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EXTRAÑOS EN SU TIERRA

Las sociedades rurales a la vuelta del siglo


EXTRAÑOS EN SU TIERRA
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

María del Carmen Ventura Patiño


J. Luis Seefoó Luján
Esteban Barragán López
Editores

El Colegio de Michoacán
307.7272
EXT Extraños en su tierra : las sociedades rurales a la vuelta del siglo / María del Carmen Ventura Patiño,
J. Luis Seefoó Luján, Esteban Barragán López, editores. – Zamora, Michoacán : El Colegio de
Michoacán : CIESAS, © 2022

613 páginas : ilustraciones ; 28 cm. – (Colección Investigaciones)

1. Agricultura -- Aspectos Económicos-- México


2. Agricultura y Estado -- México
3. Campesinos -- México
4. Desarrollo Rural -- México
5. México -- Condiciones Rurales

I. Ventura Patiño, María del Carmen, editor


II. Seefoó Luján J. Luis , editor
III. Barragán López, Esteban, editor

Thema: TV/RPG

Imagen de portada: Fotografía de Daniela Carrasco Orellana, 2018, San Felipe de los Herreros.

© D. R. El Colegio de Michoacán, A. C., 2022 © D. R. Centro de Investigaciones y Estudios Superiores


Centro Público de Investigación en Antropología Social, 2022
Conacyt Juárez 87, Col. Tlalpan Centro,
Martínez de Navarrete 505 Alcaldía Tlalpan
Las Fuentes 14000 Ciudad de México
59699, Zamora, Michoacán ISBN 978-607-486-660-5
[email protected]
ISBN 978-607-544-191-7

Hecho en México
Made in Mexico
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

Ma. del Carmen Ventura Patiño


J. Luis Seefoó Luján
Esteban Barragán López 11

Las sociedades rurales a la vuelta del siglo. Apuntes sobre el campo mexicano en
las últimas décadas
Guillermo de la Peña Topete 37

PROPIEDAD SOCIAL, MEGAPROYECTOS Y RESISTENCIA

Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en México


Juan Carlos Pérez Castañeda 79

Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones.


Resultados inesperados de las reformas al marco agrario de 1992 en México
Gabriela Torres-Mazuera 97

El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades.


Un estudio de caso en el Istmo veracruzano
Emilia Velázquez Hernández 121

Reforma agraria, Procede y extracción de hidrocarburos en la Huasteca hidalguense


José Luis Plata Vázquez 143

Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México


Victoria Chenaut 171

Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales


Rogelia Torres Villa 197
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas en
un escenario de violencias sistémicas
Alejandra Navarro Smith 225

DISPUTAS POR LOS PATRIMONIOS

El patrimonio como baluarte. Un lenguaje incipiente de patrimonio en Marmato, Colombia


Elizabeth Ferry 253

“Nuestras raíces”. El cultivo de mandioca en espacios rurales interculturales del noreste argentino
Ana Padawer 271

Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera


Itzel A. Rodríguez Mortellaro 283

El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado? Desigualdades sociales, relaciones


de poder y racismo en una zona del México rural marginal
Rita Jiménez
Sergio Zendejas 299

POLÍTICAS ALIMENTARIAS Y ALTERNATIVAS DE DESARROLLO

Contradicciones del desarrollo en Michoacán


Lucie Crespo Stupková 323

Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria. Sostenibilidad,


trabajo y vida digna en el campo
Martha Angélica Soriano Sánchez 347

Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio. La reproducción de la sociedad rural


en su encrucijada frente a la Cuarta Transformación
Rodolfo García Zamora
Selene Gaspar Olvera
Rosa E. del Valle Martínez 363

¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?


Contextos políticos y sociales en zonas rurales michoacanas
Óscar Ariel Mojica Madrigal 387

VIOLENCIA EN LAS SOCIEDADES RURALES

Experiencias de sufrimiento social en escenarios de la vida rural. Nota introductoria


Miguel J. Hernández Madrid 409
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos, formas
de jugar y juguetes de la chiquillada de Tocumbo y Santa Inés, Michoacán
Liliana Sarahí Robledo Barragán 419

Depresión, ansiedad y suicidio. El caso de mujeres p’urhépecha


Alicia Lemus Jiménez 437

Resistir en la memoria. La lucha de los familiares de las víctimas de la violencia


del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco
Dalia Margarita Souza López 461

Territorios de desaparición y esclavitud. Campos de reclutamiento forzado en Tala, Jalisco


Alejandra Guillén González 485

LAS SOCIEDADES RURALES ANTE LA 4T ¿NUEVA FASE DEL NEOLIBERALISMO?

¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta? Continuidades y simulaciones


neoliberales en el “periodo posneoliberal” mexicano
Juan Carlos Ruiz Guadalajara 505

TESTIMONIOS RURALES

La mazorca se empezó a desgranar


Héctor Álvarez Álvarez
Napoleón Márquez Serano 539

La transición a la agroecología en México. Un modelo para alcanzar la autosuficiencia y


soberanía alimentaria
Leticia López Zepeda
Enrique Pérez Suárez 547

Escenarios en transición. Un balance reflexivo inicial 563


Esteban Barragán López (moderador)

SIGLAS Y ACRÓNIMOS 577

ÍNDICE ONOMÁSTICO 583

ÍNDICE TOPONÍMICO 601


INTRODUCCIÓN

Ma. del Carmen Ventura Patiño


J. Luis Seefoó Luján
Esteban Barragán López

Para la comprensión de la complejidad de las sociedades rurales contemporáneas, especial-


mente frente a la 4ª Transformación proclamada desde el inicio del actual gobierno federal en
2018, consideramos pertinente convocar a investigadores e investigadoras de distintas discipli-
nas y algunos actores sociales para que, en la diversidad, analizaran lo que dichas sociedades
han vivido durante el periodo neoliberal y pusieran en diálogo enfoques, metodologías y
perspectivas sobre la situación actual y el proceso de cambio que se viene impulsando desde
el nuevo gobierno.
En la vida rural acontecen y convergen muy diversos procesos como el crecimiento
urbano, políticas agrarias y agrícolas, conflictos electorales, movimientos y reivindicaciones
indígenas, violencia estructural y simbólica, crimen organizado, disputas por la defensa de
los territorios y de los patrimonios bioculturales ante megaproyectos mineros, hidrocarburos,
turísticos, eólicos, así como la expansión de la frontera agrícola y la sustitución de cultivos de
granos básicos por monocultivos, trabajo agrícola precarizado, luchas por el agua, migración,
desplazamientos y desapariciones; son sólo algunos de los procesos que han cobrado relevancia
en las cuatro últimas décadas.
En los territorios rurales se libran batallas entre distintas visiones y sentidos del mundo
por parte de diferentes actores, que se encuentran estrechamente vinculados con los ámbitos
de poder nacional y global. El capitalismo y su modelo neoliberal, que actualmente vivimos,
concibe todo recurso natural como mera mercancía, incluyendo los cuerpos y las vidas de
las personas. El extractivismo y neoextractivismo como un modo de relación social para el
crecimiento económico, que se sustenta en la explotación y destrucción de lo que se considera
únicamente como recursos naturales, para algunos autores, representa una continuidad de los
procesos de colonización. Para Maristella Svampa:

La dimensión histórico-estructural del extractivismo está vinculada a la invención de Europa y la


expansión del capital. Asociada a la conquista y el genocidio, el extractivismo en América Latina es
así de larga data. Desde tiempos de la conquista, los territorios latinoamericanos han sido coto de
destrucción y de saqueo. Rica en recursos naturales, la región se fue reconfigurando una y otra vez al

11
Extraños en su tierra

calor de los sucesivos ciclos económicos, impuestos por la lógica del capital, a través de la expansión
de las fronteras de las mercancías; una reconfiguración que a nivel local conllevó grandes contrastes
entre rentabilidad extraordinaria y extrema pobreza, así como una gran pérdida de vidas humanas y
de degradación de territorios, convertidos en áreas de sacrificio (Svampa 2019: 16).

Las particularidades del extractivismo en los países de América Latina se configura con
los ciclos económicos y los requerimientos del mercado, así como con los procesos históricos
concretos de la construcción de los Estados nación durante el siglo XIX, comenta Svampa.
El neoextractivimo como un proceso más reciente, si bien es una continuidad de las viejas
formas de explotación y saqueo, es uno de nuevo tipo, en palabras de Gudynas (2015) es un
neoextractivismo progresista, que consiste en que el Estado juega un papel más activo en la
captación del excedente y la redistribución, las políticas sociales contribuyen a la legitimación
social, esto es, la aceptación por parte de un grueso de la población receptora del gasto social,
sin embargo, no sólo se mantiene sino que además hay una profundización del patrón pro-
ductivo primario exportador y una sobreexplotación de los recursos naturales con graves con-
secuencias ambientales y sociales. El neoextractivimo como una nueva fase de acumulación
del capital, refuerza la ilusión desarrollista, a costa de una mayor presión sobre los territorios
incluidos, los que antes no eran considerados por el capital.
Estos procesos son cuestionados desde distintas escalas, incluida la local, y diversas han
sido las respuestas por parte de los actores rurales: los que han tenido condiciones han nego-
ciado, otros han resistido, mientras que otros han sido desplazados. La ingeniería social de
los promotores de los megaproyectos incluye una serie de estrategias para debilitar los tejidos
comunitarios. El encuentro no siempre ha sido de respeto hacia otras formas de vida, espe-
cialmente con aquellas que no conciben como mercancías sus tierras, aguas, aire, montañas,
saberes y relaciones tradicionales que le son esenciales para su reproducción social y cultural,
para su permanencia como colectividades culturalmente específicas.
Algunos estudiosos han conceptualizado estos procesos contestatarios como “ecolo-
gía de los pobres” (Martínez Alier 2009), que refiere principalmente a la movilización de los
campesinos e indígenas en la defensa del medio ambiente, que no se motiva necesariamente
por una idea o sentimientos abstractos sobre la naturaleza, sino por la amenaza concreta a sus
espacios de vida generada por la injerencia del capital que pone en riesgo su sustento. Lo que
sus habitantes defienden es la vida y su continuidad en esos espacios geográficos, así como su
derecho a mejorar sus condiciones, desde otras formas de entender y vivir en este mundo, de
relacionarse con la naturaleza y entre los seres humanos y no humanos, cuyo conocimiento se
ha ido construyendo a través del tiempo y bajo otras epistemologías. Los procesos de fricción
y disputa entre estas visiones son materia de análisis en los trabajos que tejen la urdimbre del
presente texto.
Veamos algunos datos. Según el entonces titular de la Secretaría de Medio Ambiente
y Recursos Naturales (Semarnat) Víctor Toledo, hasta fines de 2019 se tenían registrados 560

12
Introducción

conflictos socioambientales “de los cuales 173 son con la industria minera, 86 hídricos, segui-
dos por la expansión de la industria energética y extracción de energéticos, entre otros […] Los
estados con mayor número de conflictos mineros son: Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Zacatecas,
Chihuahua y Colima […] en los que 122 ambientalistas han sido asesinados”.1 Mención espe-
cial merece la relación de estos megaproyectos con los territorios de los pueblos indígenas, en
los que se encuentra la mayor diversidad del patrimonio biocultural. “México es uno de los
doce países megadiversos del mundo que albergan entre 60 y 70 por ciento de la biodiversi-
dad total del planeta (Mittermeier y Goettsch 1992). Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero y
Michoacán concentran la mayor diversidad a nivel nacional y también tienen la mayor pre-
sencia de pueblos indígenas” (Pohlenz Córdova 2013: 20).
Sin duda, la industria minera es uno de los principales escenarios de la confrontación,
existen 31 mil concesiones que comprenden 56 millones de hectáreas, esto es, poco más de la
tercera parte del territorio nacional. En septiembre de 2020 el entonces titular de la Secretaría
de Seguridad, Alfonso Durazo, anunció la creación de la policía minera para otorgar segu-
ridad a este sector (Mundo Minero 2020), algunas organizaciones como la Red Mexicana
de Afectados por la Minería (Rema) manifestaron su inconformidad por el respaldo a esta
actividad minera por parte del actual gobierno y porque se destinen recursos públicos para
otorgarles protección, cuando estas empresas trasnacionales son responsables de la contami-
nación al medio ambiente, del deterioro de la salud y de violar los derechos de los pobladores,
además por su participación en el clima de violencia.2 Alfonso Durazo es el actual gobernador
de Sonora (2021), ganador de la contienda electoral por parte del Movimiento Regeneración
Nacional (Morena), en esta entidad se ha descubierto uno de los más grandes yacimientos de
litio en el mundo, un mineral altamente cotizado.
El agua constituye el otro recurso o bien en disputa, que se encuentra estrechamente
relacionado con distintos tipos de industria incluida la minera y de hidrocarburos. Según
datos proporcionados por una investigación minuciosa sobre las concesiones existen 3 304
usuarios privados que “tienen concesionado un volumen de agua […] equivalente al 22.3% de
toda el agua concesionada en el país, es decir, 1.1% de todos los usuarios explota más de una
quinta parte del recurso hídrico nacional” (Gómez Arias y Moctezuma 2020: 25). Para López
Bárcenas “Estos nuevos usos y formas de gestión gerencial del agua afectan a los pueblos, sobre
todo a los indígenas, en cuyos territorios se encuentran 49% de las cuencas más importantes
del país, […] que representa 23.3% del total del agua […] (López Bárcenas 2020: 86).
La extracción de combustibles fósiles sigue siendo parte de las políticas energéticas
prioritarias que se mantienen en la actual administración, en particular la explotación de gas

1 Rosalía Vergara, “Semarnat tiene registrados 560 conflictos socioambientales”, Proceso, 4 de septiembre de 2019, disponible en:
www.proceso.com.mx/nacional/2019/9/4/semarnat-tiene-registrados-560-conflictos-socioambientales-230608.html.
2 Chiapas Paralelo, “Nace la Policía Minera y es rechazada por pueblos afectados de México”, Chiapas Paralelo, 4 de octubre
de 2020, disponible en: www.chiapasparalelo.com/noticias/chiapas/2020/10/nace-la-policia-minera-y-es-rechazada-por-pueblos-
afectados-de-mexico/.

13
Extraños en su tierra

y petróleo en formaciones no convencionales a través del llamado fracking. Investigaciones


realizadas por la Alianza Mexicana contra el Fracking reportan que la Comisión Nacional de
Hidrocarburos (CNH) ha aprobado seis Planes de Exploración, los cuales permiten la perfo-
ración y fracturación de pozos para extraer gas y petróleo. “Estos planes contemplan la per-
foración y fracturación de entre seis y diez pozos […] entre 2019 y 2021. Estos pozos se suman
a los tres pozos que, si bien fueron autorizados durante el sexenio anterior, han sido operados
durante el gobierno actual” (Alianza Mexicana contra el Fracking 2020). La fracturación de
un solo pozo requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua, mezclados con arena y con más
de 750 químicos, con graves repercusiones en la contaminación del vital líquido, de la tierra y
la salud de los habitantes de esas regiones.
Los procesos de expropiación –exclusión observada en la inversión minera, energética
y turística– inmobiliaria suelen ser más visibles. Sin embargo, de un modo físicamente menos
brusco y no por ello menos expoliador, mediante mecanismos financieros (deuda usurera,
variación en el tipo de cambio, tasa de interés y/o precios, fraude bancario), se cambia el domi-
nio sobre bienes de consumo (casa habitación) y productivos (tierra, instalaciones) e incremen-
tan los desposeídos, tal como lo ha documentado el viejo y nuevo “Barzón”.
Otro esquema es la expulsión por motivos medio ambientales de población nativa
que ha vivido de la pesca, la recolección y/o el pequeño comercio (cucapás de Alto Golfo de
California; campesinos pescadores de Tenacatita, Jalisco y Punta Mita, Nayarit).
De formas variadas, con violencia abierta o sutil; con adhesión en las mismas comu-
nidades, pero con resultados similares, sea en la costa o en la sierra, en el altiplano o en las
llanuras, a cada momento se despoja y “arranca” del suelo a cientos de mujeres y hombres que
se convierten en Extraños en su tierra, como sentenciara Gabino Palomares en su poema hecho
canción.
De ello habla este libro. No abarca todos los procesos que ocurren en México ni los
más representativos de América Latina, es apenas una muestra, un aporte para comprender y
profundizar en el momento y el futuro de nuestro país.

Organización de la obra

El libro inicia con un balance sobre el devenir de las sociedades rurales desde la segunda mitad
del siglo XX hasta las dos primeras décadas del presente siglo, el cual aporta los elementos
necesarios para abrir la discusión e hilar la reflexión de los demás trabajos, mismos que se
encuentran organizados en siete apartados: 1) Propiedad social, megaproyectos y resistencia,
2) Disputas por los patrimonios rurales, 3) Migración, políticas alimentarias y alternativas de
desarrollo, 4) Violencias en las sociedades rurales, 5) Las sociedades rurales ante la 4T ¿Nueva
fase del neoliberalismo?, 6) Testimonios rurales, y 7) Escenarios en transición: un balance
reflexivo inicial.

14
Introducción

Como comentamos, el primer capítulo abre este libro a manera de introducción: “Las
sociedades rurales a la vuelta del siglo. Apuntes sobre el campo mexicano en las últimas déca-
das” de Guillermo de la Peña, quien hace un análisis riguroso de los cambios por los que ha
transitado la producción agrícola en la ruralidad mexicana en las últimas seis décadas: desde el
agotamiento del modelo de desarrollo agrícola poscardenista, la crisis financiera, las políticas
de ajuste de un nuevo modelo ante la globalización y el TLCAN, hasta la actual política “extrac-
tivista” de grandes empresas en el campo mexicano. De igual forma, brinda una propuesta
para hacer frente a los desafíos del agro mexicano.
De la Peña sostiene que desde los años sesenta del siglo pasado se habló de una crisis
agrícola y del fracaso de la Reforma Agraria. Se evidenció la enorme y creciente brecha entre
los dos sectores que componían la agricultura mexicana: un sector moderno y un sector cam-
pesino empobrecido. En la siguiente década se reconoció la crisis del modelo de desarrollo
rural. A pesar de que llegó a su fin la autosuficiencia alimentaria del país, el gobierno continuó
con la dicotomía entre la política agrícola, dirigida a la producción comercial, y la política
agraria, encaminada más bien al control de la población rural. Esto obligó a los campesinos a
migrar a las ciudades ampliando el proceso llamado “desagrarización”.
La etapa llamada del “abandono rural” tiene lugar durante los ochenta. El Estado
se “adelgazó” y renunció a ser el actor económico principal de la nación. La crisis obligó al
gobierno a recurrir al financiamiento de organismos internacionales, los cuales condiciona-
ron las políticas públicas y la inversión en el campo casi desapareció. La protesta rural creció,
así como el éxodo campesino. Con Salinas de Gortari se consumó el desmantelamiento del
apoyo al campo y la revuelta zapatista de 1994, que inició el mismo día que el TLCAN, puso de
relieve la insatisfacción del mundo rural. Aun así, Zedillo, Fox, Calderón y Peña continuaron
con las mismas políticas agrarias a través de programas sociales condicionados.
Para 2007 México, en relación con otros países, era el mayor exportador de frutas y
verduras a Estados Unidos. La ruralidad mexicana se insertó en complejas cadenas de escala
internacional. A pesar de que la demanda de trabajadores agrícolas ha crecido, las grandes
empresas han operado en una lógica “extractivista”. Esto es, buscan tierras fértiles donde el
alquiler y los salarios son bajos; después de un tiempo se van, para no enfrentar los problemas
fitosanitarios y de regularización. Con frecuencia el principio de sustentabilidad es olvidado.
Actualmente hay quienes condenan la globalización avasalladora, otros buscan nuevas
rutas que aceptan críticamente el avance tecnológico en un horizonte de interconexiones
mundiales, acompañado de gestiones para lograr la justicia distributiva y el bien común. Sin
embargo, sin una perspectiva humanista y la participación ciudadana, la extensión agrícola y
la organización productiva pueden caer en fetichismos y autoritarismos. De la Peña propone
que para lograr la soberanía alimentaria con desarrollo sustentable es necesaria la voluntad
política y compromisos efectivos del gobierno y grandes esfuerzos de la sociedad civil. Es
imprescindible lograr el reconocimiento de la organización autónoma, el diálogo entre la cien-
cia de vanguardia y entender la cultura y la sabiduría de los campesinos.

15
Extraños en su tierra

Propiedad social, megaproyectos y resistencia

Iniciamos con este apartado para dar cuenta sobre la importancia de la propiedad social en
nuestro país y reflexionar sobre su devenir, a la luz de las reformas en materia agraria apro-
badas a fines del siglo pasado. Como parte del discurso salinista, para justificar estas refor-
mas, se argumentó que era necesario otorgar certidumbre jurídica e incentivar la inversión de
capitales, para superar la crisis en el campo y mejorar las condiciones de vida de los sujetos
rurales. Las reformas consistieron en legalizar: las enajenaciones, el arrendamiento, la posibi-
lidad de cambiar de régimen de propiedad social a dominio pleno y la aportación de tierras
a sociedades mercantiles, principalmente. A casi 30 años de su aprobación y de la aplicación
de sus distintos programas de certificación, nos propusimos convocar a estudiosos en el tema
para compartir los resultados de sus investigaciones; una pregunta implícita en los trabajos es
¿cuáles han sido las implicaciones de estas reformas en los espacios agrarios locales y las distin-
tas respuestas de los actores rurales?
Revisemos algunas cifras. La propiedad social (ejidal y comunal) comprende poco más
de la mitad del territorio nacional, con poco más de 5 millones de sujetos agrarios que viven
junto con sus familias en esta superficie. Nuestro país cuenta con una extensión de 196 437
500 hectáreas, de las cuales corresponden a la propiedad social 99 714 952 hectáreas, lo cual
representa 50.7% del territorio nacional. De acuerdo con información del Registro Agrario
Nacional (RAN) de 2017, la propiedad social se conforma de 32 121 núcleos agrarios: 29 728 son
ejidos y 2 393 son comunidades agrarias, con 2 964 656 ejidatarios y 842 258 comuneros. Han
sido delimitados y certificados 30 411 núcleos agrarios, que comprenden 28 439 ejidos y 1 972
comunidades, cuya superficie asciende a 92 423 748 de hectáreas, en manos de 5 166 243 de
sujetos agrarios. Los 1 710 núcleos agrarios pendientes de certificar los constituyen: 1 289 ejidos
y 421 comunidades agrarias, con una superficie de 7 291 204 de hectáreas. En lo que se refiere
al dominio pleno, se ha adquirido en 5 875 ejidos, respecto a 284 941 parcelas, que suman una
superficie de 3 516 625 hectáreas, lo cual representa 11.5% de la superficie parcelada certificada
(RAN, citado en Ventura 2019).
Si bien no se ha dado el regreso a los latifundios como predecían algunos científicos
sociales (Calva 2012), a través de la concentración de grandes superficies, existe una selección
de tratos agrarios dependiendo de los intereses del capital. Por ejemplo, los fraccionadores han
ido adquiriendo parcelas conurbadas a bajos precios, que en su momento adquirieron dominio
pleno, para el desarrollo de proyectos de vivienda con los que obtienen grandes ganancias. De
igual modo, el sector turístico se ha beneficiado de esta modalidad, en ejidos y comunidades
con este potencial.
Por su parte, el arrendamiento y la compra de parcelas es una opción para aquellos
sujetos agrarios que van acaparando tierras y agua en el interior de los ejidos, que por lo regular
tienen el control político de estos núcleos. El arrendamiento también resulta atractivo para
algunas agroempresas que extraen los nutrientes de la tierra, aprovechan las fuentes de agua,

16
Introducción

pagan precios ínfimos por la renta de las parcelas y cuentan con mano de obra en condiciones
de precariedad, aprovechando la casi nula regulación estatal, y una vez agotados los bienes
naturales en esos lugares se mudan con sus capitales a mejores tierras, dejando tras de sí la des-
trucción de reservorios bioculturales y un gran daño a la salud de los trabajadores del campo.
Estas empresas se ubican en las mejores regiones agrícolas, las que ofrecen óptimas condicio-
nes para sus cultivos y la infraestructura necesaria para la exportación. Lo mismo sucede con
las empresas que prefieren la agricultura por contrato.
Los trabajos que presentamos a continuación discuten sobre esta problemática y cues-
tionan con datos etnográficos el cumplimiento de los propósitos que justificaron tales refor-
mas, como la certidumbre jurídica y el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes del
campo. Los efectos han sido diversos como lo han sido también sus respuestas, las cuales son
resultado de procesos históricos específicos de formación de los núcleos agrarios. Las medidas
neoliberales no son nuevas, tienen su principal antecedente en el siglo XIX, frente a las cuales
algunas comunidades indígenas sucumbieron, negociaron o se resistieron.
“Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en México” es el trabajo de
Juan Carlos Pérez, quien nos presenta una revisión histórica de los distintos procesos de diso-
lución comunitaria que se remontan desde la Colonia hasta las dos primeras décadas del siglo
XXI. Afirma que los países que actualmente cuentan con sistemas de propiedad implantados
por la Corona española comparten una serie de procesos agrarios estructurales, tales como: a)
distribución/concentración; b) amortización/desamortización; c) latifundización/minifundi-
zación; y d) comunalización/descomunalización. En su trabajo se centra en esta última.
La descomunalización la desmenuza en cuatro procesos: municipalización, privatiza-
ción, nacionalización y ejidalización. Sostiene que la municipalización inició con la Ordenanza
de Intendencias (1786), se consagró legalmente con la Constitución de Cádiz (1812-1813), se
afianzó con la Constitución Política de 1824 y se profundizó a lo largo del siglo XIX con las
legislaciones promulgadas por los congresos estatales de la nueva nación independiente.
Las leyes desamortizadoras promovieron la privatización de las tierras de los pueblos y
las legislaciones político-administrativas su municipalización. La privatización comenzó con
los dispositivos de la Corona en 1767 que ordenaban el fraccionamiento y el reparto individual
de las tierras, políticas que aplicaron de manera contundente durante todo el siglo XIX, pese
a ello, hay evidencias que señalan que muchos pueblos no sucumbieron, hay varias razones
que lo explican, la resistencia (violenta o jurídica) o la simulación de su cumplimiento, hasta la
imposibilidad material de realizarla por las condiciones orográficas de los terrenos.
Las legislaciones agrarias durante el siglo XX también propiciaron esta privatización,
primero a través del reconocimiento legal de fracciones de superficies en manos privadas y
con la reforma de 1992, vía la conversión de comunidad a ejido y de ejido a dominio pleno.
La nacionalización por medio de las declaraciones federales con ese carácter nacional, durante
el siglo XIX con las compañías deslindadoras sobre los terrenos considerados como baldíos
despojando a los pueblos de indios de sus tierras. De igual modo sucedió en el siglo XX,

17
Extraños en su tierra

destinándolas en parte para la dotación de ejidos y la venta a particulares. Por último, la eji-
dalización, que denomina la descomunalización social, consistente en la vía preferente para el
reconocimiento de las tierras de las comunidades que no pudieron cumplir con los requisitos
establecidos en los procedimientos agrarios, que comprendían probar el despojo y la propie-
dad de sus tierras.
A partir de un interesante análisis etnográfico efectuado con base en distintas disci-
plinas por parte de un grupo de investigadores en diferentes regiones geográficas de nuestro
país, Gabriela Torres nos presenta la enorme complejidad de la propiedad social resultado de la
aplicación de la llamada contra reforma agraria de fines del siglo XX, con su trabajo intitulado:
“Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones. Resultados
inesperados de las reformas al marco agrario de 1992 en México”. Dos preguntas guían su
reflexión: ¿Quién ganó seguridad en la tenencia con la reforma de 1992? ¿Seguridad para qué
y frente a quién? Da cuenta de la diversidad de procesos, por ejemplo, en algunos lugares
quienes se vieron beneficiados con la nueva legalidad agraria fueron los hijos y familiares
de ejidatarios, pero en otros han sido los inversionistas con intereses inmobiliarios, mineros,
turísticos, agroindustriales, entre otros, que ha traído consigo despojo, exclusión y nuevas
incertidumbres en la tenencia de la tierra. Los tratos agrarios sí se han intensificado generando
procesos de concentración de la tierra al interior de los núcleos y se han debilitado las instan-
cias de decisión colectiva, dando origen a nuevos cacicazgos.
La anhelada certidumbre no se tradujo en una mayor inversión, tampoco ha evitado el
minifundismo, por otro lado, no hubo una intensa privatización de las tierras, como preveían
varios estudiosos. Además, afirma que coexisten de manera contradictoria varias jurisdiccio-
nes: la agraria, la civil y la indígena, con marcos jurídicos que se traslapan y están en cons-
tante tensión, a la que se agregan los usos y costumbres o normas locales para la transmisión
y regulación de la tierra y sus derechos en los núcleos agrarios, en los que priva la legalidad y
legitimidad no siempre de manera armónica, la autora hace un aporte conceptual para expli-
car estos procesos que denomina “disonancias normativas”.
Libertad, justicia y modernización en el campo fueron algunos de los objetivos que
justificaron los cambios jurídicos en materia agraria en 1992. Emilia Velázquez centra su inte-
rés analítico en los anunciados beneficios que conllevaría la aplicación de la nueva legislación
para los sujetos agrarios, en su texto intitulado “El mercado de tierras ejidales y la generación
de nuevas inequidades. Un estudio de caso en el Istmo veracruzano”. Cerca de 30 años de tra-
bajo de investigación de archivo y etnográfico sobre la propiedad social en la Sierra de Santa
Martha, Veracruz, le han permitido conocer, entre otros procesos, la estructura de la tenencia
de la tierra, su problemática, así como los cambios ocurridos después del nuevo marco legal y
sus programas de certificación agraria.
Nahuas, popolucas y mestizos pertenecientes en su mayoría a ejidos no temían por
la seguridad en la posesión de sus tierras ni en sus tratos agrarios, y tampoco estaban deseo-
sos de encontrar nuevas formas de asociación para la producción, el mercado de tierras era

18
Introducción

prácticamente inexistente, los tratos efectuados se daban principalmente entre ellos, regulados
por sus normas locales. Incluso en algunos ejidos los descendientes de ejidatarios y avecindados
tenían derecho a usufructuar algunas superficies, a lo que la autora denominó “ejidos comu-
nales”. Tras la certificación se dio un proceso de exclusión principalmente de avecindados en
esos ejidos comunales, ocasionando importantes conflictos internos, por otro lado, el número
de sujetos agrarios aumentó de manera considerable al reconocer como nuevos ejidatarios o
en su calidad de posesionarios a los hijos de ejidatarios o a los compradores de alguna fracción
parcelaria, configurando un minifundismo.
El mercado de tierras se incrementó, ahora con personas no vinculadas con el ejido.
Continúa la práctica de vender fracciones del derecho agrario, generando incertidumbre para
los compradores y conflictos legales, ante el reclamo de los propios ejidatarios o familiares que
tiempo después promueven les sea devuelta dicha fracción con un certificado parcelario que los
ampara legalmente y dejando en la indefensión a los compradores. También se ha observado
una importante venta de parcelas como una medida paliativa ante una emergencia económica,
convirtiendo a los campesinos en “extraños de sus propias tierras”, quienes se ven obligados a
rentar o trabajar en tierras prestadas, o bien a migrar en busca de mejores condiciones de vida.
Por su parte, José Luis Plata en su texto “Reforma agraria, Procede y extracción de
hidrocarburos en la Huasteca hidalguense” se interroga sobre los programas de certificación
agraria que se aplicaron inmediatamente después de las reformas al Artículo 27 constitucio-
nal y la nueva Ley Agraria, sostiene que hay distintos estudios que apuntan que los objetivos
fueron liberar la tierra al mercado y promover su privatización. El autor afirma que los efectos
jurídicos deben analizarse desde una perspectiva histórica de una región geográfica particular.
Su trabajo se centra en la llamada Huasteca hidalguense, que durante las décadas de 1960 y
1980 vivió un fuerte movimiento campesino que hizo posible el reparto agrario de 130 138 36
hectáreas de tierra para la conformación de 255 núcleos agrarios, reconfigurando de modo
importante la tenencia de la tierra constituida de manera hegemónica por haciendas.
Sin embargo, este proceso agrario se dio a la par de una política destinada a la explota-
ción de hidrocarburos, principalmente del petróleo, a través de la instalación de una importante
infraestructura que fue instalada sin permiso de los sujetos agrarios en las tierras de propiedad
social. Lo anterior ha cobrado relevancia ante la reactivación de la industria de hidrocarbu-
ros en manos de empresas extranjeras: Halliburton (Texas, EU), Schlumberger (Texas, EU),
Driller Technologies (Italia), ICA Fluor Daniels (México-Texas, EU), que contemplan la
técnica de hidrofractura, conocida como fracking. El argumento central del autor consiste
en que la cartografía de la propiedad social y la certificación han generado las condiciones
que facilitan la implementación de políticas extractivistas, las empresas podrán negociar en lo
individual con los comuneros y ejidatarios la venta o renta de sus parcelas, en condiciones de
desventaja para los segundos.
Siguiendo con los efectos sobre las reformas en materia agraria y sus vínculos con la
explotación de hidrocarburos, presentamos el estudio de Victoria Chenaut, “Explotación de

19
Extraños en su tierra

hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México”. La autora afirma que la vulne-


rabilidad social es una propuesta conceptual que permite analizar las implicaciones multi-
dimensionales de las prácticas y políticas de la exploración y explotación de hidrocarburos,
petróleo y gas, que vive la población de Emiliano Zapata en Papantla, Veracruz.
A partir de un estudio etnográfico, la autora da cuenta cómo la pobreza, vulnerabilidad
y riesgo se interrelacionan en determinadas condiciones políticas, económicas y sociales, gene-
rando procesos de exclusión/inclusión. Sus tierras ejidales de estudio se ubican en la llamada
cuenca Tampico-Misantla, la que a su vez forma parte del paleocanal de Chicontepec, que
contienen hidrocarburos considerados como una de las mayores acumulaciones en América.
Pero esa riqueza natural contrasta con la pobreza y el riesgo social en el que viven los indígenas
totonacas, contaminación del agua, tierra y aire, ha transformado su territorio, afectando sus
cultivos (maíz, frijol, vainilla y cítricos) y su actividad ganadera, las dos principales fuentes
de ingresos. Sus habitantes no cuentan con servicio médico que atienda las enfermedades,
como diferentes tipos de cáncer, que se correlacionan como consecuencia de la explotación de
hidrocarburos. El panorama promete ser más complejo ante la eminente práctica del llamado
fracking, según algunas organizaciones sociales en Veracruz existen 2 111 pozos fracturados,
situación que los coloca en un mayor riesgo y vulnerabilidad social, aunado a la incertidum-
bre legal de sus tierras que fueron expropiadas desde hace varias décadas en favor de Pemex
pero que aún permanecen en una indefinición jurídica. No se ha garantizado su derecho a
la consulta como totonacas, ni su derecho al territorio. De este modo, viven lo que la autora
conceptualiza como un “proceso de acumulación de desventajas” por el cual diferentes tipos
de exclusiones pueden relacionarse entre sí, de manera que una exclusión determinada puede
ocasionar otra, y así sucesivamente. Un signo de resistencia es la búsqueda de alianzas con
organismos de derechos humanos y ambientalistas para defender su derecho a sus formas de
vida vinculadas a la naturaleza.
“Afectaciones del ‘desarrollo’ en el ecosistema de Marismas Nacionales”, es el capítulo
de Rogelia Torres Villa. Su investigación refiere a una gran red de esteros y lagunas costeras
salobres, ubicada en el noroeste del estado de Nayarit y sur de Sinaloa y sus implicaciones
ambientales a partir principalmente de la construcción de presas hidroeléctricas, el canal de
Cuautla y granjas acuícolas.
Este ecosistema es reconocido por su importancia biocultural, a través de varias deno-
minaciones de Reservas emitidas por diferentes instancias, sin embargo, dichas protecciones
legales nacionales e internacionales no han sido suficientes para detener el impulso de un
modelo de desarrollo que privilegia el crecimiento económico urbano-industrial, en detri-
mento de los ecosistemas, con consecuencias a la biodiversidad de las zonas costeras que han
venido padeciendo cambios y daños irreparables, así como los efectos negativos en las socieda-
des rurales de la región, la pérdida de saberes y formas de vida de quienes pudieron mantener
una relación desde la época prehispánica sin comprometer su capacidad de resiliencia.

20
Introducción

Con una problemática similar, pero ahora al norte de nuestro país, desde otras aristas
de investigación, Alejandra Navarro presenta su trabajo: “La utopía del Estado de derecho
y de la conservación de especies marinas en un escenario de violencias sistémicas”. Analiza los
cambios estructurales orientados por las políticas neoliberales en el delta del río Colorado en
el Alto Golfo de California, una región con una gran riqueza biocultural, declarada en 1993
como Reserva de la Biosfera, que al igual como se argumenta en el trabajo anterior, no obs-
tante la existencia de distintas legislaciones nacionales e internacionales tendientes a la con-
servación de especies marinas, de protección de Áreas Naturales Protegidas y regulación de
pesca sustentable, no han logrado cumplir su propósito, por el contrario, se ha construido un
escenario de corrupción, fortalecimiento de mercados negros trasnacionales, principalmente
asiáticos.
La restricción de la pesca ha traído consigo la paradoja de la venta ilegal de la especie
que pretende proteger, dichas medidas han afectado, en particular, a los pescadores cucapás,
para quienes la pesca es fundamental para su reproducción social y cultural, ellos han usufruc-
tuado el mar como pobladores originarios desde mucho antes de la conformación del actual
Estado nación, como parte de su territorio histórico. La autora concluye afirmando que los
efectos han sido devastadores: empleos precarizados, despojo territorial, corrupción, degra-
dación ecosistémica que las instituciones del Estado neoliberal producen. Con este trabajo
cerramos este primer apartado.

Disputas por los patrimonios rurales

La patrimonialización es una construcción social, cuyos contenidos son disputados. La visión


esencialista del patrimonio corre el riesgo de la folklorización, la descontextualización cul-
tural, la redefinición de sus significados y también su mercantilización y apropiación por
parte de algunos actores que tratan de imponer su visión como hegemónica, incluidas las que
buscan promover las identidades nacionales. Son otras formas de despojo material e inmate-
rial. El término “patrimonio” va seguido de una noción de propiedad, de algún país o de la
“humanidad”, las preguntas que surgen son ¿quiénes deciden esa propiedad?, ¿cómo se regula
y en beneficio de quiénes? Para Pérez Winter:

El proceso de patrimonialización es dinámico y complejo, pero no armónico, ya que los lazos con el
pasado son reconstruidos, disputados y resignificados al igual que los elementos que se activan como
patrimonio […] en el proceso de patrimonialización se expresan y re-producen relaciones asimétricas
de poder entre los actores que se involucran e intentan participar del proceso, emergiendo diversos
tipos de tensiones y conflictos sociales, políticos, económicos, culturales” (Pérez Winter 2020).

Para esta autora, aunque diversos actores se involucran en la construcción del patri-
monio, el Estado tiende a colocarse como el mayor impulsor de este proceso al contar con los

21
Extraños en su tierra

recursos necesarios para lograrlo. Sobre algunas de estas ideas discurren los siguientes trabajos
etnográficos realizados en Colombia, Argentina y México, los cuales, sin duda, enriquecen la
discusión.
Empezamos con Elizabeth Ferry quien contribuye en este libro con una interesante
reflexión sobre los procesos de patrimonialización y las disputas entre distintos actores por
definir sus contenidos, con su trabajo “El patrimonio como baluarte. Un lenguaje incipiente
de patrimonio en Marmato, Colombia”. Marmato, pueblo minero colombiano, cursa la cons-
trucción de un conflicto de múltiples dimensiones en las que resalta una contradicción prin-
cipal, no la única: Gran Colombia Gold y el gobierno nacional como aliado impulsan el
proyecto de reubicar a los marmateños a un pueblo planificado “sin riesgos geológicos”, frente
a un variopinto de personas y agrupaciones de viejos mineros que en su rechazo al desplaza-
miento han utilizado como argumentos la soberanía nacional, los derechos indígenas y afro-
descendientes y el patrimonio.
Este capítulo identifica dos visiones de la patrimonialización: una, como forma de
lograr el desarrollo económico sustentable mediante la valorización de la cultura en relación
ambigua con el mercado; y, otra, expresada en proyectos para construir hegemonías alterna-
tivas que valoricen la cultura minera y la historia marmateña, como una defensa o baluarte
en contra de la incursión de la multinacional. Ferry precisa que es una confrontación política-
ideológica donde lo que está en juego es el control sobre el pasado y su duración en el presente,
por medio de un lenguaje de patrimonio.
“Nuestras raíces. El cultivo de mandioca en espacios rurales interculturales del noreste
argentino” de Ana Padawer, nos habla sobre la transición de la mandioca (Manihot esculenta
Crantz), de alimento básico a producto etno-gourmet, conlleva otro avance en la margi-
nación de los mby´a que habitan el rincón norteño de Argentina limítrofe con Paraguay y
Brasil. Durante años, los mby´a guaraní se alimentaron con la harina de mandioca preparada
de modo artesanal, pero su redescubrimiento en la dieta de personas intolerantes al gluten de
trigo y su promoción turística conduce a un proceso de revaloración con las denominaciones
“raíz madre” y “pan de misionero”.
Tal fascinación exótica de políticas patrimoniales comerciales conduce a la exclusión
del saber hacer de estos indígenas de Misiones, Argentina. A la extracción de valor de Iguazú
por cadenas hoteleras internacionales se suma el cultivo e industrialización del tubérculo por
el llamado Cluster de la Mandioca Misionera cimentando una narrativa que atribuye el cul-
tivo a los colonos, de antaño y de ahora, y lo desconoce como patrimonio de los pueblos origi-
narios, sobre lo cual surge la interrogante si estos procesos no son otras formas de apropiación
y despojo de los saberes indígenas.
Desde una perspectiva muy interesante Itzel A. Rodríguez Mortellaro nos invita a la
reflexión respecto a cómo la obra de algunos muralistas contribuyó a la construcción de las
identidades campesinas posrevolucionarias en su trabajo: “Pasado indígena y campesinado
en la pintura mural de Diego Rivera”. La autora sostiene que las representaciones visuales

22
Introducción

contribuyen a la legitimación del poder al reconstruir aspectos intangibles del imaginario


político moderno como el Estado nacional, la Revolución y el Progreso. En tal sentido, la
apremiante necesidad del México posrevolucionario fue cubierta con la obra mural de Diego
Rivera. En sus murales, ilustraciones y pinturas, Rivera plasmó narrativas en torno a la anti-
güedad indígena, las diversas caras del “pueblo mexicano”, la historia nacional y el destino
social y político del México revolucionario y “creó” al campesino ausente en el discurso polí-
tico y en la legislación agraria hasta su incorporación cardenista en las reformas de los Artículos
3 y 27 constitucionales.
Años más tarde, la promoción urbana industrial se acompañará de una visión comer-
cial del campesino cinematográfico cristalizada en María Candelaria. En el México actual,
las firmes pinceladas que distancian de las “narrativas nacionales” homogéneas y las obras
que muestran una identidad propia y del reconocimiento de la diversidad cultural en México
irrumpieron con fuerza con el zapatismo de los años noventa.
“El uso del náhuatl, ¿patrimonio acechado? Desigualdades sociales, relaciones de
poder y racismo en una zona del México rural marginal”, de Rita Jiménez y Sergio Zendejas.
El “laboratorio” de esta investigación es Pilateno, una localidad de la Huasteca potosina en
la que se analizan los sentidos que el uso del náhuatl podría tener como patrimonio étnico,
sustento y resultado de reivindicaciones identitarias. La preeminencia de una de las dos len-
guas es objeto de disputa en algunos hogares mientras que en otros espacios predomina abier-
tamente el uso de una de ellas. El español en la escuela, gobierno municipal y comercio en
Xilitla (cabecera), sin embargo, los pilatenses han impuesto el náhuatl en ciertos momentos de
sus asambleas ejidales donde participan vecinos monolingües hispanohablantes, con quienes
comparten una superficie ejidal no de manera armónica.
Con la alternancia estratégica en el uso del náhuatl y el español está en juego la conten-
ciosa, conflictiva producción “mutua” de desigualdades sociales y de identidades étnicas; está
en curso la contenciosa formación social de objetos o entidades reivindicadas como identita-
riamente indispensables, de las que los pilatenses no pueden arriesgarse a perder –“tierras” y/o
el náhuatl– so pena de dejar de ser quienes han reivindicado ser. Está en tensión la formación
de entidades patrimoniales.

Migración. Políticas alimentarias y alternativas de desarrollo

Las reformas neoliberales en el campo han desmantelado las economías campesinas, han pro-
movido la sustitución de cultivos que sustentan la soberanía alimentaria por cultivos rentables
regulados por el mercado. Hubo un total retiro del Estado. Ahora somos un país que impor-
tamos de Estados Unidos casi la mitad de los alimentos que consumimos:

23
Extraños en su tierra

[…] en 2018 se importaron 23 millones de toneladas de granos básicos, equivalentes a cerca de 4 mil 910
millones de dólares. Se compró del exterior 82.2 por ciento de maíz amarillo, 86 por ciento de arroz, 70
por ciento de trigo, 13 por ciento de frijol y 39.3 por ciento de carne de cerdo. Muchos de estos produc-
tos son sobras. Importamos para consumo humano 6 millones de toneladas de desechos, subproductos
o residuos de comida estadunidense […] El tratado provocó la pérdida de unos 2 millones de empleos
agrícolas […] Después de arrasar el viejo tejido rural, el libre comercio construyó uno nuevo, estre-
chamente vinculado a cadenas productivas y trasnacionales estadunidenses. En la nueva normalidad
teleciana proliferaron los enclaves productores de berries y aguacate.3

Tal panorama no parece cambiar ante el refrendo comercial entre la administración


de la 4T y los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, a través del ahora llamado T-MEC. No
obstante, hay iniciativas campesinas que intentan revertir los efectos neoliberales en el campo,
a través de una serie de figuras asociativas que fomentan la producción y la comercializa-
ción, a modo de espacios de resistencia. Este modelo neoliberal agroexportador excluyente
ha traído consigo un aumento en la pobreza y el desempleo o la precarización de éste, así
como un incremento de la migración. De acuerdo con estimaciones del Consejo Nacional
de Población (Conapo 2010) de 1980 a 2007 se incrementó este último fenómeno de 2.2 a 11.9
millones de mexicanos que cruzaron la frontera hacia Estados Unidos (Ortega Hernández et.
al 2010: 333). Para 2019 la población migrante subió a 12 millones 368 mil personas (Fundación
BBVA Bancomer y Consejo Nacional de Población CONAPO 2020), pese a las duras políticas
derivadas del pacto bilateral para detener el flujo migratorio. Sobre estos temas discurren los
siguientes trabajos.
Desde un análisis principalmente económico Lucie Crespo presenta su capítulo
“Contradicciones del desarrollo en Michoacán”. Argumenta que la entidad michoacana es
el primer estado agroexportador de aguacate, fresa y otros productos del campo y posee una
notable riqueza en recursos naturales como suelo y agua que son detonados por las activida-
des agrícolas. En el texto se manejan varios conceptos e indicadores para mostrar la desigual
distribución de la riqueza. El estudio incluye: a) descripción de las principales cadenas agro-
alimentarias de Michoacán, b) identificación de los síntomas de la “maldición de los recur-
sos naturales” por medio del índice Gini, índice de rezago social (IRS), índice de desarrollo
humano (IDH), y el índice de bienestar (Better Life Index), c) análisis de contingencia entre la
especialización en aguacate y el IRS y el IDH, d) regresión lineal entre el valor de la producción
agrícola y la pobreza y el índice Gini, y e) estimación del impacto de las exportaciones en el
desarrollo regional.
Con base en el cotejo de esos indicadores, la autora afirma que los generosos recursos
naturales son una bendición para pocos y una maldición para la mayoría. La abundancia de

3 Luis Hernández Navarro, “T-MEC, agricultura y neoliberalismo”, La Jornada, 14 de julio de 2020, disponible en: www.jornada.
com.mx/2020/07/14/opinion/018a2pol.

24
Introducción

recursos naturales, intensamente aprovechados por medio de la agricultura para exportación,


no asegura un mejor nivel de vida para los habitantes. Entre huertas de aguacate cercadas y
grandes superficies plastificadas muchos empiezan a extrañar “su” tierra.
Continuamos la discusión sobre alternativas construidas por los productores del campo
para enfrentar las políticas agrícolas con el texto de Martha Angélica Soriano: “Redes campe-
sinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria. Sustentabilidad, trabajo y vida digna
en el campo”. La autora señala que la soberanía alimentaria es bandera central de La Vía
Campesina, principio en el que convergen conocimientos y prácticas, estrategias que diversas
redes campesinas alimentarias han aplicado para resolver al abasto mundial de alimentos,
la construcción social de la sustentabilidad y el enraizamiento socioecológico, económico y
alimentario. Frente al régimen alimentario corporativo centrado en los agronegocios y sus
cadenas agroalimentarias, el texto rescata la racionalidad ecológica de la agricultura a pequeña
escala, el manejo adaptativo de los recursos naturales y el cuidado de los agroecosistemas para
asegurar alimentos para todos. Para Soriano es un buen signo que los programas prioritarios
del gobierno federal (producción para el bienestar, precios de garantía, canasta básica, crédito
ganadero, biofertilizantes y apoyo a la pesca) se diversifiquen y apoyen a pequeños y medianos
productores.
El siguiente trabajo hace un análisis de la correlación de las políticas en el campo y
migración y aporta algunas perspectivas sobre la llamada 4T, en el que confluyen varias voces;
Rodolfo García Zamora, Selene Gaspar Olvera y Rosa E. del Valle Martínez quienes escri-
ben “Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio. La reproducción de la sociedad
rural en su encrucijada frente a la Cuarta Transformación”, exponen que el nuevo gobierno
mexicano enfrenta el enorme desafío de construir un nuevo proyecto de nación que vive una
profunda crisis rural y de seguridad, derivada del abandono del campo, sobreexplotación
con las políticas neoliberales y la emergencia de la industria del crimen que durante 36 años
han provocado violencias económicas y sociales crecientes, que destruyeron las bases sociales
de arraigo de la población rural que se vio obligada a emigrar a otras regiones de México y a
Estados Unidos crecientemente desde los años setenta del siglo anterior y hasta 2006.
Con la crisis económica de Estados Unidos en 2007, las deportaciones y retorno de 4
millones de mexicanos de 2008 a 2019, las contradicciones económicas, sociales, políticas y las
violencias se incrementan bajo el mismo modelo neoliberal con el nuevo gobierno de Morena,
de la austeridad derivada de la deuda de 11 billones de pesos heredada del gobierno anterior.
Fuera de los megaproyectos del Sur y del Norte anunciados por el presidente López Obrador,
la reproducción de la sociedad rural parece condenada a enfrentar mayores extracciones eco-
nómicas, precarización y violencias de todo tipo.
La migración es uno de los hechos sociales presentes en muchas regiones rurales que
debe ser estudiada por las ciencias sociales en toda su complejidad. “¿Retornar al campo mexi-
cano para migrantes deportados? Contextos políticos y sociales en zonas rurales michoacanas”
de Óscar Ariel Mojica Madrigal, aborda las condiciones socioeconómicas y políticas de lo

25
Extraños en su tierra

que ocurre con migrantes mexicanos, deportados de Estados Unidos, y su llegada a contextos
rurales en Michoacán. El autor afirma que las familias no emigran por falta de arraigo sino
por la necesidad de subsistir, como es el caso del ejido Patambarillo en Michoacán. Hace una
retrospectiva de cómo la formación del ejido y de líderes que controlaban los recursos ocasionó
el abandono masivo de la comunidad michoacana.
A pesar de que existieron programas de gobierno para detener el flujo migratorio, éste
se incrementó dejando rutas establecidas que aún siguen los migrantes. Las zonas rurales mexi-
canas han sido las regiones más afectadas tanto por las políticas de desarticulación del campo
como por la consolidación de proyectos que benefician a grandes productores agrícolas, aca-
bando así con los pequeños propietarios. En este contexto, se considera que migrar puede ser
un acto de expulsión, por lo que se cuestiona la ausencia de políticas agrarias adecuadas, y se
evidencia el fracaso de programas sociales como el Fondo de Apoyo a Migrantes (FAM), para
la reinserción de los migrantes retornados.

Violencia en las sociedades rurales

Las violencias en cualquiera de sus dimensiones: estructural, política, física y simbólica, están
presentes en cualquier rincón de este país, las cartografías rurales no son la excepción. Los
actores del campo enfrentan al mismo tiempo distintas expresiones de la violencia, que se han
expuesto en todos los capítulos. A este escenario ya de por sí complejo se suma la presencia
del crimen organizado, de economías ilegales de todo tipo, cuyo crecimiento no es posible
comprender sin la connivencia de funcionarios gubernamentales y miembros de las fuerzas
de seguridad de distinto nivel, para Aída Hernández (2017) se trata de un narco-Estado, porque
justamente las fronteras entre el crimen organizado y los agentes estatales se han borrado. La
violencia está presente en la cotidianidad de la gente, los enfrentamientos entre cárteles que
se disputan las llamadas “plazas”, los actos inenarrables realizados por sus integrantes como
parte de las “pedagogías del terror”, las desapariciones y los desplazamientos.
Su incursión en pequeños poblados y la participación de algunos de sus habitantes
obligados o no, ha ido construyendo espacios de violencia internalizados de distinta manera,
por ejemplo, en los juegos infantiles, como lo muestra uno de los capítulos, y también en las
expectativas de los jóvenes, para quienes no existe un horizonte de futuro, sino el aquí y el
ahora, su disyuntiva no es el estudio, la herencia de una parcela, ni la migración, sino su per-
tenencia a un cártel. Otros jóvenes, sin embargo, han sido secuestrados y obligados a formar
parte de sus filas y a ejercer en otros los mismos actos de los que fueron víctimas, convirtién-
dose en victimarios, como lo expone uno de los trabajos en este apartado.
En distintos medios circulan datos sobre el saldo de esta etapa cruenta que vivimos, es
difícil conocer información precisa. De acuerdo con algunas fuentes, existen en nuestro país

26
Introducción

310 mil personas desplazadas, 60 mil desaparecidos, 300 mil muertos en los últimos 14 años.4
Para Ann Deslandes, periodista independiente de la agencia The New Humanitarian, se vive
en varias regiones una guerra de baja intensidad:

que alimenta una cartera de empresas criminales: cultivar marihuana y adormidera, cocinar heroína
para el mercado estadounidense, controlar el comercio de aguacates y limas, tala ilegal y tráfico de
personas y extorsión en las rutas de transporte utilizadas por empresas mineras extranjeras que extraen
oro, plata, zinc y plomo […] La disputa en curso hace mucho más visible la ola continua de asesinatos,
desapariciones, desapariciones forzadas y desplazamientos internos, que muestran cómo la violencia
criminal se ha transformado en conflictos armados locales, de los cuales los habitantes son las princi-
pales víctimas (Deslandes 2020).

La violencia cruza todos los estratos sociales, pero las regiones pobres y con riqueza
natural son el centro de distintas disputas, entre ellas las indígenas en donde se concentra la
mayoría de la diversidad biocultural y donde los vínculos entre el crimen organizado y otro
tipo de empresas y participación del Estado son más visibles. Traemos a este texto una entre-
vista que realiza Mariana Mora a un joven me´phaa de Guerrero, porque ilustra en su com-
plejidad este hecho social, quien responde ante la pregunta sobre este tema “Nos despojan de
nuestras tierras, destruyen lo que tenemos, después nos tratan de reclutar como mano de obra
barata para la siembra de amapola, y después nos acusan de criminales. Nos aplastan entre
estas dos caras, no nos dan muchas opciones de una salida digna” (Mora 2017: 275).
Para esta autora, la combinación de estos efectos de condiciones de pobreza y crimina-
lización “produce vidas consideradas como desechables por el Estado y ubica sus cuerpos en
el ámbito al que Lisa Marie Cacho (2012) se refiere como la producción racial y criminal de la
muerte social” (Mora 2017: 275).
En este apartado nos acercamos a esta problemática que atañe a las sociedades rurales,
reconfigurando de manera estructural la vida de sus pobladores, su presente y sus posibili-
dades de futuro. Es un tema obligado para cualquier análisis social sobre los territorios com-
plejos, en donde no hay una clara frontera entre la ciudad y el campo, que es una discusión
obsoleta, en tanto que, son mutuamente constituyentes.
El texto “Experiencias de sufrimiento social en escenarios de la vida rural. Nota intro-
ductoria” de Miguel Hernández Madrid comparte algunos elementos para la reflexión de este
conjunto de trabajos que centran su atención en cómo viven los actores del campo distintas
dimensiones de la violencia. En palabras del autor, en el mundo rural el sufrimiento social es
otro tipo de “extrañamiento en sus tierras”. Es diferente al desarraigo, la expulsión y la erosión

4 Guillermo Garat, “México: en el país de los muertos nadie sabe quién muere”, La Diaria, 6 de junio de 2020, disponible en
https://ladiaria.com.uy/lento/articulo/2020/6/mexico-en-el-pais-de-los-muertos-nadie-sabe-quien-muere/.

27
Extraños en su tierra

de aquello que forja las identidades. En la cultura popular mexicana es entendido como un
castigo divino, está presente en la alienación de los seres humanos.
El sufrimiento social se produce cuando hay un choque entre las creencias y los valo-
res de la sociedad y las de las personas, o la imposibilidad de aplicarlas. Es en la cultura y la
religión donde se forjan los significados y significantes del sufrimiento, su cuestión radica no
en los factores que los provocan sino en el modo en que son significados. A través del estudio
del sufrimiento social se puede comprender las transformaciones de las sociedades rurales
contemporáneas, en una óptica donde los tejidos, rupturas y reacomodos entre la experiencia
colectiva e individual se objetivan.
Son escasos los trabajos de investigación acerca de los efectos de la violencia en los niños
que viven en zonas rurales, de ahí la relevancia del texto en “Policías y ladrones: expresiones
y normalizaciones de violencias en juegos, formas de jugar y juguetes de la chiquillada de
Tocumbo y Santa Inés, Michoacán” de Liliana Robledo, quien documenta representaciones
de violencia que niños y niñas de estos dos pequeños poblados, expresan a través de dibujos,
juegos y narrativas. En ellos describen sus juegos y vivencias cotidianas. “La chiquillada” es el
término usado en esta región de profunda herencia cultural ranchera para nombrar a niñas y
niños en etapa de escolarización primaria, sin existir una convención formal acerca de en qué
edad o con base en qué rasgos precisos incluir o no a las personas bajo tal nominación.
Lo expuesto es parte de una investigación en torno a qué es ser niño, qué actividades
(¿juego, trabajo?) son valoradas como propias de su edad (6 -12 años) y qué acontecimientos
de violencia experimentada cotidianamente se plasma en sus dibujos. Este texto narra sus
dos juegos favoritos: “policías y ladrones”, de práctica casi universal, y “zombies” y explica la
frontera delgada entre el uso de armas como juguetes y juegos que son antesala de una real
violencia (por ejemplo, gotcha). Estos son juegos que reproducen la imagen de lo masculino –lo
de hombres–, donde se incorporan huellas en la piel como memoria de fuerza.
Un trabajo sobre un interesante campo de estudio poco abordado por los científicos
sociales nos presenta el texto “Depresión, ansiedad y suicidio. El caso de mujeres p’urhépecha”
de Alicia Lemus Jiménez, mujer p´urhépecha de la comunidad de Cherán e investigadora
social en el cual se propone: 1) visibilizar la violencia psicológica que ejerce el colectivo en las
mujeres p’urhe cuando no cumplen con el sistema normativo interno que determina los roles
de género; y 2) concientizar sobre los múltiples tipos de violencia que no deberían ser norma-
lizados y aceptados como condición de género. En esta exposición sobre depresión y suicidio
en el contexto p’urhépecha, la autora desarrolla los puntos siguientes: principales conceptos;
sistema normativo y los roles de género; sanciones a los individuos que rompen las reglas de
la sexualidad y el matrimonio; y métodos de atención y sanación de la salud emocional de las
mujeres.
La investigación realizada en poblaciones de la meseta púrhepecha devela aspectos con-
tradictorios “del costumbre”, de la buena crianza (kaxumbekua) y del vivir bien (sesi irekani).

28
Introducción

El control social ejercido sobre la mujer parece un modo de vida de épocas pasadas, pero en
estas sociedades la virginidad como requisito pre-matrimonial, la prohibición del divorcio y la
extensión del castigo moral (la deshonra) extendido hasta tres generaciones, son valores inte-
riorizados y cultivados en pleno siglo XXI.
A continuación, exponemos dos estudios de caso que visibilizan las experiencias con-
cretas de víctimas de la violencia por parte del crimen organizado, develan los modus operandi
para desaparecer personas, y el largo y doloroso caminar que emprenden sus familiares por
encontrarlos y su búsqueda por la justicia: uno tiene por escenario Lagos de Moreno, otro,
Tala, ambos de Jalisco.
“Resistir en la memoria. La lucha de los familiares de las víctimas de la violencia del
7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco” de Dalia Margarita Souza López. Memoria
y justicia, son dos componentes conceptuales sustanciales para dar cuenta de los procesos
organizativos de los familiares víctimas de desaparición por parte del crimen organizado, en
particular, de los hechos ocurridos el 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco, en el que
seis jóvenes y un adulto fueron desaparecidos y luego encontrados sin vida, sobre ello discurre
el texto bien escrito que nos presenta Dalia Souza, quien recoge algunos testimonios.
La memoria se ve condicionada por una serie de circunstancias que rodean al sujeto
que rememora al ser querido; por ejemplo, la elección, selección y significación de recuerdos
y la acción misma de hacer memoria, el dolor que ocasionó/ocasiona la pérdida, la naturaleza
misma del hecho violento e, incluso, por la respuesta social y oficial sobre el caso, también es
una herramienta y un campo de disputa política. Justicia, es entendida por las familias en el
discurso, desde sus contornos jurídicos; es decir, la justicia que el Estado puede/podría ofrecer-
les y, por la cual, han pugnado tras el evento que han catalogado como injusto: la desaparición
y asesinato de sus seres queridos.
Estos sucesos son relevantes puesto que marcan el inicio de una era de desaparición
masiva de personas y localización de sus cuerpos con una marca terrible de violencia, su diso-
lución en ácido, sólo fueron encontrados algunos fragmentos óseos. Los familiares enfrentaron
estos hechos de horror, y tuvieron que realizar parte de las investigaciones, hacer la búsqueda,
efectuar medidas de presión a las autoridades, quienes no han actuado apegados a la ley, no
han aplicado la justicia en forma expedita, han sido indolentes reproduciendo una espiral de
violencia hacia los familiares.
El apartado cierra con la aportación de Alejandra Guillén González “Territorios de
desaparición y esclavitud. Campos de reclutamiento forzado en Tala, Jalisco”. La autora
expone un tema que debe ser prioritario en la agenda nacional, cruza los diferentes espacios
geográficos e interpela a nuestra humanidad: la desaparición de las personas. Este acto está
estrechamente relacionado con las nuevas formas de acumulación de capital, con economías
ilegales y su compleja trama de vínculos y complicidades de la elite económica y política en los
distintos niveles de gobierno. Desaparecer forma parte de las violencias estatales, practicada
por miembros del crimen organizado como una pedagogía del terror, es una estrategia de

29
Extraños en su tierra

dominación, es la máxima expresión de la tortura y tiene la función de destruir y desquiciar al


sujeto arrebatándole su humanidad.
A través de un valioso relato de uno de los sobrevivientes que logró huir, es posible cono-
cer que las personas víctimas de estos actos inefables son principalmente hombres, jóvenes, de
escasos recursos, a quienes por medio de una serie de torturas inenarrables se les quebranta la
voluntad, y si sobreviven su camino es integrarse al crimen organizado para dejar de ser vícti-
mas y convertirse en victimarios y participar de manera activa en la violencia. La autora invita
a reflexionar sobre las nuevas subjetividades construidas para esta “guerra” y sobre el uso de
los cuerpos en un contexto de profundización del neoliberalismo, como parte de un capita-
lismo gore, basado en depredar los cuerpos por medio de la violencia más explícita de un necro
empoderamiento.

Las sociedades rurales ante la 4T ¿nueva fase del neoliberalismo?

En este apartado se presenta una interesante reflexión en torno a la gestión de la actual


administración, que ha generado muchas expectativas en la población y que ha sido sin duda
uno de los gobiernos que cuenta con un alto grado de legitimidad emanada por el voto a su favor
de más de 32 millones de personas. A cuatro meses de asumir la presidencia de la República,
Andrés Manuel López Obrador declaró el fin del neoliberalismo y anunció la construcción
de una propuesta posneoliberal sustentada en “un modelo viable de desarrollo económico, de
ordenamiento político y de convivencia entre los sectores sociales […] Debemos demostrar
que la modernidad puede ser forjada desde abajo y sin excluir a nadie y que el desarrollo no
debe ser contrario a la justicia social” (Infobae 2019).
Para abordar las contraposiciones de dicha propuesta en los dos primeros años de su
impulso desde el gobierno federal, presentamos el análisis sobre la actual administración que
ha suscitado grandes expectativas en gran parte de la población, en particular la rural, de
Juan Carlos Ruiz Guadalajara, “¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?
Continuidades y simulaciones neoliberales en el «periodo posneoliberal» mexicano”. Con ideas
sugerentes que invitan a la reflexión y al debate, el autor comparte su análisis respecto a la
Cuarta Transformación, a dos años de su contundente triunfo electoral. El autor sostiene que
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha construido una narrativa antineoliberal que con-
trasta con las políticas públicas y acciones de gobierno. El ejecutivo ha centrado su crítica en la
corrupción político-empresarial, como causante de la pobreza y desigualdad lacerante en nues-
tro país y al carácter antidemocrático de las instituciones gubernamentales. Ha sido capaz de
articular un discurso aludiendo de manera selectiva, fragmentada y reduccionista de la historia,
de una historia oficial, a manera de espejo, que ha sido eficaz políticamente, y que redunda en
un amplio apoyo social de sus seguidores.
Su propuesta política puede sintetizarse en: dar marcha atrás a las reformas estructu-
rales, revertir las privatizaciones y recuperar los recursos naturales y los bienes de la nación;

30
Introducción

fomentar la práctica de la honestidad y la justicia, hasta que estas virtudes se arraiguen y


conviertan en cultura, porque sólo así podrán ser erradicadas la desigualdad y la miseria
pública. Sin embargo, las acciones gubernamentales evidencian una profunda brecha con sus
discursos. Ruiz Guadalajara hace un análisis minucioso de las reformas estructurales que son
las bases legales del modelo neoliberal, de las políticas extractivistas, neoextractivistas y los
megaproyectos que amenazan a los territorios y a los modos de vida local, con expresiones de
violencia multidimensional.
El autor sostiene que no hay ninguna señal del actual gobierno de transitar al posneo-
liberalismo, más allá de la retórica, muestra de ello es el T-MEC, los megaproyectos del sur y
sureste de nuestro país, en todo caso, se perfila un neoliberalismo a la mexicana, pasteurizado,
una especie de Estado neoliberal de bienestar, que compromete la soberanía nacional, cuyo
modelo económico ha generado el rechazo de una parte de la población, en particular, la rural
(sin dejarnos saber la proporción de esa población rural) que mira a la 4T como una transfor-
mación de cuarta.

Testimonios rurales

Este apartado comprende dos testimonios de actores rurales, uno sobre la defensa de las tie-
rras comunales frente los abusos cometidos por una agroempresa de exportación, cuyas afec-
taciones son de carácter ambiental, social y de salud, violando derechos agrarios, indígenas,
ambientales y laborales, entre otros. El otro caso refiere a una valiosa experiencia sobre las
formas de organización de un número importante de medianos y pequeños productores del
campo para fortalecer sus alianzas de producción y comercialización al margen de la voraci-
dad del mercado.
“La mazorca se empezó a desgranar”. Napoleón Márquez Serano y Héctor Álvarez
Álvarez, jóvenes p’urhépechas miembros del Consejo Comunal de Santo Tomás, municipio
de Chilchota, Michoacán, con voz firme, comparten su experiencia con la empresa Agrícola
Superior de Jacona, a la que le rentaron por seis años una superficie importante de sus tierras
recién certificadas por el Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin Regularizar (FANAR).
Una serie de irregularidades, injusticias y promesas no cumplidas por la empresa,
que enarboló llevar el “progreso” y dar trabajo a los comuneros, generaron un clima de gran
tensión que escaló ante hechos de violencia ocurridos en las tierras rentadas, un comunero
muerto y uno herido a manos del personal de vigilancia de la empresa, fue lo que detonó
que la asamblea decidiera redefinir los términos contractuales, “ahí es cuando la mazorca se
empezó a desgranar”. Condiciones de trabajo dignas y servicio médico para los trabajadores,
contribución económica para la renovación del sistema de agua potable, aumento y cumpli-
miento del monto de la renta, respeto a la flora y fauna y manejo adecuado de los agroquími-
cos y plaguicidas, fueron las principales demandas comunitarias.

31
Extraños en su tierra

Después de varios bloqueos comunitarios a las parcelas en tiempos de cosecha, la


empresa aceptó el pliego petitorio, sin embargo, no cumplió todos los compromisos asumi-
dos. Situación que generó que la comunidad decidiera finalmente sacar a la empresa de su
propiedad comunal. En palabras de los comuneros, no ha sido fácil la reconstitución de una
comunidad que quedó dividida, no obstante, han emprendido acciones de resiliencia social y
de seguridad comunal, algunos comuneros regresaron a sembrar y otra de las acciones impor-
tantes ha sido la constitución de una ronda comunal para otorgarse protección, cuya jurisdic-
ción es su propio territorio.
El otro testimonio sobre las experiencias de producción y principalmente de la
comercialización desde los propios productores es la Asociación Nacional de Empresas
Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), de la que nos hablan Leticia López
y Enrique Pérez en su texto “La transición a la agroecología en México. Un modelo para
alcanzar la autosuficiencia y soberanía alimentaria”. La ANEC agrupa a alrededor de 60 mil
pequeños y medianos productores de granos básicos con presencia nacional en doce estados
de la República (Chiapas, Chihuahua, Colima, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán,
Morelos, Nayarit, Puebla, San Luis Potosí y Tamaulipas). Se organiza a través de diversas
figuras jurídicas: Sociedad de Producción Rural (SPR), Uniones de Ejidos, Asociación Rural
de Interés Colectivo (ARIC), Sociedad de Solidaridad Social (SSS), cooperativas, entre otras.
Tales iniciativas son de carácter económico organizativo para coordinar la venta y
compra en común de productos, insumos, equipos y servicios (economías de escala), por ello
definen objetivos sociales, económicos y ambientales, combinando diversas formas campesi-
nas de organización (participación, asambleísmo, distribución equitativa de responsabilidades
y beneficios, interés colectivo, bienestar general). También ha desarrollado propuestas tecno-
sociales como el manejo integrado de cultivos inducidos con el propósito de recuperar y mejo-
rar la salud de la sociedad y de los recursos naturales del planeta.

Escenarios en transición: un balance reflexivo inicial

Para finalizar compartimos algunas de las principales ideas expresadas en una Mesa de
Reflexiones en la que participaron Guillermo de la Peña, Juan Carlos Ruiz Guadalajara
y Roberto Diego. Guillermo de la Peña sostiene que el gobierno actual no tiene un proyecto
de comunidad nacional y propone la creación de uno en el que sea resignificada la comunidad,
en el que no repita lo que no funcionaba y que sea abierto al futuro. Enfatiza que el mundo
urbano y el mundo rural son parte de un mismo campo social. Por su parte, Juan Carlos Ruiz
considera que se han vulnerado los tejidos sociales y se vive una crisis civilizatoria; plantea la
solidaridad entre los mundos rurales y los urbanos en la defensa integral del territorio. Sugiere
reinventar la comunidad, retomar el cambio social en contextos locales y globales. Por su
parte, Roberto Diego define la política gubernamental actual como caótica, considera que si
la sociedad civil no presiona al gobierno será muy difícil que las cosas cambien.

32
Introducción

***

Quienes suscribimos está introducción sostenemos que no se pueden hacer afirmaciones con-
cluyentes a un tercio del ejercicio de gobierno de la 4T; sin embargo, a partir de los trabajos
presentados en esta obra, sí hay elementos para apuntar algunas ideas críticas sobre sus polí-
ticas en distintos rubros que han sido puestas en práctica en estos dos años. El combate a la
corrupción y la implementación a tabla rasa de la llamada austeridad republicana son algunos
de los signos que caracterizan al actual gobierno, así como una participación más activa del
Estado en el gasto social, a través de varios programas de carácter asistencial. No obstante, el
anuncio oficial del fin de un modelo económico depredador no ha sido suficiente para cambiar
el rumbo económico. Desde algunos sectores rurales, principalmente indígenas, han surgido
distintas expresiones que cuestionan el pretendido posneoliberalismo. Los megaproyectos del
corredor transístmico, la termoeléctrica y el tren maya, demuestran la continuidad del extrac-
tivismo combinado con programas sociales, esto es, de un neoextractivismo progresista, como
ya lo mencionamos al inicio del presente texto.
Contar con el respaldo de un amplio grupo del poder legislativo, además de la facul-
tad del presidente para enviar iniciativas de ley, constituye una estructura de oportunidades
políticas únicas para hacer realidad el revertir una serie de leyes que legalizan la expoliación de
nuestros bienes y que traen consigo distintos tipos de violencia, esto es, la explotación minera
y el fracking, por ejemplo, que requieren desandar el camino de las reformas estructurales,
incluidas las que se refieren en materia agraria; desde nuestro punto de vista sería un signo de
cambios profundos en una orientación económica distinta.
Por supuesto, hay voces disidentes respecto a lo que apuntamos, tales como aquellas
que aluden a las dificultades para frenar a fondo la inercia acumulada durante décadas, así
como los imponderables riesgos de dar “golpe de timón” cuando por muchos decenios se ha
conducido y precipitado el barco nacional hacia el escenario de diferenciación y exclusión
social flagrantes, impunidad y corrupción estructurales normalizadas, destrucción ambiental
y cultural sistémica bajo el nefasto modelo de “acumulación por desposesión” y una larga
lista de indicadores de genocidio, como a los que hacen referencia varios de los trabajos aquí
presentados; pero justo de eso se trata, de propiciar el diálogo para analizar, debatir, proponer
puntos de vista y así contribuir –desde la academia y un poco más allá– a la búsqueda de alter-
nativas que incidan favorablemente en las condiciones sociales y ambientales de los diversos
grupos culturales rurales del país.
Por lo pronto seguirá abierta la gran incógnita sobre el impacto que tendrán las polí-
ticas de la 4T y de sus resultados a mediano y largo plazo. ¿Estamos frente a una desgracia o
frente a una esperanza para México? Es demasiado pronto para saberlo y demasiado radical
o simplista preguntarlo así, lo más probable y deseable es que entre dichos extremos siga
habiendo espacios de libertad, tolerancia, reflexión y aportes que coadyuven al bienestar social,
como ha sido el propósito desde la convocatoria al coloquio que dio origen a este libro.

33
Extraños en su tierra

La presente obra es resultado del XLI Coloquio de Antropología e Historia Regionales,


titulado: Extraños en su tierra. Sociedades rurales en tiempos del neoliberalismo: escenarios en
transición, realizado del 2 al 4 de octubre de 2019, en El Colegio de Michoacán, con el impor-
tante apoyo del Conacyt; expresamos aquí nuestro reconocimiento y gratitud a ambas ins-
tituciones. Asimismo, agradecemos a todos los autores por su enorme paciencia, esfuerzo y
disposición para mejorar sus trabajos. El libro no sería posible sin la participación de nuestras
colegas, quienes de manera entusiasta revisaron una y otra vez los manuscritos, Rosa Guillén
y Pilar Alvarado, toda nuestra gratitud.

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35
LAS SOCIEDADES RURALES A LA VUELTA DEL SIGLO
Apuntes sobre el campo mexicano en las últimas décadas1

Guillermo de la Peña Topete2

En memoria de Thierry Linck

El Colegio de Michoacán ha cumplido cuatro décadas de vida en 2019. A su vez, en este


año alcanzaron su cuadragésimo primer aniversario los Coloquios de Antropología e Historia
Regional, que anualmente siguen proporcionando un espacio privilegiado para el diálogo y
la discusión de temas importantes en México. La mayoría de los investigadores sociales más
destacados en el país, así como un buen número de académicos internacionales, han contri-
buido a estas reuniones zamoranas, como puede comprobarse leyendo los múltiples libros que
de ellas resultaron. Y desde el comienzo el tema del campo ha ocupado un lugar sobresaliente
en diálogos y discusiones. Asimismo, desde el primer día de su existencia, los centros de inves-
tigación y docencia de El Colegio de Michoacán (con sendas especializaciones en Historia,
Antropología, Estudios Rurales, Tradiciones, Arqueología y Geografía Humana) tuvieron
programas que involucraban cuestiones relacionadas con el agro y se plantearon preguntas
sobre el presente y futuro del campesinado, en un contexto donde ya era inminente la globa-
lización y la emergencia de nuevos pactos sociales.3
En 1987, el octavo Coloquio de El Colegio de Michoacán tuvo como tema “Las socieda-
des rurales, hoy” (publicado como libro en 1988). Fue organizado por Jorge Zepeda Patterson,
entonces investigador del Centro de Estudios Rurales, y reunió 35 intervenciones que en con-
junto constituyeron, a mi juicio, una de las mejores síntesis de las discusiones de la época.4
No voy a detenerme en esa síntesis; sin embargo, creo que ese encuentro podría considerarse

1 Expreso mi agradecimiento a El Colegio de Michoacán y a los organizadores del XLI Coloquio de Historia y Antropología, y en
particular al doctor Esteban Barragán, por la invitación a participar en él y por sus valiosos comentarios. Doy también las gracias
a mis asistentes, Olimpia Muñoz y Marina Sol, por su ayuda en la investigación, y a Claudia Grossi Herrera por su auxilio en la
edición de este documento.
2 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS-Occidente.
3 Sin intención de reificar o esencializar el término, entiendo por campesinado el conjunto de pequeños productores rurales insertos
en sociedades nacionales que, si bien presentan diferencias entre ellos, tienen en común seguir utilizando, aunque no exclusiva-
mente, técnicas de producción tradicionales, redes comunitarias y mano de obra familiar para producir tanto para el auto abasto
como para el mercado (Redfield 1941; Wolf 1966).
4 Previamente se habían llevado a cabo en el Colmich dos coloquios sobre temas rurales, ambos publicados como libros (Moreno
García 1981; Mummert 1986).

37
Guillermo de la Peña

como un punto de partida para entender los derroteros que a partir de entonces ha seguido la
ruralidad mexicana.
Obedeciendo a la invitación de mis anfitriones, me propongo en esta presentación,
no sin atrevimiento, referirme de manera sucinta a los cambios por los que ha transitado la
ruralidad mexicana, y en particular la organización social de la producción agrícola, en las
últimas cinco décadas. El inevitable leitmotiv es el papel del campesinado en la economía
nacional. No pretendo ofrecer datos nuevos, sino intentar una puesta en común (seguramente
simplificada) de algunas discusiones relevantes acerca de la trayectoria que va del agotamiento
del modelo de desarrollo agrícola poscardenista a la crisis financiera, las políticas de ajuste y
el advenimiento de un nuevo modelo, en el contexto de la globalización y el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte.

Desarrollismo, “revolución verde” y polarización: 1950-1970

En las décadas de 1970 y 1980, la visión de muchos antropólogos y científicos sociales sobre el
mundo rural del país era bastante sombría. En contraste, el discurso oficial sobre el mismo
tema continuaba siendo relativamente positivo, incluso optimista. Se confiaba en el éxito con-
tinuado tanto de las políticas nacionales desarrollistas como de la “revolución verde”, entonces
todavía aclamada.
Desde finales de la década de 1940 las políticas de desarrollo nacional pueden anali-
zarse, en la teoría y en la práctica, en términos del célebre modelo de Arthur Lewis (1954), que
explicaba el crecimiento de la economía de los países en vías de desarrollo, sobre todo de la
economía industrial, como proceso asociado a la disponibilidad ilimitada de fuerza de trabajo
barata en el sector primario tradicional y a la transferencia de ésta a los sectores modernos, en
particular al secundario. En México, esta disponibilidad se lograría por la expansión del sector
campesino mediante el reparto agrario. Se preveía que la creación continua de ejidos permiti-
ría el acomodo, a lo largo y ancho del territorio, de la creciente población rural, como de hecho
fue ocurriendo: en números redondos, entre 1940 y 1970, la superficie cosechada creció de seis
a 15 millones de hectáreas (Barkin 1982 [1981]). Esto a su vez permitiría que el campesinado
proporcionara alimentos a bajo costo para las ciudades y enviara sus excedentes de mano de
obra (en plena expansión por la mejoría sanitaria) a una industria protegida, orientada fun-
damentalmente a la sustitución de importaciones (Alba y Potter 1986). La Reforma Agraria,
entonces, relucía como un elemento esencial de la modernización y prosperidad del país, y
también como factor de estabilidad política, por su vinculación directa con la Confederación
Nacional Campesina (CNC) y con la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos
(CROC), que a su vez formaban parte de los sectores corporativos del gobernante –y hegemó-
nico– Partido Revolucionario Institucional (PRI). Con todo, a la industria se otorgaba prima-
cía como motor del desarrollo y como su manifestación más importante. La estrella del sector

38
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

era, con mucho, la empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), que aseguraba la liquidez
del gobierno.
Al mismo tiempo, desde la década de 1943, el científico agro-biólogo Norman Borlaug,
con apoyo de la Fundación Rockefeller, realizaba –en México, Filipinas y otros países “en
vías de desarrollo”– experimentos en la producción de semillas modificadas (“mejoradas”)
mediante el cruce de diversas variedades de trigo, maíz y arroz. Estas semillas pronto recibirían
el calificativo de “milagrosas” (Gaud 1968). En México, las innovadoras semillas triplicaron
las cosechas de trigo; mostraron resultados similares con el maíz y el arroz, y no tardaron en
hacerse presentes en cultivos de frutos y vegetales. La “nueva agricultura” se apoyaba asimismo
en la introducción de maquinaria y exigía además riego y mayores cantidades de fertilizantes
y pesticidas. Así, se incrementaba y aceleraba un proceso de capitalización agraria en el que,
además de lograr que florecieran empresas de regular tamaño;5 se involucraba también a los eji-
datarios y minifundistas privados (De la Peña 1987). Ciertos cultivos exigían asimismo trabajo
intensivo en la siembra y la cosecha, provisto estacionalmente por los excedentes laborales del
sector campesino. Todo esto era visto con beneplácito por los sectores oficiales. Incrementar
la productividad de todas las parcelas: tal era la meta ideal de empresarios y gobernantes. La
Secretaría de Agricultura (SA) comenzó a distribuir las nuevas variedades de semillas; y una
empresa estatal, la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), construyó
bodegas para almacenar la producción creciente y fundó tiendas para distribuirla.6 Una nueva
institución financiera, fundada en 1965: el Banco Nacional Agropecuario, contribuiría igual-
mente a estimular la nueva agricultura.7
A pesar de estos avances, desde el final de los años sesenta, se empezó a hablar de
una crisis agrícola y también del fracaso, al menos parcial, de la Reforma Agraria. El Centro
de Investigaciones Agrarias, una institución apoyada por el gobierno mexicano y vinculada
al Banco Interamericano de Desarrollo y a la Comisión Económica para América Latina,
emprendió un vasto estudio multidisciplinario, dirigido por Sergio Reyes Osorio y Rodolfo
Stavenhagen, cuyos resultados completos se publicaron en 1974 con el título Estructura agraria
y desarrollo agrícola de México. Esta obra analizaba todos los aspectos de la situación del campo
y cuestionaba, si no el modelo de desarrollo, sí su funcionamiento, que se calificaba como
deficiente. Se utilizó el concepto de “polarización” para mostrar la enorme y creciente brecha
entre los dos sectores que componían la agricultura mexicana: un sector moderno, tecnificado,

5 Por mandato constitucional, los latifundios (predios mayores a 200 hectáreas de temporal y 150 de riego) no podían existir for-
malmente si existía un grupo campesino que solicitaba esa tierra por los cauces legalmente establecidos. Sin embargo, los cultivos
especializados destinados a la exportación generadora de divisas y a los mercados urbanos gozaban de un trato privilegiado, y lo
mismo ocurría con las explotaciones ganaderas.
6 El antecedente de la Conasupo fue la Compañía Exportadora e Importadora Mexicana, S.A. (CEIMSA), fundada en 1950 para
comprar cosechas y distribuir alimentos subsidiados. Su labor fue obstaculizada por un rampante intermediarismo –y no escasa
corrupción. Conasupo, fundada en 1963, tuvo mayores alcances y mayor éxito.
7 El nuevo banco supliría las insuficiencias de los ya existentes: el Banco Nacional de Crédito Agrícola y el Banco Nacional de
Crédito Ejidal, que habían sido creados, respectivamente, en 1925 y 1935.

39
Guillermo de la Peña

agroindustrial, próspero e internacionalmente conectado, y un sector campesino, tradicional,


empobrecido y pulverizado, constituido por ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios.
Otros estudios de economistas, sociólogos y antropólogos confirmaron esta polarización,8
concomitante a una “dinámica de distanciamiento” entre regiones ricas y pobres (Medellín
1974).
La población campesina efectivamente había crecido en términos absolutos, pero el
reparto agrario no había avanzado al mismo ritmo, en buena medida porque la tierra repar-
tible ya escaseaba. En 1970 el número de campesinos sin tierra se calculaba en 4 000 000,
pese a la implementación de programas como la Marcha al Mar (la fundación de ejidos en
las costas) y de que el Departamento Agrario echaba mano incluso de los cerros “pelones”
(Gutelman 1974).9 Más de 30 000 pequeños asentamientos campesinos carecían de caminos
dignos de tal nombre. La tasa de crecimiento del sector primario disminuía en relación con
otros sectores; en 1950 aportaba 19.1% del Producto Interno Bruto (PIB); en 1970 ese porcentaje
decreció a 11.5. Sólo 20% de la tierra cultivable producía excedentes; 27% se mantenía en un
nivel de subsistencia, y 53% se encontraba por debajo de ese nivel. La gran mayoría de las uni-
dades de producción campesinas eran pequeñas, carecían de riego, y proporcionaban empleo
durante menos de 100 días al año. Dos tercios de la tierra de temporal no recibían suficiente
lluvia; ahí la revolución verde no podía llegar: el riesgo permanente de sequía volvía inviable
el uso de semillas mejoradas. El minifundismo se agravaba, al dividirse las parcelas –tanto
las privadas como (ilegalmente) las ejidales– entre varios hijos; por otra parte, la modalidad
de “ejidos colectivos”, promovidos en los años del presidente Lázaro Cárdenas (1934 -1940)
había sido abandonada, incluso combatida, en los sexenios siguientes (Otero 2004: 72-75).10
En contraste las unidades del sector moderno tendían a ampliarse y gozaban de tierras planas,
irrigadas y bien comunicadas. En el sector moderno se incluía a un cierto tipo de “rancheros”:
una suerte de clase media rural, con unidades suficientemente viables de producción agrícola
y sobre todo ganaderas (Barragán 1997). Pero los grandes beneficiarios eran los productores
que controlaban más de 250 hectáreas – 4% del total–; ellos recibían 46% del ingreso agrícola
nacional. Esta polarización se explicaba en buena medida por las propias políticas estatales:
un estudio de Cynthia Hewitt de Alcántara, publicado en 1978, comprobó que el grueso de
las inversiones públicas en infraestructura (riego, electricidad, carreteras) había beneficiado

8 La información incluida en los siguientes párrafos se basa en la obra mencionada (Centro de Investigaciones Agrarias 1974); véanse
también Stavenhagen et al. 1968; Tello 1968; Flores 1970; Reyes Osorio y Eckstein 1974, Warman 1972, 1975, 1976; Warman et al.
1974-1976; Bartra 1974; Esteva 1975; De la Peña 1980; Redclift 1981; Gledhill 1993; Lustig 1998.
9 El Departamento Agrario, convertido en 1971 en Secretaría de la Reforma Agraria, institución federal que dependía directamente
del presidente de la República, se encargaba de fundar (previo decreto presidencial) y administrar los ejidos y las comunidades
agrarias.
10 Dos terceras partes de los predios privados tenían menos de cinco hectáreas. Las parcelas ejidales supuestamente debían medir diez
hectáreas; en la práctica la mayoría no alcanzaba ese tamaño e incluso abundaban las menores a cinco hectáreas (Stavenhagen 1968:
17, 22). Aunque formalmente se planteaba la existencia de ejidos colectivos, en los que se trabajara la tierra en común, en realidad
eran excepcionales.

40
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

predominantemente al sector moderno, y sobre todo a las explotaciones de mayor tamaño,


situadas muchas de ellas en el noroeste del país.11 En el noroeste, y en otras regiones del norte,
también era donde se encontraban los grandes ranchos ganaderos. Es verdad que existían
ejidos dedicados a la producción comercial más rentable (caña de azúcar, café, tabaco, algo-
dón, henequén); sin embargo, en ellos los procesos de producción y comercialización no esta-
ban en manos de los ejidatarios sino de los ingenios o de aparatos de estado como el Instituto
Mexicano del Café (Inmecafé), Tabacos Mexicanos (Tabamex), Industria Henequenera de
México (Cordemex), Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), etc., que
resultaban ser los principales beneficiarios (Rello 1982).
En los análisis de esta polarización, surgían dos propuestas teóricas: la teoría de la
dependencia vinculaba el estancamiento a la expoliación de los países “periféricos” por los
países “centrales”; asimismo identificaba “centros y periferias” internas (Stavenhagen 1965,
1971; Cardoso y Faletto 1969; Frank 1971); concomitantemente, la teoría del colonialismo
interno llamaba la atención sobre las relaciones asimétricas heredadas de la época colonial
que subordinaban a la población indígena (González Casanova 1965; Stavenhagen 1969). Se
difundió también el concepto “neolatifundismo”: el dominio de clase en el mundo agrario no
se basaba ya en la propiedad de la tierra sino en el control de las finanzas, la tecnología y la
comercialización de los productos (Stavenhagen et al. 1968; Warman 1972, 1975).
En este contexto, el sector industrial de la economía no había cumplido cabalmente
con el cometido asignado en principio por el modelo Lewis; es decir, en la época del estudio
del Centro de Investigaciones Agrarias la industria sólo era capaz de proporcionar empleo a
30% de quienes salían del campo. Eso sí: los grandes beneficiarios de las políticas de desarro-
llo fueron el sector secundario en particular y las ciudades en general. A partir de 1940, los
productos industriales de todo tipo –desde insumos para la agricultura hasta enseres domés-
ticos– invadieron las zonas rurales y gradualmente desplazaron la producción artesanal de
los pueblos; al mismo tiempo, los precios de los productos agrícolas tradicionales crecieron
con lentitud, mientras que los precios de los bienes industriales lo hacían en forma acelerada
(Warman 1972, 1976). Desde 1953 se había establecido una política de precios de garantía de
productos básicos (maíz, trigo, frijol, arroz y sorgo), que en principio protegería a la población
campesina; en la práctica, se fue convirtiendo en un instrumento de control de precios, pues
la política económica nacional requería alimentos baratos (Appendini 1985).

11 A partir de la década de 1940 se crearon varias comisiones estatales dedicadas a coordinar grandes planes de desarrollo regional en
las cuencas de los principales ríos del país, según el modelo estadounidense plasmado en la Tennessee Valley Administration. La
ejecución de estos planes (aunque desigual) resultó efectivamente en una mayor integración de esas regiones a los mercados nacio-
nal e internacional, pero modificó radicalmente la estructura de la producción y contribuyó a la subordinación y desplazamiento
de los pequeños productores (Barkin y King 1970; Barkin 1977). Estas comisiones dejaron formalmente de existir en 1978.

41
Guillermo de la Peña

Dos modelos de desarrollo agropecuario

Previamente a la pesquisa del Centro de Investigaciones Agrarias, un estudio pionero del antro-
pólogo Ángel Palerm, publicado en 1968, había realizado un diagnóstico sintético de la realidad
agrícola mexicana, situándola en un amplio contexto histórico e internacional. Su argumento
era que la gran mayoría de los países del mundo basaron su crecimiento económico, al menos
a partir de finales del siglo XVIII, en la transferencia de recursos (no sólo mano de obra) del
campo a la industria y a la ciudad, mediante políticas fiscales y de precios, así como de inver-
sión, financiamiento y fomento tecnológico desigual. (Sin olvidar la “acumulación primitiva”,
basada en el despojo directo). En el siglo XX los países socialistas no fueron la excepción.
Si bien los rendimientos de la inversión de capital en la industria normalmente superaban los
rendimientos de la inversión en el sector primario, tales ventajas aumentaban notablemente
por selectividad de las políticas públicas que favorecían a las elites y a los grupos de presión
más poderosos, tanto nacionales como extranjeros. Ahora bien: en México, tras la Revolución,
la mayor parte de la tierra no quedó en manos de una burguesía agraria (como ocurriera en
Estados Unidos y Francia) ni de instituciones estatales (como en la Unión Soviética) sino
de un campesinado minifundista y expansivo: ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios,
sobre quienes recayó la tarea de formar capital, no para ellos, sino para el sector secundario.
Además, la baja productividad de este campesinado redundó en que la presión sobre ellos
llegara a ser casi insoportable. Es verdad que ciertos productos de exportación crecieron en tér-
minos absolutos, pero sólo en el caso del algodón se registró un aumento de la productividad;
en otros casos (café, caña de azúcar) la causa de crecimiento fue la expansión de la superficie
cultivada. Aunque la “revolución verde” y la “nueva agricultura” sí estaban en los últimos
años incrementando exitosamente la productividad de los empresarios que disponían de capi-
tal y de protección estatal, tal expansión no se dio para la gran mayoría de los agricultores.
Se tornaba por tanto imprescindible impulsar un cambio radical que implicara la canaliza-
ción sustancial del financiamiento a la tecnología y de las inversiones en infraestructura hacia
las tierras de los campesinos, no sólo porque su situación tendía a empeorar sino también
porque no se podía prescindir de su papel como generadores de alimentos para las clases popu-
lares de las ciudades. Con todo: esto debía lograrse sin retornar a la agricultura latifundista.
Palerm proponía la transformación del campo mediante minifundios productivos,
siguiendo lo que él llamaba el “modelo holandés”, en contraste con el “modelo norteameri-
cano”. Este último implicaba abundancia de buenas tierras, empresas de gran tamaño, dinero
disponible, mecanización que desplazaba progresivamente el trabajo humano y demanda
selectiva de productos agrícolas especializados que se comercializaban en su totalidad (o casi),
nacional e internacionalmente. En cambio, el primer modelo implicaba características opues-
tas: escasez de tierra cultivable y de financiamiento, abundancia al menos relativa de mano
de obra rural, empresas pequeñas y medianas, bajo grado de mecanización, poca articulación

42
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

con la demanda selectiva y diversificación de los productos agrícolas dentro de las empresas.
Holanda daba el nombre a este modelo porque la mayoría de las empresas agrícolas de ese país
tenía menos de diez hectáreas, el crecimiento de su producto agrícola se vinculaba al aumento
en la intensidad del trabajo y la especialización de la demanda no era alta; sin embargo, los
ingresos de la población rural no desmerecían frente a los ingresos de la población urbana. Esto
último obedecía a que, desde tiempos remotos, en los Países Bajos ha existido una conexión
económica entre la agricultura y la agroindustria. Además, se ha mantenido una adecuada
inversión en la infraestructura agraria, sin descuidar –sobre todo después de la segunda guerra
mundial– el financiamiento ni los apoyos a los productores; tampoco los servicios sanitarios
y educativos. Holanda se convirtió en un país con un amplio desarrollo en la industria, el
comercio y los servicios; a la par, la agricultura desempeñó un papel importante.
Ahora bien: Palerm igualmente señalaba que en el mismo país podían coexistir los
dos modelos. Los mejores ejemplos eran de los países mediterráneos. Siguiendo esta lógica,
México también podría convertirse en prototipo de esa coexistencia. Si se favoreciera solamente
la expansión de grandes empresas mecanizadas y se desplazara o relegara a las pequeñas, se
dañaría gravemente la diversidad biológica del país y se crearía una enorme crisis de desempleo.
Era viable respetar el importante papel económico de las empresas agrícolas de mayor tamaño
y al mismo tiempo reorganizar y promover la productividad y la capacidad de ganancia de la
propiedad social y de la pequeña propiedad privada. Aceptando que el país enfrentaba una
emergencia nacional, se invertiría para su beneficio en la infraestructura, tecnología, extensión
agrícola y comercialización pertinentes, e igualmente en salud, educación y capacitación. La
mejoría de la infraestructura del contexto campesino –caminos, pequeña irrigación, construc-
ción de terrazas– podría además impulsar programas de empleo rural. Y, para asegurar la per-
tinencia de las medidas, era menester realizar investigación de campo en las diferentes latitudes
del país y establecer centros regionales de planeación.
Las conclusiones de la investigación del Centro de Investigaciones Agrarias (Reyes
Osorio et al. 1974) apuntaban hacia el mismo rumbo que las de Palerm, con la misma urgen-
cia.12 Sin embargo, las respuestas oficiales fueron lentas y tibias.

Estancamiento campesino, conflictos, “abandono rural”, “desagrarización”: 1970 -1982

Los estudios sociológicos y antropológicos del campesinado y sus vicisitudes que proliferaron
en la década de 1970, sobre todo en México, pero también en América Latina y el llamado
Tercer Mundo, se dividieron en dos contingentes antagónicos, bautizados como “descampe-
sinistas” y “campesinistas” (o bien “marxistas” y “populistas”). Los primeros, inspirados en
lecturas de El desarrollo del capitalismo en Rusia, de Lenin (1950 [1899]), destacaban el avance
inexorable de las relaciones capitalistas en el campo y la consecuente proletarización de los

12 Ahí también se proponía limitar a 50 hectáreas el tamaño de la propiedad privada agraria (Reyes Osorio et al. 1974).

43
Guillermo de la Peña

campesinos: un proceso fatal que estaba cercano a su consumación total (Bartra 1974; De
la Peña 1976, 1988). Los llamados campesinistas, al contrario, preconizaban la persistencia
de los pequeños cultivadores tradicionales, inspirados en otras lecturas de cuño marxista y
particularmente en los escritos del economista soviético Aleksandr V. Chayanov (1985 [1924]).
No sólo persistían los campesinos porque eran necesarios para proveer mano de obra opor-
tuna a la economía moderna (industrial y agrícola) y alimentos baratos a las ciudades sino
porque, secularmente, eran ellos mismos quienes ofrecían resistencia activa y pasiva a la des-
trucción de su forma de vida (Wolf 1969; Huizer 1973; Warman 1976; Scott 1979; Palerm 1980).
La organización productiva campesina –formada, esencialmente, por una unidad familiar–
ha obedecido históricamente a un cálculo que tiene en cuenta la combinación lógica de varios
factores: calidad y cantidad de tierra disponible, potencial tecnológico, capacidad de trabajo
familiar, requerimientos de alimentación familiar, requerimientos comunitarios, demanda
externa y posibilidades de mercadeo limitado. Esta combinación –“el modo de producción
campesino”, actualmente articulado en forma subordinada al modo de producción capita-
lista– ha mostrado una gran capacidad de resistencia, incluso cuando era menester suplemen-
tar los requerimientos de la familia y la comunidad con trabajo asalariado fuera de la parcela
(Warman 1974-1976; Palerm 1980).13 Tal resistencia también se sostenía en valores culturales y
redes comunitarias. Por supuesto, la tesis campesinista no argumentaba que todas las unida-
des campesinas fueran inexpugnables. Ante las embestidas capitalistas, muchas zozobrarían;
a pesar de ello, sería muy difícil que desapareciera del todo el segmento sociocultural campe-
sino. Como veremos más adelante, la discusión sobre el tema aún prevalece, aunque muchos
autores han preferido asumir posiciones intermedias.
Volvamos al campo mexicano en los años setenta. Al inicio de la década, la autosufi-
ciencia alimentaria del país, que se consideraba uno de los logros de la Reforma Agraria, llegó
a su término.14 Esto, a pesar de que la tierra de labor había sobrepasado los 23 millones de
hectáreas, de las cuales el maíz ocupaba casi la tercera parte.15 La situación de pobreza rural
sin alternativas aparentes provocaba movilizaciones rurales masivas, resueltas mediante nego-
ciación, cooptación o represión (Bartra 1985; De la Peña 1994, 2002). El aparato corporativo
del PRI perdía eficacia; surgieron organizaciones campesinas independientes que cobraban
mayor fuerza al coordinarse entre sí, como por ejemplo en la Coalición de Ejidos Colectivos
del Valle del Yaqui y en la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (Paré 1992). Por otra parte,

13 Wolf (1966) planteaba que la producción de la unidad campesina, para perdurar, tenía que responder, mediante su propio trabajo
y otros medios a su alcance (venta parcial de productos y trabajo), a las exigencias de tres “fondos”: el de subsistencia familiar, el
de reposición de sus instrumentos de trabajo, y el dedicado a celebraciones y deberes rituales y comunitarios.
14 Autosuficiencia alimentaria: según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (Food and Agriculture Organization
por sus siglas en inglés/FAO) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) es la capacidad de una colectividad de producir
confiablemente la mayoría de los alimentos que le son necesarios.
15 Ver Anexo estadístico, cuadro 3.

44
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

incluso dentro de la clase política gobernante surgían críticas.16 Se denunciaba, entre otras
cosas, la jornalerización permanente de una parte de la población rural, obligada a un cuasi
nomadismo que afectaba a las familias. Desde antaño había existido el jornal en la agricultura
comercial y en las agroindustrias: en las plantaciones cañeras durante la zafra, y más tarde en
las grandes explotaciones de otras regiones (por ejemplo, en la región lagunera y los estados
del noroeste) durante periodos de siembra y de cosecha. Este fenómeno se vinculaba al hecho
de que los campesinos temporaleros cuya producción no les permitía subsistir (es decir, la
mayoría de ellos) no encontraban ocupación remunerada en sus lugares de origen durante una
buena parte del año (Bonilla 1968; Reyes Osorio et al. 1974). Sin embargo, en la mayoría de
los casos no implicaba el desarraigo permanente de los trabajadores. Este empezó a ser patente
en la década de 1960 y fue agudizándose. En 1964 se clausuró el Programa Bracero (iniciado
durante la segunda guerra mundial), que había permitido la contratación estacional de jorna-
leros mexicanos por empresas agrícolas estadounidenses; no obstante, el éxodo de trabajadores
indocumentados al país del norte continuó y fue en aumento (Massey et al. 1991). En ciertas
regiones del país, la siembra clandestina de estupefacientes se iba convirtiendo en alternativa
provechosa.17
Gradualmente, el Estado mexicano incrementó sus apoyos a la producción y comer-
cialización de los cultivos de subsistencia a través de la Conasupo. En el sexenio 1970-1976 el
presidente Luis Echeverría creó el Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural
(Pider), apoyado por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, que implicó
un intento interesante de planeación regional: operaba en los estados en coordinación con los
Comités Promotores del Desarrollo Socioeconómico (Coprades) (Mathus Robles 2009). El
Pider apoyó obras de pequeña infraestructura y pequeñas industrias rurales. En las (muchas)
localidades que no contaban con vías de comunicación, se aplicó un programa de caminos
de mano de obra. Asimismo, se reorganizó y unificó el crédito agropecuario, al fundirse los
bancos especializados en el campo en una sola institución: el Banco Nacional de Crédito
Rural (Banrural); se repartió más tierra y se propiciaron las reivindicaciones de ciertos movi-
mientos agrarios y las invasiones de predios privados (Paré 1992). No obstante, estas accio-
nes se quedaban cortas y además operaban sin congruencia: continuó la dicotomía entre la
“política agrícola”, destinada a la producción comercial, y la “política agraria”, dirigida más
bien al control de la población rural (Warman 1978). Con todo, hay que mencionar que, con
vistas al futuro, se puso en marcha en varios municipios un ambicioso programa de escuelas
tecnológicas agropecuarias de educación media y media superior, y también se crearon en las
ciudades medias institutos tecnológicos regionales de educación superior.

16 Ejemplificadas en los discursos de dos prominentes figuras priístas durante el sexenio del presidente Luis Echeverría (1970-1976): el
secretario de la Reforma Agraria, Augusto Gómez Villanueva, y el líder de la CNC, Alfredo V. Bonfil (quien murió en un accidente
aéreo en 1973).
17 La expansión de este fenómeno, que continúa hasta la fecha, se encuentra fuera del alcance de este trabajo.

45
Guillermo de la Peña

Los campesinos, por su parte, habían desarrollado estrategias propias. Para la mayoría
de los pequeños productores tradicionales, la producción de milpa (que junto al maíz predo-
minante incluía en el mismo predio otros cultivos de consumo doméstico y comercialización
local: frijol, chile, calabaza, jitomate, tomate de cáscara) ya no era suficiente para sostener
a sus familias. La necesidad de conseguir dinero se agravaba por la invasión de productos
industrializados que desplazaban a las artesanías locales. Incluso los cultivos tradicionales
necesitaban inversión en abonos y renovación de herramientas. En muchos lugares se intentó
añadir a la milpa cultivos más rendidores. Por ejemplo, en los Altos de Morelos, se adoptó el
cultivo de jitomate temporalero con la ayuda de armazones de varas y alambre, y utilizando
semillas mejoradas, fertilizantes, desinfectantes y pesticidas; este método permitía obtener
ganancias diez veces mayores que las del maíz, sobre todo si el producto se vendía a interme-
diarios exportadores. Pero los riesgos de este nuevo cultivo también eran mayores, debido a
las variaciones climáticas y las fluctuaciones drásticas de los precios, y porque se trataba de un
cultivo caro y sin subsidios, que además enfrentaba un mercado controlado por oligopolios
mafiosos (De la Peña 1980, cap. 5).18 Frecuentemente los pequeños productores de jitomate
debían recurrir a usureros para financiar el cultivo; ocurría entonces que muchos de ellos no
podían pagar sus deudas y perdían la tierra, o debían darla en arriendo y sobrevivir como
jornaleros. Otra alternativa posible era sembrar forrajes, como sorgo y alfalfa, que eran más
seguros, pero no tan redituables.
Había que buscar dinero en otras partes. Las opciones legales más frecuentes seguían
siendo trabajar fuera de la agricultura, como migrantes (de ida y vuelta o permanentes) en ciu-
dades cercanas o lejanas, o en la producción y venta de artesanías (esto sobre todo en las zonas
indígenas) a través de intermediarios gubernamentales y privados, o en la cría a pequeña escala
de ganado y aves de corral, o en la maquila domiciliaria que se establecía dentro del mismo
pueblo, al servicio de industriales y comerciantes del vestido. Se reforzaba así y ampliaba el
proceso que Hubert Carton de Grammont (2009), Gabriela Torres Mazuera (2012) y otros
autores han llamado “desagrarización” y Patricia Arias (1992) “la nueva rusticidad”. A ese
contexto se añadía el saldo de un crecimiento demográfico sostenido, resultado de las políticas
públicas en materia de salud, que ponía una presión creciente sobre la tierra.
El sexenio echeverrista terminó con un gobierno sobregirado y una moneda deva-
luada, sin que hubiera trazas de recuperar la autosuficiencia alimentaria. Llegó así el fin del
periodo llamado “de desarrollo estabilizador” (décadas de 1950 y 1960), en el que el PIB creció
un promedio de 6%, se controló la inflación y se mantuvo la solidez del peso. Durante el
siguiente sexenio (1976-1982) el nuevo presidente, José López Portillo, debía buscar una nueva
legitimidad. Entre otras medidas, creó la Coordinación General del Plan Nacional de Zonas
Deprimidas y Grupos Marginados (Coplamar) y el Sistema Alimentario Mexicano (SAM). El

18 La Secretaría de Agricultura y la Conasupo protegían con créditos, seguros, almacenamiento y comercialización los cultivos con-
siderados productos de alimentación básica, como el maíz y el frijol, pero no las frutas, verduras y legumbres.

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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

primero tenía objetivos y estrategias similares al Pider, pero con acciones sectoriales en cola-
boración con diversos organismos gubernamentales.19 El SAM utilizaba la sectorización de
Coplamar para monitorear y apoyar con créditos y subsidios todas las etapas de la producción
y procesamiento de alimentos –al tiempo que aumentaban un poco los precios de garan-
tía–, aprovechando los cuantiosos préstamos de la banca internacional traídos por la bonanza
petrolera. Como señalaron varios analistas, la centralización de las decisiones posibilitó en
un comienzo que fluyeran más recursos, pero redundó en la creación de más burocracia y
corrupción, y favoreció sobre todo a los representantes de la etapa agroindustrial, más que a la
mayoría de los campesinos; además, los subsidios no causaron mejoría en los salarios de los jor-
naleros (Paré 1982; Lustig y Pérez Espejo 1982; Spalding 1985). Los minifundistas que pudieron
beneficiarse fueron los que ya estaban vinculados a las agroindustrias. De hecho, el flujo de
crédito hacia los ejidos disminuyó después de 1979. Los subsidios permitieron que ciertos ejidos
adquirieran maquinaria agrícola, lo que en muchos casos ocasionó un mayor desempleo rural.
No se recuperó la autosuficiencia alimentaria: aumentaron las importaciones de granos y olea-
ginosas.20 Una parte importante de la tierra irrigada se dedicó a la producción de forrajes, y
en la tierra de temporal se expandió la producción ganadera –aunque el SAM en su comienzo
pretendía lo contrario–, que asimismo fue invadiendo las zonas forestales (Redclift 1981). Por
añadidura, el gobierno se desinteresó de atender las demandas por tierra: en el sexenio 1976 -
1982 se frenó el reparto.
La Ley Federal de Protección al Ambiente (1982) fue la primera que enfrentaba direc-
tamente los problemas de agresión al suelo, la fauna, la flora y los ecosistemas marinos. Su
aplicación era difícil, en ausencia de normativas reguladoras (Torres Rojo 2005: 80 -81). La
herencia legislativa principal de López Portillo respecto del campo fue la Ley de Fomento
Agropecuario de 1981, que buscaba estimular la inversión privada en los terrenos del campe-
sinado permitiendo la asociación de los ejidos con empresas. Esto ya existía legalmente, de
alguna manera, por ejemplo en las zonas de abastecimiento de los ingenios y de las empresas
forestales vinculadas a fábricas de celulosa.21 La nueva ley significó un paso más adelante hacia
la privatización formal del campo, aunque, en la práctica, la mercantilización de la mejor tierra
ejidal por rentas o ventas clandestinas ya se había vuelto frecuente. También ocurría que la
tierra menos propicia dejara de cultivarse. Un experto en geografía económica y demografía
caracterizó el panorama de los años ochenta como “el abandono rural” (Arroyo Alejandre

19 En particular acciones de salud con el Instituto Mexicano del Seguro Social, de promoción agrícola con la Secretaría de Agricultura
y Recursos Agrarios, de mejora de instalaciones escolares con la Secretaría de Educación Pública, de distribución subsidiada
de productos básicos con la Conasupo, de sistemas de agua potable y mejora de caminos con la Secretaría de Asentamientos
Humanos y Obras Públicas (Mathus Robles 2009).
20 Un estudio realizado en 1980 en seis regiones del país detectó en todas una reducción en la superficie dedicada al maíz, causada
en buena medida por la política gubernamental de mantener bajo el precio, aunque la conversión a otro tipo de cultivos resultara
complicada y no necesariamente gananciosa (Warman y Montañez 1982: 82-84).
21 Por legislación, los propietarios o usufructuarios de tierras vecinas a ciertas instalaciones agroindustriales debían proveer la
demanda de materias primas de esas empresas.

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Guillermo de la Peña

1989). Sin embargo, también surgieron asociaciones de defensa campesina numerosas y vario-
pintas: inter-ejidales; mixtas de ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios; vinculadas
con grupos católicos organizaciones no gubernamentales y fundaciones internacionales; etc.
(Chiriboga y Varese s. f.). Muchas de ellas persisten hasta nuestros días y han mantenido,
junto con otras que aparecieron posteriormente, la lucha pacífica por el derecho a la tierra, al
“buen vivir”, a la igualdad y a la democracia.

La crisis, los reajustes y el nuevo modelo: 1982-2007

En 1982, con la brutal caída de los precios del petróleo y la subida de los intereses bancarios,
dio inicio un viraje radical en la economía mexicana: el fin del proteccionismo. Ante la fuga
masiva de capitales, el Estado mexicano quedó prácticamente en quiebra, como el secreta-
rio de Hacienda se vio forzado a reconocer, y hubo de suspenderse el pago del servicio de
la deuda externa. La moneda sufrió devaluaciones vertiginosas. Durante el sexenio del pre-
sidente Miguel de la Madrid (1982-1988), conseguir la entrada de capital al país se convirtió
en la prioridad de la política financiera, bajo el auspicio del Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial, que condicionaron nuevos paquetes de préstamos a la implementación
de ajustes estructurales tendientes a insertar la economía mexicana en el mercado mundial
(Appendini 2001: cap. III; Otero 2004: 76-78). Las restricciones a la inversión extranjera dismi-
nuyeron drásticamente. La política de sustitución de importaciones fue desplazada por una de
apoyo a la exportación. El Estado “se adelgazó” y renunció a ser el actor económico principal
de la nación. En 1985 la situación financiera del gobierno se vio todavía más perjudicada por
un terremoto mayúsculo que devastó la ciudad de México y varias regiones del país. Y en 1986
México ingresó al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio, con lo que las
mercancías mexicanas podrían acceder al mercado internacional; con ello también se abrió la
puerta de entrada a muchas mercancías extranjeras, tanto industriales como agrícolas (Lustig
1998: 117-118, 131-132, 137).22
Consecuentemente, los precios de los productos agropecuarios, con contadas excep-
ciones (maíz, frijol, leche), fueron gradualmente liberados, al igual que la importación de
insumos agrícolas. La inversión pública agropecuaria casi desapareció; igualmente los apoyos
crediticios a los agricultores y ganaderos (Calva 1988). Muchas agencias estatales que aten-
dían el campo fueron vendidas o desmanteladas; otras, como la Conasupo y el Banrural,
disminuyeron su tamaño y actividad, y se reestructuraron en favor de las nuevas políticas.
Al irse imponiendo el criterio ricardiano de las “ventajas comparativas”, decrecieron drás-
ticamente los subsidios a la producción de alimentos, lo cual, en un contexto de inflación

22 General Agreement on Trade and Tariffs (GATT), hoy llamado Organización Mundial de Comercio (OMC; en inglés WTO, World
Trade Organization).

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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

galopante, afectó también gravemente el consumo (Appendini 2001: 95-96). La producción


agrícola en general cayó severamente a partir de 1986 (Lustig 1998: 74-75). Los minifundistas
que habían estado menos ligados al sector agroindustrial previamente protegido continuaron
produciendo alimentos para ellos mismos, y también para las ciudades, aunque no por esto
último se beneficiaron en mayor cosa (ibid.: 131). La protesta rural creció, a la par que el éxodo
rural masivo. En diciembre de 1987, el gobierno firmó con los empresarios y los sindicatos el
Pacto de Solidaridad y Crecimiento Económico, con lo cual se restableció hasta cierto punto
el control de precios, se detuvo la inflación y el país volvió poco a poco a crecer, mientras se
intensificaba la apertura comercial.
Tras una elección fuertemente cuestionada, el nuevo presidente, Carlos Salinas de
Gortari (1988-1994) continuó y profundizó las mismas políticas: su prioridad declarada era la
“modernización” del país, cuyos elementos centrales eran la apertura a los mercados externos y
la internacionalización competitiva de la economía (Lustig 1998: 207). El Pacto de Solidaridad
y Crecimiento Económico, renovado anualmente, confirmó el control de la inflación mediante
la regulación estricta de los salarios y la contracción del gasto público. Se consumó el virtual
desmantelamiento del aparato estatal de apoyo al campo, y la competitividad se definió como
el criterio que debía regir la producción (Paré 1992).23 Al día siguiente de inauguración, Salinas
anunció la creación del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), que dependía directa-
mente del presidente y patrocinaba, entre otras acciones, las organizaciones e iniciativas locales
de los pequeños productores agrícolas que inscribieran proyectos viables (Rojas Gutiérrez 1992;
Cornelius et al. 1994). Este programa inauguró el tipo de apoyo “focalizado”, característico de
la política social del Estado mexicano en las siguientes décadas. Si previamente existía una
política nacional de desarrollo que pretendía –mal que bien– incluir a todos los sectores, se
establecía ahora una distinción entre la política económica, que apoyaba a los actores capa-
ces de competir exitosamente en los mercados, y la política social, que intentaba posibilitar
la sobrevivencia de quienes carecían de esa capacidad (Martínez Borrego y Sarmiento Silva
1996: 326 -327). El Estado se reformaba para abandonar la agencia económica directa; asumía
en cambio –al menos en el discurso– el papel de facilitador de un orden propicio a una nueva
integración y a la democratización de las relaciones sociales.
El presidente Salinas asimismo aceleró las negociaciones encaminadas a lograr un tra-
tado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, iniciadas en el previo sexenio. Para cubrir
ciertas exigencias de los futuros socios, promulgó la Ley General de Equilibrio Ecológico y
Protección al Ambiente, más comprehensiva que la de 1982, y creó la Comisión Nacional del
Agua en 1989; también se establecieron las primeras reservas de la biosfera. Sin embargo, otras
leyes publicadas en 1992 con relación a los bosques, las aguas nacionales y las minas dejaban
claro que esos bienes debían regularse fundamentalmente por el mercado (Torres Rojo 2005:

23 Según acusaciones múltiples, muchas de las empresas estatales privatizadas fueron adquiridas por empresarios amigos de, o asocia-
dos con, altos funcionarios públicos (por ejemplo, Lustig 1998: 262, nota 25).

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Guillermo de la Peña

82-83). Por añadidura, el gobierno juzgó necesario reformar el Artículo 27 constitucional: dar
fin al reparto agrario y permitir legalmente la renta y venta de la tierra ejidal, si en cada ejido
la asamblea lo aprobaba. La necesidad de dar certidumbre a los inversores exigía tal decisión;
por otro lado, la reiterada pobreza del campesinado parecía justificarla:

En el campo vive y trabaja la cuarta parte de los mexicanos, pero el valor de lo que ellos producen
es apenas la treceava parte del producto nacional. La combinación se resuelve como pobreza, estan-
camiento y deterioro. El campo está pobre en términos absolutos y también cuando se le compara
con otros sectores de la actividad económica. Casi las tres cuartas partes de los mexicanos en pobreza
extrema –que se define por la satisfacción inadecuada de los requerimientos nutricionales […]– viven
y trabajan en el campo […] El combate a la pobreza y deterioro rural son la principal motivación
(sic) del cambio a la legislación […] [así como también lo es] sembrar una nueva cultura agraria […]
(Warman 1996: 10-11).

Era ya imposible –se argüía– mantener la ficción de que el reparto de tierras podía
continuar indefinidamente y la idea de que el Estado tenía obligación de hacerlo; eso,
además, generaba incertidumbre entre los legítimos propietarios privados. El minifundio
prevaleciente condenaba al hambre. Jurídicamente la situación ejidal era un desastre y de
hecho mucha tierra se rentaba y vendía ilegalmente. Las manchas urbanas ineludiblemente
invadían las tierras de propiedad social y a menudo también creaban situaciones ilegales.
En el campo y en las periferias de las ciudades, las irregularidades propiciaban corrupción
y caciquismo. Así, en las consultas a las organizaciones rurales, a cargo del PRI, “el reclamo
de cambio profundo era general, abrumador, insoslayable” (ibid.: 12). El 6 de enero de 1992,
previa aprobación del Congreso, se publicó en el Diario Oficial el decreto presidencial que
reformó el Artículo 27 de la Constitución. Los ejidos y las comunidades agrarias seguirían
existiendo; sin embargo, mediante la certificación jurídica los ejidatarios tendrían la capa-
cidad de utilizar sus parcelas como activos, establecer contratos, entrar en asociaciones pro-
ductivas y, si lo deseaban rentarlas o venderlas. Los comuneros podrían convertirse en ejidos
y hacer lo propio.24 Se instituyeron el Registro Agrario Nacional y la Procuraduría Agraria, y
se puso en marcha el Proceso de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares
Urbanos (Procede), cuya función era regularizar los límites del ejido y de cada parcela. En
1993 se creó el Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo): para compensar, en un
contexto de apertura comercial, los subsidios que recibían los agricultores de otros países,
se transferían directamente apoyos monetarios a productores, con base en la superficie que
cultivaran, independientemente de su productividad. Desde su inicio, los productores más

24 Contra las expectativas oficiales, la privatización de los ejidos y comunidades agrarias en las siguientes décadas avanzó con mucha
lentitud; no así la renta, preferida por los empresarios para cierto tipo de cultivos. De hecho, rentar tierras ejidales ha sido, por lo
menos desde la década de 1950, una estrategia para ampliar la producción comercial privada.

50
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

competitivos formaron la mayoría de los beneficiarios de este programa; para los otros, más
que contribuir a su “modernización”, sirvió como un alivio a la pobreza y –deliberadamente
o no– de soporte a la economía de cuño campesino (Appendini 1998: 31-33).
El 1° de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte (TLCAN), con lo que se reforzó el proceso de abolición de tarifas y de estímulo a la
producción especializada para la exportación, y además se terminaron de abrir de par en par
las puertas de entrada a la intervención directa del capital transnacional. Este poderoso actor
estaba ya presente en las décadas previas, tanto en la producción comercial directa de frutos y
verduras de exportación, como sobre todo en la agroindustria (Feder 1977; Arroyo et al. 1980).
El mismo día de la inauguración del TLCAN estalló la revuelta zapatista, que puso de relieve
la insatisfacción del mundo rural e indígena, en donde se concentraban los dos deciles más
pobres de la población (Lustig 1998: 93). A partir del TLCAN, se hizo patente con más fuerza
la división entre la mayoría de los pequeños productores que por su falta de acceso a buena
tierra, riego, crédito y tecnología eran incapaces de competir internacionalmente, y los pro-
ductores (generalmente medianos y grandes, aunque también algunos escasos minifundistas)
que gozaban de las ventajas mencionadas y se habían ido confirmando como actores pujantes
de la nueva economía (ibid.: 207-208). Un ejemplo de estos últimos: los pequeños ganaderos en
los Altos de Jalisco, que lograron organizarse para negociar exitosamente la comercialización
de sus productos lácteos (Rodríguez Gómez 2013). De hecho, dentro del sector público se pre-
sentaron propuestas interesantes para reagrupar los minifundios y convertirlos en unidades
viables de producción, con estímulos de un programa estatal vigoroso y permanente (Luiselli
1992); sin embargo, tales propuestas no prosperaron.
En los primeros años de apertura, el sector agropecuario en su conjunto creció poco:
apenas 1.3% del PIB en promedio anual entre 1987 y 2002, a pesar de emplear a más de 25%
de la población económicamente activa (Schetino 2005: 25-26). En el periodo 1995-1998 esto
se debió en buena parte a la nueva crisis de toda la economía mexicana, heredada por el
presidente Ernesto Zedillo (1994-2000), por causas análogas a la crisis de 1982: gasto público
excesivo financiado con déficit, balanza de pagos deficitaria, bancos en quiebra por cartera
vencida, sobrevaluación del peso, ausencia de reservas internacionales por estampida de capi-
tales, etc. (Lustig 1998). Un síntoma de esta crisis fue el movimiento conocido como El Barzón
(1993-1998), que agrupó a productores agrícolas medianos y grandes contra la intransigencia de
la banca ante sus problemas crediticios e incluyó marchas, bloqueos de carreteras y tomas
de edificios públicos e instalaciones bancarias (Carton de Grammont 2001).
El siglo XXI, además del primer presidente de un partido de oposición (Vicente Fox,
2000 -2006),25 trajo el comienzo de los frutos del TLCAN, aunque con altibajos. En 2014, el

25 La revuelta chiapaneca mostró un gran descontento que se canalizaba de manera violenta. Era necesario crear canalizaciones pacífi-
cas de las demandas populares, pues los controles del PRI se habían debilitado. El propio gobierno priísta, también presionado
por las iniciativas de la sociedad civil y por la necesidad de legitimarse internacionalmente, impulsó reformas legales y creación de
instituciones que permitieron elecciones libres y una gobernabilidad menos autoritaria.

51
Guillermo de la Peña

90% de los productos mexicanos de exportación viajaban hacia el norte. Tanto los presidentes
Zedillo y Fox, como sus sucesores Felipe Calderón (2006 -2012) y Enrique Peña Nieto (2012-
2018) mantuvieron el mismo estilo de política económica: favorecer la capitalización, impulsar
el aumento de la producción, la productividad y la ganancia, así como la competitividad
(con sus dos palabras mágicas: eficiencia y calidad) y la exportación. Mantuvieron, igual-
mente, la misma estrategia de política social focalizada –destinada a evitar el crecimiento de la
pobreza de la población “no competitiva”–, mediante programas de transferencias monetarias
condicionadas (Progresa, Programa de Desarrollo Humano Oportunidades y Prospera) que
sustituyeron sucesivamente a Pronasol. Sufrieron reducciones, aunque no desaparecieron, los
programas de apoyo al campo. En materia de gestión y protección del medio ambiente, el
presidente Fox creó la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y nuevas subsecretarías, que no
se coordinaron muy eficientemente con otras dependencias (Torres Rojo 2005: 86 -87), y pro-
mulgó la Ley de Desarrollo Rural Sustentable (2001) y leyes sobre organismos genéticamente
modificados y para la protección y conservación de la vida silvestre y el agua. El presidente
Calderón promulgó la Ley Federal de Responsabilidad Ambiental (2013). A pesar de todo ello,
y de la entrada en vigor en México del Protocolo de Kyoto (2005), muchos de los cambios que
se desencadenaron en materia agrícola no fueron controlados y tuvieron efectos nocivos (véase,
por ejemplo, Hernández-Antonio y Hansen 2011).
Si comparamos los datos del Censo Agropecuario de 2007 con los del censo correspon-
diente de 1970, cuando se reconoció la crisis del modelo de desarrollo rural, queda claro que
el campo mexicano sufrió una considerable transformación (Anexo estadístico). La población
total del país se duplicó, mientras que la Población Económicamente Activa (PEA) se multi-
plicó por cuatro; por su parte, la PEA empleada en agricultura y ganadería sólo creció 20%.
(Si se toma también en cuenta la mano de obra familiar no remunerada, el crecimiento pudo
haber sido de 5% más). Esto último es congruente con la tecnificación agropecuaria y con
el cambio en la distribución espacial demográfica: en 1970, el 70% de los mexicanos vivía en
asentamientos con menos de 15 000 habitantes y sólo 30% en poblados más pequeños; 40 años
más tarde esa proporción se había invertido. La superficie dedicada a tierras de labor creció
30%; la dedicada a ganadería 100%. (No se puede calcular el cambio en los plantíos de árboles
frutales, pues en los censos se engloban en categorías mixtas y cambiantes). En 1970 los cinco
cultivos que ocupaban una mayor extensión eran: maíz, trigo, sorgo, frijol y algodón; en 2007
el pasto cultivado y la avena forrajera habían desplazado al algodón y al trigo. En términos de
cantidad de toneladas producidas, el liderazgo lo tenían en 1970 la caña de azúcar, el maíz, la
alfalfa verde, el henequén y el trigo; en 2007 el pasto cultivado y el sorgo forrajero reemplaza-
ron al henequén y al trigo. Si examinamos cada uno de los principales cultivos, encontramos
que entre 1970 y 2007 el maíz disminuyó un poco en extensión cultivada, pero su productivi-
dad se triplicó, sin duda por mayor tecnificación; y a precios corrientes su valor por tonelada
medró de manera considerable. El trigo tuvo un comportamiento similar. El sorgo, la caña
de azúcar, la alfalfa y el frijol aumentaron tanto su extensión –que en mayor medida se dio

52
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

en tierra irrigada– como su productividad y valor por tonelada a precios corrientes. La avena
aumentó su productividad, pero decreció en extensión y precio. El henequén casi desapare-
ció y su precio por tonelada se fue para arriba. El algodón redujo en extensión, mantuvo su
productividad y elevó su precio. En cuanto a la producción ganadera, tanto el ganado vacuno
como el porcino y sobre todo el ovino incrementaron su número de cabezas y su precio por
kilo; el caprino disminuyó en número y aumentó su precio por kilo. Las aves de corral se
expandieron espectacularmente, en número y precio.
Sobresale en estos datos la creciente importancia de los productos vinculados a merca-
dos urbanos e internacionales (sobre todo los de Estados Unidos y Canadá); i.e. los productos
cárnicos (y concomitantemente los forrajeros: sorgo, alfalfa, pasto y puede incluirse una parte
de maíz) y azúcar. Y asimismo se nota el desplazamiento de otros –henequén, algodón, trigo–,
probablemente por su menor competitividad en un contexto de apertura comercial.

Globalización y desarrollo agropecuario: 2007-2018

Al comparar los datos de 2007 con los de 2017 (Anexo estadístico), encontramos que la PEA
nacional y la agropecuaria crecieron a un ritmo parecido (a un promedio anual un poco mayor
a 1%).26 La superficie dedicada a la ganadería se elevó también a ese ritmo, pero la de la tierra
de labor decreció 30% en el periodo. De los cultivos mayores se expandieron (moderadamente)
sólo el sorgo, el trigo y la caña de azúcar. La producción ganadera se vio igualmente frenada.
El decrecimiento del maíz tuvo por contraparte una elevación de las importaciones de ese
grano: entre 2013 y 2017, la importación de maíz amarillo pasó de 6.6 a 14.3 millones de tonela-
das (y el precio pagado, de 1.8 a 2.6 miles de millones de dólares). Al mismo tiempo, se disparó
el aumento de las hortalizas y las frutas, impulsado por la expansión de las demandas inter-
nacional y urbana. Entre 1980 y 2014, la superficie sembrada con hortalizas y frutas se duplicó
(de 1.2 a 2.1 millones de hectáreas), superando al sorgo, al trigo, al frijol y a la caña de azúcar,
y la producción se elevó en una proporción aún mayor (de 12.3 a 18.4 millones de toneladas);
además, su contribución al valor agregado de la producción agrícola en México aumentó de
20% a 43%, por encima de los cereales, forrajes y cultivos agroindustriales (González 2020: 167-
169). En 2016, el crecimiento del PIB agrícola (3.5%) superó al PIB nacional (2.3%), a causa de la
presencia de las hortalizas y las frutas (Hablemos del Campo 2018). Entre las primeras, sobre-
salieron el jitomate (tomate rojo), la lechuga, la calabacita, la cebolla, el pimiento y el pepino;
y entre las frutas el plátano, la papaya, la piña, la sandía, la jícama, el limón, la guayaba, el

26 En el momento de redactarse este texto, aún no estaban disponibles los datos del Censo Agropecuario de 2017. Para este último
año se utilizaron cifras de la Encuesta Nacional de Educación y Empleo, el Anuario Estadístico de la Producción Agrícola del
Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) y datos generados por la Semarnat (véanse las notas de los cuadros).

53
Guillermo de la Peña

mango, el melón y la naranja (idem). Aparecieron dos nuevas estrellas en el firmamento rural:
el aguacate y las bayas (berries) o “frutos rojos”: fresa, frambuesa, zarzamora, arándano.
México se ha convertido en el mayor exportador de frutas y verduras a Estados Unidos,
amparado por tres ventajas comparativas: un clima que le permite producir en invierno, una
mano de obra barata, y su cercanía y accesibilidad.27 Sin embargo, el fenómeno no puede
entenderse si no se asocia a la creciente globalización de la economía y más en particular a la
consolidación de cadenas transnacionales de producción, procesamiento y distribución, que
se propagan por todo el mundo. Por supuesto, las frutas y verduras están lejos de ser produc-
tos nuevos en la agricultura mexicana: los campesinos por siglos han cultivado hortalizas en
pequeña escala junto con las milpas, y algunos de ellos también como cosechas comerciales; y
los empresarios medianos y grandes en ciertas regiones –el estado de Sinaloa, por ejemplo– las
han sembrado provechosamente para exportación. En huertos caseros o en plantaciones,
los frutales asimismo han estado presentes en nuestro país desde antes de la época colonial. La
novedad estriba en la más intensa mercantilización y tecnificación –mediante la biotecnolo-
gía, la biogenética y el surgimiento de la informática–, y más especialmente en la inserción
del México rural en complejas redes y cadenas de escala internacional (González, Macías y
Willemse 2019). Además, estos cultivos han disparado la demanda por trabajadores agrícolas:
su número, entre 2005 y 2018, según la Encuesta Nacional de Empleo, se elevó en 30% (pasó
de dos a tres millones, en números redondos, sin incluir a quienes, además de emplearse en
tierra ajena, cultivan la propia).
En el siglo XXI, la estructuración del capitalismo global debe entenderse en términos
de la interrelación entre empresas que contribuyen de diversa manera a la agregación de valor
y se encuentran situadas en países diferentes (Gibbon y Ponte 2005 citados por González 2020:
162-163). Tales empresas se mueven por el mundo y van eligiendo países y regiones favora-
bles. Para la producción agrícola prefieren rentar buenas tierras (planas, irrigables, accesibles)
donde el alquiler y los salarios sean bajos; después de algún tiempo suelen mudarse a otras
zonas similares, para evitar problemas fitosanitarios y de regulación ecológica. El principio de
la sustentabilidad del proceso es con frecuencia olvidado (González Chávez 2012). En el caso
de México, encontramos que un porcentaje cada vez más alto de la producción de frutas y
hortalizas se destina a nuestros socios del TLCAN, sobre todo a Estados Unidos; intervienen
como actores de creciente importancia grandes empresas internacionales, así como grandes y
medianas empresas nacionales, que se reparten una variedad de funciones (producción, pro-
cesamiento y comercialización) y en principio deben cumplir con las normas de salubridad y
laborales del Tratado.
Para mostrar la lógica “extractivista” de estos negocios y aterrizar en un caso especí-
fico lo que hasta aquí he expuesto de manera general –e irremediablemente simplificada–,

27 Los primeros lugares en la exportación agrícola los tienen los jitomates y los aguacates (Humberto González, comunicación per-
sonal). Proporcionalmente, las bayas parecerían ser las de mayor crecimiento en los últimos diez años.

54
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

me referiré ahora a un estudio etnográfico de caso en Jalisco, que además puede ejemplificar
algunos aspectos de la historia rural mexicana.28

Globalización “neoliberal” y agricultura en el sur de Jalisco29

El estado de Jalisco es un buen modelo de la transformación nacional. Genera el mayor por-


centaje del PIB agropecuario (11%) y más de 30% del saldo positivo en el comercio agropecuario
(Romo 2017); es el más grande productor y exportador (a 117 países) de puercos, bayas, limo-
nes, mangos y aguacates, y es el estado en donde más ha crecido el número de trabajadores
agrícolas.30 Desde la década de 1990, los sucesivos gobiernos estatales, junto con la Fundación
Produce Jalisco, A.C., han brindado un decisivo apoyo y asesoría a la expansión agropecuaria.
Las regiones jaliscienses más pujantes son los Altos y el Sur. Presentaré información sobre esta
última, y en particular acerca de una parte de ella que me parece significativa para entender la
trayectoria del campo mexicano: el valle de Zapotlán, cuyo asentamiento humano principal
lleva el nombre de Ciudad Guzmán o Zapotlán el Grande.31
El valle, situado a una altitud de 1 500 metros y rodeado de montañas –enriquecen el
paisaje los volcanes de Colima–, se beneficia de buenas tierras y puede obtener irrigación de
algunos mantos freáticos generosos y de una laguna en su parte central. En la época colonial,
pero sobre todo en el siglo XIX, varias haciendas se formaron y ampliaron, en muchos casos, a
partir de terrenos comprados o despojados a las comunidades indígenas. Desde la década de
1920, la Reforma Agraria fue creando ejidos –media docena de ellos– y consolidando la pre-
sencia de un campesinado que convivía con los propietarios locales de ex haciendas y ranchos
ganaderos y cerealeros. Durante la revuelta cristera (1926-1929) y sus secuelas, la violencia hizo
que muchas familias emigraran a Guadalajara, pero en 1940 volvió la paz. En las cuatro déca-
das siguientes, las milpas cubrían el valle; producían suficiente maíz y frijol para la población
local, y además excedentes que se comercializaban a través del mercado de Ciudad Guzmán
–donde semanalmente se celebraba un gran “tianguis”–, que ejercía influencia dinamizante
sobre toda la región del sur jalisciense, y más allá de ella (Veerkamp 1980).

28 “Extractivismo” o “neoextractivismo”: designa la explotación masiva de recursos naturales para su venta en mercados foráneos, en
el contexto de la globalización “neoliberal” (Bebbington 2013).
29 No me agrada usar el término neoliberal; se ha puesto de moda en la coyuntura actual para descalificar o insultar irresponsable-
mente a quienquiera que sea visto como crítico del gobierno. Me refiero con este término a una ideología que, como en el libe-
ralismo clásico, dictamina que la orientación de una sociedad se define por el mercado y que el papel del estado es básicamente el
de vigilante y garante de su funcionamiento, pero que a diferencia del liberalismo clásico defiende los monopolios u oligopolios
por su supuesta eficiencia, proclama que la búsqueda de ganancias económicas es el motivo fundamental de la acción humana, y
sostiene dogmáticamente que el dominio global del capital constituye “el fin de la historia”.
30 Agradezco a Agustín Escobar Latapí y Mercedes González de la Rocha el haberme hecho notar estos datos.
31 Me he ocupado de la región Sur de Jalisco en varias publicaciones (De la Peña 1980, 1984, 1991, 1992; De la Peña et al. 1977; De la
Peña y De la Torre 1994).

55
Guillermo de la Peña

La economía local se completaba con pequeños hatos de ganado de carne y leche, que
los campesinos dejaban sueltos o se estabulaban en los ranchos. Las montañas circundantes
albergaban bosques de árboles frutales y de especies maderables; la laguna ofrecía pescado
y en sus orillas crecían tules (juncos) y carrizos con los que se fabricaban petates, canastos y
sopladores. Una buena parte de la tierra era de humedad o de riego y gozaba de dos cosechas
anuales; en ella se daba empleo, durante “las secas”, a los ejidatarios que sólo tenían tierra de
temporal y a la gente sin tierra –que empezó a abundar desde la década de los años sesenta–.
En esos mismos años se incrementó la agricultura forrajera en el valle y en otras comarcas del
sur de Jalisco; paralelamente, creció la producción de carne y lácteos para el mercado regional
y para exportación a Guadalajara, sobre todo en los ranchos que podían generar su propia
pastura (Safa 1988). Por otra parte, en la región Sur de Jalisco existían desde hacía tiempo dos
grandes empresas agroindustriales: una privada, el Ingenio de Tamazula, en el municipio del
mismo nombre, a partir de la década de 1920; y la otra pública, en el municipio de Tuxpan,
la Compañía Industrial de Atenquique, productora de celulosa y papel, a partir de la década
de 1940. Esta última se abastecía de madera de coníferas mediante la Unión Forestal de
Jalisco y Colima, su filial, que dosificaba los cortes del bosque y se encargaba de reforestar.
Ambas agroindustrias usufructuaban amplias zonas de abastecimiento: de tierras laborables
(14 000 ha) y aguas en un caso, y de bosques (260 000 ha) en el otro. En el periodo 1950-1980
dominaban la economía de la región, como empleadoras, arrendatarias y compradoras de
bienes y servicios; y también la política regional y local, a través de los contactos de sus pro-
pietarios o funcionarios, y del poder de sus sindicatos (Escobar y González de la Rocha 1987).
Durante la segunda mitad del siglo XX, la zona envió trabajadores cíclicamente a
Estados Unidos. Algunos se fueron quedando allá. Otros no se marchaban al país vecino sino
emigraban a ciudades más grandes. Los jóvenes interesados en estudiar se iban (si podían) a
la Universidad de Guadalajara y un buen número de ellos ya no regresaba. Pero en la década
de 1990 esta universidad se descentralizó: se fundaron centros universitarios regionales, uno de
ellos en Zapotlán el Grande (CUSur-UdeG), que ayudaron a arraigar a la población local y atraer
población de fuera. Desde la década de 1980, las dos grandes agroindustrias perdieron fuerza y
prerrogativas: se abolieron las zonas de abastecimiento, disminuyó el poder de los sindicatos
y los salarios se deterioraron. La papelera y su filial fueron vendidas a capitalistas privados.
Ausente el control que antes ejercía la Unión Forestal de Atenquique, la tala del bosque se
intensificó y, en consecuencia, se transformó el uso del suelo: ha desaparecido la mitad de los
bosques y por ello decrecieron las reservas acuíferas.32 También a partir de la década de 1980,
el crecimiento urbano de Ciudad Guzmán ha invadido los territorios ejidales circunvecinos,
sobre todo después del terremoto de 1985, que empujó gente hacia la zona urbana al destruir
viviendas en pequeños poblados y rancherías de la comarca.

32 La deforestación desaforada continúa y ha sido denunciada repetidamente por académicos de la Universidad de Guadalajara,
disponible en: www.unionjalisco.mx/articulo/2019/04/23/educacion/udg-alerta-sobre-deforestacion-en-16-municipios-de-jalisco

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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

El gobierno federal inauguró en 1989 una nueva autopista rápida que comunicaba
Guadalajara-Colima y pasaba por Zapotlán. Tras la reforma constitucional de 1992, nume-
rosas parcelas ejidales se convirtieron en propiedad privada y modificaron su orientación pro-
ductiva. Desde los comienzos del siglo XXI el área maicera ha declinado: de 10 000 ha en 2002
a 3 000 en 2016 (Macías 2013; Sagarpa 2017). El azolve de la laguna redundó en la disminución
de los cultivos tradicionales de hortalizas ribereñas. Gracias al Tratado de Libre Comercio y a
la ampliación del mercado aparecieron, sobre todo desde 2001, nuevas empresas agroindustria-
les, nacionales y transnacionales, que causarían una verdadera revolución y atraerían masiva-
mente trabajadores (Macías 2013). Hoy en día, en el paisaje ya no predominan las milpas sino
invernaderos techados con telas de plástico blanco; en una parte de ellos se cultiva jitomate,
pero la gran mayoría se especializa en frutos destinados a la exportación internacional, en
particular las bayas, localmente conocidas como “berris” (berries): frambuesas, arándanos,
zarzamoras, fresas, que ocupan más de 3 000 ha.33 En las laderas de las montañas circundantes
y en el macizo formado por los volcanes de Colima los huertos aguacateros van desplazando,
aceleradamente, a los antiguos bosques y a los pequeños huertos de los campesinos con otras
variedades de frutales. Actualmente se calcula que su extensión sobrepasa las 4 000 hectáreas.34
El negocio de las bayas está principalmente dominado por empresas transnacionales
que ejercen su poder a través del control de la comercialización. El procedimiento establece
una diferenciación entre los respectivos papeles que juegan el posesionario o propietario, el
productor y la empresa comercializadora. Los propietarios privados y los posesionarios (eji-
datarios y comuneros) –gente local– dan su tierra en arrendamiento por varios años a pro-
ductores, muchos de ellos foráneos. En su mayoría, los posesionarios y propietarios prefieren
dar sus terrenos en renta, mejor que producir directamente, porque carecen del capital y la
experiencia necesaria para hacerse cargo de cultivos tan complejos. El dinero pagado a los
arrendadores es cinco o más veces mayor del que ganarían por vender el maíz que pudieran
producir directamente. Y además tienen la oportunidad de ganar todavía más empleándose
como mano de obra en su propia tierra. El productor, por su parte, no comercializa directa-
mente: firma un contrato anual que lo compromete no sólo a entregar toda la cosecha a la
empresa comercializadora (una compañía transnacional, casi siempre, con delegaciones o al
menos contactos en varios países), sino también a preparar el terreno y asegurar la provisión
de agua; asimismo, a contratar a los ingenieros agrónomos o instructores que se le indiquen
y a seguir sus instrucciones en el proceso productivo. Además, compra las “plántulas” en
invernaderos que han construido y manejan las transnacionales. Los trabajadores de campo

33 En el vecino valle de Sayula, los invernaderos dedicados a frutas y hortalizas aparecieron desde la década de 1990. En la también
vecina sierra de Tapalpa, las empresas foráneas empezaron a rentar tierra desde los años ochenta, primero para producir papas y
luego fresas.
34 La información incluida en los siguientes párrafos se basa en entrevistas y observaciones que he realizado en visitas breves al valle
de Zapotlán en 2018 y 2019, y en conversaciones con buenos amigos y colegas del CUSur-UdeG (Alejandro Macías y Lizeth Sevilla)
y del CIESAS-Occidente (Agustín Escobar y Mercedes González de la Rocha, quienes están terminando un magno estudio com-
parativo de trabajadores agrícolas en varias regiones de México). Mucho agradezco su colaboración y asumo la responsabilidad por
cualesquiera errores.

57
Guillermo de la Peña

en estas actividades agroindustriales son de ambos sexos, tanto locales como migrantes pro-
vistos por enganchadores que los traen de Chiapas, Oaxaca y otros estados. El productor les
paga un jornal superior a lo acostumbrado localmente y concede bonos a los más productivos.
Para cumplir con la normatividad del TLCAN, tiene la obligación de inscribirlos en el Instituto
Mexicano del Seguro Social, de conseguirles alojamiento y de proporcionarles tiempo y un
lugar para comer. Los picos de empleo son en tiempos de siembra y de cosecha; sin embargo,
no escasean los trabajadores que se ocupan de labores intermedias: desyerbes, riegos y apli-
cación de abonos y agrotóxicos químicos. La cosecha se empaca en los propios campos de
cultivo, en envases comprados a las comercializadoras (los mismos en que las bayas se venden
en los supermercados), y se traslada a grandes bodegas, cuidadosamente controladas, propie-
dad de las comercializadoras. Desde las bodegas el producto se envía a centros de acopio de
la empresa o directamente desde Zapotlán a distribuidores en Estados Unidos y Europa. El
precio que la comercializadora paga al productor se establece previamente a la siembra, en
términos de mínimos y máximos, de acuerdo con el mercado internacional.
El negocio de los aguacates tiene características análogas. Algunos productores son
pequeños; otros, que conjuntamente ocupan la mayor superficie aguacatera, son medianos y
grandes; cada uno de los 15 mayores controla más de 100 hectáreas. Todos son mexicanos, pero
los medianos son foráneos respecto del sur de Jalisco. Estos últimos suelen ser dueños de una
compañía aguacatera; la manejan personalmente y rentan la tierra de propietarios o ejidatarios
locales, que a veces se convierten en socios del productor. (“No compramos tierra, porque no
queremos inmovilizar capital”). Sin embargo, si una plantación resulta satisfactoria, el alquiler
puede prolongarse durante toda su vida productiva (de 20 a 40 años); los contratos incluyen esa
opción. Establecer una plantación o huerta suele requerir la apertura de brechas en las zonas
montañosas y la perforación de pozos que se utilizan para riego por goteo y aspersión. El riego
es necesario para evitar que los arbolitos se debiliten por el calor veraniego y mueran jóvenes;
también lo es el uso de plaguicidas químicos. Las propias compañías buscan o producen las
semillas y preparan las “plántulas” en invernaderos propios. Predomina la variedad Hass de
aguacate, junto con una mutación lograda en Michoacán: la variedad Méndez, que “viaja muy
bien”. Los árboles comienzan a dar algo de fruto a los ocho o nueve meses de plantados; a los
dos años están en plena producción y se cosechan varias veces al año, por lo que las planta-
ciones medianas cuentan con trabajadores permanentes, locales o foráneos, bien pagados en
términos locales y con prestaciones. Los productores medianos y grandes tienen mayordomos
que organizan el trabajo en la huerta (pues ellos dedican mucho tiempo a negociar precios);
los pequeños utilizan mano de obra familiar y contratan algunos jornaleros para los cortes. No
se empaca en campo, sino en bodegas en Ciudad Guzmán. Un buen número de productores
medianos tiene experiencia previa en el negocio de aguacates en otras regiones del país (sobre
todo en Michoacán). No dependen necesaria o directamente de compañías transnacionales
para la comercialización; existen asociaciones de aguacateros nacionales –algunas de ellas filia-
les de instituciones norteamericanas o europeas– que han ido logrando permisos y superando

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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

trámites. Los frutos cosechados se empacan en el terreno y se concentran en puntos de acopio


de las asociaciones, para ser enviados en camiones a puertos (Veracruz y Manzanillo) y luego
por barco a Estados Unidos y Europa (vía Anvers, Rotterdam y LeHavre), e incipientemente
a países asiáticos (Japón y China). El gran comprador indiscutible es Estados Unidos, sobre
todo los estados del este (los del oeste compran aguacates a Perú). Por su parte, los produc-
tores pequeños venden a comerciantes locales o a intermediarios del Mercado de Abastos de
Guadalajara o, si cumplen los requisitos sanitarios del TLCAN, a intermediarios de distribui-
dores internacionales.
La Fundación Produce Jalisco ha intervenido desde el cambio de siglo en la transfor-
mación del agro en el estado. Esta fundación, como sus semejantes en otras entidades del
país, ha buscado responder a la resolución de la FAO sobre la responsabilidad de los gobiernos
nacionales de proporcionar seguridad alimentaria a sus poblaciones. En el valle de Zapotlán se
encargó de ampliar y mejorar las vialidades de acceso a los campos de cultivo. Originalmente,
Produce planteó apoyar a pequeños productores locales de bayas para vender bajo contrato
sus cosechas a intermediarios estadounidenses. Pero, en realidad, quienes ocuparon el espacio
fueron en su mayoría los grandes y medianos negocios, oriundos de otras partes del país y del
mundo. Las razones que muchas personas locales dan para aceptar este hecho, incluyendo
los campesinos y granjeros que se convierten en rentistas, es que en los últimos años les iba
mal con el maíz y otras siembras tradicionales; y las grandes empresas han traído inversiones,
buena paga y bienestar por la derrama en favor de la economía local. (De hecho, los traba-
jadores agrícolas de Jalisco tienen más y mejores prestaciones que los de otros estados.35 No
obstante, al parecer eso no ha servido para detener la emigración sino para atraer trabajadores
foráneos). “Hay más confianza en la economía de Zapotlán”, es una frase que escuché varias
veces. Los impuestos que pagan las empresas sirven para mejoras de la infraestructura y los
servicios municipales. Ha crecido la población de clase media: junto con la Universidad de
Guadalajara, la nueva agricultura ha llevado o arraigado a numerosos técnicos y profesionales,
y “Zapotlán se vuelve más interesante”. “Hay más oportunidades educativas y nuestros hijos
pueden aprovecharlas porque ya no tienen que ayudar a los papás en el campo”.
Con todo, también abundan las críticas a la radical transformación.36 Menciono las
principales, sin intención de jerarquizarlas. La nueva agricultura se ha planeado y echado a
andar sin la participación de la gente local; denota una falta de compromiso con el nicho
ecológico que por siglos ha sido el escenario de la relación entre el hombre y la naturaleza, y
puede llegar a destruirlo (Magaña 2020). La dependencia de insumos externos caros y de tra-
bajo abundante e intensivo tiene un efecto excluyente de los pequeños productores locales. El
arrendamiento de sus terrenos a largo plazo puede ser una forma disfrazada de expropiación.

35 Escobar y González de la Rocha, comunicación personal.


36 Varios de los comentarios críticos que cito fueron formulados por lugareños entrevistados y además por el rector del CUSur-UdeG
en una reunión con investigadores del CIESAS y del propio Centro Universitario y con funcionarias de una de las grandes com-
pañías transnacionales presentes en la región (en marzo de 2018).

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Guillermo de la Peña

Algunos posesionarios se quejan de que los productores y las compañías comercializadoras les
ofrecen acondicionar sus tierras para los nuevos sembradíos y luego resulta que al final tienen
que pagarles muy caro por esa operación. Se ha establecido una situación de monocultivo que
agrede la biodiversidad; ha empeorado la contaminación de los mantos freáticos, que además
se ven peligrosamente disminuidos por la proliferación de pozos (no pocos ilegales). También se
ha empeorado la alimentación de la gente pobre: disminuye el abasto de granos, frutos y vege-
tales locales frescos, sustituidos ahora por comida procesada y traída de lejos. La deforestación
avanza. Las laderas corren peligro de deslavarse; los magueyes que retienen el aluvión se remue-
ven para dar sitio a los aguacates; esto igualmente daña la producción pulquera local.37 Por aña-
didura, la salud de los trabajadores se ha visto afectada por el contacto con productos químicos
tóxicos. Los plásticos blancos de los múltiples invernaderos incrementan la temperatura y esto
ha redundado en la disminución del caudal de la laguna (que además ha sufrido por décadas
problemas de azolvamiento). La afluencia de mano de obra foránea ha saturado los servicios de
salud pública y la oferta de vivienda. Aunque las prestaciones de los trabajadores incluyen ins-
cripción en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) (por la que ellos pagan una parte de
la cuota), las instalaciones de esta institución en Ciudad Guzmán se encuentran rebasadas y su
personal es insuficiente; por ello, se acude más bien a los médicos que atienden en las farmacias
o a medicina tradicional. Por otro lado, se padece de hacinamiento en las viviendas conseguidas
por las empresas para los trabajadores que vienen de fuera. Adicionalmente, se reportan proble-
mas de drogas y violencia en la zona urbana, cuya población se ha cuadruplicado en los últimos
40 años. Y se plantea una pregunta de radical importancia: ¿qué pasará cuando las empresas
arrendatarias se vayan, porque cambió el mercado, o porque la tierra rinde menos y el agua
escasea, o por cualesquiera otras razones?
A partir de los testimonios, no es fácil hacer un balance objetivo de esta situación de
cambio agrario, todavía muy reciente. Una afirmación repetida es que “no había de otra”. Por
ejemplo, desde principios del presente siglo ya se notaba un deterioro de la tierra que obligaba
a aumentar la cantidad de abono químico para obtener buenas cosechas. Para comprarlo,
muchos campesinos se endeudaban y corrían peligro de arruinarse; el convertirse en arrenda-
dores de las compañías agroindustriales resultaba ser la salvación.38 No obstante, empiezan a
surgir alternativas, promovidas por académicos del CUSur-UdeG, en conjunto con grupos de
familias locales. Así, se fundó una “Escuela Campesina” acompañada de una parcela agroeco-
lógica que promueve la recuperación de milpas y labranzas habituales. Un tianguis ecológico
al que acuden productores orgánicos se celebra semanalmente. Se han apoyado a grupos de
mujeres que cultivan pequeños huertos de flores o incluso de bayas, sin utilizar productos quí-
micos. Y hay mujeres y hombres que a pesar de todo conservan milpas, nopaleras, chayoteras

37 En el municipio de San Gabriel, también del Sur de Jalisco, ocurrieron graves inundaciones y deslaves en 2019, en buena medida
causados por siembra inapropiada de aguacates en los cerros.
38 Esta es una vieja historia que se repite en el mundo campesino en general: rentar o hasta vender la tierra para pagar deudas (Reyes
Osorio et al. 1974: 972-973).

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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

y huertos frutales, asesorados por universitarios. No falta, incluso, quien rente una parte de
su ejido o pequeña propiedad para financiar en otra parte la persistencia de sus siembras
tradicionales. Son pequeños esfuerzos que muestran la posibilidad de resistencia (Macías y
Sevilla 2017b). Además, en el ámbito de la región, ha surgido una asociación intermunicipal:
la Alianza Ciudadana para el Desarrollo Regional Alternativo del Sur de Jalisco, y el proyecto
Al Grano. Sistemas Alimentarios del Sur; ambos promueven grupos cooperativos, asambleas
de análisis y planeación, gastronomía tradicional, y redes de intercambio de información y
alimentos. Asimismo, estos esfuerzos se han vinculado con redes y organizaciones similares
en el ámbito nacional (Magaña y Villagómez 2018).

Reflexiones finales

De salida, propongo volver sucintamente a discusiones aludidas a lo largo de este documento.


¿Es inevitable la desaparición de los campesinos, como lo proclamaban ciertas interpretaciones
marxistas hace medio siglo? ¿Es posible emular en el momento actual el “modelo holandés”
del que hablaba Ángel Palerm? ¿Era mejor la situación de los campesinos cuando estaba en
vigencia la reforma agraria y se vivía el “desarrollo estabilizador”? ¿Es la situación actual una
reacción inevitable a los desastres del estatismo? ¿Hemos llegado al “fin de la historia”, como
se dijo en los años noventa para justificar –y glorificar– el capitalismo neoliberal? ¿Hay alter-
nativas visibles y deseables a las políticas impuestas por el Estado mexicano después de 1982?
Desde la década de 1970 se empezó a volver obvio que los campesinos –ciertamente
la inmensa mayoría, que sólo disponía de una porción pequeña de tierra de temporal– no
eran viables si dependían nada más de su tierra; tenían que conseguir recursos adicionales, en
las formas que ya se mencionaron, a las que hay que añadir, después de 1990, los subsidios y
becas de los programas sociales focalizados. Con esos recursos los campesinos han tratado de
mantener en delicado equilibrio una unidad familiar que generaba parcialmente sus propios
alimentos (y los de sus animales) y vendía, para completar su sobrevivencia, una parte de la
cosecha, en la que debía incluir algún producto netamente comercial (forrajes, frutas, horta-
lizas). Pero ese equilibrio se volvió casi imposible de lograr. La receta de la revolución verde
no resultó eficaz: el uso de biotecnología y de fertilizantes y pesticidas químicos era, por caro,
muy poco accesible y además poco ventajoso para los pequeños productores. La mayoría de
ellos, en buena medida por carecer de riego, nunca utilizó semillas mejoradas en siembras
de maíz (Warman y Montañez 1982: 90-91). Y quienes las utilizaron en productos cuyo precio
no estaba regulado, como el jitomate, tenían que resignarse a correr riesgos que volvían casi
imposible lograr una mínima capitalización (De la Peña 1980).39 En los dos sexenios previos a

39 Los productores y distribuidores de plaguicidas (nacional e internacionalmente) fueron indudablemente grandes beneficiarios de
la revolución verde (Macías y Sevilla 2017: 7-9).

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Guillermo de la Peña

1982, los gobiernos ensayaron una variedad de políticas públicas de apoyo al sector campesino,
que podían ser –tal vez– en principio buenas, pero carecieron de vigor, buen manejo y con-
tinuidad. Por añadidura, esas políticas solían enredarse en marañas de corrupción, abusos y
caciquismo. La pobreza en el campo persistía, incluso empeoraba. En los seis sexenios siguien-
tes (1982-2018), las políticas agropecuarias se tornaron excluyentes, de manera explícita, res-
pecto de los productores sin acceso a capital, en el contexto de una economía globalizada y
dominada por un nuevo tipo de estrategias empresariales que era y sigue siendo imposible
ignorar. No obstante, el caso del Sur de Jalisco parece indicar que existen campesinos que,
aunque golpeados, han logrado sobrevivir e incluso prosperar en los márgenes e intersticios de
la avalancha neoliberal.
De las discusiones de la década de 1970 era posible, en esa época, derivar tres alterna-
tivas para reorganizar el campo mexicano y promover una sociedad agraria menos desigual e
injusta. La primera era entregar todo el sector agropecuario a empresarios privados y moder-
nizadores, en el contexto de una economía nacional suficientemente protegida; convertir a
los campesinos en trabajadores con buenos salarios y prestaciones, y proporcionar a sus fami-
lias servicios adecuados de salud y educación, así como créditos para mejorar sus viviendas.
La segunda alternativa era crear granjas colectivas, al estilo soviético, manejadas directa o
indirectamente por agentes gubernamentales, con producción subsidiada y planificada para
satisfacer las necesidades del país en alimentos y materias primas (como en una “economía
de guerra”). Y la tercera, coincidente con las conclusiones del magno estudio del Centro de
Investigaciones Agrarias (y con las de Palerm), exigía un replanteamiento y fortalecimiento
de la Reforma Agraria, para convertir a los campesinos minifundistas, mediante inversiones
bien distribuidas, en productores motivados y prósperos con suficiente tierra, irrigación, tec-
nología de punta, capacitación y comunicaciones adecuadas, dentro de una economía prote-
gida que podría irse abriendo hacia mercados más amplios.
La primera alternativa, aunque contaba con simpatizantes entre ciertos grupos priístas
(y por supuesto por parte de la iniciativa privada), fue considerada inaceptable: atentaba contra
los principios fundamentales del régimen revolucionario; y además detonaría un desempleo
rural masivo que las ciudades y las industrias serían incapaces de absorber. La segunda tam-
bién contaba con simpatizantes; el presidente Cárdenas había fundado ejidos colectivos, y
en los años del presidente Echeverría se promovieron varios; pero en general no resultaron
eficientes y provocaron conflictos entre sus propios miembros. En cualquier caso, era impo-
sible poner en práctica pacíficamente la colectivización del campo en todo el país. Era lógico
optar por la tercera alternativa, y así se hizo inicialmente, pero a medias, sin comprometerse a
fondo: era difícil repartir más tierra de calidad, a menos que se les quitara a las explotaciones
más grandes, lo cual causaría conflictos con el sector privado; las inversiones propuestas se
fueron haciendo poco a poco, pero a corto plazo no eran prioridad. Y se mantuvo una relación
vertical y centralista, poco abierta a la participación, entre el Estado y los campesinos, lo que
propició protestas, movimientos sociales e incluso rebeliones.

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Las sociedades rurales a la vuelta del siglo

La crisis de 1982 y sus secuelas interrumpieron la discusión y redundaron en el retiro


del estado del espacio productivo y de los apoyos a los productores. La reforma de 1992 implicó
optar por la primera alternativa, de nuevo a medias. No se abolió la Reforma Agraria, pero
se canceló el reparto de tierras; tampoco se abolió la propiedad ejidal o comunitaria, pero se
permitió su privatización y arriendo. En principio, la inserción en el mercado mundial y la
disponibilidad de tecnologías de punta (la revolución verde rediviva) deberían aprovecharse
por actores de todos los tamaños; en realidad, se repitió la misma historia: las usufructuaron
de manera principal quienes ya gozaban de una posición ventajosa. Actualmente, entre los
defensores de los campesinos, hay quienes abominan de la globalización avasalladora y desea-
rían regresar al escenario “populista” del periodo 1970-1982, sin parar mientes en que el saldo
fue catastrófico. Otros buscan nuevas rutas que aceptan críticamente el avance tecnológico en
un horizonte de interconexiones mundiales, acompañado de gestiones para lograr la justicia
distributiva y el bien común.
En las discusiones actuales, sobresale la promoción de dos derechos humanos: al medio
ambiente saludable y a la alimentación. El primero exige la sustentabilidad del desarrollo: en
materia agropecuaria el desarrollo sustentable implica la adopción de un enfoque agroecoló-
gico, que se define por buscar la maximización del agroecosistema en su totalidad y no sim-
plemente de este o aquel producto (Altieri y Nicholls 2000 citados en Macías y Sevilla 2017a).
Tal maximización puede encontrarse en las comunidades indígenas y campesinas (Boege
2008). Respecto al segundo, la FAO ha propuesto, en estos tiempos, la política de “seguridad
alimentaria”, que sustituye al de “autosuficiencia alimentaria”. Ya no se pretende el ideal de
que un país produzca la mayoría de los alimentos requeridos por su población –eso iría contra
la racionalidad de la economía globalizada– sino que el gobierno garantice la disponibilidad
de los alimentos necesarios, independientemente de donde se originen, a través del intercam-
bio comercial. El lugar en que se produzcan los alimentos se decidirá con base en la relación
entre sus potencialidades productivas y ventajas comparativas, por una parte, y por otra las
demandas del mercado en una coyuntura determinada. Sin embargo, y desafortunadamente,
eso puede dejar de lado la conservación del medio ambiente y la biodiversidad, e ignorar el
derecho de las colectividades a su cultura: a las tradiciones gastronómicas favorables a una
alimentación sana y culturalmente idónea.40 En contraste, han surgido movimientos mun-
diales –como el que se conoce como La Vía Campesina– que proponen la política de “sobe-
ranía alimentaria” (Martínez-Torres y Rosset 2010). Se pretende con ésta que las comunidades
tomen en sus manos la procuración de alimentos. Que los grupos locales de campesinos se
integren en redes regionales y nacionales organizadas democráticamente –no al viejo estilo
corporativista/clientelar–. Que, en diálogo con otros productores y con los consumidores,
pero también con los científicos y tecnólogos, se pongan de acuerdo entre ellos y con los

40 El concepto de seguridad alimentaria, centrado en los derechos individuales, ha sido objeto de fuertes debates y críticas (González
2007).

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Guillermo de la Peña

gobiernos acerca de qué alimentos se generan en los diferentes nichos ecológicos y con qué
procedimientos. Se espera –se exige– la intervención decidida del poder público en favor
de un enfoque agroecológico y una cultura alimentaria saludable. No se pueden ignorar las
dinámicas de la tecnología y el mercado –hacerlo lleva al fracaso–; tampoco se deben feti-
chizar: son productos humanos y sus características son inseparables de las relaciones sociales
que posibilitan su utilización. Muchos pequeños cultivadores han entendido esto; por ello
no ha desaparecido el campesinado en México y América Latina, y no solamente porque la
organización familiar productiva sigue siendo un refugio (precario pero real) de quienes son
desplazados por el tsunami de transformaciones en el campo. Dentro de las coordenadas de
tiempo y espacio en que vivimos, no va a abolirse la presencia de los negocios agropecuarios
grandes y medianos, nacionales e internacionales. Sin embargo, es responsabilidad del Estado
y la sociedad en conjunto que su actuación no destruya el medio ambiente, ni su relación con
los pequeños productores sea de dominio, exclusión y abuso.
Sin una perspectiva humanista y sin la participación ciudadana, la extensión agrícola
y la organización productiva pueden caer en fetichismos y autoritarismos (Fernández Godard
2014). Lograr la soberanía alimentaria con desarrollo sustentable implica voluntad política y
compromisos efectivos (no “a medias”) del gobierno, y grandes esfuerzos de la sociedad civil.
Thierry Linck, en un libro señero, El campesino desposeído (1988) hace un llamado, como antes
lo hizo Palerm, a terminar con el despojo secular del campo mediante una radical reorien-
tación del modelo dominante; señala la importancia de la descentralización y democratiza-
ción de las políticas agrícolas y alimentarias, pero también de los conocimientos y medios
de producción; el reconocimiento de la organización autónoma; el diálogo entre la ciencia de
vanguardia y la cultura y la sabiduría de los campesinos, y la adecuada representación de las
organizaciones de base en todos los niveles de gobierno, que potencie su participación en
la toma de decisiones que les conciernen. La experiencia de muchas organizaciones rurales
mexicanas apunta en esa dirección; es urgente recuperarla, promoverla y hacerla extensiva.
¿Utopía? Tal vez, pero sin las utopías la historia no puede avanzar. Y sin la transformación
del modelo continuará la pobreza, la desigualdad, y la destrucción del campesinado y de sus
hábitats.

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71
Guillermo de la Peña

ANEXO ESTADÍSTICO

México: agricultura y ganadería 1970, 2007 y 2017

Cuadro 1. Población económica activa

1970 2007 2017


(12 años y más) (15 años y más) (15 años y más)
12 909 540 46 868 952 54 696 638

Fuente: INEGI , Censo de Población y Vivienda 1970, www.inegi.org.mx/programas/ccpv/1970/default.html#Tabulados; INEGI ,


Indicadores, www.inegi.org.mx/app/buscador/default.html?q=PEA+2007#tabMC collapse-Indicadores; INEGI , Indicadores
Empleo y Ocupación, www.inegi.org.mx/app/tabulados/default.html?nc= 603 (acceso el 15 de abril de 2020).

Cuadro 2. Población económicamente activa en ganadería y agricultura

1970 2007 2017


5 103 519 6 352 287 7 056 744
Nota: En 1970 se incluyen las actividades de agricultura.
Fuente: INEGI , Censo de Población y Vivienda 1970 . Ganadería, silvicultura, pesca y caza, www.inegi.org.mx/programas/
ccpv/1970/default.html#Tabulados; INEGI , Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Consulta interactiva de indicadores
estratégicos, www.inegi.org.mx/sistemas/Infoenoe/Default_CONAPO.aspx; INEGI , Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo.
Tabulados por sector de actividad económica. Cuarto trimestre 2017, www.inegi.org.mx/programas/enoe/15ymas/default.
html#Tabulados (acceso el 25 de abril de 2020).

