KUPER Cultura La Version de Los Antropol-11-40
KUPER Cultura La Version de Los Antropol-11-40
セi
109. B. Maare - Pureza moral y persecución en la historia
110. H. Arendt -La vida del espíritu PAIDÓS
11!. A. MacIntyre セ Animales racionales y dependientes Barcelona· Buenos Aires. México
112. A. Kuper - Cultura
Título original: Culture. The Aruhropologists' Account
Publicado en inglés, en 1999, por Harvard University Press. Cambridge (Mass.). EE.UU.
Para Jessica
cultura Libre
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ISBN: 84-493-1140-3
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Prefacio . 11
Introducción: guerras de cultura . 19
Agradecimientos. . . . . . . . 285
Sobre las notas y la bibliografía 287
Índice analítico y de nombres . 289
PREFACIO
a ser considerado como la piedra angular de las ciencias sociales».' refinando las definiciones. Pese a todas las protestas que se han le-
En 1952, la apreciada opinión de los líderes de la antropología ame- vantado en sentido contrario, las dificultades se agudizan cuando la
ricana de la época, Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn, era que «la cultura deja de ser algo que se tiene que interpretar, describir, tal vez
idea de cultura, en e! sentido técnico antropológico, es una de las no- hasta explicar, para convertirse en una fuente de explicaciones por sí
ciones clave de! pensamiento americano contemporáneo".' Confia- misma. Esto no significa que alguna forma de explicación cultural
ban en que, «en sentido técnico antropológico», la cultura era un no pueda ser útil por sí sola, pero sí supone que la apelación a la cul-
concepto que albergaba una enorme cantidad, casi ilimitada, de tura únicamente puede ofrecer una explicación parcial de por qué la
promesas científicas. «Por lo que se refiere a su importancia expli- gente piensa y actúa como lo hace, o de cuáles son las causas que los
cativa y a lo generalizado de su aplicabilidad, es comparable a cate- llevan a alterar sus maneras y costumbres. No se puede prescindir de
gorías tales como la gravedad en física, la enfermedad en medicina las fuerzas económicas y sociales, de las instituciones sociales ni de
o la evolución en bíología.» los procesos biológicos, y tampoco se los puede asimilar a sistemas
Hoy las cosas se ven de una manera muy distinta. Pocos antro- de conocimientos y creencias. Y voy a acabar sugiriendo que éste es
pólogos proclamarían que la noción de cultura se puede comparar el obstáculo definitivo en e! camino de la teoría cultural, natural-
en «importancia explicativa» con la gravedad, la enfermedad o la mente siempre que mantenga sus pretensiones actuales.
evolución. Todavía se contemplan a sí mismos como especialistas
en el estudio de la cultura, pero tienen que aceptar que ya no gozan * * *
de una posición privilegiada en la abarrotada y heterogénea galería Espero que los capítulos de este libro refrenden estas conclusio-
de expertos culturales. Más aún, la naturaleza del conocimiento ex- nes, persuadan al lector de mente abierta y siembren dudas en la
perto que reclaman para sí ha cambiado radicalmente. Mayorita- mente de los verdaderos creyentes. No obstante, se puede objetar
riamente ha variado su adscripción intelectual desde las ciencias razonablemente que yo tenía prejuicios contra muchas formas de
sociales a las humanidades, y están listos para practicar la interpre- teorías de la cultura antes de empezar con este proyecto. Soy un
tación, incluso la deconstrucción, más que el análisis sociológico o miembro a tiempo completo de un «partido» europeo de antropólo-
psicológico. De todas maneras, los antropólogos americanos mo- gos que siempre se ha sentido incómodo con la idea de hacer de la
dernos han hecho uso sistemático de teorías sobre la cultura en una cultura su objeto exclusivo, por no hablar de la tendencia a atri-
gran variedad de estudios etnográficos, y creo que sus experimentos buirle poder explicativo. No hay duda de que mi escepticismo ini-
conforman la más satisfactoria e intrigante prueba a la que se ha so- cial se veía acentuado por mis posiciones políticas: soy un liberal,
metido el valor -si no la validez misma- de dichas teorías. Así en el sentido europeo más que en el americano, un hombre mode-
pues, e! núcleo de este libro es una evaluación de lo que ha sido el rado, un humanista un tanto insípido; pero, aunque siempre soy
proyecto central de la antropología americana desde la guerra. muy razonable, no puedo pretender estar libre de sesgos. Modera-
Mi conclusión abundará en la opinión de que, cuanto más se con- damente materialista y con ciertas convicciones, algo endebles qui-
sidera e! mejor trabajo moderno de los antropólogos en tomo a la zás, sobre la universalidad de los derechos humanos, presento re-
cultura, más aconsejable parece e! evitar semejante término hiperre- sistencias al idealismo y al relativismo de la teoría moderna de la
ferencial y hablar con mayor precisión de conocimiento, creencia, cultura, y siento una simpatía limitada por movimientos sociales
arte, tecnología, tradición, o incluso ideología (aunque este concepto asentados sobre e! nacionalismo, la identidad étnica o la religión,
polivalente suscita problemas similares a los generados por e! de cul- precisamente los movimientos más proclives a invocar la cultura
tura). Hay problemas epistemológicos fundamentales que no se pue- para motivar la acción política.
den resolver pasando de puntillas alrededor de la noción de cultura o Poco después de empezar a trabajar en e! libro, me di cuenta
claramente de que estas dudas teóricas y estas preocupaciones polí-
ticas estaban profundamente arraigadas en mi fondo de liberal sud-
2. Véase Stuart Chase. Study of Mankind, Nueva York, Harper; 1948, pág. 59. africano. En una etapa temprana de la reciente transformación de
3. Véase Alfred L. Kroebery Clyde KIuckhohn, Culture. A Critícal Review ofCon-
cepts and Deíinitions, Cambridge, Papers of the Peabody Museum, Harvard Univer- Sudáfrica, tras la elección de F. W. De Klerk como presidente, pero
sity, vol. 47, n'' 1, 1952. pág. 3. antes de la liberación de Nelson Mandela, en un momento lleno de
14 CULTURA PREFACIO 15
grandes posibilidades históricas, recibí una carta de un distinguido africanos o incluso que intentarlo podría ser contraproducente;
antropólogo americano. Le habían invitado a da una conferencia como mucho, pensaban que se tardaría siglos en alcanzar semejan-
pública anual sobre el tema de la libertad académica en la Universi- te objetivo y tal vez sólo tras pagar un alto precio humano. El racis-
dad de El Cabo. Como era de esperar, se preguntaba con qué podía mo más crudo solía motivar este tipo de razonamiento y el pensa-
contribuir un antropólogo a los debates terriblemente graves que miento racista estaba ciertamente muy generalizado entre los
estaban teniendo lugar en Sudáfrica en torno de los temas de raza, sudafricanos blancos. Sin embargo, algunos intelectuales sudafrica-
cultura e historia, así que me rogaba que le pusiera en antecedentes nos, Eiselen entre ellos, repudiaban los prejuicios populares. En una
sobre el estado de las discusiones en los círculos antropológicos lo- conferencia impartida en 1929, Eiselen apuntaba que no había evi-
cales. Le envié resúmenes de las principales argumentaciones y po- dencia alguna sobre el supuesto de que la inteligencia variara con la
lémicas en el seno de la antropología cultural afrikaner y me con- raza, así como que no había raza ni nación alguna que tuviera el pri-
testó diciendo que me estaba muy agradecido. Había eludido por vilegio de liderar el proceso de civilización en el mundo para siem-
los pelos un error atroz, ya que su primer impulso había sido arti- pre. La verdadera base de la diferencia no era la raza, sino la cultura,
cular la conferencia según un discurso boasiano clásico sobre la el signo del destino. Y las diferencias culturales debían ser valoradas.
