Extraños en Su Tierra
Extraños en Su Tierra
El Colegio de Michoacán
307.7272
EXT Extraños en su tierra : las sociedades rurales a la vuelta del siglo / María del Carmen Ventura Patiño,
J. Luis Seefoó Luján, Esteban Barragán López, editores. – Zamora, Michoacán : El Colegio de
Michoacán : CIESAS, © 2022
Thema: TV/RPG
Imagen de portada: Fotografía de Daniela Carrasco Orellana, 2018, San Felipe de los Herreros.
Hecho en México
Made in Mexico
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo. Apuntes sobre el campo mexicano en
las últimas décadas
Guillermo de la Peña Topete 37
“Nuestras raíces”. El cultivo de mandioca en espacios rurales interculturales del noreste argentino
Ana Padawer 271
TESTIMONIOS RURALES
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Extraños en su tierra
calor de los sucesivos ciclos económicos, impuestos por la lógica del capital, a través de la expansión
de las fronteras de las mercancías; una reconfiguración que a nivel local conllevó grandes contrastes
entre rentabilidad extraordinaria y extrema pobreza, así como una gran pérdida de vidas humanas y
de degradación de territorios, convertidos en áreas de sacrificio (Svampa 2019: 16).
Las particularidades del extractivismo en los países de América Latina se configura con
los ciclos económicos y los requerimientos del mercado, así como con los procesos históricos
concretos de la construcción de los Estados nación durante el siglo XIX, comenta Svampa.
El neoextractivimo como un proceso más reciente, si bien es una continuidad de las viejas
formas de explotación y saqueo, es uno de nuevo tipo, en palabras de Gudynas (2015) es un
neoextractivismo progresista, que consiste en que el Estado juega un papel más activo en la
captación del excedente y la redistribución, las políticas sociales contribuyen a la legitimación
social, esto es, la aceptación por parte de un grueso de la población receptora del gasto social,
sin embargo, no sólo se mantiene sino que además hay una profundización del patrón pro-
ductivo primario exportador y una sobreexplotación de los recursos naturales con graves con-
secuencias ambientales y sociales. El neoextractivimo como una nueva fase de acumulación
del capital, refuerza la ilusión desarrollista, a costa de una mayor presión sobre los territorios
incluidos, los que antes no eran considerados por el capital.
Estos procesos son cuestionados desde distintas escalas, incluida la local, y diversas han
sido las respuestas por parte de los actores rurales: los que han tenido condiciones han nego-
ciado, otros han resistido, mientras que otros han sido desplazados. La ingeniería social de
los promotores de los megaproyectos incluye una serie de estrategias para debilitar los tejidos
comunitarios. El encuentro no siempre ha sido de respeto hacia otras formas de vida, espe-
cialmente con aquellas que no conciben como mercancías sus tierras, aguas, aire, montañas,
saberes y relaciones tradicionales que le son esenciales para su reproducción social y cultural,
para su permanencia como colectividades culturalmente específicas.
Algunos estudiosos han conceptualizado estos procesos contestatarios como “ecolo-
gía de los pobres” (Martínez Alier 2009), que refiere principalmente a la movilización de los
campesinos e indígenas en la defensa del medio ambiente, que no se motiva necesariamente
por una idea o sentimientos abstractos sobre la naturaleza, sino por la amenaza concreta a sus
espacios de vida generada por la injerencia del capital que pone en riesgo su sustento. Lo que
sus habitantes defienden es la vida y su continuidad en esos espacios geográficos, así como su
derecho a mejorar sus condiciones, desde otras formas de entender y vivir en este mundo, de
relacionarse con la naturaleza y entre los seres humanos y no humanos, cuyo conocimiento se
ha ido construyendo a través del tiempo y bajo otras epistemologías. Los procesos de fricción
y disputa entre estas visiones son materia de análisis en los trabajos que tejen la urdimbre del
presente texto.
Veamos algunos datos. Según el entonces titular de la Secretaría de Medio Ambiente
y Recursos Naturales (Semarnat) Víctor Toledo, hasta fines de 2019 se tenían registrados 560
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Introducción
conflictos socioambientales “de los cuales 173 son con la industria minera, 86 hídricos, segui-
dos por la expansión de la industria energética y extracción de energéticos, entre otros […] Los
estados con mayor número de conflictos mineros son: Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Zacatecas,
Chihuahua y Colima […] en los que 122 ambientalistas han sido asesinados”.1 Mención espe-
cial merece la relación de estos megaproyectos con los territorios de los pueblos indígenas, en
los que se encuentra la mayor diversidad del patrimonio biocultural. “México es uno de los
doce países megadiversos del mundo que albergan entre 60 y 70 por ciento de la biodiversi-
dad total del planeta (Mittermeier y Goettsch 1992). Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero y
Michoacán concentran la mayor diversidad a nivel nacional y también tienen la mayor pre-
sencia de pueblos indígenas” (Pohlenz Córdova 2013: 20).
Sin duda, la industria minera es uno de los principales escenarios de la confrontación,
existen 31 mil concesiones que comprenden 56 millones de hectáreas, esto es, poco más de la
tercera parte del territorio nacional. En septiembre de 2020 el entonces titular de la Secretaría
de Seguridad, Alfonso Durazo, anunció la creación de la policía minera para otorgar segu-
ridad a este sector (Mundo Minero 2020), algunas organizaciones como la Red Mexicana
de Afectados por la Minería (Rema) manifestaron su inconformidad por el respaldo a esta
actividad minera por parte del actual gobierno y porque se destinen recursos públicos para
otorgarles protección, cuando estas empresas trasnacionales son responsables de la contami-
nación al medio ambiente, del deterioro de la salud y de violar los derechos de los pobladores,
además por su participación en el clima de violencia.2 Alfonso Durazo es el actual gobernador
de Sonora (2021), ganador de la contienda electoral por parte del Movimiento Regeneración
Nacional (Morena), en esta entidad se ha descubierto uno de los más grandes yacimientos de
litio en el mundo, un mineral altamente cotizado.
El agua constituye el otro recurso o bien en disputa, que se encuentra estrechamente
relacionado con distintos tipos de industria incluida la minera y de hidrocarburos. Según
datos proporcionados por una investigación minuciosa sobre las concesiones existen 3 304
usuarios privados que “tienen concesionado un volumen de agua […] equivalente al 22.3% de
toda el agua concesionada en el país, es decir, 1.1% de todos los usuarios explota más de una
quinta parte del recurso hídrico nacional” (Gómez Arias y Moctezuma 2020: 25). Para López
Bárcenas “Estos nuevos usos y formas de gestión gerencial del agua afectan a los pueblos, sobre
todo a los indígenas, en cuyos territorios se encuentran 49% de las cuencas más importantes
del país, […] que representa 23.3% del total del agua […] (López Bárcenas 2020: 86).
La extracción de combustibles fósiles sigue siendo parte de las políticas energéticas
prioritarias que se mantienen en la actual administración, en particular la explotación de gas
1 Rosalía Vergara, “Semarnat tiene registrados 560 conflictos socioambientales”, Proceso, 4 de septiembre de 2019, disponible en:
www.proceso.com.mx/nacional/2019/9/4/semarnat-tiene-registrados-560-conflictos-socioambientales-230608.html.
2 Chiapas Paralelo, “Nace la Policía Minera y es rechazada por pueblos afectados de México”, Chiapas Paralelo, 4 de octubre
de 2020, disponible en: www.chiapasparalelo.com/noticias/chiapas/2020/10/nace-la-policia-minera-y-es-rechazada-por-pueblos-
afectados-de-mexico/.
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Extraños en su tierra
Organización de la obra
El libro inicia con un balance sobre el devenir de las sociedades rurales desde la segunda mitad
del siglo XX hasta las dos primeras décadas del presente siglo, el cual aporta los elementos
necesarios para abrir la discusión e hilar la reflexión de los demás trabajos, mismos que se
encuentran organizados en siete apartados: 1) Propiedad social, megaproyectos y resistencia,
2) Disputas por los patrimonios rurales, 3) Migración, políticas alimentarias y alternativas de
desarrollo, 4) Violencias en las sociedades rurales, 5) Las sociedades rurales ante la 4T ¿Nueva
fase del neoliberalismo?, 6) Testimonios rurales, y 7) Escenarios en transición: un balance
reflexivo inicial.
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Introducción
Como comentamos, el primer capítulo abre este libro a manera de introducción: “Las
sociedades rurales a la vuelta del siglo. Apuntes sobre el campo mexicano en las últimas déca-
das” de Guillermo de la Peña, quien hace un análisis riguroso de los cambios por los que ha
transitado la producción agrícola en la ruralidad mexicana en las últimas seis décadas: desde el
agotamiento del modelo de desarrollo agrícola poscardenista, la crisis financiera, las políticas
de ajuste de un nuevo modelo ante la globalización y el TLCAN, hasta la actual política “extrac-
tivista” de grandes empresas en el campo mexicano. De igual forma, brinda una propuesta
para hacer frente a los desafíos del agro mexicano.
De la Peña sostiene que desde los años sesenta del siglo pasado se habló de una crisis
agrícola y del fracaso de la Reforma Agraria. Se evidenció la enorme y creciente brecha entre
los dos sectores que componían la agricultura mexicana: un sector moderno y un sector cam-
pesino empobrecido. En la siguiente década se reconoció la crisis del modelo de desarrollo
rural. A pesar de que llegó a su fin la autosuficiencia alimentaria del país, el gobierno continuó
con la dicotomía entre la política agrícola, dirigida a la producción comercial, y la política
agraria, encaminada más bien al control de la población rural. Esto obligó a los campesinos a
migrar a las ciudades ampliando el proceso llamado “desagrarización”.
La etapa llamada del “abandono rural” tiene lugar durante los ochenta. El Estado
se “adelgazó” y renunció a ser el actor económico principal de la nación. La crisis obligó al
gobierno a recurrir al financiamiento de organismos internacionales, los cuales condiciona-
ron las políticas públicas y la inversión en el campo casi desapareció. La protesta rural creció,
así como el éxodo campesino. Con Salinas de Gortari se consumó el desmantelamiento del
apoyo al campo y la revuelta zapatista de 1994, que inició el mismo día que el TLCAN, puso de
relieve la insatisfacción del mundo rural. Aun así, Zedillo, Fox, Calderón y Peña continuaron
con las mismas políticas agrarias a través de programas sociales condicionados.
Para 2007 México, en relación con otros países, era el mayor exportador de frutas y
verduras a Estados Unidos. La ruralidad mexicana se insertó en complejas cadenas de escala
internacional. A pesar de que la demanda de trabajadores agrícolas ha crecido, las grandes
empresas han operado en una lógica “extractivista”. Esto es, buscan tierras fértiles donde el
alquiler y los salarios son bajos; después de un tiempo se van, para no enfrentar los problemas
fitosanitarios y de regularización. Con frecuencia el principio de sustentabilidad es olvidado.
Actualmente hay quienes condenan la globalización avasalladora, otros buscan nuevas
rutas que aceptan críticamente el avance tecnológico en un horizonte de interconexiones
mundiales, acompañado de gestiones para lograr la justicia distributiva y el bien común. Sin
embargo, sin una perspectiva humanista y la participación ciudadana, la extensión agrícola y
la organización productiva pueden caer en fetichismos y autoritarismos. De la Peña propone
que para lograr la soberanía alimentaria con desarrollo sustentable es necesaria la voluntad
política y compromisos efectivos del gobierno y grandes esfuerzos de la sociedad civil. Es
imprescindible lograr el reconocimiento de la organización autónoma, el diálogo entre la cien-
cia de vanguardia y entender la cultura y la sabiduría de los campesinos.
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Extraños en su tierra
Iniciamos con este apartado para dar cuenta sobre la importancia de la propiedad social en
nuestro país y reflexionar sobre su devenir, a la luz de las reformas en materia agraria apro-
badas a fines del siglo pasado. Como parte del discurso salinista, para justificar estas refor-
mas, se argumentó que era necesario otorgar certidumbre jurídica e incentivar la inversión de
capitales, para superar la crisis en el campo y mejorar las condiciones de vida de los sujetos
rurales. Las reformas consistieron en legalizar: las enajenaciones, el arrendamiento, la posibi-
lidad de cambiar de régimen de propiedad social a dominio pleno y la aportación de tierras
a sociedades mercantiles, principalmente. A casi 30 años de su aprobación y de la aplicación
de sus distintos programas de certificación, nos propusimos convocar a estudiosos en el tema
para compartir los resultados de sus investigaciones; una pregunta implícita en los trabajos es
¿cuáles han sido las implicaciones de estas reformas en los espacios agrarios locales y las distin-
tas respuestas de los actores rurales?
Revisemos algunas cifras. La propiedad social (ejidal y comunal) comprende poco más
de la mitad del territorio nacional, con poco más de 5 millones de sujetos agrarios que viven
junto con sus familias en esta superficie. Nuestro país cuenta con una extensión de 196 437
500 hectáreas, de las cuales corresponden a la propiedad social 99 714 952 hectáreas, lo cual
representa 50.7% del territorio nacional. De acuerdo con información del Registro Agrario
Nacional (RAN) de 2017, la propiedad social se conforma de 32 121 núcleos agrarios: 29 728 son
ejidos y 2 393 son comunidades agrarias, con 2 964 656 ejidatarios y 842 258 comuneros. Han
sido delimitados y certificados 30 411 núcleos agrarios, que comprenden 28 439 ejidos y 1 972
comunidades, cuya superficie asciende a 92 423 748 de hectáreas, en manos de 5 166 243 de
sujetos agrarios. Los 1 710 núcleos agrarios pendientes de certificar los constituyen: 1 289 ejidos
y 421 comunidades agrarias, con una superficie de 7 291 204 de hectáreas. En lo que se refiere
al dominio pleno, se ha adquirido en 5 875 ejidos, respecto a 284 941 parcelas, que suman una
superficie de 3 516 625 hectáreas, lo cual representa 11.5% de la superficie parcelada certificada
(RAN, citado en Ventura 2019).
Si bien no se ha dado el regreso a los latifundios como predecían algunos científicos
sociales (Calva 2012), a través de la concentración de grandes superficies, existe una selección
de tratos agrarios dependiendo de los intereses del capital. Por ejemplo, los fraccionadores han
ido adquiriendo parcelas conurbadas a bajos precios, que en su momento adquirieron dominio
pleno, para el desarrollo de proyectos de vivienda con los que obtienen grandes ganancias. De
igual modo, el sector turístico se ha beneficiado de esta modalidad, en ejidos y comunidades
con este potencial.
Por su parte, el arrendamiento y la compra de parcelas es una opción para aquellos
sujetos agrarios que van acaparando tierras y agua en el interior de los ejidos, que por lo regular
tienen el control político de estos núcleos. El arrendamiento también resulta atractivo para
algunas agroempresas que extraen los nutrientes de la tierra, aprovechan las fuentes de agua,
16
Introducción
pagan precios ínfimos por la renta de las parcelas y cuentan con mano de obra en condiciones
de precariedad, aprovechando la casi nula regulación estatal, y una vez agotados los bienes
naturales en esos lugares se mudan con sus capitales a mejores tierras, dejando tras de sí la des-
trucción de reservorios bioculturales y un gran daño a la salud de los trabajadores del campo.
Estas empresas se ubican en las mejores regiones agrícolas, las que ofrecen óptimas condicio-
nes para sus cultivos y la infraestructura necesaria para la exportación. Lo mismo sucede con
las empresas que prefieren la agricultura por contrato.
Los trabajos que presentamos a continuación discuten sobre esta problemática y cues-
tionan con datos etnográficos el cumplimiento de los propósitos que justificaron tales refor-
mas, como la certidumbre jurídica y el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes del
campo. Los efectos han sido diversos como lo han sido también sus respuestas, las cuales son
resultado de procesos históricos específicos de formación de los núcleos agrarios. Las medidas
neoliberales no son nuevas, tienen su principal antecedente en el siglo XIX, frente a las cuales
algunas comunidades indígenas sucumbieron, negociaron o se resistieron.
“Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en México” es el trabajo de
Juan Carlos Pérez, quien nos presenta una revisión histórica de los distintos procesos de diso-
lución comunitaria que se remontan desde la Colonia hasta las dos primeras décadas del siglo
XXI. Afirma que los países que actualmente cuentan con sistemas de propiedad implantados
por la Corona española comparten una serie de procesos agrarios estructurales, tales como: a)
distribución/concentración; b) amortización/desamortización; c) latifundización/minifundi-
zación; y d) comunalización/descomunalización. En su trabajo se centra en esta última.
La descomunalización la desmenuza en cuatro procesos: municipalización, privatiza-
ción, nacionalización y ejidalización. Sostiene que la municipalización inició con la Ordenanza
de Intendencias (1786), se consagró legalmente con la Constitución de Cádiz (1812-1813), se
afianzó con la Constitución Política de 1824 y se profundizó a lo largo del siglo XIX con las
legislaciones promulgadas por los congresos estatales de la nueva nación independiente.
Las leyes desamortizadoras promovieron la privatización de las tierras de los pueblos y
las legislaciones político-administrativas su municipalización. La privatización comenzó con
los dispositivos de la Corona en 1767 que ordenaban el fraccionamiento y el reparto individual
de las tierras, políticas que aplicaron de manera contundente durante todo el siglo XIX, pese
a ello, hay evidencias que señalan que muchos pueblos no sucumbieron, hay varias razones
que lo explican, la resistencia (violenta o jurídica) o la simulación de su cumplimiento, hasta la
imposibilidad material de realizarla por las condiciones orográficas de los terrenos.
Las legislaciones agrarias durante el siglo XX también propiciaron esta privatización,
primero a través del reconocimiento legal de fracciones de superficies en manos privadas y
con la reforma de 1992, vía la conversión de comunidad a ejido y de ejido a dominio pleno.
La nacionalización por medio de las declaraciones federales con ese carácter nacional, durante
el siglo XIX con las compañías deslindadoras sobre los terrenos considerados como baldíos
despojando a los pueblos de indios de sus tierras. De igual modo sucedió en el siglo XX,
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Extraños en su tierra
destinándolas en parte para la dotación de ejidos y la venta a particulares. Por último, la eji-
dalización, que denomina la descomunalización social, consistente en la vía preferente para el
reconocimiento de las tierras de las comunidades que no pudieron cumplir con los requisitos
establecidos en los procedimientos agrarios, que comprendían probar el despojo y la propie-
dad de sus tierras.
A partir de un interesante análisis etnográfico efectuado con base en distintas disci-
plinas por parte de un grupo de investigadores en diferentes regiones geográficas de nuestro
país, Gabriela Torres nos presenta la enorme complejidad de la propiedad social resultado de la
aplicación de la llamada contra reforma agraria de fines del siglo XX, con su trabajo intitulado:
“Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones. Resultados
inesperados de las reformas al marco agrario de 1992 en México”. Dos preguntas guían su
reflexión: ¿Quién ganó seguridad en la tenencia con la reforma de 1992? ¿Seguridad para qué
y frente a quién? Da cuenta de la diversidad de procesos, por ejemplo, en algunos lugares
quienes se vieron beneficiados con la nueva legalidad agraria fueron los hijos y familiares
de ejidatarios, pero en otros han sido los inversionistas con intereses inmobiliarios, mineros,
turísticos, agroindustriales, entre otros, que ha traído consigo despojo, exclusión y nuevas
incertidumbres en la tenencia de la tierra. Los tratos agrarios sí se han intensificado generando
procesos de concentración de la tierra al interior de los núcleos y se han debilitado las instan-
cias de decisión colectiva, dando origen a nuevos cacicazgos.
La anhelada certidumbre no se tradujo en una mayor inversión, tampoco ha evitado el
minifundismo, por otro lado, no hubo una intensa privatización de las tierras, como preveían
varios estudiosos. Además, afirma que coexisten de manera contradictoria varias jurisdiccio-
nes: la agraria, la civil y la indígena, con marcos jurídicos que se traslapan y están en cons-
tante tensión, a la que se agregan los usos y costumbres o normas locales para la transmisión
y regulación de la tierra y sus derechos en los núcleos agrarios, en los que priva la legalidad y
legitimidad no siempre de manera armónica, la autora hace un aporte conceptual para expli-
car estos procesos que denomina “disonancias normativas”.
Libertad, justicia y modernización en el campo fueron algunos de los objetivos que
justificaron los cambios jurídicos en materia agraria en 1992. Emilia Velázquez centra su inte-
rés analítico en los anunciados beneficios que conllevaría la aplicación de la nueva legislación
para los sujetos agrarios, en su texto intitulado “El mercado de tierras ejidales y la generación
de nuevas inequidades. Un estudio de caso en el Istmo veracruzano”. Cerca de 30 años de tra-
bajo de investigación de archivo y etnográfico sobre la propiedad social en la Sierra de Santa
Martha, Veracruz, le han permitido conocer, entre otros procesos, la estructura de la tenencia
de la tierra, su problemática, así como los cambios ocurridos después del nuevo marco legal y
sus programas de certificación agraria.
Nahuas, popolucas y mestizos pertenecientes en su mayoría a ejidos no temían por
la seguridad en la posesión de sus tierras ni en sus tratos agrarios, y tampoco estaban deseo-
sos de encontrar nuevas formas de asociación para la producción, el mercado de tierras era
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Introducción
prácticamente inexistente, los tratos efectuados se daban principalmente entre ellos, regulados
por sus normas locales. Incluso en algunos ejidos los descendientes de ejidatarios y avecindados
tenían derecho a usufructuar algunas superficies, a lo que la autora denominó “ejidos comu-
nales”. Tras la certificación se dio un proceso de exclusión principalmente de avecindados en
esos ejidos comunales, ocasionando importantes conflictos internos, por otro lado, el número
de sujetos agrarios aumentó de manera considerable al reconocer como nuevos ejidatarios o
en su calidad de posesionarios a los hijos de ejidatarios o a los compradores de alguna fracción
parcelaria, configurando un minifundismo.
El mercado de tierras se incrementó, ahora con personas no vinculadas con el ejido.
Continúa la práctica de vender fracciones del derecho agrario, generando incertidumbre para
los compradores y conflictos legales, ante el reclamo de los propios ejidatarios o familiares que
tiempo después promueven les sea devuelta dicha fracción con un certificado parcelario que los
ampara legalmente y dejando en la indefensión a los compradores. También se ha observado
una importante venta de parcelas como una medida paliativa ante una emergencia económica,
convirtiendo a los campesinos en “extraños de sus propias tierras”, quienes se ven obligados a
rentar o trabajar en tierras prestadas, o bien a migrar en busca de mejores condiciones de vida.
Por su parte, José Luis Plata en su texto “Reforma agraria, Procede y extracción de
hidrocarburos en la Huasteca hidalguense” se interroga sobre los programas de certificación
agraria que se aplicaron inmediatamente después de las reformas al Artículo 27 constitucio-
nal y la nueva Ley Agraria, sostiene que hay distintos estudios que apuntan que los objetivos
fueron liberar la tierra al mercado y promover su privatización. El autor afirma que los efectos
jurídicos deben analizarse desde una perspectiva histórica de una región geográfica particular.
Su trabajo se centra en la llamada Huasteca hidalguense, que durante las décadas de 1960 y
1980 vivió un fuerte movimiento campesino que hizo posible el reparto agrario de 130 138 36
hectáreas de tierra para la conformación de 255 núcleos agrarios, reconfigurando de modo
importante la tenencia de la tierra constituida de manera hegemónica por haciendas.
Sin embargo, este proceso agrario se dio a la par de una política destinada a la explota-
ción de hidrocarburos, principalmente del petróleo, a través de la instalación de una importante
infraestructura que fue instalada sin permiso de los sujetos agrarios en las tierras de propiedad
social. Lo anterior ha cobrado relevancia ante la reactivación de la industria de hidrocarbu-
ros en manos de empresas extranjeras: Halliburton (Texas, EU), Schlumberger (Texas, EU),
Driller Technologies (Italia), ICA Fluor Daniels (México-Texas, EU), que contemplan la
técnica de hidrofractura, conocida como fracking. El argumento central del autor consiste
en que la cartografía de la propiedad social y la certificación han generado las condiciones
que facilitan la implementación de políticas extractivistas, las empresas podrán negociar en lo
individual con los comuneros y ejidatarios la venta o renta de sus parcelas, en condiciones de
desventaja para los segundos.
Siguiendo con los efectos sobre las reformas en materia agraria y sus vínculos con la
explotación de hidrocarburos, presentamos el estudio de Victoria Chenaut, “Explotación de
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Extraños en su tierra
20
Introducción
Con una problemática similar, pero ahora al norte de nuestro país, desde otras aristas
de investigación, Alejandra Navarro presenta su trabajo: “La utopía del Estado de derecho
y de la conservación de especies marinas en un escenario de violencias sistémicas”. Analiza los
cambios estructurales orientados por las políticas neoliberales en el delta del río Colorado en
el Alto Golfo de California, una región con una gran riqueza biocultural, declarada en 1993
como Reserva de la Biosfera, que al igual como se argumenta en el trabajo anterior, no obs-
tante la existencia de distintas legislaciones nacionales e internacionales tendientes a la con-
servación de especies marinas, de protección de Áreas Naturales Protegidas y regulación de
pesca sustentable, no han logrado cumplir su propósito, por el contrario, se ha construido un
escenario de corrupción, fortalecimiento de mercados negros trasnacionales, principalmente
asiáticos.
La restricción de la pesca ha traído consigo la paradoja de la venta ilegal de la especie
que pretende proteger, dichas medidas han afectado, en particular, a los pescadores cucapás,
para quienes la pesca es fundamental para su reproducción social y cultural, ellos han usufruc-
tuado el mar como pobladores originarios desde mucho antes de la conformación del actual
Estado nación, como parte de su territorio histórico. La autora concluye afirmando que los
efectos han sido devastadores: empleos precarizados, despojo territorial, corrupción, degra-
dación ecosistémica que las instituciones del Estado neoliberal producen. Con este trabajo
cerramos este primer apartado.
El proceso de patrimonialización es dinámico y complejo, pero no armónico, ya que los lazos con el
pasado son reconstruidos, disputados y resignificados al igual que los elementos que se activan como
patrimonio […] en el proceso de patrimonialización se expresan y re-producen relaciones asimétricas
de poder entre los actores que se involucran e intentan participar del proceso, emergiendo diversos
tipos de tensiones y conflictos sociales, políticos, económicos, culturales” (Pérez Winter 2020).
Para esta autora, aunque diversos actores se involucran en la construcción del patri-
monio, el Estado tiende a colocarse como el mayor impulsor de este proceso al contar con los
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Extraños en su tierra
recursos necesarios para lograrlo. Sobre algunas de estas ideas discurren los siguientes trabajos
etnográficos realizados en Colombia, Argentina y México, los cuales, sin duda, enriquecen la
discusión.
Empezamos con Elizabeth Ferry quien contribuye en este libro con una interesante
reflexión sobre los procesos de patrimonialización y las disputas entre distintos actores por
definir sus contenidos, con su trabajo “El patrimonio como baluarte. Un lenguaje incipiente
de patrimonio en Marmato, Colombia”. Marmato, pueblo minero colombiano, cursa la cons-
trucción de un conflicto de múltiples dimensiones en las que resalta una contradicción prin-
cipal, no la única: Gran Colombia Gold y el gobierno nacional como aliado impulsan el
proyecto de reubicar a los marmateños a un pueblo planificado “sin riesgos geológicos”, frente
a un variopinto de personas y agrupaciones de viejos mineros que en su rechazo al desplaza-
miento han utilizado como argumentos la soberanía nacional, los derechos indígenas y afro-
descendientes y el patrimonio.
Este capítulo identifica dos visiones de la patrimonialización: una, como forma de
lograr el desarrollo económico sustentable mediante la valorización de la cultura en relación
ambigua con el mercado; y, otra, expresada en proyectos para construir hegemonías alterna-
tivas que valoricen la cultura minera y la historia marmateña, como una defensa o baluarte
en contra de la incursión de la multinacional. Ferry precisa que es una confrontación política-
ideológica donde lo que está en juego es el control sobre el pasado y su duración en el presente,
por medio de un lenguaje de patrimonio.
“Nuestras raíces. El cultivo de mandioca en espacios rurales interculturales del noreste
argentino” de Ana Padawer, nos habla sobre la transición de la mandioca (Manihot esculenta
Crantz), de alimento básico a producto etno-gourmet, conlleva otro avance en la margi-
nación de los mby´a que habitan el rincón norteño de Argentina limítrofe con Paraguay y
Brasil. Durante años, los mby´a guaraní se alimentaron con la harina de mandioca preparada
de modo artesanal, pero su redescubrimiento en la dieta de personas intolerantes al gluten de
trigo y su promoción turística conduce a un proceso de revaloración con las denominaciones
“raíz madre” y “pan de misionero”.
Tal fascinación exótica de políticas patrimoniales comerciales conduce a la exclusión
del saber hacer de estos indígenas de Misiones, Argentina. A la extracción de valor de Iguazú
por cadenas hoteleras internacionales se suma el cultivo e industrialización del tubérculo por
el llamado Cluster de la Mandioca Misionera cimentando una narrativa que atribuye el cul-
tivo a los colonos, de antaño y de ahora, y lo desconoce como patrimonio de los pueblos origi-
narios, sobre lo cual surge la interrogante si estos procesos no son otras formas de apropiación
y despojo de los saberes indígenas.
Desde una perspectiva muy interesante Itzel A. Rodríguez Mortellaro nos invita a la
reflexión respecto a cómo la obra de algunos muralistas contribuyó a la construcción de las
identidades campesinas posrevolucionarias en su trabajo: “Pasado indígena y campesinado
en la pintura mural de Diego Rivera”. La autora sostiene que las representaciones visuales
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Introducción
Las reformas neoliberales en el campo han desmantelado las economías campesinas, han pro-
movido la sustitución de cultivos que sustentan la soberanía alimentaria por cultivos rentables
regulados por el mercado. Hubo un total retiro del Estado. Ahora somos un país que impor-
tamos de Estados Unidos casi la mitad de los alimentos que consumimos:
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Extraños en su tierra
[…] en 2018 se importaron 23 millones de toneladas de granos básicos, equivalentes a cerca de 4 mil 910
millones de dólares. Se compró del exterior 82.2 por ciento de maíz amarillo, 86 por ciento de arroz, 70
por ciento de trigo, 13 por ciento de frijol y 39.3 por ciento de carne de cerdo. Muchos de estos produc-
tos son sobras. Importamos para consumo humano 6 millones de toneladas de desechos, subproductos
o residuos de comida estadunidense […] El tratado provocó la pérdida de unos 2 millones de empleos
agrícolas […] Después de arrasar el viejo tejido rural, el libre comercio construyó uno nuevo, estre-
chamente vinculado a cadenas productivas y trasnacionales estadunidenses. En la nueva normalidad
teleciana proliferaron los enclaves productores de berries y aguacate.3
3 Luis Hernández Navarro, “T-MEC, agricultura y neoliberalismo”, La Jornada, 14 de julio de 2020, disponible en: www.jornada.
com.mx/2020/07/14/opinion/018a2pol.
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Introducción
25
Extraños en su tierra
que ocurre con migrantes mexicanos, deportados de Estados Unidos, y su llegada a contextos
rurales en Michoacán. El autor afirma que las familias no emigran por falta de arraigo sino
por la necesidad de subsistir, como es el caso del ejido Patambarillo en Michoacán. Hace una
retrospectiva de cómo la formación del ejido y de líderes que controlaban los recursos ocasionó
el abandono masivo de la comunidad michoacana.
A pesar de que existieron programas de gobierno para detener el flujo migratorio, éste
se incrementó dejando rutas establecidas que aún siguen los migrantes. Las zonas rurales mexi-
canas han sido las regiones más afectadas tanto por las políticas de desarticulación del campo
como por la consolidación de proyectos que benefician a grandes productores agrícolas, aca-
bando así con los pequeños propietarios. En este contexto, se considera que migrar puede ser
un acto de expulsión, por lo que se cuestiona la ausencia de políticas agrarias adecuadas, y se
evidencia el fracaso de programas sociales como el Fondo de Apoyo a Migrantes (FAM), para
la reinserción de los migrantes retornados.
Las violencias en cualquiera de sus dimensiones: estructural, política, física y simbólica, están
presentes en cualquier rincón de este país, las cartografías rurales no son la excepción. Los
actores del campo enfrentan al mismo tiempo distintas expresiones de la violencia, que se han
expuesto en todos los capítulos. A este escenario ya de por sí complejo se suma la presencia
del crimen organizado, de economías ilegales de todo tipo, cuyo crecimiento no es posible
comprender sin la connivencia de funcionarios gubernamentales y miembros de las fuerzas
de seguridad de distinto nivel, para Aída Hernández (2017) se trata de un narco-Estado, porque
justamente las fronteras entre el crimen organizado y los agentes estatales se han borrado. La
violencia está presente en la cotidianidad de la gente, los enfrentamientos entre cárteles que
se disputan las llamadas “plazas”, los actos inenarrables realizados por sus integrantes como
parte de las “pedagogías del terror”, las desapariciones y los desplazamientos.
Su incursión en pequeños poblados y la participación de algunos de sus habitantes
obligados o no, ha ido construyendo espacios de violencia internalizados de distinta manera,
por ejemplo, en los juegos infantiles, como lo muestra uno de los capítulos, y también en las
expectativas de los jóvenes, para quienes no existe un horizonte de futuro, sino el aquí y el
ahora, su disyuntiva no es el estudio, la herencia de una parcela, ni la migración, sino su per-
tenencia a un cártel. Otros jóvenes, sin embargo, han sido secuestrados y obligados a formar
parte de sus filas y a ejercer en otros los mismos actos de los que fueron víctimas, convirtién-
dose en victimarios, como lo expone uno de los trabajos en este apartado.
En distintos medios circulan datos sobre el saldo de esta etapa cruenta que vivimos, es
difícil conocer información precisa. De acuerdo con algunas fuentes, existen en nuestro país
26
Introducción
310 mil personas desplazadas, 60 mil desaparecidos, 300 mil muertos en los últimos 14 años.4
Para Ann Deslandes, periodista independiente de la agencia The New Humanitarian, se vive
en varias regiones una guerra de baja intensidad:
que alimenta una cartera de empresas criminales: cultivar marihuana y adormidera, cocinar heroína
para el mercado estadounidense, controlar el comercio de aguacates y limas, tala ilegal y tráfico de
personas y extorsión en las rutas de transporte utilizadas por empresas mineras extranjeras que extraen
oro, plata, zinc y plomo […] La disputa en curso hace mucho más visible la ola continua de asesinatos,
desapariciones, desapariciones forzadas y desplazamientos internos, que muestran cómo la violencia
criminal se ha transformado en conflictos armados locales, de los cuales los habitantes son las princi-
pales víctimas (Deslandes 2020).
La violencia cruza todos los estratos sociales, pero las regiones pobres y con riqueza
natural son el centro de distintas disputas, entre ellas las indígenas en donde se concentra la
mayoría de la diversidad biocultural y donde los vínculos entre el crimen organizado y otro
tipo de empresas y participación del Estado son más visibles. Traemos a este texto una entre-
vista que realiza Mariana Mora a un joven me´phaa de Guerrero, porque ilustra en su com-
plejidad este hecho social, quien responde ante la pregunta sobre este tema “Nos despojan de
nuestras tierras, destruyen lo que tenemos, después nos tratan de reclutar como mano de obra
barata para la siembra de amapola, y después nos acusan de criminales. Nos aplastan entre
estas dos caras, no nos dan muchas opciones de una salida digna” (Mora 2017: 275).
Para esta autora, la combinación de estos efectos de condiciones de pobreza y crimina-
lización “produce vidas consideradas como desechables por el Estado y ubica sus cuerpos en
el ámbito al que Lisa Marie Cacho (2012) se refiere como la producción racial y criminal de la
muerte social” (Mora 2017: 275).
En este apartado nos acercamos a esta problemática que atañe a las sociedades rurales,
reconfigurando de manera estructural la vida de sus pobladores, su presente y sus posibili-
dades de futuro. Es un tema obligado para cualquier análisis social sobre los territorios com-
plejos, en donde no hay una clara frontera entre la ciudad y el campo, que es una discusión
obsoleta, en tanto que, son mutuamente constituyentes.
El texto “Experiencias de sufrimiento social en escenarios de la vida rural. Nota intro-
ductoria” de Miguel Hernández Madrid comparte algunos elementos para la reflexión de este
conjunto de trabajos que centran su atención en cómo viven los actores del campo distintas
dimensiones de la violencia. En palabras del autor, en el mundo rural el sufrimiento social es
otro tipo de “extrañamiento en sus tierras”. Es diferente al desarraigo, la expulsión y la erosión
4 Guillermo Garat, “México: en el país de los muertos nadie sabe quién muere”, La Diaria, 6 de junio de 2020, disponible en
https://ladiaria.com.uy/lento/articulo/2020/6/mexico-en-el-pais-de-los-muertos-nadie-sabe-quien-muere/.
27
Extraños en su tierra
de aquello que forja las identidades. En la cultura popular mexicana es entendido como un
castigo divino, está presente en la alienación de los seres humanos.
El sufrimiento social se produce cuando hay un choque entre las creencias y los valo-
res de la sociedad y las de las personas, o la imposibilidad de aplicarlas. Es en la cultura y la
religión donde se forjan los significados y significantes del sufrimiento, su cuestión radica no
en los factores que los provocan sino en el modo en que son significados. A través del estudio
del sufrimiento social se puede comprender las transformaciones de las sociedades rurales
contemporáneas, en una óptica donde los tejidos, rupturas y reacomodos entre la experiencia
colectiva e individual se objetivan.
Son escasos los trabajos de investigación acerca de los efectos de la violencia en los niños
que viven en zonas rurales, de ahí la relevancia del texto en “Policías y ladrones: expresiones
y normalizaciones de violencias en juegos, formas de jugar y juguetes de la chiquillada de
Tocumbo y Santa Inés, Michoacán” de Liliana Robledo, quien documenta representaciones
de violencia que niños y niñas de estos dos pequeños poblados, expresan a través de dibujos,
juegos y narrativas. En ellos describen sus juegos y vivencias cotidianas. “La chiquillada” es el
término usado en esta región de profunda herencia cultural ranchera para nombrar a niñas y
niños en etapa de escolarización primaria, sin existir una convención formal acerca de en qué
edad o con base en qué rasgos precisos incluir o no a las personas bajo tal nominación.
Lo expuesto es parte de una investigación en torno a qué es ser niño, qué actividades
(¿juego, trabajo?) son valoradas como propias de su edad (6 -12 años) y qué acontecimientos
de violencia experimentada cotidianamente se plasma en sus dibujos. Este texto narra sus
dos juegos favoritos: “policías y ladrones”, de práctica casi universal, y “zombies” y explica la
frontera delgada entre el uso de armas como juguetes y juegos que son antesala de una real
violencia (por ejemplo, gotcha). Estos son juegos que reproducen la imagen de lo masculino –lo
de hombres–, donde se incorporan huellas en la piel como memoria de fuerza.
Un trabajo sobre un interesante campo de estudio poco abordado por los científicos
sociales nos presenta el texto “Depresión, ansiedad y suicidio. El caso de mujeres p’urhépecha”
de Alicia Lemus Jiménez, mujer p´urhépecha de la comunidad de Cherán e investigadora
social en el cual se propone: 1) visibilizar la violencia psicológica que ejerce el colectivo en las
mujeres p’urhe cuando no cumplen con el sistema normativo interno que determina los roles
de género; y 2) concientizar sobre los múltiples tipos de violencia que no deberían ser norma-
lizados y aceptados como condición de género. En esta exposición sobre depresión y suicidio
en el contexto p’urhépecha, la autora desarrolla los puntos siguientes: principales conceptos;
sistema normativo y los roles de género; sanciones a los individuos que rompen las reglas de
la sexualidad y el matrimonio; y métodos de atención y sanación de la salud emocional de las
mujeres.
La investigación realizada en poblaciones de la meseta púrhepecha devela aspectos con-
tradictorios “del costumbre”, de la buena crianza (kaxumbekua) y del vivir bien (sesi irekani).
28
Introducción
El control social ejercido sobre la mujer parece un modo de vida de épocas pasadas, pero en
estas sociedades la virginidad como requisito pre-matrimonial, la prohibición del divorcio y la
extensión del castigo moral (la deshonra) extendido hasta tres generaciones, son valores inte-
riorizados y cultivados en pleno siglo XXI.
A continuación, exponemos dos estudios de caso que visibilizan las experiencias con-
cretas de víctimas de la violencia por parte del crimen organizado, develan los modus operandi
para desaparecer personas, y el largo y doloroso caminar que emprenden sus familiares por
encontrarlos y su búsqueda por la justicia: uno tiene por escenario Lagos de Moreno, otro,
Tala, ambos de Jalisco.
“Resistir en la memoria. La lucha de los familiares de las víctimas de la violencia del
7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco” de Dalia Margarita Souza López. Memoria
y justicia, son dos componentes conceptuales sustanciales para dar cuenta de los procesos
organizativos de los familiares víctimas de desaparición por parte del crimen organizado, en
particular, de los hechos ocurridos el 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco, en el que
seis jóvenes y un adulto fueron desaparecidos y luego encontrados sin vida, sobre ello discurre
el texto bien escrito que nos presenta Dalia Souza, quien recoge algunos testimonios.
La memoria se ve condicionada por una serie de circunstancias que rodean al sujeto
que rememora al ser querido; por ejemplo, la elección, selección y significación de recuerdos
y la acción misma de hacer memoria, el dolor que ocasionó/ocasiona la pérdida, la naturaleza
misma del hecho violento e, incluso, por la respuesta social y oficial sobre el caso, también es
una herramienta y un campo de disputa política. Justicia, es entendida por las familias en el
discurso, desde sus contornos jurídicos; es decir, la justicia que el Estado puede/podría ofrecer-
les y, por la cual, han pugnado tras el evento que han catalogado como injusto: la desaparición
y asesinato de sus seres queridos.
Estos sucesos son relevantes puesto que marcan el inicio de una era de desaparición
masiva de personas y localización de sus cuerpos con una marca terrible de violencia, su diso-
lución en ácido, sólo fueron encontrados algunos fragmentos óseos. Los familiares enfrentaron
estos hechos de horror, y tuvieron que realizar parte de las investigaciones, hacer la búsqueda,
efectuar medidas de presión a las autoridades, quienes no han actuado apegados a la ley, no
han aplicado la justicia en forma expedita, han sido indolentes reproduciendo una espiral de
violencia hacia los familiares.
El apartado cierra con la aportación de Alejandra Guillén González “Territorios de
desaparición y esclavitud. Campos de reclutamiento forzado en Tala, Jalisco”. La autora
expone un tema que debe ser prioritario en la agenda nacional, cruza los diferentes espacios
geográficos e interpela a nuestra humanidad: la desaparición de las personas. Este acto está
estrechamente relacionado con las nuevas formas de acumulación de capital, con economías
ilegales y su compleja trama de vínculos y complicidades de la elite económica y política en los
distintos niveles de gobierno. Desaparecer forma parte de las violencias estatales, practicada
por miembros del crimen organizado como una pedagogía del terror, es una estrategia de
29
Extraños en su tierra
30
Introducción
Testimonios rurales
Este apartado comprende dos testimonios de actores rurales, uno sobre la defensa de las tie-
rras comunales frente los abusos cometidos por una agroempresa de exportación, cuyas afec-
taciones son de carácter ambiental, social y de salud, violando derechos agrarios, indígenas,
ambientales y laborales, entre otros. El otro caso refiere a una valiosa experiencia sobre las
formas de organización de un número importante de medianos y pequeños productores del
campo para fortalecer sus alianzas de producción y comercialización al margen de la voraci-
dad del mercado.
“La mazorca se empezó a desgranar”. Napoleón Márquez Serano y Héctor Álvarez
Álvarez, jóvenes p’urhépechas miembros del Consejo Comunal de Santo Tomás, municipio
de Chilchota, Michoacán, con voz firme, comparten su experiencia con la empresa Agrícola
Superior de Jacona, a la que le rentaron por seis años una superficie importante de sus tierras
recién certificadas por el Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin Regularizar (FANAR).
Una serie de irregularidades, injusticias y promesas no cumplidas por la empresa,
que enarboló llevar el “progreso” y dar trabajo a los comuneros, generaron un clima de gran
tensión que escaló ante hechos de violencia ocurridos en las tierras rentadas, un comunero
muerto y uno herido a manos del personal de vigilancia de la empresa, fue lo que detonó
que la asamblea decidiera redefinir los términos contractuales, “ahí es cuando la mazorca se
empezó a desgranar”. Condiciones de trabajo dignas y servicio médico para los trabajadores,
contribución económica para la renovación del sistema de agua potable, aumento y cumpli-
miento del monto de la renta, respeto a la flora y fauna y manejo adecuado de los agroquími-
cos y plaguicidas, fueron las principales demandas comunitarias.
31
Extraños en su tierra
Para finalizar compartimos algunas de las principales ideas expresadas en una Mesa de
Reflexiones en la que participaron Guillermo de la Peña, Juan Carlos Ruiz Guadalajara
y Roberto Diego. Guillermo de la Peña sostiene que el gobierno actual no tiene un proyecto
de comunidad nacional y propone la creación de uno en el que sea resignificada la comunidad,
en el que no repita lo que no funcionaba y que sea abierto al futuro. Enfatiza que el mundo
urbano y el mundo rural son parte de un mismo campo social. Por su parte, Juan Carlos Ruiz
considera que se han vulnerado los tejidos sociales y se vive una crisis civilizatoria; plantea la
solidaridad entre los mundos rurales y los urbanos en la defensa integral del territorio. Sugiere
reinventar la comunidad, retomar el cambio social en contextos locales y globales. Por su
parte, Roberto Diego define la política gubernamental actual como caótica, considera que si
la sociedad civil no presiona al gobierno será muy difícil que las cosas cambien.
32
Introducción
***
Quienes suscribimos está introducción sostenemos que no se pueden hacer afirmaciones con-
cluyentes a un tercio del ejercicio de gobierno de la 4T; sin embargo, a partir de los trabajos
presentados en esta obra, sí hay elementos para apuntar algunas ideas críticas sobre sus polí-
ticas en distintos rubros que han sido puestas en práctica en estos dos años. El combate a la
corrupción y la implementación a tabla rasa de la llamada austeridad republicana son algunos
de los signos que caracterizan al actual gobierno, así como una participación más activa del
Estado en el gasto social, a través de varios programas de carácter asistencial. No obstante, el
anuncio oficial del fin de un modelo económico depredador no ha sido suficiente para cambiar
el rumbo económico. Desde algunos sectores rurales, principalmente indígenas, han surgido
distintas expresiones que cuestionan el pretendido posneoliberalismo. Los megaproyectos del
corredor transístmico, la termoeléctrica y el tren maya, demuestran la continuidad del extrac-
tivismo combinado con programas sociales, esto es, de un neoextractivismo progresista, como
ya lo mencionamos al inicio del presente texto.
Contar con el respaldo de un amplio grupo del poder legislativo, además de la facul-
tad del presidente para enviar iniciativas de ley, constituye una estructura de oportunidades
políticas únicas para hacer realidad el revertir una serie de leyes que legalizan la expoliación de
nuestros bienes y que traen consigo distintos tipos de violencia, esto es, la explotación minera
y el fracking, por ejemplo, que requieren desandar el camino de las reformas estructurales,
incluidas las que se refieren en materia agraria; desde nuestro punto de vista sería un signo de
cambios profundos en una orientación económica distinta.
Por supuesto, hay voces disidentes respecto a lo que apuntamos, tales como aquellas
que aluden a las dificultades para frenar a fondo la inercia acumulada durante décadas, así
como los imponderables riesgos de dar “golpe de timón” cuando por muchos decenios se ha
conducido y precipitado el barco nacional hacia el escenario de diferenciación y exclusión
social flagrantes, impunidad y corrupción estructurales normalizadas, destrucción ambiental
y cultural sistémica bajo el nefasto modelo de “acumulación por desposesión” y una larga
lista de indicadores de genocidio, como a los que hacen referencia varios de los trabajos aquí
presentados; pero justo de eso se trata, de propiciar el diálogo para analizar, debatir, proponer
puntos de vista y así contribuir –desde la academia y un poco más allá– a la búsqueda de alter-
nativas que incidan favorablemente en las condiciones sociales y ambientales de los diversos
grupos culturales rurales del país.
Por lo pronto seguirá abierta la gran incógnita sobre el impacto que tendrán las polí-
ticas de la 4T y de sus resultados a mediano y largo plazo. ¿Estamos frente a una desgracia o
frente a una esperanza para México? Es demasiado pronto para saberlo y demasiado radical
o simplista preguntarlo así, lo más probable y deseable es que entre dichos extremos siga
habiendo espacios de libertad, tolerancia, reflexión y aportes que coadyuven al bienestar social,
como ha sido el propósito desde la convocatoria al coloquio que dio origen a este libro.
33
Extraños en su tierra
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35
LAS SOCIEDADES RURALES A LA VUELTA DEL SIGLO
Apuntes sobre el campo mexicano en las últimas décadas1
1 Expreso mi agradecimiento a El Colegio de Michoacán y a los organizadores del XLI Coloquio de Historia y Antropología, y en
particular al doctor Esteban Barragán, por la invitación a participar en él y por sus valiosos comentarios. Doy también las gracias
a mis asistentes, Olimpia Muñoz y Marina Sol, por su ayuda en la investigación, y a Claudia Grossi Herrera por su auxilio en la
edición de este documento.
2 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS-Occidente.
3 Sin intención de reificar o esencializar el término, entiendo por campesinado el conjunto de pequeños productores rurales insertos
en sociedades nacionales que, si bien presentan diferencias entre ellos, tienen en común seguir utilizando, aunque no exclusiva-
mente, técnicas de producción tradicionales, redes comunitarias y mano de obra familiar para producir tanto para el auto abasto
como para el mercado (Redfield 1941; Wolf 1966).
4 Previamente se habían llevado a cabo en el Colmich dos coloquios sobre temas rurales, ambos publicados como libros (Moreno
García 1981; Mummert 1986).
37
Guillermo de la Peña
como un punto de partida para entender los derroteros que a partir de entonces ha seguido la
ruralidad mexicana.
Obedeciendo a la invitación de mis anfitriones, me propongo en esta presentación,
no sin atrevimiento, referirme de manera sucinta a los cambios por los que ha transitado la
ruralidad mexicana, y en particular la organización social de la producción agrícola, en las
últimas cinco décadas. El inevitable leitmotiv es el papel del campesinado en la economía
nacional. No pretendo ofrecer datos nuevos, sino intentar una puesta en común (seguramente
simplificada) de algunas discusiones relevantes acerca de la trayectoria que va del agotamiento
del modelo de desarrollo agrícola poscardenista a la crisis financiera, las políticas de ajuste y
el advenimiento de un nuevo modelo, en el contexto de la globalización y el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte.
En las décadas de 1970 y 1980, la visión de muchos antropólogos y científicos sociales sobre el
mundo rural del país era bastante sombría. En contraste, el discurso oficial sobre el mismo
tema continuaba siendo relativamente positivo, incluso optimista. Se confiaba en el éxito con-
tinuado tanto de las políticas nacionales desarrollistas como de la “revolución verde”, entonces
todavía aclamada.
Desde finales de la década de 1940 las políticas de desarrollo nacional pueden anali-
zarse, en la teoría y en la práctica, en términos del célebre modelo de Arthur Lewis (1954), que
explicaba el crecimiento de la economía de los países en vías de desarrollo, sobre todo de la
economía industrial, como proceso asociado a la disponibilidad ilimitada de fuerza de trabajo
barata en el sector primario tradicional y a la transferencia de ésta a los sectores modernos, en
particular al secundario. En México, esta disponibilidad se lograría por la expansión del sector
campesino mediante el reparto agrario. Se preveía que la creación continua de ejidos permiti-
ría el acomodo, a lo largo y ancho del territorio, de la creciente población rural, como de hecho
fue ocurriendo: en números redondos, entre 1940 y 1970, la superficie cosechada creció de seis
a 15 millones de hectáreas (Barkin 1982 [1981]). Esto a su vez permitiría que el campesinado
proporcionara alimentos a bajo costo para las ciudades y enviara sus excedentes de mano de
obra (en plena expansión por la mejoría sanitaria) a una industria protegida, orientada fun-
damentalmente a la sustitución de importaciones (Alba y Potter 1986). La Reforma Agraria,
entonces, relucía como un elemento esencial de la modernización y prosperidad del país, y
también como factor de estabilidad política, por su vinculación directa con la Confederación
Nacional Campesina (CNC) y con la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos
(CROC), que a su vez formaban parte de los sectores corporativos del gobernante –y hegemó-
nico– Partido Revolucionario Institucional (PRI). Con todo, a la industria se otorgaba prima-
cía como motor del desarrollo y como su manifestación más importante. La estrella del sector
38
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
era, con mucho, la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), que aseguraba la liquidez
del gobierno.
Al mismo tiempo, desde la década de 1943, el científico agro-biólogo Norman Borlaug,
con apoyo de la Fundación Rockefeller, realizaba –en México, Filipinas y otros países “en
vías de desarrollo”– experimentos en la producción de semillas modificadas (“mejoradas”)
mediante el cruce de diversas variedades de trigo, maíz y arroz. Estas semillas pronto recibirían
el calificativo de “milagrosas” (Gaud 1968). En México, las innovadoras semillas triplicaron
las cosechas de trigo; mostraron resultados similares con el maíz y el arroz, y no tardaron en
hacerse presentes en cultivos de frutos y vegetales. La “nueva agricultura” se apoyaba asimismo
en la introducción de maquinaria y exigía además riego y mayores cantidades de fertilizantes
y pesticidas. Así, se incrementaba y aceleraba un proceso de capitalización agraria en el que,
además de lograr que florecieran empresas de regular tamaño;5 se involucraba también a los eji-
datarios y minifundistas privados (De la Peña 1987). Ciertos cultivos exigían asimismo trabajo
intensivo en la siembra y la cosecha, provisto estacionalmente por los excedentes laborales del
sector campesino. Todo esto era visto con beneplácito por los sectores oficiales. Incrementar
la productividad de todas las parcelas: tal era la meta ideal de empresarios y gobernantes. La
Secretaría de Agricultura (SA) comenzó a distribuir las nuevas variedades de semillas; y una
empresa estatal, la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), construyó
bodegas para almacenar la producción creciente y fundó tiendas para distribuirla.6 Una nueva
institución financiera, fundada en 1965: el Banco Nacional Agropecuario, contribuiría igual-
mente a estimular la nueva agricultura.7
A pesar de estos avances, desde el final de los años sesenta, se empezó a hablar de
una crisis agrícola y también del fracaso, al menos parcial, de la Reforma Agraria. El Centro
de Investigaciones Agrarias, una institución apoyada por el gobierno mexicano y vinculada
al Banco Interamericano de Desarrollo y a la Comisión Económica para América Latina,
emprendió un vasto estudio multidisciplinario, dirigido por Sergio Reyes Osorio y Rodolfo
Stavenhagen, cuyos resultados completos se publicaron en 1974 con el título Estructura agraria
y desarrollo agrícola de México. Esta obra analizaba todos los aspectos de la situación del campo
y cuestionaba, si no el modelo de desarrollo, sí su funcionamiento, que se calificaba como
deficiente. Se utilizó el concepto de “polarización” para mostrar la enorme y creciente brecha
entre los dos sectores que componían la agricultura mexicana: un sector moderno, tecnificado,
5 Por mandato constitucional, los latifundios (predios mayores a 200 hectáreas de temporal y 150 de riego) no podían existir for-
malmente si existía un grupo campesino que solicitaba esa tierra por los cauces legalmente establecidos. Sin embargo, los cultivos
especializados destinados a la exportación generadora de divisas y a los mercados urbanos gozaban de un trato privilegiado, y lo
mismo ocurría con las explotaciones ganaderas.
6 El antecedente de la Conasupo fue la Compañía Exportadora e Importadora Mexicana, S.A. (CEIMSA), fundada en 1950 para
comprar cosechas y distribuir alimentos subsidiados. Su labor fue obstaculizada por un rampante intermediarismo –y no escasa
corrupción. Conasupo, fundada en 1963, tuvo mayores alcances y mayor éxito.
7 El nuevo banco supliría las insuficiencias de los ya existentes: el Banco Nacional de Crédito Agrícola y el Banco Nacional de
Crédito Ejidal, que habían sido creados, respectivamente, en 1925 y 1935.
39
Guillermo de la Peña
8 La información incluida en los siguientes párrafos se basa en la obra mencionada (Centro de Investigaciones Agrarias 1974); véanse
también Stavenhagen et al. 1968; Tello 1968; Flores 1970; Reyes Osorio y Eckstein 1974, Warman 1972, 1975, 1976; Warman et al.
1974-1976; Bartra 1974; Esteva 1975; De la Peña 1980; Redclift 1981; Gledhill 1993; Lustig 1998.
9 El Departamento Agrario, convertido en 1971 en Secretaría de la Reforma Agraria, institución federal que dependía directamente
del presidente de la República, se encargaba de fundar (previo decreto presidencial) y administrar los ejidos y las comunidades
agrarias.
10 Dos terceras partes de los predios privados tenían menos de cinco hectáreas. Las parcelas ejidales supuestamente debían medir diez
hectáreas; en la práctica la mayoría no alcanzaba ese tamaño e incluso abundaban las menores a cinco hectáreas (Stavenhagen 1968:
17, 22). Aunque formalmente se planteaba la existencia de ejidos colectivos, en los que se trabajara la tierra en común, en realidad
eran excepcionales.
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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
11 A partir de la década de 1940 se crearon varias comisiones estatales dedicadas a coordinar grandes planes de desarrollo regional en
las cuencas de los principales ríos del país, según el modelo estadounidense plasmado en la Tennessee Valley Administration. La
ejecución de estos planes (aunque desigual) resultó efectivamente en una mayor integración de esas regiones a los mercados nacio-
nal e internacional, pero modificó radicalmente la estructura de la producción y contribuyó a la subordinación y desplazamiento
de los pequeños productores (Barkin y King 1970; Barkin 1977). Estas comisiones dejaron formalmente de existir en 1978.
41
Guillermo de la Peña
Previamente a la pesquisa del Centro de Investigaciones Agrarias, un estudio pionero del antro-
pólogo Ángel Palerm, publicado en 1968, había realizado un diagnóstico sintético de la realidad
agrícola mexicana, situándola en un amplio contexto histórico e internacional. Su argumento
era que la gran mayoría de los países del mundo basaron su crecimiento económico, al menos
a partir de finales del siglo XVIII, en la transferencia de recursos (no sólo mano de obra) del
campo a la industria y a la ciudad, mediante políticas fiscales y de precios, así como de inver-
sión, financiamiento y fomento tecnológico desigual. (Sin olvidar la “acumulación primitiva”,
basada en el despojo directo). En el siglo XX los países socialistas no fueron la excepción.
Si bien los rendimientos de la inversión de capital en la industria normalmente superaban los
rendimientos de la inversión en el sector primario, tales ventajas aumentaban notablemente
por selectividad de las políticas públicas que favorecían a las elites y a los grupos de presión
más poderosos, tanto nacionales como extranjeros. Ahora bien: en México, tras la Revolución,
la mayor parte de la tierra no quedó en manos de una burguesía agraria (como ocurriera en
Estados Unidos y Francia) ni de instituciones estatales (como en la Unión Soviética) sino
de un campesinado minifundista y expansivo: ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios,
sobre quienes recayó la tarea de formar capital, no para ellos, sino para el sector secundario.
Además, la baja productividad de este campesinado redundó en que la presión sobre ellos
llegara a ser casi insoportable. Es verdad que ciertos productos de exportación crecieron en tér-
minos absolutos, pero sólo en el caso del algodón se registró un aumento de la productividad;
en otros casos (café, caña de azúcar) la causa de crecimiento fue la expansión de la superficie
cultivada. Aunque la “revolución verde” y la “nueva agricultura” sí estaban en los últimos
años incrementando exitosamente la productividad de los empresarios que disponían de capi-
tal y de protección estatal, tal expansión no se dio para la gran mayoría de los agricultores.
Se tornaba por tanto imprescindible impulsar un cambio radical que implicara la canaliza-
ción sustancial del financiamiento a la tecnología y de las inversiones en infraestructura hacia
las tierras de los campesinos, no sólo porque su situación tendía a empeorar sino también
porque no se podía prescindir de su papel como generadores de alimentos para las clases popu-
lares de las ciudades. Con todo: esto debía lograrse sin retornar a la agricultura latifundista.
Palerm proponía la transformación del campo mediante minifundios productivos,
siguiendo lo que él llamaba el “modelo holandés”, en contraste con el “modelo norteameri-
cano”. Este último implicaba abundancia de buenas tierras, empresas de gran tamaño, dinero
disponible, mecanización que desplazaba progresivamente el trabajo humano y demanda
selectiva de productos agrícolas especializados que se comercializaban en su totalidad (o casi),
nacional e internacionalmente. En cambio, el primer modelo implicaba características opues-
tas: escasez de tierra cultivable y de financiamiento, abundancia al menos relativa de mano
de obra rural, empresas pequeñas y medianas, bajo grado de mecanización, poca articulación
42
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
con la demanda selectiva y diversificación de los productos agrícolas dentro de las empresas.
Holanda daba el nombre a este modelo porque la mayoría de las empresas agrícolas de ese país
tenía menos de diez hectáreas, el crecimiento de su producto agrícola se vinculaba al aumento
en la intensidad del trabajo y la especialización de la demanda no era alta; sin embargo, los
ingresos de la población rural no desmerecían frente a los ingresos de la población urbana. Esto
último obedecía a que, desde tiempos remotos, en los Países Bajos ha existido una conexión
económica entre la agricultura y la agroindustria. Además, se ha mantenido una adecuada
inversión en la infraestructura agraria, sin descuidar –sobre todo después de la segunda guerra
mundial– el financiamiento ni los apoyos a los productores; tampoco los servicios sanitarios
y educativos. Holanda se convirtió en un país con un amplio desarrollo en la industria, el
comercio y los servicios; a la par, la agricultura desempeñó un papel importante.
Ahora bien: Palerm igualmente señalaba que en el mismo país podían coexistir los
dos modelos. Los mejores ejemplos eran de los países mediterráneos. Siguiendo esta lógica,
México también podría convertirse en prototipo de esa coexistencia. Si se favoreciera solamente
la expansión de grandes empresas mecanizadas y se desplazara o relegara a las pequeñas, se
dañaría gravemente la diversidad biológica del país y se crearía una enorme crisis de desempleo.
Era viable respetar el importante papel económico de las empresas agrícolas de mayor tamaño
y al mismo tiempo reorganizar y promover la productividad y la capacidad de ganancia de la
propiedad social y de la pequeña propiedad privada. Aceptando que el país enfrentaba una
emergencia nacional, se invertiría para su beneficio en la infraestructura, tecnología, extensión
agrícola y comercialización pertinentes, e igualmente en salud, educación y capacitación. La
mejoría de la infraestructura del contexto campesino –caminos, pequeña irrigación, construc-
ción de terrazas– podría además impulsar programas de empleo rural. Y, para asegurar la per-
tinencia de las medidas, era menester realizar investigación de campo en las diferentes latitudes
del país y establecer centros regionales de planeación.
Las conclusiones de la investigación del Centro de Investigaciones Agrarias (Reyes
Osorio et al. 1974) apuntaban hacia el mismo rumbo que las de Palerm, con la misma urgen-
cia.12 Sin embargo, las respuestas oficiales fueron lentas y tibias.
Los estudios sociológicos y antropológicos del campesinado y sus vicisitudes que proliferaron
en la década de 1970, sobre todo en México, pero también en América Latina y el llamado
Tercer Mundo, se dividieron en dos contingentes antagónicos, bautizados como “descampe-
sinistas” y “campesinistas” (o bien “marxistas” y “populistas”). Los primeros, inspirados en
lecturas de El desarrollo del capitalismo en Rusia, de Lenin (1950 [1899]), destacaban el avance
inexorable de las relaciones capitalistas en el campo y la consecuente proletarización de los
12 Ahí también se proponía limitar a 50 hectáreas el tamaño de la propiedad privada agraria (Reyes Osorio et al. 1974).
43
Guillermo de la Peña
campesinos: un proceso fatal que estaba cercano a su consumación total (Bartra 1974; De
la Peña 1976, 1988). Los llamados campesinistas, al contrario, preconizaban la persistencia
de los pequeños cultivadores tradicionales, inspirados en otras lecturas de cuño marxista y
particularmente en los escritos del economista soviético Aleksandr V. Chayanov (1985 [1924]).
No sólo persistían los campesinos porque eran necesarios para proveer mano de obra opor-
tuna a la economía moderna (industrial y agrícola) y alimentos baratos a las ciudades sino
porque, secularmente, eran ellos mismos quienes ofrecían resistencia activa y pasiva a la des-
trucción de su forma de vida (Wolf 1969; Huizer 1973; Warman 1976; Scott 1979; Palerm 1980).
La organización productiva campesina –formada, esencialmente, por una unidad familiar–
ha obedecido históricamente a un cálculo que tiene en cuenta la combinación lógica de varios
factores: calidad y cantidad de tierra disponible, potencial tecnológico, capacidad de trabajo
familiar, requerimientos de alimentación familiar, requerimientos comunitarios, demanda
externa y posibilidades de mercadeo limitado. Esta combinación –“el modo de producción
campesino”, actualmente articulado en forma subordinada al modo de producción capita-
lista– ha mostrado una gran capacidad de resistencia, incluso cuando era menester suplemen-
tar los requerimientos de la familia y la comunidad con trabajo asalariado fuera de la parcela
(Warman 1974-1976; Palerm 1980).13 Tal resistencia también se sostenía en valores culturales y
redes comunitarias. Por supuesto, la tesis campesinista no argumentaba que todas las unida-
des campesinas fueran inexpugnables. Ante las embestidas capitalistas, muchas zozobrarían;
a pesar de ello, sería muy difícil que desapareciera del todo el segmento sociocultural campe-
sino. Como veremos más adelante, la discusión sobre el tema aún prevalece, aunque muchos
autores han preferido asumir posiciones intermedias.
Volvamos al campo mexicano en los años setenta. Al inicio de la década, la autosufi-
ciencia alimentaria del país, que se consideraba uno de los logros de la Reforma Agraria, llegó
a su término.14 Esto, a pesar de que la tierra de labor había sobrepasado los 23 millones de
hectáreas, de las cuales el maíz ocupaba casi la tercera parte.15 La situación de pobreza rural
sin alternativas aparentes provocaba movilizaciones rurales masivas, resueltas mediante nego-
ciación, cooptación o represión (Bartra 1985; De la Peña 1994, 2002). El aparato corporativo
del PRI perdía eficacia; surgieron organizaciones campesinas independientes que cobraban
mayor fuerza al coordinarse entre sí, como por ejemplo en la Coalición de Ejidos Colectivos
del Valle del Yaqui y en la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (Paré 1992). Por otra parte,
13 Wolf (1966) planteaba que la producción de la unidad campesina, para perdurar, tenía que responder, mediante su propio trabajo
y otros medios a su alcance (venta parcial de productos y trabajo), a las exigencias de tres “fondos”: el de subsistencia familiar, el
de reposición de sus instrumentos de trabajo, y el dedicado a celebraciones y deberes rituales y comunitarios.
14 Autosuficiencia alimentaria: según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (Food and Agriculture Organization
por sus siglas en inglés/FAO) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es la capacidad de una colectividad de producir
confiablemente la mayoría de los alimentos que le son necesarios.
15 Ver Anexo estadístico, cuadro 3.
44
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
incluso dentro de la clase política gobernante surgían críticas.16 Se denunciaba, entre otras
cosas, la jornalerización permanente de una parte de la población rural, obligada a un cuasi
nomadismo que afectaba a las familias. Desde antaño había existido el jornal en la agricultura
comercial y en las agroindustrias: en las plantaciones cañeras durante la zafra, y más tarde en
las grandes explotaciones de otras regiones (por ejemplo, en la región lagunera y los estados
del noroeste) durante periodos de siembra y de cosecha. Este fenómeno se vinculaba al hecho
de que los campesinos temporaleros cuya producción no les permitía subsistir (es decir, la
mayoría de ellos) no encontraban ocupación remunerada en sus lugares de origen durante una
buena parte del año (Bonilla 1968; Reyes Osorio et al. 1974). Sin embargo, en la mayoría de
los casos no implicaba el desarraigo permanente de los trabajadores. Este empezó a ser patente
en la década de 1960 y fue agudizándose. En 1964 se clausuró el Programa Bracero (iniciado
durante la segunda guerra mundial), que había permitido la contratación estacional de jorna-
leros mexicanos por empresas agrícolas estadounidenses; no obstante, el éxodo de trabajadores
indocumentados al país del norte continuó y fue en aumento (Massey et al. 1991). En ciertas
regiones del país, la siembra clandestina de estupefacientes se iba convirtiendo en alternativa
provechosa.17
Gradualmente, el Estado mexicano incrementó sus apoyos a la producción y comer-
cialización de los cultivos de subsistencia a través de la Conasupo. En el sexenio 1970-1976 el
presidente Luis Echeverría creó el Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural
(Pider), apoyado por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, que implicó
un intento interesante de planeación regional: operaba en los estados en coordinación con los
Comités Promotores del Desarrollo Socioeconómico (Coprades) (Mathus Robles 2009). El
Pider apoyó obras de pequeña infraestructura y pequeñas industrias rurales. En las (muchas)
localidades que no contaban con vías de comunicación, se aplicó un programa de caminos
de mano de obra. Asimismo, se reorganizó y unificó el crédito agropecuario, al fundirse los
bancos especializados en el campo en una sola institución: el Banco Nacional de Crédito
Rural (Banrural); se repartió más tierra y se propiciaron las reivindicaciones de ciertos movi-
mientos agrarios y las invasiones de predios privados (Paré 1992). No obstante, estas accio-
nes se quedaban cortas y además operaban sin congruencia: continuó la dicotomía entre la
“política agrícola”, destinada a la producción comercial, y la “política agraria”, dirigida más
bien al control de la población rural (Warman 1978). Con todo, hay que mencionar que, con
vistas al futuro, se puso en marcha en varios municipios un ambicioso programa de escuelas
tecnológicas agropecuarias de educación media y media superior, y también se crearon en las
ciudades medias institutos tecnológicos regionales de educación superior.
16 Ejemplificadas en los discursos de dos prominentes figuras priístas durante el sexenio del presidente Luis Echeverría (1970-1976): el
secretario de la Reforma Agraria, Augusto Gómez Villanueva, y el líder de la CNC, Alfredo V. Bonfil (quien murió en un accidente
aéreo en 1973).
17 La expansión de este fenómeno, que continúa hasta la fecha, se encuentra fuera del alcance de este trabajo.
45
Guillermo de la Peña
Los campesinos, por su parte, habían desarrollado estrategias propias. Para la mayoría
de los pequeños productores tradicionales, la producción de milpa (que junto al maíz predo-
minante incluía en el mismo predio otros cultivos de consumo doméstico y comercialización
local: frijol, chile, calabaza, jitomate, tomate de cáscara) ya no era suficiente para sostener
a sus familias. La necesidad de conseguir dinero se agravaba por la invasión de productos
industrializados que desplazaban a las artesanías locales. Incluso los cultivos tradicionales
necesitaban inversión en abonos y renovación de herramientas. En muchos lugares se intentó
añadir a la milpa cultivos más rendidores. Por ejemplo, en los Altos de Morelos, se adoptó el
cultivo de jitomate temporalero con la ayuda de armazones de varas y alambre, y utilizando
semillas mejoradas, fertilizantes, desinfectantes y pesticidas; este método permitía obtener
ganancias diez veces mayores que las del maíz, sobre todo si el producto se vendía a interme-
diarios exportadores. Pero los riesgos de este nuevo cultivo también eran mayores, debido a
las variaciones climáticas y las fluctuaciones drásticas de los precios, y porque se trataba de un
cultivo caro y sin subsidios, que además enfrentaba un mercado controlado por oligopolios
mafiosos (De la Peña 1980, cap. 5).18 Frecuentemente los pequeños productores de jitomate
debían recurrir a usureros para financiar el cultivo; ocurría entonces que muchos de ellos no
podían pagar sus deudas y perdían la tierra, o debían darla en arriendo y sobrevivir como
jornaleros. Otra alternativa posible era sembrar forrajes, como sorgo y alfalfa, que eran más
seguros, pero no tan redituables.
Había que buscar dinero en otras partes. Las opciones legales más frecuentes seguían
siendo trabajar fuera de la agricultura, como migrantes (de ida y vuelta o permanentes) en ciu-
dades cercanas o lejanas, o en la producción y venta de artesanías (esto sobre todo en las zonas
indígenas) a través de intermediarios gubernamentales y privados, o en la cría a pequeña escala
de ganado y aves de corral, o en la maquila domiciliaria que se establecía dentro del mismo
pueblo, al servicio de industriales y comerciantes del vestido. Se reforzaba así y ampliaba el
proceso que Hubert Carton de Grammont (2009), Gabriela Torres Mazuera (2012) y otros
autores han llamado “desagrarización” y Patricia Arias (1992) “la nueva rusticidad”. A ese
contexto se añadía el saldo de un crecimiento demográfico sostenido, resultado de las políticas
públicas en materia de salud, que ponía una presión creciente sobre la tierra.
El sexenio echeverrista terminó con un gobierno sobregirado y una moneda deva-
luada, sin que hubiera trazas de recuperar la autosuficiencia alimentaria. Llegó así el fin del
periodo llamado “de desarrollo estabilizador” (décadas de 1950 y 1960), en el que el PIB creció
un promedio de 6%, se controló la inflación y se mantuvo la solidez del peso. Durante el
siguiente sexenio (1976-1982) el nuevo presidente, José López Portillo, debía buscar una nueva
legitimidad. Entre otras medidas, creó la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas
Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar) y el Sistema Alimentario Mexicano (SAM). El
18 La Secretaría de Agricultura y la Conasupo protegían con créditos, seguros, almacenamiento y comercialización los cultivos con-
siderados productos de alimentación básica, como el maíz y el frijol, pero no las frutas, verduras y legumbres.
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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
primero tenía objetivos y estrategias similares al Pider, pero con acciones sectoriales en cola-
boración con diversos organismos gubernamentales.19 El SAM utilizaba la sectorización de
Coplamar para monitorear y apoyar con créditos y subsidios todas las etapas de la producción
y procesamiento de alimentos –al tiempo que aumentaban un poco los precios de garan-
tía–, aprovechando los cuantiosos préstamos de la banca internacional traídos por la bonanza
petrolera. Como señalaron varios analistas, la centralización de las decisiones posibilitó en
un comienzo que fluyeran más recursos, pero redundó en la creación de más burocracia y
corrupción, y favoreció sobre todo a los representantes de la etapa agroindustrial, más que a la
mayoría de los campesinos; además, los subsidios no causaron mejoría en los salarios de los jor-
naleros (Paré 1982; Lustig y Pérez Espejo 1982; Spalding 1985). Los minifundistas que pudieron
beneficiarse fueron los que ya estaban vinculados a las agroindustrias. De hecho, el flujo de
crédito hacia los ejidos disminuyó después de 1979. Los subsidios permitieron que ciertos ejidos
adquirieran maquinaria agrícola, lo que en muchos casos ocasionó un mayor desempleo rural.
No se recuperó la autosuficiencia alimentaria: aumentaron las importaciones de granos y olea-
ginosas.20 Una parte importante de la tierra irrigada se dedicó a la producción de forrajes, y
en la tierra de temporal se expandió la producción ganadera –aunque el SAM en su comienzo
pretendía lo contrario–, que asimismo fue invadiendo las zonas forestales (Redclift 1981). Por
añadidura, el gobierno se desinteresó de atender las demandas por tierra: en el sexenio 1976 -
1982 se frenó el reparto.
La Ley Federal de Protección al Ambiente (1982) fue la primera que enfrentaba direc-
tamente los problemas de agresión al suelo, la fauna, la flora y los ecosistemas marinos. Su
aplicación era difícil, en ausencia de normativas reguladoras (Torres Rojo 2005: 80 -81). La
herencia legislativa principal de López Portillo respecto del campo fue la Ley de Fomento
Agropecuario de 1981, que buscaba estimular la inversión privada en los terrenos del campe-
sinado permitiendo la asociación de los ejidos con empresas. Esto ya existía legalmente, de
alguna manera, por ejemplo en las zonas de abastecimiento de los ingenios y de las empresas
forestales vinculadas a fábricas de celulosa.21 La nueva ley significó un paso más adelante hacia
la privatización formal del campo, aunque, en la práctica, la mercantilización de la mejor tierra
ejidal por rentas o ventas clandestinas ya se había vuelto frecuente. También ocurría que la
tierra menos propicia dejara de cultivarse. Un experto en geografía económica y demografía
caracterizó el panorama de los años ochenta como “el abandono rural” (Arroyo Alejandre
19 En particular acciones de salud con el Instituto Mexicano del Seguro Social, de promoción agrícola con la Secretaría de Agricultura
y Recursos Agrarios, de mejora de instalaciones escolares con la Secretaría de Educación Pública, de distribución subsidiada
de productos básicos con la Conasupo, de sistemas de agua potable y mejora de caminos con la Secretaría de Asentamientos
Humanos y Obras Públicas (Mathus Robles 2009).
20 Un estudio realizado en 1980 en seis regiones del país detectó en todas una reducción en la superficie dedicada al maíz, causada
en buena medida por la política gubernamental de mantener bajo el precio, aunque la conversión a otro tipo de cultivos resultara
complicada y no necesariamente gananciosa (Warman y Montañez 1982: 82-84).
21 Por legislación, los propietarios o usufructuarios de tierras vecinas a ciertas instalaciones agroindustriales debían proveer la
demanda de materias primas de esas empresas.
47
Guillermo de la Peña
1989). Sin embargo, también surgieron asociaciones de defensa campesina numerosas y vario-
pintas: inter-ejidales; mixtas de ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios; vinculadas
con grupos católicos organizaciones no gubernamentales y fundaciones internacionales; etc.
(Chiriboga y Varese s. f.). Muchas de ellas persisten hasta nuestros días y han mantenido,
junto con otras que aparecieron posteriormente, la lucha pacífica por el derecho a la tierra, al
“buen vivir”, a la igualdad y a la democracia.
En 1982, con la brutal caída de los precios del petróleo y la subida de los intereses bancarios,
dio inicio un viraje radical en la economía mexicana: el fin del proteccionismo. Ante la fuga
masiva de capitales, el Estado mexicano quedó prácticamente en quiebra, como el secreta-
rio de Hacienda se vio forzado a reconocer, y hubo de suspenderse el pago del servicio de
la deuda externa. La moneda sufrió devaluaciones vertiginosas. Durante el sexenio del pre-
sidente Miguel de la Madrid (1982-1988), conseguir la entrada de capital al país se convirtió
en la prioridad de la política financiera, bajo el auspicio del Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial, que condicionaron nuevos paquetes de préstamos a la implementación
de ajustes estructurales tendientes a insertar la economía mexicana en el mercado mundial
(Appendini 2001: cap. III; Otero 2004: 76-78). Las restricciones a la inversión extranjera dismi-
nuyeron drásticamente. La política de sustitución de importaciones fue desplazada por una de
apoyo a la exportación. El Estado “se adelgazó” y renunció a ser el actor económico principal
de la nación. En 1985 la situación financiera del gobierno se vio todavía más perjudicada por
un terremoto mayúsculo que devastó la ciudad de México y varias regiones del país. Y en 1986
México ingresó al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, con lo que las
mercancías mexicanas podrían acceder al mercado internacional; con ello también se abrió la
puerta de entrada a muchas mercancías extranjeras, tanto industriales como agrícolas (Lustig
1998: 117-118, 131-132, 137).22
Consecuentemente, los precios de los productos agropecuarios, con contadas excep-
ciones (maíz, frijol, leche), fueron gradualmente liberados, al igual que la importación de
insumos agrícolas. La inversión pública agropecuaria casi desapareció; igualmente los apoyos
crediticios a los agricultores y ganaderos (Calva 1988). Muchas agencias estatales que aten-
dían el campo fueron vendidas o desmanteladas; otras, como la Conasupo y el Banrural,
disminuyeron su tamaño y actividad, y se reestructuraron en favor de las nuevas políticas.
Al irse imponiendo el criterio ricardiano de las “ventajas comparativas”, decrecieron drás-
ticamente los subsidios a la producción de alimentos, lo cual, en un contexto de inflación
22 General Agreement on Trade and Tariffs (GATT), hoy llamado Organización Mundial de Comercio (OMC; en inglés WTO, World
Trade Organization).
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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
23 Según acusaciones múltiples, muchas de las empresas estatales privatizadas fueron adquiridas por empresarios amigos de, o asocia-
dos con, altos funcionarios públicos (por ejemplo, Lustig 1998: 262, nota 25).
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Guillermo de la Peña
82-83). Por añadidura, el gobierno juzgó necesario reformar el Artículo 27 constitucional: dar
fin al reparto agrario y permitir legalmente la renta y venta de la tierra ejidal, si en cada ejido
la asamblea lo aprobaba. La necesidad de dar certidumbre a los inversores exigía tal decisión;
por otro lado, la reiterada pobreza del campesinado parecía justificarla:
En el campo vive y trabaja la cuarta parte de los mexicanos, pero el valor de lo que ellos producen
es apenas la treceava parte del producto nacional. La combinación se resuelve como pobreza, estan-
camiento y deterioro. El campo está pobre en términos absolutos y también cuando se le compara
con otros sectores de la actividad económica. Casi las tres cuartas partes de los mexicanos en pobreza
extrema –que se define por la satisfacción inadecuada de los requerimientos nutricionales […]– viven
y trabajan en el campo […] El combate a la pobreza y deterioro rural son la principal motivación
(sic) del cambio a la legislación […] [así como también lo es] sembrar una nueva cultura agraria […]
(Warman 1996: 10-11).
Era ya imposible –se argüía– mantener la ficción de que el reparto de tierras podía
continuar indefinidamente y la idea de que el Estado tenía obligación de hacerlo; eso,
además, generaba incertidumbre entre los legítimos propietarios privados. El minifundio
prevaleciente condenaba al hambre. Jurídicamente la situación ejidal era un desastre y de
hecho mucha tierra se rentaba y vendía ilegalmente. Las manchas urbanas ineludiblemente
invadían las tierras de propiedad social y a menudo también creaban situaciones ilegales.
En el campo y en las periferias de las ciudades, las irregularidades propiciaban corrupción
y caciquismo. Así, en las consultas a las organizaciones rurales, a cargo del PRI, “el reclamo
de cambio profundo era general, abrumador, insoslayable” (ibid.: 12). El 6 de enero de 1992,
previa aprobación del Congreso, se publicó en el Diario Oficial el decreto presidencial que
reformó el Artículo 27 de la Constitución. Los ejidos y las comunidades agrarias seguirían
existiendo; sin embargo, mediante la certificación jurídica los ejidatarios tendrían la capa-
cidad de utilizar sus parcelas como activos, establecer contratos, entrar en asociaciones pro-
ductivas y, si lo deseaban rentarlas o venderlas. Los comuneros podrían convertirse en ejidos
y hacer lo propio.24 Se instituyeron el Registro Agrario Nacional y la Procuraduría Agraria, y
se puso en marcha el Proceso de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares
Urbanos (Procede), cuya función era regularizar los límites del ejido y de cada parcela. En
1993 se creó el Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo): para compensar, en un
contexto de apertura comercial, los subsidios que recibían los agricultores de otros países,
se transferían directamente apoyos monetarios a productores, con base en la superficie que
cultivaran, independientemente de su productividad. Desde su inicio, los productores más
24 Contra las expectativas oficiales, la privatización de los ejidos y comunidades agrarias en las siguientes décadas avanzó con mucha
lentitud; no así la renta, preferida por los empresarios para cierto tipo de cultivos. De hecho, rentar tierras ejidales ha sido, por lo
menos desde la década de 1950, una estrategia para ampliar la producción comercial privada.
50
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
competitivos formaron la mayoría de los beneficiarios de este programa; para los otros, más
que contribuir a su “modernización”, sirvió como un alivio a la pobreza y –deliberadamente
o no– de soporte a la economía de cuño campesino (Appendini 1998: 31-33).
El 1° de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN), con lo que se reforzó el proceso de abolición de tarifas y de estímulo a la
producción especializada para la exportación, y además se terminaron de abrir de par en par
las puertas de entrada a la intervención directa del capital transnacional. Este poderoso actor
estaba ya presente en las décadas previas, tanto en la producción comercial directa de frutos y
verduras de exportación, como sobre todo en la agroindustria (Feder 1977; Arroyo et al. 1980).
El mismo día de la inauguración del TLCAN estalló la revuelta zapatista, que puso de relieve
la insatisfacción del mundo rural e indígena, en donde se concentraban los dos deciles más
pobres de la población (Lustig 1998: 93). A partir del TLCAN, se hizo patente con más fuerza
la división entre la mayoría de los pequeños productores que por su falta de acceso a buena
tierra, riego, crédito y tecnología eran incapaces de competir internacionalmente, y los pro-
ductores (generalmente medianos y grandes, aunque también algunos escasos minifundistas)
que gozaban de las ventajas mencionadas y se habían ido confirmando como actores pujantes
de la nueva economía (ibid.: 207-208). Un ejemplo de estos últimos: los pequeños ganaderos en
los Altos de Jalisco, que lograron organizarse para negociar exitosamente la comercialización
de sus productos lácteos (Rodríguez Gómez 2013). De hecho, dentro del sector público se pre-
sentaron propuestas interesantes para reagrupar los minifundios y convertirlos en unidades
viables de producción, con estímulos de un programa estatal vigoroso y permanente (Luiselli
1992); sin embargo, tales propuestas no prosperaron.
En los primeros años de apertura, el sector agropecuario en su conjunto creció poco:
apenas 1.3% del PIB en promedio anual entre 1987 y 2002, a pesar de emplear a más de 25%
de la población económicamente activa (Schetino 2005: 25-26). En el periodo 1995-1998 esto
se debió en buena parte a la nueva crisis de toda la economía mexicana, heredada por el
presidente Ernesto Zedillo (1994-2000), por causas análogas a la crisis de 1982: gasto público
excesivo financiado con déficit, balanza de pagos deficitaria, bancos en quiebra por cartera
vencida, sobrevaluación del peso, ausencia de reservas internacionales por estampida de capi-
tales, etc. (Lustig 1998). Un síntoma de esta crisis fue el movimiento conocido como El Barzón
(1993-1998), que agrupó a productores agrícolas medianos y grandes contra la intransigencia de
la banca ante sus problemas crediticios e incluyó marchas, bloqueos de carreteras y tomas
de edificios públicos e instalaciones bancarias (Carton de Grammont 2001).
El siglo XXI, además del primer presidente de un partido de oposición (Vicente Fox,
2000 -2006),25 trajo el comienzo de los frutos del TLCAN, aunque con altibajos. En 2014, el
25 La revuelta chiapaneca mostró un gran descontento que se canalizaba de manera violenta. Era necesario crear canalizaciones pacífi-
cas de las demandas populares, pues los controles del PRI se habían debilitado. El propio gobierno priísta, también presionado
por las iniciativas de la sociedad civil y por la necesidad de legitimarse internacionalmente, impulsó reformas legales y creación de
instituciones que permitieron elecciones libres y una gobernabilidad menos autoritaria.
51
Guillermo de la Peña
90% de los productos mexicanos de exportación viajaban hacia el norte. Tanto los presidentes
Zedillo y Fox, como sus sucesores Felipe Calderón (2006 -2012) y Enrique Peña Nieto (2012-
2018) mantuvieron el mismo estilo de política económica: favorecer la capitalización, impulsar
el aumento de la producción, la productividad y la ganancia, así como la competitividad
(con sus dos palabras mágicas: eficiencia y calidad) y la exportación. Mantuvieron, igual-
mente, la misma estrategia de política social focalizada –destinada a evitar el crecimiento de la
pobreza de la población “no competitiva”–, mediante programas de transferencias monetarias
condicionadas (Progresa, Programa de Desarrollo Humano Oportunidades y Prospera) que
sustituyeron sucesivamente a Pronasol. Sufrieron reducciones, aunque no desaparecieron, los
programas de apoyo al campo. En materia de gestión y protección del medio ambiente, el
presidente Fox creó la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y nuevas subsecretarías, que no
se coordinaron muy eficientemente con otras dependencias (Torres Rojo 2005: 86 -87), y pro-
mulgó la Ley de Desarrollo Rural Sustentable (2001) y leyes sobre organismos genéticamente
modificados y para la protección y conservación de la vida silvestre y el agua. El presidente
Calderón promulgó la Ley Federal de Responsabilidad Ambiental (2013). A pesar de todo ello,
y de la entrada en vigor en México del Protocolo de Kyoto (2005), muchos de los cambios que
se desencadenaron en materia agrícola no fueron controlados y tuvieron efectos nocivos (véase,
por ejemplo, Hernández-Antonio y Hansen 2011).
Si comparamos los datos del Censo Agropecuario de 2007 con los del censo correspon-
diente de 1970, cuando se reconoció la crisis del modelo de desarrollo rural, queda claro que
el campo mexicano sufrió una considerable transformación (Anexo estadístico). La población
total del país se duplicó, mientras que la Población Económicamente Activa (PEA) se multi-
plicó por cuatro; por su parte, la PEA empleada en agricultura y ganadería sólo creció 20%.
(Si se toma también en cuenta la mano de obra familiar no remunerada, el crecimiento pudo
haber sido de 5% más). Esto último es congruente con la tecnificación agropecuaria y con
el cambio en la distribución espacial demográfica: en 1970, el 70% de los mexicanos vivía en
asentamientos con menos de 15 000 habitantes y sólo 30% en poblados más pequeños; 40 años
más tarde esa proporción se había invertido. La superficie dedicada a tierras de labor creció
30%; la dedicada a ganadería 100%. (No se puede calcular el cambio en los plantíos de árboles
frutales, pues en los censos se engloban en categorías mixtas y cambiantes). En 1970 los cinco
cultivos que ocupaban una mayor extensión eran: maíz, trigo, sorgo, frijol y algodón; en 2007
el pasto cultivado y la avena forrajera habían desplazado al algodón y al trigo. En términos de
cantidad de toneladas producidas, el liderazgo lo tenían en 1970 la caña de azúcar, el maíz, la
alfalfa verde, el henequén y el trigo; en 2007 el pasto cultivado y el sorgo forrajero reemplaza-
ron al henequén y al trigo. Si examinamos cada uno de los principales cultivos, encontramos
que entre 1970 y 2007 el maíz disminuyó un poco en extensión cultivada, pero su productivi-
dad se triplicó, sin duda por mayor tecnificación; y a precios corrientes su valor por tonelada
medró de manera considerable. El trigo tuvo un comportamiento similar. El sorgo, la caña
de azúcar, la alfalfa y el frijol aumentaron tanto su extensión –que en mayor medida se dio
52
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
en tierra irrigada– como su productividad y valor por tonelada a precios corrientes. La avena
aumentó su productividad, pero decreció en extensión y precio. El henequén casi desapare-
ció y su precio por tonelada se fue para arriba. El algodón redujo en extensión, mantuvo su
productividad y elevó su precio. En cuanto a la producción ganadera, tanto el ganado vacuno
como el porcino y sobre todo el ovino incrementaron su número de cabezas y su precio por
kilo; el caprino disminuyó en número y aumentó su precio por kilo. Las aves de corral se
expandieron espectacularmente, en número y precio.
Sobresale en estos datos la creciente importancia de los productos vinculados a merca-
dos urbanos e internacionales (sobre todo los de Estados Unidos y Canadá); i.e. los productos
cárnicos (y concomitantemente los forrajeros: sorgo, alfalfa, pasto y puede incluirse una parte
de maíz) y azúcar. Y asimismo se nota el desplazamiento de otros –henequén, algodón, trigo–,
probablemente por su menor competitividad en un contexto de apertura comercial.
Al comparar los datos de 2007 con los de 2017 (Anexo estadístico), encontramos que la PEA
nacional y la agropecuaria crecieron a un ritmo parecido (a un promedio anual un poco mayor
a 1%).26 La superficie dedicada a la ganadería se elevó también a ese ritmo, pero la de la tierra
de labor decreció 30% en el periodo. De los cultivos mayores se expandieron (moderadamente)
sólo el sorgo, el trigo y la caña de azúcar. La producción ganadera se vio igualmente frenada.
El decrecimiento del maíz tuvo por contraparte una elevación de las importaciones de ese
grano: entre 2013 y 2017, la importación de maíz amarillo pasó de 6.6 a 14.3 millones de tonela-
das (y el precio pagado, de 1.8 a 2.6 miles de millones de dólares). Al mismo tiempo, se disparó
el aumento de las hortalizas y las frutas, impulsado por la expansión de las demandas inter-
nacional y urbana. Entre 1980 y 2014, la superficie sembrada con hortalizas y frutas se duplicó
(de 1.2 a 2.1 millones de hectáreas), superando al sorgo, al trigo, al frijol y a la caña de azúcar,
y la producción se elevó en una proporción aún mayor (de 12.3 a 18.4 millones de toneladas);
además, su contribución al valor agregado de la producción agrícola en México aumentó de
20% a 43%, por encima de los cereales, forrajes y cultivos agroindustriales (González 2020: 167-
169). En 2016, el crecimiento del PIB agrícola (3.5%) superó al PIB nacional (2.3%), a causa de la
presencia de las hortalizas y las frutas (Hablemos del Campo 2018). Entre las primeras, sobre-
salieron el jitomate (tomate rojo), la lechuga, la calabacita, la cebolla, el pimiento y el pepino;
y entre las frutas el plátano, la papaya, la piña, la sandía, la jícama, el limón, la guayaba, el
26 En el momento de redactarse este texto, aún no estaban disponibles los datos del Censo Agropecuario de 2017. Para este último
año se utilizaron cifras de la Encuesta Nacional de Educación y Empleo, el Anuario Estadístico de la Producción Agrícola del
Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) y datos generados por la Semarnat (véanse las notas de los cuadros).
53
Guillermo de la Peña
mango, el melón y la naranja (idem). Aparecieron dos nuevas estrellas en el firmamento rural:
el aguacate y las bayas (berries) o “frutos rojos”: fresa, frambuesa, zarzamora, arándano.
México se ha convertido en el mayor exportador de frutas y verduras a Estados Unidos,
amparado por tres ventajas comparativas: un clima que le permite producir en invierno, una
mano de obra barata, y su cercanía y accesibilidad.27 Sin embargo, el fenómeno no puede
entenderse si no se asocia a la creciente globalización de la economía y más en particular a la
consolidación de cadenas transnacionales de producción, procesamiento y distribución, que
se propagan por todo el mundo. Por supuesto, las frutas y verduras están lejos de ser produc-
tos nuevos en la agricultura mexicana: los campesinos por siglos han cultivado hortalizas en
pequeña escala junto con las milpas, y algunos de ellos también como cosechas comerciales; y
los empresarios medianos y grandes en ciertas regiones –el estado de Sinaloa, por ejemplo– las
han sembrado provechosamente para exportación. En huertos caseros o en plantaciones,
los frutales asimismo han estado presentes en nuestro país desde antes de la época colonial. La
novedad estriba en la más intensa mercantilización y tecnificación –mediante la biotecnolo-
gía, la biogenética y el surgimiento de la informática–, y más especialmente en la inserción
del México rural en complejas redes y cadenas de escala internacional (González, Macías y
Willemse 2019). Además, estos cultivos han disparado la demanda por trabajadores agrícolas:
su número, entre 2005 y 2018, según la Encuesta Nacional de Empleo, se elevó en 30% (pasó
de dos a tres millones, en números redondos, sin incluir a quienes, además de emplearse en
tierra ajena, cultivan la propia).
En el siglo XXI, la estructuración del capitalismo global debe entenderse en términos
de la interrelación entre empresas que contribuyen de diversa manera a la agregación de valor
y se encuentran situadas en países diferentes (Gibbon y Ponte 2005 citados por González 2020:
162-163). Tales empresas se mueven por el mundo y van eligiendo países y regiones favora-
bles. Para la producción agrícola prefieren rentar buenas tierras (planas, irrigables, accesibles)
donde el alquiler y los salarios sean bajos; después de algún tiempo suelen mudarse a otras
zonas similares, para evitar problemas fitosanitarios y de regulación ecológica. El principio de
la sustentabilidad del proceso es con frecuencia olvidado (González Chávez 2012). En el caso
de México, encontramos que un porcentaje cada vez más alto de la producción de frutas y
hortalizas se destina a nuestros socios del TLCAN, sobre todo a Estados Unidos; intervienen
como actores de creciente importancia grandes empresas internacionales, así como grandes y
medianas empresas nacionales, que se reparten una variedad de funciones (producción, pro-
cesamiento y comercialización) y en principio deben cumplir con las normas de salubridad y
laborales del Tratado.
Para mostrar la lógica “extractivista” de estos negocios y aterrizar en un caso especí-
fico lo que hasta aquí he expuesto de manera general –e irremediablemente simplificada–,
27 Los primeros lugares en la exportación agrícola los tienen los jitomates y los aguacates (Humberto González, comunicación per-
sonal). Proporcionalmente, las bayas parecerían ser las de mayor crecimiento en los últimos diez años.
54
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
me referiré ahora a un estudio etnográfico de caso en Jalisco, que además puede ejemplificar
algunos aspectos de la historia rural mexicana.28
28 “Extractivismo” o “neoextractivismo”: designa la explotación masiva de recursos naturales para su venta en mercados foráneos, en
el contexto de la globalización “neoliberal” (Bebbington 2013).
29 No me agrada usar el término neoliberal; se ha puesto de moda en la coyuntura actual para descalificar o insultar irresponsable-
mente a quienquiera que sea visto como crítico del gobierno. Me refiero con este término a una ideología que, como en el libe-
ralismo clásico, dictamina que la orientación de una sociedad se define por el mercado y que el papel del estado es básicamente el
de vigilante y garante de su funcionamiento, pero que a diferencia del liberalismo clásico defiende los monopolios u oligopolios
por su supuesta eficiencia, proclama que la búsqueda de ganancias económicas es el motivo fundamental de la acción humana, y
sostiene dogmáticamente que el dominio global del capital constituye “el fin de la historia”.
30 Agradezco a Agustín Escobar Latapí y Mercedes González de la Rocha el haberme hecho notar estos datos.
31 Me he ocupado de la región Sur de Jalisco en varias publicaciones (De la Peña 1980, 1984, 1991, 1992; De la Peña et al. 1977; De la
Peña y De la Torre 1994).
55
Guillermo de la Peña
La economía local se completaba con pequeños hatos de ganado de carne y leche, que
los campesinos dejaban sueltos o se estabulaban en los ranchos. Las montañas circundantes
albergaban bosques de árboles frutales y de especies maderables; la laguna ofrecía pescado
y en sus orillas crecían tules (juncos) y carrizos con los que se fabricaban petates, canastos y
sopladores. Una buena parte de la tierra era de humedad o de riego y gozaba de dos cosechas
anuales; en ella se daba empleo, durante “las secas”, a los ejidatarios que sólo tenían tierra de
temporal y a la gente sin tierra –que empezó a abundar desde la década de los años sesenta–.
En esos mismos años se incrementó la agricultura forrajera en el valle y en otras comarcas del
sur de Jalisco; paralelamente, creció la producción de carne y lácteos para el mercado regional
y para exportación a Guadalajara, sobre todo en los ranchos que podían generar su propia
pastura (Safa 1988). Por otra parte, en la región Sur de Jalisco existían desde hacía tiempo dos
grandes empresas agroindustriales: una privada, el Ingenio de Tamazula, en el municipio del
mismo nombre, a partir de la década de 1920; y la otra pública, en el municipio de Tuxpan,
la Compañía Industrial de Atenquique, productora de celulosa y papel, a partir de la década
de 1940. Esta última se abastecía de madera de coníferas mediante la Unión Forestal de
Jalisco y Colima, su filial, que dosificaba los cortes del bosque y se encargaba de reforestar.
Ambas agroindustrias usufructuaban amplias zonas de abastecimiento: de tierras laborables
(14 000 ha) y aguas en un caso, y de bosques (260 000 ha) en el otro. En el periodo 1950-1980
dominaban la economía de la región, como empleadoras, arrendatarias y compradoras de
bienes y servicios; y también la política regional y local, a través de los contactos de sus pro-
pietarios o funcionarios, y del poder de sus sindicatos (Escobar y González de la Rocha 1987).
Durante la segunda mitad del siglo XX, la zona envió trabajadores cíclicamente a
Estados Unidos. Algunos se fueron quedando allá. Otros no se marchaban al país vecino sino
emigraban a ciudades más grandes. Los jóvenes interesados en estudiar se iban (si podían) a
la Universidad de Guadalajara y un buen número de ellos ya no regresaba. Pero en la década
de 1990 esta universidad se descentralizó: se fundaron centros universitarios regionales, uno de
ellos en Zapotlán el Grande (CUSur-UdeG), que ayudaron a arraigar a la población local y atraer
población de fuera. Desde la década de 1980, las dos grandes agroindustrias perdieron fuerza y
prerrogativas: se abolieron las zonas de abastecimiento, disminuyó el poder de los sindicatos
y los salarios se deterioraron. La papelera y su filial fueron vendidas a capitalistas privados.
Ausente el control que antes ejercía la Unión Forestal de Atenquique, la tala del bosque se
intensificó y, en consecuencia, se transformó el uso del suelo: ha desaparecido la mitad de los
bosques y por ello decrecieron las reservas acuíferas.32 También a partir de la década de 1980,
el crecimiento urbano de Ciudad Guzmán ha invadido los territorios ejidales circunvecinos,
sobre todo después del terremoto de 1985, que empujó gente hacia la zona urbana al destruir
viviendas en pequeños poblados y rancherías de la comarca.
32 La deforestación desaforada continúa y ha sido denunciada repetidamente por académicos de la Universidad de Guadalajara,
disponible en: www.unionjalisco.mx/articulo/2019/04/23/educacion/udg-alerta-sobre-deforestacion-en-16-municipios-de-jalisco
56
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
El gobierno federal inauguró en 1989 una nueva autopista rápida que comunicaba
Guadalajara-Colima y pasaba por Zapotlán. Tras la reforma constitucional de 1992, nume-
rosas parcelas ejidales se convirtieron en propiedad privada y modificaron su orientación pro-
ductiva. Desde los comienzos del siglo XXI el área maicera ha declinado: de 10 000 ha en 2002
a 3 000 en 2016 (Macías 2013; Sagarpa 2017). El azolve de la laguna redundó en la disminución
de los cultivos tradicionales de hortalizas ribereñas. Gracias al Tratado de Libre Comercio y a
la ampliación del mercado aparecieron, sobre todo desde 2001, nuevas empresas agroindustria-
les, nacionales y transnacionales, que causarían una verdadera revolución y atraerían masiva-
mente trabajadores (Macías 2013). Hoy en día, en el paisaje ya no predominan las milpas sino
invernaderos techados con telas de plástico blanco; en una parte de ellos se cultiva jitomate,
pero la gran mayoría se especializa en frutos destinados a la exportación internacional, en
particular las bayas, localmente conocidas como “berris” (berries): frambuesas, arándanos,
zarzamoras, fresas, que ocupan más de 3 000 ha.33 En las laderas de las montañas circundantes
y en el macizo formado por los volcanes de Colima los huertos aguacateros van desplazando,
aceleradamente, a los antiguos bosques y a los pequeños huertos de los campesinos con otras
variedades de frutales. Actualmente se calcula que su extensión sobrepasa las 4 000 hectáreas.34
El negocio de las bayas está principalmente dominado por empresas transnacionales
que ejercen su poder a través del control de la comercialización. El procedimiento establece
una diferenciación entre los respectivos papeles que juegan el posesionario o propietario, el
productor y la empresa comercializadora. Los propietarios privados y los posesionarios (eji-
datarios y comuneros) –gente local– dan su tierra en arrendamiento por varios años a pro-
ductores, muchos de ellos foráneos. En su mayoría, los posesionarios y propietarios prefieren
dar sus terrenos en renta, mejor que producir directamente, porque carecen del capital y la
experiencia necesaria para hacerse cargo de cultivos tan complejos. El dinero pagado a los
arrendadores es cinco o más veces mayor del que ganarían por vender el maíz que pudieran
producir directamente. Y además tienen la oportunidad de ganar todavía más empleándose
como mano de obra en su propia tierra. El productor, por su parte, no comercializa directa-
mente: firma un contrato anual que lo compromete no sólo a entregar toda la cosecha a la
empresa comercializadora (una compañía transnacional, casi siempre, con delegaciones o al
menos contactos en varios países), sino también a preparar el terreno y asegurar la provisión
de agua; asimismo, a contratar a los ingenieros agrónomos o instructores que se le indiquen
y a seguir sus instrucciones en el proceso productivo. Además, compra las “plántulas” en
invernaderos que han construido y manejan las transnacionales. Los trabajadores de campo
33 En el vecino valle de Sayula, los invernaderos dedicados a frutas y hortalizas aparecieron desde la década de 1990. En la también
vecina sierra de Tapalpa, las empresas foráneas empezaron a rentar tierra desde los años ochenta, primero para producir papas y
luego fresas.
34 La información incluida en los siguientes párrafos se basa en entrevistas y observaciones que he realizado en visitas breves al valle
de Zapotlán en 2018 y 2019, y en conversaciones con buenos amigos y colegas del CUSur-UdeG (Alejandro Macías y Lizeth Sevilla)
y del CIESAS-Occidente (Agustín Escobar y Mercedes González de la Rocha, quienes están terminando un magno estudio com-
parativo de trabajadores agrícolas en varias regiones de México). Mucho agradezco su colaboración y asumo la responsabilidad por
cualesquiera errores.
57
Guillermo de la Peña
en estas actividades agroindustriales son de ambos sexos, tanto locales como migrantes pro-
vistos por enganchadores que los traen de Chiapas, Oaxaca y otros estados. El productor les
paga un jornal superior a lo acostumbrado localmente y concede bonos a los más productivos.
Para cumplir con la normatividad del TLCAN, tiene la obligación de inscribirlos en el Instituto
Mexicano del Seguro Social, de conseguirles alojamiento y de proporcionarles tiempo y un
lugar para comer. Los picos de empleo son en tiempos de siembra y de cosecha; sin embargo,
no escasean los trabajadores que se ocupan de labores intermedias: desyerbes, riegos y apli-
cación de abonos y agrotóxicos químicos. La cosecha se empaca en los propios campos de
cultivo, en envases comprados a las comercializadoras (los mismos en que las bayas se venden
en los supermercados), y se traslada a grandes bodegas, cuidadosamente controladas, propie-
dad de las comercializadoras. Desde las bodegas el producto se envía a centros de acopio de
la empresa o directamente desde Zapotlán a distribuidores en Estados Unidos y Europa. El
precio que la comercializadora paga al productor se establece previamente a la siembra, en
términos de mínimos y máximos, de acuerdo con el mercado internacional.
El negocio de los aguacates tiene características análogas. Algunos productores son
pequeños; otros, que conjuntamente ocupan la mayor superficie aguacatera, son medianos y
grandes; cada uno de los 15 mayores controla más de 100 hectáreas. Todos son mexicanos, pero
los medianos son foráneos respecto del sur de Jalisco. Estos últimos suelen ser dueños de una
compañía aguacatera; la manejan personalmente y rentan la tierra de propietarios o ejidatarios
locales, que a veces se convierten en socios del productor. (“No compramos tierra, porque no
queremos inmovilizar capital”). Sin embargo, si una plantación resulta satisfactoria, el alquiler
puede prolongarse durante toda su vida productiva (de 20 a 40 años); los contratos incluyen esa
opción. Establecer una plantación o huerta suele requerir la apertura de brechas en las zonas
montañosas y la perforación de pozos que se utilizan para riego por goteo y aspersión. El riego
es necesario para evitar que los arbolitos se debiliten por el calor veraniego y mueran jóvenes;
también lo es el uso de plaguicidas químicos. Las propias compañías buscan o producen las
semillas y preparan las “plántulas” en invernaderos propios. Predomina la variedad Hass de
aguacate, junto con una mutación lograda en Michoacán: la variedad Méndez, que “viaja muy
bien”. Los árboles comienzan a dar algo de fruto a los ocho o nueve meses de plantados; a los
dos años están en plena producción y se cosechan varias veces al año, por lo que las planta-
ciones medianas cuentan con trabajadores permanentes, locales o foráneos, bien pagados en
términos locales y con prestaciones. Los productores medianos y grandes tienen mayordomos
que organizan el trabajo en la huerta (pues ellos dedican mucho tiempo a negociar precios);
los pequeños utilizan mano de obra familiar y contratan algunos jornaleros para los cortes. No
se empaca en campo, sino en bodegas en Ciudad Guzmán. Un buen número de productores
medianos tiene experiencia previa en el negocio de aguacates en otras regiones del país (sobre
todo en Michoacán). No dependen necesaria o directamente de compañías transnacionales
para la comercialización; existen asociaciones de aguacateros nacionales –algunas de ellas filia-
les de instituciones norteamericanas o europeas– que han ido logrando permisos y superando
58
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
59
Guillermo de la Peña
Algunos posesionarios se quejan de que los productores y las compañías comercializadoras les
ofrecen acondicionar sus tierras para los nuevos sembradíos y luego resulta que al final tienen
que pagarles muy caro por esa operación. Se ha establecido una situación de monocultivo que
agrede la biodiversidad; ha empeorado la contaminación de los mantos freáticos, que además
se ven peligrosamente disminuidos por la proliferación de pozos (no pocos ilegales). También se
ha empeorado la alimentación de la gente pobre: disminuye el abasto de granos, frutos y vege-
tales locales frescos, sustituidos ahora por comida procesada y traída de lejos. La deforestación
avanza. Las laderas corren peligro de deslavarse; los magueyes que retienen el aluvión se remue-
ven para dar sitio a los aguacates; esto igualmente daña la producción pulquera local.37 Por aña-
didura, la salud de los trabajadores se ha visto afectada por el contacto con productos químicos
tóxicos. Los plásticos blancos de los múltiples invernaderos incrementan la temperatura y esto
ha redundado en la disminución del caudal de la laguna (que además ha sufrido por décadas
problemas de azolvamiento). La afluencia de mano de obra foránea ha saturado los servicios de
salud pública y la oferta de vivienda. Aunque las prestaciones de los trabajadores incluyen ins-
cripción en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) (por la que ellos pagan una parte de
la cuota), las instalaciones de esta institución en Ciudad Guzmán se encuentran rebasadas y su
personal es insuficiente; por ello, se acude más bien a los médicos que atienden en las farmacias
o a medicina tradicional. Por otro lado, se padece de hacinamiento en las viviendas conseguidas
por las empresas para los trabajadores que vienen de fuera. Adicionalmente, se reportan proble-
mas de drogas y violencia en la zona urbana, cuya población se ha cuadruplicado en los últimos
40 años. Y se plantea una pregunta de radical importancia: ¿qué pasará cuando las empresas
arrendatarias se vayan, porque cambió el mercado, o porque la tierra rinde menos y el agua
escasea, o por cualesquiera otras razones?
A partir de los testimonios, no es fácil hacer un balance objetivo de esta situación de
cambio agrario, todavía muy reciente. Una afirmación repetida es que “no había de otra”. Por
ejemplo, desde principios del presente siglo ya se notaba un deterioro de la tierra que obligaba
a aumentar la cantidad de abono químico para obtener buenas cosechas. Para comprarlo,
muchos campesinos se endeudaban y corrían peligro de arruinarse; el convertirse en arrenda-
dores de las compañías agroindustriales resultaba ser la salvación.38 No obstante, empiezan a
surgir alternativas, promovidas por académicos del CUSur-UdeG, en conjunto con grupos de
familias locales. Así, se fundó una “Escuela Campesina” acompañada de una parcela agroeco-
lógica que promueve la recuperación de milpas y labranzas habituales. Un tianguis ecológico
al que acuden productores orgánicos se celebra semanalmente. Se han apoyado a grupos de
mujeres que cultivan pequeños huertos de flores o incluso de bayas, sin utilizar productos quí-
micos. Y hay mujeres y hombres que a pesar de todo conservan milpas, nopaleras, chayoteras
37 En el municipio de San Gabriel, también del Sur de Jalisco, ocurrieron graves inundaciones y deslaves en 2019, en buena medida
causados por siembra inapropiada de aguacates en los cerros.
38 Esta es una vieja historia que se repite en el mundo campesino en general: rentar o hasta vender la tierra para pagar deudas (Reyes
Osorio et al. 1974: 972-973).
60
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
y huertos frutales, asesorados por universitarios. No falta, incluso, quien rente una parte de
su ejido o pequeña propiedad para financiar en otra parte la persistencia de sus siembras
tradicionales. Son pequeños esfuerzos que muestran la posibilidad de resistencia (Macías y
Sevilla 2017b). Además, en el ámbito de la región, ha surgido una asociación intermunicipal:
la Alianza Ciudadana para el Desarrollo Regional Alternativo del Sur de Jalisco, y el proyecto
Al Grano. Sistemas Alimentarios del Sur; ambos promueven grupos cooperativos, asambleas
de análisis y planeación, gastronomía tradicional, y redes de intercambio de información y
alimentos. Asimismo, estos esfuerzos se han vinculado con redes y organizaciones similares
en el ámbito nacional (Magaña y Villagómez 2018).
Reflexiones finales
39 Los productores y distribuidores de plaguicidas (nacional e internacionalmente) fueron indudablemente grandes beneficiarios de
la revolución verde (Macías y Sevilla 2017: 7-9).
61
Guillermo de la Peña
1982, los gobiernos ensayaron una variedad de políticas públicas de apoyo al sector campesino,
que podían ser –tal vez– en principio buenas, pero carecieron de vigor, buen manejo y con-
tinuidad. Por añadidura, esas políticas solían enredarse en marañas de corrupción, abusos y
caciquismo. La pobreza en el campo persistía, incluso empeoraba. En los seis sexenios siguien-
tes (1982-2018), las políticas agropecuarias se tornaron excluyentes, de manera explícita, res-
pecto de los productores sin acceso a capital, en el contexto de una economía globalizada y
dominada por un nuevo tipo de estrategias empresariales que era y sigue siendo imposible
ignorar. No obstante, el caso del Sur de Jalisco parece indicar que existen campesinos que,
aunque golpeados, han logrado sobrevivir e incluso prosperar en los márgenes e intersticios de
la avalancha neoliberal.
De las discusiones de la década de 1970 era posible, en esa época, derivar tres alterna-
tivas para reorganizar el campo mexicano y promover una sociedad agraria menos desigual e
injusta. La primera era entregar todo el sector agropecuario a empresarios privados y moder-
nizadores, en el contexto de una economía nacional suficientemente protegida; convertir a
los campesinos en trabajadores con buenos salarios y prestaciones, y proporcionar a sus fami-
lias servicios adecuados de salud y educación, así como créditos para mejorar sus viviendas.
La segunda alternativa era crear granjas colectivas, al estilo soviético, manejadas directa o
indirectamente por agentes gubernamentales, con producción subsidiada y planificada para
satisfacer las necesidades del país en alimentos y materias primas (como en una “economía
de guerra”). Y la tercera, coincidente con las conclusiones del magno estudio del Centro de
Investigaciones Agrarias (y con las de Palerm), exigía un replanteamiento y fortalecimiento
de la Reforma Agraria, para convertir a los campesinos minifundistas, mediante inversiones
bien distribuidas, en productores motivados y prósperos con suficiente tierra, irrigación, tec-
nología de punta, capacitación y comunicaciones adecuadas, dentro de una economía prote-
gida que podría irse abriendo hacia mercados más amplios.
La primera alternativa, aunque contaba con simpatizantes entre ciertos grupos priístas
(y por supuesto por parte de la iniciativa privada), fue considerada inaceptable: atentaba contra
los principios fundamentales del régimen revolucionario; y además detonaría un desempleo
rural masivo que las ciudades y las industrias serían incapaces de absorber. La segunda tam-
bién contaba con simpatizantes; el presidente Cárdenas había fundado ejidos colectivos, y
en los años del presidente Echeverría se promovieron varios; pero en general no resultaron
eficientes y provocaron conflictos entre sus propios miembros. En cualquier caso, era impo-
sible poner en práctica pacíficamente la colectivización del campo en todo el país. Era lógico
optar por la tercera alternativa, y así se hizo inicialmente, pero a medias, sin comprometerse a
fondo: era difícil repartir más tierra de calidad, a menos que se les quitara a las explotaciones
más grandes, lo cual causaría conflictos con el sector privado; las inversiones propuestas se
fueron haciendo poco a poco, pero a corto plazo no eran prioridad. Y se mantuvo una relación
vertical y centralista, poco abierta a la participación, entre el Estado y los campesinos, lo que
propició protestas, movimientos sociales e incluso rebeliones.
62
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
40 El concepto de seguridad alimentaria, centrado en los derechos individuales, ha sido objeto de fuertes debates y críticas (González
2007).
63
Guillermo de la Peña
gobiernos acerca de qué alimentos se generan en los diferentes nichos ecológicos y con qué
procedimientos. Se espera –se exige– la intervención decidida del poder público en favor
de un enfoque agroecológico y una cultura alimentaria saludable. No se pueden ignorar las
dinámicas de la tecnología y el mercado –hacerlo lleva al fracaso–; tampoco se deben feti-
chizar: son productos humanos y sus características son inseparables de las relaciones sociales
que posibilitan su utilización. Muchos pequeños cultivadores han entendido esto; por ello
no ha desaparecido el campesinado en México y América Latina, y no solamente porque la
organización familiar productiva sigue siendo un refugio (precario pero real) de quienes son
desplazados por el tsunami de transformaciones en el campo. Dentro de las coordenadas de
tiempo y espacio en que vivimos, no va a abolirse la presencia de los negocios agropecuarios
grandes y medianos, nacionales e internacionales. Sin embargo, es responsabilidad del Estado
y la sociedad en conjunto que su actuación no destruya el medio ambiente, ni su relación con
los pequeños productores sea de dominio, exclusión y abuso.
Sin una perspectiva humanista y sin la participación ciudadana, la extensión agrícola
y la organización productiva pueden caer en fetichismos y autoritarismos (Fernández Godard
2014). Lograr la soberanía alimentaria con desarrollo sustentable implica voluntad política y
compromisos efectivos (no “a medias”) del gobierno, y grandes esfuerzos de la sociedad civil.
Thierry Linck, en un libro señero, El campesino desposeído (1988) hace un llamado, como antes
lo hizo Palerm, a terminar con el despojo secular del campo mediante una radical reorien-
tación del modelo dominante; señala la importancia de la descentralización y democratiza-
ción de las políticas agrícolas y alimentarias, pero también de los conocimientos y medios
de producción; el reconocimiento de la organización autónoma; el diálogo entre la ciencia de
vanguardia y la cultura y la sabiduría de los campesinos, y la adecuada representación de las
organizaciones de base en todos los niveles de gobierno, que potencie su participación en
la toma de decisiones que les conciernen. La experiencia de muchas organizaciones rurales
mexicanas apunta en esa dirección; es urgente recuperarla, promoverla y hacerla extensiva.
¿Utopía? Tal vez, pero sin las utopías la historia no puede avanzar. Y sin la transformación
del modelo continuará la pobreza, la desigualdad, y la destrucción del campesinado y de sus
hábitats.
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71
Guillermo de la Peña
ANEXO ESTADÍSTICO
Nota: Para la superficie de agricultura sólo se tomaron en cuenta las tierras clasificadas como de labor. Frutales y plantaciones
están en el cuadro 3a. Los datos de ganadería en la segunda columna corresponden a 2012 .
Fuente: INEGI , V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal, cuadro 1, http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/produc-
tos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/historicos/1329/702825111441/702825111441_1.pdf#[65,{%22name%22
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72
Cuadro 3a. Superficie por categoría de producción
1970
Categorías de producción Hectáreas
Frutas, plantaciones y agaves 17 686 037
Pastos y praderas 1 450 207
Cultivos anuales o ciclos cortos 4 000 160
2007
Categorías de producción Hectáreas
Semillas oleaginosas, leguminosas y cereales 13 645 515
Hortalizas 474 515
Frutales y nueces 5 055
Invernaderos y viveros, y floricultura 3 574
Resto de cultivos 88 612
Otros cultivos 158 011
Cultivos perennes 8 375 569
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73
Cuadro 5. Principales cultivos por toneladas producidas
74
Continuación cuadro 6
Cultivo 1970 2007 2017
Trigo
Extensión 867 547 634 303 661 744
Toneladas 2 046 598 3 614 292 3 503 520
Precio por tonelada (precios corrientes) 1 260 2 073 3 793
Valor de producción (miles de pesos)
------ 7 288 033 13 288 954
(precios corrientes)
75
Continuación cuadro 6
Cultivo 1970 2007 2017
Alfalfa verde
Extensión 169 861 367 514 239 713
Toneladas 7 911 578 26 567 347 21 055 312
Precio por toneladas (precios corrientes) 36 353 523
Valor de producción (miles de pesos)
----- 6 620 849 11 013 04
(precios corrientes)
76
PROPIEDAD SOCIAL, MEGAPROYECTOS Y RESISTENCIA
LAS VÍAS DE LA DESCOMUNALIZACIÓN AGRARIA
DE LOS PUEBLOS EN MÉXICO
Los procesos agrarios estructurales son aquellos asociados al sistema de tenencia de la tierra
que repercuten de manera determinante en la estructura económica, política y/o social de
una formación histórica dada, caracterizados por su larga duración, presentación dual y
naturaleza no excluyente. Por lo regular, en los países que actualmente cuentan con sistemas
de propiedad implantados por la Corona española los procesos agrarios estructurales más
comunes han sido los de distribución/concentración; de amortización/desamortización; de
latifundización/minifundización; y, el que más nos interesa, de comunalización/descomuna-
lización, entre varios más.
