Ficha integradora Nudo Problemático 3*
Crisis del Estado de Bienestar y nuevo orden mundial
El neoliberalismo, como fenómeno distinto al liberalismo clásico, surgió después de la
segunda guerra mundial, como una reacción teórico-política contra el Estado
intervencionista y de bienestar. El objetivo de sus propulsores, Hayeck y Friedman
entre otros, era combatir el keynesianismo y la solidaridad imperantes y preparar las
bases de otro tipo de capitalismo, duro y desregulado. Las ideas neoliberales tardaron
en ser escuchadas con seriedad hasta la crisis de 1973. Allí, los defensores del
Estado de Bienestar vieron revelarse como inocuas a las respuestas que habían sido
efectivas hasta entonces. La particularidad del discurso neoliberal consistió en centrar
la crisis del capitalismo en el poder de los sindicatos y del movimiento obrero en
general, que habrían socavado las bases de la acumulación privada (Anderson, 1995).
La solución sería reducir al mínimo el Estado en lo que respecta a gastos sociales e
intervenciones económicas, pero mantener la fortaleza suficiente para romper la
capacidad de negociación de los sindicatos. Por otro lado, la estabilidad monetaria
debía basarse en la disciplina presupuestaria consistente en la contención del
bienestar y en la restauración de la tasa natural de desempleo. El Estado de Bienestar
es suplantado entonces por un conjunto de proposiciones que escinde de la política
económica, paradójicamente, cualquier connotación de política social. El
neoliberalismo no constituye en rigor un cuerpo teórico, sino que está conformado por
un cúmulo de proposiciones prácticas y, en el plano conceptual, introduce
formulaciones y propuestas que rozan el conservadurismo político y una suerte de
darwinismo social muy lejano a las vertientes liberales de los inicios del siglo XX.
Estas ideas y valores componen un ámbito particular, especie de cultura de solución
de problemas: idealizando la especialización y la competencia, la ideología neoliberal
proyecta una cultura política despolitizada en apariencia, movida por la búsqueda de
soluciones ágiles y eficientes.
En el país, las políticas neoliberales tuvieron un largo proceso de construcción. Así, el
programa de gobierno implementado en 1976 por los sectores económicos más
concentrados en alianza con una fracción del ejército se propuso y logró romper la
alianza social que sostuvo el modelo de la Industrialización Sustitutiva de
Importaciones socavando las relaciones sociales mediante instrumentos militares,
políticos, ideológicos y económicos.
En términos socioeconómicos, diversos procesos como la apertura y la desregulación,
el endeudamiento externo y los distintos mecanismos por los que se subsidió al capital
más concentrado fueron conformando una nueva cúpula económica que adquirió
singular importancia en la definición de las políticas económicas implementadas desde
el Estado en los gobiernos democráticos de los años ochenta y noventa. “Los
procesos simultáneos de concentración y centralización del capital producidos a partir
de 1976, tendrían continuidad bajo nuevas condiciones políticas”.
La apertura democrática reactivó expectativas redistributivas del ingreso,
democratizadoras de las instituciones y compensadoras de las transferencias de
ingresos relegadas entre 1976 y 1983. Sin embargo, a poco de iniciarse el gobierno de
Alfonsín, una parte del sistema político comenzó a asumir los límites estructurales
impuestos por el poder económico y, por consiguiente, a reformular las políticas
públicas a implementar: tras el intento de política distribucionista de Grinspun se inició
el “desarme de la democracia” con el primer programa de ajuste bajo un régimen
constitucional (el “Plan Austral” de 1985). Sin embargo, dicha política no logró
construir el consenso necesario para el ajuste estructural, las privatizaciones, una
mayor apertura y la más amplia desregulación económica y de las relaciones
laborales.
El consenso de Washington
Hacia fines de los años ochenta y principios de los noventa el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional (FMI) produjeron, a partir de los fundamentos
neoliberales, un conjunto de propuestas de política económica que fueron
sistematizadas bajo la denominación de Consenso de Washington. Allí se estableció
un conjunto de instrumentos de política destinados a resolver los problemas de
inestabilidad de las economías latinoamericanas:
● Déficit fiscal: fue presentado como la causa de los desajustes
macroeconómicos y estaría asociado a la incapacidad de equilibrar los gastos y los
ingresos públicos.
● Gastos públicos: los subsidios debían ser eliminados de la actividad económica
y dirigidos a la educación y la salud. La inversión del gobierno debía dirigirse a la
infraestructura pública.
● Reforma impositiva: se recomendaba ampliar la base impositiva y moderar la
tasa marginal.
