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Hallazgo de un morabetino del año 1218 de la Era de Safar (Spanish Version)

Article · August 2019

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2 authors:

Manuel Mozo Monroy Morten Søvsø


University of the Faroe Islands Museum of Southwest Jutland
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Hallazgo de un morabetino arábigo de oro inédito del año 1218 de la
Era de Safar en Gørding (Ribe-Dinamarca).

© 2018, Manuel Mozo Monroy1 y Morten Søvsø2

Resumen: Análisis y presentación de un morabetino monolingüe totalmente desconocido,


acuñado en Toledo por el rey de Castilla, Alfonso VIII, en el año 1218 de Safar -gregoriano
de 1180 d.C.-, aparecido en la ciudad de Gørding (Jutlandia-Dinamarca). Estas monedas
de oro se acuñaron durante muy pocos años, siendo todas ellas muy escasas.
Posteriormente se les añadió la palabra “ALF” -abreviatura de “Alfonsvs”-,
convirtiéndose en bilingües, pero manteniendo en una de sus caras, una cruz cristiana.

Palabras Clave: Alfonso VIII, Morabetino, Plenomedievo, Moneda Medieval de Oro.

Summary: Analysis and presentation of a totally unknown monolingual morabetin,


struck in Toledo by the king of Castile, Alfonso VIII, in the year 1218 of Safar -Gregorian
1180 AD.-, found in the city of Gørding (Jutland-Denmark). These gold coins were
minted for very few years, being all of them very scarce. Later the word “ALF” -
abreviature of “Alfonsvs”- was added to the inscriptions, becoming bilingual, but keeping
on one of its faces, a Christian cross.

Keywords: Alfonso VIII, Morabetin, Middle Ages, Medieval Gold Coin.

Introducción general a las acuñaciones de Alfonso VIII.

Alfonso VIII de Castilla, apodado el Noble o el de Las Navas, nació en Soria el 11


de noviembre de 1155, siendo a la postre el único hijo nacido del matrimonio
entre Sancho III de Castilla y Blanca Garcés de Navarra. Su reinado sería uno de
los más largos de todo el Medievo peninsular hispánico, ocupando el trono de
Castilla durante casi 56 años, siendo tan sólo superado por Jaime I, que lo sería
de Aragón por un periodo de 63 años.

Durante este larguísimo reinado sus labras monetarias fueron muy abundantes.
Una circunstancia que estuvo muy en paralelo con la intensa actividad bélica que
desarrolló bajo su mandato, ya que para poder sufragar el pago a tropas necesitó
de grandes cantidades de numerario. Hizo varias series, manteniendo en
términos generales su principal producción acuñadora en la ciudad de Toledo,
aunque realizó también algunas emisiones propias en el taller de la Corte –o de
la marca del Rey-, un centro itinerante que variaba de emplazamiento
1
Extracto ampliado de la obra de Manuel Mozo Monroy titulada: Enciclopedia de la Moneda Medieval Románica en
los Reinos de León y Castilla (ss. VIII-XIV). Vol. II: Desde Sancho III y Fernando II (1157) a Enrique I y Alfonso IX
(1217-1230); Madrid, octubre-diciembre, 2017, pp. 273-280. Una versión en danés de este mismo artículo será
publicada por Nordisk Numismatisk Unions Medlemsblad, y otra en inglés por Omni, Revista Numismática.
2
Head Curator, Archaeology. Museum of Southwest Jutland (Sydvestjyske Museer).
dependiendo de la actividad política de sus reinos o de las coyunturas históricas
específicas acaecidas en cada momento 3. Actualmente, sus acuñaciones
conocidas superan la treintena –incluyendo en el cómputo, por supuesto, las
amonedaciones dúplices de la unidad “denario” y su divisor, la “meaiam” o
“medaiam”-.

Por otro lado, las labras castellanas alfonsinas parecen no obedecer a un patrón
de emisiones definido, lo que hace difícil ajustarlas a periodos o hechos
significativos relevantes sucedidos durante su reinado. Los rasgos específicos en
el diseño, los motivos simbolizados, la evolución paleográfica que evolucionaría
a lo largo de su monarquía, y la propia representación de su persona -demasiado
cambiante entre sus acuñaciones-, nos hacen decantarnos por un encaje más
predominado por los hitos históricos que por los monetales.

Así, las acuñaciones de Alfonso VIII necesariamente tienen que ser estudiadas y
analizadas en base a los periodos políticos, bélicos y de tregua en que se dividió
su reinado. De esta manera, la división temporal de dichas producciones
numerarias quedaría, según nuestro criterio, como se muestra a continuación:

A) Toma de Toledo (1158-1166).


1 Monedas del Periodo de Infancia.
2 Monedas de la Tutoría de Fernando II.
B) Resistencia de Castilla a la invasión almohade (1166-1173).
C) Hacia la conquista de Cuenca y hasta la batalla de Alarcos (1173-1195).
D) Desde Alarcos a la batalla de las Navas de Tolosa (1195-1214).

No obstante, Alfonso VIII innovó sustancialmente en sus amonedaciones,


debiéndole la numismática medieval cristiana unos más que importantes
aportes. Ello se aprecia no sólo en lo relativo a lo visualmente contrastable, sino
en cuanto a los valores y materiales utilizados en su fabricación. Desde el reinado
de Alfonso VI apenas si se habían acuñado piezas de vellón, con ley cuaternal –
cuatro partes de plata sobre doce posibles- durante el reinado de Alfonso VI, que
se irían degradando poco a poco durante el resto de los sucesivos reinados hasta
alcanzar una liga de inferior calidad, la llamada ley ternal –tres partes de plata
sobre la mismas doce ya indicadas-.

