin asistencia letrada, y que

fue llevado hasta Casa Bamba para señalar el lugar del cuerpo. Y destaca que tales

incoherencias del uniformado fueron reconocidas por la cámara, la que por esa razón remitió

los antecedentes por la posible comisión de un delito de falso testimonio, aunque -objeta-

realizó un esfuerzo superlativo para convalidar un procedimiento policial que en verdad fue

ilícito (fs. 903).

Con respecto a esto último (convalidación por la Cámara del accionar policial), el defensor

critica los argumentos brindados en la sentencia. Afirma, en primer término, que el propio

Tribunal reconoció que Peralta fue víctima de un "elemento coactivo" (los policías le decían

que le iban a llevar detenida a su madre), y aunque argumente que la amenaza carezca de

"entidad suficiente para constituir un apremio o presión psicológica", en verdad sí la tuvo. Y

la tuvo -razona el defensor- porque si bien no existe un baremo objetivo para indicar en qué

momento la voluntad de la víctima se quiebra, en el caso se comprobó que Peralta fue

coaccionado y que en virtud de esa coacción confesó, por lo que -remata- el vicio nulificante

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se debe tener por acreditado (fs. 903 vta. y 904).

En segundo término, sostiene que no es cierto que la madre de Peralta pudiera, como todo

testigo, ser objeto de medidas de coerción, como el arresto, y aun quedar retenida para

resguardar su propia integridad física, como afirma el sentenciante. Afirma, al respecto, que

no se verifican los supuestos del art. 274 del CPP, ni puede considerarse que el anuncio del

policía a Peralta se tratara de una medida de protección a su madre (fs. 904).

En tercer lugar, manifiesta que el dato esencial que permitió el hallazgo del cuerpo no fue

brindado voluntariamente por Peralta, como entiende el a quo, por cuanto se trató de una

confesión arrancada mediante amenazas y coacción (fs. 904).

Además, sostiene que si bien el Tribunal consideró no acreditado que el imputado fuera

llevado a Casa Bamba, reconoció circunstancias que indicativas de ello, en concreto, el

extenso tiempo transcurrido entre la salida de la vivienda y su arribo a la dependencia policial,

lo que se condice con el tiempo que insume un viaje de ida y vuelta hasta Casa Bamba (fs.

904 vta.).

Por otro lado, objeta que el dato fuera brindado, como reza el Tribunal, "antes de su

imputación formal, en los primeros momentos y urgencia de la investigación". Destaca, al

respecto, que la confesión se produjo entre las 21 hs. del día del hecho y las 01:00 hs. del día

siguiente, con la presencia de muchos policías en el interior de la morada que ingresaron sin

orden de allanamiento, que le atribuían la desaparición de Rocío, y que amenazaban con

llevar presa a su madre. Asimismo, destaca la contradicción ya señalada supra (la sospecha

sobre Peralta habilitó el ingreso a su morada sin orden, pero la falta de sospecha permite no

considerarlo imputado en cuanto a su declaración). Subraya, sobre el punto, que la calidad de

imputado nace con una simple indicación, lo que en el caso sucedió cuando fue abordado por

la policía, y que la imputación formal a la 01.30 hs. del día siguiente no tiene trascendencia.

La policía, concluye, no estaba en condiciones de interrogar al sospechoso, en razón de que

los derechos que la ley acuerda al imputado en el art. 80 del CPP le deben ser reconocidos

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desde el ingreso a su domicilio (fs. 905 y vta.).

Con cita de jurisprudencia de esta Sala, afirma que aun cuando el acto hubiese sido

proporcionado voluntariamente (lo que niega), el art. 40 de la Constitución Provincial

garantiza la defensa técnica independientemente de lo espontáneo o voluntario de la confesión

(fs. 905 vta.).

Por último, afirma que si bien no arguyó de falsa el acta de inspección ocular y de secuestro

de cadáver, como destacó el tribunal, y el instrumento es formalmente válido, su eficacia

probatoria se encuentra severamente comprometida, en virtud de que el testigo de actuación

(policía Argüello) reconoció no haber bajado jamás del móvil policial en Casa Bamba, por lo

que no pudo haber sido testigo de la actuación policial. Afirma que era necesario que

estuviera presente en la búsqueda y el hallazgo del cuerpo, y que observara absolutamente

todo lo que se hiciera en el procedimiento, lo que en el caso no sucedió, por lo que el

instrumento carece de eficacia conviccional (fs. 906).

3. Conclusión respecto del primer grupo de agravios. En definitiva, afirma el recurrente

que tanto en la vivienda de Peralta como en Casa Bamba se secuestraron elementos

probatorios que son esenciales pero, a su vez, producto de flagrantes violaciones a las

garantías constitucionales de inviolabilidad de domicilio, en el primer caso, y de prohibición

de autoincriminación, en el segundo (allanamiento ilegal y declaración el imputado sin la

asistencia del defensor). Al ser tales actos ilegales por afectar garantías constitucionales -y por

ende corresponder la sanción de nulidad- no tienen eficacia probatoria, ni la tienen las pruebas

obtenidas en su consecuencia (reseña jurisprudencia de la CSJN sobre la llamada "Teoría de

los frutos del árbol envenenado"; fs. 906/908). La sentencia -concluye- se basa en elementos

probatorios ilegalmente obtenidos que son, además, de carácter esencial, pues su exclusión

mental hipotética impide fundamentar la sentencia condenatoria.

III. Como surge del resumen que precede, el defensor efectúa principalmente dos críticas bajo

el motivo formal de casación, la primera referida al allanamiento de la vivienda del imputado

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y al secuestro de objetos relacionados con el delito, y la segunda, a la declaración que derivó

en el hallazgo del cuerpo de la víctima. Estima que tales actos fueron ilegales en relación con

las garantías constitucionales de inviolabilidad del domicilio y de prohibición de

autoincriminación, respectivamente, por lo que carecen de eficacia probatoria (CPP, 194) y

deben declararse nulos, lo que debe extenderse a todas las pruebas que de ellos se deriven. Y

en definitiva, sostiene que al tratarse de pruebas dirimentes, su incorporación al debate torna

nula la sentencia basada en ellas (art. 413 inc. 3 CPP).

La defensa no ha objetado, en cambio, que los elementos de prueba valorados por la Cámara -

de ser válidos y legales- sean suficientes para acreditar, con la certeza requerida para una

condena, la participación punible del imputado Peralta en el hecho que se le atribuye. Por lo

tanto, aquí no nos corresponde revisar la sentencia condenatoria sobre tales puntos. Sólo

destacaremos la minuciosa fundamentación brindada por la Cámara en el fallo recurrido, que

incluye una clara sistematización los argumentos relativos a los distintos elementos de prueba

de acuerdo a los distintos estadios de la investigación, desde la noticia de la ausencia de la

menor hasta el hallazgo del cadáver.

Cuestión diferente es si tales elementos de prueba son válidos y legales, que es lo discutido

por el quejoso y lo que se tratará a continuación.

1. Nulidad del allanamiento. Delimitado de esa forma el ámbito de análisis, lo primero que

debe destacarse es que el allanamiento de la vivienda del imputado Peralta efectivamente se

produjo, al menos en un primer momento, sin orden judicial, como alega el recurrente. No

obstante ello, y tal como lo destacó la Cámara, se configuraba la situación excepcional

prevista por el inciso 3º del art. 206 del CPP, que así lo autoriza en los casos en que "se

introduzca en un local algún imputado de delito grave a quien se persiga para su

aprehensión".

En efecto, debe tenerse en cuenta en primer término la gravedad de la imputación inicial, que

en ese primer momento mínimamente era la presunta sustracción, retención y ocultamiento de

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la menor, y además la posibilidad de otros delitos contra su persona. En segundo lugar, cabe

reparar en el ingreso al domicilio allanado de una persona a quien, en virtud de los datos

aportados por los testigos, se perseguía para su aprehensión. Ello justifica plenamente la

entrada de los policías sin previa orden de allanamiento y el secuestro de elementos

relacionados con el ilícito. La urgencia de la situación así lo exigía, de acuerdo a las

facultades otorgadas a la Policía Judicial -y por extensión a la administrativa- por el Código

de rito (arts. 321, 322, 324 CPP).

a. Esta Sala ha precisado, en diversos precedentes, que en nuestro ordenamiento jurídico la

tutela del domicilio tiene jerarquía constitucional (CN, art.18; C. Pcial., art. 45). La

inviolabilidad del domicilio persigue como objetivo establecer un límite al ejercicio del

poder de los órganos del Estado, disponiendo que una ley determinará en qué casos y con qué

justificativos podrá procederse a su allanamiento.

Se recordó, asimismo, que el ingreso del Estado a un domicilio se autoriza si existe la

presunción motivada de una determinada circunstancia, y como está de por medio el respeto a

una garantía constitucional, el fin de la medida debe ser especificado. Precisamente, el

artículo 45 de nuestra Constitución Provincial establece que el domicilio es inviolable y sólo

puede ser allanado con orden motivada, escrita y determinada de Juez competente, la que

no se suple por ningún otro medio (TSJ, Sala Penal, "Ariza", S. n° 68, 7/8/2000; "Villacorta",

S. nº 171, 30/6/2008; "Gutiérrez", S. nº 36, 6/3/2009).

b. Ahora bien, también esta Sala ha sostenido que como consecuencia de los principios de

oficialidad y legalidad, el art. 321 del CPP le asigna a la Policía Judicial (y a los funcionarios

y empleados de la Policía Administrativa cuando cumplan las funciones que nuestra ley de

rito establece, de acuerdo al art. 322 del citado cuerpo) la función -poder/deber de ejercicio

obligatorio- de investigar los delitos de acción pública, impedir que los cometidos sean

llevados a consecuencias ulteriores, individualizar a los culpables y reunir las pruebas y todos

los antecedentes necesarios para el esclarecimiento de la verdad, pudiendo proceder por

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iniciativa propia en casos de urgencia (Cfr. Vélez Mariconde, Alfredo, Derecho Procesal

Penal, Lerner, Córdoba, 3ª ed., 1981, T. II, p. 503; Cafferata Nores, José Ignacio, Medidas de

Coerción en el Proceso Penal, Lerner, Córdoba, 1983, p. 68; TSJ Sala Penal, "Britos", S. nº

42, 20/4/1999; "Gutiérrez", S. nº 36, 6/3/2009).

