Sufragio, participación a través del voto
El sufragio es un elemento esencial en los Estados democráticos, aunque tiene las
restricciones de las leyes o normas que lo garantizan. En la actualidad, el sufragio es equiparable al
significado de elecciones. Es, sin duda, una garantía para la elección de los gobernantes, en
igualdad de condiciones. Ha de tenerse muy presente que la consulta al pueblo no supone la
delegación en el mismo de la competencia que, en realidad, tiene el órgano decisorio del Estado
que corresponda; prueba de ello es el carácter facultativo de la propia convocatoria de la consulta.
El pueblo no sustituye al poder público, sino que se introduce en el procedimiento
consultivo en el segundo lugar. En este sentido, consultivo no es sinónimo de no vinculante, sino de
no ratificador o sancionador. Lo que sí parece difícilmente discutible, más allá de cualquier
regulación normativa, es que el resultado del referendo nacional siempre debería ser vinculante.
La palabra "sufragio" procede etimológicamente de la voz latina suffragium, que significa
apoyo o auxilio y se define como: "Sistema electoral para la provisión de cargos. Voto de quien
tiene capacidad de elegir". Dicho voto puede ser restringido (se reserva su ejercicio para los
ciudadanos que reúnen ciertas condiciones) o universal (tienen derecho a participar todos los
ciudadanos, salvo determinadas excepciones). Al contrario de lo que se pueda pensar:
El sufragio, cualquiera que sea su modalidad o periodicidad con que se ejerza, es
un derecho y un deber subjetivo y objetivo que se inserta dentro de los derechos
políticos de los hombres y es el medio o instrumento apreciable
cuantitativamente, que tiene el nacional de un Estado capaz de realizar actos
políticos, para participar en la vida pública de su país.
El sufragio se puede entender de dos formas: i) en sentido amplio, que hace alusión al
derecho por el cual un ciudadano participa activamente en la formación de la voluntad de la
comunidad social, y ii) en sentido estricto o restringido, que es el acto mediante el que el
ciudadano exterioriza, con su voto, su preferencia política.
No obstante, en un Estado constitucional democrático, la representación popular no es
absoluta, tiene sus límites, esto es, las elecciones no legitiman todos los actos del poder. En todo
caso, los ganadores en las elecciones no tienen un poder ilimitado; por el contrario, han de
respetar la Constitución, someterse al control político ejercido por el Parlamento y al jurídico a
cargo del poder Judicial. No debe olvidarse, además, que se trata de titulares ocasionales del poder
que han de rendir cuentas en la próxima convocatoria electoral, en la cual los electores deberán
evaluar de nuevo tanto la labor del Gobierno como la de la oposición a la hora de emitir de nuevo
su voto.
La limitación material del poder consiste, ante todo, en que los poderes constituidos
estén supeditados a las normas. Además, el Estado no puede transgredir los derechos
fundamentales, que hoy constituyen una especie de derecho común de todos los países con un
sistema constitucional democrático.
Los investigadores más relevantes en derecho electoral definen el término sufragio como
análogo a votar o elegir, como un derecho constitucional y político, que legitima políticamente a un
Gobierno democrático. Incluso se puede ejercer el derecho de la abstención; por eso, el voto es
"una manifestación de un pensamiento político y, por este motivo, el proceso electoral se dirigirá a
obligar a los electores a formarlo y manifestarlo".
El sufragio (o derecho al sufragio) es el derecho político y constitucional a participar en
eventos electorales, o sea, es el derecho a votar para elegir cargos públicos y tomar decisiones
políticas. Es un concepto tan antiguo como la democracia, vinculado con la elegibilidad para la
participación política, ya que todo sistema de consulta democrática presenta sus exigencias
mínimas, las cuales han cambiado sustancialmente a lo largo de la historia.
Así, por ejemplo, en la democracia ateniense sólo podían tener voz y voto
los ciudadanos varones, libres, mayores de edad y atenienses de nacimiento. Por el contrario, en la
democracia moderna las distinciones de género han sido abolidas (gracias a la lucha por el sufragio
femenino) a favor de un modelo de sufragio universal.
Aun así, existen restricciones constitucionales respecto a quiénes tienen derecho al voto,
dependiendo de cada país. En algunos, los residentes extranjeros no votan, por ejemplo, o votan
sólo en ciertas elecciones.
