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enero • abril | 2021 | año 24 | núm.

69

Fotografía e infancia
PORTADA
© 432204 José Antonio Bustamante Martínez,
Niña cargando muñeco sentada en una banca,
Fresnillo, Zacatecas, ca. 1940,
Colección José Antonio Bustamante,
Secretaría de Cultura.inah . sinafo . fn . mx .

Alquimia B
Archivos e investigación de la fotografía
enero • abril | 2021 | año 24 | núm. 69

Secretaría de Cultura
Alejandra Frausto Guerrero | Secretaria

Instituto Nacional de Antropología e Historia


Diego Prieto | Director General
Aída Castilleja | Secretaria Técnica
Rebeca Díaz | Coordinación Nacional de Difusión
Juan Carlos Valdez | Director del sinafo
Mayra Mendoza | Dirección de Divulgación
Arturo Jaramillo | Subdirección de la Fototeca Nacional

Alquimia
Araceli Puanta Parra | Editora
Allan Ismael Rojas Elizarrarás | Diseño
Estefanía Alonso Hipólito | Diseño

Consejo de asesores Alicia Ahumada, Marco Antonio Cruz,


Bernardo García, Carlos Jurado†, Patricia Massé Z., Adrián Mendieta,
Patricia Mendoza†, Francisco Montellano, Ricardo Pérez Montfort,
José Antonio Rodríguez†, Gerardo Suter

Comité editorial Mayra Mendoza Avilés, Rebeca Monroy Nasr,


Gerardo Montiel Klint, Columba Sánchez, Juan Carlos Valdez

d. r.© inah, Córdoba, núm. 45,


Col. Roma, c. p. 06700, Ciudad de México
[email protected]

Página 1
© 197889 Niño recargado en una silla, Ciudad de México, ca. 1920,
Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura. inah. sinafo . fn.mx.

Alquimia, Año 24, Núm. 69, enero-abril de 2021, es una publicación cuatrimestral editada por
el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Córdoba 45, Col. Roma, alcaldía Cuauhtémoc,
C. P. 06700, Ciudad de México. Editora Responsable: Araceli Puanta Parra. Reservas de Derechos
al Uso Exclusivo Núm. 04-2016-051812234600-102. issn: 1405-7786. Ambos otorgados por el Ins-
tituto Nacional del Derecho de Autor. Licitud de título y contenido: 17059, otorgado por la Comisión
Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Domicilio de
la publicación: Córdoba 45, Col. Roma, Alcaldía Cuauhtémoc, C. P. 06700, Ciudad de México. Este
número se terminó el 26 de marzo de 2021. Distribuidor: Coordinación Nacional de Difusión del inah.
Córdoba 45, Col. Roma, alcaldía Cuauhtémoc, C. P. 06700, Ciudad de México.

Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la
publicación.

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la


publicación sin previa autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
© 655549 Niños en la penitenciaría, Ciudad de México, 1929,
Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura. inah. sinafo .fn.mx.

Índice
5 Editorial 40 La segunda mirada: los niños
Juan Carlos Valdez del Halconazo del 10 de junio de 1971
Araceli Puanta Alberto del Castillo Troncoso

9 Formando niños sanos. 50 El último recuerdo de un ser querido:


La higiene infantil Romualdo García Torres y la fotografía
en México 1920-1950 post mortem infantil
Mercedes Alanís José Luis Gómez de Lara

23 El trabajo infantil 65 Infancias trasatlánticas


en los inicios del siglo xx Delia Salazar Anaya
David Guerrero Flores

• 81 • • 84 • • 86 •
SINAFO SOPORTES E IMÁGENES RESEÑAS
Edith Natividad Rangel Cruz Araceli Puanta Luis Josué Martínez Rodríguez
Arturo Jaramillo Peñaloza
A la memoria
de José Antonio Rodríguez
Juan Carlos Valdez

En 1996 Sergio Raúl Arroyo, entonces director del Sistema Na-


cional de Fototecas (sinafo ), propuso la realización de una revista que
hablara de la riqueza visual que se resguarda en la Fototeca Nacional
y en las fototecas afiliadas al sinafo . Le expuso el proyecto a Adriana
Konzevik, Coordinadora Nacional de Difusión del inah ; ella lo recibió
con agrado y comenzó la búsqueda de un editor que conociera no
sólo de procesos editoriales, sino también de fotografía histórica. Se
consideraron nombres de posibles editores, entre ellos un candidato
idóneo, un apasionado de la imagen que también ejercía la crítica
fotográfica: José Antonio Rodríguez.

Después de 21 años como editor de Alquimia, José Antonio logró


posicionarla como una de las diez revistas más importantes a nivel
mundial, tal como lo expresó la historiadora franco-española Marie
Loup-Sougez en su libro Historia de la fotografía: es debido a las
temáticas abordadas desde distintas miradas como se ha enriqueci-
Página 4
© 211940 do la hoy fotohistoria. Además, como revista de divulgación ha sido
Hijo de Manuel Suárez multicitada en trabajos académicos por el rigor de sus páginas.
jugando con su triciclo
en un jardín,
Ciudad de México, Fueron días intensos con sus noches de desvelo, siempre buscando
ca. 1945,
Colección Archivo que esta revista fuese una aportación a la cultura fotografía. Las reu-
Casasola,
niones con el comité editorial siempre fueron amenas, propositivas,
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . lúdicas y serias a la vez. La búsqueda de información e imágenes

Alquimia 5
en archivos, fototecas, bibliotecas y hemerotecas fue una pasión
compartida con Cannon Bernáldez, Paola Dávila, Brenda Ledesma y
Arturo Ávila, con quienes nuestro editor compartió generosamente su
conocimiento y horas, días de aprendizaje constante.

En 2018 José Antonio dejó Alquimia para integrarse como investiga-


dor de tiempo completo en la Dirección de Estudios Históricos del
inah , no sin cierta melancolía, dejando un legado y enseñanza que
actualmente ha retomado y enriquecido Araceli Puanta, actual editora
de la revista.

José Antonio ya no esta físicamente con nosotros, aunque siempre


estará presente en nuestros recuerdos. Es así como este número des-
tinado a la fotografía y la infancia también lo dedicamos a la memoria
de uno de los puntuales de la fotografía mexicana y latinoamericana:
José Antonio Rodríguez, el historiador, el crítico, el investigador, el
editor, el amigo.

Hasta siempre, JAR.

Alquimia 6
© 375905 Nacho López, Niña vende verduras junto a una carnicería, Ciudad de México,
octubre de 1951, Colección Nacho López, Secretaría de Cultura. inah.sinafo .fn.mx.

Alquimia 7
Realidad infantil
y fotografía
Araceli Puanta

La idea del niño como sujeto independiente es históricamente


tardía. “Criaturas sin voz, reducidas a una condición de obediencia,
los niños fueron vistos durante siglos como desaliñados prólogos de
la edad adulta”, apunta Juan Villoro en un ensayo sobre la literatura
infantil. La fotografía nos muestra que esa condición, en ocasiones,
sigue siendo vigente.

En este número se exploran algunas facetas de la realidad infantil


en nuestro país desde las últimas décadas del siglo xix hasta los
años setenta del siglo xx . Mediante retratos de estudio o fotografías
tomadas en la calle, los autores abordan distintas facetas del desa-
rrollo de la niñez y de la circunstancia que envuelve su identidad. Las
prácticas de salubridad del periodo revolucionario, la fotografía post
mortem, el trabajo infantil, la migración y su impacto cultural así como
la presencia de niños como sujetos políticos son los grandes temas
que abarca este número que entregamos al lector con gran orgullo.

Agradecemos a la licenciada Gabriela Sánchez Villegas, directora


del Museo de la Alhóndiga de Granaditas del inah por permitirnos
la reproducción de la fotografías de Romualdo García, así como a la
Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura
por acercarnos a los diseñadores que con gran talento y dedicación
apoyaron en la realización este número.

Alquimia 8
Formando niños sanos
La higiene infantil en México 1920-1950
Mercedes Alanís

Los niños han estado presentes en la historia de México. Hasta


hace unas cuantas décadas parecían poco visibles, pero con mayor
frecuencia ha sido rescatada su presencia en diversos momentos.
Cuando se observan con detenimiento, es evidente que las fotografías
entrañan una fuente de estudio de gran riqueza y tienen una historia
que contar por sí mismas. Debemos mencionar que se han estudiado
fotografías de niños de finales del siglo xix o durante la Revolución
mexicana. 1

En estas páginas nos situaremos en el México posrevolucionario, entre


las décadas de 1920 y 1950. Una época de reconstrucción nacional
que entre sus proyectos buscaba formar nuevos ciudadanos, lo que
incluía a la niñez de todo el país. Uno de los pilares que guió esta
etapa fue la difusión de normas para mejorar la salud de la población.
La higiene fue considerada desde el siglo xix un principio fundamental
para el bienestar de los individuos y de las naciones.2

Los gobiernos emanados de la Revolución mexicana destinaron es-


fuerzos considerables para contar con una población sana; por esta
razón las décadas mencionadas se caracterizaron por un robuste-
cimiento institucional, la formación de personal capacitado y por la
amplia difusión de modelos y hábitos entre la población. Entre las
instituciones que dirigieron esos esfuerzos se encontraron el Depar-

Alquimia 9
tamento de Salubridad Pública (dsp) —que durante esta época atra-
vesó por cambios hasta convertirse en la Secretaría de Salubridad y
Asistencia—, la Beneficencia Pública y la Secretaría de Educación
Pública, claves para que los preceptos higiénicos fueran inculcados
en los niños mexicanos.3

Estas instituciones se sumaron en la consecución de amplias cam-


pañas de higiene materna e infantil, contra enfermedades como la
tuberculosis, la sífilis y el alcoholismo, cruzadas nacionales de vacu-
nación y campañas alfabetizadoras que llegaron a buena parte de la
población.4 Entre los responsables de instruir a los ciudadanos en los
hábitos higiénicos se encontraron el heterogéneo personal salubrista,
profesores y maestros rurales, por mencionar algunos.

Los medios de difusión y propaganda fueron fundamentales para lle-


var a buen puerto los esfuerzos que se realizaban en las instituciones,
así como en las campañas de salud pública. La transmisión de los
principios de la educación higiénica se apoyó en conferencias, teatro
guiñol, exhibición de películas, folletos y carteles, radio y desfiles,
apoyada en numerosos mensajes visuales.

Destacamos la labor de tres actores fundamentales: los médicos, las


enfermeras y las trabajadoras sociales, cuyas labores cotidianas que-
daron plasmadas en diversas fotografías, en su mayoría tomadas por
encargo de las propias instituciones. Tal fue el caso del dsp , pues en
una época en que el Estado mexicano se fortalecía con las acciones
asistenciales que llevaba a cabo, era vital destacar esfuerzos y logros.

Se generó un discurso, triufalista en buena medida, que destacó la


labor celebrada en beneficio de la población y que visualmente estuvo
acompañado de fotografías que resaltaban este aspecto. En un primer
momento esas imágenes se difundieron en los órganos oficiales de
difusión, como era el Boletín del Departamento de Salubridad Pública,
las memorias institucionales y los informes oficiales que rendían tanto
el dsp como la Beneficencia Pública o la Secretaría de Educación
Pública.5 Los preceptos higiénicos se destinaron a la población en
general y una parte significativa se enfocó en “educar” a las madres,
sobre todo en la crianza y cuidado de niños pequeños. En numerosas
fotografías se aprecia cómo las madres son las receptoras de los

Alquimia 10
mensajes de médicos y enfermeras por medio de charlas y consultas,
ya fuera en el ámbito urbano o en el rural.

Se puso especial atención en las etapas del embarazo, nacimiento y


primeros cuidados de los recién nacidos. Para mediados de 1940
ya era frecuente que las mujeres acudieran a un hospital público
para parir; esta acción fue parte de un proceso complejo que tardó
décadas en incorporarse a la cotidianidad de muchas mujeres. Una
vez que nacía un bebé, y después de ser revisado por los médicos,
las enfermeras lo acercaban a su madre para que lo amamantara;
además, le mostraban cómo bañarlo y arroparlo de forma adecuada
y le brindaban consejos de crianza.

A las madres se les aconsejaba enfáticamente que acudieran a los


Centros de Higiene Infantil para recibir orientación basada en la ciencia
© 197384 y asegurar la correcta crianza de sus hijos, en lugar de seguir con-
Mujer observando cómo sejos populares.6 Esta práctica fue aumentando; en diversas fotogra-
las enfermeras bañan
a un recién nacido, fías, tanto en los espacios urbanos como en los rurales, se aprecian
Ciudad de México, cambios importantes, como en una fotografía de finales de los años
ca. 1945,
Colección Archivo cincuenta (p. 12). Un consultorio austero, en el que destacan carteles
Casasola,
pegados en las paredes con información sobre el cuerpo humano o
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . con consejos prácticos. La escena capta la concurrencia de varias

Alquimia 11
madres con sus hijos en brazos; en el centro de la composición está

© 389463
el médico, flanqueado por dos enfermeras. En el escritorio que lo se-
Nacho López para de las madres se encuentran instrumentos como la balanza o el
Personal médico imparte
curso sobre salud estetoscopio. Ésa fue la forma cotidiana en que los consejos médicos
a mujeres con niños, se fueron introduciendo en la población.
Ciudad de México,
1958-1964,
Colección Nacho López, En otra toma apreciamos con mayor claridad la austeridad del con-
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . sultorio y tres elementos clave. En el centro está un niño, su madre
lo sujeta de un brazo, mientras su otro brazo está en manos de una
Página 13 enfermera quien le aplica una inyección. Esta imagen de Nacho López
(arriba) captó la tranquilidad del niño como eje de armonía entre la madre y la
© 379312
Nacho López enfermera, ambas inclinadas y complementando los cuidados infan-
Enfermera vacuna a niño, tiles. Las enfermeras, enfermeras visitadoras y trabajadoras sociales
Ciudad de México,
1960-1965, fueron fundamentales en este proceso de educación higiénica, y se
Colección Nacho López,
consideró que tendrían un mayor acercamiento con las madres para
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . fungir como transmisoras de los conocimientos médicos.7

Alquimia 12
Alquimia 13
Desde la década de 1920 tuvieron lugar diversas campañas de salud.
Las brigadas móviles y las unidades sanitarias permitieron llevar a
lugares remotos del territorio nacional los principios de higiene pública
y privada. El diverso personal salubrista formado en la Escuela de
Salubridad de México, al que se sumaron después los prestadores
del servicio social médico en el marco del amplio proyecto nacional
de salud liderado por el médico Gustavo Baz Prada, fue fundamental
para poder generar un cambio en los hábitos de la sociedad.8

Con unos cuantos implementos y de viva voz, era común que en


lugares abiertos el personal salubrista convocara y se dirigiera a la
población. Además de llevar consejos para las madres, se enseñaba
—en particular a los niños— cómo realizar el correcto aseo del cuerpo
Página 13
(abajo) y el lavado de manos y dientes. Hacia 1939 se tomó la imagen de la
© 461868 página anterior, que muestra a un médico uniformado rodeado de un
Médico dando
una conferencia, copioso número de niños a quienes les enseña de forma práctica
Ometepec, Guerrero, cómo lavarse los dientes.
ca. 1939,
Colección Salud Pública,
Secretaría de Cultura.
Se enfatizó la importancia de tener el cabello recortado y limpio para
inah . sinafo . fn . mx .
evitar la transmisión de enfermedades de la piel, en las que interve-
nían insectos vectores, como piojos y pulgas. En ocasiones el per-
© 462585
Peluqueros cortando sonal sanitario rociaba directamente con ddt las cabezas de niños y
el pelo a niños, adultos. En años posteriores se limitó el uso indiscriminado de este
Ciudad de México,
ca. 1940, insecticida. En múltiples ocasiones se fotografiaron jornadas de corte
Colección Salud Pública,
de cabello. Las escenas privilegiadas por los fotógrafos fueron aque-
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . llas de numerosa asistencia, en las que la población se aglomeraba

Alquimia 14
para recibir el servicio y donde organizaban largas filas, como se
aprecia en una foto de los años cuarenta en la que, a cielo abierto,
se ven formados esperando para el corte de cabello o la fila de
madres con sus hijos en brazos esperando su turno, mientras que
la enfermera toma sus datos. En esta toma se contraponen las vesti-
mentas de algunas mujeres con rebozo —una incluso con el cabello
algo alborotado— y el pulcro uniforme de la enfermera sin desaliño,
de mirada sobria y arreglo discreto, siguiendo las normas para lle-
var a cabo sus labores. Ellas fueron parte del personal sanitario que
persuadía e iniciaba a la población en los beneficios de la higiene, lo
que no siempre fue fácil.