● Tasa de interés: debía estar determinada por el mercado; de esta manera se
desalentaría la fuga de capitales y aumentaría el ahorro privado.
● Tipo de cambio: la política de tipo de cambio no sólo debía asegurar un nivel
competitivo para este indicador, sino también garantizar su mantenimiento para
estimular la confianza del sector privado. El crecimiento de las exportaciones era el
propósito fundamental de esta política.
● Política comercial: sugería eliminar las barreras no arancelarias (licencias de
importación) y eliminar los impuestos a las exportaciones.
● Inversión externa directa: los países debían establecer una legislación que
favoreciera la inversión extranjera directa como forma de atraer capital y tecnología.
● Privatización: la reforma debía favorecer la privatización de las empresas
estatales para su manejo más eficiente por parte de agentes privados.
● Desregulación: un mayor nivel de competencia estimularía el crecimiento. Son
especialmente destacadas las políticas que apuntan a desregular los mercados de
trabajo.
● Derechos de propiedad: existía la convicción de que los derechos de propiedad
eran notablemente inseguros en América Latina. Por ello, la legislación y las
instituciones deben ser adaptadas para garantizar la propiedad durante el proceso de
reforma estructural.
Alfonsín, la transición democrática
Las elecciones presidenciales de 1983 fueron las primeras en as que un candidato
radical derrotó a uno peronista en comicios en los que los peronistas no estaban
proscriptos. Alfonsín, que había militado en los últimos años de la dictadura en las
organizaciones de resistencia, logró ser el candidato tras vencer al ala más tradicional
del radicalismo. Su denuncia de la existencia de un pacto militar-sindical lo ayudó a
recolectar votos incluso entre el antiguo electorado peronista.
Una de sus primeras medidas fue la de formar la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas (CONADEP), cuya labor quedó documentada en un
informe conocido como Nunca Más. Esta iniciativa fue seguida de la decisión de
someter a los miembros de las juntas militares a juicio, frente a tribunales
constitucionales. Así, en 1985, los ex comandantes de las Fuerzas Armadas y algunos
otros jefes militares fueron procesados y condenados a prisión.
La derrota militar de 1982 permitió que este tipo de medidas de reconocimiento público
de los crímenes de la dictadura fuera posible. Esto hizo que el proceso de transición
democrática fuese más veloz y profundo que en otros países de América latina que
habían sufrido dictaduras similares en los años setenta.
No obstante, el proceso de revisión judicial del terrorismo de Estado tuvo un límite
cuando, a partir de 1986, la presión ejercida desde algunos sectores militares obligó al
gobierno a poner freno a las denuncias. La Ley de Punto Final se promulgó en
diciembre de 1986 y la de Obediencia Debida, tras el levantamiento realizado por
grupos militares denominados carapintadas en la Semana Santa de 1987. Ambas
limitaron la posibilidad de juzgar a oficiales y ex oficiales involucrados en la represión
ilegal que hubiesen recibido órdenes de sus superiores.
La oposición se renueva
La derrota de 1983 llevó a que muchos militantes peronistas reflexionasen sobre la
marcha de su partido y la relación existente entre las nuevas realidades políticas y la
manera en que el peronismo podría convertirse no sólo en una fuerza de oposición
sino también en un partido capaz de ganar las próximas elecciones. Así surgió la
Renovación Peronista, una línea interna en donde se destacaban Carlos Menem y
Antonio Cafiero, y donde la línea sindical seguía siendo importante. Entre 1985 y 1988
la Renovación logró controlar el partido a través de movilizaciones y del apoyo a los
radicales en las crisis militares que se produjeron. Cuando la situación económica se
agravó, el Partido Justicialista se afianzó como una alternativa electoral para gobernar.
Crisis y conflictos
La situación económica heredada por el gobierno de Alfonsín no era para nada
promisoria. En 1985, para combatir la difícil situación económica, el gobierno de
Alfonsín lanzó el Plan Austral: se congelaron los precios, los salarios y las tarifas de
los servicios públicos, y se creó una nueva moneda, el austral. Este plan tuvo éxito
hasta 1987, cuando la escasez de recursos iba a tener efectos sobre la situación
económica interna.
Ante esta situación, el gobierno recurrió a la emisión monetaria para pagar sus gastos
y esto provocó que el dinero perdiera valor y aumentaran los precios. La inflación
afectó seriamente los ingresos de la población. Entre 1988 y 1989, a raíz de la tasa de
inflación anual los precios se multiplicaron por más de treinta. Los sindicatos, que
ahora podían manifestar legítimamente sus reclamos, lanzaron varios paros generales
para presionar al gobierno a decretar aumentos salariales.
