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David Bowie: Legado y Tributo Global

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LESLEY-ANN JONES

HERO
DAVID BOWIE
Traducido del inglés por Alejandro Tobar
IN MEMORIAM
DAVID ROBERT JONES
8 de enero de 1947 - 10 de enero de 2016
Contenidos

Bowie ha muerto
Un héroe local
NIÑO ARRABALERO
1. 1947-1953
COLEGIAL DE LOS SUBURBIOS
2. 1953-1961
CHICO JOVEN
3. 1962-1965
4. 1965-1967
INGLÉS EXCÉNTRICO
5. 1967-1970
6. 1970-1971
7. 1972
8. 1972-1973
INCONFORMISTA NORTEAMERICANO
9. 1973-1974
10. 1975
11. 1975-1976
DECADENTE EUROPEO
12. 1977-1978
ICONO GLOBAL
13. 1979-1980
14. 1981-1984
15. 1984-1985
16. 1986-1987
17. 1988-1991
18. 1992-1993
AUTÉNTICO NEOYORQUINO
19. 1993-1997
20. 1997-2004
21. 2005-2014
22. 2015-2016
APÉNDICES
Bowie trovador
Bowie bibliófilo
Bowie audiosexual
Bowie artista y coleccionista de arte
Conciertos y álbumes en vivo, mánagers, alter ego y bandas
Curiosidades y rarezas
Cronología
Homenajes
Reconocimientos
Bibliografía selecta
Fuentes de información
Créditos de las imágenes
ARCHIVO FOTOGRÁFICO
Créditos
Bowie ha muerto

David Bowie murió en su cama en la ciudad de Nueva York,


dos días después de su sesenta y nueve cumpleaños y del
lanzamiento de su vigesimoséptimo disco de estudio,
Blackstar, su réquiem personal y su «regalo de despedida»
para el mundo.
El anuncio, divulgado de manera oficial a través de sus
cuentas y perfiles en las redes sociales, era austero y sucinto:
10 de enero de 2016: en el día de hoy, David Bowie ha
fallecido en paz, rodeado de sus familiares, tras una
valiente batalla contra el cáncer que se prolongó durante
dieciocho meses. Si bien sabemos que muchos de
vosotros compartís el dolor por su pérdida, os pedimos
que respetéis la intimidad de la familia durante el
presente periodo de duelo.
«Me apena decir que es verdad», escribió su hijo, el cineasta
ganador de un premio BAFTA Duncan Jones, en Twitter.
«Estaré fuera de la circulación durante un tiempo. Amor para
todos.»
Incredulidad y negación continuada. Somos arrogantes en
nuestra ignorancia. Desconocíamos que padecía una
enfermedad terminal. Se dice que era cáncer de hígado, pero
¿no suele ser menos agresivo? ¿El grave no era el de pulmón?
Especulamos, gratuitamente. Ni siquiera Brian Eno lo sabía
antes de que sucediera, y trabajó con Bowie durante décadas.
«Fue una sorpresa tremenda», admite Eno. El artista George
Underwood tampoco tenía ni idea, y era el mejor amigo de
David desde los ocho años.
«Es un trago muy duro que tu mejor amigo muera», se
lamenta George tirado en su sofá ese mismo día, con las
lágrimas deslizándose por detrás de sus gafas. «Estoy
completamente desolado». Se sentía un poco mejor y se
mostró más sociable el día que yo pasé con él.
Otras noticias advierten de una descomunal tormenta de
nieve dispuesta a desatar el caos en esta isla sometida a su
cetro, esta tierra de majestad, esta sede de Marte… esta
Inglaterra… 1 Y que el temporal sería el pistoletazo de salida
para más de un lustro de climatología adversa. Tuvimos cinco
años para llorarle. Nunca lo supimos.
Leonardo DiCaprio ha quedado eclipsado por completo,
pese a su triunfo la noche antes y por partida triple en los
Globos de Oro gracias a su papel en El renacido, que le
granjeó el Oscar al mejor actor. La histórica cumbre global de
los treinta y ocho primados de la Iglesia anglicana, celebrada
en Canterbury con el fin de dirimir sus diferencias respecto a
la aceptación de personas homosexuales en la clerecía, no
atrae ninguna atención. Y, sin embargo, estos tres titulares se
antojan pertinentes para la revelación de que el inmortal
«Hombre de las estrellas», el padrino de los raros, el salvador
de los excéntricos, de los pensadores heterodoxos y los
ambiguos sexuales, los desposeídos, los jóvenes, los del pasó y
ya no volverá a pasar, ha estallado, resplandecido y se ha ido
para siempre. Hot tramp, we loved him so. Así lo queríamos.
La aflicción es inconmensurable. Twitter y Facebook se
colapsan, al igual que millones de sus fans. En Manhattan,
claman a las puertas del 285 de Lafayette Street, el bloque de
apartamentos en cuyo lujoso ático residía David junto a Iman,
supermodelo retirada y esposa del cantante durante los últimos
veinticuatro años, y su hija de quince años, Lexi.
En Berlín, sus fieles se congregan en la calle en donde el
músico había tenido una casa, el 155 de Hauptstrasse, en el
barrio de Schöneberg, para honrarlo con velas y flores. Otros
se encaminan al estudio de grabación Hansa, situado en
Köthener Strasse, cerca de la Potsdamer Platz, en donde solía
grabar en los setenta.
En los Países Bajos, se forman varias colas en la entrada
del museo de arte de Groninga, donde en ese momento se
encuentra la gira «David Bowie Is» 2 . El museo responde
poniendo a disposición de sus seguidores un libro de
condolencias en el que pueden estampar su firma, además de
abriendo sus puertas un lunes, cuando por lo general se
encuentra cerrado.
En Los Ángeles, los despojados de su ídolo improvisan un
santuario alrededor de la estrella de Ziggy en el Paseo de la
Fama de Hollywood. La placa de David, que se sitúa frente al
7021 de Hollywood Boulevard, entre Paula Abdul y Faye
Dunaway al este, y Pierce Brosnan y Fred Allen al oeste,
queda oculta tras ofrendas luminosas y ramos de flores
envueltos en papel de celofán, muñecos extraterrestres,
mecheros y diminutas botellas de whisky escocés Jameson. Un
regalo cuestionable, este último, dado que David hacía años
que era abstemio, además de miembro de Alcohólicos
Anónimos. Los fans no se cortan a la hora de lanzar confeti al
aire y reproducir los temas de Bowie con sus teléfonos
móviles de última generación. ¿Por qué han venido?
«Me ha ayudado a sentirme mucho más seguro de mí
mismo y a abrazar mis rarezas», expone uno de los presentes.
«Bowie me permitió aceptarme como era y a aceptar a la
persona que realmente quería ser», afirma otro entre lágrimas.
Ambos hablan por boca de muchos.
En Newcastle, Nueva Gales del Sur, sus fieles deciden dejar
mensajes sobre un mural de Bowie en el que aparece
disfrazado de rey Jareth, el personaje de la película de 1986
Dentro del laberinto. David filmó vídeos promocionales en
ese estado australiano, incluido el memorable tema de 1983
«Let’s Dance». Se rodó en el extremo norte, en Carinda, una
pequeña localidad de menos de doscientos habitantes. Como
localización emplearon el único hotel del lugar, hoy
convertido en destino de peregrinación para los fans de Bowie.
Durante el rodaje, recuerda el director David Mallet, a los
vecinos no les hizo tanta gracia. «Cuando rodó ese vídeo,
David llevaba dos o tres años fuera del ojo público», cuenta.
«Se había dedicado a escribir, y había vivido en parte como un
recluso. De modo que no era un regreso, sino lo primero que la
gente veía de él en bastante tiempo. Para Bowie, supuso un
cambio drástico a nivel musical, y para todos los que hacíamos
vídeos, un antes y un después. Fue uno de los primeros
videoclips en rodarse en 35 milímetros.»
Fue idea de Bowie ir a grabar a Australia.
«El disco era fresco y vitalista, iba directo al grano. Y
pensé, “esto requiere un vídeo igualmente fresco y vitalista, no
vale una vieja cinta”. Así que allá nos fuimos, a Australia, en
donde la luz es fantástica, y volvimos con “China Girl” y
“Let’s Dance”.»
«La escena en el bar de “Let’s Dance” se rodó con oriundos
del lugar, en su verdadero bar, a las diez de la mañana.
Odiaban a David Bowie y nos odiaban a nosotros, unos tipejos
amanerados que solo atendíamos a la grabación, ¡y tanto que
nos odiaban! Por más que en la película dieran la impresión de
que se divertían echando unos bailoteos. De hecho, no hacían
sino burlarse. Fue todo idea de David, y básicamente consistía
en codearse con los aborígenes, alternar con ellos. Para acabar
en Sídney, una enorme área metropolitana que venía siendo la
premisa de todo.»
Se había forjado la afinidad de David con Australia. Se
compró un apartamento magnífico en un bloque de edificios
Kincoppal, en la bahía Elizabeth de Sídney, que conservó
durante diez años, y que solo vendería tras conocer y casarse
con la exmodelo de talla mundial Iman.
En Londres le tomamos la palabra y nos ponemos a bailar:
en la calle, por la noche, y todo el camino de regreso a casa
hasta que salga el sol. Un par de miles de parroquianos se
concentran en el cine Ritzy de Brixton tras acordarlo por
Facebook; van cargados con instrumentos, altavoces, comida,
refrigerios, «y lo más importante de todo: amor», para celebrar
una fiesta improvisada bajo la lluvia. Es un océano de
emociones. Osados juerguistas mueven el esqueleto encima de
las cabinas rojas de teléfono mientras un multitudinario coro
de voces suena con tono apesadumbrado.
Los micrófonos de las cadenas de radio y televisión
difunden un exorbitante «There’s a Starman, waiting in the
sky!»; suena y suena una y otra vez, en bucle, por Internet y en
las ondas. Frente a la estación de metro, cerca de la esquina de
Tunstall Road, un mural enorme y colorista de una cara que
quiere parecerse a la de Bowie, obra del artista callejero
australiano James Cochran, se convierte en el centro de todas
las miradas, pues hasta allí acuden los fans a depositar velas y
flores.
En Beckenham, Kent, en donde David creó Camelot dentro
del carcomido esplendor gótico de Haddon Hall, en donde
lanzó el Free Festival y fundó el Arts Lab allá por los años
sesenta, los homenajes son algo más modestos pero no menos
sentidos. Más velas, más tulipanes, depositados sobre la acera
en donde se ubica uno de los establecimientos de la cadena de
restaurantes Zizzi. En el pub de High Street luce una placa de
homenaje al artista, colocada por la asociación de vecinos de
Copers Cope y la Noble House Pub Company:
DAVID BOWIE
MÚSICO DE ROCK
VIVIÓ EN BECKENHAM
Y LANZÓ SU CARRERA
EN THE THREE TUNS
1969-1973
Es aquí en donde se encontraba el añorado Arts Labs.
«Zizzi Stardust», bromea un devoto mientras se inclina para
examinar las diminutas cabinas telefónicas rojas, portadas de
álbumes descoloridas y notas escritas a mano que los fans han
dejado allí. Una anciana vestida con un jersey de punto verde
botella y unas zapatillas cuenta la historia de una «muchacha
del lugar», Mary Finnigan, «que vivió con David aquí en
Beckenham todos aquellos años, y que lo amó, un secreto que
guardaría durante mucho, muchísimo tiempo, aunque ahora ha
escrito un libro en el que lo desvela todo». Dentro, entre
fantasmas, los comensales comen en unas mesas en las que
están grabadas los títulos de los temas de Bowie y material
gráfico un tanto insolente, exactamente en el mismo sitio en
que su ídolo tocó una versión elemental de «Space Oddity»
cuando no era más que un principiante.
En el festival Bec Rec, que se celebra en el parque de
Croydon Road, las puertas han permanecido abiertas toda la
noche, permitiendo así que los seguidores acudan a presentar
sus respetos al recinto en el que tocó el artista en 1969. Aquel
bolo sería inmortalizado más adelante en su canción «Memory
of a Free Festival». Al día siguiente, el gobierno del distrito de
Bromley anuncia su plan de «redoblar» esfuerzos para hacer
del renovado palco de música de estilo victoriano un
«adecuado y duradero tributo» a la memoria del fallecido
artista. El palco en cuestión es el único de sus características
en todo el país, y valdría la pena restaurarlo en cualquier caso,
con independencia de su actual herencia rock. Se anuncia un
evento, el «Bowie’s Beckenham Oddity», para el 13 de agosto.
Lo apuntamos en nuestra agenda, cómo no. ¿Pero estaremos
allí? La torre BT homenajea a Bowie al citarlo en su panel
luminoso, como suele hacer en las grandes ocasiones. Los
carteles publicitarios del metro londinense se llenan de
expresiones de adoración al héroe por parte de los pasajeros.
Pubs de todo el país, bares y hoteles de todo el mundo ponen
su música a todas horas. Y se produce una maravillosa
despedida sin precedentes en los medios de comunicación. Se
altera la parrilla televisiva con el fin de mostrar los elogiosos
comentarios de expertos y críticos musicales, que pontifican
sobre el así llamado icono y sobre su legado. Las emisoras
radiofónicas se apresuran a reorganizar su programación,
programas completos se caen de la agenda para dar paso a una
sucesión de pistas musicales. Las imprentas maniobran con
entusiasmo y diligencia para publicar ediciones especiales,
exclusivas y suplementos fotográficos con imágenes cándidas
y desenfadadas, del tipo que, por lo general, se reserva para los
difuntos miembros de familias regias. The Times compone una
fantástica portada; The Guardian saca un suplemento de doce
páginas, y The Independent eclipsa a los demás con un
brillante editorial de homenaje. En primer término, la cínica
que hay en mí observa estos movimientos como oportunidades
comerciales: no se trata tanto de ofrecer a los más fieles
lectores un valioso recuerdo, como de una forma fría y
calculada de hacer caja y una excelente oportunidad para
vender más periódicos. Y ya que he sacado mi vena cínica,
añado algo más: yo misma participé de aquel tinglado, pues
acepté una petición del Daily Mail y les pasé un texto sobre el
David Bowie que yo conocí.
El inmenso dolor por Bowie se describe en algunos sitios
como «desproporcionado respecto a lo que suele ser una
pérdida». «No tiene precedentes», se dice. ¿O sí los tiene?
¿Será que nos gusta dejarnos llevar por la histeria? Sea como
fuere, la muerte de nuestro héroe podría llegar a demostrarse,
con el tiempo, equiparable a la de JFK en 1963, en el sentido
de que todos recordaremos con exactitud en donde estábamos
cuando nos enteramos de la noticia. ¿Sucederá así? Yo no
recuerdo la muerte de Kennedy, no era más que una niña. Pero
sí recuerdo en cambio el asesinato de John Lennon en Nueva
York, lo más parecido que se me ocurre. Incluso ahora, nunca
salgo de la ciudad sin desviarme por Strawberry Fields, el
lugar de Central Park así bautizado en memoria del cantante.
Recuerdo a Diana, princesa de Gales, ante quien actuó
David el 13 de julio de 1985 en el estadio de Wembley con
motivo de su participación en el concierto benéfico Live Aid.
El trágico accidente de tráfico de París que segó su vida y la de
su novio Dodi Al-Fayed y la del conductor Henri Paul el 31 de
agosto de 1997, fue el momento en que el Reino Unido perdió
los papeles a gran escala, a una escala, digamos, titánica. En
aquel entonces, acudí con mi hijo recién nacido, Henry, a los
jardines de Kensington y fotografié a mi pequeño dentro de su
carrito de bebé, entre las flores. Qué mal gusto el mío, me
avergüenza reconocerlo. Vimos por televisión el obsceno
lamento por la muerte de Diana en la abadía de Westminster,
al igual que otros diecinueve millones de personas, y
sucumbimos a la pena a medida que su hermano, el conde
Spencer, recitaba su provocador panegírico en el que culpaba a
la familia real. Lloramos al ver a Elton John interpretando al
piano una adaptación elaborada sin apenas tiempo de su
«Candle in the Wind», que se convertiría en un éxito de ventas
y en una despedida para la princesa bajo el nuevo título de
«Goodbye, England’s Rose».
En su momento, me costó comprender, y todavía me
cuesta, la histeria colectiva que se apoderó de nosotros. La
histeria colectiva y la intensidad de nuestro duelo nos
enloqueció temporalmente. ¿Pero era aquel un luto auténtico o
era más bien sensiblería? Los medios nos condujeron a un
llanto que no nos correspondía. Diana no formaba parte de
nuestras vidas, no era nuestra hermana ni nuestra hija ni
nuestra madre; era una fotografía, un boletín de noticias, y no
más accesible que un personaje de una teleserie para el gran
público, pongamos por caso EastEnders o Coronation Street
—solo pusimos en tela de juicio nuestro «desgarro» cuando
nos percatamos de que nuestra angustia se había desvanecido
con la misma rapidez con que se había adueñado de nuestro
ser—. Muy rara vez hablamos de ella a día de hoy, a no ser, tal
vez, como elemento relevante en la pareja formada por el
príncipe Guillermo y Kate Middleton. Lo hemos «superado».
El legado de la supuesta Princesa del Pueblo es
eminentemente simbólico. Desde el respeto, si se dejan a un
lado las interminables fotografías «icónicas», los trajes, los
zapatos, los peinados y su condición de socia del gimnasio
londinense Harbour Club…, ¿qué consiguió? Fuera de eso,
cabría poner de relieve su capacidad para sortear campos
minados y el hecho de haberse involucrado activamente en
ayudar a los enfermos de SIDA. Pero no dejó música,
películas, ni arte de otra clase para la posteridad, nada por lo
que deba ser recordada. Nada que seguir disfrutando. Bowie,
al igual que su amigo Lennon, deja un legado enorme. Así
pues, ¿está más justificado nuestro luto por él? A riesgo de
desatar la ira de más de uno, debo decir que para mí sí. La
muerte de Bowie es nuestra propia muerte, en algunos
sentidos. Marca la pérdida de nuestra juventud, de nuestro
ayer, de nuestros sueños más ambiciosos.
No se celebra funeral alguno por David. Ni siquiera una
ceremonia íntima. Sin pompa. Él no la habría querido. Su
cuerpo es incinerado el 12 de enero en Nueva Jersey. Se da a
conocer que quería que sus cenizas se arrojaran en Bali,
«conforme a los ritos budistas», y también en las montañas
Catskill, al norte de la ciudad de Nueva York, un paraje cuyo
aire adoraba por su luz y sus campos; allí grabó el álbum
Heathen, y allí estaba, en el condado de Ulster, la que se
habría de convertir en la favorita de las numerosas casas que
poseyó a lo largo de su vida. Sus últimas voluntades, un
documento de veinte páginas firmado con su nombre legal,
David Robert Jones, declara que su hacienda está valorada en
aproximadamente unos 100 millones de dólares. Deja en
herencia a su mujer su vivienda del SoHo, más la mitad de su
fortuna. Su hijo de cuarenta y cuatro años, Duncan, recibirá el
25 % del total. Su hija Alexandria, de quince, el 25 % restante,
así como el lugar de retiro de su padre en las Catskills. Deja un
millón de dólares a Marion Skene, la niñera de Duncan
durante sus primeros años, a quien en gran medida
consideraba su «segunda madre». Dos millones es la suma que
David lega a su empleada de confianza durante largo tiempo,
Coco Schwab, además de sus acciones en la compañía
Opossum Inc. La incredulidad se apodera de sus fans en
Internet cuando se descubre que dicha empresa carece de
cualquier tipo de actividad pública, no concurre a ningún
mercado de ningún país y no publica sus libros contables. Hay
quienes entonces se prestan a la inevitable chaladura y crean
teorías de la conspiración; se llega a sugerir que todo es un
artificio, y que su héroe debe seguir vivo. ¡Calma, hombre!
La 58.ª ceremonia anual de los premios Grammy se celebra
el 15 de febrero en el Staples Center de Los Ángeles. Sirve
para rendir homenaje a muchos de los que ya no están, a
Bowie más que a cualquier otro. El mash-up que combina diez
temas y que le dedica Lady Gaga se lleva la palma de manera
extraoficial como mejor espectáculo de cabaret circense. ¡Qué
risa! ¿En qué estaría pensando el productor Nile Rodgers? A
lo mejor es que ni eso hizo, pensar.
«Malo con saña», es el veredicto del prestigioso crítico
musical estadounidense Bob Lefsetz. «¿Por qué no les dio
simplemente por contratar a la original, a Liza Minnelli, para
realizar ese calamitoso tributo a un artista incontestablemente
puntero? Los popurrís nunca funcionan. Si se hubiera limitado
a cantar “Space Oddity” sin maquillaje y producción, mejor le
habría ido. ¿Quién es el responsable? ¿No podría Nile Rodgers
haberse negado? Concede a Lady Gaga el trato de una
superestrella, que dista lo suyo del que suele recibir alguien
con un solo disco de un solo éxito. ¡Qué demonios! Ese
trabajo estaba destinado a Annie Lennox, una persona de
aquella época que aún sabe cómo era».
«Sobreexcitada o irracional, lo cual suele ser el resultado de
un capricho o de un excesivo entusiasmo; mentalmente
confusa», tuitea el hijo de David, Duncan Jones. «Maldita sea.
¿¡Pero qué palabra ES esa!?»
Como es lógico, la chica de moda defiende la actuación
orquestada.
«He trabajado con David en cuatro proyectos, ¡incluido el
que con mucho fue el más grande!», dice Rodgers. «Creo que
la relación entre ambos era estupenda. ¡No hay que tomárselo
tan en serio! Nace del corazón. Me brinda una oportunidad
musical de decirle hola y adiós a un artista que me cambió la
vida.»
Días más tarde, Gaga todavía sigue dolida…, pero no por
las críticas, que a Stefani le traen sin cuidado. Lo que aún le
duele es el tatuaje que se ha hecho en un costado en un salón
especializado de West Hollywood dos días antes de la
actuación, el último de tantos, un dibujo con la cara del artista
atravesada por el rayo de Aladdin Sane: «… la imagen que me
cambió la vida».
Infinitamente más auténtica resulta la actuación de Losers’
Lounge durante tres noches consecutivas a contar desde el 18
de febrero, en el Lower East Side de Manhattan: se trata de un
proyecto musical que rinde tributo a estrellas del pop y a
artistas de culto, organizado por el que fuera teclista de The
Psychedelic Furs, Joe McGinty, en el pub Joe’s de Lafayette
Street.
Londres también quiere poner su grano de arena, y lo hace
mejor. Durante la ceremonia de los BRIT, en el O2 Arena de
Greenwich, nueve días más tarde, el homenaje realizado por
—¿quién será?— Annie Lennox es digno y completo.
«El legado de su extraordinario sonido y visión será
valorado y venerado hasta el día en que la Tierra deje de
rotar», declara.
Tras aceptar el premio al Icono en nombre de David, el
actor Gary Oldman revela que Bowie consideraba que ocultar
su cáncer terminal tenía sus ventajas.
«He recuperado los pómulos», fueron sus palabras, según
confesó su íntimo amigo.
La sencilla interpretación de «Life on Mars?» por la joven
neozelandesa de diecinueve años Lorde, enternece. La
ganadora del premio BRIT 2014 a la mejor artista femenina
internacional, que firmó con Universal a la temprana edad de
doce años, pasó a la historia como la artista en solitario más
joven en lograr colocar un sencillo en el número 1 de la lista
US Billboard Hot 100 en las últimas dos décadas. Su música
formó parte de la banda sonora de Los juegos del hambre:
Sinsajo. Parte 1. Lorde es, en palabras de Bowie, «el futuro de
la música». Esa noche, su grupo es lo más destacado para los
músicos de acompañamiento de Bowie: el pianista Mike
Garson, que tocó por vez primera con él en 1972; los
guitarristas Earl Slick (1974) y Gerry Leonard (2001); el
batería Sterling Campbell (1994); el bajista Gail Ann Dorsey
(1995) y la teclista Catherine Russell (2002).
«David, eras mortal», concluye Oldman, haciendo un
esfuerzo por contener las lágrimas, «pero tu potencial era
sobrehumano, y tu excepcional música perdurará. Te queremos
y te estamos agradecidos».
Duncan Jones otorga su beneplácito.
El 31 de marzo, un bolo de homenaje a Bowie planeado
con considerable antelación, pasa a ser un concierto en su
memoria celebrado durante dos noches en el Carnegie Hall y
en el Radio City Music Hall de Nueva York, lleno hasta la
bandera; actúan Holy Holy, la banda de Tony Visconti’s,
Cyndi Lauper, Debbie Harry y Blondie, el grupo de hip hop
Roots, la banda indi The Mountain Goats, The Pixies, Michael
Stipe, Mumford & Sons, la coral conocida como The New
York City Children’s Chorus y muchos más.
El 14 de abril, Prince versiona «Heroes» durante un
concierto en el Fox Theater de Atlanta en tributo a su amigo.
Una semana más tarde, él también muere.
John Giddings, organizador del festival de periodicidad
anual Isle of Wight, anuncia su intención de honrar a David
entre los días 9 y 12 de junio de 2016, en un evento celebrado
en el Seaclose Park, que contará con la presencia de The Who,
Queen + Adam Lambert, Stereophonics, Richard Ashcroft,
Iggy Pop et al.
«Hemos mandado imprimir veinte mil caretas de Ziggy
Stardust, y todo el dinero que recaudemos irá destinado a la
fundación benéfica Stand Up To Cancer», anuncia John. «Fui
el agente de David durante treinta años. Lo amo.»
El director del festival de Glastonbury, Michael Eavis,
añade que se le harán diversos homenajes en la edición de
2016, programada entre los días 22 y 26 de junio, en Worthy
Farm, Pilton, Somerset, el cual contará con la presencia de
Adele, Muse, Madness, Coldplay y, por lo que parece,
infinidad de otros grandes artistas, y en el que Philip Glass,
amigo de David, interpretará su aclamada «Heroes
Symphony».
«Pondremos en marcha un gran espectáculo centrado en la
figura de Bowie desde el 2000, y lo proyectaremos en las
pantallas siempre que el escenario no se esté utilizando»,
confirma Eavis. «Fue una actuación increíble, y me alegra
tanto que hiciera lo que hizo en el momento que lo hizo… Fue
la última oportunidad. David es uno de mis artistas preferidos
de todos los tiempos.»
Hay mucha más información sobre él de lo que nadie es capaz
de leer, ver, absorber, analizar, escuchar. Nos hemos tenido
que despedir de Bowie demasiado pronto. ¿Cómo encontrarle
un sentido? Algunos quizá sepan dárselo. Me detengo un
momento en la página de Facebook gestionada por el más
importante productor discográfico que tuvo David, Tony
Visconti. Entre otras muchas cosas que considerar y digerir,
me encuentro con esta:
«Era un hombre extraordinario, lleno de amor y de vida.
Siempre estará con nosotros. Lo que toca ahora es llorarlo.»
Llorarlo y recordarlo.

