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Psicopatología vs Psiquiatría: Jaspers

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El interés de la psicopatología es el acontecer psíquico realmente

consciente con el fin conocer qué y cómo experimentan los seres humanos
sus vivencias, procesos, condiciones y significados. Es una ciencia pura,
con conceptos y reglas generales, es lo comunicable e intenta ordenar en
forma objetiva los trastornos mentales. Si bien la psiquiatría había ordenado
de un modo preciso los fenómenos clínicos, se precisa una ciencia que
encuentre los instrumentos conceptuales. Quien estudia esta ciencia tiene
como fin estudiar al hombre, a los enfermos psíquicos para así
caracterizarlo y analizarlo como hombre en general.
Jaspers, propone que no solamente se trata de describir los fenómenos sino
proponer una lectura de lo que producen esos fenómenos.
Propone diferenciar la psicopatología como ciencia de la psiquiatría como
profesión práctica. El psiquiatra asume una práctica que lleva a cabo con
cada caso individual, en cambio la ciencia es un medio auxiliar.
Jaspers propone:
- Diferenciar la psicopatología como ciencia de la psiquiatría como profesión
práctica.
- La psiquiatría trata “sobre los seres humanos individuales y enteros ya
sean puestos a disposición del psiquiatra para su custodia, atención,
curación o haya que hacer algún peritaje”
- El psicopatólogo queda en el dominio de los conceptos y las reglas
generales. No le interesa el ser humano en particular, sino en general.
- Objetivo del psicopatólogo es “saber qué y cómo experimentan los seres
humanos, queremos conocer la dimensión de las realidades anímicas… sin
embargo no es nuestro objeto todo acontecimiento psíquico sino solo el
patológico” (…) “El objeto de la psicopatología es el acontecer psíquico
realmente consiente. Queremos investigar también las condiciones y las
causas de las que depende las relaciones en que está y las maneras como
se expresa objetivamente”
Psicopatología: El psicopatólogo queda en dominio de los conceptos y las
reglas generales. El psiquiatra en la vocación practica es una personalidad
viviente, que capta y actúa, para lo cual la ciencia solo es un medio auxiliar. En
cambio para el psicopatólogo esa ciencia es en si misma el objetivo, solo busca
conocer, caracterizar y analizar pero no al hombre en particular sino al hombre
en general, no pregunta sobre la utilidad de su ciencia como medio auxiliar sino
que se preocupara de reconocimientos, de verdades, de lo obligadamente
demostrable o de lo claramente distinguible. No quiere la interpretación afectiva
o la empatía, o la contemplación o la visión en sí, esto solo es para el material
cuyo rico desarrollo le es indispensable, sino que busca lo expresable en
conceptos, lo comunicable, lo que se puede exigir en reglas y se deja
comprender en algunas relaciones. Esto le pone por un lado limites que tiene
que conocer para no traspasarlos indebidamente, le da por otra parte un amplio
dominio que tiene el derecho y la obligación de tomar enteramente en
posesión.
Los límites del psicopatólogo consisten en que no puede disolver nunca
enteramente al hombre individual en conceptos psicológicos. Cuanto mas
llegue a conceptos, cuanto mas reconoce y caracteriza como típico regular,
tanto mas reconoce que en todo individuo se oculta algo incognoscible para él,
como psicopatólogo le basta saber de la infinitud inagotable de todo el
individuo, las valoraciones éticas, estéticas y metafísicas son por completo
independientes de las valoraciones y de las disecciones psicopatológicas. El
dominio de la psicopatología se extiende así también a todo lo anímico que se
puede captar en conceptos de significación constante y de comunicabilidad.
El objeto de la psicopatología es el acontecer psíquico realmente consciente,
queremos saber que y como experimentan los seres humanos, queremos
conocer la dimensión de las realidades anímicas y no solo el vivenciar de los
hombres, sino que también queremos investigar las condiciones y las causas
de las que dependen las relaciones en las que esta y las maneras en las que
se expresa objetivamente. Sin embargo, no es nuestro objeto todo
acontecimiento psíquico, sino solo el patológico. La psicopatología persigue lo
psíquico hasta los limites de la consciencia, pero en esos límites no puede
hallar absolutamente ningún proceso físico que corresponda directamente a las
ideas delirantes que se presentan espontáneamente, a los afectos
espontáneos, a las alucinaciones, etc.