La doctrina, con base en la normativa señalada, también ha advertido que la Policía Judicial, y

subsidiariamente la Policía Administrativa cuando no pueda hacerlo inmediatamente la

primera, si bien debe investigar los delitos por orden del ministerio público, también

excepcionalmente, en casos de urgencia, puede y debe hacerlo autónomamente (cf.

Cafferata Nores – Tarditti, Código Procesal Penal de la Provincia de Córdoba Comentado,

Mediterránea, Córdoba, T. II, p. 38/41)

De esta suerte, al regular las atribuciones propias de la Policía Judicial, el CPP en su art. 324

inc. 7°, establece: "Citar y aprehender al presunto culpable en los casos y formas que este

Código autoriza" (TSJ Sala Penal, "Britos", S. nº 42, 20/4/1999; "Gutiérrez", S. nº 36,

6/3/2009).

En tal sentido, como instituto que integra la coerción personal, la aprehensión importa una

medida sumamente transitoria, impuesta ante la existencia de una vehemente sospecha de

conducta delictuosa, valorada de súbito por quien la practica sin contar aún con antecedentes

que le permitan realizar un examen de la situación. Se trata de una medida que escapa a la

prohibición constitucional (C. Nac., art. 18) de detener sin orden escrita, emanada de

autoridad competente (Clariá Olmedo, Jorge A. Tratado de Derecho Procesal Penal, Ediar,

Buenos Aires, 1966, T. V, p. 281; TSJ Sala Penal, "Britos", S. nº 42, 20/4/1999; "Gutiérrez",

S. nº 36, 6/3/2009).

Del mismo modo, se ha reconocido que la expresión flagrancia (que no atrapa otro momento

más que el mismo de la comisión del hecho), mediante la cual la Constitución de Córdoba

(art. 42) designa los casos en que procede la privación de la libertad personal sin orden escrita

y fundada de autoridad judicial competente, es utilizada por los Códigos locales con un

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sentido amplio, extensivo a lo que en la doctrina se conoce por cuasi flagrancia y flagrancia

presunta, siendo ello así, porque la primera significación sería muy estrecha desde el punto

de vista jurídico si se tiene en cuenta otras situaciones de hecho capaces de provocar

reacciones idénticas con sentido cautelar y preventivo (TSJ, Sala Penal, "Britos", S. nº 42,

20/4/1999; "Castillo", S. nº 94, 18/10/2001; "Gutiérrez", S. nº 36, 6/3/2009).

Finalmente, todos los supuestos de simple aprehensión previstos por la ley se justifican ante

una apremiante necesidad de hecho exigida por la defensa del interés social frente a la

delincuencia. La restricción a la libertad que ella implica, constituye un sacrificio menor al

daño que se pretende prevenir, el cual difícilmente se evitaría mediante la imposición de la

orden escrita de autoridad competente (TSJ, Sala Penal, "Britos", S. nº 42, 20/4/1999;

"Gutiérrez", S. nº 36, 6/3/2009).

c. En concordancia a lo dicho, la ley adjetiva (CPP, art. 206) al regular el instituto del "

allanamiento sin orden" por parte de la Policía Judicial reconoce a modo de excepcional,

entre una de esas hipótesis, que el mismo sea realizado (inc. 3º) en caso de que se introduzca

en un local algún imputado de delito grave a quien se persiga para su aprehensión.

De modo que, conforme lo ha sostenido esta Sala Penal, a la autoridad policial se le

constituye en una obligación la práctica de la aprehensión del sospechoso de la comisión de

un supuesto ilícito penal (excepto delitos de acción privada CP, 73), en los casos que la ley

adjetiva local autoriza. Su negativa, se traduce en el delito de violación de los deberes de

funcionario público (CP, 249) (TSJ, Sala Penal, "Britos", S. nº 42, 20/4/1999; "Gutiérrez",

S. nº 36, 6/3/2009).

Precisamente el digesto procesal reconoce como una atribución de la Policía Judicial, y

subsidiariamente de la Administrativa, proceder a los allanamientos del art. 206 (art. 324 inc.

4 y 322 último párrafo CPP).

d. Del mismo modo, otra de las atribuciones de la Policía Judicial -y subsidiariamente de la

Administrativa- es proceder a los secuestros impostergables (art. 324, inc. 4, CPP). Y lo debe

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hacer por iniciativa propia, esto es, autónomamente, en casos de urgencia (art. 321 CPP).

El secuestro importa la aprehensión de una cosa, por parte de la autoridad judicial, con el

objeto de asegurar el cumplimiento de su función específica: la investigación de la verdad y la

actuación de la ley penal. Trátase desde la óptica de la prueba, de un medio asegurativo de

ella, consistente en un acto de coerción real, cautelar y provisional, por el cual un órgano de la

justicia ocupa objetos o documentos que puedan ser útiles para el descubrimiento de la

verdad, comprendiendo como objeto de secuestro "...las cosas relacionadas con el delito, las

sujetas a confiscación o aquellas que puedan servir como medio de prueba...", conforme

dispone el art. 210 del CPP (TSJ, Sala Penal, "Ariza", S. n° 68, 7/8/2000; entre otros).

En consecuencia, se trata de examinar si de conformidad a las constancias de la causa, la

atribución fue ejercida dentro de los límites de la ley (TSJ Sala Penal, "Gamboa", S. n° 37,

12/9/1996; "Ariza", S. n° 68, 7/8/2000)

e. A fin de verificar si existe el vicio nulificante que se denuncia, el Tribunal de Casación

actúa como un Tribunal de los hechos. En tal sentido se ha señalado que el Tribunal de

casación actúa "como juez de hecho", a efectos de comprobar si es verdad que la actividad

procesal no se ha desarrollado con las formas debidas, para lo cual puede recurrir a la

comprobación de las circunstancias de la causa y aun puede producir una investigación para

indagar el verdadero cumplimiento de las formas (De la Rúa, Fernando, La casación penal,

Depalma, 1994, p. 70) ( TSJ, Sala Penal, "Cabello", S. n° 21, 15/5/1997; "Ariza", S. n° 68,

7/8/2000).

f. En el caso traído a estudio, el ingreso de la vivienda donde se hallaba el imputado, el

secuestro de elementos y la aprehensión se producen pocas horas después de la desaparición

de R.S.B., de once años de edad, en cercanías de su vivienda, alrededor de las 12:30 a 13:00

horas, luego de ser mandada por sus padres a hacer unas compras a pocas cuadras de su casa

(testimonios de sus padres Raúl Antonio Barlettra y Alicia Esther Díaz, y de la vecina

Graciela Esther Romero).

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Fue determinante, en tal situación, el dato proporcionado por el testigo Juan Bernabé Hoyos.

Se trata de un vecino de una vivienda cercana a la de la víctima, que anotó el número de

patente del vehículo al que ascendió R., niña a quien conocía de vista por verla pasar seguido

por la vereda de su casa. Y lo hizo por sospechar de la situación que presenció: un automóvil

que se detuvo al lado de aquella, conducido por un hombre joven, quien entabló conversación

durante unos cinco minutos con la menor, tras lo cual esta última ascendió al rodado. El dato

que fue brindado por el mencionado testigo a los progenitores y al personal policial luego de

que se hiciera pública la desaparición de la niña, y con él se pudo identificar al titular registral

y, a la postre, a quien utilizaba el vehículo en ese tiempo. Este último llevó a los uniformados

actuantes al domicilio de Peralta, y allí se encontraba precisamente el vehículo en cuestión

(esto es, el que se había llevado pocas horas antes a la niña desaparecida).

El testigo Pedraza Potier, quien dejó el vehículo al imputado para su arreglo, manifestó que

cuando arribó con la policía a la casa de Peralta se encontraba el automóvil que le había

dejado, y precisamente el que había visto el testigo Hoyos (v. sentencia a fs. 855). Lo mismo

manifestó el uniformado Fernández, que encabezaba la comisión policial (sentencia a fs. 855

vta.).

A su vez, se cita en el fallo la declaración del oficial Fernández, quien encabezaba la comisión

policial que ingresó al domicilio, y dio cuenta del arribo a la vivienda de Peralta

aproximadamente a las 20:00 horas y de la constatación de que el automóvil se encontraba al

frente de aquella (sentencia a fs. 855 vta.). Y del testimonio de la madre del imputado se

deriva que el personal policial buscaba a una persona que había secuestrado a una niña, pues

así se lo dijeron al entrar a la vivienda (fs. 855 vta.).