1. William Shakespeare, Ricardo II. Acto II, Escena I. La «obra de Shakespeare


favorita» de David.
«Se dice que Shakespeare malinterpretó a Ricardo II», dijo el artista en una
conversación con la autora, «y pese a ello, la obra resulta de lo más intrigante. Las
alocuciones son magníficas. El lenguaje, excepcional. Es tan ambiguo: él es gay,
está claro. O por lo menos bisexual. Se le retrata con el rostro pálido y bastante
afeminado, aunque midiera más de un metro ochenta. Fue coronado con diez años,
pero su tío actuó como valido, lo cual condujo a todo tipo de conductas erráticas y,
a fin de cuentas, a su muerte. Sin duda tenía algún tipo de trastorno de personalidad,
y algunos estudiosos modernos se inclinan porque quizá sufriese esquizofrenia.
Reinaba en una corte de gran opulencia, era un gran mecenas de las artes, sobre
todo de la literatura, y Chaucer sirvió para él como diplomático… al tiempo que
escribía poesía. ¡Una estrella del rock temprana! Ricardo, por lo que parece,
siempre supo cuál era su sitio, a pesar de ponerlo en cuestión. La trama no tiene
desperdicio, y yo me siento muy identificado con él. Su muerte marcó el fin de una
época.»
2. Existen planes para futuras presentaciones de esta exposición itinerante. Entre el
8 de enero y el 9 de abril de 2017 se presentó en Tokio y, posteriormente, viajará a
Melbourne, París, Berlín, Toronto, Chicago…
Un héroe local