Cuadro 3. Superficie por actividad (ha)

Actividad 1970 2007 2017


Agricultura
23 138 405 31 190 041.09 21 590 574.60
(Tierras de labor)
Ganadería 54 338 190 108 936 165 109 800 000

Nota: Para la superficie de agricultura sólo se tomaron en cuenta las tierras clasificadas como de labor. Frutales y plantaciones
están en el cuadro 3a. Los datos de ganadería en la segunda columna corresponden a 2012 .
Fuente: INEGI , V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal, cuadro 1, http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/produc-
tos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/historicos/1329/702825111441/702825111441_1.pdf#[65,{%22name%22
:%22Fit%22}]; INEGI , Censo Agrícola, Ganadero y Forestal 2007, www.inegi.org.mx/contenidos/programas/cagf/2007/tabula-
dos/Tabulado_VIII_CAGyF_2 .pdf; SIAP, Anuario Estadístico de la Producción Agrícola, https://nube.siap.gob.mx/cierreagri-
cola/; INEGI , V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal, cuadro 6 , http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/productos/
prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/historicos/1329/702825111441/702825111441_1.pdf#[65,{%22name%22:%22
Fit%22}]; Semarnat, Superficie Ganadera, 2012 , https://apps1.semarnat.gob.mx:8443/dgeia/compendio_2016/archivos/02_agri-
gan/D2_AGRIGAN04_02 .pdf; SIAP, Atlas Agroalimentario 2018, https://nube.siap.gob.mx/gobmx_publicaciones_siap/pag/2018/
Atlas-Agroalimentario-2018 (acceso el 28 de abril de 2020).

72
Cuadro 3a. Superficie por categoría de producción

1970
Categorías de producción Hectáreas
Frutas, plantaciones y agaves 17 686 037
Pastos y praderas 1 450 207
Cultivos anuales o ciclos cortos 4 000 160

Fuente: INEGI , V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal, cuadro 2 , http://internet.contenidos.inegi.org.mx/conteni-


dos/productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/historicos/1329/ 702825111441/ 702825111441_1 .
pdf#[65,{%22name%22:%22Fit%22}] (acceso el 15 de marzo de 2020).

2007
Categorías de producción Hectáreas
Semillas oleaginosas, leguminosas y cereales 13 645 515
Hortalizas 474 515
Frutales y nueces 5 055
Invernaderos y viveros, y floricultura 3 574
Resto de cultivos 88 612
Otros cultivos 158 011
Cultivos perennes 8 375 569

Fuente: INEGI, Cultivos anuales de los Estados Unidos Mexicanos. VIII Censo Agrícola, Ganadero y Forestal México 2013, www.
inegi.org.mx/app/biblioteca/ficha.html?upc=702825004136; INEGI, Censo Agrícola Ganadero y Forestal, cuadro 10, www.inegi.
org.mx/contenidos/programas/cagf/2007/tabulados/Tabulado_VIII_CAGyF_10.pdf. (acceso el 25 de marzo de 2020).

Cuadro 4. Extensión espacial de los cultivos (ha)

1970 2007 2017


Cultivo Extensión Cultivo Extensión Cultivo Extensión
1 Maíz 8 520 742 Maíz 7 923 297 Maíz 7 540 942
Pasto
2 Trigo 867 547 4 931 633 Pasto 2 537 312
cultivado
Sorgo para
3 798 506 Frijol 1 746 981 Frijol 1 676 230
grano
4 Frijol (solo) 722 545 Sorgo 1 325 338 Sorgo 1 456 329
Avena Caña de
5 Algodón 548 530 824 131 836 108
forrajera azúcar
Nota: No se incluye el maíz mejorado o híbrido.
Fuente: Secretaría de Industria y Comercio, 1972 , Datos básicos. V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal 1970, México, https://bit.
ly/2HFCdSa; INEGI, 2013, Cultivos anuales de los Estados Unidos Mexicanos. VIII Censo Agrícola, Ganadero y Forestal, México,
www.inegi.org.mx/app/biblioteca/ficha.html?upc=702825004136; INEGI, Censo Agrícola Ganadero y Forestal, cuadro 10, www.
inegi.org.mx/contenidos/programas/cagf/2007/tabulados/Tabulado_VIII_CAG yF_10 .pdf; SIAP, Anuario Estadístico de la
Producción Agrícola, https://nube.siap.gob.mx/cierreagricola/ ((acceso el 02 de abril de 2020).

73
Cuadro 5. Principales cultivos por toneladas producidas

1970 2007 2017


Cultivo Toneladas Cultivo Toneladas Cultivo Toneladas
1 Caña de azúcar 22 670 609 Caña de azúcar 46 913 493 Caña de azúcar 56 954 992
Pastos y
2 Maíz 8 997 198 Pasto cultivado 45 948 802 53 939 070
praderas
3 Alfalfa verde 7 911 578 Alfalfa verde 2 656 7347 Maíz 27 762 480
4 Henequén 3 574 826 Maíz 2 476 1099 Alfalfa 21 055 312
5 Trigo 2 046 598 Sorgo forrajero 1 240 097 Sorgo 4 853 109
Nota: Para el cultivo de caña de azúcar en el censo de 1970 se incluyen todos los cortes de la planta (soca, resoca y plantilla), mien-
tras que en el censo de 2007 no se especifican los cortes.
Fuente: Secretaría de Industria y Comercio, 1972 , Datos Básicos. V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal 1970, México, https://bit.
ly/2HFCdSa; INEGI, 2013, Cultivos anuales de los Estados Unidos Mexicanos. VIII Censo Agrícola, Ganadero y Forestal, México,
www.inegi.org.mx/app/biblioteca/ficha.html?upc=702825004136; INEGI, Censo Agrícola Ganadero y Forestal, cuadro 10, www.
inegi.org.mx/contenidos/programas/cagf/2007/tabulados/Tabulado_VIII_CAG yF_10 .pdf; SIAP, Anuario Estadístico de la
Producción Agrícola, https://nube.siap.gob.mx/cierreagricola/ (acceso el 15 de abril de 2020).

Cuadro 6. Características de los principales cultivos agrícolas

Cultivo 1970 2007 2017


Maíz
Extensión 8 520 742 7 923 297 7 540 942
Toneladas 8 997 198 24 761 099 27 762 480
Precio por tonelada
1 004 2 441 3 609
(precios corrientes)
Valor de producción
(miles de pesos) 9 033 187 57 417 902 100 206 306
(precios corrientes)

Cultivo 1970 2007 2017


Sorgo
Extensión 798 506 1 325 338 1 456 329
Toneladas 1 791 109 4 708 650 4 853 109
Precio por tonelada
1 001 1 924 3 154
(precios corrientes)
Valor de producción (miles de pesos)
------ 11 935 457 15 306 951
(precios corrientes)

74
Continuación cuadro 6
Cultivo 1970 2007 2017
Trigo
Extensión 867 547 634 303 661 744
Toneladas 2 046 598 3 614 292 3 503 520
Precio por tonelada (precios corrientes) 1 260 2 073 3 793
Valor de producción (miles de pesos)
------ 7 288 033 13 288 954
(precios corrientes)

Cultivo 1970 2007 2017


Frijol
Extensión 722 545 1 746 981 1 676 230
Toneladas 543 079 1 132 963 1 183 868
Precio por toneladas
2 520 6 984 13 832
(precios corrientes)
Valor de producción (miles de pesos)
------ 6 942 143 16 375 786
(precios corrientes)

Cultivo 1970 2007 2017


Avena
Extensión 71 454 16 899 43 341
Toneladas 67 708 30 752 72 091
Precio por tonelada (precios corrientes) 2 050 2 048 4 010
Valor de producción (miles de pesos)
----- 255 336 289 151
(precios corrientes)

Cultivo 1970 2007 2017


Caña
Extensión 510 487 633 765 836 108
Toneladas 22 670 609 46 913 493 56 954 992
Precio por tonelada (precios corrientes) 150 381 674
Valor de producción (miles de pesos)
19 864 378 38 411 928
(precios corrientes)

Cultivo 1970 2007 2017


Henequén
Extensión 296 813 20 410 9 577
Toneladas 3 574 826 19 894 12 813
Precio por toneladas (precios
30 2 825 5 964
corrientes)
Valor de producción (miles de pesos)
56 207 76 427
(precios corrientes)

75
Continuación cuadro 6
Cultivo 1970 2007 2017
Alfalfa verde
Extensión 169 861 367 514 239 713
Toneladas 7 911 578 26 567 347 21 055 312
Precio por toneladas (precios corrientes) 36 353 523
Valor de producción (miles de pesos)
----- 6 620 849 11 013 04
(precios corrientes)

Cultivo 1970 2007 2017


Algodón
Extensión 548 530 114 641 212 014
Toneladas 1 031 810 324 260 1 009 103
Precio por tonelada (precios corrientes) 2 500 5 277 12 253
Valor de producción (miles de pesos)
----- 1 999 474 12 365 534
(precios corrientes)
Nota: Los precios para el año de 1970 se estimaron a partir de los datos de la Encuesta Especial sobre Rendimientos y Precios Medios
del INEGI . Los precios para las tres fechas son corrientes.
Fuente: Secretaría de Industria y Comercio, V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal 1970, https://bit.ly/37GA xm0 ; SIAP, Anuario
Estadístico de la Producción Agrícola, https://nube.siap.gob.mx/cierreagricola/ (acceso el 10 de abril de 2020).

Cuadro 7. Principales productos ganaderos

Tipo de 1970 2007 2017


ganado
Valor por Producción Valor por Producción Valor por Producción
cabeza (precios (Núm. de kilo (precios (Núm. de kilo (precios (Núm. de
corrientes) cabezas) corrientes) cabezas) corrientes) cabezas)
Bovino/ 21,500 21 136 432 17.62 23 316 942 34.14 ----
vacuno
Porcino 3,988 9 461 952 20.31 9 021 192 26.57 17 465 005
Aves de ----- 112 611 888 19.59 356 824 347 30.00 1 736 905 223
corral
Ovino 1,875 4 903 831 26.77 7 306 600 34.76 3 026 005
Caprino 2,500 9 191 855 24.99 4 124 201 30.69 2 280 869
Notas: Los precios para el año de 1970 se estimaron a partir de los datos de la Encuesta Especial sobre Rendimientos y Precios
Medios del INEGI .
El valor es el precio corriente en el medio rural pagado al productor en el canal del rastro.
Fuente: SIAP, Anuario Estadístico de la Producción Ganadera, https://nube.siap.gob.mx/cierre_pecuario/; Secretaría de Industria
y Comercio, V Censo Agrícola, Ganadero y Ejidal 1970 , https://bit.ly/37GA xm 0 ; SIAP, Anuario Estadístico de la Producción
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https://datos.gob.mx/busca/dataset/censo-agricola-ganadero-y-forestal-2007/resource/2e5b4fef-80c6 -4f8a-aa94 -d02f2d6d7729
(acceso el 20 de abril de 2020).

76
PROPIEDAD SOCIAL, MEGAPROYECTOS Y RESISTENCIA
LAS VÍAS DE LA DESCOMUNALIZACIÓN AGRARIA
DE LOS PUEBLOS EN MÉXICO

Juan Carlos Pérez Castañeda1

Los procesos agrarios estructurales son aquellos asociados al sistema de tenencia de la tierra
que repercuten de manera determinante en la estructura económica, política y/o social de
una formación histórica dada, caracterizados por su larga duración, presentación dual y
naturaleza no excluyente. Por lo regular, en los países que actualmente cuentan con sistemas
de propiedad implantados por la Corona española los procesos agrarios estructurales más
comunes han sido los de distribución/concentración; de amortización/desamortización; de
latifundización/minifundización; y, el que más nos interesa, de comunalización/descomuna-
lización, entre varios más.
Se entiende por comunalización agraria el proceso formal de creación de comunidades
de derecho y de reconocimiento de las de hecho, esto es, de entidades jurídicas propietarias de
tierras reguladas bajo el estatuto de la propiedad comunal, de acuerdo con las modalidades que
han estado vigentes en nuestro país a lo largo de su trayectoria, es decir, conforme a los modelos
de comunidad colonial (1521-1857), de comunidad social (1917-1992) y de comunidad neoliberal
(1992-2019). Por descomunalización agraria, en cambio, se debe entender el proceso inverso, o
sea, el que se traduce en la pérdida del estatus legal de propiedad comunal o de alguno de los
rasgos de corte social que le son inherentes, pero también a la reducción material de la superficie
que les pertenece.
Dentro del cúmulo de procesos de los que se habla, la comunalización y la descomuna-
lización ocupan un lugar preponderante debido a sus profundas consecuencias en la vida del
México rural y urbano. El proceso comunalizador de la tierra comenzó hace cerca de cinco
siglos y es muy probable que al terminar la segunda década del siglo XXI estemos en presencia
de sus manifestaciones postreras. En cambio, el proceso descomunalizador agrario lleva poco
más de dos centurias y su fin último de “desmontar lo montado” en materia de los comunes
se halle todavía a medio camino. Desde su inicio, este proceso ha sido una constante a lo largo
de la historia, quizá sólo interrumpido por los movimientos armados que aquejaron a nuestro
país durante los siglos XIX y XX.

1 Universidad Autónoma Metropolitana UAM-Iztapalapa.

79
Juan Carlos Pérez Castañeda

La descomunalización puede cristalizar básicamente por dos vías: la formal y la infor-


mal, esto es, de manera jurídica y de manera territorial o física. Lo primero implica que los
pueblos pierdan parcial o totalmente las características del régimen legal que les regula en
tanto propiedad comunal; lo segundo, en cambio, es resultado de una desposesión directa
y material de sus tierras, sea legal o extralegal y pacífica o violenta. En cualquiera de los dos
supuestos, las comunidades y el régimen jurídico comunal salen “raspados”. Cabe señalar que
este trabajo sólo se ocupará de la primera.
Al ser descomunalizadas, las tierras de los pueblos han ido convirtiéndose en distin-
tos tipos de propiedad, y aunque ello no conlleva que las tierras cambien necesariamente de
dueño puede repercutir de manera directa en la comunalidad de los pueblos en cuanto que
deteriora una base importante de su identidad: el territorio. Históricamente, este proceso no se
ha dado de manera lineal ni uniforme, sino que ha respondido a las características específicas
revestidas por los modelos de comunidad agraria ya citados que han estado vigentes en cada
uno de los sistemas de propiedad a través de la historia (con excepción de periodo 1856-1917, en
que la propiedad comunal no existió jurídicamente).
Debe mencionarse que hasta 1992 las distintas formas de descomunalización eran
prácticamente forzosas, en cuanto que sólo podían ser consecuencia de un acto de carácter
impositivo proveniente de la esfera gubernamental, de suerte que los pueblos no tenían otra
alternativa más que acatar el mandato del Estado. En cambio, desde el crepúsculo del siglo
XX existe la posibilidad de que la descomunalización se dé también de manera voluntaria, lo
cual significa que ello deberá derivar de una decisión de la comunidad reunida en asamblea
en ejercicio libre de su derecho a la autodeterminación y de su capacidad de resolver por sí
mismos sobre su propio destino.
La amenaza colonialista globalizada que socava con violencia la comunalidad y la comu-
nalización de los pueblos se manifiesta de múltiples formas y frentes montando sus embestidas
desde diferentes planos, sea por la vía económica, política, social, cultural, ambiental, en fin,
y por medio de mecanismos legales y extralegales que se superponen a las normas consuetu-
dinarias de los pueblos (usos y costumbres). Uno de esos frentes, de importancia meridiana, se
articula a la tierra y a la propiedad de ésta, en cuanto fuente de identidad y base jurídica que
marca los límites físicos de los territorios, por lo que la descomunalización agraria se puede
convertir en una muy probable causa del deterioro de la comunalidad de los pueblos.

Las formas de la descomunalización

En su trayectoria la descomunalización agraria se ha comportado de diferentes maneras y ha


perseguido distintas finalidades. Sin embargo, al parecer en ningún caso ha tenido como pro-
pósito directo el detrimento de la comunalidad de los pueblos. Digamos que éste ha sido uno
de los daños o efectos colaterales (deutergia) derivados de la aplicación de medidas de orden

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Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

económico, político y social implementadas por los gobiernos colonial y republicano con otros
objetivos. Pensar en una confabulación descomunalizadora de índole agraria urdida desde
las esferas del poder sería demasiado fantasear y equivaldría a ver conspiraciones y amenazas
donde no existen. Al menos ello se colige de la problematización de este proceso a la luz del
destino jurídico que se le daba –y da– a las tierras descomunalizadas.
La descomunalización legal de los pueblos implica que las tierras involucradas muden
de régimen jurídico convirtiéndose en un tipo de propiedad fundaria distinto al comunal, sin
que ello conlleve que cambien necesariamente de dueño. Este proceso agrario puede enten-
derse mejor si se aborda desde el punto de vista del género de la propiedad al que las superficies
antes comunales se convertían, ya que al observarse en función de los objetivos propuestos por
las distintas políticas o medidas descomunalizadoras que las impulsaban es factible advertir
detalles que desde otra perspectiva pasarían desapercibidos. En ese sentido, en la historia del
país las tierras jurídicamente descomunalizadas han devenido propiedades de naturaleza pri-
vada, municipal, nacional y/o ejidal, lo cual significa que los cambios se dieron en medio de
procesos y proyectos concretos de: a) municipalización, b) privatización, c) nacionalización, y,
d) ejidalización.
Dichos procesos, concomitantes a la descomunalización, no han sido excluyentes, por
lo que se han dado y coexistido en un mismo espacio y tiempo. Hasta finales del siglo XX, éstos
fueron producto exclusivo de políticas gubernamentales aplicadas a través de actos de autori-
dad que implicaban una descomunalización forzosa o impuesta. Sin embargo, desde 1992 a
la fecha, la descomunalización agraria de los pueblos sólo puede provenir de actos de carácter
voluntario o consensual que revisten al proceso de un tinte democrático. Desde luego, más
allá de las formas de descomunalización forzosa que representan la expropiación, la ocupación
temporal y la servidumbre de hidrocarburos.
En los siguientes apartados se aborda cada una de las formas de descomunalización
mencionadas, en la inteligencia de que no se trata de una revisión exhaustiva ni a profundidad
del tema, sino solamente de una incursión “a vuelo de pájaro” cuya máxima aspiración no va
más allá de dar un pantallazo general sobre este proceso.

Descomunalización por municipalización

La primera modalidad que revistió la descomunalización jurídica de las tierras de los pueblos
de acuerdo con su destino fue su transformación en propiedad municipal, la cual empezó a
bosquejarse desde finales del siglo XVIII para ponerse en práctica formalmente a principios
del siglo XIX y consolidarse como proceso descomunalizador en la época independiente. Esta
forma de reconversión agraria fue aplicada tanto con preceptos desamortizadores directos
como por medio de regulaciones jurídicas relativas a la división política territorial y a la estruc-
tura gubernamental de los dominios españoles, especialmente las articuladas a establecer el
municipio como célula básica de la administración pública.

81
Juan Carlos Pérez Castañeda

Las disposiciones desamortizadoras conducían a la privatización de las tierras de los


pueblos y las disposiciones político-administrativas a su municipalización. Estas últimas
tuvieron como antecedente la Ordenanza de Intendencias (1786), se consagraron legalmente
con las normas constitucionales expedidas por las Cortes de Cádiz (1812-1813), se afianzaron con
la Constitución Política de 1824 y profundizaron a lo largo del siglo XIX con las legislaciones
promulgadas por los congresos estatales de la nueva nación independiente.
Recuérdese que para modernizar el aparato público y dinamizar el aparato económico
la reforma impulsada por los borbones, además del reordenamiento político territorial, tenía
entre sus objetivos mejorar el sistema de captación de recursos para el fortalecimiento de las
arcas del Estado y transformar la propiedad corporativa (pero solamente la comunal) con la
finalidad de hacer circular la tierra y sujetar a los propietarios rurales a imposiciones fiscales.
La idea era que un sistema de propiedad compuesto por modelos amortizados en nada contri-
buía con el patrimonio de la Corona y representaba un pesado lastre para el progreso. Dada
la relación Estado-Iglesia, lo pertinente pareció entonces a los asesores reales que la desamor-
tización emplazara sus baterías hacia la propiedad comunal. Primero, con el objetivo de con-
trolar las tierras comunales de uso público (propios) y, segundo, para modificar su régimen de
propiedad y liberar las superficies de común repartimiento. Las villas de españoles –ya ames-
tizadas– resintieron los cambios a través de los propios y arbitrios, mientras que los pueblos de
indios lo hicieron por conducto de los bienes de comunidad,2 sin que dentro de éstos existiera
una diferencia clara entre ejidos y propios.
Esta política se instrumentó primeramente por la vía fiscal a fin de ordenar los ingresos,
sanear las finanzas públicas y establecer en cada ayuntamiento una balanza de pagos equili-
brada, objetivos que el gobierno de ultramar se propuso conseguir en la Nueva España hacia
mediados de 1766 con la creación de la Contaduría General de Propios, Arbitrios y Bienes
de Comunidad. Esto implicó que la administración de los propios saliera del control de los
ayuntamientos y pasara a manos de los subdelegados (funcionarios reales que sustituyeron a
los alcaldes), quienes las destinaron a fines distintos a los que tenían antes asignados, dando
lugar a una descomunalización de facto. Dicha medida fue reforzada por la Real Ordenanza
de Intendencias expedida en 1786, la que estableció una nueva división político-administrativa
y jurisdiccional cuya operación se pretendía consolidar con unas finanzas públicas sanas.
Obliga recordar que a finales del siglo XVIII en la Nueva España existían tres tipos de
asentamientos humanos que contaban con gobiernos municipales, a saber: las ciudades, las
villas de españoles y los pueblos de indios (o repúblicas). Los dos primeros eran gobernados
por ayuntamientos y los terceros por cabildos. Si se considera que en 1800 en todo el territorio
novohispano había alrededor de 20 ciudades, 50 villas de españoles y 4 468 pueblos de indios

2 Denominación dada al fondo formado con la suma de uno y medio reales aportado por cada tributario matriculado (para sustituir
con monetario el régimen de pago por trabajo en sementeras colectivas), más las tierras, aguas, molinos y mesones, otorgados a los
pueblos por merced real o adquiridos por compra, así como los ingresos provenientes de la renta de cualquiera de ellos.

82
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

(Tanck de Estrada 2004), y que muchos de estos últimos comprendían varias comunidades,
se podrá dimensionar la trascendencia de la municipalización de las tierras comunales y su
impacto en el patrimonio de los pueblos.
Dicho proceso se tradujo en la transformación de las repúblicas de españoles (villas)
y de las repúblicas de indios (pueblos) en cabeceras municipales, situación que implicó el
replanteamiento de la relación jurídica de las comunidades con la tierra, así como de la forma
de administrarla (o de ejercer su dominio y jurisdicción). Por esta vía, una miríada de comuni-
dades o asentamientos precolombinos (antiguos calpultin) fueron privados de la propiedad de
sus tierras, mismas que se transfirieron al patrimonio de los municipios para ser administradas
por los ayuntamientos en calidad de propiedad pública municipal, lo cual se convirtió a la
postre en almácigo de grandes conflictos.
Puesto que para aspirar a formar parte de los ayuntamientos era indispensable saber
leer y escribir, los órganos municipales cayeron ipso facto en manos de las elites locales no
indígenas –por razones obvias las únicas letradas–, las que gracias al estatus de ciudadano
(o vecino) creado por las disposiciones de orden político-electoral pudieron tener acceso a las
tierras de los pueblos de indios (Marino 2016: 69). En estos casos la descomunalización agraria
por el camino de la municipalización significó literalmente: despojo legal del territorio.
Dicho proceso dio margen a su vez a la mestización pluriétnica de las comunidades
y con ello a la penetración de sus futuros fraccionadores, ya que fue a través de los nuevos
vecinos de los pueblos, mestizos y criollos, como se fraguó en muchos casos la subdivisión y
privatización de sus tierras. Díaz Soto y Gama escribió al respecto que la transmisión “a los
ayuntamientos de los derechos de las comunidades indígenas sobre las tierras de los pueblos,
equivalía en efecto a ponerla al alcance de la codicia de los usurpadores” (Díaz Soto 2002: 331).
Dicho autor cita el caso de la diputación provincial de Jalisco (creada por las Cortes de Cádiz),
la que mediante declaración del 13 de enero de 1821 afirmó que las repúblicas o comunidades
de indios habían dejado de existir jurídicamente y que los ayuntamientos eran el único cuerpo
económico que quedaba vigente (idem).
Aunque para ser honestos hay que admitir que no todo fue negativo, pues hubo casos
en los que la municipalización representó la posibilidad de que los pueblos recuperaran anti-
guos derechos políticos y, sobre todo, el control de tierras comunales que se les había retirado
para ser administradas por las subdelegaciones (figura administrativa introducida por la Real
Ordenanza de Intendencias). Así, por ejemplo, en Michoacán, la municipalización impulsada
por el Congreso Local significó la subdivisión y privatización de los comunes de los pueblos.
Sin embargo, esa medida “se convirtió en instrumento para que ciertas comunidades recupe-
raran aquellos terrenos que antaño el subdelegado arrendaba” (Cortés 2013: 278).
Por otra parte, dado que los propios pertenecientes a los bienes de comunidad de las
repúblicas de indios con frecuencia contaban con superficies que eran explotadas por los veci-
nos de los pueblos en forma colectiva mediante la prestación de trabajo y servicios personales
de carácter gratuito, y toda vez que siguieron manejándose de manera semejante, algunos

83
Juan Carlos Pérez Castañeda

autores consideran que la municipalización continuó revistiendo un matiz netamente corpo-


rativo (Salinas 1996: 42), lo que generalmente conlleva un incentivo de comunalidad que se
convierte en fuente de atavismos territoriales.
Durante la primera mitad del siglo XIX la municipalización afectó mayormente a las
tierras de propios dado que en su calidad de superficies administradas por los cabildos eran
más vulnerables. Éstos se hallaban ubicados por lo regular en los pueblos cabeceras, habiendo
innumerables pueblos sujetos y arrendatarios que carecían de ellos y que por tanto lograron
mantenerse a salvo de la desterritorialización material en ese periodo. Con todo, ello abrió
paso al nacimiento de una nueva territorialidad, tanto en lo físico como en lo simbólico,
basada en la redefinición de la institucionalidad político-administrativa y en la descomunali-
zación agraria de los pueblos. Dicha situación, ahondada por las legislaciones locales, fue una
constante a lo largo del siglo XIX, habiéndose asestado el golpe definitivo a esta clase de tierras
de los pueblos a través de la Ley Lerdo, ordenamiento que a los pocos propios que quedaban
los convirtió en bienes de propiedad pública, en este caso, de los ayuntamientos.
Los terrenos de los propios que habían logrado sortear con muchos problemas la rapa-
cidad de los ayuntamientos pluriétnicos durante la primera mitad del siglo XIX, finalmente se
extinguieron con dicho ordenamiento, no así la tendencia de éstos por hacerse con las demás
tierras de los pueblos, sobre todo con los ejidos, los cuales después del advenimiento de la
República Restaurada empezaron a sufrir los embates desterritorializadores de los munici-
pios. Resulta ilustrativo el hecho de que medio siglo más adelante, el 20 de marzo de 1917, la
Comisión Nacional Agraria haya tenido que expedir la Circular número 19 de su índice para
aclarar que “los terrenos que constituyen el ejido, no son municipales, sino que su dominio
corresponde a los pueblos” (Fabila 1981: 315). Aunque desde entonces quedó aclarado que los
ejidos eran de los pueblos y no de los municipios, en los hechos hubo casos en que ni unos ni
otros se dieron por enterados y la tierra siguió siendo manejada por los segundos, particular-
mente en aquellos casos en los que los municipios fueron creados sin que el correspondiente
decreto expedido por los congresos locales les hubiere dotado de fundo legal.

Descomunalización por privatización

Una segunda modalidad de la descomunalización de las tierras de los pueblos a lo largo de


la historia, quizá la más conocida y estudiada, ha sido la de su fraccionamiento y privatiza-
ción, esto es, la subdivisión de las tierras comunales en predios individuales y su asignación
a personas físicas (cabezas de familia) en concepto de propiedad privada en pleno dominio,
proceso que mostró sus primeros visos durante la segunda mitad del siglo XVIII y se prolongó
por todo el siglo XIX, y de cuya implementación se responsabilizaba normalmente a los ayun-
tamientos o a juntas de vecinos. Este proceso era por lo regular producto de acciones desa-
mortizadoras, o sea, de acciones cuyo objetivo consistía en insertar las tierras en el comercio

84
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

inmobiliario (mercantilizarlas) en calidad de propiedades privadas, mediante la modificación


de su régimen jurídico.
El campanazo inicial en esta materia lo dio oficialmente en 1767 el Consejo de Castilla
al ordenar la subdivisión y el reparto individual de los terrenos de los propios y arbitrios de
los pueblos localizados en la Península Ibérica. Sin embargo, en la Nueva España los pri-
meros pasos en esta dirección ya se habían dado desde un año antes con la creación de la
Contaduría General de Propios, Arbitrios y Bienes de Comunidad,3 cuya finalidad era centra-
lizar la captación de los ingresos fiscales de la Corona (antes en manos de particulares) para
poner orden en el sistema administrativo, aunque en los hechos la institución fue aprovechada
simultáneamente como instrumento desamortizador de las tierras comunales de los pueblos.
La Ordenanza de Intendencias dictada casi dos décadas después (1786) mantuvo esa suerte
de organismo supervisor e incluso en algunos lugares las autoridades virreinales alcanzaron a
consumar algunas acciones descomunalizadoras al amparo del reordenamiento político terri-
torial impulsado por dicha Ordenanza.
Menegus señala que si bien la política agraria desamortizadora desplegada por la
monarquía española desde el ascenso de la dinastía borbónica no logró transformar a las
comunidades novohispanas al régimen de propiedad privada, dio un significativo impulso a la
explotación individual de la tierra en detrimento del trabajo colectivo y promovió la moneta-
rización de la economía indígena con propósitos netamente fiscales (Menegus 1988). Ello tuvo
efectos inmediatos que inauguraron el proceso de descomunalización real de los pueblos en
términos agrarios, pero también sociales.
Ahora bien, hay que recordar que en los hechos el fraccionamiento y privatización
extralegal de la propiedad comunal comenzó desde antes de que el siglo XVIII se acercara a
su ocaso, a veces a la luz del día por medio de operaciones fraudulentas disfrazadas de legales
y otras en forma clandestina. Francisco de Solano comenta que el “fraude de los caciques y
principales vendiendo tierra comunal como si fuera privada ya había sido detectado, aunque
fue abuso enquistado y endémico en todo el tiempo colonial” (Solano 1984: 88). Por ejemplo,
Nancy R. Farris encontró que en la península de Yucatán la enajenación en propiedad privada
de las estancias de cofradías indígenas inició desde el último tercio del siglo XVIII (Farris 1991).
Hay que observar igualmente que la descomunalización no solamente se dio a través
del fraccionamiento y adjudicación en propiedad de los ejidos y de los propios, sino también
por conducto de la privatización de los terrenos de común repartimiento. Pastor explica que en
la Mixteca la tendencia de concebir a las parcelas como propiedad privada individual por parte
de los indígenas fue creciendo progresivamente a lo largo de la Colonia, al grado que durante
el siglo XVIII éstas cambiaban de manos en forma constante y sin complicaciones legales,

3 Hay que aclarar que en la Península Ibérica se le conocía como Contaduría General de Propios y Arbitrios y en México se le
denominó de “Propios, Arbitrios y Bienes de Comunidad”, en virtud de que en la Nueva España los pueblos indios tenían para
ingresos municipales los “bienes de comunidad” y no los propios (propiedades) y los arbitrios (impuestos) como ocurría en los
pueblos de españoles.

85
Juan Carlos Pérez Castañeda

sentando un precedente al que llamó “privatización relativa”, la cual facilitaría a la postre la


privatización formal de las mismas (Pastor 1987: 148). Otro caso que se puede citar en ese sen-
tido fue el investigado por Güemez Pineda, quien constató que las superficies parceladas de las
comunidades indígenas de la provincia de Yucatán comenzaron a ser objeto de privatización
desde la segunda parte del siglo XVIII (Güemez 2005). Ello prueba que en los hechos la desco-
munalización agraria empezó antes de que lo permitiera el orden jurídico.
Las medidas desamortizadoras arreciaron con la asunción en Europa de las ideas libe-
rales cuyo ímpetu descomunalizador y desterritorializador mostró su fuerza desde los albores
del siglo XIX. Así lo corrobora el decreto del 26 de mayo de 1810 expedido por Fernando VII,
que dispuso el fraccionamiento y reparto de propios y arbitrios, así como el decreto del 13 de
marzo de 1811 promulgado por las Cortes de Cádiz, que liberó del pago de tributo a los indios
y castas y ordenó que se repartieran las tierras comunales de los pueblos en beneficio de sus
vecinos (refrendado por decreto del 13 de septiembre de 1813). Como se ve, las dos principales
fuerzas que disputaban el poder en España a inicios del siglo XIX se proponían lo mismo en
este rubro.
En nuestro país, luego de promulgarse la Constitución Política Federal de 1824 nume-
rosos gobiernos de los estados recién creados retomaron las políticas desamortizadoras de la
Corona y de las Cortes de Cádiz para avanzar en la descomunalización de las tierras de los
pueblos. Ello se buscó desde el comienzo a través de las legislaturas locales mediante la expe-
dición de leyes que promovían la división y el reparto directo de las áreas comunales entre
sus vecinos, siempre en concepto de propiedad privada, como lo hicieron, por ejemplo, Jalisco
(1825), Veracruz (1826) y Michoacán (1827). No obstante, algunas investigaciones recientes han
demostrado que no fueron muchas las propiedades de los pueblos efectivamente fraccionadas
con base en estas disposiciones. Ello obedeció a las más variadas razones, que iban desde la
resistencia (violenta o jurídica) o la simulación de su cumplimiento por parte de los vecinos de
los pueblos, hasta la imposibilidad material de realizarla por las condiciones orográficas de los
terrenos, particularmente en las zonas indígenas.
El proceso descomunalizador que tenía por cometido la privatización de las tierras de
los pueblos adquirió fuerza a partir del 25 de junio de 1856, fecha de expedición de la celebé-
rrima Ley de Desamortización de Bienes de las Corporaciones Civiles y Religiosas. Desde el
día de la publicación de dicha ley hasta el 6 de enero de 1915, la desamortización civil se orientó
exclusivamente a la privatización de las tierras comunales de los pueblos sin que en forma
simultánea se registrara un proceso de comunalización. En rigor, la citada ley no suprimía del
todo a la propiedad comunal en virtud de que textualmente excluía de la desamortización a los
ejidos de los pueblos, empero, al transcribir su texto al Artículo 27 de la Constitución Política
de 1857 dicha exclusión fue preterida por el Congreso Constituyente, quedando aquellos sin
la posibilidad de poseer tierras de ningún tipo y sin personalidad jurídica para reclamar nada.
Más aún, en una manifiesta confusión sobre la naturaleza de la propiedad comunal, la
Ley Lerdo incluyó a los ayuntamientos dentro de las corporaciones civiles de carácter perpetuo

86
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

y bajo el equívoco de que los terrenos de los propios no sólo los administraban sino que además
pertenecían a éstos, ordenó el fraccionamiento y desincorporación de dichos bienes agrarios
del patrimonio municipal y su fraccionamiento y asignación a los particulares en concepto de
propiedades individuales en pleno dominio.
La Ley Lerdo no solamente fue una regulación jurídica desamortizadora sino también
descomunalizadora (además de secularizadora), en cuanto que luego de un proceso de comu-
nalización territorial de larga duración que inició en el siglo XVI y empezó a declinar a finales
del XVIII, se propuso la subdivisión de las tierras pertenecientes a los pueblos y su reducción
a propiedad privada individual. Aunque tal cometido se logró en un considerable número de
casos no se consiguió del todo, ya que muchos poblados por diversos mecanismos o artilugios
lograron mantener la posesión de sus tierras. Aunque este hecho, por paradójico que se oiga, a
veces resultó contraproducente para sus tenedores, como se explica más adelante.
El proceso de descomunalización de los pueblos acelerado en 1856 mantuvo una tra-
yectoria con variaciones diversas. En una primera fase, iniciada con la publicación de la Ley
Lerdo en 1856 y concluida con el levantamiento de Zuloaga en el estado de Puebla, a finales de
1857, la fiebre desamortizadora se desencadenó sobre los propios de los pueblos. Seguidamente,
si bien con el estallido de la Guerra de Tres Años (1858-1861) y la Intervención Francesa (1862-
1867) la citada ley entró en una suerte de impasse que implicó su casi nula aplicación, ello no
significó la suspensión de la desamortización, ya que después del fusilamiento de Maximiliano
de Habsburgo las acciones gubernamentales de desincorporación de las tierras de los pueblos
fueron incentivadas de inmediato, hasta tomar una fuerza inusitada con la política de comu-
nicaciones (ferroviaria y caminera) desplegada desde 1878 por el gobierno federal.
El proceso de privatización de las tierras comunales avanzó de manera heterogénea
pero ininterrumpida a lo largo del país durante el último tercio del siglo XIX, manifestándose
de acuerdo con las especificidades de cada región. Esto se tradujo en una rapaz descomunali-
zación legal y material de los bienes de los pueblos, los que en numerosos casos no sólo perdie-
ron la calidad jurídica o el estatus de propiedad comunal, sino también muchas de las tierras
y demás bienes agrarios que les pertenecían.
Contra lo que podría suponerse, dicho proceso no se detuvo con el marco jurídico
agrario reivindicador y recomunalizador emanado de la Constitución Política de 1917, ya que
desde el primer Código Agrario (1934) se reconoció el derecho de los particulares poseedores
de tierras dentro de las comunidades a conservar hasta 50 hectáreas en concepto de propiedad
privada, siempre que hubiesen sido poseídas en nombre propio, a título de dominio y por más
de diez años anteriores a la fecha de que le fuera notificado el procedimiento de restitución,
permitiéndoles localizar dicha superficie en el lugar que eligiesen dentro de los terrenos que
vinieren ocupando. Posteriormente, con la expedición del Reglamento para la Tramitación de
las Solicitudes de Reconocimiento o Confirmación de Bienes Comunales (1958) se estableció
“el derecho de titulación en propiedad privada de los terrenos que poseían individualmente
los comuneros o propietarios que no lo fuesen, siempre que no rebasasen el límite de las 50

87
Juan Carlos Pérez Castañeda

hectáreas y que la adjudicación individual fuese aceptada, reconocida y respetada por la comu-
nidad” (Delgado 1993: 783).
Así como ocurrió durante el siglo XIX en que la Ley Lerdo vino a revestir de definitivi-
dad legal a la privatización de las tierras comunes de los pueblos perpetrada bajo el fragor de
las legislaciones de los estados emitidas con anterioridad a la misma, en el siglo XX la reforma
agraria vino a legalizar la posesión de terrenos comunales detentados en concepto de propie-
dad privada y ocupados en el marco de la aplicación de aquella, lo cual imprimió definitividad
plena a su descomunalización, hecho que al final de cuentas implicó una desterritorialización
de jure y de facto.
La transformación del sistema de propiedad acaecida en 1992 –dentro de la que se
incluyó la modificación del modelo de propiedad comunal– mantuvo la misma línea desco-
munalizadora por privatización implementada por el sistema que le precedió, pero ya no a
través de disposiciones jurídicas de reconocimiento a posesiones previas, sino abriendo la posi-
bilidad de que las comunidades se convirtieran en propiedades privadas por la vía voluntaria.
De esta forma, desde los últimos años del siglo pasado y los que van del presente las comu-
nidades agrarias pueden migrar al régimen de la propiedad privada en dominio moderado
mediante su ejidalización o al régimen de la propiedad privada en dominio pleno mediante
la aportación de sus tierras al capital social de las sociedades agrarias civiles y mercantiles por
acciones, modalidad de figura societaria introducida por la Ley Agraria en 1992.
Como se ha podido advertir, las acciones descomunalizadoras por la privatización de
las tierras de los pueblos ha sido prácticamente una constante en la historia de nuestro país
desde finales del siglo XVIII, lo que habla de un proceso agrario (jurídico-social) de larga dura-
ción, mismo que en el contexto del proceso de desamortización en el que nos encontramos
inmersos desde 1992, es muy probable que se mantenga o continúe durante todavía buen
tiempo dado que su terminación no se alcanza a visualizar en un futuro próximo.

Descomunalización por nacionalización

Una tercera modalidad de la descomunalización jurídica y material de las tierras de los pue-
blos se dio a través de su nacionalización, es decir, por medio de las declaratorias de terrenos
nacionales, tanto de las dictadas en tiempos de las tristemente célebres compañías deslinda-
doras como de muchas de las emitidas durante del siglo XX, en cuyo transcurso las tierras
poseídas inmemorialmente por numerosos pueblos indígenas fueron declaradas nacionales y
destinadas a la colonización privada y ejidal, situación que constituiría el germen de múltiples
conflictos posteriores de gran envergadura que habrían de empañar la forma de implemen-
tación del proceso de reforma agraria y el respeto del Estado a las posesiones de los pueblos
indios (casos de los pueblos yaqui, lacandón, wixarica, mayo, rarámuri, etcétera).
Los primeros antecedentes de la figura de los terrenos nacionales en nuestro país se
remontan al siglo XVI cuando a raíz de la Conquista numerosos pueblos naturales –sobre

88
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

todo los que se resistían a la dominación– fueron privados de sus posesiones territoriales de
un plumazo al ser consideradas propiedad del rey y de la Corona de España, acto de suprema
trascendencia al que Wistano Luis Orozco calificó como el “gran despojo” (Orozco 1975: 89).
Con excepción de las posesiones que se reconocían a los indios, casi la totalidad de las tierras
pasaban a catalogarse baldías o realengas, las que entre otras cosas estaban destinadas a la
creación de la propiedad fundaria, convirtiéndose por tanto en fuente de todo tipo de propie-
dad durante la Colonia (privada, eclesiástica y comunal). De esta suerte, lo que para los ven-
cidos significó una desterritorialización, para los vencedores significó una reterritorialización.
Cuestión de enfoques.
Durante la Colonia la principal fuente material de la propiedad fueron los terrenos
baldíos o realengos. Al principio estos fueron donados por la Corona con la finalidad de crear
la propiedad y estimular el poblamiento de la Nueva España, pues se suponía que con un solar
para vivir y una sementera para explotar, entregados gratuitamente, se animaría a la gente de
la Península Ibérica a trasladarse a suelo americano. Esta política de colonización empezó a
declinar desde finales del siglo XVI y comienzos del XVII para optar por la compraventa o trans-
misión onerosa de los terrenos realengos a los particulares. Con el golpe de timón en materia de
política agraria instrumentado por la dinastía borbónica dichos espacios pasaron a ser adminis-
trados con criterios de rentabilidad, de modo que su transmisión o adquisición no era tan fácil
como en sus primeros años, situación que se mantuvo hasta la Independencia.
La Constitución de 1824 fue omisa en cuanto a la regulación de los terrenos baldíos,
lo que al calor de la Ley de Colonización –promulgada ese mismo año– dio pábulo para que
diversos congresos estatales legislaran sobre el particular disponiendo de ellos como si fuesen
patrimonio de las entidades federativas. En vía de ejemplo pueden citarse los casos del estado
de Veracruz, entidad en la que mediante decreto número 39, de fecha 22 de diciembre de
1826, el Congreso local dispuso la repartición de los terrenos baldíos y las tierras de las comu-
nidades; o bien, el del Estado de Occidente (Sonora y Sinaloa), donde en 1828 mediante los
decretos números 88 y 89 expedidos por la legislatura local se ordenó la desamortización de
los terrenos baldíos y los comunes de los pueblos supuestamente para efectos de reparto agrario.
Esta ambigua situación se mantuvo a nivel federal hasta que, por decreto del 25 de noviembre
de 1853, el presidente Santa Anna emitió declaratoria en la que consignó que los terrenos bal-
díos eran de exclusiva propiedad de la nación, sometiendo a revisión todas las ventas que de los
mismos hubieren hecho las autoridades de los estados desde septiembre de 1821 hasta la fecha
de dicho decreto.
La primera ley de terrenos baldíos de nuestro país fue dictada por el presidente Juárez
en 1863. Ésta contempló la posibilidad de enajenar a los particulares una superficie de hasta
2 500 hectáreas, con el relevante detalle de que los hizo susceptibles de prescripción, de suerte
que podía demandarse al gobierno federal el reconocimiento de la propiedad luego de una
posesión continua, pública y pacífica de al menos diez años consecutivos. En 1875 y 1883
sendos ordenamientos en materia de colonización permitieron la participación de compañías

89
Juan Carlos Pérez Castañeda

deslindadoras en las actividades de medición y deslinde de terrenos baldíos, participación


que fue apuntalada por una nueva ley de terrenos nacionales en 1894. Dicho marco jurídico
sirvió de fundamento para que, en el proceso de deslinde, las mencionadas compañías desco-
nocieran la propiedad ancestral de las tierras de numerosos pueblos que no habían alcanzado
a titularlas, operándose en este caso una desterritorialización física, material, de las mismas.
En efecto, a través del procedimiento de deslinde de terrenos baldíos establecido en
las sucesivas leyes de la materia cuyo resultado formal era la expedición de declaratorias de
terrenos nacionales, muchas comunidades de hecho fueron desposeídas de sus tierras simple-
mente porque no contaban con documentos que acreditaran los derechos de propiedad que
les asistían, puesto que toda propiedad se presumía de la nación hasta que no se probase lo
contrario. Así, ingentes superficies que se encontraban en posesión milenaria de las comunida-
des indígenas fueron convertidas de la noche a la mañana en propiedad de la nación, a veces
sin que éstas ni siquiera se enteraran, consumando virtualmente un despojo de dimensiones y
consecuencias enormes.
Con el triunfo del movimiento armado de 1910 la amenaza latente de la nacionaliza-
ción de las tierras comunales por conducto de las compañías deslindadoras se desvaneció. No
obstante, ésta habría de regresar muy pronto bajo una nueva modalidad para permanecer en la
legislación hasta nuestros días. Ello obedeció a que, luego de haber sido suspendido el trámite
de medición y deslinde de terrenos nacionales durante el gobierno del presidente Madero, éste
fue restablecido a partir de 1923 con la Ley de Tierras Libres y trasladado sucesivamente a las
regulaciones de terrenos baldíos y nacionales de 1951 y de 1962, en las cuales se estructura el
procedimiento de deslinde de tal manera que propicia que tierras en posesión de las comuni-
dades de hecho sean declaradas nacionales, circunstancia que es causa de una abusiva desterri-
torialización (descomunalización material) perpetrada por parte del Estado.
La diferencia entre la descomunalización legal y material provocada por las leyes por-
firianas finiseculares y las derivadas de la reforma agraria durante el siglo pasado, consiste en
que en el primer caso la descomunalización se consumaba desconociendo la posesión inme-
morial de los terrenos a los pueblos que no presentaban títulos (o que si los presentaban eran
calificados de apócrifos); mientras que en el segundo caso el despojo se daba a través de la
forma en que se hallaba estructurado el procedimiento, toda vez que a los poseedores de tierras
nacionales se les notificaba –y notifica– mediante edictos y publicaciones en los periódicos
locales y de mayor circulación nacional, mismos a los que los vecinos de los pueblos, básica-
mente indígenas, rara vez tenían acceso, tanto por no saber leer como por no tener recursos
para comprarlos.
De este modo, grandes superficies otrora pertenecientes a las comunidades originarias
no tituladas –sobre todo las seminómadas– fueron indebidamente declaradas nacionales y
más adelante destinadas a la colonización mediante su adjudicación a particulares, la creación
de colonias agrícolas o ganaderas o a la dotación a núcleos agrarios ejidales, con lo cual no sólo
se despojaba a sus tenedores milenarios sino que además se les causaban grandes perjuicios al

90
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

enajenarlas a terceros extraños a éstos, como ocurrió durante la década de los años setenta con
enormes extensiones del trópico húmedo que fueron colonizadas al calor de lo que se deno-
minó la “nueva estrategia de entrega de la tierra” (como en el valle de Edzná, en Campeche,
y en la región de las Huastecas) y durante los ochenta con las tierras de la Selva Lacandona.
Hay que recordar que, durante el siglo XX, una vez que los terrenos deslindados eran
declarados nacionales, el Estado podía disponer libremente de ellos, para lo cual tenía dos
posibles destinos: privatizarlos por medio de la venta y adjudicación gratuita de terrenos nacio-
nales (de 1922 a 1962) o ejidalizarlos por medio de la dotación (de 1936 a 1992). Por otro lado,
desde 1992 los terrenos nacionales sólo pueden ser destinados exclusivamente a su venta a los
particulares, por lo que ya no existe la posibilidad de su ejidalización, así como tampoco la de
las tierras comunales.
Finalmente, si se toman en cuenta las cifras de terrenos nacionales repartidos durante
el proceso de reforma agraria, se ve muy difícil que en la actualidad aún pudiera cristalizar
una descomunalización de este tipo, es decir, por vía de la nacionalización. Es un hecho que
la fuente primordial de la propiedad en México inaugurada en 1521 se encuentra a punto de
agotarse, por lo que ya no representa una amenaza, modalidad o alternativa de la comunali-
zación agraria.

Descomunalización por ejidalización

Con el estallido de la Revolución la descomunalización agraria en México se suspendió, por


lo que los pueblos tuvieron unos cuantos años de respiro. Con la ley preconstitucional del 6 de
enero de 1915 se restableció a éstos la capacidad jurídica (que les había arrebatado la Ley Lerdo)
para ser dueños de tierras y comenzó un proceso de recomunalización basado inicialmente en
la restitución a los pueblos de las superficies de que habían sido privados, y, posteriormente,
también en la confirmación y reconocimiento de la propiedad de las tierras que no habían
dejado de poseer, lo cual planteaba un universo cuantitativo muy preciso y claramente delimi-
tado para el reparto agrario. Sin embargo, el 28 de diciembre de 1920, a raíz de la promulgación
de la Ley de Ejidos, los acontecimientos tomaron un giro inesperado, pues ocurrió el adveni-
miento de lo que habría de convertirse en un nuevo sujeto agrario, el ejido, por medio del cual
se habría de reinaugurar la descomunalización legal y territorial de los pueblos originarios.
En efecto, hasta antes de la publicación del citado ordenamiento solamente los asen-
tamientos preexistentes a la Revolución (bajo la forma de pueblos, condueñazgos, rancherías,
congregaciones, comunidades, tribus, etc.) tenían derecho de solicitar tierras al gobierno, cuenta
habida que el reparto se circunscribía jurídicamente a la acción restitutoria. Sin embargo, en
caso de que las superficies reivindicadas a los pueblos no fueran suficientes para la satisfacción
de las necesidades de tierras de todos los miembros que gozaban de capacidad jurídica agraria
(nacionalidad mexicana por nacimiento, mayoría de edad, residencia en el poblado, trabajo
de la tierra como ocupación habitual), daba inicio al conocido procedimiento de “dotación”,

91
Juan Carlos Pérez Castañeda

cuya finalidad consistía en entregar a los pueblos tierras adicionales a las restituidas para que
se alcanzara a beneficiar a la totalidad de sus integrantes. Es decir, se trataba de una acción
jurídica de carácter secundario puesto que su función sólo era la de complementar las tierras
restituidas a las comunidades, sin que ello diera lugar a la creación de una nueva modalidad
de la propiedad.
Con la promulgación de la Ley de Ejidos en 1920, dicho procedimiento se transformó
en la fórmula para la creación de una nueva figura propietaria de tierras, ya que el derecho de
solicitarlas se amplió a todos aquellos “poblados agrícolas” que sin ser de los mencionados y
sin contar con ningún tipo de categoría política ni de documento que acreditase algún dere-
cho preexistente, formasen asentamientos con un censo superior a las 50 familias, bastando
para el efecto que tuvieran necesidad de tierras y una constancia de la presidencia municipal.
Con ello nació en nuestro país una nueva forma de propiedad rural a la que por extensión se
le denominaría “ejido” y la que paradójicamente habría de encarnar una nueva forma de des-
comunalización legal y material de los pueblos a lo largo del siglo XX, situación que obedeció
a que muchos de estos nuevos núcleos agrarios o ejidos provinieron de antiguas comunidades
que estando en posesión de las tierras fueron ejidalizadas por no existir en la ley un procedi-
miento específico para su reconocimiento o confirmación. De esta manera, de la descomuna-
lización liberal se transitó a la descomunalización social.
Con ello se destronó a la restitución como la principal y única vía de reparto de la
tierra ya que, en palabras de Herrera Serna, “se concedió legalmente un mayor peso a las
dotaciones que a las restituciones, pues este segundo procedimiento era mucho más compli-
cado, además de que generalmente las tierras reclamadas para su restitución eran de mejor
calidad, por los que sus propietarios buscaban todas las posibilidades para retenerlas” (Herrera
1986: 59).
A partir de ahí y durante todo el proceso de reforma agraria subsecuente se registró
de nuevo –al igual que en la Colonia– la coexistencia de dos procesos contrapuestos, por un
lado, el de recomunalización y, por otro lado, el de descomunalización, los que eran incom-
patibles, pero no excluyentes. El primero se daba al principio sólo a través del procedimiento
de restitución de tierras (a partir de 1942 incluyó el reconocimiento o confirmación) y, el
segundo, por conducto de la ejidalización de antiguas comunidades que no contaban con
títulos o que no pudieron acreditar el despojo de que habían sido objeto, o bien, que estando
en posesión de tierras comunales no pudieron éstas ser reconocidas como tales por no existir
aún el procedimiento respectivo, habiendo sido convertidas en o dotadas como ejidos; en otras
palabras, fueron ejidalizadas, lo cual lo explica parcialmente –pero no lo justifica– la ausencia
de normas y procedimientos para tal efecto (Pérez Martín y Rivera 2011: 19).
Ello no impidió, sin embargo, que algunos pueblos se beneficiaran mediante lo que
Helga Baitenmann denomina “reconocimientos de facto”, o sea, acciones mediante las
que superficies en posesión de comunidades (la mayoría de hecho) quedaban salvaguarda-
das incluyéndolas legalmente en las dotaciones ejidales. En palabras de dicha autora, “la

92
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

inclusión de facto de los terrenos comunales en las dotaciones de tierras fue la única forma
disponible de protegerlos” (Baitenmann 2016: 5). Esta situación se prolongó hasta 1942,
año de publicación de un nuevo código agrario que comenzó a bosquejar el procedimiento
correspondiente, aunque en realidad no fue sino hasta la expedición del Reglamento para la
tramitación de los expedientes de confirmación y titulación de bienes comunales, ocurrida el
6 de enero de 1958, cuando se estableció la situación definitiva.
Durante el lapso en que prevaleció dicha laguna jurídica la descomunalización agraria
no significó municipalización ni privatización –como ocurrió en el siglo XIX– sino ejidali-
zación. Fuerza advertir, no obstante, que aun cuando un gran cúmulo de comunidades fue
transformado en ejidos, muchas de éstas siguieron cohesionadas y conservando la comunali-
dad de antaño, adaptándose a la normatividad que regulaba su nuevo régimen de propiedad y
hasta emprendiendo prácticas solidarias que rebasaban las obligaciones propias de los estatutos
ejidales.
Ahora bien, no hay que pasar por alto que la descomunalización liberal agraria signifi-
caba la virtual desterritorialización de los pueblos en cuanto que las tierras salían del patrimonio
de éstos para convertirse en propiedades privadas individuales pertenecientes al patrimonio per-
sonal de sus nuevos dueños, siendo susceptibles de circular mercantilmente. La descomunaliza-
ción social, en cambio, no sólo mantenía la territorialidad sino que además la endurecía, toda
vez que, al ser ejidalizadas, las tierras otrora comunales quedaban sujetas a un régimen jurídico
mucho más rígido que el que antaño las regulaba, entrando en un estado de amortización tal
que impedía la más leve circulación de sus tierras en los mercados inmobiliarios (los propios y
las parcelas del común repartimiento de los pueblos podían ser arrendadas y los derechos de uso
y usufructo sobre éstas podían ser transmitidos).
El 6 de enero de 1992 aparecieron publicadas en el Diario Oficial de la Federación
diversas adiciones y reformas al Artículo 27 de la Constitución Política, mediante las cuales
se tomaron medidas sustantivas en materia de propiedad, empezando por la cancelación del
reparto agrario. Esto terminó con la creación de ejidos y suspendió el proceso institucional de
distribución de la tierra. Cualquiera pensaría que con ello el proceso de descomunalización
agraria se detuvo, pero no fue así. De nuevo, no solamente se readaptó (si antes, en cuanto a
la forma, la ejidalización de las tierras comunales era forzosa, a partir de ahí se convirtió en
voluntaria), sino que fue más allá, toda vez que –en cuanto al fondo– su régimen jurídico
sufrió una adecuación individualizadora que le hizo adoptar características que le distancian
del modelo de propiedad comunal vigente durante la reforma agraria y le acercan al que
predominó durante la Colonia y la época independiente, poniendo en duda su permanencia
dentro de la esfera de la propiedad social.
Efectivamente, la legislación de la materia establece la posibilidad de que las comuni-
dades agrarias cambien su régimen legal al del ejido por decisión de sus asambleas, incoando
para el efecto un procedimiento bastante sencillo (artículo 104 de la Ley Agraria). Es decir,
los comuneros tienen la facultad de descomunalizar las propiedades de su núcleo agrario de

93
Juan Carlos Pérez Castañeda

manera voluntaria mediante la ejidalización. Sin embargo, hay que llamar la atención de que
actualmente se trata de una ejidalización diferente a la que prevaleció hasta 1992, ya que, si
antaño el ejido y la comunidad se regulaban por un régimen jurídico semejante, a partir de
las reformas salinistas la propiedad ejidal se convirtió en una forma específica de la propie-
dad privada, por lo que ahora para las comunidades la opción de la ejidalización significa
privatización.
Lo anterior obedece a que el ejido de la reforma agraria no es el mismo ejido de la
actualidad. Éste dejó de constituir una forma de la propiedad social y se convirtió en una
nueva modalidad de la propiedad privada, efectivamente regulada bajo un régimen de domi-
nio moderado que le vino a sumar a las modalidades vigentes del pleno dominio (propiedad
individual y societaria) y del dominio condicionado (propiedad de las colonias agrícolas y
ganaderas), o sea, configura desde la perspectiva jurídica una suerte de propiedad privada
en dominio no pleno que le hace diferir sustancialmente del régimen actual de la propiedad
comunal, el que también fue modificado y privatizado pero no a tal grado (Pérez y Mackinlay
2015).
Se dice que el modelo de propiedad comunal experimentó un reajuste descomunaliza-
dor en virtud de que los comuneros titulares de los derechos agrarios fueron facultados para
concretar actos jurídicos de corte privado que antes de 1992 estaban severamente prohibidos, al
grado que su transgresión se sancionaba con la privación de los derechos (como la renta, el aca-
paramiento y la enajenación de las parcelas), rasgos que permitían enmarcarla en el ámbito de
lo que –junto con el ejido– era calificado como propiedad social, pero que a partir de entonces
registró una mutación tan radical que ha hecho repensar su ubicación teórica.
De acuerdo con la ley, a diferencia de los ejidos, las comunidades agrarias no pueden
privatizarse de manera directa en pleno dominio sin antes pasar por su conversión al régimen
de propiedad ejidal (aunque indirectamente sí), dispositivo que revela con nítida claridad que
ahora el ejido se encuentra en una posición intermedia que lo sitúa entre el modelo de propie-
dad privada en pleno dominio y el modelo de propiedad comunal. Cabe recordar que hasta
1992 el ejido y la comunidad guardaban la misma calidad doctrinal y compartían el marbete
de propiedad social debido a los rasgos que las distinguían. Por ende, como se dijo, la desco-
munalización de ahora no tiene las mismas implicaciones que la de antes, en cuanto que el
régimen jurídico en el que desemboca es distinto.
Así pues, en los albores del tercer milenio la ejidalización y la privatización societaria
han devenido las únicas vías posibles para la descomunalización de jure de las tierras de los
pueblos en nuestro país, siendo las primeras de carácter voluntario luego de casi dos siglos y
medio de iniciado este proceso, modificación que probablemente se impulsó apostando a que
las masas de comuneros sucumbirán seguramente a las tentaciones de la modernización.

94
Las vías de la descomunalización agraria de los pueblos en méxico

Conclusiones

- La descomunalización de los pueblos forma parte importante del conjunto de pro-


cesos agrarios estructurales que desde siglos atrás han venido transformando el
mosaico de la propiedad en México, entrelazándose con la comunalización en una
franca relación de unidad y lucha de contrarios.
- El proceso de descomunalización agraria tuvo sus inicios en la segunda mitad del
siglo XVIII y se mantuvo constante durante los siglos XIX y XX, sin que ya entrados
en el siglo XXI se vean en el horizonte atisbos de que se aproxime a su final.
- En este proceso el frente de ataque a los pueblos más recurrido por las fuerzas
descomunalizadoras a través de la historia se ha dado mediante reformas al marco
jurídico, cuyo propósito ha sido invariablemente modificar su régimen legal para
suprimir a las tierras el sesgo social que le imprime su carácter comunal.
- Desde su inicio hasta 1917 todas las vías de la descomunalización agraria fueron de
carácter forzoso, pudiendo desembocar las tierras en propiedades públicas (nacio-
nal o municipal) o en propiedades privadas.
- De 1917 a 1992, o sea, durante el periodo de reforma agraria, la descomunalización
de los pueblos siguió siendo forzosa, pero ahora convirtiendo las tierras solamente
en formas de propiedad nacional o ejidal.
- A partir de 1992 la única forma de descomunalización agraria legal vigente es de
carácter voluntario, pudiendo las tierras comunales convertirse directamente al
régimen ejidal o indirectamente al privado.

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96
PRIVATIZACIÓN DE FACTO, DISONANCIAS NORMATIVAS Y
SOBREPOSICIONES DE JURISDICCIONES
Resultados inesperados de las reformas al marco agrario
de 1992 en México1

Gabriela Torres-Mazuera2

La seguridad de la tenencia de la tierra fue una de las principales justificaciones para la reforma
legal al Artículo 27 constitucional en 1992 en México. En su discurso dirigido a los líderes de
organizaciones campesinas en 1991, el presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) presentó
la iniciativa a esta reforma como una vía para “reintegrarle a los campesinos el poder para
manejar la tierra y sus recursos con autonomía” (Salinas de Gortari 1991: 1097). El argumento
era la necesidad de mayor certidumbre a la tenencia de la tierra de ejidatarios y comuneros, lo
cual permitiría, aunada a una política integral para este sector, la reactivación económica del
campo. Salinas de Gortari argumentó que “la reforma propone que se respete la libertad
del ejidatario para decidir sobre el dominio de la parte parcelaria; pero establece que sean los
ejidatarios los que decidan por mayoría calificada [...] para asegurar que estas decisiones sean
tomadas libremente, sin influencias indebidas o abusos” (Salinas de Gortari 1991: 1097).
La seguridad en la tenencia de tierra fue el argumento utilizado en muchos países del
sur global donde, desde la década de 1980, agencias internacionales promovieron programas
para titular tierras comunales. Este fue el caso de México con el Programa de Certificación de
Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede) llevado a cabo entre 1993 y 2006.
Sin embargo, es importante dejar claro que la necesidad de certeza jurídica sobre la
propiedad era una exigencia mucho más presente entre el sector empresarial que entre el cam-
pesinado. En su exposición de motivos frente a la Cámara de Diputados en 1991, Salinas de
Gortari explicó que “la inversión de capital en las actividades agropecuarias tiene hoy pocos
alicientes debido en parte a la falta de certeza para todas las formas de tenencia que se deriva
de un sistema obligatorio para el Estado de reparto abierto y permanente” (Diario de los deba-
tes 1991). Esto es, que la inseguridad de la tierra en México tenía como origen el peligro de
expropiación para los propietarios privados. Esta mención de la inseguridad para los futuros
inversionistas que se esperaba llegaría tras la firma del Tratado de Libre Comercio de América

1 Una versión similar de este trabajo fue publicada como introducción en el libro La regulación imposible. (I)legalidad e (i)regularidad
en los mercados de tierra en ejidos y comunidades en México del inicio del siglo XXI (Torres-Mazuera y Appendini 2020).
2 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS-Peninsular.

97
Gabriela Torres-Mazuera

del Norte, fue eliminada del discurso oficial presente en instituciones como la Secretaría de
Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) o la Procuraduría Agraria al día de hoy,
aunque es un antecedente importante para comprender el sentido de “apertura” de las legisla-
ciones secundarias reformadas en 1992 (Ley Agraria, Ley Forestal, Ley Minera, Ley de Aguas
Nacionales) que abrieron al mercado los recursos naturales en México.
A más de veinte años de la reforma legal agraria y la puesta en marcha del programa
Procede, es necesario reflexionar sobre el tipo de seguridad/inseguridad en la tenencia de
tierras en ejidos y comunidades que se alcanzó. ¿Quién ganó seguridad en la tenencia con
la reforma de 1992? ¿Seguridad para qué y frente a quién? A fin de dar respuestas a estas
interrogantes, es preciso concebir la seguridad en la tenencia de tierra desde una perspectiva
que permita distinguir los planos de la legalidad y la legitimidad social. Más aún, es funda-
mental distinguir entre actores afectados y beneficiados por las reformas y considerar no sólo
los resultados esperados sino también los efectos inesperados de las reformas al Artículo 27
Constitucional de 1992.
En este trabajo me propongo resolver dichas interrogantes desde un cuestionamiento
a dos supuestos en torno a reforma legal de 1992. En primer lugar, la idea según el cual la for-
malización de los derechos agrarios era la respuesta a la supuesta incertidumbre jurídica. Y a
la par, que la reforma de 1992 conllevaría la privatización legal (cambio a dominio pleno) de la
propiedad social y con ello se daría término a los conflictos por tierras.
Para hacerlo retomaré los hallazgos de la investigación etnográfica que he realizado en
la península de Yucatán entre 2010 y 2019. También me apoyaré en un conjunto de investigacio-
nes que permiten aproximarnos a las dinámicas de los mercados de tierras ejidales (Concheiro
y Diego 2001, 2003; Escalante 2001). En particular, retomaré algunas de las discusiones de
un conjunto de trabajos publicados en el libro La regulación imposible (Torres-Mazuera y
Appendini 2020), fruto de un proyecto de investigación del cual fui titular.3 Este proyecto
estuvo integrado por diez antropólogos sociales (cinco mujeres y cinco hombres), una soció-
loga y tres economistas que entre 2015 y 2018, exploramos la circulación de las tierras ejidales y
de bienes comunales en siete regiones del país: los Tuxtlas, la cuenca media del Papaloapan
y la Sierra de Santa Marta en el sur de Veracruz; la región de los Chenes en Campeche; los
Valles centrales en Oaxaca; la Sierra Tarahumara en Chihuahua; la Riviera Maya en Quintana
Roo y la zona metropolitana del Valle de México. El objetivo de este equipo multidisciplinario
fue describir las transferencias de tierras realizadas en las regiones de estudio, considerando
no sólo la compraventa, sino también los arrendamientos, contratos de usufructo y herencias
en ejidos y comunidades y los conflictos asociados a éstas. Interesaba, además, generar infor-
mación empírica sobre las dinámicas contemporáneas de los tratos agrarios que permitiese

3 Este proyecto titulado “La privatización de la propiedad social en México. (I)legalidades e (I)legitimidades en las transferencias
de tierras ejidales en un contexto neoliberal” (220667) fue financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, en el pro-
grama de Ciencia Básica SEP-Conacyt.

98
Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

trascender algunas suposiciones equívocas derivadas del análisis exclusivamente estadístico


y basado en datos oficiales. Las regiones de estudio elegidas fueron aquellas donde cada uno
de los investigadores del equipo había trabajado con anterioridad, las cuales experimentaban
transformaciones socioeconómicas sustanciales asociadas al abandono de la agricultura, la
expansión agroindustrial o ganadera, la urbanización, el desarrollo del turismo, o la explota-
ción de recursos energéticos.

La (in)seguridad de la propiedad ejidal y comunal

A casi tres décadas de la reforma al Artículo 27 constitucional es posible cuestionar la idea


según la cual la inseguridad en la tenencia de la tierra ejidal prevenía el desarrollo agrícola
nacional y sobre todo que ésta era un problema campesino que se subsanaría con la forma-
lización de los derechos de propiedad. Como bien lo expone Kirsten Appendini (2020), la
economía agrícola, y en particular aquella desarrollada por pequeños productores rurales, está
actualmente en crisis y no logró despegar con la formalización de los derechos de propiedad.
La asociación entre formalización de derechos y activación económica fue la conclusión lógica,
aunque equívoca, a la luz de la evidencia empírica actual, que agencias internacionales, en par-
ticular el Banco Mundial utilizaron como argumento para promover programas de titulación
de tierras comunales en diversos países de Latinoamérica, Asia y África desde la década de
1980. ¿Qué estaba detrás de esta propuesta?
En la visión de economistas neoinstitucionales de la época, la forma más acabada de
propiedad era la privada, con un conjunto de derechos individuales (derecho de acceso, pose-
sión, transferencia, entre otros) bien definidos y formalizados frente a instituciones guberna-
mentales. La propiedad privada se veía en oposición a la propiedad colectiva y esta última se
concebía como una forma de propiedad con derechos difusos atribuidos a sujetos colectivos,
lo que generaba inseguridad y desincentivaba la inversión individual de trabajo y capital.4
En México los ejidos y comunidades, los cuales componen la mitad del territorio nacional,
representaban, en la visión de los economistas neoinstitucionales, aquellas formas de tenencia
comunal que era preciso “formalizar”. En efecto, desde este enfoque, la solución a los proble-
mas de los campesinos mexicanos estaba en un programa de certificación agraria que gene-
rase títulos individuales de propiedad y delimitara con precisión satelital los lindes de ejidos y
comunidades (Téllez 1994).

4 Para una crítica de la teoría de los derechos de propiedad neoinstitucional, véase Congost (2007), Li (2014) y Vederly (1999). Es
importante señalar que la teoría de los derechos de propiedad al paso de los años y las críticas se ha vuelto más sofisticada, e incluso
ha cambiado su connotación negativa respecto a la propiedad colectiva y su definición formalista de los derechos de propiedad,
véase por ejemplo las críticas de Platteau (1996) y la reconsideración de los comunes y la seguridad en la tenencia de la tierra en
World Bank (2003).

99
Gabriela Torres-Mazuera

Antes de explicar las características de este programa de certificación puesto en marcha


en 1993, vale la pena detenernos en tres supuestos que lo sustentaron como solución: el primero
fue concebir la tierra ejidal y comunal como un “recurso” con valor meramente económico;
el segundo, definir la formalización en términos exclusivos de legalización; el tercero, suponer
que la solución a la problemática de la inseguridad jurídica era principalmente de carácter téc-
nico (generar planos, mapas y registros de los núcleos agrarios y sus sujetos agrarios) más que
relativa a la gobernanza de los ejidos y comunidades.

La tierra ejidal y comunal como mero recurso económico

De acuerdo con la formulación de algunos economistas de gran influencia en los años de 1990
en la política pública nacional, la tierra rural es principalmente un recurso económico, una
mercancía que puede servir como garante para obtener un crédito, lo cual, a su vez, puede
contribuir al desarrollo agrícola y a la reducción de la pobreza. Willem Assies (2009) resume
muy bien esta perspectiva a partir del análisis de los trabajos de Hernando de Soto (2003) para
quien el principal problema con la tenencia de la tierra en aquellos países latinoamericanos
caracterizados por su alto porcentaje de población campesina e indígena era la falta de titula-
ción legal y su carácter inalienable. Estas características, hacen de estas tierras “capital muerto”
en la medida en que no permiten generar riqueza económica ya que no son bienes fungibles
sujetos a diversas transacciones agrarias (ILD 2005). En este sentido, la propuesta de Hernando
de Soto consistía en eliminar la inalienabilidad de las tierras comunales e insertarlas en un
marco legal e institucional homogéneo a nivel nacional que fije, defina y certifique los dere-
chos de acceso, uso y trasferencia de sujetos individuales (Assies 2009: 578). El objetivo final
era, obviamente, convertir estas tierras inalienables en bienes inmobiliarios, esto es en propie-
dad privada, que se pudiese insertar en un mercado formal y abierto a la inversión privada.
Antes de explicar el segundo supuesto, es importante mencionar que la idea de la tierra
como mero recurso económico no corresponde con la perspectiva de muchas personas que viven
en, de y para la tierra agrícola. También es menester aclarar que dicho supuesto ha sido cues-
tionado a partir de los años 2000 por académicos, abogados y defensores de derechos humanos,
movimientos sociales campesinos e indígenas, y agencias internacionales como la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) o las Naciones Unidas, e
incluso por la Unión Europea. Todos ellos generan nuevas definiciones de la tierra rural en
términos de “territorios”, esto es, lugares donde se reproducen ciertos modos de vida. La pers-
pectiva de los derechos, ahora, se plantea en un sentido muy distinto al de la economía neoins-
titucional: la tierra rural es concebida como un “derecho humano” que es necesario reconocer
y defender, en particular cuando se trata del derecho colectivo de personas que históricamente
han vivido de la tierra agrícola (ya sean campesinos o indígenas). Desde esta nueva mirada,
la tierra rural o agrícola es un derecho fundamental, en la medida en que da acceso a otros
derechos humanos como al medio ambiente sano, a la vivienda, y a la alimentación segura y

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Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

de calidad, etc.5 Lo que está en juego en este nuevo enfoque de la propiedad como fenómeno
social es, entonces, la protección de personas y modos de vida con un valor intrínseco, más que
la regulación eficiente de recursos supuestamente escasos (visión neoinstitucional).

La formalización de los derechos como legalización de estos

En un análisis de los programas de certificación de la tierra en los años de 1990, Bouquet,


Ward y Burnod (2016) muestran cómo la seguridad de la tierra agrícola y la legalización de
los derechos de propiedad se presentaron en México y otros países (Sudáfrica y Madagascar)
como aspectos indisociables. ¿Qué tan acertada era esta interpretación?
La propuesta de formalización como equivalente a legalización ignoró el hecho de que
en los lugares donde se propone como solución, existen procedimientos vernáculos y autori-
dades locales que históricamente han validado el acceso, posesión y transferencia de la tierra
rural. Este es el caso del medio rural mexicano donde existen una variedad de mecanismos
multiformales de regulación agraria que han contado con amplia legitimidad social. En efecto,
diversos antropólogos han mostrado que las normas o usos y costumbres en distintos núcleos
agrarios del país han tenido un carácter de obligatoriedad sobre las relaciones de propiedad al
interior de los núcleos agrarios, en particular en lo referente a la membresía ejidal y la asigna-
ción de los recursos y se han desarrollado a la par pero de manera imbricada a la legislación
agraria.6 En la literatura antropológica encontramos además recuentos sobre los mecanismos
de formalización vernáculos que han validado las transferencias de tierras en ejidos y comuni-
dades, previo a 1992, las cuales se desarrollan sin mayores conflictos.7 A pesar de la evidencia
empírica, las modalidades locales de formalización fueron prácticamente ignoradas por los
diseñadores de la política pública y la burocracia agraria que en su discurso insistieron en la
formalización como legalización y convirtieron a esta última, en una necesidad o demanda
campesina.
Habiendo dicho lo anterior, es imposible negar que dentro de la misma burocracia
agraria existían múltiples problemas relativos al registro de ejidos y comunidades que efectiva-
mente generaban incertidumbre para los sujetos agrarios.
A partir de un recuento de literatura secundaria, Helga Baitenmann (1998: s. f.) explica
muy bien las fallas en los procesos de dotación y restitución de tierras ejidales y comunales, las
cuales generaban un extendido problema de incertidumbre definido en términos de “rezago

5 Véase European Union (2004), UN Committee on Food Security, FAO (2002), Assies (2009) y Franco, Monsalve y Borras (2015).
6 Véase Azuela (1989) para un análisis de los mecanismos multiformales en ejidos en la periferia de la Ciudad de México; Baitenmann
(1998) y Velázquez (2003) para ejidos en Veracruz; Ventura (2019) para comunidades de hecho y de derecho en Michoacán; Van
der Haar (2005) para ejidos en Chiapas; Torres-Mazuera (2016) para ejidos en Yucatán; Léornard, Quesnel y Velázquez (2003) para
una reflexión general del fenómeno.
7 Véase Baitenmann (1994, 1998) para ejidos en Veracruz; Nuijten (2003) quien describe las modalidades de formalización para
transacciones de tierras en un ejido de Jalisco previo a la reforma; Bouquet (1997) para transacciones en ejidos en Tlaxcala; Pérez
Avilés (2001) para ejidos de Puebla, Warman (1985) y Torres-Mazuera (2016) para ejidos de Yucatán.

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Gabriela Torres-Mazuera

agrario”. El rezago agrario en los años de 1990 involucraba 150 mil expedientes con diferentes
problemáticas. Destacaban las peticiones de dotación/restitución aceptadas que no habían
sido publicadas en el Diario Oficial, las resoluciones presidenciales de dotación y restitución
que no habían sido ejecutadas y, finalmente, problemas en la definición de la superficie real de
núcleos agrarios que tenían por origen mediciones incorrectas hechas desde una oficina central
sin referencia a la realidad geográfica. El desorden de los registros de los núcleos agrarios era
grande, muchos documentos estaban perdidos o con serios errores en los nombres de las per-
sonas beneficiadas. Esta situación lleva a Baitenmann (1998: s. f.) a concluir que lo ineficiente
e irregular en la década de 1990 era la burocracia agraria con sus procedimientos complejos y
funcionarios ineptos y corruptos. En ese orden de ideas, lo que era necesario legalizar era al
mismo aparato estatal, que realizaba procedimientos al margen o en contradicción al mismo
marco legal, de manera mucho más frecuente y habitual que los sujetos agrarios.

La solución a la inseguridad de la tierra debe ser de carácter técnico

En la década de 1990, la inseguridad en la tenencia de la tierra para los ejidatarios mexicanos


fue mucho más un a priori del equipo de gobierno que promovía la (contra)reforma agraria,
que la conclusión a la que hubiesen llegado tras un diagnóstico riguroso de los problemas
enfrentados por el campesinado mexicano. Tampoco fue una demanda de organizaciones
campesinas, aunque, efectivamente, en ciertos contextos regionales existían fuentes de con-
flicto e inseguridad para los sujetos agrarios derivada de diferentes factores. En particular, la
inseguridad tenía que ver con tres componentes: 1) problemas con la documentación oficial
de los procesos de dotación o restitución, 2) conflictos históricos entre núcleos agrarios que
disputaban sus linderos, en particular, en los estados de Oaxaca, Chiapas y Guerrero y 3) los
abusos de poder cometidos por los integrantes de los órganos de representación ejidal y de
bienes comunales (comisaría y consejo de vigilancia), quienes podían privar arbitrariamente
de sus derechos a ejidatarios o comuneros durante las investigaciones de usufructo.8
Si consideramos estos factores como ciertos y nos distanciamos de los supuestos arriba
presentados (la tierra como recurso económico y la formalización como equivalente a legali-
zación), la principal solución a la incertidumbre en la tenencia de la tierra tenía que ver con
concluir los procesos de dotación y restitución inacabados y generar negociaciones y acuer-
dos entre aquellos núcleos agrarios en disputa entre sí o con propietarios privados respecto
a los límites de sus predios. También era necesario fortalecer a las asambleas de ejidatarios/
comuneros como autoridades máximas de los ejidos a fin de contrarrestar el posible poder
de caciques locales (muchos de ellos ocupando cargos asociados al ejido o comunidad). En el

8 Las investigaciones de usufructo las realizaban periódicamente por la Secretaría de la Reforma Agraria (SRA) y tenían por objetivo
depurar los padrones de ejidatarios o comuneros. Los funcionarios de la SRA convocaban a asambleas donde los representantes
de los núcleos agrarios podrían señalar a personas desavecindadas y privarlas de sus derechos. Durante estas asambleas también se
daban de alta a aquellos campesinos que estuviesen trabajando la tierra ejidal con autorización del núcleo agrario.

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Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

mismo sentido, se requería afianzar el rol de la Procuraduría Agraria como instancia de inter-
mediación y resolución de conflictos, así como su capacidad de atención y sanción respecto a
las quejas ciudadanas relativas a los abusos de poder de las autoridades agrarias. Otra solución,
que hubiera sido innovadora en su momento y que en la actualidad es una recomendación de
consultores y académicos expertos en el tema de la regulación agraria, hubiese sido el reconoci-
miento oficial de los usos y costumbres locales y de las autoridades de los núcleos agrarios que
validaban los derechos de acceso, posesión y transferencias de tierras ejidales y comunales.9
Sin embargo, la historia fue otra y la solución planteada enfatizó más el carácter técnico
que de gobernanza local, esto es, la elaboración de mapas con referencias cartográficas y coor-
denadas geográficas precisas, en ejidos sin conflictos por límites, el registro y fijación de los
sujetos agrarios en padrones (ejidatarios, comuneros, posesionarios y avecindados) y la expe-
dición de certificados parcelarios. Este enfoque a la larga afianzó la seguridad en la tenencia
de la tierra para empresarios foráneos interesados en invertir sobre tierras ejidales y comunales
mucho más que de los propios sujetos agrarios.

Los programas de certificación y titulación agraria

La apuesta por la seguridad en la tenencia de la tierra se convirtió en política pública en 1993


con un ambicioso y costoso programa de certificación de la propiedad ejidal y comunal: el
Procede/Procecom, financiado por el gobierno mexicano con patrocinio del Banco Mundial
y el Banco Interamericano de Desarrollo. Este programa regularizaba la tenencia de la tierra,
fijaba los límites de los ejidos que lo aceptaron y otorgaba títulos individuales de derechos, ya
fuera de uso común y/o de parcelas en aquellos ejidos que aceptaran parcelar. El programa
Procede también consistió en registrar a todos los ejidatarios y comuneros para inscribirlos en
el Registro Agrario Nacional. A esta tarea se añadió la identificación de personas en posesión
de las tierras y su reconocimiento bajo la nueva figura legal de “posesionarios”. Finalmente,
el Programa promovió la delimitación de áreas de crecimiento o reservas territoriales de los
ejidos y la elaboración de reglamentos internos idealmente adaptados a las necesidades de cada
núcleo agrario.
De acuerdo con sus promotores, el programa Procede fue un éxito en la medida en que
logró la titulación de 92% del total de núcleos agrarios para el año 2006-2007 cuando finalizó.
La percepción optimista de funcionarios públicos respecto a los resultados del Programa debe
ser, no obstante, contrastada con una lectura crítica y apoyada en datos concretos que confir-
men en qué medida la seguridad en la tenencia de la tierra agraria se logró y más importante
aún, para quien se generó dicha seguridad. También es preciso considerar, un aspecto poco

9 El fracaso de los programas de certificación agraria promovidos en la década de 1990 y principios de los años 2000, ha conllevado
a una revisión de los supuestos que los sustentaron, en particular con referencia a la definición de seguridad en la tenencia como
equivalente a legalización y presunta eliminación de la pluralidad normativa e institucional. (Boué y Collin 2018; Fitzpatrick 2005;
Lavigne-Delville, 2000; Zoomers y Van der Haar 2000).

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Gabriela Torres-Mazuera

atendido en los diagnósticos de la burocracia agraria: los efectos del Procede sobre los órganos
de gobierno interno, las asambleas generales de ejidatarios y comuneros. Finalmente, es nece-
sario analizar si la legalización del mercado de tierras ejidales, posibilitado con el Programa,
benefició de manera igualitaria a los múltiples actores sociales implicados en la transferencia
de derechos ejidales, y si éste produjo riqueza para el ejido en su conjunto, dado que su princi-
pal patrimonio, la tierra, es de carácter colectivo y no individual.
Establecer un balance de los programas Procede/Procecom no es labor sencilla en la
medida en que es difícil generalizar dada la variedad de circunstancias que definen las carac-
terísticas y dinámicas de ejidos y comunidades. En ciertos contextos locales como, por ejem-
plo, una microrregión cafetalera, con alto porcentaje de población indígena, como es el caso
de la parte occidental del municipio de Soteapan, en la Sierra de Santa Marta, Veracruz,
el programa Procede permitió afianzar los derechos de propiedad de muchos campesinos,
generalmente hijos y familiares de ejidatarios, que estaban en posesión de facto de parte de las
tierras ejidales pero carecían de un respaldo legal (Velázquez 2003). Tras el paso del Programa
estas personas fueron reconocidas legalmente bajo la figura jurídica de nuevos ejidatarios o
de posesionarios. No sucedió lo mismo en otros lugares, por ejemplo, en el ejido La Sierrita
(Durango), con potencial minero y hoy en día en litigio agrario o en ejidos colindantes a la
zona metropolitana de Mérida (Yucatán), en los que personas reconocidas como posesiona-
rios por el Procede fueron empresarios externos a los núcleos que jamás habían usufructuado
las tierras del ejido, pero tenían interés de invertir sobre éstas (Torres-Mazuera, Fernández y
Godoy 2018).
El paso de Procede/Procecom también permitió legalizar la posesión individualizada
de parcelas en lo que, hasta entonces, era de uso común ejidal y comunal, lo cual benefició a
ejidatarios que afianzaron y ampliaron sus derechos sobre áreas del ejido que habían capita-
lizado con su trabajo, aunque también promovió la parcelación de áreas de uso común, con
diferentes resultados para los vecinos de los ejidos y sobre la cobertura forestal que, en muchos
casos, fue talada (Merino 2001; Torres-Mazuera 2015; Concheiro y Diego 2003).
Ambos programas establecieron con precisión los límites de ejidos y comunidades,
sobre todo en aquellos contextos locales con pocas disputas, aunque dejaron postergada la
definición de límites en aquellos ejidos y comunidades del sureste del país (Oaxaca, Guerrero
y Chiapas) donde la conflictiva agraria entre pueblos era histórica y perdura hasta la fecha (De
Ita 2003; Ramírez Gómez 2001).
Diversas etnografías muestran que en aquellos contextos espaciales en los que la tierra
ejidal o comunal adquiere un alto valor comercial y donde empresarios foráneos tienen algún
interés de inversión existe gran inseguridad en la tenencia de la tierra para ejidatarios, comu-
neros y posesionarios, incluso cuando los núcleos agrarios fueron certificados con Procede o
Procecom. Esto lo revela Clara Salazar Cruz (2020), quien narra cómo una empresa inmobi-
liaria con interés de construir un desarrollo residencial en un ejido de la zona metropolitana
de la Ciudad de México consiguió su objetivo de manera legal, aunque ilegítima a la mirada

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Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

de la mayoría de ejidatarios, quienes fueron despojados de una de las áreas de mayor plus valor
del mismo. Igualmente queda claro, en la investigación de Gustavo Marín Guardado (2020),
quien estudia el despojo violento sufrido por ejidatarios y posesionarios legítimos de porciones
de tierra ejidal en la franja costera de Tulum. Este despojo ha sido perpetuado por empre-
sarios con gran poder económico y político en contubernio con funcionarios y políticos del
estado de Quintana Roo. Horacio Almanza et al. muestran (2020) el despojo que el gobierno
de Chihuahua realizó contra los ejidatarios mestizos y rarámuri de los ejidos San Alonso y
Creel para la construcción de un aeropuerto. Estos trabajos, al igual que otras investigaciones
empíricas, dejan ver la gran incertidumbre que existe para ejidatarios o comuneros en regiones
de interés para el desarrollo económico, quienes son engañados, amenazados, cooptados y
divididos por empresarios y funcionarios del gobierno, a fin de lograr el acceso a sus tierras vía
la enajenación, y/o el arrendamiento de corto y largo plazo.
A la par, observamos inseguridad en la tenencia para aquellas personas que históri-
camente han vivido en ejidos y comunidades pero carecen de “calidad agraria”, aunque en
muchos casos tienen relaciones de parentesco con ejidatarios y/o comuneros, en particular,
las mujeres, jóvenes y niños. Esto queda claro en las investigaciones de Torres-Mazuera et
al. (2020) y De Teresa y Basabe (2020) en la región de los Chenes en Campeche y al valle
nacional en Oaxaca respectivamente. En ambas etnografías, las autoras indican cómo, tras el
paso de Procede, los “comuneros” sin calidad agraria que hasta los años de 1990 se les habían
reconocido, por usos y costumbres, derechos de acceso para cultivar la milpa, recolectar leña,
e incluso plantar árboles o tener animales perdieron ese derecho. Esto representa mayor inse-
guridad en la subsistencia de las familias más vulnerables y con menores recursos en los ejidos
de estudio.
Diversas investigaciones revelan también que los procedimientos vernáculos o usos
y costumbres que daban legitimidad a las transferencias de tierras, previas a la reforma del
Artículo 27 constitucional y que garantizaban a los vecinos de ejidos y comunidades cierta
seguridad, han perdido fuerza y respaldo social. En Yucatán, por ejemplo, hijas de ejidata-
rios, pelean frente a tribunales, parcelas enajenadas por sus padres, apelando a la Ley Agraria
que establece el “derecho al tanto”, pero contraviniendo los usos y costumbres locales que
excluyen a las mujeres del reparto o toma de decisiones respecto a las tierras ejidales (Torres-
Mazuera 2015). Un caso similar lo presenta Eric Léonard (2020) quien describe el conflicto
entre dos hermanos por la herencia de una parcela ejidal en Veracruz. Su análisis revela la coe-
xistencia de diferentes principios morales campesinos que justifican el derecho a la herencia
por parte de dos hermanos y el conflicto derivado de su imposible compaginación. También
lo explica Emilia Velázquez (2020) quien señala el alto costo que supone la legalización de una
enajenación de una parcela ejidal y lo inaccesible que ésta es para la mayoría de ejidatarios
de la Sierra de Santa Marta, quienes siguen optando por una formalización vernácula, pero
ahora sujeta a mayor incertidumbre.

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Gabriela Torres-Mazuera

En el mismo sentido, la investigación etnográfica reciente sobre mercados de tierras


revela la poca capacidad de registro, control y sanción sobre las transacciones que se desarro-
llan en los núcleos agrarios por parte de las asambleas ejidales y comunales. Procede debilitó
dichos órganos colegiados al individualizar los derechos sobre las tierras más provechosas de
los núcleos agrarios, también les quitó poder de decisión en la medida en que las transacciones
ya no deben pasar por las asambleas.10 A este respecto podemos añadir que al Estado y más en
concreto a los funcionarios de la Procuraduría Agraria que promovieron el programa poco les
interesó, en general, establecer las pautas para una asignación y regulación justa, democrática
y sustentable de los recursos ejidales y comunales. Esto es evidente cuando constatamos que
durante la puesta en marcha de Procede no siempre fueron elaborados nuevos reglamentos
internos. Asimismo cuando observamos que tales reglamentos de la mayoría de los núcleos
agrarios presentan un formato estandarizado que no refleja una verdadera participación y
deliberación de los sujetos agrarios ni incorporan consideraciones relativas a las características
socioambientales y a las normativas vernáculas que podían haber regido hasta entonces.
La solución de la certificación de tierras ejidales y comunales, conllevó, como lo explica
magistralmente James Ferguson (1994) para otros proyectos de desarrollo, a la despolitización
de la verdadera problemática que se experimentaba en los núcleos agrarios del país en ese
momento. En particular, el abuso de poder ejercido por personas que ocupaban cargos en las
comisarías ejidales o comunales, el cual tenía como antecedente las relaciones de clientelismo
y corporativismo a las que estuvieron sujetos los ejidos y comunidades desde su creación. En
términos generales, podemos concluir que Procede/Procecom debilitó a los núcleos agrarios
en tanto sujetos colectivos de derechos, esto a pesar de que la reforma del Artículo 27 consti-
tucional tuvo entre sus objetivos democratizar a ejidos y comunidades, y afianzar la autoridad
de sus asambleas al eliminar la tutela que hasta entonces ejercía la Secretaría de la Reforma
Agraria.
El interés que el gobierno prestó a la regularización en la tenencia de la tierra hasta
mediado de los años 2000 ha disminuido. En la actualidad, el padrón de sujetos agrarios, las
parcelaciones de tierras y las transacciones realizadas en núcleos agrarios están desactualiza-
das en el RAN. Tampoco existe algún programa “pos” Procede para regularizar todos estos
cambios en aquellos ejidos certificados con dicho programa.11 Esta situación no es particular a
México y sucede en diversos países con programas similares que concibieron la legalización de
los derechos de propiedad como la única solución a la inseguridad de la tenencia.

10 Este aspecto ya era señalado en estudios pioneros sobre el tema, en particular el trabajo de Helga Baitenmann (1998) y Eric
Léonard (2003).
11 El único programa en marcha en este sentido es el Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin Regularizar (FANAR) aunque con
un objetivo más limitado: brindar el apoyo técnico y la asistencia para la regularización a los núcleos agrarios que no entraron a
Procede.

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Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

La irremediable privatización legal del ejido y las comunidades

La reforma constitucional al Artículo 27 y la nueva Ley Agraria consolidaron a los propietarios


privados, incluyendo a los ejidatarios y núcleos agrarios, quienes a partir de entonces gozarían
de mayores derechos individuales y menos obligaciones sociales (Azuela 2010; Pérez Castañeda
y Mackinlay 2015). Sin embargo, el ejido no se privatizó, al menos no de manera formal como
auguraban tanto los promotores como los detractores de la reforma. ¿Cómo explicar la perma-
nencia de la propiedad social en un contexto de liberalización del mercado de tierras ejidales?
El porcentaje de propiedad ejidal que ha cambiado a dominio pleno es minúsculo.
Entre 2007 y 2016, la propiedad social de la tierra ejidal y de comunidades agrarias pasó de
representar 51.1% del total nacional a 47.3% (Cruz Vargas 2017).12 La conversión del régimen
de propiedad (social a privada) sucede en aquellos ejidos donde la inversión sobre tierra ejidal
va dirigida al desarrollo del turismo y la construcción urbana y se requiere la seguridad que
ofrece el dominio pleno.13 No obstante, la privatización de facto o informal de tierras ejidales
es un proceso en marcha en la mayoría de ejidos del país. Para comprender por qué esta priva-
tización no se traduce de manera automática al cambio a dominio pleno es preciso distinguir
entre formas de tenencia y relaciones de propiedad.
Por “formas de tenencia” nos referimos a los modelos normativos materializados en
una legislación para producir en el campo jurídico un cierto tipo de propiedad. De acuerdo
con Benda-Beckmann, Benda-Beckmann y Wiber (2006), es en este plano en el que la pro-
piedad es definida, normalizada, y simplificada. El campo legal de la tenencia no da cuenta
de la compleja realidad social de la propiedad y sólo enfatiza ciertos aspectos de interés desde
la perspectiva estatal para ser normados. Por otro lado, identificamos el plano o ámbito de la
práctica social o de las prácticas de propiedad y el plano de la normatividad vernácula.14 Es
en estos ámbitos que se despliega la interacción cotidiana entre actores que ejercen derechos
de propiedad de facto y en los que las definiciones legales son modeladas, interpretadas o, en
muchos casos, evadidas para ser ajustadas a valoraciones propias, necesidades e intereses con-
cretos y normas sociales paralelas. En el ámbito de la práctica social una persona afirma “esto
es mío”, “es de mi propiedad” y ejerce ciertos derechos sobre un objeto dado con reconoci-
miento y legitimidad de su entorno social inmediato. En muchos casos, este reconocimiento
es acorde con las categorías normativas del plano legal, pero en muchos otros no lo es. El plano

12 Es importante señalar que en ese periodo, la propiedad social, también creció por la resolución del rezago agrario, de 29 983 ejidos y
comunidades en 1991, en 2015 existen 30 252 (RAN). Esto es, a la par que la propiedad ejidal se privatizaba se crearon nuevos ejidos
y comunidades.
13 Lo cual no es necesario para proyectos energéticos (minas, hidroeléctricas, eólicas, celdas fotovoltaicas) o agroindustriales que se
pueden desarrollar sobre tierras ejidales o comunales bajo contrato de usufructo a 30 años.
14 Esta distinción entre el plano legal y la práctica social para analizar el fenómeno de la propiedad, no excluye el hecho de que, en
el mismo campo legal, existan prácticas sociales que contribuyen a modelar y producir un marco legal. Estas últimas prácticas se
refieren, sin embargo, a la producción de leyes, y no a la propiedad como fenómeno social, por lo cual no las considero para este
análisis.

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Gabriela Torres-Mazuera

de la práctica social puede estar regido por una normatividad local, sin embargo, es impor-
tante señalar que también puede diferir de ésta, sobre todo en contextos de fuerte cambio
social y económico.
El reto entonces es comprender la privatización de la tierra no sólo como un cambio
en el régimen de propiedad o en su sentido normativo, sino desde una aproximación de las
relaciones de propiedad. Un conjunto de estudios etnográficos deja ver que la privatización de
la tierra ejidal y comunal puede ser entendida como un proceso que sucede en diferentes pla-
nos.15 Desde la perspectiva de los núcleos agrarios la privatización de facto sucede cuando los
derechos de propiedad son ampliados y las obligaciones sociales son reducidas o eliminadas.
Si antes de 1992 el derecho agrario implicaba un derecho a usufructuar la tierra, ahora supone
también el derecho de enajenarla y arrendarla. Además, ya no es obligación de trabajarla con
las propias manos, ni residir en los ejidos o comunidades. La privatización de facto de la tierra
es un proceso que sucede hoy en día en la mayoría de los ejidos y comunidades del país donde
los ejidatarios y comuneros se han consolidado como propietarios con control absoluto de
extensiones de tierra/territorio en detrimento de instituciones colectivas que también tienen
derechos por ley, como los núcleos agrarios y las familias de los derechosos. Véase, por ejem-
plo, el trabajo de Emilia Velázquez (2020) quien describe la privatización formal e informal de
la tierra ejidal en un ejido de la Sierra de Santa Marta en Veracruz, la cual no conlleva forzo-
samente a la disolución del ejido.16
La privatización también es palpable en la injerencia, cada vez más extendida, de acto-
res de la jurisdicción civil, como los notarios públicos, que avalan las transacciones realizadas
individualmente por ejidatarios (más adelante se profundiza en este aspecto). También se
observa en la penetración de la lógica del derecho civil en el ámbito ejidal, por ejemplo, cuando
una parcela ejidal es concedida en usufructo a una sociedad mercantil, como bien lo explica
Clara Salazar Cruz (2020).
Los cambios en las relaciones de propiedad, en concreto el cambio a dominio pleno
en ejidos y comunidades, no sólo tienen que ver las reformas legales. Cambios productivos
agrícolas y no agrícolas, así como cambios demográficos (migración, aumento de población
en núcleos ejidales, interés de las mujeres) generan transformaciones en las relaciones de
propiedad.

15 Véase los trabajos contenidos en el libro editado por Torres-Mazuera y Appendini (2020).
16 Este aspecto también lo señala Léonard (2003: 322-323) para ejidos localizados en la región central de Los Tuxtlas en Veracruz
donde el ejido funge como canal de representación sociopolítica para los ejidatarios.

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Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

Superposición de jurisdicciones: agraria, civil e indígena

Nuevos trabajos etnográficos han abierto una reflexión original sobre las pluralidades norma-
tivas e institucionales en referencia a las relaciones de propiedad.17 En particular han revelado
la coexistencia y mutua interacción de tres órdenes “jurisdiccionales” que regulan la tenencia
de la tierra ejidal/comunal. Por orden jurisdiccional nos referimos a un ensamblaje de institu-
ciones, autoridades y normas, estatales y sociales (si es que cabe tal distinción), con una lógica
compartida, aunque en ocasiones con ciertas contradicciones a su interior, que generan orden
y sentido en la producción de la propiedad/territorio ejidal y comunal.
En primer lugar, identificamos la “jurisdicción agraria” con instituciones como la
Procuraduría Agraria, el Registro Agrario Nacional y los Tribunales Unitarios Agrarios, regi-
das por la Ley Agraria de 1992. Esta última define las atribuciones de dichas instituciones
gubernamentales, y los derechos, obligaciones y competencias de instituciones sociales, esto
es de los núcleos agrarios y sus órganos de representación, así como de los sujetos agrarios que
los conforman (ejidatarios, comuneros, posesionarios y avecindados). El principio que, ideal-
mente, rige en esta jurisdicción es el de la función social de la propiedad de la tierra ejidal y
comunal. El derecho agrario, en ese sentido, tiene una lógica de derecho social que aspira a
equilibrar las relaciones sociales entre actores desiguales con el objetivo del bien común y la
paz social.
En segundo lugar, identificamos la “jurisdicción civil” conformada por notarios
públicos, registros públicos de la propiedad y tribunales del fuero civil regidos por el Código
civil. En esta jurisdicción rige el principio de la propiedad privada, esto es, el ideal de una
forma de propiedad con derechos individuales bien definidos, la cual es una mercancía que
puede ser transferida por medio de contratos entre particulares que se conciben como iguales.
La aspiración en esta jurisdicción es la de una intervención mínima por parte del Estado o la
comunidad y la máxima libertad para el individuo.
Finalmente, podemos identificar una “jurisdicción indígena” integrada por autoridades
de gobierno indígena de diferente tipo (jueces indígenas, asambleas comunitarias, autoridades
municipales electas por usos y costumbres, consejos de ancianos, etc.). Esta jurisdicción, a dife-
rencia de las anteriores es regida por normas y leyes de diferentes niveles de competencia: sistemas
normativos indígenas, legislaciones estatales y federales (Artículo 2° constitucional reformado
en 2001; fracción VII del Artículo 27 constitucional; artículos 106 y 164 de la Ley Agraria),
así como tratados internacionales (Convenio 169 de la OIT ratificado por México en 1991) y
la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos. En esta jurisdicción participan personas que se autoidentifican como
indígenas y abogados defensores de derechos humanos que litigan en diferentes tribunales a

17 Véase el libro editado por Torres-Mazuera y Appendini (2020), así como el número de Liminar. Estudios sociales y humanísticos,
editado por Torres-Mazuera y Velázquez (2019).

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Gabriela Torres-Mazuera

favor de los derechos de los pueblos indígenas. El principio que rige en esta jurisdicción es el del
derecho colectivo al territorio indígena; la tierra rural es concebida en términos de un derecho
humano que es preciso proteger de la injerencia del mercado y del Estado.
Hoy en día, las tres jurisdicciones, en mutua interacción, y en ocasiones en contradic-
ción, legitiman y legalizan diferentes tipos de derechos para distintos tipos de sujetos sociales
que participan en el contexto ejidal y comunal. Un aspecto que nos interesa destacar es que si
bien, hasta la década de 1990, la jurisdicción agraria era la que ejercía un control prácticamente
hegemónico sobre los asuntos relativos a las tierras ejidales y comunales, en la actualidad, debe
interactuar, de manera cada vez más intensa con las otras dos jurisdicciones. Por un lado, la
jurisdicción civil ha ganado terreno sobre la agraria, penetrándola y trastocando su misma
lógica: los notarios públicos son quienes a nivel de ejidos validan las transacciones agrarias y
desempeñan un rol de “legitimación social” de éstas mucho más importante que las mismas
asambleas de los núcleos agrarios. Por otro lado, la jurisdicción civil tiene una fuerte entrada
en los tribunales unitarios agrarios por medio de los abogados civilistas, quienes litigan en
las controversias agrarias y se apoyan en la supletoriedad del derecho civil, generando inter-
pretaciones más individualistas del derecho agrario (por ejemplo, al privilegiar el derecho
individual de los ejidatarios como propietarios en detrimento de los derechos colectivos de
los núcleos agrarios) (Torres-Mazuera 2019). La lógica del derecho civil penetra la jurisdicción
agraria e impone el sentido mercantil de la tierra como lo explica Salazar Cruz (2020). En
esa misma dirección, es posible constatar el papel cada vez más indispensable que juegan los
registros públicos de la propiedad y los notarios en la legitimización de la propiedad ejidal
en paralelo y/o en contraposición al Registro Agrario Nacional. Los notarios públicos se han
convertido en actores centrales en varios litigios emblemáticos contemporáneos asociados al
despojo de tierras, en la medida en que éstos generan títulos de propiedad apócrifos que vali-
dan la posesión de empresarios sobre tierras comunales y ejidales, por ejemplo, en el caso de
Tulum, presentando por Gustavo Marín (2020).
A la par, la jurisdicción indígena va cobrando visibilidad legal y relevancia política.
Si bien es cierto que históricamente los sistemas normativos indígenas han jugado un rol
esencial en la definición de los derechos y obligaciones relativos al acceso, uso y transferencia
de la tierra y otros recursos en ejidos o comunidades con población indígena, es hasta muy
recientemente que éstos tienen un reconocimiento en el ámbito legal. La interacción de la
jurisdicción indígena con la agraria es sólo posible con la reforma constitucional en materia
indígena de 2001, y aún más cuando en 2011 el Congreso de la Unión aprueba una reforma en
materia de derechos humanos que establece una serie de pautas que amplían las posibilidades
de defensa de los derechos de los pueblos indígenas. En concreto, dicha reforma obliga a jueces
y magistrados de todos los niveles, a considerar en el ejercicio de sus funciones, el contenido
de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos. En esta nueva coyuntura legal, los
pobladores autoidentificados como indígenas de ejidos y comunidades deben ser tomados en
cuenta en sus demandas relativas al derecho de acceso, control y autodeterminación sobre sus

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Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

territorios por los tribunales agrarios. Este aspecto lo analizan Horacio Almanza y su equipo
de investigación (2020), quienes presentan la lucha emprendida por comunidades rarámuri en
el corredor Creel-Divisadero en Chihuahua, contra la construcción del gasoducto El Encino-
Topolobampo sobre tierras ejidales sobrepuestas en territorio indígena. También lo desarro-
llan Torres-Mazuera y Fernández Mendiburu (2017), quienes describen la demanda del pueblo
de Chablekal contra el ejido Chablekal por despojo del territorio que ancestralmente se ha
poseído como pueblo maya.

Disonancias normativas

La coexistencia de las tres jurisdicciones con principios, reivindicaciones y actores diferentes


amplía los desfases entre lo que se puede considerar como correcto e incorrecto, justo e injusto,
legal o ilegal, legítimo o ilegítimo cuando se trata de derechos asociados a las tierras ejidales y
comunales. A este tipo de desfases, lo he llamado “disonancias normativas” (Torres-Mazuera
2015, 2016). El término de “disonancia”, en psicología, remite a las discrepancias entre sistemas
de cognición diferentes pero simultáneos. Mi propuesta es utilizarlo para señalar la presen-
cia de agregados normativos en un espacio-tiempo dado, en relación con principios morales
e ideológicos contradictorios inscritos en leyes derogadas pero cuyos principios gozan hasta la
fecha de cierta legitimidad, así como en leyes vigentes, y sistemas normativos vernáculos.
Numerosas etnografías, abren una reflexión sobre estas disonancias normativas seña-
lando, en particular, la divergencia entre acciones ilegales que pueden gozar de legitimidad
social y aquellas de carácter legal pero ilegítimo. Este aspecto es, por ejemplo, descrito por
Torres-Mazuera et al. (2020) en la decisión tomada por las asambleas ejidales de la región de
los Chenes de permitir el acceso a las tierras colectivas a los vecinos sin calidad agraria, con-
traviniendo lo estipulado por la Ley Agraria aunque con aceptación social y en sintonía con la
normativa local, que hoy en día, en su calidad de normativa indígena goza de respaldo consti-
tucional (Artículo 2 constitucional).
Las acciones ilegales pero legítimas contrastan con el control que legalmente ejercen
empresarios sobre la sociedad mercantil del ejido La Piedad, en el Estado de México (Salazar
2020), o el contrato de usufructo, descrito por Almanza et al. (2020), que los ejidatarios de
San Alonso en Chihuahua hicieron para la construcción de un gaseoducto sin considerar a
la población rarámuri que habitaba en ese territorio. Dichas etnografías nos recuerdan que la
legalidad, legitimidad y la propiedad son construcciones sociales y también formas de hacer
Estado. Desde esta mirada la propiedad aparece más como un haz de “poderes” cristalizados
en prácticas de exclusión e inclusión (Ghani 1996 citado por Verdery 1999), que son avaladas
por diferentes órdenes jurisdiccionales –agrario, civil e indígena–, con distintas referencias a la
legalidad y legitimidad. Es así, que los trabajos etnográficos de Gustavo Marín (2020) y Horacio
Almanza et al. (2020) nos permite a reflexionar sobre las fronteras entre lo legal y extralegal, al
mostrar cómo éstas se construyen y reconstituyen al interior de las mismas instituciones que

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Gabriela Torres-Mazuera

representan al Estado y permiten “producir” propiedad. Desde esta perspectiva queda claro
que la coexistencia de la legalidad e ilegalidad al interior del mismo aparato estatal es sólo
explicable si consideramos que el Estado no es una entidad homogénea ni unificada en actores
e intereses. En el caso mexicano, observamos rivalidad y diferencia de objetivos entre insti-
tuciones gubernamentales. En concreto, constatamos la divergencia y contradicciones entre,
por un lado, los gobernadores y congresos locales que ejercen control sobre los notarios y los
registros públicos de la propiedad; y por otro lado, la Procuraduría Agraria, el Registro Agrario
Nacional y los Tribunales Unitarios Agrarios, como las autoridades máximas y exclusivas de
nivel federal que deciden sobre la propiedad social. Ambos niveles de gobierno compiten, y en
ciertas circunstancias, logran coincidir en intereses, por lo común para beneficio de las elites
empresariales locales o foráneas.
Finalmente, las nuevas etnografías sobre mercados de tierras en México muestran tres
consecuencias inesperadas asociadas a la reforma al Artículo 27 constitucional y la Ley Agraria.
En primer lugar, el fortalecimiento de los poderes intermedios, en concreto los gobiernos
estatales y el debilitamiento de las instituciones de gobierno a nivel federal. A la par, queda
expuesta la patente falta de poder de las asambleas de los núcleos agrarios frente al posiciona-
miento empoderado de notarios públicos que ejercen una nueva forma de tutelaje y privatiza-
ción del sector agrario.
Del análisis del conjunto de estudios de caso ya mencionados, concluimos que la segu-
ridad en la tenencia para la mayoría de los habitantes de los ejidos, incluyendo a los sujetos
agrarios (ejidatarios, avecindados y posesionarios) disminuye cuando los órganos de gobierno
interno, esto es las asambleas generales, no tienen capacidad de establecer una normatividad
que regule el bien común de los núcleos agrarios. Tampoco se consigue cuando las insti-
tuciones estatales no tienen capacidad o voluntad de hacer cumplir las leyes, menos aún,
cuando claramente predominan los intereses de aquellos actores con mayor poder económico
y político que logran trastocar o hacer suyos los objetivos de programas gubernamentales. A
pesar de ello, ejidatarios y comuneros han buscado afianzar la autoridad de sus asambleas de
diferentes maneras y han iniciado nuevas batallas legales que comienzan a llegar a tribunales
agrarios y juzgados civiles con la defensa de la tierra como territorio indígena, que en realidad
es una defensa de la tierra como un derecho humano de aquellas personas que históricamente
han vivido de la tierra.
Es así que nos topamos con una tercera consecuencia inesperada: el aumento de la con-
flictividad agraria en México, parte de la cual se desahoga en los Tribunales agrarios.

Conflictividad agraria judicializada

Entre 2003 y 2018 el número de asuntos recibidos en Tribunales Unitarios Agrarios (TUA)
aumentó 46%. El tipo de asuntos más numerosos que se desahogan en los TUA son aquellos de

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Privatización de facto, disonancias normativas y sobreposiciones de jurisdicciones

carácter procedimental: sucesiones de derechos y jurisdicciones voluntarias (Torres-Mazuera


et al. 2020).
La nueva conflictividad asociada a la sucesión de los derechos agrarios tiene en su origen
el fin del reparto agrario, lo cual conlleva a que la principal forma de acceso a la tierra ejidal
para los hijos e hijas de ejidatarios sea la herencia o el mercado de tierras. Esta última opción
resulta inalcanzable para la gran mayoría de los jóvenes rurales debido a la falta de capital eco-
nómico. Los ejidos han crecido en población, pero los recursos asociados a los núcleos agrarios
no se han redistribuido; por el contrario, estos se han concentrado en cada vez menos manos.
En la actualidad sólo un pequeño porcentaje de población rural (alrededor de 6 a 10% de la
población de los núcleos agrarios) tiene acceso legal a la tierra ejidal/comunal (Torres-Mazuera
2012). En el mismo sentido, el valor de la tierra ejidal en muchos ejidos del país ha aumen-
tado sustancialmente tras el paso del programa Procede y el desarrollo de diversos proyectos
productivos (agroindustriales, urbanos, turísticos, energéticos, forestales, entre otros), lo cual
conlleva a la revaloración de la tierra ejidal como el principal patrimonio económico de las
familias en los núcleos agrarios. A esta situación se añade el envejecimiento de los ejidatarios
y comuneros. En 2007 el 52% de los ejidatarios/comuneros de los núcleos agrarios tenían más
de 50 años (INEGI 2007). Este contexto de envejecimiento de los derechosos agrarios y mayor
exclusión de la mayoría de la población a la tierra de propiedad social, explica el aumento de
conflictos intrafamiliares cuando se trata de la sucesión de derechos en dichos núcleos. La
tierra ejidal y comunal es, en muchas ocasiones, una fuente de disputa entre los hijos e hijas de
ejidatarios que por ley no pueden dividir la unidad de dotación.
Otro tipo de nueva conflictividad agraria que se desahoga cada vez más en los Tribunales
Unitarios Agrarios tiene que ver con las nulidades de actas de asambleas y conflictos entre los
sujetos agrarios y los órganos de representación de los núcleos agrarios (elección, remoción).
La anulación de actas de asamblea es la expresión de un nuevo tipo de conflictividad agraria
derivada de acciones de enajenación de las tierras de uso común ejidales. Un ejemplo de esta
cuestión es el estado de Yucatán donde en 2019, el TUA 34 desahoga 162 controversias agrarias
por juicios de nulidad.18 Una posible explicación de esta conflictividad es la división entre
grupos de ejidatarios respecto a la enajenación de las tierras ejidales. En muchos ejidos del país
estos grupos se resisten a la privatización y mercantilización de las tierras agrarias, los cuales
se enfrentan a otros ejidatarios que están a favor de estos procesos. Las diferentes visiones en
cuanto al devenir de las tierras ejidales y comunales conllevan divisiones entre los ejidatarios/
comuneros que se expresan en conflictos cuando se trata de la venta de tierras, y de las eleccio-
nes de los representantes de núcleos ejidales (comisariados ejidales y comunales). Por último,
es posible identificar asuntos relativos a conflictos agrarios asociados a desarrollos de megapro-
yectos en particular de tipo energético y de infraestructura. Este tipo de conflictos suponen

18 Sistema de Solicitudes de Información INFOMEX. Solicitud dirigida al Tribunal Superior Agrario, noviembre de 2019.

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Gabriela Torres-Mazuera

nuevos agentes agresores de los núcleos agrarios, como son las empresas privadas, así como
actores, no tan nuevos: los gobiernos de los estados y el gobierno federal.
Este conjunto de conflictos que se desahogan en los Tribunales agrarios deja ver que
la Ley Agraria y el programa Procede no siempre generaron la certidumbre prometida en la
tenencia de la tierra, sobre todo en aquellos contextos donde existe un interés por parte de
empresarios foráneos por los recursos asociados a los núcleos agrarios. Hoy en día, sabemos
que tampoco se generó una asignación más justa ni “libre” de las tierras agrarias desde la
perspectiva de los habitantes rurales (Concheiro y Robles 2014). En muchas regiones del país,
la mayoría parte de que los habitantes rurales se han convertido en pobladores sin derechos a
las tierras, desposeídos de ese patrimonio agrario, alguna vez imaginado, como el motor del
campo mexicano.

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120
EL MERCADO DE TIERRAS EJIDALES Y LA GENERACIÓN
DE NUEVAS INEQUIDADES
Un estudio de caso en el Istmo veracruzano

Emilia Velázquez Hernández1

En la presentación de la nueva legislación agraria quedó registrado que las reformas a las leyes
agrarias tenían como objetivo “modernizar el sector agropecuario y llevar más libertad y jus-
ticia al campesino mexicano”; también se subrayó la posibilidad que tendrían los campesinos
“de decidir libremente el destino de sus tierras y las formas de asociación más convenientes
para mejorar los niveles de productividad y bienestar en el campo” (PA 1993: 7). Una página
después, al inicio de la introducción, se afirmó que en la definición del nuevo contenido del
Artículo 27 constitucional “participaron los campesinos, quienes manifestaron sus puntos de
vista y expresaron su voluntad, tanto en forma individual como por medio de sus organiza-
ciones”. Además, se indicaba que a partir de 1992 el reformulado Artículo 27 sería “el medio
idóneo para disminuir los niveles de pobreza que existen en el agro, con base en una mayor
justicia y libertad”. A la par, se señalaba que la nueva Ley Agraria respondía a “las demandas
de los campesinos del país por tener seguridad plena en el desarrollo de sus acciones y, sobre
todo, por ser reconocidos como sujetos directos del cambio” (ibid.: 9).
A veintiocho años de haberse aprobado los cambios al Artículo 27 constitucional sigue
siendo necesario interrogarse sobre la veracidad y validez de los supuestos esgrimidos por los
poderes ejecutivo y legislativo para promover y decidir la legislación agraria aprobada en 1992.
Y, sobre todo, cuestionarse sobre los supuestos beneficios que tales reformas tendrían para los
campesinos del país. Estas dos preguntas están en el origen de esta investigación, la cual se ha
beneficiado de la información empírica obtenida en numerosas estancias de trabajo de campo
en la Sierra de Santa Marta, Veracruz, realizadas en diferentes momentos entre septiembre
de 1990 y mayo de 2018. Con base en la revisión de mis archivos de información de campo,
muestro que en los años de 1990 y 1991 los campesinos –nahuas, popolucas y mestizos– de
esta región no temían por la seguridad en la posesión de sus tierras ni en sus tratos agrarios,
y tampoco estaban deseosos de encontrar nuevas formas de asociación para la producción.
Explico también cómo la reforma de 1992 propició la creación de un mercado de tierras eji-
dales casi inexistente hasta entonces en la Sierra de Santa Marta. Esta mercantilización de la

1 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS-Golfo.

121
Emilia Velázquez Hernández

tierra ha tenido distintas modalidades, pero finalmente ha derivado en la generación de nuevas


desigualdades locales.
El aspecto teórico a debatir que está de fondo a lo largo de este texto tiene que ver con
la formulación de políticas públicas en sociedades que no cuentan con canales adecuados para
que la población objeto de las mismas sea debidamente consultada y escuchada antes de que
aquellas sean puestas en marcha, y que tampoco disponen de mecanismos de evaluación siste-
mática de sus resultados. Shore (2010: 26) señala que “la manera en que las políticas son obje-
tivadas y utilizadas proveen una comprensión crítica de algunos principios organizativos más
profundos (y menos visibles) que estructuran nuestra sociedad, particularmente los regímenes
de poder y los códigos culturales que moldean la manera en que se comportan los individuos
y las organizaciones” (Shore 2010: 26).
Este capítulo muestra, precisamente, que la reforma de 1992, tal como fue promovida
y ejecutada por el Estado mexicano, fue la expresión de dos circunstancias entrelazadas: a) la
dependencia casi absoluta a los dictados de organismos multilaterales interesados en conso-
lidar a escala global un modelo neoliberal que, para el caso agrario, tenía como finalidad la
creación o ampliación de mercados de tierras, para lo cual era necesario promover la parcela-
ción y simular que se consultaba a las partes interesadas;2 y b) la prevalencia de instituciones,
como el Congreso de la Unión en donde se discutió y aprobó la reforma, caracterizadas por
su debilidad democrática.3
Con estos planteamientos en mente, el capítulo está organizado en tres apartados. En el
primero de ellos aludo a algunos de los principales resultados a los que otros autores han arri-
bado respecto a la ejecución del Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación
de Solares (Procede), promulgado el 6 de enero de 1993 con la finalidad de ejecutar las nuevas
disposiciones de la legislación agraria; para ello reviso estudios realizados a tres diferentes esca-
las: nacional, regional y local. En el segundo y tercer apartados expongo un estudio de caso
sobre el mercado de tierras surgido después del Procede en tres de los cuatro municipios que
conforman la Sierra de Santa Marta, una región del sur de Veracruz. Comienzo por cuestionar
la justificación del Estado mexicano para modificar el Artículo 27 constitucional, según la cual
dicha iniciativa respondía a una necesidad expresada por los propios campesinos. Primero,
expongo cuáles eran las preocupaciones reales de campesinos de diferentes microrregiones de

2 Un ejemplo contundente de la imposición de un modelo agrario neoliberal por parte del Banco Mundial como condición para el
otorgamiento de créditos, y el falso llamado a los grupos que serían directamente afectados –y a otros sectores de la sociedad– para
que participaran en la discusión de la política agraria, fue lo ocurrido en El Salvador en los años inmediatamente posteriores a los
Acuerdos de Paz de 1992 (Foley et al. 1997).
3 En su análisis sobre la relación entre régimen político y elaboración de políticas públicas en México, Cabrero (2000: 199) argu-
mentaba, al inicio del actual milenio, que había “un régimen en transición democrática en el que si bien no se puede considerar
un monopolio estatal de autoritarismo ilimitado, tampoco se puede pensar en un modelo democrático de equilibrios claros entre
poderes y de alta permeabilidad frente a la sociedad”. En un régimen político de estas características, “La definición de la agenda
de gobierno es un proceso altamente endógeno, los problemas sociales son percibidos y traducidos por los diversos grupos de
especialistas gubernamentales de cada área política, siendo en el nivel de estos grupos donde se realiza el ajuste mutuo, es decir,
entre ministerios, entre camarillas internas” (ibid.: 201).

122
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

la Sierra con los que platiqué en los años previos a la reforma de 1992. Después explicaré cómo
se desarrolló un mercado de tierras como consecuencia de la certificación parcelaria, para lo
cual recurro básicamente a información de tipo etnográfica recabada por la autora en nume-
rosas estancias de campo a lo largo de casi tres décadas.

La certificación parcelaria como generadora de desarrollo económico


en ejidos y comunidades agrarias. Un propósito no cumplido

Robles Berlanga describe que en 1991-1992, cuando se propuso y debatió en el Congreso sobre
los cambios al Artículo 27 constitucional, congresistas y organizaciones campesinas coinci-
dían en diagnosticar que el agro mexicano atravesaba por un estado crítico, pero las soluciones
propuestas por unos y otros eran muy distintas. Para los primeros, “era necesario propiciar un
ambiente de certidumbre [sobre la propiedad], fomentar la capitalización, otorgar la mayoría
de edad a ejidatarios y comuneros y darles libertad para […] que personifiquen el papel pro-
tagónico en la toma de sus propias decisiones” (2008: 131). En cambio, desde la perspectiva
de las organizaciones campesinas y de otros sectores de la sociedad, las reformas propuestas
por el poder ejecutivo para su aprobación por la Cámara de Diputados “significaban mayor
desigualdad, cerraban el acceso a la tierra para los campesinos, eran una nueva forma de pro-
mover el latifundio, y conducirían a la liquidación del ejido y la comunidad” (idem).
Este autor indica que el debate continuó en los mismos términos en los siguientes tres
lustros cada vez que se aludía a la legislación agraria de 1992, a la vez que lamenta el hecho
de que tal discusión no se apuntalara en datos concretos. Para contribuir a una deliberación
informada, Robles Berlanga realizó un análisis a nivel nacional con datos proporcionados
por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), comparando el VII
Censo Ejidal de 1991 y el IX Censo Ejidal de 2007. Los principales hallazgos de dicho aná-
lisis apuntan a que la titulación agraria no produjo los resultados prometidos por el Estado:
el minifundismo no sólo no disminuyó sino que aumentó; el acceso irregular a la tierra se
mantuvo; decreció el grado de tecnificación de los núcleos agrarios; descendió la superficie de
labor y sembrada; se incrementó el número de organizaciones de primer grado, a la vez que
menguó la cantidad de organizaciones de segundo grado, lo que limitó las posibilidades de
generar economías de mayor escala; se generalizó la compraventa de tierras, con un porcentaje
importante (33%) de ventas a personas ajenas a los ejidos y comunidad, contraviniendo la nor-
matividad agraria. A la par, ocurrieron dos fenómenos no previstos: una notable feminización
en el acceso a la tierra y una importante migración de jóvenes que estaban abandonando ejidos
y comunidades (2008: 132-134).
Robles Berlanga concluye que los resultados de la comparación entre los datos de los
Censos Ejidales de 1991 y 2007 arrojan información que permite “inferir que los propósitos
de revertir el minifundio, capitalizar el campo, promover nuevos esquemas de organización

123
Emilia Velázquez Hernández

y generar certidumbre en la tenencia de la tierra no se alcanzaron” (2008: 135). Por otra parte,
uno de los principales pronósticos de los opositores a la Ley Agraria de 1992, respecto a la diso-
lución del ejido y la comunidad, tampoco se cumplió, pues “la propiedad de ejidos y comuni-
dades, con sus 105 millones de hectáreas, es la forma de tenencia de la tierra más importante en
nuestro país”, por lo que “cualquier alternativa para desarrollar al campo tiene que considerar
como prioritaria a esta forma de propiedad” (ibid.: 133).
Desde otras escalas de análisis –local y regional–, se observan otras problemáticas
que escapan a los registros estadísticos. Sánchez Serrano, en su estudio sobre la Montaña
de Guerrero habitada principalmente por población de habla náhuatl, mixteco, tlapaneco y
amuzgo, mostraba que los problemas reales de inseguridad en la posesión de la tierra existen-
tes en las comunidades agrarias de esta región no estaban recibiendo la atención necesaria por
parte del Estado. A principios de la década de 2000 –y probablemente la situación no haya
cambiado de manera sustancial–, dichos problemas estaban ligados básicamente a conflictos
limítrofes entre comunidades, que “son resultado de resoluciones presidenciales no publica-
das, decretos que asignan varias veces la misma superficie […] y expedientes agrarios incon-
clusos o mal armados” (Sánchez Serrano 2003: 307). Esta situación, agravada por su ubicación
en un área geográfica muy accidentada, la precaria infraestructura de caminos, la presencia
del narcotráfico, así como la inestabilidad política y la corrupción, frenaba el avance de la
certificación parcelaria en la región. La autora concluyó que, a diez años de haberse aprobado
la Ley Agraria vigente, el Estado no tenía respuesta para los verdaderos problemas agrarios
y agrícolas de esta región indígena, en tanto que el Procede se concentraba en los ejidos, la
gran mayoría de los cuales estaban integrados por población mestiza. Al mismo tiempo, el
programa piloto para la certificación parcelaria en las comunidades agrarias, que se puso en
marcha entre 1996 y 1997 en los estados con fuerte presencia de población indígena y tenencia
comunal de la tierra, avanzaba lentamente (ibid.: 303 y ss).
Otro estudio a escala regional se realizó en once municipios ubicados en el centro del
estado de Puebla, cubriendo el periodo 1995-2000. Aquí, la propiedad dominante en el año
2000 era la ejidal y la actividad principal era el cultivo de maíz en parcelas de 6.2 hectáreas en
promedio. En ese año, 93% de los ejidatarios entrevistados tenían ya su certificado parcelario,
a la vez que 97% de ellos manifestaba no tener la intención de cambiar su forma de propiedad
de la tierra (Juárez, Mayoral y Ramírez 2006: 39-40). Sin embargo, los mismos autores seña-
laban que esta posición podía explicarse porque quienes en ese momento eran propietarios
de parcelas ejidales –en promedio hombres mayores de 50 años– eran personas fuertemente
vinculadas a la actividad agrícola, lo que podría cambiar cuando éstas cedieran sus tierras a
una nueva generación.
De cualquier forma, para el año 2000 en la región estaba iniciando el desarrollo de lo
que los autores denominaron un mercado de tierras ejidales embrionario, con compras de
tierras circunscritas a un mercado local del que se beneficiaban los agricultores con mayor
poder económico, algunos de los cuales habían incrementado en cien por ciento el tamaño de

124
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

sus propiedades. Sin embargo, en cada caso de compraventa la superficie vendida no excedía
las tres hectáreas, y quienes vendían generalmente eran los agricultores que poseían las mayo-
res superficies, de tal forma que la venta de 1, 2 o 3 hectáreas no los sacaba de la agricultura
(Juárez, Mayoral y Ramírez 2006: 42). Los autores concluyeron que “la nueva reforma agraria
no está beneficiando a los pequeños agricultores, ya [que] estos no están comprando tierras,
y no existe por parte del Estado una política de crédito para la compra de tierra y la política
agraria que persiste no contribuye a mejorar la rentabilidad de los campesinos productores de
maíz” (ibid.: 40). También concluyeron que si bien estaba en desarrollo un mercado de tierras,
por las características que éste presentaba no se perfilaba como un mecanismo que fuera a
transformar de manera significativa la estructura agraria.
Otro estudio fue realizado en 40 ejidos de los 73 que se ubican en el municipio de
Fresnillo, Zacatecas, en donde el proceso de certificación agraria concluyó en 1995, es decir,
a escasos dos años de haber iniciado el Procede. Los autores de este trabajo encontraron que
prácticamente todos los campesinos encuestados durante la investigación, y que habían parti-
cipado en el Procede (85% del total de la muestra lo habían hecho), poseían sus certificados de
derechos agrarios (parcelarios y de uso común), lo cual indicaba que “el programa contribuyó
al ordenamiento y regularización de la propiedad social” (Hernández-Santos et al. 2006: 251).
Otro de los hallazgos fue que “88.3% de los productores persiste en los cultivos tradicionales
[frijol y maíz] y no ha realizado cambios en los paquetes tecnológicos”, en tanto que aquellos
que introdujeron nuevos cultivos (avena y cebada) los desarrollaban en forma extensiva y con
baja productividad (ibid.: 252-253). De esta manera, los autores señalan que “la certeza jurídica
en la tenencia de la tierra asociada al Procede no ha tenido efectos económicos en mejores
prácticas de cultivo, ni cambio hacia cultivos de mayor valor económico, por lo que no existe
reconversión económica” (ibid.: 253). En contraste, la certificación parcelaria había facilitado
que estos productores tuvieran acceso a los programas de gobierno de apoyo al campo. Es
decir, un programa que supuestamente era voluntario, en la práctica se volvió obligatorio si es
que los campesinos querían acceder a programas gubernamentales relacionados con la activi-
dad agrícola.
Por otra parte, la certificación de derechos parcelarios tampoco redundó en una mayor
organización de los productores de la región, puesto que no se habían registrado nuevas orga-
nizaciones que se sumaran a las existentes antes de 1992 bajo la modalidad de unión de ejidos.
Este hecho tal vez se explicaba por la experiencia previa que los productores tenían respecto al
tipo de organizaciones en las que habían participado, ya que 80% de los entrevistados “mani-
festó no obtener ningún beneficio por pertenecer a esta figura organizativa [unión de ejidos]”
(Hernández-Santos et al. 2006: 253). Por lo que respecta al mercado de tierras ejidales, éste no
se había vuelto masivo después del Procede pues en la región de estudio sólo 6.7% de tierras
ejidales habían circulado en el mercado, con ventas de parcelas de 6 hectáreas en promedio,
realizadas la mayoría de ellas al interior de los mismos núcleos agrarios, por lo que los autores
concluían que “no existen movimientos significativos en el mercado de tierras de la región”

125
Emilia Velázquez Hernández

(idem). Otro aspecto evaluado por los autores fue si el Procede había contribuido a la fragmen-
tación de las parcelas ejidales y el consecuente minifundismo, concluyendo que en la región de
Fresnillo esto no ocurrió. Pero lo que sí se registró fue una mayor desorganización al interior
del ejido, “debido a que ahora los sujetos de derecho se consideran dueños de sus parcelas y
las asambleas ejidales ya no les pueden privar de sus derechos al ausentarse del ejido y dejar de
participar en las labores comunitarias” (ibid.: 254).
Hernández Cendejas, por su parte, llama la atención sobre la necesidad de realizar
estudios a escala de la parcela para identificar los cambios que el Procede “ha generado en la
vida cotidiana y en la organización territorial de los campesinos” (2012: 42). A partir de tres
estudios de caso, muestra que, en tres parcelas de igual número de tres ejidos de la Huasteca
potosina, en donde no había una delimitación clara sobre la parcela que cada ejidatario debía
trabajar, ya que éstos podían cambiar de lugar para abrir sus cultivos y pastizales, el Procede
fue considerado benéfico pues el certificado parcelario obtenido les dio seguridad sobre la
propiedad de la tierra en un lugar específico. El autor concluye que en la Huasteca potosina
la intención del Procede de transformar la posesión de la tierra en el medio rural, desplazando
el acceso colectivo por la propiedad individual, una iniciativa que se remonta al liberalismo
del siglo XIX, tuvo en esta región los efectos deseados por esta política pública. Esto a costa de
modificar una cierta rotatividad en el uso de la tierra, la cual estaba asociada al sistema de cul-
tivo de roza, tumba y quema. Después del Procede, la rotación de tierras se mantuvo, pero sólo
al interior de la parcela. Este importante cambio en el sistema de cultivo parecía ser un costo
menor para los ejidatarios con los que trabajó el autor, debido a que en los tres casos la agri-
cultura era paulatinamente desplazada por la ganadería extensiva. No obstante que el autor
no detalla en su trabajo las condiciones en las que se desarrolla esta ganadería, estos ejemplos
permiten deducir que el cambio en la actividad económica (agricultura por ganadería) no ha
estado asociado a la incorporación de paquetes tecnológicos que aumenten la productividad y,
en consecuencia, favorezcan la capitalización de la población ejidal.
En conclusión, los análisis realizados tanto a escala nacional como regional y micro
local, coinciden en que el Procede fue bien aceptado por los ejidatarios, quienes valoraban
positivamente la obtención de un certificado parcelario que les garantizara la propiedad de sus
parcelas. Esta aceptación, sin embargo, no ha estado asociada a la desaparición, y ni siquiera
a una disminución notable, de la propiedad ejidal. Sin embargo, el Procede sí había influido
en la creación de un mercado de tierras, aunque éste fuera predominantemente local. Por otro
lado, la certeza jurídica sobre la propiedad de las parcelas –en contraposición a lo previsto por
los formuladores de la política agraria– no derivaba en un mejoramiento en las condiciones
económicas de la mayoría de los ejidatarios ni de las regiones en las que se ubican sus tierras.
La revisión de estos trabajos da cuenta de las dificultades que enfrenta la certificación parce-
laria en las comunidades agrarias, y aunque el estudio sobre la Montaña de Guerrero no lo
señala de manera clara, de su lectura puede deducirse que en las comunidades agrarias de la

126
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

región no había un rechazo a la certificación parcelaria, en tanto que ésta podía resolver los
añejos conflictos sobre límites entre comunidades.4
Veamos a continuación qué ha sucedido en otra región del país, habitada también por
población mayoritariamente indígena –según un criterio etnolingüístico–, pero con caracte-
rísticas muy diferentes en cuanto a la tenencia de la tierra.

La situación agraria en la Sierra de Santa Marta antes de la certificación


parcelaria

Los municipios de Mecayapan, Soteapan y Tatahuicapan, en la Sierra de Santa Marta, tienen


tres características a destacar: 1) de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2010
(INEGI 2010), un porcentaje importante de sus pobladores (entre 60% y 80%) habla una lengua
indígena;5 2) en la gran mayoría de esos poblados predomina la tenencia de la tierra ejidal, la
cual tuvo su origen en un reparto que inició tardíamente (finales de la década de 1950)6 si lo
comparamos con lo ocurrido en otras regiones del país y de la misma entidad; 3) la venta de
tierras ejidales era casi inexistente en las microrregiones cafetalera y maicera (sur y occidente
de la Sierra), aunque sí era una práctica conocida en la microrregión ganadera (oriente y noro-
riente de la Sierra).
Como se ha mencionado en los apartados anteriores, cuando se promovió la reforma al
Artículo 27 constitucional y se propuso la certificación de las parcelas ejidales se esgrimieron
dos razones principales para ello: dar certeza jurídica sobre la posesión de la tierra y legalizar
una práctica –la venta de parcelas– que, se decía, era frecuente en los ejidos del país desde
tiempo atrás. Para ello, los ejidatarios tendrían que contar con sus certificados parcelarios,
después de lo cual “podrán enajenar sus derechos parcelarios a otros ejidatarios o avecindados
del mismo núcleo de población” (Artículo 80).7

4 Sobre este tema, ver también el trabajo de Ventura (2019).


5 En Mecayapan se habla náhuatl y español; en Soteapan se habla popoluca y español, aunque en la cabecera reside un grupo de
comerciantes zapotecos hablantes de su propia lengua; Tatahuicapan se conformó como municipio en 1997, conjuntando a pobla-
ciones que hasta entonces pertenecían a Mecayapan y Soteapan, por lo que actualmente su población indígena es hablante de
náhuatl y popoluca, además de que el español es hablado como segunda lengua por parte de la población indígena y por habitantes
mestizos que residen tanto en la cabecera como en varios ejidos del municipio.
6 Si bien las resoluciones provisionales de los primeros dos o tres ejidos son de 1958, el reparto cobró auge en los años de 1960-1963,
cuando se resolvieron las solicitudes que en la década de 1930 hicieron los pueblos de la vieja área de poblamiento popoluca y
nahua, ubicados en el sur, sureste, occidente y suroccidente de la Sierra, en los municipios Soteapan y Mecayapan. En la segunda
mitad de la década de 1960 se dieron nuevas dotaciones, esta vez a peticionarios de poblados recién creados al interior de la selva,
la mayoría de los cuales provenía de los ejidos que se acababan de crear. Comenzó así un proceso de colonización ejidal al oriente
y nororiente de la Sierra, que continuó durante toda la década de 1970 y principios de la siguiente década. En estos años llegó
población mestiza de otras regiones del estado de Veracruz, y de otros estados del país a establecerse en los nuevos ejidos.
7 Este artículo prevé que “El cónyuge y los hijos del enajenante, en ese orden, gozarán del derecho al tanto, el cual deberán ejercer
dentro de un término de 30 días naturales contados a partir de la notificación, a cuyo vencimiento caducará tal derecho. Si no se
hiciera la notificación la venta podrá ser anulada” (PA 1993: 68).

127
Emilia Velázquez Hernández

Mi primer trabajo de campo en la Sierra de Santa Marta inició en septiembre de 1990,


con un equipo de investigación8 interesado en identificar la problemática ambiental existente
en un espacio que los biólogos ubicaban como el último reducto de selva tropical al norte del
continente. Para entonces, la Sierra de Santa Marta tenía el estatuto de Reserva Especial de
la Biosfera, y era un área natural protegida desde 1980, lo que no había impedido la pérdida
constante de sus recursos forestales (Paré et al. 1997). En el diagnóstico inicial que el grupo de
trabajo se propuso realizar, mi encomienda fue identificar el tipo de tenencia de la tierra que
prevalecía en la Sierra y los posibles conflictos agrarios existentes. Además de revisar las cédu-
las con información agraria existentes en el archivo de la Secretaría de la Reforma Agraria, en
distintos momentos recorrí junto con los biólogos, el geógrafo y el agrónomo del equipo las
diferentes zonas o microrregiones en las que dividimos la Sierra: ganadera, maicera, ganadera-
maicera, cafetalera y de bosque. En las entrevistas entonces realizadas, y en la posterior revi-
sión de expedientes agrarios, no encontré problemas serios relacionados con incertidumbre
jurídica respecto a la posesión de la tierra,9 ni tampoco una práctica sistemática de venta
simulada de derechos agrarios, aunque ésta se daba esporádicamente en las microrregiones
ganadera y ganadera-maicera.
Lo que sí descubrí fueron prácticas y acuerdos informales que en esos años eran res-
petados por ejidatarios, avecindados y comisariados ejidales, y que por consiguiente no eran
fuente de conflictos importantes. El principal arreglo informal que imperaba en una parte
de la Sierra, concretamente en la microrregión cafetalera, en el municipio de Soteapan, era el
acceso comunal a las tierras ejidales. Esto significaba que los ejidatarios de los nueve ejidos10
en los que era vigente este arreglo –al que se llegó después del reparto agrario de princi-
pios de la década de 1960 – no usaban las parcelas de 20 hectáreas concedidas en la dotación
ejidal, sino que utilizaban parcelas con superficies aproximadas de entre 2 y 5 hectáreas en
las que sembraban café y pequeñas extensiones de maíz y frijol. El resto de la superficie ejidal
estaba distribuida entre los llamados “comuneros”, es decir, gente nativa que no fue benefi-
ciada por el reparto agrario, siendo muchos de ellos hijos de los ejidatarios originales, pero
también nietos o bisnietos de antiguos usuarios de las extintas tierras comunales de Soteapan.
Este acuerdo era respetado por los ejidatarios y, en las entrevistas que entonces llevé a cabo
para entender cómo funcionaban los localmente llamado “ejidos comunales”, nunca escuché

8 Me refiero al Proyecto Sierra de Santa Marta, coordinado por Luisa Paré, quien era investigadora del IIS-UNAM, avalado por este
instituto. Fue financiado por el IDRC (Canadá), con la asesoría científica de Jacques Chevalier (Universidad de Carleton, Canadá)
y Daniel Buckles (CIMMYT-IDRC).
9 En una entrevista realizada en 1991 con el delegado de la Promotoría Agraria de la SRA, este funcionario identificaba solamente dos
casos problemáticos en toda la Sierra: el ejido Francisco Villa (municipio Mecayapan) fue dotado con tierras, pero éstas quedaron
dentro de lo que para entonces era la zona núcleo de la Reserva Especial de la Biosfera, por lo que no se podía ejecutar la resolución,
pese a que 28 beneficiarios ya estaban en posesión y aprovechamiento de aproximadamente 600 hectáreas. En el ejido Popxojnas,
municipio Soteapan, no se había realizado la ejecución de dotación, pese a que la gente ya estaba posesionada de las tierras, por
inconsistencias en el expediente. Entrevista al licenciado J.L.M.Z., Chinameca, 3 de mayo de 1991.
10 Estos ejidos eran: Soteapan, San Fernando, Sierra de Santa Martha, Ocozotepec, colonia Benito Juárez, El Tulín, Ocotal Chico,
Ocotal Grande, y Plan Agrario.

128
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

cuestionamientos serios al mismo por parte de los ejidatarios. Observé que en otros ejidos de la
Sierra, particularmente en aquellos en los que había iniciado un proceso de expansión de una
ganadería ejidal, los ejidos comunales sí fueron severa y a veces violentamente cuestionados
por los ejidatarios en la segunda mitad de la década de 1970, logrando acabar con los mismos
mediante el parcelamiento y adjudicación de parcelas a los ejidatarios o “derechosos”.11
Otro arreglo informal de 1990-1991 fue la venta de parcelas ejidales en algunos ejidos
ubicados al oriente de la Sierra, en la microrregión ganadera-maicera. El procedimiento era
siempre el mismo: un ejidatario hacía un trato con otra persona para tramitar un “traslado de
derechos agrarios”. Es decir, se pagaba por el derecho a ocupar la tierra de un ejidatario, y así
se informaba en la asamblea ejidal, aunque el comprador no obtenía ningún documento que
lo acreditara como ejidatario. Sin embargo, en asamblea los ejidatarios reconocían al nuevo
dueño, quien sólo podía acceder a un documento legal que lo reconociera como ejidatario
hasta que los técnicos de la SRA realizaban una depuración del censo ejidal.12
Existían diversos motivos de ventas de parcelas: ejidatarios mestizos ajenos a la Sierra
que habían llegado a instalarse en la década de 1970, en tierras antes cubiertas por selva alta y
de poca fertilidad, que preferían vender sus parcelas para explorar destinos que parecían más
prometedores;13 ejidatarios indígenas que por alguna contingencia necesitaban con urgencia
dinero en efectivo, por lo que ofrecían su derecho agrario a algún ganadero mestizo; ejidata-
rios tildados por sus compañeros como irresponsables (generalmente adictos al alcohol) que
vendían su derecho agrario. Sin embargo, debo insistir que la venta de derechos agrarios no era
una práctica extendida; en cambio, lo que predominaba en la microrregión ganadera-maicera,
en la que no había el acceso comunal a las tierras ejidales, era la renta de pastos y la mediería
para la engorda de ganado.14
En suma, en los años de 1991-1992 en los que realicé amplios recorridos de campo y
numerosas entrevistas en la Sierra de Santa Marta, no registré como problema urgente a resol-
ver la incertidumbre respecto a la propiedad de la tierra. Tampoco encontré que existiera una
práctica sistemática de venta simulada de parcelas ejidales, y si bien en dos microrregiones, al
oriente y nororiente de la Sierra, era constante el avance de la ganadería bovina extensiva, para
ello se recurría principalmente a la renta de pastos y la mediería, no a la compra de parcelas

11 Esto ocurrió en el ejido Tatahuicapan, que entonces pertenecía al municipio Mecayapan (Velázquez 1992). La misma situación
reportó Roesch (2002) para el ejido Ixhuapan, también en el municipio Mecayapan. Y en trabajos de campo posteriores, conoci-
mos una historia semejante en los ejidos Cuilonia y Amamaloya, ambos en el municipio Soteapan.
12 Entrevista al ejidatario B. R. (q.e.p.d.), ejido Adolfo López Mateos, municipio Catemaco, 1 de mayo de 1992.
13 En el ejido Benigno Mendoza, por ejemplo, cuya dotación definitiva se ejecutó en 1976, los ejidatarios provenían principalmente
de Nautla y Cempoala, Veracruz. Después de unos años de permanecer en el ejido, algunos ejidatarios decidieron ir a colonizar
tierras en Campeche. Entrevistas a M. B. y B. M., ejidatarios, Benigno Mendoza, 21 y 22 de mayo de 1992.
14 Por ejemplo, en una entrevista colectiva con ejidatarios de Santanón Rodríguez, municipio Mecayapan, éstos calculaban que en el
ejido había entre 70 y 80 cabezas de ganado, de las cuales sólo 15 eran propiedad de ejidatarios locales, y el resto era ganado a medias
con ejidatarios nahuas y mestizos de Tatahuicapan y Peña Hermosa, respectivamente. Entrevista colectiva, Santanón Rodríguez,
21 de enero de 1992. Sobre el papel que estas prácticas desempeñaron en el proceso de ganaderización al nororiente de la Sierra,
puede consultarse el trabajo de Flores (2016).

129
Emilia Velázquez Hernández

ejidales, aunque eventualmente ésta se realizara. En cambio, en esos años una preocupación
para los campesinos con los que platiqué era el desplome del precio internacional del café y la
decisión del gobierno federal de cerrar el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé); a otros les
inquietaba la reducción de los préstamos a la ganadería ejidal por parte del gobierno federal,
o las deudas que habían contraído con la banca comercial para proyectos ganaderos; muchos
más se quejaban por la disminución en la productividad del cultivo de maíz y la imposibilidad
de obtener alguna ganancia del trabajo y dinero invertido en este cultivo; también les preocu-
paba la falta de caminos para sacar productos y trasladar a gente enferma hasta las cabeceras
municipales. Las difíciles condiciones productivas que entonces enfrentaban derivarían poco
después en un fenómeno inédito en la Sierra: una migración a larga distancia que inició en
1995 con destino a Ciudad Juárez y los campos agrícolas de Sinaloa, en donde se empleaban
como obreros en las maquiladoras o como jornaleros agrícolas (Velázquez 2013).

El Procede y el surgimiento de un mercado de tierras en el municipio de Soteapan

Hacia mediados de 1993, los presidentes de los comisariados ejidales de la Sierra fueron citados
en las oficinas regionales de la Procuraduría Agraria, ubicadas en la ciudad de San Andrés
Tuxtla. Aquí les informaron del nuevo programa de certificación parcelaria –que ellos des-
conocían hasta entonces–, con la encomienda de transmitir a los integrantes de sus ejidos las
nuevas disposiciones gubernamentales respecto a las tierras ejidales. En medio de un manejo
fragmentado de la información, así como de suposiciones y suspicacias, en los ejidos de la
Sierra comenzó a hablarse del Procede. Después se realizaron asambleas informativas con
la presencia de funcionarios de la Procuraduría Agraria, las cuales dieron pie a diversos debates
al interior de los ejidos, siendo quizá los más encendidos aquellos que ocurrieron en los ejidos
comunales que aún quedaban en la microrregión cafetalera (Velázquez 2003).
Entre 1994 y 1995 dieron inicio las labores de medición y deslinde de parcelas en los
diferentes ejidos, y con ello comenzó un inédito proceso de reacomodo en la propiedad de
las tierras ejidales, en el que yo he identificado tres etapas o momentos que a continuación
expongo. Estas etapas no necesariamente se sucedieron, sino que más bien se traslaparon,
aunque en cada una de ellas predominó una cierta modalidad de circulación de la tierra.

Redistribución de la tierra

En un primero momento se incentivó un incipiente mercado de tierras, que en muchos ejidos


había sido prácticamente inexistente; éste, junto con la cesión de pequeñas superficies de
tierras, derivó, como primera consecuencia de la nueva Ley Agraria de 1992, en una redis-
tribución de las tierras ejidales. En prácticamente todos los ejidos de la Sierra, las parcelas
ejidales otorgadas durante el reparto agrario de los años de 1960 y 1970 fueron de entre 18

130
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

y 24 hectáreas por beneficiario, aunque predominaron las dotaciones de 20 hectáreas. Esto


posibilitó que, como parte de la discusión desatada al interior de los ejidos sobre la manera de
llevar a cabo la certificación parcelaria, los ejidatarios consideraran la posibilidad de vender
o ceder fracciones de una o dos hectáreas. Las posturas principales que se pusieron a debate
fueron: a) que se midieran y delimitaran las parcelas y éstas se adjudicaran exclusivamente a
cada ejidatario o derechoso, con su respectivo certificado parcelario; b) que antes de realizar
la delimitación definitiva de parcelas, los ejidatarios cedieran partes de las mismas a uno o
más de sus hijos, de tal forma que éstos obtuvieran legalmente una pequeña parcela; c) en
algunos de los ejidos comunales que aún quedaban en la microrregión cafetalera del munici-
pio de Soteapan se planteó una tercera postura: que las tierras ejidales se distribuyeran entre
todos aquellos que estuvieran haciendo uso de las mismas, fueran o no ejidatarios, con lo que
el espíritu del acceso comunal a las tierras, que se mantuvo después del reparto ejidal,15 estaría
presente hasta el momento mismo de la ejecución del Programa de Certificación de Derechos
Ejidales y Titulación de Solares.
En la mayoría de los ejidos predominó la redistribución de la tierra ejidal a través
de la cesión de pequeñas fracciones de parcelas a uno o más de los hijos, así como la venta de
fracciones a otro tipo de familiares (sobrinos, cuñados) o conocidos; a veces hubo una combi-
nación de ambas acciones.16 En cualquiera de los dos casos, los acuerdos se dieron al interior
de las familias, en muchas ocasiones en medio de fuertes tensiones derivadas de la exclusión de
uno o más de los hijos e hijas de los ejidatarios. Una vez que el ejidatario, a veces con el acuerdo
de la esposa, decidió qué fracción cedería o vendería, se informó a la asamblea y el comisariado
ejidal elaboró un croquis de las fracciones en cuestión.
Cuando los técnicos del INEGI iniciaron los trabajos de medición y delimitación de
parcelas se les pidió que incluyeran las parcelas cedidas o vendidas, y “no hubo mayor pro-
blema pues el INEGI hizo lo que el ejidatario pidió”.17 Este fue el motivo por el cual, después
de finalizado el Procede, el número de ejidatarios aumentó considerablemente. Por ejemplo,
en el ejido Hilario C. Salas, municipio de Soteapan, el número de ejidatarios pasó de 47 a 96.
En este caso, las nuevas parcelas censadas correspondieron exclusivamente a la cesión de tie-
rras que los ejidatarios hicieron a sus hijos, casi exclusivamente varones, pues de las 96 parcelas
certificadas sólo seis de ellas correspondieron a mujeres.18
La base de datos del Padrón e Historial de Núcleos Agrarios (Phina) muestra una
tendencia similar para la mayoría de los ejidos en el municipio de Soteapan: un aumento del

15 Este tema está ampliamente desarrollado en Velázquez (2006).


16 Por ejemplo, el padre de Romualdo repartió su parcela entre varios hijos, y “también vendió unas partes a gente de aquí mismo”.
A Romualdo le quedó una parcela de 4 hectáreas. Entrevista a R.R., 50 años, presidente del comisariado ejidal, Soteapan, 19 de
febrero de 2016.
17 Entrevista a J. R., ejidatario, 64 años, San Pedro Soteapan, 5 de noviembre de 2017.
18 Entrevista colectiva a ejidatarios de Hilario C. Salas, 16 de julio de 2004. Los datos del Sistema Padrón e Historial de Núcleos
Agrarios (Phina) señalan que en el ejido Gral. Hilario C. Salas, de 47 ejidatarios originales se pasó a 105 ejidatarios después del
Procede, disponible en: www.phina.ran.gob.mx/phina2/Sessiones (consultado el 3 de noviembre de 2016).

131
Emilia Velázquez Hernández

número de ejidatarios después del Procede, con variaciones notables entre ejidos. Algunos
ejemplos: Kilómetro Diez pasó de 22 a 30 ejidatarios; El Tulín aumentó de 81 a 92 ejidatarios.
En otros ejidos, en cambio, el número de ejidatarios casi se duplicó (Mirador Saltillo pasó de 39
a 70 ejidatarios), o incluso sobrepasó el doble de los ejidatarios originales (colonia Benito Juárez
ascendió de 119 a 254 ejidatarios). Y en otros ejidos más, el número de ejidatarios registrados
después del Procede prácticamente se triplicó, con cifras un tanto abajo o arriba del triple de
los ejidatarios originales. Fueron los casos de Ocotal Chico, que pasó de 55 a 188 ejidatarios,
o de Morelos que aumentó de 147 a 420 ejidatarios. El caso más destacado sucedió en el ejido
San Fernando, donde el número de ejidatarios casi se multiplicó por seis, al pasar de 87 a 532.
Carezco de información de campo para explicar las causas de este ascenso notable en el
ejido Morelos, habitado mayoritariamente por población popoluca y dedicado principalmente
al cultivo de maíz mejorado para la comercialización. En cambio, sí conozco lo que ocurrió
en Ocotal Chico y San Fernando, dos ejidos localizados a escasos kilómetros de la cabecera
municipal de Soteapan, habitados casi exclusivamente por población popoluca y dedicados
al cultivo de café, combinado desde hace veinte años con el cultivo de palma camedor. En
ambos ejidos, después de innumerables discusiones tanto al interior de las familias como en
las asambleas, finalmente se optó por no excluir de las tierras ejidales a los hijos de ejidatarios
y avecindados:

Tengo una parcela de 4 hectáreas que me heredó mi abuelo. Los ejidatarios originales eran 55 y cada
uno tenía derecho a una parcela de 20 hectáreas. Cuando vino lo del Procede, los hijos de ejidatarios
y los posesionarios pelearon para quedarse como ejidatarios y al final lo consiguieron. La tierra se
repartió en la forma como se estaba usando al momento del parcelamiento, así que si un ejidatario
trabajaba 2 hectáreas y un posesionario tenía ocupadas 10 hectáreas, así se quedó. Hubo mucho pro-
blema para el reparto, los comisariados batallaron mucho para hacer entender a los viejos que no les
iban a quitar la tierra. (Entrevista a C. M., ejidatario, 40 años aproximadamente, Ocotal Chico, 29
de julio de 2010).

Es importante destacar dos aspectos de esta primera etapa del Procede. Uno es que el
programa se utilizó para llevar a cabo, con base en acuerdos locales que los técnicos del INEGI
acataron, una redistribución de la tierra ejidal, incorporando al ejido a hijos y otros familiares
mediante los mecanismos de cesión o ventas informales de pequeñas extensiones (1 a 2 hec-
táreas). Con esta redistribución de la tierra tuvo lugar una fragmentación de la tierra ejidal en
diferentes proporciones en los distintos ejidos del municipio de Soteapan. El segundo aspecto
a resaltar es que las ventas informales de esta etapa no representaron un riesgo para el compra-
dor, ya que los tratos realizados fueron respetados por el vendedor, tal como ocurría antes de
1992. Por ejemplo, Santo, un joven popoluca que vive en la cabecera municipal de Soteapan,
se convirtió en integrante del ejido Soteapan gracias a que un tío suyo y su esposa, una vez

132
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

que el ingeniero contratado por el ejido les delimitó su parcela de 20 hectáreas,19 le vendieron
una fracción de 2.5 hectáreas a su sobrino, para lo cual hicieron un convenio por escrito ante
el comisariado ejidal.20
Así, durante el proceso de ejecución del Procede que en algunos ejidos duró escasos
dos o tres años, y en otros pocos –como sucedió en el ejido Soteapan– se prolongó hasta
por ocho o diez años, se dieron múltiples arreglos locales relacionados con transferencias
informales de tierra, vía la compra venta o la cesión de fracciones. En el caso de ventas en el
ejido Soteapan, éstas incluyeron superficies muy diversas: desde 1 o 2 hectáreas, hasta media
parcela (10 ha) o incluso parcelas completas que ya estaban medidas y asignadas, pero todavía
no habían sido registradas en el Registro Agrario Nacional (RAN). En el ejido Soteapan, las
ventas y cesiones de terrenos hicieron que los nuevos posesionarios superaran en número a los
ejidatarios originales, por lo que aquellos exigieron que personal de la Procuraduría Agraria
(PA) regresara a hacer un nuevo registro de parcelas para que los posesionarios fueran inscritos
como ejidatarios.21
Esta redistribución de la tierra, sin embargo, sólo benefició a cierto número de perso-
nas, generalmente hijos –y pocas veces a esposas, hijas o nietas– de los ejidatarios originales,
así como a algunos compradores. De esta manera, a la par que tenía lugar una redistribución
de la tierra ejidal, en la mayoría de los “ejidos comunales”, en donde muchos avecindados
tenían acceso a las tierras ejidales,22 también hubo un proceso de exclusión de los avecin-
dados que hasta entonces habían estado sembrando en las tierras ejidales, lo que ocasionó
fuertes tensiones entre éstos y los ejidatarios.

En mi parcela quedó trabajando un avecindado, Filemón, que desde hacía muchos años hacía milpa
en ese lugar. Mientras no salían los certificados [parcelarios] lo dejé que siguiera trabajando. Ya
cuando salió mi certificado [en 2005] me pidió que le dejara hacer su milpa un año más. Le dije
que sí y hasta le firmé los papeles del Procampo para que cobrara este apoyo [gubernamental]. [Sin
embargo], al siguiente año que veo que Filemón empezaba a limpiar el terreno para hacer otra vez su
milpa. Entonces le reclamé y me contestó enojado que no se iba a salir de la parcela y que ahí seguiría
haciendo su milpa. Ocupaba una hectárea (Entrevista a A. D., ejidatario, 60 años aproximadamente,
Soteapan, 18 de febrero de 2017).

19 En el ejido Soteapan la delimitación, medición y asignación de parcelas fue un proceso dirigido por los mismos ejidatarios, para lo
cual contrataron por su cuenta a un ingeniero particular. Cuando llegaron los técnicos del INEGI, los ejidatarios les pidieron que
únicamente ratificaran las mediciones realizadas previamente por el ingeniero privado.
20 Entrevista a S. F., ejidatario, Soteapan, 22 de marzo de 2006.
21 Entrevista a S. F., antes citada.
22 “El ejido [Soteapan] se fundó en 1963, con 176 parcelas. En ese entonces la tierra no era tan celada [sic] como hoy, los señores de
entonces seccionaron las parcelas que ocuparían para sembrar maíz y dejaron que las tierras no cultivadas las trabajaran los avecin-
dados. Así funcionó hasta el 2005 en que los ejidatarios recibieron sus títulos parcelarios”. Entrevista a R. R., antes citada.

133
Emilia Velázquez Hernández

Finalmente, este avecindado debió abandonar la tierra en la que durante años había
hecho su milpa porque al quemar para la siembra, no pudo controlar el fuego y éste se exten-
dió al resto de la parcela. El ejidatario y su esposa aprovecharon esta situación para deman-
darlo y sacarlo de su tierra. Primero acudieron ante el comisariado ejidal, quien lo citó en tres
ocasiones para llegar a un acuerdo, sin que el acusado respondiera a los llamados. Entonces, la
esposa del ejidatario puso una demanda ante el Síndico del Ayuntamiento, y en la sindicatura
lo obligaron a firmar un documento en el que se comprometía a abandonar la parcela. Un
cuñado suyo, que es ejidatario y tiene una parcela contigua a donde antes sembraba Filemón,
le ofreció en préstamo una hectárea para que siguiera haciendo su milpa. En 2016 este hombre
seguía sembrando maíz en la tierra prestada por su cuñado.23 Pero no todos los avecindados
tuvieron la suerte de Filemón, conocí a otros que al ser obligados a desalojar los terrenos en los
que por años habían hecho sus milpas debieron salir a trabajar en lo que pudieron (lavadores
de coches en Coatzacoalcos, cortadores de piña en Isla, Veracruz, o jornaleros agrícolas en
Sinaloa) para comprar maíz, frijol y otros productos para mantener a sus familias.

El surgimiento de un “mercado irregular” de tierras

Una segunda etapa en el mercado de tierras ocurrió recién concluido el Procede, y se caracte-
rizó por el surgimiento de un mercado informal e ilegal de la tierra que pronto derivó en con-
flictos. El mecanismo seguido fue el siguiente: un ejidatario que ya contaba con su certificado
parcelario vendía una fracción de su parcela, lo cual legalmente está prohibido. Generalmente,
el acuerdo se le daba a conocer al comisariado ejidal y a la asamblea, e incluso se redactaba un
documento con la firma de uno o más testigos por cada una de las partes. En algunos casos,
la transacción se comunicaba al visitador agrario, y pese a que éste les dijera que la transacción
realizada no estaba permitida por la ley agraria, algunos de los compradores insistían en que
la PA se diera por enterada. A veces, el documento en cuestión se llevaba a registrar ante algún
notario en Acayucan.
Todos los casos que conocí en diferentes ejidos –Cuilonia, Amamaloya, Kilómetro
Diez, Soteapan e Hilario C. Salas– tuvieron un final similar: a diferencia de la etapa anterior,
ahora las ventas informales no fueron respetadas por el vendedor. En algunos casos, fue el
mismo vendedor quien después de unos años se arrepentía de la transacción realizada y exigía
que se le regresara la tierra. En otros casos, fue algún hijo, a veces apoyado por su madre, quien
reclamó la invalidez del trato realizado, defendiendo con ello el patrimonio familiar compro-
metido por el padre. En todos los casos, el comprador llevó el asunto ante la asamblea ejidal,
la cual lo único que pudo hacer fue conminar al vendedor a respetar el trato o, cuando menos,
a devolver el dinero obtenido por la venta de la fracción, pues este fue el problema principal
que se presentó: la negativa de los vendedores a regresar el dinero recibido por la transacción

23 Entrevista a A.D., citada.

134
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

realizada, alegando que ese dinero ya había sido cubierto con el tiempo que el comprador
había utilizado la tierra y obtenido productos de ella.
Este tipo de ventas no fueron masivas, pero en todos los casos que conocí en el munici-
pio de Soteapan había habido algún conflicto por la negativa posterior del vendedor a recono-
cer la transacción.24 En Cuilonia, por ejemplo, un ejido popoluca ubicado al sur de la Sierra,
cuyos habitantes se dedican principalmente al cultivo de maíz y la engorda de ganado bovino
a pequeña escala, el Procede terminó en 1997 con la certificación de un total de 84 parcelas
ejidales.25 Cinco años después de concluida la certificación se habían vendido 5 fracciones de
parcelas a cuatro ejidatarios del lugar y a un profesor bilingüe que no poseía tierra. Las frac-
ciones vendidas fueron de 2 y 4 hectáreas, cuya ubicación fue marcada en el plano del ejido
por parte del comisariado ejidal. Las asambleas fueron informadas de las ventas realizadas, y
en presencia de los asistentes se levantaron actas de compraventa que fueron firmadas por las
autoridades ejidales y dos testigos, tanto por parte del comprador como del vendedor. Con
la intención de asegurar la operación realizada, los compradores llevaron a la Procuraduría
Agraria las actas levantadas en la asamblea, para informar de la operación realizada, y uno de
ellos incluso registró su “certificado” de propiedad ante un notario público.26
En 2003, cuando estuve en este ejido,27 estas ventas de fracciones, pese a ser informales
e ilegales, no habían sido desconocidas por los vendedores. Sin embargo, el comisariado ejidal
de ese entonces expresaba su temor a que en un futuro ocurriera algo que ya habían enfren-
tado en años recientes, cuando un ejidatario vendió en dos ocasiones fracciones de su parcela
y luego se retractó de ello, negándose además a regresar el dinero obtenido, alegando que el
comprador “había recibido su recompensa” al usar la parcela durante tres años consecutivos.28
En este caso, la compraventa de fracciones se había hecho sin avisar a la asamblea ni a la auto-
ridad ejidal, de ahí que los compradores posteriores trataran de asegurar sus transacciones
siguiendo los pasos descritos en el párrafo anterior.
Por la misma época, en Amamaloya, un ejido involucrado desde la década de 1990
en una creciente actividad ganadera, se vivía también un conflicto relacionado con la venta de
una fracción de parcela. Aquí, un comerciante popoluca originario de otra localidad adqui-
rió una parcela de 20 hectáreas antes de 1992, pese a que en ese entonces la compra ventade
parcelas estaba legalmente prohibida. El vendedor respetó el trato realizado, de tal forma que
cuando se ejecutó el Procede el comprador se convirtió en ejidatario. Cuatro años después
(2001) de que las tierras de Amamaloya fueran parceladas y certificadas (1997), este mismo

24 Flores en su estudio del mercado de tierras en Piedra Labrada, municipio de Tatahuicapan, menciona que después del Procede
hubo numerosas ventas de tierras, tanto de parcelas completas como de fracciones de parcelas, sin hacer alusión alguna a que este
último tipo de transacciones hubiera sido origen de conflictos como los registrados en los ejidos del municipio de Soteapan (Flores
2007: 105-106, 110).
25 Información disponible en: www.phina.ran.gob.mx/phina2/Sessiones (consultado el 31 de octubre de 2016).
26 Entrevista a M. D., agente municipal, Cuilonia Nueva, 1 de noviembre de 2003.
27 Estas visitas, y las entrevistas entonces realizadas, fueron parte de un trabajo conjunto con Eric Léonard.
28 Entrevista a C. G., Cuilonia Nueva, 1 de noviembre de 2003.

135
Emilia Velázquez Hernández

hombre compró media parcela (10 ha aproximadamente) a otro ejidatario, quien mantuvo en
su poder el certificado parcelario que acreditaba la propiedad del conjunto de su parcela.
El comprador tuvo su nueva parcela en producción ganadera por cerca de cuatro años,
hasta que los hijos del vendedor reclamaron la fracción vendida. Con la asesoría de un abo-
gado, los hijos consiguieron que el padre cediera la parcela a uno de ellos, quien de inmediato
desconoció la transacción realizada entre su padre y el comerciante-ganadero. El caso llegó
a la asamblea ejidal, y aquí los ejidatarios recomendaron que se le devolviera al comprador el
dinero erogado. Sin embargo, el abogado y los hijos del vendedor argumentaron que la deuda
quedaba saldada con el uso que el comprador había hecho de la parcela durante cuatro años.
De los casos que conocí,29 el patrón que predominó fue el mismo: ventas informales
que trataban de formalizarse mediante procedimientos sin validez jurídica (documentos fir-
mados ante asamblea, aviso a la Procuraduría Agraria de las transacciones realizadas, regis-
tro de los convenios de compraventa ante notarios); ventas que surgían entre integrantes del
mismo núcleo ejidal y que generalmente no sobrepasaban las 2 ha; ventas informales que
fácilmente eran desconocidas por los vendedores, en un contexto en el que la inalienabilidad
de la tierra ejidal había dejado de estar prohibida.
Actualmente, y después de conocerse varios casos de estas ventas ilegales de fraccio-
nes, esta práctica casi ha desaparecido en el municipio de Soteapan. En 2018, la secretaria del
comisariado ejidal de Soteapan decía: “todavía hay gente que ofrece fracciones, pero ya nadie
compra así, por los casos que hemos tenido en el ejido, y también se sabe lo que ha pasado en
otros ejidos”.30

La venta de certificados parcelarios

Otra modalidad en la circulación de tierras ejidales es la venta de certificados parcelarios. En


el ejido Soteapan, la venta de parcelas completas empezó a ocurrir desde antes de que con-
cluyera el Procede. Una vez que se delimitaron las parcelas, “algunos ejidatarios, no muchos,
vendieron su parcela completa, y pues ahora tienen que rentar tierra para hacer su milpa”.31 Al
concluir el Procede estas parcelas quedaron ya registradas a nombre de los compradores. Sin
embargo, este tipo de ventas aumentaron una vez que los ejidatarios obtuvieron sus certifica-
dos parcelarios.
En este caso, muchas veces los compradores han sido tanto integrantes del mismo
ejido como gente externa al mismo. En el ejido Morelos, por ejemplo, en donde el Procede

29 En 2004, en el ejido Hilario C. Salas se reportaba un solo caso de venta de fracción (1 hectárea) de parcela, en la que después de tres
años el vendedor deshizo el trato y devolvió en partes el dinero al comprador (Entrevista colectiva a grupo de ejidatarios, Hilario
C. Salas, 16 de julio de 2004). En 2003, en el ejido Morelos estaban en curso tres conflictos por venta de fracciones de parcelas
(Entrevista con J. P., agente municipal, Morelos, municipio de Soteapan, 3 de noviembre de 2003).
30 Entrevista a E. A., San Pedro Soteapan, 6 de diciembre de 2017.
31 Entrevista a J. R., ejidatario, 64 años, San Pedro Soteapan, 5 de noviembre de 2017.

