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Un Libro Sin Recetas para La Maestra y El Maestro. Fase 6

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© © All Rights Reserved
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1 1

....
. EDUCACION
~ SIC IH TAA I A 0 1 t:OUCA CIÓ N PU•ucA
Un libro sin receras, para la maesrra y el maesrro. Fase 6 fue elaborado y editado por la Dirección General de Materiales Educativos
de la Secretarla de Educación Pública.

Secretarla de Educación Públlca


Leticia Ramlrez Amaya
Subsecretaria de Educación Básica
Martha Velda Hernández Moreno
Dirección General de Materlales Educativos
Marx Arriaga Navarro

Coordinación editorial
lrma i liana Vargas Flores

Supervisión editorial
Jessica Mariana Ortega Rodríguez

Cuidado de la edidón y corrección de es rilo


Juan Alejandro Correa Sandoval

Coordinación de iconograffa y diseño


Alejandro Portilla de Buen

Diseño
lmelda Guadalupe Quintana Martlnez

Diagramación
Margarita Citlalli Ledesma Campillo

Producción editorial
Martín Aguilar Gallegos

Segulmienro de producción editorial


Moisés García González

Preprensa
Citlali Marra del Socorro Rodríguez Merino

Forograffa
Marra Guadalupe Castillo Roble

Porrada
Diseño: lmelda Guadalupe Quintana Martlnez
Forograffa: Mitin de señoras por la liberación de sus hijos detenidos,
octubre de 1968, Fondo Manuel Gutiérrez Paredes, ILSUE-
ATLUNAM, MGP3143, Archivo Histórico de la UNAM

Primera edición, 2023 (ciclo escolar 2023-2024)


D. R. ©Secretarla de Educación Pública, 2023,
Argentina 28, Centro,
06020, Ciudad de México
ISBN: 978-607-579-084-8
Impreso en México
DISTRIBUCION GRATUITA-PROHIBIDA SU VENTA
Un libro sin recetas,
para la maestra y el maestro

Fase 6
Modalidad secundaria
Campos formativos
Lenguajes

Saberes y pensamiento científi co

De lo humano y lo comunitario

Ética. naturaleza y sociedades

Ejes articuladores
Inclusión

Pensamiento crítico

lntercu lturalidad crítica

Igualdad de género

Vida saludable

Apropiación de las culturas a través de la lectura y la escritura

Artes y experiencias estéticas


"El derecho del vencido, eso es lo que hace falta rescatar.
En hacerlo radica la cultura".

JOSÉ VASCONCELOS
Índice
Presentación_ _ 8
Introducción 10
Soñaron con asaltar el cielo 13
Maestras, maestros, recuperemos nuestra historia _25
México, un país en proceso de emancipación 27
Las antiguas conquistas de nuestra libertad 28
Ya tenemos la independencia, general, ahora díganos qué hacer con ella 32
La enseñanza de la historia desde el presente 38
Espacio histórico desde el presente 39
La reforma educativa de 2013 y sus efectos liquidadores 40
Las raíces podridas del neoliberalismo educativo 40
Reforma educativa neoliberal de 2013 51
Las etapas de la resistencia a la reforma educativa neo liberal -54
¿cómo reconocer las subalternidades que me rodean? 61
El Programa analítico como mecanismo para el reconocimiento de las
subal ternidades 68
Conceptualizar a los semejantes mediante los ajenos y no los propios 77
¿cómo reconocer que se está transformando en comunidad? 85
Fogata_ 86
Diálogo 87
Acuerdos 89
Acciones_ 90
Evaluaciones 91
Sistematización 92
Proyectos educativos y vida cotidiana; la NEM y el cambio de época _ -93
lDesde dónde y cómo nos reorganizamos para saber de proyectos
educativos y vida cotidiana? 94
La vida cotidiana como concepto ordenador de acciones educativas 95
La construcción posible de la vida cotidiana desde miradas di versas
y consistentes 97
Las características de la vida cotidiana. 98
Otra dimensión de la vida cotidiana 99
La glocalización y los ejemplos de vida cotidiana IOl
Caja de herramientas para relación entre proyectos educativos y vida
cotidiana ro3
Orientación práxica r: Desarrollo de una sensibilidad crítica ro4
Orientación práxica 2: Reflexionando la práctica_ _ ro5
Orientación práxica 3: Participación en círculos virtuosos
de retroalimentación ro6
Elementos práxicos para la relación entre proyectos educativos y vida
cotidiana. ro7
Orientación práxica 1: Sensibilidad crítica ro8
Docente

Orientación práxica 2: Reflexionando la práctica IIO


Orientación práxica 3: Círculos virtuosos de retroalimentación Ill
Aprender de las experiencias: instrumento de sistematización para
la selección-generación de técnicas en los tres escenarios: aula, escuela
y comunidad I14
La transformación democrática de la escuela II7
Ya no somos los mismos y sin embargo ... II7
La tensión permanente entre prescripciones normativas, curriculares
y administrativas. _ 120
Replantear las relaciones escolares desde prácticas democráticas 121
Transformar los espacios de decisión, gestión y coordinación 124
La diversidad como fundamento de la transformación democrática
de la escuela 126
Notas para la experimentación de estrategias, técnicas e instrumentos
en evaluación formativa 129
La evaluación formativa, semblanza en la política educativa mexicana 131
Evaluación formativa: actividad heurística 1 33
Enfoque didáctico: el rol docente en la evaluación formativa __ 137
Enfoque de aprendizaje: el rol del estudiante en la evaluación formativa 145
Caja de herramientas para la experimentación de estrategias
en evaluación formativa 149
Simbolizar: el vínculo pedagógico como espacio para la retroalimentación
formativa 150
Postergar: La narración como espacio para la metacognición__ _151
Cooperar: el diálogo como posibilidad para la tutoría_ 1 53
Abriendo la caja: estrategias, técnicas e instrumentos para evaluación
formativa _156
Salud mental y autocuidado en las y los docentes de educación básica _160
Comencemos por definir salud mental 160
Salud mental no es hablar siempre de enfermedades 161
Factores de protección y factores de riesgo _ 161
Resiliencia 162
Derribar las principales barreras para la atención oportuna de la salud
mental: el estigma y la discriminación_ _ 164
Relación de la escuela con la salud mental 164
Condiciones comunes que afectan la salud mental de docentes _ 166
Recomendaciones prácticas para el autocuidado _169
Reflexiones en torno a la creación de didácticas decoloniales 173
La decolonialidad_ - 175
Pedagogía decolonial _179
Hacia una didáctica decolonial 18 1
Bibliografía_ 184
Presentación
Paulo Freire, pedagogo brasileño que toda su vida buscó la manera de brin-
dar herramientas para que los marginados pudieran liberarse y emancipar-
se de las condiciones de dominación que se reproducían en la escuela a
través de la educación bancaria, aportó una teoría que nos permite aprender
los principios pedagógicos y políticos para la lucha por una justicia social. La
educación es un acto político para la transformación de la realidad, por eso
Freire (2012, p. 97) escribió: "No puedo ser profesor si no percibo cada vez
mejor que mi práctica, al no poder ser neutra, exige de mí una definición".
Esto significa "que como profesor debo tener claras mis opciones políticas,
mis sueños. Porque, al final, ¿qué es lo que me mueve y me alienta como pro-
fesor¡ ...]?" (Freire, 2010, p. 50).
Sobre esta interpelación para todxs, el mismo Freire (2016, p. 39) invita,
en El maestro sin recetas, a que las maestras y los maestros se asuman como
sujetos políticos, "que se descubran en el mundo como un ser político y no
como un mero técnico o un sabio, porque también el técnico y el sabio son
sustancialmente políticos".
En este espíritu, Un libro sin recetas, para la maestra y el maestro no sólo
busca aportar elementos pedagógicos relacionados con el Plan de Estudio de
educación preescolar, primaria y secundaria. También, y, sobre todo, pretende
interpelar su práctica diaria para que, desde su realidad concreta, acuda a sus
saberes y experiencias docentes, a esos recaudos de historia y de vida desde
donde da sentido al acto educativo porque sólo desde el reconocimiento
de ese momento histórico, de ese estar en el mundo, se puede favorecer
que las y los estudiantes relacionen los conocimientos de los programas de
estudios con su vida personal, familiar y comunitaria. Fortalecer este acto
de autonomía docente a este hecho político, insoslayable de la educación
transformadora, es la gran apuesta de Un libro sin recetas, para la maestra y el
maestro. La recuperación del saber docente atesorado durante años de viven-
cias, junto con el cúmulo de experiencias que han construido durante una
vida de servicio a la niñez y juventud mexicana en las aulas y más allá de és-
tas, representan el elemento más significativo del currículo de la educación
preescolar, primaria y secundaria. Esas experiencias y saberes se expresan de
manera distinta en cada uno de los territorios del país porque están marca-
das por la diversidad étnica, lingüística, social, cultural, sexogenérica, polí-
tica y económica en donde viven maestras y maestros, las y los estudiantes
y sus familias.
Que las maestras y maestros de México ejerzan su autonomía para de-
cidir qué es pertinente y necesario considerar en el currículo nacional
de acuerdo con las condiciones concretas de existencia, representa por sí
Docente