Se trata de un héroe. De un hombre destacado con un apellido


de lo más común. Nos topamos con él en el último lugar que
cabría imaginar: nuestro propio patio. Los medios de
comunicación todavía no habían puesto el foco de modo
compulsivo sobre las celebridades, y su nivel de fama era más
bien bajo. Cuando su estrella explosionó a nivel global,
tuvimos la sensación de que nosotros, los que lo habíamos
visto primero, lo estábamos compartiendo con el resto del
mundo.
Fue Hy Money quien me presentó a David. Para mí, ella
era «la madre de Lisa». Lisa y yo éramos uña y carne en la
escuela de primaria de Oak Lodge County, en West Wickham,
condado de Kent. Su madre, Hyacinth, una música
autodidacta, artista y fotógrafa, había sido enviada por su
familia en barco desde la India hasta Inglaterra con dieciocho
años, con los bolsillos casi vacíos y un papel con un número
de teléfono. Se casó con el primer hombre que le propuso
matrimonio y tuvo cuatro hijos. Era la única asiática en
nuestro serio y blanco pueblo —que se consideraba a sí mismo
como contemporáneo pero que se había quedado estancado en
los años cincuenta, un bastión empavesado, boy scouts y tartas
de la cristiana Mothers’ Union—, en donde sufrió racismo.
Cuando salíamos a pavonearnos por las calles vestidas con las
ropas carnavalescas de Hy, otras madres obligaban a sus hijas
e hijos a entrar en casa.
La primera vez que toqué un instrumento —se trataba de
una simple pandereta— fue en su casa, en una de las veladas
que presidía. Poco después de que su último hijo empezase a ir
al colegio, Hy comenzó a sacar fotos para un periódico local
de Beckenham. En el futuro su nombre entraría en los anales
de la historia por ser la primera mujer del Reino Unido en
trabajar como fotógrafa deportiva para el Crystal Palace F.C.,
lo que la obligó a batirse con reporteros gráficos que
lamentaban su contratación y se afanaban en dejarla fuera de
juego con el repetido argumento de que no solo un campo de
fútbol no es un lugar propicio para una mujer, sino que además
esta les estaba «robando su pecunio».
Hy llevaba ya dos años siendo famosa cuando, cierta tarde
de domingo de 1969, nos llevó a Lisa y a mí a ver una
actuación del intérprete de sitar lituano Vytas Serelis en el
Three Tuns Folk Club, un pub de la High Street de
Beckenham. Ella estaba allí para fotografiarlo. Aquel antiguo
instrumento musical indio había sido presentando al mundo
por Ravi Shankar, nos explicó la mujer. Cuando tanto The
Beatles como The Rolling Stones echaron mano de él para sus
grabaciones, su sonido suntuoso y bronco se hizo un hueco en
la música comercial y de amplio espectro. Nada de esto,
francamente, les importaba demasiado a las dos compañeras
de colegio que éramos por entonces. Marc Bolan y David
Bowie también estaban allí aquel día, pero podrían haber sido
otras personas cualesquiera.
David fue cofundador del Arts Lab de Beckenham, que
poco después estaría emplazado en el Three Tuns. Lisa y yo
fuimos a dos grammar school distintas, es decir, cursamos
secundaria por separado. David y su colega, el músico local
Peter Frampton, comenzaron a aparecer de pronto en las
noticias, y a nosotras aquello nos entusiasmaba. Mis nuevos
compañeros de clase y yo nos propusimos averiguar dónde
vivía David; la respuesta era en Haddon Hall, en una
impresionante mansión de estilo gótico de Southend Road, en
Beckenham. Nos personamos en la que era su casa y la de su
mujer, Angie; lo hicimos al finalizar las clases. Angie nos
facilitó multitud de fotografías firmadas, lo cual le
agradecimos sobradamente; sin embargo, lo mejor que hizo
por nosotros fue estar ausente cuando otro día llamamos a su
puerta.
Aquella vez fue David quien salió a recibirnos en persona,
vestido con un quimono bordado en seda amarilla y
sosteniendo una botella de barniz negro con el cual se estaba
pintando las uñas. Usaba un palito de cóctel a modo de pincel.
De por sí, esto ya resultaba bastante raro, pero no lo era menos
el color elegido. Un esmalte de uñas negro no estaba
precisamente a la orden del día en aquella época. A nosotros
nos atraían los tonos malva y lila, pero desde luego no
podíamos presentarnos de esa guisa en la escuela. Nos invitó a
pasar a tomar el té y se sintió avergonzado al percatarse de que
se habían quedado sin leche. Nos sentamos en el suelo, con las
piernas cruzadas, y hablamos de fantasmas, de Space Oddity,
de su poco prometedora carrera como actor y de ovnis.
Los primeros discos que me compré no eran de Bowie. No
me interesaron las listas de éxitos pop hasta 1970. El primer
sencillo que aboné de mi bolsillo, comprado en Woolworth,
una tienda localizada en High Street, al oeste de Wickham, fue
«Down the Dustpipe» de Status Quo —que el disc jockey de
moda de la emisora Radio 1 de la BBC, Tony Blackburn, no
soportaba—. Meses más tarde, la pequeña suma que recibí con
motivo de mi cumpleaños, la invertí en «I Hear You
Knocking» de Dave Edmunds, por el cual John Lennon había
manifestado su admiración, así que se sabía que era algo
bueno. También compré «When I’m Dead and Gone» de
McGuinness Flint, y el sencillo de debut de T. Rex, «Ride a
White Swan». El precio de cada sencillo rondaba los siete
chelines —aún se hablaba en divisiones de una libra esterlina
—, 35 peniques. Los álbumes, por su parte, no llegaban a las
dos libras. Gran Bretaña se pasaría al sistema métrico un año
después.
Mis primeros LPs fueron Bridge Over Troubled Water (de
Simon & Garfunkel), Fog On the Tyne (de Lindisfarne) y
Wings’ Wild Life. Ahorré para comprar discos del
departamento de música de Medhurst, unos grandes almacenes
situados en Market Square, al final de High Street, en
Bromley, que en la actualidad albergan una franquicia de
Primark. También David solía comprar allí sus discos. Podías
escucharlos antes de tener que apoquinar nada, en cabinas
habilitadas al efecto. El programa Top of the Pops del jueves
por la noche en el canal BBC1 era una cita obligada: no se
hablaba de otra cosa en el patio del colegio al día siguiente.
Todos vimos a David Bowie interpretar «Starman» en Top
of the Pops el 6 de julio de 1972, ¡cómo no!… Sin embargo,
no se puede decir que nos cautivara especialmente. Aunque es
un lugar común considerar aquella aparición en concreto como
su actuación definitiva, un punto de inflexión para la música
pop, el momento exacto en que el mundo entero cambió…, en
nosotros, la verdad, el impacto no fue tan grande. Se debió a
que aquella actuación de «Starman» para Top of the Pops, con
Bowie y su guitarrista, Mick Ronson, acercándose el uno al
otro tan solo cinco años después de que se despenalizase la
homosexualidad entre varones mayores de veintiún años, algo
sobre lo que se habían escrito volúmenes y más volúmenes, no
era «la primera».
No soy la única que recuerda haberlo visto: Bowie y su
grupo, The Spiders from Mars, habían interpretado «Starman»
en el programa Lift Off with Ayshea emitido por Granada TV
el 15 de junio de 1972. De manera trágica, el canal ITV borró
la cinta original, pero las fotos que no se perdieron sugieren
que hubo un coqueteo descarado entre Bowie y Ronson sobre
el escenario.
Con el paso de los años, muchos han llegado a poner en
duda incluso que aquella actuación tuviera lugar, pues no ha
llegado hasta nuestros días evidencia física alguna que apoye
su existencia. Pero aquellos de nosotros que sí la vimos, nos
permitimos disentir. Un vistazo a las imágenes es todo cuanto
se necesita para determinar las diferencias entre esta y la
posterior actuación en Top of the Pops. En Lift Off, Bowie
rasga una guitarra acústica marrón (no la suya azul). El batería
Mick «Woody» Woodmansey lleva puesta otra ropa, y todavía
no se había aclarado el pelo. Y hay unas estrellas de seis
puntas enormes en el cielo, las llamadas Estrellas de David,
por detrás de la banda. En la cultura tradicional tibetana —
David se había imbuido del budismo—, esa estrella representa
el «origen de todo fenómeno».
Marc Riley, antiguo guitarrista y teclista del grupo de
Mánchester de post-punk y rock The Fall, que se habría de
convertir en promotor y crítico de rock alternativo y locutor de
radio, recuerda la actuación con claridad meridiana. Resulta
evidente que caló más en él que en mí: «… y llegó… aquello,
con aquellos tipos raros», dice. «Me dejó boquiabierto. Mi
abuela no dejaba de proferir insultos contra la televisión (algo
que por lo general reservaba para los bloques de política
referidos al Partido Laborista), y yo no hice más que quedarme
allí sentado, ansioso. Estaba viviendo uno de esos momentos
que le cambian a uno la vida. Sé que suena ridículo, pero de
verdad que era superior a mí.»
La actuación en el Top of the Pops tendría lugar tres
semanas más tarde. «Por segunda vez en mi vida», recuerda
Riley, «¡me quedé de piedra a causa de un tipejo vestido con
un mono acolchado y unas zapatillas de boxeo de cuero rojo!
Qué duda cabe de que la aparición de Bowie en Top of the
Pops fue un momento cumbre en la historia musical británica.
Al igual que sucedió con la actuación de los Sex Pistols en el
Lesser Free Trade Hall de Mánchester en 1976, la actuación de
David Bowie dio alas a los miles de chavales que hasta
entonces habían buscado con ahínco un catalizador para sus
vidas.»
No obstante, tampoco se puede decir que hubiera una
reacción desmesurada en la escuela de secundaria
Ravensbourne, en Bromley, al día siguiente. Tras ninguna de
las dos actuaciones referidas. No guardo el menor recuerdo de
que alguien de nuestra pandilla mencionara «Starman» como
un «punto de inflexión» o como una experiencia life-ch-ch-
changing…, de esas que le cambian a uno la vida, o que
supusiera el «verdadero pistoletazo de salida de los años
setenta».
Por otra parte, Marc Bolan llevaba instalado en la tele cerca
de un año. Y era Bolan, con su «Hot Love» interpretado en
Top of the Pops quien nos había dejado obnubilados por vez
primera. Marc eran tan guapo que una casi no podía quitarle
los ojos de encima. El brillo por debajo de sus ojos era un
mero toque de estilo, un truco, pero parecía tan profundo e
importante por entonces… Cuando volteó su guitarra para
arrimarla a la parte trasera de sus pantalones en una de sus
interpretaciones en Top of the Pops del tema «Get It On» (en
julio de 1971), recurriendo a la fantasía, imaginamos que su
fuerza provenía de allí mismo, de su atractivo culo.
Considero que la razón de que la representación de
«Starman» en el programa Top of the Pops tienda a ser
ensalzada, se debe a que sencillamente el metraje ha llegado
íntegro hasta nuestros días. Desde que la actuación en cuestión
volvió a ser emitida (¿acaso durante los primeros ochenta?),
los expertos musicales y los culturetas de aquí a Boswell,
Indiana —que pasan por autodenominarse el «centro del
universo»—, se han puesto a la cola para no dejar de hablar de
lo mucho que influyó en sus vidas, tanto si en su momento
vieron aquel programa como si no. Pensé que podría ser
interesante preguntarle al respecto a Nicky Graham, antiguo
teclista de la banda The Spiders from Mars, reconvertido en
pope del negocio musical, quien además resulta que sí tuvo
ocasión de aparecer en el programa Top of the Pops. Me
preguntaba si él recordaría algún tipo de reacción a la
aparición de Bowie y The Spiders, al margen de la histeria que
sobrevendría años más tarde. Su respuesta, reproducida ahora
en este libro, resulta sorprendente.
Pues bien, los años 1971 y 1972 fueron de Bolan. «Hot
Love», «Get it On», «Jeepster», «Telegram Sam», «Metal
Guru», «Children of the Revolution»: siempre queríamos más,
y él también. El cambio se produjo en 1973, cuando la música
comenzó a apoderarse irremediablemente de mi vida. Adiós,
revistas de cotilleo adolescente. Hola, Melody Maker y New
Musical Express. Las muñequitas y sus vestidos (que mi
madre les había cosido a medida) fueron a parar al trastero. A
la basura fueron directamente los gonks apolillados y los trolls
de pelo enmarañado. Había llegado el vinilo. Cambié el Rolls-
Royce rosa de mi Lady Penelope por un tocadiscos, y mis
gafas subvencionadas por la Seguridad Social por unas
lentillas de colores.
Estaba pasando todo. Edward Heath se mudaba al número
10 de Downing Street, mientras que Richard Nixon y el
escándalo Watergate eran el pan de cada día en los Estados
Unidos. Gran Bretaña se unió a la Comunidad Económica
Europea, que más tarde se metamorfosearía en la Unión
Europea. Mi padre, periodista deportivo, se fue a Jamaica para
cubrir el momento en que George Foreman casi descuartiza a
Joe Frazier y se hacía con el título mundial de boxeo en la
categoría de pesos pesados, tras el combate celebrado en el
estadio Sunshine Showdown de Florida. Se inaugura el nuevo
London Bridge, con gran algarabía, como también las
malhadadas Torres Gemelas del World Trade Center
neoyorquino —en aquel momento, los rascacielos más altos
del planeta—. Un año después, como parte de un programa
escolar de intercambio con el instituto Stella Maris de Long
Island, acudí con mi pandilla de amigos y amigas a la Torre
Sur, al imponente observatorio conocido como Top of the
World, la cima del mundo, sin poder entonces imaginar lo que
habría de acontecer veintisiete años después.
Fueron sencillos destacados de aquel año «Tie a Yellow
Ribbon Round the Old Oak Tree» de Tony Orlando & Dawn;
«Ballroom Blitz» de Sweet; «Crocodile Rock» de Elton John,
y «Killing Me Softly» de Roberta Flack. El especial televisivo
sobre Elvis Presley Aloha From Hawaii via Satellite (que le
encantaba a mi tía Ann) fue el primer programa de un artista
retransmitido a nivel mundial. Fue visto, quizá de manera un
tanto ilógica, por más gente de la que se sentó frente al
televisor para ser testigo en 1969 del primer aterrizaje lunar.
Lou Reed, camarada de Bowie, recibió un buen azote en el
culo por parte de un fan durante un bolo en Buffalo, en el
estado de Nueva York.
Esas fueron las trivialidades que hicieron las delicias de
una servidora, y que dejé impresas para la posterioridad en
diferentes cuadernos de ejercicios que me dediqué a decorar en
tinta púrpura y naranja con escritura especular durante un año
entero, además de garabatear en ellos diversas figuras
geométricas; para más datos, en las esquinas inferiores. Virgin
Records despegó con el disco Tubular Bells de Mike Oldfield.
Queen sacó su álbum de debut homónimo, y un sencillo de
relevancia, «Seven Seas of Rhye». The Who lanzó
Quadrophenia, y la banda Roxy Music estaba en todos los
sitios y en ninguno con su For Your Pleasure, en cuya carátula
deslumbra la exótica Amanda Lear. ¿Mujer? ¿Hombre?
¿Pájaro? ¿Avión? ¿Quién sabe? David sí lo sabía, pues se
acostaba con la criatura pese a estar casado con Angie.
Quienes somos nosotros para juzgarlo…
Bowie, exhausto, se vino abajo en un concierto ofrecido en
el Madison Square Garden («Gimme your hands!»), y en
mayo tocó el que sería el primer bolo de música rock en el
Earls Court Exhibition Centre. No conseguí entrada, pero sí
estuve en el Hammersmith Odeon el 3 de julio para presenciar
la retirada de The Spiders. De un tiempo a esta parte, he leído
toda clase de barrabasadas al respecto. Que si los fans se
masturbaban, que si hacían felaciones a completos
desconocidos en una suerte de gran escenario que combinaba
momentos homo, bi y hetero… En fin, debo decir que yo no
presencié tal cosa. Quizá no lo entendí, como por otra parte
pasa con tantas otras cuestiones de la actualidad.
Tengo una lista en la purpúrea parte de atrás de mi diario de
aquel año con los álbumes que adquirí en 1973. Junto con los
discos de The Beatles, Red Album y Blue Album (llegué tarde
a los Fab Four), compré Aladdin Sane, The Rise and Fall of
Ziggy Stardust and the Spiders from Mars y Hunky Dory.
Todos los de Bowie, y en ese orden. También me hice con Red
Rose Speedway y Band on the Run de Wings, mi otro gran
amor de aquella época. Para Bolan, marzo de 1973 fue el mes
en que lanzó con éxito su sencillo «20th Century Boy», y hasta
ahí llegó. Le di carpetazo en favor de Bowie y nunca volví a
retomarlo. No hasta que me puse a escribir esta biografía en
2012.
David era nuestra epifanía. Las personas como él no existían
en el mundo cuadriculado, rígido, en donde cada cosa está
colocada donde corresponde. De haberse descubierto que en
efecto procedía de un universo paralelo, dudo de que mi
sorpresa hubiera sido mayor. Él tenía veintitrés años, aún era
un chaval, y ya se había casado. Mortal, con defectos, un
enclenque buscavidas, y pese a ello aparentemente con un
embrujo especial. Era bastante amigable. Un tanto indiferente.
Le gustaba el postureo y fardar. Digamos que su actitud venía
a decir algo así como: «Mírame». Se cruzaba de brazos y
cotilleaba entre risas, metiendo y sacando los labios una y otra
vez como si acabara de ponerse pintalabios. Se arrancaba las
cutículas, se alisaba el pelo, pestañeaba, doblaba las rodillas.
Tal vez estuviera posando al igual que cualquiera de nosotros,
a semejanza de una torpe quinceañera. Poniéndonos a prueba,
viendo qué extravagancias birlarnos.
Parecía ligeramente «apagado»; un «ave del paraíso con un
ala rota», escribiría yo tiempo después. «De una hermosura
perfecta, a no ser por una dentadura desastrosa». Estaba
desatada, eso seguro: ¿pensaba en el fondo que debía renegar
de él? En efecto, ese pensamiento debió de cruzar por mi
mente, porque también lo describí como «un fantoche
implacable», un «cínico calculador», «lascivo», y «la peor
clase de obseso: uno con un rango insignificante de atención
prestada». Especulé con que «podría haber una conciencia
escondida en algún sitio»; y escribí que, a pesar de la imagen
que proyectaba, daba la impresión de ser «compasivo,
nostálgico y hogareño». La contradicción con patas, vamos.
Quizá no era sino yo misma.
Dejando a un lado su cariz andrógino y su apariencia, la
impresión que de él quedaba era, paradójicamente, de absoluta
normalidad. A decir verdad, aquel Bowie de Bromley
—«Dave», como él mismo firmaba, a menudo con tinta roja—
contradictorio, insolente, encantador, embaucador con el que
me encontraría, no habría de cambiar gran cosa con el paso de
los años.
Se interesó y me preguntó por mi pelo, mechones
incipientes en aquel entonces, a los que les llevaba una
eternidad crecer por culpa de la cirugía. La pregunta me
mortificó; me había puesto en un aprieto. Estaba sufriendo una
secuela habitual del postoperatorio que se conoce como
efluvio telogénico agudo; explicado de una manera muy
básica, quiere decir que se me había caído el pelo a
consecuencia del shock. Había pasado gran parte del último
año en el hospital, y después había estado convaleciente en
casa. Me había reventado el apéndice días antes, justo cuando
estaban a punto de empezar las vacaciones de Semana Santa.
Me operaron un Viernes santo. La peritonitis golpeó de lleno:
en aquella época, era mortal. Nuestro pastor en la iglesia
anglicana de San Francisco de Asís se presentó en la Unidad
de Cuidados Intensivos del hospital de Farnborough. No
contaban con que llegase viva a la mañana siguiente. Pero
resistí. Un monstruito: con una señora cicatriz, esquelética y
calva en tres cuartas partes del cráneo.
Las chicas molonas de mi colegio mantenían las distancias.
Hice tres amigas, que conservo. David se mostró empático.
También él, me dijo, había padecido un proceso quirúrgico en
aquel mismo hospital, Farnborough, situado justo al otro lado
de la carretera en donde aún hoy viven mis padres. Fue tras un
golpe en todo el morro propinado por George Underwood, un
compañero de escuela que no dejó de ser su amigo hasta el
final. Aquel fue el gancho que, por lo que parece, dio origen al
look más distinguido del rock. Pero este episodio, desde luego,
tiene su propia historia: el tema del ojo.
«Mi prima te vio en Margate», le solté. «Todavía conserva
la entrada». Trágame tierra. Digamos que… me salió el tiro
por la culata.
«¡Margate!», sonrió. «Me gusta mucho aquella zona. Vaya,
¡cuánto me gusta estar en la costa! Será ese anhelo profundo
de contemplar el horizonte, la nada en toda su inmensidad.»
¿A qué demonios se refería? No me atreví a preguntárselo.
Apunté la frase en mi libro maltrecho nada más subirme al
bus, pero nunca averigüé su significado exacto.
«Quizá vaya allí algún día», musitó. «Sería un lugar
magnífico para criar niños. Siento cierto vínculo. Le tengo un
gran cariño a todo ese viejo mundo marinero, a esos
ambientes, al final de la pasarela del muelle. Es muy real. Mi
abuela se unió al frente y trabajó como enfermera en [el
hospital de] Seabathing antes de la Primera Guerra Mundial.
Solía cantarme alguna que otra tonadilla. Una de ellas trataba
sobre Margate. “A breeze! A breeze! Who sails today the
ocean’s swelling waters” 3 , canturreó burlón, encorvando los
hombros y balanceando los brazos a un tiempo, como si
formara parte de la ópera cómica de Gilbert Sullivan H.M.S.
Pinafore. «Ojalá me acordase de cómo sigue la letra… Mis
padres se casaron allí, y vivieron en el pueblo durante un
tiempo.»
«Los míos allí siguen», apunté yo. Era cierto. Mi abuela,
Nancy Jones, trabajaba con su hermano y su cuñada, Gladys y
Glyn Powell, en su pensión de Westbrook Bay. Mi abuelo,
Emlyn, se ocupaba del green de golf que está enfrente de la
playa, bajando por la estación de Margate.
«En mis tiempos jugué en aquel green alguna que otra
partida», asintió David. «Si seré infantil… ¡No me resisto a
golpear unas bolas cuando veo un minigolf!»
Margate había sido un pueblito de pescadores hasta que el
baño en el mar se convirtió en un pasatiempo habitual a
comienzos del siglo XVIII. El pintor paisajista J. M. W. Turner
fue un visitante asiduo en la década de 1820, y más de un
centenar de cuadros suyos están inspirados en el mar y las
tormentas vistas en Margate 4 . En 1900, la localidad se ganó un
lugar en el mapa. A comienzos de la década de 1960, había
adquirido el barniz kitsch y descarado de las tarjetas postales
que representan a las mil maravillas el típico resort turístico
del litoral de Inglaterra; el final de la pasarela del muelle y el
fish-and-chips que David tanto amaba.
En 1965 David fue vocalista de un grupo de mod revival
originario de Margate, The Lower Third. En aquel entonces, la
localidad era un destino preferente para los seguidores de la
música mod, que llegaban en grupos muy numerosos
montados en sus scooters, sobre todo los lunes que caían en
festivo. Aquello derivaría en trifulcas con los roqueros
llegados en sus motos, como también sucedió en Brighton y en
otras localidades costeras, lo cual originó un auténtico
escándalo a nivel nacional en su momento. Los integrantes de
The Lower Third solían tener un sitio reservado en el hotel
local. Hacían nueve o diez bolos a lo largo de la temporada
estival en el Cliftonville Hall, y acudían a una serie de
compromisos a lo largo y ancho del país. De haber sido yo un
poco más mayor, no tengo la menor duda de que los habría
visto tocar. Había pasado cada parón escolar y vacacional con
mis abuelos en Margate desde que era una niña. Guardo
muchos recuerdos de los veranos interminables de cubos de
playa, helados de vainilla y chocolate y paseos en burro por la
arena; de las cuevas de Margate y del parque Tivoli, del pasaje
Shell Grotto, de los jardines Winter, del embarcadero —
perdido tras una tormenta de 1978— y de los recreativos Half
Penny.
Run for the shadows. Fantaseé durante días después de
aquella visita a Haddon Hall. Osé imaginarme que crecía y era
como él. De sueños también se vive. Era plana como una
plancha y una cuatro ojos, de aptitudes artísticas escasas y
nada dotada para la música. En casa no había suficiente dinero
como para pagarme unas clases. Tanto lo deseaba que no
sucedería. Por ser mujer, no parecía probable que continuase
con el árbol genealógico. El fútbol había puesto el foco sobre
nosotros, la familia Jones. Emlyn, mi abuelo, el del golf, había
jugado en las filas del Everton; a su vez, su hermano, el tío
abuelo Bryn, había militado en el Arsenal. El tío Cliff fue una
estrella del Tottenham Hotspur F.C.; parece ser que en su día
fue el mejor extremo izquierdo sobre la faz de la Tierra. A
Gareth Bale, los actuales seguidores de los Hotspur le llaman
«el nuevo Cliff Jones». Logró el doblete con la escuadra de la
temporada 1960-1961, capitaneó en cincuenta y nueve
ocasiones a la selección de Gales. Bryn y Cliff aseguraron que
el nombre de nuestra familia figurara en los libros de Historia
por haber propiciado, por dos veces, el traspaso más caro de
un jugador a nivel mundial. Mi padre, Ken, que llegó a ser
futbolista profesional de manera testimonial, se retiró tras una
lesión y tuvo que reinventarse como periodista deportivo;
llegó a ser columnista y se pasó diez años en la carretera,
siguiendo a Muhammad Ali. Fleet Street, el centro del
periodismo británico, no parecía entonces una ambición
excesiva. Tal vez, me atrevo a esperar, vaya en los genes.
Tras la antológica entrevista del escritor musical Michael
Watts, publicada en Melody Maker el 22 de enero de 1972, en
la que nuestro héroe tiró la casa por la ventana al «confesar»:
«Soy gay y siempre lo he sido, incluso cuando era David
Jones», Bowie se convirtió en un blanco fácil. Era
exactamente lo que deseaba y lo que había provocado. En los
medios, lo que se llevaba era exagerar todo lo relacionado con
él hasta más allá de la duda razonable. Retratarlo como un
pirado por el sexo y un drogodependiente muy pasado. Poner
palabras nunca dichas (y a veces indecibles) en su boca. Lo
que fuera, todo valía. Se convirtió en una superestrella y se
quedó prendado de sí mismo, al igual que pasó con la mitad de
la población mundial.
Durante su etapa de fuerte adicción a la cocaína, a finales
de los setenta, llegó a perder el rumbo y a descarriarse durante
algún tiempo. De algún modo, se las arregló para largarse de la
banal pompa de Los Ángeles y mudarse al epicentro de la
austeridad, Berlín —algo que no le quedó más remedio que
hacer para sobrevivir—. En mi año en el extranjero como
estudiante de Lenguas modernas, corrí a verlo en diciembre;
nos encontramos en el restaurante Chartier de Faubourg-
Montmartre, en París, que en aquellos días era un local de
comida a buen precio, muy cerca de donde yo me alojaba. En
la actualidad, pasa por ser una «reputada brasserie» que
mantiene la animación pese a que los precios ya no tienen
nada de módicos; en cualquier caso, sigue dando de comer a
estudiantes y a artistas, así como a lugareños y turistas. David
llevaba puesta una gorra plana, sin adornos; acudió sin
acompañantes y apenas se le reconocía. Parecía
congestionado, a punto de pillar un buen catarro. Pidió una
cassoulet y un vin blanc de table. Me senté y tomé una copa
con él.
«Se ve que la barnet está de vuelta», dijo sonriente. Buen
chascarrillo 5 . ¡Y qué memoria la suya!, pensé para mí. Seguía
riéndose de todo. Pero ¿acaso no tenía miedo a ser agredido en
un lugar como aquel?
«No», dijo, despreocupado. «No me reconocen.»
«Yo sí.»
«Tú me conoces de antes.»
«¿De antes de qué?»
«Ya me entiendes. De antes de la locura. Nunca esperarían
encontrarme aquí, así que no me buscan. No sé si ves por
dónde voy. Agacho la cabeza y listo.»
«Y llevas la cabeza cubierta.»
«Cubierta, sí. Muy como soy, ¿no te parece?»
«No.»
Sobre el mantel de papel, garabatea con un boli BIC casas,
árboles, estrellas y alas. Ojalá lo hubiera guardado. Menos mal
que me quedé con el menú.
Me di cuenta de que era zurdo y torpón…, como yo.
Nuevas cosas que teníamos en común (y probablemente una
«señal»; para una adolescente, todo lo es, pues sus emociones
se desbordan con frecuencia). Fumaba cigarrillos franceses,
Gitanes, como un carretero; sacaba uno después de otro de la
cajetilla, los agarraba directamente con la boca, los encendía
con cerillas, les daba unas cuantas caladas y sacudía la ceniza
en un pequeño cenicero antes de dejar que, mediado, el pitillo
se consumiera para acto seguido encender otro. Lo sostenía
igual que los zurdos agarran los lápices, o como los corredores
de apuestas: con las yemas de los dedos, con el extremo que
arde apuntando hacia la palma de su mano. ¿Por qué?
«Así es como se sabía quiénes eran los espías nazis en las
viejas pelis de guerra. ¡Y sabías cuáles eran los yanquis porque
lo hacían al revés!»
«¿Tú por qué lo haces?»
«¿Hacer qué?»
«Fumar tanto.»
«Por costumbre, supongo. Por culpa de mi madre y de mi
padre. Solía sostener los de ellos, será por eso. Es lo que
tocaba, te hacía parecer mayor, eso pensábamos, éramos unos
críos…, y no era un vicio caro, por entonces todavía se podían
comprar sueltos, o a pares, al quiosquero. Ahora cuesta
creerlo, ¿verdad? Qué estupidez, yo solía reñir a mi madre por
fumar. La verdad, no sé por qué lo hago todo el tiempo. Uno
piensa que va a servirle para relajarse, pero no.»
«¿Fumas siempre tanto?»
«No suelo llevarme un pitillo a la boca hasta después de
haber desayunado.»
Para él, fumar parecía un acto tan natural, o más, como
respirar. No podía evitar preguntarme cómo sonaría su voz si
no fumara, y ya no digamos cómo sería su aliento. Había
asistido a algo relacionado con unos premios, comentó, y
estaba a punto de regresar a Ginebra para pasar la Navidad con
su familia en casa, en Blonay, un pequeño pueblo junto al
lago, cerca de Montreux. Había buscado un momento para ir
hasta París a comprar algunos regalos en las galerías Lafayette
del Boulevard Haussmann, a menos de diez minutos a pie de
donde nos encontrábamos sentados.
«Antes las galerías tenían unas escaleras en el centro, como
en un buque de crucero», dijo, «pero las quitaron hace un par
de años. Sabe Dios por qué motivo; eran las mejores de
Europa, dignas de ver. Me pregunto qué habrán hecho con
ellas. No me habría importado llevármelas a casa. ¡Como que
iban a caber! Qué más da, vale la pena ir a las galerías aunque
solo sea para ver su cúpula, incluso si no vas con intención de
comprar nada. Mucho mejor que la de la catedral de San
Pablo».
Empezó a hablar con entusiasmo de Jan Cox, un
enigmático místico norteamericano que había descubierto
hacía poco, y también aludió a un pintor holandés del mismo
nombre, que por entonces vivía en Bélgica 6 .
«Sí que es raro…», comentó. «Descubrí a los dos al mismo
tiempo. Me puse a buscar a uno de ellos y encontré al otro, lo
cual a su vez me colocó sobre la pista del primero. Nada es
casual. A mucha gente le asusta lo místico, ¿no te parece? En
cierto sentido, más temor deberían infundirles los pintores. El
caso es que no son conscientes.»
Nos deseamos mutuamente feliz Navidad… «and a Happy
Blue Year».
«Hasta otro ratito», dijo mientras se tocaba la gorra
imitando al vendedor callejero de periódicos. Allí lo dejé, en la
fría acera, y me di la vuelta para marcharme. Al igual que el
cielo, estaba lagrimosa.
En septiembre de 1977, lanzó la que se convertiría en su
tarjeta de visita, puede que en su canción más famosa:
«Heroes». Se reencontró consigo mismo. Se divorció de
Angie, se quedó con la custodia de su hijo y permaneció en
Suiza. Vendería su «casa de reloj de cuco» en 1982 y se
mudaría entonces a Château du Signal, no lejos de Lausana.
En julio de 1981, cuando acompañé al difunto DJ Roger Scott
a Montreux para que entrevistara a los integrantes de Queen en
los estudios Mountain, una sesión con ríos de alcohol en el
tristemente desaparecido pub White Horse derivó en una jam
que a la postre conduciría a la grabación de «Under Pressure».
Apareció en el álbum de Queen titulado Hot Space, y supuso
su segundo número uno en las listas de éxitos, y el tercero de
David.
En 1983, cuando Bowie volvió a concentrar todos los focos
sobre él, parecía sobrehumano: de rostro bronceado y radiante,
con el pelo dorado y apolíneo, sin el menor rasgo de sus
anteriores aspectos: ya fuera Ziggy, el zombi o el Duke. Tuve
oportunidad de verlo durante la gira conocida como Serious
Moonlight tour. En 1984, Michael Watts, el confidente de
Bowie en Melody Maker, contrató a Nicky Horne, a Gary
Crowley y a mí, de Capital Radio, para copresentar Ear-Say,
un magacín de música rock que dirigía para el canal de
televisión Channel 4. Michael y yo nos hicimos amigos.
Estaba conmigo cuando mi padre se cayó debajo de un tren en
London Bridge allá por diciembre de 1992, circunstancia por
la cual perdió el brazo con el que escribía.
La siguiente vez que vi a David fue en 1987, durante el
Glass Spider tour. Había abierto con un concierto en los Países
Bajos en mayo, estando yo embarazada de seis meses de mi
primogénito. El fallecido sir David English, por entonces
editor jefe del Daily Mail, trató de apartarme de mi puesto de
trabajo con el argumento de que el seguro de Associated
Newspapers no me cubriría los vuelos. Peor aún, le
sorprendería que cualquier aerolínea me aceptara entre su
pasaje. Todo tiene solución. Cogería el tren a Harwich, haría
una travesía nocturna en barco hasta la localidad de Hoek van
Holland y de ahí nuevamente subiría a un tren que me llevara
a Róterdam. Los acechadores, mocosos y los parásitos no nos
dejarían solos ni un momento en el trayecto hasta el hotel
Hilton de Ámsterdam. Santo cielo, sabes muy bien que no era
nada fácil.
Esta rebel rebel se presentó en el camerino de David del
estadio de fútbol del Feyenoord, De Kuip [La bañera]. Me
había puesto una lentilla azul y otra de color marrón. Cuando
me abrió la puerta, se encontró con mi mirada aviesa, miró mi
barriga y dijo: «Otra vez tú. Qué divertido, esto hay que
repetirlo más veces». Después del concierto, que fue
ciertamente singular, me encontré deambulando por los
pasillos de cemento del estadio, sola. Reticente a unirme a la
multitud alborotada de fuera, lo que me hacía falta era regresar
al hotel. Fue David quien me puso a salvo, pues pidió a un
agente de policía que escoltara a «la señora con el bebé». Él
algo tenía con una de sus bailarinas, Melissa Hurley, e incluso
habían hablado de matrimonio. Puede que en serio.
Su relación no funcionó. Tampoco la banda Tin Machine.
Tan solo había querido recrear la magia de pertenecer a un
grupo de rock & roll, decía, pero su momento había pasado.
Sus fans no estaban por la labor.
Volví a verlo unas cuantas veces más en Nueva York;
alguna que otra en el Indochine, un elitista restaurante franco-
vietnamita en Lafayette Street, cerca del Astor Place Theatre.
Era uno de sus locales favoritos. Comía como un pajarito.
Apenas bebía. Preferentemente agua, y café bien cargado. Iba
siempre aseado, afeitado e impecable. Seguía fumando como
un carretero, ahora cajetillas de Marlboro, y todavía dejaba
que los cigarrillos se consumieran solos después de unas pocas
caladas.
A punto de comenzar la década de los noventa, me hospedé
en su casa de la isla caribeña de Mustique. ¿Qué le había
movido a querer construir allí una casa? «Un capricho», así lo
llamó. «Lo que a mí me chifla un buen cliché. La casa es el
más delicioso cliché. Y la luz del lugar es incomparable.»
Volé a Barbados acompañada de mi hija Mia (que todavía
no había nacido cuando lo entrevisté en Róterdam), en donde
el piloto de una avioneta Merlin nos condujo hasta nuestro
destino. Mustique había sido puesta en el mapa por la hermana
de Su Majestad, la fallecida princesa Margarita, y su séquito.
La casa de Bowie, Britannia Bay House, era el paraíso: un lujo
tras otro, se mire por donde se mire. Toda nuestra estancia
gratis durante todo un mes.
David contrajo matrimonio con la antigua supermodelo
Iman en 1992, y fue entonces cuando volvió a poner los pies
en la tierra —o mejor dicho, en el cielo, concretamente en un
apartamento en la novena planta del Essex House Hotel, en
Central Park South—. En el año 2000 nacía su ansiada hija. El
artista se convertía en padre por segunda vez a los cincuenta y
tres años —Zowie/Joey/Duncan había nacido cuando David
tenía tan solo veinticuatro—. Sintió que era una bendición, que
venía a ser la oportunidad de redimirse como padre. Dos años
más tarde se mudaron de residencia, a un apartamento más
amplio y sofisticado en el número 285 de Lafayette Street, en
el SoHo, un edificio con un jardín en el ático y una lista de
vecinos ilustres, muy cerca del restaurante Indochine. En el
verano de 2004 recibió un toque de atención: el primer infarto
de una serie de ellos.
Pese a los crecientes problemas de salud, el último tercio en
la vida personal de Bowie fue el más positivo y enriquecedor.
Había hecho fortuna y había llevado la vida de un rico, porque
podía. Había encontrado el amor verdadero, que tanto había
anhelado, tras una juventud llena de aventuras pasajeras. Los
Jones, como siempre han sido conocidos, adquirieron una
propiedad a cien millas al norte, en las Catskills, cerca de
Woodstock. David había grabado su álbum Heathen allí
mismo en 2001, y se sentía en casa. Los músicos que
trabajaron con él en los años de su ocaso afirman que no había
perdido el sentido del humor, que se reía de sí mismo, se
mostraba irónico, era la quintaesencia del inglés londinense y
no era vanidoso ni se las daba de listo —o, si lo hacía, era casi
siempre en tono paródico—. Tras la fachada de Bowie, seguía
siendo David Jones (oficialmente, nunca llegó a cambiar de
nombre). Fuera quien fuese David Jones. ¿Lo sabía siquiera
él? ¿Había sido toda su vida una continua búsqueda de una
ilusión? Como a él le encantaba decir, incluso el acto es un
acto. No era nada más que «un simple artista».
Murió el domingo 10 de enero. Se corrió la noticia sobre
las dos de la madrugada conforme a la zona horaria de Nueva
York, las 7 de la mañana por la hora del meridiano de
Greenwich. A las 7:02 me entró un correo electrónico de una
amiga estadounidense que vive acorde con los horarios del
mercado financiero:
«Ha fallecido David Bowie», me escribió. «Qué pena…
Vaya shock. No sabía que estaba enfermo.»
Ni ella ni nadie que no fuera de su círculo más íntimo.
Máxima confidencialidad. De acuerdo con su voluntad. Tal
cual había vivido. Según sus propias normas.
Tratar de narrar su épica historia con cada dato, hecho,
localización, personajes y elenco exactos llevaría más tiempo
del que el propio Bowie vivió. Esto no va de eso. Tampoco se
trata de un manual dirigista plagado de notas en el que
diseccionar su amplio catálogo de canciones ni de un intento
patológico de interpretar cada una de sus letras. Tampoco será
este el lugar para pasar lista a los músicos con los que a lo
largo de su carrera tocó o grabó. Modestamente, lo que aquí se
presentan son mis propias memorias y experiencias personales
en lo que se refiere al hombre y a su música, y también a
aquellos y a aquellas que en algún momento formaron parte
importante de su vida. Las revelaciones hechas por personas
que antes habían dicho poco o nada sobre Bowie son honestas,
divertidas y enternecedoras.
Millones de personas lo adoraban. La mayoría nunca llegó
a tenerlo cerca. Haber vivido el fenómeno Bowie de primera
mano y de un modo tan personal todavía tiene un aura de
irreal. Siempre me preguntaré por aquellas horas pasadas en
Londres, París, Montreux, Birmingham, Róterdam y Nueva
York junto a aquella alma perdida, atormentada, serena e
instintiva. Él daba bandazos como los damos todos. Pero abrió
caminos nunca andados en tanto que fue capaz de destilar la
esencia de la vida y los misterios del universo. Su habilidad
para expresarlo no tenía parangón, y logró cambiarnos a todos.