El sufragio hoy en día es inseparable de la democracia, de modo tal que la garantía del
sufragio universal, libre y secreto es lo mínimo que se le exige a un gobierno para ser
llamado democrático (aunque, por otro lado, no basta únicamente con eso para garantizar el
funcionamiento de una democracia).
Pero, en las democracias modernas, la posibilidad de votar se otorga sin distinción de
raza, religión, sexo, ni orientación sexual, y sin necesidad de exámenes calificadores. Sólo se exige
que se cumpla con la edad mínima establecida y con un requisito mínimo de salud mental.
El sufragio como derecho, deber y función
Según Kelsen, el sufragio permite al ciudadano titular de ese derecho, sea activo o pasivo,
formar parte de la voluntad del Estado por medio del mecanismo de la producción de las normas
por voluntad objetiva, es decir, mediante la participación del pueblo. "Sin sufragio no puede haber
democracia, y esto es así porque la democracia es el poder del pueblo delegado, por lo que a este
corresponde su debido ejercicio y protección, de la mano también con un Estado responsable". Por
ende, es un elemento ineludible en la participación política; no puede ser sustituido y ha de ser
universal, libre, secreto, directo e igual para todos y se debe ejercer sin coacciones ni mediación
alguna.
Es necesario diferenciar entre los votantes y los electores. Estos últimos pueden ejercer o
no su derecho al voto si cumplen los requisitos y se encuentran inscritos en el censo electoral. El
votante es el elector que ha ejercido su derecho al depositar su voto en la urna.
Se trata de una obligación ética al margen de la regulación jurídica que en modo alguno
sanciona la abstención. En la campaña institucional ni tan siquiera se puede promover la
participación; solo se informa la fecha de celebración de las elecciones y de la posibilidad de
ejercer el derecho de sufragio por correo.
Características del sufragio
Entendido en los términos de la democracia moderna, el sufragio se caracteriza por ser:
Libre: Se ejerce según la propia voluntad y conciencia.
Universal: Sin restricciones otras que la mayoría de edad y la cordura mental.
Secreto: Así se evitan repercusiones, extorsiones o castigos de parte de los
poderosos.
Además, abarca dos formas de derecho:
Sufragio activo: Es la posibilidad de elegir.
Sufragio pasivo: Es la posibilidad de ser electo.
A menudo el término se emplea para referirse al voto (o sea, a la votación), pero no son
realmente lo mismo.
¿Cuál es la función del sufragio?
El sufragio cumple con el propósito de la participación política, es decir, permite que los
ciudadanos jueguen algún papel en la conducción de sus Estados, a través de la elección de
representantes políticos, la aprobación de medidas consultadas al pueblo, o la postulación para
jugar un papel en la conducción del Estado. Cuando existe el sufragio, las personas poseen el
derecho a participar políticamente.
Tipos de sufragio
Podemos diferenciar algunos tipos de sufragio, más allá del activo (derecho a elegir) y
pasivo (derecho a ser electo), tales como los siguientes:
Sufragio universal, cuando todos los ciudadanos mayores de edad y
jurídicamente aptos para ello pueden participar en la conducción del país, sin
distingo de raza, credo, sexo u orientación sexual.
Sufragio restringido, cuando solamente cierto grupo de ciudadanos posee el
derecho a votar y a ser votado, como ocurría en Sudáfrica durante los años del
«apartheid«, un sistema de exclusión racial que, entre otras cosas, impedía a los
negros votar.
Sufragio obligatorio, es el que rige en ciertos países en que votar durante una
elección de cualquier tipo constituye un mandato constitucional y por lo tanto no
puede evitarse o evadirse sin recibir alguna sanción.
Sufragio voluntario, es el que rige en los países en los que votar es totalmente
optativo y no constituye una obligación, sino sólo un derecho.
Sufragio femenino, nombre con el que se llamó a la lucha histórica de parte de
colectivos de mujeres por el derecho a sufragio. Es célebre el apodo de sus
militantes: “sufragistas”.
Voto y sufragio
Cuando se habla de voto y de sufragio no necesariamente se habla de lo mismo, si bien
es posible emplear el segundo término como una metáfora del primero. Es decir, podemos hablar
de sufragio para referirnos al voto, pero no son realmente lo mismo.
El voto es la acción de votar, de acudir a las urnas electorales y ejercer una decisión en el
asunto consultado; mientras que el sufragio es el derecho al voto, es decir, el derecho a llevar a
cabo dicha acción, o bien como votante, o bien como candidato. De modo que el voto es una
acción concreta, mientras que el sufragio es un derecho ciudadano.