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El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

concluyó en 1998, para 2003 se habían realizado cinco ventas de certificados parcelarios a per-
sonas perteneciente al mismo ejido.32 Si consideramos que en el RAN quedaron registrados 420
ejidatarios, el porcentaje de ventas de parcelas completas había sido mínimo en ese entonces.
En el ejido Hilario C. Salas, en cambio, donde el Procede concluyó en 1997 con 105 ejidatarios
registrados, para 2004 había ocurrido la venta de doce parcelas completas, es decir, estas ventas
representaban 11.4% de las parcelas ejidales. Los compradores eran ganaderos mestizos de La
Magdalena, una colonia agrícola-ganadera colindante con el ejido, y La Perla de Hueyapan.
Según la versión de los ejidatarios entrevistados, algunos de quienes vendieron sus parcelas
habían abandonado el ejido para “irse a buscar la vida” a otra parte.33 El asedio de los gana-
deros mestizos sobre las parcelas ejidales que han entrado al mercado de tierras ha sido docu-
mentado por Flores (2007) en su trabajo sobre Piedra Labrada, municipio Tatahuicapan, en la
microrregión ganadera de la Sierra.
Una vez que en el ejido Soteapan concluyó el Procede y los ejidatarios recibieron sus
certificados parcelarios, ha habido numerosas ventas de parcelas, tanto a gente de la cabecera
municipal como a personas de fuera. Algunos de los compradores usan la parcela para gana-
dería, otros las compran pero no las utilizan.34 El caso es que en el ejido Soteapan, una vez que
se midieron y deslindaron las parcelas que correspondían a los 176 ejidatarios originales hubo
un sobrante de tierras en un área del ejido conocida como Los Ocotales, por ser estos árboles la
vegetación predominante. Pese a que algunos ejidatarios opinaban que este sobrante se repar-
tiera entre los avecindados, por decisión de una mayoría dichas tierras se repartieron entre
ellos mismos, tocándoles dos hectáreas a cada uno. De esta manera, los ejidatarios recibieron
dos certificados parcelarios, uno que ampara la posesión de la parcela productiva, y otro que
refiere a la parcela de dos hectáreas, cuyos suelos son poco fértiles. Muchos de los certificados
parcelarios vendidos en el ejido Soteapan son los de estas parcelas, y sus compradores han sido
personas con mínima o nula relación con la actividad agrícola. Una joven popoluca, por ejem-
plo, con sus ahorros en un trabajo administrativo compró una de estas parcelas “para invertir”,
sin que tuviera intención de darles algún uso productivo. Esto significa que algunas de estas
parcelas se hayan vendido más de una vez. Como el caso de una parcela que entre los años de
2000 y 2005 se vendió tres veces, primero a un ejidatario de un poblado vecino, después a un
hombre originario de Soteapan pero sin ningún vínculo con el ejido de este lugar, y finalmente
a un profesionista procedente de otro estado de la república, quien no radica en Soteapan ni
ocupa la parcela, aunque la presta para que una señora y su esposo siembren maíz.35
Pero también ha habido circulación de tierras en el área parcelada para usos produc-
tivos. Los certificados de estas parcelas, que pueden ir desde las diez hasta las 20 hectáreas,

32 Entrevista a J. P., citada.


33 Entrevista colectiva a ejidatarios de Hilario C. Salas, citada.
34 Entrevista a E. A., citada.
35 Entrevista a L. T., biólogo, último comprador, Puebla, 30 de noviembre de 2017.

137
Emilia Velázquez Hernández

han sido adquiridos por gente de la localidad que tiene el capital suficiente para comprarlas y
ponerlas en producción, generalmente comerciantes (algunos de origen zapoteco, pero tam-
bién profesionistas popolucas), y algunos ex presidentes municipales. En estas parcelas se han
sembrado pastos pues la ganadería sigue siendo la actividad más redituable en la Sierra, pese
a que esto implica sustraer parcelas al cultivo de maíz, que es lo que mayormente se siembra
en el ejido Soteapan. La respuesta de una integrante del comisariado ejidal de Soteapan a mi
pregunta sobre los motivos por los cuales la gente vendía su parcela, fue contundente: “la gente
vende su tierra por necesidad”.36
Los casos que refiero en este último apartado en torno a las ventas legales de certifi-
cados parcelarios en el municipio de Soteapan permiten ver que éstas propician una mayor
desigualdad social, y que muchos de los vendedores que han ejercido su derecho a disponer de
su parcela para introducirla al mercado de tierras, en parte se han convertido en “extraños
en su propia tierra”, ya sea que se queden en el ejido a hacer milpa en tierras prestadas o alquila-
das, o que se ven obligados a abandonar sus pueblos para trabajar en lugares cercanos o lejanos
a su lugar de origen. En el primer caso, un destino socorrido han sido los sembradíos de piña
en el municipio de Isla, en la cuenca del Papaloapan, en el mismo sur de Veracruz, a donde
campesinos de Soteapan se trasladan durante una o dos semanas seguidas, para pasar un fin
de semana con sus familias, y regresar a realizar las diferentes labores que requiere el cultivo
y la cosecha de piña. En el segundo caso, el lugar de destino queda a miles de kilómetros de
distancia de los pueblos de origen: se trata de los campos agrícolas de Sinaloa, a donde se trans-
portan familias completas para permanecer allá ocho meses y volver a sus casas para quedarse
cuatro meses en la Sierra. Esta migración inició a mediados de 1990 y cobró auge en la siguiente
década.

Reflexiones finales

Un primer punto a subrayar es que los cambios al Artículo 27 constitucional y el proceso de


certificación parcelaria en la Sierra de Santa Marta de ninguna manera respondieron a “las
preocupaciones de los campesinos”, ni ha sido “el medio idóneo para disminuir los niveles de
pobreza que existen en el agro”, como se afirmaba en la introducción a la Nueva Legislación
Agraria (PA 1993: 9). Como he narrado en páginas anteriores, las preocupaciones de los cam-
pesinos de la Sierra en 1990 y 1991 estaban relacionadas con las condiciones cada vez más difí-
ciles para obtener ganancias de su actividad agrícola y ganadera; ninguno de esos problemas
recibió atención real por parte del gobierno federal. En cambio, en 1993 se puso en marcha el
programa de certificación parcelaria, no solicitado por los campesinos pero finalmente acep-
tado sin mucho recelo, como ocurrió a nivel nacional, según se desprende del análisis de

36 Entrevista a E. A., citada.

138
El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

Robles Berlanga (2008). Por otra parte, las primeras consecuencias de este programa fueron
imprevistas: una redistribución de la tierra ejidal que redundó en un mayor número de ejida-
tarios, lo que, como señala Hernández Cendejas, puso en cuestión la idea de los diseñadores
del Procede acerca de las parcelas, resumida en la fórmula un ejidatario=a una parcela. En
cambio, “la noción y los derechos sobre el acceso a la tierra, acerca de lo que es en tamaño, las
actividades y la ubicación de la parcela, fue un proceso que cada ejidatario fue construyendo
y que al final fue reafirmado con la entrada al programa Procede” (2012: 46).
Otro resultado imprevisto por quienes formularon la nueva política agraria fue el sur-
gimiento de un mercado informal –justo lo que se quería evitar con el Procede– en torno a la
venta de fracciones de parcelas que derivaron en la generación de conflictos intraejidales. Pero
también tuvo lugar la apertura de un mercado de tierras con consecuencias dramáticas para
los ejidatarios pobres, tal como ha documentado Flores (2007) en un estudio del ejido –Piedra
Labrada, municipio de Tatahuicapan– ubicado en la microrregión ganadera de la Sierra, y
como ha ocurrido en menor proporción en varios ejidos del municipio de Soteapan. Es decir,
la seguridad en la tenencia de la tierra, conseguida mediante la obtención de un certificado
agrario, ha propiciado la creación de un mercado de tierras ejidales, pero de ninguna manera
el mejoramiento de las condiciones económicas y productivas de la mayoría de ejidatarios, ni
de las regiones y localidades en las que éstos habitan. Como en otras regiones del país, en la
Sierra de Santa Marta la ejecución del Procede no ha estado ligada a un mejoramiento técnico
de la producción agropecuaria ni al surgimiento de novedosas y benéficas formas de asocia-
ción para la producción.
Hasta ahora, la política agraria no ha sido revisada por los gobiernos posteriores al enca-
bezado por el presidente Carlos Salinas de Gortari, promotor de la reforma de 1992, dejando
en claro que lo importante era cumplir con un requerimiento de los organismos multilatera-
les, no velar por las necesidades de una población campesina cada vez más depauperada. Los
estudios académicos realizados al respecto no han sido tomados en cuenta. Afortunadamente,
desde otros ámbitos no gubernamentales se ha empezado a cuestionar sistemáticamente
las deficiencias de la actual normatividad agraria y a proponer soluciones (Torres-Mazuera,
Fernández, Montiel y Salgado 2020: 99).

139
Emilia Velázquez Hernández

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El mercado de tierras ejidales y la generación de nuevas inequidades

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141
REFORMA AGRARIA
Procede y extracción de hidrocarburos en la Huasteca hidalguense

José Luis Plata Vázquez1

A lo largo de su historia, el espacio geográfico de la Huasteca hidalguense se ha visto afectado


por prácticas económicas que han tenido como propósito aprovechar al máximo sus recur-
sos. Desde el arribo de los europeos al territorio huasteco, el paisaje se transformó, primero
por la introducción de ganado y, posteriormente, por el cultivo de caña y tabaco, actividades
que propiciaron entre otras cosas que se constituyeran grandes latifundios en la región. Las
haciendas que existieron en la Huasteca del estado de Hidalgo, se mantuvieron prácticamente
inalteradas hasta la década de 1960, momento en el que, debido a la fuerte presión ejercida
por el movimiento campesino, el gobierno entrega 130 138.36 hectáreas de tierra a 255 ejidos.
A la par de los principales acontecimientos vinculados con el activismo político de los cam-
pesinos huastecos, en la región de estudio Petróleos Mexicanos (Pemex) amplía sus márgenes
de acción introduciendo tuberías y realizando trabajos de exploración, sobre todo en la parte
noreste del estado, hacia la parte colindante con el estado de Veracruz en lo que se conoce
como el paleocanal de Chicontepec y la provincia petrolera Tampico-Misantla.
Este capítulo describe, en voz de quienes presenciaron estas actividades, la forma en
la que, al tiempo que miles de campesinos participaban en la recuperación de sus tierras,
el gobierno efectuaba trabajos de exploración e introducción de infraestructura para extraer
petróleo. El trabajo parte del supuesto de que tanto el reparto agrario, a través de la Reforma
Agraria de 1917, como los procesos de certificación de las tierras ejidales, vía el Programa de
Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede) de 1992, sirvieron como
telón de fondo para dar continuidad a los proyectos extractivos que tenían ya más de 50 años
de haberse iniciado en la región. Esta situación tiene importancia fundamental toda vez que el
actual gobierno pretende continuar con esta tendencia, asunto que puede apreciarse en la pla-
neación presupuestal que ha destinado importantes recursos económicos a actividades como
la exploración y el fracking en dicho territorio.

1 Universidad Autónoma de Querétaro-Facultad de Filosofía.

143
José Luis Plata Vázquez

Neoextractivismo en la Huasteca hidalguense

Desde hace poco más de veinte años, realizo investigación en la Huasteca, particularmente en
la porción que corresponde al estado de Hidalgo, aunque también he tenido oportunidad de
trabajar con algunos colegas en la Huasteca potosina.
La Huasteca hidalguense ha sido delimitada de acuerdo con distintos criterios. Joaquín
Meade reconoció hasta 27 municipios, lo que en este trabajo no está a discusión pues los
municipios en los que efectué mi trabajo de campo, son representativos de la Huasteca. No
obstante, para delimitar el área de investigación, coincido con la afirmación de Gutiérrez,
Rodríguez y Cuervo cuando señalan que es posible hablar de una Huasteca “… ordenada
por centros urbanos –los más dinámicos– y una Huasteca marcada por el contexto rural”
(1997: 13), en tanto que pueden también integrarse criterios hidrológicos y antropológicos
para definirla, por lo que al ubicarse la región de estudio en “la Cuenca del Moctezuma que
ocupa toda la parte suroccidental” (1997: 39) y teniendo además presentes sus característi-
cas históricas y étnico-culturales, mi trabajo se concentra particularmente en los munici-
pios de Huejutla de Reyes, Huautla, Jaltocán, San Felipe Orizatlán, Yahualica, Xochiatipan,
Atlapexco y Huazalingo (mapas 1 y 2).
Las principales temáticas abordadas en mis estudios están relacionadas con la historia
agraria, la tenencia de la tierra y el movimiento campesino, esto me ha permitido tener un
panorama muy amplio sobre el aprovechamiento y la explotación de los recursos naturales de
este territorio, aunado a lo anterior, he logrado conocer muy de cerca a los actores e institucio-
nes que tienen mayor presencia en la región.
En el transcurso de estas investigaciones, fue común escuchar en varias comunidades
referencias sobre la existencia de pozos petroleros o tuberías que en algún momento había
colocado personal de Petróleos Mexicanos (Pemex). Debido a que en esos momentos este tema
no era de mi interés, no presté demasiada atención a esos testimonios y los fui registrando al
margen de mis cuadernos de notas.
En enero de 2016, durante una estancia de campo de un mes, encontré, junto con algu-
nas de las anotaciones antes descritas, un documento que expone una de las modalidades para
que los campesinos permitan a las empresas realizar trabajos topográficos y cambios de uso de
suelo en sus terrenos (imagen 5) y los relacioné con un tema que en ese momento era motivo
de discusión en escenarios académicos y políticos: la ronda uno y sus cuatro licitaciones que
habían tenido lugar en el año 2015. Las rondas son una serie de licitaciones que efectúa la
Secretaría de Energía para la adjudicación de contratos para que empresas nacionales e inter-
nacionales, realicen trabajos de exploración y extracción de hidrocarburos en México.
Motivado por las circunstancias, en febrero de 2016 emprendí una estancia de campo
de cuatro semanas en la Huasteca hidalguense, tiempo durante el cual recorrí algunos de los
lugares donde se tenía noticia de la existencia de infraestructura que podía servir para explotar
el recurso en cuestión. A lo largo de este periodo de campo, recabé testimonios y evidencia

144
Mapa 1. Ubicación de la Huasteca de acuerdo con criterios hidrológicos

Fuente: Tomado íntegro de Gutiérrez, Rodríguez y Cuervo (1997: 40).

145
Mapa 2. Municipios de la Huasteca hidalguense

gráfica que dieran cuenta de la relación que puede existir entre la reforma energética de 2013,
las rondas celebradas por la Secretaría de Energía en el año 2015 y la privatización de las tierras
ejidales realizada desde 1994 a la fecha en la Huasteca hidalguense, para dar paso a un sutil
periodo de expoliación de los recursos naturales, fundamentado todo esto en lo que se conoce
como el proceso neoextractivista donde el Estado “despeja el camino para la operación del
capital extractivo y respalda estas operaciones con el poder que tiene a su disposición […]
incluyendo los acuerdos de libre comercio, los acuerdos de inversión bilateral […] los sobornos
[…] ayudando a las empresas multinacionales a asegurar el acceso a tierras, minerales y otros
recursos” (Weltmeyer y Petras 2015: 15 y 18).
Uno de los primeros problemas que enfrenté al intentar indagar acerca de este tema,
fue la enorme desinformación que existe entre la población quienes, a pesar de que en su
cotidianidad observan pipas de Pemex, pozos petroleros, contenedores para el petróleo crudo
y tuberías, no conocen mucho sobre lo que actualmente acontece en su espacio, sólo saben
lo que han visto o dan cuenta de rumores que corren entre vecinos de alguien que ya vio a
personas cavando zanjas para meter tubería o si a algún ejidatario le ofrecieron dinero por su
parcela donde hay petróleo. Incluso en ocasiones las historias aluden la participación de caci-
ques locales en el control de la tierra y sus recursos para beneficio propio, como ocurre en la

146
Reforma agraria

comunidad de San Pedro, municipio de Huazalingo, donde los González, descendientes del
cura José Vicente González (quien en 1889 compró por 2,208 pesos las tierras de la comunidad)
(Escobar 1998), continúan ejerciendo un dominio férreo sobre el poblado.
La respuesta más comúnmente esgrimida es que nunca nadie les ha informado sobre lo
que el gobierno hace en su territorio, mucho menos saben si realmente las personas que actual-
mente efectúan algún trabajo de exploración o extracción pertenecen a Pemex, únicamente las
identifican por el color de overol que visten, ahora azul, otras veces naranja o rojo.
Con estos datos recabados en las primeras dos semanas del trabajo de campo, reorga-
nicé la estrategia para obtener información más precisa sobre lo que estaba buscando. Creí
que lo más conveniente era entrevistarme primero con las autoridades locales para exponerles
los objetivos de mi investigación y saber si ellos tenían alguna pista o conocían a alguien que
pudiera proporcionármela. Los resultados fueron favorables en el sentido de que me compar-
tieron datos concretos de ubicación de infraestructura que podría estar relacionada con el
tema en cuestión, además me indicaron los nombres de algunas personas que posiblemente
tuvieran registros al respecto. Desafortunadamente, estos informantes no eran numerosos
y sus respuestas mantenían la esencia de provenir de rumores y recuerdos que conservaban
desde que eran muy jóvenes, a pesar de esto, sus testimonios constituyen la principal materia
prima de lo que aquí se relata. Por otro lado, orientado por los lugareños, logré identificar y
visitar los lugares que actualmente continúan en operación algunos pozos cuya productivi-
dad, si bien no es muy elevada pues sus contenedores tienen una capacidad de 280 barriles
(44 520 litros aproximadamente), si generan residuos y gases que son percibidos por quienes
viven cerca de ellos como perjudiciales para el ambiente y la salud. Esta parte de la actividad
de campo me permitió distinguir una línea que atraviesa desde el sureste hasta el norte de la
región, pasando por los municipios de Xochitipan, Atlapexco y Huejutla de Reyes, y una más
hacia el noreste del municipio de Huautla, donde puede apreciarse la existencia de pozos e
infraestructura relacionada con la extracción de petróleo.

Impactos de la contrarreforma del Artículo 27 constitucional de 1992 en la


Huasteca hidalguense

La hipótesis que conduce este trabajo plantea que la reforma de 1992 al Artículo 27 de la
Constitución Mexicana no tenía como principal objetivo mercantilizar la tierra privatizán-
dola para dinamizar el mercado de tierras ejidales, como algunos autores lo han sostenido,2
sino eliminar algunos obstáculos legales, para facilitar la extracción de petróleo y carburos de
hidrógeno sólido, líquido y gaseoso en aquellas regiones que, como la Huasteca hidalguense,
son ricas en hidrocarburos. Para comprobar lo anterior, parto de dos supuestos:

2 Para mayor referencia véase: Díaz-Polanco (1992), Calva (1993), Mestries (1993), Carton de Grammont (1995), González y Salles
(1995), Hendrix (1993), Melmed-Sanjak (1998), Vogelgesang (1998) y Morett (1992, 2003).

147
José Luis Plata Vázquez

1) Al reconocerse y acreditarse legalmente derechos individuales sobre la propiedad ejidal


y comunal vía el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de
Solares (Procede) y el programa Regularización y Registro de Actos Jurídicos Agrarios
(RRAJA-FANAR), los ejidatarios, comuneros, avecindados y posesionarios junto con sus
familias, quedaron más expuestos a la demanda de tierra y agua por parte de compa-
ñías nacionales y extranjeras especializadas en la extracción de hidrocarburos, y
2) El actual modelo de tenencia de la tierra de ejidos y bienes comunales, basado en el
reconocimiento de la propiedad plena de sus titulares, permitirá explotar más libre-
mente los recursos naturales existentes en los núcleos agrarios, lo que derivará en la
agudización de luchas de resistencia social y de conflictos socioambientales.

Con la finalidad de dar cuenta de lo anterior, es preciso señalar que, para propósitos
del presente trabajo, el tema de la tenencia de la tierra ejidal y comunal se aborda desde una
revisión histórica en la región de la Huasteca hidalguense que actualmente se compone por
ocho municipios ubicados hacia el norte y noreste del estado de Hidalgo: Huejutla de Reyes,
San Felipe Orizatlán, Jaltocán, Huautla, Atlapexco, Yahualica, Huazalingo y Xochiatipan,
también se incluyen algunos eventos acontecidos hace más de 50 años cuyo análisis permitirá
explicar las razones de la persistencia entre los habitantes de la Huasteca de un imaginario
colectivo que considera la tenencia de la tierra como propiedad social; aun cuando este con-
cepto carece de fundamentos legales sirve para cimentar y fortalecer algunas de sus prácticas
culturales, sociales y agrícolas y, sobre todo, para estructurar y proteger su territorio. La impor-
tancia de abordar los temas relacionados con los impactos de la política agraria de los últimos
años mediante un estudio de caso regional, destaca las particularidades que en un contexto
socioterritorial determinado puedan presentarse para compararlas con lo que acontece en otros
lugares y estar en posibilidades de integrar información teórica, empírica y de gabinete para
generar conocimiento más completo sobre los fenómenos que se desea explicar.
Aunque no es motivo de este trabajo analizar el impacto que tuvieron las movilizacio-
nes campesinas de la Huasteca en el reparto agrario, baste decir que, gracias a su influencia,
en el periodo de 1960 a 1980 se reactivan muchos de los procesos de restitución y dotación de
tierras que en la región se inician en la década de 1930. Lo anterior nos hace posible sostener
que el reparto agrario en la Huasteca hidalguense tuvo matices importantes que permiten
afirmar que se trató de un proceso que transformó notablemente el paisaje social, económico
y político de esta región, en un lapso de 30 años, modificó la estructura agraria de la región
entregando 130 138.36 hectáreas de tierras a 255 pueblos, configurando de esta manera una
amplia superficie de tierras que en adelante sería reconocida como propiedad social. De este
modo, 81.69% de la extensión de tierras que durante un largo periodo fue concentrada por
haciendas, ranchos y estancias ganaderas fue puesta en manos de sus legítimos dueños: los
indígenas nahuas quienes por diversos medios habían luchado por recuperarla.

148
Reforma agraria

Aprovechando que durante el reparto agrario vía la reforma agraria, los actores guber-
namentales enarbolaron la bandera discursiva de que la entrega de la tierra en propiedad
social (ejidal y/o bienes comunales) era una prerrogativa del Estado benefactor en favor de los
pueblos agricultores (Pérez 2002), los campesinos de la Huasteca se apropian de este discurso
y aglutinados en un movimiento social de grandes dimensiones (se calcula que más o menos
80 mil campesinos participaron en él), logran que los gobiernos federal y estatal reconozcan
el rezago agrario que hasta la década de 1960 existía en la Huasteca hidalguense desestabili-
zando, de esta manera, al férreo control caciquil dominante.
Conforme los datos del Registro Agrario Nacional (RAN), entre 1915 y 1940 había 120
solicitudes de tierras pendientes de atenderse, mismas que fueron resueltas entre las décadas
de 1960 y 1980,3 recordemos que en la región existen 255 núcleos agrarios, de los cuales 223
son ejidos y 32 son bienes comunales, lo que significa que hasta los años de 1980 casi la mitad
de ellos (47%) no contaba con la ejecución de sus respectivas resoluciones presidenciales. De
hecho, actualmente 22 núcleos agrarios presentan procesos agrarios sin concluir.
Hasta aquí podemos hacer un primer análisis de la información que algunos datos
recabados actualmente en campo nos proporcionan sobre esta convulsiva etapa en la vida
sociocultural de esta región. Como se ha comentado, gracias a la movilización campesina el
gobierno estatal “acelera” los procedimientos agrarios, resolviendo de este modo una parte
considerable del rezago agrario. Es incuestionable la importancia de la participación del sector
campesino en la reforma agraria, de hecho, podemos decir que en la Huasteca hidalguense la
reforma agraria fue un producto social, no obstante existe además un factor económico que
pudo influir poderosamente para que los terratenientes cedieran la propiedad de sus latifun-
dios: la existencia de significativos yacimientos de petróleo que, si bien no se comparan con
los del estado de Veracruz, para el gobierno representaban la posibilidad de obtener grandes
ganancias económicas mediante su explotación.
A decir de Ezequiel Ordóñez, desde 1916 la llamada “Faja de Oro comprendía un área
que superaba los 300 kilómetros de norte a sur y los 75 kilómetros de este a oeste, esto es, un
total de 2 250 000 hectáreas” (Ordóñez 1930, citado por Santiago 2002: 328). La acelerada explo-
tación de este complejo petrolero condujo a la exploración de nuevos territorios, así, en 1926

3 De acuerdo con Ramos y Plata (2000: 61-62), desde 1960 hasta casi finalizar la década de 1980, en la Huasteca hidalguense y poto-
sina se presentan una serie de movilizaciones masivas de campesinos que tenían como objetivo central la recuperación de las tierras
que de antaño les pertenecían. Se trata de un movimiento agrario en el que la mayoría de la población se ve involucrada (80 mil
campesinos), el cual consta de tres etapas:
1a. Movimiento disperso, desarticulado y espontáneo. Cuenta con la ayuda y mediatización de centrales campesinas (CNC, CAM,
CNPA y CCI) y partidos políticos (PRI, FCRN y PDM) (de 1966 a 1977).
2a. Etapa identificada como “guerra campesina”, caracterizada por enfrentamientos y violencia entre los campesinos invasores
(ocupantes) de las tierras, contra pistoleros, ganaderos, judiciales y el ejército (de 1978 a 1980).
3a. Etapa en la que existe un “pacto político” entre el gobierno y el movimiento agrario que supone la pacificación a cambio de la
legalización de las tierras de ejidos y comunidades (de 1980 hasta 1988 aproximadamente). (Ramos y Plata 2000: 61-62).

149
José Luis Plata Vázquez

comienza a explotarse el paleocanal de Chicontepec cuya extensión, menor que la de la Faja


de Oro (380 000 hectáreas), integra a varios municipios de Veracruz y Puebla y colinda con la
parte noreste del estado de Hidalgo.
Si bien la Huasteca hidalguense no está integrada en alguna de estas dos grandes e
importantes áreas de extracción petrolera, los municipios de Xochiatipan, Huautla, Atlapexco,
Huejutla de Reyes, Jaltocan, San Felipe Orizatlán, así como la mitad de los municipios de
Yahualica y Huazalingo, forman parte de la provincia petrolera Tampico-Misantla (mapa 2).4
De este modo sabemos que por lo menos 92.3% de la superficie de la Huasteca hidalguense
puede ser utilizada para explotar yacimientos de gas esquisto o Shell mediante la técnica del
fracking, pero sobre este punto trataré más adelante.
Considerando que la explotación petrolera de la región del Golfo llegó a su máximo
esplendor hacia el año de 1921 (Santiago 2002: 323), es posible afirmar que para la década de
1930 ya se tenían bien identificados algunos yacimientos de hidrocarburos en la Huasteca, lo
que explica la presencia de infraestructura construida para tal fin en algunos pueblos indí-
genas y mestizos. De acuerdo con Mirna Santiago (2002), “[…] había también oleoductos:
39,060 kilómetros para ser exactos” (ibid.: 330), la mayor parte de estas redes, utilizadas para
el transporte del petróleo, se construyeron entre 1900 y 1930 y conectaban principalmente a la
Faja de Oro, al paleocanal de Chicontepec y a la provincia petrolera Tampico-Misantla con
el puerto de Tampico siendo hasta la década de 1960 que se comienza a introducir tubería en la
Huasteca hidalguense, particularmente en los municipios de Xochiatipan (Texoloc), Huautla
(Chalingo, Tzacuala y Tohuaco), Atlapexco (Tecolotitla) y Huejutla de Reyes (La Candelaria,
Humotitla y Tecoluco), incluso algunos municipios de la región serrana del estado de Hidalgo
fueron incluidos en el desarrollo de esta red de ductos que aparentemente nunca fueron utili-
zados (Tlanchinol y Tepehuacan).
Desde el sureste en la localidad de Texoloc del municipio de Xochiatipan y colindante
con el estado de Veracruz, hasta el noreste por donde están las comunidades de Tohuaco
Amatzintla del municipio de Huautla y Tecoluco en Huejutla de Reyes, pasando por las
localidades de Tecolotitla en Atlapexco y La Candelaria y Humotitla también de Huejutla de
Reyes, pero hacia el centro de la Huasteca hidalguense, se tiene noticia de que hacia finales
de la década de 1950 en este vasto espacio, el gobierno tenía identificados algunos yacimientos
importantes de petróleo por lo que, entre 1960 y 1966, Pemex construye algunos pozos e intro-
duce tuberías subterráneas en varias localidades, trabajos que coinciden con el surgimiento de
las movilizaciones campesinas en la región que hemos citado anteriormente.

4 Una provincia petrolera “Es un área donde ocurren cantidades comerciales de petróleo o en la que se han identificado condiciones
favorables para la acumulación de hidrocarburos (potencial Medio-bajo)” (Pemex 2013: 5).

150
Imagen 1. Pozo petrolero en Tecolitla, municipio de Atlapexco
Fuente: Archivo personal de José Luis Plata Vázquez. 2016.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, durante los meses de enero y febrero de 2016,
realicé un recorrido de campo en algunas comunidades de los municipios de Huejutla de Reyes,
Huazalingo, Xochiatipan, Atlapexco y Huautla, el objetivo era corroborar sobre la existencia
de pozos petroleros en la Huasteca hidalguense información dada en anteriores estancias de
campo. En cada una de las localidades visitadas los testimonios versaron sobre la existencia
de tuberías subterráneas colocadas hace poco más de 50 años por personal de Pemex, en algu-
nos casos esta infraestructura se utilizó durante un tiempo, incluso algunos pozos extraen
crudo en la actualidad, pero, a decir de los habitantes de las localidades visitadas, el personal
que llegó para instalar las tuberías nunca pidió permiso para realizar los trabajos ni informa-
ron a sus autoridades sobre los objetivos ni de las intenciones de sus labores,

[…] de un día para otro ya andaban por el cerro, midiendo y rascando por aquí y por allá, subiendo y
enterrando tubos como de 60 o 70 pulgadas, en tramos como de 10 o 15 metros, yo era niño entonces
y nos gustaba ir a verlos pero nos corrían, decían que nos fuéramos de ahí porque podría haber una
explosión […] en otras ocasiones nada más vinieron a medir y ya no volvieron, […] ya hace como
un año andan otra vez allá arriba escarbando para meter tubos (imagen 2). (Testimonio, Tzacuala,
municipio de Huautla, 9 de febrero de 2016).

151
Imagen 2 . Trabajos de introducción de tubería en un cerro de la comunidad de Tzacuala, Huautla
Fuente: Archivo personal de José Luis Plata Vázquez. 2016.

No obstante que son pocos los pozos activos, los habitantes de la Huasteca saben que,
en los cerros, a las orillas de ríos y arroyos y en las milpas “[…] hay tubos que ‘plantaron’ los
de Pemex hace ya algunos añitos, como 50 años, pero nunca los han utilizado”.5 En Tohuaco
Amatzintla, una de las comunidades con fuerte presencia del Frente Democrático Oriental de
México Emiliano Zapata (Fedomez), movimiento campesino de la región con una marcada
filiación priista, existe una importante red de ductos que fue creada desde 1966 pero que no
se ha utilizado, aunque “[…] en ocasiones ha presentado fugas de petróleo y de gas que han
afectado las milpas, secando el pasto y llenando el aire de malos olores. Pero la gente sigue
sembrando y llevan a su ganado a pastar a estos lugares”,6 aunque el tubo tiene grabado con
soldadura el nombre “pozo Tecoluco #2”, se ubica en efecto en Tohuaco Amatzintla, munici-
pio de Huautla.

5 Testimonio de un habitante de San Pedro Huazalingo recabado el 12 de febrero de 2016.


6 Testimonio de líder campesino del Fedomez recabado el 30 de enero de 2016.

152
Imagen 3. Tubo para pozo, propiedad de Pemex en Tohuaco Amatzintla, Huautla
Fuente: Archivo personal de José Luis Plata Vázquez. 2016.

Acorde con lo anterior, existe en la región una extensa red de tuberías cuyos fines
permanecen inciertos, actualmente empresas extranjeras trabajan para activar la industria
extractiva de hidrocarburos. El Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas A.C.
(encabezada por monseñor Raúl Vera López, obispo de Saltillo), tiene identificadas dichas
empresas con presencia en la región: Halliburton (Texas, EU), Schlumberger (Texas, EU),
Driller Technologies (Italia), ICA Fluor Daniels (México-Texas, EU).
Así, el escenario actual en torno a la propiedad de la tierra y la introducción de infraes-
tructura petrolera comenzó a definirse desde hace por lo menos 50 años, tiempo en el que
han acontecido una serie eventos vinculados entre sí para dar forma a una estructura agraria
en la que latifundistas, ganaderos, comunidades indígenas, caciques, Estado y, en tiempos
más recientes, capital privado, se mantienen en conflicto constante por defender sus intereses.
Durante el periodo de lucha campesina que comprendió prácticamente dos décadas 1970 y
1980, el conflicto se evidenció por el enfrentamiento entre terratenientes y campesinos, en
este proceso el gobierno fungió como interlocutor entre ambos bandos pero, aprovechando
el momento, se generaron las condiciones para que la industria petrolera hiciera estudios e
introdujera la infraestructura necesaria para extraer y transportar los hidrocarburos sin que
campesinos y terratenientes, ocupados en ese momento en la lucha por recuperar o conservar
sus tierras, cuestionaran las intenciones del gobierno ni opusieran resistencia alguna. No obs-
tante, el movimiento campesino reactiva el proceso de reparto agrario que se había estancado
por cerca de 30 años, liquidando en gran medida la estructura caciquil que por muchos años
dominó el escenario social, económico y político de la región.

153
Mapa 3. Pozos petroleros en la Huasteca hidalguense

Fuente: Elaboración propia con base en trabajo de campo realizado en febrero de 2016.

154
Reforma agraria

Procede y reforma energética, las razones de la certificación de los ejidos en la


Huasteca

Una vez que el movimiento campesino fue controlado con la promesa de que se atendería el
rezago agrario y de que a los ejidos más conflictivos se les entregarían proyectos productivos
ganaderos, sobre todo los ubicados hacia el noreste de la Huasteca hidalguense, principal-
mente los del municipio de Huautla que colindan con el estado de Veracruz y que permane-
cen adheridos a la Organización Independiente de Pueblos Unidos de las Huastecas (Oipuh),7
se inicia en esta región un periodo de relativa paz que va de 1980 a 1988. Cuatro años más
tarde, ya en el contexto de la etapa neoliberal del capitalismo y en el marco de la firma del
Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, en el año de 1992 se modifica
el Artículo 27 de la Constitución Mexicana declarándose la conclusión del reparto agrario y el
inicio de los trabajos de medición y certificación de la propiedad ejidal, con lo que la política
agraria altera su rumbo.
Mucho se ha escrito sobre la reforma constitucional de 1992 y los procesos de certifica-
ción de la tierra de tipo ejidal, incluso algunos autores8 afirmaron que esta situación implicaría
el fin de la historia agraria de México pues, por medio del mercado de tierra ejidal, la propiedad
social dejaría de existir cediendo su espacio a la propiedad privada con lo que se modificaría
el uso de la tierra destinándose grandes superficies al desarrollo inmobiliario y a la industria.
No obstante, después de 26 años de desarrollo de una política agraria que tiene como
objetivo regularizar y certificar la propiedad social, los cambios a nivel nacional no son los
proyectados. De acuerdo con el RAN, al año 2013 se había certificado 90.7% de la propiedad
social, en teoría esta superficie debería haber entrado sin problemas al mercado de tierra ejidal,
lo que implicaría que una parte considerable de ella dejaría de ser ejidal o comunal para trans-
formarse en propiedad privada, pero esto no ha ocurrido. La misma fuente expone que los
terrenos sobre los cuales se ha adoptado el dominio pleno (es decir que han abandonado el
régimen agrario ciñéndose al régimen común) comprenden una extensión de 2 846 103 hectá-
reas (3% de la superficie social total del país).
¿Cuáles son las razones de que el mercado de tierras no esté funcionando? ¿Acaso en
el mercado de tierras ejidales no operan los factores de la oferta y la demanda? De ser así,
en nuestro país ¿no hay demanda de tierra ejidal para los fines que hemos señalado anterior-
mente? Las explicaciones son varias pues dependen de las características sociales, políticas,

7 “siguiendo a Agustín Ávila, entre 1976 y 1988 el movimiento campesino se desarrolló conforme a dos vertientes organizativas: la
que impulsaba la Organización Independiente de Pueblos Unidos de las Huastecas (Oipuh), considerada radical por sus formas
de resistencia; al principio con un discurso agrarista y después entre 1983-1984 apropiándose de un discurso más bien indigenista
que se expresaba en la utilización de las lenguas indígenas y en el uso de ropa de manta. Esta organización tendría una mayor
participación en los municipios de la zona de Chicontepec, perteneciente al estado de Veracruz, y los municipios de Atlapexco,
Huautla, Yahualica y Xochiatipan en Hidalgo” (Ramos y Plata 2000: 61-62).
8 Para mayor referencia véase: Zendejas (1994), Zendejas y Vries (1998), Baitenmann (1998), Concheiro y Diego (2001), Deere y
León (2002), Dzib Can (2004), Colin, Blanchot, Vázquez y Navarro (2003), Léonard, Quesnel y Velázquez (2003), Del Rey (2005),
Robles (2005, 2008), Artís (1997), Warman (2001) y Morett (2003).

155
José Luis Plata Vázquez

económicas y culturales de cada región del país y su abordaje supera los objetivos de este tra-
bajo, pero en lo que se refiere a la Huasteca hidalguense podemos llegar a algunas conclusiones
derivadas en gran medida de todo lo escrito anteriormente.
En la región de estudio, el Procede fue prácticamente aceptado sin oposición de sus
habitantes y en un lapso de diez años 80% de los núcleos agrarios ya estaban por lo menos
delimitados, la inversión en recursos económicos y humanos fue tal que, a decir de algunos
funcionarios de la Procuraduría Agraria, el Registro Agrario Nacional y el Instituto Nacional
de Estadística y Geografía (INEGI), el salario junto con los viáticos, los estímulos a la produc-
tividad (pagado por la mayor cantidad de ejidos certificados) y el pago de la gasolina no era
nada despreciable alcanzando en ocasiones hasta 20 mil pesos mensuales en 1994. Aunado a
lo anterior, las instituciones involucradas en la realización de los trabajos de medición y certi-
ficación contaban con una cantidad considerable de personal: visitadores agrarios, brigadistas,
topógrafos, asistentes de campo y de oficina, capturistas y abogados agrarios, quienes prácti-
camente todo el año (exceptuando las vacaciones de fin de año) laboraban incansablemente.
Cabe mencionar que las presidencias municipales y el personal de las agencias de
gobernación estatales tenían la consigna de apoyar incondicionalmente la labor de dichas
dependencias fungiendo, en muchas ocasiones, como “facilitadores” para que los funcionarios
gubernamentales pudieran entrar a las comunidades o para “convencer” a las personas que
no aceptaban el programa de certificación. Por otro lado, los gobiernos estatales realizaron
convenios con los notarios púbicos para que gratuitamente, o a muy bajos costos, certificaran
los documentos resultantes de todo el proceso. Es decir que, para aplicar la política agraria de
certificación ejidal y comunal, se echó a andar una impresionante maquinaria gubernamental
que incluyó a los tres niveles de gobierno, además, las estrategias utilizadas para convencer a
los campesinos de aceptar el Procede incluyeron la presión constante en sus asambleas por
parte de los visitadores agrarios con amenazas de que de no hacerlo voluntariamente en su
momento, posteriormente estarían obligados a hacerlo asumiendo ellos los costos de la cer-
tificación de sus tierras: pago a brigadistas del INEGI y del RAN, pago a notarios públicos e
inscripción de los títulos de solares en el Registro Público de la Propiedad. Asimismo, personal
de otras dependencias como la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación
(Sagarpa), encargada de aplicar el Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo), con-
dicionaron la entrega de estos apoyos a la presentación de los certificados parcelarios, lo que
a la larga obligó a los ejidatarios y comuneros a aceptar el Procede. Todo lo anterior se llevó a
cabo sistemáticamente no obstante que el artículo 56 de la Ley Agraria señala que: “La asam-
blea de cada ejido, con las formalidades previstas a tal efecto en los artículos 24 a 28 y 31 de esta
ley, podrá determinar el destino de las tierras que no estén formalmente parceladas, efectuar
el parcelamiento de éstas, reconocer el parcelamiento económico o de hecho o regularizar la
tenencia de los posesionarios o de quienes carezcan de los certificados correspondientes”.9

9 Ley Agraria, artículo 56, disponible en https://mexico.justia.com/federales/leyes/ley-agraria/titulo-tercero/capitulo-ii/seccion-ter-


cera/ (consultado el 16 de septiembre de 2019).

156
Reforma agraria

Estas fueron algunas de las razones por las que los habitantes de la Huasteca hidal-
guense “aceptaran” incorporarse al Procede, lo que permitió al gobierno la identificación real
de las superficies ejidales, configurando una radiografía sumamente precisa de la ubicación de
las grandes áreas: parcelas, uso común y asentamiento humano.
Mapa 4. Superficie de propiedad social en la Huasteca hidalguense, 2011

Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI, ESRI .

Como consecuencia de la implementación del Procede, actualmente 84.29% de la


superficie social está certificada (109 699.52 ha), sin embargo en una superficie muy pequeña
se ha adoptado el dominio pleno: 571.38 ha, área que representa apenas 0.43% del total ejidal
y comunal de la región y aunque hay movilidad de la propiedad de la tierra, esta se realiza
principalmente al interior del “mercado de tierras campesino” donde no dominan los intereses
económicos sino la costumbre y la tradición en el traspaso del uso y el usufructo de la propie-
dad social.10
Aunque existe la idea generalizada de que con la puesta en funcionamiento del Procede
se reconfigura la noción que sobre los derechos de propiedad de la tierra poseen los cam-
pesinos, de tal modo que, para los ejidatarios, comuneros, posesionarios, avecindados y sus

10 Para mayor referencia consultar mi trabajo: Plata, 2013, “Mercado de tierras y propiedad social. Una discusión actual”, Anales de
Antropología, vol. 47, núm. 2, México: Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, pp. 9-38.

157
José Luis Plata Vázquez

familias, la certificación de la propiedad social implicaría la privatización del ejido o de los


bienes comunales, lo que traería aparejada la idea de que ésta podría venderse, rentarse o ceder
los derechos de uso mediante la aparcería, como hemos dicho esto no ha ocurrido, o por lo
menos no en la forma en la que se había pronosticado.
De este modo, con base en los datos recabados en campo y mediante la consulta de
algunas fuentes documentales, proponemos que la reforma de 1992 al Artículo 27 constitucio-
nal no buscaba sólo mercantilizar la propiedad social, también existió la intención de allanar
el terreno para que en el futuro los recursos naturales de México pudieran ser explotados más
libremente por empresas nacionales y extranjeras con apoyo del gobierno. En el caso que nos
ocupa, y considerando que la región de estudio es rica en hidrocarburos, consideramos que la
“contra reforma” agraria de 1992 facilitará la aplicación de la reforma energética de 2013 pues
al entregar certificados que amparan la propiedad de las parcelas y títulos de solares, será más
fácil para las empresas “negociar” en lo individual con los campesinos.
Como hemos señalado, en la Huasteca existen importantes yacimientos de petróleo
e hidrocarburos no convencionales,11 su ubicación ha sido estudiada a detalle no sólo por el
gobierno mexicano, también el Servicio Geológico de los Estados Unidos, en conjunto con
el Departamento de Energía y la Oficina de Eficiencia Energética y Energía Renovable del
gobierno estadounidense, han generado información sobre estos temas en los países del conti-
nente americano que cuentan con yacimientos de hidrocarburo no convencionales (mapas 5 y
6). Los intereses económicos por el aprovechamiento de estos recursos son obvios pues a ellos
responden, por un lado, los estudios técnicos llevados a cabo en estas regiones para identificar
las fuentes más importantes de recursos y, por otro lado, las reformas constitucionales llevadas
a cabo en nuestro país, particularmente las de los Artículos 27 y 28.

11 Los hidrocarburos no convencionales son aquellos que “[…] están contenidos en formaciones que requieren de técnicas especia-
les de explotación y, por tanto, demandan mayores inversiones en comparación con la explotación de recursos convencionales”
(Sener 2015: 23).

158
Mapa 5. Yacimientos de gas esquisto en América Latina

159
Mapa 6. Yacimientos de gas esquisto en México

Acerca de las afirmaciones anteriores, vale la pena señalar que los objetivos de la reforma
energética en relación con el aprovechamiento de hidrocarburos son:
1. Mantener la propiedad de la Nación sobre los hidrocarburos que se encuentran en
el subsuelo;
2. Modernizar y fortalecer, sin privatizar, a Petróleos Mexicanos (Pemex) y a la
Comisión Federal de Electricidad (CFE) como Empresas Productivas del Estado,
100% públicas y 100% mexicanas;
3. Reducir la exposición del país a los riesgos financieros, geológicos y ambientales en
las actividades de exploración y extracción de petróleo y gas natural.
4. Atraer mayor inversión al sector energético mexicano para impulsar el desarrollo
del país; y

160
Reforma agraria

5. Fortalecer la administración de los ingresos petroleros e impulsar el ahorro de largo


plazo en beneficio de las futuras generaciones.

Como resultado de las acciones que se implementen para alcanzar estos objetivos, se
pretende:
a) lograr tasas de restitución de reservas probadas de petróleo y gas natural superiores a
100%; y
b) aumentar la producción de petróleo de 2.5 millones de barriles diarios que se produ-
cen actualmente, a 3 millones de barriles en 2018, y a 3.5 millones en 2025, asimismo
aumentar la producción de gas natural de los 5 mil 700 millones de pies cúbicos diarios
producidos actualmente a 8 mil millones en 2018 y a 10 mil 400 millones en 2025.12

Respecto de este asunto, el Artículo 27 constitucional plantea:

Corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma conti-
nental y los zócalos submarinos de las islas […] el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos,
líquidos o gaseosos; y el espacio situado sobre el territorio nacional, en la extensión y términos que fije
el Derecho Internacional.
Tratándose del petróleo y de los hidrocarburos sólidos, líquidos o gaseosos, en el subsuelo, la propie-
dad de la Nación es inalienable e imprescriptible y no se otorgarán concesiones. Con el propósito de
obtener ingresos para el Estado que contribuyan al desarrollo de largo plazo de la Nación, ésta lle-
vará a cabo las actividades de exploración y extracción del petróleo y demás hidrocarburos mediante
asignaciones a empresas productivas del Estado o a través de contratos con éstas o con particulares,
en los términos de la Ley Reglamentaria. Para cumplir con el objeto de dichas asignaciones o con-
tratos las empresas productivas del Estado podrán contratar con particulares. En cualquier caso, los
hidrocarburos en el subsuelo son propiedad de la Nación y así deberá afirmarse en las asignaciones o
contratos.13

Es importante destacar que el segundo párrafo del texto citado fue reformado en el
contexto de la llamada reforma energética el día 20 de diciembre de 2013 y no en 1992. Traemos
a colación estas partes de la Constitución mexicana toda vez que en ellas se expresan los intere-
ses que hemos venido describiendo. De hecho, una vez aprobada la reforma energética en 2013,
dos años después el 30 de junio de 2015, “[…] la Secretaría de Energía (Sener) publicó el Plan
Quinquenal de Licitaciones para la Exploración y Extracción de Hidrocarburos 2015-2019
que se elaboró a partir de la propuesta de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH)”

12 México, Gobierno de la República, Reforma energética. Resumen ejecutivo, disponible en: www.gob.mx/cms/uploads/attachment/
file/164370/Resumen_de_la_explicacion_de_la_Reforma_Energetica11_1_.pdf (consultado el 04 de septiembre de 2019).
13 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, disponible en: www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1_080520.
pdf (consultado el 04 de septiembre de 2019).

161
José Luis Plata Vázquez

(Secretaría de Energía 2015: 4), documento que, en términos generales, contiene los lineamien-
tos para otorgar licitaciones a empresas estatales y privadas para que, amparadas en el artículo
29 de la Ley de hidrocarburos, manifiesten su interés por llevar a cabo actividades de explora-
ción y extracción de hidrocarburos.
El mecanismo utilizado para “ofertar” las áreas susceptibles de exploración y extracción
consiste en llevar a cabo cinco rondas en las que, a invitación expresa, participan las empresas
interesadas. Hasta este momento se han realizado la ronda 0 y la ronda 1, en dichos procesos
se han colocado sobre la mesa de negociaciones extensos territorios y, en el caso que aquí
nos ocupa, se han “ofertado” las tierras de las comunidades en las que desempeñamos trabajo
de campo y otras más que, seguramente, estarán pronto en proceso de explotación (anexo 1).
El resto del territorio de la Huasteca hidalguense con potencial productivo de hidrocarburos
será licitado en la ronda 3, en la que se contempla afectar con proyectos de Pemex y empresas
privadas un área de 1 703.7 kilómetros cuadrados.
Aunado a lo anterior, el actual gobierno de López Obrador en su Proyecto del
Presupuesto de Egresos de la Federación 2020, tiene contemplado concretar inversiones por
114 037 949 pesos en trabajos de descubrimiento y explotación de aceite ligero y gas húmedo
en la provincia petrolera Tampico-Misantla, 42 486 654 pesos en la misma provincia petrolera
para realizar “[…] estudios a fin de tener mayor certidumbre en la definición de oportunida-
des exploratorias, que permitan descubrir nuevos yacimientos de hidrocarburos para contri-
buir a la incorporación y restitución de reservas” (Presidencia de la República, Presupuesto
de Egresos 2019) y la inversión más fuerte de 5 204 946 151 destinada al proyecto “Aceite
y gas en lutitas” que comprende las “[…] provincias de Sabinas, Burro-Picachos, Burgos,
Tampico-Misantla, Veracruz y Chihuahua. Su objetivo es evaluar los plays no convencionales
de aceite y gas en lutitas” (idem), lo que resulta sumamente importante pues de acuerdo con
la Subsecretaría de Fomento y Normatividad Ambiental de la Secretaría del Medio Ambiente
y Recursos Naturales (Semarnat), el gas en lutitas, mejor conocido como gas shale, requiere
para su exploración y extracción el uso de técnicas de hidrofractura,14 lo que contradice el
compromiso número 35 del actual presidente de México Andrés Manuel López Obrador:
“No se permitirá el fracking, ni los transgénicos”.15
Como podemos ver, los proyectos de exploración y extracción de hidrocarburos no
convencionales cuentan con los recursos económicos y legales suficientes para su implemen-
tación y desarrollo.

14 Minuta de la séptima reunión del Grupo de Trabajo que elabora los criterios ambientales respecto a la exploración y explotación
de gas y aceite de lutitas (Shale Gas & Oil) realizada el 20 de noviembre de 2013 en la Dirección General de Energía y Actividades
Extractivas del Edificio sede de la Semarnat.
15 Redacción, “Las 45 promesas que realizó AMLO en su toma de posesión”, Forbes, 3 de diciembre de 2018, disponible en: www.
forbes.com.mx/45-promesas-que-realizo-amlo-en-su-toma-de-posesion/ (consultado el 16 de septiembre de 2019).

162
Reforma agraria

En este proceso, el papel de la política de regularización de la propiedad social ha sido


fundamental para la planeación, el desarrollo y la consolidación del proyecto extractivista
pues produjo la cartografía de la propiedad social del país, lo que permitió a su vez generar la
información catastral de prácticamente todo el territorio nacional, de este modo resulta relati-
vamente sencillo para quien así lo desee, identificar las áreas en las que se ubican las parcelas
y los solares de todos los ejidatarios, los comuneros, los posesionarios y los avecindados para
que, en caso de ser necesario, se pueda negociar en lo individual la compra o la renta de sus
unidades de producción.
Respecto a lo anterior, se sabe que desde hace por lo menos cinco años empresas como
Transportadora de gas natural de la Huasteca, de capital canadiense, o Fermaca Pipeline de
Occidente, una de las compañías más importantes del sector energético mexicano, encargada,
entre otras cosas, de generar infraestructura para el transporte subterráneo de gas natural,
presionan a ejidatarios para que firmen cartas de intención de carácter estrictamente confi-
dencial, en las que les autorizan la servidumbre legal (anuencia de paso) de sus tierras (artículo
1184 del Código Civil del Estado de Hidalgo y artículo 1109 del Código Civil Federal) para la
realización de trabajos topográficos y estudios técnicos.

Imagen 4. Encabezado de carta de intención utilizada por Fermaca


Fuente: Material proporcionado en campo por una campesina afectada por la introducción de un gasoducto en su predio.

En el mismo documento, la empresa se adjudica el derecho de realizar en forma enun-


ciativa, más no limitativa, trabajos topográficos, censo de instalaciones que interfieran en el
proyecto, avalúos para calcular el monto de la indemnización, trabajos para la identificación
de vestigios arqueológicos y estudios para el cambio de uso de suelo; además, se reserva el
derecho de tramitar ante la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat),
el cambio de uso de suelo.

163
Imagen 5. Cláusulas primera y cuarta de la carta de intención de Fermaca
Fuente: Material proporcionado en campo por una campesina afectada por la introducción de un gasoducto en su predio.

Como puede verse, este documento vulnera varios derechos de los ejidatarios pues la
empresa se adjudica el derecho y la labor de valuar el predio para el pago de la indemnización,
cuando esta es una tarea que debe llevar a cabo el gobierno federal a través de la Comisión
de Avalúos de Bienes Nacionales (Cabin), además, de acuerdo con la Ley Agraria, las expro-
piaciones deben hacerse por decreto presidencial que determine la causa de utilidad pública,
asunto que se entiende no debe quedar a criterio de una empresa privada (ver artículos 93 al
97 de la Ley Agraria).
El manejo de documentos como el citado es una práctica cada vez más común y,
aunque no se manifiesta abiertamente en los mismos, de acuerdo con el testimonio de varios
ejidatarios y comuneros de la región, casi siempre les ofrecen dinero a cambio de la firma,
cifras que oscilan entre los 50 mil y 500 mil pesos son estímulo no poco despreciable para
campesinos que ya no ven en la agricultura una fuente de sustento, en este escenario quienes
resisten sin ceder a estas tentaciones y amenazas son cada vez menos.

164
Reforma agraria

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167
Anexo 1. Núcleos agrarios incluidos en las licitaciones de la Ronda 1
de la Secretaría de Energía realizada en 2015

Superficie de propiedad Superficie dentro de


Porcentaje del Núcleo
Municipio social total Ronda 1
Agrario en Ronda 1
(ha) (ha)
Huautla 24 920.39 13 103.82 52.58
14 de Mayo 596.70 298.35 50.00
Ahuatitla 593.26 593.26 100.00
Aquezpalco 479.59 479.59 100.00
Barrio Hondo 1 098.56 248.21 22.59
Chalingo 1 242.71 1 242.71 100.00
Chiliteco 482.82 482.82 100.00
Coapantla 542.57 392.84 72.40
El Aguacate y Anexos 1 113.93 1 092.24 98.05
El Ixtle 1 356.73 678.36 50.00
El Lindero 995.00 497.50 50.00
Huazalinguillo 1 721.28 109.08 6.34
La Mesa 1 085.78 771.15 71.02
Los Cerezos 488.97 242.23 49.54
Metlaltepec 1 110.92 493.59 44.43
Pepeyoca 351.50 351.50 100.00
Santo Domingo 857.48 612.38 71.42
Tamoyon Primero 1 615.36 383.51 23.74
Tamoyon Segundo y Anexos 2 870.81 1 435.41 50.00
Tepeco y anexo 2 031.10 1 015.55 50.00
Tepetzintla 893.55 446.78 50.00
Tohuaco Segundo 942.02 132.42 14.06
Zacatipa 900.56 329.75 36.62
Tzacuala y Tlamaya 1 549.20 774.60 50.00
Huejutla de Reyes 5 834.38 3 599.19 61.69
Cacateco Santa Cruz 898.86 458.79 51.04
Calmecate 564.90 364.29 64.49
Chalahuiyapa 887.79 179.95 20.27
Congreso Permanente Agrario 439.51 220.97 50.28
Homotitla 415.39 415.39 100.00
Los Otates 874.06 205.93 23.56
Los Parajes 872.09 872.09 100.00

168
Superficie de propiedad Superficie dentro de
Porcentaje del Núcleo
Municipio social total Ronda 1
Agrario en Ronda 1
(ha) (ha)
Rancho Viejo 881.77 881.77 100.00
Xochiatipan 721.97 386.53 53.54
Texoloc 721.97 386.53 53.54
Total 31 476.74 17 089.54 54.29

Fuente: Modificado del Plan Quinquenal de Licitaciones para la Exploración y Extracción de Hidrocarburos 2015-2019, Secretaría
de Energía.

169
EXPLOTACIÓN DE HIDROCARBUROS Y VULNERABILIDAD SOCIAL
EN VERACRUZ, MÉXICO1

Victoria Chenaut2

En el presente texto me propongo analizar el caso de la congregación de Emiliano Zapata,


municipio de Papantla, Veracruz, donde se intersectan la pobreza y la vulnerabilidad social
con el riesgo de vivir en un espacio dominado por la presencia física y cotidiana de las instala-
ciones petroleras, ya que se extraen y envían a la ciudad de Poza Rica el petróleo y el gas que se
producen en el campo petrolero San Andrés,3 al que pertenecen esta congregación (de unos 2
mil habitantes) y las tierras ejidales que la rodean (mapa 1). Con este fin utilizaré testimonios
de entrevistas y conversaciones informales, así como la observación participante que realicé en
diversas ocasiones entre los años de 2015-2019. Luego de hacer una breve caracterización de la
localidad, así como de las instalaciones y actividades petroleras que allí se llevan a cabo, mos-
traré la situación de vulnerabilidad en la que sus habitantes se encuentran, la que me propongo
ejemplificar con el tema de la salud y las carencias en el acceso a servicios de salud.
El presente texto no tiene la intención de proporcionar información cuantitativa acerca
del impacto que sobre la salud de la población tiene el hecho de vivir cerca de pozos e instala-
ciones petroleras. Mi objetivo fue privilegiar la etnografía de la problemática de salud que se
presentó ante mí en toda su intensidad. Proporcionar datos cuantitativos que muestren esta
relación hubiera requerido realizar un estudio epidemiológico que no se encontraba dentro de
mis posibilidades por diferentes razones. Como sostiene San Sebastián (2000: 61) hay dificulta-
des para investigar esta cuestión debido a la falta de registros médicos, a la carencia de informa-
ción sobre la contaminación en el pasado y porque no se conoce lo suficiente sobre los efectos
que producen el petróleo y sus componentes. A pesar de ello, en el estudio que efectuó este
autor en la Amazonia ecuatoriana (idem) comparando una muestra de comunidades contami-
nadas con no contaminadas, destaca la existencia de riesgos altos para la salud y de contraer
1 Ponencia presentada en el coloquio “Extraños en su tierra. Sociedades rurales en tiempos del neoliberalismo, escenarios en transi-
ción”, organizado por El Colegio de Michoacán, Zamora, 2-4 de octubre de 2019. Una versión abreviada de este documento, con
el título de “Exploitation of Hydrocarbons and Social Vulnerability in Veracruz, Mexico”, se presentó en el IUAES Inter-Congress
2019, que tuvo lugar en Poznan, Polonia (27-31 de agosto de 2019). Mi agradecimiento a Norma Guevara, a Gumersindo González
Sánchez (d.e.p.), así como a las y los habitantes de Emiliano Zapata por su apoyo y hospitalidad.
2 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social CIESAS/LMI-Meso.
3 Campo petrolero es un área geográfica en la que producen un número de pozos de petróleo y gas.

171
Victoria Chenaut

cáncer debido a la contaminación por petróleo, que afecta en forma particular a las mujeres
por las actividades desempeñadas en el hogar. En una región tan limitada en cuanto a acceso
a servicios médicos y de salud como es la comunidad de Emiliano Zapata en el presente texto
me propongo destacar una problemática no estudiada con anterioridad en este municipio, para
propiciar mayores acercamientos al tema.

Mapa 1. Municipio de Papantla y población indígena

Fuente: Sistema de Información Geográfica (SIG Veracruz)/CIESAS-IRD. Elaboró: Rafael Palma Grayeb.

172
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

El concepto y el enfoque de la exclusión están relacionados con el tema de la pobreza


y la desigualdad, como lo han planteado diversos autores. Dicho concepto se ha utilizado en
forma creciente en América Latina desde la década de 1990, en el contexto de la profundiza-
ción del modelo de desarrollo neoliberal (Sen 2000; Bayon 2015; Saraví 2007, 2018; González de
la Rocha 2018). Se considera que pobreza y vulnerabilidad no son lo mismo, ya que el primer
término se refiere a la carencia de recursos sociales y de ingresos, y el segundo tiene que ver con
“un proceso de gestación de cambios en el estado de los individuos, hogares o grupos sociales
como resultado de un evento o una suma de eventos específicos” (González de la Rocha 2018:
36). García Acosta argumenta que la vulnerabilidad y el riesgo son conceptos ligados entre sí,
ya que los riesgos se construyen socialmente y en ellos impactan los modelos de desarrollo de
un país, así como sus efectos en lo económico, lo social y en el medio ambiente: “la vulnerabi-
lidad a desastres está asociada con la pobreza y la inequidad, pero también con la desigualdad,
la corrupción y la inacción gubernamental” (2018: 237).
Según estos autores, pobreza, vulnerabilidad y riesgo se interrelacionan en determina-
das condiciones políticas, económicas y sociales, generando procesos de exclusión/inclusión.
En este sentido, considero que las prácticas y políticas de la exploración y explotación de
hidrocarburos (petróleo y gas) constituyen el eje alrededor del cual se estructura la situación
de vulnerabilidad y riesgo que en la actualidad vive la población de Emiliano Zapata. Por
consiguiente, me interesa destacar el tema de las relaciones de poder gestadas en el modelo de
desarrollo capitalista como un eje vertebrador de las dinámicas sociales que han marcado este
territorio y sus habitantes, a partir de la presencia ineludible, voraz y omnipresente de Pemex
y sus compañías subsidiarias.

La geología y la riqueza del subsuelo

Desde el punto de vista geológico, la congregación de Emiliano Zapata se encuentra en la


planicie costera de Veracruz, en la cuenca petrolera4 Tampico-Misantla (de 57 170 km2), en
la que existe una formación geológica conocida como paleocanal de Chicontepec, que con-
tiene una amplia riqueza de gas y petróleo en el subsuelo, considerada “una de las mayores
acumulaciones en América” (Comisión Nacional de Hidrocarburos CNH 2010: 3; González
González 2011), aunque su extracción presenta dificultades por las condiciones geológicas. En
el año 2006 Pemex reactivó la explotación del paleocanal y denominó este proyecto Aceite
Terciario del Golfo (ATG). Desde entonces, se ha producido la exploración y explotación de
numerosos pozos, siendo que algunos están en desarrollo y otros en exploración. El campo
San Andrés se ubica en la porción sureste de la cuenca, a 35 km de la ciudad de Poza Rica,
donde se centraliza la actividad petrolera de esta región.

4 Las cuencas petroleras son formaciones geológicas donde se encuentran amplios yacimientos de hidrocarburos (petróleo y gas).

173
Victoria Chenaut

En este documento Pemex señaló los problemas que fueron identificados en el funcio-
namiento del proyecto Aceite Terciario del Golfo (ATG), mencionando que la quema y venteo
de gas asociado ocasiona daños a la atmosfera debido a las emisiones de dióxido de carbono
(CO2) o metano (CH4), que contribuyen al calentamiento de la tierra. Se alerta sobre la cerca-
nía que tienen estas instalaciones de quema de gas “a asentamientos humanos, lo que repre-
senta un riesgo latente para la seguridad de esas comunidades y del propio funcionamiento
del campo” y recomienda que se tomen medidas para reducir estas emisiones al mínimo.5
Además, reconociendo las dificultades geológicas de esta área para la extracción de hidrocar-
buros, plantea que la productividad de los pozos depende de la utilización de la técnica de
la fractura hidráulica (fracking),6 que para 2010 ya se había utilizado en 1 737 pozos de ATG
(CNH 2010: 20, 24-25). En el documento se considera necesario perforar más de 15 mil pozos en
el área con esta técnica, lo que implica riesgos de distinto tipo, advirtiendo que “la actividad
petrolera será intensa sin que PEP7 haya desarrollado previamente una plataforma de atención
social y ambiental, lo cual puede desembocar en distinto tipo de crisis” (ibid.: 25-26). En esos
años llegaron a la región numerosas compañías privadas nacionales y extranjeras a trabajar
con la empresa petrolera, pero al no obtenerse los resultados esperados la mayoría desistió.
En el año 2012 la compañía venezolana Oleorey, se hizo cargo de los trabajos de exploración
y extracción de hidrocarburos en esta área, para lo cual se firmó con Petróleos Mexicanos
(Pemex) un contrato por 30 años, que sigue vigente y Oleorey trabaja activamente en el campo
petrolero San Andrés. A pesar del reconocimiento realizado por Pemex de las afectaciones al
medio ambiente, las actividades relacionadas con la extracción de gas y petróleo siguen siendo
la principal fuente de contaminación en la región.

La congregación de Emiliano Zapata y el Boom petrolero

Décadas atrás, Emiliano Zapata –que había recibido dotación de tierras en 1936 –, era una
localidad floreciente debido al auge de la explotación de hidrocarburos; en 1955 Petróleos
Mexicanos (Pemex) comenzó a realizar exploraciones y en 1956 perforó el primer pozo petro-
lero en sus tierras. Comenzó una nueva era en la historia de esta localidad, que creció con la
llegada de inmigrantes no indígenas provenientes de otras regiones del país a trabajar como
obreros, técnicos o profesionistas en dicha industria. Muchos se quedaron a vivir en este lugar
donde se asentaron y formaron sus familias. Sin pedir permiso a los campesinos, los obreros
5 Se denomina “emisiones fugitivas” a los gases que se liberan al medio ambiente durante la extracción de hidrocarburos produ-
ciendo contaminación ambiental. México ocupa el quinto lugar mundial entre los mayores emisores de metano proveniente de la
industria de hidrocarburos (Llano y Flores Lot 2019: 4).
6 El fracking o fractura hidráulica es una técnica de extracción de petróleo y gas natural que se localizan en formaciones rocosas
denominadas lutitas bituminosas, que se encuentran entre 1 000 a 5 000 metros de profundidad. Véase: Alianza Mexicana contra
el Fracking, disponible en: www.nofrackingmexico.org/que-es-el-fracking/ (consultado el 18 de julio de 2019).
7 PEP, Pemex Exploración y Producción.

174
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

destruían los sembradíos para instalar los pozos petroleros. “Mi abuelo lloró cuando tumba-
ron su vainillal […] Pemex entró como en su casa”, sostiene un anciano indígena,8 destacando
la forma autoritaria y la impunidad con la que se fue desplegando el accionar de la empresa
sobre este territorio, que en aquella época estaba habitado en su mayoría por indígenas totona-
cas dedicados al cultivo de maíz, frijol y vainilla.9
La industria petrolera ocasionó transformaciones en el territorio y en la producción
agrícola, como el hecho de que contribuyó a que decaiga la producción vainillera; a la vez,
Pemex comenzó a abrir caminos para acceder a los pozos, y estas tierras pudieron integrarse a
un mercado regional y nacional, lo que permitió a los campesinos sacar la producción agrícola.
En el año 1967 había una amplia red de caminos y brechas abiertas por esta empresa en la zona,
para que los obreros puedan llegar a trabajar en los numerosos pozos petroleros. Los habitantes
reconocen que la apertura de vías de comunicación ha sido un aporte a esta aislada región, a
pesar de la problemática social y ambiental que ocasiona la explotación de hidrocarburos. Sin
embargo, a lo largo de los años los pobladores han emitido reiteradas quejas por los destrozos
que ocasionan en los caminos los transportes de carga pesada de Pemex y sus subsidiarias
(Aguilar León 2017; Román Segura 2018).
La década de 1970 y hasta los años ochenta fue la época de apogeo de la explota-
ción petrolera en el ejido Emiliano Zapata, producción que decayó ante el descubrimiento
del campo petrolero Cantarell ubicado en la sonda de Campeche, que en su momento fue
considerado uno de los productores de petróleo más importante del mundo, y que había
comenzado a operar en 1979. En los años de 1964-1965, en lo alto de una colina, Pemex cons-
truyó en Emiliano Zapata instalaciones para su personal: comedor con un chef chino, hotel,
consultorio médico, viviendas de madera, un destacamento de soldados para la protección
de los trabajadores y de los edificios; en 1975 se pudo ver aquí la pelea de box de Cassius Clay
(Muhammad Ali con Joe Frazier), debido a la tecnología que tenían, evento que constituyó
un centro de atracción y motivó la asistencia de habitantes de otras localidades del municipio
y de la ciudad de Papantla. En la actualidad estas instalaciones se encuentran abandonadas y
saqueadas, con los vidrios rotos esparcidos en el piso, ductos y plomería robada para venderla
como fierro viejo. El descuido y el abandono en que ahora está sumida esta construcción, se
ha convertido en el lugar propicio para que asistan parejas, alcohólicos y drogadictos, según
el decir popular. Este lugar proporciona indicios de lo que pudo ser la abundancia de la pro-
ducción petrolera en aquella época, pero hoy se erige como símbolo de un pasado floreciente
y un presente aciago.

8 Entrevista a B.R., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 25 de febrero de 2017.
9 Archivo General del Estado de Veracruz, Xalapa, Fondo Comisión Agraria Mixta, expediente 3137; Ampliación del ejido Emiliano
Zapata, expediente 2708, Solicitud de Dotación ejido Rodolfo Curti.

175
Victoria Chenaut

El ejido, la gente, el pueblo y diversas formas de contaminación

La localidad de Emiliano Zapata se ubica en las tierras ejidales que fueron ampliadas en el año
1937, obteniendo un total de 622 hectáreas, cultivadas con cítricos (naranja valencia y limón
persa), maíz y frijol y en parte dedicadas a la ganadería. Pero más de la mitad de tierras ejidales
están ocupadas por Pemex, que las expropió para instalar allí pozos y ductos principalmente.
Como sostuve en el apartado anterior, en sus comienzos los residentes eran casi en su totalidad
indígenas totonacas que, debido al otorgamiento de tierras, a los movimientos poblacionales
ocasionados por la violencia que predominó en la región en la década de 1940 y a la búsqueda
de nuevos horizontes, se instalaron allí dedicándose principalmente al cultivo de vainilla.
Con el correr del tiempo, y debido a la migración a este lugar de trabajadores mestizos para la
industria petrolera, la mayoría de los habitantes se autodenominan como no indígenas.
En la actualidad se observa en la población Emiliano Zapata una estratificación social
caracterizada por un reducido número de profesionistas, médicos y maestros, además de
comerciantes, albañiles y aquellos que ejercen diversos oficios como herreros y carpinteros. La
mayoría de los hombres se sostienen de los ingresos que les proporciona el trabajo en el campo,
ya sea en la agricultura o la ganadería, como ejidatarios o jornaleros agrícolas. Asimismo,
algunos se emplean como obreros para las compañías que trabajan como contratistas para
Petróleos Mexicanos (Pemex). Pero los jóvenes no se resignan a ser trabajadores rurales, y ante
la carencia de fuentes de trabajo, migran a los estados del norte del país o a Estados Unidos,
lo que ocasiona que “la emigración (sea) otro de los graves problemas sociales que enfrenta la
comunidad” (González Sánchez 2012).
Dado que el núcleo poblacional compuesto de campesinos totonacas ya existía desde
años antes de la llegada de Pemex a estas tierras, dicha empresa instaló su infraestructura
en un espacio que estaba habitado, pero cuya ubicación estratégica le permitía concentrar la
producción de buena parte del área para enviarla a través de ductos a la ciudad de Poza Rica,
centro de la producción petrolera en la región, y en el presente se observan instalaciones de
Pemex que están funcionando dentro del pueblo, como la Central de Turbinas, que envía gas
a Poza Rica; la Batería de Separadores, que divide agua y petróleo; dos quemadores de gas que
continuamente están prendidos; la planta de Agua Congénita,10 y una red de ductos viejos y
oxidados para transportar el hidrocarburo, que atraviesan el pueblo por debajo de las casas y
presentan numerosas fugas y peligro de explosión, aunque algunos tramos ya están cerrados.
En la memoria de los habitantes aún está presente la explosión de un gasoducto que estalló en
julio 1966 ocasionando diez muertos y ocho heridos (González Sánchez 2012), o la evacuación
que realizaron a principios de 2014 varias familias por el temor de que uno de los quema-
dores fuera a explotar,11 por esta razón solicitaron se reubicara, sin que sus requerimientos

10 Agua congénita: es el agua que se inyecta a los pozos conteniendo más de 600 productos químicos.
11 Carta de Gumersindo González Sánchez, agente municipal de Emiliano Zapata al diputado Fidel Robles Guadarrama, presidente
de la Comisión Permanente de Gestoría y Queja, 20 de abril de 2015.

176
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

sean atendidos. Por lo tanto, “las enormes llamaradas, el ruido ensordecedor, las fugas y los
derrames no han parado, ocasionando irritación entre la población, Pemex y las compañías
petroleras subcontratadas, siguen ignorando los reclamos de la población”.12
La Central de Turbinas se sitúa en el centro de la localidad, muy cerca de la Agencia
municipal, el auditorio, el comedor comunitario, casas de habitantes y tiendas de abarrotes.
Esta instalación emite un ruido constante que se escucha en gran parte del pueblo y emite
gases tóxicos (imagen 1). El conjunto de instalaciones petroleras y los procesos técnicos a ellas
relacionados ocasionan contaminaciones que afectan la salud y el bienestar de los habitantes
provocando numerosas enfermedades y estrés. Los quemadores, el montaje para el venteo y
la quema de gas, tienen una llama constante, día y noche, que puede alcanzar distinta altura
(hasta 80 metros o más), producen un ruido continuo y despiden un fuerte calor. En las
noches el pueblo está “iluminado” por las luces de la llama, que afecta con ruido y calor espe-
cialmente a las familias más cercanas (imagen 2). Según algunos testimonios, el ruido puede
llegar a ser tan fuerte “como el de un avión cuando despega”.13

Imagen 1. Estación de compresión Central de Turbinas San Andrés, en la congregación de Emiliano Zapata, Papantla
Fuente: Archivo personal de Victoria Chenaut.

12 Carta de Gumersindo González Sánchez citada.


13 Entrevista a G.F, realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 18 de marzo de 2019.

177
Imagen 2 . Quemador de gas que ilumina la noche en el centro de la congregación de Emiliano Zapata, Papantla
Fuente: Archivo personal de Victoria Chenaut.

Por este motivo, se produce contaminación auditiva, del aire, la tierra y el agua. El
ruido del quemador impide a los habitantes escuchar las conversaciones que realizan dentro
de las casas, por lo que tienen que cerrar las ventanas para hablar o ver televisión, aún con el
intenso calor veraniego. Al quemarse el gas se produce el metano, que contamina la atmósfera
y el medio ambiente, y se encuentra presente en el aire que se respira. Los derrames de petróleo
que circula por los viejos ductos que tienen más de 30 años, contaminan la tierra y el agua,
cuando el derrame desemboca cerca de ríos o arroyos; también dañan los mantos freáticos y
los pozos de agua. Los derrames de petróleo y la contaminación del aire perjudican a la pro-
ducción agrícola y al ganado.
Desde el año 2015 el arroyo Los Tejones se contaminó con un derrame de agua congé-
nita y pude observar un brote continuo de petróleo que nace en medio del agua, que la pobla-
ción ya no puede utilizar; tiempo después el arroyo Frijolillo se contaminó por la rotura de
un ducto con petróleo. En marzo 2019, Erick Domínguez, diputado local por Morena, acudió
acompañado de un biólogo de la Procuraduría Estatal de Protección al Medio Ambiente, para

178
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

tomar muestras del agua contaminada y realizar su análisis químico en un laboratorio inde-
pendiente de Pemex.14 Acompañé al grupo de habitantes que se dirigieron con autoridades
locales y los recién llegados para observar las afectaciones en los dos arroyos. La consecuencia
de esta contaminación en ambas fuentes de agua fue que los habitantes se quedaron sin el
vital líquido, y Pemex tiene que surtir en pipas el agua que necesitan para su vida cotidiana.
Esta situación ocasiona numerosos problemas, especialmente a las mujeres que por razones de
roles de género son las encargadas de realizar las tareas domésticas, como hacer el aseo, lavar
la ropa, cocinar, cuidar a los enfermos, entre otras, ya que el agua no siempre llega a tiempo
y a veces no reciben la suficiente cantidad para llenar el tanque de captación que la distribuye
a todos los hogares. Si el tanque no está lleno, no hay presión suficiente para llegar a todas las
casas. Debido a la conformación irregular del terreno, algunas casas están situadas a mayor
altura que otras, por lo cual no reciben el líquido si no hay suficiente presión.

Ahorita, con lo que se contaminó el agua, hemos estado sin agua, buscándole en dónde hay pozos para
obtener el agua, más que nada. Vivo en lo alto y no me llega el agua. A veces no llegan ni las pipas.
Ahora sí, los que aprovechan el agua son los que viven abajo…Yo la voy a traer de un pozo que tiene
mi hermana allá atrás, está lejitos, tengo que subir con las cubetas, creo que de 20 litros…(voy) con
mis niños, ahí con botellas…. (mi marido) a veces tiene que madrugarle porque se va al campo, y si
madruga a las cinco con sus dos cubetas, acá con su gancho acá…En mi casa somos 7, pues tenemos
que hacer dos, tres viajes para unos cuatro, cinco días y volver otra vez. Y si hay una “feria” (dinero) pues
compramos de esas de garrafón. Y si no hay feria, pues hay que hervirla, bien hervida, colarla y todo.15

Es necesario tener en cuenta que tanto los derrames de petróleo como la contamina-
ción del aire afectan en forma directa a la producción agrícola, y que en algunas zonas los
árboles de cítricos se localizan en lugares muy cercanos a los derrames, o el ganado bebe agua
contaminada. Por su parte, el gas metano impregna el ambiente y se encuentra presente en el
aire que se respira. La contaminación del medio ambiente quedó manifiesta cuando en 2017
un equipo de la organización norteamericana Earthworks monitoreó pozos de hidrocarburos
en Poza Rica y en Emiliano Zapata con una cámara infrarroja que capta las emisiones fugi-
tivas que el ojo humano no alcanza a ver, que se liberan durante el proceso de exploración y
explotación de hidrocarburos. De esta manera, se hicieron visibles las emisiones de gas metano
a la atmosfera, lo que contribuye al calentamiento de la tierra y al cambio climático. En la
última localidad se tomó con la cámara infrarroja el registro en diversos lugares, entre ellos
en la Central de Turbinas San Andrés, lo cual ocasionó que el técnico a cargo de realizar el
trabajo sostuviera que nunca había visto esa cantidad de gases emitidos a la atmosfera.16

14 En febrero de 2020, casi un año después de esta visita, los habitantes de la congregación no habían sido informados de los resulta-
dos de este análisis del agua.
15 Entrevista a N. A., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 18 de marzo de 2019.
16 Entrevista a A. J., realizada por Victoria Chenaut, Poza Rica, 2 de marzo de 2019.

179
Victoria Chenaut

Dentro de la ciudad de Poza Rica existen instalaciones petroleras, y aquí la conta-


minación del aire ocasiona en los habitantes problemas de salud tales como tos, picazón en
la garganta, falta de aire, asma, entre otros padecimientos. Sin embargo, en este lugar no se
han realizado investigaciones para estudiar la relación entre la contaminación ambiental y los
efectos en la salud.17

Otros factores ambientales y culturales que inciden en la salud de los habitantes

Los habitantes de Emiliano Zapata sostienen que los principales problemas de salud consisten
en infecciones en las vías respiratorias, así como enfermedades en la piel por contacto con el
agua contaminada de petróleo, como ronchas y picazones. Una preocupación central reside
en que observan alta incidencia de cáncer: “cánceres en una gama muy extensa… leucemias…
cánceres de vísceras, de hígado, de intestino, cáncer cérvico uterino que es directamente a las
mujeres, cáncer de mama, de colon, y son cánceres, la mayoría muy silentes”.18 Aquí el cáncer
no distingue edades ni sexo, lo han tenido jóvenes, mujeres y hombres, y cuando la persona
recibe el diagnóstico médico por lo general ya es demasiado tarde. Además, los habitantes
sienten estrés por el ruido y el calor de los quemadores, especialmente aquellos que viven cerca,
que no pueden dormir por el ruido, por lo que sufren de estrés y temor por el riesgo constante
de una posible explosión de los ductos o de las instalaciones petroleras.
Otra causa de contaminación ambiental reside en el uso de agroquímicos, especial-
mente el herbicida Faena que contiene glifosato, que los campesinos utilizan para quitar la
maleza. Este producto fue clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como
“probablemente carcinogénico para los humanos”, entre otros efectos que ocasiona en la salud
y en el medio ambiente (Gobierno de México/Cibiogem/Conacyt 2019). Desde la década
de 1970 su uso se ha generalizado en la zona, y se dejó de utilizar la coa para limpiar terrenos de
maleza.19 Las personas que aplican los agroquímicos no tienen cuidado en el almacenamiento,
utilización y desecho de estos productos, cuyos vapores son absorbidos por la piel, por vía
oral y del tracto digestivo. Como carecen de información sobre estas consecuencias, algunos
campesinos pueden llegar a burlarse de la persona que haya decidido protegerse al aplicar el
producto. Incluso, hay quienes reutilizan los envases de Faena para acarrear el agua para uso
doméstico o riego.

17 Reportajes publicados en Pie de Página el 14 de febrero 2019: “¿Quién revisa las fugas?”, “El peligroso metano”, “Una ciudad
que enferma”, disponibles en https://piedepagina.mx/gases-invisibles/quien-revisa-las-fugas.php; https://piedepagina.mx/gases-
invisibles/el-peligroso-metano.php https://piedepagina.mx/gases-invisibles/una-ciudad-que-enferma.php (consultados el 6 de
agosto de 2019).
18 Entrevista a G. F., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 18 de marzo de 2019.
19 Coa: instrumento de madera de origen prehispánico usado para quitar la maleza.

180
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

Como es de público conocimiento, la compañía Monsanto-Bayer que elabora el her-


bicida con glifosato ha sido demandada judicialmente en Estados Unidos y en Europa por
personas que sostienen que el producto es cancerígeno y causante de esta enfermedad que
padecen.20 En Emiliano Zapata no se han realizado estudios para detectar si existe una corre-
lación entre la contaminación ambiental ocasionada por la explotación petrolera y el uso de
agroquímicos, así como su posible relación con la salud de los habitantes, a pesar de que
este tema constituye un motivo de interés y preocupación de los hombres y mujeres que allí
habitan.
También hay factores culturales, que inciden en la salud, por ejemplo, casos de bebés
que nacen desnutridos por circunstancias ambientales, nutricionales o genéticas que ocasio-
nan que no se desarrollen en el útero como debería ser. Se mencionan cuestiones como la
arraigada costumbre de las mujeres que están embarazadas de no comer ciertos alimentos
que son fuentes de proteína y hierro como pescado, frijoles o huevo. Además, son pocas las que
atienden la recomendación de cortarse el cabello muy corto durante el embarazo para permitir
que las vitaminas y el hierro que lo nutren se destinen a alimentar el bebé. Por lo tanto, los
niños “nacen con bajo peso o con un peso normal, pero con datos de desnutrición”.21 En el
caso del cáncer de mama, integrantes de la Asociación civil Vida Plena Después del Cáncer de
la ciudad de Poza Rica, plantean que una consecuencia del machismo que se vive en el medio
rural de la región consiste en que los hombres a veces se niegan a que sus mujeres acudan a las
revisiones. Cuando lo hacen, ya es tarde. Por lo tanto, esta situación es un elemento que incide
en la mayor vulnerabilidad de las mujeres en el medio rural, especialmente de las mujeres
indígenas.22
Las mujeres de Poza Rica sobrevivientes al cáncer de mama conformaron esta asocia-
ción civil con el propósito de concientizar en la región la importancia de la autoexploración y
de ayudar a mujeres de escasos recursos para que viajen a las ciudades donde se brindan diag-
nósticos y tratamientos oncológicos. Aquellas personas que tienen cualquier tipo de cáncer
enfrentan diversos problemas, tales como el hecho de que el gobierno no abastece todos los
medicamentos que necesitan, que el Hospital Regional de Poza Rica no tiene un médico
oncólogo ni un área para realizar quimioterapias,23 a pesar de que una solicitud en este sentido
se realiza desde hace unos diez años. Otra cuestión que tiene incidencia en las actividades de la

20 Silvia Ribeiro, El veneno que nos legó Monsanto”, La Jornada, 11 de mayo de 2019, disponible en https://www.jornada.com.
mx/2019/05/11/opinion/019a1eco (consultado día 1 de julio de 2019).
21 Entrevista a G. F., citada.
22 Édgar Escamilla, “Machismo incide en aumento de cáncer de mama”, La Jornada Veracruz, 22 de abril de 2017, disponible en
http://jornadaveracruz.com.mx/Post.aspx?id=170422_101616_906 (consultado el 03 de julio de 2019).
23 Misael Olmedo, “Piden área de quimioterapia en el Hospital Regional de Poza Rica”, Formato7, 19 de febrero de 2018, disponible
en https://formato7.com/2018/02/19/piden-area-de-quimioterapia-en-el-hospital-regional-de-poza-rica/ (consultado el 3 de julio
de 2019). Es necesario aclarar que este hospital atiende a personas de más de 50 municipios de la zona norte de Veracruz y pertenece
a la Secretaría de Salud estatal. En Poza Rica hay otros dos hospitales que tienen un área de oncología, pero sólo atienden a sus
derechohabientes (Hospital del IMSS y Hospital Regional de Pemex).

181
Victoria Chenaut

dicha asociación se debe a la carencia de fondos propios, por lo que se subvenciona con dinero
que obtienen en loterías que organizan y donaciones que reciben, con lo que ayudan a las per-
sonas diagnosticadas con cáncer que tienen que viajar para sus tratamientos a las ciudades de
Xalapa, Veracruz o Ciudad de México.

En Emiliano Zapata, de los casos mencionados (de cáncer) nadie cuenta con seguro social, nadie
cuenta con ISSTE . Todas las personas con sus propios recursos llevan a sus pacientes a Xalapa, a la
ciudad de México y hasta el día de hoy ninguna dependencia de gobierno ni Pemex ni Oleorey, no
han venido a buscar a los pacientes, a los familiares, para brindarles un apoyo en el tema de salud.24

Es necesario destacar que Poza Rica, así como Coatzacoalcos y Minatitlán –donde
hay instalaciones petroleras–, son las ciudades veracruzanas con mayor número de pacientes
con cáncer de mama al parecer debido a la contaminación ambiental que aquí se genera.25
Por ello, miembros de Vida Plena plantean la necesidad de que se realice una investigación
sobre la posible relación que pudiera existir entre la actividad petrolera y los casos de cáncer
en la región,26 que han aumentado en los últimos años.27 Es posible deducir que los problemas
ambientales intersectan con cuestiones de índole cultural que ocasionan la particular especi-
ficidad que tiene la problemática de salud en la congregación de Emiliano Zapata, la que se
constituye en un objeto del deseo de algunos políticos, que hacen uso de las carencias existen-
tes en el pueblo para promover sus imágenes y/o con fines electorales.
Dos episodios ilustran este argumento. En Emiliano Zapata no hay un servicio médico
proporcionado por la Secretaría de Salud Pública del Estado de Veracruz; sólo cuentan con
una Casa de Salud en la que no se da consulta y su único personal es una auxiliar de enferme-
ría que toma la presión entre otras tareas menores. Hace un par de años, en una campaña para
diputados estatales llegó a la localidad un político, llevando medicamentos, un médico y expe-
dientes médicos. Colocaron todos los objetos en la Casa de Salud,28 se sacaron una fotografía
y publicitaron que Emiliano Zapata ya tenía un doctor que atendiera en esta localidad. Con
el paso de unos pocos meses, como el político no ganó la elección el médico se fue del pueblo,
por lo que se llevaron las medicinas y los expedientes. El descrédito que tienen los políticos

24 Entrevista a O. V., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 19 de marzo de 2019.
25 Misael Olmedo Sifuentes, “Ciudades veracruzanas con actividad petrolera con mayor número de cáncer”, Pregoneros.com, 23 de
junio de 2018, disponible en https://pregoneros.com.mx/2018/06/23ciudades-veracruzanas-con-actividad-petrolera-con-mayor-
numero-de-cancer/ (consultado el 21 de agosto de 2019).
26 Véase “Pemex, ¿fábrica de cáncer?”, Palabras Claras, 21 de junio de 2018, disponible en https://palabrasclaras.mx/estatal/pemex-
fabrica-de-cancer/ (consultado el 9 de julio de 2019).
27 Cabe mencionar que la información publicada en Heinrich Böll Stiftung-PSR- Concerned Health Professionals (2015) es una
valiosa fuente donde se sintetizan los efectos del fracking en la salud humana y en el medio ambiente, a partir de datos que en
Estados Unidos se obtuvieron de artículos científicos, investigaciones de periodistas e informes de dependencias gubernamentales
de ese país.
28 Las Casas de Salud y los Centros de Salud dependen de la Secretaría de Salud del Estado de Veracruz. En las primeras no se da
consulta médica, mientras que en los Centros de Salud sí se otorgan consultas.

182
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

entre la población es tan grande que en marzo de 2019, cuando el diputado local y el biólogo
fueron a Emiliano Zapata para observar la contaminación por petróleo de los dos arroyos y
tomar muestras del agua contaminada para su análisis, a lo largo del día escuché en forma
reiterada a diversas personas sostener: “Es la primera vez que un diputado viene a interesarse
por nuestros problemas […] Los políticos vienen cuando quieren el voto y ya no regresan”.
Estos relatos son congruentes con el hecho de la invisibilidad que para las empresas
petroleras y el Estado tienen los requerimientos y la situación de salud en Emiliano Zapata, a
pesar de la riqueza que se ha obtenido de su subsuelo. Además, como parte de las labores de
apoyo a la comunidad, Pemex les donó una ambulancia, pero el vehículo no cuenta con equi-
pos ni guantes para manipular al enfermo, tampoco tiene mascarilla de oxígeno, ni equipo
de resucitación, ni medicamentos en el botiquín de emergencia, y los operadores no están
capacitados. En esta “camioneta con camilla” el logotipo “Oleorey-Pemex” aparece pintado
de manera destacada para que pueda verse bien. Esta “cultura de la simulación” –como sos-
tiene el informante–29 remite a la cuestión de cómo Emiliano Zapata se inserta en un juego
de poderes y en un contexto que, más allá de lo local, articula la región con fuerzas políticas
y económicas a nivel nacional e incluso transnacional debido a la importancia geoestratégica
del petróleo.
Al comparar diferentes periodos en la historia local de la congregación de Emiliano
Zapata, es necesario recordar que en la época de auge de la explotación petrolera en esta zona,
no sólo había médico y consultorio para los trabajadores de la empresa, sino que también el
campo petrolero construyó una planta potabilizadora de agua –que hoy en día se encuentra
en ruinas–, para inyectar agua potable a los pozos, ya que el líquido que se usaba con este fin
debía ser purificado y tratado, y se apoyaba a la población ante sus necesidades de agua. A
pesar de que en aquellos años hubo un acuerdo firmado entre Pemex y los habitantes de que la
empresa se comprometía a dotarlos de agua potable, esto no ocurrió y sólo les otorgaron agua
del río, que en aquellos tiempos venía muy limpia. Pero las grandes inundaciones que tuvieron
lugar en el año 1999 ocasionaron que cesara el bombeo del agua que provenía del río Tecolutla,
y pasaron a recibir agua de los pozos, que al parecer ya estaba contaminada con petróleo.

Abría uno la llave aquí en la casa y salía petróleo. A veces se estaba uno bañando y de repente las risas
porque salías todo como galletita de esas con chispas de chocolate, lleno de petróleo por todos lados,
los mechones de los cabellos así aplastados, llenos de petróleo. Era una peste, el agua llegaba blanca,
como si trajera gas y así nos estuvieron mandando años y años ese tipo de agua a la comunidad y nadie
dijo nada.30

29 Entrevista a G. F., citada.


30 Entrevista a R. M., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 18 de marzo de 2019.

183
Victoria Chenaut

Las limitaciones en las políticas de salud pública

Para que un médico revise a los habitantes de Emiliano Zapata tienen que pagar una consulta
privada a alguno de los dos doctores que residen en el pueblo, o asistir al Centro de Salud en
la localidad cercana de Remolino, donde muchos se resisten a ir. El motivo de esta negativa
consiste en la necesidad de llegar a las 5: 00 am para conseguir turno ante el elevado número
de pacientes de la región que requieren consulta; luego de la larga espera es posible que las y los
pacientes no sean atendidos. Las solicitudes al gobierno estatal para que se ubique en Emiliano
Zapata un Centro de Salud han sido reiteradas, pero este requerimiento sigue pendiente.
Como consecuencia, los casos de cáncer se diagnostican tardíamente.

Hay muchas personas que se van desde las tres, cuatro de la mañana a Remolino a pedir una cita, y
cuando les llega la hora ya no alcanzan porque, por ejemplo, la prioridad la tienen los habitantes de
Remolino. Si el doctor tiene ganas te atenderá, y si nomás va a cubrir su cuota de consultas, hasta
donde llegue, aunque te hayas levantado a las dos de la mañana para estar ahí, si no alcanzaste lugar,
te regresas con la misma…Realmente es un martirio para la mayoría de las personas que su único
método de atención médica es esa clínica. En cuestiones de salud, realmente todos los gobiernos ante-
riores que han pasado están pésimos, no hay medicinas, no hay doctores, no hay los servicios, no hay
voluntad.31

La estructura hospitalaria en la región es deficiente, por lo cual el Hospital Regional de


Poza Rica no tiene médico oncólogo ni área para realizar quimioterapias y el Hospital Civil
de la ciudad de Papantla opera con carencias. Por lo tanto, las personas diagnosticadas con
cáncer tienen que viajar a ciudades ubicadas a varias horas de distancia para sus tratamientos
y no reciben ayuda económica.

La naturaleza procesal de la vulnerabilidad y un riesgo adicional en la región:


el fracking

Como sostuve al comienzo del capítulo, considero que las prácticas y políticas de la explo-
ración y explotación de hidrocarburos constituyen el eje alrededor del cual se estructura la
situación de vulnerabilidad que vive la población de Emiliano Zapata. Esto es resultado de un
proceso que se fue construyendo a lo largo de los años, centrado en este caso en las políticas
de extracción de hidrocarburos y en la necesidad del Estado mexicano de producir y exportar
petróleo. La vulnerabilidad se expresa, no sólo por la contaminación ambiental y los daños
a la salud ya reseñados, sino también por la falta de certeza jurídica que tienen los ejidatarios
sobre las tierras del núcleo agrario. Por lo tanto, se trata de una doble vulnerabilidad, que en

31 Entrevista a R. M., citada.

184
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

el aspecto agrario se manifiesta por el hecho de que Pemex expropió numerosas hectáreas del
ejido sin que hasta el presente los límites de los polígonos que tiene la empresa dentro de las
tierras ejidales estén bien definidos. Ante esta indefinición, los campesinos no pueden entrar
al Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares (Procede) para
obtener los certificados de derechos de usufructo parcelario, por lo cual no es posible parcelar
ni titular la tierra a su nombre, y tampoco venderla, aunque en los hechos lo hacen al margen
de la ley. Ellos carecen de documentos originales que comprueben la expropiación de la tierra,
que al parecer Pemex no les ha entregado y a pesar de que los han reclamado, la larga historia
de desencuentros con la empresa todavía no llega a su fin.32 Ante la necesidad de cultivar la
tierra, los campesinos invaden los polígonos de Pemex en la cercanía de los pozos que están
cerrados, siembran allí cítricos y maíz, e incluso construyen casas. La situación es confusa, y
los derechos sobre la tierra se sobreponen en un mismo espacio donde se produce una inter-
sección de legalidades, tanto la que deriva del derecho agrario que otorga tierras a los cam-
pesinos, como la que se deduce de la expropiación por el Estado de estas tierras con fines de
explotación petrolera. Como resultado de la confusión y de la inacción de Pemex para resolver
los requerimientos de los campesinos, uno se pregunta cuál es el objetivo de esta empresa al
no resolver las demandas de los ejidatarios, postergando la resolución y por lo tanto haciendo
invisible al ejido.
Según testimonios de los habitantes, en las tierras del ejido Emiliano Zapata no se han
realizado extracciones de gas y petróleo con la técnica del fracking, que sin embargo se están
llevando a cabo en el resto del área ocupada por el proyecto ATG, donde la densidad de pozos
de fracking es intensa, según datos proporcionados por CartoCrítica (2019) (mapa 2). Al ser
interrogados, los campesinos de distintas localidades de la región sostienen que nadie les ha
explicado en qué consiste esta técnica, que no les han pedido permiso para llevarla a cabo en
sus tierras y que no pueden reconocer un pozo de fracking (imagen 3). Asimismo, tampoco
están informados sobre los riesgos que conlleva la técnica para la salud humana y el medio
ambiente; para algunos, las compañías no sólo no informan, sino que, al ser interrogadas, ellas
niegan que la están practicando.

Ellos lo niegan, [la fractura hidráulica] porque todas las compañías miran sus propios intereses […]
Compañías que vienen aquí, vienen, perforan, trabajan, ocupan esa técnica que es fractura hidráulica,
le inyectan agua a los pozos… en pozos viejos allá devuelven el agua, pero todo es un alto conta-
minante. En algún momento toda esa agua va a brotar […] Cuando todo eso se salga de control,
las comunidades de alrededor nos vamos a convertir en un desierto, ya no habrá vida. Entonces las
personas que estemos viviendo en estos pueblos, nuestros hijos, vamos a tener que emigrar, emigrar
a otros estados de la república donde se pueda tener una vida en paz, pero ese será el resultado del
famoso fracking.33

32 Entrevista sostenida con miembros del comisariado ejidal, realizada por Victoria Chenaut y O. E., Emiliano Zapata, 25 de enero
de 2017. Sobre la problemática agraria véase el artículo de Cruz (2019).
33 Entrevista a O. V., citada.

185
Victoria Chenaut

Los impactos sociales y ambientales del fracking implican la reducción del agua dis-
ponible para el consumo de la población, ya que la fractura de un solo pozo no convencional
consume entre 9 y 29 millones de litros de agua; se contaminan los ríos y sus afluentes con los
productos químicos que se introducen en los pozos, y el agua de retorno vuelve a la superfi-
cie contaminada con materiales radioactivos del subsuelo. También se ocasionan daños a la
salud, se contribuye al calentamiento global, se contamina el aire y se pueden generar sismos
(Heinrich Böll Stiftung 2015). De esta manera, se vulneran los derechos a la consulta previa,
libre e informada sobre planes de desarrollo que afectan a los pueblos indígenas, así como a sus
derechos territoriales y a la autonomía; también se vulneran los derechos de toda la población,
como el derecho al agua y a un medio ambiente sano, contenidos en la Constitución mexicana
y en acuerdos internacionales firmados por México.

Mapa 2. Pozos perforados con fractura hidráulica en el paleocanal de Chicontepec

186
Imagen 3. Pozo de petróleo en localidad cercana a la congregación de Emiliano Zapata. Los habitantes no saben si
este pozo ha sido fracturado
Fuente: Archivo personal de Victoria Chenaut.

Con datos del año 2016 la organización CartoCrítica publicó un mapa donde se observa
la distribución de los pozos de fracking en la región, que afectan a numerosa población indí-
gena y campesina, cuyas tierras ejidales también se destacan en la siguiente ilustración (mapa
3). Organizaciones de la sociedad civil han realizado solicitudes de información a las depen-
dencias correspondientes y detectaron que en el estado de Veracruz hay 2 111 pozos fractura-
dos, de los cuales seis se encuentran en el Campo petrolero San Andrés (CartoCrítica 2019). El
municipio de Papantla es el que tiene el mayor número de pozos en Veracruz, ya que se han
contabilizado 869 pozos fracturados, según datos del año 2017; le sigue el vecino municipio de
Coatzintla (655 pozos fracturados); mientras que en la Sierra Norte de Puebla están afectados
con el uso del fracking los municipios de Venustiano Carranza (988 pozos); el de Francisco Z.
Mena (423 pozos) y el de Pantepec con 29.34

34 Juan Luis García Hernández, “Veracruz con el mayor número de pozos con fracturación hidráulica en México: 2 mil 288”, Plumas
Libres, 16 de julio de 2017, disponible en https://plumaslibres.com.mx/2017/07/16/veracruz-mayor-numero-pozos-fracturacion-
hidraulica-mexico-2-mil-288/ (consultado el 10 de octubre de 2019).

187
Mapa 3. Pozos con fractura hidráulica y tierras ejidales

Por lo tanto, los efectos contaminantes de la utilización del fracking están afectando
el medio ambiente y la tierra de los campesinos en una amplia zona del Totonacapan, tanto
en Puebla como en Veracruz. Según tengo entendido, no se conoce con exactitud si estos
pozos fracturados se ubican en yacimientos convencionales o no convencionales.35 Es necesa-
rio destacar la relevancia de esta distinción porque, según De la Fuente y Llano (2016: 24-25)
los impactos negativos del fracking son mayores cuando se trata de pozos no convenciona-
les, debido a que se inyecta a elevada presión una mezcla de agua, arena y alrededor de 750
componentes químicos tóxicos con el objeto de fracturar la roca y permitir que salgan los

35 El petróleo “convencional” forma lagos subterráneos y se extrae por bombeo. El pico máximo de producción ocurrió en México
en 2004 y desde entonces comenzó a declinar. El petróleo “no convencional” “son gotas de petróleo y gas” que se encuentran
atrapados en formaciones rocosas de lutitas bituminosas (Ferrari 2014: 30).

188
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

hidrocarburos que suben a la superficie junto con el agua que se utilizó.36 En el Totonacapan
el fracking constituye una amenaza ante el uso excesivo y posible contaminación del agua de
los ríos Cazones, Nautla, Tecolutla y Tuxpan y sus afluentes, lo que impactará negativamente
en las aguas del golfo de México (ibid.: 39-40).
Hay carencia de información y existen dudas sobre las acciones que tomará al respecto
el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2022), quien declaró como
promesa de campaña que prohibiría el fracking, pero hasta el momento (diciembre 2021) no lo
ha hecho. Para los opositores a esta técnica en el estado de Veracruz la defensa del territorio y
de la vida se encuentra en el centro de los planteamientos de las organizaciones y ciudadanos
que se proponen resistir contra los megaproyectos extractivistas, cuestionando así el modelo
de desarrollo que sustenta prácticas que resultan devastadoras del medio ambiente.

Comentarios

El enfoque de la exclusión social implica tener en cuenta la situación causada por el sistema
capitalista y las fuerzas de la globalización (Guha 2011) que impactan en los procesos locales,
teniendo en cuenta que desde la década de 1980 las políticas neoliberales han incrementado
en México la pobreza y la desigualdad. Este contexto motiva a considerar que la vulnerabi-
lidad de los habitantes de Emiliano Zapata tiene que analizarse por lo menos a dos niveles;
por un lado, el de las limitaciones del actual modelo de desarrollo capitalista en el país que ha
descuidado la infraestructura y el equipamiento hospitalario y de salud pública en el medio
rural. La información sobre la situación de atención médica en la ciudad de Poza Rica y en la
localidad de Emiliano Zapata es significativa para mostrarlo. A la luz de los requerimientos
que tiene la población para atender enfermedades como el cáncer, se observa que un grupo de
mujeres solidarias y sobrevivientes del cáncer brinda en la región ayuda económica, sicológica
y de orientación médica a aquellas del medio rural que tienen que luchar contra esta enfer-
medad, que dependen de la buena voluntad de amigos, vecinos, parientes y organizaciones
de la sociedad civil. Como sostiene Bayon, en lo que concierne a servicios, lo “público” está
destinado para ser utilizado por los pobres, y “lo privado”, que se considera “más confiable,
de mejor calidad, eficiente y accesible” (2015: 96), es utilizado por la clase media y las personas
que pueden pagarlo.
Otro nivel de análisis se relaciona con lo que diversos autores han denominado “proce-
sos de acumulación de desventajas” (González de la Rocha 2018; Sen 2000; Saraví 2007) por el
cual diferentes tipos de exclusiones pueden relacionarse entre sí, de manera que una exclusión
determinada puede ocasionar otra, y así sucesivamente. En Emiliano Zapata el eje central de

36 Véase también Alianza Mexicana contra el fracking. Según Olivera Villa et al. (2018), en México hay 2 696 pozos no convencionales
con fractura hidráulica.

189
Victoria Chenaut

la vulnerabilidad está dado por la contaminación ambiental que es producto de la extracción


de hidrocarburos y el uso de glifosato, aunado a factores culturales; esto ocasiona daños en
la salud, por lo que las personas necesitan atención médica que en la localidad no pueden
obtener, y cuando reciben un diagnóstico desfavorable tienen que afrontar el alto costo de
enfermedades como el cáncer. A una desventaja se van sumando otras, que dificultan el diag-
nóstico temprano y el tratamiento oportuno.
De esta manera, las limitaciones en el sistema de salud pública, tanto como las deri-
vadas de la situación particular de la localidad y los estilos de vida de las personas enfermas,
conforman la trama sobre la cual se teje el proceso de salud-enfermedad de estos habitantes.
Estimo que la situación de pobreza, vulnerabilidad y riesgo por la explotación de hidrocar-
buros, aunado a la desigualdad estructural y las carencias en el sistema de salud pública en el
medio rural, en su conjunto vulneran los derechos humanos de los habitantes, como el dere-
cho humano al agua, el derecho a un medio ambiente sano y el derecho a la salud, entre otros.
Es necesario tener en cuenta las distintas formas que puede asumir la vulnerabilidad,
dependiendo de las condiciones de vida de los habitantes. Por un lado, todos están unidos en
los peligros de estar cercados por instalaciones petroleras, por ductos que pueden explotar y
por la contaminación del aire, el agua y la tierra. Pero la vulnerabilidad se expresa en ciertos
grupos de la población con mayor intensidad que en otros. Por ejemplo, ante la contaminación
de los arroyos con petróleo, cuando Pemex entrega pipas de agua a los habitantes, aquellos que
viven en partes bajas de la localidad reciben el agua en sus casas, pero los que están ubicados
en una área alta, cuando el tanque de distribución no tiene suficiente presión no les llega el
líquido. Asimismo, las viviendas que están más cerca de los quemadores son las que reciben
mayor impacto de la contaminación por el ruido, la flama y el calor que éstos despiden.
Además, la explotación de hidrocarburos impacta de manera diferenciada en hombres
y en mujeres, teniendo en cuenta que la vulnerabilidad de éstas se incrementa porque en el
medio rural tienen altos índices de analfabetismo, especialmente entre las de mayor edad y en
municipios de Veracruz donde se utiliza la técnica del fracking 23% de las viviendas no tiene
agua entubada (Olivera Villa 2019). Cuando los arroyos y/o veneros de agua son contaminados
o desviados de su curso debido a las tareas de extracción de petróleo y gas, la reducción del
líquido tiene mayor impacto en las mujeres y en los niños, ya que ellos son los que mayormente
abastecen de agua a los hogares y la necesitan para realizar las diversas tareas domésticas.
Por lo tanto, es de considerar que las afectaciones a la salud reseñadas en este capítulo tienen
especial incidencia en el caso de las mujeres afectando sus derechos sexuales y reproductivos,
como el hecho de que las sustancias químicas que se usan en el fracking provocan defectos
en el nacimiento, así como abortos espontáneos. A pesar de la gravedad de esta situación en
México no existen leyes y normatividades que relacionen la salud con los efectos que ocasiona
la industria energética, ni estudios de especialistas que indaguen sobre este tema (idem).
Uno se pregunta ¿qué significado tiene el hecho de que se invisibilizan los reclamos de
las y los ciudadanos en el tema de la salud y la contaminación? ¿A qué se deben los silencios,

190
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

las omisiones e indefiniciones de Pemex y de la compañía contratista sobre la problemática que


se vive en esta localidad? ¿Qué nos dicen esos silencios de Pemex al no querer informar a los
pobladores sobre el fracking, o de las actividades que se realizan en las instalaciones petroleras?
En otro escrito comenté las dificultades que tienen los habitantes de la región para que Pemex
repare los daños ocasionados a los cultivos y al medio ambiente, que ellos consideran a esta
empresa como un “monstruo” ya que la visualizan como un ente gigantesco que detenta todo
el poder (Chenaut 2017). Pero hay que destacar que el extractivismo petrolero en México tiene
un carácter particular debido a que en el país se considera que el petróleo “conlleva desarro-
llo y es sinónimo de nacionalismo” (Checa-Artasu 2016: 28). De esta manera, la explotación
petrolera aparece ligada con un sentimiento de orgullo nacional derivado de la nacionalización
petrolera realizada por el presidente Lázaro Cárdenas, que opaca los efectos que esta actividad
causa localmente en el medio ambiente.
Pero en su vida cotidiana los habitantes viven la contaminación, experiencia que sin
duda es producto de una construcción social del sufrimiento, que está relacionada con la
dominación social y la violencia simbólica del Estado (Auyero y Swistun 2008). Siguiendo
a estos autores, me pregunto cómo los habitantes de Emiliano Zapata viven y enfrentan su
problemática. Aun cuando éste no fue el enfoque central de mi investigación, puedo apreciar
que presentan diversos tipos de reacciones y planteamientos en relación con la situación que les
toca vivir. Por un lado, estimo que los lazos solidarios de parentesco, amistad y compadrazgo
otorgan elementos para contener y enfrentar las situaciones de vulnerabilidad que atraviesan.
Por otro lado, estimo que se expresan diferentes visiones sobre lo que ellos están viviendo,
aunque por lo general se destaca la preocupación y la impotencia que muchos sienten. Pero
también hay que resaltar que el problema se naturaliza y pasa a ser parte de la vida cotidiana,
como sostiene una habitante de la localidad hablando del ruido del quemador: “todo al prin-
cipio molesta, luego se acostumbra uno”.37 En cuanto a la tierra del ejido, hay quienes conside-
ran que no pueden oponerse a Pemex porque ya recibieron el dinero de la indemnización por
la expropiación de las tierras, otros piensan que como el petróleo es de la nación no es posible
movilizarse y hay quienes se oponen al uso de las tierras por parte de Pemex. Es decir, la diver-
sidad de puntos de vista no impide que muchos expresen su cansancio por la continua espera
a ser atendidos en sus diferentes reclamos, y que en algunos casos abandonen los trámites de
reparación del daño que estaban realizando. Es aquí donde se manifiesta que “la espera repro-
duce la subordinación política” (Auyero 2013: 16). Es decir, a través de la espera se experimenta
la dominación y el poder del Estado, que en este caso se manifiesta en los silencios y omisiones
de Pemex, así como en las carencias del servicio de salud pública. El carácter relacional de la
exclusión, que ha destacado Sen (2000), puede quizá resumirse en la frase de uno de los habi-
tantes entrevistados, cuando sostuvo que “no hay voluntad”.38 Es decir, puso de manifiesto

37 Entrevista a S. G., realizada por Victoria Chenaut, Emiliano Zapata, 17 de marzo de 2019.
38 Entrevista a R. M., citada.

191
Victoria Chenaut

que al no haber interés en solucionar los problemas por parte de las autoridades estatales, ellos
sienten que están excluidos del derecho a la salud y a una vida digna.
En el párrafo anterior expuse algunas de las razones por las cuales no logra articularse
un fuerte movimiento opositor en la zona. Sin embargo, es necesario mencionar que indígenas
totonacas y habitantes de la región, en alianza con organizaciones ambientalistas y de derechos
humanos, se encuentran planteando diversas estrategias contra el fracking, para conformar
un proceso que organice a las comunidades contra la devastación del medio ambiente. El 20
y 21 de junio de 2015 se llevó a cabo en Emiliano Zapata un encuentro en el que se unieron
representantes del territorio amenazado de varios estados de la república, conformando la
Coordinadora Regional de Acción Solidaria en Defensa del Territorio Huasteca-Totonacapan,
denominada CORASON. Sus integrantes se posicionan sosteniendo que no permitirán la entrada
a sus territorios de proyectos relacionados con una concepción del progreso y el desarrollo que
atentan contra el medio ambiente y los derechos humanos de toda la población (imagen 4).

Imagen 4. Protesta contra el fracking en la congregación de Emiliano Zapata


Fuente: Archivo personal de Victoria Chenaut.

192
Explotación de hidrocarburos y vulnerabilidad social en Veracruz, México

Indígenas y campesinos de la región resisten y se organizan porque consideran que


sus formas de vida se encuentran amenazadas, al igual que su cultura e identidad. De esta
manera, las matrices culturales de las cuales se nutren, expresadas en esta relación con
el medio ambiente, se posiciona en el fondo de la trama que incita a la resistencia contra el
extractivismo, para lo cual asumen diferentes formas de lucha para enfrentar los desafíos que
les toca vivir, como la movilización social, la protesta en los medios de comunicación o el
intento de usar el derecho oficial del Estado a través de amparos judiciales. De este modo,
expresan su rechazo a lo que denominan “proyectos de muerte” y se posicionan contra la con-
taminación y un concepto de desarrollo que no comparten. Estos planteamientos se sustentan
en la ancestral sabiduría de los pueblos indígenas en su relación con el medio ambiente y el
territorio, temas que se sitúan en el centro de la discusión en el contexto de la imposición de
políticas neoliberales.

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195
AFECTACIONES DEL “DESARROLLO” EN EL ECOSISTEMA
DE MARISMAS NACIONALES

Rogelia Torres Villa1

Marismas Nacionales es un ecosistema de manglares con una gran red de esteros y lagunas
costeras salobres, ubicado en el noroeste del estado de Nayarit y sur de Sinaloa, fue designada
como una de las Reservas de la Red Hemisféricas de Aves Playeras en 1992, de igual manera
está incluida en el programa Áreas Importantes para la Conservación de las Aves (AICA) y
como una región terrestre, marina e hidrológica prioritaria de la Comisión Nacional para el
Conocimiento y Uso de la Biodiversidad de México (Conabio); además fue incorporado como
sitio Ramsar por su importancia como humedal en 1995 y declarada Reserva de la Biosfera por
la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) en 2010.
Aún con todas las protecciones legales y declaratorias nacionales e internacionales otor-
gadas a dicho ecosistema, los problemas ambientales siguen presentes. En este capítulo se
menciona la importancia de los humedales costeros, y también se señalan algunos deterioros
ecológicos provocados por “desarrollos” llevados a cabo en dicho hábitat. Como muestra de la
afectación, nos enfocaremos sólo en tres proyectos: presas hidroeléctricas, canal de Cuautla y
granjas acuícolas, señalando la manera en cómo éstos han perjudicado no sólo al ecosistema,
sino también a las sociedades rurales de las localidades de esa región, desde –por lo menos– la
década de los setenta del siglo pasado hasta la actualidad (2020). Pretendemos mostrar cómo
decisiones humanas pueden tener resultados y beneficios positivos para unos cuantos, pero
perjuicios para el hábitat y, por ende, para todos los seres vivos que dependemos de un recurso
estratégico como son los ecosistemas costeros.

Contexto

México se encuentra dentro de los diez países –de los más de 190 en el mundo– considerados
como mega diversos, debido principalmente a su posición geográfica afortunada al estar en

1 Universidad Nacional Autónoma de México-Unidad Académica de Estudios Regionales, Coordinación de Humanidades UNAM-
UAER, COHU.

197
Rogelia Torres Villa

medio de dos grandes litorales,2 el océano Pacífico al oeste y el golfo de México y el mar Caribe
al este; sumando 9 330 km de costas, lo cual representa el tercer país del continente americano
con mayor longitud de litoral.3 Su indiscutible riqueza tiene como base los sistemas naturales,
compuestos de una gran cantidad de ríos, arroyos, lagunas y lagos, así como las importantes
actividades que ahí se realizan: agricultura, pesca, acuacultura, industria, comercio y turismo.
En los 17 estados costeros de nuestro país con apertura al mar4 viven más de 20 millones de
mexicanos distribuidos en medianas y pequeñas localidades; además muchos de estos lugares
tienen un alto valor cultural al ser considerados por muchos de sus habitantes (grupos étnicos)
como espacios sagrados y de fuerte referencia identitaria.
La riqueza biológica de nuestro país, particularmente en las zonas costeras, ha venido
padeciendo cambios y pérdidas en su diversidad natural. La causa, explicada desde una visión
crítica, es el modelo de desarrollo que privilegia el crecimiento económico en detrimento
de los ecosistemas y de su capacidad de resiliencia, lo cual ha afectado profundamente el
funcionamiento de los sistemas naturales y, en consecuencia, se ha ido perdiendo también
el privilegio de poder seguir consumiendo diversas especies de calidad y diversidad provenien-
tes de sistemas acuáticos; de igual manera se ha ido disipando la capacidad de reproducción
cultural y el conocimiento tradicional de las sociedades pesqueras locales, quedando a la deriva,
generalmente a contracorriente y sin éxito, sus intentos de desarrollo, pese a los abundantes
recursos y conocimientos específicos que dichas sociedades tienen para manejarlos y poder así
seguir viviendo en sus lugares de origen con lo que estos ecosistemas les proporcionan.
En la actualidad, se considera que la población mundial se enfrenta a uno de los pro-
blemas esenciales que es la producción de alimentos, la cual se encuentra basada en las acti-
vidades agrícolas, ganaderas y pesqueras, sin embargo, la producción que se obtiene de ellas,
responde cada vez menos a las necesidades de dicha población. El sector pesquero, posible-
mente es el que representa mayores dificultades, ya que su actividad principal es la recolección
de organismos vivos del mar, de ecosistemas costeros, ríos, lagos y lagunas, donde todo el ciclo
de producción está determinado por la naturaleza y las condiciones de sanidad de los recursos
hídricos. Además, la pesca tiene una capacidad limitada, lo cual ya se deja ver durante los últi-
mos años, debido a que la explotación excesiva ha traído como consecuencia la disminución
de las reservas naturales, en especial los trastornos ecológicos a las cadenas de alimentación y
la baja renovación de las poblaciones de organismos (Cifuentes Lemus et al. 1997).

2 Debido a lo anterior, México presenta 10% de la diversidad terrestre del planeta, ocupando los primeros lugares en reptiles, mamí-
feros, anfibios y plantas. Para el caso de los peces ostenta 15.79% del total mundial y 163 son endémicas (Rodríguez y Cruz 1997).
3 INEGI, 2017, Anuario estadístico y geográfico de los Estados Unidos Mexicanos 2017, disponible en http://internet.contenidos.inegi.
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(consultado el 21 de febrero de 2020).
4 La zona costera mexicana está compuesta por 265 municipios distribuidos en los 17 estados costeros, en los cuales se registraron 47
194 599 hab en 2005 (45.8% del total nacional). Bajo algunos modelos estima aumentará hasta 58.8 millones en 2030 (Azuz y Rivera
2009).

198
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

Uno de los recursos naturales imprescindibles en la vida de cualquier ser vivo es el


agua, razón por la cual las grandes culturas mesoamericanas se asocian con extensos ambien-
tes de humedal, como es el caso de la cultura olmeca, que se desarrolló en las zonas de panta-
nos del estado de Tabasco; la cultura maya, que floreció gracias a la presencia de los cenotes; o
la civilización azteca, que ocupó los ambientes lacustres del Valle de México (Tamargo Luege
2006). Estos y otros pueblos de nuestro país encontraron formas creativas para cosechar el
agua y sus recursos, herencia que aún hoy subsiste. En el caso de los humedales costeros del
sistema lagunar Teacapán-Agua Brava, se localiza Marismas Nacionales, hay numerosos sitios
arqueológicos –concheros–, donde se considera que en estos lugares habitaron poblaciones
precolombinas por siglos (Kovacs et al. 2001: 764).

Importancia ecológica de los humedales costeros y su distribución

Los humedales costeros son cuerpos de agua semicerrados de extensión y formas variables, con
poca profundidad y cubiertos por manglares, los cuales cumplen funciones vitales. Se conec-
tan al mar a través de una o más bocas y reciben aportes de agua dulce por lluvias, cauces,
manantiales o afloramientos internos, desarrollándose en ambientes salobres (esteros, lagunas
costeras, marismas, bahías protegidas, etc.). Dichos humedales tienen numerosas y diversas
funciones, incluyendo: estabilización de la línea costera, control de erosión, purificación del
agua que llega al mar,5 estabilización de microclimas, mitigación del efecto invernadero,6 fijan
nitrógeno al suelo, sirven como áreas de protección a las zonas de cultivo y a las poblaciones
contra las inundaciones provocadas por los huracanes, evitan la intrusión de la cuña salina
hacia los cultivos agrícolas y disminuyen el exceso de salinidad, remoción de nutrientes disuel-
tos provenientes de corrientes, exportación de materia orgánica a línea de costa, soporte de
cadenas tróficas acuáticas (Macivor 1994), áreas de resguardo para especies de aves acuáticas
migratorias y residentes y áreas naturales de recreación y ecoturismo.
El manglar es un tipo de vegetación propia de las regiones costeras tropicales y sub-
tropicales del mundo, en México las comunidades de manglares están constituidas por seis
especies, aunque predominantemente cuatro de ellas son comunes: el mangle rojo (Rhizophora
mangle), el mangle negro (Avicennia germinans), el mangle blanco (Laguncularia racemosa) y el
botoncillo (Conocarpus erectus). Debido a las diferentes combinaciones de la influencia de las

5 Las raíces de los manglares filtran y limpian el agua que escurre de la tierra firme hacia los océanos.
6 El efecto invernadero es provocado principalmente por un exceso en la emisión de CO2. Los manglares capturan bióxido de
carbono y lo convierten a carbono orgánico. El contenido de carbono orgánico en el suelo (COS) de los manglares de Marismas
Nacionales fue identificado en mayores cantidades en el tipo de manglar Avicennia germinans-Laguncularia racemosa con 172.9
ton por ha. Observándose que los manglares de Nayarit tienen mayor contenido de COS (114.2 ton/ha) que los reportados para
otros tipos de vegetación y uso de suelo: 98.8 ton/ha en bosque húmedo tropical de la Amazonia Peruana y 18 ton/ha en sabana
no degradada de Senegal, entre otros (Valdés et al. 2005).

199
Rogelia Torres Villa

mareas, composición del sustrato, acción del oleaje y salinidad, la estructura y productividad
de los manglares varía ampliamente.7
Mangle rojo (Rhizophora mangle). Tienen raíces altas tipo zancos, las cuales le sirven de
apoyo y sostén en el sustrato fangoso y en situaciones de fuertes vientos y mareas; las hojas son
grandes y redondas, las flores son enceradas de color amarillo con cuatro pétalos puntiagudos
de apariencia estrellada, los frutos o semillas llamados propágulos tienen entre 20 y 30 cm de
largo, se desprenden del árbol y caen al lodo o al agua; estas partes desarrollan pequeñas raíces
por lo que se fijan al sustrato en el lugar donde caen o son llevadas por las mareas hacia otros
sitios (Alonzo-Parra 2006). Los usos de esta especie son medicinales, los taninos para teñir
redes y camarón, el tronco como viga de soporte de techos en las casas (Kovacs 1999).
Mangle blanco (Laguncularia racemosa). Regularmente se encuentra en la franja inte-
rior de los manglares, en los suelos elevados o en donde las inundaciones por las mareas son
menos frecuentes e intensas, las raíces poseen neumatóforos, es decir, estructuras similares a
poros o lenticelas, cuya función es proporcionar aire a las raíces típicas de lugares pantanosos
y anegados; sus hojas son achatadas, redondeadas con estructuras en la base para excretar la
sal y las flores son alargadas en forma de embudo y pequeñas de color blanco, los frutos se
dan en racimos (Alonzo-Parra 2006). Comúnmente utilizados en la construcción de galerías
de tabaco, tapos (trampas para peces), cercas, postes, estacas, postes y es el preferido para asar
y ahumar pescado zarandeado.8
Mangle negro (Avicennia germinans). Esta especie se desarrolla en lugares donde la
tierra es más pobre en oxígeno y en condiciones más saladas, alrededor de la base del árbol
y con frecuencia más allá de la copa del árbol; se extienden unas prolongaciones de las raíces
que emergen hacia arriba llamadas neumatóforos o poros, estos gérmenes por lo regular son
largos para poder sobresalir del agua en tiempo de mareas altas, ya que su principal función
es la respiración; las flores son de color blanco, con cuatro pétalos redondeados y los frutos
son cuerpos redondos aplanados. Además, es una especie que produce néctar y de la corteza se
extraen taninos (Alonzo-Parra 2006). Su principal uso es para la construcción de casas.
Botoncillo (Conocarpus erectus). Es por lo general una forma densa de arbusto multi-
troncal de entre 1 y 4 m de altura, pero puede crecer hasta convertirse en un árbol de 20 m de
altura. La corteza es gruesa y tiene amplias placas delgadas, las ramas son frágiles, las hojas son
alternas, y alargadas de 2 a 7 cm de longitud y de 1 a 3 cm de ancho, son de color verde oscuro
con una disminución en la punta, la base de cada hoja tiene dos glándulas de sal. Las flores

7 Las otras dos especies (Avicennia bicolor y Rhizophora harrisonii) tienen una distribución muy restringida, con presencia aislada en
los estados de Chiapas y Oaxaca (López-Portillo y Ezcurra 2002; Agraz-Hernández et al. 2006; Nettel et al. 2008 en Valderrama-
Landeros et al. 2017; Semarnat 2006: 9).
8 Conabio, 2009, Catálogo taxonómico de especies de México, disponible en: www.snib.mx/taxonomia/descarga/ (consultado el 15 de
julio de 2020).

200
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

son de 5 a 8 mm de diámetro, sin pétalos, y se producen en pequeñas panículas, las cabezas de


semilla se rompen en la fase de madurez, y las semillas se dispersan por el agua.9
Los manglares tienen un papel fundamental para los seres humanos ya que aseguran
la sustentabilidad de la pesca regional y constituyen zonas de desove y crianza de especies de
importancia comercial, además se debe destacar que entre 80% y 90% de la pesca mundial
se realiza en las regiones costeras y 70% de las especies capturadas en el mar, son organismos
que viven parte importante de su ciclo de vida entre las raíces sumergidas de los manglares
(Carrera y De la Fuente 2003: 239; McHugh 1976, citado en Flores 1993: 432); en ellas se crían
en primer lugar, el camarón (en sus fases juveniles), pargo robalo, lisa, mojarra, bagre, jaiba,
ostión, mejillón, pata de mula, callo de hacha, entre muchos otros organismos.
Los manglares se hallan en los trópicos continentales del mundo y su reparto por
continente está encabezado por Asia 41%, a la que siguen África 21%, América del Norte y
América Central 15%, Oceanía 12% y América del Sur 11%. Actualmente, alrededor de 55% de
la población mundial habita en áreas costeras y utiliza intensamente los ecosistemas costeros
y marinos para producir alimento, establecer viviendas, sitios industriales, para el transporte,
el turismo, como depósito de residuos, así como para todo tipo de usos (Spalding, Kainuma
y Collins 2005).
Los humedales costeros del Pacífico se extienden desde el delta del Yaqui en Sonora,
la laguna de Topolobampo en Sinaloa, las Marismas Nacionales en Nayarit hasta las lagunas
costeras de Guerrero, Oaxaca y Chiapas. Pero los cuerpos lagunares-estuarinos y manglares
más importantes se localizan en la costa occidental de México, en la región conocida como
la planicie costera de Nayarit, Sinaloa, Sonora y las Baja California. Las lagunas costeras de
Sinaloa y Nayarit donde se encuentra Marismas Nacionales, presentan condiciones estuarinas
con mayor permanencia que las de Sonora y Baja California, debido a la mezcla de aguas
marinas con dulce, con lo cual se generan las condiciones estuarinas que las caracterizan como
los cuerpos lagunares más productivos del noroeste, donde sostienen importantes pesquerías
tanto de lagunares como de “alta mar” (Flores, Calvario y Cárdenas 1991: 11-16).
Marismas Nacionales se ubica al norte del estado de Nayarit y sur de Sinaloa, abarca
los municipios de Acaponeta, Tecuala, Rosamorada, Santiago Ixcuintla, Tuxpan en Nayarit
y Escuinapa en Sinaloa. Este complejo estuarino lo constituyen principalmente las regio-
nes conocidas como Las Cabras, Teacapán, Agua Brava, Mexcaltitán y San Blas; es alimen-
tado por corrientes alternas y ocho ríos principales como son el Baluarte, Cañas, Bejuco,
Rosamorada, San Blas o Sauta, Santiago, Acaponeta y San Pedro, siendo estos dos últimos los
de mayor aporte de agua a la región. Se comunica al mar por las Bocas naturales de Teacapán,
el Colorado y la artificial Cuautla, y los deltas del río Santiago y San Pedro.

9 Conabio, 2009, Catálogo taxonómico de especies de México, disponible en: www.snib.mx/taxonomia/descarga/ (consultado el 15 de
julio de 2020).

201
Mapa 1. Zona estuarina de Marismas Nacionales en Nayarit y Sinaloa

Fuente: Mapa hecho con base en los datos topográficos del INEGI, 1997. Elaboración: Rogelia Torres Villa. Ejecución: Marco A.
Hernández Andrade, septiembre de 2021.

202
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

Marismas Nacionales, fue registrado como sitio Ramsar10 desde el año 1995, también
es una Región Prioritaria Terrestre y Marina para la Conservación y Áreas Importantes para
la Conservación de Aves (AICA), de acuerdo con la Comisión Nacional para el Conocimiento
y Uso de la Biodiversidad (Conabio). A partir del 1 de febrero de 2007, los manglares están
“protegidos” por el artículo 60 TER de la LGVS.11 Y el 12 de mayo de 2010 decretan como área
natural protegida, con el carácter de reserva de biosfera, la región conocida como Marismas
Nacionales incluyendo sólo a Nayarit con 133 854 hectáreas.12 Dicha reserva, se encuentra dis-
tribuida en siete municipios13 y 356 localidades, la mayoría son rurales y abarcan una superficie
de 445 069 ha, contando con una población de 255 499 habitantes.

La huella antrópica en Marismas Nacionales

Durante siglos, el ecosistema de Marismas Nacionales tuvo la capacidad de mantenerse en


condiciones de estabilidad ambiental a pesar de las actividades humanas que desde la época
prehispánica estuvieron presentes en esa región. Destaca la adaptación de distintas culturas a
un ecosistema de alta complejidad, así lo demuestran los vestigios de cerros de conchas prehis-
pánicas localizados en la parte norte de Nayarit y sur de Sinaloa, donde hubo una importante
organización social y prácticas culturales relacionadas con los recursos costeros como el ostión
y las conchas por parte de pueblos prehispánicos como los totorames que subsistieron de la
agricultura, pesca, caza y recolección (Kovacs et al. 2001).

10 En 1971 se firmó en la ciudad de Ramsar, Irán, el primer tratado moderno de conservación de los recursos naturales con carác-
ter intergubernamental y dedicado a un tipo de ecosistema en particular: la Convención sobre los Humedales de Importancia
Internacional (Semarnat 2006: 30). En el año 2000 el Convenio de Ramsar contaba con 110 estados miembros y 950 humedales
incluidos (más de 70 millones de ha). En ese año, México como país miembro de Ramsar, participaba con seis humedales que
cubrían alrededor de 1 095 414 ha: río Lagartos, Cuatro Ciénegas, reserva de la biosfera La Encrucijada, Marismas Nacionales,
Pantanos de Centra y el delta del río Colorado (Arriaga et al. 2000). En el año 2011, el Convenio de Ramsar cuenta con 160 estados
miembros de todo el mundo, protegiendo 1 950 humedales. México posee 129 sitios Ramsar, los cuales cubren una superficie de
8 376 271 ha, ocupando el segundo lugar mundial en el número de sitios, sólo detrás de Reino Unido con 168 sitios. Aunque
en términos de superficie, la nación con la mayor área de humedales listados es Canadá con más de 130 000 km2, disponible en
http://es.wikipedia.org y www.bionero.org (consultado el 7 de marzo de 2012).
11 El cual indica que “queda prohibida la remoción, relleno, trasplante, poda o cualquier obra o actividad que afecte el flujo hidro-
lógico del manglar; del ecosistema y su zona de influencia; de su productividad natural; de la capacidad de carga natural del
ecosistema para los proyectos turísticos; de las zonas de anidación, reproducción, refugio, alimentación y alevinaje; o bien de las
interacciones entre el manglar, los ríos, la duna, la zona marítima adyacente y los corales, o que provoque cambios en las caracte-
rísticas y servicios ecológicos, se exceptuarán de la prohibición a que se refiere el párrafo anterior las obras o actividades que tengan
por objeto proteger, restaurar, investigar o conservar las áreas de manglar”. Véase Ley General de Vida Silvestre, Diario Oficial de
la Federación, 2015, disponible en: www.profepa.gob.mx/innovaportal/file/5779/1/ley_general_de_vida_silvestre.pdf (consultado
el 20 de mayo de 2020).
12 Secretaría de Gobernación, 2010, Diario Oficial de la Federación, disponible en: www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=51424
59&fecha=12/05/2010 (consultado el 2 de septiembre de 2019).
13 Acaponeta, Tecuala, Tuxpan, Ruiz, Rosamorada, Santiago Ixcuintla y San Blas (Bojórquez Serrano et al. 2009).

203
Rogelia Torres Villa

Antes de la construcción de carreteras, presas hidroeléctricas,14 bordos de protección de


las principales localidades asentadas en las orillas de ríos, apertura de canales artificiales como
el de Cuautla, algunas obras de manejo acuícola y pesquero –granjas, asentamientos humanos
y otras modificaciones recientes como la actividad turística–, esa región comprendía una sola
unidad hidrológica con tres desembocaduras del río Acaponeta, Rosamorada, Cañas y Bejuco
en Teacapán; el río San Pedro en Boca de Camichín y el río Santiago en Boca del Asadero. Las
marismas se interconectaban principalmente durante la época de lluvias, condición que favo-
recía una comunicación a través de lanchas y canoas por el sistema desde San Blas, Nayarit
hasta Mazatlán, Sinaloa sin salir al mar (Flores Verduzco et al. 2010; Bójorquez et al. 2009: 23).
Sin embargo, las políticas de desarrollo en el área comprendida de la cuenca Lerma-
Chapala-Santiago, basadas en el impulso industrial y la instalación de una agricultura inten-
siva, fueron acompañadas de la construcción de importantes obras hidráulicas como los
acueductos del sistema Lerma en 1951, la puesta en funcionamiento del sistema Cutzamala
en 1982 (Cotler y Gutiérrez 2005) y el proyecto hidrológico Santiago que estaría formado por
28 grandes presas hidroeléctricas construidas sobre los cauces de importantes ríos y cuencas
como la de Lerma-Chapala-Santiago, de las cuales van más de 15,15 las que no sólo han dete-
nido el flujo natural del río, sino de toda la cuenca, fragmentando y alterando así el curso
normal de todo un sistema acuático y terrestre.
La perturbación que se ha hecho al medio ambiente por darle impulso al desarrollo
agrícola e industrial en la cuenca Lerma-Chapala-Santiago ha ocasionado una evidente pér-
dida de vegetación primaria, y se estima que cerca de 73% de los suelos16 de la cuenca presenta
algún tipo de degradación.17 El desgaste de la cubierta vegetal es arrastrada desde laderas que-
dando estos sedimentos atrapados en las presas de la zona alta, media y baja de la cuenca, lo
que provoca su azolvamiento (Cotler y Gutiérrez 2005), también ocurre arrastre de la llanura
por la mecanización agrícola –aflojamiento de suelo con tracto–, y esto contribuye a la nunca
antes vista “crisis climática”, ya que se estima que las presas en el mundo son responsables de
4% del calentamiento global, debido a que la descomposición de la materia orgánica produce
altas emisiones de metano, un gas 25 veces más poderoso que el dióxido de carbono, en tér-
minos de dicho calentamiento.18

14 Presas hidroeléctricas sobre el río Santiago en Nayarit: Aguamilpa, San Rafael, El Cajón y La Yesca.
15 Presas: Santa Rosa, Puente Grande, Intermedia, Colimilla, Las Juntas, Agua Prieta, Poncitlán, todas en Jalisco. San Francisco,
Arroyo Hondo y Solís en Guanajuato. José Antonio Alzate antes “San Bartola” en el valle de Toluca, Edo. de México. Tepuxtepec
en Michoacán. Aguamilpa, San Rafael, El Cajón y La Yesca en Nayarit.
16 De acuerdo con la información contenida en el mapa de suelos de la República mexicana (INEGI 1993) a escala 1:1 000 000, y el
análisis realizado por la Comisión Nacional de Zonas Áridas y la FAO (1994), 70% de los suelos de México presentan menos de 1%
de materia orgánica.
17 Durante el periodo 1976-2000, se registró una disminución de 817.2 km2 de selvas y 1 562 km2 de bosques a favor de la expansión
de áreas de cultivo (Priego et al. 2004; Cotler y Gutiérrez 2005).
18 Véase Redmanglar.org, 2007.

204
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

En Nayarit, la Presa Hidroeléctrica Aguamilpa (PHA), fue la primera que se construyó


cerca de la zona costera sobre el cauce del río Santiago y fue inaugurada en 1994. Es la segunda
más alta del mundo (cortina de 187 m de altura y con una longitud de 660 m) y su capacidad
de embalse de 6 950 mm3. Simultáneamente se edificó también la presa “reguladora” San
Rafael; doce años después, en noviembre de 2006, se inauguró una nueva presa llamada El
Cajón. La cortina de dicha obra comienza donde termina el embalse de Aguamilpa y en enero
de 2008 se empezó La Yesca, una nueva hidroeléctrica que inicia donde finaliza el embalse de
El Cajón, lo cual implica cuatro presas juntas sobre el río Santiago muy cerca de la zona cos-
tera aproximadamente a 67 km río arriba de la desembocadura, las cuales al estar construidas
en el curso bajo, controlan el régimen del río reteniendo prácticamente todos los sedimentos
en los embalses, desde aguas negras, residuos químicos, suelos, limo, entre muchos otros.
Alcantarilla del Progreso, tesis doctoral de Cindy McCulligh, editada como libro en 2020,
describe y explica la contaminación industrial-urbana en la zona de El Salto en las inmedia-
ciones de Guadalajara. Es posible que contaminantes persistentes fluyan y se depositen en los
embalses de Aguamilpa y El Cajón.
Dichas obras están a disposición de la necesidad de generación hidroeléctrica, satisfac-
tor que es totalmente distinto al funcionamiento natural de los ecosistemas del delta del Río
Grande de Santiago (Ortiz Pérez y Romo Aguilar 1994: 9-10, 22); estas construcciones han
ocasionado fuertes presiones sobre el ecosistema general, llegando a desequilibrar al conjunto
que lo compone, debido a que han modificado tanto el comportamiento del escurrimiento, la
calidad del agua “presa abajo”, los cambios de temperatura, así como la cantidad de nutrientes,
turbidez, gases disueltos, concentración de metales pesados y minerales afectando de manera
negativa al sinnúmero de fauna y flora que habitan tanto en el río como en las marismas y
esteros; de igual manera han causado pérdidas económicas a los distintos tipos de sociedades
(indígenas, agricultores, pescadores, ostricultores y población en general) que dependen tanto
de los sistemas riparios, de los humedales (Mc Cully 2001; Toledo y Bozada 2002), como de las
tierras de cultivo de las partes bajas, las cuales por falta de limo y el lavado de la salinidad han
ido quedando inservibles para la agricultura.
Los agricultores que cuentan con tierras cerca del mar y a orillas del río Santiago, men-
cionan que en sus parcelas se está reduciendo la fertilidad de los suelos al no permitir la llegada
natural de sedimentos –atrapados en la presa– a las tierras de cultivo, además, las descargas
abundantes y violentas del agua de la presa ahora erosionan en lugar de fertilizar las tierras
agrícolas, y en temporadas de lluvias las inundaciones y siniestros están a la orden del día. Así
es expresado por un agricultor y pescador:

Ahora la pesca de camarón y peces deja más que la agricultura porque ahora es mucho lo que se
invierte en sembrar y muy poco lo que se obtiene en la cosecha, incluso hay temporadas en que no
sacamos ni lo invertido y ahora menos por tanta salinidad que hay en las tierras de cultivo a causa
de la construcción de la presa de Aguamilpa; esta presa nunca nos ha beneficiado, al contrario, puros

205
Rogelia Torres Villa

perjuicios nos ha causado por las inundaciones descontroladas que han provocado al soltarle más agua
de lo normal y porque el río Santiago ya no tiene el mismo flujo que tenía antes.
Ahora, tampoco ya no lava las tierras de la salinidad del mar, mucho menos deja los nutrientes o la
lama que antes dejaba con lo cual hacía nuestras tierras muy productivas. Ahora es al revés, la salini-
dad viene avanzando hacia nuestras tierras haciéndolas cada vez más improductivas al grado de haber
hoy en día más de 500 hectáreas inservibles para el cultivo por la cantidad de sal que hay en ellas.
Antes de que construyeran esa presa, de una hectárea de fríjol obteníamos entre tres y cinco toneladas
y ahora sacamos 500 o 600 kilos por hectárea y eso el gobierno no lo ve ni le importa, yo creo que
por eso ha aumentado la sobreexplotación en los esteros, porque hay mucha hambre y poco de dónde
agarrar. (Entrevista a Francisco Zepeda Ramos, agricultor y pescador de Villa Juárez, municipio de
Santiago Ixcuintla, Nayarit, 12 de mayo de 2006.

Las consecuencias negativas de esa colosal obra, ya la han padecido los agricultores al
quedar centenares de hectáreas de tierra agrícola inservibles, debido a la intrusión de la “cuña
salina” (Botello et al. 2000). En el caso de los ostricultores, también han tenido graves pérdidas
económicas debido a las inundaciones provocadas por la Comisión Federal de Electricidad en
la salvaguarda de la PHA. A lo largo de la historia, la intervención humana en el medio natural
tanto por la construcción de grandes obras como las presas hidroeléctricas, carreteras, aper-
tura de canales artificiales como el de Cuautla, así como la incorporación de desechos indus-
triales y domésticos, el uso acelerado de agroquímicos en la agricultura, la deforestación en las
laderas de montañas y en las riberas de los ríos, construcción de granjas camaroneras en áreas
contiguas al ecosistema estuarino, entre muchas otras, han ocasionado deterioro ambiental,
en especial el agua que es el principal elemento para la sobrevivencia humana, animal y vegetal
de nuestro planeta.

Canal de Cuautla

Otra de las obras que ha estado afectando de manera directa al ecosistema estuarino en la
costa norte de Nayarit es la apertura de una boca artificial llamada canal de Cuautla, la cual
conecta al mar con el sistema de Marismas Nacionales. Fue realizada por la Secretaría de
Recursos Hidráulicos en 1976. En aquel tiempo, se abrió un canal de 30 m de ancho y 2 m
de profundidad; en la boca se construyeron dos escolleras de roca con separación de 200 m. La
intención era aumentar la captura de peces y la producción de camarón en el área de la laguna
de Agua Brava, pero todo indica que esa construcción se hizo sin una planificación adecuada,
sin considerar la eventual erosión de la playa, ignorando la fuerza de los ríos que ingresan agua
al sistema, desencadenando un fenómeno de erosión (Ramírez-Zavala et al. 2012: 9) que poco
a poco ha ido deteriorando la barra protectora de la costa, ensanchándolo cada vez más.

206
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

Una problemática no abordada en este capítulo es la reubicación del poblado Palmar


de Cuautla, a causa de la expansión del canal y de los cambios en el oleaje que han destruido
parte del pueblo. Aunado a los impactos antropogénicos deben anotarse los meteoros que cada
4.5 años impactan esta zona Naomi (octubre de 1976), Otis (octubre de 1981), Adolph (mayo
de 1983) y Rosa (octubre de 1994).
Debido a la incontrolable erosión suscitada, entre 1987 y 1994, la Secretaría de Medio
Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap) realizó reparaciones a las escolleras y obras
de protección al norte del canal, pero el huracán Rosa en octubre de 1994, causó un grave dete-
rioro a éstas, acabando con las esperanzas de enmendar la situación. Probablemente tampoco
se realizaron estudios o análisis de riesgo de los fenómenos climáticos, como las tormentas tro-
picales que anualmente azotan a la región, evidenciando una pésima planificación (Ramírez-
Zavala et al. 2012: 91).
La atención de muchos investigadores ha observado la dinámica de este canal que
aumentó 20 veces respecto de su sección original en los primeros ocho años, amplitud proba-
blemente asociada a grandes avenidas de los ríos y el efecto de reflujo de la marea. En cambio,
a partir de 1984 creció con menor rapidez, hasta 1994 que los efectos del ciclón Rosa provoca-
ran, por un lado, un grave deterioro a las escolleras, y por otro lado, que el canal se ensanchara
a casi 500 m y se hiciera más profundo (Franco Ochoa 2014: 19).
En 2012 el canal alcanzaba una anchura de alrededor de 1 500 m y hasta 20 m de
profundidad, mientras que las escolleras se encontraban sumergidas bajo el mar (Fuentes
y Jiménez 2002 citado en Ramírez-Zavala et al. 2012), provocando un ingreso de más agua
marina hacia el ecosistema de manglares que vive de la combinación de agua dulce y salada.
Pero al existir un aumento desmedido y descontrolado de agua salina, miles de hectáreas de
manglares se están muriendo, ya que algunas de sus especies no toleran grandes corrientes
de agua ni un incremento de la salinidad,19 y con ello se afectan los servicios ambientales
que proporcionan no sólo a las comunidades vegetales, animales terrestres, especies acuáticas
como peces, crustáceos, moluscos y a miles de familias locales que se alimentan y dependen
de dicho ecosistema, sino a toda la población en general que consume productos acuáticos de
esa región.

19 En 1986, aproximadamente 18% (86 km2) del total de 474 km2 del bosque de manglar del sistema lagunar Teacapán-Agua Brava
fue identificado como muerto o en condiciones pobres. En 1999, esta superficie ha alcanzado 33% (152 km2) del total del resto de
los manglares. En el lado oeste de la laguna Agua Grande en Sinaloa, se identifica otro cambio reciente con la construcción de un
nuevo canal terminado en 1999 (Kovacs et al. 2001; Bojórquez et al. 2009). Los manglares que más han sufrido las consecuencias en
el aumento de la salinidad en el agua son árboles de mangle blanco (Laguncularia racemosa) y mangle rojo (Rhizophora mangle).

207
Imagen 1. Todavía no abrían el canal de Cuautla, 1973

Imagen 2 . El canal de Cuautla se muestra con poca abertura, 1990

208
Imagen 3. El canal de Cuautla en el año 2000, se aprecia con una superficie abierta de mayor longitud
Fuente: Imagen satelital de la NASA , 1973, 1990 y 2000.

Imagen 4. Canal de Cuautla en 2019, donde ya se observa el manglar muerto hacia la laguna El Pescadero (en la parte
derecha de la imagen)
Fuente: Google Earth, disponible en: www.google.com/maps/d/embed?mid=1dskvHoiQ j-O 0520x 2hk 73Qsew40&ie=UTF8
&hl=en&t=h&msa= 0&ll=22 .186769264440013%2C-105.5409710103711&spn= 0.445149%2C0.686646&z=12&output=embed

209
Imagen 5. Canal de Cuautla, vista del mar hacia la zona estuarina, 12 de septiembre de 2019
Archivo personal de Luis Antonio Moran Jiménez

En estudios realizados por investigadores del Laboratorio de Manejo Ambiental del


Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo A.C., se estimó que en 1973 la super-
ficie de manglares en Marismas Nacionales era de 83 mil ha aproximadamente, mientras que
en el año 2000 se calcularon 75 mil, lo cual significa 8 mil ha menos (Berlanga-Robles 2012).
Por su parte, la Conabio en 2017, llevó a cabo la actualización y exploración de los datos
del sistema de monitoreo 1970/1980 -2015 de los manglares de México, y para 2005 encontró
4 862 ha de manglar perturbado en Nayarit, aumentando la superficie de manglar dañado en
2010 y 2015 a más de 6 mil ha. Tal deterioro de manglar se concentraba a la altura de la laguna
El Pescadero en el municipio de Rosamorada, Nayarit.

210
Imagen 6. Manglar muerto –primer plano– en laguna El Pescadero, Nayarit, 12 de septiembre de 2019
Archivo personal de Luis Antonio Moran Jiménez

Imagen 7. Laguna El Pescadero, Nayarit. Área más afectada por la apertura del canal de Cuautla –manglar muerto–,
14 de septiembre de 2019.
Archivo personal de Rogelia Torres Villa

211
Cuadro 1. Superficie estatal de manglar y manglar perturbado

Superficie
(ha)
Región Estados 1970-1980 2005 2010 2015
Manglar Manglar Manglar Manglar
Manglar Manglar Manglar Manglar
perturbado perturbado perturbado perturbado
Pacífico Nayarit 78 024 0 69 784 4 862 66 932 6 016 67 096 6 309
Norte Sinaloa 82 171 760 79 109 954 77 262 2 257 81 558 1 851
Sonora 10 940 0 11 098 0 11 342 0 12 111 1
Baja 26 724 0 26 519 0 26 696 0 26 579 59
C.S.
Baja C. 36 0 36 0 36 0 39 0
Fuente: Conabio, 2017.

Por si fuera poco, el efecto invernadero ya alcanzó también a estos ecosistemas, pues
la consecuencia directa de este fenómeno será un calentamiento de agua en los océanos, lo
cual se reflejará en la producción primaria (fitoplancton) que conducirá a variaciones en la
distribución y el predominio de las poblaciones de peces, moluscos y crustáceos (Drews 2008).
Al respecto, se considera, de acuerdo con diversos estudios, que la captura pesquera declinará
en proporción directa a la destrucción de los manglares con una pérdida anual de más de
750 kg de camarón y peces de importancia comercial por cada hectárea de manglar destruido
(Bolado 2005: 14).

El deterioro del ecosistema estuarino

La investigación realizada por científicos del U.S. Geological Survey y la NASA, publicada en
Global Ecology and Biogeography (Madrid Press, 19-08-2010), ha señalado que las estimaciones
de 2010 sobre la población de manglares en el mundo es menos de la mitad de la que hubo
en el pasado y en mayores condiciones de degradación, y aluden a que entre 1980 y 2000 se ha
perdido 35% de los bosques de mangles, causando perturbaciones en las poblaciones que los
utilizan como barrera natural de protección frente a desastres naturales como los tsunamis y
los huracanes.20
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), revela que los manglares del mundo se hallan amenazados y que están
perdiendo sus hábitats debido al desarrollo extensivo de la agricultura, acuicultura y a la cons-
trucción de represas en los ríos, motivos por los cuales en todo el planeta puede observarse

20 “Los manglares ocupan un 12% menos superficie de lo estimado” en Europapress.es (2010).

212
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

una pérdida radical de los bosques de manglar, particularmente en los países tropicales y sub
tropicales.21
Según el Instituto Nacional de Ecología (INE), la superficie de manglar en México
está desapareciendo a un ritmo de 2.5% anual, mientras que, a nivel global, la FAO reporta un
índice de pérdida de este ecosistema de 0.66%; esto significa que en México se tiene una tasa
promedio de pérdida de manglar equivalente a casi cuatro veces la tasa promedio mundial.
Por su parte Greenpeace indicó que México ya perdió 65% de los ecosistemas de humedales
y que el manglar desaparece a un ritmo de 4.43 ha cada día o seis campos de fútbol y que, de
continuar, la tasa de deforestación actual, para el año 2025 habrá desaparecido entre 40% y 50%
de la superficie de manglar que se tenía en el año 2000.22 En 2003 y 2005 la Semarnat estimó
que el país tenía 890 y 886 mil ha de manglar respectivamente. En el mismo año 2003 la FAO
señaló que México disponía de 440 mil ha; tal diferencia de cifras, así como la rápida pér-
dida que se registraba de este ecosistema, llevó a la Conabio a hacer el inventario nacional de
manglares y un monitoreo a largo plazo. Como resultado, esa dependencia en 2008 presentó
la publicación Los manglares de México donde se estima que el país contaba con 655 667 ha
de manglar. Sin embargo, investigadores, como Jorge López Portillo del INE señala que
la superficie es de 800 mil ha, debido a que la Conabio no tomó en cuenta regiones de manglar
que existen en Quintana Roo y Yucatán.23
Los manglares de todo el mundo y de México, en particular, están siendo destruidos
sistemáticamente y sacrificados en beneficio de los magnates inversionistas de cadenas hotele-
ras trasnacionales, de condominios, centros comerciales, canchas de golf, marinas y salones de
convenciones, los cuales son construidos a costa de uno de los recursos naturales más valiosos
del planeta. Tal destrucción ha ido de la mano de mayor desigualdad social, económica, así
como lavado de dinero y enriquecimiento de funcionarios.24
Cuando se destruye un manglar también se elimina todo el ecosistema viviente que
contiene y se pierden en forma irrecuperable los beneficios ambientales de largo alcance
que produce. Es indigno que por un lado se destinen recursos (nunca suficientes) para la
protección, investigación, restauración y monitoreo de los manglares por instituciones como
Conanp, Conacyt, Conafor, Conabio, entre otras, y por otro lado, se otorguen permisos para
destruirlos, se autoricen desarrollos millonarios, y se hagan fuertes inversiones de capital
público e iniciativa privada y se promueven actividades para devastarlos y sustituirlos con res-
paldo oficial, sólo para beneficio de unos cuantos (Herrera Silveira 2008). Dichas actividades

21 FAO, 2008, disponible en: www.fao.org.


22 “¿Quién defiende al manglar?”, disponible en: www.bionero.org., y la declaración de Juan Rafael Elvira Quesada, titular de la
Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales el 17 de octubre de 2007 ante la Comisión de Medio Ambiente de la Cámara
de Diputados, de acuerdo con el Inventario Nacional de Manglares, elaborado por la Comisión Nacional para el Conocimiento
y Uso de la Biodiversidad.
23 Thelma Gómez Durán, “¿Cuánto tiene México?”, El Universal, 24 de agosto de 2009, disponible en https://archivo.eluniversal.
com.mx/sociedad/3926.html (consultado el 15 de agosto de 2018).
24 La Jornada, 5 de febrero de 2007, disponible en: www.jornada.unam.mx (consultado el 20 de septiembre de 2016).

213
Rogelia Torres Villa

significan un saqueo irresponsable del patrimonio de los pobladores locales con repercusiones
directas o indirectas no sólo en el ámbito local, sino también en el nacional y en el mundial,
ya que los sistemas costeros representan una seguridad alimentaria en cuanto a proveedores
de alimento a habitantes locales y de regiones lejanas, y brindan estabilidad a la zona costera
contra fenómenos naturales cada vez más violentos, además de todos los beneficios ambien-
tales antes mencionados, los cuales se perderían para siempre en las zonas donde se permite
destruir manglar.

Cuadro 2. Pérdida de humedales en los 17 estados costeros de México

Superficie de Porcentaje de pérdida


Superficie perdida
Estado costero humedales actuales de humedales por
(ha)
(ha) estado
Baja California 120 870 298 805 71
Baja California Sur 221 995 378 748 63
Campeche 628 962 1 186 246 65
Sonora 161 947 534 855 77
Sinaloa 420 463 205 636 33
Nayarit 96 042 37 141 28
Jalisco 123 671 81 368 40
Colima 12 811 11 494 47
Michoacán 59 312 13 779 19
Guerrero 50 838 22 582 31
Oaxaca 190 115 87 057 31
Chiapas 221 315 298 731 57
Quintana Roo 188 764 234 526 55
Yucatán 119 516 39 400 25
Tabasco 609 848 912 942 60
Veracruz 302 102 408 884 58
Tamaulipas 498 315 436 728 47

Fuente: Landgrave y Moreno Casasola, 2011.

Como se muestra en el cuadro 2, ocho de los diecisiete estados costeros, ya tienen más
superficie de humedales perdidos que existentes y en todos los estados descritos el porcentaje
de pérdida de humedales es alto. De acuerdo con la Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas (Conanp), en las pasadas dos décadas (2000-2020), la deforestación de los manglares
ha aumentado de manera descomunal y actualmente el daño a este ecosistema, es considerado
más grave que la destrucción de las selvas tropicales, y que además en el mismo periodo citado,
se ha perdido 25 por ciento de los manglares a escala mundial, lo cual equivale a 5 millones

214
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

de hectáreas. En cifras no alentadoras se encuentra México, quien pertenece a los diez países
con mayores problemas de deforestación, con una tasa promedio anual de diez mil hectáreas.25
Sin manglar, habrá menos pesca y la vulnerabilidad de nuestro país ante el cambio
climático avanzará con mayor rapidez.26 Pretender restaurar manglares es un proceso lento,
costoso, difícil si no imposible, expresan los especialistas, costaría de 10 a 15 mil dólares por ha
cada año, además de que la mayoría de las plantas no sobrevive y las que si lo hacen, se tardan
más de diez años en recuperar los servicios ambientales.27
Por todo lo anterior, se considera que una cuestión central en torno al manejo de un
sistema lagunar, es un enfoque holístico donde se tome en cuenta en su globalidad los proce-
sos ecológicos y sociales que lo afectan y los factores que lo determinan como los geo hidro-
químicos, biológicos, antropológicos, económicos, políticos, culturales y estéticos; además no
hay que olvidar que estos ecosistemas son bienes patrimoniales vitales para el futuro (Toledo
1991), que no deberían estarse perdiendo sólo por capricho e intereses de unos cuantos posto-
res y en nombre del “desarrollo y beneficio” para las comunidades, las cuales no sólo se están
viendo afectadas y excluidas por magnos desarrollos turísticos en áreas de manglares, sino
también por la actividad cada vez más penetrante de la acuicultura, no sólo en la región de
Marismas Nacionales sino a nivel nacional e internacional.

Granjas acuícolas y sus efectos ambientales

En México existen leyes que protegen los manglares, sin embargo, al igual que en otros países,
se ha observado la ausencia de acciones efectivas para detener su destrucción y evitar que estos
sean transformados en granjas camaronícolas o para otros usos antropogénicos.
Como por ejemplo el caso de las Granjas Aquanova, S.A. de C.V. que realizan activi-
dades de acuacultura de camarón en San Blas, Nayarit, en más de mil ha desde 1995, y han
cometido transgresiones a la legislación ambiental al desmontar, derribar y quemar vegetación

25 Jared Laureles, 2020, “México pierde 10 mil hectáreas de manglares al año y está entre los 10 países más afectados”, La Jornada, dis-
ponible en: www.jornada.com.mx/notas/2020/12/27/politica/mexico-pierde-10-mil-hectareas-de-manglares-al-ano-y-esta-entre-
los-10-paises-mas-afectados/ (consultado el 12 de noviembre de 2021).
26 En México y el resto del mundo, la comunidad científica y grupos ciudadanos defensores de los recursos naturales emprendieron
hace años una campaña para convencer de las ventajas de conservar los manglares en buen estado. En febrero de 2007 en París se
dan a conocer datos sobre el aumento del nivel de los mares y el avance de sus aguas tierra adentro como uno de los efectos del
calentamiento global. En el caso de México, investigadores de la UNAM advierten, por ejemplo, que la intrusión del agua marina
será de, por lo menos, 40 km tierra adentro en el año 2050, lo que hoy es el emporio turístico trasnacional más importante del
Caribe, quedará bajo las aguas (península de Yucatán, Quintana Roo), lo mismo que puertos, asentamientos humanos y las acti-
vidades económicas que se realizan en el litoral y su área de influencia (La Jornada, 5 de febrero de 2007).
27 En diez años, una hectárea de manglar costaría 150 mil dólares en recuperarse, si es que se lograra (El Universal, 4 de enero de 2008).
En México, según la Conafor, de 2007 a 2009 se realizaron 50 proyectos de reforestación, conservación y restauración en zonas de
humedales y manglares, con un monto de 12 millones de pesos en una superficie de 3 mil ha, lo cual equivale a sólo 4 millones por
mil hectáreas, disponible en: www.bionero.org.

215
Rogelia Torres Villa

en hábitat de especies con algún estatus de protección, además de desecar y rellenar lagunas
sin autorización, así como bloquear actividades pesqueras a las comunidades locales. Siendo
los principales daños ambientales, la mortandad del manglar, la destrucción acelerada de hábi-
tat de especies protegidas y la degradación de la calidad del agua.28
El Grupo Ecológico Manglar de San Blas, ha denunciado un sinnúmero de veces estas
infracciones ante las instituciones responsables, pero la respuesta de las autoridades es una
mera justificación de las actividades de la empresa Aquanova. El dictamen oficial adujo que
en la investigación llevada a cabo no se hallaron suficientes pruebas de que hubiera ocurrido
violación alguna, por lo que el caso se declaró cerrado. Entre tanto, día a día se pierde una
extensa área de manglares debido al agotamiento de cursos de agua y lagunas provocado por
la expansión de las piscinas de cultivo de Aquanova.

Cuadro 3. Número y superficie de granjas por municipio para la acuacultura en Nayarit

Núm. Municipio Superficie (ha)


14 Acaponeta 750
49 Rosamorada 1 302
55 San Blas 1 380
6 Santiago Ixcuintla 242
10 Tecuala 473
134 4 147
Fuente: Comité Estatal de Sanidad Acuícola del Estado de Nayarit A.C., 2019, disponible en http://cesanay.com.

Aquanova o, más bien, Fernando Senderos Mestres, es un caso ejemplar de acomodos


entre el capital privado y gubernamental para explotar los recursos naturales y humanos de
México. Senderos ha sido presidente de los consejos ejecutivos y de administración de los
grupos Dine y Kuo y miembro de los consejos de Kimberly Clark y Peñoles (Vanguardia, La
Jornada, 17 de septiembre de 2018).
A pesar de las reglamentaciones mexicanas, existe una rápida proliferación del número
de granjas en varios estados, las cuales están transformando y afectando tanto a los ecosiste-
mas costeros de Sonora, Sinaloa, Nayarit, Oaxaca, Chiapas, Tamaulipas y Campeche como
el sustento y calidad de vida de los habitantes de comunidades costeras rurales, quienes han
vivido por varias décadas de los recursos pesqueros de los ecosistemas estuarinos.
Actualmente el estado de Sinaloa cuenta con más cantidad de granjas acuícolas. De
acuerdo con estadísticas de la Secretaría de Pesca y Acuacultura, tiene aproximadamente 600
unidades con poco más de 48 mil ha dedicadas al cultivo de camarón en las que obtiene los

28 Grupo Ecológico Manglar de San Blas, Nayarit, abril de 1999, disponible en: www.elmanglarsanblas.com (consultado el 17 de
junio de 2016).

216
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

más altos niveles de producción industrial y es también donde resultan más evidentes los pro-
blemas ambientales, ya que la descarga de sus estanques es considerada una de las fuentes de
contaminación más recientes y graves de las aguas costeras en el sur de Sinaloa. En este estado,
el gobierno otorgó concesiones a inversionistas privados quienes han construido canales para
conectar las lagunas con estuarios o con el océano, lo que produce inundación permanente,
convirtiendo así un ecosistema costero multifuncional de importante diversidad en un sistema
de monocultivo.
Además, la transformación de lagunas de propiedad común en un recurso de propie-
dad privada ha llevado al aumento de la marginación y el desplazamiento de sectores sociales
generando así una desconfianza creciente hacia las agencias gubernamentales a cargo del desa-
rrollo de la acuicultura industrial.29
En nuestro país no se han llevado a cabo muchas acciones definidas para la efectiva
conservación y protección de los recursos marinos y costeros, lo cual ha propiciado que tiendan
a agudizarse las alteraciones ambientales como destrucción de zonas de mangle y humedales,
contaminación de las costas, número de especies amenazadas, tasa de crecimiento poblacional
de las ciudades costeras, explotación irracional de recursos costeros y creciente presión social
sobre los recursos (Azuz 1999).
Los problemas costeros de México, ocasionados por la construcción de granjas cama-
ronícolas en zonas de manglares, muy semejantes a los que puede presentar el litoral latinoa-
mericano y el resto de los continentes que cuentan con humedales costeros, debido a que en
América Latina, la camaronicultura –principal actividad acuícola– ha provocado la destruc-
ción de humedales y eutrofización de esteros, al incrementarse el número de granjas (Franco
et al. 1997), lo que ha tenido consecuencias nocivas al afectar la estructura funcional básica de
los ecosistemas y los servicios que ofrece tanto a las comunidades aledañas como a la propia
actividad que dependen de los recursos de estos ecosistemas.
No sólo los países de América Latina enfrentan trastornos derivados del cultivo indus-
trial del camarón, también en Asia y África, la historia se repite: destrucción de manglares a
causa de la construcción de infraestructura turística y acuícola. Empresas privadas coludidas
con el gobierno empiezan adquiriendo terrenos colindantes con zonas federales a muy bajos
precios, luego se amplían como concesionarias del espacio federal, continúan con el cierre
de vías de navegación en venas y esteros, prohíben el paso a pescadores locales, y agravan la
situación con el vertimiento de sus aguas residuales en cuerpos de agua, afectados por conta-
minación y sobreoxigenación.
En este sentido, cabe considerar que el agua, la luz solar, el suelo y los nutrientes,
constituyen la sustancia de la vida junto con los saberes y conocimientos que las personas de
cualquier parte del mundo utilizan en la apropiación de la diversidad de especies vegetales y
animales vivientes, vinculadas en formas que regularmente no entendemos o sólo lo deducimos

29 Disponible en: www.elmanglarsanblas.com (consultado el 28 de agosto de 2019).

217
Rogelia Torres Villa

muy vagamente. Basta un viaje cibernético o una ojeada rápida a cualquier periódico, para
percibir las amenazas que se ciernen sobre los recursos naturales y la gente que depende de
ellos en cada rincón del planeta: construcción de grandes obras sobre cauces de importantes
ríos, rompimiento de la barra protectora de la costa, erosión, deforestación, disminución de la
fertilidad del suelo, sequías, incendios, inundaciones, sobreexplotación y pérdida de hábitat.
Estos son claros indicios de que estamos cambiando al medio ambiente a pasos agigantados,
percibidos a través de una gama de factores entre los que se encuentra el cambio climático
mundial y los fenómenos naturales cada vez más violentos.

Comentario final

Por una parte, debido al aumento de la población mundial se han tenido que enfrentar
una serie de retos, entre ellos producir cada vez más alimentos ocasionando presiones hacia
los recursos naturales del planeta; por otra parte y con gran fuerza, la construcción de enormes
megaproyectos, en nombre del desarrollo y el progreso, que se han hecho en diversos espacios
del mundo, afectan recursos naturales prioritarios y a la población que se sostiene de ellos. En
ocasiones estos procesos son irreversibles.
En el estado de Nayarit, en las últimas cinco décadas se ha presenciado la edificación
de perjudiciales obras como las mencionadas presas hidroeléctricas sobre el río Santiago, la
apertura del canal de Cuautla y el aumento de granjas acuícolas dentro del ecosistema de
Marismas Nacionales, las cuales han afectado dicho ecosistema al parecer hasta ahora
de manera irremediable; y por si fuera poco desde 2009 se iniciaron las obras del Centro
Integralmente Planeado (CIP), llamado Costa Pacífico Playa Espíritu-Teacapán, impulsado por
el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) en el límite del estado de Nayarit con
Sinaloa, en pleno corazón de Marismas Nacionales que ocupará 2 381 ha con una capacidad
hotelera de 43 912 cuartos (Fonatur- CIP 2007). Otros CIPs son Cancún (1974), Ixtapa (1974),
Los Cabos (1976), Loreto (1976), Huatulco (1984), Bahía de Banderas (2004), y Costa Lora,
Tamaulipas (2009).
En todo el mundo hay historias similares de afectación a ecosistemas estratégicos
como los manglares con beneplácito de las autoridades gubernamentales quienes están para
cuidarlos. Todos los desarrollos autorizados en detrimento de los manglares, podrán a corto
plazo beneficiar al gobierno, a los inversionistas turísticos y camaroneros a gran escala, debido
a la divisa extranjera, pero los costos ambientales y sociales asociados a estas industrias superan
por lejos los beneficios que estos ecosistemas brindan a la población en general y a las costeras
en particular que dependen de ellos y son quienes al final pagan los costos, debido a que afec-
tan gravemente sus patrimonios naturales y culturales y con ello la base de su subsistencia y
los conocimientos locales que han ido adquiriendo por décadas al convivir con la naturaleza.