mismo un acto de revolución formativa porque contribuyen a decidir qué se


enseña, cómo, a través de que métodos y herramientas; así como las condi-
ciones como se ejerce esta actividad, lo cual favorece a la educación nacional
vista desde su diversidad. Ésta es la forma como se expresa desde las maes-
tras y los maestros la educación como acto político, como acto transforma-
dor y como acto revolucionario. Igualmente, éste es el sentido que tiene el
codiseño, que si bien no elude la observancia obligatoria de los Programas de
estudio de preescolar, primaria y secundaria, se diseña con base en decisiones
de las maestras y los maestros con respecto a cómo se enseña en la escuela.
Como establece el Plan de Estudio de preescolar, primaria y secundaria, lo
nacional tiene que reposicionarse como el espacio de lo común desde la
diversidad que caracteriza a un país como México, "considerando la diver-
sidad de saberes, con un carácter didáctico y curricular diferenciado, que
responda a las condiciones personales, sociales, culturales, económicas de
los estudiantes, docentes, planteles, comunidades y regiones del país" (SEP,
2022, p. 6), como lo establece el artículo 22 de la Ley General de Educación.
Un libro sin recetas, para la maestra y el maestro aporta elementos conceptua-
les y metodológicos, desde posturas ideológicas diversas, para que la maes-
tra, maestro, enriquezca su quehacer educativo en la escuela y su vínculo
con la comunidad. Además, que acompañe en el proceso de construcción
del codiseño y el Programa analítico que son construcciones individuales y,
sobre todo, que se formulan en diversos tiempos de acuerdo con la realidad
de cada maestra o maestro, escuela y comunidad. De este modo, Un libro sin
recetas, para la maestra y el maestro se centra en la enseñanza como la acción
sustantiva de la práctica docente, en tanto acto político de transformación
de la realidad educativa, escolar y comunitaria.
El libro que tiene en sus manos, estimada maestra, estimado maestro, re-
presenta el esfuerzo de la Secretaría de Educación Pública por brindar apor-
tes teóricos y metodológicos que acompañen la revolución que realiza en sus
aulas. El acto de codiseño que usted desarrolla es una acción compleja que
requiere de una conciencia crítica y una sensibilidad que permitan recono-
cer cuáles son las condiciones económicas, sociales, ambientales, políticas
y educativas que favorecen o impiden que sus estudiantes puedan aprender
y formarse como ciudadanos que ejercen sus derechos; esto implica no sólo
advertir las condiciones de su grupo, también advertir cómo influyen los pro-
blemas de exclusión social, pobreza, violencia, racismo, alimentación y segu-
ridad en su comunidad. Desarrollar esa conciencia es difícil; a veces se piensa
que sería mejor dejar todo tal y como está, bajo el principio de que así son las

*
cosas. Por ello, es importante recordar las palabras de Paulo Freire: "Nadie li-
bera a nadie, ni nadie se libera solo. Los hombres se liberan en comunión".
Introducción
La historia del magisterio no es fácil de rastrear. El camino está lleno de
distractores, atajos y fantasías románticas en donde se retrata a un sujeto
sumiso, abnegado y minúsculo. La masa magisterial parece no tener rostro
y funciona como una colmena donde los sujetos laboran sin descanso en
favor de la reina. Sin embargo, la herencia cultural que impregna a cada do-
cente como individuo no es pequeña, dócil, ni resignada. El alma y el cora-
zón del magisterio están colmados de una herencia cultural revolucionaria,
insurgente y transgresora. Ese sentimiento no puede borrarse, diluirse o si-
lenciarse aunque los medios de comunicación, las políticas públicas o las
asociaciones civiles generen campañas que roman ticen al magisterio, com-
pren a sus líderes, inculquen una ideología conservadora y denuncien a las
y los docentes como sujetos disidentes.
Por más que se invierta en esa fantasía, en esa corrupción, en esa perver-
sión del magisterio, el fantasma revolucionario vivirá siempre en el cora-
zón de las maestras y los maestros. Siempre, habrá estudiantes normalistas
y profesores organizados para conmemorar alguno de los tantos crímenes
de Estado, y todo el tiempo rondará en nuestras almas y cabezas la duda sobre
aquellos asesinatos que no fueron consignados, los desaparecidos que
nadie buscó o que nadie encontró. Siempre, permanecerán en nuestros co-
razones los nombres de quienes fueron asesinados por perseguir un ideal.
Siempre, estarán en nuestra memoria los nombres que nunca debemos
olvidar:

r. Abel García Hernández 13. Cutberto Ortiz Ramos


2. Abelardo Vázquez Penitén 14. Doriam González Parral
3. Adán Abraján de la Cruz 15. Emiliano Alen Gaspar de la Cruz
4. Alexander Mora Venancio 16. Everardo Rodríguez Bello
5. Antonio Santa na Maestro 17. Felipe Arnulfo Rosa
6. Benjamín Ascencio Bautista 18. Giovanni Galindes Guerrero
7. Bernardo Flores Alcaraz 19. Israel Caballero Sánchez
8. Carlos Iván Ramírez Villareal 20. Israel Jacinto Lugardo
9. Carlos Loren20 Hernández Muñoz 2r. Jesús Jovany Rodríguez Tlatempa
10. César Manuel González Hernández 22. Jhosivani Guerrero de la Cruz
1 r. Christian Alfonso Rodríguez Te lumbre 23. JonásTrujillo González
12. Christian Tomás Colón Garnica 24. Jorge Álvarez Nava
Docente
11 *
2 5. Jorge Ambal Cruz Mendoza 35. Luis Ángel Francisco Arzola
26. Jorge Antonio Tizapa Legideño 36. Magdalena Rubén Lauro Villegas
27. Jorge Luis González Parral 37. Marcial Pablo Baranda
28. José Ángel Campos Cantor 38. Marco Antonio Gómez Malina
29. José Ángel Navarrete González 39. Martín Getsemani Sánchez García
30. José Eduardo Bartola Tlatempa 40. Mauricio Ortega Valerio
31. José Luis Luna Torres 41. Miguel Ángel Hemández Martínez
3 2. Julio César López Patolzin 42. Miguel Ángel Mendoza Zacarías
33- Leonel Castro Abarca 43. Saúl Bruno García
34. Luis Ángel Abarca Carrillo

Esta es la herencia cultural que el magisterio carga todos los días. Aunque en
numerosos momentos el Estado se esforzó en silenciarla, sigue ahí como un
murmullo que nos despierta por las noches y nos ayuda a corregir el rumbo.
Hoy, muchos integrantes del magisterio son acosados, seducidos, para que
olviden su legado, para dejarlo a un lado. Algunos que no vivieron esas tra-
gedias, empiezan a olvidarlas. Pero a todxs el Estado los ha tratado de enga-
ñar, les ha ocultado la verdad. Sin embargo, por más intentos que se hagan,
muchas cosas no tienen sentido y la duda razonable nos abre los ojos. Como
al niño Fritz, que vio cómo la historia entró a su cuarto y rasgó su póster de
Campanita. O la niña Alicia, que sigue esperando a que los Reyes Magos le
traigan lo que pidió en su carta. O al niño Diego, que intenta descifrar los
sonidos del despertador sin sentir miedo. O la niña Mica, que aprendió a
caminar en un espacio donde el verde militar dominaba la mirada. O la niña
Alejandra, que se sabe en familia, pero la pertenencia la ubica en otro hori-
zonte... Ellas y ellos son hijas e hijos de personas que, en las décadas de los
años sesenta y setenta, apostaron por la utopía de un México diferente, sin
abusos ni impunidad, sin autoritarismos, prepotencia o corrupción. Cuando
la vida como opción de lucha no encontró otra llave, y cada cual con sus
colores comenzó a ilustrar sombras, a colorearlas, para evitar que el olvido
ahogara la memoria.
"No permitan fotografías", ordenó el entonces presidente de México,
Luis Echeverría Álvarez, la tarde del jueves 10 de junio de 1971 al recibir por
teléfono el primero de muchos informes sobre lo que ocurría en la avenida
de los Maestros, cerca del Casco de Santo Tomás, frente al cine Cosmos. Exis-
ten testimonios de ello.
Durante más de cinco décadas, la estrategia de los gobiernos en turno fue
ocultar, actuar desde las sombras, en la penumbra; golpear con la certeza de
no evidenciar el dolor. Asesinar sin dejar indicios. Torturar en los cimientos
del horror. Desaparecer opositores para amordazar voluntades y construir
en México el andamiaje de la llamada guerra sucia, también conocida como
guerra de baja intensidad. Un periodo oscuro cuando no sólo se ejerció la re-
presión con plena impunidad mediante los distintos cuerpos policiacos y de
seguridad del Estado, como la Dirección Federal de Seguridad, la Dirección
de Investigaciones Políticas y Sociales, la Policía Tudicial Federal y las esta-
tales, los policías municipales y el ejército; también generó una narrativa
donde los activistas e inconformes supuestamente eran

[...] pequeños grupos de cobardes terroristas, integrados por hombres y mu-


jeres muy jóvenes[...] Surgidos de hogares generalmente en proceso de diso-
lución, creados en un ambiente de irresponsabilidad familiar, víctimas de la
descoordinación entre padres y maestros, mayoritariamente niños que fue-
ron de lento aprendizaje; adolescentes con un mayor grado de inadaptación
en la generalidad, con inclinación precoz al uso de estupefacientes en sus
grupos, con una notable propensión a la promiscuidad sexual y con un alto
grado de homosexualidad masculina y femenina; víc ti mas de la violencia;
que ven muchos programas de televisión[...]

