AlfonsoVIII Hallazgodeunmorabetinodelao1218delaEradeSafar OmniESP
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Durante este larguísimo reinado sus labras monetarias fueron muy abundantes.
Una circunstancia que estuvo muy en paralelo con la intensa actividad bélica que
desarrolló bajo su mandato, ya que para poder sufragar el pago a tropas necesitó
de grandes cantidades de numerario. Hizo varias series, manteniendo en
términos generales su principal producción acuñadora en la ciudad de Toledo,
aunque realizó también algunas emisiones propias en el taller de la Corte –o de
la marca del Rey-, un centro itinerante que variaba de emplazamiento
1
Extracto ampliado de la obra de Manuel Mozo Monroy titulada: Enciclopedia de la Moneda Medieval Románica en
los Reinos de León y Castilla (ss. VIII-XIV). Vol. II: Desde Sancho III y Fernando II (1157) a Enrique I y Alfonso IX
(1217-1230); Madrid, octubre-diciembre, 2017, pp. 273-280. Una versión en danés de este mismo artículo será
publicada por Nordisk Numismatisk Unions Medlemsblad, y otra en inglés por Omni, Revista Numismática.
2
Head Curator, Archaeology. Museum of Southwest Jutland (Sydvestjyske Museer).
dependiendo de la actividad política de sus reinos o de las coyunturas históricas
específicas acaecidas en cada momento 3. Actualmente, sus acuñaciones
conocidas superan la treintena –incluyendo en el cómputo, por supuesto, las
amonedaciones dúplices de la unidad “denario” y su divisor, la “meaiam” o
“medaiam”-.
Por otro lado, las labras castellanas alfonsinas parecen no obedecer a un patrón
de emisiones definido, lo que hace difícil ajustarlas a periodos o hechos
significativos relevantes sucedidos durante su reinado. Los rasgos específicos en
el diseño, los motivos simbolizados, la evolución paleográfica que evolucionaría
a lo largo de su monarquía, y la propia representación de su persona -demasiado
cambiante entre sus acuñaciones-, nos hacen decantarnos por un encaje más
predominado por los hitos históricos que por los monetales.
Así, las acuñaciones de Alfonso VIII necesariamente tienen que ser estudiadas y
analizadas en base a los periodos políticos, bélicos y de tregua en que se dividió
su reinado. De esta manera, la división temporal de dichas producciones
numerarias quedaría, según nuestro criterio, como se muestra a continuación:
3
La existencia real de este supuesto taller no está totalmente asegurada pues los textos coetáneos no lo mencionan
explícitamente. Sin embargo, sí parece haber una relación directa entre el símbolo de la estrella y la acuñación de piezas
ordenadas bajo la regalía soberana de labra de monedas por parte del rey.
en bimetálico de apariencia en oro y vellón. Esta labra áurea alfonsina recibiría el
nombre de “morabetino” –que también sería conocida en lengua romance como
“maravedí”-.
2
Fig. 1 y Fig. 2: Maravedís de oro de Fernando II y de Alfonso IX.
4
En realidad, no fue así, sino que históricamente se trataban de dos entidades políticas diferentes. De un lado el
correspondiente al antiguo condado de Castilla, transformado en reino por Fernando I, y el del otro la antigua
territorialidad visigótica toledana, con entidad igualmente de reino desde la conquista del mismo por parte de Alfonso
VI. Es decir, se trataban de dos reinos diferentes en manos de un mismo monarca.
Una característica en sus labras fue la gran cantidad de formas crucíferas
diferentes que dibujó como parte del componente religioso habitualmente
grabado en las monedas. Sin duda, fue el rey hispano que más formas diferentes
de cruces empleó en sus numismas. Habitualmente, este factor alusivo a la
religión no faltó en ninguna de sus emisiones; sin embargo, fue el último rey
cristiano peninsular –junto, por supuesto, a su contemporáneo en los últimos
años de su mandato, el rey leonés Alfonso IX- en poner símbolos de profesión
cristiana en sus monedas.