Puede concluirse, de esta manera, que el personal policial conocía que en la morada muy

probablemente se encontraba la persona de haberse llevado a la pequeña desaparecida, lo que

evidenciaba la urgencia del caso, pues en dicho domicilio se había introducido un imputado

de delito grave (imputado en sentido propio, esto es, ya sindicado como sospechoso de la

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comisión de un delito) al que se perseguía para su aprehensión. La situación era de cuasi

flagrancia: la presencia del automóvil que se llevó a la niña era un objeto que indicaba que

Peralta había sustraído a la menor pocas horas antes, de acuerdo a los términos del art. 276

CPP (en similar sentido, mutatis mutandi, los ya citados precedentes "Britos", S. nº 42,

20/4/1999, y "Gutiérrez", S. nº 36, 6/3/2009).

Y efectivamente, a las 1:35 horas del día siguiente se produjo la aprehensión e imputación

formal de Peralta en su domicilio por el delito de rapto, por orden del Fiscal actuante (acta

obrante a fs. 26, según se destaca a fs. 860 vta. de la sentencia condenatoria).

Los argumentos al respecto brindados por el Tribunal -tras una prolija exposición de la prueba

relacionada con la desaparición de la niña y la ubicación del domicilio del imputado- son

claros y en un todo acertados en la interpretación de los hechos y de la disposición legal en

cuestión: "Se ha cuestionado que por la defensa el ingreso sin orden de allanamiento al

domicilio de Peralta, pues esta tardó en tramitarse y recién se la presentó como a la 01:00 de

la madrugada del día viernes seis de abril del 2012, cuando la policía ya había ingresado

desde las 20:30 hs. aproximadamente. Al respecto, considero que con la información que

contaban el personal policial a la hora que se hicieron presentes en el domicilio de Peralta se

daban los supuestos excepcionales, bajo los cuales el CPP autoriza al personal policial a

ingresar sin orden judicial. Las circunstancias particulares del caso y las averiguaciones

practicadas hasta ese momento permitían sostener que se estaba frente a una fundada y

legítima sospecha de que Peralta fuera la persona que había secuestrado y retenido a la menor,

a ese momento, 20:00 hs., por mas de siete horas. La menor había salido a realizar un simple

mandado y no había ni siquiera llegado a la despensa a donde se dirigía y había sido vista

subir al vehículo que Peralta tenía para reparar. Se daban además atento al tiempo

transcurrido mas de siete horas de la desaparición razones de urgencia para ingresar y al

menos verificar si la menor estaba en el lugar y con vida. Ese fue el motivo que le

comunicaron a la madre de Peralta, así lo dijo en el debate, buscaban una menor que habría

Expediente SAC 1077881 - Pág. 18 / 45 - Nº Res. 218


sido secuestrada en el vehículo que tenía su hijo para reparar, lo que la angustió según

reconoció rompiendo en llanto. En el caso de autos como se ha sostenido existían fundadas y

legítimas sospechas de que Peralta hubiera secuestrado a la menor y urgencia para constatar la

presencia de la menor en el lugar, aún con vida. Bajo estos parámetros, sospecha legítima y

urgencia, debe interpretarse los supuestos previstos por el art. 206 del CPP y en particular el

de su inc.3 y en consecuencia concluir que los funcionarios policiales, en el presente caso

estaban autorizados para ingresar sin orden de allanamiento".

g. De conformidad a las circunstancias descriptas, se admite el ingreso del personal policial,

el secuestro urgente de elementos y la aprehensión en flagrancia, ciertamente con la hipótesis

de flagrancia impropia o cuasi flagrancia prevista en el art. 276 del CPP. Y ello de acuerdo a

las atribuciones para casos de urgencia previstas por los arts. 321, 322 y 324 del CPP.

Estrictamente, existió persecución por parte de la fuerza pública al mismo tiempo que

presentaba el imputado vestigios que hacían presumir vehementemente que acababa de

participar en la sustracción de la víctima (la presencia en su vivienda del automóvil al que

la niña subió en el horario desde el cual no se la vio más). De modo que el allanamiento sin

orden practicado por parte de la autoridad policial tiene su fundamento en la legítima

aprehensión efectuada. De igual forma, existía un "fundamento serio de posibilidad

delictual" como partícipe de delitos graves contra la menor. Asimismo, la existencia de

motivos bastantes para sospechar que en el domicilio se encontraba el sospechado de

participar en la comisión del hecho delictivo acaecido contra la menor encuentra sustento en

una razón verosímil, cual es la ya descripta presencia del automóvil que levantó a la niña de la

vía pública sin conocimiento de sus familiares directos (el padre la había enviado a hacer una

compra en cercanías de su hogar) y habiendo transcurrido un tiempo prolongado sin que

aquella fuera encontrada en donde o con quienes razonablemente podía y debía estar.

Así las cosas, juzgo atinada la actuación de la autoridad policial (policía judicial) toda vez

que, de conformidad a las circunstancias antes descriptas, existían elementos objetivos

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idóneos para generar la presunción de que en el lugar registrado se encontraba el sospechoso

y elementos relacionados con el delito. Además, se verificaba una situación de peligro real de

daño jurídico cuya concreción se representaba ante la fuga del imputado así como con pérdida

de todos o algunos de los elementos relacionados con el hecho.

A la sazón, la legalidad de la aprehensión justificó el allanamiento sin orden por parte de la

autoridad policial de conformidad a lo dispuesto por el art. 206 inc. 3º del CPP, y el secuestro

impostergable de elementos relacionados con el delito. Más aún cuando la sospecha no sólo

recaía en la existencia de un delito grave que ya se había consumado (delito/s contra la

persona de la niña), sino en uno que las circunstancias autorizaban a pensar que se estaba

ejecutando (retención y ocultamiento de la menor), por lo que imperiosamente -esto es: con

suma urgencia- había que investigar el hecho (incluso como prevención de mayores perjuicios

a la víctima). Ello justifica también el registro de la morada y el secuestro de objetos

posiblemente relacionados con lo anterior (secuestros impostergables por necesidad de

asegurar prueba útil y eficaz; v. Cafferata Nores – Tarditti, Código Procesal Penal de la

Provincia de Córdoba Comentado, Mediterránea, Córdoba, 2003, T. II, p. 38 y 44).

Por lo demás, con relación al ingreso de integrantes de la policía judicial (equipos) para la

realización de pericias en el lugar, lo relevante es que no sólo se presentaba la situación de

urgencia ya descripta, sino que además el Juez correspondiente había ya dictado la orden de

allanamiento. Por ello, sin perjuicio de quien se encontraba autorizado formalmente a

tramitarla pueda haber ingresado unos minutos después que los mencionados equipos técnicos

(o éstos unos minutos antes que el comisionado para llevar a cabo el allanamiento), lo

esencial es que al ingresar aquellos la orden judicial ya había sido dictada y evidentemente era

por ellos conocida (autorizaba el allanamiento a partir de las 00:15 horas), lo que queda

corroborado por el ingreso a escaso espacio de tiempo del policía Fernández (01:00 horas),

según el acta. Por lo demás, repárese que la realización de informes técnicos también se

encuentra incluida dentro de las facultades del 324 del CPP, y la urgencia (más la gravedad

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del delito) que habilitó al ingreso y al secuestro de objetos puede extenderse también a dicha

tarea, sin perjuicio de que, como dijimos, en el presente caso ya existía orden judicial de

allanamiento dictada por la autoridad judicial competente.

Por tales razones, independientemente de las inexactitudes o presuntas falsedades por parte

del uniformado Fernández (anotadas por la Cámara en la sentencia, en la que se ordenó

remisión de antecedentes por presunto delito), lo relevante es que el procedimiento en sí,

incluido el allanamiento sin orden judicial, se encontraba autorizado por la situación de

urgencia que facultaba -y exigía- la actuación policial.

Razones similares determinaron que esta Sala aprobara la actuación policial en los ya

mencionados precedentes "Britos", S. nº 42 del 20/4/1999 y "Gutiérrez", S. nº 36, 6/3/2009.

Los hechos que allí se analizaban no son idénticos, mas comparten la necesidad del

allanamiento sin orden por la urgencia de la situación, a lo que aquí se agrega un elemento

más que reforzaba la premura: la necesidad de encontrar a la niña desaparecida.

Estas razones impiden, sin más, el acogimiento del planteo casatorio en examen, toda vez que

la conclusión arribada por el a quo constituye una derivación que respeta las reglas de la sana

crítica racional basada en prueba válida, por lo que corresponde convalidar la condena

dispuesta.

2. Nulidad de la declaración de Peralta en su vivienda y de los actos relacionados con el

hallazgo del cadáver. Ahora bien, como ya se ha visto, el defensor sostiene que si el

allanamiento se considera autorizado por la situación excepcional, tal acto debía limitarse a la

aprehensión del imputado y su traslado a sede judicial, y no debió avanzar hacia un

interrogatorio sin presencia de abogado defensor ni implicar apremios dirigidos a que

confesara lo sucedido con la niña.

Corresponde, en consecuencia, analizar la nulidad invocada por el recurrente a raíz de la

supuesta valoración de prueba que reputa ilegal, al contravenir la garantía de la defensa en

juicio, por haberse meritado los dichos vertidos por el encartado Peralta cuando no contaba

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con abogado defensor. Con ello se habría obtenido una prueba dirimente, cual es el hallazgo

del cadáver de la niña. Por ello su introducción al debate, a ver del quejoso, resultaría ilegal y

tornaría nula la sentencia de condena.

a. El art. 258 del CPP establece que "a la declaración del imputado deberá asistir su defensor

bajo pena de nulidad". En el mismo sentido, bajo el acápite "Defensa en juicio", el artículo 40

de la Constitución de la Provincia establece: "Es inviolable la defensa en juicio de las

personas y de los derechos. Todo imputado tiene derecho a la defensa técnica, aún a cargo del

Estado, desde el primer momento de la persecución penal. Nadie puede ser obligado a

declarar contra sí mismo en causa penal (…). Carece de todo valor probatorio la declaración

del imputado prestada sin la presencia de su defensor".