cultura. Probablemente, habría argüido que raza y cultura eran in- El intercambio cultural, incluso el progreso, no eran necesariamen-
dependientes la una de la otra, que la cultura hacía ser a las gentes te una ventaja y, menos, una bendición. Podía exigir un coste dema-
lo que era y que el respeto a las diferencias culturales debería ser la siado elevado. Si se minaba la integridad de las culturas tradiciona-
base para una sociedad justa. Un argumento benigno en América se les, se seguiría la desintegración social. Eiselen recomendaba que la
habría convertido en Sudáfrica en una última y desesperada justifi- política gubernamental debía estar encaminada hacia el fomento de
cación del apartheid. una «más alta cultura bantú y no hacia la producción de europeos
Esta paradoja estaba profundamente incrustada en mi concien- negros». Más tarde, se empezó a usar el eslogan del «desarrollo se-
cia y no hay duda de que es uno de los motores que hicieron posible parado». La segregación era la vía adecuada para Sudáfrica, porque
este libro. Estudié y obtuve mi licenciatura en Sudáfrica a finales de sólo la segregación preservaría las diferencias culturales.
los años cincuenta. Un establishment afrikaner radical mantenía un La escuela de etnología del apartheid citaba a los antropólogos
firme control sobre el país, y su política de segregación racial forza- culturales americanos con aprobación, aunque en buena medida en
da, el apartheid, se llevaba a cabo con una especie de sadismo mo- sus propios términos. Sin embargo, sus líderes se oponían radical-
ralizador. El régimen parecía casi invulnerable e impermeable a las mente a las teorías de la escuela británica de antropología social,
críticas. Se habían suprimido brutalmente los movimientos de opo- particularmente a las de A. R. Radcliffe-Brown que, en 1921, ocupó
sición africanos. Y, sin embargo, había un campo en el que real- la primera cátedra de antropología social creada en Sudáfrica. Na-
mente parecía que algunas de las creencias más queridas del régi- turalmente, Radcliffe-Brown no negó que las diferencias culturales
men podrían ser puestas en evidencia mediante argumentaciones persistían en Sudáfrica, pero rechazó la política de segregación so-
racionales y pruebas irrefutables. Aunque se las solía envolver en el bre la base de que Sudáfrica se había convertido en una única so-
lenguaje de la teología, las doctrinas oficiales sobre la raza y la cul- ciedad. Las instituciones nacionales atravesaban las fronteras cul-
tura invocaban la autoridad de la ciencia: el apartheid se basaba en turales y modelaban las elecciones en todas los pueblos y ciudades
la teoría antropológica. No era casualidad que su arquitecto inte- del país. Todos sus ciudadanos (o súbditos) estaban en el mismo
lectual, W. W. M. Eiselen, hubiese sido profesor de etnología. barco. Asentar la política en las diferencias culturales era una rece-
Los nacionalistas afrikaner sospechaban de la «misión civiliza- ta para el desastre. «La segregación era imposible», dijo al público
dora» que, con buena o mala fe, los poderes coloniales en África ve- en una conferencia. «El nacionalismo sudafricano debe ser un na-
nían proclamando.' Algunos creían que no se podía civilizar a los cionalismo compuesto tanto de blancos como de negros.»
4. Para una revisión de la etnología afrikaner y de la carrera de Biselen. véase general sobre la antropología en Sudáfrica, véase W. D. Hammond-Tocke, Imperfect
Robert Gordon, «Apartheid's Anthropologists: The Genealogy of Afrikáner Anthro- Interpreters. South Africa's Anthropologists 1920-1990, Johannesburgo, Witwaters-
pology», American Ethnologist, 13 (3),1988, págs. 535-553. Para una relación más rand University Press, 1997.
16 CULTURA
sando en una tribu del Traskei, por ejemplo, sólo se puede describir
reconociendo que dicha tribu se ha visto incorporada a un sistema
estructural, político y económico más amplío»."
Viniendo de Sudáfrica, no hay duda de que yo estaba dispuesto
a aceptar argumentaciones de tal índole. Más aún, cualquier prejui-
cio inicial que pudiese haber tenido se vería reforzado durante mi
formación de posgrado en antropología social y estructural tal como
se ofrecía en la Universidad de Cambridge durante los primeros
años sesenta. Sin embargo, algunos de mis contemporáneos se libe-
raron de este condicionamiento temprano y se pasaron a la escuela
cultural. No fue mi caso, ya que mi escepticismo acerca de la cultu-
ra fue creciendo, en parte porque había quedado tan impresionado
por los abusos de la teoría de la cultura en Sudáfrica. Pero no es ne-
cesariamente malo aproximarse a una teoría profundamente afian-
zada desde una mentalidad escéptica. Y las inclinaciones políticas
no le descalifican necesariamente a uno para poder apreciar los
puntos débiles y fuertes de los argumentos enfrentados. Además,
las teorías de la cultura suelen conllevar una carga política, justifi-
cando una crítica política. De todas maneras, aunque mis antece-
dentes sudafricanos han mediatizado mis investigaciones sobre la
teoría de la cultura, mi esperanza es que no hayan determinado por
sí mismos las conclusiones a las que he llegado. Sea cual sea el ses-
go que he introducido en el presente proyecto, he hecho cuanto he
podido para respetar tanto los razonamientos como las evidencias.
1. Véase Raymond Williams, Politics and Letters, Londres, New Left Books,
1979, pág. 174.
2. Véase Larissa Mac Farquar, «This Semiotician Went to Market», Lingua
Franca, septiembre I octubre, 1994, pág. 62.
20 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE c u l t u セ a 21
un texto árido y académico. Ves "estudios culturales" y piensas [Oh, los fundadores de Sony, rechaza los ruegos de liberalizar los acuer-
cultura! Es algo psicológico, sutil».' dos comerciales del Japón para permitir una mayor competición
Hoy, todo el mundo está en la cultura. Para los antropólogos, por parte de las firmas extranjeras. ᆱrセ」ゥーイッ」ゥ、。 ᄏL explica, «signi-
hubo un tiempo en que la cultura fue un término técnico, propio del ficaría cambiar las leyes para aceptar sistemas extranjeros que pue-
arte de la disciplina. Ahora los nativos les contestan hablando de den no encajar con nuestra cultura».' (Afortunadamente, vender
cultura. «La cultura, el vocablo mismo o algún equivalente local, equipos de televisión Sony a los americanos o hacer películas en
está en los labios de todo el mundo», ha señalado Marshall Sahlins." Hollywood sí son actividades que concuerdan perfectamente con la
«TIbetanos y hawaianos, ojíbway, kwakiutl y esquimales, kazakos y cultura japonesa.)
mongoles, aborígenes australianos, balineses, naturales de Cache- Tal vez el futuro de todo el mundo dependa de la cultura. En
mira y maories de Nueva Zelanda: todos descubren que tienen "una 1993, en un ensayo apocalíptico publicado en Foreign Affairs, Sa-
cultura".» Los hablantes monolingües de Kayapo, en la selva tropi- muel Huntington anunciaba que una nueva fase de la historia glo-
cal sudamericana, usan el término portugués cultura para describir bal había comenzado, una nueva fase en la cual, «las causas funda-
sus ceremonias tradicionales. Maurice Godelier describe cómo un mentales de conflicto» dejarán de ser económicas o ideológicas.