218
Afectaciones del “desarrollo” en el ecosistema de Marismas Nacionales

El futuro de Marismas Nacionales se vislumbra desalentador tanto para la sociedad


que vive de los recursos naturales como para el ecosistema que los proporciona. El ecosistema
de humedales es un patrimonio natural y cultural, tan inmenso como frágil, expuesto a daños
irreversibles por el ser humano. Por su propia naturaleza está, además, a merced de una explo-
tación pesquera desordenada por la gran cantidad de comunidades que habitan en la costa, la
mayoría de ellas sin control, vigilancia ni inspección institucional en vedas, técnicas y métodos
de captura.
Los sistemas tradicionales de manejo local de recursos comunes se han visto socavados
principalmente por la intervención de las instituciones públicas, donde los administradores
centrales suelen carecer de datos esenciales y poco entienden de las prácticas locales o la cone-
xión entre degradación de recursos y bienestar social. Dichos administradores prefieren privi-
legiar la máxima ganancia del capital en un esquema de desarrollo que facilita la apropiación
de los recursos colectivos estratégicos en manos de pocas corporaciones.
Por tales motivos, es preocupante que en un país como México, que dispone de exten-
sos litorales, prácticamente no exista una política adecuada dirigida al manejo colectivo y
artesanal de los recursos costeros. Esta falta de visión hacia las zonas costeras (y la forma en
que se ha visualizado cuando esto ha ocurrido), ha provocado efectos nocivos, ya que las acti-
vidades que se llevan a cabo continente adentro repercuten directa o indirectamente en ellas.
Por lo que la cuestión central en torno a la planificación y al manejo de los ecosistemas cos-
teros es su entendimiento holístico y regional, que tome en cuenta a los procesos ecológicos,
sociales y culturales existentes (Toledo 1991).
De manera general, el hábitat de los humedales costeros es un tesoro invaluable que
no se ha sabido apreciar, cuidar, proteger ni defender ante influencias antropogénicas, quizá
por ignorancia o por anteponer intereses económicos de grandes capitales a los intereses de
pobladores locales y de bienestar y beneficio a la humanidad. Existen considerables inves-
tigaciones biológicas, hidrológicas, socioecológicas entre muchas otras, donde se señala que
los humedales costeros son ambientes muy frágiles que requieren condiciones naturales muy
específicas para su adecuado funcionamiento, como son la salinidad, mareas, ríos y lluvias que
favorecen la vegetación, la fauna y las actividades económicas de la población que lo habitan,
y que cualquier alteración antrópica a sus elementos y funciones puede afectar su resiliencia y
conllevar a un deterioro ecológico y social.
Desafortunadamente, en las últimas cinco décadas (1970-2020), la capacidad de resilien-
cia del ecosistema se ha venido perdiendo de manera cada vez más notoria, y no sólo poniéndolo
en riesgo sino también los saberes y formas de vida de un gran número de poblaciones rurales
costeras; por estos aspectos, se considera que sobre la zona costera se ciernen graves problemas
sociales y ambientales, lo cual es preciso abordar desde el ámbito local e institucional de manera
formal e integral, y todavía tratar de evitar la inminente “tragedia” de los que han advertido
algunos autores como Hardin (1968) y Ostrom (2000).

219
Rogelia Torres Villa

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223
LA UTOPÍA DEL ESTADO DE DERECHO Y DE LA CONSERVACIÓN
DE ESPECIES MARINAS EN UN ESCENARIO DE VIOLENCIAS SISTÉMICAS

Alejandra Navarro Smith1

Este capítulo analiza la utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas
en un escenario de violencias sistémicas que incluyen la precarización del empleo, la corrup-
ción y el fortalecimiento de mercados negros trasnacionales que extienden sus redes en las
zonas rurales de la frontera norte del país. Ahí, pese a los esfuerzos de los pescadores cucapá
que se organizan para contener los riesgos que representan los procesos que limitan su acceso
a territorio y recursos en el Alto Golfo de California, la precarización de la estructura del
empleo y, por ende, de la vida cotidiana, es profundizada por políticas públicas de corte neo-
liberal que producen riesgos y amenazan el bienestar de sus hogares.
Lo anterior se analiza desde las limitaciones que los trabajadores cucapá enfrentan para
continuar pescando en su territorio histórico que, argumento, tiene lugar en un contexto más
amplio de cambios estructurales orientados por políticas neoliberales que han transformado el
delta del río Colorado en una zona de extracción en el mapa de consumo globalizado. Por ello,
a continuación, presento información para entender cómo la presión que ejerce la demanda
internacional de consumo de alimentos (peces y hortalizas) orienta las prácticas productivas
en esta región. En este contexto me interesa analizar cómo, a pesar de la existencia de marcos
legales fuertes en materias de seguridad social, protección de áreas naturales y pesca sustenta-
ble, la organización del trabajo en esta región no se orienta por éstas, sino por la demanda de
los mercados internacionales.
La libertad en la que operan las empresas que organizan las prácticas productivas en
el delta contrasta con las restricciones y la fuerte vigilancia que las autoridades ejercen sobre
los pescadores cucapá desde 1993, fecha en la que se decretó la creación de la Reserva de la
Biosfera del Alto Golfo y delta del río Colorado (en adelante la reserva de la biosfera) (Navarro
2008, 2017, 2018; Navarro, Bravo y López 2013; Navarro, Tapia y Garduño 2010). Luego, a
partir de 2010 con la llegada de organizaciones ambientalistas como Environmental Defence
Fund (EDF), Sea Shepherd y Green Peace, aumentaron las restricciones a las pesquerías permi-
tidas. Pero, en una extraña coincidencia, al mismo tiempo que estas organizaciones iniciaron

1 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente ITESO-Departamento de Estudios Socioculturales.

225
Alejandra Navarro Smith

acciones de colaboración con las autoridades para implementar medidas de protección a las
especies marinas, también llegaron al río un grupo de chinos. Estos pidieron a los pescadores
les vendieran la vejiga natatoria de la curvina golfina o roncador (Cynoscion othonpterus) cuya
pesca está permitida. El mercado asiático también empezó a demandar la vejiga natatoria de
totoaba (Totoaba macdonaldi) –cuya pesca está prohibida por encontrarse en peligro de extin-
ción–. Esta parte de los peces, mejor conocida como “buche” es altamente cotizada para su
consumo en el mercado asiático. Por estar prohibida la captura de totoaba, su valor comercial
ha superado al de la cocaína. Así aparecieron otros riesgos en la región: los relacionados con el
hecho de vivir y trabajar en zonas controladas por organizaciones que comercializan produc-
tos fuera de los marcos de la ley.
Por lo anterior, en este capítulo describo cómo las políticas y acciones de conserva-
ción implementadas en el delta del río Colorado no están logrando sus objetivos y producen
condiciones de riesgo –y por lo tanto de vulnerabilidad social– para los pescadores cucapá.
Argumento que al limitar las actividades de autogeneración de ingresos sin considerar el con-
texto más amplio –en particular en la estructura del empleo a nivel regional– las medidas de
conservación como las impulsadas pierden de vista que al cerrar las pesquerías legales se for-
talecen otras que operan al margen de la ley, aumentando los riesgos tanto para las personas
como las especies. Para sostener este argumento se analiza el impacto que tuvo la llegada de
Sea Shepherd, como se explica a continuación.
Las acciones de esta organización detonaron que se empezara a hablar mediática-
mente de la corrupción en el Alto Golfo de California. Si bien esto es muy importante, el
enmarque de conservación que Sea Shepherd utilizó dejó fuera todos los factores sociales que
interactúan con el ecosistema en el que vive la especie que se pretende proteger. Esa narrativa
logró hacer creer que era necesario sacar todas las redes de pesca de mar y del río para así
salvar de la extinción a la vaquita marina (Phocoena sinus). Este enfoque, sin embargo, no
permitió entender que, al cerrarse todas las pesquerías permitidas en un contexto de preca-
rización social generalizada, aumentaría la presión de los mercados por las especies que ahí
se capturan tanto legal, como ilegalmente. Frente a la escasa capacidad de las autoridades
para vigilar la zona, la corrupción institucional y precarización social, por lo tanto, también
aumenta el riesgo de extinción de la vaquita marina, tal y como la situación actual en la
región ha demostrado.
El último elemento relacionado con el problema de conservación que aquí se revisa es
que, a pesar de la existencia de fuertes regulaciones para normar la pesca sustentable de la cur-
vina golfina, el presupuesto para su vigilancia no es suficiente para implementarlas (Navarro
2019). La paradoja del caso es que, a falta de vigilancia e implementación de la ley, los totoa-
beros siguen pescando y, por lo tanto, incrementando su poder económico. Y sus redes siguen
poniendo en riesgo tanto a la vaquita marina como a los jóvenes pescadores que trabajan en
pesquerías permitidas en la misma zona de pesca.

226
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

Con todo lo anterior me interesa situar al lector en las dinámicas de estructuración


social que revelan las formas de producción agrícolas y de pesca por su poder para definir los
usos del territorio: son las instituciones que producen empleos –agroproductoras o bucheros–
las que definen las reglas de producción sin que los agentes del Estado intervengan para regu-
lar a las primeras, o detener a los segundos. Por su parte, la pesca ilegal de totoaba continúa y
se fortalece sin que las autoridades puedan impedirla; los totoaberos –como se les nombra en
el habla cotidiana– han tomado el control armado de las áreas de pesca amenazando tanto
a especies en peligro de extinción como a los pescadores de curvina que también trabajan en
zonas que los bucheros controlan.2 Con todo lo anterior, se explica cómo los usos del territorio
rural en el delta bajacaliforniano están siendo definidos por empresas de corte extractivo lega-
les y no legales, y no por un Estado de derecho.
Al no problematizarse en el debate público las contradicciones entre el discurso y las
prácticas de agroproducción, conservación y pesca sustentable en un contexto en el que se
aumentan la desigualdad, la precarización, la incertidumbre y la inseguridad, se produce un
efecto de invisibilización de la violación de todos los marcos jurídicos en materias laboral, de
seguridad social, e incluso de pesca y protección de áreas naturales y especies. La violación
de la ley y de los derechos, como argumentaré a continuación, parece una condición nece-
saria para la constitución de un orden social neoliberal global y sistémico que produce la
subordinación de las instituciones estatales y la violación de sus marcos legales a los intereses
económicos de quienes buscan aumentar sus ganancias a partir de prácticas extractivas que
satisfacen los mercados de consumo de vegetales y peces en Estados Unidos y China, respec-
tivamente. Los fenómenos que se producen en este marco de violación de derechos son las
violencias sistémicas a las que me refiero en este documento.
Dada la amplitud de estos temas, y por razones de espacio, aquí me centraré en la
documentación de los efectos de una de estas violencias sistémicas: la corrupción en el Alto
Golfo de California y delta del río Colorado. Y en los riesgos que la corrupción representa
no sólo para la totoaba o la vaquita marina, sino también los pescadores indígenas; para ello
explicaré cómo el fortalecimiento del mercado negro trasnacional de la totoaba impacta nega-
tivamente en las especies y en los pescadores al extender sus redes en las zonas rurales de la
frontera norte del país, donde además de las pesquerías reguladas, sólo se ofertan empleos
precarios en las agroproductoras trasnacionales.

2 Según testimonios que recuperé en 2019, la situación de los pescadores cucapá es crítica pues compiten por el espacio de pesca con
los bucheros de totoaba. En sus palabras, “hay mucha gente que está armada allá adentro [en el río]. A mí y a otros ocho compa-
ñeros nos robaron las redes”, me comentó muy preocupado un pescador cucapá. “Está muy duro, porque nosotros no podemos
enfrentarnos con la mafia. Las autoridades ya están informadas de lo que está sucediendo, pero no sabemos si van a hacer algo para
solucionar esta situación” (Diario de campo, temporada de pesca 2019).

227
Alejandra Navarro Smith

Impacto de políticas neoliberales en la organización territorial

Para analizar el impacto que las políticas neoliberales tienen en la organización territorial y
productiva en el delta bajacaliforniano propongo identificar las articulaciones entre las diná-
micas microsocial –interacciones y prácticas realizadas por sujetos situados–, mezo social
–discursos y normas institucionales– y macrosociales –formas de conservación, organización
del trabajo y de comercio global–, en dos espacios: el río, que es la zona de pesca; y la parte
terrestre del delta, región agrícola del territorio. Como veremos más adelante, las organiza-
ciones –agroproductoras o de pesca de totoaba– requieren cierto grado de control sobre el
trabajo, el territorio y los recursos y se organizan para poder producir mayores ganancias
al menor costo posible.
Este enfoque nos permitirá identificar el rol de las instituciones del Estado frente a las
prácticas productivas legales y no legales presentes en el territorio deltáico. Y con ello analizar la
relación entre los valores neoliberales, el uso extractivo del territorio y su contraste con los dis-
cursos y normas de conservación. Esto es importante porque, como se dijo al inicio del texto,
en el delta bajacaliforniano la reserva de la biosfera coexiste con el fenónemo de sobrepesca de
especies reguladas como la curvina golfina, pero también la captura comercial de especies en
peligro de extinción, como la totoaba, lo que constituye un delito contra la biodiversidad, de
orden federal (DOF 2010).3 En estudios previos se ha documentado la relación entre los valores
neoliberales y las prácticas de conservación; sobre este tema, Durand argumenta que “existe
una fuerte correlación entre el crecimiento a nivel mundial de las Áreas Protegidas (AP) y la
instauración del modelo económico neoliberal” (2014: 196). Según la autora, la mirada neoli-
beral sobre la naturaleza está transformando la manera en que se entiende la relación sociedad-
naturaleza (ibid.: 192).
Asimismo identifica una relación directa entre la creación de las AP y la reducción del
control de las poblaciones locales sobre sus recursos (Durand 2014: 199). Desde este marco
conceptual, las restricciones que los cucapá han experimentado para acceder a su territorio
histórico y recursos a partir del decreto de creación de la reserva de la biosfera (Navarro 2017,
2018; Navarro, Bravo y López 2013; Navarro, Tapia y Garduño 2010), así como los impactos
que estas limitaciones han tenido en el proceso de organización de las cooperativas de pesca
cucapá, que en sus palabras tienen el objetivo de “defender el derecho a pescar en su territorio”
(Navarro 2008; Navarro y Cruz 2015) serían una consecuencia de prácticas de conservación
orientadas por valores neoliberales.
Desde esta perspectiva, los problemas de acceso al territorio y a los recursos que
han experimentado los cucapá desde la creación de la reserva de la biosfera necesitarían ser

3 La NOM-059-Semarnat-2010 establece que transportar especímenes listados en esta norma constituye un delito federal contra la
biodiversidad. Esto implica cárcel sin posibilidad de libertad bajo fianza. Pese a la existencia de esta ley, la pesca de la totoaba se
sigue practicando en el Alto Golfo de California sin que las sanciones sean significativas como para inhibir este delito.

228
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

analizados en el conjunto de problemas similares que afectan a otros grupos indígenas. El eje
transversal para estudiar estos casos serían las limitaciones de las poblaciones locales sobre
sus recursos, y el uso de la ley como dispositivo de control y castigo para quienes no acatan
este nuevo orden social. En el marco más amplio también se necesita revisar cómo, al mismo
tiempo, el Estado ejerce el control sobre las poblaciones locales creando marcos legales res-
trictivos, permite la operación de empresas con prácticas de agroproducción que impactan
negativamente en la salud de los ecosistemas.
Siguiendo este planteamiento, en este capítulo identificaré tanto las acciones de agentes
estatales como de Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) conservacionistas internacionales
presentes en el caso de estudio que, orientadas por ciertos discursos de conservación, inciden
en la comprensión de la relación sociedad-naturaleza en el delta bajacaliforniano. Este caso
nos permite extender el planteamiento de Durand para decir que, además de la reducción
del control sobre sus recursos, la implementación de esta AP ha significado para los cucapá el
despojo de su territorio, la criminalización de su presencia en el río para pescar en áreas que se
proyectan de uso exclusivo para la conservación (Navarro, Bravo y López 2014), y el desgaste
de los grupos de población afectados que se organizan para volver visible la violación de dere-
chos que les generan las restricciones impuestas por estas políticas de conservación.
¿Pero cómo ha sido posible la legitimación del control administrativo sobre áreas y
especies con fines de conservación, cuando a nivel global no se están logrando dichos objeti-
vos? ¿Cómo es que en la comprensión de “la conservación” se invisibiliza el efecto que tiene
este discurso al criminalizar a quienes se organizan para defender sus formas de vida en áreas
que se les expropian para convertirse en “zonas de protección”? Estas preguntas revelan la
centralidad del papel que tienen los discursos de conservación para legitimar un orden social
neoliberal que generan degradación ambiental por extracción. Estas son “las contradicciones
internas del capitalismo como un sistema económico que degrada la base de recursos necesaria
para su reproducción” (Durand 2014: 192).
En el valle de Mexicali, las agroproductoras que hacen un uso intensivo de la tierra y
del agua han generado la desertificación del otroro saludable ecosistema deltáico que proveía a
los cucapá de alimentos, peces y animales silvestres para su sostenimiento (Porcayo et al. 2016).
Los costos sociales que la agricultura y pesca extractivas han tenido en la configuración del
territorio, la vida de sus habitantes y la salud del ecosistema son la precarización, la desigual-
dad, el despojo territorial, la degradación ecosistémica y el fortalecimiento de redes de tráfico
de productos ilegales. En las secciones que siguen presentaré información que me permitirá
conectar temas que son estudiados como aspectos de problemáticas separadas en los estudios
de conservación, de pesca y de vulnerabilidad social para revelar su articulación sistémica en
la producción de zonas de extracción.

229
Alejandra Navarro Smith

El fracaso de la reserva de la biosfera en la protección a las especies

La pregunta por los factores que han hecho fracasar a la reserva en sus objetivos de conser-
vación de especies en peligro de extinción no es nueva. Ya desde 2013, en el libro Pesquerías
globalizadas se reflexionaba en torno al fracaso de la reserva en su empeño por salvaguardar a
la vaquita marina (Valdéz-Gardea et al. 2013). Indicaban que era necesario evaluar y analizar
de mejor manera los aspectos sociales y económicos relacionados con las actividades de pesca
en el Alto Golfo de California (Ruiz et al. 2013: 87); e identificaban el impacto negativo de
las políticas públicas en materia de pesca en la reducción del financiamiento para esa activi-
dad productiva, en particular a partir del periodo de gobierno de Carlos Salinas de Gortari
(Valdéz-Gardea 2010: 147). A unos años de distancia, se hace indispensable analizar las prác-
ticas productivas regionales –incluidas las pesqueras– a la luz de los mercados de productos
pesqueros y agropecuarios del delta bajacaliforniano. La demanda de los mercados asiáticos
para los peces y de hortalizas y productos agrícolas que se comercializa en el mercado esta-
dounidense ha perfilado al territorio deltáico como una zona de extracción en el mapa de
consumo globalizado, como antes se ha argumentado.
Los riesgos que producen el empleo precarizado, la degradación ecosistémica, los mer-
cados negros de partes de peces que se prohíbe pescar se influyen entre ellos, y como lo explica
González de la Rocha producen un proceso de acumulación de desventajas (2014: 8-9) que
genera un impacto negativo en las condiciones del bienestar en los hogares de pescadores de
esta región. Así, empleo precarizado, degradación ecosistémica y crimen organizado y sus
consecuencias en salarios bajos, falta de acceso a prestaciones sociales, deudas, incertidumbre e
inseguridad son el conjunto riesgos frente a los que los pescadores cucapá hacen frente. Desde
este enfoque de vulnerabilidad social, la creación misma de la reserva de la biosfera, pero en
particular la delimitación de su zona núcleo ha producido riesgos para los pescadores indíge-
nas porque al ignorar su presencia en ese territorio, se criminalizó que entren a pescar en esta
zona del río (Alarcón-Chairez 2001, 2010; Navarro 2008, 2017; Navarro, Tapia y Garduño 2010;
Navarro, Bravo y López 2013, 2014). Los riesgos que ha producido el diseño de las reservas –la
criminalización de prácticas laborales– por las que se generan ingresos propios –aunado al
desgaste de las negociaciones y litigios para amparar sus derechos– se añaden a los que pro-
duce la estructura del empleo precarizado del valle de Mexicali.
Göbel, Góngora y Ulloa plantean que la producción social de desigualdades a nivel
regional, nacional y global es guiada por lógicas extractivistas que históricamente han afec-
tado tanto al medioambiente como los derechos de los pueblos originarios. Apuntan que “[l]
a discrepancia entre abundancia de recursos naturales y la persistencia de las desigualdades
sociales es una característica estructural histórica de América Latina” (2014: 14). En su argu-
mento, los autores encuentran que “la especialización en actividades extractivas no sólo reduce
los incentivos para invertir en el capital humano, sino que también promueve la concentración
de las rentas en redes clientelistas, muchas veces corruptas e inestables” (ibid.: 15) y que no

230
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

se cuestiona en los discursos que legitiman la economía extractivista (idem). Lo descrito por
estos autores parece ser lo que se observa en el valle de Mexicali donde tanto las empresas agro-
productoras transnacionales como las redes de tráfico de mercancías ilegales extraen recursos
locales en una lógica que atenta contra el bienestar de los habitantes de la región produciendo
desigualdades y violencias cada vez más profundas.
En suma, en el caso de las fallas en la protección de especies, puede ser visto –junto
con la precarización de la estructura del empleo, la degradación ecosistémica y las condiciones
de inseguridad– como elementos de un orden económico global extractivo. Por ejemplo, la
pesca de totoaba –que tiene su mercado principal en China– está directamente relacionada
con el fracaso de los objetivos institucionales de conservación y, por lo tanto, de poner en
peligro a esa especie y a la vaquita marina. Por lo alarmante de la situación, dado que en 2019
se reportaba que sólo quedaban diez especímenes de vaquita marina, cabe preguntarse por los
elementos que han influido para que a 15 años del decreto de creación de la reserva y con un
marco normativo tan fuerte en materia de protección ambiental y de pesca (Navarro 2016,
2019) la vaquita marina se encuentre en inminente peligro de extinción. A continuación, me
propongo hacer un reconocimiento del lugar que ha tenido la corrupción con relación a la
pesca en Alto Golfo de California y delta del río Colorado, y de cómo lo han abordado en sus
reportes las OSC conservacionistas y la prensa.

La corrupción: el límite de los derechos y de la conservación

Ahora entiendo que el principal problema al que se enfrentan los cucapá4 para continuar
pescando no es necesariamente la lógica excluyente con la que se planean las acciones de con-
servación, como habíamos argumentado anteriormente (Navarro, Bravo y López 2014: 47),
sino la corrupción. A continuación, ofrezco al lector la descripción de un momento al final de
la temporada de pesca de la curvina golfina de 2013 en donde me di cuenta de la centralidad
estructurante que la corrupción tiene y de las dificultades que ello implica para lograr pesque-
rías sustentables con enfoque de derechos.
Uno de los compradores de pescado, que se encontraba negociando los documentos
para poder comercializar la captura que ya tenía enhielada y lista para salir con rumbo a La
Viga, hablaba por teléfono a uno de los pescadores. “No te preocupes”, dijo, “el trailer se
va hoy mismo”. La voz del comprador en el altavoz del celular refirió que le entregarían los

4 En Navarro (2017: 7-12) ofrezco una caracterización del pueblo cucapá, misma que incluye información para problematizar la
información estadística generada por instancias nacionales como el INEGI, la CDI o el Inali. En todos los casos, y basándome en
la información de una encuesta a hogares cucapá aplicada en abril de 2014, las estadísticas oficiales no parecen dar cuenta del
número de cucapás que se autoidentifican como tales. Los 744 cucapás vinculados a los 200 hogares de mi encuesta superan los 145
cucapás que registra el INEGI en 2010, o los 344 que contabilizó la CDI en 2005 (ibid.: 11). Incluso menores son las estadísticas que
se han generado contabilizando el número de cucapás únicamente desde la perspectiva de los hablantes (ibid.: 7-9).

231
Alejandra Navarro Smith

papeles para trasladar legalmente el pescado a cambio de 30 mil pesos. Al colgar la llamada, pre-
gunté a los pescadores con los que me encontraba si habían sido las autoridades las que pedían
esa cantidad. “Sí, por cada trailer. Se reunieron en la oficina de una autoridad de alto rango”,
añadió el dueño del teléfono. Todos nos quedamos unos minutos en silencio, procesando la
información. “¿Y qué van a hacer?”, pregunté. “Nosotros no vamos a hacer nada. Ellos (los
compradores) son los que están manejando todo esto. Pero puedes tener por seguro que no son
ellos los que van a poner esos 30 mil pesos. Nosotros terminaremos pagando esa (mordida) en
unas semanas cuando el comprador regrese a pagarnos el pescado. Verás cómo nos lo descuen-
tan diciéndonos que el precio que les pagaron en La Viga era más bajo de lo que nos habían
dicho. Ellos nunca pierden su ganancia”, me respondió un segundo pescador presente en el
evento, con la voz grave, desesperanzada.
Este episodio me hizo reinterpretar los hechos que había observado a lo largo de diez
años acompañando a los pescadores cucapá a oficinas de abogados, acciones de defensa y a
innumerables reuniones con autoridades de pesca cuando se negociaron las soluciones a las
crisis creadas por políticas de conservación y de pesca porque no se consideraban sus derechos
al territorio y a la pesca. Con ellos fui testigo de la negación de los derechos diferenciados
que reclamaban. Tal vez por eso, inspirada por su claridad en la defensa de lo que consideran
les es propio, seguí pensando que reconocer sus derechos sería una clave importante hacia la
solución de los problemas de acceso a la pesca: esta idea se convertiría en la premisa que orien-
taría el trabajo de investigación y de colaboración (Navarro 2017); por ello, documentamos los
obstáculos legales que en México existen para desarrollar políticas públicas de conservación
con un enfoque de derechos (Navarro 2017; Navarro, Bravo y López 2013, 2014). Incluso grabé
en video procedimientos administrativos o penales que pusieron en riesgo el patrimonio, el
acceso al territorio o la autogeneración de ingresos propios por la actividad de pesca (Navarro
2008, 2012, 2013). Este enmarque de la investigación no me dejó otra opción que la de apren-
der los referentes legales en materia de derechos de pueblos y comunidades indígenas, o de
recursos legales como el amparo, que los cucapá recitaban de memoria en las reuniones con
las autoridades, los abogados asesores, o en las conversaciones en las cocinas.
Esa tarde de mayo, en la cabina de una pick-up de pesca, en compañía de los pescadores
cucapá y después de escuchar la naturalidad con la que el comprador comunicó el monto de la
“mordida” que haría posible la comercialización de la captura de ese fin de temporada de pesca
me di cuenta que la premisa que había sostenido mi trabajo previo, aquella del reconocimiento
de derechos como clave para resolver sus problemas de pesca, no era sino una utopía. Me pre-
guntaba si seguían siendo pertinentes los supuestos de que era posible producir información
que eventualmente llevara al reconocimiento de los derechos de un pueblo indígena, cuando
la corrupción parecía hacer inviable cualquier Estado de derecho. ¿Podría una perspectiva de
aprovechamiento sustentable con un enfoque de derechos resolver los conflictos que año con
año enfrentaban los cucapá para continuar pescando frente a dinámicas de corrupción como
la que recién acababa de presenciar?

232
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

La utopía del Estado de derecho se hizo pedazos bajo el peso de los eventos que se desa-
rrollaban ante nuestros ojos: no sería el imperio de la ley el que permitiría la comercialización
y pago de la captura de los cucapá ese año, sino el imperio de la corrupción. En este desfa-
vorable escenario, observé a los cucapá analizando los riesgos y pensando juntos la estrategia
para intentar reducir los impactos negativos de la cadena de corrupción en su vida cotidiana.
Así fue como el fenómeno de la corrupción se desplazó al centro de mi comprensión de los
problemas que enfrentan los cucapá para seguir pescando. Desde esta perspectiva se revelan
otros escenarios de inseguridad y riesgos en la observación de la vida cotidiana. Desde aquí
también se resignifica el valor de la acción colectiva de un pueblo en el contexto neoliberal
¿Qué papel debe jugar un investigador en escenarios como el anteriormente descrito? ¿Cómo
podría, como investigadora, seguir acompañando a los cucapá, en particular a mujeres deter-
minadas y fuertes, sus acciones de reivindicación y defensa a su cultura, su vida y su territorio
en el escenario de corrupción y violencias sistémicas del noroeste rural y fronterizo mexicano?
¿Cómo establecer conversaciones que permitan el diálogo de saberes, en este contexto? ¿Qué
giro debería tomar un proyecto que se siguiera proponiendo acompañar el proceso de los pes-
cadores cucapá en el proceso de defensa de su acceso a la pesca y a su territorio, y al mismo
tiempo desarrollar estrategias de pesca sustentable? El primer paso podría ser documentar la
corrupción en el área natural protegida, para identificar los roles de la pesca legal e ilegal en
la estructura del empleo en la región y poder nombrar las violencias sistémicas globales que
configuran el espacio del delta del río Colorado. Para hacerlo, recurro ahora a la información
generada por las organizaciones sociales conservacionistas (OSC), en orden cronológico.

Visibilización documental y mediática de la corrupción en Alto Golfo

Estudiar etnográficamente la corrupción en un escenario de comercios negros no sólo es una


empresa riesgosa, sino difícil de lograr en términos metodológicos por ser una actividad que
se desarrolla en situaciones que no son públicas. Por eso el trabajo de activismo y documenta-
ción realizado por las OSC de conservación ha sido tan importante porque han permitido a la
prensa visibilizar la corrupción y sus vínculos con la pesca. Desde el punto de vista académico,
y dado que todavía no hay estudios sistemáticos que lo analicen, estas fuentes son muy valiosas
por ser las únicas que han tratado de describir este fenómeno. Es por ello que a continuación
me detengo en la revisión de las fuentes periodísticas y los reportes generados por las OSC
conservacionistas, porque como lo mencioné antes, son fuentes de primera mano que permi-
ten analizar la emergencia de discursos que construyen una relación directa entre los temas
de conservación, pesca, legalidad y corrupción en el hábitat donde cohabitan tres especies: la
vaquita marina, la curvina golfina y la totoaba.
Comenzaré esta revisión con la publicación de Environmental Defense Fund de
México (EDF) y el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) (EDF/Imco) titulada La

233
Alejandra Navarro Smith

pesca ilegal e irregular en México: una barrera para la competitividad en 2013. Como el título
y la alianza entre los organismos editores lo anuncia, el centro de interés de esta edición es
la relación entre sustentabilidad y economía. Este reporte aparece tres años después de que
EDF llegara al golfo de Santa Clara en 2010 con el objetivo de implementar, en alianza con el
gobierno de Sonora y con el respaldo de las oficinas de la Comisión Nacional de Acuacultura
y Pesca (Conapesca) de esa entidad, un esquema de pesca por cuotas para la curvina golfina.
Para colaborar en el ordenamiento de esa pesquería, EDF planeó su estrategia retomando los
casos exitosos en los que la implementación de captura por cuotas, se demostraba la relación
en el aumento de precio de las capturas cuando se reduce el volumen capturado; según las
leyes de la oferta y la demanda, argumentaba EDF, menos pescado en el mercado incrementa-
ría su precio, beneficiando con ello a los productores y especies, porque se obtendrían mayores
ingresos con menos captura.
En esta planeación de la pesca por cuotas, sin embargo, EDF no consideró las variables
de aislamiento geográfico de la vasta extensión donde se realiza la pesca de curvina, las difi-
cultades para su vigilancia, la emergencia de mercados negros para subproductos de especies
endémicas de la región –incluida la totoaba–, la fuerza económica de su demanda, las laxas
sanciones previstas para el tráfico de partes de especies en peligro de extinción y la precariza-
ción de la estructura del empleo en la región.
En una inusual coincidencia, EDF comenzó su trabajo para implementar el sistema de
capturas por cuotas, al mismo tiempo que aparecieron en el delta dos fuerzas contrarias: la
promulgación de la medida “tope de captura”, en 2011, y la demanda del mercado asiático por
el buche de la curvina y la totoaba. Aunque existía una norma que restringía el volumen de
captura de la curvina golfina, la demanda del mercado asiático por los buches generó presión
sobre la captura de esa especie, pero sobre todo de la totoaba. A la par, la incapacidad de las
autoridades por vigilar efectivamente la zona, no ha logrado detener la sobrepesca de curvina,
ni frenar a pescadores de totoaba. Es en este contexto que aparece la referencia a la corrupción
y a la ilegalidad como factores que obstaculizan los objetivos de trabajo de EDF, y que en su
reporte explican de la siguiente manera.
EDF/Imco identifican que la vigilancia insuficiente o deficiente y la corrupción son
las principales causas de la pesca irregular y, por ende, obstáculo para una exitosa implemen-
tación del esquema de captura por cuotas que EDF impulsaba. En su análisis EDF y el Imco
también indicaron que es necesaria una mejor distribución del presupuesto de la Conapesca
para fortalecer su vigilancia, pues mientras que en el golfo de California existen al menos 400
puntos de desembarque, Conapesca cuenta sólo con 65 embarcaciones y 210 inspectores para
vigilar 11 mil 122 kilómetros de litoral en 17 estados. La cantidad de inspectores hace imposi-
ble una vigilancia efectiva esta área.5

5 En Navarro, Bravo y López (2013) analizamos el contexto del surgimiento, en 2011, de la norma que año con año regula el
volumen de captura de la curvina golfina (Cynoscion othonopterus) en aguas de jurisdicción federal de Alto Golfo de California del

234
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

El problema de vigilancia no es solamente la falta de inspectores, sino también de


presupuesto. Aunque en 2011 el presupuesto de Conapesca fue el mayor en su historia (3 mil
193 millones de pesos), sólo 7% se destinó a vigilancia, mientras que 71% se dirigió a subsidios
(EDF/Imco 2013: 23 -24). Así EDF/Imco indican un problema estructural: la falta de presu-
puesto de las instituciones también es un impedimento para que puedan hacer cumplir el
marco normativo. Y concluyen que la falta de cultura de cumplimiento de las leyes existentes
apunta hacia una erosión del Estado de derecho en el país, y añaden que “[e]n las comunidades
pesqueras del golfo de California no es extraño encontrar una interacción muy cercana con el
narcotráfico y otras actividades ilícitas” (ibid.: 15).

La llegada de Sea Shepherd a Alto Golfo de California

En 2015 llega a Alto Golfo de California Sea Shepherd con sus emblemáticas embarcaciones
para realizar acciones directas y proteger a la vaquita marina.6 Sus estrategias de incidencia
han logrado que su agenda de conservación haya sido retomada por la prensa, lo que ha vuelto
visible en la esfera pública de la comunicación la relación problemática entre corrupción, cap-
tura de totoaba y conservación.
El primer planteamiento de Sea Shepherd a su llegada a Alto Golfo de California era
el de colaborar con las autoridades para inhibir la captura de la totoaba.7 Pero luego cambió
su estrategia al darse cuenta del peligro que la falta de vigilancia y el bajísimo porcentaje de

delta del río Colorado mejor conocido como “tope de captura”. En resumen, esta medida prácticamente imposibilitaba la auto-
generación de ingresos propios con la pesca y volvía económicamente inviable la pesca de los cucapá. Pero dado que los cucapá ya
se encontraban en el camino de la judicialización de sus derechos (Navarro 2008, 2013, 2017; Navarro, Bravo y López 2013, 2014),
en 2015 la promulgación del tope de captura también representó una oportunidad para el litigio estratégico (Navarro 2019: 139).
“Una serie de acciones de presión social acompañaron uno de los procesos de amparo contra el tope de captura en el que partic-
ipamos al lado de las representantes de las mesas directivas de dos de las tres cooperativas de pesca cucapá, cuatro abogados, dos
defensores de derechos humanos, una bióloga y una antropóloga. Este amparo fue una de las acciones en el contexto que precedió
al cambio en el Acuerdo por el que se establece la cuota de captura para el aprovechamiento de Curvina golfina (Cynoscion othonopterus)
en aguas de jurisdicción federal del Alto Golfo de California y delta del río Colorado para la temporada 2015. Por primera vez desde
1993, se reconoce el derecho diferenciado de los cucapá en una norma, exceptuándolos en este caso de observar el tope de captura
a partir de 2015 […] Sin embargo […] [esta excepción] que pensamos permitiría a los cucapá continuar pescando aliviándolos de
una de las presiones que impone el marco legal que administra el territorio donde pescan, se reveló una ilusión. La coincidencia
de la publicación de esta excepción en 2015, con el anuncio de la prohibición de todas las redes de pesca en el Alto Golfo de
California en el mismo año, generó que los pescadores del Golfo de Santa Clara y San Felipe, desesperados por el cierre de la pesca
ante su precaria situación económica, se desplazaran fuera de la zona del refugio de la vaquita marina, y entraran por el Zanjón
a pescar. Este sería el único camino de acceso donde estaba permitida, y sin límite de cuota, la captura de la curvina golfina para
los cucapá y las cooperativas denominadas Bajo Río” (Navarro 2019: 140-142). Desde entonces, al Zanjón llegan otros pescadores
que clonan los números de matrícula de las embarcaciones cucapá sin que las autoridades vigilen efectivamente el acceso a la
zona. La llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República no ha significado cambios a esta
problemática.
6 Véase Milagro III: Ghost Nets Go; Vaquitas Stay, https://youtu.be/5_yiuA8Vgxs vía @YouTube.
7 Las redes con las que se captura a la totoaba se dejan tendidas en el agua, suspendidas de flotadores. En ellas se enredan otras
especies que mueren asfixiadas, entre ellas la vaquita marina.

235
Alejandra Navarro Smith

detención y encarcelamiento a pescadores de totoaba tenía para la conservación de la vaquita


marina, y sus integrantes empezaron a realizar acciones directas sacando ellos mismos las
redes totoaberas del mar. En 2019, al inicio de su quinto año de operaciones en Alto Golfo de
California, Sea Shepherd reportó haber recuperado 163 mil 600 metros de redes ilegales para
la pesca de totoaba.8
La estrategia activista de Sea Shepherd se ha acompañado de la generación de infor-
mación en sus redes sociales (Youtube, Facebook) para hablar de la importancia de conservar
a la vaquita marina, y el efecto negativo que para ese objetivo tienen la captura de tototaba y
la corrupción. Esta agenda ha modelado los enfoques con los que la prensa habla sobre estos
temas en la prensa escrita nacional. Para dar un ejemplo del alcance que las acciones de los
ambientalistas han tenido en la discusión y atención al problema de la corrupción en Alto
Golfo de California y la presencia y tratamiento de estos temas en la prensa nacional, en los
siguientes tres cuadros se sintetizan el tipo de notas que han aparecido en la prensa entre 2017
y 2019 refiriéndose a las relaciones entre corrupción, pesca de totoaba y conservación de la
vaquita marina, con los siguientes énfasis:

Cuadro 1. Conservación de la vaquita marina, pesca de totoaba y corrupción:


porcentaje según temas del encabezado y primer párrafo, 2017-2019

% Temas del encabezado y primer párrafo


21 Tráfico de partes de totoaba y detenciones asociadas a este delito
14 Corrupción: factor que causará la extinción de la vaquita marina
10 Conservación de la vaquita marina; pesca de totoaba; corrupción
6 Conservación de la vaquita marina; redes totoaberas en Alto Golfo de California
Ataques que pescadores realizaron en contra de las embarcaciones de Sea Shepherd;
4
denuncia la relación entre corrupción y crimen organizado
Fuente: Elaboración propia a partir de búsquedas en Google News.

El cuadro 1 permite dimensionar el alcance que las acciones de los ambientalistas han
tenido en la discusión y atención pública al problema de la corrupción en Alto Golfo de
California, como explico a continuación. Para identificar el tipo de noticias publicadas en
medios informativos que hicieron referencia al problema de la corrupción en Alto Golfo
de California entre 2017 y 2019, se realizó una búsqueda no exhaustiva en Google News con
las siguientes palabras clave de forma combinada: detenciones, totoaba, vaquita marina, Alto
Golfo de California, buche de totoaba, redes totoaberas, crimen organizado, corrupción, mor-
didas, Sea Shepherd y ambientalistas. Con este ejercicio exploratorio se elaboró una base de

8 Sea Shepherd’s Operation Milagro V Launch, https://youtu.be/IsA9pawkcDc

236
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

datos en Excel en el que se incluyó la fuente, el titular, el primer párrafo, la fecha y el sitio de
publicación de cada pieza informativa.9 Después, la autora categorizó las 145 piezas encontra-
das a partir del enfoque que sugerían sus encabezados y primeros párrafos de la pieza ilus-
trativa, y con esta información se elaboró el cuadro 1. Aunque este análisis de contenido en
medios con portal digital no es sistemático, los datos encontrados muestran que dichas piezas
que hablaron de la relación entre la conservación de la vaquita marina, la pesca de totoaba y la
corrupción tuvo una gran proyección fuera de la región bajacaliforniana. En los cuadros 2 y 3
se ofrece información que permite dimensionar dicha proyección:

Cuadro 2. Conservación de la vaquita marina, pesca de totoaba y corrupción


alcance del medio y frecuencia de publicación, 2017-2019

Frecuencia de
Alcance del medio Total de fuentes
publicación
Nacional 23 90
Estados 13 18
Internacional 9 10
Baja California 9 23
Gobierno 4 4
Total general 58 145

Fuente: Elaboración propia a partir de búsquedas en Google News.

En el cuadro 2 se aprecia que 23 medios de alcance nacional publicaron 90 piezas infor-


mativas entre 2017 y 2019; 13 medios de circulación estatal difundieron 18 piezas, mientras que
9 medios de alcance internacional hicieron lo mismo en diez ocasiones. Dentro de la región en
donde se desarrolla el problema nueve medios anunciaron 23 piezas informativas. Por último,
también se identificó que el tema fue referido directamente por las oficinas de comunicación
social o prensa de las instancias gubernamentales responsables de regular las pesquerías, pro-
teger las especies y áreas naturales y de sancionar a los infractores.
Para cerrar este apartado que explica la metodología seguida para identificar la visi-
bilidad que estos temas tuvieron en los medios informativos en el periodo correspondiente,
en el cuadro 3 se presentan los nombres de 58 medios en los que se publicaron las 145 piezas
informativas analizadas:

9 Agradezco el apoyo de Natalia Luján Maciel, estudiante de periodismo del ITESO, quien me apoyó en la identificación de las piezas
informativas y elaboración de la base de datos referida.

237
Cuadro 3. Conservación de la vaquita marina, pesca de totoaba y corrupción:
medios según su alcance y frecuencia de publicación, 2017-2019

Nombre del medio, Total de medios, Frecuencia de


por alcance por alcance publicación, por medio
Nacional 23 90
Excélsior 28
El Universal 15
Noticieros Televisa 14
Animal Político 6
El Sol de México 4
La Jornada 3
Aristegui 2
Denise Maerker 10 en punto 2
Proceso 2
20minutos 1
Contralínea 1
El Economista 1
El Financiero 1
Inforural 1
La Prensa 1
La Silla Rota 1
Lado B 1
Reforma 1
Regeneración 1
SDP Noticias 1
Sin Embargo 1
UNOTV 1
Vanguardia/Mileno 1
Estados 13 18
Publímetro 1 4
BCSnoticias 2
La Jornada BCS 1 2
Diario Rotativo/Notimex 1 1
El Debate 1 1
El Diario 1 1
El Informador 1 1

238
Continuación cuadro 3
Nombre del medio, Total de medios, Frecuencia de
por alcance por alcance publicación, por medio
Liberal 1
MEGANOTICIAS 1 1
NTR 1 1
Proyecto Puente 1 1
Pulso 1 1
Quadratín 1 1
Internacional 9 10
AFP 1 2
Al Jazeera 1 1
BBC Mundo 1 1
CNN 1 1
Hoy 1 1
HuffPost 1 1
New York Times Español 1 1
Notimérica 1 1
Variety 1 1
Baja California 9 23
La Crónica 1 6
El Vigía 1 4
La Voz de la Frontera 1 3
Tribuna de San Luis 1 3
Uniradio Informa 1 3
Canal 66 1 1
Encuentro29.com 1 1
Uniensenada 1 1
Zeta Tijuana 1 1
Gobierno 4 4
Cofemisir.gob.mx 1 1
Profepa MX 1 1
Sagarpa/Comunicación
social 1 1
Semarnat/Prensa 1 1
Total general 58 145
Fuente: Elaboración propia a partir de búsquedas en Google News.

239
Alejandra Navarro Smith

Entre los medios informativos que con mayor frecuencia publicaron contenidos que
hacen alguna referencia a la pesca en Alto Golfo con alguna conexión con el factor de corrup-
ción, y la relación ambos factores asociados al fracaso de la conservación de la vaquita marina
se encuentran tres medios de alcance nacional: Excélsior, El Universal, y Noticieros Televisa. Y
en menor frecuencia también aparecen 20 medios de alcance nacional; 13 medios de alcance
regional, de estados diferentes al lugar donde se localiza el asunto reportado incluyendo Sinaloa
(El Debate), Jalisco (El Informador, NTR , Meganoticias y Publímetro), Nuevo León (Vanguardia/
Milenio), Chihuahua (El Diario); Sonora (Proyecto Puente), San Luis Potosí (Pulso), Michoacán
(Quadratín), Baja California Sur (BCS Noticias y La Jornada BCS), Querétaro (Diario Rotativo),
Veracruz (Liberal); diez medios que reportan el asunto de su propia región; y cuatro medios
de instituciones gubernamentales del Estado mexicano.
El hecho de que este problema haya sido retomado por tantos medios de estados dife-
rentes al de Baja California con asunto noticioso, incluso por nueve medios de alcance interna-
cional en Francia (AFP), Quatar (Al Jazeera), Reino Unido (BBC Mundo), España (Notimérica
y Hoy) y Estados Unidos (CNN, HuffPost, New York Times Español, Variety), podría deberse
al trabajo de visibilización mediática realizado por los integrantes de Sea Shepherd. Pero esta
es una hipótesis que tendría que cotejarse en un análisis sistemático de medios en futuras
investigaciones.
Lo que sí se puede afirmar a partir de este ejercicio es que las narrativas que circularon
públicamente en estos medios presentan las piezas de un rompecabezas en el que todavía se
enuncian por separado las partes del problema, a saber: que la falta de sanciones que inhiban
la captura de totoaba se deben a la corrupción que genera el redituable mercado negro de su
buche. Y que, como en este capítulo planteo, el aumento del capital que produce la comercia-
lización del buche de totoaba parece significar la extinción para la vaquita marina por efecto
de la corrupción. Todo parecería indicar que, en ausencia de acciones eficientes del Estado,
las tres embarcaciones de Sea Shepherd con decenas de jóvenes voluntarios están haciendo el
trabajo de vigilancia y cuidado de las especies protegidas, y por ello han sido atacados por los
interesados en seguir obteniendo el buche de la totoaba. También parece ser Sea Shepherd
quien ha colocado en la esfera mediática la narrativa de la corrupción como el principal factor
que pone en peligro de extinción a la vaquita marina.

El poder corruptor de la “cocaína del mar”

Antes de 2017 pocos medios fuera de Baja California hablaron de esta problemática. Uno de
ellos fue Reporte Índigo que en 2016 publicó un reportaje fundamental para completar la radio-
grafía del potencial corruptor del tráfico de buche de totoaba y que no fue identificado en el
informe sobre pesca ilegal e irregular de EDF/Imco (2013). Reporte Índigo retoma este informe
para establecer el vínculo entre la pesca ilegal y la infraestructura que las redes del crimen

240
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

organizado han construido en Alto Golfo de California, y para establecer el carácter “trans-
fronterizo”, es decir global, de los mercados que incentivan pesquerías ilegales. En términos
de EDF/Imco “[…] se debe identificar la pesca ilegal, [cuando] […] los pescadores al margen de
la ley se organizan, por ejemplo, para robar especies valiosas como almeja generosa o pepino
de mar. Este tipo de pesca normalmente forma parte de redes más amplias que permiten el
transporte y el comercio de producto robado y a menudo su tránsito transfronterizo” (2013: vi).
Es muy interesante notar que en 2015 cuando EDF/Imco se refieren a especies valiosas
no mencionan a la totoaba, y que en su reporte le asignen un valor comercial de 15 pesos
por kilo de totoaba (2013: 66). En 2016, Reporte Índigo indica que un buche de totoaba de un
kilogramo valía 60 mil dólares, precio que superaba el valor comercial de la cocaína. En 2019,
Sea Shepherd documentó que un buche de totoaba podía venderse en 20 mil dólares estadou-
nidenses en el mercado asiático.10 Esta información publicada por Reporte Índigo por primera
vez, y luego actualizada por Sea Shepherd revelan el poder corruptor del comercio del buche
de totoaba.
Por lo anterior, en la prensa se ha acuñado el término de “cocaína del mar” para
referirse al buche de totoaba. En este contexto se habla del fracaso de la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para observar el orden jurídico, en particular
sobrepesca y protección al ambiente, y se acusa al Estado de no actuar en contra de los
“cárteles” que sobornan a las autoridades –desde policía local hasta jueces federales–, lo que
ha permitido el crecimiento y la consolidación de las redes de tráfico de buche de totoaba,
poniendo en riesgo a la vaquita marina.11
En consecuencia es urgente avanzar en la discusión del impacto de la presencia de las
mafias y de la violencia que generan, en la producción de riesgos y los procesos de precarización
de la vida cotidiana de los pescadores de la región, pues este aspecto ha sido invisibilizado en
las discusiones cuyo centro ha estado únicamente en la conservación sin tomar en cuenta los
elementos relacionados con las actividades de pesca legales que se realizan en el área protegida.
A la fecha, no puede ser cuantificado el volumen de la sobrepesca de la curvina, ni la
pesca ilegal de la totoaba, dado que este ámbito de vigilancia, supervisión y persecución de
actos ilícitos es un espacio exclusivo de actuación de las autoridades. Por eso, dada la escasez
de referencias académicas que documenten los efectos de la corrupción en la conservación de
recursos y especies mencionadas en la región de estudio, los reportes de la prensa y de organi-
zaciones como Sea Shepherd, EDF/Imco se convierten en fuentes de primera mano dado a la
información que nos ofrecen para conocer esta cuestión en el delta del río Colorado.

10 Operación Milagro V, https://youtu.be/IsA9pawkcDc.


11 Ernesto Méndez, “Tras investigación encubierta ubican cárteles de la totoaba”, Excélsior, 23 de julio de 2018, www.excelsior.com.
mx/nacional/tras-investigacion-encubierta-ubican-carteles-de-la-totoaba/1254004 (consultado el 15 de septiembre de 2018).

241
Alejandra Navarro Smith

La libertad con la que se sigue comercializando el buche de totoaba contrasta con las
restricciones que las normas de conservación han impuesto a los pescadores cucapá que cap-
turan una especie regulada. A continuación, explico cómo esa misma libertad de actuación se
observa cuando las empresas agroproductoras establecen jornadas de trabajo mayores a las 8
horas diarias que estipula la ley y contratan a los jornaleros sin ofrecer prestaciones ni seguri-
dad social.

Crisis de una economía basada en explotación de recursos:


prohibición de la pesca y degradación ecosistémica

Göbel, Góngora y Ulloa ya han identificado que en los debates políticos sobre la economía
basada en la explotación de recursos está ausente la dimensión de los efectos ambientales de
estas actividades extractivistas (2014: 15). Enseguida veremos el impacto del cierre de la pesca
en Alto Golfo en enero de 2015 en el contexto de desregulación y debilitamiento institucional
que, como aquí argumento, han producido a la precarización de la estructura del empleo y la
emergencia de mercados negros trasnacionales.
El 23 de febrero de 2015 los pescadores ribereños que trabajan en Alto Golfo de California
y delta del río Colorado amanecieron con la noticia de que ese año no podrían entrar a pescar.
Para los pescadores cucapá, esa prohibición sería una dificultad más desde que en 1993 se
decretó la Reserva de la Biósfera del Alto Golfo y Delta del río Colorado. A unas semanas
del inicio de la temporada de pesca de la curvina golfina, la presión ejercida por los grupos
que buscan proteger a la vaquita marina había tenido éxito: lograron que se prohibieran todas
las redes agalleras en la zona de protección de la vaquita marina, el cetáceo más pequeño del
mundo y en peligro de extinción.
Para entender lo que esta noticia significa para las familias cuyos ingresos dependen
de los 744 permisos de pesca que operan en Alto Golfo y delta del río Colorado, en este apar-
tado se describen y establecen las relaciones entre la agricultura intensiva, el acaparamiento
de agua y el acentuamiento de las desigualdades. Desarrollaré estos elementos en el siguiente
apartado con el fin de caracterizar la precarización de la vida cotidiana por efecto tanto de los
tipos de empleos agrícolas disponibles, como por la degradación ecosistema que ha generado
cambios en la forma de organización y de sobrevivencia material y simbólica entre los cucapá
contemporáneos.

242
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

Agricultura intensiva, acaparamiento de agua y desigualdad social

De los carrizales salían […] un chorro de animales cochi, correcaminos, venados. Donde quiera uno
ahí con el rifle, pues, mataba unos de esos y […] había mucho qué comer. […][luego] para acá ya no se
metió el agua. El pescado ya no caminaba, el agua ya no tenía oxígeno, se fue toda el agua y se fue todo
el pescado. Nos tuvimos que ir también nosotros. (Entrevista a Rosario, 94 años, realizada en 2010).

Los cambios del ecosistema deltáico han sido generados, en gran medida, por la redi-
reccionalización del agua del río Colorado a los canales que riegan los cultivos orientados a
la exportación. La racionalidad detrás de este tipo de “aprovechamiento de agua” beneficia
a inversionistas porque se les ofrecen condiciones que incentivan su llegada poniendo a su
disposición agua, tierra que se renta a bajo costo, y mano de obra que en 2005 se pagaba a 50
centavos de dólar por hora (Moreno Mena 2005). Estas condiciones posibilitan que las empre-
sas que se instalan en esta zona del territorio mexicano aumenten sus ganancias, no sólo con
base en el sistema extractivo del agua y de la tierra antes descrito, sino también con sueldos
de 50 centavos de dólar que, en ese mismo año, era de 6.5 dólares por hora para los jornaleros
agrícolas que realizan el mismo trabajo a sólo unos kilómetros en los Estados Unidos (idem).
Así, se observa cómo la falta de agua en el río y la estructura del empleo en la región
son factores determinantes en la producción de desigualdades regionales en el sentido que la
racionalidad de desarrollo instalada beneficia económicamente a los dueños de agronegocios
trasnacionales en detrimento de la salud del ecosistema y el bienestar de los pobladores que
viven en esa región. Ellos, con escasas oportunidades de generación de ingresos, recurren a este
tipo de empleos precarios porque son los únicos disponibles. Por ejemplo, en febrero de 2019
Claudia, una empacadora de hortalizas, recibía un sueldo de 2 000 pesos por un trabajo de seis
días a la semana. El transporte de personal la recoge en el ejido donde vive a las 12 del día y
la regresa a las 3:00 de la mañana. Aunque a ella le parece mejor el horario vespertino, porque
de esa manera puede cuidar a su hijo de 3 años por la mañana, y además está de acuerdo con
quedarse después de las 8 horas de trabajo porque le pagan horas extras (Diario de campo,
2019), en realidad Claudia sólo cuenta con este empleo y este transporte, que quiera trabajar
horas extras o no, sólo llega de regreso a su poblado a las 3: 00 am.
Por lo tanto, la lógica que orienta la administración de la única fuente de agua en el
delta del río Colorado privilegiando el desarrollo económico agrícola en la región, invisibiliza
el deterioro de la salud del ecosistema deltáico por los efectos de su desertificación dado que el
agua se acapara para riego agrícola; para los cucapá esto ha significado la precarización de su
forma de vida ya que la falta de agua en el frágil ecosistema deltáico ha reducido el número de
especies animales y vegetales disponibles para su consumo (Porcayo et al. 2016). En la siguiente
sección se explican los cambios y desplazamientos que ha producido la falta de agua en el río,
y su impacto en el territorio en el que subsisten cultural y materialmente los cucapá.

243
Alejandra Navarro Smith

Procesos de invisibilización, criminalización y desplazamiento por efectos de la


degradación ecosistémica

Sin drenaje y con tomas de agua comunales, los cucapá viven en un ecosistema radicalmente
distinto del que conocieron los ancianos hace menos de 70 años. Información arqueológica,
arqueofaunística y etnográfica (Porcayo et al. 2016) permite trazar la presencia de un ecosis-
tema diverso en especies terrestres y acuáticas hasta hace por lo menos tres siglos (ibid.: 61).
La escasez de alimentos y cambios en los patrones de consumo son procesos que se observan
en el contexto de la desaparición de los ecosistemas en el delta del río Colorado. A través del
análisis de restos arqueofaunísticos localizados en campamentos históricos cucapá se sabe que

Entre 1923 y 1950 la forma de alimentación entre los cucapá se transformó en el contexto del desa-
rrollo agroindustrial del delta del río Colorado. Las dinámicas laborales son las que más sobresalen
por el efecto que tuvieron en los cambios identificados en […] [su] forma de vida: fueron reclutados
para trabajar como vaqueros cuidando el ganado y participaron en todos los procesos de agricultura,
particularmente en cultivos de algodón y de trigo. En este periodo, los cucapá relatan que, a la par de
los productos que podían comprar para el consumo cotidiano, seguían alimentándose principalmente
de los recursos que les proveía el entorno. Los ríos Hardy y Colorado los proveía de mayor número de
alimentos (Porcayo et al. 2016: 63).

La drástica transformación de la forma de vida de los cucapá entre 1917 y 2011 (Navarro
2018), por lo tanto, se da precisamente en el periodo en el que se inició y consolidó una extensa
red de canales de riego que convirtieron el delta del río Colorado en lo que ahora es el valle
de Mexicali: un espacio dedicado a la agricultura intensiva a la que se otorgan los permisos de
agua necesarios para su producción. Esta ha sido la dinámica socioeconómica que, guiada por
las políticas públicas y normas que regulan el manejo, distribución y control de agua y del terri-
torio deltáico, ha orientado el uso de agua del que depende la estructura del empleo en el valle
de Mexicali desde inicios del siglo XX. Este uso de agua y del territorio, que prioriza las acti-
vidades agropecuarias, dejó de considerar la importancia de mantener cierta cuota de agua en
el lecho del río. Como consecuencia, la degradación ecosistémica producida por falta de agua
impactó especies terrestres y acuáticas, y con ello también afectó a grupos de población que
dependían de cierto balance para mantener una forma de vida. Los anteriores son elementos
importantes para pensar en el papel que juegan los ecosistemas en el sostenimiento de formas
de habitar, usar y transitar el territorio, así como de los modos de sobrevivencia de grupos de
población específicos, particularmente los pueblos originarios que radican en ecosistemas alta-
mente frágiles, como lo es el delta del río Colorado.
Actualmente, el agua del Colorado que daba vida al ecosistema deltáico ya no corre
más por su cauce en el territorio mexicano. Sus aguas se van distribuyendo para uso industrial,

244
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

humano y de cultivo en los estados de Colorado, Utah, Wyoming, Nuevo México, Arizona,
Nevada y California antes de alcanzar la frontera entre México y Estados Unidos. Por un
tratado de aguas internacionales, se permite a México el uso de 9.5% del volumen total del río.
Una vez en México, el agua del río Colorado se desvía de su cauce y se distribuye por canales
a la zona de riego del valle de Mexicali, a esta ciudad para el consumo humano, y para este
mismo servicio es llevada hasta Tecate y Tijuana. Como resultado de este tipo de aprovecha-
miento del agua, el curso del río Colorado se detiene después de entrar a México. La catástrofe
ambiental que representa el lecho seco del antiguo río Colorado guarda una relación directa
con las políticas de administración del agua tanto en México como en Estados Unidos.

Un río sin agua y las formas de subsistencia de los cucapá contemporáneos

De todas las prácticas de subsistencia documentadas tanto arqueológica como históricamente


(Porcayo et al. 2016), la pesca es la única actividad que todavía realizan los cucapá, aunque en
medio de polémicos cuestionamientos institucionales. Por las transformaciones en su forma
de pescar, las autoridades no reconocen la pesca como una actividad “auténticamente indí-
gena” ya que se realiza con artes de pesca que no son “tradicionales” –anzuelos hechos de
concha, redes de cintura tejidas con fibras naturales y balsas– sino en pangas de fibra de vidrio
impulsados con motores fuera de borda y redes de nylon (Navarro, Tapia y Garduño 2010).
Las transformaciones en el modo de pescar cucapá –tanto en los instrumentos de pesca
como en el paso de una actividad de autoconsumo a una actividad comercial– se han dado
en medio del cambio de uso de su territorio, en estrecha relación con los intercambios entre
las dinámicas socioeconómicas y culturales de las pequeñas poblaciones a las formas de orga-
nización más amplias orientadas al “desarrollo” y a la producción. Los cucapá relatan cómo
su trabajo pesquero ha pasado de ser una actividad “libre” –realizada en lagunas o brazos del
Colorado al lado de donde vivían–, a una actividad cada vez más controlada por el Estado.
No es sino hasta que los pescadores cucapá son incorporados al sistema de control estatal
cuando se empieza a contabilizar su presencia sumándolos a la lista de esfuerzos pesqueros
(Navarro 2008, 2011).
Con la reducción del volumen de agua en el río Colorado, los cucapá se vieron forza-
dos a seguir el curso del río rumbo al sur, hasta llegar al Zanjón, lugar en el que se mezcla el
agua dulce que corre subterráneamente con el agua salada que llevan las mareas del Golfo de
California que corren por el delta. La presencia de los campamentos de pesca cucapá en el
Zanjón se ha podido documentar desde 1950 (Tapia, manuscrito), y se incrementa para per-
manecer estable a partir de 1996, cuando se registra también el repunte de la curvina en ese
lugar (idem). Pero no fue sino hasta mediados de 1980 cuando la Subdelegación de Pesca de
la Sagarpa del valle de Mexicali “detecta” a estos pescadores “furtivos” e inicia una campaña

245
Alejandra Navarro Smith

de regularización dirigida a los “nuevos” pescadores en esta región: los cucapá. Esa acción se
llevó a cabo ante los reclamos de los pescadores “acreditados” del golfo de Santa Clara y de
San Felipe, dos puertos importantes ubicados más al sur, cuyos esfuerzos pesqueros también
realizaban actividades de extracción de la curvina en esa zona.
Con la organización de los cucapá en cooperativas, el Estado introduce nuevas con-
diciones en las formas, tiempos y modos de organización de las actividades de pesca de los
cucapá. Los “cucapá permisionarios” capturan curvina para satisfacer la demanda de un mer-
cado nacional. Este rol como pieza del mercado comienza a partir de que se constituyen como
cooperativas pesqueras. Luego se empezarán a usar embarcaciones y motores de mayor capa-
cidad para garantizar el espacio suficiente para una pesca de mayor tonelaje, así como para
brindar mayor seguridad a los pescadores en un entorno de altas mareas y fuertes vientos. En
este contexto el sentido mismo del trabajo de pesca cucapá también se transforma. Si antes
se pescaba principalmente para el autoconsumo y la venta a pequeña escala, ahora se pesca
principalmente con fines de comercialización (Navarro 2008), y en un porcentaje inverso, la
menor parte se dedica al autoconsumo. El dinero que se recibe de la pesca, sin embargo, sirve
para saldar las deudas que los pescadores adquieren con los compradores de pescado, que les
adelantan dinero para poder entrar a pescar. Otro poco lo dedican a pagar las deudas que
adquirieron desde el fin de la temporada de pesca anterior, y si tuvieron suerte en la temporada
de pesca, tendrán un remanente para la despensa, mejorar la casa, organizar las fiestas de las
quinceañeras, pagar partos o atender enfermedades.
En el contexto anterior se producen los cambios en la comprensión de lo que el río –y
el agua en el río– significan. Los sentidos que el río tiene para un pueblo indígena vinculado
culturalmente a él es muy diferente de los significados que sobre ese mismo cuerpo de agua
se construyen desde el punto de vista ecosistémico en el discurso de la conservación y la pro-
tección a las especies, o desde el punto de vista del mercado de agroproducción o de productos
del mar. Los cambios en el significado del “río” que se introducen desde estas perspectivas
que comprenden la relación sociedad-naturaleza en un marco económico muestran cómo
se ha producido la expropiación del territorio cucapá. Si bien en el discurso se les restringe el
control sobre los recursos como condición para la conservación del entorno y de las especies,
lo que se observa en la práctica es el fracaso de la conservación, y la precarización de la vida
cotidiana por efecto del desgaste que produce organizarse para contener los impactos negati-
vos del desplazamiento, el despojo y la precarización de la estructura del empleo agrícola de
corte extractivo.

246
La utopía del Estado de derecho y de la conservación de especies marinas

Reflexiones finales: vivir en territorios de corrupción y violencias

A lo largo del capítulo se ha explicado cómo los empleos precarizados, el despojo territorial y
la corrupción parecerían ser tres elementos constitutivos de un orden social neoliberal en el
territorio rural y fronterizo del valle de Mexicali. El papel del Estado, en el caso de la pesca y
la conservación en Alto Golfo de California y delta del río Colorado ha sido el de crear zonas
exclusivas para la conservación y sobreregulación en materia de pesca con el fin de evitar la
sobrepesca; el efecto de estas medidas está lejos de lograr sus objetivos. Lo que sí han produ-
cido las acciones estatales orientadas por políticas de protección ambiental y de especies en
Alto Golfo son restricciones de acceso a territorio y recursos que los pescadores cucapá recla-
man se les restituyan.
Este orden social en el que las instituciones no reconocen derechos y tampoco cuentan
con los recursos necesarios para implementar las regulaciones existentes (Navarro 2019) hacen
muy productivos tanto mercados legales –como el de productos agrícolas de exportación–,
como los no legales –como la captura de totoaba cuya vejiga natatoria es demandada en el
mercado chino para su consumo en sopa por sus propiedades medicinales. Siguiendo esta
premisa, en este capítulo exploré cómo el debilitamiento institucional que se produce cuando
no se asigna presupuesto suficiente a Conapesca o a Semarnat para la inspección y vigilancia,
y la corrupción, fortalecen las redes de comercios no legales que siguen operando libremente.
Estas redes se constituyen un riesgo real por su poder de reclutamiento en una región
que oferta empleos precarios sin seguridad social y que restringe cada vez más la posibilidad de
generar ingresos propios debido a las restricciones por protección ambiental y de pesca. Así, el
debilitamiento institucional parecería ser constitutivo del orden neoliberal global que ordena
el territorio para facilitar el trabajo de corporaciones de comercio global –legales y no legales–
organizadas para generar ganancias cada vez mayores al menor costo posible.
Por todo lo anterior se hace necesario revisar las formas en que las políticas neolibe-
rales han influido en la estructura del empleo y el manejo medioambiental en el delta del
río Colorado, y los riesgos que esto representa para el bienestar de los hogares de pescadores
cucapá, pobladores originarios de esta región del territorio mexicano. Fuera de la temporada
de pesca, los cucapá pueden conseguir empleos como jornaleros o empacadores de productos
agrícolas, o en caso de que estén dispuestos, también podrían trabajar como obreros en las
fábricas instaladas en la ciudad de Mexicali, e incluso, en la mina de oro que se encuentra en la
carretera Mexicali-San Felipe. Los anteriores son el tipo de empleos que están disponibles para
los habitantes de las zonas rurales en esta región fronteriza, y de éstos, la mayoría son empleos
en “los empaques” sin seguridad social.
Como vimos, la desregulación estatal y la apertura de la economía a la inversión de
capitales extranjeros produce y agranda cada vez más las desigualdades entre los dueños
de los capitales de los agronegocios y los trabajadores rurales que se contratan en el valle de
Mexicali, generando también degradación ecosistémica por el acaparamiento de agua y el uso

247
Alejandra Navarro Smith

intensivo de agroquímicos. Así, en la parte terrestre del territorio organizado principalmente


para la agroproducción de exportación, la balanza de los beneficios está a favor de las empre-
sas trasnacionales, y los costos recaen sobre los trabajadores que deben vivir en un ecosistema
degradado, con largas jornadas de trabajo, sueldos reducidos y sin seguridad social.
En el caso que aquí se presenta he subrayado la forma como el poder económico de los
bucheros de totoaba crece y se fortalece sin que nadie los detenga incluso en una de las zonas
naturales protegidas más vigiladas en México tanto por la marina mexicana, como por diver-
sas OSC conservacionistas nacionales e internacionales, demostrando con ello su capacidad
para corromper y hacer inviable al Estado de derecho. El poder corruptor de los comercios
no legales es una de las violencias sistémicas que parecen constitutivas del orden social global
instalado por la ideología del laissez faire.
Todo lo anterior ha perfilado al territorio del delta del río Colorado en Baja California
como una zona de extracción en el mapa del consumo globalizado. Por una parte, la demanda
de los mercados asiáticos para los peces, y por otra parte la demanda de hortalizas y produc-
tos agrícolas que se distribuye en el mercado estadounidense, presenta devastadores efectos
en la precarización de la estructura del empleo y la degradación ecosistémica que las insti-
tuciones del Estado neoliberal producen. Las poblaciones afectadas, a pesar de organizarse
en contra del despojo y las afectaciones, están expuestas a una serie de riesgos derivados de
la estructura del empleo precarizado, los procesos de degradación ambiental y las dinámicas
productivas de extracción que ponen en riesgo también a especies en peligro de extinción. En
todo lo anterior, el Estado de derecho y la conservación de especies marinas parecen ser una
utopía en las zonas de extracción que el consumo global produce.

Referencias bibliográficas

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250
DISPUTAS POR LOS PATRIMONIOS
EL PATRIMONIO COMO BALUARTE
Un lenguaje incipiente de patrimonio en Marmato, Colombia

Elizabeth Ferry1

En el restaurante Punto Verde, que se localiza en la calle principal del pueblo minero Marmato,
luce el afiche promocional del Encuentro Anual de Marmatólogos (imagen 1). Este estable-
cimiento tal como una cafetería al lado, es uno de los lugares de encuentro público más
frecuentados en esta población. Todos vienen acá: mineros, trabajadores de la alcaldía, candi-
datos políticos, maestros, compradores de oro, músicos, comerciantes, y antropólogos. Afuera
pasan constantemente camiones de tolva, mulas, caballos, motos, peatones, moscas, maripo-
sas, palomas, perros, etc. Muy pocos coches particulares circulan, porque esos no suelen subir
hasta el atrio en frente de la iglesia de Santa Bárbara, unos 50 metros abajo.

Imagen 1. Afiche, restaurante Punto Verde, Marmato. Archivo personal de Elizabeth Ferry

1 Brandeis University, Massachusetts.

253
Elizabeth Ferry

Marmato en su contexto topográfico, histórico y social

Marmato se aferra al cerro El Burro, una montaña con una historia de minería de oro de más
de 400 años. Sitio de viajeros europeos, cimarrones y negros libres, así como de indígenas,
durante la mayor parte de la colonia, el cerro El Burro fue otorgado a unas empresas inglesas
en el siglo XIX como recompensa por su financiamiento a las guerras de independencia, pero
muchas de las minas particulares que existieron durante este periodo permanecieron después
de la salida de los ingleses a principios del siglo XX (Gärtner 2005). Ahora el cerro está dividido
en dos partes: la zona baja es reservada a la gran y mediana minería, y la zona alta a la pequeña
minería. Hoy en día, año 2019, operan unas 300 minas particulares y 100 pequeños molinos
en la zona alta.
La minería de pequeña escala, nombrada “minería tradicional” por muchos de sus
practicantes, se encuentra fuertemente amenazada por una empresa multinacional, la cana-
diense Gran Colombia que está trabajando en la zona baja y que ha comprado y cerrado
muchas de las minas en la zona alta. Este conflicto, que ha promovido un fuerte movimiento
social, se alimentó por el alza de los precios de metales preciosos en los años 2005-2013 y por
un plan de desarrollo del gobierno federal que daba alta prioridad a la explotación minera, con
términos favorables a las grandes empresas multinacionales (Gómez Trejos 2018: 32). Después
de la clausura de las minas, la empresa las dejó sin operar. Resulta que, ahora, muchas de ellas
han sido reabiertas de manera ilícita (según el Estado y la empresa), a veces por sus antiguos
dueños y, otras, por una nueva clase de mineros forasteros, llamados “guacheros”, incluyendo
a colombianos desplazados de otras regiones y a venezolanos refugiados del caos en su país.
Los guacheros son pequeños mineros que volvieron a trabajar en los socavones una vez que la
Gold abandonó la actividad aduciendo quiebra.
La empresa tenía un plan para una mina de cielo abierto, pero dice que lo ha suspen-
dido y que ahora sólo está trabajando en forma subterránea. Pero, de todos modos, el Estado
ha interpuesto amparos contra las minas en la zona alta, por invasión de la propiedad de la
empresa y por la inestabilidad geológica (un problema surgido desde hace unas décadas).
La comunidad ahora existe en un estado muy incierto por los amparos interpuestos, pero no
implementados, y con un flujo constante de guacheros, con una alta tasa de empleo y una
coalición impresionante de asociaciones dedicadas al progreso del pueblo, frente a quienes los
quieren desplazar.
La multinacional quiere desplazar el pueblo entero hacia uno planificado, Nuevo
Marmato, al pie de la montaña. En el conflicto, los marmateños han utilizado un repertorio
de argumentos o “lenguajes” (Ferry 2011) como estrategia retórica (Verdugo Santos 2005),
conceptos que no significan falsedad ni superficialidad, sino despliegue, tales como sobera-
nía nacional, derechos de los indígenas y afrodescendientes a la consulta previa; un discurso
fuertemente crítico sobre los manejos –con motivos ulteriores– del gobierno en concierto
con la multinacional y, de manera creciente, reivindicaciones en términos de patrimonio. En

254
El patrimonio como baluarte

Marmato, los esfuerzos para instalar el concepto, las instituciones y las técnicas del patrimo-
nio (sobre todo el patrimonio intangible, como explicaré) se han dirigido especialmente para
enfrentar a los riesgos que amenazan al pueblo. Por esta razón se puede considerar el patrimo-
nio como una forma de defensa o baluarte.

El patrimonio como retórica

En este trabajo considero el despliegue del patrimonio como retórica, siguiendo a la formula-
ción de Javier Verdugo Santos estimo el patrimonio histórico como un complejo que depende
de la retórica para “persuadir y convencer a la sociedad de la necesidad de preservar estos
bienes, al mismo tiempo que les confiere un valor inmutable” (2005: 94). Al presentar el caso
de Marmato, pienso en los intereses que esta técnica retórica representa y lo que esconde y de
las conversaciones entre actores en Marmato al respecto.
En las gestiones de patrimonio mundiales y en Latinoamérica, existe una tensión entre
el impulso de implementar los procesos de patrimonialización como una manera de lograr el
desarrollo económico sustentable, por la lógica de la valorización de “la cultura” y “la memo-
ria” como “recursos” (Ferry y Limbert 2008) y un reconocimiento de su valor “sin precio”.
Gilberto Giménez identifica esta tensión como un choque entre los procesos de identidad
y los de la globalización neoliberal, y concluye “nuestra tarea es contrarrestar estas políticas
[de la mercantilización de patrimonio] oponiéndoles una contra-política de identidad basada
en la firme convicción de que el patrimonio es una cuestión de fidelidad y de memoria, y no
de rentabilidad y de mercado” (2005: 182).
De acuerdo con el autor, pero cabe decir que en la mayoría de los casos, los valores del
mercado y los “valores sin precio” como la fidelidad y la memoria, no se distinguen tan fácil-
mente, sino entran en una relación híbrida o dialéctica (Ferry 2002; Franquesa 2011).
En este ensayo, sigo los pasos de Rosemary Coombes y Lindsey Weiss que buscan:

Considerar las condiciones bajo las cuales ‘comunidad’ puede llegar a ser un recurso dinámico para
transformaciones sociales novedosas cuyos sentidos e impacto no podemos explorar de manera ade-
cuada con la lógica de correspondencia y representación. Necesitamos cesar de dicotomizar ‘gobierno’
y ‘comunidad’ como con y sin poder, y en cambio, considerar que el patrimonio como gobierno que
actúa en y por ‘comunidad’ como el sujeto de su interlocución tecnológica, el objeto de sus activida-
des, y por eso, moviliza una agente política semi-autónoma (Coombes y Weiss 2015: 49).2

2 “Consider the conditions under which community might prove to be a dynamic resource for innovative social transformations,
the directions and impact of which we cannot adequately explore using the logic of correspondence and representation….We
need to stop dichotomizing government and community as actors with and without power […] and consider, instead, that her-
itage as government operates in and through ‘community’ as the subject of its technological address, the object of its activities,
and, thereby, activates a semi-autonomous political agent” (Coombes and Weiss 2015: 49).

255
Elizabeth Ferry

Veo esta perspectiva más centrada a las particularidades de cada ejemplo de la


patrimonialización,3 y más gramsciana en su política de proyectos para construir hegemonías
alternativas que pueden surgir de manera contingente dentro de los procesos excluyentes.
Cabe delinear el contexto de dos conceptos clave que rigen dicho proceso, o sea el
“patrimonio inmaterial” y el “paisaje cultural”. Estos conceptos han jugado un papel retó-
rico importante en la formulación reciente de proyectos de patrimonio, siendo un lenguaje
marcador específicamente útil en el caso de Marmato, dado que en el pueblo no permanecen
muchos edificios ni objetos históricos que se prestan a la consideración como “bienes cultura-
les”. Lo que se busca preservar en Marmato, según el punto de vista de muchos en el comité
del turismo, la asociación de mineros tradicionales y el director de la Casa de la Cultura,
Bernardo Álvarez, es la cultura y las prácticas de la minería llamada “tradicional”, incluyendo
al trabajo con la batea, el uso de mulas como transporte, y la construcción de minas y molinos,
junto los mitos, rituales, formas de parentesco y otras expresiones culturales relacionadas con
este modo de producción.

Patrimonio inmaterial

La Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Inmaterial que tuvo lugar en París en el
año 2003 por la UNESCO formalizó la categoría de patrimonio como retórica pertinente a las
tradiciones, prácticas y expresiones culturales que no residen principalmente en objetos más
o menos durables (por ejemplo, la cocina, las danzas, el deporte, etc.). En los años siguien-
tes comprendió 180 países (hasta la fecha de 27 de julio de 2020), incluyendo a Colombia
(https://ich.unesco.org/en/states-parties-00024, 5 de diciembre de 2021). En Colombia se ha
visto una plenitud de gestiones gubernamentales sobre el “patrimonio cultural inmaterial”.
En 2008, Colombia instituyó una “lista representativa de patrimonio cultural inmaterial de
la nación. Actualmente, hay once elementos registrados en la lista (Andrade 2013, https://ich.
unesco.org/es/estado/colombia-CO?info=elementos-en-las-listas, 5 de diciembre de 2021). Estas
nuevas leyes y formaciones sobre el patrimonio como un lenguaje para las cosas inmateriales
o intangibles han abierto, potencialmente, un espacio para Marmato. Al mismo tiempo, cabe
reconocer que en la lista representativa no entra ningún elemento que se trata de un modo de
producción industrial como existe en Marmato (aunque de pequeña escala). Por esta razón,
algunos integrantes en el comité de turismo se han inclinado más al concepto de “paisaje
cultural”.

3 Por “patrimonialización” quiero indicar las prácticas para definir a ciertas cosas (que pueden ser “intangibles”) como propiedad
transhistórica que llevan valor y que implica unas moralidades/una ideología de cuidarlas y que pueden ser desplegadas por varios
intereses, con varios objetivos y en el contexto de varios procesos gubernamentales y no-gubernamentales.

256
El patrimonio como baluarte

Paisaje cultural

El marco retórico de “paisaje cultural”, igual que el “patrimonio intangible/inmaterial” tiene


sus orígenes en las Convenciones internacionales de la UNESCO, y el término es definido en
su sitio de web como “el término incluye una diversidad de manifestaciones de la interacción
entre la humanidad y su entorno natural”.4 Este concepto pone énfasis, como se puede ver, en
la territorialidad arraigada de las prácticas humanas y la simbiosis entre “natura” y “cultura”
y ha sido movilizado en situaciones de “patrimonio industrial” en diversos países (Pérez y
Parra 2004; Sabaté Bel 2011). El concepto se presta a los que quieren movilizar una retórica
de patrimonio en Marmato porque puede comprender sitios múltiples (incluyendo los muni-
cipios cercanos vinculados con la minería y su abastecimiento, tales como Supía y Riosucio)
y porque implica una visión de “la cultura” más allá de la danza, las artesanías, los mitos,
etcétera.5 El único lugar colombiano registrado en la lista UNESCO de paisajes culturales es el
Paisaje Cultural Cafetero.

El tiempo y el lugar en Marmato

Antes de seguir, quiero darles un esbozo de los sentidos del pasado, presente y futuro en
Marmato, campo en que han entrado las gestiones de patrimonialización. En este lugar, los
indígenas cartamas trabajaron el oro en la superficie y los ríos desde antes de la llegada de
los europeos. La minería subterránea ha sido aprovechada a partir de entonces por españoles,
ingleses, colombianos y, ahora, por canadienses. Ha sido un lugar donde vinieron personas
de muchas partes de Colombia y de otros países para participar en la economía minera,
incluyendo a negros libres, cimarrones, indígenas de otras partes del territorio e inmigrantes
europeos. La demografía mixta del municipio resulta de estas olas sucesivas de inmigrantes.
En el censo 2005, el municipio registraba una población de alrededor de 8 000 de los que 56.5%
se consideraron afrodescendientes y 16.7%, indígenas.6
En 1946, la parte superior de la montaña fue reservada para la minería de pequeña y
mediana escala, Marmato se convirtió en un sitio de economía floreciente basado en minas de
pequeña escala arriba, dominadas por familias importantes del pueblo, mientras, en la parte
baja, operó una empresa nacional, Mineros Nacionales. Todos vendían su producto a ocho
molinos, cuya operación provocaba un ruido continuo, producto del método de beneficiar el

4 The term “cultural landscape” embraces a diversity of manifestations of the interaction between humankind and its natural
environment
5 No es mi intención desvalorizar estas expresiones “culturales” y la cultura minera tradicional en Marmato también incluye a
muchos de estos aspectos (González 2017). Sólo quiero reconocer que el concepto de paisaje cultural tiene una visión que incluye
a (algunos) modos de producción industriales.
6 La población del municipio está creciendo, llegando a 9 200 en 2017, véase http://poblacion.population.city/colombia/marmato.

257
Elizabeth Ferry

oro (mismo que cambió en los años noventa). Cuando Gran Colombia Gold llegó a mediados
de la década de 2000, compró muchas minas en la zona alta y las cerró. También contrató a
Mineros Nacionales como subsidiaria y cerró los grandes molinos. Pero, ante la debilidad en
el precio de oro y una fuerte resistencia de parte de los mineros de la zona alta, en cooperación
con otros grupos (lo que Stephen Ferry describió así: “es como David y Goliath, pero David
tiene muchos amigos”), la empresa no logró limpiar la zona de minas, sino sólo cerrarla tem-
poralmente; los anteriores dueños regresaron con el argumento consistente en que, si la mina
es abandonada por seis meses, el dueño cede automáticamente sus derechos para trabajarla.
Como antes mencioné, vino mucha gente de afuera, llamados guacheros que utilizan la anti-
gua infraestructura de las minas –lo que un interlocutor me refirió como, “chupa el mineral,
como un colibrí chupa la miel”. El guachero, en las palabras de John Edward Gómez Trejos,
es “doblemente excluido al ser considerado ilegal por el Estado, al desarrollar la actividad
minera de manera informal; además es un marginado en la comunidad marmateña, al no
compartir las reglas sociales de convivencia tradicionalmente instituidas. El guachero es el
homo sacer del capital y el Estado (Gómez Trejos 2018: 40).
La llegada de los guacheros y la incertidumbre sobre el futuro de Marmato han ocasio-
nado otros cambios, como la aparición de delitos (menores) y el consumo de drogas. También
existe un discurso nativista que tiende a atribuir cualquier cambio negativo a los forasteros.
Otro problema añejo, agudizado recientemente, es la inestabilidad geológica ocasio-
nada por la falta de regulación en la minería. Desde los años ochenta se ha notado la propen-
sión a desfondes y derrumbes. El gobierno del departamento de Caldas emitió advertencias y,
en esos años, recomendó acciones de mitigación. Pero desde el surgimiento del interés inter-
nacional en los yacimientos de oro, el enfoque del Estado ha girado en torno a la idea de que
el riesgo es “no mitigable” y la única opción sería parar toda actividad minera en la zona alta
y reubicar la población a Nuevo Marmato, construido por la empresa al pie del cerro, en una
colonia del pueblo El Llano. Un derrumbe en el centro histórico en 2006 atrajo mucha aten-
ción mediática, haciendo más fuerte este argumento, aunque muchos residentes insisten que
no es necesario abandonar el pueblo y sugieren que los objetivos de la multinacional, cuando
los precios lo hagan propicio, es construir una mina de cielo abierto.7
La noción de que Marmato no debe estar donde actualmente se asienta tiene abolengo.
El mineralogista francés Jean-Baptiste Boussingault, quien visitó Marmato en los años 1825-
1830, escribió del pueblo: “El sitio de Marmato, porque ni siquiera era un caserío, consistía en
una serie de tristes cabañas levantadas a diversas alturas, pues habría sido imposible encontrar
un terreno plano suficiente para construir dos o tres habitaciones por lo pendiente de la mon-
taña” (citado en González Colonia 2017). Este sentido de falta de confianza en la viabilidad de
Marmato ha persistido hasta el momento. Un geólogo me dijo en 2013:

7 Véase Cembrano (2017) para un estudio cuidadoso del “vínculo doble” causado por esta situación.

258
El patrimonio como baluarte

Básicamente, el pueblo se construyó alrededor de unas docenas de minas de pequeña escala, dirigi-
das en muchos casos por familias e individuos. Estas minas se tendrán que cerrar y el pueblo entero
cambiado para completar la evolución de la minería artesanal (sin control de contaminación) a una
mina de cielo abierto que será construida según los estándares modernos. La mina nueva limpiaría el
desorden que actualmente existe.8

Esta perspectiva es común en las grandes empresas mineras y en varias entidades del
gobierno colombiano. Indica la idea que Marmato, como otras comunidades mineras, real-
mente no tiene futuro.
Pero en Marmato hay muchas fuerzas en contra de esta concepción. Los mineros
tradicionales, en concierto con muchos otros grupos, están insistiendo en que Marmato sí
tiene futuro, además del derecho de tener control, por lo menos hasta cierto punto, de sus
posibles futuros, mismos que están en proceso de encontrar. Lo que está en juego es el control
sobre el pasado y su duración en el presente, por medio de un lenguaje de patrimonio.
Este idioma empezó a tomar fuerza desde los años ochenta, cuando Marmato solicitó
el reconocimiento como “Pueblo Patrimonio Colombia” por el Estado colombiano. No lo
recibió por falta de vestigios materiales, como se mencionó líneas arriba, como puertas de
madera, pavimento original, etc. Pero, los esfuerzos para construir un lenguaje de patrimonio
en Marmato seguían; en 1982, se le otorgó un reconocimiento como Monumento Histórico
Nacional.
El ímpetu para fortalecer el patrimonio en Marmato y ligarlo a un programa de turismo
sostenible ganó fuerza como respuesta del conflicto con las empresas multinacionales conse-
cutivas que han intentado apropiarse el oro del cerro El Burro para la gran minería (Gómez
Trejos 2018). La amplificación de las categorías de patrimonio inmaterial y paisaje cultural
en Colombia y la implementación de proyectos como el paisaje cultural cafetero (Rodríguez
Herrera 2017), han abierto nuevos espacios para la patrimonialización en Marmato. En diver-
sos comunicados en la prensa y en trabajos académicos sobre Marmato desde 2014, se puede
ver un crecimiento notable en el uso del concepto de patrimonio como defensa contra la des-
posesión y el desplazamiento del pueblo. La formación del Comité para el Desarrollo Turístico
de Marmato, en 2012, ha sido un punto clave en esta movilización (Aguirre y Ammar 2014).
El afiche del 9° Encuentro Anual de Marmatólogos (imagen 1), en junio de 2019, expresa
este énfasis en el patrimonio, como una gestión dirigida, tanto hacia afuera, como hacia
adentro del pueblo. El documento contiene varios elementos significativos: debajo del título,
Patrimonio Cultural Minero, hay una fotografía de un minero afrodescendiente (tal como lo
es más de 50 por ciento de la población de Marmato) fuerte, sin camisa, haciendo un gesto

8 “Basically, the town was built up around dozens of small-scale mines often run by families and individuals. These mines will have
to be shut down and the town itself will have to be moved in order to complete the evolution from artisanal mining (with no
controls on pollution) to an open pit which would be built to modern-day standards. The new mine would essentially clean up
the mess that exists currently”.

259
Elizabeth Ferry

perfectamente balanceado entre lo pragmático y lo heroico. El evento anunciado, Encuentro


Anual de los Marmatólogos, se refiere a una conferencia que, organizada un sábado de junio
durante los últimos nueve años, une a investigadores locales, regionales, nacionales e inter-
nacionales que han estudiado el caso de Marmato de varias perspectivas. En el 9o Encuentro
fueron presentadas las siguientes ponencias: “Etnografía del consumo de alcohol en la vida
cotidiana del mundo minero de Marmato”, “Alimentación familiar como trabajo de cuidado
en las veredas La Cuchilla y El Llano” y “Transformaciones sociales de la actividad minera en
Marmato (2006-2018). Una mirada desde la fotografía documental”.
El motivo de este encuentro y del grupo que lo gestiona es difundir conocimiento sobre
Marmato, no sólo porque es interesante (aunque sí es, sobre todo para mineromaniácos como
yo) sino también como un proyecto de valorización de la cultura minera y la historia marma-
teña, como una defensa o baluarte en contra de la incursión de la multinacional.
Este capítulo intenta explorar el despliegue de patrimonio como baluarte, empezando
con alguna información sobre un proyecto colaborativo iniciado en el verano de 2019. Por
invitación del Comité para el Desarrollo de Turismo de Marmato, Colombia,9 el cronista de
Guanajuato, México, doctor José Eduardo Vidaurri Aréchiga, experto en patrimonio intan-
gible, turismo y antropología cultural, fue conmigo a Marmato para dar asesoría sobre pro-
yectos de patrimonio intangible y turismo. La visita tuvo lugar del 2 al 7 de agosto de 2019. El
doctor Vidaurri y yo, con acompañantes del comité de turismo, recorrimos el pueblo, visita-
mos una mina, un molino, el taller de joyería y la Casa de Cultura, además de consultar con
varios expertos locales.
Las diferencias entre Marmato y Guanajuato en términos de la potencialidad para pro-
yectos de patrimonio son grandes: obviamente, Guanajuato tiene un acervo arquitectónico y
material mucho más extenso que Marmato, riqueza en el medio ambiente construido por el
que Guanajuato recibió el nombramiento de Ciudad de Patrimonio Mundial en 1988. Incluso,
el proceso para patrimonializar a Guanajuato tiene muchas décadas, junto con el crecimiento
tremendo del turismo en la ciudad y la disminución de la minería (cabe decir que todavía hay
minería en Guanajuato), pero, comparado con otras actividades, tiene mucho menos peso
político, cultural y económico que antes, por lo que también es mucho menos visible que
antes; lo que contrasta con la visibilidad que sigue teniendo en Marmato.
La conexión entre Guanajuato y Marmato no se entendía en este trabajo como un
estudio comparativo, sino un enlace pragmático entre dos entidades mineras, de las cuales
una tenía más experiencia longitudinal y mayor desarrollo institucional, y que por esta razón
podía servir como ejemplo generativo de los beneficios, costos, oportunidades y riesgos de los
proyectos de patrimonio con ende turístico. El ensayo documenta la visita a Marmato y las
indicaciones que surgieron en esta visita de un lenguaje incipiente de patrimonio en Marmato,
y sus usos como baluarte en el conflicto con la empresa multinacional.

9 Apoyado por una beca del Provost’s Research Fund de Brandeis University.

260
El patrimonio como baluarte

En nuestra visita, patrocinada por el antes mencionado Encuentro de Marmatólogos,


había representación de los grupos involucrados, tales como la comunidad afrodescendiente,
el Cabildo Indígena de Cartama, la Asociación de Mineros Tradicionales de Marmato
(Asomitrama), el comité para el desarrollo del turismo, la alcaldía y varios grupos comunita-
rios. Ellos asistieron a la primera mesa, cuando el doctor Vidaurri hizo una presentación sobre
la historia de patrimonialización y turismo en Guanajuato, así como a la reunión de planea-
ción de la visita, el día siguiente. El contexto amenazante del posible desalojo por la empresa
estuvo muy presente en esa reunión, pero también la intención de desarrollar el turismo en
Marmato –propósito presente, aunque latente– desde muchos años antes de la llegada de las
multinacionales. En los siguientes días realizamos el recorrido mencionado.
De lo que aprendimos en la visita sólo tocaré tres temas: espacio, política e infraestruc-
tura, que ayudan no sólo a organizar muchas de nuestras impresiones, sino también muestran
el carácter contradictorio de la patrimonialización, sus ambigüedades y sus ambivalencias.
Procederé con estos temas, teniendo en mente que el espacio del texto no me permite profun-
dizar mucho, sino sólo sugerir y formular preguntas para continuar la investigación.

Espacio y política

La división entre la zona alta (reservada desde 1954 a la pequeña minería) y la baja (disponible
para la minería de mediana y gran escala), ahora impugnada por la Secretaría de Minería con
base en el nuevo código de minería de 2001, es la expresión espacial de una división de “eco-
nomía moral” (Thompson 1971), en que el derecho tradicional a cierto tipo de producción,
negociado por diferentes grupos, en el que existen ciertos contrapesos al poder del capital, se
opone a otro tipo más “moderno” y dirigido por principios de “eficiencia” (Ferry 2017). Uno
de los objetivos de la patrimonialización es fortalecer esta economía moral y espacial. Varias
personas –entrevistadas en 2017 y 2019 – me enfatizaron que la minería tradicional y la organi-
zación espacial de la zona alta eran bases fundamentales para el tejido social denso y resiliente
en Marmato y que ahora ven amenazado por la entrada de los guacheros y la multinacional.
Otro espacio político importante en Marmato es el que está entre la cabecera del muni-
cipio en Marmato, que incluye a las zonas alta y baja y al sector Echandía, también lugar de
minería tradicional, pero bajo un régimen de propiedad privada comunitaria y, por esa razón,
más protegido de las gestiones de la Gran Colombia Gold y la comunidad/vereda de El Llano,
debajo del cerro El Burro. El Llano es un lugar tradicional de los barequeros (los que practi-
can la minería aluvial, con batea) y tiene una población más afrodescendiente que Marmato.
La propuesta de cambiar la sede del municipio a El Llano y de reubicar a la población de
Marmato a una comunidad Nuevo Marmato es vista de manera diferente por distintos secto-
res de la población. Algunos están muy contentos con la idea de tener un lugar más seguro y

261
Elizabeth Ferry

con más servicios abajo del cerro, mientras otros ven el posible traslado como una amenaza a
la vida de su comunidad y su cultura.
La empresa contribuyó económicamente a la construcción de un nuevo hospital, un
colegio, una casa de cultura y la colonia residencial en Nuevo Marmato (imágenes 2 y 3)
(aunque el colegio y el hospital ya tienen fallas estructurales serias) y recomienda el traslado de
la alcaldía como un intento claro y explícito de girar el centro de gravedad del municipio hacia
El Llano. Los que enfrentan a la multinacional rechazan este intento, citando, entre otras
cosas, la importancia histórica y patrimonial de la minería tradicional en la zona y el gran sen-
tido de pertenencia que muchos marmateños sienten por el cerro El Burro y sus instalaciones.

Imagen 2 . Calle, Nuevo Marmato. Archivo personal de Elizabeth Ferry

262
Imagen 3. Colegio en Nuevo Marmato, con grietas. Archivo personal de Elizabeth Ferry

Al mismo tiempo, grupos en El Llano y en las veredas campestres del municipio se


sienten marginalizados por los grupos representativos de Marmato y las familias mineras del
cerro El Burro y, por esa razón, algunas veces apoyan más el traslado. En ese sentido, el espa-
cio político y el papel del patrimonio en fijar ciertos espacios como valiosos tiene efectos que
favorecen al centro de poder tradicional del municipio.

Infraestructura

El primer día de nuestra visita, el doctor Vidaurri y yo tomamos un café en la cafetería justo
arriba de la iglesia que funciona como el centro informal de Marmato. Llegó don Yamil
Ammar, dueño de una mina y molino, antiguo alcalde y líder del movimiento social contra
la multinacional, quien nos dio la bienvenida. Platicando, el doctor Vidaurri anotó que tenía
fotografías de las mulas que, como parte de la economía arriera de la zona, se ocupan para
traer palos de madera para reforzar los techos de los socavones de mina (imágenes 4 y 5). Con
una sonrisa, don Yamil dijo, “sí, a los extranjeros siempre les gustan las mulas […]”. Cuando

263
Elizabeth Ferry

Eduardo Vidaurri subió unas fotografías de las mulas a Facebook después del viaje, ellas reci-
bieron comentarios de amigos mexicanos de las regiones mineras en México que “en aquel
entonces” dependían de la arriería.

Imagen 4. Carros. Archivo personal de Stephen Ferry

Imagen 5. Mulas y Mural. Archivo personal de Stephen Ferry

264
El patrimonio como baluarte

Las mulas son necesarias en Marmato para llevar material a la zona alta, porque los
coches y camiones sólo pueden llegar a ciertas partes; representan una particularidad de la
infraestructura marmateña, indispensable por la inclinación del cerro y sus caminos estrechos
y de tierra –particularidad que también forma parte del patrimonio histórico del pueblo ame-
nazado por la gran minería–. Por esa razón, el interés de los forasteros, como nosotros, en la
arriería es significativo.
Otra particularidad de la infraestructura, también pintoresca y disponible a la patri-
monialización, son las canastas de acero que, transportadas por un sistema de poleas, vuelan
por arriba de las cabezas de personas y animales (imagen 6). Estas llevan el mineral de mina
a los molinos sin tener que tocar tierra, por lo que son aptas para el terreno accidentado de
Marmato.

Imagen 6. Sistema de acarreo por polea. Archivo personal de Stephen Ferry

La infraestructura minera de Marmato se debe a la topografía, pero también a la poca


inversión en caminos, pavimentación, control de desechos, etc. Durante nuestra estancia, un
gran tema fue la pavimentación del camino que sube de El Llano hasta Marmato, proyecto
que no se ha logrado en varias alcaldías (imagen 7). El mejoramiento de la infraestructura es
algo que muchos pretenden; al mismo tiempo, la falta de planeación urbana cuadriculada,
la mezcla de áreas comerciales, públicas y residenciales y la topografía dan un carácter dis-
tintivo y valioso al pueblo. Por ejemplo, Eulises Lemus de la Asociación de Comunidades
Afrodescendientes (e integrante del Encuentro de Marmatólogos) me comentó: “¿Sabes por
qué Marmato es único? Todas las otras ciudades en el mundo tienen el modelo de una ciudad

265
Elizabeth Ferry

linear, la alcaldía aquí, la iglesia aquí. Si vas a Manizales, Medellín hay tráfico, hay mendi-
gantes, hay desempleo, no hay tejido social. Es por eso que el Estado no quiere a Marmato”
(Entrevista a Eulises Lema, Marmato, 2017).

Imagen 7. Marmato. Archivo personal de Elizabeth Ferry

Esta perspectiva, claro, es difícil comprobar y también de refutar. Pero indica una rela-
ción, percibida por algunos, entre la infraestructura de Marmato y su cultura (imágenes 8 y 9).
Aparte de facilitar la visita del doctor Vidaurri, fui a Marmato bajo un marco inves-
tigativo. El caso de Marmato tiene dos puntos distintivos a muchos otros proyectos de

266
Imagen 8. Escena de calle con batea. Archivo personal de Stephen Ferry

patrimonialización: una amenaza de desplazamiento más o menos inmediata; y además


muchas asociaciones comunitarias involucradas con interés en un patrimonio inclusivo e
igualitario. La literatura nos indica que existen muchos riesgos en proyectos de patrimonia-
lización, que generan conflicto, desigualdad en la distribución de beneficios y, a veces, hasta
exclusión de los mismos grupos, cuyas historias son objeto del proceso de hacer patrimonio.
Quiero saber si, de llevarse a cabo, los proyectos en Marmato correrían los mismos riesgos, y
cómo los enfrentarían los marmateños. En el caso de Marmato, una sociedad bastante cerrada
y provincial, con fuentes de poder tradicionales muy fuertes, pero también una tasa de des-
igualdad relativamente baja,10 es en particular provocadora de la pregunta de si los proyectos
de patrimonio pueden evitar la desigualdad y la exclusión.
En las discusiones con las asociaciones involucradas, los riesgos de división y del cre-
cimiento de desigualdad se expresó algunas veces. Por ejemplo, en la presentación primero,
el antropólogo Carlos Julio González Colonia, autor de la etnografía más completa y desta-
cada sobre Marmato (2017), comentó sobre la experiencia de Quindío, un departamento de
Colombia situado en el Paisaje Cultural Cafetero y reconocido en 2011 por la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como patrimo-
nio cultural de la humanidad (Rodríguez Herrera 2017). Ahí se ha producido, según Carlos
Julio, una fuerte subida en los precios de la tierra después de dicho nombramiento y el subse-
cuente desarrollo turístico, resultando en otras consecuencias negativas.

10 Dato basado en observación y entrevistas con la autora.

267
Elizabeth Ferry

Igual, se puede ver que los impulsos a la patrimonialización de la zona alta de Marmato
favorecen a los mineros de pequeña escala que dominan esa area. Si bien estos son marginali-
zados vis-a-vis, la empresa multinacional y el Estado colombiano, también son hegemónicos
vis-a-vis los guacheros, los venezolanos y otros forasteros, quienes no tienen minas ni molinos,
etc. El poder en Marmato, como en todas partes, es complejo, afectando a diferentes intereses
transversales y entretejidos. Durante el seguimiento del proceso de patrimonialización vere-
mos cómo estas complejidades impactan a los proyectos y a Marmato.

Conclusión

Como el afiche (imagen 1) y el Encuentro de Marmatólogos dan testimonio, las conversacio-


nes sobre el patrimonio en Marmato tienen lugar en la esfera pública en Marmato y atraen
a muchos sectores de la sociedad. Hay una conversación amplia y abierta sobre qué significa
patrimonializarse, para qué y con cuáles consecuencias. En cambio, las gestiones por el patri-
monio en muchos lugares como México han venido de grupos de elite y/o del estado, por
ejemplo, en el programa Pueblos Mágicos (Hernández López 2009) y las conversaciones con
perspectiva crítica y analítica han sido, en mi opinión, tan infrecuentes como marginalizadas.
Marmato está en un momento clave de su historia, no sólo por la amenaza que enfrenta, sino
también por los cambios incipientes que pueden agravar la desigualdad y el conflicto. Como
muchos marmateños saben muy bien, el patrimonio puede jugar un papel benéfico o nocivo
en este momento crucial.

Epílogo

Una segunda fase de esta investigación fue planeada para agosto de 2020; este viaje resultó
imposible por las restricciones de viaje Covid-19, y por lo mismo las mismas gestiones han
estado detenidas. Pero no todo está en pausa: la carretera se ha pavimentado, después de
muchos años en planeación; Gran Colombia Gold (ahora GCM) transmitió sus operaciones en
Marmato a una empresa junior, Aris Gold/Caldas Gold (pero GCM retiene 44% de las acciones
de Aris) que sigue trabajando en la zona baja, por ahora sin planes de invertir en una mina de
cielo abierto.

268
El patrimonio como baluarte

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270
“NUESTRAS RAÍCES”
El cultivo de mandioca en espacios rurales interculturales
del noreste argentino

Ana Padawer1

En Argentina, la mandioca (manihot esculenta crantz) se cultiva especialmente en la provincia


de Misiones, localizada en el extremo noreste del país, región que presenta mayor diversidad
en términos de reconocimientos étnicos-nacionales. Si bien la evidencia arqueológica ha regis-
trado el cultivo de mandioca en América desde hace 8 mil años (Clement et al. 2010), en el
noreste argentino los técnicos estatales comienzan a observar su uso cuando, a fines del siglo
XIX, los colonos europeos y criollos que protagonizaban la expansión de la frontera agrícola se
vincularon con la población indígena guaraní, adoptando la mandioca en la alimentación
cotidiana.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el conocimiento sobre la mandioca se modifica
sustancialmente en la región ya que el cultivo de autoconsumo, que se basaba en la elabora-
ción artesanal de almidón y harina en décadas anteriores, comienza a ser reemplazado por la
manufactura industrial (Gallero 2013). A mediados de los sesenta surgen algunas cooperativas
de fécula de mandioca en Misiones, que en la primera década del siglo XXI devienen actores
centrales en las propuestas alternativas de desarrollo regional, con base en su integración en
sistemas tecnológicos de mediana y alta calificación.
De esta forma múltiples actores tales como indígenas, productores familiares, coo-
perativas, técnicos estatales, empresas, investigadores universitarios intervienen cada vez más
intensa y diferencialmente en la producción social de conocimientos acerca del cultivo de
la mandioca en Argentina, su transformación en harina, almidón o biomateriales, cuál es la
culinaria tradicional y cómo se incorpora en el mercado gourmet-étnico o en el circuito de
alimentos aptos para celíacos.2
La mandioca se ha convertido en un alimento tradicional del noreste del país, cuyo
origen indígena se invisibiliza en su devenir como uno de los productos emblema en el contexto

1 Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Ciencias Antropológicas, CONICET.
2 La celiaquía es un padecimiento crónico y autoinmune producido por una “intolerancia” permanente al gluten (conjunto de
proteínas presentes en el trigo, avena, cebada y centeno –TACC– y productos derivados de estos cereales). El almidón y la harina
de mandioca (así como los de otros orígenes vegetales) constituyen sustitutos de los mencionados cereales en productos “aptos para
celíacos” previstos por las normativas de los distintos países del mundo.

271
Ana Padawer

agroindustrial regional. Es así como este cultivo, aunque continúa siendo poco relevante en
términos económicos por su aporte al PIB y escala comparado con la producción de otros
países (Burgos 2018), se constituye en un elemento fundamental de un proceso de acumula-
ción por desposesión (Harvey 2014), ya que en la valorización de la mandioca como un pro-
ducto étnico, las denominaciones como “raíz madre” o “el pan del misionero”, implican una
patrimonialización que excluye a los indígenas de la herencia cultural predicada. Este capítulo
analiza tres cuestiones convergentes: los procesos históricos contenciosos que ha asumido el
nacionalismo en la región, la patrimonialización criolla de la mandioca, y las reivindicaciones
contrastivas del “modo de ser mby’a-guaraní”.

Procesos históricos contenciosos del nacionalismo en el noreste argentino

La provincia de Misiones está ubicada en el extremo noreste de Argentina. Su provincializa-


ción fue sancionada en 1953, lo que constituye un hito en el proceso de expansión estatal en
un territorio en disputa con Brasil y Paraguay (Belastegui 2006). El otorgamiento de tierras
fiscales a pequeños productores, como remanente de una venta masiva a grandes terratenien-
tes que se había realizado previamente a la provincialización, explican una estructura social
agraria profundamente desigual que fue arrinconando a las poblaciones indígenas en las últi-
mas décadas, a medida que fue aumentando la valorización de la tierra y la consolidación de
un modelo de desarrollo ligado a la industria forestal, que se inicia a partir de la década de los
setenta (Mastrangelo 2012).
Debido a estos procesos históricos, las comunidades mby’a-guaraní se encuentran
actualmente dispersas en toda la provincia de Misiones, ocupando espacios fiscales margina-
les o en conflicto con propietarios privados, ya que solamente en pocos casos han logrado el
otorgamiento comunitario de la tierra que habitan.
Estos procesos de expansión del capital agrario, en sus vertientes agrícola colonizadora
y extractiva forestal, condujeron a que los indígenas mby’a-guaraní fueran sometidos a una
creciente restricción en sus prácticas agrícolas de subsistencia, entre las que se encuentra el
cultivo de la mandioca y el maíz, la caza y la recolección. Este proceso histórico contencioso
(Zendejas Romero 2008) colocó a los terratenientes y pequeños productores como actores que
consolidaron la frontera argentina frente a Brasil y Paraguay, de manera que el aporte indígena
a la constitución de tradiciones agrícolas de raigambre nacionalista se vio obstaculizado por
dos cuestiones problemáticas: por un lado, la identidad transnacional de los mby’a-guaraní, y
por otro lado, su dependencia del Estado para la subsistencia, sobre todo en las últimas déca-
das del siglo XX.
La provincia de Misiones está ubicada en el límite sur del área biogeográfica de la selva
Paranaense, donde las relaciones interétnicas tienen una profundidad histórica mayor de tres
siglos. La documentación más antigua sobre la población indígena en Misiones está estre-
chamente vinculada con las reducciones jesuitas, aunque los estudios arqueológicos datan

272
“Nuestras raíces”

poblaciones guaraníes en el sur de Brasil, el noreste de Argentina y Paraguay desde hace por lo
menos 2 mil años antes del presente (Silva Noelli 2004).
Dentro de las poblaciones guaraníes actuales, los mby’a se distinguen porque utilizan
el mismo etnónimo en los distintos países en los que viven; esto se vincula con su identifi-
cación como descendientes de aquellos indígenas que lograron permanecer al margen de las
reducciones jesuitas a través de la constitución de pequeñas comunidades refugiadas en la selva
primero (y hasta su expulsión en 1767), y luego relativamente alejados del Estado y el mundo
juruá, el mundo de los blancos (Bartolomé 2004).
El poblamiento de los mby’a-guaraní en Argentina se redefinió históricamente en rela-
ción con el avance de la frontera agrícola criolla, tanto la colonización en la primera mitad del
siglo XX como el desarrollo del extractivismo maderero en las últimas décadas, que provocó
cambios sustantivos: las aldeas mby’a-guaraní actuales son generalmente poblados pequeños,
de los que se desprenden grupos de familias que conforman nuevas ocupaciones en función de
la tierra cada vez menos disponible, aunque manteniendo relaciones políticas con las aldeas
de sus parientes (Gorosito 2005).
Los mby’a-guaraní en Misiones tienen una importante tradición de consumo de man-
dioca fresca (mandi’o) y de elaboración de alimentos con base en el almidón. Esta raíz tuberosa
de origen americano tiene un ciclo anual o bianual, siendo las variedades conocidas como
“amargas” aquellas con las que se suele preparar almidón o harina, mientras que las “dulces”
se consumen mediante cocciones simples (fotos 1 y 2). La planta está presente en narracio-
nes culturales que explican su origen, recreadas en libros de texto escolares en Argentina
(Ministerio de Educación de la Nación 2015). Actualmente reconocen distintas variedades que
cultivan y consideran tradicionales, cuyas denominaciones cuentan con nombres que remiten
a sus características morfológicas (pequeña o miri, negra o hu, blanca o moroti).
Como la reproducción de la mandioca se realiza predominantemente vía esquejes que
se conservan e intercambian entre agricultores, la familiaridad que se establece con el cultivo
también se extiende entre los humanos que se conectan por su intermedio (Schiavoni 2016;
Rival y McKey 2008). Esto hace de la circulación de las denominadas “ramas-semilla” de
mandioca un elemento que permite configurar lazos de sociabilidad y reciprocidad a lo largo
del tiempo, fundamentales para los mby’a que se encuentren en un proceso de fragmentación
de sus aldeas por la presión de la producción agrícola y forestal.
El auge extractivista de maderas exóticas iniciado en la década de los setenta fue expul-
sando a los mby’a-guaraní de territorios por los que podían desplazarse y ocupar anteriormente,
restringiendo las prácticas de subsistencia de base agrícola, caza y recolección reconocidas
como tradicionales por el uso cada vez más intensivo de productos agroquímicos que ha con-
llevado la extinción de fauna y flora nativas (Mastrangelo 2015). Numerosas aldeas guaraníes
comenzaron a instalarse cada vez más cerca de los pueblos y rutas turísticas para poder comer-
cializar artesanías, y se intensificaron los vínculos con los juruá (blancos) para emplearse en las
tareas agrícolas, como auxiliares docentes y sanitarios en dependencias del Estado (Gorosito
2005).

273
Imágenes 1 y 2 . 1 Plantación de mandioca; 2 Detalle de raíz comestible. Archivo personal de G. Kaiser

274
“Nuestras raíces”

Conforme avanza la incorporación subordinada de los mby’a-guaraní a las activida-


des económicas criollas y colonas que se había iniciado a finales del siglo XIX (Cebolla Badie
y Gallero 2016), aumenta la presencia de indígenas en los medios de comunicación locales,
donde cada vez con más frecuencia se publican noticias vinculadas a situaciones de mendici-
dad urbana, desnutrición, dificultades de acceso a la escuela y reclamos territoriales indígenas
(Enriz 2011). Los procesos históricos de desplazamiento forzado de los indígenas por la expan-
sión agrícola y forestal tienen un complejo contrapeso en la figura del colono, que representa el
ideal del progreso social mediante el trabajo sacrificado en la agricultura, que la historiografía
nacional ha considerado por décadas como la base de sustentación para la construcción de la
nación argentina (Mastrangelo y Trpin 2008).

La patrimonialización criolla de la mandioca

Como resultado de los procesos históricos antedichos, las cooperativas y empresas familiares
de los colonos son las principales destinatarias de las políticas agrícolas estatales en torno al
cultivo de mandioca en la actualidad (Traglia, Vidal, Gortari, Rosenfeld y Oviedo 2018).
No se trata de un efecto estatal solamente: esta población de ascendencia europea también
produce una distintividad que refiere a la domesticación de la selva Paranaense mediante la
agricultura, donde la mandioca se reporta como un producto tradicional de la “chacra” que
ha proporcionado oportunidades de capitalización mediante fábricas domésticas de almidón
(Gallero 2013), las que son potenciadas en la actualidad por las políticas estatales de agregado
de valor de los productos agroindustriales (Padawer 2019).
Lo que en Argentina denominamos “chacras” son, en rigor, unidades productivas agrí-
colas minifundistas, resultado de procesos de expansión de la frontera agraria que se desarro-
llaron especialmente desde fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Especialmente
en el sur y noreste del país, estos procesos dieron origen a la categoría de “colonos” para
nombrar a quienes se asentaron en los nuevos territorios como resultado de la inmigración
europea facilitada por el Estado o por emprendimientos privados, generalmente compañías
colonizadoras de países europeos (Bartolomé 2007). Además de responder a proyectos de desa-
rrollo económico, la inmigración fue una forma de asegurar las fronteras nacionales tras la
Guerra de la Triple Alianza, que enfrentó a Brasil, Argentina y Uruguay con Paraguay entre
1864 y 1870. Los descendientes de estos “pioneros” son quienes contemporáneamente utilizan
este término de identificación, con plena vigencia en Misiones y la región (Belastegui 2006).
A partir de la década de 1930, los colonos comenzaron a organizarse bajo la forma de
cooperativas agrícolas que se desarrollaron inicialmente centradas en el cultivo de yerba mate
(Bartolomé 2007). Los cultivos industriales en Misiones incluyen además el té, el tabaco, y
la mandioca, que se diferencia de los anteriores por tratarse de un producto central para las
políticas alimentarias, ya que sus raíces tuberosas son una importante fuente de hidratos de

275
Ana Padawer

carbono, y tanto éstas como sus partes aéreas pueden utilizarse también para la alimentación
animal, además de sus usos industriales con base en almidón y harina.
Por estas cualidades, la mandioca ocupa actualmente un lugar de importancia cre-
ciente en los programas sociales de desarrollo destinados a pequeños productores agrícolas,
quienes tienen chacras diversificadas orientadas al autoconsumo. Además de mejoramientos
de la producción en términos de seguridad alimentaria, estos programas se proponen el
agregado de valor de un cultivo que es reconocido como tradicional, y por lo tanto está
presente en todas las unidades domésticas.
El cultivo de mandioca es actualmente una de las principales líneas de trabajo de los
organismos técnicos gubernamentales en los programas de fomento de la horticultura en
Misiones. Además del acompañamiento en la producción, han incentivado la comerciali-
zación a través de la promoción de ferias y mercados concentradores, que tras la recupera-
ción democrática a principios de los años ochenta, capitalizaron la experiencia asociativa de
los movimientos sociales rurales de la provincia, desarrollados en la década de 1970. En ese
marco se ha creado en 2016 el Cluster de la Mandioca Misionera, un organismo que reúne
a organismos del Estado, universidades, cooperativas y productores de mandioca que comer-
cializan excedentes, por lo que este organismo no incluye a pequeños productores,
ocupantes (es decir, pobladores rurales sin tierra), ni tampoco a indígenas que la cultivan para
autoconsumo (Padawer 2019).
En el marco del reconocimiento estatal, el Cluster de la Mandioca Misionera ha sido un
instrumento clave para que la mandioca se exprese en un lenguaje de patrimonio (Ferry 2011),
cimentando una narrativa que en varios escenarios públicos ha presentado su cultivo como
resultado de la llegada de los colonos a Misiones. La falta de reconocimiento como patrimonio
indígena se expresa en emprendimientos comerciales como una feria gourmet en la capital
provincial que se dedicó a la “raíz madre” en el año 2018; o una cooperativa de productores
que adoptó el nombre comercial “nuestras raíces” para un producto envasado al vacío. Cabe
aclarar que la apropiación de la tradición indígena guaraní con fines mercantiles se ha presen-
tado históricamente en distintas ramas de la actividad económica de importancia provincial,
paradigmáticamente el turismo, donde quienes la encarnan son escasamente convocados a par-
ticipar en las ganancias derivadas del uso comercial de la herencia indígena. Algunas excep-
ciones son ciertos emprendimientos gastronómicos, que incluyen visitas a aldeas indígenas y
participación en eventos culinarios donde la mandioca es uno de los platos emblema.

Las reivindicaciones contrastivas del “modo de ser mby’a”

Las actividades agrícolas tradicionales son escasamente recuperadas dentro de las acciones
políticas de reconocimiento del patrimonio por parte de los propios indígenas mby’a-guaraní,
quienes enfatizan sus conocimientos y distintividad con base en la artesanía que venden a los

276
“Nuestras raíces”

turistas, así como en la caza y la recolección de frutos del monte y medicinas naturales. Estas
actividades artesanales, de recolección y cinegéticas son fundamentales en la configuración de
una política de auto-reconocimiento como “gente del monte”, lo que les permite a los mby’a-
guaraní resaltar el contraste con la “gente de la colonia” y las grandes empresas forestales,
estas últimas principales responsables de la modificación del paisaje misionero desplazando el
monte nativo por especies exóticas de rápido crecimiento, como el pino eliotis y el eucaliptus
(Padawer y Rodríguez Celín 2015).
El indígena ambientalista y montaraz ha resultado ser un recurso simbólico eficaz para
algunos reclamos territoriales puntuales que han devenido referencias emblemáticas (Wilde
2007). La dicotomía colono-indígena que se consolidó en el siglo XX en Misiones condujo a
que la tradición agrícola guaraní fuera disminuyendo, conduciendo a la situación paradojal
de que los cultivos indígenas como la mandioca resulten de esta forma asociados a quienes los
adoptaron mucho más recientemente: los juruá. De esta manera, si bien las prácticas agrícolas
guaraníes han sido documentadas por la arqueología (Noelli da Silva 2004), la etnohistoria
(Susnik 1979) y en los primeros textos agronómicos sobre mandioca producidos en Misiones
(Bertoni 1909), actualmente quienes son reconocidos como los expertos agricultores de este
cultivo son los colonos europeos y sus descendientes.
“La politización de la cultura” (Wright 1999) no remite a los mby’a-guaraní como un
pueblo agricultor, por lo que resultan generalmente autoexcluidos de las posibilidades de patri-
monializar variedades de mandioca, formas culinarias o la participación en la investigación de
modificaciones del almidón susceptibles de ser patentadas en la industria de los biomateriales,
de importancia estratégica en términos de sustentabilidad y por lo tanto posibles de promo-
ver un vínculo con el ambiente que los mby’a han valorado históricamente (Cebolla Badie y
Gallero 2016).
Especialmente desde hace 25 años, cuando la reforma constitucional en la Argentina
reconoció los derechos indígenas en consonancia con políticas globales vinculadas a los dere-
chos culturales a la identidad, los mby’a-guaraní han protagonizado distinto tipo de demandas
al Estado tales como escuelas de modalidad intercultural en sus comunidades, acceso a la salud
y respeto de las propias prácticas medicinales naturales articuladas con la presencia del opy
(casa de rezos) en las aldeas, espacios para comercializar artesanías en centros turísticos inter-
nacionales como las Cataratas del Iguazú o las Ruinas Jesuíticas de San Ignacio, entre otros.
El acceso a la tierra ha sido la demanda principal de los indígenas, poco atendida en
Misiones y el país en general, pese a que la Ley Nacional 26160 sancionada en 2006 estable-
ció el cese de los desalojos de las comunidades hasta tanto se realizara un relevamiento de la
totalidad de los territorios indígenas, y se regularizara su dominio. Esta situación de “emer-
gencia territorial indígena”, tal como la ley misma establece, se ha debido prorrogar en tres
oportunidades debido a que los plazos estipulados para los relevamientos fueron incumplidos
por los organismos comisionados desde el Estado a tales efectos. En este sentido, la identifica-
ción como cazadores-recolectores ha permitido que unas pocas comunidades mby’a-guaraní

277
Ana Padawer

accedieran a importantes extensiones de tierra, generalmente en casos que establecieran un


litigio activo con el Estado (Enriz 2011).
Cuando la mandioca comenzó a adquirir importancia en las políticas de desarrollo
regional, los organismos técnicos agrícolas emprendieron estudios de variedades plantadas
habitualmente por los colonos, diseñaron ensayos de fertilizantes y herbicidas, estrategias
de comercialización de la mandioca fresca y el almidón, y comenzaron a trabajar junto a
las cooperativas y empresas familiares de ascendencia europea. Los indígenas, unas 13 006
personas que representan 1,2% de la población de la provincia de Misiones según el Censo
Nacional de Población y Vivienda más reciente realizado en 2010 (Instituto Nacional de
Estadística y Censos, 2015), no fueron convocados a estas instancias aunque algunas institu-
ciones, técnicos y ONG se han propuesto “rescatar” sus prácticas agrícolas, como es el caso de
la Secretaría de Agricultura Familiar de la provincia, con el Programa Ma’ety Morada de la
Semilla Originaria.3
Esta línea de trabajo ha constituido un importante paso en el proceso de reconoci-
miento del patrimonio cultural agrícola mby’a-guaraní, haciéndose eco de los reclamos étnico
políticos de distintividad propuestos por el propio colectivo. La pregunta que podemos plan-
tearnos es si este enfoque no plantea límites importantes para la articulación de diálogos con el
sistema científico, ya que aquellas prácticas que se alejan del “modo de ser mby’a”, idealizado
como un quehacer permanente y sostenido por ancianos de un saber ancestral e indiscutible,
son desvalorizadas por considerarse no autóctonas.

A modo de cierre

Los procesos históricos de producción de conocimiento agrícola en Misiones, donde los


mby’a-guaramí han estado por generaciones en interacción con los colonos trabajando en
las “chacras”, han permitido que las tradiciones culturales se vayan condensando, superpo-
niendo, confrontando parcialmente.
El cultivo de mandioca no es la excepción: debido a los procesos históricos contencio-
sos que ha asumido el nacionalismo en la región, la patrimonialización criolla de la mandioca,
y las reivindicaciones contrastivas del “modo de ser mby’a” que priorizan los conocimientos
ligados a la selva, la “raíz madre” ha devenido patrimonio de los colonos europeos y sus descen-
dientes, no de los indígenas que lo cultivaban para el autoconsumo con anterioridad.
En las últimas dos décadas, distintos actores con intereses y formaciones heterogéneas
están estudiando la mandioca para mejorar los procesos agronómicos, las transformaciones
en harina y almidón, y explorando sus potencialidades para diseñar materiales biodegrada-
bles y sustentables. Estos conocimientos suponen nuevas relaciones humanas con el cultivo

3 Disponible en: www.primeraedicion.com.ar/nota/100128485/las-comunidades-mbya-guarani-apuestan-a- semillas-originarias/

278
“Nuestras raíces”

que podrían beneficiarse incorporando las tradiciones indígenas, ya que éstas problematizan
especialmente el vínculo de los humanos con el ambiente, cuestión controversial en un con-
texto agroindustrial periférico donde en los ultimos 40 años ha predominado el extractivismo.
Esta interlocución permitiría que los mbyà-guaraní accedieran, a su vez, a estos espacios de
producción científico-técnica de los que han estado históricamente excluidos.
Para que esta interlocución sea algo más que una intención o mera retórica, el conoci-
miento indígena debe ser entendido como resultado de un proceso de construcción histórica
atravesado por conflictos, problematizando sus reificaciones en corpus fijos de tradiciones que
funcionan como signo de autenticidad de los pueblos originarios. Las dinámicas de apropia-
ción cultural son protagonizadas por sujetos históricos que producen identidades contrastivas,
pero la producción de conocimiento derivada de las relaciones de copresencia supone tradicio-
nes sedimentadas cuya complejidad conviene recuperar para que podamos relacionarnos con
el entorno enriqueciéndonos con sus aportes particulares.

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281
PASADO INDÍGENA Y CAMPESINADO
EN LA PINTURA MURAL DE DIEGO RIVERA

Itzel A. Rodríguez Mortellaro1

En el siglo XX, las variadas imágenes que representan al “campesino mexicano” conforman
un complejo entramado de concepciones en torno a este personaje esencial para la retórica
posrevolucionaria. Sin embargo, antes de 1923, no se puede hablar de una “iconografía” del
campesino como actor revolucionario en el devenir nacional. Las representaciones artísticas
de habitantes campiranos realizadas durante la década revolucionaria por artistas de la gene-
ración simbolista, como Saturnino Herrán; o bien por jóvenes que iniciaban su desarrollo
profesional, como David Alfaro Siqueiros, Fernando Leal y Alberto Garduño, quienes pinta-
ron a personajes de condición humilde imbuidos de dignidad, con un aurea de ingenuidad y
cercanos a la naturaleza.2
En comunidades imaginadas –como es el caso de la nación– las representaciones visua-
les contribuyen activamente a la legitimación de un poder hegemónico, porque dan “forma” y
“concreción” a aspectos intangibles del imaginario político moderno, como el Estado nacional
y la Revolución (Baczko 1999). En el México del inicio de los años veinte, al término de una
prolongada guerra civil, existía una apremiante necesidad de imágenes que condensaran aspi-
raciones de una “nueva sociedad” con un futuro promisorio. En este panorama, se configura-
ron utopías cuya realidad específica impactó la representación de los distintos actores sociales.
Por ello, si reconocemos que en esos años comenzó el proceso de invención del “campesino”
como personaje de una narrativa oficial, es válido preguntarnos de qué manera esta imagen
pudo incidir en la comprensión colectiva y en las políticas públicas dedicadas a las comunida-
des rurales de México.
Después de la lucha revolucionaria, los gobiernos de Álvaro Obregón (1921-1924) y de
Plutarco Elías Calles (1924-1928) se dieron a la tarea de integrar a amplios contingentes sociales
–las “masas”– a una dinámica política que consolidara una base de dominio para los recién
llegados al poder. La urgente necesidad de unificar a la sociedad mexicana en torno al nuevo
Estado promovió un intenso debate sobre la identidad de la nación mexicana y su proyección

1 Universidad Nacional de Autónomia de México UNAM.


2 Remito a: Campesino (1909) de Saturnino Herrán, Campesinos (1913) de David Alfaro Siqueiros, El sarape rojo (ca. 1918) de Alberto
Garduño y El indio del sarape rojo (1922) de Fernando Leal. Los últimos tres artistas estudiaban en la Escuela de Pintura al Aire
Libre, bajo la dirección de Alfredo Ramos Martínez.

283
Itzel A. Rodríguez Mortellaro

hacia el futuro. El andamiaje conceptual del nacionalismo de esta época tiene en su base al
paradigma liberal de nación, pero su piedra clave es un renovado ideal de mestizaje, al que se
supeditan todas las identidades y es el principal ingrediente de la “cultura nacional”.
En un ambiente de reconstrucción en distintos niveles, aquellos artistas comprometi-
dos con un cambio de paradigma social y político participaron como creadores de imágenes
y significados en la redefinición de México. A partir de 1924, se evidencia el esfuerzo de una
elite política y cultural para dar forma a representaciones donde los habitantes del campo se
presenten como clase social y como fuerza política, actuando en sintonía con el plan de desa-
rrollo marcado por el Estado. En este proceso, se destaca la contribución del artista, intelectual
y militante comunista Diego Rivera, quien se erigió en un influyente caudillo cultural. En
sus murales, ilustraciones y pinturas, Rivera articuló escenarios complejos, donde interactúan
narrativas en torno a la antigüedad indígena, las diversas caras del “pueblo mexicano”, la his-
toria nacional y el destino social y político del México revolucionario.
Durante sus años más radicales, entre 1923 y 1929, el artista ubicó al “tema agrario” en
el centro de su producción visual y de su actividad política.3 De ello hablan su muy estrecha
relación con el agrarista gubernamental –Ramón P. Denegri y Marte R. Gómez–, con la Liga
Nacional Campesina fundada por el comunista veracruzano Úrsulo Galván y con el Bloque
Obrero y Campesino de México, del que Diego Rivera fue entusiasta colaborador.4 El artista
postuló a las agrupaciones campesinas como la segunda fuerza política del país, después de
los militares. También fue un ferviente defensor del agrarismo armado y de la organización
comunal, a la que llamó una “entidad proletaria fuerte”. En cambio, atacó el “rancherismo”
de los pequeños y medianos propietarios porque en su opinión provocaba la fragmentación
del ejido en pequeñas parcelas y “neutralizaba el poder de las masas proletarias campesinas”
(Rivera 1979).

3 En este contexto también debe mencionarse la participación de Diego Rivera en la conformación del Sindicato de Obreros
Técnicos, Pintores y Escultores, una organización de artistas con compromiso político que publicó el periódico El Machete, donde
se ensayan iconografías del obrero y el campesino revolucionarios.
4 De 1922 a 1924, Ramón P. de Negri fue secretario de Agricultura y Comercio. Marte R. Gómez, ingeniero agrónomo y promi-
nente político interesado en el arte, ocupó importantes cargos relacionados con el tema agrario. Siendo director de la Escuela
Nacional de Agricultura, la trasladó de San Jacinto a Chapingo (1923-24) y encargó a Diego Rivera los murales de este recinto.
Para adentrarse en las capas de significados, exotéricos y esotéricos, contenidas en este programa mural, recomiendo el libro de
Pliego (2015). En noviembre de 1926, Gómez asistió como delegado a la fundación de la Liga Nacional Campesina (LNC) y, dos
años después, en el gabinete de Emilio Portes Gil, fue secretario de Agricultura y Fomento. La Liga Nacional Campesina fue
la organización campesina más importante y militante del país y constituyó el ala de mayor influencia comunista del Partido
Comunista Mexicano (PCM). La LNC propugnaba por el establecimiento de ejidos cooperativos y, a largo plazo, la socialización
de todos los medios de producción. Defendía la revolución proletaria y la formación de un movimiento obrero-campesino como
clave de una transformación agraria global. En 1928 la LNC impulsó la creación del Bloque Obrero Campesino (BOC), coalición
electoral independiente que postuló en 1929 al general magonista Pedro V. Rodríguez Triana como candidato presidencial. Diego
Rivera dirigió la mayor parte de la campaña del candidato. En el periódico comunista El Machete del 2 de febrero de 1929 se
publicó el programa del BOC y ahí se encuentra consignado Diego Rivera como presidente de esta organización. El lema del
Bloque fue: “¡La tierra y las fábricas para los trabajadores! ¡No motín político sino revolución social! ¡Obreros y campesinos, uníos!”
(Barry Carr 1996; Martínez Verdugo 1983). Rivera fue expulsado del Partido Comunista en septiembre de 1929.

284
Imagen 1. Diego Rivera, fragmento del mural Reparto de tierras, Universidad Autónoma Chapingo

Las convicciones comunistas y agraristas de Rivera, así como sus aportaciones a la


concepción de la identidad cultural e histórica de la nación mexicana, quedaron plasma-
dos en cientos de metros de pintura mural realizados durante la década de los veinte en la
Secretaría de Educación Pública (SEP), la Escuela Nacional de Agricultura en la ex hacienda
de Chapingo, el Palacio de Cortés en Cuernavaca y el primer tramo del tríptico sobre Historia
de México en el Palacio Nacional. En esta primera gran etapa del arte público de Rivera, tam-
bién deben considerarse numerosas pinturas e ilustraciones de asuntos rurales entre las que se
distinguen más de cien dibujos dedicados a tres convenciones –1926, 1927 y 1928 – de la Liga
de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del Estado de Tamaulipas. Este extenso
corpus resguarda el rico inventario visual de la utopía de Diego Rivera, donde encontramos
personajes y situaciones que nos resultan familiares porque pertenecen al imaginario del siglo
XX mexicano: la maestra rural, la alianza entre el obrero y el campesino, las masas y el jefe
revolucionario Emiliano Zapata como ícono de lucha social y reivindicación agraria.

285
Imagen 2 . Panel alianza obrero-campesina, rectoría Universidad Autónoma de Chapingo, ex hacienda de Chapingo

286
Imágenes 3 y 4. Dibujos de Diego Rivera para la Primera Convención de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos
Campesinos del Estado de Tamaulipas, 1926

287
Itzel A. Rodríguez Mortellaro

Mientras Rivera desarrollaba sus primeros ciclos murales, el término “campesino” se


encontraba en una encrucijada semántica. El historiador del arte Renato González Mello ha
propuesto la relevancia de las imágenes creadas por Diego Rivera en la creación de una “iden-
tidad campesina” en una época en la que no existía un consenso sobre la revolución agraria y
la palabra “campesino” no formaba parte del discurso político hegemónico y del ámbito legal
(González 2018). Andrés Molina Enríquez usó –en Los grandes problemas nacionales (1999)–
los conceptos “rancheros”, “propietarios comunales” y “jornaleros” para referirse a la “gente del
campo” de ascendencia mestiza e indígena (Molina 1999); mientras que la Ley Agraria
del 6 de enero de 1915, emitida por Venustiano Carranza, habla de las “poblaciones agrícolas”
o “población de los campos” (refiriéndose a los pueblos indígenas). En el texto constitucional
de 1917, el Artículo 123 menciona al “jornalero” entre otros trabajadores –obreros, empleados,
domésticos y artesanos–,5 pues será hasta las reformas de 1934 cuando el término “campe-
sino” se incluya en el texto de dos artículos constitucionales, el 3º dedicado a la educación y
el 27, que versa sobre las formas de propiedad y explotación del territorio nacional.6 Durante
el gobierno de Lázaro Cárdenas, el “campesino” será uno de los protagonistas de las políticas
revolucionarias del régimen y asumirá un papel central en la retórica oficial y legislativa.
Durante los años veinte, era común el uso de la palabra “agrarista” para señalar posi-
ciones –moderadas o radicales– favorables al reparto agrario y la organización política del
campesinado. Los agraristas también promovían la dotación de armas a los campesinos, para
formar “guerrillas rurales” que podían ser rebeldes o leales al Estado.7 Hasta el gobierno de
Lázaro Cárdenas, la relación entre los grupos agraristas y el gobierno central puede definirse
como ambivalente. Hubo notables gobernadores agraristas en Veracruz, Michoacán, Yucatán,
Tamaulipas, Hidalgo y San Luis Potosí. En cuanto a los líderes agraristas, tuvieron persona-
lidades y programas muy disímiles, entre ellos: Úrsulo Galván, Manuel Almanza, Enrique
Flores Magón, Emilio Portes Gil, Marte R. Gómez, Francisco J. Múgica y el cacique potosino
Saturnino Cedillo. Hacia el final de la década de los veinte, comenzó a acotarse la autonomía
de los agraristas con la finalidad de supeditarlos al orden gubernamental, un proceso que cul-
minó en el sexenio de Cárdenas.

5 “Ley Agraria del 6 de enero de 1915”, Estudios Agrarios. Revista de la Procuraduría Agraria, núm. 58, 2015, pp. 9-15; para el texto
original de la Constitución de 1917, disponible en: www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cpeum/CPEUM_orig_05feb1917_ima.
pdf (consultado el 8 de abril de 2020).
6 En las reformas a la Constitución del año 1934, publicadas en el Diario Oficial de la Federación, se encuentra la palabra “campesi-
nos”. Artículo 27, reforma del 10 de enero de 1934. Artículo 3, reforma del 13 de diciembre de 1934.
7 Falcón (1978). Entre los gobernadores que promovieron las “defensas rurales”, como auxiliares del ejército o para enfrentar rebe-
liones castrenses, están Adalberto Tejeda en Veracruz, Emilio Portes Gil en Tamaulipas y Matías Rodríguez en Hidalgo. La
autonomía que consiguieron las guerrillas campesinas llegó a considerarse como una amenaza para el gobierno central, de ahí que
en 1928 la autoridad federal ordenara el desarme de agraristas, lo que se consiguió de facto hasta 1938 tras la derrota de Saturnino
Cedillo en San Luis Potosí.

288
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera

Diego Rivera se identificó especialmente con el agrarismo de filiación comunista, como


aquel profesado por Úrsulo Galván y sus compañeros de la Liga Nacional Campesina. Rivera,
un hombre que nació en las postrimerías del siglo XIX, apostó al agrarismo de izquierda como
vanguardia política revolucionaria, pero la vida que imaginó para las comunidades rurales
expone el mosaico de sus raíces culturales: está teñida de visiones literarias decimonónicas
(especialmente del naturalismo), de nociones biológicas sobre la sociedad, de consignas socia-
listas y de un nacionalismo que sigue de cerca el proyecto de Manuel Gamio (González 2004).
En cuanto a su lenguaje artístico, el clasicismo moderno que distingue al “estilo nacional”
de Rivera fue el medio idóneo para impregnar de moralidad y de sentido de “civilización” a
las utopías plasmadas en sus murales. La agradable y armoniosa belleza de los cuerpos de sus
héroes sociales –indígenas, campesinos, obreros y el “pueblo”– proponen presencias ejempla-
res más que personas de carne y hueso (Widdifield 1996). La transfiguración clasicista consi-
gue redimir en términos simbólicos a grupos de población repudiados por una elite social y
política heredera de los prejuicios del liberalismo y del evolucionismo social. Para inicios del
siglo XX los pobladores rurales, y por ende las comunidades indígenas, se tachaban de “impro-
ductivos”, “atrasados”, “poco ambiciosos”, “flojos”, “primitivos”; en suma se entendían como
un “problema” para el desarrollo nacional (Palacios 1999).
En este contexto, las configuraciones de Rivera se han denominado indigenistas porque
atrajo el universo indígena mesoamericano hacia el ámbito de expresión de la modernidad del
siglo XX. Estas representaciones se fundamentan en un deseo de universalizar la otredad para
asimilarla a los estándares de la historia nacional. La representación del pasado prehispánico
en la pintura mexicana es un fenómeno de la segunda mitad del siglo XIX. Para finales de este
siglo, ciertos pasajes de la antigüedad indígena formaban parte del repertorio temático de la
Academia de Bellas Artes, al lado de temas bíblicos y de historia europea. Así que cuando el
joven Rivera ingresó a la Academia en los primeros años del siglo XX, pudo conocer numerosas
pinturas que mostraban cuerpos indígenas idealizados.
El fundamento clasicista de Rivera hunde sus raíces en su educación académica en
México –en la que hay que destacar a sus maestros Santiago Rebull y Félix Parra– pero su
ulterior desarrollo debe mucho a su larga estancia de estudio y trabajo en Europa –España,
Francia e Italia– donde entró en contacto con una renovación del clasicismo postulado por
artistas modernos que retomaron la tradición clásica grecolatina durante las convulsas prime-
ras décadas del siglo XX (Cowling y Mundy 1990). El clasicismo vanguardista se ha entendido
como un “suelo firme” –asociado a cualidades de armonía, solidez, estructura y unidad– desde
el cual se continuó reinventando el lenguaje artístico. Este ímpetu de renovación cultural
permitió a Diego Rivera recurrir a los valores constructivos y monumentales de la estatuaria
y arquitecturas prehispánicas como canon del arte nacional, distinto del modelo occidental

289
Itzel A. Rodríguez Mortellaro

pero dotado de belleza universal y atemporal.8 Para nuestro artista, como para David Alfaro
Siqueiros, Jean Charlot, Fermín Revueltas y otros, los vestigios antiguos fueron el fundamento
formal y simbólico de sus obras pictóricas. La convicción de que a través del arte moderno se
generaba un “renacimiento” de un pasado clásico americano traía consigo una forma de legi-
timación cultural enraizada en paradigmas occidentales. De ahí que el indigenismo clasicista
de Rivera hable más de la forma en que expresó su modernidad artística y nacionalista que de
la identidad de las comunidades campesinas de México.

Campesino moderno y revolucionario

Los extensos campos cultivados, los tractores, las presas y los aviones que sobrevuelan el pai-
saje mexicano, así como la alianza entre jornaleros del campo y obreros industriales que vemos
en las pinturas murales de Rivera, conforman un caleidoscopio de imágenes de progreso,
modernidad y revolución social. Los referentes inmediatos que explican estos imaginarios
sociales son, por un lado, las políticas económicas capitalistas de los primeros gobiernos posre-
volucionarios y su retórica, inflamada de sueños de modernización y productividad (Montalvo
Ortega 1988); por otro lado, el régimen soviético y sus campañas de colectivización y tecnifi-
cación rural (Spenser 1998).
En los años veinte, el campo mexicano se caracterizaba por una situación de atraso y
pobreza. Entre las deficiencias estaban la falta de comunicaciones y riego, tecnología atrasada,
excesiva concentración de recursos y baja productividad. Después de la revolución, la mayor
parte del territorio agrícola seguía concentrándose en unos cuantos propietarios y predomi-
naba la agricultura de supervivencia y autoconsumo. El reparto agrario era, a todas luces,
insuficiente y los primeros gobiernos posrevolucionarios no creían en la propiedad comu-
nal como modelo productivo; por el contrario, el presidente Calles fomentó la creación y
generalización de la pequeña propiedad privada. Enrique Montalvo explica que “al deterioro
económico de los campesinos se sumaba la manipulación política” especialmente durante el
gobierno de Obregón (Montalvo Ortega 1988: 15). Esta situación no impidió a Rivera crear
visiones de un mundo rural hechas a la medida de sus expectativas agraristas, donde la moder-
nidad tecnológica se acompaña de una transformación de las relaciones sociales en el campo.
En el imaginario propuesto en los murales de Rivera, la evolución social y política corre
paralela al desarrollo tecnológico. En la primera pintura del tríptico sobre la Historia de México
en el Palacio Nacional encontramos el punto de arranque de esta trayectoria ascendente: el

8 Diversos artistas e intelectuales participaron de la concepción de asignar a la estatuaria indígena un sentido de belleza auténtica-
mente americana. Entre ellos David Alfaro Siqueiros, Jean Charlot, Manuel Gamio, etcétera. Para adentrarse en este capítulo de
la historia del renacimiento artístico mexicano es indispensable el manifiesto de David Alfaro Siqueiros, 1996, “Tres llamamientos
de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación americana (1921)” que puede consultarse en Palabras de
Siqueiros, selección, prólogo y notas de Raquel Tibol (Vida y Pensamiento de México), pp. 17-20.

290
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera

amanecer nacional cuando los campesinos ancestrales operaban la coa, uno de los instrumen-
tos agrícolas más arcaicos. Mientras que, en los programas murales de la SEP y la ex hacienda
de Chapingo, donde se representa el “México revolucionario”, el nuevo campesino asume su
compromiso sociopolítico, se organiza colectivamente y usa maquinaria moderna para traba-
jar el campo en aras de la eficiencia productiva que demanda el proyecto estatal. Diego Rivera
pintó un buen número de campesinos conduciendo tractores Fordson, un vehículo que se
introdujo en México en 1917 durante el gobierno de Venustiano Carranza y que para los años
veinte no era común encontrar en los campos mexicanos. Las representaciones de campesi-
nos que cargan armas de fuego, educan a sus hijos e integran a sus formas de vida diversos
artefactos de la modernidad –avión, fonógrafo, máquina de coser, radio–, busca revertir la
concepción negativa del habitante rural como personaje retrógrado, indolente e indiferente a
los acontecimientos políticos. Paradójicamente, la utopía moderna del campo mexicano desa-
rrollada por Rivera, se complementa con representaciones de los habitantes del campo como
seres atemporales que resguardan una tradición cultural milenaria.

Imagen 5. Diego Rivera, fragmento del mural México antiguo, Palacio Nacional, 1930

291
Imagen 6. Diego Rivera, panel del corrido de la revolución agraria, edificio de la Secretaría de Educación Pública,
1928

Campesino y tradición

La obra mural de Rivera contribuyó a dar visibilidad al postulado nacionalista que supone un
vínculo esencial entre los indígenas, la naturaleza vegetal y la antigüedad prehispánica. Como
otros intelectuales de su tiempo, la concepción de lo indígena que tuvo el artista participa de
una fórmula tripartita que conjuga raza, naturaleza y cultura. La contribución del artista a este
imaginario es literalmente monumental. En los muros de la antigua capilla de la ex hacienda
de Chapingo, equiparó el desarrollo de la conciencia política de los campesinos al ciclo de
maduración de los frutos de la tierra; en los murales de la SEP, las mujeres indígenas que se
bañan en el río Juchitán remiten a otras bañistas de la modernidad pictórica que encontramos
en la obra de Paul Gauguin, Paul Cézanne, Pablo Picasso e innumerables pintores europeos,
donde el medio acuático y el cuerpo femenino se funden en una metáfora de fertilidad y vida;

292
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera

en cuanto a la historia de México que pintó en los muros del Palacio Nacional, cabe notar
que únicamente el periodo del pasado indígena –el origen de la nación– se desarrolla en un
entorno natural: el paisaje volcánico del Altiplano central de México.
La idea de persistencia del pasado más remoto en el presente a través de la “raza indí-
gena” es fundamental para explicar a la tradición como puente de continuidad con el pasado
histórico y como piedra fundacional, inalterable e invariable, de la identidad del presente
(Hobsbawm y Ranger 1984). Rivera depositó la custodia de la herencia ancestral en las comu-
nidades rurales o semirurales del país. Este argumento se expresa plásticamente con el color
de la piel, en la recreación de expresiones espirituales y tradicionales, así como en el trabajo
artesanal. Es posible leer esta construcción social que identifica plenamente las actividades de
los indígenas del pasado y el presente a partir de la comparación de las imágenes del primer
tramo mural de su Historia de México (1929) en el Palacio Nacional, con los tableros del trabajo
y las fiestas en la SEP, donde se distinguen celebraciones y rituales como la danza del venado,
la fiesta del maíz, el día de muertos, la danza de los listones, etc. Estas representaciones afian-
zan el imaginario de un “México eterno” en el que, desde tiempos inmemoriales, los indíge-
nas han desempeñado actividades artísticas y agrícolas. Por ello, la expectativa en el México
posrevolucionario es que estos grupos sociales cumplan ad infinitum con el destino social
determinado por la “tradición ancestral”. Es decir, la imagen del indígena en representaciones
nacionalistas suele mostrar dos alternativas: artesanos y/o campesinos. Con ello se empalma
al pasado con el presente y se demarca la expectativa social, política y económica posible
para este grupo social. Esta demanda de representación de un grupo social dificulta e incluso
impide la expresión de otras formas de identidad colectiva y personal.
En 1928, después de viajar a la Unión Soviética, Rivera regresó a seguir pintando en la
SEP donde creó conjuntos murales que exponen el proceso revolucionario obrero y agrario. En
esta serie de paneles se valió del género musical del corrido como modelo de narrativa visual.
En la parte superior de los tableros correspondientes al corrido de la revolución agraria pode-
mos encontrar figuras de serpientes que claramente aluden al pasado indígena. El movimiento
ondulante implicado en el cuerpo de los reptiles corrobora la dinámica teleológica que Rivera
imprimió a sus visiones de transformación en el campo. La omnipresencia de estos animales
simbólicos que remiten a la mitología mesoamericana señala también las corrientes subterrá-
neas que nutren la identidad de las comunidades indígenas del campo. Debe agregarse que
el corrido de la revolución proletaria prescinde por completo de serpientes porque Rivera no
identifica a los obreros ni con los indígenas ni con el pasado antiguo ni con el pensamiento
mítico. Al contrario, la revolución obrera apunta únicamente hacia el futuro y a la vanguardia
progresista que, a partir de 1929, tendrá preeminencia en el discurso político de Rivera. A su
vuelta de la Unión Soviética, el artista se alineó a la directriz ultraizquierdista asumida en
1928 por el Partido Comunista de México. Ese año, la unidad del partido entró en crisis a raíz
del viraje ultraizquierdista promulgado por el VI Congreso de la Comitern en el que se ubicó
al peor enemigo del comunismo en el ala izquierda de la social democracia. Los comunistas

293
Imagen 7. Fragmento del mural México antiguo en Palacio Nacional, 1930

Imágenes 8 y 9. Tableros murales en la Secretaría de Educación Pública

294
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera

mexicanos desconfiaron del reformismo gubernamental impulsado por Plutarco Elías Calles
y, mediante acusaciones de “oportunista de derecha” o “de izquierda”, tomaron distancia de
De Negri, Tejeda y de otros aliados dentro del gobierno; también expulsaron de sus filas a
Úrsulo Galván y a la mayoría de los miembros de la Liga Nacional Campesina, entre ellos
Diego Rivera, Luis G. Monzón y Enrique Flores Magón. Después de 1929, los comunistas
del partido renegaron de Diego Rivera y lo convirtieron en el blanco predilecto de ataques
virulentos.9

Conclusiones

Cuando nos preguntamos acerca de la contribución de las imágenes artísticas a la represen-


tación de identidades sociales y categorías políticas en México es imprescindible abordar el
legado visual de Diego Rivera. El campesino imaginado por el artista se caracteriza por su
ambivalencia: moderno y tradicional, armado pero apacible, comunista y revolucionario. De
ahí que las figuraciones del habitante rural se acompañen de atributos tomados de la antigüe-
dad arqueológica y mítica y de referencias a tradiciones y costumbres, así como de artefac-
tos modernos y paisajes moldeados según utopías progresistas, con grandes presas y extensos
campos cultivados. Estas complejas imágenes concebidas por Rivera jugaron un papel funda-
mental en la forja del “campesino revolucionario”.
Mientras que las visiones de Rivera de una modernidad agrarista no trascendieron la
década de los treinta, sus recreaciones del “México eterno” fincado en la antigüedad indí-
gena se mantuvieron a lo largo de su obra y gozan de enorme éxito. Las representaciones de
campesinos definidos por una continuidad pasado-presente-futuro –ligados a las tradiciones
y costumbres ancestrales y al mismo tiempo, proyectados hacia la modernidad y el progreso–
calarán hondo en el imaginario del repertorio de identidades sociales mexicanas y la expec-
tativa que se tiene de cada una de ellas. La pervivencia y divulgación de las imágenes de los
primeros murales de Rivera quedó asegurada gracias al reconocimiento cultural del estado
nacional. Las pinturas han alcanzado un público amplio gracias a los procesos de reproduc-
ción en libros y revistas de difusión nacional como la revista oficial del cardenismo El Maestro
Rural que salió a la luz pública en 1934. De este modo, ciertas escenas y personajes se convir-
tieron en íconos del imaginario colectivo.
Podría pensarse que la invención del campesino posrevolucionario zanjaría una larga
historia de exclusión de las comunidades rurales en el pensamiento nacionalista; sin embargo,
como toda representación social configurada desde un poder hegemónico, los “campesinos

9 La exposición más detallada de la “traición” de Diego Rivera al PCM y las razones de su expulsión la desarrolló Joseph Freeman
(bajo su alias Robert Evans) en el artículo “La pintura y la política: el caso de Diego Rivera” (New Masses, enero de 1932 citado
en Azuela (1985). También se trazan los avatares de la relación entre Diego Rivera y el PCM en González Mello 1999).

295
Itzel A. Rodríguez Mortellaro

imaginados” están lejos de brindar una imagen “real” de la situación vital, socioeconómica y
política de los habitantes y trabajadores rurales en México. El campesino imaginado sufrirá
metamorfosis en distintos espacios. Las reformas emprendidas por el gobierno de Lázaro
Cárdenas inauguraron una nueva época en la representación de las “clases proletarias”, que
se subordinarán a discursos de unidad nacional, especialmente a partir de la creación de la
Confederación Nacional Campesina en 1938. En décadas subsiguientes también se genera-
rán visiones comerciales de los campesinos, con un sesgo sentimental y folklórico que anula
completo un carácter proactivo y suele recurrir a una estética star system, por ejemplo, en la
industria cinematográfica –películas como María Candelaria– y en la obra producida por
Jesús Helguera para los calendarios de la editorial Galas de México.
A finales de los años noventa del siglo XX en Chiapas la noción de “campesino revo-
lucionario” dio un giro a partir de imágenes producidas para pinturas murales plasmadas en
comunidades afines al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que irrumpió como fuerza
beligerante en la escena nacional en enero de 1994. En estas pinturas el ícono incontrovertible
es Emiliano Zapata, aparece el indígena con pasamontañas –que impugna la iconografía tra-
dicional– y continúa apelándose al vínculo indisoluble del indígena con la naturaleza vegetal
y una espiritualidad expresada a través de narrativas míticas. Cabe aclarar que estas obras,
en su mayoría ya destruidas, generalmente no fueron planeadas y realizadas por habitantes
indígenas de las comunidades sino por personas –mexicanos y extranjeros– que arribaron al
estado de Chiapas a raíz del movimiento político.
¿Dónde encontrar imágenes que refuten los lugares comunes de los imaginarios nacio-
nalistas u otras visiones extrañas o deformadas de las identidades campesinas? La respuesta se
encuentra en las creaciones de artistas indígenas contemporáneos originarios de distintas pobla-
ciones mexicanas. Entre ellos se encuentran Ana Hernández, Darío Canul, Noé Martínez,
Martha López, Francisco Huaroco, Ariel Paneda, Francisco Rosas, Ángel Pahuamba.10 En sus
obras reflexionan en torno a sus identidades personales y colectivas a partir de realidades coti-
dianas: distintos tipos de violencia, migración, transculturación, tradición y formas de vida
como el trabajo agrícola. La importante diversidad de expresiones artísticas nos previene de
recurrir a nociones estereotípicas, pero puede decirse que todos ellos comparten dos aspiracio-
nes: un deseo de distanciarse de “narrativas nacionales” y la necesidad de mostrar en sus obras
una identidad propia, fruto de historias de vida –individual y colectiva– y del reconocimiento
de la diversidad cultural en México.

10 Algunos de estos artistas indígenas presentaron su obra en la exposición “Los huecos del agua” en el Museo Universitario del Chopo
durante 2019; otros, pertenecen al colectivo Ch’erani, del pueblo de Cherán en Michoacán, que se organizó a raíz del movimiento
comunal de 2011. La exposición “Cherani, empoderamiento de la propia identidad” se presentó en el Centro Cultural Clavijero en
Morelia, de noviembre 2019 a febrero de 2020.

296
Pasado indígena y campesinado en la pintura mural de Diego Rivera

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298
EL USO DEL NÁHUATL, ¿PATRIMONIO ÉTNICO ACECHADO?
Desigualdades sociales, relaciones de poder y racismo
en una zona del México rural marginal1

Rita Jiménez2
Sergio Zendejas

En el año 2010 visité por primera vez una pequeña y apartada localidad rural de un municipio,
de la llamada Huasteca potosina, conocido por la pobreza de la mayoría de sus habitantes,
la agreste exuberancia semitropical de sus paisajes, sus caminos de difícil acceso y un gran
número de localidades humildes, cuyos pobladores son identificados como “indígenas”, “indi-
tos” o “gente de comunidades” por las elites empresariales radicadas en la cabecera municipal,3
aberrantemente engalanada con un castillo –sí, un excéntrico castillo que imprevistamente se
estaba volviendo una atracción turística.4
En esa ocasión y cuando regresé pocos años después para hacer mis primeras tempo-
radas de trabajo de campo –entre 2011 y 2016 –, pensaba que iba bien armada con una serie de
ideas –muy arraigadas dentro y fuera de universidades– sobre ciertas especificidades acerca
de la mayoría de los indígenas del país.5 Sobresalían su pobreza, el apego a su identidad étnica
y el consecuente uso de sus respectivas lenguas como patrimonio valorado y defendido. Pero
no tardé en llevarme importantes sorpresas al respecto.
Los casi 600 pobladores de Pilateno eran más pobres y vivían en condiciones más pre-
carias de las que yo había imaginado, respecto de las que yo conocí en la Ciudad de México
y de las que poco después descubriría entre las elites de la cabecera municipal, Xilitla –del
municipio homónimo–. En contraste con los restaurantes y hogares de dicha cabecera, en sus

1 Agradecemos mucho los comentarios de Hernán Salas (UNAM) que nos ayudaron a mejorar el texto.
2 Ambos autores adscritos a El Colegio de Michoacán-Centro de Estudios Rurales.
3 El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social calificó al municipio de Xilitla con un alto índice de pobreza
y rezago social, al menos desde 2015 (Coneval 2018). La Encuesta Intercensal del Instituto Nacional de Geografía y Estadística de
2015 estimó que 66% de la población se auto-adscribía como indígena (nahua, y en menor medida teenek), pero sólo 42% hablaba
alguna lengua indígena (INEGI 2015).
4 Aunque ambos autores diseñamos y escribimos conjuntamente este texto, decidimos redactarlo principalmente en primera per-
sona del singular, en torno a Rita Jiménez. Sin embargo, en algunos pasajes recurrimos a la primera persona del plural, “nosotros”,
para subrayar algunos resultados de nuestra estrecha y sistemática colaboración desde que, asesorada por Sergio, la maestra Jiménez
ingresó al programa de Maestría en Estudios Rurales en 2014. Es decir, aquí empleamos “nosotros” como sinónimo de “Sergio y
yo, Rita”.
5 Realicé trabajo de campo en 2011 y 2012 para la licenciatura, en 2015 y 2016 para la maestría, y en 2017 y 2018 para el doctorado.

299
Imágenes 1 y 2 . Casas en Pilateno. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018

300
Imagen 3. Casas en la exuberante vegetación y terrenos accidentados. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018

Imagen 4 . El castillo de Edward James en las afueras de Xilitla. Tomada de Google Images, fecha de acceso el 8 de
agosto de 2019

301
Rita Jiménez y Sergio Zendejas

propias mesas y cocinas, las tortillas, refrescos, sopas de pasta y frijoles eclipsaban a la carne y
a la leche, ambas infrecuentes. Servicios públicos y obras de infraestructura, tan básicos como
agua entubada en las casas, drenaje, alumbrado público, banquetas, recolección de basura,
etc., eran privilegios de otros, en la cabecera municipal, en ciudades a las que emigraban como
trabajadores asalariados –principalmente Monterrey y Ciudad de México–, en las populares
imágenes de novelas y otros programas televisivos.

Alternancia del náhuatl y el español: prácticas y condiciones

Si bien el náhuatl predominaba en las conversaciones entre los pobladores de Pilateno y con
otros hablantes del náhuatl o nahuatlatos, no todos, ni siempre lo usaban; frecuentemente
lo alternaban con el español o, según algunos decían, “la Castilla”, al grado que, después de
ocho años, no conocí a ningún monolingüe entre ellos. En el poblado asistí tanto a reuniones
caseras o vecinales en las que la comunicación verbal fue exclusivamente en español, como a
otras donde mi vocabulario en náhuatl, incipiente y fragmentario, me resultó insuficiente.6
Empero, sus decisiones para usar una lengua o la otra no estuvieron libres de condicio-
namientos, oportunidades, presiones o conflictos. En 2015 y 2016 empezó a llamar mi atención
que en algunas situaciones y momentos determinados usaran exclusivamente el náhuatl y, en
otras, el español para comentar entre ellos los programas de televisión y en sus relaciones con
clérigos, empleados de ONG y con quienes más interactuaban fuera de Pilateno.
Dentro y fuera del poblado había espacios específicos donde, en ciertas situaciones
recurrentes, alternar el uso de esas lenguas les resultaba mucho más difícil o hasta arriesgado
que en otros. Así, mientras la preeminencia de una de las dos lenguas era objeto de disputa en
algunos de sus hogares, en otros espacios predominaba abiertamente el uso de una de ellas.
El español había imperado con los profesores en las escuelas en Pilateno, al igual que con los
llamados “rancheros”, otros empresarios y demás pobladores de Xilitla, la cabecera munici-
pal.7 Sin embargo, a su vez, los pobladores de Pilateno habían impuesto el náhuatl en ciertos
momentos de sus asambleas ejidales, las que incluían a vecinos monolingües hispanohablantes.8

6 Los residentes de las pequeñas localidades rurales vecinas hablaban solamente el castellano e identificaban como nahuas a los de
Pilateno. En 2010, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) censó 594 habitantes en este poblado y 52 062 en el
municipio (INEGI 2010).
7 En lo que sigue usamos Xilitla para referirnos a la cabecera municipal, salvo aclaración diferente.
8 Rescatamos la propuesta sociolingüística de Blom y Gumperz (2000) –y algunos aspectos que comparte con Hill (1985)– para
nuestra interpretación de los valores atribuidos a la alternancia entre esas dos lenguas por los habitantes de Pilateno y para nuestro
análisis de los vínculos entre esa alternancia y la ubicación social de dichos hablantes en condiciones sociales que han facilitado o
dificultado dicha alternancia.

302
Mapa 1. Municipio de Xilitla en la región Huasteca potosina, 2019

Diseño: Rita Jiménez y Sergio Zendejas. Elaboración: Jairo Melo.


Fuente: Conabio 2004 , 2005.

Después de abonar un poco sobre esta complejidad, nos enfocaremos en dos de estas
situaciones frecuentes de predominio del náhuatl o del español, claramente contrastantes,
para interrogarnos sobre lo que estuvo y podría seguir en juego con la alternancia lingüística.
Procedemos así para preguntarnos sobre los sentidos que el uso del náhuatl podría tener como
patrimonio indígena, como sustento y resultado de reivindicaciones identitarias, para quiénes,
en qué condiciones y según quiénes.
Al convivir con algunos grupos domésticos en Pilateno, presencié fuertes fricciones en
torno a la enseñanza del náhuatl a los más pequeños. Era común encontrar hogares donde los
abuelos cuidaban a los nietos, mientras los padres emigraban en busca de trabajo asalariado a
zonas del país donde el español predominaba casi en absoluto.9 En estos hogares eran comunes
las disputas entre padres y abuelos porque muchos de los primeros no querían que sus hijos
siguieran hablando el náhuatl, mientras que los abuelos se rehusaban a hablar “la Castilla” en

9 La gran mayoría de migrantes permanecían tres meses o más fuera de la localidad –tiempo mínimo de un contrato para trabajar
como jornaleros agrícolas en el norte del país–. Incluso, quienes trabajaban en la Ciudad de México y Monterrey visitaban a sus
hijos solamente una o dos veces al año.

303
Imagen 5. Abuela acompañando a sus nietos en Pilateno. En primer plano, doña Josefina y sus nietos, a quienes ha
criado desde recién nacidos porque su hija trabaja en Monterrey. Archivo personal de Rita Jiménez, 2016

el ámbito doméstico. Es más, conocí un par de grupos domésticos que habían adoptado por
completo el español en su cotidianidad hogareña. Pero, como la mayor parte de sus vecinos
les hablaba en náhuatl, aunque les respondían en castellano, se veían obligados a mantener el
náhuatl y enseñarlo a sus hijos, aunque sólo fuese para que lo entendieran.
Por su parte, el español había predominado en la educación escolarizada en las tres
escuelas asentadas en Pilateno; todas ellas, públicas –una preescolar, una primaria y una tele-
secundaria–. Aunque sólo en la primaria el aprendizaje del náhuatl era obligatorio, su ense-
ñanza y uso habían sido marginales respecto del español en las prácticas escolares cotidianas.10
Matemáticas, geografía y casi todas las demás materias eran enseñadas en castellano, incluidos
algunos contenidos para instruir a los niños sobre “sus” orígenes indígenas precolombinos y
“su” cosmovisión, según los libros de texto obligatorios editados y distribuidos por el gobierno.
Aunque, eso sí, les enseñaban a cantar el himno nacional en náhuatl: el nacionalismo por
delante, aunque fuese ligeramente teñido con migajas de una llamada “multiculturalidad” –de
acuerdo con su denominación gubernamental de “escuela primaria con enfoque intercultural

10 Según la Encuesta Intercensal del INEGI (2015), casi la mitad de la población (42%) hablaba una lengua indígena, pero sólo 22%
de las 170 escuelas del municipio eran bilingües, según el Plan Municipal de Desarrollo de Xilitla, 2015-2018. La Primaria Vicente
Guerrero de Pilateno dependía de la Dirección General de Educación Indígena de la Secretaría de Educación Pública Federal.

304
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?

bilingüe”. Además, aunque bilingües, no todos los profesores hablaban el náhuatl usado en
Pilateno.11

¿El uso del náhuatl como patrimonio acechado?

Ahora nos enfocaremos en dos circunstancias claramente contrastantes, una de predominio


recurrente del uso del náhuatl por “pilatenses” ante unos de sus vecinos rurales, exclusivamente
hispanohablantes, y otra situación en la que usaban únicamente el español –ante “xilitlenses”
no identificados como indígenas.12 Se trata de situaciones centradas en interacciones cara a
cara –pero no en condiciones “sociales” de igualdad, ni siquiera entre los pilatenses.13 Nos
preguntamos qué sentido tendría analizarlas como contrastantes respuestas estratégicas por
parte de “pilatenses” frente a distintos tipos de desigualdades, unas identificadas por ellos como
ventajas y, otras, como desventajas. Es decir, analizamos el uso del náhuatl como patrimonio
“acechado” porque la alternancia lingüística está mediada por una valoración cautelosa que los
“pilatenses” hacían de situaciones específicas en contextos de desigualdad.
Tales condiciones habían permitido a los pilatenses usar el náhuatl para sacar ventaja
frente a monolingües hispanohablantes, excluyéndolos así de procesos de toma de decisiones
en circunstancias específicas. Estas situaciones, en que indígenas discriminan a no indígenas,
han recibido mucho menos atención en la literatura antropológica que las opuestas –carac-
terizadas por añosas prácticas recurrentes de menosprecio, discriminación y explotación de
indígenas por no indígenas–. De cualquier forma, estas últimas prácticas habían sido tan
comunes contra los pilatenses que la mayoría prefería no hablar náhuatl, por ejemplo, frente
a los comerciantes no indígenas de Xilitla, por temor a que les subieran los precios. Tampoco
lo usaban frente a sus empleadores xilitlenses para no exacerbar los malos tratos o la exi-
güidad de las remuneraciones que, argumentaron, esos empresarios acostumbraban darles.14

11 El bilingüismo no había tenido cabida en la escuela telesecundaria, espacio radicalmente castellanizado. Los profesores eran
monolingües y afirmaban que los jóvenes debían “aprender bien el español” con la finalidad de evitar los inconvenientes, que
de no hacerlo, tendrían si decidieran migrar o continuar sus estudios en el Colegio de Bachilleres –ubicado cerca de la cabecera
municipal en un poblado no identificado como indígena.
12 Usamos las voces “pilatenses” y “xilitlenses” estrictamente como gentilicios, sinónimos de habitantes de las localidades de Pilateno
o de Xilitla, respectivamente. Problematizar los sentidos identificatorios de esas voces sería demasiado ambicioso en este texto. En
cuanto a “indígena(s)” y “no indígena(s)”, son categorías identificatorias, cuyos usos y sentidos han sido contenciosos; entrecomi-
lladas, se refieren a su uso por personas de las grupalidades estudiadas y, sin comillas, a categorías conceptuales que usamos para
nuestra problematización de esencializaciones étnicas y, en general, identitarias.
13 Condiciones “sociales”, es decir indisociablemente económicas, culturales y políticas. Además, las concebimos en términos de con-
flictivos procesos de formación “social” mutua de las grupalidades estudiadas y sus condiciones de vida (Zendejas 2018: 328-330).
14 Los varones migrantes a Monterrey y la Ciudad de México para trabajar en obras de construcción habían procedido con la misma
cautela. Sin embargo, en condiciones laborales diferentes, como jornaleros agrícolas en campos de cultivo de Sinaloa o Coahuila,
otros varones migrantes habían podido o tenido que alternar el náhuatl con el español –por ejemplo–, para comunicarse con capa-
taces hispanohablantes, para conversar con otros nahuas o para intercambiar con otros “indígenas” frases propias de sus respectivas
lenguas maternas.

305
Rita Jiménez y Sergio Zendejas

Igualmente, cuando de atención hospitalaria se trataba, evitaban el uso del náhuatl debido a
la recurrencia de lo que reivindicaron como maltratos por parte de doctores y enfermeras “si
te ven hablando la lengua”, es decir, “nawatlajtolli” o “nauatlajtoli” –según me comentó una
señora en Pilateno–.15
Entre los “no identificados como indígenas”, los más adinerados y políticamente influ-
yentes eran los llamados “rancheros”, quienes vivían principalmente en la cabecera municipal,
en sus propiedades cercanas a la plaza central y al excéntrico castillo, dos de los principales
atractivos turísticos de la zona. Los “rancheros” habían controlado el Ayuntamiento desde
hacía décadas y eran dueños de las principales empresas: hoteles, ranchos ganaderos, molinos
de café y diversos tipos de tiendas.
Desde que Xilitla fue denominado Pueblo Mágico en 2011, los “rancheros” y otros
propietarios habían contratado a españoles y estadounidenses para dirigir sus restaurantes
y hoteles, los que en general contaban con personal no indígena para atender a sus clientes,
sobre todo turistas nacionales e internacionales. Por el contrario, los “rancheros” empleaban a
“indígenas” para los tipos de trabajo peor pagados y físicamente más pesados: lavado de platos
y labores de aseo, cuidado de ganado, etc. Conocí a varias adolescentes indígenas que trabaja-
ban jornadas extenuantes como empleadas domésticas, en su mayoría únicamente a cambio
de comida y hospedaje, sin remuneración adicional.

