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Historia de Entre Ríos - Capitulo 3 - Alfredo Poenitz

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Historia de Entre Ríos

CréditosSergio Urribarri

Gobernador de la provincia de Entre Ríos

Pedro Báez

Ministro de Cultura y Comunicación de la provincia de Entre Ríos

José María Blanco

Director de la Editorial de la provincia de Entre Ríos

Francisco Senegaglia

Director del Proyecto Historia de Entre Ríos en cinco Tomos

1
TOMO I

2
Historia de Entre Ríos

3
TOMO I

Pintura de tapa: Nicolas Passarella.


Millonarios. Óleo sobre tela - 160x140 cm - 2009

Diseño de tapa y diagramación interior:


Fabia Estamatti

Colaboración y corrección de texto:


Viviana Mari

Primera edición

© 2013 / Editorial de Entre Ríos, Paraná,


25 de Junio 39 - (3100) Paraná. ER. República Argentina.
[email protected]
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723

4
Historia de Entre Ríos

5
TOMO I

6
Historia de Entre Ríos

Indice

Capítulo Uno
Estructura geológica de Entre Ríos.
Por Juan Carlos Bertolini. 00

Los indígenas de Entre Ríos.


Por Mariano Bonomo, Gustavo G.Politis y Juan Carlos Castro. 00

Capítulo Dos
Los pueblos originarios del litoral en tiempos de la invasión.
Por Francisco Senegaglia. 00

Dossiers
Los minuanes. Por Fermín Uzin Olleros.
Los Chanaes. Por Gladis Balbi. 00

Capitulo Tres
Entre Ríos su tardío poblamiento.
Por Alfredo Poenitz. 00

Capitulo Cuatro
El desarrollo de los primeros núcleos urbanos.
Por Rubén Bourlot. 00

Dossiers
La Villa de Nuestra Señora del Rosario de la Baxada del Paraná. Por José Carlos Carmiño Castagno. 00
Las primeras capellanías en Entre Ríos. Por Jorge Allois. 00

Capitulo Cinco
La organización político - administrativa en el período colonial.
Por Julio Rondina. 00

Dossiers
La esclavitud en Entre Ríos. Por Laura Bolli. 00
El canto de los entrerrianos. Por Mario Alarcón Muñiz. 00

Anexo
Los primeros pasos de la humanidad en Entre ríos. Análisis histórico filosófico. Por Juan José Rossi. 00
El revisionismo histórico como herramienta para repensar la memoria colectiva. Por Norberto Galasso. 00
Subjetividad y multietnicidad. Aproximaciones para un ethos del Río Uruguay. Por Francisco Senegaglia. 00

7
TOMO I

8
Historia de Entre Ríos

Capítulo 3

175
TOMO I

176
Historia de Entre Ríos

Entre Ríos su tardío poblamiento


Por Alfredo Poenitz*

177
TOMO I

178
Historia de Entre Ríos

I ntroducción: Las baldías tierras entrerrianas desde la Conquista hasta

fines del siglo XVII

El espacio que hoy ocupa la provincia entrerriana fue uno de los primeros que avistaron

los conquistadores hispánicos. Sin embargo, prácticamente fue una de las últimas pro-

vincias rioplatenses en ser poblada y organizada. La conquista española tomó el ancho

curso del río Paraná como simple vía de acceso a las profundidades continentales, adonde

los atraían los asentamientos indígenas con milenaria presencia. Allí podrían extraer la

riqueza metálica de la montaña o la que producía el trabajo y el ingenio de los naturales.

Enormes extensiones en la baja cuenca del Plata, por otra parte, estaban pobladas por

indios nómades, huidizos, que se dispersaban cubriendo amplísimos cotos de caza. Se

estima en varias decenas de miles los integrantes de los grupos indígenas de esta región.

Salvo algunas pequeñas parcialidades de horticultores, instalados en las islas y anegadi-

zos del Bajo Paraná, el elemento humano aborigen de estos lares no practicaba la vida

sedentaria. El choque de culturas entre lo hispánico y lo aborigen en la baja cuenca del

Plata resultó, entonces, irremediable. Y ello ocasionó, principalmente, la demora secular

del poblamiento blanco en dicha región. En cambio, en el Paraguay durante el siglo XVI

y en la alta cuenca platina durante el siglo XVII, fue posible la instalación hispánica de

carácter urbano y un amplio proceso de transculturación en beneficio de los indígenas;


con plena mestización racial, en el primer caso, y reducción a vida urbana de las etnias

tupí-guaraníes, por obra de los misioneros, en el segundo. Portaban estos pueblos tupí-

179
TOMO I

guaraníes un género de vida semi-sedentario, como plantadores, cazadores y pescado-

res. Con hábitos de vida fuertemente comunitarios y con aprovechamiento y distribu-

ción colectiva de los bienes de producción, por medio de grupos sociales relativamente

numerosos, que fomentaron aptitudes laborales amplias y fundadas en sólida disciplina

social. Desde 1000 años antes de Cristo señoreaban en la alta cuenca del Plata, a partir

de su sólida cultura.1 Nuestra historia regional, registra, sin embargo, la fundación de

dos importantes centros urbanos en el bajo litoral fluvial: Santa Fe (1573) y Buenos Ai-

res (1580). En ambos casos, la política fundacional consistió en instalar dichas ciudades

como centros de comunicación: Santa Fe, como enlace entre el Paraguay y el Tucumán, y

Buenos Aires, como puerto para vinculación con la Metrópoli.

Ambas ciudades, instaladas con aquellos específicos fines en tierras prácticamente bal-

días, carecieron, por mucho tiempo, de suficientes brazos para ejercer una explotación

real de los extensos territorios que comprendían las amplísimas e indefinidas jurisdic-

ciones que inicialmente se les había adjudicado. bEn los albores del siglo XVII nuevos

hechos vinieron a frustrar más aún la instalación hispánica en la cuenca sur del Río de la

Plata: el agotamiento demográfico español, en primer lugar, que provocó la suspensión

de la afluencia de importantes contingentes al Nuevo Mundo, y, en segundo lugar, la

política de auto-bloqueo que la pérdida del poder naval hispánico obligó a las tierras del

Plata. Cerrada la navegación ultramarina, se desalentó la actividad humana en el estua-

rio: Buenos Aires cayó en vida aletargada, mientras Santa Fe se consolidaba como centro

de enlace entre el Paraguay y el Tucumán, dando espaldas al Plata y, al mismo tiempo, a


los territorios orientales del Paraná. Pero el progreso de Santa Fe se vio demorado por la

1 - Alfredo Poenitz; Mestizo del Litoral, Corrientes, 2012, p. 23.

180
Historia de Entre Ríos

actitud belicosa de indios del Chaco que, a medida que avanzaba el siglo XVII, se hicieron

sentir en sus actividades depredatorias, lo que obligó al traslado de la aldea a un nuevo

emplazamiento, entre 1640 y 1660. Debieron los santafesinos escudarse tras vallas natu-

rales que permitiesen vigilar mejor los audaces golpes de mano de los indios chaqueños.