Puede decirse que, en términos generales, el rey castellano mantendría esta


proporción argéntea en la mayoría de sus emisiones. Sin embargo, en dicho
sistema monetario -y por primera vez de una manera que podríamos calificar de
asidua- se extendió también el uso de moneda de oro propiamente cristiana –
pese a que sus rasgos tipológicos fuesen claramente islámicos-, en oposición al
dinar musulmán, y como consecuencia de la escasez de moneda de similares
características existentes dentro del orbe andalusí; convirtiendo el citado sistema

3
La existencia real de este supuesto taller no está totalmente asegurada pues los textos coetáneos no lo mencionan
explícitamente. Sin embargo, sí parece haber una relación directa entre el símbolo de la estrella y la acuñación de piezas
ordenadas bajo la regalía soberana de labra de monedas por parte del rey.
en bimetálico de apariencia en oro y vellón. Esta labra áurea alfonsina recibiría el
nombre de “morabetino” –que también sería conocida en lengua romance como
“maravedí”-.

Similar acuñación se labraría poco después en territorio leones, tanto bajo el


mandato de Fernando II (Fig. 1) como de su hijo Alfonso IX (Fig. 2). En un
principio se asignaría al maravedí del reino de León un contravalor de 8 sueldos
de a 12 dineros el maravedí –o lo que es lo mismo, 96 dineros por pieza áurea-, y
que equivalía a 7,5 sueldos en el de Castilla –es decir, 90 dineros por maravedí-.
No obstante, y pese a esta aparente desigualdad en el valor del maravedí, no se
trataba sino de dos maneras diferentes de contar el mismo sueldo carolingio
usado desde antaño, y que seguía valiendo en ambos casos la reunión de 12
piezas; diferenciándose tan solo en el contravalor que se les asignaba en uno u
otro reino, sin haber justificación real para ello, pues las monedas eran idénticas
las unas a las otras tanto en peso como en metrología. Esta separación en el valor
contable del maravedí perduraría hasta 1230.

2
Fig. 1 y Fig. 2: Maravedís de oro de Fernando II y de Alfonso IX.

Por otro lado, y ya en lo tocante a la imaginería visual heráldica plasmada en las


monedas, es importante decir que fue precisamente Alfonso VIII el primer
monarca en utilizar en la moneda el elemento simbólico del castillo almenado
como símbolo parlante del reino de Castilla –y el literal latino “Castela” o
“Castella” como alusión igualmente a la zona norte del reino, pues la sur era
“Toleto”4-, de la misma manera que lo había sido el león para el reino leonés, tanto
en tiempo de Alfonso VII como coetáneamente lo era también con Fernando II.

4
En realidad, no fue así, sino que históricamente se trataban de dos entidades políticas diferentes. De un lado el
correspondiente al antiguo condado de Castilla, transformado en reino por Fernando I, y el del otro la antigua
territorialidad visigótica toledana, con entidad igualmente de reino desde la conquista del mismo por parte de Alfonso
VI. Es decir, se trataban de dos reinos diferentes en manos de un mismo monarca.
Una característica en sus labras fue la gran cantidad de formas crucíferas
diferentes que dibujó como parte del componente religioso habitualmente
grabado en las monedas. Sin duda, fue el rey hispano que más formas diferentes
de cruces empleó en sus numismas. Habitualmente, este factor alusivo a la
religión no faltó en ninguna de sus emisiones; sin embargo, fue el último rey
cristiano peninsular –junto, por supuesto, a su contemporáneo en los últimos
años de su mandato, el rey leonés Alfonso IX- en poner símbolos de profesión
cristiana en sus monedas.

Muy rara vez se volverían a repetir tales inclusiones eclesiásticas en las


amonedaciones posteriores, comenzando a ser vista la moneda más como una
herramienta política que como un arma religiosa que soportase el poder
omnímodo del rey como basamento de la voluntad de Dios. Pero quizás el acto
más peculiar y curioso de la inclusión de estas cruces en sus monedas, fue el
hecho de representarlas en sus acuñaciones de oro, junto a lemas monetarios
realizados con caracteres árabes, acaso como confirmación propagandística de
que la religión verdadera era la cristiana, y que ésta se imponía sobre los ideales
religioso islámicos.

Estudio analítico de los Morabetinos arábigos monolingües de oro.

Sabido es que el Islam acuñó oro desde tiempos de Ald al-Malik, en el año 76-77
de la Héjira (695-697 d.C.). Asimismo y desde prácticamente los primeros días de
la conquista de los territorios ibéricos, el califato omeya –comienzos del siglo
VIII- labró un tipo de moneda de oro llamada dinar de indicción, que unos dos
siglos después se reanudarían con la emisión de un nuevo numisma áureo de
estilo mejorado y mayor pureza y arte, acuñado durante el gobierno del califa de
Córdoba Abd-al-Rahman III (912-961): el dinar (‫د‬. ‫ر‬, en árabe), con una
equivalencia de 10 dírhams de plata. Posteriormente, el emir almorávide Tashfin
Ali ben Yusuf (1106-1143) establecería dicho dinar –con mínimas diferenciaciones
tipológicas- como la principal moneda áurea hispano-musulmana peninsular,
con un peso medio de 3,85 gr.

La influencia de esta última emisión de oro fue imitada en un primer momento


por unas acuñaciones excepcionales realizadas entre 544 H. (1149-50 d.C.) y 548
H. (1153-54 d.C.) por Alfonso VII en Baeza (Fig. 3), plaza ganada a los moros5 en
1146, y que permaneció en manos cristianas hasta el 1157, en que se perdió de
nuevo. Durante esta conquista, el Emperador acuñó en cuatro años diferentes
rarísimos dinares baesíes –bayyasíes según las crónicas musulmanas- con
tipología similar a los almorávides. Si bien, estas monedas no pueden ser
tomadas más que como un experimento cristiano para ganarse la confianza de
los árabes conquistados, no es menos cierto que fueron el germen que llevaría a
Alfonso VIII años después a entrar en el sistema bimetálico (oro–vellón), tras

5
Este término léxico –“mauro, mouro o moro”- no tenía nada de peyorativo en la época, pues se englobaban en él a todos
los ciudadanos musulmanes provenientes de la amplísima provincia del norte de África llamada “Mauritania”.
separarse los reinos de Castilla y León como consecuencia del discutido
testamento del séptimo de los reyes llamados “alfonsos”.

