0% encontró este documento útil (0 votos)
18 vistas21 páginas

Justicia de Género y Derechos Humanos

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
18 vistas21 páginas

Justicia de Género y Derechos Humanos

Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 21

Buenas prácticas en el juzgar:

el género y los derechos humanos

Lucía Núñez Rebolledo


Lucía Raphael de la Madrid
Coordinadoras
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Director
Pedro Salazar Ugarte

Secretaria académica
Issa Luna Pla

Secretario técnico
Raúl Márquez Romero

Jefa del Departamento de Publicaciones


Wendy Vanesa Rocha Cacho
Buenas prácticas en el juzgar:
el género y los derechos humanos

Lucía Núñez Rebolledo


Lucía Raphael de la Madrid
Coordinadoras
CoediCión: Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de
México y Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
CoordinaCión de Contenidos: Lucía Núñez Rebolledo y Lucía Raphael de la Madrid.
revisión de textos: Frida Odet Arreola Luna, Frida Stephany Yee Salas y Karla Magali Ra-
mírez Murillo.
editor responsable: Francisco Javier Conde González. Cuidado de la ediCión: Haidé Mén-
dez Barbosa. diseño de portada: Gladys Yvette López Rojas. diseño y formaCión: Ana Lilia
González Chávez y Enrique Agustín Alanis Guzmán. CorreCCión de estilo y revisión de
planas: Haidé Méndez Barbosa y Karina Rosalía Flores Hernández. distribuCión: Sonia Ruth
Pérez Vega, Eduardo Gutiérrez Pimentel y José Zamora Alvarado.

Primera edición, 2018

D. R. © 2018, Universidad Nacional Autónoma de México


Instituto de Investigaciones Jurídicas
Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n
Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 Ciudad de México

D. R. © 2018, Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal


Av. Universidad 1449, col. Pueblo Axotla,
del. Álvaro Obregón, 01030 Ciudad de México.
www.cdhdf.org.mx

isbn Cdhdf:

Se autoriza la reproducción total o parcial de esta publicación, siempre y cuando se cite la


fuente.

Ejemplar de distribución gratuita, prohibida su venta.

Impreso en México Printed in Mexico

El contenido de esta obra no refleja necesariamente las ideas de la Comisión de Derechos


Humanos del Distrito Federal, sino que es responsabilidad de sus autoras y autores.
Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9
Lucía Núñez Rebolledo y Lucía Raphael de la Madrid

El uso estratégico de los mecanismos internacionales

El uso estratégico de los mecanismos internacionales:


Cedaw, epu, El Cairo, Csw, Beijing+20 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Leticia Bonifaz Alfonzo

Grupo de Trabajo sobre la cuestión de la discriminación contra


la mujer en la ley y en la práctica, procedimiento especial
del sistema de derechos humanos de las Naciones Unidas . . . . . . . . . . . . 31
Alda Facio Montejo

La justicia fuera y dentro del derecho

El derecho como herramienta de defensa de la igualdad


sustantiva para las mujeres, posibilidades e imposibilidades . . . . . . . . . . .53
Tamar Pitch

Hacia una justicia de género dentro y fuera del mundo jurídico. . . . . . . .66
Maria da Silva Salete

Literatura, justicia y género . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .93


Lucía Melgar Palacios

3
La cuestión penal: justicia, género y procesos
de criminalización

Lucía Núñez Rebolledo*

La manera tradicional de abordar o enfrentar una situación dañina es a


partir de la problematización o enunciación ya dada sobre dicha situación,
lo que provoca dejar de lado las formas o visiones bajo la que aquélla fue
construida. Por eso, el modo de buscar un cambio en la realidad, ya sea para
evitar o eliminar el acontecimiento indeseado, con frecuencia encuentra su
solución en la medida en que éste fue concebido.
El propósito del presente texto es hacer una breve reflexión sobre el
cuestionamiento acerca de qué es lo que significa o qué implicaciones y re-
percusiones trae consigo abordar o comprender situaciones problemáticas224
en las que las relaciones de género juegan un papel preponderante, a través
de la cuestión penal. Quiero invitar a que nos preguntemos a qué conllevan
los procesos de criminalización y cómo opera el género en éstos; así como el

* Doctora en Ciencias Sociales en la línea de investigaciones sobre la mujer y las relaciones de género
por la Universidad Autónoma Metropolitana. Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios
de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México.
224
Con este término no intento quitarle relevancia o gravedad a los conflictos sociales en los que existe un
daño y consecuencias materiales de mucha importancia en la vida e intereses de las personas que han
sido afectadas por un incidente dañino. Lo que quiero es intentar un ejercicio analítico que reconozca
las problemáticas sociales distanciándome de valoraciones axiológicas preestablecidas.