Así lo externó Luis Echeverría durante su 1v Informe de Gobierno, en sep-


tiembre de 1974. Un inhumano informe que buscaba silenciar cualquier
señal de alerta fuera de las fronteras del país, y un presidente perverso que
se ocultó bajo el manto protector que hilvanó, desde el año de 1939, Lázaro
Cárdenas al permitir el asilo de los perseguidos de la Guerra Civil españo-
la. Para fines de los años sesenta y sobre todo la década de los setenta, esta
política se reforzó al abrirse las puertas de las embajadas mexicanas de Cen-
tro y Sudamérica para albergar a los disidentes de las diversas dictaduras en
América Latina y que construyó, finalmente, una relación de empatía entre
los gobiernos de Cuba y México, suceso que evitó visualizar a la isla como
aliada de las causas insurgentes en nuestro país. Estos sucesos históricos,
evidencias del pensamiento humanista nacional, dificultaron que desde el
extranjero se observara la tiranía y el sadismo con que actuó el Estado mexi-
cano contra su pueblo.
Docente
13 *
Soña ron con asa lta r el cie lo
Luego de promulgarse la Constitución de 1917, en el estado de Morelos los
zapatistas optaron por la siembra de las armas. En el año de 1918, el joven
capitán de origen campesino Rubén Jaramillo, como verdadero oráculo,
convocó a sus seguidores para externarles que había llegado el tiempo del
triunfo de las ideas "basadas en la justicia y el bien social", que debían despe-
dirse unos de otros para preservar sus vidas pensando en tiempos mejores. A
pesar de ello, como si se tratara de un vaticinio, sugirió no perderse de vista,
pues volverían a ser convocados si fuera necesario, por lo que pidió: "Guar-
den sus fusiles cada cual donde los pueda volver a tornar".
La proclama de Jaramillo encendió los maizales 25 años después, al ver-
se obligado a huir ante la amenaza de muerte que se le presentó el viernes
12 de febrero de 1943, por el simple hecho de solicitar, por medio de los cau-
ces legales, el reconocimiento de los procesos de producción en el ingenio
de Zacatepec y evitar la corrupción y explotación de los trabajadores. Con
ello inició, de nueva cuenta, un proceso que transitó de la autodefensa a la
ofensiva revolucionaria en la tierra de Erniliano Zapata. El líder campesino,
Rubén Jararnillo, recorrerá esta causa por diversos episodios de lucha hasta
concluir, 19 años después, con su asesinato el miércoles 23 de mayo de 1962
a las faldas de las ruinas de Xochicalco.
La travesía de la ilegalidad oficial viaja poco después al estado de Chi-
huahua, la tierra de Pancho Villa, donde una familia de apellido !barra do-
minaba las voluntades de los campesinos. Lo inadmisible de la situación
provocó enfrentamientos que llevarán a la radicalización de algunos repre-
sentantes populares, pero también al hartazgo y cansancio de los actores
sociales, quienes no pudieron sostener la autodefensa como opción de vida.
Fue así como se conformó el Grupo Popular Guerrillero (GPG), encabezado por
el maestro normalista Arturo Gárniz y el doctor Pablo Gómez. Luego de lle-
var a cabo varias acciones en defensa de las comunidades agrarias, decidie-
ron asaltar, el emblemático jueves 23 de septiembre del año 1965, el cuartel
militar de la ciudad de Madera, en Chihuahua. Esta acción fracasó en su
objetivo, pero evidenció las contradicciones oficiales y puso de manifiesto
la existencia de grupos inconformes a la aparente unidad revolucionaria del
Partido Revolucionario Institucional (PR1), asícomo la existencia de voces opo-
sitoras.
El equipaje del malestar social se trasladó entonces al estado de Guerre-
ro. Desde los últimos días de 1960, el entonces gobernador, Raúl Caballero
Aburto, generó protestas en su contra por parte de una organización deno-
minada Asociación Cívica Guerrerense (ACG). Su líder, el profesor Genaro
Vázquez Rojas, luego de ser perseguido, decidió en ab ril de 1968 pasar a la
ofensiva junto con algunos de sus seguidores y establecer la Asociación Cí-
vica Nacional Revolucionaria (ACNR). Con su fundación, entraron de lleno a
la confrontación con el Estado mexicano.
Otro líder de la ACG, el joven maestro Lucio Cabañas, siempre estuvo en
el radar de los cuerpos policiacos al clasificarlo y considerarlo como revolto-
so. Por ello, lo acecharon, lo persiguieron y vigilaron. Su asesinato se planeó
el jueves 18 de mayo de 1967, durante un acto de protesta en la ciudad de
Atoyac de Álvarez. Después de ello, Lucio Cabañas se vio obligado a vivir
en la clandestinidad, a huir, a esconderse para construir, como en los casos
anteriores, u na organización que pasaría a la ofensiva sobre el radicalismo
de las armas para alcanzar la justicia social.
En el ámbito urbano, también se desgranaron diversos sentimientos de
inconformidad. Las protestas sofocadas en el año de 1952, luego del mo-
vim iento poselectoral a la candidatura presidencial de Miguel Henríquez
Guzmán, agrupado en la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM),
quedaron huérfanas. Así como las de varios gremios, como el de los maestros
y los ferrocarrileros, que se fueron a paro. Cuando en 1958 los telegrafistas y
telefonistas se movilizaron, la juventud mexicana comenzó a inquietarse
ante un panorama que no compartía las mieles del supuesto "milagro mexi-
cano". Al respecto, quedaron como testimonio la huelga estudiantil de los
internos del Instituto Politécnico Nacional, en 1956, que concluyó con la
represión y toma de las instalaciones por parte del ejército, o la aprehensión
de los líderes estudiantiles de Michoacán en el año de 1963. Estos primeros
vientos no han permeado más allá de sus sectores, de su comunidad, y su
difusión es inexistente. O cuando hay alguna referencia informativa sobre
ellos, es para desacreditar su contenido social.
Las ideas de otros territorios, de otras utopías democráticas, sin censuras,
sin corrupción, sin marginación ni nepotismo, comenzaron a germinar al
interior de nuestro país. El triunfo de la Revolución cubana, en 1959, va
a irradiar hacia dive rsos horizontes. La indignación y el hartazgo empiezan a
calar en ese México retratado en películas como Los olvidados, de Luis Bu-
ñuel, o en ensayos como Los hijos de Sánchez, de Osear Lewis; una realidad
que mucho incomoda a la narrativa fracturada de la revolución social que el
PRI intentó sembrar desde los circuitos oficiales.
Dos periodistas ligados a la isla consideraron que había llegado el tiempo
histórico de repetir la hazaña de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, por lo
que en su momento, Víctor Rico Galán organizó escuelas de entrenamiento
guerrillero en un grupo denominado Movimiento Revolucionario del Pueblo
(MRP). La aventura duró poco porque sus integrantes fueron descubiertos y en-
carcelados en 1966. El otro periodista, Mario Menéndez, conformó el Ejército
Docente
15 *
Insurgente Mexicano (EIM), el cual pretendía armar campamentos subversi-
vos en el sureste de México. Salvo por la instalación de artefactos explosi-
vos en algunas oficinas de gobierno del entonces Distrito Federal durante
los años 1969 y 1970, el EIM no tuvo otras acciones. Sin embargo, el arrojo de
Mario Menéndez lo convertiría en huésped del Palacio Negro de Lecumberri.
La euforia crecía en la conciencia de los jóvenes estudiantes mexicanos
de la Universidad Patricio Lumumba, en la entonces Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URss). Se convencían de ser el motor de la historia y
la opción para construir una nueva realidad mexicana. Al considerar indis-
pensable que recibieran entrenamiento en algún país del bloque socialista,
iniciaron una larga jornada de encuentros con representantes de Cuba, la
propia URSS y China. Nadie parecía estar dispuesto a ser partícipe de la in-
quietud liberadora con sello azteca, hasta que la República Democrática de
Corea (Corea del Norte) asumió el compromiso. Y es entonces que 53 jóve-
nes mexicanos viajaron a esa nación asiática, entre 1969 y 1970, para recibir
adiestramiento militar y fundar el grupo armado Movimiento de Acción Re-
volucionaria (MAR).
El mar de ideas se concentró en los distintos centros universitarios del
país. Las lecturas, el hartazgo, el dolor, el hambre, la relación con la margina-
lidad, el compromiso social, el ímpetu de las ideologías, el arte, la música, el
rock, la rebeldía... todo se fue mezclando. El mayo francés del año 1968 dejó en
la conciencia juvenil y para la posteridad frases indelebles: "La imaginación
al poder", "Seamos realistas, pidamos lo imposible", "Prohibido prohibir",
"La libertad comienza por una prohibición", "Nosotros somos el poder", o
"Rompamos los viejos engranajes". Todas estas consignas servirán para con-
frontar el anquilosado discurso revolucionario oficial que, como respuesta,
gestionaría diversas represiones a la población a partir del martes 2 3 de julio
de 1968.
En lugar de resolver las desigualdades, de detener la corrupción, de pen-
sar en las comunidades, en los pueblos originarios, en la población afro-
descendiente, en las minorías empobrecidas que eran la mayoría del país;
en vez de resolver las causas de la indignación, del dolor, el Estado decidió
confrontar y atacar con una violencia atroz. La efervescencia juvenil de las
clases medias mexicanas, traspasando las fronteras de la escalera social, con-
vocaron al paro universitario más trascendente del siglo xx mexicano, cuyo
colofón enrojece la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco el miércoles 2
de octubre de 1968. La gesta deportiva mundial, inaugurada el sábado 12 de
octubre de ese mismo año, parece adormecer los sentidos, la indignación, el
asombro, el espasmo de lo acontecido diez días antes. Como respuesta a esa
indolencia, varios jóvenes acarician la opción radical como la única vía de
protesta, de escape.
Así, como un acto de condena por lo sucedido en su país, el 10 de ene-
ro de 1969 Jesús Anaya Rosique abordó el avión que viajaría de Guayaquil,
Ecuador, a Miami, pero decidió modificar la bitácora de vuelo para desviarlo
a la Habana, Cuba. Anaya Rosique buscaba que el mundo dejara de aplaudir
la hospitalidad mexicana durante los xrx Juegos Olímpicos y contemplara la
terrible realidad que se vivía. En la misma circunstancia, los jóvenes Carlos
Salcedo y Miguel Domínguez tenían el impulso de organizar un grupo que
fuera un dolor de cabeza al poder, el cual será bautizado, tiempo después,
como Los Lacandones. Al mismo tiempo, y en el mismo tenor, Francisco
