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UN PERIODO DE INESTABILIDAD POLÍTICA

Las encomiendas se crearon con la finalidad de evangelizar a los indígenas, pero en realidad
este sistema sirvió para acentuar más la explotación de los conquistadores sobre los habitantes
del Tahuantinsuyo.

I. EL ESTABLECIMIENTO DE LAS ENCOMIENDAS

La encomienda era una merced real dada en recompensa a los conquistadores mediante la
cual el beneficiario recibía el derecho de disfrutar del servicio personal y del tributo pagado
por un grupo de indígenas. A cambio, el encomendero debía velar por el bienestar espiritual
de estos hombres, lo que significaba encargarse de su evangelización y protección. Las
encomiendas se convirtieron, en algunos casos, únicamente en un instrumento de
explotación. Esto originó el sufrimiento de los indígenas, pues los servicios que prestaban a
los españoles eran tan extremos que muchas veces les causaban la muerte.

La defensa de los derechos de los indígenas

A pesar de que existían leyes que protegían a los indígenas (Leyes de Burgos, 1512),
muchos conquistadores siguieron cometiendo atrocidades en nombre del rey y la fe católica.
Por ello, la Corona determinó que una junta de consejeros decidiera cómo tratar a los
indígenas. La junta sesionó en Valladolid entre 1550 y 1551. Ante ella se presenta- ron los
religiosos Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) y Bartolomé de las Casas (1470-1566),
quienes defendieron posiciones opuestas:

▪ Sepúlveda consideraba que los indígenas debían someterse al dominio de los


españoles, pues eran naturalmente inferiores a es- tos. Además, los cristianos europeos
les traerían grandes beneficios.

▪ Las Casas opinaba que los indígenas eran seres racionales y poseedores de una moral
rígida que castigaban desde el adulterio hasta el asesinato. Por lo tanto, debían ser
respetados y se debía proceder a su evangelización pacífica.

Si bien el debate entre ambas posturas no produjo un pronunciamiento por parte de la


Corona española, si promovió algunos cambios en la legislación, como la creación de las
protectorías de indios, oficinas situadas en las principales ciudades americanas, cuyos
funcionarios tenían la obligación de velar por el bienestar de los indígenas.
II. LA ENCOMIENDA Y EL PROBLEMA DE LAS GOBERNACIONES

El primero en repartir las encomiendas más ricas fue Francisco Pizarro, quien las adjudicó a
sus hermanos, parientes, amigos y paisanos, dejando de lado a su socio Almagro y a sus
soldados. Decepcionado, Almagro pidió al rey de España una gobernación para él. Entonces,
en 1534, el rey creó tres nuevas gobernaciones en América del Sur y le concedió a Almagro
la denominada Nueva Toledo. La delimitación territorial era un asunto pendiente, por lo que
tanto Pizarro como Almagro se atribuían el dominio de la ciudad del Cusco.

III. PIZARRISTAS CONTRA ALMAGRISTAS

Antes de recibir la confirmación de su gobernación, Almagro emprendió una expedición de


conquista hacia Chile (1535). Sin embargo, ante la pobreza de la tierra y la actitud belicosa
de los pobladores nativos, decidió regresar al Cusco en 1537.

Mientras tanto, Hernando y Gonzalo Pizarro, que en ese momento se encontraban en el


Cusco, habían sofocado una revuelta indígena liderada por Manco Inca. No obstante,
Almagro tomó la ciudad (1537) argumentando que esta pertenecía a su gobernación, lo que
causó el enfrentamiento entre pizarristas y almagristas. Luego de la derrota de estos últimos
en la batalla de Salinas el 6 de abril de 1538, Almagro fue ejecutado.

Los almagristas se reagruparon en torno a Diego de Almagro el Mozo, hijo de su antiguo


líder y decidieron esperar a que el magistrado Cristóbal Vaca de Castro, enviado por la
Corona para establecer el orden, les diera la razón. No obstante, ante el rumor de que este
había sido sobornado, los almagristas asesinaron a Francisco Pizarro. Diego de Almagro el
Mozo se autonombró gobernador, pero Vaca de Castro, con el apoyo de los pizarristas, lo
derrotó en la batalla de Chupas el 16 de septiembre de 1542. Luego, Almagro el Mozo fue
sentenciado a muerte.

IV. LAS LEYES NUEVAS

En 1542, el rey Carlos I (emperador Carlos V) promulgó las Leyes Nuevas, mediante las
cuales se creó el Virreinato del Perú. Además, se dispuso la instalación de una audiencia en
Lima –presidida por un virrey–, que cumpliría fines administrativos y judiciales.

Las Leyes Nuevas castigaban a los encomenderos que esclavizaran a los indígenas con el
despojo de su encomienda. A partir de entonces, solo el emperador y sus representantes
podían repartir las encomiendas y, ante la muerte de un encomendero, aquellas volvían a
pertenecer a la Corona.
V. LA REBELIÓN DE LOS ENCOMENDEROS

La llegada del primer virrey al Perú, Blasco Núñez Vela en 1544, significó la aplicación
rigurosa de las Leyes Nuevas. Esta situación causó gran malestar entre los encomenderos,
que nombraron a Gonzalo Pi zarro como su representante para que protestara contra la
aplicación de estas medidas. Al no haber acuerdo posible, se inició el conflicto entre ambas
facciones. Gonzalo Pizarro logró tomar la ciudad de Lima, en 1546 derrotó al virrey en
Iñaquito, cerca de Quito, y posteriormente ordenó su ejecución.