265
266 Buenas práCtiCas en el juzgar: el género y los dereChos humanos

lugar y el grado de intervención que tiene la sexualidad en la configuración


y las representaciones de género en dichos procesos.
En una actitud un tanto contradictoria, espero generar preguntas sin
la intención de dar respuestas definitivas o cerradas; más bien me interesa
convocar nuevos o, más que nuevos, otros cuestionamientos que lleven a
complejizar nuestros razonamientos sobre las exigencias de justicia de frente
a la cuestión penal.
Me parece que cuando se intenta transformar la realidad social siempre
es un buen inicio cuestionar(se) esa realidad desde diversos posicionamientos
o miradas; la manera en que ésta fue aprehendida, comprendida y (re)cons-
truida. Es precisamente ésa una las grandes enseñanzas del feminismo como
instrumento transformador y fue el primer paso hacia la desnaturalización
de la opresión de las mujeres.
Para empezar, plantearé la cuestión penal entendida como un fenómeno
histórico y social, no como algo fijo, ya dado o ahistórico. Esa cuestión, decía
Michel Foucault, consiste en conocer cómo están racionalizadas las relaciones
de poder.225 En ese sentido, la cuestión penal implicaría conocer las raciona-
lizaciones de las relaciones de poder que surgen en y desde los dispositivos
jurídico-penales; en otras palabras más específicas, la racionalidad penal.
Este tema es amplísimo, por lo que es necesario hacer un corte para enfocar
la atención sólo en lo que toca a los procesos de criminalización.
El debate en torno al estudio de los procesos de criminalización surge
en los años setenta con los aportes de la teoría del etiquetamiento conocida
como labelling approach dentro del ámbito de la sociología criminal. Lo tras-
cendental de esta perspectiva teórica es que desplaza el objeto de estudio de
la tradicional criminología y sociología del delito para centrar su atención ya
no en el sujeto delincuente como un ser con deficiencias innatas o inserto
en procesos de socialización anómalos sino en la manera de funcionar de
los aparatos del Estado; es decir, la forma en que se problematizan226 desde

225
Michel Foucault, La vida de los hombres infames, Buenos Aires, Altamira, 1996, pp. 179-205.
226
Siguiendo a Michel Foucault, se entiende a la problematización “no [como] la representación de un
objeto preexistente o la creación a través del discurso de un objeto que no existe. Es el ensamble de
prácticas discursivas y no discursivas que hacen ingresar algo en el juego de la verdad y la falsedad y
el litigio estratégiCo; estrategias de resistenCia judiCial... 267

el ámbito de lo penal determinadas realidades sociales que generan daño,


conflicto y rechazo.
Así se distinguen dos formas de criminalización. Por un lado, la llamada
criminalización primaria, que se refiere a la inscripción de una hipótesis de
hecho o acto en las leyes penales con el fin de establecer un castigo o pena a
quien cometa el acto u omisión prohibido; por otro lado, la criminalización
secundaria, que es la aplicación del castigo o pena a un sujeto de acuerdo con
un caso concreto, es decir que es aquella que se inicia desde el proceso de
la investigación y que se configura en el momento en que el juez dicta una
sentencia condenatoria; y finalmente la criminalización terciaria, que tiene
que ver con la manera en que las autoridades administrativas hacen que se
ejecute la sentencia emitida por el juez penal.
Los procesos de criminalización, según Alessandro Baratta,227 hacen evi-
dente la selección del sistema penal. Por un lado, la selección de los bienes
protegidos penalmente y los comportamientos ofensivos a estos bienes con-
templados en los tipos penales (criminalización primaria); por el otro, la se-
lección que se hace entre todos los individuos que cometen lo que en la ley se
ha denominado delito (criminalización secundaria). De esta doble selección
podemos formular algunas preguntas: ¿qué bienes protege la ley penal?; o de
forma más concreta para el caso de los delitos en los que resultan afectadas
con frecuencia las mujeres, ¿qué bien o bienes protegen los tipos penales y
si éstos se encuentran diferenciados en cuanto al género? ¿Cómo se traduce
discursivamente al lenguaje penal un hecho lesivo concreto que afecta a las
mujeres? ¿Cómo se construye discursivamente la categoría mujer en el len-
guaje penal? ¿Qué comportamientos dañan o ponen en riesgo lo que la ley
pretende proteger? ¿Quiénes son los individuos que selecciona el dispositivo
penal? ¿Qué posición tiene el sujeto seleccionado por el dispositivo penal en
el entramado de diferencias sociales o de relaciones de poder?