3
Fig. 3: Dinar de Alfonso VII labrado en Baeza en el año 545H = 1150 d.C.
(Museo Estatal del Hermitage de Leningrado, Núm. Inv. ОН-В-Аз-671)

De esta forma, se incorporaría el oro a la Castilla medieval, no con carácter


excepcional sino de un modo estable y regular, utilizando e imitando la tipología
y metrología del dinar. Si bien en ocasiones se ha dicho lo contrario, lo cierto es
que en su fabricación predominó más el pragmatismo comercial para el
establecimiento de vínculos económicos, que el fanatismo religioso y odio mutuo
de ambos poderes peninsulares; pues era manifiesto que los dinares orientales,
los andalusíes, los besantes cruzados de Tierra Santa y los mancusos barceloneses
vinieron a convertirse en los estándares admitidos de moneda áurea de cambio
típica y habitual en los reinos cristianos y en el resto de la Cristiandad.

Fue a partir de 539H (1143 d.C.) cuando se generalizó la rebelión contra los
almorávides, aprovechando que en el norte de África se estaba luchando contra
un nuevo movimiento religioso bereber, los denominados Al-Muwahhidun –en
lengua árabe, ‫الموحدون‬
َ ; es decir, “los unitarios” o almohades- que tomaron la
ciudad de Marraquech en el año 541H (1145 d.C.). Esto ayudó a consolidar la
sublevación de los andalusíes que se estructuraron en diversos reinos de taifas
independientes, y que incluso llegaron a acuñar moneda propia siguiendo el
modelo almorávide sin más cambio que el de sustituir el nombre, título y reino
de los gobernantes.

Una de estas taifas –acaso la más preeminente de ellas-, fue la de Murcia, regida
por Muhammad ibn Ahmed ibn ben Sa`d ibn Mardanis, del 542H al 567H (1147-
1172 d.C.) –poseedor también de Valencia desde 1146-, más conocido como el rey
Lobo o Lope. Dicho gobernante sostuvo diversas alianzas con Alfonso VII, que
posteriormente mantendría durante la minoría de edad de Alfonso VIII visitando
oficialmente Toledo en 1167, para entrevistarse con el regente Nuño Pérez de
Lara con quien reafirmaría la colaboración entre ambos. Tras ser declarado
mayor de edad el pequeño rey, en noviembre de 1169, el rey Lobo incrementó su
alianza con Alfonso, que, por su parte, quiso ampliarla incluyendo a Alfonso II
de Aragón -4 de junio de 1170-, para así tener más fuerzas en la defensa de la
frontera sur contra los almohades.
Hacia 1171, el califa almohade Abu Yaqub Yusuf, enterado de la insurrección
abierta del rey murciano, pasó a la península con su gran ejército en dirección a
Sevilla, con la intención de acabar con él y con sus pretensiones independentistas.
Durante la primavera y el verano de ese año devastó la zona del Tajo, entregando
al año siguiente (1172) el mando de sus tropas a su hermano Uthman ibn Abd al-
Mun`im, gobernador de Granada, con la intención de conquistar definitivamente
la taifa de Murcia. Ibn Mardanis y sus aliados salieron a su encuentro siendo
derrotados –y muchos de ellos apresados- en El Yellab, a 16 kilómetros de la
capital. Apenas unos días después, el 28 de marzo de 1172, el rey Lobo murió de
muerte natural, cediendo a sus hijos la villa al califa almohade poco después.

Alfonso VIII se había quedado prácticamente sólo. A partir de aquí, sostendría


batallas victoriosas como el socorro de Huete de agosto de 1172 –su primera
expedición militar- o la conquista de Cuenca en 1177, y derrotas aplastantes como
la de Alarcos de 1195. Su principal y crucial victoria de las Navas de Tolosa de
julio de 1212 que provocó el colapso definitivo de las fuerzas almohades abriendo
de par en par las puertas del valle del Guadalquivir. Para bien o para mal, ya solo
quedaban cinco reinos cristianos que pudieran hacer frente al poder único
almohade: Castilla, León, Aragón y Portugal, y Navarra en la retaguardia.

En el plano económico, tal y como ya se ha indicado, para transacciones de cierta


importancia se había venido utilizando desde antiguo el dinar almorávide,
también llamado morabetino –“medcales morabitinis”-, como moneda de uso
corriente en territorio cristiano, siendo Toledo el principal centro de las
transacciones en oro y de las relaciones comerciales con al-Ándalus. Una vez
rendida la taifa murciana por las tropas almohades se cortó el suministro de oro
amonedado de las taifas aliadas6 hacia el norte cristiano creándose un vacío
monetario que Alfonso VIII se vio obligado a llenar. Ello supuso considerables
esfuerzos económicos, pues no era nada fácil para un rey cristiano minoritario
conseguir tan grande cantidad de oro aquilatado que se necesitaba como para
poder labrar lo que a la postre sería una gran masa monetaria áurea7.

Dado que eran años en los que la rivalidad contra los almorávides –“los
consagrados a Dios” o “los que habitaban en los conventos fortaleza o ribats”-
había desaparecido, y a que el nuevo poder emergente era el de los almohades,
no se tuvo reparo alguno en llamar también a la nueva moneda nacida de esta
iniciativa con una derivación romanceada de la misma palabra arábiga singular
(‫ ت را ا‬al-Murābit) o plural (‫ طون را ا‬al-Murābitun) con que se definían a sí mismos
aquel grupo étnico proveniente del Atlas africano; estableciéndose en lengua
romance el que sería su nombre definitivo: morabetino o morabetí8.

