Con los delfines
María Eugenia: Creo que comprenderás por qué no inicio esta carta con "querida mamá", como
cuando lo hacía desde la lejanía de mis antiguas vacaciones. A esta altura, vos y yo sabemos (vos lo supiste
siempre; yo, tan sólo hace tres años) que no sos mi mamá, como tampoco Pedro Luís es mi padre. Ahora
que él murió, me da un poco de pena saber que has quedado irremediablemente sola. Pero mucha más
pena me dan mis padres verdaderos. Sé de buena fuente, como vos, que desde un avión los arrojaron al
mar y que los arrojaron vivos. Ahora es casi imposible que alguien pueda demostrar que sí o que no, pero
yo me inclino a creer que sí, ya que la comprobada saña de los amigos de Pedro Luís, aunque todavía nos
desconcierte y nos repugne, fue algo real.
Durante el primer año de mi llegada a la casa de mis abuelos, todavía a veces soñaba contigo y con él,
y no podía evitar un último estremecimiento de cariño. Entonces no sabía toda la verdad. Pero ahora,
cuando Pedro Luís se me aparece en sueños, me despierto en plena náusea y casi siempre tengo que ir al
baño a vomitar. Contigo es un poco distinto, ya que en cierto modo también fuiste víctima: te metieron en
el escarnio sin molestarse en pedir tu consentimiento.
Ahora que reconstruyo nuestros ambiguos quince años de vida en común, puedo rememorar la
extraña mirada que en ciertas ocasiones (cada vez con menos frecuencia) me dedicabas; una mirada que
entonces sólo me provocaba extrañeza, pero que ahora puedo (o tal vez quiero) imaginar que quería decir:
"He usurpado el puesto de otra" o "Creo que me quiere pero no lo merezco" o "Algún día me la quitarán".
¿Era así? Por otra parte tengo la impresión de que mi inapropiada presencia no sólo no contribuyó a la
unión de ustedes dos como pareja, sino que más bien provocó un deterioro que ya no tenía remedio, ya que
en el peculiar estilo de nuestra vida en Mendoza, un divorcio o una simple separación era algo por lo menos
inadecuado y que jamás habrían permitido los compañeros de armas de Pedro Luís. Pero, ¿cómo podían
ustedes convivir con un pasado tan miserable? ¿Cómo podían acostarse y hacer el amor (¿o ni siquiera lo
hacían?) sabiendo que a un lado y otro de la cama comparecían y los miraban los fantasmas de mis padres
verdaderos? ¿Cómo puede desarrollarse normalmente la vida cotidiana sabiendo que se basa en una acción
despreciable?
Mis abuelos me quieren, me miman, me hablan de mis padres, tratan de crear en mí un nuevo
estímulo para vivir, pero a mis 18 años actuales debo confesar que mi vida está rota y hay en mis noches
otra fantasía recurrente, en la que me arrojo yo también al mar. ¿Por qué? ¿Para qué? Pues para juntarme
con mis padres. En el sueño ellos me reciben, muy juntos, con los brazos abiertos, rodeados por delfines
solidarios que también se incorporan al festejo. Y cuando por fin me despierto aún permanece en mí la
sensación de ternura más nítida de toda mi existencia.
Tengo en mi mesa de noche la foto de mis padres y sé que vengo de ellos y de nadie más. Las
zalamerías de Pedro Luis siempre me sonaron a hipocresía y mi memoria no las olvida, pero las rechaza.
Creo en cambio que tus señales de cariño eran sinceras y las conservo como algo positivo en medio de una
situación tramposa. Quizá algún día junte fuerzas para volver a verte, pero por ahora no. Todavía estoy
llena de rencores y rencorcitos.
Después de todas las comuniones, misas y homilías a que me llevaste, no sólo me he quedado sin
padres sino también sin Dios. Me gustaría que me contaras qué le decías a tu confesor. Y sobre todo qué te
decía él. Haberse apropiado de una hija de padres desaparecidos y/o asesinados por tu gente, ¿es un
pecado mortal o venial? ¿Con quince padrenuestros y siete avemarías queda limpio el currículum? No
puedo rezarle a un Señor cuyos representantes arropaban cristianamente a los verdugos. Ahora comprendo
el llamado en rebeldía del Cristo crucificado: Padre, ¿por qué me has abandonado? Al menos dicen que él
resucitó, pero mis padres sumergidos no volvieron. En el mejor de los casos, no están rodeados de apóstoles
sino de delfines. Acaso Dios no resida allá en los Altísimos sino en el fondo más hondo de los mares. Y desde
allí lo ignore todo, aunque de vez en cuando abra sus branquias y emita bendiciones. No descarto que en
alguna de estas noches, yo, que no sé nadar, me decida por fin y me sumerja a buscarlo, así nomás, sin
flotadores, pero con la mochila llena de reproches. Y nada más.
Un chau. PAULINA.
Mario Benedetti. De Buzón de tiempo.
ACTIVIDADES:
1- ¿Cómo caracteriza Paulina a María Eugenia? ¿Qué opinión tiene de ella y de qué manera la
nombra?
2- ¿Cómo se construye en el texto la imagen de Pedro Luís?
3- Explicá con tus palabras las siguientes frases:
- “No sólo me he quedado sin padres, sino también sin Dios”
- “No están rodeados de apóstoles sino de delfines”.
4- ¿Cuál es el tema que plantea el texto? ¿Qué relación tiene con los sucesos acontecidos a partir de
marzo de 1976?