lo colocan como un objeto para la mente”. Véase Michel Foucault, La inquietud por la verdad. Escritos
sobre la sexualidad y el sujeto, Buenos Aires, Siglo xxi, 2013, pp. 227-229.
227
Alessandro Baratta, Criminología crítica y crítica del derecho penal, México, Siglo xxi, 1986.
268 Buenas práCtiCas en el juzgar: el género y los dereChos humanos

La selectividad del dispositivo penal228 es una función inherente a éste.


El proyecto de criminalización primaria que lleva a cabo el legislador sólo
se puede aplicar a algunos. Como sabemos, las hipótesis de actos y circuns-
tancias planteadas en la ley penal tienen un carácter general: todos los que
cometan el acto señalado en las circunstancias descritas tendrían que ser
criminalizados. Sabemos en la práctica que esto es imposible, ni con toda la
policía del mundo, pero es el postulado. En otras palabras, no todos los que
realizan una acción estipulada como un delito son procesados y sentencia-
dos por su acción. Sólo una parte de ellos son seleccionados por el dispositi-
vo a través de un proceso complejo en el que operan los estereotipos sociales
tanto de clase, raza, etnia, edad, género, etcétera.
Esta selectividad del dispositivo penal basada en estereotipos y en su
propia capacidad real funcional opera tanto en la criminalización primaria
como en la secundaria. Así, aunque la calificación de los sujetos de derecho
en cuanto a las diferencias de sexo pretendió y pretende ser universal, no lo
logra. La realidad es que existe una cuestión de importancia política que es
difícil de ocultar en el discurso pretendidamente universal y neutral de la ley;
me refiero a la sexualidad y a todo lo que ello representa y que deriva princi-
palmente de la capacidad de reproducción de las mujeres. La sexualidad es
objeto de la biopolítica229 porque el cuerpo de las mujeres está estrictamente
relacionado con los procesos de vida. En tal sentido, la sexualidad como
práctica y expresión corporal se inscribe y tiene efecto por sus consecuencias
procreadoras en procesos biológicos amplios que ya no sólo conciernen al
individuo sino a la población. En este sentido, el cuerpo de las mujeres es un
objeto de conocimiento, regulación y control por parte de los dispositivos

228
Véase Raúl E. Zaffaroni, En busca de las penas perdidas. Deslegitimación y dogmática jurídico-penal, Buenos
Aires, Ediar, 2005.
229
Es un concepto que alude a la relación entre la política y la vida. La biopolítica es un poder centrado en
el cuerpo especie, en “la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel de salud, la duración
de vida y la longevidad, con todas las condiciones que puedan hacerlos variar, todos esos problemas
los toma a su cargo una serie de intervenciones y controles reguladores: una biopolítica de la pobla-
ción”. Véase Michel Foucault, Historia de la sexualidad. i. La voluntad de saber, México, Siglo xxi, 2007,
p. 168.
el litigio estratégiCo; estrategias de resistenCia judiCial... 269