La inmunización fue un asunto prioritario. Por mucho tiempo sólo exis-


tía la vacuna contra la viruela —única enfermedad erradicada al día
de hoy gracias a esa inoculación—, pero en estas décadas se su-
maron las de la difteria y la escarlatina.9 No fue sencillo generalizar la
vacunación en la población, que en distintos momentos mostró resis-
tencia para que se les administrara a los niños. Por esa razón la difu-
sión de fotografías como la de los hijos del presidente Álvaro Obregón
y los de altos funcionarios ofreciendo voluntariamente el brazo para
recibir la linfa fueron relevantes, pues mostraban que las vacunas no
traerían ningún daño a los niños. Éstas se aplicaban en consultorios,
© 463301
Enfermera tomando datos espacios escolares y asistenciales o durante campañas, en las que,
a madres de familia, por su voluntad o llevados por las autoridades, los niños fueron vacu-
Ciudad de México,
ca. 1940, nados. Los elementos centrales, como en la imagen de la siguiente
Colección Salud Pública,
página, fueron un puesto de vacunación, un médico y una enfermera
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . uniformados y un niño que extiende su brazo sin resistencia.

Alquimia 15
Aunque no todos los niños podían asistir a la escuela, la educación
básica fue importante para instruirlos higiénicamente y fomentar que
debían mantener cuerpos saludables. Los niños transitaban entre la
escuela y sus casas, y así como podían contagiarse enfermedades,
también se esperaba que ellos transmitieran hábitos saludables en
© 90816 sus entornos.10 Las escuelas y las instituciones asistenciales como
Enfermera vacunando la Casa de Cuna, el Hogar Liberación, y la Casa del Niño fueron
a un niño, en la unidad
móvil de vacunación, espacios privilegiados para enseñar estas normas y realizar ejerci-
Ciudad de México, cio y fomentar una alimentación saludable. Estos lugares permitieron
ca. 1920,
Colección Archivo generar hábitos, pues a diferencia del alcance de los consultorios,
Casasola,
de las visitas domiciliarias o de las campañas, los niños estaban en
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . contacto con las normas en el día a día.

Alquimia 16
Sobre todo, en los establecimientos asistenciales los niños cumplían
tareas comunitarias, por lo que era ordinario que realizaran labores
de limpieza de habitaciones, ropa y cocina. Se les ve practicando
cómo se debe barrer, lavar, poner a secar y planchar la ropa, tal como
quedaron capturados por el lente de la cámara. Se ponía especial
atención en la higiene y cuidado personal y se habilitaban los espa-
cios para que realizaran estas actividades como parte de su rutina.
En estas fotografías tomadas en la década de 1940 se les observa
asumiendo su propio aseo, como lavarse la cara, peinarse y limpiar
su calzado. En varias tomas se puede observar que los niños tenían
© 367867
Niños y niñas realizan lugares designados para dormir, guardar su ropa y sus enseres de
tareas de aseo personal, higiene personal.
Ciudad de México,
ca. 1940,
Colección Salud Pública, Fuera de escuelas y establecimientos asistenciales, en espacios
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . como los comedores públicos se habilitaron amplias áreas para que
los niños incorporaran el lavado de manos en su rutina diaria.11 Los
Página 18 comedores cumplían distintas funciones; además de proporcionar
(arriba) alimentos, promovían hábitos de higiene, como el uso frecuente de
© 366657
Niñas se lavan las manos agua y jabón, implementos esenciales para disminuir la transmisión
en casa de asistencia, de enfermedades. Como se ve en otra imagen (p. 18), había muebles
Ciudad de México,
ca. 1930-1940, adaptados para niños pequeños con el propósito de que asearan por
Colección Salud Pública,
cuenta propia, aunque en ocasiones eran supervisados por algún
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . adulto.

Alquimia 17
Alquimia 18
En la otra fotografía (p. 18) se aprecia que se había destinado un
amplio espacio para el lavado de manos y el lavado de dientes. Como
estos sitios eran frecuentados por varias familias, se dispuso de ana-
queles donde se colocaban los cepillos dentales, lo que facilitó este
Página 18
(abajo)
hábito. Una vez más los niños de distintas edades aparecen llevando
© 463325 a cabo su rutina de manera individual.
Niños en la sala de aseo
dental del comedor,
Ciudad de México, En los comedores, establecimientos asistenciales y escuelas se fo-
ca. 1940,
Colección Salud Pública, mentaron hábitos alimenticios en los niños.12 Se privilegió el consumo
Secretaría de Cultura. de frutas, verduras y leche, en sustitución de café o atoles con agua.
inah . sinafo . fn . mx .
Los desayunos proporcionados en las escuelas urbanas o rurales
incluían normalmente leche, como se aprecia en la imagen.
© 253542
Niñas y niños tomando
sus alimentos en el interior La instrucción infantil también incluyó el ejercicio. Desde temprana
de la escuela Manuel
M. del Llano, edad se les inculcó la importancia de que el cuerpo estuviera vigo-
Monterrey, Nuevo León, roso, que se realizaran actividades al aire libre, no sólo de ejercicio,
1963-1965,
Colección Archivo sino de recreación y enseñanza. Hay diversas fotografías con niños
Casasola,
jugando, leyendo y tomando clases. En escuelas y establecimien-
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . tos asistenciales se aprovecharon los espacios para realizar distintos

Alquimia 19
© 253542 Niños y niñas haciendo tablas gimnásticas, Ciudad de México, 1935-1940,
Colección Salud Pública, Secretaría de Cultura. inah.sinafo . fn.mx.

ejercicios, rutinas y tablas gimnásticas. También practicaron deportes


como natación, basquetbol o beisbol. En ocasiones estos niños par-
ticipaban en desfiles conmemorativos, como los del 20 de noviembre
en el aniversario de la Revolución mexicana, por lo que con el paso
del siglo xx fue cada vez más frecuente encontrarlos en el espacio
público.

Así, de alguna manera se podían constatar los logros de esta educa-


ción higiénica, que, en palabras de la época, contribuía a la construc-
ción de los futuros ciudadanos. Los niños fueron incorporando a sus
vidas nuevos hábitos que favorecieron su salud, crecieron con ello y,
en cierta medida, fueron los hábitos que transmitieron a las siguientes
generaciones. Cuando éstos se generalizaron y normalizaron dejaron
de ser la parte predominante de los discursos institucionales tanto
escritos como visuales.

Mercedes Alanís es doctora en Historia Moderna y Contemporánea por el


Instituto Mora. Actualmente es investigadora de la Universidad Autónoma
del Estado de Hidalgo y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores.
Su ámbito de estudio se enmarca en la historia social, en específico en la
historia de la salud y la asistencia materna e infantil en México.

Alquimia 20
1 Desde 1997 Alquimia ha publicado textos relacionados con el tema, como los de Eu-
genia Meyer, “¿Qué nos dicen los niños? Una primera mirada fotográfica a la infancia
durante la Revolución” (núm. 1); de Patricia Massé, “Niñas que juegan” (núm. 57);
de Cecilia Gutiérrez, “Álbum Hospicio de Niños de Guillermo Kahlo” (núm. 37) y de
Rebeca Monroy, “Polvo de aquellos lodos: fotografía de niños durante la Revolución”
(núm. 39).

2 “La higiene es el arte científico de conservar la salud y aumentar el bienestar […] tiene
una parte de ciencia desde el momento que informa determinadas circunstancias
del medio en que vivimos.” Luis E. Ruiz, Nociones elementales de higiene (México:
Imprenta de Aguilar e hijos, 1898), p. 9.

3 No se debe omitir que las instituciones privadas también se sumaron a esta labor.
Ana María Carrillo, “Surgimiento y desarrollo de la participación federal en los ser-
vicios de salud”, en Guillermo Fajardo et al., Perspectiva histórica de atención a la
salud en México, 1902-2002 (México: ops / unam / smhfm , 2002), pp. 17-64.

4 Claudia Agostoni, Médicos, campañas y vacunas. La viruela y la cultura de su pre-


vención en México 1870-1952 (México: unam / Instituto Mora, 2016).

5 El Boletín del Departamento de Salubridad Pública fue una publicación periódica


importante desde la década de 1920. Tuvo distintas etapas y nombres, y durante
las décadas de 1930 hasta 1950 publicó numerosas fotografías sobre las acciones
realizadas. Su continuación actual es la revista Salud Pública de México del Instituto
Nacional de Salud Pública.

6 Los Centros de Higiene Infantil fueron instituciones clave desde 1922 para atender
mujeres embarazadas y niños pequeños. Entre 1929 y 1950 llegaron a tener una
presencia importante prácticamente en todos los estados del país. Mercedes Alanís,
“Más que curar, prevenir: surgimiento y primera etapa de los chi en la Ciudad de
México, 1922-1932”, Historia, Ciencias, Saúde–Manguinhos 22, núm. 2, (abril-junio
de 2015): 391-409.

7 Mercedes Alanís, La atención médica infantil en la Ciudad de México. Discursos,


imaginarios e instituciones 1861-1943 (Pachuca: uaeh, 2016).

8 Ana María Carrillo, “Salud pública y poder durante el Cardenismo: México, 1934-
1940”, Dynamis 25 (2005): 145-178.

9 Claudia Agostoni, “Historia de un escándalo. Campañas y resistencia contra la difteria


y la escarlatina en la ciudad de México, 1926-1927”, en Claudia Agostoni (coord.),
Curar, sanar y educar. Salud, enfermedad y sociedad en México, siglos xix-xx (Mé-
xico: unam, 2008).

10 Mercedes Alanís, “Los primeros pasos en la institucionalización de la asistencia mé-


dica infantil en el México posrevolucionario”, Cuicuilco 22, núm. 63 (mayo-agosto de
2015): 9-28.

11 Desde finales de los años veinte las autoridades pusieron en funcionamiento dor-
mitorios, baños y comedores públicos en áreas populares, como los del mercado
Abelardo Rodríguez y el de Peralvillo, que tuvieron gran afluencia por parte de la
población.

12 En las consultas y pláticas, así como en las visitas de las enfermeras a los domicilios,
se instruía a las madres para mantener una alimentación saludable e incorporar la
leche de forma cotidiana, sobre todo para los niños.

Alquimia 21
Alquimia 22
El trabajo infantil
en los inicios del siglo xx
David Guerrero Flores

En nuestros días la formación y el aprendizaje inicial de niñas,


niños y adolescentes se han articulado primordialmente por medio
del sistema escolarizado, tanto público como privado. Pero esto no
siempre fue así. Hasta mediados del siglo xx , la formación económi-
ca, productiva y social de las nuevas generaciones en los sectores
populares, urbanos y rurales se alternaba con un ligero barniz de
educación elemental, centrado en el aprendizaje de la lectura, la es-
critura y la aritmética, apenas suficiente para el manejo de la cultura
escrita y de la economía cotidiana de compras, ventas e intercambios
al por menor. Era acentuada la desproporción entre los varones, que
potencialmente recibían mayor educación escolarizada, respecto de
las mujeres, caracterizadas muchas veces por el analfabetismo.

La narrativa histórica, la recuperación y el análisis del trabajo econó-


mico y productivo de los menores de edad se ha basado en el ha-
llazgo de descripciones literarias, crónicas periodísticas y memorias
personales, además de estadísticas, informes de inspección laboral
Página 22 en fábricas y talleres, estudios de médicos e higienistas, testimonios
© 358781
Niño aguador orales, encuadres cinematográficos y, muy importante, de la fotogra-
de Xochimilco, fía fija y en movimiento.1 Cualesquier fuente y testimonio del pasado
Ciudad de México,
ca. 1910, brindan intersticios para conocer las dimensiones, los rasgos y par-
Colección Culhuacán,
ticularidades de esa realidad y de ese proceso de socialización tan
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . frecuente, del trabajo infantil, común a muchas de las personas, los

Alquimia 23
© 120204 Winfield Scott, Niña lava en batea, Ciudad de México, ca. 1908,
Colección C. B. Waite / W. Scott, Secretaría de Cultura. inah. sinafo .fn.mx.

niños, las niñas, los chicos, las muchachas y los rapaces que nos
antecedieron en el pasado. Al ser el trabajo infantil una continuidad
perceptible en la historia de México, así como un fenómeno que llega
hasta nuestro presente,2 vamos a centrarnos en los inicios del siglo
xx , con el propósito de conjugar indicios y reflexiones sin dispersión
temporal de nuestras miradas.

Un escenario rural

Áurea nació en agosto de 1906 y vivió su niñez en El Capulín, pueblo


cercano a Amanalco, Estado de México, próximo a la hacienda de
La Gavia y de la ciudad de Toluca. Tuvo cuatro hermanas y un her-
mano al que se llevaron de leva en la Revolución. Por circunstancias
de la vida y de la época revolucionaria, sus padres la encargaron en
casa de su padrino Dionisio Escobar, un agricultor de trigo y cebada,
cuya situación económica era próspera, sin exagerar. Dejemos que
las palabras de ella nos trasladen a ese mundo rural y doméstico:

La casa que habitábamos era de mi padrino. Junto a la casa


había una hortaliza con árboles y allí sembraban cilantro y
yerbabuena para la comida. Afuera había muchísimos anima-
les: caballos, borregos, pollos, gallinas, guajolotes, de todo, y
tenían hartos perros.