Uranga se reunió con diversas amistades con quienes compartía la lógica
de no abrazar la actitud impávida; ellos se autodenominan como Frente Ur-
bano Zapatista (Fuz), practicaron pequeñas expropiaciones a comercios, y
despojaron de sus armas a algunos guardias de seguridad. Todo como un
ejercicio de preparación para las batallas por venir.
Más allá de la capital del país también se mostró el hartazgo ante la si-
tuación, y en la ciudad de Monterrey, cuna del sector empresarial mexicano,
diversos jóvenes comenzaron a evaluar las contradicciones de la realidad
y las verdaderas opciones a su alcance. Por ello, ante un Estado represor, la
clandestinidad se reveló como la alternativa. Así, el 6 de agosto de 1969 se
fundó el grupo Fuerzas de Liberación Nacional (FLN).
Al mismo tiempo, van a coincidir las expectativas de dos jóvenes que
emigraron a la capital del país, a pesar de provenir de ámbitos con poco en
común. El primero de ellos, Raúl Ramos Zavala, había roto con las juventudes
del Partido Comunista Mexicano (PCM) en diciembre de 1970 y, fundado el
grupo Los Procesos. El segundo, Ignacio Salas Obregón, trae consigo el espúi-
tu ignaciano de la Compañía de Jesús y opta por dedicarse de tiempo comple-
to al Movimiento Estudiantil Profesional (MEP) en apoyo a las comunidades
marginadas. Ambos deciden emprender la tarea de buscar y unir a otras or-
ganizaciones clandestinas revolucionarias en una sola organización que lo-
grara impulsar un cambio en aquel México secuestrado por el autoritarismo.
Desde el estado norteño de Chihuahua, Diego Lucero también se trasladó a
la Ciudad de México, luego de participar en las bases de apoyo universitarias
del GPG de Gámiz y Gómez, para coincidir con Leopoldo Angulo Luken y or-
ganizar con él un grupo que luego sería denominado Los Guajiros.
La precisión al citar las fechas para incluirlas en los almanaques de la
memoria histórica, provoca en muchas ocasiones la insensatez de dejar pa-
sar acontecimientos, nombres, eventos o circunstancias. Parece existir con-
senso al señalar el día lunes 19 de mayo de 1969 como el momento cuando
el gobierno mexicano llevó a cabo la primera desaparición forzada en nues-
tro país, la de Epifanía Avilés, en el estado de Guerrero, como supuesto inte-
grante del grupo de Genaro Vázquez Rojas y su ACNR.
Docente
17 *
Precisamente, en 1969 cuando Lucio Cabañas hizo público el tránsito
de su movimiento de autodefensa a la ofensiva revolucionaria, con la fun-
dación del Partido de los Pobres (PDLP), por lo que dejó en evidencia el surgi-
miento de dos focos guerrilleros en la sierra del estado de Guerrero, uno bajo
la batuta de Genaro y otro con Lucio al frente.
Fue en la ciudad de Guadalajara donde la diversidad social convocará
a distintos sectores en torno de un objetivo común: terminar con el uso
amafiado del poder en la Universidad de Guadalajara, representado por la
Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG). En el año de 1970, jóvenes
ligados a la juventud comunista del PCM, junto con liberales liderados por
Andrés Zuno, cuñado del candidato del PRI a la presidencia de la República;
conformaron el Frente Estudiantil Revolucionario (FER) asociados con la re-
presentación barrial popular de Los Vikingos, del suburbio de San Andrés.
Esta organización se confrontaría con la FEG, pero el respaldo oficial orilló a
los del FER a espacios clandestinos seguros para evadir la represión. Dentro
del juego de apariencias y doble moral, el gobierno de Luis Echeverría llevó
al presidente chileno, Salvador Allende, a la Universidad de Guadalajara en
diciembre de 1972, donde el líder de la Unidad Popular pronunció un dis-
curso sobre el ser joven y revolucionario.
El primer año de la década de los setenta del siglo xx en México, se con-
virtió en el preámbulo de la tolvanera que vendría a inquietar conciencias.
Ese año, se mostró a toda la sociedad los andamios del horror del Estado
mexicano, aquellos que el gobierno y los medios de comunicación asegu-
raban que no existían. Cada vez resultaba más difícil ocultar la radicaliza-
ción arrinconada a la que fueron orilladas diversas voces disidentes tanto en
áreas rurales como urbanas; así como el despliegue absoluto de una estrate-
gia de guerra de baja intensidad con fórmulas como la tortura como mecanis-
mo predilecto de interrogatorio.
Esas prácticas de un Estado autoritario convocaron a la peor degrada-
ción del ser humano, a la desaparición forzada, al asesinato, al control de la
información en los medios de comunicación, al despojo de las causas socia-
les, a políticas rep resoras sobre la actuación de los radicales, a la simulación
internacional de un Estado benefactor con legalidad y legitimidad acoraza-
da con el discurso de unidad revolucionaria, que en el colmo del cinismo
abrió sus fronteras a los perseguidos de izquierda de otras latitudes. Todo
con la intención de secuestrar la memoria y el imaginario popular, preten-
diendo perpetrar la existencia de las sombras descoloridas.
La presunta presencia de una "conjura roja" al interior de nuestro país
se evidenció luego de que en febrero de 1971 se descubrieron las casas de
seguridad del MAR, así como la evidencia de que sus integrantes fueron en-
trenados en Corea del Norte, lo cual sirvió de pretexto para enaltecer el
nacionalismo revolucionario y rechazar las doctrinas extranjerizan tes (según
el discurso oficial) que tanto daño hacían al país, clasificando cualquier ma-
nifestación de protesta, voz discordante, solicitud de aplicación de la justicia,
o reparación de algún daño, como un acto de traición. Sobreactuación que
llevó a la determinación de expulsar de nuestro país a cinco diplomáticos de
la embajada de la URSS que no habían participado en la supuesta conspiración
del extranjero, pero que servía para continuar con la narrativa como de pelí-
cula de la Época de Oro del cine mexicano, una lucha entre buenos y malos;
entre un Estado represor disfrazado de héroe nacionalista y unos maestros,
estudiantes, líderes sociales como supuestos traidores a la patria.
El jueves 10 de junio del año 1971, los demonios se desataron. La convo-
catoria para que los jóvenes tomaran de nuevo las calles, luego del inmovi-
lizador trauma del 2 de octubre de 1968, se percibió como una provocación
para el poder. Éste desató su furia aquella tarde; la rabia, la saña, la locura
con la que se presentan los elementos del grupo paramilitar conocido como
Los Halcones, provocó incluso su ingreso a los propios nosocomios para re-
matar heridos y ajusticiar a quienes alcanzaron a salir de la emboscada, de-
jando en el aire aquella consigna repetida por los intelectuales de la época,
Fernando Benítez y Carlos Fuentes, quienes desde 1969 repetían: "Echeve-
rría o el fascismo". Ahora, después de todo este tiempo, después del confor-
mismo y el miedo, se formula la pregunta: ¿Qué se obtuvo?
La brutalidad mostrada aquel Jueves de Corpus eliminó suspicacias, du-
das, tibiezas. Una cantidad considerable de jóvenes se decidió, confirmó y optó
por el tránsito hacia la radicalización representada en los incipientes grupos
clandestinos revolucionarios. La huella emprendida por Genaro Vázquez y
Lucio Cabañas en Guerrero se asomó como vía para alcanzar la utopía.
En el año 1971, tres días antes del tradicional Grito de Independencia
que se emite desde Palacio Nacional y se replica en todos los municipios del
país, la inocente convocatoria para realizar un concierto de rock y un rally
automovilístico encendió, una vez más, las alarmas en el poder. El Festival
de Avándaro se transmutó en la expresión de la rebelión juvenil. El grito de
"tenemos el poder" escandalizaba, vibraba, atormentaba, y apeló para que
la imagen difundida del evento fuera la de una gran orgía, el degenere, la
malvivencia; un atentado a la moral y a las buenas costumbres. Como res-
puesta, el Estado prohibió los conciertos masivos de rock, personificando en
delincuentes a quienes deseaban escuchar a Queen, The Doors, The Rolling
Stones, Led Zeppelin o, incluso, a The Beatles.
Dos semanas después del escándalo de Avándaro y su escenificación, se
cortó el listón inaugural del secuestro por motivos políticos en nuestro país.
A iniciativa del FUZ, se retuvo al empresario y político Julio Hirschfeld, ante
el desconcierto oficial frente a este tipo de prácticas. A a pesar de contar ya
Docente
19 *
con las estrategias de contrainsurgencia y de guerra de baja intensidad, el
gobierno de Echeverría cedió ante las demandas del grupo guerrillero y les
entregó 3 millones de pesos. En la inercia de la misma zaga, Genaro Váz-
quez raptó en Acapulco, al entonces rector de la Universidad Autónoma de
Guerrero, Jaime Castrejón, 38 días luego del evento del FUZ. En este caso,
Vázquez planteó como requisitos para la liberación del cautivo, además de
una retribución económica, la liberación de nueve presos vinculados a su
ACNR y enviados a Cuba; así como, la difusión de sus comunicados revolu-
cionarios para que el pueblo de México estuviera enterado de su lucha. Esta
última condición no fue concedida. Ceder ante las peticiones de supuestos
delincuentes no era una de las recetas para la paciencia del poder, por lo
que el estado de Guerrero se pintó de verde con la irrupción de diversos
elementos del Ejército Mexicano para eliminar a Vázquez Rojas. Además,
se soltó a cualquier cantidad de sabuesos para alcanzar a los integrantes del
llamado FUZ.
Por otra parte, la apuesta por un golpe espectacular era el deseo que
traían en mente Raúl Ramos Zavala y Diego Lucero. Así, sumaron esfuerzos
y planearon para el viernes 14 de enero de 1972, un triple asalto en la ciudad
de Monterrey y otro operativo similar para el sábado 15 en Chihuahua. Los
comandos para los distintos eventos se organizan con elementos de los gru-
pos Los Procesos, Los Guajiros y Los Católicos del MEP. Su objetivo era ob-
tener un capital considerable para construir una organización clandestina
revolucionaria que modificara las estructuras sociales del país. Ya para ese
año, se asumía que la proliferación de pequeñas células radicales no provo-
caba temor alguno en la estructura gubernamental, más allá de la ira con los
eventos exitosos.
El ímpetu revolucionario se vio coartado al fracasar los planes en Mon-
terrey y Chihuahua. Varios integrantes de los comandos cayeron en la pro-
pia acción. Algunos fueron detenidos. La cacería arrojó la captura de otros
más, al tiempo que Diego Lucero, Ramiro Díaz y Juan Flores fueron ejecuta-