En su nueva ubicación, estrechada por ríos, lagunas y anegadizos, y desalentada la explo-

tación ganadera por aquellas depredaciones, los santafesinos se vieron obligados a bus-

car al otro lado del Paraná los alimentos, especialmente la carne, que el abastecimiento

reclamaba. Recién entonces, la actual provincia de Entre Ríos, convertida en un inmenso

depósito de ganado cimarrón, comenzó a ser transitada con frecuencia por los españoles

y se iniciaron algunas instalaciones más o menos permanentes.2

El ganado cimarrón en el sur del Litoral

Carente la América de animales domésticos o domesticables, salvo escasas excepciones,

los españoles debieron introducirlos de Europa, con las dificultades propias que ello

demandaba. Yeguarizos, vacunos, porcinos, lanares y aves de corral debieron cruzar el

océano en frágiles embarcaciones a muy altos costos. Pero la adaptación al nuevo medio

resultó extraordinariamente fácil y rápida. Más aún, en muchas partes algunos ejem-

plares diseminados por los campos proliferaron con gran celeridad. Así ocurrió en la

baja cuenca del Plata, donde yeguarizos y vacunos hallaron un hábitat formidable para

su multiplicación. Cuando Juan de Garay fundó Santa Fe, distribuyó chacras a los po-

bladores en los espacios aledaños a la población y grandes extensiones de “suertes de

2 - César B. Pérez Colman; Historia de Entre Ríos. Época colonial 1520-1810, T I, Cap. VII, Paraná, 1937.

181
TOMO I

Mapa I. Las corrientes pobladores del territorio rioplatense en el siglo XVI. En: www.chrismielost.blogspot.com

estancias” (fracciones, según la terminología de la época) a ambos lados del Paraná, con

frente al río. Algunos pobladores habitaron sus terrenos con animales arriados desde

Asunción; pero las dificultades propias del traslado en aquellas difíciles épocas impi-

dieron una continua atención a sus incipientes rodeos. Al cabo de pocos años, con gran

sorpresa advirtieron que se había producido una extraordinaria multiplicación de los

rodeos. Un documento del gran gobernante criollo Hernando Arias de Saavedra, Her-

182
Historia de Entre Ríos

nandarias, testimonia el hecho. Habiendo partido desde Santa Fe con una expedición

destinada a explorar tierras interiores -y especialmente para someter a los charrúas de

la Banda Oriental del Plata para asegurar la efectiva dominación hispánica al otro lado

del estuario-, informaba al Rey Felipe III, en 1607: “estas tierras son muy buenas para

labores, que con haberlas muy buenas en esta Gobernación, ninguna como aquellas, por-

que se da todo con grande abundancia y fertilidad y buena para todo género de ganado

y de muchos arroyos y quebradas y riachuelos cercanos unos a otros y de mucha leña y

madera y para hacer molinos que es los que falta aquí y sirviéndose V. Majestad decidir

se pueble esta tierra en pocos años vendría a ser muy próspera y de mucho provecho” 3

Aun cuando pudieran ponerse en duda algunas aseveraciones de Hernandarias, se ad-

vierte en el documento que en los extensos campos entrerrianos abundaba la hacienda

cimarrona, que hacía innecesaria su crianza y, por ende, la instalación de estancias, en-

tendidas como establecimientos con instalaciones fijas y personal permanente para la

domesticación de los rodeos. Aparece aquí un nuevo concepto de propiedad: la hacienda

interesa y vale, y no la tierra donde ella pastorea. La tierra, por excesivamente abundante

y por no reclamar instalación permanente, perdería valor durante mucho tiempo. Las

discusiones sobrevendrían sobre el derecho de propiedad del ganado criado libremente y

sin marcación alguna. La solución al problema consistió en considerar a las haciendas ci-

marronas como de propiedad común, dándose al cabildo municipal o a otras autoridades

reales la facultad de conceder determinados permisos para la matanza y arreos a centros

de consumo. Se denominaron “acciones de vaqueo”. De esa manera el permisionario po-


día realizar una o varias expediciones hacia donde pastaban las manadas, en operaciones

3 - Erich L. W. Edgar Poenitz; “La cuenca del río Uruguay: su función geopolítica”, Separata de La geografía y la historia
en la identidad nacional, Buenos Aires, OIKOS, 1981, tomo II, p. 105.

183
TOMO I

denominadas “vaquerías”. Aunque el ciudadano común santafesino se despreocupó de

la propiedad y tenencia de la tierra, salvo aquella referida a las chacras y estanzuelas

aledañas a su ciudad, algunas pocas familias e instituciones, por su educación de tipo eu-

ropeo, se conservaron el concepto de propiedad legal de la tierra y procuraron asegurarse

títulos suficientes sobre muy amplias extensiones de la jurisdicción santafesina. No debe

considerarse fruto de apetencias desmedidas sino producto de la necesidad de adecuar la

extensión del terreno a la natural movilidad de la hacienda cimarrona. Las tradicionales

“suertes” de una legua de frente por tres de fondo resultaban excesivamente estrechas

para contener dentro de su área un ganado cimarrón transhumante e imposible de con-

tener dentro de límites más o menos precisos. Por eso se aseguraron, especialmente a lo

largo del Paraná, sobre la costa entrerriana, y con lindes determinados por arroyos cau-

dalosos y montes tupidos, la propiedad de campos que cubrían varias decenas de leguas

cuadradas de superficie. El casi nulo valor de la tierra y la falta de interés por poseerla por

parte del resto del vecindario facilitaron ese acaparamiento, que recién apareció como tal

cuando las condiciones agroeconómicas cambiaron sustancialmente.4

Ya en el espacio entrerriano, estos pioneros entablaron relaciones con los charrúas, an-

cestrales ocupantes de estos lares. Con ellos consiguieron mano de obra barata y eficaz.

Lo afirma el P. Juan F. Salaberry: “ los grandes estancieros que tenían sus estancias al

otro lado del Paraná, algo entreverados con las tolderías charrúas, con las cuales hacían

vida semi-común y semi-civilizada, aprovechando al indio como pastor y como tropero

y arreador de ganado, tolerando sus desmanes, mientras no pasaran de ciertos límites,


a cambio de otras ventajas y negocios no siempre compensables”. Indica, además, que

4 - Emilio Coni; Historia de las vaquerías del Río de la Plata, 1555-1750, Buenos Aires, 1979, p. 63.

184
Historia de Entre Ríos

entre los objetivos no confesables de la amistad santafesino-charrúa figuraba una suerte

de esclavitud del indio para el servicio doméstico y también rural de los primeros.5 Esa

amistad favoreció el tránsito español por Entre Ríos y la explotación de sus ganados,

pues los indómitos charrúas, tan temibles para los pueblos misioneros (en especial por su

eterna enemistad con los indios guaraníes) y aun para los blancos de la Banda Oriental y

Corrientes, guardaron generalmente los períodos de paz con Santa Fe, salvo momentos

excepcionales. Entre 1632 y 1715, por ejemplo, se produjo una larga relación pacífica

denominada “la paz de los 80 años”, que facilitó la profunda penetración santafesina

en el territorio entrerriano, desde una a otra margen de los ríos que la circundan. Pero

la presencia charrúa siguió siendo una molestia para la efectiva ocupación del territo-

rio, pasado ese período de paz. Hacia 1741, entre el arroyo Feliciano y las cabeceras del

Gualeguay, plantaba sus toldos una parcialidad charrúa al mando del cacique Campuza-

no. Enemigos irreconciliables de los correntinos, llegaban hasta las costas del río Santa

Lucía, entonces frontera interior de Corrientes, impidiendo el avance hacia las ricas tie-

rras del sur de esa provincia, a las que consideraban como propias. Recién después de

1760, Corrientes pudo ampliar sus fronteras interiores hacia los límites actuales, una

vez desaparecido el problema charrúa6. En 1749, la presión de los intereses ganaderos de

las escasas sociedades españolas existentes hizo que las autoridades hispánicas tomaran

decidida intervención en la cuestión charrúa, con la que se inició un programa de exter-

5 - Juan F. Salaberry; Los charrúas y Santa Fé, Montevideo, 1926, p. 195.