Al respecto, esta Sala ha destacado que la garantía de inviolabilidad de la defensa en juicio,

contenida en el art. 18 de la Constitución Nacional, en Pactos y Tratados Internacionales

incorporados por la misma Constitución Nacional en su art. 75 inc. 22 y en nuestra propia

Constitución Provincial (arts. 39 y 40), supone que se haya iniciado la persecución penal en

contra de un individuo y que al momento de su declaración cuente con la presencia de un

defensor técnico. Es que "las formas establecidas por la ley procesal tendientes a garantizar el

ejercicio del derecho de defensa en juicio sólo aluden a los actos que se cumplen dentro del

proceso. El derecho de defensa, en todas sus manifestaciones, se inicia con el primer acto de

persecución penal dirigido en contra de un sujeto" (Cafferata Nores, José I., Introducción

al derecho procesal penal, Lerner, 1994, p. 120; TSJ Sala Penal, "Fuster", S. n° 121,

10/10/2006).

Queda claro, pues, que en el caso la sospecha que habilitó el allanamiento sin orden judicial

implicaba desde ese momento considerar imputado, y tratarlo como tal, a Peralta. Sobre ello y

la alegada contradicción de la Cámara volveremos más adelante.

A su vez, el art. 324 inc. 8 autoriza a la Policía Judicial a recibir la declaración al imputado,

pero sólo si éste lo solicita y con las formas y garantías del art. 258 y ss. del CPP, esto es, con

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asistencia del defensor, intimación del hecho, etcétera.

b. Ahora bien, la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación reconoce la posibilidad de

que los dichos espontáneos de los sospechosos ante la autoridad policial puedan ser valorados

cuando se presentan determinadas circunstancias (CSJN, "Cabral", Fallos: 315:2505; "Jofré",

Fallos: 317:241; "Schettini", Fallos: 317:956; "Minaglia", Fallos: 330:3801).

En efecto, en el último de los fallos señalados ("Minaglia"), el Máximo Tribunal recordó que

"conforme a la propia jurisprudencia de esta Corte, las manifestaciones que una persona

detenida efectúa ante la autoridad policial, dadas ciertas circunstancias y con un alcance

acotado, resultan válidas" (y cita los precedentes arriba mencionados).

A su vez, en el primero de esos fallos ("Cabral"), entendió que los dichos espontáneos que un

detenido efectuó ante la autoridad policial no debían ser considerados como aquel tipo de

declaraciones vedadas por el art. 316, inc. 1° del Código de Procedimientos en Material

Penal, y concretamente sentó la regla de que "[l]a mera comunicación de ese dato, en la

medida en que no sea producto de coacción, no es un indicio que deba desecharse de la

investigación criminal, pues lo contrario llevaría a sostener […] que la restricción procesal

antes mencionada impide a los funcionarios investigar las pistas que pudieran surgir de esa

comunicación" (considerando 4°).

La regla referida fue aplicada en "Jofré" ("los datos que permitieron a la policía individualizar

a las víctimas fueron recabados sin coacción y como resultado de las averiguaciones que le

eran impuestas por el art. 184 del Código de Procedimiento Penal"), y reproducida

textualmente en "Schettini" y "Minaglia".

En los precedentes mencionados, en definitiva, se concluyó que en tanto no hubo coacción en

contra del imputado, tampoco existió la violación de la doctrina de la Corte según la cual no

es posible aprovechar las pruebas obtenidas con desconocimiento de garantías

constitucionales (Fallos: 46:36; 303:1938; 306:1752; 311:2045).

c. En el presente caso, vale destacar de manera preliminar que la Cámara anotó debidamente

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las incoherencias de los testimonios de los uniformados Assolini y Argüello con relación a

algunas de las circunstancias en las que se produjo el hallazgo del cuerpo, por lo que no es

necesario examinar los argumentos críticos del quejoso sobre el punto, en razón de que

coinciden precisamente con las incongruencias anotadas por la Cámara (la que las consideró

dirigidas a ocultar la utilización del dato aportado por el imputado, lo que resultaba -por lo

que explicará después- innecesario). Además, la sentencia ordenó la remisión de antecedentes

por la posible comisión del delito de falso testimonio por el comisionado Fernández, atento a

que brindó una versión por la que se desvinculaba del traslado de Peralta hacia la sede

policial, que se contrapone a constancias documentales de las que surge la demora en el

traslado y que él mismo lo efectuó. Todo ello, reiteramos, fue debidamente anotado por la

Cámara en la sentencia recurrida.

Sí interesa, en cambio, que nos adentremos en los fundamentos brindados en el fallo para

considerar válida la declaración del imputado que permitió hallar el cadáver de la niña, aun si

pueda considerarse inverosímil lo declarado por los uniformados para ocultar la utilización de

los datos que, como afirma el sentenciante, legítimamente los policías podían usar para las

primeras pesquisas urgentes en pos de encontrar a víctima. Lo central, pues, será determinar si

la declaración de Peralta a la policía fue voluntaria o -como denuncia del quejoso- producto

de coacción por parte de los policías. En cuanto al acto en sí del hallazgo y secuestro del

cuerpo, no surge de autos irregularidad alguna que determine la invalidez del acto, que a su

vez se refleja en un acta formalmente válida y con plena eficacia probatoria respecto al asunto

en ella reflejado. Las incoherencias -anotadas por el defensor- que pudiera haber en la

declaración del testigo policial de actuación (Argüello), sobre si bajó del auto o no en ese

preciso momento del hallazgo, no son relevantes en tanto ni el propio imputado alega falsedad

sobre las circunstancias contenidas en el acta.

c. Limitados al contexto señalado, destacamos de manera preliminar que nada refirió el

imputado acerca de las conductas policiales coactivas al receptársele declaración indagatoria

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en sede judicial durante la investigación preliminar, en la que se abstuvo de declarar (fs.

211/212), e incluso la causa pasó al debate sin planteo alguno sobre esa cuestión (fs. 622 y

ss.). Tampoco declaró Peralta al respecto en el inicio de la audiencia de debate, momento en

el que también se abstuvo (fs. 769/770), haciéndolo, sí, en una reapertura del debate de fecha

posterior, en la que depuso sobre las indagaciones de los uniformados (fs. 806/807).

En ella dijo, textualmente: "Que de lo que se lo acusa no recuerda nada que el día anterior

estuvo consumiendo alcohol y drogas (marihuana – cocaína), que recién toma conciencia de

un llamado de su ex mujer como a las diecinueve y treinta horas, para que buscase a su hijo

porque tenía unas obligaciones, que no quería buscar a su hijo porque no se encontraba bien,

pero lo trajo porque estaba su madre en la casa para que se lo cuidara. Que luego llegó la

policía estaba en su habitación y cuando salió en el living de su casa había como treinta

personas, que revolvían todo y a él lo tenían cinco personas, que en todo momento le

preguntaban para que diga dónde la tenía que si no decía donde estaba la iban a llevar presa a

su madre. Que a las nueve y treinta horas vino su hermana Elizabeth y a las diez horas vino su

otra hermana Yanina. Que constantemente le preguntaban donde estaba y donde solía ir,

expresándole que a la plaza, a barrio La Madrid y Casa Bamba. Que le dicen los lleve hasta

Casa Bamba, que fue en un Clío y los que iban no estaban uniformados, que se logra ver el

cuerpo. Agregó que lo manifestado por Assolini son todas mentiras. Que llegaron con la

orden de allanamiento como a la una de la madrugada, su hermana firmó. Que es todo lo que

tiene que decir".

Ya resulta llamativo, a primera vista, que el imputado no recuerde nada del hecho por un

presunto estado de inconsciencia y que luego refiera con detalles lo sucedido en la vivienda

cuando ingresó el personal policial (el número de personas que ingresó, el número de policías

que lo tenían a él aprehendido y la hora exacta en la que arribó cada una de sus dos hermanas,

entre otras cosas). Sobre el punto, el fallo ha brindado suficientes fundamentos para descartar

que Peralta pudiera haber actuado en un presunto estado de inconsciencia que le impida

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recordar todo lo llevado a cabo horas antes (conducir, hablar con la niña, hacerla subir al

automóvil para raptarla bajo engaño, trasladarla al lugar en que la abusó y mató, la

preparación del cuerpo para su traslado en el automóvil y el largo recorrido efectuado hasta el

lugar donde arrojó el cuerpo; v. sentencia a fs. 858 vta.). Pero dejando de lado ese dato, cabe

reparar -en lo que aquí nos interesa- que el único elemento coactivo mencionado por el

encartado es el anuncio de que si no hablaba la iban a privar de la libertad a su madre. Y fue

también ello lo único que manifestaron las hermanas del imputado.

Sobre el punto, afirma el sentenciante que el interrogatorio policial no puede ser reputado

ilegal por cuanto se llevó a cabo antes de que se imputara formalmente a Peralta y en el marco

de las primeras averiguaciones para orientar la búsqueda de la menor desaparecida. Sin

embargo, ello no puede ser entendido en el sentido propugnado por el defensor, esto es, que

Peralta no revistiera la calidad de imputado y, por ende, que dicho interrogatorio se encontrara

justificado (la contradicción que atribuye el quejoso al Tribunal). Antes bien, el acento se

pone en que en ese estado de sospecha inicial (que obviamente supone la adquisición de la

calidad de imputado y de los derechos y garantías reconocidos legalmente), las primeras

pesquisas en un marco de urgencia en la búsqueda de la menor derivaron -sin que hubiese

habido coacción ni apremio alguno- en las manifestaciones del imputado.