dos extrajudicialmente luego de su arresto. Mientras, las huellas de Ramos
Zavala llevaron a su localización en la Ciudad de México, lo que provocó un
enfrentamiento el 6 de febrero que terminó en su muerte.
Con la histeria colocada en las mandi'bulas, los cuerpos policiacos des-
cubrieron, el 24 de enero de 1972, a los autores del secuestro de Julio Hirs-
chfeld. La mayoría de integrantes del FUZ fue encarcelada. El miércoles 2 de
febrero, durante un accidente automovilístico, se localizó el cuerpo sin vida
de Genaro Vázquez Rojas, cuya muerte se adjudicó al percance carretero,
pese a que la versión médica indicaba otras causas de fallecimiento.
Fueron 23 las hojas del calendario que empleó el gobierno para desar-
ticular varios de los grupos clandestinos inconformes, llevar a prisión a un
número considerable de sus integrantes y desaparecer a otros. Para el res-
to de los días de 1972, quienes lograron sortear la jauría desatada por los
cuerpos policíacos, continuaron con el impulso de convocar a la creación
de una gran organización guerrillera.Al mismo tiempo, el desconcierto dejó de
ser una opción para la oficialidad. Más allá de las bajas y las acciones
desafortunadas, la existencia del radicalismo era ya un hecho incuestiona-
ble en los imaginarios colectivos. A pesar de la guerra de baja intensidad, de la
manipulación informativa en los medios y los esfuerzos por anularlos, estos
grupos seguirían manteniendo su vigencia.
La idea de hacer que las acciones rurales y urbanas coincidieran fracasó.
El encuentro entre los radicales citadinos y los levantados en armas en la
sierra de Guerrero mostró divergencias de toda índole. Desde el sujeto de
la revolución en la figura del campesino para unos, o del obrero para los
otros; las estrategias de conceptualización de la lucha de clases, las lectu-
ras y el propio papel en la historia, marcaron posturas irreconciliables en-
tre los movimientos. Se pactó la no intervención en las acciones de unos y
otros para no alimentar la persecución del gobierno, y se acordó mantener
a cada quien con su respectivo terreno y táctica: Lucio Cabañas con su PDLP,
mientras que Ignacio Salas Obregón, sucesor de Raúl Ramos y Diego Luce-
ro, se mantendría al frente de la aspiración de unidad de la militancia clan-
destina urbana.
La presencia del ejército en la sierra de Guerrero se intensificó. Disfrazada
de acción social, se pavimentaron caminos, se inauguraron canchas de bas-
quetbol en comunidades olvidadas. Todo ello como una farsa, como un saine-
te, para disimular la movilidad de los efectivos militares y no para acercar el
desarrollo a los pueblos que habían vivido décadas de indiferencia oficial.
Lucio Cabañas y sus hombres sabían que era tiempo para la acción, y el
sábado 24 de junio de 197 2 realizaron una primera emboscada al ejército
nacional, provocando diversas bajas a la institución. Este hecho se repitió el
martes 22 de agosto, lo que incitó una feroz cacería por parte del gobierno.
Bajo la lógica de "extraer el agua a la pecera", inició el barrido de cualquier
señal de apoyo social a los guerrilleros por parte de las comunidades cam-
pesinas. Se levantó a los hombres mayores de 14 años. Se controló el ingreso
de comida y medicamentos a la zona. Se hostigó a las mujeres. La rabia por
no ajusticiar a los responsables de las bajas de los elementos de la milicia
se tradujo en un escarmiento a quienes pudieran ocultarlos, alimentarlos
o solaparlos.
Otra acción espontánea se suscitó en la ciudad de Monterrey, cuando
los miembros de la Liga de Comunistas Armados (LCA), cuyas acciones no
habían generado gran controversia, decidieron secuestrar un avión con
destino a la Ciudad de México el 8 de noviembre de 1972. Los activistas
Docente
21 *
solicitaron la liberación de algunos de sus integrantes detenidos, así como
de quienes eran buscados. Pedían que todxs, en la propia aeronave de Mexi-
cana de Aviación, fueran trasladados a la isla de Cuba. Luego de una nego-
ciación intensa, se consiguió la liberación de algunos de los pasajeros y se
determinó ceder a las demandas de los aeropiratas, quedando La Habana
como nuevo destino del vuelo.
El escenario para el año 1973 no parecía el más apto para reducir las
tensiones. Nuestro país había vivido diversas expropiaciones a bancos y em-
presas, secuestros de personas y de aeronaves, emboscadas a las fuerzas mili-
tares. Por su parte, el gobierno desató su furia desapareciendo personas, tor-
turando en prisiones y centros de detención, asesinando a líderes sociales.
En ciudades como Monterrey, Guadalajara, Acapulco y la capital del país,
entre otras, se desataron diversas expresiones de la lucha para "romper vie-
jos engranajes".
Marzo de 1973 fue la fecha elegida para el gran encuentro; Guadalajara
la ciudad que ofrecía mayor seguridad. Gracias a los diversos lazos de con-
fianza entre la organización del FER, sumado a los fondos económicos apor-
tados por el grupo de los Lacandones, quienes le arrebataron 80 mil pesos
al osito Bimbo, fueron posibles dos semanas de encuentro, discusión, re-
flexión, decisiones y determinación, de valorar las opciones, de reconstruir
el pasado y visualizar las medidas incorrectas. Al término de la reunión, Los
Procesos, Los Guajiros, Los Lacandones, el FER, el Movimiento de Acción Re-
volucionaria 23 de Septiembre (MAR-23s), Los Enfermos, Los Macías, la Liga
Comunista Espartaco (LCE) y el MEP, aco rdaron sumar esfuerzos y fundirse
en una sola organización a la que denominaron Liga Comunista 23 de Sep-
tiembre (Lc23s), como un reconocimiento a la frustrada toma del cuartel
militar en la ciudad de Madera, Chihuahua. También, decidieron su órgano
de difusión y educación revolucionaria: Madera. Periódico clandestino.
Un contingente del FER no se sumó al esfuerzo unificador y creó su pro-
pia organización denominada Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo
(FRAP), quienes realizaron un golpe más al secuestrar a Terrance Georges
Leonhardy, cónsul estadounidense en Guadalajara, el martes 4 de mayo de
1973. A cambio de su liberación, lograron la excarcelación de 30 militan-
tes de dive rsos grupos clandestinos armados, los cuales fueron enviados a
Cuba. Con la liberación de tres decenas de militantes para mandarles libres
a la isla, las FRAP, a su modo, provocaron también una forma de unificación
de las expresiones radicales, al igual que la formación de la Liga.
El secuestro como arma político-militar no fue una estrategia en donde
la LC23s lograra alguna victoria. El primero de sus descalabros ocurrió el
lunes 17 de septiembre de 1973 al intentar retener en Monterrey a Euge-
nio Garza Sada, ícono y leyenda del empresariado mexicano, en cuya acción
perdieron la vida el empresario, su chofer y dos elementos del comando gue-
rrillero. La confrontación entre la iniciativa privada y el gobierno de Luis
Echeverría, que ya traía su propia zaga, se vio alimentada con mayor énfasis
a partir de este evento. Para el miércoles ro de octubre del mismo año, se
planeó en Guadalajara el doble secuestro del empresario Fernando Aran-
guren y del cónsul británico, Anthony Duncan, operativos que se realizan
sin contratiempos. Sin embargo, en el ánimo del gobierno de Echeverría no
podría haber sucedido mayor desgracia que la ausencia de Garza Sada, por
lo que su negativa a negociar para liberar a los cautivos fue contundente.
Con el argumento de que "el gobierno no pacta con criminales", se cance-
laron todas las opciones. Ante esta disyuntiva, el comando de la Liga liberó
sin ningún beneficio al cónsul británico, pero ajustició al empresario como
medida radical.
La operación Asalto al Cielo fue una acción que articuló la 1c23s en ene-
ro de 1974, específicamente en la ciudad de Culiacán, Sinaloa, donde logró
movilizar a trabajadores agrícolas y de la construcción, obreros, maestros y
estudiantes, paralizando sus actividades cotidianas y poniendo en jaque a
las autoridades municipales, estatales y federales. Acción que provocó un
enfrentamiento sangriento, pero mostró también la capacidad de inconfor-
midad de diversos sectores de la sociedad; así como el músculo que había
alcanzado la organización clandestina.
La actividad revolucionaria del grupo no se había expresado mediante
expropiaciones o de secuestros, y su organización creció en capacitación ,
preparación y reclutamiento. En miércoles 13 febrero de 1974, salieron del
anonimato luego del descubrimiento de una casa de seguridad en Monte-
rrey. Esa acción provocó la caída de la llamada Casa Grande, en San Miguel
Nepantla, y posteriormente condujo a la muerte y desaparición de quienes
habían sembrado su núcleo armado en Chiapas. Eran las Fuerzas de Libe-
ración Nacional (FLN), que años más tarde insistirían en volver al sureste
mexicano para levantar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN),
que irrumpió en 1994 con un sello más en favor de los pueblos indígenas.
El jueves 23 de abril de 1974, luego de un enfrentamiento con cuerpos
policiacos, la figura de Ignacio Salas Obregón se desvanece. Fue uno más de
los desaparecidos de esos tiempos; líder indiscutible de la 1c2 3s. A partir de
entonces, la organización entró en un proceso de desgaste que sería aprove-
chado por los cuerpos de seguridad para realizar diversas detenciones, desa-
pariciones y asesinatos.
Por otra parte, en una muestra de soberbia, el entonces senador Rubén
Figueroa se trasladó a la sierra de Guerrero. Sabía que sería gobernador de
esta entidad, y emplazó a Lucio Cabañas a un encuentro para, supuestamen-
te, detener las acciones bélicas. El jueves 30 de mayo se m iran a los ojos,
Docente
23 *
intercambian diálogos, opiniones y puntos de vista. Ante la incomprensión
de uno y otro, la apuesta al todo o nada se le presentó a Lucio como op-
ción, por lo que tomó la decisión de secuestrar a su interlocutor. El senador
estalló en cólera. La noticia trascendió y el verde de la sierra de Guerrero
se intensificó con los uniformes de tres cuartas partes de los efectivos del
Ejército Mexicano. Se determinó no conceder ninguna demanda al maestro
normalista convertido en guerrillero, a pesar de que la familia de Figueroa
realizó las gestiones necesarias para entregar parte de los 50 millones de
pesos que se pedían por su liberación. Echeverría optó por la militarización
de la zona e intentar cazar a Cabañas y a su grupo, incluso con el riesgo de
que su amigo el senador perdiera la vida.