6 - El estado correntino planificó a partir de 1760, una vez alejado el problema de los charrúas, una eficaz política de am-
pliación de sus fronteras interiores. Esto le trajo enojosos conflictos con los estados vecinos de Santa Fe, en la zona del río
Guayquiraró, con Paraguay, en los esteros del Ñeembucú y especialmente con las Misiones de guaraníes, que veían ame-
nazada su frontera meridional sobre el río Miriñay. Ver: Alfredo Poenitz; “Proceso de ocupación espacial y poblamiento
misionero al sur del río Miriñay (1769-1869)”, IIGHI, Folia Histórica del Nordeste, Nº 5, Resistencia, Chaco, 1986.

185
TOMO I

Mapa Nº 2. Expediciones hacia las grandes vaquerías desde las sociedades hispánicas existentes en la primera década
del siglo XVII. Mapa tomado de http://historiaciclobasicolacoronilla.webnode.es/segundo/colonizacion-rio-de-la-
plata/

186
Historia de Entre Ríos

minio de este pueblo. Ese año, dos expediciones -una desde Santa Fe y otra desde Santo

Domingo Soriano, en la Banda Oriental-, después de más de dos meses de persecuciones

y matanza indiscriminada debilitaron la presencia charrúa en las ricas praderas del sur

de la cuenca platina. Muy poco se sabe de tales campañas. Pérez Colman, clásico histo-

riador entrerriano, asegura que hacia 1750 el territorio quedó “pacificado”, siendo los

levantiscos charrúas contenidos. Incluso, con algunos de ellos, que según Pérez Colman

sumaban 332 individuos de distinto sexo y edad, se formó la reducción de Concepción del

Cayastá, muy cercana a Santa Fe7.

Los Borbones y su política económica en América. La transformación de

las praderas del Litoral rioplatense

Con el advenimiento de los Borbones al trono español, a partir de las primeras décadas

del siglo XVIII se produjo paulatinamente una reapertura de los canales de comunica-

ción entre América y la Metrópoli. Se fueron abriendo puertos, concediendo permisos

para un tráfico regular entre ambos continentes y abandonando el rígido sistema legal de

comunicar el nuevo mundo hispánico exclusivamente por Veracruz, Cartagena y Lima.

El Río de la Plata no había permanecido totalmente enclaustrado hasta entonces, pues

contrabandistas portugueses, ingleses y holandeses siempre se habían ingeniado para

introducir manufacturas europeas a cambio del oro y plata de estas tierras. La misma

presencia portuguesa en el estuario, a partir de la fundación de la Colonia del Sacramen-

to en 1680, facilitó más dicho tráfico ilegal. Pero ese contrabando beneficiaba solo a unos
pocos, ya que, salvo los metales preciosos, no hubo mayor interés en productos riopla-

7 - Pérez Colman, César B., Entre Ríos. Historia (1520-1810), T. I, Cap. VII, Paraná, 1936.

187
TOMO I

tenses para su exportación a Europa. No obstante, a medida que se liberalizaba el tráfico

marítimo con la Metrópoli, las bodegas vacías en el viaje de retorno se fueron llenando

con un producto de bajísimo precio en el Plata pero que algún rédito producía en España:

el cuero de sus haciendas cimarronas.

Hacia la misma época, particularmente desde el malhadado Tratado de Madrid de 1750

entre España y Portugal, los portugueses pudieron empinarse sobre las fronteras natura-

les de la cuenca del Uruguay e iniciaron su penetración desde la provincia de Sao Pedro

de Rio Grande hacia las Misiones Orientales y la Banda Oriental. Desde ese momento,

los riograndenses se convirtieron en buenos clientes para yeguarizos, vacunos y mulares

que se criaban en la cuenca media e inferior del Uruguay. Comenzó a desarrollarse, así,

la ilegal conducción de tales ganados al Brasil, siempre prohibida pero también siempre

eludida por la imposibilidad práctica de controlar los “changueos” de ganado. Incluso

los “changadores” o “gauderios” se surtían cómodamente de las manadas cimarronas

para practicar el contrabando. La expulsión de los Padres de la Compañía de Jesús, en

1768, produjo un colapso económico de los 30 pueblos guaraníes que hasta entonces

habían tutelado. Además de los yerros de una administración civil poco idónea y poco

honesta, hubo un desconocimiento de la cultura guaraní, especialmente en su aspecto

socio-económico. Una economía de reciprocidad fue convertida en un mercado produc-

tivo capitalista que dispuso, como primera medida la monetización de la producción de la

región antiguamente jesuítica, que tenían buen mercado en el resto del país. Todo incidió

para permitir la intervención de los blancos en el abastecimiento misionero. También


esos pueblos se convirtieron en clientes cada vez más necesitados de yeguarizos, vacunos

y mulares, puesto que no supieron producir u obtener por cuenta propia.

188
Historia de Entre Ríos

Desde 1770 la documentación registra un notable incremento en la explotación de las

haciendas cimarronas, y las vaquerías se practicaron con excesos tales que determina-

ron una alarmante disminución de sus existencias. La creación del Virreinato del Río de

la Plata, el 1º de agosto de 1776, y las disposiciones de Cevallos y Vértiz a favor de una

amplia apertura de los puertos rioplatenses aumentaron notablemente las demandas de

cueros para exportación, al tiempo que se diezmaron las haciendas alzadas. Todo ello

produciría una serie de cambios socioeconómicos de notable relevancia: Se haría redi-

tuable la crianza de ganado bajo control directo del hombre; nacería la estancia criolla,

con sus modestos corrales y ranchadas y, sobre todo, con la instalación permanente en

ella del personal destinado a la faena creadora y sus respectivas familias; comenzaría

un rápido proceso de ruralización, es decir, de instalación fija de población en las hasta

entonces desiertas campañas. Entre Ríos dejaría de ser tierra de tránsito para convertirse

en territorio de acelerado y disperso poblamiento.

La ocupación inicial del espacio entrerriano

El proceso de instalación efectiva de la población blanca en el territorio entrerriano se

inició en las cercanías de Santa Fe, en el punto conocido como La Bajada de Santa Fe o

la Bajada del Paraná, donde se sedentarizó una población destinada a consolidar una

cabeza de puente para las operaciones destinadas a las profundidades de los campos en-

trerrianos. Esto ocurrió desde principios del siglo XVIII y la población recibió un mínimo
de estructuración jurídico-religiosa con la creación de la Parroquia de Nuestra Señora del

Rosario del Paraná en 1730. Pero todavía habría que esperar casi medio siglo para que en

189
TOMO I

las cercanías de La Bajada se instalasen establecimientos ganaderos de mayor o menor

grado de importancia. También en la periferia provincial, pero sobre el Bajo Uruguay y

el Bajo Paraná, se fueron estableciendo pequeños centros poblacionales, semidispersos,

en la misma medida en que la nueva capital crecía aceleradamente por su intención de

centro administrativo y portuario que demandaba cada vez mayores productos para su

subsistencia y crecimiento edilicio: entre estos sobresalieron la cal, la madera para leña,

el carbón y la postería. De ahí que se instalaron pequeñas y medianas caleras, como

la del santafesino Barquín en el Palmar, o las de la Conchera, de Ormaechea, sobre el