de poder-saber, como el dispositivo penal y el médico, los cuales tienen un


fuerte vínculo.
La concepción que se tiene de lo que es Hombre o Mujer,230 es decir el gé-
nero, está ligada al proceso de criminalización-victimización, en especial de
los delitos relacionados con la sexualidad, y por tanto con la familia y con el
cuerpo. Los hombres y las mujeres que no se comportan o se representan de
acuerdo con el prototipo o la representación de género expresados en el dis-
curso de la ley penal serán invocados como presuntos delincuentes. Los tipos
penales están prescritos de acuerdo con las clasificaciones identitarias hege-
mónicas vigentes en determinado contexto geohistórico y, por su puesto,
acorde con el pensamiento heterosexual.231 Por tal razón el cómo se defina
el delito, el estatus ontológico que se adjudique a éste, tiene importancia en
virtud de que sólo se puede hacer un análisis crítico de género deconstruyendo
tanto la categoría género como la de delito, ya que ambas operan de manera
paralela y correlativa, sobre todo cuando los delitos tienen como núcleo
central a la sexualidad.
Simone de Beauvoir afirmó que “no se nace mujer”; bien podría expre-
sarse que “no se nace delincuente”. Si esta última afirmación pudiera parecer
inocente, lo real es que en la práctica judicial para sancionar una conducta
delictiva se siguen considerando las historias de vida, sus prácticas, el cómo
se ha comportado una persona. Ya Foucault232 lo alertaba al hablar de la
función de las pruebas periciales en el proceso penal y al expresar que éstas
“permiten pasar del acto a la conducta, del delito a la manera de ser y poner
de relieve que esta última no es otra cosa que el delito mismo”.233 Es decir, ya
no se castiga el hecho, la conducta definida como delito, sino la manera de
ser de las personas, lo que en el argot jurídico penal se conoce como derecho
penal de autor en contraposición con el de acto. Aunque exista jurispruden-

230
Cuando escribo mujer u hombre con la primera letra de la palabra en mayúscula me estoy refiriendo
a la categoría, a la concepción abstracta de lo que se entiende por esa clase de sujetos sexuados.
231
Monique Wittig, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid, Egales, 2006.
232
Michel Foucault, Los anormales, México, fCe, 2000.
233
Ibidem, p. 29.
270 Buenas práCtiCas en el juzgar: el género y los dereChos humanos

cia234 mediante la cual se indica que nuestra Constitución se decanta por


el paradigma del derecho penal del acto, lo cierto es que las autoridades de
procuración y administración de justicia continúan considerando para sus
determinaciones la forma o estilo de vida tanto del imputado como de las
víctimas. En cuanto a éstas, la sentencia conocida como Campo Algodonero
puso de relieve la manera en que la policía de investigación revictimizó a las
mujeres asesinadas y a sus familiares a través de actitudes estigmatizantes y
discriminatorias. El proceso de victimización es la otra cara de la moneda de
los procesos de criminalización, y en él también juegan un papel importante
tanto las pruebas periciales como los estereotipos sociales.
En relación con los procesos de criminalización el principio de legalidad
consignado como garantía de seguridad jurídica en el artículo 14 de nuestra
Constitución establece que está prohibido imponer pena alguna que no esté
decretada por una ley exactamente aplicable al delito de que se trate. El prin-
cipio de legalidad penal se estableció como límite a la potestad punitiva del
Estado, de ahí que sólo pueden castigarse las conductas expresamente des-
critas como delitos en una ley anterior a la comisión de éstos. Sin embargo,
es común que a través de las periciales235 y determinados adjetivos y/o frases
valorativas insertadas en la propia ley penal se relativice este principio y que
el poder de castigar del Estado vaya más allá de la penalización de un acto.
Las nociones de castidad, honestidad, fines lascivos, buenas costumbres, temi-
bilidad, peligrosidad, mala fama, etc., que aparecen a lo largo del tiempo en la
redacción de los tipos penales llevan a que no sólo se castigue el hecho deter-
minado como delito. Además, se suma la función de la pericial en un juicio
para demostrar o reafirmar lo establecido en la ley; un perito en psicología o
un criminólogo clínico tendrá que estudiar el comportamiento, la vida y el
contexto social del probable delincuente y la víctima, es decir su ser. Foucault
hacía referencia al enlace entre la función judicial y la médica, así como a la

234
Primera Sala, Tesis de jurisprudencia 1a./J. 19/2014 (10a.), marzo de 2014; Pleno, Tesis de jurispru-
dencia 1a./J. 21/2014 (10a.), abril de 2014; y Primera Sala, Tesis de jurisprudencia 1a./J. 19/2016
(10a.), mayo de 2016.
235
Sobre todo las periciales en psicología, por ejemplo la controvertida pericial denominada autopsia
psicológica que se realiza con frecuencia en los casos de muertes violentas de mujeres, ya sea para
confirmar o descartar suicidios, homicidios dolosos y feminicidios.
el litigio estratégiCo; estrategias de resistenCia judiCial... 271