En coincidencia, el miércoles 28 de agosto llegó hasta la casa presiden-
cial de Los Pinos el informe sobre el secuestro en Guadalajara del padre de
Esther Zuno, esposa del presidente, suegro de Echeverría. La alerta estre-
meció la determinación: "El pueblo y el gobierno de México no pactan con
criminales". No había opción de maniobra. Resultaba ridículo aceptar las
condiciones del caso Zuno y evadir las de Figueroa. Los captores del padre
de la primera dama entendieron el callejón a donde habían entrado, ya que
el pasado liberal de su cautivo provocó el rechazo social, por lo que se deter-
minó dejarlo en libertad sin nada a cambio.
El domingo 8 de septiembre, una unidad militar alcanzó a la fracción
guerrillera que trasladaba a Figueroa. La sorpresa actuó de lado de éste, y
logró huir ileso de sus captores, quienes cayeron en la refriega. Sólo quedó el
grupo reducido que acompañaba, cual fantasmas, a Lucio Cabañas. El lunes
2 de diciembre, con el apoyo de un hombre que los guio hasta su ubicación,
el ejército localizó al maestro normalista, quien perdió la vida.
Hombres y mujeres integran las diversas listas de desaparecidos, ajusti-
ciados y caídos en enfrentamientos. También, existen los listados de perso-
nas recluidas en algún penal. La ventaja aparenta haber quedado del lado
del gobierno. Al aproximarse 1976, año de las elecciones, no se deseaban
más sobresaltos, sorpresas o cualquier incidente que ensuciara el ciclo del
sexenio por comenzar. Por ello, se planeó la creación de la llamada Brigada
Blanca, o Brigada Especial, compuesta por los elementos más preparados en
contrainsurgencia de las diversas dependencias policíacas y militares, bajo
la dirección de personajes como Miguel Nazar Haro, y los generales Fran-
cisco Quiroz Herrnosillo y Mario Arturo Acosta Chaparro, cuya devoción
por infligir dolor se exacerbó con los años. ¿cuál era el objetivo de esta or-
ganización paramilitar?: el aniquilamiento absoluto de cualquier resquicio
de protesta clandestina armada porque, a pesar de la desartic ulación de los
diversos grupos, se pretendía que los nuevos tiempos, con José López Porti-
llo a la cabeza, no arrastraran vestigios de inconformidad radical.
Pese al deseo por alcanzar los anhelos robados, la última acción trascen-
dente de la LC2 3s trajo como colofón el desatino histórico para llevar a cabo
algún secuestro. El martes I I de agosto, un comando encabezado por David
fiménez Sarmiento pretendió llevar a cabo el plagio de la hermana del presi-
dente electo, acción que se frustra, con la consecuente caída del líder históri-
co de la organización, cuya búsqueda llevaba más de ocho años sin alcanzar
resultados. Aquel episodio significó un nuevo logro para el gobierno.
Sin embargo, la lucha por la presentación de los desaparecidos germinó.
Entre otras líderes, encabezando aquellas gestas está el nombre de Rosario
!barra de Piedra, quien arrancó de las penumbras a varios hombres y muje-
res de los sótanos del horror.
Como estrategia de aquella guerra de baja intensidad, bajo un gobierno
civil se perpetró en México el primer experimento de vuelo de la muerte, ac-
ción que consistía en arrojar desde las alturas los cuerpos de los detenidos,
en ocasiones con vida y en otras sin ella, a las aguas del océano Pacífico. La
noticia causó un gran revuelo cuando se hizo pública dicha práctica durante
las dictaduras militares en Argentina, Uruguay y otras latitudes, pero no se
debe olvidar que dicha acción inició en nuestro país.
Hoy, los niños iluminan las sombras para impedir que la historia arru-
gue carteles, para lograr que las cartas se envíen, para evitar el miedo al des-
pertador o que alguien inicie sus pasos con tanto verde alrededor, ubicando
los horizontes que provoquen cultivar la memoria. La herencia cultural del
magisterio obliga a tomar conciencia del pasado. Como señala el sociólogo
Hugo Zemelman, el factor volitivo es fundamental para entender el desarro-
llo de la historia. Pensar que todo se desarrolla bajo una dinámica de cau-
sa-efecto es cegarnos bajo los principios positivistas que ocultan las volun-
tades y caprichos al momento de ejercer el poder.
Pensar que los movimientos sociales fueron espontáneos, que las repre-
siones fueron sucesos aislados, que la indignación y el dolor son espejismos,
es aspirar a un México sin memoria. Como se consigna en los volúmenes de
Un libro sin recetas, para la maestra y el maestro de las fases anteriores, no se
puede generar el pensamiento crítico en los alumnos si la maestra o el maes-
tro no desarrolla su propio pensamiento crítico. A esa afirmación debemos
sumar que, como docentes, no podemos desarrollar nuestro pensamiento
crítico sin una conciencia de clase y sin una memoria histórica completa,
sin censuras, sin quiebres, sin mezquindades.
Como apuntaba Lucio Cabañas: "Desgraciados los pueblos donde la ju-
ventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos
ante el tirano".:«.
Docente
25 *
Maestras) maestros)
recuperemos nuestra
historia
El magisterio mexicano ha tenido una participación notable en los procesos socia-
les más importantes de la historia nacional. Protagonista de revoluciones, actual-
mente, también es partícipe de transformaciones educativas, sociales, culturales
y políticas.
En las páginas de la historia destacan maestros como Antonio l. Villarreal, fun-
dador del Partido Liberal Mexicano (PLM) y Librado Rivera, opositor a la dictadura
de Porfirio Díaz, también pieza clave del PlM. En el sur, el profesor rural Otilio Mon-
taña se sumó a la revolución maderista junto a Emiliano Zapata con la consigna:
"iAbajo las haciendas y vivan los pueblos!", y se convirtió en uno de los autores in-
telectuales del Plan de Ayala, principal bandera política e ideológica del zapatismo.
Durante la Revolución Mexicana, destaca el papel de las maestras poblanas
María Guadalupe y Rosa Narváez, quienes en su centro educativo realizaron juntas
maderistas para conspirar contra Porfirio Díaz. Su estrecha amistad con Carmen
Serdán y las labores de enseñanza les facilitaron el desempeño de todas las comi-
siones que les encomendaron. Con ellas, también colaboró la profesora Paulina
Maraver, qtúen participó estrechamente con los hermanos Serdán en el Club Anti-
rreeleccionista local y en las juntas revolucionarias de Puebla y Tlaxcala Posterior-
mente, se adhirió al zapatismo y compartió comunicación con Emiliano Zapata
En las primeras décadas del siglo xx, sobresale la estudiante normalista Elisa
Zapata Vela, quién exigió la autonomía universitaria en 1929. En otro momento
de su vida, advirtió que las mujeres tenían que prepararse, pues ellas ocuparían las
curules del poder legislativo en lo sucesivo.
Leonor Villegas de Magnón fue una maestra que, junto con la enseñan-
za, desarrolló su activismo político transformando su casa, cochera y escuela
en un hospital para ayudar a soldados revolucionarios heridos. Al nombre de
Leonor Villegas se debe añadir el de Dina Querido, de la Cruz Blanca Nacio-
nal, quien auxilió a los heridos del ejército zapatista en Morelos; así como, los
de las profesoras y estudiantes normalistas que se transformaron en enferme-
ras voluntarias para atender a cerca de 500 heridos que colmaron los salones,
los patios y las escaleras de la Escuela Normal de Zacatecas.
Muchas de estas maestras estuvieron comprometidas con la lucha femi-
nista y trabajaron por la emancipación de las mujeres y la reivindicación de
sus derechos desde la diversidad territorial, pues eran originarias de diferen-
tes entidades federativas.
Miles de enseñantes se comprometieron con la labor educativa que el mo-
mento histórico les demandaba, ya fuera en campañas de alfabetización (más
de 80% de la población no sabía leer ni escribir), o sumándose a las iniciativas
de la recién creada Secretaría de Educación Pública (sEP), como las Misiones
Culturales convertidas en realidad por profesores como Rafael Ramírez Cas-
tañeda. Destacaron, también, maestras como Eulalia Guzmán, quien lideró las
campañas contra el analfabetismo, fue inspectora de diversas escuelas y estuvo
convocada para evaluar el proyecto audiovisual de educación e higiene en co-
laboración con Walt Disney. No sólo eso: en lo social, se pronunció reiterada-
mente contra el ascenso del nazismo.
Igualmente, resalta la trayectoria de Palma Guillén, no únicamente como
maestra normalista y profesora de filosofía y letras en la Universidad Nacional.
Formó parte del equipo de José Vasconcelos en la SEP, quien le pidió acompa-
ñar a Gabriela Mistral para que conociera el territorio rural de México. Juntas
compartieron el sentimiento latinoamericanista que se tejía en ese momento
en la región. Vasconcelos y Guillén se integraron a la diplomacia mexicana en
Europa en la década de 1920.
No se debe olvidar al gran colectivo de docentes rurales que secundaron la
educación socialista emprendida durante el Cardenismo, con todo y sus conse-
cuencias, como lo representaron en 1936 los pinceles de Aurora Reyes, primera
muralista mexicana, en Atentado a las maestras rurales.
Hacia la segunda mitad del siglo x:x, las maestras y los maestros se volvie-
ron base, red de apoyo y lideraron los diversos movimientos sociales gestados
en esas décadas. Profesores rurales como Genaro Vázquez, Lucio Cabañas y
José Santos Valdés ejemplifican las demandas de una época y el compromiso
de los maestros con sus comunidades, convirtiéndose en líderes sociales que
trascendieron las aulas. Se debe recordar también a Othón Salazar, quien fuera
uno de los dirigentes en el Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM).
Por su participación político-sindical fue encarcelado en 1958, y estuvo preso
durante tres meses en la cárcel de Lecumberri.
LRecuerda usted a alguna maestra o a un maestro que le parezca memorable
tanto de la actualidad como del pasado?
LPor qué es importante para usted?
Este breve recuento nos permite vislumbrar cómo el magisterio ha participado
en las grandes transformaciones de nuestro país, acompañando y formando parte
de cada proceso histórico en busca de mejoras educativas y sociales. Hoy, como
ellas y ellos, las maestras y los maestros mexicanos son protagonistas de nuevos
cambios y luchan por nuevas demandas en beneficio de los millones de estudian-
tes de educación básica que reciben el derecho a la educación plasmado en nuestra
Constitución Política Derecho que también es producto de las luchas de miles de
mexicanas y mexicanos.