Sabido es que el Islam acuñó oro desde tiempos de Ald al-Malik, en el año 76-77
de la Héjira (695-697 d.C.). Asimismo y desde prácticamente los primeros días de
la conquista de los territorios ibéricos, el califato omeya –comienzos del siglo
VIII- labró un tipo de moneda de oro llamada dinar de indicción, que unos dos
siglos después se reanudarían con la emisión de un nuevo numisma áureo de
estilo mejorado y mayor pureza y arte, acuñado durante el gobierno del califa de
Córdoba Abd-al-Rahman III (912-961): el dinar (د. ر, en árabe), con una
equivalencia de 10 dírhams de plata. Posteriormente, el emir almorávide Tashfin
Ali ben Yusuf (1106-1143) establecería dicho dinar –con mínimas diferenciaciones
tipológicas- como la principal moneda áurea hispano-musulmana peninsular,
con un peso medio de 3,85 gr.
5
Este término léxico –“mauro, mouro o moro”- no tenía nada de peyorativo en la época, pues se englobaban en él a todos
los ciudadanos musulmanes provenientes de la amplísima provincia del norte de África llamada “Mauritania”.
separarse los reinos de Castilla y León como consecuencia del discutido
testamento del séptimo de los reyes llamados “alfonsos”.
3
Fig. 3: Dinar de Alfonso VII labrado en Baeza en el año 545H = 1150 d.C.
(Museo Estatal del Hermitage de Leningrado, Núm. Inv. ОН-В-Аз-671)
Fue a partir de 539H (1143 d.C.) cuando se generalizó la rebelión contra los
almorávides, aprovechando que en el norte de África se estaba luchando contra
un nuevo movimiento religioso bereber, los denominados Al-Muwahhidun –en
lengua árabe, الموحدون
َ ; es decir, “los unitarios” o almohades- que tomaron la
ciudad de Marraquech en el año 541H (1145 d.C.). Esto ayudó a consolidar la
sublevación de los andalusíes que se estructuraron en diversos reinos de taifas
independientes, y que incluso llegaron a acuñar moneda propia siguiendo el
modelo almorávide sin más cambio que el de sustituir el nombre, título y reino
de los gobernantes.
Una de estas taifas –acaso la más preeminente de ellas-, fue la de Murcia, regida
por Muhammad ibn Ahmed ibn ben Sa`d ibn Mardanis, del 542H al 567H (1147-
1172 d.C.) –poseedor también de Valencia desde 1146-, más conocido como el rey
Lobo o Lope. Dicho gobernante sostuvo diversas alianzas con Alfonso VII, que
posteriormente mantendría durante la minoría de edad de Alfonso VIII visitando
oficialmente Toledo en 1167, para entrevistarse con el regente Nuño Pérez de
Lara con quien reafirmaría la colaboración entre ambos. Tras ser declarado
mayor de edad el pequeño rey, en noviembre de 1169, el rey Lobo incrementó su
alianza con Alfonso, que, por su parte, quiso ampliarla incluyendo a Alfonso II
de Aragón -4 de junio de 1170-, para así tener más fuerzas en la defensa de la
frontera sur contra los almohades.
Hacia 1171, el califa almohade Abu Yaqub Yusuf, enterado de la insurrección
abierta del rey murciano, pasó a la península con su gran ejército en dirección a
Sevilla, con la intención de acabar con él y con sus pretensiones independentistas.
Durante la primavera y el verano de ese año devastó la zona del Tajo, entregando
al año siguiente (1172) el mando de sus tropas a su hermano Uthman ibn Abd al-
Mun`im, gobernador de Granada, con la intención de conquistar definitivamente
la taifa de Murcia. Ibn Mardanis y sus aliados salieron a su encuentro siendo
derrotados –y muchos de ellos apresados- en El Yellab, a 16 kilómetros de la
capital. Apenas unos días después, el 28 de marzo de 1172, el rey Lobo murió de
muerte natural, cediendo a sus hijos la villa al califa almohade poco después.
Dado que eran años en los que la rivalidad contra los almorávides –“los
consagrados a Dios” o “los que habitaban en los conventos fortaleza o ribats”-
había desaparecido, y a que el nuevo poder emergente era el de los almohades,
no se tuvo reparo alguno en llamar también a la nueva moneda nacida de esta
iniciativa con una derivación romanceada de la misma palabra arábiga singular
( ت را اal-Murābit) o plural ( طون را اal-Murābitun) con que se definían a sí mismos
aquel grupo étnico proveniente del Atlas africano; estableciéndose en lengua
romance el que sería su nombre definitivo: morabetino o morabetí8.
6
Los morabetinos lupinos de ibn Mardanis y los ayadinos de su antecesor en el trono murciado Abenayad.