6
Los morabetinos lupinos de ibn Mardanis y los ayadinos de su antecesor en el trono murciado Abenayad.
7
Léase en este sentido a Jacques Le Goff: “La Edad Media y el dinero. Ensayo de antropología histórica”, Akal, 2012,
pp. 69, cuando indica que: “cuando el último de los soberanos almorávides de España, Mohammed ben Saad dejó de
acuñar moneda de oro en Murcia en 1170, el rey de Castilla Alfonso VIII, empezó a acuñar en Toledo sus propios
morabetinos o maravedís”.
8
Simplificado en algunas ocasiones y por homofonía con los islámicos en “dinar alfonsí” e incluso por la palabra
“mizgal” (“dinar” en árabe) que define este tipo monetario que se vio romanceado en “mizcal” o “mencal”.
En un principio, tuvo un peso medio de 3,814 gr9 –de los cuales 3,638 eran de oro
fino (83 a 89 por ciento de pureza, es decir, unas 870 milésimas)- y un valor
liberatorio y de intercambio de 6 sueldos de 12 dineros hacia 1179 (72 dineros
totales), que según los textos pasó en 1197 -aunque probablemente sucedió antes-
a 7,5 sueldos, también de 12 dineros -90 dineros, por tanto-, culminando hacia
1217 en 8,66 sueldos -o lo que es lo mismo, 104 dineros por pieza-. Existen
evidencias físicas y documentales de ellos desde el año 117310, si bien algunos
manuscritos lo retrotraen a 1172, aunque no se conoce ejemplar físico alguno para
esta fecha.

Las principales características tipológicas de estas piezas áureas11, y que las hacía
reconocibles, era la presencia de una cruz resarcelada o potenzada12, que desde
1173 y hasta 1183 va acompañada de una estrella en la parte inferior de la
supuesta profesión de fe cristiana; en una clara sustitución de la típica leyenda
arábiga de las amonedaciones islámicas (“No hay divinidad, sino Dios”), añadiendo
incluso una mención directa al Papa de Roma (“Imán de la iglesia cristiana, el Papa
de Roma”).

Con posterioridad al año 1184 y hasta el 1218, se sustituiría la estrella por la


leyenda latinizada “ALF”, abreviatura del nombre del rey cristiano Alfonso VIII,
desplazando el símbolo estelar a una similar posición en el reverso de la moneda
(Fig. 5). Por la presencia de esta sempiterna cruz, estos morabetinos fueron
llamados en los documentos de la época como “morabetinos de cruz”, de la
misma manera que basándose en la existencia o no de la inscripción latina alusiva
al rey Alfonso –inscripción “ALF”- es por lo que también se les conoció como
“maravedís alfonsís monolingües o bilingües”13.

9
Que se corresponde con 1/64 del marco castellano o de Burgos, a 75 piezas en marco.
10
La primera mención que de ellos tenemos surge de un diploma incluido en el Cartulario del monasterio de Santa
María de Rueda (Soria) datado en 1172 por el cual Guillermo Carrer y su mujer Azirón entregan al abad Martín 10
mencales para los entierros de cada uno: “si vero ego prior mortuus fuero habeant monachi medietatem meam datis
pro sepultura decem mencalibus… datis pro sepultura uxoris mee decem menchalibus”. Esta cita se ve confirmada un
año después en una escritura romance toledana en que se nos informa de la venta de un mesón en el barrio de san Ginés
por el precio “cabal de treinta mizcales de oro, del oro alfonsí, bueno de peso y cuño”.
11
Recientemente publicadas en para todos sus formatos y reinados por Manuel Mozo Monroy: «Estudio y catalogación
de los morabetinos arábigos monolingües y bilingües labrados en Castilla durante los reinados de Alfonso VIII, Enrique
I y Fernando III”», Omni, Revista Numismática, núm. 7, (París, abril 2013), pp. 165-186.
12
Lo que la convertía en una moneda propagandística, pues pese a estar escrita en caracteres árabes, hacía alarde de la
cruz y de la religión cristiana, como elemento antagónico y diferenciador respecto al Islam. La invocación implícita del
“noli vinci a malo, sed vince in bono malum-No te dejes vencer por el mal, sino vence al mal con el bien” (Epístola de
San Pablo a los Romanos, Rm. 12,21) parece obvia y manifiesta, circunstancia que lo ratifica el lema de esta tipología
como a continuación se comprobará.
13
Algunos ejemplos serían: “maravedís de bono auro et de peso et de cruz”, “bonos alfonsís de auro et pondere”,
“moravedis bonos alfonsís d´oro et de peso”.
4

5
Fig. 4 y Fig. 5: Morabetino monolingüe de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1212
Safar = 1174 d.C.; y morabetino bilingüe de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1240
Safar = 1202 d.C.

No se debe olvidar otras dos características destacables en ellos; y es el hecho de


que dichos morabetinos fueron labrados siempre en Toledo -único taller cristiano
que disponía de los suficientes medios técnicos como para acuñar con caracteres
arábigos, amén de tener en ella trabajadores de origen mozárabe que utilizaban
con soltura la lengua semítica-, y que estaban fechados por el calendario de la era
de Safar14, 38 años posterior al gregoriano –“Anno Domini”- por el que los
cristianos fechan sus hechos dignos de memoria histórica15-.

Asimismo, es importante hacer notar que, si bien en un principio la acuñación de


estos morabetinos “monolingües” fue realmente muy escasa, a medida que avanzó
la labra de los “bilingües”, éstos se fueron acuñando cada vez en mayores
cantidades hasta hacerse tiradas de ellos con un elevado número de ejemplares