importancia de esta última. Como se sabe, tanto la criminología como la


psicología tienen sus raíces en la medicina y siguen operando como provee-
doras de saber en la procuración, administración e impartición de justicia.
Se consideran conocimientos científicos que proporcionan al Ministerio
Público información para el esclarecimiento de los hechos que llevará a éste
a fincar o deslindar responsabilidades penales.
Otra función y consecuencia que deriva del proceso de criminalización
primaria y que hay que tomar en cuenta consiste en la representación po-
lítica de la mujer. Ese tema ha sido muy debatido entre los feminismos,
desde Teresa de Lauretis a Judith Butler. Para el tema que nos ocupa me
interesa llevar ese cuestionamiento al tipo de representaciones de la Mujer
que se han construido en los discursos penales. Por ejemplo, en los delitos
en los que el proclamado bien jurídico es la libertad sexual, el normal desarrollo
psicosexual o la dignidad con frecuencia se establecen límites a la libertad236 de
actuar de las mujeres con argumentos tuitivos o salvacionistas, ya sea por con-
siderarlas un grupo vulnerable o en condición de vulnerabilidad, alienado o
falto de conciencia de su situación de opresión; al tiempo que se instalan re-
presentaciones normalizadas de la sexualidad, es decir formas y prácticas de
sexualidad fijas de acuerdo con una visión unívoca que en muchas ocasiones
resultan familistas, paternalistas y colonizadoras.
Respecto a la selectividad de los procesos de criminalización del dis-
positivo penal, es importante añadir que éstos a su vez victimizan a ciertos
individuos. Eso sucede con el reduccionismo que el dispositivo penal hace
de la realidad, el cual la (re)construye de modo específico, concentrándose
en un evento definido en tiempo y lugar, congelando ahí la acción u omisión
lesiva, analizando a los protagonistas del evento de manera individual y por
separado, aislándolos de su medio social y decantando situaciones enmarca-
das en contextos sociales complejos y relaciones amplias hacia situaciones in-
dividuales, entre buenos y malos, entre víctimas y victimarios. Esto nos lleva a
la individualización de responsabilidades que ocultan las condiciones socia-
les que permiten o fomentan que proliferen determinadas conductas lesivas.

236
Yo prefiero hablar de la posibilidad de acción surgida en diversos contextos sociales de restricción.
272 Buenas práCtiCas en el juzgar: el género y los dereChos humanos

Ahora bien, al criminalizar y al mismo tiempo traducir las violencias que


sufrimos las mujeres por parte de los hombres al lenguaje de la ley penal las
hemos teorizado como producto de la opresión de género,237 pero esta últi-
ma se oscurece y pasa a un segundo plano cediendo lugar de manera única o
privilegiada, como ya se dijo, a la responsabilidad individual de los agresores
y de las personas que sufren la violencia, es decir las víctimas. El contexto
social no es considerado y, como lo ha expuesto Tamar Pitch, se transita de
la opresión a la victimización.238
Es necesario aclarar que lo anterior no significa que no existan responsa-
bilidades qué adjudicar o hechos concretos lesivos; la cuestión es cómo abor-
dar esa problemática y cuestionar si el ámbito de lo penal nos ha cumplido
lo prometido o si, por el contrario, nuestras demandas han sido instrumen-
talizadas, pervertidas o neutralizadas.
He insistido en otros textos que es necesario reflexionar si el uso acrítico
del derecho penal nos ha servido para eliminar las violencias y opresiones a
las que nos enfrentamos en la actualidad, o si nuestras demandas de justicia
han sido resignificadas por ese discurso. En este sentido, retomo la reflexión
que Nancy Fraser ha hecho cuando explica que las críticas de la segunda ola
feminista a lo que ella denomina capitalismo androcéntrico organizado de
Estado, posterior a la segunda Guerra Mundial, dirigidas específicamente a
tres dimensiones de injusticia de género –económica, cultural y política–, en
una conjugación con el ascenso de las políticas neoliberales de gobierno, fue-
ron transformadas y desarticuladas, haciéndolas de esta manera concordar
con las exigencias y necesidades del emergente capitalismo neoliberal. De
tal modo, se fue dejando de lado la transformación económica que pugnaba

237
Véase Tamar Pitch, Un derecho para dos. La construcción jurídica del género, sexo y sexualidad, Madrid,
Trotta, 2003.
238
Desde los instrumentos internacionales se puede dar evidencia de lo anterior. La Convención sobre
la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) (1974) está redactada
en un lenguaje de derechos y en la obligación de los Estados y el funcionamiento de las estructuras
para acabar con la situación de discriminación contra las mujeres. La palabra violencia no aparece en
ninguna de sus partes. Fue después, a través de las recomendaciones generales núms. 12 y 19 del Co-
mité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer que se abordó el tema, ya nombrando
a la violencia.
el litigio estratégiCo; estrategias de resistenCia judiCial... 273

por un nuevo patrón de distribución del ingreso, privilegiando los ámbitos


cultural y político.