7
Léase en este sentido a Jacques Le Goff: “La Edad Media y el dinero. Ensayo de antropología histórica”, Akal, 2012,
pp. 69, cuando indica que: “cuando el último de los soberanos almorávides de España, Mohammed ben Saad dejó de
acuñar moneda de oro en Murcia en 1170, el rey de Castilla Alfonso VIII, empezó a acuñar en Toledo sus propios
morabetinos o maravedís”.
8
Simplificado en algunas ocasiones y por homofonía con los islámicos en “dinar alfonsí” e incluso por la palabra
“mizgal” (“dinar” en árabe) que define este tipo monetario que se vio romanceado en “mizcal” o “mencal”.
En un principio, tuvo un peso medio de 3,814 gr9 –de los cuales 3,638 eran de oro
fino (83 a 89 por ciento de pureza, es decir, unas 870 milésimas)- y un valor
liberatorio y de intercambio de 6 sueldos de 12 dineros hacia 1179 (72 dineros
totales), que según los textos pasó en 1197 -aunque probablemente sucedió antes-
a 7,5 sueldos, también de 12 dineros -90 dineros, por tanto-, culminando hacia
1217 en 8,66 sueldos -o lo que es lo mismo, 104 dineros por pieza-. Existen
evidencias físicas y documentales de ellos desde el año 117310, si bien algunos
manuscritos lo retrotraen a 1172, aunque no se conoce ejemplar físico alguno para
esta fecha.
Las principales características tipológicas de estas piezas áureas11, y que las hacía
reconocibles, era la presencia de una cruz resarcelada o potenzada12, que desde
1173 y hasta 1183 va acompañada de una estrella en la parte inferior de la
supuesta profesión de fe cristiana; en una clara sustitución de la típica leyenda
arábiga de las amonedaciones islámicas (“No hay divinidad, sino Dios”), añadiendo
incluso una mención directa al Papa de Roma (“Imán de la iglesia cristiana, el Papa
de Roma”).
9
Que se corresponde con 1/64 del marco castellano o de Burgos, a 75 piezas en marco.
10
La primera mención que de ellos tenemos surge de un diploma incluido en el Cartulario del monasterio de Santa
María de Rueda (Soria) datado en 1172 por el cual Guillermo Carrer y su mujer Azirón entregan al abad Martín 10
mencales para los entierros de cada uno: “si vero ego prior mortuus fuero habeant monachi medietatem meam datis
pro sepultura decem mencalibus… datis pro sepultura uxoris mee decem menchalibus”. Esta cita se ve confirmada un
año después en una escritura romance toledana en que se nos informa de la venta de un mesón en el barrio de san Ginés
por el precio “cabal de treinta mizcales de oro, del oro alfonsí, bueno de peso y cuño”.
11
Recientemente publicadas en para todos sus formatos y reinados por Manuel Mozo Monroy: «Estudio y catalogación
de los morabetinos arábigos monolingües y bilingües labrados en Castilla durante los reinados de Alfonso VIII, Enrique
I y Fernando III”», Omni, Revista Numismática, núm. 7, (París, abril 2013), pp. 165-186.
12
Lo que la convertía en una moneda propagandística, pues pese a estar escrita en caracteres árabes, hacía alarde de la
cruz y de la religión cristiana, como elemento antagónico y diferenciador respecto al Islam. La invocación implícita del
“noli vinci a malo, sed vince in bono malum-No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien” (Epístola de
San Pablo a los Romanos, Rm. 12,21) parece obvia y manifiesta, circunstancia que lo ratifica el lema de esta tipología
como a continuación se comprobará.
13
Algunos ejemplos serían: “maravedís de bono auro et de peso et de cruz”, “bonos alfonsís de auro et pondere”,
“moravedis bonos alfonsís d´oro et de peso”.
4
5
Fig. 4 y Fig. 5: Morabetino monolingüe de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1212
Safar = 1174 d.C.; y morabetino bilingüe de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1240
Safar = 1202 d.C.
14
A veces se suelen datar estos morabetinos áureos por la Era Hispánica, lo cual en puridad es un pequeño error, pues es
realmente “al-safar” lo que en ellos pone.