14
A veces se suelen datar estos morabetinos áureos por la Era Hispánica, lo cual en puridad es un pequeño error, pues es
realmente “al-safar” lo que en ellos pone.
15
La Era Hispánica es el cómputo que cuenta los años a partir del año 38 a. J.C. (716 de la era de Roma) y fue usado
con mucha frecuencia en la Antigüedad y en casi toda la Edad Media de la Península Ibérica e incluso en zonas
transpirenaicas meridionales de Francia. Por lo tanto, a la fecha citada de la era hispánica hay que restarle 38 años
siempre. La era hispánica sirvió para datar documentos de todos los reinos cristianos, aunque en Cataluña y Aragón su
uso estuvo más restringido porque prefirieron en documentos condales su datación por años de reinado. También la
usaron los mozárabes toledanos y por ello recibió el nombre de “era de los rubios” o ta’rij al-sufr (sufr es el plural de
asfar, que significa amarillo o rubio). Los árabes aplicaron despectivamente este apelativo a los cristianos toledanos
mientras dominaron Toledo hasta el año 1085, en el que la ciudad es entregada por los musulmanes al rey cristiano de
Castilla Alfonso VI. La era hispánica se usó en Aragón fundamentalmente desde 1180 hasta 1349, año en que fue
prohibido su empleo por Pedro IV, con la excepción de Valencia, donde se siguió usando hasta 1358. En Castilla y
León fue abolida por Juan I en las Cortes de Segovia en el año 1383, con efectos de 25 de diciembre de 1384. La era
hispánica dejó de utilizarse en Portugal por mandato de Juan I a partir del día 22 de agosto de 1422. En Navarra continuó
usándose hasta el siglo XV. A pesar de estas prohibiciones subsistió su empleo en años posteriores (Santos Agustín
García Larragueta: La datación histórica, Pamplona, Ediciones de la Universidad de Navarra, 1998; también del mismo
autor, Cronología (Edad Media), Pamplona: Ediciones de la Universidad de Navarra, 1976; y Pedro Cano Ávila y Aly
Tawfik, “Estudio epigráfico-histórico de las inscripciones árabes de los portalones y ventanas del Patio de las
Doncellas del Palacio de Pedro I en el Real Alcázar de Sevilla”, Apuntes del Alcázar de Sevilla, nº 5 (2004), 52-79,
nota nº 24.
por año. Durante muchos años, incluso después del fallecimiento del rey de
Castilla, llegaron a convertirse de hecho en los verdaderos baluartes de las
transacciones de valor, no ya sólo en el comercio castellano, sino también en el
leonés y en el peninsular16.

Aunque el rey Alfonso murió en 1214, se siguieron acuñando morabetinos hasta


1217 (1255 de Safar), ya durante el brevísimo reinado de Enrique I (Fig. 6), hijo
menor de Alfonso VIII y de doña Leonor de Plantagenet, que accedió a la corona
el 6 de octubre de 1214, cuando tan solo tenía diez años, por ser el séptimo hijo
varón no muerto del matrimonio real, y que desgraciadamente también perdió
la vida aún joven, el 6 de junio de 1217 en el Palacio Episcopal de Palencia.
Durante esos años, fue Berenguela de Castilla, hermana mayor de Enrique, quien
ejerció la tutoría del rey y la regencia del reino, siendo también ella quien recibiría
la corona de Castilla en Valladolid, el 31 de agosto de 1217, a la muerte del
adolescente Enrique, al no quedar otro hijo varón de Alfonso VIII que la
heredase. En el mismo acto, la nueva reina renunció a su vez al cetro real
castellano en favor de su hijo Fernando –nieto por tanto de Alfonso VIII-, infante
de 16 años a la sazón, que sería el tercero de ese nombre y que pasaría a la historia
con el apelativo de El Santo.

6
Fig. 6: Morabetino bilingüe a nombre de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1255
Safar=1217 d.C. durante el reinado de Enrique I

En fecha reciente, se ha conocido la existencia de un nuevo y rarísimo morabetino


acuñado en 1218 -era de Safar de 1256 (Fig. 7), durante el primer año del reinado
de Fernando III; lo cual hace pensar en la posibilidad de que algunos de los
acuñados en 1217, al carecer del mes de acuñación, hubiesen podido ser labrados
ya durante el reinado del nuevo rey castellano.

16
Como a continuación se verá, existen morabetinos idénticos a esta tipología acuñados durante los años de reinado de
Enrique I y Fernando III, pero que mantienen invariable el lema identificador “ALF”.
Fig. 7: Morabetino bilingüe a nombre de Alfonso VIII labrado en Toledo en 1256
Safar=1218 d.C. durante el reinado de Fernando III

De la misma manera que para el reino de León, se institucionalizó en Cortes el


impuesto sobre “moneda forera”, por el cual el rey adquiría el compromiso con su
pueblo de no quebrar o devaluar el contenido de metal precioso en sus
acuñaciones durante siete años, a cambio de un “pecho” o pago por parte de sus
súbditos, existió otro canon similar llamado simplemente “Moneda” para las
labras castellanas de oro, que posiblemente incluyese también a las de vellón.
Ello explicaría el hecho de que los morabetinos acuñados en tiempos de Enrique
I y de Fernando III lo hiciesen con el mismo tipo, patrón, valor y peso que los de
Alfonso VIII, pese a que éste ya había muerto.

Existen documentos de esta época que se refieren a la repartición de porcentajes


de beneficios sobre “moneda” –“tertiam partem de monetae”-, pero en ninguno de
ellos queda claro si este impuesto era renovable cada cierta cantidad de años, ni
cuántos años eran estos. A día de hoy, lo cierto es que los morabetinos alfonsinos
se acuñaron más o menos ininterrumpidamente (existen años para los que aún no
se conoce ejemplar físico) desde 1173 hasta 1218, lo que hace en total 45 años de
emisiones áureas castellanas de influencia musulmana.

Volviendo al estudio específico de los morabetinos de este primer tipo de


morabetinos monolingües que estamos estudiando, cabe decir que para los años
1211 a 1221 de Safar (1173 a 1183 cristiano, leídas de derecha a izquierda y
cambiando únicamente el año de acuñación), sus leyendas completas son las
siguientes:

Anv: IA[campo central]: ‫امام البيعة‬/ ‫ المسيحية بابة‬/‫ رومة العظمى‬, Cruz / “Imam de la iglesia
/ cristiana, [el] Papa / de roma17 la grande”. (A: “Imam, albai´a / al-masihiya baba / ruma
al´adhamaa”).
IM[inscripción marginal]: ‫بسم االب و االبن والروح القدوس االله الواح من امن و تعمد يكون سا لما‬,
“En el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo, Dios único, el que ha creído y se
ha bautizado, será salvo”. (A: “Bismi al ab wa al ibn wa al ruh al qadus al ilah al wahad
min amana wa ta´amad yakün salaman”).

Rev: IIA[campo central:] ‫امام‬/‫ القتولقين‬/‫ الفونش بن شنجة‬/‫ ايده هللا‬/ :‫ و نصره‬, “Emir (Príncipe)
/ de los católicos / Alfonso hijo de Sancho / ayúdele Dios (Allah) / y protéjale”. (A: “Iman
/ al-qatuliqin / alfunsh ibn shanya / aiadahu allah / wa nasrahu”).