3. «Song of the Margate Boatmen», tema recogido en The Minstrel Melodies, 1839.
4. La película de 2014 Mr Turner de Mike Leigh, oscarizada y nominada a un
premio BAFTA, está protagonizada por Timothy Spall en el papel del artista y por
nuestra amiga Marion Bailey en el de casera y amante señora Booth. Se rodó en
Margate.
5. En la enrevesada y rimada jerga cockney, «barnet» se refiere al corte de pelo —
el término proviene de la Barnet Fair, una feria anual del ganado y entretenimiento
del noroeste de Londres que se viene celebrando desde la época de Isabel I— y es
también el apellido de soltera de Angie, la primera mujer de David.
6. Jan Cox, místico americano del siglo XX, se dice que fue el reformador de la
comprensión de la mística en Occidente. Sus charlas están disponibles en la red. En
vida, sus logros pasaron bastante desapercibidos. Murió en 2005.
Jan Cox, pintor figurativo y abstracto, sufría una profunda depresión que lo
condujo al suicidio en 1980. Está enterrado en Amberes. La película documental A
Painter’s Odyssey (1988) narra su historia.
NIÑO ARRABALERO
1
1947-1953

Nació durante la época del baby boom. Fue uno de los


millones de bebés que llegaron al mundo en la explosión de
natalidad acontecida en los años de posguerra de la Segunda
Guerra Mundial; afectó a todo el planeta entre 1946 y 1964,
pero tuvo sobre todo un fuerte impacto en Occidente. En el
caso del Reino Unido, marzo de 1947 fue el momento cumbre.
El rey Jorge VI, padre de la reina Isabel II, ocupaba entonces
el trono. Clement Attlee, primer laborista con un mandato de
cinco años, residía en el número 10 de Downing Street.
Fuiste a escoger un momento bastante difícil, cigüeña.
Hacía un frío que pelaba. Gran Bretaña se veía atenazada por
el invierno más duro en muchos años. A punto estuvieron de
decretarse cortes masivos de electricidad en Gales e Inglaterra
debido a la falta de combustible como consecuencia del mal
tiempo. La emisión televisiva de la BBC, que funcionaba de
forma ininterrumpida desde hacía una década, se suspendió
hasta marzo.
David Robert Jones nació en su casa, en el Brixton
posterior a la blitzkrieg de los alemanes, al sur del Támesis
londinense, una fría mañana de miércoles, el 8 de enero de
1947. Aquel día era también el duodécimo cumpleaños de
Elvis Presley. Si bien se puede decir que fue un año
claramente vintage para el rock & roll —Steve Marriott, Elton
John, Gerry Rafferty, Brian May, David Essex y Marc Bolan…
todos de la misma añada—, lo cierto es que era cualquier cosa
menos glam.
En el pasado, Brixton había sido un barrio progresista y de
categoría, tras la apertura en 1816 del puente conocido como
Vauxhall Bridge, que conectaba el área con el centro de
Londres, lo cual era una tentación para las clases medias del
otro lado del río. El cambio de siglo trajo agitación social,
pues fue entonces cuando las clases medias abandonaron sus
mansiones y un considerable número de gente trabajadora se
mudó allí. En 1925, la zona tenía una animación comercial y
cultural considerable. Pero tuvo que llegar la Luftwaffe.
Aunque los bombardeos se habían acabado hacía algún
tiempo, en 1947 los niños seguían jugando en peligrosos
campos atestados de bombas que aún tardarían unos cuantos
años en volver a ser lugares seguros. Se derribaban suburbios
enteros, se edificaban viviendas de protección y las casas cuya
estructura había quedado dañada se vendían a precio de saldo.
A finales de los cuarenta y principios de los cincuenta, muchos
inmigrantes antillanos se establecieron allí, y allí siguen desde
entonces.
La humedad se colaba irremediablemente en el nuevo
hogar de los Jones. La pintura se desconchaba, las vigas de
madera se llenaban de gusanos y el linóleo se levantaba bajo
los pies. En algunas ventanas seguía habiendo trozos de cinta
que las cruzaban de uno a otro extremo; una resaca de la
guerra, una suerte de prevención para que el cristal no se
hiciera añicos durante los ataques aéreos. No había calefacción
central. El calor procedía de la combustión del carbón en una
única chimenea. Como la mayoría de familias de su entorno y
características, los Jones se limitaban a calentar una estancia
de la vivienda.
La madre de David dio a luz a su hijo en casa porque no le
quedaba más opción. Todavía no existía nada parecido a un
Servicio Nacional de Salud. Eso que a menudo damos por
sentado, nuestro moderno estado del bienestar, aún habría de
tardar un año en asomar por la puerta. Cierto es que algunas
madres sí tenían la suerte de poder dar a luz en un hospital; sin
embargo, la mayoría de mujeres debían afrontar esa agonía en
sus casas, atendidas por algún miembro del ejército de
enfermeras y matronas, que solían llegar como si nada
montadas en bicicleta; o bien las parturientas eran asistidas por
sus madres, o por una amable y afanosa vecina. Concebir era
cosa de mujeres, un trabajo que se llevaba a cabo con la ayuda
de un poco de agua caliente y una pastilla de jabón antiséptico.
Sin alivio alguno del dolor. Basta imaginar la bañera de estaño
colgada de la pared por la parte posterior. No faltaba en
ninguna casa. A los padres se les mandaba a fumar fuera, al
patio. Su única responsabilidad en todo el proceso era la de
mantener viva la llama de la chimenea, de modo que la
placenta pudiera quemarse tras la concepción. Sin florituras.
Un robusto y útil cochecito de bebé, tal vez de segunda
mano, casi seguro prestado, aguardaba al recién nacido David
aparcado en el pasillo gris de la casa. Tiempo después, David
se estremecería al recordar aquel cochecito suyo. No había
lavadora ni secadora en las que meter los pañales sucios (que
eran toallas) ni la ropa de bebé, todo ello, en su mayor parte,
de fabricación casera a partir de remiendos y desechos de
chalecos, camisas o sábanas. La colada se hacía y se escurría a
mano, y se ponía a secar en el patio o en un tendedero que se
colocaba junto al fuego. Nadie tenía vehículo propio. Amas de
casa y madres iban a pie a todos los sitios, y empleaban las
sillitas y coches de bebé a modo de carros de la compra. No
había supermercados con un amplio surtido; era preciso hacer
cola en la carnicería y en la panadería, y seguían vigentes las
cartillas de racionamiento para la adquisición de multitud de
productos: para el pan hasta un año más tarde; para el azúcar
hasta 1953, y para la carne y demás alimentos hasta 1954. La
madre de David tuvo que ponerse a la fila para comprar
comida racionada hasta que su hijo cumplió siete años.
El año 1947 fue de cambios profundos: sociales y
medioambientales, culturales y políticos. Acabada la Primera
Guerra Mundial, Gran Bretaña se encontró con que había
perdido parte de su poderío industrial y armamentístico. Las
secuelas de la Segunda Guerra Mundial fueron, grosso modo,
el rápido declive del Imperio. La mayor potencia mundial
durante más de un siglo pronto quedaría reducida al ámbito de
la Commonwealth. La India, la joya de la corona, se perdió en
1947. El conde Mountbatten de Burma fue su último virrey.
Pakistán también se independizó. En los asuntos domésticos,
la edad de abandono escolar ascendió hasta los quince años, y
en septiembre la Universidad de Cambridge aprobó, votación
mediante, la inclusión de mujeres como estudiantes de pleno
derecho por primera vez en su historia. Pero la libertad tenía
margen de mejora: hasta el 15 de junio de aquel año no se
levantaría la restricción de viajar al extranjero impuesta
durante la guerra. En agosto tuvo lugar en Edimburgo la
primera edición tanto del Festival of the Arts como del
International Film Festival. La princesa Isabel, la futura reina,
anunció su compromiso con el almirante Philip Mountbatten
(que habría de convertirse en duque de Edimburgo), al cual se
unió en matrimonio con una ceremonia celebrada en la abadía
de Westminster el 20 de noviembre y vista por cuatro mil
telespectadores, que pasa por ser nuestro documento televisivo
conservado más antiguo.
En medio de todo ello, llegó David a una nación a punto de
experimentar un cambio y un desarrollo sin precedentes. Era el
tercer hijo de su madre, Peggy, y el segundo de su padre, John.
Sus padres no estaban casados.
Es una historia complicada. El padre de David, cuyo
nombre real era Haywood Stenton Jones, era hijo de un
fabricante de zapatos de Doncaster, una ciudad mercantil al sur
de Yorkshire, a unas ciento setenta millas al norte de Londres.
Había nacido en 1912, lo que hacía que tuviera treinta y cinco
años en el momento de nacer David. John, con veintipocos,
había recibido en herencia un buen pellizco, y allá se fue
rumbo al sur a buscar trabajo en la industria del
entretenimiento. Enseguida se chifló por Hilda Sullivan, una
joven cantante con la que se casaría en diciembre de 1933.
Invirtió cuanto tenía para hacer de ella una estrella. Gastados
dos tercios de su patrimonio, todavía nada nuevo sobre el
horizonte. Determinado, abrió su propio club nocturno en el
Soho con el capital que aún le restaba, con intención de
promocionar a su esposa como ave cantora habitual. Resultó
un fracaso estrepitoso.
En septiembre de 1934, John trabajó como empleado a
tiempo completo para Barnardo’s, una organización benéfica
con sede en Londres que se ocupaba de los niños huérfanos y
en situación vulnerable, en la que se ocupaba de la promoción
y las relaciones públicas. Su matrimonio con Hilda iba
malamente; su unión atravesaba continuos altibajos a
consecuencia, por un lado, de la falta de dinero y, por otro, de
las infidelidades. El rollete de John, una mujer anónima de
Birmingham, le dio una niña, Annette Jones, a quien su esposa
Hilda curiosamente aceptó como hija adoptiva. Cuando la
pareja, tiempo más tarde, hubo de tomar caminos por
separado, Hilda reclamó el bebé. John fue enviado al frente en
1939, y en 1945 acabó en Tunbridge Wells, Kent,
precisamente donde conoció a la madre de David, Margaret
Burns, a la que llamaban Peggy. Nacida en 1913, era oriunda
de Folkestone, en la costa de Kent, a setenta millas al sureste
de la capital. Por proceder de las tierras al este del río
Medway, era una Maid of Kent (en contraposición con el
gentilicio oficioso Kentish Maid, que se aplica a las mujeres
nacidas en el oeste). Cuando conoció a John en Tunbridge
Wells, trabajaba de camarera, de acomodadora o de ambas
cosas en la sala de cine local. Era un año más joven que él y ya
había tenido dos hijos sin casarse. El primero, un varón,
Terence, cuyo padre era un francés de nombre Jack Rosemberg
que abandonó a Peggy antes de que naciera el niño. Escogió el
nombre de Terry por el apellido de la madre del francés. Su
segundo hijo, una niña llamada Myra Ann, nacería casi seis
años después; la dio en adopción y nunca más la volvería a
ver.
Peggy se mudó junto a su nuevo novio al norte de Londres
—para vivir, por increíble que parezca, con la esposa de John,
Hilda—. En 1947 compraron entre los tres la casa de
Stansfield Road. Costó 500 libras y se sugirió entonces que en
un futuro quedase como herencia para Annette. Haywood
siguió casado con Hilda. El acuerdo se enredó al nacer David.
Tras su nacimiento, Hilda tiró la toalla e interpuso una
demanda de divorcio que culminaría el mes de agosto de ese
año. John y Peggy se casaron semanas después en el Registro
Civil de Brixton, el 12 de septiembre de 1947. La madre de
Peggy acudió como testigo. David tenía casi nueve meses.
A lo largo de los años se ha elucubrado mucho sobre si el
nacimiento de David no figuraba en el registro, a pesar del
requerimiento legal para que así fuera, hasta que cumplió trece
años. Se dio por sentado que sus padres debieron de pasarlo
por alto, y que solo se habrían ocupado de ello doce años más
tarde, cuando cayeron en la cuenta de que necesitaban efectuar
dicho trámite para poderle sacar el pasaporte, «para un viaje
familiar a Francia». Esto no fue así. Para empezar, de haber
sucedido así, y por tanto no disponer el chaval de un
certificado de nacimiento, sus padres no habrían podido
inscribirlo en ningún colegio. De hecho, a David virtualmente
le habían asignado una escuela, como le sucede a cualquier
individuo del Reino Unido, pese a su falta de legitimidad (algo
que por entonces seguía siendo visto como una deshonra).
Como es natural, sus progenitores habrían podido ser
perseguidos de no haberlo inscrito en el registro, por tratarse
de un delito.
Mi curiosidad se despertó cuando tuve oportunidad de
examinar una copia oficial del certificado de David. La fecha,
el lugar de nacimiento, el sexo y el nombre se muestran con
claridad en las tres primeras columnas, así como los nombres
de ambos progenitores. En el de su madre dice así: «Margaret
Mary JONES, anteriormente BURNS», a pesar de que John y
ella todavía no estaban casados en el momento del nacimiento
de su hijo David. En las dos columnas siguientes, aparecen
correcciones a los datos del certificado original. Se le concede
una nueva dirección postal bajo el nombre de «M. M. Jones,
Madre»: «Plaistow Grove, 4, Bromley, Kent» (la que
eventualmente será su dirección), y queda verificado «por
declaración datada el 4 de abril de 1960». A la derecha, la
entrada de la columna siguiente dice: «A cinco de abril de
1960, ante la autoridad del Registrador Civil General». ¿Por
qué Margaret Mary se habría transformado en «anteriormente»
Burns? ¿Por qué se habría añadido una dirección? ¿Y por qué
motivo habrían sido realizadas tales modificaciones?
Los dos primeros abogados a quienes consulté no supieron
decirme nada. El tercero me facilitó el contacto de una persona
relevante en el departamento de Gobernación con capacidad
para (que quede entre nosotros) rastrear cualquier registro. La
explicación, lograda tras sortear no pocos vericuetos, se reveló
simple.
«Es posible efectuar un segundo registro sobre un primer
registro de nacimiento», aclaró mi informante. «Es algo
habitual cuando en la entrada original constaba un error. Lo
que usted tiene aquí es que en el año 1960, por la razón que
fuera, alguien solicitó volver a registrar este nacimiento, y por
tanto alterar el certificado original. Sí es raro que le hayan
añadido una dirección postal. Por lo general, cuando se vuelve
a solicitar un certificado y se emite otro nuevo, el registrador
escribe a mano notas explicativas por debajo o a un lado del
texto original. Me ocuparé de revisar el original para usted.»
Así lo hizo. Días más tarde, el asunto quedó aclarado.
«La ley permite volver a registrar un nacimiento a fin de
convertir a un bebé en un niño del matrimonio», explicó. «De
manera que cuando los padres se casan tras el nacimiento del
bebé, el segundo registro del nacimiento efectuado por
personas legítimas sí está permitido. Pero durante los años que
siguieron al término de la Segunda Guerra Mundial, los padres
no tenían permitido volver a registrar a un niño si había una
tercera parte involucrada: pongamos por caso que uno de los
progenitores hubiera estado casado con otra persona. Esa clase
de actividad no estaba autorizada. El gobierno lo empleaba
como medio de control sobre la población en los primeros
años de posguerra. Dicho bloqueo se levantaría tiempo
después. Una vez aprobada la ley de regulación de
nacimientos y muertes en 1953, todo resultó mucho más
fluido. Según la normativa vigente, los padres tienen la
obligación de registrar el nacimiento de un hijo en un plazo
inferior a cuarenta y dos días desde el parto, tanto para
proporcionarle un registro legal como para la protección del
propio niño.»
¿Y qué hay de que la declaración fuera realizada el 4 de
abril de 1960, y que sin embargo la autoridad competente no
diese el visto bueno hasta el 5 de abril de 1960?
«Muy sencillo», afirmó. «La madre acudió a la oficina
local del Registro Civil —la de Bromley— para presentar su
declaración. De ahí los detalles fueron remitidos a la oficina
central, de modo que pudieran ser validados por el registrador
general, el único con potestad para autorizar la solicitud.»
Peggy inauguró su matrimonio con un niño de diez años y un
pasado. Sirva para ver que un pasado puede no presentarse
hasta mucho después. Ciertamente, la propia crianza de Peggy
se malogró a consecuencia de «la desgracia familiar», una
condición que la investigación señala con casi total seguridad
como esquizofrenia y que afectó a varios de sus familiares
directos. En los años siguientes, sería un motivo de
preocupación para David, quien concedería a la «locura» un
papel preponderante en su obra artística. Las claves están ahí
mismo, en «All the Madmen», «Jump They Say», «I’m
Deranged», «Ashes to Ashes» y muchos otros temas.
La madre de Peggy, Margaret Heaton, era una mujer soltera
de Mánchester que se había mudado a Margate para trabajar
como auxiliar de enfermería en el Royal Seabathing Hospital.
Su soldadito, amigo y confidente Jimmy Burns la siguió a la
costa sur y se casaron en la iglesia de Todos los Santos de
Westbrook en 1912. Pero la Gran Guerra era inminente. Lo
que en otro tiempo se presentaría como un idilio a la orilla del
mar, ahora suponía una amenaza, habida cuenta de la
proximidad del Canal. La pareja se trasladó al interior de Kent,
a Southborough, Tunbridge Wells, y engendró seis hijos:
Peggy (la madre de David), Nora (Victoria Honoria), James,
Una, Vivienne y Eileen Patricia, conocida como Pat.
La abuela de David, Margaret, es recordada por haber dado
signos de un comportamiento que hoy englobaríamos como
esquizofrenia, enfermedad que suele transmitirse de
generación en generación, pues su causa hay que buscarla en
una combinación de genética y factores ambientales; el
detonante podría ser un estrés severo o una emoción también
muy fuerte. Quienes la padecen sufren alucinaciones, delirios,
cambios de conducta, confusión e incluso tendencias suicidas.
Por lo que parece, Margaret tenía dificultades a la hora de
demostrar su afecto o sus emociones, rehusaba el contacto
físico, tenía un carácter arisco y en ocasiones violento, sobre
todo a medida que iba envejeciendo.
Su familia creía que al menos tres de sus hijos habían
heredado esas mismas tendencias. Nora, Una —la madre
soltera de Kristina, la prima de David, con quien el artista
mantendría una estrecha amistad— y Vivienne habían
experimentado esa clase de ataques y de visiones. La más
perjudicada, Nora, fue lobotomizada y recluida en una
institución en Yorkshire. David se referiría tiempo después a
ellas como «mis tías locas», y a la enfermedad, como «la
chaladura esa». Parecía resignarse ante el hecho de que su
familia por rama materna estaba envenenada por la
enfermedad mental. De vez en cuando, mostraba una seria
preocupación al respecto. «A veces, cuando estoy borracho o
colgado, casi soy capaz de sentirla dentro de mí», reveló a su
primera mujer, Angie, el día que la conoció.
La mayor de los seis hermanos, Peggy —la madre de David
—, parecía haberse librado. Pero, en cambio, el peso de la
miseria y de la ansiedad hizo mella en su capacidad para criar
a sus hijos con muestras de cariño y de afecto. Se la ha
descrito como una madre «fría» y «desinteresada»; era algo
evidente si, por ejemplo, se tiene en cuenta el comportamiento
que tenía con su hijo Terry.
Nacido en 1937, fruto de una relación pasajera, el pequeño
Terry fue criado por la madre de Peggy. Era un niño feliz,
según todos los indicadores. Era el consentido de Pat, su tía
más joven. Cuando Peggy «se largó a Londres» con John,
Terry permaneció al cuidado de sus abuelos, en Southborough.
Después de nacer David, Peggy quería que Terry volviera y
viviese con ellos, su familia. John era reticente, pero Peggy se
salió con la suya.
Terry tenía por entonces diez años y era un chaval tímido,
raro y receloso con su padrastro. Lo inscribieron en el colegio
como Terry Jones (aunque más adelante reclamaría para sí el
apellido Burns). A medida que se iba haciendo mayor, parece
ser que se fue sintiendo cada vez más frustrado y rechazado,
especialmente por John. David describiría tiempo después a su
padre como una persona con «un montón de amor por él, pero
que no sabía cómo demostrarlo». Se diría que su madre
fracasó en la crianza de Terry, que se resguardó bajo un
caparazón. No era aquel un hogar feliz. Aunque los medio
hermanos (pasado un tiempo, David habría de referirse
erróneamente a Terry como «hermanastro», término que
implica que no existe un vínculo de sangre) se llevaban diez
años, compartían dormitorio. David sentía adoración por Terry,
pero al mismo tiempo no lo soportaba. Terry se lo guardaba
todo para él, interiorizaba el dolor y la frustración, por lo que
no es extraño que sufriera algún que otro desvanecimiento en
la escuela. Pese a que durante los años previos prometía
bastante en los estudios, se descentró y perdió por completo la
confianza en sí mismo. Se dejó ir con catorce años. Su
descenso al abismo de la enfermedad mental tocaría fondo
tiempo después.
¿Padecía también David la enfermedad?
«Es una pregunta muy complicada», apunta el eminente
doctor en psiquiatría Cosmo Hallström.
«Si uno tiene un familiar en primer grado, es decir, directo,
con esquizofrenia, las posibilidades de padecerla también son
de una contra ocho —poco más o menos, el 13 %—. El factor
de riesgo más importante es genético. Sus tías y su abuela
probablemente tenían la enfermedad. Eran familiares en
segundo grado, motivo por el cual el riesgo se reduce. En
cambio, si es tu hermano quien la padece, el riesgo pasa a ser
de entre el 15 y el 20 %. Siempre son datos aproximados. Si
tanto tu hermano como tu madre la padecen, digamos que no
cabe duda de que tienes bastantes boletos. David Bowie tenía
motivos razonables para estar preocupado.»
¿Cuántos genes distintos pueden provocar esquizofrenia?
«En este momento, se han identificado un total de ciento
ocho. A partir de cincuenta, uno está en situación de riesgo.»
¿Y dónde está la diferencia entre locura y creatividad?
«He ahí la pregunta del millón. La esquizofrenia en sus
fases tempranas despierta un enorme interés. Nuevas formas
de ver las cosas, desequilibrio emocional, se rebasan los
límites, etcétera. Cuando la esquizofrenia avanza y se asienta,
dejas de hacer cosas, dejas de ser creativo y te sientas y te
quedas mirando a las paredes sin más. El pensamiento se
empobrece, también la actividad y la palabra. No es nada
habitual que alguien se muestre creativo durante las últimas
etapas de la enfermedad. No logras concentrarte en el trabajo
ni en ganar dinero ni en cultivar las relaciones personales. Es
una situación triste.»
«Pero la medicina está directamente relacionada con la
tristeza», añade el doctor Hallström. «Qué duda cabe de que
David Bowie temía a la esquizofrenia. Mucha gente comparte
ese temor. La mayoría opta por ignorarlo y por tirar hacia
adelante. Si uno se pasa las horas preocupado por lo que puede
tener, sufre de una patología, no es normal. Lo más triste de
este caso familiar concreto es que en aquel tiempo no había
opciones desde un punto de vista médico. O bien te mandaban
a un psicoterapeuta o bien te recluían en una institución. Solo
existían esos dos caminos.»
«A menudo se tiende a echar la vista atrás y a decir que
sucedió tal o cual cosa, y que por tanto ahí está el origen. Si
uno se pone a buscar vínculos, acabará encontrándolos.
Muchos miles, millones de niños han sido abandonados, o
criados en hogares sin el menor atisbo de cariño. Y no todos
esos niños se convierten después en fenómenos artísticos de
creatividad desbordante, capaces de dejar un legado musical
descomunal y que son amados en todos los rincones del
planeta. Existe una teoría que enuncia que es imposible ser un
gran artista a menos que uno haya tenido una crianza con
marcadas deficiencias. Yo no estoy de acuerdo, porque soy
científico. Como teoría, no le concedo validez. Sin embargo, el
tipo de educación que David Bowie recibió de sus padres
desde luego sí habría afectado a su desarrollo.»
Curiosamente, el primer día de David en Stockwell Infants
School aparece documentado con fecha del 12 de noviembre
de 1951. No habría de cumplir cinco años hasta enero de 1952.
No parece que pueda haber un motivo para tal anomalía; el
año escolar británico arranca su primer trimestre en
septiembre. Un desencuentro parece la explicación más
plausible en cuanto a si debía iniciar su formación en otoño de
1951, cuando todavía era demasiado joven, o esperar hasta el
año siguiente.
David nunca reveló ningún mal recuerdo sobre su breve paso
por la escuela de primaria de Stockwell. La razón para su
marcha tan solo un año más tarde fue el descontento de su
madre. Una «escuelucha» mal financiada en una zona
deprimida distaba bastante de lo que ella quería para su tercer
hijo, el chico en el cual había depositado sus esperanzas a
costa de casi todo lo demás. Peggy acariciaba el sueño de
regresar a su amado Garden of England, es decir, al condado
de Kent que la había visto nacer, donde podrían reinventarse
como una respetable familia de clase media y en donde David
tendría libertad para crecer y desarrollarse en una pequeña y
hermosa escuela de pueblo. Aunque su marido nunca expresó
ningún anhelo de volver a su Yorkshire natal, se decía que
prefería con mucho el ajetreo de Brixton y su proximidad a la
capital. John nunca dejó de sentir atracción por el West End
londinense, pues guardaba en la memoria el buen sabor de los
viejos tiempos en los que se había lanzado a convertir a «su
Hilda» en cantante estrella. Un compromiso al que estaba
llamado y que habría de llegar.
El Brixton de hoy es un lugar innovador y avanzado, vivo y
agitado, un bullicioso punto de encuentro para el arte y la
extravagancia. Difiere de manera notable del Brixton que vio
nacer a David. En sus primeras entrevistas, le gustaba dar la
impresión de que había tenido una vida dura y difícil en algún
barrio inglés al estilo de Harlem, y que por eso había adquirido
ritmos y estilos «negros», por exposición directa a ellos
durante su infancia. No se trataba más que de remembranzas
fantasiosas, diseñadas para trasladar la imagen de una rata de
ciudad y un toque de aire fresco.
«Dejó en mí una huella notable, guardo imágenes muy
potentes», contestó para Time Out Timothy White en una
entrevista publicada en 1983. «Los clubs de ska y de blue beat
estaban todos en Brixton, así que el epicentro de todo estaba
allí. Además, era uno de los pocos lugares en los que sonaban
los discos de James Brown.»
Que la realidad no te estropee una buena historia: él aún no
se había empapado de la escena musical de Brixton; cuando su
familia vendió la casa y se mudó de residencia, David no tenía
más que seis años.
COLEGIAL DE LOS
SUBURBIOS
2
1953-1961