Se entiende por comunalización agraria el proceso formal de creación de comunidades
de derecho y de reconocimiento de las de hecho, esto es, de entidades jurídicas propietarias de
tierras reguladas bajo el estatuto de la propiedad comunal, de acuerdo con las modalidades que
han estado vigentes en nuestro país a lo largo de su trayectoria, es decir, conforme a los modelos
de comunidad colonial (1521-1857), de comunidad social (1917-1992) y de comunidad neoliberal
(1992-2019). Por descomunalización agraria, en cambio, se debe entender el proceso inverso, o
sea, el que se traduce en la pérdida del estatus legal de propiedad comunal o de alguno de los
rasgos de corte social que le son inherentes, pero también a la reducción material de la superficie
que les pertenece.
Dentro del cúmulo de procesos de los que se habla, la comunalización y la descomuna-
lización ocupan un lugar preponderante debido a sus profundas consecuencias en la vida del
México rural y urbano. El proceso comunalizador de la tierra comenzó hace cerca de cinco
siglos y es muy probable que al terminar la segunda década del siglo XXI estemos en presencia
de sus manifestaciones postreras. En cambio, el proceso descomunalizador agrario lleva poco
más de dos centurias y su fin último de “desmontar lo montado” en materia de los comunes
se halle todavía a medio camino. Desde su inicio, este proceso ha sido una constante a lo largo
de la historia, quizá sólo interrumpido por los movimientos armados que aquejaron a nuestro
país durante los siglos XIX y XX.
79
Juan Carlos Pérez Castañeda
80
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
económico, político y social implementadas por los gobiernos colonial y republicano con otros
objetivos. Pensar en una confabulación descomunalizadora de índole agraria urdida desde
las esferas del poder sería demasiado fantasear y equivaldría a ver conspiraciones y amenazas
donde no existen. Al menos ello se colige de la problematización de este proceso a la luz del
destino jurídico que se le daba –y da– a las tierras descomunalizadas.
La descomunalización legal de los pueblos implica que las tierras involucradas muden
de régimen jurídico convirtiéndose en un tipo de propiedad fundaria distinto al comunal, sin
que ello conlleve que cambien necesariamente de dueño. Este proceso agrario puede enten-
derse mejor si se aborda desde el punto de vista del género de la propiedad al que las superficies
antes comunales se convertían, ya que al observarse en función de los objetivos propuestos por
las distintas políticas o medidas descomunalizadoras que las impulsaban es factible advertir
detalles que desde otra perspectiva pasarían desapercibidos. En ese sentido, en la historia del
país las tierras jurídicamente descomunalizadas han devenido propiedades de naturaleza pri-
vada, municipal, nacional y/o ejidal, lo cual significa que los cambios se dieron en medio de
procesos y proyectos concretos de: a) municipalización, b) privatización, c) nacionalización, y,
d) ejidalización.
Dichos procesos, concomitantes a la descomunalización, no han sido excluyentes, por
lo que se han dado y coexistido en un mismo espacio y tiempo. Hasta finales del siglo XX, éstos
fueron producto exclusivo de políticas gubernamentales aplicadas a través de actos de autori-
dad que implicaban una descomunalización forzosa o impuesta. Sin embargo, desde 1992 a
la fecha, la descomunalización agraria de los pueblos sólo puede provenir de actos de carácter
voluntario o consensual que revisten al proceso de un tinte democrático. Desde luego, más
allá de las formas de descomunalización forzosa que representan la expropiación, la ocupación
temporal y la servidumbre de hidrocarburos.
En los siguientes apartados se aborda cada una de las formas de descomunalización
mencionadas, en la inteligencia de que no se trata de una revisión exhaustiva ni a profundidad
del tema, sino solamente de una incursión “a vuelo de pájaro” cuya máxima aspiración no va
más allá de dar un pantallazo general sobre este proceso.
La primera modalidad que revistió la descomunalización jurídica de las tierras de los pueblos
de acuerdo con su destino fue su transformación en propiedad municipal, la cual empezó a
bosquejarse desde finales del siglo XVIII para ponerse en práctica formalmente a principios
del siglo XIX y consolidarse como proceso descomunalizador en la época independiente. Esta
forma de reconversión agraria fue aplicada tanto con preceptos desamortizadores directos
como por medio de regulaciones jurídicas relativas a la división política territorial y a la estruc-
tura gubernamental de los dominios españoles, especialmente las articuladas a establecer el
municipio como célula básica de la administración pública.
81
Juan Carlos Pérez Castañeda
2 Denominación dada al fondo formado con la suma de uno y medio reales aportado por cada tributario matriculado (para sustituir
con monetario el régimen de pago por trabajo en sementeras colectivas), más las tierras, aguas, molinos y mesones, otorgados a los
pueblos por merced real o adquiridos por compra, así como los ingresos provenientes de la renta de cualquiera de ellos.
82
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
(Tanck de Estrada 2004), y que muchos de estos últimos comprendían varias comunidades,
se podrá dimensionar la trascendencia de la municipalización de las tierras comunales y su
impacto en el patrimonio de los pueblos.
Dicho proceso se tradujo en la transformación de las repúblicas de españoles (villas)
y de las repúblicas de indios (pueblos) en cabeceras municipales, situación que implicó el
replanteamiento de la relación jurídica de las comunidades con la tierra, así como de la forma
de administrarla (o de ejercer su dominio y jurisdicción). Por esta vía, una miríada de comuni-
dades o asentamientos precolombinos (antiguos calpultin) fueron privados de la propiedad de
sus tierras, mismas que se transfirieron al patrimonio de los municipios para ser administradas
por los ayuntamientos en calidad de propiedad pública municipal, lo cual se convirtió a la
postre en almácigo de grandes conflictos.
Puesto que para aspirar a formar parte de los ayuntamientos era indispensable saber
leer y escribir, los órganos municipales cayeron ipso facto en manos de las elites locales no
indígenas –por razones obvias las únicas letradas–, las que gracias al estatus de ciudadano
(o vecino) creado por las disposiciones de orden político-electoral pudieron tener acceso a las
tierras de los pueblos de indios (Marino 2016: 69). En estos casos la descomunalización agraria
por el camino de la municipalización significó literalmente: despojo legal del territorio.
Dicho proceso dio margen a su vez a la mestización pluriétnica de las comunidades
y con ello a la penetración de sus futuros fraccionadores, ya que fue a través de los nuevos
vecinos de los pueblos, mestizos y criollos, como se fraguó en muchos casos la subdivisión y
privatización de sus tierras. Díaz Soto y Gama escribió al respecto que la transmisión “a los
ayuntamientos de los derechos de las comunidades indígenas sobre las tierras de los pueblos,
equivalía en efecto a ponerla al alcance de la codicia de los usurpadores” (Díaz Soto 2002: 331).
Dicho autor cita el caso de la diputación provincial de Jalisco (creada por las Cortes de Cádiz),
la que mediante declaración del 13 de enero de 1821 afirmó que las repúblicas o comunidades
de indios habían dejado de existir jurídicamente y que los ayuntamientos eran el único cuerpo
económico que quedaba vigente (idem).
Aunque para ser honestos hay que admitir que no todo fue negativo, pues hubo casos
en los que la municipalización representó la posibilidad de que los pueblos recuperaran anti-
guos derechos políticos y, sobre todo, el control de tierras comunales que se les había retirado
para ser administradas por las subdelegaciones (figura administrativa introducida por la Real
Ordenanza de Intendencias). Así, por ejemplo, en Michoacán, la municipalización impulsada
por el Congreso Local significó la subdivisión y privatización de los comunes de los pueblos.
Sin embargo, esa medida “se convirtió en instrumento para que ciertas comunidades recupe-
raran aquellos terrenos que antaño el subdelegado arrendaba” (Cortés 2013: 278).
Por otra parte, dado que los propios pertenecientes a los bienes de comunidad de las
repúblicas de indios con frecuencia contaban con superficies que eran explotadas por los veci-
nos de los pueblos en forma colectiva mediante la prestación de trabajo y servicios personales
de carácter gratuito, y toda vez que siguieron manejándose de manera semejante, algunos
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Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
3 Hay que aclarar que en la Península Ibérica se le conocía como Contaduría General de Propios y Arbitrios y en México se le
denominó de “Propios, Arbitrios y Bienes de Comunidad”, en virtud de que en la Nueva España los pueblos indios tenían para
ingresos municipales los “bienes de comunidad” y no los propios (propiedades) y los arbitrios (impuestos) como ocurría en los
pueblos de españoles.
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Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
y bajo el equívoco de que los terrenos de los propios no sólo los administraban sino que además
pertenecían a éstos, ordenó el fraccionamiento y desincorporación de dichos bienes agrarios
del patrimonio municipal y su fraccionamiento y asignación a los particulares en concepto de
propiedades individuales en pleno dominio.
La Ley Lerdo no solamente fue una regulación jurídica desamortizadora sino también
descomunalizadora (además de secularizadora), en cuanto que luego de un proceso de comu-
nalización territorial de larga duración que inició en el siglo XVI y empezó a declinar a finales
del XVIII, se propuso la subdivisión de las tierras pertenecientes a los pueblos y su reducción
a propiedad privada individual. Aunque tal cometido se logró en un considerable número de
casos no se consiguió del todo, ya que muchos poblados por diversos mecanismos o artilugios
lograron mantener la posesión de sus tierras. Aunque este hecho, por paradójico que se oiga, a
veces resultó contraproducente para sus tenedores, como se explica más adelante.
El proceso de descomunalización de los pueblos acelerado en 1856 mantuvo una tra-
yectoria con variaciones diversas. En una primera fase, iniciada con la publicación de la Ley
Lerdo en 1856 y concluida con el levantamiento de Zuloaga en el estado de Puebla, a finales de
1857, la fiebre desamortizadora se desencadenó sobre los propios de los pueblos. Seguidamente,
si bien con el estallido de la Guerra de Tres Años (1858-1861) y la Intervención Francesa (1862-
1867) la citada ley entró en una suerte de impasse que implicó su casi nula aplicación, ello no
significó la suspensión de la desamortización, ya que después del fusilamiento de Maximiliano
de Habsburgo las acciones gubernamentales de desincorporación de las tierras de los pueblos
fueron incentivadas de inmediato, hasta tomar una fuerza inusitada con la política de comu-
nicaciones (ferroviaria y caminera) desplegada desde 1878 por el gobierno federal.
El proceso de privatización de las tierras comunales avanzó de manera heterogénea
pero ininterrumpida a lo largo del país durante el último tercio del siglo XIX, manifestándose
de acuerdo con las especificidades de cada región. Esto se tradujo en una rapaz descomunali-
zación legal y material de los bienes de los pueblos, los que en numerosos casos no sólo perdie-
ron la calidad jurídica o el estatus de propiedad comunal, sino también muchas de las tierras
y demás bienes agrarios que les pertenecían.
Contra lo que podría suponerse, dicho proceso no se detuvo con el marco jurídico
agrario reivindicador y recomunalizador emanado de la Constitución Política de 1917, ya que
desde el primer Código Agrario (1934) se reconoció el derecho de los particulares poseedores
de tierras dentro de las comunidades a conservar hasta 50 hectáreas en concepto de propiedad
privada, siempre que hubiesen sido poseídas en nombre propio, a título de dominio y por más
de diez años anteriores a la fecha de que le fuera notificado el procedimiento de restitución,
permitiéndoles localizar dicha superficie en el lugar que eligiesen dentro de los terrenos que
vinieren ocupando. Posteriormente, con la expedición del Reglamento para la Tramitación de
las Solicitudes de Reconocimiento o Confirmación de Bienes Comunales (1958) se estableció
“el derecho de titulación en propiedad privada de los terrenos que poseían individualmente
los comuneros o propietarios que no lo fuesen, siempre que no rebasasen el límite de las 50
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Juan Carlos Pérez Castañeda
hectáreas y que la adjudicación individual fuese aceptada, reconocida y respetada por la comu-
nidad” (Delgado 1993: 783).
Así como ocurrió durante el siglo XIX en que la Ley Lerdo vino a revestir de definitivi-
dad legal a la privatización de las tierras comunes de los pueblos perpetrada bajo el fragor de
las legislaciones de los estados emitidas con anterioridad a la misma, en el siglo XX la reforma
agraria vino a legalizar la posesión de terrenos comunales detentados en concepto de propie-
dad privada y ocupados en el marco de la aplicación de aquella, lo cual imprimió definitividad
plena a su descomunalización, hecho que al final de cuentas implicó una desterritorialización
de jure y de facto.
La transformación del sistema de propiedad acaecida en 1992 –dentro de la que se
incluyó la modificación del modelo de propiedad comunal– mantuvo la misma línea desco-
munalizadora por privatización implementada por el sistema que le precedió, pero ya no a
través de disposiciones jurídicas de reconocimiento a posesiones previas, sino abriendo la posi-
bilidad de que las comunidades se convirtieran en propiedades privadas por la vía voluntaria.
De esta forma, desde los últimos años del siglo pasado y los que van del presente las comu-
nidades agrarias pueden migrar al régimen de la propiedad privada en dominio moderado
mediante su ejidalización o al régimen de la propiedad privada en dominio pleno mediante
la aportación de sus tierras al capital social de las sociedades agrarias civiles y mercantiles por
acciones, modalidad de figura societaria introducida por la Ley Agraria en 1992.
Como se ha podido advertir, las acciones descomunalizadoras por la privatización de
las tierras de los pueblos ha sido prácticamente una constante en la historia de nuestro país
desde finales del siglo XVIII, lo que habla de un proceso agrario (jurídico-social) de larga dura-
ción, mismo que en el contexto del proceso de desamortización en el que nos encontramos
inmersos desde 1992, es muy probable que se mantenga o continúe durante todavía buen
tiempo dado que su terminación no se alcanza a visualizar en un futuro próximo.
Una tercera modalidad de la descomunalización jurídica y material de las tierras de los pue-
blos se dio a través de su nacionalización, es decir, por medio de las declaratorias de terrenos
nacionales, tanto de las dictadas en tiempos de las tristemente célebres compañías deslinda-
doras como de muchas de las emitidas durante del siglo XX, en cuyo transcurso las tierras
poseídas inmemorialmente por numerosos pueblos indígenas fueron declaradas nacionales y
destinadas a la colonización privada y ejidal, situación que constituiría el germen de múltiples
conflictos posteriores de gran envergadura que habrían de empañar la forma de implemen-
tación del proceso de reforma agraria y el respeto del Estado a las posesiones de los pueblos
indios (casos de los pueblos yaqui, lacandón, wixarica, mayo, rarámuri, etcétera).
Los primeros antecedentes de la figura de los terrenos nacionales en nuestro país se
remontan al siglo XVI cuando a raíz de la Conquista numerosos pueblos naturales –sobre
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Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
todo los que se resistían a la dominación– fueron privados de sus posesiones territoriales de
un plumazo al ser consideradas propiedad del rey y de la Corona de España, acto de suprema
trascendencia al que Wistano Luis Orozco calificó como el “gran despojo” (Orozco 1975: 89).
Con excepción de las posesiones que se reconocían a los indios, casi la totalidad de las tierras
pasaban a catalogarse baldías o realengas, las que entre otras cosas estaban destinadas a la
creación de la propiedad fundaria, convirtiéndose por tanto en fuente de todo tipo de propie-
dad durante la Colonia (privada, eclesiástica y comunal). De esta suerte, lo que para los ven-
cidos significó una desterritorialización, para los vencedores significó una reterritorialización.
Cuestión de enfoques.
Durante la Colonia la principal fuente material de la propiedad fueron los terrenos
baldíos o realengos. Al principio estos fueron donados por la Corona con la finalidad de crear
la propiedad y estimular el poblamiento de la Nueva España, pues se suponía que con un solar
para vivir y una sementera para explotar, entregados gratuitamente, se animaría a la gente de
la Península Ibérica a trasladarse a suelo americano. Esta política de colonización empezó a
declinar desde finales del siglo XVI y comienzos del XVII para optar por la compraventa o trans-
misión onerosa de los terrenos realengos a los particulares. Con el golpe de timón en materia de
política agraria instrumentado por la dinastía borbónica dichos espacios pasaron a ser adminis-
trados con criterios de rentabilidad, de modo que su transmisión o adquisición no era tan fácil
como en sus primeros años, situación que se mantuvo hasta la Independencia.
La Constitución de 1824 fue omisa en cuanto a la regulación de los terrenos baldíos,
lo que al calor de la Ley de Colonización –promulgada ese mismo año– dio pábulo para que
diversos congresos estatales legislaran sobre el particular disponiendo de ellos como si fuesen
patrimonio de las entidades federativas. En vía de ejemplo pueden citarse los casos del estado
de Veracruz, entidad en la que mediante decreto número 39, de fecha 22 de diciembre de
1826, el Congreso local dispuso la repartición de los terrenos baldíos y las tierras de las comu-
nidades; o bien, el del Estado de Occidente (Sonora y Sinaloa), donde en 1828 mediante los
decretos números 88 y 89 expedidos por la legislatura local se ordenó la desamortización de
los terrenos baldíos y los comunes de los pueblos supuestamente para efectos de reparto agrario.
Esta ambigua situación se mantuvo a nivel federal hasta que, por decreto del 25 de noviembre
de 1853, el presidente Santa Anna emitió declaratoria en la que consignó que los terrenos bal-
díos eran de exclusiva propiedad de la nación, sometiendo a revisión todas las ventas que de los
mismos hubieren hecho las autoridades de los estados desde septiembre de 1821 hasta la fecha
de dicho decreto.
La primera ley de terrenos baldíos de nuestro país fue dictada por el presidente Juárez
en 1863. Ésta contempló la posibilidad de enajenar a los particulares una superficie de hasta
2 500 hectáreas, con el relevante detalle de que los hizo susceptibles de prescripción, de suerte
que podía demandarse al gobierno federal el reconocimiento de la propiedad luego de una
posesión continua, pública y pacífica de al menos diez años consecutivos. En 1875 y 1883
sendos ordenamientos en materia de colonización permitieron la participación de compañías
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Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
enajenarlas a terceros extraños a éstos, como ocurrió durante la década de los años setenta con
enormes extensiones del trópico húmedo que fueron colonizadas al calor de lo que se deno-
minó la “nueva estrategia de entrega de la tierra” (como en el valle de Edzná, en Campeche,
y en la región de las Huastecas) y durante los ochenta con las tierras de la Selva Lacandona.
Hay que recordar que, durante el siglo XX, una vez que los terrenos deslindados eran
declarados nacionales, el Estado podía disponer libremente de ellos, para lo cual tenía dos
posibles destinos: privatizarlos por medio de la venta y adjudicación gratuita de terrenos nacio-
nales (de 1922 a 1962) o ejidalizarlos por medio de la dotación (de 1936 a 1992). Por otro lado,
desde 1992 los terrenos nacionales sólo pueden ser destinados exclusivamente a su venta a los
particulares, por lo que ya no existe la posibilidad de su ejidalización, así como tampoco la de
las tierras comunales.
Finalmente, si se toman en cuenta las cifras de terrenos nacionales repartidos durante
el proceso de reforma agraria, se ve muy difícil que en la actualidad aún pudiera cristalizar
una descomunalización de este tipo, es decir, por vía de la nacionalización. Es un hecho que
la fuente primordial de la propiedad en México inaugurada en 1521 se encuentra a punto de
agotarse, por lo que ya no representa una amenaza, modalidad o alternativa de la comunali-
zación agraria.
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Juan Carlos Pérez Castañeda
cuya finalidad consistía en entregar a los pueblos tierras adicionales a las restituidas para que
se alcanzara a beneficiar a la totalidad de sus integrantes. Es decir, se trataba de una acción
jurídica de carácter secundario puesto que su función sólo era la de complementar las tierras
restituidas a las comunidades, sin que ello diera lugar a la creación de una nueva modalidad
de la propiedad.
Con la promulgación de la Ley de Ejidos en 1920, dicho procedimiento se transformó
en la fórmula para la creación de una nueva figura propietaria de tierras, ya que el derecho de
solicitarlas se amplió a todos aquellos “poblados agrícolas” que sin ser de los mencionados y
sin contar con ningún tipo de categoría política ni de documento que acreditase algún dere-
cho preexistente, formasen asentamientos con un censo superior a las 50 familias, bastando
para el efecto que tuvieran necesidad de tierras y una constancia de la presidencia municipal.
Con ello nació en nuestro país una nueva forma de propiedad rural a la que por extensión se
le denominaría “ejido” y la que paradójicamente habría de encarnar una nueva forma de des-
comunalización legal y material de los pueblos a lo largo del siglo XX, situación que obedeció
a que muchos de estos nuevos núcleos agrarios o ejidos provinieron de antiguas comunidades
que estando en posesión de las tierras fueron ejidalizadas por no existir en la ley un procedi-
miento específico para su reconocimiento o confirmación. De esta manera, de la descomuna-
lización liberal se transitó a la descomunalización social.
Con ello se destronó a la restitución como la principal y única vía de reparto de la
tierra ya que, en palabras de Herrera Serna, “se concedió legalmente un mayor peso a las
dotaciones que a las restituciones, pues este segundo procedimiento era mucho más compli-
cado, además de que generalmente las tierras reclamadas para su restitución eran de mejor
calidad, por los que sus propietarios buscaban todas las posibilidades para retenerlas” (Herrera
1986: 59).
A partir de ahí y durante todo el proceso de reforma agraria subsecuente se registró
de nuevo –al igual que en la Colonia– la coexistencia de dos procesos contrapuestos, por un
lado, el de recomunalización y, por otro lado, el de descomunalización, los que eran incom-
patibles, pero no excluyentes. El primero se daba al principio sólo a través del procedimiento
de restitución de tierras (a partir de 1942 incluyó el reconocimiento o confirmación) y, el
segundo, por conducto de la ejidalización de antiguas comunidades que no contaban con
títulos o que no pudieron acreditar el despojo de que habían sido objeto, o bien, que estando
en posesión de tierras comunales no pudieron éstas ser reconocidas como tales por no existir
aún el procedimiento respectivo, habiendo sido convertidas en o dotadas como ejidos; en otras
palabras, fueron ejidalizadas, lo cual lo explica parcialmente –pero no lo justifica– la ausencia
de normas y procedimientos para tal efecto (Pérez Martín y Rivera 2011: 19).
Ello no impidió, sin embargo, que algunos pueblos se beneficiaran mediante lo que
Helga Baitenmann denomina “reconocimientos de facto”, o sea, acciones mediante las
que superficies en posesión de comunidades (la mayoría de hecho) quedaban salvaguarda-
das incluyéndolas legalmente en las dotaciones ejidales. En palabras de dicha autora, “la
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Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
inclusión de facto de los terrenos comunales en las dotaciones de tierras fue la única forma
disponible de protegerlos” (Baitenmann 2016: 5). Esta situación se prolongó hasta 1942,
año de publicación de un nuevo código agrario que comenzó a bosquejar el procedimiento
correspondiente, aunque en realidad no fue sino hasta la expedición del Reglamento para la
tramitación de los expedientes de confirmación y titulación de bienes comunales, ocurrida el
6 de enero de 1958, cuando se estableció la situación definitiva.
Durante el lapso en que prevaleció dicha laguna jurídica la descomunalización agraria
no significó municipalización ni privatización –como ocurrió en el siglo XIX– sino ejidali-
zación. Fuerza advertir, no obstante, que aun cuando un gran cúmulo de comunidades fue
transformado en ejidos, muchas de éstas siguieron cohesionadas y conservando la comunali-
dad de antaño, adaptándose a la normatividad que regulaba su nuevo régimen de propiedad y
hasta emprendiendo prácticas solidarias que rebasaban las obligaciones propias de los estatutos
ejidales.
Ahora bien, no hay que pasar por alto que la descomunalización liberal agraria signifi-
caba la virtual desterritorialización de los pueblos en cuanto que las tierras salían del patrimonio
de éstos para convertirse en propiedades privadas individuales pertenecientes al patrimonio per-
sonal de sus nuevos dueños, siendo susceptibles de circular mercantilmente. La descomunaliza-
ción social, en cambio, no sólo mantenía la territorialidad sino que además la endurecía, toda
vez que, al ser ejidalizadas, las tierras otrora comunales quedaban sujetas a un régimen jurídico
mucho más rígido que el que antaño las regulaba, entrando en un estado de amortización tal
que impedía la más leve circulación de sus tierras en los mercados inmobiliarios (los propios y
las parcelas del común repartimiento de los pueblos podían ser arrendadas y los derechos de uso
y usufructo sobre éstas podían ser transmitidos).
El 6 de enero de 1992 aparecieron publicadas en el Diario Oficial de la Federación
diversas adiciones y reformas al Artículo 27 de la Constitución Política, mediante las cuales
se tomaron medidas sustantivas en materia de propiedad, empezando por la cancelación del
reparto agrario. Esto terminó con la creación de ejidos y suspendió el proceso institucional de
distribución de la tierra. Cualquiera pensaría que con ello el proceso de descomunalización
agraria se detuvo, pero no fue así. De nuevo, no solamente se readaptó (si antes, en cuanto a
la forma, la ejidalización de las tierras comunales era forzosa, a partir de ahí se convirtió en
voluntaria), sino que fue más allá, toda vez que –en cuanto al fondo– su régimen jurídico
sufrió una adecuación individualizadora que le hizo adoptar características que le distancian
del modelo de propiedad comunal vigente durante la reforma agraria y le acercan al que
predominó durante la Colonia y la época independiente, poniendo en duda su permanencia
dentro de la esfera de la propiedad social.
Efectivamente, la legislación de la materia establece la posibilidad de que las comuni-
dades agrarias cambien su régimen legal al del ejido por decisión de sus asambleas, incoando
para el efecto un procedimiento bastante sencillo (artículo 104 de la Ley Agraria). Es decir,
los comuneros tienen la facultad de descomunalizar las propiedades de su núcleo agrario de
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Juan Carlos Pérez Castañeda
manera voluntaria mediante la ejidalización. Sin embargo, hay que llamar la atención de que
actualmente se trata de una ejidalización diferente a la que prevaleció hasta 1992, ya que, si
antaño el ejido y la comunidad se regulaban por un régimen jurídico semejante, a partir de
las reformas salinistas la propiedad ejidal se convirtió en una forma específica de la propie-
dad privada, por lo que ahora para las comunidades la opción de la ejidalización significa
privatización.
Lo anterior obedece a que el ejido de la reforma agraria no es el mismo ejido de la
actualidad. Éste dejó de constituir una forma de la propiedad social y se convirtió en una
nueva modalidad de la propiedad privada, efectivamente regulada bajo un régimen de domi-
nio moderado que le vino a sumar a las modalidades vigentes del pleno dominio (propiedad
individual y societaria) y del dominio condicionado (propiedad de las colonias agrícolas y
ganaderas), o sea, configura desde la perspectiva jurídica una suerte de propiedad privada
en dominio no pleno que le hace diferir sustancialmente del régimen actual de la propiedad
comunal, el que también fue modificado y privatizado pero no a tal grado (Pérez y Mackinlay
2015).
Se dice que el modelo de propiedad comunal experimentó un reajuste descomunaliza-
dor en virtud de que los comuneros titulares de los derechos agrarios fueron facultados para
concretar actos jurídicos de corte privado que antes de 1992 estaban severamente prohibidos, al
grado que su transgresión se sancionaba con la privación de los derechos (como la renta, el aca-
paramiento y la enajenación de las parcelas), rasgos que permitían enmarcarla en el ámbito de
lo que –junto con el ejido– era calificado como propiedad social, pero que a partir de entonces
registró una mutación tan radical que ha hecho repensar su ubicación teórica.
De acuerdo con la ley, a diferencia de los ejidos, las comunidades agrarias no pueden
privatizarse de manera directa en pleno dominio sin antes pasar por su conversión al régimen
de propiedad ejidal (aunque indirectamente sí), dispositivo que revela con nítida claridad que
ahora el ejido se encuentra en una posición intermedia que lo sitúa entre el modelo de propie-
dad privada en pleno dominio y el modelo de propiedad comunal. Cabe recordar que hasta
1992 el ejido y la comunidad guardaban la misma calidad doctrinal y compartían el marbete
de propiedad social debido a los rasgos que las distinguían. Por ende, como se dijo, la desco-
munalización de ahora no tiene las mismas implicaciones que la de antes, en cuanto que el
régimen jurídico en el que desemboca es distinto.
Así pues, en los albores del tercer milenio la ejidalización y la privatización societaria
han devenido las únicas vías posibles para la descomunalización de jure de las tierras de los
pueblos en nuestro país, siendo las primeras de carácter voluntario luego de casi dos siglos y
medio de iniciado este proceso, modificación que probablemente se impulsó apostando a que
las masas de comuneros sucumbirán seguramente a las tentaciones de la modernización.
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Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico
Conclusiones
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PRIVATIZACIÓN DE FACTO, DISONANCIAS NORMATIVAS Y
SOBREPOSICIONES DE JURISDICCIONES
Resultados inesperados de las reformas al marco agrario
de 1992 en México1
Gabriela Torres-Mazuera2
La seguridad de la tenencia de la tierra fue una de las principales justificaciones para la reforma
legal al Artículo 27 constitucional en 1992 en México. En su discurso dirigido a los líderes de
organizaciones campesinas en 1991, el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) presentó
la iniciativa a esta reforma como una vía para “reintegrarle a los campesinos el poder para
manejar la tierra y sus recursos con autonomía” (Salinas de Gortari 1991: 1097). El argumento
era la necesidad de mayor certidumbre a la tenencia de la tierra de ejidatarios y comuneros, lo
cual permitiría, aunada a una política integral para este sector, la reactivación económica del
campo. Salinas de Gortari argumentó que “la reforma propone que se respete la libertad
del ejidatario para decidir sobre el dominio de la parte parcelaria; pero establece que sean los
ejidatarios los que decidan por mayoría calificada [...] para asegurar que estas decisiones sean
tomadas libremente, sin influencias indebidas o abusos” (Salinas de Gortari 1991: 1097).
La seguridad en la tenencia de tierra fue el argumento utilizado en muchos países del
sur global donde, desde la década de 1980, agencias internacionales promovieron programas
para titular tierras comunales. Este fue el caso de México con el Programa de Certificación de
Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede) llevado a cabo entre 1993 y 2006.
Sin embargo, es importante dejar claro que la necesidad de certeza jurídica sobre la
propiedad era una exigencia mucho más presente entre el sector empresarial que entre el cam-
pesinado. En su exposición de motivos frente a la Cámara de Diputados en 1991, Salinas de
Gortari explicó que “la inversión de capital en las actividades agropecuarias tiene hoy pocos
alicientes debido en parte a la falta de certeza para todas las formas de tenencia que se deriva
de un sistema obligatorio para el Estado de reparto abierto y permanente” (Diario de los deba-
tes 1991). Esto es, que la inseguridad de la tierra en México tenía como origen el peligro de
expropiación para los propietarios privados. Esta mención de la inseguridad para los futuros
inversionistas que se esperaba llegaría tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América
1 Una versión similar de este trabajo fue publicada como introducción en el libro La regulación imposible. (I)legalidad e (i)regularidad
en los mercados de tierra en ejidos y comunidades en México del inicio del siglo XXI (Torres-Mazuera y Appendini 2020).
2 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS-Peninsular.
97
Gabriela Torres-Mazuera
del Norte, fue eliminada del discurso oficial presente en instituciones como la Secretaría de
Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) o la Procuraduría Agraria al día de hoy,
aunque es un antecedente importante para comprender el sentido de “apertura” de las legisla-
ciones secundarias reformadas en 1992 (Ley Agraria, Ley Forestal, Ley Minera, Ley de Aguas
Nacionales) que abrieron al mercado los recursos naturales en México.
A más de veinte años de la reforma legal agraria y la puesta en marcha del programa
Procede, es necesario reflexionar sobre el tipo de seguridad/inseguridad en la tenencia de
tierras en ejidos y comunidades que se alcanzó. ¿Quién ganó seguridad en la tenencia con
la reforma de 1992? ¿Seguridad para qué y frente a quién? A fin de dar respuestas a estas
interrogantes, es preciso concebir la seguridad en la tenencia de tierra desde una perspectiva
que permita distinguir los planos de la legalidad y la legitimidad social. Más aún, es funda-
mental distinguir entre actores afectados y beneficiados por las reformas y considerar no sólo
los resultados esperados sino también los efectos inesperados de las reformas al Artículo 27
Constitucional de 1992.
En este trabajo me propongo resolver dichas interrogantes desde un cuestionamiento
a dos supuestos en torno a reforma legal de 1992. En primer lugar, la idea según el cual la for-
malización de los derechos agrarios era la respuesta a la supuesta incertidumbre jurídica. Y a
la par, que la reforma de 1992 conllevaría la privatización legal (cambio a dominio pleno) de la
propiedad social y con ello se daría término a los conflictos por tierras.
Para hacerlo retomaré los hallazgos de la investigación etnográfica que he realizado en
la península de Yucatán entre 2010 y 2019. También me apoyaré en un conjunto de investigacio-
nes que permiten aproximarnos a las dinámicas de los mercados de tierras ejidales (Concheiro
y Diego 2001, 2003; Escalante 2001). En particular, retomaré algunas de las discusiones de
un conjunto de trabajos publicados en el libro La regulación imposible (Torres-Mazuera y
Appendini 2020), fruto de un proyecto de investigación del cual fui titular.3 Este proyecto
estuvo integrado por diez antropólogos sociales (cinco mujeres y cinco hombres), una soció-
loga y tres economistas que entre 2015 y 2018, exploramos la circulación de las tierras ejidales y
de bienes comunales en siete regiones del país: los Tuxtlas, la cuenca media del Papaloapan
y la Sierra de Santa Marta en el sur de Veracruz; la región de los Chenes en Campeche; los
Valles centrales en Oaxaca; la Sierra Tarahumara en Chihuahua; la Riviera Maya en Quintana
Roo y la zona metropolitana del Valle de México. El objetivo de este equipo multidisciplinario
fue describir las transferencias de tierras realizadas en las regiones de estudio, considerando
no sólo la compraventa, sino también los arrendamientos, contratos de usufructo y herencias
en ejidos y comunidades y los conflictos asociados a éstas. Interesaba, además, generar infor-
mación empírica sobre las dinámicas contemporáneas de los tratos agrarios que permitiese
3 Este proyecto titulado “La privatización de la propiedad social en México. (I)legalidades e (I)legitimidades en las transferencias
de tierras ejidales en un contexto neoliberal” (220667) fue financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, en el pro-
grama de Ciencia Básica SEP-Conacyt.
98
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
4 Para una crítica de la teoría de los derechos de propiedad neoinstitucional, véase Congost (2007), Li (2014) y Vederly (1999). Es
importante señalar que la teoría de los derechos de propiedad al paso de los años y las críticas se ha vuelto más sofisticada, e incluso
ha cambiado su connotación negativa respecto a la propiedad colectiva y su definición formalista de los derechos de propiedad,
véase por ejemplo las críticas de Platteau (1996) y la reconsideración de los comunes y la seguridad en la tenencia de la tierra en
World Bank (2003).
99
Gabriela Torres-Mazuera
De acuerdo con la formulación de algunos economistas de gran influencia en los años de 1990
en la política pública nacional, la tierra rural es principalmente un recurso económico, una
mercancía que puede servir como garante para obtener un crédito, lo cual, a su vez, puede
contribuir al desarrollo agrícola y a la reducción de la pobreza. Willem Assies (2009) resume
muy bien esta perspectiva a partir del análisis de los trabajos de Hernando de Soto (2003) para
quien el principal problema con la tenencia de la tierra en aquellos países latinoamericanos
caracterizados por su alto porcentaje de población campesina e indígena era la falta de titula-
ción legal y su carácter inalienable. Estas características, hacen de estas tierras “capital muerto”
en la medida en que no permiten generar riqueza económica ya que no son bienes fungibles
sujetos a diversas transacciones agrarias (ILD 2005). En este sentido, la propuesta de Hernando
de Soto consistía en eliminar la inalienabilidad de las tierras comunales e insertarlas en un
marco legal e institucional homogéneo a nivel nacional que fije, defina y certifique los dere-
chos de acceso, uso y trasferencia de sujetos individuales (Assies 2009: 578). El objetivo final
era, obviamente, convertir estas tierras inalienables en bienes inmobiliarios, esto es en propie-
dad privada, que se pudiese insertar en un mercado formal y abierto a la inversión privada.
Antes de explicar el segundo supuesto, es importante mencionar que la idea de la tierra
como mero recurso económico no corresponde con la perspectiva de muchas personas que viven
en, de y para la tierra agrícola. También es menester aclarar que dicho supuesto ha sido cues-
tionado a partir de los años 2000 por académicos, abogados y defensores de derechos humanos,
movimientos sociales campesinos e indígenas, y agencias internacionales como la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) o las Naciones Unidas, e
incluso por la Unión Europea. Todos ellos generan nuevas definiciones de la tierra rural en
términos de “territorios”, esto es, lugares donde se reproducen ciertos modos de vida. La pers-
pectiva de los derechos, ahora, se plantea en un sentido muy distinto al de la economía neoins-
titucional: la tierra rural es concebida como un “derecho humano” que es necesario reconocer
y defender, en particular cuando se trata del derecho colectivo de personas que históricamente
han vivido de la tierra agrícola (ya sean campesinos o indígenas). Desde esta nueva mirada,
la tierra rural o agrícola es un derecho fundamental, en la medida en que da acceso a otros
derechos humanos como al medio ambiente sano, a la vivienda, y a la alimentación segura y
100
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
de calidad, etc.5 Lo que está en juego en este nuevo enfoque de la propiedad como fenómeno
social es, entonces, la protección de personas y modos de vida con un valor intrínseco, más que
la regulación eficiente de recursos supuestamente escasos (visión neoinstitucional).
5 Véase European Union (2004), UN Committee on Food Security, FAO (2002), Assies (2009) y Franco, Monsalve y Borras (2015).
6 Véase Azuela (1989) para un análisis de los mecanismos multiformales en ejidos en la periferia de la Ciudad de México; Baitenmann
(1998) y Velázquez (2003) para ejidos en Veracruz; Ventura (2019) para comunidades de hecho y de derecho en Michoacán; Van
der Haar (2005) para ejidos en Chiapas; Torres-Mazuera (2016) para ejidos en Yucatán; Léornard, Quesnel y Velázquez (2003) para
una reflexión general del fenómeno.
7 Véase Baitenmann (1994, 1998) para ejidos en Veracruz; Nuijten (2003) quien describe las modalidades de formalización para
transacciones de tierras en un ejido de Jalisco previo a la reforma; Bouquet (1997) para transacciones en ejidos en Tlaxcala; Pérez
Avilés (2001) para ejidos de Puebla, Warman (1985) y Torres-Mazuera (2016) para ejidos de Yucatán.
101
Gabriela Torres-Mazuera
agrario”. El rezago agrario en los años de 1990 involucraba 150 mil expedientes con diferentes
problemáticas. Destacaban las peticiones de dotación/restitución aceptadas que no habían
sido publicadas en el Diario Oficial, las resoluciones presidenciales de dotación y restitución
que no habían sido ejecutadas y, finalmente, problemas en la definición de la superficie real de
núcleos agrarios que tenían por origen mediciones incorrectas hechas desde una oficina central
sin referencia a la realidad geográfica. El desorden de los registros de los núcleos agrarios era
grande, muchos documentos estaban perdidos o con serios errores en los nombres de las per-
sonas beneficiadas. Esta situación lleva a Baitenmann (1998: s. f.) a concluir que lo ineficiente
e irregular en la década de 1990 era la burocracia agraria con sus procedimientos complejos y
funcionarios ineptos y corruptos. En ese orden de ideas, lo que era necesario legalizar era al
mismo aparato estatal, que realizaba procedimientos al margen o en contradicción al mismo
marco legal, de manera mucho más frecuente y habitual que los sujetos agrarios.
8 Las investigaciones de usufructo las realizaban periódicamente por la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) y tenían por objetivo
depurar los padrones de ejidatarios o comuneros. Los funcionarios de la SRA convocaban a asambleas donde los representantes
de los núcleos agrarios podrían señalar a personas desavecindadas y privarlas de sus derechos. Durante estas asambleas también se
daban de alta a aquellos campesinos que estuviesen trabajando la tierra ejidal con autorización del núcleo agrario.
102
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
mismo sentido, se requería afianzar el rol de la Procuraduría Agraria como instancia de inter-
mediación y resolución de conflictos, así como su capacidad de atención y sanción respecto a
las quejas ciudadanas relativas a los abusos de poder de las autoridades agrarias. Otra solución,
que hubiera sido innovadora en su momento y que en la actualidad es una recomendación de
consultores y académicos expertos en el tema de la regulación agraria, hubiese sido el reconoci-
miento oficial de los usos y costumbres locales y de las autoridades de los núcleos agrarios que
validaban los derechos de acceso, posesión y transferencias de tierras ejidales y comunales.9
Sin embargo, la historia fue otra y la solución planteada enfatizó más el carácter técnico
que de gobernanza local, esto es, la elaboración de mapas con referencias cartográficas y coor-
denadas geográficas precisas, en ejidos sin conflictos por límites, el registro y fijación de los
sujetos agrarios en padrones (ejidatarios, comuneros, posesionarios y avecindados) y la expe-
dición de certificados parcelarios. Este enfoque a la larga afianzó la seguridad en la tenencia
de la tierra para empresarios foráneos interesados en invertir sobre tierras ejidales y comunales
mucho más que de los propios sujetos agrarios.
9 El fracaso de los programas de certificación agraria promovidos en la década de 1990 y principios de los años 2000, ha conllevado
a una revisión de los supuestos que los sustentaron, en particular con referencia a la definición de seguridad en la tenencia como
equivalente a legalización y presunta eliminación de la pluralidad normativa e institucional. (Boué y Collin 2018; Fitzpatrick 2005;
Lavigne-Delville, 2000; Zoomers y Van der Haar 2000).
103
Gabriela Torres-Mazuera
atendido en los diagnósticos de la burocracia agraria: los efectos del Procede sobre los órganos
de gobierno interno, las asambleas generales de ejidatarios y comuneros. Finalmente, es nece-
sario analizar si la legalización del mercado de tierras ejidales, posibilitado con el Programa,
benefició de manera igualitaria a los múltiples actores sociales implicados en la transferencia
de derechos ejidales, y si éste produjo riqueza para el ejido en su conjunto, dado que su princi-
pal patrimonio, la tierra, es de carácter colectivo y no individual.
Establecer un balance de los programas Procede/Procecom no es labor sencilla en la
medida en que es difícil generalizar dada la variedad de circunstancias que definen las carac-
terísticas y dinámicas de ejidos y comunidades. En ciertos contextos locales como, por ejem-
plo, una microrregión cafetalera, con alto porcentaje de población indígena, como es el caso
de la parte occidental del municipio de Soteapan, en la Sierra de Santa Marta, Veracruz,
el programa Procede permitió afianzar los derechos de propiedad de muchos campesinos,
generalmente hijos y familiares de ejidatarios, que estaban en posesión de facto de parte de las
tierras ejidales pero carecían de un respaldo legal (Velázquez 2003). Tras el paso del Programa
estas personas fueron reconocidas legalmente bajo la figura jurídica de nuevos ejidatarios o
de posesionarios. No sucedió lo mismo en otros lugares, por ejemplo, en el ejido La Sierrita
(Durango), con potencial minero y hoy en día en litigio agrario o en ejidos colindantes a la
zona metropolitana de Mérida (Yucatán), en los que personas reconocidas como posesiona-
rios por el Procede fueron empresarios externos a los núcleos que jamás habían usufructuado
las tierras del ejido, pero tenían interés de invertir sobre éstas (Torres-Mazuera, Fernández y
Godoy 2018).
El paso de Procede/Procecom también permitió legalizar la posesión individualizada
de parcelas en lo que, hasta entonces, era de uso común ejidal y comunal, lo cual benefició a
ejidatarios que afianzaron y ampliaron sus derechos sobre áreas del ejido que habían capita-
lizado con su trabajo, aunque también promovió la parcelación de áreas de uso común, con
diferentes resultados para los vecinos de los ejidos y sobre la cobertura forestal que, en muchos
casos, fue talada (Merino 2001; Torres-Mazuera 2015; Concheiro y Diego 2003).
Ambos programas establecieron con precisión los límites de ejidos y comunidades,
sobre todo en aquellos contextos locales con pocas disputas, aunque dejaron postergada la
definición de límites en aquellos ejidos y comunidades del sureste del país (Oaxaca, Guerrero
y Chiapas) donde la conflictiva agraria entre pueblos era histórica y perdura hasta la fecha (De
Ita 2003; Ramírez Gómez 2001).
Diversas etnografías muestran que en aquellos contextos espaciales en los que la tierra
ejidal o comunal adquiere un alto valor comercial y donde empresarios foráneos tienen algún
interés de inversión existe gran inseguridad en la tenencia de la tierra para ejidatarios, comu-
neros y posesionarios, incluso cuando los núcleos agrarios fueron certificados con Procede o
Procecom. Esto lo revela Clara Salazar Cruz (2020), quien narra cómo una empresa inmobi-
liaria con interés de construir un desarrollo residencial en un ejido de la zona metropolitana
de la Ciudad de México consiguió su objetivo de manera legal, aunque ilegítima a la mirada
104
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
de la mayoría de ejidatarios, quienes fueron despojados de una de las áreas de mayor plus valor
del mismo. Igualmente queda claro, en la investigación de Gustavo Marín Guardado (2020),
quien estudia el despojo violento sufrido por ejidatarios y posesionarios legítimos de porciones
de tierra ejidal en la franja costera de Tulum. Este despojo ha sido perpetuado por empre-
sarios con gran poder económico y político en contubernio con funcionarios y políticos del
estado de Quintana Roo. Horacio Almanza et al. muestran (2020) el despojo que el gobierno
de Chihuahua realizó contra los ejidatarios mestizos y rarámuri de los ejidos San Alonso y
Creel para la construcción de un aeropuerto. Estos trabajos, al igual que otras investigaciones
empíricas, dejan ver la gran incertidumbre que existe para ejidatarios o comuneros en regiones
de interés para el desarrollo económico, quienes son engañados, amenazados, cooptados y
divididos por empresarios y funcionarios del gobierno, a fin de lograr el acceso a sus tierras vía
la enajenación, y/o el arrendamiento de corto y largo plazo.
A la par, observamos inseguridad en la tenencia para aquellas personas que históri-
camente han vivido en ejidos y comunidades pero carecen de “calidad agraria”, aunque en
muchos casos tienen relaciones de parentesco con ejidatarios y/o comuneros, en particular,
las mujeres, jóvenes y niños. Esto queda claro en las investigaciones de Torres-Mazuera et
al. (2020) y De Teresa y Basabe (2020) en la región de los Chenes en Campeche y al valle
nacional en Oaxaca respectivamente. En ambas etnografías, las autoras indican cómo, tras el
paso de Procede, los “comuneros” sin calidad agraria que hasta los años de 1990 se les habían
reconocido, por usos y costumbres, derechos de acceso para cultivar la milpa, recolectar leña,
e incluso plantar árboles o tener animales perdieron ese derecho. Esto representa mayor inse-
guridad en la subsistencia de las familias más vulnerables y con menores recursos en los ejidos
de estudio.
Diversas investigaciones revelan también que los procedimientos vernáculos o usos
y costumbres que daban legitimidad a las transferencias de tierras, previas a la reforma del
Artículo 27 constitucional y que garantizaban a los vecinos de ejidos y comunidades cierta
seguridad, han perdido fuerza y respaldo social. En Yucatán, por ejemplo, hijas de ejidata-
rios, pelean frente a tribunales, parcelas enajenadas por sus padres, apelando a la Ley Agraria
que establece el “derecho al tanto”, pero contraviniendo los usos y costumbres locales que
excluyen a las mujeres del reparto o toma de decisiones respecto a las tierras ejidales (Torres-
Mazuera 2015). Un caso similar lo presenta Eric Léonard (2020) quien describe el conflicto
entre dos hermanos por la herencia de una parcela ejidal en Veracruz. Su análisis revela la coe-
xistencia de diferentes principios morales campesinos que justifican el derecho a la herencia
por parte de dos hermanos y el conflicto derivado de su imposible compaginación. También
lo explica Emilia Velázquez (2020) quien señala el alto costo que supone la legalización de una
enajenación de una parcela ejidal y lo inaccesible que ésta es para la mayoría de ejidatarios
de la Sierra de Santa Marta, quienes siguen optando por una formalización vernácula, pero
ahora sujeta a mayor incertidumbre.
105
Gabriela Torres-Mazuera
10 Este aspecto ya era señalado en estudios pioneros sobre el tema, en particular el trabajo de Helga Baitenmann (1998) y Eric
Léonard (2003).
11 El único programa en marcha en este sentido es el Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin Regularizar (FANAR) aunque con
un objetivo más limitado: brindar el apoyo técnico y la asistencia para la regularización a los núcleos agrarios que no entraron a
Procede.
106
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
12 Es importante señalar que en ese periodo, la propiedad social, también creció por la resolución del rezago agrario, de 29 983 ejidos y
comunidades en 1991, en 2015 existen 30 252 (RAN). Esto es, a la par que la propiedad ejidal se privatizaba se crearon nuevos ejidos
y comunidades.
13 Lo cual no es necesario para proyectos energéticos (minas, hidroeléctricas, eólicas, celdas fotovoltaicas) o agroindustriales que se
pueden desarrollar sobre tierras ejidales o comunales bajo contrato de usufructo a 30 años.
14 Esta distinción entre el plano legal y la práctica social para analizar el fenómeno de la propiedad, no excluye el hecho de que, en
el mismo campo legal, existan prácticas sociales que contribuyen a modelar y producir un marco legal. Estas últimas prácticas se
refieren, sin embargo, a la producción de leyes, y no a la propiedad como fenómeno social, por lo cual no las considero para este
análisis.
107
Gabriela Torres-Mazuera
de la práctica social puede estar regido por una normatividad local, sin embargo, es impor-
tante señalar que también puede diferir de ésta, sobre todo en contextos de fuerte cambio
social y económico.
El reto entonces es comprender la privatización de la tierra no sólo como un cambio
en el régimen de propiedad o en su sentido normativo, sino desde una aproximación de las
relaciones de propiedad. Un conjunto de estudios etnográficos deja ver que la privatización de
la tierra ejidal y comunal puede ser entendida como un proceso que sucede en diferentes pla-
nos.15 Desde la perspectiva de los núcleos agrarios la privatización de facto sucede cuando los
derechos de propiedad son ampliados y las obligaciones sociales son reducidas o eliminadas.
Si antes de 1992 el derecho agrario implicaba un derecho a usufructuar la tierra, ahora supone
también el derecho de enajenarla y arrendarla. Además, ya no es obligación de trabajarla con
las propias manos, ni residir en los ejidos o comunidades. La privatización de facto de la tierra
es un proceso que sucede hoy en día en la mayoría de los ejidos y comunidades del país donde
los ejidatarios y comuneros se han consolidado como propietarios con control absoluto de
extensiones de tierra/territorio en detrimento de instituciones colectivas que también tienen
derechos por ley, como los núcleos agrarios y las familias de los derechosos. Véase, por ejem-
plo, el trabajo de Emilia Velázquez (2020) quien describe la privatización formal e informal de
la tierra ejidal en un ejido de la Sierra de Santa Marta en Veracruz, la cual no conlleva forzo-
samente a la disolución del ejido.16
La privatización también es palpable en la injerencia, cada vez más extendida, de acto-
res de la jurisdicción civil, como los notarios públicos, que avalan las transacciones realizadas
individualmente por ejidatarios (más adelante se profundiza en este aspecto). También se
observa en la penetración de la lógica del derecho civil en el ámbito ejidal, por ejemplo, cuando
una parcela ejidal es concedida en usufructo a una sociedad mercantil, como bien lo explica
Clara Salazar Cruz (2020).
Los cambios en las relaciones de propiedad, en concreto el cambio a dominio pleno
en ejidos y comunidades, no sólo tienen que ver las reformas legales. Cambios productivos
agrícolas y no agrícolas, así como cambios demográficos (migración, aumento de población
en núcleos ejidales, interés de las mujeres) generan transformaciones en las relaciones de
propiedad.
15 Véase los trabajos contenidos en el libro editado por Torres-Mazuera y Appendini (2020).
16 Este aspecto también lo señala Léonard (2003: 322-323) para ejidos localizados en la región central de Los Tuxtlas en Veracruz
donde el ejido funge como canal de representación sociopolítica para los ejidatarios.
108
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
Nuevos trabajos etnográficos han abierto una reflexión original sobre las pluralidades norma-
tivas e institucionales en referencia a las relaciones de propiedad.17 En particular han revelado
la coexistencia y mutua interacción de tres órdenes “jurisdiccionales” que regulan la tenencia
de la tierra ejidal/comunal. Por orden jurisdiccional nos referimos a un ensamblaje de institu-
ciones, autoridades y normas, estatales y sociales (si es que cabe tal distinción), con una lógica
compartida, aunque en ocasiones con ciertas contradicciones a su interior, que generan orden
y sentido en la producción de la propiedad/territorio ejidal y comunal.
En primer lugar, identificamos la “jurisdicción agraria” con instituciones como la
Procuraduría Agraria, el Registro Agrario Nacional y los Tribunales Unitarios Agrarios, regi-
das por la Ley Agraria de 1992. Esta última define las atribuciones de dichas instituciones
gubernamentales, y los derechos, obligaciones y competencias de instituciones sociales, esto
es de los núcleos agrarios y sus órganos de representación, así como de los sujetos agrarios que
los conforman (ejidatarios, comuneros, posesionarios y avecindados). El principio que, ideal-
mente, rige en esta jurisdicción es el de la función social de la propiedad de la tierra ejidal y
comunal. El derecho agrario, en ese sentido, tiene una lógica de derecho social que aspira a
equilibrar las relaciones sociales entre actores desiguales con el objetivo del bien común y la
paz social.
En segundo lugar, identificamos la “jurisdicción civil” conformada por notarios
públicos, registros públicos de la propiedad y tribunales del fuero civil regidos por el Código
civil. En esta jurisdicción rige el principio de la propiedad privada, esto es, el ideal de una
forma de propiedad con derechos individuales bien definidos, la cual es una mercancía que
puede ser transferida por medio de contratos entre particulares que se conciben como iguales.
La aspiración en esta jurisdicción es la de una intervención mínima por parte del Estado o la
comunidad y la máxima libertad para el individuo.
Finalmente, podemos identificar una “jurisdicción indígena” integrada por autoridades
de gobierno indígena de diferente tipo (jueces indígenas, asambleas comunitarias, autoridades
municipales electas por usos y costumbres, consejos de ancianos, etc.). Esta jurisdicción, a dife-
rencia de las anteriores es regida por normas y leyes de diferentes niveles de competencia: sistemas
normativos indígenas, legislaciones estatales y federales (Artículo 2° constitucional reformado
en 2001; fracción VII del Artículo 27 constitucional; artículos 106 y 164 de la Ley Agraria),
así como tratados internacionales (Convenio 169 de la OIT ratificado por México en 1991) y
la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos. En esta jurisdicción participan personas que se autoidentifican como
indígenas y abogados defensores de derechos humanos que litigan en diferentes tribunales a
17 Véase el libro editado por Torres-Mazuera y Appendini (2020), así como el número de Liminar. Estudios sociales y humanísticos,
editado por Torres-Mazuera y Velázquez (2019).
109
Gabriela Torres-Mazuera
favor de los derechos de los pueblos indígenas. El principio que rige en esta jurisdicción es el del
derecho colectivo al territorio indígena; la tierra rural es concebida en términos de un derecho
humano que es preciso proteger de la injerencia del mercado y del Estado.
Hoy en día, las tres jurisdicciones, en mutua interacción, y en ocasiones en contradic-
ción, legitiman y legalizan diferentes tipos de derechos para distintos tipos de sujetos sociales
que participan en el contexto ejidal y comunal. Un aspecto que nos interesa destacar es que si
bien, hasta la década de 1990, la jurisdicción agraria era la que ejercía un control prácticamente
hegemónico sobre los asuntos relativos a las tierras ejidales y comunales, en la actualidad, debe
interactuar, de manera cada vez más intensa con las otras dos jurisdicciones. Por un lado, la
jurisdicción civil ha ganado terreno sobre la agraria, penetrándola y trastocando su misma
lógica: los notarios públicos son quienes a nivel de ejidos validan las transacciones agrarias y
desempeñan un rol de “legitimación social” de éstas mucho más importante que las mismas
asambleas de los núcleos agrarios. Por otro lado, la jurisdicción civil tiene una fuerte entrada
en los tribunales unitarios agrarios por medio de los abogados civilistas, quienes litigan en
las controversias agrarias y se apoyan en la supletoriedad del derecho civil, generando inter-
pretaciones más individualistas del derecho agrario (por ejemplo, al privilegiar el derecho
individual de los ejidatarios como propietarios en detrimento de los derechos colectivos de
los núcleos agrarios) (Torres-Mazuera 2019). La lógica del derecho civil penetra la jurisdicción
agraria e impone el sentido mercantil de la tierra como lo explica Salazar Cruz (2020). En
esa misma dirección, es posible constatar el papel cada vez más indispensable que juegan los
registros públicos de la propiedad y los notarios en la legitimización de la propiedad ejidal
en paralelo y/o en contraposición al Registro Agrario Nacional. Los notarios públicos se han
convertido en actores centrales en varios litigios emblemáticos contemporáneos asociados al
despojo de tierras, en la medida en que éstos generan títulos de propiedad apócrifos que vali-
dan la posesión de empresarios sobre tierras comunales y ejidales, por ejemplo, en el caso de
Tulum, presentando por Gustavo Marín (2020).
A la par, la jurisdicción indígena va cobrando visibilidad legal y relevancia política.
Si bien es cierto que históricamente los sistemas normativos indígenas han jugado un rol
esencial en la definición de los derechos y obligaciones relativos al acceso, uso y transferencia
de la tierra y otros recursos en ejidos o comunidades con población indígena, es hasta muy
recientemente que éstos tienen un reconocimiento en el ámbito legal. La interacción de la
jurisdicción indígena con la agraria es sólo posible con la reforma constitucional en materia
indígena de 2001, y aún más cuando en 2011 el Congreso de la Unión aprueba una reforma en
materia de derechos humanos que establece una serie de pautas que amplían las posibilidades
de defensa de los derechos de los pueblos indígenas. En concreto, dicha reforma obliga a jueces
y magistrados de todos los niveles, a considerar en el ejercicio de sus funciones, el contenido
de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos. En esta nueva coyuntura legal, los
pobladores autoidentificados como indígenas de ejidos y comunidades deben ser tomados en
cuenta en sus demandas relativas al derecho de acceso, control y autodeterminación sobre sus
110
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
territorios por los tribunales agrarios. Este aspecto lo analizan Horacio Almanza y su equipo
de investigación (2020), quienes presentan la lucha emprendida por comunidades rarámuri en
el corredor Creel-Divisadero en Chihuahua, contra la construcción del gasoducto El Encino-
Topolobampo sobre tierras ejidales sobrepuestas en territorio indígena. También lo desarro-
llan Torres-Mazuera y Fernández Mendiburu (2017), quienes describen la demanda del pueblo
de Chablekal contra el ejido Chablekal por despojo del territorio que ancestralmente se ha
poseído como pueblo maya.
Disonancias normativas
111
Gabriela Torres-Mazuera
representan al Estado y permiten “producir” propiedad. Desde esta perspectiva queda claro
que la coexistencia de la legalidad e ilegalidad al interior del mismo aparato estatal es sólo
explicable si consideramos que el Estado no es una entidad homogénea ni unificada en actores
e intereses. En el caso mexicano, observamos rivalidad y diferencia de objetivos entre insti-
tuciones gubernamentales. En concreto, constatamos la divergencia y contradicciones entre,
por un lado, los gobernadores y congresos locales que ejercen control sobre los notarios y los
registros públicos de la propiedad; y por otro lado, la Procuraduría Agraria, el Registro Agrario
Nacional y los Tribunales Unitarios Agrarios, como las autoridades máximas y exclusivas de
nivel federal que deciden sobre la propiedad social. Ambos niveles de gobierno compiten, y en
ciertas circunstancias, logran coincidir en intereses, por lo común para beneficio de las elites
empresariales locales o foráneas.
Finalmente, las nuevas etnografías sobre mercados de tierras en México muestran tres
consecuencias inesperadas asociadas a la reforma al Artículo 27 constitucional y la Ley Agraria.
En primer lugar, el fortalecimiento de los poderes intermedios, en concreto los gobiernos
estatales y el debilitamiento de las instituciones de gobierno a nivel federal. A la par, queda
expuesta la patente falta de poder de las asambleas de los núcleos agrarios frente al posiciona-
miento empoderado de notarios públicos que ejercen una nueva forma de tutelaje y privatiza-
ción del sector agrario.
Del análisis del conjunto de estudios de caso ya mencionados, concluimos que la segu-
ridad en la tenencia para la mayoría de los habitantes de los ejidos, incluyendo a los sujetos
agrarios (ejidatarios, avecindados y posesionarios) disminuye cuando los órganos de gobierno
interno, esto es las asambleas generales, no tienen capacidad de establecer una normatividad
que regule el bien común de los núcleos agrarios. Tampoco se consigue cuando las insti-
tuciones estatales no tienen capacidad o voluntad de hacer cumplir las leyes, menos aún,
cuando claramente predominan los intereses de aquellos actores con mayor poder económico
y político que logran trastocar o hacer suyos los objetivos de programas gubernamentales. A
pesar de ello, ejidatarios y comuneros han buscado afianzar la autoridad de sus asambleas de
diferentes maneras y han iniciado nuevas batallas legales que comienzan a llegar a tribunales
agrarios y juzgados civiles con la defensa de la tierra como territorio indígena, que en realidad
es una defensa de la tierra como un derecho humano de aquellas personas que históricamente
han vivido de la tierra.
Es así que nos topamos con una tercera consecuencia inesperada: el aumento de la con-
flictividad agraria en México, parte de la cual se desahoga en los Tribunales agrarios.
Entre 2003 y 2018 el número de asuntos recibidos en Tribunales Unitarios Agrarios (TUA)
aumentó 46%. El tipo de asuntos más numerosos que se desahogan en los TUA son aquellos de
112
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones
18 Sistema de Solicitudes de Información INFOMEX. Solicitud dirigida al Tribunal Superior Agrario, noviembre de 2019.
113
Gabriela Torres-Mazuera
nuevos agentes agresores de los núcleos agrarios, como son las empresas privadas, así como
actores, no tan nuevos: los gobiernos de los estados y el gobierno federal.
Este conjunto de conflictos que se desahogan en los Tribunales agrarios deja ver que
la Ley Agraria y el programa Procede no siempre generaron la certidumbre prometida en la
tenencia de la tierra, sobre todo en aquellos contextos donde existe un interés por parte de
empresarios foráneos por los recursos asociados a los núcleos agrarios. Hoy en día, sabemos
que tampoco se generó una asignación más justa ni “libre” de las tierras agrarias desde la
perspectiva de los habitantes rurales (Concheiro y Robles 2014). En muchas regiones del país,
la mayoría parte de que los habitantes rurales se han convertido en pobladores sin derechos a
las tierras, desposeídos de ese patrimonio agrario, alguna vez imaginado, como el motor del
campo mexicano.
Referencias bibliográficas
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EL MERCADO DE TIERRAS EJIDALES Y LA GENERACIÓN
DE NUEVAS INEQUIDADES
Un estudio de caso en el Istmo veracruzano
En la presentación de la nueva legislación agraria quedó registrado que las reformas a las leyes
agrarias tenían como objetivo “modernizar el sector agropecuario y llevar más libertad y jus-
ticia al campesino mexicano”; también se subrayó la posibilidad que tendrían los campesinos
“de decidir libremente el destino de sus tierras y las formas de asociación más convenientes
para mejorar los niveles de productividad y bienestar en el campo” (PA 1993: 7). Una página
después, al inicio de la introducción, se afirmó que en la definición del nuevo contenido del
Artículo 27 constitucional “participaron los campesinos, quienes manifestaron sus puntos de
vista y expresaron su voluntad, tanto en forma individual como por medio de sus organiza-
ciones”. Además, se indicaba que a partir de 1992 el reformulado Artículo 27 sería “el medio
idóneo para disminuir los niveles de pobreza que existen en el agro, con base en una mayor
justicia y libertad”. A la par, se señalaba que la nueva Ley Agraria respondía a “las demandas
de los campesinos del país por tener seguridad plena en el desarrollo de sus acciones y, sobre
todo, por ser reconocidos como sujetos directos del cambio” (ibid.: 9).
A veintiocho años de haberse aprobado los cambios al Artículo 27 constitucional sigue
siendo necesario interrogarse sobre la veracidad y validez de los supuestos esgrimidos por los
poderes ejecutivo y legislativo para promover y decidir la legislación agraria aprobada en 1992.
Y, sobre todo, cuestionarse sobre los supuestos beneficios que tales reformas tendrían para los
campesinos del país. Estas dos preguntas están en el origen de esta investigación, la cual se ha
beneficiado de la información empírica obtenida en numerosas estancias de trabajo de campo
en la Sierra de Santa Marta, Veracruz, realizadas en diferentes momentos entre septiembre
de 1990 y mayo de 2018. Con base en la revisión de mis archivos de información de campo,
muestro que en los años de 1990 y 1991 los campesinos –nahuas, popolucas y mestizos– de
esta región no temían por la seguridad en la posesión de sus tierras ni en sus tratos agrarios,
y tampoco estaban deseosos de encontrar nuevas formas de asociación para la producción.
Explico también cómo la reforma de 1992 propició la creación de un mercado de tierras eji-
dales casi inexistente hasta entonces en la Sierra de Santa Marta. Esta mercantilización de la
121
Emilia Velázquez Hernández
2 Un ejemplo contundente de la imposición de un modelo agrario neoliberal por parte del Banco Mundial como condición para el
otorgamiento de créditos, y el falso llamado a los grupos que serían directamente afectados –y a otros sectores de la sociedad– para
que participaran en la discusión de la política agraria, fue lo ocurrido en El Salvador en los años inmediatamente posteriores a los
Acuerdos de Paz de 1992 (Foley et al. 1997).
3 En su análisis sobre la relación entre régimen político y elaboración de políticas públicas en México, Cabrero (2000: 199) argu-
mentaba, al inicio del actual milenio, que había “un régimen en transición democrática en el que si bien no se puede considerar
un monopolio estatal de autoritarismo ilimitado, tampoco se puede pensar en un modelo democrático de equilibrios claros entre
poderes y de alta permeabilidad frente a la sociedad”. En un régimen político de estas características, “La definición de la agenda
de gobierno es un proceso altamente endógeno, los problemas sociales son percibidos y traducidos por los diversos grupos de
especialistas gubernamentales de cada área política, siendo en el nivel de estos grupos donde se realiza el ajuste mutuo, es decir,
entre ministerios, entre camarillas internas” (ibid.: 201).
122
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
la Sierra con los que platiqué en los años previos a la reforma de 1992. Después explicaré cómo
se desarrolló un mercado de tierras como consecuencia de la certificación parcelaria, para lo
cual recurro básicamente a información de tipo etnográfica recabada por la autora en nume-
rosas estancias de campo a lo largo de casi tres décadas.
Robles Berlanga describe que en 1991-1992, cuando se propuso y debatió en el Congreso sobre
los cambios al Artículo 27 constitucional, congresistas y organizaciones campesinas coinci-
dían en diagnosticar que el agro mexicano atravesaba por un estado crítico, pero las soluciones
propuestas por unos y otros eran muy distintas. Para los primeros, “era necesario propiciar un
ambiente de certidumbre [sobre la propiedad], fomentar la capitalización, otorgar la mayoría
de edad a ejidatarios y comuneros y darles libertad para […] que personifiquen el papel pro-
tagónico en la toma de sus propias decisiones” (2008: 131). En cambio, desde la perspectiva
de las organizaciones campesinas y de otros sectores de la sociedad, las reformas propuestas
por el poder ejecutivo para su aprobación por la Cámara de Diputados “significaban mayor
desigualdad, cerraban el acceso a la tierra para los campesinos, eran una nueva forma de pro-
mover el latifundio, y conducirían a la liquidación del ejido y la comunidad” (idem).
Este autor indica que el debate continuó en los mismos términos en los siguientes tres
lustros cada vez que se aludía a la legislación agraria de 1992, a la vez que lamenta el hecho
de que tal discusión no se apuntalara en datos concretos. Para contribuir a una deliberación
informada, Robles Berlanga realizó un análisis a nivel nacional con datos proporcionados
por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), comparando el VII
Censo Ejidal de 1991 y el IX Censo Ejidal de 2007. Los principales hallazgos de dicho aná-
lisis apuntan a que la titulación agraria no produjo los resultados prometidos por el Estado:
el minifundismo no sólo no disminuyó sino que aumentó; el acceso irregular a la tierra se
mantuvo; decreció el grado de tecnificación de los núcleos agrarios; descendió la superficie de
labor y sembrada; se incrementó el número de organizaciones de primer grado, a la vez que
menguó la cantidad de organizaciones de segundo grado, lo que limitó las posibilidades de
generar economías de mayor escala; se generalizó la compraventa de tierras, con un porcentaje
importante (33%) de ventas a personas ajenas a los ejidos y comunidad, contraviniendo la nor-
matividad agraria. A la par, ocurrieron dos fenómenos no previstos: una notable feminización
en el acceso a la tierra y una importante migración de jóvenes que estaban abandonando ejidos
y comunidades (2008: 132-134).
Robles Berlanga concluye que los resultados de la comparación entre los datos de los
Censos Ejidales de 1991 y 2007 arrojan información que permite “inferir que los propósitos
de revertir el minifundio, capitalizar el campo, promover nuevos esquemas de organización
123
Emilia Velázquez Hernández
y generar certidumbre en la tenencia de la tierra no se alcanzaron” (2008: 135). Por otra parte,
uno de los principales pronósticos de los opositores a la Ley Agraria de 1992, respecto a la diso-
lución del ejido y la comunidad, tampoco se cumplió, pues “la propiedad de ejidos y comuni-
dades, con sus 105 millones de hectáreas, es la forma de tenencia de la tierra más importante en
nuestro país”, por lo que “cualquier alternativa para desarrollar al campo tiene que considerar
como prioritaria a esta forma de propiedad” (ibid.: 133).
Desde otras escalas de análisis –local y regional–, se observan otras problemáticas
que escapan a los registros estadísticos. Sánchez Serrano, en su estudio sobre la Montaña
de Guerrero habitada principalmente por población de habla náhuatl, mixteco, tlapaneco y
amuzgo, mostraba que los problemas reales de inseguridad en la posesión de la tierra existen-
tes en las comunidades agrarias de esta región no estaban recibiendo la atención necesaria por
parte del Estado. A principios de la década de 2000 –y probablemente la situación no haya
cambiado de manera sustancial–, dichos problemas estaban ligados básicamente a conflictos
limítrofes entre comunidades, que “son resultado de resoluciones presidenciales no publica-
das, decretos que asignan varias veces la misma superficie […] y expedientes agrarios incon-
clusos o mal armados” (Sánchez Serrano 2003: 307). Esta situación, agravada por su ubicación
en un área geográfica muy accidentada, la precaria infraestructura de caminos, la presencia
del narcotráfico, así como la inestabilidad política y la corrupción, frenaba el avance de la
certificación parcelaria en la región. La autora concluyó que, a diez años de haberse aprobado
la Ley Agraria vigente, el Estado no tenía respuesta para los verdaderos problemas agrarios
y agrícolas de esta región indígena, en tanto que el Procede se concentraba en los ejidos, la
gran mayoría de los cuales estaban integrados por población mestiza. Al mismo tiempo, el
programa piloto para la certificación parcelaria en las comunidades agrarias, que se puso en
marcha entre 1996 y 1997 en los estados con fuerte presencia de población indígena y tenencia
comunal de la tierra, avanzaba lentamente (ibid.: 303 y ss).
Otro estudio a escala regional se realizó en once municipios ubicados en el centro del
estado de Puebla, cubriendo el periodo 1995-2000. Aquí, la propiedad dominante en el año
2000 era la ejidal y la actividad principal era el cultivo de maíz en parcelas de 6.2 hectáreas en
promedio. En ese año, 93% de los ejidatarios entrevistados tenían ya su certificado parcelario,
a la vez que 97% de ellos manifestaba no tener la intención de cambiar su forma de propiedad
de la tierra (Juárez, Mayoral y Ramírez 2006: 39-40). Sin embargo, los mismos autores seña-
laban que esta posición podía explicarse porque quienes en ese momento eran propietarios
de parcelas ejidales –en promedio hombres mayores de 50 años– eran personas fuertemente
vinculadas a la actividad agrícola, lo que podría cambiar cuando éstas cedieran sus tierras a
una nueva generación.
De cualquier forma, para el año 2000 en la región estaba iniciando el desarrollo de lo
que los autores denominaron un mercado de tierras ejidales embrionario, con compras de
tierras circunscritas a un mercado local del que se beneficiaban los agricultores con mayor
poder económico, algunos de los cuales habían incrementado en cien por ciento el tamaño de
124
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
sus propiedades. Sin embargo, en cada caso de compraventa la superficie vendida no excedía
las tres hectáreas, y quienes vendían generalmente eran los agricultores que poseían las mayo-
res superficies, de tal forma que la venta de 1, 2 o 3 hectáreas no los sacaba de la agricultura
(Juárez, Mayoral y Ramírez 2006: 42). Los autores concluyeron que “la nueva reforma agraria
no está beneficiando a los pequeños agricultores, ya [que] estos no están comprando tierras,
y no existe por parte del Estado una política de crédito para la compra de tierra y la política
agraria que persiste no contribuye a mejorar la rentabilidad de los campesinos productores de
maíz” (ibid.: 40). También concluyeron que si bien estaba en desarrollo un mercado de tierras,
por las características que éste presentaba no se perfilaba como un mecanismo que fuera a
transformar de manera significativa la estructura agraria.
Otro estudio fue realizado en 40 ejidos de los 73 que se ubican en el municipio de
Fresnillo, Zacatecas, en donde el proceso de certificación agraria concluyó en 1995, es decir,
a escasos dos años de haber iniciado el Procede. Los autores de este trabajo encontraron que
prácticamente todos los campesinos encuestados durante la investigación, y que habían parti-
cipado en el Procede (85% del total de la muestra lo habían hecho), poseían sus certificados de
derechos agrarios (parcelarios y de uso común), lo cual indicaba que “el programa contribuyó
al ordenamiento y regularización de la propiedad social” (Hernández-Santos et al. 2006: 251).
Otro de los hallazgos fue que “88.3% de los productores persiste en los cultivos tradicionales
[frijol y maíz] y no ha realizado cambios en los paquetes tecnológicos”, en tanto que aquellos
que introdujeron nuevos cultivos (avena y cebada) los desarrollaban en forma extensiva y con
baja productividad (ibid.: 252-253). De esta manera, los autores señalan que “la certeza jurídica
en la tenencia de la tierra asociada al Procede no ha tenido efectos económicos en mejores
prácticas de cultivo, ni cambio hacia cultivos de mayor valor económico, por lo que no existe
reconversión económica” (ibid.: 253). En contraste, la certificación parcelaria había facilitado
que estos productores tuvieran acceso a los programas de gobierno de apoyo al campo. Es
decir, un programa que supuestamente era voluntario, en la práctica se volvió obligatorio si es
que los campesinos querían acceder a programas gubernamentales relacionados con la activi-
dad agrícola.
Por otra parte, la certificación de derechos parcelarios tampoco redundó en una mayor
organización de los productores de la región, puesto que no se habían registrado nuevas orga-
nizaciones que se sumaran a las existentes antes de 1992 bajo la modalidad de unión de ejidos.
Este hecho tal vez se explicaba por la experiencia previa que los productores tenían respecto al
tipo de organizaciones en las que habían participado, ya que 80% de los entrevistados “mani-
festó no obtener ningún beneficio por pertenecer a esta figura organizativa [unión de ejidos]”
(Hernández-Santos et al. 2006: 253). Por lo que respecta al mercado de tierras ejidales, éste no
se había vuelto masivo después del Procede pues en la región de estudio sólo 6.7% de tierras
ejidales habían circulado en el mercado, con ventas de parcelas de 6 hectáreas en promedio,
realizadas la mayoría de ellas al interior de los mismos núcleos agrarios, por lo que los autores
concluían que “no existen movimientos significativos en el mercado de tierras de la región”
125
Emilia Velázquez Hernández
(idem). Otro aspecto evaluado por los autores fue si el Procede había contribuido a la fragmen-
tación de las parcelas ejidales y el consecuente minifundismo, concluyendo que en la región de
Fresnillo esto no ocurrió. Pero lo que sí se registró fue una mayor desorganización al interior
del ejido, “debido a que ahora los sujetos de derecho se consideran dueños de sus parcelas y
las asambleas ejidales ya no les pueden privar de sus derechos al ausentarse del ejido y dejar de
participar en las labores comunitarias” (ibid.: 254).
Hernández Cendejas, por su parte, llama la atención sobre la necesidad de realizar
estudios a escala de la parcela para identificar los cambios que el Procede “ha generado en la
vida cotidiana y en la organización territorial de los campesinos” (2012: 42). A partir de tres
estudios de caso, muestra que, en tres parcelas de igual número de tres ejidos de la Huasteca
potosina, en donde no había una delimitación clara sobre la parcela que cada ejidatario debía
trabajar, ya que éstos podían cambiar de lugar para abrir sus cultivos y pastizales, el Procede
fue considerado benéfico pues el certificado parcelario obtenido les dio seguridad sobre la
propiedad de la tierra en un lugar específico. El autor concluye que en la Huasteca potosina
la intención del Procede de transformar la posesión de la tierra en el medio rural, desplazando
el acceso colectivo por la propiedad individual, una iniciativa que se remonta al liberalismo
del siglo XIX, tuvo en esta región los efectos deseados por esta política pública. Esto a costa de
modificar una cierta rotatividad en el uso de la tierra, la cual estaba asociada al sistema de cul-
tivo de roza, tumba y quema. Después del Procede, la rotación de tierras se mantuvo, pero sólo
al interior de la parcela. Este importante cambio en el sistema de cultivo parecía ser un costo
menor para los ejidatarios con los que trabajó el autor, debido a que en los tres casos la agri-
cultura era paulatinamente desplazada por la ganadería extensiva. No obstante que el autor
no detalla en su trabajo las condiciones en las que se desarrolla esta ganadería, estos ejemplos
permiten deducir que el cambio en la actividad económica (agricultura por ganadería) no ha
estado asociado a la incorporación de paquetes tecnológicos que aumenten la productividad y,
en consecuencia, favorezcan la capitalización de la población ejidal.
En conclusión, los análisis realizados tanto a escala nacional como regional y micro
local, coinciden en que el Procede fue bien aceptado por los ejidatarios, quienes valoraban
positivamente la obtención de un certificado parcelario que les garantizara la propiedad de sus
parcelas. Esta aceptación, sin embargo, no ha estado asociada a la desaparición, y ni siquiera
a una disminución notable, de la propiedad ejidal. Sin embargo, el Procede sí había influido
en la creación de un mercado de tierras, aunque éste fuera predominantemente local. Por otro
lado, la certeza jurídica sobre la propiedad de las parcelas –en contraposición a lo previsto por
los formuladores de la política agraria– no derivaba en un mejoramiento en las condiciones
económicas de la mayoría de los ejidatarios ni de las regiones en las que se ubican sus tierras.
La revisión de estos trabajos da cuenta de las dificultades que enfrenta la certificación parce-
laria en las comunidades agrarias, y aunque el estudio sobre la Montaña de Guerrero no lo
señala de manera clara, de su lectura puede deducirse que en las comunidades agrarias de la
126
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
región no había un rechazo a la certificación parcelaria, en tanto que ésta podía resolver los
añejos conflictos sobre límites entre comunidades.4
Veamos a continuación qué ha sucedido en otra región del país, habitada también por
población mayoritariamente indígena –según un criterio etnolingüístico–, pero con caracte-
rísticas muy diferentes en cuanto a la tenencia de la tierra.
127
Emilia Velázquez Hernández
8 Me refiero al Proyecto Sierra de Santa Marta, coordinado por Luisa Paré, quien era investigadora del IIS-UNAM, avalado por este
instituto. Fue financiado por el IDRC (Canadá), con la asesoría científica de Jacques Chevalier (Universidad de Carleton, Canadá)
y Daniel Buckles (CIMMYT-IDRC).
9 En una entrevista realizada en 1991 con el delegado de la Promotoría Agraria de la SRA, este funcionario identificaba solamente dos
casos problemáticos en toda la Sierra: el ejido Francisco Villa (municipio Mecayapan) fue dotado con tierras, pero éstas quedaron
dentro de lo que para entonces era la zona núcleo de la Reserva Especial de la Biosfera, por lo que no se podía ejecutar la resolución,
pese a que 28 beneficiarios ya estaban en posesión y aprovechamiento de aproximadamente 600 hectáreas. En el ejido Popxojnas,
municipio Soteapan, no se había realizado la ejecución de dotación, pese a que la gente ya estaba posesionada de las tierras, por
inconsistencias en el expediente. Entrevista al licenciado J.L.M.Z., Chinameca, 3 de mayo de 1991.
10 Estos ejidos eran: Soteapan, San Fernando, Sierra de Santa Martha, Ocozotepec, colonia Benito Juárez, El Tulín, Ocotal Chico,
Ocotal Grande, y Plan Agrario.
128
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
cuestionamientos serios al mismo por parte de los ejidatarios. Observé que en otros ejidos de la
Sierra, particularmente en aquellos en los que había iniciado un proceso de expansión de una
ganadería ejidal, los ejidos comunales sí fueron severa y a veces violentamente cuestionados
por los ejidatarios en la segunda mitad de la década de 1970, logrando acabar con los mismos
mediante el parcelamiento y adjudicación de parcelas a los ejidatarios o “derechosos”.11
Otro arreglo informal de 1990-1991 fue la venta de parcelas ejidales en algunos ejidos
ubicados al oriente de la Sierra, en la microrregión ganadera-maicera. El procedimiento era
siempre el mismo: un ejidatario hacía un trato con otra persona para tramitar un “traslado de
derechos agrarios”. Es decir, se pagaba por el derecho a ocupar la tierra de un ejidatario, y así
se informaba en la asamblea ejidal, aunque el comprador no obtenía ningún documento que
lo acreditara como ejidatario. Sin embargo, en asamblea los ejidatarios reconocían al nuevo
dueño, quien sólo podía acceder a un documento legal que lo reconociera como ejidatario
hasta que los técnicos de la SRA realizaban una depuración del censo ejidal.12
Existían diversos motivos de ventas de parcelas: ejidatarios mestizos ajenos a la Sierra
que habían llegado a instalarse en la década de 1970, en tierras antes cubiertas por selva alta y
de poca fertilidad, que preferían vender sus parcelas para explorar destinos que parecían más
prometedores;13 ejidatarios indígenas que por alguna contingencia necesitaban con urgencia
dinero en efectivo, por lo que ofrecían su derecho agrario a algún ganadero mestizo; ejidata-
rios tildados por sus compañeros como irresponsables (generalmente adictos al alcohol) que
vendían su derecho agrario. Sin embargo, debo insistir que la venta de derechos agrarios no era
una práctica extendida; en cambio, lo que predominaba en la microrregión ganadera-maicera,
en la que no había el acceso comunal a las tierras ejidales, era la renta de pastos y la mediería
para la engorda de ganado.14
En suma, en los años de 1991-1992 en los que realicé amplios recorridos de campo y
numerosas entrevistas en la Sierra de Santa Marta, no registré como problema urgente a resol-
ver la incertidumbre respecto a la propiedad de la tierra. Tampoco encontré que existiera una
práctica sistemática de venta simulada de parcelas ejidales, y si bien en dos microrregiones, al
oriente y nororiente de la Sierra, era constante el avance de la ganadería bovina extensiva, para
ello se recurría principalmente a la renta de pastos y la mediería, no a la compra de parcelas
11 Esto ocurrió en el ejido Tatahuicapan, que entonces pertenecía al municipio Mecayapan (Velázquez 1992). La misma situación
reportó Roesch (2002) para el ejido Ixhuapan, también en el municipio Mecayapan. Y en trabajos de campo posteriores, conoci-
mos una historia semejante en los ejidos Cuilonia y Amamaloya, ambos en el municipio Soteapan.
12 Entrevista al ejidatario B. R. (q.e.p.d.), ejido Adolfo López Mateos, municipio Catemaco, 1 de mayo de 1992.
13 En el ejido Benigno Mendoza, por ejemplo, cuya dotación definitiva se ejecutó en 1976, los ejidatarios provenían principalmente
de Nautla y Cempoala, Veracruz. Después de unos años de permanecer en el ejido, algunos ejidatarios decidieron ir a colonizar
tierras en Campeche. Entrevistas a M. B. y B. M., ejidatarios, Benigno Mendoza, 21 y 22 de mayo de 1992.
14 Por ejemplo, en una entrevista colectiva con ejidatarios de Santanón Rodríguez, municipio Mecayapan, éstos calculaban que en el
ejido había entre 70 y 80 cabezas de ganado, de las cuales sólo 15 eran propiedad de ejidatarios locales, y el resto era ganado a medias
con ejidatarios nahuas y mestizos de Tatahuicapan y Peña Hermosa, respectivamente. Entrevista colectiva, Santanón Rodríguez,
21 de enero de 1992. Sobre el papel que estas prácticas desempeñaron en el proceso de ganaderización al nororiente de la Sierra,
puede consultarse el trabajo de Flores (2016).
129
Emilia Velázquez Hernández
ejidales, aunque eventualmente ésta se realizara. En cambio, en esos años una preocupación
para los campesinos con los que platiqué era el desplome del precio internacional del café y la
decisión del gobierno federal de cerrar el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé); a otros les
inquietaba la reducción de los préstamos a la ganadería ejidal por parte del gobierno federal,
o las deudas que habían contraído con la banca comercial para proyectos ganaderos; muchos
más se quejaban por la disminución en la productividad del cultivo de maíz y la imposibilidad
de obtener alguna ganancia del trabajo y dinero invertido en este cultivo; también les preocu-
paba la falta de caminos para sacar productos y trasladar a gente enferma hasta las cabeceras
municipales. Las difíciles condiciones productivas que entonces enfrentaban derivarían poco
después en un fenómeno inédito en la Sierra: una migración a larga distancia que inició en
1995 con destino a Ciudad Juárez y los campos agrícolas de Sinaloa, en donde se empleaban
como obreros en las maquiladoras o como jornaleros agrícolas (Velázquez 2013).
Hacia mediados de 1993, los presidentes de los comisariados ejidales de la Sierra fueron citados
en las oficinas regionales de la Procuraduría Agraria, ubicadas en la ciudad de San Andrés
Tuxtla. Aquí les informaron del nuevo programa de certificación parcelaria –que ellos des-
conocían hasta entonces–, con la encomienda de transmitir a los integrantes de sus ejidos las
nuevas disposiciones gubernamentales respecto a las tierras ejidales. En medio de un manejo
fragmentado de la información, así como de suposiciones y suspicacias, en los ejidos de la
Sierra comenzó a hablarse del Procede. Después se realizaron asambleas informativas con
la presencia de funcionarios de la Procuraduría Agraria, las cuales dieron pie a diversos debates
al interior de los ejidos, siendo quizá los más encendidos aquellos que ocurrieron en los ejidos
comunales que aún quedaban en la microrregión cafetalera (Velázquez 2003).
Entre 1994 y 1995 dieron inicio las labores de medición y deslinde de parcelas en los
diferentes ejidos, y con ello comenzó un inédito proceso de reacomodo en la propiedad de
las tierras ejidales, en el que yo he identificado tres etapas o momentos que a continuación
expongo. Estas etapas no necesariamente se sucedieron, sino que más bien se traslaparon,
aunque en cada una de ellas predominó una cierta modalidad de circulación de la tierra.
Redistribución de la tierra
130
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
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Emilia Velázquez Hernández
número de ejidatarios después del Procede, con variaciones notables entre ejidos. Algunos
ejemplos: Kilómetro Diez pasó de 22 a 30 ejidatarios; El Tulín aumentó de 81 a 92 ejidatarios.
En otros ejidos, en cambio, el número de ejidatarios casi se duplicó (Mirador Saltillo pasó de 39
a 70 ejidatarios), o incluso sobrepasó el doble de los ejidatarios originales (colonia Benito Juárez
ascendió de 119 a 254 ejidatarios). Y en otros ejidos más, el número de ejidatarios registrados
después del Procede prácticamente se triplicó, con cifras un tanto abajo o arriba del triple de
los ejidatarios originales. Fueron los casos de Ocotal Chico, que pasó de 55 a 188 ejidatarios,
o de Morelos que aumentó de 147 a 420 ejidatarios. El caso más destacado sucedió en el ejido
San Fernando, donde el número de ejidatarios casi se multiplicó por seis, al pasar de 87 a 532.
Carezco de información de campo para explicar las causas de este ascenso notable en el
ejido Morelos, habitado mayoritariamente por población popoluca y dedicado principalmente
al cultivo de maíz mejorado para la comercialización. En cambio, sí conozco lo que ocurrió
en Ocotal Chico y San Fernando, dos ejidos localizados a escasos kilómetros de la cabecera
municipal de Soteapan, habitados casi exclusivamente por población popoluca y dedicados
al cultivo de café, combinado desde hace veinte años con el cultivo de palma camedor. En
ambos ejidos, después de innumerables discusiones tanto al interior de las familias como en
las asambleas, finalmente se optó por no excluir de las tierras ejidales a los hijos de ejidatarios
y avecindados:
Tengo una parcela de 4 hectáreas que me heredó mi abuelo. Los ejidatarios originales eran 55 y cada
uno tenía derecho a una parcela de 20 hectáreas. Cuando vino lo del Procede, los hijos de ejidatarios
y los posesionarios pelearon para quedarse como ejidatarios y al final lo consiguieron. La tierra se
repartió en la forma como se estaba usando al momento del parcelamiento, así que si un ejidatario
trabajaba 2 hectáreas y un posesionario tenía ocupadas 10 hectáreas, así se quedó. Hubo mucho pro-
blema para el reparto, los comisariados batallaron mucho para hacer entender a los viejos que no les
iban a quitar la tierra. (Entrevista a C. M., ejidatario, 40 años aproximadamente, Ocotal Chico, 29
de julio de 2010).
Es importante destacar dos aspectos de esta primera etapa del Procede. Uno es que el
programa se utilizó para llevar a cabo, con base en acuerdos locales que los técnicos del INEGI
acataron, una redistribución de la tierra ejidal, incorporando al ejido a hijos y otros familiares
mediante los mecanismos de cesión o ventas informales de pequeñas extensiones (1 a 2 hec-
táreas). Con esta redistribución de la tierra tuvo lugar una fragmentación de la tierra ejidal en
diferentes proporciones en los distintos ejidos del municipio de Soteapan. El segundo aspecto
a resaltar es que las ventas informales de esta etapa no representaron un riesgo para el compra-
dor, ya que los tratos realizados fueron respetados por el vendedor, tal como ocurría antes de
1992. Por ejemplo, Santo, un joven popoluca que vive en la cabecera municipal de Soteapan,
se convirtió en integrante del ejido Soteapan gracias a que un tío suyo y su esposa, una vez
132
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
que el ingeniero contratado por el ejido les delimitó su parcela de 20 hectáreas,19 le vendieron
una fracción de 2.5 hectáreas a su sobrino, para lo cual hicieron un convenio por escrito ante
el comisariado ejidal.20
Así, durante el proceso de ejecución del Procede que en algunos ejidos duró escasos
dos o tres años, y en otros pocos –como sucedió en el ejido Soteapan– se prolongó hasta
por ocho o diez años, se dieron múltiples arreglos locales relacionados con transferencias
informales de tierra, vía la compra venta o la cesión de fracciones. En el caso de ventas en el
ejido Soteapan, éstas incluyeron superficies muy diversas: desde 1 o 2 hectáreas, hasta media
parcela (10 ha) o incluso parcelas completas que ya estaban medidas y asignadas, pero todavía
no habían sido registradas en el Registro Agrario Nacional (RAN). En el ejido Soteapan, las
ventas y cesiones de terrenos hicieron que los nuevos posesionarios superaran en número a los
ejidatarios originales, por lo que aquellos exigieron que personal de la Procuraduría Agraria
(PA) regresara a hacer un nuevo registro de parcelas para que los posesionarios fueran inscritos
como ejidatarios.21
Esta redistribución de la tierra, sin embargo, sólo benefició a cierto número de perso-
nas, generalmente hijos –y pocas veces a esposas, hijas o nietas– de los ejidatarios originales,
así como a algunos compradores. De esta manera, a la par que tenía lugar una redistribución
de la tierra ejidal, en la mayoría de los “ejidos comunales”, en donde muchos avecindados
tenían acceso a las tierras ejidales,22 también hubo un proceso de exclusión de los avecin-
dados que hasta entonces habían estado sembrando en las tierras ejidales, lo que ocasionó
fuertes tensiones entre éstos y los ejidatarios.
En mi parcela quedó trabajando un avecindado, Filemón, que desde hacía muchos años hacía milpa
en ese lugar. Mientras no salían los certificados [parcelarios] lo dejé que siguiera trabajando. Ya
cuando salió mi certificado [en 2005] me pidió que le dejara hacer su milpa un año más. Le dije
que sí y hasta le firmé los papeles del Procampo para que cobrara este apoyo [gubernamental]. [Sin
embargo], al siguiente año que veo que Filemón empezaba a limpiar el terreno para hacer otra vez su
milpa. Entonces le reclamé y me contestó enojado que no se iba a salir de la parcela y que ahí seguiría
haciendo su milpa. Ocupaba una hectárea (Entrevista a A. D., ejidatario, 60 años aproximadamente,
Soteapan, 18 de febrero de 2017).
19 En el ejido Soteapan la delimitación, medición y asignación de parcelas fue un proceso dirigido por los mismos ejidatarios, para lo
cual contrataron por su cuenta a un ingeniero particular. Cuando llegaron los técnicos del INEGI, los ejidatarios les pidieron que
únicamente ratificaran las mediciones realizadas previamente por el ingeniero privado.
20 Entrevista a S. F., ejidatario, Soteapan, 22 de marzo de 2006.
21 Entrevista a S. F., antes citada.
22 “El ejido [Soteapan] se fundó en 1963, con 176 parcelas. En ese entonces la tierra no era tan celada [sic] como hoy, los señores de
entonces seccionaron las parcelas que ocuparían para sembrar maíz y dejaron que las tierras no cultivadas las trabajaran los avecin-
dados. Así funcionó hasta el 2005 en que los ejidatarios recibieron sus títulos parcelarios”. Entrevista a R. R., antes citada.
133
Emilia Velázquez Hernández
Finalmente, este avecindado debió abandonar la tierra en la que durante años había
hecho su milpa porque al quemar para la siembra, no pudo controlar el fuego y éste se exten-
dió al resto de la parcela. El ejidatario y su esposa aprovecharon esta situación para deman-
darlo y sacarlo de su tierra. Primero acudieron ante el comisariado ejidal, quien lo citó en tres
ocasiones para llegar a un acuerdo, sin que el acusado respondiera a los llamados. Entonces, la
esposa del ejidatario puso una demanda ante el Síndico del Ayuntamiento, y en la sindicatura
lo obligaron a firmar un documento en el que se comprometía a abandonar la parcela. Un
cuñado suyo, que es ejidatario y tiene una parcela contigua a donde antes sembraba Filemón,
le ofreció en préstamo una hectárea para que siguiera haciendo su milpa. En 2016 este hombre
seguía sembrando maíz en la tierra prestada por su cuñado.23 Pero no todos los avecindados
tuvieron la suerte de Filemón, conocí a otros que al ser obligados a desalojar los terrenos en los
que por años habían hecho sus milpas debieron salir a trabajar en lo que pudieron (lavadores
de coches en Coatzacoalcos, cortadores de piña en Isla, Veracruz, o jornaleros agrícolas en
Sinaloa) para comprar maíz, frijol y otros productos para mantener a sus familias.
Una segunda etapa en el mercado de tierras ocurrió recién concluido el Procede, y se caracte-
rizó por el surgimiento de un mercado informal e ilegal de la tierra que pronto derivó en con-
flictos. El mecanismo seguido fue el siguiente: un ejidatario que ya contaba con su certificado
parcelario vendía una fracción de su parcela, lo cual legalmente está prohibido. Generalmente,
el acuerdo se le daba a conocer al comisariado ejidal y a la asamblea, e incluso se redactaba un
documento con la firma de uno o más testigos por cada una de las partes. En algunos casos,
la transacción se comunicaba al visitador agrario, y pese a que éste les dijera que la transacción
realizada no estaba permitida por la ley agraria, algunos de los compradores insistían en que
la PA se diera por enterada. A veces, el documento en cuestión se llevaba a registrar ante algún
notario en Acayucan.
Todos los casos que conocí en diferentes ejidos –Cuilonia, Amamaloya, Kilómetro
Diez, Soteapan e Hilario C. Salas– tuvieron un final similar: a diferencia de la etapa anterior,
ahora las ventas informales no fueron respetadas por el vendedor. En algunos casos, fue el
mismo vendedor quien después de unos años se arrepentía de la transacción realizada y exigía
que se le regresara la tierra. En otros casos, fue algún hijo, a veces apoyado por su madre, quien
reclamó la invalidez del trato realizado, defendiendo con ello el patrimonio familiar compro-
metido por el padre. En todos los casos, el comprador llevó el asunto ante la asamblea ejidal,
la cual lo único que pudo hacer fue conminar al vendedor a respetar el trato o, cuando menos,
a devolver el dinero obtenido por la venta de la fracción, pues este fue el problema principal
que se presentó: la negativa de los vendedores a regresar el dinero recibido por la transacción
134
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
realizada, alegando que ese dinero ya había sido cubierto con el tiempo que el comprador
había utilizado la tierra y obtenido productos de ella.
Este tipo de ventas no fueron masivas, pero en todos los casos que conocí en el munici-
pio de Soteapan había habido algún conflicto por la negativa posterior del vendedor a recono-
cer la transacción.24 En Cuilonia, por ejemplo, un ejido popoluca ubicado al sur de la Sierra,
cuyos habitantes se dedican principalmente al cultivo de maíz y la engorda de ganado bovino
a pequeña escala, el Procede terminó en 1997 con la certificación de un total de 84 parcelas
ejidales.25 Cinco años después de concluida la certificación se habían vendido 5 fracciones de
parcelas a cuatro ejidatarios del lugar y a un profesor bilingüe que no poseía tierra. Las frac-
ciones vendidas fueron de 2 y 4 hectáreas, cuya ubicación fue marcada en el plano del ejido
por parte del comisariado ejidal. Las asambleas fueron informadas de las ventas realizadas, y
en presencia de los asistentes se levantaron actas de compraventa que fueron firmadas por las
autoridades ejidales y dos testigos, tanto por parte del comprador como del vendedor. Con
la intención de asegurar la operación realizada, los compradores llevaron a la Procuraduría
Agraria las actas levantadas en la asamblea, para informar de la operación realizada, y uno de
ellos incluso registró su “certificado” de propiedad ante un notario público.26
En 2003, cuando estuve en este ejido,27 estas ventas de fracciones, pese a ser informales
e ilegales, no habían sido desconocidas por los vendedores. Sin embargo, el comisariado ejidal
de ese entonces expresaba su temor a que en un futuro ocurriera algo que ya habían enfren-
tado en años recientes, cuando un ejidatario vendió en dos ocasiones fracciones de su parcela
y luego se retractó de ello, negándose además a regresar el dinero obtenido, alegando que el
comprador “había recibido su recompensa” al usar la parcela durante tres años consecutivos.28
En este caso, la compraventa de fracciones se había hecho sin avisar a la asamblea ni a la auto-
ridad ejidal, de ahí que los compradores posteriores trataran de asegurar sus transacciones
siguiendo los pasos descritos en el párrafo anterior.
Por la misma época, en Amamaloya, un ejido involucrado desde la década de 1990
en una creciente actividad ganadera, se vivía también un conflicto relacionado con la venta de
una fracción de parcela. Aquí, un comerciante popoluca originario de otra localidad adqui-
rió una parcela de 20 hectáreas antes de 1992, pese a que en ese entonces la compra ventade
parcelas estaba legalmente prohibida. El vendedor respetó el trato realizado, de tal forma que
cuando se ejecutó el Procede el comprador se convirtió en ejidatario. Cuatro años después
(2001) de que las tierras de Amamaloya fueran parceladas y certificadas (1997), este mismo
24 Flores en su estudio del mercado de tierras en Piedra Labrada, municipio de Tatahuicapan, menciona que después del Procede
hubo numerosas ventas de tierras, tanto de parcelas completas como de fracciones de parcelas, sin hacer alusión alguna a que este
último tipo de transacciones hubiera sido origen de conflictos como los registrados en los ejidos del municipio de Soteapan (Flores
2007: 105-106, 110).
25 Información disponible en: www.phina.ran.gob.mx/phina2/Sessiones (consultado el 31 de octubre de 2016).
26 Entrevista a M. D., agente municipal, Cuilonia Nueva, 1 de noviembre de 2003.
27 Estas visitas, y las entrevistas entonces realizadas, fueron parte de un trabajo conjunto con Eric Léonard.
28 Entrevista a C. G., Cuilonia Nueva, 1 de noviembre de 2003.
135
Emilia Velázquez Hernández
hombre compró media parcela (10 ha aproximadamente) a otro ejidatario, quien mantuvo en
su poder el certificado parcelario que acreditaba la propiedad del conjunto de su parcela.
El comprador tuvo su nueva parcela en producción ganadera por cerca de cuatro años,
hasta que los hijos del vendedor reclamaron la fracción vendida. Con la asesoría de un abo-
gado, los hijos consiguieron que el padre cediera la parcela a uno de ellos, quien de inmediato
desconoció la transacción realizada entre su padre y el comerciante-ganadero. El caso llegó
a la asamblea ejidal, y aquí los ejidatarios recomendaron que se le devolviera al comprador el
dinero erogado. Sin embargo, el abogado y los hijos del vendedor argumentaron que la deuda
quedaba saldada con el uso que el comprador había hecho de la parcela durante cuatro años.
De los casos que conocí,29 el patrón que predominó fue el mismo: ventas informales
que trataban de formalizarse mediante procedimientos sin validez jurídica (documentos fir-
mados ante asamblea, aviso a la Procuraduría Agraria de las transacciones realizadas, regis-
tro de los convenios de compraventa ante notarios); ventas que surgían entre integrantes del
mismo núcleo ejidal y que generalmente no sobrepasaban las 2 ha; ventas informales que
fácilmente eran desconocidas por los vendedores, en un contexto en el que la inalienabilidad
de la tierra ejidal había dejado de estar prohibida.
Actualmente, y después de conocerse varios casos de estas ventas ilegales de fraccio-
nes, esta práctica casi ha desaparecido en el municipio de Soteapan. En 2018, la secretaria del
comisariado ejidal de Soteapan decía: “todavía hay gente que ofrece fracciones, pero ya nadie
compra así, por los casos que hemos tenido en el ejido, y también se sabe lo que ha pasado en
otros ejidos”.30
29 En 2004, en el ejido Hilario C. Salas se reportaba un solo caso de venta de fracción (1 hectárea) de parcela, en la que después de tres
años el vendedor deshizo el trato y devolvió en partes el dinero al comprador (Entrevista colectiva a grupo de ejidatarios, Hilario
C. Salas, 16 de julio de 2004). En 2003, en el ejido Morelos estaban en curso tres conflictos por venta de fracciones de parcelas
(Entrevista con J. P., agente municipal, Morelos, municipio de Soteapan, 3 de noviembre de 2003).
30 Entrevista a E. A., San Pedro Soteapan, 6 de diciembre de 2017.
31 Entrevista a J. R., ejidatario, 64 años, San Pedro Soteapan, 5 de noviembre de 2017.
136
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
concluyó en 1998, para 2003 se habían realizado cinco ventas de certificados parcelarios a per-
sonas perteneciente al mismo ejido.32 Si consideramos que en el RAN quedaron registrados 420
ejidatarios, el porcentaje de ventas de parcelas completas había sido mínimo en ese entonces.
En el ejido Hilario C. Salas, en cambio, donde el Procede concluyó en 1997 con 105 ejidatarios
registrados, para 2004 había ocurrido la venta de doce parcelas completas, es decir, estas ventas
representaban 11.4% de las parcelas ejidales. Los compradores eran ganaderos mestizos de La
Magdalena, una colonia agrícola-ganadera colindante con el ejido, y La Perla de Hueyapan.
Según la versión de los ejidatarios entrevistados, algunos de quienes vendieron sus parcelas
habían abandonado el ejido para “irse a buscar la vida” a otra parte.33 El asedio de los gana-
deros mestizos sobre las parcelas ejidales que han entrado al mercado de tierras ha sido docu-
mentado por Flores (2007) en su trabajo sobre Piedra Labrada, municipio Tatahuicapan, en la
microrregión ganadera de la Sierra.
Una vez que en el ejido Soteapan concluyó el Procede y los ejidatarios recibieron sus
certificados parcelarios, ha habido numerosas ventas de parcelas, tanto a gente de la cabecera
municipal como a personas de fuera. Algunos de los compradores usan la parcela para gana-
dería, otros las compran pero no las utilizan.34 El caso es que en el ejido Soteapan, una vez que
se midieron y deslindaron las parcelas que correspondían a los 176 ejidatarios originales hubo
un sobrante de tierras en un área del ejido conocida como Los Ocotales, por ser estos árboles la
vegetación predominante. Pese a que algunos ejidatarios opinaban que este sobrante se repar-
tiera entre los avecindados, por decisión de una mayoría dichas tierras se repartieron entre
ellos mismos, tocándoles dos hectáreas a cada uno. De esta manera, los ejidatarios recibieron
dos certificados parcelarios, uno que ampara la posesión de la parcela productiva, y otro que
refiere a la parcela de dos hectáreas, cuyos suelos son poco fértiles. Muchos de los certificados
parcelarios vendidos en el ejido Soteapan son los de estas parcelas, y sus compradores han sido
personas con mínima o nula relación con la actividad agrícola. Una joven popoluca, por ejem-
plo, con sus ahorros en un trabajo administrativo compró una de estas parcelas “para invertir”,
sin que tuviera intención de darles algún uso productivo. Esto significa que algunas de estas
parcelas se hayan vendido más de una vez. Como el caso de una parcela que entre los años de
2000 y 2005 se vendió tres veces, primero a un ejidatario de un poblado vecino, después a un
hombre originario de Soteapan pero sin ningún vínculo con el ejido de este lugar, y finalmente
a un profesionista procedente de otro estado de la república, quien no radica en Soteapan ni
ocupa la parcela, aunque la presta para que una señora y su esposo siembren maíz.35
Pero también ha habido circulación de tierras en el área parcelada para usos produc-
tivos. Los certificados de estas parcelas, que pueden ir desde las diez hasta las 20 hectáreas,
137
Emilia Velázquez Hernández
han sido adquiridos por gente de la localidad que tiene el capital suficiente para comprarlas y
ponerlas en producción, generalmente comerciantes (algunos de origen zapoteco, pero tam-
bién profesionistas popolucas), y algunos ex presidentes municipales. En estas parcelas se han
sembrado pastos pues la ganadería sigue siendo la actividad más redituable en la Sierra, pese
a que esto implica sustraer parcelas al cultivo de maíz, que es lo que mayormente se siembra
en el ejido Soteapan. La respuesta de una integrante del comisariado ejidal de Soteapan a mi
pregunta sobre los motivos por los cuales la gente vendía su parcela, fue contundente: “la gente
vende su tierra por necesidad”.36
Los casos que refiero en este último apartado en torno a las ventas legales de certifi-
cados parcelarios en el municipio de Soteapan permiten ver que éstas propician una mayor
desigualdad social, y que muchos de los vendedores que han ejercido su derecho a disponer de
su parcela para introducirla al mercado de tierras, en parte se han convertido en “extraños
en su propia tierra”, ya sea que se queden en el ejido a hacer milpa en tierras prestadas o alquila-
das, o que se ven obligados a abandonar sus pueblos para trabajar en lugares cercanos o lejanos
a su lugar de origen. En el primer caso, un destino socorrido han sido los sembradíos de piña
en el municipio de Isla, en la cuenca del Papaloapan, en el mismo sur de Veracruz, a donde
campesinos de Soteapan se trasladan durante una o dos semanas seguidas, para pasar un fin
de semana con sus familias, y regresar a realizar las diferentes labores que requiere el cultivo
y la cosecha de piña. En el segundo caso, el lugar de destino queda a miles de kilómetros de
distancia de los pueblos de origen: se trata de los campos agrícolas de Sinaloa, a donde se trans-
portan familias completas para permanecer allá ocho meses y volver a sus casas para quedarse
cuatro meses en la Sierra. Esta migración inició a mediados de 1990 y cobró auge en la siguiente
década.
Reflexiones finales
138
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades
Robles Berlanga (2008). Por otra parte, las primeras consecuencias de este programa fueron
imprevistas: una redistribución de la tierra ejidal que redundó en un mayor número de ejida-
tarios, lo que, como señala Hernández Cendejas, puso en cuestión la idea de los diseñadores
del Procede acerca de las parcelas, resumida en la fórmula un ejidatario=a una parcela. En
cambio, “la noción y los derechos sobre el acceso a la tierra, acerca de lo que es en tamaño, las
actividades y la ubicación de la parcela, fue un proceso que cada ejidatario fue construyendo
y que al final fue reafirmado con la entrada al programa Procede” (2012: 46).
Otro resultado imprevisto por quienes formularon la nueva política agraria fue el sur-
gimiento de un mercado informal –justo lo que se quería evitar con el Procede– en torno a la
venta de fracciones de parcelas que derivaron en la generación de conflictos intraejidales. Pero
también tuvo lugar la apertura de un mercado de tierras con consecuencias dramáticas para
los ejidatarios pobres, tal como ha documentado Flores (2007) en un estudio del ejido –Piedra
Labrada, municipio de Tatahuicapan– ubicado en la microrregión ganadera de la Sierra, y
como ha ocurrido en menor proporción en varios ejidos del municipio de Soteapan. Es decir,
la seguridad en la tenencia de la tierra, conseguida mediante la obtención de un certificado
agrario, ha propiciado la creación de un mercado de tierras ejidales, pero de ninguna manera
el mejoramiento de las condiciones económicas y productivas de la mayoría de ejidatarios, ni
de las regiones y localidades en las que éstos habitan. Como en otras regiones del país, en la
Sierra de Santa Marta la ejecución del Procede no ha estado ligada a un mejoramiento técnico
de la producción agropecuaria ni al surgimiento de novedosas y benéficas formas de asocia-
ción para la producción.
Hasta ahora, la política agraria no ha sido revisada por los gobiernos posteriores al enca-
bezado por el presidente Carlos Salinas de Gortari, promotor de la reforma de 1992, dejando
en claro que lo importante era cumplir con un requerimiento de los organismos multilatera-
les, no velar por las necesidades de una población campesina cada vez más depauperada. Los
estudios académicos realizados al respecto no han sido tomados en cuenta. Afortunadamente,
desde otros ámbitos no gubernamentales se ha empezado a cuestionar sistemáticamente
las deficiencias de la actual normatividad agraria y a proponer soluciones (Torres-Mazuera,
Fernández, Montiel y Salgado 2020: 99).
139
Emilia Velázquez Hernández
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141
REFORMA AGRARIA
Procede y extracción de hidrocarburos en la Huasteca hidalguense
143
José Luis Plata Vázquez
Desde hace poco más de veinte años, realizo investigación en la Huasteca, particularmente en
la porción que corresponde al estado de Hidalgo, aunque también he tenido oportunidad de
trabajar con algunos colegas en la Huasteca potosina.
La Huasteca hidalguense ha sido delimitada de acuerdo con distintos criterios. Joaquín
Meade reconoció hasta 27 municipios, lo que en este trabajo no está a discusión pues los
municipios en los que efectué mi trabajo de campo, son representativos de la Huasteca. No
obstante, para delimitar el área de investigación, coincido con la afirmación de Gutiérrez,
Rodríguez y Cuervo cuando señalan que es posible hablar de una Huasteca “… ordenada
por centros urbanos –los más dinámicos– y una Huasteca marcada por el contexto rural”
(1997: 13), en tanto que pueden también integrarse criterios hidrológicos y antropológicos
para definirla, por lo que al ubicarse la región de estudio en “la Cuenca del Moctezuma que
ocupa toda la parte suroccidental” (1997: 39) y teniendo además presentes sus característi-
cas históricas y étnico-culturales, mi trabajo se concentra particularmente en los munici-
pios de Huejutla de Reyes, Huautla, Jaltocán, San Felipe Orizatlán, Yahualica, Xochiatipan,
Atlapexco y Huazalingo (mapas 1 y 2).
Las principales temáticas abordadas en mis estudios están relacionadas con la historia
agraria, la tenencia de la tierra y el movimiento campesino, esto me ha permitido tener un
panorama muy amplio sobre el aprovechamiento y la explotación de los recursos naturales de
este territorio, aunado a lo anterior, he logrado conocer muy de cerca a los actores e institucio-
nes que tienen mayor presencia en la región.
En el transcurso de estas investigaciones, fue común escuchar en varias comunidades
referencias sobre la existencia de pozos petroleros o tuberías que en algún momento había
colocado personal de Petróleos Mexicanos (Pemex). Debido a que en esos momentos este tema
no era de mi interés, no presté demasiada atención a esos testimonios y los fui registrando al
margen de mis cuadernos de notas.
En enero de 2016, durante una estancia de campo de un mes, encontré, junto con algu-
nas de las anotaciones antes descritas, un documento que expone una de las modalidades para
que los campesinos permitan a las empresas realizar trabajos topográficos y cambios de uso de
suelo en sus terrenos (imagen 5) y los relacioné con un tema que en ese momento era motivo
de discusión en escenarios académicos y políticos: la ronda uno y sus cuatro licitaciones que
habían tenido lugar en el año 2015. Las rondas son una serie de licitaciones que efectúa la
Secretaría de Energía para la adjudicación de contratos para que empresas nacionales e inter-
nacionales, realicen trabajos de exploración y extracción de hidrocarburos en México.
Motivado por las circunstancias, en febrero de 2016 emprendí una estancia de campo
de cuatro semanas en la Huasteca hidalguense, tiempo durante el cual recorrí algunos de los
lugares donde se tenía noticia de la existencia de infraestructura que podía servir para explotar
el recurso en cuestión. A lo largo de este periodo de campo, recabé testimonios y evidencia
144
Mapa 1. Ubicación de la Huasteca de acuerdo con criterios hidrológicos
145
Mapa 2. Municipios de la Huasteca hidalguense
gráfica que dieran cuenta de la relación que puede existir entre la reforma energética de 2013,
las rondas celebradas por la Secretaría de Energía en el año 2015 y la privatización de las tierras
ejidales realizada desde 1994 a la fecha en la Huasteca hidalguense, para dar paso a un sutil
periodo de expoliación de los recursos naturales, fundamentado todo esto en lo que se conoce
como el proceso neoextractivista donde el Estado “despeja el camino para la operación del
capital extractivo y respalda estas operaciones con el poder que tiene a su disposición […]
incluyendo los acuerdos de libre comercio, los acuerdos de inversión bilateral […] los sobornos
[…] ayudando a las empresas multinacionales a asegurar el acceso a tierras, minerales y otros
recursos” (Weltmeyer y Petras 2015: 15 y 18).
Uno de los primeros problemas que enfrenté al intentar indagar acerca de este tema,
fue la enorme desinformación que existe entre la población quienes, a pesar de que en su
cotidianidad observan pipas de Pemex, pozos petroleros, contenedores para el petróleo crudo
y tuberías, no conocen mucho sobre lo que actualmente acontece en su espacio, sólo saben
lo que han visto o dan cuenta de rumores que corren entre vecinos de alguien que ya vio a
personas cavando zanjas para meter tubería o si a algún ejidatario le ofrecieron dinero por su
parcela donde hay petróleo. Incluso en ocasiones las historias aluden la participación de caci-
ques locales en el control de la tierra y sus recursos para beneficio propio, como ocurre en la
146
Reforma agraria
comunidad de San Pedro, municipio de Huazalingo, donde los González, descendientes del
cura José Vicente González (quien en 1889 compró por 2,208 pesos las tierras de la comunidad)
(Escobar 1998), continúan ejerciendo un dominio férreo sobre el poblado.
La respuesta más comúnmente esgrimida es que nunca nadie les ha informado sobre lo
que el gobierno hace en su territorio, mucho menos saben si realmente las personas que actual-
mente efectúan algún trabajo de exploración o extracción pertenecen a Pemex, únicamente las
identifican por el color de overol que visten, ahora azul, otras veces naranja o rojo.
Con estos datos recabados en las primeras dos semanas del trabajo de campo, reorga-
nicé la estrategia para obtener información más precisa sobre lo que estaba buscando. Creí
que lo más conveniente era entrevistarme primero con las autoridades locales para exponerles
los objetivos de mi investigación y saber si ellos tenían alguna pista o conocían a alguien que
pudiera proporcionármela. Los resultados fueron favorables en el sentido de que me compar-
tieron datos concretos de ubicación de infraestructura que podría estar relacionada con el
tema en cuestión, además me indicaron los nombres de algunas personas que posiblemente
tuvieran registros al respecto. Desafortunadamente, estos informantes no eran numerosos
y sus respuestas mantenían la esencia de provenir de rumores y recuerdos que conservaban
desde que eran muy jóvenes, a pesar de esto, sus testimonios constituyen la principal materia
prima de lo que aquí se relata. Por otro lado, orientado por los lugareños, logré identificar y
visitar los lugares que actualmente continúan en operación algunos pozos cuya productivi-
dad, si bien no es muy elevada pues sus contenedores tienen una capacidad de 280 barriles
(44 520 litros aproximadamente), si generan residuos y gases que son percibidos por quienes
viven cerca de ellos como perjudiciales para el ambiente y la salud. Esta parte de la actividad
de campo me permitió distinguir una línea que atraviesa desde el sureste hasta el norte de la
región, pasando por los municipios de Xochitipan, Atlapexco y Huejutla de Reyes, y una más
hacia el noreste del municipio de Huautla, donde puede apreciarse la existencia de pozos e
infraestructura relacionada con la extracción de petróleo.
La hipótesis que conduce este trabajo plantea que la reforma de 1992 al Artículo 27 de la
Constitución Mexicana no tenía como principal objetivo mercantilizar la tierra privatizán-
dola para dinamizar el mercado de tierras ejidales, como algunos autores lo han sostenido,2
sino eliminar algunos obstáculos legales, para facilitar la extracción de petróleo y carburos de
hidrógeno sólido, líquido y gaseoso en aquellas regiones que, como la Huasteca hidalguense,
son ricas en hidrocarburos. Para comprobar lo anterior, parto de dos supuestos:
2 Para mayor referencia véase: Díaz-Polanco (1992), Calva (1993), Mestries (1993), Carton de Grammont (1995), González y Salles
(1995), Hendrix (1993), Melmed-Sanjak (1998), Vogelgesang (1998) y Morett (1992, 2003).
147
José Luis Plata Vázquez
Con la finalidad de dar cuenta de lo anterior, es preciso señalar que, para propósitos
del presente trabajo, el tema de la tenencia de la tierra ejidal y comunal se aborda desde una
revisión histórica en la región de la Huasteca hidalguense que actualmente se compone por
ocho municipios ubicados hacia el norte y noreste del estado de Hidalgo: Huejutla de Reyes,
San Felipe Orizatlán, Jaltocán, Huautla, Atlapexco, Yahualica, Huazalingo y Xochiatipan,
también se incluyen algunos eventos acontecidos hace más de 50 años cuyo análisis permitirá
explicar las razones de la persistencia entre los habitantes de la Huasteca de un imaginario
colectivo que considera la tenencia de la tierra como propiedad social; aun cuando este con-
cepto carece de fundamentos legales sirve para cimentar y fortalecer algunas de sus prácticas
culturales, sociales y agrícolas y, sobre todo, para estructurar y proteger su territorio. La impor-
tancia de abordar los temas relacionados con los impactos de la política agraria de los últimos
años mediante un estudio de caso regional, destaca las particularidades que en un contexto
socioterritorial determinado puedan presentarse para compararlas con lo que acontece en otros
lugares y estar en posibilidades de integrar información teórica, empírica y de gabinete para
generar conocimiento más completo sobre los fenómenos que se desea explicar.
