Provincias Unidas del Río de la Plata
Por Marcelo Néstor Musa
¿Qué fueron?
Provincias Unidas del Río de la Plata es uno de los nombres con el que se conoce al
Estado que se conformó tras el triunfo de la Revolución de Mayo de 1810. Suplantó al
Virreinato del Río de la Plata, colonia española que se disolvió en 1814.
Se constituyó como Estado soberano el 9 de julio de 1816, si bien en el Acta de
Independencia se utilizó el nombre Provincias Unidas en Sud-América. Pervivió hasta
1831 cuando, tras la firma del Pacto Federal, fue sustituido por la Confederación
Argentina.
Pintura realizada por Emeric Essex Vidal en 1816.
Origen e historia
El Fuerte de Buenos Aires fue el lugar de residencia de los gobiernos de las Provincias
Unidas del Río de la Plata. Su origen se remonta al 25 de mayo de 1810, cuando la
Primera Junta de Gobierno sucedió en el poder al virrey español Baltasar Hidalgo de
Cisneros, que había sido destituido por el Cabildo Abierto del día 22. Esa reunión
extraordinaria fue convocada tras conocerse que la invasión napoleónica a España
había culminado en la ocupación de casi todo el territorio peninsular y en la disolución
de la Junta Central de Sevilla.
Durante las sesiones del 22 de mayo, los criollos revolucionarios sostuvieron que,
dado que el rey Fernando VII había sido despojado de su trono, la soberanía volvía al
pueblo, que tenía derecho a elegir nuevas autoridades. Hasta que se consumó la
derrota de las tropas de Napoleón Bonaparte, en 1814, los sucesivos gobiernos de las
Provincias Unidas afirmaron gobernar en nombre del rey cautivo. Esos gobiernos
patrios utilizaron el nombre de Provincias Unidas del Río de la Plata en los
documentos que emitieron.
Tras el regreso al trono del monarca español, los gobiernos asentados en Buenos
Aires convocaron al Congreso de Tucumán, que proclamó la Independencia de las
Provincias Unidas el 9 de julio de 1816.
Gobiernos:
Las sucesivas autoridades de las Provincias Unidas del Río de la Plata fueron:
Período Gobierno Lugar de residencia Integrantes
1810 Primera Buenos Aires Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, Juan José
Junta Paso, Manuel Belgrano, Manuel Alberti, Juan José
Castelli, Domingo Matheu, Juan Larrea y Miguel de
Azcuénaga
1810-11 Junta Buenos Aires Cornelio Saavedra, Juan José Paso, Manuel
Grande Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea, Miguel de
Azcuénaga, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez
Peña, José Simón García de Cossio, Juan
Francisco Tarragona, Manuel Felipe Molina,
Gregorio Funes, José Julián Pérez, Francisco de
Gurruchaga, Juan Ignacio Gorriti, José Antonio
Olmos de Aguilera, Manuel Ignacio Molina,
Marcelino Poblet, José Ignacio Fernández
Maradona, Francisco Ortiz de Ocampo y Pedro
Francisco de Uriarte.
1811-12 Primer Buenos Aires Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan
Triunvirato José Paso.
1812- Segundo Buenos Aires Antonio Álvarez Jonte, Juan José Paso y Nicolás
1814 Triunvirato Rodríguez Peña.
1814- Directorio Buenos Aires Gervasio A. Posadas (1814-15)
1820 Carlos María de Alvear (1815).
José Rondeau (1815)
Ignacio Álvarez Thomas (1815-16)
Antonio González Balcarce (1816)
Juan Martín de Pueyrredón (1816-19)
José Rondeau (1819-1820)
Juan Pedro Aguirre (1820)
Gobierno Patrio.
Fuente: Felipe Pigna.
Con la incorporación de los diputados del interior quedó constituida a fines de 1810 la
llamada Junta Grande. Esto provocó la renuncia de Mariano Moreno y el
enfrentamiento dentro de la nueva junta de sus partidarios y los de Cornelio Saavedra.
Los primeros eran partidarios de cambios profundos y de manejar la revolución desde
Buenos Aires mientras que los segundos, eran más conservadores y proponían
compartir las decisiones con las provincias. Las derrotas del Ejército del Norte, que
hacían peligrar la continuidad de la lucha contra los realistas, y la necesidad de tomar
decisiones rápidas llevaron a la concentración del poder ejecutivo en pocas personas:
primero en tres, los Triunviratos (1811-1814), y luego en una sola, el Directorio (1814-
1820).
La creación de un poder ejecutivo de tres miembros, el Triunvirato, se concretó el 23
de septiembre de 1811. Los triunviros Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de
Sarratea y el secretario, Bernardino Rivadavia, pensaron que las exigencias de la
guerra hacían necesario un poder ejecutivo fuerte y disolvieron todas las juntas
provinciales y hasta la propia Junta Grande. Estas medidas concentraron todo el poder
en Buenos Aires y dejaron al interior sin representantes.