17
Es importante destacar que hasta el siglo XIV la sede papal se encontraba en la romana basílica de San Giovanni in
Laterano (San Juan de Letrán) –cercana al Coliseum-, y no en la de San Pedro, sita en la actual Ciudad del Vaticano –
antiguo “Vatiscinium-Vaticinio” o “Vatis canum-Canto del Profeta), donde eso sí, Constantino había ordenado
construir, sobre un cementerio pagano, una gran basílica en honor del mencionado santo iniciador del obispado cristiano
de Roma.
IIM[inscripción marginal]: ‫ضرب هدا الديناربمدينة طليطلة سنة احد عشر و مائتين و الف الصفر‬,
“Fue acuñado este dinar en Medina Toledo año diecinueve y doscientos y mil de Safar”
(1219). (A: “Duriba hada al dinar bi madinat tulaytula sana ahad ashar wa miata´in wa
alf al safar”).

IA IIA
IM:

IIM:

Es importante hace notar que, aunque potencialmente podrían existir


acuñaciones de estos morabetinos para todos los años de la Era de Safar citados
-es decir, de 1211 a 1221-, tan sólo han llegado hasta nuestros días ejemplares de
seis de ellos: 1211 (1173 d.C.), 1212 (1174 d.C.), 1213 (1175 d.C.), 1219 (1181 d.C.),
1220 (1182 d.C.) y 1221 (1183 d.C.)18. Ejemplares de cada uno de ellos serían los
siguientes:

18
Como ya hemos indicado, a partir del año 1122 de Safar, el formato visual de los morabetinos alfonsinos cambió
ligeramente añadiéndose la palabra latina “ALF”, inicial del nombre del monarca, convirtiéndolos en bilingües. Estas
labras se escapan ya del ámbito del presente trabajo. No obstante, recomendamos revisar un compendio de todo ello en
Manuel Mozo Monroy: Enciclopedia de la Moneda Medieval Románica en los Reinos de León y Castilla (ss. VIII-
XIV); Madrid, octubre-diciembre, 2017, vol. 2, pp. 273-296 para Alfonso VIII, pp. 421-425 para Enrique I; y vol. 3,
pp. 23-25 para Fernando III.
b

f
Fig. 8: Morabetinos monolingües de Alfonso VIII labrados en Toledo en
(a)1211, (b) 1212, (c) 1213, (d) 1219, (e) 1220, y (f) 1221.

Estudio específico del Morabetino arábigo monolingüe de oro de 1218 de Safar.

El viernes 3 de agosto de 2018 a las 22:15 horas, un detectorista de metales publicó


una foto de lo que parecía una moneda árabe de oro en el foro de Facebook
llamado “Detektor Danmark”, que se dedica en términos generales, a fomentar e
informar sobre la detección de elementos metálicos en Dinamarca -entre los que
se encuentran como es lógico, las monedas-. Tan pronto el personal del Museo
de Southwest Jutland se hico eco de esta publicación, contactó con el buscador
para obtener más información sobre dicho hallazgo.

En Dinamarca, la detección de metales está considerada como una práctica legal


y todo el mundo puede probar su suerte después de obtener un permiso del
propietario de las tierras en las que vaya a ejercer dicha actividad. Sin embargo,
los hallazgos del período medieval -o anteriores- están regulados por ley y suelen
caer bajo la jurisdicción de la “Treasure Trove Act” o Ley sobre localización de
Tesoros (Danefæ, en danés). Aunque parezca increible, esta normativa se remonta
a tiempos de la propia Edad Media y se basa en el principio de que el Rey (hoy
en día, el Estado) es el dueño de todo aquello de lo que nadie tiene posesión.

Es el Museo Nacional de Copenhague quien decide qué es un Tesoro Nacional, o


qué hallazgo es susceptible de ser reconocido como de interés patrimonial. Si un
hallazgo se declara así, entra a formar parte directamente de las colecciones del
Museo Nacional de Dinamarca y el buscador obtiene por ello una recompensa
pagada por el propio Estado, que de inmediato pasa a ser su dueño de pleno
derecho.

La arqueología en el pequeño país de Dinamarca es un monopolio estatal,


realizado y puesto en práctica de manera legal por 27 museos diferentes, cada
uno con su propia área geográfica de acción muy bien delimitada, y supervisado
todo ello por la Agencia de Cultura –“Slots og Kulturstyrelsen”, en danés-. Esta red
de museos arqueológicos nacionales de fino tramado, tiene contactos periódicos
y habituales con la mayoría de los detectoristas de metales activos de cada zona,
y es la que sirve de vía de conexión legal y oficial con el sistema estatal. Este
sistema, realmente ha tenido y está teniendo un gran éxito pues a día de hoy
funciona con total claridad y precisión en toda Dinamarca para beneficio general
del patrimonio danés.

Las ventas en el mercado negro parecen ser hoy casi inexistentes y cada año los
museos locales reciben periódicamente miles de hallazgos, que van a engrosar
las bases de datos de hallazgos locales antes de ser transmitidos al Museo
Nacional.

Los museos locales son la principal razón del éxito de este modelo y, en
porcentaje, se están alcanzando unos altos estándares científicos en la detección
de ubicaciones arqueológicamente interesantes gracias a los detectoristas: casi
todos los lugares de búsquedas positivas se registran con GPS, guardando los
hallazgos localizados y los materiales encontrados, en bolsas separadas sin
limpiar, es decir, tal y como salen de la tierra.
Otro desarrollo muy importante y de gran utilidad en los últimos años es el
aumento de las redes sociales de internet, como lugar para compartir información
entre los detectoristas. Existen muchos grupos nacionales, regionales o locales.
Aunque no están dirigidos por profesionales de museos, sin embargo, estas
comunidades autorreguladas se rigen por altos estándares éticos, y sirven como
bases y fuentes importantes de educación y disciplina para los recién llegados.