Para resolver el conflicto, la Corona envió al pacificador Pedro de la Gasca, quien ofreció a
los en- comenderos la derogación de las Leyes Nuevas y el perdón a los sublevados. Esta
decisión fue tan exitosa que cuando La Gasca y Pizarro iban a enfrentarse en Jaquijahuana
(Cusco, 1548), los soldados rebeldes fueron desertando poco a poco. Pizarro se entregó y
fue ejecutado al día siguiente. Posteriormente, La Gasca se dedicó a reorganizar el
virreinato.

La rebelión de Francisco Hernández Girón

Poco después, el segundo virrey del Perú, Antonio de Mendoza, quiso restablecer las Leyes
Nuevas, lo cual produjo un nuevo levantamiento de los encomenderos, liderados por
Francisco Hernández Girón en 1553. Inicialmente, logró vencer a uno de los ejércitos
realistas que venía del Altiplano. Sin embargo, fue derrotado por el ejército de la Audiencia
en 1554.

VI. EL LEVANTAMIENTO DE MANCO INCA

Manco Inca, nombrado como sucesor de Atahualpa por Pizarro, pronto se desengañó de los
españoles, quienes, debido a su excesiva ambición, le exigían que entregara oro
continuamente. Cuando se negó a hacerlo, los españoles lo encadenaron y apresaron. Pero
con el pretexto de traer unas estatuas de oro macizo, Manco Inca obtuvo un permiso de
Hernando Pizarro, quien en ese momento era teniente gobernador del Cusco. Una vez en
libertad, proclamó la guerra e inició una resistencia armada.

El cerco del Cusco y la fortaleza de Sacsayhuamán Manco Inca, libre y refugiado en el valle
de Yucay, preparó su ejército y se dirigió al Cusco el 3 de mayo de 1536, donde logró cercar
e ingresar a la ciudad, incendiar los tejados e impedir el abastecimiento de alimentos. Los
españoles, presas del pánico, creyeron ver a Santiago apóstol luchando contra los indígenas
y a la Virgen María apagando los incendios, según lo registra el cronista Guamán Poma de
Ayala. La situación de los conquistadores empeoró cuando las tropas de Manco Inca tomaron
la fortaleza de Sacsayhuamán. Hernando Pizarro logró recuperarla después de varios días
de enfrentamiento. En este combate murió el líder quechua Titu Cusi Hualpa, más conocido
como Cahuide.

El asedio de Lima

En agosto de 1536, uno de los seguidores de Manco Inca, Quizu Yupanqui, tomó el cerro
San Cristóbal junto con miles de nativos y sitió Lima. Francisco Pizarro encabezó la defensa
de la ciudad y logró derrotar a Quizu Yupanqui, cuando este intentaba tomar la plaza de
Armas, gracias al apoyo de numerosos indígenas que colaboraban con los españoles en la
defensa de Lima. El líder indígena murió en la batalla y sus hombres se dispersaron de
manera desordenada.

Fin de la rebelión de Manco Inca

Mientras esto sucedía en Lima, Manco Inca mantenía el cerco del Cusco. Sin embargo,
conforme pasaba el tiempo, los alimentos comenzaron a escasear y la mayor parte de los
indígenas quería regresar a sus campos para atender sus tareas agrícolas. A esto se sumó
la noticia de la llegada de refuerzos para los españoles desde Lima y el regreso de Diego de
Almagro de su frustrada expedición a Chile. Por ello, Manco Inca se vio obligado a levantar
el cerco del Cusco y refugiarse en la ciudadela de Vilcabamba.

VII. LOS INCAS DE VILCABAMBA

Tras la muerte de Manco Inca (1545), asesinado por almagristas a los que dio cobijo, asumió
el mando su hijo Sayri Túpac. Este inca negoció con los españoles por varios años, hasta
que en 1558 llegó a un acuerdo con el virrey Hurtado de Mendoza. Sayri Túpac se declaró
vasallo del rey y, a cambio, recibió el control del valle de Yucay. Además, él y su coya
decidieron bautizarse como cristianos.

A Sayri Túpac le sucedió su hermano Titu Cusi Yupanqui, quien reinició las hostilidades con
los españoles. No obstante, en 1566 llegó a un acuerdo con el presidente de la Audiencia de
Lima, Lope de Castro, mediante el cual autorizó el ingreso de evangelizadores a su reino. A
cambio, se respetó la integridad de sus dominios. Sin embargo, el inca nunca confió en los
españoles y murió sin salir de Vilcabamba. Túpac Amaru I, el otro hermano de Sayri Túpac,
no pudo continuar las negociaciones con los españoles, pues el virrey Toledo envió su
ejército a Vilcabamba en 1572 para capturarlo; pero no lograron encontrarlo porque había
huido hacia la Amazonía. No obstante, luego de varios días de búsqueda, el inca fue
capturado y decapitado.

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