RESEÑA DE LECTURA
Autora de reseña: Laura Izquierdo
Curso: Política, arte y sociedad: Los Feminismos (2022-2)
Lectura: Segato, Rita (2016). Colonialidad y patriarcado moderno: expansión del frente estatal,
modernización, y la vida de las mujeres.
En esta lectura la autora empieza por mencionar que en la historia del feminismo se han
encontrado posturas distintas acerca de la examinación del género como categoría central capaz
de iluminar todos los aspectos de transformación impuestas en las comunidades en el proceso
de instauración del nuevo orden colonial moderno.
Primero, la autora menciona el feminismo eurocéntrico, que sostiene que el problema de la
dominación de género, de la dominación patriarcal, es universal, sin mayores diferencias. Esta
postura es bastante limitada, ya que los problemas de las mujeres no son universales, dado que
existen más categorías identitarias que solo el género. Esta mirada eurocéntrica, solo ve la
realidad que vive un grupo específico de mujeres con características similares: usualmente
blancas, de clase media, con educación, etc.
Por otro lado, la autora menciona la postura de autoras como Lugones y Oyěwùmí, que sostienen
la inexistencia del género en el mundo pre-colonial. Lugones (2008) postulaba que no era
necesario que las relaciones sociales estén organizadas en términos de género, así como que la
organización social en términos de género no tiene por qué ser heterosexual o patriarcal. María
Lugones señalaba que existen rasgos históricamente específicos de la organización del género en
el sistema moderno colonial, que nos dan pistas para comprender una organización diferencial
del género en términos raciales. Oyěwùmí, una académica feminista nigeriana, a partir de sus
investigaciones en distintas sociedades se pregunta si realmente el género era algo presente en
todas, o si esto era producto del proceso de colonización, pues sostiene que existen sociedades
que no se rigen por un orden de género.
Como tercera propuesta se encuentra lo señalado por la autora. Segato señala que la colonialidad
es una matriz que ordena jerárquicamente el mundo. Por tanto, agrava e intensifica las jerarquías
que formaban parte del orden comunitario pre-intrusión (proceso colonizador). Esta matriz
exacerba y torna perversas y más autoritarias a las jerarquías que ya existían en su interior (casta,
estatus y género).
La autora hace una división de estos dos mundos (Segato, 2013):
• Mundo estado: Existe el binarismo, y, por tanto, una relación de suplementariedad. Un
término suplementa al otro, lo masculino se torna lo "universal" (lo que representa lo
general), en este proceso la jerarquía se vuelve un abismo y el "otro" se vuelve “el resto”.
A esto, Segato lo llama patriarcado de alta intensidad.
• Mundo aldea: Existe la dualidad, es decir que son una entre muchas posibilidades de lo
múltiplo, y, distinto al mundo estado, la relación que se encuentra es de
complementariedad. En este mundo lo femenino no es visto como solo encapsulado en
la esfera del hogar, sino que tanto femenino como masculino son ontológicamente
completos y dotados de politicidad, a pesar de que tienen un valor desigual y un prestigio
distinto. A esto, Segato lo llama patriarcado de baja intensidad.
Cuando se pasó de un patriarcado de baja intensidad a uno de alta intensidad por el proceso de
colonización, lo modificó peligrosamente. Los colonizadores guerrearon y negociaron con los
hombres del mundo aldea y “promovieron la ‘domesticación’ de las mujeres y su mayor distancia
y sujeción para facilitar la empresa colonia”. Así como señala Federici (2017) en su obra Calibán
y la bruja, en la transición al capitalismo se arrebató la autonomía a las mujeres con el apoyo y la
alianza que se tuvo con los hombres. A través de este proceso, se buscó reducirlas al ámbito
doméstico impidiéndoles el acceso al salario (patriarcado del salario).
Segato sostiene que los hombres del patriarcado de baja intensidad, expulsados a la condición
de no-blancura por el ordenamiento de la colonialidad, y viendo relegada su posición de poder,
negocian con los colonizadores para retomar su estatus. Esto se da a través de un proceso
violentogénico, pues obliga a reproducir y a exhibir la capacidad de control inherente a la posición
de sujeto masculina en el único mundo ahora posible, para restaurar la virilidad perjudicada en
el frente externo.
Es a través de esta nueva construcción de la masculinidad que los hombres de la aldea aprenden
que deben demostrar y ser reconocidos por sus pares como sujetos masculinos. Para esto
deberán reafirmarse como hombres durante toda su vida a través de sus conductas y los roles
que asuman, tendrán que probar y reconfirmar sus habilidades de resistencia, agresividad,
capacidad de dominio para poder exhibir el paquete de potencias bélica, política, sexual,
intelectual, económica y moral, así como capacidad de acopio de “tributo femenino”.
Por otro lado, el proceso de colonización también transforma la forma de entender y percibir la
sexualidad. Se presenta la moralidad como un aspecto que antes era desconocido, que tiene una
mirada reduccionista del cuerpo de las mujeres como mero objeto, pero que al mismo tiempo
establece la noción de pecado, impureza, crímenes, etc. La autora habla del carácter pornográfico
de la mirada colonizadora.