Es en ese sentido que la Cámara destacó una serie de circunstancias que tornaron legítima la

obtención y utilización del dato aportado por Peralta, ya sospechado -sin perjuicio de que no

se encontrara formalmente imputado- de la sustracción de la menor:

a) En primer término, la presunta amenaza que, según el imputado y sus hermanas, los

policías le hicieron a Peralta, consistente en que se llevarían a su madre si no hablaba acerca

de qué pasó con la niña desaparecida, no tiene entidad suficiente para constituir un apremio ni

presión psicológica. Explica que aquella podía, como todo testigo, ser objeto de medidas de

coerción de muy corta duración (menciona el arresto), y en el caso quedó retenida en su casa

por su seguridad, por la cantidad de vecinos que llegaron al lugar y temor de alguna

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represalia, como lo reconoció la misma madre en el debate. Sobre esto nos explayaremos

infra.

b) De otro lado, no hubo en rigor una confesión extrajudicial del hecho delictivo, porque

Peralta manifestó no recordar nada sobre la niña en razón de estar alcoholizado y drogado,

pero inmediatamente después de ello proporcionó voluntariamente el dato de "Casa Bamba"

(lugar en el que, a la postre, se encontró el cuerpo de la niña) como uno de los lugares donde

solía ir a drogarse. Dicho dato, juzgó el Tribunal, podía ser aprovechado y explotado

legalmente por el personal policial para continuar y orientar las pesquisas urgentes. Esto

también será profundizado más abajo.

c) Asimismo, no surge de ningún elemento de prueba respecto de que Peralta haya sido

llevado por personal policial al lugar. Sólo surge el dato objetivo de la demora entre la orden

de detención y su ingreso a la Jefatura de Policía Judicial, pero aun así el imputado no

manifestó que se lo obligara sino que se limitó a decir que él los llevó al lugar. Esto es, el

traslado tampoco fue, según puede extraerse de los propios dichos de Peralta, producto de

coacción del personal policial.

d) Por último, el dato se obtuvo en una interrogación sumaria al sospechado en la urgencia de

los primeros momentos de la investigación policial dirigida a encontrar con vida a la menor

desaparecida.

Por todo ello, consideró el Tribunal que el dato que permitió el hallazgo y posterior secuestro

del cadáver no puede ser invalidado y no ha sido incorporado ilegalmente al debate.

Tal conclusión es correcta. En efecto, surge de la causa que el dato "Río Bamba", a partir del

cual se encontró el cuerpo de la niña, fue brindado voluntariamente en el marco de la

actuación policial urgente dirigida a la búsqueda de la niña presuntamente raptada por el

imputado. En este sentido, debe tenerse en cuenta que el personal policial, en cumplimiento

de la atribución-deber de investigar los hechos delictivos, interrogó a Peralta sobre una

circunstancia de un hecho delictivo en flagrante comisión, esto es, la sustracción y retención

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de una niña que no aparecía y que en principio -de no haber sido víctima de algún otro delito

contra su persona, como también parecía factible- se hallaría privada de su libertad en algún

lugar que sólo el imputado conocía. Pero además de ello (lo que ya hemos reseñado supra), en

el domicilio al que ingresaron los policías en búsqueda de la menor y para la aprehensión del

sospechoso (autorizado por encontrarse al frente el automóvil que, según un testigo, levantó a

la niña horas antes), se encontraron otros elementos que podían pertenecer a la niña

secuestrada, y que incluso autorizaban a sospechar la comisión de un delito contra la

integridad sexual (medias infantiles y bombacha rosa, junto a un "consolador" y películas y

revistas pornográficas). Tanto es así, que efectivamente, la orden de detención fue

inmediatamente dictada por la Fiscal de Instrucción interviniente (como también hemos

referido más arriba) por considerar que existía motivo bastante para sospechar la participación

de Peralta en el delito de rapto agravado, según el art. 130, tercer párrafo, del CPP (decreto a

fs. 27; acta de detención suscripta a las 1.35 horas, fs. 26). Dicha figura calificada prevé la

sustracción o retención de una persona menor de trece años, por medio de la fuerza,

intimidación o fraude, con la intención de menoscabar su integridad sexual.

Por otro lado, con relación al anuncio de los efectivos policiales al imputado, alegado por este

último y respaldado por sus hermanas, consistente en que llevarían presa a su madre si no

hablaba, cabe hacer las siguientes consideraciones. En lo principal, comparto la conclusión de

la Cámara de que era legalmente factible disponer de una medida de coerción contra la mujer

que se hallaba en la vivienda, y que por ello tal anuncio no tenía entidad suficiente para

constituir un apremio o una coacción. En ese sentido, no puede soslayarse que la progenitora

de Peralta, en ese momento inicial y con los pocos datos que iba recogiendo la policía, se

encontraba precisamente en la vivienda donde se hallaba el sospechado de llevarse a la niña y

donde se encontraban objetos relacionados con esta última, por lo que era posible, prima facie

, que alguna relación tuviera con el hecho, y en principio habilitaba la medida prevista por el

art. 274 CPP: "[c]uando en el primer momento de la investigación de un hecho en que

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hubieran intervenido varias personas no fuere posible individualizar a los responsables y a los

testigos, se podría disponer que los presentes no se alejen del lugar ni se comuniquen entre sí,

antes de prestar declaración, y aun ordenar el arresto, si fuere necesario". Debe recordarse,

además, que una de las funciones de la policía es la individualización de los culpables -art.

321 CPP-, y una atribución la de citar y aprehender a presunto culpable -art. 324 inc. 7 CPP-,

lo que en el caso habilitaba, en un primerísimo momento y contando con escasos datos, a una

posible medida de coerción contra la mujer que se hallaba en la misma casa que quien fue

visto sustraer a la niña, y en donde probablemente había sido retenida y objeto de ataque

sexual.

Pero independientemente de ello, difícil es que tal advertencia conmoviera al imputado

Peralta ante la extrema gravedad de su conducta precedente (sustracción de la niña, acceso

carnal violento, homicidio, eliminación del cuerpo). Por otro lado, ya hemos dicho que se

trataba, según la situación que se les presentaba a los policías en ese momento, de un delito

grave que prima facie o posiblemente estaba aún en ejecución, incluso con el sospechoso

individualizado, hallado y aprehendido, y la obtención sumaria de datos era absolutamente

necesaria para hallar con vida a la niña sustraída, que acaso se hallaba retenida en lugar

desconocido.

En definitiva, fuera de los dichos de los policías respecto de la madre de Peralta (sin entidad,

como explicamos, para constituir una coacción), no se ha referido conducta alguna del

personal policial que pueda traducirse en una coacción efectiva para que declarara, esto es,

para que aportara datos en contra de su voluntad, ni para que los guiara hacia el lugar donde

se encontraba el cuerpo.

Y a esta altura cabe destacar, finalmente, que tampoco el imputado presentó lesiones

compatibles con apremios policiales. Las lesiones leves constatadas en el informe médico de

fs. 42, correspondiente al examen realizado tras su aprehensión, se relacionan, en cambio, y

conforme surge de los fundamentos de la sentencia, con el hecho delictivo en sí, más

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concretamente, con la defensa de la niña ante el ataque sexual cometido por Peralta (fs. 864),

y son compatibles, además, con las lesiones defensivas que presentaba la propia niña (v.

sentencia a fs. 863/864).

De esta manera, las constancias de autos llevan a concluir que la indicación de uno de los

lugares donde iba a drogarse, y en donde en definitiva se halló el cuerpo, no fue obtenido

mediante tortura y, en todo caso, la advertencia de la aprehensión de la madre, aunque

implicaba el anuncio de un mal, era una posibilidad tolerable jurídicamente que hubiera

estado obligado a soportar. No se trató entonces de una "confesión" porque el imputado no

admitió los injustos; sí dio un dato que le permitió al personal policial orientar las pesquisas

urgentes de la búsqueda de la niña que realizaba.

Por otro lado, la Cámara reconoce que es un dato objetivo de la causa la demora desde que se

dispuso la detención de Peralta hasta su ingreso a la Jefatura Policial (01:30 y 03:10 horas,

respectivamente). Sin embargo, también destaca que el imputado, en el debate, no manifestó

que se lo obligara a llevar a los uniformados a donde se encontraba el cuerpo, sino que se

limitó a referir que los llevó al lugar. De esta manera, lo cierto es que con el dato brindado

sobre el lugar al que iba a drogarse los policías hubieran llegado igualmente al lugar donde se

encontraba el cadáver.

En definitiva, debe rechazarse la objeción de que la sentencia se haya basado en prueba

ilegalmente incorporada al debate.

3. Por lo expuesto, a la primera cuestión cabe responder negativamente. Así voto

El señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña, dijo:

La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente

la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.

La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati, dijo:

Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti, por lo que adhiero a

ella en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.

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A LA SEGUNDA CUESTIÓN:

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

I. Contra la resolución condenatoria señalada en la cuestión anterior, y bajo el motivo

sustancial de casación, el recurrente estima que se ha aplicado erróneamente la ley sustantiva

en lo concerniente a la figura de homicidio criminis causa (art. 80 inc. 7 CP) y a la de

secuestro agravado (art. 142 bis), y postula que los hechos sean calificados sólo como abuso

sexual con acceso carnal (figura que no discute) y homicidio simple.