¿Qué es la participación ciudadana?
En política y gestión pública, la participación social o participación ciudadana es la
intervención activa de la ciudadanía organizada en la toma de decisiones y manejo de los recursos
públicos, y otros asuntos que tienen un impacto en sus propias vidas. Esto se lleva a cabo en
concordancia con el Estado, a través de mecanismos democráticos que recojan la voz popular y la
hagan conocer a los respectivos niveles del gobierno.
Se trata de un derecho legítimo de los habitantes de una nación democrática, que sin
embargo puede ser abordado desde muy distintas perspectivas teóricas. Pero en general, se lo
vincula tanto con el control de la gestión pública, como con la responsabilidad en la toma de
decisiones políticas.
Esto quiere decir que mientras más involucrada y activa esté la ciudadanía en el
desempeño del poder político, mayores cuotas de control tendrá sobre el modo en que este último
es ejercido, y mayor responsabilidad tendrá en la toma de decisiones al respecto.
Para la participación ciudadana es fundamental que la ciudadanía esté organizada,
informada y comprometida con su mejoría, todo lo contrario, a lo que tradicionalmente se conoce
como abstencionismo, es decir, como apatía política y desinterés respecto del funcionamiento de
la sociedad.
Las ciudadanías apáticas no suelen involucrarse en el funcionamiento de
sus democracias, y son propicias para el incremento de la corrupción, el autoritarismo y la
separación del ejercicio de la política de las necesidades reales de los ciudadanos.
Desde la perspectiva normativa, el término de participación ciudadana puede restringirse
a aquellos casos que representan una respuesta, individual o colectiva, de la sociedad a una
convocatoria realizada por parte de las autoridades gubernamentales en aquellos espacios
institucionales que éstas designan o crean. O como la plantea el doctor Jorge Balbis, la
participación ciudadana se entiende como “toda forma de acción colectiva que tiene por
interlocutor a los Estados y que intenta –con éxito o no- influir sobre las decisiones de la agenda
pública”.
Sin embargo, a pesar de este aparente acuerdo, la discusión del significado de
participación ciudadana apenas está tomando fuerza en nuestro país. Una de las nociones más
frecuentes es la que distingue dos formas de participación, por una parte, “una que se refiere a la
posibilidad de intervenir en la toma de decisiones” y por otra, la “que enfatiza la toma de posición
de un individuo, independientemente de su poder de intervención en las decisiones públicas”. De
acuerdo con esta noción, existe una clara separación entre dos formas de participación: en una se
tiene la posibilidad de intervención y en otra no, sin punto medio.
Por ejemplo, desde la perspectiva que privilegia la relación entre la participación y el
estado, Alicia Ziccardi afirma que uno de los principales problemas con los que se topa el concepto
de participación ciudadana es que “pretende abarcar todo un universo de asociaciones o
agrupaciones del ámbito social, independientemente de que tengan o no como objetivo incidir en
el espacio público estatal”. Para esta autora, la participación implica forzosamente una vinculación
entre las organizaciones civiles o ciudadanos y el Estado, que permita una participación efectiva.
Desde otra perspectiva, Silvia Bolos hace referencia a dos formas básicas de participación; una que
implica decisiones de los ciudadanos en asuntos de interés público, como las elecciones, el
plebiscito o el referéndum, y otra que implica las prácticas sociales que responden a intereses,
muy particulares, de los distintos grupos que existen en toda sociedad. Lo importante para Bolos
es que “ya sea para tomar decisiones, para gestionar o para obtener respuesta a problemas
particulares, la participación debe ser vista como un proceso que incluye dos actores centrales: el
gobierno y la sociedad”. Dicho de otra manera, esta autora considera que las actividades de los
grupos sociales remiten a dos formas de participación; la que se realiza con fines e intereses
específicos, sin que incluya una demanda o una relación hacia las instancias de gobierno
(asociaciones tipo padres de familia, grupos juveniles, grupos de autoayuda, grupos de salud
alternativa, etc.), y toda una gama de asociaciones y organizaciones agrupadas alrededor de
demandas de diversa índole así como el conjunto de Organizaciones no Gubernamentales (ONG),
que pueden o no tener relación con las instancias de gobierno y los partidos.