Un logro fundamental del Segundo Triunvirato fue la concreción del Congreso
Constituyente, postergado desde 1810. El 24 de octubre de 1812 se convocó a
elecciones para diputados a la Asamblea General Constituyente.
La Asamblea inauguró sus sesiones a fines de enero de 1813 y se proclamó
representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía por objetivos
proclamar la independencia y sancionar una constitución que incluyese la forma
republicana de gobierno y la división de poderes. Lamentablemente, estos postulados
no fueron cumplidos.
La Asamblea del Año XIII fue importante porque se convirtió en una especie de
declaración de principios que sirvió de antecedente en los futuros proyectos
constitucionales. Aprobó el uso de los símbolos patrios desechados por el Primer
Triunvirato como la bandera, la escarapela, el escudo y el himno nacional que
proponía: «coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir». Además, declaró
libres a los hijos de los esclavos; suprimió la mita y el yanaconazgo; abolió los títulos
de nobleza; prohibió y mandó a destruir los instrumentos de tortura.
Problemas con la Banda Oriental
Si bien ya se habían suscitado problemas entre el caudillo de la Banda Oriental, José
Gervasio Artigas, y las autoridades de Buenos Aires, durante la reunión de la
Asamblea se produjo un nuevo distanciamiento entre ambos por el rechazo de los
diputados orientales.
La Asamblea del Año XIII, presidida por Alvear, temía que la incorporación de los
artiguistas produjera una virtual alianza entre el caudillo oriental y San Martín para
apurar una declaración de independencia, en contra de los intereses del grupo
alvearista. Los representantes de Artigas traían instrucciones muy precisas, que no
eran del agrado de la clase dirigente porteña: Inmediata declaración de
Independencia; constitución republicana; gobierno central con respeto a las
autonomías provinciales y el establecimiento de la capital fuera de Buenos Aires.
Las elites porteñas temían que la influencia del caudillo oriental se extendiera al resto
de las provincias. Veían en la acción de Artigas un peligroso ejemplo que propugnaba
un serio cambio social. El reparto de tierras y ganado entre los sectores desposeídos
concretado por Artigas en la Banda Oriental bien podía trasladarse a la otra margen
del plata y poner en juego la base de su poder económico.
En búsqueda de la Independencia
Mientras sesionaba la Asamblea, se produjo en Europa la derrota de Napoleón. El
consecuente retorno de Fernando VII al trono español complicó las cosas. El primer
mensaje de Fernando VII a los revolucionarios americanos fue contundente: América
era una colonia española y las juntas que gobernaban en su nombre habían caducado.
Estaba claro que el rey intentaría por todos los medios reconquistar estos territorios.
Con la excusa de la amenaza exterior, la Asamblea, dominada por Alvear, dio un paso
más en la concentración del poder: creó un poder ejecutivo unipersonal, el Directorio.
Tras las derrotas sufridas por el Ejercito del Norte en Vilcapugio (1º de octubre de
1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813), el Directorio reemplazó a Belgrano por
San Martín, declaró «traidor a la patria» a Artigas y ordenó la creación de una flota de
guerra que puso al mando de Guillermo Brown, quien inmediatamente realizó un
bloqueo naval a Montevideo. Poco después se promovió un armisticio con Artigas que
duraría muy poco.
En el plano internacional, llegaron a Buenos Aires rumores de que en España se
estaba preparando una poderosa expedición militar para aplastar a los movimientos
patriotas y se decidió enviar una misión diplomática a España, a cargo de Belgrano y
Rivadavia.
A fines de 1814, San Martín se hizo cargo de la gobernación intendencia de Cuyo.
Alvear intentó tranquilizar el frente oriental y envió una misión diplomática que llegó a
un acuerdo con Artigas por el que se reconocía la autonomía de la Banda Oriental y la
jefatura de éste a cambio de que su influencia no superara el río Uruguay.
Para San Martín, la salida de la crisis pasaba por llevar la guerra hasta sus últimas
consecuencias reorganizando el ejército y atacando el bastión español de Lima. Para
Carlos de Alvear, la solución a las amenazas españolas era buscar el protectorado
británico.
El general Alvear le escribió al embajador inglés en Río de Janeiro, Lord Strangford:
«Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a
su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a
la generosidad y buena fe del pueblo inglés. Yo estoy resuelto a sostener tan justa
solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario que se aprovechen
los buenos momentos, que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un
jefe plenamente autorizado que empiece a dar al país las formas que fueren del
beneplácito del Rey».
La actitud de Alvear fue vista por Artigas y las provincias litorales como traición a la
patria. En todos lados hubo protestas y hasta San Martín, indignado, había decidido
renunciar a su cargo de gobernador de Cuyo, pero un Cabildo Abierto lo repuso antes
de que llegara el reemplazante que rápidamente mandó Alvear.