15
La Era Hispánica es el cómputo que cuenta los años a partir del año 38 a. J.C. (716 de la era de Roma) y fue usado
con mucha frecuencia en la Antigüedad y en casi toda la Edad Media de la Península Ibérica e incluso en zonas
transpirenaicas meridionales de Francia. Por lo tanto, a la fecha citada de la era hispánica hay que restarle 38 años
siempre. La era hispánica sirvió para datar documentos de todos los reinos cristianos, aunque en Cataluña y Aragón su
uso estuvo más restringido porque prefirieron en documentos condales su datación por años de reinado. También la
usaron los mozárabes toledanos y por ello recibió el nombre de “era de los rubios” o ta’rij al-sufr (sufr es el plural de
asfar, que significa amarillo o rubio). Los árabes aplicaron despectivamente este apelativo a los cristianos toledanos
mientras dominaron Toledo hasta el año 1085, en el que la ciudad es entregada por los musulmanes al rey cristiano de
Castilla Alfonso VI. La era hispánica se usó en Aragón fundamentalmente desde 1180 hasta 1349, año en que fue
prohibido su empleo por Pedro IV, con la excepción de Valencia, donde se siguió usando hasta 1358. En Castilla y
León fue abolida por Juan I en las Cortes de Segovia en el año 1383, con efectos de 25 de diciembre de 1384. La era
hispánica dejó de utilizarse en Portugal por mandato de Juan I a partir del día 22 de agosto de 1422. En Navarra continuó
usándose hasta el siglo XV. A pesar de estas prohibiciones subsistió su empleo en años posteriores (Santos Agustín
García Larragueta: La datación histórica, Pamplona, Ediciones de la Universidad de Navarra, 1998; también del mismo
autor, Cronología (Edad Media), Pamplona: Ediciones de la Universidad de Navarra, 1976; y Pedro Cano Ávila y Aly
Tawfik, “Estudio epigráfico-histórico de las inscripciones árabes de los portalones y ventanas del Patio de las
Doncellas del Palacio de Pedro I en el Real Alcázar de Sevilla”, Apuntes del Alcázar de Sevilla, nº 5 (2004), 52-79,
nota nº 24.
por año. Durante muchos años, incluso después del fallecimiento del rey de
Castilla, llegaron a convertirse de hecho en los verdaderos baluartes de las
transacciones de valor, no ya sólo en el comercio castellano, sino también en el
leonés y en el peninsular16.
6
Fig. 6: Morabetino bilingüe a nombre de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1255
Safar=1217 d.C. durante el reinado de Enrique I
16
Como a continuación se verá, existen morabetinos idénticos a esta tipología acuñados durante los años de reinado de
Enrique I y Fernando III, pero que mantienen invariable el lema identificador “ALF”.
Fig. 7: Morabetino bilingüe a nombre de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1256
Safar=1218 d.C. durante el reinado de Fernando III
Anv: IA[campo central]: امام البيعة/ المسيحية بابة/ رومة العظمى, Cruz / “Imam de la iglesia
/ cristiana, [el] Papa / de roma17 la grande”. (A: “Imam, albai´a / al-masihiya baba / ruma
al´adhamaa”).
IM[inscripción marginal]: بسم االب و االبن والروح القدوس االله الواح من امن و تعمد يكون سا لما,
“En el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo, Dios único, el que ha creído y se
ha bautizado, será salvo”. (A: “Bismi al ab wa al ibn wa al ruh al qadus al ilah al wahad
min amana wa ta´amad yakün salaman”).
Rev: IIA[campo central:] امام/ القتولقين/ الفونش بن شنجة/ ايده هللا/ : و نصره, “Emir (Príncipe)
/ de los católicos / Alfonso hijo de Sancho / ayúdele Dios (Allah) / y protéjale”. (A: “Iman
/ al-qatuliqin / alfunsh ibn shanya / aiadahu allah / wa nasrahu”).
17
Es importante destacar que hasta el siglo XIV la sede papal se encontraba en la romana basílica de San Giovanni in
Laterano (San Juan de Letrán) –cercana al Coliseum-, y no en la de San Pedro, sita en la actual Ciudad del Vaticano –
antiguo “Vatiscinium-Vaticinio” o “Vatis canum-Canto del Profeta), donde eso sí, Constantino había ordenado
construir, sobre un cementerio pagano, una gran basílica en honor del mencionado santo iniciador del obispado cristiano
de Roma.