El compromiso era Bromley, una vieja ciudad mercantil


documentada en papeles oficiales ya en el primer milenio
como «Bromleag»: «un claro del bosque en donde crece la
retama (en inglés, broom)». Alcanzó notoriedad como lugar de
parada y hospedaje en el transitado camino a Hastings, y se
hizo literariamente famosa en la novela de Jane Austen
Orgullo y prejuicio. La reputada Ravensbourne Morris Men,
que componen bailarines hombres, se fundó en Bromley el año
en que David nació. Algunos de sus miembros originales,
octogenarios ya, no han dejado de bailar en el exterior del pub
Greyhound, en Keston Common, cada Boxing Day [26 de
diciembre]. Hace mucho tiempo que se ha convertido en una
tradición local acercarse hasta el lugar y verlos danzar, algo
que también hacía David en compañía de su familia.
Hacia 1953, Bromley era, por así decirlo, tierra de nadie;
cercana a Kent pero sin llegar a formar parte de su radio de
influencia. El que habría de devenir en un barrio de Londres
en el dobladillo de las enaguas capitalinas queda a menos de
diez millas al sureste de Brixton, pero su ambiente no podría
haber sido más distinto, tanto a nivel económico como social.
De calles arboladas, aire conservador, familiar, seguro… En
gran medida, tal cual es en la actualidad, a pesar del plan
urbanístico, su expansión y las continuas «mejoras» que
acaban por aniquilar el corazón y el alma de un lugar. El
cómico Frankie Boyle lo calificaría más tarde en tono de
denuncia como «una lobotomía hecha con ladrillos». A día de
hoy, uno se topa con un enorme centro comercial y gran
cantidad de pubs, restaurantes y bares, muchos de los cuales
ofrecen música en directo. Ah, por cierto: el Royal Bell Hotel
ahora está cerrado. La vieja taberna de Market Square en la
que David se tomaba una pinta tras otra el verano previo a
entrar en la universidad, tenía un papel central en su rutina.
George Underwood y él solían acomodarse en las escaleras de
bajada al bar, que se conocen como «Cellar Bar», es decir
«Bodega».
«¡Tuviste que verme allí alguna vez!», comenta risueño
George a día de hoy. «Solía entrar vestido con toda clase de
ropa de los sesenta. Una vez usé un spray para teñirme el pelo
de platino y me vestí como un caballero medieval, hombreras
de cota de malla incluidas. De camiseta me puse la parte de
arriba de un pijama, y llevaba también unos pantalones con
correas que me llegaban hasta más abajo de la altura de las
botas; influencia de Sergeant Pepper. 1 Subíamos hasta
Notting Hill y comprábamos esa clase de ropa y abalorios para
ir luciéndolos por ahí. Se trataba de que te mirasen y de que
hablasen de ti.»
Cuando el hotel se transformó en un Berni Inn —franquicia
de asadores que se expande por todo el país—, era posible
comer bien por una libra «en el primer piso, al fondo»: cóctel
de gambas, filete con patatas fritas y tarta Selva Negra,
seguido de un café irlandés con desbordante nata y servido en
un vaso de vino, acompañado de unos chocolates After Eight.
Durante años, en esto consistía la clásica salida nocturna en
Bromley.
Poco antes de echar el cierre, el pub también era un Sky
Bar de moda, y daba sus últimas bocanadas como club
nocturno de Bromley. El edificio está catalogado como
monumento de grado 2, esto es, no puede ser demolido, y cabe
la posibilidad de que en un futuro se convierta en un pequeño
centro de artes. Muchos están de acuerdo en que debería llevar
un nombre que rinda homenaje a Bowie. Existen varios
teatros, incluido el Churchill, que están pegados a los Library
Gardens que tanto le gustaban a David; también hay dos
estaciones ferroviarias, cuatro equipos de fútbol y más
vínculos culturales de los que a priori cabría esperar.
El padre de la ciencia ficción, H.G. Wells, nació en
Bromley, y los autores de literatura infantil y juvenil Enid
Blyton y Richmal Crompton residieron allí, así como David
Nobbs, el creador de la sitcom The Fall & Rise of Reginald
Perrin para televisión. Y un inesperado inquilino, Aleister
Crowley, conocido drogodependiente y ocultista bisexual al
que en su momento se le colgó el sambenito de ser «el tipo
más endiablado del mundo», y de quien por un breve espacio
de tiempo Bowie se haría seguidor. Down House, en Downe,
un barrio del distrito de Bromley, en tiempos fue la casa de
Charles Darwin, y en la actualidad alberga un museo dedicado
a su obra. Sir George Martin, el legendario «quinto Beatle» y
productor de innumerables éxitos de los Fab Four, cursó
estudios de primaria en la grammar school local.
No todo el mundo amaba Bromley. El autor Hanif Kureishi
creció allí en los sesenta y se mofó de su lugar de nacimiento
(y exasperaba a su familia) en su novela El buda de los
suburbios. Fue adaptada como miniserie de televisión de
cuatro capítulos para la BBC2, y David se encargó de
componer el tema central de su banda sonora, a partir del cual
escribiría canciones para un álbum completo al que dio el
mismo nombre que a la banda sonora para la televisión, y que
se produjo y mezcló en los estudios Mountain de Montreux.
Fue lanzado al mercado en 1993, y de nuevo en 2007.
Los años setenta conocieron el auge del contracultural
«Bromley Contingent» —niños frustrados de los suburbios
con la misión de abandonar la asfixiante monotonía e imprimir
con fuerza su propio sello—. ¿A quién nos recuerda? Esa
celebrada camarilla de divas, hipsters y groupies del punk,
entre los que se incluye Siouxsie Sioux, quien antes formaba
parte de Siouxsie & the Banshees, Poly Styrene y el que fuera
el líder de Gen X, Billy Idol, eran en origen fieles de Sex
Pistols y de sus musicales y creativos líderes, Malcolm
McLaren y Vivienne Westwood.
En 1965, Bromley sería absorbida por el gran Londres. En
los primeros años cincuenta, cuando los Jones se instalaron
allí, todavía era un pueblecito con mentalidad de guerra y su
correspondiente reina de mayo. También se atestaría de bebés
nacidos en el seno de familias de clase medio baja durante el
baby boom.
El aspecto más chocante respecto al éxodo familiar a los
suburbios fue que Terry, el hijo de Peggy, no fuera invitado a
unirse a ellos. Con apenas quince años, ya había abandonado
los estudios y tenía un trabajo anodino. Su relación con su
padrastro John era tan mala que Peggy pensó que lo mejor
sería dejarlo atrás. Es posible que su personalidad
problemática y su comportamiento cada vez más extraño
tuvieran algo que ver. Terry se alojaría con unos vecinos, en
Stansfield Road. Nunca superaría aquel rechazo definitivo, a
pesar de que tiempo después sus padres darían marcha atrás y
lo aceptarían.
En un momento dado, y aunque cambiaban repetidas veces
de casa y de colegio, la familia hizo sitio para alojar a Annette,
la medio hermana de David, durante el periodo en que esta
estudiaba para enfermera. En junio de 1955, cuando David
tenía ocho años, la familia se instaló en el número 4 de
Plaistow Grove, una modesta casa adosada sin baño cuyo
precio a día de hoy rondaría las 350.000 £. Como vivienda era
mucho más pequeña que la anterior, pero la localización era
bastante más aceptable. Los Jones habían ascendido en la
escala social. La cercana estación de tren de Sundridge Park,
construida para uso privado por una familia de la aristocracia
escocesa, había sido reformada y abierta al público. El
autocomplaciente príncipe de Gales —que reinaría como
Eduardo VII durante únicamente nueve años en los albores del
siglo XX por culpa del interminable reinado de su madre, la
reina Victoria (¿acaso la historia se repite?)— solía ir a aquella
zona de visita los fines de semana que consagraba a la caza del
venado. El barrio puede, asimismo, alardear de su exclusivo
club de golf.
Peggy Jones se compró guantes y sombrero, y sonreía y se
esforzaba… ¡Y de qué manera! John y ella tenían por
costumbre ir a tomar el té al hotel Bromley Court, un
privilegio efímero. Poco después de su llegada al borough,
dicho hotel pasó a albergar los fines de semana sesiones de
zapateado de música jazz, y por él paso la flor y nata del
rhythm & blues.
Las estaciones ferroviarias tenían su importancia.
Afianzaban el estatus de Bromley como ciudad dormitorio. El
transbordo diario a Londres era pan comido. Un tren tomado
en Bromley South supuestamente habría de dejarlo a uno en
Trafalgar Square en cosa de media hora, o en Victoria en
veinte minutos. Al no estar en el culo del mundo, John Jones
era todo lo feliz que podía con su compromiso; e igual le
sucedía a Peggy, que se había salido con la suya, pues había
cumplido su sueño de regresar a su Kent natal.
Terry regresó con su familia, pero sería por poco tiempo. Se
marchó en noviembre de 1955 para hacer el servicio militar
con la RAF. 2 David fue inscrito en la Burnt Ash Junior
School, 3 donde coincidiría con una de las dos personas que
devendrían grandes amigos y que conservaría de por vida. Se
trataba de Geoff MacCormack, que vivía a la vuelta de la
esquina de donde lo hacía David. Ambos se unieron al coro de
la iglesia de Santa María, y Geoff acabaría trabajando como
vocalista de apoyo en una futura gira de David y en varios de
sus discos de estudio. El segundo gran amigo, corista también
él en la misma iglesia, era George Underwood.
A George, David no lo conoció en el colegio Burnt Ash
Juniors sino en el Wolf Cubs.
«Tendríamos ocho o nueve años y estábamos en el Bromley
del XVIII en el vestíbulo de la iglesia de Santa María»,
recuerda George. «Nos conocimos y ahí empezó todo: nos
hicimos inseparables, amigos para siempre. Siempre seguimos
juntos. La primera conversación que mantuvimos fue sobre
música; sobre jazz callejero, que por entonces causaba furor. A
decir verdad, era una especie de resurgimiento, ya que había
vivido su gran época en los Estados Unidos mucho antes. En
esencia, era una combinación de blues, jazz y folk, tocada con
instrumentos de fabricación casera. Fue el precursor del punk.
El punk, por su parte, lo que tiene es que cualquiera puede
tocarlo, y con esto pasaba algo parecido. Solo te hacía falta
adueñarte de la tabla de lavar de tu madre —un chisme plano,
de madera y ondulado sobre el que restregar la ropa— y un
tea-chest bass 4 *. Escuchamos el jazz callejero de la banda de
Lonnie Donegan y el tema “Rock Island Line” de Lead Belly
en Radio Luxembourg, y nos animamos. Dijimos: “Eso
podemos hacerlo nosotros”.»
«Rock Island Line» fue la primera grabación en llegar a lo
más alto en las listas del Reino Unido. Vendió más de un
millón de copias en todo el mundo. Comenzó como una moda
y se convirtió en una obsesión nacional. Llegó un punto en que
se estima que había entre treinta y cincuenta grupos de jazz
callejero en todo el país. La banda de Chas McDevitt, el
cantante Johnny Duncan y los Bluegrass Boys o los Vipers se
cuentan entre ellos. Cuando se emitió por televisión el Six-
Five Special producido por Jack Good en la BBC en 1957 —el
primer programa británico de música joven en el que el jazz
callejero, o skiffle, se utilizó para la grabación del tema
principal de los créditos y para colocarlo al nivel de las
tendencias en boga, con artistas pop como Terry Dene, Petula
Clark, Marty Wilde y Tommy Steele—, el chaval de diecisiete
años John Lennon ya había empezado a tocar con su banda de
skiffle originaria de Liverpool The Quarrymen. 5
«Lo siguiente que supimos fue que los chavalillos
acampaban en la localidad costera de Bognor Regis. El rollo
ese de pelar patatas y todas esas chorradas. A David y a mí en
realidad no nos interesaba. Pero cuando llegó la siguiente
oleada de campistas a la isla de Wight al verano siguiente, el
de 1958, allá nos fuimos de misión.»
«David se llevó con él un viejo tea-chest bass que su padre
le había ayudado a fabricar a partir del palo de una escoba, y
trajo un ukelele para mí. Actuamos por primera vez alrededor
de una hoguera, tocando la balada de “Davy Crockett” y cosas
por el estilo, y nos aplaudieron. Había un café cerca del
campamento que tenía una máquina de discos, y nos
dejábamos caer por allí cada vez que teníamos oportunidad de
escabullirnos de aquellos niñatos scouts.»
La suerte estaba echada.
¿Además de su amor por la música, tenían David y George
personalidades semejantes?
«¡Nadie era ni parecido a David!», se ríe George. «Ya de
joven, tenía un entusiasmo a todas luces fuera de lo común
siempre que algo se le metía entre ceja y ceja, ya fuera fútbol
americano, béisbol o Jack Kerouac (al que había llegado
después de que su hermano Terry le diera un ejemplar de En el
camino). Resultara como resultase, David se entregaba de
lleno y te decía qué hacer, y poco menos te obligaba a hacerlo
a su lado. Se obsesionaba tremendamente con cosas concretas
durante cortos intervalos de tiempo. Y con la misma facilidad
que las abrazaba, se desembarazaba de ellas y cambiaba de
asunto. En cuestiones de moda, estaba a la última. Nos
hicimos amigos porque teníamos el mismo sentido del humor.
Ambos compartíamos una visión y un enfoque un tanto
surrealistas de la realidad, y nos costaba horrores tomarnos
algo en serio. Seríamos un par de pirados, supongo.»
«Nos llamábamos entre nosotros por nuestros segundos
nombres, Robert y Michael. Hablábamos a veces usando argot
invertido, una técnica que a mí me había enseñado mi padre.
Era verdulero, y era así cómo los mercaderes negociaban entre
sí en tiempos. Decían las palabras al revés. Backslang, es
decir, argot invertido, se llamaba K Cab G-Nals, la palabra
pero al revés: consiste en partir la palabra en dos si es larga,
darle la vuelta y enfatizar la última letra como si fuera una
sílaba suelta. Gafas, por ejemplo sería S afag. Papel, L epap, y
así sucesivamente. Nadie tenía nunca ni idea de qué nos
traíamos entre manos. Así nos comunicábamos David y yo.»
Como dos siameses, ambos disfrutaban juntos de cada
minuto de ocio.
«Sí que me pasaba por su casa, pero sobre todo se pasaba él
por la mía. Su madre no era tan amable como la mía. No era
una mujer fácil. En esa casa no había amor. Por eso era él
quien venía a la mía. Para librarse de ella. Era una persona
verdaderamente miserable la señora Jones. A mí me dio por
pensar que igual estaba resentida por algo.»
Tras haberse presentado a los exámenes del Eleven-Plus
[los del último año de educación primaria] en enero de 1958,
ambos chicos fueron destinados a la nueva escuela técnica de
Bromley, situada en Oakley Road, cerca de Keston Mark, que
había abierto sus puertas el septiembre anterior. Muchas veces
—de hecho, la mayor parte de las veces— recorrían juntos el
trayecto en autobús.
«Era estupendo que por fin pudiéramos ir al mismo colegio,
pues todo cuanto queríamos era pasar tiempo juntos, con lo
que fuera», recuerda George. «Tuvimos la gran suerte de ser la
primera promoción de alumnos de aquella nueva y maravillosa
escuela. Recuerdo, en concreto, las famosas escaleras en
donde solíamos ponernos a tocar la guitarra y la armónica, ya
que tenían muy buena acústica. Quedábamos allí para tocar
todo el repertorio de los Everly Brothers y de Buddy Holly.
David estaba más contento que unas castañuelas. Pero cierto
día llegó a la escuela con el semblante cambiado, parecía
realmente triste.»
Pero, acostumbrado como estaba a las excentricidades y a
los cambios de humor de su amigo, George tardó en
concederle la importancia que tenía.
«Pensé que, fuera lo que fuese, se le pasaría. Pero se le veía
realmente angustiado, mucho más de lo habitual, cuando
perdía los estribos por el motivo que fuera. Después de un
rato, sentí que tenía que decir algo. De modo que le pregunté
qué le pasaba. “Tengo un problema, George, y simplemente no
sé a quién contárselo”. Estaba al borde de las lágrimas y
parecía asustado. Así que le dije: “Yo soy tu amigo, David.
Puedes hablar conmigo”. Fue entonces cuando dijo: “Creo que
puede que mi madre haya sido prostituta”.»
«¡No supe que responder! Le eché una mirada y me quedé
impávido. Vamos a ver, él solía tomarse la vida a la tremenda
y tenía cierta tendencia a exagerar y a sobredimensionar los
acontecimientos. Había que saber cuándo hablaba en serio y
cuándo de cachondeo, y yo por lo general sabía ver la
diferencia. Dije: “Vamos, David, no seas estúpido, no puede
haberlo sido”, o algo muy parecido. Pero él insistió. Dijo: “No,
no, lo que yo te diga. Debes creerme, George, porque es la
verdad. Es tan solo que no sabía a quién contárselo, pero tenía
que contárselo a alguien.” Estaba, sin duda, fuera de sí; creía
que era cierto, y acabó por convencerme.»
«Parece ser que había encontrado unas cartas escondidas en
su casa que lo exponían con todo lujo de detalles. Me refiero al
hecho de que su madre, cuando era joven, había sido puta.»
¿Por qué George revela esto ahora?
«No veo en qué puede afectar, francamente. Y quizá sienta
cierta culpabilidad al respecto. Es posible que yo no
reaccionara todo lo bien que hubiera debido. Culpa mía, debí
prestarle más atención. Necesitaba un hombro en el que llorar
y yo no se lo ofrecí. Creí que solo trataba de reclamar
atención.»
¿Sabía George lo que era una prostituta?
«Pues claro que lo sabía. Teníamos doce o trece años, no
éramos dos bebés. Nunca me enseñó las cartas; nunca le pedí
verlas. No era de mi incumbencia, la verdad, pero él
evidentemente estaba muy disgustado. Cuando lo recuerdo,
creo que no fui todo lo amable que debería. Me lo quité de
encima sin más. Él necesitaba mi apoyo y no fui capaz de
dárselo. En realidad, es tan sencillo como que no me apetecía
tener que escuchar algo así. Cuando volví a ver a su madre, no
fui capaz de mirarla a los ojos. Pero eso no era nada nuevo.
Creo que yo no le gustaba mucho. Nadie le gustaba. Me parece
que ni ella misma se gustaba. Años después, reflexionando
sobre aquello, ya con más conocimiento de causa respecto a
cómo funcionan las relaciones, el comportamiento de David
con su madre cobró sentido, y también la tremenda frialdad de
ella hacia él y hacia cualquier otro.»
Dana Gillespie, la mundialmente famosa cantante de blues y
actriz, que conoció a David pocos años después, relataría una
historia semejante. En su condición de una de las primeras
novias del artista, aceptó el convite para ir a visitar a los
padres de él en Plaistow Grove.
«Tenía que tomar un tren de la British Rail por mi cuenta y
arreglármelas para llegar a Bromley. Fue antes de que se
emitiera la serie Coronation Street 6 , cuando aún no teníamos
ni idea de cómo iba todo aquello», me cuenta Dana, la hija del
barón de Winterstein Gillespie. «En la actualidad, gracias a
programas de televisión como aquel, uno puede hacerse una
idea de cómo vive la otra mitad de la población. Residían en
una casa adosada muy pequeña. Su madre y su padre estaban
sentados en sillas con antimacasar 7 en el respaldo. Nos
prepararon unos sándwiches de atún, que comimos en silencio.
Traté de entablar conversación con ellos, pero apenas daban
pie. Era una vivienda increíblemente fría. Sin rastro de amor.
Al menos, yo no lo percibí. Cuando sus padres abandonaron la
estancia, David me susurró: “Cueste lo que cueste, me largaré
de aquí. Aunque sea lo último que haga”.»
«La única asignatura que a cualquiera de nosotros dos nos
interesaba en el colegio era Arte», confiesa George
Underwood. «Hacíamos música en nuestro tiempo libre y el
resto del tiempo no nos cansábamos de pintar y de dibujar.
Creo que ambos supimos muy pronto que acabaríamos
ganándonos la vida con algo de aquello, ya fuera una cosa, ya
la otra.»
Aunque la relación familiar de David parecía deteriorarse
día tras día, el regreso de su amado hermano mayor supuso un
cierto alivio. No obstante, Terry, de veintiún años, había
empezado a mostrar claras señales de enfermedad mental. A
pesar de ello, se las ingenió para conseguir un trabajo
administrativo en Londres.
George guarda unos recuerdos especialmente emotivos del
padre de David.
«Era un hombre encantador, aunque callado. Siempre se
preocupaba por nosotros. Seguía trabajando en Barnardo’s.
David llegó un día al colegio y dijo: “¿Quieres venir a ver a
Cisco Kid en persona el sábado en Barnardo’s?” ¡Por supuesto
que quería!»
The Cisco Kid, un western televisivo americano que se
emitió durante largo tiempo, fue el primero en color. Su
protagonista era el personaje homónimo, interpretado por el
actor Duncan Renaldo, que se hacía acompañar de su
«compinche bajito y gordo», Pancho.
«Renaldo era un tipo fascinante», recuerda George. «Nos
impresionaba sobre todo que fuese norteamericano, esa tierra
inalcanzable con la que estábamos obsesionados. Cualquier
cosa que procediera de América, nos parecía el no va más.
Mientras estábamos allí, en Barnardo’s, Cisco Kid nos llevó
aparte y dijo: “Quiero contaros un secreto. Ya conocéis a
Pancho…”. Se refería al tipo bajito. “Pues bien, el Cisco Kid
original era él. Poca gente lo sabe.” Nos pareció tan
gracioso… ¡no dejamos de reírnos todo el camino de vuelta!»
Con diferencia, el mayor golpe de suerte de los chicos en la
escuela técnica de Bromley fue tener a Owen Frampton 8 como
tutor y profesor de Arte.
«Era un hombre encantador, y como profesor de Arte era
inspirador», rememora George con evidente cariño. «Para él,
no solo se trataba de sacar lo mejor de nosotros en cuestiones
de pintura y dibujo; se empeñaba en prepararnos para el
mercado laboral. Nos abrió los ojos al mundo real lo mismo
que al abstracto. A medida que nos fuimos haciendo mayores,
comenzó a hablarnos de posibles estudios y puertas que tocar.
Nos buscaba salidas y nos facilitaba contactos. Un alto
porcentaje de nosotros seguimos en la Escuela de Arte, por
ejemplo, yo, no así David, por más que siempre dijera que sí lo
hizo, lo cual no deja de sorprender sobremanera. En el origen
de todo, está Owen, y personalmente le debo muchísimo.
Todos le debemos mucho.»
A la edad de trece años, los chicos empezaron a sentir un
interés ferviente por su aspecto. Se le concedía una
importancia enorme a la punta de los zapatos, la permisividad
y el tinte de pelo.
«Durante las horas lectivas, teníamos que controlarnos», se
ríe George. «Pero fuera de ese momento, nos estábamos
convirtiendo en un par de carcamales. No era posible sacar de
fiesta a David demasiado a menudo. Solo muy de vez en
cuando. La mayor parte de las veces se encerraba en su cuarto
y se quedaba embobado leyendo un libro.»
Aquel año, 1961, tuvo especial relevancia por tres motivos.
En primer lugar, en julio, tan pronto como acabó el curso,
llevaron a David al Queen’s Theatre del West End londinense
para asistir a la representación de lo que él más tarde
denominaría un espectáculo «rompedor»: Stop the World, I
Want to Get Off, con Anthony Newley en el papel
protagonista, el actor de teatro y cine además de compositor
que coescribió «Feeling Good», un auténtico hit de masas,
para Nina Simone, y el tema de James Bond «Goldfinger»
junto a John Barry. Al echar la vista atrás, David consideraría
aquel evento «un punto de inflexión personal» y «una
inspiración». Mike Vernon, el productor del primer disco de
Bowie lo describiría como «un joven Anthony Newley».
En segundo lugar, su mejor amigo George recibió una
oferta para convertirse en el líder de la banda local The
Konrads, tras el abandono del cantante original. Para David,
esto solo podía ser entendido como un sopapo en toda la cara.
En tercer lugar, y quizá lo más importante, David descubrió
el saxofón. Más tarde afirmaría haber sido inspirado de
muchas maneras por la banda de apoyo de Little Richard, una
serie de oscuros músicos estadounidenses, y por poetas de la
generación Beat y autores como Kerouac. Fuera quien fuese o
lo que fuese que espoleó su interés, el caso es que su padre se
mantenía alerta. Y así, el día de Navidad amaneció con un
saxo acrílico de color blanco y marca Grafton, de relucientes
teclas doradas, bajo el árbol. Era para David.