temporero vuelve con su pueblo en Nueva Guinea, los baruya, y «Las grandes divisiones de la humanidad y la ヲオ・セエ domin.ante de
declara: «Tenemos que encontrar fuerza en nuestras costumbres; conflictos serán culturales.>" Al elaborar esta tests en un hbro re-
debemos basamos en lo que los blancos llaman cultura». Otro neo- ciente, defiende que podemos esperar un choque titánico de civili-
guineano le dice a un antropólogo: «Si no tuviéramos kastom, seria- zaciones, cada una de las cuales representaría una identidad cultu-
mos lo mismo que los hombres blancos». Sahlins echa mano de ral primordial. Las «principales diferencias entre civilizaciones en
todas estas citas para ilustrar una proposición general: «La con- cuanto al desarrollo económico y político se enraízan claramente
ciencia de la propia cultura que se está desarrollando entre las otro- en sus distintas culturas» y «la cultura y las identidades culturales
ra víctimas del imperialismo es uno de los fenómenos más destaca- (...) están modelando los patrones de cohesión, desintegración y
bles de la historia mundial en el final del siglo xx». conflicto en el mundo posterior a la Guerra Fria (...) En este mundo
Estas antiguas víctimas pueden incluso desarrollar discursos nuevo, la política local es la política de la etnicidad, la ー_セ■エゥ」。 glo-
críticos sobre la cultura. Gerd Baumann ha mostrado que, en Sou- bal es la política de las civilizaciones. El choque de civilizaciones
thall, un suburbio multiétnico del oeste de Londres, la gente «cues- reemplaza a la rivalidad entre las superpotencias» ..' ., .
tiona lo que los términos "cultura" y "comunidad" significan para Ni que decir tiene que la palabra cultura adquiere un significa-
empezar. Los propios vocablos se transforman en pivotes para la do más bien diferente para unos investigadores de mercados en
construcción de una cultura de Southall»," Con todo, incluso los na- Londres, para un magnate japonés, unos aldeanos de Nueva Guinea
cionalistas antioccidentales se pueden limitar a apropiarse de la re- o un clérigo radical en Teherán, por no mencionar a Samuel Hun-
tórica internacional dominante sobre el concepto de cultura, y así tington. No obstante, los conceptos que tienen en mente despren-
afirmar la identidad única de su propio pueblo, sin miedo de con- den un aire de familia. En su sentido más general, la cultura es sim-
tradecirse. «Consideramos que, actualmente, la principal amenaza plemente una manera de hablar sobre las identidades colectivas.
para nuestra sociedad», dice un político fundamentalista iraní, «es
la de ser una sociedad cultural». 6 (De todas formas, seguro que ha- 7. Citado por Ian Buruma, The Missionary and the Libertíne, Lave and War in
blar de identidad cultural es muy... americano). Akio Merita, uno de East and West, Londres, Faber, 1996, pág. 235. .
8. Véase Samuel P. Huntington, «The Clash of Civilizations?» Foreign Affalrs, ve-
3. Véase Jessica Marshall, «Shelf Life», Lingua Franca, marzo I abril, 1995, pág. 27.
ranO, 1993. pág. 22.
9. Véase Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking o
r
.
4. Véase Marshall Sahlins, «Goodbye to Tristes Tropiques: Ethnography in the World Order, Nueva York, Simon & s」ィセウエ・イL 1996, págs. RセL 28 Y 29 (trad. 」セウエLNZ[ャ
Context of Modern World History». Journal ofModern History, n° 65, 1993, págs. 3 y 4. choque de civilizaciones y la reconfi-guraczón del orden mundial, b。イ」・ャッNョセL Pal.dos {'
5. Véase Gerd Baumann, Contesting Culture. Discourses ofIdentity in Multi-Eth- Nótese que el ensayo original hacía una pregunta ({(Th.e ィウセャc of. Civilizations?»
nic London, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, pág. 145. {(¿El choque de civilizaciones?»), mientras que, en aparrencta, el hbro la contesta
6. Véase Iruemational Herald Iríbune, 21 de septiembre de 1996, pág. S. afirmativamente.
22 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 23
Sin embargo, el estatus también está en juego. Mucha gente cree unos cuantos afortunados. No se trata simplemente de una conse-
que las culturas se pueden medir unas respecto a otras, y esta gente cución personal. El bienestar de toda la nación está en e! alero
se siente inclinada a evaluar su propia cultura por encima de las de cuando se amenazan el arte y la erudición. Para Matthew Arnold, la
los otros. Incluso pueden pensar que sólo existe una civilización ge- verdadera lucha de clases no se entablaba entre ricos y pobres, sino
nuina, la suya, y que el futuro, ya no sólo de la nación, sino del mun- entre los guardianes de la cultura y aquellos que él llamaba filisteos,
do, depende de su supervivencia. «Pese a los multiculturalistas», in- que tendrían a la riqueza por amo. Por otra parte, los autores radi-
siste Roger Kimball, «la elección a la que nos enfrentamos hoy en cales niegan que la cultura de la élite propague dulzura y luz: Se
día no es entre una cultura occidental "represora" y un paraíso mul- puede representar la alta cultura como un instrumento de domma-
ticultural, sino entre cultura y barbarie. La civilización no es un ción, como una añagaza de casta. Pierre Bourdieu ha argumentado
don, es un logro, un frágil logro que se debe sostener y defender que, en el seno de la élite, el valor de la alta cultura reside precisa-
ante aquellos que lo asedian, dentro y fuera»." Huntington sugiere mente en e! hecho de que la capacidad para juzgar obras de arte,
que el choque de civilizaciones en el mundo surgido tras la Guerra para hacer distinciones, confiere «distinción» por sí misma.':' La
Fría no es más que una etapa hacia el clímax de un combate por ve- cultura es e! don de! gusto educado que separa a la dama o al caba-
nir, «el mayor choque, e! "choque real" global, entre civilización y llero del advenedizo. Para los que se inscriben en la tradición mar-
barbarie».'! xista la cultura ocupa su lugar en la más amplia guerra de clases.
Mientras que los patriotas de la civilización occidental procla- La alta cultura encubre las extorsiones de los ricos. El sucedáneo de
man la elevada posición de la gran tradición, los multiculturalistas la cultura de masas confunde a los pobres. Sólo las tradiciones de la
celebran la diversidad de América y se convierten en paladines de cultura popular pueden contrarrestar la corrupción mediática.
los marginales, las minorías, los disidentes, los colonizados. Se de-
nuncia como opresiva la cultura de! establishment. Las culturas mi- * * *
noritarias confieren poder a los débiles: son auténticas, hablan a la
gente real, mantienen la variedad y la posibilidad de elección, nutren Aunque recientemente se ha producido una llamativo floreci-
a los disidentes. Todas las culturas son iguales o se deberían tratar miento por lo que respecta a la presencia de! concepto de cultura,
como tales. «Luego, entre los progresistas, la cultura como tema de está claro que este tipo de razonamientos no son nuevos. Todos
estudio ha sustituido a la sociedad en tanto que objeto general de ellos fructificaron en e! curso de una eclosión similar de la teonza-
investigación», escribe Fred Inglis, con apenas un toque de ironía." ción sobre la cultura entre los años veinte y cincuenta, tal como se
Aunque los conservadores rechazan estas argumentaciones, están mostrará en e! capítulo siguiente (quizás lo que ocurrió fue simple-
de acuerdo en que la cultura establece los estándares públicos y de- mente que esa larga argumentación se ",io interrumpida durante
termina el destino nacional. Y, cuando se encuentran gentes de di- una generación a causa de las preocupaCIOnes ideológicas ge?-era-
ferentes naciones y grupos étnicos, sus culturas se confrontan como das por la Guerra Fría). Entonces como ahora, los autores mas re-
totalidades. Algo debe llevar a semejante confrontación. flexivos citaban a sus predecesores en los siglos XVl11 y XIX, recono-
También se utiliza a menudo el término de cultura en un senti- ciendo que los discursos sobre la cultura tienden a caer en categorías
do distinto, para referirse a las bellas artes de las que sólo disfrutan bien establecidas.