Alvear debió renunciar al Directorio y al sueño del protectorado británico para estas
tierras. La necesidad de organizar al país y declarar la independencia seguía
pendiente. El nuevo Director Supremo, Álvarez Thomas, convocará a un Congreso,
esta vez en la ciudad de Tucumán.
Congreso de Tucumán
Desde la conformación del primer gobierno patrio, se había desatado una larga guerra
independentista, de la cual muy pocos se animaban a vaticinar de forma explícita
cómo terminaría; no sólo por las dificultades económicas a que había que hacer frente
y la tenaz resistencia por parte de los ejércitos realistas; también porque no eran
pocas las diferencias internas respecto a cómo organizar el nuevo país, aún en
formación. Las rivalidades se dirimían en golpes de mando, encarcelamientos,
campañas militares, etc.
Aun así, sin consensos definidos y con grandes turbulencias, el proceso
independentista avanzaba. En 1815, el director interino Ignacio Álvarez Thomas, envió
una circular a las provincias invitándolas a realizar la elección de diputados para un
congreso general que se reuniría en Tucumán. Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la
Banda Oriental decidieron no enviar representantes. Tampoco asistirían diputados de
Paraguay y del Alto Perú, con excepción de Chichas o Potosí, Charcas (Chuquisaca o
La Plata) y Mizque o Cochabamba.
Pronto comenzaron a ser electos en las provincias los diputados que se reunirían en
Tucumán para inaugurar un nuevo congreso constituyente. Entre las instrucciones que
las provincias -no todas- daban a sus diputados, se encontraba la de “declarar la
absoluta independencia de España y de sus reyes”.
El 24 de marzo de 1816 fue finalmente inaugurado el Congreso en Tucumán. El
porteño Pedro Medrano fue su presidente provisional y los diputados presentes juraron
defender la religión católica y la integridad territorial de las Provincias Unidas.
Entretanto, el gobierno no podía resolver los problemas planteados: la propuesta
alternativa de Artigas, los planes de San Martín para reconquistar Chile, los conflictos
con Güemes y la invasión portuguesa a la Banda Oriental, entre otros.
El 9 de julio de 1816, se resolvió considerar como primer punto el tema de la libertad e
independencia de las Provincias Unidas. Los diputados no tardaron en ponerse de pie
y aclamar la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sud de la
dominación de los reyes de España y su metrópoli.
Para difundir la noticia de la independencia, el Congreso envió por medio de chasquis,
en carreta y a caballo, copias del Acta, de la cual se habían impreso 1500 ejemplares
en español y 1500, en quechua y aymara. Diez días más tarde, a propuesta de
Medrano, se agregó a la liberación de España la referente a “toda dominación
extranjera”, y el 25 se adoptó oficialmente la bandera celeste y blanca.
Al momento de la declaración de la Independencia, el Congreso contaba con 32
diputados, de los cuales sólo 29 firmaron el acta. Corro, Molina y Pueyrredón se
encontraban ausentes.
El llamado Congreso de Tucumán sesionó en Tucumán desde el 24 de marzo de 1816
hasta el 4 de febrero de 1817. Ante el avance realista por el norte, el 23 de septiembre
de 1816 se dispuso su traslado a Buenos Aires. En esa ciudad, el Congreso sesionó
hasta el 11 de febrero de 1820, cuando se interrumpieron sus actividades como
consecuencia de la derrota de Rondeau en Cepeda.
Jurisdicción territorial de los gobiernos patrios
Aunque los gobiernos asentados en Buenos Aires reclamaron jurisdicción sobre todos
los territorios que habían gobernado los virreyes españoles desde 1776, nunca
llegaron a controlar la totalidad del antiguo virreinato. De hecho, el territorio virreinal
fue menguando con el paso de los años hasta que terminó fragmentándose en cuatro
Estados distintos:
Las Provincias Unidas propiamente dichas, que fueron el núcleo originario de la
República Argentina.
Paraguay, que se gobernó de manera autónoma a partir de 1811 y que proclamó
formalmente su independencia en 1842.
El Alto Perú, que tras la batalla de Sipe Sipe (1815) había caído en poder de los
realistas. Estos mantuvieron el control de la región hasta la llegada de las tropas
bolivarianas del mariscal Antonio José de Sucre en 1825, año de la proclamación de la
Independencia de Bolivia.
Uruguay (la antigua Banda Oriental) que se fue configurando como una entidad aparte
como consecuencia de los conflictos entre Buenos Aires y el jefe oriental José G.
Artigas, que se oponía al centralismo porteño. A esta disputa se sumó la intervención
de los luso-brasileños que invadieron la Banda Oriental en 1816. Tras la guerra
argentino-brasileña de 1825-1827 estos conflictos finalizaron con la creación la
República Oriental del Uruguay en 1828.