Aunque no es motivo de este trabajo analizar el impacto que tuvieron las movilizacio-
nes campesinas de la Huasteca en el reparto agrario, baste decir que, gracias a su influencia,
en el periodo de 1960 a 1980 se reactivan muchos de los procesos de restitución y dotación de
tierras que en la región se inician en la década de 1930. Lo anterior nos hace posible sostener
que el reparto agrario en la Huasteca hidalguense tuvo matices importantes que permiten
afirmar que se trató de un proceso que transformó notablemente el paisaje social, económico
y político de esta región, en un lapso de 30 años, modificó la estructura agraria de la región
entregando 130 138.36 hectáreas de tierras a 255 pueblos, configurando de esta manera una
amplia superficie de tierras que en adelante sería reconocida como propiedad social. De este
modo, 81.69% de la extensión de tierras que durante un largo periodo fue concentrada por
haciendas, ranchos y estancias ganaderas fue puesta en manos de sus legítimos dueños: los
indígenas nahuas quienes por diversos medios habían luchado por recuperarla.
148
Reforma agraria
Aprovechando que durante el reparto agrario vía la reforma agraria, los actores guber-
namentales enarbolaron la bandera discursiva de que la entrega de la tierra en propiedad
social (ejidal y/o bienes comunales) era una prerrogativa del Estado benefactor en favor de los
pueblos agricultores (Pérez 2002), los campesinos de la Huasteca se apropian de este discurso
y aglutinados en un movimiento social de grandes dimensiones (se calcula que más o menos
80 mil campesinos participaron en él), logran que los gobiernos federal y estatal reconozcan
el rezago agrario que hasta la década de 1960 existía en la Huasteca hidalguense desestabili-
zando, de esta manera, al férreo control caciquil dominante.
Conforme los datos del Registro Agrario Nacional (RAN), entre 1915 y 1940 había 120
solicitudes de tierras pendientes de atenderse, mismas que fueron resueltas entre las décadas
de 1960 y 1980,3 recordemos que en la región existen 255 núcleos agrarios, de los cuales 223
son ejidos y 32 son bienes comunales, lo que significa que hasta los años de 1980 casi la mitad
de ellos (47%) no contaba con la ejecución de sus respectivas resoluciones presidenciales. De
hecho, actualmente 22 núcleos agrarios presentan procesos agrarios sin concluir.
Hasta aquí podemos hacer un primer análisis de la información que algunos datos
recabados actualmente en campo nos proporcionan sobre esta convulsiva etapa en la vida
sociocultural de esta región. Como se ha comentado, gracias a la movilización campesina el
gobierno estatal “acelera” los procedimientos agrarios, resolviendo de este modo una parte
considerable del rezago agrario. Es incuestionable la importancia de la participación del sector
campesino en la reforma agraria, de hecho, podemos decir que en la Huasteca hidalguense la
reforma agraria fue un producto social, no obstante existe además un factor económico que
pudo influir poderosamente para que los terratenientes cedieran la propiedad de sus latifun-
dios: la existencia de significativos yacimientos de petróleo que, si bien no se comparan con
los del estado de Veracruz, para el gobierno representaban la posibilidad de obtener grandes
ganancias económicas mediante su explotación.
A decir de Ezequiel Ordóñez, desde 1916 la llamada “Faja de Oro comprendía un área
que superaba los 300 kilómetros de norte a sur y los 75 kilómetros de este a oeste, esto es, un
total de 2 250 000 hectáreas” (Ordóñez 1930, citado por Santiago 2002: 328). La acelerada explo-
tación de este complejo petrolero condujo a la exploración de nuevos territorios, así, en 1926
3 De acuerdo con Ramos y Plata (2000: 61-62), desde 1960 hasta casi finalizar la década de 1980, en la Huasteca hidalguense y poto-
sina se presentan una serie de movilizaciones masivas de campesinos que tenían como objetivo central la recuperación de las tierras
que de antaño les pertenecían. Se trata de un movimiento agrario en el que la mayoría de la población se ve involucrada (80 mil
campesinos), el cual consta de tres etapas:
1a. Movimiento disperso, desarticulado y espontáneo. Cuenta con la ayuda y mediatización de centrales campesinas (CNC, CAM,
CNPA y CCI) y partidos políticos (PRI, FCRN y PDM) (de 1966 a 1977).
2a. Etapa identificada como “guerra campesina”, caracterizada por enfrentamientos y violencia entre los campesinos invasores
(ocupantes) de las tierras, contra pistoleros, ganaderos, judiciales y el ejército (de 1978 a 1980).
3a. Etapa en la que existe un “pacto político” entre el gobierno y el movimiento agrario que supone la pacificación a cambio de la
legalización de las tierras de ejidos y comunidades (de 1980 hasta 1988 aproximadamente). (Ramos y Plata 2000: 61-62).
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José Luis Plata Vázquez
4 Una provincia petrolera “Es un área donde ocurren cantidades comerciales de petróleo o en la que se han identificado condiciones
favorables para la acumulación de hidrocarburos (potencial Medio-bajo)” (Pemex 2013: 5).
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Imagen 1. Pozo petrolero en Tecolitla, municipio de Atlapexco
Fuente: Archivo personal de José Luis Plata Vázquez. 2016.
Teniendo en cuenta estos antecedentes, durante los meses de enero y febrero de 2016,
realicé un recorrido de campo en algunas comunidades de los municipios de Huejutla de Reyes,
Huazalingo, Xochiatipan, Atlapexco y Huautla, el objetivo era corroborar sobre la existencia
de pozos petroleros en la Huasteca hidalguense información dada en anteriores estancias de
campo. En cada una de las localidades visitadas los testimonios versaron sobre la existencia
de tuberías subterráneas colocadas hace poco más de 50 años por personal de Pemex, en algu-
nos casos esta infraestructura se utilizó durante un tiempo, incluso algunos pozos extraen
crudo en la actualidad, pero, a decir de los habitantes de las localidades visitadas, el personal
que llegó para instalar las tuberías nunca pidió permiso para realizar los trabajos ni informa-
ron a sus autoridades sobre los objetivos ni de las intenciones de sus labores,
[…] de un día para otro ya andaban por el cerro, midiendo y rascando por aquí y por allá, subiendo y
enterrando tubos como de 60 o 70 pulgadas, en tramos como de 10 o 15 metros, yo era niño entonces
y nos gustaba ir a verlos pero nos corrían, decían que nos fuéramos de ahí porque podría haber una
explosión […] en otras ocasiones nada más vinieron a medir y ya no volvieron, […] ya hace como
un año andan otra vez allá arriba escarbando para meter tubos (imagen 2). (Testimonio, Tzacuala,
municipio de Huautla, 9 de febrero de 2016).
151
Imagen 2 . Trabajos de introducción de tubería en un cerro de la comunidad de Tzacuala, Huautla
Fuente: Archivo personal de José Luis Plata Vázquez. 2016.
No obstante que son pocos los pozos activos, los habitantes de la Huasteca saben que,
en los cerros, a las orillas de ríos y arroyos y en las milpas “[…] hay tubos que ‘plantaron’ los
de Pemex hace ya algunos añitos, como 50 años, pero nunca los han utilizado”.5 En Tohuaco
Amatzintla, una de las comunidades con fuerte presencia del Frente Democrático Oriental de
México Emiliano Zapata (Fedomez), movimiento campesino de la región con una marcada
filiación priista, existe una importante red de ductos que fue creada desde 1966 pero que no
se ha utilizado, aunque “[…] en ocasiones ha presentado fugas de petróleo y de gas que han
afectado las milpas, secando el pasto y llenando el aire de malos olores. Pero la gente sigue
sembrando y llevan a su ganado a pastar a estos lugares”,6 aunque el tubo tiene grabado con
soldadura el nombre “pozo Tecoluco #2”, se ubica en efecto en Tohuaco Amatzintla, munici-
pio de Huautla.
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Imagen 3. Tubo para pozo, propiedad de Pemex en Tohuaco Amatzintla, Huautla
Fuente: Archivo personal de José Luis Plata Vázquez. 2016.
Acorde con lo anterior, existe en la región una extensa red de tuberías cuyos fines
permanecen inciertos, actualmente empresas extranjeras trabajan para activar la industria
extractiva de hidrocarburos. El Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas A.C.
(encabezada por monseñor Raúl Vera López, obispo de Saltillo), tiene identificadas dichas
empresas con presencia en la región: Halliburton (Texas, EU), Schlumberger (Texas, EU),
Driller Technologies (Italia), ICA Fluor Daniels (México-Texas, EU).
Así, el escenario actual en torno a la propiedad de la tierra y la introducción de infraes-
tructura petrolera comenzó a definirse desde hace por lo menos 50 años, tiempo en el que
han acontecido una serie eventos vinculados entre sí para dar forma a una estructura agraria
en la que latifundistas, ganaderos, comunidades indígenas, caciques, Estado y, en tiempos
más recientes, capital privado, se mantienen en conflicto constante por defender sus intereses.
Durante el periodo de lucha campesina que comprendió prácticamente dos décadas 1970 y
1980, el conflicto se evidenció por el enfrentamiento entre terratenientes y campesinos, en
este proceso el gobierno fungió como interlocutor entre ambos bandos pero, aprovechando
el momento, se generaron las condiciones para que la industria petrolera hiciera estudios e
introdujera la infraestructura necesaria para extraer y transportar los hidrocarburos sin que
campesinos y terratenientes, ocupados en ese momento en la lucha por recuperar o conservar
sus tierras, cuestionaran las intenciones del gobierno ni opusieran resistencia alguna. No obs-
tante, el movimiento campesino reactiva el proceso de reparto agrario que se había estancado
por cerca de 30 años, liquidando en gran medida la estructura caciquil que por muchos años
dominó el escenario social, económico y político de la región.
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Mapa 3. Pozos petroleros en la Huasteca hidalguense
Fuente: Elaboración propia con base en trabajo de campo realizado en febrero de 2016.
154
Reforma agraria
Una vez que el movimiento campesino fue controlado con la promesa de que se atendería el
rezago agrario y de que a los ejidos más conflictivos se les entregarían proyectos productivos
ganaderos, sobre todo los ubicados hacia el noreste de la Huasteca hidalguense, principal-
mente los del municipio de Huautla que colindan con el estado de Veracruz y que permane-
cen adheridos a la Organización Independiente de Pueblos Unidos de las Huastecas (Oipuh),7
se inicia en esta región un periodo de relativa paz que va de 1980 a 1988. Cuatro años más
tarde, ya en el contexto de la etapa neoliberal del capitalismo y en el marco de la firma del
Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, en el año de 1992 se modifica
el Artículo 27 de la Constitución Mexicana declarándose la conclusión del reparto agrario y el
inicio de los trabajos de medición y certificación de la propiedad ejidal, con lo que la política
agraria altera su rumbo.
Mucho se ha escrito sobre la reforma constitucional de 1992 y los procesos de certifica-
ción de la tierra de tipo ejidal, incluso algunos autores8 afirmaron que esta situación implicaría
el fin de la historia agraria de México pues, por medio del mercado de tierra ejidal, la propiedad
social dejaría de existir cediendo su espacio a la propiedad privada con lo que se modificaría
el uso de la tierra destinándose grandes superficies al desarrollo inmobiliario y a la industria.
No obstante, después de 26 años de desarrollo de una política agraria que tiene como
objetivo regularizar y certificar la propiedad social, los cambios a nivel nacional no son los
proyectados. De acuerdo con el RAN, al año 2013 se había certificado 90.7% de la propiedad
social, en teoría esta superficie debería haber entrado sin problemas al mercado de tierra ejidal,
lo que implicaría que una parte considerable de ella dejaría de ser ejidal o comunal para trans-
formarse en propiedad privada, pero esto no ha ocurrido. La misma fuente expone que los
terrenos sobre los cuales se ha adoptado el dominio pleno (es decir que han abandonado el
régimen agrario ciñéndose al régimen común) comprenden una extensión de 2 846 103 hectá-
reas (3% de la superficie social total del país).
¿Cuáles son las razones de que el mercado de tierras no esté funcionando? ¿Acaso en
el mercado de tierras ejidales no operan los factores de la oferta y la demanda? De ser así,
en nuestro país ¿no hay demanda de tierra ejidal para los fines que hemos señalado anterior-
mente? Las explicaciones son varias pues dependen de las características sociales, políticas,
7 “siguiendo a Agustín Ávila, entre 1976 y 1988 el movimiento campesino se desarrolló conforme a dos vertientes organizativas: la
que impulsaba la Organización Independiente de Pueblos Unidos de las Huastecas (Oipuh), considerada radical por sus formas
de resistencia; al principio con un discurso agrarista y después entre 1983-1984 apropiándose de un discurso más bien indigenista
que se expresaba en la utilización de las lenguas indígenas y en el uso de ropa de manta. Esta organización tendría una mayor
participación en los municipios de la zona de Chicontepec, perteneciente al estado de Veracruz, y los municipios de Atlapexco,
Huautla, Yahualica y Xochiatipan en Hidalgo” (Ramos y Plata 2000: 61-62).
8 Para mayor referencia véase: Zendejas (1994), Zendejas y Vries (1998), Baitenmann (1998), Concheiro y Diego (2001), Deere y
León (2002), Dzib Can (2004), Colin, Blanchot, Vázquez y Navarro (2003), Léonard, Quesnel y Velázquez (2003), Del Rey (2005),
Robles (2005, 2008), Artís (1997), Warman (2001) y Morett (2003).
155
José Luis Plata Vázquez
económicas y culturales de cada región del país y su abordaje supera los objetivos de este tra-
bajo, pero en lo que se refiere a la Huasteca hidalguense podemos llegar a algunas conclusiones
derivadas en gran medida de todo lo escrito anteriormente.
En la región de estudio, el Procede fue prácticamente aceptado sin oposición de sus
habitantes y en un lapso de diez años 80% de los núcleos agrarios ya estaban por lo menos
delimitados, la inversión en recursos económicos y humanos fue tal que, a decir de algunos
funcionarios de la Procuraduría Agraria, el Registro Agrario Nacional y el Instituto Nacional
de Estadística y Geografía (INEGI), el salario junto con los viáticos, los estímulos a la produc-
tividad (pagado por la mayor cantidad de ejidos certificados) y el pago de la gasolina no era
nada despreciable alcanzando en ocasiones hasta 20 mil pesos mensuales en 1994. Aunado a
lo anterior, las instituciones involucradas en la realización de los trabajos de medición y certi-
ficación contaban con una cantidad considerable de personal: visitadores agrarios, brigadistas,
topógrafos, asistentes de campo y de oficina, capturistas y abogados agrarios, quienes prácti-
camente todo el año (exceptuando las vacaciones de fin de año) laboraban incansablemente.
Cabe mencionar que las presidencias municipales y el personal de las agencias de
gobernación estatales tenían la consigna de apoyar incondicionalmente la labor de dichas
dependencias fungiendo, en muchas ocasiones, como “facilitadores” para que los funcionarios
gubernamentales pudieran entrar a las comunidades o para “convencer” a las personas que
no aceptaban el programa de certificación. Por otro lado, los gobiernos estatales realizaron
convenios con los notarios púbicos para que gratuitamente, o a muy bajos costos, certificaran
los documentos resultantes de todo el proceso. Es decir que, para aplicar la política agraria de
certificación ejidal y comunal, se echó a andar una impresionante maquinaria gubernamental
que incluyó a los tres niveles de gobierno, además, las estrategias utilizadas para convencer a
los campesinos de aceptar el Procede incluyeron la presión constante en sus asambleas por
parte de los visitadores agrarios con amenazas de que de no hacerlo voluntariamente en su
momento, posteriormente estarían obligados a hacerlo asumiendo ellos los costos de la cer-
tificación de sus tierras: pago a brigadistas del INEGI y del RAN, pago a notarios públicos e
inscripción de los títulos de solares en el Registro Público de la Propiedad. Asimismo, personal
de otras dependencias como la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación
(Sagarpa), encargada de aplicar el Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo), con-
dicionaron la entrega de estos apoyos a la presentación de los certificados parcelarios, lo que
a la larga obligó a los ejidatarios y comuneros a aceptar el Procede. Todo lo anterior se llevó a
cabo sistemáticamente no obstante que el artículo 56 de la Ley Agraria señala que: “La asam-
blea de cada ejido, con las formalidades previstas a tal efecto en los artículos 24 a 28 y 31 de esta
ley, podrá determinar el destino de las tierras que no estén formalmente parceladas, efectuar
el parcelamiento de éstas, reconocer el parcelamiento económico o de hecho o regularizar la
tenencia de los posesionarios o de quienes carezcan de los certificados correspondientes”.9
156
Reforma agraria
Estas fueron algunas de las razones por las que los habitantes de la Huasteca hidal-
guense “aceptaran” incorporarse al Procede, lo que permitió al gobierno la identificación real
de las superficies ejidales, configurando una radiografía sumamente precisa de la ubicación de
las grandes áreas: parcelas, uso común y asentamiento humano.
Mapa 4. Superficie de propiedad social en la Huasteca hidalguense, 2011
10 Para mayor referencia consultar mi trabajo: Plata, 2013, “Mercado de tierras y propiedad social. Una discusión actual”, Anales de
Antropología, vol. 47, núm. 2, México: Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, pp. 9-38.
157
José Luis Plata Vázquez
11 Los hidrocarburos no convencionales son aquellos que “[…] están contenidos en formaciones que requieren de técnicas especia-
les de explotación y, por tanto, demandan mayores inversiones en comparación con la explotación de recursos convencionales”
(Sener 2015: 23).
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Mapa 5. Yacimientos de gas esquisto en América Latina
159
Mapa 6. Yacimientos de gas esquisto en México
Acerca de las afirmaciones anteriores, vale la pena señalar que los objetivos de la reforma
energética en relación con el aprovechamiento de hidrocarburos son:
1. Mantener la propiedad de la Nación sobre los hidrocarburos que se encuentran en
el subsuelo;
2. Modernizar y fortalecer, sin privatizar, a Petróleos Mexicanos (Pemex) y a la
Comisión Federal de Electricidad (CFE) como Empresas Productivas del Estado,
100% públicas y 100% mexicanas;
3. Reducir la exposición del país a los riesgos financieros, geológicos y ambientales en
las actividades de exploración y extracción de petróleo y gas natural.
4. Atraer mayor inversión al sector energético mexicano para impulsar el desarrollo
del país; y
160
Reforma agraria
Como resultado de las acciones que se implementen para alcanzar estos objetivos, se
pretende:
a) lograr tasas de restitución de reservas probadas de petróleo y gas natural superiores a
100%; y
b) aumentar la producción de petróleo de 2.5 millones de barriles diarios que se produ-
cen actualmente, a 3 millones de barriles en 2018, y a 3.5 millones en 2025, asimismo
aumentar la producción de gas natural de los 5 mil 700 millones de pies cúbicos diarios
producidos actualmente a 8 mil millones en 2018 y a 10 mil 400 millones en 2025.12
Corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma conti-
nental y los zócalos submarinos de las islas […] el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos,
líquidos o gaseosos; y el espacio situado sobre el territorio nacional, en la extensión y términos que fije
el Derecho Internacional.
Tratándose del petróleo y de los hidrocarburos sólidos, líquidos o gaseosos, en el subsuelo, la propie-
dad de la Nación es inalienable e imprescriptible y no se otorgarán concesiones. Con el propósito de
obtener ingresos para el Estado que contribuyan al desarrollo de largo plazo de la Nación, ésta lle-
vará a cabo las actividades de exploración y extracción del petróleo y demás hidrocarburos mediante
asignaciones a empresas productivas del Estado o a través de contratos con éstas o con particulares,
en los términos de la Ley Reglamentaria. Para cumplir con el objeto de dichas asignaciones o con-
tratos las empresas productivas del Estado podrán contratar con particulares. En cualquier caso, los
hidrocarburos en el subsuelo son propiedad de la Nación y así deberá afirmarse en las asignaciones o
contratos.13
Es importante destacar que el segundo párrafo del texto citado fue reformado en el
contexto de la llamada reforma energética el día 20 de diciembre de 2013 y no en 1992. Traemos
a colación estas partes de la Constitución mexicana toda vez que en ellas se expresan los intere-
ses que hemos venido describiendo. De hecho, una vez aprobada la reforma energética en 2013,
dos años después el 30 de junio de 2015, “[…] la Secretaría de Energía (Sener) publicó el Plan
Quinquenal de Licitaciones para la Exploración y Extracción de Hidrocarburos 2015-2019
que se elaboró a partir de la propuesta de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH)”
12 México, Gobierno de la República, Reforma energética. Resumen ejecutivo, disponible en: www.gob.mx/cms/uploads/attachment/
file/164370/Resumen_de_la_explicacion_de_la_Reforma_Energetica11_1_.pdf (consultado el 04 de septiembre de 2019).
13 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, disponible en: www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_080520.
pdf (consultado el 04 de septiembre de 2019).
161
José Luis Plata Vázquez
(Secretaría de Energía 2015: 4), documento que, en términos generales, contiene los lineamien-
tos para otorgar licitaciones a empresas estatales y privadas para que, amparadas en el artículo
29 de la Ley de hidrocarburos, manifiesten su interés por llevar a cabo actividades de explora-
ción y extracción de hidrocarburos.
El mecanismo utilizado para “ofertar” las áreas susceptibles de exploración y extracción
consiste en llevar a cabo cinco rondas en las que, a invitación expresa, participan las empresas
interesadas. Hasta este momento se han realizado la ronda 0 y la ronda 1, en dichos procesos
se han colocado sobre la mesa de negociaciones extensos territorios y, en el caso que aquí
nos ocupa, se han “ofertado” las tierras de las comunidades en las que desempeñamos trabajo
de campo y otras más que, seguramente, estarán pronto en proceso de explotación (anexo 1).
El resto del territorio de la Huasteca hidalguense con potencial productivo de hidrocarburos
será licitado en la ronda 3, en la que se contempla afectar con proyectos de Pemex y empresas
privadas un área de 1 703.7 kilómetros cuadrados.
Aunado a lo anterior, el actual gobierno de López Obrador en su Proyecto del
Presupuesto de Egresos de la Federación 2020, tiene contemplado concretar inversiones por
114 037 949 pesos en trabajos de descubrimiento y explotación de aceite ligero y gas húmedo
en la provincia petrolera Tampico-Misantla, 42 486 654 pesos en la misma provincia petrolera
para realizar “[…] estudios a fin de tener mayor certidumbre en la definición de oportunida-
des exploratorias, que permitan descubrir nuevos yacimientos de hidrocarburos para contri-
buir a la incorporación y restitución de reservas” (Presidencia de la República, Presupuesto
de Egresos 2019) y la inversión más fuerte de 5 204 946 151 destinada al proyecto “Aceite
y gas en lutitas” que comprende las “[…] provincias de Sabinas, Burro-Picachos, Burgos,
Tampico-Misantla, Veracruz y Chihuahua. Su objetivo es evaluar los plays no convencionales
de aceite y gas en lutitas” (idem), lo que resulta sumamente importante pues de acuerdo con
la Subsecretaría de Fomento y Normatividad Ambiental de la Secretaría del Medio Ambiente
y Recursos Naturales (Semarnat), el gas en lutitas, mejor conocido como gas shale, requiere
para su exploración y extracción el uso de técnicas de hidrofractura,14 lo que contradice el
compromiso número 35 del actual presidente de México Andrés Manuel López Obrador:
“No se permitirá el fracking, ni los transgénicos”.15
Como podemos ver, los proyectos de exploración y extracción de hidrocarburos no
convencionales cuentan con los recursos económicos y legales suficientes para su implemen-
tación y desarrollo.
14 Minuta de la séptima reunión del Grupo de Trabajo que elabora los criterios ambientales respecto a la exploración y explotación
de gas y aceite de lutitas (Shale Gas & Oil) realizada el 20 de noviembre de 2013 en la Dirección General de Energía y Actividades
Extractivas del Edificio sede de la Semarnat.
15 Redacción, “Las 45 promesas que realizó AMLO en su toma de posesión”, Forbes, 3 de diciembre de 2018, disponible en: www.
forbes.com.mx/45-promesas-que-realizo-amlo-en-su-toma-de-posesion/ (consultado el 16 de septiembre de 2019).
162
Reforma agraria
163
Imagen 5. Cláusulas primera y cuarta de la carta de intención de Fermaca
Fuente: Material proporcionado en campo por una campesina afectada por la introducción de un gasoducto en su predio.
Como puede verse, este documento vulnera varios derechos de los ejidatarios pues la
empresa se adjudica el derecho y la labor de valuar el predio para el pago de la indemnización,
cuando esta es una tarea que debe llevar a cabo el gobierno federal a través de la Comisión
de Avalúos de Bienes Nacionales (Cabin), además, de acuerdo con la Ley Agraria, las expro-
piaciones deben hacerse por decreto presidencial que determine la causa de utilidad pública,
asunto que se entiende no debe quedar a criterio de una empresa privada (ver artículos 93 al
97 de la Ley Agraria).
El manejo de documentos como el citado es una práctica cada vez más común y,
aunque no se manifiesta abiertamente en los mismos, de acuerdo con el testimonio de varios
ejidatarios y comuneros de la región, casi siempre les ofrecen dinero a cambio de la firma,
cifras que oscilan entre los 50 mil y 500 mil pesos son estímulo no poco despreciable para
campesinos que ya no ven en la agricultura una fuente de sustento, en este escenario quienes
resisten sin ceder a estas tentaciones y amenazas son cada vez menos.
164
Reforma agraria
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Anexo 1. Núcleos agrarios incluidos en las licitaciones de la Ronda 1
de la Secretaría de Energía realizada en 2015
168
Superficie de propiedad Superficie dentro de
Porcentaje del Núcleo
Municipio social total Ronda 1
Agrario en Ronda 1
(ha) (ha)
Rancho Viejo 881.77 881.77 100.00
Xochiatipan 721.97 386.53 53.54
Texoloc 721.97 386.53 53.54
Total 31 476.74 17 089.54 54.29
Fuente: Modificado del Plan Quinquenal de Licitaciones para la Exploración y Extracción de Hidrocarburos 2015-2019, Secretaría
de Energía.
169
EXPLOTACIÓN DE HIDROCARBUROS Y VULNERABILIDAD SOCIAL
EN VERACRUZ, MÉXICO1
Victoria Chenaut2
171
Victoria Chenaut
cáncer debido a la contaminación por petróleo, que afecta en forma particular a las mujeres
por las actividades desempeñadas en el hogar. En una región tan limitada en cuanto a acceso
a servicios médicos y de salud como es la comunidad de Emiliano Zapata en el presente texto
me propongo destacar una problemática no estudiada con anterioridad en este municipio, para
propiciar mayores acercamientos al tema.
Fuente: Sistema de Información Geográfica (SIG Veracruz)/CIESAS-IRD. Elaboró: Rafael Palma Grayeb.
172
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
4 Las cuencas petroleras son formaciones geológicas donde se encuentran amplios yacimientos de hidrocarburos (petróleo y gas).
173
Victoria Chenaut
En este documento Pemex señaló los problemas que fueron identificados en el funcio-
namiento del proyecto Aceite Terciario del Golfo (ATG), mencionando que la quema y venteo
de gas asociado ocasiona daños a la atmosfera debido a las emisiones de dióxido de carbono
(CO2) o metano (CH4), que contribuyen al calentamiento de la tierra. Se alerta sobre la cerca-
nía que tienen estas instalaciones de quema de gas “a asentamientos humanos, lo que repre-
senta un riesgo latente para la seguridad de esas comunidades y del propio funcionamiento
del campo” y recomienda que se tomen medidas para reducir estas emisiones al mínimo.5
Además, reconociendo las dificultades geológicas de esta área para la extracción de hidrocar-
buros, plantea que la productividad de los pozos depende de la utilización de la técnica de
la fractura hidráulica (fracking),6 que para 2010 ya se había utilizado en 1 737 pozos de ATG
(CNH 2010: 20, 24-25). En el documento se considera necesario perforar más de 15 mil pozos en
el área con esta técnica, lo que implica riesgos de distinto tipo, advirtiendo que “la actividad
petrolera será intensa sin que PEP7 haya desarrollado previamente una plataforma de atención
social y ambiental, lo cual puede desembocar en distinto tipo de crisis” (ibid.: 25-26). En esos
años llegaron a la región numerosas compañías privadas nacionales y extranjeras a trabajar
con la empresa petrolera, pero al no obtenerse los resultados esperados la mayoría desistió.
En el año 2012 la compañía venezolana Oleorey, se hizo cargo de los trabajos de exploración
y extracción de hidrocarburos en esta área, para lo cual se firmó con Petróleos Mexicanos
(Pemex) un contrato por 30 años, que sigue vigente y Oleorey trabaja activamente en el campo
petrolero San Andrés. A pesar del reconocimiento realizado por Pemex de las afectaciones al
medio ambiente, las actividades relacionadas con la extracción de gas y petróleo siguen siendo
la principal fuente de contaminación en la región.
Décadas atrás, Emiliano Zapata –que había recibido dotación de tierras en 1936 –, era una
localidad floreciente debido al auge de la explotación de hidrocarburos; en 1955 Petróleos
Mexicanos (Pemex) comenzó a realizar exploraciones y en 1956 perforó el primer pozo petro-
lero en sus tierras. Comenzó una nueva era en la historia de esta localidad, que creció con la
llegada de inmigrantes no indígenas provenientes de otras regiones del país a trabajar como
obreros, técnicos o profesionistas en dicha industria. Muchos se quedaron a vivir en este lugar
donde se asentaron y formaron sus familias. Sin pedir permiso a los campesinos, los obreros
5 Se denomina “emisiones fugitivas” a los gases que se liberan al medio ambiente durante la extracción de hidrocarburos produ-
ciendo contaminación ambiental. México ocupa el quinto lugar mundial entre los mayores emisores de metano proveniente de la
industria de hidrocarburos (Llano y Flores Lot 2019: 4).
6 El fracking o fractura hidráulica es una técnica de extracción de petróleo y gas natural que se localizan en formaciones rocosas
denominadas lutitas bituminosas, que se encuentran entre 1 000 a 5 000 metros de profundidad. Véase: Alianza Mexicana contra
el Fracking, disponible en: www.nofrackingmexico.org/que-es-el-fracking/ (consultado el 18 de julio de 2019).
7 PEP, Pemex Exploración y Producción.
174
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
destruían los sembradíos para instalar los pozos petroleros. “Mi abuelo lloró cuando tumba-
ron su vainillal […] Pemex entró como en su casa”, sostiene un anciano indígena,8 destacando
la forma autoritaria y la impunidad con la que se fue desplegando el accionar de la empresa
sobre este territorio, que en aquella época estaba habitado en su mayoría por indígenas totona-
cas dedicados al cultivo de maíz, frijol y vainilla.9
La industria petrolera ocasionó transformaciones en el territorio y en la producción
agrícola, como el hecho de que contribuyó a que decaiga la producción vainillera; a la vez,
Pemex comenzó a abrir caminos para acceder a los pozos, y estas tierras pudieron integrarse a
un mercado regional y nacional, lo que permitió a los campesinos sacar la producción agrícola.
En el año 1967 había una amplia red de caminos y brechas abiertas por esta empresa en la zona,
para que los obreros puedan llegar a trabajar en los numerosos pozos petroleros. Los habitantes
reconocen que la apertura de vías de comunicación ha sido un aporte a esta aislada región, a
pesar de la problemática social y ambiental que ocasiona la explotación de hidrocarburos. Sin
embargo, a lo largo de los años los pobladores han emitido reiteradas quejas por los destrozos
que ocasionan en los caminos los transportes de carga pesada de Pemex y sus subsidiarias
(Aguilar León 2017; Román Segura 2018).
La década de 1970 y hasta los años ochenta fue la época de apogeo de la explota-
ción petrolera en el ejido Emiliano Zapata, producción que decayó ante el descubrimiento
del campo petrolero Cantarell ubicado en la sonda de Campeche, que en su momento fue
considerado uno de los productores de petróleo más importante del mundo, y que había
comenzado a operar en 1979. En los años de 1964-1965, en lo alto de una colina, Pemex cons-
truyó en Emiliano Zapata instalaciones para su personal: comedor con un chef chino, hotel,
consultorio médico, viviendas de madera, un destacamento de soldados para la protección
de los trabajadores y de los edificios; en 1975 se pudo ver aquí la pelea de box de Cassius Clay
(Muhammad Ali con Joe Frazier), debido a la tecnología que tenían, evento que constituyó
un centro de atracción y motivó la asistencia de habitantes de otras localidades del municipio
y de la ciudad de Papantla. En la actualidad estas instalaciones se encuentran abandonadas y
saqueadas, con los vidrios rotos esparcidos en el piso, ductos y plomería robada para venderla
como fierro viejo. El descuido y el abandono en que ahora está sumida esta construcción, se
ha convertido en el lugar propicio para que asistan parejas, alcohólicos y drogadictos, según
el decir popular. Este lugar proporciona indicios de lo que pudo ser la abundancia de la pro-
ducción petrolera en aquella época, pero hoy se erige como símbolo de un pasado floreciente
y un presente aciago.
8 Entrevista a B.R., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 25 de febrero de 2017.
9 Archivo General del Estado de Veracruz, Xalapa, Fondo Comisión Agraria Mixta, expediente 3137; Ampliación del ejido Emiliano
Zapata, expediente 2708, Solicitud de Dotación ejido Rodolfo Curti.
175
Victoria Chenaut
La localidad de Emiliano Zapata se ubica en las tierras ejidales que fueron ampliadas en el año
1937, obteniendo un total de 622 hectáreas, cultivadas con cítricos (naranja valencia y limón
persa), maíz y frijol y en parte dedicadas a la ganadería. Pero más de la mitad de tierras ejidales
están ocupadas por Pemex, que las expropió para instalar allí pozos y ductos principalmente.
Como sostuve en el apartado anterior, en sus comienzos los residentes eran casi en su totalidad
indígenas totonacas que, debido al otorgamiento de tierras, a los movimientos poblacionales
ocasionados por la violencia que predominó en la región en la década de 1940 y a la búsqueda
de nuevos horizontes, se instalaron allí dedicándose principalmente al cultivo de vainilla.
Con el correr del tiempo, y debido a la migración a este lugar de trabajadores mestizos para la
industria petrolera, la mayoría de los habitantes se autodenominan como no indígenas.
En la actualidad se observa en la población Emiliano Zapata una estratificación social
caracterizada por un reducido número de profesionistas, médicos y maestros, además de
comerciantes, albañiles y aquellos que ejercen diversos oficios como herreros y carpinteros. La
mayoría de los hombres se sostienen de los ingresos que les proporciona el trabajo en el campo,
ya sea en la agricultura o la ganadería, como ejidatarios o jornaleros agrícolas. Asimismo,
algunos se emplean como obreros para las compañías que trabajan como contratistas para
Petróleos Mexicanos (Pemex). Pero los jóvenes no se resignan a ser trabajadores rurales, y ante
la carencia de fuentes de trabajo, migran a los estados del norte del país o a Estados Unidos,
lo que ocasiona que “la emigración (sea) otro de los graves problemas sociales que enfrenta la
comunidad” (González Sánchez 2012).
Dado que el núcleo poblacional compuesto de campesinos totonacas ya existía desde
años antes de la llegada de Pemex a estas tierras, dicha empresa instaló su infraestructura
en un espacio que estaba habitado, pero cuya ubicación estratégica le permitía concentrar la
producción de buena parte del área para enviarla a través de ductos a la ciudad de Poza Rica,
centro de la producción petrolera en la región, y en el presente se observan instalaciones de
Pemex que están funcionando dentro del pueblo, como la Central de Turbinas, que envía gas
a Poza Rica; la Batería de Separadores, que divide agua y petróleo; dos quemadores de gas que
continuamente están prendidos; la planta de Agua Congénita,10 y una red de ductos viejos y
oxidados para transportar el hidrocarburo, que atraviesan el pueblo por debajo de las casas y
presentan numerosas fugas y peligro de explosión, aunque algunos tramos ya están cerrados.
En la memoria de los habitantes aún está presente la explosión de un gasoducto que estalló en
julio 1966 ocasionando diez muertos y ocho heridos (González Sánchez 2012), o la evacuación
que realizaron a principios de 2014 varias familias por el temor de que uno de los quema-
dores fuera a explotar,11 por esta razón solicitaron se reubicara, sin que sus requerimientos
10 Agua congénita: es el agua que se inyecta a los pozos conteniendo más de 600 productos químicos.
11 Carta de Gumersindo González Sánchez, agente municipal de Emiliano Zapata al diputado Fidel Robles Guadarrama, presidente
de la Comisión Permanente de Gestoría y Queja, 20 de abril de 2015.
176
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
sean atendidos. Por lo tanto, “las enormes llamaradas, el ruido ensordecedor, las fugas y los
derrames no han parado, ocasionando irritación entre la población, Pemex y las compañías
petroleras subcontratadas, siguen ignorando los reclamos de la población”.12
La Central de Turbinas se sitúa en el centro de la localidad, muy cerca de la Agencia
municipal, el auditorio, el comedor comunitario, casas de habitantes y tiendas de abarrotes.
Esta instalación emite un ruido constante que se escucha en gran parte del pueblo y emite
gases tóxicos (imagen 1). El conjunto de instalaciones petroleras y los procesos técnicos a ellas
relacionados ocasionan contaminaciones que afectan la salud y el bienestar de los habitantes
provocando numerosas enfermedades y estrés. Los quemadores, el montaje para el venteo y
la quema de gas, tienen una llama constante, día y noche, que puede alcanzar distinta altura
(hasta 80 metros o más), producen un ruido continuo y despiden un fuerte calor. En las
noches el pueblo está “iluminado” por las luces de la llama, que afecta con ruido y calor espe-
cialmente a las familias más cercanas (imagen 2). Según algunos testimonios, el ruido puede
llegar a ser tan fuerte “como el de un avión cuando despega”.13
Imagen 1. Estación de compresión Central de Turbinas San Andrés, en la congregación de Emiliano Zapata, Papantla
Fuente: Archivo personal de Victoria Chenaut.
177
Imagen 2 . Quemador de gas que ilumina la noche en el centro de la congregación de Emiliano Zapata, Papantla
Fuente: Archivo personal de Victoria Chenaut.
Por este motivo, se produce contaminación auditiva, del aire, la tierra y el agua. El
ruido del quemador impide a los habitantes escuchar las conversaciones que realizan dentro
de las casas, por lo que tienen que cerrar las ventanas para hablar o ver televisión, aún con el
intenso calor veraniego. Al quemarse el gas se produce el metano, que contamina la atmósfera
y el medio ambiente, y se encuentra presente en el aire que se respira. Los derrames de petróleo
que circula por los viejos ductos que tienen más de 30 años, contaminan la tierra y el agua,
cuando el derrame desemboca cerca de ríos o arroyos; también dañan los mantos freáticos y
los pozos de agua. Los derrames de petróleo y la contaminación del aire perjudican a la pro-
ducción agrícola y al ganado.
Desde el año 2015 el arroyo Los Tejones se contaminó con un derrame de agua congé-
nita y pude observar un brote continuo de petróleo que nace en medio del agua, que la pobla-
ción ya no puede utilizar; tiempo después el arroyo Frijolillo se contaminó por la rotura de
un ducto con petróleo. En marzo 2019, Erick Domínguez, diputado local por Morena, acudió
acompañado de un biólogo de la Procuraduría Estatal de Protección al Medio Ambiente, para
178
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
tomar muestras del agua contaminada y realizar su análisis químico en un laboratorio inde-
pendiente de Pemex.14 Acompañé al grupo de habitantes que se dirigieron con autoridades
locales y los recién llegados para observar las afectaciones en los dos arroyos. La consecuencia
de esta contaminación en ambas fuentes de agua fue que los habitantes se quedaron sin el
vital líquido, y Pemex tiene que surtir en pipas el agua que necesitan para su vida cotidiana.
Esta situación ocasiona numerosos problemas, especialmente a las mujeres que por razones de
roles de género son las encargadas de realizar las tareas domésticas, como hacer el aseo, lavar
la ropa, cocinar, cuidar a los enfermos, entre otras, ya que el agua no siempre llega a tiempo
y a veces no reciben la suficiente cantidad para llenar el tanque de captación que la distribuye
a todos los hogares. Si el tanque no está lleno, no hay presión suficiente para llegar a todas las
casas. Debido a la conformación irregular del terreno, algunas casas están situadas a mayor
altura que otras, por lo cual no reciben el líquido si no hay suficiente presión.
Ahorita, con lo que se contaminó el agua, hemos estado sin agua, buscándole en dónde hay pozos para
obtener el agua, más que nada. Vivo en lo alto y no me llega el agua. A veces no llegan ni las pipas.
Ahora sí, los que aprovechan el agua son los que viven abajo…Yo la voy a traer de un pozo que tiene
mi hermana allá atrás, está lejitos, tengo que subir con las cubetas, creo que de 20 litros…(voy) con
mis niños, ahí con botellas…. (mi marido) a veces tiene que madrugarle porque se va al campo, y si
madruga a las cinco con sus dos cubetas, acá con su gancho acá…En mi casa somos 7, pues tenemos
que hacer dos, tres viajes para unos cuatro, cinco días y volver otra vez. Y si hay una “feria” (dinero) pues
compramos de esas de garrafón. Y si no hay feria, pues hay que hervirla, bien hervida, colarla y todo.15
Es necesario tener en cuenta que tanto los derrames de petróleo como la contamina-
ción del aire afectan en forma directa a la producción agrícola, y que en algunas zonas los
árboles de cítricos se localizan en lugares muy cercanos a los derrames, o el ganado bebe agua
contaminada. Por su parte, el gas metano impregna el ambiente y se encuentra presente en el
aire que se respira. La contaminación del medio ambiente quedó manifiesta cuando en 2017
un equipo de la organización norteamericana Earthworks monitoreó pozos de hidrocarburos
en Poza Rica y en Emiliano Zapata con una cámara infrarroja que capta las emisiones fugi-
tivas que el ojo humano no alcanza a ver, que se liberan durante el proceso de exploración y
explotación de hidrocarburos. De esta manera, se hicieron visibles las emisiones de gas metano
a la atmosfera, lo que contribuye al calentamiento de la tierra y al cambio climático. En la
última localidad se tomó con la cámara infrarroja el registro en diversos lugares, entre ellos
en la Central de Turbinas San Andrés, lo cual ocasionó que el técnico a cargo de realizar el
trabajo sostuviera que nunca había visto esa cantidad de gases emitidos a la atmosfera.16
14 En febrero de 2020, casi un año después de esta visita, los habitantes de la congregación no habían sido informados de los resulta-
dos de este análisis del agua.
15 Entrevista a N. A., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 18 de marzo de 2019.
16 Entrevista a A. J., realizada por Victoria Chenaut, Poza Rica, 2 de marzo de 2019.
179
Victoria Chenaut
Los habitantes de Emiliano Zapata sostienen que los principales problemas de salud consisten
en infecciones en las vías respiratorias, así como enfermedades en la piel por contacto con el
agua contaminada de petróleo, como ronchas y picazones. Una preocupación central reside
en que observan alta incidencia de cáncer: “cánceres en una gama muy extensa… leucemias…
cánceres de vísceras, de hígado, de intestino, cáncer cérvico uterino que es directamente a las
mujeres, cáncer de mama, de colon, y son cánceres, la mayoría muy silentes”.18 Aquí el cáncer
no distingue edades ni sexo, lo han tenido jóvenes, mujeres y hombres, y cuando la persona
recibe el diagnóstico médico por lo general ya es demasiado tarde. Además, los habitantes
sienten estrés por el ruido y el calor de los quemadores, especialmente aquellos que viven cerca,
que no pueden dormir por el ruido, por lo que sufren de estrés y temor por el riesgo constante
de una posible explosión de los ductos o de las instalaciones petroleras.
Otra causa de contaminación ambiental reside en el uso de agroquímicos, especial-
mente el herbicida Faena que contiene glifosato, que los campesinos utilizan para quitar la
maleza. Este producto fue clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como
“probablemente carcinogénico para los humanos”, entre otros efectos que ocasiona en la salud
y en el medio ambiente (Gobierno de México/Cibiogem/Conacyt 2019). Desde la década
de 1970 su uso se ha generalizado en la zona, y se dejó de utilizar la coa para limpiar terrenos de
maleza.19 Las personas que aplican los agroquímicos no tienen cuidado en el almacenamiento,
utilización y desecho de estos productos, cuyos vapores son absorbidos por la piel, por vía
oral y del tracto digestivo. Como carecen de información sobre estas consecuencias, algunos
campesinos pueden llegar a burlarse de la persona que haya decidido protegerse al aplicar el
producto. Incluso, hay quienes reutilizan los envases de Faena para acarrear el agua para uso
doméstico o riego.
17 Reportajes publicados en Pie de Página el 14 de febrero 2019: “¿Quién revisa las fugas?”, “El peligroso metano”, “Una ciudad
que enferma”, disponibles en https://piedepagina.mx/gases-invisibles/quien-revisa-las-fugas.php; https://piedepagina.mx/gases-
invisibles/el-peligroso-metano.php https://piedepagina.mx/gases-invisibles/una-ciudad-que-enferma.php (consultados el 6 de
agosto de 2019).
18 Entrevista a G. F., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 18 de marzo de 2019.
19 Coa: instrumento de madera de origen prehispánico usado para quitar la maleza.
180
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
20 Silvia Ribeiro, El veneno que nos legó Monsanto”, La Jornada, 11 de mayo de 2019, disponible en https://www.jornada.com.
mx/2019/05/11/opinion/019a1eco (consultado día 1 de julio de 2019).
21 Entrevista a G. F., citada.
22 Édgar Escamilla, “Machismo incide en aumento de cáncer de mama”, La Jornada Veracruz, 22 de abril de 2017, disponible en
http://jornadaveracruz.com.mx/Post.aspx?id=170422_101616_906 (consultado el 03 de julio de 2019).
23 Misael Olmedo, “Piden área de quimioterapia en el Hospital Regional de Poza Rica”, Formato7, 19 de febrero de 2018, disponible
en https://formato7.com/2018/02/19/piden-area-de-quimioterapia-en-el-hospital-regional-de-poza-rica/ (consultado el 3 de julio
de 2019). Es necesario aclarar que este hospital atiende a personas de más de 50 municipios de la zona norte de Veracruz y pertenece
a la Secretaría de Salud estatal. En Poza Rica hay otros dos hospitales que tienen un área de oncología, pero sólo atienden a sus
derechohabientes (Hospital del IMSS y Hospital Regional de Pemex).
181
Victoria Chenaut
dicha asociación se debe a la carencia de fondos propios, por lo que se subvenciona con dinero
que obtienen en loterías que organizan y donaciones que reciben, con lo que ayudan a las per-
sonas diagnosticadas con cáncer que tienen que viajar para sus tratamientos a las ciudades de
Xalapa, Veracruz o Ciudad de México.
En Emiliano Zapata, de los casos mencionados (de cáncer) nadie cuenta con seguro social, nadie
cuenta con ISSTE . Todas las personas con sus propios recursos llevan a sus pacientes a Xalapa, a la
ciudad de México y hasta el día de hoy ninguna dependencia de gobierno ni Pemex ni Oleorey, no
han venido a buscar a los pacientes, a los familiares, para brindarles un apoyo en el tema de salud.24
Es necesario destacar que Poza Rica, así como Coatzacoalcos y Minatitlán –donde
hay instalaciones petroleras–, son las ciudades veracruzanas con mayor número de pacientes
con cáncer de mama al parecer debido a la contaminación ambiental que aquí se genera.25
Por ello, miembros de Vida Plena plantean la necesidad de que se realice una investigación
sobre la posible relación que pudiera existir entre la actividad petrolera y los casos de cáncer
en la región,26 que han aumentado en los últimos años.27 Es posible deducir que los problemas
ambientales intersectan con cuestiones de índole cultural que ocasionan la particular especi-
ficidad que tiene la problemática de salud en la congregación de Emiliano Zapata, la que se
constituye en un objeto del deseo de algunos políticos, que hacen uso de las carencias existen-
tes en el pueblo para promover sus imágenes y/o con fines electorales.
Dos episodios ilustran este argumento. En Emiliano Zapata no hay un servicio médico
proporcionado por la Secretaría de Salud Pública del Estado de Veracruz; sólo cuentan con
una Casa de Salud en la que no se da consulta y su único personal es una auxiliar de enferme-
ría que toma la presión entre otras tareas menores. Hace un par de años, en una campaña para
diputados estatales llegó a la localidad un político, llevando medicamentos, un médico y expe-
dientes médicos. Colocaron todos los objetos en la Casa de Salud,28 se sacaron una fotografía
y publicitaron que Emiliano Zapata ya tenía un doctor que atendiera en esta localidad. Con
el paso de unos pocos meses, como el político no ganó la elección el médico se fue del pueblo,
por lo que se llevaron las medicinas y los expedientes. El descrédito que tienen los políticos
24 Entrevista a O. V., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 19 de marzo de 2019.
25 Misael Olmedo Sifuentes, “Ciudades veracruzanas con actividad petrolera con mayor número de cáncer”, Pregoneros.com, 23 de
junio de 2018, disponible en https://pregoneros.com.mx/2018/06/23ciudades-veracruzanas-con-actividad-petrolera-con-mayor-
numero-de-cancer/ (consultado el 21 de agosto de 2019).
26 Véase “Pemex, ¿fábrica de cáncer?”, Palabras Claras, 21 de junio de 2018, disponible en https://palabrasclaras.mx/estatal/pemex-
fabrica-de-cancer/ (consultado el 9 de julio de 2019).
27 Cabe mencionar que la información publicada en Heinrich Böll Stiftung-PSR- Concerned Health Professionals (2015) es una
valiosa fuente donde se sintetizan los efectos del fracking en la salud humana y en el medio ambiente, a partir de datos que en
Estados Unidos se obtuvieron de artículos científicos, investigaciones de periodistas e informes de dependencias gubernamentales
de ese país.
28 Las Casas de Salud y los Centros de Salud dependen de la Secretaría de Salud del Estado de Veracruz. En las primeras no se da
consulta médica, mientras que en los Centros de Salud sí se otorgan consultas.
182
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
entre la población es tan grande que en marzo de 2019, cuando el diputado local y el biólogo
fueron a Emiliano Zapata para observar la contaminación por petróleo de los dos arroyos y
tomar muestras del agua contaminada para su análisis, a lo largo del día escuché en forma
reiterada a diversas personas sostener: “Es la primera vez que un diputado viene a interesarse
por nuestros problemas […] Los políticos vienen cuando quieren el voto y ya no regresan”.
Estos relatos son congruentes con el hecho de la invisibilidad que para las empresas
petroleras y el Estado tienen los requerimientos y la situación de salud en Emiliano Zapata, a
pesar de la riqueza que se ha obtenido de su subsuelo. Además, como parte de las labores de
apoyo a la comunidad, Pemex les donó una ambulancia, pero el vehículo no cuenta con equi-
pos ni guantes para manipular al enfermo, tampoco tiene mascarilla de oxígeno, ni equipo
de resucitación, ni medicamentos en el botiquín de emergencia, y los operadores no están
capacitados. En esta “camioneta con camilla” el logotipo “Oleorey-Pemex” aparece pintado
de manera destacada para que pueda verse bien. Esta “cultura de la simulación” –como sos-
tiene el informante–29 remite a la cuestión de cómo Emiliano Zapata se inserta en un juego
de poderes y en un contexto que, más allá de lo local, articula la región con fuerzas políticas
y económicas a nivel nacional e incluso transnacional debido a la importancia geoestratégica
del petróleo.
Al comparar diferentes periodos en la historia local de la congregación de Emiliano
Zapata, es necesario recordar que en la época de auge de la explotación petrolera en esta zona,
no sólo había médico y consultorio para los trabajadores de la empresa, sino que también el
campo petrolero construyó una planta potabilizadora de agua –que hoy en día se encuentra
en ruinas–, para inyectar agua potable a los pozos, ya que el líquido que se usaba con este fin
debía ser purificado y tratado, y se apoyaba a la población ante sus necesidades de agua. A
pesar de que en aquellos años hubo un acuerdo firmado entre Pemex y los habitantes de que la
empresa se comprometía a dotarlos de agua potable, esto no ocurrió y sólo les otorgaron agua
del río, que en aquellos tiempos venía muy limpia. Pero las grandes inundaciones que tuvieron
lugar en el año 1999 ocasionaron que cesara el bombeo del agua que provenía del río Tecolutla,
y pasaron a recibir agua de los pozos, que al parecer ya estaba contaminada con petróleo.
Abría uno la llave aquí en la casa y salía petróleo. A veces se estaba uno bañando y de repente las risas
porque salías todo como galletita de esas con chispas de chocolate, lleno de petróleo por todos lados,
los mechones de los cabellos así aplastados, llenos de petróleo. Era una peste, el agua llegaba blanca,
como si trajera gas y así nos estuvieron mandando años y años ese tipo de agua a la comunidad y nadie
dijo nada.30
183
Victoria Chenaut
Para que un médico revise a los habitantes de Emiliano Zapata tienen que pagar una consulta
privada a alguno de los dos doctores que residen en el pueblo, o asistir al Centro de Salud en
la localidad cercana de Remolino, donde muchos se resisten a ir. El motivo de esta negativa
consiste en la necesidad de llegar a las 5: 00 am para conseguir turno ante el elevado número
de pacientes de la región que requieren consulta; luego de la larga espera es posible que las y los
pacientes no sean atendidos. Las solicitudes al gobierno estatal para que se ubique en Emiliano
Zapata un Centro de Salud han sido reiteradas, pero este requerimiento sigue pendiente.
Como consecuencia, los casos de cáncer se diagnostican tardíamente.
Hay muchas personas que se van desde las tres, cuatro de la mañana a Remolino a pedir una cita, y
cuando les llega la hora ya no alcanzan porque, por ejemplo, la prioridad la tienen los habitantes de
Remolino. Si el doctor tiene ganas te atenderá, y si nomás va a cubrir su cuota de consultas, hasta
donde llegue, aunque te hayas levantado a las dos de la mañana para estar ahí, si no alcanzaste lugar,
te regresas con la misma…Realmente es un martirio para la mayoría de las personas que su único
método de atención médica es esa clínica. En cuestiones de salud, realmente todos los gobiernos ante-
riores que han pasado están pésimos, no hay medicinas, no hay doctores, no hay los servicios, no hay
voluntad.31
Como sostuve al comienzo del capítulo, considero que las prácticas y políticas de la explo-
ración y explotación de hidrocarburos constituyen el eje alrededor del cual se estructura la
situación de vulnerabilidad que vive la población de Emiliano Zapata. Esto es resultado de un
proceso que se fue construyendo a lo largo de los años, centrado en este caso en las políticas
de extracción de hidrocarburos y en la necesidad del Estado mexicano de producir y exportar
petróleo. La vulnerabilidad se expresa, no sólo por la contaminación ambiental y los daños
a la salud ya reseñados, sino también por la falta de certeza jurídica que tienen los ejidatarios
sobre las tierras del núcleo agrario. Por lo tanto, se trata de una doble vulnerabilidad, que en
184
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
el aspecto agrario se manifiesta por el hecho de que Pemex expropió numerosas hectáreas del
ejido sin que hasta el presente los límites de los polígonos que tiene la empresa dentro de las
tierras ejidales estén bien definidos. Ante esta indefinición, los campesinos no pueden entrar
al Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede) para
obtener los certificados de derechos de usufructo parcelario, por lo cual no es posible parcelar
ni titular la tierra a su nombre, y tampoco venderla, aunque en los hechos lo hacen al margen
de la ley. Ellos carecen de documentos originales que comprueben la expropiación de la tierra,
que al parecer Pemex no les ha entregado y a pesar de que los han reclamado, la larga historia
de desencuentros con la empresa todavía no llega a su fin.32 Ante la necesidad de cultivar la
tierra, los campesinos invaden los polígonos de Pemex en la cercanía de los pozos que están
cerrados, siembran allí cítricos y maíz, e incluso construyen casas. La situación es confusa, y
los derechos sobre la tierra se sobreponen en un mismo espacio donde se produce una inter-
sección de legalidades, tanto la que deriva del derecho agrario que otorga tierras a los cam-
pesinos, como la que se deduce de la expropiación por el Estado de estas tierras con fines de
explotación petrolera. Como resultado de la confusión y de la inacción de Pemex para resolver
los requerimientos de los campesinos, uno se pregunta cuál es el objetivo de esta empresa al
no resolver las demandas de los ejidatarios, postergando la resolución y por lo tanto haciendo
invisible al ejido.
Según testimonios de los habitantes, en las tierras del ejido Emiliano Zapata no se han
realizado extracciones de gas y petróleo con la técnica del fracking, que sin embargo se están
llevando a cabo en el resto del área ocupada por el proyecto ATG, donde la densidad de pozos
de fracking es intensa, según datos proporcionados por CartoCrítica (2019) (mapa 2). Al ser
interrogados, los campesinos de distintas localidades de la región sostienen que nadie les ha
explicado en qué consiste esta técnica, que no les han pedido permiso para llevarla a cabo en
sus tierras y que no pueden reconocer un pozo de fracking (imagen 3). Asimismo, tampoco
están informados sobre los riesgos que conlleva la técnica para la salud humana y el medio
ambiente; para algunos, las compañías no sólo no informan, sino que, al ser interrogadas, ellas
niegan que la están practicando.
Ellos lo niegan, [la fractura hidráulica] porque todas las compañías miran sus propios intereses […]
Compañías que vienen aquí, vienen, perforan, trabajan, ocupan esa técnica que es fractura hidráulica,
le inyectan agua a los pozos… en pozos viejos allá devuelven el agua, pero todo es un alto conta-
minante. En algún momento toda esa agua va a brotar […] Cuando todo eso se salga de control,
las comunidades de alrededor nos vamos a convertir en un desierto, ya no habrá vida. Entonces las
personas que estemos viviendo en estos pueblos, nuestros hijos, vamos a tener que emigrar, emigrar
a otros estados de la república donde se pueda tener una vida en paz, pero ese será el resultado del
famoso fracking.33
32 Entrevista sostenida con miembros del comisariado ejidal, realizada por Victoria Chenaut y O. E., Emiliano Zapata, 25 de enero
de 2017. Sobre la problemática agraria véase el artículo de Cruz (2019).
33 Entrevista a O. V., citada.
185
Victoria Chenaut
Los impactos sociales y ambientales del fracking implican la reducción del agua dis-
ponible para el consumo de la población, ya que la fractura de un solo pozo no convencional
consume entre 9 y 29 millones de litros de agua; se contaminan los ríos y sus afluentes con los
productos químicos que se introducen en los pozos, y el agua de retorno vuelve a la superfi-
cie contaminada con materiales radioactivos del subsuelo. También se ocasionan daños a la
salud, se contribuye al calentamiento global, se contamina el aire y se pueden generar sismos
(Heinrich Böll Stiftung 2015). De esta manera, se vulneran los derechos a la consulta previa,
libre e informada sobre planes de desarrollo que afectan a los pueblos indígenas, así como a sus
derechos territoriales y a la autonomía; también se vulneran los derechos de toda la población,
como el derecho al agua y a un medio ambiente sano, contenidos en la Constitución mexicana
y en acuerdos internacionales firmados por México.
186
Imagen 3. Pozo de petróleo en localidad cercana a la congregación de Emiliano Zapata. Los habitantes no saben si
este pozo ha sido fracturado
Fuente: Archivo personal de Victoria Chenaut.
Con datos del año 2016 la organización CartoCrítica publicó un mapa donde se observa
la distribución de los pozos de fracking en la región, que afectan a numerosa población indí-
gena y campesina, cuyas tierras ejidales también se destacan en la siguiente ilustración (mapa
3). Organizaciones de la sociedad civil han realizado solicitudes de información a las depen-
dencias correspondientes y detectaron que en el estado de Veracruz hay 2 111 pozos fractura-
dos, de los cuales seis se encuentran en el Campo petrolero San Andrés (CartoCrítica 2019). El
municipio de Papantla es el que tiene el mayor número de pozos en Veracruz, ya que se han
contabilizado 869 pozos fracturados, según datos del año 2017; le sigue el vecino municipio de
Coatzintla (655 pozos fracturados); mientras que en la Sierra Norte de Puebla están afectados
con el uso del fracking los municipios de Venustiano Carranza (988 pozos); el de Francisco Z.
Mena (423 pozos) y el de Pantepec con 29.34
34 Juan Luis García Hernández, “Veracruz con el mayor número de pozos con fracturación hidráulica en México: 2 mil 288”, Plumas
Libres, 16 de julio de 2017, disponible en https://plumaslibres.com.mx/2017/07/16/veracruz-mayor-numero-pozos-fracturacion-
hidraulica-mexico-2-mil-288/ (consultado el 10 de octubre de 2019).
187
Mapa 3. Pozos con fractura hidráulica y tierras ejidales
Por lo tanto, los efectos contaminantes de la utilización del fracking están afectando
el medio ambiente y la tierra de los campesinos en una amplia zona del Totonacapan, tanto
en Puebla como en Veracruz. Según tengo entendido, no se conoce con exactitud si estos
pozos fracturados se ubican en yacimientos convencionales o no convencionales.35 Es necesa-
rio destacar la relevancia de esta distinción porque, según De la Fuente y Llano (2016: 24-25)
los impactos negativos del fracking son mayores cuando se trata de pozos no convenciona-
les, debido a que se inyecta a elevada presión una mezcla de agua, arena y alrededor de 750
componentes químicos tóxicos con el objeto de fracturar la roca y permitir que salgan los
35 El petróleo “convencional” forma lagos subterráneos y se extrae por bombeo. El pico máximo de producción ocurrió en México
en 2004 y desde entonces comenzó a declinar. El petróleo “no convencional” “son gotas de petróleo y gas” que se encuentran
atrapados en formaciones rocosas de lutitas bituminosas (Ferrari 2014: 30).
188
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
hidrocarburos que suben a la superficie junto con el agua que se utilizó.36 En el Totonacapan
el fracking constituye una amenaza ante el uso excesivo y posible contaminación del agua de
los ríos Cazones, Nautla, Tecolutla y Tuxpan y sus afluentes, lo que impactará negativamente
en las aguas del golfo de México (ibid.: 39-40).
Hay carencia de información y existen dudas sobre las acciones que tomará al respecto
el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2022), quien declaró como
promesa de campaña que prohibiría el fracking, pero hasta el momento (diciembre 2021) no lo
ha hecho. Para los opositores a esta técnica en el estado de Veracruz la defensa del territorio y
de la vida se encuentra en el centro de los planteamientos de las organizaciones y ciudadanos
que se proponen resistir contra los megaproyectos extractivistas, cuestionando así el modelo
de desarrollo que sustenta prácticas que resultan devastadoras del medio ambiente.
Comentarios
El enfoque de la exclusión social implica tener en cuenta la situación causada por el sistema
capitalista y las fuerzas de la globalización (Guha 2011) que impactan en los procesos locales,
teniendo en cuenta que desde la década de 1980 las políticas neoliberales han incrementado
en México la pobreza y la desigualdad. Este contexto motiva a considerar que la vulnerabi-
lidad de los habitantes de Emiliano Zapata tiene que analizarse por lo menos a dos niveles;
por un lado, el de las limitaciones del actual modelo de desarrollo capitalista en el país que ha
descuidado la infraestructura y el equipamiento hospitalario y de salud pública en el medio
rural. La información sobre la situación de atención médica en la ciudad de Poza Rica y en la
localidad de Emiliano Zapata es significativa para mostrarlo. A la luz de los requerimientos
que tiene la población para atender enfermedades como el cáncer, se observa que un grupo de
mujeres solidarias y sobrevivientes del cáncer brinda en la región ayuda económica, sicológica
y de orientación médica a aquellas del medio rural que tienen que luchar contra esta enfer-
medad, que dependen de la buena voluntad de amigos, vecinos, parientes y organizaciones
de la sociedad civil. Como sostiene Bayon, en lo que concierne a servicios, lo “público” está
destinado para ser utilizado por los pobres, y “lo privado”, que se considera “más confiable,
de mejor calidad, eficiente y accesible” (2015: 96), es utilizado por la clase media y las personas
que pueden pagarlo.
Otro nivel de análisis se relaciona con lo que diversos autores han denominado “proce-
sos de acumulación de desventajas” (González de la Rocha 2018; Sen 2000; Saraví 2007) por el
cual diferentes tipos de exclusiones pueden relacionarse entre sí, de manera que una exclusión
determinada puede ocasionar otra, y así sucesivamente. En Emiliano Zapata el eje central de
36 Véase también Alianza Mexicana contra el fracking. Según Olivera Villa et al. (2018), en México hay 2 696 pozos no convencionales
con fractura hidráulica.
189
Victoria Chenaut
190
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
37 Entrevista a S. G., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 17 de marzo de 2019.
38 Entrevista a R. M., citada.
191
Victoria Chenaut
que al no haber interés en solucionar los problemas por parte de las autoridades estatales, ellos
sienten que están excluidos del derecho a la salud y a una vida digna.
En el párrafo anterior expuse algunas de las razones por las cuales no logra articularse
un fuerte movimiento opositor en la zona. Sin embargo, es necesario mencionar que indígenas
totonacas y habitantes de la región, en alianza con organizaciones ambientalistas y de derechos
humanos, se encuentran planteando diversas estrategias contra el fracking, para conformar
un proceso que organice a las comunidades contra la devastación del medio ambiente. El 20
y 21 de junio de 2015 se llevó a cabo en Emiliano Zapata un encuentro en el que se unieron
representantes del territorio amenazado de varios estados de la república, conformando la
Coordinadora Regional de Acción Solidaria en Defensa del Territorio Huasteca-Totonacapan,
denominada CORASON. Sus integrantes se posicionan sosteniendo que no permitirán la entrada
a sus territorios de proyectos relacionados con una concepción del progreso y el desarrollo que
atentan contra el medio ambiente y los derechos humanos de toda la población (imagen 4).
192
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México
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AFECTACIONES DEL “DESARROLLO” EN EL ECOSISTEMA
DE MARISMAS NACIONALES
Marismas Nacionales es un ecosistema de manglares con una gran red de esteros y lagunas
costeras salobres, ubicado en el noroeste del estado de Nayarit y sur de Sinaloa, fue designada
como una de las Reservas de la Red Hemisféricas de Aves Playeras en 1992, de igual manera
está incluida en el programa Áreas Importantes para la Conservación de las Aves (AICA) y
como una región terrestre, marina e hidrológica prioritaria de la Comisión Nacional para el
Conocimiento y Uso de la Biodiversidad de México (Conabio); además fue incorporado como
sitio Ramsar por su importancia como humedal en 1995 y declarada Reserva de la Biosfera por
la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) en 2010.
Aún con todas las protecciones legales y declaratorias nacionales e internacionales otor-
gadas a dicho ecosistema, los problemas ambientales siguen presentes. En este capítulo se
menciona la importancia de los humedales costeros, y también se señalan algunos deterioros
ecológicos provocados por “desarrollos” llevados a cabo en dicho hábitat. Como muestra de la
afectación, nos enfocaremos sólo en tres proyectos: presas hidroeléctricas, canal de Cuautla y
granjas acuícolas, señalando la manera en cómo éstos han perjudicado no sólo al ecosistema,
sino también a las sociedades rurales de las localidades de esa región, desde –por lo menos– la
década de los setenta del siglo pasado hasta la actualidad (2020). Pretendemos mostrar cómo
decisiones humanas pueden tener resultados y beneficios positivos para unos cuantos, pero
perjuicios para el hábitat y, por ende, para todos los seres vivos que dependemos de un recurso
estratégico como son los ecosistemas costeros.
Contexto
México se encuentra dentro de los diez países –de los más de 190 en el mundo– considerados
como mega diversos, debido principalmente a su posición geográfica afortunada al estar en
1 Universidad Nacional Autónoma de México-Unidad Académica de Estudios Regionales, Coordinación de Humanidades UNAM-
UAER, COHU.
197
Rogelia Torres Villa
medio de dos grandes litorales,2 el océano Pacífico al oeste y el golfo de México y el mar Caribe
al este; sumando 9 330 km de costas, lo cual representa el tercer país del continente americano
con mayor longitud de litoral.3 Su indiscutible riqueza tiene como base los sistemas naturales,
compuestos de una gran cantidad de ríos, arroyos, lagunas y lagos, así como las importantes
actividades que ahí se realizan: agricultura, pesca, acuacultura, industria, comercio y turismo.
En los 17 estados costeros de nuestro país con apertura al mar4 viven más de 20 millones de
mexicanos distribuidos en medianas y pequeñas localidades; además muchos de estos lugares
tienen un alto valor cultural al ser considerados por muchos de sus habitantes (grupos étnicos)
como espacios sagrados y de fuerte referencia identitaria.
La riqueza biológica de nuestro país, particularmente en las zonas costeras, ha venido
padeciendo cambios y pérdidas en su diversidad natural. La causa, explicada desde una visión
crítica, es el modelo de desarrollo que privilegia el crecimiento económico en detrimento
de los ecosistemas y de su capacidad de resiliencia, lo cual ha afectado profundamente el
funcionamiento de los sistemas naturales y, en consecuencia, se ha ido perdiendo también
el privilegio de poder seguir consumiendo diversas especies de calidad y diversidad provenien-
tes de sistemas acuáticos; de igual manera se ha ido disipando la capacidad de reproducción
cultural y el conocimiento tradicional de las sociedades pesqueras locales, quedando a la deriva,
generalmente a contracorriente y sin éxito, sus intentos de desarrollo, pese a los abundantes
recursos y conocimientos específicos que dichas sociedades tienen para manejarlos y poder así
seguir viviendo en sus lugares de origen con lo que estos ecosistemas les proporcionan.
En la actualidad, se considera que la población mundial se enfrenta a uno de los pro-
blemas esenciales que es la producción de alimentos, la cual se encuentra basada en las acti-
vidades agrícolas, ganaderas y pesqueras, sin embargo, la producción que se obtiene de ellas,
responde cada vez menos a las necesidades de dicha población. El sector pesquero, posible-
mente es el que representa mayores dificultades, ya que su actividad principal es la recolección
de organismos vivos del mar, de ecosistemas costeros, ríos, lagos y lagunas, donde todo el ciclo
de producción está determinado por la naturaleza y las condiciones de sanidad de los recursos
hídricos. Además, la pesca tiene una capacidad limitada, lo cual ya se deja ver durante los últi-
mos años, debido a que la explotación excesiva ha traído como consecuencia la disminución
de las reservas naturales, en especial los trastornos ecológicos a las cadenas de alimentación y
la baja renovación de las poblaciones de organismos (Cifuentes Lemus et al. 1997).
2 Debido a lo anterior, México presenta 10% de la diversidad terrestre del planeta, ocupando los primeros lugares en reptiles, mamí-
feros, anfibios y plantas. Para el caso de los peces ostenta 15.79% del total mundial y 163 son endémicas (Rodríguez y Cruz 1997).
3 INEGI, 2017, Anuario estadístico y geográfico de los Estados Unidos Mexicanos 2017, disponible en http://internet.contenidos.inegi.
org.mx/contenidos/Productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/nueva_estruc/AEGEUM_2017/702825097912.pdf
(consultado el 21 de febrero de 2020).
4 La zona costera mexicana está compuesta por 265 municipios distribuidos en los 17 estados costeros, en los cuales se registraron 47
194 599 hab en 2005 (45.8% del total nacional). Bajo algunos modelos estima aumentará hasta 58.8 millones en 2030 (Azuz y Rivera
2009).
198
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
Los humedales costeros son cuerpos de agua semicerrados de extensión y formas variables, con
poca profundidad y cubiertos por manglares, los cuales cumplen funciones vitales. Se conec-
tan al mar a través de una o más bocas y reciben aportes de agua dulce por lluvias, cauces,
manantiales o afloramientos internos, desarrollándose en ambientes salobres (esteros, lagunas
costeras, marismas, bahías protegidas, etc.). Dichos humedales tienen numerosas y diversas
funciones, incluyendo: estabilización de la línea costera, control de erosión, purificación del
agua que llega al mar,5 estabilización de microclimas, mitigación del efecto invernadero,6 fijan
nitrógeno al suelo, sirven como áreas de protección a las zonas de cultivo y a las poblaciones
contra las inundaciones provocadas por los huracanes, evitan la intrusión de la cuña salina
hacia los cultivos agrícolas y disminuyen el exceso de salinidad, remoción de nutrientes disuel-
tos provenientes de corrientes, exportación de materia orgánica a línea de costa, soporte de
cadenas tróficas acuáticas (Macivor 1994), áreas de resguardo para especies de aves acuáticas
migratorias y residentes y áreas naturales de recreación y ecoturismo.
El manglar es un tipo de vegetación propia de las regiones costeras tropicales y sub-
tropicales del mundo, en México las comunidades de manglares están constituidas por seis
especies, aunque predominantemente cuatro de ellas son comunes: el mangle rojo (Rhizophora
mangle), el mangle negro (Avicennia germinans), el mangle blanco (Laguncularia racemosa) y el
botoncillo (Conocarpus erectus). Debido a las diferentes combinaciones de la influencia de las
5 Las raíces de los manglares filtran y limpian el agua que escurre de la tierra firme hacia los océanos.
6 El efecto invernadero es provocado principalmente por un exceso en la emisión de CO2. Los manglares capturan bióxido de
carbono y lo convierten a carbono orgánico. El contenido de carbono orgánico en el suelo (COS) de los manglares de Marismas
Nacionales fue identificado en mayores cantidades en el tipo de manglar Avicennia germinans-Laguncularia racemosa con 172.9
ton por ha. Observándose que los manglares de Nayarit tienen mayor contenido de COS (114.2 ton/ha) que los reportados para
otros tipos de vegetación y uso de suelo: 98.8 ton/ha en bosque húmedo tropical de la Amazonia Peruana y 18 ton/ha en sabana
no degradada de Senegal, entre otros (Valdés et al. 2005).
199
Rogelia Torres Villa
mareas, composición del sustrato, acción del oleaje y salinidad, la estructura y productividad
de los manglares varía ampliamente.7
Mangle rojo (Rhizophora mangle). Tienen raíces altas tipo zancos, las cuales le sirven de
apoyo y sostén en el sustrato fangoso y en situaciones de fuertes vientos y mareas; las hojas son
grandes y redondas, las flores son enceradas de color amarillo con cuatro pétalos puntiagudos
de apariencia estrellada, los frutos o semillas llamados propágulos tienen entre 20 y 30 cm de
largo, se desprenden del árbol y caen al lodo o al agua; estas partes desarrollan pequeñas raíces
por lo que se fijan al sustrato en el lugar donde caen o son llevadas por las mareas hacia otros
sitios (Alonzo-Parra 2006). Los usos de esta especie son medicinales, los taninos para teñir
redes y camarón, el tronco como viga de soporte de techos en las casas (Kovacs 1999).
Mangle blanco (Laguncularia racemosa). Regularmente se encuentra en la franja inte-
rior de los manglares, en los suelos elevados o en donde las inundaciones por las mareas son
menos frecuentes e intensas, las raíces poseen neumatóforos, es decir, estructuras similares a
poros o lenticelas, cuya función es proporcionar aire a las raíces típicas de lugares pantanosos
y anegados; sus hojas son achatadas, redondeadas con estructuras en la base para excretar la
sal y las flores son alargadas en forma de embudo y pequeñas de color blanco, los frutos se
dan en racimos (Alonzo-Parra 2006). Comúnmente utilizados en la construcción de galerías
de tabaco, tapos (trampas para peces), cercas, postes, estacas, postes y es el preferido para asar
y ahumar pescado zarandeado.8
Mangle negro (Avicennia germinans). Esta especie se desarrolla en lugares donde la
tierra es más pobre en oxígeno y en condiciones más saladas, alrededor de la base del árbol
y con frecuencia más allá de la copa del árbol; se extienden unas prolongaciones de las raíces
que emergen hacia arriba llamadas neumatóforos o poros, estos gérmenes por lo regular son
largos para poder sobresalir del agua en tiempo de mareas altas, ya que su principal función
es la respiración; las flores son de color blanco, con cuatro pétalos redondeados y los frutos
son cuerpos redondos aplanados. Además, es una especie que produce néctar y de la corteza se
extraen taninos (Alonzo-Parra 2006). Su principal uso es para la construcción de casas.
Botoncillo (Conocarpus erectus). Es por lo general una forma densa de arbusto multi-
troncal de entre 1 y 4 m de altura, pero puede crecer hasta convertirse en un árbol de 20 m de
altura. La corteza es gruesa y tiene amplias placas delgadas, las ramas son frágiles, las hojas son
alternas, y alargadas de 2 a 7 cm de longitud y de 1 a 3 cm de ancho, son de color verde oscuro
con una disminución en la punta, la base de cada hoja tiene dos glándulas de sal. Las flores
7 Las otras dos especies (Avicennia bicolor y Rhizophora harrisonii) tienen una distribución muy restringida, con presencia aislada en
los estados de Chiapas y Oaxaca (López-Portillo y Ezcurra 2002; Agraz-Hernández et al. 2006; Nettel et al. 2008 en Valderrama-
Landeros et al. 2017; Semarnat 2006: 9).
8 Conabio, 2009, Catálogo taxonómico de especies de México, disponible en: www.snib.mx/taxonomia/descarga/ (consultado el 15 de
julio de 2020).
200
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
9 Conabio, 2009, Catálogo taxonómico de especies de México, disponible en: www.snib.mx/taxonomia/descarga/ (consultado el 15 de
julio de 2020).
201
Mapa 1. Zona estuarina de Marismas Nacionales en Nayarit y Sinaloa
Fuente: Mapa hecho con base en los datos topográficos del INEGI, 1997. Elaboración: Rogelia Torres Villa. Ejecución: Marco A.
Hernández Andrade, septiembre de 2021.
202
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
Marismas Nacionales, fue registrado como sitio Ramsar10 desde el año 1995, también
es una Región Prioritaria Terrestre y Marina para la Conservación y Áreas Importantes para
la Conservación de Aves (AICA), de acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento
y Uso de la Biodiversidad (Conabio). A partir del 1 de febrero de 2007, los manglares están
“protegidos” por el artículo 60 TER de la LGVS.11 Y el 12 de mayo de 2010 decretan como área
natural protegida, con el carácter de reserva de biosfera, la región conocida como Marismas
Nacionales incluyendo sólo a Nayarit con 133 854 hectáreas.12 Dicha reserva, se encuentra dis-
tribuida en siete municipios13 y 356 localidades, la mayoría son rurales y abarcan una superficie
de 445 069 ha, contando con una población de 255 499 habitantes.
10 En 1971 se firmó en la ciudad de Ramsar, Irán, el primer tratado moderno de conservación de los recursos naturales con carác-
ter intergubernamental y dedicado a un tipo de ecosistema en particular: la Convención sobre los Humedales de Importancia
Internacional (Semarnat 2006: 30). En el año 2000 el Convenio de Ramsar contaba con 110 estados miembros y 950 humedales
incluidos (más de 70 millones de ha). En ese año, México como país miembro de Ramsar, participaba con seis humedales que
cubrían alrededor de 1 095 414 ha: río Lagartos, Cuatro Ciénegas, reserva de la biosfera La Encrucijada, Marismas Nacionales,
Pantanos de Centra y el delta del río Colorado (Arriaga et al. 2000). En el año 2011, el Convenio de Ramsar cuenta con 160 estados
miembros de todo el mundo, protegiendo 1 950 humedales. México posee 129 sitios Ramsar, los cuales cubren una superficie de
8 376 271 ha, ocupando el segundo lugar mundial en el número de sitios, sólo detrás de Reino Unido con 168 sitios. Aunque
en términos de superficie, la nación con la mayor área de humedales listados es Canadá con más de 130 000 km2, disponible en
http://es.wikipedia.org y www.bionero.org (consultado el 7 de marzo de 2012).
11 El cual indica que “queda prohibida la remoción, relleno, trasplante, poda o cualquier obra o actividad que afecte el flujo hidro-
lógico del manglar; del ecosistema y su zona de influencia; de su productividad natural; de la capacidad de carga natural del
ecosistema para los proyectos turísticos; de las zonas de anidación, reproducción, refugio, alimentación y alevinaje; o bien de las
interacciones entre el manglar, los ríos, la duna, la zona marítima adyacente y los corales, o que provoque cambios en las caracte-
rísticas y servicios ecológicos, se exceptuarán de la prohibición a que se refiere el párrafo anterior las obras o actividades que tengan
por objeto proteger, restaurar, investigar o conservar las áreas de manglar”. Véase Ley General de Vida Silvestre, Diario Oficial de
la Federación, 2015, disponible en: www.profepa.gob.mx/innovaportal/file/5779/1/ley_general_de_vida_silvestre.pdf (consultado
el 20 de mayo de 2020).
12 Secretaría de Gobernación, 2010, Diario Oficial de la Federación, disponible en: www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=51424
59&fecha=12/05/2010 (consultado el 2 de septiembre de 2019).
13 Acaponeta, Tecuala, Tuxpan, Ruiz, Rosamorada, Santiago Ixcuintla y San Blas (Bojórquez Serrano et al. 2009).
203
Rogelia Torres Villa
14 Presas hidroeléctricas sobre el río Santiago en Nayarit: Aguamilpa, San Rafael, El Cajón y La Yesca.
15 Presas: Santa Rosa, Puente Grande, Intermedia, Colimilla, Las Juntas, Agua Prieta, Poncitlán, todas en Jalisco. San Francisco,
Arroyo Hondo y Solís en Guanajuato. José Antonio Alzate antes “San Bartola” en el valle de Toluca, Edo. de México. Tepuxtepec
en Michoacán. Aguamilpa, San Rafael, El Cajón y La Yesca en Nayarit.
16 De acuerdo con la información contenida en el mapa de suelos de la República mexicana (INEGI 1993) a escala 1:1 000 000, y el
análisis realizado por la Comisión Nacional de Zonas Áridas y la FAO (1994), 70% de los suelos de México presentan menos de 1%
de materia orgánica.
17 Durante el periodo 1976-2000, se registró una disminución de 817.2 km2 de selvas y 1 562 km2 de bosques a favor de la expansión
de áreas de cultivo (Priego et al. 2004; Cotler y Gutiérrez 2005).
18 Véase Redmanglar.org, 2007.
204
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
Ahora la pesca de camarón y peces deja más que la agricultura porque ahora es mucho lo que se
invierte en sembrar y muy poco lo que se obtiene en la cosecha, incluso hay temporadas en que no
sacamos ni lo invertido y ahora menos por tanta salinidad que hay en las tierras de cultivo a causa
de la construcción de la presa de Aguamilpa; esta presa nunca nos ha beneficiado, al contrario, puros
205
Rogelia Torres Villa
perjuicios nos ha causado por las inundaciones descontroladas que han provocado al soltarle más agua
de lo normal y porque el río Santiago ya no tiene el mismo flujo que tenía antes.
Ahora, tampoco ya no lava las tierras de la salinidad del mar, mucho menos deja los nutrientes o la
lama que antes dejaba con lo cual hacía nuestras tierras muy productivas. Ahora es al revés, la salini-
dad viene avanzando hacia nuestras tierras haciéndolas cada vez más improductivas al grado de haber
hoy en día más de 500 hectáreas inservibles para el cultivo por la cantidad de sal que hay en ellas.
Antes de que construyeran esa presa, de una hectárea de fríjol obteníamos entre tres y cinco toneladas
y ahora sacamos 500 o 600 kilos por hectárea y eso el gobierno no lo ve ni le importa, yo creo que
por eso ha aumentado la sobreexplotación en los esteros, porque hay mucha hambre y poco de dónde
agarrar. (Entrevista a Francisco Zepeda Ramos, agricultor y pescador de Villa Juárez, municipio de
Santiago Ixcuintla, Nayarit, 12 de mayo de 2006.
Las consecuencias negativas de esa colosal obra, ya la han padecido los agricultores al
quedar centenares de hectáreas de tierra agrícola inservibles, debido a la intrusión de la “cuña
salina” (Botello et al. 2000). En el caso de los ostricultores, también han tenido graves pérdidas
económicas debido a las inundaciones provocadas por la Comisión Federal de Electricidad en
la salvaguarda de la PHA. A lo largo de la historia, la intervención humana en el medio natural
tanto por la construcción de grandes obras como las presas hidroeléctricas, carreteras, aper-
tura de canales artificiales como el de Cuautla, así como la incorporación de desechos indus-
triales y domésticos, el uso acelerado de agroquímicos en la agricultura, la deforestación en las
laderas de montañas y en las riberas de los ríos, construcción de granjas camaroneras en áreas
contiguas al ecosistema estuarino, entre muchas otras, han ocasionado deterioro ambiental,
en especial el agua que es el principal elemento para la sobrevivencia humana, animal y vegetal
de nuestro planeta.
Canal de Cuautla
Otra de las obras que ha estado afectando de manera directa al ecosistema estuarino en la
costa norte de Nayarit es la apertura de una boca artificial llamada canal de Cuautla, la cual
conecta al mar con el sistema de Marismas Nacionales. Fue realizada por la Secretaría de
Recursos Hidráulicos en 1976. En aquel tiempo, se abrió un canal de 30 m de ancho y 2 m
de profundidad; en la boca se construyeron dos escolleras de roca con separación de 200 m. La
intención era aumentar la captura de peces y la producción de camarón en el área de la laguna
de Agua Brava, pero todo indica que esa construcción se hizo sin una planificación adecuada,
sin considerar la eventual erosión de la playa, ignorando la fuerza de los ríos que ingresan agua
al sistema, desencadenando un fenómeno de erosión (Ramírez-Zavala et al. 2012: 9) que poco
a poco ha ido deteriorando la barra protectora de la costa, ensanchándolo cada vez más.
206
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
19 En 1986, aproximadamente 18% (86 km2) del total de 474 km2 del bosque de manglar del sistema lagunar Teacapán-Agua Brava
fue identificado como muerto o en condiciones pobres. En 1999, esta superficie ha alcanzado 33% (152 km2) del total del resto de
los manglares. En el lado oeste de la laguna Agua Grande en Sinaloa, se identifica otro cambio reciente con la construcción de un
nuevo canal terminado en 1999 (Kovacs et al. 2001; Bojórquez et al. 2009). Los manglares que más han sufrido las consecuencias en
el aumento de la salinidad en el agua son árboles de mangle blanco (Laguncularia racemosa) y mangle rojo (Rhizophora mangle).
207
Imagen 1. Todavía no abrían el canal de Cuautla, 1973
208
Imagen 3. El canal de Cuautla en el año 2000, se aprecia con una superficie abierta de mayor longitud
Fuente: Imagen satelital de la NASA , 1973, 1990 y 2000.
Imagen 4. Canal de Cuautla en 2019, donde ya se observa el manglar muerto hacia la laguna El Pescadero (en la parte
derecha de la imagen)
Fuente: Google Earth, disponible en: www.google.com/maps/d/embed?mid=1dskvHoiQ j-O 0520x 2hk 73Qsew40&ie=UTF8
&hl=en&t=h&msa= 0&ll=22 .186769264440013%2C-105.5409710103711&spn= 0.445149%2C0.686646&z=12&output=embed
209
Imagen 5. Canal de Cuautla, vista del mar hacia la zona estuarina, 12 de septiembre de 2019
Archivo personal de Luis Antonio Moran Jiménez
210
Imagen 6. Manglar muerto –primer plano– en laguna El Pescadero, Nayarit, 12 de septiembre de 2019
Archivo personal de Luis Antonio Moran Jiménez
Imagen 7. Laguna El Pescadero, Nayarit. Área más afectada por la apertura del canal de Cuautla –manglar muerto–,
14 de septiembre de 2019.
Archivo personal de Rogelia Torres Villa
211
Cuadro 1. Superficie estatal de manglar y manglar perturbado
Superficie
(ha)
Región Estados 1970-1980 2005 2010 2015
Manglar Manglar Manglar Manglar
Manglar Manglar Manglar Manglar
perturbado perturbado perturbado perturbado
Pacífico Nayarit 78 024 0 69 784 4 862 66 932 6 016 67 096 6 309
Norte Sinaloa 82 171 760 79 109 954 77 262 2 257 81 558 1 851
Sonora 10 940 0 11 098 0 11 342 0 12 111 1
Baja 26 724 0 26 519 0 26 696 0 26 579 59
C.S.
Baja C. 36 0 36 0 36 0 39 0
Fuente: Conabio, 2017.
Por si fuera poco, el efecto invernadero ya alcanzó también a estos ecosistemas, pues
la consecuencia directa de este fenómeno será un calentamiento de agua en los océanos, lo
cual se reflejará en la producción primaria (fitoplancton) que conducirá a variaciones en la
distribución y el predominio de las poblaciones de peces, moluscos y crustáceos (Drews 2008).
Al respecto, se considera, de acuerdo con diversos estudios, que la captura pesquera declinará
en proporción directa a la destrucción de los manglares con una pérdida anual de más de
750 kg de camarón y peces de importancia comercial por cada hectárea de manglar destruido
(Bolado 2005: 14).
La investigación realizada por científicos del U.S. Geological Survey y la NASA, publicada en
Global Ecology and Biogeography (Madrid Press, 19-08-2010), ha señalado que las estimaciones
de 2010 sobre la población de manglares en el mundo es menos de la mitad de la que hubo
en el pasado y en mayores condiciones de degradación, y aluden a que entre 1980 y 2000 se ha
perdido 35% de los bosques de mangles, causando perturbaciones en las poblaciones que los
utilizan como barrera natural de protección frente a desastres naturales como los tsunamis y
los huracanes.20
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), revela que los manglares del mundo se hallan amenazados y que están
perdiendo sus hábitats debido al desarrollo extensivo de la agricultura, acuicultura y a la cons-
trucción de represas en los ríos, motivos por los cuales en todo el planeta puede observarse
212
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
una pérdida radical de los bosques de manglar, particularmente en los países tropicales y sub
tropicales.21
Según el Instituto Nacional de Ecología (INE), la superficie de manglar en México
está desapareciendo a un ritmo de 2.5% anual, mientras que, a nivel global, la FAO reporta un
índice de pérdida de este ecosistema de 0.66%; esto significa que en México se tiene una tasa
promedio de pérdida de manglar equivalente a casi cuatro veces la tasa promedio mundial.
Por su parte Greenpeace indicó que México ya perdió 65% de los ecosistemas de humedales
y que el manglar desaparece a un ritmo de 4.43 ha cada día o seis campos de fútbol y que, de
continuar, la tasa de deforestación actual, para el año 2025 habrá desaparecido entre 40% y 50%
de la superficie de manglar que se tenía en el año 2000.22 En 2003 y 2005 la Semarnat estimó
que el país tenía 890 y 886 mil ha de manglar respectivamente. En el mismo año 2003 la FAO
señaló que México disponía de 440 mil ha; tal diferencia de cifras, así como la rápida pér-
dida que se registraba de este ecosistema, llevó a la Conabio a hacer el inventario nacional de
manglares y un monitoreo a largo plazo. Como resultado, esa dependencia en 2008 presentó
la publicación Los manglares de México donde se estima que el país contaba con 655 667 ha
de manglar. Sin embargo, investigadores, como Jorge López Portillo del INE señala que
la superficie es de 800 mil ha, debido a que la Conabio no tomó en cuenta regiones de manglar
que existen en Quintana Roo y Yucatán.23
Los manglares de todo el mundo y de México, en particular, están siendo destruidos
sistemáticamente y sacrificados en beneficio de los magnates inversionistas de cadenas hotele-
ras trasnacionales, de condominios, centros comerciales, canchas de golf, marinas y salones de
convenciones, los cuales son construidos a costa de uno de los recursos naturales más valiosos
del planeta. Tal destrucción ha ido de la mano de mayor desigualdad social, económica, así
como lavado de dinero y enriquecimiento de funcionarios.24
Cuando se destruye un manglar también se elimina todo el ecosistema viviente que
contiene y se pierden en forma irrecuperable los beneficios ambientales de largo alcance
que produce. Es indigno que por un lado se destinen recursos (nunca suficientes) para la
protección, investigación, restauración y monitoreo de los manglares por instituciones como
Conanp, Conacyt, Conafor, Conabio, entre otras, y por otro lado, se otorguen permisos para
destruirlos, se autoricen desarrollos millonarios, y se hagan fuertes inversiones de capital
público e iniciativa privada y se promueven actividades para devastarlos y sustituirlos con res-
paldo oficial, sólo para beneficio de unos cuantos (Herrera Silveira 2008). Dichas actividades
213
Rogelia Torres Villa
significan un saqueo irresponsable del patrimonio de los pobladores locales con repercusiones
directas o indirectas no sólo en el ámbito local, sino también en el nacional y en el mundial,
ya que los sistemas costeros representan una seguridad alimentaria en cuanto a proveedores
de alimento a habitantes locales y de regiones lejanas, y brindan estabilidad a la zona costera
contra fenómenos naturales cada vez más violentos, además de todos los beneficios ambien-
tales antes mencionados, los cuales se perderían para siempre en las zonas donde se permite
destruir manglar.
Como se muestra en el cuadro 2, ocho de los diecisiete estados costeros, ya tienen más
superficie de humedales perdidos que existentes y en todos los estados descritos el porcentaje
de pérdida de humedales es alto. De acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas (Conanp), en las pasadas dos décadas (2000-2020), la deforestación de los manglares
ha aumentado de manera descomunal y actualmente el daño a este ecosistema, es considerado
más grave que la destrucción de las selvas tropicales, y que además en el mismo periodo citado,
se ha perdido 25 por ciento de los manglares a escala mundial, lo cual equivale a 5 millones
214
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
de hectáreas. En cifras no alentadoras se encuentra México, quien pertenece a los diez países
con mayores problemas de deforestación, con una tasa promedio anual de diez mil hectáreas.25
Sin manglar, habrá menos pesca y la vulnerabilidad de nuestro país ante el cambio
climático avanzará con mayor rapidez.26 Pretender restaurar manglares es un proceso lento,
costoso, difícil si no imposible, expresan los especialistas, costaría de 10 a 15 mil dólares por ha
cada año, además de que la mayoría de las plantas no sobrevive y las que si lo hacen, se tardan
más de diez años en recuperar los servicios ambientales.27
Por todo lo anterior, se considera que una cuestión central en torno al manejo de un
sistema lagunar, es un enfoque holístico donde se tome en cuenta en su globalidad los proce-
sos ecológicos y sociales que lo afectan y los factores que lo determinan como los geo hidro-
químicos, biológicos, antropológicos, económicos, políticos, culturales y estéticos; además no
hay que olvidar que estos ecosistemas son bienes patrimoniales vitales para el futuro (Toledo
1991), que no deberían estarse perdiendo sólo por capricho e intereses de unos cuantos posto-
res y en nombre del “desarrollo y beneficio” para las comunidades, las cuales no sólo se están
viendo afectadas y excluidas por magnos desarrollos turísticos en áreas de manglares, sino
también por la actividad cada vez más penetrante de la acuicultura, no sólo en la región de
Marismas Nacionales sino a nivel nacional e internacional.
En México existen leyes que protegen los manglares, sin embargo, al igual que en otros países,
se ha observado la ausencia de acciones efectivas para detener su destrucción y evitar que estos
sean transformados en granjas camaronícolas o para otros usos antropogénicos.
Como por ejemplo el caso de las Granjas Aquanova, S.A. de C.V. que realizan activi-
dades de acuacultura de camarón en San Blas, Nayarit, en más de mil ha desde 1995, y han
cometido transgresiones a la legislación ambiental al desmontar, derribar y quemar vegetación
25 Jared Laureles, 2020, “México pierde 10 mil hectáreas de manglares al año y está entre los 10 países más afectados”, La Jornada, dis-
ponible en: www.jornada.com.mx/notas/2020/12/27/politica/mexico-pierde-10-mil-hectareas-de-manglares-al-ano-y-esta-entre-
los-10-paises-mas-afectados/ (consultado el 12 de noviembre de 2021).
26 En México y el resto del mundo, la comunidad científica y grupos ciudadanos defensores de los recursos naturales emprendieron
hace años una campaña para convencer de las ventajas de conservar los manglares en buen estado. En febrero de 2007 en París se
dan a conocer datos sobre el aumento del nivel de los mares y el avance de sus aguas tierra adentro como uno de los efectos del
calentamiento global. En el caso de México, investigadores de la UNAM advierten, por ejemplo, que la intrusión del agua marina
será de, por lo menos, 40 km tierra adentro en el año 2050, lo que hoy es el emporio turístico trasnacional más importante del
Caribe, quedará bajo las aguas (península de Yucatán, Quintana Roo), lo mismo que puertos, asentamientos humanos y las acti-
vidades económicas que se realizan en el litoral y su área de influencia (La Jornada, 5 de febrero de 2007).
27 En diez años, una hectárea de manglar costaría 150 mil dólares en recuperarse, si es que se lograra (El Universal, 4 de enero de 2008).
En México, según la Conafor, de 2007 a 2009 se realizaron 50 proyectos de reforestación, conservación y restauración en zonas de
humedales y manglares, con un monto de 12 millones de pesos en una superficie de 3 mil ha, lo cual equivale a sólo 4 millones por
mil hectáreas, disponible en: www.bionero.org.
215
Rogelia Torres Villa
en hábitat de especies con algún estatus de protección, además de desecar y rellenar lagunas
sin autorización, así como bloquear actividades pesqueras a las comunidades locales. Siendo
los principales daños ambientales, la mortandad del manglar, la destrucción acelerada de hábi-
tat de especies protegidas y la degradación de la calidad del agua.28
El Grupo Ecológico Manglar de San Blas, ha denunciado un sinnúmero de veces estas
infracciones ante las instituciones responsables, pero la respuesta de las autoridades es una
mera justificación de las actividades de la empresa Aquanova. El dictamen oficial adujo que
en la investigación llevada a cabo no se hallaron suficientes pruebas de que hubiera ocurrido
violación alguna, por lo que el caso se declaró cerrado. Entre tanto, día a día se pierde una
extensa área de manglares debido al agotamiento de cursos de agua y lagunas provocado por
la expansión de las piscinas de cultivo de Aquanova.
28 Grupo Ecológico Manglar de San Blas, Nayarit, abril de 1999, disponible en: www.elmanglarsanblas.com (consultado el 17 de
junio de 2016).
216
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
más altos niveles de producción industrial y es también donde resultan más evidentes los pro-
blemas ambientales, ya que la descarga de sus estanques es considerada una de las fuentes de
contaminación más recientes y graves de las aguas costeras en el sur de Sinaloa. En este estado,
el gobierno otorgó concesiones a inversionistas privados quienes han construido canales para
conectar las lagunas con estuarios o con el océano, lo que produce inundación permanente,
convirtiendo así un ecosistema costero multifuncional de importante diversidad en un sistema
de monocultivo.
Además, la transformación de lagunas de propiedad común en un recurso de propie-
dad privada ha llevado al aumento de la marginación y el desplazamiento de sectores sociales
generando así una desconfianza creciente hacia las agencias gubernamentales a cargo del desa-
rrollo de la acuicultura industrial.29
En nuestro país no se han llevado a cabo muchas acciones definidas para la efectiva
conservación y protección de los recursos marinos y costeros, lo cual ha propiciado que tiendan
a agudizarse las alteraciones ambientales como destrucción de zonas de mangle y humedales,
contaminación de las costas, número de especies amenazadas, tasa de crecimiento poblacional
de las ciudades costeras, explotación irracional de recursos costeros y creciente presión social
sobre los recursos (Azuz 1999).
Los problemas costeros de México, ocasionados por la construcción de granjas cama-
ronícolas en zonas de manglares, muy semejantes a los que puede presentar el litoral latinoa-
mericano y el resto de los continentes que cuentan con humedales costeros, debido a que en
América Latina, la camaronicultura –principal actividad acuícola– ha provocado la destruc-
ción de humedales y eutrofización de esteros, al incrementarse el número de granjas (Franco
et al. 1997), lo que ha tenido consecuencias nocivas al afectar la estructura funcional básica de
los ecosistemas y los servicios que ofrece tanto a las comunidades aledañas como a la propia
actividad que dependen de los recursos de estos ecosistemas.
No sólo los países de América Latina enfrentan trastornos derivados del cultivo indus-
trial del camarón, también en Asia y África, la historia se repite: destrucción de manglares a
causa de la construcción de infraestructura turística y acuícola. Empresas privadas coludidas
con el gobierno empiezan adquiriendo terrenos colindantes con zonas federales a muy bajos
precios, luego se amplían como concesionarias del espacio federal, continúan con el cierre
de vías de navegación en venas y esteros, prohíben el paso a pescadores locales, y agravan la
situación con el vertimiento de sus aguas residuales en cuerpos de agua, afectados por conta-
minación y sobreoxigenación.
En este sentido, cabe considerar que el agua, la luz solar, el suelo y los nutrientes,
constituyen la sustancia de la vida junto con los saberes y conocimientos que las personas de
cualquier parte del mundo utilizan en la apropiación de la diversidad de especies vegetales y
animales vivientes, vinculadas en formas que regularmente no entendemos o sólo lo deducimos
217
Rogelia Torres Villa
muy vagamente. Basta un viaje cibernético o una ojeada rápida a cualquier periódico, para
percibir las amenazas que se ciernen sobre los recursos naturales y la gente que depende de
ellos en cada rincón del planeta: construcción de grandes obras sobre cauces de importantes
ríos, rompimiento de la barra protectora de la costa, erosión, deforestación, disminución de la
fertilidad del suelo, sequías, incendios, inundaciones, sobreexplotación y pérdida de hábitat.
Estos son claros indicios de que estamos cambiando al medio ambiente a pasos agigantados,
percibidos a través de una gama de factores entre los que se encuentra el cambio climático
mundial y los fenómenos naturales cada vez más violentos.
Comentario final
Por una parte, debido al aumento de la población mundial se han tenido que enfrentar
una serie de retos, entre ellos producir cada vez más alimentos ocasionando presiones hacia
los recursos naturales del planeta; por otra parte y con gran fuerza, la construcción de enormes
megaproyectos, en nombre del desarrollo y el progreso, que se han hecho en diversos espacios
del mundo, afectan recursos naturales prioritarios y a la población que se sostiene de ellos. En
ocasiones estos procesos son irreversibles.
En el estado de Nayarit, en las últimas cinco décadas se ha presenciado la edificación
de perjudiciales obras como las mencionadas presas hidroeléctricas sobre el río Santiago, la
apertura del canal de Cuautla y el aumento de granjas acuícolas dentro del ecosistema de
Marismas Nacionales, las cuales han afectado dicho ecosistema al parecer hasta ahora
de manera irremediable; y por si fuera poco desde 2009 se iniciaron las obras del Centro
Integralmente Planeado (CIP), llamado Costa Pacífico Playa Espíritu-Teacapán, impulsado por
el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) en el límite del estado de Nayarit con
Sinaloa, en pleno corazón de Marismas Nacionales que ocupará 2 381 ha con una capacidad
hotelera de 43 912 cuartos (Fonatur- CIP 2007). Otros CIPs son Cancún (1974), Ixtapa (1974),
Los Cabos (1976), Loreto (1976), Huatulco (1984), Bahía de Banderas (2004), y Costa Lora,
Tamaulipas (2009).
En todo el mundo hay historias similares de afectación a ecosistemas estratégicos
como los manglares con beneplácito de las autoridades gubernamentales quienes están para
cuidarlos. Todos los desarrollos autorizados en detrimento de los manglares, podrán a corto
plazo beneficiar al gobierno, a los inversionistas turísticos y camaroneros a gran escala, debido
a la divisa extranjera, pero los costos ambientales y sociales asociados a estas industrias superan
por lejos los beneficios que estos ecosistemas brindan a la población en general y a las costeras
en particular que dependen de ellos y son quienes al final pagan los costos, debido a que afec-
tan gravemente sus patrimonios naturales y culturales y con ello la base de su subsistencia y
los conocimientos locales que han ido adquiriendo por décadas al convivir con la naturaleza.
218
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales
219
Rogelia Torres Villa
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223
LA UTOPÍA DEL ESTADO DE DERECHO Y DE LA CONSERVACIÓN
DE ESPECIES MARINAS EN UN ESCENARIO DE VIOLENCIAS SISTÉMICAS
Este capítulo analiza la utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
en un escenario de violencias sistémicas que incluyen la precarización del empleo, la corrup-
ción y el fortalecimiento de mercados negros trasnacionales que extienden sus redes en las
zonas rurales de la frontera norte del país. Ahí, pese a los esfuerzos de los pescadores cucapá
que se organizan para contener los riesgos que representan los procesos que limitan su acceso
a territorio y recursos en el Alto Golfo de California, la precarización de la estructura del
empleo y, por ende, de la vida cotidiana, es profundizada por políticas públicas de corte neo-
liberal que producen riesgos y amenazan el bienestar de sus hogares.
Lo anterior se analiza desde las limitaciones que los trabajadores cucapá enfrentan para
continuar pescando en su territorio histórico que, argumento, tiene lugar en un contexto más
amplio de cambios estructurales orientados por políticas neoliberales que han transformado el
delta del río Colorado en una zona de extracción en el mapa de consumo globalizado. Por ello,
a continuación, presento información para entender cómo la presión que ejerce la demanda
internacional de consumo de alimentos (peces y hortalizas) orienta las prácticas productivas
en esta región. En este contexto me interesa analizar cómo, a pesar de la existencia de marcos
legales fuertes en materias de seguridad social, protección de áreas naturales y pesca sustenta-
ble, la organización del trabajo en esta región no se orienta por éstas, sino por la demanda de
los mercados internacionales.
La libertad en la que operan las empresas que organizan las prácticas productivas en
el delta contrasta con las restricciones y la fuerte vigilancia que las autoridades ejercen sobre
los pescadores cucapá desde 1993, fecha en la que se decretó la creación de la Reserva de la
Biosfera del Alto Golfo y delta del río Colorado (en adelante la reserva de la biosfera) (Navarro
2008, 2017, 2018; Navarro, Bravo y López 2013; Navarro, Tapia y Garduño 2010). Luego, a
partir de 2010 con la llegada de organizaciones ambientalistas como Environmental Defence
Fund (EDF), Sea Shepherd y Green Peace, aumentaron las restricciones a las pesquerías permi-
tidas. Pero, en una extraña coincidencia, al mismo tiempo que estas organizaciones iniciaron
225
Alejandra Navarro Smith
acciones de colaboración con las autoridades para implementar medidas de protección a las
especies marinas, también llegaron al río un grupo de chinos. Estos pidieron a los pescadores
les vendieran la vejiga natatoria de la curvina golfina o roncador (Cynoscion othonpterus) cuya
pesca está permitida. El mercado asiático también empezó a demandar la vejiga natatoria de
totoaba (Totoaba macdonaldi) –cuya pesca está prohibida por encontrarse en peligro de extin-
ción–. Esta parte de los peces, mejor conocida como “buche” es altamente cotizada para su
consumo en el mercado asiático. Por estar prohibida la captura de totoaba, su valor comercial
ha superado al de la cocaína. Así aparecieron otros riesgos en la región: los relacionados con el
hecho de vivir y trabajar en zonas controladas por organizaciones que comercializan produc-
tos fuera de los marcos de la ley.
Por lo anterior, en este capítulo describo cómo las políticas y acciones de conserva-
ción implementadas en el delta del río Colorado no están logrando sus objetivos y producen
condiciones de riesgo –y por lo tanto de vulnerabilidad social– para los pescadores cucapá.
Argumento que al limitar las actividades de autogeneración de ingresos sin considerar el con-
texto más amplio –en particular en la estructura del empleo a nivel regional– las medidas de
conservación como las impulsadas pierden de vista que al cerrar las pesquerías legales se for-
talecen otras que operan al margen de la ley, aumentando los riesgos tanto para las personas
como las especies. Para sostener este argumento se analiza el impacto que tuvo la llegada de
Sea Shepherd, como se explica a continuación.
Las acciones de esta organización detonaron que se empezara a hablar mediática-
mente de la corrupción en el Alto Golfo de California. Si bien esto es muy importante, el
enmarque de conservación que Sea Shepherd utilizó dejó fuera todos los factores sociales que
interactúan con el ecosistema en el que vive la especie que se pretende proteger. Esa narrativa
logró hacer creer que era necesario sacar todas las redes de pesca de mar y del río para así
salvar de la extinción a la vaquita marina (Phocoena sinus). Este enfoque, sin embargo, no
permitió entender que, al cerrarse todas las pesquerías permitidas en un contexto de preca-
rización social generalizada, aumentaría la presión de los mercados por las especies que ahí
se capturan tanto legal, como ilegalmente. Frente a la escasa capacidad de las autoridades
para vigilar la zona, la corrupción institucional y precarización social, por lo tanto, también
aumenta el riesgo de extinción de la vaquita marina, tal y como la situación actual en la
región ha demostrado.
El último elemento relacionado con el problema de conservación que aquí se revisa es
que, a pesar de la existencia de fuertes regulaciones para normar la pesca sustentable de la cur-
vina golfina, el presupuesto para su vigilancia no es suficiente para implementarlas (Navarro
2019). La paradoja del caso es que, a falta de vigilancia e implementación de la ley, los totoa-
beros siguen pescando y, por lo tanto, incrementando su poder económico. Y sus redes siguen
poniendo en riesgo tanto a la vaquita marina como a los jóvenes pescadores que trabajan en
pesquerías permitidas en la misma zona de pesca.
226
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
2 Según testimonios que recuperé en 2019, la situación de los pescadores cucapá es crítica pues compiten por el espacio de pesca con
los bucheros de totoaba. En sus palabras, “hay mucha gente que está armada allá adentro [en el río]. A mí y a otros ocho compa-
ñeros nos robaron las redes”, me comentó muy preocupado un pescador cucapá. “Está muy duro, porque nosotros no podemos
enfrentarnos con la mafia. Las autoridades ya están informadas de lo que está sucediendo, pero no sabemos si van a hacer algo para
solucionar esta situación” (Diario de campo, temporada de pesca 2019).
227
Alejandra Navarro Smith
Para analizar el impacto que las políticas neoliberales tienen en la organización territorial y
productiva en el delta bajacaliforniano propongo identificar las articulaciones entre las diná-
micas microsocial –interacciones y prácticas realizadas por sujetos situados–, mezo social
–discursos y normas institucionales– y macrosociales –formas de conservación, organización
del trabajo y de comercio global–, en dos espacios: el río, que es la zona de pesca; y la parte
terrestre del delta, región agrícola del territorio. Como veremos más adelante, las organiza-
ciones –agroproductoras o de pesca de totoaba– requieren cierto grado de control sobre el
trabajo, el territorio y los recursos y se organizan para poder producir mayores ganancias
al menor costo posible.
Este enfoque nos permitirá identificar el rol de las instituciones del Estado frente a las
prácticas productivas legales y no legales presentes en el territorio deltáico. Y con ello analizar la
relación entre los valores neoliberales, el uso extractivo del territorio y su contraste con los dis-
cursos y normas de conservación. Esto es importante porque, como se dijo al inicio del texto,
en el delta bajacaliforniano la reserva de la biosfera coexiste con el fenónemo de sobrepesca de
especies reguladas como la curvina golfina, pero también la captura comercial de especies en
peligro de extinción, como la totoaba, lo que constituye un delito contra la biodiversidad, de
orden federal (DOF 2010).3 En estudios previos se ha documentado la relación entre los valores
neoliberales y las prácticas de conservación; sobre este tema, Durand argumenta que “existe
una fuerte correlación entre el crecimiento a nivel mundial de las Áreas Protegidas (AP) y la
instauración del modelo económico neoliberal” (2014: 196). Según la autora, la mirada neoli-
beral sobre la naturaleza está transformando la manera en que se entiende la relación sociedad-
naturaleza (ibid.: 192).
Asimismo identifica una relación directa entre la creación de las AP y la reducción del
control de las poblaciones locales sobre sus recursos (Durand 2014: 199). Desde este marco
conceptual, las restricciones que los cucapá han experimentado para acceder a su territorio
histórico y recursos a partir del decreto de creación de la reserva de la biosfera (Navarro 2017,
2018; Navarro, Bravo y López 2013; Navarro, Tapia y Garduño 2010), así como los impactos
que estas limitaciones han tenido en el proceso de organización de las cooperativas de pesca
cucapá, que en sus palabras tienen el objetivo de “defender el derecho a pescar en su territorio”
(Navarro 2008; Navarro y Cruz 2015) serían una consecuencia de prácticas de conservación
orientadas por valores neoliberales.
Desde esta perspectiva, los problemas de acceso al territorio y a los recursos que
han experimentado los cucapá desde la creación de la reserva de la biosfera necesitarían ser
3 La NOM-059-Semarnat-2010 establece que transportar especímenes listados en esta norma constituye un delito federal contra la
biodiversidad. Esto implica cárcel sin posibilidad de libertad bajo fianza. Pese a la existencia de esta ley, la pesca de la totoaba se
sigue practicando en el Alto Golfo de California sin que las sanciones sean significativas como para inhibir este delito.
228
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
analizados en el conjunto de problemas similares que afectan a otros grupos indígenas. El eje
transversal para estudiar estos casos serían las limitaciones de las poblaciones locales sobre
sus recursos, y el uso de la ley como dispositivo de control y castigo para quienes no acatan
este nuevo orden social. En el marco más amplio también se necesita revisar cómo, al mismo
tiempo, el Estado ejerce el control sobre las poblaciones locales creando marcos legales res-
trictivos, permite la operación de empresas con prácticas de agroproducción que impactan
negativamente en la salud de los ecosistemas.
Siguiendo este planteamiento, en este capítulo identificaré tanto las acciones de agentes
estatales como de Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) conservacionistas internacionales
presentes en el caso de estudio que, orientadas por ciertos discursos de conservación, inciden
en la comprensión de la relación sociedad-naturaleza en el delta bajacaliforniano. Este caso
nos permite extender el planteamiento de Durand para decir que, además de la reducción
del control sobre sus recursos, la implementación de esta AP ha significado para los cucapá el
despojo de su territorio, la criminalización de su presencia en el río para pescar en áreas que se
proyectan de uso exclusivo para la conservación (Navarro, Bravo y López 2014), y el desgaste
de los grupos de población afectados que se organizan para volver visible la violación de dere-
chos que les generan las restricciones impuestas por estas políticas de conservación.
¿Pero cómo ha sido posible la legitimación del control administrativo sobre áreas y
especies con fines de conservación, cuando a nivel global no se están logrando dichos objeti-
vos? ¿Cómo es que en la comprensión de “la conservación” se invisibiliza el efecto que tiene
este discurso al criminalizar a quienes se organizan para defender sus formas de vida en áreas
que se les expropian para convertirse en “zonas de protección”? Estas preguntas revelan la
centralidad del papel que tienen los discursos de conservación para legitimar un orden social
neoliberal que generan degradación ambiental por extracción. Estas son “las contradicciones
internas del capitalismo como un sistema económico que degrada la base de recursos necesaria
para su reproducción” (Durand 2014: 192).
En el valle de Mexicali, las agroproductoras que hacen un uso intensivo de la tierra y
del agua han generado la desertificación del otroro saludable ecosistema deltáico que proveía a
los cucapá de alimentos, peces y animales silvestres para su sostenimiento (Porcayo et al. 2016).
Los costos sociales que la agricultura y pesca extractivas han tenido en la configuración del
territorio, la vida de sus habitantes y la salud del ecosistema son la precarización, la desigual-
dad, el despojo territorial, la degradación ecosistémica y el fortalecimiento de redes de tráfico
de productos ilegales. En las secciones que siguen presentaré información que me permitirá
conectar temas que son estudiados como aspectos de problemáticas separadas en los estudios
de conservación, de pesca y de vulnerabilidad social para revelar su articulación sistémica en
la producción de zonas de extracción.
229
Alejandra Navarro Smith
La pregunta por los factores que han hecho fracasar a la reserva en sus objetivos de conser-
vación de especies en peligro de extinción no es nueva. Ya desde 2013, en el libro Pesquerías
globalizadas se reflexionaba en torno al fracaso de la reserva en su empeño por salvaguardar a
la vaquita marina (Valdéz-Gardea et al. 2013). Indicaban que era necesario evaluar y analizar
de mejor manera los aspectos sociales y económicos relacionados con las actividades de pesca
en el Alto Golfo de California (Ruiz et al. 2013: 87); e identificaban el impacto negativo de
las políticas públicas en materia de pesca en la reducción del financiamiento para esa activi-
dad productiva, en particular a partir del periodo de gobierno de Carlos Salinas de Gortari
(Valdéz-Gardea 2010: 147). A unos años de distancia, se hace indispensable analizar las prác-
ticas productivas regionales –incluidas las pesqueras– a la luz de los mercados de productos
pesqueros y agropecuarios del delta bajacaliforniano. La demanda de los mercados asiáticos
para los peces y de hortalizas y productos agrícolas que se comercializa en el mercado esta-
dounidense ha perfilado al territorio deltáico como una zona de extracción en el mapa de
consumo globalizado, como antes se ha argumentado.
Los riesgos que producen el empleo precarizado, la degradación ecosistémica, los mer-
cados negros de partes de peces que se prohíbe pescar se influyen entre ellos, y como lo explica
González de la Rocha producen un proceso de acumulación de desventajas (2014: 8-9) que
genera un impacto negativo en las condiciones del bienestar en los hogares de pescadores de
esta región. Así, empleo precarizado, degradación ecosistémica y crimen organizado y sus
consecuencias en salarios bajos, falta de acceso a prestaciones sociales, deudas, incertidumbre e
inseguridad son el conjunto riesgos frente a los que los pescadores cucapá hacen frente. Desde
este enfoque de vulnerabilidad social, la creación misma de la reserva de la biosfera, pero en
particular la delimitación de su zona núcleo ha producido riesgos para los pescadores indíge-
nas porque al ignorar su presencia en ese territorio, se criminalizó que entren a pescar en esta
zona del río (Alarcón-Chairez 2001, 2010; Navarro 2008, 2017; Navarro, Tapia y Garduño 2010;
Navarro, Bravo y López 2013, 2014). Los riesgos que ha producido el diseño de las reservas –la
criminalización de prácticas laborales– por las que se generan ingresos propios –aunado al
desgaste de las negociaciones y litigios para amparar sus derechos– se añaden a los que pro-
duce la estructura del empleo precarizado del valle de Mexicali.
Göbel, Góngora y Ulloa plantean que la producción social de desigualdades a nivel
regional, nacional y global es guiada por lógicas extractivistas que históricamente han afec-
tado tanto al medioambiente como los derechos de los pueblos originarios. Apuntan que “[l]
a discrepancia entre abundancia de recursos naturales y la persistencia de las desigualdades
sociales es una característica estructural histórica de América Latina” (2014: 14). En su argu-
mento, los autores encuentran que “la especialización en actividades extractivas no sólo reduce
los incentivos para invertir en el capital humano, sino que también promueve la concentración
de las rentas en redes clientelistas, muchas veces corruptas e inestables” (ibid.: 15) y que no
230
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
se cuestiona en los discursos que legitiman la economía extractivista (idem). Lo descrito por
estos autores parece ser lo que se observa en el valle de Mexicali donde tanto las empresas agro-
productoras transnacionales como las redes de tráfico de mercancías ilegales extraen recursos
locales en una lógica que atenta contra el bienestar de los habitantes de la región produciendo
desigualdades y violencias cada vez más profundas.
En suma, en el caso de las fallas en la protección de especies, puede ser visto –junto
con la precarización de la estructura del empleo, la degradación ecosistémica y las condiciones
de inseguridad– como elementos de un orden económico global extractivo. Por ejemplo, la
pesca de totoaba –que tiene su mercado principal en China– está directamente relacionada
con el fracaso de los objetivos institucionales de conservación y, por lo tanto, de poner en
peligro a esa especie y a la vaquita marina. Por lo alarmante de la situación, dado que en 2019
se reportaba que sólo quedaban diez especímenes de vaquita marina, cabe preguntarse por los
elementos que han influido para que a 15 años del decreto de creación de la reserva y con un
marco normativo tan fuerte en materia de protección ambiental y de pesca (Navarro 2016,
2019) la vaquita marina se encuentre en inminente peligro de extinción. A continuación, me
propongo hacer un reconocimiento del lugar que ha tenido la corrupción con relación a la
pesca en Alto Golfo de California y delta del río Colorado, y de cómo lo han abordado en sus
reportes las OSC conservacionistas y la prensa.