A menudo se identifican de manera laxa una teoría de la cultura
francesa, otra alemana y otra inglesa. De forma alternativa, e セァオZ。ャᆳ
10. Véase Roger Kimball «Tenured Radicals», New Criterion, enero de 1991,
pág.13. mente vaga, se distingue un discurso ilustrado de un? romántico
11. Véase Huntington, The Clash oí Civilizations, pág. 321. y de otro clásico. Son etiquetas improvisadas, ーイ・ヲ。「ョ」。セ ウL para
12. Véase Fred Inglis, Cultural Studies, Oxford, Blackwell, 1993, pág. 109. construcciones complejas que están sujetas a toda una vanedad de
N. del t. La expresión literal es «in thrall of Mammon», «esclavizado por Mam- transformaciones estructurales, viéndose periódicamente reducidas
mon». designando en inglés este último vocablo (de origen arameo) a la personifi-
cación de la maldad encerrada en la riqueza y en el ansia de riquezas, según los
evangelios (<<Nadie puede servir a dos señores... No podéis servir a Dios y a las ri- 13. Véase Pierre Bourdieu, Distinction. A Social Critique of the Judgement ofTas-
quezas», Mt 6, 24). te, Londres, Routledge, 1984.
24 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 25
a piezas para reensamblarlas de acuerdo con nuevos patrones, A diferencia del conocimiento científico, la sabiduría de la cul-
adaptarlas, anunciar su muerte, revivirlas, rebautízarlas o ponerlas tura es subjetiva. Sus percepciones y aserciones más profundas son
al día. Pero, por groseras que sean estas clasificaciones, proporcio- relativas, no leyes universales. Lo que es cierto a un lado de los Pi-
セ。ョ una primera orientación. Incluso los pensadores más imagina- rineos puede ser un error en la otra vertiente. Pero, si se erosiona la
tiVOS y originales se pueden ubicar en una u otra de estas tradicio- fe cultural, la vida pierde todo sentido. Al tiempo que la civilización
nes centrales, teniendo en cuenta que cada una de ellas especifica material iba apretando en su puño de acero a todas y cada una de
una concepción de la cultura y la aplica en el marco de una parti- las sociedades europeas, las naciones individuales luchaban por
cular teoría de la historia. sostener una cultura espiritual, expresada antes que nada en el len-
En la tradición francesa, se representa la civilización como un guaje y en el arte. Seguro que la auténtica Kultur del pueblo alemán
logro distintivamente humano, progresivo y acumulativo. Los seres sería preferible a la artificial Civilization de una élite francófona,
humanos son parecidos, al menos potencialmente. Todos son capa- cosmopolita y materialista. En cualquier caso, las diferencias cultu-
ces de ser civilizados, ya que esto sólo depende del exclusivo don rales eran naturales. No había una naturaleza humana común: «He
humano de la razón. Sin duda, la civilización ha llegado más lejos, visto franceses, italianos, rusos», escribía el contrarrevolucionario
ha progresado más, en Francia, pero, en principio, puede ser dis- francés de Maistre. «Pero, por lo que se refiere al hombre, declaro
frutada por salvajes, bárbaros y otros europeos, aunque tal vez no no haberlo encontrado nunca; si existe, es desconocido para mí.»!"
en igual medida. Por lo tanto, según Louis Dumont, un francés (Henry James podría haber tenido en mente este aforismo cuando
«tenderá a identificar de manera naif su cultura particular con la escribió que «el hombre no es uno en absoluto; al fin y al cabo le
"civilización" o con la cultura universal».!" Seguramente, un francés cuesta tanto ser americano, francés, etc».")
reflexivo estará presto a admitir que la razón no las tiene todas con- Estas dos tradiciones de pensamiento sobre la cultura se desa-
sigo. Debe combatir contra la tradición, la superstición y el instinto rrollaron en mutua oposición dialéctica. El progreso humano era un
bruto. Pero puede confiar en la certeza de la victoria final de la ci- tema central de los pensadores de la Ilustración, mientras que sus
vilización, ya que puede llamar en su ayuda a la ciencia, la más alta oponentes se interesaban en el destino particular de una nación. Des-
expresión de la razón -y, de hecho, de la cultura o de la civiliza- de la perspectiva ilustrada, la civilización estaba comprometida en
ción-, el conocimiento verdadero y eficiente de las leyes que con- una lucha titánica por superar las resistencias de las tradiciones cul-
forman tanto la naturaleza como la sociedad. turales, con sus supersticiones, sus prejuicios irracionales y sus te-
Este credo secular se formuló en Francia durante la segunda mi- merosas lealtades a gobernantes cínicos (Voltaire dijo que el mundo
tad del Siglo XVIll, en oposición a lo que los philosophes contempla- sólo descansaría en paz cuando el último rey fuese estrangulado con
ban como fuerzas reaccionarias e irracionales, representadas sobre las entrañas del último sacerdote). Para el bando contrailustrado, el
todo por la Iglesia católica y el ancien régime. Pero, a medida que enemigo que lo definía como una facción era la civilización univer-
fue prendiendo en el resto de Europa, la oposición ideológica más sal, racional y científica, la propia Ilustración. Asociada con los valo-
formidable vino de los intelectuales alemanes. Con frecuencia, és- res materiales, la civilización amenazaba la auténtica cultura y con-
tos eran ministros de las iglesias protestantes que se habían sentido denaba a la obsolescencia artes y oficios que se venian practicando
provocados para alzarse a favor de la tradición nacional enfrente de desde antiguo. El cosmopolitismo corrompía el lenguaje, mientras
la civilización cosmopolita, de los valores espirituales ante el mate- que el racionalismo perturbaba la fe religiosa. Juntos, minaban los
rialismo, de las artes y las artesanías frente a la ciencia y la tecnolo- valores espirituales de los que dependía la comunidad orgánica.
gía, del genio ゥョ、 セゥ オ。ャ y la expresión de uno mismo contra la rigi- Estas ideologías contrastadas podían alimentar la retórica na-
dez de la burocracia, de las emociones -incluso de las más oscuras cionalista y atizar emociones populares en tiempos de guerra, pero
de las fuerzas que anidan en nuestro interior- frente a la seca ra- incluso en su forma más envenenada no eran meros discursos na-
zón. En breve, de la Kultur contra la Civilization.
15. Véase Joseph de Maistre, Consideration on France, Cambridge, Cambridge
.14. v←。セ・ Louis Dumont, Ideology: From trance lo Germany and Back, Chicago, University Press, 1994, pág. 3. El original en francés data de 1797.
Chicago University Press, 1994, pág. 3. 16. Véase Henry James, carta a William Dean Howells, 1 de mayo de 1890.
26 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 27
cionales. Hubo intelectuales franceses que simpatizaron con los mo. Su dogma central era el progreso, que ・アオゥカ。ャ■セ a una salvación
contrailustrados, aunque sólo fuera porque defendían la religión laica en este mundo. Las nociones alemanas de bildung MᆱヲッNイセ。ᆳ
contra la insidiosa subversión de la razón. Tras la batalla de Se- ción», «educación s-e- y kultur, expresadas de manera 」。イセ」エ・ョウエi」。
dán, en 1870 (ganada, según se dice, por los maestros de escuela en un lenguaje espiritual, se engranaban con las necesidades del
prusianos), la idea de una cultura nacional penetró en una hu- alma individual, valorando la virtud interior por encima de la,s apa-
millada Francia y se pasó a contrastar más y más «la culture Fran- riencias externas; pesimistas respecto al progreso secular, esta? Im-
caise» con la «culture allemande», sin comprometer por ello las buidas con los valores de la Reforma y Thomas Mann sugmo que
pretensiones francesas de superioridad (todavía en 1938, el Die- ésta había inmunizado a los alemanes contra las ideas de la Revo-
tionnaire Quillet hacía notar que el término cultura se podía usar lución Francesa. . .