Las leyes y las conductas disciplinarias relativas a la detección de metales son


muy diferentes de un país a otro. El sistema basado en la confianza mutua entre
Detectoristas, Museos y Estado en Dinamarca, es la principal razón por la cual
un hallazgo único, como el de la moneda de oro hispánica presentada en este
artículo, es entregada de inmediato y sin intereses en conflicto, al museo más
cercano y con jurisdicción competente en la zona de su localización, haciéndose
de esa manera accesible al público en general y a la comunidad numismática en
particular.

El lunes 6 de agosto, visitamos al buscador, Jean Stokholm, que trabaja como


carpintero y vive en Gørding, quien entregó a patrimonio la moneda de oro (Fig.
9). Esta interesante pieza, después de ser limpiada por un conservador, se
fotografió de nuevo y se investigó todo lo relativo al entorno geopolítico e
histórico de dicha moneda.

Fig. 9. Morabetino de oro encontrado en Gørding, Dinamarca, antes y después de la


restauración. Diámetro 26 mm, Peso 3,65 gramos. En la parte posterior, hay rastros de
una montura de aguja, lo que demuestra que la moneda se usó como un broche. Ref.
Inventario nº SJM679x4. Foto: Museo del Suroeste de Jutlandia.

La moneda se encontró en el pueblo de Gørding, en el suroeste de Jutlandia, a 20


kilómetros de la importante ciudad medieval y centro diocesano de Ribe. El lugar
del hallazgo no estaba lejos de la iglesia románica del pueblo, en medio de un
campo de labranza. De viejos mapas catastrales que datan de hacia el año 1800,
pudimos entresacar que dicho campo ha venido siendo cultivado durante al
menos 200 años, aunque con total seguridad sus inicios se retrotraen a muchísimo
tiempo atrás.

Al tener muy pocas fuentes escritas conservadas anteriores al año 1400 en


Dinamarca, no sabemos demasiado sobre el pueblo de Gørding en la Edad
Media, pero lo que sí podemos afirmar es que ni los sitios arqueológicos
conocidos, los nombres de los lugares ni la arquitectura de la iglesia son nada
extraordinario en comparación con similares entornos arqueológicos y
territoriales de la zona. Gørding es pues, en términos generales, una aldea
medieval más (Fig. 10).

Fig. 10. Ubicación exacta del hallazgo. Mapa: Museo del Suroeste de Jutlandia.

Llegado este punto es importante hacer notar que la aparición de dinares árabes
de oro en el norte de Europa es una circunstancia extremadamente rara. Hasta la
fecha, se conocen menos de veinte en contraste con los millones de dirhems de
plata aparecidos (Steuer 2002). En lo relativo al área danesa solo se conocen tres,
todos ellos encontrados por detectoristas de metales, en la isla de Bornholm. En
2001, se descubrió una moneda de oro que resultó ser una imitación áurea de una
moneda árabe. Tanto el lugar de acuñación como la fecha de esta pieza, son
inciertos (Moesgaard & Rispling 2002). En 2014, dos dinares fatimíes del siglo XI
aparecieron a su vez en Ahlesminde Hoard (Ingvardsen & Laursen 2014). Es
importante por tanto recalcar que la moneda de Gørding es la primera moneda
puramente cristiana -pese a tratarse de un morabetino escrito en lengua árabe-
de la Península Ibérica que se encuentra en Dinamarca.

Retornando a la moneda en sí, el diámetro de la misma es de 26 mm, teniendo un


peso total de 3,65 gramos -pese a tener el cospel faltado por ciertos deterioros de
época-. Está ligeramente dañada por dos pequeñas áreas externas, muy
probablemente debido al paso de algún arado o por la presión de alguna piedra
pesada sobre sus laterales, presentando además ligeros alabeos superficiales. No
obstante, y por lo demás, el estado general de la pieza es muy bueno.

En la parte posterior, hay claras huellas de la presencia antigua de una aguja


fundida a la superficie de la pieza, y de una montura soldada para en encaje de
dicha aguja -que más que probablemente se trató en su momento de una pequeña
placa de cobre-. También hay claras huellas de una reasa circular adjunta también
fundida a la moneda. Este tipo de disposición ornamental es bien conocida
gracias a otras monedas-broche (Fig. 11). Se tratan pues de simples broches o
piezas de joyería localizados en Dinamarca, que consta que fueron muy
populares en toda Jutlandia durante el período comprendido entre los años 1050
al 1250.

Fig. 11. Un tipo de moneda bracteata del siglo XII encontrado durante una excavación
en Ribe, hecho con aleación de cobre plateado, y con una disposición de agujas, montura
y reasa similar a las huellas presentes en la moneda de oro descubierta en Gørding.
Diámetro: 26 mm. Ref. Inventario nº ASR2090x1. Foto: Museo del suroeste de
Jutlandia

A menudo, los broches con forma de monedas se usaban como pares de enlaces
para sellar cofres, o como cadenas de cuentas para atar o unir ropajes a modo de
fíbulas visigodas. No obstante, esta misma disposición que presenta la aguja en
este caso, tiene muchos paralelismos con otros hallazgos daneses conocidos y
deja muy pocas dudas sobre que la moneda llegó a Dinamarca relativamente
poco tiempo después de haber sido acuñada. La posición de la aguja también
refleja que quien intentó hacer de esta moneda un broche no logró colocar la
aguja correctamente, por lo que la cruz que está presente en el anverso de la pieza
no quedaría colocada horizontalmente en la parte superior, sino de forma lateral.
Es muy importante destacar que el hallazgo de esta moneda-broche se trata de
un hallazgo común, pero único y aislado, pudiéndose por tanto considerar que
no forma parte de un tesorillo al no encontrarse unido a ningún otro elemento
arqueológico fechable.

Los hallazgos de objetos procedentes de la Península Ibérica son raros en la


Dinamarca medieval. Desde el siglo XIV, pequeñas cantidades de cerámica
ibérica llegaron a Escandinavia en forma de tableros vidriados con estaño y
ánforas cerámicas sin vidriar, lo que indica la existencia de un cierto nivel de
intercambio comercial de escala relativamente pequeña. Con anterioridad al año
1300, los pocos hallazgos ibéricos localizados en Escandinavia son más
representativos del exotismo adquirido por los peregrinos que visitaban la
ciudad de Santiago de Compostela o por aquellos que atracaban en puertos del
País Vasco tanto por razones mercantiles como religiosas, en territorios costeros
que, a la sazón, en aquel año de Safar de 1218 -gregoriano de 1180- pertenecían
al reino de Castilla.