Ahora entiendo que el principal problema al que se enfrentan los cucapá4 para continuar
pescando no es necesariamente la lógica excluyente con la que se planean las acciones de con-
servación, como habíamos argumentado anteriormente (Navarro, Bravo y López 2014: 47),
sino la corrupción. A continuación, ofrezco al lector la descripción de un momento al final de
la temporada de pesca de la curvina golfina de 2013 en donde me di cuenta de la centralidad
estructurante que la corrupción tiene y de las dificultades que ello implica para lograr pesque-
rías sustentables con enfoque de derechos.
Uno de los compradores de pescado, que se encontraba negociando los documentos
para poder comercializar la captura que ya tenía enhielada y lista para salir con rumbo a La
Viga, hablaba por teléfono a uno de los pescadores. “No te preocupes”, dijo, “el trailer se
va hoy mismo”. La voz del comprador en el altavoz del celular refirió que le entregarían los
4 En Navarro (2017: 7-12) ofrezco una caracterización del pueblo cucapá, misma que incluye información para problematizar la
información estadística generada por instancias nacionales como el INEGI, la CDI o el Inali. En todos los casos, y basándome en
la información de una encuesta a hogares cucapá aplicada en abril de 2014, las estadísticas oficiales no parecen dar cuenta del
número de cucapás que se autoidentifican como tales. Los 744 cucapás vinculados a los 200 hogares de mi encuesta superan los 145
cucapás que registra el INEGI en 2010, o los 344 que contabilizó la CDI en 2005 (ibid.: 11). Incluso menores son las estadísticas que
se han generado contabilizando el número de cucapás únicamente desde la perspectiva de los hablantes (ibid.: 7-9).
231
Alejandra Navarro Smith
papeles para trasladar legalmente el pescado a cambio de 30 mil pesos. Al colgar la llamada, pre-
gunté a los pescadores con los que me encontraba si habían sido las autoridades las que pedían
esa cantidad. “Sí, por cada trailer. Se reunieron en la oficina de una autoridad de alto rango”,
añadió el dueño del teléfono. Todos nos quedamos unos minutos en silencio, procesando la
información. “¿Y qué van a hacer?”, pregunté. “Nosotros no vamos a hacer nada. Ellos (los
compradores) son los que están manejando todo esto. Pero puedes tener por seguro que no son
ellos los que van a poner esos 30 mil pesos. Nosotros terminaremos pagando esa (mordida) en
unas semanas cuando el comprador regrese a pagarnos el pescado. Verás cómo nos lo descuen-
tan diciéndonos que el precio que les pagaron en La Viga era más bajo de lo que nos habían
dicho. Ellos nunca pierden su ganancia”, me respondió un segundo pescador presente en el
evento, con la voz grave, desesperanzada.
Este episodio me hizo reinterpretar los hechos que había observado a lo largo de diez
años acompañando a los pescadores cucapá a oficinas de abogados, acciones de defensa y a
innumerables reuniones con autoridades de pesca cuando se negociaron las soluciones a las
crisis creadas por políticas de conservación y de pesca porque no se consideraban sus derechos
al territorio y a la pesca. Con ellos fui testigo de la negación de los derechos diferenciados
que reclamaban. Tal vez por eso, inspirada por su claridad en la defensa de lo que consideran
les es propio, seguí pensando que reconocer sus derechos sería una clave importante hacia la
solución de los problemas de acceso a la pesca: esta idea se convertiría en la premisa que orien-
taría el trabajo de investigación y de colaboración (Navarro 2017); por ello, documentamos los
obstáculos legales que en México existen para desarrollar políticas públicas de conservación
con un enfoque de derechos (Navarro 2017; Navarro, Bravo y López 2013, 2014). Incluso grabé
en video procedimientos administrativos o penales que pusieron en riesgo el patrimonio, el
acceso al territorio o la autogeneración de ingresos propios por la actividad de pesca (Navarro
2008, 2012, 2013). Este enmarque de la investigación no me dejó otra opción que la de apren-
der los referentes legales en materia de derechos de pueblos y comunidades indígenas, o de
recursos legales como el amparo, que los cucapá recitaban de memoria en las reuniones con
las autoridades, los abogados asesores, o en las conversaciones en las cocinas.
Esa tarde de mayo, en la cabina de una pick-up de pesca, en compañía de los pescadores
cucapá y después de escuchar la naturalidad con la que el comprador comunicó el monto de la
“mordida” que haría posible la comercialización de la captura de ese fin de temporada de pesca
me di cuenta que la premisa que había sostenido mi trabajo previo, aquella del reconocimiento
de derechos como clave para resolver sus problemas de pesca, no era sino una utopía. Me pre-
guntaba si seguían siendo pertinentes los supuestos de que era posible producir información
que eventualmente llevara al reconocimiento de los derechos de un pueblo indígena, cuando
la corrupción parecía hacer inviable cualquier Estado de derecho. ¿Podría una perspectiva de
aprovechamiento sustentable con un enfoque de derechos resolver los conflictos que año con
año enfrentaban los cucapá para continuar pescando frente a dinámicas de corrupción como
la que recién acababa de presenciar?
232
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
La utopía del Estado de derecho se hizo pedazos bajo el peso de los eventos que se desa-
rrollaban ante nuestros ojos: no sería el imperio de la ley el que permitiría la comercialización
y pago de la captura de los cucapá ese año, sino el imperio de la corrupción. En este desfa-
vorable escenario, observé a los cucapá analizando los riesgos y pensando juntos la estrategia
para intentar reducir los impactos negativos de la cadena de corrupción en su vida cotidiana.
Así fue como el fenómeno de la corrupción se desplazó al centro de mi comprensión de los
problemas que enfrentan los cucapá para seguir pescando. Desde esta perspectiva se revelan
otros escenarios de inseguridad y riesgos en la observación de la vida cotidiana. Desde aquí
también se resignifica el valor de la acción colectiva de un pueblo en el contexto neoliberal
¿Qué papel debe jugar un investigador en escenarios como el anteriormente descrito? ¿Cómo
podría, como investigadora, seguir acompañando a los cucapá, en particular a mujeres deter-
minadas y fuertes, sus acciones de reivindicación y defensa a su cultura, su vida y su territorio
en el escenario de corrupción y violencias sistémicas del noroeste rural y fronterizo mexicano?
¿Cómo establecer conversaciones que permitan el diálogo de saberes, en este contexto? ¿Qué
giro debería tomar un proyecto que se siguiera proponiendo acompañar el proceso de los pes-
cadores cucapá en el proceso de defensa de su acceso a la pesca y a su territorio, y al mismo
tiempo desarrollar estrategias de pesca sustentable? El primer paso podría ser documentar la
corrupción en el área natural protegida, para identificar los roles de la pesca legal e ilegal en
la estructura del empleo en la región y poder nombrar las violencias sistémicas globales que
configuran el espacio del delta del río Colorado. Para hacerlo, recurro ahora a la información
generada por las organizaciones sociales conservacionistas (OSC), en orden cronológico.
233
Alejandra Navarro Smith
pesca ilegal e irregular en México: una barrera para la competitividad en 2013. Como el título
y la alianza entre los organismos editores lo anuncia, el centro de interés de esta edición es
la relación entre sustentabilidad y economía. Este reporte aparece tres años después de que
EDF llegara al golfo de Santa Clara en 2010 con el objetivo de implementar, en alianza con el
gobierno de Sonora y con el respaldo de las oficinas de la Comisión Nacional de Acuacultura
y Pesca (Conapesca) de esa entidad, un esquema de pesca por cuotas para la curvina golfina.
Para colaborar en el ordenamiento de esa pesquería, EDF planeó su estrategia retomando los
casos exitosos en los que la implementación de captura por cuotas, se demostraba la relación
en el aumento de precio de las capturas cuando se reduce el volumen capturado; según las
leyes de la oferta y la demanda, argumentaba EDF, menos pescado en el mercado incrementa-
ría su precio, beneficiando con ello a los productores y especies, porque se obtendrían mayores
ingresos con menos captura.
En esta planeación de la pesca por cuotas, sin embargo, EDF no consideró las variables
de aislamiento geográfico de la vasta extensión donde se realiza la pesca de curvina, las difi-
cultades para su vigilancia, la emergencia de mercados negros para subproductos de especies
endémicas de la región –incluida la totoaba–, la fuerza económica de su demanda, las laxas
sanciones previstas para el tráfico de partes de especies en peligro de extinción y la precariza-
ción de la estructura del empleo en la región.
En una inusual coincidencia, EDF comenzó su trabajo para implementar el sistema de
capturas por cuotas, al mismo tiempo que aparecieron en el delta dos fuerzas contrarias: la
promulgación de la medida “tope de captura”, en 2011, y la demanda del mercado asiático por
el buche de la curvina y la totoaba. Aunque existía una norma que restringía el volumen de
captura de la curvina golfina, la demanda del mercado asiático por los buches generó presión
sobre la captura de esa especie, pero sobre todo de la totoaba. A la par, la incapacidad de las
autoridades por vigilar efectivamente la zona, no ha logrado detener la sobrepesca de curvina,
ni frenar a pescadores de totoaba. Es en este contexto que aparece la referencia a la corrupción
y a la ilegalidad como factores que obstaculizan los objetivos de trabajo de EDF, y que en su
reporte explican de la siguiente manera.
EDF/Imco identifican que la vigilancia insuficiente o deficiente y la corrupción son
las principales causas de la pesca irregular y, por ende, obstáculo para una exitosa implemen-
tación del esquema de captura por cuotas que EDF impulsaba. En su análisis EDF y el Imco
también indicaron que es necesaria una mejor distribución del presupuesto de la Conapesca
para fortalecer su vigilancia, pues mientras que en el golfo de California existen al menos 400
puntos de desembarque, Conapesca cuenta sólo con 65 embarcaciones y 210 inspectores para
vigilar 11 mil 122 kilómetros de litoral en 17 estados. La cantidad de inspectores hace imposi-
ble una vigilancia efectiva esta área.5
5 En Navarro, Bravo y López (2013) analizamos el contexto del surgimiento, en 2011, de la norma que año con año regula el
volumen de captura de la curvina golfina (Cynoscion othonopterus) en aguas de jurisdicción federal de Alto Golfo de California del
234
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
En 2015 llega a Alto Golfo de California Sea Shepherd con sus emblemáticas embarcaciones
para realizar acciones directas y proteger a la vaquita marina.6 Sus estrategias de incidencia
han logrado que su agenda de conservación haya sido retomada por la prensa, lo que ha vuelto
visible en la esfera pública de la comunicación la relación problemática entre corrupción, cap-
tura de totoaba y conservación.
El primer planteamiento de Sea Shepherd a su llegada a Alto Golfo de California era
el de colaborar con las autoridades para inhibir la captura de la totoaba.7 Pero luego cambió
su estrategia al darse cuenta del peligro que la falta de vigilancia y el bajísimo porcentaje de
delta del río Colorado mejor conocido como “tope de captura”. En resumen, esta medida prácticamente imposibilitaba la auto-
generación de ingresos propios con la pesca y volvía económicamente inviable la pesca de los cucapá. Pero dado que los cucapá ya
se encontraban en el camino de la judicialización de sus derechos (Navarro 2008, 2013, 2017; Navarro, Bravo y López 2013, 2014),
en 2015 la promulgación del tope de captura también representó una oportunidad para el litigio estratégico (Navarro 2019: 139).
“Una serie de acciones de presión social acompañaron uno de los procesos de amparo contra el tope de captura en el que partic-
ipamos al lado de las representantes de las mesas directivas de dos de las tres cooperativas de pesca cucapá, cuatro abogados, dos
defensores de derechos humanos, una bióloga y una antropóloga. Este amparo fue una de las acciones en el contexto que precedió
al cambio en el Acuerdo por el que se establece la cuota de captura para el aprovechamiento de Curvina golfina (Cynoscion othonopterus)
en aguas de jurisdicción federal del Alto Golfo de California y delta del río Colorado para la temporada 2015. Por primera vez desde
1993, se reconoce el derecho diferenciado de los cucapá en una norma, exceptuándolos en este caso de observar el tope de captura
a partir de 2015 […] Sin embargo […] [esta excepción] que pensamos permitiría a los cucapá continuar pescando aliviándolos de
una de las presiones que impone el marco legal que administra el territorio donde pescan, se reveló una ilusión. La coincidencia
de la publicación de esta excepción en 2015, con el anuncio de la prohibición de todas las redes de pesca en el Alto Golfo de
California en el mismo año, generó que los pescadores del Golfo de Santa Clara y San Felipe, desesperados por el cierre de la pesca
ante su precaria situación económica, se desplazaran fuera de la zona del refugio de la vaquita marina, y entraran por el Zanjón
a pescar. Este sería el único camino de acceso donde estaba permitida, y sin límite de cuota, la captura de la curvina golfina para
los cucapá y las cooperativas denominadas Bajo Río” (Navarro 2019: 140-142). Desde entonces, al Zanjón llegan otros pescadores
que clonan los números de matrícula de las embarcaciones cucapá sin que las autoridades vigilen efectivamente el acceso a la
zona. La llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República no ha significado cambios a esta
problemática.
6 Véase Milagro III: Ghost Nets Go; Vaquitas Stay, https://youtu.be/5_yiuA8Vgxs vía @YouTube.
7 Las redes con las que se captura a la totoaba se dejan tendidas en el agua, suspendidas de flotadores. En ellas se enredan otras
especies que mueren asfixiadas, entre ellas la vaquita marina.
235
Alejandra Navarro Smith
El cuadro 1 permite dimensionar el alcance que las acciones de los ambientalistas han
tenido en la discusión y atención pública al problema de la corrupción en Alto Golfo de
California, como explico a continuación. Para identificar el tipo de noticias publicadas en
medios informativos que hicieron referencia al problema de la corrupción en Alto Golfo
de California entre 2017 y 2019, se realizó una búsqueda no exhaustiva en Google News con
las siguientes palabras clave de forma combinada: detenciones, totoaba, vaquita marina, Alto
Golfo de California, buche de totoaba, redes totoaberas, crimen organizado, corrupción, mor-
didas, Sea Shepherd y ambientalistas. Con este ejercicio exploratorio se elaboró una base de
236
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
datos en Excel en el que se incluyó la fuente, el titular, el primer párrafo, la fecha y el sitio de
publicación de cada pieza informativa.9 Después, la autora categorizó las 145 piezas encontra-
das a partir del enfoque que sugerían sus encabezados y primeros párrafos de la pieza ilus-
trativa, y con esta información se elaboró el cuadro 1. Aunque este análisis de contenido en
medios con portal digital no es sistemático, los datos encontrados muestran que dichas piezas
que hablaron de la relación entre la conservación de la vaquita marina, la pesca de totoaba y la
corrupción tuvo una gran proyección fuera de la región bajacaliforniana. En los cuadros 2 y 3
se ofrece información que permite dimensionar dicha proyección:
Frecuencia de
Alcance del medio Total de fuentes
publicación
Nacional 23 90
Estados 13 18
Internacional 9 10
Baja California 9 23
Gobierno 4 4
Total general 58 145
9 Agradezco el apoyo de Natalia Luján Maciel, estudiante de periodismo del ITESO, quien me apoyó en la identificación de las piezas
informativas y elaboración de la base de datos referida.
237
Cuadro 3. Conservación de la vaquita marina, pesca de totoaba y corrupción:
medios según su alcance y frecuencia de publicación, 2017-2019
238
Continuación cuadro 3
Nombre del medio, Total de medios, Frecuencia de
por alcance por alcance publicación, por medio
Liberal 1
MEGANOTICIAS 1 1
NTR 1 1
Proyecto Puente 1 1
Pulso 1 1
Quadratín 1 1
Internacional 9 10
AFP 1 2
Al Jazeera 1 1
BBC Mundo 1 1
CNN 1 1
Hoy 1 1
HuffPost 1 1
New York Times Español 1 1
Notimérica 1 1
Variety 1 1
Baja California 9 23
La Crónica 1 6
El Vigía 1 4
La Voz de la Frontera 1 3
Tribuna de San Luis 1 3
Uniradio Informa 1 3
Canal 66 1 1
Encuentro29.com 1 1
Uniensenada 1 1
Zeta Tijuana 1 1
Gobierno 4 4
Cofemisir.gob.mx 1 1
Profepa MX 1 1
Sagarpa/Comunicación
social 1 1
Semarnat/Prensa 1 1
Total general 58 145
Fuente: Elaboración propia a partir de búsquedas en Google News.
239
Alejandra Navarro Smith
Entre los medios informativos que con mayor frecuencia publicaron contenidos que
hacen alguna referencia a la pesca en Alto Golfo con alguna conexión con el factor de corrup-
ción, y la relación ambos factores asociados al fracaso de la conservación de la vaquita marina
se encuentran tres medios de alcance nacional: Excélsior, El Universal, y Noticieros Televisa. Y
en menor frecuencia también aparecen 20 medios de alcance nacional; 13 medios de alcance
regional, de estados diferentes al lugar donde se localiza el asunto reportado incluyendo Sinaloa
(El Debate), Jalisco (El Informador, NTR , Meganoticias y Publímetro), Nuevo León (Vanguardia/
Milenio), Chihuahua (El Diario); Sonora (Proyecto Puente), San Luis Potosí (Pulso), Michoacán
(Quadratín), Baja California Sur (BCS Noticias y La Jornada BCS), Querétaro (Diario Rotativo),
Veracruz (Liberal); diez medios que reportan el asunto de su propia región; y cuatro medios
de instituciones gubernamentales del Estado mexicano.
El hecho de que este problema haya sido retomado por tantos medios de estados dife-
rentes al de Baja California con asunto noticioso, incluso por nueve medios de alcance interna-
cional en Francia (AFP), Quatar (Al Jazeera), Reino Unido (BBC Mundo), España (Notimérica
y Hoy) y Estados Unidos (CNN, HuffPost, New York Times Español, Variety), podría deberse
al trabajo de visibilización mediática realizado por los integrantes de Sea Shepherd. Pero esta
es una hipótesis que tendría que cotejarse en un análisis sistemático de medios en futuras
investigaciones.
Lo que sí se puede afirmar a partir de este ejercicio es que las narrativas que circularon
públicamente en estos medios presentan las piezas de un rompecabezas en el que todavía se
enuncian por separado las partes del problema, a saber: que la falta de sanciones que inhiban
la captura de totoaba se deben a la corrupción que genera el redituable mercado negro de su
buche. Y que, como en este capítulo planteo, el aumento del capital que produce la comercia-
lización del buche de totoaba parece significar la extinción para la vaquita marina por efecto
de la corrupción. Todo parecería indicar que, en ausencia de acciones eficientes del Estado,
las tres embarcaciones de Sea Shepherd con decenas de jóvenes voluntarios están haciendo el
trabajo de vigilancia y cuidado de las especies protegidas, y por ello han sido atacados por los
interesados en seguir obteniendo el buche de la totoaba. También parece ser Sea Shepherd
quien ha colocado en la esfera mediática la narrativa de la corrupción como el principal factor
que pone en peligro de extinción a la vaquita marina.
Antes de 2017 pocos medios fuera de Baja California hablaron de esta problemática. Uno de
ellos fue Reporte Índigo que en 2016 publicó un reportaje fundamental para completar la radio-
grafía del potencial corruptor del tráfico de buche de totoaba y que no fue identificado en el
informe sobre pesca ilegal e irregular de EDF/Imco (2013). Reporte Índigo retoma este informe
para establecer el vínculo entre la pesca ilegal y la infraestructura que las redes del crimen
240
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
organizado han construido en Alto Golfo de California, y para establecer el carácter “trans-
fronterizo”, es decir global, de los mercados que incentivan pesquerías ilegales. En términos
de EDF/Imco “[…] se debe identificar la pesca ilegal, [cuando] […] los pescadores al margen de
la ley se organizan, por ejemplo, para robar especies valiosas como almeja generosa o pepino
de mar. Este tipo de pesca normalmente forma parte de redes más amplias que permiten el
transporte y el comercio de producto robado y a menudo su tránsito transfronterizo” (2013: vi).
Es muy interesante notar que en 2015 cuando EDF/Imco se refieren a especies valiosas
no mencionan a la totoaba, y que en su reporte le asignen un valor comercial de 15 pesos
por kilo de totoaba (2013: 66). En 2016, Reporte Índigo indica que un buche de totoaba de un
kilogramo valía 60 mil dólares, precio que superaba el valor comercial de la cocaína. En 2019,
Sea Shepherd documentó que un buche de totoaba podía venderse en 20 mil dólares estadou-
nidenses en el mercado asiático.10 Esta información publicada por Reporte Índigo por primera
vez, y luego actualizada por Sea Shepherd revelan el poder corruptor del comercio del buche
de totoaba.
Por lo anterior, en la prensa se ha acuñado el término de “cocaína del mar” para
referirse al buche de totoaba. En este contexto se habla del fracaso de la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para observar el orden jurídico, en particular
sobrepesca y protección al ambiente, y se acusa al Estado de no actuar en contra de los
“cárteles” que sobornan a las autoridades –desde policía local hasta jueces federales–, lo que
ha permitido el crecimiento y la consolidación de las redes de tráfico de buche de totoaba,
poniendo en riesgo a la vaquita marina.11
En consecuencia es urgente avanzar en la discusión del impacto de la presencia de las
mafias y de la violencia que generan, en la producción de riesgos y los procesos de precarización
de la vida cotidiana de los pescadores de la región, pues este aspecto ha sido invisibilizado en
las discusiones cuyo centro ha estado únicamente en la conservación sin tomar en cuenta los
elementos relacionados con las actividades de pesca legales que se realizan en el área protegida.
A la fecha, no puede ser cuantificado el volumen de la sobrepesca de la curvina, ni la
pesca ilegal de la totoaba, dado que este ámbito de vigilancia, supervisión y persecución de
actos ilícitos es un espacio exclusivo de actuación de las autoridades. Por eso, dada la escasez
de referencias académicas que documenten los efectos de la corrupción en la conservación de
recursos y especies mencionadas en la región de estudio, los reportes de la prensa y de organi-
zaciones como Sea Shepherd, EDF/Imco se convierten en fuentes de primera mano dado a la
información que nos ofrecen para conocer esta cuestión en el delta del río Colorado.
241
Alejandra Navarro Smith
La libertad con la que se sigue comercializando el buche de totoaba contrasta con las
restricciones que las normas de conservación han impuesto a los pescadores cucapá que cap-
turan una especie regulada. A continuación, explico cómo esa misma libertad de actuación se
observa cuando las empresas agroproductoras establecen jornadas de trabajo mayores a las 8
horas diarias que estipula la ley y contratan a los jornaleros sin ofrecer prestaciones ni seguri-
dad social.
Göbel, Góngora y Ulloa ya han identificado que en los debates políticos sobre la economía
basada en la explotación de recursos está ausente la dimensión de los efectos ambientales de
estas actividades extractivistas (2014: 15). Enseguida veremos el impacto del cierre de la pesca
en Alto Golfo en enero de 2015 en el contexto de desregulación y debilitamiento institucional
que, como aquí argumento, han producido a la precarización de la estructura del empleo y la
emergencia de mercados negros trasnacionales.
El 23 de febrero de 2015 los pescadores ribereños que trabajan en Alto Golfo de California
y delta del río Colorado amanecieron con la noticia de que ese año no podrían entrar a pescar.
Para los pescadores cucapá, esa prohibición sería una dificultad más desde que en 1993 se
decretó la Reserva de la Biósfera del Alto Golfo y Delta del río Colorado. A unas semanas
del inicio de la temporada de pesca de la curvina golfina, la presión ejercida por los grupos
que buscan proteger a la vaquita marina había tenido éxito: lograron que se prohibieran todas
las redes agalleras en la zona de protección de la vaquita marina, el cetáceo más pequeño del
mundo y en peligro de extinción.
Para entender lo que esta noticia significa para las familias cuyos ingresos dependen
de los 744 permisos de pesca que operan en Alto Golfo y delta del río Colorado, en este apar-
tado se describen y establecen las relaciones entre la agricultura intensiva, el acaparamiento
de agua y el acentuamiento de las desigualdades. Desarrollaré estos elementos en el siguiente
apartado con el fin de caracterizar la precarización de la vida cotidiana por efecto tanto de los
tipos de empleos agrícolas disponibles, como por la degradación ecosistema que ha generado
cambios en la forma de organización y de sobrevivencia material y simbólica entre los cucapá
contemporáneos.
242
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
De los carrizales salían […] un chorro de animales cochi, correcaminos, venados. Donde quiera uno
ahí con el rifle, pues, mataba unos de esos y […] había mucho qué comer. […][luego] para acá ya no se
metió el agua. El pescado ya no caminaba, el agua ya no tenía oxígeno, se fue toda el agua y se fue todo
el pescado. Nos tuvimos que ir también nosotros. (Entrevista a Rosario, 94 años, realizada en 2010).
Los cambios del ecosistema deltáico han sido generados, en gran medida, por la redi-
reccionalización del agua del río Colorado a los canales que riegan los cultivos orientados a
la exportación. La racionalidad detrás de este tipo de “aprovechamiento de agua” beneficia
a inversionistas porque se les ofrecen condiciones que incentivan su llegada poniendo a su
disposición agua, tierra que se renta a bajo costo, y mano de obra que en 2005 se pagaba a 50
centavos de dólar por hora (Moreno Mena 2005). Estas condiciones posibilitan que las empre-
sas que se instalan en esta zona del territorio mexicano aumenten sus ganancias, no sólo con
base en el sistema extractivo del agua y de la tierra antes descrito, sino también con sueldos
de 50 centavos de dólar que, en ese mismo año, era de 6.5 dólares por hora para los jornaleros
agrícolas que realizan el mismo trabajo a sólo unos kilómetros en los Estados Unidos (idem).
Así, se observa cómo la falta de agua en el río y la estructura del empleo en la región
son factores determinantes en la producción de desigualdades regionales en el sentido que la
racionalidad de desarrollo instalada beneficia económicamente a los dueños de agronegocios
trasnacionales en detrimento de la salud del ecosistema y el bienestar de los pobladores que
viven en esa región. Ellos, con escasas oportunidades de generación de ingresos, recurren a este
tipo de empleos precarios porque son los únicos disponibles. Por ejemplo, en febrero de 2019
Claudia, una empacadora de hortalizas, recibía un sueldo de 2 000 pesos por un trabajo de seis
días a la semana. El transporte de personal la recoge en el ejido donde vive a las 12 del día y
la regresa a las 3:00 de la mañana. Aunque a ella le parece mejor el horario vespertino, porque
de esa manera puede cuidar a su hijo de 3 años por la mañana, y además está de acuerdo con
quedarse después de las 8 horas de trabajo porque le pagan horas extras (Diario de campo,
2019), en realidad Claudia sólo cuenta con este empleo y este transporte, que quiera trabajar
horas extras o no, sólo llega de regreso a su poblado a las 3: 00 am.
Por lo tanto, la lógica que orienta la administración de la única fuente de agua en el
delta del río Colorado privilegiando el desarrollo económico agrícola en la región, invisibiliza
el deterioro de la salud del ecosistema deltáico por los efectos de su desertificación dado que el
agua se acapara para riego agrícola; para los cucapá esto ha significado la precarización de su
forma de vida ya que la falta de agua en el frágil ecosistema deltáico ha reducido el número de
especies animales y vegetales disponibles para su consumo (Porcayo et al. 2016). En la siguiente
sección se explican los cambios y desplazamientos que ha producido la falta de agua en el río,
y su impacto en el territorio en el que subsisten cultural y materialmente los cucapá.
243
Alejandra Navarro Smith
Sin drenaje y con tomas de agua comunales, los cucapá viven en un ecosistema radicalmente
distinto del que conocieron los ancianos hace menos de 70 años. Información arqueológica,
arqueofaunística y etnográfica (Porcayo et al. 2016) permite trazar la presencia de un ecosis-
tema diverso en especies terrestres y acuáticas hasta hace por lo menos tres siglos (ibid.: 61).
La escasez de alimentos y cambios en los patrones de consumo son procesos que se observan
en el contexto de la desaparición de los ecosistemas en el delta del río Colorado. A través del
análisis de restos arqueofaunísticos localizados en campamentos históricos cucapá se sabe que
Entre 1923 y 1950 la forma de alimentación entre los cucapá se transformó en el contexto del desa-
rrollo agroindustrial del delta del río Colorado. Las dinámicas laborales son las que más sobresalen
por el efecto que tuvieron en los cambios identificados en […] [su] forma de vida: fueron reclutados
para trabajar como vaqueros cuidando el ganado y participaron en todos los procesos de agricultura,
particularmente en cultivos de algodón y de trigo. En este periodo, los cucapá relatan que, a la par de
los productos que podían comprar para el consumo cotidiano, seguían alimentándose principalmente
de los recursos que les proveía el entorno. Los ríos Hardy y Colorado los proveía de mayor número de
alimentos (Porcayo et al. 2016: 63).
La drástica transformación de la forma de vida de los cucapá entre 1917 y 2011 (Navarro
2018), por lo tanto, se da precisamente en el periodo en el que se inició y consolidó una extensa
red de canales de riego que convirtieron el delta del río Colorado en lo que ahora es el valle
de Mexicali: un espacio dedicado a la agricultura intensiva a la que se otorgan los permisos de
agua necesarios para su producción. Esta ha sido la dinámica socioeconómica que, guiada por
las políticas públicas y normas que regulan el manejo, distribución y control de agua y del terri-
torio deltáico, ha orientado el uso de agua del que depende la estructura del empleo en el valle
de Mexicali desde inicios del siglo XX. Este uso de agua y del territorio, que prioriza las acti-
vidades agropecuarias, dejó de considerar la importancia de mantener cierta cuota de agua en
el lecho del río. Como consecuencia, la degradación ecosistémica producida por falta de agua
impactó especies terrestres y acuáticas, y con ello también afectó a grupos de población que
dependían de cierto balance para mantener una forma de vida. Los anteriores son elementos
importantes para pensar en el papel que juegan los ecosistemas en el sostenimiento de formas
de habitar, usar y transitar el territorio, así como de los modos de sobrevivencia de grupos de
población específicos, particularmente los pueblos originarios que radican en ecosistemas alta-
mente frágiles, como lo es el delta del río Colorado.
Actualmente, el agua del Colorado que daba vida al ecosistema deltáico ya no corre
más por su cauce en el territorio mexicano. Sus aguas se van distribuyendo para uso industrial,
244
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
humano y de cultivo en los estados de Colorado, Utah, Wyoming, Nuevo México, Arizona,
Nevada y California antes de alcanzar la frontera entre México y Estados Unidos. Por un
tratado de aguas internacionales, se permite a México el uso de 9.5% del volumen total del río.
Una vez en México, el agua del río Colorado se desvía de su cauce y se distribuye por canales
a la zona de riego del valle de Mexicali, a esta ciudad para el consumo humano, y para este
mismo servicio es llevada hasta Tecate y Tijuana. Como resultado de este tipo de aprovecha-
miento del agua, el curso del río Colorado se detiene después de entrar a México. La catástrofe
ambiental que representa el lecho seco del antiguo río Colorado guarda una relación directa
con las políticas de administración del agua tanto en México como en Estados Unidos.
245
Alejandra Navarro Smith
de regularización dirigida a los “nuevos” pescadores en esta región: los cucapá. Esa acción se
llevó a cabo ante los reclamos de los pescadores “acreditados” del golfo de Santa Clara y de
San Felipe, dos puertos importantes ubicados más al sur, cuyos esfuerzos pesqueros también
realizaban actividades de extracción de la curvina en esa zona.
Con la organización de los cucapá en cooperativas, el Estado introduce nuevas con-
diciones en las formas, tiempos y modos de organización de las actividades de pesca de los
cucapá. Los “cucapá permisionarios” capturan curvina para satisfacer la demanda de un mer-
cado nacional. Este rol como pieza del mercado comienza a partir de que se constituyen como
cooperativas pesqueras. Luego se empezarán a usar embarcaciones y motores de mayor capa-
cidad para garantizar el espacio suficiente para una pesca de mayor tonelaje, así como para
brindar mayor seguridad a los pescadores en un entorno de altas mareas y fuertes vientos. En
este contexto el sentido mismo del trabajo de pesca cucapá también se transforma. Si antes
se pescaba principalmente para el autoconsumo y la venta a pequeña escala, ahora se pesca
principalmente con fines de comercialización (Navarro 2008), y en un porcentaje inverso, la
menor parte se dedica al autoconsumo. El dinero que se recibe de la pesca, sin embargo, sirve
para saldar las deudas que los pescadores adquieren con los compradores de pescado, que les
adelantan dinero para poder entrar a pescar. Otro poco lo dedican a pagar las deudas que
adquirieron desde el fin de la temporada de pesca anterior, y si tuvieron suerte en la temporada
de pesca, tendrán un remanente para la despensa, mejorar la casa, organizar las fiestas de las
quinceañeras, pagar partos o atender enfermedades.
En el contexto anterior se producen los cambios en la comprensión de lo que el río –y
el agua en el río– significan. Los sentidos que el río tiene para un pueblo indígena vinculado
culturalmente a él es muy diferente de los significados que sobre ese mismo cuerpo de agua
se construyen desde el punto de vista ecosistémico en el discurso de la conservación y la pro-
tección a las especies, o desde el punto de vista del mercado de agroproducción o de productos
del mar. Los cambios en el significado del “río” que se introducen desde estas perspectivas
que comprenden la relación sociedad-naturaleza en un marco económico muestran cómo
se ha producido la expropiación del territorio cucapá. Si bien en el discurso se les restringe el
control sobre los recursos como condición para la conservación del entorno y de las especies,
lo que se observa en la práctica es el fracaso de la conservación, y la precarización de la vida
cotidiana por efecto del desgaste que produce organizarse para contener los impactos negati-
vos del desplazamiento, el despojo y la precarización de la estructura del empleo agrícola de
corte extractivo.
246
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
A lo largo del capítulo se ha explicado cómo los empleos precarizados, el despojo territorial y
la corrupción parecerían ser tres elementos constitutivos de un orden social neoliberal en el
territorio rural y fronterizo del valle de Mexicali. El papel del Estado, en el caso de la pesca y
la conservación en Alto Golfo de California y delta del río Colorado ha sido el de crear zonas
exclusivas para la conservación y sobreregulación en materia de pesca con el fin de evitar la
sobrepesca; el efecto de estas medidas está lejos de lograr sus objetivos. Lo que sí han produ-
cido las acciones estatales orientadas por políticas de protección ambiental y de especies en
Alto Golfo son restricciones de acceso a territorio y recursos que los pescadores cucapá recla-
man se les restituyan.
Este orden social en el que las instituciones no reconocen derechos y tampoco cuentan
con los recursos necesarios para implementar las regulaciones existentes (Navarro 2019) hacen
muy productivos tanto mercados legales –como el de productos agrícolas de exportación–,
como los no legales –como la captura de totoaba cuya vejiga natatoria es demandada en el
mercado chino para su consumo en sopa por sus propiedades medicinales. Siguiendo esta
premisa, en este capítulo exploré cómo el debilitamiento institucional que se produce cuando
no se asigna presupuesto suficiente a Conapesca o a Semarnat para la inspección y vigilancia,
y la corrupción, fortalecen las redes de comercios no legales que siguen operando libremente.
Estas redes se constituyen un riesgo real por su poder de reclutamiento en una región
que oferta empleos precarios sin seguridad social y que restringe cada vez más la posibilidad de
generar ingresos propios debido a las restricciones por protección ambiental y de pesca. Así, el
debilitamiento institucional parecería ser constitutivo del orden neoliberal global que ordena
el territorio para facilitar el trabajo de corporaciones de comercio global –legales y no legales–
organizadas para generar ganancias cada vez mayores al menor costo posible.
Por todo lo anterior se hace necesario revisar las formas en que las políticas neolibe-
rales han influido en la estructura del empleo y el manejo medioambiental en el delta del
río Colorado, y los riesgos que esto representa para el bienestar de los hogares de pescadores
cucapá, pobladores originarios de esta región del territorio mexicano. Fuera de la temporada
de pesca, los cucapá pueden conseguir empleos como jornaleros o empacadores de productos
agrícolas, o en caso de que estén dispuestos, también podrían trabajar como obreros en las
fábricas instaladas en la ciudad de Mexicali, e incluso, en la mina de oro que se encuentra en la
carretera Mexicali-San Felipe. Los anteriores son el tipo de empleos que están disponibles para
los habitantes de las zonas rurales en esta región fronteriza, y de éstos, la mayoría son empleos
en “los empaques” sin seguridad social.
Como vimos, la desregulación estatal y la apertura de la economía a la inversión de
capitales extranjeros produce y agranda cada vez más las desigualdades entre los dueños
de los capitales de los agronegocios y los trabajadores rurales que se contratan en el valle de
Mexicali, generando también degradación ecosistémica por el acaparamiento de agua y el uso
247
Alejandra Navarro Smith
Referencias bibliográficas
248
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
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249
Alejandra Navarro Smith
Legislación
250
DISPUTAS POR LOS PATRIMONIOS
EL PATRIMONIO COMO BALUARTE
Un lenguaje incipiente de patrimonio en Marmato, Colombia
Elizabeth Ferry1
En el restaurante Punto Verde, que se localiza en la calle principal del pueblo minero Marmato,
luce el afiche promocional del Encuentro Anual de Marmatólogos (imagen 1). Este estable-
cimiento tal como una cafetería al lado, es uno de los lugares de encuentro público más
frecuentados en esta población. Todos vienen acá: mineros, trabajadores de la alcaldía, candi-
datos políticos, maestros, compradores de oro, músicos, comerciantes, y antropólogos. Afuera
pasan constantemente camiones de tolva, mulas, caballos, motos, peatones, moscas, maripo-
sas, palomas, perros, etc. Muy pocos coches particulares circulan, porque esos no suelen subir
hasta el atrio en frente de la iglesia de Santa Bárbara, unos 50 metros abajo.
Imagen 1. Afiche, restaurante Punto Verde, Marmato. Archivo personal de Elizabeth Ferry
253
Elizabeth Ferry
Marmato se aferra al cerro El Burro, una montaña con una historia de minería de oro de más
de 400 años. Sitio de viajeros europeos, cimarrones y negros libres, así como de indígenas,
durante la mayor parte de la colonia, el cerro El Burro fue otorgado a unas empresas inglesas
en el siglo XIX como recompensa por su financiamiento a las guerras de independencia, pero
muchas de las minas particulares que existieron durante este periodo permanecieron después
de la salida de los ingleses a principios del siglo XX (Gärtner 2005). Ahora el cerro está dividido
en dos partes: la zona baja es reservada a la gran y mediana minería, y la zona alta a la pequeña
minería. Hoy en día, año 2019, operan unas 300 minas particulares y 100 pequeños molinos
en la zona alta.
La minería de pequeña escala, nombrada “minería tradicional” por muchos de sus
practicantes, se encuentra fuertemente amenazada por una empresa multinacional, la cana-
diense Gran Colombia que está trabajando en la zona baja y que ha comprado y cerrado
muchas de las minas en la zona alta. Este conflicto, que ha promovido un fuerte movimiento
social, se alimentó por el alza de los precios de metales preciosos en los años 2005-2013 y por
un plan de desarrollo del gobierno federal que daba alta prioridad a la explotación minera, con
términos favorables a las grandes empresas multinacionales (Gómez Trejos 2018: 32). Después
de la clausura de las minas, la empresa las dejó sin operar. Resulta que, ahora, muchas de ellas
han sido reabiertas de manera ilícita (según el Estado y la empresa), a veces por sus antiguos
dueños y, otras, por una nueva clase de mineros forasteros, llamados “guacheros”, incluyendo
a colombianos desplazados de otras regiones y a venezolanos refugiados del caos en su país.
Los guacheros son pequeños mineros que volvieron a trabajar en los socavones una vez que la
Gold abandonó la actividad aduciendo quiebra.
La empresa tenía un plan para una mina de cielo abierto, pero dice que lo ha suspen-
dido y que ahora sólo está trabajando en forma subterránea. Pero, de todos modos, el Estado
ha interpuesto amparos contra las minas en la zona alta, por invasión de la propiedad de la
empresa y por la inestabilidad geológica (un problema surgido desde hace unas décadas).
La comunidad ahora existe en un estado muy incierto por los amparos interpuestos, pero no
implementados, y con un flujo constante de guacheros, con una alta tasa de empleo y una
coalición impresionante de asociaciones dedicadas al progreso del pueblo, frente a quienes los
quieren desplazar.
La multinacional quiere desplazar el pueblo entero hacia uno planificado, Nuevo
Marmato, al pie de la montaña. En el conflicto, los marmateños han utilizado un repertorio
de argumentos o “lenguajes” (Ferry 2011) como estrategia retórica (Verdugo Santos 2005),
conceptos que no significan falsedad ni superficialidad, sino despliegue, tales como sobera-
nía nacional, derechos de los indígenas y afrodescendientes a la consulta previa; un discurso
fuertemente crítico sobre los manejos –con motivos ulteriores– del gobierno en concierto
con la multinacional y, de manera creciente, reivindicaciones en términos de patrimonio. En
254
El patrimonio como baluarte
Marmato, los esfuerzos para instalar el concepto, las instituciones y las técnicas del patrimo-
nio (sobre todo el patrimonio intangible, como explicaré) se han dirigido especialmente para
enfrentar a los riesgos que amenazan al pueblo. Por esta razón se puede considerar el patrimo-
nio como una forma de defensa o baluarte.
En este trabajo considero el despliegue del patrimonio como retórica, siguiendo a la formula-
ción de Javier Verdugo Santos estimo el patrimonio histórico como un complejo que depende
de la retórica para “persuadir y convencer a la sociedad de la necesidad de preservar estos
bienes, al mismo tiempo que les confiere un valor inmutable” (2005: 94). Al presentar el caso
de Marmato, pienso en los intereses que esta técnica retórica representa y lo que esconde y de
las conversaciones entre actores en Marmato al respecto.
En las gestiones de patrimonio mundiales y en Latinoamérica, existe una tensión entre
el impulso de implementar los procesos de patrimonialización como una manera de lograr el
desarrollo económico sustentable, por la lógica de la valorización de “la cultura” y “la memo-
ria” como “recursos” (Ferry y Limbert 2008) y un reconocimiento de su valor “sin precio”.
Gilberto Giménez identifica esta tensión como un choque entre los procesos de identidad
y los de la globalización neoliberal, y concluye “nuestra tarea es contrarrestar estas políticas
[de la mercantilización de patrimonio] oponiéndoles una contra-política de identidad basada
en la firme convicción de que el patrimonio es una cuestión de fidelidad y de memoria, y no
de rentabilidad y de mercado” (2005: 182).
De acuerdo con el autor, pero cabe decir que en la mayoría de los casos, los valores del
mercado y los “valores sin precio” como la fidelidad y la memoria, no se distinguen tan fácil-
mente, sino entran en una relación híbrida o dialéctica (Ferry 2002; Franquesa 2011).
En este ensayo, sigo los pasos de Rosemary Coombes y Lindsey Weiss que buscan:
Considerar las condiciones bajo las cuales ‘comunidad’ puede llegar a ser un recurso dinámico para
transformaciones sociales novedosas cuyos sentidos e impacto no podemos explorar de manera ade-
cuada con la lógica de correspondencia y representación. Necesitamos cesar de dicotomizar ‘gobierno’
y ‘comunidad’ como con y sin poder, y en cambio, considerar que el patrimonio como gobierno que
actúa en y por ‘comunidad’ como el sujeto de su interlocución tecnológica, el objeto de sus activida-
des, y por eso, moviliza una agente política semi-autónoma (Coombes y Weiss 2015: 49).2
2 “Consider the conditions under which community might prove to be a dynamic resource for innovative social transformations,
the directions and impact of which we cannot adequately explore using the logic of correspondence and representation….We
need to stop dichotomizing government and community as actors with and without power […] and consider, instead, that her-
itage as government operates in and through ‘community’ as the subject of its technological address, the object of its activities,
and, thereby, activates a semi-autonomous political agent” (Coombes and Weiss 2015: 49).
255
Elizabeth Ferry
Patrimonio inmaterial
La Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Inmaterial que tuvo lugar en París en el
año 2003 por la UNESCO formalizó la categoría de patrimonio como retórica pertinente a las
tradiciones, prácticas y expresiones culturales que no residen principalmente en objetos más
o menos durables (por ejemplo, la cocina, las danzas, el deporte, etc.). En los años siguien-
tes comprendió 180 países (hasta la fecha de 27 de julio de 2020), incluyendo a Colombia
(https://ich.unesco.org/en/states-parties-00024, 5 de diciembre de 2021). En Colombia se ha
visto una plenitud de gestiones gubernamentales sobre el “patrimonio cultural inmaterial”.
En 2008, Colombia instituyó una “lista representativa de patrimonio cultural inmaterial de
la nación. Actualmente, hay once elementos registrados en la lista (Andrade 2013, https://ich.
unesco.org/es/estado/colombia-CO?info=elementos-en-las-listas, 5 de diciembre de 2021). Estas
nuevas leyes y formaciones sobre el patrimonio como un lenguaje para las cosas inmateriales
o intangibles han abierto, potencialmente, un espacio para Marmato. Al mismo tiempo, cabe
reconocer que en la lista representativa no entra ningún elemento que se trata de un modo de
producción industrial como existe en Marmato (aunque de pequeña escala). Por esta razón,
algunos integrantes en el comité de turismo se han inclinado más al concepto de “paisaje
cultural”.
3 Por “patrimonialización” quiero indicar las prácticas para definir a ciertas cosas (que pueden ser “intangibles”) como propiedad
transhistórica que llevan valor y que implica unas moralidades/una ideología de cuidarlas y que pueden ser desplegadas por varios
intereses, con varios objetivos y en el contexto de varios procesos gubernamentales y no-gubernamentales.
256
El patrimonio como baluarte
Paisaje cultural
Antes de seguir, quiero darles un esbozo de los sentidos del pasado, presente y futuro en
Marmato, campo en que han entrado las gestiones de patrimonialización. En este lugar, los
indígenas cartamas trabajaron el oro en la superficie y los ríos desde antes de la llegada de
los europeos. La minería subterránea ha sido aprovechada a partir de entonces por españoles,
ingleses, colombianos y, ahora, por canadienses. Ha sido un lugar donde vinieron personas
de muchas partes de Colombia y de otros países para participar en la economía minera,
incluyendo a negros libres, cimarrones, indígenas de otras partes del territorio e inmigrantes
europeos. La demografía mixta del municipio resulta de estas olas sucesivas de inmigrantes.
En el censo 2005, el municipio registraba una población de alrededor de 8 000 de los que 56.5%
se consideraron afrodescendientes y 16.7%, indígenas.6
En 1946, la parte superior de la montaña fue reservada para la minería de pequeña y
mediana escala, Marmato se convirtió en un sitio de economía floreciente basado en minas de
pequeña escala arriba, dominadas por familias importantes del pueblo, mientras, en la parte
baja, operó una empresa nacional, Mineros Nacionales. Todos vendían su producto a ocho
molinos, cuya operación provocaba un ruido continuo, producto del método de beneficiar el
4 The term “cultural landscape” embraces a diversity of manifestations of the interaction between humankind and its natural
environment
5 No es mi intención desvalorizar estas expresiones “culturales” y la cultura minera tradicional en Marmato también incluye a
muchos de estos aspectos (González 2017). Sólo quiero reconocer que el concepto de paisaje cultural tiene una visión que incluye
a (algunos) modos de producción industriales.
6 La población del municipio está creciendo, llegando a 9 200 en 2017, véase http://poblacion.population.city/colombia/marmato.
257
Elizabeth Ferry
oro (mismo que cambió en los años noventa). Cuando Gran Colombia Gold llegó a mediados
de la década de 2000, compró muchas minas en la zona alta y las cerró. También contrató a
Mineros Nacionales como subsidiaria y cerró los grandes molinos. Pero, ante la debilidad en
el precio de oro y una fuerte resistencia de parte de los mineros de la zona alta, en cooperación
con otros grupos (lo que Stephen Ferry describió así: “es como David y Goliath, pero David
tiene muchos amigos”), la empresa no logró limpiar la zona de minas, sino sólo cerrarla tem-
poralmente; los anteriores dueños regresaron con el argumento consistente en que, si la mina
es abandonada por seis meses, el dueño cede automáticamente sus derechos para trabajarla.
Como antes mencioné, vino mucha gente de afuera, llamados guacheros que utilizan la anti-
gua infraestructura de las minas –lo que un interlocutor me refirió como, “chupa el mineral,
como un colibrí chupa la miel”. El guachero, en las palabras de John Edward Gómez Trejos,
es “doblemente excluido al ser considerado ilegal por el Estado, al desarrollar la actividad
minera de manera informal; además es un marginado en la comunidad marmateña, al no
compartir las reglas sociales de convivencia tradicionalmente instituidas. El guachero es el
homo sacer del capital y el Estado (Gómez Trejos 2018: 40).
La llegada de los guacheros y la incertidumbre sobre el futuro de Marmato han ocasio-
nado otros cambios, como la aparición de delitos (menores) y el consumo de drogas. También
existe un discurso nativista que tiende a atribuir cualquier cambio negativo a los forasteros.
Otro problema añejo, agudizado recientemente, es la inestabilidad geológica ocasio-
nada por la falta de regulación en la minería. Desde los años ochenta se ha notado la propen-
sión a desfondes y derrumbes. El gobierno del departamento de Caldas emitió advertencias y,
en esos años, recomendó acciones de mitigación. Pero desde el surgimiento del interés inter-
nacional en los yacimientos de oro, el enfoque del Estado ha girado en torno a la idea de que
el riesgo es “no mitigable” y la única opción sería parar toda actividad minera en la zona alta
y reubicar la población a Nuevo Marmato, construido por la empresa al pie del cerro, en una
colonia del pueblo El Llano. Un derrumbe en el centro histórico en 2006 atrajo mucha aten-
ción mediática, haciendo más fuerte este argumento, aunque muchos residentes insisten que
no es necesario abandonar el pueblo y sugieren que los objetivos de la multinacional, cuando
los precios lo hagan propicio, es construir una mina de cielo abierto.7
La noción de que Marmato no debe estar donde actualmente se asienta tiene abolengo.
El mineralogista francés Jean-Baptiste Boussingault, quien visitó Marmato en los años 1825-
1830, escribió del pueblo: “El sitio de Marmato, porque ni siquiera era un caserío, consistía en
una serie de tristes cabañas levantadas a diversas alturas, pues habría sido imposible encontrar
un terreno plano suficiente para construir dos o tres habitaciones por lo pendiente de la mon-
taña” (citado en González Colonia 2017). Este sentido de falta de confianza en la viabilidad de
Marmato ha persistido hasta el momento. Un geólogo me dijo en 2013:
7 Véase Cembrano (2017) para un estudio cuidadoso del “vínculo doble” causado por esta situación.
258
El patrimonio como baluarte
Básicamente, el pueblo se construyó alrededor de unas docenas de minas de pequeña escala, dirigi-
das en muchos casos por familias e individuos. Estas minas se tendrán que cerrar y el pueblo entero
cambiado para completar la evolución de la minería artesanal (sin control de contaminación) a una
mina de cielo abierto que será construida según los estándares modernos. La mina nueva limpiaría el
desorden que actualmente existe.8
Esta perspectiva es común en las grandes empresas mineras y en varias entidades del
gobierno colombiano. Indica la idea que Marmato, como otras comunidades mineras, real-
mente no tiene futuro.
Pero en Marmato hay muchas fuerzas en contra de esta concepción. Los mineros
tradicionales, en concierto con muchos otros grupos, están insistiendo en que Marmato sí
tiene futuro, además del derecho de tener control, por lo menos hasta cierto punto, de sus
posibles futuros, mismos que están en proceso de encontrar. Lo que está en juego es el control
sobre el pasado y su duración en el presente, por medio de un lenguaje de patrimonio.
Este idioma empezó a tomar fuerza desde los años ochenta, cuando Marmato solicitó
el reconocimiento como “Pueblo Patrimonio Colombia” por el Estado colombiano. No lo
recibió por falta de vestigios materiales, como se mencionó líneas arriba, como puertas de
madera, pavimento original, etc. Pero, los esfuerzos para construir un lenguaje de patrimonio
en Marmato seguían; en 1982, se le otorgó un reconocimiento como Monumento Histórico
Nacional.
El ímpetu para fortalecer el patrimonio en Marmato y ligarlo a un programa de turismo
sostenible ganó fuerza como respuesta del conflicto con las empresas multinacionales conse-
cutivas que han intentado apropiarse el oro del cerro El Burro para la gran minería (Gómez
Trejos 2018). La amplificación de las categorías de patrimonio inmaterial y paisaje cultural
en Colombia y la implementación de proyectos como el paisaje cultural cafetero (Rodríguez
Herrera 2017), han abierto nuevos espacios para la patrimonialización en Marmato. En diver-
sos comunicados en la prensa y en trabajos académicos sobre Marmato desde 2014, se puede
ver un crecimiento notable en el uso del concepto de patrimonio como defensa contra la des-
posesión y el desplazamiento del pueblo. La formación del Comité para el Desarrollo Turístico
de Marmato, en 2012, ha sido un punto clave en esta movilización (Aguirre y Ammar 2014).
El afiche del 9° Encuentro Anual de Marmatólogos (imagen 1), en junio de 2019, expresa
este énfasis en el patrimonio, como una gestión dirigida, tanto hacia afuera, como hacia
adentro del pueblo. El documento contiene varios elementos significativos: debajo del título,
Patrimonio Cultural Minero, hay una fotografía de un minero afrodescendiente (tal como lo
es más de 50 por ciento de la población de Marmato) fuerte, sin camisa, haciendo un gesto
8 “Basically, the town was built up around dozens of small-scale mines often run by families and individuals. These mines will have
to be shut down and the town itself will have to be moved in order to complete the evolution from artisanal mining (with no
controls on pollution) to an open pit which would be built to modern-day standards. The new mine would essentially clean up
the mess that exists currently”.
259
Elizabeth Ferry
9 Apoyado por una beca del Provost’s Research Fund de Brandeis University.
260
El patrimonio como baluarte
Espacio y política
La división entre la zona alta (reservada desde 1954 a la pequeña minería) y la baja (disponible
para la minería de mediana y gran escala), ahora impugnada por la Secretaría de Minería con
base en el nuevo código de minería de 2001, es la expresión espacial de una división de “eco-
nomía moral” (Thompson 1971), en que el derecho tradicional a cierto tipo de producción,
negociado por diferentes grupos, en el que existen ciertos contrapesos al poder del capital, se
opone a otro tipo más “moderno” y dirigido por principios de “eficiencia” (Ferry 2017). Uno
de los objetivos de la patrimonialización es fortalecer esta economía moral y espacial. Varias
personas –entrevistadas en 2017 y 2019 – me enfatizaron que la minería tradicional y la organi-
zación espacial de la zona alta eran bases fundamentales para el tejido social denso y resiliente
en Marmato y que ahora ven amenazado por la entrada de los guacheros y la multinacional.
Otro espacio político importante en Marmato es el que está entre la cabecera del muni-
cipio en Marmato, que incluye a las zonas alta y baja y al sector Echandía, también lugar de
minería tradicional, pero bajo un régimen de propiedad privada comunitaria y, por esa razón,
más protegido de las gestiones de la Gran Colombia Gold y la comunidad/vereda de El Llano,
debajo del cerro El Burro. El Llano es un lugar tradicional de los barequeros (los que practi-
can la minería aluvial, con batea) y tiene una población más afrodescendiente que Marmato.
La propuesta de cambiar la sede del municipio a El Llano y de reubicar a la población de
Marmato a una comunidad Nuevo Marmato es vista de manera diferente por distintos secto-
res de la población. Algunos están muy contentos con la idea de tener un lugar más seguro y
261
Elizabeth Ferry
con más servicios abajo del cerro, mientras otros ven el posible traslado como una amenaza a
la vida de su comunidad y su cultura.
La empresa contribuyó económicamente a la construcción de un nuevo hospital, un
colegio, una casa de cultura y la colonia residencial en Nuevo Marmato (imágenes 2 y 3)
(aunque el colegio y el hospital ya tienen fallas estructurales serias) y recomienda el traslado de
la alcaldía como un intento claro y explícito de girar el centro de gravedad del municipio hacia
El Llano. Los que enfrentan a la multinacional rechazan este intento, citando, entre otras
cosas, la importancia histórica y patrimonial de la minería tradicional en la zona y el gran sen-
tido de pertenencia que muchos marmateños sienten por el cerro El Burro y sus instalaciones.
262
Imagen 3. Colegio en Nuevo Marmato, con grietas. Archivo personal de Elizabeth Ferry
Infraestructura
El primer día de nuestra visita, el doctor Vidaurri y yo tomamos un café en la cafetería justo
arriba de la iglesia que funciona como el centro informal de Marmato. Llegó don Yamil
Ammar, dueño de una mina y molino, antiguo alcalde y líder del movimiento social contra
la multinacional, quien nos dio la bienvenida. Platicando, el doctor Vidaurri anotó que tenía
fotografías de las mulas que, como parte de la economía arriera de la zona, se ocupan para
traer palos de madera para reforzar los techos de los socavones de mina (imágenes 4 y 5). Con
una sonrisa, don Yamil dijo, “sí, a los extranjeros siempre les gustan las mulas […]”. Cuando
263
Elizabeth Ferry
Eduardo Vidaurri subió unas fotografías de las mulas a Facebook después del viaje, ellas reci-
bieron comentarios de amigos mexicanos de las regiones mineras en México que “en aquel
entonces” dependían de la arriería.
264
El patrimonio como baluarte
Las mulas son necesarias en Marmato para llevar material a la zona alta, porque los
coches y camiones sólo pueden llegar a ciertas partes; representan una particularidad de la
infraestructura marmateña, indispensable por la inclinación del cerro y sus caminos estrechos
y de tierra –particularidad que también forma parte del patrimonio histórico del pueblo ame-
nazado por la gran minería–. Por esa razón, el interés de los forasteros, como nosotros, en la
arriería es significativo.
Otra particularidad de la infraestructura, también pintoresca y disponible a la patri-
monialización, son las canastas de acero que, transportadas por un sistema de poleas, vuelan
por arriba de las cabezas de personas y animales (imagen 6). Estas llevan el mineral de mina
a los molinos sin tener que tocar tierra, por lo que son aptas para el terreno accidentado de
Marmato.
265
Elizabeth Ferry
linear, la alcaldía aquí, la iglesia aquí. Si vas a Manizales, Medellín hay tráfico, hay mendi-
gantes, hay desempleo, no hay tejido social. Es por eso que el Estado no quiere a Marmato”
(Entrevista a Eulises Lema, Marmato, 2017).
Esta perspectiva, claro, es difícil comprobar y también de refutar. Pero indica una rela-
ción, percibida por algunos, entre la infraestructura de Marmato y su cultura (imágenes 8 y 9).
Aparte de facilitar la visita del doctor Vidaurri, fui a Marmato bajo un marco inves-
tigativo. El caso de Marmato tiene dos puntos distintivos a muchos otros proyectos de
266
Imagen 8. Escena de calle con batea. Archivo personal de Stephen Ferry
267
Elizabeth Ferry
Igual, se puede ver que los impulsos a la patrimonialización de la zona alta de Marmato
favorecen a los mineros de pequeña escala que dominan esa area. Si bien estos son marginali-
zados vis-a-vis, la empresa multinacional y el Estado colombiano, también son hegemónicos
vis-a-vis los guacheros, los venezolanos y otros forasteros, quienes no tienen minas ni molinos,
etc. El poder en Marmato, como en todas partes, es complejo, afectando a diferentes intereses
transversales y entretejidos. Durante el seguimiento del proceso de patrimonialización vere-
mos cómo estas complejidades impactan a los proyectos y a Marmato.
Conclusión
Epílogo
Una segunda fase de esta investigación fue planeada para agosto de 2020; este viaje resultó
imposible por las restricciones de viaje Covid-19, y por lo mismo las mismas gestiones han
estado detenidas. Pero no todo está en pausa: la carretera se ha pavimentado, después de
muchos años en planeación; Gran Colombia Gold (ahora GCM) transmitió sus operaciones en
Marmato a una empresa junior, Aris Gold/Caldas Gold (pero GCM retiene 44% de las acciones
de Aris) que sigue trabajando en la zona baja, por ahora sin planes de invertir en una mina de
cielo abierto.
268
El patrimonio como baluarte
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270
“NUESTRAS RAÍCES”
El cultivo de mandioca en espacios rurales interculturales
del noreste argentino
Ana Padawer1
1 Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias Antropológicas, CONICET.
2 La celiaquía es un padecimiento crónico y autoinmune producido por una “intolerancia” permanente al gluten (conjunto de
proteínas presentes en el trigo, avena, cebada y centeno –TACC– y productos derivados de estos cereales). El almidón y la harina
de mandioca (así como los de otros orígenes vegetales) constituyen sustitutos de los mencionados cereales en productos “aptos para
celíacos” previstos por las normativas de los distintos países del mundo.
271
Ana Padawer
agroindustrial regional. Es así como este cultivo, aunque continúa siendo poco relevante en
términos económicos por su aporte al PIB y escala comparado con la producción de otros
países (Burgos 2018), se constituye en un elemento fundamental de un proceso de acumula-
ción por desposesión (Harvey 2014), ya que en la valorización de la mandioca como un pro-
ducto étnico, las denominaciones como “raíz madre” o “el pan del misionero”, implican una
patrimonialización que excluye a los indígenas de la herencia cultural predicada. Este capítulo
analiza tres cuestiones convergentes: los procesos históricos contenciosos que ha asumido el
nacionalismo en la región, la patrimonialización criolla de la mandioca, y las reivindicaciones
contrastivas del “modo de ser mby’a-guaraní”.
272
“Nuestras raíces”
poblaciones guaraníes en el sur de Brasil, el noreste de Argentina y Paraguay desde hace por lo
menos 2 mil años antes del presente (Silva Noelli 2004).
Dentro de las poblaciones guaraníes actuales, los mby’a se distinguen porque utilizan
el mismo etnónimo en los distintos países en los que viven; esto se vincula con su identifi-
cación como descendientes de aquellos indígenas que lograron permanecer al margen de las
reducciones jesuitas a través de la constitución de pequeñas comunidades refugiadas en la selva
primero (y hasta su expulsión en 1767), y luego relativamente alejados del Estado y el mundo
juruá, el mundo de los blancos (Bartolomé 2004).
El poblamiento de los mby’a-guaraní en Argentina se redefinió históricamente en rela-
ción con el avance de la frontera agrícola criolla, tanto la colonización en la primera mitad del
siglo XX como el desarrollo del extractivismo maderero en las últimas décadas, que provocó
cambios sustantivos: las aldeas mby’a-guaraní actuales son generalmente poblados pequeños,
de los que se desprenden grupos de familias que conforman nuevas ocupaciones en función de
la tierra cada vez menos disponible, aunque manteniendo relaciones políticas con las aldeas
de sus parientes (Gorosito 2005).
Los mby’a-guaraní en Misiones tienen una importante tradición de consumo de man-
dioca fresca (mandi’o) y de elaboración de alimentos con base en el almidón. Esta raíz tuberosa
de origen americano tiene un ciclo anual o bianual, siendo las variedades conocidas como
“amargas” aquellas con las que se suele preparar almidón o harina, mientras que las “dulces”
se consumen mediante cocciones simples (fotos 1 y 2). La planta está presente en narracio-
nes culturales que explican su origen, recreadas en libros de texto escolares en Argentina
(Ministerio de Educación de la Nación 2015). Actualmente reconocen distintas variedades que
cultivan y consideran tradicionales, cuyas denominaciones cuentan con nombres que remiten
a sus características morfológicas (pequeña o miri, negra o hu, blanca o moroti).
Como la reproducción de la mandioca se realiza predominantemente vía esquejes que
se conservan e intercambian entre agricultores, la familiaridad que se establece con el cultivo
también se extiende entre los humanos que se conectan por su intermedio (Schiavoni 2016;
Rival y McKey 2008). Esto hace de la circulación de las denominadas “ramas-semilla” de
mandioca un elemento que permite configurar lazos de sociabilidad y reciprocidad a lo largo
del tiempo, fundamentales para los mby’a que se encuentren en un proceso de fragmentación
de sus aldeas por la presión de la producción agrícola y forestal.
El auge extractivista de maderas exóticas iniciado en la década de los setenta fue expul-
sando a los mby’a-guaraní de territorios por los que podían desplazarse y ocupar anteriormente,
restringiendo las prácticas de subsistencia de base agrícola, caza y recolección reconocidas
como tradicionales por el uso cada vez más intensivo de productos agroquímicos que ha con-
llevado la extinción de fauna y flora nativas (Mastrangelo 2015). Numerosas aldeas guaraníes
comenzaron a instalarse cada vez más cerca de los pueblos y rutas turísticas para poder comer-
cializar artesanías, y se intensificaron los vínculos con los juruá (blancos) para emplearse en las
tareas agrícolas, como auxiliares docentes y sanitarios en dependencias del Estado (Gorosito
2005).
273
Imágenes 1 y 2 . 1 Plantación de mandioca; 2 Detalle de raíz comestible. Archivo personal de G. Kaiser
274
“Nuestras raíces”
Como resultado de los procesos históricos antedichos, las cooperativas y empresas familiares
de los colonos son las principales destinatarias de las políticas agrícolas estatales en torno al
cultivo de mandioca en la actualidad (Traglia, Vidal, Gortari, Rosenfeld y Oviedo 2018).
No se trata de un efecto estatal solamente: esta población de ascendencia europea también
produce una distintividad que refiere a la domesticación de la selva Paranaense mediante la
agricultura, donde la mandioca se reporta como un producto tradicional de la “chacra” que
ha proporcionado oportunidades de capitalización mediante fábricas domésticas de almidón
(Gallero 2013), las que son potenciadas en la actualidad por las políticas estatales de agregado
de valor de los productos agroindustriales (Padawer 2019).
Lo que en Argentina denominamos “chacras” son, en rigor, unidades productivas agrí-
colas minifundistas, resultado de procesos de expansión de la frontera agraria que se desarro-
llaron especialmente desde fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Especialmente
en el sur y noreste del país, estos procesos dieron origen a la categoría de “colonos” para
nombrar a quienes se asentaron en los nuevos territorios como resultado de la inmigración
europea facilitada por el Estado o por emprendimientos privados, generalmente compañías
colonizadoras de países europeos (Bartolomé 2007). Además de responder a proyectos de desa-
rrollo económico, la inmigración fue una forma de asegurar las fronteras nacionales tras la
Guerra de la Triple Alianza, que enfrentó a Brasil, Argentina y Uruguay con Paraguay entre
1864 y 1870. Los descendientes de estos “pioneros” son quienes contemporáneamente utilizan
este término de identificación, con plena vigencia en Misiones y la región (Belastegui 2006).
A partir de la década de 1930, los colonos comenzaron a organizarse bajo la forma de
cooperativas agrícolas que se desarrollaron inicialmente centradas en el cultivo de yerba mate
(Bartolomé 2007). Los cultivos industriales en Misiones incluyen además el té, el tabaco, y
la mandioca, que se diferencia de los anteriores por tratarse de un producto central para las
políticas alimentarias, ya que sus raíces tuberosas son una importante fuente de hidratos de
275
Ana Padawer
carbono, y tanto éstas como sus partes aéreas pueden utilizarse también para la alimentación
animal, además de sus usos industriales con base en almidón y harina.
Por estas cualidades, la mandioca ocupa actualmente un lugar de importancia cre-
ciente en los programas sociales de desarrollo destinados a pequeños productores agrícolas,
quienes tienen chacras diversificadas orientadas al autoconsumo. Además de mejoramientos
de la producción en términos de seguridad alimentaria, estos programas se proponen el
agregado de valor de un cultivo que es reconocido como tradicional, y por lo tanto está
presente en todas las unidades domésticas.
El cultivo de mandioca es actualmente una de las principales líneas de trabajo de los
organismos técnicos gubernamentales en los programas de fomento de la horticultura en
Misiones. Además del acompañamiento en la producción, han incentivado la comerciali-
zación a través de la promoción de ferias y mercados concentradores, que tras la recupera-
ción democrática a principios de los años ochenta, capitalizaron la experiencia asociativa de
los movimientos sociales rurales de la provincia, desarrollados en la década de 1970. En ese
marco se ha creado en 2016 el Cluster de la Mandioca Misionera, un organismo que reúne
a organismos del Estado, universidades, cooperativas y productores de mandioca que comer-
cializan excedentes, por lo que este organismo no incluye a pequeños productores,
ocupantes (es decir, pobladores rurales sin tierra), ni tampoco a indígenas que la cultivan para
autoconsumo (Padawer 2019).
En el marco del reconocimiento estatal, el Cluster de la Mandioca Misionera ha sido un
instrumento clave para que la mandioca se exprese en un lenguaje de patrimonio (Ferry 2011),
cimentando una narrativa que en varios escenarios públicos ha presentado su cultivo como
resultado de la llegada de los colonos a Misiones. La falta de reconocimiento como patrimonio
indígena se expresa en emprendimientos comerciales como una feria gourmet en la capital
provincial que se dedicó a la “raíz madre” en el año 2018; o una cooperativa de productores
que adoptó el nombre comercial “nuestras raíces” para un producto envasado al vacío. Cabe
aclarar que la apropiación de la tradición indígena guaraní con fines mercantiles se ha presen-
tado históricamente en distintas ramas de la actividad económica de importancia provincial,
paradigmáticamente el turismo, donde quienes la encarnan son escasamente convocados a par-
ticipar en las ganancias derivadas del uso comercial de la herencia indígena. Algunas excep-
ciones son ciertos emprendimientos gastronómicos, que incluyen visitas a aldeas indígenas y
participación en eventos culinarios donde la mandioca es uno de los platos emblema.
Las actividades agrícolas tradicionales son escasamente recuperadas dentro de las acciones
políticas de reconocimiento del patrimonio por parte de los propios indígenas mby’a-guaraní,
quienes enfatizan sus conocimientos y distintividad con base en la artesanía que venden a los
276
“Nuestras raíces”
turistas, así como en la caza y la recolección de frutos del monte y medicinas naturales. Estas
actividades artesanales, de recolección y cinegéticas son fundamentales en la configuración de
una política de auto-reconocimiento como “gente del monte”, lo que les permite a los mby’a-
guaraní resaltar el contraste con la “gente de la colonia” y las grandes empresas forestales,
estas últimas principales responsables de la modificación del paisaje misionero desplazando el
monte nativo por especies exóticas de rápido crecimiento, como el pino eliotis y el eucaliptus
(Padawer y Rodríguez Celín 2015).
El indígena ambientalista y montaraz ha resultado ser un recurso simbólico eficaz para
algunos reclamos territoriales puntuales que han devenido referencias emblemáticas (Wilde
2007). La dicotomía colono-indígena que se consolidó en el siglo XX en Misiones condujo a
que la tradición agrícola guaraní fuera disminuyendo, conduciendo a la situación paradojal
de que los cultivos indígenas como la mandioca resulten de esta forma asociados a quienes los
adoptaron mucho más recientemente: los juruá. De esta manera, si bien las prácticas agrícolas
guaraníes han sido documentadas por la arqueología (Noelli da Silva 2004), la etnohistoria
(Susnik 1979) y en los primeros textos agronómicos sobre mandioca producidos en Misiones
(Bertoni 1909), actualmente quienes son reconocidos como los expertos agricultores de este
cultivo son los colonos europeos y sus descendientes.
“La politización de la cultura” (Wright 1999) no remite a los mby’a-guaraní como un
pueblo agricultor, por lo que resultan generalmente autoexcluidos de las posibilidades de patri-
monializar variedades de mandioca, formas culinarias o la participación en la investigación de
modificaciones del almidón susceptibles de ser patentadas en la industria de los biomateriales,
de importancia estratégica en términos de sustentabilidad y por lo tanto posibles de promo-
ver un vínculo con el ambiente que los mby’a han valorado históricamente (Cebolla Badie y
Gallero 2016).
Especialmente desde hace 25 años, cuando la reforma constitucional en la Argentina
reconoció los derechos indígenas en consonancia con políticas globales vinculadas a los dere-
chos culturales a la identidad, los mby’a-guaraní han protagonizado distinto tipo de demandas
al Estado tales como escuelas de modalidad intercultural en sus comunidades, acceso a la salud
y respeto de las propias prácticas medicinales naturales articuladas con la presencia del opy
(casa de rezos) en las aldeas, espacios para comercializar artesanías en centros turísticos inter-
nacionales como las Cataratas del Iguazú o las Ruinas Jesuíticas de San Ignacio, entre otros.
El acceso a la tierra ha sido la demanda principal de los indígenas, poco atendida en
Misiones y el país en general, pese a que la Ley Nacional 26160 sancionada en 2006 estable-
ció el cese de los desalojos de las comunidades hasta tanto se realizara un relevamiento de la
totalidad de los territorios indígenas, y se regularizara su dominio. Esta situación de “emer-
gencia territorial indígena”, tal como la ley misma establece, se ha debido prorrogar en tres
oportunidades debido a que los plazos estipulados para los relevamientos fueron incumplidos
por los organismos comisionados desde el Estado a tales efectos. En este sentido, la identifica-
ción como cazadores-recolectores ha permitido que unas pocas comunidades mby’a-guaraní
277
Ana Padawer
A modo de cierre
278
“Nuestras raíces”
que podrían beneficiarse incorporando las tradiciones indígenas, ya que éstas problematizan
especialmente el vínculo de los humanos con el ambiente, cuestión controversial en un con-
texto agroindustrial periférico donde en los ultimos 40 años ha predominado el extractivismo.
Esta interlocución permitiría que los mbyà-guaraní accedieran, a su vez, a estos espacios de
producción científico-técnica de los que han estado históricamente excluidos.
Para que esta interlocución sea algo más que una intención o mera retórica, el conoci-
miento indígena debe ser entendido como resultado de un proceso de construcción histórica
atravesado por conflictos, problematizando sus reificaciones en corpus fijos de tradiciones que
funcionan como signo de autenticidad de los pueblos originarios. Las dinámicas de apropia-
ción cultural son protagonizadas por sujetos históricos que producen identidades contrastivas,
pero la producción de conocimiento derivada de las relaciones de copresencia supone tradicio-
nes sedimentadas cuya complejidad conviene recuperar para que podamos relacionarnos con
el entorno enriqueciéndonos con sus aportes particulares.
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281
PASADO INDÍGENA Y CAMPESINADO
EN LA PINTURA MURAL DE DIEGO RIVERA
En el siglo XX, las variadas imágenes que representan al “campesino mexicano” conforman
un complejo entramado de concepciones en torno a este personaje esencial para la retórica
posrevolucionaria. Sin embargo, antes de 1923, no se puede hablar de una “iconografía” del
campesino como actor revolucionario en el devenir nacional. Las representaciones artísticas
de habitantes campiranos realizadas durante la década revolucionaria por artistas de la gene-
ración simbolista, como Saturnino Herrán; o bien por jóvenes que iniciaban su desarrollo
profesional, como David Alfaro Siqueiros, Fernando Leal y Alberto Garduño, quienes pinta-
ron a personajes de condición humilde imbuidos de dignidad, con un aurea de ingenuidad y
cercanos a la naturaleza.2
En comunidades imaginadas –como es el caso de la nación– las representaciones visua-
les contribuyen activamente a la legitimación de un poder hegemónico, porque dan “forma” y
“concreción” a aspectos intangibles del imaginario político moderno, como el Estado nacional
y la Revolución (Baczko 1999). En el México del inicio de los años veinte, al término de una
prolongada guerra civil, existía una apremiante necesidad de imágenes que condensaran aspi-
raciones de una “nueva sociedad” con un futuro promisorio. En este panorama, se configura-
ron utopías cuya realidad específica impactó la representación de los distintos actores sociales.
Por ello, si reconocemos que en esos años comenzó el proceso de invención del “campesino”
como personaje de una narrativa oficial, es válido preguntarnos de qué manera esta imagen
pudo incidir en la comprensión colectiva y en las políticas públicas dedicadas a las comunida-
des rurales de México.
Después de la lucha revolucionaria, los gobiernos de Álvaro Obregón (1921-1924) y de
Plutarco Elías Calles (1924-1928) se dieron a la tarea de integrar a amplios contingentes sociales
–las “masas”– a una dinámica política que consolidara una base de dominio para los recién
llegados al poder. La urgente necesidad de unificar a la sociedad mexicana en torno al nuevo
Estado promovió un intenso debate sobre la identidad de la nación mexicana y su proyección
283
Itzel A. Rodríguez Mortellaro
hacia el futuro. El andamiaje conceptual del nacionalismo de esta época tiene en su base al
paradigma liberal de nación, pero su piedra clave es un renovado ideal de mestizaje, al que se
supeditan todas las identidades y es el principal ingrediente de la “cultura nacional”.
En un ambiente de reconstrucción en distintos niveles, aquellos artistas comprometi-
dos con un cambio de paradigma social y político participaron como creadores de imágenes
y significados en la redefinición de México. A partir de 1924, se evidencia el esfuerzo de una
elite política y cultural para dar forma a representaciones donde los habitantes del campo se
presenten como clase social y como fuerza política, actuando en sintonía con el plan de desa-
rrollo marcado por el Estado. En este proceso, se destaca la contribución del artista, intelectual
y militante comunista Diego Rivera, quien se erigió en un influyente caudillo cultural. En
sus murales, ilustraciones y pinturas, Rivera articuló escenarios complejos, donde interactúan
narrativas en torno a la antigüedad indígena, las diversas caras del “pueblo mexicano”, la his-
toria nacional y el destino social y político del México revolucionario.
Durante sus años más radicales, entre 1923 y 1929, el artista ubicó al “tema agrario” en
el centro de su producción visual y de su actividad política.3 De ello hablan su muy estrecha
relación con el agrarista gubernamental –Ramón P. Denegri y Marte R. Gómez–, con la Liga
Nacional Campesina fundada por el comunista veracruzano Úrsulo Galván y con el Bloque
Obrero y Campesino de México, del que Diego Rivera fue entusiasta colaborador.4 El artista
postuló a las agrupaciones campesinas como la segunda fuerza política del país, después de
los militares. También fue un ferviente defensor del agrarismo armado y de la organización
comunal, a la que llamó una “entidad proletaria fuerte”. En cambio, atacó el “rancherismo”
de los pequeños y medianos propietarios porque en su opinión provocaba la fragmentación
del ejido en pequeñas parcelas y “neutralizaba el poder de las masas proletarias campesinas”
(Rivera 1979).
3 En este contexto también debe mencionarse la participación de Diego Rivera en la conformación del Sindicato de Obreros
Técnicos, Pintores y Escultores, una organización de artistas con compromiso político que publicó el periódico El Machete, donde
se ensayan iconografías del obrero y el campesino revolucionarios.
4 De 1922 a 1924, Ramón P. de Negri fue secretario de Agricultura y Comercio. Marte R. Gómez, ingeniero agrónomo y promi-
nente político interesado en el arte, ocupó importantes cargos relacionados con el tema agrario. Siendo director de la Escuela
Nacional de Agricultura, la trasladó de San Jacinto a Chapingo (1923-24) y encargó a Diego Rivera los murales de este recinto.
Para adentrarse en las capas de significados, exotéricos y esotéricos, contenidas en este programa mural, recomiendo el libro de
Pliego (2015). En noviembre de 1926, Gómez asistió como delegado a la fundación de la Liga Nacional Campesina (LNC) y, dos
años después, en el gabinete de Emilio Portes Gil, fue secretario de Agricultura y Fomento. La Liga Nacional Campesina fue
la organización campesina más importante y militante del país y constituyó el ala de mayor influencia comunista del Partido
Comunista Mexicano (PCM). La LNC propugnaba por el establecimiento de ejidos cooperativos y, a largo plazo, la socialización
de todos los medios de producción. Defendía la revolución proletaria y la formación de un movimiento obrero-campesino como
clave de una transformación agraria global. En 1928 la LNC impulsó la creación del Bloque Obrero Campesino (BOC), coalición
electoral independiente que postuló en 1929 al general magonista Pedro V. Rodríguez Triana como candidato presidencial. Diego
Rivera dirigió la mayor parte de la campaña del candidato. En el periódico comunista El Machete del 2 de febrero de 1929 se
publicó el programa del BOC y ahí se encuentra consignado Diego Rivera como presidente de esta organización. El lema del
Bloque fue: “¡La tierra y las fábricas para los trabajadores! ¡No motín político sino revolución social! ¡Obreros y campesinos, uníos!”
(Barry Carr 1996; Martínez Verdugo 1983). Rivera fue expulsado del Partido Comunista en septiembre de 1929.
284
Imagen 1. Diego Rivera, fragmento del mural Reparto de tierras, Universidad Autónoma Chapingo
285
Imagen 2 . Panel alianza obrero-campesina, rectoría Universidad Autónoma de Chapingo, ex hacienda de Chapingo
286
Imágenes 3 y 4. Dibujos de Diego Rivera para la Primera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos
Campesinos del Estado de Tamaulipas, 1926
287
Itzel A. Rodríguez Mortellaro
5 “Ley Agraria del 6 de enero de 1915”, Estudios Agrarios. Revista de la Procuraduría Agraria, núm. 58, 2015, pp. 9-15; para el texto
original de la Constitución de 1917, disponible en: www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum/CPEUM_orig_05feb1917_ima.
pdf (consultado el 8 de abril de 2020).
6 En las reformas a la Constitución del año 1934, publicadas en el Diario Oficial de la Federación, se encuentra la palabra “campesi-
nos”. Artículo 27, reforma del 10 de enero de 1934. Artículo 3, reforma del 13 de diciembre de 1934.
7 Falcón (1978). Entre los gobernadores que promovieron las “defensas rurales”, como auxiliares del ejército o para enfrentar rebe-
liones castrenses, están Adalberto Tejeda en Veracruz, Emilio Portes Gil en Tamaulipas y Matías Rodríguez en Hidalgo. La
autonomía que consiguieron las guerrillas campesinas llegó a considerarse como una amenaza para el gobierno central, de ahí que
en 1928 la autoridad federal ordenara el desarme de agraristas, lo que se consiguió de facto hasta 1938 tras la derrota de Saturnino
Cedillo en San Luis Potosí.
288
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera
289
Itzel A. Rodríguez Mortellaro
pero dotado de belleza universal y atemporal.8 Para nuestro artista, como para David Alfaro
Siqueiros, Jean Charlot, Fermín Revueltas y otros, los vestigios antiguos fueron el fundamento
formal y simbólico de sus obras pictóricas. La convicción de que a través del arte moderno se
generaba un “renacimiento” de un pasado clásico americano traía consigo una forma de legi-
timación cultural enraizada en paradigmas occidentales. De ahí que el indigenismo clasicista
de Rivera hable más de la forma en que expresó su modernidad artística y nacionalista que de
la identidad de las comunidades campesinas de México.
Los extensos campos cultivados, los tractores, las presas y los aviones que sobrevuelan el pai-
saje mexicano, así como la alianza entre jornaleros del campo y obreros industriales que vemos
en las pinturas murales de Rivera, conforman un caleidoscopio de imágenes de progreso,
modernidad y revolución social. Los referentes inmediatos que explican estos imaginarios
sociales son, por un lado, las políticas económicas capitalistas de los primeros gobiernos posre-
volucionarios y su retórica, inflamada de sueños de modernización y productividad (Montalvo
Ortega 1988); por otro lado, el régimen soviético y sus campañas de colectivización y tecnifi-
cación rural (Spenser 1998).
En los años veinte, el campo mexicano se caracterizaba por una situación de atraso y
pobreza. Entre las deficiencias estaban la falta de comunicaciones y riego, tecnología atrasada,
excesiva concentración de recursos y baja productividad. Después de la revolución, la mayor
parte del territorio agrícola seguía concentrándose en unos cuantos propietarios y predomi-
naba la agricultura de supervivencia y autoconsumo. El reparto agrario era, a todas luces,
insuficiente y los primeros gobiernos posrevolucionarios no creían en la propiedad comu-
nal como modelo productivo; por el contrario, el presidente Calles fomentó la creación y
generalización de la pequeña propiedad privada. Enrique Montalvo explica que “al deterioro
económico de los campesinos se sumaba la manipulación política” especialmente durante el
gobierno de Obregón (Montalvo Ortega 1988: 15). Esta situación no impidió a Rivera crear
visiones de un mundo rural hechas a la medida de sus expectativas agraristas, donde la moder-
nidad tecnológica se acompaña de una transformación de las relaciones sociales en el campo.
En el imaginario propuesto en los murales de Rivera, la evolución social y política corre
paralela al desarrollo tecnológico. En la primera pintura del tríptico sobre la Historia de México
en el Palacio Nacional encontramos el punto de arranque de esta trayectoria ascendente: el
8 Diversos artistas e intelectuales participaron de la concepción de asignar a la estatuaria indígena un sentido de belleza auténtica-
mente americana. Entre ellos David Alfaro Siqueiros, Jean Charlot, Manuel Gamio, etcétera. Para adentrarse en este capítulo de
la historia del renacimiento artístico mexicano es indispensable el manifiesto de David Alfaro Siqueiros, 1996, “Tres llamamientos
de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación americana (1921)” que puede consultarse en Palabras de
Siqueiros, selección, prólogo y notas de Raquel Tibol (Vida y Pensamiento de México), pp. 17-20.
290
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera
amanecer nacional cuando los campesinos ancestrales operaban la coa, uno de los instrumen-
tos agrícolas más arcaicos. Mientras que, en los programas murales de la SEP y la ex hacienda
de Chapingo, donde se representa el “México revolucionario”, el nuevo campesino asume su
compromiso sociopolítico, se organiza colectivamente y usa maquinaria moderna para traba-
jar el campo en aras de la eficiencia productiva que demanda el proyecto estatal. Diego Rivera
pintó un buen número de campesinos conduciendo tractores Fordson, un vehículo que se
introdujo en México en 1917 durante el gobierno de Venustiano Carranza y que para los años
veinte no era común encontrar en los campos mexicanos. Las representaciones de campesi-
nos que cargan armas de fuego, educan a sus hijos e integran a sus formas de vida diversos
artefactos de la modernidad –avión, fonógrafo, máquina de coser, radio–, busca revertir la
concepción negativa del habitante rural como personaje retrógrado, indolente e indiferente a
los acontecimientos políticos. Paradójicamente, la utopía moderna del campo mexicano desa-
rrollada por Rivera, se complementa con representaciones de los habitantes del campo como
seres atemporales que resguardan una tradición cultural milenaria.
Imagen 5. Diego Rivera, fragmento del mural México antiguo, Palacio Nacional, 1930
291
Imagen 6. Diego Rivera, panel del corrido de la revolución agraria, edificio de la Secretaría de Educación Pública,
1928
Campesino y tradición
La obra mural de Rivera contribuyó a dar visibilidad al postulado nacionalista que supone un
vínculo esencial entre los indígenas, la naturaleza vegetal y la antigüedad prehispánica. Como
otros intelectuales de su tiempo, la concepción de lo indígena que tuvo el artista participa de
una fórmula tripartita que conjuga raza, naturaleza y cultura. La contribución del artista a este
imaginario es literalmente monumental. En los muros de la antigua capilla de la ex hacienda
de Chapingo, equiparó el desarrollo de la conciencia política de los campesinos al ciclo de
maduración de los frutos de la tierra; en los murales de la SEP, las mujeres indígenas que se
bañan en el río Juchitán remiten a otras bañistas de la modernidad pictórica que encontramos
en la obra de Paul Gauguin, Paul Cézanne, Pablo Picasso e innumerables pintores europeos,
donde el medio acuático y el cuerpo femenino se funden en una metáfora de fertilidad y vida;
292
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera
en cuanto a la historia de México que pintó en los muros del Palacio Nacional, cabe notar
que únicamente el periodo del pasado indígena –el origen de la nación– se desarrolla en un
entorno natural: el paisaje volcánico del Altiplano central de México.
La idea de persistencia del pasado más remoto en el presente a través de la “raza indí-
gena” es fundamental para explicar a la tradición como puente de continuidad con el pasado
histórico y como piedra fundacional, inalterable e invariable, de la identidad del presente
(Hobsbawm y Ranger 1984). Rivera depositó la custodia de la herencia ancestral en las comu-
nidades rurales o semirurales del país. Este argumento se expresa plásticamente con el color
de la piel, en la recreación de expresiones espirituales y tradicionales, así como en el trabajo
artesanal. Es posible leer esta construcción social que identifica plenamente las actividades de
los indígenas del pasado y el presente a partir de la comparación de las imágenes del primer
tramo mural de su Historia de México (1929) en el Palacio Nacional, con los tableros del trabajo
y las fiestas en la SEP, donde se distinguen celebraciones y rituales como la danza del venado,
la fiesta del maíz, el día de muertos, la danza de los listones, etc. Estas representaciones afian-
zan el imaginario de un “México eterno” en el que, desde tiempos inmemoriales, los indíge-
nas han desempeñado actividades artísticas y agrícolas. Por ello, la expectativa en el México
posrevolucionario es que estos grupos sociales cumplan ad infinitum con el destino social
determinado por la “tradición ancestral”. Es decir, la imagen del indígena en representaciones
nacionalistas suele mostrar dos alternativas: artesanos y/o campesinos. Con ello se empalma
al pasado con el presente y se demarca la expectativa social, política y económica posible
para este grupo social. Esta demanda de representación de un grupo social dificulta e incluso
impide la expresión de otras formas de identidad colectiva y personal.
En 1928, después de viajar a la Unión Soviética, Rivera regresó a seguir pintando en la
SEP donde creó conjuntos murales que exponen el proceso revolucionario obrero y agrario. En
esta serie de paneles se valió del género musical del corrido como modelo de narrativa visual.
En la parte superior de los tableros correspondientes al corrido de la revolución agraria pode-
mos encontrar figuras de serpientes que claramente aluden al pasado indígena. El movimiento
ondulante implicado en el cuerpo de los reptiles corrobora la dinámica teleológica que Rivera
imprimió a sus visiones de transformación en el campo. La omnipresencia de estos animales
simbólicos que remiten a la mitología mesoamericana señala también las corrientes subterrá-
neas que nutren la identidad de las comunidades indígenas del campo. Debe agregarse que
el corrido de la revolución proletaria prescinde por completo de serpientes porque Rivera no
identifica a los obreros ni con los indígenas ni con el pasado antiguo ni con el pensamiento
mítico. Al contrario, la revolución obrera apunta únicamente hacia el futuro y a la vanguardia
progresista que, a partir de 1929, tendrá preeminencia en el discurso político de Rivera. A su
vuelta de la Unión Soviética, el artista se alineó a la directriz ultraizquierdista asumida en
1928 por el Partido Comunista de México. Ese año, la unidad del partido entró en crisis a raíz
del viraje ultraizquierdista promulgado por el VI Congreso de la Comitern en el que se ubicó
al peor enemigo del comunismo en el ala izquierda de la social democracia. Los comunistas
293
Imagen 7. Fragmento del mural México antiguo en Palacio Nacional, 1930
294
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera
mexicanos desconfiaron del reformismo gubernamental impulsado por Plutarco Elías Calles
y, mediante acusaciones de “oportunista de derecha” o “de izquierda”, tomaron distancia de
De Negri, Tejeda y de otros aliados dentro del gobierno; también expulsaron de sus filas a
Úrsulo Galván y a la mayoría de los miembros de la Liga Nacional Campesina, entre ellos
Diego Rivera, Luis G. Monzón y Enrique Flores Magón. Después de 1929, los comunistas
del partido renegaron de Diego Rivera y lo convirtieron en el blanco predilecto de ataques
virulentos.9
Conclusiones
9 La exposición más detallada de la “traición” de Diego Rivera al PCM y las razones de su expulsión la desarrolló Joseph Freeman
(bajo su alias Robert Evans) en el artículo “La pintura y la política: el caso de Diego Rivera” (New Masses, enero de 1932 citado
en Azuela (1985). También se trazan los avatares de la relación entre Diego Rivera y el PCM en González Mello 1999).
295
Itzel A. Rodríguez Mortellaro
imaginados” están lejos de brindar una imagen “real” de la situación vital, socioeconómica y
política de los habitantes y trabajadores rurales en México. El campesino imaginado sufrirá
metamorfosis en distintos espacios. Las reformas emprendidas por el gobierno de Lázaro
Cárdenas inauguraron una nueva época en la representación de las “clases proletarias”, que
se subordinarán a discursos de unidad nacional, especialmente a partir de la creación de la
Confederación Nacional Campesina en 1938. En décadas subsiguientes también se genera-
rán visiones comerciales de los campesinos, con un sesgo sentimental y folklórico que anula
completo un carácter proactivo y suele recurrir a una estética star system, por ejemplo, en la
industria cinematográfica –películas como María Candelaria– y en la obra producida por
Jesús Helguera para los calendarios de la editorial Galas de México.
A finales de los años noventa del siglo XX en Chiapas la noción de “campesino revo-
lucionario” dio un giro a partir de imágenes producidas para pinturas murales plasmadas en
comunidades afines al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que irrumpió como fuerza
beligerante en la escena nacional en enero de 1994. En estas pinturas el ícono incontrovertible
es Emiliano Zapata, aparece el indígena con pasamontañas –que impugna la iconografía tra-
dicional– y continúa apelándose al vínculo indisoluble del indígena con la naturaleza vegetal
y una espiritualidad expresada a través de narrativas míticas. Cabe aclarar que estas obras,
en su mayoría ya destruidas, generalmente no fueron planeadas y realizadas por habitantes
indígenas de las comunidades sino por personas –mexicanos y extranjeros– que arribaron al
estado de Chiapas a raíz del movimiento político.
¿Dónde encontrar imágenes que refuten los lugares comunes de los imaginarios nacio-
nalistas u otras visiones extrañas o deformadas de las identidades campesinas? La respuesta se
encuentra en las creaciones de artistas indígenas contemporáneos originarios de distintas pobla-
ciones mexicanas. Entre ellos se encuentran Ana Hernández, Darío Canul, Noé Martínez,
Martha López, Francisco Huaroco, Ariel Paneda, Francisco Rosas, Ángel Pahuamba.10 En sus
obras reflexionan en torno a sus identidades personales y colectivas a partir de realidades coti-
dianas: distintos tipos de violencia, migración, transculturación, tradición y formas de vida
como el trabajo agrícola. La importante diversidad de expresiones artísticas nos previene de
recurrir a nociones estereotípicas, pero puede decirse que todos ellos comparten dos aspiracio-
nes: un deseo de distanciarse de “narrativas nacionales” y la necesidad de mostrar en sus obras
una identidad propia, fruto de historias de vida –individual y colectiva– y del reconocimiento
de la diversidad cultural en México.
10 Algunos de estos artistas indígenas presentaron su obra en la exposición “Los huecos del agua” en el Museo Universitario del Chopo
durante 2019; otros, pertenecen al colectivo Ch’erani, del pueblo de Cherán en Michoacán, que se organizó a raíz del movimiento
comunal de 2011. La exposición “Cherani, empoderamiento de la propia identidad” se presentó en el Centro Cultural Clavijero en
Morelia, de noviembre 2019 a febrero de 2020.
296
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera
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EL USO DEL NÁHUATL, ¿PATRIMONIO ÉTNICO ACECHADO?
Desigualdades sociales, relaciones de poder y racismo
en una zona del México rural marginal1
Rita Jiménez2
Sergio Zendejas
En el año 2010 visité por primera vez una pequeña y apartada localidad rural de un municipio,
de la llamada Huasteca potosina, conocido por la pobreza de la mayoría de sus habitantes,
la agreste exuberancia semitropical de sus paisajes, sus caminos de difícil acceso y un gran
número de localidades humildes, cuyos pobladores son identificados como “indígenas”, “indi-
tos” o “gente de comunidades” por las elites empresariales radicadas en la cabecera municipal,3
aberrantemente engalanada con un castillo –sí, un excéntrico castillo que imprevistamente se
estaba volviendo una atracción turística.4
En esa ocasión y cuando regresé pocos años después para hacer mis primeras tempo-
radas de trabajo de campo –entre 2011 y 2016 –, pensaba que iba bien armada con una serie de
ideas –muy arraigadas dentro y fuera de universidades– sobre ciertas especificidades acerca
de la mayoría de los indígenas del país.5 Sobresalían su pobreza, el apego a su identidad étnica
y el consecuente uso de sus respectivas lenguas como patrimonio valorado y defendido. Pero
no tardé en llevarme importantes sorpresas al respecto.
Los casi 600 pobladores de Pilateno eran más pobres y vivían en condiciones más pre-
carias de las que yo había imaginado, respecto de las que yo conocí en la Ciudad de México
y de las que poco después descubriría entre las elites de la cabecera municipal, Xilitla –del
municipio homónimo–. En contraste con los restaurantes y hogares de dicha cabecera, en sus
1 Agradecemos mucho los comentarios de Hernán Salas (UNAM) que nos ayudaron a mejorar el texto.
2 Ambos autores adscritos a El Colegio de Michoacán-Centro de Estudios Rurales.
3 El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social calificó al municipio de Xilitla con un alto índice de pobreza
y rezago social, al menos desde 2015 (Coneval 2018). La Encuesta Intercensal del Instituto Nacional de Geografía y Estadística de
2015 estimó que 66% de la población se auto-adscribía como indígena (nahua, y en menor medida teenek), pero sólo 42% hablaba
alguna lengua indígena (INEGI 2015).
4 Aunque ambos autores diseñamos y escribimos conjuntamente este texto, decidimos redactarlo principalmente en primera per-
sona del singular, en torno a Rita Jiménez. Sin embargo, en algunos pasajes recurrimos a la primera persona del plural, “nosotros”,
para subrayar algunos resultados de nuestra estrecha y sistemática colaboración desde que, asesorada por Sergio, la maestra Jiménez
ingresó al programa de Maestría en Estudios Rurales en 2014. Es decir, aquí empleamos “nosotros” como sinónimo de “Sergio y
yo, Rita”.
5 Realicé trabajo de campo en 2011 y 2012 para la licenciatura, en 2015 y 2016 para la maestría, y en 2017 y 2018 para el doctorado.
299
Imágenes 1 y 2 . Casas en Pilateno. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018
300
Imagen 3. Casas en la exuberante vegetación y terrenos accidentados. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018
Imagen 4 . El castillo de Edward James en las afueras de Xilitla. Tomada de Google Images, fecha de acceso el 8 de
agosto de 2019
301
Rita Jiménez y Sergio Zendejas
propias mesas y cocinas, las tortillas, refrescos, sopas de pasta y frijoles eclipsaban a la carne y
a la leche, ambas infrecuentes. Servicios públicos y obras de infraestructura, tan básicos como
agua entubada en las casas, drenaje, alumbrado público, banquetas, recolección de basura,
etc., eran privilegios de otros, en la cabecera municipal, en ciudades a las que emigraban como
trabajadores asalariados –principalmente Monterrey y Ciudad de México–, en las populares
imágenes de novelas y otros programas televisivos.
Si bien el náhuatl predominaba en las conversaciones entre los pobladores de Pilateno y con
otros hablantes del náhuatl o nahuatlatos, no todos, ni siempre lo usaban; frecuentemente
lo alternaban con el español o, según algunos decían, “la Castilla”, al grado que, después de
ocho años, no conocí a ningún monolingüe entre ellos. En el poblado asistí tanto a reuniones
caseras o vecinales en las que la comunicación verbal fue exclusivamente en español, como a
otras donde mi vocabulario en náhuatl, incipiente y fragmentario, me resultó insuficiente.6
Empero, sus decisiones para usar una lengua o la otra no estuvieron libres de condicio-
namientos, oportunidades, presiones o conflictos. En 2015 y 2016 empezó a llamar mi atención
que en algunas situaciones y momentos determinados usaran exclusivamente el náhuatl y, en
otras, el español para comentar entre ellos los programas de televisión y en sus relaciones con
clérigos, empleados de ONG y con quienes más interactuaban fuera de Pilateno.
Dentro y fuera del poblado había espacios específicos donde, en ciertas situaciones
recurrentes, alternar el uso de esas lenguas les resultaba mucho más difícil o hasta arriesgado
que en otros. Así, mientras la preeminencia de una de las dos lenguas era objeto de disputa en
algunos de sus hogares, en otros espacios predominaba abiertamente el uso de una de ellas.
El español había imperado con los profesores en las escuelas en Pilateno, al igual que con los
llamados “rancheros”, otros empresarios y demás pobladores de Xilitla, la cabecera munici-
pal.7 Sin embargo, a su vez, los pobladores de Pilateno habían impuesto el náhuatl en ciertos
momentos de sus asambleas ejidales, las que incluían a vecinos monolingües hispanohablantes.8
6 Los residentes de las pequeñas localidades rurales vecinas hablaban solamente el castellano e identificaban como nahuas a los de
Pilateno. En 2010, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) censó 594 habitantes en este poblado y 52 062 en el
municipio (INEGI 2010).
7 En lo que sigue usamos Xilitla para referirnos a la cabecera municipal, salvo aclaración diferente.
8 Rescatamos la propuesta sociolingüística de Blom y Gumperz (2000) –y algunos aspectos que comparte con Hill (1985)– para
nuestra interpretación de los valores atribuidos a la alternancia entre esas dos lenguas por los habitantes de Pilateno y para nuestro
análisis de los vínculos entre esa alternancia y la ubicación social de dichos hablantes en condiciones sociales que han facilitado o
dificultado dicha alternancia.
302
Mapa 1. Municipio de Xilitla en la región Huasteca potosina, 2019
Después de abonar un poco sobre esta complejidad, nos enfocaremos en dos de estas
situaciones frecuentes de predominio del náhuatl o del español, claramente contrastantes,
para interrogarnos sobre lo que estuvo y podría seguir en juego con la alternancia lingüística.
Procedemos así para preguntarnos sobre los sentidos que el uso del náhuatl podría tener como
patrimonio indígena, como sustento y resultado de reivindicaciones identitarias, para quiénes,
en qué condiciones y según quiénes.
Al convivir con algunos grupos domésticos en Pilateno, presencié fuertes fricciones en
torno a la enseñanza del náhuatl a los más pequeños. Era común encontrar hogares donde los
abuelos cuidaban a los nietos, mientras los padres emigraban en busca de trabajo asalariado a
zonas del país donde el español predominaba casi en absoluto.9 En estos hogares eran comunes
las disputas entre padres y abuelos porque muchos de los primeros no querían que sus hijos
siguieran hablando el náhuatl, mientras que los abuelos se rehusaban a hablar “la Castilla” en
9 La gran mayoría de migrantes permanecían tres meses o más fuera de la localidad –tiempo mínimo de un contrato para trabajar
como jornaleros agrícolas en el norte del país–. Incluso, quienes trabajaban en la Ciudad de México y Monterrey visitaban a sus
hijos solamente una o dos veces al año.
303
Imagen 5. Abuela acompañando a sus nietos en Pilateno. En primer plano, doña Josefina y sus nietos, a quienes ha
criado desde recién nacidos porque su hija trabaja en Monterrey. Archivo personal de Rita Jiménez, 2016
el ámbito doméstico. Es más, conocí un par de grupos domésticos que habían adoptado por
completo el español en su cotidianidad hogareña. Pero, como la mayor parte de sus vecinos
les hablaba en náhuatl, aunque les respondían en castellano, se veían obligados a mantener el
náhuatl y enseñarlo a sus hijos, aunque sólo fuese para que lo entendieran.
Por su parte, el español había predominado en la educación escolarizada en las tres
escuelas asentadas en Pilateno; todas ellas, públicas –una preescolar, una primaria y una tele-
secundaria–. Aunque sólo en la primaria el aprendizaje del náhuatl era obligatorio, su ense-
ñanza y uso habían sido marginales respecto del español en las prácticas escolares cotidianas.10
Matemáticas, geografía y casi todas las demás materias eran enseñadas en castellano, incluidos
algunos contenidos para instruir a los niños sobre “sus” orígenes indígenas precolombinos y
“su” cosmovisión, según los libros de texto obligatorios editados y distribuidos por el gobierno.
Aunque, eso sí, les enseñaban a cantar el himno nacional en náhuatl: el nacionalismo por
delante, aunque fuese ligeramente teñido con migajas de una llamada “multiculturalidad” –de
acuerdo con su denominación gubernamental de “escuela primaria con enfoque intercultural
10 Según la Encuesta Intercensal del INEGI (2015), casi la mitad de la población (42%) hablaba una lengua indígena, pero sólo 22%
de las 170 escuelas del municipio eran bilingües, según el Plan Municipal de Desarrollo de Xilitla, 2015-2018. La Primaria Vicente
Guerrero de Pilateno dependía de la Dirección General de Educación Indígena de la Secretaría de Educación Pública Federal.
304
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?
bilingüe”. Además, aunque bilingües, no todos los profesores hablaban el náhuatl usado en
Pilateno.11
11 El bilingüismo no había tenido cabida en la escuela telesecundaria, espacio radicalmente castellanizado. Los profesores eran
monolingües y afirmaban que los jóvenes debían “aprender bien el español” con la finalidad de evitar los inconvenientes, que
de no hacerlo, tendrían si decidieran migrar o continuar sus estudios en el Colegio de Bachilleres –ubicado cerca de la cabecera
municipal en un poblado no identificado como indígena.
12 Usamos las voces “pilatenses” y “xilitlenses” estrictamente como gentilicios, sinónimos de habitantes de las localidades de Pilateno
o de Xilitla, respectivamente. Problematizar los sentidos identificatorios de esas voces sería demasiado ambicioso en este texto. En
cuanto a “indígena(s)” y “no indígena(s)”, son categorías identificatorias, cuyos usos y sentidos han sido contenciosos; entrecomi-
lladas, se refieren a su uso por personas de las grupalidades estudiadas y, sin comillas, a categorías conceptuales que usamos para
nuestra problematización de esencializaciones étnicas y, en general, identitarias.
13 Condiciones “sociales”, es decir indisociablemente económicas, culturales y políticas. Además, las concebimos en términos de con-
flictivos procesos de formación “social” mutua de las grupalidades estudiadas y sus condiciones de vida (Zendejas 2018: 328-330).
14 Los varones migrantes a Monterrey y la Ciudad de México para trabajar en obras de construcción habían procedido con la misma
cautela. Sin embargo, en condiciones laborales diferentes, como jornaleros agrícolas en campos de cultivo de Sinaloa o Coahuila,
otros varones migrantes habían podido o tenido que alternar el náhuatl con el español –por ejemplo–, para comunicarse con capa-
taces hispanohablantes, para conversar con otros nahuas o para intercambiar con otros “indígenas” frases propias de sus respectivas
lenguas maternas.
305
Rita Jiménez y Sergio Zendejas
Igualmente, cuando de atención hospitalaria se trataba, evitaban el uso del náhuatl debido a
la recurrencia de lo que reivindicaron como maltratos por parte de doctores y enfermeras “si
te ven hablando la lengua”, es decir, “nawatlajtolli” o “nauatlajtoli” –según me comentó una
señora en Pilateno–.15
Entre los “no identificados como indígenas”, los más adinerados y políticamente influ-
yentes eran los llamados “rancheros”, quienes vivían principalmente en la cabecera municipal,
en sus propiedades cercanas a la plaza central y al excéntrico castillo, dos de los principales
atractivos turísticos de la zona. Los “rancheros” habían controlado el Ayuntamiento desde
hacía décadas y eran dueños de las principales empresas: hoteles, ranchos ganaderos, molinos
de café y diversos tipos de tiendas.
Desde que Xilitla fue denominado Pueblo Mágico en 2011, los “rancheros” y otros
propietarios habían contratado a españoles y estadounidenses para dirigir sus restaurantes
y hoteles, los que en general contaban con personal no indígena para atender a sus clientes,
sobre todo turistas nacionales e internacionales. Por el contrario, los “rancheros” empleaban a
“indígenas” para los tipos de trabajo peor pagados y físicamente más pesados: lavado de platos
y labores de aseo, cuidado de ganado, etc. Conocí a varias adolescentes indígenas que trabaja-
ban jornadas extenuantes como empleadas domésticas, en su mayoría únicamente a cambio
de comida y hospedaje, sin remuneración adicional.
Imagen 6. Casa de una familia “ranchera”, con amplio jardín y cancha de tenis. Archivo personal de Rita Jiménez,
2018
15 Así argumentó la sexagenaria Jovita sobre los malos tratos que las parturientas de Pilateno recibían en las clínicas de salud durante
nuestra plática en su cocina, en agosto de 2016.
306
Imagen 7. Hotel Posada Edward James en la cabecera municipal de Xilitla. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018
El confinamiento de los “indígenas” a los trabajos peor pagados y más pesados era tan
evidente como compartidas eran algunas de las “razones” para esa discriminación, según las
esgrimieron ricos y pobres “no indígenas” del pueblo de Xilitla.
En 2018, el adinerado propietario de un lujoso hotel campestre, ubicado cerca del men-
cionado castillo y de otra atracción turística en las orillas de la cabecera municipal, me dijo, “a
los indios hay que tratarlos como burros, con gritos porque, si no, no entienden”.16 Aún sin este
desdén, el argumento de que a “los indios” había que maltratarlos para que entendieran tam-
bién era compartido por quienes opinaban con aire compasivo o con cierta lástima. Así me
pareció la expresión de una vendedora en Xilitla cuando, atendiendo su improvisado puesto
callejero de comida, me comentó, “sin ofender, ni nada, no, pero yo, humilde y todo, pero,
de menos, no indita. Pobrecitos, como no entienden bien, esos [rancheros] los imponen a puras
groserías”.17 Sí, “pobrecitos” porque, para ella, era peor ser “indita” que sólo humilde.
16 Énfasis agregado por nosotros, al igual que en otras citas provenientes de mis entrevistas. El hotel, con sus 10 cuartos, 6 cabañas,
alberca, cancha de tenis y hasta una cascada, se asentaba en una amplia propiedad, junto al llamado Castillo de Edward James –en
memoria del millonario inglés que lo hizo construir.
17 Plática con esta quincuagenaria, frente al ex convento de Xilitla, en la plaza principal, en julio de 2018.
307
Imagen 8. Solar en Pilateno. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018
Imagen 9. Calle principal de la cabecera municipal de Xilitla. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018
Más aún, algunos miembros de las elites del municipio esgrimieron supuestas “razo-
nes” no sólo para maltratar a “los indígenas”, sino también para pagarles poco, asignándoles
los trabajos que requerían mayor fuerza y resistencia física.
En 2018 conviví con uno de los arquitectos más reconocidos de Xilitla –quien comenzó
a trabajar en el municipio cuando la cabecera fue nombrada Pueblo Mágico en 2011–. Durante
308
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?
18 La noción de footing (Goffman 1981) nos ha servido para que nuestro análisis de este tipo de prácticas comunicativas no se restrinja
a la alternancia de lenguas y a los aspectos gramaticales de lo explícitamente dicho entre interlocutores, sino que también incluya
matices sutiles –aportados mediante ademanes, gestos, cambios de postura, de tono, volumen, ritmo, etc.– mismos que podemos
analizar como índices de cómo las personas direccionan sus identificaciones en la comunicación interpersonal, en eventos y situa-
ciones sociales determinados.
19 Sobre la identificación de ciertas personas como pilatenses, como indígenas, insistimos en reivindicaciones auto- y hetero- iden-
tificatorias porque concebimos a la adscripción identitaria (y la membresía a cualquier colectividad, “comunidad” u otra) como
construcción social, incesante y contenciosa (Zendejas 2019b).
20 La señora María Zorrilla es descendiente de los ex propietarios de la hacienda de Agua Buena, cuyas tierras incluían parte de los
terrenos del actual ejido de Pilateno. Tenía aproximadamente 50 años y su sobresaliente casa tenía una ubicación privilegiada, a
un lado de la plaza central.
21 Los ranchos se ubicaban en páramos cercanos a la cabecera.
309
Rita Jiménez y Sergio Zendejas
trato, el tipo de trabajo y los montos de remuneraciones que era necesario darles de acuerdo
con “su cultura”, con su manera de ser; es decir, no porque ellos fuesen injustos con “los de las
comunidades”, no porque ellos estuviesen contribuyendo a reproducir desigualdades entre sus
privilegiadas condiciones de vida y las de “los inditos”.
Sin embargo, algunos pilatenses también han aprovechado situaciones diferentes en las
que, en torno al ejido Pilateno, se han encontrado en condiciones de predominio frente a un
grupo minoritario de ejidatarios monolingües en español para valerse de su uso del náhuatl a
fin de conseguir y conservar privilegios respecto de ellos.22 Nos referimos a un grupo formado
por originarios de un poblado hispanohablante vecino que se integraron al ejido Pilateno en
condiciones por demás contenciosas cuando este núcleo agrario consiguió una ampliación
ejidal entre 1949 y 1950.23 Junto con sus “familias” –grupos domésticos–, esos nuevos ejidata-
rios se asentaron y fundaron la localidad Rancho Nuevo en unos terrenos ejidales de difícil
acceso desde el poblado de Pilateno.24 A partir de esta coyuntura, se produjo una diferencia
social importante entre los de “la comunidad de Pilateno” –quienes habitan el asentamiento
humano más antiguo– y “los del barrio de Rancho Nuevo”, según denominaciones de los
pilatenses.25
Varios procesos influyeron para que el control sobre la toma de decisiones en el ejido
cobrara mayor importancia y se volviera más disputado en la segunda mitad del siglo XX. Con
el crecimiento poblacional, los ejidatarios de Pilateno aprovecharon su mayoría para limitar el
acceso a los terrenos ejidales de uso común que antes habían permitido a algunos de sus veci-
nos pilatenses no ejidatarios –varones mayores de 15 años. Sin embargo, el novedoso acceso
a fondos y otros apoyos del gobierno federal desde la década de 1970 fue lo que exacerbó el
contencioso control de la toma de decisiones ejidales por los ejidatarios de Pilateno. Estos
terminaron excluyendo a los ejidatarios “del barrio” de los principales beneficios que ofrecía
el programa de apoyo al cultivo –procesamiento y venta– de café del Instituto Mexicano del
Café, creado poco antes, en 1958.26
22 Fueron siete, de un total de 84 ejidatarios a raíz de la ampliación ejidal. El ejido Pilateno fue solicitado en 1922 y dotado en 1929
por el gobierno federal según documentos del Diario Oficial de la Federación que se encuentran en el Registro Agrario Nacional
(Poder Ejecutivo Nacional 1930).
23 Una mayoría de pilatenses consideró que se trató de una invasión por pobladores del vecino Tlaletla, quienes previamente habían
sido excluidos del ejido homónimo. Por su parte, esos hispanohablantes monolingües argumentaron que esas tierras les fueron
cedidas por los ejidatarios de Pilateno en 1950, como parte de un acuerdo de palabra entre estos y autoridades agrarias, que en 1949,
habían concedido la referida ampliación ejidal sobre terrenos que, para atizarle al fuego, también habían sido solicitados por otros
ejidos, incluido el de Tlaletla.
24 Entonces, los derechohabientes del ejido Pilateno habitan en dos localidades, Pilateno en tierras bajas y Rancho Nuevo en tierras
altas del mismo ejido, separadas por una notable diferencia de altura sobre el nivel del mar y la precariedad de los caminos, de tierra
e indirectos.
25 A pesar de algunos lazos parentescos, los conflictos predominaban entre pobladores de estas localidades.
26 Además de crédito de avío, asesoría técnica y subsidio al precio de venta, el ejido obtuvo una instalación para el beneficio del café.
Esos apoyos del gobierno federal generaron un flujo permanente de ganancias, del que también fueron excluidos los ejidatarios
residentes en Rancho Nuevo.
310
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?
Mapa 2. Localidad de Pilateno, abajo; “Barrio” de Rancho Nuevo, casi 400 metros arriba
Diagrama 1. Pilateno y Rancho Nuevo, a poco más de un km de distancia, pero casi 400 metros más arriba. Corte
transversal en dirección suroeste-noreste, partiendo del cerro más alto que está al suroeste del ejido Pilateno, pasando
por la localidad de Pilateno, atravesando Rancho Nuevo y llegando un poco más al noreste de esta última localidad.
Diseño: Rita Jiménez y Sergio Zendejas. Elaboración: Jairo Melo.
Fuente: Conabio 2004; RAN 2018.
311
Rita Jiménez y Sergio Zendejas
La primera vez que vi reunidos a vecinos de ambas localidades fue en –agosto de–
2016, en una junta para recibir un apoyo gubernamental, conocido como Pagos por Servicios
Ambientales. En cuanto los funcionarios de dicho programa se fueron, el presidente del
Comisariado Ejidal se levantó y en español dijo que nadie se podía retirar porque se haría
la votación para escoger a los nuevos miembros del Comisariado. Posteriormente les indicó
que se acomodaran según un cierto orden. En las primeras filas se sentaron ejidatarios con
“papeles en regla” y, atrás de ellos, los ejidatarios con papeles en trámite y los representantes de
ejidatarios (principalmente viudas). La tercera sección era para propietarios de algún pedazo
de tierra comprado a algún ejidatario (con el reconocimiento de la asamblea ejidal, pero sin
el procedimiento legal correspondiente). Finalmente, la periferia fue para los “avecindados”
–donde también me senté yo–, la única presente sin derecho a voz ni voto en la asamblea.27
Después de acomodarnos así, el presidente dijo que pasaría lista y comenzaría la vota-
ción a mano alzada, sus últimas palabras en español. Al ver que la junta se estaba llevando a
cabo en náhuatl, me acerqué a una mujer “del barrio” para preguntarle si ella estaba enten-
diendo; me dijo que no, que ninguno de su localidad entendía el náhuatl, razón por la que no
estaban alzando la mano para votar. Acto seguido, discretamente me susurró, “para que vayas
viendo cómo son aquí”.28 Al final de la junta, cuando el presidente del Comisariado acababa
de cerrar la sesión, algunos varones “del barrio” comenzaron a reclamar a los miembros del
Comisariado Ejidal por qué los convocaban si nunca los tomaban en cuenta, es decir, si las
discusiones y votaciones importantes siempre las hacían en náhuatl. Es que así ha sido “desde
los antigüitos”, respondió uno de esos representantes ejidales, refiriéndose a sus antepasados,
fundadores del ejido y la localidad –como para tratar de legitimar esta práctica excluyente,
reivindicada explícitamente en nombre de sus “usos y costumbres”, según palabras de otro
ejidatario–. Una avecindada de la localidad de Pilateno me dijo que en las juntas comunales
cualquiera puede hablar, “pero de eso a que le hagan caso…”; después me explicó que a las
mujeres tampoco las tomaban en cuenta en las asambleas ejidales.29
27 Esta división responde a una compleja jerarquía, producto de añosos intentos por responder a la legislación y otras normas
agrarias gubernamentales, pero modificándolas en la práctica según sus contenciosos acuerdos sobre tierras y organización ejidales
¿Procesos de apropiación social de esa legislación? (Zendejas 1995).
28 Yo nunca supe de alguien nacido en Rancho Nuevo que hablara náhuatl.
29 Junto con su marido, Juana, de cerca de 35 años, migraba en busca de trabajo asalariado por carecer de tierras.
312
Imágenes 10 y 11. En asamblea: los de “la comunidad” de Pilateno y los del “Barrio” de Rancho Nuevo.
Fuente: Archivo personal de Rita Jiménez, agosto de 2016
313
Rita Jiménez y Sergio Zendejas
con la alternancia estratégica en el uso del náhuatl y el español por la gente de Pilateno en sus
relaciones entre sí y con “otros” en distintas situaciones y espacios específicos? Argumentamos
que ha sido la contenciosa producción “mutua” de desigualdades sociales e identificaciones
étnicas. Veamos.
Hemos analizado “el uso del náhuatl” como parte de los procesos de formación de
identificaciones étnicas porque lo hemos concebido como entidad patrimonial, es decir, como
reivindicado contenciosamente por muchos pilatenses como identitariamente indispensable;
esto es, como parte de lo que –junto con sus tierras– no pueden arriesgarse a perder, so pena
de dejar de ser quienes han reivindicado ser.30
El énfasis puesto en la alternancia lingüística corresponde a nuestra propuesta de con-
cebir como entidad patrimonial no al náhuatl, sino a su uso en situaciones y condiciones espe-
cíficas. En otras palabras, en lugar de suponer al náhuatl como característica esencial de una
identidad nahua, presuntamente compartida por todos los pilatenses siempre y ante quien sea,
indagamos sobre su uso más o menos contencioso, alternado con el castellano, según decisio-
nes vigilantes frente a posibles riesgos y oportunidades, posibles amenazas y ventajas respecto
de la producción de desigualdades sociales entre ellos y respecto de “otros” –dentro y fuera de
Pilateno y del municipio.31
Dicho enfoque nos ha permitido analizar los aspectos estratégicos de esas decisiones de
alternancia lingüística como intentos para contribuir a o influir en la impugnación, mitiga-
ción, legitimación o exacerbación de dichas desigualdades sociales, mediante y con base en la
producción de reivindicaciones identificatorias, específicamente étnicas.