*
El libro que tienen en sus manos recorre esos acontecimientos que dan cuenta
del devenir de nuestra historia y de México como nación.
Docente
27 *
México) un país
en proceso
. .
de /

emanc1pac1on
México es hoy una nación constituida por una h istoria milenaria. Nuestro
país está formado por diferentes pueblos, etnias y culturas, cada uno con
una rica historia, lengua, costumbres y tradiciones. Actualmente, la socie-
dad mexicana se organiza en una República federal con 32 entidades fede-
rativas libres y soberanas, y tres poderes federales y locales encargados del
poder público. Contarnos con una Constitución Política de la que emanan
instituciones y leyes que estructuran y regulan nuestra vida social. Periódi-
camente, elegirnos de manera libre y democrática a nuestros representantes,
y disponernos de un marco jurídico y de instituciones que garantizan nues-
tros derechos y libertades.
Que hoy todas las niñas, los niños y adolescentes de nuestro país acu-
dan a la escuela, disfruten de una enseñanza laica, obligatoria y gratuita;
cuenten con el derecho a la atención médica cuando se enferman y tengan
garantizado su derecho inalienable a la vida, a la alimentación, a la segu-
ridad y a la no violencia, puede parecernos algo natural o que siempre ha
existido. Pero esto no fue así: es el resultado de una larga lucha de genera-
ciones para conseguirlo. Que las y los trabajadores mexicanos tengan ahora
derechos laborales que incluyen su facultad para la organización sindical,
el derecho a huelga, a un salario mínimo, a una jornada laboral de ocho ho-
ras, al descanso semanal obligatorio y a diversas prestaciones es algo que no
existía antes de la Revolución Mexicana. Que los hombres y las mujeres del
campo posean sus propias parcelas, y sean dueños de la mayor parte de la
tierra laborable y de los recursos naturales de nuestro país bajo la propiedad
comunal o ejidal, es también una conquista de su lucha durante centenas de
años. De igual modo, el reconocimiento de los derechos de las mujeres, de
los pueblos originarios, de las minorías étnicas y religiosas, de las niñas, los
niños y adolescentes que hoy forman parte de nuestra vida cotidiana, son
una conquista de la lucha de muchísimo tiempo de generaciones de mujeres
y hombres que se arriesgaron y, con valentía, superaron los obstáculos que
lo impedían.
Los siguientes de rechos están establecidos en la Ley General de los Dere-
chos de Niñas, Niños y Adolescentes.
+ A la vida, a la paz, a la supervivencia y al desarrollo
+ De prioridad
+ A la identidad
+ A vivir en familia
+ A la igualdad sustantiva
+ A no ser discriminado
+ A vivir en condiciones de bienestar y a un sano desarrollo integral
+ A una vida libre de violencia y a la integridad personal
+ A la protección de la salud y a la seguridad social
+ A la inclusión de niñas, niños y adolescentes con discapacidad
+ A la educación
+ Al descanso y al esparcimiento
+ A la libertad de convicciones éticas, pensamiento, conciencia, religión y
cultura
+ A la libertad de expresión y de acceso a la información
+ De participación
+ De asociación y reunión
+ A la intimidad
+ A la seguridad jurídica y al debido proceso
+ De niñas, niños y adolescentes migrantes
+ De acceso a las Tecnologías de la Información y Comunicación

LConoces estos derechos? LSus estudiantes los conocen?


LConsideras que el ejercicio efectivo, o no, de estos derechos está rela-
cionado con la historia de las niñas, los niños, las y los adolescentes y sus
familias?