IIM[inscripción marginal]: ضرب هدا الديناربمدينة طليطلة سنة احد عشر و مائتين و الف الصفر,
“Fue acuñado este dinar en Medina Toledo año diecinueve y doscientos y mil de Safar”
(1219). (A: “Duriba hada al dinar bi madinat tulaytula sana ahad ashar wa miata´in wa
alf al safar”).
IA IIA
IM:
IIM:
18
Como ya hemos indicado, a partir del año 1122 de Safar, el formato visual de los morabetinos alfonsinos cambió
ligeramente añadiéndose la palabra latina “ALF”, inicial del nombre del monarca, convirtiéndolos en bilingües. Estas
labras se escapan ya del ámbito del presente trabajo. No obstante, recomendamos revisar un compendio de todo ello en
Manuel Mozo Monroy: Enciclopedia de la Moneda Medieval Románica en los Reinos de León y Castilla (ss. VIII-
XIV); Madrid, octubre-diciembre, 2017, vol. 2, pp. 273-296 para Alfonso VIII, pp. 421-425 para Enrique I; y vol. 3,
pp. 23-25 para Fernando III.
b
f
Fig. 8: Morabetinos monolingües de Alfonso VIII labrados en Toledo en
(a)1211, (b) 1212, (c) 1213, (d) 1219, (e) 1220, y (f) 1221.
Las ventas en el mercado negro parecen ser hoy casi inexistentes y cada año los
museos locales reciben periódicamente miles de hallazgos, que van a engrosar
las bases de datos de hallazgos locales antes de ser transmitidos al Museo
Nacional.
Los museos locales son la principal razón del éxito de este modelo y, en
porcentaje, se están alcanzando unos altos estándares científicos en la detección
de ubicaciones arqueológicamente interesantes gracias a los detectoristas: casi
todos los lugares de búsquedas positivas se registran con GPS, guardando los
hallazgos localizados y los materiales encontrados, en bolsas separadas sin
limpiar, es decir, tal y como salen de la tierra.
Otro desarrollo muy importante y de gran utilidad en los últimos años es el
aumento de las redes sociales de internet, como lugar para compartir información
entre los detectoristas. Existen muchos grupos nacionales, regionales o locales.
Aunque no están dirigidos por profesionales de museos, sin embargo, estas
comunidades autorreguladas se rigen por altos estándares éticos, y sirven como
bases y fuentes importantes de educación y disciplina para los recién llegados.
Fig. 10. Ubicación exacta del hallazgo. Mapa: Museo del Suroeste de Jutlandia.
Llegado este punto es importante hacer notar que la aparición de dinares árabes
de oro en el norte de Europa es una circunstancia extremadamente rara. Hasta la
fecha, se conocen menos de veinte en contraste con los millones de dirhems de
plata aparecidos (Steuer 2002). En lo relativo al área danesa solo se conocen tres,
todos ellos encontrados por detectoristas de metales, en la isla de Bornholm. En
2001, se descubrió una moneda de oro que resultó ser una imitación áurea de una
moneda árabe. Tanto el lugar de acuñación como la fecha de esta pieza, son
inciertos (Moesgaard & Rispling 2002). En 2014, dos dinares fatimíes del siglo XI
aparecieron a su vez en Ahlesminde Hoard (Ingvardsen & Laursen 2014). Es
importante por tanto recalcar que la moneda de Gørding es la primera moneda
puramente cristiana -pese a tratarse de un morabetino escrito en lengua árabe-
de la Península Ibérica que se encuentra en Dinamarca.
Fig. 11. Un tipo de moneda bracteata del siglo XII encontrado durante una excavación
en Ribe, hecho con aleación de cobre plateado, y con una disposición de agujas, montura
y reasa similar a las huellas presentes en la moneda de oro descubierta en Gørding.
Diámetro: 26 mm. Ref. Inventario nº ASR2090x1. Foto: Museo del suroeste de
Jutlandia
A menudo, los broches con forma de monedas se usaban como pares de enlaces
para sellar cofres, o como cadenas de cuentas para atar o unir ropajes a modo de
fíbulas visigodas. No obstante, esta misma disposición que presenta la aguja en
este caso, tiene muchos paralelismos con otros hallazgos daneses conocidos y
deja muy pocas dudas sobre que la moneda llegó a Dinamarca relativamente
poco tiempo después de haber sido acuñada. La posición de la aguja también
refleja que quien intentó hacer de esta moneda un broche no logró colocar la
aguja correctamente, por lo que la cruz que está presente en el anverso de la pieza
no quedaría colocada horizontalmente en la parte superior, sino de forma lateral.