1. El Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles arrancó el 1 de junio
de 1967. La formación, creada después de que el grupo decidiera abandonar las
giras e ingeniada como alter ego, les dio libertad para experimentar musicalmente
—de igual modo que el alter ego de Bowie, Ziggy Stardust, le serviría para el
mismo propósito a comienzos de los setenta—. No sin ironía, el álbum de estudio
que supuso el debut en solitario de David —el encuentro de la sala de conciertos
con la pasarela costera— salió el mismo día que Sgt Pepper.
2. El servicio militar obligatorio terminó en Gran Bretaña en 1960, por lo que ni
David ni George tuvieron que hacerlo.
3. Adonde más tarde también fue la que sería la mejor amiga de la autora, Karen
French, y su hermana Maggie, cuya madre, «Tía Mon», se convertiría en cocinera
de la escuela.
4.* Bajo confeccionado a partir de una caja para guardar el té.
5. «Es hora de pasárselo bien en el viejo Six-Five» era el latiguillo con que abría el
programa el DJ Pete Murray, en referencia a la hora a la que se emitía el programa.
6. La primera retransmisión de Corrie en Granada TV, la serie televisiva
ultrarrealista que se convertiría en la telenovela que más tiempo duró en antena de
todo el mundo, tuvo lugar el 9 de diciembre de 1960.
7. El antimacasar era un tapete lavable que se colocaba sobre el mobiliario para
evitar que se mancharan las tejidos. El aceite de macasar se comenzó a emplear
como acondicionador capilar desde principios del siglo XIX. Todavía hoy se utiliza
una versión en papel en los asientos de los trenes.
8. Owen Frampton era el padre de la futura estrella del rock Peter Frampton, a
quien el éxito le llegó más durante su etapa como artista en solitario que con sus
bandas Humble Pie y The Herd. Se le conoce sobre todo por «Show Me the Way» y
«Baby I Love Your Way». Tres años más joven que David y George, también fue al
Technical High School de Bromley, en donde su padre estaba al frente del
Departamento de Artes. Peter comenzó a tocar por vez primera en la banda local
The Little Ravens con doce años. Más tarde actuaría como guitarrista invitado junto
a David en su gira Glass Spider, en 1987. Owen murió en 2005.
CHICO JOVEN
3
1962-1965