Hemos denominado “racistas” a aquellas prácticas que, apoyadas argumentativamente
en reivindicaciones identificatorias esencializantes, fueron usadas por los llamados “rancheros”
y otros no indígenas para tratar de legitimar la re-producción de desigualdades entre sus pri-
vilegiadas condiciones de vida y las de los llamados “indígenas” o “inditos”. Dichas esenciali-
zaciones les sirvieron para argumentar inferioridad cultural de estos últimos: “[…] a los indios
hay que tratarlos como burros, […] porque, si no, no entienden”; “…los de las comunidades te
trabajan como bestias […]”; además, los bajos salarios no son un problema para ellos ya que,
“por su cultura, sólo comen tortillas y frijoles”.
Sin embargo, hubo otro tipo de prácticas esencializantes y marginadoras. Nos refe-
rimos a las reivindicaciones esencializantes sobre sus propios “usos y costumbres” a las que
30 A esas entidades, relacionadas entre sí y con otras condiciones y entidades indispensables para poder acceder a, usar, usufructuar
y heredar sus “tierras” y poder usar colectivamente y transmitir inter-generacionalmente el náhuatl, las hemos conceptualizado
como entramado patrimonial, noción basada en la de entramado hereditario de Thompson (1979).
31 Esta argumentación se basa en dos propuestas complementarias de conceptualización. Una es sobre procesos de patrimonialización,
como contenciosos procesos históricos de formación mutua y perenne de entidades y sujetos patrimoniales, incluidas sus
reivindicaciones identificatorias (Zendejas 2019a y 2019b), a su vez apoyada en algunas de las propuestas de Weiner (1992), Godelier
(2009) y Ferry (2011). La otra es sobre discursos –reivindicativos– y otras formas de expresión como socialmente constituyentes o
productores y, a la vez, producidos o constituidos (Zendejas 2018: 24-25, 256-274, 337-339 y 342-346).
314
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?
recurrieron ejidatarios de Pilateno para tratar de legitimar el uso recurrente del náhuatl en las
asambleas ejidales –y otras convocadas y dirigidas por miembros de su comisariado ejidal–
para excluir a los ejidatarios no nahuatlatos de las decisiones más importantes. Nos pregunta-
mos si estas últimas prácticas también serían “racistas” –debido a que, con ellas, ha estado en
juego la legitimación de desigualdades sociales, en este caso, a favor de ejidatarios pilatenses
–de sus familiares y otros vecinos. Sin embargo, discutimos que no; aunque discriminatorias,
no han sido racistas porque no han estado apoyadas en argumentos de una presunta inferiori-
dad cultural de sus vecinos de Rancho Nuevo.
315
Rita Jiménez y Sergio Zendejas
entre los pilatenses y las elites del municipio, hemos puesto énfasis en la imposición del uso
del náhuatl por ejidatarios pilatenses en momentos clave de asambleas ejidales para forjarse
una ventaja a costa de los ejidatarios sólo hispanohablantes, no auto- ni hetero-identificados
como indígenas.
Por su parte, nuestro énfasis en contenciosos aspectos discursivos de reivindicaciones
patrimoniales representa un posicionamiento crítico sobre el predominante estudio de inicia-
tivas patrimoniales o de patrimonialización realizadas por ciertas instituciones o colectivida-
des, concebidas como entes actuantes unitarios, sin indagar sobre desacuerdos o conflictos
entre sus integrantes o presuntos representados.34 Además, salvo excepciones (p. e., Periáñez
2019; Hernández Ramírez 2017; Ferry 2011 y otros de sus textos), lo que menos ha abordado
esta literatura es el análisis de los mencionados aspectos discursivos.
Finalmente, en lugar de raza, como sustantivo –lo que invitaría a definir lo que es, es
decir, sus características esenciales–, nos hemos referido a un racismo socioespacial e histórica-
mente específico, como “entramado” de argumentaciones ideológicas y otros tipos de prácticas
para tratar de legitimar acciones discriminatorias, marginadoras y excluyentes contra quienes
han sido identificados como indígenas mediante reivindicaciones de inferioridad biológico-
cultural. Esa noción de entramado remite a la formación mutua de diferentes desigualdades
sociales –de las que aquí hemos referido, las de clase social, género y generación.
En cuanto a las especificidades del racismo predominante respecto de los pilatenses
durante el periodo de análisis, un reto pendiente, o pista para otras investigaciones, es analizar
críticamente su carácter ideológicamente encubierto (Segato 2006: 3; Zavala y Backes 2017:
12-13). A diferencia de otros países y periodos (la Alemania nazi, la Sudáfrica del Apartheid,
los Estados Unidos antes de los setenta y durante el periodo presidencial de D. Trump, etc.),
en el México posrevolucionario ha predominado la ausencia de argumentos explícitamente
racistas en “ámbitos masivamente públicos” que hayan sido normados y promovidos declara-
damente por instituciones y programas gubernamentales y/o privados. Por el contrario, ahí ha
prevalecido una tensa coexistencia; por un lado, la producción de reivindicaciones ideológico-
nacionalistas sobre mestizaje (con instituciones y programas correspondientes) y, desde los años
de 1990, sobre multiculturalidad que, entre otros aspectos, han pregonado la diversidad de len-
guas “indígenas” como patrimonio lingüístico de México y orgullo nacional;35 por otro lado,
la creación de entramados de profundas desigualdades que, en general, han sido mucho más
desfavorables para los identificados como indígenas (El Colegio de México 2018; Oxfam 2019).
34 Los ejemplos abundan, tanto sobre declaratorias gubernamentales o de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para que ciertas edificaciones, objetos o prácticas cognitivas sean resguardados como patrimonio
–y para su “consumo” turístico–, como sobre investigaciones sobre los efectos de esas declaratorias y de la aplicación de sus
normatividades entre distintas poblaciones (Ayala 2014; Díaz 2012; Mitidieri y Rocha 2019) o, por otro lado, estudios críticos de
esas iniciativas, sobre la resistencia o reacción opositora de ciertas grupalidades (Hale 2005; Flores 2016) y su organización “desde
abajo” para una gestión de su uso y protección o resguardo –p. e., el influyente enfoque de Linck (2011, 2012).
35 Baste leer las consideraciones de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (Cámara de Diputados 2018)
y considerar el surgimiento de mensajes gubernamentales en televisión sobre dicha pluralidad de lenguas desde el inicio del siglo
veintiuno.
316
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?
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320
POLÍTICAS ALIMENTARIAS Y ALTERNATIVAS DE DESARROLLO
CONTRADICCIONES DEL DESARROLLO EN MICHOACÁN
La clave para reproducir en el mundo entero las características de las sociedades avanzadas (altos nive-
les de industrialización y urbanización, tecnificación de la agricultura, rápido crecimiento de la pro-
ducción material y los niveles de vida, y adopción generalizada de la educación y valores “modernos”)
era una juiciosa combinación de capital, conocimientos expertos y tecnología (Escobar 2014: 26).
323
Lucie Crespo Stupková
Medio físico
El estado de Michoacán tiene condiciones bioclimáticas muy diversas y favorables para la acti-
vidad agrícola, tanto para la producción de granos (región Bajío) como para las frutas tropi-
cales (región Costa del Pacífico). Para la agricultura son cruciales los recursos naturales, sobre
todo, agua y suelo. Sin embargo, desde una visión funcional, la agricultura se desarrolla dentro
de un sistema socioambiental, donde el aspecto social es importante porque “las organiza-
ciones socioeconómicas locales intervienen en los procesos de producción, en los modos de
valoración de los recursos, y también en la construcción del valor simbólico de los productos
y la evolución de las representaciones de los consumidores. Dicho valor está acompañado de
procesos de patrimonialización que influyen fuertemente sobre los actores mismos” (Fournier
y Muchnik 2012: 134).
Las zonas climáticas van desde seco y semiseco (15% de la superficie en el noroeste del
estado y la depresión del Balsas y Tepalcatepec), templado subhúmedo (29%, Eje Neo volcá-
nico en el norte), cálido subhúmedo (55%, en el centro y sur-costa) hasta una pequeña pero
importante zona de clima templado/cálido húmedo (regiones altas del Eje Neo Volcánico,
donde se concentra la producción de aguacate). La temperatura media anual es de 20°C y la
precipitación media es de 850 mm (con lluvias desde junio hasta septiembre). La agricultura no
sólo depende del temporal, sino que existen ríos (Lerma, Balsas, Tepalcatepec, Duero), lagos y
lagunas (Cuitzeo, Pátzcuaro, parte sureste del lago de Chapala), así como presas (Infiernillo,
La Villita y Tepuxtepec) e infraestructura de riego (pozos, bombeo, ductos, canales y vados).
Los suelos más comunes en Michoacán son los luvisoles, andosoles y vertisoles. Los luvi-
soles representan 21% de la entidad y se distribuyen en montañas y lomeríos de la Sierra Madre
del Sur y el Eje Neovolcánico. En planicies pueden ser altamente productivas, sin embargo,
con pendientes mayores a 15 grados se degradan fácilmente por la erosión, lo que representa
riesgos para las huertas de aguacate en terrenos deforestados. Los andosoles cubren 15% de
la superficie del estado, específicamente en lomeríos y montañas, y en menor proporción en
planicies y valles. Funcionan como una esponja que absorbe el agua y la libera lentamente
para alimentar los acuíferos, lo que evita la erosión hídrica. Se utilizan para producir aguacate,
sorgo y maíz, sin embargo son sensibles a la degradación por el cambio de cubierta vegetal
de bosque a pastizal. Los vertisoles son de color oscuro, muy pesados, con alta proporción de
arcillas expandibles (pegajosos en la época de lluvias, duros y agrietados en el estiaje). Abarcan
17% de la superficie, sobre todo en las partes bajas, planicies y valles (Bautista e Ihl 2016).
324
Contradicciones del desarrollo en Michoacán
El concepto de la maldición de los recursos naturales, como una relación negativa entre el
crecimiento económico y la dotación en recursos naturales, ha sido descrito por Auty (1993,
2001, 2007), Rodríguez y Gómez (2014), Campo y Sanabria (2013), Morales-Torrado (2011) y
Sachs y Warner (1995, 2001). Los últimos lo definen así: “economías con mayor abundancia de
recursos naturales crecen en forma lenta en comparación con economías con menor dotación
de recursos naturales”. “La maldición de los recursos naturales” radica en que éstos no se dis-
tribuyen de manera uniforme en el espacio, sino que están concentrados en ciertas zonas, lo
que puede ser un incentivo de guerras civiles y separatismo. Además, si se trata de un producto
de alto valor y es fácil controlar su acceso (oleoducto, gaseoducto, mina), eso invita al robo y
corrupción (Diamond 2016).
La maldición de los recursos naturales se manifiesta también en que su explotación
genera una gran cantidad de dinero, pero es para pocas personas. Los efectos negativos son
los siguientes: a) regionalmente suben precios, b) otros subsectores no pueden competir contra
el sector generador de riqueza, c) no se diversifica la producción, d) existe un desplazamiento
de la mano de obra del sector manufacturero (secundario) al de recursos naturales (primario)
y a servicios (terciario) y e) no se invierte en educación. En el caso de que los precios de los
productos exportados desciendan por falta de demanda o por una mayor oferta, eso provoca
una disminución drástica del Producto Interno Bruto (PIB) regional y una desestabilización
económica debido a la baja diversificación de las actividades productivas.
Los recursos naturales de los cuales estamos hablando en este capítulo es el suelo fértil
y agua limpia. Estos se activan a través de la agricultura, no es posible producirlos, se consu-
men conjuntamente y no existe un mercado ni un precio como tal. En economía son califi-
cados como bienes comunes impuros, lo que significa que el consumo de un individuo limita
el consumo del otro; y son excluyentes porque puede impedirse su consumo al que no tiene
derecho o no paga el acceso. Existen varias teorías económicas que tratan de resolver como
aprovechar estos recursos sin su menoscabo y sin efectos colaterales negativos (externalidades)
como la contaminación o daños a la salud. Por un lado, Pigou (1920) propone que el Estado
debe aplicar un sistema de subsidios (a los que actúan de manera responsable y no dañina) y
multas (cuando se produce contaminación o daños), y así estimular a los actores económicos
para adoptar comportamientos en beneficio de la sociedad y el medio ambiente. Por otro
lado, Coase (1960) sostiene que la actuación del Estado debería ser solamente en forma de una
precisa definición de los derechos de propiedad, el resto, dentro de un Estado de derecho, lo
resolverá el mercado. Cabe señalar que en México no se ha aplicado de manera funcional ni
una de las dos propuestas teóricas.
De manera global, podemos apreciar que existen regiones con grandes riquezas natu-
rales pero pobres y atrasadas por causas históricas y geográficas. La influencia histórica de la
325
Lucie Crespo Stupková
Exportaciones agrícolas
2 Los factores productivos son principalmente tres: trabajo, tierra y capital (algunos economistas contemporáneos añaden también
las tecnologías). Los productos agrícolas que exporta Michoacán son demandantes en mano de obra (cosecha manual de berries y
de aguacates), la cual es abundante y barata.
326
Contradicciones del desarrollo en Michoacán
todo liberalización del mercado de tierra, de las leyes laborales y fiscales), México logró una
especialización agropecuaria internacional. Esto fue posible al activar los recursos naturales
y humanos que no se estaban explotando: tierras de propiedad comunitaria, tierras baldías,
agua subterránea, mano de obra empleada en la agricultura de subsistencia y con muy baja
productividad. El crecimiento del volumen exportado consistió en ganancias en productivi-
dad, no por mejoras tecnológicas, sino por el traslado de mano de obra sin costo a actividades
intensivas en trabajo (Puyana 2017). En el caso de Michoacán se trató sobre todo de la activa-
ción de la población rural, tanto masculina como femenina, como jornaleros agrícolas en las
huertas de aguacate, plantaciones de berries e invernaderos.
Puyana (2017) identifica que exportaciones primarias extractivas como las de monocul-
tivos comparten algunas características con las mineras: 1) grandes volúmenes de producción,
2) alto daño ambiental (por la absorción de nutrientes de lenta o nula reposición, intenso uso
de agroquímicos contaminantes y tecnologías intensivas en energía y agua) y 3) mínimo pro-
cesamiento. Pengue (2017) analiza el flujo mundial de nutrientes relacionados con las expor-
taciones e importaciones de commodities agrícolas. El autor encuentra que las más grandes
mermas de nutrientes (principalmente nitrógeno, fósforo y potasio) se dan en América Latina,
que perdió 0.75 millones de toneladas en 1997 y llegará a perder 2 millones de toneladas para
el año 2021. Para medir la pérdida de suelo y agua establece términos “suelo virtual” y “agua
virtual” (la cantidad de nutrientes/agua extraídos del suelo/cuencas y contenidos en los pro-
ductos exportados, medido en toneladas).3
Por ser productos necesarios, los bienes agro-alimentarios tienen baja elasticidad de
precio y de ingreso de la demanda, la cantidad demandada no reacciona de manera progresiva
a los cambios de precio del bien o el nivel de ingreso del consumidor.4 A pesar de que tanto las
berries como el aguacate son considerados como alimentos de lujo y no de primera necesidad,5
el mecanismo para desplazar competidores es mediante la subvaloración de los factores pro-
ductivos (Puyana 2017): a) el trabajo, con la depreciación de los salarios reales, y b) de los
recursos naturales, porque no se restituyen los nutrientes extraídos de la tierra, el consumo del
3 México es un importador neto de agua virtual (en el año 2006 importó 35 255 hm3 y exportó 5 396 hm3) sobre todo por las
importaciones de granos de Estados Unidos. Los tres productos con los que más agua virtual exportó México en 2006 fueron
los frutos comestibles (el agua virtual asociada con los frutos comestibles en 2006 se ha duplicado con respecto al año 2000), las
legumbres y hortalizas y las carnes, que representan 43% del total de agua virtual exportada (Arreguín-Cortés et al. 2007). En su
estudio sobre el agua virtual para el caso de la fresa mexicana, Peniche y Ávila (2012) llegan a la conclusión que el promedio de
agua virtual contenida en la fresa en el valle agrícola de Zamora, de 1997 a 2006 fue de 476.6 m3/t y las exportaciones de agua virtual
a través de la fresa fueron de 163 hm3 en el mismo periodo. Los requerimientos de agua de esta frutilla son por lo menos 40 riegos
por año y el agua, por requisitos de inocuidad, debe ser extraída de pozos profundos o manantiales.
4 Una elasticidad de precio alta, significa que con una disminución de 10% en el precio, la cantidad demandada aumenta más de
10%; y una elasticidad de ingreso alta, que con un aumento de 10% en el sueldo, la cantidad demandada incrementa más de 10%.
5 Noticias de BBC (Redacción 2017; Kelly 2018) mencionan que el aguacate es el aristócrata de las frutas para ensaladas y que varias
cadenas de restaurantes de comida rápida tuvieron que eliminarlo de su oferta ante la incapacidad de repercutir en el aumento del
costo de este producto; a los millenials australianos les recomendaron en los medios dejar de comprarlo si querían tener dinero
suficiente para adquirir una propiedad.
327
Lucie Crespo Stupková
Análisis de datos
A falta de indicadores alternativos que nos permitan medir el bienestar de la población desde la
óptica del posdesarrollo, recurrimos a información oficial estadística e indicadores publicados
por las agencias de gobierno y los organismos internacionales. La información utilizada fue
tomada del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), del Instituto Nacional de Estadística
y Geografía (INEGI) y del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).
La parte analítica se compone de: a) la descripción de las principales cadenas agro-
alimentarias de Michoacán; b) la identificación de los síntomas de la “maldición de los recur-
sos naturales” por medio del Índice Gini, Índice de Rezago Social (IRS), Índice de Desarrollo
Humano (IDH), y el Índice de Bienestar (Better Life Index); c) análisis de contingencia entre la
especialización en aguacate y el IRS y el IDH; d) regresión lineal entre el valor de la producción
agrícola y la pobreza/el índice Gini; y e) estimación del impacto de las exportaciones en el
desarrollo regional.
Las cadenas de valor agroalimentarias más importantes son hortofrutícolas, entre las que des-
tacan en primer lugar nacional en los últimos diez años el aguacate, la fresa y la zarzamora.
Estas frutas, en gran proporción son destinadas a la exportación, sobre todo a Estados Unidos,
y su práctica productiva es intensiva en insumos, principalmente en mano de obra y uso
de plásticos como en el caso de las berries y algunas hortalizas; se trata de agricultura prote-
gida con fertiirrigación por goteo, acolchado, macro túnel, malla sombra o invernadero. El
cuadro 1 presenta un resumen de los principales productos hortofrutícolas de Michoacán que
ocuparon los primeros lugares nacionales en la última década. La ventaja de expresar la infor-
mación en términos relativos y en comparación con otros estados es que puede identificarse
la especialización y competitividad del Estado, sin tomar en cuenta la tendencia general de
aumento o disminución nacional en la producción del cultivo. Si bien, varias entidades tienen
condiciones bioclimáticas favorables para determinados cultivos, una exitosa producción y
comercialización depende también de otras variables –sobre todo socioeconómicas como, por
328
Contradicciones del desarrollo en Michoacán
Producto 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Aguacate 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
Brócoli 2 2 2 3 2 2 2 2 2 3 3
Calabacita 4 4 4 4 4 4 4 4 3 4 4
Cebolla 2 4 4 5 4 4 4 5 5 4 6
Coliflor 5 4 4 4 3 3 3 4 4 4 4
Durazno 1 1 2 1 1 1 2 2 1 1 1
Frambuesa 2 2 3 3 2 3 3 2 2 2 2
Fresa 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
Jitomate 3 3 3 3 3 7 3 2 3 3 3
Limón 3 3 2 3 2 2 1 1 2 1 1
Mango 7 7 6 6 6 6 5 5 5 5 6
Pepino 2 2 2 1 2 2 2 3 3 3 3
Pera 2 1 2 1 2 2 2 2 2 2 2
Zarzamora 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
Dentro de la misma entidad existe una fuerte concentración geográfica (cuadro 2), ya
que el mayor volumen de cultivo se cosecha en pocos municipios.
329
Cuadro 2. Principales municipios agroproductores de Michoacán, 2017
% del
Participación porcentual de los municipios en el volumen de producción
Producto total
estatal
estatal
Aguacate Tancítaro (15), Salvador Escalante (11), Uruapan (11), Ario (10), Tacámbaro
57
(10)
Brócoli Tangancícuaro (57), Zamora (10) 67
Calabacita Zamora (12), Tuxpan (8), Tacámbaro (6) 26
Cebolla Villamar (21), Venustiano Carranza (10), Zamora (9) 40
Coliflor Maravatío (24), Jacona (22), Zamora (20) 66
Durazno Zinapécuaro (32), Zitácuaro (13) 45
Frambuesa Zamora (36), Tangancícuaro (32), Jacona (12) 80
Fresa Zamora (36), Tangancícuaro (17), Jacona (15) 68
Jitomate Tanhuato (19), Yurécuaro (13), Tacámbaro (8) 40
Limón Buenavista (32), Apatzingán (24), Parácuaro (12) 68
Mango Lázaro Cárdenas (22), Gabriel Zamora (14), Múgica (13) 49
Pepino Múgica (18), Gabriel Zamora (12), Parácuaro (10) 40
Pera Zinapécuaro (95) 95
Zarzamora Los Reyes (51), Peribán (21) 72
En términos del PIB, el sector primario fue el que más creció en los años 2007-2016 y
de ese sector, el aguacate y la zarzamora, los productos emblemáticos de Michoacán, tuvieron
mayor dinamismo. El “oro verde” aumentó en 130% y sus exportaciones en 250% mientras
que la zarzamora subió 960% y sus exportaciones 58%. El aguacate representa 51% del valor en
el sector primario; la zarzamora 18% en 2016. El valor de la exportación de aguacate fue de 34
mil millones de pesos y 5.5 mil millones para zarzamora. La derrama total de los dos produc-
tos, calculada con base en el multiplicador de exportaciones, sería de 44.4 millones de pesos
(Crespo-Stupková 2018). La derrama económica generada por las exportaciones de aguacate es
mayor que el PIB de todo el sector de industrias manufactureras michoacanas en 2016 (idem).
330
Contradicciones del desarrollo en Michoacán
Los indicadores utilizados en este estudio fueron principalmente los publicados por el Coneval
como por ejemplo el índice Gini6 (2010), el Índice de Rezago Social7 (2015), los aplicados por
PNUD como el Índice de Desarrollo Humano8 (2010), y el Índice de Bienestar (Better Life
Index, 2016)9 desarrollado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos
(OECD) y dado a conocer por el INEGI. Todos estos indicadores están disponibles a nivel muni-
cipal, excepto el último que es estatal.
Es importante entender las diferencias en la construcción de los indicadores, por ejem-
plo, entre el IRS y el IDH. El primero básicamente se construye con datos sobre escolaridad,
salud y vivienda, mientras que el IDH no toma en cuenta las variables de vivienda, pero incluye
la de ingreso. Además, la lógica de la valoración es invertida: en el caso del IRS categoría “Muy
bajo” significa mayor desarrollo (muy bajo rezago social), pero en el caso del IDH “Bajo”
denota menor desarrollo (bajo desarrollo humano). El índice Gini toma en cuenta solamente
la distribución del ingreso y ningún aspecto relacionado con la calidad de vida. El Índice
de Bienestar es el más completo, por las diferentes variables que incluye y la metodología
aplicada; sin embargo, sólo está disponible a nivel estatal. Los procedimientos para medir la
calidad de vida son precarios cuando se trata de las sociedades rurales, porque algunos (por
ejemplo, el IRS) le dan mucha importancia a la calidad de vivienda según los estándares urba-
nos (drenaje, agua entubada, lavadora) y empleo formal (con seguro social), que es marginal
en el medio rural-agrícola. Por otro lado, no se considera la posesión del ganado, maquinaria
agrícola o tierras.
6 Medida de desigualdad creada por el estadístico italiano Corrado Gini. El coeficiente o índice de Gini alcanza valores entre 0 y 1:
donde 0 significa perfecta igualdad (ingresos iguales para todos) y 1 corresponde a la perfecta desigualdad (una persona acapara
todos los ingresos). Es importante hacer notar que los ingresos pueden ser bajos, pero estar proporcionalmente repartidos.
7 Este índice agrega variables de educación (población analfabeta, población entre 6 y 14 años que no asiste a la escuela y hogares con
personas que tienen menos de 9 años de educación), acceso a los servicios de salud (% de población derechohabiente), calidad y
espacios de la vivienda y % de activos en el hogar (viviendas con piso de tierra; que no cuentan con excusado, agua entubada, dre-
naje, energía eléctrica, lavadora, refrigerador y promedio de ocupantes por cuarto). No incluye indicadores de ingreso, seguridad
social ni alimentación. Con base en esta información se definieron cinco estratos de rezago social: muy bajo, bajo, medio, alto y
muy alto.
8 Toma en cuenta tres dimensiones básicas: salud (supervivencia infantil, esperanza de vida al nacer), educación (años promedio de
escolaridad, años esperados de escolarización) e ingreso (municipal per cápita ajustado al Ingreso Nacional Bruto anual en dólares
estadounidenses ajustados por paridad de poder de compra). El IDH se expresa en valores entre 0 y 1, donde 1 es el máximo logro
posible. Para fines analíticos se acordaron tres estratos: bajo, medio y alto.
9 Mide la evolución de las entidades federativas en el tiempo en 12 dimensiones de bienestar, detalladas en el cuadro 3. Algunos
indicadores son expresados en términos relativos (tasa de obesidad, deserción escolar, participación electoral, tasa de mortalidad
materna, homicidios, incidencia delictiva, etc.) y otros como juicios valorativos (satisfacción con la vida, con tiempo para ocio,
con respecto a su salud).
331
Lucie Crespo Stupková
El índice Gini promedio para México es 0.498 y Michoacán es el doceavo estado más igualita-
rio (0.472); siendo los más desiguales Chiapas, Campeche y Guerrero. Mientras que Tlaxcala,
Morelos y Colima se ubican entre los más igualitarios, casualmente son los estados con menor
superficie. Dentro del estado el índice Gini varía entre 0.353 (municipio de Morelos)10 y 0.537
(municipio de Arteaga). Los municipios con desigualdad mayor que el promedio estatal son:
Arteaga, Turicato, Huetamo, Carácuaro, Churumuco, Uruapan, Paracho, Nocupétaro,
Zamora, Cherán y Morelia.
En el contexto nacional, Michoacán tiene un grado de rezago social alto (sin cambios en 2000,
2005, 2010 y 2015), y ocupó el sexto lugar en 2015 (después de Oaxaca, Guerrero, Chiapas,
Veracruz y Puebla). En el estado ningún municipio presenta rezago social muy alto, pero
ocho municipios tienen rezago social alto (Aquila, Tzitzio, Charapan, Madero, Susupuato,
Chilchota, Nocupétaro y Ocampo, de mayor a menor), 18 municipios con rezago social
medio, 33 con bajo y uno (Morelia) con muy bajo.
En el año 2012 Michoacán ocupó el cuarto puesto con menor IDH (después de Chiapas,
Guerrero y Oaxaca); el mayor IDH lo tiene Ciudad de México. En el estado hay 30 munici-
pios con IDH bajo (en el último sitio se encuentra Nocupétaro), 77 con medio y 6 con alto:
Tarímbaro, Morelia, Lázaro Cárdenas, Zacapu, Uruapan y Zamora (datos de 2010).
Michoacán, en comparación con otros estados, obtuvo un resultado positivo sólo en diez
indicadores en dimensiones ingresos (1), empleo (3), balance vida-trabajo (1), salud (2), com-
promiso cívico y gobernanza (2) y seguridad (1), mientras que los negativos fueron 24, sobre
todo en dimensiones de infraestructura, vivienda, educación, comunidad y medio ambiente,
donde ninguno de los indicadores puede evaluarse como mejor que el resto de México.
10 Resaltando que un menor índice refiere que en el municipio existe una igualdad, pero no indica el nivel de los ingresos, o sea un
bajo índice puede interpretarse también como pobreza general.
332
Cuadro 3. Dimensiones de bienestar y su evaluación, Michoacán
Dimensión de
Resultados negativos Resultados positivos
bienestar
Accesibilidad a • Último lugar en Acceso a servicios de salud (2016).
servicios • El quinto más rezagado en Acceso a banda ancha
(2014)
• El octavo más rezagado en Acceso a servicios
básicos en viviendas (agua, drenaje, electricidad)
(2016)
Vivienda • Más bajo que promedio en Número de habitaciones
por persona (2010)
• 69% de Viviendas con techos de materiales
resistentes (2015) – menos que el promedio
Ingresos • El séptimo peor en Ingreso equivalente disponible • Índice Gini del ingreso
de los hogares (2014) – 5 080 Paridades de Poder de disponible de los hogares
Compra (PPC) en dólares estadounidenses per cápita –el quinto
• 55.3% de la Población en situación de pobreza –el mejor– (2014)
sexto peor– (2016)
• 9.4% de la Población en situación de pobreza
extrema –el sexto peor– (2016)
Empleo • El séptimo peor en Tasa de informalidad laboral • Tasa de condiciones
(2017): 70% sector informal, servicio doméstico críticas de ocupación
sin seguro social, agricultura de subsistencia, no (2017) – promedio
remunerados o sin seguridad social • Tasa de desocupación
(2017) – muy baja (el sexto
mejor)
• Tasa de participación
económica
(2017)– promedio
Balance • El sexto peor en Satisfacción con tiempo para ocio • Población ocupada
vida–trabajo (2014); se trata del tiempo disponible que tiene una trabajando más de
persona para ocuparlo en hacer lo que le gusta 48 horas –el sexto
menor– (2016)
Satisfacción con • El tercero peor en Relación con la satisfacción que
la vida las personas tienen con su vida en general (en una
escala de 0 a 10, considerando tanto el momento
actual y el mismo sentir en referencia al año
anterior), 2014
Salud • Promedio bajo en Esperanza de vida al nacer (2016) Tasa de obesidad (2012):
• El segundo peor en Salud auto reportada bajo del promedio
(satisfacción personal respecto a la salud), 2014 Mortalidad materna (2013):
bajo del promedio
333
Continuación cuadro 3
Dimensión de
Resultados negativos Resultados positivos
bienestar
Educación • Tercero peor en Niveles de educación (2015)
• El cuarto peor en Años promedio de escolaridad
–menos de 8– (2015)
Compromiso • Confianza en la aplicación de la ley; más baja que el • Participación cívica y/o
cívico y promedio (solamente 5% de la población de 18 años política en un partido
gobernanza y más perciben que los delincuentes son siempre político, una ONG o
castigados), 2014 como voluntario (2014)
• El cuarto peor en Percepción de ausencia de –promedio–
corrupción en el sistema judicial (2018) • Participación electoral
• Percepción de confianza en los jueces –más bajo que más alta que el promedio
el promedio– (2018) (2015)
Seguridad • Tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes • Tasa de incidencia
–28.9% más que el promedio– (2016) delictiva por cada 100 mil
• El octavo peor en Confianza en la policía habitantes; el sexto
–49.2 %– (2018) mejor (2017)
• El décimo peor en Percepción de la inseguridad
–39% no se sienten seguros– (2018)
Comunidad • El tercer peor en Calidad de red de soporte: número
de personas que no pertenece a la familia y del que
se espera contar con su apoyo en una urgencia o
necesidad (2014)
Medio ambiente • Contaminación del aire 12 .2 ppm; 2 .5 microgramos
por m3 –se ubica en la mitad superior– (2015)
• El séptimo peor en Residuos depositados en lugares
adecuados – 40%– (2008)
Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI, 2018.
334
Contradicciones del desarrollo en Michoacán
Los resultados en las últimas dos categorías –comunidad y medio ambiente– son sor-
prendentes porque Michoacán cuenta con una importante población indígena y a ésta se le
atribuye una mayor cohesión social y cuidado de recursos naturales; además no tiene grandes
concentraciones urbanas (la ciudad más poblada es Morelia, número 27 a nivel nacional, con
poco menos que 600 mil habitantes) y tampoco cuenta con un fuerte sector manufacturero al
que se pueda responsabilizar de la contaminación del aire y de residuos depositados en lugares
no adecuados.
11 La fórmula que se aplicó para obtener el IE es la siguiente: IE = (ei / et) / (Ei / Et). En donde ei es la producción municipal de
aguacate; et es la producción agropecuaria municipal; Ei es la producción de aguacate estatal, Et es la producción agropecuaria
total estatal. Posteriormente se estableció una escala para calificar la especialización del municipio como alta o baja.
335
Lucie Crespo Stupková
producción de Peribán y Los Reyes son altos, sin embargo, su producción agrícola está diver-
sificada (zarzamora, frambuesa, mora azul). La altísima especialización de los municipios en
la producción de aguacate nos permite suponer una relación directa entre esta producción y la
situación socioeconómica local.
El análisis de contingencia se realizó cruzando las categorías de especialización (alta,
baja) y las categorías del IRS (rezago social alto, medio y bajo), así como comparando las
categorías de especialización y del IDH. Se encontró que la correlación entre la producción de
aguacate y el IRS es negativa y la correlación entre los valores de la producción de aguacate y
los valores del IDH es positiva pero ninguna de las dos son estadísticamente significativas. Con
el auge de la producción de aguacate y sus altos precios en el mercado, supondríamos que la
derrama económica se reflejaría más y de manera positiva en las condiciones de vida de los
habitantes de los municipios donde se produce.
En el siguiente mapa (imagen 1) se visualizan los 62 municipios michoacanos que pro-
ducen aguacate.12 Los siete municipios resaltados de color verde bandera son aquellos donde el
rezago social (IRS) es bajo, entonces podemos deducir que la producción de aguacate influye en
mejores condiciones de vida. El caso opuesto lo representan los municipios señalados en rojo
(Charapan y Madero), donde a pesar de alta especialidad en aguacate el rezago social es alto.
Otros ocho municipios con especialización alta reportan rezago social medio (Acuitzio, Ario,
Erongarícuaro, Salvador Escalante, Tangamandapio, Tingambato, Turicato y Ziracuaretiro).
Al cruzar los datos de especialización y el IDH encontramos que solamente el muni-
cipio de Uruapan registra alta especialización y alto desarrollo humano, mientras que doce
municipios con alta especialización presentan un desarrollo humano medio; además cuatro
municipios (Madero, Tancítaro, Tangamandapio, Turicato) tienen un índice bajo. Debido a
que el Índice de Desarrollo Humano toma en cuenta el ingreso, esperaríamos que la derrama
económica por la producción de aguacate se verá reflejada de manera más fuerte que en el
caso del Índice de Rezago Social. Sin embargo, los municipios con alta especialización y bajo
desarrollo humano (4) son más que aquellos de rezago social alto (2).
12 Paracho, Cherán y Nahuatzen son municipios localizados en el “corazón” de la franja aguacatera, sin embargo, el Servicio de
Información Agroalimentaria y Pesquera carece de información acerca de su producción aguacatera.
336
Imagen 1. Municipios productores de aguacate y rezago social
Puyana (2017) estudia la relación directa entre el peso de los recursos naturales en la riqueza
total y la desigualdad del ingreso y encuentra que en los países de Latinoamérica y el Caribe
existe una relación inversa, como la que se muestra en la imagen 2. Eso lo atribuye, sobre
todo, a la concentración del capital y de la tierra. Los grupos más poderosos conforman focos
de poder con gran acceso a los centros de decisión donde logran la adopción de políticas que
benefician al capital y desfavorecen el trabajo. Por otra parte, la tierra puede ser apropiada por
medio de la violencia y el desplazamiento forzado y masivo de pequeños productores agrícolas,
campesinos y pueblos indígenas a causa de los megaproyectos mineros o agrícolas. Estas evi-
dencias nos hacen sospechar que el patrimonio natural michoacano pueda resultar en mayor
desigualdad y pobreza.
337
Lucie Crespo Stupková
Para este análisis se utilizaron los datos sobre pobreza en números relativos,13 el índice
Gini y el valor de la producción agrícola de los 113 municipios. Los resultados plasmados
en la gráfica (imagen 2) demuestran una relación negativa entre la igualdad y la producción
agrícola, mientras el municipio tiene mayor valor de dicha producción, hay mayor desigual-
dad (el índice Gini más cercano a 1). La relación entre la producción agrícola y la pobreza es
negativa (imagen 3), a mayor producción, menos porcentaje de pobres.
La mayor parte de la producción de aguacate se da en la Meseta Purépecha. Por esa
razón es interesante considerar también la relación entre la población indígena y el índice
Gini. Los resultados del modelo describen una relación positiva (imagen 4), o sea mientras más
población indígena tiene el municipio, el índice es más alto. Existe entonces una mayor des-
igualdad, de origen histórico y desde la colonia, en los municipios con más población origina-
ria. Esto ha sido señalado en varios estudios académicos, por ejemplo, por Thierry Linck (1988).
GINI
Observed
,55
Linear
,50
,45
,40
,35
0 2.000.000 4.000.000 6.000.000 8.000.000
Valor de la producción
13 Se optó por la expresión relativa para evitar las distorsiones para áreas rurales. En los municipios urbanos se concentra mayor
número de habitantes en condiciones de pobreza, en consecuencia, si se utilizan números absolutos, la distribución de la muestra
no es normal.
Página 1
338
Pobreza
Observed
90
Linear
80
70
60
50
40
30
0 2.000.000 4.000.000 6.000.000 8.000.000
Valor de la producción
GINI
Observed
,55
Linear
,50
Página 1
,45
,40
,35
0 5.000 10.000 15.000 20.000
Población indígena
339
Lucie Crespo Stupková
El análisis en este apartado, se sustenta en tres vertientes teóricas del desarrollo regional:
asignación eficiente de los factores (modelo Heckscher-Ohlin y Stolper-Samuelson), la teoría
núcleo-periferia (Immanuel Wallerstein y Raúl Prebish) y la teoría de la sociedad del aprendi-
zaje (learning society, Gary Gereffi). La primera asume que una producción agrícola particular
se concentrará en las regiones donde conviene en términos de los factores básicos de produc-
ción (tierra, trabajo, capital y tecnología). La producción intensiva en trabajo, por ejemplo, la
producción de berries, se concentrará en donde exista mano de obra barata. Las fluctuaciones
en la economía son de corto plazo, el mercado libre es capaz de hacerles frente y la asignación
óptima es benéfica tanto para la región que exporta, como para la que importa.
La teoría núcleo-periferia considera que las diferencias entre las regiones desarrolla-
das y en desarrollo son permanentes y cada vez mayores. Para corregir las desigualdades son
necesarias las intervenciones del Estado, como atraer la inversión extranjera, instalar empresas
estatales y financiar el desarrollo de los fondos públicos en las regiones marginales.
La teoría de la sociedad del aprendizaje, hace gran énfasis en la inversión en los conoci-
mientos y habilidades de los trabajadores locales. Según esta teoría, las cadenas de valor traen
beneficios para las economías locales como: altos estándares de calidad, innovaciones, con-
diciones de trabajo decentes, importancia de inocuidad y sanidad. La visión optimista sobre
el papel de la interconexión global está basada precisamente en la capacidad de las regiones
menos desarrolladas para aprovechar la transferencia de tecnología, apropiarse de las innova-
ciones y en la voluntad de las multinacionales para invertir en sus empleados locales (learning
region). Sin embargo, el éxito de la transferencia de conocimientos requiere la cooperación
entre las empresas y los actores locales, especialmente las autoridades, escuelas técnicas, uni-
versidades y centros de desarrollo tecnológico. También es importante el trasfondo cultural,
que puede o no representar una ventaja competitiva.
En Michoacán se registró un decrecimiento de 5% en el sector secundario en los años
2007-2016, el subsector de industrias manufactureras cayó del segundo al quinto lugar y no
14 El modelo con variables Gini y producción agrícola no es estadísticamente significativo, mientras que el que describe la relación
entre el índice Gini y la población indígena sí lo es.
340
Contradicciones del desarrollo en Michoacán
existe correlación entre las exportaciones de aguacate y berries con el sector secundario (Crespo-
Stupková 2018), lo que señala una baja transformación de los productos primarios. Por la falta
de innovación en este sector, los agricultores compran insumos importados (agroquímicos,
plásticos, componentes de los sistemas de riego, equipo y maquinaria agrícola) directamente
en el extranjero o los adquieren localmente. Podemos observar el desplazamiento de la mano
de obra hacia el sector primario, así como la falta de inversión en la educación –otro subsec-
tor que no tiene relación con la producción y exportación de aguacate y zarzamora, o sea la
fuerte derrama económica no se ve reflejada en éste– (idem). Los bajos requisitos educativos y
los, relativamente, altos ingresos en el sector primario (un jornalero gana 200 pesos al día en
berries; 300-500 pesos/día en aguacate), dadas la pobreza y el nivel de ocupación, desestimulan
la demanda de los servicios educativos. Así mismo, por parte de la población michoacana
existe una sustitución del consumo local por los productos importados, evidenciado en una
alta propensión a importar y el bajo multiplicador de exportaciones (idem).
Si bien, el auge de la producción y exportaciones de los productos hortofrutícolas se
basa en la contratación de mano de obra barata, el desarrollo regional no es óptimo, sobre
todo, porque no existe una libre competencia (requisito del modelo Heckscher-Ohlin y
Stolper-Samuelson) sino una creciente concentración de capital en oligopolios que controlan
las exportaciones tanto por medio de certificaciones (como barrera comercial) o por la exclu-
sividad de contratos basados en relaciones entre las mismas elites.
Tampoco se realiza la transferencia de conocimientos e innovaciones ni una efectiva
redistribución de los beneficios, logrados a través de la explotación de los recursos naturales.
Rodrik (2011) investiga la relación entre el comercio internacional y el desarrollo y subraya la
importancia de lo que se exporta – el nivel de sofisticación que tiene el producto. Sostiene que
para los países latinoamericanos la apertura comercial y el avance de las exportaciones no han
estimulado el crecimiento económico. Las exportaciones son de bajo nivel de sofisticación,
en su mayoría sin un valor agregado por transformación. Autores como Hirschman (1958) y
Matsuyama (1992) explican que el sector manufacturero genera mayores innovaciones, mayor
división de trabajo y mayor número de encadenamientos hacia adelante y hacia atrás. Pero si la
mano de obra, como ocurre en Michoacán, se desplaza hacia el sector agrícola y no se fortalece
el sector de procesamiento, se reduce la tasa de crecimiento total. Además las cadenas interna-
cionales agroalimentarias no están interesadas en realizar desarrollos tecnológicos en México,
los hacen en las universidades o centros de investigación extranjeros e importan el resultado
(por ejemplo, plánulas de nuevas variedades de berries, agroquímicos, maquinarias). Por otro
lado, para lograr un bienestar de la sociedad hacen falta instituciones sólidas y eficientes, un
condicionante que se menciona tanto en la teoría de núcleo-periferia como en la teoría de la
sociedad del aprendizaje.
341
Lucie Crespo Stupková
Conclusiones
15 Desde 2013 aparecieron en Michoacán grupos de autodefensas; los productores de aguacate en Tancítaro pagan un porcentaje de
sus ganancias –dependiendo de la cantidad de hectáreas que poseen– a cuerpos de defensa locales. Se sabe que la mayoría de los
productores tienen que pagar cuotas de “seguridad” a cárteles.
342
Contradicciones del desarrollo en Michoacán
Si bien, las raíces de los problemas actuales son históricas, no es posible esperar que se
superen por medio de la libre competencia –la cual ni siquiera existe en el sector agroalimen-
tario–, un desarrollo inclusivo territorial se puede lograr sólo a través de mejores instituciones
y políticas públicas efectivas.
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345
REDES CAMPESINAS ALIMENTARIAS COMO PILAR
DE SOBERANÍA ALIMENTARIA
Sostenibilidad, trabajo y vida digna en el campo
Uno de los pilares de lucha más importantes de la organización internacional La Vía Campesina
(LVC) se construye con el lema práctico de soberanía alimentaria. En este principio dinámico
(LVC 2017, 2013; Martínez-Torres y Rosset 2014), converge una amplia gama de estrategias,
conocimientos y prácticas que diversas redes alimentarias campesinas re-organizan desde sus
legados ancestrales. La soberanía alimentaria reconoce el peso y el papel clave que campesinas
y campesinos tienen, y podrían seguir fortaleciendo, no sólo respecto al abastecimiento ali-
mentario mundial, sino con relación a la construcción social de sostenibilidad. Debido a que
su papel para restablecer y sanar conexiones sociales, ecológicas y económicas desde lógicas
colectivas y de interdependencia resulta necesario al ponderar el cambio climático como con-
dicionante central para la producción de alimentos (IPCC 2019; FAO 2018).
En primer lugar, se plantearán algunos elementos del contexto hegemónico en que
surge el lema práctico de soberanía alimentaria que se aborda a través del concepto de régi-
men alimentario corporativo.2 En segundo lugar, se enfatizarán algunas implicaciones socio
ecológicas del actual régimen que configura modelos hegemónicos para los sistemas agro-
alimentarios basados en el agronegocio y sus cadenas agroindustriales de producción, pro-
cesamiento, distribución y consumo. Se trata de modelos de agricultura deslocalizada, sin
campesinos y dependientes de insumos externos basados en hidrocarburos y en transgénicos
(Holt-Giménez 2009). Finalmente, para contrastar los procesos de degradación ambiental que
genera el régimen alimentario corporativo, se subraya la necesidad de valorar a las redes ali-
mentarias campesinas como fundamento socioecológico y productivo clave para cubrir las
necesidades alimentarias y cuidar el sistema terrestre del que formamos parte (HLPE 2013).
La acumulación capitalista en la actual fase neoliberal se caracteriza por la concen-
tración y el monopolio que el capital financiero e industrial opera a través de las Empresas
1 Candidata a doctora en Ciencias de la Sostenibilidad UNAM-Escuela Nacional de Estudios Superiores ENES-Unidad Morelia.
2 Se entiende por régimen alimentario a un orden mundial capitalista con reglas específicas que estructuran la producción y con-
sumo de alimentos a escala mundial. En términos de relaciones de valor se trata de una particular coyuntura histórica-mundial en
la que determinadas reglas de gobernanza definen la relación de precios mundiales para el abastecimiento alimentario (McMichael
2016: 649-650).
347
Martha Angélica Soriano Sánchez
Transnacionales (ETN) (LVC 2017c; Borras et al. 2017) con base en el régimen de libre mercado.
Desde los ajustes estructurales, promovidos a escala global a través de las directrices que se dise-
ñaron con el llamado “Consenso de Washington” (Hernández 2018: 85), el campo comenzó
a sufrir redoblados procesos de la liberalización que, en palabras de LVC, implican una guerra
contra las redes agroalimentarias campesinas debido a que diezman las comunidades rurales
y destruyen los tejidos territoriales (LVC 2017c: 19). Por lo anterior, LVC sostuvo desde su pri-
mera conferencia en Mons, Bélgica, 1993, un rechazo explícito al modelo neoliberal para el
desarrollo rural y sus políticas agrícolas sin campesinos, así como contra ETN agroindustriales
como Monsanto, Dupont, Syngenta, Cargill, Archer Daniels Midland Company, Tyson, y
Smithfield (Cotler et al. 2020: 70; Nadal 2019; Hernández y Desmarais 2009; Rosset 2003).
El lema práctico de soberanía alimentaria surge en 1996 durante la Cumbre Mundial de
la Alimentación convocada por la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura (FAO) y en este contexto de reforzamiento de políticas neoliberales para el
desarrollo rural (Binimelis et al. 2014: 326). Haciendo eco del derecho humano a la alimen-
tación (De Schutter 2017), LVC reclama la soberanía alimentaria como un derecho humano
básico, ya que todos los pueblos y Estados tienen el derecho soberano a definir sus propias
políticas agrícolas y alimentarias, así como a proteger y a regular su producción y comerciali-
zación agrícola doméstica para garantizar la alimentación de los pueblos (LVC 2017b: 27; Alai
2016: 2). En este sentido se ponderan las implicaciones del principio de soberanía alimentaria,
al colocarse como alternativa política estratégica3 frente a la matriz socioeconómicamente
injusta y ecológicamente insostenible del régimen alimentario corporativo, con el que se mer-
cantiliza a la naturaleza y a los alimentos (McMichael 2016).
3 Desde la declaración de Nyéléni, la soberanía alimentaria es construida mediante políticas y prácticas socioecológicamente arrai-
gadas. Con base en este lema práctico, se ponderan cruciales cuestiones sociales y ecológicas en torno a la calidad y localización de
las formas de producción, construyendo colectivamente acciones que articulan preguntas clave sobre qué, dónde, cómo y cuánto
se produce (LVC, 2017b, Martínez-Torres y Rosset).
Los pilares que articulan el contenido y efectividad del principio de soberanía alimentaria son:
1. los principios agroecológicos sostenidos a través de la agricultura campesina agroecológica, cuyas raíces se identifican en las
prácticas ancestrales de los pueblos campesinos, con los que se fortalece la diversificación productiva basada en los conocimientos
locales, así como el derecho a producir los propios alimentos, nutritivos y culturalmente apropiados (LVC 2013: 6).
2. la reforma agraria integral y popular, en contraste con el enfoque estatista que históricamente ha tenido esta demanda, ampliando
su objeto de la tierra al territorio, en clara oposición a una reforma agraria asistida por el mercado como la promovida por el BM
basada en la titulación de tierras privadas y en la desregulación de los mercados de tierras y aguas;
3. el cambio en las relaciones sociales en búsqueda de emancipación y con un profundo cuestionamiento a las relaciones patriar-
cales (LVC 2017b: 5, 9, 39). Véase síntesis de puntos relevantes en Korol (2016: 134-140).
4. la defensa de la tierra y territorios; y
5. la defensa de mercados nacionales y locales, apelando a la creación de políticas públicas agrícolas y alimentarias que pongan en
el centro de su diseño e implementación las necesidades alimentarias de las comunidades y el cuidado de consumidores y produc-
tores (Boletin Nyéleni, 2017).
Otras cuestiones de gran importancia en LVC, que son ponderadas mediante el dinámico concepto de soberanía alimentaria, para
construir un sistema agroalimentario justo y socioecológicamente arraigado son: el cambio climático, la intensificación de migra-
ciones rurales-urbanas, los derechos de los trabajadores rurales, con especial énfasis en la situación de las mujeres y los jóvenes,
ya que la juventud y el género han cobrado gran relevancia política dentro de los procesos organizativos de LVC (Binimelis et al.
2014: 336).
348
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria
4 REDD: Reducción de Emisiones por la Deforestación y la Degradación de los Bosques (Reducing Emissions from Deforestation and
Forest Degradation); y REDD+: Reducción de Emisiones por la Deforestación y la Degradación de los Bosques y la conservación,
el manejo sostenible y el mejoramiento del stock de carbono de los bosques en los países en desarrollo.
349
Martha Angélica Soriano Sánchez
5 En este sentido, cabe enfatizar la información que sintetiza el Grupo ETC: “La cadena agroindustrial utiliza más del 75% de la tierra
agrícola del mundo y en el proceso destruye anualmente 75 mil millones de toneladas de capa arable y tala 7.5 millones de hectáreas
de bosque. Además, la cadena agroindustrial es responsable del consumo de al menos el 90% de los combustibles fósiles que se usan
en la agricultura (y sus correspondientes emisiones de gases de efecto invernadero), así como al menos 80% del agua dulce, mientras
nos deja con una cuenta de 12.37 billones de dólares que debemos pagar tanto por los alimentos como por los daños. También, la
cadena agroindustrial arroja un saldo de 3 mil 900 millones de personas subalimentadas o malnutridas” (Grupo ETC 2017: 17).
6 Al respecto, cabe señalar que LVC ha reforzado sus procesos de cabildeo político directo en espacios internacionales clave como la
FAO, dentro del Comité de Seguridad Alimentaria, e implicando a gobiernos mediante el Tratado Internacional de Semillas; en
el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, impulsando la firma de la Declaración sobre los derechos de los campesinos y de otras
personas que trabajan en zonas rurales, además de participar en debates y negociaciones para el Tratado Vinculante que luche contra
la impunidad de las empresas transnacionales y sus cadenas de suministro con respecto a los derechos humanos que ya está en fases
de negociaciones dentro de la ONU (LVC, 2017b: 27-48, 2017c).
350
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria
7 Tal como se registra en los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climatico (IPCC 2019); en el Millenium
Ecosystem Assessment (2005); o en la evaluación de OAG del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA
2014).
8 Cabe señalar que otras publicaciones sitúan al régimen alimentario corporativo como responsable del 44% al 57% del total de las
emisiones de GEI (Grupo ETC 2017).
351
Martha Angélica Soriano Sánchez
Bajo el régimen alimentario corporativo 3 900 millones de personas padecen hambre y des-
nutrición, y 52% de la población mundial vive con alguna falta de calorías, de micronutrien-
tes, de vitaminas y proteínas, teniendo como contraste otra tendencia hacia la obesidad por
el consumo excesivo de productos sobreprocesados, altos en grasas, azúcares, y deficientes
de proteínas, fibras o vitaminas (Grupo ETC 2017).10 Con base en lo anterior, y vinculando
con los impactos socioecológicos previamente bosquejados que caracterizan al régimen ali-
mentario corporativo, resaltamos que este modelo hegemónico agroindustrial y corporativo
está fracasando en la provisión de alimentos adecuados y sanos, así como en el cuidado,
9 Al respecto, el Grupo ETC señala que, por cada dólar que se gasta en fertilizantes debemos pagar otros 4 dólares por el costo de los
daños ambientales y a los suelos que ocasiona su aplicación (Grupo ETC 2017: 32).
10 Tendencias similares se registran en México, donde siete de cada diez adultos y 35% de adolescentes padecen obesidad. Ha
aumentado el padecimiento de enfermedades crónicas como la diabetes, y la desnutrición sigue siendo un problema central
de salud pública al situarse como una de las primeras cinco causas de mortandad infantil. Esta dicotomía, de población con
sobrepeso y desnutrición, es resultado de la transición a dietas hiper-especializadas basada en alimentos “chatarra” o procesados
industrialmente con grandes cantidades de colesterol, grasas saturadas, azúcares y sodio (Cotler et al. 2019: 76-78).
352
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria
restauración y conservación de los ecosistemas de los que inter-dependemos (Van der Ploeg
2014; LVC 2017b: 27).
En contraste, las redes alimentarias campesinas cubren casi 70% del abastecimiento
alimentario mundial con 25% de tierras agrícolas, teniendo mejores índices de eficiencia ener-
gética, generando la mayor cantidad de empleos rurales y sin degradar los suelos y los bosques
(Grupo ETC 2017: 17). La racionalidad ecológica de la agricultura a pequeña escala, la aguda y
sistemática observación de signos climáticos, el constante y dinámico mejoramiento de varie-
dades de cultivo, la diversificación y rotación de cultivos, y el manejo adaptativo de diversas
unidades ecogeográficas son algunas de las prácticas sostenibles que encarnan los saberes cam-
pesinos a través de la producción de alimentos y el cuidado de los agroecosistemas.
Diversos campos emergentes como la agroforestería (Jose 2012: 2-4) o la agroecología
parten del reconocimiento del constante mejoramiento y manejo campesino de los compo-
nentes silvestres y/o cultivados en sus sistemas alimentarios haciendo uso de sus conocimientos
ancestrales, adaptativos, holísticos y estratégicos (Altieri y Toledo 2015; Gallar y Matarán 2015).
Algunos sistemas y mecanismos de mejoramiento y manejo de las redes campesinas alimen-
tarias basados en principios agroecológicos que fomentan el equilibrio de los agroecosistemas
son: los sistemas de producción tradicionales como la milpa, los sistemas de manejo integrado
donde se combinan cultivos y animales, mediante asociaciones o rotaciones (Damián-Huato
2016), la diversidad de alimentos y de biodiversidad funcional que se fortalece a través de la
pluriactividad y los policultivos, las mejoras en los rendimientos productivos con la misma
cantidad de recursos, el control biológico de plagas o el aumento de reciclaje y recirculación
endógena de materiales y energía. Todos estos son ejemplos que inciden en el fortalecimiento
de la resiliencia de los sistemas alimentarios (Van der Ploeg 2014: 49-50), al tiempo que con-
viertan al trabajo rural en una fuente de empleo digna (Cotler et al. 2020; López y Pérez 2019;
Toledo y Ortiz 2014; Toledo y Barrera-Bassols 2008).
Los procesos de enraizamiento socioecológico entretejidos por manos campesinas,
mediante diversos procesos de mutua crianza, implican un fortalecimiento rural sostenible,
sobre todo para un país como México que forma parte de uno de los centros de origen y de
domesticación en el mundo. Por ello, es vital que los pequeños y medianos agricultores se
conviertan en fundamento vital para construir políticas agroalimentarias auténticamente sos-
tenibles (IPES Food 2016; Grain 2016; HLPE 2013; LVC 2013).
Lo anterior, supondría un importante punto de inflexión hacia la construcción de
soberanía alimentaria con la que se reduzca la dependencia de insumos externos, se promue-
van nuevas formas de cooperación local, se fortalezcan y dinamicen los mercados locales y
regionales, se incremente la multifuncionalidad de cada unidad productiva, y, por tanto, la
viabilidad económica y socioecológica del campo (IPES Food 2016; Cotler et al. 2020; Altieri
y Nicholls 2018). Resulta crucial situar la importancia del principio de soberanía alimentaria
como eje operativo para la vida digna de las redes agroalimentarias campesinas, ya que parte
del fortalecimiento de la diversificación productiva basada en los conocimientos locales, la
353
Martha Angélica Soriano Sánchez
defensa de la tierra, los territorios, las semillas y los saberes frente a procesos de despojo,
así como del derecho a producir los propios alimentos nutritivos y culturalmente apropiados
(Korol 2016).
Las redes alimentarias campesinas fortalecen la resiliencia de los agroecosistemas frente
al cambio climático, por la destacada diversidad agrobiológica que resguardan, por la conser-
vación in situ de recursos naturales que promueven, por el mejoramiento de servicios ecosisté-
micos que posibilitan y por la lógica de manejo adaptativo integral con la que manejan paisajes
heterogéneos (Toledo y Barrera-Bassols 2008). De esta manera, las dinámicas regenerativas en
las que se basa la agricultura campesina contribuyen a la disminución de emisiones de GEI, al
no depender de insumos externos, y abonan en la importante labor de conservación de suelos,
al recuperar la materia orgánica del suelo o al reintegrar la producción animal con la vegetal
bajo formas de manejo sustentables (Grupo ETC 2017; Grain 2016; LVC 2009).
Del total de unidades productivas con actividades agropecuarias o forestales en México
67.8% está conformada por predios de menos de 5 hectáreas que representa una superficie de
4 380 152 ha (Cotler et al. 2020: 56). Esta agricultura a pequeña y mediana escala sigue enfren-
tando muchas barreras para acceder a financiamientos y a mercados, ya que sólo recibe 17% de
los subsidios de la vertiente productiva del PEC-DRS (Programa Especial Concurrente para el
Desarrollo Rural Sustentable) (López y Pérez 2019) a pesar de que satisface 39% de la demanda
nacional y que genera 56.8% empleo contratado bajo rubro agrario (Cotler et al. 2020: 64;
Ashoka 2015). Lo anterior es resultado de las inercias que han dejado sucesivos regímenes de
políticas regresivas para el campo mexicano, basadas en un modelo neoliberal y agroexporta-
dor como eje de política agroalimentaria, con las que se apostó por la generación de divisas,
concentrando la mayor parte de subsidios e inversión productiva en grandes agroexportado-
res, mientras paralelamente se pulverizaban las bases materiales de la vida campesina, por
considerarla improductiva y atrasada. Esta situación acentuó la dependencia alimentaria y
encareció el acceso a la alimentación nutritiva, sana y culturalmente adecuada (Cotler et al.
2020). Simultáneamente, se profundizó la desigualdad y exclusión en el sector agropecuario,
ya que los subsidios otorgados por el Estado se concentraron en grandes productores, mientras
que se promovía la ampliación de programas asistencialistas y clientelares ineficientes, mal
estructurados y con una nula cobertura productiva para pequeños y medianos agricultores.
De acuerdo con un informe de la FAO (2018: 17-19) llamado México rural del siglo XXI, los
estudios y políticas sobre el campo se caracterizan por ser sectoriales, debido a que existen
al menos 54 leyes que regulan el ámbito rural y cada secretaría de Estado atiende objetivos
específicos. Esto implica que se dupliquen o en el peor de los casos que se apliquen políticas
contradictorias debido a que no se cuenta con un diagnóstico claro sobre cuál es la población
objetivo, y en el caso de los pequeños productores ni siquiera se consideran como objetivo de
inversión productiva. A lo anterior se suma que los lineamientos establecidos en las Reglas
de Operación dificultan la articulación de este desintegrado marco normativo-institucional.
Por ejemplo, podemos constatar esta exclusión financiera y productiva de pequeños y medianos
354
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria
productores con el ejercicio del llamado Presupuesto Especial Concurrente (PEC-DRS), ya que
desde el año 2001 se viene concentrando más presupuesto con orientación social y de com-
bate a la pobreza que a la inversión productiva, de 2001 a 2006 se destinó 39% al componente
de vertiente social, hasta llegar a 57% en 2018.
Al respecto, cabe enfatizar que estas tendencias han dejado grandes costos sociales
como la precarización extrema del trabajo rural, la pulverización de la capacidad de pequeños
y medianos productores, la profundización de mecanismos de sobreexplotación, la desarti-
culación de tejidos sociales y territoriales; la pérdida de multifuncionalidad del campo y la
nula incidencia en los niveles de pobreza rural ya que 56.8% de la población se encuentra en
situación de pobreza y 16.7% en pobreza extrema (Coneval 2020). Por otro lado, también han
dejado grandes costos ecológicos como la dependencia energética de maquinaria, pesticidas,
fertilizantes; la sobreexplotación de recursos estratégicos como tierra y agua, generando a su
vez la contaminación de cuerpos de agua y la degradación de los suelos, así como la pérdida de
variabilidad genética de los principales cultivos (Cotler et al. 2020; Sandoval 2017).
Con base en este panorama, puede interpretarse como un buen signo que los cinco
programas prioritarios del gobierno actual (producción para el bienestar, precios de garantía-
canasta básica, crédito ganadero, entrega de biofertilizantes y apoyo a la pesca) se hayan diver-
sificado y, al parecer, reposicionado en favor del apoyo productivo a pequeños y medianos
productores. Sin embargo, retomando el diagnóstico de diversos autores (Cotler et al. 2020;
López y Pérez 2019), queda mucho por hacer para que estas buenas intenciones se concreten
en trabajo y vida digna para las redes alimentarias campesinas de México. La construcción de
una política agroalimentaria basada en el principio soberanía alimentaria y en la aplicación
del principio precautorio, con el consecuente desarrollo de marcos normativos, legales y ope-
rativos que fortalezcan la puesta en práctica de principios agroecológicos, es un asunto pen-
diente en la agenda. La publicación del decreto presidencial para sustituir el uso de glifosato
por otros agrotóxicos con baja toxicidad, con productos biológicos u orgánicos, con prácticas
agroecológicas y con el uso intensivo de mano de obra es un paso significativo en ese sentido.
También es muy importante sanear y actualizar el padrón de campesinos y productores para
diseñar una estrategia de focalización y cobertura que vincule componentes en procesos ope-
rativos bajo una visión territorial y de largo plazo donde pequeños y medianos productores,
los ejidos, y las comunidades campesinas y/o indígenas sean el fundamento productivo de las
políticas agroalimentarias (Cotler et al. 2020). El diagnóstico preciso de la compleja estruc-
tura agraria del país, gestada históricamente, con el que se defina la población objetivo de
programas articulados e integrales con una visión territorial, es un punto de partida necesario
para la articulación programática e interinstitucional a la agenda ambiental, como se trata
de impulsar a través del Grupo Intersectorial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y
Competitividad (GISAMAC).
Por otro lado, los procesos de defensa de la agricultura agroecológica campesina y de
las semillas nativas y criollas que desde hace varios años impulsan en México organizaciones
355
Martha Angélica Soriano Sánchez
356
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria
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362
CRISIS RURAL, VIOLENCIAS CRECIENTES Y DESPLOME MIGRATORIO
La reproducción de la sociedad rural en su encrucijada
frente a la Cuarta Transformación
363
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
tiene ventajas naturales como frutales y hortalizas y compre en el exterior los alimentos bási-
cos con graves impactos en la estructura productiva del campo y las condiciones de vida de la
mayoría de los productores rurales que enfrentan una creciente precarización, el pluriempleo
y la migración como alternativas. Bajo el nuevo modelo se apostaba a que con la moderniza-
ción económica –superadas la crisis de la deuda, la recesión de 1982-1988, de fuerte austeridad
y bajo crecimiento económico– crecería la industrialización del país, sus exportaciones y se
podría absorber la población “sobrante” del campo, gracias a la firma del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLC). Previo a la firma del TLC se modificó el
Artículo 27 constitucional para promover la mercantilización del campo y privatización del
territorio nacional y todos sus recursos. Sin embargo, pese a que con el TLC las exportaciones
y las importaciones a Estados Unidos aumentaron más de cinco veces, la crisis del campo se
profundizó y el crecimiento promovido por ese Tratado –de acuerdo con los intereses de las
grandes corporaciones de la maquila–, el ensamble automotriz y la electrónica se concentró en
pocas regiones de la frontera norte, norte y centro del país, con una capacidad limitada para
absorber a la población rural, generar impactos regionales integradores y multiplicadores, con
lo cual –sin políticas de desarrollo rural– crecen la migración y las violencias en todo el campo
mexicano agudizando la crisis económica y social.
Para 2017 de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI),
México tenía una población de 123.9 millones de habitantes de los que el sector rural cons-
tituía 23.1%, con 28.6 millones de personas. De éste, la población económicamente activa
del campo aportaba 13.3% con 7 millones de personas y contribuía con 3.1% del Producto
Interno Bruto (PIB) nacional. Un sector emergente de los trabajadores del campo lo represen-
taba la economía informal con 20.9% de 57% nacional equivalente a 6.3 millones de personas
(CEDRSSA 2017). De 2008 a 2020 la pobreza rural sigue siendo mayor que la urbana con 56.8%
frente a 40.1% y lo mismo sucede con la pobreza extrema con 16.7% y 6.1%, respectivamente.
Cabe destacar que la proporción de pobres y pobres extremos urbano se incrementó entre 2018
y 2020 (gráfica 1). Para el CEDRSSA (2020), la pobreza rural difiere de la urbana en aspectos
muy importantes como mayor población indígena, mayores riesgos económicos, alta precari-
zación del mercado laboral y explotación, aspectos que favorecen la vulnerabilidad de quienes
habitan estas zonas. Señalan que es apremiante poner en marcha las medidas que dinamicen
al sector agropecuario, lo cual significa poner al sector agropecuario como prioridad máxima
para garantizar un cambio real a favor de este sector de la población y la economía del país.
364
Gráfica 1. Evolución de la pobreza rural, 2008-2020
17.2
Millones de personas en pobreza
17.0 17.0
16.7
16.6
16.5
16.2
Hubert Carton de Grammont (2009) señala que de 1990 a 2009, pese a las migracio-
nes, la población rural crece constantemente, la migración campo-ciudad se modifica por la
generalización de un mercado de trabajo insuficiente, precario y flexible. Dice, además, que
se fortalece un nuevo modelo migratorio: la población no campesina en el campo tiende a
quedarse en sus lugares de origen en vez de emigrar definitivamente a la ciudad y buscar tra-
bajo temporal de corta o larga duración. Esta acumulación de población rural provoca mayor
pobreza y la creación de nuevas localidades, dispersas, aisladas y marginadas. Con la informa-
ción estadística de las Encuestas de Ingresos y Gastos de los Hogares de 1992 y 2004 el autor
encuentra una sensible reducción de los hogares campesinos con un aumento significativo de
los hogares no campesinos que constituyen la mayoría de los hogares rurales. Analizando los
ingresos, nivel de pobreza y tasa ocupacional encuentra dos tendencias relevantes en los hoga-
res campesinos: el trabajo asalariado ha desplazado a la actividad agropecuaria (pluriactividad)
y los campesinos tienden a ser más pobres que los no campesinos.
Carton de Grammont (2016) resalta cómo el funcionamiento de la unidad de produc-
ción campesina en México se transforma profundamente por la ampliación de la migración y la
pluriactividad como estrategias ante el abandono del campo y los impactos del nuevo modelo
económico aperturista y del TLC . La presencia creciente de una población no agrícola, que
tiene un perfil socioeconómico similar al de la población urbana (acceso a trabajos y estructura
familiar), transforma profundamente la vida de las poblaciones rurales. Lo que se evidencia
en la emergencia de nuevos conflictos en los pueblos, como las contradicciones que existen
entre los “avecindados” y los ejidatarios, así como entre migrantes y no migrantes por el con-
trol de las autoridades municipales o de sus delegaciones. Hoy en día, los campesinos conviven
365
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
con una población rural que no tiene tierra y que reclama sus derechos de participación en
la vida de los pueblos. A este nuevo escenario del campo mexicano Carton de Grammont le
llama nueva “ruralidad fragmentada” por su desagrarización.
Así, a pesar de la relevancia que tiene la población rural en México, en los últimos años
ha perdido importancia económica y ha crecido la pobreza, la presencia del trabajo asalariado
y las transferencias de ingresos que reciben las familias rurales. En el ámbito rural y entre los
no pobres las transferencias monetarias representan 21.7% del ingreso monetario del hogar y
28.9% entre la población en pobreza de 2008 a 2018. Entre ellas, las transferencias monetarias
vía remesas internas e internacionales y los ingresos monetarios de programas gubernamen-
tales son los más importantes, sin esos recursos el número de pobres sería de poco más de 19
millones, 12.7% más que los estimados considerando ambos rubros y la extrema pobreza rural
alcanzaría a 6.3 millones de personas, 26.2% más de los calculados; mientras que la pobreza
moderada sería de 12.7 millones de personas en lugar de los estimados en 11.9 millones, 7%
más, propiciando que los grupos que las reciben sean altamente vulnerables a esos recursos
(Gaspar y García 2020).
A siete meses de funcionamiento del nuevo gobierno, López y Pérez (2019) recuerdan
cómo los pequeños y medianos productores de granos básicos han sido uno de los sectores
más afectados desde la imposición del modelo neoliberal en 1982. La entrada en vigor, en
1994 del TLC arrasó con la agricultura campesina. La guerra contra el campesinado estaba
en marcha. La política neoliberal se enfocó en denigrarlos, al considerarlos “atrasados”,
“pobres”, “improductivos”, quitándoles el derecho de ser vistos como sujetos productivos y
como sujetos históricos en la construcción de las decisiones del país.
Para López y Pérez (2019), los saldos de las políticas neoliberales en el sector rural son
desastrosos: colapsaron al campo y arruinaron a los campesinos en beneficio de las grandes
corporaciones agroalimentarias, tanto las que acaparan y especulan con cosechas como las
que introducen paquetes tecnológicos destructivos. Debido a eso hoy importamos la mitad de
lo que comemos y en el campo hay pobreza, malnutrición, deterioro ambiental, migración,
inseguridad y violencia. Por ello, entre otras causas, el gobierno de la Cuarta Transformación
se ha volcado decididamente a desterrar el modelo neoliberal. Durante años los pequeños y
medianos productores fueron excluidos de las políticas públicas. Sin embargo, ellos desarro-
llaron estrategias, resistencias que les han permitido sobrevivir a las adversidades. Se organiza-
ron e implementaron sistemas alternativos de producción, crearon organizaciones, generaron
empleo, alimentos sanos e intentaron reestablecer el tejido social.
Al inicio del nuevo gobierno mexicano en 2019, López y Pérez (2019) rescatan los cuatro
argumentos de Héctor Robles para apoyar la agricultura de pequeña y mediana escala: la
importancia que tienen para el país; el agotamiento del campo mexicano expresado en el
estancamiento de la productividad, competitividad y rentabilidad; la ineficiencia del gasto
público dirigido al campo y los diversos programas establecidos en América Latina y el mundo
a favor de la agricultura en pequeña escala.
366
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
Sin embargo, pese a las declaraciones reiteradas de funcionarios del gobierno mexicano
actual a favor de una nueva política pública para el campo mexicano esto no se vio reflejado
en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2020 al pasar la Secretaría de Agricultura y
Desarrollo Rural de 67 mil 770 millones en 2019 a 46 mil 253 millones en 2020, una reducción
real de 31.8%. Desde el mes de septiembre de 2019 cuando se conocía la propuesta de presu-
puesto 2020 de la Secretaría de Hacienda, diversas organizaciones campesinas manifestaron su
inconformidad porque se contemplaban reducciones significativas para el campo. Esto generó
qué en noviembre, cuando el Congreso debía discutir y aprobar el PEF 2020, agrupaciones
campesinas bloquearan las sedes de la cámara por semanas exigiendo un aumento de 20 mil
millones de pesos más para el campo, que finalmente no fue aceptado y ocasionó desacuerdos
y tensiones crecientes entre la mayoría de centrales campesinas y el gobierno mexicano. Así a
finales de enero de 2020, la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas anunció su resistencia,
con movilizaciones y plantones que se realizarían a partir de febrero en contra de los proyectos
del gobierno federal.
A los graves problemas de presupuesto para el campo nacional hay que agregar la puesta
en marcha el 1 de julio de 2019 del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y
Canadá (T-MEC) luego de las modificaciones hechas al Tratado de Libre Comercio (TLC) hasta
ahora vigente, bajo el cual –al entrar en funcionamiento hace 25 años– se redujeron los apoyos
directos a la producción agrícola, a los precios de garantía y nunca se crearon políticas públicas
de acceso al financiamiento e infraestructura que permitiera a las organizaciones campesinas
participar en los mercados de exportación.
La parte del T-MEC enfocada en la agricultura es, en muchos aspectos, una continua-
ción del TLC debido que refuerza las políticas de libre mercado en regiones que aún conservan
su colectividad y en las que hace falta apoyo tecnológico y financiero que favorezcan la pro-
ducción de alimentos de consumo local y nacional, para competir con los grandes productores
y preservar las formas de producción tradicionales. Además, estas prácticas ancestrales se ven
amenazadas por la expansión de los transgénicos que atentan contra las semillas autócto-
nas, las culturas campesinas e indígenas y su cohesión comunitaria. El modelo agroindustrial
impuesto por el TLC sigue en el T-MEC , enfocado en la producción masiva sin atender la
inocuidad, la calidad y el valor nutricional de los alimentos, tampoco los daños que ocasiona
al medio ambiente, a la salud de productores y consumidores, y en elementos bioculturales
de las comunidades campesinas, como los procesos tradicionales de modificación de semillas
y las semillas nativas (Chima y Perlman 2020, 24 de marzo). Este problema significa un peligro
para miles de comunidades rurales tradicionales ya que el T-MEC obliga a México a cambiar
la legislación que rige el uso de semillas, abriendo la puerta a los transgénicos y al pago de
regalías y patentes a las cuatro grandes transnacionales Bayer-Monsanto, Pioneer, Syngenta y
Dow que controlan el negocio (Gilet 2019, 13 de junio).
En diciembre 2019 cuando los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá habían
ratificado su compromiso en julio de 2020 poner en marcha el T-MEC , se informó que las
367
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
368
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
se ha hecho por los condicionamientos macroeconómicos de deuda y crisis financiera con que
recibe la administración federal el gobierno de López Obrador, las obligaciones impuestas por
el TLC y el T-MEC en términos de producción y comercio agropecuario bajo dichos acuerdos
y los saldos en la balanza comercial agropecuaria a favor de los grandes exportadores mexica-
nos y corporaciones internacionales en el país y las mayores exportaciones de granos básicos,
oleaginosas y cárnicos de los exportadores norteamericanos en México y la persistencia en
la burocracia federal de que este modelo de política gubernamental aplicada para el campo
mexicano durante 39 años es la adecuada.
A pesar de que el gobierno de López Obrador ha establecido algunos programas de trans-
ferencia de ingresos para la población rural como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el
Futuro, ello resulta insuficiente ante la ausencia de verdaderas políticas públicas de desarrollo
regional y sectorial con el respaldo técnico y financiero necesario y la profundización de los
megaproyectos agrícolas, energéticos y mineros que afectan a cientos de comunidades rura-
les en todo el país. Frente a ese escenario resultan muy importantes las conclusiones del 13º
Congreso Nacional de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales realizado de forma virtual
del 22 al 25 de junio de 2021 en las cuales señalan que la búsqueda del crecimiento económico
como solución a las crisis múltiples que enfrenta el campo mexicano por décadas, no puede
ser a costa de los recursos naturales y la reproducción de la vida de las comunidades indígenas,
campesinas y afromexicanas. Siendo una preocupación central de dicho Congreso el des-
pojo que sobre sus bienes y recursos sufren las mujeres y hombres del campo, resultado de la
implementación de megaproyectos extractivos, de producción, distribución y conducción de
energía, de infraestructura, turísticos, industriales y de urbanización.
Los más de 400 trabajos presentados en ese evento muestran las dinámicas sociales y
productivas que persisten en el campo mexicano, las regiones y sujetos sociales insertos, en
procesos productivos, comerciales y laborales que, desde sus diferencias y particulares contra-
dicciones, revelan de lo que está hecho el desarrollo rural en México y la necesidad de modi-
ficar efectivamente la transición democrática para dar salida a los problemas de producción y
comercialización de los pequeños productores, al trabajo infantil, a la falta de opciones para
que las y los jóvenes, cada vez más escolarizados, sigan arraigados a sus comunidades; a la
histórica discriminación de las mujeres; a la falta de reconocimiento de los pueblos indíge-
nas, campesinos y afromexicanos para el ejercicio pleno de sus derechos humanos y sobre sus
territorios; y, entre otros problemas, a la violencia ejercida en las comunidades por el crimen
organizado que ha roto el tejido social en todo el país. Ante esta compleja situación del mundo
rural mexicano en junio de 2021 la AMER hace las siguientes propuestas:
1. La transformación y desarrollo nacional basados en el reconocimiento y respeto de
los derechos de los pueblos indígenas, campesinos y afromexicanos. Aspiramos a que
la resolución de los conflictos territoriales y disputas sociales puedan dirimirse en un
marco de respeto donde la voz de los pueblos y comunidades indígenas y campesinas
se escuchen y tengan eco.
369
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
Durante más de cuarenta años la migración a Estados Unidos para millones de mexicanos se
convirtió en una opción para salir de la pobreza, desempleo y marginación, problemas que
eran graves desde los años setenta del siglo pasado y se profundizan con el establecimiento del
modelo económico neoliberal a causa de la crisis de la deuda externa en 1982 y con la puesta
en funcionamiento del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá en 1994. El
número de inmigrantes mexicanos pasó de 700 mil en 1994 a 12 millones en 2017, año en que
llega Trump a la presidencia de Estados Unidos y comienza un largo proceso de renegociación
370
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
del TLCAN que termina en enero de 2020 con la sustitución del Tratado por el nuevo acuerdo
comercial, ahora denominado Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Frente a las férreas políticas de ajuste económico y de estabilidad macroeconómica a ultranza
impuestas desde 1982, cuyas prioridades eran (y son hoy) pagar la deuda pública y controlar la
inflación, se abandonan las políticas públicas de desarrollo regional y sectorial y de fortaleci-
miento del mercado interno que de 1940 a 1982 permitieron tasas de crecimiento del Producto
Interno Bruto de 5% anual y se decide orientar la economía hacia las exportaciones a los
Estados Unidos. Con ello durante cuatro décadas México se convierte en una enorme fábrica
de pobres y migrantes, cuya dinámica económica depende de las exportaciones, maquila elec-
trónica y el ensamble automotriz.
Pero, la situación anterior no podía mantenerse de forma indefinida, los impactos de
la crisis económica norteamericana de 2007-2014 en el mercado laboral y las políticas de segu-
ridad nacional sobre la migración internacional con mayores sanciones y deportaciones cre-
cientes provocan cambios importantes en el sistema migratorio de México y Estados Unidos
que al inicio del siglo XXI se caracterizó por un flujo creciente de migración irregular cercano
al medio millón en los años previos a la crisis económica señalada. Bajo esta perspectiva,
Alejandro Canales y Sofía Meza (2016) plantean que en los últimos quince años se ha con-
figurado un nuevo contexto político y económico en el cual es posible enmarcar las nuevas
tendencias de la migración México-Estados Unidos, señalando los dos factores antes expues-
tos como los causantes de los cambios en la dinámica migratoria: la política migratoria con
enfoque de seguridad nacional y los impactos de la crisis económica en el mercado laboral y
la migración.
Canales y Meza (2016) mencionan que entre 2007 y 2010, la economía de Estados Unidos
perdió 5.1% de los puestos de trabajo, casi 7.5 millones de empleos, y se tardó cinco años en
recuperarlos. Queda claro que la crisis económica reduce el mercado laboral, en particular
en sectores donde se concentraron los migrantes mexicanos, tales como la construcción, la
manufactura y los servicios. En ese mismo periodo, 2007 y 2010 ambos autores calculan que los
mexicanos perdieron 470 mil empleos, equivalentes a 6.5% del total ocupados. En 2009 la tasa
de desempleo (TD) de los mexicanos alcanza un máximo histórico de 13.3%, sin embargo, es
tan importante la fuerza laboral mexicana para el mercado laboral estadounidense que expe-
rimentó una constante recuperación al pasar la TD de 13.3% a 11.9% entre 2009 y 2011 (Gaspar
2012). En 2018 los inmigrantes mexicanos observan una tasa de desempleo de 4.2% similar
a la media nacional y apenas inferior a la que exhiben los nativos de Estados Unidos (4.3%).
La crisis económica y la intensificación de la política migratoria de Estados Unidos crean un
punto de inflexión en la dinámica migratoria mexicana. Mientras que los mexicanos cursan
un vaivén en la ocupación, otros grupos de migrantes muestran un patrón de continuidad sin
presentar modificaciones significativas (Canales 2012).
Los impactos de la crisis se expresan en la precarización del trabajo de quienes están
empleados. Ramírez y Aguado (2013), con datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera
371
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
Norte de México (Emif Norte), señalan que quienes regresan a México por no haber encon-
trado empleo o no alcanzar los ingresos esperados pasa de 10.1% en 2006 a 23.2% en 2009. En el
contexto de los impactos negativos de la crisis económica en el mercado laboral de los migran-
tes mexicanos, los más afectados son los trabajadores de menor calificación, quienes enfrentan
la reducción del tiempo de trabajo y en sus salarios en un proceso de mayor precarización
La crisis económica de Estados Unidos 2007-2010 y las medidas de política migratoria
más rigurosas implementadas desde 2002 hacen que la migración a ese país deje de funcio-
nar como la “válvula de escape” a las presiones del mercado de trabajo y a los prevalecientes
problemas económicos y sociales de México mediante la expulsión de 11 millones de migran-
tes de finales de los años sesenta del siglo anterior a 2006, cuando ellos mandaron al país
26 mil millones de dólares en remesas familiares. Estimamos con datos del Departamento
de Seguridad de Estados Unidos que entre 2000 -2018 se llevaron a cabo casi 14 millones de
arrestos de indocumentados, 11.8 millones (84.8%) eran de mexicanos. En el periodo de Bush
(2001-2009) se totalizaron 8.2 millones de arrestos principalmente de mexicanos (alrededor de
90%) y en el tiempo de Obama (2009-2017) 3.4 millones de arrestos con una menor partici-
pación de migrantes mexicanos y un aumento de migrantes indocumentados procedentes de
Centroamérica, cifra sin precedente en ambos casos.
En el contexto anterior de profunda crisis económica, social y de seguridad en México,
es urgente una reorientación del modelo económico y en la gestión gubernamental para pro-
mover el desarrollo económico nacional, lograr la cohesión social, recuperar la paz y la credi-
bilidad de los ciudadanos en las instituciones públicas colocando en el centro la generación
de empleo y la seguridad humana como prioridad nacional. El reto para México y los demás
países latinoamericanos con alta migración internacional, radica en construir verdaderas polí-
ticas de desarrollo económico y migración, integrales y de largo plazo que fortalezcan el
mercado interno, construyendo nuevos proyectos nacionales con estrategias específicas para
los diferentes sectores y regiones que generen los empleos necesarios. Esto haría viable que los
latinoamericanos ejerzan su derecho a no emigrar, de modo que a mediano plazo la migración
sea una opción más para vivir mejor y no una necesidad como sucede hasta ahora (García
Zamora 2010: 309).
Con los impactos de la crisis económica de Estados Unidos sobre la migración de mexi-
canos y el crecimiento económico de México –que se desploma–, se perciben grandes proble-
mas de la economía mexicana para crecer y generar los empleos necesarios para la población
que ingresa anualmente al mercado laboral, así como para ocupar y reintegrar a los 4 millones
de deportados y retornados de 2008 a 2018. Pero, la disfuncionalidad no sólo se presenta en la
estructura económica nacional, sino también en el marco normativo de movilidad humana
que resulta obsoleto para regular las diferentes modalidades migratorias en el país como espa-
cio de origen, tránsito, destino, retorno y de desplazamientos internos. Así, en gran medida
por la presión que ejercen los deportados desde Estados Unidos y los transmigrantes centro-
americanos por México rumbo a ese país, en 2010 se inicia un debate nacional sobre la nueva
372
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
Ley de Migración y su Reglamento, que llevó más de dos años. Esta discusión fue promovida
en gran medida por 83 organizaciones de la sociedad civil transnacional (incluidas organiza-
ciones de migrantes mexicanos en Estados Unidos), las cuales aprovechando la experiencia
de interlocución e incidencia con el Estado mexicano se constituyeron como Colectivo Plan
Nacional de Desarrollo-Migración (Colectivo PND -Migración) con el propósito de elabo-
rar la Agenda Estratégica Transnacional de Migración para la propuesta Plan Nacional de
Migración y Desarrollo 2013-2018 (García Zamora 2019b). Dicho Colectivo destaca tres causas
estructurales del fenómeno migratorio:
1. Fragilidad económica y social de las comunidades de origen derivada de un modelo
económico depredador que aniquila las bases económicas y sociales de arraigo de la
población, la vida comunitaria y el medio ambiente.
2. Discriminación y rechazo de diversos sectores de la sociedad a migrantes y los defenso-
res de ellos y de derechos humanos.
3. Violencia creciente hacia las personas migrantes y sus familias ejercida por las corpo-
raciones oficiales de seguridad y las organizaciones criminales que han encontrado en
ellos un nuevo sector de extracción de dinero y ejercicio de las violencias.
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Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
374
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
federal 2015 cuando se le asignaron al PEM 50 millones pesos, año en que los migrantes mexi-
canos enviaron a su país 26 mil millones de dólares de remesas familiares.
Al final de la elaboración del PEM, en abril de 2014, pese a las dos limitaciones centra-
les señaladas, consideramos que las organizaciones migrantes y de la sociedad civil habíamos
obtenido, por lo menos, tres productos muy valiosos: una amplia alianza de redes de organi-
zaciones sociales transnacionales; una agenda transnacional compartida, con visión estratégica
de desarrollo integral, migración y seguridad humana; y un proceso de creciente aprendizaje,
colaboración y apoyo transnacional entre las diversas organizaciones sociales y las comunida-
des de origen y destino de los migrantes con múltiples aliados (García Zamora 2019a).
Los integrantes del Colectivo PND-Migración, incrementando su membresía con varias
organizaciones sociales y de migrantes de Centroamérica y Estados Unidos, decidieron cam-
biar el nombre a Colectivo Migraciones para las Américas (Compa) y continuar con sus acti-
vidades en defensa y protección de los migrantes mexicanos y de Centroamérica, en el diseño
de estrategias de incidencia ante el gobierno mexicano y los organismos internacionales, reali-
zando estudios acerca de las tendencias migratorias en la región y en el diseño de propuestas
de política pública migratoria con enfoque de desarrollo integral y derechos humanos.
Al final del gobierno de Enrique Peña Nieto en diciembre de 2018, pese a las múlti-
ples propuestas de las organizaciones de migrantes y de la sociedad civil para la elaboración
de políticas públicas de desarrollo, migración y derechos humanos, algunas de las cuales se
incluyeron en el PEM (abril de 2014), con las limitaciones señaladas, se avanza muy poco en el
diseño y aplicación de las políticas migratorias. En ese contexto el país enfrenta una creciente
problemática y complejidad del proceso de movilidad humana con sus cinco dimensiones
en aquel momento (país de origen, tránsito, destino, retorno y desplazamientos internos cre-
cientes), frente a lo cual las políticas de seguridad nacional y asistencialismo binacional para
los mexicanos en Estados Unidos resulta insuficiente; además, la normatividad y capacidad
institucional del país es cuestionada de forma creciente.
En tal panorama, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) enfrenta una
profunda crisis económica, institucional, migratoria y de fronteras. Esta situación se com-
plica más por la agresión económica, política y migratoria del presidente Trump contra las
exportaciones, migrantes y fronteras de México; ataques que se incrementaron a finales de
2018 cuando las “caravanas” de 12 mil transmigrantes centroamericanos pasando por México
llegaron a las fronteras de Estados Unidos para pedir asilo en ese país, lo que generó fuertes
impactos sociales y políticos en México y mayores amenazas económicas y políticas de Trump
a México para que frene tales flujos migratorios.
El mes de abril de 2019 muestra una profundización de la crisis migratoria, de fron-
teras y de las relaciones con Estados Unidos. La continuación de nuevos flujos de migrantes
centroamericanos hacia la frontera norte en tránsito por México cuestionan la normatividad y
la institucionalidad del gobierno nacional sobre la movilidad humana del sistema migratorio
Centroamérica-México-Estados Unidos. Estos desplazamientos humanos generan mayores
375
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80 000
80,000
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31 355
29 619
30,000
20,000
14 619
8 796
10,000
2 137 3 224
1 050 752 811 1 296
0
2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019 al 30 Proyección
junio Dic-2019
Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de la SEGOB y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados COMAR 2010 -2019. Informe
presidencial.
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Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
Las fuertes tensiones que estos flujos generan en las ciudades fronterizas mexicanas por
la limitada capacidad institucional y carencias financieras, los migrantes enfrentan la lenti-
tud deliberada del gobierno de Estados Unidos para recibir las solicitudes, lo que les obliga a
regresar a México ampliando su estancia y problematizando su situación y la de nuestro país;
entre 2000-2017 el departamento de seguridad de Estados Unidos ha registrado 1.6 millones
de arribos de refugiados, tan sólo se han emitido casi 480 mil (45.1%), en el último año de
observación de 53 691, el 49.5% emitió una solicitud y tan sólo 60.4% fue afirmativa (gráfica 3).
90,000 80
80,000 70
70,000 60
60,000
50
50,000
40
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0 0
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2001
2002
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2004
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2016
Arribo de refugiados Solicitudes de asilo 2017
% de asilos afirmativos
Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de U.S. Department of Homeland Security and U.S. Department of Justice.
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Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
La situación de Centroamérica ha sido mucho más complicada por una profunda crisis
multidimensional estructural de más de cuatro décadas, el atraso económico y una profunda
crisis institucional, situación que se agrava con el tratado comercial con Estados Unidos, la
enorme dependencia nacional de las remesas que rebasa 15% de su producto interno bruto,
la inestabilidad política y las violencias crecientes. Elementos que explican la masividad y
nuevas modalidades de las migraciones de las Caravanas en 2018, 2019 y 2021: masivas, fami-
liares y con estrategias de alianzas, apoyos sociales y de comunicación. Todo ello ante una
normatividad regional obsoleta que no responde a las múltiples modalidades de la movilidad
humana en Mesoamérica.
Con la llegada del Covid a México y Centroamérica en 2020 hay una reducción tem-
poral de los flujos migratorios hacia México y Estados Unidos por los problemas de confina-
miento económico en Estados Unidos, caída en el empleo y mayor vigilancia y militarización
de las fronteras de México y Estados Unidos. Sin embargo, a finales del mismo año la econo-
mía norteamericana vuelve a crecer por las grandes inversiones de su gobierno y con el triunfo
de Biden y la promesa de una reforma migratoria integral que genera el “efecto llamada”, se
reactivan los flujos migratorios de Centroamérica y comienzan a crecer los flujos de México
que por más de una década habían tenido una tendencia decreciente. Esta situación obliga
a que los gobiernos de México y Estados Unidos promuevan un mayor diálogo y colabora-
ción para enfrentar los nuevos flujos migratorios de Centroamérica que en 2021 presentan la
novedad de su articulación con flujos migratorios de haitianos provenientes de Brasil y Chile
que habían salido diez años antes de su país por la pobreza, violencia y desastres naturales
aprovechando las oportunidades de ingreso y trabajo que les ofrecieron esas nacionales y que
ahora por los problemas de integración, económicos y políticas regresivas, junto con la existen-
cia de las redes globales de trata de migrantes deciden emigrar a Estados Unidos vía Panamá y
México. Pese a una narrativa del gobierno de Biden de que se planteará una propuesta integral
para los flujos migratorios de Centroamérica que incida en sus causas de raíz prometiendo
en enero de 2020 4 mil millones de dólares, rápidamente en los siguientes meses la vicepresi-
denta Kamala Harris en Washington y Centroamérica expresa que sólo habrá 310 millones
de dólares para enfrentar la problemática migratoria en la región con tres acciones centrales:
fortalecimiento del control de fronteras, capacitación del personal migratorio y construcción
de centros para deportados. En el caso de México, con las Caravanas de 2018 y 2019 que lle-
garon a la frontera de Estados Unidos, su gobierno estableció unilateralmente el Programa
Permanece en México mediante el cual regresó a nuestro país a 65 mil solicitantes de asilo a
esperar su respuesta en territorio nacional, monto de transmigrantes que crece por el cierre de
la frontera de ese país el 21 de marzo de 2020 y la puesta en marcha del Título 42 de deporta-
ción expedita a México por cuestiones de Covid a todos los detenidos por ingresar irregular-
mente por su frontera sur. Además, el gobierno de México aumenta en 12 mil agentes de la
Guardia Nacional y más agentes del Instituto Nacional de Migración para la mejor vigilancia
de su frontera sur: contención, detención y deportación es la nueva diplomacia, acuerdos y
378
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
labor que realiza el gobierno mexicano contra los migrantes que ingresan por su frontera sur
y transitan por el territorio nacional.
Durante nueve meses en 2021 los acuerdos y acciones del gobierno mexicano se ciñen
a los tres objetivos antes indicados, olvidado quedó el evento del 20 de mayo de 2019 en que
en Palacio Nacional, ante el presidente Andrés López Obrador, legisladores federales y emba-
jadores de los países centroamericanos, Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), presentó el Plan para el Desarrollo Integral de
México y Centroamérica, planteando que, para solucionar el problema migratorio, debe colo-
carse en el centro el desarrollo económico y priorizar la inversión pública y privada. Bárcenas
sostiene que el Plan tiene como meta incrementar la inversión total de los cuatro países, del
actual 19% a 25% del PIB, identificando cinco proyectos de inversión en energía e infraes-
tructura para lograr una integración regional logística, eléctrica, en gas natural, ferroviaria y
comercial. Según la funcionaria, para resolver los problemas de esta región necesitamos 25%
del PIB en inversión, y sólo 6% en infraestructura, pero México está en 20.9% y Guatemala en
14.2%.
La propuesta de proyecto de la CEPAL (2021) para el sur de México, Honduras, El
Salvador y Guatemala, como estrategia de fondo ante la problemática migratoria de la región
era correcta teóricamente, haciendo un análisis de problemas y potencialidades con una visión
holística de que sólo el desarrollo humano integral, equitativo y sustentable puede erradicar las
causas estructurales de la migración. Sin embargo, la propuesta enfrenta grandes problemas
para su aplicación como las enormes desigualdades económicas y sociales estructurales entre
los diferentes países; la profunda inseguridad arraigada en las últimas tres décadas, las grandes
divergencias institucionales entre los países; el dominio de las políticas neoliberales que han
provocado todas las violencias estructurales y emergentes en la región y que ahora obligan a
asumir la austeridad forzada como regla para el funcionamiento de todos los gobiernos y la
ausencia de políticas de desarrollo regional y sectorial, que hacen inviable una propuesta de
desarrollo como la señalada para México y la región.
Además, hay que considerar la visión y acción imperial del gobierno de Estados Unidos
de control territorial, energético y militar en toda la zona, contrario a una inversión masiva
para promover el desarrollo económico de la región. Destaca la ausencia de una propuesta
seria frente a las violencias e inseguridad sistémica en Centroamérica que ha sido el detonante
más fuerte para el éxodo masivo y donde persiste, como en México, la profundización de polí-
ticas de militarización y seguridad nacional. Frente a esas limitaciones y múltiples obstáculos,
el riesgo es que la propuesta de la CEPAL se convierta en una repetición de la estrategia fallida
de las Zonas Económicas Especiales impulsadas por Peña Nieto para el sur de México, que
sirva simplemente para que las empresas transnacionales de la energía, los transportes, la agro-
industria, la minería y el comercio exploten a gran escala todos los recursos naturales de la
región bajo un mega extractivismo masivo, que paradójicamente aumente la pobreza, las vio-
lencias, la crisis ambiental y el éxodo hacia el norte, incrementando las migraciones forzadas
379
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
que inicialmente se buscaba resolver y que siguen siendo fuente de conflicto profundo con el
gobierno de Estados Unidos (García y Gaspar 2020).
Sobre supuestas propuestas del gobierno mexicano para incidir en las raíces de la
migración de Centroamérica durante todo el año 2021 el presidente López Obrador ha estado
proponiendo a Estados Unidos exportar los programas asistencialistas Sembrando Vida y
Jóvenes Construyendo el Futuro con su apoyo financiero sin ninguna respuesta positiva, salvo
una carta de Biden en octubre en la cual diplomáticamente expresa que le parece interesante
la posibilidad de una experiencia piloto, pero, sin ninguna propuesta seria de desarrollo eco-
nómico como la que plantea la CEPAL y que nuevamente presenta el 18 de septiembre en la
reunión de la CELAC en la Ciudad de México sin ningún avance concreto.
Justo cuando se realizaba la reunión anterior Tapachula, Chiapas, se había convertido
en la “ciudad-prisión” de 60 mil migrantes centroamericanos, haitianos y por lo menos quince
nacionalidades más a los que miles de agentes de la Guardia Nacional y el Instituto Nacional
de Migración no les permitían dejar la población para viajar hacia Estados Unidos. En el
ínterin diversos grupos pequeños de migrantes centroamericanos y haitianos se movían por
diferentes corredores migratorios hacia la frontera de aquel país, los cuales de forma inédita la
tercera semana de septiembre coinciden en Ciudad Acuña de donde ingresan de forma irre-
gular 15 mil migrantes a la población texana de Del Río durante una semana pidiendo asilo.
El gobierno norteamericano deporta por vía área a 2 mil haitianos, detiene a 5 mil y 8 mil
regresan a Ciudad Acuña donde son detenidos por la Guardia Nacional y el INM y traslados a
la Ciudad de México y Tapachula para su deportación; siguen vigentes las funciones asignadas
al gobierno mexicano: contención, detención y deportaciones expeditas.
380
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
el funcionamiento del Estado mexicano al contar con sus propios ejércitos privados, cobrar
derecho de piso y cuotas de protección y controlar la mayor parte del territorio nacional, como
admitió el propio presidente Calderón en Davos, Suiza, en enero de 2007.
Los saldos de la situación anterior son un raquítico crecimiento del PIB en todo el
periodo referido que no rebasa 2%, una incapacidad estructural para generar empleo que se
expresa en 60% de la población económicamente activa en la informalidad; 11 millones de
mexicanos expulsados a Estados Unidos; 8 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan,
los “ninis”; 53 millones de pobres; una enorme deuda, y una corrupción generalizada en los
tres niveles de gobierno y en los tres Poderes; envilecimiento y deterioro de todas las institu-
ciones del Estado mexicano (gráfica 4).
Gráfica 4. Deuda bruta (millones de pesos), 2006 -2019
8000000
7000000
6000000
5000000
4000000
3000000
2000000
1000000
0
2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019
Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de la Dirección General de Deuda Pública-Unidad de Crédito Público de la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público.
381
Gráfica 5. Distribución porcentual de personas internamente desplazadas por la fuerza de
acuerdo con las causas, 2017
No especificado 16.0
0 10 20 30 40
Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, A.C.
382
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio
inseguridad, explica muchos de los numerosos problemas que tiene en la conducción del país
en sus primeros tres años de gobierno, en la inconformidad surgida por los impactos de la
austeridad en la mayoría de los sectores de la población, en la subordinación hacia los dictados
de Estados Unidos, el cuestionamiento creciente de las organizaciones campesinas de todo el
país por la falta de políticas públicas prometidas de reactivación del sector, el reclamo de las
organizaciones migrantes por los recortes presupuestales y falta de atención a sus propuestas y
demandas y, finalmente, por la militarización del país con la transformación de parte del ejér-
cito mexicano en Guardia Nacional que pretende durante cinco años cubrir las deficiencias
de las policías estatales y municipales en todo el territotio. El pueblo mexicano será traicio-
nado de no darse una amplia movilización y lucha popular en todo el país por la reorientación
del modelo de la muerte hacia la verdadera construcción de un Nuevo Proyecto de Nación
soberana, que recupere el control de su territorio, sus recursos, sus instituciones, su marco nor-
mativo, que erradique la corrupción, degradación y envilecimiento de todas las instituciones
del Estado mexicano y que se exprese en el presupuesto 2022 con prioridades en un programa
nacional de empleo, de reactivación y fortalecimiento del mercado interno, de la agricultura,
la alimentación, la salud y la seguridad humana, el mandato, la esperanza y el potencial de
30 millones de mexicanos del pasado 1 de julio de 2018 para construir un nuevo proyecto
de nación con empleo, ingreso, bienestar y seguridad para todos. De no darse el cambio ante-
rior más que Cuarta Transformación tendremos la Cuarta Frustración con un neoliberalismo
asistencialista, subordinado crecientemente a Estados Unidos y al capital financiero interna-
cional, basado más en el uso del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional que en el apoyo
popular.
Conclusiones
Después de 39 años de neoliberalismo la sociedad rural mexicana sigue sufriendo una pro-
funda crisis estructural después del triple fracaso de que con el modelo neoliberal en 1982
habría la modernización de la economía mexicana en su conjunto y la población rural sería
absorbida por la industria; de que con el TLC se daría una avalancha de inversiones y tecno-
logía en todo el país y desaparecería la crisis rural, y con el gobierno 2012-2018 de que con
las reformas estructurales faltantes se movería al país al desarrollo pleno. La realidad es que
en general la reproducción social en el campo se enfrenta a una exclusión y agresión perma-
nente por la misma lógica neoliberal, el abandono de la economía campesina, la ausencia de
políticas de desarrollo integral, la acumulación por despojo de las grandes corporaciones y los
impactos de las violencias y grupos criminales que han encontrado en la población rural un
ejército “delincuencial de reserva” estratégico para su expansión nacional.
Ante lo anterior, frente a los graves problemas de desempleo, economía informal y
pobreza en México, que se profundizan en el campo, en la perspectiva de construcción de un
383
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle
Nuevo Proyecto de Nación es fundamental la reactivación del campo con políticas públicas
de desarrollo rural integral que fortalezcan el mercado interno, la autosuficiencia alimentaria,
el empleo y el bienestar con un manejo sustentable de todos los recursos naturales, contando
para ello con los presupuestos y apoyos tecnológicos, de precios y comercialización necesarios.
De lo contrario, la gobernabilidad del país, la pobreza, la marginación y las violencias segui-
rán afectando profundamente la reproducción social en el campo mexicano. De no darse una
enorme movilización nacional de las organizaciones campesinas, indígenas y de migrantes
articulados con otros sectores de la población por el diseño de nuevas políticas públicas para la
generación masiva de empleo, el desarrollo regional y el desarrollo rural sustentable que incida
en la conformación del presupuesto 2022 y los años siguientes, la reproducción de la vida rural
en México seguirá como hasta ahora, aplastada por el funcionamiento del modelo de la muerte
neoliberal que sigue funcionando como en los pasados 39 años con sus secuelas de pobreza,
marginación, despojo territorial, exclusión presupuestal, corrupción y el flagelo de los mega-
proyectos y de los grupos criminales en contubernio con los diferentes niveles de gobierno y las
distintas corporaciones policiacas y de seguridad nacional.
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386
¿RETORNAR AL CAMPO MEXICANO PARA MIGRANTES DEPORTADOS?
Contextos políticos y sociales en zonas rurales michoacanas
1 El Colegio de Michoacán.
387
Óscar Ariel Mojica Madrigal
hasta Santa Ana Maya, y Copándaro de Galeana. Al ampliar la muestra se buscó corroborar
los hallazgos del trabajo en Penjamillo. Además, posterior a las encuestas, se prosiguió con
entrevistas a profundidad con migrantes y sus familias, así como con personas de las locali-
dades sin experiencia migratoria, y autoridades para conocer, de primera mano, los motivos
por los que salen rumbo a Estados Unidos, y vuelven, pero también, para dar cuenta de los
programas que existen para población migrante y no migrante, los problemas que se presentan
al momento de volver, y los cambios en los patrones migratorios.
Así, el capítulo está dividido en tres apartados. Primero, se señalan los problemas loca-
les que incidieron en las migraciones, que van desde las pugnas locales por los controles de
recursos, y el Programa Bracero como una oportunidad para encontrar ingresos económicos
que el ejido no ofrecía, y con el que el Norte surgió como opción económica. Segundo, inicia
con la crisis económica en Estados Unidos, los retornos forzados a México y la respuesta del
Estado México para tratar el tema de las deportaciones. Tercero, experiencias de migrantes en
México posterior a la crisis económica, y la ausencia de programas para su integración a los
contextos locales-regionales de Michoacán. Por último, las conclusiones.
El paso de las haciendas al sistema ejidal no fue pacífico, ni tampoco favoreció a todas las per-
sonas de una región beneficiada con la dotación de tierra. El ejido, como puede representarlo
el de Patambarillo en Michoacán, se conformó entre luchas violentas tanto por parte de las
llamadas guardias blancas, como también de las surgidas por los reacomodos políticos y de
relaciones de poder que trajo consigo a nivel regional y, más a nivel local (Mojica 2012).
Con una población aproximada de 745 personas en Patambarillo, quedó establecido el
ejido de manera oficial en 1954, con un total de 285 ejidatarios, 220 hombres y 37 mujeres (33
viudas, 3 solteras y 1 casada). Sin embargo, no todo ejidatario resultó del todo favorecido por
ese reparto, no todos tuvieron los recursos para hacer productiva la tierra. Tal es el caso de dos
familias que emigraron al verse sin los medios necesarios para sembrar la parcela. El Programa
Bracero se presentó como opción para buscar ingresos económicos para las familias, más allá de
representar la oportunidad para hacer productiva la tierra como fue utilizado por autoridades
(Vélez 2002). Así, más con un proyecto familiar que uno nacional, un integrante de la familia
López M.,2 salió rumbo a Estados Unidos en búsqueda de trabajo. Se contrató en varias oca-
siones dentro del Programa, y mandó por su familia para establecerse en Tijuana. El motivo
se debía a que invertir en la parcela no le rendiría como era un trabajo asalariado. Después, un
primo le alcanzó en la ciudad fronteriza junto con dos integrantes de su familia que buscaban
lo que su primo había obtenido, un ingreso semanal y seguro. Así, ante la incertidumbre que
388
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
le representaba el campo en su natal Patambarillo, sin una inversión para hacer productiva
la parcela, su apuesta fue seguir a su pariente. Establecidos en Tijuana, el resto de su familia
les alcanzó en la ciudad fronteriza. Ambas familias se establecieron en Tijuana sin volver a
Patambarillo a pesar de que ambas familias, poseían vivienda y parcela, pero no insumos para
trabajar. Con el Programa Bracero, vivieron su primer acercamiento a un trabajo asalariado en
Estados Unidos, y optaron por el Norte, aunque residiendo en Tijuana.
Su salida de Patambarillo, no se dio por desinterés a la parcela, ambas familias tenían
fuerte lazos con el terruño, ahí habían vivido desde su nacimiento, de ahí eran sus padres,
abuelos e hijos y la comunidad les remitía también a su identidad, pero no había futuro, no
tenían cómo hacer productivas las tierras, como mantener a sus familias. No fueron los únicos
en dejar la ranchería.
Rubén M.,3 un ejidatario de 91 años en 2008, señaló la importancia del ejido, y con
orgullo apuntó a ser parte de éste desde sus inicios, pero también comentó que el ejido por sí
sólo no podía mantener a las familias, de ahí que la migración empezó a darse también entre
los que habían recibido tierra, pero más en quienes no fueron beneficiados. Así, para el año de
formación del ejido, 1954, estaba vigente el Programa Bracero y 15 patambarillenses laboraban
como braceros (RAN-DAP, 1996, exp. 337, ff. 27-29). De esta forma, el Norte empezó a ser cono-
cido, y se incursionaba al Programa buscando obtener ingresos “seguros”, argumenta Rubén
M. En la actualidad, es una situación que sigue presente tal como señaló José M.,4 exmigrante
de 65 años en 2013, de la localidad vecina a Patambarillo: “todo lo que mira aquí [en referencia
a casas y negocios] no son con centavos de aquí, son de allá. Aquí toda esta ranchereada no
hubiera quien tuviera centavitos. Los de Estados Unidos son los que nos han alivianado”.
Además, el sentimiento de orgullo al que refirió Rubén M. es algo común en ejidata-
rios de edad avanzada. Gil (2007) describe que, en Ixtlán de los Hervores, la práctica de cultivo
de la tierra que se da en adultos mayores y exmigrantes, tiene más una representación simbó-
lica que una económica, además de seguir siendo productivo, ser parte del ejido, sobre todo
cuando recibieron la tierra directamente con el reparto agrario, les representa en la identidad,
mas no, insisto, en lo económico.
Si a lo anterior le añadimos las disputas internas por el control de los recursos que
el ejido generó, y también los enfrentamientos que se dieron con el surgimiento de líderes
agraristas locales que conformaron sus propios grupos y redes de poder, y con ello, el favore-
cimiento a sus allegados, podemos entender de mejor forma la construcción del Norte como
opción económica. Leyva ha descrito que la región michoacana que colinda con el estado de
Guanajuato, vivió el periodo de reparto agrario bajo el dominio de grupos que se consolidaron
por las relaciones interpersonales que tejieron fuera de la región y con grupos de poder, así
como por su experiencia armada en la Revolución mexicana (1993: 42).
389
Óscar Ariel Mojica Madrigal
Así, en la región noreste de Michoacán, de acuerdo con Leyva (1993) y Nava Hernández
(2003), y reiterado por las historias de patambarillenses de mayor edad, el movimiento agrario
en la región estuvo encabezado por Abraham Martínez, personaje formado bajo el cobijo de
Lázaro Cárdenas tanto en el periodo en el que fue gobernador (1928-1930) como el sexenio en
el que ocupó la presidencia de México (1934-1940) (Nava Hernández 2003: 90-93; Leyva 1993:
128-129, 141-143). Abraham, mantuvo presencia importante como figura-motor del agrarismo
regional, y su formación no es distinta a la de otros líderes agraristas michoacanos. Tuvo
experiencia previa en la Revolución mexicana y diferentes cargos en organizaciones creadas
por el gobierno federal, con lo que su desempeño como líder fue afianzado desde el gobierno
federal. Hernández apuntó a que, a través del ejido, la organización en el mismo quedó “en el
control corporativo de las centrales oficiales y en los grupos de poder que existían desde antes
del reparto” y alrededor de la formación de éste (1990: 85), y dentro de ese control, surgió lo
que Leyva llama el caciquismo como figura de poder local (1993: 293). Así, a nivel regional y
local, las figuras de líderes consolidaron a un Estado benefactor que les había otorgado tierra,
y como detallan Nugent y Alonso, se “esperaba que los campesinos expresaran su gratitud,
que mostraran su agradecimiento convirtiéndose en leales servidores” (2002: 194).
Abraham Martínez nació en el poblado de Santa Fe del Río, vecino a Patambarillo, y
tuvo participación en la Revolución mexicana al lado de otra figura importante en la defensa
de tierra y derechos indígenas, y de quien recibió gran influencia, Miguel Regalado (Nava
Hernández 2003: 50 -51, 308). Luego de su incursión en la Revolución mexicana, retornó al
municipio de Penjamillo entre los años de 1923 -1924 (2003: 308). En 1929, de acuerdo con
Nava Hernández, Abraham ya estaba consolidado como “líder agrario importante” (2003:
308). Además, le tocó hacer frente al movimiento antiagrarista, identificado por Leyva, que
en 1930 impactó la región abarcando desde La Piedad hasta Puruándiro, aunque dio un giro
cuando Cárdenas tomó la presidencia y “apoyó a los agraristas a controlar los ayuntamientos”
(Leyva 1993: 138-139). Abraham se forjó entonces como líder en Penjamillo y en la comuni-
dad de Ziquítaro, desde donde apoyó políticamente a Francisco Silva, un líder local, que se
convirtió en su aliado. Francisco contaba con experiencias similares a las de Abraham, había
participado en la Revolución mexicana. Sin embargo, a pesar de su rol como líder agrarista,
Abraham no gestionó directamente las solicitudes de reparto agrario en la región; Leyva aclara
que fue orquestador y un tipo de consultor para llevar a cabo las peticiones (1993: 138), siendo
un intermediario importante.
Sin embargo, ser líder agrarista no significaba que tendría el apoyo de los campesinos,
debido a que con la creación del ejido surgieron nuevos problemas, de los cuales varios se
dieron al interior de la propia estructura ejidal. Incluso, me atrevo a afirmar que la formación
del ejido y la conformación de líderes, trajeron más problemas que los que se dieron con el
hacendado al desarticular la hacienda. El movimiento agrario generó una serie de restructura-
ciones que sobrepasaron los límites del ejido: en ciertos poblados los ejidatarios, algunos, eran
quienes tomaban decisiones importantes dentro de la vida diaria, no necesariamente aquellas
390
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
que concernían al ejido. Además, empezó a construirse distinción entre ser ejidatario y no
serlo, lo que otorgaba cierta valoración, estatus y diferenciación. Por tanto, es significativo
señalar que el surgimiento de personajes que tomaron control del ejido y de ciertos recursos
que de este se desprendían, simbólicos y materiales, es que fueron colocándose y colocados
como vitales para la vida cotidiana de los pueblos, no solamente para atender asuntos del ejido.
Así, Abraham y Francisco influyeron en la región de Penjamillo. Pero había espacios
que quedaron “desatendidos” y fueron ocupados por otras figuras que se formaron en la misma
dinámica de poder, pero acotando su presencia a un espacio más local. Así, con el ejido, surgió
la figura del comisariado ejidal que se consolidó a través de Maurilio en Patambarillo, un líder
local.
Maurilio desempeñó el cargo de comisariado ejidal por más de diez años de forma
continua y se le vinculó con Francisco Silva que ocupó el puesto que dejó Abraham Martínez
luego de su muerte en 1953. El surgimiento de líderes locales, influyó en el funcionamiento
del ejido, y el control de recursos benefició a grupos cercanos a dicho comisariado, y fue parte
de lo que ocasionó el abandono a la comunidad de algunas familias para ir en búsqueda de
nuevas oportunidades económicas donde podían encontrarlas sin tejer esas redes de poder.
Las propias relaciones al interior del ejido, basadas en la construcción de liderazgos y el con-
trol de recursos, como apoyos para hacerlo productivo, incidieron en la incorporación de esos
nuevos ejidatarios y campesinos al Programa Bracero, y para mantener a la familia que el
ejido, o los líderes locales, no les permitían hacerlo.
De acuerdo con Rubén M. la influencia de Maurilio en la comunidad, y en eventos
que iban más allá del propio ejido, quedaba claro con su participación en la escuela primaria,
donde asumía el rol de “dar el grito de independencia”, aun cuando no vivía en la comuni-
dad ni tenía en ese momento, algún puesto directo en el ejido, pero sí uno simbólico. Y más,
recuerda Rubén, con su intención de poner a una calle de la comunidad, su nombre, aunque
ante el rechazo, se retiró esa propuesta.
Pero, además de las disputas internas, también influyó la falta de proyectos dirigidos al
campo. Así, en Patambarillo sucedió lo que en otros sitios michoacanos, apareció el Programa
Bracero como una oportunidad para buscar recursos económicos que ayudarían a mantener
a la familia, y no tanto para hacer productiva la tierra, como se apostó con el Programa y la
incorporación de campesinos a este (Vélez 2002; Cohen 2001; Craig 1971).
Como señaló Durand, posterior al Programa Bracero, inició la fase de migrantes irre-
gulares (2000: 21). Y, pese a que se buscó controlar el flujo migratorio irregular, no se logró,
resultó lo contrario, fue una etapa en que se conoció el Norte, sus principales rutas y los espa-
cios de trabajo, de tal forma, que esa movilidad irregular aumentó y se estableció como una
ruta a trabajo asalariado (Mummert 2003: 116). Para el caso de una localidad michoacana,
López Castro puntualiza cómo el Programa Bracero trazó la ruta que sigue vigente entre los
pobladores de Gómez Farías y Watsonville, California, donde siguen “yendo a trabajar a las
391
Óscar Ariel Mojica Madrigal
392
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
Es sabido que la crisis económica en Estados Unidos de 2008 incidió tanto en la economía
de familias con migrantes irregulares, como en las de no migrantes (Terrazas 2012). También
influyó en los retornos a México, ya fuera por deportación o por reunificación familiar; así
mismo, los retornos momentáneos por la crisis continuaron en espera de la recuperación eco-
nómica en Estados Unidos. De igual modo se generaron movilidades dentro del vecino país.
Casos de familias que buscaron espacios con mayor seguridad laboral, como un grupo con-
formado por la pareja y sus dos hijos, donde el esposo laboraba en la construcción y la madre
en una empacadora de frutas, éstos vieron afectados sus trabajos por la crisis económica, y
tuvieron que buscar empleo en otro estado. Así lo cuenta María,5 una mujer migrante con
situación regular que emigró con su familia a Texas, y dijo que ese fue el camino seguido por
otros paisanos, vecinos y compañeros de trabajo: “salir a buscar empleo a otros estados, empe-
zar de nuevo en otros sitios”. De tal forma, que la crisis afectó a familias regulares e irregulares
en Estados Unidos.
México, más allá de buscar negociar una reforma migratoria como lo había hecho
Vicente Fox, tuvo que plantear nuevas estrategias con su población migrante, generar acciones
para la inserción de migrantes deportados y sus familias a contextos nacionales. Entre 2000
y 2008, Gaspar Olvera y García Zamora señalaron que las deportaciones de población mexi-
cana se mantuvieron sobre 1.2 millones de personas (2017), mientras que, en los siguientes
cuatro años, la suma ascendió a 1.8 millones de personas. Para 2013-2016, las deportaciones
fueron de aproximadamente un millón de personas. Para 2019 se registraron 211 241 y en 2020
84 402 eventos de repatriación, manteniendo una tendencia un poco a la baja, pero con flujos
constantes.
Sin embargo, las deportaciones posteriores a la crisis económica de 2008 no son la pri-
mera ocasión en que se registraron retornos por deportación. Posterior a la crisis económica de
Estados Unidos de 1929, entre los años de 1931-1933, fueron registradas 242 149 repatriaciones
de mexicanos y sus familias (Alanís 2015: 89). Ante esa situación, se trazaron proyectos para
incorporarlos en México. Se propuso la formación de colonias en las que se les ofrecía vivienda
y tierra para subsistir. Así, los proyectos se desarrollaron en la entonces Baja California Norte,
Sonora, Chihuahua y Oaxaca, pero sin éxito debido a que éstos fueron abandonados a causa
de la poca fertilidad de las tierras (Alanís 2015: 229-262). Por otro lado, organizaciones de la
sociedad civil, principalmente mutualistas y católicas, llevaron a cabo la campaña llamada
“Del Medio millón”, que buscaba recaudar esa cantidad de dinero para apoyar la incorpora-
ción de migrantes repatriados. Los retornados que deambulaban en las ciudades fronteriza y
5 Entrevistada vía telefónica a María M., residente en Forth Worth, Texas en 2016.
393
Óscar Ariel Mojica Madrigal
empezaban a ser considerados como un problema por la falta de proyectos que les permitieran
asentarse.
Además, como parte de los proyectos de colonización, se les envió a regiones cuyos
climas resultaron adversos para su salud como las haciendas en Chiapas (Alanís 2015: 296).
No fueron acciones duraderas, ni su experiencia hizo pensar en la necesidad de reformular-
las ya que diez años después de la masiva expulsión (las repatriaciones 1931-1933), se firma el
Programa Bracero en 1942, a causa de la solicitud de migrantes para el campo derivada de la
participación de Estados Unidos en la segunda guerra. De esta forma, los empleos del campo
serán siempre para población migrante.
Con las deportaciones posteriores a 2008, en la llamada “crisis de deportaciones”, el
gobierno mexicano, encabezado por Felipe Calderón creó el Fondo de Apoyo a Migrantes de
Retorno (FAM). Dicho Fondo inició con un presupuesto de 300 millones de pesos con estas
reglas básicas de operación para acceder a sus recursos: pertenecer a un hogar que recibiera
remesas presentando para ese efecto un comprobante bancario; mostrar la hoja de identifica-
ción otorgada por el Instituto Nacional de Migración (Inami) para probar haber sido depor-
tado y presentar solicitud para mejora de la vivienda o proyecto productivo.