Es muy importante destacar que el hallazgo de esta moneda-broche se trata de
un hallazgo común, pero único y aislado, pudiéndose por tanto considerar que
no forma parte de un tesorillo al no encontrarse unido a ningún otro elemento
arqueológico fechable.
En puridad, no hay forma de descubrir cómo esta moneda de oro llegó a Gørding,
pero la explicación más probable debe ser como un recuerdo o “souvenir” de
peregrino cristiano -circunstancia que se ve apoyada por la presencia de la cruz
en el anverso de la misma-. Tampoco podemos descartar que simplemente se
tratase de una pérdida casual sucedida a un extraño que pasara por dicha aldea
portuaria. Aunque lo que parece más probable es que fuese un aristócrata local
quien la hubiese perdido. En cualquier caso, lo que sí es cierto que toda
amonedación de oro fue altamente elogiada y deseada en la Dinamarca medieval,
al igual que en cualquier otra localidad o ciudad europea. Y que, sin duda, nunca
sabremos a ciencia cierta cual fue la razón que la hizo llegar allí, ni cuál el motivo
último de su extravío.
Esta sería la principal razón que nos impide saber cuál fue el origen de la moneda,
o el lugar desde el que salió de territorio hispánico. En puridad, este morabetino
de oro no debería de haber circulado nunca en territorio leonés -es decir, en los
espacios geopolíticos correspondientes al “Campus Stellae-Compostela”,
dominados en aquellos años por Fernando II, rey de León-, sino exclusivamente
en territorio castellano, cuyo rey era Alfonso VIII -que es a quien se refieren las
inscripciones arábigas labradas en este morabetino áureo fechado en 1180-.
Pero dado que la moneda de oro en general, corría casi libremente por toda
Europa -y con mucha más razón a lo largo y ancho del camino jacobeo-, es por lo
que no descartamos que Santiago -donde además está documentando la
existencia de un “gremio de cambiadores de moneda” para estos años- hubiera
podido ser el lugar donde pudo haber sigo recogida por el peregrino danés que
la terminaría llevando hasta Ribe. En resumen, tanto pudo haber salido por
Galicia -Reino de León- como por el País Vasco y Cantabria -Reino de Castilla-,
con destino al puerto danés de Ribe.
Fuera como fuese, no queremos terminar este trabajo sin dejar clara y poderosa
constancia, de que este morabetino es fiel testigo del intercambio cultural y
económico entre la población nórdica cristiana con sus homónimos hispanos
peninsulares. Pero que, lo que es realmente importante de esta moneda es que se
trata de la primera y única pieza conocida de las amonedaciones arábigas
monolingües del rey Alfonso VIII de Castilla, acuñada en el año de 1218 de Safar,
-que como ya hemos indicado, se corresponde con el año cristiano de 1180-, fecha
para la cual no teníamos constancia fidedigna alguna de que este soberano
hubiese acuñado morabetinos de oro. Es pues esta pieza, reflejo y testigo fiel de
que el vencedor de Las Navas, acuñó morabetinos áureos en Toledo en 1180.
---ooOoo---
Toledo (1218 Safar = 1180 d.C.). Diámetro: 26 mm. Peso 3,65 gr. R: Única.
Colección del Museo Sydvestjyske Museer de Ribe (Dinamarca), Ref. Inventario
nº SJM679x4.
Anverso: Inscripciones: Cruz/ Imam de la iglesia/ cristiana, papa/ de roma la
grande. Lectura en árabe: Cruz/ Imam albai´a/ al masihiya baba/ ruma al ´adhamaa19.
رومة العظمى/ المسيحية بابة/ امام البيعة+
19
Agradecemos a Felipe Agüera Cachinero su ayuda para la correcta traducción de estos lemas monetarios en árabe
antiguo.
Orla Anverso: Inscripciones: En el nombre del padre y del hijo y del espíritu
santo, Dios único, el que ha creído y se ha bautizado, será salvo. Lectura en árabe:
Bismi al ab wa al ibn wa al ruh al qadus al ilah al wahad min amana wa ta´amad (yakün)
saliman.
بسم االب و االبن والروح القدوس االله الواحد من امن و تعمد )يكون( سا لما
---ooOoo---
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