paranoia vera: formas crónicas y puramente delirantes en las que las


alteraciones de las funciones psíquicas y la personalidad se limitaban a las
producidas por el delirio mismo. De allí su conocida definición, que establecía
la paranoia como el «desarrollo insidioso, bajo la dependencia de causas
internas y según una evolución continua, de un sistema delirante duradero e
imposible de sacudir, y que se instaura con una conservación completa de la
claridad y del orden en el pensamiento, el querer y la acción. Nótese la
insistencia en el desarrollo insidioso — esto es, progresivo e irreversible—, en
las causas internas (endógenas) y, sobre todo, en la conservación del orden y
la claridad, en especial en lo tocante al querer, es decir, a la voluntad. Como ya
fue destacado, en la psicología de Wundt la voluntad constituía una función de
síntesis, y el que no se viera afectada tenía como consecuencia el
mantenimiento de la integridad de la vida psíquica, punto capital de la oposición
entre la paranoia y la dementia præcox. El delirio paranoico se caracterizaba
según Kraepelin por su progresiva sistematización, con ideas relacionadas
entre sí y subordinadas a una idea central. Por último, y en discusión con los
franceses, Kraepelin cuestionó la existencia en la paranoia de verdaderas
alucinaciones, que a lo sumo tendrían un carácter marginal y rudimentario.
El resto de los estados delirantes que hasta ese momento se habían incluido
en la paranoia quedaron, a partir de esta delimitación, como formas
«paranoides», en la demencia precoz lo que constituía el eje que permitía
agrupar en una única enfermedad estados muy diversos entre sí, venía dado
por una paulatina pérdida de «la claridad y del orden en el pensamiento, el
querer y la acción» y, como se inferirá con facilidad, suponía una destrucción
de la función de síntesis constituida por la voluntad.
En la cuarta edición del Tratado (1893) Kraepelin había intercalado entre las
paranoias (término adoptado en esa edición) y las «neurosis generales» una
nueva clase: la de los «procesos psíquicos degenerativos». Éstos comprendían
tres formas: la dementia præcox, en sus formas ligera y grave (hebefrenia), la
catatonía y una forma denominada dementia paranoïdes. catatonía, estado en
el que predominaban las alteraciones motrices cada vez más desorganizadas
(crisis de agitación, estupor, flexibilidad cérea, catalepsia, manierismos), y que
desembocaba en un marcado deterioro de las funciones psíquicas. La
hebefrenia, forma de inicio muy temprano (alrededor de los 15 años) con un
rápido deterioro y desorganización de las funciones psíquicas, fue descripta por
su discípulo Hecker en 1871. A éstas agregó Kraepelin una forma delirante, a
la que calificó de paranoide, en la que las ideas delirantes no tenían más que
una escasa sistematización y el desenlace era, una vez más, el deterioro y la
desorganización psíquica.
en la sexta edición de 1899 cuando Kraepelin agrupó la hebefrenia, la catatonía
y la demencia paranoide en una única entidad, bajo el nombre de demencia
precoz. La denominación acentuaba el proceso «demencial», equivalente aquí
al deterioro y la desorganización de las funciones psíquicas, y el carácter
juvenil del comienzo, entre la adolescencia y la tercera década de vida, en
oposición a la paranoia, de comienzo tardío.
Paranoia: dos direcciones, una de perjuicio y otra megalómana, pero con
diferente predomino relativo. Así, las formas en las que predominaba la
dirección de perjuicio eran, en primer lugar, el delirio de persecución, basado
en la creencia de ser objeto de algún complot o conspiración, y en segundo
término el delirio de celos (celotipia), cuya idea fundamental era la de ser
engañado por el cónyuge o partenaire13. Entre los temas de predominio
megalómano Kraepelin incluyó a los inventores delirantes, convencidos de ser
autores de una o más ideas geniales que inevitablemente les darían fama y
fortuna, al delirio de alta cuna, centrado en la certeza de pertenecer a un linaje