Para 2011, el Fondo contaba con 100 millones, tres veces menos a la cantidad inicial.
En 2017, disponía nuevamente de 300 millones, pero resultaba una cantidad insuficiente para
cubrir proyectos en los 31 estados y la Ciudad de México. En ese año a Michoacán le corres-
pondieron 21 millones para los 113 municipios. En 2018, con esa cantidad, de acuerdo con
personal de la Secretaría de Migrante de Michoacán (Semigrante), solamente podrían finan-
ciar 715 proyectos que representaban 5% de los migrantes deportados registrados en 2017 por
Semigrante. De esta forma, sólo se apoyaron entre 3-4 proyectos por municipio. El ejemplo de
Zamora, Michoacán, es ilustrativo de esta restricción: de 65 solicitudes de proyectos recibidas
se apoyaron tres. El FAM dejó de funcionar en 2019 sin generar otra propuesta para migrantes
deportados y sus familias.
El FAM tenía problemas en su ejecución, se basaba en una carpeta de proyectos produc-
tivos previamente establecidos y que se aplicaba a todos los municipios, se consideraba poco
las condiciones de cada municipio, y el recurso se medía por su ejecución. Además, no había
seguimiento a los proyectos apoyados.
Destinar parte del presupuesto en la mejora de la vivienda cuando existían otros pro-
gramas con los mismos fines, hacía que el programa se duplicara y terminaba en un fracaso
debido a que las personas beneficiadas vendían el material porque tenían otras urgencias o por
la inexistencia de red de agua y drenaje que hacía inútil sanitarios y regaderas que se entrega-
ban como parte del apoyo del programa. Incluso, se destinaba una alta proporción de recur-
sos para mejorar la vivienda omitiendo las condiciones de autoempleo. Por ejemplo, en 2016
el titular de Semigrante, José Luis Gutiérrez, señaló que, para ese año, se habían entregado
4 mil 500 apoyos como parte del programa en 63 municipios, distribuidos así: 1 794 proyectos
394
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
productivos (24 521 000) y 2 733 paquetes de mejoramiento a la vivienda (21 788 000),6 pero sin
dar más detalles del tipo de proyectos aprobados, ni de su seguimiento. En 2013, en el munici-
pio de Villa Jiménez, el coordinador municipal de la Oficina de Atención a Migrantes (OFAM)
señaló que, en 2012, habían apoyado 21 proyectos productivos y 144 de mejora a la vivienda.
Los proyectos productivos, fueron la entrega de borregos para cría, bajo el argumento de que
podía funcionar dicho proyecto debido a que existían zonas de pastoreo. Sin embargo, a esta
propuesta de ganadería no se le dio seguimiento. En los días siguientes a la entrevista realizada
en mayo de 2013, localicé a algunos beneficiados que vendieron de inmediato el borrego a
locatarios de barbacoa, quienes argumentaron no eran criadores de animales, pero aceptaban
el apoyo bajo el argumento “de algo a nada”.
En el mismo año, 2013, en la comunidad de Sanguijuelas, Puruándiro, se entregó apoyo
únicamente para mejora de vivienda, mismo que consistía en paquetes de baños: tinaco, tube-
ría, boiler de 150 litros aproximadamente, lavabo e inodoro. Sin embargo, no se contaba con
una red de agua potable ni drenaje y las viviendas no estaban en condiciones de adoptar ese
tipo de instalaciones y accesorios ya que utilizaban letrinas, y gran parte de los baños eran
cuartos de madera, que no soportarían los tinacos para disponer de agua. Además, la insta-
lación del tinaco, regaderas, llaves para el lavabo y boiler, implicaba un costo extra de entre 3
mil y 4 mil pesos, por lo que no resultaba una inversión adecuada. Hasta cuatro años después,
con la construcción de un depósito de agua y la instalación de las líneas de conducción del
líquido la comunidad contó con el servicio de agua, pero fue hasta cuatro años después de
haber recibido el material.7
En 2012, en Penjamillo, Michoacán, a familias beneficiadas por el programa para
mejora a la vivienda, pese a que necesitaban teja, les entregaron cemento, arena y grava. Así
que el material proporcionado en varios casos fue vendido de forma inmediata. Por lo que se
le conoce coloquialmente como “políticas de cemento” en las zonas rurales mexicanas a este
tipo de proyectos de apoyo.
En Tangancícuaro, en 2018, personal de la Oficina de Atención a Migrantes dijo que
los recursos del FAM habían disminuido desde 2017, por lo que sólo se aprobaban entre 3-4 pro-
yectos por año, dejando fuera a la mayoría. Además, el funcionario comentó que el FAM había
generado cierto vicio entre beneficiarios, quienes al saber que eran recursos a fondo perdido,
vendían el material que les entregaban. Así, proyectos evaluados en 30 mil pesos, eran vendi-
dos en cantidades menores a otras personas que no calificaban para FAM, quitando la opor-
tunidad a otras familias de migrantes que sí requerían del apoyo. Todo este manejo se debe,
6 Secretaría del Migrante del Estado de Michoacán, 2016, “Beneficia Fondo de Apoyo a Migrantes a más de 4 mil 500 familias”,
disponible en http://migrante.michoacan.gob.mx/noticias/beneficia-el-fondo-de-apoyo-a-migrantes-a-mas-4-mil-500-familias/
(consultado el 24 de septiembre de 2019).
7 Redacción, “Después de 15 años, familias de Sanguijuelas tienen el vital líquido en sus hogares”, Noticias Michoacán, 30 de junio
de 2017, disponible en: www.noticiamichoacan.com/single-post/2017/06/30/Despu%C3%A9s-de-15-a%C3%B1os-familias-de-
Sanguijuelas-en-Puru%C3%A1ndiro-tienen-el-vital-l%C3%ADquido-en-sus-hogares (consultado el 24 de septiembre de 2019).
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Óscar Ariel Mojica Madrigal
según los encargados del programa, a que no hay seguimiento de los proyectos aprobados ya
que se carece de recursos humanos y materiales para tal tarea. Por ejemplo, en Tangancícuaro,
Penjamillo y Zamora las oficinas de atención a migrantes son atendidas por la Regiduría
correspondiente y una secretaria. Además, explica que el programa no se evalúa por éxito de
los proyectos o la pertinencia de éstos a los distintos entornos rurales, sino por el gasto del
recurso. También proponía, el encargado de la Oficina de Atención al Migrante de Zamora,
dar más tiempo para armar los proyectos, trazar las propuestas colectivas que generan mayor
impacto y empleos a futuro, vincular el Fondo con empresarios regionales que pudieran dar
charlas y apoyos a beneficiarios de manera que los proyectos sean exitosos, que éstos no vayan
a fondo perdido; habrá que analizarlo como un programa social y no una propuesta que busca
la incorporación económica activa de migrantes deportados y sus familias; realizar estudios
de mercado previos para implementar propuestas de negocios que realmente funcionen en
los distintos entornos; evitar duplicar proyectos en un mismo espacio, como una tienda o un
puesto de comida en la misma plaza. Otro aspecto importante es dar seguimiento y sancio-
nar a quienes vendan los recursos otorgados. Sin embargo, señaló que no había tiempo para
poderlo hacer, ya que la convocatoria la abrían en agosto y tenían aproximadamente 20 días
para reunir propuestas, por lo que se veían en la necesidad de dar prioridad a lo “seguro”,
material de construcción.
Con la pandemia por Covid, y ya con un ausente programa para atender a migrantes
deportados, el contexto resulta más complicado. Los migrantes han enfrentado problemas
para validar documentos, buscar información y encontrar apoyos que les permitan integrarse
a sus comunidades. El cierre de actividades no esenciales ha incidido en falta de espacios para
poderse contratar. Así, ciudades como La Piedad, Zamora, o Morelia, para migrantes de
Penjamillo, de sus rancherías, se hacen más complicadas por ser ciudades donde los cierres
de negocios se hicieron visibles entre 2020. Más se complica, cuando programas como el FAM
se cancela, y la apuesta para población migrante, como es el programa Sembrando Vida no se
establece en todo el país, como en el caso de Penjamillo.
En 2019 entrevisté a un migrante deportado de Estados Unidos, que, en ese entonces con 41
años de edad, estaba en una etapa productiva y reproductiva plena;8 él me habló de las dificul-
tades que encontraba al regresar a Zamora, Michoacán. Salió a Estados Unidos a los 16 años,
y allá, como muchos otros migrantes, aprendió oficios en los que se había desempeñado por
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¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
más de diez años. Al ser deportado, dejó a su familia en Estados Unidos y se reintegró con
familiares que tenía en Zamora. Su experiencia en la construcción, pero más en la colocación
de rótulos en interiores de oficinas, no le fueron suficientes para encontrar empleo en Zamora.
La construcción en México es distinta a la de Estados Unidos, en cuanto a los materiales uti-
lizados y la forma de trabajar, según describió. Las habilidades en diseño gráfico, adquirida
a través del trabajo día a día, no fueron suficientes para encontrar un empleo en Zamora, se
le pedía comprobar esa experiencia y una referencia anterior con documento. ¿A quién solici-
tar la carta de recomendación de un empleo anterior de Estados Unidos?, era poco probable
conseguirla. En cuanto a estudios, cursó la secundaria 25-26 años atrás, y no contaba con el
certificado debido a que nunca lo tramitó y al tratar de obtenerlo en Servicios Escolares, no
encontraron su expediente y le recomendaron cursar la secundaria de nuevo en el sistema para
adultos. Como en su caso, hay muchas personas que se van al Norte una vez que concluyen la
secundaria, pero no tramitan sus documentos, y al volver, se les complica conseguirlos.
Finalmente se empleó en una tienda de conveniencia porque no le pidieron certificado
de estudio, ni experiencia laboral. El sueldo que obtiene es de 1 000 pesos a la semana, y aho-
rraba durante cuatro meses 100 dólares para enviar a su familia en Estados Unidos. Es cons-
ciente de que, si intenta entrar al país de forma irregular y lo detienen, podría pasar en prisión
entre 3 y 5 años pero, aun así, piensa correr el riesgo para encontrarse con la familia que formó
en Estados Unidos, y volver a ser el principal proveedor. Las identidades masculinas en depor-
tados es un tema que ha sido poco abordado y es un factor que influye en decisiones, donde
se arriesga la libertad con tal de reunirse con la familia y colocarse de nuevo como proveedor.
No contar con empleo fijo y bien remunerado hace “difícil ser hombre”, expresó un migrante
deportado en Penjamillo (Mojica y López 2018).
En una comunidad rural del municipio de Penjamillo en 2013, Rigo, un migrante de
entonces 40 años, que había sido deportado en 2007,9 se encontraba en una situación similar
al caso anterior. Dejó a su esposa y un hijo de 13 años en Estados Unidos. Y estaba advertido
que, si lo detenían al intentar cruzar la frontera, podría pasar hasta diez años en prisión, y sería
deportado. Por eso, de común acuerdo con su esposa, decidieron que mejor permaneciera en
Patambarillo. A su esposa e hijo les gustó la localidad michoacana, “el rancho” como le cono-
cen, pero no para vivir. Por eso, ella y su hijo, ambos ciudadanos norteamericanos, tendrían
mejores oportunidades en el Norte que en México, el hijo podría continuar todos los niveles
escolares ya que en Patambarillo sólo había hasta telesecundaria. En cuanto al empleo, Rigo,
sólo podría contratarse como jornalero, y para la esposa no había oportunidades laborales en
la comunidad. Así que tomaron la decisión de separarse. Él se comunica con su hijo una vez
por semana y piensa en volver con ellos.
397
Óscar Ariel Mojica Madrigal
Para él ha sido difícil. Migró a los 17 años, lo deportaron en dos ocasiones; en la pri-
mera pudo volver de inmediato, ya que no había tanto amenaza de ser detenido en la frontera
como hoy. Su padre tiene una parcela, y él le ayuda, pero sabe que la parcela es de su padre, y
con esta se mantiene con su madre, así que ayuda y también le dan “algo para irla pasando”.
Intentó criar chivas, pero encontró muchos cambios en el uso de los espacios en “el rancho”,
no había donde pastar libremente, ya que antes todo el cerro estaba “abierto” con zonas de
agostadero, y ahora se encontraba fraccionado y cercado. Tuvo que vender las chivas.
Se fue a Estados Unidos en 1993, siguiendo a su hermano mayor, quien se había ido de
Patambarillo por falta de oportunidades, no tenían tierra, sólo su padre poseía parcela, pero
como eran cuatro hermanos más, no era suficiente. En cuanto a opciones de empleo, encontró
“el rancho” igual que cuando se fue, con pocas alternativas. Rigo, explica que “hace tiempo”
en la comunidad para esperar a que su hijo de 13 años cumpla los 18 y esté en capacidad de
solicitar su retorno legal a Estados Unidos.
De tal forma, que aún con estas situaciones ya desconcertantes para los migrantes, la
cancelación de lo poco que tenían hace que su condición sea aún más complicada y que se
conviertan en extraños en su propia tierra.
La migración se ha presentado como opción ante la falta de proyectos en comunidades
rurales, y se ha fortalecido, como ha sido señalado, a lo largo de las relaciones, por momentos
tensas, entre México-Estados Unidos, como fue el acuerdo bracero, pero también por la falta
de proyectos para generar arraigos en México, que van desde una ausencia de programas con-
solidados y bien planeados, hasta ausencia de Estados, como lo ocurrido en Michoacán poste-
rior a 2012, con los desplazamientos producto de las violencias y que se mantienen a la fecha.
Así, posterior a la Ley de Reforma y Control de Inmigración en 1987 (IRCA por su
nombre en inglés), y después de los atentados ocurridos el 11 de septiembre de 2001 en Estados
Unidos, las políticas en materia migratoria y de seguridad nacional fueron dirigidas a fortalecer
sus fronteras, persuadir y evitar la inmigración irregular (Durand 2013). Las leyes de seguridad
incrementaron posterior a la consolidación de las migraciones irregulares, y pese a que han
aumentado las deportaciones y detenciones en la frontera, la inmigración se ha mantenido,
incidiendo en nuevas estrategias por parte de migrantes, tanto para cruzar a Estados Unidos
como para radicar en dicho país. Ortega apunta que dichas políticas resultan ineficaces por
el continuo en las migraciones (2017), lo que se debe posiblemente a las redes sociales que a lo
largo de la historia se han fortalecido, brindando apoyo y reduciendo los costos de traslado,
alimentación, facilitando información, etc. Sin embargo, son leyes que, pese a no controlar la
inmigración, sí han tenido impactos importantes al interior de las familias, como desarticu-
lación, y también en políticas en materia migratoria, tal como hemos presenciado en México.
En México con el incremento en las deportaciones y en las políticas de seguridad
nacional en el vecino país del Norte, hemos observado poca eficacia, y ausencia, en políticas
dirigidas a población migrante, salvo aquellas para hacer uso de las remesas como ha sido el
Programa 3x1 para Migrantes. En cuanto a acciones directas para esta población, posterior a la
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¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
399
Óscar Ariel Mojica Madrigal
para migrantes en Estados Unidos” a “¿qué hacer con migrantes deportados?”. Así que el tema
resultó un tanto a la inversa, ahora el gobierno mexicano no tenía que negociar o exigir al país
vecino la regularización y, sobre todo, trato digno a migrantes mexicanos, debía generar accio-
nes para atenderles en su propio país al momento del retorno forzado o voluntario.
Sin embargo, los retornos por repatriación no ha sido una movilidad reciente, los flujos
se incrementaron después de 2008, pero el fenómeno se documenta desde años antes. Los tra-
bajos de Fernando Alanís (2015), Héctor Padilla (2012), e Irina Córdoba (2013), por mencionar
algunas investigaciones, han referido a las repatriaciones posteriores a 1929, así como también
aquellas durante y después del periodo Bracero, y que resultaron casi igual de numerosas que
las recientes.
Alanís señaló un programa que se puso en marcha para las repatriaciones inmediatas
a 1929, con el que se proyectaron la fundación de colonias en distintos puntos de México,
con repatriados, que resultaron proyectos fallidos, como los asentamientos en Oaxaca (Alanís
2015). García Zamora y Gaspar Olvera han apuntado de manera reciente, la necesidad de
generar acciones transversales que aborden la creación de empleos en México, atención a la
educación de hijos menores de edad, acceso a la salud para todos los integrantes de la familia
y un plan de integración familiar y comunitaria, argumentando ausencia de medidas para la
reinserción de migrantes en México; los autores enfatizan las acciones desarticuladas que ha
instrumentado el gobierno mexicano (2017).
Se puede entender que la ausencia de acciones de apoyo a migrantes repatriados, se
debió a que posterior a las repatriaciones a las que refiere Alanís de entre 1931-1933, en 1942
se firmó un convenio para contratar personas que se encargarían del trabajo de campo, princi-
palmente, en el llamado Programa Bracero. Así, la necesidad de mano de obra, que había sido
expulsada poco menos de diez años atrás, era requerida nuevamente, por tanto, las acciones
generadas durante la primera mitad de la década de 1930, quedó en el olvido y no se consideró
que podría volver a ocurrir: ahora había necesidad de mano de obra que el campo y los secto-
res más vulnerables la podían ofrecer.
Entonces, pese a esas experiencias con migrantes repatriados, deportados y con retorno
“voluntario”, pareciera existir negativa a atender problemáticas que tienen bases en la falla de
políticas dirigidas al campo –por señalar un sector–, algo a lo que Warman ha ironizado al
señalar que “el campesino pobre está ahogado en un círculo vicioso e institucional: no siembra
porque no tiene y no tiene porque no siembra” (1981: 54). Así, en contextos donde se ha gene-
rado mayor precarización, migrar se ha constituido como respuesta a la falta de programas
dirigidos al campo, y que refleja también, fallidos proyectos económicos, políticos y de segu-
ridad en los países expulsores, como lo es México y algunas zonas rurales.
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¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
A modo de finalizar
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¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
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Óscar Ariel Mojica Madrigal
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¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?
405
VIOLENCIA EN LAS SOCIEDADES RURALES
EXPERIENCIAS DE SUFRIMIENTO SOCIAL EN ESCENARIOS
DE LA VIDA RURAL
Nota introductoria
En el mundo rural hay otro tipo de “extrañamiento en sus tierras” diferente al desarraigo, la
expulsión y la erosión de aquello que forja las identidades cuando se “hace terruño al andar”,
como dice Armando Bartra (2016). Este otro extrañamiento, que proponemos explorar a con-
tinuación, está presente en la alienación de los seres humanos que los lleva a la angustia, la
desesperación, la melancolía, la erradicación de la libertad para hacer de la vida un encuentro
entre las personas y el descubrimiento de la verdadera proporción de sí. Identificamos este
fenómeno global con el término de sufrimiento social.
Esta nota introductoria tiene como meta proponer algunas reflexiones sobre el fenó-
meno del sufrimiento social, en el marco de las ponencias que fueron presentadas en el colo-
quio, algunas de las cuales se publican como capítulos en este libro. No es en rigor un estado
de la cuestión en su acepción académica clásica, debido a que son incipientes las investigaciones
enfocadas con paradigmas antropológicos y sociológicos que documenten empíricamente el
fenómeno del sufrimiento social en espacios rurales de México; de ahí que, no se cuente con
material suficiente para analizar la discusión conceptual de problemas. También, es necesario
considerar que los estudios sobre el sufrimiento en su dimensión social y no solamente psíquica
y emocional es un campo problemático reciente, si tomamos en cuenta las investigaciones de:
Alain Ehrenberg (2000), en su sociología de la depresión; Axel Honneth (2011), sobre la socie-
dad del desprecio; Emmanuel Renault (2009), que analiza en la filosofía política los contenidos
del sufrimiento social; Nancy Scheper-Hughes (1997), en su etnografía de las situaciones lími-
tes de vida y muerte en las favelas de Brasil; y Veena Das (2008), sobre la construcción cultural
de los sujetos de sufrimiento, por mencionar algunos de los autores más representativos.
Los problemas tratados en los capítulos son: la depresión y ansiedad entre mujeres
purhépechas (Lemus 2019), la pandemia de las adicciones a sustancias “legales” e “ilegales” en
la región del valle de Zamora (Gil 2019), la desaparición de personas y la lucha de sus familias
para recuperar su memoria en el ejercicio de la justicia (Souza 2019), la simbolización de la vio-
lencia en la exhibición de cuerpos mutilados por depredadores para infundir el miedo como
1 El Colegio de Michoacán.
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Miguel J. Hernández Madrid
dispositivo de control y esclavitud (Guillén 2019), así como las referencias que en el coloquio
se hicieron de investigaciones de tesis recientes en el Centro de Estudios Rurales, como es el
caso de las representaciones sociales de la violencia en dibujos y narrativas de niñas y niños,
en comunidades de zonas rancheras michoacanas (Barragán 2019); convenimos en que son
valiosas aportaciones para enfocar la problematización del sufrimiento social en sociedades
rurales contemporáneas.2
2 Se analiza el tema de la violencia sin distingos entre poblaciones consideradas urbanas, que en este caso serían mejor definidas
como ciudades agrícolas (el caso de Tala), e incluso agropecuarias (como Lagos de Moreno), y las poblaciones que habitan en las
localidades pequeñas de los mismos municipios y/o de su respectivo interland, ya han perdido muchos de los atributos que con-
vencionalmente las definían como sociedades rurales. Por estas razones, plasmadas en nuevas realidades y enfoques (como la nueva
ruralidad), el fenómeno de la violencia no se analiza, en estos casos, separando lo rural de lo urbano, dado que las expresiones y
alcances de la violencia son transversales en estas regiones de fuerte interacción y continuo urbano. Como lo plantea Guillermo de
la Peña en el último apartado de este libro: “un problema al hablar de las sociedades rurales es que parece ser que hay un departa-
mento específico de sociedades rurales en donde el mundo urbano no tiene nada que ver. No, el mundo urbano y el mundo rural
son parte de un mismo campo social […] podemos pensar en un campo social formado por ciudades y zonas rurales en donde hay
una serie de fuerzas que se interrelacionan y que se deben tener en cuenta”.
3 Si nos remontamos en el tiempo a la Era Axial o Tiempo Eje, ubicada alrededor del año 800 AEC por el filósofo e historiador
Karl Jaspers (1980), la revolución de la conciencia colectiva que entonces ocurrió en diferentes entornos religiosos y filosóficos del
mundo antiguo, fue que la experiencia interior se valoró como fuente de conocimiento para la acción, rebasando las creencias de
que el destino de los seres vivos dependía de la voluntad de los dioses (op. cit.: 43). De entre las doctrinas y filosofías de esa era, el
Dharma o enseñanzas del buda Shakyamuni (ss. VI y V AEC) reconoció el sufrimiento como un hecho o verdad inconmensurable
410
Experiencias de sufrimiento social en escenarios de la vida rural
expresiones que relatan estas situaciones, citemos una que, en 1467 Nezahualcóyotl, señor de
Tezcoco en la geografía de la Gran Tenochtitlán, expresó en varios de sus Cantos ante la incer-
tidumbre por la contingencia de su muerte fatal y el temor a “las tinieblas que veía cernirse
ante los suyos” (Martínez 1980: 86).
Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
pienso, digo,
en mi interior lo encuentro:
si yo nunca muriera,
si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
allá donde ella es conquistada,
que allá vaya yo.
Si yo nunca muriera,
Si yo nunca desapareciera.
(León-Portilla citado en Martínez 1980: 207).
La cuestión del sufrimiento no radica en los factores que lo provocan, sino en el modo
en que son significados y llevados al terreno de las acciones y prácticas para reaccionar ante
ellos, aceptarlos como “parte” de la vida, o hasta superarlos voluntariamente (Hernández
2019). Enfocar el sufrimiento en una perspectiva sociológica implica reconocer la cultura y la
religión como dimensiones de la realidad, en donde se forjan los significados y significantes del
sufrimiento, que repercutirán en prácticas sociales y políticas; o bien, siguiendo a Max Weber,
en acciones sociales con sentido.
En esta tesitura es viable considerar el concepto de Habitus, desarrollado como herra-
mienta heurística en la obra de Pierre Bourdieu (Bourdieu y Wacquant 2005), para ubicar el
sufrimiento y las prácticas socioculturales relacionadas como ingrediente que estructuran la
vida cotidiana en diferentes escalas sociales. Esto sugiere interpretar las creencias, normas,
valores morales y éticos, que de manera explícita o implícita abordan el fenómeno del sufri-
miento como soportes que le dan sentido y/o lo mantienen en un estado subliminal, de hacerse
necesario.
En este escenario el concepto de “sufrimiento social” problematiza ese modo de “nor-
malizar” el sufrimiento en la vida cotidiana. No está de más enfatizar que “social” no es
una adjetivación del sufrimiento, sino una manera de ubicar en una perspectiva crítica de la
que podía superarse. Las cuatro nobles verdades, texto fundamental de su doctrina, constata en su primera verdad la existencia
condicionada por el sufrimiento en el nacimiento, la vejez, la enfermedad, la muerte, la unión con lo que no se ama, la separación
de lo que se ama, la no obtención de lo que se desea (Cornu 2004: 135). De manera gradual la enseñanza llega a la cuarta verdad,
donde se expone el método y actitud de su erradicación, que no depende de poderes externos a la persona sino de la construcción
voluntaria de su experiencia en la práctica.
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Miguel J. Hernández Madrid
modernidad ciertos síntomas4 que generan preguntas sobre la definición del sufrimiento en el
terreno de la experiencia subjetiva ¿A qué síntomas nos referimos?
Volvamos a los aforismos citados al principio de este trabajo para contextualizar el des-
plazamiento del “sufrir me tocó a mí en esta vida” al “no importa que nadie me quiera, al cabo
me quiero solo”; el segundo refrán perfila el síntoma de lo que Alain Ehrenberg (2000) rastreó
desde finales del siglo XX en la depresión, preguntándose ¿la depresión como pandemia social
es producto de mutaciones de la individualidad expresadas en la responsabilidad e iniciativa
de convertirse en uno mismo?
La depresión nos instruye sobre nuestra experiencia actual de la persona pues es una patología de la
sociedad en la que la norma ya no se funda en la culpabilidad y la disciplina, sino en la responsabilidad
y la iniciativa (Ehrenberg 2000: 16).
El sufrimiento social no está causado exclusivamente por el dolor físico y su repercusión emocional,
más bien se refiere a una expresión de la condición humana más extraordinaria, que es la base de la
evolución cultural, y que consiste en que en los seres humanos, no hay acción sin intención, y esa
intencionalidad se fundamenta en el conjunto de creencias, valores y normas que se forjan a través de
la cultura, por tanto, el sufrimiento social se produce cuando hay un choque entre las creencias y los
valores de la sociedad y las de las personas o la imposibilidad de aplicarlas (Antón 2017: 1).
4 La noción de síntoma “en medicina rige la distinción entre el signo, que es un fenómeno objetivo que el examinador asume como
indicador de un proceso patológico, y el síntoma, fenómeno subjetivo que percibe el paciente y después se descodifica” (Galimberti
2002: 1021). Pero si atendemos a la etimología latina de symptóma (Corominas 1998: 537), su significado se amplía a la acción de
reconocimiento de lo coincidente, del indicio de cierta cosa. Son estas acepciones las que tomamos en cuenta, siguiendo a Paul
Ricoeur (2014) en su disertación sobre el paradigma epistémico de la sospecha, para orientar en la lectura del signo, del dato cons-
truido en la exploración de un fenómeno, el síntoma como nodo articulador de preguntas.
412
Experiencias de sufrimiento social en escenarios de la vida rural
413
Miguel J. Hernández Madrid
por el hecho de haber tomado decisiones individuales para emigrar y retornar a su comuni-
dad, trayendo otros modos de conducta, gustos y creencias; o, las que no habiendo emigrado
pero tienen esposos que lo hicieron y las dejaron al cuidado de la suegra o familia cercana son
estigmatizadas por su vulnerabilidad en la continuidad de los ciclos de vida acostumbrados.
La presión a la que son sometidas varias de estas mujeres, se ha manifestado en depresiones
agudas y desenlaces trágicos como el suicidio.
El fenómeno abre tantas posibilidades de problematización que desafían la interpreta-
ción inmediata y fácil de atribuir al impacto de un proceso externo el desarraigo y extraña-
miento de los integrantes de una comunidad. En este caso, las causas sociales del suicidio que,
en una lectura sociológica clásica basada en el trabajo de Émile Durkheim (2008), se explica-
ría por una situación de anomía; esto es, la erosión de la estructura social normativa que en
su forma de solidaridad mecánica y orgánica cohesiona a la colectividad (Durkheim 1973),
no es tal, en el caso referido; al contrario, es el peso coercitivo de esa solidaridad mecánica la
que no tolera procesos de individualización. ¿Habrá que reflexionar la situación retomando
el trabajo de Roberto Esposito (2007), sobre el origen y destino de la comunidad, en el que
deconstruye la visión romántica y utópica de la misma, para buscar en las raíces del miedo
a lo diferente, las reacciones a las amenazas de las creencias de permanencia de la identidad
colectiva, algunos de los nodos en donde convergen otro tipo de cambios en las sociedades
rurales y que derivan en formas de sufrimiento social?
El reverso de la moneda se expresa en lo que Gilles Deleuze y Félix Guattari llamaron “la
máquina de guerra” en su libro Mil mesetas (2006), para referirse a esa fuerza milenaria, con
características nómadas, de movimiento fluido, que ha estado presente como contrapartida
en la formación del Estado y de cualquier organización social estriada, como es el caso de
la comunidad. ¿Cuál es esa “máquina de guerra” que ahora se manifiesta y se percibe en su
incursión violenta en las sociedades rurales? A reserva de adelantar la reproducción de este
dibujo (figura 1) que será analizado en un capítulo siguiente, lo hacemos aquí con el permiso
de la investigadora que lo recopiló, para mostrar este tipo de percepción por un niño de una
comunidad ranchera michoacana que, ante la indicación de dibujar el juego de su preferencia,
construyó esta secuencia de enfrentamientos entre fuerzas armadas que tituló “el juego de
policías y ladrones” (Robledo 2019).
414
Figura 1. Dibujo realizado por Mariano, 8 años de edad. Tocumbo, Michoacán, noviembre de 2018
Fuente: Robledo Barragán (2019: 43).
415
Miguel J. Hernández Madrid
Recapitulación
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Filmografía
418
“POLICÍAS Y LADRONES”
Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos, formas de jugar y juguetes
de la chiquillada de Tocumbo y Santa Inés, Michoacán
Este estudio ofrece una mirada del juego, las formas de jugar y los juguetes como ventanas de
conocimiento para captar algunos detalles de los procesos de constitución de niñas y niños
como personas, sus identificaciones, aspiraciones y sentidos de vivencia que se asocian con
la palabra violencia. En concreto: cómo a través de las situaciones de juego la chiquillada
expresa, interioriza y normaliza aspectos de violencias.2 Utilizo la palabra violencia de manera
operativa para el análisis de los juegos observados, dibujados o narrados y describo aquellos
que tienen intenciones de confrontación y/o sometimiento, imposición de ideas a través de la
fuerza y reconocimiento por lograr estos actos. En este sentido, la violencia entre los chiquillos
se juega, se normaliza, se interioriza y se adopta, a veces sin percatarse, como un eje orientador
de la vida. En los juegos que aparecen en las próximas líneas los protagonistas son niños, varo-
nes, chamacos o chiquillos que juegan con su fuerza física y verbal para resaltar en sus grupos
de juego entre amigos del barrio o con los de la escuela, aspiran a “convertirse de grandes”
en personas que protegen con armas, manifiestan cómo se van convirtiendo en “hombres” a
través de los juegos, evitan caer en la designación de “maricas” y se acompañan de objetos que
intimidan.3
1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en el Área de Estudios Rurales, El Colegio de Michoacán.
2 Uso el término de chiquillada para referirme a las niñas y los niños con los que me relacioné durante el trabajo de campo y que,
en esa época, asistían a la escuela primaria. Chiquilla y chiquillo era usado a la hora de jugar para sustituir el nombre propio, para
facilitar la forma de nombrar a los aliados, jugadores, compañeros o amigos. Los términos también los usaban los jóvenes y los
adultos para nombrar en diferentes situaciones. Por ejemplo, en una ocasión una señora de unos setenta años aproximadamente
acababa de salir del templo y quería que un niño le hiciera un mandado: “¡Hey tú, chiquillo, dile a tu mamá si me puedes llevar
unas cosas de la tienda para la casa”. Chiquillo, chiquilla son frecuentes en la región de estudio para identificar a las niñeces.
3 Me gustaría que en esta lectura el comentario de que los niños son promotores de los juegos de dominio o sometimiento inspire
otros descubrimientos y no se reduzca a que los niños son violentos por “ser hombres”. Es decir, aquellos aspectos que crean
marcajes de género que resuenan en expresiones tales como “los niños no deben chillar”, “las mujeres en la casa y nada más”, “si te
quieres hacer hombre, debes ser valiente”. Algunas de estas frases las capturé en los juegos entre niños, pero también se manifiestan
en otros grupos etarios. La escritura de los detalles cotidianos que pasan desapercibidos en la niñez y en los juegos permite pensar,
por ejemplo, en los entramados que envuelven a los niños que se convertirán en varones y se acogen como víctimas y promotores
de violencias.
419
Liliana Sarahí Robledo Barragán
4 Seleccioné estos pueblos porque mi familia materna es oriunda de Santa Inés. La ventaja de la referencia familiar me permitió que
las cuidadoras y los cuidadores de las chiquilladas estuvieran más o menos informadas de que soy hija de una maestra antaña y
que se interesaba por dar “talleres de dibujo para niños” como algunos me identificaban. De esta manera, no representaba ningún
riesgo el acercarme a niñas y niños mientras jugaba en la calle. Otro indicador de apertura para contemplar situaciones de juego
fue que asistía en compañía de mi hija y no representaba peligro en una región donde se han establecido grupos armados que
controlan sitios y horarios de la vida cotidiana; donde la chiquillada aprende del juego en las banquitas, calles, parques y plazas.
5 Uso la noción de ficción para captar los aspectos que resuenan en los juegos “de mentiritas” que expresan situaciones que no están
tan alejadas de la vida en un intento por no separar lo que es real y lo que no. Como las formas de jugar la vida y la muerte con la
imaginación.
6 La Sierra de JalMich es un territorio compartido por los estados de Jalisco y Michoacán, ubicados en el Occidente de México.
Dicha Sierra es una zona montañosa bastante plegada, pero con vistas y paisajes admirables, se puede apreciar tanto selva baja
caducifolia en las partes bajas, como frescos bosques de pino en las partes altas, además de una gran cantidad de fauna en su hábitat
natural. En este medio geográfico se ha desarrollado durante más de cuatro siglos una cultura auténticamente ranchera dedicada
principalmente a la actividad agropecuaria en terrenos de pequeña propiedad, donde la dinámica primordial es la ganadería de
doble propósito carne y leche (Torres y Barragán 2016).
420
Mapa 1. Asentamientos dispersos del municipio de Tocumbo
421
Liliana Sarahí Robledo Barragán
7 La resina es una exudación natural de algunas especies de pino. Es una sustancia pegajosa que se produce en las zonas dañadas de
los troncos como un mecanismo de defensa contra las enfermedades y los insectos. Por su importancia industrial para la elabora-
ción de hule, insecticida, barnices, pegamentos, pinturas y líquidos de limpieza es un producto que moviliza el trabajo en el bosque
para su extracción. La actividad resinera en los pueblos de estudio tiene más de 50 años que se practica. Las personas que llegaron
a los pueblos para trabajarla no proceden de los asentamientos en los ranchos en la Sierra de Jalmich sino de las comunidades
purépechas que ya llevan varias décadas trabajándola. Al llegar a Tocumbo y Santa Inés, se instalaron a las orillas de los pueblos y
conformaron las colonias de Pueblo Nuevo en Tocumbo y La Resina en Santa Inés.
422
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos
zona fantasma de guerra. Las condiciones que vive esta zona son relevantes porque permite
entender algunas de las situaciones de juego que los chiquillos expresan y donde se vuelve
confuso establecer una línea que determina cuándo es, como dice la chiquillada, “de adevis”
(de verdad) o “de mentiritas”.
Las narrativas de ficción que elaboran los chiquillos sobre sus juegos, las formas de
jugar y los juguetes que expongo en los siguientes apartados son funcionales para tomarlos
como puntos de referencia y asociarlos con manifestaciones y/o apropiaciones de signos que
remiten a violencias. Considero que los dibujos, como los juegos y los juguetes, no hablan
por sí mismos. Para lograr conexiones más o menos articuladas, le aposté a los detalles de
elaboración, de organización, de los objetos y de los momentos que en conjunto expresaran los
contenidos temáticos que promociona la chiquillada en su proceso formativo como persona.
Policías y ladrones, cuando realicé trabajo de campo, era un juego popular en las escuelas
primarias.8 Los jugadores eran sólo niños. Se jugaba en los patios escolares, en la plaza, en
las calles aledañas a las casas de los jugadores y en los sitios a donde se desplazaban como
guaridas.9 De la muestra de dibujos con narrativas recolectada en las escuelas primarias de
Tocumbo y Santa Inés, seleccioné los de Mariano,10 por los signos en sus dibujos que revelan
singularidades de elaboración y expresión que tienen algunos chiquillos para asociar ficciones,
juegos que promocionan la muerte y asociarlos como referentes de aspiraciones que posible-
mente tengan sentido, resuenen o influyan en algunas dimensiones de su existir.
En el dibujo 1 (figura 1) Mariano coloca una gama de juegos como el fútbol, los avio-
nes, policías y ladrones y el explorador de animales. La hoja está dividida en cuatro cuadran-
tes que, en conjunto, representan sus juegos favoritos. En el primero, traza un rectángulo: el
campo de fútbol en el que entrenaba los jueves y contemplaba, en familia, los partidos domi-
nicales de los equipos locales y los visitantes de pueblos aledaños. Después incorpora a los
8 Un juego es popular cuando chiquillas y chiquillos saben en qué consiste, lo han jugado o han visto cómo lo juegan “otros” en
la escuela, en el barrio o entre conocidos. Los juegos populares son cambiantes por las influencias de videojuegos, programas de
televisión y, en los últimos años, por las redes sociales digitales que son parte de la vida de niñas y niños. Por ejemplo, entre algunas
chiquillas era popular jugar a representar escenas de la telenovela dirigida a público infantil que la mayoría conocía, “Soy Luna”.
La novela era un punto de partida temático para crear formas de jugar: patinar en las calles, hacer algunos trucos, imitar a los
personajes, apropiarse de algunos rasgos de las personalidades aparecen en los capítulos, las expresiones que destacaban o asemejar
los vestuarios de las protagonistas.
9 Es importante reconocer que la vida lúdica en los pueblos es en espacios abiertos y entre grupos de 2 a 12 niños y niñas. Las
chiquilladas aprenden a reconocer, con ayuda de sus padres y por la experiencia del juego en la calle, los sitios transitables y reco-
nocen los límites en su territorio. Con las horas de juego en la calle, encuentran y crean nichos, los conquistan y los convierten
en sus guaridas. Los nichos de juego o guaridas se determinan por varios factores: estén entre los límites del pueblo o su colonia,
lejos de adultos, pero no lo suficiente para que los encuentren “por si se necesita ir por un mandado” y más o menos estar ente-
rados de su paradero. El mayor indicador de riesgo que encontré en la región es la presencia de grupos armados: desde los inicios
de las disputas por el control territorial en 2018.
10 Los nombres que se usan en el texto son seudónimos.
423
Liliana Sarahí Robledo Barragán
jugadores: una representación del equipo de fútbol infantil del pueblo en el que participaba.
Al finalizar el escenario y los jugadores, selecciona los colores que le parecen pertinentes para
darle “vida” a la imagen y se desplaza al segundo cuadrante para hacer el juego de los aviones.
Aquí dibuja, inicialmente, un avión sin puertas o sujetos en la parte central del cuadrante
derecho de la página. En el tercer cuadrante, Mariano toma su tiempo para detallar el avión y
sus pasajeros: procura que “se vea bonito”, sea proporcional en tamaño y cuida la distribución
del color (que nada quede fuera de la línea). Después de dibujar las formas, selecciona de la
paleta de colores de la mesa el color azul para representar a los policías; lo reafirma al colocar la
estrella. El borrador sólo lo utiliza cuando observa el dibujo y decide cuáles detalles deben per-
manecer y cuáles descartar para que el dibujo sea lo que para él significa policías y ladrones.
Decide ampliar el juego del aire y lo lleva al sueño en el tercer cuadrante del lado izquierdo
de la hoja. Insiste en los detalles de las armas, las camionetas, los personajes, sus funciones y
la posición de cada uno, me sorprendió su manera de comunicar las imágenes de sus juegos.
Mientras elaboraba la imagen, emitía sonidos de disparos de las armas que había dibujado y
algunos diálogos que no alcancé a captar porque hablaba entre dientes; platicaba con los esce-
narios y personajes que imaginaba. Contemplar su diseño fue la expresión de la imaginación
que se moviliza cuando Mariano, y tal vez otros, consideran como “favorito”. En el último
cuadrante, Mariano se representa a sí mismo como observador de animales en el patio de la
casa de sus abuelos. Su función en este juego es contemplar sigilosamente, por eso su repre-
sentación aparece detrás del pastizal con unos binoculares: observa el comportamiento de las
aves para jugar a cazarlos. Son intencionalidades de juego que se asemejan: estar alerta para
el momento preciso de cazar, atrapar y dar muerte, simbólica, a quienes están en oposición.
424
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos
Con Mariano aprendí que es posible expresarse con líneas y que los dibujos son conec-
tores de intenciones, identificaciones y aspiraciones. Las huellas de los juegos y los momentos
jugados influyen, de alguna manera, en las directrices de las identificaciones, los gustos, los
deseos, los sentimientos, los sueños, las ocupaciones que generen ingresos y las proyecciones
futuras. En la normalidad del juego se incorporan algunos campos temáticos a la hora de
jugar que funcionan como referentes de trayecto o de identificaciones. En los juegos, niñas y
niños imaginan sus trayectos: nacen deseos desde el juego. Mariano expresa que lo que más
le gusta es:
El fútbol y también los policías y ladrones […] unos son los policias y debemos buscar a los ladrones
y si los encontramos debemos atraparlos […]. Y si pasa otro ladrón los toca y ya están salvados […] Yo
me quería convertir de grande como policía, pero mi papá no me deja. Quiere que sea como doctor,
veterinario, secretario, así como trabajar en un edificio […] me gusta hacer a veces dibujos de guerras.
La otra vez hice uno de según qué unos soldaditos [emite sonidos como chuc, chuc, chuc: imitando los
disparos de un arma] con armas y hice [sic] una camioneta así bien grandotota y unos carritos de policía
¡ao! Y también le puse helicópteros. ¿Y si pongo aquí uno? Pues a ver si me sale […] Yo quiero ser tam-
bién como investigador de aves, lo que comen y eso (Narrativa 1, Mariano, 8 años, octubre de 2018).
425
Liliana Sarahí Robledo Barragán
escuelas primarias e indagué aspectos de sus juegos, sus formas de jugar y los juguetes de inte-
rés. Mariano regresó a la mesa de dibujo para compartirme un sueño sobre el juego de policías
y ladrones que se materializó en el dibujo 2 (figura 2). Me pareció magnífica la idea de que se la
actividad resonara en el plano onírico. Quizá fue porque para Mariano, en ese momento, dibu-
jar representaba una actividad agradable porque “la disfrutaba”, cuando hacía algún dibujo en
su familia y con otros conocidos obtenía reconocimiento y fue el medio en el que expresa sus
ficciones en un escenario de enfrentamiento.
Para elaborar este dibujo (figura 2) Mariano traza el punto de partida de su escenario
de juego: el suelo. Después, dibuja al sujeto que porta “la metralleta más poderosa”: es su rol
en el sueño. Sigue con las camionetas, sus conductores y los contrincantes. Mariano les da vida
y muerte a los sujetos que participan en su sueño durante el proceso de elaboración. Durante
la realización del dibujo emitía sonidos de disparos, expresiones de los sujetos, indicaciones de
ataque y descripciones de tácticas de enfrentamiento para que el grupo al que pertenecía saliera
victorioso. La elaboración del dibujo 2 crea un orden peculiar de los signos: primero todo el
escenario de la parte terrestre, después los refuerzos que proceden del cielo y que vienen “a
apoyar a quienes se van cayendo en la batalla”, dice Mariano. En el momento que coloca cada
arma y sujeto detalla sus funciones: quiénes van ganando o perdiendo y cuál es su afiliación en
el juego como buenos, malos, policías o ladrones.
Mariano expresa que en su sueño estaban acomodados, por un lado, representado en
el lado izquierdo de la hoja, “los buenos que eran como los policías y en el otro lado”, el lado
derecho en el dibujo, “están los malos que son como los ladrones”, remarca en la explicación
426
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos
de su sueño-dibujo. Parece que los detalles del escenario están ausentes: hay un énfasis en los
actos que promueven los sujetos del sueño de Mariano donde se representan personas, camio-
netas y armas. O, posiblemente, el escenario se crea de las ficciones-oníricas de Mariano. Los
signos manifiestan aceptación, resonancia, concordancia hacia la promoción y celebración de
la muerte; se traslapan de la memoria onírica al papel. Quizás las escenas de videojuegos, pelí-
culas y los enfrentamientos de grupos armados que acontecen cerca o en los pueblos que viven,
influyeron en la forma peculiar de representación de su dibujo y que procede de un sueño. Los
juegos y los sueños están en sintonía durante la designación de niños, chamacos, chiquillos:
muestran fantasmas, aspiraciones, fantasías e identificaciones que serán, posiblemente, expe-
riencias efímeras significativas en sus trayectos de vida: las huellas, las memorias, las anécdotas
y las expresiones que comunican sentidos y apropiaciones del tiempo vivido, al tiempo jugado.
Los zombis
El criterio de selección de zombis es porque permite ilustrar las apropiaciones de signos que
remiten a violencias, muestran intencionalidades de temáticas compartidas desde un conte-
nido cinematográfico y se juega entre los participantes considerados como “niños pequeños”
de la escuela primaria que quedan excluidos de los juegos populares de “los más grandes”. Los
tipos de juegos es un eje de diferenciación entre la chiquillada porque marcan la coexistencia
de los ritmos del tiempo biológico y el social. Por ejemplo, a los niños considerados como
pequeños por los que juegan policías y ladrones, que eran de cuarto grado, no les permitían
incorporarse a sus grupos de juego. Y a los que excluyen a los menores no se les considera en
los juegos de deporte de “los más grandes”, los de sexto. Existen separaciones por el grado al
que asisten: la acumulación de experiencias de juego incorporalizadas.
Zombis en la primaria que observé, es un juego de persecución abierto para los chiqui-
llos de segundo y tercero. Los chiquillos jugadores expresaron sus referentes de lo que es “ser un
zombi” por las imágenes que habían visto en algún momento de su vida en películas, series de
televisión, caricaturas y videojuegos que emanan de sus consolas, televisores, tabletas, celulares
o de las maquinitas del pueblo. El promotor de la temática del juego de zombis fue Alejandro
que en esa época tenía siete años y se interesó por los zombis a partir de una película que vio un
fin de semana en casa de uno de sus primos. El juego consistía en cumplir las misiones de cap-
turar, vacunar, matar o transformar a los zombis que infectaban al pueblo. A la hora del desa-
yuno de un lunes, Alejandro y su grupo de amigos se reunieron en una mesa de la cocina para
organizar el juego, definieron los objetivos de cada bando y las funciones de cada jugador. Los
que se quedaban en el bando de los zombis, se encargarían de contagiar con un virus extraño
a los cazadores y al pueblo, y los cazadores, tenían la misión de atrapar, vacunar, exterminar
o transformar a los zombis antes de que contaminaran a todo el pueblo y “la situación se saliera
de control” como expresó Alejandro de la película. El pueblo era la chiquillada de la escuela.
427
Liliana Sarahí Robledo Barragán
El pueblo, en sus asuntos de juego, desconocía las intenciones de los promotores de zombis,
pero se involucraban indirectamente al compartir escenario y tiempo: el recreo en la escuela.
La mayoría no tenía problemas por colocarse en uno u otro bando: un recreo como
zombi y otro como cazador. Cada jugador decidía su permanencia o cambio porque zombis
propiciaba la dinamización de las colocaciones y las funciones de cada jugador. Alejandro,
como promotor del juego, nunca dejó su función como cazador. Para él era importante el
cuidado del pueblo porque “salvar y cuidar vidas lo convertía en bueno”, expresaba. Su fin era
limitar la propagación de “la plaga zombi” en el pueblo, en la escuela. Alejandro estaba atento
al curso de cada ronda de juego en los días que asistían a la escuela: las bajas de los zombis,
de los que habían sido infectados, quiénes se habían “vacunado” para quitarse “el mal zombi”
y transformarse en cazadores que luchan contra el virus. Cuando un cazador se contagiaba
gritaba y contaba hasta diez para que un cazador lo rescatara con una inyección, un pellizco, y
se “aliviara” de la enfermedad zombi antes de que se convirtiera en uno. Alejandro mediaba las
decisiones de cuándo se aplicaban las reglas, cuándo no, quién pasaba de bando o si el conta-
gio era aceptable o no. En este juego Alejandro se convirtió en dictaminador de las situaciones
zombis, era un consultor para que “las reglas se aplicaran bien”.
En este juego también se crea una prisión donde se encierran, simbólicamente, a los
zombis que se atraparon durante la cacería y exterminarlos antes de que el recreo finalice.
La cárcel puede ser un cuadro de cemento delimitado con marcas de gises, las bancas de
cemento que están afuera de la cocina, el cuarto en obra negra a la entrada de la escuela, los
sitios que no estén ocupados por los jugadores de policías y ladrones y aquellos sitios que sirvan
como prisión de cuarentena. El juego de zombis sólo se jugaba durante el recreo, cuando los
docentes tenían reunión y dejan a los grupos salir al patio (un recreo extra), en asamblea de
padres o siempre que hay oportunidad de reunirse en la escuela. Otra característica del juego
de zombis es dejar en “pausa” las funciones de los jugadores y el curso del juego hasta el día de
reencuentro que podía ser al día siguiente, después de un fin de semana, un puente vacacional
o cuando finalizara el paro docente. La memoria del juego de zombis se ponía a discusión en el
esperado reencuentro. Si la mayoría estaba de acuerdo en la historia que relataba los recuerdos
del último día iniciaban el rito lúdico. Si no, se presentaban “malentendidos” que, al igual que
en el juego de policías y ladrones, terminaban en riñas verbales o físicas. Las memorias del
juego era un objeto de conflicto entre los jugadores porque había diferentes versiones.
Respecto a las agresiones físicas en los juegos de persecución se presentaron cuando
los jugadores no regulaban la intensidad de su fuerza física al capturar a ciertos jugadores,
por ejemplo, en el poder, velocidad, fuerza y rango del jugador. Los chiquillos creían que
dependiendo del rango se mejoraban las cualidades de tu personaje como cazador o zombis:
existían las jerarquías. En las rodillas y los brazos de los chiquillos había moretones, raspones
y rasguños que tardaban en sanar. Las huellas de heridas es un rasgo que comparten los juegos
de persecución porque implican la fuerza física entre los chiquillos. Por esta razón rara vez las
428
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos
chiquillas participaban en ellos porque se creaban reglas que en ocasiones las colocaban en
desventaja.
Los aspectos que comparten en común los juegos de persecución es que son promovi-
dos en equipos con objetivos definidos. Escuchar aspectos de las temáticas y relacionarlas con
los canales íntimos de las niñeces: hay jerarquías, bandos, riñas, buenos, malos e intenciones.
Una temática como los zombis puede inspirar la creación de narrativas, personajes e imágenes
de ficción que promueven imaginaciones: siempre hay malos, buenos, gente que proteger y
gente que quiere destruir. Jugar e imaginar escenarios de la vida se reduce y se promueve con
agresiones físicas, ¿cómo sería recrear, reinventar otros destinos posibles que no conduzcan
sólo al caos, la destrucción y la promoción de la muerte? ¿Qué serían las ficciones sin un des-
orden? ¿Cómo recrear lo que los contenidos televisivos promueven como generalidades? Creo
que la limitación de la imaginación o su encasillamiento son las betas que en este momento
encuentro como expresiones de violencias que los niños se apropian, recrean y juegan. No
podemos estar aislados, ni disociarnos del contenido que pasa por nuestros sentidos y que de
varias maneras estará presente en nuestros caminos cotidianos como fuerzas que nos impulsan
a crear.
Algunos chiquillos usan armas de juguete y reales, “de verdad”, en su cotidianidad. Desde
temprana edad la mayoría de los chiquillos conoce, ha tocado o ha manipulado una pistola
en compañía de sus cuidadores o familiares. Se puede decir que las pistolas son características
de la cultura ranchera donde los hombres son de “armas tomar” como mencioné al inicio.
La vida en los ranchos, alejada de los centros poblacionales, la seguridad se ejercía “a mano
propia” porque a estos lugares no llegaba la “protección” gubernamental. Son lugares apegados
a las leyes de la naturaleza y alejadas de las leyes que dicta la vida en sociedad en Michoacán.
Por eso, la mayoría de los rancheros ha contado con un arma para defenderse de animales o
personas que ingresan sin permiso a su propiedad, para ajustar los “malentendidos” en los
acuerdos y lealtades por incumplimiento. En Santa Inés y en Tocumbo las armas son un
objeto de reconocimiento entre los hombres. Las armas se “desempolvan” en algunas fiestas,
en las celebraciones del Año Nuevo, para hacer tiros libres al aire, para ir de cacería o para
presentársela al varón de la casa que aprenderá a usarla. Los chiquillos presencian los disparos
y si tienen la edad pertinente serán ellos quienes se les otorga el derecho de disparar durante
una cacería (actividad reconocida en los pueblos) o los tiros al aire libre con un arma real. Otra
situación de uso de arma es el uso lúdico del rifle de municiones durante la Feria de la Paleta
en Tocumbo. Aquí disparan a objetivos concretos: figuras de plomo que si logran derribarlas
todas con una carga obtienen un premio. Agudizan su sentido de disparo que, posiblemente,
429
Liliana Sarahí Robledo Barragán
potencialicen en un futuro. Uno nunca sabe para qué le pueda servir el conocimiento de
manejar un arma en una región entre grupos antagónicos.
Entre la chiquillada hay un escenario diseñado para el uso de las armas: el gotcha
(paintball). Es un juego estratégico que propone a los participantes un escenario diseñado para
el enfrentamiento y las persecuciones como juegos. Se requieren armas especiales que disparan
bolas cargadas de pintura que, por la presión de su expulsión, suelen dejar moretones en la
piel de los jugadores. Los jugadores aplican tácticas de combate, estilo militar, para que en el
enfrentamiento se “admiren” a los ganadores y se reafirmen los perdedores. A mediados de
diciembre de cada año abren el campo de gotcha ubicado en el boulevard de Tocumbo en el
que participan hombres y mujeres de diferentes edades; entre ellos está la chiquillada. Se cierra
los primeros días de enero entonces, algunos jóvenes, adolescentes y la chiquillada “mayor” lo
aprovechan. A partir de quinto año de primaria, cuanto tienen 11 años, les permiten incorpo-
rarse al juego con su chaleco y su pistola.
El cobro por una hora de juego es de 170 pesos aproximadamente más los gastos de las
balas que requiere cada jugador. Algunos pueden comprar 10, otros pueden pagar 30 y, de este
modo, su “poder” de combate se incrementa. Por el precio, no todos los chiquillos de la pri-
maria pueden asistir. Quienes me platicaron su experiencia de asistencia al gotcha, ahorraron
un mes antes de que iniciaran las fiestas decembrinas con la paga de sus trabajos temporales
ayudando en casas con la limpieza, cuidando sobrinos por paga, trabajando algunos fines de
semana o tardes en la huerta, ayudando en el acomodo y limpieza de una tienda o como auxi-
liar de carpintería o en la construcción. El objetivo es “tener lana pa’ las fiestas de diciembre”,
explicó Daniel. No siempre sus cuidadores pueden costear estos juegos y más si son tres visitas
al campo durante las fiestas.
El grupo de amigos de la escuela primaria que se reunía para este juego, por lo regu-
lar eran chiquillas y chiquillos de sexto. En ocasiones, se incorporaban sus primos, primas,
vecinas, amigas o tías que visitan el pueblo por las fiestas de la feria y las celebraciones decem-
brinas que se compaginan.13 Cuando reúnen a los participantes arman una batalla y forman
dos bandos. Para seleccionar quién queda en cada equipo se distribuyen a los que han asistido
antes y quiénes son los primerizos. Los chiquillos y las chiquillas “líderes” influyen en la
conformación de equipos y cuidan mucho quién queda en su equipo porque suelen hacerse
apuestas y a la mayoría no le gusta perder las apuestas. Camilo, de sexto grado, me compartió
que “quien resultaba con más heridas o manchas de pintura pagaba la cena y las nieves”. Cada
jugador portaba una pistola con municiones y un equipo de seguridad que cubría el pecho y la
cara. El lugar estaba acondicionado como un campo de batalla militar con espacios de refugio,
huida o ataque. Durante la batalla se disparaban balas entre los contrincantes. Las huellas que
deja este juego, al igual que los de persecución, son moretones en el cuerpo donde les pegan
430
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos
las balas. Las chiquillas que narraron su experiencia al gotcha me mostraban con entusiasmo y
carcajadas sus moretones mientras decían “valieron la pena todo por la diversión”.
Otro uso de las armas entre la chiquillada también son los juegos de simulación donde
los objetos, sin haber sido diseñados como armas, se asemejan a ellos y cubren su función: las
ramas, los gestos corporales (la mano con sus dedos semejando una pistola, los brazos articu-
lados de tal manera que simulan una ametralladora), una regla de medición y cualquier otro
objeto en el que puedan representar una pistola al momento de jugar. La función de la pistola
tiene sentido cuando el objeto, o la parte del cuerpo, emiten sonidos de disparos. Los recursos
corporales y del entorno son funcionales y cuando no se porta el juguete. Niñas y niños tienen
potencial para encontrar objetos del medio y de su cuerpo para emprender un juego.
Las pistolas de juguete con balas de plástico son comunes durante las fiestas decem-
brinas, fiestas patronales, vacaciones de verano y, ocasionalmente, los fines de semana. Los
chiquillos compran sus armas cuando los puestos de la feria aparecen en las fiestas de ambos
pueblos.14 La imagen 1 muestra la gama de pistolas que portan los chiquillos. Su acceso a la
más “chingona” depende de su disponibilidad económica. Dependiendo del tamaño del arma
será el reconocimiento que tenga durante el juego de enfrentamiento con pistolas. Es impor-
tante considerar esta diferenciación porque no es lo mismo llevar una metralleta con todos
los balines de plástico y varias municiones que una pistola pequeña con balines que recogen
del suelo. Los responsables de los chiquillos parecen normalizar que porten armas y no están
atentos al curso que tienen sus formas de jugar y las narrativas que producen. Su función es
pagar y señalar que los disparos se dirijan a los lugares donde no estén sentadas personas para
evitar reclamos.15
Otro de los juegos entre los chiquillos que portan estas armas son las guerritas. Se
colocan en dos partes, casi siempre alejadas de los demás grupos, para hacer equipos y crear
campos de batallas entre las jardineras de la plaza, atrás de los autos o en las calles vacías. El
juego de las guerritas dura todos los días de las fiestas mientras sus cuidadores están en la plaza
escuchando música, se crean juegos de guerra que casi nadie toma como importante.
14 Los puestos que se establecen en ambos pueblos durante las fiestas decembrinas y patronales son de vendedores ambulantes de
procedencia indígena. Estos establecimientos ofrecen todo tipo de objetos y recreaciones: juegos de feria como lanzamiento
de dardos y reventar globos obteniendo un premio; objetos de belleza para las mujeres; discos de música y películas; artículos para
el hogar como tazas, platos o decoraciones; juguetes que la chiquillada como espumas, juguetes pirotécnicos, muñecas, carritos,
diarios, trompos de plástico con luces, muñecos de plástico pequeños o grandes, pistolas, balines, instrumentos musicales. Vale la
pena señalar que los principales consumidores son niñas y niños que están en el pueblo como visitantes temporales.
15 “Cuidadores” es un concepto que diseñé en el trabajo de grado porque encontré que en ambos pueblos existen personas que tienen
diferentes roles sociales que no están dentro de la organización familiar y que asumen de manera indirecta responsabilidades de
cuidado de las niñas y los niños que transitan por el pueblo o recurren a la plaza como terreno lúdico. Los cuidadores asocian a
qué familia pertenece cada niño que transita cerca de ellas o ellos. Se puede decir que en ambos pueblos hay un cuidado indirecto
para que la chiquillada se desplace casi libremente (considerando los indicadores de riesgo al inicio).
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Imagen 1. Puesto en la “Feria del hijo ausente”, Santa Inés, diciembre de 2018
Fuente: Archivo personal de Liliana Robledo, 2018.
Por último, presento la descripción de una situación de juego con armas blancas entre
primos: cómo el cuchillo se convierte en juguete y en objeto que detona expresiones. Carlos
y Adrián, de seis años, viven cerca de la barranca que atraviesa uno de los pueblos de estudio.
Los unen lazos consanguíneos, son primos hermanos y su convivencia es frecuente ya que
viven cerca y aprovechan las tardes para salir a la calle a jugar. Adrián estaba afuera de su casa
con su mamá disfrutando el sol de una tarde de verano acompañados del viento que provenía
del bosque. Adrián montaba su bicicleta y daba vueltas de una esquina a otra esperando, sin
decirlo, a que saliera su primo. Su madre estaba “entretenida” en una llamada telefónica y me
invitó a sentarme con ella. Cuando finalizó la llamada me dijo “en las tardes me salgo a que
dé vueltas para que se duerma temprano porque es un muchacho recabrón, canijo, que no se
aguanta y que a veces no sé qué hacer con él”. La frase “muchacho recabrón” es recurrente
durante la tarde. Adrián se ríe cada vez que su mamá lo dice y acelera más a sus pedales de la
bicicleta para alejarse de ella. Minutos después sale Carlos de su casa y Adrián expresa un gesto
de alegría. Carlos le dice en secreto a Adrián “vamos donde no nos vean para enseñarte algo”
(se referían a la mamá). Cuando llegan a la orilla de la barranca Carlos saca un “filero”.16 El
cuchillo le pertenecía al hermano mayor de Carlos y se lo había prestado para que jugara un
rato y en la noche se lo debía regresar. La responsable les preguntó qué era lo que tenían en la
mano, se lo mostraron y sólo les dijo que no lo abrieran. Cuando Adrián lo observó y simuló
acercárselo al cuello de su primo, se rieron. Carlos propuso que mejor jugaran fútbol, tapó el
432
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos
cuchillo con la funda, se lo metió en el pantalón y se fueron a patear el balón. Y así estuvieron
un rato hasta que se aburrieron de patear la pelota y se montaron en sus respectivas bicicletas.
A la señora parecía no importarle que uno de los niños portara el cuchillo. Pasaban, montados
en sus bicicletas, frente a nosotras mientras Adrián sostenía el cuchillo en su mano y le decía
a su primo que lo iba a alcanzar para “filerearlo”. Ella solamente les indicaba, con gritos, que
no fueran tan rápido.
Después de varias persecuciones en bicicleta, Carlos se acercó alarmado a donde nos
encontrábamos su mamá y yo para decirle que Adrián ya quería “filerearlo” de verdad. La
intervención de la mamá de Adrián fue decirles “si siguen dando lata se los voy a quitar y ya
nos vamos a meter Adrián, ¿me oíste?”. Así que Adrián se fue corriendo lejos de su mamá con
el cuchillo en la mano y Carlos tras él. La mamá de Adrián tomaba la situación con indiferen-
cia mientras yo no sabía de qué manera actuar: quedarme callada “para observar” o mediar la
situación por temor a que se saliera de “control”. En ese momento decidí estar atenta al curso
del juego y si veía que se alejaban mucho le decía a la señora “¿cree que todo esté bien con los
niños? Es que no los veo”. Durante la situación fui buscando estrategias para prever un acci-
dente sin incidir en lo que hacían los primos y procuré “controlar” mis alertas que surgieron al
contemplar un juego entre dos primos de seis años con un arma blanca “de verdad”.
Después de perseguirse con el cuchillo, los chicos se detuvieron para examinar los
detalles del arma: lo manipularon, trataron de calcular su peso, de comprobar qué tan filoso
era y para cerciorarse cortaban algunas plantas, lo guardaban y lo sacaban de su funda. Adrián
se lo volvió a poner en el cuello a Carlos y le dijo “¿qué se siente tenerlo tan cerca? ¿Es como
sentir la muerte?”. Carlos se rió y siguieron explorando otras maneras de usarlo. Cuando ya
estaba oscureciendo los primos empezaron a empujarse y a gritar “groserías” (vocabulario de
uso diario en algunos hogares). El motivo de las ofensas era porque Adrián se había apode-
rado del cuchillo y le había dicho a Carlos que jamás se lo regresaría, que ya le pertenecía.
Desencadenaron otra persecución mientras Carlos gritaba que el cuchillo era de su hermano
y que si regresaba sin él a su casa lo golpearían. En medio de los gritos e insultos que mutua-
mente intercambiaron la madre intervino “¿qué está pasando Adrián? ¡Ya dame eso! ¡Ya nos
vamos a meter!”. Adrián lo aventó a los pies de su mamá y se burló de su primo Carlos dicién-
dole “niñita, mariquita”. Carlos reaccionó llorando y suplicando a la mamá de Adrián que se
lo devolviera porque no se imaginaba la golpiza que le iba a dar su hermano si no regresaba a
casa con el. Finalmente, la señora se lo entregó y le dijo que se fuera y que no estuviera “chin-
gando”. Cuando nos despedimos, ya había oscurecido y la mamá de Adrián me dijo que no
estaba conforme con el vínculo que tenía su hijo con su primo porque “Carlos es una mala
influencia para Adrián, los dos son demasiado recabrones y yo no quiero eso para mi hijo”.
Yo le contesté que ojalá lo pudiera resolver. Días después volví a pasar por esa calle y observé
que los primos seguían frecuentándose y que la mamá de Adrián continuaba distraída en el
celular.
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Liliana Sarahí Robledo Barragán
A modo de conclusión
En las líneas anteriores se expusieron los juegos que tienen como intención el uso de la fuerza
física y con armas para conseguir el dominio o la imposición de un chiquillo sobre otro, de un
grupo a otro. Para el cierre dejaré algunas breves pistas que descubrí en el trabajo de descrip-
ción y que se escapan de la descripción de las situaciones de juego anteriores. En primer lugar,
los chiquillos que juegan a representar escenarios de enfrentamiento y persecución, como
policías y ladrones o zombis, forjan alianzas y grupos enemigos dentro del espacio escolar para
reconocerse y ser reconocidos. Al establecer las separaciones, los contenidos temáticos de los
juegos que realizan los chiquillos expresan la intención de causar daño a los jugadores que se
colocan como rivales (los enfrentamientos). En policías y ladrones suelen pegarse, agredirse
(verbal y físicamente) y embestirse para las persecuciones entre unos y otros. Esto quiere decir
que se trata de matar simbólicamente al rival, al enemigo, al del equipo contrario. La chiqui-
llada da muerte cuando caza a un ave con una resortera; consumen imágenes de muerte en
películas, caricaturas, noticieros; y son espectadores de las muertes que acontecen en su región
vinculadas al crimen organizado; emula la muerte de los videojuegos; y representa la muerte
cuando juegan con pistolas de juguete. Los chiquillos tienen acceso a ver o manipular armas
reales que se convierten en objetos de reconocimiento. ¿Para qué se están preparando a través
de las situaciones lúdicas los chiquillos? Las expresiones de la violencia, ¿son el principal eje
comunicante con la vida? ¿Por qué la promoción de la muerte como medio de contacto? ¿Qué
implicaciones tienen los escenarios de violencias en la construcción de sujetos sociales que en
pocas ocasiones expresan sus sentires? ¿Qué pasa cuando las imágenes de los juegos que expre-
san violencias o los dibujos “se hacen realidad”? ¿En qué momento o en qué circunstancia
establecer las barreras de realidad o ficción? o ¿de qué manera armonizar su existencia?
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435
DEPRESIÓN, ANSIEDAD Y SUICIDIO
El caso de mujeres p’urhépecha
437
Alicia Lemus Jiménez
sanciones aplicadas a todos aquellos individuos que rompen las reglas de vivir en colectivo en
los campos de la sexualidad y el matrimonio. En el tercero la salud emocional, se estudia la
depresión, ansiedad y suicidio. Por último se presenta, muy brevemente, las formas y métodos
de atención y sanación a estos padecimientos.
Violencia
Analizar las enfermedades emocionales y cómo estas afectan a los individuos que viven en
colectivo no se pueden explicar sin estudiar el concepto de violencia y sus características
en el contexto comunitario, los tipos de sanción y castigo que traen consigo. La Declaración
sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer emitida por la Organización Mundial de
la Salud (OMS 1993) señala en el artículo primero la violencia como “todo acto basado en la
pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento
físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o
la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la vida
privada”. Para el caso de las mujeres indígenas González Montes (2006) menciona las distintas
formas en que afecta la violencia, no sólo provoca lesiones y heridas inmediatas, está vinculada
a las emociones, las situaciones de la vida y la salud. En el contexto indígena se trata de un
tema de salud pública por los efectos físicos y psicológicos que trae consigo. Estudios sobre
violencia de pareja y salud pública en contextos indígenas (Nava-Navarro et al. 2017) hacen
hincapié en el hecho que las mujeres indígenas no verbalizan el abuso emocional y físico en el
que se encuentran cotidianamente. Lo que propicia una violencia invisible, donde el principal
agresor es su pareja y la comunidad, ésta a su vez la legitima, reconociéndola como normal,
incluso como un instrumento sancionador. Significa que la mujer indígena enfrenta violencia
física y moral.
En el presente capítulo se utiliza el término violencia moral de Rita Segato. Para la
autora en las sociedades patriarcales5 existe una violencia instauradora, es decir, “cuanto más
disimulada y sutil sea esta violencia, mayor será su eficiencia para mantener despierta y clara
la memoria de las reglas impuestas y, al mismo tiempo podrá preservar en el olvido el carácter
arbitrario y poco elegante de la violencia fundadora, así como los placeres propios del mundo
que ella negó” (Segato 2003: 107). Es decir, una violencia que a simple vista no se ve. Sólo a
5 La sociedad p’urhépecha, las comunidades estudiadas, es una sociedad patriarcal con prácticas machistas. Para Carmen Lugo
(1985) el machismo son una serie de conductas, actitudes y valores que se caracterizan por una autoafirmación sistemática y reite-
rada de la masculinidad. Es decir, una exaltación de la virilidad, violencia y agresión al otro, es una expresión de la magnificación
de lo masculino en menoscabo de la constitución, la personalidad y la esencia femenina. Es la exaltación de superioridad física, la
fuerza bruta y la legitimación de un estereotipo que recrea y reproduce injustas relaciones de poder.
438
Depresión, ansiedad y suicidio
través de estudios minuciosos y de caso es posible detectar los estragos que genera en la vida
cotidiana.
En el presente capítulo se entiende por violencia moral todo aquello que envuelve
agresión emocional, aunque no sea consciente ni deliberada. Por ejemplo: la ridiculización,
coacción moral, sospecha, intimidación, cuestionamiento y condenación de la sexualidad,
desvalorización de la persona ya sea en las emociones, psicología, el cuerpo, capacidades inte-
lectuales, trabajo (Segato 2003: 115), condición de género, nivel socioeconómico, familia de
origen, descalificación por antecedentes familiares, aislamiento y segregación por no cumplir
con las normas del colectivo. En el contexto indígena este tipo de violencia en la mayoría de
las veces se manifiesta sin agresión verbal, a través de gestos, actitudes, miradas, evasión, des-
calificación verbal, lo que comúnmente se conoce como chisme y habladurías de la gente. Es
perpetrada principalmente por integrantes de la familia extensa, vecinos, amigos, conocidos o
la comunidad en general.
En las comunidades p’urhépecha la violencia moral que viven las mujeres indígenas
no es nombrada de la misma forma. Utilizan el término “no sesi irekani”, significa “no vivir
bien”. Los pueblos indígenas nombran de distinta manera la violencia moral, en comunidades
náhuatl de Puebla las mujeres utilizan “mal trato”, “mala vida”, “regaño” a la violencia moral
en las relaciones de conyugalidad (González 2006: 165). No vivir bien es vivir en constante vio-
lencia tanto física como emocional. Las mujeres transgresoras de las normas consuetudinarias
de vivir en colectivo son las que no saben vivir y por lo tanto a quienes se aplican las sanciones
violentas de no cumplir con el deber ser.
La cultura p’urhépecha mantiene un sistema de reglas consuetudinarias que determina
el deber ser de hombres y mujeres, pondré mayor énfasis en las sanciones, para responder a las
preguntas: ¿quién sanciona/castiga a quienes la infringen?, ¿cuáles son las sanciones?, ¿cuáles
son los efectos de las sanciones en los individuos? El sistema normativo interno es altamente
coercitivo en el campo físico y psicológico. El colectivo ejerce una violencia moral con efectos
devastadores para la mayoría de los casos. Es una violencia interiorizada y normalizada, de
tal manera podemos hablar incluso de una violencia institucionalizada en la familia nuclear,
extensa y en la comunidad.
La violencia moral es un conjunto de mecanismos legitimados por la costumbre para
garantizar el mantenimiento de los estatus relativos en los términos de género. Es un modo
que opera en el control y permanencia de jerarquías étnicas, de clase, entre otras (Segato 2003:
117). Para el caso de los p’urhépecha esos rangos se dan dentro de la familia y la comunidad.
Lo que significa que la vida en colectivo de los sistemas familiares y los grados de parentesco,
es jerarquizada, conlleva a un régimen de estatus y posición social, cada nivel está regido por
normas y quienes las infringen tienen sanciones mediante la violencia moral.
Actualmente en las comunidades p’urhépecha se observa una violencia falocéntrica
producida por una bifurcación entre dos sexos: masculino y femenino. Para Huacuz Elías
la violencia falocéntrica es producto de la estructura simbólica, social y psíquica de los “dos
439
Alicia Lemus Jiménez
6 Incluye a hombres que no cumplen con los roles sociales tradicionales: rol de proveedor, separados, viudos, divorciados, quienes
sufrieron violencia física por parte de la esposa e infidelidad. En esta categoría están las lesbianas y los homosexuales quienes mere-
cen estudios para cada caso.
440
Depresión, ansiedad y suicidio
sus propias prendas de vestir, respeta a sus mayores, es símbolo del centro en la familia, es
guerrera y no se doblega por las circunstancias sociales y familiares, no habla malas palabras
y sabe de herbolaria”.7 Estos son algunos puntos del ideal de la mujer p’urhépecha en las tres
comunidades aquí estudiadas. Como se observa son cualidades románticas, de mujeres puras,
sin malicia, modelo ante la sociedad. Por eso es un ser al que se le debe cuidar, proteger y
defender, porque representa el honor de ese colectivo.
En las comunidades objeto de estudio la violencia moral se manifiesta en el control
de la sexualidad, económico, social, de movilidad, menosprecio de la moral, la estética, por
no tener hijos, por no mantener una relación conyugal como lo marca las normas de la cos-
tumbre, por el origen del linaje.8 Existe un menosprecio por pertenecer a una familia donde
las mujeres no son bien educadas, no saben vivir bien, son prostitutas o se separan constan-
temente del marido. Incluso las mujeres de carácter fuerte son desfavorecidas porque son
mujeres mandonas, no obedecen a la figura masculina o al colectivo.
La sanción la ejecuta el tribunal social por defender la honorabilidad de los agredidos.
La restitución del honor es a través de afrentas simbólicas. Para Bourdieu la deshonra de un
individuo es la deshonra de toda la familia, y ésta debe vengar tal ofensa, se tienen que respetar
lo más sagrado: el sentimiento de dignidad colectiva (Bourdieu 1968).
Suicidio
El sociólogo francés Émile Durkheim (2016) menciona: para explicarse por qué suceden los
suicidios habrá que observar a la sociedad. No es un hecho individual, lo materializa el indi-
viduo, son la consecuencia de una perturbación en la relación del individuo con su sociedad.
Y es el resultado de tres factores: la naturaleza de los individuos que componen la sociedad;
la naturaleza de la organización social; y los acontecimientos pasajeros que perturban el fun-
cionamiento de la vida colectiva, crisis nacionales, económicas, contextos de alta violencia y
sociedades con sistemas normativos de alta coerción.
Para Durkheim el suicidio es poco probable en familias muy religiosas o de muchos
integrantes (2016). En el contexto purhépecha no sigue el mismo patrón, en los casos analiza-
dos todas provienen de grupos familiares de más de treinta integrantes. Con redes de paren-
tesco que reconocen hasta en tercer y cuarto grado de consanguinidad. Las familias extensas
441
Alicia Lemus Jiménez
ejercen presión y castigo a quienes infringen las normas y los suicidios, al ser pocos,9 son un
ejemplo del sistema coercitivo que mantiene a los grupos familiares.
Durkheim clasifica el suicidio en: egoísta (excesiva individualidad), altruista (el yo no
sé pertenece y se confunde con otra cosa que no es), el anómico (el individuo se encuentra
carente de una guía o un modelo a seguir) y finalmente el suicidio fatalista, es decir, en donde
existe una excesiva reglamentación por parte de la sociedad hacia el individuo, lo que provoca
que la persona vea un futuro con opciones muy limitadas (Durkheim 2016). La mayoría de las
veces lastima a alguien más. Se trata de culpar a alguien de manera indirecta. Es una forma de
castigo para quien infringió daño: el esposo por el abandono y el incumplimiento de los roles.
Es una de las formas más violentas utilizadas por el suicida hacia la familia.
El sistema normativo consuetudinario en la cultura p’urhépecha es opresivo, genera
inestabilidad emocional para aquellas personas que no cumplen con el deber ser. En el con-
texto sociocultural cuando sucede el suicidio hay un cuestionamiento en la familia en cuanto
a la relación afectiva con la persona que murió, al igual con los otros miembros. “[…] las per-
sonas que antes estaban satisfechas con su visión de la realidad, ahora comienzan a pensar cuál
pudo ser su influencia en la decisión que el suicida tomó, existe una reorganización familiar
después de casos como estos” (Juárez 2010: 42).
Para Córdova el suicidio está ligado a la desesperanza enfrentada por una persona que
padece depresión, se manifiesta en la tristeza, pérdida de interés, ingesta precaria o excesiva de
alimentos, insomnio o lo contrario, apatía, fatiga y poca energía (Córdova 2010: 100). Para la
misma autora cuando los pensamientos de los suicidas se dirigen a la idea de que “las cosas no
van a cambiar”, “es demasiado”, “no lo soporto”, en el contexto de estudio sería “haga lo que
haga de todas formas la gente me va a criticar”, “soy una persona ‘fracasada’, ya no soy nadie”,
la desesperanza lleva consigo un sentimiento de fracaso.
Para Hernández y Flores (2011) el suicidio, lo cometen mayormente los hombres, en
un rango de edad de 15 a 35 años. El año 2008 fue la tercera causa de muerte, con un total de
cinco mil casos. Es decir, el fenómeno va en aumento.10 Para la población p’urhépecha en las
comunidades en las que se analizó el tema, la mayoría de los casos fueron mujeres en un rango
de edad de 13 a 45 años de edad. Otra característica es la réplica en las poblaciones. Es decir,
cuando se comete un suicido durante los siguientes tres meses sucede uno o dos casos más.
9 El término “poco” es relativo. En las comunidades p’urhépecha, objeto de estudios, se observó un patrón en los casos de suicidio.
Ejemplo, durante la primera semana de enero de 2020 una mujer casada consumó suicidio, en las siguientes dos semanas otra
mujer de 50 años de edad aproximadamente con roles sociales de abuela, suegra, nuera y jefa de familia se suicidó. Tres días des-
pués un joven de 17 años de edad cometió el mismo acto. Las causas: discusión con la madre, uso excesivo de drogas y alcohol.
Todos los casos se registraron en un periodo de dos meses, bajo la misma modalidad, asfixia. El tema se abordará a profundidad
más adelante.
10 En un estudio sobre el suicidio en México realizado de 1922 a 2008, las características sociodemográficas de la población que se
vio afectada fueron las siguientes: población masculina, en un rango de edad de 15-35 años de edad, solteros, con escolaridad
de primaria y secundaria. El tipo de lesión que ocasionó la muerte fueron tres: asfixia por ahorcamiento, disparo de arma de fuego e
ingesta de sustancias tóxicas. El sitio donde se llevaron a cabo las defunciones fueron el hogar, seguido por los espacios públicos. Los
estados de la República mexicana con mayores casos fueron: Estado de México, Guanajuato y Guerrero (Martínez Salgado 2010).
442
Depresión, ansiedad y suicidio
El tema de los roles de género entre los p’urhépecha se explica a partir de conceptos y valores
de dicha cultura. Por ejemplo, kaxumbekua (buena crianza o buena educación) y sesi irekani
(vivir bien). Se ponen en práctica mediante un sistema normativo interno, histórico y relacio-
nado con el uso y la costumbre. Aquí sólo analizaremos el ideal de cómo debería ser la mujer
p’urhépecha. Es decir, la puesta en práctica de los conceptos kaxumbekua para llegar al sesi
irekani. El contexto social determina qué modelo o tipo de ciudadano indígena debe ser. Este
sistema normativo establece los roles de género, fundamentado en su sistema de creencias,
en la actualidad con influencia de la religiosidad prehispánica (creencias en lo sobrenatural y
con la naturaleza), judeocristianas y del protestantismo, sólo por mencionar algunos.
La influencia de los ideales religiosos judeocristianos se compara con la similitud de
otras sociedades, por ejemplo, los bereberes de Argelia. Bourdieu en su texto sobre el honor
en la sociedad de Cabilia, Argelia, menciona que el honor de una mujer, el ideal de cómo
debe ser una mujer, como norma consuetudinaria, ella pertenece a un mundo cerrado, su
casa. Debe fidelidad al marido y a su familia; ser una buena ama de casa; cuidar la buena
educación de los hijos; pero sobre todo debe preservar el secreto de la intimidad familiar; no
debe rebajar a su marido o avergonzarle (incluso si tiene razones y pruebas) ni en la intimidad
ni en público; debe mostrarse satisfecha, aunque su marido sea pobre; no debe mezclarse en
discusiones entre hombres. Debe confiar en su marido, no dudar de él o buscar pruebas en su
contra. La mujer siempre debe ser “la hija de fulano” o “la mujer de fulano”, no debe tener
más honor, ni más gloria que el honor del grupo del hombre al que está vinculada, primero en
su familia y después en la del marido. Debe cuidarse en no alterar en nada, por su conducta,
el prestigio y la reputación del grupo o familia, es la guardiana del honor colectivo (Bourdieu
1968: 200-203).
El sistema normativo consuetudinario de los p’urhe es idéntico al de la sociedad de
Cabilia, ambos contextos socioculturales son influidos por la religión judeocristiana. De igual
manera, la violencia física, simbólica y psicológica se aplica para quienes infringen las normas
de uso y costumbre.
La moral sexual para el caso de las mujeres p’urhépecha es uno de los principales valo-
res que vigilan y guardan (Ramírez Herrera 2001). Una mujer que práctica kaxumbekua y sesi
irekani en cada una de las etapas de la vida y en los distintos estados civiles es kaxumbeti. Existe
un ideal, un modo de cómo debería ser una mujer p’urhe y se trasforma en roles de género,
donde el principal campo de acción de las mujeres es la reproducción de la familia.
En el imaginario colectivo las mujeres p’urhépecha demuestran su buena crianza y
educación cuando ponen en práctica la obediencia, respeto y servicio a la familia extensa, la
institución primaria de vivir en colectivo. Las relaciones intrafamiliares están jerarquizadas y
funcionan bajo un sistema de urdimbre o red. El sistema organizacional en forma de red y las
personas de mayor jerarquía en la familia opinan en el deber ser de los individuos.
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Alicia Lemus Jiménez
11 Matrimonio y reproducción son conceptos inseparables en los sistemas normativos indígenas incluyendo la maternidad y la
crianza de los hijos es uno de los roles de género primarios para las tsotsiles y tseltales en Chiapas (Linares Bravo et al. 2019).
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Depresión, ansiedad y suicidio
Son permitidos los arreglos matrimoniales por cuestiones, familiares, económicas, políticas,
sexuales, de prestigio social, principalmente en matrimonios por segunda vuelta. No está per-
mitido el divorcio, la disolución de la unión conyugal es permitida, el divorcio no se formaliza
legalmente.
El sistema normativo consuetudinario en el matrimonio contempla lo que no se debe
hacer: aún pervive la endogamia. Se pierde categoría con la disolución de la unión conyugal,
mayormente en el caso de las mujeres, es deshonroso mantener la soltería después de los
treinta años. Las personas separadas no tienen buena crianza, no saben vivir bien en matrimo-
nio. Si la mujer comete infidelidad se castiga con violencia física, psicológica y es devuelta a la
familia de origen. Se aplica la alienación parental.
Entre los p’urhepecha el sistema normativo consuetudinario en el tema de roles de
género y el deber ser femenino, cuando no se cumple es correctivo y coercitivo. Las mujeres
p’urhepecha interiorizan este sistema normativo y lo reproducen en la vida cotidiana, lo cual
las pone en situación de vulnerabilidad respecto al de los hombres. La familia extensa es quien
ejecuta estas normas. Esta situación no es propia de la cultura p’urhepecha, situaciones simi-
lares suceden en Puebla y los Altos de Chiapas. González Montes (2009) en un estudio sobre
violencia contra las mujeres en contextos rurales e indígenas, encontró que el modelo genérico
y familiar le confiere al jefe autoridad para “disciplinar” a los demás miembros de la familia,
castigándolos físicamente cuando no cumplen con las obligaciones de servicio y obediencia
que le asigna el modelo, de modo que la violencia es una prerrogativa legítima de padres y
maridos, es decir, existe una violencia legítima e individuos autorizados para realizarla.
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genera sentimientos de odio, coraje y rechazo por involucrarse en la vida de pareja. Una vez
que termina la relación conyugal las mujeres admiten tener resentimiento hacia la suegra,
en la mayoría de los casos éstas no aprobaron la unión conyugal, son quienes inducen a los
maridos a maltratar a la esposa y a no dejarlos vivir bien. La relación de la mujer casada con
sus cuñadas, concuñas y otras mujeres de las familias extensas, generan tensiones entre ellas,
que van desde los alegatos, insultos, golpes, chismes y envidias.12 Las nueras son observadas,
corregidas e inducidas a aprender-enseñarse comportamientos de la familia de llegada para
poder ser tomada en cuenta. Si no lo hacen, están condenadas a sufrir rechazo y violencia
moral por varios años.
Estos tipos de conflictos intrafamiliares genera que las mujeres estén constantemente
enojadas, son mujeres violentas y reproducen el mismo patrón de conducta con otros indi-
viduos: sus hijos. Los pleitos con la pareja se agudizan y los hijos son en quienes se depositan
la ira y el resentimiento de la madre, pues ellos son regañados, insultados e incluso golpeados
cuando las madres enfrentan problemas con el cónyugue o algún integrante de su familia. Es
una violencia ejercida hacia el más débil. En el fondo se demuestra un control, lucha de poder
entre los involucrados en los actos violentos.
La lucha de poder se materializa en un control psicológico de aquellos individuos
configuran poder y autoridad dentro del contexto familiar, para el caso de los p’urhépecha
es la familia patrilineal, incluidos los hombres y las mujeres. En palabras de Foucault (1999)
las instituciones juegan un papel importante para el funcionamiento general de los engranajes
del poder. En contexto p’urhe el objetivo de tener el poder es la subordinación de los otros.
Existen parámetros de subordinación, represión para el control de los linajes, la familia, la
herencia y el territorio la cual se realiza mediante la violencia moral.
Foucault en su libro Vigilar y castigar (2003) menciona que los castigos deben ser actos
públicos. Es decir, si no cumples con las leyes tendrás un castigo ejemplar. Aquellas muje-
res que no respetan las normas de matrimonio reciben sanciones ejemplares, entre ellas la
disolución de la unión conyugal. La gente exige estos castigos, es un mensaje simbólico con
función educativa para el resto de la sociedad, si se quebranta la norma la sanción es severa. Si
no cumples con lo establecido algo similar puede sucederte. Por tanto, el poder ejercido por
la familia patrilocal representa la voluntad de la gente para mostrar la autoridad que tiene la
patrilinealidad, es decidir, quién forma parte de ella y quién no. Por eso, la familia de origen
12 Muchos de estos altercados se dan cuando en la familia patrilineal conviven varias familias nucleares. Es decir, en una casa son
lugares con mucho espacio para albergar a todos los hijos varones con sus respectivas familias. Pueden convivir, el padre con dos
o tres hijos casados. La tensión se da entre la suegra, nuera, cuñadas, concuñas generando una violencia simbólica constante. Los
altercados son causados por los quehaceres domésticos, malos entendidos en las pláticas familiares e incluso envidias por los bienes
materiales con que cuente cada núcleo familiar. Así mismo la pelea entre infantes muchas veces son el detonador para conflictos
entre las madres y la abuela. Cuando estos conflictos no se resuelven al interior de cada familia puede inmiscuir a los grupos fami-
liares de procedencia de las mujeres involucradas, generando así conflictos intrafamiliares con consecuencias que pueden detonar
en la disolución conyugal y por supuesto en enfrentamientos violentos entre uno y otro grupo familiar.
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de la mujer no está facultada para opinar sobre el castigo porque ellos reproducen la misma
conducta con sus integrantes varones.
Aquí se refuerza la tesis de Foucault (2003) cuando refiere, el castigo es peor que el
acto cometido. Existe un poder disciplinar ejecutado por las familias extensas para controlar
a sus integrantes. Y una de las principales herramientas es la violencia moral. El aislamiento
tiene la función de que la persona no influya con sus comportamientos, actos e ideas a otros
integrantes del grupo familiar y de la comunidad. Como si el no vivir bien en matrimonio,
o ser una persona fracasada se contagiara o tuviera influencia hacia los demás. La comunidad
mediante estos castigos frena las conductas “anormales” por eso el castigo es peor que el acto.
Estos castigos son más visibles cuando irrumpen las normas de la sexualidad.
La vigilancia y el encierro es un castigo extremo para las mujeres separadas, desarrollan
depresión y ansiedad. Constantemente se quejan de insomnio, dolores de cabeza, angustia y
falta de apetito. El miedo irracional al “qué dirá la gente” paraliza su vida cotidiana. Incluso
en la mayoría de las narraciones de hombres y mujeres mencionan el temor a ser juzgados por
sus actos. Las frases: “qué dirá la gente de mí”, “cuando salgo siento que toda la gente habla de
mí”, “en la calle todos me observan”, la “gente me critica”, “aquí la gente es muy criticona”,
“la gente habla sin saber por qué hice las cosas”, son algunas de las frases que constantemente
están en sus discursos.13
En sus narrativas destaca la poca tolerancia, odio y resentimiento hacia la sociedad.
Incluso expresan el desagrado por pertenecer al pueblo. Sin embargo, el rechazo que experi-
mentan en su vida cotidiana lo practican hacia otros integrantes de la familia y la sociedad.
Tienen los mismos comportamientos socioculturales que rechazan. Por ejemplo, si mencionan
que las critican por no poder vivir en matrimonio, ellas rechazan y reprenden a sus parientes,
amigos o conocidos por tener relaciones conyugales complejas. Si han sufrido violencia física
repiten la misma acción con los hijos u otros familiares cercanos. Existe una interiorización de
hábitos, comportamientos y formas de ser.
La sexualidad es un tema poco abordado en la vida cotidiana de los individuos, sin
embargo, el complejo sistema normativo que lo sustenta crea estragos en los individuos por
no acatar las reglas. Las relaciones sexuales deben iniciarse una vez que las mujeres formalizan
la unión conyugal, antes citado. No cumplir con las reglas origina sanciones, moderadas o
drásticas, la suegra y las mujeres de mayor jerarquía son quienes están facultadas para opinar
sobre la vida sexual de las otras mujeres del grupo familiar, principalmente de aquellas empa-
rentadas vía el casamiento (la nuera). Si bien es cierto que el coito es un acto privado, está
reglamentado de tal forma que es un tema tabú.14 Las sanciones drásticas para mujeres casadas
13 Entrevista a Guillermina S.C., 44 años, comunidad p’urhépecha, 3 de mayo de 2019; Entrevista a Elisa C.R., 35 años, comunidad
p’urhépecha, 3 de abril de 2019.
14 Unas de las principales normas para practicar el coito es verificar la pureza y virginidad de la esposa, facultad atribuida a la suegra
y otras mujeres del mismo rango.
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que expresan sus deseos sexuales, en algunos casos, es la disolución de la relación conyugal,
son calificadas de promiscuas.
Las mujeres que terminaron con la relación conyugal fueron acusadas de infieles para
justificar su expulsión de la familia del marido. La infidelidad se castiga con exhibición pública.
La familia extensa, margina socialmente a la mujer acusada, se considera prostituta. La des-
honra ante el colectivo es uno de los castigos más severos, pisotea su kaxumbekua como mujer
casada, es lo que le da un estatus y posición ante el colectivo. Es invisibilizada y no tienen un
lugar en la vida colectiva. La deshonra, al ser un castigo moral se hereda hasta en dos o tres
generaciones atrás, en especial a las mujeres.
En la cultura p’urhépecha existen términos para designar a las mujeres casadas que
rompen con la unión conyugal. Jurak’ukata a la mujer dejada, abandonada por el marido, la
dejó porque no cumplió como esposa, no tuvo hijos, era floja, chismosa, infiel, etc. Isku janti
a la mujer callejera, tiene muchos hombres, a una puta o prostituta es una mujer perdida, no
sabe vivir en matrimonio, se junta y se deja (puede ser con el mismo o con varios hombres)
la que ha tenido varias parejas y con ninguna puede vivir bien. Tsijpakata aquella mujer que
tuvo relaciones sexuales prematrimoniales con uno con varios hombres. No se casó con nin-
guno de ellos, sigue estando soltera. La tsijpakata es una mujer impura, ya no es virgen, mujer
que ya se echó a perder porque no conservó su pureza, no es una mujer buena, sana e inocente
en su manera de pensar y actuar. La principal evidencia de esa impureza es cuando procrea
hijos estando soltera y sin pareja.
Estos calificativos llevan implícitos sanciones relacionadas con la violencia moral. El
aislamiento, el juicio a través del tribunal social (mediante las habladurías y críticas), la diso-
lución de la unión conyugal, la alienación parental y la pérdida de estatus o denominación
social son los castigos más severos. No son tomadas en cuenta en cargos, no son invitadas a
ser madrinas en eventos cívicos y religiosos, son segregadas en las fiestas o cualquier quehacer
colectivo, en otras palabras, es muerte social para ellas y sus descendientes. De tal manera que
la vergüenza ante el colectivo es uno de los peores castigos, porque entonces son mujeres “fra-
casadas” que no cumplieron con las normas de kaxumbekua y sesi irekani, en algunos casos es
mejor enfrentar la muerte, mediante el suicidio, antes que la vergüenza pública.
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es ocasionada por un conflicto entre el yo y pensar, sentir y vivir en colectivo. Otra de las dife-
rencias son los síntomas, la relación que tienen con su sistema de creencias y el tratamiento o
curación. De manera general a este tipo de padecimientos es denominada la “enfermedad de
los nervios” o “ataque de nervios”. Significa que las emociones del individuo se alteran por
preocupaciones exageradas, pérdida de apetito, insomnio, miedo, pereza, aislamiento, deses-
peración, entre otros. Esta enfermedad emocional es común en la población. Actualmente se
asocia a mujeres, sin embargo, los hombres también la padecen, pero no se hace público.15 Las
enfermedades emocionales son polisémicas. Tienen distintos significados, síntomas, nombres
propios en lengua indígena y su particular forma de explicarlas, entenderlas y tratarlas.
Las enfermedades como mintsita uarhirani o mintsita atani (muerte del corazón), no
es una muerte exacta, tiene un significado metafórico. Mintsita atani significa “golpe del
corazón”, la persona experimenta tristeza, perdió el deseo de vivir, se deja morir. Estos casos
suceden en personas que han experimentado la muerte de un familiar, padecen de una enfer-
medad física como diabetes, cáncer o quienes han pasado por la disolución de la unión con-
yugal. También la padecen mujeres abandonadas por el cónyugue, o quienes estando en la
relación de pareja son disfuncionales.
Mi tía Francisca se dejó morir. Ella ya no quería seguir viviendo. Siempre vivió mal con su esposo. La
engañó todo el tiempo. Peleaban mucho porque él tenía otras mujeres. No cumplía con su responsa-
bilidad, trabajaba y se gastaba el dinero en bebida y mujeres, todo el tiempo así fue. Mi tía sabía que
él era mujeriego y no entendía, todos le regañaban y no cambió. Ella enfermó de diabetes después
de la muerte de su hijo mayor. De ahí ella no se recuperó. Le dio mucho sentimiento […] extrañaba
mucho a su hijo y su marido nunca le hacía caso, no la llevó al doctor y tampoco se hizo responsable
de la familia. Ella era la que trabajaba y cuidaba a sus hijos. No quería curarse ni ir al doctor. Decía
que así se iba a morir, ya no tenía a su hijo mayor y no podía vivir bien con su esposo. Se dejó morir
[…] sólo cinco años duró con la diabetes […] se murió de tristeza a los 42 años […] (Ángela J. J., 42
años, comunidad p’urhépecha, 3 de diciembre de 2019).
Mintsita atani se refiere al duelo. Es una enfermedad emocional vinculada con algún
acontecimiento inesperado, causa un trauma, ligado a algún susto. Quien la padece muere
lentamente, es una muerte emocional que desencadena en una enfermedad física y ésta pro-
voca la muerte. Mintsita atani puede estar relacionado con una fuerte impresión y provoca
juriata pani, también llamado caída de mollera, que requiere el tratamiento de un hechicero
(xikuame) o médico tradicional especializado en el tema.
15 El objetivo del capítulo no es hablar de las enfermedades emocionales de los hombres, se dará atención sólo al tema femenino, eso
no significa que no padezcan este tipo de enfermedades, el estudio está centrado en las enfermedades emocionales de las mujeres
p’urhe.
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La señora Margarita siempre estaba con cara triste después de que el marido la abandonó, no se sentía
bien en ningún lado, se le veía en la cara lo mal que la estaba pasando, poco a poco le fue cambiando
el semblante cuando empezó a salir más a la calle, porque en ese tiempo casi no salía […] y nosotras
decíamos: “[…] mira, pobrecita, como anda ya, ¡como así la dejó su marido!”16 (Sabina R. N., 57 años,
comunidad p’urhépecha (1 de noviembre de 2019).
Se asocia a la poca o escasa voluntad de salir adelante. Por temor, vergüenza a la crítica
de la sociedad no se comenta, mucho menos se atiende. En el caso de la mujer, como el men-
cionado en la entrevista, se justifica el actuar del hombre, la abandonó porque no cumplió con
los roles de género, escasa atención del marido, conflictos intrafamiliares, la poca socialización
y aceptación de la familia patrilineal.
Las mujeres que padecen komu jarhani enfrentan la crítica social y moral. En la mayo-
ría de los casos, en ausencia del esposo, enfrentan las responsabilidades económicas y laborales
que cubría el marido, adquieren el rol de jefas de familia. Quedando en una situación de
desventaja económica, social y emocional. El estrés constante de la vida cotidiana determina
este padecimiento de la enfermedad emocional.
Komu jarhani también se asocia a una persona; se dice que está pensativa, habla muy
poco, pierde el sueño, se le habla y no contesta, escucha, pero no pone atención. Se vuelven dis-
traídas, envueltas en sus pensamientos e ideas, reaccionan con enojo, ira, mal humor, constan-
temente están irritadas. El no hablar de los problemas en los casos de estas mujeres desarrolla
otro estado de ánimo llamado nonanimarhisï p’ikuarherani (sienten algo pero no saben qué es).
Cuando la persona no sabe qué hacer, se siente desesperada, no siente placer, comodidad en
ningún lado, no quiere estar en un lugar, se enfada muy rápido y cambia de contexto cultural,
entra en pánico y quiere moverse de un lugar a otro. Son una especie de ataques de ansiedad
provocados por la ruptura de la relación conyugal y la pérdida del estatus social como esposa
de alguien.
Mintsita uarhirani/mintsita atani, komu jarhani y nonanimarhisï p’ikuarherani son una
especie de enfermedad emocional, espiritual, una lleva a la otra. Quien enfrenta pérdida de la
realidad, sufre de inestabilidad emocional y se refleja en el semblante, en las gesticulaciones,
16 Naná Margarita méntku komu jarhasirenti enka uampa jurakupka, no nani sesi p’ikuarherasirenti, komu ninharhisirenti, komi nita-
maxapti, sankani arhisti p’irhinharhintani enka uénapka xanhari uérani, jimpoka no uérasirenka xanharhuisi, ka jucha isi uantasi-
renka: “exeje eska xani komu nitamakuarhini jaka, ¡antisi jurak’u uampa!
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en el tono de su voz, la forma de caminar, pararse o sentarse. Se detecta a través del lenguaje
corporal de quien lo padece. Si bien es cierto que no es una enfermedad propia de las mujeres,
son ellas quienes son visibilizadas. En el contexto p’urhépecha es una enfermedad asociada a
la debilidad, al poco carácter y fortaleza emocional femenina. Las causas son variadas. Existen
casos en los que las mujeres están encerradas, caminan sin rumbo, no saludan a la gente, se
sienten ofendidas cuando las miran, gritan aterradas por desesperación o manifiestan un com-
portamiento social que no es acorde con los roles de género y el sistema normativo interno.
Dícese entonces indesti xerejtsistia (esa persona ya está loca).
En mujeres casadas la causa de locura es por no continuar con la vida sexual, ya sea por
el abandono del marido, la disolución de la unión conyugal, ausencia de la pareja o cónyu-
gue, etc. El hecho de que una mujer casada, joven, no ejerza su vida sexual puede causar una
enfermedad emocional. Estas mujeres padecen de insomnio, ataques de ansiedad, depresión,
dolores de cabeza, etcétera.
[…] Cuando el esposo de Estela se fue al Norte ella sufrió mucho, ya no quería comer, no dormía, y
varios días se encerró en su cuarto. Los suegros la llevaron al doctor y no pudieron con ella ¡Gritaba
por las noches buscando al marido y se cortó el pelo sola! Los suegros la encerraron y ella en su deses-
peración se quitaba la ropa porque ya se estaba volviendo loca de tanto buscar al marido. Y mandaron
llamar al señor, sus papás le dijeron que se viniera porque Estela ya estaba loca de tanto buscarlo. El
esposo de Estela tuvo que regresar por eso […].
[…] También Elena ya se estaba volviendo loca cuando Eugenio [el esposo] la dejó. Se pelearon y el
señor se fue a Tamaulipas. En ese tiempo ella ya no salió no se bañaba y no quería comer de tanto
buscar [extrañar] al señor. Don güero le habló a su yerno y le dijo que si no se venía se olvidara de
Elena y los niños porque su hija estaba joven y necesitaba al marido, y estaban a punto de volverla a
casar con otro para que se recuperara […] y sólo así se vino el marido. Por poco Elena se vuelve loca
[…]. (Yunuen E. L., 26 años, comunidad p’urhépecha, 2 de noviembre de 2019).
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segregación social. Los casos expuestos se analizan de manera general en un intento por detec-
tar patrones de conducta y posibles causas que llevaron a cometer el suicidio. Sin embargo, se
expone el grado de violencia moral y psicológica a la que son expuestos los familiares directos
de quienes se suicidan. Para ello se analizaron ocho casos de dos comunidades p’urhépecha,
en el capítulo se ejemplifican cinco.
Los ocho suicidios ocurrieron de 2007 a 2019 por mujeres de entre trece y cincuenta
y cinco años. Tres de ellas solteras, la más joven de 13 años, las otras dos de 18 y 19 años. Las
cinco restantes tenían entre 26 y 55 años al momento del suicidio.17 Todas murieron por
asfixia mediante el ahorcamiento en la habitación, la troje o el baño. Las mujeres casadas, dos
de ellas mantenían la relación conyugal, mientras que el resto tenían años de estar separadas de
los maridos. Es decir, ninguna de ellas se había divorciado, el esposo no vivía con ellas, ni
fungía como proveedor de la familia. En todos los casos el nivel socioeconómico era bajo, con
oficios de jornaleros, campesinos, pequeños comerciantes y artesanos. Ninguna tenía empleo
formal, las mujeres jefas de familia (cuatro casos) se dedicaban a bordar y al comercio informal
en sus comunidades.
Al estudiar el discurso de la gente con respecto al suicidio de las mujeres solteras, en los
tres casos las chicas eran estudiantes de educación básica y media superior. Todas de familias
extensas marcadas por la violencia física, moral y simbólica, hijas de madres violentadas en
las relaciones conyugales y sujetas a la autoridad patrilineal. En uno de los casos la gente rela-
cionó el hecho con la vida sexual y un posible embarazo prematrimonial. La chica vivía sólo
con la madre, el padre trabajaba en Estados Unidos. Una vez consumado el hecho la familia
extensa y la sociedad en general culparon a la madre de no haber cuidado a la hija y detectar
los posibles problemas emocionales. La presión social después del hecho llevó a la disolución
de la relación conyugal de los padres de la occisa. En el imaginario de la gente la suicida fue
catalogada como una mujer que no respetó las normas de la soltería para las mujeres y acusada
de abuso de drogas y alcohol.
En dos de los casos de las mujeres solteras que se suicidaron la violencia física fue uno
de los principales factores. El primero de ellos después de una discusión entre hermanos, indu-
cida por las diferencias familiares entre ella y la esposa del hermano, este último la golpeó para
que dejara de molestar a la esposa. La chica se encierra en su habitación y se ahorca con un
cable de luz. El hermano es castigado por la familia extensa y la sociedad, culpado por el acto
de la hermana. Él y su esposa fueron aislados de las fiestas y la vida colectiva. Los desacuerdos
en la pareja acusada fueron evidentes, les catalogaron como pechintaecha (sinvergüenzas) por
maltratar a la joven. El hermano cayó en depresión y alcoholismo.
Situación similar sucedió en el caso de suicidio de una joven de 13 años, blanca, con
pelo largo castaño claro. Adolescente que vivió una situación de violencia física y moral en la
17 Uno de los datos importantes del análisis es que en la cultura p’urhépecha actual, en el periodo de estudio, las personas que come-
ten suicidio son jóvenes, de entre 13 y 40 años.
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familia nuclear y extensa a la que perteneció. No se le permitió socializar con los jóvenes de
su edad para evitar el matrimonio en la adolescencia. No salía, y cuando lo hizo fue acompa-
ñada de un integrante de la familia, principalmente por los hombres. Perteneció a una familia
extremadamente violenta, conocidos por tener altercados con los vecinos y comuneros por
robo de madera, abuso en estado de alcoholismo y drogadicción. Las mujeres sufren de vio-
lencia física, simbólica en las relaciones conyugales, de tal manera que no pueden decidir por
sus acciones y las de sus hijos.
De las mujeres casadas que se quitaron la vida cuatro de ellas vivían sin el esposo.
Tres casos fueron esposas de migrantes, ellos no volvieron al lugar de origen, y las mujeres
fungieron los roles masculinos dentro de las unidades domésticas. Los esposos rompieron
comunicación y dejaron de enviar remesas. Las mujeres quedaron a cargo de cinco, cuatro y
dos hijos cada una de ellas. Para el momento de los hechos la mayoría de los hijos ya habían
formado sus propias familias, se casaron adolescentes y en algunos casos hubo alcoholismo y
drogadicción. En los tres casos las mujeres tenían residencia neolocal, y cometieron el hecho
dos en sus habitaciones y una en el baño.
Se observa que las mujeres casadas tenían presión social por ser mujeres sin marido. Si
bien es cierto que iniciaron una vida conyugal bajo las normas del sesi irekani en el matrimonio
las relaciones se vieron afectadas por la separación, voluntaria o involuntaria, con el esposo.
En los cuatro casos los esposos entablaron otras relaciones conyugales, ellas seguían siendo
casadas, pero sin marido. En el imaginario colectivo fueron mujeres “fracasadas”, jurak’ukata,
o sea, que el marido la abandonó por otras, que no pudo vivir en matrimonio porque no tuvo
buena crianza. Se le abandona porque no tienen hijos, tiene mal carácter, no es obediente,
genera conflictos en la familia donde se casó.
Al ser mujeres con marido ausente también fueron acusadas como isku janti, pros-
tituta. Es decir, que en ausencia de los esposos tuvieron otras parejas de forma clandestina.
Dentro de las reglas del matrimonio ellas debían respetar la normatividad, aunque el marido
estuviera ausente para que siguieran conservando estatus de nana, esto es mujer casada perte-
neciente a una familia que vive y piensa en colectivo. En dos de los casos se les acusó de haber
procreado hijos en ausencia del cónyugue. Por lo que el colectivo juzgó su moral sexual y
fueron desconocidas de las familias con las que habían emparentado.
Un caso donde la mujer vivió separada del marido por más de dos años, en ese periodo
el esposo tuvo otra pareja conyugal con la cual se separó pasado algunos meses. Durante ese
lapso la esposa fue acusada de tener otras relaciones sentimentales con hombres, al estar con
sus padres ellos le permitieron continuar con estudios a nivel técnico y cuidaron a la nieta. Sin
embargo, vuelve a restablecer la relación de pareja con su marido. La relación se volvió tensa,
cargada de violencia física y fue acusada de isku janti mientras estuvieron separados. La mujer
decide quitarse la vida quince días después de haber reestablecido la unión conyugal.
Otro suicidio fue por la disfuncionalidad de su familia. Carecían de recursos econó-
micos porque el marido estaba ausente y desobligado de toda responsabilidad con la señora y
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sus hijos. Éstos tenían serios problemas de alcoholismo y drogadicción desde la adolescencia
y la madre no podía controlar los comportamientos y acciones de los críos. La mujer fue acu-
sada de haber procreado un hijo años después de la separación con el marido. Y una vez que
sucede el hecho se atribuye a que la mujer fue obligada a practicar incesto con uno de los hijos
estando bajo los efectos de enervantes. Producto de ese acto violento ella se embarazó y entró
en depresión, lo que trajo como consecuencia el suicidio porque no aguantó la vergüenza de
poder criar un hijo-nieto producto de una violación. Este hecho conmocionó al colectivo por
el grado de violencia física al que la madre fue sometida. Se ratificó el hecho porque el hijo
intentó suicidarse en menos de dos meses de la muerte de la madre.
En los casos de suicidio se destacan características específicas: mujeres que no cumplie-
ron con el deber ser femenino y las normas de vivir bien en matrimonio, todas con problemas
económicos, familiares, de abuso de drogas y alcohol, acusadas de isku janti poco antes de
cometer inmolación. En vida fueron sometidas a una violencia moral que llevó a la deses-
tabilidad emocional. Después de la muerte ese tipo de violencia se agudiza, con la variante
de incluir a los hijos y la familia extensa. El castigo que ejerce la sociedad es hacia la familia
mediante un discurso de culpabilidad al colectivo que pertenecía cada una de estas mujeres.
El tribunal social p’urhépecha culpa a la familia extensa y a los integrantes del grupo
más allegados a la persona que comete el suicidio; una de las reglas de este tipo de familias es
cuidar a sus integrantes en los campos físico, económico, social, espiritual y emocional. En el
discurso de la gente están las frases “por qué [los integrantes de la familia] no se fijaron de la
persona”, “son tantos en esa familia y nadie se dio cuenta que la persona estaba sufriendo”, no
existe la culpa para un individuo, esposo, hermano, hijo, suegra, etc., sino para el colectivo al
que pertenece. Porque el suicidio, es deshonra para el colectivo, y el estigma permanece hasta
por dos o tres generaciones. Además del daño emocional de forma colateral a cada uno de los
integrantes del grupo familiar.
Todos los suicidios responden a enfermedades emocionales no detectadas y mucho
menos tratadas. En el contexto cultural no es costumbre atender este tipo de padecimientos,
mucho menos socializarlos. Por vergüenza la gente calla sus problemas y padecimientos emo-
cionales: “es vergüenza que cuente mis cosas”, “qué van a pensar y a decir de mí” “hay cosas
que me voy a llevar a la tumba”, “me voy aguantar, a mí esta vida me tocó”. Son algunas de
las frases que la gente utiliza para justificar sus padecimientos emocionales.
Las mujeres acuden a distintos tipos de estrategias: catarsis por alcoholismo en las fiestas fami-
liares, la hechicería y las amenazas de suicidio, por mencionar algunas.
En las comunidades analizadas se advierte un elevado consumo de alcohol en la pobla-
ción en general. Las mujeres consumen bebidas embriagantes en fiestas, rituales familiares y
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Los costos son una de las principales causas. Además, aún existe el prejuicio de no platicar
sus emociones por temor al juicio del colectivo. Sobre todo porque los métodos occidentales
para tratar estos padecimientos se contraponen con la visión y origen de las enfermedades
emocionales. Sin embargo, se observa un cambio paulatino en la población joven que ya
acude a terapia por problemas de personalidad y drogadicción. Aunque existe rechazo y estig-
matización ya que en el imaginario colectivo quienes recurren a este tipo de soluciones están
desquiciados, esquizofrénicos o locos.
Finalmente guardar silencio y consultar a la familia extensa es a lo que más recurren
para solucionar las enfermedades en cuestión. Si bien, es cierto que gran parte de estos males
son provocados por las mismas familias, es al interior de éstas donde la mayoría encuentra
el alivio. Temas como el incesto y las violaciones son invisibilizados. No se hablan, mucho
menos se denuncian y afectan la salud emocional de los individuos con consecuencias devas-
tadoras en el campo individual y colectivo. Las profesionales de la salud relacionan la con-
ducta suicida y el chantaje (alienación parental) como herramientas que utilizan las mujeres
para control y permanencia de la relación conyugal. Explican, la violencia es interiorizada en
los individuos p’urhépecha y corre en dirección transversal.
Palabras finales
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, 2003, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.
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Depresión, ansiedad y suicidio
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Alicia Lemus Jiménez
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RESISTIR EN LA MEMORIA
La lucha de los familiares de las víctimas de la violencia
del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco1
Este capítulo ofrece un planteamiento explicativo y analítico sobre cómo los familiares de las
víctimas del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco, han construido y usado la memo-
ria sobre sus seres queridos –desaparecidos y, posteriormente, localizados sin vida–, durante
sus procesos de búsqueda de justicia.2
Ese día, seis jóvenes y un adulto fueron víctimas de desaparición. Su búsqueda corrió a
cargo de sus familiares, quienes experimentaron, inicialmente, la criminalización de sus seres
queridos y, posteriormente, la dilación de la justicia. Lamentablemente, estas víctimas fueron
localizadas sin vida en un paraje conocido como La Ley del Monte.
Este terrible hecho se seleccionó porque representa uno de los primeros sucesos que en
Jalisco involucra la desaparición masiva de personas y la localización de sus cuerpos con una
marca terrible de violencia, pues éstos fueron disueltos en ácido.
En el centro del análisis se encuentran las familias, así como los procesos de organi-
zación y acción que han desarrollado luego de la desaparición de sus hijos y hermanos y tras
su hallazgo sin vida. Principalmente, porque es en función de esta organización grupal/colec-
tiva –como sujetos impactados por la pérdida, el dolor que de ésta emana y el sentimiento
de injusticia–, que se detonan un conjunto de estrategias y/o mecanismos capaces de influir
en la construcción y uso de la memoria, así como en la búsqueda de justicia que realizan los
familiares.
La memoria en este caso, aunque se posiciona como un componente articulador y
posibilitador, no siempre se presenta como elemento consustancial del proceso memorístico,
puesto que, ésta se ve condicionada por una serie de circunstancias que rodean al sujeto que
rememora al ser querido; por ejemplo: la elección, selección y significación de recuerdos y la
1 Este texto forma parte del proyecto de tesis de maestría “Memoria que resiste. La lucha de los familiares de las víctimas de la vio-
lencia del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco (2013-2017)”, desarrollado para la Maestría en Gestión y Desarrollo Social
de la Universidad de Guadalajara. Presentada y aprobada en febrero de 2019.
2 El acercamiento tanto al tema como a las familias inició durante mi labor como periodista en Lagos de Moreno en el periodo
2014-2016; en ese tiempo se llevaron a cabo trabajos periodísticos que son el origen de esta investigación.
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Dalia Margarita Souza López
La madrugada del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, seis jóvenes y un adulto fueron des-
aparecidos. Cuatro de los seis muchachos (Ángel de Jesús de 19 años; Daniel de 22; Eduardo,
21; y Gerardo, 18) caminaban por una de las avenidas principales de la ciudad rumbo a la casa
de Daniel tras celebrar el cumpleaños de Eduardo, cuando un grupo de sujetos armados a
bordo de una camioneta con “torreta” les interceptó para llevárselos contra su voluntad. A los
otros dos jóvenes, Cristian de 18 años y Marco de 19, se los llevaron a cada uno de puntos dife-
rentes, mientras que a Rodrigo –el adulto–, lo extrajeron de manera violenta de su propia casa.
A la desaparición de las víctimas, en un primer momento, continuaron las acciones
individuales de los familiares para localizar a sus hijos y hermanos (rastreo del último sitio en
el que se les vio, así como en los lugares y con las personas frecuentadas). Posteriormente, y tras
no obtener información sobre el paradero de sus seres queridos, siguieron las denuncias por
desaparición frente a las instituciones competentes –municipales y estatales–.
Dichas movilizaciones posibilitaron que las familias de cuatro de las siete víctimas
(Daniel, Eduardo, Gerardo y Ángel de Jesús) se identificaran entre sí como afectados del
3 Estos constituyen derechos fundamentales enmarcados en la Ley General de Víctimas, publicada el 9 de enero de 2013 y reformada
el 3 de enero de 2017. Esta ley fue impulsada por las víctimas de la violencia en México que se agruparon en torno a la Caravana
por la Paz con Justicia y Dignidad que corrió todo el país entre mayo y junio de 2011.
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Resistir en la memoria
mismo agravio y continuaran juntos la búsqueda de sus seres queridos. De acuerdo con la
experiencia de los familiares, esto fue así por el vínculo afectivo que sus hijos tenían entre
sí como amigos y porque los cuatro jóvenes fueron víctimas de los mismos hechos, además,
porque existía/existe una noción sobre la legitimidad de sus hijos como víctimas inocentes.
De esta manera, la búsqueda que en el inicio fue individual, comenzó a tomar carácter
colectivo y grupal. No sólo en términos cuantitativos, puesto que en el desarrollo del proceso
de denuncia –oficial y pública– se incorporaron las familias de Cristian, Marco y Rodrigo,
sino también, en lo cualitativo; los vínculos afectivos, empáticos y de solidaridad tras reco-
nocerse uno a uno como lacerados del mismo delito –la desaparición–, como dolientes de la
misma tragedia y como víctimas de la misma injusticia, propició la unión entre sí para desa-
rrollar en conjunto acciones para exigir el regreso de sus hijos y hermanos.
Las labores de búsqueda alterna que iniciaron las familias consistieron en la colocación
de carteles con el rostro de los seis jóvenes y el adulto, la difusión en medios de comunicación,
e, incluso, la localización de testigos y lugares clave para la investigación. En tanto, las accio-
nes de visibilización, denuncia y protesta consistieron en actos públicos para exigir el pronto
regreso de los jóvenes y también, para demandar a la autoridad los derechos que, como fami-
lias, mantenían sobre el proceso judicial que se llevaba a cabo.
El 14 de agosto de 2013, luego de un mes de espera, agentes del Ministerio Público
convocaron a las familias a una reunión en la ciudad de Guadalajara, ahí junto con empleados
del servicio médico forense les notificaron que sus hijos y hermanos habían sido localizados sin
vida, que sus restos se encontraban en condiciones difícilmente identificables.
De acuerdo con la versión dada por la autoridad –contenida en el expediente–, apare-
cieron fragmentos de restos óseos en las inmediaciones de la finca La Ley del Monte, ubicada
en el camino que lleva hacia la comunidad de La Sauceda y la delegación de Comanja de
Corona, ambas en Lagos de Moreno.
Estos restos humanos, conforme los análisis genéticos, pertenecían a cuatro de las siete
víctimas: Daniel, Gerardo, Rodrigo y Marco. Posteriormente confirmarían la identificación
de Eduardo y Ángel de Jesús. Desde ese momento y hasta la actualidad, no se han encontrado
muestras biológicas que den alguna pista de Cristian; sin embargo, la autoridad asegura que el
joven fue acaecido bajo los mismos hechos.