Alquimia 24
© 606466 Niña baña a un niño en el río, Ciudad de México, ca. 1908,
Colección C. B. Waite / W. Scott, Secretaría de Cultura. inah.sinafo . fn.mx.

Además de ayudar en labores de la casa, también fui a la es-


cuela, muy poco. Creo que nada más llegué a segundo. La es-
cuela era un jacal de madera y dentro unas bancas grandes de
madera, y ahí nos sentaban para enseñarnos y empezábamos
por el silabario, por todas esas cosas chiquitas. Sí aprendí,
pero… pus… bueno, las cuentas no, porque luego con tanta
cosa que hubo de la revolución, ya no fueron a darnos cla-
se. La maestra usaba un pizarrón grande y nosotros teníamos
unos cuadernos chicos. Entrábamos más o menos a las ocho,
y al medio día nos salíamos. Nos enseñaban bordados. Había
unas telas que tenían unos cuadritos y nos enseñaban a bor-
dar; antes se usaba mucho un burrito que tenía un almohadón
y allí nos enseñaban.

Yo ayudaba en casa de mis padrinos, molía en metate, hacía


las tortillas. Mi madrina Candelaria me enseñó. Al principio
nomás jugaba, un día vieron que estaba moliendo tierra y en-
tonces dijeron: “Te voy a comprar un metate para que muelas
el nixtamal”. Sí me compraron mi metatito, y ya me enseñaron
a moler, entonces ya me pusieron a hacer unas gordotas para
darles de comer a los perros.

Alquimia 25
Acarreaba agua con un cántaro que me colgaba, uno atrás y
otro al frente. Iba yo lejos, con otras muchachas, a un ojo de
agua, ahí sacábamos el agua, estaba bien bonita, bien clarita;
ésa era para guisar y tomar, pero para bañarse, al río. Diario
se lavaba la ropa en el río, y diario a bañarse. Yo ayudaba
a eso. Temprano, tempranísimo, pa’ alcanzar los lavaderos,
porque luego iba más gente a lavar, lo hacíamos sobre unas
piedras grandes. También cuidaba borregos y guajolotes. Me
mandaba mi madrina: “Vete a llevar los borreguitos a pasear”.
A mí me gustaba andar en el campo. Llevaba una vara para
conducir a los animales y para matar a las víboras que anda-
ban por ahí.

Cuando era niña jugaba a moler tierra con mis amigas, según
era nixtamal, jugábamos a hacer las tortillas y hacíamos puras
gordas de lodo. También jugaba canicas, balero y matatena.
En casa de mis padrinos teníamos muñecas, buenas, de por-
celana. Y mi madrina nos hacía muñecas de trapo. Yo era muy
latosa. Me subía a los árboles a sacudirlos pa’ los tejocotes,
los capulines. “Órale, ándenles”, me subía por donde quiera.
También me gustaba saltar la cuerda porque había una, era
‘onde trillaban el trigo, ahí poníamos una reata grandota, y a
brincarla. Teníamos muchos juegos. Yo salía acabando de mo-
ler, entre darles de tragar a los perros, que era mi obligación,
que hacía yo unas gordas grandotas para que tragaran, ‘tons
ya: “Ora sí, ya vete a jugar”, ya me salía yo a buscar a mis
amiguitas, y vamos a jugar. Pus ahí no andaba uno con que
nomás puro juego, no, “Primero enséñese a esto”.3

El testimonio anterior, recuperación oral de una memoria, recrea las vi-


vencias cotidianas de una niña en una comunidad rural con sus traba-
jos y sus días, su breve aprendizaje escolar, sus tareas asignadas en
casa y sus momentos de juego y de retozo. Numerosas fotografías de
grupo o de niñas y niños captados por separado permiten ambientar
visualmente esa realidad de antaño porque contienen detalles —de
otro modo inaprensibles— como la interacción y la sociabilidad entre
niños y niñas con edades similares o diferentes, así como entre éstos
y los adultos que los rodeaban y convivían, trabajaban, protegían, ex-
plotaban o colaboraban con ellos. De igual manera, es posible apre-

Alquimia 26
© 675198 Niñas indígenas con cántaros, canastas y carga de leña, Ciudad de México,
ca. 1904, Colección C. B. Waite / W. Scott, Secretaría de Cultura. inah.sinafo .fn.mx.

Alquimia 27
ciar las características y dimensiones de los instrumentos de trabajo,
su manufactura y funcionalidad, la pericia y el hábito de su manejo.

En las fotografías de la época queda de manifiesto también el arreglo


personal, el aseo o desaseo del cuerpo, la lozanía o la presencia de
enfermedades de la piel, el uso de aretes, collares, pulseras, moños
y listones, entre otros adornos; el uso habitual de rebozos con sus
variados usos como el arropado y el ocultamiento, el transporte de
infantes, la carga de canastas, cántaros y cargas de leña, y, no menos
importante, la provisión de sombra en las horas de resolana. También
estaba la presencia constante de gorros y sombreros de paja, palma o
fieltro, de aspecto nuevo, desgastado o agujereado, apropiados para
la edad o desproporcionados para las cabezas de sus portadores.

Al reparar en la geografía corporal, la impresión fotográfica a menu-


do revela el largo, el corte, la compostura o el desaliño del cabello;
el trenzado o el revuelo indomable de las melenas de las niñas; el
crecimiento moderado o el corte a rape del cabello de los niños, de
usanza práctica e higiénica o como prevención contra la pediculosis.
Por otra parte, asoman los detalles de la segunda piel, nos referimos
© 461823 al tipo y a la calidad de la ropa, la manera de usarla, la talla de las
Grupo de niños boleros, prendas, chicas, ajustadas o grandes, e igualmente de sus varia-
Ciudad de México,
ca. 1940, das adaptaciones como el anudamiento y el remangado; las arrugas,
Colección Salud Pública,
la limpieza, el desgaste, la rasgadura o la suciedad de las telas; la
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . presencia o la ausencia de zapatos y huaraches, o bien de los pies

Alquimia 28
© 675175 Niña carga a bebé en su espalda, Oaxaca, Oaxaca, ca. 1904,
Colección C. B. Waite / W. Scott, Secretaría de Cultura. inah.sinafo . fn.mx.

Alquimia 29
cenizos y polvosos, prematuramente callosos y habituados al contacto
de la tierra, las piedras, los residuos vegetales y las irregularidades
del suelo.

Son un conjunto de evidencias visuales, relativas a las herramientas,


los aperos e instrumentos de uso cotidiano; a la indumentaria y el
vestido, así como al cuerpo y la apariencia de niñas y niños de los
sectores populares, tanto rurales como urbanos. Quien se aproxima y
recurre a las fotografías para asir visualmente el trabajo económico
y productivo de niñas, niños y, lo que en la actualidad definiríamos
como adolescentes, debe atender, desde luego, el propósito y la in-
tención original de los fotógrafos, inferida por el medio de circula-
ción de la imagen, para una postal o tarjeta de visita, como las del
estadunidense Charles B. Waite, cuyo trabajo constituye un cúmulo
de testimonios visuales de la sociedad mexicana.4 No obstante, es
preciso reparar desde la óptica del presente en la selección de quie-
nes fueron fotografiados, de su penuria manifiesta o de su presencia
© 6217
Niños de orfanato en el agraciada, de sus composiciones y de las poses requeridas para el
taller de hilados y tejidos, arte y la impresión fotográfica; todo ello no debe ser desatendido en
Ciudad de México, 1909,
Colección Archivo la interpretación, puesto que no se trata de casualidades, sino de
Casasola,
intenciones orientadas a la recuperación del retrato étnico y cotidiano
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . de los habitantes de México, pero también a la realización y comercia-

Alquimia 30
Alquimia 31
lización de instantáneas bajo la forma de postales e ilustraciones para
periódicos y revistas de la época, tanto nacionales como extranjeras.

El entorno urbano

Para ofrecer otro punto de vista sobre el trabajo infantil, vamos a si-
tuarnos en las calles de la ciudad de México.5 A principios del siglo xx
era común observar a un gran número de menores de edad trabajan-
Página 31 do en la vía pública, especialmente en actividades relacionadas con la
© 465008
Cagador in city of Mexico, economía informal, como la venta ambulante de dulces, frutas, flores,
Ciudad de México, cerillos y mercancía menuda. También estaban los músicos y cantan-
2 de enero de 1905,
Colección C. B. tes, niños y adultos, quienes recibían de los transeúntes monedas de
Waite / W. Scott,
un centavo como gratificación. Cerca de las iglesias abundaban los
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . limosneros que pedían caridad, “Por el amor de Dios”. En las calles

Alquimia 32
principales se escuchaba el canto estilizado o el grito pelado de los
vendedores de periódico, conocidos como “papeleros”, así como las
voces de los aseadores de calzado, los “boleros”, que ofrecían su
servicio a empleados de mostrador, servidores públicos y oficinistas.
En la circunvalación de los mercados se reunían y desplazaban carga-
dores y canasteros, firmes en su andar, con la mercancía equilibrada
sobre la cabeza o con la canasta vacía en espera del marchante que
requeriría sus servicios.

Podemos decir que niñas y niños eran parte esencial del paisaje
urbano. Un sinnúmero de ellos salía a las calles para llevar a cabo
actividades de subsistencia y cubrir sus necesidades básicas y las de
© 5500
Hombres y niños trabajan
sus familias. La calle, como espacio público, era un lugar de trabajo y
en una talabartería socialización, de aventura y desventura, de amistad y de riña, de ne-
del ejército,
Ciudad de México, cesidad y bonanza fortuita, de trabajo honrado, pero también de hur-
ca. 1915, to, robo y pillería, al tiempo que podía transformarse en una extensión
Colección Archivo
Casasola, del grupo doméstico, como en los mercados y los bulliciosos tianguis.
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx .
Los fotógrafos repararon a menudo en los niños trabajadores del es-
pacio urbano. Los hicieron posar frente a sus lentes para captarlos en
Página 34
© 5380 grupos reunidos para la toma, o bien en una instantánea sin interrum-
Voceadores cobrando pir sus labores u ocupaciones. No faltaron tampoco las tomas espe-
en la pagaduría
de un periódico, ciales, para dejar constancia de papeleros y boleros favorecidos por
Ciudad de México, las editoriales de prensa y las autoridades municipales, quienes los
ca. 1925,
Colección Archivo congregaban en la víspera de Navidad o con motivo del Día de Reyes
Casasola,
Magos para complacerlos con una comida, un convivio y donativos
Secretaría de Cultura.
inah . sinafo . fn . mx . de camisas, overoles, paliacates, gorras y zapatos que cubrieran y

Alquimia 33
Alquimia 34
© 5766 Mitin de trabajadores de “La Alina”, Ciudad de México, ca. 1920,
Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura. inah. sinafo .fn.mx.

© 5267 Vidal M. Chávez y Manuel Corchado con miembros de la Unión de Expendedores y Voceadores,
Ciudad de México, enero de 1923, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura. inah. sinafo .fn.mx.

Alquimia 35
uniformaran al gremio. La prueba de la filantropía quedó atrapada en
tomas fotográficas publicadas por los periódicos, como un reconoci-
miento al trabajo que los menores desempeñaban y una valorización
idealizada que encomiaba sus esfuerzos cotidianos, al tiempo que
promovía la imagen positiva de los rotativos que la patrocinaban, de
las juntas de beneficencia que congregaban a señores y damas de la
“buena sociedad” en este tipo de actos, en las que no podían faltar
las autoridades políticas y administrativas en turno.

Dentro del escenario urbano y como parte de las actividades eco-


nómicas sustantivas ubicamos, por otra parte, la amplia gama de
fábricas y talleres. Con un propósito de eminente promoción de la
industria y de los patrones, también los artesanos, los obreros y sus
ayudantes menores de edad figuraron en fotografías, hombres o mu-
jeres, según el ramo. Y acorde con los tiempos y las fuerzas sociales
del periodo revolucionario, destaca el testimonio fotográfico de los
niños, las jóvenes y los muchachos que asistieron a marchas, manifes-
taciones y mítines obreros, situación que apunta de manera indicativa
a su participación y acción colectiva en los movimientos sociales del
siglo xx.

Anotemos, por último, las tomas de los fotógrafos que incidieron en la


promoción y el realce de las instituciones de la beneficencia pública
o privada, encargadas de proteger, enseñar, proveer, instruir y formar
a la denominada “niñez desvalida”.6 La realización efectiva, mate-
rializada en el funcionamiento de instituciones, hospicios, escuelas
y talleres industriales, quedó manifiesta en fotografías en las que,
por ejemplo, niñas, niños y jóvenes se ocupaban como hortelanos
o cultivadores y en diversidad de talleres como herrería, carpintería,
ebanistería, bordado, mecánica y cocina. Las fotografías que daban
constancia del aprendizaje y la enseñanza de oficios para los menores
internos reflejan el espíritu de la época por atender a los pobres, a
los huérfanos y a los desamparados sociales, brindándoles cobijo,
enseñanza básica y los medios para la adquisición de habilidades,
conocimientos y destrezas, orientados a la formación de personas
trabajadoras, útiles a la sociedad y, según el discurso dominante del
periodo posrevolucionario, a la formación de hombres nuevos y de
mujeres nuevas, como simientes del buen ciudadano y de la mujer
productiva, moralizada y ejemplar.7

Alquimia 36
© 367745 Niños trabajan en la huerta del Internado Nacional Infantil, Ciudad de México, 25 de octubre de 1939,
Colección Salud Pública, Secretaría de Cultura. inah.sinafo . fn.mx.

Como resultado de la interpretación comparativa y contrastante de


las fotografías con otras evidencias documentales del periodo, que-
da por combinar, como han hecho las investigaciones académicas
recientes, la paleta de colores, el espectro, los matices y claroscuros,
así como la alineación, la reproducción, la transgresión, la subversión,
la indolencia y el comedimiento implícitos en las acciones e interac-
ciones de niñas, niños y adolescentes como agentes productivos y
económicos de la sociedad mexicana en los inicios del siglo xx .

David Guerrero Flores es historiador por la unam y director de Difusión y


Divulgación del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones
de México (inehrm) de la Secretaría de Cultura.

Alquimia 37
1 Eugenia Meyer es pionera de los estudios, “¿Qué nos dicen los niños? Una primera
mirada fotográfica a la infancia durante la Revolución”, Alquimia 1, núm. 1 (sep-
tiembre-diciembre de 1997): 30-36. Véase también el muestrario fotográfico de Gina
Rodríguez, Niños trabajadores mexicanos, 1865-1925 (México: unicef , inah, 1996).

2 David Guerrero, “El trabajo infantil en México: una continuidad en la historia”, en


María de Lourdes Herrera Feria y Zoila Santiago (eds.), Entre el amor y el desamparo.
Historias de la infancia en México, siglos xviii-xx (México: buap, Ediciones del Lirio,
2019), pp. 209-242.