Así, las críticas feministas, por ejemplo, al acoso sexual, el tráfico sexual y la
desigualdad salarial, que parecían incendiarias no hace mucho, se admiten am-
pliamente en la actualidad; pero este cambio abismal en las actitudes no ha
eliminado en absoluto dichas prácticas. Y así, frecuentemente se aduce que el
feminismo de la segunda ola ha provocado una gigantesca revolución cultural
pero el enorme cambio en las mentalités (todavía) no se ha traducido en un
cambio estructural e institucional.239

Si las demandas y planteamientos feministas cuentan con una mayor acep-


tación y tienen más militancia sin que ello se refleje en la manera de operar
de las instituciones, para Nancy Fraser este fenómeno tiene relación con la
hipótesis de que los cambios culturales propulsados por la segunda ola del
feminismo, aunque benéficos en sí mismos, han servido para legitimar la
“transformación cultural de la sociedad capitalista que avanza directamente
en contra de las visiones feministas de una sociedad justa”.240 El ascenso de
la segunda ola feminista coincidió con un cambio en la forma del capitalis-
mo organizado de Estado propio de la posguerra a uno de corte neoliberal.

En lugar del dirigismo, promovieron la privatización y la liberalización; en lu-


gar de prestaciones públicas y ciudadanía social, “filtrado” y “responsabilidad
personal”; en lugar de Estados de bienestar y desarrollistas, el “Estado de la
competencia” escueto y mezquino.241

Una de las formas que el Estado neoliberal utiliza para controlar a la pobla-
ción “indeseable, peligrosa o riesgosa” que no cumple con el ideal del sujeto

239
Nancy Fraser,“El feminismo, el capitalismo y la astucia de la historia”, en New Left Review, núm. 56,
mayo-junio de 2009, p. 89.
240
Idem.
241
Nancy Fraser, op. cit., p. 96.
274 Buenas práCtiCas en el juzgar: el género y los dereChos humanos

consciente, productivo y responsable individual242 es habilitar su brazo pu-


nitivo, generando una cortina de humo que desvía la atención ubicándola
únicamente en el sujeto agresor y ocultando la participación del Estado en
la perpetuación de la opresión de las mujeres y, por ende, en la agudización
de la violencia contra aquéllas. La indiferencia de la sociedad, la impunidad,
la corrupción y la manera androcéntrica con la que el sistema penal trata a
las mujeres y a sus intereses, revictimizándolas, pasa a un segundo plano,
proyectando la idea de que dicho sistema funciona en la protección de los
bienes jurídicos que interesan a todas y todos, y fortaleciendo de esta manera
la ideología de la defensa social del derecho penal liberal.243
No es un fenómeno nuevo que se sobrevalore el tema penal en la resolu-
ción de conflictos sociales en general. Lo que sí ha cambiado es el aumento
de una constante exigencia de endurecer las penas por parte de algunos movi-
mientos de lucha contra las violencias hacia las mujeres. Sin embargo, lo que
debería llevarnos a reflexionar sobre tal fenómeno, o por lo menos llamar la
atención, es que a pesar de las evidencias que se tienen acerca de la impuni-
dad, corrupción, abuso y hasta participación de las distintas autoridades del
aparato penal, se adopte crédulamente la bandera de la criminalización y de
la disminución de derechos bajo el discurso de la seguridad de las mujeres,
en lugar de alzar la voz en contra de esa impunidad, corrupción y abuso
de los aparatos del Estado. A propósito de la marcha convocada para el 24 de
abril,244 considero que las críticas, peticiones y reclamos de los movimientos
feministas deben tomar esa dirección, pues sólo de esta manera podríamos
evitar la instrumentalización de nuestras exigencias y evidenciar cómo el
Estado mexicano tolera y participa en la desaparición y asesinato de mujeres.
Criminalizar no significa transformar. Se debe desmantelar esa idea. El
dispositivo penal no intenta transformar nada; actúa post factum, y su lla-
mado poder simbólico es el de reforzar la legitimidad del Estado antes que