En medio de la hiperinflación, en julio de 1989, Alfonsín adelantó varios meses el
traspaso del gobierno al nuevo presidente electo, el peronista Carlos Saul Menem.
El fin de la Unión Soviética
Como todo cambio de importancia, las reformas encontraron resistencias: lo nuevo no
lograba encauzarse y lo viejo, moribundo, no funcionaba. La población, esperanzada
en principio, acusó a la perestroika de ser el origen de los males, sobre todo de la
subida de precios y del desorden general. Esta situación fue aprovechada por las
repúblicas no rusas para desligarse de la Unión Soviética. En 1990, Lituania, Estonia y
Letonia se declararon independientes, camino que siguieron otras repúblicas, como
Ucrania y Bielorrusia. En 1991, un fallido golpe de Estado, protagonizado por los
opositores a Gorbachov, precipitó el fin de la Unión Soviética.
La heredera de la Unión Soviética es hoy la Federación Rusa, vinculada con las ex
repúblicas soviéticas, por medio de la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
El fin del comunismo en Europa oriental
Los cambios en la Unión Soviética alteraron de manera drástica la situación en Europa
oriental. Allí, el régimen comunista era visto como una forma de dominación extranjera
mantenido por la fuerza. En el pasado se había reprimido duramente todo intento de
cambio, y la población veía a la perestroika con cierta desconfianza, pero también con
esperanza. En general, muchos dirigentes socialistas de Europa oriental se resistían a
aplicar la perestroika en sus propios Estados, pero Gorbachov propuso que cada
Estado socialista lo hiciera "a su manera", que cada país siguiera su propio camino.
En pocos meses los dirigentes favorables a los cambios ganaron terreno e impusieron
la desarticulación del sistema comunista. En este proceso fue vital el apoyo de la
ciudadania, que se manifestó por medio de gigantescas marchas organizadas de
manera libre, algo que hubiera resultado imposible unos años antes.
Hungría fue el primer Estado que en 1989 desmantelo la "cortina de hierro" y abrió
sus fronteras. Polonia aceptó el pluralismo político y realizó elecciones libres.
Checoslovaquia, Bulgaria y Rumania siguieron pasos similares, aunque en este
último país se generaron terribles actos de violencia.
La caída del Muro de Berlin
Una situación especial se vivió en Alemania oriental al comenzar la perestroika. A
medida que caía el comunismo en Europa oriental, ¿qué sentido tenía la existencia de
dos Alemanias con sistemas político-sociales diferentes?
Sin embargo, los dirigentes de Alemania oriental se opusieron a todo cambio.
Negaban así el peso de la historia, los fuertes lazos culturales y la voluntad mayoritaria
de los alemanes del Este. En 1989, la situación se tornó crítica: la huida masiva de
alemanes del Este al Oeste —más de 300.000 a través de Hungría y Austria— y las
incesantes y tumultuosas manifestaciones en las grandes ciudades, derribaron en
semanas el frágil Estado comunista alemán. El 9 de noviembre, un nuevo gobierno en
Berlín oriental se vio forzado a abrir los pasos fronterizos con Berlín occidental, ante la
presión de millones de sus habitantes. De esta manera cayó el Muro de Berlín,
símbolo del fracaso del "socialismo real" y de la artificial división alemana. La Guerra
Fría había terminado.
La reunificación de Alemania
En octubre de 1990, las dos Alemanias acordaron la unificación en un solo Estado.
Desde entonces, el sector occidental ha transferido grandes sumas al deteriorado
sector ex comunista para reconvertir y adaptar su economía al sistema capitalista.
Alemania unificada es hoy la tercera potencia económica mundial y uno de los
primeros países exportadores del mundo.
El nuevo orden internacional
La desaparición de la Unión Soviética determinó el surgimiento de un nuevo escenario
internacional al finalizar la Guerra Fría. Pero ¿qué papel tuvieron los Estados Unidos
en este desenlace? Distintos analistas políticos acuerdan en que el fin del comunismo
se produjo por causas propias de la política soviética; sin embargo, el ascenso de
Ronald Reagan (1981-1988) a la presidencia de los Estados Unidos y su activa
política exterior aceleraron el fin de la Unión Soviética.
Reagan abandonó la moderación diplomática y tomó una actitud ofensiva frente a la
Unión Soviética: la calificó como "el imperio del mal", como un régimen opresivo
dentro y fuera de su territorio, irrespetuoso de los Derechos Humanos y expansionista.