En lo que corresponde a la presente cuestión (la fundamentación probatoria de la sentencia en

orden a la figura de homicidio criminis causa), sostiene que no existe certeza acerca del móvil

que exige la figura del art. 80 inc. 7 CP, y solicita la aplicación de la figura de homicidio

simple (art. 79 CP). Afirma, en ese sentido, que no se acreditó que Peralta haya actuado con la

finalidad de ocultar los delitos precedentes (privación de la libertad y abuso sexual), ni con la

finalidad de lograr su impunidad. Con otras palabras, que no se acreditó el móvil del crimen,

esto es, ningún elemento subjetivo diferente del dolo homicida (fs. 909 y vta.).

Al respecto, sostiene que la figura calificada requiere una determinada vinculación subjetiva

del autor con los resultados de su obrar, esto es, la preordenación del homicidio a otro delito.

Afirma, en ese sentido, que la figura de homicidio criminis causa exige que la preordenación

sea parte del plan del primer delito: se piensa de antemano en el homicidio como medio para

reparar, para consumar o para asegurar los resultados de otros delitos, o para procurar la

impunidad (cita doctrina en apoyo). Sostiene, al respecto, que no basta la mera ordenación

adoptada en cualquier momento, sino que la figura requiere, además, que esa ordenación se

haya adoptado antes de iniciar el camino (fs. 910).

En el presente caso, alega que dicho preordenamiento sólo podría considerarse configurado si

se hubiese probado con certeza la existencia de un conocimiento previo entre víctima y

victimario, y que de ello pueda derivarse, sin duda alguna, que el autor ya había preordenado

la muerte de la víctima a continuación del ataque sexual para evitar su delación, lo que sería

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consecuencia inevitable de ese conocimiento previo, y de ese modo ocultar el delito de abuso

sexual y procurar su impunidad (fs. 910).

Acto seguido, analiza los testimonios a partir de los cuales la Cámara deriva la existencia de

ese conocimiento previo, y concluye que son insuficientes para derivar con certeza dicha

circunstancia (fs. 910 vta./914). Y objeta, en ese sentido, que el sentenciante, a partir de esa

prueba, haya considerado la existencia de una "probabilidad cierta" sobre ese conocimiento,

lo que es incompatible con la certeza que exige una sentencia condenatoria.

En definitiva, concluye que los elementos probatorios valorados por el Tribunal impiden

considerar que el acusado actuó con la concreta intención homicida que se le endilga en la

sentencia (fs. 915 vta.).

2.a. Los argumentos esgrimidos por el recurrente se dirigen -en síntesis- a cuestionar la

existencia de la conexión ideológica de causa final requerida por la figura de homicidio

criminis causa: en el presente caso, el fin de ocultar otro delito y el de procurar la impunidad

para sí (tales los fines que el Tribunal consideró acreditados con certeza, lo que discute el

quejoso).

No obstante, si bien invoca el motivo sustancial de casación (art. 468 inc. 1º CPP), a la postre

el defensor efectúa objeciones en torno a la fundamentación probatoria de la sentencia, y

como consecuencia de ellas propone el cambio de calificación legal de homicidio criminis

causa a homicidio simple. De esta manera, los planteos serán tratados bajo el motivo formal

de casación (art. 468 inc. 2º CPP), sin perjuicio de que, en tanto las críticas a la valoración

probatoria parte de la interpretación de la llamada conexión ideológica de la figura aplicada,

se efectuarán necesariamente consideraciones sobre esta última.

En ese sentido, analiza el defensor una serie de pruebas y de circunstancias fácticas que

habrían sido mal valoradas por el sentenciante, y que permitirían derribar la conclusión del

fallo en cuanto a la calificación legal dispuesta. Evidentemente todas ellas son cuestiones que

trasponen el límite de lo meramente jurídico, pues no implican una equivocada interpretación

Expediente SAC 1077881 - Pág. 32 / 45 - Nº Res. 218


de la ley penal ni meros errores de subsunción legal. Así las cosas, aquí la cuestión de derecho

(subsunción del hecho de la sentencia -sin alteración alguna- en la norma) se encuentra

subordinada a cuestiones meramente fácticas (error en la valoración de determinados

elementos de prueba), por lo que indudablemente corresponde tratar los agravios bajo el

motivo formal casación (art. 468, inc. 2°, CPP), sin perjuicio de que hagamos algunas breves

y necesarias consideraciones sobre el contenido de la figura en cuestión.

b. Analizado entonces -como corresponde que sea- desde la óptica formal (art. 468, inc 2°, del

C.P.P.), cabe concluir que el agravio no puede prosperar, en razón de advertirse que la

sentencia atacada ha efectuado una correcta valoración de la totalidad del material probatorio,

respetuosa de las reglas de la sana crítica racional y, en concreto, del principio lógico de razón

suficiente, valoración que permitió derivar la existencia de una conexión ideológica entre el

homicidio y los delitos anteriores que, con él, se pretendía ocultar para lograr la impunidad.

Debe recordarse que tratándose le mentada exigencia típica de un extremo subjetivo, no puede

ser aprehendida a través de la percepción directa del juzgador, sino que puede y debe ser

derivada a partir de la conducta desenvuelta por el agente que forma parte de la imputación

(cf. TSJ, Sala Penal, "Tita", S. nº 22, 17/4/1998; "Vargas", S. nº 73, 21/5/1999; "Druetta", S.

nº 259, 2/10/2009; "Barrera", S.n°154, 10/6/2010; entre otros).

A su vez, en reiteradas oportunidades esta Sala se expidió con relación a la figura de

homicidio criminis causa en relación con la de homicidio en ocasión de robo (art. 80 inc.

7mo., y 165 CP). Así, entre muchos otros fallos, en los precedentes "Aguirre", S. nº 12,

14/3/2000, y más recientemente en "Gutiérrez", S. nº 94, 9/5/2011. Remitimos a ellos por

razones de brevedad, y sólo referiremos aquí la exigencia de preordenación que en tales fallos

se explicita para la configuración del homicidio criminis causa. En efecto, Según estos

precedentes, la figura aplicada por el Tribunal requiere un elemento subjetivo específico

(conexidad de carácter ideológico, final o teleológico), esto es, que debe existir en el agente

una finalidad que sólo es compatible con el dolo directo, y su ausencia determina el

Expediente SAC 1077881 - Pág. 33 / 45 - Nº Res. 218


desplazamiento del tipo (como ocurre en los casos de homicidio en ocasión de robo).

Lo anterior evidentemente no ha escapado ni al tribunal ni al recurrente, pues la cuestión a

resolver en la presente reside en determinar la corrección de la valoración efectuada por el

primero de determinados elementos de prueba y de ciertas circunstancias objetivas

relacionadas con la conducta del imputado, de las que surgiría con certeza (a juicio del

sentenciante) la existencia de la conexión ideológica requerida por la figura en juego.

c. Sentado lo anterior, cabe referir el impugnante centra sus críticas en la preordenación del

homicidio como medio para -en el caso- ocultar otro delito y lograr la impunidad, y

principalmente en la necesidad -para la configuración del tipo agravado- de que la muerte sea

parte del plan de ese otro delito. Y con esa base alega que, en el sub examen, sólo la

acreditación con grado de certeza de un conocimiento previo entre autor y víctima sería lo que

hubiera permitido derivar tal vinculación subjetiva.

La crítica referida supone que el imputado, para la configuración de la agravante, debió haber

deliberado más o menos en los siguientes términos: voy a violar a esta niña, pero como me

conoce con anterioridad tendré que matarla después de hacerlo y esconder su cuerpo para

evitar que me descubran.

Sin embargo, la conexión ideológica de causa final o de medio a fin prevista por la figura

calificada en todos los supuestos del inc. 7 (excepto en la última hipótesis, que trata de una

conexión causal impulsiva) no exige necesariamente que el homicidio haya sido planeado de

manera conjunta con -o al mismo tiempo que- los delitos respecto de los cuales se exige esa

conexidad (en lo que aquí concierne, que con la muerte se pretendieron ocultar y con los

cuales se buscó asegurar la impunidad). Por el contrario, basta que la decisión de matar sea un

medio para los fines señalados por la norma (aquí, ocultar el delito anterior y procurar su

impunidad), por lo que la requerida subjetividad pudo presentarse incluso una vez que el

delito anterior se cometió, aunque no hubiese formado parte del plan inicial.

En consecuencia, la exigencia subjetiva de la figura no requiere necesariamente que la muerte

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de la niña haya sido planeada conjuntamente con el abuso sexual para lograr los fines

referidos (como si el autor hubiese pensado: la llevo engañada en mi auto a mi casa, la violo

y como me conoce desde antes la mato inmediatamente después para que no me delate).

Antes bien, alcanza con que haya sido planificada para ocultar el abuso sexual ya cometido y

no ser castigado por su conducta delictiva (como si el autor hubiese cavilado: la violé y

lastimé, me va a delatar porque me conoce con anterioridad -o bien me va a poder identificar

porque, aunque no me conozca, estuve largo tiempo con ella y podría describir mi fisonomía,

el automóvil, la casa-, entonces tendré que matarla para que ello no pase). Ello satisface la

conexión ideológica de causa final exigida por la figura: la comisión del homicidio encuentra

su razón en un fin a logar por el autor, cual es ocultar la sustracción y retención de la niña y el

abuso sexual violento ya cometido.

De este modo, yerra el defensor cuando propugna que la muerte debió haber sido prevista al

momento de la planificación del delito a ocultar. Basta, por el contrario, que en el ánimo del

autor el homicidio tenga alguno de los fines que prevé la norma. La comisión del homicidio

encuentra su razón en el fin a lograr (ocultamiento e impunidad). Este es el significado de la

expresión preordenar, conformada por el prefijo pre- y el verbo transitivo ordenar, el primero

de los cuales indica "anterioridad local o temporal, prioridad o encarecimiento", y el segundo,

en una de sus acepciones, "encaminar y dirigir algo a un fin (cf. DRAE, 23º edición,

www.rae.es). El sentido es, pues, que la dirección de algo (del homicidio) a un fin (ocultar los

delitos anteriores y asegurar la impunidad) sea anterior a la comisión de ese algo, y no

necesariamente que ese fin forma parte del plan inicial de los delitos a ocultar.