242
Véase Loïc Wacquant, Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social, Barcelona, Ge-
disa, 2009.
243
Véase Alessandro Baratta, op. cit.
244
Se refiere a la marcha más grande hasta la fecha en contra de las violencias machistas, llevada a cabo
en la Ciudad de México el 24 de abril de 2016. Esta marcha también se realizó en 27 ciudades del
país.
el litigio estratégiCo; estrategias de resistenCia judiCial... 275

cualquier otra cosa. Y eso es precisamente lo que quiero poner en el centro


de la reflexión, ya que de manera constante tendemos a poner la solución de
la opresión y la falta de acceso a la justicia como una cuestión penal, sin
cuestionar a ésta en sí misma. El dispositivo penal castiga, es un instrumento
canalizador de venganza y de control social. Si bien éste en la modernidad
ha sido una forma de encarar conflictos, nuestra labor ha de ser precisa-
mente encontrar estrategias de resistencia ante una estructura económica
neoliberal que agudiza las violencias y que utiliza su brazo fuerte, masculino
punitivo, para sustraerse de toda responsabilidad social.
La justicia de género a la que aspiramos debe tomar en cuenta la manera
real de operar del sistema penal y su relación con el sostenimiento de las
desigualdades sociales actuales.
Con frecuencia se le atribuyen a la ley penal funciones pedagógicas o
simbólicas, de ahí el hecho de endurecer sanciones como una manera de
anormalizar conductas o acciones antes consideradas normales. En estudios
jurídicos penales y criminológicos se ha analizado esa función. Efectivamen-
te, la ley puede y de hecho funciona como un código moral en el que se
establece lo que es malo en una sociedad, las conductas reprochables. Sin
embargo, ese uso tiene límites y habrá que ponerlo en cuestión valorando los
costos que puede traer consigo frente a los beneficios reales.
Por ejemplo, la ley penal criminaliza en casi todo el país a las mujeres
que abortan; el objetivo es precisamente utilizar el discurso penal para en-
viar el mensaje de que las mujeres que recurren a esta práctica son no muje-
res conforme al papel esperado de todas ellas porque transgreden el orden
de género, y por ello deben ser criminalizadas, castigadas, anormalizadas. El
mensaje o, si se prefiere, la pedagogía de la ley penal opera aquí invocando
a las mujeres a ser madres (lo que debe ser, lo normal, lo aceptable) e im-
poniendo un castigo a quienes se nieguen a cumplir con dicha invocación.
Las relaciones de poder, las posiciones de los sujetos en ciertos contextos
circunstanciales, históricos, sociales y económicos, desbordan el mandato
legislativo de todas formas, porque las mujeres que abortan lo hacen sin
detenerse ante la amenaza de ser reprendidas y ser sujetas al estigma que
dicta la ley. El drama, sin embargo, es que la clandestinidad de la práctica
276 Buenas práCtiCas en el juzgar: el género y los dereChos humanos

del aborto cuando éste se encuentra penalizado conduce con frecuencia a la


morbilidad o la mortalidad.
Mas esa ley que prohíbe el aborto, dentro del ejemplo que ofrezco, no
proviene originalmente del Estado sino que éste la afirma, la canoniza. El
Estado y sus leyes como técnicas de gobierno no son una forma o lugar único
del ejercicio del poder y el gobierno de los sujetos sino que también concen-
tran o capturan dichas relaciones procedentes de la propia sociedad. Es decir,
las relaciones de poder no surgen o se derivan primordialmente del Estado
sino que más bien tienden a referirse a él. En nuestros tiempos, dice Foucault,
se ha producido una estatización continua de las relaciones de poder.245 Así,
las desigualdades de género, clase, etnia, raza y color de piel se ven reflejadas
en los discursos jurídicos.
Ya se ha demostrado que la ley penal, más que prohibir el daño a la liber-
tad de las mujeres, ha sido utilizada para el control de sus cuerpos, sexo y se-
xualidad. Ahora tenemos que fijar la atención en el procedimiento penal en
el cual se completa y se agrava lo que se inicia con la criminalización prima-
ria. No sería viable realizar investigaciones y juicios penales con perspectiva de
género sin comprender el funcionamiento del género en la ley y en el propio
procedimiento penal. La deconstrucción de todo ese andamiaje de género
es justamente lo que habría que abordar, es decir, que la lucha contra la vio-
lencia de género nos ha llevado en muchas ocasiones a la violencia del género.