Desde el siglo XII, los peregrinos daneses viajaron a “Sancti Iacobi-Santiago” en


cantidades crecientes desde la ciudad de Ribe. Sabido es que las conchas de vieira
–“pectem iacobaeus”-, no son autóctonas de las aguas danesas, aunque sin embargo
han aparecido con cierta profusión tanto en las necrópolis medievales, como en
las capas sedimentarias y estratos arqueológicos urbanos hallados en toda
Jutlandia, justificando ser evidencias directas de las indicadas visitas a la Tumba
del Apóstol compostelano. Ribe fue también, por tanto, uno de esos puertos más
favorecidos para la partida y llegada de aquellos peregrinos que viajaban desde
Dinamarca, a “Spania”, o que en su defecto retornaban bien desde las costas
gallegas, o bien desde las cantábricas cercanas a territorio franco.

En puridad, no hay forma de descubrir cómo esta moneda de oro llegó a Gørding,
pero la explicación más probable debe ser como un recuerdo o “souvenir” de
peregrino cristiano -circunstancia que se ve apoyada por la presencia de la cruz
en el anverso de la misma-. Tampoco podemos descartar que simplemente se
tratase de una pérdida casual sucedida a un extraño que pasara por dicha aldea
portuaria. Aunque lo que parece más probable es que fuese un aristócrata local
quien la hubiese perdido. En cualquier caso, lo que sí es cierto que toda
amonedación de oro fue altamente elogiada y deseada en la Dinamarca medieval,
al igual que en cualquier otra localidad o ciudad europea. Y que, sin duda, nunca
sabremos a ciencia cierta cual fue la razón que la hizo llegar allí, ni cuál el motivo
último de su extravío.

Esta sería la principal razón que nos impide saber cuál fue el origen de la moneda,
o el lugar desde el que salió de territorio hispánico. En puridad, este morabetino
de oro no debería de haber circulado nunca en territorio leonés -es decir, en los
espacios geopolíticos correspondientes al “Campus Stellae-Compostela”,
dominados en aquellos años por Fernando II, rey de León-, sino exclusivamente
en territorio castellano, cuyo rey era Alfonso VIII -que es a quien se refieren las
inscripciones arábigas labradas en este morabetino áureo fechado en 1180-.

Pero dado que la moneda de oro en general, corría casi libremente por toda
Europa -y con mucha más razón a lo largo y ancho del camino jacobeo-, es por lo
que no descartamos que Santiago -donde además está documentando la
existencia de un “gremio de cambiadores de moneda” para estos años- hubiera
podido ser el lugar donde pudo haber sigo recogida por el peregrino danés que
la terminaría llevando hasta Ribe. En resumen, tanto pudo haber salido por
Galicia -Reino de León- como por el País Vasco y Cantabria -Reino de Castilla-,
con destino al puerto danés de Ribe.

Fuera como fuese, no queremos terminar este trabajo sin dejar clara y poderosa
constancia, de que este morabetino es fiel testigo del intercambio cultural y
económico entre la población nórdica cristiana con sus homónimos hispanos
peninsulares. Pero que, lo que es realmente importante de esta moneda es que se
trata de la primera y única pieza conocida de las amonedaciones arábigas
monolingües del rey Alfonso VIII de Castilla, acuñada en el año de 1218 de Safar,
-que como ya hemos indicado, se corresponde con el año cristiano de 1180-, fecha
para la cual no teníamos constancia fidedigna alguna de que este soberano
hubiese acuñado morabetinos de oro. Es pues esta pieza, reflejo y testigo fiel de
que el vencedor de Las Navas, acuñó morabetinos áureos en Toledo en 1180.

---ooOoo---

DESCRIPCIÓN FÍSICA Y EPIGRÁFICA DE LA MONEDA

Toledo (1218 Safar = 1180 d.C.). Diámetro: 26 mm. Peso 3,65 gr. R: Única.
Colección del Museo Sydvestjyske Museer de Ribe (Dinamarca), Ref. Inventario
nº SJM679x4.
Anverso: Inscripciones: Cruz/ Imam de la iglesia/ cristiana, papa/ de roma la
grande. Lectura en árabe: Cruz/ Imam albai´a/ al masihiya baba/ ruma al ´adhamaa19.
‫ رومة العظمى‬/ ‫ المسيحية بابة‬/ ‫ امام البيعة‬+

19
Agradecemos a Felipe Agüera Cachinero su ayuda para la correcta traducción de estos lemas monetarios en árabe
antiguo.
Orla Anverso: Inscripciones: En el nombre del padre y del hijo y del espíritu
santo, Dios único, el que ha creído y se ha bautizado, será salvo. Lectura en árabe:
Bismi al ab wa al ibn wa al ruh al qadus al ilah al wahad min amana wa ta´amad (yakün)
saliman.
‫بسم االب و االبن والروح القدوس االله الواحد من امن و تعمد )يكون( سا لما‬

Reverso: Año 1218 en caracteres árabes. Inscripciones: Emir/ de los católicos/


Alfonso hijo de Sancho/ ayúdele Allah/ y protéjale. Lectura en árabe: Amir/
alqatuliqin/alfunsh ibn shanya/ aiadahu Allah/ wa nasrahu/ min nun (son dos letras de
ensayador o control de la ceca).
‫من‬/‫ و نصره‬/‫ ايده هللا‬/‫ الفونش بن شنجة‬/‫ القتولقين‬/‫امير‬

O rla Reverso: Inscripciones: Fue acuñado este dinar en Madinat Tulay(tula


año) ocho y diez y doscientos (y mil de la era de safar) (1218). Lectura en árabe:
Duriba hada al dinar bi madinat tulay(tula sana) zaman ´ashara wa miatain (wa alf al
safar) (1218).
(‫ضرب هذا لدينار بمدينة طلي )طلة سن(ة ثمان عشر و ماتين )والف الصفر‬

---ooOoo---

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