irónicamente, tal como en la frase «la culture allemande»), En Ale- Como siempre, los ingleses más bien ァオ。イ、 「セョ las セャウエ。ョcャ ウ
mania, por su parte, existía una larga tradición de pensamiento con estas polémicas continentales. John Stuart MIli habla tratado
ilustrado, que nunca se vio completamente sumergida, aunque a de reunir las tradiciones francesa y alemana en sus ,famosos ・ョセ。ᆳ
veces adoptara formas extrañas, casi irreconocibles. Nietzsche con- yos sobre Bentham y Coleridge, pero los ingleses エセュ。ョ ウセ j[GイッpNiセs
denó a sus compatriotas por su caótica formación cultural, su bil- y específicas preocupaciones. A medida que la mdustnal.lzaclOn
dung, corrompida por la moda y los préstamos, comparándola en transformaba Inglaterra, los intelectuales empezaron a discernir
detrimento suyo con la Kultur orgánica de Francia, que, a su vez, una crisis espiritual, una lucha definitoria entre I? que Shelley セi ᆳ
hacía equivaler a la civilización propiamente dicha. Optaba por la maba Poesía y Mammon. La tecnología y セi matenahs;n0 de. la CIVI-
civilización, es decir, por Francia, hogar «de la cultura europea lización moderna representaban al enemigo. Contra el, los iセエ・ャ 」ᆳ
más espiritual y refinada»."? Por otro lado, un disidente francés tuales liberales invocaban los valores culturales eternos, destilados
como Baudelaire podía llamar a Francia «un país verdaderamente de la gran tradición europea del arte y de la filosofía. Matthew Ar-
bárbaro» y especular que quizás la civilización «se ha refugiado en nold definía la cultura como «lo mejor que. ウセ ha dicho y ウ。セャ、_ᄏZ un
alguna diminuta tribu todavía por descubrir»." La Primera Guerra canon cosmopolita y duradero;" Al adquirir 」セャ オイ。 interiorizába-
Mundial se libró tras las banderas rivales de la civilización occi- mas la «historia del espíritu humano». La poseston de la cultura ha-
dental y la kultur alemana, pero, a la misma sombra de la contien- bía separado a los elegidos de los bárbaros セi・エイ。、ッウN Pero, para,la
da, los hermanos Thomas y Heinrich Mann optaron por distintos época de Arnold, ese legado humanista sufría el asedio de. los ejer-
bandos --el alemán y el francés- en un célebre debate sobre cul- citas de la civilización industrial. Una gran pregunta de la epoca era
tura y civilización. si la cultura de una élite educada podía apuntalar de alguna mane-
En ambas tradiciones, la cultura o la civilización se identifica- ra los valores espirituales de la sociedad. Quizás la cultura se tam-
ban como valores primordiales. Se ha sugerido que estos conceptos baleaba, abrumada por el materialismo de ー・イウッョセj como el
se difundieron durante el siglo XVIII debido a que la religión estaba Gradgrind de Charles Dickens (en su obra TIempos diiiciles), cara-
perdiendo peso entre muchos intelectuales. Suministraban una duras que conocían el coste de todo sin sab,er el valor de nada. «Al
fuente alternativa y laica de valores y significado. Con todo, cada tiempo que la civilización avanza», concluía Macaulay, «la poesía
una de las tradiciones manifestaba afinidades con una actitud cris- . . t 20
d ecae cast necesanamen e». .
tiana específica. La idea de civilización recuerda las pretensiones Sin embargo, no habría que exagerar la peculiaridad de iセ エイセ、ャᆳ
universalistas de la Iglesia católica. Comte y Saint-Símon tomaron ción inglesa. Arnold bebía de Coleridge y éste, de los romántícos
prestados los rituales católicos para crear una religión del posítivis- alemanes. Las preocupaciones y los valores se solapaban. セッイ todas
partes la cultura materializaba la esfera de los valores ultimas, so-
17. Véase Friedrich Nietzsche, Ienseits van Cut and Bose, Munich, Goldmann,
1980. págs. 245, 145. La edición original data de 1886. 19. Véase Matthew Arnold, Literature and Dogma, Londres, Mc Millan, prefacio
18. Citado por lean Starobinski, Blessíngs in Disguise. Or, The Morality ofEvil, a la edición de 1873. . . 1
Cambridge, Harvard University Press, 1993, pág. 54. 20. Thomas Babington Macaulay, «Milton», en cッャ・」セTL。ョ、 J:Il,stonca Essays,
N. del t. Véase la anterior nota del traductor en la página 22* [original]. Londres, Dent, Everyman's Library, 1907, pág. 153. La edición original es de 1843.
INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 29
28 CULTURA
bre los cuales se creía que reposaba el orden social. Dado que la cul- mente stiekiness, «pegajosidad», arraigados modos de pensar y de
tura se transmitía a través del sistema educativo y se expresaba en hacer que persistían incluso ante las argumentaciones más persua-
su forma más poderosa en el arte, éstos eran los campos cruciales sivas. La cultura era el último recurso explicativo que daba cuenta
que un intelectual comprometido debería intentar mejorar. Y, ya de las conductas aparentemente irracionales. La cultura también
que la fortuna de una nación dependía de la condición de su cultu- permitía comprender el decepcionante resultado de muchas refor-
ra, ésta se constituia en una arena decisiva para la acción política. mas políticas. La tradición era el refugio de los ignorantes y de セッウ
apocados o el recurso de los ricos y poderosos, celosos de cualquier
desafío a sus privilegios establecidos.
* * * Desde otro punto de vista, se podía respetar o incluso celebrar
Las argumentaciones modernas no han contribuido exactamen- las resistencias de las culturas locales a la globalización. Esta era la
エセ a recapitular las controversias anteriores. El contexto contempo- perspectiva de los herederos de la cッョセイゥャオウエ。」LZ[ Tampoco. la
raneo ha dejado su marca. Cada generación moderniza el lenguaje tradición romántica o alemana era estática. Padeció sus propias
del debate, adaptándolo a la terminología científica en uso en cada transformaciones, aunque siempre exhibiendo una afinidad selecti-
momento: evolucionismo a finales del siglo XIX, organicismo a prin- va con el idealismo, el relativismo, el historicismo, el estilo herme-
cipios del siglo xx, la relatividad durante los años veinte... Hoy, tro- néutico de análisis y lo que hoy llamamos política identitaria. Ri-
pos extraídos de la genética compiten con la jerga de la teoría lite- chard A. Shweder ha intentado incluso construir una genealogía
raria contemporánea. Y, sin embargo, aunque se expresen según que conecte el movimiento romántico del siglo XIX con lo qU,e llama
nuevos códigos, los discursos sobre la cultura no son inventados li- «la contemporánea revolución romántica [de la antropología] con-
bremente: hacen referencia a tradiciones intelectuales particulares tra la ilustración»."
que han persistido durante generaciones, expandiéndose desde Eu- Pero incluso si se engalanaban con la última moda, las ideas clá-
ropa a través de todo el mundo, imponiendo concepciones de la na- sicas sobre la cultura no campaban por sus respetos. Se confronta-
turaleza humana y de la historia, así como provocando toda una se- ban con nuevos rivales, el mayor de los cuales hizo su aparición con
rie de debates recurrentes. Voces ancestrales rondan, obsesionan o la publicación en 1859 de El origen de las especies de Charles Darwin
hechizan a los escritores contemporáneos. Las nuevas formulacio- y ni el menos científico de los pensadores podía ignorar el nuevo
nes se pueden disponer en una larga genealogía, por mucho que es- reto después que Darwin extendiera su argumentación a los seres
tén vinculadas a las necesidades del momento. humanos en El origen del hombre (The Deseent of Man), editado en
Al ir cristalizando las ciencias sociales, las escuelas de pensa- 1871. Se tenía que encarar la posibilidad de que los universales y las
miento rivales se continuaban nutriendo de estas perspectivas clá- diferencias humanas se pudieran explicar en términos biológicos.