3 Áurea Guzmán González, entrevista realizada por David Guerrero Flores (Ciudad de
México, 16 de enero y 18 de febrero de 2003). Versión arreglada para narrativa.

4 Francisco Montellano, C. B. Waite, fotógrafo. Una mirada diversa sobre el México de


principios del siglo xx (México: Grijalbo, Conaculta, 1994).

5 Mario Barbosa, El trabajo en las calles: subsistencia y negociación política en la ciudad


de México a comienzos del siglo xx (México: El Colegio de México / uam-Cuajimalpa,
2008).

6 María Eugenia Sánchez Calleja, Niños y adolescentes en abandono moral. Ciudad


de México (1864-1926) (México: inah, 2014).

7 Susana Sosenski, Niños en acción. El trabajo infantil en la Ciudad de México, 1920-


1934 (México: El Colegio de México, 2010).

Alquimia 38
La segunda mirada:
los niños en el Halconazo
del 10 de junio de 1971
Alberto del Castillo Troncoso

El Halconazo —como se conoce al crimen de Estado cometido


por un grupo paramilitar, con el apoyo y la colaboración de la policía,
los granaderos y el ejército mexicano contra los estudiantes el 10 de
junio de 1971 en el barrio de San Cosme— selló la puerta principal
de entrada a la democracia y empujó a miles de jóvenes a buscar la
salida en la violencia y la guerrilla, por la puerta de atrás.1 Tuvieron
que transcurrir treinta años de transición política para que se produje-
ra una sucesión democrática creíble, y el país transitara por caminos
alternos al autoritarismo que el Partido Revolucionario Institucional
edificó durante varias décadas, descrito en su momento por el escritor
Mario Vargas Llosa como “la dictadura perfecta”.2

La bella e imponente película Roma, dirigida por Alfonso Cuarón,


retoma el trágico episodio del jueves de Corpus de aquel 10 de junio
como un hilo conductor relevante de su crónica visual.3 La secuencia
de la matanza vista desde el interior de una mueblería en la Avenida
México-Tacuba representa una de las recreaciones visuales más pre-
cisas y verosímiles sobre lo que ahí ocurrió.4

Miles de fotografías capturadas por los fotoperiodistas de los dia-


rios, así como las de otros profesionales de la lente independientes
e incluso muchas otras procedentes de los agentes de los servicios
de inteligencia del propio gobierno confirman y refuerzan la crónica

Alquimia 40
visual emprendida por uno de los directores estrella del cine mexicano
contemporáneo.5 El propio Cuarón, un niño de 10 años en 1971, se
ha expresado sobre el Halconazo de la siguiente manera:

Yo tengo recuerdos del 68 y del 10 de junio del 71, el Halco-


nazo. Me acuerdo perfectamente de ver los periódicos con las
fotografías. Es un evento que me impresionó muchísimo y de
alguna manera quizá fue el primer evento que me hizo crear
una especie de conciencia social. El 10 de junio en el 71 fue
el primer intento de retomar este movimiento democrático que
sufrió otra gran represión. La prensa demonificaba a los estu-
diantes. Y fue cuando caí un poco en la conciencia. Yo iba en
la primaria. Decía: “Bueno, pero yo soy estudiante. O sea que
yo corro el mismo peligro”. El 10 de junio rompió la burbuja de
bienestar clasemediero en la que vivía.6

En el mar de imágenes del 10 de junio que podemos recuperar a


medio siglo de los sucesos, puede observarse la presencia de cientos
de niños que, como el propio Cuarón, fueron silenciosos testigos de
los hechos y guardaron celosamente los detalles de aquella trágica
jornada en su memoria.

A veces participando en la manifestación, otras veces huyendo de la


agresión y en muchas otras simplemente fungiendo como mirones7
de los acontecimientos, los niños estuvieron ahí y formaron parte del
imaginario que se fue construyendo sobre el trágico episodio. Su
presencia ha sido negada o minimizada por la historia oficial, pero
las tercas fotografías nos recuerdan que los menores también fue-
ron protagonistas de los sucesos y que sólo es necesario encontrar
las preguntas y los parámetros conceptuales adecuados para enfocar
su presencia y regresarlos a la escena de la historia.8

En trabajos y aproximaciones futuras espero poder abordar de manera


más sistemática el tema de la participación de la niñez en fechas
emblemáticas de la historia reciente, como el 10 de junio de 1971,
que, al igual que hicieron con el alma infantil de Cuarón, también
transformaron la realidad de miles de menores que fueron testigos
directos e indirectos de los hechos y quebraron para siempre el con-
fort clasemediero en el que vivían.9

Alquimia 41
Para toda una generación, el 10 de junio de 1971 fue el bautizo de
fuego con el que acabó de manera abrupta su niñez, para dar inicio a
una intensa adolescencia que se desarrollaría en una de las décadas
más efervescentes del siglo pasado en México y el mundo.10

En este breve texto presento algunas fotografías con miradas oblicuas


en torno a la niñez y otros temas relacionados con la vida de la ciudad.
Éstas imágenes son resultado de distintas visiones que se han ido
ensamblando en nuestra memoria colectiva a lo largo de estas cinco
décadas, y provienen de lugares muy distintos que debemos dife-
renciar para recuperar así la complejidad y la heterogeneidad de un
episodio que se ha convertido en uno de los referentes más relevantes
de nuestra historia reciente.11

Esta pequeña muestra proviene del cotejo entre las imágenes de un


archivo particular —que tiene la virtud de configurar una mirada desde
dentro del movimiento— con imágenes tomadas por fotógrafos cerca-
nos a la perspectiva estudiantil y otras procedentes de los servicios
de inteligencia del Estado mexicano.12

Una bella imagen abre esta pequeña exposición. En una de las facul-
tades universitarias se muestra el momento de la preparación de las
mantas y los carteles que definieron la protesta callejera y la dotaron
de distintos significados y sentidos. En una toma de frente puede verse
a una mujer de rodillas acompañada de un niño en cuclillas, quien
Mujer y niño en la Facultad
de Economía de la unam, reposa su barbilla en la mano izquierda. El pequeño se percibe muy
Ciudad de México,
concentrado en el rotulado de la letra “M” de una manta que se refiere
9 de junio de 1971,
Archivo Taibo / La Jornada a la lucha de los maestros.

Alquimia 42
Los trazos paralelos de los carteles y el contrapeso con las líneas
rectas de los adoquines contribuyen al ritmo interno de la imagen. En
ella, dos personajes tradicionalmente marginales en el ámbito de lo
público, la mujer y el niño, ocupan el centro de una escena con impor-
tantes repercusiones políticas; esto es, la gestación de la respuesta
estudiantil a la retórica gubernamental, el momento de preparación de
las consignas de las mantas que serían alzadas un poco después por
los estudiantes en las calles y que serían reproducidas por la prensa
en el espacio de la opinión pública.

Como pude documentar en un breve repaso sobre la cobertura foto-


gráfica del evento, las mantas y carteles formaron parte de una dispu-
ta política e ideológica entablada entre las autoridades defensoras
de la llamada “apertura democrática” del gobierno de Luis Echeverría
y los estudiantes impugnadores del régimen, que apelaron a toda
una tradición visual heredera del Taller de Gráfica Popular y de otras
expresiones artísticas. Por todo ello, el momento de la gestación de
estas mantas desempeña un papel central, muy pocas veces recu-
perado por la mirada de los fotógrafos.13

La recuperación de esta singular galería infantil continúa con una


segunda imagen que presenta una toma de los estudiantes en plena
manifestación, coreando consignas y sosteniendo mantas. La escena
muestra el paso de los primeros contingentes estudiantiles en los
inicios de la marcha, la cual es percibida con una gran alegría y em-
patía; predomina la presencia masculina, con gestos sonrientes y la
camaradería de los participantes que saludan al fotógrafo haciendo
la letra “V” de la victoria sesentayochera.

Un tono de candidez y de inocencia acompaña la evidente juventud


de los participantes; muchos, todavía adolescentes, marchaban por pri-
mera vez en una protesta callejera. La presencia de la niñez es discreta
y sólo se advierte con una mirada atenta, focalizada al fondo de la
imagen. En efecto, detrás de las rejas que las separan de la banqueta,
las cuidadoras y algunos niños de una guardería del Estado observan
detenidamente el paso y la algarabía de los muchachos sonrientes, los
cuales lanzan consignas contra el gobierno y anuncian en sus mantas
temas tan urgentes e importantes como la exigencia de libertad para
los presos políticos.

Alquimia 43
En el centro de la imagen destaca una manta con la palabra “Pueblo”.
Se trata de otro de los ecos del 68, en el que abundaron los llamados
estudiantiles a grupos populares para unirse a ellos en su confrontación
con el poder y que se sintetizaron en la frase “Únete pueblo”, que las
brigadas llevaron por distintas zonas de aquella turbulenta ciudad.14

Una segunda mirada puede ubicar la presencia de tres estudiantes de


primaria. Uno de ellos lleva libros bajo el brazo y deja ver en la portada
la efigie de Victoria Dorenlas, mujer indígena inmortalizada por el pin-
tor jaliscience Jorge González Camarena en aquellos libros de texto
todavía obligatorios. Los menores caminan a un lado y acompañan la
marcha en silencio y muy atentos. La seriedad de los menores con-
trasta con el desparpajo de los manifestantes, sus hermanos mayores,
quienes experimentaban en ese momento la alegría y la catarsis de
una fiesta de transgresión simbólica del poder que minutos más tarde
se convertiría en tragedia.15

La tercera imagen de este recorrido visual es muy significativa y cap-


ta la presencia de siete niños de la zona. Sentados en el pequeño
prado de pasto dispuesto junto a la banqueta, conversan entre ellos
Los contingentes
avanzan junto junto a un arbusto que divide verticalmente la imagen en dos; mien-
a una guardería tras, en la acera de enfrente, puede observarse el despliegue de tres
del imss,
Ciudad de México, autobuses de la policía estacionados, que han transportado a los
10 de junio de
granaderos para contener a los integrantes de la marcha estudiantil.
1971, Archivo
Taibo / La Jornada Una segunda mirada puede detectar la presencia casi escondida de

Alquimia 44
Granaderos y niños comparten una calle la víspera de la manifestación del 10 de junio de 1971,
Ciudad de México, 10 de junio de 1971, Archivo Taibo / La Jornada

Alquimia 45
otro par de infantes, que incluso parecen jugar en el espacio dejado
por dos de los camiones. En la víspera de la matanza, tenemos una
escena de vida cotidiana en el barrio de San Cosme, donde el or-
den tradicional permanece aparentemente imperturbable frente a la
llegada de tres camiones con las fuerzas del orden que no parecen
modificar la tranquilidad de los dueños naturales de la calle, quienes
continúan con sus juegos e intercambios habituales.

Una cuarta y última imagen16 nos permite un acercamiento a la niñez


desde un mirador distinto, compuesto a partir de la perspectiva del po-
der, fruto de la cobertura de los servicios de inteligencia del Estado. La
imagen es tomada por el flanco izquierdo de la marcha, a la que recupe-
ra con un trazo diagonal, con un ángulo oblicuo y un gran angular que
permite apreciar el orden de los contingentes, integrados en su mayoría
por jóvenes, así como la presencia significativa de algunos menores.

En particular me interesa rescatar la presencia de un niño de unos


once años que aparece sonriente en un primer plano en la esquina
inferior izquierda de la fotografía y que le confiere un sentido de tran-
quilidad y armonía a toda la imagen. Justo detrás de él, otro menor
de la misma edad participa directamente con uno de los contingentes
y hace contacto visual con el fotógrafo gubernamental. Se trata de
una mirada de registro que acompaña los informes dirigidos a la Pre-
sidencia de la República sobre la manifestación, los cuales constan
de una decena de fotografías encuadradas desde el mismo lugar, lo
que permite distinguir a los distintos protagonistas de la marcha.17

A partir de la circulación inmediata de estas imágenes, destinadas a


la toma de decisiones legales y políticas desde posturas de poder,
es posible deducir que las autoridades estuvieron conscientes de la
actitud pacífica de los manifestantes y la participación de menores en
la misma. El emplazamiento de la cámara en el mismo sitio para per-
mitir de manera estratégica el registro del paso de los manifestantes
nos remite a ese tipo de trabajo realizado por el gobierno mexicano
en otros contextos, como la cobertura fotográfica de algunas de las
marchas más representativas del 68.18

Hasta aquí este breve ejercicio que utiliza distintos miradores fotográ-
ficos para recuperar la participación de los menores en un episodio

Alquimia 46
tan relevante como la manifestación del 10 de junio de 1971, en una
zona muy cercana al centro histórico de la ciudad de México, la vís-
pera de la matanza perpetrada por los Halcones, el grupo paramilitar
financiado por el Estado mexicano.

Es interesante explorar qué recuerdos de aquella época han sobrevi-


vido en la memoria infantil, indagar en lo que significa para un adulto
haber sido un niño y percibir la realidad desde una óptica tan particular
de aquellos años, precisando con qué hechos de su historia personal
y familiar están relacionados sus recuerdos.19

La ubicación de la procedencia y el tipo de información mediática


sobre los hechos a los que los menores tenían acceso y la manera
como asimilaron y digirieron simbólicamente sus contenidos nos per-
mitirá intentar comprender cómo todo esto se vincula con la dinámica
existente en contextos sociales muy concretos, relacionados con la
vida cotidiana de ciertas zonas de la ciudad de México.

En términos generales, se trata de construir una serie de pistas e


indicios que forman parte de un conjunto de conceptos, imágenes y
representaciones de la niñez en torno al 10 de junio. Además de estar
poco explorado hasta el momento, ese conjunto puede permitir un
acercamiento a cierto tipo de referentes e imaginarios y contrastarlos
con otras narrativas en torno a los hechos.

Así las cosas, este artículo representa una primera aproximación al


tema, que indaga los vericuetos de la memoria, los distintos tipos de
fotografías y los recuerdos generados en la etapa infantil, con el ánimo
de generar pistas de trabajo para abordar de la manera más amplia
la historia por medio de los cientos de microhistorias cotidianas, las
cuales se expresan, para quien tenga voluntad de observarlas, con
una segunda mirada.

Alberto del Castillo Troncoso es doctor en Historia por la Benemérita


Universidad Autónoma de Puebla y doctor en Historia de México por
El Colegio de México. Es investigador especializado en historia social
y cultural de México en el siglo xx y docente en distintos programas
de licenciatura y posgrado del Instituto Mora y de la Escuela Nacional de
Antropología e Historia.

Alquimia 47
1 Orlando Ortiz, Jueves de Corpus (México: Diógenes, 1971).