En plena perestroika, en un viaje a Berlín, Reagan desafió a Gorbachov a derribar el
Muro que dividía la ciudad e instó a las fuerzas democráticas a combatir el
comunismo. Sin embargo, el reto más duro para la Unión Soviética fue su Iniciativa
de Defensa Estratégica o Guerra de las Galaxias, un plan millonario para crear en
el espacio un escudo antimisiles que defendiera el territorio estadounidense. La
política soviética no pudo contrarrestar este desafío tecnológico, militar y financiero.
Con el fin de la Guerra Fría, los Estados Unidos se convirtieron en la única
superpotencia mundial. Su poderío militar, económico y científico-tecnológico le
aseguró desde entonces un predominio indiscutido en cuestiones internacionales.
Pero esta nueva situación, lejos de crear un mundo estable y armonioso reactivó, en
algunas regiones, conflictos considerados superados.
La Guerra del Golfo
El nuevo orden internacional tuvo su prueba de fuego en 1990, cuando
sorpresivamente Irak invadió Kuwait. Estaban en juego allí dos cuestiones: por un
lado, la violación de las normas internacionales establecidas por la ONU; por el otro, la
posesión de los estratégicos recursos petróleros. ¿Cómo iban a responder los Estados
Unidos y la comunidad internacional?
Este desafío del presidente de Irak, Saddam Hussein, fue fatal para la región. La
ONU condenó por unanimidad la agresión iraquí, y los Estados Unidos, bajo el
liderazgo del presidente George Bush (1989-1992), organizaron una represalia militar,
conocida como "Tormenta del Desierto" en la que participaron otros estados. La
guerra desatada tuvo alternativas dramáticas: Hussein, que intentaba extender el
conflicto, bombardeó Israel con la intención de unir a los Estados árabes en su favor,
hecho que finalmente no se produjo.
A pesar de la rápida victoria de los Estados Unidos y sus aliados, que restablecieron la
soberanía de Kuwait, Hussein pudo mantenerse en el poder. En consecuencia, la
posibilidad de nuevos enfrentamientos quedó latente.
Los ´90. La época de las "reformas estructurales"
Menem había hablado durante la campaña electoral de su intención de provocar un
"salariazo" y una "revolución productiva". A poco de comenzar su gobierno estableció
una alianza con los grupos empresariales más importantes, hecho que sorprendió a
muchos de los votantes tradicionales del peronismo.
Durante los años noventa se planteó una serie de "reformas estructurales" para
reducir el peso del sector público en la economía, y para esto se privatizaron muchas
de las empresas del Estado, inclusive surgieron muchas empresas privadas que se
ocupaban del sistema de jubilaciones y pensiones.
Para conseguir las leyes que necesitaba, el gobierno buscó concentrar poder en el
Ejecutivo. Evitó la oposición parlamentaria legislando mediante "decretos de
necesidad y urgencia" y modificó la composición de la Corte Suprema para lograr
apoyo para sus políticas.
Relación entre el Consenso de Washington y Reforma del Estado en la Argentina
El programa de política neoliberal irrumpió en la economía argentina con el gobierno
del Dr. C. S. Menem a través de asesores como el Ing. A. Alsogaray, R. Alemann, los
sucesivos ministros de economía (M. Roig, N. Rapanelli, E. González, D. Cavallo) y un
amplio grupo de economistas y analistas que se sumaron a la ola liberalizadora. Las
reformas fueron implementadas a través de dos leyes ómnibus denominadas de
Reforma del Estado y de Emergencia Económica, que rescataron las principales
recomendaciones de política aconsejadas por Estados Unidos:
• con respecto al déficit fiscal, la tendencia al equilibrio se lograría a través de la
suspensión de los subsidios y subvenciones a la vez que los ingresos mejorarían (en
el corto plazo) mediante la privatización de empresas públicas y la venta de inmuebles
del Estado (Leyes 23.696 y 23697 de 1989);
• en cuanto a los gastos públicos, el capítulo II de la ley 23.697 estableció la
suspensión de los subsidios, subvenciones y todo otro compromiso que afecte los
recursos del Tesoro Nacional. Se suspendieron los regímenes de promoción industrial
y minera que incluían una larga serie de beneficios impositivos y fiscales;
• en cuanto a la reforma impositiva, la ley de Emergencia Económica avanzó en la
suspensión de los incentivos vía reducción o exención de impuestos. Más tarde, se
expandiría la base impositiva mediante el aumento y ampliación de los impuestos al
consumo;
• política comercial: se liberalizó el comercio exterior eliminando todos los entes de
regulación;
• en lo referido a la inversión externa directa, el capítulo VI de la Ley 23.697 refiere al
régimen de inversiones extranjeras: “se garantizará la igualdad de tratamiento para el
capital nacional y extranjero que se invierta con destino a actividades productivas en el
país” (art. 15). En el mismo sentido se estableció la suspensión del régimen de compre
y de contrate nacional;
• en lo que respecta a la privatización, el artículo 8 de la Ley 23.696 faculta al Poder
Ejecutivo Nacional para proceder a la privatización total o parcial o a la liquidación de
empresas, sociedades, establecimientos o haciendas productivas cuya propiedad
pertenezca total o parcialmente al Estado nacional;
• en cuanto a la desregulación se avanzó en la liberalización del comercio liquidando
todos los entes de control de exportaciones (como la Junta Nacional de Granos o
Junta Nacional de Carnes). La desregulación del mercado de trabajo se produjo a
través de la Ley de Reforma Laboral, aprobada recién en el año 2001.