¿Qué motivó que David prefiriera el saxofón a la guitarra o,


por ejemplo, al piano?
«Es el instrumento más fácil de tocar», explica el
reconocido músico y orquestador John Altman, un experto en
la materia tras haber tocado con todos: desde Little Richard,
Jimi Hendrix, Bob Marley y Eric Clapton a Tina Turner, Rod
Stewart o Fleetwood Mac. Y también, en dos ocasiones, con
Bowie 9 .
«Es uno de los pocos instrumentos con los que es posible
adquirir una destreza razonablemente buena en muy poco
tiempo. A pesar de los distintos tonos y timbres, todos los
saxos se pulsan igual. No sucede lo mismo con la trompeta,
que solo tiene tres pistones; o con el trombón, para el cual uno
debe mover el brazo; o con el violín, que implica un alto grado
de conjetura e interpretación. El saxofón, por el contrario, no
presenta mayores complicaciones. Te llevas la boquilla a la
boca y soplas. Luego mueves los dedos y van sonando las
diferentes notas. Me acuerdo de cuando tenía trece años: me
regalaron mi primer saxofón un viernes por la noche y toqué
un bolo el sábado. Ya sabía tocar la flauta, que es bastante
parecida. A partir de entonces, solo era cuestión de ir puliendo
detalles.»
«Para ser un instrumento para el cual no hace falta más que
soplar, diría que es el más variado de todos los de viento»,
añade Altman. «Piensa en los más grandes. Stan Getz suena
diferente a Ben Webster, que a su vez no suena igual que John
Coltrane, quien tampoco se parece a Coleman Hawkins, que
no se puede comparar con Michael Brecker. Ya sea un saxofón
soprano, un alto, un tenor o un barítono, tocas la escala
completa, desde la nota más baja a la más alta. Cada tipo de
instrumento tiene su maestro. Un o una intérprete determinado
le imprime al sonido su toque personal. Y esto ocurre porque
no hay que buscar las razones en el instrumento en sí, sino en
la embocadura o boquilla: en la forma que adopta tu boca para
producir las notas.
»Cada uno de nosotros tiene un tono de voz distinto, y
todos tenemos una sola boca. Para el caso de la guitarra,
tocaríamos la misma cuerda y el sonido sería siempre el
mismo. El saxofón era, por tanto, el instrumento perfecto para
David, porque ponía de relieve sus fortalezas. Sabía que es el
instrumento que destaca en cualquier grupo. Le permitía ser un
individuo.»
Tiene más ventajas.
»Casi siempre hay una atracción instantánea con el saxo»,
dice. «Tiene brillo, es sensual. Los saxofonistas se llevan a las
chicas de calle; la sensación que transmite el hecho de tocar un
instrumento con la boca, resulta evidente. Además, no te deja
con los “labios prietos”: todos los trompetistas se introducen la
boquilla de tal modo que se forma una hendidura en los labios,
lo cual no es precisamente erótico. Los saxofonistas no tienen
ese problema.
»Inexplicablemente, el gran Ronnie Ross fue su profesor de
saxo. Ronnie pasaba por ser el mejor barítono saxofonista del
país, además de su fama internacional. David fue alumno suyo
a los trece años. Nunca llegué a saber cómo lo logró.»
No contento con el regalo de Navidad de su flamante saxo
Grafton, David pronto le fue a su padre con la insistente
demanda de un modelo mejor. Fueron juntos de compras a
Tottenham Court Road, y esa visita resultó en el alquiler-
compra de un novísimo Conn.
David todavía tenía en mente aplicarse en su aprendizaje
cuando tuvo lugar «el incidente» del cual se dice que provocó
el permanente alargamiento de pupila del joven David, lo cual
producía la impresión de que tenía un ojo de cada color.
«¿Una exageración? Para mí, sí», suspira George
Underwood. «Cuando la gente me habla de mi arte, no hay
ocasión en que no se mencione el “tema del ojo”.
Probablemente me ayudó en mi carrera. No puedo asegurar
que ese hecho no tuviese ninguna importancia, tan solo digo
que no quiero que se convierta en un epitafio que esculpir en
mi lápida. Estoy seguro de que Carol Goldsmith tampoco
querrá extenderse en ese aspecto.»
Todo empezó en la fiesta de celebración del decimoquinto
cumpleaños de George, en febrero de 1962. Tanto David como
George sentían algo por la colegiala Carol. George había
conseguido una cita con ella y encargó a David que la llevase
al club para jóvenes el viernes siguiente. Llegado el día,
envidioso y ruin, David telefoneó a su amigo para trasladarle
el mensaje de que Carol había cancelado la cita. Cuando
George se presentó en el club, la mejor amiga de ella le
informó de que Carol había estado esperando durante una
hora, pero que se había marchado porque creía que la había
plantado.
«Eso no se le hace a tu mejor amigo», dice George
apenado. «Ese lunes, David comenzó a jactarse en el autobús
de que estaba saliendo con Carol. La ira se apoderó de mí y
perdí los papeles cuando llegamos a la escuela: le arreé un
puñetazo. Se lo llevaron al hospital de Farnborough para
tratarlo. Pasaron unos cuantos días y le pusieron un vendaje en
la cara. Más tarde lo llevaron a la clínica oftalmológica de
Moorfield. Llamó su padre y el mío contestó al teléfono. Me
había metido en un lío.»
David sacaría provecho de aquel percance en los años
siguientes; añadiría una «complicada cirugía» y un «largo
periodo de convalecencia» a la desdichada historia. Su
condición ocular ha sido descrita de varias formas: se ha dicho
que tenía desde una «pupila paralizada» hasta anisocoria. Sin
embargo, los distintos oftalmólogos a los que he tenido
ocasión de consultar no lo tienen tan claro.
«La anisocoria es una condición ocular de lo más común,
que puede afectar, sin exagerar, a un quinto de la población»,
me explicó un cirujano oftalmológico puntero que ha preferido
mantenerse en el anonimato. «Se trata sencillamente de una
diferencia perceptible a simple vista entre los tamaños de
ambas pupilas de un individuo determinado. La anisocoria
mecánica puede producirse a consecuencia de una cirugía, de
un trauma o de una infección. Luego estaría el síndrome de
Horner, que consiste en que una pupila oprimida a veces
provoca el efecto ilusorio de agrandamiento de la otra. Y
también la llamada pupila tónica de Adie, que consiste en una
dilatación retardada de esta. Todas estas opciones se han
barajado en algún momento para el caso concreto de David
Bowie. Yo, por mi parte, creo que ninguna de ellas es del todo
correcta.
»Es imposible llegar a ninguna certeza sin haberlo podido
examinar antes, eso está claro. En cualquier caso, las
explicaciones ofrecidas resultan, a mí por lo menos, de lo más
improbables. En el caso de que se hubiera tratado de un
trauma —pongamos el puñetazo—, el daño no recaería sobre
el ojo o sobre sus “músculos de apoyo”, sino sobre los nervios
parasimpáticos que controlan la pupila desde atrás. Bowie
nació después de la guerra, en un momento en que era
frecuente la sífilis y en el que la penicilina todavía no era de
uso común. Parece altamente probable que haya sido víctima
de una sífilis congénita. Complicaciones como la neurosífilis y
la sífilis meningovascular pueden conducir a una disfunción
visual, y también afectar a la salud mental. Lo más probable es
que recibiera tratamiento en su infancia, pero ese daño, en
efecto, debió producirse y con el tiempo habría derivado en
dicha anomalía…, con o sin puñetazo de por medio. Muchas
mujeres embarazadas de entonces no tenían la menor idea de
que estaban afectadas de sífilis, de igual modo que ignoraban
que era posible transmitir la infección al feto. Allí en donde
haya una sífilis en estado latente, y esto puede prolongarse
durante largos periodos de tiempo, no aparece síntoma
alguno.»
¿Un «accidente» que esperaba a que llegase su momento?
«Si su madre hubiera sido prostituta, la sífilis formaría
parte de la ruleta de su día a día», comenta el jefe de
psiquiatría Cosmo Hallström.
«Pero aquí de lo que se trata es de algo más que el simple
ojo, ¿cierto? Si tu madre tuvo un modo de vida semejante, está
claro que tu crecimiento y tu desarrollo se verán afectados. La
mayor parte de las personas cuyas madres ejercieron la
prostitución tienden a tener problemas. Por lo general, no está
considerado un estilo de vida deseable cuando se pretende
asegurar el bienestar de tus hijos, pero tampoco es tan malo
como para que te retiren su custodia. Sabemos que los niños y
niñas emulan a sus padres. De ahí la vieja máxima que dice:
“Escoge sabiamente a tus padres”. ¿Por qué era prostituta esa
mujer? La pobreza no puede haber sido la única razón. Rara
vez lo es. La mayor parte de la gente no haría determinadas
cosas por dinero, por malas que fueran sus circunstancias.
¿Habría influido en la sexualidad de David el hecho de
conocer el pasado de su madre? Probablemente.»
«A menudo he sentido, desde que era un adolescente, que
me encontraba a la deriva, y desamparado, ajeno a todos»,
revelaría David años más tarde. «Tantos oscuros secretos
familiares guardados en el desván me hacían sentir al margen
de todo.»
Y en 1997, en la revista Interview, hizo referencia a «una
ingente cantidad de mutilaciones emocionales y espirituales»
por las que pasaba su familia durante su crianza,
evidentemente estricta. Respecto a los personajes
extraterrestres de sus canciones, haría la siguiente
observación:
«Desde un punto de vista metafísico, estaban puestos ahí
para sugerir que me sentía alienado, aislado; me sentía distante
y, en verdad, estaba buscando algún tipo de conexión.»
Al igual que Vincent van Gogh, reconoció que había sido
herido y se giró para enfrentarse a lo desconocido. Tuvo los
arrestos de expresar sus miedos y preocupaciones en su obra.
Sintió asimismo la necesidad de presentar al planeta Tierra
como un territorio abocado a su propia decadencia, razón por
la cual soñaba y aspiraba a alcanzar las estrellas.
«En el contenido de la mayor parte de las cosas que
escribo… ha habido una continuación del aislamiento y la
alienación», apuntó.
En ese sentido, trató de ofrecer una explicación acerca de
los personajes detrás de los cuales esconderse en aras de
permanecer cuerdo: «Fuera del escenario, soy un robot. Sobre
el escenario, me empapo de emoción. Es probable que sea por
eso por lo que prefiero vestirme como Ziggy a ser David.»
Muchos años después, en 2002, el tema, e incluso el
lenguaje, no se habían suavizado con el paso del tiempo: «En
toda mi carrera, siempre he tocado los mismos temas»,
admitiría. «Puede que cambie el corte de los pantalones, pero
las palabras y los temas sobre los que siempre me ha
interesado escribir son el aislamiento, el abandono, el miedo y
la angustia.»
Fue su medio hermano Terry quien «de verdad prendió la
mecha de todo para mí», admitía David sin reparo alguno. «Él
conocía a todos esos escritores de la generación Beat y
escuchaba música jazz, a artistas como John Coltrane y Eric
Dolphy.»
Como fan del jazz, Terry sugirió que David recibiera clases
de saxofón con Ronnie Ross. David aseguraría pasado el
tiempo que fue él mismo quien buscó su nombre en el listín
telefónico. En cualquier caso, aquellas clases se prolongaron
durante tan solo ocho semanas, pues para entonces David creía
saber lo suficiente y dejó de acudir. Al tiempo que, junto a
George y a los demás miembros de la banda The Konrads,
comenzaba los ensayos para tocar versiones de algunas
canciones en la fiesta escolar de junio de 1962. The Beatles
acababan de grabar sus primeros temas con el productor
George Martin en los estudios EMI de Abbey Road.
The Konrads tuvieron tan buena acogida el día de la fiesta
que recibieron varias ofertas para realizar una serie de bolos en
eventos locales, incluidas las cuevas de Chislehurst, en donde
allá por los setenta solía haber sesiones de música disco los
viernes; el Beckenham Ballroom en la estación de Beckenham
Junction, en donde Bill Wyman de los Stones solía bailar
cuando todavía era el joven Bill Perks de la localidad de
Penge 10 ; el Shirley Parish Hall; el Cudham Village, en donde
acampamos como guías; el Justin Hall de St David’s College,
en West Wickham, en donde durante años yo fui a clases de
ballet; y en la parte de arriba del Royal Bell, en Bromley
Market Square. Hacia finales de año, la política de la banda se
cobró una víctima, George, que abandonó para unirse a The
Spitfires. Aquella Navidad conoció la primera de las
reinvenciones que de sí mismo llevó a cabo David. Se haría
llamar «Dave Jay».
Dejó el colegio en julio de 1963, con dieciséis años, tras
pasar solo un examen de O level [avanzado], en Artes. A pesar
de las muchas alusiones en diferentes entrevistas a una
Facultad de Artes, nunca estuvo inscrito en ninguna. En su
lugar, consiguió un trabajo temporal como junior visualiser
[hoy, algo similar a director artístico en prácticas] en el estudio
Nevundy-Hurst de la Old Bond Street de Londres, gracias a la
ayuda prestada por su profesor de Arte, el señor Owen
Frampton.
Pero tal y como le manifestaría al fotógrafo retratista de
personajes públicos Fergus Greer durante una sesión para la
revista de The Sunday Times en los noventa, «me di cuenta
muy pronto de que jamás lograría hacer dinero con el arte. Así
que me volqué en la música. Todos sabíamos que era ahí en
donde estaba la pasta y se cortaba el bacalao».
The Konrads siguieron avanzando en su carrera. El hecho
de que les presentasen al mánager de The Rolling Stones, Eric
Easton, los llevó hasta una sesión de grabación en los estudios
Decca, al norte de Londres. La canción, coescrita por David,
era «I Never Dreamed». No llegó a nada. David perdió el
interés en la banda, de modo que regresó a la mesa de dibujo
junto a George. En colaboración con un percusionista, dieron
el salto como Dave’s Red & Blues, y como The Hooker
Brothers. De esa guisa, amenizaron alguna que otra fiesta
privada, y tocaron en el Bromel Club, en el Bromley Court
Hotel 11 , donde a la madre de David tanto le había gustado ir a
tomar el té en el pasado.
Poco después de que los amigos formasen el grupo King
Bees en 1964 —David pasaba a ser Davie Jones—, tendría
lugar su primer encuentro con Marc Bolan. Mike Pruskin, un
publicista en ciernes de dieciocho años que ayudaba a Marc
con la gestión y la renta, presentó a su amigo a Leslie Conn.
La agencia de cazatalentos Dick James Organisation le dio un
no rotundo a Bolan, pero no le hizo ascos a David, sobre cuya
pista les había puesto el magnate de lavadoras John Bloom 12 .
Conn no tardó en encasquetarles a los chicos una actuación en
un fiestón de boda, pero tuvo que darla por finalizada pasado
poco más o menos un cuarto de hora, porque su R&B era
demasiado duro. Pese a ello, el grupo, King Bees, consiguió
un contrato de representación con Conn, así como el
lanzamiento de un sencillo. «Liza Jane» fue su tema de debut.
Un fiasco. David abandonaría la banda al poco tiempo para
alistarse en las filas de los Manish Boys, un grupo musical con
toques de folk-soul-blues natural de Maidstone, Kent. Pero su
sencillo «I Pity the Fool» tampoco saldría mucho mejor
parado.
David se unió entonces a The Lower Third, la antes
mencionada banda de Margate vinculada al movimiento mod,
a cuyos miembros había conocido en el café La Gioconda, un
punto de encuentro habitual de músicos situado en Denmark
Street, la «Tin Pan Alley» londinense. Era una delicia verlos ir
de un lado para otro en una ambulancia americana de cuando
la guerra, vehículo en el que dormían, salían de gira y muchas
otras cosas. Su sencillo «You’ve Got a Habit of Leaving»
(atribuido en los créditos a Davy Jones, de nuevo un cambio
de nombre) no logró colarse en las listas, y Leslie Conn
rescindió su contrato con ellos. David anunció entonces que
abandonaba el pop para «estudiar mímica en Sadler’s Wells»,
pero la realidad era que aún habría de mantenerse un tiempo
como miembro de The Lower Third.
Y de nuevo se cambió el nombre, y sería ya la última vez, a
David Bowie: se inspiró en el famoso cuchillo Bowie. Esta
arma de hoja fija había sido diseñada entre finales del siglo
XVIII y principios del XIX por James «Jim» Bowie, el pionero
norteamericano y héroe popular que desempeñó un papel
relevante en la Revolución de Texas y que murió en la batalla
de El Álamo luchando contra las más numerosas fuerzas
armadas mexicanas, en 1836.
Durante décadas no han cesado las discusiones en torno a
cómo se debe pronunciar el alias adoptado por David. El
nombre del cuchillo suele pronunciarse, según la fonética de la
lengua inglesa, «Boe-ie» o «Boo-ie», y no de acuerdo con sus
orígenes celtas de Irlanda o de Escocia; pero David dejó claro
reiteradamente que le traía sin cuidado cómo lo pronunciase la
gente. A veces se presta a ser pronunciado como «Bow-ie»,
que rima con «Wow-ee», e incluso como «Boy», según la
dicción que tiene la gente del pueblo córnico de Fowey —que
pronuncia «Foy»—. ¿Me sigues?
Lo curioso de ese giro del destino es que el tal Jim Bowie
era, de hecho, ¡mitad Jones! Había nacido en Logan County,
Kentucky, en 1796. Su padre se llamaba Rezin Pleasant
«Reason» Bowie, de ascendencia escocesa, y su madre Elve
ap-Catesby Jones (1766-1837). Elve era hija de un inmigrante
galés, John Jones, nacido en Gales del Sur a mediados del
siglo XVIII 13 . Las fuentes difieren en cuanto al número de hijos
que habrían nacido de la unión entre Elve y Rezin Bowie; la
cifra más alta habla de once. Es probable que las discrepancias
se deban a la elevada tasa de mortandad infantil en aquellos
días, así como a la falta de rigor de los registros. Si en efecto
la pareja tuvo un total de once hijos, Jim Bowie habría sido el
noveno. El primogénito habría sido… David Bowie.
El explorador Jim Bowie, cuyo apellido tomaría para sí
nuestro héroe, tenía un hermano mayor con el mismo nombre
completo que asumió como propio el David Jones del siglo
XX. En fin, que el chaval Jones se convirtió en Bowie, mientras
que en las venas de los Bowie corría sangre Jones. Tamañas
casualidades habrían hecho las delicias de David. O eso me
pareció a mí cuando lo descubrí.
El inexperto nuevo mánager de David, Ralph Horton, pronto
lo colocó en un grupo distinto, The Buzz, y trató de conseguir
la ayuda de Simon Napier-Bell, por entonces el reconocido
mánager de The Yardbirds.
«Ralph Horton había sido fontanero, mientras que yo era un
mánager famoso de grupos pop», recuerda hoy Simon. «Años
después leí también que incluso había sido guía. Nadie se lo
tomaba en serio. Quería a su lado a un socio que supiera por
donde iban los tiros. A mí me invitó a que me dejase caer por
un cochambroso sótano del distrito de Belgravia. En un rincón
del cuarto había un tipo joven sin especial atractivo que nunca
había visto antes. Ralph me lo presentó como David, y dijo
que iba a convertirse en una superestrella. A continuación,
Horton me trasladó una oferta: “Si accedes a ser
correpresentante de David, también puedes irte a la cama con
él”, comentó.»
«Pensé: “¡Qué barbaridad acaba de soltar! Qué poco
británico.” Pero fue peor aún: David ni siquiera abrió la boca,
de manera que presumiblemente estaba por la labor, vamos,
que era algo acordado. Bastó para hacerme tomar las de
Villadiego, cosa que hice. Tal y como yo lo entendí, no se me
estaba ofreciendo el cincuenta por ciento de los derechos de
representación de Bowie (y tampoco una degustación de sus
favores sexuales), sino que sencillamente se me pedía que me
lanzara a lo desconocido, pues quien por entonces era su
mánager no pasaba de ser un burdo chulo. Más adelante, como
es natural, Bowie sustituyó a Horton por Ken Pitt. A menudo
me he preguntado si Horton le habría trasladado la misma
oferta a él, y si por tanto aquel sería el punto de partida de su
relación contractual.
»Sin embargo, cuando más tarde volví a pensar en ello, creí
que tal vez había desestimado dos aspectos que quizá habría
valido la pena valorar. Así las cosas, cuando volví a
encontrarme con Ralph Horton treinta y cinco años después,
siendo él regente de un restaurante en Tailandia [en donde vive
Simon], trató de hacerme lamentar aquella decisión al
señalarme lo maravilloso que era Bowie. No solo había
descartado a un chico con un pene enorme —aunque debo
decir que yo soy más de penes con personalidad, con una leve
curvatura o con un bultito a un lado— sino que también había
rechazado a alguien que a la postre habría de convertirse en un
artista bastante bueno, unos tres mánagers después.»
En septiembre de 1965, Horton le iría con la oferta de
correpresentación a otro mánager de éxito (y agente): Kenneth
Pitt.
Tras un nuevo sencillo fracasado, «Do Anything You Say»,
pasó a formar parte de la banda The Riot Squad. David y Marc
Bolan solían verse con frecuencia para tomar café en La
Gioconda, en Tin Pan Alley, en donde pasado algún tiempo
tendría lugar un terrible encuentro con George Underwood.
«Lo que sucedió fue que los King Bees se separaron, y
David, a mis espaldas, se buscó un nuevo grupo», dice
George. «Es la clase de cosas que hacía. A Leslie Conn, el
mánager, le di un poco de pena. Un día vino y me dijo:
“Mickie Most 14 está buscando un solista… ¿Por qué no vamos
a verlo y haces una pequeña audición para él?”. Así fue. Me
sentí raro: llevaba un corte de pelo y una guitarra nuevos. Pero
a Mickie le gusté y quiso grabarme. Peter Grant [el futuro
representante de Led Zeppelin] y Leslie Conn también estaban
presentes, en vista de que ambos me iban a representar.
»Mickie dijo: “¿Qué te parece el nombre de Calvin?”.
Rápido como el rayo, Leslie me susurró al oído: “¡Es el
nombre de su hijo pequeño!” “Pues, estupendo”, contesté.
“Queremos darte una imagen a lo James Dean”, prosiguió
Mickie, “así que, ¿qué tal James Calvin?”. A lo que respondí:
“¿Y qué tal Calvin James?” Salí de allí con un nuevo nombre,
una nueva imagen y un contrato de grabación de cinco años
con el legendario Mickie Most, que era lo mejor que uno podía
echarse a la cara.»
Al poco tiempo de aparecer en el televisivo Thank Your
Lucky Stars, George fue corriendo a Denmark Street a ver a
David.
«Le carcomían los celos, estaba que echaba humo. Dijo que
me iba a matar; que a mí se me daba regalado, mientras que él
tiene que ganárselo con mucho esfuerzo. Era como si él
hubiera hecho méritos y yo no.»
Como siempre, lo superaron.
El 8 de febrero de 1965, Davie Jones y The Manish Boys
tocaron en The Marquee Club de Londres 15 . Allí,
presenciando la actuación, estaba la belleza precoz Dana
Gillespie 16 . «Había empezado a ir allí con una amiga con trece
o catorce años», recuerda Dana. «Yo estudiaba en la Francis
Holland [una escuela privada para niñas], pero quería subirme
a los escenarios. Logré una plaza en el Arts Educational [la
mundialmente famosa facultad de artes escénicas que goza del
patrocinio de lord Lloyd-Webber, y en donde mi propio hijo
estudia en la actualidad], un trabajo en una tienda de discos de
South Kensington, después del horario escolar, y estaba muy
desarrollada para mi edad. Tetazas, culazo, rubia de bote. No
pasaba desapercibida. Me pirraban los Yardbirds —Eric
Clapton y yo compartíamos día de cumpleaños, aunque él me
lleva cuatro años—. No sabía con quiénes tocaban los King
Bees esa noche, pero eran impresionantes. David se subió al
escenario con unas botas de ante hasta la rodilla y una
camiseta enorme y suelta, por debajo de un chaleco. Su pelo
amarillo limón le caía a la altura de los hombros, y a mis ojos
resultaba adorable».
«Después de la actuación, me quedé al fondo, peinándome,
cuando de pronto David aparece por detrás y va y me quita el
cepillo y se pone a peinarme. “¿Puedo ir a casa contigo esta
noche?”, me preguntó. Cómo no iba a poder. Había perdido el
último tren de vuelta a Bromley, donde seguía viviendo con
sus padres. Yo soy una chica de South Ken/Knightsbridge, así
que no tenía la menor idea de donde quedaba Bromley.
Hicimos a pie todo el camino desde el Soho hasta casa de mis
padres, en Thurloe Place. Me lo llevé a mi cuarto, en donde
guardaba mi batería y mi guitarra española de cuerdas de
nailon.»
Dana no era, ni por asomo, una quinceañera al uso. Sus
aristocráticos padres se habían graduado en nuevos
acompañantes de su hija, y cada pareja ocupaba un piso de su
palaciega mansión. Ella los describe como unos padres
«enrollados» y «muy sabios»: «Nunca me decían que “no”,
quizá porque sabían que de una o de otra manera me habría
salido con la mía.»
Dana y David tuvieron que acurrucarse en la estrecha cama
individual de la joven.
«Por la mañana, al levantarme, lo vi a mi lado y pensé:
“¡Mierda! a), tengo que ir al colegio, y b), tengo que sacarlo de
aquí.” Pero me preocupé en vano: mi padre me dijo luego que
pensaban ¡que David era una chica!»
Desde entonces, David se convirtió en un visitante asiduo
de la casa Gillespie, y a menudo pasaba allí la noche.
«Algunas veces iba a recogerme a la salida del colegio.
Cuando formaba parte de The Lower Third, la banda se
presentaba en el lugar de la actuación montada en una vieja
ambulancia. David dijo que en ocasiones había sido usada para
practicar sexo en Piccadilly Circus. ¡Hay que vivir, si uno
tiene por meta producir canciones! Para mí la música ocupaba
un lugar primordial. David fue el primer chico que conocí que
en ese aspecto sentía lo mismo que yo. Era un poco más
mayor, y ya estaba “en la escena”, lo cual para mí era muy
excitante. Nos dejábamos caer por el estudio de televisión de
Ready Steady Go! solo para pasar el rato entre bastidores, y
frecuentábamos el café Gioconda, donde todo el mundo iba a
buscarse un mánager o un músico de sesión. El batería Frank
era mi profesor.
»Mis primeros conocimientos de guitarra se los debo a
David. También me instruyó en la escucha de líneas de bajo y
sugirió canciones que fueran conmigo, de las que llegué a
grabar algunas. Me infundió ánimos en cuanto a escribir mis
propios temas. Bajábamos hasta Carnaby Street; él vestido con
una chaqueta militar o un look improvisado. Yo siempre
llevaba puestos unos vaqueros y un top; yo no era
precisamente una Sandie Shaw o una Dusty Springfield o una
Lulu, con vestiditos cortos. Íbamos al Marquee, al Whiskey-A-
Go-Go y a la sala de conciertos Roundhouse. Yo no me perdía
una, noche tras noche. ¿Cómo lo hacía? Era la época de las
pastillas, pero yo no las tomaba. Tampoco me dio por la
bebida, nunca. En realidad eso me salvó la vida.
»Desde el principio supe que David estaba obsesionado con
su carrera. Sería capaz de hacer, literalmente, cualquier cosa
para obtener lo que quería. En ese sentido, diría que era
implacable. Tenía un gran atractivo, tanto para hombres como
para mujeres, y lo sabía. No jugaría abiertamente con el tema
de la bisexualidad hasta los días de MainMan. Se miraba
mucho al espejo —mucho más que yo—. Prestaba sumo
cuidado a su aspecto y a la impresión que podía dar.
»No recuerdo ni pizca de fealdad, sordidez o decadencia.
Era lo que era. A mí no me molestaba que se acostase con
otras personas. ¿Y con eso qué? Nunca entendí una relación
como la meta definitiva. Para mí, todo giraba en torno a la
música. Para él, en torno a la música y a su carrera.»

9. Entre los éxitos de Altman se cuentan el Christmas Album de Diana Ross, «Oh
So Quiet» de Björk, «Kissing a Fool» de George Michael y «Walking in the Air» de
Aled Jones. En su faceta de arreglista, tal vez sea sobre todo conocido por «Always
Look on the Bright Side of Life» de la película La vida de Brian de los Monty
Python, y como compositor cabe señalar que estuvo nominado al Óscar por la
banda sonora del filme de James Cameron Titanic. También es de John la música de
Gigolo, la película de 1978 protagonizada por Bowie y Kim Novak, que cuenta la
historia de un héroe de guerra que vuelve a Berlín sin trabajo y se convierte en
acompañante de mujeres mayores solas y dadas a la bebida. En el álbum de Goldie
de 1998 de música drum & bass titulado Saturnz Return, John fue el arreglista de la
canción «Mother». En ese mismo álbum, Bowie participa con el tema «Truth».
10. El Beckenham Ballroom se transformó en el Mistrale Club de finales de la
década de 1960; allí tocaron Peter Frampton y The Yardbirds. Solo en 1968 el club
tuvo a Manfred Mann, a la banda Alan Price Set, a Ike & Tina Turner, a Bonzo Dog
Doo Dah Band, a Marmalade, a P. P. Arnold, a T. Rex, a The Pretty Things, a Black
Sabbath y al grupo The Isley Brothers. En 1971 acogió a Mott the Hoople y a
Fleetwood Mac. A finales de esa década, el local pasó a ser el Tites, y es en ese
momento cuando aparecemos nosotros… Al Tites se le hizo un lavado de cara en
los ochenta, y reabrió como el Lautrec’s antes de convertirse en The Bridge.
11. El escenario para un buen número de bodas de la localidad.
12. David le había escrito al acaudalado Bloom, implorándole convertirse en el
Brian Epstein de los King Bees. Bloom no respondió, pero sí le habló de ello a su
amigo Leslie Conn.
13. Se dice que los primeros emigrantes galeses al Nuevo Mundo, Prince Madog y
un grupo de seguidores, llegaron ya en el siglo XII, precediendo por tanto a Colón.
Howell Powell, que cambiaría Brecon por Virginia en 1642, fue oficialmente el
primer colonizador galés de América. Galeses y galesas emigraron en masa a lo
largo del siglo XVII, a las Américas, a Australia y a África del Sur.
A comienzos de la década de 1680, un número considerable de ellos se
asentaron y echaron raíces en el territorio de Pensilvania que dio en llamarse
«Welsh tract»; hasta llegaron en buques de madera que partieron del puerto de
Cardiff para aportar siete semanas más tarde en Filadelfia, remontando el río
Delaware, tras sobrevivir a una peligrosa travesía por el Atlántico Norte. La mayor
parte de aquella gente había abandonado su hogar acuciada por la pobreza o la
opresión. Hubo también quien se movía por intereses comerciales o bien para
establecer asentamientos militares y navales. América significaba la promesa de
tierra barata, libertad religiosa y oportunidades de mejora. Dieciséis de los
cincuenta y seis firmantes de la Declaración de Independencia en 1776 tenían
ascendencia galesa.
14. Mickey Most, el productor discográfico de mayor éxito del mundo, era una
leyenda de la industria, tras haber producido trabajos de Herman’s Hermits, The
Animals, Donovan, Lulu, Suzi Quatro, Hot Chocolate, Kim Wilde y muchos otros.
Había empezado trabajando como camarero cantante en el café-bar The 2i’s de
Soho, en concreto en la Old Compton Street. Su banda, Mickie Most and the
Playboys, era muy apreciada en Sudáfrica. Valiéndose de su dilatada experiencia
como productor, se convirtió en panelista de un concurso televisivo de talentos,
New Faces, y fue un modelo a seguir para el futuro magnate Simon Cowell. Mickie
murió de cáncer a la edad de 64 años, en 1995. Su «pequeño», Calvin Hayes,
pianista clásico, teclista y batería, formó parte de la banda new-wave de los ochenta
llamada Johnny Hates Jazz, antes de revelarse como un productor de éxito.
15. The Marquee Club se hizo famoso por ser «el recinto más importante en la
historia de la música pop moderna». Abierto en 1958 en Oxford Street, albergaba
conciertos de jazz y rhythm & blues, y allí tocaron The Rolling Stones, The
Yardbirds y The Animals a comienzos de los sesenta. En marzo de 1964, cambió de
localización y pasó a estar situado en el 90 de Wardour Street, en el distrito de
Soho. Por allí pasaron Jimi Hendrix, Bowie, Cream, Pink Floyd, Manfred Mann,
The Who, Led Zeppelin y muchos otros. Fue clave para el desarrollo del punk rock
y también durante el resurgimiento del prog-rock de los primeros ochenta. Sus
instalaciones fueron vendidas en 1988.
16. Dana empezó a componer y grabar música en sus primeros años de
adolescencia, y ha trabajado en más de sesenta y cinco álbumes. Hizo el papel de
María Magdalena en el Jesus Christ Superstar original de Tim Rice y Andrew
Lloyd Webber, cuya primera representación tuvo lugar en el Palace Theatre de
Londres en 1972. Alcanzó la fama como cantante de blues. Jimmy Page estaba a la
guitarra en todas las pistas de su álbum con la Decca de 1965, Foolish Seasons, y
asimismo fue el productor de «You Just Gotta Know My Mind», escrito para Dana
por Donovan. Ella, a su vez, hizo los coros del tema «It Ain’t Easy» del disco The
Rise and Fall of Ziggy Stardust… Su álbum Weren’t Born a Man lo produjo Mick
Ronson en 1973. David escribió para la cantante la canción «Andy Warhol»,
incluida en ese mismo álbum; además el de Bromley se encargó del apoyo vocal y
de tocar su guitarra de doce cuerdas para ese tema en particular. Dana habría de
convertirse, además de en intérprete, en organizadora del Mustique Blues Festival,
un evento de carácter anual.
4
1965-1967