2 A fines de agosto de 1990, durante el coloquio internacional “El siglo xx. La experien-
cia de la libertad”, organizado por el poeta Octavio Paz, el escritor peruano se refirió
así sobre México: “México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el
comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México […]
es la dictadura camuflada, tiene las características de la dictadura: la permanencia,
no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible”. El fa-
moso novelista disparó esas palabras al aire en la televisión, frente a la incomodidad
evidente de Paz y la sorpresa de Enrique Krauze, y salió del país al día siguiente,
desatando una serie de rumores que parecían confirmar la validez de su declaración.
Krauze alcanzó a replicar que en realidad se trataba de una “dictablanda”, pero fue
corregido por Paz, quien discrepó del término coloquial del historiador y corrigió al
peruano con el concepto más complejo de “régimen de partido hegemónico”. Con-
viene recordar que el presidente se llamaba Carlos Salinas de Gortari, el cual había
llegado al poder con un fraude electoral no tan perfecto en 1988.

3 Roma. Dir. Alfonso Cuarón. Prod. Alfonso Cuarón, Gabriela Rodríguez y Nicolás Celis
(2018; México-Estados Unidos, Netflix).

4 La película Roma aborda la vida cotidiana de una familia de clase media en los años
1970 y 1971. Cleo, la nana de la familia, una indígena mixteca, se enamora de Fermín,
uno de los Halcones y queda embarazada de éste. El filme recrea con rigor la matanza
del 10 de junio en una de sus secuencias más importantes. El análisis de decenas
de fotografías procedentes de diversos archivos y la puesta en página de casi todos
los diarios del día siguiente permite documentar algunas de las fuentes en las que
se basó Cuarón para construir su secuencia.

5 A 50 años del Halconazo hemos hecho el ejercicio de recuperar visualmente el epi-


sodio por medio del análisis de una parte significativa de las coberturas fotográficas
existentes sobre la matanza, las cuales proceden del material publicado por el con-
junto de diarios y revistas de la época, los fotógrafos independientes como Armando
Lenin Salgado y Enrique Bordes Mangel, las agencias fotográficas nacionales e inter-
nacionales y los servicios de inteligencia del Estado, representados por los agentes
de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales.

6 Camino a Roma. Dir. Andrés Clariond y Gabriel Nuncio. Prod. Agencia Bengala (2020;
México, Netflix).

7 Tomo el término en el sentido que le confirió Carlos Monsiváis, quien nombró así a los
testigos voluntarios e involuntarios de las escenas de crímenes, tragedias y desastres,
documentadas por el gran fotógrafo mexicano de origen griego, Enrique Metinides
en la segunda mitad del siglo pasado.

8 Al respecto, véase Greta Winckle, “Imagen e infancia. Una configuración visual de


la niñez”, e-imagen Revista 2.0, núm. 4 (marzo de 2017), https://www.e-imagen.net/
imagen-e-infancia-una-configuracion-visual-de-la-ninez/ (consultado en febrero de
2021). Sobre la construcción de un sentido moderno de la niñez y el papel desem-
peñado por los usos y la circulación de las fotografías de esta etapa en distintos
espacios y escenarios públicos y privados, véase mi libro Conceptos, imágenes y
representaciones de la niñez en la ciudad de México, 1880-1920 (México: El Colegio
de México / Instituto Mora, 2006).

9 En mi caso, el movimiento estudiantil de 1968 cambió mis coordenadas existenciales


para siempre. A la edad de nueve años fui testigo de varias escenas cercanas que
contribuyeron a ello: la imagen de los tanques y los soldados desplegados muy cerca
de Ciudad Universitaria en la avenida Insurgentes como parte natural del paisaje, los
pasajeros asomándose por las ventanas de los camiones del transporte público para
poder ver las golpizas de los granaderos contra los estudiantes a la altura del cine
“Las Américas”, o el performance político y teatral de una brigada estudiantil anónima
que irrumpió a gritos en la tranquilidad de las buenas conciencias que tomaban café
en un restaurante Sanborns en el rumbo de San Ángel, para denunciar ante el público
las atrocidades del régimen de Díaz Ordaz, son sólo algunos de los flashazos de la

Alquimia 48
película infantil que me tocó ver en aquel año axial. Las conversaciones de sobre-
mesa entre adultos que intentaban minimizar estos hechos y apelaban a un regreso
al orden sólo incrementaban mi inquietud e incertidumbre.

10 Carlos Montemayor, La violencia de Estado en México antes y después de 68 (México:


Debate, 2010).

11 Una síntesis interesante sobre el abordaje a este tipo de temas y su lectura e interpre-
tación desde la perspectiva del presente puede verse en Eugenia Allier, César Vilchis
y Camilo Vicente Ovalle (coords.), En la cresta de la ola. Debates y definiciones en
torno a la historia del tiempo presente (México: iis-unam, 2020).

12 Por lo que respecta al acervo particular, el registro que se conserva sobre este episo-
dio consta de 60 imágenes que fueron tomadas con varias cámaras de 35 mm, con
resultados de calidad muy diferentes. El cineasta Enrique Escalona, integrante de la
Cooperativa de Cine Marginal de los años setenta recopiló en formato positivo las
fotografías de distintos autores, periodistas y estudiantes, aficionados y profesionales,
con el objetivo de guardar una memoria sobre el episodio, distinta a la del discurso
oficial. Esta recopilación fue donada por el escritor Paco Ignacio Taibo II al diario La
Jornada, con la condición de asegurar el libre acceso a las imágenes además de
su difusión. Agradezco al escritor por haberme proporcionado el contexto en el que
fueron tomadas algunas de estas fotografías y también a los investigadores Ariel Arnal
y Rebeca Monroy por compartir la lectura de estas imágenes. En cuanto al acervo
de los agentes de los servicios de inteligencia, se trata de unas 80 fotografías de la
Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales de la Secretaría de Gober-
nación, que se pueden consultar en el Archivo General de la Nación.

13 Jorge Pérez Vega, entrevista realizada por Alberto del Castillo (Ciudad de México,
9 de noviembre del 2017).

14 Daniel Cazés, Crónica 1968 (México: Plaza y Valdés Editores, 1993).

15 Me permito aplicar algunas ideas y conceptos de Octavio Paz como uno de los
puntos de partida para leer en estas fotografías el trasfondo simbólico de ese tipo de
manifestaciones callejeras, como la del 10 de junio de 1971, que representaba una
aguda crítica del poder vertical y autoritario que gobernaba el país en aquellos años:
“En ciertas fiestas desaparece la noción misma de orden. El caos regresa y reina
la licencia. Todo se permite: desaparecen las jerarquías habituales, las distinciones
sociales, los sexos, las clases, los gremios […] Se ridiculiza al ejército, el clero a la
magistratura. Gobiernan los niños y los locos. Así pues, la fiesta no es solamente
un exceso, es una revuelta”, Octavio Paz, El laberinto de la soledad (México: fce,
1999), p. 57.

16 Lamentablemente no pude publicar esta fotografía en este artículo. En estos tiempos


de pandemia, el agn no respondió de manera alguna a mi solicitud. Sin embargo,
consideré importante dejar constancia de la existencia de ese tipo de imágenes. La
imagen en cuestión puede consultarse en la Dirección de Investigaciones Políticas y
Sociales, agn, exp. 4-9603.

17 Algunas de las consignas escritas que pueden leerse en las mantas y carteles de
los estudiantes de esta fotografía son las siguientes: “Viva el Ché”, “El futuro nos
pertenece”, “Abajo la Junta de Gobierno”.

18 Me refiero al trabajo de registro llevado a cabo por el fotógrafo Manuel Gutierrez, “Ma-
riachito”, para el secretario de Gobernación Luis Echeverría, que puede consultarse
actualmente en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad, de la unam. Al
respecto, véase mi texto Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968. La fotografía
y la construcción de un imaginario (México: iisue, 2012).

19 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Lima: Instituto de Estudios Peruanos,


2012).

Alquimia 49
El último recuerdo
de un ser querido:
Romualdo García Torres
y la fotografía post mortem infantil*
José Luis Gómez de Lara

En el siglo xix y principios del xx , para guardar un recuerdo de


su corta vida y celebrar la muerte de un niño se hizo costumbre to-
mar fotos de su cadáver. Este ritual, conocido como “la muerte niña”,
surgió en Europa inicialmente en la pintura y llegó a América durante
la época colonial (siglo xvii ). En la primera mitad del siglo xix se
pintaba a los pequeños difuntos como angelitos, como si estuvieran
vivos y llegando al cielo; en la segunda mitad de esa centuria, dicho
formato fue sustituido por la fotografía, toda vez que se convirtió en
el único medio utilizado para retratar a niños muertos (cuyas edades
iban de meses hasta los seis años), porque era más económico que
la pintura y, por ende, era asequible para la clase media y baja. En el
caso de México, hubo varios fotógrafos con importantes colecciones
fotográficas de este tipo. Tal fue el caso del guanajuatense Romualdo
García Torres, uno de los máximos exponentes de la fotografía post
mortem en el país. Llegó a tomar cientos de retratos y su obra es tan
amplia que dejó huella de la vida cotidiana de la sociedad mexicana
de hace poco más de un siglo.

A finales del siglo xix y principios del xx , los niños guanajuatenses


solían fallecer de gastroenteritis o de infecciones pulmonares, como la
neumonía o la tuberculosis. La disentería, el sarampión, el paludismo,
la poliomielitis, la tosferina, así como la viruela, cobraron la vida de
muchos menores. Las enfermedades no distinguían clase ni color,

Alquimia 50
Romualdo García, Mujer con bebé fallecido, Guanajuato, México, ca. 1908,
Fototeca Romualdo García, Museo de la Alhóndiga de Granaditas, INAH.

Alquimia 51
Romualdo García, Niño, retrato mortuorio, Guanajuato, México, ca. 1908,
Fototeca Romualdo García, Museo de la Alhóndiga de Granaditas, INAH.

acometían por igual, y en Guanajuato no hubo excepción.1 La inves-


tigadora Luz Delia García Hermosillo2 declara en su libro El retrato de
angelitos. Magia, costumbre y tradición que “los años de 1892 y 1900,
fueron de mayor mortandad infantil en Guanajuato. Revela que para
1892 murieron cerca de 307 niños menores de cinco años, 184 niñas
y 203 niños”.3 Las causas fueron, en primer lugar, la enteritis,4 seguida
de la pulmonía y de la eclampsia.5 En cuarto lugar, se encontraba la
viruela. La investigadora registró un total de 418 defunciones, 188
niñas y 230 niños para 1900; la principal causa de las defunciones
fue otra vez la enteritis, seguida de la pulmonía y la eclampsia. La
viruela, que durante centurias causó la muerte de millones, continuó
en el cuarto lugar.

Romualdo García,
una vida dedicada a la fotografía

Romualdo Juan García Torres nació en Silao, Guanajuato, en febrero


de 1852. A la edad de cuatro años fue llevado por su madre, Feliciana

Alquimia 52
Torres, a la capital del estado, donde los recibió un pariente lejano,
Cenobio Vázquez, dueño de la botica de la Cruz Verde. Éste empleó a
Feliciana como ama de llaves, de manera que ella y su hijo se fueron
a vivir a casa del boticario. Romualdo ingresó a la escuela de Belén
para estudiar las primeras letras, años después ingresaría a la Escuela
de Artes y Oficios que el gobernador Florencio Antillón fundó en 1873.
En esa escuela, Romualdo estudió pintura y música. De su maestro
Jesús Monroy copió sin mucha destreza algunos cuadros al óleo; sin
embargo, aunque siempre mostró gran entusiasmo y dedicación, la
pintura no pudo convertirse en su medio de vida.6 Vicente Fernán-
dez, su amigo inseparable, lo introdujo al mundo de la fotografía.
Uno de los intereses de Fernández fueron los procesos fotográficos
y la experimentación con ellos, él fue uno de los primeros que hizo
progresar el arte fotográfico. Abrió un gabinete para el público y, con
sus procedimientos en dicho arte, produjo hermosas fotografías. Fue
en esa habitación donde ingresó Romualdo a la fotografía.

Con la ayuda de su esposa, Romualdo trabajó con placas de colodión


húmedas y después con negativos en vidrio de plata sobre gelatina;
se tomaba entonces la foto propiamente dicha, pero la placa tenía
que llevarse de inmediato al cuarto oscuro para ser revelada estando
húmeda aún, ya que, de lo contrario, perdía casi toda su sensibilidad.7
Las estampas religiosas le permitieron abrir su prestigioso estudio de
Cantarranas, que no tardó en ser el más famoso de la ciudad.8

1905 fue un año trágico para el estudio fotográfico de Romualdo. El


1º de julio, cerca de las cuatro de la tarde, cayeron sobre la ciudad
de Guanajuato aguaceros torrenciales que aumentaron el nivel de la
presa de Olla, cuyo bordo fue materialmente cubierto por las aguas
formando una cascada infernal. El raudal se abrió paso entre calles,
comercios y fincas, llegó hasta el centro de la ciudad y arrasó con
todo. Al ver los nubarrones que desde el mediodía cubrían el cielo,
Romualdo decidió cerrar temprano y regresar a su casa.

A los pocos días de la tragedia, cuando después de muchos trabajos


logró abrir la puerta de su establecimiento, encontró que todo estaba
mojado y cubierto por el fango. Los fondos de paisaje, despintados;
las mesas y las sillas, rotas o deformadas por la humedad; varios
aparatos completamente inutilizados; el archivo entero de negativos,

Alquimia 53
Alquimia 54
convertido en bloques de vidrio, mazacotes de cristal y gelatina de
los que casi nada podía rescatarse. Miles de imágenes que Romualdo
García había tomado a lo largo de 18 años fueron devoradas por el
agua, perdiéndose así uno de los testimonios gráficos más impor-
tantes de Guanajuato.9 Todo lo que hoy se conserva de su obra es
posterior a la inundación.

La fotografía post mortem

La fotografía se popularizó hasta llegar a convertirse en parte impor-


tante dentro de los grupos humanos. Alrededor de ella empezaron
a entretejerse muchas costumbres y ritos de todo tipo, como la fo-
tografía post mortem. En un principio se rumoraba que este invento
casi mágico, que había revolucionado la sociedad de la época, podía
atrapar el alma de las personas que habían fallecido recientemente.10

El término fotografía post mortem comprende aquellas imágenes to-


madas como recordatorio familiar del fallecido; es decir, fotografías
encargadas por particulares para su utilización o exhibición privada,
en general, dentro del propio hogar.11 La fotografía de difuntos, o
también llamada memento mori, es una expresión que nació en Roma.
Un siervo, puesto detrás de los generales romanos que desfilaban
victoriosos en las guerras y con actitud endiosada, les decía por la
espalda “memento mori ”, recordándoles su condición de mortal.