Imagen 6. Casa de una familia “ranchera”, con amplio jardín y cancha de tenis. Archivo personal de Rita Jiménez,
2018

15 Así argumentó la sexagenaria Jovita sobre los malos tratos que las parturientas de Pilateno recibían en las clínicas de salud durante
nuestra plática en su cocina, en agosto de 2016.

306
Imagen 7. Hotel Posada Edward James en la cabecera municipal de Xilitla. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018

El confinamiento de los “indígenas” a los trabajos peor pagados y más pesados era tan
evidente como compartidas eran algunas de las “razones” para esa discriminación, según las
esgrimieron ricos y pobres “no indígenas” del pueblo de Xilitla.
En 2018, el adinerado propietario de un lujoso hotel campestre, ubicado cerca del men-
cionado castillo y de otra atracción turística en las orillas de la cabecera municipal, me dijo, “a
los indios hay que tratarlos como burros, con gritos porque, si no, no entienden”.16 Aún sin este
desdén, el argumento de que a “los indios” había que maltratarlos para que entendieran tam-
bién era compartido por quienes opinaban con aire compasivo o con cierta lástima. Así me
pareció la expresión de una vendedora en Xilitla cuando, atendiendo su improvisado puesto
callejero de comida, me comentó, “sin ofender, ni nada, no, pero yo, humilde y todo, pero,
de menos, no indita. Pobrecitos, como no entienden bien, esos [rancheros] los imponen a puras
groserías”.17 Sí, “pobrecitos” porque, para ella, era peor ser “indita” que sólo humilde.

16 Énfasis agregado por nosotros, al igual que en otras citas provenientes de mis entrevistas. El hotel, con sus 10 cuartos, 6 cabañas,
alberca, cancha de tenis y hasta una cascada, se asentaba en una amplia propiedad, junto al llamado Castillo de Edward James –en
memoria del millonario inglés que lo hizo construir.
17 Plática con esta quincuagenaria, frente al ex convento de Xilitla, en la plaza principal, en julio de 2018.

307
Imagen 8. Solar en Pilateno. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018

Imagen 9. Calle principal de la cabecera municipal de Xilitla. Archivo personal de Rita Jiménez, 2018

Más aún, algunos miembros de las elites del municipio esgrimieron supuestas “razo-
nes” no sólo para maltratar a “los indígenas”, sino también para pagarles poco, asignándoles
los trabajos que requerían mayor fuerza y resistencia física.
En 2018 conviví con uno de los arquitectos más reconocidos de Xilitla –quien comenzó
a trabajar en el municipio cuando la cabecera fue nombrada Pueblo Mágico en 2011–. Durante

308
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?

una de nuestras pláticas sobre sus aportaciones arquitectónicas al municipio, el llamado


“arqui”, sobrino de un “ranchero”, pero nacido en Tampico, me explicó por qué no pagaba
lo mismo a todos sus trabajadores. Primero distinguió entre los salarios y sueldos fijos para
los “maestros” albañiles –tampiqueños “de su entera confianza”– y el pago discrecional y a
destajo para los “chalanes” o ayudantes. En seguida introdujo otro criterio de diferenciación
–¿o de discriminación?– al referirse a los “indígenas”. Después de decirme, “eso sí, los de las
comunidades te trabajan como bestias […] Y no se cansan, aguantan hasta 12 horas seguidas
[…] pero luego, si les das [o pagas] lo que es…”, pausó para hacer una seña con la mano para
simular que bebía de una botella y, acto seguido, concluyó, “entonces, ahí calculo más o menos
de cuánto les aumento”.18
El alcoholismo no fue el único argumento que las elites esgrimieron para tratar de jus-
tificar un pago menor a quienes identificaron como “los de las comunidades” o “indígenas”.19
Entre los más adinerados del municipio también refirieron otros rasgos de lo que llamaron “su
cultura”, de su manera de ser. Una conocida residente de la cabecera municipal, y descendiente
de ricos terratenientes italianos, me comentó en 2016 que sus hijos se encontraban en Estados
Unidos porque en Xilitla los trabajos para profesionistas eran mal remunerados.20 Cuando le
comenté que quizás todos los habitantes del municipio enfrentaban el mismo problema, me
respondió que no, que ella no veía que eso fuera una preocupación para los “inditos”, porque
“por su cultura, sólo comen tortillas y frijoles”. Me explicó, además, que durante la misa, el
párroco decía que los “indígenas” se iban a ir al cielo “porque no tienen ambición” –comen-
tario hecho antes de decirme que empleaba indígenas para los ranchos de sus hijos que ella
administraba.21
Nótese el tono generalizante y atemporal de todos estos argumentos, como caracte-
rísticas inherentes de una manera de comportarse, de ser, supuestamente compartida por
todos los llamados “indígenas” y, por tanto, atribuibles a quienquiera que identificaran como
tal –hombre o mujer, joven o viejo, aquí o allá, ayer u hoy–, es decir, como pre-juicios sobre
una presunta esencia compartida; como si fuesen características naturales y, por tanto, no
producidas socialmente ni, por ende, producto de injusticias. Es decir, según “los rancheros”,
otros empresarios y demás integrantes de la elite municipal, les daban a los “indígenas” el

18 La noción de footing (Goffman 1981) nos ha servido para que nuestro análisis de este tipo de prácticas comunicativas no se restrinja
a la alternancia de lenguas y a los aspectos gramaticales de lo explícitamente dicho entre interlocutores, sino que también incluya
matices sutiles –aportados mediante ademanes, gestos, cambios de postura, de tono, volumen, ritmo, etc.– mismos que podemos
analizar como índices de cómo las personas direccionan sus identificaciones en la comunicación interpersonal, en eventos y situa-
ciones sociales determinados.
19 Sobre la identificación de ciertas personas como pilatenses, como indígenas, insistimos en reivindicaciones auto- y hetero- iden-
tificatorias porque concebimos a la adscripción identitaria (y la membresía a cualquier colectividad, “comunidad” u otra) como
construcción social, incesante y contenciosa (Zendejas 2019b).
20 La señora María Zorrilla es descendiente de los ex propietarios de la hacienda de Agua Buena, cuyas tierras incluían parte de los
terrenos del actual ejido de Pilateno. Tenía aproximadamente 50 años y su sobresaliente casa tenía una ubicación privilegiada, a
un lado de la plaza central.
21 Los ranchos se ubicaban en páramos cercanos a la cabecera.

309
Rita Jiménez y Sergio Zendejas

trato, el tipo de trabajo y los montos de remuneraciones que era necesario darles de acuerdo
con “su cultura”, con su manera de ser; es decir, no porque ellos fuesen injustos con “los de las
comunidades”, no porque ellos estuviesen contribuyendo a reproducir desigualdades entre sus
privilegiadas condiciones de vida y las de “los inditos”.
Sin embargo, algunos pilatenses también han aprovechado situaciones diferentes en las
que, en torno al ejido Pilateno, se han encontrado en condiciones de predominio frente a un
grupo minoritario de ejidatarios monolingües en español para valerse de su uso del náhuatl a
fin de conseguir y conservar privilegios respecto de ellos.22 Nos referimos a un grupo formado
por originarios de un poblado hispanohablante vecino que se integraron al ejido Pilateno en
condiciones por demás contenciosas cuando este núcleo agrario consiguió una ampliación
ejidal entre 1949 y 1950.23 Junto con sus “familias” –grupos domésticos–, esos nuevos ejidata-
rios se asentaron y fundaron la localidad Rancho Nuevo en unos terrenos ejidales de difícil
acceso desde el poblado de Pilateno.24 A partir de esta coyuntura, se produjo una diferencia
social importante entre los de “la comunidad de Pilateno” –quienes habitan el asentamiento
humano más antiguo– y “los del barrio de Rancho Nuevo”, según denominaciones de los
pilatenses.25
Varios procesos influyeron para que el control sobre la toma de decisiones en el ejido
cobrara mayor importancia y se volviera más disputado en la segunda mitad del siglo XX. Con
el crecimiento poblacional, los ejidatarios de Pilateno aprovecharon su mayoría para limitar el
acceso a los terrenos ejidales de uso común que antes habían permitido a algunos de sus veci-
nos pilatenses no ejidatarios –varones mayores de 15 años. Sin embargo, el novedoso acceso
a fondos y otros apoyos del gobierno federal desde la década de 1970 fue lo que exacerbó el
contencioso control de la toma de decisiones ejidales por los ejidatarios de Pilateno. Estos
terminaron excluyendo a los ejidatarios “del barrio” de los principales beneficios que ofrecía
el programa de apoyo al cultivo –procesamiento y venta– de café del Instituto Mexicano del
Café, creado poco antes, en 1958.26

22 Fueron siete, de un total de 84 ejidatarios a raíz de la ampliación ejidal. El ejido Pilateno fue solicitado en 1922 y dotado en 1929
por el gobierno federal según documentos del Diario Oficial de la Federación que se encuentran en el Registro Agrario Nacional
(Poder Ejecutivo Nacional 1930).
23 Una mayoría de pilatenses consideró que se trató de una invasión por pobladores del vecino Tlaletla, quienes previamente habían
sido excluidos del ejido homónimo. Por su parte, esos hispanohablantes monolingües argumentaron que esas tierras les fueron
cedidas por los ejidatarios de Pilateno en 1950, como parte de un acuerdo de palabra entre estos y autoridades agrarias, que en 1949,
habían concedido la referida ampliación ejidal sobre terrenos que, para atizarle al fuego, también habían sido solicitados por otros
ejidos, incluido el de Tlaletla.
24 Entonces, los derechohabientes del ejido Pilateno habitan en dos localidades, Pilateno en tierras bajas y Rancho Nuevo en tierras
altas del mismo ejido, separadas por una notable diferencia de altura sobre el nivel del mar y la precariedad de los caminos, de tierra
e indirectos.
25 A pesar de algunos lazos parentescos, los conflictos predominaban entre pobladores de estas localidades.
26 Además de crédito de avío, asesoría técnica y subsidio al precio de venta, el ejido obtuvo una instalación para el beneficio del café.
Esos apoyos del gobierno federal generaron un flujo permanente de ganancias, del que también fueron excluidos los ejidatarios
residentes en Rancho Nuevo.

310
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?

La preeminencia del ejido Pilateno como la principal institución de organización y


representación políticas para los residentes de ambas localidades –ejidatarios o no– y el predo-
minio de los pilatenses en este ejido han sido tales que, para varios programas de gobierno, los
“del barrio” han sido identificados como “población indígena”.

Mapa 2. Localidad de Pilateno, abajo; “Barrio” de Rancho Nuevo, casi 400 metros arriba

Diseño: Rita Jiménez y Sergio Zendejas. Elaboración: Jairo Melo.


Fuente: Conabio 2004; RAN 2018.

Diagrama 1. Pilateno y Rancho Nuevo, a poco más de un km de distancia, pero casi 400 metros más arriba. Corte
transversal en dirección suroeste-noreste, partiendo del cerro más alto que está al suroeste del ejido Pilateno, pasando
por la localidad de Pilateno, atravesando Rancho Nuevo y llegando un poco más al noreste de esta última localidad.
Diseño: Rita Jiménez y Sergio Zendejas. Elaboración: Jairo Melo.
Fuente: Conabio 2004; RAN 2018.

311
Rita Jiménez y Sergio Zendejas

La primera vez que vi reunidos a vecinos de ambas localidades fue en –agosto de–
2016, en una junta para recibir un apoyo gubernamental, conocido como Pagos por Servicios
Ambientales. En cuanto los funcionarios de dicho programa se fueron, el presidente del
Comisariado Ejidal se levantó y en español dijo que nadie se podía retirar porque se haría
la votación para escoger a los nuevos miembros del Comisariado. Posteriormente les indicó
que se acomodaran según un cierto orden. En las primeras filas se sentaron ejidatarios con
“papeles en regla” y, atrás de ellos, los ejidatarios con papeles en trámite y los representantes de
ejidatarios (principalmente viudas). La tercera sección era para propietarios de algún pedazo
de tierra comprado a algún ejidatario (con el reconocimiento de la asamblea ejidal, pero sin
el procedimiento legal correspondiente). Finalmente, la periferia fue para los “avecindados”
–donde también me senté yo–, la única presente sin derecho a voz ni voto en la asamblea.27
Después de acomodarnos así, el presidente dijo que pasaría lista y comenzaría la vota-
ción a mano alzada, sus últimas palabras en español. Al ver que la junta se estaba llevando a
cabo en náhuatl, me acerqué a una mujer “del barrio” para preguntarle si ella estaba enten-
diendo; me dijo que no, que ninguno de su localidad entendía el náhuatl, razón por la que no
estaban alzando la mano para votar. Acto seguido, discretamente me susurró, “para que vayas
viendo cómo son aquí”.28 Al final de la junta, cuando el presidente del Comisariado acababa
de cerrar la sesión, algunos varones “del barrio” comenzaron a reclamar a los miembros del
Comisariado Ejidal por qué los convocaban si nunca los tomaban en cuenta, es decir, si las
discusiones y votaciones importantes siempre las hacían en náhuatl. Es que así ha sido “desde
los antigüitos”, respondió uno de esos representantes ejidales, refiriéndose a sus antepasados,
fundadores del ejido y la localidad –como para tratar de legitimar esta práctica excluyente,
reivindicada explícitamente en nombre de sus “usos y costumbres”, según palabras de otro
ejidatario–. Una avecindada de la localidad de Pilateno me dijo que en las juntas comunales
cualquiera puede hablar, “pero de eso a que le hagan caso…”; después me explicó que a las
mujeres tampoco las tomaban en cuenta en las asambleas ejidales.29

27 Esta división responde a una compleja jerarquía, producto de añosos intentos por responder a la legislación y otras normas
agrarias gubernamentales, pero modificándolas en la práctica según sus contenciosos acuerdos sobre tierras y organización ejidales
¿Procesos de apropiación social de esa legislación? (Zendejas 1995).
28 Yo nunca supe de alguien nacido en Rancho Nuevo que hablara náhuatl.
29 Junto con su marido, Juana, de cerca de 35 años, migraba en busca de trabajo asalariado por carecer de tierras.

312
Imágenes 10 y 11. En asamblea: los de “la comunidad” de Pilateno y los del “Barrio” de Rancho Nuevo.
Fuente: Archivo personal de Rita Jiménez, agosto de 2016

313
Rita Jiménez y Sergio Zendejas

¿Qué ha estado en juego

con la alternancia estratégica en el uso del náhuatl y el español por la gente de Pilateno en sus
relaciones entre sí y con “otros” en distintas situaciones y espacios específicos? Argumentamos
que ha sido la contenciosa producción “mutua” de desigualdades sociales e identificaciones
étnicas. Veamos.
Hemos analizado “el uso del náhuatl” como parte de los procesos de formación de
identificaciones étnicas porque lo hemos concebido como entidad patrimonial, es decir, como
reivindicado contenciosamente por muchos pilatenses como identitariamente indispensable;
esto es, como parte de lo que –junto con sus tierras– no pueden arriesgarse a perder, so pena
de dejar de ser quienes han reivindicado ser.30
El énfasis puesto en la alternancia lingüística corresponde a nuestra propuesta de con-
cebir como entidad patrimonial no al náhuatl, sino a su uso en situaciones y condiciones espe-
cíficas. En otras palabras, en lugar de suponer al náhuatl como característica esencial de una
identidad nahua, presuntamente compartida por todos los pilatenses siempre y ante quien sea,
indagamos sobre su uso más o menos contencioso, alternado con el castellano, según decisio-
nes vigilantes frente a posibles riesgos y oportunidades, posibles amenazas y ventajas respecto
de la producción de desigualdades sociales entre ellos y respecto de “otros” –dentro y fuera de
Pilateno y del municipio.31
Dicho enfoque nos ha permitido analizar los aspectos estratégicos de esas decisiones de
alternancia lingüística como intentos para contribuir a o influir en la impugnación, mitiga-
ción, legitimación o exacerbación de dichas desigualdades sociales, mediante y con base en la
producción de reivindicaciones identificatorias, específicamente étnicas.
Hemos denominado “racistas” a aquellas prácticas que, apoyadas argumentativamente
en reivindicaciones identificatorias esencializantes, fueron usadas por los llamados “rancheros”
y otros no indígenas para tratar de legitimar la re-producción de desigualdades entre sus pri-
vilegiadas condiciones de vida y las de los llamados “indígenas” o “inditos”. Dichas esenciali-
zaciones les sirvieron para argumentar inferioridad cultural de estos últimos: “[…] a los indios
hay que tratarlos como burros, […] porque, si no, no entienden”; “…los de las comunidades te
trabajan como bestias […]”; además, los bajos salarios no son un problema para ellos ya que,
“por su cultura, sólo comen tortillas y frijoles”.
Sin embargo, hubo otro tipo de prácticas esencializantes y marginadoras. Nos refe-
rimos a las reivindicaciones esencializantes sobre sus propios “usos y costumbres” a las que

30 A esas entidades, relacionadas entre sí y con otras condiciones y entidades indispensables para poder acceder a, usar, usufructuar
y heredar sus “tierras” y poder usar colectivamente y transmitir inter-generacionalmente el náhuatl, las hemos conceptualizado
como entramado patrimonial, noción basada en la de entramado hereditario de Thompson (1979).
31 Esta argumentación se basa en dos propuestas complementarias de conceptualización. Una es sobre procesos de patrimonialización,
como contenciosos procesos históricos de formación mutua y perenne de entidades y sujetos patrimoniales, incluidas sus
reivindicaciones identificatorias (Zendejas 2019a y 2019b), a su vez apoyada en algunas de las propuestas de Weiner (1992), Godelier
(2009) y Ferry (2011). La otra es sobre discursos –reivindicativos– y otras formas de expresión como socialmente constituyentes o
productores y, a la vez, producidos o constituidos (Zendejas 2018: 24-25, 256-274, 337-339 y 342-346).

314
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?

recurrieron ejidatarios de Pilateno para tratar de legitimar el uso recurrente del náhuatl en las
asambleas ejidales –y otras convocadas y dirigidas por miembros de su comisariado ejidal–
para excluir a los ejidatarios no nahuatlatos de las decisiones más importantes. Nos pregunta-
mos si estas últimas prácticas también serían “racistas” –debido a que, con ellas, ha estado en
juego la legitimación de desigualdades sociales, en este caso, a favor de ejidatarios pilatenses
–de sus familiares y otros vecinos. Sin embargo, discutimos que no; aunque discriminatorias,
no han sido racistas porque no han estado apoyadas en argumentos de una presunta inferiori-
dad cultural de sus vecinos de Rancho Nuevo.

Uso estratégico del náhuatl:


decisiones contenciosas en condiciones de desigualdad.
Implicaciones analíticas sobre identidad étnica, patrimonialización y racismo

En este apartado posicionamos nuestra propuesta de análisis respecto de cuatro discusiones


interrelacionadas.
En primer lugar, concordamos con una crítica, impulsada por Muehlmann (2008), a
un cuerpo de la literatura en antropología lingüística que ha esencializado a la lengua (indí-
gena o no) como repositorio cultural de poblaciones hablantes de la misma.32 Sin embargo, a
diferencia de los resultados etnográficos de Muehlmann –sobre la oposición burlona de algu-
nos cucapá de Baja California, México, a hablar “su” lengua para satisfacer exigencias guber-
namentales para acreditar su indigeneidad y así poder ser beneficiarios de ciertos programas
orientados por políticas multiculturales– nuestra posición amplía esa crítica en dos sentidos.
Además de poner énfasis en el carácter contencioso del uso y la enseñanza-aprendizaje del
náhuatl entre los pilatenses, inclusive entre parientes, subraya el carácter estratégico de sus
decisiones para alternar su uso con el español.
A su vez, esos aspectos de nuestra propuesta se basan en una crítica a enfoques que
atribuyen determinadas características culturales a priori a ciertas poblaciones, pensándolas
como “comunidades indígenas” homogéneas, según su asociación con ciertos marcadores
identitarios y una ubicación estructural que supuestamente les son esenciales, independiente-
mente de circunstancias interaccionistas o coyunturales en espacios específicos.33 Además de
su identificación con “su” lengua, nos referimos a cómo los indígenas han sido predominan-
temente concebidos en amplios cuerpos de literatura antropológica y, en general, de ciencias
sociales como exclusiva o esencialmente subordinados y víctimas. Por eso, además de posi-
cionarnos críticamente respecto de la preeminencia de múltiples y profundas desigualdades
32 Harrison (2007), Nettle y Romaine (2000) y Meza (2012) son ejemplo de dicha literatura esencializante.
33 Molina Enríquez (2016) y textos antropológicos ampliamente influyentes, como Redfield (1930), Gamio (1916, 1922) y Bonfil
(1987), son destacados ejemplos de ese tipo de análisis generalizador y homogeneizante sobre poblaciones indígenas en México.
Nuestra posición al respecto se basa en posiciones críticas de nociones de cultura como totalidad unitaria y coherente (Gupta y
Ferguson 1997; Zendejas 2008: 113-126) y en particular, Comaroff y Comaroff (1992) sobre la producción de esencializaciones
como parte de los procesos históricos de formación de etnicidad.

315
Rita Jiménez y Sergio Zendejas

entre los pilatenses y las elites del municipio, hemos puesto énfasis en la imposición del uso
del náhuatl por ejidatarios pilatenses en momentos clave de asambleas ejidales para forjarse
una ventaja a costa de los ejidatarios sólo hispanohablantes, no auto- ni hetero-identificados
como indígenas.
Por su parte, nuestro énfasis en contenciosos aspectos discursivos de reivindicaciones
patrimoniales representa un posicionamiento crítico sobre el predominante estudio de inicia-
tivas patrimoniales o de patrimonialización realizadas por ciertas instituciones o colectivida-
des, concebidas como entes actuantes unitarios, sin indagar sobre desacuerdos o conflictos
entre sus integrantes o presuntos representados.34 Además, salvo excepciones (p. e., Periáñez
2019; Hernández Ramírez 2017; Ferry 2011 y otros de sus textos), lo que menos ha abordado
esta literatura es el análisis de los mencionados aspectos discursivos.
Finalmente, en lugar de raza, como sustantivo –lo que invitaría a definir lo que es, es
decir, sus características esenciales–, nos hemos referido a un racismo socioespacial e histórica-
mente específico, como “entramado” de argumentaciones ideológicas y otros tipos de prácticas
para tratar de legitimar acciones discriminatorias, marginadoras y excluyentes contra quienes
han sido identificados como indígenas mediante reivindicaciones de inferioridad biológico-
cultural. Esa noción de entramado remite a la formación mutua de diferentes desigualdades
sociales –de las que aquí hemos referido, las de clase social, género y generación.
En cuanto a las especificidades del racismo predominante respecto de los pilatenses
durante el periodo de análisis, un reto pendiente, o pista para otras investigaciones, es analizar
críticamente su carácter ideológicamente encubierto (Segato 2006: 3; Zavala y Backes 2017:
12-13). A diferencia de otros países y periodos (la Alemania nazi, la Sudáfrica del Apartheid,
los Estados Unidos antes de los setenta y durante el periodo presidencial de D. Trump, etc.),
en el México posrevolucionario ha predominado la ausencia de argumentos explícitamente
racistas en “ámbitos masivamente públicos” que hayan sido normados y promovidos declara-
damente por instituciones y programas gubernamentales y/o privados. Por el contrario, ahí ha
prevalecido una tensa coexistencia; por un lado, la producción de reivindicaciones ideológico-
nacionalistas sobre mestizaje (con instituciones y programas correspondientes) y, desde los años
de 1990, sobre multiculturalidad que, entre otros aspectos, han pregonado la diversidad de len-
guas “indígenas” como patrimonio lingüístico de México y orgullo nacional;35 por otro lado,
la creación de entramados de profundas desigualdades que, en general, han sido mucho más
desfavorables para los identificados como indígenas (El Colegio de México 2018; Oxfam 2019).

34 Los ejemplos abundan, tanto sobre declaratorias gubernamentales o de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para que ciertas edificaciones, objetos o prácticas cognitivas sean resguardados como patrimonio
–y para su “consumo” turístico–, como sobre investigaciones sobre los efectos de esas declaratorias y de la aplicación de sus
normatividades entre distintas poblaciones (Ayala 2014; Díaz 2012; Mitidieri y Rocha 2019) o, por otro lado, estudios críticos de
esas iniciativas, sobre la resistencia o reacción opositora de ciertas grupalidades (Hale 2005; Flores 2016) y su organización “desde
abajo” para una gestión de su uso y protección o resguardo –p. e., el influyente enfoque de Linck (2011, 2012).
35 Baste leer las consideraciones de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (Cámara de Diputados 2018)
y considerar el surgimiento de mensajes gubernamentales en televisión sobre dicha pluralidad de lenguas desde el inicio del siglo
veintiuno.

316
El uso del náhuatl, ¿patrimonio étnico acechado?

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bre de 2019).

320
POLÍTICAS ALIMENTARIAS Y ALTERNATIVAS DE DESARROLLO
CONTRADICCIONES DEL DESARROLLO EN MICHOACÁN

Lucie Crespo Stupková1

Desde un enfoque macroeconómico y apoyados en estadísticas, en este capítulo miramos


“desde arriba” al estado de Michoacán –abundante en recursos naturales y escaparate de logros
de las políticas neoliberales aplicadas al campo. Michoacán es el primer estado agroexporta-
dor, el más productivo y el que más divisas aporta al sistema financiero mexicano. Además, es
un estado que ofrece trabajo a miles de jornaleros locales y llegados de otros estados; hombres
y mujeres; indígenas y mestizos.
La especialización en los cultivos de berries y aguacate se ha visto como pivote que
transformaría del sector agrícola y que ayudaría a disminuir la migración y la pobreza. Tanto
en los discursos políticos como en los académicos se recrea la idea de que los cultivos exporta-
bles “modernizarán al campo y nos llevarán al desarrollo”. Contra esa visión y al lado de aca-
démicos y organizaciones campesinas que cuestionan el enfoque modernizador, recordamos
con Arturo Escobar la creencia equívoca de que:

La clave para reproducir en el mundo entero las características de las sociedades avanzadas (altos nive-
les de industrialización y urbanización, tecnificación de la agricultura, rápido crecimiento de la pro-
ducción material y los niveles de vida, y adopción generalizada de la educación y valores “modernos”)
era una juiciosa combinación de capital, conocimientos expertos y tecnología (Escobar 2014: 26).

La duda que nos motivó a profundizar en temas de agricultura y el desarrollo es la


siguiente: ¿sienten los michoacanos este progreso a la hora de comer, de dormir, de salir a
la calle? O, como dicen los críticos, ¿el modelo de desarrollo es excluyente, depredador, profun-
diza la desigualdad, alimenta la violencia y limita la soberanía alimentaria de los pobladores?
¿Los generosos recursos naturales son, al final, una bendición para pocos y una maldición para
la mayoría? ¿Estamos presenciando un fenómeno de “maldición de los recursos naturales”
que se manifiesta de tal forma que la explotación agrícola fomenta una distribución muy des-
igual del ingreso, concentrando la riqueza en pocas manos y multiplicando grupos humanos
marginados?

1 Científica por México adscrita al Centro de Estudios Rurales, El Colegio de Michoacán.

323
Lucie Crespo Stupková

Sostenemos, que la abundancia de recursos naturales, aunque intensamente activada


por medio de la agricultura para exportación, no asegura un mejor nivel de vida para los habi-
tantes. Entre huertas de aguacate cercadas y grandes superficies plastificadas muchos empie-
zan a extrañar “su” tierra.

Medio físico

El estado de Michoacán tiene condiciones bioclimáticas muy diversas y favorables para la acti-
vidad agrícola, tanto para la producción de granos (región Bajío) como para las frutas tropi-
cales (región Costa del Pacífico). Para la agricultura son cruciales los recursos naturales, sobre
todo, agua y suelo. Sin embargo, desde una visión funcional, la agricultura se desarrolla dentro
de un sistema socioambiental, donde el aspecto social es importante porque “las organiza-
ciones socioeconómicas locales intervienen en los procesos de producción, en los modos de
valoración de los recursos, y también en la construcción del valor simbólico de los productos
y la evolución de las representaciones de los consumidores. Dicho valor está acompañado de
procesos de patrimonialización que influyen fuertemente sobre los actores mismos” (Fournier
y Muchnik 2012: 134).
Las zonas climáticas van desde seco y semiseco (15% de la superficie en el noroeste del
estado y la depresión del Balsas y Tepalcatepec), templado subhúmedo (29%, Eje Neo volcá-
nico en el norte), cálido subhúmedo (55%, en el centro y sur-costa) hasta una pequeña pero
importante zona de clima templado/cálido húmedo (regiones altas del Eje Neo Volcánico,
donde se concentra la producción de aguacate). La temperatura media anual es de 20°C y la
precipitación media es de 850 mm (con lluvias desde junio hasta septiembre). La agricultura no
sólo depende del temporal, sino que existen ríos (Lerma, Balsas, Tepalcatepec, Duero), lagos y
lagunas (Cuitzeo, Pátzcuaro, parte sureste del lago de Chapala), así como presas (Infiernillo,
La Villita y Tepuxtepec) e infraestructura de riego (pozos, bombeo, ductos, canales y vados).
Los suelos más comunes en Michoacán son los luvisoles, andosoles y vertisoles. Los luvi-
soles representan 21% de la entidad y se distribuyen en montañas y lomeríos de la Sierra Madre
del Sur y el Eje Neovolcánico. En planicies pueden ser altamente productivas, sin embargo,
con pendientes mayores a 15 grados se degradan fácilmente por la erosión, lo que representa
riesgos para las huertas de aguacate en terrenos deforestados. Los andosoles cubren 15% de
la superficie del estado, específicamente en lomeríos y montañas, y en menor proporción en
planicies y valles. Funcionan como una esponja que absorbe el agua y la libera lentamente
para alimentar los acuíferos, lo que evita la erosión hídrica. Se utilizan para producir aguacate,
sorgo y maíz, sin embargo son sensibles a la degradación por el cambio de cubierta vegetal
de bosque a pastizal. Los vertisoles son de color oscuro, muy pesados, con alta proporción de
arcillas expandibles (pegajosos en la época de lluvias, duros y agrietados en el estiaje). Abarcan
17% de la superficie, sobre todo en las partes bajas, planicies y valles (Bautista e Ihl 2016).

324
Contradicciones del desarrollo en Michoacán

Fundamentos económicos, históricos y geográficos de la maldición de los


recursos naturales

El concepto de la maldición de los recursos naturales, como una relación negativa entre el
crecimiento económico y la dotación en recursos naturales, ha sido descrito por Auty (1993,
2001, 2007), Rodríguez y Gómez (2014), Campo y Sanabria (2013), Morales-Torrado (2011) y
Sachs y Warner (1995, 2001). Los últimos lo definen así: “economías con mayor abundancia de
recursos naturales crecen en forma lenta en comparación con economías con menor dotación
de recursos naturales”. “La maldición de los recursos naturales” radica en que éstos no se dis-
tribuyen de manera uniforme en el espacio, sino que están concentrados en ciertas zonas, lo
que puede ser un incentivo de guerras civiles y separatismo. Además, si se trata de un producto
de alto valor y es fácil controlar su acceso (oleoducto, gaseoducto, mina), eso invita al robo y
corrupción (Diamond 2016).
La maldición de los recursos naturales se manifiesta también en que su explotación
genera una gran cantidad de dinero, pero es para pocas personas. Los efectos negativos son
los siguientes: a) regionalmente suben precios, b) otros subsectores no pueden competir contra
el sector generador de riqueza, c) no se diversifica la producción, d) existe un desplazamiento
de la mano de obra del sector manufacturero (secundario) al de recursos naturales (primario)
y a servicios (terciario) y e) no se invierte en educación. En el caso de que los precios de los
productos exportados desciendan por falta de demanda o por una mayor oferta, eso provoca
una disminución drástica del Producto Interno Bruto (PIB) regional y una desestabilización
económica debido a la baja diversificación de las actividades productivas.
Los recursos naturales de los cuales estamos hablando en este capítulo es el suelo fértil
y agua limpia. Estos se activan a través de la agricultura, no es posible producirlos, se consu-
men conjuntamente y no existe un mercado ni un precio como tal. En economía son califi-
cados como bienes comunes impuros, lo que significa que el consumo de un individuo limita
el consumo del otro; y son excluyentes porque puede impedirse su consumo al que no tiene
derecho o no paga el acceso. Existen varias teorías económicas que tratan de resolver como
aprovechar estos recursos sin su menoscabo y sin efectos colaterales negativos (externalidades)
como la contaminación o daños a la salud. Por un lado, Pigou (1920) propone que el Estado
debe aplicar un sistema de subsidios (a los que actúan de manera responsable y no dañina) y
multas (cuando se produce contaminación o daños), y así estimular a los actores económicos
para adoptar comportamientos en beneficio de la sociedad y el medio ambiente. Por otro
lado, Coase (1960) sostiene que la actuación del Estado debería ser solamente en forma de una
precisa definición de los derechos de propiedad, el resto, dentro de un Estado de derecho, lo
resolverá el mercado. Cabe señalar que en México no se ha aplicado de manera funcional ni
una de las dos propuestas teóricas.
De manera global, podemos apreciar que existen regiones con grandes riquezas natu-
rales pero pobres y atrasadas por causas históricas y geográficas. La influencia histórica de la

325
Lucie Crespo Stupková

agricultura en el desarrollo de la sociedad es enorme: representa alrededor de la mitad de la


variabilidad de las diferencias de renta per cápita entre países (Diamond 2016). La agricultura
se ha desarrollado principalmente en nueve regiones del mundo que tienen plantas y animales
domesticables y donde han florecido ciudades, escritura, herramientas metálicas, instituciones
complejas y sociedades de Estado. El desarrollo económico de los países que crearon insti-
tuciones estatales desde tiempos pasados, aun en el caso de que entraran en la modernidad
siendo pobres, ha sido mucho más rápido que el de aquellos con una historia de la estadidad
corta, aunque con mayores recursos naturales. Sólo con el recurso de la ayuda extranjera, es
difícil compensar los resultados de miles de años de desarrollo desigual. La geografía jugó
también un papel importante, así por ejemplo, una salida al mar o río navegable ayudó en la
expansión de una mayor variedad de plantas y animales domesticables, porque el transporte
marítimo es siete veces más barato que el terrestre (Diamond 2016).
México es una de las nueve regiones con gran variedad de plantas domesticables: maíz,
frijol, tomate, chile, calabaza, cacao, vainilla, amaranto, aguacate, etc., y a pesar de que no
disponía de animales domesticables, cumplía con las dos características que lo predestinarían
al éxito: larga historia de agricultura y una geografía favorable. Sin embargo, el actual atraso
de México hace evidente que hubo otros factores que influyeron. Según Acemoglu, Johnson y
Robinson (2005) existen diferentes pautas de la colonización europea y la forma como influyó
en el desarrollo actual de los países. Cuando los europeos comenzaron a expandirse hace 500
años, encontraron países con densa población indígena y con recursos naturales que podrían
explotarse, como México. En este caso no se asentó un gran número de europeos como agri-
cultores o ganaderos independientes, sino solamente unos pocos como gobernadores, solda-
dos, sacerdotes y mercaderes. Estos aprovecharon de la riqueza natural y la mano de obra de
los indígenas, lo que trascendió en instituciones corruptas y basadas en explotación. Mientras
que, si los europeos no encontraban mano de obra que esclavizar ni demasiados recursos que
extraer se asentaron en mayor número y dispuestos a trabajar para sí mismos, con instituciones
democráticas de corte europeo para gobernarse; por ejemplo en Estados Unidos y Australia
(Diamond 2016).

Exportaciones agrícolas

Según la teoría del comercio internacional de Heckscher-Ohlin y Stolper-Samuelson, los países


exportan los productos dependiendo de los factores de producción en los que son abundantes.2
Con la apertura al intercambio internacional y el cambio de las políticas estructurales (sobre

2 Los factores productivos son principalmente tres: trabajo, tierra y capital (algunos economistas contemporáneos añaden también
las tecnologías). Los productos agrícolas que exporta Michoacán son demandantes en mano de obra (cosecha manual de berries y
de aguacates), la cual es abundante y barata.

326
Contradicciones del desarrollo en Michoacán

todo liberalización del mercado de tierra, de las leyes laborales y fiscales), México logró una
especialización agropecuaria internacional. Esto fue posible al activar los recursos naturales
y humanos que no se estaban explotando: tierras de propiedad comunitaria, tierras baldías,
agua subterránea, mano de obra empleada en la agricultura de subsistencia y con muy baja
productividad. El crecimiento del volumen exportado consistió en ganancias en productivi-
dad, no por mejoras tecnológicas, sino por el traslado de mano de obra sin costo a actividades
intensivas en trabajo (Puyana 2017). En el caso de Michoacán se trató sobre todo de la activa-
ción de la población rural, tanto masculina como femenina, como jornaleros agrícolas en las
huertas de aguacate, plantaciones de berries e invernaderos.
Puyana (2017) identifica que exportaciones primarias extractivas como las de monocul-
tivos comparten algunas características con las mineras: 1) grandes volúmenes de producción,
2) alto daño ambiental (por la absorción de nutrientes de lenta o nula reposición, intenso uso
de agroquímicos contaminantes y tecnologías intensivas en energía y agua) y 3) mínimo pro-
cesamiento. Pengue (2017) analiza el flujo mundial de nutrientes relacionados con las expor-
taciones e importaciones de commodities agrícolas. El autor encuentra que las más grandes
mermas de nutrientes (principalmente nitrógeno, fósforo y potasio) se dan en América Latina,
que perdió 0.75 millones de toneladas en 1997 y llegará a perder 2 millones de toneladas para
el año 2021. Para medir la pérdida de suelo y agua establece términos “suelo virtual” y “agua
virtual” (la cantidad de nutrientes/agua extraídos del suelo/cuencas y contenidos en los pro-
ductos exportados, medido en toneladas).3
Por ser productos necesarios, los bienes agro-alimentarios tienen baja elasticidad de
precio y de ingreso de la demanda, la cantidad demandada no reacciona de manera progresiva
a los cambios de precio del bien o el nivel de ingreso del consumidor.4 A pesar de que tanto las
berries como el aguacate son considerados como alimentos de lujo y no de primera necesidad,5
el mecanismo para desplazar competidores es mediante la subvaloración de los factores pro-
ductivos (Puyana 2017): a) el trabajo, con la depreciación de los salarios reales, y b) de los
recursos naturales, porque no se restituyen los nutrientes extraídos de la tierra, el consumo del

3 México es un importador neto de agua virtual (en el año 2006 importó 35 255 hm3 y exportó 5 396 hm3) sobre todo por las
importaciones de granos de Estados Unidos. Los tres productos con los que más agua virtual exportó México en 2006 fueron
los frutos comestibles (el agua virtual asociada con los frutos comestibles en 2006 se ha duplicado con respecto al año 2000), las
legumbres y hortalizas y las carnes, que representan 43% del total de agua virtual exportada (Arreguín-Cortés et al. 2007). En su
estudio sobre el agua virtual para el caso de la fresa mexicana, Peniche y Ávila (2012) llegan a la conclusión que el promedio de
agua virtual contenida en la fresa en el valle agrícola de Zamora, de 1997 a 2006 fue de 476.6 m3/t y las exportaciones de agua virtual
a través de la fresa fueron de 163 hm3 en el mismo periodo. Los requerimientos de agua de esta frutilla son por lo menos 40 riegos
por año y el agua, por requisitos de inocuidad, debe ser extraída de pozos profundos o manantiales.
4 Una elasticidad de precio alta, significa que con una disminución de 10% en el precio, la cantidad demandada aumenta más de
10%; y una elasticidad de ingreso alta, que con un aumento de 10% en el sueldo, la cantidad demandada incrementa más de 10%.
5 Noticias de BBC (Redacción 2017; Kelly 2018) mencionan que el aguacate es el aristócrata de las frutas para ensaladas y que varias
cadenas de restaurantes de comida rápida tuvieron que eliminarlo de su oferta ante la incapacidad de repercutir en el aumento del
costo de este producto; a los millenials australianos les recomendaron en los medios dejar de comprarlo si querían tener dinero
suficiente para adquirir una propiedad.

327
Lucie Crespo Stupková

agua, la deforestación (Paullier 2016) ni costean la contaminación y otras externalidades. Cabe


señalar que este mecanismo (una forma de dumping porque el precio no refleja el total de los
costos) funciona en todos los niveles de la cadena, tanto en el mercado interior (entre los pro-
veedores michoacanos) y en el nivel internacional, al competir con productores de otros países
por el lucrativo mercado estadounidense, canadiense, europeo, japonés o chino.

Análisis de datos

A falta de indicadores alternativos que nos permitan medir el bienestar de la población desde la
óptica del posdesarrollo, recurrimos a información oficial estadística e indicadores publicados
por las agencias de gobierno y los organismos internacionales. La información utilizada fue
tomada del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), del
Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), del Instituto Nacional de Estadística
y Geografía (INEGI) y del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP).
La parte analítica se compone de: a) la descripción de las principales cadenas agro-
alimentarias de Michoacán; b) la identificación de los síntomas de la “maldición de los recur-
sos naturales” por medio del Índice Gini, Índice de Rezago Social (IRS), Índice de Desarrollo
Humano (IDH), y el Índice de Bienestar (Better Life Index); c) análisis de contingencia entre la
especialización en aguacate y el IRS y el IDH; d) regresión lineal entre el valor de la producción
agrícola y la pobreza/el índice Gini; y e) estimación del impacto de las exportaciones en el
desarrollo regional.

Las principales cadenas agroalimentarias de Michoacán

Las cadenas de valor agroalimentarias más importantes son hortofrutícolas, entre las que des-
tacan en primer lugar nacional en los últimos diez años el aguacate, la fresa y la zarzamora.
Estas frutas, en gran proporción son destinadas a la exportación, sobre todo a Estados Unidos,
y su práctica productiva es intensiva en insumos, principalmente en mano de obra y uso
de plásticos como en el caso de las berries y algunas hortalizas; se trata de agricultura prote-
gida con fertiirrigación por goteo, acolchado, macro túnel, malla sombra o invernadero. El
cuadro 1 presenta un resumen de los principales productos hortofrutícolas de Michoacán que
ocuparon los primeros lugares nacionales en la última década. La ventaja de expresar la infor-
mación en términos relativos y en comparación con otros estados es que puede identificarse
la especialización y competitividad del Estado, sin tomar en cuenta la tendencia general de
aumento o disminución nacional en la producción del cultivo. Si bien, varias entidades tienen
condiciones bioclimáticas favorables para determinados cultivos, una exitosa producción y
comercialización depende también de otras variables –sobre todo socioeconómicas como, por

328
Contradicciones del desarrollo en Michoacán

ejemplo, capacidades tecnológicas, de organización, comerciales, y de administración, junto


con la inversión financiera, tanto nacional como extranjera.
Las siguientes 14 cadenas destacan debido a su importancia a nivel nacional y/o inter-
nacional. Hay que señalar que para algunos de los cultivos el volumen de la producción ha
rebasado la demanda nacional como es el caso de berries o aguacate. Se pueden observar: a)
permanencias con bajas fluctuaciones –en el caso de aguacate, fresa, zarzamora, frambuesa,
durazno, pera, brócoli, jitomate, coliflor y calabacita; b) cambios positivos– en los cultivos de
limón y mango; y c) cambios negativos –en la cebolla o el pepino.

Cuadro 1. Principales productos hortofrutícolas de Michoacán y su posición a nivel nacional


según producción en toneladas

Producto 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Aguacate 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
Brócoli 2 2 2 3 2 2 2 2 2 3 3
Calabacita 4 4 4 4 4 4 4 4 3 4 4
Cebolla 2 4 4 5 4 4 4 5 5 4 6
Coliflor 5 4 4 4 3 3 3 4 4 4 4
Durazno 1 1 2 1 1 1 2 2 1 1 1
Frambuesa 2 2 3 3 2 3 3 2 2 2 2
Fresa 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1
Jitomate 3 3 3 3 3 7 3 2 3 3 3
Limón 3 3 2 3 2 2 1 1 2 1 1
Mango 7 7 6 6 6 6 5 5 5 5 6
Pepino 2 2 2 1 2 2 2 3 3 3 3
Pera 2 1 2 1 2 2 2 2 2 2 2
Zarzamora 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1

Fuente: Elaboración propia con datos del SIAP 2018.

Dentro de la misma entidad existe una fuerte concentración geográfica (cuadro 2), ya
que el mayor volumen de cultivo se cosecha en pocos municipios.

329
Cuadro 2. Principales municipios agroproductores de Michoacán, 2017

% del
Participación porcentual de los municipios en el volumen de producción
Producto total
estatal
estatal
Aguacate Tancítaro (15), Salvador Escalante (11), Uruapan (11), Ario (10), Tacámbaro
57
(10)
Brócoli Tangancícuaro (57), Zamora (10) 67
Calabacita Zamora (12), Tuxpan (8), Tacámbaro (6) 26
Cebolla Villamar (21), Venustiano Carranza (10), Zamora (9) 40
Coliflor Maravatío (24), Jacona (22), Zamora (20) 66
Durazno Zinapécuaro (32), Zitácuaro (13) 45
Frambuesa Zamora (36), Tangancícuaro (32), Jacona (12) 80
Fresa Zamora (36), Tangancícuaro (17), Jacona (15) 68
Jitomate Tanhuato (19), Yurécuaro (13), Tacámbaro (8) 40
Limón Buenavista (32), Apatzingán (24), Parácuaro (12) 68
Mango Lázaro Cárdenas (22), Gabriel Zamora (14), Múgica (13) 49
Pepino Múgica (18), Gabriel Zamora (12), Parácuaro (10) 40
Pera Zinapécuaro (95) 95
Zarzamora Los Reyes (51), Peribán (21) 72

Fuente: Elaboración propia con datos del SIAP, 2018.

En términos del PIB, el sector primario fue el que más creció en los años 2007-2016 y
de ese sector, el aguacate y la zarzamora, los productos emblemáticos de Michoacán, tuvieron
mayor dinamismo. El “oro verde” aumentó en 130% y sus exportaciones en 250% mientras
que la zarzamora subió 960% y sus exportaciones 58%. El aguacate representa 51% del valor en
el sector primario; la zarzamora 18% en 2016. El valor de la exportación de aguacate fue de 34
mil millones de pesos y 5.5 mil millones para zarzamora. La derrama total de los dos produc-
tos, calculada con base en el multiplicador de exportaciones, sería de 44.4 millones de pesos
(Crespo-Stupková 2018). La derrama económica generada por las exportaciones de aguacate es
mayor que el PIB de todo el sector de industrias manufactureras michoacanas en 2016 (idem).

330
Contradicciones del desarrollo en Michoacán

Los indicadores de desarrollo y bienestar

Los indicadores utilizados en este estudio fueron principalmente los publicados por el Coneval
como por ejemplo el índice Gini6 (2010), el Índice de Rezago Social7 (2015), los aplicados por
PNUD como el Índice de Desarrollo Humano8 (2010), y el Índice de Bienestar (Better Life
Index, 2016)9 desarrollado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos
(OECD) y dado a conocer por el INEGI. Todos estos indicadores están disponibles a nivel muni-
cipal, excepto el último que es estatal.
Es importante entender las diferencias en la construcción de los indicadores, por ejem-
plo, entre el IRS y el IDH. El primero básicamente se construye con datos sobre escolaridad,
salud y vivienda, mientras que el IDH no toma en cuenta las variables de vivienda, pero incluye
la de ingreso. Además, la lógica de la valoración es invertida: en el caso del IRS categoría “Muy
bajo” significa mayor desarrollo (muy bajo rezago social), pero en el caso del IDH “Bajo”
denota menor desarrollo (bajo desarrollo humano). El índice Gini toma en cuenta solamente
la distribución del ingreso y ningún aspecto relacionado con la calidad de vida. El Índice
de Bienestar es el más completo, por las diferentes variables que incluye y la metodología
aplicada; sin embargo, sólo está disponible a nivel estatal. Los procedimientos para medir la
calidad de vida son precarios cuando se trata de las sociedades rurales, porque algunos (por
ejemplo, el IRS) le dan mucha importancia a la calidad de vivienda según los estándares urba-
nos (drenaje, agua entubada, lavadora) y empleo formal (con seguro social), que es marginal
en el medio rural-agrícola. Por otro lado, no se considera la posesión del ganado, maquinaria
agrícola o tierras.

6 Medida de desigualdad creada por el estadístico italiano Corrado Gini. El coeficiente o índice de Gini alcanza valores entre 0 y 1:
donde 0 significa perfecta igualdad (ingresos iguales para todos) y 1 corresponde a la perfecta desigualdad (una persona acapara
todos los ingresos). Es importante hacer notar que los ingresos pueden ser bajos, pero estar proporcionalmente repartidos.
7 Este índice agrega variables de educación (población analfabeta, población entre 6 y 14 años que no asiste a la escuela y hogares con
personas que tienen menos de 9 años de educación), acceso a los servicios de salud (% de población derechohabiente), calidad y
espacios de la vivienda y % de activos en el hogar (viviendas con piso de tierra; que no cuentan con excusado, agua entubada, dre-
naje, energía eléctrica, lavadora, refrigerador y promedio de ocupantes por cuarto). No incluye indicadores de ingreso, seguridad
social ni alimentación. Con base en esta información se definieron cinco estratos de rezago social: muy bajo, bajo, medio, alto y
muy alto.
8 Toma en cuenta tres dimensiones básicas: salud (supervivencia infantil, esperanza de vida al nacer), educación (años promedio de
escolaridad, años esperados de escolarización) e ingreso (municipal per cápita ajustado al Ingreso Nacional Bruto anual en dólares
estadounidenses ajustados por paridad de poder de compra). El IDH se expresa en valores entre 0 y 1, donde 1 es el máximo logro
posible. Para fines analíticos se acordaron tres estratos: bajo, medio y alto.
9 Mide la evolución de las entidades federativas en el tiempo en 12 dimensiones de bienestar, detalladas en el cuadro 3. Algunos
indicadores son expresados en términos relativos (tasa de obesidad, deserción escolar, participación electoral, tasa de mortalidad
materna, homicidios, incidencia delictiva, etc.) y otros como juicios valorativos (satisfacción con la vida, con tiempo para ocio,
con respecto a su salud).

331
Lucie Crespo Stupková

2.1 El índice Gini

El índice Gini promedio para México es 0.498 y Michoacán es el doceavo estado más igualita-
rio (0.472); siendo los más desiguales Chiapas, Campeche y Guerrero. Mientras que Tlaxcala,
Morelos y Colima se ubican entre los más igualitarios, casualmente son los estados con menor
superficie. Dentro del estado el índice Gini varía entre 0.353 (municipio de Morelos)10 y 0.537
(municipio de Arteaga). Los municipios con desigualdad mayor que el promedio estatal son:
Arteaga, Turicato, Huetamo, Carácuaro, Churumuco, Uruapan, Paracho, Nocupétaro,
Zamora, Cherán y Morelia.

2.2 El índice de Rezago Social

En el contexto nacional, Michoacán tiene un grado de rezago social alto (sin cambios en 2000,
2005, 2010 y 2015), y ocupó el sexto lugar en 2015 (después de Oaxaca, Guerrero, Chiapas,
Veracruz y Puebla). En el estado ningún municipio presenta rezago social muy alto, pero
ocho municipios tienen rezago social alto (Aquila, Tzitzio, Charapan, Madero, Susupuato,
Chilchota, Nocupétaro y Ocampo, de mayor a menor), 18 municipios con rezago social
medio, 33 con bajo y uno (Morelia) con muy bajo.

2.3 El índice de Desarrollo Humano

En el año 2012 Michoacán ocupó el cuarto puesto con menor IDH (después de Chiapas,
Guerrero y Oaxaca); el mayor IDH lo tiene Ciudad de México. En el estado hay 30 munici-
pios con IDH bajo (en el último sitio se encuentra Nocupétaro), 77 con medio y 6 con alto:
Tarímbaro, Morelia, Lázaro Cárdenas, Zacapu, Uruapan y Zamora (datos de 2010).

2.4 El índice de Bienestar

Michoacán, en comparación con otros estados, obtuvo un resultado positivo sólo en diez
indicadores en dimensiones ingresos (1), empleo (3), balance vida-trabajo (1), salud (2), com-
promiso cívico y gobernanza (2) y seguridad (1), mientras que los negativos fueron 24, sobre
todo en dimensiones de infraestructura, vivienda, educación, comunidad y medio ambiente,
donde ninguno de los indicadores puede evaluarse como mejor que el resto de México.

10 Resaltando que un menor índice refiere que en el municipio existe una igualdad, pero no indica el nivel de los ingresos, o sea un
bajo índice puede interpretarse también como pobreza general.

332
Cuadro 3. Dimensiones de bienestar y su evaluación, Michoacán

Dimensión de
Resultados negativos Resultados positivos
bienestar
Accesibilidad a • Último lugar en Acceso a servicios de salud (2016).
servicios • El quinto más rezagado en Acceso a banda ancha
(2014)
• El octavo más rezagado en Acceso a servicios
básicos en viviendas (agua, drenaje, electricidad)
(2016)
Vivienda • Más bajo que promedio en Número de habitaciones
por persona (2010)
• 69% de Viviendas con techos de materiales
resistentes (2015) – menos que el promedio
Ingresos • El séptimo peor en Ingreso equivalente disponible • Índice Gini del ingreso
de los hogares (2014) – 5 080 Paridades de Poder de disponible de los hogares
Compra (PPC) en dólares estadounidenses per cápita –el quinto
• 55.3% de la Población en situación de pobreza –el mejor– (2014)
sexto peor– (2016)
• 9.4% de la Población en situación de pobreza
extrema –el sexto peor– (2016)
Empleo • El séptimo peor en Tasa de informalidad laboral • Tasa de condiciones
(2017): 70% sector informal, servicio doméstico críticas de ocupación
sin seguro social, agricultura de subsistencia, no (2017) – promedio
remunerados o sin seguridad social • Tasa de desocupación
(2017) – muy baja (el sexto
mejor)
• Tasa de participación
económica
(2017)– promedio
Balance • El sexto peor en Satisfacción con tiempo para ocio • Población ocupada
vida–trabajo (2014); se trata del tiempo disponible que tiene una trabajando más de
persona para ocuparlo en hacer lo que le gusta 48 horas –el sexto
menor– (2016)
Satisfacción con • El tercero peor en Relación con la satisfacción que
la vida las personas tienen con su vida en general (en una
escala de 0 a 10, considerando tanto el momento
actual y el mismo sentir en referencia al año
anterior), 2014
Salud • Promedio bajo en Esperanza de vida al nacer (2016) Tasa de obesidad (2012):
• El segundo peor en Salud auto reportada bajo del promedio
(satisfacción personal respecto a la salud), 2014 Mortalidad materna (2013):
bajo del promedio

333
Continuación cuadro 3

Dimensión de
Resultados negativos Resultados positivos
bienestar
Educación • Tercero peor en Niveles de educación (2015)
• El cuarto peor en Años promedio de escolaridad
–menos de 8– (2015)
Compromiso • Confianza en la aplicación de la ley; más baja que el • Participación cívica y/o
cívico y promedio (solamente 5% de la población de 18 años política en un partido
gobernanza y más perciben que los delincuentes son siempre político, una ONG o
castigados), 2014 como voluntario (2014)
• El cuarto peor en Percepción de ausencia de –promedio–
corrupción en el sistema judicial (2018) • Participación electoral
• Percepción de confianza en los jueces –más bajo que más alta que el promedio
el promedio– (2018) (2015)
Seguridad • Tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes • Tasa de incidencia
–28.9% más que el promedio– (2016) delictiva por cada 100 mil
• El octavo peor en Confianza en la policía habitantes; el sexto
–49.2 %– (2018) mejor (2017)
• El décimo peor en Percepción de la inseguridad
–39% no se sienten seguros– (2018)
Comunidad • El tercer peor en Calidad de red de soporte: número
de personas que no pertenece a la familia y del que
se espera contar con su apoyo en una urgencia o
necesidad (2014)
Medio ambiente • Contaminación del aire 12 .2 ppm; 2 .5 microgramos
por m3 –se ubica en la mitad superior– (2015)
• El séptimo peor en Residuos depositados en lugares
adecuados – 40%– (2008)
Fuente: Elaboración propia con datos del INEGI, 2018.

En varios aspectos existe una contradicción: en términos de pobreza, los michoacanos


son igualitarios (se puede decir todos igual de pobres, porque el ingreso es bajo y la pobreza
y pobreza extrema alta), la mayoría trabaja, aunque lo haga en el sector informal (desocupa-
ción baja, participación económica promedia) y las condiciones laborales no son críticas como
cuando se trabaja muchas horas ganando el salario mínimo. A pesar de que hay poca población
laborando más de 48 horas a la semana, la mayoría no está satisfecha con la forma en que apro-
vecha su tiempo libre. En el tema de salud, hay baja mortalidad materna, pero la esperanza de
vida al nacer es baja; no hay graves problemas de obesidad, pero la población está muy insatis-
fecha con su salud. Los michoacanos son políticamente activos (votan, participan en partidos
y ONG,) sin embargo, no confían en la ley ni en los jueces. En Michoacán los delitos parecen
de menor magnitud comparados con los de otros estados, pues hay sub registro; la población
se siente insegura, no confía en la policía y sí ocurren delitos graves como homicidios dolosos.

334
Contradicciones del desarrollo en Michoacán

Los resultados en las últimas dos categorías –comunidad y medio ambiente– son sor-
prendentes porque Michoacán cuenta con una importante población indígena y a ésta se le
atribuye una mayor cohesión social y cuidado de recursos naturales; además no tiene grandes
concentraciones urbanas (la ciudad más poblada es Morelia, número 27 a nivel nacional, con
poco menos que 600 mil habitantes) y tampoco cuenta con un fuerte sector manufacturero al
que se pueda responsabilizar de la contaminación del aire y de residuos depositados en lugares
no adecuados.

Análisis de contingencia entre la especialización en aguacate, el IRS y el IDH

La Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de Michoacán


(APEAM) declara que 57% de la actividad económica michoacana proviene del aguacate y
negocios relacionados con el mismo y brinda 300 000 empleos directos e indirectos (Paullier
2016). Conforme la pregunta central de este estudio referida a si la activación del patrimonio
natural y la riqueza generada por la agro exportación impactan positivamente, este análisis se
realizó con el propósito de descubrir si la derrama económica influye en el desarrollo social,
medido por el IRS y el IDH. Identificamos que 62 municipios producen aguacate y que los
diez con mayor producción son Tancítaro, Salvador Escalante, Uruapan, Ario, Tacámbaro,
Peribán, Nuevo Parangaricutiro, Los Reyes, Tingüindín y Turicato.
El índice de especialización (IE) mide las características de especialización o diversifica-
ción de un municipio y relaciona la significancia relativa que tiene una actividad (en este caso
producción de aguacate) en el municipio, comparada con su significancia en el estado. Este
índice resulta de dividir dos proporciones: valor de la producción de aguacate municipal entre
el valor de la producción agropecuaria municipal (numerador); y el valor de la producción
estatal del aguacate entre producción agropecuaria total estatal (denominador).11 Medir la
especialización del municipio es relevante para saber su nivel de dependencia en un solo cul-
tivo y así también advertir el impacto de una amenaza natural (clima, plagas, enfermedades)
o comercial (caída de precios del producto, disminución de demanda).
Los municipios con especialización alta son los 17 siguientes (el porcentaje –indicado
entre paréntesis– es el valor que representa el aguacate dentro de la producción agropecuaria):
Nuevo Parangaricutiro (97), Tancítaro (97), Tingambato (93), Uruapan (92), Salvador Escalante
(91), Ario (91), Tingüindín (90), Tacámbaro (77), Acuitzio (75), Turicato (72), Erongarícuaro
(70), Tangamandapio (69), Cotija (67), Madero (59), Charapan (58), Ziracuaretiro (58) y
Peribán (53). Acuitzio y Erongarícuaro atraen nuestra atención porque, sin ser los mayores
productores a nivel estatal, su dependencia del aguacate es alta. Al contrario, los volúmenes de

11 La fórmula que se aplicó para obtener el IE es la siguiente: IE = (ei / et) / (Ei / Et). En donde ei es la producción municipal de
aguacate; et es la producción agropecuaria municipal; Ei es la producción de aguacate estatal, Et es la producción agropecuaria
total estatal. Posteriormente se estableció una escala para calificar la especialización del municipio como alta o baja.

335
Lucie Crespo Stupková

producción de Peribán y Los Reyes son altos, sin embargo, su producción agrícola está diver-
sificada (zarzamora, frambuesa, mora azul). La altísima especialización de los municipios en
la producción de aguacate nos permite suponer una relación directa entre esta producción y la
situación socioeconómica local.
El análisis de contingencia se realizó cruzando las categorías de especialización (alta,
baja) y las categorías del IRS (rezago social alto, medio y bajo), así como comparando las
categorías de especialización y del IDH. Se encontró que la correlación entre la producción de
aguacate y el IRS es negativa y la correlación entre los valores de la producción de aguacate y
los valores del IDH es positiva pero ninguna de las dos son estadísticamente significativas. Con
el auge de la producción de aguacate y sus altos precios en el mercado, supondríamos que la
derrama económica se reflejaría más y de manera positiva en las condiciones de vida de los
habitantes de los municipios donde se produce.
En el siguiente mapa (imagen 1) se visualizan los 62 municipios michoacanos que pro-
ducen aguacate.12 Los siete municipios resaltados de color verde bandera son aquellos donde el
rezago social (IRS) es bajo, entonces podemos deducir que la producción de aguacate influye en
mejores condiciones de vida. El caso opuesto lo representan los municipios señalados en rojo
(Charapan y Madero), donde a pesar de alta especialidad en aguacate el rezago social es alto.
Otros ocho municipios con especialización alta reportan rezago social medio (Acuitzio, Ario,
Erongarícuaro, Salvador Escalante, Tangamandapio, Tingambato, Turicato y Ziracuaretiro).
Al cruzar los datos de especialización y el IDH encontramos que solamente el muni-
cipio de Uruapan registra alta especialización y alto desarrollo humano, mientras que doce
municipios con alta especialización presentan un desarrollo humano medio; además cuatro
municipios (Madero, Tancítaro, Tangamandapio, Turicato) tienen un índice bajo. Debido a
que el Índice de Desarrollo Humano toma en cuenta el ingreso, esperaríamos que la derrama
económica por la producción de aguacate se verá reflejada de manera más fuerte que en el
caso del Índice de Rezago Social. Sin embargo, los municipios con alta especialización y bajo
desarrollo humano (4) son más que aquellos de rezago social alto (2).

12 Paracho, Cherán y Nahuatzen son municipios localizados en el “corazón” de la franja aguacatera, sin embargo, el Servicio de
Información Agroalimentaria y Pesquera carece de información acerca de su producción aguacatera.

336
Imagen 1. Municipios productores de aguacate y rezago social

Fuente: Elaboración propia.

Efecto de la producción agrícola sobre el índice Gini y la pobreza

Puyana (2017) estudia la relación directa entre el peso de los recursos naturales en la riqueza
total y la desigualdad del ingreso y encuentra que en los países de Latinoamérica y el Caribe
existe una relación inversa, como la que se muestra en la imagen 2. Eso lo atribuye, sobre
todo, a la concentración del capital y de la tierra. Los grupos más poderosos conforman focos
de poder con gran acceso a los centros de decisión donde logran la adopción de políticas que
benefician al capital y desfavorecen el trabajo. Por otra parte, la tierra puede ser apropiada por
medio de la violencia y el desplazamiento forzado y masivo de pequeños productores agrícolas,
campesinos y pueblos indígenas a causa de los megaproyectos mineros o agrícolas. Estas evi-
dencias nos hacen sospechar que el patrimonio natural michoacano pueda resultar en mayor
desigualdad y pobreza.

337
Lucie Crespo Stupková

Para este análisis se utilizaron los datos sobre pobreza en números relativos,13 el índice
Gini y el valor de la producción agrícola de los 113 municipios. Los resultados plasmados
en la gráfica (imagen 2) demuestran una relación negativa entre la igualdad y la producción
agrícola, mientras el municipio tiene mayor valor de dicha producción, hay mayor desigual-
dad (el índice Gini más cercano a 1). La relación entre la producción agrícola y la pobreza es
negativa (imagen 3), a mayor producción, menos porcentaje de pobres.
La mayor parte de la producción de aguacate se da en la Meseta Purépecha. Por esa
razón es interesante considerar también la relación entre la población indígena y el índice
Gini. Los resultados del modelo describen una relación positiva (imagen 4), o sea mientras más
población indígena tiene el municipio, el índice es más alto. Existe entonces una mayor des-
igualdad, de origen histórico y desde la colonia, en los municipios con más población origina-
ria. Esto ha sido señalado en varios estudios académicos, por ejemplo, por Thierry Linck (1988).
GINI
Observed
,55
Linear

,50

,45

,40

,35
0 2.000.000 4.000.000 6.000.000 8.000.000

Valor de la producción

Imagen 2. Relación entre el valor de la producción agrícola y el índice Gini


R 2 = 0,011 y = 2 ,972e- 009 * x + 0,414
(donde y = índice Gini y x = valor de la producción)
Fuente: Elaboración propia.

13 Se optó por la expresión relativa para evitar las distorsiones para áreas rurales. En los municipios urbanos se concentra mayor
número de habitantes en condiciones de pobreza, en consecuencia, si se utilizan números absolutos, la distribución de la muestra
no es normal.

Página 1

338
Pobreza
Observed
90
Linear

80

70

60

50

40

30
0 2.000.000 4.000.000 6.000.000 8.000.000

Valor de la producción

Imagen 3. Relación entre el valor de la producción agrícola y la pobreza


R 2 = 0,118 y = -2 ,752e- 006 * x + 68,388
(donde y = % de pobres y x = valor de la producción)
Fuente: Elaboración propia.

GINI
Observed
,55
Linear

,50

Página 1

,45

,40

,35
0 5.000 10.000 15.000 20.000

Población indígena

Imagen 4. Relación entre el índice Gini y la población indígena


R 2 = 0,106 y = 3.608e- 006 * x + 0.412
(donde y = índice Gini y x = población indígena)
Fuente: Elaboración propia.

339
Lucie Crespo Stupková

Si bien en el apartado Análisis de contingencia entre la especialización en aguacate,


el IRS y el IDH identificamos que varios de los municipios productores de aguacate no gozan
de un desarrollo económico, asimismo hemos comprobamos una relación negativa entre la
igualdad y la producción agrícola.14 Se puede decir que la pobreza disminuye con una mayor
producción de aguacate, pero se profundiza la desigualdad dentro de los municipios y también
entre los municipios (algunos captan más ganancias que otros). Los municipios con mayor
población indígena sufren, históricamente, de mayor desigualdad y explotación.

Impacto de las exportaciones en el desarrollo regional

El análisis en este apartado, se sustenta en tres vertientes teóricas del desarrollo regional:
asignación eficiente de los factores (modelo Heckscher-Ohlin y Stolper-Samuelson), la teoría
núcleo-periferia (Immanuel Wallerstein y Raúl Prebish) y la teoría de la sociedad del aprendi-
zaje (learning society, Gary Gereffi). La primera asume que una producción agrícola particular
se concentrará en las regiones donde conviene en términos de los factores básicos de produc-
ción (tierra, trabajo, capital y tecnología). La producción intensiva en trabajo, por ejemplo, la
producción de berries, se concentrará en donde exista mano de obra barata. Las fluctuaciones
en la economía son de corto plazo, el mercado libre es capaz de hacerles frente y la asignación
óptima es benéfica tanto para la región que exporta, como para la que importa.
La teoría núcleo-periferia considera que las diferencias entre las regiones desarrolla-
das y en desarrollo son permanentes y cada vez mayores. Para corregir las desigualdades son
necesarias las intervenciones del Estado, como atraer la inversión extranjera, instalar empresas
estatales y financiar el desarrollo de los fondos públicos en las regiones marginales.
La teoría de la sociedad del aprendizaje, hace gran énfasis en la inversión en los conoci-
mientos y habilidades de los trabajadores locales. Según esta teoría, las cadenas de valor traen
beneficios para las economías locales como: altos estándares de calidad, innovaciones, con-
diciones de trabajo decentes, importancia de inocuidad y sanidad. La visión optimista sobre
el papel de la interconexión global está basada precisamente en la capacidad de las regiones
menos desarrolladas para aprovechar la transferencia de tecnología, apropiarse de las innova-
ciones y en la voluntad de las multinacionales para invertir en sus empleados locales (learning
region). Sin embargo, el éxito de la transferencia de conocimientos requiere la cooperación
entre las empresas y los actores locales, especialmente las autoridades, escuelas técnicas, uni-
versidades y centros de desarrollo tecnológico. También es importante el trasfondo cultural,
que puede o no representar una ventaja competitiva.
En Michoacán se registró un decrecimiento de 5% en el sector secundario en los años
2007-2016, el subsector de industrias manufactureras cayó del segundo al quinto lugar y no

14 El modelo con variables Gini y producción agrícola no es estadísticamente significativo, mientras que el que describe la relación
entre el índice Gini y la población indígena sí lo es.

340
Contradicciones del desarrollo en Michoacán

existe correlación entre las exportaciones de aguacate y berries con el sector secundario (Crespo-
Stupková 2018), lo que señala una baja transformación de los productos primarios. Por la falta
de innovación en este sector, los agricultores compran insumos importados (agroquímicos,
plásticos, componentes de los sistemas de riego, equipo y maquinaria agrícola) directamente
en el extranjero o los adquieren localmente. Podemos observar el desplazamiento de la mano
de obra hacia el sector primario, así como la falta de inversión en la educación –otro subsec-
tor que no tiene relación con la producción y exportación de aguacate y zarzamora, o sea la
fuerte derrama económica no se ve reflejada en éste– (idem). Los bajos requisitos educativos y
los, relativamente, altos ingresos en el sector primario (un jornalero gana 200 pesos al día en
berries; 300-500 pesos/día en aguacate), dadas la pobreza y el nivel de ocupación, desestimulan
la demanda de los servicios educativos. Así mismo, por parte de la población michoacana
existe una sustitución del consumo local por los productos importados, evidenciado en una
alta propensión a importar y el bajo multiplicador de exportaciones (idem).
Si bien, el auge de la producción y exportaciones de los productos hortofrutícolas se
basa en la contratación de mano de obra barata, el desarrollo regional no es óptimo, sobre
todo, porque no existe una libre competencia (requisito del modelo Heckscher-Ohlin y
Stolper-Samuelson) sino una creciente concentración de capital en oligopolios que controlan
las exportaciones tanto por medio de certificaciones (como barrera comercial) o por la exclu-
sividad de contratos basados en relaciones entre las mismas elites.
Tampoco se realiza la transferencia de conocimientos e innovaciones ni una efectiva
redistribución de los beneficios, logrados a través de la explotación de los recursos naturales.
Rodrik (2011) investiga la relación entre el comercio internacional y el desarrollo y subraya la
importancia de lo que se exporta – el nivel de sofisticación que tiene el producto. Sostiene que
para los países latinoamericanos la apertura comercial y el avance de las exportaciones no han
estimulado el crecimiento económico. Las exportaciones son de bajo nivel de sofisticación,
en su mayoría sin un valor agregado por transformación. Autores como Hirschman (1958) y
Matsuyama (1992) explican que el sector manufacturero genera mayores innovaciones, mayor
división de trabajo y mayor número de encadenamientos hacia adelante y hacia atrás. Pero si la
mano de obra, como ocurre en Michoacán, se desplaza hacia el sector agrícola y no se fortalece
el sector de procesamiento, se reduce la tasa de crecimiento total. Además las cadenas interna-
cionales agroalimentarias no están interesadas en realizar desarrollos tecnológicos en México,
los hacen en las universidades o centros de investigación extranjeros e importan el resultado
(por ejemplo, plánulas de nuevas variedades de berries, agroquímicos, maquinarias). Por otro
lado, para lograr un bienestar de la sociedad hacen falta instituciones sólidas y eficientes, un
condicionante que se menciona tanto en la teoría de núcleo-periferia como en la teoría de la
sociedad del aprendizaje.

341
Lucie Crespo Stupková

Conclusiones

El futuro comercial de los productos hortofrutícolas más importantes es optimista. Después


de una larga búsqueda, el aguacate se ha posesionado con una exitosa estrategia de penetra-
ción de mercado; ahora es percibido como un producto saludable y que forma parte de un
estilo de vida “californiano”, una suerte de athleisure (jugos verdes, ensaladas), popularizado
por celebridades destacadas como Gwyneth Paltrow, actriz estadounidense ganadora de un
Oscar en 1999. A este éxito también ha contribuido el crecimiento de la población latina, acos-
tumbrada al consumo de aguacate y la adopción de guacamole por los aficionados del fútbol
americano, como una salsa con la que acompañan las papas fritas (Kelly 2018). El consumo
promedio de los estadounidenses pasó de 500 gr en los años 90 a 2.5 k en 2016 (Paullier 2016).
Además, crecen las exportaciones hacia Asia; por ejemplo, en 2016 China importó 32,100 ton
de aguacate, lo que representó más de mil veces la compra de 2011 (Watson 2017).
Mientras la demanda siga creciendo, la tendencia será dedicar más recursos –tierra,
agua, mano de obra, capital– al cultivo. Eso es válido tanto para el aguacate, como para otros
productos en los cuales se especializa Michoacán. El estado cuenta con un importante patri-
monio natural y en los últimos años ha sido capaz de activarlo a través de la agricultura. Pero
después de analizar las relaciones entre el desarrollo y la producción agrícola, es evidente que
el territorio presenta varios de los síntomas de la “maldición de los recursos” como por ejemplo
poca diversificación de la producción, concentración de la mano de obra en el sector primario,
muy bajo nivel educativo, falta de servicios de salud, persistentes problemas con la inseguridad
y corrupción y creciente control sobre el acceso a los recursos naturales (agua, tierras fértiles).
En Michoacán hay una escasa cultura de organización y asociación, problema que surge sobre
todo en las zonas de conflicto, donde el capital social y la confianza se han destruido. La débil
presencia institucional se hace evidente en ausencia de una policía efectiva y presencia de
varios grupos de crimen organizado.15
Los proyectos agroexportadores de berries y aguacate sin ser tan espectaculares como
las inversiones mineras, eólicas o hidroeléctricas, agotan y contaminan suelo y agua, devastan
recursos naturales básicos e influyen decisivamente en el desplazamiento de mano de obra de
un lugar a otro. Sin dejar socavones en las montañas, sin aplicar cianuro o mercurio, la agro
exportación se asemeja a la minería, una vez que se “come el suelo”, que agota el agua o que la
alteración de plagas hace incosteable el cultivo. Otras veces los residuos de herbicidas inhiben
la germinación de las semillas por largo tiempo o las partículas de microplásticos se incor-
poran en los tejidos vegetales y cuando los efectos en la salud humana se hagan presentes, las
empresas habrán cambiado de razón social o instalado en otro estado, en otro país.

15 Desde 2013 aparecieron en Michoacán grupos de autodefensas; los productores de aguacate en Tancítaro pagan un porcentaje de
sus ganancias –dependiendo de la cantidad de hectáreas que poseen– a cuerpos de defensa locales. Se sabe que la mayoría de los
productores tienen que pagar cuotas de “seguridad” a cárteles.

342
Contradicciones del desarrollo en Michoacán

Si bien, las raíces de los problemas actuales son históricas, no es posible esperar que se
superen por medio de la libre competencia –la cual ni siquiera existe en el sector agroalimen-
tario–, un desarrollo inclusivo territorial se puede lograr sólo a través de mejores instituciones
y políticas públicas efectivas.

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345
REDES CAMPESINAS ALIMENTARIAS COMO PILAR
DE SOBERANÍA ALIMENTARIA
Sostenibilidad, trabajo y vida digna en el campo

Martha Angélica Soriano Sánchez1

Uno de los pilares de lucha más importantes de la organización internacional La Vía Campesina
(LVC) se construye con el lema práctico de soberanía alimentaria. En este principio dinámico
(LVC 2017, 2013; Martínez-Torres y Rosset 2014), converge una amplia gama de estrategias,
conocimientos y prácticas que diversas redes alimentarias campesinas re-organizan desde sus
legados ancestrales. La soberanía alimentaria reconoce el peso y el papel clave que campesinas
y campesinos tienen, y podrían seguir fortaleciendo, no sólo respecto al abastecimiento ali-
mentario mundial, sino con relación a la construcción social de sostenibilidad. Debido a que
su papel para restablecer y sanar conexiones sociales, ecológicas y económicas desde lógicas
colectivas y de interdependencia resulta necesario al ponderar el cambio climático como con-
dicionante central para la producción de alimentos (IPCC 2019; FAO 2018).
En primer lugar, se plantearán algunos elementos del contexto hegemónico en que
surge el lema práctico de soberanía alimentaria que se aborda a través del concepto de régi-
men alimentario corporativo.2 En segundo lugar, se enfatizarán algunas implicaciones socio
ecológicas del actual régimen que configura modelos hegemónicos para los sistemas agro-
alimentarios basados en el agronegocio y sus cadenas agroindustriales de producción, pro-
cesamiento, distribución y consumo. Se trata de modelos de agricultura deslocalizada, sin
campesinos y dependientes de insumos externos basados en hidrocarburos y en transgénicos
(Holt-Giménez 2009). Finalmente, para contrastar los procesos de degradación ambiental que
genera el régimen alimentario corporativo, se subraya la necesidad de valorar a las redes ali-
mentarias campesinas como fundamento socioecológico y productivo clave para cubrir las
necesidades alimentarias y cuidar el sistema terrestre del que formamos parte (HLPE 2013).
La acumulación capitalista en la actual fase neoliberal se caracteriza por la concen-
tración y el monopolio que el capital financiero e industrial opera a través de las Empresas

1 Candidata a doctora en Ciencias de la Sostenibilidad UNAM-Escuela Nacional de Estudios Superiores ENES-Unidad Morelia.
2 Se entiende por régimen alimentario a un orden mundial capitalista con reglas específicas que estructuran la producción y con-
sumo de alimentos a escala mundial. En términos de relaciones de valor se trata de una particular coyuntura histórica-mundial en
la que determinadas reglas de gobernanza definen la relación de precios mundiales para el abastecimiento alimentario (McMichael
2016: 649-650).

347
Martha Angélica Soriano Sánchez

Transnacionales (ETN) (LVC 2017c; Borras et al. 2017) con base en el régimen de libre mercado.
Desde los ajustes estructurales, promovidos a escala global a través de las directrices que se dise-
ñaron con el llamado “Consenso de Washington” (Hernández 2018: 85), el campo comenzó
a sufrir redoblados procesos de la liberalización que, en palabras de LVC, implican una guerra
contra las redes agroalimentarias campesinas debido a que diezman las comunidades rurales
y destruyen los tejidos territoriales (LVC 2017c: 19). Por lo anterior, LVC sostuvo desde su pri-
mera conferencia en Mons, Bélgica, 1993, un rechazo explícito al modelo neoliberal para el
desarrollo rural y sus políticas agrícolas sin campesinos, así como contra ETN agroindustriales
como Monsanto, Dupont, Syngenta, Cargill, Archer Daniels Midland Company, Tyson, y
Smithfield (Cotler et al. 2020: 70; Nadal 2019; Hernández y Desmarais 2009; Rosset 2003).
El lema práctico de soberanía alimentaria surge en 1996 durante la Cumbre Mundial de
la Alimentación convocada por la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura (FAO) y en este contexto de reforzamiento de políticas neoliberales para el
desarrollo rural (Binimelis et al. 2014: 326). Haciendo eco del derecho humano a la alimen-
tación (De Schutter 2017), LVC reclama la soberanía alimentaria como un derecho humano
básico, ya que todos los pueblos y Estados tienen el derecho soberano a definir sus propias
políticas agrícolas y alimentarias, así como a proteger y a regular su producción y comerciali-
zación agrícola doméstica para garantizar la alimentación de los pueblos (LVC 2017b: 27; Alai
2016: 2). En este sentido se ponderan las implicaciones del principio de soberanía alimentaria,
al colocarse como alternativa política estratégica3 frente a la matriz socioeconómicamente
injusta y ecológicamente insostenible del régimen alimentario corporativo, con el que se mer-
cantiliza a la naturaleza y a los alimentos (McMichael 2016).
3 Desde la declaración de Nyéléni, la soberanía alimentaria es construida mediante políticas y prácticas socioecológicamente arrai-
gadas. Con base en este lema práctico, se ponderan cruciales cuestiones sociales y ecológicas en torno a la calidad y localización de
las formas de producción, construyendo colectivamente acciones que articulan preguntas clave sobre qué, dónde, cómo y cuánto
se produce (LVC, 2017b, Martínez-Torres y Rosset).
Los pilares que articulan el contenido y efectividad del principio de soberanía alimentaria son:
1. los principios agroecológicos sostenidos a través de la agricultura campesina agroecológica, cuyas raíces se identifican en las
prácticas ancestrales de los pueblos campesinos, con los que se fortalece la diversificación productiva basada en los conocimientos
locales, así como el derecho a producir los propios alimentos, nutritivos y culturalmente apropiados (LVC 2013: 6).
2. la reforma agraria integral y popular, en contraste con el enfoque estatista que históricamente ha tenido esta demanda, ampliando
su objeto de la tierra al territorio, en clara oposición a una reforma agraria asistida por el mercado como la promovida por el BM
basada en la titulación de tierras privadas y en la desregulación de los mercados de tierras y aguas;
3. el cambio en las relaciones sociales en búsqueda de emancipación y con un profundo cuestionamiento a las relaciones patriar-
cales (LVC 2017b: 5, 9, 39). Véase síntesis de puntos relevantes en Korol (2016: 134-140).
4. la defensa de la tierra y territorios; y
5. la defensa de mercados nacionales y locales, apelando a la creación de políticas públicas agrícolas y alimentarias que pongan en
el centro de su diseño e implementación las necesidades alimentarias de las comunidades y el cuidado de consumidores y produc-
tores (Boletin Nyéleni, 2017).
Otras cuestiones de gran importancia en LVC, que son ponderadas mediante el dinámico concepto de soberanía alimentaria, para
construir un sistema agroalimentario justo y socioecológicamente arraigado son: el cambio climático, la intensificación de migra-
ciones rurales-urbanas, los derechos de los trabajadores rurales, con especial énfasis en la situación de las mujeres y los jóvenes,
ya que la juventud y el género han cobrado gran relevancia política dentro de los procesos organizativos de LVC (Binimelis et al.
2014: 336).

348
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria

A través de sus constantes diagnósticos colectivos construidos mediante un diálogo


de saberes (Martínez-Torres y Rosset 2014), LVC identifica un redireccionamiento del capital
hacia el campo (LVC 2017b: 9; McMichael 2014: 940; Holt-Giménez 2009; Binimelis et al.
2014; Borras et al. 2017: 25-27). La crisis alimentaria de 2007-2008 expresó el reposicionamiento
financiero con el que algunas ETN comienzan a consolidar sus intereses en el sistema agroa-
limentario mundial a través de fusiones y diversos circuitos financieros y de inversión, cuyo
ejemplo más directo es la Inversión Extranjera Directa (IED) (Borras et al. 2017), pero también
a través de nuevas redes especulativas como los derivados agrícolas, fondos de pensiones, de
riesgo, etc. (McMichael 2014: 939).
Las tierras se convirtieron en un blanco de acaparamiento e inversión para el régi-
men alimentario corporativo que reasigna capital de propiedades o combustibles fósiles, hacia
nuevos nichos de mercado verde asociados con energías renovables, eficiencia energética,
intensificación agrícola, o parciales iniciativas de protección de los ecosistemas y de la diversi-
dad biológica (Lander 2019) bajo paradójicas lógicas de sobreexplotación, de neoextractivismo
y de conservación prístina. La consolidación de estos nichos opera a través de estrategias de
adaptación o mitigación al cambio climático impulsadas por la economía verde en agendas
de negociación internacionales (Lander 2019: 4) como la agricultura climáticamente inteli-
gente o la ingeniería genética (Grupo ETC 2015); la expansión de monocultivos y de agrocom-
bustibles (Overbeek et al. 2012), o mediante mecanismos de mitigación al cambio climático
como REDD o REDD+.4
Al respecto, la líder de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales Indígenas (Anamuri),
Francisca Rodríguez, señala que la misión de la FAO, para resguardar la seguridad alimentaria
mundial, está siendo amenazada por los intereses del capital financiero e industrial debido al
grado de concentración que el régimen alimentario corporativo ha consolidado al tener un
monopólico peso en la definición de las políticas y en el control de los mercados agroalimen-
tarios a escala mundial (Mayer et al. 2015: 87; Holt-Giménez 2009; Grupo ETC 2017: 10, 29).
Por lo anterior, parafraseando a Adriano Muñoz Pérez (2017), del Instituto Agroecológico
Latinoamericano Paulo Freire (IALA) de Venezuela, la lucha por la soberanía alimentaria es
una labor que nos compete a todos, ya que es necesario poner en tela de juicio la teleología
que ve progreso en el agronegocio, aunque contamine y destruya, y atraso en la agricultura
campesina; ya que no se considera que las redes alimentarias campesinas siguen sosteniendo
la reproducción de la vida a través de los principios agroecológicos que caracterizan sus formas
de producción (Altieri y Toledo 2015).

4 REDD: Reducción de Emisiones por la Deforestación y la Degradación de los Bosques (Reducing Emissions from Deforestation and
Forest Degradation); y REDD+: Reducción de Emisiones por la Deforestación y la Degradación de los Bosques y la conservación,
el manejo sostenible y el mejoramiento del stock de carbono de los bosques en los países en desarrollo.

349
Martha Angélica Soriano Sánchez

Aceleración e intensificación del metabolismo social mediante el régimen


alimentario corporativo

Las políticas y mercados agroalimentarios son subordinados a los intereses de acumulación de


capital, esto genera importantes impactos socioecológicos, como el agravamiento del cambio
climático, la degradación ambiental5 y el atropello de los derechos de las redes campesinas, los
pueblos originarios, los jornaleros, los pastores, así como de los consumidores y los producto-
res urbanos. El régimen alimentario corporativo, consolidado a través de organismos como
la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el
Banco Mundial (BM), se despliega mediante una amplia variedad de acuerdos de libre comer-
cio, bilaterales o multilaterales (Boletin Nyéléni 2017) como el T-MEC que México volvió a
negociar con Estados Unidos y Canadá (Hansen-Kuhn 2019). A través de estas estructuras
jurídicas de despojo (Hernández 2018: 89), se profundizan los procesos de mercantilización
y privatización de la naturaleza, al constituirse en tanto que marcos jurídicos paralelos a las
legislaciones nacionales que plantean una renegociación constante y secreta (Hernández 2018).
De esta forma, se otorgan cada vez más garantías a las corporaciones transnacionales para pri-
vatizar tierras, agua, pesca, semillas o plantas; al tiempo que se desarticulan mercados locales
(LVC 2011: 4), y se suspenden derechos humanos básicos (Borras et al. 2017; EJOTL 2014b), tal
como constatamos con los crecientes procesos de despojo, violencia y criminalización a cam-
pesinos, trabajadores rurales, migrantes e indígenas6 (Holt-Giménez 2009: 74; Biodiversidad,
Sustento y Culturas 2017; LVC 2017b: 20).
El reposicionamiento del capital financiero e industrial en el campo parte del histórico
intercambio económico desigual, con el que se refuerza el acceso a recursos naturales y a mano
de obra barata en países periféricos para la transferencia y acumulación de capital hacia econo-
mías centrales gracias a la división internacional del trabajo (Jorgenson 2016: 336; Mayer et al.
2015). Paralelamente, los costos ambientales desiguales se profundizan, ya que estos procesos
de transferencia y de acumulación de capital están inextricablemente ligados a intercambios
biofísicos asimétricos donde los países centrales e industrializados aparecen como importa-
dores netos de materias primas y energía, mientras que desplazan hacia países periféricos las

5 En este sentido, cabe enfatizar la información que sintetiza el Grupo ETC: “La cadena agroindustrial utiliza más del 75% de la tierra
agrícola del mundo y en el proceso destruye anualmente 75 mil millones de toneladas de capa arable y tala 7.5 millones de hectáreas
de bosque. Además, la cadena agroindustrial es responsable del consumo de al menos el 90% de los combustibles fósiles que se usan
en la agricultura (y sus correspondientes emisiones de gases de efecto invernadero), así como al menos 80% del agua dulce, mientras
nos deja con una cuenta de 12.37 billones de dólares que debemos pagar tanto por los alimentos como por los daños. También, la
cadena agroindustrial arroja un saldo de 3 mil 900 millones de personas subalimentadas o malnutridas” (Grupo ETC 2017: 17).
6 Al respecto, cabe señalar que LVC ha reforzado sus procesos de cabildeo político directo en espacios internacionales clave como la
FAO, dentro del Comité de Seguridad Alimentaria, e implicando a gobiernos mediante el Tratado Internacional de Semillas; en
el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, impulsando la firma de la Declaración sobre los derechos de los campesinos y de otras
personas que trabajan en zonas rurales, además de participar en debates y negociaciones para el Tratado Vinculante que luche contra
la impunidad de las empresas transnacionales y sus cadenas de suministro con respecto a los derechos humanos que ya está en fases
de negociaciones dentro de la ONU (LVC, 2017b: 27-48, 2017c).

350
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria

cargas ambientales de sus modos de producción, tanto por la sobreexplotación de recursos


naturales como por la generación de desechos o contaminación, al hacer uso de sus espacios
eco-productivos (Hornborg y Martínez Alier 2016: 329). Por ello, atestiguamos acelerados pro-
cesos de deforestación, la pérdida de biodiversidad o del patrimonio biocultural, entre otros
costos socioecológicos7 (IPCC 2019; Cotler et al. 2020).
Las cadenas agroindustriales que configuran al régimen alimentario corporativo son
secuencias lineales de eslabones que obedecen a las fluctuantes demandas de agroexportación
dictadas por el mercado financiero mundial, y que dependen de paquetes tecnológicos basa-
dos en hidrocarburos como fertilizantes o diversos tipos de plaguicidas, así como de insumos
biológicos sintéticos como los transgénicos que tienen profundos e irreversibles impactos en la
salud humana y de los suelos (Cotler et al. 2019: 78-88). De esta forma, el modelo agroindus-
trial y deslocalizado para la producción de alimentos es responsable de 23% de las emisiones
de Gases de Efecto Invernadero (GEI) del total neto de emisiones antropogénicas (IPCC 2019:
7).8 Tales impactos, son cargas ambientales que la lógica de acumulación del régimen alimen-
tario corporativo (Holt-Giménez 2009: 73) desplaza a la biosfera de la que formamos parte, al
tiempo que acelera sus procesos entrópicos (Hornborg y Martínez-Alier 2016: 330). Por lo ante-
rior, la tesis de Karl Polanyi, o la denominada por James O’Connor segunda contradicción del
capitalismo, enfatiza que el crecimiento desenfrenado de los mercados capitalistas destruye las
bases sociales y materiales para su propia reproducción (Holt-Giménez 2009: 74, Bellamy 2017).
Los agronegocios están degradando rápidamente los mejores suelos del planeta, al provocar
su salinización, pérdida de fertilidad, compactación, erosión, o desertificación para alcanzar
los picos máximos de rendimiento, dejando a su paso la devastación de los agroecosistemas, la
consolidación de economías de enclave (Mayer et al. 2015) y el desequilibrio de los ciclos bio-
geoquímicos, como constatamos con la zona muerta del golfo de México (Nadal 2019).
La biología sintética y el sistema mundial de propiedad intelectual son otra evidencia
de los impactos socioecológicos del hegemónico modelo agroindustrial que se ciernen como
especiales amenazas para la diversidad agrobiológica y los saberes tradicionales (Toledo y Ortiz
2014; Toledo y Barrera-Bassols 2008). El sistema mundial de propiedad intelectual legaliza
procesos de etno-biopiratería (Leff y Porto-Gonçalves 2015: 68; Lander 2002: 16 -17) donde,
simultáneamente, descalifican y se apropian de los conocimientos que redes campesinas y
pueblos originarios han resguardado bajo procesos co-evolutivos para la domesticación de
variedades vegetales, ya que roban esos saberes e introducen innovaciones genéticas con el fin
de patentar semillas transgénicas. Esto es posible, gracias a las leyes de protección de paten-
tes o los derechos de obtentor que corresponden unilateralmente a la visión instrumental y

7 Tal como se registra en los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climatico (IPCC 2019); en el Millenium
Ecosystem Assessment (2005); o en la evaluación de OAG del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA
2014).
8 Cabe señalar que otras publicaciones sitúan al régimen alimentario corporativo como responsable del 44% al 57% del total de las
emisiones de GEI (Grupo ETC 2017).

351
Martha Angélica Soriano Sánchez

comercial de políticas neoliberales, que despojan a los pueblos y desconocen el patrimonio


biocultural que las redes alimentarias campesinas han legado a la humanidad (LVC 2017b: 19;
Grain 2010: III-IV; Lander 2002: 15). De esta manera, con la previa Revolución Verde y con la
revolución biotecnológica en curso, se pretende abordar la cuestión del hambre y el abasteci-
miento alimentario como un mero problema técnico y no como un asunto social y político.
Paralelamente, se desplaza el locus de producción de conocimiento agrícola desde el campo
y los pueblos originarios y campesinos hacia la conservación ex situ que se lleva a cabo en
laboratorios subsumidos a las demandas de acumulación del régimen alimentario corporativo
(Porto-Gonçalves 2017: 66). Mediante la lógica de mercado que se despliega con el sistema
mundial de propiedad intelectual, se socava la diversidad agrobiológica y la resiliencia de los
sistemas alimentarios, lo que a su vez implica la destrucción de las bases materiales de múlti-
ples mundos de vida.
Con base en lo anterior, LVC enfatiza que el cultivo de semillas transgénicas implica un
drástico aumento en el uso de los agroquímicos,9 la reducción de la (agro)biodiversidad y la
contaminación de bienes comunes (LVC 2017b: 19). Por ello, junto con diversas organizaciones,
subrayan la importancia de aplicar el principio precautorio debido a que se desconocen las
consecuencias reales que generaría a largo plazo la liberación en los ecosistemas de organismos
vivos creados mediante ingeniería genética por falta de investigaciones independientes (Grupo
ETC 2015).

Redes campesinas alimentarias como fundamento socioecológico y productivo


para la construcción de soberanía alimentaria

Bajo el régimen alimentario corporativo 3 900 millones de personas padecen hambre y des-
nutrición, y 52% de la población mundial vive con alguna falta de calorías, de micronutrien-
tes, de vitaminas y proteínas, teniendo como contraste otra tendencia hacia la obesidad por
el consumo excesivo de productos sobreprocesados, altos en grasas, azúcares, y deficientes
de proteínas, fibras o vitaminas (Grupo ETC 2017).10 Con base en lo anterior, y vinculando
con los impactos socioecológicos previamente bosquejados que caracterizan al régimen ali-
mentario corporativo, resaltamos que este modelo hegemónico agroindustrial y corporativo
está fracasando en la provisión de alimentos adecuados y sanos, así como en el cuidado,

9 Al respecto, el Grupo ETC señala que, por cada dólar que se gasta en fertilizantes debemos pagar otros 4 dólares por el costo de los
daños ambientales y a los suelos que ocasiona su aplicación (Grupo ETC 2017: 32).
10 Tendencias similares se registran en México, donde siete de cada diez adultos y 35% de adolescentes padecen obesidad. Ha
aumentado el padecimiento de enfermedades crónicas como la diabetes, y la desnutrición sigue siendo un problema central
de salud pública al situarse como una de las primeras cinco causas de mortandad infantil. Esta dicotomía, de población con
sobrepeso y desnutrición, es resultado de la transición a dietas hiper-especializadas basada en alimentos “chatarra” o procesados
industrialmente con grandes cantidades de colesterol, grasas saturadas, azúcares y sodio (Cotler et al. 2019: 76-78).

352
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria

restauración y conservación de los ecosistemas de los que inter-dependemos (Van der Ploeg
2014; LVC 2017b: 27).
En contraste, las redes alimentarias campesinas cubren casi 70% del abastecimiento
alimentario mundial con 25% de tierras agrícolas, teniendo mejores índices de eficiencia ener-
gética, generando la mayor cantidad de empleos rurales y sin degradar los suelos y los bosques
(Grupo ETC 2017: 17). La racionalidad ecológica de la agricultura a pequeña escala, la aguda y
sistemática observación de signos climáticos, el constante y dinámico mejoramiento de varie-
dades de cultivo, la diversificación y rotación de cultivos, y el manejo adaptativo de diversas
unidades ecogeográficas son algunas de las prácticas sostenibles que encarnan los saberes cam-
pesinos a través de la producción de alimentos y el cuidado de los agroecosistemas.
Diversos campos emergentes como la agroforestería (Jose 2012: 2-4) o la agroecología
parten del reconocimiento del constante mejoramiento y manejo campesino de los compo-
nentes silvestres y/o cultivados en sus sistemas alimentarios haciendo uso de sus conocimientos
ancestrales, adaptativos, holísticos y estratégicos (Altieri y Toledo 2015; Gallar y Matarán 2015).
Algunos sistemas y mecanismos de mejoramiento y manejo de las redes campesinas alimen-
tarias basados en principios agroecológicos que fomentan el equilibrio de los agroecosistemas
son: los sistemas de producción tradicionales como la milpa, los sistemas de manejo integrado
donde se combinan cultivos y animales, mediante asociaciones o rotaciones (Damián-Huato
2016), la diversidad de alimentos y de biodiversidad funcional que se fortalece a través de la
pluriactividad y los policultivos, las mejoras en los rendimientos productivos con la misma
cantidad de recursos, el control biológico de plagas o el aumento de reciclaje y recirculación
endógena de materiales y energía. Todos estos son ejemplos que inciden en el fortalecimiento
de la resiliencia de los sistemas alimentarios (Van der Ploeg 2014: 49-50), al tiempo que con-
viertan al trabajo rural en una fuente de empleo digna (Cotler et al. 2020; López y Pérez 2019;
Toledo y Ortiz 2014; Toledo y Barrera-Bassols 2008).
Los procesos de enraizamiento socioecológico entretejidos por manos campesinas,
mediante diversos procesos de mutua crianza, implican un fortalecimiento rural sostenible,
sobre todo para un país como México que forma parte de uno de los centros de origen y de
domesticación en el mundo. Por ello, es vital que los pequeños y medianos agricultores se
conviertan en fundamento vital para construir políticas agroalimentarias auténticamente sos-
tenibles (IPES Food 2016; Grain 2016; HLPE 2013; LVC 2013).
Lo anterior, supondría un importante punto de inflexión hacia la construcción de
soberanía alimentaria con la que se reduzca la dependencia de insumos externos, se promue-
van nuevas formas de cooperación local, se fortalezcan y dinamicen los mercados locales y
regionales, se incremente la multifuncionalidad de cada unidad productiva, y, por tanto, la
viabilidad económica y socioecológica del campo (IPES Food 2016; Cotler et al. 2020; Altieri
y Nicholls 2018). Resulta crucial situar la importancia del principio de soberanía alimentaria
como eje operativo para la vida digna de las redes agroalimentarias campesinas, ya que parte
del fortalecimiento de la diversificación productiva basada en los conocimientos locales, la

353
Martha Angélica Soriano Sánchez

defensa de la tierra, los territorios, las semillas y los saberes frente a procesos de despojo,
así como del derecho a producir los propios alimentos nutritivos y culturalmente apropiados
(Korol 2016).
Las redes alimentarias campesinas fortalecen la resiliencia de los agroecosistemas frente
al cambio climático, por la destacada diversidad agrobiológica que resguardan, por la conser-
vación in situ de recursos naturales que promueven, por el mejoramiento de servicios ecosisté-
micos que posibilitan y por la lógica de manejo adaptativo integral con la que manejan paisajes
heterogéneos (Toledo y Barrera-Bassols 2008). De esta manera, las dinámicas regenerativas en
las que se basa la agricultura campesina contribuyen a la disminución de emisiones de GEI, al
no depender de insumos externos, y abonan en la importante labor de conservación de suelos,
al recuperar la materia orgánica del suelo o al reintegrar la producción animal con la vegetal
bajo formas de manejo sustentables (Grupo ETC 2017; Grain 2016; LVC 2009).
Del total de unidades productivas con actividades agropecuarias o forestales en México
67.8% está conformada por predios de menos de 5 hectáreas que representa una superficie de
4 380 152 ha (Cotler et al. 2020: 56). Esta agricultura a pequeña y mediana escala sigue enfren-
tando muchas barreras para acceder a financiamientos y a mercados, ya que sólo recibe 17% de
los subsidios de la vertiente productiva del PEC-DRS (Programa Especial Concurrente para el
Desarrollo Rural Sustentable) (López y Pérez 2019) a pesar de que satisface 39% de la demanda
nacional y que genera 56.8% empleo contratado bajo rubro agrario (Cotler et al. 2020: 64;
Ashoka 2015). Lo anterior es resultado de las inercias que han dejado sucesivos regímenes de
políticas regresivas para el campo mexicano, basadas en un modelo neoliberal y agroexporta-
dor como eje de política agroalimentaria, con las que se apostó por la generación de divisas,
concentrando la mayor parte de subsidios e inversión productiva en grandes agroexportado-
res, mientras paralelamente se pulverizaban las bases materiales de la vida campesina, por
considerarla improductiva y atrasada. Esta situación acentuó la dependencia alimentaria y
encareció el acceso a la alimentación nutritiva, sana y culturalmente adecuada (Cotler et al.
2020). Simultáneamente, se profundizó la desigualdad y exclusión en el sector agropecuario,
ya que los subsidios otorgados por el Estado se concentraron en grandes productores, mientras
que se promovía la ampliación de programas asistencialistas y clientelares ineficientes, mal
estructurados y con una nula cobertura productiva para pequeños y medianos agricultores.
De acuerdo con un informe de la FAO (2018: 17-19) llamado México rural del siglo XXI, los
estudios y políticas sobre el campo se caracterizan por ser sectoriales, debido a que existen
al menos 54 leyes que regulan el ámbito rural y cada secretaría de Estado atiende objetivos
específicos. Esto implica que se dupliquen o en el peor de los casos que se apliquen políticas
contradictorias debido a que no se cuenta con un diagnóstico claro sobre cuál es la población
objetivo, y en el caso de los pequeños productores ni siquiera se consideran como objetivo de
inversión productiva. A lo anterior se suma que los lineamientos establecidos en las Reglas
de Operación dificultan la articulación de este desintegrado marco normativo-institucional.
Por ejemplo, podemos constatar esta exclusión financiera y productiva de pequeños y medianos

354
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria

productores con el ejercicio del llamado Presupuesto Especial Concurrente (PEC-DRS), ya que
desde el año 2001 se viene concentrando más presupuesto con orientación social y de com-
bate a la pobreza que a la inversión productiva, de 2001 a 2006 se destinó 39% al componente
de vertiente social, hasta llegar a 57% en 2018.
Al respecto, cabe enfatizar que estas tendencias han dejado grandes costos sociales
como la precarización extrema del trabajo rural, la pulverización de la capacidad de pequeños
y medianos productores, la profundización de mecanismos de sobreexplotación, la desarti-
culación de tejidos sociales y territoriales; la pérdida de multifuncionalidad del campo y la
nula incidencia en los niveles de pobreza rural ya que 56.8% de la población se encuentra en
situación de pobreza y 16.7% en pobreza extrema (Coneval 2020). Por otro lado, también han
dejado grandes costos ecológicos como la dependencia energética de maquinaria, pesticidas,
fertilizantes; la sobreexplotación de recursos estratégicos como tierra y agua, generando a su
vez la contaminación de cuerpos de agua y la degradación de los suelos, así como la pérdida de
variabilidad genética de los principales cultivos (Cotler et al. 2020; Sandoval 2017).
Con base en este panorama, puede interpretarse como un buen signo que los cinco
programas prioritarios del gobierno actual (producción para el bienestar, precios de garantía-
canasta básica, crédito ganadero, entrega de biofertilizantes y apoyo a la pesca) se hayan diver-
sificado y, al parecer, reposicionado en favor del apoyo productivo a pequeños y medianos
productores. Sin embargo, retomando el diagnóstico de diversos autores (Cotler et al. 2020;
López y Pérez 2019), queda mucho por hacer para que estas buenas intenciones se concreten
en trabajo y vida digna para las redes alimentarias campesinas de México. La construcción de
una política agroalimentaria basada en el principio soberanía alimentaria y en la aplicación
del principio precautorio, con el consecuente desarrollo de marcos normativos, legales y ope-
rativos que fortalezcan la puesta en práctica de principios agroecológicos, es un asunto pen-
diente en la agenda. La publicación del decreto presidencial para sustituir el uso de glifosato
por otros agrotóxicos con baja toxicidad, con productos biológicos u orgánicos, con prácticas
agroecológicas y con el uso intensivo de mano de obra es un paso significativo en ese sentido.
También es muy importante sanear y actualizar el padrón de campesinos y productores para
diseñar una estrategia de focalización y cobertura que vincule componentes en procesos ope-
rativos bajo una visión territorial y de largo plazo donde pequeños y medianos productores,
los ejidos, y las comunidades campesinas y/o indígenas sean el fundamento productivo de las
políticas agroalimentarias (Cotler et al. 2020). El diagnóstico preciso de la compleja estruc-
tura agraria del país, gestada históricamente, con el que se defina la población objetivo de
programas articulados e integrales con una visión territorial, es un punto de partida necesario
para la articulación programática e interinstitucional a la agenda ambiental, como se trata
de impulsar a través del Grupo Intersectorial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y
Competitividad (GISAMAC).
Por otro lado, los procesos de defensa de la agricultura agroecológica campesina y de
las semillas nativas y criollas que desde hace varios años impulsan en México organizaciones

355
Martha Angélica Soriano Sánchez

vinculadas a LVC como la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas


Autónomas (UNORCA), el Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas, A. C., la Red
Mayense de Guardianas y Guardianes de Semillas – Ka’Kuxtal Much Meyaj, la red Semillas
de Vida; o las experiencias de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias (RASA) y
Grupo Vicente Guerrero (GVC) retomando la metodologías de Campesino a Campesino son
referentes importantes conectados con el horizonte de la soberanía alimentaria que revitalizan
territorialidades rurales y tejidos socioecológicos y fortalecen el patrimonio biocultural res-
guardado por las redes agroalimentarias campesinas.
Las asimetrías estructurales de las que partimos son un factor crucial a considerar,
debido a que los pequeños y medianos productores domésticos parten de condiciones des-
iguales de competitividad, por ello, es importante enfrentar el régimen de libre mercado al
priorizar los mercados y los consumidores locales por encima de mercados internacionales, y
proteger a las redes alimentarias campesinas frente a la volatilidad de precios. Asimismo, es
relevante considerar los contrapesos que requerirán los procesos de negociación en acuerdos
multilaterales como el T-MEC, donde los productores nacionales deben competir con empresas
transnacionales altamente subsidiadas y operando bajo políticas de dumping, tal como reco-
noce el actual subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria Víctor Suárez Carrera (Navarro
2019).
En cada uno de los procesos de escalamiento y territorialización agroecológica, LVC
refuerza su llamado por la agricultura agroecológica campesina, debido a que, tal como señala
el Grupo ETC “Los campesinos tienen el conocimiento, la energía innovadora y el tejido social
necesarios para responder al cambio climático; tienen la visión y escala operativa para hacerlo y
son quienes están más cercanos a quienes padecen hambre y malnutrición” (2017: 6). Diversos
actores reconocen que los conocimientos encarnados en las prácticas de redes campesinas
alimentarias proveen de soluciones reales a la crisis socioecológica que enfrentamos, especial-
mente respecto al enfriamiento del planeta y al abastecimiento alimentario (Altieri y Nicholls
2018; TNI 2016; McMichael 2014; LVC 2017b: 34).
Bajo escenarios condicionados por fenómenos hidrometeorológicos extremos y en un
país donde predominan las pequeñas y medianas unidades productivas, es crucial recono-
cer a las prácticas y conocimientos de las redes alimentarias campesinas como pilar para la
construcción real de procesos de soberanía alimentaria, ya que son agentes productivos y
ecológicos cruciales, pero no reconocidos. El robustecimiento de la colaboración solidaria
y horizontal, así como del arraigo territorial con enfoque productivo y sostenible son funda-
mentos esenciales para detonar dinámicas regenerativas en el campo desde la vitalidad de las
redes alimentarias campesinas que siguen abasteciendo 39% de la producción nacional y que
pueden seguir enriqueciendo los conocimientos y prácticas contextualizadas que necesitamos
para enfrentar los retos que se vislumbran en escenarios de cambio climático.

356
Redes campesinas alimentarias como pilar de soberanía alimentaria

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362
CRISIS RURAL, VIOLENCIAS CRECIENTES Y DESPLOME MIGRATORIO
La reproducción de la sociedad rural en su encrucijada
frente a la Cuarta Transformación

Rodolfo García Zamora1


Selene Gaspar Olvera
Rosa E. del Valle Martínez

El gobierno mexicano enfrenta el enorme desafío de aplicar un nuevo proyecto de Nación


en medio de una profunda crisis rural y de seguridad, derivada del abandono del campo con
sobreexplotación de recursos naturales bajo políticas neoliberales y con la emergencia de la
industria del crimen y que en los últimos 36 años han provocado violencias económicas y
sociales crecientes, destruyendo las bases sociales de arraigo de la población rural. Esto ha
provocado que buena parte de la población se viera obligada a emigrar a otras regiones de
México y a Estados Unidos. Luego, con la crisis económica de Estados Unidos de 2007 a 2010
crecen las deportaciones y retorno de 4 millones de mexicanos de 2008 a 2019, las contradic-
ciones económicas, sociales, políticas y las violencias se incrementan bajo el neoliberalismo
asistencialista de la nueva administración. El gobierno encabezado por Andrés Manuel López
Obrador aplica una política económica de austeridad presionado por la deuda de 11 billones
de pesos heredada del gobierno anterior, la creciente vulnerabilidad económica y política res-
pecto a Estados Unidos y las presiones económicas de organismos como el Fondo Monetario,
el Banco Mundial y las grandes corporaciones financieras. Fuera de los megaproyectos del Sur
anunciados por el presidente López Obrador, la sociedad rural parece condenada a enfrentar
mayores extracciones económicas, precarización y violencias de todo tipo si no se establece
una verdadera estrategia de desarrollo rural integral con políticas sectoriales integrales con el
apoyo técnico y presupuestal necesario.

La crisis del campo en México y los retos de la 4ª Transformación

A partir de 1982 con el problema de la deuda externa y el cambio de modelo económico


hacia la privatización, la apertura acelerada y la orientación de la economía nacional hacia
las exportaciones desaparecen las políticas de desarrollo rural y con base en la teoría de las
ventajas comparativas se apuesta a que México fortalezca el mercado de productos en los que

1 Los autores están adscritos a la Universidad Autónoma de Zacatecas.

363
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

tiene ventajas naturales como frutales y hortalizas y compre en el exterior los alimentos bási-
cos con graves impactos en la estructura productiva del campo y las condiciones de vida de la
mayoría de los productores rurales que enfrentan una creciente precarización, el pluriempleo
y la migración como alternativas. Bajo el nuevo modelo se apostaba a que con la moderniza-
ción económica –superadas la crisis de la deuda, la recesión de 1982-1988, de fuerte austeridad
y bajo crecimiento económico– crecería la industrialización del país, sus exportaciones y se
podría absorber la población “sobrante” del campo, gracias a la firma del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLC). Previo a la firma del TLC se modificó el
Artículo 27 constitucional para promover la mercantilización del campo y privatización del
territorio nacional y todos sus recursos. Sin embargo, pese a que con el TLC las exportaciones
y las importaciones a Estados Unidos aumentaron más de cinco veces, la crisis del campo se
profundizó y el crecimiento promovido por ese Tratado –de acuerdo con los intereses de las
grandes corporaciones de la maquila–, el ensamble automotriz y la electrónica se concentró en
pocas regiones de la frontera norte, norte y centro del país, con una capacidad limitada para
absorber a la población rural, generar impactos regionales integradores y multiplicadores, con
lo cual –sin políticas de desarrollo rural– crecen la migración y las violencias en todo el campo
mexicano agudizando la crisis económica y social.
Para 2017 de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI),
México tenía una población de 123.9 millones de habitantes de los que el sector rural cons-
tituía 23.1%, con 28.6 millones de personas. De éste, la población económicamente activa
del campo aportaba 13.3% con 7 millones de personas y contribuía con 3.1% del Producto
Interno Bruto (PIB) nacional. Un sector emergente de los trabajadores del campo lo represen-
taba la economía informal con 20.9% de 57% nacional equivalente a 6.3 millones de personas
(CEDRSSA 2017). De 2008 a 2020 la pobreza rural sigue siendo mayor que la urbana con 56.8%
frente a 40.1% y lo mismo sucede con la pobreza extrema con 16.7% y 6.1%, respectivamente.
Cabe destacar que la proporción de pobres y pobres extremos urbano se incrementó entre 2018
y 2020 (gráfica 1). Para el CEDRSSA (2020), la pobreza rural difiere de la urbana en aspectos
muy importantes como mayor población indígena, mayores riesgos económicos, alta precari-
zación del mercado laboral y explotación, aspectos que favorecen la vulnerabilidad de quienes
habitan estas zonas. Señalan que es apremiante poner en marcha las medidas que dinamicen
al sector agropecuario, lo cual significa poner al sector agropecuario como prioridad máxima
para garantizar un cambio real a favor de este sector de la población y la economía del país.

364
Gráfica 1. Evolución de la pobreza rural, 2008-2020

17.2
Millones de personas en pobreza

17.0 17.0

16.7
16.6
16.5

16.2

2008 2010 2012 2014 2016 2018 2020

Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado por los autores con base en el Coneval.

Hubert Carton de Grammont (2009) señala que de 1990 a 2009, pese a las migracio-
nes, la población rural crece constantemente, la migración campo-ciudad se modifica por la
generalización de un mercado de trabajo insuficiente, precario y flexible. Dice, además, que
se fortalece un nuevo modelo migratorio: la población no campesina en el campo tiende a
quedarse en sus lugares de origen en vez de emigrar definitivamente a la ciudad y buscar tra-
bajo temporal de corta o larga duración. Esta acumulación de población rural provoca mayor
pobreza y la creación de nuevas localidades, dispersas, aisladas y marginadas. Con la informa-
ción estadística de las Encuestas de Ingresos y Gastos de los Hogares de 1992 y 2004 el autor
encuentra una sensible reducción de los hogares campesinos con un aumento significativo de
los hogares no campesinos que constituyen la mayoría de los hogares rurales. Analizando los
ingresos, nivel de pobreza y tasa ocupacional encuentra dos tendencias relevantes en los hoga-
res campesinos: el trabajo asalariado ha desplazado a la actividad agropecuaria (pluriactividad)
y los campesinos tienden a ser más pobres que los no campesinos.
Carton de Grammont (2016) resalta cómo el funcionamiento de la unidad de produc-
ción campesina en México se transforma profundamente por la ampliación de la migración y la
pluriactividad como estrategias ante el abandono del campo y los impactos del nuevo modelo
económico aperturista y del TLC . La presencia creciente de una población no agrícola, que
tiene un perfil socioeconómico similar al de la población urbana (acceso a trabajos y estructura
familiar), transforma profundamente la vida de las poblaciones rurales. Lo que se evidencia
en la emergencia de nuevos conflictos en los pueblos, como las contradicciones que existen
entre los “avecindados” y los ejidatarios, así como entre migrantes y no migrantes por el con-
trol de las autoridades municipales o de sus delegaciones. Hoy en día, los campesinos conviven

365
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

con una población rural que no tiene tierra y que reclama sus derechos de participación en
la vida de los pueblos. A este nuevo escenario del campo mexicano Carton de Grammont le
llama nueva “ruralidad fragmentada” por su desagrarización.
Así, a pesar de la relevancia que tiene la población rural en México, en los últimos años
ha perdido importancia económica y ha crecido la pobreza, la presencia del trabajo asalariado
y las transferencias de ingresos que reciben las familias rurales. En el ámbito rural y entre los
no pobres las transferencias monetarias representan 21.7% del ingreso monetario del hogar y
28.9% entre la población en pobreza de 2008 a 2018. Entre ellas, las transferencias monetarias
vía remesas internas e internacionales y los ingresos monetarios de programas gubernamen-
tales son los más importantes, sin esos recursos el número de pobres sería de poco más de 19
millones, 12.7% más que los estimados considerando ambos rubros y la extrema pobreza rural
alcanzaría a 6.3 millones de personas, 26.2% más de los calculados; mientras que la pobreza
moderada sería de 12.7 millones de personas en lugar de los estimados en 11.9 millones, 7%
más, propiciando que los grupos que las reciben sean altamente vulnerables a esos recursos
(Gaspar y García 2020).
A siete meses de funcionamiento del nuevo gobierno, López y Pérez (2019) recuerdan
cómo los pequeños y medianos productores de granos básicos han sido uno de los sectores
más afectados desde la imposición del modelo neoliberal en 1982. La entrada en vigor, en
1994 del TLC arrasó con la agricultura campesina. La guerra contra el campesinado estaba
en marcha. La política neoliberal se enfocó en denigrarlos, al considerarlos “atrasados”,
“pobres”, “improductivos”, quitándoles el derecho de ser vistos como sujetos productivos y
como sujetos históricos en la construcción de las decisiones del país.
Para López y Pérez (2019), los saldos de las políticas neoliberales en el sector rural son
desastrosos: colapsaron al campo y arruinaron a los campesinos en beneficio de las grandes
corporaciones agroalimentarias, tanto las que acaparan y especulan con cosechas como las
que introducen paquetes tecnológicos destructivos. Debido a eso hoy importamos la mitad de
lo que comemos y en el campo hay pobreza, malnutrición, deterioro ambiental, migración,
inseguridad y violencia. Por ello, entre otras causas, el gobierno de la Cuarta Transformación
se ha volcado decididamente a desterrar el modelo neoliberal. Durante años los pequeños y
medianos productores fueron excluidos de las políticas públicas. Sin embargo, ellos desarro-
llaron estrategias, resistencias que les han permitido sobrevivir a las adversidades. Se organiza-
ron e implementaron sistemas alternativos de producción, crearon organizaciones, generaron
empleo, alimentos sanos e intentaron reestablecer el tejido social.
Al inicio del nuevo gobierno mexicano en 2019, López y Pérez (2019) rescatan los cuatro
argumentos de Héctor Robles para apoyar la agricultura de pequeña y mediana escala: la
importancia que tienen para el país; el agotamiento del campo mexicano expresado en el
estancamiento de la productividad, competitividad y rentabilidad; la ineficiencia del gasto
público dirigido al campo y los diversos programas establecidos en América Latina y el mundo
a favor de la agricultura en pequeña escala.

366
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

Sin embargo, pese a las declaraciones reiteradas de funcionarios del gobierno mexicano
actual a favor de una nueva política pública para el campo mexicano esto no se vio reflejado
en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2020 al pasar la Secretaría de Agricultura y
Desarrollo Rural de 67 mil 770 millones en 2019 a 46 mil 253 millones en 2020, una reducción
real de 31.8%. Desde el mes de septiembre de 2019 cuando se conocía la propuesta de presu-
puesto 2020 de la Secretaría de Hacienda, diversas organizaciones campesinas manifestaron su
inconformidad porque se contemplaban reducciones significativas para el campo. Esto generó
qué en noviembre, cuando el Congreso debía discutir y aprobar el PEF 2020, agrupaciones
campesinas bloquearan las sedes de la cámara por semanas exigiendo un aumento de 20 mil
millones de pesos más para el campo, que finalmente no fue aceptado y ocasionó desacuerdos
y tensiones crecientes entre la mayoría de centrales campesinas y el gobierno mexicano. Así a
finales de enero de 2020, la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas anunció su resistencia,
con movilizaciones y plantones que se realizarían a partir de febrero en contra de los proyectos
del gobierno federal.
A los graves problemas de presupuesto para el campo nacional hay que agregar la puesta
en marcha el 1 de julio de 2019 del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y
Canadá (T-MEC) luego de las modificaciones hechas al Tratado de Libre Comercio (TLC) hasta
ahora vigente, bajo el cual –al entrar en funcionamiento hace 25 años– se redujeron los apoyos
directos a la producción agrícola, a los precios de garantía y nunca se crearon políticas públicas
de acceso al financiamiento e infraestructura que permitiera a las organizaciones campesinas
participar en los mercados de exportación.
La parte del T-MEC enfocada en la agricultura es, en muchos aspectos, una continua-
ción del TLC debido que refuerza las políticas de libre mercado en regiones que aún conservan
su colectividad y en las que hace falta apoyo tecnológico y financiero que favorezcan la pro-
ducción de alimentos de consumo local y nacional, para competir con los grandes productores
y preservar las formas de producción tradicionales. Además, estas prácticas ancestrales se ven
amenazadas por la expansión de los transgénicos que atentan contra las semillas autócto-
nas, las culturas campesinas e indígenas y su cohesión comunitaria. El modelo agroindustrial
impuesto por el TLC sigue en el T-MEC , enfocado en la producción masiva sin atender la
inocuidad, la calidad y el valor nutricional de los alimentos, tampoco los daños que ocasiona
al medio ambiente, a la salud de productores y consumidores, y en elementos bioculturales
de las comunidades campesinas, como los procesos tradicionales de modificación de semillas
y las semillas nativas (Chima y Perlman 2020, 24 de marzo). Este problema significa un peligro
para miles de comunidades rurales tradicionales ya que el T-MEC obliga a México a cambiar
la legislación que rige el uso de semillas, abriendo la puerta a los transgénicos y al pago de
regalías y patentes a las cuatro grandes transnacionales Bayer-Monsanto, Pioneer, Syngenta y
Dow que controlan el negocio (Gilet 2019, 13 de junio).
En diciembre 2019 cuando los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá habían
ratificado su compromiso en julio de 2020 poner en marcha el T-MEC , se informó que las

367
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

exportaciones agroalimentarias de México a Estados Unidos en 2019 habían sido de 23 mil


256 millones de dólares con un aumento de 10.2%, en cerveza, aguacate, tomate, tequila,
pimiento y berries como principales productos mexicanos. Ante la inminencia del inicio del
T-MEC el secretario de Agricultura de México, Víctor Manuel Villalobos expresa que se trata
de “ganar-ganar”, planteando que el sector agroalimentario mexicano será fuertemente favore-
cido al promover la integración de un mercado de Norteamérica más justo y transparente con
gran potencial de crecimiento en beneficio de los productores y consumidores de la región.
El mayor logro para Villalobos es que no habrá aranceles y que se superarán los problemas de
inocuidad y sanidad (SMATT.COM 2020, 13 de diciembre). El Consejo Nacional Agropecuario
coincide con el secretario de Agricultura al considerar que la aprobación del T-MEC estimulará
el crecimiento del campo mexicano que en 2018 exportó a Estados Unidos 26 mil 984 millones
de dólares (De la Rosa 2019).
Justo en 2019 cuando el gobierno de López Obrador inicia su gestión al frente del
país prometiendo un Nuevo Proyecto de Nación se da la sincronía de una profunda crisis
económica expresada en la enorme deuda pública de 11 billones de pesos (50% del producto
interno bruto nacional) y 57% de la población económica activa (PEA) en la informalidad con
una mayor crisis rural debido a la ausencia de políticas públicas de apoyo, a los impactos de
la privatización del campo con cambios en el Artículo 27 constitucional y a los megaproyec-
tos con más de 150 conflictos socioambientales en todo el país, a las consecuencias del TLC y
violencias crecientes en todas las regiones del país. Pese a la crisis rural, el campo se convierte
en un espacio de valorización y desposesión no sólo para las grandes corporaciones mineras
y energéticas, sino también para las organizaciones criminales que se “territorializan” en el
Pacífico, el Golfo, la Frontera Norte, el Centro-Occidente y el Sur del país, convirtiéndose
de facto en un segundo Estado con sus propias fuerzas militares, control de territorios y de
población con cobro de impuestos.
Más allá del campo como un espacio de acumulación por despojo, éste sigue cum-
pliendo funciones económicas, sociales, políticas y ambientales fundamentales para el futuro
de México. Como señala Patricia Arias (2009) en Del arraigo a la diáspora. Dilemas de la fami-
lia rural, el espacio rural ha sufrido profundas transformaciones con una reducción radical de
su población, con creciente dependencia del pluriempleo, el trabajo asalariado y la migración,
con nuevas estrategias de grupos domésticos y nuevas relaciones entre las comunidades de
origen y destino de los migrantes que cuestionan y modifican las responsabilidades y derechos
de las mujeres en el campo. Entre los múltiples aportes de esta obra está el señalar cómo el
campo, las unidades domésticas y la casa rural crecientemente fungen como ámbito de refugio
y pertenencia de los migrantes enfermos, envejecidos y deportados. Situación en general que
obliga a reforzar las políticas de desarrollo rural, de empleo y bienestar en el campo mexicano.
Sin embargo, pese a los aportes económicos y sociales del sector agropecuario para el
funcionamiento del país y la necesidad de articular una política integral de desarrollo rural
para todas las regiones y los diferentes sectores de productores agropecuarios esta política no

368
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

se ha hecho por los condicionamientos macroeconómicos de deuda y crisis financiera con que
recibe la administración federal el gobierno de López Obrador, las obligaciones impuestas por
el TLC y el T-MEC en términos de producción y comercio agropecuario bajo dichos acuerdos
y los saldos en la balanza comercial agropecuaria a favor de los grandes exportadores mexica-
nos y corporaciones internacionales en el país y las mayores exportaciones de granos básicos,
oleaginosas y cárnicos de los exportadores norteamericanos en México y la persistencia en
la burocracia federal de que este modelo de política gubernamental aplicada para el campo
mexicano durante 39 años es la adecuada.
A pesar de que el gobierno de López Obrador ha establecido algunos programas de trans-
ferencia de ingresos para la población rural como Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el
Futuro, ello resulta insuficiente ante la ausencia de verdaderas políticas públicas de desarrollo
regional y sectorial con el respaldo técnico y financiero necesario y la profundización de los
megaproyectos agrícolas, energéticos y mineros que afectan a cientos de comunidades rura-
les en todo el país. Frente a ese escenario resultan muy importantes las conclusiones del 13º
Congreso Nacional de la Asociación Mexicana de Estudios Rurales realizado de forma virtual
del 22 al 25 de junio de 2021 en las cuales señalan que la búsqueda del crecimiento económico
como solución a las crisis múltiples que enfrenta el campo mexicano por décadas, no puede
ser a costa de los recursos naturales y la reproducción de la vida de las comunidades indígenas,
campesinas y afromexicanas. Siendo una preocupación central de dicho Congreso el des-
pojo que sobre sus bienes y recursos sufren las mujeres y hombres del campo, resultado de la
implementación de megaproyectos extractivos, de producción, distribución y conducción de
energía, de infraestructura, turísticos, industriales y de urbanización.
Los más de 400 trabajos presentados en ese evento muestran las dinámicas sociales y
productivas que persisten en el campo mexicano, las regiones y sujetos sociales insertos, en
procesos productivos, comerciales y laborales que, desde sus diferencias y particulares contra-
dicciones, revelan de lo que está hecho el desarrollo rural en México y la necesidad de modi-
ficar efectivamente la transición democrática para dar salida a los problemas de producción y
comercialización de los pequeños productores, al trabajo infantil, a la falta de opciones para
que las y los jóvenes, cada vez más escolarizados, sigan arraigados a sus comunidades; a la
histórica discriminación de las mujeres; a la falta de reconocimiento de los pueblos indíge-
nas, campesinos y afromexicanos para el ejercicio pleno de sus derechos humanos y sobre sus
territorios; y, entre otros problemas, a la violencia ejercida en las comunidades por el crimen
organizado que ha roto el tejido social en todo el país. Ante esta compleja situación del mundo
rural mexicano en junio de 2021 la AMER hace las siguientes propuestas:
1. La transformación y desarrollo nacional basados en el reconocimiento y respeto de
los derechos de los pueblos indígenas, campesinos y afromexicanos. Aspiramos a que
la resolución de los conflictos territoriales y disputas sociales puedan dirimirse en un
marco de respeto donde la voz de los pueblos y comunidades indígenas y campesinas
se escuchen y tengan eco.

369
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

2. El desarrollo del campo mexicano cimentado en el interés social, que considere la


equidad, la justicia y la inclusión, como se estipula en los planteamientos del actual
Plan Nacional de Desarrollo, sin imposición de proyectos y programas al margen de la
participación y beneficios de la población.
3. Que se legalicen y legitimen ante el poder legislativo y judicial las aportaciones de
los conocimientos tradicionales y las formas de organización comunitaria para hacer
frente a las emergencias sanitarias y las contingencias ambientales.
4. Apoyar la producción agroecológica de la milpa y comercialización de alimentos sanos
en manos de campesinas y campesinos.
5. Sistemas agroalimentarios comerciales y campesinos libres de pesticidas y de herbicidas
de alta toxicidad para los seres humanos y el ambiente, como el glifosato, a partir de
su prohibición gradual y eliminación completa en 2024.
6. El aprovechamiento sustentable del agua, que asegure el derecho al agua de la pobla-
ción rural y favorezca su uso para la soberanía alimentaria de nuestro país. Detener la
sobreexplotación de los acuíferos por corporaciones transnacionales.
7. Modificar las leyes reglamentarias del Artículo 27 para impedir constitucionalmente
las concesiones mineras, eólicas, presas y similares a corporaciones nacionales e
internacionales.
8. Políticas públicas regionales, integrales y democráticas, que favorezcan la inclusión y
cohesión social, respetando la vocación productiva y manejo que la población local
decida sobre sus territorios.
9. Alto a la violencia de género, protección de la vida de las mujeres y niñas indígenas y
campesinas. Respeto a la diversidad sexual.
10. No a la militarización de la vida social en el campo por parte del Estado.
11. Alto a la violencia rural ejercida por el crimen organizado.
12. Alto a la criminalización y asesinato de las y los luchadores sociales en defensa del terri-
torio. Justicia para todos los líderes indígenas y campesinos asesinados en defensa de
sus comunidades, recursos y territorios.

Crisis migratoria y de fronteras. Grieta de la Cuarta Transformación

Durante más de cuarenta años la migración a Estados Unidos para millones de mexicanos se
convirtió en una opción para salir de la pobreza, desempleo y marginación, problemas que
eran graves desde los años setenta del siglo pasado y se profundizan con el establecimiento del
modelo económico neoliberal a causa de la crisis de la deuda externa en 1982 y con la puesta
en funcionamiento del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá en 1994. El
número de inmigrantes mexicanos pasó de 700 mil en 1994 a 12 millones en 2017, año en que
llega Trump a la presidencia de Estados Unidos y comienza un largo proceso de renegociación

370
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

del TLCAN que termina en enero de 2020 con la sustitución del Tratado por el nuevo acuerdo
comercial, ahora denominado Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Frente a las férreas políticas de ajuste económico y de estabilidad macroeconómica a ultranza
impuestas desde 1982, cuyas prioridades eran (y son hoy) pagar la deuda pública y controlar la
inflación, se abandonan las políticas públicas de desarrollo regional y sectorial y de fortaleci-
miento del mercado interno que de 1940 a 1982 permitieron tasas de crecimiento del Producto
Interno Bruto de 5% anual y se decide orientar la economía hacia las exportaciones a los
Estados Unidos. Con ello durante cuatro décadas México se convierte en una enorme fábrica
de pobres y migrantes, cuya dinámica económica depende de las exportaciones, maquila elec-
trónica y el ensamble automotriz.
Pero, la situación anterior no podía mantenerse de forma indefinida, los impactos de
la crisis económica norteamericana de 2007-2014 en el mercado laboral y las políticas de segu-
ridad nacional sobre la migración internacional con mayores sanciones y deportaciones cre-
cientes provocan cambios importantes en el sistema migratorio de México y Estados Unidos
que al inicio del siglo XXI se caracterizó por un flujo creciente de migración irregular cercano
al medio millón en los años previos a la crisis económica señalada. Bajo esta perspectiva,
Alejandro Canales y Sofía Meza (2016) plantean que en los últimos quince años se ha con-
figurado un nuevo contexto político y económico en el cual es posible enmarcar las nuevas
tendencias de la migración México-Estados Unidos, señalando los dos factores antes expues-
tos como los causantes de los cambios en la dinámica migratoria: la política migratoria con
enfoque de seguridad nacional y los impactos de la crisis económica en el mercado laboral y
la migración.
Canales y Meza (2016) mencionan que entre 2007 y 2010, la economía de Estados Unidos
perdió 5.1% de los puestos de trabajo, casi 7.5 millones de empleos, y se tardó cinco años en
recuperarlos. Queda claro que la crisis económica reduce el mercado laboral, en particular
en sectores donde se concentraron los migrantes mexicanos, tales como la construcción, la
manufactura y los servicios. En ese mismo periodo, 2007 y 2010 ambos autores calculan que los
mexicanos perdieron 470 mil empleos, equivalentes a 6.5% del total ocupados. En 2009 la tasa
de desempleo (TD) de los mexicanos alcanza un máximo histórico de 13.3%, sin embargo, es
tan importante la fuerza laboral mexicana para el mercado laboral estadounidense que expe-
rimentó una constante recuperación al pasar la TD de 13.3% a 11.9% entre 2009 y 2011 (Gaspar
2012). En 2018 los inmigrantes mexicanos observan una tasa de desempleo de 4.2% similar
a la media nacional y apenas inferior a la que exhiben los nativos de Estados Unidos (4.3%).
La crisis económica y la intensificación de la política migratoria de Estados Unidos crean un
punto de inflexión en la dinámica migratoria mexicana. Mientras que los mexicanos cursan
un vaivén en la ocupación, otros grupos de migrantes muestran un patrón de continuidad sin
presentar modificaciones significativas (Canales 2012).
Los impactos de la crisis se expresan en la precarización del trabajo de quienes están
empleados. Ramírez y Aguado (2013), con datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera

371
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

Norte de México (Emif Norte), señalan que quienes regresan a México por no haber encon-
trado empleo o no alcanzar los ingresos esperados pasa de 10.1% en 2006 a 23.2% en 2009. En el
contexto de los impactos negativos de la crisis económica en el mercado laboral de los migran-
tes mexicanos, los más afectados son los trabajadores de menor calificación, quienes enfrentan
la reducción del tiempo de trabajo y en sus salarios en un proceso de mayor precarización
La crisis económica de Estados Unidos 2007-2010 y las medidas de política migratoria
más rigurosas implementadas desde 2002 hacen que la migración a ese país deje de funcio-
nar como la “válvula de escape” a las presiones del mercado de trabajo y a los prevalecientes
problemas económicos y sociales de México mediante la expulsión de 11 millones de migran-
tes de finales de los años sesenta del siglo anterior a 2006, cuando ellos mandaron al país
26 mil millones de dólares en remesas familiares. Estimamos con datos del Departamento
de Seguridad de Estados Unidos que entre 2000 -2018 se llevaron a cabo casi 14 millones de
arrestos de indocumentados, 11.8 millones (84.8%) eran de mexicanos. En el periodo de Bush
(2001-2009) se totalizaron 8.2 millones de arrestos principalmente de mexicanos (alrededor de
90%) y en el tiempo de Obama (2009-2017) 3.4 millones de arrestos con una menor partici-
pación de migrantes mexicanos y un aumento de migrantes indocumentados procedentes de
Centroamérica, cifra sin precedente en ambos casos.
En el contexto anterior de profunda crisis económica, social y de seguridad en México,
es urgente una reorientación del modelo económico y en la gestión gubernamental para pro-
mover el desarrollo económico nacional, lograr la cohesión social, recuperar la paz y la credi-
bilidad de los ciudadanos en las instituciones públicas colocando en el centro la generación
de empleo y la seguridad humana como prioridad nacional. El reto para México y los demás
países latinoamericanos con alta migración internacional, radica en construir verdaderas polí-
ticas de desarrollo económico y migración, integrales y de largo plazo que fortalezcan el
mercado interno, construyendo nuevos proyectos nacionales con estrategias específicas para
los diferentes sectores y regiones que generen los empleos necesarios. Esto haría viable que los
latinoamericanos ejerzan su derecho a no emigrar, de modo que a mediano plazo la migración
sea una opción más para vivir mejor y no una necesidad como sucede hasta ahora (García
Zamora 2010: 309).
Con los impactos de la crisis económica de Estados Unidos sobre la migración de mexi-
canos y el crecimiento económico de México –que se desploma–, se perciben grandes proble-
mas de la economía mexicana para crecer y generar los empleos necesarios para la población
que ingresa anualmente al mercado laboral, así como para ocupar y reintegrar a los 4 millones
de deportados y retornados de 2008 a 2018. Pero, la disfuncionalidad no sólo se presenta en la
estructura económica nacional, sino también en el marco normativo de movilidad humana
que resulta obsoleto para regular las diferentes modalidades migratorias en el país como espa-
cio de origen, tránsito, destino, retorno y de desplazamientos internos. Así, en gran medida
por la presión que ejercen los deportados desde Estados Unidos y los transmigrantes centro-
americanos por México rumbo a ese país, en 2010 se inicia un debate nacional sobre la nueva

372
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

Ley de Migración y su Reglamento, que llevó más de dos años. Esta discusión fue promovida
en gran medida por 83 organizaciones de la sociedad civil transnacional (incluidas organiza-
ciones de migrantes mexicanos en Estados Unidos), las cuales aprovechando la experiencia
de interlocución e incidencia con el Estado mexicano se constituyeron como Colectivo Plan
Nacional de Desarrollo-Migración (Colectivo PND -Migración) con el propósito de elabo-
rar la Agenda Estratégica Transnacional de Migración para la propuesta Plan Nacional de
Migración y Desarrollo 2013-2018 (García Zamora 2019b). Dicho Colectivo destaca tres causas
estructurales del fenómeno migratorio:
1. Fragilidad económica y social de las comunidades de origen derivada de un modelo
económico depredador que aniquila las bases económicas y sociales de arraigo de la
población, la vida comunitaria y el medio ambiente.
2. Discriminación y rechazo de diversos sectores de la sociedad a migrantes y los defenso-
res de ellos y de derechos humanos.
3. Violencia creciente hacia las personas migrantes y sus familias ejercida por las corpo-
raciones oficiales de seguridad y las organizaciones criminales que han encontrado en
ellos un nuevo sector de extracción de dinero y ejercicio de las violencias.

El Colectivo reconocía que la problemática migratoria rebasaba el ámbito nacional y de


Estados Unidos porque desde los años noventa del siglo anterior por la crisis multidimensional
de Centroamérica, en especial de Honduras, El Salvador y Guatemala, crecen los flujos migra-
torios de esa región hacia México con el propósito de llegar a aquel país. Ante lo cual se preveía
que si no se hacía un esfuerzo regional de colaboración en términos de colaboración interna-
cional para una mejor regulación de la movilidad humana y de diseño de políticas públicas
de desarrollo económico integral y derechos humanos a futuro podría generarse una situación
muy conflictiva de migraciones, fronteras, crisis humanitarias y de tensiones políticas entre
los países involucrados en la movilidad humana. Buscando colaborar en la construcción de
una nueva arquitectura institucional para la regulación de las migraciones con el diseño de
nuevas políticas públicas migratorias con enfoque de desarrollo económico integral y derechos
humanos, el Colectivo participó en una gran cantidad de actividades con las Secretarías de
Relaciones Exteriores y de Gobernación de México durante 2013 e inicios de 2014 para la ela-
boración del Programa Especial de Migración, que representa la propuesta más avanzada de
política migratoria en México en los últimos años. En el Programa Especial de Migración se
plantearon diez propuestas (García Zamora 2019b):
1. Fortalecer la incorporación de la migración en la Agenda Global de Desarrollo que se
debate en diversos foros mundiales promovidos por organismos internacionales como
las Naciones Unidas, la Organización Mundial de las Migraciones y múltiples orga-
nizaciones sociales y de migrantes de los cinco continentes. En este tema se resaltaba
la necesidad de que el gobierno mexicano superara la contradicción que presenta en
los foros internacionales de Migración y Desarrollo y en los espacios de las Naciones

373
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

Unidas asume posiciones progresistas sobre las políticas de migración y desarrollo y


derechos humanos, que no resultan coherentes con su actuación al interior del país
donde ignora el diseño de ese tipo de políticas públicas y sigue con un enfoque de
seguridad nacional.
2. Promover que los programas de desarrollo económico y social incorporen el tema
migratorio para favorecer el desarrollo local; lo que es imposible cuando se excluyen a
los migrantes y sus comunidades de origen del diseño y aplicación de políticas públicas
regionales y sectoriales.
3. Fortalecer la vinculación entre las personas migrantes mexicanas y sus comunidades de
origen o residencia habitual para aprovechar todo el potencial económico, social y cul-
tural para el fortalecimiento de las comunidades transnacionales y su empoderamiento
en origen y destino.
4. Impulsar esquemas de migración y movilidad internacional a favor del desarrollo y con
pleno respeto a los derechos de las personas migrantes.
5. Diseñar e impulsar acciones para la integración económica, social, cultural y política
de las personas migrantes y sus familias.
6. Facilitar y promover el desarrollo educativo de los migrantes y sus familias, para favo-
recer su integración.
7. Reducir el costo de las transferencias internacionales de las remesas y promover su uso
productivo para fortalecer el desarrollo local y regional.
8. Facilitar y promover la salud integral con criterios diferenciados para las personas
migrantes y sus familias.
9. Promover la inserción laboral de los migrantes a partir del reconocimiento efectivo de
sus derechos, capacidades, habilidades y perfiles diferenciados.
10. Revisar y fortalecer los esquemas para el reconocimiento de los derechos y garantías
laborales de los migrantes.

La construcción conjunta del Programa Especial de Migración entre dependencias


federales y organizaciones del Colectivo Migraciones fue una labor inédita en términos de
intercambio de aprendizajes, lecciones, experiencias, tolerancia y generación de consensos
para lograr acuerdos entre las diversas perspectivas de la movilidad humana en México, sus
causas y sus alternativas. Finalmente, el PEM fue publicado el 30 de abril de 2014 con la firma
presidencial y de 12 secretarios de Estado, pero, enfrentó dos limitaciones centrales: 1) la
ausencia de una visión integral y transversal de las políticas de desarrollo económico, migra-
ción y derechos humanos para incidir en las causas estructurales de los movimientos de la
población, y 2) el carácter no vinculante del Programa; es decir, sin obligatoriedad de aplica-
ción federal y estatal, y sin respaldo presupuestal y técnico necesario. La falta de interés en el
nuevo programa por parte del gobierno mexicano y el Congreso se expresó en el presupuesto

374
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

federal 2015 cuando se le asignaron al PEM 50 millones pesos, año en que los migrantes mexi-
canos enviaron a su país 26 mil millones de dólares de remesas familiares.
Al final de la elaboración del PEM, en abril de 2014, pese a las dos limitaciones centra-
les señaladas, consideramos que las organizaciones migrantes y de la sociedad civil habíamos
obtenido, por lo menos, tres productos muy valiosos: una amplia alianza de redes de organi-
zaciones sociales transnacionales; una agenda transnacional compartida, con visión estratégica
de desarrollo integral, migración y seguridad humana; y un proceso de creciente aprendizaje,
colaboración y apoyo transnacional entre las diversas organizaciones sociales y las comunida-
des de origen y destino de los migrantes con múltiples aliados (García Zamora 2019a).
Los integrantes del Colectivo PND-Migración, incrementando su membresía con varias
organizaciones sociales y de migrantes de Centroamérica y Estados Unidos, decidieron cam-
biar el nombre a Colectivo Migraciones para las Américas (Compa) y continuar con sus acti-
vidades en defensa y protección de los migrantes mexicanos y de Centroamérica, en el diseño
de estrategias de incidencia ante el gobierno mexicano y los organismos internacionales, reali-
zando estudios acerca de las tendencias migratorias en la región y en el diseño de propuestas
de política pública migratoria con enfoque de desarrollo integral y derechos humanos.
Al final del gobierno de Enrique Peña Nieto en diciembre de 2018, pese a las múlti-
ples propuestas de las organizaciones de migrantes y de la sociedad civil para la elaboración
de políticas públicas de desarrollo, migración y derechos humanos, algunas de las cuales se
incluyeron en el PEM (abril de 2014), con las limitaciones señaladas, se avanza muy poco en el
diseño y aplicación de las políticas migratorias. En ese contexto el país enfrenta una creciente
problemática y complejidad del proceso de movilidad humana con sus cinco dimensiones
en aquel momento (país de origen, tránsito, destino, retorno y desplazamientos internos cre-
cientes), frente a lo cual las políticas de seguridad nacional y asistencialismo binacional para
los mexicanos en Estados Unidos resulta insuficiente; además, la normatividad y capacidad
institucional del país es cuestionada de forma creciente.
En tal panorama, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) enfrenta una
profunda crisis económica, institucional, migratoria y de fronteras. Esta situación se com-
plica más por la agresión económica, política y migratoria del presidente Trump contra las
exportaciones, migrantes y fronteras de México; ataques que se incrementaron a finales de
2018 cuando las “caravanas” de 12 mil transmigrantes centroamericanos pasando por México
llegaron a las fronteras de Estados Unidos para pedir asilo en ese país, lo que generó fuertes
impactos sociales y políticos en México y mayores amenazas económicas y políticas de Trump
a México para que frene tales flujos migratorios.
El mes de abril de 2019 muestra una profundización de la crisis migratoria, de fron-
teras y de las relaciones con Estados Unidos. La continuación de nuevos flujos de migrantes
centroamericanos hacia la frontera norte en tránsito por México cuestionan la normatividad y
la institucionalidad del gobierno nacional sobre la movilidad humana del sistema migratorio
Centroamérica-México-Estados Unidos. Estos desplazamientos humanos generan mayores

375
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

tensiones y amenazas del presidente norteamericano y, al interior de nuestro país, producen


múltiples impactos y contradicciones en y entre los tres niveles de gobierno a lo largo de las
diferentes rutas migratorias que enlazan las fronteras sur y norte de México. Así, al transitar
un contingente de cerca de 20 mil transmigrantes y ubicarse en los municipios fronterizos que
requieren alojamiento, alimentos, salud y otros servicios, causan tensiones en los cuales los
gobiernos municipales y estatales que no están preparados, ni reciben apoyos adicionales del
gobierno federal para enfrentar las nuevas demandas.
La prensa nacional informa que las estaciones migratorias de la frontera sur se encuen-
tran al borde del colapso por el volumen de los solicitantes de asilo, en su mayoría provenientes
de Honduras, Guatemala, El Salvador y Venezuela. El Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Refugiados (ACNUR) informa que sólo en los primeros tres meses de 2019
ingresaron 12 mil 716 migrantes y a finales de 2020 pueden ascender a 60 mil los solicitantes de
refugio si sigue la tendencia de ese periodo. Por su parte, el Instituto Nacional de Migración
(INM) reporta que 5 mil 366 migrantes permanecen en distintos centros del área fronteriza, en
espera de documentos que les permitan regularizar su estancia en México. De acuerdo con
el informe de la presidencia, el número de solicitudes ha mantenido una tendencia creciente.
Casi se duplicó entre 2016 y 2017, y más que se triplicó entre 2016 y 2018, se proyecta que podría
llegar a la cifra de 80 mil a diciembre de 2019 (gráfica 2).

Gráfica 2. Evolución de solicitantes de refugiados, 2010-2019


90,000

80 000
80,000

70,000

60,000

50,000

40,000
31 355
29 619
30,000

20,000
14 619
8 796
10,000
2 137 3 224
1 050 752 811 1 296
0
2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019 al 30 Proyección
junio Dic-2019

Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de la SEGOB y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados COMAR 2010 -2019. Informe
presidencial.

376
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

Las fuertes tensiones que estos flujos generan en las ciudades fronterizas mexicanas por
la limitada capacidad institucional y carencias financieras, los migrantes enfrentan la lenti-
tud deliberada del gobierno de Estados Unidos para recibir las solicitudes, lo que les obliga a
regresar a México ampliando su estancia y problematizando su situación y la de nuestro país;
entre 2000-2017 el departamento de seguridad de Estados Unidos ha registrado 1.6 millones
de arribos de refugiados, tan sólo se han emitido casi 480 mil (45.1%), en el último año de
observación de 53 691, el 49.5% emitió una solicitud y tan sólo 60.4% fue afirmativa (gráfica 3).

Gráfica 3. Arribos de refugiados y solicitudes de asilo en Estados Unidos, 2000-2017

90,000 80
80,000 70
70,000 60
60,000
50
50,000
40
40,000
30
30,000
20,000 20
10,000 10
0 0
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
Arribo de refugiados Solicitudes de asilo 2017
% de asilos afirmativos

Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de U.S. Department of Homeland Security and U.S. Department of Justice.

La llegada de miles de transmigrantes centroamericanos a la frontera norte de México


vino a cuestionar, como indicamos antes, la capacidad institucional y financiera de los muni-
cipios y gobiernos estatales para atender adecuadamente a esos contingentes de migrantes, así
como la normatividad y la institucionalidad del país para enfrentar la movilidad humana en
sus cinco dimensiones de origen, tránsito, destino, retorno y desplazamientos internos crecien-
tes. A las nuevas tensiones de una inusitada demanda de servicios de alimentación, hospedaje
y salud de esa población, dada la estrategia de Estados Unidos de regresar a los solicitantes de
refugio a México por meses hasta recibir respuesta a su petición (en agosto de 2019 ascienden a
más de 20 mil) se plantea el reto de generar empleos para los adultos transmigrantes y los más
de 4 millones de mexicano retornados de Estados Unidos por la crisis económica y políticas
antiinmigrantes de 2008 a 2019, sin que exista ninguna política nacional de generación de
empleo como prioridad del país.

377
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

La situación de Centroamérica ha sido mucho más complicada por una profunda crisis
multidimensional estructural de más de cuatro décadas, el atraso económico y una profunda
crisis institucional, situación que se agrava con el tratado comercial con Estados Unidos, la
enorme dependencia nacional de las remesas que rebasa 15% de su producto interno bruto,
la inestabilidad política y las violencias crecientes. Elementos que explican la masividad y
nuevas modalidades de las migraciones de las Caravanas en 2018, 2019 y 2021: masivas, fami-
liares y con estrategias de alianzas, apoyos sociales y de comunicación. Todo ello ante una
normatividad regional obsoleta que no responde a las múltiples modalidades de la movilidad
humana en Mesoamérica.
Con la llegada del Covid a México y Centroamérica en 2020 hay una reducción tem-
poral de los flujos migratorios hacia México y Estados Unidos por los problemas de confina-
miento económico en Estados Unidos, caída en el empleo y mayor vigilancia y militarización
de las fronteras de México y Estados Unidos. Sin embargo, a finales del mismo año la econo-
mía norteamericana vuelve a crecer por las grandes inversiones de su gobierno y con el triunfo
de Biden y la promesa de una reforma migratoria integral que genera el “efecto llamada”, se
reactivan los flujos migratorios de Centroamérica y comienzan a crecer los flujos de México
que por más de una década habían tenido una tendencia decreciente. Esta situación obliga
a que los gobiernos de México y Estados Unidos promuevan un mayor diálogo y colabora-
ción para enfrentar los nuevos flujos migratorios de Centroamérica que en 2021 presentan la
novedad de su articulación con flujos migratorios de haitianos provenientes de Brasil y Chile
que habían salido diez años antes de su país por la pobreza, violencia y desastres naturales
aprovechando las oportunidades de ingreso y trabajo que les ofrecieron esas nacionales y que
ahora por los problemas de integración, económicos y políticas regresivas, junto con la existen-
cia de las redes globales de trata de migrantes deciden emigrar a Estados Unidos vía Panamá y
México. Pese a una narrativa del gobierno de Biden de que se planteará una propuesta integral
para los flujos migratorios de Centroamérica que incida en sus causas de raíz prometiendo
en enero de 2020 4 mil millones de dólares, rápidamente en los siguientes meses la vicepresi-
denta Kamala Harris en Washington y Centroamérica expresa que sólo habrá 310 millones
de dólares para enfrentar la problemática migratoria en la región con tres acciones centrales:
fortalecimiento del control de fronteras, capacitación del personal migratorio y construcción
de centros para deportados. En el caso de México, con las Caravanas de 2018 y 2019 que lle-
garon a la frontera de Estados Unidos, su gobierno estableció unilateralmente el Programa
Permanece en México mediante el cual regresó a nuestro país a 65 mil solicitantes de asilo a
esperar su respuesta en territorio nacional, monto de transmigrantes que crece por el cierre de
la frontera de ese país el 21 de marzo de 2020 y la puesta en marcha del Título 42 de deporta-
ción expedita a México por cuestiones de Covid a todos los detenidos por ingresar irregular-
mente por su frontera sur. Además, el gobierno de México aumenta en 12 mil agentes de la
Guardia Nacional y más agentes del Instituto Nacional de Migración para la mejor vigilancia
de su frontera sur: contención, detención y deportación es la nueva diplomacia, acuerdos y

378
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

labor que realiza el gobierno mexicano contra los migrantes que ingresan por su frontera sur
y transitan por el territorio nacional.
Durante nueve meses en 2021 los acuerdos y acciones del gobierno mexicano se ciñen
a los tres objetivos antes indicados, olvidado quedó el evento del 20 de mayo de 2019 en que
en Palacio Nacional, ante el presidente Andrés López Obrador, legisladores federales y emba-
jadores de los países centroamericanos, Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Comisión
Económica para América Latina (CEPAL), presentó el Plan para el Desarrollo Integral de
México y Centroamérica, planteando que, para solucionar el problema migratorio, debe colo-
carse en el centro el desarrollo económico y priorizar la inversión pública y privada. Bárcenas
sostiene que el Plan tiene como meta incrementar la inversión total de los cuatro países, del
actual 19% a 25% del PIB, identificando cinco proyectos de inversión en energía e infraes-
tructura para lograr una integración regional logística, eléctrica, en gas natural, ferroviaria y
comercial. Según la funcionaria, para resolver los problemas de esta región necesitamos 25%
del PIB en inversión, y sólo 6% en infraestructura, pero México está en 20.9% y Guatemala en
14.2%.
La propuesta de proyecto de la CEPAL (2021) para el sur de México, Honduras, El
Salvador y Guatemala, como estrategia de fondo ante la problemática migratoria de la región
era correcta teóricamente, haciendo un análisis de problemas y potencialidades con una visión
holística de que sólo el desarrollo humano integral, equitativo y sustentable puede erradicar las
causas estructurales de la migración. Sin embargo, la propuesta enfrenta grandes problemas
para su aplicación como las enormes desigualdades económicas y sociales estructurales entre
los diferentes países; la profunda inseguridad arraigada en las últimas tres décadas, las grandes
divergencias institucionales entre los países; el dominio de las políticas neoliberales que han
provocado todas las violencias estructurales y emergentes en la región y que ahora obligan a
asumir la austeridad forzada como regla para el funcionamiento de todos los gobiernos y la
ausencia de políticas de desarrollo regional y sectorial, que hacen inviable una propuesta de
desarrollo como la señalada para México y la región.
Además, hay que considerar la visión y acción imperial del gobierno de Estados Unidos
de control territorial, energético y militar en toda la zona, contrario a una inversión masiva
para promover el desarrollo económico de la región. Destaca la ausencia de una propuesta
seria frente a las violencias e inseguridad sistémica en Centroamérica que ha sido el detonante
más fuerte para el éxodo masivo y donde persiste, como en México, la profundización de polí-
ticas de militarización y seguridad nacional. Frente a esas limitaciones y múltiples obstáculos,
el riesgo es que la propuesta de la CEPAL se convierta en una repetición de la estrategia fallida
de las Zonas Económicas Especiales impulsadas por Peña Nieto para el sur de México, que
sirva simplemente para que las empresas transnacionales de la energía, los transportes, la agro-
industria, la minería y el comercio exploten a gran escala todos los recursos naturales de la
región bajo un mega extractivismo masivo, que paradójicamente aumente la pobreza, las vio-
lencias, la crisis ambiental y el éxodo hacia el norte, incrementando las migraciones forzadas

379
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

que inicialmente se buscaba resolver y que siguen siendo fuente de conflicto profundo con el
gobierno de Estados Unidos (García y Gaspar 2020).
Sobre supuestas propuestas del gobierno mexicano para incidir en las raíces de la
migración de Centroamérica durante todo el año 2021 el presidente López Obrador ha estado
proponiendo a Estados Unidos exportar los programas asistencialistas Sembrando Vida y
Jóvenes Construyendo el Futuro con su apoyo financiero sin ninguna respuesta positiva, salvo
una carta de Biden en octubre en la cual diplomáticamente expresa que le parece interesante
la posibilidad de una experiencia piloto, pero, sin ninguna propuesta seria de desarrollo eco-
nómico como la que plantea la CEPAL y que nuevamente presenta el 18 de septiembre en la
reunión de la CELAC en la Ciudad de México sin ningún avance concreto.
Justo cuando se realizaba la reunión anterior Tapachula, Chiapas, se había convertido
en la “ciudad-prisión” de 60 mil migrantes centroamericanos, haitianos y por lo menos quince
nacionalidades más a los que miles de agentes de la Guardia Nacional y el Instituto Nacional
de Migración no les permitían dejar la población para viajar hacia Estados Unidos. En el
ínterin diversos grupos pequeños de migrantes centroamericanos y haitianos se movían por
diferentes corredores migratorios hacia la frontera de aquel país, los cuales de forma inédita la
tercera semana de septiembre coinciden en Ciudad Acuña de donde ingresan de forma irre-
gular 15 mil migrantes a la población texana de Del Río durante una semana pidiendo asilo.
El gobierno norteamericano deporta por vía área a 2 mil haitianos, detiene a 5 mil y 8 mil
regresan a Ciudad Acuña donde son detenidos por la Guardia Nacional y el INM y traslados a
la Ciudad de México y Tapachula para su deportación; siguen vigentes las funciones asignadas
al gobierno mexicano: contención, detención y deportaciones expeditas.

Las violencias en México consustanciales al neoliberalismo como modelo


de la muerte

El modelo planetario de la economía de la muerte del capitalismo financiero global se ha apli-


cado en México desde la crisis de la deuda de 1982. Las consecuencias han sido desastrosas en
términos de la muerte del mercado interno, de las políticas de desarrollo regional y sectorial,
el desmantelamiento de las políticas sociales y una creciente inseguridad y violencia en todo
el país con la emergencia de las organizaciones criminales coludidas con los tres niveles de
gobiernos, las diferentes corporaciones de seguridad del Estado y con parte significativa de la
clase política y el sector empresarial. De esta manera, junto a la desaparición del Estado como
promotor del desarrollo regional en el país, dichos grupos delincuenciales en el inicio de los
años ochenta comienzan un proceso de apropiación y control territorial desde la frontera norte
y estados del golfo y el Pacífico –donde tradicionalmente venían realizando sus actividades
desde lustros anteriores– hacia el resto del país. Para la primera década del siglo XXI, las orga-
nizaciones criminales adquieren un protagonismo de grandes dimensiones que cuestionan

380
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

el funcionamiento del Estado mexicano al contar con sus propios ejércitos privados, cobrar
derecho de piso y cuotas de protección y controlar la mayor parte del territorio nacional, como
admitió el propio presidente Calderón en Davos, Suiza, en enero de 2007.
Los saldos de la situación anterior son un raquítico crecimiento del PIB en todo el
periodo referido que no rebasa 2%, una incapacidad estructural para generar empleo que se
expresa en 60% de la población económicamente activa en la informalidad; 11 millones de
mexicanos expulsados a Estados Unidos; 8 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan,
los “ninis”; 53 millones de pobres; una enorme deuda, y una corrupción generalizada en los
tres niveles de gobierno y en los tres Poderes; envilecimiento y deterioro de todas las institu-
ciones del Estado mexicano (gráfica 4).
Gráfica 4. Deuda bruta (millones de pesos), 2006 -2019

8000000
7000000
6000000
5000000
4000000
3000000
2000000
1000000
0
2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019

Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de la Dirección General de Deuda Pública-Unidad de Crédito Público de la Secretaría
de Hacienda y Crédito Público.

La Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, informa


que en 2016 se registraron 29 episodios de desplazamiento masivo en el país, impactando
en al menos a 23 169 personas, en doce entidades del país: Chiapas, Chihuahua, Durango,
Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz y Zacatecas.
De estos episodios de desplazamiento 20 fueron causados de manera directa por la violencia,
mientras que entre 2009-2017, 310 527 personas tuvieron que desplazarse por violencia o por
conflictos territoriales, religiosos o políticos (gráfica 5). Pese a tal destrucción de la nación, de
la estructura productiva, de la cohesión social y del futuro del país el grupo gobernante y la
oligarquía nacional durante el periodo electoral 2018 se resistían al cambio e insistían en que
el rumbo del modelo de la muerte es el correcto.

381
Gráfica 5. Distribución porcentual de personas internamente desplazadas por la fuerza de
acuerdo con las causas, 2017

Ataques armados en contra de la población 32.0

Enfrentamientos entre grupos delincuenciales


y entre estos y agentes del Estado 24.0

Desalojos con violencia 12.0

Temor fundado ante la violencia de


8.0
organizaciones criminales

Disputas territoriales entre grupos criminales 4.0

Asesinato de defensor comunitario 4.0

No especificado 16.0

0 10 20 30 40

Fuente: SIMDE-UAZ . Elaborado con datos de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, A.C.

La negativa del gobierno mexicano para dejar el fundamentalismo neoliberal, pese a


sus desastrosas consecuencias de desempleo, deuda creciente, pobreza y violencias generali-
zadas en todo el país, por supuesto, no es una terquedad teórica, sino su compromiso con la
oligarquía nacional e internacional, con las cuales está fusionado y se han beneficiado mutua-
mente con la implantación del modelo de la muerte, de la depredación y despojo de los recur-
sos públicos y el territorio nacional como política oficial durante más de seis lustros. Más de 30
años de crisis económicas y sociales recurrentes y la aplicación autoritaria del mismo modelo
fallido muestran que la subordinación del Estado mexicano al capital financiero internacio-
nal (aliado con los oligarcas nacionales) no permiten cambiar la política económica hacia las
prioridades nacionales de fortalecimiento del mercado interno, de la producción, el empleo,
bienestar y seguridad de todos los mexicanos. A finales de la primera década del siglo XXI, se
plantea el reto de que el Estado mexicano retome el manejo soberano del país, del territorio
nacional, de la política económica orientada hacia los objetivos anteriores. Sin embargo, el
consenso es que no basta la existencia de una larga y profunda crisis de la economía, del país
y del Estado mexicano para que ocurra esa transformación, si no existe una variación radical
en la correlación de fuerzas y una gran participación popular que exija el cambio de modelo
económico y funcionamiento del propio Estado (García Zamora 2019a).
La ausencia de prospectiva nacional del gobierno mexicano de Morena con relación
a la movilidad humana, al T-MEC , el desarrollo rural, los condicionamientos macroeconó-
micos derivados del gobierno anterior y el contexto mundial actual y sobre las violencias y la

382
Crisis rural, violencias crecientes y desplome migratorio

inseguridad, explica muchos de los numerosos problemas que tiene en la conducción del país
en sus primeros tres años de gobierno, en la inconformidad surgida por los impactos de la
austeridad en la mayoría de los sectores de la población, en la subordinación hacia los dictados
de Estados Unidos, el cuestionamiento creciente de las organizaciones campesinas de todo el
país por la falta de políticas públicas prometidas de reactivación del sector, el reclamo de las
organizaciones migrantes por los recortes presupuestales y falta de atención a sus propuestas y
demandas y, finalmente, por la militarización del país con la transformación de parte del ejér-
cito mexicano en Guardia Nacional que pretende durante cinco años cubrir las deficiencias
de las policías estatales y municipales en todo el territotio. El pueblo mexicano será traicio-
nado de no darse una amplia movilización y lucha popular en todo el país por la reorientación
del modelo de la muerte hacia la verdadera construcción de un Nuevo Proyecto de Nación
soberana, que recupere el control de su territorio, sus recursos, sus instituciones, su marco nor-
mativo, que erradique la corrupción, degradación y envilecimiento de todas las instituciones
del Estado mexicano y que se exprese en el presupuesto 2022 con prioridades en un programa
nacional de empleo, de reactivación y fortalecimiento del mercado interno, de la agricultura,
la alimentación, la salud y la seguridad humana, el mandato, la esperanza y el potencial de
30 millones de mexicanos del pasado 1 de julio de 2018 para construir un nuevo proyecto
de nación con empleo, ingreso, bienestar y seguridad para todos. De no darse el cambio ante-
rior más que Cuarta Transformación tendremos la Cuarta Frustración con un neoliberalismo
asistencialista, subordinado crecientemente a Estados Unidos y al capital financiero interna-
cional, basado más en el uso del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional que en el apoyo
popular.

Conclusiones

Después de 39 años de neoliberalismo la sociedad rural mexicana sigue sufriendo una pro-
funda crisis estructural después del triple fracaso de que con el modelo neoliberal en 1982
habría la modernización de la economía mexicana en su conjunto y la población rural sería
absorbida por la industria; de que con el TLC se daría una avalancha de inversiones y tecno-
logía en todo el país y desaparecería la crisis rural, y con el gobierno 2012-2018 de que con
las reformas estructurales faltantes se movería al país al desarrollo pleno. La realidad es que
en general la reproducción social en el campo se enfrenta a una exclusión y agresión perma-
nente por la misma lógica neoliberal, el abandono de la economía campesina, la ausencia de
políticas de desarrollo integral, la acumulación por despojo de las grandes corporaciones y los
impactos de las violencias y grupos criminales que han encontrado en la población rural un
ejército “delincuencial de reserva” estratégico para su expansión nacional.
Ante lo anterior, frente a los graves problemas de desempleo, economía informal y
pobreza en México, que se profundizan en el campo, en la perspectiva de construcción de un

383
Rodolfo García, Selene Gaspar y Rosa E. del Valle

Nuevo Proyecto de Nación es fundamental la reactivación del campo con políticas públicas
de desarrollo rural integral que fortalezcan el mercado interno, la autosuficiencia alimentaria,
el empleo y el bienestar con un manejo sustentable de todos los recursos naturales, contando
para ello con los presupuestos y apoyos tecnológicos, de precios y comercialización necesarios.
De lo contrario, la gobernabilidad del país, la pobreza, la marginación y las violencias segui-
rán afectando profundamente la reproducción social en el campo mexicano. De no darse una
enorme movilización nacional de las organizaciones campesinas, indígenas y de migrantes
articulados con otros sectores de la población por el diseño de nuevas políticas públicas para la
generación masiva de empleo, el desarrollo regional y el desarrollo rural sustentable que incida
en la conformación del presupuesto 2022 y los años siguientes, la reproducción de la vida rural
en México seguirá como hasta ahora, aplastada por el funcionamiento del modelo de la muerte
neoliberal que sigue funcionando como en los pasados 39 años con sus secuelas de pobreza,
marginación, despojo territorial, exclusión presupuestal, corrupción y el flagelo de los mega-
proyectos y de los grupos criminales en contubernio con los diferentes niveles de gobierno y las
distintas corporaciones policiacas y de seguridad nacional.