elevado (muchas veces noble o real) del que por motivos espurios el paciente
habría sido desposeído, al delirio místico, en el que los pacientes se creían
Mesías, iluminados, profetas, enviados de Dios o destinados a fundar una
nueva religión, y el delirio erótico (erotomanía), definido como la convicción
delirante de ser amado por una persona del sexo contrario y de elevada
posición social (muchas veces un noble o gobernante). Los mecanismos
predominantes —que no hay que confundir con las causas— serían en todos
los casos la interpretación delirante de la realidad y la interpretación
retrospectiva de los recuerdos —distinta de las «falsificación la memoria»14—.
En algunos casos, sin embargo, como en los celotípicos o los delirantes de alta
cuna, Kraepelin admitía cierto lugar para la «falsificación de la memoria». En
otros casos, como en los místicos, señalaba el lugar de las «experiencias
visionarias». En ningún caso aceptaba una presencia significativa de
alucinaciones verdaderas, uno de los criterios con el que había separado la
paranoia de los cuadros paranoides. Por otra parte, y como se desprende de
una cita anterior, Kraepelin insistía en que, a pesar del carácter desviado de las
ideas delirantes con respecto a la realidad, se mantenían dentro del terreno de
lo verosímil, tanto por su contenido como por el modo lógico y ordenado de
argumentación utilizado en su defensa.
La segunda gran innovación de la octava edición fue la creación del grupo de
las «demencias endógenas», compuestas por la demencia precoz y por una
nueva categoría que se diferenciaba de aquélla, las parafrenias, en respuesta a
la discusión con los psiquiatras franceses que ya habíamos mencionado:
«debemos tomar en consideración un grupo más restringido de casos en los
cuales, a pesar de sus numerosos y variados puntos comunes con los
fenómenos de la demencia precoz, pero en función del desarrollo
considerablemente más restringido de las perturbaciones de la afectividad y de
la voluntad, la armonía interna de la vida psíquica está considerablemente
menos afectada, o en los cuales, al menos, la pérdida de la unidad interior está
esencialmente limitada a algunas facultades intelectuales. [...] Hasta los últimos
períodos de la enfermedad, no se encuentra esa apatía y esa indiferencia que
forman tan frecuentemente los primeros síntomas de la demencia precoz»15.
El grupo de las parafrenias comprendía cuatro formas clínicas, que Kraepelin
agrupaba de modo explícitamente tentativo, sin desconocer sus grandes
diferencias recíprocas. En primer lugar, la parafrenia sistemática, caracterizada
como un «desarrollo lento pero continuo de una mezcla de ideas delirantes de
persecución y de grandeza»16 que Kraepelin asimilaba al delirio crónico de
evolución sistemática de Magnan, aunque subrayando que una parte de los
casos de Magnan pertenecían a la demencia paranoide. En segundo lugar, la
parafrenia expansiva, «caracterizada por el desarrollo de un delirio de grandeza
exuberante con un humor exaltado predominante y una ligera excitación»17
acompañado por alucinaciones sobre todo visuales y con importante presencia
de interpretaciones, ilusiones de la memoria y «experiencias visionarias». En
tercer lugar, la parafrenia confabulatoria, distinguible «por el papel dominante
que juegan en ella las ilusiones del recuerdo»18, por el relato de experiencias
extraordinarias, el humor sereno y la casi total ausencia de alucinaciones. La
parafrenia fantástica, por último, la definía por «el desarrollo lujurioso de ideas
delirantes muy extraordinarias, deshilvanadas y móviles»19,
La característica común de todos los delirios desarrollados de maneras
diferentes, es su fundamental inmutabilidad. Aunque el paciente mismo quizás
admita que raramente o nunca sea capaz de proporcionar evidencia
concluyente de lo acertado de su visión, cada intento de convencerlo de la
naturaleza delirante de sus ideas rebota como en una pared.

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