Paraná, y otras de menor relevancia por su precariedad en el actual departamento de

Gualeguaychú.8 Asimismo, los “montaraces” se dispersaban por las rinconadas de fácil

acceso fluvial para extraer de los montes ribereños leña, carbón y maderas para cercos,

corrales y otras aplicaciones. De esa manera, los “changadores” de ganado cimarrón, los

corraleros de La Bajada, los hacheros y caleros se convirtieron en los humildes pione-

ros en el poblamiento entrerriano, en duras épocas donde había desaparecido el indio,

pero sobrevivían los agrestes elementos de una naturaleza montaraz. Muchos de esos

pequeños productores independientes o asalariados jornaleros habrían de convertirse

en criadores de ganado, a medida que se presentaban condiciones beneficiosas para esa

producción. Y desde Santa Fe, Buenos Aires, Montevideo, las Misiones, Corrientes -y

aun desde Paraguay- habrían de arribar espontáneamente los futuros formadores del

pueblo entrerriano. También con ellos, y aprovechando su mano de obra o introduciendo

laboriosos esclavos, algunos empresarios supieron advertir con tiempo la existencia del

cambio económico que se suscitaba, iniciando explotaciones agropecuarias intensivas

8 - Erich L. W. Edgar Poenitz; “Poblamiento y urbanización en el área oriental del Virreinato del Plata”, Separata del VI
Congreso de Historia de América, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1982, p. 118.

190
Historia de Entre Ríos

con paralelo apoderamiento de enormes extensiones de fértiles tierras obtenidas, a poco

o ningún precio, de las autoridades de dudosa jurisdicción.

Las corrientes pobladoras del territorio entrerriano

Sin lugar a dudas, la nueva figura de “virreinato” (y sobre todo la habilitación de los puer-

tos de Montevideo y Buenos Aires para el comercio exterior en 1778) trajeron inmediatos

resultados, tanto en lo económico, como en lo social. Los artículos introducidos llegaron

hasta el Cuyo y el Alto Perú, y de allí se extrajo fundamentalmente la plata: así se inició

un circuito comercial entre esas regiones y Buenos Aires, que promovió un explosivo cre-

cimiento demográfico de la región central del Plata, en cuyo eje comercial comenzaron a

nacer y desarrollarse nuevos pueblos. En el Río de la Plata, la aplicación del reglamento

del Libre Comercio de 1778 significó fundamentalmente un salto para el conjunto de las

relaciones económicas de la región. Entre 1772 y 1776, por ejemplo, entraron a Montevi-

deo y Buenos Aires 35 embarcaciones; solo en 1796 llegaron 77. La exportación de cueros,

que antes de 1778 era de 150.000 unidades anuales, entre 1779 y 1795 sumó 13.000.000 9.

Un comerciante ligado al puerto de Montevideo narraba asombrado en 1781 que en un so-

lo día, un 5 de marzo, salieron registrados de ese puerto 432.000 cueros en un convoy de

25 embarcaciones10. Las nuevas medidas económicas fueron singularmente favorables

para las regiones ganaderas y sus principales puertos, en desmedro de las regiones del

interior del virreinato, productoras de artesanías y vinos (no así el ya mentado comercio
con las minas de plata). La apetencia de cueros, por las nuevas condiciones de la indus-

9 - Ricardo Levene; Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires, 1940, Vol. IV, p. 290.
10 - AGN (Montevideo), Interior, Legajo 24, Exp. 7, Informe de Francisco de Ortega y Monroy.

191
TOMO I

tria europea, permitió un interés desconocido hasta entonces por la actividad ganadera11.

En medio siglo (1760-1810) la población se cuadruplicó. Las zonas ganaderas crecieron

explosivamente. La Banda Oriental se multiplicó más de 10 veces y Entre Ríos casi 20

veces. Corrientes, en tanto, quintuplicó su población rural 12. Las Misiones de guaraníes,

mientras, y como consecuencia inmediata de la expulsión de los Padres de la Compañía

de Jesús, se hallaban en un franco proceso de decadencia. La explosión demográfica

antedicha tuvo su origen en las migraciones internas y exteriores. Y básicamente fue la

población misionera la que aportó el mayor número de nuevos habitantes a la floreciente

nueva sociedad virreinal. Los datos de declinación demográfica de las Misiones mues-

tran una disminución a la mitad en los primeros 20 años de administración secular. Su

población se dispersó hacia las campañas litorales, donde florecía la actividad ganadera,

produciendo, en lo social, un extraordinario fenómeno de mestización de su población.

Embarcaderos y cruces de caminos. La urbanización de Entre Ríos

La creciente importancia de la industria de los cueros y el charque, en el Litoral, hizo

que las inmensas vaquerías de las dilatadas campañas fueran atrayendo pobladores a

sus áreas más cercanas. Por eso al campo entrerriano y, para servir a los afincados, se

trasladaron los comerciantes con sus pulperías, como así también la atención espiritual

a través de Parroquias o Ayudas de Parroquias y la atención política y judicial a través de

11 - Al comercio de cueros se le sumó desde 1785 el de las carnes saladas, industria que comenzó a experimentar
notable impulso. Los únicos saladeros en la época hispánica se localizaban en la Banda Oriental. El primer envío de
este tipo de carnes se realizó a La Habana, en 1785. Lucía Sala de Touron y otros; Evolución económica de la Banda
Oriental, Montevideo, Edit. Pueblos Unidos, 1967, p. 52

12 - Ibídem.

192
Historia de Entre Ríos

los Jueces Comisionados. También se trasladaron algunos molineros con sus tahonas e

incluso plateros con sus talleres. Y la ocupación efectiva del espacio entrerriano se fue

completando con la aparición de pequeños núcleos urbanos, raíces de las actuales ciu-

dades de la provincia. En primer lugar nacieron los embarcaderos, o modestos puertos

fluviales, que servían de cabecera de puente para el poblamiento y para la explotación

económica. Los ríos eran medios de comunicación más ágiles y más rápidos, por lo que

las primeras estancias se fueron constituyendo alrededor de esos embarcaderos. Hemos

mencionado arriba al primero de ellos, la Bajada del Paraná, que sirvió para el acceso de

los santafesinos a los campos “del Entre Ríos”. Un Informe oficial, de carácter geográfico

y político, del año 1760 da cuenta exacta del número de familias que habitaban efectiva-

mente el espacio al otro lado del Paraná: publicado por Ernesto Maeder, indica que Santa

Fe poseía 872 familias, pero la ciudad contenía sólo 300, de los demás 170 habitan en las

estancias de la venda oriental del Paraná, que llaman Bajada”. Estos fueron los pioneros

“entrerrianos”.13 Don Tomás de Rocamora, un poco después, en 1782, calculaba la pobla-

ción del distrito de La Bajada en 700 familias con unos 3000 habitantes. Félix de Azara,

quien visitó el embarcadero en 1784, indica la existencia de solo 70 casas o ranchos. En

1798, los vecinos que solicitaron a Santa Fe la erección de un cabildo propio adjudicaron

a la jurisdicción una población de 1200 vecinos patricios 14.