Aclarado así el alcance de la conexión ideológica de causa final exigida por la figura,

pasemos a la cuestión probatoria. En este ámbito, lo que era necesario acreditar para la

configuración de la figura calificada es que Peralta mató a la niña que había abusado

sexualmente con el fin de eliminar la prueba de su delito y, de esa manera, ocultarlo y

asegurar su impunidad. Bastaba, en consecuencia, con comprobar que las circunstancias que

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rodearon los hechos permitían colegir que el imputado, al matar a la niña, actuó movido por la

idea de que el abuso sexual iba a ser descubierto y que la víctima iba a poder identificarlo si

no la asesinaba.

En consecuencia, para la acreditación de tal extremo subjetivo no aparece como

absolutamente necesario el conocimiento que pudiera haber existido anteriormente entre

víctima y victimario, por lo que la falta de acreditación con certeza de esa circunstancia no

impedirá efectuar la comprobación señalada. Lo relevante, antes bien, es que las

circunstancias en que ocurrió el hecho hacen evidente que el abuso sexual violento contra la

niña no iba a poder ser ocultado de otra forma más que con su muerte y la posterior ocultación

del cadáver. Partimos, obviamente, del supuesto de que la muerte no fue producto de las

violencias propias de la violación: "la muerte sobrevino por el empleo de un mecanismo

violento independiente de las violencias empleadas para lograr el acceso carnal, del que da

cuenta el surco de estrangulamiento completo señalado por la autopsia" (v. sentencia a fs.

864).

Por ello, carece de interés analizar los elementos de prueba que valora la Cámara sobre ese

conocimiento previo (que la lleva a explicar el motivo por el que la niña ascendió al vehículo

del imputado), porque lo dirimente pasa por lo ya explicado, y se refleja en el examen que

hace el sentenciante sobre el móvil de la muerte: "El contundente cuadro probatorio ubica al

acusado invitando a la niña a subir al auto para luego llevarla a su casa y mediante violencias

accederla carnalmente, para luego extrangularla y darle muerte, sacándola del lugar y

llevándola a un oscuro paraje de las sierras para prender fuego a su cuerpo. Se trataba de una

niña de 11 años inmadura sexualmente a la que había abusado en forma violenta y a la que

por su inmadurez resultó lesiona en forma grave en la zona vulvo vaginal. Dejarla con vida

irremediablemente le hubiera costado una condena grave medida en años de prisión, por lo

que su muerte se le presentó con el medio para ocultar lo que había hecho y lograr la

impunidad [sic]. Así, las circunstancias referidas (la invitó al auto, la llevó a su casa, la

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accedió carnalmente con violencia que le produjeron graves lesiones en zonas íntimas) son las

que permiten con certeza inferir que el móvil del homicidio está constituido por las

finalidades arriba referidas.

De esta manera, sin perjuicio de la "posibilidad cierta de que la menor y Peralta se conocieran

para no resultarle un extraño" (como reza la sentencia), la circunstancia de que la víctima

pudiera identificar al imputado se deriva de la dinámica del hecho y permite afirmar con

grado de certeza la conexión ideológica exigida por la figura.

En definitiva, las características del hecho acreditado en autos (haber conversado el imputado

unos minutos con la niña en la vía pública, haberla hecho ascender a su vehículo, haberla

trasladado en este último a su vivienda, y haberla accedido carnalmente de una manera

violenta en contra de su voluntad), permite razonablemente inferir que el imputado

efectivamente planificó el homicidio con el fin de ocultar el violento abuso sexual cometido

contra la víctima menor de edad, que derivó en claras lesiones producto del acceso por la

inmadurez para llevar a cabo el acto sexual. Ello, en definitiva, permite concluir con certeza

que en el ánimo del autor se presentó la eliminación de la víctima para no ser delatado por

quien hubiera podido describir el lugar donde fue levantada, el rodado utilizado, la casa a la

que arribó y las características fisonómicas de quien lo hizo.

Por todo lo expuesto, es evidente que el Tribunal ha valorado correctamente los elementos de

prueba, de las que surge un cúmulo de circunstancias objetivas que le permitieron inferir con

certeza la existencia del vínculo subjetivo requerido por la figura cuestionada, por lo que la

crítica defensiva debe ser rechazada.

Por todo lo expuesto, a la segunda cuestión respondo negativamente.

El señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña, dijo:

La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente

la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.

La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati, dijo:

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Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti, por lo que adhiero a

ella en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.

A LA TERCERA CUESTIÓN:

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

I. Bajo el motivo sustancial de casación, el defensor considera errónea la aplicación de la

figura de secuestro contenida en el art. 142 bis del CP. Básicamente, afirma que no se

describe ninguna de las modalidades comisivas (sustraer, retener, ocultar). Y que ello, a su

vez, ha afectado el derecho de defensa el imputado, por cuanto no se describió en la acusación

ni hubo una ampliación de esta última (resalta que la figura se aplicó por primera vez en la

sentencia de condena, sin que estuviera prevista en la acusación y sin que fuera solicitada

siquiera por los querellantes). Además, sostiene que la figura agravada del secuestro

(resultado de muerte) es incompatible con el homicidio criminis causa (efectúa varias

consideraciones al respecto).

II.a. De manera preliminar, cabe recordar que el principio de interés, en el ámbito recursivo,

tiene recepción en el artículo 443 del CPP, en virtud del cual la exigencia de un interés directo

como requisito estatuido para los recursos (art. 443 CPP), no sólo es una condición para la

procedencia formal sino también para la procedencia sustancial de la impugnación. Este

último aspecto ha sido elaborado en los precedentes de la Sala, en los que se ha dicho que el

interés existe "en la medida que la materia controvertida puede tener incidencia en la parte

dispositiva del pronunciamiento, anulándolo o modificándolo"; o bien cuando el recurso

deducido resulta ser el medio adecuado para excluir el agravio que aparece como posible

(TSJ, Sala Penal, "Bonino", S. n° 107, 7/12/2000; "Matta", S. n° 59, 5/8/2002, "Herrera", S.

n° 88, 24/04/2008, entre otros).

Más concretamente, se ha sostenido que no se configura dicho interés cuando el reproche no

logra hacer variar la escala penal aplicable, y por ende aparece ineficaz a los efectos de

mejorar la situación del imputado (TSJ, Sala Penal, "Inga", A. nº 386, 26/10/1999; "Cuello",

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S. nº 74, 15/8/2001; "Barrera", S. Nº 154, 10/06/2010; "Astudillo", S. n° 311, 8/10/2013; entre

otros).

Es lo que sucede en el presente caso, en tanto la pena prevista para la figura de homicidio

criminis causa, ajeno a la objeción que aquí se formula y objeto de un agravio que ya ha sido

rechazado, prevé la pena indivisible de la prisión perpetua. Por ende, la pena aplicada al

imputado Peralta no se modificaría si la presente crítica fuera acogida, y por ello no mejoraría

su situación.

Ahora bien, como en el presente caso la objeción puede modificar la parte resolutiva en

cuanto a la calificación legal del hecho (se discute que se haya configurado el delito de

secuestro previsto en el art. 142 bis del CP), y se alega vulnerada, por otro lado, la garantía de

defensa en juicio, entendemos que existe interés del imputado y, por ello, ingresaremos al

tratamiento del agravio (en similar sentido: TSJ, Sala Penal, "Ferreyra Calderón", S. n° 205,

24/8/2007, caso en el que se trató un agravio por el motivo sustancial –calificación legal– que

a la postre no tenía incidencia en la pena).

b. El hecho fue descripto en la sentencia impugnada de la siguiente manera:

Que el día cinco de abril de dos mil doce, siendo las 12:30 hs. aproximadamente Omar

Peralta, quien se conducía a bordo del automóvil Marca Fiat Regata Dominio RDF-019

color azul por calle Roque Arias a la altura del N° 1800 de Barrio San Roque de esta Ciudad,

habría detenido su marcha interceptando a Rocío Soledad Barletta de 11 años de edad, la

cual caminaba por la vereda de dicha arteria en dirección al quiosco ubicado en la

intersección de la misma y calle Albarracín, lugar al que había sido enviada por su padre a

comprar cigarrillos para lo cual la menor llevaba un billete de veinte pesos ($20). En dichas

circunstancias Peralta, aprovechándose del presumible conocimiento que se tenían con la

niña por haber vivido Peralta en calle Alberto Williams N° 3339 de Barrio Los Plátanos al

frente del colegio Arturo Capdevila al cual la menor asistía, habría comenzado a conversar

desde el automóvil con Rocío Soledad Barletta -la cual se encontraba parada en la vereda-

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por un lapso de aproximadamente 5 y 10 minutos, tras lo cual la niña habría abierto la

puerta delantera del acompañante ingresando al rodado por sus propios medios, retirándose

Peralta del lugar en dirección a calle Alberto Williams con la menor a bordo. Seguidamente

Peralta se habría dirigido a su domicilio sito en calle Baudilio Vázquez N° 3621 de Barrio

Alto Alberdi de esta Ciudad donde, una vez en el interior y sin poder determinar con

exactitud en qué dependencia de la casa pero presumiblemente en la habitación de Peralta,