La fotografía mortuoria o de difuntos fue una práctica común desde


la aparición del daguerrotipo, a mediados del siglo xix , hasta bien
entrado el siglo xx . Consistía en retratar con una cámara fotográfica
a un recién fallecido con el objeto de mantenerlo vivo en la memoria
de sus familiares.12 Tan pronto como el daguerrotipo se popularizó,
PÁGINA 56
comenzaron a aparecer las primeras tomas mediante este procedi-
Romualdo García, miento. Tras una muerte, la familia del fallecido se enfrentaba cara a
Pareja con bebé
cara con la desaparición del mismo y sólo el registro de su imagen por
fallecido, Guanajuato,
México, ca. 1912, medio de la fotografía les permitía conservar un último recuerdo ma-
Fototeca Romualdo terial de su aspecto.13 El ensayista y escritor francés Roland Barthes
García, Museo
de la Alhóndiga de
señala en La cámara lúcida que “la[s] fotografía[s] son memento mori,
Granaditas, INAH. que participan de la vulnerabilidad, mutabilidad y mortalidad de una

Alquimia 55
Romualdo García, Niño, retrato mortuorio, Guanajuato, México, ca. 1908,
Fototeca Romualdo García, Museo de la Alhóndiga de Granaditas, INAH.

cosa. La fotografía sólo adquiere su valor pleno con la desaparición


irreversible del referente, con la muerte del sujeto fotografiado, con
el paso del tiempo”.14

Teniendo en cuenta los largos tiempos de exposición que requerían


las técnicas del siglo xix , los difuntos eran sujetos apropiados para el
retrato fotográfico. Por lo tanto, existían tres tipos de técnicas princi-
pales. La primera consistía en fotografiar al difunto como si estuviera
vivo. Esta categoría tiene como antecedente cierto tipo de pintura
post mortem muy popular en el siglo xix , en la que el cadáver era
representado con vida. Al contrario de lo que sucedía con la pintura,
en la fotografía se traslucen los signos de la muerte; la rigidez y la
palidez de los rostros, por lo general, no pueden ser ocultadas. Los
cuerpos aparecen generalmente sentados y con los ojos abiertos. En
algunos casos se trataba de realzar la ilusión maquillando al difunto
o coloreando luego la copia a mano.15

En la segunda categoría los sujetos parecen estar dormidos. En el si-


glo xix estas fotografías tenían un atractivo sentimental que respondía
a la necesidad de mantener, al menos en forma simbólica, la presen-
cia del difunto en el círculo familiar. El personaje se encuentra como

Alquimia 56
si estuviera descansando, sumergido en un dulce sueño del cual se
supone que despertará. Esta negación de la muerte era producto del
gran dolor que causaba la pérdida de un ser querido. La negación
de la muerte era un hecho comprensible.16

En la tercera categoría los sujetos no simulan nada, es decir, se les


fotografiaba en su lecho de muerte. En este tipo de tomas se agre-
gaban flores como elemento ornamental, que no existía en el resto
de las fotografías post mortem. En cualquiera de las tres categorías,
este tipo de fotografía era el único recuerdo palpable y la única prue-
ba, en la mayoría de los casos, de que el ser querido había pasado
por el mundo. Las fotografías no eran un tributo a la muerte, sino un
recuerdo del familiar.

La fotografía mortuoria intentaría desde un principio diferenciarse de


este tipo de imágenes. Trataría en lo posible de mostrar hombres y no
cuerpos sin vida, y lo logró enfatizando su condición de individuos con
identidad y personalidad propias.17 Para ello, el artista y los deudos
tomaban una serie de medidas fácilmente observables en las fotogra-
fías de la época. En primer lugar, se resaltaba el rostro, que es la parte
del cuerpo más individualizada y singular. El fotógrafo tomaba toda
clase de medidas para destacarlo, y los retratos eran frecuentes en
este tipo de fotografías. Se usaba, también en ocasiones, el maquillaje
para dar a los rostros una ilusión de vida.18

En las fotos, en especial las de niños, se retrataba también a los


progenitores o parientes, como una manera de dotar al difunto de
identidad. Además tenían la función de reforzar la integración del
grupo familiar, al expresar tanto su existencia como su unidad en
aquellos momentos clave de la vida social de una familia: nacimiento,
casamiento y muerte.

La muerte niña

En la Nueva España se nombraba “angelitos” a los niños que morían


desde recién nacidos hasta los trece años, siempre y cuando hubie-
ran muerto bautizados; así, al morir, irían directamente al cielo. La
palabra angelito pone de manifiesto, por un lado, la pureza extrema

Alquimia 57
de este pequeño ser, libre ya del pecado original mediante el bautis-
mo recibido; por otro, la firme convicción de que el niño, debido a su
corta edad, entraría de manera inmediata al paraíso. El deceso de
un niño representa la interrupción prematura del ciclo de una vida y
de la esperanza que trajo consigo; pero los niños también son sím-
bolo de pureza y santidad. Por ello, más que llorar una pérdida, los
mexicanos celebraban su muerte como el nacimiento de un ángel y,
como tal, lo vestían para conservar su memoria en cuadros, grabados,
esculturas y fotografías.

Como parte del ritual, la fotografía expresa la aspiración a la vida


trascendente. Cuando la muerte ejerce los dones de la intemporali-
dad sobre el infante, éste se despoja de su nombre y se transfigura
en “angelito”, goza de la vida eterna y se convierte en portavoz de
la pureza. El niño es un arquetipo para los vivos y un mediador entre la
familia y el ámbito de lo sagrado. La profesora y experta en el tema
de la muerte niña, Daniela Marino, traza una clasificación básica de
las fotografías de los angelitos; señala que, por una parte, está el
conjunto de las que se obtuvieron en ámbitos rurales y, por la otra,
las que corresponden a espacios urbanos. Divide las primeras en
aquellas que fueron tomadas en exteriores y las que se captaron en
un estudio; recalca que las fotos realizadas en ciudades son gene-
ralmente de estudio.

Los retratos de exteriores reflejan en mayor medida el ritual, ya que


fueron tomadas durante el velorio; mientras que en las fotografías de
estudio la escena es montada por el fotógrafo, quien tenía una mayor
injerencia en los elementos. Telón, muebles y ornamentos ya existían
en el estudio y eran utilizados también en otros tipos de fotografía,
lo que confiere cierta impersonalidad y homogeneidad al retrato de
angelitos y una mayor influencia del criterio artístico del profesional
y de las tendencias dictadas por la moda: el estilo de muebles, los
paisajes naturalistas del telón de fondo, pero también las poses y
técnicas sancionadas en París. Esto último es muy evidente en las fo-
tografías de Romualdo García, quien retrataba a los padres sentados
con sus angelitos en el regazo; sin embargo, los niños a veces eran
retratados solos, sobre una mesa o en un pequeño ataúd pintado de
blanco, con el vestido y accesorios confeccionados para su funeral:
vemos a un niño Cristo, con cruz y corona; varios san José, algunas

Alquimia 58
Alquimia 59
vírgenes; otros vestidos de blanco sembrados de estrellas doradas
de papel, que ya los ubican en el cielo; gorritos, coronas de flores,
guarachitos de papel; rodeados de flores y macetas con plantas, o
tan sólo delante de un telón vegetal.

Las fotografías de angelitos pueden llegar a ser macabras, pero guar-


dan un valor incalculable de una costumbre entrañada en el deseo
de tener un último recuerdo de un hijo muerto, siendo bebé o bien de
corta edad. Es así como el fotógrafo nacido en Silao, Guanajuato,
Romualdo García Torres, se erigió como custodio de esta costumbre.
Tenía estrecha relación con los hechos determinantes en el ciclo de
vida de las familias, y en éste, la muerte de los hijos —que siguió
siendo altísima hasta mediados del siglo xx — era un acontecimiento
frecuente. 19

Conclusión

La fotografía post mortem surgió como una tradición en Francia en


1839, donde las personas acudían a los estudios fotográficos para
inmortalizar el deceso de sus seres queridos (hijos, generalmente).
Dicha práctica se extendió usualmente entre familias de alto rango,
quienes contaban con los medios para poder costearla. En México
tuvo un amplio uso, sobre todo a finales del siglo xix y principios del
xx , cuando la muerte era tomada como lo que es: cotidiana y natural.
El guanajuatense Romualdo García acomodaba todo en su estudio
para retratar los cadáveres llevados por sus familiares, los maquillaba
e incluso los vestía. A algunos les abría los ojos para capturar en la
fotografía la apariencia de que seguían vivos y poder así conservar
una imagen más “real” para sus familiares. En las fotografías predo-
minan las niñas más que los niños. Las niñas eran ataviadas como
la Inmaculada Concepción, mientras que los niños eran vestidos de
PÁGINA 59
san José, san Ignacio de Loyola u otros santos de los que la familia
Romualdo García, era devota. La mayoría de los niños sostienen entre sus manos una
Niña con bebé
vara de nardos o un crucifijo. Todos dirigen su mirada hacia la cá-
fallecido, Guanajuato,
México, ca. 1910, mara. Una característica de estas fotos es que en las caras de los
Fototeca Romualdo retratados no se refleja el temor a la muerte de los niños, al parecer,
García, Museo
de la Alhóndiga de
están conscientes de que la muerte se les presenta en forma brusca
Granaditas, INAH. e inesperada a niños y adultos de cualquier edad y condición; pero

Alquimia 60
Romualdo García, Niño, retrato mortuorio, Guanajuato, México, ca. 1908,
Fototeca Romualdo García, Museo de la Alhóndiga de Granaditas, INAH.

Alquimia 61
no les importa, lo único que quieren es recordar a su niño por medio
de una foto y tenerlo presente para siempre.

José Luis Gómez de Lara es licenciado en Historia por la Benemérita Uni-


versidad Autónoma de Puebla (buap). Hizo estudios de posgrado en Historia
en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán. Actual-
mente realiza una estancia posdoctoral en la maestría en Historia del Centro
Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Gua-
dalajara. Ha sido profesor investigador del Colegio de Historia de la buap y
de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (upaep), en está
última adscrito al área de biblioteca. Pertenece a la Sociedad de Historia-
dores de la Medicina de España y a la Sociedad de Historia y Filosofía de la
Medicina en México.

PÁGINA 63
Romualdo García,
Mujer con niña
fallecida, Guanajuato,
México, ca. 1908,
Fototeca Romualdo
García, Museo
de la Alhóndiga de
Granaditas, INAH.

Alquimia 62
Alquimia 63
* Agradecemos la digitalización de las imágenes a Jesús Lara, de la Fototeca Ro-
mualdo García.

1 Lucio Marmolejo, Efemérides guanajuatense o datos para formar la historia de la


ciudad de Guanajuato, t. IV, cap. xxxix (Guanajuato: Imprenta del Colegio de Artes
y Oficios, a cargo de Francisco Rodríguez, 1884), p. 126.

2 Luz Delia García Hermosillo, El retrato de angelitos. Magia, costumbre y tradición


(Guanajuato: Presidencia Municipal de Guanajuato / Dirección de Cultura y Educa-
ción, 2001).

3 García Hermosillo, Retrato, pp. 54-55.

4 Inflamación del intestino delgado causada por comer o beber sustancias contami-
nadas con bacterias o virus.

5 Presencia de crisis epilépticas (convulsiones) en una mujer embarazada, que no


tienen relación con una afección cerebral preexistente

6 Claudia Canales, Romualdo García. Un fotógrafo, una ciudad, una época (Guana-
juato: La Rana, 1998), p. 17.

7 Salvador Salas Zamudio, Homenaje a Romualdo García. Antecedentes, augurios y


actualidad (Guanajuato: La Rana, 2011), p. 15.

8 Canales, Romualdo, p. 19.

9 Canales, Romualdo, p. 48.

10 Diana Patricia Villalta Escobar, “Memento mori. Memoria del siglo xix ”, Universidad
Alas Peruanas, 2009, p. 5.

11 Villalta Escobar, “Memento”, p. 6.

12 Andrea Cuarterolo, “Fotografía mortuoria”, Aisthesis, núm. 35 (2002): 51.

13 Villalta Escobar, “Memento”, p. 23.

14 Roland Barthes, La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía (España: Paidós, 1989),
pp. 23-24.

15 Barthes, Cámara, p. 52.

16 Barthes, Cámara, p. 52.

17 Wikipedia, sitio de internet: http://es.wikipedia.org/wiki/Fotografia_post_mortem (con-


sultado en febrero de 2021).

18 Cuarterolo, “Fotografía”, p. 54.

19 Daniela Marino, “Dos miradas a los sectores populares. Fotografiando el ritual y la


política en México, 1870-1919”, Historia Mexicana XLVIII, núm. 2 (octubre-diciembre
de 1998): 211.

Alquimia 64
Infancias
trasatlánticas
Delia Salazar Anaya

En un número especial del diario El Demócrata, publicado el


14 de julio de 1921, el periodista y escritor jalisciense José Pérez
Moreno dio a conocer una entrevista con “el decano” de la colonia
francesa de México, quien curiosamente era el célebre fotógrafo pa-
risino Alfred Briquet.1 Dicha personalidad residía en un departamento
de la calle de Tacuba y en opinión del reportero era ya un “venerable
viejecito, de cabeza blanca y largos mostachos” que “asemejaban al
algodón”; vestía una levita negra y usaba lentes de gran aumento.

Durante la entrevista, Briquet le mostró a Pérez Moreno sus cámaras,


sus placas fotográficas y sus emblemáticos álbumes dedicados al
paisaje y la fisonomía de los mexicanos. Luego narró los pormenores
de sus andanzas por el mundo durante sus años mozos a bordo de los
buques de la Compañía Trasatlántica Francesa y su experiencia vital
recorriendo los caminos de hierro y terracería del territorio mexicano
con sus cámaras al hombro. Llama la atención saber que, al término
de la entrevista, aquel experto de la lente se negó a ser fotografiado
porque señaló que “le chocaban los retratos”, debido a que a todo
el mundo le gustaba “aparecer un poco más joven y más hermoso”.

Ante la negativa, la prensa de la época no pudo obtener para la pos-


teridad el rostro envejecido de aquel genio de la fotografía del paisaje
mexicano, cuyos álbumes se vendieron por millar durante las últimas

Alquimia 65
© 42115 Álvaro Obregón y miembros de la colonia francesa en su fiesta patria, Ciudad de México,
14 de julio de 1921, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura.inah.sinafo.fn.mx.

Alquimia 66
décadas del siglo xix. No obstante, en los retratos de otros inmigrantes
residentes en México, sellados por la lente de algunos fotorreporteros
nacionales de las primeras décadas del siglo xx —como los Casaso-
la—, figuraban los rostros de algunos niños que, al igual que Briquet,
transitaron entre buques trasatlánticos, ferrocarriles y paisajes de dis-
tintos países y culturas, como resultado de la aventura migratoria de
sus padres, parientes y paisanos. A estos niños de élite, en particular
a los de origen galo e hispano, que fueron los más fotografiados en
aquel entonces, dedicaremos estas líneas.