sicas. En el siglo XIX, temas centrales de la cosmovisión ilustrada o La cultura podría seguir las leyes naturales. No obstante, la teoría
de la ideología francesa resurgieron en el positivismo, el socialismo darwinista no tenia por qué convertir en obsoletas las ideas clási-
yel utilitarismo. En la centuria siguiente, la idea de una civilización cas. La teoría de un origen común de los seres humanos no hacía
mundial científica y progresista se trasladó a la teoría de la moder- sino reafirmar la fe ilustrada en una humanidad unitaria: se podía
nización y, de ella, a la teoría de la globalización. A corto plazo, la continuar celebrando la civilización como un rasgo humano defini-
cultura suponía una barrera para la modernización (o para la in- torio. La evolución de la vida también podía suministrar un mode-
dustrialización o para la globalización), pero, al final, la civilización lo para la evolución de la civilización. Los seres humanos estaban
moderna acabaría por pisotear las tradiciones locales menos efi- adelantados respecto a los grandes simios, así como las razas supe-
cientes, Se invocaba la cultura cuando se hizo necesario explicar riores -o civilizaciones superiores-lo estaban respecto a las razas
por qué la gente se aferraba a metas irracionales y a estrategias au-
todestructivas. La resistencia cultural derrotaba a los proyectos de 21. Véase Richard A. Shweder, «Anthropologvs Romantic Rebellion Against
desarrollo. La democracia se desmoronaba porque era ajena a las Enlightenment», en Richard A. Shweder y Robert A. Levine HセッューウNIL cオャエセイ・ Theo-
tradiciones de la nación. Las teorías de la elección racional no po- 7)'. Essays on Mind, Self, and Emotion, Cambridge, Cambridge University Press,
dían dar cuenta de lo que los economistas llamaban desesperada- 1984.
30 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 31
inferiore; y sus correspondíentes civilizaciones. El propio Darwin bIes a favor del libre mercado y en contra de las aristocracias here-
compartía esta vrsion, pero algunos de sus seguidores se apuntaron ditarias. Su teoría también se podía emplear para demostrar la su-
a la causa セ・ la Contrailustración. Las diferencias culturales podían perioridad de la raza prusiana y para avalar la política de Bismarck,
ウ・イN クーイ・ウセッョ de dlf,:,renclas.raclales más fundamentales. La pureza que ejemplificaban los efectos maravillosos de la lucha [por la su-
racial podía ser un imperativo político, ligado inextricablemente a pervivencia] y la selección.
la defensa de la identidad cultural. La historia se podía haber escri- El dogmatismo de Haeckel consternó a su maestro, Rudolf Vir-
to con sangre, siendo su tema la lucha por la supervivencia entre las chow, que era un científico médico puntero en Alemania, un pro-
razas. minente político de opiniones liberales y el alma mater de la Socie-
El desafío de una teoria biológica sobre el progreso humano y dad de Antropología de Berlín. Metodológicamente, sus objeciones
sobre las diferencias entre los humanos provocó el desarrollo de lo se centraban en la prematura cerrazón teorética de su discípulo. La
que,en cierta ?,anera era una nueva concepción de la cultura. Se multitud de accidentes del cambio evolutivo no se podían reducir a
paso a concebir la cultura en oposición a la biología. Era la cultura leyes. Era especialmente hostil al determinismo racial de Haeckel
la que separaba a los seres humanos de los demás animales, así y al nacionalismo cultural con el que se asociaba. Las razas eran
como lo hací,,: con cada nación respecto al resto de naciones. Y no categorías inestables con fronteras cambiantes, mientras que la
se heredaba biológicamente, sino que se aprendía, se adquiria o in- mezcla racial estaba enormemente extendida, si no era universal.
cluso.;e tomaba Nセイ・ウエ。、 N Christopher Herbert ha defendido que Los rasgos biológicos atravesaban y desbordaban las clasificacio-
también esta nocion de cultura tiene su origen en una controversia nes raciales convencionales, que, en cualquier caso, estaban influi-
rehglOs,,:. La as.ocia ca'.' la イセカゥエ。ャ コ 」ゥョ evangélica que tuvo lugar das por factores ambientales, locales. Las diferencias culturales no
en e! Remo Umdo a, prmcrpros del siglo XIX, un fenómeno que pro- eran un signo de diferencia racial. Raza, cultura, lengua y nacio-
pago una concepción del pecado original que describe como «el nalidad no coincidían necesariamente y, de hecho, por lo general
セGエッ de un セウエ。、ッ de [dominio del] deseo humano, sin [verse some- no lo hacían. Los refugiados hugonotes, insistía Virchow, «están
tido a] goble:no alguno». La idea de cultura ofrecía la esperanza germanizados, como numerosos judíos, a los que hemos aceptado
compensatona de una salvación laica: la cultura era nuestra defen- procedentes de Polonia o Rusia y [que] (...) se han convertido en un
sa contra la naturaleza humana. Los seres humanos se elevarían de poderoso fermento de progreso cultural para nosotros»."
su condición caída gracias a leyes y tabúes. Herbert argumenta que El colega de Virchow, Adof Bastian -que fue el primer director
«uno puede pensar las Ideas de cultura y de libre deseo como dos del gran Museo de Etnología de Berlín, en 1986- intentó demos-
,:,Ie?,ent?s recíprocos y complementarios de un modelo de discurso trar que, al igual que las razas, las culturas eran híbridos. No había
uruco, SI bien es cierto que cargado de conflictividad y necesaria- culturas puras, distintas y duraderas. Cada cultura bebía de diver-
mente inestable»." Tal vez Herbert tenga razón y esta concepción sas fuentes, dependía de préstamos y fluctuaba continuamente. Los
de cultura エッュ。セ・ forma, en primer lugar, como respuesta a preo- seres humanos eran muy parecidos y todas las culturas estaban en-
cupaciones religiosas, pero alcanzó su madurez como reacción a la raizadas en una mentalidad humana universal. Las diferencias cul-
revolución darwinista, que amenazaba con conferir autoridad cien- turales arrancaban de las pruebas a las que se veían sometidos los
tífica a algo así como la doctrina del deseo humano incontrolado grupos humanos por parte de los entornos naturales locales, así
En ningún sitio la argumentación cultural contra el 、。イキゥョウュセ como al contacto entre las distintas poblaciones. El préstamo era
ウセ fonnuló con mayor vehemencia y fuerza que en Berlín durante la un mecanismo primario del cambio cultural. Y, ya que los cambios
decada de 1880. El líder de los darwinistas alemanes, Ernst Haec- culturales eran la consecuencia de procesos locales al azar -pre-
kel, extrajo ?onclusiones políticas de la teoría evolucionista que re- siones ambientales, migraciones, mercado-, se seguía que la histo-
sultaron mas .blen ,:,mbarazosas para el propio Darwin. Según ria no tenía un patrón fijo de desarrollo.
Haeckel, Darwm habla producido pruebas científicamente irrefuta- Se ha caracterizado esta antropología berlinesa liberal como
. 22. 'léase Christopher Herbert, Culture and Anomie. Ethnographic Imagination. 23. Citado por Erwin H. Ackerknecht, RudolfVirchow. Doctor, Statesman, Anthro-
in the Nineteenth Century, Chicago, Chicago University Press, 1991, pág. 29. pologist, Madison, University of Wisconsin, 1953, págs. 215 y 216.