Los jóvenes habrían sido sometidos tras su desaparición a vejaciones físicas y tortura,
y tras su asesinato, sus cuerpos fueron disueltos en ácido para tratar de desaparecerles por
completo.
Dos días más tarde, el 16 de agosto de 2013, los restos identificados fueron entregados a
cuatro de las siete familias en cajas de madera con el logo del Gobierno del Estado de Jalisco
en medio de una misa organizada por la Fiscalía General del Estado. Este acto oficial se realizó
sin el consentimiento de los familiares.
Esta celebración funeraria, la entrega de pequeños fragmentos óseos y no de un cuerpo,
el sentimiento de injusticia atribuido a la forma abrupta en la que perdieron a sus hijos y
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Dalia Margarita Souza López
hermanos, la brutalidad y naturaleza del crimen perpetrado, la inocencia de las víctimas frente
a la criminalización oficial y social y la impunidad en torno al caso judicial, marcaron para las
familias el inicio de un conjunto de acciones enmarcadas en el esclarecimiento de los hechos,
la búsqueda de justicia jurídica y simbólica, así como en la construcción de memoria.
Si bien, como sujetos lacerados por este delito, podría pensárseles como entes pasivos,
inactivos y/u ofrendados a la conmiseración social, la experiencia empírica ha demostrado
que las familias fueron capaces en colectivo y en solitario de reaccionar y generar acciones de
forma proactiva para hacer frente a las situaciones que les han impactado consecutivamente y
a través del tiempo, ya que no nos referimos a personas cuyo sufrimiento se encuentra anclado
solamente a un acontecimiento violento, sino a la continuación de múltiples violencias y vio-
laciones antes y después de los hechos.
Previamente señalamos que ellas y ellos son sujetos “lacerados también” por estos crí-
menes, reconocemos que esta noción no es suficiente para definirles y/o clasificarles, puesto
que la condición de víctimas –como categoría y concepto– implica una revisión amplia del
sujeto como constructo social e histórico.
Así lo advierte Gatti (2014, 2017b) al cuestionar la “comunidad del dolor” como apro-
ximación a la “víctima”; de acuerdo con el autor, aunque la apuesta resulta poderosa, sensible,
intensa y creíble, es: “insuficiente para entender la historicidad de una figura de calidades muy
contemporáneas”, la víctima en ese sentido “es un actor como otros y su efervescencia y pro-
fusión han de ser situadas en un contexto” (Gatti 2014: 287).
Asumir o no la condición de víctima, debería obedecer en el ideal, a las decisiones de
los sujetos, en virtud de su experiencia y condición de vida, aunque por supuesto, reconoce-
mos que no siempre se trata de un proceso intersubjetivo; es decir, el sujeto puede o no, realizar
un ejercicio de autorreflexión sobre sí mismo y sobre la experiencia dolorosa vivida (Robledo
2020).
Dentro de los sistemas del derecho humanitario en el marco internacional o incluso,
bajo los lineamientos de la Ley General de Víctimas en México (LGV), se establece quiénes y
conforme qué condiciones puede llegar a ser considerado “víctima”4 y qué tipo de víctimas
existen.
Evidentemente, ya sea como concepto, categoría, condición o sujeto, “la víctima”
implica un análisis profundo porque nos encontramos de frente con individuos que, aunque
4 En la LGV, en su artículo 4, se hace una diferenciación entre los que son víctimas directas, indirectas y potenciales; las primeras
son “aquellas personas físicas que hayan sufrido algún daño o menoscabo económico, físico, mental, emocional, o en general
cualquiera puesta en peligro o lesión a sus bienes jurídicos o derechos como consecuencia de la comisión de un delito o violaciones
a sus derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales de los que el Estado Mexicano […];
por víctimas indirectas señala a “los familiares o aquellas personas físicas a cargo de la víctima directa que tengan una relación
inmediata con ella”. En tanto que las potenciales serían “las personas físicas cuya integridad física o derechos peligren por prestar
asistencia a la víctima ya sea por impedir o detener la violación de derechos o la comisión de un delito”, disponible en: www.
diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGV_030117.pdf.
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Resistir en la memoria
Para poder comprender estos procesos ha sido necesario reconocer los sentidos que subyacen a la
acción de buscar justicia desde abajo, dando prioridad a los discursos y a las prácticas de las madres y
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Dalia Margarita Souza López
padres de los desaparecidos –en este caso, de familias que experimentaron la desaparición y posterior
localización sin vida de sus seres queridos–, sin imponer nuestras categorías preestablecidas sobre
justicia y reparación (2017: s.p.).
Por otro lado, mencionábamos que cada una de las familias ha optado por hacer
memoria a su manera, algunas recordando para sí mismos y como estrategia para sobrellevar
la ausencia, y otras, además de ello, lo han hecho a través de acciones políticas en las que han
compartido en el espacio público algo tan íntimo y privado como el recuerdo de sus seres
queridos.
En el mismo sentido, advertimos que los sujetos de esta investigación son cinco de
las siete familias de las víctimas del 7 de julio de 2013,5 quienes han conseguido mantenerse
unidas haciendo frente a la realidad adversa y catastrófica que experimentaron/experimentan,
no como un acto de mera sobrevivencia humana, sino como una lucha donde se comparten
ideales, significados, compromisos y solidaridades conjuntas.
5 Familia 1: Ana Teresa Hernández, madre de Ángel de Jesús Rodríguez Hernández; Familia 2: María del Carmen Martínez, madre
de José Gerardo Aguilar Martínez; Familia 3: Armando Espinosa, padre de Daniel Armando Espinosa Hernández; Familia 4:
Lourdes Hernández (madre) y Francisco Ramírez (padre), de Eduardo Isaías Ramírez Hernández; Familia 5: Rosario Espinosa
Aguayo, hermana de Rodrigo Espinosa Aguayo.
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Resistir en la memoria
¿Por qué los hechos del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco?
Esta investigación es pertinente ante un contexto nacional violento que busca descentralizar
la mirada macro que social y políticamente ha adquirido la violencia, para posarla en la lucha
por la memoria y la justicia que un grupo de cinco familias de Lagos de Moreno, Jalisco, han
desarrollado tras la desaparición y asesinato de sus seres queridos, el 7 de julio de 2013.
Consideramos que apostar por el entendimiento de los procesos endógenos tanto de
impacto, como de acción frente a la violencia social/estructural/criminal que experimenta el
país en medio de la guerra contra el narcotráfico. En México resulta vital para conocer, por un
lado, de qué manera estos escenarios violentos han afectado la vida de las comunidades y, por
otro lado, cómo es que sus habitantes están reaccionando/resistiendo/sobreviviendo a ellos.
Creemos, por lo tanto, que los hechos acontecidos el día 7 de julio de 2013 nos permiten
enmarcar y reconocer en lo local, las formas de producción, reproducción e irrupción de la
violencia social/estructural/criminal, así como los efectos, impactos y reacciones desencadena-
das en y por los sujetos afectados.
Los contornos de esta violencia y su escasa porosidad en los escenarios macro sociales,
invisibilizan aquello que puede ser perceptible en espacios más locales, tales como las relacio-
nes entre sujetos, sus lazos, vínculos y conflictos, pero también, sus procesos de organización y
movilización, su actuar y reaccionar ante los eventos adversos que se presentan o han presen-
tado consecutivamente a partir del 7 de julio de 2013 e, incluso, anteriores a éste. Por lo tanto,
este hecho atroz, estas víctimas y sus familias son la ejemplificación perfecta de la problemá-
tica regional y local compleja.
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Dalia Margarita Souza López
En ese sentido, Lagos de Moreno y sus habitantes, desde el año 2012, han sido testigos
del incremento de la violencia y la inseguridad, lo cual, se ha traducido en el alza de diversos
delitos que transgredieron y permanecen transgrediendo el derecho humano a la seguridad.6
En esta ciudad podemos identificar un patrón común que, si bien, se repite de forma
generalizada y sistemática en el contexto nacional, a nivel local opera con objetivos bien deli-
mitados y con impactos plenamente identificables. Nos referimos a la comisión de delitos
graves como la desaparición y los homicidios, muchos de ellos grupales y dirigidos de manera
específica en contra de la población joven, pero también a las reiteradas acciones de recluta-
mientos forzados que, de acuerdo con Franco (2018), han propiciado que las y los jóvenes sean
utilizados como “mercancías” que se emplean tanto para ejercer labores de sicariato como de
producción, distribución y venta de drogas.
Estas prácticas que se incrustan en los escenarios locales fungen como tácticas y/o
dispositivos de implantación de terror que, por un lado, como advierte Carton (2015), “demar-
can el dominio sobre el territorio enemigo” en medio de las disputas entre grupos del crimen
organizado; y, por otro lado, logran “desactivar el juicio crítico” de las comunidades, disua-
diéndoles a través del miedo y el control que genera la exacerbación de la violencia. Y es que,
en espacialidades más acotadas –colonias, barrios, comunidades rurales, delegaciones, ranche-
rías– con vínculos y/o lazos sociales más arraigados, las formas de violencia sirven como men-
sajes de advertencia, “castigos”, “reprimendas”, “lecciones aprendidas” y/o actos de justicia por
mano propia. El control del territorio y su administración no se ciñe al espacio físico, alcanza
a la comunidad que sirve como activo fijo para el crimen.
En ese sentido, lo ocurrido aquí corresponde a la estrategia de un “capitalismo anti-
drogas” (Paley 2018), donde más allá del discurso institucional lo que se vive en realidad es
una guerra contra la sociedad civil, pues esta es la que más resulta afectada por la violencia
sistémica que se manifiesta a través de los homicidios y las desapariciones, principalmente, la
de las y los jóvenes entre los 14 y 29 años de edad (Franco 2019).
Acompañadas de éstas, la omisión, inacción y/o colusión de autoridades municipales
y estatales hacen de la penetración de estos grupos y la comisión de estos crímenes violentos,
una dinámica cotidiana en estas ciudades y comunidades rurales ya que, por una parte, se
encuentra el arraigo de los grupos delictivos dedicados a la producción y distribución de droga
y, por otra parte, las disputas constantes entre agrupaciones por el control del territorio debido
a las cualidades geográficas de la región –mayormente rural–, la colindancia con otras entida-
des –Aguascalientes y Guanajuato– y su localización en un corredor industrial.
Lagos de Moreno ha presentado un repunte en las cifras de muertes violentas de jóve-
nes menores de edad (0-17 años) y adultos jóvenes (18-34 años) durante los últimos seis años,
6 En este texto se considera a Lagos de Moreno como una localidad rural por dos elementos específicos: el predominio de las acti-
vidades primarias, tales como: la ganadería, y la minería, pero también por la distribución demográfica de su población, la cual se
ubican en 445 comunidades menores a las 2 500 personas. Sin embargo, es importante aclarar que en la cabecera municipal viven
98 mil personas. Esta demografía se acompaña, además, de una geografía en la que predomina los territorios serranos (IIEG 2019).
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Resistir en la memoria
que, puede ser claramente identificado en los registros de autopsias realizadas por el Instituto
Jalisciense de Ciencias Forenses desde el año 2012. En total, en el periodo 2012-2019, ocurrie-
ron 297 decesos por arma de fuego, armas punzocortantes y golpes.
De la misma manera los casos de desaparición de personas, de acuerdo con el Registro
Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, documentó que de 2011 a 2020,
434 personas se encuentran desaparecidas dentro de este municipio: 360 hombres y 74 mujeres;
el promedio de edad de estas víctimas es de 24 años.
Con estos datos, Lagos de Moreno se colocó como uno de los municipios que, fuera de
la zona metropolitana de Guadalajara, registró mayor número de desapariciones.
Creemos que, a partir de la articulación realizada sobre los factores territoriales, espacio-
temporales, demográficos, económicos y de seguridad, se entienden las dinámicas delictivas
de este territorio en virtud de una lógica, nacional-regional, regional-local y local-regional. Al
respecto, Robledo (2016) y Ovalle (2019) precisan que nos encontramos con una “ambigüedad
impuesta por la participación de las autoridades y de actores no identificados” en la comisión
de los delitos, pero también con una legislación vigente que excluye y/u omite el reconoci-
miento de algunas víctimas y la sanción de los responsables.
Desde la propuesta de Robledo habría al menos dos escenarios: el primero responde
a uno de tipo económico, territorial y táctico “que coincide con un modelo neoliberal inten-
sificado en las últimas décadas”, dejando atrás las razones meramente políticas. En cuanto al
segundo, la desaparición forzada de personas pasa de ser “sólo” un mecanismo de eliminación
y control de la disidencia política a “un mecanismo más amplio de control social, despojo
territorial y control de flujos migratorios” (2016: 103).
Mecanismos donde no se obvia, la existencia del reclutamiento forzado, ni la utiliza-
ción de la desaparición como una estrategia de control; no obstante, este texto lo que busca es
comprender este doloroso crimen de lesa humanidad desde la perspectiva de las familias de las
víctimas del 7 de julio de 2013.
Que estén desaparecidos, fue más fuerte para mí. Fue una angustia, una zozobra, un dolor, no podía
comer, se me atoraba la comida, tenía hambre y no podía. Pero fue más dolorosa su desaparición. Ya
que me dijeron que lo habían asesinado, sí fue un dolor muy fuerte, pero como que yo estaba prepa-
rada para recibir lo peor.7
7 Entrevista a Ana Teresa Hernández, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 1 de diciembre de 2017.
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Dalia Margarita Souza López
Así lo advierte la madre de Ángel de Jesús Rodríguez Hernández, alias el Cone, para
ella y su familia y las familias de los otros cinco jóvenes y un adulto, han experimentado: “lo
peor: desaparecer y morir en México”. Asumir la idea anterior, nos sitúa de forma contextual,
legal y conceptual sobre la experiencia de vida que estas y miles de familias en el país, han
atravesado y atraviesan hoy cotidianamente: la desaparición de un ser querido.
De esta forma, es inminente reflexionar sobre lo que entendemos conceptualmente por
desaparecido, desaparición y desapariciones, lo cual debemos hacerlo en función de la vida
de las personas que lo han o están experimentando, en relación con “la vida social de dichas
categorías” (Robledo 2016), pues es importante hacer de estas “herramientas de utilidad para
entender de manera sistemática aspectos concretos de un mundo con mucho que se deshace
pero que, sin embargo, existe” (Gatti 2017a: 15).
Es importante precisar que, si bien, estas familias localizaron a sus seres queridos
lamentablemente sin vida, la desaparición de los mismos se constituye como un momento de
ruptura trascendental e inacabado dentro de su proceso de vida individual, familiar y social.
Nos referimos a un proceso doloroso y fragmentario de los “campos de sentido y
acción” que, para estas familias, tiene su origen en la pérdida de sus seres queridos y en la
incertidumbre, la brutalidad de los crímenes perpetrados y en el impacto que éstos tuvieron/
tienen en sus vidas, no sólo durante el primer momento de la desaparición, sino posterior a
ello, tras su localización sin vida en condiciones aberrantes.
De la misma forma, advertimos que es “trascendental e inacabado” porque éste no
concluye sino que se prolonga a través del tiempo acompañando el andar de los familiares en
virtud de: 1) el dolor que genera la ausencia física de la víctima dentro del espacio que ocu-
paba/ocupa; 2) el escenario de impunidad que rodea la sanción a los responsables del crimen;
y, por ende, 3) el ejercicio que realizan cotidianamente las familias para sobrellevar la pérdida
abrupta y catastrófica de sus seres queridos y, en algunos casos familiares, además, en la pugna
activa y pública por la justicia, la verdad y la memoria.
A propósito de ello, Robledo (2016) recurre al concepto de liminalidad para tratar de
explicar el estado catastrófico del que los familiares dan cuenta en su discurso cuando des-
criben sus vidas a partir y en función de la desaparición. La autora precisa, además, que ésta,
(la desaparición) supone, a la par, no sólo la ruptura de las categorías socialmente establecidas
sino que, tambien, prevalece la necesidad de reconstruirlas. Así, surge una búsqueda continua
por dar sentido a la ambigüedad que provoca este estado de liminalidad; lo cual, afirma la
autora, permite construir campos de disputa en torno a la representación de las personas des-
aparecidas, lo que da pie a un “proceso de restitución social” que permite “definir socialmente
los bordes de la desaparición forzada”. Por ello, lo que prevalece en torno a la desaparición de
personas es: “una búsqueda social de campos de sentido y categorías que promuevan no sólo el
reconocimiento de los sujetos, sino también su aparición en el campo de la justicia” (Robledo
2016: 96).
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Resistir en la memoria
Creemos que en el caso de estudio que abordamos dicho “proceso de restitución social”
comienza en el núcleo familiar cuando en medio de este estado liminal “caracterizado por la
imposibilidad de ser definido socialmente” (Robledo 2016: 96); en tanto, que los familiares
dinamizaron sus discursos y prácticas para resolver las primeras incógnitas alrededor de la
desaparición de sus seres queridos: ¿dónde están?, ¿por qué?, ¿quiénes lo hicieron?, ¿qué fue lo
que pasó?, hasta alcanzar los contornos de la esfera social en su búsqueda de justicia, verdad y
memoria.
Feierstein (2017) advierte que la desaparición en todas sus experiencias históricas ha
manifestado determinados usos, mismos que fueron maquilados entre “descubrimientos” e
“innovaciones” de los perpetradores. Entre ellos se encuentran al menos tres: 1) la negación y
ocultamiento público del proceso genocida en el momento de la ejecución; 2) la eliminación
de pruebas del proceso de aniquilamiento que está íntimamente vinculada al juzgamiento y
sanción a los responsables; y 3) sus efectos en los modos de construcción de la identidad de lo
que él llama: “el grupo víctimizado”, situación que dificulta los procesos de duelo que acompa-
ñan la duda constante sobre el destino de los ausentes y de si es posible no alcanzar la justicia,
como ocurre aún en el caso de las familias de las víctimas de Lagos de Moreno.
¿Ser desaparecido: condición, estado, estadío, lugar-espacio, inmaterialidad forzada y/o
ausencia-presencia, figura, ser, ser liminal, víctima, espectro?
Antes de hablar sobre un tipo específico o sujeto prototípico de la violencia política/
social que enmarque una definición cercana a la categoría del desaparecido, nos gustaría defi-
nirle en función de las narrativas testimoniales que expresan aquellos y aquellas que han expe-
rimentado y/o experimentan tener a un “desaparecido” en sus vidas.
Haga de cuenta que haya sido un flashazo, se nos perdió,8 advierte el padre de Eduardo Isaías mientras
recuerda la última conversación que tuvo con él. Lalo, aquel 6 de julio estaba organizando la celebra-
ción de su cumpleaños 21, en sus planes no estaba salir, así pensó que sería buena idea preparar una
‘salsa picosa’ para comer con tostadas –típica botana laguense– junto con su amigo Daniel […] ese día
que se perdió le dije: “¿qué estás haciendo Lalo?”, “vamos a hacer una salsita”, porque estaba ahí con
un amigo, y como era su cumpleaños iba a hacer su salsita, y dijo: “quieres una tostada”, pues claro,
contesté […]. Todavía estoy esperando mi tostada, ya no regresó”.9
Según relatan Francisco y su esposa, Lourdes: Lalo y Daniel estuvieron comiendo tos-
tadas en la parte trasera de la casa, justo en el taller mecánico donde trabajaba Daniel; luego,
llegaría un grupo de amigos quienes les invitaron a continuar el festejo en otro lugar, esa sería
la última vez que sus padres lo vieron con vida.
8 Entrevista a Francisco Ramírez, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 2 de diciembre de 2017.
9 Francisco Ramírez, entrevista citada.
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Dalia Margarita Souza López
Para los padres de Eduardo Isaías, el desaparecido fue su hijo, Lalo, como cariñosa-
mente le nombran; un joven atento, inocente, humilde, servicial, sonriente, juguetón, especial
que no regresó con vida después de esa tarde-noche del 6 de julio de 2013 y que, les fue entre-
gado en restos un mes después, por autoridades del Gobierno del Estado de Jalisco.
El desaparecido es aún su hijo, ya que “aquellos familiares que no tuvieron la posi-
bilidad de identificar y recuperar el cuerpo de su ser querido, debieron enfrentar su muerte
eventual de una manera diferente a lo que establece la forma tradicional. En muchos casos,
la ausencia del cuerpo y la falta de evidencias de la muerte hicieron que el proceso quedara
suspendido en un estado de liminalidad forzada” (Panizo 2010: 24). Es decir, el desaparecido
“que es a la vez muerto”, añade la autora, “no es ni muerto ni vivo” y nunca llega a integrarse
en el mundo de los muertos, lo que provoca que los deudos difícilmente logren reintegrarse a
la vida social, “restableciendo el vínculo quebrantado”.
A esto se suma, la percepción de los familiares respecto a la versión oficial que se
ofrecieron sobre los hechos que rodearon la desaparición y asesinato de sus hijos y hermanos,
la naturaleza brutal e inexplicable del acto perpetrado y las condiciones en las que fueron
localizados sus seres queridos; situaciones que tienen una carga simbólica importante sobre el
proceso de vida suspendida que acompaña a las familias y al desaparecido.
Panizo (2010) explica que el desaparecido es visto por sus familiares como un tipo de
“realidad soñada” donde al no existir un cuerpo, no puede ubicársele espacialmente en la vida
o en la muerte dentro de la sociedad. Es este caso, estos familiares sólo tuvieron acceso a frag-
mentos óseos que, de acuerdo con la versión oficial, pertenecían a sus seres queridos.
Entonces dicha “realidad soñada” se hizo omnipresente para ellos; ya que, al mismo
tiempo, el desaparecido es ausente y presente; es ausencia y presencia: “el cuerpo en su ausencia
deja una marca que no es vacío sino presencia, presencia de la ausencia” (Stavchansky 2017:
197). Esto significa que se debe leer al desaparecido como un espectro, sin que este último sea
su análogo; un ser que no está, pero tampoco termina de irse y que amenaza con regresar.
El concepto del espectro es un punto de transición inquietante, un elemento inasimila-
ble que se introduce en el orden establecido como una división; sin embargo, no es vacío “pues
está llenado por el significante de la ausencia” y es en ésta donde se hace presente (Stavchansky
2017: 196). Y es que, según explica la autora: “la memoria que el espectro pone a flor de piel,
indica que aún no se ha ido, no hubo lugar para el duelo, es decir, la alternancia presencia-
ausencia del objeto se complica puesto que, vía, el significante, el objeto puede hacerse más
presente que cuando estaba físicamente” (Stavchansky 2017: 200).
A diferencia del fallecido, el espectro y el desaparecido no permiten su localización en
la tumba e, incluso, dejan abierta la posibilidad de encontrarlos en cualquier momento: “el
espectro no está muerto, tal vez, está más vivo que nunca porque se lo hace vivir” (Stavchansky
2017: 198). Por lo tanto, el espectro y de alguna forma el desaparecido, logran vivificarse a
través del discurso y de la memoria; esta última entendida como significante de la presencia. Y
es que, al no tener una cualidad corpórea, el desaparecido al igual que el espectro dependen de
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Resistir en la memoria
una vía significante para hacerse presentes. Esta presencia no corpórea, vivificada a través de
la memoria y el discurso: “tiene incidencia sobre el contexto donde se articula” y obstaculiza
al vacío que dejó “una existencia”, más no, es un remplazo o sustituto de la ausencia.
El desaparecido, entonces, es la figura del ser liminal y del cuerpo espectral que pre-
tende el retorno; es víctima del delito de la desaparición y del hecho trágico que anima la
búsqueda de ésta y la respuesta a las preguntas: dónde estás, qué te sucedió, cuándo regresarás.
El desaparecido es presencia de la ausencia aún y cuando podría retornar como un ser
ajeno limitado en su identidad, porque siempre tendrá relación con quien le recuerda. El des-
aparecido existe, lo hace de forma presente porque se anida en la memoria y en el discurso de
los que no le han olvidado, como en el caso de las familias de Lagos de Moreno.
Son los actores sociales (en este caso las familias de las víctimas) quienes consiguen, después de
un ejercicio reflexivo propio y grupal, organizarse y movilizarse en colectivo para desarrollar
acciones particulares en torno a la memoria de sus seres queridos, que les permiten a su vez
accionar procesos alternos y urgentes como la exigencia de justicia, verdad, no olvido y no
repetición; es decir, procesos de desarrollo en términos de las acciones de los actores sociales y
no provenientes de discursos o propuestas oficiales-institucionales.
Dichas acciones no surgen de manera fortuita y desorganizada pues se trata de activida-
des planificadas, con objetivos particulares y en virtud de la experiencia vivida (la desaparición
y posterior asesinato de sus hijos y hermanos o pérdida violenta). Por lo tanto, consideramos
que, a través de estos procesos conscientes, planificados, intencionales y reflexivos, los sujetos
(víctimas) consiguen constituirse a sí mismos como actores sociales, logrando contravenir
cualquier acepción, condición o concepción que los estigmatice como sujetos pasivos y/o des-
tinados a la conmiseración social.
Ciertamente las acciones de los familiares no siempre estuvieron inscritas sobre los con-
tornos de una lucha colectiva y/o grupal hacia afuera; es decir, con otros sujetos que no fuesen
parte del entorno familiar consanguíneo y/o fraternal afectivo, aunque estuviesen experimen-
tando una situación semejante dentro del entorno social.
Según refieren los testimonios, tras desconocer en dónde se encontraban sus hijos y
hermanos, las familias comenzaron a articularse –como unidades familiares nucleares– en
función de la búsqueda, la difusión del caso y el esclarecimiento del paradero de sus seres
queridos. La prolongación de la búsqueda y la espera durante aquel 7 de julio, auguraba lo que
temían los familiares: confrontarse con la idea de que sus hijos estaban desaparecidos y que, su
localización demoraría mucho más de lo que jamás se hubiesen imaginado.
473
Dalia Margarita Souza López
Al principio cuando no llegó y que pasaba el tiempo del domingo, fue el día de búsqueda por todos
lados, a los hospitales, a la cárcel, a reuniones, a las fiestas, que ni sabía yo de quién eran las fiestas,
pero me decían: “hay fiesta en tal lado”, y yo iba para ver si por ahí se le había ocurrido irse a meter.
Nos dieron las nueve de la noche del domingo y estaba un tormentón bárbaro, estábamos todos moja-
dísimos, concluimos yendo a la policía a dar parte de su desaparición.10
–Yo vi que no llegó a dormir, y me dormí como normalmente lo hago, porque luego se quedaba allá en
la casa de “Coco” mi hermana, entonces yo dije, al rato llega, se hicieron diez-once de la mañana […]
y yo dije: “¡ay caray! Pues siempre llega a esa hora” […] Y cuando ya vi que no, dije: bueno, ahorita voy
con “Coco”. Me puse a lavar, y hasta por las tres de la tarde fue cuando la “Coco” me habló: “Oye y
el Conejo”. Le digo: ¡ya, dime dónde está!, ¿le pasó algo?”; no, dice [Coco] es que no los encuentran,
y yo ¿cómo? y ya me dijo, es que andaba con “Patón” (José Gerardo), con “Jorjo” (Eduardo) y con
“Gnomo” (Daniel). Entonces, bueno ahorita voy a ver con César, porque con él andaba en una fiesta,
y ya cuando voy y pregunto y César: “es que ya vinieron las mamás también a preguntarme y no
señora, de aquí se fueron y yo no sé”. Saliendo de ahí, de vuelta a las casas de los otros muchachos, y
no pos (sic) nada, y ya de ahí quedamos de ir al día siguiente a poner la denuncia”.
–¿Eso con su familia, o con las familias de los demás muchachos?
–Con mi familia y con las familias de los demás muchachos, porque en todo momento mis hermanas
se empezaron a preocupar y empezaron a compartir su foto, a explicar que, si no lo había visto, que
estaba desaparecido y ya, al día siguiente fuimos a poner la denuncia, mi familia y las familias.11
10 Entrevista a Armando Espinosa realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 1 de diciembre de 2017.
11 Ana Teresa Hernández, entrevista citada.
474
Resistir en la memoria
en la vida política, más allá de sus propios objetivos y su propia presencia, implica una recon-
ceptualización de la relación entre vida pública y privada”. Este “familismo público y político”
sugiere dificultades y peligros en términos de su impacto cultural y político.
Se crea una distancia que, a decir de Jelin, es “imposible de superar” en medio de las
movilizaciones públicas entre quienes llevan “la verdad” del sufrimiento personal y privado, y
aquellos que se movilizan políticamente por la misma causa.
En el caso de los familiares, creemos que las dificultades y peligros se asocian con
la disputa entre aquellas víctimas consideradas “inocentes” y su legitimidad versus aquellas
víctimas “culpables”, tanto en el ámbito de la agrupación como hacia afuera. En ese sentido,
siguiendo la explicación de la autora, la participación de los sujetos dentro de la esfera pública,
como espacio de manifestación y denuncia, incluso, como lugar para el debate, no resulta
igualitaria y por ende se estratifica en función de la exposición pública del lazo familiar. En
este caso, el elemento articulador está dado por el vínculo simbólico afectivo que acompañaba
a las víctimas como sujetos y en función del hecho concebido como injusto o producto de la
injusticia: eran jóvenes, eran amigos, estaban juntos y no lo merecían.
Como puede leerse en el siguiente testimonio prevalece un vínculo intrínseco entre la
noción: víctimas inocentes y sujetos de la injusticia en el caso exclusivo de los cuatro jóvenes.
Resulta evidente en algunos de los testimonios, cómo es que éstos construyen no sólo su
discurso, sino su actuar sobre la legitimidad de sus hijos y hermanos como víctimas “inocen-
tes”. “Ninguno de los muchachos se merecía ese tipo de muerte. Ninguno. Ni el bueno, ni el
malo”.12
Al respecto, Bilbao sugiere que, si bien, en medio de la polisemia que rodea el término
víctima podríamos asumir desde el punto de vista ético que ésta tiende a ser “aquella persona
que padece un sufrimiento “injusto” y, por tanto, es inocente o pude presumirse su inocencia,
ya que “la víctima no merece el acto de victimación padecido, pues ha supuesto una concul-
cación de sus derechos humanos fundamentales”. No se trata de que esta sea “un ser inmacu-
lado en el conflicto que contextualiza la agresión padecida (pues lo está, de hecho, aunque sea
involuntariamente) sino que, a pesar de todo ello, haya hecho lo que haya hecho (nada, poco,
o mucho, neutro, bueno o malo) sea quien sea, sea lo que sea […] no es justo el trato que ha
recibido, pues este ha supuesto una violación de la intangible dignidad personal” (2017: 331-
332). Así lo reconoce la madre de Ángel de Jesús, Ana Teresa, quien refiere en su testimonio
“yo pienso que todos son seres humanos, todos nos equivocamos, e independientemente de a
qué se dedicaban o qué hacían eso no tiene nada que ver para buscarlos […] Yo tenía la certeza
de que no, pero tampoco sabía qué había pasado.13
En el mismo sentido, destaca la forma en la que también los familiares han reflexio-
nado lo sucedido a sus seres queridos y la manera en la que puede ser interpretado este hecho
475
Dalia Margarita Souza López
violento catastrófico y doloroso dentro de sus vidas, de los otros y como parte de un contexto
aún más amplio de violencia e impunidad. La explicación que ofrece Francisco (padre de
Eduardo) a su esposa, Lourdes, pone de manifiesto tanto los aprendizajes que del proceso
doloroso han emanado como el ejercicio de reconstrucción de los campos dé sentido ante la
pérdida:
–Francisco: No es que fueran contra él, yo también ya he visto eso, al hacer sus crímenes tan horren-
dos, lo que quieren hacer es infundir terror en la población, que digan “si nos portamos mal así nos
va andar yendo”.
Luego de este ejercicio de identificación mutua entre los familiares de los cuatro jóve-
nes que hasta ese momento eran reconocidos como las víctimas de aquel día; tras acudir a las
oficinas del ministerio público de la delegación Altos Norte de la Fiscalía General del Estado
de Jalisco, estos familiares reconocieron a su vez a otros que, al igual que ellas y ellos, se encon-
traban en la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos desde el día 7 de julio.
De manera paradójica, el espacio de denuncia oficial creemos, posibilitó en este caso:
1) el reconocimiento con otros afectados del mismo agravio y otras víctimas; 2) el reconoci-
miento del hecho violento y su magnitud; y 3) la vinculación y articulación de las primeras
acciones organizadas de búsqueda y empatía:
Fue la mamá de José Gerardo, de “Patón”, Diana la mamá de Daniel Armando y fue “Mafer”, la her-
mana de Eduardo Isaías, de “Jorjo”; y ahí estábamos cuando vimos a más familias reportando la des-
aparición de su hijo. Los familiares de Cristian, los familiares de Marco y los familiares de Rodrigo.
Y ahí fue cuando nos enteramos que había más, que algo estaba pasando […] Y ya de ahí empezamos
a buscarlos.15
14 Entrevista a Francisco Ramírez y Lourdes Hernández, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 2 de diciembre de
2017.
15 Ana Teresa Hernández, entrevista citada.
476
Resistir en la memoria
Así pues, la emergencia de las desapariciones, refiere Irazuzta (2017) configura la lucha
colectiva de estos familiares en el trabajo de hacer aparecer a los desaparecidos. En el caso de
estas familias, surge originalmente luego de la desaparición de sus seres queridos, tras el reco-
nocimiento entre sí del daño ocasionado y/o como sujetos del mismo agravio y, a su vez, como
reacción paralela a los procesos de búsqueda e investigación oficiales.
Al mismo tiempo, como parte de esta organización, se detonan una serie de accio-
nes públicas políticas como: la búsqueda del ser querido propia y/o alternativa, la denuncia
pública, la difusión en medios de comunicación y en redes sociales, la pugna constante y la
visibilización del caso en la esfera pública, entre otras.
Son estas acciones en las que los familiares encuentran tanto el motivo de lucha y la
acción civil como el sentido que provoca el trauma de la desaparición; “en esa fusión”, argu-
menta el autor, “el trabajo de hacer aparecer a los desaparecidos se tecnifica” (Irazuzta 2017: 153).
Nos esperamos al lunes a la fiscalía, se puso la denuncia, empezamos nosotros a esperar a ver qué nos
decían y qué nos decía, y no decían nada, solamente nos decían que esperáramos a que ellos investi-
garan y que ellos nos iban a notificar. Y que esperáramos y que esperáramos.
Entonces, nosotros lo que hicimos fue empezar a poner los volantes, los volantes de búsqueda,
con el número de averiguación, con los teléfonos, con señas particulares de él y todo. Y empezamos a
volantear la ciudad, se nos prohibía que pusiéramos eso, y obvio que nosotros no obedecimos, nosotros
seguimos poniendo y poniendo. Nos decía la fiscalía que no hiciéramos eso, que porque entorpe-
cíamos la investigación, pero pues nosotros veíamos que no se hacía la investigación […] y pues nos
pusimos a hacer la tarea de que tiene que aparecer, cómo es posible que no sepamos nada de él, como
si la tierra se lo hubiera tragado.16
477
Dalia Margarita Souza López
yo y ellos tenían el apoyo de sus hermanos y sus papás y en mi casa sólo mi hermano y yo, mis
hermanas lo que les decíamos hacían, pero de iniciativa, ellas no”.17
Sumada a la unión que de esta tragedia dolorosa pudo emanar, la organización de los
familiares en función de los lazos consanguíneos y afectivos se presentan como un elemento
crucial en la articulación de la lucha colectiva que ejercieron y ejercen estas familias.
Entonces, ¿es la organización, unión, acción y movilización de los familiares una reac-
ción ante la vulneración de su estado y condición de vida?, ¿la lucha colectiva de los familiares
puede ser considera un ejercicio de resistencia y/o una resistencia en sí misma?
Butler (2018) precisa, que cuando: “somos vulnerables y actuamos: resistimos”. En este
sentido, los modos de resistencia emergen en oposición a la estructura que falla, que en este
caso, no fue capaz de proveer seguridad y tampoco había ofrecido acciones expeditas para
hacer una búsqueda efectiva de sus familiares con vida.
La autora, asegura, además: “esta infraestructura no está más ahí para nosotros, el
carácter inaceptable de esa vulnerabilidad se hace evidente” (Butler 2018: 26), y es en la vul-
nerabilidad que se experimenta que encontramos una fuerza movilizadora. De acuerdo con
Butler, en la vida política, parece que primero se produce una injusticia y, entonces, hay una
respuesta; sin embargo, puede ser que la respuesta esté produciéndose mientras ocurre la injus-
ticia, como es el caso de esta investigación.
Es importante advertir que la desaparición de los seis jóvenes y un adulto, aunque se
configura como el primer momento de ruptura en la vida de los familiares, no es el único hito
en su experiencia de vida. De acuerdo con sus testimonios, experimentaron al menos otros dos
momentos más: 1) la noticia terrible sobre el hallazgo sin vida de sus familiares, y 2) la entrega
de los restos de sus hijos y hermanos en medio de un evento público y religioso organizado por
las autoridades del gobierno de Jalisco.
Junto con éstos, la lucha colectiva se despliega y cobra nuevos sentidos de articulación,
organización y objetivos. Así, las acciones de esta lucha colectiva emergen como respuesta a los
escenarios de injusticia acumulada que los familiares experimentaron/experimentan durante
la desaparición de sus hijos y hermanos y posterior a su localización sin vida.
Si bien, la lucha colectiva ahora no se conjuga alrededor del “hacer aparecer a los des-
aparecidos”, sino que confluye sobre otros objetivos e ideales que buscan contravenir “los
agravios ocasionados” y, con ello, habitar escenarios de vida más justos. De esta manera, estos
familiares son actores sociales relevantes y sujetos con agencia que consiguieron articularse,
organizarse y movilizarse para emprender acciones; éstas primero suscritas sobre la aparición
de sus seres queridos y, posterior a ello, tras su localización sin vida, ancladas a la exigencia de
justicia, construcción de memoria, verdad y no repetición.
17 Entrevista a Rosario Espinosa, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 1 de diciembre de 2017.
478
Resistir en la memoria
Anteriormente se señaló que los sujetos de esta investigación, es decir, los familiares de las
víctimas de la violencia serían quienes definirían bajo sus propias lógicas de pensamiento,
experiencias, aprendizajes y vivencias: ¿qué es aquello que nombran “justicia”?, ¿quiénes son
sus posibilitadores y accionantes, así como, bajo qué criterios puede alcanzarse?
Nos encontramos en medio de un contexto de violencia y falta de credibilidad hacia las
instituciones del Estado, que ha condicionado las formas establecidas no sólo para demandar,
sino de comprender los contornos de “justicia” (Hernández 2017). Éstas han sido modificadas
en virtud de las exigencias de las familias de las víctimas de la violencia y, por ello, resulta
relevante: reconocer los sentidos que subyacen a la acción de buscar justicia desde abajo, dando
prioridad a los discursos y las prácticas de los sujetos que han experimentado/experimentan lo
injusto y/o la injusticia (Robledo 2020).
Uno a uno, los testimonios de las familias evidencian experiencias de vida ancladas a
injusticias acumuladas a través del tiempo y previas al acontecimiento violento que les dejó sin
sus seres queridos. Asimismo, ponen de manifiesto concepciones de justicia social y desigual-
dad entre clases sociales; del reconocimiento de los escenarios de impunidad que condicionan
y limitan el ejercicio de la justicia prevista en el derecho, así como también, logran establecer
una relación entre la justicia que puede “ofrecerles” el Estado y la que ellos y ellas, desde sus
acciones han conseguido detonar luego del 7 de julio.
Esto es así, a decir de los familiares porque la justicia oficial, que en el ideal debería ser
garantizada por el Estado, se ve condicionada por los contextos de impunidad, desigualdad
social y violencia. De esta forma, podemos referir siete nociones de justicia en función de los
procesos individuales y colectivos de los familiares:
1. El referente principal de la justicia se encuentra anclado a las experiencias de
injusticia.
2. Cuando el Estado no es capaz de garantizar el ejercicio ideal de la justicia jurídica,
los familiares recurren a la noción de “justicia divina” –anclada en las creencias
religiosas– como recurso último capaz de ofrecer un enjuiciamiento y sanción a los
responsables del hecho punible.
3. La sanción y/o castigo a los responsables se identifica como mecanismo de la justicia
ideal para garantizar la no repetición.
4. La noción de justicia se encuentra ligada al marco jurídico oficial: detención de los
responsables, procesamiento de los responsables y condena.
5. La justicia no es un proceso fortuito, ésta debe ser accionada por aquellos (as) que
han sido las víctimas de la injusticia.
6. La justicia es el resultado de la suma de acciones encaminadas a obtener un objetivo
o varios en virtud de las víctimas de la injusticia.
479
Dalia Margarita Souza López
Luego de esta revisión, podría concluir lo siguiente: son las personas como agentes y acto-
res sociales, en este caso familiares de las víctimas de la violencia, quienes han emprendido
acciones alrededor de los efectos que, de manera individual y colectiva, han experimentado
producto de los escenarios de crisis que les rodea en lo local, pero que tienen origen en la suma
de contextos críticos a escala (Robledo 2020). En donde las y los jóvenes son las principales
víctimas, pues hoy en día encabezan las estadísticas en homicidios, desapariciones y recluta-
miento forzado.
Estas acciones se suscriben como alternativas a las lógicas preestablecidas del saber y
el hacer, principalmente, con el objetivo de alcanzar una sociedad y/o escenarios de vida más
justos. Al mismo tiempo, éstas no se presentan como únicas y/o exclusivas soluciones en el
marco de la realidad que enfrentan, sino que se suman, nutren y/o constituyen por otras expe-
riencias y conocimientos.
En la búsqueda de una sociedad más justa, estas alternativas logran constituirse ya sea
sobre los marcos de derecho existentes o como formas del hacer y el conocer contrarias o radi-
cales a las lógicas establecidas, pues “cuando la ley es un régimen violento, hay que oponerse a
la ley para paradójicamente oponerse a la violencia” (Butler 2018: 23).
Al mismo tiempo, el origen de éstas radica en la experiencia de vida que fracturó los
campos de sentido y acción de los sujetos y de la cual, han emanado una suma de alternativas
que pueden ser reconocidas como: resistencias que se suscriben por la justicia y la memoria; e
incluso, para: “resistir a las formas de poder económico y del Estado” (Butler 2018: 24).
No es una resistencia fortuita, esta es producto de la suma de precariedades y, parti-
cularmente, de la vulnerabilidad acumulada que experimentan los sujetos. Butler, afirma con
ello que, “los modos de resistencia afloran en oposición a una infraestructura que falla”; por lo
tanto, si ésta –a la cual se era/es dependiente– deja de proveer condiciones mínimas de apoyo,
si ya no está ahí para nosotros, entonces, eso significa que nos hemos quedado sin refugio, que
somos vulnerables. Aunque, hay que advertir que, lo anterior no significa que antes de ésta no
lo fuésemos ya por otros factores, simplemente se hace “inaceptable”.
Entonces, la vulnerabilidad emerge antes de la resistencia y, por ende, conduce a esta
última: “somos, en primer lugar, vulnerables y entonces superamos esa vulnerabilidad, al
menos provisionalmente, a través de actos de resistencia” (Butler 2018: 26). Pensar lo contrario,
480
Resistir en la memoria
entender a la resistencia sólo como una forma para vencer la vulnerabilidad, precisa Vargas
(2018), sería un ideal paternalista, un ideal neoliberal que se concentra en el individualismo.
Al recurrir a esta explicación entre vulnerabilidad y resistencia, desde la perspectiva de
Butler, reconocemos que las formas de resistencia no significan la superación de los escenarios
de vulnerabilidad, sino que en realidad, la convierten en “fuerza movilizadora”.
Con ello, el término “movilización” depende de forma intrínseca de un “sentido ope-
rativo de movilidad” que actúa como derecho en sí mismo y que condiciona al cuerpo del
sujeto, el cual ejerce su derecho a la movilidad, y opera bajo ciertos tipos de demandas y movi-
lizaciones políticas.
En ese sentido, cuando se trata de personas que se han reconocido a sí mismas en
situaciones precarias –de vulnerabilidad o ante condiciones infraestructurales– la demanda
de acabar con la precariedad es “escenificada públicamente” por ellos, quienes exponen su
vulnerabilidad (Robledo 2020).
En estos casos, hay una “resistencia corporal plural performativa operando” que
demuestra: “cómo las políticas sociales y económicas están diezmando las condiciones de
subsistencia, hacen reaccionar a los cuerpos” (Butler 2018: 30 -31). De esta forma, “el sujeto
de derecho corporalmente individual no puede llegar a capturar el sentido de vulnerabilidad,
exposición o incluso, dependencia” (Butler 2018: 32), requiere el reconocimiento y aceptación
de que éste depende de otros cuerpos y de redes de apoyo. Esto no significa sólo que el cuerpo
o sujeto esté ligado a una red de relaciones, sino que, “en virtud de esos mismos límites, se
define por las relaciones que hacen su vida y su acción posibles” (idem).
El origen de las acciones que ejercen los familiares de las víctimas radica en la experien-
cia de violencia, injusticia y olvido que atravesaron/atraviesan tras la desaparición y asesinato
de sus seres queridos, ello como condición precaria o que les vulnera. Estos familiares como
cuerpos que no se deslindan de su derecho a la movilidad, así como a su dependencia con
otros, generan resistencias. Éstas se suscriben como resistencias por la justicia y la memoria.
Las acciones que emprenden los familiares se suscriben como resistencias visibles y
reconocibles en medio de un espacio de aparición que, advertimos, no sólo es representado
por la calle como espacio público-político, ya que, como anunciábamos antes en función de
los argumentos que Butler, el espacio de aparición existe en el momento de la acción política.
Así, las acciones realizadas por las familias de las víctimas del 7 de julio de 2013 y que
aquí hemos nombrado: resistencias memoriales y de justicia que aparecen como acciones políti-
cas, tanto dentro de los espacios de manifestación pública como en los contornos más privados
de la organización colectiva y familiar.
481
Dalia Margarita Souza López
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483
Dalia Margarita Souza López
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México, 1940-1980”, México: Bonilla Artigas Editores.
484
TERRITORIOS DE DESAPARICIÓN Y ESCLAVITUD
Campos de reclutamiento forzado en Tala, Jalisco
Un problema que poco se aborda desde las ciencias sociales es el de las personas desapareci-
das en condiciones de trata en grupos criminales, debido principalmente por los riesgos y la
dificultad de obtener el testimonio de sobrevivientes. Este capítulo intenta acercarse a un caso
de personas esclavizadas, el de campos de entrenamiento localizados en Tala en 2017, porque
cimbra las nociones que existen sobre desaparición de personas, desdibuja los límites entre
víctimas y verdugos, da elementos para reflexionar sobre las nuevas subjetividades construidas
para esta “guerra”, sobre el uso de los cuerpos en un contexto de profundización del neolibe-
ralismo y acerca de nuevos sistemas de control y sometimiento.
Los acontecimientos-ruptura
En Tala la muerte ha estado presente al igual que en otros contextos de violencia contempo-
ráneos donde “por un lado los cadáveres recogidos en la calle y sometidos a una especie de
pública y macabra puesta en escena, por otro la pesadilla de las fosas comunes y de la oculta-
ción de los cuerpos”; de manera que normalmente hay una polaridad exhibición/ocultación de
los cuerpos (De Luna 2007: 49).
En tan sólo una década, los criminales han desplegado ambos repertorios de violencia
que implican tanto la exhibición de la crueldad en los cuerpos como el ocultamiento de estos
a través de desaparecer a las personas.
En la población de Ahuisculco, Tala, algunas mujeres relatan que el año 2012 fue un
punto de quiebre para la región. Ubican una coyuntura, “un acontecimiento explosivo” como
al que se refiere Reinhart Koselleck (2001), una experiencia única, sorprendente e irreversible
que trastoca todo el núcleo personal, familiar y social.
1 Periodista independiente.
485
Alejandra Guillén González
Ese quiebre se refiere al día que vieron por las calles de Ahuisculco a hombres que pare-
cían muertos-vivientes y que les pedían ayuda. Eran hombres que acababan de escapar de sus
captores. Los tenían privados de su libertad en una casa del poblado de Ahuisculco, Tala. Días
antes los desaparecieron y durante días los torturaron. La finalidad era asesinarlos porque los
utilizarían para exhibir sus cuerpos profanados, amontonados, para comunicar un mensaje de
dominio a sus pares-hombres en disputa por el control territorial.
Después de este acontecimiento comenzaron a utilizar la desaparición de personas
como parte de su repertorio de violencia. Se rumoraba que a la mayoría se los llevaron a tra-
bajos forzados. De esas personas desaparecidas no se supo más. En 2017 se confirmó el rumor:
la empresa criminal que dominaba dicho territorio estaba desapareciendo hombres para entre-
narlos como sicarios y posteriormente obligarlos a trabajar con ellos.
Los campamentos donde localizaron hombres privados de su libertad para entrenarlos
como sicarios, en Tala, seguramente no es el único caso de desaparición-reclutamiento forzado
en Jalisco, pero sí es el primer caso conocido públicamente en la entidad en la historia reciente.
En contextos de violencia, el reclutamiento forzado es una práctica frecuente que retrata la
frase de “fila de corderos peleando al servicio de leones que se escudan en la retaguardia”. En
el conflicto armado colombiano, por ejemplo, los grupos armados reclutaron por la fuerza a
miles de menores de edad para convertirlos en niños soldado, quienes al estar en condiciones
de esclavitud reciben un trato de “extrema brutalidad”, “los drogan antes de enviarlos al com-
bate” e incluso los obligan a cometer atrocidades contra sus propias familias con tal de destruir
sus lazos comunitarios y familiares. A las niñas las obligan a estar al servicio de comandantes
o sufren violaciones en grupo (Alarcón-Palacio 2019). En distintos casos de reclutamiento
forzado el proceso comienza por deshumanizar a las personas que entrenarán como sicarios,
como combatientes, con ritos de iniciación basados en la crueldad hacia otras personas.
Aunque el artículo se centra en Tala, en realidad este municipio forma parte de un
territorio más amplio de dominio, que regionalmente podemos pensarlo desde las montañas
de la sierra de Ahuisculco/Navajas, en Tala, hasta la costa del Pacífico, en Puerto Vallarta. Es
uno de esos territorios donde ocurren atrocidades que convierten la vida de las personas en “un
infierno en la tierra”. Estos crímenes se realizan en las montañas de Tala, en parajes hermosos
convertidos en campos de concentración al aire libre donde se esconde, tortura, esclaviza y
elimina a personas desaparecidas.
Esto parece una especie de microsoberanía, de un nuevo orden de dominio que ha
desplegado una célula de la empresa mafiosa trasnacional llamada Cártel Jalisco Nueva
Generación a través de la violencia. Al tratarse de negocios globales, es necesario pensar que
son territorios estructurados por redes de espacios urbanos y rurales, nacionales y extranje-
ros. En el marco de esa red, el acercamiento en este texto es a esos espacios diseñados para la
dominación.
El territorio es la organización, primero social y luego conceptual de un espacio, o en
otros términos es la construcción social de un espacio, la articulación de relaciones con su
486
Territorios de desaparición y esclavitud
asiento material y su inteligibilidad (J. Nievas 1994: 3). Me interesa pensar el territorio en fun-
ción de las relaciones de dominación que son resultado de un proceso histórico anclado en las
relaciones capitalistas, estatistas y patriarcales.2
Entonces se trata de un territorio con redes de espacios planeados para la disolución de
personas, donde se deshumaniza al otro o la otra para poder ejercer crueldad en sus cuerpos,
donde se facilita la esclavitud por tratarse de espacios ocultos; para construir subjetividades
necesarias para tener ejércitos que controlen territorios y aseguren la diversificación de nego-
cios para la empresa criminal.
Estos espacios son a la vez los lugares donde se vive la experiencia desaparecedora y
donde además se concreta la posibilidad de esclavizar a otras personas. Thomas Casadei (2018)
hace una revisión sobre las formas de esclavitud contemporánea y considera que hay tres ele-
mentos necesarios: 1) se pueden diferenciar a los esclavos de quien los posee; 2) el dominio, el
abuso o la violencia puede perpetuar el hecho de que una persona posea a otras; y 3) se reduce
a seres humanos a cosas o animales, su humanidad no es reconocida. Al desaparecer a las per-
sonas, ocultar sus cuerpos, profanarlos, se inicia un proceso de deshumanización.
En 2012 se escaparon 18 jóvenes que estaban privados de su libertad en una casa de Ahuisculco,
Tala, que según las autoridades estaban en manos de una célula de la empresa criminal Los
Zetas.3 Los testimonios de los sobrevivientes ayudaron a que el gobierno de Jalisco localizara
camionetas con cuerpos desmembrados en Ixtlahuacán del Río: iban a ser colocados el 10 de
mayo en los Arcos del Milenio. Algunos jóvenes fueron decapitados vivos.4 Los cuerpos loca-
lizados en los vehículos eran en realidad una especie de “campo de exterminio ambulante”
(Reguillo 2012). Las víctimas habían desaparecido en Chapala y Jocotepec, municipio de la
ribera de Chapala, donde también usaron casas para mantener en cautiverio a las personas.
Desfigurar los cuerpos, romperlos, es un recurso para comunicar algún mensaje. Son
actos que más allá de quitar una vida, es una violencia que no se contenta con matar “porque
sería demasiado poco” y al destruir de ese modo el cuerpo singular, constituye el acto total del
fin no de la vida, sino de la condición humana (Caravero 2009: 32).
La crueldad en estos cuerpos busca exhibir el sufrimiento, construir una obediencia
ante el terror que les ayude a consolidar la idea de que son la empresa criminal dominante.
2 Existen otros abordajes más relacionados con las luchas comunitarias en defensa del territorio, desde una perspectiva de relación
sagrada con la naturaleza, pero no es la perspectiva que funciona para esta investigación.
3 Disponible en: www.proceso.com.mx/308835/valles-del-miedo.
4 Entrevista a Eduardo Mota Fonseca, quien era director del Servicio Médico Forense, realizada por la autora, Ciudad de México,
3 de junio de 2019.
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Alejandra Guillén González
Esto es un recurso utilizado para tratar de negociar con las autoridades el control del tráfico
y venta de drogas.
Uno de los detenidos por esta masacre es Juan Carlos Antonio Mercado el Chato,
quien vivía en Ahuisculco, municipio de Tala, Jalisco. Él se autodenominó como miembro
del Cártel del Milenio/Zeta5 y declaró ante medios de comunicación que sus jefes le habían
pedido desaparecer a un número específico de personas:
P: ¿En cuántos levantones participaste?
JC: Levanté a seis personas.
P: ¿Dónde los tenían?
JC: En una casa de Ahuisculco.
P: Te ubican como autor intelectual. ¿Por qué lo hiciste y cuánto te pagaron por ello?
JC: Ellos me ofrecieron 7 mil 500 por semana.
P: ¿Desde cuándo?
JC: Desde mediados de abril, que las personas iban a ser torturadas.
P: ¿Para qué?
JC: Para llevarlas a los Arcos del Milenio, nomás que no pudimos porque estaba lleno de
policías estatales, ya nos estaban siguiendo los pasos y no pudimos, la verdad, tirarlos.
P: ¿Cómo escogían a las víctimas?
JC: Al azar.
P: Son inocentes, entonces.
JC: Sí.
P: Cuál era la finalidad.
JC: Un mensaje, no sé.
P: ¿Qué mensaje?
JC: No sé, era para el gobierno, parece.
P: ¿A ti qué te dijeron?
JC: A mí me contrató Fernando, el que los torturaba.
P: ¿Tú los levantabas o qué más?
JC: Yo los levantaba y Fernando los torturaba. Él nomás decía “esta persona”.
La desaparición de personas elegidas al azar comenzó por lo menos tres semanas atrás
del hallazgo de los cadáveres. Los individuos que mantuvieron en cautiverio en casas de
Chapala y Ajijic, fueron asesinados. Los doce hombres que estaban en Ahuisculco lograron
escapar mientras sus captores dormían. Los pobladores los encontraron deambulando como
5 En ese momento, una de las células del Cártel del Milenio que se autodenominaba La Resistencia se unió con Los Zetas para pelear
por el negocio contra la célula de Los Torcidos, que posteriormente se convirtió en el Cártel Jalisco Nueva Generación. El diario
Mural publicó el 12 de mayo de 2012 el video de la presentación mediática de Juan Carlos Antonio Mercado, disponible en: www.
youtube.com/watch?v=yGxqe_61jIY.
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Territorios de desaparición y esclavitud
“zombies” por las calles, pidiendo ayuda, golpeados, sucios, con la ropa desgarrada.6 Los des-
criben como muertos vivientes, figura que se ha utilizado en otros contextos de violencia para
referirse a los sobrevivientes que, ante lo sufrido, parecen atrapados entre al abismo y la muerte.
Las fincas donde tenían a los hombres y mujeres en cautiverio son parte del dispositivo
desaparecedor. Son sitios destinados para desplegar las técnicas de crueldad en los cuerpos,
para destruir a las personas, para intentar despojarlas de su humanidad, para ejercer poder
sobre los cuerpos y finalmente asesinarlos.
Eduardo Mota Fonseca, quien trabajó en el Servicio Médico Forense del Instituto
Jalisciense de Ciencias Forenses entre 2004 y 2018, es testigo de los cuerpos violentados en
las dos primeras décadas del siglo XXI. Él considera que desde 2011 hubo “cambios radicales
en las prácticas de los delincuentes”; y le parece inexplicable que hayan asesinado de manera
brutal a los hombres que desaparecieron al azar en Chapala y Ajijic, “no tiene sentido, es pro-
bable que se droguen para realizar prácticas cada vez más sádicas”.
La otra célula de Los Valencia que en un principio era conocida como Los Torcidos
se autodenominó Cártel Jalisco Nueva Generación y logró el control del negocio en Jalisco
y en otros territorios de México. Esta empresa criminal utiliza la desaparición como práctica
común y con distintas finalidades. Una de ellas ha sido desaparecer para reclutar, esclavizar y
dominar a jóvenes que se incorporen a las filas de sus ejércitos de muerte.
Después de los desaparecidos al azar, en 2012, comenzó a haber otro tipo de desapa-
riciones en el municipio de Tala, ubicado a 50 kilómetros de la ciudad de Guadalajara. Esta
región comenzó a convertirse en un semillero de esclavos para distintas labores en el negocio
del grupo criminal Cártel Jalisco Nueva Generación, aunque esto lo supimos años después.
Desde 2012, familiares de desaparecidos de Tala comenzaron a acercarse con sacerdotes para
contarles que grupos armados se habían llevado a sus seres queridos o que un amigo los había
invitado a una fiesta y ya no regresaron. Eran tantas madres buscando a sus hijos que uno de
los diáconos decidió organizar una misa para pedir por los desaparecidos. Las convocó a asistir
el 31 de agosto de 2014 al templo de San Francisco de Asís. Las familias llegaron con las foto-
grafías de sus hijos, las pegaron todas juntas y la misa se dedicó a los desaparecidos. Cristal,
quien busca a su hermano Javier Cisneros desaparecido desde 2013, recuerda que asistieron
alrededor de 60 familias.
La misa fue una irrupción contra el silencio y el disciplinamiento social que los crimi-
nales han tratado de imponer en la región Valles de Jalisco,7 donde se encuentra el municipio
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Alejandra Guillén González
de Tala. Al diácono lo amenazaron después de realizar la misa por los desaparecidos y se fue
del lugar. La mayoría de las familias volvieron a silenciar la situación y prefieren no hablar
públicamente. La pedagogía del terror ha tenido efecto. Sigue habiendo presencia y control
de grupos armados tipo paramilitares que no podrían operar sin, por lo menos, protección
municipal.
En la investigación que Rita Segato realizó sobre los crímenes de mujeres en Ciudad
Juárez, ella concluía que la continuidad de crímenes por al menos once años sin que su recurren-
cia sea perturbada requiere recursos humanos y materiales cuantiosos que involucran: “control
de una red de asociados extensa y leal, acceso a lugares de detención y tortura, vehículos para
el transporte de la víctima, acceso e influencia o poder de intimidación o chantaje sobre los
representantes del orden público en todos sus niveles, y sobre los miembros del gobierno y la
administración pública” (Segato 2006: 110).
Estos mismos elementos podemos encontrarlos en otros territorios donde ocurren crí-
menes como la desaparición de personas: hay una red de asociados extensa y leal, sitios para la
tortura, vehículos, vínculo o protección de autoridades de distintos niveles.
En Tala circulaban rumores desde 2012 que una célula criminal estaba desapareciendo
a hombres fuertes, conocedores del campo y de las armas, valientes, características que les
interesaban para obligarlos a trabajar en sembradíos de mariguana, de amapola, en narco
laboratorios, como sicarios. La posibilidad de que estén esclavizados provoca que sus familias
tengan miedo a denunciar, pues si sus seres queridos siguen vivos, corren el riesgo de que los
asesinen. Además, algunas personas cercanas están amenazadas. Esta estrategia abona a la
dominación territorial, pues intenta destruir la colectividad, la organización ante la violencia.
En 2017 los rumores del reclutamiento forzado se confirmaron: la Fiscalía de Jalisco
encontró campamentos de entrenamiento con hombres que tenían reporte de desaparición.
En la carpeta de investigación 1611/2017 hay cuatro relatos que echan luz sobre decenas de
hombres desaparecidos, retenidos en el monte contra su voluntad, algunos asesinados, otros
obligados a trabajar para el Cártel Jalisco Nueva Generación.
La desaparición de personas se utiliza como una estrategia de dominación de amplio
espectro, es la máxima expresión de la tortura, tiene la función de destruir y desquiciar al
sujeto arrebatándole su humanidad (Calveiro 2006: 64), trata de borrar el rastro de las personas
en su paso por esta tierra y de paralizar al mundo de los vivos, “sólo el poder de colonización
permite la exhibición del poder de muerte ante los destinados a permanecer vivos” (Segato
2006).
Estos despliegues de violencia se utilizan como recursos para rediseñar los territorios
con una lógica capitalista, que incluye el control de los cuerpos, entendidos también como
territorios. El negocio requiere cuerpos “dóciles, susceptibles de ser mandados, para que hagan
propio un proyecto que no es suyo, pero que ejecutan como si se les perteneciera y de él se
beneficiaran” (Inclán 2016: 24).
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Territorios de desaparición y esclavitud
Pero estas desapariciones van más allá, buscan construir subjetividades violentas y a la
vez dóciles a la jerarquía, el CJNG ha construido escuelas para esto. ¿Qué tiene que vivir-sufrir
y aprender una persona para que sea capaz de cometer atrocidades?
Entre los hombres que llegaron con engaños a estos campamentos había jornaleros, desem-
pleados, lavacarros, albañiles, cargadores del Mercado de Abastos, mexicanos deportados de
Estados Unidos, ex policías, ex militares, jóvenes con problemas de adicciones, centroamerica-
nos (principalmente de Honduras). También había muchos hombres que fueron reclutados en
el entorno del parque Agua Azul de Guadalajara, “si usted se da una vuelta, los indigentes ya
no están, muchos que estaban conmigo, eran de ahí, agarran todo, niños, lo que sea agarran.
Llegan unos de moto, les platican que hay un trabajo y se los llevan”.8
Aquí se confirma de alguna manera que se trata de poblaciones despreciadas, que por
años han vivido violencia estructural, histórica, que es justo esa violencia la que los coloca
como carne de cañón para sufrir violencias directas en el cuerpo hasta desaparecerlos, esclavi-
zarlos o destruirlos.
Uno de los sobrevivientes, a quien llamaremos Javier por cuestiones de seguridad,
trabajaba en un centro de rehabilitación. El salario no le alcanzaba y quería alejarse de ese
ambiente, así que buscó fuentes de empleo en redes sociales. En Facebook se unió a las pági-
nas Bolsa de Trabajo GDL y Trabajos Guadalajara. Por inbox lo contactaron para ofrecerle una
vacante de guardia de seguridad por cuatro mil pesos. Lo agregaron a un grupo de WhatsApp
con otras quince personas. Todos aceptaron y les pidieron entrenarse en el municipio de Tala,
que ahí les darían el dinero por adelantado.
A unos los recogieron en sus casas y a los foráneos en otros puntos de la ciudad. Al
llegar a la primera finca, les decían que estaban privados de su libertad. Según los recuerdos
de Javier:
Dimos vuelta rumbo a Tala, nos metimos en una brecha y llegamos a una finca abandonada, con
alambres de púas, palos de madera; había un hombre con cuerno de chivo que nos decía que siguié-
ramos hacia adentro. Observé que no había muebles, sólo personas en el piso, 38 amontonadas en el
suelo. Fue cuando me di cuenta que me había metido en un problema porque no era normal eso. Al
entrar al cuarto nos ordenaron guardar silencio y sentarnos, diciéndonos que no podíamos ni ir al
baño a menos que pidiéramos permiso. Éramos puras personas humildes y pobres, había gente que
tenían cara de malandrines y otros que tenían cara de que no tenían nada que perder en la vida. Me di
cuenta que había cruzado la línea de no regresar y que quizá pasaría algo malo, de hecho se percibía un
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Alejandra Guillén González
olor extraño, se veía la mirada de tristeza y miseria en las personas (Declaración ministerial de Javier,
sobreviviente de los campamentos).
Javier se asume como parte de esos hombres pobres y humildes. La violencia ayuda a
que estas vidas sean sacrificables, “pone, digamos, el mecanismo para quitarlas, para elimi-
narlas. Aunque también podría ser sólo para construir la idea de que hay una población que
sobra, haciendo creer que hay personas excedentes y que se busca eliminarlas. Que con estas
personas se puede hacer todo porque habitan lugares de no-ser social” (Inclán 2016: 22).
El objetivo es más perverso, no se intenta eliminar a poblaciones, operación que sería más fácil por
otros medios, se intentan construir humanidades precarizadas, estructuradas por el sufrimiento. El
no-ser social de la población construida como sobrante autoriza no sólo su desprecio, también su
muerte lenta o su asesinato en masa, o el miserabilismo. El no-ser social vive en un estado de sitio y
de excepción, es el tiempo y el espacio de las poblaciones que se construyen en el imaginario como
sobrantes (Inclán 2016: 22).
Para lograr muertes crueles, en masa, se necesita adaptar circuitos de destrucción del
otro y diseñar estrategias para lograr subjetividades capaces de ejercer crueldad. Javier da
cuenta de ese momento en el que cruza “la línea de no regresar”, del momento en que entra a
uno de estos sitios del circuito del suplicio; espacios que nos recuerdan los centros de detención
de otros contextos de violencia (los chupaderos, los pozos, los lager) donde se mantiene a los
desaparecidos con escasa comida o alimentos podridos, con sed, sin posibilidad de ir al baño,
en hacinamiento, suciedad y sufriendo maltratos físicos y verbales.
Primo Levi describió las zonas grises de los campos de exterminio, ese espacio entre la
vida y la muerte, entre lo humano y lo no humano, un espacio excepcional poblado de vivos
murientes, del que es difícil salir. En los lager no había límites claros del mal y el bien, “el
nosotros” perdía sus límites, se pensaba que habría solidaridad de los compañeros en desven-
tura, pero éstos a quienes consideraban aliados, “eran mónadas sellados, y entre ellas una lucha
desesperada, oculta y continua. Esta revelación brusca [...] era tan dura que podía derribar de
un solo golpe la capacidad de resistencia” (Levi 2000: 16).
La empresa criminal Cártel Jalisco Nueva Generación ha construido un circuito des-
aparecedor, una red de espacio diseñados para deshumanizar, profanar cuerpos y esclavizar
personas. Esos espacios son operados por una red organizada encargada del reclutamiento for-
zado, que incluye personal encargado de diseñar ofertas laborales falsas, crear cuentas de redes
sociales falsas, hacer el primer contacto virtual, recoger a los hombres interesados, trasladarlos,
mantenerlos privados de su libertad, alimentarlos, golpearlos, amenazarlos, transportarlos y
resguardarlos en el monte o en distintas fincas, entrenarlos, elegir sitio para los campamentos
de entrenamiento y para hacer fosas donde depositar los cuerpos de quienes no les parecen
útiles o acusan de traidores. Aparte están todos los encargados de los distintos negocios. Es
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Territorios de desaparición y esclavitud
decir, sólo para reclutar y esclavizar personas destinan una gran cantidad de recursos humanos
y económicos.
Los maltratos a los hombres comenzaban desde la primera finca a la que llegaban, pero
se intensificaba cuando llegaban al campamento en el cerro, “nos golpeaban todo el cuerpo,
me decían ‘vales verga, órale pendejos, perros’”, los ponían para dispararlos con gotcha o mata-
ban a los que intentaban escapar o porque se equivocaban en lo más mínimo:
Nos dejaron en un campamento a una hora del poblado Cuisillos […] donde nos hicieron dormir a
la intemperie, así como nos sometieron diciéndonos que teníamos que pedir permiso hasta para ir a
orinar y si no, nos golpeaban […] por lo que recuerdo un día íbamos cargando las cosas, nos des-
viamos a un arroyo y “El Momia” le dijo al “Checo”, que tenía tatuajes de las fechas de nacimiento
de su hija y en el cuello el nombre de sus hijos, “híncate esto es para que no desobedezcas mis órde-
nes”. Disparó y cayó muerto. Luego disparó a otro […] Los bajaron al arroyo, les quitaron la ropa y
siguieron instrucciones. Los pusieron en cama de leña con hojarasca y madera, prendieron fuego, nos
esperamos hasta que se quemaran completamente (Declaración ministerial de Javier).
Todo este entramado desaparecedor tiene una lógica económica. El capitalismo encarna
la mercancía en los cuerpos (los que sirven para explotar, los que merecen vivir, mal vivir,
morir, ser esclavos, desaparecidos), que acumula ganancias por despojo (de cuerpos, de tierras,
de la vida), que controla territorios a través del horrorismo (concepto de Adriana Caravero
2009), de la disputa por la violencia más tecnificada para lograr dominación y ganancias.
El uso instrumental del cuerpo para acumular capital puede tener distintos despliegues.
Por un lado, el negocio es directo al extorsionar, esclavizar, reclutar o vender a las personas;
por otro lado, el uso de la violencia y del dispositivo de la desaparición en particular permite
mantener un control simbólico y material de dominio, necesario para controlar territorios y
negocio. Los cuerpos se rayan, se profanan, para castigar, advertir, “limpiar” de personas que
consideran desechables (“limpiar” o “barrer” es otra manera de nombrar la desaparición y
eliminación de quienes el cártel considera que infringe sus reglas).
El primer joven que declaró en la audiencia por este caso, a quien llamaremos Martín,
contó que un tal “Ranchero” lo contrató para un trabajo de seguridad privada y lo fue a entre-
gar a sus captores, que lo llevaron a una “casa de arraigo [sic], donde me empezaron a dar vida
de perro, [me decían] que si sabía ‘a lo que vienes, cabrón’, ‘vienes a hacerte hombre, a hacer
unas reglas’. Y yo les voy a decir una cosa delante del juez, les juro que si me hubieran dado
buena tragazón, buena comida, buen armamento, no estuviera aquí, estuviera con ustedes tal
vez sentado de aquel lado”. Martín dijo esto en la audiencia ante el juez y donde también esta-
ban presentes los hombres detenidos durante los operativos de la Fiscalía de Jalisco y acusados
de desaparición por particulares y trata de personas. Al decir que estaría sentado de aquel lado,
da a entender que de haber recibido buen trato habría aceptado trabajar para el Cártel Jalisco
Nueva Generación. Del otro lado, el abogado defensor de los hombres detenidos argumentaba
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Alejandra Guillén González
que algunos seguían siendo víctimas y que no había claridad para determinar quiénes eran
culpables y quiénes estaban haciendo trabajo esclavo.
Esto nos hace pensar que también buscan hombres doblegados, dominados, pero entre-
nados para destruir a otros, que sean empleados que obedezcan en lo absoluto y que a la vez
son los sacrificables, los desechables. ¿Qué tipo de subjetividades necesitan para esta guerra,
para este negocio? ¿Cómo diseñan estas estrategias de destruir su psique?
En los campamentos, los hombres privados de su libertad estaban clasificados por
nuevos, seminuevos y viejos. Los nuevos eran los más golpeados y siempre eran vigilados
por hombres armados. El tiempo que Javier estuvo en cautiverio descubrió que sus captores
también fueron atrapados con engaños de empleo pero que con el tiempo se convirtieron en
empleados del cártel:
Lo sé porque arriba vi quién tenía mando, que ya habían salido y regresado, que había jerarquías. No
importaba que te tomaran confianza, la prueba de fuego para ser de ellos era regresar a trabajar con
ellos.
De esa casa comenzaron a sacarnos por montones para llenar trocas. De la carretera por Cuisillos nos
llevaron a Navajas, a otra finca grande, con portón de fierro como de ganado, un metro de alto, no
terminada. Había un señor con sombrero como de campesino que nos gritó: “¡A ver hijos de su… en
línea… ámonos, en caliente! ¿Alguien sabe por qué chingados está aquí?” Yo no podía decir nada, me
podían matar. Agarró el cuerno y disparó hacia arriba de todos nosotros: “¡A todos les voy a dar vaca-
ciones a la verga, si regresan aquí va a haber chamba y si no, a chingar a su madre! ¿Quién se quiere ir
ahorita?” Nadie dijo nada.
Uno me traía en jaque, me gritaba “¡ándale moreno, témplate!” Templarse significa agilizarse, actuar,
hacer las cosas con inteligencia. Avanzamos hasta la cima, llegamos al campamento que me dio
aspecto como de los campos forestales en Estados Unidos, siendo una propiedad privada que una
señora le rentaba al del sombrero.
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Territorios de desaparición y esclavitud
Echarlos a los elotes significaba echar los cadáveres a la leña. El fuego como instru-
mento para concretar la desaparición, esto es, tratando de eliminar el cuerpo. Lo que hasta el
momento sabemos sobre los campos de entrenamiento de la sierra de Ahuisculco parece tener
colindancias con otros espacios desaparecedores donde la experiencia transita entre lo humano
y lo inhumano, de vivos murientes que difícilmente sobrevivirán para contarlo.
En los campos de entrenamiento de Tala, en pleno siglo XXI, se desdibuja ese mundo
de víctimas y verdugos. La estrategia para desaparecer personas incluye transformar a las
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Alejandra Guillén González
víctimas en verdugos, romper todos los lazos solidarios entre los hombres privados de su liber-
tad poniendo situaciones en las que sólo podrán sobrevivir quienes se conviertan en verdugos,
en quienes acepten trabajar para ellos. Una de las fuentes anónimas que se consultó para esta
investigación lo resume así: “saben cómo romperles el alma para convertirlos en hombres
sanguinarios”.
Lo que Javier describe en su esfuerzo por sobrevivir es que tuvo que maltratar a otros
hombres que estaban en las mismas condiciones que él. Tenía que “destacarse” e ir ganándose
la confianza de los captores para mantenerse con vida. Sólo él sabe lo que tuvo que hacer para
sobrevivir. Logró escapar en un escenario donde no parece haber grietas:
Cuando me escapé me fui muy lejos porque sabía que donde me vieran me iban a matar. Pensé que
si iba directamente al gobierno ellos me iban a entregar al cártel, y después de un tiempo salió a la
luz en las noticias que alguien estuvo en la misma situación que yo y se animó a hablar, y pues yo dije
que mi objetivo al escapar de allá arriba era tratar de brindarle paz y tranquilidad a aquellas perso-
nas que perdieron la pista de sus seres queridos. Muchos de ellos son las personas que yo vi calcinar
y que nadie de sus familiares se dio cuenta cómo murieron y cómo desaparecieron a menos que yo
hable, entonces voy a arriesgarme a platicar mi historia y llevar un poco de paz a sus familias y que
no sigan esperanzados a que van a encontrarlos. Fue que me comuniqué con la Fiscalía de Jalisco y les
comenté que yo también fui privado de mi libertad en la sierra de Navajas por el Cártel Jalisco Nueva
Generación (CJNG) y que podía identificar a 17 desaparecidos que vi con mis propios ojos morir en las
manos de nuestros captores.
A pesar del riesgo, Javier decidió narrar su historia, por la necesidad del relato, de hablar
del horror que sufrió (sin su palabra no sabríamos lo que ocurrió en la sierra de Ahuisculco/
Navajas); y por compasión con las familias de los desaparecidos, ya que expresó su motivación
de “identificar a 17 desaparecidos que vi con mis propios ojos morir”.
La dominación en estos campamentos no provocaba la solidaridad entre los hombres
en cautiverio. Como en los campos de concentración nazi, son sistemas concentracionarios
que tienen como finalidad destruir la resistencia de los hombres privados de su libertad (Levi
2000: 17). Lo escalofriante es que para resguardar la vida es necesario profanar otras vidas;
en la medida en que se transforman o consiguen la simpatía de los captores, logran mejo-
res tratos, pero nunca dejan de ser personas/cuerpos desaparecidos y esclavizados, a quienes
además los obligan a asesinar, descuartizar e incinerar a sus compañeros. Así, la culpa recae
en ellos y los entrenan para que se conviertan en sicarios. Esto no es garantía de que no los
asesinen. Lo que sabemos de Tala abre la pregunta de cómo estructuran esta estrategia para
convertir a las víctimas en victimarios, si detrás existe entrenamiento militar o personas espe-
cializadas en destruir la subjetividad de las personas.
En los campamentos asesinan a los que consideran enemigos, traidores o débiles, pero
no les basta con que mueran, sino que deben morir en el tormento. Los vivos son cuerpos
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Territorios de desaparición y esclavitud
Nunca he vivido una guerra civil, de un país contra otro, pero podría compararlo con vivir en guerra,
¿no? Vives con miedo, con incertidumbre, yo conozco por lo menos a cuatro personas desaparecidas.
9 El nombre ha sido modificado por cuestiones de seguridad, pues incluso la entrevista tuvo que realizarse fuera del municipio de
Tala. Entrevista a Laura y Jorge realizada en septiembre de 2020.
10 Entrevista a Jorge, realizada por la autora en septiembre de 2020.
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Estoy seguro que todas las personas en el municpio han perdido a alguien conocido o saben de alguien
que puede estar desaparecido. Si lo equiparo con una guerra, sí, porque ahí te defiendes y haces tu
defensa, pero aquí no es así.
Vivir en Tala es convivir con estas personas pensando que en cualquier momento te va a tocar, ellos
llaman “limpiar la zona” a desaparecer personas a quienes consideran un peligro o un riesgo.
Tala no es actualmente un lugar donde externos podamos indagar más sobre la vida
cotidiana. Aunque las actividades cotidianas continúan, la realidad es que el territorio está
controlado por personas que vigilan y no se puede hablar del problema en el lugar. Por lo poco
que sabemos a través de Laura y Jorge, la dominación y el control de la población se consolida.
Las redes de espacios en esta región se han ido diseñando para la dominación a través
de la violencia extrema, como los campos de concentración y exterminio, que buscan destruir
a las personas, reducirlas desde la perspectiva de los sujetos capitalistas a una categoría inferior,
para de esta forma ser capaces de eliminar a las personas.
Este nuevo modelo busca sustituir una forma de vida por otra, trata de desconfigurar
el tejido social, las redes solidarias, de gozo y hasta de potencia de resistencia que le dan sen-
tido al espacio tiempo, aquí y ahora. Entonces pienso en esos territorios como proyectos de
desterritorialización, donde ya no se siembra, se camina o se protege el bosque, la vida, sino
que se eliminan esas prácticas por otras, en vez de ir a meterse al río o de sembrar milpa, ahora
buscan eliminar personas, construir esclavos-sicarios-obedientes.
Lo anterior no abarca la totalidad de espacios, sujetos y redes que existen en deter-
minado territorio. No todas las personas que habitan el espacio material sufren la anulación
de sus derechos y de la vida digna, sin embargo cualquiera está expuesto a caer en esa red de
espacios, que se convierte como una especie de Triángulo de las Bermudas, como un espa-
cio paralelo que co-existe pero del que nada se sabe. Es, como dije anteriormente, un nuevo
proyecto territorializante que se impone y consolida con el tiempo, dependiendo también si
existen luchas y resistencias ante esos nuevos intentos de dominación.
Conclusiones
Los hechos en Tala nos dan a conocer los distintos usos de la desaparición de personas que
proyectan cómo la figura del desaparecido se ha transformado en este sistema económico neo-
liberal y que el concepto se utiliza para nombrar diversas realidades.
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Territorios de desaparición y esclavitud
Los cuerpos son concebidos como productos de intercambio que alteran y rompen las lógicas del
proceso de producción del capital, ya que subvierten los términos de éste al sacar de juego la fase de
producción de la mercancía, sustituyéndola por una mercancía encarnada literalmente por el cuerpo y
la vida humana, a través de técnicas predatorias de violencia extrema como el secuestro o el asesinato
por encargo (Valencia 2010).
Todo este circuito de violencia desterritorializa al buscar romper las relaciones solida-
rias de las comunidades, de manera que las empresas criminales aseguren la acumulación del
capital. La reterritorialización configura otras formas de vivir y de relacionarse con la vida,
construye otras subjetividades que florecen por el deseo del consumo, “esos espacios superfluos
de posesión catalizan la violencia” (Inclán 2016: 26).
Para Daniel Inclán, la pobreza no es lo que genera la violencia cruel, sino la imposi-
bilidad y el fracaso para cumplir un deseo irrealizable, los resentimientos sociales acumu-
lados, la continuidad de las violencias de colonización, desprecios mutuos que se dirigen
hacia lo que consideran inferior: las muertes, los niños, los anormales, los ancianos. “No es
casual que el patrón de acumulación en el que estas violencias se reproducen sea el neoliberal.
El neoliberalismo no sólo generó una transferencia acelerada de riqueza social a un pequeño
sector de la sociedad, también construyó condiciones para ser un modelo social deseado. El
neoliberalismo se padece, al tiempo que también se desea. Dos son sus grandes mecanismos
de inoculación: el consumo de masas y el ensueño tecnológico” (Inclán 2016: 26).
Estos negocios requieren la construcción de nuevas subjetividades, tal vez una de las
peores consecuencias del capitalismo, por la construcción de sujetos ultraviolentos y demole-
dores que mantienen la expansión de ideales truncados de humanidad y subjetividad. En esta
producción de cuerpos endriagos se asegura la reterritorialización económica y colonialista
(Valencia 2010: 57).
La conjunción de situaciones de pobreza, necesidad de reconocimiento y de consumo,
conforma “jóvenes víctimas y victimario que engrosan la estadística del horror” (Reguillo
2012).
Todo lo anterior supone que los sujetos consienten convertirse en empleados de empre-
sas del narcotráfico. El reclutamiento forzado que existió en los campamentos de Tala nos abre
preguntas sobre lo que implica mantenerse vivo en contextos de cautiverio. Lo que alcanza-
mos a percibir a través del testimonio de los sobrevivientes es que conocemos de los asesinados
porque se rebelan o porque no sirven para el “jale” que les encomiendan, y los que logran
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Alejandra Guillén González
mantenerse vivos por seguir las órdenes de los captores. Captores que, semanas atrás, eran
víctimas. Las víctimas transformadas en victimarios (están amenazadas incluso sus familias).
¿Cuándo se cruza el umbral? Si esta situación nos pone frente a uno de los desafíos más grandes
de resolver sobre el problema de personas desaparecidas y de las nuevas formas de esclavitud.
En la lógica de acumulación de capital, lo importante es que todos estos sujetos estén
dispuestos a dar su vida y su cuerpo para generar riqueza.
Los negocios del crimen organizado en México aseguran su ganancia a través de la
violencia sobregirada y la crueldad ultra especializada, que se implanta como formas de vida
cotidianas en ciertas localizaciones geopolíticas a fin de obtener reconocimiento y legitimidad
económica (Valencia 2010: 58).
Tanto los que deciden trabajar como los que son obligados, son el eslabón que se encarga
de sembrar crueldad, los que ayudan a que se reproduzca, a que el negocio continúe mientras
ellos vigilan, cocinan, venden, matan, desaparecen, son los que disponen de su imaginación
para demostrar a otros hombres que pueden ser más fuertes, más crueles, más poderosos, más
dominantes, que ese territorio es de ellos, que el negocio es para su grupo, que son los machos
alfa en la comarca (recordemos que a Martín le decían en cautiverio “aquí vienes a hacerte
hombre”). Su grupo les da identidad. Esta posibilidad incluye que su vida también pueda per-
derse en los mismos circuitos de crueldad-competencia-demostración entre grupos, machos,
con necesidad de demostrar poder.
Por último, el reclutamiento forzado o la esclavitud no necesariamente responden a
que estas empresas quieran acumular capital a través de la esclavitud. Aunque puede ser una
variable, es probable que responda más a que necesitan incrementar el número de personas
que integran sus ejércitos, pues probablemente muchos han sido asesinados, desaparecidos,
han quedado discapacitados, con algún problema mental, o huyeron con todo y sus familias.
El negocio del crimen organizado no puede existir si no hay control territorial y pro-
tección política. Por eso la violencia es clave: para expulsar a la competencia, para amenazar
autoridades, para dominar a la población y que no colabore con otras empresas o que no se
rebelen contra ellos, porque las armas les permiten tener el control del negocio de drogas, pero
no sólo, pues gracias a este poder han logrado diversificar sus negocios. Y aquí es donde regre-
samos al poder económico de los cuerpos y la vida: porque roban cuerpos para esclavizarlos,
porque roban mujeres para fines de esclavitud sexual o de otros eslabones de trabajo, porque
sin esos cuerpos destructores-destruidos no podrían asegurar el control territorial y por ende
el negocio.
Aunque exista la intención de “hacer como si las personas no hubieran nacido”, no es
posible concretarlo gracias a que siempre hay comunidades políticas de búsqueda que traen la
memoria de las personas desaparecidas al mundo de los vivos y que recuerdan su existencia al
resto de la sociedad.
500
Territorios de desaparición y esclavitud
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502
LAS SOCIEDADES RURALES ANTE LA 4T ¿NUEVA FASE
DEL NEOLIBERALISMO?
¿LA CUARTA TRANSFORMACIÓN O LA TRANSFORMACIÓN DE CUARTA?
Continuidades y simulaciones neoliberales en
el “periodo posneoliberal” mexicano
Ante todo, una declaración metodológica: la versión final de este ensayo ha sido reformulada
desde la incertidumbre, es decir, desde el más complejo de los escenarios que pueda tener
cualquier análisis social. Dicho de otra manera, este ensayo ha tenido como telón de fondo la
pandemia de Covid-19, proceso inédito en muchos aspectos y que ha provocado una intensi-
ficación de las especulaciones en torno al futuro del neoliberalismo, esa doctrina económica
que fuera calificada en 1998 por Pierre Bourdieu como la utopía de una explotación sin límites.
(Bourdieu 1998: 3) En su planteamiento original el texto se circunscribía al análisis de tres
elementos: primero, los factores políticos y económicos que en México hicieron posible, desde
los años ochenta del siglo XX, el desarrollo de procesos de reforma estructural necesarios para
la instauración y avance del modelo neoliberal; segundo, los megaproyectos como manifes-
taciones objetivas de dichas reformas, los cuales se han traducido en dinámicas de despojo y
destrucción de territorios y sus bioculturalidades, mismos que han sido sujetos a una agresiva
mercantilización; y tercero, la exploración de la posible continuidad de los anteriores elementos
en las políticas públicas del gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, quien
ha declarado el fin del neoliberalismo como uno de sus objetivos de transformación histórica
de México. En estos espacios de análisis quedaba manifiesto el papel que desde entonces y
hasta ahora ha jugado el neoextractivismo, entendido como una modalidad del extractivismo
clásico que, sustentado en el modelo neoliberal, la tecnociencia y la demanda global de bienes
y materias primas, sustancialmente las primarias clasificadas como commodities, ha profundi-
zado, como nunca antes en la historia, las capacidades de acumulación de capital por la vía de
lo que David Harvey definió como acumulación por desposesión, modificando las formas
de organización del trabajo y de la explotación de la naturaleza para alcanzar impactos sociales
505
Juan Carlos Ruiz Guadalajara
y ambientales inéditos.2 Sin renunciar al anterior esquema, lo que ahora he incorporado como
nuevo elemento de análisis tiene que ver con la disputa por el sentido de la realidad que pro-
tagoniza la fuerza política que llegó al poder el 1 de diciembre de 2018, disputa encabezada
directamente por la figura de López Obrador.
Entre sus muy variadas estrategias políticas de comunicación social, el actual gobierno pre-
tende implantar una narrativa de cambio de régimen que, como veremos, al día de hoy no se
verifica en la realidad, sobre todo en aquellos aspectos asociados a la promesa de erradicar el
programa neoliberal como eje de la política pública y con ello detener sus más nocivos efectos.
En el entramado discursivo que López Obrador utiliza como presidente es posible apreciar
una extraña combinación de recursos simbólicos, en los que se mezclan una personal lectura
nacionalista de la historia de México con la proclamación de la llegada de una nueva era deno-
minada como posneoliberal. En el fondo, esta lectura es de carácter enunciativo, mas no el
resultado de cambios o transformaciones ya verificados o en proceso de realización, es decir,
se trata de un discurso político más cercano a la propaganda pero que ha logrado arraigar
con gran eficacia en el imaginario social de amplios sectores de la población mexicana, sobre
todo en aquellos que han construido una incondicional lealtad al nuevo gobierno a partir del
incontrovertible carácter de honestidad del actual presidente.
Esto último ha sido el más poderoso capital simbólico de López Obrador, incluso al
grado de haber constituido el ingrediente central de su abrumadora victoria electoral en 2018.
De hecho, la praxis sin concesiones de la honestidad como norma de vida personal y pública
le ha permitido a López Obrador apuntalar su narrativa nacionalista de cambio con base en
la idea de una Cuarta Transformación de la vida pública de México. El eje de esta mirada
se sustenta en una especie de revolución moral, la cual implica erradicar lo que el presidente
considera como el mayor de los problemas de México, la corrupción, así como todos aquellos
factores estructurales que le han servido de sustento, principalmente el régimen neoliberal.
La proclamación de esa Cuarta Transformación histórica de México ha quedado oficializada
en el mismísimo Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, publicado en el Diario Oficial de la
Federación:
[...] Hemos llamado a este mandato popular y social la Cuarta Transformación, porque así como a
nuestros antepasados les correspondió construir modelos de sociedad para remplazar el orden colonial,
2 Para un resumen del concepto de acumulación por desposesión, véase Harvey (2005), donde el autor denomina “acumulación
por desposesión” a la continuidad y permanencia histórica de las prácticas depredadoras denominadas por el marxismo como
acumulación “primitiva” o acumulación “originaria”.
506
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
La asociación causal entre neoliberalismo y corrupción ha sido, por tanto, uno de los
ejes de la narrativa presidencial en su disputa por el sentido de la realidad, aunque con leja-
nos antecedentes, pues López Obrador la ha utilizado como arma discursiva a lo largo de
su trayectoria política. De ello ha dejado múltiples testimonios que permiten corroborar la
persistencia de su ideario en cuanto a su lectura de la corrupción como el mayor de los males
de México. Ya desde 2007, por ejemplo, al escribir sobre el combate a la corrupción, afirmó su
voluntad de
[...] No permitir que se sigan robando el presupuesto que es dinero del pueblo. Siempre he sostenido
que nada ha dañado más al país que la deshonestidad de los gobernantes, que esa es la causa principal
de la desigualdad social y económica. Siempre he creído, también, que la corrupción hay que comba-
tirla no sólo por razones de índole moral, sino porque ello permite liberar fondos para el desarrollo [...]
(López Obrador 2007: 194).
La idea es reiterada por López Obrador en casi todos sus libros, como el que escribió en
2017 previo a su triunfo electoral: “[...] reafirmo mi postura de que la corrupción es el princi-
pal problema de México [...]” (López Obrador 2017: 9). Incluso en su último libro, Hacia una
economía moral, escrito ya como presidente en funciones, López Obrador dedicó el primer
capítulo, titulado “La corrupción, el principal problema de México”, a reiterar su idea ahora
mediante la realización de un ejercicio de distorsión histórica sobre los orígenes y trayectoria
de la corrupción mexicana, estableciendo implícitamente que esta práctica hundía sus raíces
en México con la llegada de Hernán Cortés a costas de Veracruz (López Obrador 2019: 25-41).
Esta visión nacionalista de la historia, presente en todos sus escritos pero llevada al extremo
con la invención de la idea de la Cuarta Transformación, es hasta ahora uno de los mensajes
más exitosos de López Obrador frente a sus millones de seguidores.
Un proceso similar se aprecia en lo que se refiere a la interpretación del neoliberalismo,
programa económico que López Obrador ha definido como una “política de pillaje” impuesta
desde el exterior y operada por el relevo generacional de tecnócratas mexicanos entrenados
en Estados Unidos (López Obrador 2008: 89-92). Sin embargo, en su crítica constante al neo-
liberalismo López Obrador acusa rasgos de ambigüedad. Por ejemplo, en su libro La gran
tentación. El petróleo de México, escrito y publicado en 2008, afirmó que a diferencia de otros
países que se insertaron en la globalidad gradualmente, atendiendo a sus específicas realidades
y protegiendo sus intereses estratégicos, en México, por el contrario, “[...] los tecnócratas se
3 “Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024”, Diario Oficial de la Federación, 12 de julio de 2019, p. 12.
507
Juan Carlos Ruiz Guadalajara
adhirieron a la globalización sin ninguna reserva o condición [...]” (López Obrador 2008: 97).
Frente a lo que califica de fundamentalismo tecnocrático practicado por una nueva genera-
ción de funcionarios surgidos a la vida política durante la debacle económica del sexenio de
Miguel de la Madrid, López Obrador estableció que el neoliberalismo como doctrina econó-
mica demostró su fracaso en México al haber provocado un estancamiento del crecimiento
económico y un histórico aumento de la desigualdad, entre otros efectos desastrosos.
Pero dicho fracaso parece explicarse, de acuerdo con López Obrador, no necesaria-
mente por las características del modelo neoliberal, sino por la deshonestidad de la nueva clase
político-tecnocrática que llegó al poder con Carlos Salinas. En el mismo 2008 afirmó que “[...]
más allá de los defectos estructurales del modelo neoliberal, el escaso crecimiento de la econo-
mía en el país debe localizarse en el mal manejo de la política económica y en la corrupción
gubernamental [...]” (idem), idea que reitera líneas adelante al afirmar que “[...] la inviabilidad
del modelo neoliberal aplicado en México tiene que ver con la exorbitante corrupción guber-
namental, que se ha producido durante este periodo [...]” (idem). Esta concepción fue reiterada
por López Obrador en subsiguientes escritos. Destaca, por ejemplo, lo que sobre el tema escri-
bió en 2017 en su libro La salida, el manifiesto más claro de sus principios políticos y de lo que
sería su plan de gobierno en caso de ganar las elecciones presidenciales, lo que sucedió meses
después: “[...] Aun cuando el neoliberalismo se aplica en casi todo el mundo, lo peculiar o lo
característico de México es que este llamado ‘nuevo paradigma’ fue utilizado de parapeto para
llevar a cabo los robos más grandes que se hayan registrado en la historia del país [...]”. (López
Obrador 2017: 15-16).
Al igual que con su idea de la corrupción, es en su último libro, Hacia una economía
moral, donde López Obrador reafirma y profundiza su narrativa sobre el neoliberalismo. De
hecho, el capítulo segundo de esa obra se intitula “El fracaso del modelo económico neolibe-
ral”, en él su autor despliega una serie de datos duros econométricos para demostrar el fracaso
del neoliberalismo en cuanto a crecimiento económico y redistribución de la riqueza, además
de las consecuencias sociales y ambientales que más de tres décadas de aplicación de dicho
modelo han acarreado a México (López Obrador 2019: 43-61).4 Esas ideas se reiteran en el Plan
Nacional de Desarrollo, donde López Obrador afirmó que los gobiernos neoliberales fueron
reprobados por lo que denominó como su fetiche, a saber, las cifras macroeconómicas. Tras
concluir que el mayor desastre que a México trajo la aplicación de 36 años de la receta neolibe-
ral había sido la destrucción del contrato social de la posrevolución, López Obrador sentenció
categórico lo siguiente:
4 El autor hace un recuento cuantitativo de los saldos del neoliberalismo en México, destacando el crecimiento de la pobreza, la
concentración de la riqueza en un grupo minoritario, el desmantelamiento del Estado de bienestar y el saqueo de los recursos del
país. Esta lectura económica de carácter local es coincidente con el análisis global que David Harvey realiza sobre el neoliberalismo,
y que denomina irónicamente como “Hazañas neoliberales” (2015: 169-181).
508
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
[...] México fue uno de los países en los que este modelo fue aplicado de manera más encarnizada,
brutal y destructiva, y uno en los que duró más tiempo. Ello fue así porque la pequeña élite político-
empresarial que lo impuso se adueñó de las instituciones y se perpetuó en ellas mediante sucesivos
fraudes electorales. Pero ese largo y oscuro periodo terminó. En la elección del 1 de julio de 2018 el pueblo
de México determinó un cambio de rumbo en la vida pública y en las instituciones. Fue una suble-
vación legal, pacífica y democrática fruto de una paulatina toma de conciencia; el pueblo se unió y se
organizó para enterrar el neoliberalismo [...].5
5 “Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024”, Diario Oficial de la Federación, 12 de julio de 2019, p. 11. Cursivas añadidas.
6 Idem.
509
Juan Carlos Ruiz Guadalajara
que asocia aspectos concretos del presente con ideas vagas sobre episodios del pasado nacional,
pasado que ha sido troquelado en la conciencia histórica de la mayoría de la población mexi-
cana a partir de una visión maniquea y reduccionista.
Con esta base, López Obrador ha sembrado la idea de que el neoliberalismo no es
sino un neoporfirismo al que se puede derrotar emulando la moral republicana de Juárez o el
buenismo de un Madero, entre otras alternativas inventadas a partir de este juego de espejos
y del cual ha dejado múltiples huellas. En 2014, por ejemplo, López Obrador publicó un libro
intitulado Neoporfirismo. Hoy como ayer, que es su intento más acabado por asimilar el neoli-
beralismo con el porfiriato. En el último párrafo de este libro de corte ciceroniano, su autor
sintetizó una de las claves de su pensamiento histórico-político, pero también varios de los
compromisos más graves que asumió en su camino a la presidencia de México:
[...] El proyecto actual es inviable. La política económica es una copia fiel de la que se aplicó en el
Porfiriato, pero ya desde entonces quedó demostrado que ningún modelo funciona si la prosperidad
de unos pocos se sustenta en el sometimiento de muchos. Aquel fallido experimento [el porfiriato]
desembocó en una revolución armada. Hoy es indispensable derrocar al régimen del PRIAN, como
se hizo con Porfirio Díaz, pero sin violencia, con una revolución de las conciencias, despertando y
organizando al pueblo para limpiar de corrupción a México y abolir lo más pronto posible las llamadas
‘reformas estructurales’, revertir las privatizaciones y recuperar los recursos naturales y los bienes de la
nación. La salida de la crisis de México está en retomar el ensayo democrático de Madero, agregando
la práctica de la honestidad y la justicia, hasta que estas virtudes se arraiguen y conviertan en cultura,
porque sólo así podrán ser erradicadas la desigualdad y la miseria pública [...] (López Obrador 2014:
391). Cursivas añadidas.
Entre 2014 y 2018, año de su triunfo electoral, López Obrador profundizó esta narra-
tiva. Todo su proselitismo político estuvo marcado por esta visión, y ya en el poder ha hecho
de todo para convertirla en el discurso de identidad de su gobierno. Sin embargo, ha sido
desde esta última posición donde el significado de su narrativa histórica comienza a vaciarse de
muchos de sus contenidos. En otras palabras, la tan anunciada llegada de la era posneoliberal
está cada vez más lejos y el neoliberalismo goza aún de signos vitales. Veamos:
Tanto en sus matrices de pensamiento como en sus trayectorias políticas, la historia del neo-
liberalismo ha sido muy bien trazada por excelentes estudiosos de este proyecto filosófico,
político y económico, el cual transitó hacia la hegemonía en la última parte del siglo XX .7
7 Para un acercamiento a la historia del neoliberalismo como movimiento intelectual, véanse Jones (2012) y Escalante Gonzalbo
(2019). Para un entendimiento del neoliberalismo como corriente política y económica de finales del siglo XX, véase Harvey (2015).
510
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
Lo mismo podemos decir del otro proceso que le acompañó y le sirvió de base contextual, la
globalización.8 Sobre ambos procesos diversos autores han mostrado sus complejidades, así
como la necesidad de referirnos a ellos en plural. De esta forma, lo pertinente es hablar de
globalizaciones y neoliberalismos como expresiones particulares de la globalización y del neo-
liberalismo, ambos vistos como teorías o procesos de cambio económico y social. Es impor-
tante señalar que a diferencia del neoliberalismo, la última globalización se muestra como
un proceso nada nuevo en la trayectoria histórica de la humanidad. En el año 2000 Göran
Therborn había publicado un análisis sobre la globalización, en el cual abordó el problema de
la polisemia del concepto y la dificultad de conferirle una definición general desde las ciencias
sociales. Frente a ello, Therborn asumió como una definición fructífera de globalización la de
un término que se refiere a fenómenos sociales con tendencias de alcance, impacto o conexión
mundial o bien a una conciencia mundial entre actores sociales (Therborn 2000: 154).
Bajo esa perspectiva, Therborn identificó al menos seis grandes procesos globalizado-
res en la historia, todos de magnitud y alcances diferenciados, dimensionando sus efectos en
diálogo con las teorías de la formación del sistema mundo de Wallerstein o del sistema social
comunicativo de Luhmann, entre otros.9 De alcance integralmente planetario y de vertiente
predominantemente económica, la última globalización permite observar los múltiples modos
de ser global de acuerdo con la región de que se trate, pero sobre todo, del lugar que cada
Estado-nación asumió en el proceso. Así, las manifestaciones locales de procesos globales
mostraron efectos muy disímiles en todos los ámbitos, desde la reconfiguración de vocacio-
nes productivas hasta el surgimiento de corrientes contrahegemónicas de carácter cultural y
político, entre muchas otras reacciones que han sido documentadas por numerosos estudios
que intentan comprender a la románticamente denominada “aldea global”. Lo cierto es que
la globalización actual se convirtió en el fulcro de una nueva etapa del capitalismo financiero,
orientada por un tipo de pensamiento y programa económicos conocido como neoliberalismo
o fundamentalismo de mercado.
A diferencia de la globalización, podemos decir que el neoliberalismo es un proceso
económico nunca antes visto en la historia. Su peculiaridad, de acuerdo con David Harvey,
surge de haber sido una respuesta política al grave problema de la sobreacumulación de capital
global, es decir, al problema de la absorción de excedentes de capital. El carácter de respuesta
8 De acuerdo con Juan Carlos Monedero, “[...] No es posible un buen análisis del neoliberalismo sin entender la globalización, y no
es posible un buen análisis de la globalización sin una buena conceptualización del Estado [...]”, entendido éste como una relación
social vista desde el ejercicio del poder” (2017: 65).
9 Therborn planteó como la primera globalización humana es el proceso de difusión y expansión de las grandes religiones monoteís-
tas como elemento de formación de una civilización transcontinental, ubicando su periodo central entre los siglos IV y VII d.C.;
la segunda globalización se produjo por el desbordamiento de Europa con sus exploraciones navales y conquistas desde finales del
siglo XV; la tercera ola globalizadora la ubica el autor en el siglo XVIII y comienzos del XIX, también movida por potencias europeas
y su exportación de guerras; la cuarta globalización habría sido impulsada por el neocolonialismo europeo del siglo XIX hasta el
inicio de la primera guerra mundial; la quinta globalización habría respondido a la reconfiguración geopolítica tras la segunda
guerra mundial; la sexta y última globalización, la actual, ubica sus inicios en la década de los años setenta del siglo XX y está mar-
cada por su naturaleza financiera sustentada en el neoliberalismo (Therborn 2000: 158-166).
511
Juan Carlos Ruiz Guadalajara
[...] La acumulación por desposesión se agudizó cada vez más desde 1973, en parte para intentar com-
pensar los problemas crónicos de sobreacumulación surgidos en la reproducción ampliada. El meca-
nismo principal de este proceso fue la financiarización y la puesta en pie, principalmente por Estados
Unidos, de un sistema financiero internacional que pudiera, de vez en cuando, emprender acometidas
más o menos severas de devaluación y acumulación por desposesión contra ciertos sectores y hasta
territorios enteros. Pero también desempeñó un papel la apertura de nuevos territorios al desarrollo
capitalista y a formas capitalistas de mercado, como en la acumulación primitiva que tuvo lugar en los
países que trataban de insertarse en el capitalismo global como agentes activos (Corea del Sur, Taiwan
y ahora también, aún más espectacularmente, China). Para todo ello se precisaba no sólo la financia-
rización y un comercio más libre, sino un planteamiento radicalmente diferente de la aplicación del
poder estatal, que siempre ha sido un agente destacado en la acumulación por desposesión. El auge de
la teoría neoliberal y su política de privatizaciones representaba precisamente esta transformación [...]
(Harvey 2016: 124).
10 “[...] at this meeting the term neoliberal was suggested by Alexander Rüstow and was chosen as the name for a movement to revive
market liberalism [...]” (Jones 2012: 31).
512
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
11 Se pueden consultar las Actas del Coloquio Lippmann en Escalante Gonzalbo (2018). Sobre la reinvención del liberalismo a partir
del Coloquio Lippmann, incluidas las proyecciones educativas a largo plazo a través de instituciones académicas véase Laval y
Dardot (2013: 67-97).
12 Luis Montes de Oca tuvo una trayectoria política muy intensa desde sus tiempos de estudiante cuando fue opositor al régimen
de Huerta. Posteriormente trabajó a la edad de veinte años en el servicio diplomático del gobierno de Carranza, desempeñándose
como su agente y cónsul primero en El Paso (Texas) y después en Hamburgo y París. En el gobierno de Calles fue contralor gene-
ral, y entre 1929 y 1932 fue secretario de Hacienda. En el gobierno de Cárdenas se desempeñó como director general del Banco de
México. En 1940 ligó su suerte política a la figura de Juan Andreu Almazán, quien fracasó en su intento de derrotar al candidato
oficial del cardenismo, Manuel Ávila Camacho (Camp 1992: 390-391; Romero Sotelo 2019: 43-53).
513
Juan Carlos Ruiz Guadalajara
13 Para una síntesis del pensamiento de Von Mises y Hayek véase Jones (2012: 49-72).
14 La lista de patronos, fundadores y plantilla académica del Instituto Tecnológico Autónomo de México, citada en Romero Sotelo
(2019: 295-297).
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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
[...] liberalización del comercio exterior, del sistema financiero y de la inversión extranjera; orientación
de la economía hacia los mercados externos; privatización de las empresas públicas; desregulación
de las actividades económicas; estricta disciplina fiscal (equilibrio ingreso/gasto público como fin a
ultranza, que cancela el papel activo de la política fiscal para regular el ciclo económico); erradicación
de los desequilibrios fiscales previos, no mediante una mayor recaudación tributaria sino a través de la
reducción de la inversión y el gasto públicos (que trajo consigo la supresión o reducción de programas
de fomento económico general y sectorial); una reforma fiscal orientada a reducir las tasas margina-
les de impuesto a los ingresos mayores, ampliando en contrapartida la base de contribuyentes, y un
estricto marco legislativo e institucional para resguardar los derechos de propiedad [...] (Calva 2019:
580-581).
A partir de 1983, tal como sucedió en otras naciones en desarrollo, comenzó en México
el proceso de transformación jurídica para adecuarse a la nueva normatividad económica
internacional neoliberal, lo que se tradujo en la denominada desregulación, es decir, en la
eliminación o modificación de todas aquellas leyes que pudieran ser un obstáculo a la libre cir-
culación de capitales y mercancías.16 En términos generales, las etapas de este proceso fueron
15 Sobre esta idea Bourdieu señaló en 1998, es decir, en pleno auge del triunfo neoliberal, lo siguiente: “[...] Cette théorie tutélaire
est une pure fiction mathématique, fondée, dès l’origine, sur una formidable abstraction: celle qui, au nom d’une conception
aussi étroite que stricte de la rationalité identifiée à la rationalitè individuelle, consiste à mettre entre parenthèses les conditions
économiques et sociales des dispositions rationnelles et des structures économiques et sociales qui sont la condition de leur exercice
[...]” (1998: 3). Esta teoría es una pura ficción matemática, fundada desde el origen sobre una formidable abstracción: esa de que,
en el nombre de una concepción tan estrecha como estricta de la racionalidad identificada a la racionalidad individual, consiste
en poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales de las disposiciones racionales y de las estructuras económicas y
sociales que son la condición de su ejercicio.
16 Viviane Forrester sintetizó en 1996 los impactos de este proceso desregulador al afirmar entonces que “[...] la economía privada
goza de una libertad como nunca había tenido: esa libertad tan reclamada por ella y que se traduce en desregulaciones legalizadas,
515
Juan Carlos Ruiz Guadalajara
cuatro y cubrieron en conjunto tres décadas. Cada una de esas etapas estuvo caracterizada
por transiciones políticas que progresivamente aceleraron el desplazamiento del Estado por el
mercado.17
La primera se ubica entre 1983 -1988, y se caracterizó por haber sentado las bases del
cambio estructural del modelo económico. Los dos ejes rectores del cambio fueron para este
periodo el adelgazamiento del Estado y la apertura comercial. El primero se tradujo en la
privatización de empresas del Estado o que contaban con participación del Estado y tuvo
como objetivo reorientar recursos para aliviar la carga de la deuda externa. En cuanto a la
apertura comercial, el gobierno de Miguel de la Madrid dio entrada a diversos acuerdos que
se tradujeron en la disminución de la intervención del Estado mexicano en la rectoría econó-
mica del país, es decir, se inició la ruta para desmantelar el estatismo y el modelo de economía
mixta. Las primeras reformas las encontramos en la Ley de Comercio Exterior, la Ley de
Bienes Nacionales, la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y la Ley Federal
de Entidades Paraestatales, entre las más importantes de una nutrida serie de leyes y ordena-
mientos que fueron abrogados o derogados. Sin embargo, podemos señalar dos aspectos como
los más significativos en esta etapa: por un lado, la reforma que durante este periodo modificó
aspectos centrales del Artículo 28 constitucional, el cual establece los principios de la partici-
pación del Estado en la economía; por otro lado, la firma de los primeros acuerdos internacio-
nales de entendimiento comercial y arancelario, principalmente con Estados Unidos.
El Artículo 28 constitucional se había mantenido sin cambios entre 1917 y 1982. En
este último año el saliente ejecutivo, José López Portillo, impulsó su modificación para inte-
grarle un párrafo que dejó en manos del Estado la exclusividad del servicio público de la
banca, episodio conocido como “la nacionalización bancaria”.18 Inmediatamente después,
el nuevo presidente Miguel de la Madrid hizo una reforma integral del Artículo 28 consti-
tucional, la cual representó el primer atisbo importante de modificación jurídica en torno a
las modalidades de intervención del Estado en la economía y su apertura al capital privado.
Por un lado, se mantuvieron las prohibiciones de las prácticas monopólicas, de las exencio-
nes de impuestos y el proteccionismo a la industria; también se refrendó la exclusividad del
Estado para el manejo de ciertas áreas consideradas estratégicas (correos, telégrafos, radio-
telegrafía, comunicación satelital, emisión de papel moneda por un banco como organismo
en anarquía oficial. Libertad provista de todos los derechos, de toda permisividad. Libertad desenfrenada cuya lógica satura una
civilización que culmina y cuyo naufragio ella impulsa [...]” (1996: 35-36).
17 En su análisis histórico de las reformas estructurales, Ricardo Monreal plantea también cuatro ciclos, tomando como el primero
las denominadas reformas borbónicas del siglo XVIII, esquema que no compartimos para la comprensión específica de los ciclos
de implantación neoliberal en México (Monreal 2014: 41-196). En contraste, Pierre Beaucage establece tres grandes oleadas de
modernización en la historia de México, lo que permite una lectura histórica que contrasta la tradición con la idea de modernidad
desde la era novohispana hasta el desmantelamiento de los principios cardenistas iniciado en 1982; esta perspectiva es sujeta a una
lectura local sobre las consecuencias de la modernización en los pueblos campesinos e indígenas nahuas de la Sierra Norte de
Puebla (Beaucage 1998).
18 Diario Oficial de la Federación, 17 de noviembre de 1982, pp. 7-8.
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[...] La ley, con respeto a la voluntad de los ejidatarios y comuneros para adoptar las condiciones que
más les convengan en el aprovechamiento de sus recursos productivos, regulará el ejercicio de los
derechos de los comuneros sobre la tierra y de cada ejidatario sobre su parcela. Asimismo establecerá
los procedimientos por los cuales ejidatarios y comuneros podrán asociarse entre sí, con el Estado o
con terceros y otorgar el uso de sus tierras [...].21
Con ello, los individuos que participaban de la propiedad social de la tierra quedaron
habilitados para reclamar su parte como propiedad privada, abriendo la posibilidad de que la
tierra quedara sujeta a todo tipo de actos mercantiles, desde el arrendamiento hasta la venta.
Este nuevo régimen de propiedad de la tierra ejidal o comunitaria se acompañó de otras
reformas a leyes secundarias que reforzaron los objetivos mercantiles sobre el territorio y sus
recursos. Si bien las reformas constitucionales al Artículo 27 realizadas en este periodo no
eliminaron el dominio imprescriptible que la Nación ejerce sobre los recursos del subsuelo, sí
se reafirmó el principio de las concesiones que otorga el Estado como la única vía por la cual
los particulares podrían explotarlos y aprovecharlos, con excepción de los hidrocarburos y el
uranio.
La reforma al Artículo 27 constitucional fue fundamental para el avance del modelo
neoliberal en México, pues para sus impulsores era prioritario flexibilizar el acceso a la explota-
ción del territorio, objetivo que pasaba por vulnerar diversas conquistas logradas por el movi-
miento agrario durante la Revolución mexicana, una de ellas el reparto de tierras mediante
el esquema de propiedad social y su protección jurídica. Con la posibilidad de que ejidatarios
pudieran asociarse a terceros para proyectos productivos, se abrió una rendija para la actuación
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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
del capital sobre las dinámicas diferenciadas de ejidos y comunidades, principalmente para
los excedentes de capital global que darían sustento material a megaproyectos de todo tipo,
incluidos los del modelo neoextractivo (Harvey 2016: 116 -120). La llave que hizo esto posible
fueron las reformas a diversas leyes secundarias. Fue en este nivel jurídico donde se operaron
e introdujeron los esquemas que habilitaron la intervención sin límites del gran capital global
sobre los recursos del país.
Dos ejemplos centrales en este periodo los encontramos en el Reglamento de Inversión
Extranjera de 1989 y en la reforma a la Ley Minera de 1992, esta última reglamentaria del
Artículo 27 constitucional. La primera se estableció en 1989 originalmente como Reglamento
de la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Inversión Extranjera. Su obje-
tivo fue eliminar en 75% de las ramas productivas las restricciones que existían para la par-
ticipación del capital externo, además de clasificar las actividades en las cuales podría haber
participación mayoritaria de éste.22 Para 1993 y en otras circunstancias políticas en cuanto a
la composición del Poder Legislativo, el reglamento fue derogado para dar paso a la Ley de
Inversión Extranjera, la cual avanzó en la desregulación para flexibilizar aún más la participa-
ción de capital extranjero en diversas ramas productivas, en la explotación de aguas y minas,
así como en la adquisición de inmuebles por parte de extranjeros.23
En el caso de la minería, por ejemplo, se permitió la participación de empresas con
100% de capital extranjero, siempre y cuando tuvieran una razón social registrada en México.
En cuanto a la Ley Minera de 1992, podemos decir que fue este nuevo ordenamiento legal
uno de los productos jurídicos mejor logrados por el neoliberalismo salinista. Si bien se man-
tuvo en la Constitución el dominio exclusivo de la nación sobre los minerales radioactivos, la
nueva ley sentó las bases para la entrada a México del neoextractivismo minero sustentado en
megaproyectos, sobre todo porque definió en su artículo VI la explotación de minerales como
causa de utilidad pública: “[...] La exploración, explotación y beneficio de los minerales o sus-
tancias a que se refiere esta Ley son de utilidad pública, serán preferentes sobre cualquier otro
uso o aprovechamiento del terreno, con sujeción a las condiciones que establece la misma, y
únicamente por ley de carácter federal podrán establecerse contribuciones que graven estas
actividades [...]”.24 Al declarar como preferente la minería por sobre cualquier otro uso o apro-
vechamiento del terreno, la nueva ley minera prácticamente convirtió en causa de utilidad
pública el interés del capital corporativo, principalmente el de origen extranjero.
22 Véase Diario Oficial de la Federación, 6 de mayo de 1989. De acuerdo con Jorge Witker, quien cita la opinión del jurista Cervantes
Ahumada, el gobierno de Salinas adoptó la técnica reglamentaria y no la legislativa en este tema ante las dificultades que para el
Partido Revolucionario Institucional representaba entonces la composición de la Cámara de Diputados, en la cual el ejecutivo no
tenía mayoría para lograr la aprobación en un tema tan polémico como el de la apertura de diversas ramas productivas al capital
externo (Witker 1989: 975-979). En otros temas como la reforma al Artículo 27 constitucional o bien aspectos relacionados con los
intereses conservadores de la derecha mexicana o del episcopado mexicano, el cambio se dirigió hacia reformas constitucionales.
Sobre este último proceso véase Carrillo Nieto (2010).
23 Diario Oficial de la Federación, 27 de diciembre de 1993.
24 Diario Oficial de la Federación, 11 de agosto de 2014, p. 3.
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laboral que alteraron y restringieron el acceso de los trabajadores al goce de derechos labora-
les, fundamentalmente la estabilidad en el trabajo. Todas las modificaciones en el mundo del
trabajo se sustentaban en el criterio neoliberal de la competitividad y la calidad, un discurso
que fue utilizado por el gran capital para justificar la pérdida de derechos de los trabajadores
por ser, según el empresariado, causa de improductividad y de pérdida de competitividad.
A la pérdida de derechos se añadió una situación de precarización del salario también como
estrategia empresarial de competitividad comparativa. En otras palabras, el mundo del trabajo
fue severamente castigado en México para poder atraer inversión bajo el argumento de los
“salarios competitivos” y las “garantías para la inversión”. Incluso el sistema de pensiones que
dependía de los mecanismos de la seguridad social del Estado mexicano se privatizó, es decir,
que se transformó en un gran negocio para diversas compañías que incursionaron en el venta-
joso y lucrativo esquema del ahorro para el retiro. Así, en 1997 se impuso dicho esquema para
que las pensiones de retiro fueran ahora el producto del ahorro que los trabajadores hacían
en su desempeño laboral, sin embargo, el beneficio fue para las empresas administradoras de
esos fondos a través de elevadas comisiones y de una baja tasa de retorno de ganancia para el
trabajador.
En este periodo también se redefinió el carácter de lo estratégico para el Estado mexi-
cano, cuando en 1995 Zedillo impulsó una nueva reforma al Artículo 28 constitucional, orien-
tada bajo el criterio de liberalizar para el capital nuevas áreas que se mantenían bajo dominio
del Estado. En esa reforma se refrendaba la rectoría económica del Estado mexicano sobre las
siguientes áreas clasificadas como estratégicas: los correos, la telegrafía, la radiotelegrafía, el
petróleo y los hidrocarburos, la petroquímica básica, los minerales radioactivos y la energía
nuclear, la electricidad y “[...] las actividades que expresamente señalen las leyes que expida
el Congreso de la Unión [...]”. En contraste, se liberalizaron las comunicaciones vía satélite
y los ferrocarriles, que de ser áreas estratégicas se convirtieron en prioritarias, por lo que sin
renunciar al “dominio” final de las vías de comunicación, el Estado quedaba facultado para
concesionar dichas áreas a particulares para su aprovechamiento comercial.28 También en este
periodo se dieron los primeros pasos para la posterior apertura del sector eléctrico a la genera-
ción de energía por particulares. Lo mismo sucedería con la distribución de gas natural.
Para el año 2000, el desmantelamiento económico del Estado mexicano lo había subor-
dinado a la economía global y disminuido notablemente sus capacidades soberanas para dictar
su política económica interna. Las garantías dadas a la inversión habían implicado la desapa-
rición de conquistas y derechos sociales, además de la precarización salarial como estrategia
de competitividad. Pese a todo, ninguno de los gobiernos que implantaron el neoliberalismo
en este periodo se atrevió a sugerir la privatización de Petróleos Mexicanos (Pemex) y de la
Comisión Federal de Electricidad (CFE).
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29 Para una visión sintética de las reformas emprendidas por Calderón en su periodo de gobierno véase Roberto Gutiérrez (2014:
32-58).
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Neoliberalismo y megaproyectos
La amplia e inabarcable bibliografía aparecida en los últimos treinta años en México y que
intenta dar razón de los impactos sociales y culturales de la praxis económica neoliberal,
coincide en establecer que dicho modelo ha provocado una desigualdad económica sin prece-
dentes además de profundos impactos socioambientales.30 En el caso mexicano, ese daño ha
tenido como sostén la subordinación del Estado a los intereses geopolíticos del capital global.