Habría que aclarar que, en pocas ocasiones, los niños y niñas que
pertenecían a las colonias extranjeras residentes en México fueron
protagonistas de las fotografías que solían tomar los fotorreporteros.
Por el contrario, en general salían en retratos de grupo, por casualidad
y casi ocultos detrás del faldón de una dama mayor, como puede
observarse por los zapatos y el bracito de una pequeña niña en la
foto que publicó El Demócrata en su edición del 15 de julio de 1921.2

En esa foto figura al centro el presidente Álvaro Obregón y el encar-


gado de negocios francés Víctor Ayguesparsse, rodeados de varias
jóvenes de su colonia ataviadas como marinos, pero sólo aparece
del lado izquierdo una niña de copete, trenzas y gran moño, que
sostiene una canasta de flores al frente del trasatlántico La Madelón,
montado por la fábrica de tabacos El Buen Tono. Vale comentar que
el nombre de aquel buque ficticio rememoraba una canción francesa
que se había hecho muy popular entre los jóvenes soldados galos,
llamados poilus, que entonaban como si fuera un himno terapéutico
en sus cuarteles durante la Gran Guerra (1914-1919).

Si por curiosidad un individuo de especial relevancia —como el mi-


nistro francés Jean Périer— se veía sorprendido por el jugueteo de
algún infante, la lente de los fotorreporteros dejaba testimonio. Así lo
muestra una imagen en la que aparece una pequeña niña ataviada
con sus mejores ropas, sentada en la barandilla de un puesto de las
kermeses que se organizaban el 14 de julio y acompañada de un niño
menor que ella disfrazado de payaso. En la toma el pequeño payaso
observa con atención a la niña, que probablemente de tanto jugar ya
hasta mostraba una media baja. Vale decir que Périer se hizo cargo de
la Legación de Francia en México hasta que el gobierno de Obregón

Alquimia 67
© 25011 Jean Périer y dos niños, durante la fiesta del 14 de julio en el Tívoli del Eliseo,
Ciudad de México, ca. 1924-1925, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura.inah.sinafo.fn.mx.

Alquimia 68
fue reconocido por su homólogo francés a fines de 1923. Así que,
seguramente, la foto fue tomada en el inmenso jardín Tívoli del Eliseo
en julio de 1924 o en julio de 1925, en donde, según las páginas de
sociales citadinas, se celebraron aquellas kermeses.

En las tomas del 14 de julio —fecha que celebraban los franceses en


México y el mundo desde que el congreso galo decidió establecerla
como fiesta nacional en 1880— no extraña que algunas niñas de su
colonia fueran ataviadas con la bandera tricolor de Francia, con el
azul y el rojo que rememoraban a París durante la Revolución de 1789.
Y, menos aún, que usaran en sus cabecitas el gorro frigio de Marian-
ne, que representaba al pueblo y sus valores de libertad, igualdad
y fraternidad. La fotografía de los hermanos Levy, conservada en la
colección de Casasola, captó el rostro distraído de un niño pequeño
vestido como zuavo, con su chaqueta corta y abultados pantalones,
que se acompañan de unas polainas blancas y una faja de cintura.
Aquel atuendo, que en México inevitablemente recordaba al ejército
expedicionario de la Intervención Francesa, consecuentemente iba
acompañado de un gorro tipo fez, que los franceses adoptaron de
Argelia y otras de sus incursiones coloniales en el norte de África.3

Con tal remembranza a los símbolos de la República francesa, tam-


poco extraña que los niños triunfadores de un evento deportivo or-
ganizado en el Club France o de algún colegio particular posaran
alegremente en una escalinata con sus medallas y un significativo
gallo en las manos. Porque esa ave era el símbolo de la Galia y de
los galos, debido a que el término latino gallus lo mismo significaba
gallo que galo. Este animal se convirtió en otro símbolo de Francia
durante el periodo de la Tercera República y solía emplearse en las
fiestas del 14 de julio o en otras celebraciones en las que se llevaban
a cabo competencias para luego mostrar el orgullo de haber alcan-
zado el triunfo.

Aunque los franceses supuestamente celebraban sus fiestas naciona-


les sin distinguir el estatus social o el origen de sus conciudadanos,
entre ellos había muchos barcelonetas, oriundos de los Bajos Alpes,
parisinos, alsacianos, loreneses y no pocos vascos, bearneses y gas-
cones venidos de los Pirineos Atlánticos, poseedores de particulares
formas identitarias. Por su propia tradición étnica y cultural, los vas-

Alquimia 69
Alquimia 70
Alquimia 70
© 19837 Menores ataviados con trajes patrios en la fiesta del 14 de julio, Ciudad de México, ca. 1924-1928,
Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura. inah.sinafo.fn.mx.

Alquimia 71
cos organizaban una festividad dedicada a san Ignacio de Loyola
al finalizar el mes de julio. En 1921, por ejemplo, el programa inició
en el Centro con una misa solemne en el templo de san Francisco,
y continuó con una romería en el Tívoli del Eliseo. A ella asistían las
familias más acaudaladas de inmigrantes vascos de origen hispano
que, según se decía, eran propietarias de casi todas las panaderías
de la Ciudad de México, aunque entre los franceses hubo otros que
tuvieron mercerías, zapaterías y sombrererías.

Las fiestas de las primeras décadas del siglo xx solían contemplar


actividades deportivas para los niños que asistían a las escuelas pri-
vadas fundadas por los hermanos maristas y lasallistas. Testimonios
de los compañeros de equipo, entrenadores, uniformes, bates, guan-
tes y pelotas, pertenecientes a un equipo francés de beisbolistas, se
resguardan en los archivos fotográficos Casasola; también se encuen-
tra registro de sus competencias con otras ligas infantiles, las cuales
fueron muy reseñadas en la prensa en columnas deportivas y en las
clásicas secciones de “sociales”.

Por lo que corresponde a los hispanos, cuyas fiestas iniciaban con


una celebración religiosa dedicada a una virgen regional o nacional,
también hemos encontrado algunas fotos de infantes. El Casino Espa-
ñol, que buscaba aglutinar a todos los españoles independientemente
de su origen regional, organizaba una celebración anual dedicada a la
Virgen de la Covadonga. Dicho evento iniciaba con una misa solemne
en el templo de Santo Domingo, conmemorativa de la epopeya de san
Pelayo, una de las glorias de España, que convocaba a las familias
para realizar actos en su honor. Como puede verse en la toma foto-
gráfica, un grupo de niños y jovencitos con sus emblemáticas boinas
y vestidos de blanco solían encabezar la salida de los invitados al
término de la ceremonia religiosa, llevando en sus manos banderas y
PÁGINA 73 pendones de España y México.
© 209011
Niños franceses
premiados en una En otra foto publicada por El Demócrata el 9 de septiembre de 1919
competencia del Club
se puede observar a otros niños que tuvieron la suerte de ser cap-
France, Ciudad de
México, ca. 1920, tados en el Tívoli del Eliseo e incluso salieron en primera plana.4 En
Colección Archivo ella aparece al lado izquierdo Santiago Galas —propietario de la
Casasola, Secretaría
de Cultura.
papelería e imprenta La Helvetia y en ese momento presidente de
inah.sinafo.fn.mx. la Junta Española de Covadonga— en compañía del duque Amalfi,

Alquimia 72
Alquimia 73
ministro de España, durante una romería.5 En la foto se encuentran
cinco menores, aunque sólo uno a medias, vestido de marinero, como
se estilaba en la época; al centro, dos niñas ataviadas con elegantes
vestidos con singulares sombreros ocuparon el primer plano. A la
derecha, un niño salió de espalda, tal vez por una molestia en el ojo,
producto de las “batallas de confeti y flores” que alegraban la fiesta,
según los reporteros.

El 6 de septiembre de 1920, cuando el general Álvaro Obregón se


anunciaba como presidente electo y la prensa aseguraba que una
porra recorría las calles de la Ciudad de México, la colonia española
también estaba entusiasmada, porque ese día iniciaban las fiestas de
la Covadonga, siendo el invitado de honor el aún presidente Adolfo
de la Huerta. Según reseñaba El Demócrata, la fiesta había iniciado
con un juego de foot-ball en el Parque España, ubicado en ese mo-
mento en el Paseo de la Reforma, y la verbena había continuado en
El Eliseo. En aquel parque se habían colocado puestos particulares
que aludían a cada una de las regiones de España, y entre ellos no
podía faltar uno dedicado a los gallegos. Incluso en la edición del
diario figura una fotografía de ellos que decía “Al son de la gaita y
el tamboril, los gallegos añoraban ‘la tierriña’ ”.6 En ella aparecen dos
niños ataviados con trajes típicos de Galicia, una de las regiones de
España que en aquel entonces aportaba más inmigrantes a México.

La foto de los niños gallegos muestra el esmero con que sus mayores
confeccionaron los trajes similares a los que usaban los campesinos
del antiguo reino de Galicia. Una camisa blanca, un chaleco bordado
y “calzones” o pantaloncillos cortos con botones que dejaban ver la
ropa interior o volados de otras telas. El atuendo no podría ser más
acorde por las polainas que se ajustaban en las piernas bajas hasta
el tobillo; se observa además que usaban zuecos o zapatos negros.
Todo ello acompañado por lo que debió ser una colorida faja en la
cintura y una montera (gorro picudo) de lana o terciopelo.

Pocos meses antes, en otra reseña periodística sobre un festival in-


fantil organizado en el Colegio Teresiano de Mixcoac, formado por
religiosas españolas, las cámaras también captaron la imagen de cin-
co pequeños “galleguitos y galleguitas”, cuyos vestidos habían sido
diseñados por una dama que, según decía una crónica, había llegado

Alquimia 74
© 106107 Niños integrantes de un equipo francés de beisbolistas, Ciudad de México,
ca. 1920, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura.inah.sinafo.fn.mx.

© 213701 Niños españoles en las puertas del Templo de Santo Domingo durante las fiestas de La Covadonga,
Ciudad de México, ca. 1920, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura.inah.sinafo.fn.mx.

Alquimia 75
desde “la lejana Galicia”.7 Entre los niños que aparecían con vesti-
dos de lujo de Galicia, con todo y chaqueta, figuran dos pequeñas
niñas con las manos en la cintura, mostrando sus elegantes faldones
bordados y sus “dengues” cruzados al pecho. Una de ellas usa una
pañoleta triangular bien atada a la cabeza, conocida como pano.

En las fiestas de Covadonga fue común que los hombres, mujeres y


niños de ascendencia hispana asistieran orgullosos, vistiendo trajes
regionales que les recordaban el caserío, pueblo o ciudad de Asturias,
Galicia, Cataluña, Valencia, Burgos o Segovia del que habían venido;
además, tenía un gran significado para ellos porque era la tierra de
sus mayores. No extraña que algunos de los niños que constan en
los archivos de los fotorreporteros hubieran aparecido con un traje
regional identitario, porque algunos de ellos crecieron reconociendo
sabores, colores, olores, sonidos y tradiciones de la llamada “patria
chica”.
© 15786
Niños y niñas de la
colonia española
Sin embargo, es posible suponer que otros niños simplemente llega-
en las fiestas ban a las fiestas de la colonia española vestidos como castellanos
de la Covadonga,
o sevillanas porque habían sido inscritos en un concurso de trajes
Ciudad de México,
8 de septiembre regionales, que estuvieron muy de moda en los años veinte. Estas
de 1919, Colección competencias seguramente entusiasmaban a los pequeños porque
Archivo Casasola,
Secretaría de Cultura.
podían recibir un buen juguete o una muñeca que donaban los gran-
inah.sinafo.fn.mx. des comerciantes del centro de la ciudad. A pesar de las complica-

Alquimia 76
© 213737 Niños vestidos con trajes típicos de Galicia en las fiestas de la Covadonga, Ciudad de México,
6 de septiembre de 1920, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura.inah.sinafo.fn.mx.

ciones que significaba para un pequeño asistir a una kermese con un


pesado traje regional, una gaita o un gorro aragonés, la recompensa
los animaba a modelar y aceptaban ser fotografiados sin mayor rece-
lo. Sin embargo, estos niños difícilmente se preocupaban por parecer
“más jóvenes o, más hermosos” en las fotos, pues a los ojos de sus
padres, paisanos y fotorreporteros ya lo eran, sin mayor esfuerzo.

Delia Salazar Anaya es doctora en Historia por la unam. Su campo de


investigación se ha centrado en la historia de la población en México,
especialmente en la inmigración extranjera, la infancia y la estructura
familiar de los siglos xix y xx. Actualmente es la titular de la Dirección
de Estudios Históricos del inah.

Alquimia 77
© 208532 Niños de la colonia española, con vestimentas alusivas a distintas regiones de España,
Ciudad de México, ca. 1925, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura. inah.sinafo.fn.mx.

Alquimia 78
1 José Pérez Moreno, “Entrevista con el decano de los colonos franceses en México”,
El Demócrata, 14 de julio, 1921, primera sección, 7, y segunda sección, 2.

2 Fotografía del archivo Casasola, publicada por diario El Demócrata, 15 de julio,


1921, 3.

3 En el universo fotográfico del Archivo Casasola también pueden encontrarse algunas


fotografías de niños realizando tablas gimnásticas, ataviados como zuavos. Sirve
como ejemplo la fotografía con el número de inventario © 624938 Alumnos del
colegio Francés de San Cosme haciendo ejercicios militares en el Parque Unión.

4 “La colonia española volcó ayer la inagotable alegría de su espíritu en ‘El Eliseo’ ”,
El Demócrata, 9 de septiembre, 1919, 1.

5 El archivo Casasola también conserva otra foto de Galas y Amalfi a la salida del
templo de Santo Domingo, al inicio de las celebraciones de Covadonga. Puede
consultarse con el número de inventario © 15776 Santiago Galas Arce, el Duque
de Marfi y otras personalidades durante una ceremonia. En mi opinión, es del 8 de
septiembre de 1919.

6 “La jocunda alegría ibera se desbordó ayer en la romería inicial de las ruidosas
fiestas de La Covadonga”, El Demócrata, 6 de septiembre, 1920, 9 y 10.

7 “Un festival encantador en el colegio teresiano”, El Demócrata.

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© 211874 Niñas sobre motocicletas de un carrusel en un parque infantil, Ciudad de México,
ca. 1955, Colección Archivo Casasola, Secretaría de Cultura. inah.sinafo. fn. mx.

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Edith Natividad Rangel Cruz

La imagen
en una mirada antropológica

Como antropólogos sociales es necesario reconocer la importancia de


la cámara como fuente de información etnográfica, pues es más que una
herramienta, es un implemento que proporciona información de un hecho, un
momento, un espacio precisos. Durante el trabajo de campo que desempeña-
mos como antropólogos, la cámara fotográfica se ha convertido para muchos
de nosotros en más que una caja que captura imágenes: ha sido nuestra
compañera, confidente, amiga y, en ocasiones, nos ha hecho una que otra
llamada de atención. Sin embargo, es por ella como conseguimos capturar
las imágenes de momentos que nunca más se repetirán; eso es, quizá, lo que
nos hace amar y valorar las imágenes que capturamos.