32 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 33
una mezcla de ideas ilustradas y románticas, pero en realidad se ba- grafo que observaba a los estudiantes blancos y negros que cornpar-
saba en un doble rechazo. Si las culturas eran abiertas, sincréticas tían dormitorio en Rutgers University, informaba que los estudian-
e inestables, resultaba obvio que no podía expresar identidades tes rechazaban virtuosamente hablar de raza, pero creían que hablar
esenciales e inmutables, ni caracteres raciales subyacentes. Y si los de diferencias culturales estaba al día y era políticamente correcto.
cambios culturales eran la consecuencia de factores locales al azar, En la práctica, sin embargo, trazaban un línea entre blancos y ne-
se debía seguir que no existían leyes generales de la historia. Por en- gros, a pesar del hecho de que la principal distinción entre ellos pa-
cima de todo, la escuela de Berlín insistió en que la cultura actuaba recía estribar en sus gustos sobre grupos pop y sobre [ast [oodi"
de una forma muy distinta a las fuerzas biológicas, pudiendo inclu-
so hacer caso omiso de ellas. * * *
Franz Boas, un estudiante de Virchow y Bastian, introdujo este
enfoque en la antropología americana. A medida que ésta se desa- La cultura siempre se define en oposición a otra cosa. Es la ma-
rrolló hasta convertirse, a principios del siglo xx, en una disciplina nera de ser local, diferente y auténtica, que resiste ante su implaca-
académica organizada, quedó definida por la lucha épica entre ble enemigo, una civilización material globalizadora. O bien es e!
Boas y su escuela, por un lado, y la tradición evolucionista, por el reino del espíritu, en plena batalla contra el materialismo. O es la
otro, representada esta última en Estados Unidos por los seguidores capacidad humana para e! crecimiento espiritual que supera nues-
de Lewis Henry Morgan, cuyas narrativas triunfalistas del progreso tra propia naturaleza humana. En el seno de las ciencias sociales, la
tomaban prestadas metáforas de la teoria darwinista. Los boasia- cultura también aparecía en otro conjunto de contrastes: era la con-
nos eran escépticos en cuanto a la existencia de leyes universales de ciencia colectiva, en tanto que opuesta a la psique individual. Al
la evolución. También repudiaban las explicaciones raciales de la mismo tiempo, se identificaba con la dimensión ideológica de la
diferencia, una cuestión de una importancia política duradera en vida social contra la organización mundana-de! gobierno, la fábrica
Estados Unidos. La tesis boasiana fundamental defendía que era la o la familia. Fueron los padres fundadores de la sociología europea
cultura la que nos hacía como somos, no la biología. Es decir, nos quienes desarrollaron estas ideas, siendo, a su vez, Taleott Parsons
convertimos en lo que somos al crecer en un escenario cultural de- e! que las introdujo en una sociología americana tradicionalmente
terminado, no nacemos así. La raza, como también el sexo o la empirista y utilitarista.
edad, son construcciones culturales, no condiciones naturales in- En los años cincuenta y sesenta, las ciencias sociales o «conduc-
mutables. La implicación principal es que nos podemos transfor- tuales » estaban mejor financiadas y organizadas, más animadas en
mar en algo mejor de lo que ahora somos, tal vez aprendiendo del general, de lo que habían estado antes o de lo que habían de estar
tolerante pueblo de Samoa o de los perfectamente equilibrados ba- después, al menos en América; y sus líderes estaban convencidos de
lineses. que e! futuro -que sólo podía ser todavía más esplendoroso- se
Ésta era una idea poderosamente atractiva en la América de! si- auguraba cuajado de amplios proyectos que generarían un plan ra-
glo xx, aunque la alternativa, la comprensión racial de la diferencia cional para un mundo aun mejor. Taleott Parsons, la gran figura de
cultural, continuaba siendo un potente rival. El concepto de cultu- la ciencia social americana de este periodo, insistía en que un ma-
ra podía, de hecho, reforzar una teoria racial de la diferencia. La yor progreso requería una división del trabajo más eficiente, en las
cultura podía ser un eufemismo para raza, promoviendo un discur- ciencias sociales tanto como en cualquier empresa moderna. Natu-
so sobre identidades raciales al tiempo que se abjuraba aparente- ralmente, los psicólogos estudiaban la psique. Especialistas apro-
mente del racismo. Los antropólogos podrían distinguir fastidio- piados dirímían con los sistemas sociales, políticos y económicos,
'samente entre raza y cultura, pero, en el uso popular, «cultura » se lo cual era satisfactorio mientras todos los implicados aceptaran la
refería a una cualidad innata. La naturaleza de un grupo era evi- prioridad de la sociología. Sin embargo, durante demasiado tiem-
dente, perceptible a simple vista, y expresada con igual efecto en el po, la cultura se había dejado en las manos aficionadas de los hu-
color de la piel, las características faciales, la religión, la moral, las
aptitudes, el acento, los gestos o las preferencias dietéticas. Esta to- 24. Véase Michael Moffat, Coming of Age in New Jersey. College and American
zuda confusión persiste. En los ochenta, Michael Moffat, un etnó- Culture, New Brunswick, Rutgers University Press, 1989.
34 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 35
manistas. Desde entonces, iba a ser asignada a los antropólogos, que miembro de la sociedad compartía una parte de su cultura. Tam-
podrían hacer por fin de ella una ciencia, siempre que se les con- bién era bastante distinto de la civilización universal humana a la
venciera para que se concentrasen en la tarea y abandonaran sus que había dado lugar el mundo de la ciencia, la tecnología y la de-
pintorescos hobbies. mocracia. ya que cada comunidad tenía su cultura propia, con sus
No todos los antropólogos estaban de lo más contentos con esta valores específicos que la separaba de todas las demás.
prospectiva. Algunos la contemplaban como una clara degradación, Si eso era la cultura, ¿cuán importante era? Según Parsons, la
al convertirse en un perito cultural en lugar de un experto en todos gente modela un mundo simbólico a partir de ideas recibidas, y es-
los aspectos de la comunidad tribal, por ejemplo, o, incluso, en vez tas ideas afectan a las decisiones que toman en el mundo real. De to-
de continuar siendo una autoridad sobre la historia completa de la das maneras, estaba bastante seguro de que las ideas por sí solas ra-
evolución humana. Además, las disputas de demarcación con otros ramente determinaban las acciones. De forma similar, los símbolos
científicos sociales no desaparecieron. De todas formas, en los años colectivos penetrarían en la conciencia de los individuos pero sin do-
cincuenta, por lo general se aceptó que la cultura era un objeto sus- minarla por completo. Con todo, cuanto más se comprometían los an-
ceptible de ser estudiado científicamente y que los antropólogos tropólogos con su nueva especialización, más se convencían de que
eran sus especialistas. En 1952, los dos decanos «gemelos» de la an- la cultura era mucho más poderosa que lo que Parsons había imagi-
tropología americana, Alfred Kroeber y Clyde Kluckhohn, publica- nado. La gente no sólo construye un mundo simbólico, sino que vive
ron un informe magistral sobre la concepción antropológica, cien- realmente en él. Los líderes de la siguiente generación de antropólo-
tífica, de la cultura, confiados en que dejaría anticuadas las gos, Clifford Geertz, David Schneider y Marshall Sahlins, crearon un
aproximaciones tradicionales al tema." Dos décadas más tarde, galería de tipos nativos de una espiritualidad sin paralelo. Sus suje-
Roy Wagner podía presentar un ensayo sobre la cultura con la ob- tos parecía vivir únicamente por y para las ideas, tanto si eran sa-
servación de que el concepto «se ha asociado tan completamente al cerdotes hawaianos como cortesanos balineses o ciudadanos de cla-
pensamiento antropológico que (...) podríamos definir un antropó- se media en Chicago. En el Negara de Geertz, el quid es el drama o,
logo como alguien que utiliza la palabra "cultura" habitualmen- mejor, lo que llama óperas de la corte constituyen el epítome de todo
te»." Para los noventa, el hablar de cultura se ha hecho tan omni- el estilo de vida. La economía y la política son meros ruidos que lle-
presente que, siguiendo la definición de Wagner, prácticamente gan desde fuera del escenario. Para Schneider, el parentesco se re-
todos los que escriben sobre cuestiones sociales se deberían conta- fiere a las ideas que la gente tiene sobre la procreación. La biología
bilizar como antropólogos. Sin embargo, un comentarista todavía está en la mente o en ningún sitio. Para Sahlins.Ia historia es una ac-
podría señalar que «un antropólogo que no crea en la cultura es tuación inacabable sobre un viejo guión, una saga en continua re-
algo así como una contradicción»." presentación. Antes de que afecten las vidas de la gente, los terremo-
Pero, antes de que los antropólogos pudieran investigar la cultu- tos, la ruda intrusión de conquistadores, incluso el capitalismo, se
ra científicamente, tenían que acordar que querían decir con seme- deben traducir en términos culturales, mitologizables.