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386
¿RETORNAR AL CAMPO MEXICANO PARA MIGRANTES DEPORTADOS?
Contextos políticos y sociales en zonas rurales michoacanas

Óscar Ariel Mojica Madrigal1

El presente capítulo centra su atención en la falta de acciones hacia población migrante en


contextos rurales, y se toma como caso, el municipio de Penjamillo, Michoacán, donde se
sitúa la ranchería de Patambarillo, una comunidad con una importante tradición migratoria,
misma que surge ante la falta de recursos económicos para hacer producir la tierra recibida con
el reparto agrario en la región entre los años de 1930-1950. No se trata de señalar la ausencia de
políticas, sino la falta de planeación en acciones para un tema añejo, pero ausente de la agenda
política: la incorporación de población migrante a los contextos locales, regionales y naciona-
les. Lo que ocurre en la localidad mencionada, bien podría ser reflejo de lo que sucede en otras
localidades, de otros municipios y estados, y no exclusivo de Michoacán.
El trabajo de campo con el que aquí se reflexiona inició con la tesis doctoral, entre
2007-2010, continuó con dos proyectos de investigación entre 2011-2013, y con entrevistas reali-
zadas desde 2015 hasta 2019, como parte del proyecto “Impactos de la migración internacional
en comunidades rurales michoacanas”, que forma parte de la investigación que llevo a cabo
en Penjamillo y otros municipios aledaños, y con el que analizo retornos por deportación,
voluntarios, forzados de oriundos de Michoacán y sus familias, entre las que se encuentran
jóvenes, niños y niñas. Las entrevistas se han realizado con autoridades municipales –oficina
de atención a migrante, regidores de migración, docentes, sacerdotes y médicos– y locales
–encargados del orden y autoridades ejidales–. Además, de migrantes, sus familias, y otras
personas de las localidades con experiencia migratoria reciente, no tan reciente y sin expe-
riencia migratoria. El universo considerado, por tanto, contempla migrantes y no migrantes,
y autoridades.
En 2011, 2012 y 2013 se realizaron tres encuestas que comprenden aspectos sociode-
mográficos de las familias, ingresos –por actividades locales, programas sociales, remesas–,
experiencias migratorias en los hogares y procesos de inserción a la comunidad. La primera
encuesta se efectuó en la cabecera municipal, Penjamillo; la segunda en siete localidades ale-
dañas, las rancherías, y la última, en nueve municipios más de Michoacán desde Numarán

1 El Colegio de Michoacán.

387
Óscar Ariel Mojica Madrigal

hasta Santa Ana Maya, y Copándaro de Galeana. Al ampliar la muestra se buscó corroborar
los hallazgos del trabajo en Penjamillo. Además, posterior a las encuestas, se prosiguió con
entrevistas a profundidad con migrantes y sus familias, así como con personas de las locali-
dades sin experiencia migratoria, y autoridades para conocer, de primera mano, los motivos
por los que salen rumbo a Estados Unidos, y vuelven, pero también, para dar cuenta de los
programas que existen para población migrante y no migrante, los problemas que se presentan
al momento de volver, y los cambios en los patrones migratorios.
Así, el capítulo está dividido en tres apartados. Primero, se señalan los problemas loca-
les que incidieron en las migraciones, que van desde las pugnas locales por los controles de
recursos, y el Programa Bracero como una oportunidad para encontrar ingresos económicos
que el ejido no ofrecía, y con el que el Norte surgió como opción económica. Segundo, inicia
con la crisis económica en Estados Unidos, los retornos forzados a México y la respuesta del
Estado México para tratar el tema de las deportaciones. Tercero, experiencias de migrantes en
México posterior a la crisis económica, y la ausencia de programas para su integración a los
contextos locales-regionales de Michoacán. Por último, las conclusiones.

De campesinos a norteños. El caso de Patambarillo, Michoacán

El paso de las haciendas al sistema ejidal no fue pacífico, ni tampoco favoreció a todas las per-
sonas de una región beneficiada con la dotación de tierra. El ejido, como puede representarlo
el de Patambarillo en Michoacán, se conformó entre luchas violentas tanto por parte de las
llamadas guardias blancas, como también de las surgidas por los reacomodos políticos y de
relaciones de poder que trajo consigo a nivel regional y, más a nivel local (Mojica 2012).
Con una población aproximada de 745 personas en Patambarillo, quedó establecido el
ejido de manera oficial en 1954, con un total de 285 ejidatarios, 220 hombres y 37 mujeres (33
viudas, 3 solteras y 1 casada). Sin embargo, no todo ejidatario resultó del todo favorecido por
ese reparto, no todos tuvieron los recursos para hacer productiva la tierra. Tal es el caso de dos
familias que emigraron al verse sin los medios necesarios para sembrar la parcela. El Programa
Bracero se presentó como opción para buscar ingresos económicos para las familias, más allá de
representar la oportunidad para hacer productiva la tierra como fue utilizado por autoridades
(Vélez 2002). Así, más con un proyecto familiar que uno nacional, un integrante de la familia
López M.,2 salió rumbo a Estados Unidos en búsqueda de trabajo. Se contrató en varias oca-
siones dentro del Programa, y mandó por su familia para establecerse en Tijuana. El motivo
se debía a que invertir en la parcela no le rendiría como era un trabajo asalariado. Después, un
primo le alcanzó en la ciudad fronteriza junto con dos integrantes de su familia que buscaban
lo que su primo había obtenido, un ingreso semanal y seguro. Así, ante la incertidumbre que

2 Entrevista a J. Madrigal, realizada en 2008 en la ciudad de Tijuana, Baja California.

388
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

le representaba el campo en su natal Patambarillo, sin una inversión para hacer productiva
la parcela, su apuesta fue seguir a su pariente. Establecidos en Tijuana, el resto de su familia
les alcanzó en la ciudad fronteriza. Ambas familias se establecieron en Tijuana sin volver a
Patambarillo a pesar de que ambas familias, poseían vivienda y parcela, pero no insumos para
trabajar. Con el Programa Bracero, vivieron su primer acercamiento a un trabajo asalariado en
Estados Unidos, y optaron por el Norte, aunque residiendo en Tijuana.
Su salida de Patambarillo, no se dio por desinterés a la parcela, ambas familias tenían
fuerte lazos con el terruño, ahí habían vivido desde su nacimiento, de ahí eran sus padres,
abuelos e hijos y la comunidad les remitía también a su identidad, pero no había futuro, no
tenían cómo hacer productivas las tierras, como mantener a sus familias. No fueron los únicos
en dejar la ranchería.
Rubén M.,3 un ejidatario de 91 años en 2008, señaló la importancia del ejido, y con
orgullo apuntó a ser parte de éste desde sus inicios, pero también comentó que el ejido por sí
sólo no podía mantener a las familias, de ahí que la migración empezó a darse también entre
los que habían recibido tierra, pero más en quienes no fueron beneficiados. Así, para el año de
formación del ejido, 1954, estaba vigente el Programa Bracero y 15 patambarillenses laboraban
como braceros (RAN-DAP, 1996, exp. 337, ff. 27-29). De esta forma, el Norte empezó a ser cono-
cido, y se incursionaba al Programa buscando obtener ingresos “seguros”, argumenta Rubén
M. En la actualidad, es una situación que sigue presente tal como señaló José M.,4 exmigrante
de 65 años en 2013, de la localidad vecina a Patambarillo: “todo lo que mira aquí [en referencia
a casas y negocios] no son con centavos de aquí, son de allá. Aquí toda esta ranchereada no
hubiera quien tuviera centavitos. Los de Estados Unidos son los que nos han alivianado”.
Además, el sentimiento de orgullo al que refirió Rubén M. es algo común en ejidata-
rios de edad avanzada. Gil (2007) describe que, en Ixtlán de los Hervores, la práctica de cultivo
de la tierra que se da en adultos mayores y exmigrantes, tiene más una representación simbó-
lica que una económica, además de seguir siendo productivo, ser parte del ejido, sobre todo
cuando recibieron la tierra directamente con el reparto agrario, les representa en la identidad,
mas no, insisto, en lo económico.
Si a lo anterior le añadimos las disputas internas por el control de los recursos que
el ejido generó, y también los enfrentamientos que se dieron con el surgimiento de líderes
agraristas locales que conformaron sus propios grupos y redes de poder, y con ello, el favore-
cimiento a sus allegados, podemos entender de mejor forma la construcción del Norte como
opción económica. Leyva ha descrito que la región michoacana que colinda con el estado de
Guanajuato, vivió el periodo de reparto agrario bajo el dominio de grupos que se consolidaron
por las relaciones interpersonales que tejieron fuera de la región y con grupos de poder, así
como por su experiencia armada en la Revolución mexicana (1993: 42).

3 Entrevista a Rubén M., realizada en Patambarillo, Michoacán en 2008.


4 Entrevista a José M., realizada en La Luz, Michoacán en 2013.

389
Óscar Ariel Mojica Madrigal

Así, en la región noreste de Michoacán, de acuerdo con Leyva (1993) y Nava Hernández
(2003), y reiterado por las historias de patambarillenses de mayor edad, el movimiento agrario
en la región estuvo encabezado por Abraham Martínez, personaje formado bajo el cobijo de
Lázaro Cárdenas tanto en el periodo en el que fue gobernador (1928-1930) como el sexenio en
el que ocupó la presidencia de México (1934-1940) (Nava Hernández 2003: 90-93; Leyva 1993:
128-129, 141-143). Abraham, mantuvo presencia importante como figura-motor del agrarismo
regional, y su formación no es distinta a la de otros líderes agraristas michoacanos. Tuvo
experiencia previa en la Revolución mexicana y diferentes cargos en organizaciones creadas
por el gobierno federal, con lo que su desempeño como líder fue afianzado desde el gobierno
federal. Hernández apuntó a que, a través del ejido, la organización en el mismo quedó “en el
control corporativo de las centrales oficiales y en los grupos de poder que existían desde antes
del reparto” y alrededor de la formación de éste (1990: 85), y dentro de ese control, surgió lo
que Leyva llama el caciquismo como figura de poder local (1993: 293). Así, a nivel regional y
local, las figuras de líderes consolidaron a un Estado benefactor que les había otorgado tierra,
y como detallan Nugent y Alonso, se “esperaba que los campesinos expresaran su gratitud,
que mostraran su agradecimiento convirtiéndose en leales servidores” (2002: 194).
Abraham Martínez nació en el poblado de Santa Fe del Río, vecino a Patambarillo, y
tuvo participación en la Revolución mexicana al lado de otra figura importante en la defensa
de tierra y derechos indígenas, y de quien recibió gran influencia, Miguel Regalado (Nava
Hernández 2003: 50 -51, 308). Luego de su incursión en la Revolución mexicana, retornó al
municipio de Penjamillo entre los años de 1923 -1924 (2003: 308). En 1929, de acuerdo con
Nava Hernández, Abraham ya estaba consolidado como “líder agrario importante” (2003:
308). Además, le tocó hacer frente al movimiento antiagrarista, identificado por Leyva, que
en 1930 impactó la región abarcando desde La Piedad hasta Puruándiro, aunque dio un giro
cuando Cárdenas tomó la presidencia y “apoyó a los agraristas a controlar los ayuntamientos”
(Leyva 1993: 138-139). Abraham se forjó entonces como líder en Penjamillo y en la comuni-
dad de Ziquítaro, desde donde apoyó políticamente a Francisco Silva, un líder local, que se
convirtió en su aliado. Francisco contaba con experiencias similares a las de Abraham, había
participado en la Revolución mexicana. Sin embargo, a pesar de su rol como líder agrarista,
Abraham no gestionó directamente las solicitudes de reparto agrario en la región; Leyva aclara
que fue orquestador y un tipo de consultor para llevar a cabo las peticiones (1993: 138), siendo
un intermediario importante.
Sin embargo, ser líder agrarista no significaba que tendría el apoyo de los campesinos,
debido a que con la creación del ejido surgieron nuevos problemas, de los cuales varios se
dieron al interior de la propia estructura ejidal. Incluso, me atrevo a afirmar que la formación
del ejido y la conformación de líderes, trajeron más problemas que los que se dieron con el
hacendado al desarticular la hacienda. El movimiento agrario generó una serie de restructura-
ciones que sobrepasaron los límites del ejido: en ciertos poblados los ejidatarios, algunos, eran
quienes tomaban decisiones importantes dentro de la vida diaria, no necesariamente aquellas

390
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

que concernían al ejido. Además, empezó a construirse distinción entre ser ejidatario y no
serlo, lo que otorgaba cierta valoración, estatus y diferenciación. Por tanto, es significativo
señalar que el surgimiento de personajes que tomaron control del ejido y de ciertos recursos
que de este se desprendían, simbólicos y materiales, es que fueron colocándose y colocados
como vitales para la vida cotidiana de los pueblos, no solamente para atender asuntos del ejido.
Así, Abraham y Francisco influyeron en la región de Penjamillo. Pero había espacios
que quedaron “desatendidos” y fueron ocupados por otras figuras que se formaron en la misma
dinámica de poder, pero acotando su presencia a un espacio más local. Así, con el ejido, surgió
la figura del comisariado ejidal que se consolidó a través de Maurilio en Patambarillo, un líder
local.
Maurilio desempeñó el cargo de comisariado ejidal por más de diez años de forma
continua y se le vinculó con Francisco Silva que ocupó el puesto que dejó Abraham Martínez
luego de su muerte en 1953. El surgimiento de líderes locales, influyó en el funcionamiento
del ejido, y el control de recursos benefició a grupos cercanos a dicho comisariado, y fue parte
de lo que ocasionó el abandono a la comunidad de algunas familias para ir en búsqueda de
nuevas oportunidades económicas donde podían encontrarlas sin tejer esas redes de poder.
Las propias relaciones al interior del ejido, basadas en la construcción de liderazgos y el con-
trol de recursos, como apoyos para hacerlo productivo, incidieron en la incorporación de esos
nuevos ejidatarios y campesinos al Programa Bracero, y para mantener a la familia que el
ejido, o los líderes locales, no les permitían hacerlo.
De acuerdo con Rubén M. la influencia de Maurilio en la comunidad, y en eventos
que iban más allá del propio ejido, quedaba claro con su participación en la escuela primaria,
donde asumía el rol de “dar el grito de independencia”, aun cuando no vivía en la comuni-
dad ni tenía en ese momento, algún puesto directo en el ejido, pero sí uno simbólico. Y más,
recuerda Rubén, con su intención de poner a una calle de la comunidad, su nombre, aunque
ante el rechazo, se retiró esa propuesta.
Pero, además de las disputas internas, también influyó la falta de proyectos dirigidos al
campo. Así, en Patambarillo sucedió lo que en otros sitios michoacanos, apareció el Programa
Bracero como una oportunidad para buscar recursos económicos que ayudarían a mantener
a la familia, y no tanto para hacer productiva la tierra, como se apostó con el Programa y la
incorporación de campesinos a este (Vélez 2002; Cohen 2001; Craig 1971).
Como señaló Durand, posterior al Programa Bracero, inició la fase de migrantes irre-
gulares (2000: 21). Y, pese a que se buscó controlar el flujo migratorio irregular, no se logró,
resultó lo contrario, fue una etapa en que se conoció el Norte, sus principales rutas y los espa-
cios de trabajo, de tal forma, que esa movilidad irregular aumentó y se estableció como una
ruta a trabajo asalariado (Mummert 2003: 116). Para el caso de una localidad michoacana,
López Castro puntualiza cómo el Programa Bracero trazó la ruta que sigue vigente entre los
pobladores de Gómez Farías y Watsonville, California, donde siguen “yendo a trabajar a las

391
Óscar Ariel Mojica Madrigal

tierras norteamericanas la tercera y cuarta generación de migrantes los cuales en su mayoría


van a Watsonville” (1988: 129).
La década de 1980 fue crucial, no sólo se lograron establecer en Estados Unidos de
manera regular cerca de 2 300 000 migrantes mexicanos (Espinosa 1999: 735), si no que esa
regularización incrementó la movilidad hacia Estados Unidos que buscaba la reunificación
familiar en el Norte (Durand 2000: 29), y de manera importante, crecieron las redes sociales de
apoyo, con lo que el éxito en el cruce y establecimiento en el Norte ascendió; así la migración
se propagó y se consolidó.
Es importante decir que ese incremento de personas hacia Estados Unidos, tiene estre-
cha relación con lo que García Zamora acota respecto a la década de 1980, retomando a Arias,
que apunta al cambio de modelo económico, y con este, a la relación entre ciudad-campo
(Arias 1992 en García Zamora 2019: 120), y que incide en un cambio de patrón migratorio,
donde las migraciones circulares se transforman en estancias prolongadas, e incluso definitivas
en Estados Unidos (García Zamora 2019: 120-121). En la década siguiente se presentó una crisis
económica (1994) que intensificó la pobreza en las zonas rurales, misma que venía creciendo
desde 1982, sin opción de mejoras para el campesino, pese a la supuesta bonanza anunciada
con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) (García Zamora 2019: 123).
Para Michoacán, la migración puede también tener como motivo, lo que García
Zamora ha apuntado a los cambios en el sistema económico, y que López Castro y Zendejas
señalaron, como el paso a sistemas de producción mecanizados y dirigidos al desarrollo de la
porcicultura, incidiendo en el aumento en los niveles de ingresos familiares, y con ello, poder
sufragar los gastos para enviar al Norte a alguno de sus integrantes. Aunque considero más
acertado el segundo punto que indican, al decir que ese sistema de producción redujo las posi-
bilidades de empleo para campesinos, al ser un sistema “altamente mecanizado”, y ante eso, el
Norte se colocó como opción (1988: 58), una vez más tal como ocurrió con el reparto agrario
y el Programa Bracero.
Mestries advirtió, para el caso de campesinos cafetaleros de Veracruz, que el inicio de
las migraciones parte con la crisis del café en 1998-1999, y se establecieron rutas, redes y una
modalidad de migrar con visas laborales que sigue vigente entre los campesinos (2006: 267). Y
que, para el caso de Veracruz, de ser un estado emergente en migración, pasó en corto plazo a
un estado con una migración consolidada.
Así, migrar a Estados Unidos se ha convertido en una actividad común para personas
de comunidades rurales, y conforme se fueron consolidando las rutas, el campo fue adqui-
riendo otro valor para migrantes, más en un sentido de identidad y añoranza como destaca
Gil (2012). Es común escuchar a niños decir que de grandes serán “norteños”, como un oficio
construido a lo largo de décadas en zonas rurales michoacanas.

392
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

El Fondo de Apoyo al Migrante de Retorno como programa estelar


para la atención de migrantes

Es sabido que la crisis económica en Estados Unidos de 2008 incidió tanto en la economía
de familias con migrantes irregulares, como en las de no migrantes (Terrazas 2012). También
influyó en los retornos a México, ya fuera por deportación o por reunificación familiar; así
mismo, los retornos momentáneos por la crisis continuaron en espera de la recuperación eco-
nómica en Estados Unidos. De igual modo se generaron movilidades dentro del vecino país.
Casos de familias que buscaron espacios con mayor seguridad laboral, como un grupo con-
formado por la pareja y sus dos hijos, donde el esposo laboraba en la construcción y la madre
en una empacadora de frutas, éstos vieron afectados sus trabajos por la crisis económica, y
tuvieron que buscar empleo en otro estado. Así lo cuenta María,5 una mujer migrante con
situación regular que emigró con su familia a Texas, y dijo que ese fue el camino seguido por
otros paisanos, vecinos y compañeros de trabajo: “salir a buscar empleo a otros estados, empe-
zar de nuevo en otros sitios”. De tal forma, que la crisis afectó a familias regulares e irregulares
en Estados Unidos.
México, más allá de buscar negociar una reforma migratoria como lo había hecho
Vicente Fox, tuvo que plantear nuevas estrategias con su población migrante, generar acciones
para la inserción de migrantes deportados y sus familias a contextos nacionales. Entre 2000
y 2008, Gaspar Olvera y García Zamora señalaron que las deportaciones de población mexi-
cana se mantuvieron sobre 1.2 millones de personas (2017), mientras que, en los siguientes
cuatro años, la suma ascendió a 1.8 millones de personas. Para 2013-2016, las deportaciones
fueron de aproximadamente un millón de personas. Para 2019 se registraron 211 241 y en 2020
84 402 eventos de repatriación, manteniendo una tendencia un poco a la baja, pero con flujos
constantes.
Sin embargo, las deportaciones posteriores a la crisis económica de 2008 no son la pri-
mera ocasión en que se registraron retornos por deportación. Posterior a la crisis económica de
Estados Unidos de 1929, entre los años de 1931-1933, fueron registradas 242 149 repatriaciones
de mexicanos y sus familias (Alanís 2015: 89). Ante esa situación, se trazaron proyectos para
incorporarlos en México. Se propuso la formación de colonias en las que se les ofrecía vivienda
y tierra para subsistir. Así, los proyectos se desarrollaron en la entonces Baja California Norte,
Sonora, Chihuahua y Oaxaca, pero sin éxito debido a que éstos fueron abandonados a causa
de la poca fertilidad de las tierras (Alanís 2015: 229-262). Por otro lado, organizaciones de la
sociedad civil, principalmente mutualistas y católicas, llevaron a cabo la campaña llamada
“Del Medio millón”, que buscaba recaudar esa cantidad de dinero para apoyar la incorpora-
ción de migrantes repatriados. Los retornados que deambulaban en las ciudades fronteriza y

5 Entrevistada vía telefónica a María M., residente en Forth Worth, Texas en 2016.

393
Óscar Ariel Mojica Madrigal

empezaban a ser considerados como un problema por la falta de proyectos que les permitieran
asentarse.
Además, como parte de los proyectos de colonización, se les envió a regiones cuyos
climas resultaron adversos para su salud como las haciendas en Chiapas (Alanís 2015: 296).
No fueron acciones duraderas, ni su experiencia hizo pensar en la necesidad de reformular-
las ya que diez años después de la masiva expulsión (las repatriaciones 1931-1933), se firma el
Programa Bracero en 1942, a causa de la solicitud de migrantes para el campo derivada de la
participación de Estados Unidos en la segunda guerra. De esta forma, los empleos del campo
serán siempre para población migrante.
Con las deportaciones posteriores a 2008, en la llamada “crisis de deportaciones”, el
gobierno mexicano, encabezado por Felipe Calderón creó el Fondo de Apoyo a Migrantes de
Retorno (FAM). Dicho Fondo inició con un presupuesto de 300 millones de pesos con estas
reglas básicas de operación para acceder a sus recursos: pertenecer a un hogar que recibiera
remesas presentando para ese efecto un comprobante bancario; mostrar la hoja de identifica-
ción otorgada por el Instituto Nacional de Migración (Inami) para probar haber sido depor-
tado y presentar solicitud para mejora de la vivienda o proyecto productivo.
Para 2011, el Fondo contaba con 100 millones, tres veces menos a la cantidad inicial.
En 2017, disponía nuevamente de 300 millones, pero resultaba una cantidad insuficiente para
cubrir proyectos en los 31 estados y la Ciudad de México. En ese año a Michoacán le corres-
pondieron 21 millones para los 113 municipios. En 2018, con esa cantidad, de acuerdo con
personal de la Secretaría de Migrante de Michoacán (Semigrante), solamente podrían finan-
ciar 715 proyectos que representaban 5% de los migrantes deportados registrados en 2017 por
Semigrante. De esta forma, sólo se apoyaron entre 3-4 proyectos por municipio. El ejemplo de
Zamora, Michoacán, es ilustrativo de esta restricción: de 65 solicitudes de proyectos recibidas
se apoyaron tres. El FAM dejó de funcionar en 2019 sin generar otra propuesta para migrantes
deportados y sus familias.
El FAM tenía problemas en su ejecución, se basaba en una carpeta de proyectos produc-
tivos previamente establecidos y que se aplicaba a todos los municipios, se consideraba poco
las condiciones de cada municipio, y el recurso se medía por su ejecución. Además, no había
seguimiento a los proyectos apoyados.
Destinar parte del presupuesto en la mejora de la vivienda cuando existían otros pro-
gramas con los mismos fines, hacía que el programa se duplicara y terminaba en un fracaso
debido a que las personas beneficiadas vendían el material porque tenían otras urgencias o por
la inexistencia de red de agua y drenaje que hacía inútil sanitarios y regaderas que se entrega-
ban como parte del apoyo del programa. Incluso, se destinaba una alta proporción de recur-
sos para mejorar la vivienda omitiendo las condiciones de autoempleo. Por ejemplo, en 2016
el titular de Semigrante, José Luis Gutiérrez, señaló que, para ese año, se habían entregado
4 mil 500 apoyos como parte del programa en 63 municipios, distribuidos así: 1 794 proyectos

394
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

productivos (24 521 000) y 2 733 paquetes de mejoramiento a la vivienda (21 788 000),6 pero sin
dar más detalles del tipo de proyectos aprobados, ni de su seguimiento. En 2013, en el munici-
pio de Villa Jiménez, el coordinador municipal de la Oficina de Atención a Migrantes (OFAM)
señaló que, en 2012, habían apoyado 21 proyectos productivos y 144 de mejora a la vivienda.
Los proyectos productivos, fueron la entrega de borregos para cría, bajo el argumento de que
podía funcionar dicho proyecto debido a que existían zonas de pastoreo. Sin embargo, a esta
propuesta de ganadería no se le dio seguimiento. En los días siguientes a la entrevista realizada
en mayo de 2013, localicé a algunos beneficiados que vendieron de inmediato el borrego a
locatarios de barbacoa, quienes argumentaron no eran criadores de animales, pero aceptaban
el apoyo bajo el argumento “de algo a nada”.
En el mismo año, 2013, en la comunidad de Sanguijuelas, Puruándiro, se entregó apoyo
únicamente para mejora de vivienda, mismo que consistía en paquetes de baños: tinaco, tube-
ría, boiler de 150 litros aproximadamente, lavabo e inodoro. Sin embargo, no se contaba con
una red de agua potable ni drenaje y las viviendas no estaban en condiciones de adoptar ese
tipo de instalaciones y accesorios ya que utilizaban letrinas, y gran parte de los baños eran
cuartos de madera, que no soportarían los tinacos para disponer de agua. Además, la insta-
lación del tinaco, regaderas, llaves para el lavabo y boiler, implicaba un costo extra de entre 3
mil y 4 mil pesos, por lo que no resultaba una inversión adecuada. Hasta cuatro años después,
con la construcción de un depósito de agua y la instalación de las líneas de conducción del
líquido la comunidad contó con el servicio de agua, pero fue hasta cuatro años después de
haber recibido el material.7
En 2012, en Penjamillo, Michoacán, a familias beneficiadas por el programa para
mejora a la vivienda, pese a que necesitaban teja, les entregaron cemento, arena y grava. Así
que el material proporcionado en varios casos fue vendido de forma inmediata. Por lo que se
le conoce coloquialmente como “políticas de cemento” en las zonas rurales mexicanas a este
tipo de proyectos de apoyo.
En Tangancícuaro, en 2018, personal de la Oficina de Atención a Migrantes dijo que
los recursos del FAM habían disminuido desde 2017, por lo que sólo se aprobaban entre 3-4 pro-
yectos por año, dejando fuera a la mayoría. Además, el funcionario comentó que el FAM había
generado cierto vicio entre beneficiarios, quienes al saber que eran recursos a fondo perdido,
vendían el material que les entregaban. Así, proyectos evaluados en 30 mil pesos, eran vendi-
dos en cantidades menores a otras personas que no calificaban para FAM, quitando la opor-
tunidad a otras familias de migrantes que sí requerían del apoyo. Todo este manejo se debe,

6 Secretaría del Migrante del Estado de Michoacán, 2016, “Beneficia Fondo de Apoyo a Migrantes a más de 4 mil 500 familias”,
disponible en http://migrante.michoacan.gob.mx/noticias/beneficia-el-fondo-de-apoyo-a-migrantes-a-mas-4-mil-500-familias/
(consultado el 24 de septiembre de 2019).
7 Redacción, “Después de 15 años, familias de Sanguijuelas tienen el vital líquido en sus hogares”, Noticias Michoacán, 30 de junio
de 2017, disponible en: www.noticiamichoacan.com/single-post/2017/06/30/Despu%C3%A9s-de-15-a%C3%B1os-familias-de-
Sanguijuelas-en-Puru%C3%A1ndiro-tienen-el-vital-l%C3%ADquido-en-sus-hogares (consultado el 24 de septiembre de 2019).

395
Óscar Ariel Mojica Madrigal

según los encargados del programa, a que no hay seguimiento de los proyectos aprobados ya
que se carece de recursos humanos y materiales para tal tarea. Por ejemplo, en Tangancícuaro,
Penjamillo y Zamora las oficinas de atención a migrantes son atendidas por la Regiduría
correspondiente y una secretaria. Además, explica que el programa no se evalúa por éxito de
los proyectos o la pertinencia de éstos a los distintos entornos rurales, sino por el gasto del
recurso. También proponía, el encargado de la Oficina de Atención al Migrante de Zamora,
dar más tiempo para armar los proyectos, trazar las propuestas colectivas que generan mayor
impacto y empleos a futuro, vincular el Fondo con empresarios regionales que pudieran dar
charlas y apoyos a beneficiarios de manera que los proyectos sean exitosos, que éstos no vayan
a fondo perdido; habrá que analizarlo como un programa social y no una propuesta que busca
la incorporación económica activa de migrantes deportados y sus familias; realizar estudios
de mercado previos para implementar propuestas de negocios que realmente funcionen en
los distintos entornos; evitar duplicar proyectos en un mismo espacio, como una tienda o un
puesto de comida en la misma plaza. Otro aspecto importante es dar seguimiento y sancio-
nar a quienes vendan los recursos otorgados. Sin embargo, señaló que no había tiempo para
poderlo hacer, ya que la convocatoria la abrían en agosto y tenían aproximadamente 20 días
para reunir propuestas, por lo que se veían en la necesidad de dar prioridad a lo “seguro”,
material de construcción.
Con la pandemia por Covid, y ya con un ausente programa para atender a migrantes
deportados, el contexto resulta más complicado. Los migrantes han enfrentado problemas
para validar documentos, buscar información y encontrar apoyos que les permitan integrarse
a sus comunidades. El cierre de actividades no esenciales ha incidido en falta de espacios para
poderse contratar. Así, ciudades como La Piedad, Zamora, o Morelia, para migrantes de
Penjamillo, de sus rancherías, se hacen más complicadas por ser ciudades donde los cierres
de negocios se hicieron visibles entre 2020. Más se complica, cuando programas como el FAM
se cancela, y la apuesta para población migrante, como es el programa Sembrando Vida no se
establece en todo el país, como en el caso de Penjamillo.

De asalariados en Estados Unidos a desempleados en México: migrantes después de


la crisis económica de 2008-2009 y su retorno a Estados Unidos

En 2019 entrevisté a un migrante deportado de Estados Unidos, que, en ese entonces con 41
años de edad, estaba en una etapa productiva y reproductiva plena;8 él me habló de las dificul-
tades que encontraba al regresar a Zamora, Michoacán. Salió a Estados Unidos a los 16 años,
y allá, como muchos otros migrantes, aprendió oficios en los que se había desempeñado por

8 Entrevista a Luis M., realizada en Zamora, Michacán en 2019.

396
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

más de diez años. Al ser deportado, dejó a su familia en Estados Unidos y se reintegró con
familiares que tenía en Zamora. Su experiencia en la construcción, pero más en la colocación
de rótulos en interiores de oficinas, no le fueron suficientes para encontrar empleo en Zamora.
La construcción en México es distinta a la de Estados Unidos, en cuanto a los materiales uti-
lizados y la forma de trabajar, según describió. Las habilidades en diseño gráfico, adquirida
a través del trabajo día a día, no fueron suficientes para encontrar un empleo en Zamora, se
le pedía comprobar esa experiencia y una referencia anterior con documento. ¿A quién solici-
tar la carta de recomendación de un empleo anterior de Estados Unidos?, era poco probable
conseguirla. En cuanto a estudios, cursó la secundaria 25-26 años atrás, y no contaba con el
certificado debido a que nunca lo tramitó y al tratar de obtenerlo en Servicios Escolares, no
encontraron su expediente y le recomendaron cursar la secundaria de nuevo en el sistema para
adultos. Como en su caso, hay muchas personas que se van al Norte una vez que concluyen la
secundaria, pero no tramitan sus documentos, y al volver, se les complica conseguirlos.
Finalmente se empleó en una tienda de conveniencia porque no le pidieron certificado
de estudio, ni experiencia laboral. El sueldo que obtiene es de 1 000 pesos a la semana, y aho-
rraba durante cuatro meses 100 dólares para enviar a su familia en Estados Unidos. Es cons-
ciente de que, si intenta entrar al país de forma irregular y lo detienen, podría pasar en prisión
entre 3 y 5 años pero, aun así, piensa correr el riesgo para encontrarse con la familia que formó
en Estados Unidos, y volver a ser el principal proveedor. Las identidades masculinas en depor-
tados es un tema que ha sido poco abordado y es un factor que influye en decisiones, donde
se arriesga la libertad con tal de reunirse con la familia y colocarse de nuevo como proveedor.
No contar con empleo fijo y bien remunerado hace “difícil ser hombre”, expresó un migrante
deportado en Penjamillo (Mojica y López 2018).
En una comunidad rural del municipio de Penjamillo en 2013, Rigo, un migrante de
entonces 40 años, que había sido deportado en 2007,9 se encontraba en una situación similar
al caso anterior. Dejó a su esposa y un hijo de 13 años en Estados Unidos. Y estaba advertido
que, si lo detenían al intentar cruzar la frontera, podría pasar hasta diez años en prisión, y sería
deportado. Por eso, de común acuerdo con su esposa, decidieron que mejor permaneciera en
Patambarillo. A su esposa e hijo les gustó la localidad michoacana, “el rancho” como le cono-
cen, pero no para vivir. Por eso, ella y su hijo, ambos ciudadanos norteamericanos, tendrían
mejores oportunidades en el Norte que en México, el hijo podría continuar todos los niveles
escolares ya que en Patambarillo sólo había hasta telesecundaria. En cuanto al empleo, Rigo,
sólo podría contratarse como jornalero, y para la esposa no había oportunidades laborales en
la comunidad. Así que tomaron la decisión de separarse. Él se comunica con su hijo una vez
por semana y piensa en volver con ellos.

9 Entrevista a Rigo M., realizada en Patambarillo, Michoacán en 2013.

397
Óscar Ariel Mojica Madrigal

Para él ha sido difícil. Migró a los 17 años, lo deportaron en dos ocasiones; en la pri-
mera pudo volver de inmediato, ya que no había tanto amenaza de ser detenido en la frontera
como hoy. Su padre tiene una parcela, y él le ayuda, pero sabe que la parcela es de su padre, y
con esta se mantiene con su madre, así que ayuda y también le dan “algo para irla pasando”.
Intentó criar chivas, pero encontró muchos cambios en el uso de los espacios en “el rancho”,
no había donde pastar libremente, ya que antes todo el cerro estaba “abierto” con zonas de
agostadero, y ahora se encontraba fraccionado y cercado. Tuvo que vender las chivas.
Se fue a Estados Unidos en 1993, siguiendo a su hermano mayor, quien se había ido de
Patambarillo por falta de oportunidades, no tenían tierra, sólo su padre poseía parcela, pero
como eran cuatro hermanos más, no era suficiente. En cuanto a opciones de empleo, encontró
“el rancho” igual que cuando se fue, con pocas alternativas. Rigo, explica que “hace tiempo”
en la comunidad para esperar a que su hijo de 13 años cumpla los 18 y esté en capacidad de
solicitar su retorno legal a Estados Unidos.
De tal forma, que aún con estas situaciones ya desconcertantes para los migrantes, la
cancelación de lo poco que tenían hace que su condición sea aún más complicada y que se
conviertan en extraños en su propia tierra.
La migración se ha presentado como opción ante la falta de proyectos en comunidades
rurales, y se ha fortalecido, como ha sido señalado, a lo largo de las relaciones, por momentos
tensas, entre México-Estados Unidos, como fue el acuerdo bracero, pero también por la falta
de proyectos para generar arraigos en México, que van desde una ausencia de programas con-
solidados y bien planeados, hasta ausencia de Estados, como lo ocurrido en Michoacán poste-
rior a 2012, con los desplazamientos producto de las violencias y que se mantienen a la fecha.
Así, posterior a la Ley de Reforma y Control de Inmigración en 1987 (IRCA por su
nombre en inglés), y después de los atentados ocurridos el 11 de septiembre de 2001 en Estados
Unidos, las políticas en materia migratoria y de seguridad nacional fueron dirigidas a fortalecer
sus fronteras, persuadir y evitar la inmigración irregular (Durand 2013). Las leyes de seguridad
incrementaron posterior a la consolidación de las migraciones irregulares, y pese a que han
aumentado las deportaciones y detenciones en la frontera, la inmigración se ha mantenido,
incidiendo en nuevas estrategias por parte de migrantes, tanto para cruzar a Estados Unidos
como para radicar en dicho país. Ortega apunta que dichas políticas resultan ineficaces por
el continuo en las migraciones (2017), lo que se debe posiblemente a las redes sociales que a lo
largo de la historia se han fortalecido, brindando apoyo y reduciendo los costos de traslado,
alimentación, facilitando información, etc. Sin embargo, son leyes que, pese a no controlar la
inmigración, sí han tenido impactos importantes al interior de las familias, como desarticu-
lación, y también en políticas en materia migratoria, tal como hemos presenciado en México.
En México con el incremento en las deportaciones y en las políticas de seguridad
nacional en el vecino país del Norte, hemos observado poca eficacia, y ausencia, en políticas
dirigidas a población migrante, salvo aquellas para hacer uso de las remesas como ha sido el
Programa 3x1 para Migrantes. En cuanto a acciones directas para esta población, posterior a la

398
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

llamada “emergencia de repatriados y retornados” en 2008, no ha habido propuestas duraderas


que la atiendan. Algunas acciones han resultado interesantes en papel, pero en la práctica poco
viables, y otras, simplemente en discursos nos hacen creer que es real la atención a la “emergen-
cia de retornados”. Las deportaciones continúan, y los programas de apoyo son poco eficaces
sobre todo en las zonas rurales, alejadas de los centros políticos como cabeceras municipales
o capitales de los estados.
En 2020, con Covid-19, no se aplican los protocolos a migrantes deportados ni aquellos
que están yendo a trabajar a Estados Unidos con permisos laborales, aun cuando se habla de
una emergencia sanitaria. Y con los trabajadores temporales, ocurre algo similar a lo sucedido
con los braceros de 1942-1964, que en tiempos de guerra, crisis y hoy, pandemias, han sido
reconocidos como héroes, “retaguardia productiva” por su papel en los campos de cultivo
(Vélez 2002), aunque después, vuelven al olvido y, lo que es peor a la persecución en el marco
de políticas de seguridad.
Las zonas rurales mexicanas, han sido las más afectadas, tanto por políticas de desar-
ticulación del campo, con la consolidación de proyectos que benefician a grandes productores
que han acabado con pequeños propietarios, y donde la “exportación” de estos últimos es su
mano de obra, sobre todo a partir de la década de 1980 (García Zamora 2019: 120). La situa-
ción que se vive en algunos ejidos mexicanos es la retratada por Luis Buñuel en Los olvidados10
(1950), un campo olvidado por el paso, permanente, a la modernidad, que hace uso de los
sectores más vulnerables para construirse.
Así, migrantes, sean del campo o de las ciudades de México, Centroamérica u otro país
la constante en su decisión de migrar ha sido la búsqueda de mejores oportunidades laborales,
también de seguridades, constituyéndose así la migración como un acto de supervivencia,
y como señala la Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes
(Redodem): “una huida a la debacle de los Estados Nación y sus políticas de desarrollo econó-
mico […] a la ausencia de satisfactores mínimos” (2015: 17). De tal forma, que migrar, con lo
señalado por Redodem, puede ser también un acto de expulsión, y es ahí donde cuestionamos
la ausencia de políticas para la inserción-reinserción de migrantes a contextos que siguen igual
que cuando tomaron la decisión de salir.
Para el caso de México y la población rural, el campo ha resultado insuficiente como
proyecto económico, los repartos agrarios se llevaron a cabo hace más de 80 años en algunas
regiones, y las familias han aumentado, lo que aunado a la desarticulación del campo por
parte de proyectos macro estructurales impulsados por el Estado, hace del campo una activi-
dad económica insuficiente para algunas familias.
En cuanto a acciones hacia población migrante, luego de 2008, México se vio inmerso
en discusiones sobre las migraciones internacionales que sacudieron las políticas y acciones
en temas migratorios. Fue una situación que cambió el discurso, de una constante “amnistía

10 Luis Buñuel, Los olvidados (película), 1950, México, 88 minutos.

399
Óscar Ariel Mojica Madrigal

para migrantes en Estados Unidos” a “¿qué hacer con migrantes deportados?”. Así que el tema
resultó un tanto a la inversa, ahora el gobierno mexicano no tenía que negociar o exigir al país
vecino la regularización y, sobre todo, trato digno a migrantes mexicanos, debía generar accio-
nes para atenderles en su propio país al momento del retorno forzado o voluntario.
Sin embargo, los retornos por repatriación no ha sido una movilidad reciente, los flujos
se incrementaron después de 2008, pero el fenómeno se documenta desde años antes. Los tra-
bajos de Fernando Alanís (2015), Héctor Padilla (2012), e Irina Córdoba (2013), por mencionar
algunas investigaciones, han referido a las repatriaciones posteriores a 1929, así como también
aquellas durante y después del periodo Bracero, y que resultaron casi igual de numerosas que
las recientes.
Alanís señaló un programa que se puso en marcha para las repatriaciones inmediatas
a 1929, con el que se proyectaron la fundación de colonias en distintos puntos de México,
con repatriados, que resultaron proyectos fallidos, como los asentamientos en Oaxaca (Alanís
2015). García Zamora y Gaspar Olvera han apuntado de manera reciente, la necesidad de
generar acciones transversales que aborden la creación de empleos en México, atención a la
educación de hijos menores de edad, acceso a la salud para todos los integrantes de la familia
y un plan de integración familiar y comunitaria, argumentando ausencia de medidas para la
reinserción de migrantes en México; los autores enfatizan las acciones desarticuladas que ha
instrumentado el gobierno mexicano (2017).
Se puede entender que la ausencia de acciones de apoyo a migrantes repatriados, se
debió a que posterior a las repatriaciones a las que refiere Alanís de entre 1931-1933, en 1942
se firmó un convenio para contratar personas que se encargarían del trabajo de campo, princi-
palmente, en el llamado Programa Bracero. Así, la necesidad de mano de obra, que había sido
expulsada poco menos de diez años atrás, era requerida nuevamente, por tanto, las acciones
generadas durante la primera mitad de la década de 1930, quedó en el olvido y no se consideró
que podría volver a ocurrir: ahora había necesidad de mano de obra que el campo y los secto-
res más vulnerables la podían ofrecer.
Entonces, pese a esas experiencias con migrantes repatriados, deportados y con retorno
“voluntario”, pareciera existir negativa a atender problemáticas que tienen bases en la falla de
políticas dirigidas al campo –por señalar un sector–, algo a lo que Warman ha ironizado al
señalar que “el campesino pobre está ahogado en un círculo vicioso e institucional: no siembra
porque no tiene y no tiene porque no siembra” (1981: 54). Así, en contextos donde se ha gene-
rado mayor precarización, migrar se ha constituido como respuesta a la falta de programas
dirigidos al campo, y que refleja también, fallidos proyectos económicos, políticos y de segu-
ridad en los países expulsores, como lo es México y algunas zonas rurales.

400
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

A modo de finalizar

La constante en migrantes deportados y con larga estadía en Estados Unidos, es volver


al Norte. El campo no parece ser opción debido a que la situación económica es similar al
momento en que optaron por el Norte ante la falta de estabilidad económica y patrimonio
a futuro en su comunidad. Los ejidos se repartieron aproximadamente hace 50-70 años, y la
población ha ido creciendo y los recursos como la tierra y el agua son limitados. Los propios
testimonios de exmigrantes y braceros apuntan a la opción de migrar ante el fallido pro-
yecto agrario. Además, las relaciones de poder que se construyeron con la formación del ejido,
también fueron factor para la decisión de migrar, tal como se describió anteriormente. Los
programas sociales destinados a población migrante han ido desapareciendo; y los que conti-
núan adolecen de insuficiencia de fondos, falta de diseño y errores en la ejecución del recurso,
aunado a carencia de seguimiento así lo manifestaron los entrevistados de Tangancícuaro y
Zamora.
La pandemia Covid-19 afectará las acciones dirigidas a población migrante, más cuando
ya han sido cancelados programas como el FAM, y seguramente las acciones de gobierno fede-
ral se dirigirán a proyectos de salud y reactivación de la economía. Así, la agenda migratoria
volverá a ponerse en espera como ha ocurrido, a pesar de que la propuesta actual del gobierno
federal (2019-2024), fue erradicar la migración buscando eliminar las causas estructurales, la
raíz, pero sin acciones y cancelando los programas dirigidos a población migrante, será difícil.
Lo anterior refleja la ausencia de una agenda política, y son más acciones que responden
a coyunturas, al momento y por un momento. La falta de continuidad del Programa Especial
de Migración, y la falta de implementación en los estados puede ser ejemplo de lo anterior.
Durante mucho tiempo los intereses de los estudios sobre migraciones fue la frontera
entre México-Estados Unidos. Hoy, la atención se ha puesto en el Sur, y la construcción de
México como frontera. Presenciamos el incremento de organizaciones de la sociedad civil que
se solidarizan con los migrantes, ya no sólo mexicanos deportados, sino también los que se
encuentran en un limbo geográfico y político, en el que se restringe el libre tránsito. Además,
existe tensión entre gobiernos y sociedad civil por la aceptación-rechazo de migrantes, lo cual
refleja ausencia en políticas migratorias, incomprensibles en un país con tradición migratoria.
Aparentemente se aprecia una sensibilidad diferencial ya que lo mismo hay personas y agrupa-
ciones que acogen con cariño a los migrantes mientras que otras los asaltan y lastiman.
Las políticas y acciones en esta materia hacen ver que los migrantes en la agenda polí-
tica son “carne para negociar”, y se han ido construyendo conforme a lo que se quiere obtener
según las relaciones de fuerza entre unos y otros. Así quedó demostrado con la presión de
Estados Unidos sobre los aranceles al acero, y la respuesta de México de aceptar tácitamente
en ser un “tercer país seguro”; mientras que en junio de 2019 en Tijuana el gobierno federal
celebraba la soberanía, ocurrían redadas en los alrededores de casas de migrantes y albergues
por parte de Guardia Nacional y personal de la policía federal y municipal.

401
Óscar Ariel Mojica Madrigal

En 2017 la Secretaría de Gobernación invitó a académicos de varias instituciones, inclu-


yendo a El Colegio de Michoacán, a colaborar en el diseño-puesta en marcha de una serie de
protocolos para atender a migrantes deportados y en tránsito por Michoacán. En la ciudad
de Morelia se llevaron a cabo seis sesiones, sin embargo, de modo repentino los trabajos fueron
cancelados sin ninguna explicación. La ejecución de los proyectos sería en Morelia, y hubo
negativa a descentralizarlo de la capital argumentando que “a Morelia todos podemos llegar”,
sin entender que las necesidades de migrantes de zonas rurales son distintas a las de aquellos
que llegan a las capitales donde están las instituciones de atención.
El panorama es tan incierto como las propuestas en la agenda migratoria abordada en
los debates presidenciales en 2018: ausencia total. De esta forma, un migrante hondureño en su
paso por Michoacán en 2019 expresó: “nosotros no migramos por gusto, lo hacemos por nece-
sidad”. Y en el caso de los migrantes nacionales, tal como apunté en 2015, no hay contextos
para el retorno, debido a la ausencia de acciones para incidir en esa integración o reintegración
a contextos locales (2015). Las políticas, que existen, poco aterrizan a los contextos locales,
generando así una situación de rechazo en su propia tierra.
Para finalizar, en 2013, al realizar entrevista con una mujer que había tenido un retorno
voluntario, no deportada, ella, su esposo y dos hijos viajaron a Penjamillo ante la situación
económica complicada en Estados Unidos, ambos habían perdido empleo, y su llegada a
México era para buscar quedarse y tratar de hacer su vida ya en su país. En marzo de ese año,
conversé con ella, hablaba de posibles proyectos de vida, que sus hijos entraran a la escuela, y
junto con su esposo poder abrir un negocio y establecerse pero, en agosto volví a buscarle, y
ya habían regresado a Estados Unidos. Le pude contactar, y mostraba un enojo fuerte a auto-
ridades, le negaron apoyos debido a que no era migrante con deportación, además, sus hijos
no pudieron acceder a una beca por ser nacidos en Estados Unidos, encontró un contexto sin
empleos; por eso tomó la decisión de regresar a Estados Unidos, donde buscaría vivir al día
como había hecho, vendiendo tamales donde pudiera debido a que, en México, no encontró
apoyo. Su percepción fue, de sentirse rechazada en su propia tierra, por los suyos, y por tanto,
lo que me comentó “decidí volver a Estados Unidos”, dejó en claro que pese a ser migrante
de retorno, como en la academia se les llamó, es evidente que lo planteamos mal, ya que su
retorno era y fue a Estados Unidos.

402
¿Retornar al campo mexicano para migrantes deportados?

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405
VIOLENCIA EN LAS SOCIEDADES RURALES
EXPERIENCIAS DE SUFRIMIENTO SOCIAL EN ESCENARIOS
DE LA VIDA RURAL
Nota introductoria

Miguel J. Hernández Madrid1

En el mundo rural hay otro tipo de “extrañamiento en sus tierras” diferente al desarraigo, la
expulsión y la erosión de aquello que forja las identidades cuando se “hace terruño al andar”,
como dice Armando Bartra (2016). Este otro extrañamiento, que proponemos explorar a con-
tinuación, está presente en la alienación de los seres humanos que los lleva a la angustia, la
desesperación, la melancolía, la erradicación de la libertad para hacer de la vida un encuentro
entre las personas y el descubrimiento de la verdadera proporción de sí. Identificamos este
fenómeno global con el término de sufrimiento social.
Esta nota introductoria tiene como meta proponer algunas reflexiones sobre el fenó-
meno del sufrimiento social, en el marco de las ponencias que fueron presentadas en el colo-
quio, algunas de las cuales se publican como capítulos en este libro. No es en rigor un estado
de la cuestión en su acepción académica clásica, debido a que son incipientes las investigaciones
enfocadas con paradigmas antropológicos y sociológicos que documenten empíricamente el
fenómeno del sufrimiento social en espacios rurales de México; de ahí que, no se cuente con
material suficiente para analizar la discusión conceptual de problemas. También, es necesario
considerar que los estudios sobre el sufrimiento en su dimensión social y no solamente psíquica
y emocional es un campo problemático reciente, si tomamos en cuenta las investigaciones de:
Alain Ehrenberg (2000), en su sociología de la depresión; Axel Honneth (2011), sobre la socie-
dad del desprecio; Emmanuel Renault (2009), que analiza en la filosofía política los contenidos
del sufrimiento social; Nancy Scheper-Hughes (1997), en su etnografía de las situaciones lími-
tes de vida y muerte en las favelas de Brasil; y Veena Das (2008), sobre la construcción cultural
de los sujetos de sufrimiento, por mencionar algunos de los autores más representativos.
Los problemas tratados en los capítulos son: la depresión y ansiedad entre mujeres
purhépechas (Lemus 2019), la pandemia de las adicciones a sustancias “legales” e “ilegales” en
la región del valle de Zamora (Gil 2019), la desaparición de personas y la lucha de sus familias
para recuperar su memoria en el ejercicio de la justicia (Souza 2019), la simbolización de la vio-
lencia en la exhibición de cuerpos mutilados por depredadores para infundir el miedo como

1 El Colegio de Michoacán.

409
Miguel J. Hernández Madrid

dispositivo de control y esclavitud (Guillén 2019), así como las referencias que en el coloquio
se hicieron de investigaciones de tesis recientes en el Centro de Estudios Rurales, como es el
caso de las representaciones sociales de la violencia en dibujos y narrativas de niñas y niños,
en comunidades de zonas rancheras michoacanas (Barragán 2019); convenimos en que son
valiosas aportaciones para enfocar la problematización del sufrimiento social en sociedades
rurales contemporáneas.2

El sufrimiento social: un enfoque

El sufrimiento en algunas representaciones de la cultura popular mexicana no es un acto


voluntario, sino un mandato o castigo divino. Así lo expresan Los Solitarios en el bolero que
dice “sufrir me tocó a mí en esta vida, llorar es mi destino hasta el morir […] si así lo quiere
Dios […] yo tengo que cumplir” (Los Solitarios 1969). Pero también es cierto que en la dia-
léctica de la cultura hay refranes que desafían el poder del destino, cuando el sufrimiento no
necesariamente debe convertirse en desdicha si está en manos de uno impedirlo: “El que por
su gusto se lastima, que no gima” o “No importa que nadie me quiera, al cabo me quiero
solo” (Pérez 2002: 181 y 288). Mucho antes de que en las ciencias sociales contemporáneas
fuera retomada la discusión de problemas de conducta emocional, exclusivos de la psiquiatría
y la psicología, los aforismos referidos muestran que la actitud de hacerse cargo de uno mismo
ante el sufrimiento es un saber consuetudinario en la vida cotidiana.
Sufrir, del latín súfférre, es etimológicamente una palabra que denota el hecho de
soportar, aguantar, tolerar un dolor físico, emocional, psicológico (Corominas 1998: 547), así
como la acción de resistencia y lucha para encontrar sentido a esta situación en la cultura y
la religión. Se sufre al reconocer, aunque no necesariamente aceptar, el inminente hecho de la
muerte y de las enfermedades; pero también, de “la unión con lo que no se ama, la separación
de lo que se ama, la no obtención de lo que se desea”3 (Cornu 2004: 135). De entre las muchas

2 Se analiza el tema de la violencia sin distingos entre poblaciones consideradas urbanas, que en este caso serían mejor definidas
como ciudades agrícolas (el caso de Tala), e incluso agropecuarias (como Lagos de Moreno), y las poblaciones que habitan en las
localidades pequeñas de los mismos municipios y/o de su respectivo interland, ya han perdido muchos de los atributos que con-
vencionalmente las definían como sociedades rurales. Por estas razones, plasmadas en nuevas realidades y enfoques (como la nueva
ruralidad), el fenómeno de la violencia no se analiza, en estos casos, separando lo rural de lo urbano, dado que las expresiones y
alcances de la violencia son transversales en estas regiones de fuerte interacción y continuo urbano. Como lo plantea Guillermo de
la Peña en el último apartado de este libro: “un problema al hablar de las sociedades rurales es que parece ser que hay un departa-
mento específico de sociedades rurales en donde el mundo urbano no tiene nada que ver. No, el mundo urbano y el mundo rural
son parte de un mismo campo social […] podemos pensar en un campo social formado por ciudades y zonas rurales en donde hay
una serie de fuerzas que se interrelacionan y que se deben tener en cuenta”.
3 Si nos remontamos en el tiempo a la Era Axial o Tiempo Eje, ubicada alrededor del año 800 AEC por el filósofo e historiador
Karl Jaspers (1980), la revolución de la conciencia colectiva que entonces ocurrió en diferentes entornos religiosos y filosóficos del
mundo antiguo, fue que la experiencia interior se valoró como fuente de conocimiento para la acción, rebasando las creencias de
que el destino de los seres vivos dependía de la voluntad de los dioses (op. cit.: 43). De entre las doctrinas y filosofías de esa era, el
Dharma o enseñanzas del buda Shakyamuni (ss. VI y V AEC) reconoció el sufrimiento como un hecho o verdad inconmensurable

410
Experiencias de sufrimiento social en escenarios de la vida rural

expresiones que relatan estas situaciones, citemos una que, en 1467 Nezahualcóyotl, señor de
Tezcoco en la geografía de la Gran Tenochtitlán, expresó en varios de sus Cantos ante la incer-
tidumbre por la contingencia de su muerte fatal y el temor a “las tinieblas que veía cernirse
ante los suyos” (Martínez 1980: 86).
Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
pienso, digo,
en mi interior lo encuentro:
si yo nunca muriera,
si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
allá donde ella es conquistada,
que allá vaya yo.
Si yo nunca muriera,
Si yo nunca desapareciera.
(León-Portilla citado en Martínez 1980: 207).

La cuestión del sufrimiento no radica en los factores que lo provocan, sino en el modo
en que son significados y llevados al terreno de las acciones y prácticas para reaccionar ante
ellos, aceptarlos como “parte” de la vida, o hasta superarlos voluntariamente (Hernández
2019). Enfocar el sufrimiento en una perspectiva sociológica implica reconocer la cultura y la
religión como dimensiones de la realidad, en donde se forjan los significados y significantes del
sufrimiento, que repercutirán en prácticas sociales y políticas; o bien, siguiendo a Max Weber,
en acciones sociales con sentido.
En esta tesitura es viable considerar el concepto de Habitus, desarrollado como herra-
mienta heurística en la obra de Pierre Bourdieu (Bourdieu y Wacquant 2005), para ubicar el
sufrimiento y las prácticas socioculturales relacionadas como ingrediente que estructuran la
vida cotidiana en diferentes escalas sociales. Esto sugiere interpretar las creencias, normas,
valores morales y éticos, que de manera explícita o implícita abordan el fenómeno del sufri-
miento como soportes que le dan sentido y/o lo mantienen en un estado subliminal, de hacerse
necesario.
En este escenario el concepto de “sufrimiento social” problematiza ese modo de “nor-
malizar” el sufrimiento en la vida cotidiana. No está de más enfatizar que “social” no es
una adjetivación del sufrimiento, sino una manera de ubicar en una perspectiva crítica de la

que podía superarse. Las cuatro nobles verdades, texto fundamental de su doctrina, constata en su primera verdad la existencia
condicionada por el sufrimiento en el nacimiento, la vejez, la enfermedad, la muerte, la unión con lo que no se ama, la separación
de lo que se ama, la no obtención de lo que se desea (Cornu 2004: 135). De manera gradual la enseñanza llega a la cuarta verdad,
donde se expone el método y actitud de su erradicación, que no depende de poderes externos a la persona sino de la construcción
voluntaria de su experiencia en la práctica.

411
Miguel J. Hernández Madrid

modernidad ciertos síntomas4 que generan preguntas sobre la definición del sufrimiento en el
terreno de la experiencia subjetiva ¿A qué síntomas nos referimos?
Volvamos a los aforismos citados al principio de este trabajo para contextualizar el des-
plazamiento del “sufrir me tocó a mí en esta vida” al “no importa que nadie me quiera, al cabo
me quiero solo”; el segundo refrán perfila el síntoma de lo que Alain Ehrenberg (2000) rastreó
desde finales del siglo XX en la depresión, preguntándose ¿la depresión como pandemia social
es producto de mutaciones de la individualidad expresadas en la responsabilidad e iniciativa
de convertirse en uno mismo?

La depresión nos instruye sobre nuestra experiencia actual de la persona pues es una patología de la
sociedad en la que la norma ya no se funda en la culpabilidad y la disciplina, sino en la responsabilidad
y la iniciativa (Ehrenberg 2000: 16).

Cuando el peso de la responsabilidad e iniciativa, mostradas por Ehrenberg, no con-


cuerda con la exigencia de las creencias y los valores de la sociedad arraigados en la cultura,
en las costumbres y en las tradiciones para su operatividad cotidiana, el sufrimiento social es
definido de la siguiente manera por Fina Antón

El sufrimiento social no está causado exclusivamente por el dolor físico y su repercusión emocional,
más bien se refiere a una expresión de la condición humana más extraordinaria, que es la base de la
evolución cultural, y que consiste en que en los seres humanos, no hay acción sin intención, y esa
intencionalidad se fundamenta en el conjunto de creencias, valores y normas que se forjan a través de
la cultura, por tanto, el sufrimiento social se produce cuando hay un choque entre las creencias y los
valores de la sociedad y las de las personas o la imposibilidad de aplicarlas (Antón 2017: 1).

El sufrimiento social no es una inefable realidad en sí misma, ocurre en tiempos y espa-


cios históricos específicos en función de las maneras en que hombres y mujeres lo significan
con base en sus experiencias y sus prácticas para asumirlo o enfrentarlo, orientados por sus
creencias y saberes. Consideremos esta proposición como una premisa para reconocer algunos
síntomas de sufrimiento social en el conjunto de trabajos presentados.

4 La noción de síntoma “en medicina rige la distinción entre el signo, que es un fenómeno objetivo que el examinador asume como
indicador de un proceso patológico, y el síntoma, fenómeno subjetivo que percibe el paciente y después se descodifica” (Galimberti
2002: 1021). Pero si atendemos a la etimología latina de symptóma (Corominas 1998: 537), su significado se amplía a la acción de
reconocimiento de lo coincidente, del indicio de cierta cosa. Son estas acepciones las que tomamos en cuenta, siguiendo a Paul
Ricoeur (2014) en su disertación sobre el paradigma epistémico de la sospecha, para orientar en la lectura del signo, del dato cons-
truido en la exploración de un fenómeno, el síntoma como nodo articulador de preguntas.

412
Experiencias de sufrimiento social en escenarios de la vida rural

Síntoma 1. Entre la solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica: el individuo


en una situación de incertidumbre

La antropóloga Patricia Arias (2013) en un artículo donde realiza un estado de la cuestión


profuso sobre los trabajos que en la primera década del siglo XXI estudiaron cambios estruc-
turales en comunidades rurales ubicadas en regiones del centro y sureste de México, identifica
tres grupos de factores compartidos. Uno, el impacto que tiene la migración de hombres y
mujeres jóvenes en la redefinición de las unidades de producción y consumo, pautadas por
una trayectoria tradicional de ciclo de vida doméstico y unilineal. Dos, el enfoque de los
estudios de género en los trabajos revisados problematiza en qué medida “la migración puede
estar modificando las dinámicas de los hogares rurales tradicionales, basadas, como se sabe,
en relaciones de poder y desigualdad entre hombres y mujeres” (Arias 2013: 95). Tres, “la crisis
de actividades productivas y de empleo que detonó la migración generalizada de la población
rural afectó la organización económica y la reproducción de las sociedades rurales, en especial
en lo que toca a las relaciones y jerarquías que definían la posición y normaban las obligaciones
de las mujeres” (idem).
Si colocamos en la perspectiva de los cambios referidos la información de campo que
identifica fenómenos de depresión entre mujeres vinculadas a la migración; de la agudización
de la depresión hasta desenlaces como el suicidio, el maltrato social a mujeres “solas” y otras
acciones de violencia física y simbólica, podríamos proponer el siguiente síntoma de sufri-
miento social, a modo de hipótesis.
Las transformaciones estructurales de las comunidades rurales revelan, desde un punto
de vista sociológico, la emergencia del individuo como actor social; esto es, en términos teóri-
cos, de un personaje que proporciona un sentido personal a su conducta y trayectoria de vida
(Martuccelli 2012: 24). La individualidad como signo característico de la modernidad ha sido
mitificado por su soberanía de sí y autonomía con respecto a los demás; este sello se debe al
supuesto de que el individuo se construye ahí donde las instituciones y formas de organización
social como la comunidad dejaban de tener efecto en la cohesión de sus integrantes. Pero,
como bien lo argumenta Martuccelli, no hay ninguna formación histórica real en donde esto
haya ocurrido de manera cotundente, pues “el individuo no existe sino en la medida, y sola-
mente en la medida, en que es sostenido de soportes” (Martuccelli 2012: 52); soportes sociales,
éticos, políticos construidos y valorados colectivamente, he aquí de nuevo la presencia del
habitus en la versión de Bourdieu.
Pero, esta condición del individuo ciertamente no es analizada ni comprendida con la
racionalidad teórica expuesta por los habitantes de comunidades rurales en donde los usos y
costumbres exigen a las personas seguir las pautas de conducta de manera performativa, para
conservar su identidad. Las investigaciones de Alicia Lemus (2019) y de Rosario Niniz (2019)
en la región purhépecha de Michoacán, muestran el ejercicio de un poder simbólico arraigado
en “el costumbre” para vigilar, presionar y censurar el comportamiento de mujeres “solas” que,

413
Miguel J. Hernández Madrid

por el hecho de haber tomado decisiones individuales para emigrar y retornar a su comuni-
dad, trayendo otros modos de conducta, gustos y creencias; o, las que no habiendo emigrado
pero tienen esposos que lo hicieron y las dejaron al cuidado de la suegra o familia cercana son
estigmatizadas por su vulnerabilidad en la continuidad de los ciclos de vida acostumbrados.
La presión a la que son sometidas varias de estas mujeres, se ha manifestado en depresiones
agudas y desenlaces trágicos como el suicidio.
El fenómeno abre tantas posibilidades de problematización que desafían la interpreta-
ción inmediata y fácil de atribuir al impacto de un proceso externo el desarraigo y extraña-
miento de los integrantes de una comunidad. En este caso, las causas sociales del suicidio que,
en una lectura sociológica clásica basada en el trabajo de Émile Durkheim (2008), se explica-
ría por una situación de anomía; esto es, la erosión de la estructura social normativa que en
su forma de solidaridad mecánica y orgánica cohesiona a la colectividad (Durkheim 1973),
no es tal, en el caso referido; al contrario, es el peso coercitivo de esa solidaridad mecánica la
que no tolera procesos de individualización. ¿Habrá que reflexionar la situación retomando
el trabajo de Roberto Esposito (2007), sobre el origen y destino de la comunidad, en el que
deconstruye la visión romántica y utópica de la misma, para buscar en las raíces del miedo
a lo diferente, las reacciones a las amenazas de las creencias de permanencia de la identidad
colectiva, algunos de los nodos en donde convergen otro tipo de cambios en las sociedades
rurales y que derivan en formas de sufrimiento social?

Síntoma 2. La máquina de guerra contra la comunidad

El reverso de la moneda se expresa en lo que Gilles Deleuze y Félix Guattari llamaron “la
máquina de guerra” en su libro Mil mesetas (2006), para referirse a esa fuerza milenaria, con
características nómadas, de movimiento fluido, que ha estado presente como contrapartida
en la formación del Estado y de cualquier organización social estriada, como es el caso de
la comunidad. ¿Cuál es esa “máquina de guerra” que ahora se manifiesta y se percibe en su
incursión violenta en las sociedades rurales? A reserva de adelantar la reproducción de este
dibujo (figura 1) que será analizado en un capítulo siguiente, lo hacemos aquí con el permiso
de la investigadora que lo recopiló, para mostrar este tipo de percepción por un niño de una
comunidad ranchera michoacana que, ante la indicación de dibujar el juego de su preferencia,
construyó esta secuencia de enfrentamientos entre fuerzas armadas que tituló “el juego de
policías y ladrones” (Robledo 2019).

414
Figura 1. Dibujo realizado por Mariano, 8 años de edad. Tocumbo, Michoacán, noviembre de 2018
Fuente: Robledo Barragán (2019: 43).

Representaciones similares hemos visto en las exposiciones de las esculturas de barro


de Ocumicho, en cuyos contextos simbólicos sabemos que se abordan los enfrentamientos
entre las llamadas fuerzas del crimen organizado, ya sea entre bandas rivales o de ellas contra
la policía y el ejército.
¿Qué de estas manifestaciones nos sugieren relacionarlas con el tema del sufrimiento
social? Una hipótesis que orientaría la formulación de preguntas, es la incursión de la indi-
vidualidad en el deterioro del tejido social colectivo que, como caballo de Troya asalta en las
prácticas de las tradiciones la penetración de intereses individualistas orientados por la avidez
de las ganancias monetarias, la competencia, el consumo de bienes suntuarios, la conversión de
las relaciones cara a cara que examinaban y dirimían conflictos en la jerarquía de los estatus
asignados por la comunidad (consejos de gente mayor reconocida por su sabiduría, hombres
y mujeres de conocimiento) a relaciones entre gentes con poder de compra y de ejercicio de la
violencia.
En la reciente película Pájaros de verano (2018), de los directores colombianos Cristina
Gallego y Ciro Guerra, se aborda con detalle este proceso que, si bien, se ubica en otra latitud

415
Miguel J. Hernández Madrid

geográfica y étnica, no es ajena a lo que acontece en varias comunidades rurales de México. El


relato cinematográfico de Pájaros de verano trata de lo que ocurre en el desierto de La Guajira,
en una comunidad indígena wayú, cuando un integrante de otra comunidad desea contraer
nupcias con una joven de esta etnia. De cómo el pretendiente consigue los recursos para la
dote, impulsando entre los empresarios agrícolas de la región la producción y tráfico de mari-
guana en la década de los setenta, es la historia de ese caballo de Troya que en aras de la riqueza
y el poder deriva en una guerra fratricida que carcome la vida comunitaria, sus costumbres,
valores éticos y relaciones sociales.

Recapitulación

En esta nota introductoria se ha examinado el fenómeno del sufrimiento social como un


campo de estudio para comprender las transformaciones de las sociedades rurales contempo-
ráneas, en una óptica donde los tejidos, rupturas y reacomodos entre la experiencia colectiva
e individual se objetivan; no solamente en la lectura de las emociones desde el punto de vista
psicológico, sino en la dimensión social donde estas emociones son soportadas por las prácti-
cas consuetudinarias en la vida cotidiana y proyectadas como modos de vida que son amena-
zadas y, en varios casos, se defienden contundentemente.

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Filmografía

Gallego Cristina y Ciro Guerra, 2018, Pájaros de verano, Coproducción Colombia-Dinamarca-


México; Ciudad Lunar Producciones, Blond Indian Films, Pimienta Films, Snowglobe Films,
Films Boutique, Ibermedia.

418
“POLICÍAS Y LADRONES”
Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos, formas de jugar y juguetes
de la chiquillada de Tocumbo y Santa Inés, Michoacán

Liliana Sarahí Robledo Barragán1

Este estudio ofrece una mirada del juego, las formas de jugar y los juguetes como ventanas de
conocimiento para captar algunos detalles de los procesos de constitución de niñas y niños
como personas, sus identificaciones, aspiraciones y sentidos de vivencia que se asocian con
la palabra violencia. En concreto: cómo a través de las situaciones de juego la chiquillada
expresa, interioriza y normaliza aspectos de violencias.2 Utilizo la palabra violencia de manera
operativa para el análisis de los juegos observados, dibujados o narrados y describo aquellos
que tienen intenciones de confrontación y/o sometimiento, imposición de ideas a través de la
fuerza y reconocimiento por lograr estos actos. En este sentido, la violencia entre los chiquillos
se juega, se normaliza, se interioriza y se adopta, a veces sin percatarse, como un eje orientador
de la vida. En los juegos que aparecen en las próximas líneas los protagonistas son niños, varo-
nes, chamacos o chiquillos que juegan con su fuerza física y verbal para resaltar en sus grupos
de juego entre amigos del barrio o con los de la escuela, aspiran a “convertirse de grandes”
en personas que protegen con armas, manifiestan cómo se van convirtiendo en “hombres” a
través de los juegos, evitan caer en la designación de “maricas” y se acompañan de objetos que
intimidan.3

1 Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en el Área de Estudios Rurales, El Colegio de Michoacán.
2 Uso el término de chiquillada para referirme a las niñas y los niños con los que me relacioné durante el trabajo de campo y que,
en esa época, asistían a la escuela primaria. Chiquilla y chiquillo era usado a la hora de jugar para sustituir el nombre propio, para
facilitar la forma de nombrar a los aliados, jugadores, compañeros o amigos. Los términos también los usaban los jóvenes y los
adultos para nombrar en diferentes situaciones. Por ejemplo, en una ocasión una señora de unos setenta años aproximadamente
acababa de salir del templo y quería que un niño le hiciera un mandado: “¡Hey tú, chiquillo, dile a tu mamá si me puedes llevar
unas cosas de la tienda para la casa”. Chiquillo, chiquilla son frecuentes en la región de estudio para identificar a las niñeces.
3 Me gustaría que en esta lectura el comentario de que los niños son promotores de los juegos de dominio o sometimiento inspire
otros descubrimientos y no se reduzca a que los niños son violentos por “ser hombres”. Es decir, aquellos aspectos que crean
marcajes de género que resuenan en expresiones tales como “los niños no deben chillar”, “las mujeres en la casa y nada más”, “si te
quieres hacer hombre, debes ser valiente”. Algunas de estas frases las capturé en los juegos entre niños, pero también se manifiestan
en otros grupos etarios. La escritura de los detalles cotidianos que pasan desapercibidos en la niñez y en los juegos permite pensar,
por ejemplo, en los entramados que envuelven a los niños que se convertirán en varones y se acogen como víctimas y promotores
de violencias.

419
Liliana Sarahí Robledo Barragán

Por cuestiones prácticas, este documento no proporciona una revisión exhaustiva de


contenidos teóricos y se centra en una descripción de tres situaciones de juego que uso como
ejemplares para explicar cuerpos de normalización y/o expresión de violencias. El contenido
procede de la tesina “Resonancias sociales en los juegos de la chiquillada de Santa Inés y
Tocumbo, Michoacán” donde expuse los acontecimientos de violencia experimentada y los
ensayos-resistencias de las dominaciones de género que se representaron en los dibujos, las
narrativas y los juegos observados en los periodos de trabajo de campo de 2017 a 2019 en el
marco de la Maestría en Ciencias Sociales en el Área de Estudios Rurales.4 Compilé el mate-
rial empírico como “maestra de dibujos” en dos primarias (una pública y otra privada), me
situé en los terrenos de reunión cotidiana que la chiquillada conquistaba o frecuentaba con
quienes le dan sentido a la palabra amigo(a) para crear mundos y narrativas de ficción a la
“hora de jugar”.5 Caractericé algunos juegos y juguetes que, en esas temporalidades, eran sus
“favoritos”, capturé fotografías, describí algunos terrenos de juego, me adentré en algunos dis-
positivos digitales que usaban en esa temporalidad y compilé, de manera aleatoria, memorias
de juego que se materializaron en dibujos y palabras que expresaban los sentidos del jugar.
Exploré los dispositivos de entretenimiento más importante en los hogares en esa época la
televisión, la tableta, la consola y el celular para estar más o menos enterada del contenido
que la chiquillada promovía como populares: las telenovelas, las películas, los videojuegos, las
caricaturas, las series y los juegos digitales.
Las situaciones de juegos, como antes mencioné, fueron en los pueblos de Tocumbo y
Santa Inés ubicados en la Sierra de Jalisco con Michoacán. Esta zona se destaca en el paisaje
por su herencia cultural ranchera que emerge de los núcleos de población dispersos en las
serranías.6 Los autores que han promovido las bases para esbozar una matriz cultural ran-
chera dan cuenta de cómo se conformaron de manera diferencial ambos pueblos: sus peculia-
ridades de reconocimiento: Santa Inés como pueblo levítico y Tocumbo por la conformación
de la industria paletera (Barragán López 1990; González 2009). Tocumbo es un municipio
con aproximadamente 11 500 habitantes y 40 comunidades. La mayoría de las localidades
son asentamientos dispersos en la Sierra de Jalisco con Michoacán en los que viven de dos a

4 Seleccioné estos pueblos porque mi familia materna es oriunda de Santa Inés. La ventaja de la referencia familiar me permitió que
las cuidadoras y los cuidadores de las chiquilladas estuvieran más o menos informadas de que soy hija de una maestra antaña y
que se interesaba por dar “talleres de dibujo para niños” como algunos me identificaban. De esta manera, no representaba ningún
riesgo el acercarme a niñas y niños mientras jugaba en la calle. Otro indicador de apertura para contemplar situaciones de juego
fue que asistía en compañía de mi hija y no representaba peligro en una región donde se han establecido grupos armados que
controlan sitios y horarios de la vida cotidiana; donde la chiquillada aprende del juego en las banquitas, calles, parques y plazas.
5 Uso la noción de ficción para captar los aspectos que resuenan en los juegos “de mentiritas” que expresan situaciones que no están
tan alejadas de la vida en un intento por no separar lo que es real y lo que no. Como las formas de jugar la vida y la muerte con la
imaginación.
6 La Sierra de JalMich es un territorio compartido por los estados de Jalisco y Michoacán, ubicados en el Occidente de México.
Dicha Sierra es una zona montañosa bastante plegada, pero con vistas y paisajes admirables, se puede apreciar tanto selva baja
caducifolia en las partes bajas, como frescos bosques de pino en las partes altas, además de una gran cantidad de fauna en su hábitat
natural. En este medio geográfico se ha desarrollado durante más de cuatro siglos una cultura auténticamente ranchera dedicada
principalmente a la actividad agropecuaria en terrenos de pequeña propiedad, donde la dinámica primordial es la ganadería de
doble propósito carne y leche (Torres y Barragán 2016).

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Mapa 1. Asentamientos dispersos del municipio de Tocumbo

Fuente: Elaborado por el centro de Investigaciones en Geografía Ambiental CIGA/Colmich (2019).

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Liliana Sarahí Robledo Barragán

siete personas y ocupan 30% de la población registrada en el municipio como se indica en el


mapa 1 y la población restante se distribuye en Santa Clara, Tocumbo, La Magdalena, San
Francisco y Santa Inés.
Además de sus peculiaridades respecto a la cultura ranchera, esta región ha incremen-
tado su potencial porque sus condiciones geográficas y medio ambientales propician un eco-
sistema viable para las frutillas de exportación como berries y aguacate: los pueblos están
insertos en el corredor agroindustrial más importante de Michoacán. Parte de los recursos de
subsistencia económica de las familias de la chiquillada procedían de la agroindustria como
jornaleros o choferes en los campos de berries, trabajadores en las huertas de aguacate o empa-
cadores, peones en la caña o en el maíz. Otros se dedicaban a la recolección de resina en las
zonas boscosas de la Sierra que comparten ambos pueblos.7 También encontré chiquillas y
chiquillos inscritos en familias que subsistían con algún negocio propio en el pueblo como
vender fruta o ropa por catálogo, trabajos domésticos, albañilería, o contratados como emplea-
dos en negocios y algunos empleos.
La cadena paletera La Michoacana presente en casi todos los pueblos y ciudades del
país, también es un medio de referencia económico, sobre todo en Tocumbo. Los padres se
ausentaban del pueblo para colocarse como trabajadores encargados de paleterías en algunas
metrópolis: Guadalajara, León, Querétaro y Ciudad de México. Cuando el papá y la mamá
tenían que trasladarse durante la temporada fuerte en ventas (abril, mayo, junio), niñas y
niños se quedaban con cuidadores alternos como tías y abuelas que ejercían funciones de
alimentación, cuidado y crianza. No toda la chiquillada vive con sus padres biológicos por
situaciones de carácter económico para la subsistencia, separaciones y, en ocasiones, no reco-
nocimientos de las maternidades o paternidades.
La región, por sus condiciones de poblamiento disperso, desde época remota ha sido
de “armas tomar”. Algunos chiquillos que viven en los ranchos o en el pueblo, aprenden
a usar armas de caza desde los 6 años: aprenden a defender la huerta y el hogar. En pocas
ocasiones se manifiestan presencias gubernamentales que se preocupen del orden, de la pro-
moción de eventos culturales y de las problemáticas que acontecen en la zona. Respecto a
los temas de incidencia social desde ámbitos gubernamentales, es un territorio fantasma. Los
pueblos empezaron a cobrar importancia, sobre todo Santa Inés, en 2019 cuando los aconte-
cimientos que emergían de los grupos armados que disputan la expansión de sus dominios
comenzaron a detonar y encabezaron notas periodísticas nacionales, sitios web de internet
y las redes sociales digitales; el territorio, desde entonces, está en latente conflicto: es una

7 La resina es una exudación natural de algunas especies de pino. Es una sustancia pegajosa que se produce en las zonas dañadas de
los troncos como un mecanismo de defensa contra las enfermedades y los insectos. Por su importancia industrial para la elabora-
ción de hule, insecticida, barnices, pegamentos, pinturas y líquidos de limpieza es un producto que moviliza el trabajo en el bosque
para su extracción. La actividad resinera en los pueblos de estudio tiene más de 50 años que se practica. Las personas que llegaron
a los pueblos para trabajarla no proceden de los asentamientos en los ranchos en la Sierra de Jalmich sino de las comunidades
purépechas que ya llevan varias décadas trabajándola. Al llegar a Tocumbo y Santa Inés, se instalaron a las orillas de los pueblos y
conformaron las colonias de Pueblo Nuevo en Tocumbo y La Resina en Santa Inés.

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“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos

zona fantasma de guerra. Las condiciones que vive esta zona son relevantes porque permite
entender algunas de las situaciones de juego que los chiquillos expresan y donde se vuelve
confuso establecer una línea que determina cuándo es, como dice la chiquillada, “de adevis”
(de verdad) o “de mentiritas”.
Las narrativas de ficción que elaboran los chiquillos sobre sus juegos, las formas de
jugar y los juguetes que expongo en los siguientes apartados son funcionales para tomarlos
como puntos de referencia y asociarlos con manifestaciones y/o apropiaciones de signos que
remiten a violencias. Considero que los dibujos, como los juegos y los juguetes, no hablan
por sí mismos. Para lograr conexiones más o menos articuladas, le aposté a los detalles de
elaboración, de organización, de los objetos y de los momentos que en conjunto expresaran los
contenidos temáticos que promociona la chiquillada en su proceso formativo como persona.

Juegos de persecución: policías y ladrones

Policías y ladrones, cuando realicé trabajo de campo, era un juego popular en las escuelas
primarias.8 Los jugadores eran sólo niños. Se jugaba en los patios escolares, en la plaza, en
las calles aledañas a las casas de los jugadores y en los sitios a donde se desplazaban como
guaridas.9 De la muestra de dibujos con narrativas recolectada en las escuelas primarias de
Tocumbo y Santa Inés, seleccioné los de Mariano,10 por los signos en sus dibujos que revelan
singularidades de elaboración y expresión que tienen algunos chiquillos para asociar ficciones,
juegos que promocionan la muerte y asociarlos como referentes de aspiraciones que posible-
mente tengan sentido, resuenen o influyan en algunas dimensiones de su existir.
En el dibujo 1 (figura 1) Mariano coloca una gama de juegos como el fútbol, los avio-
nes, policías y ladrones y el explorador de animales. La hoja está dividida en cuatro cuadran-
tes que, en conjunto, representan sus juegos favoritos. En el primero, traza un rectángulo: el
campo de fútbol en el que entrenaba los jueves y contemplaba, en familia, los partidos domi-
nicales de los equipos locales y los visitantes de pueblos aledaños. Después incorpora a los

8 Un juego es popular cuando chiquillas y chiquillos saben en qué consiste, lo han jugado o han visto cómo lo juegan “otros” en
la escuela, en el barrio o entre conocidos. Los juegos populares son cambiantes por las influencias de videojuegos, programas de
televisión y, en los últimos años, por las redes sociales digitales que son parte de la vida de niñas y niños. Por ejemplo, entre algunas
chiquillas era popular jugar a representar escenas de la telenovela dirigida a público infantil que la mayoría conocía, “Soy Luna”.
La novela era un punto de partida temático para crear formas de jugar: patinar en las calles, hacer algunos trucos, imitar a los
personajes, apropiarse de algunos rasgos de las personalidades aparecen en los capítulos, las expresiones que destacaban o asemejar
los vestuarios de las protagonistas.
9 Es importante reconocer que la vida lúdica en los pueblos es en espacios abiertos y entre grupos de 2 a 12 niños y niñas. Las
chiquilladas aprenden a reconocer, con ayuda de sus padres y por la experiencia del juego en la calle, los sitios transitables y reco-
nocen los límites en su territorio. Con las horas de juego en la calle, encuentran y crean nichos, los conquistan y los convierten
en sus guaridas. Los nichos de juego o guaridas se determinan por varios factores: estén entre los límites del pueblo o su colonia,
lejos de adultos, pero no lo suficiente para que los encuentren “por si se necesita ir por un mandado” y más o menos estar ente-
rados de su paradero. El mayor indicador de riesgo que encontré en la región es la presencia de grupos armados: desde los inicios
de las disputas por el control territorial en 2018.
10 Los nombres que se usan en el texto son seudónimos.

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Liliana Sarahí Robledo Barragán

jugadores: una representación del equipo de fútbol infantil del pueblo en el que participaba.
Al finalizar el escenario y los jugadores, selecciona los colores que le parecen pertinentes para
darle “vida” a la imagen y se desplaza al segundo cuadrante para hacer el juego de los aviones.
Aquí dibuja, inicialmente, un avión sin puertas o sujetos en la parte central del cuadrante
derecho de la página. En el tercer cuadrante, Mariano toma su tiempo para detallar el avión y
sus pasajeros: procura que “se vea bonito”, sea proporcional en tamaño y cuida la distribución
del color (que nada quede fuera de la línea). Después de dibujar las formas, selecciona de la
paleta de colores de la mesa el color azul para representar a los policías; lo reafirma al colocar la
estrella. El borrador sólo lo utiliza cuando observa el dibujo y decide cuáles detalles deben per-
manecer y cuáles descartar para que el dibujo sea lo que para él significa policías y ladrones.
Decide ampliar el juego del aire y lo lleva al sueño en el tercer cuadrante del lado izquierdo
de la hoja. Insiste en los detalles de las armas, las camionetas, los personajes, sus funciones y
la posición de cada uno, me sorprendió su manera de comunicar las imágenes de sus juegos.
Mientras elaboraba la imagen, emitía sonidos de disparos de las armas que había dibujado y
algunos diálogos que no alcancé a captar porque hablaba entre dientes; platicaba con los esce-
narios y personajes que imaginaba. Contemplar su diseño fue la expresión de la imaginación
que se moviliza cuando Mariano, y tal vez otros, consideran como “favorito”. En el último
cuadrante, Mariano se representa a sí mismo como observador de animales en el patio de la
casa de sus abuelos. Su función en este juego es contemplar sigilosamente, por eso su repre-
sentación aparece detrás del pastizal con unos binoculares: observa el comportamiento de las
aves para jugar a cazarlos. Son intencionalidades de juego que se asemejan: estar alerta para
el momento preciso de cazar, atrapar y dar muerte, simbólica, a quienes están en oposición.

Figura 1. Dibujo de Mariano, 8 años, Tocumbo, 2018


Fuente: Colección de dibujos de la autora, trabajo de campo, 2018.

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“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos

Con Mariano aprendí que es posible expresarse con líneas y que los dibujos son conec-
tores de intenciones, identificaciones y aspiraciones. Las huellas de los juegos y los momentos
jugados influyen, de alguna manera, en las directrices de las identificaciones, los gustos, los
deseos, los sentimientos, los sueños, las ocupaciones que generen ingresos y las proyecciones
futuras. En la normalidad del juego se incorporan algunos campos temáticos a la hora de
jugar que funcionan como referentes de trayecto o de identificaciones. En los juegos, niñas y
niños imaginan sus trayectos: nacen deseos desde el juego. Mariano expresa que lo que más
le gusta es:

El fútbol y también los policías y ladrones […] unos son los policias y debemos buscar a los ladrones
y si los encontramos debemos atraparlos […]. Y si pasa otro ladrón los toca y ya están salvados […] Yo
me quería convertir de grande como policía, pero mi papá no me deja. Quiere que sea como doctor,
veterinario, secretario, así como trabajar en un edificio […] me gusta hacer a veces dibujos de guerras.
La otra vez hice uno de según qué unos soldaditos [emite sonidos como chuc, chuc, chuc: imitando los
disparos de un arma] con armas y hice [sic] una camioneta así bien grandotota y unos carritos de policía
¡ao! Y también le puse helicópteros. ¿Y si pongo aquí uno? Pues a ver si me sale […] Yo quiero ser tam-
bién como investigador de aves, lo que comen y eso (Narrativa 1, Mariano, 8 años, octubre de 2018).

La descripción de su movilidad en la hoja puede ser un punto de partida para indagar


sobre los significados que se crean en el juego como acto sagrado donde niñas y niños ensayan,
exponen, dibujan, narran o representan las perspectivas de, hacia y con la vida: van colocán-
dose en sitios de interés que influirán en la forma que le den a su trayecto en una temporalidad
y geografía: los marcos de referencia que nos marcan de manera peculiar. La jerarquización
de juegos que expone Mariano en el dibujo 1 comunica su mundo de ficción en perspectiva y
enfatiza lo que para él significa (narrativa 1).11 Para Mariano, policías y ladrones no sólo es el
juego que más disfruta con sus compañeros también es una aspiración a futuro o lo que quiere
ser de grande: “yo me quería convertir de grande en policía”. Que sus aspiraciones se materia-
licen es algo que no me atrevo asegurar, pero es importante prestar atención a los rumbos de
la imaginación que confluye con los intereses: hacia los sitios, niños o imaginarios donde se
depositan los afectos y las aspiraciones esbozan fragmentos de nuestro trayecto.12
Semanas después de que Mariano elaboró el dibujo 1, regresó por su cuenta a la mesa
donde me sentaba a esperar a las niñas y niños que enviaban los docentes de cada grado para
el taller de dibujos: el sitio donde contemplé la producción de dibujos de la chiquillada de dos
11 El término de ficción lo uso como para escribir con los juegos de imaginaciones que no son válidas o interesantes para quienes
desaprendemos a crear cosas narrativas y corporalmente con una lata, una rama y crear un mundo que nos aleja de lo que vivimos
como “real” cada uno.
12 En una ocasión un niño me platicó sobre las redes de las arañas: que cada una de las arañas tejía su casa, su nido y sus trampas
para hacer su nido. Creo que pasa algo similar con la incorporación de las experiencias vividas que constituyen nuestros cuerpos
de aprendizaje cada uno lo elabora con las condiciones del medio que vivimos. Aquí es imposible predecir futuros, pero sí mostrar
las relaciones entre significados lúdicos y el surgimiento de las aspiraciones.

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escuelas primarias e indagué aspectos de sus juegos, sus formas de jugar y los juguetes de inte-
rés. Mariano regresó a la mesa de dibujo para compartirme un sueño sobre el juego de policías
y ladrones que se materializó en el dibujo 2 (figura 2). Me pareció magnífica la idea de que se la
actividad resonara en el plano onírico. Quizá fue porque para Mariano, en ese momento, dibu-
jar representaba una actividad agradable porque “la disfrutaba”, cuando hacía algún dibujo en
su familia y con otros conocidos obtenía reconocimiento y fue el medio en el que expresa sus
ficciones en un escenario de enfrentamiento.

Figura 2 . Dibujo de Mariano, 8 años, Tocumbo, noviembre de 2018


Fuente: Colección de dibujos de la autora, trabajo de campo, 2018.

Para elaborar este dibujo (figura 2) Mariano traza el punto de partida de su escenario
de juego: el suelo. Después, dibuja al sujeto que porta “la metralleta más poderosa”: es su rol
en el sueño. Sigue con las camionetas, sus conductores y los contrincantes. Mariano les da vida
y muerte a los sujetos que participan en su sueño durante el proceso de elaboración. Durante
la realización del dibujo emitía sonidos de disparos, expresiones de los sujetos, indicaciones de
ataque y descripciones de tácticas de enfrentamiento para que el grupo al que pertenecía saliera
victorioso. La elaboración del dibujo 2 crea un orden peculiar de los signos: primero todo el
escenario de la parte terrestre, después los refuerzos que proceden del cielo y que vienen “a
apoyar a quienes se van cayendo en la batalla”, dice Mariano. En el momento que coloca cada
arma y sujeto detalla sus funciones: quiénes van ganando o perdiendo y cuál es su afiliación en
el juego como buenos, malos, policías o ladrones.
Mariano expresa que en su sueño estaban acomodados, por un lado, representado en
el lado izquierdo de la hoja, “los buenos que eran como los policías y en el otro lado”, el lado
derecho en el dibujo, “están los malos que son como los ladrones”, remarca en la explicación

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“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos

de su sueño-dibujo. Parece que los detalles del escenario están ausentes: hay un énfasis en los
actos que promueven los sujetos del sueño de Mariano donde se representan personas, camio-
netas y armas. O, posiblemente, el escenario se crea de las ficciones-oníricas de Mariano. Los
signos manifiestan aceptación, resonancia, concordancia hacia la promoción y celebración de
la muerte; se traslapan de la memoria onírica al papel. Quizás las escenas de videojuegos, pelí-
culas y los enfrentamientos de grupos armados que acontecen cerca o en los pueblos que viven,
influyeron en la forma peculiar de representación de su dibujo y que procede de un sueño. Los
juegos y los sueños están en sintonía durante la designación de niños, chamacos, chiquillos:
muestran fantasmas, aspiraciones, fantasías e identificaciones que serán, posiblemente, expe-
riencias efímeras significativas en sus trayectos de vida: las huellas, las memorias, las anécdotas
y las expresiones que comunican sentidos y apropiaciones del tiempo vivido, al tiempo jugado.

Los zombis

El criterio de selección de zombis es porque permite ilustrar las apropiaciones de signos que
remiten a violencias, muestran intencionalidades de temáticas compartidas desde un conte-
nido cinematográfico y se juega entre los participantes considerados como “niños pequeños”
de la escuela primaria que quedan excluidos de los juegos populares de “los más grandes”. Los
tipos de juegos es un eje de diferenciación entre la chiquillada porque marcan la coexistencia
de los ritmos del tiempo biológico y el social. Por ejemplo, a los niños considerados como
pequeños por los que juegan policías y ladrones, que eran de cuarto grado, no les permitían
incorporarse a sus grupos de juego. Y a los que excluyen a los menores no se les considera en
los juegos de deporte de “los más grandes”, los de sexto. Existen separaciones por el grado al
que asisten: la acumulación de experiencias de juego incorporalizadas.
Zombis en la primaria que observé, es un juego de persecución abierto para los chiqui-
llos de segundo y tercero. Los chiquillos jugadores expresaron sus referentes de lo que es “ser un
zombi” por las imágenes que habían visto en algún momento de su vida en películas, series de
televisión, caricaturas y videojuegos que emanan de sus consolas, televisores, tabletas, celulares
o de las maquinitas del pueblo. El promotor de la temática del juego de zombis fue Alejandro
que en esa época tenía siete años y se interesó por los zombis a partir de una película que vio un
fin de semana en casa de uno de sus primos. El juego consistía en cumplir las misiones de cap-
turar, vacunar, matar o transformar a los zombis que infectaban al pueblo. A la hora del desa-
yuno de un lunes, Alejandro y su grupo de amigos se reunieron en una mesa de la cocina para
organizar el juego, definieron los objetivos de cada bando y las funciones de cada jugador. Los
que se quedaban en el bando de los zombis, se encargarían de contagiar con un virus extraño
a los cazadores y al pueblo, y los cazadores, tenían la misión de atrapar, vacunar, exterminar
o transformar a los zombis antes de que contaminaran a todo el pueblo y “la situación se saliera
de control” como expresó Alejandro de la película. El pueblo era la chiquillada de la escuela.

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Liliana Sarahí Robledo Barragán

El pueblo, en sus asuntos de juego, desconocía las intenciones de los promotores de zombis,
pero se involucraban indirectamente al compartir escenario y tiempo: el recreo en la escuela.
La mayoría no tenía problemas por colocarse en uno u otro bando: un recreo como
zombi y otro como cazador. Cada jugador decidía su permanencia o cambio porque zombis
propiciaba la dinamización de las colocaciones y las funciones de cada jugador. Alejandro,
como promotor del juego, nunca dejó su función como cazador. Para él era importante el
cuidado del pueblo porque “salvar y cuidar vidas lo convertía en bueno”, expresaba. Su fin era
limitar la propagación de “la plaga zombi” en el pueblo, en la escuela. Alejandro estaba atento
al curso de cada ronda de juego en los días que asistían a la escuela: las bajas de los zombis,
de los que habían sido infectados, quiénes se habían “vacunado” para quitarse “el mal zombi”
y transformarse en cazadores que luchan contra el virus. Cuando un cazador se contagiaba
gritaba y contaba hasta diez para que un cazador lo rescatara con una inyección, un pellizco, y
se “aliviara” de la enfermedad zombi antes de que se convirtiera en uno. Alejandro mediaba las
decisiones de cuándo se aplicaban las reglas, cuándo no, quién pasaba de bando o si el conta-
gio era aceptable o no. En este juego Alejandro se convirtió en dictaminador de las situaciones
zombis, era un consultor para que “las reglas se aplicaran bien”.
En este juego también se crea una prisión donde se encierran, simbólicamente, a los
zombis que se atraparon durante la cacería y exterminarlos antes de que el recreo finalice.
La cárcel puede ser un cuadro de cemento delimitado con marcas de gises, las bancas de
cemento que están afuera de la cocina, el cuarto en obra negra a la entrada de la escuela, los
sitios que no estén ocupados por los jugadores de policías y ladrones y aquellos sitios que sirvan
como prisión de cuarentena. El juego de zombis sólo se jugaba durante el recreo, cuando los
docentes tenían reunión y dejan a los grupos salir al patio (un recreo extra), en asamblea de
padres o siempre que hay oportunidad de reunirse en la escuela. Otra característica del juego
de zombis es dejar en “pausa” las funciones de los jugadores y el curso del juego hasta el día de
reencuentro que podía ser al día siguiente, después de un fin de semana, un puente vacacional
o cuando finalizara el paro docente. La memoria del juego de zombis se ponía a discusión en el
esperado reencuentro. Si la mayoría estaba de acuerdo en la historia que relataba los recuerdos
del último día iniciaban el rito lúdico. Si no, se presentaban “malentendidos” que, al igual que
en el juego de policías y ladrones, terminaban en riñas verbales o físicas. Las memorias del
juego era un objeto de conflicto entre los jugadores porque había diferentes versiones.
Respecto a las agresiones físicas en los juegos de persecución se presentaron cuando
los jugadores no regulaban la intensidad de su fuerza física al capturar a ciertos jugadores,
por ejemplo, en el poder, velocidad, fuerza y rango del jugador. Los chiquillos creían que
dependiendo del rango se mejoraban las cualidades de tu personaje como cazador o zombis:
existían las jerarquías. En las rodillas y los brazos de los chiquillos había moretones, raspones
y rasguños que tardaban en sanar. Las huellas de heridas es un rasgo que comparten los juegos
de persecución porque implican la fuerza física entre los chiquillos. Por esta razón rara vez las

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“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos

chiquillas participaban en ellos porque se creaban reglas que en ocasiones las colocaban en
desventaja.
Los aspectos que comparten en común los juegos de persecución es que son promovi-
dos en equipos con objetivos definidos. Escuchar aspectos de las temáticas y relacionarlas con
los canales íntimos de las niñeces: hay jerarquías, bandos, riñas, buenos, malos e intenciones.
Una temática como los zombis puede inspirar la creación de narrativas, personajes e imágenes
de ficción que promueven imaginaciones: siempre hay malos, buenos, gente que proteger y
gente que quiere destruir. Jugar e imaginar escenarios de la vida se reduce y se promueve con
agresiones físicas, ¿cómo sería recrear, reinventar otros destinos posibles que no conduzcan
sólo al caos, la destrucción y la promoción de la muerte? ¿Qué serían las ficciones sin un des-
orden? ¿Cómo recrear lo que los contenidos televisivos promueven como generalidades? Creo
que la limitación de la imaginación o su encasillamiento son las betas que en este momento
encuentro como expresiones de violencias que los niños se apropian, recrean y juegan. No
podemos estar aislados, ni disociarnos del contenido que pasa por nuestros sentidos y que de
varias maneras estará presente en nuestros caminos cotidianos como fuerzas que nos impulsan
a crear.

El uso de las armas como juguetes. Las armas como juguetes

Algunos chiquillos usan armas de juguete y reales, “de verdad”, en su cotidianidad. Desde
temprana edad la mayoría de los chiquillos conoce, ha tocado o ha manipulado una pistola
en compañía de sus cuidadores o familiares. Se puede decir que las pistolas son características
de la cultura ranchera donde los hombres son de “armas tomar” como mencioné al inicio.
La vida en los ranchos, alejada de los centros poblacionales, la seguridad se ejercía “a mano
propia” porque a estos lugares no llegaba la “protección” gubernamental. Son lugares apegados
a las leyes de la naturaleza y alejadas de las leyes que dicta la vida en sociedad en Michoacán.
Por eso, la mayoría de los rancheros ha contado con un arma para defenderse de animales o
personas que ingresan sin permiso a su propiedad, para ajustar los “malentendidos” en los
acuerdos y lealtades por incumplimiento. En Santa Inés y en Tocumbo las armas son un
objeto de reconocimiento entre los hombres. Las armas se “desempolvan” en algunas fiestas,
en las celebraciones del Año Nuevo, para hacer tiros libres al aire, para ir de cacería o para
presentársela al varón de la casa que aprenderá a usarla. Los chiquillos presencian los disparos
y si tienen la edad pertinente serán ellos quienes se les otorga el derecho de disparar durante
una cacería (actividad reconocida en los pueblos) o los tiros al aire libre con un arma real. Otra
situación de uso de arma es el uso lúdico del rifle de municiones durante la Feria de la Paleta
en Tocumbo. Aquí disparan a objetivos concretos: figuras de plomo que si logran derribarlas
todas con una carga obtienen un premio. Agudizan su sentido de disparo que, posiblemente,

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Liliana Sarahí Robledo Barragán

potencialicen en un futuro. Uno nunca sabe para qué le pueda servir el conocimiento de
manejar un arma en una región entre grupos antagónicos.
Entre la chiquillada hay un escenario diseñado para el uso de las armas: el gotcha
(paintball). Es un juego estratégico que propone a los participantes un escenario diseñado para
el enfrentamiento y las persecuciones como juegos. Se requieren armas especiales que disparan
bolas cargadas de pintura que, por la presión de su expulsión, suelen dejar moretones en la
piel de los jugadores. Los jugadores aplican tácticas de combate, estilo militar, para que en el
enfrentamiento se “admiren” a los ganadores y se reafirmen los perdedores. A mediados de
diciembre de cada año abren el campo de gotcha ubicado en el boulevard de Tocumbo en el
que participan hombres y mujeres de diferentes edades; entre ellos está la chiquillada. Se cierra
los primeros días de enero entonces, algunos jóvenes, adolescentes y la chiquillada “mayor” lo
aprovechan. A partir de quinto año de primaria, cuanto tienen 11 años, les permiten incorpo-
rarse al juego con su chaleco y su pistola.
El cobro por una hora de juego es de 170 pesos aproximadamente más los gastos de las
balas que requiere cada jugador. Algunos pueden comprar 10, otros pueden pagar 30 y, de este
modo, su “poder” de combate se incrementa. Por el precio, no todos los chiquillos de la pri-
maria pueden asistir. Quienes me platicaron su experiencia de asistencia al gotcha, ahorraron
un mes antes de que iniciaran las fiestas decembrinas con la paga de sus trabajos temporales
ayudando en casas con la limpieza, cuidando sobrinos por paga, trabajando algunos fines de
semana o tardes en la huerta, ayudando en el acomodo y limpieza de una tienda o como auxi-
liar de carpintería o en la construcción. El objetivo es “tener lana pa’ las fiestas de diciembre”,
explicó Daniel. No siempre sus cuidadores pueden costear estos juegos y más si son tres visitas
al campo durante las fiestas.
El grupo de amigos de la escuela primaria que se reunía para este juego, por lo regu-
lar eran chiquillas y chiquillos de sexto. En ocasiones, se incorporaban sus primos, primas,
vecinas, amigas o tías que visitan el pueblo por las fiestas de la feria y las celebraciones decem-
brinas que se compaginan.13 Cuando reúnen a los participantes arman una batalla y forman
dos bandos. Para seleccionar quién queda en cada equipo se distribuyen a los que han asistido
antes y quiénes son los primerizos. Los chiquillos y las chiquillas “líderes” influyen en la
conformación de equipos y cuidan mucho quién queda en su equipo porque suelen hacerse
apuestas y a la mayoría no le gusta perder las apuestas. Camilo, de sexto grado, me compartió
que “quien resultaba con más heridas o manchas de pintura pagaba la cena y las nieves”. Cada
jugador portaba una pistola con municiones y un equipo de seguridad que cubría el pecho y la
cara. El lugar estaba acondicionado como un campo de batalla militar con espacios de refugio,
huida o ataque. Durante la batalla se disparaban balas entre los contrincantes. Las huellas que
deja este juego, al igual que los de persecución, son moretones en el cuerpo donde les pegan

13 Las fiestas de la Feria de la Paleta son del 26 de diciembre al 2 de enero.

430
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos

las balas. Las chiquillas que narraron su experiencia al gotcha me mostraban con entusiasmo y
carcajadas sus moretones mientras decían “valieron la pena todo por la diversión”.
Otro uso de las armas entre la chiquillada también son los juegos de simulación donde
los objetos, sin haber sido diseñados como armas, se asemejan a ellos y cubren su función: las
ramas, los gestos corporales (la mano con sus dedos semejando una pistola, los brazos articu-
lados de tal manera que simulan una ametralladora), una regla de medición y cualquier otro
objeto en el que puedan representar una pistola al momento de jugar. La función de la pistola
tiene sentido cuando el objeto, o la parte del cuerpo, emiten sonidos de disparos. Los recursos
corporales y del entorno son funcionales y cuando no se porta el juguete. Niñas y niños tienen
potencial para encontrar objetos del medio y de su cuerpo para emprender un juego.
Las pistolas de juguete con balas de plástico son comunes durante las fiestas decem-
brinas, fiestas patronales, vacaciones de verano y, ocasionalmente, los fines de semana. Los
chiquillos compran sus armas cuando los puestos de la feria aparecen en las fiestas de ambos
pueblos.14 La imagen 1 muestra la gama de pistolas que portan los chiquillos. Su acceso a la
más “chingona” depende de su disponibilidad económica. Dependiendo del tamaño del arma
será el reconocimiento que tenga durante el juego de enfrentamiento con pistolas. Es impor-
tante considerar esta diferenciación porque no es lo mismo llevar una metralleta con todos
los balines de plástico y varias municiones que una pistola pequeña con balines que recogen
del suelo. Los responsables de los chiquillos parecen normalizar que porten armas y no están
atentos al curso que tienen sus formas de jugar y las narrativas que producen. Su función es
pagar y señalar que los disparos se dirijan a los lugares donde no estén sentadas personas para
evitar reclamos.15
Otro de los juegos entre los chiquillos que portan estas armas son las guerritas. Se
colocan en dos partes, casi siempre alejadas de los demás grupos, para hacer equipos y crear
campos de batallas entre las jardineras de la plaza, atrás de los autos o en las calles vacías. El
juego de las guerritas dura todos los días de las fiestas mientras sus cuidadores están en la plaza
escuchando música, se crean juegos de guerra que casi nadie toma como importante.

14 Los puestos que se establecen en ambos pueblos durante las fiestas decembrinas y patronales son de vendedores ambulantes de
procedencia indígena. Estos establecimientos ofrecen todo tipo de objetos y recreaciones: juegos de feria como lanzamiento
de dardos y reventar globos obteniendo un premio; objetos de belleza para las mujeres; discos de música y películas; artículos para
el hogar como tazas, platos o decoraciones; juguetes que la chiquillada como espumas, juguetes pirotécnicos, muñecas, carritos,
diarios, trompos de plástico con luces, muñecos de plástico pequeños o grandes, pistolas, balines, instrumentos musicales. Vale la
pena señalar que los principales consumidores son niñas y niños que están en el pueblo como visitantes temporales.
15 “Cuidadores” es un concepto que diseñé en el trabajo de grado porque encontré que en ambos pueblos existen personas que tienen
diferentes roles sociales que no están dentro de la organización familiar y que asumen de manera indirecta responsabilidades de
cuidado de las niñas y los niños que transitan por el pueblo o recurren a la plaza como terreno lúdico. Los cuidadores asocian a
qué familia pertenece cada niño que transita cerca de ellas o ellos. Se puede decir que en ambos pueblos hay un cuidado indirecto
para que la chiquillada se desplace casi libremente (considerando los indicadores de riesgo al inicio).

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Imagen 1. Puesto en la “Feria del hijo ausente”, Santa Inés, diciembre de 2018
Fuente: Archivo personal de Liliana Robledo, 2018.

Por último, presento la descripción de una situación de juego con armas blancas entre
primos: cómo el cuchillo se convierte en juguete y en objeto que detona expresiones. Carlos
y Adrián, de seis años, viven cerca de la barranca que atraviesa uno de los pueblos de estudio.
Los unen lazos consanguíneos, son primos hermanos y su convivencia es frecuente ya que
viven cerca y aprovechan las tardes para salir a la calle a jugar. Adrián estaba afuera de su casa
con su mamá disfrutando el sol de una tarde de verano acompañados del viento que provenía
del bosque. Adrián montaba su bicicleta y daba vueltas de una esquina a otra esperando, sin
decirlo, a que saliera su primo. Su madre estaba “entretenida” en una llamada telefónica y me
invitó a sentarme con ella. Cuando finalizó la llamada me dijo “en las tardes me salgo a que
dé vueltas para que se duerma temprano porque es un muchacho recabrón, canijo, que no se
aguanta y que a veces no sé qué hacer con él”. La frase “muchacho recabrón” es recurrente
durante la tarde. Adrián se ríe cada vez que su mamá lo dice y acelera más a sus pedales de la
bicicleta para alejarse de ella. Minutos después sale Carlos de su casa y Adrián expresa un gesto
de alegría. Carlos le dice en secreto a Adrián “vamos donde no nos vean para enseñarte algo”
(se referían a la mamá). Cuando llegan a la orilla de la barranca Carlos saca un “filero”.16 El
cuchillo le pertenecía al hermano mayor de Carlos y se lo había prestado para que jugara un
rato y en la noche se lo debía regresar. La responsable les preguntó qué era lo que tenían en la
mano, se lo mostraron y sólo les dijo que no lo abrieran. Cuando Adrián lo observó y simuló
acercárselo al cuello de su primo, se rieron. Carlos propuso que mejor jugaran fútbol, tapó el

16 Forma de nombrar al cuchillo que no es de cocina sino un arma blanca.

432
“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos

cuchillo con la funda, se lo metió en el pantalón y se fueron a patear el balón. Y así estuvieron
un rato hasta que se aburrieron de patear la pelota y se montaron en sus respectivas bicicletas.
A la señora parecía no importarle que uno de los niños portara el cuchillo. Pasaban, montados
en sus bicicletas, frente a nosotras mientras Adrián sostenía el cuchillo en su mano y le decía
a su primo que lo iba a alcanzar para “filerearlo”. Ella solamente les indicaba, con gritos, que
no fueran tan rápido.
Después de varias persecuciones en bicicleta, Carlos se acercó alarmado a donde nos
encontrábamos su mamá y yo para decirle que Adrián ya quería “filerearlo” de verdad. La
intervención de la mamá de Adrián fue decirles “si siguen dando lata se los voy a quitar y ya
nos vamos a meter Adrián, ¿me oíste?”. Así que Adrián se fue corriendo lejos de su mamá con
el cuchillo en la mano y Carlos tras él. La mamá de Adrián tomaba la situación con indiferen-
cia mientras yo no sabía de qué manera actuar: quedarme callada “para observar” o mediar la
situación por temor a que se saliera de “control”. En ese momento decidí estar atenta al curso
del juego y si veía que se alejaban mucho le decía a la señora “¿cree que todo esté bien con los
niños? Es que no los veo”. Durante la situación fui buscando estrategias para prever un acci-
dente sin incidir en lo que hacían los primos y procuré “controlar” mis alertas que surgieron al
contemplar un juego entre dos primos de seis años con un arma blanca “de verdad”.
Después de perseguirse con el cuchillo, los chicos se detuvieron para examinar los
detalles del arma: lo manipularon, trataron de calcular su peso, de comprobar qué tan filoso
era y para cerciorarse cortaban algunas plantas, lo guardaban y lo sacaban de su funda. Adrián
se lo volvió a poner en el cuello a Carlos y le dijo “¿qué se siente tenerlo tan cerca? ¿Es como
sentir la muerte?”. Carlos se rió y siguieron explorando otras maneras de usarlo. Cuando ya
estaba oscureciendo los primos empezaron a empujarse y a gritar “groserías” (vocabulario de
uso diario en algunos hogares). El motivo de las ofensas era porque Adrián se había apode-
rado del cuchillo y le había dicho a Carlos que jamás se lo regresaría, que ya le pertenecía.
Desencadenaron otra persecución mientras Carlos gritaba que el cuchillo era de su hermano
y que si regresaba sin él a su casa lo golpearían. En medio de los gritos e insultos que mutua-
mente intercambiaron la madre intervino “¿qué está pasando Adrián? ¡Ya dame eso! ¡Ya nos
vamos a meter!”. Adrián lo aventó a los pies de su mamá y se burló de su primo Carlos dicién-
dole “niñita, mariquita”. Carlos reaccionó llorando y suplicando a la mamá de Adrián que se
lo devolviera porque no se imaginaba la golpiza que le iba a dar su hermano si no regresaba a
casa con el. Finalmente, la señora se lo entregó y le dijo que se fuera y que no estuviera “chin-
gando”. Cuando nos despedimos, ya había oscurecido y la mamá de Adrián me dijo que no
estaba conforme con el vínculo que tenía su hijo con su primo porque “Carlos es una mala
influencia para Adrián, los dos son demasiado recabrones y yo no quiero eso para mi hijo”.
Yo le contesté que ojalá lo pudiera resolver. Días después volví a pasar por esa calle y observé
que los primos seguían frecuentándose y que la mamá de Adrián continuaba distraída en el
celular.

433
Liliana Sarahí Robledo Barragán

A modo de conclusión

En las líneas anteriores se expusieron los juegos que tienen como intención el uso de la fuerza
física y con armas para conseguir el dominio o la imposición de un chiquillo sobre otro, de un
grupo a otro. Para el cierre dejaré algunas breves pistas que descubrí en el trabajo de descrip-
ción y que se escapan de la descripción de las situaciones de juego anteriores. En primer lugar,
los chiquillos que juegan a representar escenarios de enfrentamiento y persecución, como
policías y ladrones o zombis, forjan alianzas y grupos enemigos dentro del espacio escolar para
reconocerse y ser reconocidos. Al establecer las separaciones, los contenidos temáticos de los
juegos que realizan los chiquillos expresan la intención de causar daño a los jugadores que se
colocan como rivales (los enfrentamientos). En policías y ladrones suelen pegarse, agredirse
(verbal y físicamente) y embestirse para las persecuciones entre unos y otros. Esto quiere decir
que se trata de matar simbólicamente al rival, al enemigo, al del equipo contrario. La chiqui-
llada da muerte cuando caza a un ave con una resortera; consumen imágenes de muerte en
películas, caricaturas, noticieros; y son espectadores de las muertes que acontecen en su región
vinculadas al crimen organizado; emula la muerte de los videojuegos; y representa la muerte
cuando juegan con pistolas de juguete. Los chiquillos tienen acceso a ver o manipular armas
reales que se convierten en objetos de reconocimiento. ¿Para qué se están preparando a través
de las situaciones lúdicas los chiquillos? Las expresiones de la violencia, ¿son el principal eje
comunicante con la vida? ¿Por qué la promoción de la muerte como medio de contacto? ¿Qué
implicaciones tienen los escenarios de violencias en la construcción de sujetos sociales que en
pocas ocasiones expresan sus sentires? ¿Qué pasa cuando las imágenes de los juegos que expre-
san violencias o los dibujos “se hacen realidad”? ¿En qué momento o en qué circunstancia
establecer las barreras de realidad o ficción? o ¿de qué manera armonizar su existencia?

Referencias bibliográficas

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“Policías y ladrones”. Expresiones y normalizaciones de violencias en juegos

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435
DEPRESIÓN, ANSIEDAD Y SUICIDIO
El caso de mujeres p’urhépecha

Alicia Lemus Jiménez1

El tema de la depresión, ansiedad y suicidio en la cultura p’urhépecha2 ha sido poco estudiado


por los científicos sociales,3 por lo que representó un reto la obtención de la información y
escritura del artículo. El objetivo del texto es estudiar y visibilizar la violencia psicológica que
ejerce el colectivo en las mujeres4 p’urhe cuando no cumplen con el sistema normativo interno
que determina los roles de género.
La información se obtuvo de tres comunidades p’urhépecha. Por la complejidad del
tema, no se menciona en qué comunidades se realizó el estudio. Se nombrarán como comu-
nidad 1, 2 y 3 según sea el caso, todas pertenecientes a la región de la sierra p’urhépecha. A las
entrevistadas se les cambió el nombre y se utilizaron seudónimos para proteger su identidad.
Los datos sobre los grupos de autoayuda se obtuvieron mediante trabajo de campo en
el contexto rural indígena, perteneciente a la cultura p’urhépecha. El tiempo de observación
participante fue de tres meses, asistiendo tres días por semana. Al igual que las entrevistas se
protege la confidencialidad y el anonimato de las personas que participan en estos grupos.
Se tuvo acceso gracias a un “portero” (facilitador) integrante de la familia extensa a la que
pertenezco.
Para analizar el tema de depresión y suicidio en el contexto p’urhépecha fue necesario
acotar la temática; para ello el texto contiene cuatro puntos: el primero aborda los principales
conceptos y la perspectiva teórica en las que se enmarca el tema. El segundo analiza el sistema
normativo de los p’urhépecha y los roles de género, con el objetivo de entender cuáles son las

1 Universidad Pedagógica Nacional 161, Morelia, Michoacán.


2 En el texto se utiliza el gentilicio p’urhépecha y p’urhe para referirse a los pobladores y cultura p’urhépecha actual.
3 Para el caso mexicano el tema se ha estudiado desde las ciencias de la salud, específicamente en el área de salud mental. Un estudio
estadístico con población indígena en México (una muestra representativa de 37 165 adultos mexicanos de 20 a 59 años de edad,
realizada en 2018), demostró la prevalencia de síntomas depresivos en mujeres indígenas que sabían leer fue de 16.8%; en mujeres
indígenas que no sabían leer, de 21.3%; en hombres indígenas que sabían leer de 8.5% y en hombres indígenas que no sabían leer
de 10.4%, siendo las mujeres las más afectadas por la depresión (Franco-Díaz et al. 2018).
4 Dentro de la cultura p’urhe los hombres, al igual que las mujeres, sufren de violencia colectiva, así mismo experimentan enferme-
dades emocionales, las cuales no son atendidas. Incluso en algunas comunidades el suicidio sucede con más frecuencia. El capítulo
no aborda esa problemática, se reserva para futuros textos.

437
Alicia Lemus Jiménez

sanciones aplicadas a todos aquellos individuos que rompen las reglas de vivir en colectivo en
los campos de la sexualidad y el matrimonio. En el tercero la salud emocional, se estudia la
depresión, ansiedad y suicidio. Por último se presenta, muy brevemente, las formas y métodos
de atención y sanación a estos padecimientos.

La perspectiva teórica. Los conceptos

Violencia

Analizar las enfermedades emocionales y cómo estas afectan a los individuos que viven en
colectivo no se pueden explicar sin estudiar el concepto de violencia y sus características
en el contexto comunitario, los tipos de sanción y castigo que traen consigo. La Declaración
sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer emitida por la Organización Mundial de
la Salud (OMS 1993) señala en el artículo primero la violencia como “todo acto basado en la
pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento
físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o
la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la vida
privada”. Para el caso de las mujeres indígenas González Montes (2006) menciona las distintas
formas en que afecta la violencia, no sólo provoca lesiones y heridas inmediatas, está vinculada
a las emociones, las situaciones de la vida y la salud. En el contexto indígena se trata de un
tema de salud pública por los efectos físicos y psicológicos que trae consigo. Estudios sobre
violencia de pareja y salud pública en contextos indígenas (Nava-Navarro et al. 2017) hacen
hincapié en el hecho que las mujeres indígenas no verbalizan el abuso emocional y físico en el
que se encuentran cotidianamente. Lo que propicia una violencia invisible, donde el principal
agresor es su pareja y la comunidad, ésta a su vez la legitima, reconociéndola como normal,
incluso como un instrumento sancionador. Significa que la mujer indígena enfrenta violencia
física y moral.
En el presente capítulo se utiliza el término violencia moral de Rita Segato. Para la
autora en las sociedades patriarcales5 existe una violencia instauradora, es decir, “cuanto más
disimulada y sutil sea esta violencia, mayor será su eficiencia para mantener despierta y clara
la memoria de las reglas impuestas y, al mismo tiempo podrá preservar en el olvido el carácter
arbitrario y poco elegante de la violencia fundadora, así como los placeres propios del mundo
que ella negó” (Segato 2003: 107). Es decir, una violencia que a simple vista no se ve. Sólo a

5 La sociedad p’urhépecha, las comunidades estudiadas, es una sociedad patriarcal con prácticas machistas. Para Carmen Lugo
(1985) el machismo son una serie de conductas, actitudes y valores que se caracterizan por una autoafirmación sistemática y reite-
rada de la masculinidad. Es decir, una exaltación de la virilidad, violencia y agresión al otro, es una expresión de la magnificación
de lo masculino en menoscabo de la constitución, la personalidad y la esencia femenina. Es la exaltación de superioridad física, la
fuerza bruta y la legitimación de un estereotipo que recrea y reproduce injustas relaciones de poder.

438
Depresión, ansiedad y suicidio

través de estudios minuciosos y de caso es posible detectar los estragos que genera en la vida
cotidiana.
En el presente capítulo se entiende por violencia moral todo aquello que envuelve
agresión emocional, aunque no sea consciente ni deliberada. Por ejemplo: la ridiculización,
coacción moral, sospecha, intimidación, cuestionamiento y condenación de la sexualidad,
desvalorización de la persona ya sea en las emociones, psicología, el cuerpo, capacidades inte-
lectuales, trabajo (Segato 2003: 115), condición de género, nivel socioeconómico, familia de
origen, descalificación por antecedentes familiares, aislamiento y segregación por no cumplir
con las normas del colectivo. En el contexto indígena este tipo de violencia en la mayoría de
las veces se manifiesta sin agresión verbal, a través de gestos, actitudes, miradas, evasión, des-
calificación verbal, lo que comúnmente se conoce como chisme y habladurías de la gente. Es
perpetrada principalmente por integrantes de la familia extensa, vecinos, amigos, conocidos o
la comunidad en general.
En las comunidades p’urhépecha la violencia moral que viven las mujeres indígenas
no es nombrada de la misma forma. Utilizan el término “no sesi irekani”, significa “no vivir
bien”. Los pueblos indígenas nombran de distinta manera la violencia moral, en comunidades
náhuatl de Puebla las mujeres utilizan “mal trato”, “mala vida”, “regaño” a la violencia moral
en las relaciones de conyugalidad (González 2006: 165). No vivir bien es vivir en constante vio-
lencia tanto física como emocional. Las mujeres transgresoras de las normas consuetudinarias
de vivir en colectivo son las que no saben vivir y por lo tanto a quienes se aplican las sanciones
violentas de no cumplir con el deber ser.
La cultura p’urhépecha mantiene un sistema de reglas consuetudinarias que determina
el deber ser de hombres y mujeres, pondré mayor énfasis en las sanciones, para responder a las
preguntas: ¿quién sanciona/castiga a quienes la infringen?, ¿cuáles son las sanciones?, ¿cuáles
son los efectos de las sanciones en los individuos? El sistema normativo interno es altamente
coercitivo en el campo físico y psicológico. El colectivo ejerce una violencia moral con efectos
devastadores para la mayoría de los casos. Es una violencia interiorizada y normalizada, de
tal manera podemos hablar incluso de una violencia institucionalizada en la familia nuclear,
extensa y en la comunidad.
La violencia moral es un conjunto de mecanismos legitimados por la costumbre para
garantizar el mantenimiento de los estatus relativos en los términos de género. Es un modo
que opera en el control y permanencia de jerarquías étnicas, de clase, entre otras (Segato 2003:
117). Para el caso de los p’urhépecha esos rangos se dan dentro de la familia y la comunidad.
Lo que significa que la vida en colectivo de los sistemas familiares y los grados de parentesco,
es jerarquizada, conlleva a un régimen de estatus y posición social, cada nivel está regido por
normas y quienes las infringen tienen sanciones mediante la violencia moral.
Actualmente en las comunidades p’urhépecha se observa una violencia falocéntrica
producida por una bifurcación entre dos sexos: masculino y femenino. Para Huacuz Elías
la violencia falocéntrica es producto de la estructura simbólica, social y psíquica de los “dos

439
Alicia Lemus Jiménez

sexos” en una relación de poder (masculino) y sumisión (femenino). Está interiorizada en la


autorrepresión de los cuerpos, el deseo de la mujer y la sumisión falocéntrica de sobrevalora-
ción del cuerpo masculino, que constituyen los mecanismos mediante los cuales se mantiene
el orden simbólico patriarcal” (Huacuz 2011: 22). En la sociedad p’urhe las relaciones de
poder son dominadas ejecutadas por hombres y mujeres que reproducen un orden simbólico
patriarcal. El propósito es el control de los sujetos mediante la dominación de sus cuerpos, la
violencia falocéntrica es parte de una violencia moral.
Las características de la violencia moral son: la persona que merece castigo ocupa una
posición subordinada naturalizada por la tradición y es estigmatizada por el colectivo. En esta
categoría se encuentran las mujeres p’urhépecha que no han logrado mantener relaciones
conyugales conforme a la tradición: separadas, viudas, divorciadas, madres solteras y las aban-
donadas por la pareja.6 Este tipo de violencia no se menciona o se hace muy superficialmente.
Para el imaginario colectivo una persona es violenta cuando insulta, golpea o maltrata, estos
actos dejan marcas físicas. En la violencia moral no se habla por el temor al “qué dirá la gente”:
se es miedoso, preocupado, cansado, cobarde, egoísta, sin deseo sexual, lujurioso, prostituta,
“poco hombre”, flojo, etcétera.
En el contexto p’urhépecha las sanciones al sistema normativo, instaurado en la vio-
lencia moral, es el mecanismo más eficiente de control social y de la reproducción de las
desigualdades. Para Segato la coacción de orden moral se constituye en el horizonte constante
de las escenas cotidianas de sociabilidad y es la principal forma de control y de opresión social
en todos los casos de dominación. Por su sutileza, su carácter difuso y su omnipresencia, su
eficacia es máxima en el control de las categorías sociales subordinadas. En el universo de las
relaciones de género, la violencia psicológica es la forma de violencia más maquinal, rutinaria
e irreflexiva y, sin embargo, constituye el método más eficiente de subordinación e intimida-
ción (Segato 2003: 113-115).
La violencia moral tiene tres apectos que generan la desigualdad de género: su dimen-
sión masiva en la sociedad –garantiza su “naturalización”, los comportamientos y actitudes son
considerados normales–; este tipo de violencia tiene una arraigo en valores morales religiosos,
familiares y del sistema de creencias en general; por último, la falta de nombres hacia la acción
producto de violencia moral, imposibilita identificar la conducta, señalarla y denunciarla, e
impide defenderse y buscar ayuda. No se puede argumentar con evidencia el maltrato.
La violencia moral es aplicable a hombres y mujeres, es la forma más eficaz de sub-
ordinación y opresión de género, es socialmente aceptada y validada. Se disfraza y se da en
complicidad. Por ejemplo: “la mujer p’urhépecha es hogareña, no se pinta las uñas, no se
corta y pinta el pelo, no viste ropa que exhiba su cuerpo, sabe cocinar y hacer tortillas, hace

6 Incluye a hombres que no cumplen con los roles sociales tradicionales: rol de proveedor, separados, viudos, divorciados, quienes
sufrieron violencia física por parte de la esposa e infidelidad. En esta categoría están las lesbianas y los homosexuales quienes mere-
cen estudios para cada caso.

440
Depresión, ansiedad y suicidio

sus propias prendas de vestir, respeta a sus mayores, es símbolo del centro en la familia, es
guerrera y no se doblega por las circunstancias sociales y familiares, no habla malas palabras
y sabe de herbolaria”.7 Estos son algunos puntos del ideal de la mujer p’urhépecha en las tres
comunidades aquí estudiadas. Como se observa son cualidades románticas, de mujeres puras,
sin malicia, modelo ante la sociedad. Por eso es un ser al que se le debe cuidar, proteger y
defender, porque representa el honor de ese colectivo.
En las comunidades objeto de estudio la violencia moral se manifiesta en el control
de la sexualidad, económico, social, de movilidad, menosprecio de la moral, la estética, por
no tener hijos, por no mantener una relación conyugal como lo marca las normas de la cos-
tumbre, por el origen del linaje.8 Existe un menosprecio por pertenecer a una familia donde
las mujeres no son bien educadas, no saben vivir bien, son prostitutas o se separan constan-
temente del marido. Incluso las mujeres de carácter fuerte son desfavorecidas porque son
mujeres mandonas, no obedecen a la figura masculina o al colectivo.
La sanción la ejecuta el tribunal social por defender la honorabilidad de los agredidos.
La restitución del honor es a través de afrentas simbólicas. Para Bourdieu la deshonra de un
individuo es la deshonra de toda la familia, y ésta debe vengar tal ofensa, se tienen que respetar
lo más sagrado: el sentimiento de dignidad colectiva (Bourdieu 1968).

Suicidio

El sociólogo francés Émile Durkheim (2016) menciona: para explicarse por qué suceden los
suicidios habrá que observar a la sociedad. No es un hecho individual, lo materializa el indi-
viduo, son la consecuencia de una perturbación en la relación del individuo con su sociedad.
Y es el resultado de tres factores: la naturaleza de los individuos que componen la sociedad;
la naturaleza de la organización social; y los acontecimientos pasajeros que perturban el fun-
cionamiento de la vida colectiva, crisis nacionales, económicas, contextos de alta violencia y
sociedades con sistemas normativos de alta coerción.
Para Durkheim el suicidio es poco probable en familias muy religiosas o de muchos
integrantes (2016). En el contexto purhépecha no sigue el mismo patrón, en los casos analiza-
dos todas provienen de grupos familiares de más de treinta integrantes. Con redes de paren-
tesco que reconocen hasta en tercer y cuarto grado de consanguinidad. Las familias extensas

7 Extraído de www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=10216035839950589&id=1286583004 (consultado el 4 de septiembre de


2019).
8 Para profundizar en el tema véase Ramírez Herrera (2017). La autora retoma el concepto de sïruki pani para referirse a “de qué raza
vienes”, es decir, de qué familia procedes, cómo son en tu familia, cuál fue la crianza que recibiste, quiénes fueron tu ejemplo. Es
la historia familiar de una mujer para determinar si cumple con los roles establecidos o ha sido mal criada por los malos ejemplos
que vio en su familia.

441
Alicia Lemus Jiménez

ejercen presión y castigo a quienes infringen las normas y los suicidios, al ser pocos,9 son un
ejemplo del sistema coercitivo que mantiene a los grupos familiares.
Durkheim clasifica el suicidio en: egoísta (excesiva individualidad), altruista (el yo no
sé pertenece y se confunde con otra cosa que no es), el anómico (el individuo se encuentra
carente de una guía o un modelo a seguir) y finalmente el suicidio fatalista, es decir, en donde
existe una excesiva reglamentación por parte de la sociedad hacia el individuo, lo que provoca
que la persona vea un futuro con opciones muy limitadas (Durkheim 2016). La mayoría de las
veces lastima a alguien más. Se trata de culpar a alguien de manera indirecta. Es una forma de
castigo para quien infringió daño: el esposo por el abandono y el incumplimiento de los roles.
Es una de las formas más violentas utilizadas por el suicida hacia la familia.
El sistema normativo consuetudinario en la cultura p’urhépecha es opresivo, genera
inestabilidad emocional para aquellas personas que no cumplen con el deber ser. En el con-
texto sociocultural cuando sucede el suicidio hay un cuestionamiento en la familia en cuanto
a la relación afectiva con la persona que murió, al igual con los otros miembros. “[…] las per-
sonas que antes estaban satisfechas con su visión de la realidad, ahora comienzan a pensar cuál
pudo ser su influencia en la decisión que el suicida tomó, existe una reorganización familiar
después de casos como estos” (Juárez 2010: 42).
Para Córdova el suicidio está ligado a la desesperanza enfrentada por una persona que
padece depresión, se manifiesta en la tristeza, pérdida de interés, ingesta precaria o excesiva de
alimentos, insomnio o lo contrario, apatía, fatiga y poca energía (Córdova 2010: 100). Para la
misma autora cuando los pensamientos de los suicidas se dirigen a la idea de que “las cosas no
van a cambiar”, “es demasiado”, “no lo soporto”, en el contexto de estudio sería “haga lo que
haga de todas formas la gente me va a criticar”, “soy una persona ‘fracasada’, ya no soy nadie”,
la desesperanza lleva consigo un sentimiento de fracaso.
Para Hernández y Flores (2011) el suicidio, lo cometen mayormente los hombres, en
un rango de edad de 15 a 35 años. El año 2008 fue la tercera causa de muerte, con un total de
cinco mil casos. Es decir, el fenómeno va en aumento.10 Para la población p’urhépecha en las
comunidades en las que se analizó el tema, la mayoría de los casos fueron mujeres en un rango
de edad de 13 a 45 años de edad. Otra característica es la réplica en las poblaciones. Es decir,
cuando se comete un suicido durante los siguientes tres meses sucede uno o dos casos más.

9 El término “poco” es relativo. En las comunidades p’urhépecha, objeto de estudios, se observó un patrón en los casos de suicidio.
Ejemplo, durante la primera semana de enero de 2020 una mujer casada consumó suicidio, en las siguientes dos semanas otra
mujer de 50 años de edad aproximadamente con roles sociales de abuela, suegra, nuera y jefa de familia se suicidó. Tres días des-
pués un joven de 17 años de edad cometió el mismo acto. Las causas: discusión con la madre, uso excesivo de drogas y alcohol.
Todos los casos se registraron en un periodo de dos meses, bajo la misma modalidad, asfixia. El tema se abordará a profundidad
más adelante.
10 En un estudio sobre el suicidio en México realizado de 1922 a 2008, las características sociodemográficas de la población que se
vio afectada fueron las siguientes: población masculina, en un rango de edad de 15-35 años de edad, solteros, con escolaridad
de primaria y secundaria. El tipo de lesión que ocasionó la muerte fueron tres: asfixia por ahorcamiento, disparo de arma de fuego e
ingesta de sustancias tóxicas. El sitio donde se llevaron a cabo las defunciones fueron el hogar, seguido por los espacios públicos. Los
estados de la República mexicana con mayores casos fueron: Estado de México, Guanajuato y Guerrero (Martínez Salgado 2010).

442
Depresión, ansiedad y suicidio

Roles de género entre los p’urhépecha actuales

El tema de los roles de género entre los p’urhépecha se explica a partir de conceptos y valores
de dicha cultura. Por ejemplo, kaxumbekua (buena crianza o buena educación) y sesi irekani
(vivir bien). Se ponen en práctica mediante un sistema normativo interno, histórico y relacio-
nado con el uso y la costumbre. Aquí sólo analizaremos el ideal de cómo debería ser la mujer
p’urhépecha. Es decir, la puesta en práctica de los conceptos kaxumbekua para llegar al sesi
irekani. El contexto social determina qué modelo o tipo de ciudadano indígena debe ser. Este
sistema normativo establece los roles de género, fundamentado en su sistema de creencias,
en la actualidad con influencia de la religiosidad prehispánica (creencias en lo sobrenatural y
con la naturaleza), judeocristianas y del protestantismo, sólo por mencionar algunos.
La influencia de los ideales religiosos judeocristianos se compara con la similitud de
otras sociedades, por ejemplo, los bereberes de Argelia. Bourdieu en su texto sobre el honor
en la sociedad de Cabilia, Argelia, menciona que el honor de una mujer, el ideal de cómo
debe ser una mujer, como norma consuetudinaria, ella pertenece a un mundo cerrado, su
casa. Debe fidelidad al marido y a su familia; ser una buena ama de casa; cuidar la buena
educación de los hijos; pero sobre todo debe preservar el secreto de la intimidad familiar; no
debe rebajar a su marido o avergonzarle (incluso si tiene razones y pruebas) ni en la intimidad
ni en público; debe mostrarse satisfecha, aunque su marido sea pobre; no debe mezclarse en
discusiones entre hombres. Debe confiar en su marido, no dudar de él o buscar pruebas en su
contra. La mujer siempre debe ser “la hija de fulano” o “la mujer de fulano”, no debe tener
más honor, ni más gloria que el honor del grupo del hombre al que está vinculada, primero en
su familia y después en la del marido. Debe cuidarse en no alterar en nada, por su conducta,
el prestigio y la reputación del grupo o familia, es la guardiana del honor colectivo (Bourdieu
1968: 200-203).
El sistema normativo consuetudinario de los p’urhe es idéntico al de la sociedad de
Cabilia, ambos contextos socioculturales son influidos por la religión judeocristiana. De igual
manera, la violencia física, simbólica y psicológica se aplica para quienes infringen las normas
de uso y costumbre.
La moral sexual para el caso de las mujeres p’urhépecha es uno de los principales valo-
res que vigilan y guardan (Ramírez Herrera 2001). Una mujer que práctica kaxumbekua y sesi
irekani en cada una de las etapas de la vida y en los distintos estados civiles es kaxumbeti. Existe
un ideal, un modo de cómo debería ser una mujer p’urhe y se trasforma en roles de género,
donde el principal campo de acción de las mujeres es la reproducción de la familia.
En el imaginario colectivo las mujeres p’urhépecha demuestran su buena crianza y
educación cuando ponen en práctica la obediencia, respeto y servicio a la familia extensa, la
institución primaria de vivir en colectivo. Las relaciones intrafamiliares están jerarquizadas y
funcionan bajo un sistema de urdimbre o red. El sistema organizacional en forma de red y las
personas de mayor jerarquía en la familia opinan en el deber ser de los individuos.

443
Alicia Lemus Jiménez

La sexualidad y el matrimonio de las p’urhe es de incumbencia del colectivo familiar


al que pertenecen. El deber ser femenino está determinado por su modestia sexual, es decir,
debe conservar la virginidad hasta el matrimonio, si éste no se consuma debe permanecer
virgen hasta su deceso; debe mantener recato con su cuerpo, no permite que se le toque o se
vea su desnudez (Zavala 1995). El acto sexual sólo se permite mediante la unión conyugal, su
finalidad es la reproducción, no el placer sexual.11 Las normas de la sexualidad se trasmiten
entre personas del mismo género. La higiene corporal, embarazo y lactancia tienen como
principios los ciclos lunares y el conocimiento tradicional. El lenguaje corporal debe ser de
recato y modestia. En todas las etapas de la vida femenina los integrantes de la familia cuidan
o vigilan la honorabilidad, ellas son acompañadas en los eventos públicos, fiestas rituales y
ceremonias (Lemus 2016: 39).
El sistema normativo marca lo que no se debe hacer y las consecuencias de no cumplir
con las reglas de la costumbre: la mujer que tiene relaciones sexuales prematrimoniales pierde
su honra, no es candidata a contraer matrimonio. La casada no expresa sus deseos sexuales
al marido, si lo hace es señalada prostituta y promiscua y se considera enferma. Si el hombre
soltero practica relaciones sexuales se cataloga como enfermo y su temperamento sexual alto se
manifiesta en enfermedades de la piel (barros y espinillas) que se curan una vez que se casan.
Para las esposas de migrantes la castidad es obligatoria. La represión del deseo sexual (después
de haber contraído matrimonio) es causal de enfermedad física y emocional tanto en hombres
como en mujeres. En adultos mayores de 60 años las relaciones sexuales es un tema tabú.
El matrimonio femenino se basa en normas que muestran la buena crianza de la fami-
lia de origen y continúa su reproducción en la familia ritual, en donde se casa la mujer.
Las p’urhépecha adquieren honorabilidad por el linaje al que pertenecen, mediante su
modestia sexual en la soltería y estando casada, además de un buen desempeño como madre y
esposa. Una vez que contrae matrimonio los depositarios directos de la obediencia y el respeto
son el marido y los suegros. En esta fase se dice que una mujer es kaxumbeti cuando realiza
acciones de servicio a sus suegros y a su marido. Si refleja “buena crianza” ante los padres del
marido, por consecuencia la relación con el esposo será buena, de lo contrario la vida mari-
tal estará llena de malos entendidos. Ella acepta, obedece y sirve a la familia de llegada para
garantizar una vida marital. La buena crianza se refleja cuando la mujer desempeña acciones
propias de su género, aprenda a realizar trabajo doméstico para el colectivo, lleva a cabo la
reproducción de la familia y procree muchos hijos, principalmente hombres, para mantener
el linaje patrilineal. Todas estas características dan honorabilidad a la mujer durante su vida
de casada (Lemus 2016: 30-31).
El propósito del matrimonio entre los p’urhepecha sigue siendo alianzas parentales
entre los linajes locales. Tanto hombres como mujeres adquieren respeto ante el colectivo.

11 Matrimonio y reproducción son conceptos inseparables en los sistemas normativos indígenas incluyendo la maternidad y la
crianza de los hijos es uno de los roles de género primarios para las tsotsiles y tseltales en Chiapas (Linares Bravo et al. 2019).

444
Depresión, ansiedad y suicidio

Son permitidos los arreglos matrimoniales por cuestiones, familiares, económicas, políticas,
sexuales, de prestigio social, principalmente en matrimonios por segunda vuelta. No está per-
mitido el divorcio, la disolución de la unión conyugal es permitida, el divorcio no se formaliza
legalmente.
El sistema normativo consuetudinario en el matrimonio contempla lo que no se debe
hacer: aún pervive la endogamia. Se pierde categoría con la disolución de la unión conyugal,
mayormente en el caso de las mujeres, es deshonroso mantener la soltería después de los
treinta años. Las personas separadas no tienen buena crianza, no saben vivir bien en matrimo-
nio. Si la mujer comete infidelidad se castiga con violencia física, psicológica y es devuelta a la
familia de origen. Se aplica la alienación parental.
Entre los p’urhepecha el sistema normativo consuetudinario en el tema de roles de
género y el deber ser femenino, cuando no se cumple es correctivo y coercitivo. Las mujeres
p’urhepecha interiorizan este sistema normativo y lo reproducen en la vida cotidiana, lo cual
las pone en situación de vulnerabilidad respecto al de los hombres. La familia extensa es quien
ejecuta estas normas. Esta situación no es propia de la cultura p’urhepecha, situaciones simi-
lares suceden en Puebla y los Altos de Chiapas. González Montes (2009) en un estudio sobre
violencia contra las mujeres en contextos rurales e indígenas, encontró que el modelo genérico
y familiar le confiere al jefe autoridad para “disciplinar” a los demás miembros de la familia,
castigándolos físicamente cuando no cumplen con las obligaciones de servicio y obediencia
que le asigna el modelo, de modo que la violencia es una prerrogativa legítima de padres y
maridos, es decir, existe una violencia legítima e individuos autorizados para realizarla.

Depresión, ansiedad y suicidio en el contexto p’urhépecha

Depresión y ansiedad: los grupos de autoayuda

Los datos provienen de un grupo de autoayuda con el objetivo de comparar la población


asistente y cuáles son las enfermedades emocionales que padecen la población indígena. A
continuación, se muestran los resultados.
El grupo está conformado por dieciséis personas, 60% mujeres y el resto hombres. En
el caso de las féminas oscilan entre los 35 y 55 años de edad. Los hombres fluctúan entre los 26
y 50 años. Todos son indígenas de la localidad y de los pueblos vecinos. Ocho de ellos hablan
p’urhépecha. Son profesores, una secretaria, el resto son jornaleros, amas de casa que además
tienen diversos oficios: panadera, costurera, albañil, carpintero, etc. El nivel de escolaridad
es educación básica. Los ingresos económicos son bajos, no pueden hacer grandes aportes
económicos para mantener su agrupación. La sede es una casa habitación modesta, ubicada
a las afueras del pueblo, no cuenta con servicios básicos como agua y gas; funciona los 365
días del año.

445
Alicia Lemus Jiménez

Las principales enfermedades detectadas en esta agrupación son: ansiedad, depresión,


soledad, celos, miedo, angustia, intento de suicidio, alimentación compulsiva (gula), entre
otros. Las enfermedades emocionales están catalogadas con los mismos cuadros clínicos de
la psicología. Todas ellas somatizadas en dolores de cabeza, gastritis, colitis nerviosa, insom-
nio, dolores musculares, pérdidas de apetito, parálisis facial, entre otras. Un individuo ha
experimentado más de uno de estos padecimientos a lo largo de su enfermedad emocional.
Cada caso somatiza en diferentes grados, dependiendo del tiempo que lleve en inestabilidad
emocional y de la experiencia de vida en cada uno de ellos. Existe fobia a ciertas enfermedades
como la diabetes, el cáncer y la locura extrema. En el campo de las enfermedades emocionales
llamó la atención el miedo irracional a la gente de la comunidad. Es decir, a la opinión que
la gente tiene o pudiese tener de las personas. El “qué dirá” colectivo provoca estragos en las
emociones y comportamientos de los indígenas que aquí se analiza.
La psicología clínica cataloga de la misma forma a las enfermedades emocionales en
contextos urbanos y rurales indígenas, pero las causas que lo originan son diversas. A conti-
nuación, ejemplificaré algunos casos de personas que asistieron a las sesiones. De las mujeres
que ya no mantienen una unión conyugal los temas a resaltar son “qué dirá la gente que ya
no tengo esposo, no pude mantener un matrimonio”. Existe el temor del reclamo de la gente,
además del rechazo por no cumplir con el deber ser femenino. Contrastando la información
obtenida en los grupos de autoayuda y analizando el discurso de la gente con respecto al
tema, se puede observar a las mujeres que no logran mantener la unión conyugal se les catego-
riza como “mujeres fracasadas”, no cumplieron con las normas de sesi irekani tembunkurikua
(vivir bien en matrimonio). Es la peor denominación para ellas, son señaladas, rechazadas,
criticadas, no tomadas en cuenta en la familia ni en colectivo. Sufren una violencia moral, al
grado de permanecer encerradas en los hogares de origen. Tienen una categoría de menores
de edad, se genera una dependencia y subordinación a los padres y a todos los miembros de la
familia. Una mujer fracasada no puede tomar decisiones por su cuenta.
El encierro es voluntario o inducido por los grupos familiares, genera sentimientos de
ansiedad y soledad. En sus discursos ellas evitan las fiestas familiares y comunitarias porque
no cumplen con los roles sociales otorgados mediante el casamiento. Es una forma de castigo,
ellas no son invitadas a la vida en colectivo. El aislamiento provoca sentimiento de culpa,
muchas veces son parte del reclamo del grupo familiar. Son culpables de que la familia sea
señalada, su linaje esté en boca de todos, por el hecho de que las mujeres de su familia no sean
candidatas a contraer matrimonio o sean juzgadas por no saber vivir en matrimonio.
A los problemas de soledad y culpabilidad se agregan los resentimientos y la envidia.
En el discurso de las mujeres se crean resentimientos hacia los grupos familiares: el de ella
y del exmarido. En sus narrativas es común escuchar los problemas que se tuvieron con el
marido, asociados a su infidelidad y su poca o nula capacidad de ser buen proveedor, siendo
el principal depositario del resentimiento y la ira. Se observa una tensión en la relación nuera-
suegra, bajo el argumento de la intromisión de ella en todos los aspectos de la vida marital, y

446
Depresión, ansiedad y suicidio

genera sentimientos de odio, coraje y rechazo por involucrarse en la vida de pareja. Una vez
que termina la relación conyugal las mujeres admiten tener resentimiento hacia la suegra,
en la mayoría de los casos éstas no aprobaron la unión conyugal, son quienes inducen a los
maridos a maltratar a la esposa y a no dejarlos vivir bien. La relación de la mujer casada con
sus cuñadas, concuñas y otras mujeres de las familias extensas, generan tensiones entre ellas,
que van desde los alegatos, insultos, golpes, chismes y envidias.12 Las nueras son observadas,
corregidas e inducidas a aprender-enseñarse comportamientos de la familia de llegada para
poder ser tomada en cuenta. Si no lo hacen, están condenadas a sufrir rechazo y violencia
moral por varios años.
Estos tipos de conflictos intrafamiliares genera que las mujeres estén constantemente
enojadas, son mujeres violentas y reproducen el mismo patrón de conducta con otros indi-
viduos: sus hijos. Los pleitos con la pareja se agudizan y los hijos son en quienes se depositan
la ira y el resentimiento de la madre, pues ellos son regañados, insultados e incluso golpeados
cuando las madres enfrentan problemas con el cónyugue o algún integrante de su familia. Es
una violencia ejercida hacia el más débil. En el fondo se demuestra un control, lucha de poder
entre los involucrados en los actos violentos.
La lucha de poder se materializa en un control psicológico de aquellos individuos
configuran poder y autoridad dentro del contexto familiar, para el caso de los p’urhépecha
es la familia patrilineal, incluidos los hombres y las mujeres. En palabras de Foucault (1999)
las instituciones juegan un papel importante para el funcionamiento general de los engranajes
del poder. En contexto p’urhe el objetivo de tener el poder es la subordinación de los otros.
Existen parámetros de subordinación, represión para el control de los linajes, la familia, la
herencia y el territorio la cual se realiza mediante la violencia moral.
Foucault en su libro Vigilar y castigar (2003) menciona que los castigos deben ser actos
públicos. Es decir, si no cumples con las leyes tendrás un castigo ejemplar. Aquellas muje-
res que no respetan las normas de matrimonio reciben sanciones ejemplares, entre ellas la
disolución de la unión conyugal. La gente exige estos castigos, es un mensaje simbólico con
función educativa para el resto de la sociedad, si se quebranta la norma la sanción es severa. Si
no cumples con lo establecido algo similar puede sucederte. Por tanto, el poder ejercido por
la familia patrilocal representa la voluntad de la gente para mostrar la autoridad que tiene la
patrilinealidad, es decidir, quién forma parte de ella y quién no. Por eso, la familia de origen

12 Muchos de estos altercados se dan cuando en la familia patrilineal conviven varias familias nucleares. Es decir, en una casa son
lugares con mucho espacio para albergar a todos los hijos varones con sus respectivas familias. Pueden convivir, el padre con dos
o tres hijos casados. La tensión se da entre la suegra, nuera, cuñadas, concuñas generando una violencia simbólica constante. Los
altercados son causados por los quehaceres domésticos, malos entendidos en las pláticas familiares e incluso envidias por los bienes
materiales con que cuente cada núcleo familiar. Así mismo la pelea entre infantes muchas veces son el detonador para conflictos
entre las madres y la abuela. Cuando estos conflictos no se resuelven al interior de cada familia puede inmiscuir a los grupos fami-
liares de procedencia de las mujeres involucradas, generando así conflictos intrafamiliares con consecuencias que pueden detonar
en la disolución conyugal y por supuesto en enfrentamientos violentos entre uno y otro grupo familiar.

447
Alicia Lemus Jiménez

de la mujer no está facultada para opinar sobre el castigo porque ellos reproducen la misma
conducta con sus integrantes varones.
Aquí se refuerza la tesis de Foucault (2003) cuando refiere, el castigo es peor que el
acto cometido. Existe un poder disciplinar ejecutado por las familias extensas para controlar
a sus integrantes. Y una de las principales herramientas es la violencia moral. El aislamiento
tiene la función de que la persona no influya con sus comportamientos, actos e ideas a otros
integrantes del grupo familiar y de la comunidad. Como si el no vivir bien en matrimonio,
o ser una persona fracasada se contagiara o tuviera influencia hacia los demás. La comunidad
mediante estos castigos frena las conductas “anormales” por eso el castigo es peor que el acto.
Estos castigos son más visibles cuando irrumpen las normas de la sexualidad.
La vigilancia y el encierro es un castigo extremo para las mujeres separadas, desarrollan
depresión y ansiedad. Constantemente se quejan de insomnio, dolores de cabeza, angustia y
falta de apetito. El miedo irracional al “qué dirá la gente” paraliza su vida cotidiana. Incluso
en la mayoría de las narraciones de hombres y mujeres mencionan el temor a ser juzgados por
sus actos. Las frases: “qué dirá la gente de mí”, “cuando salgo siento que toda la gente habla de
mí”, “en la calle todos me observan”, la “gente me critica”, “aquí la gente es muy criticona”,
“la gente habla sin saber por qué hice las cosas”, son algunas de las frases que constantemente
están en sus discursos.13
En sus narrativas destaca la poca tolerancia, odio y resentimiento hacia la sociedad.
Incluso expresan el desagrado por pertenecer al pueblo. Sin embargo, el rechazo que experi-
mentan en su vida cotidiana lo practican hacia otros integrantes de la familia y la sociedad.
Tienen los mismos comportamientos socioculturales que rechazan. Por ejemplo, si mencionan
que las critican por no poder vivir en matrimonio, ellas rechazan y reprenden a sus parientes,
amigos o conocidos por tener relaciones conyugales complejas. Si han sufrido violencia física
repiten la misma acción con los hijos u otros familiares cercanos. Existe una interiorización de
hábitos, comportamientos y formas de ser.
La sexualidad es un tema poco abordado en la vida cotidiana de los individuos, sin
embargo, el complejo sistema normativo que lo sustenta crea estragos en los individuos por
no acatar las reglas. Las relaciones sexuales deben iniciarse una vez que las mujeres formalizan
la unión conyugal, antes citado. No cumplir con las reglas origina sanciones, moderadas o
drásticas, la suegra y las mujeres de mayor jerarquía son quienes están facultadas para opinar
sobre la vida sexual de las otras mujeres del grupo familiar, principalmente de aquellas empa-
rentadas vía el casamiento (la nuera). Si bien es cierto que el coito es un acto privado, está
reglamentado de tal forma que es un tema tabú.14 Las sanciones drásticas para mujeres casadas

13 Entrevista a Guillermina S.C., 44 años, comunidad p’urhépecha, 3 de mayo de 2019; Entrevista a Elisa C.R., 35 años, comunidad
p’urhépecha, 3 de abril de 2019.
14 Unas de las principales normas para practicar el coito es verificar la pureza y virginidad de la esposa, facultad atribuida a la suegra
y otras mujeres del mismo rango.

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Depresión, ansiedad y suicidio

que expresan sus deseos sexuales, en algunos casos, es la disolución de la relación conyugal,
son calificadas de promiscuas.
Las mujeres que terminaron con la relación conyugal fueron acusadas de infieles para
justificar su expulsión de la familia del marido. La infidelidad se castiga con exhibición pública.
La familia extensa, margina socialmente a la mujer acusada, se considera prostituta. La des-
honra ante el colectivo es uno de los castigos más severos, pisotea su kaxumbekua como mujer
casada, es lo que le da un estatus y posición ante el colectivo. Es invisibilizada y no tienen un
lugar en la vida colectiva. La deshonra, al ser un castigo moral se hereda hasta en dos o tres
generaciones atrás, en especial a las mujeres.
En la cultura p’urhépecha existen términos para designar a las mujeres casadas que
rompen con la unión conyugal. Jurak’ukata a la mujer dejada, abandonada por el marido, la
dejó porque no cumplió como esposa, no tuvo hijos, era floja, chismosa, infiel, etc. Isku janti
a la mujer callejera, tiene muchos hombres, a una puta o prostituta es una mujer perdida, no
sabe vivir en matrimonio, se junta y se deja (puede ser con el mismo o con varios hombres)
la que ha tenido varias parejas y con ninguna puede vivir bien. Tsijpakata aquella mujer que
tuvo relaciones sexuales prematrimoniales con uno con varios hombres. No se casó con nin-
guno de ellos, sigue estando soltera. La tsijpakata es una mujer impura, ya no es virgen, mujer
que ya se echó a perder porque no conservó su pureza, no es una mujer buena, sana e inocente
en su manera de pensar y actuar. La principal evidencia de esa impureza es cuando procrea
hijos estando soltera y sin pareja.
Estos calificativos llevan implícitos sanciones relacionadas con la violencia moral. El
aislamiento, el juicio a través del tribunal social (mediante las habladurías y críticas), la diso-
lución de la unión conyugal, la alienación parental y la pérdida de estatus o denominación
social son los castigos más severos. No son tomadas en cuenta en cargos, no son invitadas a
ser madrinas en eventos cívicos y religiosos, son segregadas en las fiestas o cualquier quehacer
colectivo, en otras palabras, es muerte social para ellas y sus descendientes. De tal manera que
la vergüenza ante el colectivo es uno de los peores castigos, porque entonces son mujeres “fra-
casadas” que no cumplieron con las normas de kaxumbekua y sesi irekani, en algunos casos es
mejor enfrentar la muerte, mediante el suicidio, antes que la vergüenza pública.

Las enfermedades emocionales entre los p’urhépecha

Se pudieron detectar enfermedades emocionales relacionadas con ansiedad y depresión, Para


Bogaert “El desequilibrio emocional de la depresión es consecuencia de la acción conjunta
de la herencia, las condiciones histórico-sociales y la situación personal del paciente (Bogaert
2012: 184). Sin embargo, entre los p’urhe no son lo mismo, la diferencia la hace la interpre-
tación psicológica de la enfermedad, en occidente la causa de la depresión neurótica es el
conflicto inconsciente del narcisismo exacerbado del ideal del yo. En la cultura p’urhépecha

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Alicia Lemus Jiménez

es ocasionada por un conflicto entre el yo y pensar, sentir y vivir en colectivo. Otra de las dife-
rencias son los síntomas, la relación que tienen con su sistema de creencias y el tratamiento o
curación. De manera general a este tipo de padecimientos es denominada la “enfermedad de
los nervios” o “ataque de nervios”. Significa que las emociones del individuo se alteran por
preocupaciones exageradas, pérdida de apetito, insomnio, miedo, pereza, aislamiento, deses-
peración, entre otros. Esta enfermedad emocional es común en la población. Actualmente se
asocia a mujeres, sin embargo, los hombres también la padecen, pero no se hace público.15 Las
enfermedades emocionales son polisémicas. Tienen distintos significados, síntomas, nombres
propios en lengua indígena y su particular forma de explicarlas, entenderlas y tratarlas.
Las enfermedades como mintsita uarhirani o mintsita atani (muerte del corazón), no
es una muerte exacta, tiene un significado metafórico. Mintsita atani significa “golpe del
corazón”, la persona experimenta tristeza, perdió el deseo de vivir, se deja morir. Estos casos
suceden en personas que han experimentado la muerte de un familiar, padecen de una enfer-
medad física como diabetes, cáncer o quienes han pasado por la disolución de la unión con-
yugal. También la padecen mujeres abandonadas por el cónyugue, o quienes estando en la
relación de pareja son disfuncionales.

Mi tía Francisca se dejó morir. Ella ya no quería seguir viviendo. Siempre vivió mal con su esposo. La
engañó todo el tiempo. Peleaban mucho porque él tenía otras mujeres. No cumplía con su responsa-
bilidad, trabajaba y se gastaba el dinero en bebida y mujeres, todo el tiempo así fue. Mi tía sabía que
él era mujeriego y no entendía, todos le regañaban y no cambió. Ella enfermó de diabetes después
de la muerte de su hijo mayor. De ahí ella no se recuperó. Le dio mucho sentimiento […] extrañaba
mucho a su hijo y su marido nunca le hacía caso, no la llevó al doctor y tampoco se hizo responsable
de la familia. Ella era la que trabajaba y cuidaba a sus hijos. No quería curarse ni ir al doctor. Decía
que así se iba a morir, ya no tenía a su hijo mayor y no podía vivir bien con su esposo. Se dejó morir
[…] sólo cinco años duró con la diabetes […] se murió de tristeza a los 42 años […] (Ángela J. J., 42
años, comunidad p’urhépecha, 3 de diciembre de 2019).

Mintsita atani se refiere al duelo. Es una enfermedad emocional vinculada con algún
acontecimiento inesperado, causa un trauma, ligado a algún susto. Quien la padece muere
lentamente, es una muerte emocional que desencadena en una enfermedad física y ésta pro-
voca la muerte. Mintsita atani puede estar relacionado con una fuerte impresión y provoca
juriata pani, también llamado caída de mollera, que requiere el tratamiento de un hechicero
(xikuame) o médico tradicional especializado en el tema.

15 El objetivo del capítulo no es hablar de las enfermedades emocionales de los hombres, se dará atención sólo al tema femenino, eso
no significa que no padezcan este tipo de enfermedades, el estudio está centrado en las enfermedades emocionales de las mujeres
p’urhe.

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Depresión, ansiedad y suicidio

Komu jarhani (estar decaído) emocionalmente, enfermedad asociada a la depresión.


El significado es pobreza no material sino tristeza, es tener lástima, tenerle o tenerse lástima,
conmiserarse, ser desdichado. Esta enfermedad emocional se detecta cuando muestra una cara
triste, semblante decaído, no pone atención, está con la mente en blanco, quien la padece se
distrae fácilmente.

La señora Margarita siempre estaba con cara triste después de que el marido la abandonó, no se sentía
bien en ningún lado, se le veía en la cara lo mal que la estaba pasando, poco a poco le fue cambiando
el semblante cuando empezó a salir más a la calle, porque en ese tiempo casi no salía […] y nosotras
decíamos: “[…] mira, pobrecita, como anda ya, ¡como así la dejó su marido!”16 (Sabina R. N., 57 años,
comunidad p’urhépecha (1 de noviembre de 2019).

Se asocia a la poca o escasa voluntad de salir adelante. Por temor, vergüenza a la crítica
de la sociedad no se comenta, mucho menos se atiende. En el caso de la mujer, como el men-
cionado en la entrevista, se justifica el actuar del hombre, la abandonó porque no cumplió con
los roles de género, escasa atención del marido, conflictos intrafamiliares, la poca socialización
y aceptación de la familia patrilineal.
Las mujeres que padecen komu jarhani enfrentan la crítica social y moral. En la mayo-
ría de los casos, en ausencia del esposo, enfrentan las responsabilidades económicas y laborales
que cubría el marido, adquieren el rol de jefas de familia. Quedando en una situación de
desventaja económica, social y emocional. El estrés constante de la vida cotidiana determina
este padecimiento de la enfermedad emocional.
Komu jarhani también se asocia a una persona; se dice que está pensativa, habla muy
poco, pierde el sueño, se le habla y no contesta, escucha, pero no pone atención. Se vuelven dis-
traídas, envueltas en sus pensamientos e ideas, reaccionan con enojo, ira, mal humor, constan-
temente están irritadas. El no hablar de los problemas en los casos de estas mujeres desarrolla
otro estado de ánimo llamado nonanimarhisï p’ikuarherani (sienten algo pero no saben qué es).
Cuando la persona no sabe qué hacer, se siente desesperada, no siente placer, comodidad en
ningún lado, no quiere estar en un lugar, se enfada muy rápido y cambia de contexto cultural,
entra en pánico y quiere moverse de un lugar a otro. Son una especie de ataques de ansiedad
provocados por la ruptura de la relación conyugal y la pérdida del estatus social como esposa
de alguien.
Mintsita uarhirani/mintsita atani, komu jarhani y nonanimarhisï p’ikuarherani son una
especie de enfermedad emocional, espiritual, una lleva a la otra. Quien enfrenta pérdida de la
realidad, sufre de inestabilidad emocional y se refleja en el semblante, en las gesticulaciones,

16 Naná Margarita méntku komu jarhasirenti enka uampa jurakupka, no nani sesi p’ikuarherasirenti, komu ninharhisirenti, komi nita-
maxapti, sankani arhisti p’irhinharhintani enka uénapka xanhari uérani, jimpoka no uérasirenka xanharhuisi, ka jucha isi uantasi-
renka: “exeje eska xani komu nitamakuarhini jaka, ¡antisi jurak’u uampa!

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Alicia Lemus Jiménez

en el tono de su voz, la forma de caminar, pararse o sentarse. Se detecta a través del lenguaje
corporal de quien lo padece. Si bien es cierto que no es una enfermedad propia de las mujeres,
son ellas quienes son visibilizadas. En el contexto p’urhépecha es una enfermedad asociada a
la debilidad, al poco carácter y fortaleza emocional femenina. Las causas son variadas. Existen
casos en los que las mujeres están encerradas, caminan sin rumbo, no saludan a la gente, se
sienten ofendidas cuando las miran, gritan aterradas por desesperación o manifiestan un com-
portamiento social que no es acorde con los roles de género y el sistema normativo interno.
Dícese entonces indesti xerejtsistia (esa persona ya está loca).
En mujeres casadas la causa de locura es por no continuar con la vida sexual, ya sea por
el abandono del marido, la disolución de la unión conyugal, ausencia de la pareja o cónyu-
gue, etc. El hecho de que una mujer casada, joven, no ejerza su vida sexual puede causar una
enfermedad emocional. Estas mujeres padecen de insomnio, ataques de ansiedad, depresión,
dolores de cabeza, etcétera.

[…] Cuando el esposo de Estela se fue al Norte ella sufrió mucho, ya no quería comer, no dormía, y
varios días se encerró en su cuarto. Los suegros la llevaron al doctor y no pudieron con ella ¡Gritaba
por las noches buscando al marido y se cortó el pelo sola! Los suegros la encerraron y ella en su deses-
peración se quitaba la ropa porque ya se estaba volviendo loca de tanto buscar al marido. Y mandaron
llamar al señor, sus papás le dijeron que se viniera porque Estela ya estaba loca de tanto buscarlo. El
esposo de Estela tuvo que regresar por eso […].
[…] También Elena ya se estaba volviendo loca cuando Eugenio [el esposo] la dejó. Se pelearon y el
señor se fue a Tamaulipas. En ese tiempo ella ya no salió no se bañaba y no quería comer de tanto
buscar [extrañar] al señor. Don güero le habló a su yerno y le dijo que si no se venía se olvidara de
Elena y los niños porque su hija estaba joven y necesitaba al marido, y estaban a punto de volverla a
casar con otro para que se recuperara […] y sólo así se vino el marido. Por poco Elena se vuelve loca
[…]. (Yunuen E. L., 26 años, comunidad p’urhépecha, 2 de noviembre de 2019).

El temperamento sexual es sinónimo de enfermedad o trastorno mental. Aquellas


mujeres que expresan deseo sexual, son consideradas promiscuas, enfermas mentales por no
controlar el instinto sexual y no apegarse a las normas del deber ser femenino, donde la norma
principal es el recato, modestia y moral sexual. Quienes presentan estos padecimientos la
familia extensa las mantiene en cautiverio, son poco visibles en eventos públicos y comunales
por el temor a ser avergonzados por los actos de quien padece este tipo enfermedad.

El suicidio y la violencia moral

El suicidio, al igual que el incesto, resultan complejos de estudiar por la confidencialidad de


los informantes y sacar a la luz sus datos en un contexto donde la violencia moral es parte de la

452
Depresión, ansiedad y suicidio

segregación social. Los casos expuestos se analizan de manera general en un intento por detec-
tar patrones de conducta y posibles causas que llevaron a cometer el suicidio. Sin embargo, se
expone el grado de violencia moral y psicológica a la que son expuestos los familiares directos
de quienes se suicidan. Para ello se analizaron ocho casos de dos comunidades p’urhépecha,
en el capítulo se ejemplifican cinco.
Los ocho suicidios ocurrieron de 2007 a 2019 por mujeres de entre trece y cincuenta
y cinco años. Tres de ellas solteras, la más joven de 13 años, las otras dos de 18 y 19 años. Las
cinco restantes tenían entre 26 y 55 años al momento del suicidio.17 Todas murieron por
asfixia mediante el ahorcamiento en la habitación, la troje o el baño. Las mujeres casadas, dos
de ellas mantenían la relación conyugal, mientras que el resto tenían años de estar separadas de
los maridos. Es decir, ninguna de ellas se había divorciado, el esposo no vivía con ellas, ni
fungía como proveedor de la familia. En todos los casos el nivel socioeconómico era bajo, con
oficios de jornaleros, campesinos, pequeños comerciantes y artesanos. Ninguna tenía empleo
formal, las mujeres jefas de familia (cuatro casos) se dedicaban a bordar y al comercio informal
en sus comunidades.
Al estudiar el discurso de la gente con respecto al suicidio de las mujeres solteras, en los
tres casos las chicas eran estudiantes de educación básica y media superior. Todas de familias
extensas marcadas por la violencia física, moral y simbólica, hijas de madres violentadas en
las relaciones conyugales y sujetas a la autoridad patrilineal. En uno de los casos la gente rela-
cionó el hecho con la vida sexual y un posible embarazo prematrimonial. La chica vivía sólo
con la madre, el padre trabajaba en Estados Unidos. Una vez consumado el hecho la familia
extensa y la sociedad en general culparon a la madre de no haber cuidado a la hija y detectar
los posibles problemas emocionales. La presión social después del hecho llevó a la disolución
de la relación conyugal de los padres de la occisa. En el imaginario de la gente la suicida fue
catalogada como una mujer que no respetó las normas de la soltería para las mujeres y acusada
de abuso de drogas y alcohol.
En dos de los casos de las mujeres solteras que se suicidaron la violencia física fue uno
de los principales factores. El primero de ellos después de una discusión entre hermanos, indu-
cida por las diferencias familiares entre ella y la esposa del hermano, este último la golpeó para
que dejara de molestar a la esposa. La chica se encierra en su habitación y se ahorca con un
cable de luz. El hermano es castigado por la familia extensa y la sociedad, culpado por el acto
de la hermana. Él y su esposa fueron aislados de las fiestas y la vida colectiva. Los desacuerdos
en la pareja acusada fueron evidentes, les catalogaron como pechintaecha (sinvergüenzas) por
maltratar a la joven. El hermano cayó en depresión y alcoholismo.
Situación similar sucedió en el caso de suicidio de una joven de 13 años, blanca, con
pelo largo castaño claro. Adolescente que vivió una situación de violencia física y moral en la

17 Uno de los datos importantes del análisis es que en la cultura p’urhépecha actual, en el periodo de estudio, las personas que come-
ten suicidio son jóvenes, de entre 13 y 40 años.