Lo anterior se tradujo en la renuncia que los gobiernos neoliberales hicieron de cumplir con el
precepto constitucional que hace del Estado mexicano el principal responsable de promover
el desarrollo económico y el bienestar social. Todas las reformas y modificaciones legales que
revisamos en el apartado precedente muestran que la idea de Estado neoliberal se implantó en
México a partir de una reinterpretación de su papel constitucional. Para los gobiernos neoli-
berales la mejor promoción del desarrollo que el Estado podía realizar consistía en asumir la
idea de Estado mínimo, es decir, el Estado que renuncia a ejercer sus poderes para no estorbar
la libre circulación de bienes y capitales.
Las transformaciones jurídicas que se instrumentaron en México para dar entrada al
neoliberalismo económico, sobre todo aquellas que flexibilizaron el acceso del capital global
a la explotación a gran escala de la naturaleza (conceptualizada por la lógica mercantil del
capital como recursos naturales) respondieron a una tendencia global de crecimiento inédito
en la demanda de materias primas por parte de economías desarrolladas y emergentes. Fue
esta una de las bases que estimuló al neoextractivismo en sus diversas manifestaciones. A ello
debemos agregar la necesidad que han tenido los poderes hegemónicos de garantizar el acceso
a las reservas mundiales de recursos que son clasificados como estratégicos o críticos para
30 Frente a la reiterada explicación del actual presidente López Obrador sobre la corrupción como la principal causa del fracaso
neoliberal en México, podemos anteponer la de José Luis Calva, quien desde la perspectiva de la ciencia económica concluye que
“[...] La razón estratégica del decepcionante desempeño de la economía mexicana bajo la ortodoxia económica neoliberal puede
resumirse así: las realidades de la economía (en general) y del comercio internacional (en particular) no se ajustan al modelo teórico
del neoliberalismo [...]” ( Calva 2019: 594).
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mantener modelos de hegemonía tecnológica, es decir, para sostener el consumo y sobre todo
el abastecimiento de insumos necesarios para el funcionamiento de la tecnología derivada de
lo que ahora se denomina como cuarta revolución industrial. Se trata de insumos que involu-
cran el desarrollo de nuevas tecnologías, algunas con aplicaciones armamentísticas y por tanto
indispensables para el mantenimiento de la ventaja militar de un grupo selecto de naciones.
La disputa por los denominados recursos naturales, en combinación con el cada vez mayor
excedente de capital global en busca de nichos para su reproducción, ha afectado de manera
especialmente crítica a países que cuentan con reservas naturales, o que pueden convertirse en
receptores de megaproyectos de infraestructura. Si hacemos una lectura del problema desde la
perspectiva del materialismo histórico-geográfico de David Harvey, es posible establecer que
tanto el neoextractivismo como la inversión de excedentes de capital global en proyectos de
infraestructura pueden ser definidos como megaproyectos. Ambas manifestaciones o expre-
siones del capital global inciden agresivamente sobre territorios y requieren el uso de ingentes
recursos obtenidos de la explotación de la naturaleza.31
Existe, por tanto, una simbiosis entre los proyectos neoextractivos y la categoría de
megaproyectos. Ambas expresiones mantienen como condición de posibilidad el acceso al
territorio y su modificación irreversible, incluyendo el impacto sobre las comunidades que lo
habitan. De acuerdo con Pérez Negrete, los megaproyectos en su versión actual tienen como
característica la transformación radical y en tiempo breve de espacios regionales. Esta trans-
formación modifica y generalmente destruye definitivamente territorios, paisajes, sistemas
ambientales, sistemas de organización social y relaciones sociales y económicas de los grupos
que habitan el espacio sobre el que se despliega el excedente de capital global bajo la forma de
un megaproyecto.32 Los megaproyectos adquirieron nuevas características a partir de los años
ochenta del siglo XX, principalmente como producto de los avances tecnocientíficos, los cuales
han hecho de los megaproyectos intervenciones de escala nunca antes vista sobre el territo-
rio, aspecto que los equipara con prácticas extractivistas sustentadas en grandes capitales y
orientadas a la máxima ganancia. Los megaproyectos neoliberales además priorizan el interés
empresarial por sobre el de las comunidades, sus territorios y patrimonios, generalmente con
el respaldo de las instituciones de un Estado también neoliberal. Las transformaciones espa-
ciales que provocan los megaproyectos son de tal magnitud, que generalmente se acompañan
de desplazamientos forzados de población, segregación, deslocalización, violación de derechos
humanos, violencia en múltiples expresiones, despojos, división de comunidades, eliminación
31 De acuerdo con Bartelt, el extractivismo es en principio un concepto económico que se sustenta en la sobrexplotación de recursos
naturales, de forma tal que la minería y la producción de hidrocarburos son prioritarias “[...] pero también la producción agroin-
dustrial, por ejemplo, de soya, o de alimentos para biocombustibles, como la caña de azúcar. En un sentido más amplio, hay que
contar también los grandes proyectos de infraestructura, sin los cuales el extractivismo no puede funcionar [...]” (Bartelt: 2019: 60).
32 Margarita Pérez Negrete (2017: 23-53) señala que la definición más consensuada sobre lo que es un megaproyecto es la de Strassman
y Wells, que definen a los megaproyectos como “[...] obras de gran escala que se despliegan sobre el territorio en una suerte de
ocupación territorial porque, como la definición menciona, existe ahí una transformación, una alteración del paisaje que necesa-
riamente tendrá implicaciones de orden social y medio ambiental sobre las formas de vida prevalecientes [...]”.
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33 Paul K. Gellert y Barbara D. Lynch definen los desplazamientos generados por megaproyectos como procesos socionaturales:
“[...] All mega-projects displace dirt and substrate, thereby altering the biological, geological, and physical attributes of landscapes
significantly. Mountaintops are removed to fill streambeds, harbours peepened and protected by artificial piers, river and aquifer
courses altered, lands cleared, levelled, and plantes with neat rows of trees. Changes in soil characteristics, land forms, and habitat
result in changes in species composition with long-term economic, cultural, and health consequences. So, when we think about
displacement by mega-projects, we need to look beyond the fate of humans displaced by roads, mines, and rising reservoir waters
to include (1) displacement of significant volumes of rock and soil, (2) displacement of hydrological patterns, (3) the displacement
of natural habitats and the creation of new ones (e.g., stagnant pools of water for mosquito breeding or open fields on military
bases), (4) displacement of species and plant and animal communities that goes along with displacement of niches, and (5) the
resultant disappearance of livelihood opportunities for resource-dependent communities [...]” (2003: 17). Todos los megaproyec-
tos desplazan tierra y subsuelo, alterando significativamente los atributos biológicos, geológicos y físicos del paisaje. Las cimas de
las montañas son removidas para llenar cauces de ríos, se abren puertos y se protegen con muelles artificiales, los cursos de los ríos y
acuíferos son alterados, las tierras despejadas, niveladas y plantadas con ordenadas filas de árboles. Los cambios en las características
del suelo, en la forma del terreno y en hábitat provocan cambios en la composición de las especies con consecuencias económicas,
culturales y de salud a largo plazo. Por lo tanto, cuando pensamos en desplazamientos por megaproyectos, necesitamos mirar más
allá del destino de los humanos desplazados por caminos, minas y crecientes depósitos de aguas para incluir (1) el desplazamiento
de significativos volúmenes de rocas y tierra, (2) el desplazamiento de patrones hidrológicos, (3) el desplazamiento de hábitat
naturales y la creación de nuevos (por ejemplo, depósitos de agua estancada para la reproducción del mosquito o campos abiertos
para bases militares), (4) el desplazamiento de especies y comunidades de plantas y animales que van con el desplazamiento de los
nichos, y 5) la consiguiente desaparición de las oportunidades de sustento para las comunidades dependientes de recursos.
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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
rápido posible al espacio territorial que desean explotar. Esta estrategia es central para aquellos
megaproyectos que encuentran resistencias sociales en defensa del territorio y sus recursos
bioculturales. El segundo factor, el de las respuestas diferenciadas que encontramos por todo
el territorio frente a megaproyectos, responde a una serie de factores históricos que nos han
demostrado la capacidad de algunos pueblos, principalmente los originarios, en la defensa de
sus territorios, lo que contrasta con regiones mestizas donde no siempre existe un vínculo tan
profundo con la tierra.34
En síntesis, el neoliberalismo a la mexicana habilitó la llegada de numerosos megapro-
yectos, todos equiparables a proyectos neoextractivistas por el volumen de recursos naturales
que desplazan o requieren, lo que ha provocado una nueva condición de vida para todas aque-
llas comunidades “receptoras” de los “beneficios” de estas inversiones. Esa nueva condición
de vida se ha caracterizado por la amenaza permanente a los territorios, a su bioculturalidad y
a las relaciones sociales que les han dado sentido. La irrupción de megaproyectos en diversas
regiones del país ha ido además acompañada por formas muy variadas de violencia, desde la
discursiva hasta la física, pasando por la violencia de Estado, lo que ha permitido el retorno
de economías de enclave, la pérdida de derechos, pero sobre todo la destrucción de espacios
físicos y sociales, insumos imprescindibles para la continuidad de prácticas económicas y polí-
ticas sustentables en términos socioambientales. Todos los despojos territoriales (desposesiones
diría Harvey), los desplazamientos, la violencia, las fracturas sociales, etcétera, que han gene-
rado los megaproyectos neoliberales contaron con una capa de barniz jurídico que intentaba
mostrar su “legalidad”.
Otra consecuencia del neoliberalismo a la mexicana fue la conformación de poderes
fácticos o metapoderes constituidos por corporaciones trasnacionales, grupos político-empre-
sariales y redes de complicidad que operaron en distintos niveles, la imposición de megapro-
yectos de diversa índole sobre territorios y comunidades vulnerables. Estos poderes fácticos,
sustentados en el dinero acumulado y en la propiedad de poderosas empresas y oligopolios,
han ejercido durante tres décadas una influencia enorme en las decisiones políticas, al grado
de haberse constituido en factores que ralentizaron el proceso democrático de México. Como
promotores y beneficiarios del neoliberalismo y del Estado mínimo, los poderes fácticos no
se constituyeron exclusivamente con los círculos político-empresariales de elite, sino que se
nutrieron también de grupos de la delincuencia organizada que asumieron un lenguaje neo-
liberal para autodefinirse como “empresas”. Estos poderes fácticos delincuenciales de carácter
clandestino comparten con los de cuello blanco el objetivo de la máxima ganancia en sus
negocios, así como la cooptación de actores políticos en distintos niveles. Estamos ante una de
las consecuencias más desastrosas del neoliberalismo a la mexicana.
34 “[...] los ‘daños ambientales’ no se pueden separar de sus repercusiones sobre los seres humanos, para quienes el medio ambiente
representa igualmente el mundo en el que viven y con el que conviven. Por eso, los daños ambientales son también daños a sus
medios de subsistencia, que nunca o sólo rara vez están asegurados, y eso ya no siempre lo aceptan los seres humanos [...]” (Bartelt
2019: 72-73).
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Juan Carlos Ruiz Guadalajara
Finalicemos abordando como conclusión de este ensayo el problema medular que le inspiró.
¿Es la Cuarta Transformación el fin del neoliberalismo en México? De ser así, ¿cuál es el nuevo
modelo y por lo tanto el nuevo régimen que lo sustituirá? La pregunta que interroga sobre
lo que se necesita hacer para acabar con el neoliberalismo en México debe, necesariamente,
reflexionar sobre los aspectos más básicos que lo han hecho posible, para después averiguar si
el nuevo gobierno muestra estrategias dirigidas a su desmantelamiento. Una primera respuesta
se encuentra en todas las reformas estructurales que entre 1983 y 2014 se instrumentaron para
darle forma al régimen neoliberal. Desde esta perspectiva, proclamar la desaparición del neo-
liberalismo en México requiere un proyecto político dirigido a desmontar, “lo más pronto
posible” (AMLO dixit) (López Obrador 2014: 391), ese entramado jurídico, para sustituirlo por
otro que responda a la aspiración social y política de un nuevo modelo basado en principios
diferentes. Ello no ha sucedido a tres años del gobierno del presidente López Obrador, y tam-
poco se visualiza como un proyecto a futuro. Por el contrario, al ser cuestionado sobre una
posible reforma al Artículo 27 constitucional que revierta la mercantilización de la propiedad
social de la tierra (una de las joyas de la corona neoliberal) López Obrador ha manifestado
claramente que eso no está en sus planes.
Tampoco está en sus planes abrogar, por ejemplo, el artículo sexto de la Ley Minera
de 1992, a pesar de ser inconstitucional. En este tema el presidente ha declarado la suspen-
sión de nuevas concesiones mineras bajo el argumento de que las otorgadas en el “periodo
neoliberal”, que equivalen a la tercera parte del territorio nacional, son más que suficientes
para que las mineras nacionales y trasnacionales trabajen por varias generaciones. Ello sig-
nifica que las resistencias y los conflictos socioambientales en contra de la megaminería y en
defensa del territorio se agudizarán. Ni siquiera se ha considerado la posibilidad de dotar a los
pueblos y comunidades de instrumentos legales efectivos que les permitan controvertir con-
cesiones mineras otorgadas sobre sus territorios. Algo similar sucede con la reforma energética
que abrió la explotación de hidrocarburos a la inversión privada nacional y foránea. Hasta
el momento, y a pesar de contar con posibilidades políticas para abrogar dicha reforma, el
presidente López Obrador no muestra voluntad de cumplir su compromiso de “revertir las
privatizaciones y recuperar los recursos naturales y los bienes de la nación” (idem), pues lo más
que ha hecho el gobierno ha sido suspender las rondas de licitación para explotación petrolera,
bajo el argumento de que las empresas (nacionales y extranjeras) beneficiadas en las rondas
anteriores no han cumplido con la proyectada producción de hidrocarburos. Quizá la excep-
ción la encontramos en la iniciativa de reforma eléctrica, sin embargo, ésta garantiza al capital
privado la intocabilidad de las concesiones ya adquiridas y un porcentaje significativo del
mercado (46%) como un gesto político dirigido a evitar controversias jurídicas internacionales.
En materia fiscal el presidente ha declarado tajante que no habrá reformas al menos en
la primera mitad de su mandato, lo que se complementa con una disciplina macroeconómica
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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
y monetaria muy a tono con las recomendaciones de los organismos financieros internacio-
nales. La estrategia ha sido eliminar las condonaciones de impuestos a los grandes capita-
les, aumentar la base gravable y combatir los fraudes fiscales. Con ello el gobierno de López
Obrador ha logrado una notable recaudación de impuestos, principalmente sobre la base de
recuperar grandes adeudos y mantener una férrea disciplina, neutralizando con ello los efectos
nocivos de las calificadoras neoliberales, las cuales han reconocido la eficacia recaudatoria de
la Cuarta Transformación.35 También permanecen intactas las políticas de atracción de inver-
sión extranjera directa, lo que habla de una actitud política dirigida a garantizar jurídicamente
dichas inversiones y los derechos de propiedad, elementos centrales del decálogo neoliberal.
En medio de esta disciplina, la Cuarta Transformación apoyó la reformulación del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte para dar lugar al Tratado entre México,
Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que garantiza la continuidad del fundamentalismo del
mercado de bienes y capitales en la región de Norteamérica, elemento esencial de la praxis
neoliberal y uno de los instrumentos que más vulneran la soberanía nacional. En este punto
no se puede argumentar que se trata de un acuerdo heredado por el gobierno de Peña Nieto,
pues en la parte final de las negociaciones participaron representantes de López Obrador ya
como presidente electo. Por este motivo, llama la atención que el capítulo de controversias del
T-MEC haya mantenido el predominio de los intereses empresariales en materia de elección
de tribunales contenciosos, pasando por encima de los derechos y capacidades jurídicas y de
acceso a la justicia de pueblos y comunidades, aspecto en el que México resulta el país más
perjudicado en aquel acuerdo trilateral. El beneplácito de López Obrador frente a la integra-
ción económica de América del Norte vía el T-MEC le ha llevado a reafirmar su optimismo en
la llegada de inversión extranjera directa, en el flujo de capitales y en la instalación de empresas
foráneas que proporcionen oportunidades laborales en diversas regiones del país:
[...] Es un hecho que el Tratado atrae más inversión extranjera para la industria de exportación [...]
de manera que el T-MEC representa crear más oportunidades de negocios para empresarios y comer-
ciantes, así como puestos de trabajo mejor pagados en beneficio de técnicos y profesionales con altos
niveles académicos. Ello además de la generación de empleos para mujeres y hombres del Bajío y del
norte del país; debe tenerse en cuenta que actualmente trabajan en las plantas maquiladoras 3 000
000 de obreros y que, de ellos, 1 000 000 laboran en empresas de la industria automotriz. Así pues,
estamos convirtiendo a México en un país con pleno derecho al trabajo, pero también en una nación
35 En septiembre de 2021 el presidente López Obrador expresó lo siguiente sobre el tema: “[...] Ahora estamos mejorando nuestra
recaudación de impuestos, procurando cobrar a grandes corporaciones nacionales y extranjeras que se las ingeniaban para no pagar
sus contribuciones –lo que es lo mismo: para delinquir– y gozar de impunidad. Hoy, la Hacienda Pública se está fortaleciendo
mediante la fórmula de no permitir los fraudes fiscales. Un dato: aun con la crisis de la pandemia de COVID-19, los ingresos del
Gobierno Federal al primer semestre de este año sumaron un billón 856 mil 246 millones de pesos, es decir, fueron 1.1% superiores
en términos reales al mismo periodo del año pasado [...]” (López Obrador 2021: 71).
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con abundantes oportunidades de negocio, para que sus habitantes de todas las clases sociales tengan
la posibilidad de gozar de bienestar, paz y felicidad [...] (López Obrador 2021: 68-69).36
36 En esta obra de reciente aparición, López Obrador dedicó un subapartado del último capítulo al tema del T-MEC bajo el título de
“La oportunidad del Tratado” (2021: 295-300).
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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
[...] El turismo, como ya dijimos, es una importante fuente de ingresos para el país. La potencialidad
turística que tenemos es cuantiosa por la grandeza cultural de México. En todo el territorio nacional
hay bellezas naturales incomparables, playas, selvas, bosques, fauna, cerros, barrancas, ríos, lagunas,
caídas de agua (cascadas), pueblos mágicos, ciudades coloniales y algo único, excepcional: la gran
diversidad cultural que conforma nuestro país, el cual es un mosaico cultural habitado por 62 etnias
con costumbres, tradiciones, lenguas y organización social comunitaria que forman parte del México
profundo, heredero de las grandes civilizaciones que hace miles de años habitaron nuestro territorio
[...] (López Obrador 2021: 289-290).
37 Sobre el tema véanse Giovanna Gasparello et al.(s.f.). En cuanto la idea de un neoliberalismo de Estado propia de gobiernos pro-
gresistas de izquierda latinoamericana, véase el texto de Jan Lust (2015) donde muestra el caso del gobierno de Ollanta Humala
como una forma “socialmente inclusiva de neoliberalismo”, sustentada en políticas que intentaron superar los fracasos de los
gobiernos neoliberales de Fujimori, Toledo y García a través del incremento en el gasto social y a partir de los recursos generados
por las actividades extractivas mineras y sus megaproyectos. Lust denomina a esta modalidad de intervención estatal como neoli-
beralismo de Estado, es decir, gestionado y regulado desde el poder, lo que contrasta con un Estado neoliberal.
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Juan Carlos Ruiz Guadalajara
No tengo por el momento una respuesta clara a la falta de voluntad política que mues-
tra la Cuarta Transformación para comenzar a desandar el neoliberalismo a partir de pasos
consistentes. De hecho, en el ámbito latinoamericano no contamos con un gobierno progre-
sista que haya intentado desmantelar seriamente la política neoliberal. Baste pensar en Lula,
en Evo Morales o en Rafael Correa, quienes desde diversas perspectivas ahondaron la ejecu-
ción de megaproyectos neoextractivistas ahora bajo el discurso desarrollista. López Obrador
ha señalado su intención de establecer un Estado de bienestar, base de su propuesta de feli-
cidad colectiva. Sin embargo, dicha propuesta no está sustentada en un modelo económico
diferente o alternativo, lo que indica que el verdadero proyecto de transformación está dirigido
a convertir el neoliberalismo en una especie de neoliberalismo social, tal vez un neolibera-
lismo pasteurizado, higienizado de corrupción para que pueda funcionar “como Dios manda”.
Existe también la posibilidad de que la propuesta de la Cuarta Transformación sea un nuevo
modelo de economía mixta, pero ahora bajo la mezcla de un Estado neoliberal de bienestar,
especie de oxímoron que paradójicamente funcionaría por voluntad política y no por la mano
invisible del mercado.
Lo cierto es que el presidente López Obrador no está aprovechando una condición
favorable que tal vez no se vuelva a repetir para desandar el camino neoliberal: su actual mayo-
ría como fuerza política representada en el Congreso de la Unión y en múltiples congresos
estatales, situación sin igual para dar pasos verdaderos hacia una transformación que real-
mente sea de magnitudes históricas. La persistencia del neoextractivismo y los megaproyectos
desarrollistas que impulsa el nuevo gobierno en el sureste son indicadores de la continuidad
que se dará a los procesos de desposesión y de ahondamiento de la crisis climática. No es sufi-
ciente la idea de integrar como “socios capitalistas” a los pobladores y dueños de las tierras de
las regiones involucradas en los nuevos megaproyectos, principalmente el corredor del Istmo y
el Tren Maya. La evidencia indica que estas estrategias no atenuarán los impactos ambientales
y socioculturales, y tampoco lograrán regular o controlar los procesos de expansión y explota-
ción capitalista sobre los recursos bioculturales de aquellas regiones.
López Obrador tampoco está siendo consecuente con su discurso antineoliberal en
el contexto de la pandemia de Covid-19. Este proceso catastrófico, aún sin visos de pronto
alivio, ha provocado una reafirmación de la narrativa lopezobradorista en torno al fin del
modelo neoliberal, percepción que le ha estimulado a profundizar en la imposición de sus
megaproyectos y en todas sus políticas que denomina de transformación. Incluso el presidente
ha llegado a afirmar que la Covid-19 no es la causa principal de la recesión económica que
hemos comenzado a experimentar, sino que se trata del agotamiento del neoliberalismo y su
final caída precipitada por la pandemia. Esto le ha servido de base para anunciar la profundi-
zación de sus políticas desarrollistas y neoliberales, bajo el contradictorio argumento de que no
se puede aplicar el paradigma neoliberal para enfrentar la crisis económica, refiriéndose con
esto último a la dinámica de los rescates de empresas privadas por la vía del endeudamiento
con organismos internacionales. Sin embargo, es muy pronto para poder establecer con visos
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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
Referencias bibliográficas
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535
TESTIMONIOS RURALES
LA MAZORCA SE EMPEZÓ A DESGRANAR1
Héctor Álvarez Álvarez. Na chuskia je, buenas tardes a todos, con el permiso de todos ustedes
vamos a exponer la experiencia que tuvimos nosotros, como comunidad, ante una empresa
transnacional que viene practicando lo que es la agricultura industrial. Antes que nada, qui-
siera mencionarles un poquito la historia de nuestra comunidad.
Nuestra historia, como comunidad originaria su nombre es Tumasïo ya por la invasión
y por la evangelización, se le denominó Santo Tomás, pero originalmente se llama Tumasïo.
Nosotros fuimos fraccionados de una comunidad madre que se llama Nurío que está en
la Meseta Purhépecha; nosotros, hace aproximadamente como tres siglos emprendimos el
camino hacia nuestra nueva instancia en donde está nuestro nuevo territorio. Nuestro nombre
original, como les dije se llama Tumasïo, que en castellano sería “el eco” o “el sonido de los
pies”. Ya al establecernos en esta nueva región que está aproximadamente a treinta minutos
de aquí de Zamora, ahí estamos privilegiados porque estamos entre casi dos climas, un clima
templado y un clima un poco más cálido, entonces ahí se da una gran variedad de cultivos.
Al principio, siempre se ha sembrado lo que son las semillas nativas, semillas criollas, en este
caso, el maíz, la calabaza, el frijol, el janamargo y ya en las últimas décadas se quiso introducir
lo que sería maíz transgénico, pero como somos originarios no aceptamos el sabor del maíz
transgénico, no nos servía para los usos que le damos al maíz y otras cosas, entonces decidimos
que no.
Ya por ahí del año 2000 se da una sentencia agraria en nuestra comunidad, la resolu-
ción presidencial, de hecho, la comunidad de Santo Tomás tiene la carpeta básica en ese año.
En 2006, desafortunadamente, entra lo que es el Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin
Regularizar (FANAR) para la aceptación de pequeños propietarios, y como les digo, nosotros
somos una comunidad originaria, allá nuestra máxima autoridad es una asamblea y lo que se
decide en la asamblea es lo que se tiene que hacer y, cuando entra en 2006 este famoso FANAR
pues no se lleva a consulta, no se llevó a asamblea.
1 Intervención oral de las autoridades y comuneros de Santo Tomás, municipio de Chilchota, Michoacán.
539
Héctor Álvarez y Napoleón Márquez
Entonces nosotros, o pocos de los que se dieron cuenta, estaría hablando del comi-
sariado de bienes comunales que acepta esto y unos registros de terrenos, con la idea de que
si se dan esos registros o ese padrón, tendríamos la posibilidad de poder gestionar recursos,
como es el caso de Procampo y todo eso. Mucha gente se fue con eso, pues ya teniendo ese
documento que lo avala vas a ser meramente dueño de tu tierra, sabiendo que nosotros vivi-
mos o estamos en un terreno comunal, que es común, porque en esa comunidad todos somos
comunes, nadie es más, nadie es menos y todos nos regimos ante una asamblea y ahí es donde
se pone todo eso. Entonces, una vez que se da el FANAR, se hace un padrón de ejidatarios que
solamente son los únicos que van a poder hablar, opinar en la asamblea. Se supone que desde
que nacimos en una comunidad indígena que está regida por usos y costumbres, nosotros
tenemos todo ese derecho de ser comuneros, no solamente los que tengan ese padrón o estén
empadronados o que tengan terrenos; o sea, todos tenemos derecho de ser comuneros.
Nosotros tenemos esa dicha de tener terrenos comunales, al tener esos terrenos comu-
nales nosotros no pagamos predial, no pagamos eso porque son meramente terrenos nuestros,
nosotros cuidamos esos terrenos, nos esforzamos por cuidar no solamente la tierra, sino lo que
es el territorio. Sabemos muy bien que el territorio abarca lo que es flora, fauna, todo esto,
entonces nosotros hemos tratado de cuidar todos nuestros bosques, todos los animales nativos
que hay ahí y sabemos bien que cuando una empresa viene, a él le vale todo eso, no le importa
la vida silvestre, todo eso. En el año de 2012, desafortunadamente, empieza nuestro “viacrucis”
podemos llamarlo, cuando llega la Empresa Agrícola Superior de Jacona. Esta empresa llegó a
rentar los terrenos ahí en Santo Tomás para la siembra de fresa, de frambuesa, creo que nada
más dos cosas son, pero vuelve a enajenar a algunos comuneros diciéndoles que les va a dar
empleo, que les va a pagar por hectárea al año diez mil pesos, doce mil pesos y, como les decía
desde un principio, ahí nada más se sembraba lo que era maíz criollo, maíz nativo y otras
cosas, pero nada más eran de autoconsumo.
Esa empresa, cuando entró en ese año de 2012, empezó bien, a dar empleos, empezó
todo bien pero ya después de un par de años fue cuando empezamos a ver que no era una
empresa responsable, en varios aspectos, son varias cosas las que vamos a mencionarles, pero
me detendré en una pausa para darle el micrófono a mi compañero y ahorita volveré para
retomar otro tema.
Napoleón Márquez Serano. Na chuskia je, buenas tardes a todos, aquí con el permiso
de mis autoridades, líderes comunales aquí presentes y desde luego con el permiso de todos
ustedes, vamos a hacer también uso de la palabra. Mi nombre es Napoleón, soy originario de
la comunidad indígena de Santo Tomás, que aquí mi compañero ya expresó sus característi-
cas. Efectivamente, en Santo Tomás nosotros somos una comunidad indígena, nos regimos en
usos y costumbres. Ahí, en nuestra comunidad tenemos un jefe de tenencia, un comisariado
de bienes comunales, tenemos un comité de agua potable, un comité de vigilancia, un consejo
comunal y un juez menor de tenencia. Todas estas autoridades ahí es lo que nos permite a
nosotros organizarnos como comunidad para todos los aspectos: en lo religioso, en lo cultural,
540
La mazorca se empezó a desgranar
en las fiestas; así trabajamos ahí en Santo Tomás y el compañero y un servidor formamos aho-
rita parte del consejo comunal.
Sobre la problemática, efectivamente en 2012 llega esta empresa de nombre Agrícola
Superior de Jacona, esta empresa capitalista, le decimos nosotros, y llega con esta bandera, con
esta consigna de decir “traemos el progreso a esta comunidad, les vamos a dar trabajo, vamos
a usufructuar sus terrenos y van a tener trabajo”. Entre algunos compromisos que hace esta
empresa con la comunidad es de que año con año esta empresa debería apoyar a la comuni-
dad con una obra de gran impacto en la comunidad y cada año iba a aumentar el costo de la
renta por hectárea que, en un inicio, fueron nueve mil pesos, el compromiso fue que año con
año iba a aumentar la renta mil pesos. El problema surge de que ya la empresa, estando ahí
seis años en nuestra comunidad, pues no veíamos nosotros ninguna mejoría, ninguna obra,
al contrario, ya empezamos a ver los problemas que nos estaba ocasionando dicha empresa.
En una de nuestras asambleas, nuestro comité de agua potable nos informó que las
condiciones que tenía la red de agua potable, que es una toma desde Carapan, del ojo de
agua hasta Santo Tomás, pues ya estaba en malas condiciones. No faltó el comunero que
dijo: “bueno ya son seis años y no vemos que la empresa haga algo ¿por qué no le decimos a
la empresa que sea esa su primera obra? Que nos apoye con la renovación del sistema de agua
potable”; entonces se hizo un comité para esa obra, hicimos el trabajo y el monto ascendía más
o menos como a 400 mil pesos. Entonces la empresa se negó rotundamente y en esa ocasión
vimos que varios comuneros estaban a favor de esta empresa porque no faltó el que dijo “la
empresa sí ha estado apoyando porque año con año nos da tres mil pesos para la fiesta comu-
nal”, entonces nos dimos cuenta que sí, efectivamente, la empresa ya tenía compradas ahí a
ciertas personas.
Este tema empezó a ser más recurrente en nuestras asambleas, la relación que tenía la
empresa con la comunidad; empezamos a ver, a escuchar que varios comuneros ya se quejaban
“bueno, ya que han estado tocando este tema de la empresa, yo en ningún momento le quise
rentar el terreno a la empresa, más sin embargo, mi tierra ya está sembrada de arándanos; los
pinos que yo tenía ya los tumbaron y la cerca ya no está” y, también, los que sí estaban ren-
tando empezaron a decir “pues es que a mí la empresa también me debe, pues ya son tantos
años que no me ha pagado”. Los jornaleros agrícolas también empezaron a manifestar y a
decir “no tenemos un trato digno por parte de los mayordomos, nos maltratan, nos gritan y
creo que todo trabajador tiene derecho a ser tratado con respeto y con dignidad”.
Entonces los problemas empezaron a salir, nosotros decimos que “la mazorca se empezó
a desgranar”, empezamos a ver que la relación entre la empresa con la comunidad pues no
iba para bien. Nosotros ahí, en esa asamblea, acordamos elaborar un pliego de demandas y
pedir al empresario que acudiera a nuestra comunidad a una audiencia pública, a una asam-
blea comunal, para que ahí nosotros pudiéramos expresarle las problemáticas que teníamos y
cómo queríamos que esta relación se fortaleciera entre la empresa y la comunidad, obviamente
541
Héctor Álvarez y Napoleón Márquez
Con este pliego de demandas que ahí organizamos en la asamblea, la asamblea nos
dijo “vayan y llévenle una solicitud para que este señor venga y nos escuche”. Este empresario
nunca nos quiso atender, lo más que se pudo dar, lo más cercano fue que dijo este señor: “pues
los recibo aquí en mis oficinas a tres comuneros”; cuando nosotros les avisamos a la asamblea,
la asamblea dijo: “no, pues es que cómo, así pues, tres personas allá. Tiene que venir aquí este
señor, así como vino aquí tocando las puertas de las casas para que le rentáramos las tierras,
pues así tiene que venir aquí a escuchar nuestros problemas”.
Entonces, como el empresario no quiso ir, pues lamentablemente nosotros nos vimos
en la necesidad de recurrir a otras formas de pedir que se nos escuchara. Lo que se aprobó en
nuestra asamblea comunal fue que le bloqueáramos los accesos a esta empresa, y coincidimos
porque varios jornaleros agrícolas dijeron: “bueno, pues, es que está en tiempo de cosecha yo
creo que si le tapamos unas horitas pues si nos va a escuchar y va a venir”. Entonces fue exac-
tamente un tres de noviembre del año pasado [2018] cuando decidimos, como comunidad,
taparle los accesos; este señor se dignó al tercer día en acercarse a nuestra asamblea, argumentó
que estaba en Estados Unidos y que por la situación que se había dado llegó y que estaba en
toda la buena disposición de escucharnos.
Lo que a nosotros nos sorprende como comunidad fue que, en esa ocasión, este empre-
sario no se negó a ninguno de los puntos, es decir, a todo dijo sí. Ahí públicamente aceptó
que tenía una deuda con la comunidad, con los renteros; aceptó efectivamente y que les iba a
dar de alta en el Seguro Social a todos los jornaleros, comprometiéndose a que lo que durara
el proceso iba a mandar al médico tres veces por semana, es decir, a todo dijo que sí; por las
542
La mazorca se empezó a desgranar
obras también no dijo que no, dijo “sí, pues nada más que sea bajo proyecto y órale vamos
dándole para adelante”. En ese lapso, lo que es de noviembre hasta febrero [2019] pues arma-
mos nuestras comisiones para ir viendo cuál era el gasto que pedían los compañeros por la
indemnización y todo lo que aquí acabo de mencionar.
El problema se viene cuando ya al momento de nosotros querer ejecutar todos estos
compromisos, la empresa ya no quiso nuevamente, aunado a que en esas fechas tuvimos una
situación muy desagradable porque hubo un evento de gastronomía, ahí en nuestra comuni-
dad y en la madrugada unos compañeros comuneros pues iban ya bajando a la comunidad,
porque ese evento se había hecho en el cerro, entonces estos compañeros comuneros pues
fueron balaceados, lamentablemente hubo un muerto y un herido.
En esa madrugada la comunidad se organizó, fuimos a revisar y agarramos a tres per-
sonas que eran los veladores de la empresa, nosotros dimos parte a la fiscalía, ellos hicieron lo
propio, pero hasta el momento no hay ningún detenido, no sé si haya carpetas de investiga-
ción. El asunto es que esa situación, más lo que estaba pasando de que no estaba cumpliendo
la empresa, pues nos volvimos a reunir en asamblea y dijimos: “bueno ¿qué hacemos con esta
situación? y luego la empresa a todo dijo que sí, pero no está resolviendo nada”, el único punto
que hasta ese entonces había resuelto era el pago de la deuda, ya había realizado los pagos,
ese era el único punto, pero de lo demás nada resolvió. Entonces nosotros resolvimos nueva-
mente tapar los accesos, eso ya fue un once de marzo, ya de la segunda toma que hicimos, y
en esa ocasión, como ya no estaba en tiempo de cosecha, pues duramos como siete días, más
o menos, y la empresa pues no daba la cara.
Tuvimos que recurrir al gobierno del estado, entonces ellos organizaron un acerca-
miento entre la empresa con la comunidad, en esa ocasión la empresa ya no quiso ir a la
comunidad, pidió que fuera en el municipio, total que hicimos nosotros la comisión, tuvimos
este acercamiento ya del segundo bloqueo y algo que a nosotros nos molestó de esa asamblea
fue que este señor, de nombre Héctor Valdez Aguirre, ya fue acompañado de sus apoderados
legales y su contador. Dice su apoderado legal, en esa segunda asamblea que tuvimos, que
ese señor no era el dueño de la empresa, que esa empresa se valía de una sociedad y que él era
solamente un miembro y que pues él no podía tomar decisiones, diciéndonos que los acuerdos
que él había firmado, aquel 3 de noviembre, no eran válidos.
Nosotros, sinceramente nos salimos enojados de ahí, molestos, regresamos a nuestra
comunidad, hicimos una asamblea e informamos esto a la comunidad y en esa reunión, noso-
tros decimos que es histórico para nosotros porque en esa ocasión, así le llamamos nosotros,
decidimos cambiar de bandera de lucha porque ya no pedíamos o ya no íbamos a pedir que la
empresa cumpliera con las demandas; la nueva petición era que la empresa se saliera de nuestros
terrenos, ya no queríamos saber nada de esta empresa porque para nosotros los p’urhépechas la
palabra cuenta y él, aparte de decirnos, pues nos firmó un papel, pero que al final diga: “yo no
soy dueño de la empresa y por lo tanto no cumplo nada”, pues sí nos molestó.
543
Héctor Álvarez y Napoleón Márquez
Entonces, desde ahí inicia una serie de reuniones, eso fue un sábado cuando la comuni-
dad decidió. Ahí hablaron todos, hablaron los jóvenes, hablaron las personas mayores, habla-
ron las mujeres, pero sobre todo algo que nos quedó muy claro a toda la comunidad fue lo
que dijo un señor, ya de edad, “es que, compañeros, va a llegar el día en que a la empresa ya
no le van a servir nuestras tierras, simplemente se va a ir, nos va a dejar aquí las tierras estéri-
les, inservibles y entonces ¿cuál es el legado que le vamos a dejar a las futuras generaciones?”.
Entonces en esta serie de reuniones, que se hicieron posteriores, finalmente la empresa aceptó
salirse de la comunidad.
Nosotros agradecemos infinitamente a la doctora Carmen Ventura que en todo
momento estuvo con nosotros, en ningún punto nos abandonó, nos apoyó también en la ela-
boración de un convenio de término contractual con la empresa y, entre las cláusulas que ahí
firmamos, estaba que la empresa se comprometía a retirar toda la basura y los residuos tóxicos
que estaban ahí en nuestros terrenos comunales y pues hasta ahorita, hasta la fecha, señores,
eso es lo único que la empresa no ha hecho; nuestros terrenos siguen contaminándose ahí
con su basura y ya la asamblea nuevamente decidió que ante este incumplimiento, pues hoy
día tenemos demandada a la empresa en Morelia, en la Procuraduría de Cuidado al Medio
Ambiente, ellos ya hicieron una primera visita y ya clausuraron algunos terrenos.
Esa es la situación por la que pasamos como Santo Tomás ¿qué nos deja la empresa?
Nos preguntamos nosotros en estos seis, siete años que estuvo, la empresa únicamente nos
dejó basura, nos dejó muertes y nos dejó divisionismo a nuestra comunidad porque, efecti-
vamente, habría que decirlo, varios comuneros que rentaban, les rentaban varias hectáreas de
tierra pues apoyaron a la empresa. Entonces es lo doloroso para nosotros porque pues es una
comunidad chiquita, ahí todos somos compadres, todos somos primos, todos somos parientes
y el hecho de que tú te veas en conflicto con un vecino, con un amigo, con un compadre,
es algo que nos duele.
Eso es sólo lo que nos dejó la empresa, una comunidad que ahorita que estamos echán-
dole ganas para poder resarcir esta parte de la división y pues eso es lo que nos deja la empresa.
¿Qué sigue ahorita para nosotros? Estamos trabajando en ello, en la reconstrucción de nuestra
organización, de cómo salir adelante, de cómo seguir al pie esta demanda que tenemos porque
es triste cuando vamos a nuestro monte y ver toda esa basura que hasta ahorita ahí está.
Nosotros podemos decir, con nuestra experiencia, que el verdadero rostro de estas empresas
capitalistas pues es esa, ellos nunca llegan con la intención de realmente apoyar a las comuni-
dades, ellos se aprovechan de nuestras tierras sin importarles a qué costo, esa es la lectura que
hacemos en nuestra asamblea: que nunca más una empresa de esta talla va a volver a meterse
en nuestros terrenos comunales.
Hoy por hoy, podemos decir que en Santo Tomás pudimos expulsar a esta empresa y
nos sentimos un tanto victoriosos por esa cuestión, les agradezco su atención, por mi parte
sería todo. Juchari Uinapikua (nuestra fuerza).
544
La mazorca se empezó a desgranar
Ya para cerrar nada más decirles que estas son solamente unas secuelas que ha dejado
esa empresa transnacional en nuestra comunidad, lo que es la división, la captura de nuestra
comunidad, porque no solamente hubo un muerto, sino que hubo varios muertos, fomentó
la rapiña que todavía sigue vigente, la rapiña porque muchos más iban a robar, fácilmente se
ganaban unos 500 o mil pesos al día por robar en la empresa; ahora como ya se fue la empresa
siguen las rapiñas y ¿qué ha hecho la comunidad ahorita? Formar lo que es una ronda comu-
nal en donde nosotros mismos, como comuneros, nos cuidamos entre los vecinos, entre todos,
en las noches salimos a patrullaje.
Hace poco, también como decían otros, nos estamos enfocando más bien nuestros
dioses son naturales, los antiguos purhépechas que todos amamos lo que es la naturaleza y,
hace poco, unos meses, rompimos un récord: en un día sembrar dieciocho mil árboles; porque
nosotros realmente amamos la naturaleza, somos de la madre tierra, la tierra no nos pertenece
a nosotros, nosotros pertenecemos a la tierra, es lo que hemos estado haciendo, sería por mi
parte todo, gracias.
545
LA TRANSICIÓN A LA AGROECOLOGÍA EN MÉXICO
Un modelo para alcanzar la autosuficiencia y soberanía alimentaria
Hace 26 años, decidimos organizarnos para defender la agricultura campesina de granos bási-
cos (maíz, trigo, frijol, sorgo, arroz); surgimos en 1995, en pleno inicio del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) y del desmantelamiento de los aparatos del Estado
que se tenían para la regulación y el fomento de la agricultura y de los mercados, en resumen,
una política neoliberal claramente anticampesina. Nos constituimos para preservar nuestra
existencia como campesinos, buscando una mejor y mayor valorización de la producción en
un mercado crecientemente dinámico y competitivo, con fuertes tendencias excluyentes y
concentradoras.
La Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo
(ANEC) es una organización gremial sin fines de lucro, que agrupa y representa a alrededor de
60 mil pequeños y medianos productores y productoras de granos básicos con presencia nacio-
nal en doce estados de la República (Chiapas, Chihuahua, Colima, Guanajuato, Guerrero,
Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Puebla, San Luis Potosí y Tamaulipas).
Nos organizamos a través de diversas figuras jurídicas Sociedad de Producción
Rural (SPR), Uniones de Ejidos, Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC), Sociedad de
Solidaridad Social (SSS), cooperativas, entre otras; estas iniciativas no son sólo de carácter
económico sino principalmente organizativo, para afrontar la venta y compra en común de
nuestros productos, insumos, equipos y servicios (economías de escala). Por ello integramos
547
Leticia López y Enrique Pérez
548
Imagen 1. Modelo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo
Fuente: Elaboración propia.
549
Leticia López y Enrique Pérez
transparencia y rendición de cuentas, así como un adecuado control de los procesos económi-
cos, plasmados en el Modelo Organizativo ANEC (MOA y el Decálogo ANEC).
En el proceso comercial, contamos con la mayor red social a nivel nacional de centros
de acopio, operados y administrados por las organizaciones de base para el acopio y venta de
las cosechas de los agremiados, que permite hacer frente a la competencia del mercado. Las
fuentes de financiamiento de la ANEC son diversas, subsidios gubernamentales a través de
diferentes proyectos, apoyos de fundaciones internacionales, reinversiones y aportaciones
de los socios.
En el aspecto productivo, trabajamos para dar respuesta a las necesidades de las y los
campesinos que les permitan lograr un cambio paradigmático hacia sistemas de producción
agrícola sustentables y diversificados, con la conjunción de los conocimientos campesinos
y científicos. Nuestra estrategia ha tenido importantes logros, pues hemos construido en el
transcurso de 11 años, un modelo productivo que relaciona de forma interdependiente los
aspectos ambientales, sociales, y económicos/productivos. A través de prácticas agroecológicas
contenidas en el modelo ACCI-MICI, hemos logrado enfrentar el paradigma de una mayor y
mejor producción, mejorando las condiciones de los recursos naturales como una condición
imprescindible.
Cada uno de estos desafíos se han discutido y han podido ser superados en las diferen-
tes instancias de toma de decisiones: Asambleas nacionales anuales, Asambleas de Consejos
Directivos a nivel nacional, regional y local, y grupos de trabajo específicos por cada uno de
los ejes que trabajamos: productivo, comercial, financiero y organizativo.
Recordemos que México ingresó en 19863 al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y
Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), lo que implicó el inicio de “una nueva época de
México caracterizada por la desregulación, la liberalización económica, la apertura comercial
y la política neoliberal”.4
Aquí comienza la pesadilla neoliberal, política “que comulga con las ideas de erradi-
cación de la intervención del Estado en la economía, entregando la responsabilidad de ‘libres
fuerzas del mercadeo’”.5 Encumbrado en la presidencia tras el fraude electoral de 1988, Salinas
de Gortari, echó a andar la maquinaria neoliberal. Durante su sexenio se “privatizaron y
550
La transición a la agroecología en México
desincorporaron del Estado 390 empresas, el 63% de las que existían entonces [...]”6 enrique-
ciendo a unos cuantos y empobreciendo a la gran mayoría de los mexicanos.
Empeñado en convertirse en el apóstol neoliberal, Salinas hizo todo lo que estuvo a
su alcance para pregonar que México estaba en el camino correcto. Cambios estructurales,
desaparición de empresas estatales, políticas asistenciales para aminorar la pobreza y generar
votantes.
El campo no se salvó de las garras neoliberales y en ese contexto, se implementaron las
reformas estructurales más radicales en el sector rural, así lo ejemplifica Víctor Suárez Carrera,
de las cuales destacan las siguientes:
• Reformas en el sistema de crédito rural (1989-1992): eliminación del subsidio a la
tasa de interés, concentración de la banca de desarrollo (Fideicomisos Instituidos en
Relación con la Agricultura, FIRA, y Banco Nacional de Crédito Rural, Banrural)
en los productores comerciales y creación del llamado crédito a la palabra para los
productores marginales.
• Surgimiento del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) y creación del Fondo
Nacional de Apoyo a Empresas Sociales (Fonaes).
• Contrarreforma agraria del Artículo 27 constitucional (1992), con la cual se cancela
el reparto agrario establecido en la Constitución de 1917 y se abre paso a la privati-
zación y compraventa de las tierras ejidales y comunales.
• Privatización y/o cierre durante el periodo 1990 -1994 de Fertilizantes de México
(Fertimex), Aseguradora Nacional Agrícola y Ganadera (Anagsa), Instituto Mexicano
del Café (Inmecafé), Tabacos Mexicanos (Tabamex), Alimentos Balanceados de
México (Albamex), Industrias Conasupo (Iconsa), Maíz Industrializado Conasupo
(Miconsa), Trigo Industrializado Conasupo (Triconsa) y Centros Conasupo de
Capacitación (Ceconca).
• Desaparición de los precios de garantía de arroz, trigo, sorgo, soya, cártamo y copra
(1989). La Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) restringió
entonces su actividad al acopio de maíz y frijol.
• Creación de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (Aserca 1991),
en previsión del cierre de Conasupo.
• Eliminación del precio de garantía de frijol (1994).
• Negociación y firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(1990-1993).
• Modificaciones privatizadoras a la Ley Federal del Agua (1994).
• Sustitución de los subsidios indirectos por directos al productor a través del
Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo) (otoño-invierno 1993/94).
• Entrada en vigor del TLCAN (1º de enero de 1994) (Suárez 2017: 30-31).
6 Dulce Olvera, “Las empresas públicas (63%) que remató Carlos Salinas hicieron a 23 familias súper ricas hasta hoy”, sinembargo.
mx, 27 de febrero de 2019, disponible en: www.sinembargo.mx (consultado el 26 de septiembre de 2019).
551
Leticia López y Enrique Pérez
A más de 20 años de la entrada en vigor del TLCAN, dicho tratado “ha contribuido
con la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes que actualmente padece México”.7 Aunado
a que los ganadores de dicho tratado comercial, han sido no más de 20 grandes compañías
transnacional y mexicanas (Maseca, Vizur, Bachoco, Minsa, Cargill, entre otras) que durante
todo este tiempo “han recibido el 80% de los subsidios gubernamentales”.8
“En suma, el TLCAN representó el abandono de la producción nacional de alimentos
en favor de las importaciones. Este hecho se tradujo en la caída de la producción, el empleo, el
ingreso y el aumento de la desigualdad, la pobreza y la migración. […] se sacaron campesinos
del campo y se metieron narcotraficantes […]”.9
La guerra contra el campesinado estaba en marcha. La política neoliberal se enfocó en
denigrarlos. Considerándolos como “atrasados”, “pobres”, “improductivos”, quitando el dere-
cho de los campesinos, como sujetos productivos y como sujetos históricos en la construcción
de las decisiones del país.
En resumen, el modelo neoliberal dejó a su paso, pobreza, despojo, violencia, depen-
dencia, corrupción, injusticia, hambre y miseria, imposición de un modelo depredador del
suelo, la naturaleza; desprendimiento salvaje del tejido social, enriquecimiento de unos cuan-
tos en perjuicio de los demás.
Después de más de 30 años de abandono de la agricultura campesina y a raíz de la crisis
alimentaria mundial de 2008-2009, se reconoce la necesidad de alcanzar la autosuficiencia
alimentaria con base en la revalorización y el fomento productivo de las pequeñas y medianas
unidades de producción agroalimentarias.
7 Ivette Lira, “En los años del TLCAN, México se ganó una epidemia de obesidad y perdió autonomía alimentaria”, sinembargo.mx,
26 de enero de 2017, disponible en: www.sinembargo.mx/26-01-2017/3137973 (consultado el 8 de septiembre de 2019).
8 Nancy Flores, “Se profundiza crisis agroalimentaria de México”, CONTRALÍNEA.COM.MX, 12 de diciembre de 2017, disponible en:
www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2017/12/12/se-profundiza-crisis-agroalimentaria-mexico (consultado el 8 de septiembre
de 2019).
9 Documento realizado por diversas organizaciones trinacionales y multisectoriales. 20 años del TLCAN ¡Basta de libre comercio! ¡No
al TPP! Mitos del TLCAN. Canadá, Estados Unidos, México.
552
Imagen 2 . Prácticas y efectos ambientales de la agricultura moderna
Fuente: Elaboración propia.
• “El 80% de las personas que sufren el hambre y la pobreza en el mundo viven y
trabajan en zonas rurales, el 50% pertenece al pequeño campesinado tradicional, el
20% son personas sin tierras y el 10% subsiste mediante actividades tradicionales de
pesca, caza y pastoreo” (FAO 2018).
• “Se estima que de los 821 millones de personas que padecen hambre en el mundo
(cifra de la ONU en 2018), el 80% vive en zonas rurales. Estas personas son parti-
cularmente vulnerables y discriminadas, sufren expulsiones forzosas y carecen de
acceso a recursos esenciales: tierra, semillas, préstamos, educación, justicia y servi-
cios básicos.
• Tienen un acceso y control desiguales sobre la tierra, los recursos genéticos y otros
recursos naturales; sufren de un acceso restringido a los mercados y a los medios de
producción” (La Vía Campesina 2018).
553
Leticia López y Enrique Pérez
Armando Bartra comenta que “[...] la agricultura campesina contribuye con el medio ambiente.
Del campo viene el aire puro, el agua limpia, la tierra fértil. En él se sostiene la diversidad
biológica, aporta climas templados, paisaje, cultura e identidad. Es un portador de bienes
más valiosos que ciertas mercancías chatarras. Esto debemos ponerlo en la coyuntura de una
crisis que no es sólo económica, sino también medioambiental. Una crisis relacionada con el
cambio climático, en la que lo único garantizado es la incertidumbre”.10 Y, añade Bartra que
“Los campesinos son un sector de la sociedad moderna, aquí están, no han desaparecido, no se
han esfumado, no son memoria y nostalgia. […] son un sector que necesita permanentemente
estar luchando para mantenerse dentro de este mundo cambiante”.11
Para la Iniciativa Valor al Campesino12 los pequeños agricultores son sujetos producti-
vos indispensables para el desarrollo del campo y para garantizar el abasto de alimentos diver-
sos, frescos y saludables; son una pieza clave para mejorar la economía y la alimentación de las
y los mexicanos. Aquí unos datos de la importancia de la agricultura campesina:
• La pequeña agricultura representa 39% de la producción agropecuaria nacional, a
pesar del abandono y la descapitalización. De 4 millones de unidades de produc-
ción, 68% son iguales o menores a 5 hectáreas.
• Los pequeños productores son garantes de la conservación y cuidado del medio
ambiente, de la cultura local, el desarrollo del mercado interno.
• Fuente de empleo: el campo absorbe cerca de 16% de la población económicamente
activa.
• Directa o indirectamente, 16 de cada 100 trabajadores activos trabajan en la produc-
ción primaria o en la agro transformación.
Uno de cada tres mexicanos vive en el campo y dos de cada diez trabajan en él. En
términos de población y de ocupación es importante, aunque sólo tres o cuatro pesos de cada
100 se producen en él.
Buscando un modelo alternativo de agricultura sustentable en pequeña y mediana
escala, de alta productividad, baja emisión de carbono y alta resiliencia climática. Ante el
agotamiento y fracaso de la evolución verde, en la ANEC nos propusimos impulsar un nuevo
modelo productivo que se enfoca esencialmente en el rescate de la producción campesina y
10 Andrés Fernández, “Entrevista a Armando Bartra: Hemos vivido 30 años de descampesinización”, ArgentinaInvestiga, 10 de
enero de 2011, disponible en http://argentinainvestiga.edu.ar/noticia.php?titulo=armando_bartra_hemos_vivido_30_anos_de_
descampesinizacion&id=1079 (consultado el 26 de septiembre de 2019).
11 Reyna Paz Avendaño, “El campesino siempre debe estar en lucha para existir, dice Armando Bartra”, CRONICA.COM.MX, 30
de julio de 2019, disponible en: www.cronica.com.mx/notas-el_campesino_siempre_debe_estar_en_lucha_para_existir_dice_
armando_bartra-1126713-2019 (consultado el 14 de agosto de 2019).
12 Héctor Robles Berlanga, “Valor al campesino, vida, nutrición y riqueza para México”, La Jornada del Campo, núm. 95, 5 de junio
de 2015, disponible en: www.jornada.com.mx/2015/08/15/cam-campesino.html (consultado el 16 de septiembre de 2019).
554
La transición a la agroecología en México
sustentable, recuperar el buen manejo del suelo y, sobre todo, reconocer y respetar la diversi-
dad y complejidad de las condiciones agroecológicas y socioeconómicas.
La contribución de la ANEC en la generación de políticas públicas, la defensa del cam-
pesinado y la construcción de alternativas, dieron paso a profundizar y radicalizar nuestras
propuestas por alcanzar la soberanía alimentaria, por ello planteamos la urgente necesidad de
contar con un modelo alternativo al modelo de agricultura industrial/revolución verde, el cual
reiteramos está agotado, es insostenible, es contraproducente y es pernicioso.
Consideramos que, si bien la agricultura orgánica ha hecho muchos aportes, interesan-
tes y necesarios, tiene, desde nuestro punto de vista, límites que es urgente superar.
El modelo de agricultura orgánica actual tiene limitaciones, ya que el paquete tec-
nológico está sujeto a certificación extrema y muy costoso. Los productos orgánicos son de
alto costo, donde solamente un sector de la población de mayor capacidad económico puede
adquirirlos. Desafortunadamente, las empresas agroalimentarias nacionales y extranjeras han
“monopolizado” el mercado de los orgánicos.
Para la ANEC es necesario implementar estrategias organizativas y políticas públicas,
tales como:
• Modelo productivo agroecológico basado en la organización familiar y comunita-
ria y en la autoorganización económica de los productores.
• Sustitución de fertilizantes y pesticidas químicos (reducción de costos y de impac-
tos ambientales) por insumos orgánicos, a través de procesos comunitarios de
autoproducción de bioinsumos.
• Innovaciones tecnológicas (ciencia al servicio de los productores) y rescate de prác-
ticas ancestrales para recuperar la biodiversidad.
• Servicios internos de asistencia técnica especializada (no a la privatización de los
servicios de asistencia técnica).
• Estrategia para el abasto de insumos orgánicos a través de la organización.
555
Leticia López y Enrique Pérez
3. Regenerar el suelo, proteger los recursos naturales y propiciar una agricultura baja
en emisiones de carbono.
4. Producir alimentos sanos y con mayor calidad nutricional para el autoconsumo y
el mercado nacional.
5. Revalorizar el trabajo campesino y los modos de vida rurales.
6. Reactivar la economía agrícola y rural.
7. Reconstruir la cohesión social a escala familiar, comunitaria y étnica.
8. Brindar oportunidades de empleo e ingreso dignos para la juventud del campo.
9. Amortiguar los impactos negativos del cambio climático, y proveer las mejores
estrategias de adaptación al mismo.
10. Y, sobre todo, garantizar la autodeterminación en materia alimentaria, económica
y tecnológica y la seguridad alimentaria a largo plazo del país.
556
Imagen 3. Aportes del Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI)
Fuente: Elaboración propia.
Sostenemos que el MICI es rentable ya que reduce costos de producción y eleva los
rendimientos; más rentable que aquella que practica métodos de la revolución verde, indepen-
dientemente de la escala que se trate. Asimismo, es sostenible, debido a que es un método que
a pesar del tiempo y los sistemas económicos, sociales y políticos no enfrenta contradiccio-
nes que la puedan hacer inviable y es resiliente ya que no sólo es capaz de enfrentar los retos
de los cambios climáticos, sino que identifica e interpreta los señalizadores de las plantas que
se adelantan a la percepción humana de los cambios climáticos.
Tiene como propósito fundamental, recuperar y mejorar la salud de la sociedad (con-
sumidores, agricultores y jornaleros) y los recursos naturales del planeta (rizosfera, biosfera,
hidrosfera y atmosfera).
Para ello se requiere lo siguiente:
1. Análisis continuo del suelo, agua, tejidos (físico-químico-microbiológico).
2. Cultivo del suelo/Re-establecimiento del equilibrio físico-químico-biológico (MOO)
–Oxigenación de suelos, Enriquecimiento de Materia Orgánica MO, Inoculación
de consorcios de MOO/dosis invasivas/dosis selectivas.
3. Prácticas culturales. Preparación del suelo, asociación de cultivos, rotación de cul-
tivos, cultivos de cobertera.
4. Nutrición vegetal. Presiembra: lumbricomposta, MOO eficientes, Fertilización
macro/microelementos químicos, Fertilización foliar (lixiviados).
557
Leticia López y Enrique Pérez
El ACCI-MICI es:
558
La transición a la agroecología en México
Imagen 4 . Estrategia de masificación del método Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados (ACCI) y el
Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI)
Fuente: Elaboración propia con base en Hurtado (2019).
559
Leticia López y Enrique Pérez
560
La transición a la agroecología en México
Referencias bibliográficas
561
ESCENARIOS EN TRANSICIÓN
Un balance reflexivo inicial
563
Esteban Barragán López
Guillermo de la Peña
Estos dos días y medio han sido intensos y un poco cansados, pero han sido muy interesantes,
creo que se han dicho muchas cosas importantes, me alegra mucho haber venido a esta reu-
nión, he aprendido mucho.
Primeras ideas para empezar a discutir: una es que este periodo que vemos con ojos
muy negativos, y por muy buenas razones (que va de 1982 a 2018 y que llamamos ‘neolibe-
ral’) ocurre porque había un agotamiento del modelo de desarrollo previo que se manifestó
desde finales de los sesenta y que quiso ser remediado por medidas desesperadas durante las
presidencias de Luis Echeverría y de López Portillo, quienes llevaron a una quiebra literal
del Estado mexicano. Una quiebra económica, pero también moral, una quiebra de sentido
y que sirvió como una justificación que no se puede sustentar pero que se manejó como la
justificación de lo que vino después, de esta política que hemos calificado como ‘extractivista’,
creadora de una brecha de desigualdad sumamente fuerte. Pero tenemos que reflexionar en
esto que dije al principio porque la solución, la salida de este modelo económico neoliberal que
no nos gusta, no consiste en volver al modelo anterior, el modelo anterior ya se había agotado
y además era un modelo que había ya –sobre todo en sus últimos años–, sido un factor de
corrupción, de autoritarismo y de pobreza. El fenómeno de la pobreza rural no fue creado por
el neoliberalismo, ésta ya venía desde antes. Esa sería una primera reflexión.
Una segunda reflexión es que este viraje de las políticas estatales, a partir de 1982, no
fue un fenómeno aislado, fue un fenómeno que tenía paralelos, tenía conexiones con lo que
estaba pasando en otras partes del mundo: tenía que ver con la crisis de los precios del petró-
leo, con la crisis de la deuda que existía en muchos países y se había vuelto impagable y, por
tanto, las nuevas políticas que se implementen a partir del final de la hegemonía neoliberal
–o supuesto final de la hegemonía neoliberal–, no pueden ignorar el contexto mundial en
que estamos. Por ejemplo, ninguna política de desarrollo en México puede ignorar el hecho
de que estamos metidos en el mercado mundial, no sólo a través del Tratado de Libre Comercio,
sino también mediante nuestra participación en la Organización Mundial de Comercio y, por
tanto, políticas aislacionistas van a ser imposibles o probablemente muy dañinas si se llegan a
implementar.
Por otro lado, otra aspecto que quedó bastante claro en estas jornadas, es que el periodo
neoliberal nos legó un lío jurídico muy fuerte, la legislación que se produjo, por ejemplo, en
materia agraria –hubo ponencias que lo refirieron–, fue insuficiente, pero también contradic-
toria. Como se dijo, se crearon sobre posiciones de jurisdicción, se emitieron leyes que contra-
decían unas a otras.
Se plantearon, de manera explícita o implícita en estas jornadas la contraposición entre
dos modelos de desarrollo agrícola para hacer frente al derecho humano, a hacer frente a la
solución, la demanda emanada del derecho humano a la alimentación y estos modelos son lo
que se han llamado de ‘seguridad alimentaria’ y de ‘soberanía alimentaria’ y se plantean como
564
Escenarios en transición
modelos antagónicos pero que –posiblemente– van a tener que seguir conviviendo, esperamos
que ya no de la manera en que ha ocurrido en las últimas décadas, sino de una manera en que
el modelo de soberanía alimentaria sea el predominante y pueda avanzar cada vez más, pero
yo creo que el otro va a continuar.
Finalmente, lo que hemos oído nos ha hecho recordar también que muchas de las cosas
que queremos que se hagan ahora, ya habían comenzado a hacerse. Por tanto, un corte radical
con las organizaciones, las políticas previas al gobierno llamado de ‘la Cuarta Transformación’
puede ser muy negativo porque muchas de esas cosas las ha estado haciendo la sociedad civil
y hemos oído muchos ejemplos ayer en las ponencias de la tarde. Es algo que empezó mucho
antes de la ‘Cuarta Transformación’ y que tienen que seguir ahora, pero parece ser que este
gobierno tiene una especie de obsesión por centralizar todas las acciones y, por tanto, desplazar
organizaciones y actividades que no dependan de él y eso puede ser bastante terrible, como lo
enfatizó hoy en la mañana Roberto Diego al cierre de su conferencia magistral: “la sociedad
civil es imprescindible en cualquier transformación posible”.
Primero reconocer el enorme aprendizaje que he tenido en estas jornadas y también decir,
mi misión es de historiador. A mí ya no me invitan a los coloquios de historiadores, me
invitan a estos coloquios por cuestiones que llevan, precisamente, a la última parte que dijo
Guillermo de la Peña: por considerarme sociedad civil organizada y por mantener un flujo
contundente de acción social para transformar la realidad. A contracorriente, precisamente
hoy en día, de un gobierno que comienza a desacreditar esa acción social que está fuera
de su control y, como no puedo renunciar a mi misión de historiador, siempre me ha llamado
mucho la atención esta cuestión de los esencialismos en torno a las sociedades rurales.
No digo los esencialismos que puedan prevalecer o pueda la academia contribuir a
construir, sino los esencialismos que, por ejemplo, se mencionaron cuando se habló de la cues-
tión del turismo y el turismo sustentable. Hay todo este concepto –muy generalizado– de que
las sociedades rurales son sociedades estáticas, que deberían estar un poco ajenas al cambio
social y repelentes a todos aquellos factores que les lleven a modificar modos de vida que desde
fuera son bastante idealizados. Sin embargo, las sociedades rurales siempre han sido muy
complejas, han sido igual de conflictivas y han padecido fenómenos de todo tipo, incluidos
los de violencia sistémica.
El problema es que esas sociedades rurales, desde mi punto de vista, no terminan por
encontrar un nicho de construcción con el Estado que facilite o habilite las potencialidades de
los actores sociales que constituyen esas sociedades rurales. Es decir, ¿cómo medir o cómo esta-
blecer una explicación, una interpretación congruente sobre lo que tendría que ser el cambio
social en estos contextos rurales? Porque los actores que están impulsando el cambio social
comparten rasgos de otras épocas. Las sociedades rurales de la segunda mitad del siglo XX
565
Esteban Barragán López
fueron vulneradas por muchos factores. La revolución verde que no solamente se dio en
México, sino que se suscitó en otras partes del mundo –y que fue una esperanza para abatir
el hambre en muchos contextos–, ahora se ha revertido. No únicamente ha vulnerado estas
sociedades rurales; ha vulnerado eso que se llama metafóricamente los tejidos sociales y tam-
bién algo que no estaba contemplado en el guión que se había seguido a lo largo de todos estos
siglos, que es una crisis civilizatoria que tiene que ver directamente con las posibilidades de un
crecimiento infinito en un mundo finito. Esto ha dado pie a todas estas visiones en torno al
descrecimiento y a la necesidad de mantener un ritmo, o al menos la reflexión sobre un ritmo,
ya no digamos sustentable, sino que al menos nos dé tiempo, como especie, de establecer qué
es lo que viene a futuro.
Se habló, en parte, del cambio tecnológico, de cómo ha sido uno de los factores funda-
mentales que impactan el cambio social en las sociedades rurales. Quizá lo más dramático del
asunto es que no terminamos por establecer cuáles pudieran ser los elementos a impulsar para
que las sociedades rurales se empoderen y puedan decidir, definir –desde lo interno– hacia
dónde se quieren dirigir; no solamente cómo quieren permanecer como sociedades rurales,
sino cómo pudieran ellos desarrollar estructuras de gobernanza, estructuras empoderadas que
les permitan también tomar decisiones de modernización que no vulneren el ámbito de su
tradición histórica y de sus relaciones sociales, sino que las fortalezcan y las impulsen hacia un
futuro que les den continuidad.
La enorme tensión que existe entre este mundo que intenta preservarse y las presiones
que vienen de todos lados, tanto a nivel local –por factores de diferencia social o por factores
globales–, como lo vemos muy marcadamente hoy en día. Pues creo es el gran debate y no
creo que sea un debate que se pueda solucionar a partir de lo que se ha dicho en este coloquio.
Lo que sí, es que se han hecho aportaciones extraordinarias que muestran y que llaman la
atención sobre factores que están no propiciando un cambio en una dirección, yo no digo
correcta o incorrecta, sino en una dirección viable para que esas sociedades rurales prevalezcan
en un modo de vida con calidad de vida y, además, que se integren a una economía global
desde una perspectiva sustentable que, evidentemente, en este momento no existe.
Hay una conclusión que yo me llevo y que yo la tenía clara, pero me viene con mucha
contundencia a partir de los datos duros que aportaron los colegas que vinieron a expresar y a
compartir sus descubrimientos y sus investigaciones. No todas las sociedades rurales tienen las
mismas condiciones históricas de sobreponerse al embate del capital. Fue un tema de debate y
se ha manifestado en varios niveles, pues obviamente hay sociedades rurales que tienen mucho
mejores condiciones de poder absorber el impacto de estos cambios, de poder tomar decisiones
y definiciones o incluso de poder ir adelante con relevos generacionales que les permitan una
viabilidad a futuro, como lo vimos en el caso de los comuneros de Santo Tomás.
Lo extraordinario de estos comuneros es que eran dos chicos muy jóvenes que deciden
reconstruir las vías de la comunidad frente a factores externos que, obviamente, maniobraron
lo que opera todo el tiempo el capital, no solamente en cuestiones de agroindustria, sino en
566
Escenarios en transición
cualquier tipo de megaproyectos, que es romper todas esas cadenas de solidaridad al interior
de las comunidades, vulnerar esas cadenas y dejar en una tremenda indefensión a las comu-
nidades rurales o no rurales para terminar imponiendo un tipo de dominación económica y
para terminar ejerciendo un tipo de despojo, una acumulación por despojo, término que se ha
puesto muy de moda.
Lo interesante es que frente a esas alternativas de comuneros que sí tienen la capacidad
de reconstituir con las nuevas generaciones el modelo comunitario con nuevas ideas donde
coexisten la tradición y la modernidad en un contexto de no pérdida de su vocación rural,
lo que vemos también son otro tipo de factores y otras experiencias que van en sentido con-
trario y ahí, por ejemplo, vemos los casos de la patrimonialización que me parece uno de los
fenómenos quizá más deprimentes, desde mi punto de vista, en donde las sociedades rurales
padecen esta ‘disneylandización’ en donde sus modos de vida, sus monumentos históricos, sus
espacios públicos se convierten también en sujetos de mercancía a través de este denominado
y criminal ‘turismo sustentable’ con el cual todo el tiempo me estoy debatiendo casi a muerte
y donde cada vez surgen más escuelas de turismo en las universidades o más programas de
turismo que le dan continuidad a aberraciones tan absurdas como esa cuestión de los ‘pueblos
mágicos’, turismo de aventura que viene a violentar también modos de vida y territorios.
Yo creo que si bien estamos ante la defensa y ante una claridad por proteger esos
mundos rurales para que las personas que los viven, o que dependen de ellos, tengan el sufi-
ciente espacio para empoderarse y definir su futuro sin dejar su vocación rural, esto no es
suficiente en la medida en la que la categoría de lo rural a veces es muy tramposa y nos lleva
a defender grupos campesinos, grupos agrícolas o formas de vida agropecuaria. Eso ya no es
suficiente en un mundo actual, en tanto que lo que está en riesgo, y lo vemos por todos lados,
no es el mundo rural sino el territorio en toda su integridad.
Entonces, la ruralidad que ya ha sido la nueva rusticidad o lo que ha argumentado
Patricia Arias, lo que nos contó el doctor De la Peña, en la conferencia magistral con la que se
abrió este congreso, sí está ahí, pero el problema es cómo pensamos, no solamente la ruralidad,
sino la solidaridad entre estos mundos rurales y los mundos urbanos en la defensa integral
del territorio, porque es todo el territorio el que ha estado amenazado. La experiencia de los
mundos rurales es mucho más profunda porque, como es una fuente de recursos alimentarios
y como es una fuente de recursos humanos, la agroindustria la ha vulnerado, pero ha habido
muchísima capacidad de respuesta, sobre todo de pueblos indígenas o de sociedades de una
tradición campesina de siglos, otros contextos no.
Vemos ejidos que ahora están intentando detener a mineras a las cuales les rentamos
sus territorios, pensando que habría llegado el gran progreso y sólo porque no tenían tierras de
regadío, porque contaban con una producción agropecuaria de autosubsistencia y sólo porque
no hubo la suficiente capacidad del gobierno o de la misma sociedad en general y de la aca-
demia para poder arrimar o llevar los conocimientos o las propuestas para el diálogo que les
permitieran empoderarse y despegar con nuevos proyectos.
567
Esteban Barragán López
Entonces, yo creo que nos tenemos que reinventar como comunidad, tenemos que
retomar el cambio social en nuestras manos en contextos locales, en contextos globales y,
ahora, con la claridad de que tenemos que asumir la defensa del territorio y tomar el camino
de este cambio, vienen tiempos difíciles; la mentada ‘4T’ es neoliberalismo, es continuidad más
allá de que tengamos un defensor, grandes defensores de la 4T que yo no creo en el discurso
de la 4T porque, como dice el actual presidente, ‘obras son amores’. Entonces, mientras no
sucedan las cosas, mientras no exista voluntad de desarmar todo este panorama neoliberal, en
este momento que no se va a volver a repetir, no soy profeta, pero estoy casi seguro que no se
van a repetir estas condiciones que tenemos ahora para ir adelante con esta situación política
y poder desmontar el neoliberalismo.
Creo que se vienen condiciones muy difíciles de una nueva cosa que no sé si se le va
a seguirá llamando ‘neoliberalismo’; lo cierto es que esta nueva posición, este momento de
transición, estos escenarios de transición en el que hicimos las preguntas, en el que expusimos
nuestras inquietudes, es un escenario marcado por la incertidumbre que nos obliga, ni más
ni menos, a lo que había dicho el compañero de Zacatecas, parafraseando a [Felisa Pérez
Gamundi]: es la organización social, y el cambio tiene que venir desde abajo.
Ese es mi debate con los funcionarios de la ‘4T’, porque no están para saberlo ni yo para
contarlo, pero pertenezco a los consejos consultivos de Morena y por supuesto que no caigo
nada bien, no estoy afiliado a ese partido, no caigo nada bien pero hay que estar ahí y hay que
dar el debate, porque fue el error que se cometió durante todo el “priato” de dejarlos gobernar
y dejarlos hacer lo que se les pegara la gana. Entonces, hay que estar ahí y ser actores de cambio
e incidir directamente en las decisiones políticas. Se vienen tiempos muy difíciles, se vienen
tiempos de una especie de nuevo neoliberalismo.
Si no queremos convertirnos en extraños en nuestros propios espacios, en nuestra propia
tierra, mi propuesta es que comencemos a pensar cómo vamos a reconstituir y empoderar o
reinventar lo comunitario. Para mí es esencial. ¿Y cómo vamos a reinventar los territorios? A
partir de la reinvención de la comunidad y a partir de la valoración de los modos de vida, sean
rurales, sean urbanos, pero todos transversalizados por esta idea de que la defensa del territorio
es vital si queremos seguir discutiendo esto dentro de cincuenta o dentro de cien años, ya no
digamos los mundos rurales, digamos la civilización como la conocemos.
Roberto Diego
568
Escenarios en transición
vía indígena pero algo que dé congruencia. Sembrando Vida está bien, pero ¿qué más hay ahí?,
¿tras de qué vamos? Yo creo que está fallando eso.
La política gubernamental se ve como una especie de caos porque hay ausencia y des-
aparición de políticas y programas que antes estaban funcionando bien y no hay nada que las
sustituya. Se ve aquí con la migración, con el programa Prospera; en fin, hay toda una serie de
cuestiones que uno dice “desaparecieron esto y no hay nada que lo supla”. Con el problema
que hay de la migración –y no solamente nacional ahora, sino centroamericana– y todo esto
del tercer país seguro, no hay una política de migración. Quien la podía “haber hecho”, quien
estaba a cargo de la migración, lo mueven para meter a un policía. Es la realidad, mueven a un
experto en migración para meter a alguien que nada más va a tratar de frenar lo que suceda
en la frontera.
La otra cuestión central es la política de gobierno –ya lo mencionaba Ruiz Guadalajara–,
el hecho de individualizar los apoyos, de individualizar la política y tratar de desaparecer toda
la estructura organizativa e institucional que hay en este país para que brille únicamente un
tlatoani mayor. Yo creo que eso es fatal, es una muy mala señal del gobierno. En su Plan
Nacional de Desarrollo está planteando la inclusión y la participación, ¿de quién?, ¿de marcia-
nos o de quién? Porque yo no veo que esté incluyendo y permitiendo que participe la sociedad
en este hacer del nuevo México. Zapata, en las leyes municipalistas, planteaba la necesidad de
construir, de producir nación desde lo local, desde la comunidad, no al revés, no es de arriba
para abajo; es desde lo local y hay que fortalecer estas organizaciones locales, fortalecer la
comunidad.
Ruiz Guadalajara menciona que la comunidad tiene sus bemoles, lo veíamos con la
cuestión de algunas comunidades purépechas pero, en general, estudiando tojolabales, tzel-
tales, tzotziles y hasta comunidades que están arriba de Texcoco (como Santa Catarina del
Monte y San Pablo Ixayoc), uno se da cuenta que la “gente de razón” son ellos y no nosotros.
Ellos están bien organizados, ellos sí toman decisiones comunitarias en asamblea, ellos tratan
de resolver en armonía y en paz los problemas que tienen en su comunidad y de ahí pudié-
ramos hacer que renazca un México distinto. Pero a ellos mismos como comunidad los está
excluyendo la ‘Cuarta Transformación’, esto es preocupante. Requerimos una política pública
entonces, no gubernamental y autoritaria. Requerimos que sea participativa, incluyente, con-
certada, que respete con dignidad a los distintos actores sociales en el variopinto; o sea, ilega-
lizar las guardias comunitarias. ¿A dónde nos lleva? Es un exabrupto de Durazo.
Todas estas guardias comunitarias –excluyo a las que están controladas por el narco–
surgieron a causa del estado fallido, por defenderse de los narcotraficantes, de la violencia.
En el caso de Cherán, perdieron ocho mil hectáreas de bosque en manos de los Caballeros
Templarios. No es broma. Pero ellos lograron recuperar con sus instituciones su territorio y su
espacio y eso no lo ve el gobierno, no lo ve López Obrador, no lo ve Durazo. Lo que tenían
que hacer es pensar ¿dónde podemos crear más guardias de este tipo para que logren apoyar-
nos a controlar el crimen? Porque son las comunidades quienes conocen cuál es el problema
569
Esteban Barragán López
de violencia que hay en el lugar, dónde está la gente que la está provocando y cuáles son las
dinámicas. No es sencillo entrar a controlar la violencia en cualquier lugar si no se conoce
exactamente qué es lo que está sucediendo, con quién hay que negociar y con quién no. Eso
lo saben los locales y las guardias comunitarias, no la Guardia Nacional.
Están continuando con la venta de garaje de la nación, aunque digan “minería, no”
pero si la Secretaría de Economía da concesiones y a las mineras que ya la tienen no se les da
un paréntesis y se les dice “a ver, espérense, está en exploración no van a pasar a explotación
hasta que no se estudie la situación”. El mensaje que están entendiendo las mineras es métele a
la explotación antes de que nos vayan a querer frenar, y van a dejar el país como queso gruyere,
peor que en el porfiriato. En el porfiriato las grandes haciendas –hasta la de los Terrazas– se
repartieron y fue la misma tierra y se volvió a trabajar en la agricultura minifundista ejidal; en
cambio, después de una minera a cielo abierto solamente vamos a poder rentar el lugar para
hacer películas como de Blade Runner y eso está medio pesado.
¿Qué es incivilizatorio en sí? Greta Thunberg acaba de ir a la ONU, acaba de plantear
un problema, estamos con el derretimiento de Groenlandia, de los glaciares en el Everest y en
Los Andes que son los que dan agua a todas las ciudades. El mismo glaciar del Iztaccíhuatl
que da el agua a Puebla y estos lugares. Yo he tomado fotos en avión y el Iztaccíhuatl se ve sin
nada de nieve ni hielo. Ya no hay glaciar y es la fuente de agua de Puebla y de otros lugares y
la ‘Cuarta Transformación’ no tiene ni siquiera una política, ni una declaración al respecto de
qué hacer con esto. No se está tomando en cuenta el problema del calentamiento global, de la
crisis climática, mucho menos de la crisis civilizatoria. En la crisis civilizatoria también está el
problema –del que se ha hablado hoy en la última mesa– de la violencia y la impunidad.
Hay una urgente necesidad de convocar a la sociedad y que se nos escuche, estamos
todavía como en el pasmo porque se ganaron las elecciones en julio, dicen “entró la cuarta
transformación de López Obrador, todo va a cambiar”. Si no nos movemos, aquí nada va a
cambiar, todo va a cambiar para peor. Quienes sí son actores, sujetos que están muy bien orga-
nizados, son los empresarios, son las corporaciones transnacionales que empiezan a presionar
y, si la sociedad civil no presiona con urgencia al gobierno para que se tomen acciones sobre
todas las carencias mencionadas en este foro, pues va a ser difícil que las cosas cambien hacia
donde nosotros consideramos que se tienen que ir. Entonces –a mi juicio–, hay que proponer,
actuar, presionar para lograr el cambio.
Yo solamente rescato algunos aspectos que sí me interesa reiterar. Estaba leyendo a Miguel
Hernández que escribió un libro que se llama La comunidad autoritaria, obviamente, yo no
estoy proponiendo que reconstituyamos la comunidad, sino que la reinventemos. Lo que yo
no entiendo es cómo, teniendo tal cantidad de conocimiento acumulado, no seamos capa-
ces de poder reinventar nuestras formas de organización social y de rescatar las vocaciones
570
Escenarios en transición
que tenemos sobre ciertos territorios. El enfrentamiento con empresas extractivistas, curiosa-
mente, lo que permite el entramado legal, es que se cambie la vocación de territorios: “pues ese
territorio era de vocación agrícola pero ahora va a ser de vocación minera”. Dices “¿Por qué?”;
“bueno, pues porque el cambio tecnológico lo permite”.
La megaminería de tajo a cielo abierto para extracción de metales preciosos se sustenta,
ya no en la existencia de rentas –todos lo sabemos–, sino en la existencia de enormes nubes
de partículas de oro que están por ahí. Por eso cuando uno ve las cifras, dicen “es que van a
sacar medio gramo de oro por tonelada de subsuelo” y las mineras están felices porque eso es
increíblemente rentable debido a que todo el costo ambiental, el costo de esa destrucción, no
está incluido en el precio del oro ni de la plata. Se traslada a la comunidad, se traslada a los
pobladores, se traslada a los territorios; el desecamiento de mantos freáticos, el desecamiento
de pozos que estamos viviendo en el altiplano o que se está viviendo en otras zonas es brutal.
Eso está impactando a la ruralidad, eso está impactando a los escenarios rurales, los está
vulnerando, lleva violencia, es una cuestión de extractivismo global, hay una disputa por los
territorios a nivel global.
Lo que está pasando en las localidades tiene su origen muchos miles de kilómetros
fuera y desplazarse a luchar contra esos poderes, muchas veces impersonales, es bien com-
plicado, sobre todo cuando los gobiernos neoliberales estuvieron diseñados por esos mismos
poderes o fueron sus aliados o educados por esos poderes; y eso se da en todos los ámbitos
del extractivismo de tal manera que en este momento, por ejemplo, la posibilidad de que se
sigan desarrollando misiles súper dirigidos con radares a miles de kilómetros, depende de
la existencia, muy escasa, de ciertas tierras raras o de distintas sustancias que están debajo
del Amazonas, entonces pues hay que sacarlas de abajo de los territorios de las comunidades
campesinas.
De repente se le quiere cambiar la vocación a todo el territorio en función de las nece-
sidades del gran capital y de ese cambio tecnológico de la cuarta revolución industrial que
depende de esas materias y que va a desplazar una cantidad enorme de seres humanos de sus
territorios. No solamente los va a volver extraños en su tierra, sino que los va a expulsar de
manera masiva y, al final, son masas humanas desechables, y lo vemos en todos lados.
Revelaciones tan absurdas como lo que pasa con los cucapá: “que ya no pesques porque
dañas el medio ambiente”. Pero si de eso han dependido durante generaciones, ¿por qué los
sometes a una regulación donde les vas a afectar su modo de vida? Entonces, hay una incon-
gruencia en esta cuestión de esencialismos que también tiene que ver con la manera en que el
nuevo gobierno está construyendo esta narrativa que tanto daño nos está haciendo.
Parece que el neoliberalismo fue nuestra edad media, ya se acabó la etapa oscura del
neoliberalismo, parece que en el neoliberalismo surgiera con todos los males de la humanidad
y lo que dice Roberto Diego es cierto, por supuesto que muchos crecimos con el PRI, nuestros
padres fueron priistas, nuestros abuelos fueron priistas, nos peleamos con ellos y por supuesto
que luchamos por democratizar. Aquí hay mucha gente que luchó por democratizar desde
571
Esteban Barragán López
distintos ámbitos la vida política de este país. Entonces no es López Obrador, somos nosotros,
López Obrador está ahí para “mandar obedeciendo”, hay que recuperar ese principio zapatista
y aplicárselo a López Obrador, tiene que mandar obedeciendo porque de otra manera lo que
estamos generando es un monstruo de peor rostro que el PRI. En cinco años López Obrador
se va a su rancho y nos va a dejar un escenario con un partido completamente podrido y sin
futuro.
Entonces, yo lo que digo es no reinventemos los autoritarismos, no reinventemos la
comunidad autoritaria, empoderemos y recuperemos la idea que he tenido la fortuna de
aprender y desarrollar muchísimo en mi contacto con la India y con las comunidades gand-
hianas y con Eva Bath que es quien ha desarrollado el Center Empowerment Assosiation, una
organización extraordinaria de mujeres pobres que, a partir de una iniciativa gestionada por
una activista, rectora de una universidad que fundó Mahatma Gandhi, ha logrado lo que aquí
también logró otra organización que se llama Tosepan en la sierra norte de Puebla: empoderar
a los pueblos, darles viabilidad económica, crear servicios bancarios propios. Porque el pro-
blema no es el capital, el problema es la falta de acceso al dinero en efectivo, el problema es el
no poder seguir llevando adelante unidades agrícolas productivas; hacer algo de ecología, pero
teniendo acceso al dinero en efectivo, teniendo acceso a todos aquellos avances tecnológicos
que impacten de manera benéfica el bienestar de las personas y que éstas sigan viviendo donde
están. Sí, que sean felices en su tierra –como dice López Obrador–, pero que puedan ser lite-
ratos, puedan ser filósofos, puedan ser científicos y mantener las vocaciones de sus territorios;
y esa es la idea de la interdependencia.
Pensar que no somos interdependientes, pensar que lo que estoy haciendo yo, en este
momento, en mi espacio concreto, no está afectando a todos los demás, es el peor error que se
pueda cometer. Entonces, tanto que se habla del reencantamiento de la tierra, idea que, por
ejemplo, maneja mucho nuestro amigo Víctor Toledo, quien es romántico, no de la canción,
pero sí de la naturaleza. Todo el tiempo dice que hay que reencantar la tierra, hay que reen-
cantar la naturaleza, pues yo digo “yo soy ateo y no por ello no puedo tenerle un encanto a la
naturaleza, pero también le tengo un respeto enorme porque es lo único que nos va a hacer
viables como especie”. Hay que recuperar esa idea gandhiana de la interdependencia, la inter-
dependencia entre nosotros, la interdependencia con la naturaleza y la interdependencia con el
universo porque si no pensamos en esos niveles, no importa que sea católico, que tengas una
gran moral, que ya te portes bien; si no tienes conciencia de lo que tus actos provocan en el
entramado, en la cadena de la interdependencia, pues vas a seguir abonando a la autodestruc-
ción de la especie en un mundo que va directamente hacia allá.
Mi propuesta es que nos reinventemos, ya sé que hay muchas fuerzas políticas, ya sé
que las ciencias sociales hacen otras cosas, ya sé que el análisis político, “bla bla bla”..., pues
entonces estamos fritos. Empoderémonos, reinventémonos y asumamos el cambio directa-
mente a nivel local. Muchos dicen “eso suena como a manual de autosuperación”. No, son
ideas mucho más profundas que se están practicando en la India y que han logrado sacar de la
572
Escenarios en transición
pobreza a 300 mil mujeres del ámbito rural con agroecología, con servicios bancarios básicos,
con higiene y salud. Hay un libro maravilloso de Eva Bath que dice “somos pobres, pero somos
muchos” y como eran muchos pues crearon un banco, es justo la idea que están llevando con
Sembrando Vida te dan cinco mil pesos pero 500 se van para crear un pequeño banco, espe-
remos que funcione, vamos a ver. En medio de esos proyectos que no terminan de aterrizar
¿cómo se insertan dentro de un proyecto de Estado y de desarrollo futuro? Pues están los
otros, el corredor transístmico que son megaproyectos para crear lo que dice López Obrador
‘cortinas de desarrollo’, pero más que cortinas son muros que van a parar la migración.
Y estamos en un momento generacional histórico determinante y hacen falta ideas,
hacen falta pensadores, pero sobre todo hace falta acción, acción social. Eso es lo que yo podría
concluir.
Roberto Diego
Un paréntesis antes de mi reflexión final para que documenten su optimismo. El tren transíst-
mico, la vía es de la nación –menos 100 kilómetros– porque esa no se dio a gente transnacio-
nal. Tienen ustedes un triángulo que es de la Kansas, que es la compañía más fuerte gringa,
que va hacia dos puertos para manejar grano; el resto de los trenes, del norte de México hasta
la Ciudad de México, son del grupo México, de Minera México, tiene 73% de las acciones
y el resto es de la Pacific una compañía gringa; todo el tren que va hacia el sur de México
–100% – es de Minera México, de Larrea, y los 100 kilómetros que van a Coatzacoalcos, y que
se requieren para tener el tren transístmico, se concesionaron al grupo México y el gobierno
está planteando construir otros 100 kilómetros paralelos para llegar a Coatzacoalcos, en lugar
de expropiarles esos 100 kilómetros a Larrea, que es el dueño.
Es un mexicano muy nacionalista que vive en un castillo en Italia y desde ahí maneja
todos sus negocios, con quien ya se reunió López Obrador, porque hay que negociar con los
ultra archi recontra millonarios de este país para que no te hagan guerrita de lodo. Esta es la
situación del tren transístmico. ¿A quién va a beneficiar? ¿Se requiere un tren? Sí se requiere
un tren porque en el siglo XIX se hizo ese tren, funcionó, pero había que bajar la carga de los
barcos con redes, subirla a un tren, bajarla cargando del tren.
Cuando hacen el canal de Panamá, el transístmico se hunde, se llegaron a manejar
medio millón de toneladas en ese tren transístmico mexicano y después se cayó. Actualmente
la carga se maneja por contenedores y hay muchos barcos que son muy grandes y no pasan
por el canal de Panamá. Hay barcos que pasan a diez centímetros de la pared del canal, hoy
en día, porque ya han excedido su extensión. Uno dice “se puede hacer el tren transístmico,
puede beneficiar pero que beneficie a la gente, a las comunidades, que eso sea su prioridad”,
pero no se ve que vaya por ahí la situación.
Mi última reflexión, lo que envilece todo al final, ni siquiera es el capitalismo que vayas
a aplicar, es el lucro. El lucro está en lo central de todo, la ganancia mal habida, es no pensar en
573
Esteban Barragán López
beneficiar al otro sino pensar en cuánto vas a ganar con algo. Todo eso lo pervierte, entonces
no buscamos ayudar al otro, no buscamos el bien común, pensamos en el yo, pensamos en el
nosotros. Los tojolabales, los tzeltales y tzotziles […] los llevó allá a estudiar porque lo invita el
tatic, con los indígenas de Chiapas. Lo invitaron a una reunión y no conocía nada de la lengua
y lo que escuchaba es que cada cuatro, cinco palabras decían ‘tic, tic, tic’. Cuando terminó la
reunión le preguntó al cura: “oye, ¿qué quiere decir tic”, dice: “nosotros”. Entonces, allá hay
“los mismos”.
Lo platica: “cuando alguien comete un delito de una comunidad con otra comuni-
dad, la comunidad de la que es el que cometió el delito dice: ‘uno de nosotros cometimos un
delito’”. Y no es un error gramatical, lo están asumiendo, y va con lo que nos presentaron de
los p’urhépechas. Yo quería preguntar: ¿la comunidad qué hace con relación a estos conflictos
sociales o la gente que es excluida o declarada muerta? Porque allá se preocupan mucho de que
aquel que cometió un delito pague su deuda y se reincorpore a su comunidad. Porque no tener
comunidad es estar huérfano. Por eso cuando llega un viejito indígena dice “soy huerfanito”,
¿cómo un huerfanito?, porque no tiene comunidad, lo peor es no tener comunidad. Yo pienso
que importa mucho la cuestión del ‘nosotros’.
La otra cuestión, Gabriel Tarde, un sociólogo francés del siglo XIX, decía que el gran
error del ser humano era haber separado lo social de lo natural y de ahí nos viene el antro-
pocentrismo europeizante judeocristiano de poner al ser humano en el centro del universo
cuando debería estar en algún otro lado. ¿Cómo vivir en armonía dialógica con el resto de los
seres vivos y no vivos del universo? Hacer un uso responsable de las cosas, Karel Kosík […]
tiene un artículo criticando la sociedad del confort eslovaca, donde él vive, y es un trabajo
excelente donde está criticando justamente el consumismo y toda esta idea de querer tener el
último producto de todo, que a todos nos pasa.
A mí dos veces al día me hablan de Telcel diciendo que ya se acabó mi plan, que
cambie mi teléfono y que me dan un teléfono mejor; y digo: “¿no me puedo quedar con el que
ya tengo?” Porque el que ya tengo funciona muy bien. ¿Para qué quiero otro nuevo? Pero la
gente traemos un criterio de siempre estar teniendo lo mejor y generando basura electrónica
y basura de todo tipo sin pensar en la sociedad. Debemos cambiar este tipo de enfoques para
poder manejar mejor las cosas y de esto yo no veo nada en la ‘Cuarta Transformación’, creo
que hay que cambiar el sentido de la vida más allá que otras cosas.
Guillermo de la Peña
Concuerdo con la idea de que tenemos que reconstruir la comunidad, pero la comunidad
nacional. Creo que tenemos que recuperar el proyecto de nación, pero resignificarlo. No un
proyecto de nación que repita lo que ya no funcionaba, sino un proyecto de nación nuevo,
abierto al futuro con un plan de futuro. Creo que uno de los problemas del gobierno actual
–como ya se ha señalado–, es que realmente no tiene un proyecto de comunidad nacional.
574
Escenarios en transición
Hay una serie de mantras: la lucha contra la corrupción, la lucha contra la pobreza, contra la
desigualdad, contra el gobierno abusivo, contra el egoísmo porque hay que ser generosos; son
mantras que le gustan a uno, son frases que te hacen sentir bien pero no hay una integración
de todos estos buenos sentimientos o intenciones en un proyecto bien planteado con estrate-
gias específicas.
En ese nuevo proyecto de nación tiene que estar incorporado el respeto, la apreciación
de la racionalidad campesina. Es decir, los campesinos han sido un actor fundamental en
la historia de México, son los que hicieron la Revolución mexicana. Ayer nos hablaba Itzel
Rodríguez de la importancia del muralismo mexicano al pintar a los campesinos y a los indí-
genas como actores, como agentes del cambio social; pero al campesinado se le ha querido
ignorar, incluso destruir, no sólo por el neoliberalismo, yo creo que desde antes había esta
visión de la derecha de que el campesinado es irracional y, por tanto ineficaz y, por tanto
mejor que se conviertan en asalariados; de ahí la frase famosa de que ‘a los campesinos les
va mejor si se les quita la tierra’. Pero también la izquierda decía que los campesinos no son
sujetos de cambio social, que el campesinado es un residuo feudal y que por tanto lo que
debe pasar es que el campesinado se proletarice y, ya como proletarios, formen parte de un
proyecto de cambio social.
Creo que toda la discusión que hemos oído en estos días sobre las acciones que se están
haciendo precisamente para recuperar un mundo campesino armonioso con la naturaleza,
no hostil a la naturaleza sino como ha sido el campesinado parte de la naturaleza, es muy
importante para esta nación nueva que debemos construir, y no un campesinado esenciali-
zado o romantizado. Aunque a mí el romanticismo me gusta, no un campesinado separado
del mundo urbano. Es decir, un problema al hablar de las sociedades rurales es que parecen
ser que hay un departamento específico de sociedades rurales en donde el mundo urbano no
tiene nada que ver. No, el mundo urbano y el mundo rural son parte de un mismo campo
social. Estoy usando jerga antropológica, pero podemos pensar en un campo social formado
por ciudades y zonas rurales en donde hay una serie de fuerzas que se interrelacionan y que
se tienen que tener en cuenta. Como una frase que oí hace muchos años: “no podemos tener
una reforma agraria viable si no tenemos también una reforma urbana”. Es decir, tenemos que
pensar en un México integrado, tenemos que pensar en políticas que no nos “compartamen-
talicen” y nos separen, sino en políticas que nos integren.
Creo que discusiones como ésta pueden servir a seguirnos criticando, autocriticando.
Pensemos en que todo lo malo que pasó en este periodo negro de la historia de México no es
algo que se deba simplemente a una imposición de fuerzas extrañas, sino son acontecimientos
en que participamos todos, también formaron parte los campesinos. Hay muchas asimetrías
de poder, pero no es cierto que se anuló la agencia del pueblo mexicano, no se anuló. Entonces,
todos somos responsables por crear un nuevo proyecto de nación y ojalá estas discusiones que
tuvimos puedan ayudarnos a autocriticarnos y pensar en cómo podemos cambiar.
575
SIGLAS Y ACRÓNIMOS
4T Cuarta Transformación
ACCI Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados
ACNUR Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
AICA Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves
AMLO Andrés Manuel López Obrador
AP Áreas Protegidas
ATG Aceite Terciario del Golfo
Albamex Alimentos Balanceados de México
Alai Agencia Latinoamericana de Información
Anagsa Aseguradora Nacional Agrícola y Ganadera
Anamuri Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas
ANEC Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores
del Campo
APEAM Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate
de México
ARIC Asociación Rural de Interés Colectivo
Aserca Agencia de los Servicios a la Comercialización y Desarrollo
de Mercados Agropecuarios
Asomitrama Asociación de Mineros Tradicionales de Marmato
Bancomer Banco de Comercio
Banrural Banco Nacional de Crédito Rural
BM Banco Mundial
BOC Bloque Obrero y Campesino
Cabin Comisión de Avalúos de Bienes Nacionales
CAM Confederación Agrarista Mexicana
CCI Central Campesina Independiente
CDI Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas
Ceconca Centros Conasupo de Capacitación
577
Extraños en su tierra
578
Siglas y acrónimos
579
Extraños en su tierra
580
Siglas y acrónimos
581
ÍNDICE ONOMÁSTICO
A
Acemoglu, Daron
Aguado, Daniel
Aguilar León, Irvin Evany
Aguilar Sierra, Verónica
Alanís Enciso, Fernando
Alarcón-Cháires, Pablo
Alarcón, Rafael
Alba, Francisco
Alcocer Durand, Javier
Almanza, Horacio
Alonso, Ana María
Alonzo-Parra, D.
Altieri, Miguel
Álvarez Álvarez, Héctor
Alves Pereira, Alessandro
Anaya, Martha
Antón Hurtado, Fina
Appendini, Kirsten
Aragón Noriega, Eugenio
Arias, Patricia
Arreguín-Cortés, Felipe
Arriaga Cabrera, Laura
Arroyo, Alejandre
Arroyo, Gonzalo
Artís Espriu, G.
Assies, Willem
Auty, Richard
Auyero Javier
Ávila, Agustín
Ávila, Patricia
583
Extraños en su tierra
Ayala Rocabado, P.
Azuela, Antonio
Azuz Adeath, Isaac
B
Backes, M.
Backes, Stephan
Baczko, Bronislaw
Badal, Marc
Bagundo, Gabriel
Baitenmann, Helga
Barkin, David
Bartra, Roger
Barragán López, Esteban
Barrera-Bassols, Narciso
Bartelt Dawid, Danilo
Bartolomé, Leopoldo
Bartolomé, Miguel
Bartra, Armando
Basabe, Claudio
Bautista, Francisco
Bayon, María Cristina
Beaucage, Pierre
Bebbington, Anthony
Bect, Galindo
Belastegui, Horacio
Bellamy Foster, John
Berlanga Robles, César Alejandro
Bertoni, Moisés
Bilbao, Galo
Binimelis, Rosa
Biodiversidad, Sustento y Culturas
Blanchot, E.
Blom, J. P.
Boege, Eckart
Bogaert García, Huberto
Bojórquez Serrano, José Irán
Bolado, Ernesto
Bonfil Batalla, Guillermo
Bonilla, Arturo
Bordieu, Pierre
Borras, Saturnino M.
584
Índice onomástico
Botello, V.
Boué, Celine
Bouquet, Emmanuelle
Bozada, Lorenzo
Bravo, Yacotzin
Benda-Beckmann, Franz
Benda-Beckmann, Keebet
Burgos, Angela
Burnod, Perrine
Burstein, John
Butler, Judith
C
Cabrero Mendoza, Enrique
Calva, José Luis
Calvario Martínez
Calveiro, Pilar
Camp, Roderic Ai
Campo, Jacobo
Canales, Alejandro
Caravero, Adriana
Cárdenas Cárdenas, M. A.
Cárdenas, Cuauhtémoc
Cardoso, Fernando Henrique
Carr, Barry
Carrera González, Eduardo
Carrillo Nieto, Juan José
Carton de Grammont, Hubert
Carton, Nuria
Catillo, Marco
Cebolla Badie, Marilyn
Cembrano Escobar, Santiago
Cervantes-Escobar, Aimée
Chayanov, Aleksandr V.
Checa-Artasu, Martín
Chenaut, Victoria
Chima, Víctor Manuel
Cifuentes Lemus, Juan Luis
Clement, Charles
Cloter, Helen
Coase, Ronald
Cohen, Deborah
585
Extraños en su tierra
Collin, Jean-Philip
Collins, Lorna
Comaroff, Jean
Comaroff, John
Concheiro Bórquez, Luciano
Congost, Rosa
Coombes, Rosemary
Coppens d’Eeckenbrugge, Geo
Córdoba Ramírez, Irina
Córdova Osnaya, Martha Hermelinda
Cornelius, Wayne
Cornu, Philippe
Corominas, Joan
Cortés Máximo, Juan Carlos
Cotler A., Helena
Cowling, Elizabeth
Craig, Ann L.
Craig, Richard
Crespo-Stupková, Lucie
Cristo-Araujo, Michelly
Cruz G., A.
Cruz Hernández, Sergio
Cruz, Margaret
Cruz Vargas, Juan Carlos
D
Damián-Huato, Miguel Ángel
Dardot, Pierre
Das, Veena
De Ita, Ana
De la Fuente, Aroa
De la Fuente de León, Gabriela
De la Peña, Guillermo
De la Peña, Sergio
De la Rosa, Eduardo
De la Torre, Renée
De Schutter, Olivier
De Soto, Hernando
De Sousa, Boaventura
De Teresa, Ana Paula
Deere, C.
Deininger, Klaus W.
586
Índice onomástico
Deleuze, Gilles
Del Rey Poveda, L. A.
Del Valle Martínez, Rosa E.
Delgado Moya, Rubén
Desmarais, Annette
Deslandes, Ann
Diamond, Jared
Díaz Moreno, I.
Díaz-Planco, H.
Díaz Soto y Gama, Antonio
Diego Quintana, Roberto
Domínguez, Erick
Dorantes, Carlos
Drews, Carlos
Durand, Leticia
Durand, Jorge
Durkheim, Émile
Dzib Can, Ubaldo
E
Eckstein, Salomón
Ehrenberg, Alain
Enríquez, C.
Enriz, Noelia
Escalante Gonzalbo, Fernando
Escalante, Roberto
Escamilla, Édgar
Escobar, Arturo
Escobar Latapí, Agustín
Espinosa, Víctor
Esposito, Roberto
Esteva, Gustavo
Etchevers, Jorge
Ezcurra, Ezequiel
F
Fabila, Manuel
Falcón, Romana
Faletto, Enzo
Farias, S.
Farris, Nancy
Feder, Ernest
587
Extraños en su tierra
Feierstein, Daniel
Ferguson, James
Fernández, Andrés
Fernández Godard, Luis
Fernández Mendiburu, Jorge
Ferrari, Luca
Ferry, Elizabeth Emma
Ferry, Stephen
Flores Arenales, René
Flores, Edmundo
Flores López, José Manuel
Flores Lot, Carla
Flores Mercado, B. G.
Flores, Nancy
Flores Verdugo, F.
Foley, Michael
Forrester, Viviane
Foucault, Michel
Fournier, Stéphane
Fox, Jonathan
Franco-Díaz, Karen Lizbeth
Franco, Jennifer C.
Franco Ochoa, Cuauhtémoc
François Gerber, Julien
Frank, André Gunder
Fyfe, Daniel
G
Gabayet, Luisa
Galimberti, Umberto
Gallar Hernández, David
Gallardo Ruiz, Juan
Gallego, Cristina
Gallero, María Cecilia
Gamboa, Gonzalo
Gamio, M.
Garat, Guillermo
García Acosta, Virginia
García Hernández, Juan Luis
García Zamora, Rodolfo
Garduño, Everardo
Gärtner, Álvaro
588
Índice onomástico
589
Extraños en su tierra
H
Haas, Willi
Hale, Charles
Hansen, Anne M.
Hansen-Kuhn, Karen
Hardin, Garrett
Harrison, David
Harvey, David
Hendrix, Steven E.
Heinrich Böll, Stiftung
Heras, María
Hernández, Aída
Hernández, Aleida
Hernández-Antonio, Arturo
Hernández Barrón, Alfonso
Hernández Bringas, Héctor Hiram
Hernández Castillo, Aída
Hernández Cendejas, Gerardo Alberto
Hernández López, José de Jesús
Hernández Madrid, Miguel
Hernández Navarro, Luis
Hernández Ramírez, Javier
Hernández Santos, María
Herre, Roman
Herrera Serna, Laura
Herrera Silveira, Jorge
Hewitt de Alcántara, Cynthia
Hill, Jane. H.
Hirschman, Albert
Hobsbawm, Eric
Holt-Giménez, Eric
Honneth, Axel
Hornborg, Alf
Huizer, Gerrit
Huizinga, Johan
Hurtado Ocampo, Azucena
I
Ihl, Thomas
590
Índice onomástico
Imaz, Eugenio
Inclán, Daniel
Irazuzta, Ignacio
J
Jacinto Zavala, Agustín
Jaspers, Karl
Jelin, Elizabeth
Jiménez, Rita
Johnson, Simon
Jorgenson, Andrew
Jose, Shibu
Juárez Dávalos, Sergio Javier
Juárez Sánchez, Pedro
K
Kainuma, Mami
Kelly, Guy
King, Timothy
Korol, Claudia
Kovacs, John Michael
Kröger, Markus
L
Lander, Edgardo
Laval, Christian
Lavigne-Delville, Philippe
Lazos, Elena
Leff, Enrique
Lemus Jiménez, Alicia
Lenin, Vladimir Ilich
León Andrade, Marilú
León, M.
Léonard, Éric
Levi, Primo
Leyva, Xóchitl
Lewis, Arthur W.
Li Murray, Tania
Linares Bravo, Bárbara Carolina
Link, Thierry
Lira, Ivette
Lippmann, Walter
591
Extraños en su tierra
Llano, Manuel
Long, Norman
López Bárcenas, Francisco
López Castro, Gustavo
López, Leticia
López Limón, Mercedes
López, Marta
López Obrador, Andrés Manuel
López-Pérez, Mario
López-Sagástegui, Catalina
López Zepeda, Leticia
Luiselli, Casio
Lust, Jan
Lustig, Nora
Lynch, Barbara
M
Mácha, Přemysl
Macías, Alejandro
Macivor C. C.
Mackinlay, Horacio
Magaña González, Claudia Rocío
Marengo-Mogollón, Humberto
Marín Guardado, Gustavo
Marino, Daniela
Márquez Serano, Napoleón
Martínez Alier, Joan
Martínez Borrego, Estela
Martínez, María
Martínez, José Luis
Martínez Salgado, Carolina
Martínez-Torres, María Elena
Martuccelli, Danilo
Massey, Douglas
Mastrangelo, Andrea
Matarán Ruiz, Ángel
Mate, Reyes
Mathus Robles, Marco Aurelio
Matsuyama, Kiminori
Mayer, Andreas
Mayoral Moline, Roser
McCulligh, Cindy
592
Índice onomástico
Mc Cully, Patrick
McMichael, Philip
McKey, Doyle
Medellín, Rodrigo
Melmed-Sanjak, J.
Méndez, Ernesto
Menegus, Margarita
Merino Pérez, Leticia
Mestries Benquet, Francis
Meza Bernal, Iris
Meza, Sofía
Michele, Laura
Mignolo, Walter
Mills, Elyse
Mitidieri, María Cristina
Mittermeier, R. A.
Moctezuma, Andrea
Mojica Madrigal, Oscar Ariel
Molina Enríquez, Andrés
Monedero, Juan Carlos
Monsalve, Sofía
Montañez, Carlos
Montalvo Ortega, Enrique
Montiel Cortés, José Orvelín
Monreal Ávila, Ricardo
Mora, Mariana
Morales-Torrado, Carlos Andrés
Moreno García, Heriberto
Moreno Mena, José
Morett Sánchez, J. C.
Muchnik, José
Muehlmann, Shaylih
Mundy, Jennifer
Mummert, Gail
Muñoz Pérez, Adriano
Myhre, David
N
Nadal, Alejandro
Nava Hernández, Eduardo
Navarro, Cecilia
Navarro, H.
593
Extraños en su tierra
O
Olivera Villa, Beatriz Adriana
Olmedo Sifuentes, Misael
Olvera, Dulce
Ordóñez, Ezequiel
Orozco, Wistano Luis
Ortega, Elisa
Ortega Hernández, Alejandro
Ortega, Miquel
Ortega, Víctor
Ortiz Pérez, Mario A.
Ostrom, Elinor
Otero, Gerardo
Overbeek, Winfridus
Oviedo, Alejandro
P
Padawer, Ana
Padilla, Héctor
Palacios, Guillermo
Palacios, Karina
Palerm, Ángel
Paley, Dawn Marie
Panizo, Laura
Paré, Luisa
Pastor, Rodolfo
Paullier, Juan
Paz Avendaño, Reyna
Paz Sánchez, Fernando
Pengue, Walter Alberto
Peniche, Salvador
Pérez Avilés, Ricardo
Pérez Castañeda, Juan Carlos
Pérez, Enrique
594
Índice onomástico
Q
Quesnel, André
R
Rama, Ruth
Ramírez Gómez, Alfredo
Ramírez Herrera, Ana María
Ramírez, Telésforo
Ramírez Valverde, Benito
Ramírez-Zavala, Jaime
Ramírez Zavala, Joel
Ramos Castro, E.
Ranger, Terence
Redclift, Michael R.
Redfield, Robert
Reguillo, Rossana
Rello, Fernando
Renault, Emmanuel
Reyes Osorio, Sergio
Ribeiro, Silvia
Ricoeur, Paul
Rival, Laura
595
Extraños en su tierra
S
Sachs, Jeffrey
Safa Barraza, Patricia
Salazar Cruz, Clara
Salgado Román, Sergio Alberto
Salinas de Gortari, Carlos
Salinas Sandoval, María del Carmen
Salvador, Manuel
Salles, Vania
Sanabria, Andrés
Sánchez Serrano, Evangelina
596
Índice onomástico
Sandoval, Daniel
Santiago, Mirna
Saraví, Gonzalo
Sarmiento Silva, Sergio
Schaffartzik, Anke
Scheper-Hughes, Nancy
Schetino, Macario
Schiavoni, Gabriela
Schryer, F.
Scott, James C.
Sevilla, Yolanda Lizbeth
Secretaría de Energía
Segato, Rita Laura
Sen, Amartya
Seufert, Philip
Shore, Cris
Solano, Francisco de
Soriano, Martha Angélica
Sosa Márquez, Eduardo
Silva Noelli, Francisco
Souza López, Dalia
Spalding, Mark
Spalding, Rose
Spencer, Daniela
Stavenhagen, Rodolfo
Stavchansky, Liora
Stedman Jones, Daniel
Suárez Carrera, Víctor
Susnik, Bratislava
Svampa, Maristella
Swistun, Débora
T
Tamargo Luege, José Luis
Tanck de Estrada, Dorothy
Tapia, Alberto
Tejeda-González, Carlos
Tellez, Luis
Tello, Carlos
Terrazas, Aarón
Thale, Geoff
Therborn, Göran
597
Extraños en su tierra
U
Ulloa, Astrid
Usla, Héctor
V
Valderrama-Landeros, L. H.
Valdés
Valdéz Gardea, Gloria Ciria
Valencia, Sayak
Van der Haar, Gemma
Van der Ploeg, Jan Douwe
Vargas, Susana
Vázquez, E.
Vederly, Katherine
Veerkamp, Verónica
Velázquez Hernández, Emilia
Vélez Sorey, Jaime
Ventura Patiño, María del Carmen
Vergara, Rosalía
Vicente, Camilo
Vickers, George
Vidal, Matías
Villagómez Velázquez, Yanga
Vogelgesang, F.
Vries, Peter
W
Wacquant, Loïc
Ward, Anseeuw
Warman, Arturo
Warner, Andrew
Watson, Katy
598
Índice onomástico
Weiner, A. B.
Weiss, Lindsey
Wiber, Melanie
Widdifield, Stacie
Wilde, Guillermo
Willemse, Johan
Witker, Jorge
Wolf, Eric
World Bank
Wright, Susan
Z
Zavala, V.
Zendejas Romero, Sergio
Zepeda Patterson, Jorge
Zoomers, Annelies
599
ÍNDICE TOPONÍMICO
A
Acaponeta
Adolfo López Mateos
África
Aguascalientes
Ahuatitla
Ahuisculco
Ajijic
Alemania
Altiplano central de México
Alto Golfo de California
Altos de Jalisco
Amamaloya
Amazonia Peruana
América Central
América del Norte
América del Sur
América Latina
Apatzingán
Aquezpalco
Aquila
Argelia
Argentina
Ario
Arizona
Arroyo Frijolillo
Arroyo Los Tejones
Arteaga
Asia
Atenquique
Atlapexco
Australia
601
Extraños en su tierra
B
Bahía de Banderas
Baja California
Barrio Hondo
Benigno Mendoza
Brasil
Buenavista
C
Cacateco Santa Cruz
California
Calmecate
Campeche
Canadá
Canal de Cuautla
Cancún
Carácuaro
Carapan
Caribe
Cartama
Cataratas del Iguazú
Catemaco
Cempoala
Centroamérica
Ciudad de México
Ciudad Guzmán
Ciudad Juárez
Coahuila
Coapantla
Coatzacoalcos
Colima
Colombia
Colonia Benito Juárez
Colorado
Comanja
Congreso Permanente Agrario
Corea del Sur
Costa Lora
Costa Pacífico Playa Espíritu-Teacapán
Cotija
Creel
Cuenca del Papaloapan
602
Índice toponímico
Cuenca Lerma-Chapala-Santiago
Cuenca media del Papaloapan
Cuilonia
Cuisillos
Cuitzeo
Cutzamala
Ch
Chablekal
Chalahuiyapa
Chalingo
Chapala
Charapan
Cherán
Chiapas
Chicontepec
Chihuahua
Chilchota
Chile
Chiliteco
China
Churumuco
D
Delta del Yaqui, Sonora
Divisadero
Durango
E
El Aguacate y Anexos
El Cajón
El Encino
El Ixtle
El Lindero
El Llano
El Salvador
El Tulín
El Zanjón
Embalses de Aguamilpa
Emiliano Zapata
Erongarícuaro
Escuinapa en Sinaloa
603
Extraños en su tierra
Estado de México
Europa
F
Filipinas
Forth Worth
Francia
Francisco Villa
Fresnillo
G
Gabriel Zamora
Golfo
Golfo de México
Golfo de Santa Clara
Gómez Farías
Gral. Hilario C. Salas
Guadalajara
Guanajuato
Guatemala
Guerrero
H
Halliburton
Hermosillo
Hidalgo
Holanda
Homotitla
Honduras
Huasteca hidalguense
Huasteca potosina
Huastecas
Huatulco
Huautla
Huazalingo
Huazalinguillo
Huejutla
Huejutla de Reyes
Huetamo
Humotitla
604
Índice toponímico
I
Istmo de Tehuantepec
Italia
Ixhuapan
Ixtapa
Ixtlahuacán del Río
Ixtlán de los Hervores
Izamal
J
Jacona
Jalisco
Jaltocan
Japón
Jocotepec
K
Kilómetro Diez
L
La Candelaria
La Guajira
La Luz
La Magdalena
La Mesa
La Perla de Hueyapan
La Piedad
La Sauceda
Lagos de Moreno
Laguna de Agua Brava
Lázaro Cárdenas
Loreto
Los Cabos
Los Cerezos
Los Ocotales
Los Otates
Los Parajes
Los Reyes
Los Tuxtlas
M
Madagascar
605
Extraños en su tierra
Madero
Manizales
Manzanillo
Mar Caribe
Maravatío
Marmato
Mazatlán
Mecayapan
Medellín
Mérida
Meseta P’urhépecha
Metlaltepec
México
Michoacán
Mirador Saltillo
Misantla
Montaña de Guerrero
Monterrey
Morelia
Morelos
Múgica
Municipio de Isla
N
Nahuatzen
Nautla
Nayarit
Nevada
Nocupétaro
Nueva España
Nuevo Marmato
Nuevo México
Nuevo Parangaricutiro
O
Oaxaca
Ocampo
Oceanía
Océano Pacífico
Ocotal Chico
Ocotal Grande
Ocozotepec
606
Índice toponímico
P
Países Bajos
Palmar de Cuautla
Panamá
Papantla
Paracho
Parácuaro
Paraguay
Patambarillo
Pátzcuaro
Península Ibérica
Penjamillo
Peña Hermosa
Pepeyoca
Peribán
Perú
Piedra Labrada
Pilateno
Plan Agrario
Popxojnas
Poza Rica
Presa Hidroeléctrica Aguamilpa
Provincia Burro-Picachos
Provincia de Sabinas
Provincia Misiones
Puebla
Puerto Vallarta
Puruándiro
Q
Quindío
Quintana Roo
R
Rancho Nuevo
Rancho Viejo
Región de los Chenes
Río Acaponeta
Río Baluarte
Río Bejuco
Río Cañas
Río Colorado
607
Extraños en su tierra
S
Saltillo
Salvador Escalante
San Alonso
San Andrés
San Andrés Tuxtla
San Blas
San Felipe
San Felipe Orizatlán
San Fernando
San Luis Potosí
San Pablo Ixayoc
San Pedro Soteapan
Sanguijuelas
Santa Catarina del Monte
Santa Fe del Río
Santa Inés
Santanón Rodríguez
Santiago Ixcuintla
Santo Domingo
Santo Tomás
Selva Lacandona
Sierra de Santa Marta
Sierra Tarahumara
Sinaloa
Sonora
Soteapan
608
Índice toponímico
Sudáfrica
Suiza
Sur de Jalisco
Susupuato
T
Tabasco
Tacámbaro
Taiwan
Tala
Tamaulipas
Tamazula
Tamoyon Primero
Tamoyon Segundo y Anexos
Tampico
Tampico-Misantla
Tancítaro
Tangamandapio
Tangancícuaro
Tanhuato
Tapalpa
Tatahuicapan
Teacapán-Agua Brava
Tecate
Tecolitla
Tecoluco
Tecuala
Tepalcatepec
Tepeco y anexo Tepetzintla
Tepehuacan
Texas
Texcoco
Texoloc
Tijuana
Tingüindín
Tlaletla
Tlamaya
Tlanchinol
Tlaxcala
Tocumbo
Tohuaco Amazintla
Tohuaco Segundo
609
Extraños en su tierra
Topolobampo
Totonacapan
Tulum
Tumasïo
Turicato
Tuxpan
Tzacuala
Tzitzio
U
Unión Soviética
Uruapan
Uruguay
Utah
V
Valle de Edzná
Valle de Mexicali
Valle de México
Valle de Zapotlán
Valles centrales en Oaxaca
Venezuela
Veracruz
Villa Jiménez
Villa Juárez
Villamar
W
Watsonville
Wyoming
X
Xalapa
Xilitla
Xochiatipan
Y
Yahualica
Yucatán
Yurécuaro
610
Índice toponímico
Z
Zacatecas
Zacatipa
Zamora
Zapopan
Zapotlán el Grande
Zinapécuaro
Ziquítaro
Ziracuaretiro
Zona Metropolitana del Valle de México
611
Extraños en su tierra
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
de María del Carmen Ventura Patiño,
J. Luis Seefoó Luján y Esteban Barragán López
Primera edición digital 9 de diciembre de 2022
Conversión gestionada por
Sextil Online, S. A. de C. V./ink it® 2022
+52 (55) 52 54 38 52
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Coordinación
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Corrección
Amparo Ramírez Rivera
Diagramación
Erika Gabriela Palomar García
Portada
Guadalupe Lemus Alfaro