La mayoría de la población de La Bajada estaba compuesta por pulperos y barraqueros

que motorizaban el pujante desarrollo de la actividad de saladeros y cueros que se em-

barcaban allí. Estos y otros vecinos progresistas del lugar intentaron infructuosamente,

13 - Ernesto Maeder; “La población del litoral argentino según la breve relación geográfica y política de la Goberna-
ción del Río de la Plata (1760)”. En Folia Histórica del Nordeste, Nº 2, 129-176, Resistencia, 1976.

14 - ibídem.

193
TOMO I

a lo largo de todo el período virreinal, independizarse del cabildo de Santa Fe, al que

no le convenía que se separase un distrito tan importante para su economía. Esto trajo

enojosos pleitos entre vecinos de Santa Fe y La Bajada. De cualquier modo -y a pesar de

los incesantes intentos de los vecinos “entrerrianos”- la autonomía recién se concretó en

la era independiente. También como puerto, pero planificado previamente, nació San

Antonio del Salto Chico, actual ciudad de Concordia, a fines de 1769. Como consecuencia

del nuevo ordenamiento económico al que fueron sometidas las Misiones después de la

expulsión de los Jesuitas en 1768 (como veremos más abajo), se buscó incrementar el

envío a bajo costo de la producción de los pueblos guaraní-misioneros, cuyo principal

rubro era la yerba mate. La vía comercial se centralizaba en el pueblo de Yapeyú, el más

meridional de las Misiones de Guaraníes. Allí se reunían los cargamentos para enviar-

los en carreta hasta el Salto Chico. Para el embarque de los productos, se levantaron

unas dos docenas de ranchos para las familias de los operarios guaraníes, junto con un

almacén y capilla, todo a costa del Cabildo de Yapeyú, de donde dependía administra-

tivamente el embarcadero15. Cuatro estancias comunitarias emplazadas para sustentar

este comercio, entre Yapeyú y Salto Chico, dieron lugar a nuevos pueblos que aún hoy

perviven. Además, se extendió el límite meridional de las Misiones, que dejó de ser el río

Miriñay, para transformarse el arroyo Yeruá como nueva frontera sur. También como

embarcadero surgió la ciudad oriental de Paysandú, por obra de las autoridades misio-

neras de Yapeyú. Este puerto se convirtió en el centro de la explotación de las vaque-

15 - Este tema ha sido suficientemente tratado por Edgar y Alfredo Poenitz en “Misiones. Provincia guaranítica. De-
fensa y disolución (1768-1830), Posadas, Editorial Universitaria de Misiones, 1993.

194
Historia de Entre Ríos

rías orientales y cabeza de puente del poblamiento de la Banda Oriental Central16.Los

embarcaderos naturales del Bajo Gualeguay, Bajo Gualeguaychú y Arroyo de la China

atrajeron, hacia 1760 aproximadamente, la atención de pequeños hacheros y labrado-

res que explotaron maderas, cales y ganado, especialmente para el mercado porteño.

Pronto aprovecharon las baldías tierras aledañas para producir pequeñas existencias de

ganado y labranza para el consumo familiar. La mayoría de sus pobladores eran criollos

bonaerenses y orientales, pero también hubo paraguayos y correntinos y posteriormente

portugueses y luso-brasileños. Más tarde llegaron los hacendados, con títulos legalizados

por su vinculación con la administración porteña (como hemos explicado más arriba).

El militar Juan Broin de Osuna encontró en 1771, en campaña para aumentar el número

de sus milicias, “veintitantos españoles, fuera de indios” en la zona de Gualeguay, y unos

cuarenta españoles entre Gualeguaychú y Arroyo de la China. Pocos años después, en

1779, el Obispo Malvar y Pintos halló suficiente población en los tres partidos, como para

recomendar la erección allí de capillas y sus consecuentes parroquias 17. En 1882, Tomás

de Rocamora formalizaría la fundación de las primeras villas entrerrianas en esos tres

distritos. Los cruces de caminos también significaron estratégicos puntos para la erec-

ción de incipientes núcleos urbanos. Por lo general, las primeras ranchadas se edificaban

alrededor de una inicial capilla, instalada en ese punto por el tránsito permanente que

ese punto suscitaba. La capilla del Carmen de Nogoyá, sobre el paso del río homónimo

de ese nombre, y la del Rosario del Tala, sobre el Gualeguay, fueron núcleos pioneros

16 - Erich L. W. Edgar Poenitz; “Poblamiento y urbanización en el área oriental del Virreinato del Plata”, Separata del
VI Congreso de Historia de América, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1982, p. 118.

17 - Ibídem, p. 119.

195
TOMO I

de poblamiento en la época virreinal. En el camino del Salto Chico a las Misiones, como

veremos más adelante, se formó otro poblado que con el tiempo se convertiría en un

importante centro urbano: Concepción del Mandisoví.

El aporte de los Guaraníes de las Misiones Pos jesuíticas al poblamiento

inicial de Entre Ríos

La expulsión de los Jesuitas en 1768 trajo como consecuencia un gravísimo período de

decadencia y posterior disolución de las Misiones de Guaraníes. En apenas seis décadas,

los pueblos quedaron arruinados y destruidos; los campos, otrora rebosantes de ganados

en magníficas estancias edificadas por los curas de la Compañía, se vaciaron y la mayor

parte de su población, especialmente los más jóvenes, se dispersaron por todo el Litoral

fluvial rioplatense, atraídos por el desarrollo que experimentaban las nuevas estancias de

la Banda Oriental, de Entre Ríos, de Corrientes, de Rio Grande do Sul, a partir del merca-

do de cueros y de carnes saladas. La población guaraní, experta en las labores rurales, fue

rápidamente contratada en las estancias, donde se produjo un fenómeno interesantísimo

en el aspecto social del Litoral: el mestizaje del guaraní con el criollo, cuyos descendien-

tes pueblan hoy la región litoral platina.18 La región de la actual provincia de Entre Ríos

fue una de las más beneficiadas por las migraciones guaraníes pos jesuíticas. Y de estas

migraciones se halla abundante información en el Archivo General de la Nación, que nos

18 - Este ha sido el principal tema de análisis en mi tesis doctoral en Antropología Social, que ha dado lugar a su pu-
blicación con el título de Mestizo del Litoral, Corrientes, 2012. Desde el aspecto histórico, el tema de las Misiones Pos
jesuíticas fue elaborado junto con mi padre, Edgar Poenitz, en, Misiones. Provincia guaranítica. Defensa y disolución..
cit y con Ernesto Maeder en 2006, en la obra Corrientes Jesuítica. Historia de las Misiones de Yapeyú, La Cruz, Santo
Tomé y San Carlos en la etapa jesuítica y en el período posterior hasta su disolución, Corrientes, Ed. Al Margen, 2006.