453
Alicia Lemus Jiménez

familia nuclear y extensa a la que perteneció. No se le permitió socializar con los jóvenes de
su edad para evitar el matrimonio en la adolescencia. No salía, y cuando lo hizo fue acompa-
ñada de un integrante de la familia, principalmente por los hombres. Perteneció a una familia
extremadamente violenta, conocidos por tener altercados con los vecinos y comuneros por
robo de madera, abuso en estado de alcoholismo y drogadicción. Las mujeres sufren de vio-
lencia física, simbólica en las relaciones conyugales, de tal manera que no pueden decidir por
sus acciones y las de sus hijos.
De las mujeres casadas que se quitaron la vida cuatro de ellas vivían sin el esposo.
Tres casos fueron esposas de migrantes, ellos no volvieron al lugar de origen, y las mujeres
fungieron los roles masculinos dentro de las unidades domésticas. Los esposos rompieron
comunicación y dejaron de enviar remesas. Las mujeres quedaron a cargo de cinco, cuatro y
dos hijos cada una de ellas. Para el momento de los hechos la mayoría de los hijos ya habían
formado sus propias familias, se casaron adolescentes y en algunos casos hubo alcoholismo y
drogadicción. En los tres casos las mujeres tenían residencia neolocal, y cometieron el hecho
dos en sus habitaciones y una en el baño.
Se observa que las mujeres casadas tenían presión social por ser mujeres sin marido. Si
bien es cierto que iniciaron una vida conyugal bajo las normas del sesi irekani en el matrimonio
las relaciones se vieron afectadas por la separación, voluntaria o involuntaria, con el esposo.
En los cuatro casos los esposos entablaron otras relaciones conyugales, ellas seguían siendo
casadas, pero sin marido. En el imaginario colectivo fueron mujeres “fracasadas”, jurak’ukata,
o sea, que el marido la abandonó por otras, que no pudo vivir en matrimonio porque no tuvo
buena crianza. Se le abandona porque no tienen hijos, tiene mal carácter, no es obediente,
genera conflictos en la familia donde se casó.
Al ser mujeres con marido ausente también fueron acusadas como isku janti, pros-
tituta. Es decir, que en ausencia de los esposos tuvieron otras parejas de forma clandestina.
Dentro de las reglas del matrimonio ellas debían respetar la normatividad, aunque el marido
estuviera ausente para que siguieran conservando estatus de nana, esto es mujer casada perte-
neciente a una familia que vive y piensa en colectivo. En dos de los casos se les acusó de haber
procreado hijos en ausencia del cónyugue. Por lo que el colectivo juzgó su moral sexual y
fueron desconocidas de las familias con las que habían emparentado.
Un caso donde la mujer vivió separada del marido por más de dos años, en ese periodo
el esposo tuvo otra pareja conyugal con la cual se separó pasado algunos meses. Durante ese
lapso la esposa fue acusada de tener otras relaciones sentimentales con hombres, al estar con
sus padres ellos le permitieron continuar con estudios a nivel técnico y cuidaron a la nieta. Sin
embargo, vuelve a restablecer la relación de pareja con su marido. La relación se volvió tensa,
cargada de violencia física y fue acusada de isku janti mientras estuvieron separados. La mujer
decide quitarse la vida quince días después de haber reestablecido la unión conyugal.
Otro suicidio fue por la disfuncionalidad de su familia. Carecían de recursos econó-
micos porque el marido estaba ausente y desobligado de toda responsabilidad con la señora y

454
Depresión, ansiedad y suicidio

sus hijos. Éstos tenían serios problemas de alcoholismo y drogadicción desde la adolescencia
y la madre no podía controlar los comportamientos y acciones de los críos. La mujer fue acu-
sada de haber procreado un hijo años después de la separación con el marido. Y una vez que
sucede el hecho se atribuye a que la mujer fue obligada a practicar incesto con uno de los hijos
estando bajo los efectos de enervantes. Producto de ese acto violento ella se embarazó y entró
en depresión, lo que trajo como consecuencia el suicidio porque no aguantó la vergüenza de
poder criar un hijo-nieto producto de una violación. Este hecho conmocionó al colectivo por
el grado de violencia física al que la madre fue sometida. Se ratificó el hecho porque el hijo
intentó suicidarse en menos de dos meses de la muerte de la madre.
En los casos de suicidio se destacan características específicas: mujeres que no cumplie-
ron con el deber ser femenino y las normas de vivir bien en matrimonio, todas con problemas
económicos, familiares, de abuso de drogas y alcohol, acusadas de isku janti poco antes de
cometer inmolación. En vida fueron sometidas a una violencia moral que llevó a la deses-
tabilidad emocional. Después de la muerte ese tipo de violencia se agudiza, con la variante
de incluir a los hijos y la familia extensa. El castigo que ejerce la sociedad es hacia la familia
mediante un discurso de culpabilidad al colectivo que pertenecía cada una de estas mujeres.
El tribunal social p’urhépecha culpa a la familia extensa y a los integrantes del grupo
más allegados a la persona que comete el suicidio; una de las reglas de este tipo de familias es
cuidar a sus integrantes en los campos físico, económico, social, espiritual y emocional. En el
discurso de la gente están las frases “por qué [los integrantes de la familia] no se fijaron de la
persona”, “son tantos en esa familia y nadie se dio cuenta que la persona estaba sufriendo”, no
existe la culpa para un individuo, esposo, hermano, hijo, suegra, etc., sino para el colectivo al
que pertenece. Porque el suicidio, es deshonra para el colectivo, y el estigma permanece hasta
por dos o tres generaciones. Además del daño emocional de forma colateral a cada uno de los
integrantes del grupo familiar.
Todos los suicidios responden a enfermedades emocionales no detectadas y mucho
menos tratadas. En el contexto cultural no es costumbre atender este tipo de padecimientos,
mucho menos socializarlos. Por vergüenza la gente calla sus problemas y padecimientos emo-
cionales: “es vergüenza que cuente mis cosas”, “qué van a pensar y a decir de mí” “hay cosas
que me voy a llevar a la tumba”, “me voy aguantar, a mí esta vida me tocó”. Son algunas de
las frases que la gente utiliza para justificar sus padecimientos emocionales.

Atención a las enfermedades emocionales

Las mujeres acuden a distintos tipos de estrategias: catarsis por alcoholismo en las fiestas fami-
liares, la hechicería y las amenazas de suicidio, por mencionar algunas.
En las comunidades analizadas se advierte un elevado consumo de alcohol en la pobla-
ción en general. Las mujeres consumen bebidas embriagantes en fiestas, rituales familiares y

455
Alicia Lemus Jiménez

colectivos. Es una práctica recurrente de personas en estado de depresión, culturalmente se


tiene la idea de beber en cantidades moderadas ayuda a eliminar la nostalgia, tristeza y senti-
miento de abandono, es un “remedio para dar ánimo a la persona”.
Las fiestas y rituales familiares son utilizados por las mujeres para desahogar los males-
tares emocionales. Socialmente es permitido a la mujer entrar en estado de catarsis alcohólico
para desahogar la “mala vida que lleva”. En estado de catarsis bailan, lloran, gritan hasta
quedar exhaustas por el efecto del alcohol y las emociones. Es un momento de liberar el estrés
emocional, hacer público los temas de infidelidad, problemas con los hijos y nueras, exhibir
el control económico y familiar al que son expuestas, así como también denunciar la violen-
cia física y emocional que padecen. Este comportamiento es acompañado por otras mujeres,
principalmente familiares, auxilian y brindan atención a quien está en estado de shock. Es un
momento de intimidad para las mujeres, el marido, mucho menos la familia puede reclamar
o sancionar dicha acción.
Otra herramienta para atender estos conflictos es la medicina tradicional y hechicería
que tienen sus propias formas, métodos y procedimientos.18 Las mujeres recurren a ello para
solucionar problemas emocionales como miedo, tristeza, ansiedad, susto, mal aire, impresión,
coraje o estado emocional alterado, infidelidad.
El xikuame (hechicero) trata este tipo de enfermedades en las comunidades p’urhépecha,
a través de prácticas tradicionales e históricas como la adivinación, limpias, brebajes de hierbas
locales, alzada de molleras, visitas a lugares sagrados, trabajos de enterrar y desenterrar objetos
en la casa y lugares venerables, ejecución de rituales y bailes para ahuyentar los malos espíritus
y personas que provocan daño al individuo. Estos padecimientos atacan a personas sensibles,
frágiles de carácter y carentes de valor.19
Los p’urhépecha no se atienden las enfermedades emocionales con terapia psicoló-
gica o grupos de autoayuda, aunque existen estas agrupaciones es reducido el número de
integrantes. Se les explica mediante su sistema de creencias, la solución o atención es a través
de las religiones: catolicismo y protestantismo. Quienes padecen inestabilidad emocional la
familia y el colectivo induce a ser atendido mediante las prácticas de la religión que profesen:
confesión, misa, retiro espiritual, ofrendas, peregrinaciones, inclusión a grupos evangélicos o
asociaciones religiosas, evangelización y trabajo voluntario a grupos vulnerables, para el caso
de los católicos. Con los protestantes la conversión por medio del bautismo es una de las prin-
cipales herramientas de sanación para los síntomas de la depresión. Los congresos y retiros
espirituales son parte de la solución a los padecimientos.
Las psicólogas de los centros de salud y consultorios particulares mencionan que la
terapia y ayuda profesional no es un método recurrente para atender estos padecimientos.

18 Para profundizar en el tema véase Gallardo Ruiz (2005).


19 Una persona considerada de poco valor es aquella que es tímida, seria, callada, se preocupa de todo y es susceptible al dolor emo-
cional de otras personas. Alguien que no es fuerte ante las adversidades de la vida.

456
Depresión, ansiedad y suicidio

Los costos son una de las principales causas. Además, aún existe el prejuicio de no platicar
sus emociones por temor al juicio del colectivo. Sobre todo porque los métodos occidentales
para tratar estos padecimientos se contraponen con la visión y origen de las enfermedades
emocionales. Sin embargo, se observa un cambio paulatino en la población joven que ya
acude a terapia por problemas de personalidad y drogadicción. Aunque existe rechazo y estig-
matización ya que en el imaginario colectivo quienes recurren a este tipo de soluciones están
desquiciados, esquizofrénicos o locos.
Finalmente guardar silencio y consultar a la familia extensa es a lo que más recurren
para solucionar las enfermedades en cuestión. Si bien, es cierto que gran parte de estos males
son provocados por las mismas familias, es al interior de éstas donde la mayoría encuentra
el alivio. Temas como el incesto y las violaciones son invisibilizados. No se hablan, mucho
menos se denuncian y afectan la salud emocional de los individuos con consecuencias devas-
tadoras en el campo individual y colectivo. Las profesionales de la salud relacionan la con-
ducta suicida y el chantaje (alienación parental) como herramientas que utilizan las mujeres
para control y permanencia de la relación conyugal. Explican, la violencia es interiorizada en
los individuos p’urhépecha y corre en dirección transversal.

Palabras finales

La depresión, ansiedad y suicidio es poco estudiado en el contexto de los p’urhépecha. Hacen


falta estudios de carácter psicológico y antropológico que nos ayuden a detectar cuáles son las
principales causas. Por ahora se observa en el contexto indígena una violencia estructural e
interiorizada, normalizada como parte de las normas de uso y costumbre. Es decir, dentro del
sistema normativo interno las sanciones y castigo son altamente violentos.
La violencia moral tiene como objetivo educar al colectivo. El mensaje con los castigos
morales es “si rompes la norma este tipo de sanción vas a recibir”, “no actúes como la persona
fulana de tal que no escuchó consejos y tal situación le pasó”. Son sanciones morales y recal-
can lo que se debe y no se debe hacer en la vida colectiva. Aquellos infractores de la norma se
vuelven un ejemplo. Cualquier situación de dificultad en la vida cotidiana se explica porque
hizo (en el pasado o en el tiempo presente) un acto que iba en contra de las normas de usos
y costumbre.
En la cultura p’urhépecha las sanciones más severas las impone el colectivo, el aisla-
miento o “la muerte social”. Los individuos pierden cualquier categoría social, no son consi-
deradas personas de respeto y por consiguiente no son dignos de invitarlos a la vida colectiva.
Son “los nadie”, personas invisibilizadas ante la sociedad, no tienen denominación ni función
social. En muchos casos los transgresores de las normas son orillados a tomar la decisión de
irse de la comunidad, la presión social es insoportable. Mayormente en los casos de disolu-
ción de la unión conyugal, infidelidad y los matrimonios por segunda vuelta con personas

457
Alicia Lemus Jiménez

no aceptadas por la familia extensa. El castigo no es que la familia y la comunidad decreten


juicios para expulsarlos, los mecanismos son la crítica, la exhibición y el ser mal vistos por el
colectivo. En esas condiciones optan por cambiar de lugar de residencia, perdiendo por déca-
das el derecho de regresar y vivir en la comunidad.
La violencia moral genera altos índices de enfermedades emocionales que son soma-
tizadas en enfermedades físicas: diabetes y distintos tipos de cáncer. Llevándolas a un dete-
rioro de la calidad de vida y a muertes prematuras. En el discurso de estas mujeres resalta el
hecho de “esta mala suerte me tocó”, “el matrimonio es un juego de azar, te puede ir bien o
mal”, “el matrimonio es mi cruz y me voy aguantar hasta que muera”, etcétera.
La violencia moral es una de las principales causas de suicidio. La salud mental es un
problema de salud pública, sin embargo, no es atendida por el sector salud, mucho menos
por la organización e instituciones comunitarias. Las psicólogas reconocen la poca intención
de su parte por conocer la forma propia de entender y llamar a las enfermedades emocionales
desde su sistema de creencias. La etnopsiquiatría y psicología transcultural no es una práctica
recurrente en sus consultas y atención en el contexto p’urhépecha. De las cuatro psicólogas
entrevistadas sólo una de ellas aborda la medicina tradicional y los rituales de sanación como
terapia para padecimientos como la depresión. El resto, aunque hablan el idioma p’urhe, no
incluyen el conocimiento tradicional como herramienta para la atención a las enfermeda-
des emocionales. Su práctica profesional se sustenta en técnicas y métodos de la psicología
occidental.

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460
RESISTIR EN LA MEMORIA
La lucha de los familiares de las víctimas de la violencia
del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco1

Dalia Margarita Souza López

Este capítulo ofrece un planteamiento explicativo y analítico sobre cómo los familiares de las
víctimas del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco, han construido y usado la memo-
ria sobre sus seres queridos –desaparecidos y, posteriormente, localizados sin vida–, durante
sus procesos de búsqueda de justicia.2
Ese día, seis jóvenes y un adulto fueron víctimas de desaparición. Su búsqueda corrió a
cargo de sus familiares, quienes experimentaron, inicialmente, la criminalización de sus seres
queridos y, posteriormente, la dilación de la justicia. Lamentablemente, estas víctimas fueron
localizadas sin vida en un paraje conocido como La Ley del Monte.
Este terrible hecho se seleccionó porque representa uno de los primeros sucesos que en
Jalisco involucra la desaparición masiva de personas y la localización de sus cuerpos con una
marca terrible de violencia, pues éstos fueron disueltos en ácido.
En el centro del análisis se encuentran las familias, así como los procesos de organi-
zación y acción que han desarrollado luego de la desaparición de sus hijos y hermanos y tras
su hallazgo sin vida. Principalmente, porque es en función de esta organización grupal/colec-
tiva –como sujetos impactados por la pérdida, el dolor que de ésta emana y el sentimiento
de injusticia–, que se detonan un conjunto de estrategias y/o mecanismos capaces de influir
en la construcción y uso de la memoria, así como en la búsqueda de justicia que realizan los
familiares.
La memoria en este caso, aunque se posiciona como un componente articulador y
posibilitador, no siempre se presenta como elemento consustancial del proceso memorístico,
puesto que, ésta se ve condicionada por una serie de circunstancias que rodean al sujeto que
rememora al ser querido; por ejemplo: la elección, selección y significación de recuerdos y la

1 Este texto forma parte del proyecto de tesis de maestría “Memoria que resiste. La lucha de los familiares de las víctimas de la vio-
lencia del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco (2013-2017)”, desarrollado para la Maestría en Gestión y Desarrollo Social
de la Universidad de Guadalajara. Presentada y aprobada en febrero de 2019.
2 El acercamiento tanto al tema como a las familias inició durante mi labor como periodista en Lagos de Moreno en el periodo
2014-2016; en ese tiempo se llevaron a cabo trabajos periodísticos que son el origen de esta investigación.

461
Dalia Margarita Souza López

acción misma de hacer memoria, el dolor que ocasionó/ocasiona la pérdida, la naturaleza


misma del hecho violento e incluso, por la respuesta social y oficial sobre el caso.
Al mismo tiempo, la memoria emerge a la par y/o de forma paralela al desarrollo
y/o ejecución de otros factores como: la búsqueda de justicia, la búsqueda y construcción de
verdad, la reparación del daño y la no repetición de crímenes violentos.3 En ese sentido, la
justicia y/o la búsqueda de ésta, se despliega en los familiares como un proceso transversal,
continuo, condensador y movilizador, a partir del cual se detonan y anclan, a su vez, los ele-
mentos antes mencionados; importante señalar que esta justicia, es entendida por las familias
en el discurso, desde sus contornos jurídicos; es decir, la justicia que el Estado puede/podría
ofrecerles y, por la cual, han pugnado tras el evento que han catalogado como injusto: la des-
aparición y asesinato de sus seres queridos.
El sentido de “justicia” que prevalece, insistimos, en el discurso de los familiares, no es
así en la práctica ya que en la espera de esta justicia jurídica que ha llegado pausada, demorada
e, inclusive, incierta –luego de siete años de los hechos–, ellas y ellos han emprendido procesos
paralelos a ésta, que les han permitido desde sus acciones y decisiones sobre lo justo, por un
lado, influir en y/o a la justicia del Estado y, por otro lado, construir escenarios de vida menos
injustos para sí mismos y sus seres queridos.

Construir memoria acerca de lo inolvidable

La madrugada del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, seis jóvenes y un adulto fueron des-
aparecidos. Cuatro de los seis muchachos (Ángel de Jesús de 19 años; Daniel de 22; Eduardo,
21; y Gerardo, 18) caminaban por una de las avenidas principales de la ciudad rumbo a la casa
de Daniel tras celebrar el cumpleaños de Eduardo, cuando un grupo de sujetos armados a
bordo de una camioneta con “torreta” les interceptó para llevárselos contra su voluntad. A los
otros dos jóvenes, Cristian de 18 años y Marco de 19, se los llevaron a cada uno de puntos dife-
rentes, mientras que a Rodrigo –el adulto–, lo extrajeron de manera violenta de su propia casa.
A la desaparición de las víctimas, en un primer momento, continuaron las acciones
individuales de los familiares para localizar a sus hijos y hermanos (rastreo del último sitio en
el que se les vio, así como en los lugares y con las personas frecuentadas). Posteriormente, y tras
no obtener información sobre el paradero de sus seres queridos, siguieron las denuncias por
desaparición frente a las instituciones competentes –municipales y estatales–.
Dichas movilizaciones posibilitaron que las familias de cuatro de las siete víctimas
(Daniel, Eduardo, Gerardo y Ángel de Jesús) se identificaran entre sí como afectados del

3 Estos constituyen derechos fundamentales enmarcados en la Ley General de Víctimas, publicada el 9 de enero de 2013 y reformada
el 3 de enero de 2017. Esta ley fue impulsada por las víctimas de la violencia en México que se agruparon en torno a la Caravana
por la Paz con Justicia y Dignidad que corrió todo el país entre mayo y junio de 2011.

462
Resistir en la memoria

mismo agravio y continuaran juntos la búsqueda de sus seres queridos. De acuerdo con la
experiencia de los familiares, esto fue así por el vínculo afectivo que sus hijos tenían entre
sí como amigos y porque los cuatro jóvenes fueron víctimas de los mismos hechos, además,
porque existía/existe una noción sobre la legitimidad de sus hijos como víctimas inocentes.
De esta manera, la búsqueda que en el inicio fue individual, comenzó a tomar carácter
colectivo y grupal. No sólo en términos cuantitativos, puesto que en el desarrollo del proceso
de denuncia –oficial y pública– se incorporaron las familias de Cristian, Marco y Rodrigo,
sino también, en lo cualitativo; los vínculos afectivos, empáticos y de solidaridad tras reco-
nocerse uno a uno como lacerados del mismo delito –la desaparición–, como dolientes de la
misma tragedia y como víctimas de la misma injusticia, propició la unión entre sí para desa-
rrollar en conjunto acciones para exigir el regreso de sus hijos y hermanos.
Las labores de búsqueda alterna que iniciaron las familias consistieron en la colocación
de carteles con el rostro de los seis jóvenes y el adulto, la difusión en medios de comunicación,
e, incluso, la localización de testigos y lugares clave para la investigación. En tanto, las accio-
nes de visibilización, denuncia y protesta consistieron en actos públicos para exigir el pronto
regreso de los jóvenes y también, para demandar a la autoridad los derechos que, como fami-
lias, mantenían sobre el proceso judicial que se llevaba a cabo.
El 14 de agosto de 2013, luego de un mes de espera, agentes del Ministerio Público
convocaron a las familias a una reunión en la ciudad de Guadalajara, ahí junto con empleados
del servicio médico forense les notificaron que sus hijos y hermanos habían sido localizados sin
vida, que sus restos se encontraban en condiciones difícilmente identificables.
De acuerdo con la versión dada por la autoridad –contenida en el expediente–, apare-
cieron fragmentos de restos óseos en las inmediaciones de la finca La Ley del Monte, ubicada
en el camino que lleva hacia la comunidad de La Sauceda y la delegación de Comanja de
Corona, ambas en Lagos de Moreno.
Estos restos humanos, conforme los análisis genéticos, pertenecían a cuatro de las siete
víctimas: Daniel, Gerardo, Rodrigo y Marco. Posteriormente confirmarían la identificación
de Eduardo y Ángel de Jesús. Desde ese momento y hasta la actualidad, no se han encontrado
muestras biológicas que den alguna pista de Cristian; sin embargo, la autoridad asegura que el
joven fue acaecido bajo los mismos hechos.
Los jóvenes habrían sido sometidos tras su desaparición a vejaciones físicas y tortura,
y tras su asesinato, sus cuerpos fueron disueltos en ácido para tratar de desaparecerles por
completo.
Dos días más tarde, el 16 de agosto de 2013, los restos identificados fueron entregados a
cuatro de las siete familias en cajas de madera con el logo del Gobierno del Estado de Jalisco
en medio de una misa organizada por la Fiscalía General del Estado. Este acto oficial se realizó
sin el consentimiento de los familiares.
Esta celebración funeraria, la entrega de pequeños fragmentos óseos y no de un cuerpo,
el sentimiento de injusticia atribuido a la forma abrupta en la que perdieron a sus hijos y

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Dalia Margarita Souza López

hermanos, la brutalidad y naturaleza del crimen perpetrado, la inocencia de las víctimas frente
a la criminalización oficial y social y la impunidad en torno al caso judicial, marcaron para las
familias el inicio de un conjunto de acciones enmarcadas en el esclarecimiento de los hechos,
la búsqueda de justicia jurídica y simbólica, así como en la construcción de memoria.
Si bien, como sujetos lacerados por este delito, podría pensárseles como entes pasivos,
inactivos y/u ofrendados a la conmiseración social, la experiencia empírica ha demostrado
que las familias fueron capaces en colectivo y en solitario de reaccionar y generar acciones de
forma proactiva para hacer frente a las situaciones que les han impactado consecutivamente y
a través del tiempo, ya que no nos referimos a personas cuyo sufrimiento se encuentra anclado
solamente a un acontecimiento violento, sino a la continuación de múltiples violencias y vio-
laciones antes y después de los hechos.
Previamente señalamos que ellas y ellos son sujetos “lacerados también” por estos crí-
menes, reconocemos que esta noción no es suficiente para definirles y/o clasificarles, puesto
que la condición de víctimas –como categoría y concepto– implica una revisión amplia del
sujeto como constructo social e histórico.
Así lo advierte Gatti (2014, 2017b) al cuestionar la “comunidad del dolor” como apro-
ximación a la “víctima”; de acuerdo con el autor, aunque la apuesta resulta poderosa, sensible,
intensa y creíble, es: “insuficiente para entender la historicidad de una figura de calidades muy
contemporáneas”, la víctima en ese sentido “es un actor como otros y su efervescencia y pro-
fusión han de ser situadas en un contexto” (Gatti 2014: 287).
Asumir o no la condición de víctima, debería obedecer en el ideal, a las decisiones de
los sujetos, en virtud de su experiencia y condición de vida, aunque por supuesto, reconoce-
mos que no siempre se trata de un proceso intersubjetivo; es decir, el sujeto puede o no, realizar
un ejercicio de autorreflexión sobre sí mismo y sobre la experiencia dolorosa vivida (Robledo
2020).
Dentro de los sistemas del derecho humanitario en el marco internacional o incluso,
bajo los lineamientos de la Ley General de Víctimas en México (LGV), se establece quiénes y
conforme qué condiciones puede llegar a ser considerado “víctima”4 y qué tipo de víctimas
existen.
Evidentemente, ya sea como concepto, categoría, condición o sujeto, “la víctima”
implica un análisis profundo porque nos encontramos de frente con individuos que, aunque

4 En la LGV, en su artículo 4, se hace una diferenciación entre los que son víctimas directas, indirectas y potenciales; las primeras
son “aquellas personas físicas que hayan sufrido algún daño o menoscabo económico, físico, mental, emocional, o en general
cualquiera puesta en peligro o lesión a sus bienes jurídicos o derechos como consecuencia de la comisión de un delito o violaciones
a sus derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los Tratados Internacionales de los que el Estado Mexicano […];
por víctimas indirectas señala a “los familiares o aquellas personas físicas a cargo de la víctima directa que tengan una relación
inmediata con ella”. En tanto que las potenciales serían “las personas físicas cuya integridad física o derechos peligren por prestar
asistencia a la víctima ya sea por impedir o detener la violación de derechos o la comisión de un delito”, disponible en: www.
diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGV_030117.pdf.

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Resistir en la memoria

violentados, como precisa: “son sujetos comunes, ciudadanos-víctimas que democratizan


espacios y ejercen su ciudadanía” (Gatti 2017a: 12).
Por otro lado, durante el proceso de búsqueda, las acciones de estas familias estuvieron
suscritas sobre ideales u objetivos de visibilización, denuncia y protesta; posterior a ello y tras
la localización sin vida de las víctimas, les siguieron las acciones memoriales que se han cons-
truido paulatinamente durante el proceso de búsqueda de justicia que mantienen.
Dichas acciones memoriales que pueden ser materiales o simbólicas, tienen diversos
espacios de observación y manifestación, así como cierta magnitud y alcance. Algunas se
construyen diariamente en los hogares de estas familias, a través de altares, fotografías y las
pertenencias del ser querido ausente físicamente, pero presente en los recuerdos. Se construyen
también públicamente, durante los eventos por el aniversario luctuoso de las víctimas cada 7
de julio, en las misas de convocatoria pública, en las marchas y en las manifestaciones que se
realizan.
Asimismo, la relación entre los conceptos de memoria y justicia que se plantea en este
texto sugiere que las víctimas de la injusticia son las encargadas de accionar los procesos de
justicia –oficial y/o simbólica–; mientras que la memoria aparece como un acto de resistencia
que se antepone a la adversidad, olvido y ausencia, a partir de los significados que se constru-
yen a su alrededor y, donde, además, esta es una herramienta y un campo de disputa política.
Es importante señalar, que durante el desarrollo del trabajo fue posible observar cómo
ambos procesos: memoria y justicia han ocupado diferentes lugares de sentido y apropiación
dentro de las familias. En algunos casos aparecen como recursos y/o herramientas que les per-
miten hacer frente a determinados hechos o situaciones que les confrontan o han confrontado
a través del tiempo; en otros, se manifiestan como fines y/u objetivos claramente definidos y
en algunos más, la memoria prevalece frente a la posibilidad de justicia.
Al respecto, reconocemos los retos epistemológicos que emergen cuando pretendemos
interpretar en escenarios de inseguridad, miedo, impunidad y descrédito hacia las institucio-
nes del Estado, los procesos que llevan a cabo los familiares de las víctimas de la violencia en
su búsqueda de “justicia”. Aún más, cuando esa “justicia” dada por el Estado, dista mucho de
las concepciones y/o ideales enmarcados de estos actores sociales lacerados por la violencia y
sometidos reiteradamente a la violación de sus derechos humanos.
Por ello, esta investigación tomó como eje teórico-analítico el enfoque de Reyes (2003)
sobre la “justicia restaurativa”, se consideró prioritario que los familiares definieran desde sus
aprendizajes, experiencias y prácticas: qué es o cómo conciben eso que ellas y ellos nombran
como justicia, qué y quién podría concedérsela y cómo han accedido a ella –si es que lo han
hecho.
Al respecto, Hernández advierte que:

Para poder comprender estos procesos ha sido necesario reconocer los sentidos que subyacen a la
acción de buscar justicia desde abajo, dando prioridad a los discursos y a las prácticas de las madres y

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Dalia Margarita Souza López

padres de los desaparecidos –en este caso, de familias que experimentaron la desaparición y posterior
localización sin vida de sus seres queridos–, sin imponer nuestras categorías preestablecidas sobre
justicia y reparación (2017: s.p.).

Por otro lado, mencionábamos que cada una de las familias ha optado por hacer
memoria a su manera, algunas recordando para sí mismos y como estrategia para sobrellevar
la ausencia, y otras, además de ello, lo han hecho a través de acciones políticas en las que han
compartido en el espacio público algo tan íntimo y privado como el recuerdo de sus seres
queridos.
En el mismo sentido, advertimos que los sujetos de esta investigación son cinco de
las siete familias de las víctimas del 7 de julio de 2013,5 quienes han conseguido mantenerse
unidas haciendo frente a la realidad adversa y catastrófica que experimentaron/experimentan,
no como un acto de mera sobrevivencia humana, sino como una lucha donde se comparten
ideales, significados, compromisos y solidaridades conjuntas.

Propuesta teórico-metodológica: en búsqueda de la memoria

El abordaje teórico-metodológico consistió en la realización de entrevistas a profundidad con


los familiares, observación participante sobre las distintas acciones memoriales simbólicas
y/o materiales desarrollados por los mismos en los distintos espacios de observación/mani-
festación, así como en la recolección de información hemerográfica consignada en medios de
comunicación y en el expediente judicial del caso.
Desde nuestra mirada, creemos que las acciones que realizaron los familiares de las
víctimas de la violencia, como actores sociales que construyen memoria se suscriben bajo
nuevas lógicas de intervención social, pues los familiares fueron capaces de generar trasforma-
ciones y/o cambios dentro de su contexto, no sólo para sí mismos o en virtud de su lucha, sino
además, para la sociedad que le rodea víctima o no víctima, autoridad en turno y/o Estado.
Esta investigación sugiere un análisis teórico-progresivo a partir de dos posturas: 1)
sobre la perspectiva centrada en el actor del teórico de Long (2007) y desde la mirada episte-
mológica de la sociología del desarrollo; y 2) en virtud de la ecología de saberes de De Sousa
(2006).
Martínez reconoce que referirse a “la agencia y a la movilización de las víctimas parece,
sino un absurdo o un disparate, sí al menos una antítesis y una paradoja” (2017: 69). Más aún,
cuando estos atributos –entre otros: acción, participación en lo público, ejercicio de derechos

5 Familia 1: Ana Teresa Hernández, madre de Ángel de Jesús Rodríguez Hernández; Familia 2: María del Carmen Martínez, madre
de José Gerardo Aguilar Martínez; Familia 3: Armando Espinosa, padre de Daniel Armando Espinosa Hernández; Familia 4:
Lourdes Hernández (madre) y Francisco Ramírez (padre), de Eduardo Isaías Ramírez Hernández; Familia 5: Rosario Espinosa
Aguayo, hermana de Rodrigo Espinosa Aguayo.

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Resistir en la memoria

y reivindicación– fueron atribuidos en “tiempos pasados” al ciudadano y no a la víctima. Por


ello, sugerimos que la postura de Gatti sobre el ciudadano-víctima será útil para comprender
nuestra premisa puesto que, desde su mirada: “el ciudadano del que la víctima era el espejo
invertido, y con quien hoy no sólo se roza, sino que se fusiona” (2017b: 33). Por lo tanto, la
propuesta de De Sousa (2012) sobre la ecología de saberes, constituye un aporte importante
para la reflexión, puesto que, desde su crítica a las formas de pensamiento y lógicas de acción
hegemónicas, reconoce la existencia de múltiples resistencias que generan un debate sobre
formas de sociedad más justas y alternativas.
Así mismo, se empleó un acercamiento etnográfico que, como sugiere De Marinis
(2017), abre la posibilidad para comprender la construcción de las comunidades político-efec-
tivas que emergen tras un hecho violento.
Por tanto, la pregunta que guió esta investigación fue: ¿Cómo los familiares de las vícti-
mas de la violencia en Lagos de Moreno, Jalisco, han construido y utilizado la memoria sobre
sus seres queridos desaparecidos y posteriormente asesinados, en los procesos de búsqueda de
justicia?

¿Por qué los hechos del 7 de julio de 2013 en Lagos de Moreno, Jalisco?

Esta investigación es pertinente ante un contexto nacional violento que busca descentralizar
la mirada macro que social y políticamente ha adquirido la violencia, para posarla en la lucha
por la memoria y la justicia que un grupo de cinco familias de Lagos de Moreno, Jalisco, han
desarrollado tras la desaparición y asesinato de sus seres queridos, el 7 de julio de 2013.
Consideramos que apostar por el entendimiento de los procesos endógenos tanto de
impacto, como de acción frente a la violencia social/estructural/criminal que experimenta el
país en medio de la guerra contra el narcotráfico. En México resulta vital para conocer, por un
lado, de qué manera estos escenarios violentos han afectado la vida de las comunidades y, por
otro lado, cómo es que sus habitantes están reaccionando/resistiendo/sobreviviendo a ellos.
Creemos, por lo tanto, que los hechos acontecidos el día 7 de julio de 2013 nos permiten
enmarcar y reconocer en lo local, las formas de producción, reproducción e irrupción de la
violencia social/estructural/criminal, así como los efectos, impactos y reacciones desencadena-
das en y por los sujetos afectados.
Los contornos de esta violencia y su escasa porosidad en los escenarios macro sociales,
invisibilizan aquello que puede ser perceptible en espacios más locales, tales como las relacio-
nes entre sujetos, sus lazos, vínculos y conflictos, pero también, sus procesos de organización y
movilización, su actuar y reaccionar ante los eventos adversos que se presentan o han presen-
tado consecutivamente a partir del 7 de julio de 2013 e, incluso, anteriores a éste. Por lo tanto,
este hecho atroz, estas víctimas y sus familias son la ejemplificación perfecta de la problemá-
tica regional y local compleja.

467
Dalia Margarita Souza López

En ese sentido, Lagos de Moreno y sus habitantes, desde el año 2012, han sido testigos
del incremento de la violencia y la inseguridad, lo cual, se ha traducido en el alza de diversos
delitos que transgredieron y permanecen transgrediendo el derecho humano a la seguridad.6
En esta ciudad podemos identificar un patrón común que, si bien, se repite de forma
generalizada y sistemática en el contexto nacional, a nivel local opera con objetivos bien deli-
mitados y con impactos plenamente identificables. Nos referimos a la comisión de delitos
graves como la desaparición y los homicidios, muchos de ellos grupales y dirigidos de manera
específica en contra de la población joven, pero también a las reiteradas acciones de recluta-
mientos forzados que, de acuerdo con Franco (2018), han propiciado que las y los jóvenes sean
utilizados como “mercancías” que se emplean tanto para ejercer labores de sicariato como de
producción, distribución y venta de drogas.
Estas prácticas que se incrustan en los escenarios locales fungen como tácticas y/o
dispositivos de implantación de terror que, por un lado, como advierte Carton (2015), “demar-
can el dominio sobre el territorio enemigo” en medio de las disputas entre grupos del crimen
organizado; y, por otro lado, logran “desactivar el juicio crítico” de las comunidades, disua-
diéndoles a través del miedo y el control que genera la exacerbación de la violencia. Y es que,
en espacialidades más acotadas –colonias, barrios, comunidades rurales, delegaciones, ranche-
rías– con vínculos y/o lazos sociales más arraigados, las formas de violencia sirven como men-
sajes de advertencia, “castigos”, “reprimendas”, “lecciones aprendidas” y/o actos de justicia por
mano propia. El control del territorio y su administración no se ciñe al espacio físico, alcanza
a la comunidad que sirve como activo fijo para el crimen.
En ese sentido, lo ocurrido aquí corresponde a la estrategia de un “capitalismo anti-
drogas” (Paley 2018), donde más allá del discurso institucional lo que se vive en realidad es
una guerra contra la sociedad civil, pues esta es la que más resulta afectada por la violencia
sistémica que se manifiesta a través de los homicidios y las desapariciones, principalmente, la
de las y los jóvenes entre los 14 y 29 años de edad (Franco 2019).
Acompañadas de éstas, la omisión, inacción y/o colusión de autoridades municipales
y estatales hacen de la penetración de estos grupos y la comisión de estos crímenes violentos,
una dinámica cotidiana en estas ciudades y comunidades rurales ya que, por una parte, se
encuentra el arraigo de los grupos delictivos dedicados a la producción y distribución de droga
y, por otra parte, las disputas constantes entre agrupaciones por el control del territorio debido
a las cualidades geográficas de la región –mayormente rural–, la colindancia con otras entida-
des –Aguascalientes y Guanajuato– y su localización en un corredor industrial.
Lagos de Moreno ha presentado un repunte en las cifras de muertes violentas de jóve-
nes menores de edad (0-17 años) y adultos jóvenes (18-34 años) durante los últimos seis años,

6 En este texto se considera a Lagos de Moreno como una localidad rural por dos elementos específicos: el predominio de las acti-
vidades primarias, tales como: la ganadería, y la minería, pero también por la distribución demográfica de su población, la cual se
ubican en 445 comunidades menores a las 2 500 personas. Sin embargo, es importante aclarar que en la cabecera municipal viven
98 mil personas. Esta demografía se acompaña, además, de una geografía en la que predomina los territorios serranos (IIEG 2019).

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Resistir en la memoria

que, puede ser claramente identificado en los registros de autopsias realizadas por el Instituto
Jalisciense de Ciencias Forenses desde el año 2012. En total, en el periodo 2012-2019, ocurrie-
ron 297 decesos por arma de fuego, armas punzocortantes y golpes.
De la misma manera los casos de desaparición de personas, de acuerdo con el Registro
Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas, documentó que de 2011 a 2020,
434 personas se encuentran desaparecidas dentro de este municipio: 360 hombres y 74 mujeres;
el promedio de edad de estas víctimas es de 24 años.
Con estos datos, Lagos de Moreno se colocó como uno de los municipios que, fuera de
la zona metropolitana de Guadalajara, registró mayor número de desapariciones.
Creemos que, a partir de la articulación realizada sobre los factores territoriales, espacio-
temporales, demográficos, económicos y de seguridad, se entienden las dinámicas delictivas
de este territorio en virtud de una lógica, nacional-regional, regional-local y local-regional. Al
respecto, Robledo (2016) y Ovalle (2019) precisan que nos encontramos con una “ambigüedad
impuesta por la participación de las autoridades y de actores no identificados” en la comisión
de los delitos, pero también con una legislación vigente que excluye y/u omite el reconoci-
miento de algunas víctimas y la sanción de los responsables.
Desde la propuesta de Robledo habría al menos dos escenarios: el primero responde
a uno de tipo económico, territorial y táctico “que coincide con un modelo neoliberal inten-
sificado en las últimas décadas”, dejando atrás las razones meramente políticas. En cuanto al
segundo, la desaparición forzada de personas pasa de ser “sólo” un mecanismo de eliminación
y control de la disidencia política a “un mecanismo más amplio de control social, despojo
territorial y control de flujos migratorios” (2016: 103).
Mecanismos donde no se obvia, la existencia del reclutamiento forzado, ni la utiliza-
ción de la desaparición como una estrategia de control; no obstante, este texto lo que busca es
comprender este doloroso crimen de lesa humanidad desde la perspectiva de las familias de las
víctimas del 7 de julio de 2013.

¿Cómo pensar al desaparecido?

Que estén desaparecidos, fue más fuerte para mí. Fue una angustia, una zozobra, un dolor, no podía
comer, se me atoraba la comida, tenía hambre y no podía. Pero fue más dolorosa su desaparición. Ya
que me dijeron que lo habían asesinado, sí fue un dolor muy fuerte, pero como que yo estaba prepa-
rada para recibir lo peor.7

7 Entrevista a Ana Teresa Hernández, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 1 de diciembre de 2017.

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Dalia Margarita Souza López

Así lo advierte la madre de Ángel de Jesús Rodríguez Hernández, alias el Cone, para
ella y su familia y las familias de los otros cinco jóvenes y un adulto, han experimentado: “lo
peor: desaparecer y morir en México”. Asumir la idea anterior, nos sitúa de forma contextual,
legal y conceptual sobre la experiencia de vida que estas y miles de familias en el país, han
atravesado y atraviesan hoy cotidianamente: la desaparición de un ser querido.
De esta forma, es inminente reflexionar sobre lo que entendemos conceptualmente por
desaparecido, desaparición y desapariciones, lo cual debemos hacerlo en función de la vida
de las personas que lo han o están experimentando, en relación con “la vida social de dichas
categorías” (Robledo 2016), pues es importante hacer de estas “herramientas de utilidad para
entender de manera sistemática aspectos concretos de un mundo con mucho que se deshace
pero que, sin embargo, existe” (Gatti 2017a: 15).
Es importante precisar que, si bien, estas familias localizaron a sus seres queridos
lamentablemente sin vida, la desaparición de los mismos se constituye como un momento de
ruptura trascendental e inacabado dentro de su proceso de vida individual, familiar y social.
Nos referimos a un proceso doloroso y fragmentario de los “campos de sentido y
acción” que, para estas familias, tiene su origen en la pérdida de sus seres queridos y en la
incertidumbre, la brutalidad de los crímenes perpetrados y en el impacto que éstos tuvieron/
tienen en sus vidas, no sólo durante el primer momento de la desaparición, sino posterior a
ello, tras su localización sin vida en condiciones aberrantes.
De la misma forma, advertimos que es “trascendental e inacabado” porque éste no
concluye sino que se prolonga a través del tiempo acompañando el andar de los familiares en
virtud de: 1) el dolor que genera la ausencia física de la víctima dentro del espacio que ocu-
paba/ocupa; 2) el escenario de impunidad que rodea la sanción a los responsables del crimen;
y, por ende, 3) el ejercicio que realizan cotidianamente las familias para sobrellevar la pérdida
abrupta y catastrófica de sus seres queridos y, en algunos casos familiares, además, en la pugna
activa y pública por la justicia, la verdad y la memoria.
A propósito de ello, Robledo (2016) recurre al concepto de liminalidad para tratar de
explicar el estado catastrófico del que los familiares dan cuenta en su discurso cuando des-
criben sus vidas a partir y en función de la desaparición. La autora precisa, además, que ésta,
(la desaparición) supone, a la par, no sólo la ruptura de las categorías socialmente establecidas
sino que, tambien, prevalece la necesidad de reconstruirlas. Así, surge una búsqueda continua
por dar sentido a la ambigüedad que provoca este estado de liminalidad; lo cual, afirma la
autora, permite construir campos de disputa en torno a la representación de las personas des-
aparecidas, lo que da pie a un “proceso de restitución social” que permite “definir socialmente
los bordes de la desaparición forzada”. Por ello, lo que prevalece en torno a la desaparición de
personas es: “una búsqueda social de campos de sentido y categorías que promuevan no sólo el
reconocimiento de los sujetos, sino también su aparición en el campo de la justicia” (Robledo
2016: 96).

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Resistir en la memoria

Creemos que en el caso de estudio que abordamos dicho “proceso de restitución social”
comienza en el núcleo familiar cuando en medio de este estado liminal “caracterizado por la
imposibilidad de ser definido socialmente” (Robledo 2016: 96); en tanto, que los familiares
dinamizaron sus discursos y prácticas para resolver las primeras incógnitas alrededor de la
desaparición de sus seres queridos: ¿dónde están?, ¿por qué?, ¿quiénes lo hicieron?, ¿qué fue lo
que pasó?, hasta alcanzar los contornos de la esfera social en su búsqueda de justicia, verdad y
memoria.
Feierstein (2017) advierte que la desaparición en todas sus experiencias históricas ha
manifestado determinados usos, mismos que fueron maquilados entre “descubrimientos” e
“innovaciones” de los perpetradores. Entre ellos se encuentran al menos tres: 1) la negación y
ocultamiento público del proceso genocida en el momento de la ejecución; 2) la eliminación
de pruebas del proceso de aniquilamiento que está íntimamente vinculada al juzgamiento y
sanción a los responsables; y 3) sus efectos en los modos de construcción de la identidad de lo
que él llama: “el grupo víctimizado”, situación que dificulta los procesos de duelo que acompa-
ñan la duda constante sobre el destino de los ausentes y de si es posible no alcanzar la justicia,
como ocurre aún en el caso de las familias de las víctimas de Lagos de Moreno.
¿Ser desaparecido: condición, estado, estadío, lugar-espacio, inmaterialidad forzada y/o
ausencia-presencia, figura, ser, ser liminal, víctima, espectro?
Antes de hablar sobre un tipo específico o sujeto prototípico de la violencia política/
social que enmarque una definición cercana a la categoría del desaparecido, nos gustaría defi-
nirle en función de las narrativas testimoniales que expresan aquellos y aquellas que han expe-
rimentado y/o experimentan tener a un “desaparecido” en sus vidas.

Haga de cuenta que haya sido un flashazo, se nos perdió,8 advierte el padre de Eduardo Isaías mientras
recuerda la última conversación que tuvo con él. Lalo, aquel 6 de julio estaba organizando la celebra-
ción de su cumpleaños 21, en sus planes no estaba salir, así pensó que sería buena idea preparar una
‘salsa picosa’ para comer con tostadas –típica botana laguense– junto con su amigo Daniel […] ese día
que se perdió le dije: “¿qué estás haciendo Lalo?”, “vamos a hacer una salsita”, porque estaba ahí con
un amigo, y como era su cumpleaños iba a hacer su salsita, y dijo: “quieres una tostada”, pues claro,
contesté […]. Todavía estoy esperando mi tostada, ya no regresó”.9

Según relatan Francisco y su esposa, Lourdes: Lalo y Daniel estuvieron comiendo tos-
tadas en la parte trasera de la casa, justo en el taller mecánico donde trabajaba Daniel; luego,
llegaría un grupo de amigos quienes les invitaron a continuar el festejo en otro lugar, esa sería
la última vez que sus padres lo vieron con vida.

8 Entrevista a Francisco Ramírez, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 2 de diciembre de 2017.
9 Francisco Ramírez, entrevista citada.

471
Dalia Margarita Souza López

Para los padres de Eduardo Isaías, el desaparecido fue su hijo, Lalo, como cariñosa-
mente le nombran; un joven atento, inocente, humilde, servicial, sonriente, juguetón, especial
que no regresó con vida después de esa tarde-noche del 6 de julio de 2013 y que, les fue entre-
gado en restos un mes después, por autoridades del Gobierno del Estado de Jalisco.
El desaparecido es aún su hijo, ya que “aquellos familiares que no tuvieron la posi-
bilidad de identificar y recuperar el cuerpo de su ser querido, debieron enfrentar su muerte
eventual de una manera diferente a lo que establece la forma tradicional. En muchos casos,
la ausencia del cuerpo y la falta de evidencias de la muerte hicieron que el proceso quedara
suspendido en un estado de liminalidad forzada” (Panizo 2010: 24). Es decir, el desaparecido
“que es a la vez muerto”, añade la autora, “no es ni muerto ni vivo” y nunca llega a integrarse
en el mundo de los muertos, lo que provoca que los deudos difícilmente logren reintegrarse a
la vida social, “restableciendo el vínculo quebrantado”.
A esto se suma, la percepción de los familiares respecto a la versión oficial que se
ofrecieron sobre los hechos que rodearon la desaparición y asesinato de sus hijos y hermanos,
la naturaleza brutal e inexplicable del acto perpetrado y las condiciones en las que fueron
localizados sus seres queridos; situaciones que tienen una carga simbólica importante sobre el
proceso de vida suspendida que acompaña a las familias y al desaparecido.
Panizo (2010) explica que el desaparecido es visto por sus familiares como un tipo de
“realidad soñada” donde al no existir un cuerpo, no puede ubicársele espacialmente en la vida
o en la muerte dentro de la sociedad. Es este caso, estos familiares sólo tuvieron acceso a frag-
mentos óseos que, de acuerdo con la versión oficial, pertenecían a sus seres queridos.
Entonces dicha “realidad soñada” se hizo omnipresente para ellos; ya que, al mismo
tiempo, el desaparecido es ausente y presente; es ausencia y presencia: “el cuerpo en su ausencia
deja una marca que no es vacío sino presencia, presencia de la ausencia” (Stavchansky 2017:
197). Esto significa que se debe leer al desaparecido como un espectro, sin que este último sea
su análogo; un ser que no está, pero tampoco termina de irse y que amenaza con regresar.
El concepto del espectro es un punto de transición inquietante, un elemento inasimila-
ble que se introduce en el orden establecido como una división; sin embargo, no es vacío “pues
está llenado por el significante de la ausencia” y es en ésta donde se hace presente (Stavchansky
2017: 196). Y es que, según explica la autora: “la memoria que el espectro pone a flor de piel,
indica que aún no se ha ido, no hubo lugar para el duelo, es decir, la alternancia presencia-
ausencia del objeto se complica puesto que, vía, el significante, el objeto puede hacerse más
presente que cuando estaba físicamente” (Stavchansky 2017: 200).
A diferencia del fallecido, el espectro y el desaparecido no permiten su localización en
la tumba e, incluso, dejan abierta la posibilidad de encontrarlos en cualquier momento: “el
espectro no está muerto, tal vez, está más vivo que nunca porque se lo hace vivir” (Stavchansky
2017: 198). Por lo tanto, el espectro y de alguna forma el desaparecido, logran vivificarse a
través del discurso y de la memoria; esta última entendida como significante de la presencia. Y
es que, al no tener una cualidad corpórea, el desaparecido al igual que el espectro dependen de

472
Resistir en la memoria

una vía significante para hacerse presentes. Esta presencia no corpórea, vivificada a través de
la memoria y el discurso: “tiene incidencia sobre el contexto donde se articula” y obstaculiza
al vacío que dejó “una existencia”, más no, es un remplazo o sustituto de la ausencia.
El desaparecido, entonces, es la figura del ser liminal y del cuerpo espectral que pre-
tende el retorno; es víctima del delito de la desaparición y del hecho trágico que anima la
búsqueda de ésta y la respuesta a las preguntas: dónde estás, qué te sucedió, cuándo regresarás.
El desaparecido es presencia de la ausencia aún y cuando podría retornar como un ser
ajeno limitado en su identidad, porque siempre tendrá relación con quien le recuerda. El des-
aparecido existe, lo hace de forma presente porque se anida en la memoria y en el discurso de
los que no le han olvidado, como en el caso de las familias de Lagos de Moreno.

De la agencia del actor social a la resistencia y movilización de las víctimas

Son los actores sociales (en este caso las familias de las víctimas) quienes consiguen, después de
un ejercicio reflexivo propio y grupal, organizarse y movilizarse en colectivo para desarrollar
acciones particulares en torno a la memoria de sus seres queridos, que les permiten a su vez
accionar procesos alternos y urgentes como la exigencia de justicia, verdad, no olvido y no
repetición; es decir, procesos de desarrollo en términos de las acciones de los actores sociales y
no provenientes de discursos o propuestas oficiales-institucionales.
Dichas acciones no surgen de manera fortuita y desorganizada pues se trata de activida-
des planificadas, con objetivos particulares y en virtud de la experiencia vivida (la desaparición
y posterior asesinato de sus hijos y hermanos o pérdida violenta). Por lo tanto, consideramos
que, a través de estos procesos conscientes, planificados, intencionales y reflexivos, los sujetos
(víctimas) consiguen constituirse a sí mismos como actores sociales, logrando contravenir
cualquier acepción, condición o concepción que los estigmatice como sujetos pasivos y/o des-
tinados a la conmiseración social.
Ciertamente las acciones de los familiares no siempre estuvieron inscritas sobre los con-
tornos de una lucha colectiva y/o grupal hacia afuera; es decir, con otros sujetos que no fuesen
parte del entorno familiar consanguíneo y/o fraternal afectivo, aunque estuviesen experimen-
tando una situación semejante dentro del entorno social.
Según refieren los testimonios, tras desconocer en dónde se encontraban sus hijos y
hermanos, las familias comenzaron a articularse –como unidades familiares nucleares– en
función de la búsqueda, la difusión del caso y el esclarecimiento del paradero de sus seres
queridos. La prolongación de la búsqueda y la espera durante aquel 7 de julio, auguraba lo que
temían los familiares: confrontarse con la idea de que sus hijos estaban desaparecidos y que, su
localización demoraría mucho más de lo que jamás se hubiesen imaginado.

473
Dalia Margarita Souza López

Al principio cuando no llegó y que pasaba el tiempo del domingo, fue el día de búsqueda por todos
lados, a los hospitales, a la cárcel, a reuniones, a las fiestas, que ni sabía yo de quién eran las fiestas,
pero me decían: “hay fiesta en tal lado”, y yo iba para ver si por ahí se le había ocurrido irse a meter.
Nos dieron las nueve de la noche del domingo y estaba un tormentón bárbaro, estábamos todos moja-
dísimos, concluimos yendo a la policía a dar parte de su desaparición.10

Si bien, como refiere el testimonio, este ejercicio de búsqueda por el momento no


produjo la localización de las víctimas, permitió la identificación de otros familiares que se
encontraban afectados por el mismo agravio. Los primeros en reconocerse entre sí fueron los
familiares de Daniel, Eduardo, Gerardo y Ángel de Jesús, ya que estos jóvenes habrían estado
juntos en el momento de ser desaparecidos. Como se puede revisar en el relato de la madre de
Ángel de Jesús, este sería el primer acercamiento e interacción con otras familias:

–Yo vi que no llegó a dormir, y me dormí como normalmente lo hago, porque luego se quedaba allá en
la casa de “Coco” mi hermana, entonces yo dije, al rato llega, se hicieron diez-once de la mañana […]
y yo dije: “¡ay caray! Pues siempre llega a esa hora” […] Y cuando ya vi que no, dije: bueno, ahorita voy
con “Coco”. Me puse a lavar, y hasta por las tres de la tarde fue cuando la “Coco” me habló: “Oye y
el Conejo”. Le digo: ¡ya, dime dónde está!, ¿le pasó algo?”; no, dice [Coco] es que no los encuentran,
y yo ¿cómo? y ya me dijo, es que andaba con “Patón” (José Gerardo), con “Jorjo” (Eduardo) y con
“Gnomo” (Daniel). Entonces, bueno ahorita voy a ver con César, porque con él andaba en una fiesta,
y ya cuando voy y pregunto y César: “es que ya vinieron las mamás también a preguntarme y no
señora, de aquí se fueron y yo no sé”. Saliendo de ahí, de vuelta a las casas de los otros muchachos, y
no pos (sic) nada, y ya de ahí quedamos de ir al día siguiente a poner la denuncia”.
–¿Eso con su familia, o con las familias de los demás muchachos?
–Con mi familia y con las familias de los demás muchachos, porque en todo momento mis hermanas
se empezaron a preocupar y empezaron a compartir su foto, a explicar que, si no lo había visto, que
estaba desaparecido y ya, al día siguiente fuimos a poner la denuncia, mi familia y las familias.11

Al mismo tiempo, es posible identificar en este testimonio, cómo el escenario de vida


familiar/privado tras el hecho de la desaparición, consigue ampliarse y articularse con otros
sujetos afectados luego del reconocimiento propio/individual como individuo afectado y en
función de la búsqueda del desaparecido.
No obstante, habrá que ofrecer cierta distancia al respecto, Jelin explica que, en estos
casos, si bien, la pérdida del familiar se constituye como el impulso para la salida de los lazos
y sentimientos privados hacia la esfera pública “rompiendo decisivamente la frontera entre la
vida privada y el ámbito público” (Jelin 2007: 44); la aparición pública de los lazos familiares

10 Entrevista a Armando Espinosa realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 1 de diciembre de 2017.
11 Ana Teresa Hernández, entrevista citada.

474
Resistir en la memoria

en la vida política, más allá de sus propios objetivos y su propia presencia, implica una recon-
ceptualización de la relación entre vida pública y privada”. Este “familismo público y político”
sugiere dificultades y peligros en términos de su impacto cultural y político.
Se crea una distancia que, a decir de Jelin, es “imposible de superar” en medio de las
movilizaciones públicas entre quienes llevan “la verdad” del sufrimiento personal y privado, y
aquellos que se movilizan políticamente por la misma causa.
En el caso de los familiares, creemos que las dificultades y peligros se asocian con
la disputa entre aquellas víctimas consideradas “inocentes” y su legitimidad versus aquellas
víctimas “culpables”, tanto en el ámbito de la agrupación como hacia afuera. En ese sentido,
siguiendo la explicación de la autora, la participación de los sujetos dentro de la esfera pública,
como espacio de manifestación y denuncia, incluso, como lugar para el debate, no resulta
igualitaria y por ende se estratifica en función de la exposición pública del lazo familiar. En
este caso, el elemento articulador está dado por el vínculo simbólico afectivo que acompañaba
a las víctimas como sujetos y en función del hecho concebido como injusto o producto de la
injusticia: eran jóvenes, eran amigos, estaban juntos y no lo merecían.
Como puede leerse en el siguiente testimonio prevalece un vínculo intrínseco entre la
noción: víctimas inocentes y sujetos de la injusticia en el caso exclusivo de los cuatro jóvenes.
Resulta evidente en algunos de los testimonios, cómo es que éstos construyen no sólo su
discurso, sino su actuar sobre la legitimidad de sus hijos y hermanos como víctimas “inocen-
tes”. “Ninguno de los muchachos se merecía ese tipo de muerte. Ninguno. Ni el bueno, ni el
malo”.12
Al respecto, Bilbao sugiere que, si bien, en medio de la polisemia que rodea el término
víctima podríamos asumir desde el punto de vista ético que ésta tiende a ser “aquella persona
que padece un sufrimiento “injusto” y, por tanto, es inocente o pude presumirse su inocencia,
ya que “la víctima no merece el acto de victimación padecido, pues ha supuesto una concul-
cación de sus derechos humanos fundamentales”. No se trata de que esta sea “un ser inmacu-
lado en el conflicto que contextualiza la agresión padecida (pues lo está, de hecho, aunque sea
involuntariamente) sino que, a pesar de todo ello, haya hecho lo que haya hecho (nada, poco,
o mucho, neutro, bueno o malo) sea quien sea, sea lo que sea […] no es justo el trato que ha
recibido, pues este ha supuesto una violación de la intangible dignidad personal” (2017: 331-
332). Así lo reconoce la madre de Ángel de Jesús, Ana Teresa, quien refiere en su testimonio
“yo pienso que todos son seres humanos, todos nos equivocamos, e independientemente de a
qué se dedicaban o qué hacían eso no tiene nada que ver para buscarlos […] Yo tenía la certeza
de que no, pero tampoco sabía qué había pasado.13
En el mismo sentido, destaca la forma en la que también los familiares han reflexio-
nado lo sucedido a sus seres queridos y la manera en la que puede ser interpretado este hecho

12 Armando Espinosa, entrevista citada.


13 Ana Teresa Hernández, entrevista citada.

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Dalia Margarita Souza López

violento catastrófico y doloroso dentro de sus vidas, de los otros y como parte de un contexto
aún más amplio de violencia e impunidad. La explicación que ofrece Francisco (padre de
Eduardo) a su esposa, Lourdes, pone de manifiesto tanto los aprendizajes que del proceso
doloroso han emanado como el ejercicio de reconstrucción de los campos dé sentido ante la
pérdida:

–Francisco: No es que fueran contra él, yo también ya he visto eso, al hacer sus crímenes tan horren-
dos, lo que quieren hacer es infundir terror en la población, que digan “si nos portamos mal así nos
va andar yendo”.

O sea, que los agarran como un ejemplo.

–Lourdes: Pero ¿por qué precisamente ellos?


–Francisco: No, porque ellos se encontraron en la calle.
–Lourdes: Pues desafortunadamente
–Francisco: Pues es que ellos, no decían, porque otros levantones que se iban contra determinadas
personas los sacan de sus casas.14

Luego de este ejercicio de identificación mutua entre los familiares de los cuatro jóve-
nes que hasta ese momento eran reconocidos como las víctimas de aquel día; tras acudir a las
oficinas del ministerio público de la delegación Altos Norte de la Fiscalía General del Estado
de Jalisco, estos familiares reconocieron a su vez a otros que, al igual que ellas y ellos, se encon-
traban en la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos desde el día 7 de julio.
De manera paradójica, el espacio de denuncia oficial creemos, posibilitó en este caso:
1) el reconocimiento con otros afectados del mismo agravio y otras víctimas; 2) el reconoci-
miento del hecho violento y su magnitud; y 3) la vinculación y articulación de las primeras
acciones organizadas de búsqueda y empatía:

Fue la mamá de José Gerardo, de “Patón”, Diana la mamá de Daniel Armando y fue “Mafer”, la her-
mana de Eduardo Isaías, de “Jorjo”; y ahí estábamos cuando vimos a más familias reportando la des-
aparición de su hijo. Los familiares de Cristian, los familiares de Marco y los familiares de Rodrigo.
Y ahí fue cuando nos enteramos que había más, que algo estaba pasando […] Y ya de ahí empezamos
a buscarlos.15

14 Entrevista a Francisco Ramírez y Lourdes Hernández, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 2 de diciembre de
2017.
15 Ana Teresa Hernández, entrevista citada.

476
Resistir en la memoria

Así pues, la emergencia de las desapariciones, refiere Irazuzta (2017) configura la lucha
colectiva de estos familiares en el trabajo de hacer aparecer a los desaparecidos. En el caso de
estas familias, surge originalmente luego de la desaparición de sus seres queridos, tras el reco-
nocimiento entre sí del daño ocasionado y/o como sujetos del mismo agravio y, a su vez, como
reacción paralela a los procesos de búsqueda e investigación oficiales.
Al mismo tiempo, como parte de esta organización, se detonan una serie de accio-
nes públicas políticas como: la búsqueda del ser querido propia y/o alternativa, la denuncia
pública, la difusión en medios de comunicación y en redes sociales, la pugna constante y la
visibilización del caso en la esfera pública, entre otras.
Son estas acciones en las que los familiares encuentran tanto el motivo de lucha y la
acción civil como el sentido que provoca el trauma de la desaparición; “en esa fusión”, argu-
menta el autor, “el trabajo de hacer aparecer a los desaparecidos se tecnifica” (Irazuzta 2017: 153).

Nos esperamos al lunes a la fiscalía, se puso la denuncia, empezamos nosotros a esperar a ver qué nos
decían y qué nos decía, y no decían nada, solamente nos decían que esperáramos a que ellos investi-
garan y que ellos nos iban a notificar. Y que esperáramos y que esperáramos.
Entonces, nosotros lo que hicimos fue empezar a poner los volantes, los volantes de búsqueda,
con el número de averiguación, con los teléfonos, con señas particulares de él y todo. Y empezamos a
volantear la ciudad, se nos prohibía que pusiéramos eso, y obvio que nosotros no obedecimos, nosotros
seguimos poniendo y poniendo. Nos decía la fiscalía que no hiciéramos eso, que porque entorpe-
cíamos la investigación, pero pues nosotros veíamos que no se hacía la investigación […] y pues nos
pusimos a hacer la tarea de que tiene que aparecer, cómo es posible que no sepamos nada de él, como
si la tierra se lo hubiera tragado.16

El desaparecido produce agencia en quienes lo buscan. Una agencia que se estructura


en “la quiebra, en la catástrofe individual y social, en una pérdida fundamental del sentido
de la existencia y que activa allegados que buscan a la persona desaparecida en la gestión de
nuevas formas asociativas” (Irazuzta 2017: 142).
Con ello, la unidad se configura como elemento clave dentro de la organización, movi-
lización, acción y lucha colectiva de los familiares. Rosario, hermana de Rodrigo, describe
cómo y por qué decidió “unirse” con las familias. Luego de un ejercicio de medición de fuer-
zas, alcances, aptitudes y habilidades, reconoció que, en solitario, no conseguirían ser escu-
chados por la autoridad. De acuerdo con ella, serían más evidentes sus casos y sus solicitudes
si se articulaban con otras voces y esfuerzos “yo consideré importante porque yo veía esas
familias como que la familia de Tere eran personas como que sabían expresarse, tenían más
conocimientos de los derechos humanos que nosotros. Nosotros sólo éramos mi hermano y

16 Armando Espinosa, entrevista citada.

477
Dalia Margarita Souza López

yo y ellos tenían el apoyo de sus hermanos y sus papás y en mi casa sólo mi hermano y yo, mis
hermanas lo que les decíamos hacían, pero de iniciativa, ellas no”.17
Sumada a la unión que de esta tragedia dolorosa pudo emanar, la organización de los
familiares en función de los lazos consanguíneos y afectivos se presentan como un elemento
crucial en la articulación de la lucha colectiva que ejercieron y ejercen estas familias.
Entonces, ¿es la organización, unión, acción y movilización de los familiares una reac-
ción ante la vulneración de su estado y condición de vida?, ¿la lucha colectiva de los familiares
puede ser considera un ejercicio de resistencia y/o una resistencia en sí misma?
Butler (2018) precisa, que cuando: “somos vulnerables y actuamos: resistimos”. En este
sentido, los modos de resistencia emergen en oposición a la estructura que falla, que en este
caso, no fue capaz de proveer seguridad y tampoco había ofrecido acciones expeditas para
hacer una búsqueda efectiva de sus familiares con vida.
La autora, asegura, además: “esta infraestructura no está más ahí para nosotros, el
carácter inaceptable de esa vulnerabilidad se hace evidente” (Butler 2018: 26), y es en la vul-
nerabilidad que se experimenta que encontramos una fuerza movilizadora. De acuerdo con
Butler, en la vida política, parece que primero se produce una injusticia y, entonces, hay una
respuesta; sin embargo, puede ser que la respuesta esté produciéndose mientras ocurre la injus-
ticia, como es el caso de esta investigación.
Es importante advertir que la desaparición de los seis jóvenes y un adulto, aunque se
configura como el primer momento de ruptura en la vida de los familiares, no es el único hito
en su experiencia de vida. De acuerdo con sus testimonios, experimentaron al menos otros dos
momentos más: 1) la noticia terrible sobre el hallazgo sin vida de sus familiares, y 2) la entrega
de los restos de sus hijos y hermanos en medio de un evento público y religioso organizado por
las autoridades del gobierno de Jalisco.
Junto con éstos, la lucha colectiva se despliega y cobra nuevos sentidos de articulación,
organización y objetivos. Así, las acciones de esta lucha colectiva emergen como respuesta a los
escenarios de injusticia acumulada que los familiares experimentaron/experimentan durante
la desaparición de sus hijos y hermanos y posterior a su localización sin vida.
Si bien, la lucha colectiva ahora no se conjuga alrededor del “hacer aparecer a los des-
aparecidos”, sino que confluye sobre otros objetivos e ideales que buscan contravenir “los
agravios ocasionados” y, con ello, habitar escenarios de vida más justos. De esta manera, estos
familiares son actores sociales relevantes y sujetos con agencia que consiguieron articularse,
organizarse y movilizarse para emprender acciones; éstas primero suscritas sobre la aparición
de sus seres queridos y, posterior a ello, tras su localización sin vida, ancladas a la exigencia de
justicia, construcción de memoria, verdad y no repetición.

17 Entrevista a Rosario Espinosa, realizada por Dalia Souza, Lagos de Moreno, Jalisco, 1 de diciembre de 2017.

478
Resistir en la memoria

¿Qué es la justicia para las familias?

Anteriormente se señaló que los sujetos de esta investigación, es decir, los familiares de las
víctimas de la violencia serían quienes definirían bajo sus propias lógicas de pensamiento,
experiencias, aprendizajes y vivencias: ¿qué es aquello que nombran “justicia”?, ¿quiénes son
sus posibilitadores y accionantes, así como, bajo qué criterios puede alcanzarse?
Nos encontramos en medio de un contexto de violencia y falta de credibilidad hacia las
instituciones del Estado, que ha condicionado las formas establecidas no sólo para demandar,
sino de comprender los contornos de “justicia” (Hernández 2017). Éstas han sido modificadas
en virtud de las exigencias de las familias de las víctimas de la violencia y, por ello, resulta
relevante: reconocer los sentidos que subyacen a la acción de buscar justicia desde abajo, dando
prioridad a los discursos y las prácticas de los sujetos que han experimentado/experimentan lo
injusto y/o la injusticia (Robledo 2020).
Uno a uno, los testimonios de las familias evidencian experiencias de vida ancladas a
injusticias acumuladas a través del tiempo y previas al acontecimiento violento que les dejó sin
sus seres queridos. Asimismo, ponen de manifiesto concepciones de justicia social y desigual-
dad entre clases sociales; del reconocimiento de los escenarios de impunidad que condicionan
y limitan el ejercicio de la justicia prevista en el derecho, así como también, logran establecer
una relación entre la justicia que puede “ofrecerles” el Estado y la que ellos y ellas, desde sus
acciones han conseguido detonar luego del 7 de julio.
Esto es así, a decir de los familiares porque la justicia oficial, que en el ideal debería ser
garantizada por el Estado, se ve condicionada por los contextos de impunidad, desigualdad
social y violencia. De esta forma, podemos referir siete nociones de justicia en función de los
procesos individuales y colectivos de los familiares:
1. El referente principal de la justicia se encuentra anclado a las experiencias de
injusticia.
2. Cuando el Estado no es capaz de garantizar el ejercicio ideal de la justicia jurídica,
los familiares recurren a la noción de “justicia divina” –anclada en las creencias
religiosas– como recurso último capaz de ofrecer un enjuiciamiento y sanción a los
responsables del hecho punible.
3. La sanción y/o castigo a los responsables se identifica como mecanismo de la justicia
ideal para garantizar la no repetición.
4. La noción de justicia se encuentra ligada al marco jurídico oficial: detención de los
responsables, procesamiento de los responsables y condena.
5. La justicia no es un proceso fortuito, ésta debe ser accionada por aquellos (as) que
han sido las víctimas de la injusticia.
6. La justicia es el resultado de la suma de acciones encaminadas a obtener un objetivo
o varios en virtud de las víctimas de la injusticia.

479
Dalia Margarita Souza López

7. La justicia para estos familiares es aquella que accionan y logran construir de


manera paralela a las acciones de la justicia jurídica oficial que podría llegar o no;
ésta responde a las necesidades de verdad y memoria y, busca permanecer a través
del tiempo.

Una propuesta de resistencia abierta al debate

Luego de esta revisión, podría concluir lo siguiente: son las personas como agentes y acto-
res sociales, en este caso familiares de las víctimas de la violencia, quienes han emprendido
acciones alrededor de los efectos que, de manera individual y colectiva, han experimentado
producto de los escenarios de crisis que les rodea en lo local, pero que tienen origen en la suma
de contextos críticos a escala (Robledo 2020). En donde las y los jóvenes son las principales
víctimas, pues hoy en día encabezan las estadísticas en homicidios, desapariciones y recluta-
miento forzado.
Estas acciones se suscriben como alternativas a las lógicas preestablecidas del saber y
el hacer, principalmente, con el objetivo de alcanzar una sociedad y/o escenarios de vida más
justos. Al mismo tiempo, éstas no se presentan como únicas y/o exclusivas soluciones en el
marco de la realidad que enfrentan, sino que se suman, nutren y/o constituyen por otras expe-
riencias y conocimientos.
En la búsqueda de una sociedad más justa, estas alternativas logran constituirse ya sea
sobre los marcos de derecho existentes o como formas del hacer y el conocer contrarias o radi-
cales a las lógicas establecidas, pues “cuando la ley es un régimen violento, hay que oponerse a
la ley para paradójicamente oponerse a la violencia” (Butler 2018: 23).
Al mismo tiempo, el origen de éstas radica en la experiencia de vida que fracturó los
campos de sentido y acción de los sujetos y de la cual, han emanado una suma de alternativas
que pueden ser reconocidas como: resistencias que se suscriben por la justicia y la memoria; e
incluso, para: “resistir a las formas de poder económico y del Estado” (Butler 2018: 24).
No es una resistencia fortuita, esta es producto de la suma de precariedades y, parti-
cularmente, de la vulnerabilidad acumulada que experimentan los sujetos. Butler, afirma con
ello que, “los modos de resistencia afloran en oposición a una infraestructura que falla”; por lo
tanto, si ésta –a la cual se era/es dependiente– deja de proveer condiciones mínimas de apoyo,
si ya no está ahí para nosotros, entonces, eso significa que nos hemos quedado sin refugio, que
somos vulnerables. Aunque, hay que advertir que, lo anterior no significa que antes de ésta no
lo fuésemos ya por otros factores, simplemente se hace “inaceptable”.
Entonces, la vulnerabilidad emerge antes de la resistencia y, por ende, conduce a esta
última: “somos, en primer lugar, vulnerables y entonces superamos esa vulnerabilidad, al
menos provisionalmente, a través de actos de resistencia” (Butler 2018: 26). Pensar lo contrario,

480
Resistir en la memoria

entender a la resistencia sólo como una forma para vencer la vulnerabilidad, precisa Vargas
(2018), sería un ideal paternalista, un ideal neoliberal que se concentra en el individualismo.
Al recurrir a esta explicación entre vulnerabilidad y resistencia, desde la perspectiva de
Butler, reconocemos que las formas de resistencia no significan la superación de los escenarios
de vulnerabilidad, sino que en realidad, la convierten en “fuerza movilizadora”.
Con ello, el término “movilización” depende de forma intrínseca de un “sentido ope-
rativo de movilidad” que actúa como derecho en sí mismo y que condiciona al cuerpo del
sujeto, el cual ejerce su derecho a la movilidad, y opera bajo ciertos tipos de demandas y movi-
lizaciones políticas.
En ese sentido, cuando se trata de personas que se han reconocido a sí mismas en
situaciones precarias –de vulnerabilidad o ante condiciones infraestructurales– la demanda
de acabar con la precariedad es “escenificada públicamente” por ellos, quienes exponen su
vulnerabilidad (Robledo 2020).
En estos casos, hay una “resistencia corporal plural performativa operando” que
demuestra: “cómo las políticas sociales y económicas están diezmando las condiciones de
subsistencia, hacen reaccionar a los cuerpos” (Butler 2018: 30 -31). De esta forma, “el sujeto
de derecho corporalmente individual no puede llegar a capturar el sentido de vulnerabilidad,
exposición o incluso, dependencia” (Butler 2018: 32), requiere el reconocimiento y aceptación
de que éste depende de otros cuerpos y de redes de apoyo. Esto no significa sólo que el cuerpo
o sujeto esté ligado a una red de relaciones, sino que, “en virtud de esos mismos límites, se
define por las relaciones que hacen su vida y su acción posibles” (idem).
El origen de las acciones que ejercen los familiares de las víctimas radica en la experien-
cia de violencia, injusticia y olvido que atravesaron/atraviesan tras la desaparición y asesinato
de sus seres queridos, ello como condición precaria o que les vulnera. Estos familiares como
cuerpos que no se deslindan de su derecho a la movilidad, así como a su dependencia con
otros, generan resistencias. Éstas se suscriben como resistencias por la justicia y la memoria.
Las acciones que emprenden los familiares se suscriben como resistencias visibles y
reconocibles en medio de un espacio de aparición que, advertimos, no sólo es representado
por la calle como espacio público-político, ya que, como anunciábamos antes en función de
los argumentos que Butler, el espacio de aparición existe en el momento de la acción política.
Así, las acciones realizadas por las familias de las víctimas del 7 de julio de 2013 y que
aquí hemos nombrado: resistencias memoriales y de justicia que aparecen como acciones políti-
cas, tanto dentro de los espacios de manifestación pública como en los contornos más privados
de la organización colectiva y familiar.

481
Dalia Margarita Souza López

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484
TERRITORIOS DE DESAPARICIÓN Y ESCLAVITUD
Campos de reclutamiento forzado en Tala, Jalisco

Alejandra Guillén González1

Un problema que poco se aborda desde las ciencias sociales es el de las personas desapareci-
das en condiciones de trata en grupos criminales, debido principalmente por los riesgos y la
dificultad de obtener el testimonio de sobrevivientes. Este capítulo intenta acercarse a un caso
de personas esclavizadas, el de campos de entrenamiento localizados en Tala en 2017, porque
cimbra las nociones que existen sobre desaparición de personas, desdibuja los límites entre
víctimas y verdugos, da elementos para reflexionar sobre las nuevas subjetividades construidas
para esta “guerra”, sobre el uso de los cuerpos en un contexto de profundización del neolibe-
ralismo y acerca de nuevos sistemas de control y sometimiento.

Los acontecimientos-ruptura

En Tala la muerte ha estado presente al igual que en otros contextos de violencia contempo-
ráneos donde “por un lado los cadáveres recogidos en la calle y sometidos a una especie de
pública y macabra puesta en escena, por otro la pesadilla de las fosas comunes y de la oculta-
ción de los cuerpos”; de manera que normalmente hay una polaridad exhibición/ocultación de
los cuerpos (De Luna 2007: 49).
En tan sólo una década, los criminales han desplegado ambos repertorios de violencia
que implican tanto la exhibición de la crueldad en los cuerpos como el ocultamiento de estos
a través de desaparecer a las personas.
En la población de Ahuisculco, Tala, algunas mujeres relatan que el año 2012 fue un
punto de quiebre para la región. Ubican una coyuntura, “un acontecimiento explosivo” como
al que se refiere Reinhart Koselleck (2001), una experiencia única, sorprendente e irreversible
que trastoca todo el núcleo personal, familiar y social.

1 Periodista independiente.

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Alejandra Guillén González

Ese quiebre se refiere al día que vieron por las calles de Ahuisculco a hombres que pare-
cían muertos-vivientes y que les pedían ayuda. Eran hombres que acababan de escapar de sus
captores. Los tenían privados de su libertad en una casa del poblado de Ahuisculco, Tala. Días
antes los desaparecieron y durante días los torturaron. La finalidad era asesinarlos porque los
utilizarían para exhibir sus cuerpos profanados, amontonados, para comunicar un mensaje de
dominio a sus pares-hombres en disputa por el control territorial.
Después de este acontecimiento comenzaron a utilizar la desaparición de personas
como parte de su repertorio de violencia. Se rumoraba que a la mayoría se los llevaron a tra-
bajos forzados. De esas personas desaparecidas no se supo más. En 2017 se confirmó el rumor:
la empresa criminal que dominaba dicho territorio estaba desapareciendo hombres para entre-
narlos como sicarios y posteriormente obligarlos a trabajar con ellos.
Los campamentos donde localizaron hombres privados de su libertad para entrenarlos
como sicarios, en Tala, seguramente no es el único caso de desaparición-reclutamiento forzado
en Jalisco, pero sí es el primer caso conocido públicamente en la entidad en la historia reciente.
En contextos de violencia, el reclutamiento forzado es una práctica frecuente que retrata la
frase de “fila de corderos peleando al servicio de leones que se escudan en la retaguardia”. En
el conflicto armado colombiano, por ejemplo, los grupos armados reclutaron por la fuerza a
miles de menores de edad para convertirlos en niños soldado, quienes al estar en condiciones
de esclavitud reciben un trato de “extrema brutalidad”, “los drogan antes de enviarlos al com-
bate” e incluso los obligan a cometer atrocidades contra sus propias familias con tal de destruir
sus lazos comunitarios y familiares. A las niñas las obligan a estar al servicio de comandantes
o sufren violaciones en grupo (Alarcón-Palacio 2019). En distintos casos de reclutamiento
forzado el proceso comienza por deshumanizar a las personas que entrenarán como sicarios,
como combatientes, con ritos de iniciación basados en la crueldad hacia otras personas.
Aunque el artículo se centra en Tala, en realidad este municipio forma parte de un
territorio más amplio de dominio, que regionalmente podemos pensarlo desde las montañas
de la sierra de Ahuisculco/Navajas, en Tala, hasta la costa del Pacífico, en Puerto Vallarta. Es
uno de esos territorios donde ocurren atrocidades que convierten la vida de las personas en “un
infierno en la tierra”. Estos crímenes se realizan en las montañas de Tala, en parajes hermosos
convertidos en campos de concentración al aire libre donde se esconde, tortura, esclaviza y
elimina a personas desaparecidas.
Esto parece una especie de microsoberanía, de un nuevo orden de dominio que ha
desplegado una célula de la empresa mafiosa trasnacional llamada Cártel Jalisco Nueva
Generación a través de la violencia. Al tratarse de negocios globales, es necesario pensar que
son territorios estructurados por redes de espacios urbanos y rurales, nacionales y extranje-
ros. En el marco de esa red, el acercamiento en este texto es a esos espacios diseñados para la
dominación.
El territorio es la organización, primero social y luego conceptual de un espacio, o en
otros términos es la construcción social de un espacio, la articulación de relaciones con su

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Territorios de desaparición y esclavitud

asiento material y su inteligibilidad (J. Nievas 1994: 3). Me interesa pensar el territorio en fun-
ción de las relaciones de dominación que son resultado de un proceso histórico anclado en las
relaciones capitalistas, estatistas y patriarcales.2
Entonces se trata de un territorio con redes de espacios planeados para la disolución de
personas, donde se deshumaniza al otro o la otra para poder ejercer crueldad en sus cuerpos,
donde se facilita la esclavitud por tratarse de espacios ocultos; para construir subjetividades
necesarias para tener ejércitos que controlen territorios y aseguren la diversificación de nego-
cios para la empresa criminal.
Estos espacios son a la vez los lugares donde se vive la experiencia desaparecedora y
donde además se concreta la posibilidad de esclavizar a otras personas. Thomas Casadei (2018)
hace una revisión sobre las formas de esclavitud contemporánea y considera que hay tres ele-
mentos necesarios: 1) se pueden diferenciar a los esclavos de quien los posee; 2) el dominio, el
abuso o la violencia puede perpetuar el hecho de que una persona posea a otras; y 3) se reduce
a seres humanos a cosas o animales, su humanidad no es reconocida. Al desaparecer a las per-
sonas, ocultar sus cuerpos, profanarlos, se inicia un proceso de deshumanización.

Cuerpos para violencia expresiva

En 2012 se escaparon 18 jóvenes que estaban privados de su libertad en una casa de Ahuisculco,
Tala, que según las autoridades estaban en manos de una célula de la empresa criminal Los
Zetas.3 Los testimonios de los sobrevivientes ayudaron a que el gobierno de Jalisco localizara
camionetas con cuerpos desmembrados en Ixtlahuacán del Río: iban a ser colocados el 10 de
mayo en los Arcos del Milenio. Algunos jóvenes fueron decapitados vivos.4 Los cuerpos loca-
lizados en los vehículos eran en realidad una especie de “campo de exterminio ambulante”
(Reguillo 2012). Las víctimas habían desaparecido en Chapala y Jocotepec, municipio de la
ribera de Chapala, donde también usaron casas para mantener en cautiverio a las personas.
Desfigurar los cuerpos, romperlos, es un recurso para comunicar algún mensaje. Son
actos que más allá de quitar una vida, es una violencia que no se contenta con matar “porque
sería demasiado poco” y al destruir de ese modo el cuerpo singular, constituye el acto total del
fin no de la vida, sino de la condición humana (Caravero 2009: 32).
La crueldad en estos cuerpos busca exhibir el sufrimiento, construir una obediencia
ante el terror que les ayude a consolidar la idea de que son la empresa criminal dominante.

2 Existen otros abordajes más relacionados con las luchas comunitarias en defensa del territorio, desde una perspectiva de relación
sagrada con la naturaleza, pero no es la perspectiva que funciona para esta investigación.
3 Disponible en: www.proceso.com.mx/308835/valles-del-miedo.
4 Entrevista a Eduardo Mota Fonseca, quien era director del Servicio Médico Forense, realizada por la autora, Ciudad de México,
3 de junio de 2019.

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Alejandra Guillén González

Esto es un recurso utilizado para tratar de negociar con las autoridades el control del tráfico
y venta de drogas.
Uno de los detenidos por esta masacre es Juan Carlos Antonio Mercado el Chato,
quien vivía en Ahuisculco, municipio de Tala, Jalisco. Él se autodenominó como miembro
del Cártel del Milenio/Zeta5 y declaró ante medios de comunicación que sus jefes le habían
pedido desaparecer a un número específico de personas:
P: ¿En cuántos levantones participaste?
JC: Levanté a seis personas.
P: ¿Dónde los tenían?
JC: En una casa de Ahuisculco.
P: Te ubican como autor intelectual. ¿Por qué lo hiciste y cuánto te pagaron por ello?
JC: Ellos me ofrecieron 7 mil 500 por semana.
P: ¿Desde cuándo?
JC: Desde mediados de abril, que las personas iban a ser torturadas.
P: ¿Para qué?
JC: Para llevarlas a los Arcos del Milenio, nomás que no pudimos porque estaba lleno de
policías estatales, ya nos estaban siguiendo los pasos y no pudimos, la verdad, tirarlos.
P: ¿Cómo escogían a las víctimas?
JC: Al azar.
P: Son inocentes, entonces.
JC: Sí.
P: Cuál era la finalidad.
JC: Un mensaje, no sé.
P: ¿Qué mensaje?
JC: No sé, era para el gobierno, parece.
P: ¿A ti qué te dijeron?
JC: A mí me contrató Fernando, el que los torturaba.
P: ¿Tú los levantabas o qué más?
JC: Yo los levantaba y Fernando los torturaba. Él nomás decía “esta persona”.

La desaparición de personas elegidas al azar comenzó por lo menos tres semanas atrás
del hallazgo de los cadáveres. Los individuos que mantuvieron en cautiverio en casas de
Chapala y Ajijic, fueron asesinados. Los doce hombres que estaban en Ahuisculco lograron
escapar mientras sus captores dormían. Los pobladores los encontraron deambulando como

5 En ese momento, una de las células del Cártel del Milenio que se autodenominaba La Resistencia se unió con Los Zetas para pelear
por el negocio contra la célula de Los Torcidos, que posteriormente se convirtió en el Cártel Jalisco Nueva Generación. El diario
Mural publicó el 12 de mayo de 2012 el video de la presentación mediática de Juan Carlos Antonio Mercado, disponible en: www.
youtube.com/watch?v=yGxqe_61jIY.

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Territorios de desaparición y esclavitud

“zombies” por las calles, pidiendo ayuda, golpeados, sucios, con la ropa desgarrada.6 Los des-
criben como muertos vivientes, figura que se ha utilizado en otros contextos de violencia para
referirse a los sobrevivientes que, ante lo sufrido, parecen atrapados entre al abismo y la muerte.
Las fincas donde tenían a los hombres y mujeres en cautiverio son parte del dispositivo
desaparecedor. Son sitios destinados para desplegar las técnicas de crueldad en los cuerpos,
para destruir a las personas, para intentar despojarlas de su humanidad, para ejercer poder
sobre los cuerpos y finalmente asesinarlos.
Eduardo Mota Fonseca, quien trabajó en el Servicio Médico Forense del Instituto
Jalisciense de Ciencias Forenses entre 2004 y 2018, es testigo de los cuerpos violentados en
las dos primeras décadas del siglo XXI. Él considera que desde 2011 hubo “cambios radicales
en las prácticas de los delincuentes”; y le parece inexplicable que hayan asesinado de manera
brutal a los hombres que desaparecieron al azar en Chapala y Ajijic, “no tiene sentido, es pro-
bable que se droguen para realizar prácticas cada vez más sádicas”.
La otra célula de Los Valencia que en un principio era conocida como Los Torcidos
se autodenominó Cártel Jalisco Nueva Generación y logró el control del negocio en Jalisco
y en otros territorios de México. Esta empresa criminal utiliza la desaparición como práctica
común y con distintas finalidades. Una de ellas ha sido desaparecer para reclutar, esclavizar y
dominar a jóvenes que se incorporen a las filas de sus ejércitos de muerte.
Después de los desaparecidos al azar, en 2012, comenzó a haber otro tipo de desapa-
riciones en el municipio de Tala, ubicado a 50 kilómetros de la ciudad de Guadalajara. Esta
región comenzó a convertirse en un semillero de esclavos para distintas labores en el negocio
del grupo criminal Cártel Jalisco Nueva Generación, aunque esto lo supimos años después.

Los desaparecidos vivos: campos de esclavitud en Tala, Jalisco

Desde 2012, familiares de desaparecidos de Tala comenzaron a acercarse con sacerdotes para
contarles que grupos armados se habían llevado a sus seres queridos o que un amigo los había
invitado a una fiesta y ya no regresaron. Eran tantas madres buscando a sus hijos que uno de
los diáconos decidió organizar una misa para pedir por los desaparecidos. Las convocó a asistir
el 31 de agosto de 2014 al templo de San Francisco de Asís. Las familias llegaron con las foto-
grafías de sus hijos, las pegaron todas juntas y la misa se dedicó a los desaparecidos. Cristal,
quien busca a su hermano Javier Cisneros desaparecido desde 2013, recuerda que asistieron
alrededor de 60 familias.
La misa fue una irrupción contra el silencio y el disciplinamiento social que los crimi-
nales han tratado de imponer en la región Valles de Jalisco,7 donde se encuentra el municipio

6 Entrevista realizada a pobladores de Ahuisculco en septiembre de 2017.


7 La región Valles incluye los municipios de Ahualulco de Mercado, Amatitán, Ameca, San Juanito Escobedo, El Arenal, Cocula,
Etzatlán, Hostotipaquillo, Magdalena, San Marcos, San Martín Hidalgo, Tala, Tequila, Teuchitlán.

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de Tala. Al diácono lo amenazaron después de realizar la misa por los desaparecidos y se fue
del lugar. La mayoría de las familias volvieron a silenciar la situación y prefieren no hablar
públicamente. La pedagogía del terror ha tenido efecto. Sigue habiendo presencia y control
de grupos armados tipo paramilitares que no podrían operar sin, por lo menos, protección
municipal.
En la investigación que Rita Segato realizó sobre los crímenes de mujeres en Ciudad
Juárez, ella concluía que la continuidad de crímenes por al menos once años sin que su recurren-
cia sea perturbada requiere recursos humanos y materiales cuantiosos que involucran: “control
de una red de asociados extensa y leal, acceso a lugares de detención y tortura, vehículos para
el transporte de la víctima, acceso e influencia o poder de intimidación o chantaje sobre los
representantes del orden público en todos sus niveles, y sobre los miembros del gobierno y la
administración pública” (Segato 2006: 110).
Estos mismos elementos podemos encontrarlos en otros territorios donde ocurren crí-
menes como la desaparición de personas: hay una red de asociados extensa y leal, sitios para la
tortura, vehículos, vínculo o protección de autoridades de distintos niveles.
En Tala circulaban rumores desde 2012 que una célula criminal estaba desapareciendo
a hombres fuertes, conocedores del campo y de las armas, valientes, características que les
interesaban para obligarlos a trabajar en sembradíos de mariguana, de amapola, en narco
laboratorios, como sicarios. La posibilidad de que estén esclavizados provoca que sus familias
tengan miedo a denunciar, pues si sus seres queridos siguen vivos, corren el riesgo de que los
asesinen. Además, algunas personas cercanas están amenazadas. Esta estrategia abona a la
dominación territorial, pues intenta destruir la colectividad, la organización ante la violencia.
En 2017 los rumores del reclutamiento forzado se confirmaron: la Fiscalía de Jalisco
encontró campamentos de entrenamiento con hombres que tenían reporte de desaparición.
En la carpeta de investigación 1611/2017 hay cuatro relatos que echan luz sobre decenas de
hombres desaparecidos, retenidos en el monte contra su voluntad, algunos asesinados, otros
obligados a trabajar para el Cártel Jalisco Nueva Generación.
La desaparición de personas se utiliza como una estrategia de dominación de amplio
espectro, es la máxima expresión de la tortura, tiene la función de destruir y desquiciar al
sujeto arrebatándole su humanidad (Calveiro 2006: 64), trata de borrar el rastro de las personas
en su paso por esta tierra y de paralizar al mundo de los vivos, “sólo el poder de colonización
permite la exhibición del poder de muerte ante los destinados a permanecer vivos” (Segato
2006).
Estos despliegues de violencia se utilizan como recursos para rediseñar los territorios
con una lógica capitalista, que incluye el control de los cuerpos, entendidos también como
territorios. El negocio requiere cuerpos “dóciles, susceptibles de ser mandados, para que hagan
propio un proyecto que no es suyo, pero que ejecutan como si se les perteneciera y de él se
beneficiaran” (Inclán 2016: 24).

490
Territorios de desaparición y esclavitud

Pero estas desapariciones van más allá, buscan construir subjetividades violentas y a la
vez dóciles a la jerarquía, el CJNG ha construido escuelas para esto. ¿Qué tiene que vivir-sufrir
y aprender una persona para que sea capaz de cometer atrocidades?

Las vidas sacrificables

Entre los hombres que llegaron con engaños a estos campamentos había jornaleros, desem-
pleados, lavacarros, albañiles, cargadores del Mercado de Abastos, mexicanos deportados de
Estados Unidos, ex policías, ex militares, jóvenes con problemas de adicciones, centroamerica-
nos (principalmente de Honduras). También había muchos hombres que fueron reclutados en
el entorno del parque Agua Azul de Guadalajara, “si usted se da una vuelta, los indigentes ya
no están, muchos que estaban conmigo, eran de ahí, agarran todo, niños, lo que sea agarran.
Llegan unos de moto, les platican que hay un trabajo y se los llevan”.8
Aquí se confirma de alguna manera que se trata de poblaciones despreciadas, que por
años han vivido violencia estructural, histórica, que es justo esa violencia la que los coloca
como carne de cañón para sufrir violencias directas en el cuerpo hasta desaparecerlos, esclavi-
zarlos o destruirlos.
Uno de los sobrevivientes, a quien llamaremos Javier por cuestiones de seguridad,
trabajaba en un centro de rehabilitación. El salario no le alcanzaba y quería alejarse de ese
ambiente, así que buscó fuentes de empleo en redes sociales. En Facebook se unió a las pági-
nas Bolsa de Trabajo GDL y Trabajos Guadalajara. Por inbox lo contactaron para ofrecerle una
vacante de guardia de seguridad por cuatro mil pesos. Lo agregaron a un grupo de WhatsApp
con otras quince personas. Todos aceptaron y les pidieron entrenarse en el municipio de Tala,
que ahí les darían el dinero por adelantado.
A unos los recogieron en sus casas y a los foráneos en otros puntos de la ciudad. Al
llegar a la primera finca, les decían que estaban privados de su libertad. Según los recuerdos
de Javier:

Dimos vuelta rumbo a Tala, nos metimos en una brecha y llegamos a una finca abandonada, con
alambres de púas, palos de madera; había un hombre con cuerno de chivo que nos decía que siguié-
ramos hacia adentro. Observé que no había muebles, sólo personas en el piso, 38 amontonadas en el
suelo. Fue cuando me di cuenta que me había metido en un problema porque no era normal eso. Al
entrar al cuarto nos ordenaron guardar silencio y sentarnos, diciéndonos que no podíamos ni ir al
baño a menos que pidiéramos permiso. Éramos puras personas humildes y pobres, había gente que
tenían cara de malandrines y otros que tenían cara de que no tenían nada que perder en la vida. Me di
cuenta que había cruzado la línea de no regresar y que quizá pasaría algo malo, de hecho se percibía un

8 Testimonio anónimo de un hombre que logró tener mando en el CJNG.

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Alejandra Guillén González

olor extraño, se veía la mirada de tristeza y miseria en las personas (Declaración ministerial de Javier,
sobreviviente de los campamentos).

Javier se asume como parte de esos hombres pobres y humildes. La violencia ayuda a
que estas vidas sean sacrificables, “pone, digamos, el mecanismo para quitarlas, para elimi-
narlas. Aunque también podría ser sólo para construir la idea de que hay una población que
sobra, haciendo creer que hay personas excedentes y que se busca eliminarlas. Que con estas
personas se puede hacer todo porque habitan lugares de no-ser social” (Inclán 2016: 22).

El objetivo es más perverso, no se intenta eliminar a poblaciones, operación que sería más fácil por
otros medios, se intentan construir humanidades precarizadas, estructuradas por el sufrimiento. El
no-ser social de la población construida como sobrante autoriza no sólo su desprecio, también su
muerte lenta o su asesinato en masa, o el miserabilismo. El no-ser social vive en un estado de sitio y
de excepción, es el tiempo y el espacio de las poblaciones que se construyen en el imaginario como
sobrantes (Inclán 2016: 22).

Para lograr muertes crueles, en masa, se necesita adaptar circuitos de destrucción del
otro y diseñar estrategias para lograr subjetividades capaces de ejercer crueldad. Javier da
cuenta de ese momento en el que cruza “la línea de no regresar”, del momento en que entra a
uno de estos sitios del circuito del suplicio; espacios que nos recuerdan los centros de detención
de otros contextos de violencia (los chupaderos, los pozos, los lager) donde se mantiene a los
desaparecidos con escasa comida o alimentos podridos, con sed, sin posibilidad de ir al baño,
en hacinamiento, suciedad y sufriendo maltratos físicos y verbales.
Primo Levi describió las zonas grises de los campos de exterminio, ese espacio entre la
vida y la muerte, entre lo humano y lo no humano, un espacio excepcional poblado de vivos
murientes, del que es difícil salir. En los lager no había límites claros del mal y el bien, “el
nosotros” perdía sus límites, se pensaba que habría solidaridad de los compañeros en desven-
tura, pero éstos a quienes consideraban aliados, “eran mónadas sellados, y entre ellas una lucha
desesperada, oculta y continua. Esta revelación brusca [...] era tan dura que podía derribar de
un solo golpe la capacidad de resistencia” (Levi 2000: 16).
La empresa criminal Cártel Jalisco Nueva Generación ha construido un circuito des-
aparecedor, una red de espacio diseñados para deshumanizar, profanar cuerpos y esclavizar
personas. Esos espacios son operados por una red organizada encargada del reclutamiento for-
zado, que incluye personal encargado de diseñar ofertas laborales falsas, crear cuentas de redes
sociales falsas, hacer el primer contacto virtual, recoger a los hombres interesados, trasladarlos,
mantenerlos privados de su libertad, alimentarlos, golpearlos, amenazarlos, transportarlos y
resguardarlos en el monte o en distintas fincas, entrenarlos, elegir sitio para los campamentos
de entrenamiento y para hacer fosas donde depositar los cuerpos de quienes no les parecen
útiles o acusan de traidores. Aparte están todos los encargados de los distintos negocios. Es

492
Territorios de desaparición y esclavitud

decir, sólo para reclutar y esclavizar personas destinan una gran cantidad de recursos humanos
y económicos.
Los maltratos a los hombres comenzaban desde la primera finca a la que llegaban, pero
se intensificaba cuando llegaban al campamento en el cerro, “nos golpeaban todo el cuerpo,
me decían ‘vales verga, órale pendejos, perros’”, los ponían para dispararlos con gotcha o mata-
ban a los que intentaban escapar o porque se equivocaban en lo más mínimo:

Nos dejaron en un campamento a una hora del poblado Cuisillos […] donde nos hicieron dormir a
la intemperie, así como nos sometieron diciéndonos que teníamos que pedir permiso hasta para ir a
orinar y si no, nos golpeaban […] por lo que recuerdo un día íbamos cargando las cosas, nos des-
viamos a un arroyo y “El Momia” le dijo al “Checo”, que tenía tatuajes de las fechas de nacimiento
de su hija y en el cuello el nombre de sus hijos, “híncate esto es para que no desobedezcas mis órde-
nes”. Disparó y cayó muerto. Luego disparó a otro […] Los bajaron al arroyo, les quitaron la ropa y
siguieron instrucciones. Los pusieron en cama de leña con hojarasca y madera, prendieron fuego, nos
esperamos hasta que se quemaran completamente (Declaración ministerial de Javier).

Todo este entramado desaparecedor tiene una lógica económica. El capitalismo encarna
la mercancía en los cuerpos (los que sirven para explotar, los que merecen vivir, mal vivir,
morir, ser esclavos, desaparecidos), que acumula ganancias por despojo (de cuerpos, de tierras,
de la vida), que controla territorios a través del horrorismo (concepto de Adriana Caravero
2009), de la disputa por la violencia más tecnificada para lograr dominación y ganancias.
El uso instrumental del cuerpo para acumular capital puede tener distintos despliegues.
Por un lado, el negocio es directo al extorsionar, esclavizar, reclutar o vender a las personas;
por otro lado, el uso de la violencia y del dispositivo de la desaparición en particular permite
mantener un control simbólico y material de dominio, necesario para controlar territorios y
negocio. Los cuerpos se rayan, se profanan, para castigar, advertir, “limpiar” de personas que
consideran desechables (“limpiar” o “barrer” es otra manera de nombrar la desaparición y
eliminación de quienes el cártel considera que infringe sus reglas).
El primer joven que declaró en la audiencia por este caso, a quien llamaremos Martín,
contó que un tal “Ranchero” lo contrató para un trabajo de seguridad privada y lo fue a entre-
gar a sus captores, que lo llevaron a una “casa de arraigo [sic], donde me empezaron a dar vida
de perro, [me decían] que si sabía ‘a lo que vienes, cabrón’, ‘vienes a hacerte hombre, a hacer
unas reglas’. Y yo les voy a decir una cosa delante del juez, les juro que si me hubieran dado
buena tragazón, buena comida, buen armamento, no estuviera aquí, estuviera con ustedes tal
vez sentado de aquel lado”. Martín dijo esto en la audiencia ante el juez y donde también esta-
ban presentes los hombres detenidos durante los operativos de la Fiscalía de Jalisco y acusados
de desaparición por particulares y trata de personas. Al decir que estaría sentado de aquel lado,
da a entender que de haber recibido buen trato habría aceptado trabajar para el Cártel Jalisco
Nueva Generación. Del otro lado, el abogado defensor de los hombres detenidos argumentaba

493
Alejandra Guillén González

que algunos seguían siendo víctimas y que no había claridad para determinar quiénes eran
culpables y quiénes estaban haciendo trabajo esclavo.
Esto nos hace pensar que también buscan hombres doblegados, dominados, pero entre-
nados para destruir a otros, que sean empleados que obedezcan en lo absoluto y que a la vez
son los sacrificables, los desechables. ¿Qué tipo de subjetividades necesitan para esta guerra,
para este negocio? ¿Cómo diseñan estas estrategias de destruir su psique?
En los campamentos, los hombres privados de su libertad estaban clasificados por
nuevos, seminuevos y viejos. Los nuevos eran los más golpeados y siempre eran vigilados
por hombres armados. El tiempo que Javier estuvo en cautiverio descubrió que sus captores
también fueron atrapados con engaños de empleo pero que con el tiempo se convirtieron en
empleados del cártel:

Lo sé porque arriba vi quién tenía mando, que ya habían salido y regresado, que había jerarquías. No
importaba que te tomaran confianza, la prueba de fuego para ser de ellos era regresar a trabajar con
ellos.
De esa casa comenzaron a sacarnos por montones para llenar trocas. De la carretera por Cuisillos nos
llevaron a Navajas, a otra finca grande, con portón de fierro como de ganado, un metro de alto, no
terminada. Había un señor con sombrero como de campesino que nos gritó: “¡A ver hijos de su… en
línea… ámonos, en caliente! ¿Alguien sabe por qué chingados está aquí?” Yo no podía decir nada, me
podían matar. Agarró el cuerno y disparó hacia arriba de todos nosotros: “¡A todos les voy a dar vaca-
ciones a la verga, si regresan aquí va a haber chamba y si no, a chingar a su madre! ¿Quién se quiere ir
ahorita?” Nadie dijo nada.
Uno me traía en jaque, me gritaba “¡ándale moreno, témplate!” Templarse significa agilizarse, actuar,
hacer las cosas con inteligencia. Avanzamos hasta la cima, llegamos al campamento que me dio
aspecto como de los campos forestales en Estados Unidos, siendo una propiedad privada que una
señora le rentaba al del sombrero.

La organización de estos campamentos es parecida a la estructura de las sociedades


secretas principalmente en cuanto a formar jerarquías con los grados de iniciación, al control
de la vida de todos los integrantes y a la exigencia de obediencia sin reversas (Segato 2006: 120).
Se hacen grupos de iniciados, rodeados por por semi-iniciados y así sucesivamente.
Que los hombres encargados del suplicio hayan sido víctimas previamente da cuenta
de una estrategia para construir subjetividades violentas, para que esas personas esclavizadas
sean después capaces de someter, dominar y hasta asesinar-destruir a otros. Buscan subjeti-
vidades dóciles a la jerarquía de la empresa, pero capaces de ser sicarios con todo lo que esto
implica. La crueldad es también una manera de entrenar estas subjetividades. Los que no
quieren someterse o que no les parecen útiles para estas labores, son asesinados e incinerados.
No se trata de un asunto de buenos y malos. Es mucho más complejo, como bien lo
relata Javier cuando cuenta lo que tuvo que hacer para sobrevivir:

494
Territorios de desaparición y esclavitud

Vi la oportunidad de acercarme al encargado, estaba decidido a no ser maltratado ni morirme allá


arriba si es que iba a pasar algo. Estaba dispuesto a sobrevivir. Comencé a hacerles plática y a des-
tacarme, a ganarme su confianza. Había pistoleros por todos lados. Cualquier persona tratando de
sobrevivir va a destacarse para no ser agredida. Comencé a tener temor y a dudar de la forma en que
empecé a tratar de sobrevivir en el infierno. Pensé que me había metido más a fondo con esas personas
por no correr el riesgo de que me mataran, pero al mismo tiempo me aventé una soga al cuello porque
me veían con confianza y me verían como traidor si no regresaba.
Ese tiempo me pasó lo peor en toda mi vida: como a las dos, entró la voz de El Sapo (el jefe de la plaza).
“Adelante hijos de su chingada madre ¿quién quiere irse? Les voy a dar tres mil y a su casa, y a chingar
a su madre”. En eso [unos] empiezan a levantar la mano, advirtiéndoles que si estaban seguros. Eran
tres del Estado de México, el gordito que llegó conmigo y que ahora sé que su nombre es Ignacio, los
dos guachos de Durango, un chavo de 17 años de Guadalajara, un ex policía de Zapopan, otros que
no conozco su nombre y El Catracho que ya había regresado de vacaciones. De hecho, El Mojo le
preguntó si estaba seguro de levantar la mano y él dijo que sí, que quería ir a ver a su hijo a Honduras.
El Sapo dijo “ya está, vas a llegar más rápido”. Yo reconozco a todos, fueron 14 en total, los sentaron en
una choza frente a los dormitorios y les dijeron que no se movieran. A los demás nos sentaron en otra
choza. Llegó una Cheyenne gris con placas de Estados Unidos y dos sujetos con pistolas tipo escuadra.
Uno era El Greñas (muchacho de 20 o 21, cara de niño, mano derecha de El Sapo) que les gritó a los
que se querían ir: “A ver cabrones, pónganse a pelear todos contra todos”, y comenzaron a hacerlo,
el que cayera iba a morir. Al primero que cayó le decían La Jaina (chaparrito, 1.70, nariz grande,
cara grande, güero, pelo por todos lados, indigente de Guadalajara), cayó noqueado de rodillas. Le
dieron de balazos. Luego El Guachito, alto, narizón; cuando vio que le iban a tirar, gritó: “¡nooo!”,
levantando las manos en señal de defensa. Le dieron dos balazos. Después Nopal, Toño, Chucho y
El 18 abrieron fuego contra todos, entre ellos un ex policía. Al último quedó un niño de 17 años con
las manos metidas entre las piernas, cabeza agachada, meciéndose. Se acercaron a verlo porque quedó
vivo. Le dijo El Pitayo “estos putos te dijeron que dijeras que te querías ir”. Sacado de onda, respondió
“ajá”, y el muchacho pidió llorando “es que quiero ver a mi hermanita y mi mamá”. Le dieron un
balazo. Entre los muertos estaban Ignacio, que llegó conmigo el primer día, y Ernesto. Al taquero
también le dieron un balazo por la espalda, siendo entonces ya 15 muertos. A los que por miedo no
manifestamos querer irnos nos hicieron llevar los cuerpos. Duramos hora y media porque había unos
muy pesados, teníamos que arrastrarlos para echarlos a los elotes.

Echarlos a los elotes significaba echar los cadáveres a la leña. El fuego como instru-
mento para concretar la desaparición, esto es, tratando de eliminar el cuerpo. Lo que hasta el
momento sabemos sobre los campos de entrenamiento de la sierra de Ahuisculco parece tener
colindancias con otros espacios desaparecedores donde la experiencia transita entre lo humano
y lo inhumano, de vivos murientes que difícilmente sobrevivirán para contarlo.
En los campos de entrenamiento de Tala, en pleno siglo XXI, se desdibuja ese mundo
de víctimas y verdugos. La estrategia para desaparecer personas incluye transformar a las

495
Alejandra Guillén González

víctimas en verdugos, romper todos los lazos solidarios entre los hombres privados de su liber-
tad poniendo situaciones en las que sólo podrán sobrevivir quienes se conviertan en verdugos,
en quienes acepten trabajar para ellos. Una de las fuentes anónimas que se consultó para esta
investigación lo resume así: “saben cómo romperles el alma para convertirlos en hombres
sanguinarios”.
Lo que Javier describe en su esfuerzo por sobrevivir es que tuvo que maltratar a otros
hombres que estaban en las mismas condiciones que él. Tenía que “destacarse” e ir ganándose
la confianza de los captores para mantenerse con vida. Sólo él sabe lo que tuvo que hacer para
sobrevivir. Logró escapar en un escenario donde no parece haber grietas:

Cuando me escapé me fui muy lejos porque sabía que donde me vieran me iban a matar. Pensé que
si iba directamente al gobierno ellos me iban a entregar al cártel, y después de un tiempo salió a la
luz en las noticias que alguien estuvo en la misma situación que yo y se animó a hablar, y pues yo dije
que mi objetivo al escapar de allá arriba era tratar de brindarle paz y tranquilidad a aquellas perso-
nas que perdieron la pista de sus seres queridos. Muchos de ellos son las personas que yo vi calcinar
y que nadie de sus familiares se dio cuenta cómo murieron y cómo desaparecieron a menos que yo
hable, entonces voy a arriesgarme a platicar mi historia y llevar un poco de paz a sus familias y que
no sigan esperanzados a que van a encontrarlos. Fue que me comuniqué con la Fiscalía de Jalisco y les
comenté que yo también fui privado de mi libertad en la sierra de Navajas por el Cártel Jalisco Nueva
Generación (CJNG) y que podía identificar a 17 desaparecidos que vi con mis propios ojos morir en las
manos de nuestros captores.

A pesar del riesgo, Javier decidió narrar su historia, por la necesidad del relato, de hablar
del horror que sufrió (sin su palabra no sabríamos lo que ocurrió en la sierra de Ahuisculco/
Navajas); y por compasión con las familias de los desaparecidos, ya que expresó su motivación
de “identificar a 17 desaparecidos que vi con mis propios ojos morir”.
La dominación en estos campamentos no provocaba la solidaridad entre los hombres
en cautiverio. Como en los campos de concentración nazi, son sistemas concentracionarios
que tienen como finalidad destruir la resistencia de los hombres privados de su libertad (Levi
2000: 17). Lo escalofriante es que para resguardar la vida es necesario profanar otras vidas;
en la medida en que se transforman o consiguen la simpatía de los captores, logran mejo-
res tratos, pero nunca dejan de ser personas/cuerpos desaparecidos y esclavizados, a quienes
además los obligan a asesinar, descuartizar e incinerar a sus compañeros. Así, la culpa recae
en ellos y los entrenan para que se conviertan en sicarios. Esto no es garantía de que no los
asesinen. Lo que sabemos de Tala abre la pregunta de cómo estructuran esta estrategia para
convertir a las víctimas en victimarios, si detrás existe entrenamiento militar o personas espe-
cializadas en destruir la subjetividad de las personas.
En los campamentos asesinan a los que consideran enemigos, traidores o débiles, pero
no les basta con que mueran, sino que deben morir en el tormento. Los vivos son cuerpos

496
Territorios de desaparición y esclavitud

esclavizados, con la psique, el cuerpo, el espíritu atormentado. Deshumanizan (y destruyen) a


los muertos y a los vivos.

Se instalan nuevas formas de dominio

Los campamentos se conocieron, se desmontaron, pero el crimen organizado continuó


teniendo el control territorial y posteriormente construyó nuevos campamentos. En el muni-
cipio de Tala no es posible hablar de esto. Para ello se requieren personas que como acto de
resistencia tratan de narrar lo vivido en ese municipio.
En una reunión realizada en 2020 con Laura y Jorge, habitantes de Tala, ambos afir-
man que la situación de violencia ha empeorado.
¿Por qué han ocurrido hechos de extrema violencia en Tala? “Porque es como una
Jerusalén –dice Laura9–, es el ombligo de toda una región, es una zona peleada territorial-
mente desde hace años”. Jorge menciona en la misma charla que particularmente las poblacio-
nes de Ahuisculco y Navajas son estratégicas para el negocio de las drogas desde tiempos del
cártel Guadalajara, cuando Rafael Caro Quintero se instaló en un predio conocido como La
Reserva en los años setenta. “La sierra era el paso de toda la cocaína que llegaba por el Pacífico,
principalmente del puerto de Manzanillo. Era un lugar para almacenar. Actualmente ya no es
sólo la cocaína sino también de materia prima para drogas sintéticas”.10
Sin embargo en tiempos del Cártel Guadalajara o del Cártel de Sinaloa, quienes tra-
bajaban para el crimen organizado sólo era notorio porque “había cambios radicales en su
vivienda o en la compra de carros de lujos; ahora ya andan armados por todo el pueblo, sin
que podamos voltear a verlos siquiera”. El problema, agrega Jorge, es que la población ya no
parece espantarse ante hombres armados, “¿quién les dice algo? Nadie, se está normalizando.
La vida en Tala ha cambiado, los niños ya no pueden salir a jugar porque hay mucho riesgo”.
Estas empresas criminales no sólo actúan por medio de la violencia. También logran
tener su base social a través de dos vías, dando despensas, regalos o cubriendo necesidades de
ciertas personas, o asumiéndose como justicieros, lo que implica que realicen las conocidas
“limpias” sociales. Existen personas que les llaman para pedirles ayuda con los ruidosos, los
que roban, los que no pagan… Y esas limpias implican asesinatos, desaparición, tortura y
crueldad:

Nunca he vivido una guerra civil, de un país contra otro, pero podría compararlo con vivir en guerra,
¿no? Vives con miedo, con incertidumbre, yo conozco por lo menos a cuatro personas desaparecidas.

9 El nombre ha sido modificado por cuestiones de seguridad, pues incluso la entrevista tuvo que realizarse fuera del municipio de
Tala. Entrevista a Laura y Jorge realizada en septiembre de 2020.
10 Entrevista a Jorge, realizada por la autora en septiembre de 2020.

497
Alejandra Guillén González

Estoy seguro que todas las personas en el municpio han perdido a alguien conocido o saben de alguien
que puede estar desaparecido. Si lo equiparo con una guerra, sí, porque ahí te defiendes y haces tu
defensa, pero aquí no es así.
Vivir en Tala es convivir con estas personas pensando que en cualquier momento te va a tocar, ellos
llaman “limpiar la zona” a desaparecer personas a quienes consideran un peligro o un riesgo.

Tala no es actualmente un lugar donde externos podamos indagar más sobre la vida
cotidiana. Aunque las actividades cotidianas continúan, la realidad es que el territorio está
controlado por personas que vigilan y no se puede hablar del problema en el lugar. Por lo poco
que sabemos a través de Laura y Jorge, la dominación y el control de la población se consolida.
Las redes de espacios en esta región se han ido diseñando para la dominación a través
de la violencia extrema, como los campos de concentración y exterminio, que buscan destruir
a las personas, reducirlas desde la perspectiva de los sujetos capitalistas a una categoría inferior,
para de esta forma ser capaces de eliminar a las personas.
Este nuevo modelo busca sustituir una forma de vida por otra, trata de desconfigurar
el tejido social, las redes solidarias, de gozo y hasta de potencia de resistencia que le dan sen-
tido al espacio tiempo, aquí y ahora. Entonces pienso en esos territorios como proyectos de
desterritorialización, donde ya no se siembra, se camina o se protege el bosque, la vida, sino
que se eliminan esas prácticas por otras, en vez de ir a meterse al río o de sembrar milpa, ahora
buscan eliminar personas, construir esclavos-sicarios-obedientes.
Lo anterior no abarca la totalidad de espacios, sujetos y redes que existen en deter-
minado territorio. No todas las personas que habitan el espacio material sufren la anulación
de sus derechos y de la vida digna, sin embargo cualquiera está expuesto a caer en esa red de
espacios, que se convierte como una especie de Triángulo de las Bermudas, como un espa-
cio paralelo que co-existe pero del que nada se sabe. Es, como dije anteriormente, un nuevo
proyecto territorializante que se impone y consolida con el tiempo, dependiendo también si
existen luchas y resistencias ante esos nuevos intentos de dominación.

Conclusiones

Los hechos en Tala nos dan a conocer los distintos usos de la desaparición de personas que
proyectan cómo la figura del desaparecido se ha transformado en este sistema económico neo-
liberal y que el concepto se utiliza para nombrar diversas realidades.

498
Territorios de desaparición y esclavitud

En estos despliegues de violencia en Jalisco, la fuerza física y el poder simbólico de la


dominación se ejercen en los cuerpos. Sayak Valencia (2010) hace este vínculo de los cuer-
pos marcados por la violencia en el contexto de lo que llama capitalismo gore, el cual está
basado en depredar los cuerpos por medio de la violencia más explícita como herramienta del
necroempoderamiento.

Los cuerpos son concebidos como productos de intercambio que alteran y rompen las lógicas del
proceso de producción del capital, ya que subvierten los términos de éste al sacar de juego la fase de
producción de la mercancía, sustituyéndola por una mercancía encarnada literalmente por el cuerpo y
la vida humana, a través de técnicas predatorias de violencia extrema como el secuestro o el asesinato
por encargo (Valencia 2010).

Todo este circuito de violencia desterritorializa al buscar romper las relaciones solida-
rias de las comunidades, de manera que las empresas criminales aseguren la acumulación del
capital. La reterritorialización configura otras formas de vivir y de relacionarse con la vida,
construye otras subjetividades que florecen por el deseo del consumo, “esos espacios superfluos
de posesión catalizan la violencia” (Inclán 2016: 26).
Para Daniel Inclán, la pobreza no es lo que genera la violencia cruel, sino la imposi-
bilidad y el fracaso para cumplir un deseo irrealizable, los resentimientos sociales acumu-
lados, la continuidad de las violencias de colonización, desprecios mutuos que se dirigen
hacia lo que consideran inferior: las muertes, los niños, los anormales, los ancianos. “No es
casual que el patrón de acumulación en el que estas violencias se reproducen sea el neoliberal.
El neoliberalismo no sólo generó una transferencia acelerada de riqueza social a un pequeño
sector de la sociedad, también construyó condiciones para ser un modelo social deseado. El
neoliberalismo se padece, al tiempo que también se desea. Dos son sus grandes mecanismos
de inoculación: el consumo de masas y el ensueño tecnológico” (Inclán 2016: 26).
Estos negocios requieren la construcción de nuevas subjetividades, tal vez una de las
peores consecuencias del capitalismo, por la construcción de sujetos ultraviolentos y demole-
dores que mantienen la expansión de ideales truncados de humanidad y subjetividad. En esta
producción de cuerpos endriagos se asegura la reterritorialización económica y colonialista
(Valencia 2010: 57).
La conjunción de situaciones de pobreza, necesidad de reconocimiento y de consumo,
conforma “jóvenes víctimas y victimario que engrosan la estadística del horror” (Reguillo
2012).
Todo lo anterior supone que los sujetos consienten convertirse en empleados de empre-
sas del narcotráfico. El reclutamiento forzado que existió en los campamentos de Tala nos abre
preguntas sobre lo que implica mantenerse vivo en contextos de cautiverio. Lo que alcanza-
mos a percibir a través del testimonio de los sobrevivientes es que conocemos de los asesinados
porque se rebelan o porque no sirven para el “jale” que les encomiendan, y los que logran

499
Alejandra Guillén González

mantenerse vivos por seguir las órdenes de los captores. Captores que, semanas atrás, eran
víctimas. Las víctimas transformadas en victimarios (están amenazadas incluso sus familias).
¿Cuándo se cruza el umbral? Si esta situación nos pone frente a uno de los desafíos más grandes
de resolver sobre el problema de personas desaparecidas y de las nuevas formas de esclavitud.
En la lógica de acumulación de capital, lo importante es que todos estos sujetos estén
dispuestos a dar su vida y su cuerpo para generar riqueza.
Los negocios del crimen organizado en México aseguran su ganancia a través de la
violencia sobregirada y la crueldad ultra especializada, que se implanta como formas de vida
cotidianas en ciertas localizaciones geopolíticas a fin de obtener reconocimiento y legitimidad
económica (Valencia 2010: 58).
Tanto los que deciden trabajar como los que son obligados, son el eslabón que se encarga
de sembrar crueldad, los que ayudan a que se reproduzca, a que el negocio continúe mientras
ellos vigilan, cocinan, venden, matan, desaparecen, son los que disponen de su imaginación
para demostrar a otros hombres que pueden ser más fuertes, más crueles, más poderosos, más
dominantes, que ese territorio es de ellos, que el negocio es para su grupo, que son los machos
alfa en la comarca (recordemos que a Martín le decían en cautiverio “aquí vienes a hacerte
hombre”). Su grupo les da identidad. Esta posibilidad incluye que su vida también pueda per-
derse en los mismos circuitos de crueldad-competencia-demostración entre grupos, machos,
con necesidad de demostrar poder.
Por último, el reclutamiento forzado o la esclavitud no necesariamente responden a
que estas empresas quieran acumular capital a través de la esclavitud. Aunque puede ser una
variable, es probable que responda más a que necesitan incrementar el número de personas
que integran sus ejércitos, pues probablemente muchos han sido asesinados, desaparecidos,
han quedado discapacitados, con algún problema mental, o huyeron con todo y sus familias.
El negocio del crimen organizado no puede existir si no hay control territorial y pro-
tección política. Por eso la violencia es clave: para expulsar a la competencia, para amenazar
autoridades, para dominar a la población y que no colabore con otras empresas o que no se
rebelen contra ellos, porque las armas les permiten tener el control del negocio de drogas, pero
no sólo, pues gracias a este poder han logrado diversificar sus negocios. Y aquí es donde regre-
samos al poder económico de los cuerpos y la vida: porque roban cuerpos para esclavizarlos,
porque roban mujeres para fines de esclavitud sexual o de otros eslabones de trabajo, porque
sin esos cuerpos destructores-destruidos no podrían asegurar el control territorial y por ende
el negocio.
Aunque exista la intención de “hacer como si las personas no hubieran nacido”, no es
posible concretarlo gracias a que siempre hay comunidades políticas de búsqueda que traen la
memoria de las personas desaparecidas al mundo de los vivos y que recuerdan su existencia al
resto de la sociedad.

500
Territorios de desaparición y esclavitud

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501
Alejandra Guillén González

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502
LAS SOCIEDADES RURALES ANTE LA 4T ¿NUEVA FASE
DEL NEOLIBERALISMO?
¿LA CUARTA TRANSFORMACIÓN O LA TRANSFORMACIÓN DE CUARTA?
Continuidades y simulaciones neoliberales en
el “periodo posneoliberal” mexicano

Juan Carlos Ruiz Guadalajara1

Replanteamiento del problema

Ante todo, una declaración metodológica: la versión final de este ensayo ha sido reformulada
desde la incertidumbre, es decir, desde el más complejo de los escenarios que pueda tener
cualquier análisis social. Dicho de otra manera, este ensayo ha tenido como telón de fondo la
pandemia de Covid-19, proceso inédito en muchos aspectos y que ha provocado una intensi-
ficación de las especulaciones en torno al futuro del neoliberalismo, esa doctrina económica
que fuera calificada en 1998 por Pierre Bourdieu como la utopía de una explotación sin límites.
(Bourdieu 1998: 3) En su planteamiento original el texto se circunscribía al análisis de tres
elementos: primero, los factores políticos y económicos que en México hicieron posible, desde
los años ochenta del siglo XX, el desarrollo de procesos de reforma estructural necesarios para
la instauración y avance del modelo neoliberal; segundo, los megaproyectos como manifes-
taciones objetivas de dichas reformas, los cuales se han traducido en dinámicas de despojo y
destrucción de territorios y sus bioculturalidades, mismos que han sido sujetos a una agresiva
mercantilización; y tercero, la exploración de la posible continuidad de los anteriores elementos
en las políticas públicas del gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador, quien
ha declarado el fin del neoliberalismo como uno de sus objetivos de transformación histórica
de México. En estos espacios de análisis quedaba manifiesto el papel que desde entonces y
hasta ahora ha jugado el neoextractivismo, entendido como una modalidad del extractivismo
clásico que, sustentado en el modelo neoliberal, la tecnociencia y la demanda global de bienes
y materias primas, sustancialmente las primarias clasificadas como commodities, ha profundi-
zado, como nunca antes en la historia, las capacidades de acumulación de capital por la vía de
lo que David Harvey definió como acumulación por desposesión, modificando las formas
de organización del trabajo y de la explotación de la naturaleza para alcanzar impactos sociales

1 El Colegio de San Luis, A.C.

505
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

y ambientales inéditos.2 Sin renunciar al anterior esquema, lo que ahora he incorporado como
nuevo elemento de análisis tiene que ver con la disputa por el sentido de la realidad que pro-
tagoniza la fuerza política que llegó al poder el 1 de diciembre de 2018, disputa encabezada
directamente por la figura de López Obrador.

La disputa por el sentido de la realidad

Entre sus muy variadas estrategias políticas de comunicación social, el actual gobierno pre-
tende implantar una narrativa de cambio de régimen que, como veremos, al día de hoy no se
verifica en la realidad, sobre todo en aquellos aspectos asociados a la promesa de erradicar el
programa neoliberal como eje de la política pública y con ello detener sus más nocivos efectos.
En el entramado discursivo que López Obrador utiliza como presidente es posible apreciar
una extraña combinación de recursos simbólicos, en los que se mezclan una personal lectura
nacionalista de la historia de México con la proclamación de la llegada de una nueva era deno-
minada como posneoliberal. En el fondo, esta lectura es de carácter enunciativo, mas no el
resultado de cambios o transformaciones ya verificados o en proceso de realización, es decir,
se trata de un discurso político más cercano a la propaganda pero que ha logrado arraigar
con gran eficacia en el imaginario social de amplios sectores de la población mexicana, sobre
todo en aquellos que han construido una incondicional lealtad al nuevo gobierno a partir del
incontrovertible carácter de honestidad del actual presidente.
Esto último ha sido el más poderoso capital simbólico de López Obrador, incluso al
grado de haber constituido el ingrediente central de su abrumadora victoria electoral en 2018.
De hecho, la praxis sin concesiones de la honestidad como norma de vida personal y pública
le ha permitido a López Obrador apuntalar su narrativa nacionalista de cambio con base en
la idea de una Cuarta Transformación de la vida pública de México. El eje de esta mirada
se sustenta en una especie de revolución moral, la cual implica erradicar lo que el presidente
considera como el mayor de los problemas de México, la corrupción, así como todos aquellos
factores estructurales que le han servido de sustento, principalmente el régimen neoliberal.
La proclamación de esa Cuarta Transformación histórica de México ha quedado oficializada
en el mismísimo Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, publicado en el Diario Oficial de la
Federación:

[...] Hemos llamado a este mandato popular y social la Cuarta Transformación, porque así como a
nuestros antepasados les correspondió construir modelos de sociedad para remplazar el orden colonial,

2 Para un resumen del concepto de acumulación por desposesión, véase Harvey (2005), donde el autor denomina “acumulación
por desposesión” a la continuidad y permanencia histórica de las prácticas depredadoras denominadas por el marxismo como
acumulación “primitiva” o acumulación “originaria”.

506
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

el conservadurismo aliado a la intervención extranjera y el Porfiriato, a nosotros nos toca edificar lo


que sigue tras la bancarrota neoliberal, que no es exclusiva de México, aunque en nuestro país sea más
rotunda y evidente [...].3

La asociación causal entre neoliberalismo y corrupción ha sido, por tanto, uno de los
ejes de la narrativa presidencial en su disputa por el sentido de la realidad, aunque con leja-
nos antecedentes, pues López Obrador la ha utilizado como arma discursiva a lo largo de
su trayectoria política. De ello ha dejado múltiples testimonios que permiten corroborar la
persistencia de su ideario en cuanto a su lectura de la corrupción como el mayor de los males
de México. Ya desde 2007, por ejemplo, al escribir sobre el combate a la corrupción, afirmó su
voluntad de

[...] No permitir que se sigan robando el presupuesto que es dinero del pueblo. Siempre he sostenido
que nada ha dañado más al país que la deshonestidad de los gobernantes, que esa es la causa principal
de la desigualdad social y económica. Siempre he creído, también, que la corrupción hay que comba-
tirla no sólo por razones de índole moral, sino porque ello permite liberar fondos para el desarrollo [...]
(López Obrador 2007: 194).

La idea es reiterada por López Obrador en casi todos sus libros, como el que escribió en
2017 previo a su triunfo electoral: “[...] reafirmo mi postura de que la corrupción es el princi-
pal problema de México [...]” (López Obrador 2017: 9). Incluso en su último libro, Hacia una
economía moral, escrito ya como presidente en funciones, López Obrador dedicó el primer
capítulo, titulado “La corrupción, el principal problema de México”, a reiterar su idea ahora
mediante la realización de un ejercicio de distorsión histórica sobre los orígenes y trayectoria
de la corrupción mexicana, estableciendo implícitamente que esta práctica hundía sus raíces
en México con la llegada de Hernán Cortés a costas de Veracruz (López Obrador 2019: 25-41).
Esta visión nacionalista de la historia, presente en todos sus escritos pero llevada al extremo
con la invención de la idea de la Cuarta Transformación, es hasta ahora uno de los mensajes
más exitosos de López Obrador frente a sus millones de seguidores.
Un proceso similar se aprecia en lo que se refiere a la interpretación del neoliberalismo,
programa económico que López Obrador ha definido como una “política de pillaje” impuesta
desde el exterior y operada por el relevo generacional de tecnócratas mexicanos entrenados
en Estados Unidos (López Obrador 2008: 89-92). Sin embargo, en su crítica constante al neo-
liberalismo López Obrador acusa rasgos de ambigüedad. Por ejemplo, en su libro La gran
tentación. El petróleo de México, escrito y publicado en 2008, afirmó que a diferencia de otros
países que se insertaron en la globalidad gradualmente, atendiendo a sus específicas realidades
y protegiendo sus intereses estratégicos, en México, por el contrario, “[...] los tecnócratas se

3 “Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024”, Diario Oficial de la Federación, 12 de julio de 2019, p. 12.

507
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

adhirieron a la globalización sin ninguna reserva o condición [...]” (López Obrador 2008: 97).
Frente a lo que califica de fundamentalismo tecnocrático practicado por una nueva genera-
ción de funcionarios surgidos a la vida política durante la debacle económica del sexenio de
Miguel de la Madrid, López Obrador estableció que el neoliberalismo como doctrina econó-
mica demostró su fracaso en México al haber provocado un estancamiento del crecimiento
económico y un histórico aumento de la desigualdad, entre otros efectos desastrosos.
Pero dicho fracaso parece explicarse, de acuerdo con López Obrador, no necesaria-
mente por las características del modelo neoliberal, sino por la deshonestidad de la nueva clase
político-tecnocrática que llegó al poder con Carlos Salinas. En el mismo 2008 afirmó que “[...]
más allá de los defectos estructurales del modelo neoliberal, el escaso crecimiento de la econo-
mía en el país debe localizarse en el mal manejo de la política económica y en la corrupción
gubernamental [...]” (idem), idea que reitera líneas adelante al afirmar que “[...] la inviabilidad
del modelo neoliberal aplicado en México tiene que ver con la exorbitante corrupción guber-
namental, que se ha producido durante este periodo [...]” (idem). Esta concepción fue reiterada
por López Obrador en subsiguientes escritos. Destaca, por ejemplo, lo que sobre el tema escri-
bió en 2017 en su libro La salida, el manifiesto más claro de sus principios políticos y de lo que
sería su plan de gobierno en caso de ganar las elecciones presidenciales, lo que sucedió meses
después: “[...] Aun cuando el neoliberalismo se aplica en casi todo el mundo, lo peculiar o lo
característico de México es que este llamado ‘nuevo paradigma’ fue utilizado de parapeto para
llevar a cabo los robos más grandes que se hayan registrado en la historia del país [...]”. (López
Obrador 2017: 15-16).
Al igual que con su idea de la corrupción, es en su último libro, Hacia una economía
moral, donde López Obrador reafirma y profundiza su narrativa sobre el neoliberalismo. De
hecho, el capítulo segundo de esa obra se intitula “El fracaso del modelo económico neolibe-
ral”, en él su autor despliega una serie de datos duros econométricos para demostrar el fracaso
del neoliberalismo en cuanto a crecimiento económico y redistribución de la riqueza, además
de las consecuencias sociales y ambientales que más de tres décadas de aplicación de dicho
modelo han acarreado a México (López Obrador 2019: 43-61).4 Esas ideas se reiteran en el Plan
Nacional de Desarrollo, donde López Obrador afirmó que los gobiernos neoliberales fueron
reprobados por lo que denominó como su fetiche, a saber, las cifras macroeconómicas. Tras
concluir que el mayor desastre que a México trajo la aplicación de 36 años de la receta neolibe-
ral había sido la destrucción del contrato social de la posrevolución, López Obrador sentenció
categórico lo siguiente:

4 El autor hace un recuento cuantitativo de los saldos del neoliberalismo en México, destacando el crecimiento de la pobreza, la
concentración de la riqueza en un grupo minoritario, el desmantelamiento del Estado de bienestar y el saqueo de los recursos del
país. Esta lectura económica de carácter local es coincidente con el análisis global que David Harvey realiza sobre el neoliberalismo,
y que denomina irónicamente como “Hazañas neoliberales” (2015: 169-181).

508
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

[...] México fue uno de los países en los que este modelo fue aplicado de manera más encarnizada,
brutal y destructiva, y uno en los que duró más tiempo. Ello fue así porque la pequeña élite político-
empresarial que lo impuso se adueñó de las instituciones y se perpetuó en ellas mediante sucesivos
fraudes electorales. Pero ese largo y oscuro periodo terminó. En la elección del 1 de julio de 2018 el pueblo
de México determinó un cambio de rumbo en la vida pública y en las instituciones. Fue una suble-
vación legal, pacífica y democrática fruto de una paulatina toma de conciencia; el pueblo se unió y se
organizó para enterrar el neoliberalismo [...].5

Queda claro, así, que en su narrativa antineoliberal López Obrador ha combinado a


lo largo de los años dos discursos de enorme efectividad política y emocional: por un lado, la
idea simplificada de ser el neoliberalismo un modelo económico fraguado por el Consenso
de Washington y por lo tanto producto de una imposición externa, ajena a los verdaderos
intereses de los mexicanos; por otro lado, la idea de que el neoliberalismo en México fue el
modelo perfecto para una especie de etapa superior de la corrupción, sobre todo porque dotó
de un marco de acción a las elites del país para consolidar la simbiosis entre el poder político
y el económico, ello como mecanismo de deshonestidad dirigido a la obtención de máximas
ganancias económicas. Por lo tanto, el neoliberalismo, entendido como la fase superior del
capitalismo financiero y globalizado, representó para México, en la visión de López Obrador,
una especie de noche de los tiempos o reino de las tinieblas, cuya paradoja fue el haber lan-
zado al país a la apertura comercial indiscriminada y a la desregulación, habiendo logrado
con ello un impulso sin precedentes a la corrupción político-empresarial, una lacerante des-
igualdad económica y una profundización del carácter antidemocrático de las instituciones
de gobierno.6
La simbiosis entre neoliberalismo y corrupción desenfrenada en México presente en
toda la narrativa de López Obrador es completamente cierta, sin embargo, la relación de cau-
salidad entre ambos elementos es ambigua, pues en todas sus lecturas sobre el fenómeno queda
siempre la impresión de que existe la posibilidad de otro tipo de neoliberalismo bajo otro tipo
de moralidad. Más allá de este problema que abordaremos líneas abajo, es importante señalar
que la narrativa antineoliberal de López Obrador ha adquirido su más poderosa forma gracias
al uso político de la historia, el cual, como ya hemos señalado, constituye la columna verte-
bral de la idea de una Cuarta Transformación de la vida pública del país. Con esta estrategia,
nacida de la idea que de la historia nacional asume como verdadera el mismo López Obrador,
se aprovecha de forma eficiente la conflictiva relación que el grueso de la población mexicana
mantiene con su pasado histórico, conflictividad que ha sido estimulada por la educación
pública de carácter nacionalista y su visión oficial de la historia. Esto le ha permitido a López
Obrador implantar un juego de espejos con la historia, a partir de una especie de mimetismo

5 “Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024”, Diario Oficial de la Federación, 12 de julio de 2019, p. 11. Cursivas añadidas.
6 Idem.

509
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

que asocia aspectos concretos del presente con ideas vagas sobre episodios del pasado nacional,
pasado que ha sido troquelado en la conciencia histórica de la mayoría de la población mexi-
cana a partir de una visión maniquea y reduccionista.
Con esta base, López Obrador ha sembrado la idea de que el neoliberalismo no es
sino un neoporfirismo al que se puede derrotar emulando la moral republicana de Juárez o el
buenismo de un Madero, entre otras alternativas inventadas a partir de este juego de espejos
y del cual ha dejado múltiples huellas. En 2014, por ejemplo, López Obrador publicó un libro
intitulado Neoporfirismo. Hoy como ayer, que es su intento más acabado por asimilar el neoli-
beralismo con el porfiriato. En el último párrafo de este libro de corte ciceroniano, su autor
sintetizó una de las claves de su pensamiento histórico-político, pero también varios de los
compromisos más graves que asumió en su camino a la presidencia de México:

[...] El proyecto actual es inviable. La política económica es una copia fiel de la que se aplicó en el
Porfiriato, pero ya desde entonces quedó demostrado que ningún modelo funciona si la prosperidad
de unos pocos se sustenta en el sometimiento de muchos. Aquel fallido experimento [el porfiriato]
desembocó en una revolución armada. Hoy es indispensable derrocar al régimen del PRIAN, como
se hizo con Porfirio Díaz, pero sin violencia, con una revolución de las conciencias, despertando y
organizando al pueblo para limpiar de corrupción a México y abolir lo más pronto posible las llamadas
‘reformas estructurales’, revertir las privatizaciones y recuperar los recursos naturales y los bienes de la
nación. La salida de la crisis de México está en retomar el ensayo democrático de Madero, agregando
la práctica de la honestidad y la justicia, hasta que estas virtudes se arraiguen y conviertan en cultura,
porque sólo así podrán ser erradicadas la desigualdad y la miseria pública [...] (López Obrador 2014:
391). Cursivas añadidas.

Entre 2014 y 2018, año de su triunfo electoral, López Obrador profundizó esta narra-
tiva. Todo su proselitismo político estuvo marcado por esta visión, y ya en el poder ha hecho
de todo para convertirla en el discurso de identidad de su gobierno. Sin embargo, ha sido
desde esta última posición donde el significado de su narrativa histórica comienza a vaciarse de
muchos de sus contenidos. En otras palabras, la tan anunciada llegada de la era posneoliberal
está cada vez más lejos y el neoliberalismo goza aún de signos vitales. Veamos:

La larga marcha del modelo neoliberal a la mexicana

Tanto en sus matrices de pensamiento como en sus trayectorias políticas, la historia del neo-
liberalismo ha sido muy bien trazada por excelentes estudiosos de este proyecto filosófico,
político y económico, el cual transitó hacia la hegemonía en la última parte del siglo XX .7

7 Para un acercamiento a la historia del neoliberalismo como movimiento intelectual, véanse Jones (2012) y Escalante Gonzalbo
(2019). Para un entendimiento del neoliberalismo como corriente política y económica de finales del siglo XX, véase Harvey (2015).

510
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

Lo mismo podemos decir del otro proceso que le acompañó y le sirvió de base contextual, la
globalización.8 Sobre ambos procesos diversos autores han mostrado sus complejidades, así
como la necesidad de referirnos a ellos en plural. De esta forma, lo pertinente es hablar de
globalizaciones y neoliberalismos como expresiones particulares de la globalización y del neo-
liberalismo, ambos vistos como teorías o procesos de cambio económico y social. Es impor-
tante señalar que a diferencia del neoliberalismo, la última globalización se muestra como
un proceso nada nuevo en la trayectoria histórica de la humanidad. En el año 2000 Göran
Therborn había publicado un análisis sobre la globalización, en el cual abordó el problema de
la polisemia del concepto y la dificultad de conferirle una definición general desde las ciencias
sociales. Frente a ello, Therborn asumió como una definición fructífera de globalización la de
un término que se refiere a fenómenos sociales con tendencias de alcance, impacto o conexión
mundial o bien a una conciencia mundial entre actores sociales (Therborn 2000: 154).
Bajo esa perspectiva, Therborn identificó al menos seis grandes procesos globalizado-
res en la historia, todos de magnitud y alcances diferenciados, dimensionando sus efectos en
diálogo con las teorías de la formación del sistema mundo de Wallerstein o del sistema social
comunicativo de Luhmann, entre otros.9 De alcance integralmente planetario y de vertiente
predominantemente económica, la última globalización permite observar los múltiples modos
de ser global de acuerdo con la región de que se trate, pero sobre todo, del lugar que cada
Estado-nación asumió en el proceso. Así, las manifestaciones locales de procesos globales
mostraron efectos muy disímiles en todos los ámbitos, desde la reconfiguración de vocacio-
nes productivas hasta el surgimiento de corrientes contrahegemónicas de carácter cultural y
político, entre muchas otras reacciones que han sido documentadas por numerosos estudios
que intentan comprender a la románticamente denominada “aldea global”. Lo cierto es que
la globalización actual se convirtió en el fulcro de una nueva etapa del capitalismo financiero,
orientada por un tipo de pensamiento y programa económicos conocido como neoliberalismo
o fundamentalismo de mercado.
A diferencia de la globalización, podemos decir que el neoliberalismo es un proceso
económico nunca antes visto en la historia. Su peculiaridad, de acuerdo con David Harvey,
surge de haber sido una respuesta política al grave problema de la sobreacumulación de capital
global, es decir, al problema de la absorción de excedentes de capital. El carácter de respuesta

8 De acuerdo con Juan Carlos Monedero, “[...] No es posible un buen análisis del neoliberalismo sin entender la globalización, y no
es posible un buen análisis de la globalización sin una buena conceptualización del Estado [...]”, entendido éste como una relación
social vista desde el ejercicio del poder” (2017: 65).
9 Therborn planteó como la primera globalización humana es el proceso de difusión y expansión de las grandes religiones monoteís-
tas como elemento de formación de una civilización transcontinental, ubicando su periodo central entre los siglos IV y VII d.C.;
la segunda globalización se produjo por el desbordamiento de Europa con sus exploraciones navales y conquistas desde finales del
siglo XV; la tercera ola globalizadora la ubica el autor en el siglo XVIII y comienzos del XIX, también movida por potencias europeas
y su exportación de guerras; la cuarta globalización habría sido impulsada por el neocolonialismo europeo del siglo XIX hasta el
inicio de la primera guerra mundial; la quinta globalización habría respondido a la reconfiguración geopolítica tras la segunda
guerra mundial; la sexta y última globalización, la actual, ubica sus inicios en la década de los años setenta del siglo XX y está mar-
cada por su naturaleza financiera sustentada en el neoliberalismo (Therborn 2000: 158-166).

511
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

política ante dichos excedentes y de cara a la necesidad de activar la acumulación de capital


en la década de los años setenta del siglo XX, hace a Harvey definir al neoliberalismo tam-
bién como un proyecto para la restauración del poder de clase, en este caso de una clase que
mantiene, a diferencia de los conceptos tradicionales que la definen, una configuración social
inestable (Harvey 2015: 38-43). La respuesta política de esa clase ha sido la reactivación de la
acumulación mediante la desposesión, característica fundamental de toda la trama neoliberal:

[...] La acumulación por desposesión se agudizó cada vez más desde 1973, en parte para intentar com-
pensar los problemas crónicos de sobreacumulación surgidos en la reproducción ampliada. El meca-
nismo principal de este proceso fue la financiarización y la puesta en pie, principalmente por Estados
Unidos, de un sistema financiero internacional que pudiera, de vez en cuando, emprender acometidas
más o menos severas de devaluación y acumulación por desposesión contra ciertos sectores y hasta
territorios enteros. Pero también desempeñó un papel la apertura de nuevos territorios al desarrollo
capitalista y a formas capitalistas de mercado, como en la acumulación primitiva que tuvo lugar en los
países que trataban de insertarse en el capitalismo global como agentes activos (Corea del Sur, Taiwan
y ahora también, aún más espectacularmente, China). Para todo ello se precisaba no sólo la financia-
rización y un comercio más libre, sino un planteamiento radicalmente diferente de la aplicación del
poder estatal, que siempre ha sido un agente destacado en la acumulación por desposesión. El auge de
la teoría neoliberal y su política de privatizaciones representaba precisamente esta transformación [...]
(Harvey 2016: 124).

Aunque el despegue neoliberal como política económica se ubica en la década de los


años setenta del siglo XX, sus antecedentes se ubican cuatro décadas antes de ese momento,
cuando surgió como una corriente marginal de pensamiento económico que pretendía defen-
der y reestructurar el liberalismo clásico, considerado desde entonces en situación de declive
y en riesgo ante lo que sus intelectuales definían como el colectivismo representado por el
socialismo y el comunismo. Los estudiosos coinciden en marcar como punto de nacimiento
del neoliberalismo el Coloquio Walter Lippmann realizado en París en 1938: “[…] En esta reu-
nión el término neoliberal fue sugerido por Alexander Rüstow y fue escogido como el nombre
para un movimiento que revive el liberalismo de mercado [...]”.10 Entre otras determinaciones
que se tomaron en dicha reunión que se tornaría célebre, destaca la formación de un Centro
Internacional de Estudios para la Renovación del Liberalismo, antecedente de los futuros
organismos internacionales que terminarían por apuntalar la praxis política y económica de
la doctrina neoliberal (la Trilateral y el Foro Económico de Davos, por ejemplo), y también
antecedente de los grandes proyectos de formación que se desarrollarían en prestigiadas ins-
tituciones académicas para lograr la construcción del nuevo liberalismo (por ejemplo, en la

10 “[...] at this meeting the term neoliberal was suggested by Alexander Rüstow and was chosen as the name for a movement to revive
market liberalism [...]” (Jones 2012: 31).

512
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

London School of Economics y en la Universidad de Chicago).11 Este último punto es clave


para entender la proyección del nuevo liberalismo como una revolución que dependería de la
formación de nuevas generaciones.
En el contexto del nuevo orden que surgió tras la segunda guerra mundial, el neo-
liberalismo estaba aún lejos de poder avanzar como alternativa política, sobre todo ante el
predominio del keynesianismo y su idea de un Estado interventor, regulador de los procesos
económicos y gestor del bienestar social (Jones 2012: 180-189). En ese mismo periodo, el neoli-
beralismo y sus impulsores avanzaron en su proyecto de formación de cuadros a partir de una
agenda internacional que desarrolló, de forma especialmente intensa, sus posturas y propues-
tas en torno al nuevo orden jurídico que se requería para la tan ansiada reinvención del libe-
ralismo. Ello implicaba la definición de un Estado neoliberal, mismo que fue experimentado
por vez primera en Chile bajo el régimen dictatorial de Pinochet, para saltar posteriormente a
su instrumentación e impulso definitivo en la Inglaterra de Margaret Thatcher y en Estados
Unidos de Reagan, marcando con ello un movimiento expansivo de alcances internacionales
que adquirió su plena definición en el denominado Consenso de Washington.
Esta trayectoria, por otro lado, muy documentada y conocida, puede dar la impresión
de que el neoliberalismo habría llegado en los años ochenta del siglo XX a diversos países
que lo habrían asumido como una política impuesta desde el exterior, sobre todo en el con-
texto de las crisis económicas por estanflación de países en desarrollo. Sin embargo, la agenda
internacional del neoliberalismo tuvo desde muy temprano adeptos en diversas naciones. En
México, por ejemplo, Luis Montes de Oca12 publicó en 1940 la traducción al español del
libro de Lippmann, Retorno a la Libertad, es decir, inmediatamente después del Coloquio
Lippmann (Escalante Gonzalbo 2018: 37, n. 1). Con ese proyecto Montes de Oca fortalecía su
relación con varios de los principales pensadores neoliberales, incluido el propio Lippmann
a quien conocía desde 1927. Tras renunciar ante el general Cárdenas a la dirección del Banco
de México para integrarse a la campaña presidencial de Juan Andreu Almazán, candidato
del conservador y recién creado Partido Acción Nacional, Montes de Oca definió con ese
acto su identidad política por lo que le quedaba de vida. Después de la controvertida derrota
electoral de Almazán, Montes de Oca se retiró a la vida empresarial como fundador de ins-
tituciones bancarias, pero sobre todo como promotor del neoliberalismo de mercado para su
futura implantación en México. En 1942 logró traer al país a Ludwig von Mises, quien junto

11 Se pueden consultar las Actas del Coloquio Lippmann en Escalante Gonzalbo (2018). Sobre la reinvención del liberalismo a partir
del Coloquio Lippmann, incluidas las proyecciones educativas a largo plazo a través de instituciones académicas véase Laval y
Dardot (2013: 67-97).
12 Luis Montes de Oca tuvo una trayectoria política muy intensa desde sus tiempos de estudiante cuando fue opositor al régimen
de Huerta. Posteriormente trabajó a la edad de veinte años en el servicio diplomático del gobierno de Carranza, desempeñándose
como su agente y cónsul primero en El Paso (Texas) y después en Hamburgo y París. En el gobierno de Calles fue contralor gene-
ral, y entre 1929 y 1932 fue secretario de Hacienda. En el gobierno de Cárdenas se desempeñó como director general del Banco de
México. En 1940 ligó su suerte política a la figura de Juan Andreu Almazán, quien fracasó en su intento de derrotar al candidato
oficial del cardenismo, Manuel Ávila Camacho (Camp 1992: 390-391; Romero Sotelo 2019: 43-53).

513
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

a Friedrich Hayek representaban a la escuela austriaca de pensamiento económico, además


de haberse constituido ambos en acérrimos críticos del colectivismo y de la intervención del
Estado en la planificación de la economía (Romero Sotelo 2019: 94-113).13
Von Mises impartió conferencias en la Universidad Nacional, en la Escuela Libre de
Derecho y en la Confederación de Cámaras de Comercio para la Asociación de Banqueros
de México, convirtiéndose en un verdadero gurú de la entonces reducida y selecta elite político-
empresarial de la derecha anticardenista. Vinculado a este potente grupo, Montes de Oca fue
uno de los impulsores de las instituciones educativas que formarían a las nuevas generacio-
nes de tecnócratas neoliberales, que décadas más tarde llegarían al poder a través del Partido
Revolucionario Institucional. La más importante de dichas instituciones ha sido el Instituto
Tecnológico de México, fundado en 1947 y antecedente del Instituto Tecnológico Autónomo de
México o ITAM (1963), gloria educativa del neoliberalismo a la mexicana y que congregó, tanto
en su fundación como en su posterior trayectoria, a una plantilla que incluyó parte de lo más
brillante de la inteligencia de México en esos tiempos.14 En este proyecto político de mediano
y largo plazo, la defensa del nuevo liberalismo económico también fue enarbolada por sectores
empresariales de gran peso regional, quienes vieron en el proyecto de renovación del liberalismo
político y económico la fórmula para intentar contrarrestar el modelo de economía social con
el Estado interventor del cardenismo. Paradójicamente, estos grupos vivieron buenas épocas
al cobijo de los presidentes priístas de carácter civil, sobre todo con Miguel Alemán y Adolfo
López Mateos, quienes impulsaron economías mixtas y alianzas con el empresariado. En este
periodo el empresariado no sólo maniobró bajo criterios de oportunidad ante las veleidades del
poder posrevolucionario, sino que también asumió decisiones y negociaciones políticas oportu-
nistas sin renunciar a su visión de país.
Por encima de coyunturas políticas, es posible afirmar que en México la estrategia de
formación, adoctrinamiento o educación neoliberal de alto nivel que siguieron Montes de Oca
y aliados para crear nuevas generaciones de neoliberales tuvo un éxito rotundo. Esto muestra
que el neoliberalismo en México fue, incluso, un proyecto de cambio cultural inducido que
hubo de esperar su oportunidad política hasta 1982, cuando los nuevos neoliberales arribaron
al poder, condición necesaria para la realización del giro definitivo o cambio de régimen.
Este último paso implicaba rediseñar al Estado mexicano para ponerlo al servicio del nuevo
liberalismo económico, en un contexto global complejo marcado por el excedente de capital
global, la ralentización del crecimiento, los cambios tecnológicos en su relación con el empleo
y el comercio, la liberalización financiera y el empuje indiscriminado hacia el libre mercado,
entre muchos otros factores que llevaron a México a la debacle económica y a la aceptación de
los planes de ajuste estructural.

13 Para una síntesis del pensamiento de Von Mises y Hayek véase Jones (2012: 49-72).
14 La lista de patronos, fundadores y plantilla académica del Instituto Tecnológico Autónomo de México, citada en Romero Sotelo
(2019: 295-297).

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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

Esto representaba para México la renuncia al Estado de bienestar, la desregulación y


la entrega de bienes o de recursos estratégicos a las fuerzas del mercado y al neoextractivismo.
En otras palabras, el cambio hacia un régimen neoliberal implicaba desactivar la esencia del
contrato social de la Constitución de 1917 sin recurrir a una nueva constitución. Lo anterior se
acompañó también de la imposición discursiva de un reforzado código de valores capitalistas
ahora resignificados por el neoliberalismo, fundamentalmente el de la competencia económica
vista desde el darwinismo social, es decir, la individualista doctrina del winner como motor del
enriquecimiento a partir de una concepción del hombre libre como maximizador racional.15
Los neoliberales mexicanos que se incrustaron en la administración pública federal desde 1982
tuvieron entonces muy claros los objetivos a alcanzar, mismos que fueron esquematizados en
1989 por John Williamson en el Consenso de Washington, decálogo de reformas estructurales
diseñadas para los países en desarrollo por los organismos financieros internacionales y que
constituyó la ortodoxia neoliberal. José Luis Calva lo resume de la siguiente manera:

[...] liberalización del comercio exterior, del sistema financiero y de la inversión extranjera; orientación
de la economía hacia los mercados externos; privatización de las empresas públicas; desregulación
de las actividades económicas; estricta disciplina fiscal (equilibrio ingreso/gasto público como fin a
ultranza, que cancela el papel activo de la política fiscal para regular el ciclo económico); erradicación
de los desequilibrios fiscales previos, no mediante una mayor recaudación tributaria sino a través de la
reducción de la inversión y el gasto públicos (que trajo consigo la supresión o reducción de programas
de fomento económico general y sectorial); una reforma fiscal orientada a reducir las tasas margina-
les de impuesto a los ingresos mayores, ampliando en contrapartida la base de contribuyentes, y un
estricto marco legislativo e institucional para resguardar los derechos de propiedad [...] (Calva 2019:
580-581).

A partir de 1983, tal como sucedió en otras naciones en desarrollo, comenzó en México
el proceso de transformación jurídica para adecuarse a la nueva normatividad económica
internacional neoliberal, lo que se tradujo en la denominada desregulación, es decir, en la
eliminación o modificación de todas aquellas leyes que pudieran ser un obstáculo a la libre cir-
culación de capitales y mercancías.16 En términos generales, las etapas de este proceso fueron

15 Sobre esta idea Bourdieu señaló en 1998, es decir, en pleno auge del triunfo neoliberal, lo siguiente: “[...] Cette théorie tutélaire
est une pure fiction mathématique, fondée, dès l’origine, sur una formidable abstraction: celle qui, au nom d’une conception
aussi étroite que stricte de la rationalité identifiée à la rationalitè individuelle, consiste à mettre entre parenthèses les conditions
économiques et sociales des dispositions rationnelles et des structures économiques et sociales qui sont la condition de leur exercice
[...]” (1998: 3). Esta teoría es una pura ficción matemática, fundada desde el origen sobre una formidable abstracción: esa de que,
en el nombre de una concepción tan estrecha como estricta de la racionalidad identificada a la racionalidad individual, consiste
en poner entre paréntesis las condiciones económicas y sociales de las disposiciones racionales y de las estructuras económicas y
sociales que son la condición de su ejercicio.
16 Viviane Forrester sintetizó en 1996 los impactos de este proceso desregulador al afirmar entonces que “[...] la economía privada
goza de una libertad como nunca había tenido: esa libertad tan reclamada por ella y que se traduce en desregulaciones legalizadas,

515
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

cuatro y cubrieron en conjunto tres décadas. Cada una de esas etapas estuvo caracterizada
por transiciones políticas que progresivamente aceleraron el desplazamiento del Estado por el
mercado.17
La primera se ubica entre 1983 -1988, y se caracterizó por haber sentado las bases del
cambio estructural del modelo económico. Los dos ejes rectores del cambio fueron para este
periodo el adelgazamiento del Estado y la apertura comercial. El primero se tradujo en la
privatización de empresas del Estado o que contaban con participación del Estado y tuvo
como objetivo reorientar recursos para aliviar la carga de la deuda externa. En cuanto a la
apertura comercial, el gobierno de Miguel de la Madrid dio entrada a diversos acuerdos que
se tradujeron en la disminución de la intervención del Estado mexicano en la rectoría econó-
mica del país, es decir, se inició la ruta para desmantelar el estatismo y el modelo de economía
mixta. Las primeras reformas las encontramos en la Ley de Comercio Exterior, la Ley de
Bienes Nacionales, la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal y la Ley Federal
de Entidades Paraestatales, entre las más importantes de una nutrida serie de leyes y ordena-
mientos que fueron abrogados o derogados. Sin embargo, podemos señalar dos aspectos como
los más significativos en esta etapa: por un lado, la reforma que durante este periodo modificó
aspectos centrales del Artículo 28 constitucional, el cual establece los principios de la partici-
pación del Estado en la economía; por otro lado, la firma de los primeros acuerdos internacio-
nales de entendimiento comercial y arancelario, principalmente con Estados Unidos.
El Artículo 28 constitucional se había mantenido sin cambios entre 1917 y 1982. En
este último año el saliente ejecutivo, José López Portillo, impulsó su modificación para inte-
grarle un párrafo que dejó en manos del Estado la exclusividad del servicio público de la
banca, episodio conocido como “la nacionalización bancaria”.18 Inmediatamente después,
el nuevo presidente Miguel de la Madrid hizo una reforma integral del Artículo 28 consti-
tucional, la cual representó el primer atisbo importante de modificación jurídica en torno a
las modalidades de intervención del Estado en la economía y su apertura al capital privado.
Por un lado, se mantuvieron las prohibiciones de las prácticas monopólicas, de las exencio-
nes de impuestos y el proteccionismo a la industria; también se refrendó la exclusividad del
Estado para el manejo de ciertas áreas consideradas estratégicas (correos, telégrafos, radio-
telegrafía, comunicación satelital, emisión de papel moneda por un banco como organismo

en anarquía oficial. Libertad provista de todos los derechos, de toda permisividad. Libertad desenfrenada cuya lógica satura una
civilización que culmina y cuyo naufragio ella impulsa [...]” (1996: 35-36).
17 En su análisis histórico de las reformas estructurales, Ricardo Monreal plantea también cuatro ciclos, tomando como el primero
las denominadas reformas borbónicas del siglo XVIII, esquema que no compartimos para la comprensión específica de los ciclos
de implantación neoliberal en México (Monreal 2014: 41-196). En contraste, Pierre Beaucage establece tres grandes oleadas de
modernización en la historia de México, lo que permite una lectura histórica que contrasta la tradición con la idea de modernidad
desde la era novohispana hasta el desmantelamiento de los principios cardenistas iniciado en 1982; esta perspectiva es sujeta a una
lectura local sobre las consecuencias de la modernización en los pueblos campesinos e indígenas nahuas de la Sierra Norte de
Puebla (Beaucage 1998).
18 Diario Oficial de la Federación, 17 de noviembre de 1982, pp. 7-8.

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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

descentralizado, petróleo e hidrocarburos, petroquímica básica, minerales radioactivos y


generación de energía nuclear, electricidad, ferrocarriles “[...] y las actividades que expresa-
mente señalen las leyes que expida el Congreso de la Unión [...]”). Sin embargo, se introdujo
un párrafo que estableció la posibilidad de que el Estado concesionara, en casos de “interés
general”, “[...] la prestación de servicios públicos o la explotación, uso y aprovechamiento de
bienes de dominio de la Federación [...]”.19
En cuanto a los entendimientos comerciales de México, en 1985 se firmó con Estados
Unidos de América un acuerdo de compensación de impuestos dirigido a homologar las cargas
tributarias generadas por el intercambio comercial. En 1986 y en un ambiente de debilidad
política interna del ejecutivo mexicano, México ingresó al Acuerdo General sobre Aranceles
Aduaneros y Comercio, el GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), iniciando con
ello su incorporación al comercio global. El GATT implicó para México asumir como política
comercial la reducción de aranceles y la no discriminación comercial de naciones. Un año
más tarde, México daría un paso más en el camino de su integración comercial con Estados
Unidos al firmar con este país un acuerdo bilateral por el cual se establecieron los mecanismos
para solucionar controversias comerciales.
Todas estas primeras acciones de adelgazamiento estatal, así como de reformas jurídi-
cas de desregulación y homologación internacional de criterios comerciales, se dieron en un
contexto marcado por la inestabilidad económica y el surgimiento de los primeros síntomas
importantes de ruptura social y política con el régimen de gobierno monopartidista surgido
de la posrevolución institucionalizada. Respondieron, a su vez, a la necesidad del gobierno
mexicano de atender con urgencia las observaciones de organismos internacionales, las cuales
señalaban el camino a seguir en la economía nacional, a cambio de mantener para México
líneas de crédito de corto y mediano plazo necesarias para aliviar una situación límite y de casi
moratoria de la deuda externa. En otras palabras, el gobierno de Miguel de la Madrid asumió
la disciplina impuesta desde los organismos financieros internacionales, proceso que a su vez
implicó delegar las decisiones de economía política en el grupo de tecnócratas neoliberales que
se habían integrado al “servicio público”.
La segunda etapa de cambios jurídicos y políticos fue la más profunda. Corrió entre
los años 1988 y 1994, es decir, durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, líder de la
nueva generación de neoliberales. En ese periodo llegó a su máximo nivel la desestatización.
Las reformas legales incluyeron la reformulación de los recursos del país a partir de un len-
guaje jurídico que permitió descontinuar paulatinamente el significado de lo estratégico y
reemplazarlo por la categoría de lo prioritario. Este cambio de matiz quedó muy bien estable-
cido en las subsecuentes reformas constitucionales con el objetivo de abrir al capital sectores
que estaban reservados para el Estado. Así, la desestatización tuvo como objetivo medular
ablandar todas aquellas disposiciones constitucionales que daban al Estado la exclusividad de

19 Diario Oficial de la Federación, 3 de febrero de 1983, pp. 5-6.

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Juan Carlos Ruiz Guadalajara

aprovechamiento de diversos recursos, fundamentalmente los energéticos. También incluyó


otra reforma constitucional al Artículo 28 para la formación de un banco central autónomo,
dirigido a regular la política monetaria y cambiaria con total independencia de los gobier-
nos, medida necesaria para el control inflacionario con base en criterios econométricos y no
políticos.20
Sin embargo, de todas las reformas hechas en este periodo ninguna resultó tan lesiva
como la realizada al Artículo 27 constitucional. Fue la reforma neoliberal quizá más impor-
tante, pues flexibilizó la protección que el Estado prodigaba a la propiedad social de la tierra y
abrió el camino para su mercantilización. Ello quedó plenamente establecido en 1992, cuando
al reformarse el apartado VII del Artículo 27 se estableció, entre otras cosas, el reconocimiento
de la personalidad jurídica de los núcleos de población ejidales y comunales, quedando prote-
gida por el Estado su propiedad sobre la tierra, “[...] tanto para el asentamiento humano como
para actividades productivas [...]”; estableció también que

[...] La ley, con respeto a la voluntad de los ejidatarios y comuneros para adoptar las condiciones que
más les convengan en el aprovechamiento de sus recursos productivos, regulará el ejercicio de los
derechos de los comuneros sobre la tierra y de cada ejidatario sobre su parcela. Asimismo establecerá
los procedimientos por los cuales ejidatarios y comuneros podrán asociarse entre sí, con el Estado o
con terceros y otorgar el uso de sus tierras [...].21

Con ello, los individuos que participaban de la propiedad social de la tierra quedaron
habilitados para reclamar su parte como propiedad privada, abriendo la posibilidad de que la
tierra quedara sujeta a todo tipo de actos mercantiles, desde el arrendamiento hasta la venta.
Este nuevo régimen de propiedad de la tierra ejidal o comunitaria se acompañó de otras
reformas a leyes secundarias que reforzaron los objetivos mercantiles sobre el territorio y sus
recursos. Si bien las reformas constitucionales al Artículo 27 realizadas en este periodo no
eliminaron el dominio imprescriptible que la Nación ejerce sobre los recursos del subsuelo, sí
se reafirmó el principio de las concesiones que otorga el Estado como la única vía por la cual
los particulares podrían explotarlos y aprovecharlos, con excepción de los hidrocarburos y el
uranio.
La reforma al Artículo 27 constitucional fue fundamental para el avance del modelo
neoliberal en México, pues para sus impulsores era prioritario flexibilizar el acceso a la explota-
ción del territorio, objetivo que pasaba por vulnerar diversas conquistas logradas por el movi-
miento agrario durante la Revolución mexicana, una de ellas el reparto de tierras mediante
el esquema de propiedad social y su protección jurídica. Con la posibilidad de que ejidatarios
pudieran asociarse a terceros para proyectos productivos, se abrió una rendija para la actuación

20 Diario Oficial de la Federación, 20 de agosto de 1993, pp. 2-3.


21 Diario Oficial de la Federación, 6 de enero de 1992, p. 3. Cursivas añadidas.

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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

del capital sobre las dinámicas diferenciadas de ejidos y comunidades, principalmente para
los excedentes de capital global que darían sustento material a megaproyectos de todo tipo,
incluidos los del modelo neoextractivo (Harvey 2016: 116 -120). La llave que hizo esto posible
fueron las reformas a diversas leyes secundarias. Fue en este nivel jurídico donde se operaron
e introdujeron los esquemas que habilitaron la intervención sin límites del gran capital global
sobre los recursos del país.
Dos ejemplos centrales en este periodo los encontramos en el Reglamento de Inversión
Extranjera de 1989 y en la reforma a la Ley Minera de 1992, esta última reglamentaria del
Artículo 27 constitucional. La primera se estableció en 1989 originalmente como Reglamento
de la Ley para Promover la Inversión Mexicana y Regular la Inversión Extranjera. Su obje-
tivo fue eliminar en 75% de las ramas productivas las restricciones que existían para la par-
ticipación del capital externo, además de clasificar las actividades en las cuales podría haber
participación mayoritaria de éste.22 Para 1993 y en otras circunstancias políticas en cuanto a
la composición del Poder Legislativo, el reglamento fue derogado para dar paso a la Ley de
Inversión Extranjera, la cual avanzó en la desregulación para flexibilizar aún más la participa-
ción de capital extranjero en diversas ramas productivas, en la explotación de aguas y minas,
así como en la adquisición de inmuebles por parte de extranjeros.23
En el caso de la minería, por ejemplo, se permitió la participación de empresas con
100% de capital extranjero, siempre y cuando tuvieran una razón social registrada en México.
En cuanto a la Ley Minera de 1992, podemos decir que fue este nuevo ordenamiento legal
uno de los productos jurídicos mejor logrados por el neoliberalismo salinista. Si bien se man-
tuvo en la Constitución el dominio exclusivo de la nación sobre los minerales radioactivos, la
nueva ley sentó las bases para la entrada a México del neoextractivismo minero sustentado en
megaproyectos, sobre todo porque definió en su artículo VI la explotación de minerales como
causa de utilidad pública: “[...] La exploración, explotación y beneficio de los minerales o sus-
tancias a que se refiere esta Ley son de utilidad pública, serán preferentes sobre cualquier otro
uso o aprovechamiento del terreno, con sujeción a las condiciones que establece la misma, y
únicamente por ley de carácter federal podrán establecerse contribuciones que graven estas
actividades [...]”.24 Al declarar como preferente la minería por sobre cualquier otro uso o apro-
vechamiento del terreno, la nueva ley minera prácticamente convirtió en causa de utilidad
pública el interés del capital corporativo, principalmente el de origen extranjero.

22 Véase Diario Oficial de la Federación, 6 de mayo de 1989. De acuerdo con Jorge Witker, quien cita la opinión del jurista Cervantes
Ahumada, el gobierno de Salinas adoptó la técnica reglamentaria y no la legislativa en este tema ante las dificultades que para el
Partido Revolucionario Institucional representaba entonces la composición de la Cámara de Diputados, en la cual el ejecutivo no
tenía mayoría para lograr la aprobación en un tema tan polémico como el de la apertura de diversas ramas productivas al capital
externo (Witker 1989: 975-979). En otros temas como la reforma al Artículo 27 constitucional o bien aspectos relacionados con los
intereses conservadores de la derecha mexicana o del episcopado mexicano, el cambio se dirigió hacia reformas constitucionales.
Sobre este último proceso véase Carrillo Nieto (2010).
23 Diario Oficial de la Federación, 27 de diciembre de 1993.
24 Diario Oficial de la Federación, 11 de agosto de 2014, p. 3.