Las antiguas conqu istas de nuestra


li bertad
La historia del pueblo mexicano es la de una larga lucha por la libertad, la
justicia y la igualdad. Esta historia hunde sus raíces en los pueblos origi-
narios asentados en estos territorios desde hace miles de años. Estos pue-
blos desarrollaron culturas esplendorosas, formaron sociedades complejas
que establecieron, en los periodos clásico y posclásico, Estados teocráticos
y militares con una sociedad dividida en estratos sociales de nobles, sacer-
dotes, guerreros y gente común. Desarrollaron una agricultura altamente
Docente
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productiva, construyeron ciudades cuyos vestigios aún nos maravillan y
tuvieron notables avances científicos.
Entre estas avanzadas culturas destacaron la olmeca, la teotihuacana, la
tolteca, la maya, la mixteca, la zapoteca, la tarasca, la totonaca, la mexica,
la tlaxcalteca, la cholulteca y la texcocana, por mencionar sólo algunas de
las asentadas en la región conocida como Mesoamérica, que comprende lo
que hoy es el centro y sur de México y que se extendía hasta la actual Cen-
troamérica.
Buena parte del origen étnico, social, económico, político, cultural y re-
ligioso de lo que hoy es México proviene de los acontecimientos que su-
cedieron hace alrededor de 500 años en estos territorios; así como los del
norte, región conocida como Aridoamérica, como producto de la interven-
ción española y de su empresa por conquistar a las culturas que desde en-
tonces se conocen como indígenas. En agosto del año I 5 2 I, cayó la ciudad de
Tenochtitlan, sede del imperio mexica y corazón de la Tri ple Alianza, una
unión entre los pueblos mexica, texcocano y tepaneca que logró derrotar y
subordinar a la mayoría de las otras culturas originarias mesoamericanas,
obligándolas a pagar tributo y a reconocer su dominio.
La misión española, encabezada por Hernán Cortés en el año de 1519,
rompió los equilibrios que había en la amplia zona mesoamericana y tuvo
la habilidad política de establecer coaliciones con la mayoría de pueblos so-
metidos por la Triple Alianza, quienes vieron la oportunidad de liberarse del
yugo al que estaban sometidos por la dominación de mexicas, texcocanos y
tepanecas. Como han mostrado las más recientes investigaciones sobre este
acontecimiento, la caída de Tenochtitlan, que se había manejado tradicio-
nalmente como una conquista española sobre los pueblos indígenas, alegan-
do una supuesta superioridad militar y económica europea, fue en realidad
una guerra mesoamericana donde los pueblos dominados por la Alianza
emprendieron una lucha de liberación y se aliaron con los españoles para
ello. La caída de Tenochtitlan y las guerras posteriores para derrotar a los
tarascos, mixtecos, zapotecas, mayas y otros dominios, fueron realizadas,
principalmente, por naciones indígenas que se asumieron como pueblos
conquistadores en busca de su libertad y mejores condiciones de vida. Esta
fue la razón para aliarse con los ocupantes.
Quienes capitalizaron ese proceso fueron los propios españoles. El nue-
vo orden social, económico, político, cultural y religioso fue impuesto por
ellos. Sin embargo, parte de la nobleza, de la organización social y de las
formas de gobierno indígena se mantuvo, aunque subordinada al nuevo
orden virreinal. Los pueblos derrotados fueron sometidos a la esclavitud y
asignados, mediante el sistema de encomienda y después de repartimiento,
a los conquistadores y colonos españoles a quienes debían entregar tributo
y trabajo. Sus ciudades y templos fueron destruidos. Buena parte de su clase
dominante, como gobernantes, sacerdotes y jefes militares, fueron aniquila-
dos. Los que sobrevivieron aceptaron subordinarse a quienes los habían de-
rrotado. Muchos pueblos desaparecieron, otros perdieron sus tierras, aguas
y bosques, siendo obligados a trabajar para los encomenderos y colonos.
Unos más huyeron hacia las montañas, los bosques y las selvas para escapar
de la conquista y preservar su cultura. La religión politeísta de los pueblos
mesoamericanos fue prohibida y castigada.
La conquista significó una catástrofe histórica, social, cultural, demo-
gráfica y religiosa para los pueblos originarios mesoamericanos que vieron
cómo su cultura, su religión y sus costumbres eran destruidas. En su lugar
se imponía un nuevo orden social, otros gobernantes y renovados tributos,
así como una religión única: la católica, y una lengua diferente: el español.
Generó, también, una sociedad de castas, opresiva, que esclavizó a los indí-
genas y a los africanos que fueron traídos ante la enorme mortandad pro-
vocada por la conquista, que les quitó sus tierras, que los hizo tributarios y
los repartió entre los conquistadores y colonos para explotarlos mediante la
encomienda, el repartimiento y el servicio personal. Todo ello no era otra
cosa que trabajo forzado y esclavo en un orden social que impuso su idioma,
su cultura, su religión, sus leyes e instituciones, pero que no pudo acabar
con la identidad y la organización de las comunidades originarias. Los pue-
blos indígenas originarios no fueron totalmente derrotados. Desde el primer
momento resistieron.
Esa resistencia preservó buena parte de su cultura, tradiciones y formas
de organización y gobierno. Favoreció también la defensa de su lengua y de
las relaciones comunitarias que les daban identidad como pueblos. Incluso,
comunidades como los mayas, los yaquis y los lacandones, rechazaron las
embestidas de los conquistadores y no fueron derrotados durante los tres
siglos que duró el régimen colonial, ni tampoco durante el siglo XIX una vez
que cayó ese régimen.
La etapa colonial creó una nueva realidad en lo que hoy es nuestro país.
De la mezcla de sangre indígena con la europea y la africana, nació una nue-
va cultura que incorporó elementos de los pueblos originarios fusionados
con los que llegaron de Europa y África. A ellos se agregaron los nuevos
grupos surgidos del mestizaje. Esto se reflejó en todos los niveles: la econo-
mía, la sociedad, la arquitectura, la comida, la religión, las costumbres, la
indumentaria, la música y la danza, la literatura y las artes.
La nación mexicana, surgida con la Independencia, fue producto de esa
identidad construida a partir de la fusión racial y cultural; así como del sin-
cretismo religioso que se produjo durante el Virreinato. Desde el punto de
vista de los sectores populares mayoritarios; es decir, indígenas, mestizos,

Common questions

Con tecnología de IA

Revolutionary movements in Mexico, particularly those led by rural teachers, reinforced the perception of educational institutions as arenas for political change. These educators utilized their roles to challenge oppression and advocate for systemic changes, demonstrating the potential of schools as sites of resistance and transformation. The involvement of teachers in these movements highlighted the inseparability of education and political activism in fostering social reform .

Grassroots movements in mid-20th century Mexico, such as those led by educators like Lucio Cabañas and Genaro Vázquez, illustrate the strong connection between education and political activism. These movements often arose from educational settings and were driven by an awareness of systemic injustices, leveraging education as a means to mobilize communities and challenge governmental repression .

The educational reforms emphasized teachers' autonomy in curricular design, encouraging an educational model that moves away from standardized and prescriptive methods. These reforms promoted a progressive model focused on contextualized, participatory learning and the political role of teachers in shaping education to address local and national needs .

Guerrilla activities and the political stance of educators actively challenged government narratives by exposing systemic inequities and championing grassroots mobilization for social change. Educators like Lucio Cabañas used their platforms to question the status quo and reveal the gap between official revolutionary rhetoric and lived realities, thereby fostering a critical public consciousness that countered state propaganda .

'Un libro sin recetas' aims to integrate the diverse cultural and social contexts of Mexican students by allowing teachers to adapt curricula to meet local needs and realities. It encourages the use of localized knowledge and experiences to make education relevant and responsive to students' lives, which involves considering ethnic, linguistic, and socio-economic diversity .

The historical context of Mexico's educational and political landscape, marked by community-led resistance and educational activism, continues to influence current practices by prioritizing inclusivity, diversity, and critical pedagogy. These ideologies stress the interconnectedness of education and social justice, advocating for systems that reflect and respond to the socio-political realities of Mexican society .

Lucio Cabañas is depicted as a crucial figure who combined educational leadership with political militancy to advocate for social justice. His transition from teacher to guerrilla leader highlights the role educators have played in resisting social injustice and working toward transformative societal changes. His actions exemplify the potential of educational backgrounds to inform and drive political activism .

'Un libro sin recetas' empowers teachers by encouraging them to draw upon their experiences and context-specific knowledge, fostering autonomy in curricular decisions. The codiseño process further supports this empowerment by involving teachers in shaping how national curricula are adapted to local conditions, thereby participating actively in educational transformation .

Freire views education as inherently political and transformative, rejecting the notion of neutrality. He asserts that educators must recognize their roles as political agents and integrate their personal political convictions and experiences into teaching. This approach aims to foster social justice, enabling students to relate educational content to their personal and community contexts .

Freire's concept of education emphasizes communal liberation, arguing that freedom is achieved through collective action rather than individual pursuit. This contrasts with traditional education, which often focuses on individual achievements and personal advancement. Freire's approach highlights the importance of solidarity and communal learning as a means to achieve social justice and empowerment .

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