Al ser una antropóloga social tras la cámara direcciono el lente hacia aspectos
Edith Natividad
Rangel Cruz, sociales, donde el interés se centra en datos etnográficos. Como integrante del
Retrato de un hombre,
equipo de etnografía del Centro inah Querétaro, los registros que realizo son,
Querétaro, 5 de
junio de 2012. en general, aquellos que tienen que ver con patrimonios culturales tangibles e

Alquimia 81
Alquimia 81
intangibles de los pueblos indígenas de Querétaro; por lo regular, las imágenes
recabadas son acerca de su organización social, arquitectura, prácticas cultu-
rales, tradiciones, fiestas, rituales, actividades laborales, procesos migratorios
etc. Empero, es cierto que no siempre fotografiamos todo lo que observamos,
debido a la prudencia, respeto o simplemente porque dejamos reservadas
ciertas imágenes para nuestro lente personal.

Para un científico social, la importancia de las imágenes capturadas durante


los trabajos de campo radica en que éstas se convierten en fuente de infor-
mación para estudios de investigación; con ello se genera material audiovisual
que ofrece

una cantidad de información social increíble. Cuando se de-


dica tiempo y paciencia al análisis de una fotografía, el signi-
ficado de la misma cambia profundamente. Cuando el inves-
tigador captura, construye por sí mismo su percepción de lo
social a través de la lente fotográfica. La captura de imágenes
ayuda a refinar el ojo del investigador social, porque la práctica
fotográfica afina su mirada.1

Para las comunidades, las imágenes se convierten en un legado visual con el


cual defienden su patrimonio, se reconocen, identifican y observan cambios
Edith Natividad
Rangel Cruz, culturales que como grupo van teniendo; asimismo, las imágenes permiten que
Mujer muestra técnicas
generaciones futuras conozcan su pasado, y es posible que el inventario de
de bordado, Querétaro,
24 de abril de 2019. imágenes que en la actualidad se generan se convierta en fuente de investi-

Alquimia 82
Alquimia 82
Edith Natividad
Rangel Cruz,
Joven trabaja
artesanía,
Querétaro, 13 de
enero de 2011.

gación para que sean ellos quienes armen y reconstruyan un momento de su


historia o de su identidad.

El valor de la fotografía en la etnografía reside no sólo en la composición


artística de luces, sombras, estética, etc., sino en el contenido etnográfico
que llegan a proporcionar y en la densidad de información que las imágenes
puede contener.

Finalmente, considero que es un tema que propicia muchas preguntas y re-


flexiones, en torno a las cuales la mirada antropológica se interroga sobre
cómo se producen las imágenes, desde dónde se recaban y bajo qué mirada.
De igual manera, es necesario que como investigadores sociales reconozca-
mos que las fotografías representan un acervo de incalculable importancia que
contiene datos para ser analizados, interpretados una y otra vez. También es
necesario cuestionarnos sobre el destino de las imágenes que capturamos.
Como antropólogos tras la cámara, tal vez el reto para nosotros consista en
que las imágenes que en la actualidad registramos sean entregadas a los
generadores de dicho bien y sean ellos mismos quienes las conserven, pro-
tejan y difundan.

1 Mario Ortega Olivares, “Metodología de la sociología visual y su correlato etnológi-


co”, Argumentos 22, núm. 59 (enero-abril de 2009) http://www.scielo.org.mx/scielo.
php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952009000100006 (consultado en febrero de
2021).

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Alquimia 83
Araceli Puanta

Niñas cargan
muñecos de tiempo

Conocemos a Nacho López, entre otros aspectos, por su mirada empática


hacia los sectores marginados. Sus fotorreportajes de la Ciudad de México,
incómodos en la época del “milagro mexicano”, fueron muestra de la comple-
jidad social y la segregación presentes a mediados del siglo xx .

Llama la atención la calidad y el enorme número de fotografías de niños to-


madas por el fotógrafo. Una breve búsqueda en la Colección Nacho López,
resguardada en la Fototeca Nacional, arroja más de 2 000 elementos catalo-
gados bajo la categoría “niños”. Y lo que más sorprende es la comodidad,
soltura y confianza que muestran muchos de los retratados. Invitamos al lector
a centrar su mirada en Niñas cargan muñecas con un rebozo.

Tomada en febrero de 1949, la imagen muestra a cuatro personajes: dos niñas,


tal vez de entre 7 y 9 años, que cargan cada una a un muñeco, de los cuales
sólo uno puede verse con claridad.

Existen cuatro fotos de la misma escena en las que se observan variaciones


en la altura y el ángulo desde el que el fotógrafo hizo los disparos. Una de
ellas corresponde a las niñas de frente desde la altura de un adulto; otra las
toma desde un plano más bajo y por su perfil derecho. Las otras dos están
capturadas a la altura de las pequeñas; a diferencia de la toma que aquí re-
producimos, en la tercera variación las niñas miran directamente a la cámara.

Alquimia 84
Alquimia 84
El cambio en la altura de la toma dota a la imagen de una gran fuerza narra-
tiva; nos hace pensar que estamos viendo a las niñas y a sus muñecos con
la mirada de otro niño.

Aventuro que por indicación del fotógrafo las niñas miran arriba y a la derecha.
Y tal vez por la luz que les da de frente es que la más pequeña, con tierra
en las uñas y el rostro sucio, arruga el entrecejo. Sin embargo, esta expresión
puede interpretarse como demostración o mohín por algo distinto. El simbo-
lismo de la composición se vuelve más complejo con la anotación del propio
Nacho López. Según la información adicional de la fotografía, la guarda dice:
“Madrecitas sostienen muñecos de tiempo. Feb. 1949 […] Si una implora con
la vista, la otra diminuta madrecita se muestra dispuesta a tomar cualquier
© 381507
iniciativa antes que permitir que nadie le arrebate a su bebé. Potencial vía
Nacho López,
Niñas cargan sus crusis de las madres mexicanas”.
muñecas con un
rebozo, Ciudad de
México, febrero A siete décadas de esa escena, la imagen conmueve y las palabras de Nacho
de 1949, Colección López resuenan: las niñas son potencial. Trabajemos desde el juego y los
Nacho López,
juguetes en convertir sus capacidades en algo más que adversidades y pe-
Secretaría de Cultura.
inah.sinafo.fn.mx. sadumbres.

Alquimia 85
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Luis Josué Martínez Rodríguez

José Antonio Rodríguez y Alberto


Tovalín (eds.), Librado García Smarth.
La vanguardia fotográfica en Jalisco
(México: Secretaría de Cultura del
Gobierno de Jalisco, 2019), 304 pp.

Con apariencia de un estuche de fotografías de principios del siglo xx

presenta la portada en pasta dura, forrada en rojo con un tejuelo que resguarda
un grabado en seco: una fotografía de un vegetal extraño que recuerda los
trabajos de las y los fotógrafos de vanguardia de la década de 1920. Con
una tipografía elegante, el libro indica en su título el contenido: Librado García
Smarth. La vanguardia fotográfica en Jalisco. El grabado de la portada, así
como el formato del libro, advierten aquel tiempo en que la fotografía era, so-
bre todo, objeto. Al abrirlo, relato visual y textual, como suelen ser los buenos
libros de fotografía, se va dibujando una sombra en la bruma: Librado García,
fotógrafo del cual hay pocas noticias biográficas, pero de quien, después de
una investigación minuciosa, tenemos un corpus de imágenes que develan un
productor consciente, una mirada formada y dispuesta por lo singular.

José Antonio Rodríguez y Alberto Tovalín (editores) nos otorgan un objeto que
complace a los lectores ya acostumbrados a ver en esta dupla trabajos de in-
vestigación y difusión de la fotografía nacional, entendida como la producción
de la imagen mecánica y digital en distintos estados de la república, y no sólo
aquella realizada en la Ciudad de México. Este libro bilingüe (español e inglés)
fue ganador del Premio Antonio García Cubas en la categoría al Mejor Libro
de Arte editado en México en 2020, otorgado por el inah y la Secretaría de
Cultura. Editado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco, debe su
existencia a la visión de la restauradora y gestora cultural Giovana Jaspersen,
en su momento secretaria de Cultura del mismo estado.

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El libro podría disfrutarse únicamente observándolo, su narrativa visual nos
advierte un fotógrafo que se entregó a la visualidad de su época y perfeccionó
los géneros del retrato y la naturaleza muerta durante la segunda y tercera
décadas del siglo xx. Esta “lectura” arroja entrañables sorpresas: miradas fe-
meninas enrarecidas por la conciencia de la manipulación de la imagen o
excéntricos desnudos masculinos. Sin embargo, como buenos amantes de la
fotografía, los editores intregan cuatro ensayos académicos que nos devuelven
la mirada, una y otra vez a las imágenes, añadiendo siempre algo, y a su vez,
borrando lecturas cerradas.

En su ensayo inaugural “Siluetas en la niebla”, José Antonio Rodríguez parte


de la anécdota que va de la intuición al descubrimiento de la figura de Librado
García, pasando por los laberínticos caminos de la investigación. En este peri-
plo se hace presente la exigencia hacia nosotros, historiadoras e historiadores
de la fotografía mexicana, de trascender esta actitud recurrente de visitar a las
y los mismos autores de la imagen mecánica. Rodríguez ubica a Smarth como
pieza clave en la construcción del nacionalismo, pero sobre todo lo perfila
como maestro del pictorialismo, en una red de relaciones entre la fotografía
nacional e internacional, estilo complejo, que parte de una sintaxis pictórica
para trazar la ruta hacia una autonomía fotográfica.

En “Melancolía y artificio”, Brenda Ledesma se encarga de perfilar a nuestro fo-


tógrafo en la escena cultural de Guadalajara, y su vinculación constante con la
Ciudad de México. Desde la categoría de “artificio”, aporta una lectura profun-
da de sus imágenes; su análisis logra develar los esquemas de representación
de Smarth, radicados, por ejemplo, en las postales de la primera década del
siglo xx . Esta categoría le sirve para describir un mexicanismo particular que,
a diferencia de fotógrafos como José María Lupercio, lleva “la idealización de
lo rural y el costumbrismo fotográfico por el camino de la vanguardia”.

Arturo Ávila Cano y Rosa Casanova, en “El espléndido camouflage” y “El len-
guaje visual de las revistas y los refinamientos fotográficos de Smarth”, respec-
tivamente, se concentran en Librado García de papel, aquel que se construyó
en las revistas ilustradas, un medio protagónico en la difusión de su trabajo.
Ávila Cano analiza algunas imágenes publicadas en la revista “ilustrada y lite-
raria” CROM y Jueves de Excélsior, una intervención teórica que nos permite
considerar las revistas como dispositivos ideológicos, vitrinas de clase que
proyectan “lo íntimo como espectáculo”. Smarth se presenta como un fotógrafo
no sólo pictorialista, artífice del nacionalismo, sino como un creador de los

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ideales de una burguesía nacional ávida de proyectar su imagen dinástica.
Por su parte, Rosa Casanova se concentra en El Universal Ilustrado, órgano
de difusión de la cultura en 1920 y 1930, y elabora un detallado estudio de
dos épocas de este semanario, una tradicional y otra vanguardista. Así las
fotografías de Librado García se insertan en una misma publicación, pero en
dos momentos que dan cuenta de la flexibilidad estilística del fotógrafo. Tras
hilvanar su paso por el semanario, Casanova nos permite entender la configu-
ración del personaje del propio Smarth y su visión de los pueblos indígenas,
representaciones obligadas en los fotógrafos del momento.

Librado García Smarth. La vanguardia fotográfica en Jalisco es, ya desde la


portada, una estrategia editorial contundente y refinada como las fotografías
que contiene. Su diseño permite distinguir el sentido matérico de la fotografía,
tanto en sus reprografías de las revistas ilustradas como en las impresiones
vintage. Esta estrategia se acentúa por medio de cuatro gestos igual de cor-
póreos: la marca tipográfica de los estudios de Librado García en el colofón,
una rúbrica debajo de su puño y letra “Jalisco pues…” y en la contraportada
su firma marcada. El cuarto gesto lo dejaré para sorpresa de la querida y el
querido lector.

Alquimia 88
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Arturo Jaramillo Peñaloza

Daniel Escorza Rodríguez,


Casasola. Otro rostro (México:
Vestalia Ediciones / inah,
2020), 94 pp.

Casasola. Otro rostro es el nuevo título publicado por Vestalia Ediciones


en coedición con el inah-sinafo y reúne una selección de 49 imágenes de la
colección Archivo Casasola, resguardada en la Fototeca Nacional. Si bien esta
colección se ha integrado al imaginario colectivo como el “archivo de la Revo-
lución mexicana”, cuenta con una gran diversidad de temas que son muestra
de procesos políticos, movimientos sociales, tecnología y vida cotidiana de
inicios del siglo xx hasta la década de 1960. El doctor Daniel Escorza Rodrí-
guez, investigador de la Fototeca Nacional, es el autor de esta publicación
que muestra otro ángulo de la colección Archivo Casasola, pone de manifiesto
rostros poco conocidos.

El autor reflexiona y contextualiza la variedad y riqueza de las imágenes com-


piladas, evidenciando una serie de personajes que revelan el amplio abanico
que fue la sociedad mexicana en las décadas de 1910 a 1940. La selección de
imágenes, que resalta la vitalidad del quehacer cotidiano, el día a día, revela
retratos colectivos e individuales, realizados en calles, plazas, fábricas y tea-
tros; escenas populares en las que encontramos rostros conocidos, como los
de las actrices Delia Magaña y Anita Daniers o la periodista Carmen Madrigal,
así como personajes no identificados: obreras laborando en una fábrica de
hilados, artistas tras bambalinas en el emblemático Bataclán, o simplemente
un par de mujeres caminando por Avenida Juárez en la Ciudad de México.

Un punto muy interesante de esta publicación es que Daniel Escorza tuvo el


buen tino de incluir fotos poco difundidas, inéditas inclusive. Imágenes que en
su momento no resultaron de gran interés por evidenciar defectos técnicos o
de composición, pero que en la actualidad son registros muy potentes que nos
acercan a esos personajes aún presentes gracias a la fotografía.

Este volumen es una crónica visual en blanco y negro en la que Daniel Escorza
abre una ventana a esta extraordinaria colección fotográfica, e invita al lector
a contemplar estas fotografías, y, mediante su ensayo, da a conocer el con-
texto histórico y social registrado por las miradas que resguarda la colección
Archivo Casasola de la Fototeca Nacional. Sin duda, es una publicación que
representa una aportación al conocimiento y la reflexión, para beneplácito de
todos aquellos interesados en la historia y en la imagen fotográfica.

Alquimia 89
Alquimia 89
JA R
El Sistema Nacional de Fototecas-Fototeca
Nacional lamenta el sensible fallecimiento de
Jose Antonio Rodríguez (1961-2021)
editor, investigador, crítico de la fotografía,
y entrañable y generoso amigo.
Deja un enorme legado a la investigación
y la edición especializada en fotografía.
Q. E . P. D.
CONTRAPORTADA
© 276339
Niños con triciclo y cámara fotográfica,
Ciudad de México, ca. 1916,
Colección Archivo Casasola,
Secretaría de Cultura.inah.sinafo. fn.mx.

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