519
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

Otras leyes secundarias, también asociadas al aprovechamiento mercantil del terri-


torio y sus recursos y que fueron sujetas a reformas en los mismos años, manejan el con-
cepto de “causa de utilidad pública” (por ejemplo, la Ley de Aguas Nacionales o la Ley
General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente). Todas coinciden en plantear la
posibilidad de expropiar territorios u otorgar ocupaciones temporales de propiedad privada,
social o pública cuando así lo determine el mentado “interés público”, es decir, el interés de
la Nación. El problema ha sido, desde entonces, clarificar lo que entendían como “interés
público” los tecnócratas neoliberales que diseñaron los nuevos marcos jurídicos bajo ideas
de “modernización económica” e integración del país al fundamentalismo del mercado. Lo
cierto es que no se requiere mayor ciencia social para comprender que estas reformas fueron
impuestas verticalmente en un contexto de hegemonía política del Partido Revolucionario
Institucional y, sobre todo, en una situación de ilegítima dominación, y que su sentido fue
tergiversar los fundamentos sociales de la constitución de 1917 para transformar el interés
privado en “causa de utilidad pública”.
En lo que se refiere a la intensa desincorporación y privatización de entidades y empre-
sas públicas, en 1990 se procedió a la derogación del párrafo quinto del Artículo 28 constitucio-
nal, requisito para iniciar la reprivatización de la banca.25 Asimismo, en 1991 Salinas impulsó
el Convenio de Concertación de Acciones para la Modernización del Sistema Ferroviario,
modernización que para el régimen significaba reestructurar Ferrocarriles Nacionales bajo
los criterios administrativos de una empresa privada, además de abrir la puerta para la inver-
sión de particulares en el sector. Ello fue el preámbulo de la posterior privatización del sis-
tema ferroviario y de la desaparición de los ferrocarriles como sistema de transporte público
en México.26 Una dinámica similar se siguió en el mismo año para el caso del Puerto de
Veracruz, el cual fue requisado para eliminar los obstáculos que a su eficiencia representaban,
según el gobierno, los sindicatos de trabajadores del puerto.27
El punto culminante de todas las reformas neoliberales de este periodo fue la firma del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado entre México, Estados
Unidos y Canadá en diciembre de 1992 para su entrada en vigor el 1 de enero de 1994. De
hecho, todas las reformas previas dirigidas a desregular, desestatizar, privatizar y abrir el país
al capital y a la inversión bajo un discurso de modernización económica prepararon estructu-
ralmente el terreno jurídico para el TLCAN, es decir, para la integración de México a uno de
los mayores bloques de comercio libre del mundo.
El tercer periodo de cambio estructural coincide con el mandato de Ernesto Zedillo
entre 1994 -2000. Fue en ese gobierno cuando se terminó de imponer el modelo neoliberal
como política económica, lo que se tradujo en la consolidación de los esquemas de flexibilidad

25 Diario Oficial de la Federación, 27 de junio de 1990, p. 2.


26 Diario Oficial de la Federación, 10 de mayo de 1991.
27 Diario Oficial de la Federación, 31 de mayo de 1991.

520
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

laboral que alteraron y restringieron el acceso de los trabajadores al goce de derechos labora-
les, fundamentalmente la estabilidad en el trabajo. Todas las modificaciones en el mundo del
trabajo se sustentaban en el criterio neoliberal de la competitividad y la calidad, un discurso
que fue utilizado por el gran capital para justificar la pérdida de derechos de los trabajadores
por ser, según el empresariado, causa de improductividad y de pérdida de competitividad.
A la pérdida de derechos se añadió una situación de precarización del salario también como
estrategia empresarial de competitividad comparativa. En otras palabras, el mundo del trabajo
fue severamente castigado en México para poder atraer inversión bajo el argumento de los
“salarios competitivos” y las “garantías para la inversión”. Incluso el sistema de pensiones que
dependía de los mecanismos de la seguridad social del Estado mexicano se privatizó, es decir,
que se transformó en un gran negocio para diversas compañías que incursionaron en el venta-
joso y lucrativo esquema del ahorro para el retiro. Así, en 1997 se impuso dicho esquema para
que las pensiones de retiro fueran ahora el producto del ahorro que los trabajadores hacían
en su desempeño laboral, sin embargo, el beneficio fue para las empresas administradoras de
esos fondos a través de elevadas comisiones y de una baja tasa de retorno de ganancia para el
trabajador.
En este periodo también se redefinió el carácter de lo estratégico para el Estado mexi-
cano, cuando en 1995 Zedillo impulsó una nueva reforma al Artículo 28 constitucional, orien-
tada bajo el criterio de liberalizar para el capital nuevas áreas que se mantenían bajo dominio
del Estado. En esa reforma se refrendaba la rectoría económica del Estado mexicano sobre las
siguientes áreas clasificadas como estratégicas: los correos, la telegrafía, la radiotelegrafía, el
petróleo y los hidrocarburos, la petroquímica básica, los minerales radioactivos y la energía
nuclear, la electricidad y “[...] las actividades que expresamente señalen las leyes que expida
el Congreso de la Unión [...]”. En contraste, se liberalizaron las comunicaciones vía satélite
y los ferrocarriles, que de ser áreas estratégicas se convirtieron en prioritarias, por lo que sin
renunciar al “dominio” final de las vías de comunicación, el Estado quedaba facultado para
concesionar dichas áreas a particulares para su aprovechamiento comercial.28 También en este
periodo se dieron los primeros pasos para la posterior apertura del sector eléctrico a la genera-
ción de energía por particulares. Lo mismo sucedería con la distribución de gas natural.
Para el año 2000, el desmantelamiento económico del Estado mexicano lo había subor-
dinado a la economía global y disminuido notablemente sus capacidades soberanas para dictar
su política económica interna. Las garantías dadas a la inversión habían implicado la desapa-
rición de conquistas y derechos sociales, además de la precarización salarial como estrategia
de competitividad. Pese a todo, ninguno de los gobiernos que implantaron el neoliberalismo
en este periodo se atrevió a sugerir la privatización de Petróleos Mexicanos (Pemex) y de la
Comisión Federal de Electricidad (CFE).

28 Diario Oficial de la Federación, 2 de marzo de 1995, p. 3.

521
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

El último periodo de consolidación del neoliberalismo en México lo ubico entre 2001


y 2016, y abarcó casi tres periodos de gobierno. En la primera parte de este periodo se apre-
cia sobre todo la instrumentación a fondo de todas las reformas hechas en los tres periodos
precedentes. No obstante, en 2008, año de la última gran crisis financiera del capital global,
el gobierno de Felipe Calderón impulsó una reforma energética por la cual intentó abrir la
exploración, extracción, refinación y distribución de hidrocarburos a la inversión privada. Este
fue el primer intento serio por parte del gobierno mexicano para entregar al capital privado el
principal recurso energético del país. Calderón impulsó también otras dos reformas que forta-
lecieron los postulados del neoliberalismo económico. Por un lado, reformó la Ley Federal de
Competencia Económica con el objetivo de fortalecer a las medianas y pequeñas empresas a
través de condiciones de equidad en la competencia y de protección ante monopolios y oligo-
polios; por otro lado, aumentó la flexibilidad del empleo y su precarización mediante reformas
a la Ley Federal del Trabajo, las cuales respondieron a la necesidad de aumentar la atracción
de capitales de inversión mediante el abaratamiento de la mano de obra y la supresión de diná-
micas de empleo que pudiesen generar derechos. Esta “estrategia” de competitividad fue tam-
bién una medida dirigida a debilitar la influencia histórica de los sindicatos. De igual forma,
Calderón impulsó fuertemente la privatización de la generación de energía, desmantelando
a la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y dando entrada a megaproyectos de compañías
transnacionales que comenzaron a ejercer presión sobre diversos territorios con potencial para
generación de energía eólica e hidroeléctrica.29
Fue entre 2012 y 2016 cuando el gobierno del priísta Peña Nieto y sus aliados lograron
la tan buscada reforma energética de corte neoliberal. Como parte de un paquete amplio de
reformas estructurales que políticamente contó con el respaldo de una coalición pluriparti-
dista denominada Pacto por México, misma que garantizó los apoyos legislativos para realizar
las necesarias reformas constitucionales, la denominada reforma energética se aprobó en 2014
y abrió al capital privado nacional e internacional la exploración, producción, refinación y
distribución de hidrocarburos. El mecanismo diseñado en la ley para no contravenir la propie-
dad de la nación sobre las reservas petroleras del subsuelo fue el de las concesiones mediante
rondas de subasta. Finalmente, para 2016 se liberalizó el mercado de las gasolinas. La política
energética de Calderón y Peña Nieto, sobre todo la de este último personaje, se acompañó del
desmantelamiento de las capacidades productivas de Pemex, de tal manera que al terminar
2017 la empresa había llegado a niveles mínimos de extracción de petróleo y de refinación para
producción de gasolinas. Con esto el país fue desplazado hacia la dependencia energética,
fundamentalmente con el mercado de Estados Unidos, país que se convirtió en el principal
proveedor de combustibles de México.

29 Para una visión sintética de las reformas emprendidas por Calderón en su periodo de gobierno véase Roberto Gutiérrez (2014:
32-58).

522
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

Toda la propaganda desplegada por el régimen peñanietista para lograr la aprobación


social de la reforma energética y que hablaba de un mercado energético competitivo, transpa-
rente y sustentable, se complementó con una oferta de disminución de tarifas de electricidad,
gas y gasolinas, ofrecimientos que no tenían sustento económico en la realidad. De esta forma,
el deterioro de las condiciones salariales y de seguridad social del grueso de la población mexi-
cana se combinó con el deterioro de las condiciones de seguridad pública, situación que para
2017 había conformado un ambiente social generalizado de descontento ante la evidencia coti-
diana del fracaso del modelo neoliberal, de la estratosférica corrupción que había impulsado y
de la inédita destrucción ambiental que generó.

Neoliberalismo y megaproyectos

La amplia e inabarcable bibliografía aparecida en los últimos treinta años en México y que
intenta dar razón de los impactos sociales y culturales de la praxis económica neoliberal,
coincide en establecer que dicho modelo ha provocado una desigualdad económica sin prece-
dentes además de profundos impactos socioambientales.30 En el caso mexicano, ese daño ha
tenido como sostén la subordinación del Estado a los intereses geopolíticos del capital global.
Lo anterior se tradujo en la renuncia que los gobiernos neoliberales hicieron de cumplir con el
precepto constitucional que hace del Estado mexicano el principal responsable de promover
el desarrollo económico y el bienestar social. Todas las reformas y modificaciones legales que
revisamos en el apartado precedente muestran que la idea de Estado neoliberal se implantó en
México a partir de una reinterpretación de su papel constitucional. Para los gobiernos neoli-
berales la mejor promoción del desarrollo que el Estado podía realizar consistía en asumir la
idea de Estado mínimo, es decir, el Estado que renuncia a ejercer sus poderes para no estorbar
la libre circulación de bienes y capitales.
Las transformaciones jurídicas que se instrumentaron en México para dar entrada al
neoliberalismo económico, sobre todo aquellas que flexibilizaron el acceso del capital global
a la explotación a gran escala de la naturaleza (conceptualizada por la lógica mercantil del
capital como recursos naturales) respondieron a una tendencia global de crecimiento inédito
en la demanda de materias primas por parte de economías desarrolladas y emergentes. Fue
esta una de las bases que estimuló al neoextractivismo en sus diversas manifestaciones. A ello
debemos agregar la necesidad que han tenido los poderes hegemónicos de garantizar el acceso
a las reservas mundiales de recursos que son clasificados como estratégicos o críticos para

30 Frente a la reiterada explicación del actual presidente López Obrador sobre la corrupción como la principal causa del fracaso
neoliberal en México, podemos anteponer la de José Luis Calva, quien desde la perspectiva de la ciencia económica concluye que
“[...] La razón estratégica del decepcionante desempeño de la economía mexicana bajo la ortodoxia económica neoliberal puede
resumirse así: las realidades de la economía (en general) y del comercio internacional (en particular) no se ajustan al modelo teórico
del neoliberalismo [...]” ( Calva 2019: 594).

523
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

mantener modelos de hegemonía tecnológica, es decir, para sostener el consumo y sobre todo
el abastecimiento de insumos necesarios para el funcionamiento de la tecnología derivada de
lo que ahora se denomina como cuarta revolución industrial. Se trata de insumos que involu-
cran el desarrollo de nuevas tecnologías, algunas con aplicaciones armamentísticas y por tanto
indispensables para el mantenimiento de la ventaja militar de un grupo selecto de naciones.
La disputa por los denominados recursos naturales, en combinación con el cada vez mayor
excedente de capital global en busca de nichos para su reproducción, ha afectado de manera
especialmente crítica a países que cuentan con reservas naturales, o que pueden convertirse en
receptores de megaproyectos de infraestructura. Si hacemos una lectura del problema desde la
perspectiva del materialismo histórico-geográfico de David Harvey, es posible establecer que
tanto el neoextractivismo como la inversión de excedentes de capital global en proyectos de
infraestructura pueden ser definidos como megaproyectos. Ambas manifestaciones o expre-
siones del capital global inciden agresivamente sobre territorios y requieren el uso de ingentes
recursos obtenidos de la explotación de la naturaleza.31
Existe, por tanto, una simbiosis entre los proyectos neoextractivos y la categoría de
megaproyectos. Ambas expresiones mantienen como condición de posibilidad el acceso al
territorio y su modificación irreversible, incluyendo el impacto sobre las comunidades que lo
habitan. De acuerdo con Pérez Negrete, los megaproyectos en su versión actual tienen como
característica la transformación radical y en tiempo breve de espacios regionales. Esta trans-
formación modifica y generalmente destruye definitivamente territorios, paisajes, sistemas
ambientales, sistemas de organización social y relaciones sociales y económicas de los grupos
que habitan el espacio sobre el que se despliega el excedente de capital global bajo la forma de
un megaproyecto.32 Los megaproyectos adquirieron nuevas características a partir de los años
ochenta del siglo XX, principalmente como producto de los avances tecnocientíficos, los cuales
han hecho de los megaproyectos intervenciones de escala nunca antes vista sobre el territo-
rio, aspecto que los equipara con prácticas extractivistas sustentadas en grandes capitales y
orientadas a la máxima ganancia. Los megaproyectos neoliberales además priorizan el interés
empresarial por sobre el de las comunidades, sus territorios y patrimonios, generalmente con
el respaldo de las instituciones de un Estado también neoliberal. Las transformaciones espa-
ciales que provocan los megaproyectos son de tal magnitud, que generalmente se acompañan
de desplazamientos forzados de población, segregación, deslocalización, violación de derechos
humanos, violencia en múltiples expresiones, despojos, división de comunidades, eliminación

31 De acuerdo con Bartelt, el extractivismo es en principio un concepto económico que se sustenta en la sobrexplotación de recursos
naturales, de forma tal que la minería y la producción de hidrocarburos son prioritarias “[...] pero también la producción agroin-
dustrial, por ejemplo, de soya, o de alimentos para biocombustibles, como la caña de azúcar. En un sentido más amplio, hay que
contar también los grandes proyectos de infraestructura, sin los cuales el extractivismo no puede funcionar [...]” (Bartelt: 2019: 60).
32 Margarita Pérez Negrete (2017: 23-53) señala que la definición más consensuada sobre lo que es un megaproyecto es la de Strassman
y Wells, que definen a los megaproyectos como “[...] obras de gran escala que se despliegan sobre el territorio en una suerte de
ocupación territorial porque, como la definición menciona, existe ahí una transformación, una alteración del paisaje que necesa-
riamente tendrá implicaciones de orden social y medio ambiental sobre las formas de vida prevalecientes [...]”.

524
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

de espacios sociales productores de identidad y memoria colectiva, destrucción de los recursos


medioambientales, entre otros impactos.33
El neoliberalismo también ha dado lugar en México a una narrativa capitalista de
carácter apologético y propagandístico que busca legitimar la violenta intervención de los
megaproyectos sobre territorio y poblaciones. La lucha por el sentido, dirigida a construir
una “licencia social” que atenúe o suprima las posibles reacciones de resistencia a un mega-
proyecto, además de imponer un único criterio de interpretación del desarrollo busca generar
condiciones de negociación a partir de relaciones asimétricas de poder. Esta ideología del desa-
rrollo intenta sembrar en el imaginario social la idea de la inevitabilidad del cambio, aumen-
tando con ello los efectos destructivos de los megaproyectos al confrontar a las poblaciones.
La dinámica de destrucción de los vínculos sociales como estrategia para acceder y dominar
el territorio, se basa en estrategias muy bien diseñadas para fracturar cualquier esfuerzo de
organización colectiva de defensa del territorio y sus formas de vida. La promesa del desarrollo
que acompaña a todo megaproyecto en su necesidad de alzarse con el espacio geográfico que
requiere para su despliegue, se construye a partir de múltiples ingredientes tomados de una
racionalidad capitalista y neoliberal. Dicha racionalidad integra en un nivel el muy conocido
discurso del progreso de tendencia civilizatoria, y en un segundo nivel maneja el inmedia-
tismo de la generación de empleos, anzuelo que comúnmente produce un bando local afín al
megaproyecto.
La racionalidad capitalista que promueve los megaproyectos de naturaleza neoextrac-
tiva y de base neoliberal también ha desarrollado un proceso de cooptación de cierto tipo
de racionalidad científica. Ello significa que en el entorno de la ciencia se ha constituido
una rama científica neoliberal, principalmente porque el neoliberalismo y su relación con los

33 Paul K. Gellert y Barbara D. Lynch definen los desplazamientos generados por megaproyectos como procesos socionaturales:
“[...] All mega-projects displace dirt and substrate, thereby altering the biological, geological, and physical attributes of landscapes
significantly. Mountaintops are removed to fill streambeds, harbours peepened and protected by artificial piers, river and aquifer
courses altered, lands cleared, levelled, and plantes with neat rows of trees. Changes in soil characteristics, land forms, and habitat
result in changes in species composition with long-term economic, cultural, and health consequences. So, when we think about
displacement by mega-projects, we need to look beyond the fate of humans displaced by roads, mines, and rising reservoir waters
to include (1) displacement of significant volumes of rock and soil, (2) displacement of hydrological patterns, (3) the displacement
of natural habitats and the creation of new ones (e.g., stagnant pools of water for mosquito breeding or open fields on military
bases), (4) displacement of species and plant and animal communities that goes along with displacement of niches, and (5) the
resultant disappearance of livelihood opportunities for resource-dependent communities [...]” (2003: 17). Todos los megaproyec-
tos desplazan tierra y subsuelo, alterando significativamente los atributos biológicos, geológicos y físicos del paisaje. Las cimas de
las montañas son removidas para llenar cauces de ríos, se abren puertos y se protegen con muelles artificiales, los cursos de los ríos y
acuíferos son alterados, las tierras despejadas, niveladas y plantadas con ordenadas filas de árboles. Los cambios en las características
del suelo, en la forma del terreno y en hábitat provocan cambios en la composición de las especies con consecuencias económicas,
culturales y de salud a largo plazo. Por lo tanto, cuando pensamos en desplazamientos por megaproyectos, necesitamos mirar más
allá del destino de los humanos desplazados por caminos, minas y crecientes depósitos de aguas para incluir (1) el desplazamiento
de significativos volúmenes de rocas y tierra, (2) el desplazamiento de patrones hidrológicos, (3) el desplazamiento de hábitat
naturales y la creación de nuevos (por ejemplo, depósitos de agua estancada para la reproducción del mosquito o campos abiertos
para bases militares), (4) el desplazamiento de especies y comunidades de plantas y animales que van con el desplazamiento de los
nichos, y 5) la consiguiente desaparición de las oportunidades de sustento para las comunidades dependientes de recursos.

525
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

megaproyectos son un campo inmejorable para impulsar la investigación científica dirigida a


la domesticación total de los procesos naturales y a su mercantilización. Con ello quiero decir
que la fe de muchos científicos, quienes sostienen el dogma de una ciencia capaz de dominar
cualquier proceso natural, ha recibido un impulso millonario por parte de los poderes hege-
mónicos que se disputan la dominación de los recursos del planeta. Un ejemplo lo encontra-
mos en las disputas que actualmente se dirimen en la comunidad científica mexicana en torno
a los organismos genéticamente modificados. Esta tecnología ha sido la base de megaproyectos
agrícolas de monocultivos transgénicos de soya en varios países, México incluido, megapro-
yectos que han eliminado la biodiversidad de cientos de miles de hectáreas bajo el argumento
de la autosuficiencia alimentaria o de la eliminación del hambre en el mundo.
Como se puede apreciar, la narrativa construida por el neoliberalismo, incluida la de
los gobiernos neoliberales, muestra un desplazamiento de los referentes morales sobre los que
se sustentaba la preservación de la vida y el bien común como valores fundamentales. El espa-
cio creado por tal desplazamiento ha sido ocupado por otro tipo de referentes que intentan
construir una nueva ética que legitime el logro de la máxima ganancia económica como el
valor fundamental de la existencia. Ese logro, como objetivo supremo de la ética neoliberal, se
traduce en prácticas de despojo territorial ejercidas por el capital global. En la mayoría de los
casos ese capital, bajo la figura de megaproyectos extractivos, se convierte en una intervención
invasiva y temporal que transforma a comunidades enteras en colectivos sometidos a formas
explícitas o sutiles de dominación, que terminan por alienar sus capacidades políticas y su
sentido de pertenencia al territorio, convirtiendo a los afectados en verdaderos extraños en
su tierra. En México los ejemplos son numerosos y permiten apreciar la manera en que exce-
dentes de capital global han dominado y trastornado irreversiblemente la vida en diversas
regiones a través de megaproyectos (megaminería a cielo abierto, megaminería de tumbe
y rellene, campos eólicos masivos, trasvases hídricos, proyectos hidroeléctricos, desarrollos
inmobiliarios de alta plusvalía, agroindustrias, parques industriales de alta tecnificación, etc.).
Lo han hecho con base en estrategias jurídicas que aprovechan todas las leyes neoliberales
mexicanas diseñadas para facilitarle a los capitales el acceso al territorio.
Esto último significa que todo el aparato estatal, desde el marco constitucional y sus
leyes secundarias hasta las agencias de gobierno, actúa como “facilitador” para el capital
global y sus megaproyectos. La “facilitación” consiste en poner al servicio de los megapro-
yectos todos los recursos jurídicos y políticos disponibles para que puedan lograr el acceso
al territorio, lo que se traduce, por lo general, en despojos, violencias, desterritorialización,
migración y desalojos. Estos procesos se han complejizado en México debido a dos factores:
por un lado, la corrupción político-empresarial, por otro lado, las respuestas diferenciadas que
las regiones han construido frente a la llegada de megaproyectos. El primer factor ha sido el
más común, sobre todo porque los capitales globales con rostro de corporativos o empresas
transnacionales cooptan fácilmente a los grupos de poder local, incluidos los poderes fácti-
cos, que son los que pueden operar políticamente los apoyos necesarios para acceder lo más

526
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

rápido posible al espacio territorial que desean explotar. Esta estrategia es central para aquellos
megaproyectos que encuentran resistencias sociales en defensa del territorio y sus recursos
bioculturales. El segundo factor, el de las respuestas diferenciadas que encontramos por todo
el territorio frente a megaproyectos, responde a una serie de factores históricos que nos han
demostrado la capacidad de algunos pueblos, principalmente los originarios, en la defensa de
sus territorios, lo que contrasta con regiones mestizas donde no siempre existe un vínculo tan
profundo con la tierra.34
En síntesis, el neoliberalismo a la mexicana habilitó la llegada de numerosos megapro-
yectos, todos equiparables a proyectos neoextractivistas por el volumen de recursos naturales
que desplazan o requieren, lo que ha provocado una nueva condición de vida para todas aque-
llas comunidades “receptoras” de los “beneficios” de estas inversiones. Esa nueva condición
de vida se ha caracterizado por la amenaza permanente a los territorios, a su bioculturalidad y
a las relaciones sociales que les han dado sentido. La irrupción de megaproyectos en diversas
regiones del país ha ido además acompañada por formas muy variadas de violencia, desde la
discursiva hasta la física, pasando por la violencia de Estado, lo que ha permitido el retorno
de economías de enclave, la pérdida de derechos, pero sobre todo la destrucción de espacios
físicos y sociales, insumos imprescindibles para la continuidad de prácticas económicas y polí-
ticas sustentables en términos socioambientales. Todos los despojos territoriales (desposesiones
diría Harvey), los desplazamientos, la violencia, las fracturas sociales, etcétera, que han gene-
rado los megaproyectos neoliberales contaron con una capa de barniz jurídico que intentaba
mostrar su “legalidad”.
Otra consecuencia del neoliberalismo a la mexicana fue la conformación de poderes
fácticos o metapoderes constituidos por corporaciones trasnacionales, grupos político-empre-
sariales y redes de complicidad que operaron en distintos niveles, la imposición de megapro-
yectos de diversa índole sobre territorios y comunidades vulnerables. Estos poderes fácticos,
sustentados en el dinero acumulado y en la propiedad de poderosas empresas y oligopolios,
han ejercido durante tres décadas una influencia enorme en las decisiones políticas, al grado
de haberse constituido en factores que ralentizaron el proceso democrático de México. Como
promotores y beneficiarios del neoliberalismo y del Estado mínimo, los poderes fácticos no
se constituyeron exclusivamente con los círculos político-empresariales de elite, sino que se
nutrieron también de grupos de la delincuencia organizada que asumieron un lenguaje neo-
liberal para autodefinirse como “empresas”. Estos poderes fácticos delincuenciales de carácter
clandestino comparten con los de cuello blanco el objetivo de la máxima ganancia en sus
negocios, así como la cooptación de actores políticos en distintos niveles. Estamos ante una de
las consecuencias más desastrosas del neoliberalismo a la mexicana.

34 “[...] los ‘daños ambientales’ no se pueden separar de sus repercusiones sobre los seres humanos, para quienes el medio ambiente
representa igualmente el mundo en el que viven y con el que conviven. Por eso, los daños ambientales son también daños a sus
medios de subsistencia, que nunca o sólo rara vez están asegurados, y eso ya no siempre lo aceptan los seres humanos [...]” (Bartelt
2019: 72-73).

527
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

Conclusión: ¿Cuarta Transformación o transformación de cuarta?

Finalicemos abordando como conclusión de este ensayo el problema medular que le inspiró.
¿Es la Cuarta Transformación el fin del neoliberalismo en México? De ser así, ¿cuál es el nuevo
modelo y por lo tanto el nuevo régimen que lo sustituirá? La pregunta que interroga sobre
lo que se necesita hacer para acabar con el neoliberalismo en México debe, necesariamente,
reflexionar sobre los aspectos más básicos que lo han hecho posible, para después averiguar si
el nuevo gobierno muestra estrategias dirigidas a su desmantelamiento. Una primera respuesta
se encuentra en todas las reformas estructurales que entre 1983 y 2014 se instrumentaron para
darle forma al régimen neoliberal. Desde esta perspectiva, proclamar la desaparición del neo-
liberalismo en México requiere un proyecto político dirigido a desmontar, “lo más pronto
posible” (AMLO dixit) (López Obrador 2014: 391), ese entramado jurídico, para sustituirlo por
otro que responda a la aspiración social y política de un nuevo modelo basado en principios
diferentes. Ello no ha sucedido a tres años del gobierno del presidente López Obrador, y tam-
poco se visualiza como un proyecto a futuro. Por el contrario, al ser cuestionado sobre una
posible reforma al Artículo 27 constitucional que revierta la mercantilización de la propiedad
social de la tierra (una de las joyas de la corona neoliberal) López Obrador ha manifestado
claramente que eso no está en sus planes.
Tampoco está en sus planes abrogar, por ejemplo, el artículo sexto de la Ley Minera
de 1992, a pesar de ser inconstitucional. En este tema el presidente ha declarado la suspen-
sión de nuevas concesiones mineras bajo el argumento de que las otorgadas en el “periodo
neoliberal”, que equivalen a la tercera parte del territorio nacional, son más que suficientes
para que las mineras nacionales y trasnacionales trabajen por varias generaciones. Ello sig-
nifica que las resistencias y los conflictos socioambientales en contra de la megaminería y en
defensa del territorio se agudizarán. Ni siquiera se ha considerado la posibilidad de dotar a los
pueblos y comunidades de instrumentos legales efectivos que les permitan controvertir con-
cesiones mineras otorgadas sobre sus territorios. Algo similar sucede con la reforma energética
que abrió la explotación de hidrocarburos a la inversión privada nacional y foránea. Hasta
el momento, y a pesar de contar con posibilidades políticas para abrogar dicha reforma, el
presidente López Obrador no muestra voluntad de cumplir su compromiso de “revertir las
privatizaciones y recuperar los recursos naturales y los bienes de la nación” (idem), pues lo más
que ha hecho el gobierno ha sido suspender las rondas de licitación para explotación petrolera,
bajo el argumento de que las empresas (nacionales y extranjeras) beneficiadas en las rondas
anteriores no han cumplido con la proyectada producción de hidrocarburos. Quizá la excep-
ción la encontramos en la iniciativa de reforma eléctrica, sin embargo, ésta garantiza al capital
privado la intocabilidad de las concesiones ya adquiridas y un porcentaje significativo del
mercado (46%) como un gesto político dirigido a evitar controversias jurídicas internacionales.
En materia fiscal el presidente ha declarado tajante que no habrá reformas al menos en
la primera mitad de su mandato, lo que se complementa con una disciplina macroeconómica

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¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

y monetaria muy a tono con las recomendaciones de los organismos financieros internacio-
nales. La estrategia ha sido eliminar las condonaciones de impuestos a los grandes capita-
les, aumentar la base gravable y combatir los fraudes fiscales. Con ello el gobierno de López
Obrador ha logrado una notable recaudación de impuestos, principalmente sobre la base de
recuperar grandes adeudos y mantener una férrea disciplina, neutralizando con ello los efectos
nocivos de las calificadoras neoliberales, las cuales han reconocido la eficacia recaudatoria de
la Cuarta Transformación.35 También permanecen intactas las políticas de atracción de inver-
sión extranjera directa, lo que habla de una actitud política dirigida a garantizar jurídicamente
dichas inversiones y los derechos de propiedad, elementos centrales del decálogo neoliberal.
En medio de esta disciplina, la Cuarta Transformación apoyó la reformulación del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte para dar lugar al Tratado entre México,
Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que garantiza la continuidad del fundamentalismo del
mercado de bienes y capitales en la región de Norteamérica, elemento esencial de la praxis
neoliberal y uno de los instrumentos que más vulneran la soberanía nacional. En este punto
no se puede argumentar que se trata de un acuerdo heredado por el gobierno de Peña Nieto,
pues en la parte final de las negociaciones participaron representantes de López Obrador ya
como presidente electo. Por este motivo, llama la atención que el capítulo de controversias del
T-MEC haya mantenido el predominio de los intereses empresariales en materia de elección
de tribunales contenciosos, pasando por encima de los derechos y capacidades jurídicas y de
acceso a la justicia de pueblos y comunidades, aspecto en el que México resulta el país más
perjudicado en aquel acuerdo trilateral. El beneplácito de López Obrador frente a la integra-
ción económica de América del Norte vía el T-MEC le ha llevado a reafirmar su optimismo en
la llegada de inversión extranjera directa, en el flujo de capitales y en la instalación de empresas
foráneas que proporcionen oportunidades laborales en diversas regiones del país:

[...] Es un hecho que el Tratado atrae más inversión extranjera para la industria de exportación [...]
de manera que el T-MEC representa crear más oportunidades de negocios para empresarios y comer-
ciantes, así como puestos de trabajo mejor pagados en beneficio de técnicos y profesionales con altos
niveles académicos. Ello además de la generación de empleos para mujeres y hombres del Bajío y del
norte del país; debe tenerse en cuenta que actualmente trabajan en las plantas maquiladoras 3 000
000 de obreros y que, de ellos, 1 000 000 laboran en empresas de la industria automotriz. Así pues,
estamos convirtiendo a México en un país con pleno derecho al trabajo, pero también en una nación

35 En septiembre de 2021 el presidente López Obrador expresó lo siguiente sobre el tema: “[...] Ahora estamos mejorando nuestra
recaudación de impuestos, procurando cobrar a grandes corporaciones nacionales y extranjeras que se las ingeniaban para no pagar
sus contribuciones –lo que es lo mismo: para delinquir– y gozar de impunidad. Hoy, la Hacienda Pública se está fortaleciendo
mediante la fórmula de no permitir los fraudes fiscales. Un dato: aun con la crisis de la pandemia de COVID-19, los ingresos del
Gobierno Federal al primer semestre de este año sumaron un billón 856 mil 246 millones de pesos, es decir, fueron 1.1% superiores
en términos reales al mismo periodo del año pasado [...]” (López Obrador 2021: 71).

529
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

con abundantes oportunidades de negocio, para que sus habitantes de todas las clases sociales tengan
la posibilidad de gozar de bienestar, paz y felicidad [...] (López Obrador 2021: 68-69).36

La cuestión de fondo reside en establecer si el T-MEC , tal como se firmó, reduce el


impacto de los excedentes globales de capital y los efectos adversos del neoliberalismo sobre los
contextos rurales y la soberanía del país. O bien, si el T-MEC tan sólo redujo los desequilibrios
presentes en su tratado predecesor y deja intactos otros aspectos que son la base del fundamen-
talismo de mercado. La respuesta, desde mi personal perspectiva, es que el T-MEC mantiene
a México en condiciones de dependencia económica y vulnerabilidad territorial, es decir, se
mantiene la parte más adversa para los territorios y sus poblaciones.
Los anteriores elementos son suficientes para afirmar que la mayoría de las acciones
emprendidas hasta ahora por la Cuarta Transformación indican que el gobierno no muestra
intenciones reales de desmontar las claves del neoliberalismo más allá del discurso y de algu-
nas áreas específicas que al presidente le interesa recuperar para la nación. En todo caso, parece
que el presidente pretende mantener bajo control político y legal lo que él concibe como la
principal tara del neoliberalismo a la mexicana: la corrupción y la pérdida de recursos públicos
que ésta representa. Las otras caras del neoliberalismo en México, incluida la vigencia de su
entramado jurídico y los megaproyectos, se encuentran intocadas, salvaguardadas.
Por ejemplo, en cuanto a los megaproyectos, López Obrador está siguiendo en muchos
aspectos la misma ruta de los denominados gobiernos progresistas de América del Sur, quienes
mantienen el neoextractivismo como alternativa de desarrollo. Eso sí, lo denominan como
neoextractivismo progresista o desarrollismo posneoliberal para intentar diferenciarlo del neo-
liberal. Si bien existió la esperanza entre muchos grupos y poblaciones de México que por años
han defendido sus territorios, de que la llegada al poder de la denominada “izquierda política”
realizaría los cambios urgentes para desmontar el modelo neoextractivista, lo cierto es que
muy poco de ello ha sucedido en México, tampoco en el contexto latinoamericano (Gudynas
2009: 1-12).
La pervivencia de dicho modelo de corte neoliberal en países que son o han sido
gobernados por gobiernos que se dicen progresistas de izquierda no se explica como un
fenómeno residual o transitorio, sino que tiene que ver con la decisión política de mantener
y a veces profundizar el modelo neoextractivo, principalmente en megaminería y en mega-
proyectos de infraestructura o bien en materia de agroindustria y transgénicos como la soya.
Sin embargo, en el caso de la Cuarta Transformación no sólo se mantienen los esquemas
legales de acción que sustentan al neoliberalismo y sus megaproyectos, sino que además se
proponen e impulsan los propios bajo un enfoque desarrollista de Estado que resulta ana-
crónico. De todos los megaproyectos del gobierno de la Cuarta Transformación (refinería
Dos Bocas, Corredor Transístmico, aeropuertos, etcétera), el ejemplo paradigmático es el

36 En esta obra de reciente aparición, López Obrador dedicó un subapartado del último capítulo al tema del T-MEC bajo el título de
“La oportunidad del Tratado” (2021: 295-300).

530
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

denominado Tren Maya, megaproyecto de reordenamiento territorial que responde a una


lógica de mercantilización de bienes materiales e inmateriales de la más pura cepa neoliberal
y neoextractiva. El reordenamiento se sustenta en un proyecto de turismo “cultural” masivo
con construcción de “polos” de desarrollo en una dilatada área del sureste mexicano a la
que se pretende atraer millones de turistas al año. El discurso o las razones para justificar
este megaproyecto es muy parecido al de los megaproyectos que impulsa el capital privado:
ofertas de empleo bien remunerado, preferencia hacia los pobladores de cada zona tanto para
empleo como para negocios, crecimiento, desarrollo sustentable y respeto al medio ambiente.
En los hechos, los megaproyectos de estas características, con el tiempo y el juego del libre
mercado, distan mucho del control de las políticas públicas, incluso en aquellos casos en que
son impulsados y patrocinados desde el poder público. Cabe señalar que se trata de un mega-
proyecto con el sello de las filias personales de López Obrador, quien sin analizar las conse-
cuencias depredadoras del turismo masivo en otras zonas de México y el mundo, mantiene
la fe en la mercantilización de los bienes culturales. Si bien su motivación es nacionalista al
afirmar que con esas obras los visitantes conocerán la grandeza de las civilizaciones ancestra-
les del área maya, las consecuencias de dicha mercantilización del patrimonio no aparecen
siquiera esbozadas:

[...] El turismo, como ya dijimos, es una importante fuente de ingresos para el país. La potencialidad
turística que tenemos es cuantiosa por la grandeza cultural de México. En todo el territorio nacional
hay bellezas naturales incomparables, playas, selvas, bosques, fauna, cerros, barrancas, ríos, lagunas,
caídas de agua (cascadas), pueblos mágicos, ciudades coloniales y algo único, excepcional: la gran
diversidad cultural que conforma nuestro país, el cual es un mosaico cultural habitado por 62 etnias
con costumbres, tradiciones, lenguas y organización social comunitaria que forman parte del México
profundo, heredero de las grandes civilizaciones que hace miles de años habitaron nuestro territorio
[...] (López Obrador 2021: 289-290).

El culmen de este proceso neoextractivo se encuentra en la bursatilización de la tierra


campesina de muchas regiones del sureste mexicano por donde atravesará el Tren Maya a
través de los Fidecomisos de Inversión en Bienes Raíces (FIBRA), todo ello como preámbulo
de nuevas modalidades de acumulación por desposesión y con un impacto socioambien-
tal de pronóstico reservado. El Tren Maya es quizá la prueba más cruda de que la Cuarta
Transformación es, en el fondo, un neoliberalismo de Estado que pretende ser socialmente
inclusivo.37

37 Sobre el tema véanse Giovanna Gasparello et al.(s.f.). En cuanto la idea de un neoliberalismo de Estado propia de gobiernos pro-
gresistas de izquierda latinoamericana, véase el texto de Jan Lust (2015) donde muestra el caso del gobierno de Ollanta Humala
como una forma “socialmente inclusiva de neoliberalismo”, sustentada en políticas que intentaron superar los fracasos de los
gobiernos neoliberales de Fujimori, Toledo y García a través del incremento en el gasto social y a partir de los recursos generados
por las actividades extractivas mineras y sus megaproyectos. Lust denomina a esta modalidad de intervención estatal como neoli-
beralismo de Estado, es decir, gestionado y regulado desde el poder, lo que contrasta con un Estado neoliberal.

531
Juan Carlos Ruiz Guadalajara

No tengo por el momento una respuesta clara a la falta de voluntad política que mues-
tra la Cuarta Transformación para comenzar a desandar el neoliberalismo a partir de pasos
consistentes. De hecho, en el ámbito latinoamericano no contamos con un gobierno progre-
sista que haya intentado desmantelar seriamente la política neoliberal. Baste pensar en Lula,
en Evo Morales o en Rafael Correa, quienes desde diversas perspectivas ahondaron la ejecu-
ción de megaproyectos neoextractivistas ahora bajo el discurso desarrollista. López Obrador
ha señalado su intención de establecer un Estado de bienestar, base de su propuesta de feli-
cidad colectiva. Sin embargo, dicha propuesta no está sustentada en un modelo económico
diferente o alternativo, lo que indica que el verdadero proyecto de transformación está dirigido
a convertir el neoliberalismo en una especie de neoliberalismo social, tal vez un neolibera-
lismo pasteurizado, higienizado de corrupción para que pueda funcionar “como Dios manda”.
Existe también la posibilidad de que la propuesta de la Cuarta Transformación sea un nuevo
modelo de economía mixta, pero ahora bajo la mezcla de un Estado neoliberal de bienestar,
especie de oxímoron que paradójicamente funcionaría por voluntad política y no por la mano
invisible del mercado.
Lo cierto es que el presidente López Obrador no está aprovechando una condición
favorable que tal vez no se vuelva a repetir para desandar el camino neoliberal: su actual mayo-
ría como fuerza política representada en el Congreso de la Unión y en múltiples congresos
estatales, situación sin igual para dar pasos verdaderos hacia una transformación que real-
mente sea de magnitudes históricas. La persistencia del neoextractivismo y los megaproyectos
desarrollistas que impulsa el nuevo gobierno en el sureste son indicadores de la continuidad
que se dará a los procesos de desposesión y de ahondamiento de la crisis climática. No es sufi-
ciente la idea de integrar como “socios capitalistas” a los pobladores y dueños de las tierras de
las regiones involucradas en los nuevos megaproyectos, principalmente el corredor del Istmo y
el Tren Maya. La evidencia indica que estas estrategias no atenuarán los impactos ambientales
y socioculturales, y tampoco lograrán regular o controlar los procesos de expansión y explota-
ción capitalista sobre los recursos bioculturales de aquellas regiones.
López Obrador tampoco está siendo consecuente con su discurso antineoliberal en
el contexto de la pandemia de Covid-19. Este proceso catastrófico, aún sin visos de pronto
alivio, ha provocado una reafirmación de la narrativa lopezobradorista en torno al fin del
modelo neoliberal, percepción que le ha estimulado a profundizar en la imposición de sus
megaproyectos y en todas sus políticas que denomina de transformación. Incluso el presidente
ha llegado a afirmar que la Covid-19 no es la causa principal de la recesión económica que
hemos comenzado a experimentar, sino que se trata del agotamiento del neoliberalismo y su
final caída precipitada por la pandemia. Esto le ha servido de base para anunciar la profundi-
zación de sus políticas desarrollistas y neoliberales, bajo el contradictorio argumento de que no
se puede aplicar el paradigma neoliberal para enfrentar la crisis económica, refiriéndose con
esto último a la dinámica de los rescates de empresas privadas por la vía del endeudamiento
con organismos internacionales. Sin embargo, es muy pronto para poder establecer con visos

532
¿La Cuarta Transformación o la transformación de cuarta?

de certidumbre cuáles serán las consecuencias económicas y sociales de la pandemia, cuáles


sus efectos en los planes de la Cuarta Transformación. Nadie, en este momento, puede medir
la magnitud ni la proyección temporal de los daños que ha provocado y seguirá provocando la
Covid-19. La moneda está en el aire para todos.
En síntesis, la política económica del nuevo gobierno parece circunscribirse a un
esfuerzo por corregir los efectos perversos del neoliberalismo en general y del neoliberalismo a
la mexicana, fundamentalmente la corrupción y la desigualdad en la distribución del ingreso
¿es esto suficiente para proclamar la llegada de la nueva era posneoliberal? Por el momento no.
Habrá que observar con atención el ajedrez político de López Obrador para intentar descifrar
su estrategia. Por ahora, el nuevo gobierno garantiza la continuidad del modelo neoliberal
bajo una simulada Cuarta Transformación que se traduce en un neoliberalismo de Estado,
el cual, para algunos sectores del país, sobre todo los rurales, comienza a perfilarse como una
transformación de cuarta.

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535
TESTIMONIOS RURALES
LA MAZORCA SE EMPEZÓ A DESGRANAR1

Héctor Álvarez Álvarez


Napoleón Márquez Serano

Héctor Álvarez Álvarez. Na chuskia je, buenas tardes a todos, con el permiso de todos ustedes
vamos a exponer la experiencia que tuvimos nosotros, como comunidad, ante una empresa
transnacional que viene practicando lo que es la agricultura industrial. Antes que nada, qui-
siera mencionarles un poquito la historia de nuestra comunidad.
Nuestra historia, como comunidad originaria su nombre es Tumasïo ya por la invasión
y por la evangelización, se le denominó Santo Tomás, pero originalmente se llama Tumasïo.
Nosotros fuimos fraccionados de una comunidad madre que se llama Nurío que está en
la Meseta Purhépecha; nosotros, hace aproximadamente como tres siglos emprendimos el
camino hacia nuestra nueva instancia en donde está nuestro nuevo territorio. Nuestro nombre
original, como les dije se llama Tumasïo, que en castellano sería “el eco” o “el sonido de los
pies”. Ya al establecernos en esta nueva región que está aproximadamente a treinta minutos
de aquí de Zamora, ahí estamos privilegiados porque estamos entre casi dos climas, un clima
templado y un clima un poco más cálido, entonces ahí se da una gran variedad de cultivos.
Al principio, siempre se ha sembrado lo que son las semillas nativas, semillas criollas, en este
caso, el maíz, la calabaza, el frijol, el janamargo y ya en las últimas décadas se quiso introducir
lo que sería maíz transgénico, pero como somos originarios no aceptamos el sabor del maíz
transgénico, no nos servía para los usos que le damos al maíz y otras cosas, entonces decidimos
que no.
Ya por ahí del año 2000 se da una sentencia agraria en nuestra comunidad, la resolu-
ción presidencial, de hecho, la comunidad de Santo Tomás tiene la carpeta básica en ese año.
En 2006, desafortunadamente, entra lo que es el Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin
Regularizar (FANAR) para la aceptación de pequeños propietarios, y como les digo, nosotros
somos una comunidad originaria, allá nuestra máxima autoridad es una asamblea y lo que se
decide en la asamblea es lo que se tiene que hacer y, cuando entra en 2006 este famoso FANAR
pues no se lleva a consulta, no se llevó a asamblea.

1 Intervención oral de las autoridades y comuneros de Santo Tomás, municipio de Chilchota, Michoacán.

539
Héctor Álvarez y Napoleón Márquez

Entonces nosotros, o pocos de los que se dieron cuenta, estaría hablando del comi-
sariado de bienes comunales que acepta esto y unos registros de terrenos, con la idea de que
si se dan esos registros o ese padrón, tendríamos la posibilidad de poder gestionar recursos,
como es el caso de Procampo y todo eso. Mucha gente se fue con eso, pues ya teniendo ese
documento que lo avala vas a ser meramente dueño de tu tierra, sabiendo que nosotros vivi-
mos o estamos en un terreno comunal, que es común, porque en esa comunidad todos somos
comunes, nadie es más, nadie es menos y todos nos regimos ante una asamblea y ahí es donde
se pone todo eso. Entonces, una vez que se da el FANAR, se hace un padrón de ejidatarios que
solamente son los únicos que van a poder hablar, opinar en la asamblea. Se supone que desde
que nacimos en una comunidad indígena que está regida por usos y costumbres, nosotros
tenemos todo ese derecho de ser comuneros, no solamente los que tengan ese padrón o estén
empadronados o que tengan terrenos; o sea, todos tenemos derecho de ser comuneros.
Nosotros tenemos esa dicha de tener terrenos comunales, al tener esos terrenos comu-
nales nosotros no pagamos predial, no pagamos eso porque son meramente terrenos nuestros,
nosotros cuidamos esos terrenos, nos esforzamos por cuidar no solamente la tierra, sino lo que
es el territorio. Sabemos muy bien que el territorio abarca lo que es flora, fauna, todo esto,
entonces nosotros hemos tratado de cuidar todos nuestros bosques, todos los animales nativos
que hay ahí y sabemos bien que cuando una empresa viene, a él le vale todo eso, no le importa
la vida silvestre, todo eso. En el año de 2012, desafortunadamente, empieza nuestro “viacrucis”
podemos llamarlo, cuando llega la Empresa Agrícola Superior de Jacona. Esta empresa llegó a
rentar los terrenos ahí en Santo Tomás para la siembra de fresa, de frambuesa, creo que nada
más dos cosas son, pero vuelve a enajenar a algunos comuneros diciéndoles que les va a dar
empleo, que les va a pagar por hectárea al año diez mil pesos, doce mil pesos y, como les decía
desde un principio, ahí nada más se sembraba lo que era maíz criollo, maíz nativo y otras
cosas, pero nada más eran de autoconsumo.
Esa empresa, cuando entró en ese año de 2012, empezó bien, a dar empleos, empezó
todo bien pero ya después de un par de años fue cuando empezamos a ver que no era una
empresa responsable, en varios aspectos, son varias cosas las que vamos a mencionarles, pero
me detendré en una pausa para darle el micrófono a mi compañero y ahorita volveré para
retomar otro tema.
Napoleón Márquez Serano. Na chuskia je, buenas tardes a todos, aquí con el permiso
de mis autoridades, líderes comunales aquí presentes y desde luego con el permiso de todos
ustedes, vamos a hacer también uso de la palabra. Mi nombre es Napoleón, soy originario de
la comunidad indígena de Santo Tomás, que aquí mi compañero ya expresó sus característi-
cas. Efectivamente, en Santo Tomás nosotros somos una comunidad indígena, nos regimos en
usos y costumbres. Ahí, en nuestra comunidad tenemos un jefe de tenencia, un comisariado
de bienes comunales, tenemos un comité de agua potable, un comité de vigilancia, un consejo
comunal y un juez menor de tenencia. Todas estas autoridades ahí es lo que nos permite a
nosotros organizarnos como comunidad para todos los aspectos: en lo religioso, en lo cultural,

540
La mazorca se empezó a desgranar

en las fiestas; así trabajamos ahí en Santo Tomás y el compañero y un servidor formamos aho-
rita parte del consejo comunal.
Sobre la problemática, efectivamente en 2012 llega esta empresa de nombre Agrícola
Superior de Jacona, esta empresa capitalista, le decimos nosotros, y llega con esta bandera, con
esta consigna de decir “traemos el progreso a esta comunidad, les vamos a dar trabajo, vamos
a usufructuar sus terrenos y van a tener trabajo”. Entre algunos compromisos que hace esta
empresa con la comunidad es de que año con año esta empresa debería apoyar a la comuni-
dad con una obra de gran impacto en la comunidad y cada año iba a aumentar el costo de la
renta por hectárea que, en un inicio, fueron nueve mil pesos, el compromiso fue que año con
año iba a aumentar la renta mil pesos. El problema surge de que ya la empresa, estando ahí
seis años en nuestra comunidad, pues no veíamos nosotros ninguna mejoría, ninguna obra,
al contrario, ya empezamos a ver los problemas que nos estaba ocasionando dicha empresa.
En una de nuestras asambleas, nuestro comité de agua potable nos informó que las
condiciones que tenía la red de agua potable, que es una toma desde Carapan, del ojo de
agua hasta Santo Tomás, pues ya estaba en malas condiciones. No faltó el comunero que
dijo: “bueno ya son seis años y no vemos que la empresa haga algo ¿por qué no le decimos a
la empresa que sea esa su primera obra? Que nos apoye con la renovación del sistema de agua
potable”; entonces se hizo un comité para esa obra, hicimos el trabajo y el monto ascendía más
o menos como a 400 mil pesos. Entonces la empresa se negó rotundamente y en esa ocasión
vimos que varios comuneros estaban a favor de esta empresa porque no faltó el que dijo “la
empresa sí ha estado apoyando porque año con año nos da tres mil pesos para la fiesta comu-
nal”, entonces nos dimos cuenta que sí, efectivamente, la empresa ya tenía compradas ahí a
ciertas personas.
Este tema empezó a ser más recurrente en nuestras asambleas, la relación que tenía la
empresa con la comunidad; empezamos a ver, a escuchar que varios comuneros ya se quejaban
“bueno, ya que han estado tocando este tema de la empresa, yo en ningún momento le quise
rentar el terreno a la empresa, más sin embargo, mi tierra ya está sembrada de arándanos; los
pinos que yo tenía ya los tumbaron y la cerca ya no está” y, también, los que sí estaban ren-
tando empezaron a decir “pues es que a mí la empresa también me debe, pues ya son tantos
años que no me ha pagado”. Los jornaleros agrícolas también empezaron a manifestar y a
decir “no tenemos un trato digno por parte de los mayordomos, nos maltratan, nos gritan y
creo que todo trabajador tiene derecho a ser tratado con respeto y con dignidad”.
Entonces los problemas empezaron a salir, nosotros decimos que “la mazorca se empezó
a desgranar”, empezamos a ver que la relación entre la empresa con la comunidad pues no
iba para bien. Nosotros ahí, en esa asamblea, acordamos elaborar un pliego de demandas y
pedir al empresario que acudiera a nuestra comunidad a una audiencia pública, a una asam-
blea comunal, para que ahí nosotros pudiéramos expresarle las problemáticas que teníamos y
cómo queríamos que esta relación se fortaleciera entre la empresa y la comunidad, obviamente

541
Héctor Álvarez y Napoleón Márquez

respetando o viendo la problemática que se había expuesto. Entonces el pliego de demandas


en ese entonces quedó con estos siguientes puntos:
• Primeramente, nosotros pusimos en el documento que queríamos el pago del
adeudo de la renta, porque la empresa, como les digo, pues a varios no les había
pagado, les debía.
• Pedimos nosotros indemnización y respeto a los terrenos sin rentar.
• Pedimos, nosotros, Seguro Social para todos los jornaleros agrícolas porque no
estaban dados de alta en el Seguro.
• Trato digno a los jornaleros agrícolas.
• Control de la basura y residuos de los agroquímicos que utiliza la empresa.
• Pedimos respeto a nuestra flora y fauna de nuestra montaña, porque también aquí,
cabe mencionar, que los fines de semana los mayordomos organizaban sus cazas
furtivas, ya bajaban con venados, con diferentes animales, cosa que no se había
establecido, en ningún momento en los contratos.
• Pedimos nosotros cancelación y elaboración de un nuevo contrato con todas las
características que debe tener un contrato colectivo.
• Y, desde luego, las obras para la comunidad.

Con este pliego de demandas que ahí organizamos en la asamblea, la asamblea nos
dijo “vayan y llévenle una solicitud para que este señor venga y nos escuche”. Este empresario
nunca nos quiso atender, lo más que se pudo dar, lo más cercano fue que dijo este señor: “pues
los recibo aquí en mis oficinas a tres comuneros”; cuando nosotros les avisamos a la asamblea,
la asamblea dijo: “no, pues es que cómo, así pues, tres personas allá. Tiene que venir aquí este
señor, así como vino aquí tocando las puertas de las casas para que le rentáramos las tierras,
pues así tiene que venir aquí a escuchar nuestros problemas”.
Entonces, como el empresario no quiso ir, pues lamentablemente nosotros nos vimos
en la necesidad de recurrir a otras formas de pedir que se nos escuchara. Lo que se aprobó en
nuestra asamblea comunal fue que le bloqueáramos los accesos a esta empresa, y coincidimos
porque varios jornaleros agrícolas dijeron: “bueno, pues, es que está en tiempo de cosecha yo
creo que si le tapamos unas horitas pues si nos va a escuchar y va a venir”. Entonces fue exac-
tamente un tres de noviembre del año pasado [2018] cuando decidimos, como comunidad,
taparle los accesos; este señor se dignó al tercer día en acercarse a nuestra asamblea, argumentó
que estaba en Estados Unidos y que por la situación que se había dado llegó y que estaba en
toda la buena disposición de escucharnos.
Lo que a nosotros nos sorprende como comunidad fue que, en esa ocasión, este empre-
sario no se negó a ninguno de los puntos, es decir, a todo dijo sí. Ahí públicamente aceptó
que tenía una deuda con la comunidad, con los renteros; aceptó efectivamente y que les iba a
dar de alta en el Seguro Social a todos los jornaleros, comprometiéndose a que lo que durara
el proceso iba a mandar al médico tres veces por semana, es decir, a todo dijo que sí; por las

542
La mazorca se empezó a desgranar

obras también no dijo que no, dijo “sí, pues nada más que sea bajo proyecto y órale vamos
dándole para adelante”. En ese lapso, lo que es de noviembre hasta febrero [2019] pues arma-
mos nuestras comisiones para ir viendo cuál era el gasto que pedían los compañeros por la
indemnización y todo lo que aquí acabo de mencionar.
El problema se viene cuando ya al momento de nosotros querer ejecutar todos estos
compromisos, la empresa ya no quiso nuevamente, aunado a que en esas fechas tuvimos una
situación muy desagradable porque hubo un evento de gastronomía, ahí en nuestra comuni-
dad y en la madrugada unos compañeros comuneros pues iban ya bajando a la comunidad,
porque ese evento se había hecho en el cerro, entonces estos compañeros comuneros pues
fueron balaceados, lamentablemente hubo un muerto y un herido.
En esa madrugada la comunidad se organizó, fuimos a revisar y agarramos a tres per-
sonas que eran los veladores de la empresa, nosotros dimos parte a la fiscalía, ellos hicieron lo
propio, pero hasta el momento no hay ningún detenido, no sé si haya carpetas de investiga-
ción. El asunto es que esa situación, más lo que estaba pasando de que no estaba cumpliendo
la empresa, pues nos volvimos a reunir en asamblea y dijimos: “bueno ¿qué hacemos con esta
situación? y luego la empresa a todo dijo que sí, pero no está resolviendo nada”, el único punto
que hasta ese entonces había resuelto era el pago de la deuda, ya había realizado los pagos,
ese era el único punto, pero de lo demás nada resolvió. Entonces nosotros resolvimos nueva-
mente tapar los accesos, eso ya fue un once de marzo, ya de la segunda toma que hicimos, y
en esa ocasión, como ya no estaba en tiempo de cosecha, pues duramos como siete días, más
o menos, y la empresa pues no daba la cara.
Tuvimos que recurrir al gobierno del estado, entonces ellos organizaron un acerca-
miento entre la empresa con la comunidad, en esa ocasión la empresa ya no quiso ir a la
comunidad, pidió que fuera en el municipio, total que hicimos nosotros la comisión, tuvimos
este acercamiento ya del segundo bloqueo y algo que a nosotros nos molestó de esa asamblea
fue que este señor, de nombre Héctor Valdez Aguirre, ya fue acompañado de sus apoderados
legales y su contador. Dice su apoderado legal, en esa segunda asamblea que tuvimos, que
ese señor no era el dueño de la empresa, que esa empresa se valía de una sociedad y que él era
solamente un miembro y que pues él no podía tomar decisiones, diciéndonos que los acuerdos
que él había firmado, aquel 3 de noviembre, no eran válidos.
Nosotros, sinceramente nos salimos enojados de ahí, molestos, regresamos a nuestra
comunidad, hicimos una asamblea e informamos esto a la comunidad y en esa reunión, noso-
tros decimos que es histórico para nosotros porque en esa ocasión, así le llamamos nosotros,
decidimos cambiar de bandera de lucha porque ya no pedíamos o ya no íbamos a pedir que la
empresa cumpliera con las demandas; la nueva petición era que la empresa se saliera de nuestros
terrenos, ya no queríamos saber nada de esta empresa porque para nosotros los p’urhépechas la
palabra cuenta y él, aparte de decirnos, pues nos firmó un papel, pero que al final diga: “yo no
soy dueño de la empresa y por lo tanto no cumplo nada”, pues sí nos molestó.

543
Héctor Álvarez y Napoleón Márquez

Entonces, desde ahí inicia una serie de reuniones, eso fue un sábado cuando la comuni-
dad decidió. Ahí hablaron todos, hablaron los jóvenes, hablaron las personas mayores, habla-
ron las mujeres, pero sobre todo algo que nos quedó muy claro a toda la comunidad fue lo
que dijo un señor, ya de edad, “es que, compañeros, va a llegar el día en que a la empresa ya
no le van a servir nuestras tierras, simplemente se va a ir, nos va a dejar aquí las tierras estéri-
les, inservibles y entonces ¿cuál es el legado que le vamos a dejar a las futuras generaciones?”.
Entonces en esta serie de reuniones, que se hicieron posteriores, finalmente la empresa aceptó
salirse de la comunidad.
Nosotros agradecemos infinitamente a la doctora Carmen Ventura que en todo
momento estuvo con nosotros, en ningún punto nos abandonó, nos apoyó también en la ela-
boración de un convenio de término contractual con la empresa y, entre las cláusulas que ahí
firmamos, estaba que la empresa se comprometía a retirar toda la basura y los residuos tóxicos
que estaban ahí en nuestros terrenos comunales y pues hasta ahorita, hasta la fecha, señores,
eso es lo único que la empresa no ha hecho; nuestros terrenos siguen contaminándose ahí
con su basura y ya la asamblea nuevamente decidió que ante este incumplimiento, pues hoy
día tenemos demandada a la empresa en Morelia, en la Procuraduría de Cuidado al Medio
Ambiente, ellos ya hicieron una primera visita y ya clausuraron algunos terrenos.
Esa es la situación por la que pasamos como Santo Tomás ¿qué nos deja la empresa?
Nos preguntamos nosotros en estos seis, siete años que estuvo, la empresa únicamente nos
dejó basura, nos dejó muertes y nos dejó divisionismo a nuestra comunidad porque, efecti-
vamente, habría que decirlo, varios comuneros que rentaban, les rentaban varias hectáreas de
tierra pues apoyaron a la empresa. Entonces es lo doloroso para nosotros porque pues es una
comunidad chiquita, ahí todos somos compadres, todos somos primos, todos somos parientes
y el hecho de que tú te veas en conflicto con un vecino, con un amigo, con un compadre,
es algo que nos duele.
Eso es sólo lo que nos dejó la empresa, una comunidad que ahorita que estamos echán-
dole ganas para poder resarcir esta parte de la división y pues eso es lo que nos deja la empresa.
¿Qué sigue ahorita para nosotros? Estamos trabajando en ello, en la reconstrucción de nuestra
organización, de cómo salir adelante, de cómo seguir al pie esta demanda que tenemos porque
es triste cuando vamos a nuestro monte y ver toda esa basura que hasta ahorita ahí está.
Nosotros podemos decir, con nuestra experiencia, que el verdadero rostro de estas empresas
capitalistas pues es esa, ellos nunca llegan con la intención de realmente apoyar a las comuni-
dades, ellos se aprovechan de nuestras tierras sin importarles a qué costo, esa es la lectura que
hacemos en nuestra asamblea: que nunca más una empresa de esta talla va a volver a meterse
en nuestros terrenos comunales.
Hoy por hoy, podemos decir que en Santo Tomás pudimos expulsar a esta empresa y
nos sentimos un tanto victoriosos por esa cuestión, les agradezco su atención, por mi parte
sería todo. Juchari Uinapikua (nuestra fuerza).

544
La mazorca se empezó a desgranar

Ya para cerrar nada más decirles que estas son solamente unas secuelas que ha dejado
esa empresa transnacional en nuestra comunidad, lo que es la división, la captura de nuestra
comunidad, porque no solamente hubo un muerto, sino que hubo varios muertos, fomentó
la rapiña que todavía sigue vigente, la rapiña porque muchos más iban a robar, fácilmente se
ganaban unos 500 o mil pesos al día por robar en la empresa; ahora como ya se fue la empresa
siguen las rapiñas y ¿qué ha hecho la comunidad ahorita? Formar lo que es una ronda comu-
nal en donde nosotros mismos, como comuneros, nos cuidamos entre los vecinos, entre todos,
en las noches salimos a patrullaje.
Hace poco, también como decían otros, nos estamos enfocando más bien nuestros
dioses son naturales, los antiguos purhépechas que todos amamos lo que es la naturaleza y,
hace poco, unos meses, rompimos un récord: en un día sembrar dieciocho mil árboles; porque
nosotros realmente amamos la naturaleza, somos de la madre tierra, la tierra no nos pertenece
a nosotros, nosotros pertenecemos a la tierra, es lo que hemos estado haciendo, sería por mi
parte todo, gracias.

545
LA TRANSICIÓN A LA AGROECOLOGÍA EN MÉXICO
Un modelo para alcanzar la autosuficiencia y soberanía alimentaria

Leticia López Zepeda1


Enrique Pérez Suárez2

Así como en las tempestades se miden los marineros,


en los tiempos borrascosos florece la creatividad popular.
Y los treinta años recientes han sido sumamente turbulentos
para los campesinos mexicanos. Quizá por ello en ese lapso
nacieron y se desarrollaron importantes y novedosas
iniciativas de organización rural, entre ellas la ANEC.
Cobo et al. (2017: 12)

Hace 26 años, decidimos organizarnos para defender la agricultura campesina de granos bási-
cos (maíz, trigo, frijol, sorgo, arroz); surgimos en 1995, en pleno inicio del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) y del desmantelamiento de los aparatos del Estado
que se tenían para la regulación y el fomento de la agricultura y de los mercados, en resumen,
una política neoliberal claramente anticampesina. Nos constituimos para preservar nuestra
existencia como campesinos, buscando una mejor y mayor valorización de la producción en
un mercado crecientemente dinámico y competitivo, con fuertes tendencias excluyentes y
concentradoras.
La Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo
(ANEC) es una organización gremial sin fines de lucro, que agrupa y representa a alrededor de
60 mil pequeños y medianos productores y productoras de granos básicos con presencia nacio-
nal en doce estados de la República (Chiapas, Chihuahua, Colima, Guanajuato, Guerrero,
Jalisco, Michoacán, Morelos, Nayarit, Puebla, San Luis Potosí y Tamaulipas).
Nos organizamos a través de diversas figuras jurídicas Sociedad de Producción
Rural (SPR), Uniones de Ejidos, Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC), Sociedad de
Solidaridad Social (SSS), cooperativas, entre otras; estas iniciativas no son sólo de carácter
económico sino principalmente organizativo, para afrontar la venta y compra en común de
nuestros productos, insumos, equipos y servicios (economías de escala). Por ello integramos

1 Directora ejecutiva de la ANEC, [email protected]


2 Coordinador de Comunicación y Políticas Públicas de la ANEC, [email protected]

547
Leticia López y Enrique Pérez

objetivos sociales, económicos y ambientales, combinando las formas campesinas de organi-


zación (participación, asambleísmo, distribución equitativa de responsabilidades y beneficios,
interés colectivo, bienestar general, etcétera).
Defendemos la práctica de principios tales como: organización económica con impacto
social y responsabilidad ambiental, independencia, autonomía, pluralidad, autogestión, demo-
cracia, participación, subsidiariedad, justicia, equidad y solidaridad, transparencia, ser propo-
sitivos, innovadores y constructivos.
En el surgimiento de la ANEC nos propusimos enfrentar el aspecto comercial para
apoyar a los agremiados a realizar una comercialización más rentable y justa de nuestros pro-
ductos frente a la embestida de los mercados propiciada por el TLCAN; y a partir de ello la
ANEC ha avanzado en la apropiación de la cadena productiva desde la fase de producción,
comercialización, valor agregado, así como en la diversificación de las actividades rurales.
La ANEC es una organización plural, autónoma, independiente de partidos políticos y
gobiernos, no obstante, somos una organización que asume riesgos y definiciones políticas,
cuando lo que está en juego son los intereses históricos de los campesinos y del país.
Con objetivos claros: la defensa y promoción de la agricultura campesina sustentable,
familiar, de pequeña y mediana escala, el impulso al desarrollo de mercados agroalimentarios
justos, incluyentes, realmente competitivos y socialmente responsables, la promoción y defensa
de la soberanía alimentaria de la nación y del derecho a la alimentación para la población, la
defensa y valorización campesina de los recursos territoriales, naturales y la construcción de
un nuevo modelo de agricultura y alimentación/nuevo pacto Estado-sociedad rural-sociedad
urbana.
Hoy somos una organización multiactiva comprometida con la producción sana y sus-
tentable, la productividad, autoproducción de insumos orgánicos, temas de financiamiento
y de género. Asimismo, nuestros socios y socias no sólo producen granos básicos, también
hortalizas, café, caña de azúcar, frutas, entre muchos otros. Asumimos la capacitación como
parte importante en nuestro proceso organizativo y formativo, proponemos políticas públicas
en favor del campo mexicano y contamos con presencia en la opinión pública. Promovemos
alianzas nacionales e internacionales con otras organizaciones y movimientos sociales como
la Campaña Nacional Sin Maíz no hay País, Valor al Campesino, Alianza por la Salud
Alimentaria, Movimiento Campesino, Indígena, Afromexicano Plan de Ayala Siglo XXI,
Movimiento El Campo no Aguanta Más, el Hambre no Espera, México mejor sin Tlcs, La
Vía Campesina, Movimiento Indígena y Campesino Mesoamericano (MOICAM), la demanda
colectiva contra la siembra de maíces transgénicos, Espacios trinacionales contra el TLCAN y
otros tratados comerciales, entre otros.
Nuestra estructura (imagen 1) está compuesta por organizaciones de base campesinas,
agrupadas en estructuras de segundo y tercer nivel, apoyada con técnicos especializados, con
el objeto de construir una organización de nuevo tipo, gobernada por productores, adminis-
trada por cuenta y orden de ellos mismos y operada por ellos mismos.

548
Imagen 1. Modelo de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo
Fuente: Elaboración propia.

La ANEC se conforma de una organización nacional, trece organizaciones regionales


y 180 organizaciones de base. La Asamblea General es su máximo órgano de decisión, está
constituida por productores socios y técnicos de las organizaciones regionales y de base. La
segunda instancia de decisión es el Consejo Directivo en el cual participan dirigentes de las
organizaciones regionales y de base, técnicos y miembros de la Dirección Ejecutiva.
Los miembros de la ANEC son población campesina organizada que enfrenta las adver-
sidades. Que trabajan para resistir y revertir un modelo económico en que los campesinos no
tenían cabida. Su principal punto de coincidencia es la convicción de que la agricultura cam-
pesina en el ámbito comunitario, puede y debe ser la encargada de proveer de alimentos sanos
a la población mexicana en las condiciones más justas para ambas partes.
Hemos enfrentado importantes retos en las diferentes estrategias de organización y
participación campesina, las cuales han requerido un esfuerzo de especialización directiva
y técnica en las áreas administrativa, financiera, comercial y en la producción sustentable.
En cada una de estas tareas hemos tenido tropiezos y aciertos que hemos debido superar. En
los aspectos administrativos, financieros y organizativos buscamos métodos para lograr la

549
Leticia López y Enrique Pérez

transparencia y rendición de cuentas, así como un adecuado control de los procesos económi-
cos, plasmados en el Modelo Organizativo ANEC (MOA y el Decálogo ANEC).
En el proceso comercial, contamos con la mayor red social a nivel nacional de centros
de acopio, operados y administrados por las organizaciones de base para el acopio y venta de
las cosechas de los agremiados, que permite hacer frente a la competencia del mercado. Las
fuentes de financiamiento de la ANEC son diversas, subsidios gubernamentales a través de
diferentes proyectos, apoyos de fundaciones internacionales, reinversiones y aportaciones
de los socios.
En el aspecto productivo, trabajamos para dar respuesta a las necesidades de las y los
campesinos que les permitan lograr un cambio paradigmático hacia sistemas de producción
agrícola sustentables y diversificados, con la conjunción de los conocimientos campesinos
y científicos. Nuestra estrategia ha tenido importantes logros, pues hemos construido en el
transcurso de 11 años, un modelo productivo que relaciona de forma interdependiente los
aspectos ambientales, sociales, y económicos/productivos. A través de prácticas agroecológicas
contenidas en el modelo ACCI-MICI, hemos logrado enfrentar el paradigma de una mayor y
mejor producción, mejorando las condiciones de los recursos naturales como una condición
imprescindible.
Cada uno de estos desafíos se han discutido y han podido ser superados en las diferen-
tes instancias de toma de decisiones: Asambleas nacionales anuales, Asambleas de Consejos
Directivos a nivel nacional, regional y local, y grupos de trabajo específicos por cada uno de
los ejes que trabajamos: productivo, comercial, financiero y organizativo.

ANEC frente al desastre del campo

Recordemos que México ingresó en 19863 al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y
Comercio (GATT, por sus siglas en inglés), lo que implicó el inicio de “una nueva época de
México caracterizada por la desregulación, la liberalización económica, la apertura comercial
y la política neoliberal”.4
Aquí comienza la pesadilla neoliberal, política “que comulga con las ideas de erradi-
cación de la intervención del Estado en la economía, entregando la responsabilidad de ‘libres
fuerzas del mercadeo’”.5 Encumbrado en la presidencia tras el fraude electoral de 1988, Salinas
de Gortari, echó a andar la maquinaria neoliberal. Durante su sexenio se “privatizaron y

3 Miguel de la Madrid Hurtado era presidente de México (1982-1988).


4 Gabriel Bagundo, “Del GATT al TLCAN. México cumple 32 años de desregulación y apertura comercial”, La Izquierda Diario, 24
de julio de 2017, disponible en: www.laizquierdadiario.com (consultado el 26 de septiembre de 2019).
5 Idem.

550
La transición a la agroecología en México

desincorporaron del Estado 390 empresas, el 63% de las que existían entonces [...]”6 enrique-
ciendo a unos cuantos y empobreciendo a la gran mayoría de los mexicanos.
Empeñado en convertirse en el apóstol neoliberal, Salinas hizo todo lo que estuvo a
su alcance para pregonar que México estaba en el camino correcto. Cambios estructurales,
desaparición de empresas estatales, políticas asistenciales para aminorar la pobreza y generar
votantes.
El campo no se salvó de las garras neoliberales y en ese contexto, se implementaron las
reformas estructurales más radicales en el sector rural, así lo ejemplifica Víctor Suárez Carrera,
de las cuales destacan las siguientes:
• Reformas en el sistema de crédito rural (1989-1992): eliminación del subsidio a la
tasa de interés, concentración de la banca de desarrollo (Fideicomisos Instituidos en
Relación con la Agricultura, FIRA, y Banco Nacional de Crédito Rural, Banrural)
en los productores comerciales y creación del llamado crédito a la palabra para los
productores marginales.
• Surgimiento del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) y creación del Fondo
Nacional de Apoyo a Empresas Sociales (Fonaes).
• Contrarreforma agraria del Artículo 27 constitucional (1992), con la cual se cancela
el reparto agrario establecido en la Constitución de 1917 y se abre paso a la privati-
zación y compraventa de las tierras ejidales y comunales.
• Privatización y/o cierre durante el periodo 1990 -1994 de Fertilizantes de México
(Fertimex), Aseguradora Nacional Agrícola y Ganadera (Anagsa), Instituto Mexicano
del Café (Inmecafé), Tabacos Mexicanos (Tabamex), Alimentos Balanceados de
México (Albamex), Industrias Conasupo (Iconsa), Maíz Industrializado Conasupo
(Miconsa), Trigo Industrializado Conasupo (Triconsa) y Centros Conasupo de
Capacitación (Ceconca).
• Desaparición de los precios de garantía de arroz, trigo, sorgo, soya, cártamo y copra
(1989). La Compañía Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo) restringió
entonces su actividad al acopio de maíz y frijol.
• Creación de Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (Aserca 1991),
en previsión del cierre de Conasupo.
• Eliminación del precio de garantía de frijol (1994).
• Negociación y firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
(1990-1993).
• Modificaciones privatizadoras a la Ley Federal del Agua (1994).
• Sustitución de los subsidios indirectos por directos al productor a través del
Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo) (otoño-invierno 1993/94).
• Entrada en vigor del TLCAN (1º de enero de 1994) (Suárez 2017: 30-31).

6 Dulce Olvera, “Las empresas públicas (63%) que remató Carlos Salinas hicieron a 23 familias súper ricas hasta hoy”, sinembargo.
mx, 27 de febrero de 2019, disponible en: www.sinembargo.mx (consultado el 26 de septiembre de 2019).

551
Leticia López y Enrique Pérez

A más de 20 años de la entrada en vigor del TLCAN, dicho tratado “ha contribuido
con la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes que actualmente padece México”.7 Aunado
a que los ganadores de dicho tratado comercial, han sido no más de 20 grandes compañías
transnacional y mexicanas (Maseca, Vizur, Bachoco, Minsa, Cargill, entre otras) que durante
todo este tiempo “han recibido el 80% de los subsidios gubernamentales”.8
“En suma, el TLCAN representó el abandono de la producción nacional de alimentos
en favor de las importaciones. Este hecho se tradujo en la caída de la producción, el empleo, el
ingreso y el aumento de la desigualdad, la pobreza y la migración. […] se sacaron campesinos
del campo y se metieron narcotraficantes […]”.9
La guerra contra el campesinado estaba en marcha. La política neoliberal se enfocó en
denigrarlos. Considerándolos como “atrasados”, “pobres”, “improductivos”, quitando el dere-
cho de los campesinos, como sujetos productivos y como sujetos históricos en la construcción
de las decisiones del país.
En resumen, el modelo neoliberal dejó a su paso, pobreza, despojo, violencia, depen-
dencia, corrupción, injusticia, hambre y miseria, imposición de un modelo depredador del
suelo, la naturaleza; desprendimiento salvaje del tejido social, enriquecimiento de unos cuan-
tos en perjuicio de los demás.
Después de más de 30 años de abandono de la agricultura campesina y a raíz de la crisis
alimentaria mundial de 2008-2009, se reconoce la necesidad de alcanzar la autosuficiencia
alimentaria con base en la revalorización y el fomento productivo de las pequeñas y medianas
unidades de producción agroalimentarias.

Razones: Nuevo paradigma en los mercados agrícolas internacionales (imagen 2)


• Precios altos y gran volatilidad.
• Causa principal: subordinación de los mercados agrícolas a los mercados financie-
ros y a los mercados de hidrocarburos.
• Cambio climático global.
• Crecimiento demográfico planetario y de la demanda de los BRICS.
• Caída en la productividad agrícola internacional/agotamiento del modelo de la
Revolución Verde.
• Oligopolización de los mercados agrícolas internacionales.

7 Ivette Lira, “En los años del TLCAN, México se ganó una epidemia de obesidad y perdió autonomía alimentaria”, sinembargo.mx,
26 de enero de 2017, disponible en: www.sinembargo.mx/26-01-2017/3137973 (consultado el 8 de septiembre de 2019).
8 Nancy Flores, “Se profundiza crisis agroalimentaria de México”, CONTRALÍNEA.COM.MX, 12 de diciembre de 2017, disponible en:
www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2017/12/12/se-profundiza-crisis-agroalimentaria-mexico (consultado el 8 de septiembre
de 2019).
9 Documento realizado por diversas organizaciones trinacionales y multisectoriales. 20 años del TLCAN ¡Basta de libre comercio! ¡No
al TPP! Mitos del TLCAN. Canadá, Estados Unidos, México.

552
Imagen 2 . Prácticas y efectos ambientales de la agricultura moderna
Fuente: Elaboración propia.

Causas: Precarización de la vida rural

• “El 80% de las personas que sufren el hambre y la pobreza en el mundo viven y
trabajan en zonas rurales, el 50% pertenece al pequeño campesinado tradicional, el
20% son personas sin tierras y el 10% subsiste mediante actividades tradicionales de
pesca, caza y pastoreo” (FAO 2018).
• “Se estima que de los 821 millones de personas que padecen hambre en el mundo
(cifra de la ONU en 2018), el 80% vive en zonas rurales. Estas personas son parti-
cularmente vulnerables y discriminadas, sufren expulsiones forzosas y carecen de
acceso a recursos esenciales: tierra, semillas, préstamos, educación, justicia y servi-
cios básicos.
• Tienen un acceso y control desiguales sobre la tierra, los recursos genéticos y otros
recursos naturales; sufren de un acceso restringido a los mercados y a los medios de
producción” (La Vía Campesina 2018).

553
Leticia López y Enrique Pérez

Valorizando a la agricultura campesina

Armando Bartra comenta que “[...] la agricultura campesina contribuye con el medio ambiente.
Del campo viene el aire puro, el agua limpia, la tierra fértil. En él se sostiene la diversidad
biológica, aporta climas templados, paisaje, cultura e identidad. Es un portador de bienes
más valiosos que ciertas mercancías chatarras. Esto debemos ponerlo en la coyuntura de una
crisis que no es sólo económica, sino también medioambiental. Una crisis relacionada con el
cambio climático, en la que lo único garantizado es la incertidumbre”.10 Y, añade Bartra que
“Los campesinos son un sector de la sociedad moderna, aquí están, no han desaparecido, no se
han esfumado, no son memoria y nostalgia. […] son un sector que necesita permanentemente
estar luchando para mantenerse dentro de este mundo cambiante”.11
Para la Iniciativa Valor al Campesino12 los pequeños agricultores son sujetos producti-
vos indispensables para el desarrollo del campo y para garantizar el abasto de alimentos diver-
sos, frescos y saludables; son una pieza clave para mejorar la economía y la alimentación de las
y los mexicanos. Aquí unos datos de la importancia de la agricultura campesina:
• La pequeña agricultura representa 39% de la producción agropecuaria nacional, a
pesar del abandono y la descapitalización. De 4 millones de unidades de produc-
ción, 68% son iguales o menores a 5 hectáreas.
• Los pequeños productores son garantes de la conservación y cuidado del medio
ambiente, de la cultura local, el desarrollo del mercado interno.
• Fuente de empleo: el campo absorbe cerca de 16% de la población económicamente
activa.
• Directa o indirectamente, 16 de cada 100 trabajadores activos trabajan en la produc-
ción primaria o en la agro transformación.

Uno de cada tres mexicanos vive en el campo y dos de cada diez trabajan en él. En
términos de población y de ocupación es importante, aunque sólo tres o cuatro pesos de cada
100 se producen en él.
Buscando un modelo alternativo de agricultura sustentable en pequeña y mediana
escala, de alta productividad, baja emisión de carbono y alta resiliencia climática. Ante el
agotamiento y fracaso de la evolución verde, en la ANEC nos propusimos impulsar un nuevo
modelo productivo que se enfoca esencialmente en el rescate de la producción campesina y

10 Andrés Fernández, “Entrevista a Armando Bartra: Hemos vivido 30 años de descampesinización”, ArgentinaInvestiga, 10 de
enero de 2011, disponible en http://argentinainvestiga.edu.ar/noticia.php?titulo=armando_bartra_hemos_vivido_30_anos_de_
descampesinizacion&id=1079 (consultado el 26 de septiembre de 2019).
11 Reyna Paz Avendaño, “El campesino siempre debe estar en lucha para existir, dice Armando Bartra”, CRONICA.COM.MX, 30
de julio de 2019, disponible en: www.cronica.com.mx/notas-el_campesino_siempre_debe_estar_en_lucha_para_existir_dice_
armando_bartra-1126713-2019 (consultado el 14 de agosto de 2019).
12 Héctor Robles Berlanga, “Valor al campesino, vida, nutrición y riqueza para México”, La Jornada del Campo, núm. 95, 5 de junio
de 2015, disponible en: www.jornada.com.mx/2015/08/15/cam-campesino.html (consultado el 16 de septiembre de 2019).

554
La transición a la agroecología en México

sustentable, recuperar el buen manejo del suelo y, sobre todo, reconocer y respetar la diversi-
dad y complejidad de las condiciones agroecológicas y socioeconómicas.
La contribución de la ANEC en la generación de políticas públicas, la defensa del cam-
pesinado y la construcción de alternativas, dieron paso a profundizar y radicalizar nuestras
propuestas por alcanzar la soberanía alimentaria, por ello planteamos la urgente necesidad de
contar con un modelo alternativo al modelo de agricultura industrial/revolución verde, el cual
reiteramos está agotado, es insostenible, es contraproducente y es pernicioso.
Consideramos que, si bien la agricultura orgánica ha hecho muchos aportes, interesan-
tes y necesarios, tiene, desde nuestro punto de vista, límites que es urgente superar.
El modelo de agricultura orgánica actual tiene limitaciones, ya que el paquete tec-
nológico está sujeto a certificación extrema y muy costoso. Los productos orgánicos son de
alto costo, donde solamente un sector de la población de mayor capacidad económico puede
adquirirlos. Desafortunadamente, las empresas agroalimentarias nacionales y extranjeras han
“monopolizado” el mercado de los orgánicos.
Para la ANEC es necesario implementar estrategias organizativas y políticas públicas,
tales como:
• Modelo productivo agroecológico basado en la organización familiar y comunita-
ria y en la autoorganización económica de los productores.
• Sustitución de fertilizantes y pesticidas químicos (reducción de costos y de impac-
tos ambientales) por insumos orgánicos, a través de procesos comunitarios de
autoproducción de bioinsumos.
• Innovaciones tecnológicas (ciencia al servicio de los productores) y rescate de prác-
ticas ancestrales para recuperar la biodiversidad.
• Servicios internos de asistencia técnica especializada (no a la privatización de los
servicios de asistencia técnica).
• Estrategia para el abasto de insumos orgánicos a través de la organización.

En respuesta, hemos desarrollado un modelo productivo denominado Agricultura


Campesina de Conocimientos Integrados (ACCI) y el Manejo Integrado de Cultivos Inducidos
(MICI), el cual permite incrementar rendimientos, el cuidado y recuperación del suelo, dismi-
nuir costos de producción, producir nuestros propios insumos orgánicos (semillas, biofertili-
zantes, etc.) y reducir el uso de agroquímicos, entre otros. Se trata de una verdadera revolución
tecnológica y social como la única vía para alcanzar la autosuficiencia y soberanía alimentaria
y una vida digna para los campesinos y las comunidades rurales del país.
Con esta nueva revolución tecnológica es posible alcanzar múltiples resultados en el
corto y mediano plazo: Algunos de ellos:
1. Impulsar significativamente y en el corto plazo la productividad agrícola sustentable.
2. Reducir drásticamente los costos de producción y aumentar la rentabilidad.

555
Leticia López y Enrique Pérez

3. Regenerar el suelo, proteger los recursos naturales y propiciar una agricultura baja
en emisiones de carbono.
4. Producir alimentos sanos y con mayor calidad nutricional para el autoconsumo y
el mercado nacional.
5. Revalorizar el trabajo campesino y los modos de vida rurales.
6. Reactivar la economía agrícola y rural.
7. Reconstruir la cohesión social a escala familiar, comunitaria y étnica.
8. Brindar oportunidades de empleo e ingreso dignos para la juventud del campo.
9. Amortiguar los impactos negativos del cambio climático, y proveer las mejores
estrategias de adaptación al mismo.
10. Y, sobre todo, garantizar la autodeterminación en materia alimentaria, económica
y tecnológica y la seguridad alimentaria a largo plazo del país.

Algunos principios del modelo Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados (ACCI):

1. Las campesinas y campesinos son sujetos productivos, sujetos de derechos y porta-


dores de conocimientos agrícolas relevantes.
2. La organización campesina autogestiva es el sujeto colectivo de la nueva revolución
tecnológica.
3. Los conocimientos integrados al servicio de un nuevo modelo de agricultura
sustentable.
4. Autodeterminación campesina.
5. Formación/profesionalización continua de “campesino a campesino” y de “cientí-
fico a campesino y de campesino a científico”.
6. Producción local de bioinsumos de calidad.
7. Necesidad de una revolución de conciencias, valores y actitudes.
8. Soberanía y política de Estado para construir otro sistema agroalimentario y nutri-
cional. En este sentido, la ANEC desde su constitución ha pugnado por el cambio
de modelo agroalimentario impuesto en México desde 1982. Ante la entrada del
gobierno de la Cuarta Transformación (4T), la ANEC, junto con múltiples organi-
zaciones campesinas, indígenas, de consumidores, ambientalistas, agrupadas en la
Alianza por la Salud Alimentaria (ASA) lanzamos el manifiesto a la nación por un
Sistema alimentario, saludable, justo y sustentable.13

13 Disponible en: https://alianzasalud.org.mx/2018/11/manifiesto-por-un-sistema-alimentario-nutricional-justo-y-sustentable/.

556
Imagen 3. Aportes del Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI)
Fuente: Elaboración propia.

Sostenemos que el MICI es rentable ya que reduce costos de producción y eleva los
rendimientos; más rentable que aquella que practica métodos de la revolución verde, indepen-
dientemente de la escala que se trate. Asimismo, es sostenible, debido a que es un método que
a pesar del tiempo y los sistemas económicos, sociales y políticos no enfrenta contradiccio-
nes que la puedan hacer inviable y es resiliente ya que no sólo es capaz de enfrentar los retos
de los cambios climáticos, sino que identifica e interpreta los señalizadores de las plantas que
se adelantan a la percepción humana de los cambios climáticos.
Tiene como propósito fundamental, recuperar y mejorar la salud de la sociedad (con-
sumidores, agricultores y jornaleros) y los recursos naturales del planeta (rizosfera, biosfera,
hidrosfera y atmosfera).
Para ello se requiere lo siguiente:
1. Análisis continuo del suelo, agua, tejidos (físico-químico-microbiológico).
2. Cultivo del suelo/Re-establecimiento del equilibrio físico-químico-biológico (MOO)
–Oxigenación de suelos, Enriquecimiento de Materia Orgánica MO, Inoculación
de consorcios de MOO/dosis invasivas/dosis selectivas.
3. Prácticas culturales. Preparación del suelo, asociación de cultivos, rotación de cul-
tivos, cultivos de cobertera.
4. Nutrición vegetal. Presiembra: lumbricomposta, MOO eficientes, Fertilización
macro/microelementos químicos, Fertilización foliar (lixiviados).

557
Leticia López y Enrique Pérez

5. Resistencia vegetal a los agobios. Manejo integrado de plagas y enfermedades,


Manejo de agobios abióticos.
6. Inducción de desarrollo productivo y vegetativo. Inductores para aumentar produc-
ción vía aceleración/retraso/aumento de división celular, de maduración.
7. Conocimiento y uso de la información climatológica del clima a nivel local.
Estaciones meteorológicas locales, Información climatológica regional/nacional,
Pronóstico y prevención de meteoros.
8. Protección y mejoramiento de semillas. Selección masal de semillas nativas,
Producción local de semillas híbridas y sintéticas, selección y tratamiento de
semillas.
9. Producción local de bio insumos y conocimientos. Bio-fábricas, Módulos de lom-
bricomposta, estaciones meteorológicas.

El modelo ACCI-MICI lo caracterizamos de la siguiente manera:

1. Es un método que aporta conocimientos y alternativas que favorecen la transición


agroecológica.
2. Integra conocimientos tanto campesinos y ancestrales, como aquellos de la ciencia
y tecnología de punta, busca una visión de conjunto del cultivo y su agroecosis-
tema, para auspiciar e inducir su desarrollo.
3. Su adopción propicia condiciones muy favorables para la organización.
4. Se propone recuperar el papel del pequeño campesino como protagonista de la
producción de alimentos y bienes sanos para la sociedad y salir de la condición de
consumidor de insumos impuesto por la revolución verde.

El ACCI-MICI es:

1. Visión de conjunto, pero por etapas fenológicas, con metas preestablecidas de


resultados.
2. Inducción de procesos metabólicos de la misma naturaleza de la biosfera para equi-
librar disfunciones o agobios derivados de fenómenos bióticos o abióticos.
3. Inducción también de forma directa o indirecta de elementos ausentes, deficientes
o insuficientes, a fin de evitar, que puede hacerlo por sí misma sin que desgaste su
energía en hacerlo.
4. Es indispensable monitorear frecuentemente el estado del cultivo y su ecosistema
desde el nivel atmosférico hasta molecular.
5. Se busca reducir, hasta eliminar, el uso de insumos de síntesis química; mejorar
las condiciones de fertilidad de los suelos, reducir su compactación, acondicionar

558
La transición a la agroecología en México

su pH, elevar su Conductividad eléctrica (CE), e incrementar su potencial redox.


Se induce la resistencia de los cultivos para soportar heladas, compensar la falta de
frío, recuperar afectaciones por granizo, resistir a inundaciones o sequías; mejorar
tamaño de frutos y momentos de madurez, entre otros.
6. Con estos criterios se atiende desde acondicionar el suelo hasta la cosecha.

Imagen 4 . Estrategia de masificación del método Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados (ACCI) y el
Manejo Integrado de Cultivos Inducidos (MICI)
Fuente: Elaboración propia con base en Hurtado (2019).

559
Leticia López y Enrique Pérez

Algunos resultados de la ANEC con el modelo ACCI-MICI para la transición agroecológica:

1. El modelo ACCI-MICI ofrece mayores beneficios al productor y su familia, a su orga-


nización local, a su comunidad, a su región, a su estado y a todo México.
2. En poco más 6 años se ha adoptado en diferente medida en 45 organizaciones de
la ANEC por 5 300 agricultores aproximadamente en alrededor de 31 mil ha en 11
estados del país, en granos básicos y cultivos perenes.
3. Permite ver resultados de productividad y mejoramiento del suelo en un solo ciclo;
superando agobios bióticos y abióticos en un corto plazo, debido a la naturaleza de
los bioinsumos que se usan, y que forman parte de sus propios procesos metabólicos.
4. Los conocimientos son generados y apropiados de manera continua por producto-
res y técnicos con resultados crecientes y dinámicos en cada ciclo.
5. Los productores y sus organizaciones son capaces de producir sus propios bioinsu-
mos, adecuados a sus cultivos, regiones y condiciones específicas.
6. Se ha mejorado el ingreso y el nivel de vida de los pequeños y medianos productores
y sus familias a través de:
7. Un incremento significativo en los rendimientos físicos de los cultivos;
8. Una drástica reducción de los costos de producción;
9. Un aumento de la rentabilidad;
10. El mejoramiento del patrimonio del suelo y la capacidad de resiliencia de los culti-
vos frente a las anomalías climáticas y,
11. La reducción del uso de agroquímicos y de emisiones de gases de efecto invernadero.
12. Se cuenta con 31 biofábricas, para producir composta, lombricomposta, lixiviados
de lombriz, biofertilizantes, controles de plagas y enfermedades y extractos.
13. Se cuenta con un laboratorio en Morelia, Michoacán con capacidad de análisis de
suelo NOM021 y de absorción atómica.
14. A través de la investigación y experimentación, se desarrollan de manera perma-
nente, innovaciones en la autoproducción de bioinsumos, que inducen y aceleran el
restablecimiento de la vida y fertilidad de los suelos.
15. Los resultados en campo propician una participación activa en la generación de
propuestas para la instrumentación de políticas públicas hacia una transición agro-
ecológica, ante el poder ejecutivo, legislativo y judicial, y en todos los niveles de
gobierno.

560
La transición a la agroecología en México

A manera de conclusión… mucho por hacer...

“El ACCI-MICI es un método no convencional, dinámico, flexible, integral y por lo


tanto complejo, esto hasta ahora ha dado como experiencia, resultados favorables en el país,
pero también dificultades, es decir, sus virtudes al mismo tiempo pueden ser sus desventajas
o retos” (Hurtado 2019: 72).
Este método no sólo se adapta a cualquier propuesta de producción agroecológica y
que se adecúa a la milpa, al monocultivo, a los granos, a los vegetales, frutas, etc., si no que
favorece el potencial agrícola de manera sostenible.
Es indispensable que el gobierno de la Cuarta Transformación (4T) impulse políticas
públicas integrales de fomento productivo, desarrollo de infraestructura, acceso a insumos
básicos, como agua, energía, semillas, maquinaria, entre otros. Se requiere que la soberanía
alimentaria y nutricional sea una política de Estado sustentada principalmente en la pequeña
y mediana producción agropecuaria, con planeación estratégica y desarrollada con la partici-
pación social tanto de productores como de consumidores; política de Estado orientada bajo
criterios agroecológicos. Es necesario un cambio paradigmático de modelo de agricultura,
en el marco de la construcción de un nuevo sistema agroalimentario y nutricional, justo y
sustentable.

Referencias bibliográficas

Cobo et al., 2017, 22 años abriendo brecha, México: Editorial Itaca/ANEC.


Hurtado Ocampo, Azucena, 2019, “ACCI-MICI. El método de agricultura de conocimientos y su
apropiación por campesinos y campesinas”, tesis de maestría en Ciencias Agropecuarias y
Desarrollo Rural, Cuernavaca, Mor.: Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Suárez Carrera, Víctor, 2017, Rescate del Campo Mexicano. Organización campesina y políticas públi-
cas posneoliberales, México: Editorial Itaca/ANEC.

561
ESCENARIOS EN TRANSICIÓN
Un balance reflexivo inicial

Esteban Barragán López (moderador)

En este intenso ejercicio académico se ha presentado, escuchado, analizado y debatido la com-


pleja situación que enfrentan las sociedades rurales en México ante la aplicación de un modelo
económico que, en los últimos 40 años, ha venido acelerando procesos de despojo de sus
patrimonios bioculturales. También se han puesto sobre la mesa algunas perspectivas, críticas
y reflexiones sobre un posible cambio de rumbo anunciado y recién puesto en marcha por el
nuevo gobierno federal.
En el coloquio que dio origen a este libro, desfiló una serie de problemáticas relaciona-
das con dispositivos oficiales que, en nombre y bajo el discurso de desarrollo, han aplicado los
gobiernos de al menos las últimas seis administraciones (de 1982 a 2018), con los cuales se ha
favorecido el “aprovechamiento” intensivo, a gran escala y socialmente excluyente de bienes
naturales y culturales, tal como lo muestran ahora los resultados de megaproyectos mine-
ros, energéticos, hidráulicos, turísticos e inmobiliarios, así como explotaciones productivistas
forestales, agrícolas, pecuarias y pesqueras. En suma, se ha demostrado cómo dichos procesos
se han venido expandiendo y han precipitado la destrucción de ecosistemas, han dificultado
la transmisión de tradiciones culturales y han empobrecido los sistemas de producción agroa-
limentaria locales y regionales.
Estos procesos han acelerado el desgarramiento del tejido social y, con ello, la escalada
de violencia que padecemos en todos los rincones del país, toda vez que han obstaculizado
la continuidad de las diversas racionalidades campesinas y de las relaciones comunitarias que
otrora les daban fuerza: los saberes, formas de vida material, espiritual y afectiva de los pobla-
dores oriundos de los espacios rurales. Un grado tal de descomposición social que cada vez
hace sentir más a la gente de campo, pueblos y ciudades como “extraños en su tierra”.
Un balance reflexivo sobre el contenido de este coloquio, de sus aportaciones, ideas e
incertidumbres actuales, será expuesto a continuación –en dos rondas– por quienes, desde
diversas trincheras y durante mucho tiempo, han venido escudriñando los temas abordados
en esta obra; ellos son los doctores Guillermo de la Peña, Juan Carlos Ruiz Guadalajara y
Roberto Diego.

563
Esteban Barragán López

Guillermo de la Peña

Estos dos días y medio han sido intensos y un poco cansados, pero han sido muy interesantes,
creo que se han dicho muchas cosas importantes, me alegra mucho haber venido a esta reu-
nión, he aprendido mucho.
Primeras ideas para empezar a discutir: una es que este periodo que vemos con ojos
muy negativos, y por muy buenas razones (que va de 1982 a 2018 y que llamamos ‘neolibe-
ral’) ocurre porque había un agotamiento del modelo de desarrollo previo que se manifestó
desde finales de los sesenta y que quiso ser remediado por medidas desesperadas durante las
presidencias de Luis Echeverría y de López Portillo, quienes llevaron a una quiebra literal
del Estado mexicano. Una quiebra económica, pero también moral, una quiebra de sentido
y que sirvió como una justificación que no se puede sustentar pero que se manejó como la
justificación de lo que vino después, de esta política que hemos calificado como ‘extractivista’,
creadora de una brecha de desigualdad sumamente fuerte. Pero tenemos que reflexionar en
esto que dije al principio porque la solución, la salida de este modelo económico neoliberal que
no nos gusta, no consiste en volver al modelo anterior, el modelo anterior ya se había agotado
y además era un modelo que había ya –sobre todo en sus últimos años–, sido un factor de
corrupción, de autoritarismo y de pobreza. El fenómeno de la pobreza rural no fue creado por
el neoliberalismo, ésta ya venía desde antes. Esa sería una primera reflexión.
Una segunda reflexión es que este viraje de las políticas estatales, a partir de 1982, no
fue un fenómeno aislado, fue un fenómeno que tenía paralelos, tenía conexiones con lo que
estaba pasando en otras partes del mundo: tenía que ver con la crisis de los precios del petró-
leo, con la crisis de la deuda que existía en muchos países y se había vuelto impagable y, por
tanto, las nuevas políticas que se implementen a partir del final de la hegemonía neoliberal
–o supuesto final de la hegemonía neoliberal–, no pueden ignorar el contexto mundial en
que estamos. Por ejemplo, ninguna política de desarrollo en México puede ignorar el hecho
de que estamos metidos en el mercado mundial, no sólo a través del Tratado de Libre Comercio,
sino también mediante nuestra participación en la Organización Mundial de Comercio y, por
tanto, políticas aislacionistas van a ser imposibles o probablemente muy dañinas si se llegan a
implementar.
Por otro lado, otra aspecto que quedó bastante claro en estas jornadas, es que el periodo
neoliberal nos legó un lío jurídico muy fuerte, la legislación que se produjo, por ejemplo, en
materia agraria –hubo ponencias que lo refirieron–, fue insuficiente, pero también contradic-
toria. Como se dijo, se crearon sobre posiciones de jurisdicción, se emitieron leyes que contra-
decían unas a otras.
Se plantearon, de manera explícita o implícita en estas jornadas la contraposición entre
dos modelos de desarrollo agrícola para hacer frente al derecho humano, a hacer frente a la
solución, la demanda emanada del derecho humano a la alimentación y estos modelos son lo
que se han llamado de ‘seguridad alimentaria’ y de ‘soberanía alimentaria’ y se plantean como

564
Escenarios en transición

modelos antagónicos pero que –posiblemente– van a tener que seguir conviviendo, esperamos
que ya no de la manera en que ha ocurrido en las últimas décadas, sino de una manera en que
el modelo de soberanía alimentaria sea el predominante y pueda avanzar cada vez más, pero
yo creo que el otro va a continuar.
Finalmente, lo que hemos oído nos ha hecho recordar también que muchas de las cosas
que queremos que se hagan ahora, ya habían comenzado a hacerse. Por tanto, un corte radical
con las organizaciones, las políticas previas al gobierno llamado de ‘la Cuarta Transformación’
puede ser muy negativo porque muchas de esas cosas las ha estado haciendo la sociedad civil
y hemos oído muchos ejemplos ayer en las ponencias de la tarde. Es algo que empezó mucho
antes de la ‘Cuarta Transformación’ y que tienen que seguir ahora, pero parece ser que este
gobierno tiene una especie de obsesión por centralizar todas las acciones y, por tanto, desplazar
organizaciones y actividades que no dependan de él y eso puede ser bastante terrible, como lo
enfatizó hoy en la mañana Roberto Diego al cierre de su conferencia magistral: “la sociedad
civil es imprescindible en cualquier transformación posible”.

Juan Carlos Ruiz

Primero reconocer el enorme aprendizaje que he tenido en estas jornadas y también decir,
mi misión es de historiador. A mí ya no me invitan a los coloquios de historiadores, me
invitan a estos coloquios por cuestiones que llevan, precisamente, a la última parte que dijo
Guillermo de la Peña: por considerarme sociedad civil organizada y por mantener un flujo
contundente de acción social para transformar la realidad. A contracorriente, precisamente
hoy en día, de un gobierno que comienza a desacreditar esa acción social que está fuera
de su control y, como no puedo renunciar a mi misión de historiador, siempre me ha llamado
mucho la atención esta cuestión de los esencialismos en torno a las sociedades rurales.
No digo los esencialismos que puedan prevalecer o pueda la academia contribuir a
construir, sino los esencialismos que, por ejemplo, se mencionaron cuando se habló de la cues-
tión del turismo y el turismo sustentable. Hay todo este concepto –muy generalizado– de que
las sociedades rurales son sociedades estáticas, que deberían estar un poco ajenas al cambio
social y repelentes a todos aquellos factores que les lleven a modificar modos de vida que desde
fuera son bastante idealizados. Sin embargo, las sociedades rurales siempre han sido muy
complejas, han sido igual de conflictivas y han padecido fenómenos de todo tipo, incluidos
los de violencia sistémica.
El problema es que esas sociedades rurales, desde mi punto de vista, no terminan por
encontrar un nicho de construcción con el Estado que facilite o habilite las potencialidades de
los actores sociales que constituyen esas sociedades rurales. Es decir, ¿cómo medir o cómo esta-
blecer una explicación, una interpretación congruente sobre lo que tendría que ser el cambio
social en estos contextos rurales? Porque los actores que están impulsando el cambio social
comparten rasgos de otras épocas. Las sociedades rurales de la segunda mitad del siglo XX

565
Esteban Barragán López

fueron vulneradas por muchos factores. La revolución verde que no solamente se dio en
México, sino que se suscitó en otras partes del mundo –y que fue una esperanza para abatir
el hambre en muchos contextos–, ahora se ha revertido. No únicamente ha vulnerado estas
sociedades rurales; ha vulnerado eso que se llama metafóricamente los tejidos sociales y tam-
bién algo que no estaba contemplado en el guión que se había seguido a lo largo de todos estos
siglos, que es una crisis civilizatoria que tiene que ver directamente con las posibilidades de un
crecimiento infinito en un mundo finito. Esto ha dado pie a todas estas visiones en torno al
descrecimiento y a la necesidad de mantener un ritmo, o al menos la reflexión sobre un ritmo,
ya no digamos sustentable, sino que al menos nos dé tiempo, como especie, de establecer qué
es lo que viene a futuro.
Se habló, en parte, del cambio tecnológico, de cómo ha sido uno de los factores funda-
mentales que impactan el cambio social en las sociedades rurales. Quizá lo más dramático del
asunto es que no terminamos por establecer cuáles pudieran ser los elementos a impulsar para
que las sociedades rurales se empoderen y puedan decidir, definir –desde lo interno– hacia
dónde se quieren dirigir; no solamente cómo quieren permanecer como sociedades rurales,
sino cómo pudieran ellos desarrollar estructuras de gobernanza, estructuras empoderadas que
les permitan también tomar decisiones de modernización que no vulneren el ámbito de su
tradición histórica y de sus relaciones sociales, sino que las fortalezcan y las impulsen hacia un
futuro que les den continuidad.
La enorme tensión que existe entre este mundo que intenta preservarse y las presiones
que vienen de todos lados, tanto a nivel local –por factores de diferencia social o por factores
globales–, como lo vemos muy marcadamente hoy en día. Pues creo es el gran debate y no
creo que sea un debate que se pueda solucionar a partir de lo que se ha dicho en este coloquio.
Lo que sí, es que se han hecho aportaciones extraordinarias que muestran y que llaman la
atención sobre factores que están no propiciando un cambio en una dirección, yo no digo
correcta o incorrecta, sino en una dirección viable para que esas sociedades rurales prevalezcan
en un modo de vida con calidad de vida y, además, que se integren a una economía global
desde una perspectiva sustentable que, evidentemente, en este momento no existe.
Hay una conclusión que yo me llevo y que yo la tenía clara, pero me viene con mucha
contundencia a partir de los datos duros que aportaron los colegas que vinieron a expresar y a
compartir sus descubrimientos y sus investigaciones. No todas las sociedades rurales tienen las
mismas condiciones históricas de sobreponerse al embate del capital. Fue un tema de debate y
se ha manifestado en varios niveles, pues obviamente hay sociedades rurales que tienen mucho
mejores condiciones de poder absorber el impacto de estos cambios, de poder tomar decisiones
y definiciones o incluso de poder ir adelante con relevos generacionales que les permitan una
viabilidad a futuro, como lo vimos en el caso de los comuneros de Santo Tomás.
Lo extraordinario de estos comuneros es que eran dos chicos muy jóvenes que deciden
reconstruir las vías de la comunidad frente a factores externos que, obviamente, maniobraron
lo que opera todo el tiempo el capital, no solamente en cuestiones de agroindustria, sino en

566
Escenarios en transición

cualquier tipo de megaproyectos, que es romper todas esas cadenas de solidaridad al interior
de las comunidades, vulnerar esas cadenas y dejar en una tremenda indefensión a las comu-
nidades rurales o no rurales para terminar imponiendo un tipo de dominación económica y
para terminar ejerciendo un tipo de despojo, una acumulación por despojo, término que se ha
puesto muy de moda.
Lo interesante es que frente a esas alternativas de comuneros que sí tienen la capacidad
de reconstituir con las nuevas generaciones el modelo comunitario con nuevas ideas donde
coexisten la tradición y la modernidad en un contexto de no pérdida de su vocación rural,
lo que vemos también son otro tipo de factores y otras experiencias que van en sentido con-
trario y ahí, por ejemplo, vemos los casos de la patrimonialización que me parece uno de los
fenómenos quizá más deprimentes, desde mi punto de vista, en donde las sociedades rurales
padecen esta ‘disneylandización’ en donde sus modos de vida, sus monumentos históricos, sus
espacios públicos se convierten también en sujetos de mercancía a través de este denominado
y criminal ‘turismo sustentable’ con el cual todo el tiempo me estoy debatiendo casi a muerte
y donde cada vez surgen más escuelas de turismo en las universidades o más programas de
turismo que le dan continuidad a aberraciones tan absurdas como esa cuestión de los ‘pueblos
mágicos’, turismo de aventura que viene a violentar también modos de vida y territorios.
Yo creo que si bien estamos ante la defensa y ante una claridad por proteger esos
mundos rurales para que las personas que los viven, o que dependen de ellos, tengan el sufi-
ciente espacio para empoderarse y definir su futuro sin dejar su vocación rural, esto no es
suficiente en la medida en la que la categoría de lo rural a veces es muy tramposa y nos lleva
a defender grupos campesinos, grupos agrícolas o formas de vida agropecuaria. Eso ya no es
suficiente en un mundo actual, en tanto que lo que está en riesgo, y lo vemos por todos lados,
no es el mundo rural sino el territorio en toda su integridad.
Entonces, la ruralidad que ya ha sido la nueva rusticidad o lo que ha argumentado
Patricia Arias, lo que nos contó el doctor De la Peña, en la conferencia magistral con la que se
abrió este congreso, sí está ahí, pero el problema es cómo pensamos, no solamente la ruralidad,
sino la solidaridad entre estos mundos rurales y los mundos urbanos en la defensa integral
del territorio, porque es todo el territorio el que ha estado amenazado. La experiencia de los
mundos rurales es mucho más profunda porque, como es una fuente de recursos alimentarios
y como es una fuente de recursos humanos, la agroindustria la ha vulnerado, pero ha habido
muchísima capacidad de respuesta, sobre todo de pueblos indígenas o de sociedades de una
tradición campesina de siglos, otros contextos no.
Vemos ejidos que ahora están intentando detener a mineras a las cuales les rentamos
sus territorios, pensando que habría llegado el gran progreso y sólo porque no tenían tierras de
regadío, porque contaban con una producción agropecuaria de autosubsistencia y sólo porque
no hubo la suficiente capacidad del gobierno o de la misma sociedad en general y de la aca-
demia para poder arrimar o llevar los conocimientos o las propuestas para el diálogo que les
permitieran empoderarse y despegar con nuevos proyectos.

567
Esteban Barragán López

Entonces, yo creo que nos tenemos que reinventar como comunidad, tenemos que
retomar el cambio social en nuestras manos en contextos locales, en contextos globales y,
ahora, con la claridad de que tenemos que asumir la defensa del territorio y tomar el camino
de este cambio, vienen tiempos difíciles; la mentada ‘4T’ es neoliberalismo, es continuidad más
allá de que tengamos un defensor, grandes defensores de la 4T que yo no creo en el discurso
de la 4T porque, como dice el actual presidente, ‘obras son amores’. Entonces, mientras no
sucedan las cosas, mientras no exista voluntad de desarmar todo este panorama neoliberal, en
este momento que no se va a volver a repetir, no soy profeta, pero estoy casi seguro que no se
van a repetir estas condiciones que tenemos ahora para ir adelante con esta situación política
y poder desmontar el neoliberalismo.
Creo que se vienen condiciones muy difíciles de una nueva cosa que no sé si se le va
a seguirá llamando ‘neoliberalismo’; lo cierto es que esta nueva posición, este momento de
transición, estos escenarios de transición en el que hicimos las preguntas, en el que expusimos
nuestras inquietudes, es un escenario marcado por la incertidumbre que nos obliga, ni más
ni menos, a lo que había dicho el compañero de Zacatecas, parafraseando a [Felisa Pérez
Gamundi]: es la organización social, y el cambio tiene que venir desde abajo.
Ese es mi debate con los funcionarios de la ‘4T’, porque no están para saberlo ni yo para
contarlo, pero pertenezco a los consejos consultivos de Morena y por supuesto que no caigo
nada bien, no estoy afiliado a ese partido, no caigo nada bien pero hay que estar ahí y hay que
dar el debate, porque fue el error que se cometió durante todo el “priato” de dejarlos gobernar
y dejarlos hacer lo que se les pegara la gana. Entonces, hay que estar ahí y ser actores de cambio
e incidir directamente en las decisiones políticas. Se vienen tiempos muy difíciles, se vienen
tiempos de una especie de nuevo neoliberalismo.
Si no queremos convertirnos en extraños en nuestros propios espacios, en nuestra propia
tierra, mi propuesta es que comencemos a pensar cómo vamos a reconstituir y empoderar o
reinventar lo comunitario. Para mí es esencial. ¿Y cómo vamos a reinventar los territorios? A
partir de la reinvención de la comunidad y a partir de la valoración de los modos de vida, sean
rurales, sean urbanos, pero todos transversalizados por esta idea de que la defensa del territorio
es vital si queremos seguir discutiendo esto dentro de cincuenta o dentro de cien años, ya no
digamos los mundos rurales, digamos la civilización como la conocemos.

Roberto Diego

En intervenciones anteriores, yo mencioné un cúmulo de acciones que veo buenas y otras


dudosas en la 4T, pero todas ellas son ocurrencias: que el tren maya, que el tren transístmico,
que arreglar Dos Bocas, que cambiar el aeropuerto de lugar… Como dice Rodolfo, ¿dónde
están los programas?, ¿dónde está lo que dé congruencia a todo esto?, ¿dónde están las estrate-
gias? Un programa nacional de desarrollo rural que pueda ser vía empresarial, vía campesina,

568
Escenarios en transición

vía indígena pero algo que dé congruencia. Sembrando Vida está bien, pero ¿qué más hay ahí?,
¿tras de qué vamos? Yo creo que está fallando eso.
La política gubernamental se ve como una especie de caos porque hay ausencia y des-
aparición de políticas y programas que antes estaban funcionando bien y no hay nada que las
sustituya. Se ve aquí con la migración, con el programa Prospera; en fin, hay toda una serie de
cuestiones que uno dice “desaparecieron esto y no hay nada que lo supla”. Con el problema
que hay de la migración –y no solamente nacional ahora, sino centroamericana– y todo esto
del tercer país seguro, no hay una política de migración. Quien la podía “haber hecho”, quien
estaba a cargo de la migración, lo mueven para meter a un policía. Es la realidad, mueven a un
experto en migración para meter a alguien que nada más va a tratar de frenar lo que suceda
en la frontera.
La otra cuestión central es la política de gobierno –ya lo mencionaba Ruiz Guadalajara–,
el hecho de individualizar los apoyos, de individualizar la política y tratar de desaparecer toda
la estructura organizativa e institucional que hay en este país para que brille únicamente un
tlatoani mayor. Yo creo que eso es fatal, es una muy mala señal del gobierno. En su Plan
Nacional de Desarrollo está planteando la inclusión y la participación, ¿de quién?, ¿de marcia-
nos o de quién? Porque yo no veo que esté incluyendo y permitiendo que participe la sociedad
en este hacer del nuevo México. Zapata, en las leyes municipalistas, planteaba la necesidad de
construir, de producir nación desde lo local, desde la comunidad, no al revés, no es de arriba
para abajo; es desde lo local y hay que fortalecer estas organizaciones locales, fortalecer la
comunidad.
Ruiz Guadalajara menciona que la comunidad tiene sus bemoles, lo veíamos con la
cuestión de algunas comunidades purépechas pero, en general, estudiando tojolabales, tzel-
tales, tzotziles y hasta comunidades que están arriba de Texcoco (como Santa Catarina del
Monte y San Pablo Ixayoc), uno se da cuenta que la “gente de razón” son ellos y no nosotros.
Ellos están bien organizados, ellos sí toman decisiones comunitarias en asamblea, ellos tratan
de resolver en armonía y en paz los problemas que tienen en su comunidad y de ahí pudié-
ramos hacer que renazca un México distinto. Pero a ellos mismos como comunidad los está
excluyendo la ‘Cuarta Transformación’, esto es preocupante. Requerimos una política pública
entonces, no gubernamental y autoritaria. Requerimos que sea participativa, incluyente, con-
certada, que respete con dignidad a los distintos actores sociales en el variopinto; o sea, ilega-
lizar las guardias comunitarias. ¿A dónde nos lleva? Es un exabrupto de Durazo.
Todas estas guardias comunitarias –excluyo a las que están controladas por el narco–
surgieron a causa del estado fallido, por defenderse de los narcotraficantes, de la violencia.
En el caso de Cherán, perdieron ocho mil hectáreas de bosque en manos de los Caballeros
Templarios. No es broma. Pero ellos lograron recuperar con sus instituciones su territorio y su
espacio y eso no lo ve el gobierno, no lo ve López Obrador, no lo ve Durazo. Lo que tenían
que hacer es pensar ¿dónde podemos crear más guardias de este tipo para que logren apoyar-
nos a controlar el crimen? Porque son las comunidades quienes conocen cuál es el problema

569
Esteban Barragán López

de violencia que hay en el lugar, dónde está la gente que la está provocando y cuáles son las
dinámicas. No es sencillo entrar a controlar la violencia en cualquier lugar si no se conoce
exactamente qué es lo que está sucediendo, con quién hay que negociar y con quién no. Eso
lo saben los locales y las guardias comunitarias, no la Guardia Nacional.
Están continuando con la venta de garaje de la nación, aunque digan “minería, no”
pero si la Secretaría de Economía da concesiones y a las mineras que ya la tienen no se les da
un paréntesis y se les dice “a ver, espérense, está en exploración no van a pasar a explotación
hasta que no se estudie la situación”. El mensaje que están entendiendo las mineras es métele a
la explotación antes de que nos vayan a querer frenar, y van a dejar el país como queso gruyere,
peor que en el porfiriato. En el porfiriato las grandes haciendas –hasta la de los Terrazas– se
repartieron y fue la misma tierra y se volvió a trabajar en la agricultura minifundista ejidal; en
cambio, después de una minera a cielo abierto solamente vamos a poder rentar el lugar para
hacer películas como de Blade Runner y eso está medio pesado.
¿Qué es incivilizatorio en sí? Greta Thunberg acaba de ir a la ONU, acaba de plantear
un problema, estamos con el derretimiento de Groenlandia, de los glaciares en el Everest y en
Los Andes que son los que dan agua a todas las ciudades. El mismo glaciar del Iztaccíhuatl
que da el agua a Puebla y estos lugares. Yo he tomado fotos en avión y el Iztaccíhuatl se ve sin
nada de nieve ni hielo. Ya no hay glaciar y es la fuente de agua de Puebla y de otros lugares y
la ‘Cuarta Transformación’ no tiene ni siquiera una política, ni una declaración al respecto de
qué hacer con esto. No se está tomando en cuenta el problema del calentamiento global, de la
crisis climática, mucho menos de la crisis civilizatoria. En la crisis civilizatoria también está el
problema –del que se ha hablado hoy en la última mesa– de la violencia y la impunidad.
Hay una urgente necesidad de convocar a la sociedad y que se nos escuche, estamos
todavía como en el pasmo porque se ganaron las elecciones en julio, dicen “entró la cuarta
transformación de López Obrador, todo va a cambiar”. Si no nos movemos, aquí nada va a
cambiar, todo va a cambiar para peor. Quienes sí son actores, sujetos que están muy bien orga-
nizados, son los empresarios, son las corporaciones transnacionales que empiezan a presionar
y, si la sociedad civil no presiona con urgencia al gobierno para que se tomen acciones sobre
todas las carencias mencionadas en este foro, pues va a ser difícil que las cosas cambien hacia
donde nosotros consideramos que se tienen que ir. Entonces –a mi juicio–, hay que proponer,
actuar, presionar para lograr el cambio.

Juan Carlos Ruiz

Yo solamente rescato algunos aspectos que sí me interesa reiterar. Estaba leyendo a Miguel
Hernández que escribió un libro que se llama La comunidad autoritaria, obviamente, yo no
estoy proponiendo que reconstituyamos la comunidad, sino que la reinventemos. Lo que yo
no entiendo es cómo, teniendo tal cantidad de conocimiento acumulado, no seamos capa-
ces de poder reinventar nuestras formas de organización social y de rescatar las vocaciones

570
Escenarios en transición

que tenemos sobre ciertos territorios. El enfrentamiento con empresas extractivistas, curiosa-
mente, lo que permite el entramado legal, es que se cambie la vocación de territorios: “pues ese
territorio era de vocación agrícola pero ahora va a ser de vocación minera”. Dices “¿Por qué?”;
“bueno, pues porque el cambio tecnológico lo permite”.
La megaminería de tajo a cielo abierto para extracción de metales preciosos se sustenta,
ya no en la existencia de rentas –todos lo sabemos–, sino en la existencia de enormes nubes
de partículas de oro que están por ahí. Por eso cuando uno ve las cifras, dicen “es que van a
sacar medio gramo de oro por tonelada de subsuelo” y las mineras están felices porque eso es
increíblemente rentable debido a que todo el costo ambiental, el costo de esa destrucción, no
está incluido en el precio del oro ni de la plata. Se traslada a la comunidad, se traslada a los
pobladores, se traslada a los territorios; el desecamiento de mantos freáticos, el desecamiento
de pozos que estamos viviendo en el altiplano o que se está viviendo en otras zonas es brutal.
Eso está impactando a la ruralidad, eso está impactando a los escenarios rurales, los está
vulnerando, lleva violencia, es una cuestión de extractivismo global, hay una disputa por los
territorios a nivel global.
Lo que está pasando en las localidades tiene su origen muchos miles de kilómetros
fuera y desplazarse a luchar contra esos poderes, muchas veces impersonales, es bien com-
plicado, sobre todo cuando los gobiernos neoliberales estuvieron diseñados por esos mismos
poderes o fueron sus aliados o educados por esos poderes; y eso se da en todos los ámbitos
del extractivismo de tal manera que en este momento, por ejemplo, la posibilidad de que se
sigan desarrollando misiles súper dirigidos con radares a miles de kilómetros, depende de
la existencia, muy escasa, de ciertas tierras raras o de distintas sustancias que están debajo
del Amazonas, entonces pues hay que sacarlas de abajo de los territorios de las comunidades
campesinas.
De repente se le quiere cambiar la vocación a todo el territorio en función de las nece-
sidades del gran capital y de ese cambio tecnológico de la cuarta revolución industrial que
depende de esas materias y que va a desplazar una cantidad enorme de seres humanos de sus
territorios. No solamente los va a volver extraños en su tierra, sino que los va a expulsar de
manera masiva y, al final, son masas humanas desechables, y lo vemos en todos lados.
Revelaciones tan absurdas como lo que pasa con los cucapá: “que ya no pesques porque
dañas el medio ambiente”. Pero si de eso han dependido durante generaciones, ¿por qué los
sometes a una regulación donde les vas a afectar su modo de vida? Entonces, hay una incon-
gruencia en esta cuestión de esencialismos que también tiene que ver con la manera en que el
nuevo gobierno está construyendo esta narrativa que tanto daño nos está haciendo.
Parece que el neoliberalismo fue nuestra edad media, ya se acabó la etapa oscura del
neoliberalismo, parece que en el neoliberalismo surgiera con todos los males de la humanidad
y lo que dice Roberto Diego es cierto, por supuesto que muchos crecimos con el PRI, nuestros
padres fueron priistas, nuestros abuelos fueron priistas, nos peleamos con ellos y por supuesto
que luchamos por democratizar. Aquí hay mucha gente que luchó por democratizar desde

571
Esteban Barragán López

distintos ámbitos la vida política de este país. Entonces no es López Obrador, somos nosotros,
López Obrador está ahí para “mandar obedeciendo”, hay que recuperar ese principio zapatista
y aplicárselo a López Obrador, tiene que mandar obedeciendo porque de otra manera lo que
estamos generando es un monstruo de peor rostro que el PRI. En cinco años López Obrador
se va a su rancho y nos va a dejar un escenario con un partido completamente podrido y sin
futuro.
Entonces, yo lo que digo es no reinventemos los autoritarismos, no reinventemos la
comunidad autoritaria, empoderemos y recuperemos la idea que he tenido la fortuna de
aprender y desarrollar muchísimo en mi contacto con la India y con las comunidades gand-
hianas y con Eva Bath que es quien ha desarrollado el Center Empowerment Assosiation, una
organización extraordinaria de mujeres pobres que, a partir de una iniciativa gestionada por
una activista, rectora de una universidad que fundó Mahatma Gandhi, ha logrado lo que aquí
también logró otra organización que se llama Tosepan en la sierra norte de Puebla: empoderar
a los pueblos, darles viabilidad económica, crear servicios bancarios propios. Porque el pro-
blema no es el capital, el problema es la falta de acceso al dinero en efectivo, el problema es el
no poder seguir llevando adelante unidades agrícolas productivas; hacer algo de ecología, pero
teniendo acceso al dinero en efectivo, teniendo acceso a todos aquellos avances tecnológicos
que impacten de manera benéfica el bienestar de las personas y que éstas sigan viviendo donde
están. Sí, que sean felices en su tierra –como dice López Obrador–, pero que puedan ser lite-
ratos, puedan ser filósofos, puedan ser científicos y mantener las vocaciones de sus territorios;
y esa es la idea de la interdependencia.
Pensar que no somos interdependientes, pensar que lo que estoy haciendo yo, en este
momento, en mi espacio concreto, no está afectando a todos los demás, es el peor error que se
pueda cometer. Entonces, tanto que se habla del reencantamiento de la tierra, idea que, por
ejemplo, maneja mucho nuestro amigo Víctor Toledo, quien es romántico, no de la canción,
pero sí de la naturaleza. Todo el tiempo dice que hay que reencantar la tierra, hay que reen-
cantar la naturaleza, pues yo digo “yo soy ateo y no por ello no puedo tenerle un encanto a la
naturaleza, pero también le tengo un respeto enorme porque es lo único que nos va a hacer
viables como especie”. Hay que recuperar esa idea gandhiana de la interdependencia, la inter-
dependencia entre nosotros, la interdependencia con la naturaleza y la interdependencia con el
universo porque si no pensamos en esos niveles, no importa que sea católico, que tengas una
gran moral, que ya te portes bien; si no tienes conciencia de lo que tus actos provocan en el
entramado, en la cadena de la interdependencia, pues vas a seguir abonando a la autodestruc-
ción de la especie en un mundo que va directamente hacia allá.
Mi propuesta es que nos reinventemos, ya sé que hay muchas fuerzas políticas, ya sé
que las ciencias sociales hacen otras cosas, ya sé que el análisis político, “bla bla bla”..., pues
entonces estamos fritos. Empoderémonos, reinventémonos y asumamos el cambio directa-
mente a nivel local. Muchos dicen “eso suena como a manual de autosuperación”. No, son
ideas mucho más profundas que se están practicando en la India y que han logrado sacar de la

572
Escenarios en transición

pobreza a 300 mil mujeres del ámbito rural con agroecología, con servicios bancarios básicos,
con higiene y salud. Hay un libro maravilloso de Eva Bath que dice “somos pobres, pero somos
muchos” y como eran muchos pues crearon un banco, es justo la idea que están llevando con
Sembrando Vida te dan cinco mil pesos pero 500 se van para crear un pequeño banco, espe-
remos que funcione, vamos a ver. En medio de esos proyectos que no terminan de aterrizar
¿cómo se insertan dentro de un proyecto de Estado y de desarrollo futuro? Pues están los
otros, el corredor transístmico que son megaproyectos para crear lo que dice López Obrador
‘cortinas de desarrollo’, pero más que cortinas son muros que van a parar la migración.
Y estamos en un momento generacional histórico determinante y hacen falta ideas,
hacen falta pensadores, pero sobre todo hace falta acción, acción social. Eso es lo que yo podría
concluir.

Roberto Diego

Un paréntesis antes de mi reflexión final para que documenten su optimismo. El tren transíst-
mico, la vía es de la nación –menos 100 kilómetros– porque esa no se dio a gente transnacio-
nal. Tienen ustedes un triángulo que es de la Kansas, que es la compañía más fuerte gringa,
que va hacia dos puertos para manejar grano; el resto de los trenes, del norte de México hasta
la Ciudad de México, son del grupo México, de Minera México, tiene 73% de las acciones
y el resto es de la Pacific una compañía gringa; todo el tren que va hacia el sur de México
–100% – es de Minera México, de Larrea, y los 100 kilómetros que van a Coatzacoalcos, y que
se requieren para tener el tren transístmico, se concesionaron al grupo México y el gobierno
está planteando construir otros 100 kilómetros paralelos para llegar a Coatzacoalcos, en lugar
de expropiarles esos 100 kilómetros a Larrea, que es el dueño.
Es un mexicano muy nacionalista que vive en un castillo en Italia y desde ahí maneja
todos sus negocios, con quien ya se reunió López Obrador, porque hay que negociar con los
ultra archi recontra millonarios de este país para que no te hagan guerrita de lodo. Esta es la
situación del tren transístmico. ¿A quién va a beneficiar? ¿Se requiere un tren? Sí se requiere
un tren porque en el siglo XIX se hizo ese tren, funcionó, pero había que bajar la carga de los
barcos con redes, subirla a un tren, bajarla cargando del tren.
Cuando hacen el canal de Panamá, el transístmico se hunde, se llegaron a manejar
medio millón de toneladas en ese tren transístmico mexicano y después se cayó. Actualmente
la carga se maneja por contenedores y hay muchos barcos que son muy grandes y no pasan
por el canal de Panamá. Hay barcos que pasan a diez centímetros de la pared del canal, hoy
en día, porque ya han excedido su extensión. Uno dice “se puede hacer el tren transístmico,
puede beneficiar pero que beneficie a la gente, a las comunidades, que eso sea su prioridad”,
pero no se ve que vaya por ahí la situación.
Mi última reflexión, lo que envilece todo al final, ni siquiera es el capitalismo que vayas
a aplicar, es el lucro. El lucro está en lo central de todo, la ganancia mal habida, es no pensar en

573
Esteban Barragán López

beneficiar al otro sino pensar en cuánto vas a ganar con algo. Todo eso lo pervierte, entonces
no buscamos ayudar al otro, no buscamos el bien común, pensamos en el yo, pensamos en el
nosotros. Los tojolabales, los tzeltales y tzotziles […] los llevó allá a estudiar porque lo invita el
tatic, con los indígenas de Chiapas. Lo invitaron a una reunión y no conocía nada de la lengua
y lo que escuchaba es que cada cuatro, cinco palabras decían ‘tic, tic, tic’. Cuando terminó la
reunión le preguntó al cura: “oye, ¿qué quiere decir tic”, dice: “nosotros”. Entonces, allá hay
“los mismos”.
Lo platica: “cuando alguien comete un delito de una comunidad con otra comuni-
dad, la comunidad de la que es el que cometió el delito dice: ‘uno de nosotros cometimos un
delito’”. Y no es un error gramatical, lo están asumiendo, y va con lo que nos presentaron de
los p’urhépechas. Yo quería preguntar: ¿la comunidad qué hace con relación a estos conflictos
sociales o la gente que es excluida o declarada muerta? Porque allá se preocupan mucho de que
aquel que cometió un delito pague su deuda y se reincorpore a su comunidad. Porque no tener
comunidad es estar huérfano. Por eso cuando llega un viejito indígena dice “soy huerfanito”,
¿cómo un huerfanito?, porque no tiene comunidad, lo peor es no tener comunidad. Yo pienso
que importa mucho la cuestión del ‘nosotros’.
La otra cuestión, Gabriel Tarde, un sociólogo francés del siglo XIX, decía que el gran
error del ser humano era haber separado lo social de lo natural y de ahí nos viene el antro-
pocentrismo europeizante judeocristiano de poner al ser humano en el centro del universo
cuando debería estar en algún otro lado. ¿Cómo vivir en armonía dialógica con el resto de los
seres vivos y no vivos del universo? Hacer un uso responsable de las cosas, Karel Kosík […]
tiene un artículo criticando la sociedad del confort eslovaca, donde él vive, y es un trabajo
excelente donde está criticando justamente el consumismo y toda esta idea de querer tener el
último producto de todo, que a todos nos pasa.
A mí dos veces al día me hablan de Telcel diciendo que ya se acabó mi plan, que
cambie mi teléfono y que me dan un teléfono mejor; y digo: “¿no me puedo quedar con el que
ya tengo?” Porque el que ya tengo funciona muy bien. ¿Para qué quiero otro nuevo? Pero la
gente traemos un criterio de siempre estar teniendo lo mejor y generando basura electrónica
y basura de todo tipo sin pensar en la sociedad. Debemos cambiar este tipo de enfoques para
poder manejar mejor las cosas y de esto yo no veo nada en la ‘Cuarta Transformación’, creo
que hay que cambiar el sentido de la vida más allá que otras cosas.

Guillermo de la Peña

Concuerdo con la idea de que tenemos que reconstruir la comunidad, pero la comunidad
nacional. Creo que tenemos que recuperar el proyecto de nación, pero resignificarlo. No un
proyecto de nación que repita lo que ya no funcionaba, sino un proyecto de nación nuevo,
abierto al futuro con un plan de futuro. Creo que uno de los problemas del gobierno actual
–como ya se ha señalado–, es que realmente no tiene un proyecto de comunidad nacional.

574
Escenarios en transición

Hay una serie de mantras: la lucha contra la corrupción, la lucha contra la pobreza, contra la
desigualdad, contra el gobierno abusivo, contra el egoísmo porque hay que ser generosos; son
mantras que le gustan a uno, son frases que te hacen sentir bien pero no hay una integración
de todos estos buenos sentimientos o intenciones en un proyecto bien planteado con estrate-
gias específicas.
En ese nuevo proyecto de nación tiene que estar incorporado el respeto, la apreciación
de la racionalidad campesina. Es decir, los campesinos han sido un actor fundamental en
la historia de México, son los que hicieron la Revolución mexicana. Ayer nos hablaba Itzel
Rodríguez de la importancia del muralismo mexicano al pintar a los campesinos y a los indí-
genas como actores, como agentes del cambio social; pero al campesinado se le ha querido
ignorar, incluso destruir, no sólo por el neoliberalismo, yo creo que desde antes había esta
visión de la derecha de que el campesinado es irracional y, por tanto ineficaz y, por tanto
mejor que se conviertan en asalariados; de ahí la frase famosa de que ‘a los campesinos les
va mejor si se les quita la tierra’. Pero también la izquierda decía que los campesinos no son
sujetos de cambio social, que el campesinado es un residuo feudal y que por tanto lo que
debe pasar es que el campesinado se proletarice y, ya como proletarios, formen parte de un
proyecto de cambio social.
Creo que toda la discusión que hemos oído en estos días sobre las acciones que se están
haciendo precisamente para recuperar un mundo campesino armonioso con la naturaleza,
no hostil a la naturaleza sino como ha sido el campesinado parte de la naturaleza, es muy
importante para esta nación nueva que debemos construir, y no un campesinado esenciali-
zado o romantizado. Aunque a mí el romanticismo me gusta, no un campesinado separado
del mundo urbano. Es decir, un problema al hablar de las sociedades rurales es que parecen
ser que hay un departamento específico de sociedades rurales en donde el mundo urbano no
tiene nada que ver. No, el mundo urbano y el mundo rural son parte de un mismo campo
social. Estoy usando jerga antropológica, pero podemos pensar en un campo social formado
por ciudades y zonas rurales en donde hay una serie de fuerzas que se interrelacionan y que
se tienen que tener en cuenta. Como una frase que oí hace muchos años: “no podemos tener
una reforma agraria viable si no tenemos también una reforma urbana”. Es decir, tenemos que
pensar en un México integrado, tenemos que pensar en políticas que no nos “compartamen-
talicen” y nos separen, sino en políticas que nos integren.
Creo que discusiones como ésta pueden servir a seguirnos criticando, autocriticando.
Pensemos en que todo lo malo que pasó en este periodo negro de la historia de México no es
algo que se deba simplemente a una imposición de fuerzas extrañas, sino son acontecimientos
en que participamos todos, también formaron parte los campesinos. Hay muchas asimetrías
de poder, pero no es cierto que se anuló la agencia del pueblo mexicano, no se anuló. Entonces,
todos somos responsables por crear un nuevo proyecto de nación y ojalá estas discusiones que
tuvimos puedan ayudarnos a autocriticarnos y pensar en cómo podemos cambiar.

575
SIGLAS Y ACRÓNIMOS

4T Cuarta Transformación
ACCI Agricultura Campesina de Conocimientos Integrados
ACNUR Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
AICA Áreas de Importancia para la Conservación de las Aves
AMLO Andrés Manuel López Obrador
AP Áreas Protegidas
ATG Aceite Terciario del Golfo
Albamex Alimentos Balanceados de México
Alai Agencia Latinoamericana de Información
Anagsa Aseguradora Nacional Agrícola y Ganadera
Anamuri Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas
ANEC Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores
del Campo
APEAM Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate
de México
ARIC Asociación Rural de Interés Colectivo
Aserca Agencia de los Servicios a la Comercialización y Desarrollo
de Mercados Agropecuarios
Asomitrama Asociación de Mineros Tradicionales de Marmato
Bancomer Banco de Comercio
Banrural Banco Nacional de Crédito Rural
BM Banco Mundial
BOC Bloque Obrero y Campesino
Cabin Comisión de Avalúos de Bienes Nacionales
CAM Confederación Agrarista Mexicana
CCI Central Campesina Independiente
CDI Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas
Ceconca Centros Conasupo de Capacitación

577
Extraños en su tierra

CEDRSSA Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable


y la Soberanía Alimentaria
CEIMSA Compañía Exportadora e Importadora Mexicana, S.A.
CEPAL Comisión Económica para América Latina y el Caribe
CFE Comisión Federal de Electricidad
CIESAS Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social
CIP Centro Integralmente Planeado
CJNG Cártel Jalisco Nueva Generación
CNA Consejo Nacional Agropecuario
CNC Confederación Nacional Campesina
CNH Comisión Nacional de Hidrocarburos
CNPA Coordinadora Nacional Plan de Ayala
Colmich El Colegio de Michoacán
Compa Colectivo Migraciones para las Américas
Conabio Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad
Conacyt Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología
Conafor Comisión Nacional Forestal
Conanp Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas
Conapesca Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca
Conapo Consejo Nacional de Población
Conasupo Compañía Nacional de Subsistencias Populares
Coneval Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social
Coplamar Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas
y Grupos Marginados
Coprades Comités Promotores del Desarrollo Socioeconómico
Cordemex Industria Henequenera de México
COS Carbono Orgánico en el Suelo
CROC Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos
CUSur Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara
DOF Diario Oficial de la Federación
EDF Environmental Defence Fund
EJOLT Environmental Justice Organizations, Liabilities and Trade
Emif Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte
ETN Empresas Transnacionales
FAM Fondo de Apoyo a Migrantes de Retorno
FANAR Fondo de Apoyo para Núcleos Agrarios sin Regularizar
FAO Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y
la Agricultura (Food and Agriculture Organization)
FCRN Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional

578
Siglas y acrónimos

Fedomez Frente Democrático Oriental de México Emiliano Zapata


Fertimex Fertilizantes Mexicanos
FIRA Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura
FMI Fondo Monetario Internacional
Fonatur Fondo Nacional de Fomento al Turismo
Fonaes Fondo Nacional de Apoyo a Empresas en Solidaridad
GATT Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (General
Agreement on Tariffs and Trade)
GM Maíz Genéticamente Modificado
GEI Gases de Efecto Invernadero
HLPE High Level Panel of Experts
IALA Instituto Universitario Latinoamericano de Agroecología Paulo Freire
Iconsa Industrias Conasupo
IDH Índice de Desarrollo Humano
IE Índice de Especialización
IED Inversión Extranjera Directa
ILD Instituto Libertad y Democracia
Imco Instituto Mexicano para la Competitividad
IMSS Instituto Mexicano del Seguro Social
Inali Instituto Nacional de Lenguas Indígenas
Inami Instituto Nacional de Migración
INECC Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático
INE Instituto Nacional Electoral
INEGI Instituto Nacional de Estadística y Geografía
Inmecafé Instituto Mexicano del Café
IPCC Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático
IPES Food International Panel of Experts on Sustainable Food Systems
IRCA Ley de Reforma y Control de Inmigración (Immigration Reform
and Control Act)
IRS Índice de Rezago Social
ITAM Instituto Tecnológico Autónomo de México
LGV Ley General de Víctimas en México
LGVS Ley General de Vida Silvestre
LNC Liga Nacional Campesina
LVC La Vía Campesina
MICI Manejo Integrado de Cultivos Inducidos
Miconsa Maíz Industrializado Conasupo
MOICAM Movimiento Indígena y Campesino Mesoamericano
Morena Movimiento Regeneración Nacional

579
Extraños en su tierra

NAICM Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México


OECD Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
OIPUH Organización Independiente de Pueblos Unidos de las Huastecas
OMC Organización Mundial del Comercio
OMS Organización Mundial de la Salud
ONG Organización No Gubernamental
ONU Organización de las Naciones Unidas
OSC Organizaciones de la Sociedad Civil
OSC Organizaciones Sociales Conservacionistas
PA Procuraduría Agraria
PCM Partido Comunista Mexicano
PDHO Programa de Desarrollo Humano Oportunidades
PDM Partido Demócrata Mexicano
PEA Población Económicamente Activa
PEC Programa Especial Concurrente
PEC-DRS Programa Especial Concurrente para el Desarrollo Rural Sustentable
PEF Presupuesto de Egresos de la Federación
PEM Programa Especial de Migración
Pemex Petróleos Mexicanos
PEP Pemex Exploración y Producción
PHA Presa Hidroeléctrica Aguamilpa
PIB Producto Interno Bruto
Pider Programa Integral de Desarrollo Rural
Phina Padrón e Historial de Núcleos Agrarios
PND -Migración Colectivo Plan Nacional de Desarrollo-Migración
PNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
PPC Paridades de Poder de Compra
PRI Partido Revolucionario Institucional
PRIAN Partido Revolucionario Institucional-Acción Nacional
Procampo Programa de Apoyos Directos al Campo
Procecom Programa de Certificación de Derechos Comunales
Procede Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares
Progresa Programa de Educación, Salud y Alimentación
Pronasol Programa Nacional de Solidaridad
Prospera Programa de Inclusión Social
RAN Registro Agrario Nacional
REDD Reducción de Emisiones por la Deforestación y la Degradación
de los Bosques

580
Siglas y acrónimos

REDD+ Reducción de Emisiones por la Deforestación y la Degradación


de los Bosques y la Conservación
Redodem Red de Documentación de las Organizaciones Defensoras de Migrantes
Rema Red Mexicana de Afectados por la Minería
Rop Reglas de Operación
RRAAJA-FANAR Regularización y Registro de Actos Jurídicos Agrarios
Sader Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural
Sagarpa Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación
SAM Sistema Alimentario Mexicano
Sedatu Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano
Segalmex Seguridad Alimentaria Mexicana
Semarnap Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca
Semarnat Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales
Semigrante Secretaría del Migrante de Michoacán
Sener Secretaría de Energía
SEP Secretaría de Educación Pública
SIAP Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera
SRA Secretaría de la Reforma Agraria
SPR Sociedad de Producción Rural
SSS Sociedad de Solidaridad Social
Tabamex Tabacos Mexicanos
TD Tasa de Desempleo
TLCAN Tratado de Libre Comercio de América del Norte
T-MEC Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá
Triconsa Trigo Industrializado Conasupo
TTP-11 Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica
TUA Tribunales Unitarios Agrarios
UNESCO Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization)
UARS Unión Agrícola Regional de Sinaloa
UPOV91 Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales
WTO World Trade Organization

581
ÍNDICE ONOMÁSTICO

A
Acemoglu, Daron
Aguado, Daniel
Aguilar León, Irvin Evany
Aguilar Sierra, Verónica
Alanís Enciso, Fernando
Alarcón-Cháires, Pablo
Alarcón, Rafael
Alba, Francisco
Alcocer Durand, Javier
Almanza, Horacio
Alonso, Ana María
Alonzo-Parra, D.
Altieri, Miguel
Álvarez Álvarez, Héctor
Alves Pereira, Alessandro
Anaya, Martha
Antón Hurtado, Fina
Appendini, Kirsten
Aragón Noriega, Eugenio
Arias, Patricia
Arreguín-Cortés, Felipe
Arriaga Cabrera, Laura
Arroyo, Alejandre
Arroyo, Gonzalo
Artís Espriu, G.
Assies, Willem
Auty, Richard
Auyero Javier
Ávila, Agustín
Ávila, Patricia

583
Extraños en su tierra

Ayala Rocabado, P.
Azuela, Antonio
Azuz Adeath, Isaac

B
Backes, M.
Backes, Stephan
Baczko, Bronislaw
Badal, Marc
Bagundo, Gabriel
Baitenmann, Helga
Barkin, David
Bartra, Roger
Barragán López, Esteban
Barrera-Bassols, Narciso
Bartelt Dawid, Danilo
Bartolomé, Leopoldo
Bartolomé, Miguel
Bartra, Armando
Basabe, Claudio
Bautista, Francisco
Bayon, María Cristina
Beaucage, Pierre
Bebbington, Anthony
Bect, Galindo
Belastegui, Horacio
Bellamy Foster, John
Berlanga Robles, César Alejandro
Bertoni, Moisés
Bilbao, Galo
Binimelis, Rosa
Biodiversidad, Sustento y Culturas
Blanchot, E.
Blom, J. P.
Boege, Eckart
Bogaert García, Huberto
Bojórquez Serrano, José Irán
Bolado, Ernesto
Bonfil Batalla, Guillermo
Bonilla, Arturo
Bordieu, Pierre
Borras, Saturnino M.

584
Índice onomástico

Botello, V.
Boué, Celine
Bouquet, Emmanuelle
Bozada, Lorenzo
Bravo, Yacotzin
Benda-Beckmann, Franz
Benda-Beckmann, Keebet
Burgos, Angela
Burnod, Perrine
Burstein, John
Butler, Judith

C
Cabrero Mendoza, Enrique
Calva, José Luis
Calvario Martínez
Calveiro, Pilar
Camp, Roderic Ai
Campo, Jacobo
Canales, Alejandro
Caravero, Adriana
Cárdenas Cárdenas, M. A.
Cárdenas, Cuauhtémoc
Cardoso, Fernando Henrique
Carr, Barry
Carrera González, Eduardo
Carrillo Nieto, Juan José
Carton de Grammont, Hubert
Carton, Nuria
Catillo, Marco
Cebolla Badie, Marilyn
Cembrano Escobar, Santiago
Cervantes-Escobar, Aimée
Chayanov, Aleksandr V.
Checa-Artasu, Martín
Chenaut, Victoria
Chima, Víctor Manuel
Cifuentes Lemus, Juan Luis
Clement, Charles
Cloter, Helen
Coase, Ronald
Cohen, Deborah

585
Extraños en su tierra

Collin, Jean-Philip
Collins, Lorna
Comaroff, Jean
Comaroff, John
Concheiro Bórquez, Luciano
Congost, Rosa
Coombes, Rosemary
Coppens d’Eeckenbrugge, Geo
Córdoba Ramírez, Irina
Córdova Osnaya, Martha Hermelinda
Cornelius, Wayne
Cornu, Philippe
Corominas, Joan
Cortés Máximo, Juan Carlos
Cotler A., Helena
Cowling, Elizabeth
Craig, Ann L.
Craig, Richard
Crespo-Stupková, Lucie
Cristo-Araujo, Michelly
Cruz G., A.
Cruz Hernández, Sergio
Cruz, Margaret
Cruz Vargas, Juan Carlos

D
Damián-Huato, Miguel Ángel
Dardot, Pierre
Das, Veena
De Ita, Ana
De la Fuente, Aroa
De la Fuente de León, Gabriela
De la Peña, Guillermo
De la Peña, Sergio
De la Rosa, Eduardo
De la Torre, Renée
De Schutter, Olivier
De Soto, Hernando
De Sousa, Boaventura
De Teresa, Ana Paula
Deere, C.
Deininger, Klaus W.

586
Índice onomástico

Deleuze, Gilles
Del Rey Poveda, L. A.
Del Valle Martínez, Rosa E.
Delgado Moya, Rubén
Desmarais, Annette
Deslandes, Ann
Diamond, Jared
Díaz Moreno, I.
Díaz-Planco, H.
Díaz Soto y Gama, Antonio
Diego Quintana, Roberto
Domínguez, Erick
Dorantes, Carlos
Drews, Carlos
Durand, Leticia
Durand, Jorge
Durkheim, Émile
Dzib Can, Ubaldo

E
Eckstein, Salomón
Ehrenberg, Alain
Enríquez, C.
Enriz, Noelia
Escalante Gonzalbo, Fernando
Escalante, Roberto
Escamilla, Édgar
Escobar, Arturo
Escobar Latapí, Agustín
Espinosa, Víctor
Esposito, Roberto
Esteva, Gustavo
Etchevers, Jorge
Ezcurra, Ezequiel

F
Fabila, Manuel
Falcón, Romana
Faletto, Enzo
Farias, S.
Farris, Nancy
Feder, Ernest

587
Extraños en su tierra

Feierstein, Daniel
Ferguson, James
Fernández, Andrés
Fernández Godard, Luis
Fernández Mendiburu, Jorge
Ferrari, Luca
Ferry, Elizabeth Emma
Ferry, Stephen
Flores Arenales, René
Flores, Edmundo
Flores López, José Manuel
Flores Lot, Carla
Flores Mercado, B. G.
Flores, Nancy
Flores Verdugo, F.
Foley, Michael
Forrester, Viviane
Foucault, Michel
Fournier, Stéphane
Fox, Jonathan
Franco-Díaz, Karen Lizbeth
Franco, Jennifer C.
Franco Ochoa, Cuauhtémoc
François Gerber, Julien
Frank, André Gunder
Fyfe, Daniel

G
Gabayet, Luisa
Galimberti, Umberto
Gallar Hernández, David
Gallardo Ruiz, Juan
Gallego, Cristina
Gallero, María Cecilia
Gamboa, Gonzalo
Gamio, M.
Garat, Guillermo
García Acosta, Virginia
García Hernández, Juan Luis
García Zamora, Rodolfo
Garduño, Everardo
Gärtner, Álvaro

588
Índice onomástico

Gaspar Olvera, Selene


Gasparello, Giovanna
Gatti, Gabriel
Gaud, William S.
Gellert, Paul
Ghani, Ashraf
Gibbon, Peter
Gil Cerda, José
Gil, Jesús
Gilet, Eliana
Gledhill, John
Göbel, Barbara
Godelier, M.
Goettsch, M. C.
Goffman, E.
Gómez Arias, Wilfrido
Gómez, Claudia
Góngora Mera, Manuel
González Casanova, Pablo
González Colonia, Carlos Julio
González Chávez, Humberto
González de la Rocha, Mercedes
González González, Mauricio
González, Humberto
González Mello, Renato
González Montes, S.
González Ocampo, Héctor Abelardo
González Sánchez, Gumersindo
Godoy Gómez, Claudia
Gordillo, Gustavo
Gorosito, Ana
Gortari, Javier
Gupta, Akhil
Guattari, Félix
Gudynas, Eduardo
Güemez Pineda, Arturo
Guerra, Ciro
Guha, Abhijit
Guillén González, Alejandra
Gumperz, J.
Gutelman, Michel
Gutiérrez, Raquel

589
Extraños en su tierra

Gutiérrez Rodríguez, Roberto


Gutiérrez D., Susana

H
Haas, Willi
Hale, Charles
Hansen, Anne M.
Hansen-Kuhn, Karen
Hardin, Garrett
Harrison, David
Harvey, David
Hendrix, Steven E.
Heinrich Böll, Stiftung
Heras, María
Hernández, Aída
Hernández, Aleida
Hernández-Antonio, Arturo
Hernández Barrón, Alfonso
Hernández Bringas, Héctor Hiram
Hernández Castillo, Aída
Hernández Cendejas, Gerardo Alberto
Hernández López, José de Jesús
Hernández Madrid, Miguel
Hernández Navarro, Luis
Hernández Ramírez, Javier
Hernández Santos, María
Herre, Roman
Herrera Serna, Laura
Herrera Silveira, Jorge
Hewitt de Alcántara, Cynthia
Hill, Jane. H.
Hirschman, Albert
Hobsbawm, Eric
Holt-Giménez, Eric
Honneth, Axel
Hornborg, Alf
Huizer, Gerrit
Huizinga, Johan
Hurtado Ocampo, Azucena

I
Ihl, Thomas

590
Índice onomástico

Imaz, Eugenio
Inclán, Daniel
Irazuzta, Ignacio

J
Jacinto Zavala, Agustín
Jaspers, Karl
Jelin, Elizabeth
Jiménez, Rita
Johnson, Simon
Jorgenson, Andrew
Jose, Shibu
Juárez Dávalos, Sergio Javier
Juárez Sánchez, Pedro

K
Kainuma, Mami
Kelly, Guy
King, Timothy
Korol, Claudia
Kovacs, John Michael
Kröger, Markus

L
Lander, Edgardo
Laval, Christian
Lavigne-Delville, Philippe
Lazos, Elena
Leff, Enrique
Lemus Jiménez, Alicia
Lenin, Vladimir Ilich
León Andrade, Marilú
León, M.
Léonard, Éric
Levi, Primo
Leyva, Xóchitl
Lewis, Arthur W.
Li Murray, Tania
Linares Bravo, Bárbara Carolina
Link, Thierry
Lira, Ivette
Lippmann, Walter

591
Extraños en su tierra

Llano, Manuel
Long, Norman
López Bárcenas, Francisco
López Castro, Gustavo
López, Leticia
López Limón, Mercedes
López, Marta
López Obrador, Andrés Manuel
López-Pérez, Mario
López-Sagástegui, Catalina
López Zepeda, Leticia
Luiselli, Casio
Lust, Jan
Lustig, Nora
Lynch, Barbara

M
Mácha, Přemysl
Macías, Alejandro
Macivor C. C.
Mackinlay, Horacio
Magaña González, Claudia Rocío
Marengo-Mogollón, Humberto
Marín Guardado, Gustavo
Marino, Daniela
Márquez Serano, Napoleón
Martínez Alier, Joan
Martínez Borrego, Estela
Martínez, María
Martínez, José Luis
Martínez Salgado, Carolina
Martínez-Torres, María Elena
Martuccelli, Danilo
Massey, Douglas
Mastrangelo, Andrea
Matarán Ruiz, Ángel
Mate, Reyes
Mathus Robles, Marco Aurelio
Matsuyama, Kiminori
Mayer, Andreas
Mayoral Moline, Roser
McCulligh, Cindy

592
Índice onomástico

Mc Cully, Patrick
McMichael, Philip
McKey, Doyle
Medellín, Rodrigo
Melmed-Sanjak, J.
Méndez, Ernesto
Menegus, Margarita
Merino Pérez, Leticia
Mestries Benquet, Francis
Meza Bernal, Iris
Meza, Sofía
Michele, Laura
Mignolo, Walter
Mills, Elyse
Mitidieri, María Cristina
Mittermeier, R. A.
Moctezuma, Andrea
Mojica Madrigal, Oscar Ariel
Molina Enríquez, Andrés
Monedero, Juan Carlos
Monsalve, Sofía
Montañez, Carlos
Montalvo Ortega, Enrique
Montiel Cortés, José Orvelín
Monreal Ávila, Ricardo
Mora, Mariana
Morales-Torrado, Carlos Andrés
Moreno García, Heriberto
Moreno Mena, José
Morett Sánchez, J. C.
Muchnik, José
Muehlmann, Shaylih
Mundy, Jennifer
Mummert, Gail
Muñoz Pérez, Adriano
Myhre, David

N
Nadal, Alejandro
Nava Hernández, Eduardo
Navarro, Cecilia
Navarro, H.

593
Extraños en su tierra

Navarro Smith, Alejandra


Nettle, D.
Nicholls, Clara I.
Niniz, Rosario
Noelli da Silva, Francisco
Nuijten, Monique
Nugent, Daniel

O
Olivera Villa, Beatriz Adriana
Olmedo Sifuentes, Misael
Olvera, Dulce
Ordóñez, Ezequiel
Orozco, Wistano Luis
Ortega, Elisa
Ortega Hernández, Alejandro
Ortega, Miquel
Ortega, Víctor
Ortiz Pérez, Mario A.
Ostrom, Elinor
Otero, Gerardo
Overbeek, Winfridus
Oviedo, Alejandro

P
Padawer, Ana
Padilla, Héctor
Palacios, Guillermo
Palacios, Karina
Palerm, Ángel
Paley, Dawn Marie
Panizo, Laura
Paré, Luisa
Pastor, Rodolfo
Paullier, Juan
Paz Avendaño, Reyna
Paz Sánchez, Fernando
Pengue, Walter Alberto
Peniche, Salvador
Pérez Avilés, Ricardo
Pérez Castañeda, Juan Carlos
Pérez, Enrique

594
Índice onomástico

Pérez Espejo, Rosario


Pérez, Herón
Pérez, Juan Carlos
Pérez Martín del Campo, Marco Antonio
Pérez Negrete, Margarita
Pérez Winter, Cecilia
Periáñez Bolaño, Iván
Perlman, Davy
Picanço-Rodrigues, Dorian
Pigou, Arthur Cecil
Plata, José Luis
Plateau, Philippe
Pohlenz Córdova, Juan
Ponte, Stefano
Porcayo, Antonio
Porto-Gonçalves, Carlos Walter
Potter, Joseph E.
Priego, A.
Puyana, Alicia

Q
Quesnel, André

R
Rama, Ruth
Ramírez Gómez, Alfredo
Ramírez Herrera, Ana María
Ramírez, Telésforo
Ramírez Valverde, Benito
Ramírez-Zavala, Jaime
Ramírez Zavala, Joel
Ramos Castro, E.
Ranger, Terence
Redclift, Michael R.
Redfield, Robert
Reguillo, Rossana
Rello, Fernando
Renault, Emmanuel
Reyes Osorio, Sergio
Ribeiro, Silvia
Ricoeur, Paul
Rival, Laura

595
Extraños en su tierra

Rivera Arriaga, Evelia


Rivera, Diego
Rivera-Ferre, Marta Guadalupe
Rivera Nolasco, Marco Antonio
Robinson, James
Robledo Barragán, Liliana
Robledo, Carolina
Robles Berlanga, Héctor
Rocha, Luisa María
Rodríguez Aviñoá, Pastora
Rodríguez, C.
Rodríguez Celin, Lucila
Rodríguez Gómez, Guadalupe
Rodríguez Herrera, Diana
Rodríguez Mortellaro, Itzel A.
Rodríguez, Nayra
Rodríguez, V. A.
Rodrik, Dani
Roesch, Katia
Rojas Gutiérrez, Carlos
Rojas Sepúlveda, Arnulfo
Romaine, S.
Román Segura, María del Socorro
Romero Sotelo, María Eugenia
Romo Aguilar, María de Lourdes
Romo, Patricia
Rosenfeld, Víctor
Rosset, Peter
Ruiz Guadalajara, Juan Carlos
Ruiz López, Dulce

S
Sachs, Jeffrey
Safa Barraza, Patricia
Salazar Cruz, Clara
Salgado Román, Sergio Alberto
Salinas de Gortari, Carlos
Salinas Sandoval, María del Carmen
Salvador, Manuel
Salles, Vania
Sanabria, Andrés
Sánchez Serrano, Evangelina

596
Índice onomástico

Sandoval, Daniel
Santiago, Mirna
Saraví, Gonzalo
Sarmiento Silva, Sergio
Schaffartzik, Anke
Scheper-Hughes, Nancy
Schetino, Macario
Schiavoni, Gabriela
Schryer, F.
Scott, James C.
Sevilla, Yolanda Lizbeth
Secretaría de Energía
Segato, Rita Laura
Sen, Amartya
Seufert, Philip
Shore, Cris
Solano, Francisco de
Soriano, Martha Angélica
Sosa Márquez, Eduardo
Silva Noelli, Francisco
Souza López, Dalia
Spalding, Mark
Spalding, Rose
Spencer, Daniela
Stavenhagen, Rodolfo
Stavchansky, Liora
Stedman Jones, Daniel
Suárez Carrera, Víctor
Susnik, Bratislava
Svampa, Maristella
Swistun, Débora

T
Tamargo Luege, José Luis
Tanck de Estrada, Dorothy
Tapia, Alberto
Tejeda-González, Carlos
Tellez, Luis
Tello, Carlos
Terrazas, Aarón
Thale, Geoff
Therborn, Göran

597
Extraños en su tierra

Thompson, Eduard Palmer


Tibol, Raquel
Toledo Ocampo, Alejandro
Toledo, Víctor Manuel
Torres-Mazuera, Gabriela
Torres Rojo, Juan Manuel
Torres Villa, Rogelia
Traglia, Carla
Trpin, Verónica

U
Ulloa, Astrid
Usla, Héctor

V
Valderrama-Landeros, L. H.
Valdés
Valdéz Gardea, Gloria Ciria
Valencia, Sayak
Van der Haar, Gemma
Van der Ploeg, Jan Douwe
Vargas, Susana
Vázquez, E.
Vederly, Katherine
Veerkamp, Verónica
Velázquez Hernández, Emilia
Vélez Sorey, Jaime
Ventura Patiño, María del Carmen
Vergara, Rosalía
Vicente, Camilo
Vickers, George
Vidal, Matías
Villagómez Velázquez, Yanga
Vogelgesang, F.
Vries, Peter

W
Wacquant, Loïc
Ward, Anseeuw
Warman, Arturo
Warner, Andrew
Watson, Katy

598
Índice onomástico

Weiner, A. B.
Weiss, Lindsey
Wiber, Melanie
Widdifield, Stacie
Wilde, Guillermo
Willemse, Johan
Witker, Jorge
Wolf, Eric
World Bank
Wright, Susan

Z
Zavala, V.
Zendejas Romero, Sergio
Zepeda Patterson, Jorge
Zoomers, Annelies

599
ÍNDICE TOPONÍMICO

A
Acaponeta
Adolfo López Mateos
África
Aguascalientes
Ahuatitla
Ahuisculco
Ajijic
Alemania
Altiplano central de México
Alto Golfo de California
Altos de Jalisco
Amamaloya
Amazonia Peruana
América Central
América del Norte
América del Sur
América Latina
Apatzingán
Aquezpalco
Aquila
Argelia
Argentina
Ario
Arizona
Arroyo Frijolillo
Arroyo Los Tejones
Arteaga
Asia
Atenquique
Atlapexco
Australia

601
Extraños en su tierra

B
Bahía de Banderas
Baja California
Barrio Hondo
Benigno Mendoza
Brasil
Buenavista

C
Cacateco Santa Cruz
California
Calmecate
Campeche
Canadá
Canal de Cuautla
Cancún
Carácuaro
Carapan
Caribe
Cartama
Cataratas del Iguazú
Catemaco
Cempoala
Centroamérica
Ciudad de México
Ciudad Guzmán
Ciudad Juárez
Coahuila
Coapantla
Coatzacoalcos
Colima
Colombia
Colonia Benito Juárez
Colorado
Comanja
Congreso Permanente Agrario
Corea del Sur
Costa Lora
Costa Pacífico Playa Espíritu-Teacapán
Cotija
Creel
Cuenca del Papaloapan

602
Índice toponímico

Cuenca Lerma-Chapala-Santiago
Cuenca media del Papaloapan
Cuilonia
Cuisillos
Cuitzeo
Cutzamala

Ch
Chablekal
Chalahuiyapa
Chalingo
Chapala
Charapan
Cherán
Chiapas
Chicontepec
Chihuahua
Chilchota
Chile
Chiliteco
China
Churumuco

D
Delta del Yaqui, Sonora
Divisadero
Durango

E
El Aguacate y Anexos
El Cajón
El Encino
El Ixtle
El Lindero
El Llano
El Salvador
El Tulín
El Zanjón
Embalses de Aguamilpa
Emiliano Zapata
Erongarícuaro
Escuinapa en Sinaloa

603
Extraños en su tierra

Estado de México
Europa

F
Filipinas
Forth Worth
Francia
Francisco Villa
Fresnillo

G
Gabriel Zamora
Golfo
Golfo de México
Golfo de Santa Clara
Gómez Farías
Gral. Hilario C. Salas
Guadalajara
Guanajuato
Guatemala
Guerrero

H
Halliburton
Hermosillo
Hidalgo
Holanda
Homotitla
Honduras
Huasteca hidalguense
Huasteca potosina
Huastecas
Huatulco
Huautla
Huazalingo
Huazalinguillo
Huejutla
Huejutla de Reyes
Huetamo
Humotitla

604
Índice toponímico

I
Istmo de Tehuantepec
Italia
Ixhuapan
Ixtapa
Ixtlahuacán del Río
Ixtlán de los Hervores
Izamal

J
Jacona
Jalisco
Jaltocan
Japón
Jocotepec

K
Kilómetro Diez

L
La Candelaria
La Guajira
La Luz
La Magdalena
La Mesa
La Perla de Hueyapan
La Piedad
La Sauceda
Lagos de Moreno
Laguna de Agua Brava
Lázaro Cárdenas
Loreto
Los Cabos
Los Cerezos
Los Ocotales
Los Otates
Los Parajes
Los Reyes
Los Tuxtlas

M
Madagascar

605
Extraños en su tierra

Madero
Manizales
Manzanillo
Mar Caribe
Maravatío
Marmato
Mazatlán
Mecayapan
Medellín
Mérida
Meseta P’urhépecha
Metlaltepec
México
Michoacán
Mirador Saltillo
Misantla
Montaña de Guerrero
Monterrey
Morelia
Morelos
Múgica
Municipio de Isla

N
Nahuatzen
Nautla
Nayarit
Nevada
Nocupétaro
Nueva España
Nuevo Marmato
Nuevo México
Nuevo Parangaricutiro

O
Oaxaca
Ocampo
Oceanía
Océano Pacífico
Ocotal Chico
Ocotal Grande
Ocozotepec

606
Índice toponímico

P
Países Bajos
Palmar de Cuautla
Panamá
Papantla
Paracho
Parácuaro
Paraguay
Patambarillo
Pátzcuaro
Península Ibérica
Penjamillo
Peña Hermosa
Pepeyoca
Peribán
Perú
Piedra Labrada
Pilateno
Plan Agrario
Popxojnas
Poza Rica
Presa Hidroeléctrica Aguamilpa
Provincia Burro-Picachos
Provincia de Sabinas
Provincia Misiones
Puebla
Puerto Vallarta
Puruándiro

Q
Quindío
Quintana Roo

R
Rancho Nuevo
Rancho Viejo
Región de los Chenes
Río Acaponeta
Río Baluarte
Río Bejuco
Río Cañas
Río Colorado

607
Extraños en su tierra

Río Grande de Santiago


Río Nautla
Río Rosamorada
Río San Blas
Río San Pedro
Río Santiago
Río Sauta
Río Tecolutla
Río Tuxpan
Ríos Cazones
Riviera maya
Rodolfo Curti, Veracruz
Rosamorada
Ruinas Jesuíticas de San Ignacio

S
Saltillo
Salvador Escalante
San Alonso
San Andrés
San Andrés Tuxtla
San Blas
San Felipe
San Felipe Orizatlán
San Fernando
San Luis Potosí
San Pablo Ixayoc
San Pedro Soteapan
Sanguijuelas
Santa Catarina del Monte
Santa Fe del Río
Santa Inés
Santanón Rodríguez
Santiago Ixcuintla
Santo Domingo
Santo Tomás
Selva Lacandona
Sierra de Santa Marta
Sierra Tarahumara
Sinaloa
Sonora
Soteapan

608
Índice toponímico

Sudáfrica
Suiza
Sur de Jalisco
Susupuato

T
Tabasco
Tacámbaro
Taiwan
Tala
Tamaulipas
Tamazula
Tamoyon Primero
Tamoyon Segundo y Anexos
Tampico
Tampico-Misantla
Tancítaro
Tangamandapio
Tangancícuaro
Tanhuato
Tapalpa
Tatahuicapan
Teacapán-Agua Brava
Tecate
Tecolitla
Tecoluco
Tecuala
Tepalcatepec
Tepeco y anexo Tepetzintla
Tepehuacan
Texas
Texcoco
Texoloc
Tijuana
Tingüindín
Tlaletla
Tlamaya
Tlanchinol
Tlaxcala
Tocumbo
Tohuaco Amazintla
Tohuaco Segundo

609
Extraños en su tierra

Topolobampo
Totonacapan
Tulum
Tumasïo
Turicato
Tuxpan
Tzacuala
Tzitzio

U
Unión Soviética
Uruapan
Uruguay
Utah

V
Valle de Edzná
Valle de Mexicali
Valle de México
Valle de Zapotlán
Valles centrales en Oaxaca
Venezuela
Veracruz
Villa Jiménez
Villa Juárez
Villamar

W
Watsonville
Wyoming

X
Xalapa
Xilitla
Xochiatipan

Y
Yahualica
Yucatán
Yurécuaro

610
Índice toponímico

Z
Zacatecas
Zacatipa
Zamora
Zapopan
Zapotlán el Grande
Zinapécuaro
Ziquítaro
Ziracuaretiro
Zona Metropolitana del Valle de México

611


Extraños en su tierra
Las sociedades rurales a la vuelta del siglo
de María del Carmen Ventura Patiño,
J. Luis Seefoó Luján y Esteban Barragán López
Primera edición digital 9 de diciembre de 2022
Conversión gestionada por
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Coordinación
Patricia Delgado González
Corrección
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Diagramación
Erika Gabriela Palomar García
Portada
Guadalupe Lemus Alfaro

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