Una tercera posición sostiene que la organización de grupos e individuos que busca
influir en las políticas públicas debe por definición considerarse participación política. En este
sentido, Fernanda Somuano afirma que todo esfuerzo realizado por los ciudadanos que busque
influir en las decisiones de políticas públicas y en la distribución de bienes públicos, sin importar el
medio, “puede considerarse participación política, independientemente de que quienes detenten
el poder la acepten o no”. Somuano define la participación ciudadana más por la intención y los
mecanismos utilizados por la sociedad civil que por los instrumentos que el Estado ofrece para
ello.
Cabe mencionar que las anteriores definiciones no son exhaustivas, ya que su objetivo es
brindar un panorama concreto sobre el concepto de participación ciudadana. Sin embargo, vale la
pena aclarar que términos como transparencia y acceso a la información, organizaciones de la
sociedad civil y mecanismos de democracia participativa (o semidirecta), como el referéndum, el
plebiscito, la iniciativa y la consulta popular y la revocación de mandato, son indispensables para
entender la participación ciudadana en los sistemas políticos contemporáneos.
Importancia de la participación ciudadana
La participación ciudadana es clave a la hora de fomentar la responsabilidad en el
ejercicio de la política, tanto de parte de los representantes electos para actuar conforme a la voz
del pueblo, como en este último, que expresa sus decisiones mediante la votación en consultas,
referendos o elecciones.
De hecho, los gobiernos con baja o nula participación ciudadana pueden actuar a sus
anchas, incurrir en la corrupción impunemente o distanciar sus políticas de las necesidades reales
del pueblo, lo cual suele conducir a gobiernos infructuosos, incapaces de brindarle bienestar a la
gente.
La organización y participación ciudadana es clave para mejorar la relación entre
ciudadanos y gobernantes, legitimar la acción de estos últimos y fortalecer el ejercicio
democrático y republicano, disminuyendo las tasas de corrupción (y de impunidad) y garantizando
el cumplimiento de los Derechos Humanos.
Mecanismos de participación ciudadana
En general, el concepto de participación ciudadana se asocia con la idea de democracia
directa, en la que el pueblo juega un rol activo en la toma de decisiones públicas, ya sea a través de
consultas públicas o bien de la conformación de organizaciones ciudadanas y consejos
comunitarios frente a los organismos públicos. En general, esto significa que los ciudadanos tengan
acceso a los siguientes mecanismos de participación:
Iniciativas de ley o iniciativas populares, que son propuestas formales para la
promulgación o derogación de normas, medidas o leyes que la ciudadanía puede
hacerle a sus representantes ante el poder legislativo, o sea, a sus diputados.
Referendos. Un referéndum es una consulta popular que se lleva a cabo
mediante una votación, con el propósito de que el pueblo apruebe o repruebe
algún texto legal, como reglamentos o leyes.
Plebiscitos. Consultas directas a la ciudadanía respecto a un asunto de gran
importancia para la vida pública.
Ejemplos de participación ciudadana
Algunos ejemplos de participación ciudadana son:
En la ciudad argentina de Rosario, el gobierno propuso como parte de un Plan
Integral de Movilidad la prohibición total de ingreso al centro de la ciudad de los
automóviles. La ciudadanía, descontenta, se organizó para rechazar mediante
una votación popular dicha propuesta, que finalmente no fue incluida en el Plan
definitivo.
Al término de la dictadura militar que encabezó Augusto Pinochet en Chile, se
llevó a cabo un plebiscito nacional en 1988, en el que se consultó a la ciudadanía
si el caudillo militar debía o no continuar en el poder hasta 1997. A pesar del
clima de persecución que existía y de la inversión de los recursos públicos en la
campaña por el “Sí”, la ciudadanía organizada se expresó masivamente por el
“No”, ganando con un 54,71% de los votos.
En Argentina, durante la Revolución Libertadora de 1957, la junta militar que
gobernaba derogó la Constitución vigente y se propuso reformar la anterior a su
antojo. Para ello se convocó a elecciones, prohibiendo la participación del
peronismo, cuyos militantes decidieron votar en blanco, logrando la mayoría de
los votos nulos con un 25% de la votación total y demostrando la ilegitimidad de
cualquier intento de cambio constitucional de parte de los gobernantes.
Referencias bibliográficas
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Editorial Etecé. (2024, 10 de enero). Participación ciudadana. Recuperado de:
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