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Poesia Ambiental

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La Tierra (Extracto, Gabriela Mistral) habéis sido mástil, proscenio, curul,

¡oh pinos solares, oh pinos de Italia,


bañados de gracia, de gloria, de azul!
Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la Tierra,
Sombríos, sin oro del sol, taciturnos,
y lo mismo si estás alegre,
en medio de brumas glaciales y en
hijo mío, juega con ella…
montañas de ensueños, ¡oh pinos nocturnos,
oh pinos del Norte, sois bellos también!
Se oyen cosas maravillosas
al tambor indio de la Tierra:
Con gestos de estatuas, de mimos, de actores,
se oye el fuego que sube y baja
tendiendo a la dulce caricia del mar,
buscando el cielo, y no sosiega.
oh pinos de Nápoles, rodeados de flores,
Rueda y rueda, se oyen los ríos
oh pinos divinos, no os puedo olvidar!
en cascadas que no se cuentan.
Se oyen mugir los animales;
se oye el hacha comer la selva. Hombre que mira la tierra (Mario Benedetti)
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas. Cómo querría otra suerte para esta pobre reseca
que lleva todas las artes y los oficios
Donde el indio lo está llamando, en cada uno de sus terrones
el tambor indio le contesta, y ofrece su matriz reveladora
y tañe cerca y tañe lejos, para las semillas que quizá nunca lleguen
como el que huye y que regresa…
cómo querría que un desborde caudal
Todo lo toma, todo lo carga viniera a redimirla
el lomo santo de la Tierra: y la empapara con su sol en hervor
lo que camina, lo que duerme, o sus lunas ondeadas
lo que retoza y lo que pena; y las recorriera palmo a palmo
y lleva vivos y lleva muertos y la entendiera palma a palma
el tambor indio de la Tierra.
o que descendiera la lluvia inaugurándola
y le dejara cicatrices como zanjones
La canción de los pinos (Extracto, Rubén Darío)
y un barro oscuro y dulce
con ojos como charcos
Oh, pinos, oh hermanos en tierra y ambiente,
yo os amo! Sois dulces, sois buenos, sois graves. o que en su biografía
Diríase un árbol que piensa y que siente pobre madre reseca
mimado de auroras, poetas y aves. irrumpiera de pronto el pueblo fértil
con azadones y argumentos
Tocó vuestra frente la alada sandalia; y arados y sudor y buenas nuevas
y las semillas de estreno recogieran de una de los poetas, Gabriela Mistral, le ha ganado el título de la poeta de
el legado de viejas raíces la naturaleza.

El árbol (Extracto, José Joaquín Olmedo)


Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida
La sombra de este árbol venerable
¡Salve, fecunda zona, donde se quiebra y calma,
que al sol enamorado circunscribes la furia de los vientos formidable
el vago curso, y cuanto ser se anima y cuya ancianidad inspira a mi alma
en cada vario clima, un respeto sagrado y misterioso;
acariciada de su luz, concibes! cuyo tronco desnudo y escabroso
Tú tejes al verano su guirnalda un buen asiento rústico me ofrece;
de granadas espigas; tú la uva y que de hojosa majestad cubierto
das a la hirviente cuba; es el único rey de este desierto,
no de purpúrea fruta, o roja, o gualda, que vastísimo en torno me rodea;
a tus florestas bellas aquí mi alma desea
falta matiz alguno; y bebe en ellas venir a meditar; de aquí mi Musa
aromas mil el viento; desplegando sus alas vagarosas
y greyes van sin cuento por el aire sutil tenderá el vuelo.
paciendo tu verdura, desde el llano
que tiene por lindero el horizonte, A un olmo seco (Antonio Machado)
hasta el erguido monte,
de inaccesible nieve siempre cano.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

Paz (Alfonsina Storni) ¡El olmo centenario en la colina


que lame el Duero! Un musgo amarillento
Vamos hacia los árboles… el sueño le mancha la corteza blanquecina
Se hará en nosotros por virtud celeste. al tronco carcomido y polvoriento.
Vamos hacia los árboles; la noche
Nos será blanda, la tristeza leve. No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
Vamos hacia los árboles, el alma habitado de pardos ruiseñores.
Adormecida de perfume agreste.
Pero calla, no hables, sé piadoso;
No despiertes los pájaros que duermen.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,


con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

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