Fuentes consultadas

Baratta, Alessandro, Criminología crítica y crítica del derecho penal, México, Si-
glo xxi, 1986.
Foucault, Michel, Estética, ética y hermenéutica, Barcelona, Paidós (Obras esen-
ciales, vol. iii), 1999.
———, Historia de la sexualidad. i. La voluntad de saber, México, Siglo xxi, 2007.

245
Véase Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, Siglo xxi, 2008.
el litigio estratégiCo; estrategias de resistenCia judiCial... 277

———, La inquietud por la verdad. Escritos sobre la sexualidad y el sujeto, Buenos


Aires, Siglo xxi, 2013.
———, La vida de los hombres infames, Buenos Aires, Altamira, 1996.
———, Los anormales, México, fCe, 2000.
———, Seguridad, territorio y población, Buenos Aires, fCe, 2006.
———, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, México, Siglo xxi, 2008.
Fraser, Nancy, “El feminismo, el capitalismo y la astucia de la historia”, en
New Left Review, núm. 56, mayo-junio de 2009, pp. 87-104.
Pitch, Tamar, Un derecho para dos. La construcción jurídica del género, sexo y sexua-
lidad, Madrid, Trotta, 2003.
Wacquant, Loïc, Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad
social, Barcelona, Gedisa, 2009.
Wittig, Monique, El pensamiento heterosexual y otros ensayos, Madrid, Egales,
2006.
Zaffaroni, Raúl E., En busca de las penas perdidas. Deslegitimación y dogmática
jurídico-penal, Buenos Aires, Ediar, 2005.
Buenas prácticas en el juzgar: el género y los derechos humanos
se terminó de imprimir en septiembre de 2018
en los talleres de Offigrafic, S. A. de C. V.,
calle Manuel M. Flores núm. 25, col. Obrera,
06800 Ciudad de México.
Para su composición se utilizaron los tipos
Goudy Old Style y Óptima.
El tiro fue de XXX ejemplares impresos en papel cultural de 75 g.
D IRECTORIO CDHDF

P RESIDENTA C OORDINACIONES
Nashieli Ramírez Hernández Vinculación con la Sociedad Civil
y de Políticas Públicas
C ONSEJO
Brisa Maya Solís Ventura
María Isabel Belausteguigoitia Rius
Tecnologías de Información y Comunicación
José Alfonso Bouzas Ortiz
Alejandro Brito Lemus Guadalupe Castañeda Solís*
Tania Espinosa Sánchez Servicio Profesional en Derechos Humanos
Lawrence Salomé Flores Ayvar Raúl Einar Urbano Zetina
Juan Luis Gómez Jardón
Ileana Hidalgo Rioja
S ECRETARÍA P ARTICULAR DE LA P RESIDENCIA
Christian José Rojas Rojas
Fredy César Arenas Valdez
Genoveva Roldán Dávila

V ISITADURÍAS GENERALES

Primera Hilda Téllez Lino *Encargada de despacho


Segunda Iván García Gárate
Tercera Zamir Andrés Fajardo Morales
Cuarta Juan Carlos Arjona Estévez
Quinta Montserrat Matilde Rizo Rodríguez

C ONTRALORÍA I NTERNA
Hugo Manlio Huerta Díaz de León

S ECRETARÍA E JECUTIVA
Carolina Vargas Romero

D IRECCIONES GENERALES

Jurídica
Yolanda Ramírez Hernández
Quejas y Orientación
Nuriney Mendoza Aguilar
Administración
Mario Julio Córdova Motte
Comunicación por los Derechos Humanos
Alberta Domínguez Vargas*

D IRECCIONES EJECUTIVAS

Asuntos Legislativos y Evaluación


Mauricio Augusto Calcaneo Monts
Centro de Investigación Aplicada
en Derechos Humanos
Francisco Javier Conde González
Educación por los Derechos Humanos
José Tapia Pérez
Seguimiento
Carolina Pimentel González
Vinculación Estratégica
Nancy Pérez García

También podría gustarte