éste habría procedido a acceder carnalmente a la niña previo ejercer fuerza sobre su cuerpo

y sobre los muslos de la menor para abrirle las piernas, vía vaginal y anal, sin poder

determinar con exactitud el número de veces. Tras ello con el fin de ocultar el hecho que

acababa de cometer y lograr su impunidad Peralta con intención de darle muerte la habría

estrangulado con un lazo o soga, atando luego las manos con un cable y los pies de la niña

entre sí con un trozo de tela de color blanco, envolviéndola con ropas y una bolsa de nylon,

luego de lo cual y sin poder determinar un horario preciso pero, presumiblemente antes de

las 18:00 hs. de ese mismo día, Peralta habría subido el cuerpo de Rocío Soledad Barletta en

el rodado ya mencionado y se habría dirigido al paraje denominado Casa Bamba al cual se

accede por la Ruta E 55 a la altura del kilómetro 16 de la curva denominada La Herradura -

jurisdicción La Calera-. Una vez allí Peralta habría ingresando unos mil metros por un

camino de tierra hasta llegar al lugar donde habría bajado el cuerpo de la menor del rodado

y, con el fin de evitar la identificación de su víctima y concretar su fin descripto de ocultar el

delito contra la integridad sexual de la menor que había cometido y lograr su impunidad, le

habría prendido fuego provocándole múltiples quemaduras…".

c. A su vez, la cámara fundamentó la aplicación de la figura discutida en los siguientes

términos: "Tal cual ha quedado fijado el hecho se desprende que Peralta (…) retuvo y ocultó a

la menor en su domicilio con el fin de obligarla en contra de su voluntad a relaciones

sexuales, mientras esto sucedida comenzó una desesperada e incesante búsqueda por parte de

familiares, vecinos y amigos los que al no hallarla hablaron a la radio y a la policía. Aunque

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que la retención y ocultamiento haya durado un corto lapso de tiempo, desde las 12:30 hs hora

que la subió a su vehículo, hasta las 14:00 hs, hora en que la menor murió, entiendo que

concurre la figura prevista en el art. 142 bis del C.P. con el agravamiento previsto por el

anteúltimo párrafo, al haberse producido su muerte en forma intencional".

d. Conforme surge de la redacción de los hechos, al interceptar y llevar a la niña en su

automóvil el imputado la sustrajo del lugar donde se hallaba (en la vía pública, en la vereda

entre su casa y el quiosco de un familiar, al que se dirigía enviada por su padre a hacer una

compra), aprovechándose de un conocimiento que se presumía de acuerdo a ciertas

circunstancias de la causa (el imputado vivió un tiempo al frente del colegio donde concurría

la niña). Y si bien el defensor discute, como vimos en la cuestión anterior, que se haya

acreditado con certeza ese previo conocimiento que habría facilitado al imputado llevarse a la

niña, lo relevante –sin entrar en la cuestión probatoria sobre el asunto– es que la situación que

se presentó (vehículo que la intercepta, diálogo del conductor con la niña, sustracción del

lugar en la que la menor debía encontrarse) es demostrativo de que existió un engaño, una

simulación de la conducta, una mentira para inducir a error sobre el fin que el imputado

realmente perseguía, para conseguir que subiera al automóvil y así llevarla a un lugar distinto

(vivienda del imputado) a aquel hacia donde se dirigía (kiosco) o al que debía volver (la casa

de sus padres).

Por otro lado, es cierto -como alega la defensa- que la acción de sustracción no fue tratada por

el sentenciante al analizar la calificación legal. Sin embargo, ya dijimos que esa conducta

surge efectivamente de la plataforma fáctica. Finalmente, aquí se efectuará una corrección del

encuadramiento por otra figura que, como la atacada, comprende ambas acciones (sustraer y

retener), y tal modificación no perjudicará al imputado, por lo que no implicará una

vulneración del principio del iura novit curia.

e. Como señalamos en el párrafo que precede, la niña fue retenida en el automóvil y la

vivienda del imputado, donde éste decidió cumplir el objeto que se había propuesto: accederla

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carnalmente, menoscabando de esa forma su integridad sexual.

Dichas conductas comisivas (sustracción y retención) deben encuadrarse en de la figura

especial prevista por el art. 130, primer párrafo, del CP, con la agravante del tercer párrafo:

"Será reprimido con prisión de uno a cuatro años, el que sustrajere o retuviere a una persona

por medio de la fuerza, intimidación o fraude, con la intención de menoscabar su integridad

sexual (…). La pena será de dos a seis años si se sustrajere o retuviere mediante fuerza,

intimidación o fraude a una persona menor de trece años, con el mismo fin". Ello por cuanto

la sustracción y la retención de la niña de once años de edad, por medio de engaño, tuvo por

fin el señalado por la figura prevista por la norma transcripta, lo que de hecho ocurrió. La

figura protege tanto la libertad de la víctima como la integridad sexual (delito de ofensa

compleja o pluriofensivo), aunque la prevalencia de este último determina su ubicación

sistemática dentro de los delitos contra la integridad sexual (v. Arocena, Gustavo A., Delitos

contra la integridad sexual, Advocatus, Córdoba, 2001, p. 164).

Este delito concurre de forma real con el abuso sexual cuyo objeto era realizar (Creus –

Buompadre, Derecho Penal Parte Especial, 7ª edición, Astrea, Buenos Aires, 2007, p. 263).

La privación de la libertad debe ser -y lo fue en este caso- de suficiente entidad temporal para

autonomizarse de la que es imprescindible para realizar los planes sexuales propuestos (v.

Creus - Buompadre, op. cit., p. 260). Ello se configura en el caso si tenemos en cuenta el

traslado de la víctima en el vehículo hasta, por lo menos, el momento del ingreso a la vivienda

donde el delito sexual fue cometido.

Y por estos motivos, los agravios relacionados con la agravante de la figura de secuestro

(penúltimo párrafo del ar.t 142 bis CPP) devienen abstractos.

En virtud de lo expuesto, corresponde hacer lugar parcialmente al recurso de casación

defensivo (en cuanto considera inaplicable la figura prevista por el art. 142 bis, primer y

antepenúltima párrafo, CP), sólo al efecto de realizar la corrección jurídica pertinente que

aquí se sostiene.

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A la tercera cuestión respondo afirmativamente. Así voto.

El señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña, dijo:

La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente

la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.

La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati, dijo:

Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti, por lo que adhiero a

ella en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.

A LA CUARTA CUESTIÓN:

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

Como resultado del acuerdo precedente, corresponde:

I. Rechazar el recurso de casación interpuesto por el Dr. Marcelo Nicolás Jaime, Asesor

Letrado Penal de 14º Turno, en su carácter de defensor del imputado Omar Peralta, con

relación a los agravios tratados en la primera y segunda cuestión. Con costas (CPP, arts.

550/551 CPP).

II. Hacer parcialmente lugar al recurso de casación señalado con respecto a la tercera

cuestión, al sólo efecto de realizar la corrección jurídica pertinente y con el alcance que allí se

especifica. En consecuencia, casar la sentencia en cuanto fue motivo de agravio, en tanto no

es aplicable al caso la figura de secuestro agravado (art. 142 bis, primer y antepenúltimo

párrafos, CP). Sin perjuicio de ello, debe aplicarse en su reemplazo la figura de sustracción y

retención de una persona menor de trece años con el fin de menoscabar su integridad sexual

(art. 130, primer y tercer párrafos, CP), la que concursará materialmente con las restantes

figuras (art. 55 CP). No siendo posible modificar la condena impuesta, en razón de que la

pena prevista para uno de los delitos concursados es indivisible (art. 80 inc. 7° y 56, segundo

párrafo, ib.). Sin costas por este agravio (CPP, arts. 550/551).

Así, voto.

El señor Vocal doctor Sebastián Cruz López Peña, dijo:

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La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que deciden correctamente

la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto, expidiéndome en igual sentido.

La señora Vocal doctora María Marta Cáceres de Bollati, dijo:

Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti, por lo que adhiero a

ella en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.

En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de la Sala Penal;

RESUELVE: I. Rechazar el recurso de casación interpuesto por el Dr. Marcelo Nicolás

Jaime, Asesor Letrado Penal de 14º Turno, en su carácter de defensor del imputado Omar

Peralta, en lo que respecta a los agravios tratados en la primera y segunda cuestión. Con

costas (CPP, arts. 550/551 CPP).

II. Hacer parcialmente lugar al recurso de casación señalado con respecto a la tercera

cuestión, al sólo efecto de realizar la corrección jurídica pertinente. En consecuencia, casar la

sentencia en cuanto fue motivo de agravio, en tanto no es aplicable al caso la figura de

secuestro agravado (art. 142 bis, primer y antepenúltimo párrafos, CP). Sin perjuicio de ello,

debe aplicarse en su reemplazo la figura de sustracción y retención de una persona menor de

trece años con el fin de menoscabar su integridad sexual (art. 130, primer y tercer párrafos,

CP), la que concursará materialmente con las restantes figuras (art. 55 CP), y debe mantenerse

la pena de prisión perpetua. Con costas (arts. 550/551, CPP).

Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación que se dio por el señor Presidente

en la Sala de Audiencias, firman éste y las señoras Vocales de la Sala Penal del Tribunal

Superior de Justicia, todo por ante mí de lo que doy fe.

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LOPEZ PEÑA, Sebastián Cruz

VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

TARDITTI, Aida Lucia Teresa CACERES de BOLLATI, María Marta

VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA VOCAL TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA

SOSA LANZA CASTELLI, Luis María

SECRETARIO GENERAL DEL T.S.J

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