196
Historia de Entre Ríos

permite percibir su magnitud y concluir que esta provincia fue inicialmente poblada en

su mayor parte por población guaraní fugada de sus pueblos de origen. Como se ha visto,

hasta las últimas décadas del siglo XVIII Entre Ríos no había sido ocupada efectivamente

ni tampoco urbanizada, salvo el pequeño puerto de La Bajada, casi un apéndice de Santa

Fe, de cuyo cabildo dependía. En las épocas en que las actividades ganaderas comenza-

ron a ser redituables -tres últimas décadas del siglo XVIII-, los conflictos jurisdiccionales

y los grandes litigios por la posesión de las tierras fueron creando enconadas situaciones

que las autoridades locales no pudieron manejar. Por ello, el virrey Vértiz inició un plan

de ordenamiento conocido como “el arreglo de los campos”.19

En lo que luego fue la provincia de Entre Ríos, el veedor y programador de esa organiza-

ción fue el sargento mayor de dragones don Tomás de Rocamora, quien propuso fundar

cinco villas para reunificar la población dispersa por el territorio. Ellas servirían como se-

gunda línea de defensa ante las posibles expansiones portuguesas sobre el territorio. En

1783 fundó las villas de Gualeguaychú, Gualeguay y Concepción del Uruguay. Aunque su

proyecto final quedó trunco, pues no logró fundar las dos restantes, ni precisar jurisdic-

ciones, ni distribuir legalmente las tierras, tales villas sobrevivieron y fueron ocupadas

mayormente por la dispersa población guaraní.20

A los pocos años de fundadas estas villas, y mientras las autoridades de Buenos Aires se

desesperaban por encontrar remedio a la decadencia de las Misiones, Vértiz ordenó a los

19 - Se denominó así al plan organizado por las autoridades virreinales de Buenos Aires para ordenar y legalizar el
sistema de distribución de la tierra, que alentaba la explotación ganadera que tanto rédito comenzaba a tener para la
economía rioplatense. Consistía en la normalización de la tenencia de las tierras, especialmente de aquellas que habían
pertenecido a la Compañía de Jesús.

20 - Erich L.W. Edgar Poenitz; “La cuenca del río Uruguay, su función geopolítica”, Buenos Aires, Boletín de la Aca-
demia Nacional de la Historia, p. 110.

197
TOMO I

funcionarios locales de los pueblos existentes en el Litoral que se hicieran los esfuerzos

necesarios para hacer retornar a sus pueblos de origen a los guaraníes que habitasen

las sociedades españolas. En respuesta a esa orden, el Alcalde del nuevo pueblo de Con-

cepción del Uruguay -conocido también como Arroyo de la China- don Julián Colman

le manifestaba al Comandante General de Entre Ríos, Vicente Ximénez: “...siendo tan

corto el número de Vecinos de esta villa (de Arroyo de la China), pues poco más serán de

ciento (se refiere a población española)....se hallan imposibilitados para darles el auxilio

que pide para conducir los trescientos nueve indios, inclusas las mujeres, sin sus hijos

menores, a sus respectivos Pueblos”.

Explica a continuación: “....los graves perjuicios que ocasionará a toda ella (la Villa de

Arroyo de la China) la expulsión total de los indios, pues para los trabajos de Estancias,

labranzas, para simenteras de trigo, y chácaras...con diferencia de mui pocos españoles

y tal cual mulato, no hay otros peones más que indios... y en otros tiempos vinieron de

algunos de estos pueblos algunos indios comisionados para llevarlos...apenas consiguie-

ron llegar aquí con algunos, pues por el camino se le huían...algunos han regresado con

otros muchos que traían consigo...por donde infiero será dificultoso el poder sujetarlos

ya en sus pueblos”.21 Este documento de 1790 en su parte final detalla los nombres de

las cabezas de familia de cada uno de los vecinos guaraníes que habitaban la Villa de

Arroyo de la China, así como el pueblo del que provenían. Según tal informe, 21 familias

procedían de Yapeyú; 8 de La Cruz; 4 de Santo Tomé; 5 de San Borja; 5 de Santo Ángel y

San Juan; 3 de San Miguel; 5 de San Luis; 5 de San Nicolás; 4 de Santa María Mayor; 3

de San Francisco Javier; 2 de Mártires; 6 de Concepción; 8 de San José; 3 de Candelaria;

21 - AGN IX-7-3-6, “Guaraníes huidos, en las Villas entrerrianas”. 1790.

198
Historia de Entre Ríos

5 de Santa Ana; 14 de Loreto; 6 de San Ignacio Miní; 4 de Corpus; 2 de Trinidad; 5 de

Jesús; 12 de Concepción; 9 de Apóstoles; 15 de San Carlos; 9 de Itapúa; 4 de San Cosme y

Damián; 4 de Santiago; 5 de Santa Rosa; 1 de Santa María de Fe y 1 de San Ignacio Guazú.

Listas semejantes existen para los pueblos de Gualeguaychú y Gualeguay. En total, entre

las tres villas existían 273 cabezas de familia, lo que hipotéticamente, si contabilizamos

cinco miembros por familia, nos daría un total aproximado de 1300 residentes guaraníes

en esos pueblos recién fundados22. Venían de todas las comunidades, incluso de aquellas

más lejanas del Paraguay, que tenían más contacto con Asunción. La lista presentada

es elocuente: fueron estas familias las fundadoras de los primeros pueblos entrerrianos,

como así el principal recurso de fuerza laboral en los orígenes de nuestra rica provincia

entrerriana. Parte de esta población se hallaba ya radicada en estos pagos antes de la

creación de las villas por parte de Rocamora, lo que indica la temprana salida de mu-

chos indios a poco de la expulsión de los Jesuitas. En el Primer Libro de Defunciones de

Concepción del Uruguay, de 1781, figuran como fallecidos “104 indios misioneros, 111

paraguayos probablemente también indios misioneros), 64 criollos y 34 españoles”. 23

Fracasado el intento de Vértiz de retornarlos a sus poblados de origen, el futuro Virrey

Santiago de Liniers, a cargo del Gobierno de Misiones en 1803, propuso una solución al

problema de los emigrados. Lo que realmente interesaba a las autoridades virreinales

era el cobro de los tributos al Rey. Por ello, en 1803, citando las entonces polvorientas

Leyes de Indias donde se indicaba que a los indios ausentes de sus pueblos se les exigiese

tributo arbitrario, Liniers estableció que a tal estipulación se la pusiese en práctica entre

22 - AGN, IX-7-3-6. “Lista de los indios Guaraníes, procedentes de los Pueblos de Misiones que se hallan en las Villas
de la Concepción del Uruguay, San Joseph de Gualeguaychú y San Antonio del Gualeguay y sus Partidos”.

23 - Libro de defunciones de Concepción del Uruguay, T. I, 1781. Parroquia Catedral de Concepción del Uruguay.

199
TOMO I

los indios de Arroyo de la China. “Me han asegurado –indica Liniers- que en todo su

distrito existen empleados en las islas del Uruguay y estancias adyacentes, cerca de 3000

indios fugitivos de todos los Pueblos. Se les podría exigir 4 pesos y ½ al año a razón de 3

reales por mes que ganan de 8 a 10 pesos. Lo cobraría el Director de Correo de Arroyo de

la China, Dr. José Miguel Díaz Vélez, el principal hacendado de este Distrito y por consi-

guiente el que emplea el mayor número de naturales, ...y una vez cobrado remitir todo lo

recaudado a Candelaria (capital entonces de los pueblos guaraní-misioneros)...”.

A tal fin, ampliaba su propuesta “... a todas las Estancias de Españoles comprendidas en-

tre el Uruguay, Paraná y Mocoretá...” 24. Un censo de 1804 indica que en la Villa entonces

existían 1987 habitantes y en el área rural, 2224, lo que hace un total de 4211 personas,

de las cuales, según el informe de Liniers, 3000 eran guaraníes. Ello habla por sí solo

del valor que cobraba la fuerza laboral de los indios guaraníes dispersos por los campos

entrerrianos.

La “ruta al Salto”.