jante palabra. Kroeber y Kluckhohn hicieron una búsqueda exhaus- La siguiente pregunta era cómo emprender la investigación de
tiva en la literatura existente y finalmente tuvieron que admitir que la cultura. Parsons, por su parte, ofreció muy poca guía práctica en
Parsons había dado con la definición correcta de cultura para los este asunto, pero, en la América de mediados de siglo, se configura-
propósitos de la ciencia. Era un discurso simbólico colectivo. Ver- ron dos modelos, uno viejo y otro nuevo. El primero recomendaba
saba sobre conocimiento, creencias y valores. No equivalía a las Be- la exploración empática y comprensiva de la cosmovisión nativa, su
llas Artes y a las Letras, tal como entendía el humanista, ya que cada traducción e interpretación. Se evocaba el nombre de Weber y se
pronunciaba con reverencia, aunque no siempre con precisión, la
25. Véase Alfred L. Kroeber y Clyde Kluckhohn, Culture. A Critical Review of palabra verstehen. * Geertz eligió esta vía, que identificó en un prin-
Concepts and Deíinitions, Cambridge, Papers of the Peabody Museum, Harvard
University Press, vol. 47, n° 1, 1952.
26. Roy Wagner, The Inventíon of Culture, Chicago, Chicago University Press, * Vocablo alemán, traducible por «comprensión.» En las ciencias sociales denomi-
1975. pág. 1. na el uso de la empatía para entender las acciones y la conducta humanas, en tanto que
27. Véase Herbert, Culture and Anomie, pág. 20. método para la interpretación de los fenómenos sociológicos e históricos. (N. del t.)
36 CULTURA INTRODUCCIÓN: GUERRAS DE CULTURA 37
cipio como parsoniana, después como weberiana, para considerar- Escuela de Praga. Y lo aplicó primero a los sistemas de matrimo-
la finalmente como una forma de la hermenéutica. Gradualmente nios, luego a los modos de clasificación y, finalmente, a los mitos.
pasó a estar menos y menos dispuesto a aceptar que se trataba de Los estructuralistas americanos prefirieron seguir la gramática trans-
un procedimiento científico, concluyendo que, aunque la cultura se formacional o generativa de Chomsky. La escuela de Lounsbury y
podía interpretar, no se podía explicar (desde luego, no de forma Goodenough en Yale (que captó un cierto número de graduados
convincente). No había leyes generales de la cultura, leyes transcul- procedentes del Departamento de Relaciones Sociales de Harvard)
turales. Quizás se podía descubrir qué significaba una representa- lanzó una investigación formal y científica sobre las estructuras
ción simbólica para una audiencia concreta, pero no se podía des- subyacentes que generaban la terminología de parentesco, las cla-
pegar esta explicación de su sentido vernáculo y tratarla como un sificaciones botánicas, los síntomas de enfermedades, así como
síntoma de una causa económica o biológica mucho más funda- otras taxonomías [olk que constituían dominios semióticos especia-
mental e independiente de la cultura, una etiología de la que el pa- lizados.
ciente no seria consciente. Durante un tiempo, estos programas estructuralistas florecie-
En contraste, el enfoque alternativo era científico, reduccionis- ron, produciendo notables descripciones de cuerpos específicos de
ta, generalizador. Comenzaba con la premisa de que la cultura -un pensamiento nativo, pero, en algún momento al final de los años 60
discurso simbólico- era muy parecida al lenguaje. En consonan- (Lévi-Strauss ha sugerido que fue precisamente en mayo de 1968),
cia, el estudio de la cultura debería seguir la senda abierta por la lin- el estructuralismo perdió su atractivo. Dejó de estar de moda y dio
güística moderna, que estaba a punto de descubrir las leyes univer- paso a toda una diversidad de «postestructuralismoss cortados se-
sales del lenguaje. «Durante siglos, las humanidades y las ciencias gún un patrón decididamente relativista. Sus adeptos abandonaron
sociales se han resignado a contemplar el mundo de las ciencias las ambiciones científicas del estructuralismo clásico para insistir
exactas y naturales como una especie de paraíso en el que nunca iban en la indeterminación última de palabras y símbolos. La etnocien-
a entran,", recalcaba Claude Lévi-Strauss en una conferencia sobre cia americana sufrió una marginación paralela, pero algunos anti-
lingüística y antropología en Bloomington, Indiana, en 1952. «De guos entusiastas descubrieron una promesa de alternativa científi-
repente, una pequeña puerta se está abriendo entre ambos campos, ca en la ciencia cognitiva. Las simulaciones de ordenador de los
y es la lingüística la que lo está haciendo." Esta puerta conducía procesos cerebrales, los esquemas de conocimiento y las redes de
más allá del lenguaje y la cultura hasta su fuente última. Dijo que, interconexión substituyeron a las reglas gramaticales en cuya bús-
entre los asistentes a la conferencia, «había un invitado que se ha- queda habían puesto previamente tantas esperanzas los practican-
bía sentado con ellos durante la conferencia sin que nadie le hubie- tes de la Nueva Etnografía. Otra facción se agarró a. desarrollos re-
se convocado, la mente humana". Si una nueva ciencia de la cultu- cientes de la lingüística y adaptaron la pragmática, o la teoria del
ra iba a seguir los pasos de la lingüística, ambas disciplinas podrían discurso, al estudio de la cultura.
establecer definitivamente la estructura profunda que todos los len- Los seguidores de Geertz rechazaban sistemáticamente cual-
guajes y culturas compartían y que, con seguridad, estaba grabada quier sugerencia sobre la existencia de una ciencia de la cultura. En
en el cerebro mismo. Una antropología cartesiana, científica, esta- verdad, la cultura era más bien como un lenguaje, pero su modelo
ba esperando para nacer. preferido era el de la cultura como texto. Consecuentemente, se nu-
Todo esto era muy emocionante, pero se debía admitir que los trían de la teoría literaria más que de la lingüística. Esta fue la apro-
propios lingüistas no estaban de acuerdo sobre el mejor camino ximación que prosperaría y el interpretativismo se convirtió en la
para conseguir su gran objetivo. Roman Jakobson, un colega en el corriente principal de la antropología cultural americana. Aunque
exilio en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, ha- los más jóvenes de los geertzianos se rebelaron contra el padre, no
bía introducido a Lévi-Strauss en la lingüística. Su modelo era, por optaron por un proyecto más científico, sino que se movieron en la
consiguiente, la fonología estructuralista que había desarrollado la misma dirección que los postestructuralistas franceses. Un extraño
comprensivo no podía entender una cultura tan fácilmente como
28. Véase Claude Lévi-Strauss, Structural Anthropology, Nueva York, Basic Books. había sugerido Geertz. La cultura podía ser un texto, pero un texto
1963, págs. 70 y 71. He alterado ligeramente la traducción de la segunda cita. elaborado, una ficción escrita por el etnógrafo. Más aún, el mensa-
38 CULTURA