Las medidas referidas al tipo de cambio fueron impulsadas a partir de plataformas
legales diferentes, como la Ley de Convertibilidad, que se aprobó con posterioridad
(en 1991) y que vino a completar el proceso de reformas iniciado en 1989.
La convertibilidad
A pesar del cambio de rumbo económico, en los primeros tiempos del gobierno de
Menem se mantuvo la crisis económica, con una nueva hiperinflación a principios de
1990. Este hecho llevó a que desde 1991 Domingo Cavallo fuese el ministro de
Economía. Él proyectó la famosa Ley de Convertibilidad para estabilizar la
economía. Esta ley establecía la paridad entre el dólar y el peso, es decir que un peso
equivalía a un dólar. De acuerdo con esta ley, el Banco Central debía contar con
reservas que garantizasen la circulación de la moneda nacional y no estaba permitida
la emisión de moneda sin respaldo de dinero.
Esa aparente estabilidad económica, que hacía mucho que no se registraba en el
país, creó cierta euforia en las clases media y alta, que tuvieron acceso a créditos en
cuotas fijas para comprar bienes, o pudieron viajar al exterior, ya que el cambio los
favorecía. Sin embargo, la convertibilidad también trajo el quiebre y el cierre de
muchas industrias nacionales, un aumento considerable de la desocupación y la
pérdida del salario real de los trabajadores. Las más perjudicadas por esta medida
fueron las pymes (pequeñas y medianas empresas), que no pudieron competir con los
productos que ingresaban a través de la importación y, además, sufrieron una fuerte
presión fiscal.
El Pacto de Olivos
Como Menem quería ser reelegido presidente (hay que recordar que la Constitución
Nacional impedía la reelección consecutiva), previamente tenía que realizar una
reforma constitucional, que se logró mediante el Pacto de Olivos. En ese pacto,
sellado entre él y el ex presidente Alfonsín, se acordó establecer la reelección
presidencial, acortar el mandato a cuatro años y crear la figura del jefe de Gabinete, el
Consejo de la Magistratura para la elección y el seguimiento de los jueces, y la
autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, que a partir de la reforma pudo elegir sus
propias autoridades.
Cambios, críticas, crisis. La Argentina a fines de los noventa
Menem fue reelegido en 1995. En su segundo gobierno hubo muchas denuncias de
casos de corrupción. También se criticó el funcionamiento de la justicia en la
investigación de la responsabilidad de dos atentados terroristas sufridos durante la
primera mitad de los noventa (el que destruyó la Embajada de Israel en 1992 y el de la
AMIA en 1994) y el asesinato del periodista José Luis Cabezas en 1997.
En lo económico, los inconvenientes causados por una crisis financiera internacional
en la segunda mitad de los noventa y la dependencia de la Argentina de los capitales
extranjeros a partir de las reformas y privatizaciones provocaron una recesión
aproximadamente desde 1998.
La suma de críticas y situaciones desfavorables al gobierno permitieron el triunfo, en
1999, de Fernando de Ia Rúa, candidato de la "Alianza" entre la UCR y el FREPASO
(un frente de nuevos y viejos partidos formado en los noventa).
El nuevo gobierno buscó mantener la estabilidad del peso pidiendo préstamos al
exterior. Pero para atraerlos y poder pagarlos, debía reactivarse la economía y las
políticas del gobierno no lo lograron.
*Esta ficha de cátedra está elaborada en base a textos extraídos de:
- Artículo editado por CLACSO, “EL CONSENSO DE WASHINGTON Y SU
CORRELATO EN LA REFORMA DEL ESTADO EN LA ARGENTINA: LOS EFECTOS
DE LA PRIVATIZACIÓN” de MARISA DUARTE
- Cuadernillo de Historia del profesor CRISTIAN BARRIA, del año 2016, para escuelas
secundarias de la Provincia de Buenos Aires.