El poblamiento guaraní-misionero del nordeste entrerriano

En forma complementaria a la presencia espontánea de cientos de familias guaraníes en

los campos entrerrianos, existió una ocupación efectiva del espacio nordeste de la pro-

vincia, promovida por el Teniente de Gobernador de Yapeyú, don Juan de San Martín,

padre del Libertador de América. Motivó este poblamiento el nuevo esquema socioeco-

nómico al que fueron sometidas las Misiones de guaraníes, después de la expulsión de


los Jesuitas. A mediados de 1768 (un año después de la orden de expulsión de los Je-

24 - AGN, IX-18-8-8. “Copiador de Correspondencia del Gobernador de Misiones don Santiago de Liniers al Virrey
del Rio de la Plata, 1803-1804”.

200
Historia de Entre Ríos

suitas por parte del rey español Carlos III), se concretó la secularización de la Provincia

Jesuítica del Paraguay, creada en 1609. El gobernador del Río de la Plata Francisco de

Bucarelli organizó una expedición militar muy costosa para proceder a la expulsión de

los misioneros y a la reorganización política y administrativa de las Misiones. Para ello

hizo restaurar como base de operaciones un fuerte sobre el Salto Chico, poco al norte

de la actual ciudad de Salto, en territorio oriental, que había ordenado levantar su an-

tecesor, don Pedro de Cevallos. La vieja estructura, abandonada temporariamente, fue

aprovechada por Bucarelli como depósito de abastecimientos para la expedición y como

centro de detención de los jesuitas que fueron enviados allí, para remitirlos luego, todos

juntos hacia Buenos Aires y, desde allí, hasta Europa.

La expedición de Bucarelli permitió abrir un camino entre el Salto Chico y Yapeyú, el que

fue adquiriendo creciente importancia y se constituyó en el eje de comunicación entre la

alta y baja cuenca del Uruguay, incomunicadas entre sí durante los tiempos jesuíticos.

Para la reorganización de las Misiones, Bucarelli dictó sus Ordenanzas de 1769, que pro-

clamaban la libertad de comercio como principio fundamental, pero reconocía, a su vez,

la imposibilidad de los guaraníes para afrontar por sí solos las actividades mercantiles.

Además, organizó una Administración central en Buenos Aires y ordenó que todos los

excedentes de producción de los pueblos guaraníes de las Misiones fuesen trasladados

a la Administración creada. Allí se comprarían los bienes necesarios para el progreso de

los pueblos. Una vez monetizadas las ventas, se abonarían los tributos al Rey. En cada

pueblo, un Administrador particular se encargaría de dirigir los trabajos comunitarios,


realizar los repartos de alimentos y vestuarios y remitir a Buenos Aires los productos

excedentes. Inmediatamente una febril actividad comenzó a desarrollarse. La continui-

201
TOMO I

dad del tráfico comercial recién creado hizo que los administradores particulares de los

pueblos buscasen asegurar una ruta y un sistema de transporte lo más barato y rápido

posible. Así, en 1769 se decidió adoptar la ruta del Uruguay como la más cómoda y direc-

ta a Buenos Aires, quedando como complementaria la del Paraná. A principios de ese año

había sido enviado don Francisco Sánchez Franco como encargado de organizar el nuevo

sistema de transporte de las mercaderías que desde Yapeyú se enviarían a la Administra-

ción Central de Buenos Aires. La intención era trasladarlas por tierra hasta el Salto Chico

y desde allí embarcarlas con destino a Buenos Aires. Se intentó restaurar el ya existente

puerto del Salto Chico, pero una gran creciente obligó a rearmar el embarcadero en su

margen opuesta, es decir, donde hoy está emplazada la ciudad de Concordia. El 20 de

noviembre de 1769 se comenzaron a construir el puerto y las ranchadas.25

Constituye este el primer antecedente urbano de Concordia. San Antonio del Salto Chico,

además de cumplir un rol fundamental en el nuevo orden comercial establecido para las

Misiones, tuvo gran trascendencia en el aspecto poblacional, pues, a partir de su apertu-

ra, nacieron nuevas entidades urbanas en el nordeste entrerriano y el sudeste correntino.

Asimismo significó una ampliación de las fronteras misioneras hacia tierras hoy entre-

rrianas. Sin embargo el entusiasmo inicial se vio opacado por una gravísima epidemia de

viruela que azotó la comunidad de Yapeyú, por lo que se demoró el poblamiento men-

25 - Archivo General de la Nación. “Cabildo de Yapeyú al Gobernador”, 20 de noviembre de 1769.


Este tema, como así el proceso general de la “ruta al Salto” lo hemos trabajado en Proceso de ocupación espacial y po-
blamiento al sur del río Miriñay (1769-1869), Resistencia, Instituto de Investigaciones Geohistóricas, IIGHI, Cuader-
nos de Estudios Regionales Nº 18, 1987, así como en trabajos posteriores como Misiones. Provincia guaranítica…cit.,
Corrientes Jesuítica…cit. Previamente, Edgar Poenitz había analizado el tema en Mandisoví. Federación. Fundación y
traslados, “El Mensajero”, Victoria, 1977; “El Yapeyú de los San Martín”, Primer Congreso Internacional Sanmartinia-
no, T II, Buenos Aires, 1976 y otras monografías menores.

202
Historia de Entre Ríos

cionado hasta 1777, cuando, siendo teniente de Gobernador de Yapeyú don Juan de San

Martín, dio enorme impulso a esta “ruta al Salto”, como se denominaba la vía comercial

Yapeyú-San Antonio del Salto Chico.

La primera idea del Padre del Libertador de América, entusiasta y diligente gobernante,

fue transportar reses desde las lejanas “vaquerías” de la Banda Oriental, que sacaran

de la postración en la que se encontraba la comunidad yapeyuana. Pero la formación y

arreo de tropas para su faenamiento en las Misiones resultaba tarea cada vez más difícil y

onerosa. La extrema distancia a recorrer hizo programar a San Martín la implantación de

otro sistema de explotación ganadera que reemplazara la tradicional vaquería: se trataba

de organizar estancias para cría de ganado de rodeo, y para ello se prestaban perfecta-

mente los baldíos campos aledaños al “camino al Salto”. Como en el río Uruguay entre

ambas localidades existía una ruptura de pendiente sobre piso rocoso (basalto, areniscas

y calizas solidificadas) que provocaba sucesivas correderas, con arrecifes y pequeñas caí-

das como el Salto Grande y el Salto Chico, la navegación era imposible. En consecuen-

cia se recurrió a la utilización de una ruta terrestre, paralela al Uruguay, que partía de

Yapeyú y a lo largo de unos 250 kilómetros terminaba en el Salto Chico. No existían en

aquellos campos ni indígenas salvajes, ni ríos o arroyos de régimen torrencial, como en

la Banda Oriental. Sobraban aguadas permanentes, buenos pastos, y los cursos de agua,

con densa vegetación arbórea, constituirían vallados naturales para las haciendas que allí

se criasen. Entre el arroyo Timbo y el río Mocoretá, en enero de 1777 creó San Martín la

“Estancia Grande del Mocoretá”, denominada después “San Gregorio”. El caserío que se
formó alrededor del casco de esta estancia comunitaria, como las propiedades particula-

res cedidas a algunas familias de guaraníes, constituye el asiento fundacional de lo que es

203
TOMO I

hoy la ciudad de Mocoretá, en la frontera entre Corrientes y Entre Ríos. En julio de ese

mismo año, inició San Martín la “Estancia Nueva del Mandisoví”, que dio lugar luego a la

ciudad de Federación. Poco después ubicó entre el río Miriñay y el arroyo Timbo la estan-

cia de La Merced, primer asentamiento de la actual ciudad de Monte Caseros. Al sur de

San Antonio de Salto Chico se creó entre los arroyos Yuquerí chico y el Yeruá la Estancia

“Jesús del Yeruá”. Cada establecimiento contó inicialmente con una docena de familias

guaraníes para la atención de los trabajos rurales y la satisfacción de las necesidades de

chasques y comerciantes, tropas y viajeros, que transitaban la ruta al Salto. Esto otorgaba

a esas estancias una función de postas que promovió el desarrollo de la vía comercial del

sur misionero hacia Buenos Aires.

Don Juan de San Martín era hombre ducho en tareas agropecuarias. Durante los prime-

ros dieciocho años de su vida, en su natal villa de Cervatos de la Cueza, en España, había

convivido con labradores, arrieros y comerciantes en vinos. Ya en el Plata administró con

eficacia la Estancia y Calera de Las Vacas, entre 1768 y 1774, importante unidad de pro-

ducción, cercana a la actual Carmelo, que había sido secularizada después de la expulsión

de los Jesuitas. Sus cales se utilizaron para levantar los muros de Montevideo.

La experiencia adquirida en las Vacas le sirvió a San Martín para aplicarla en Yapeyú,

cuando asumió la administración de ese departamento. Los guaraníes de las Misiones

habían sido educados, en general, para la vida urbana. Salían por turnos para realizar

las tareas rurales y regresar después a la reducción. Los arreos de ganado, la explotación

de los yerbales, las faenas en chacras y estancias, se realizaban teniendo como punto de
partida y de llegada el pueblo donde permanecían las familias de los operarios. Pero tan-

to los establecimientos de Paysandú y San Antonio del Salto Chico, nuevas entidades del

204
Historia de Entre Ríos

Mapa Nº 3. Croquis de
la “ruta al Salto”. Toma-
do de: Edgar y Alfredo
Poenitz, Misiones. Pro-
vincia guaranítica, p. 45.

205
TOMO I

departamento de Yapeyú, como las estancias fundadas más al sur del Miriñay, iniciaron

un proceso de ruralización de la población misionera. Con el transcurso de los decenios,

se concretó un poblamiento espontáneo de los campos, apoyado en las fundaciones pio-

neras de la comunidad yapeyuana. Por eso debe reconocerse en el Padre del Libertador al

iniciador del efectivo poblamiento y organización del nordeste entrerriano y del sudeste y

occidente uruguayos, como también de Yapeyú, ciudad madre del proceso iniciado poco

después de la expulsión de los Padres de la Compañía. Las estancias fundadas crecieron

hasta convertirse en pueblos, luego en villas y ciudades, sin solución de continuidad a

pesar de traslados y reubicaciones desde aquellos lejanos años de la década de 1770 hasta

nuestros días.

Aquellos cinco establecimientos -San Antonio del Salto Chico, La Merced, San Gregorio,

Mandisoví y “Jesús del Yeruá”- sirvieron de postas en el camino a las Misiones y pronto

atrajeron a guaraníes y blancos que poblaron estancias al amparo de las estancias comu-

nitarias. Al finalizar la época hispánica, cada una de esas entidades ya se constituía en

pueblos de cierta consideración, destacándose Mandisoví: por decreto del general Ma-

nuel Belgrano del 16 de noviembre de 1810 fue cabecera de un distrito propio.

San Antonio del Salto Chico permitió la instalación de una carrera regular de navegación

entre su puerto y el de Riachuelo, en Buenos Aires. Tres embarcaciones de propiedad

yapeyuana, con patrón español y tripulantes guaraníes surcaron regularmente el bajo río

Uruguay.26 Pero el comercio tan bien organizado y administrado personalmente por don

Juan de San Martín comenzó a mermar a partir de su alejamiento de Yapeyú, en 1780. La


decadencia general de los pueblos misioneros afectó profundamente esta vía comercial.

26 - Erich L. W. Edgar Poenitz;”La ruta oriental de la yerba. Navegación y comercio en el alto Uruguay”, Cuadernos de
Estudios Regionales Nº 1, Instituto Regional de Investigaciones Científico-Culturales (IRICC), Concordia, 1981, p. 35.

206
Historia de Entre Ríos

Tanto es así que, en 1799, no consta la llegada de ningún cargamento comunitario hasta

Salto Chico. El Administrador General de entonces, don Cayetano Pacheco, denunció,

ante tal evidencia, la forma ilegal en que muchos comerciantes que utilizaban el puerto

de Arroyo de la China (Concepción del Uruguay) evitaban el control oficial del Salto Chi-

co. Ese mismo año, 150 carretas habían transportado mercaderías de Yapeyú en aquel

puerto, muchas de los cuales fueron embargados a partir de esta denuncia.27 De cual-

quier modo, y, como consecuencia del mismo proceso de dispersión de los guaraníes de

sus pueblos originales, Mandisoví fue receptor de numerosas familias que se instalaron

allí a medida que la producción pecuaria se hacía más redituable.

En 1806, debido a la visita pastoral del Obispo don Benito Lue y Riega, Mandisoví fue

erigida en matriz de una nueva Parroquia que comprendía, además, a Salto Chico, La

Merced y San Gregorio. En 1808 existía también un Juez Comisionado en el lugar.28

En 1809, un documento de solicitud de convalidación de lotes para viviendas y huertas,

fechado en Mandisoví, permite observar que este era ya un pueblo de considerable im-

portancia. El documento registra 137 cabezas de familia, 69 españolas y 68 guaraníes, lo

que implica una suma aproximada de 650 habitantes, guarismo destacado para la épo-

ca.29 Indica también la presencia de 21 comerciantes, además de artesanos de distintas

especialidades, labradores y hacendados. En 1810 era Juez Comisionado don Luis Pon-

dal, comerciante; y Comandante Militar del pueblo don Francisco González, nativo de

España y hacendado en la región. Figura también como hacendado y comerciante don

Pablo Areguatí, quien 10 años después llegaría a ser Comandante Militar de las Islas

27 - Archivo General de la Nación, IX, 17-7-1. “Misiones”.


28 - Edgar y Alfredo Poenitz; Misiones, provincia guaranítica…cit.,p. 48.
29 - Archivo Nacional de Asunción, Sección Historia Vol. 209, Nº 4, En: Misiones. Provincia guaranítica…cit. p.48.

207
TOMO I

Malvinas.30 San Antonio del Salto Chico era una población menor que Mandisoví, y, a

diferencia de esta, el grueso de su población era de raza guaraní. Algunos de ellos po-

seían estancias, como Domingo Manduré y Perú Cutí, quienes se destacarían como fieles

jefes artiguitas pocos años después. Al momento de la emancipación de España, en 1810,

mientras los pueblos guaraní-misioneros experimentaban una gravísima crisis poblacio-

nal y económica que llevaría una década después a la disolución total de la Provincia

Guaranítica de Misiones, una importante masa de sus habitantes había decidido residir

en la nueva jurisdicción del Salto Chico, donde fueron principales protagonistas de su

desarrollo económico y político.Quedó así, sellado para siempre en la historia entrerria-

na, el poblamiento de gran parte de la provincia de Entre Ríos por naturales guaraníes

emigrados de las Misiones. Con ello nuestra provincia incorpora un interesante capítulo

a la rica historia de las Misiones posteriores a los Jesuitas.

30 - Ibídem, p. 49.

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