Ralph Horton hizo las presentaciones entre David y Tony


Hatch 17 en Pye Records, y Hatch reconoció casi de inmediato
que David estaba subido a la lanzadera que lo habría de
proyectar a una «trayectoria intergaláctica».
«No era la clase de artista al que se le dan bien las
audiciones en un estudio», recuerda el célebre compositor y
productor, «así que Ralph me llevó a verles a él y a The Lower
Third al Marquee. Pensé: “Sí, aquí se está cociendo algo.” Sin
duda. Para empezar, destacaba. No había en aquella época
demasiadas bandas en Londres. Todo el mundo creía que los
“verdaderos” artistas procedían de Liverpool, Mánchester y
Sheffield. Lo cierto es que su cariz londinense me agradaba.
Escribía sobre el mundo de su entorno, sobre su propia vida,
época y experiencias.»
¿La primera impresión?
«No me atrevería a decir que era arrogante, aunque
tampoco un ejemplo de modestia. Mostraba confianza en sí
mismo. Tenía una corazonada acerca de él. Creía en él a pies
juntillas y quería que alcanzara el éxito. La clave estaba en que
escribía sus propias canciones. El problema con el que me
topaba en mi trato con los buscavidas era que no escribían sus
temas. Lo que me entusiasmaba de David era no tener que
andar buscando canciones para él —como le había sucedido a
George Martin con The Beatles cuando estos le presentaron un
caudal enorme de material excelente.»
Muy pocas veces había presenciado Hatch tremendo
entusiasmo. David no tenía más de diecisiete años, ya me
entendéis.
«En el estudio, se lo pasaba de fábula», me comentó Tony.
«Nos llevábamos bien. Para mí supuso una enorme decepción
que no funcionara. Al echar la vista atrás, me doy cuenta de
que todavía no estaba preparado. Me refiero al proceso. Entrar
en el estudio, someterse por completo a sus normas; para eso
hace falta un esfuerzo adicional. Yo esperaba que, puesto al
tajo, fuera capaz de dar lo mejor. No sucedió así. Y no es que
fuera por su culpa. La compañía, Pye, necesitaba con premura
sacar éxitos. En la década de 1960, tan solo había cuatro
grandes discográficas —EMI, Pye/Warner Bros/Reprise,
Decca y Philips—, y mantenían una dura pugna. Yo necesitaba
tiempo para “educar” a David y poder así extraer lo mejor de
él. Los directivos de Pye no tenían la paciencia o los recursos
para instruirlo como era debido. Estudios, imperiosas
urgencias, distribución, publicidad, todo iba sumando. Nos
estaba costando un dineral y a cambio no recibíamos gran
cosa.
»De modo que nos vimos obligados a sacrificar a algunas
de nuestras promesas. David fue una de ellas. Tal vez hubiera
podido defenderlo más, pero en mi condición de productor de
la compañía en ese momento tenía muchas otras pelotas en el
aire. Fue estupendo el momento en que comenzaron a aparecer
los independientes, ya que concedió a los productores mayor
libertad creativa.»
Hatch deseaba el éxito de David quizá incluso más que el
mismo David.
«Era un personaje excéntrico, pero sabía estar ahí», suspira
Hatch. «Desde luego que sí. Yo sabía que podía haber
trabajado codo con codo con él durante mucho tiempo, y que
nos habría ido bien juntos, porque le habría permitido tener
libertad creativa. Nunca le habría convencido para hacer algo
en contra de su voluntad. Cuando años después “Space
Oddity” se convirtió en un éxito, me dije: “Fantástico. Es una
canción magnífica”. Sus cambios de ambiente guardaban
relación conmigo. Yo había hecho eso en “Downtown”, que
también es muy exagerado. Con una sintonía colosal y una
letra épica. Todavía me da cierta pena que no hubiera traído
“Space Oddity” a los estudios Pye. Pero está claro que de
habernos concedido tiempo los mandamases, habría llegado.
Con alguien como Bowie, todo toma cuerpo sobre la marcha.
No hay mejor forma de trabajar.»
Las últimas horas de 1965 y las primeras de 1966 las pasaron
en la cuna del rock francés: el Golf-Drouot, un pequeño club
del noveno distrito de París. En los años cincuenta, había sido
un elegante salón de té, Le Cup of Tea. Allí Peggy Jones
habría estado en su salsa. El nombre aludía a su pasado,
cuando el restaurante que una vez fue, Le Café d’Angleterre,
contaba con su propio circuito cerrado de golf, un cursi
entretenimiento para amenizar la espera de un tentempié de
foie gras. Transformado por el empresario Henri Leproux en
un recinto de música rock en 1961, habría de convertirse en
una meca adolescente, con su gramola y sus actuaciones en
vivo y en directo; el equivalente parisino al Marquee de
Londres o al café bar The 2i’s. Se dio de bruces con las leyes a
finales de los setenta y acabaría cerrando definitivamente en
1981. Una placa conmemorativa lo recuerda desde 2014. En su
apogeo, era frecuentado por el «Elvis francés» Johnny
Hallyday y sus acólitos. Gene Vincent, Free y The Who…,
todos tocaron allí, como también lo hizo, de manera
significativa, Vince Taylor. 18
«Me encontré con él alguna que otra vez a mediados de los
sesenta; fuimos a fiestas juntos», recordaría más tarde David.
«Estaba pasadísimo. Totalmente ido. Fuera de sus casillas.
Solía llevar consigo mapas de Europa; lo recuerdo abriendo
uno a la salida del metro de Charing Cross, para después
ponerlo sobre el asfalto y arrodillarse para examinarlo
detenidamente con una lupa. Señalaba los lugares exactos en
que aterrizarían los ovnis. Él fue la inspiración para Ziggy.
Vince era una estrella del rock & roll de los sesenta que poco a
poco fue perdiendo la cabeza. Hacia el final, despidió a su
banda y se subió al escenario una noche envuelto en una
sábana blanca. Clamó al público que debía alegrarse, pues él
era Jesús. Lo sacaron de allí.»
La actuación de David Bowie con el grupo The Lower
Third aquel fin de año fue un éxito incontestable.
Aprovecharon la oportunidad para experimentar y obtuvieron
su recompensa al toparse con un público enganchado. La
recepción les granjeó la posibilidad de tener más actuaciones a
lo largo de las siguientes jornadas. David describió el club
como «absolutamente inspirador». Su gozo sería tan grande
como cuando había visitado París por vez primera. En
realidad, el tiempo que le quedaba libre lo dedicó a pasear bajo
la lluvia fría por el sórdido Boulevard de Clichy, tanto ayer
como hoy una vorágine de basura, con luces de neón, chulos,
peep shows y puestos de kebab.
En el corazón del barrio estaba localizado el decadente
Elysée Montmartre, la sala original de cancán en la ciudad —y
no, como se afirma a menudo, el Moulin Rouge—. Treinta y
tres años más tarde, David actuaría en el Elysée Montmartre
como parte de la minigira denominada The Hours, el 14 de
octubre de 1999. El concierto quedó registrado en audio y
vídeo, y tres de aquellas canciones aparecerían más tarde en el
sencillo en formato cedé titulado Survive.
Por detrás de La Pigalle, calles adoquinadas, callejones
estrechos y un sinfín de escalones en ascensión hacia el barrio
de La Butte y la basílica del Sagrado Corazón. David estaba
encantado. Se había empapado del ambiente de un film noir de
los años cuarenta, de la fotografía de Henri Cartier-Bresson.
Nunca se desprendería de aquellas primeras impresiones,
afirmaría tiempo después. Cuál no sería su entusiasmo cuando
tuvo ocasión de visitar la casa del compositor Erik Satie, el
apartamento del pintor simbolista Gustave Moreau y el
cementerio de Père Lachaise en lo alto del Boulevard de
Menilmontant, en el vigésimo distrito. «Me sentía en casa»,
declaró, entre las tumbas de Oscar Wilde y María Callas, de
Chopin, Molière, Proust, Piaf y Jim Morrison 19 .
Su debilidad por la capital gala saldría a relucir veintiséis
años después, cuando regresó en octubre de 1991 con su
novia, la supermodelo retirada Iman, durante la gira It’s My
Life del grupo Tin Machine. Mientras navegaban por el Sena
una noche fría y tranquila, David cantó para su amada durante
la cena, adaptando las letras de la canción «April in Paris» del
exitoso musical de los años treinta en Broadway Walk a Little
Faster. Cuando el barco pasó bajo las arcadas del medieval
Pont Neuf, le propuso matrimonio 20 .
«Por fortuna, funcionó», declaró ante mi antiguo editor de
News of the World, Piers Morgan, «todo fue perfecto.
Cenábamos a la luz de las velas mientras el barco surcaba
sereno las aguas del río, y tan solo tuve que ponerme en pie y
cantar “October in Paris”. Lo que haría cualquiera.»
Aquella fue la primera de una serie de proposiciones
francesas. La segunda tuvo lugar en el teatro Olympia de París
el 29 de octubre, en donde volvería a pedirle la mano sobre el
escenario. Una vez más, no podría haber elegido un lugar más
romántico ni más relevante. Aquel vetusto auditorio del
distrito IX, situado en el Boulevard des Capucines, era el
mismo en donde Edith Piaf había consolidado su fama.
También había pasado por allí uno de los muchos ídolos de
David, Marlene Dietrich. Jacques Brel ofreció en su interior
algunos de sus conciertos más memorables, en 1961 y 1964.
Miles Davis, James Brown, Jimi Hendrix, Liza Minnelli, The
Beach Boys y The Jackson Five…, todos habían pasado por
allí —igual que The Beatles, quienes solo en 1964 ofrecieron
en el recinto una docena de conciertos—. Menuda buena
estirpe de fantasmas.
Ver para creer. David volvió a pedir la mano de Iman una
segunda vez, ante una multitud de embelesados fans,
entusiasmados por presenciar algo así, en vivo. Lector o
lectora, te diré: la multimillonaria modelo dijo sí a la
multimillonaria estrella del rock. A continuación, él echó
mano de su saxofón y se puso a tocar.
Hacia 1965, Terry Burns, de veintiocho años, iba en caída
libre. El genial y apuesto pero afligido hermano mayor que se
había congratulado tanto por haber sido el cicerone de su
ansioso hermano adolescente en el mundo de los clubs de jazz
del West End, los lugares de moda y la poesía y narrativa Beat
que él mismo adoraba, se tambaleaba ahora en la cuerda floja
de la locura. El par de años siguientes verían su profundo y
fulgurante declive. Tenía visiones, escuchaba voces y sufría
importantes crisis de esquizofrenia. Fue hospitalizado y
tratado en el hospital de Farnborough, aunque se le permitía
regresar a su hogar en Plaistow Grove los fines de semana.
David ha sido acusado a lo largo de los años de haber
guardado distancia con su hermano durante aquella época, ya
fuera por vergüenza, miedo, confusión, o las tres cosas juntas.
De hecho, dadas las circunstancias, era tan solícito como
cabría esperar que lo fuera cualquier otro chaval de dieciocho
años. Cuando Terry fue recluido en el centro psiquiátrico Cane
Hill, su hermano pequeño se erigió en uno de sus visitantes
más asiduos y comprometidos.
«Cane Hill formaba parte del llamado “lunatic fringe”
[sector radical]: una serie de hospitales psiquiátricos que una
vez estuvieron en muchas de las grandes ciudades», explica el
especialista en psiquiatría Cosmo Hallström. «Localizados en
el extrarradio —ojos que no ven, corazón que no siente—,
estos establecimientos eran un baluarte de los servicios
médicos de la época victoriana. Si padecías una enfermedad
mental, eras excluido. Te daban asilo: de ahí el nombre en
inglés de estos centros: asylum.»
Esta institución en concreto, Coulsdon, en el distrito de
Croydon, había contado entre sus pacientes con la madre de
Charlie Chaplin y con el hermano de Michael Caine. Tenía
capacidad para albergar a más de dos mil internos. Tras la Ley
de salud mental promulgada en 1983, que reconoció la
importancia de la vida en comunidad del enfermo, Cane Hill
comenzó su decadencia. Cerraría para siempre a finales de
1991, y sus instalaciones serían derribadas entre 2008 y 2010.
«Yo también vi a Terry en Cane Hill», comenta George
Underwood. Qué buen gesto por su parte el de apoyar a su
amigo acompañándole a un lugar así, interpelé yo. «No», me
replicó George, «quiero decir que yo estuve allí. Sufrí un
colapso total y estuve internado en Cane Hill».
El «chico con mayores posibilidades», llamado a alcanzar
el estrellato pop bajo la tutela del productor discográfico más
prolífico y exitoso del planeta, quien, comparado con su mejor
amigo David, estaba considerado de lejos como el músico más
completo, y que era conducido hacia una carrera brillante…
había perdido el rumbo.
«No sé por qué», dice George ahora. «Nunca lo sabré con
seguridad. Empezaba a ser un cantante famoso y sencillamente
ocurrió. Tenía diecinueve años. Tengo fundadas sospechas de
que alguien me debió echar algo en la bebida, porque los
médicos de allí me preguntaron cuándo había comenzado a
tomar LSD. Les contesté que nunca. No me hacía falta.
¡Siempre he tenido más imaginación de la que soy capaz de
abarcar! Me pasaba todo el día pintando y dibujando, buscaba
imágenes sin parar, y mi creatividad parecía inagotable. En fin,
el caso es que me dio una crisis muy seria. Era un peligro para
mí mismo y para la gente de mi entorno.
»Mi madre avisó al médico y me internaron. Pasé
veintiocho días en Cane Hill, el mínimo estipulado. Todo lo
que tiene que ver con aquel lugar es estremecedor. Creí que
nunca más saldría de allí. Viví algunas experiencias
surrealistas y horribles. Me sentía como una marioneta en una
representación teatral. En un momento dado, pedí que me
llevaran a una celda acolchada, tan solo para evitar estar
rodeado de todos aquellos dementes y para tener un poquito de
paz y tranquilidad. Se trataba de un proceso de reflexión.
Cuando uno sufre alucinaciones, estas son absolutamente
reales. No es algo que se cuestione.»
Uno de los aspectos más aterradores de aquella experiencia
fue saber que los especialistas del centro ya tenían en su poder
una ficha médica de George cubierta después de una primera
valoración.
«Tenían un montón de fotografías de mis dibujos. Habían
estado en mi casa y revuelto entre mis cosas. Lo sentí como
una intromisión tremenda en mi intimidad. Trataban de
fundamentar su tesis: que yo pintaba esa clase de dibujos
porque había estado tomando LSD. Lo cierto es que había
fumado algo de costo, pero nada más que eso. Entonces
sucedió algo realmente extraño. Uno de los psiquiatras, que
parecía fascinado por mis dibujos, me preguntó: “¿Harás uno
así para mí?” Me sentí confuso. Resultaba desconcertante. No
parecía correcto que me estuviera pidiendo algo semejante.
Hay que recordar que todo esto sucedió en la etapa en que para
mí la enfermedad mental todavía era un tema tabú. Mi familia
no quería saber nada al respecto. Mi madre les dijo a sus
amigos que me estaba quedando en casa de mi hermana. Mi
padre me encontró una clínica privada en la que seguir un
tratamiento, en Ticehurst (en la zona este de Sussex). Fue allí
donde me aplicaron la terapia por electrochoque (TEC). Y
cuando años después vi la película Alguien voló sobre el nido
del cuco, todos los recuerdos se agolparon en mi cabeza.» 21
El tratamiento de George, en dos lugares, duró
aproximadamente tres meses. A su salida, una de las primeras
cosas que hizo fue contarle a David sus experiencias al detalle.
«Y claro que sirvió de abono para que elaborara algunas de
sus canciones», apunta George entre risas. «A lo largo de
todos estos años, la gente se ha puesto a analizar al dedillo
algunas de sus letras, y se ha dicho que debía estar escribiendo
acerca de su hermano Terry, ¡cuando en realidad era mucho
más probable que lo hiciera sobre mí! Porque Terry era un
tanto obtuso, ¿entiendes? Seguramente no tenía mucho que
decir sobre lo que había pasado en el manicomio. Sin
embargo, yo a David se lo conté absolutamente todo. Con
pelos y señales.»
El tema «All the Madmen», que aparece en el álbum de
Bowie de 1970 The Man Who Sold the World 22 —lanzado en
el Reino Unido en abril de 1971—, contiene referencias a la
terapia electroconvulsiva, a la lobotomía y al clordiazepóxido,
una benzodiazepina prescrita para paliar la depresión y como
tranquilizante. Pese a que David afirmó haber escrito la
canción «para y sobre» su hermano, ese detalle doloroso
probablemente lo tomaba del relato de George.
Su enfermedad mental hubo de convertirlo en una «persona
bastante normal», considera George a día de hoy.
«Yo había estado “ahí fuera” antes de que todo aquello
pasara. Tras salir, solo quería regresar a la normalidad; con eso
me daba con un canto en los dientes. Cuando volvía en mí,
estaba lo suficientemente sereno como para saber que no
quería volver a pisar aquel lugar. Posteriormente y durante un
largo periodo de tiempo, llevé una vida convencional y
tediosa. Vestía de un modo que no llamaba para nada la
atención, y había dejado de lado mi carrera como artista pop.
Mientras tanto, las cosas para David parecían despegar. Mi
mejor amigo había logrado crear una vida nueva, y yo me
alegraba por él.»

17. Tony Hatch, un prolífico cantautor, productor, arreglista y pianista, se había


hecho un nombre tras trabajar con Chubby Checker, Connie Francis y Pat Boone.
Escondido tras el seudónimo Fred Nightingale, compuso y produjo el hit de The
Searchers titulado «Sugar & Spice». Con Pye Record Artists, también produjo a
Benny Hill, Bruce Forsyth, Buddy Greco, Sacha Distel y otros muchos. En 1964
hizo su primer viaje a Nueva York y, pensando en The Drifters, escribió
«Downtown», a la postre, el mayor y más perdurable éxito de Petula Clark. Ahí se
fraguó una sociedad eterna entre la popular artista y él, que en la actualidad inspira
un nuevo musical. Tony también compuso canciones para series de televisión como
por ejemplo Crossroads, Emmerdale o Neighbours. En los años setenta, le llegaría
el estrellato gracias a otro concurso de talentos de la televisión, New Faces —que
de nuevo sirvió de modelo para Simon Cowell—. Fue el productor de algunas
canciones de David, si bien son otros quienes aparecen acreditados.
18. Vince Taylor nació como Brian Maurice Holden, en Isleworth, en 1939. Su
familia se trasladó a la Costa Este de Estados Unidos siendo él un niño. Durante
una visita casual a Londres, formó su primera banda, The Playboys, en el café-bar
2i’s, donde también adoptaría su nuevo nombre. Devendría una gran estrella a nivel
europeo, pero sobre todo en Francia. No obstante, su adicción a las drogas y su
quebradiza salud acabarían por frustrar su carrera. En junio de 1972, el mes que se
lanzó Ziggy Stardust…, Taylor había dado un vuelco a su vida y había sacado un
disco, Vince is Alive, Well and Rocking in Paris. Su impacto fue más bien escaso.
Tras haber pasado gran parte de su vida en correccionales y centros de
internamiento psiquiátrico, murió en Suiza en 1991, a la edad de 52 años.
19. El fallecido líder de The Doors fue enterrado en el cementerio de Père Lachaise
en 1971, tras su muerte acaecida el 3 de julio. Ese mismo día, dos años más tarde,
David jubilaba a los Spiders en el Hammersmith Odeon de Londres.
20. Según el estilista capilar y amigo tanto de David como de Iman, Teddy Antolin,
artífice del primer encuentro de la pareja y fallecido un mes después de Bowie, con
68 años, «David se la llevó con él en su yate por el Adriático, y le propuso
matrimonio en el Bósforo: ¡fue tan romántico!»
21. Basada en la novela de Ken Kesey publicada en 1962, la angustiosa película de
1975 estuvo protagonizada por Jack Nicholson, Louise Fletcher y Danny DeVito, y
se llevó los «Cinco grandes» en los Premios de la Academia. Sigue siendo
considerada, tanto por la industria como por los fans, uno de los mejores filmes de
todos los tiempos. El «nido del cuco» del título se refiere al marco del hospital
psiquiátrico. El propio título está tomado de un verso de una vieja canción infantil
americana que habla de tres gansos que abandonan la mandada: «One flew east, one
flew west, one flew over the cuckoo’s nest» [«Uno voló hacia el este, otro hacia el
oeste, y otro voló sobre el nido del cuco»]. Su autor, Kesey, echó pestes contra la
adaptación cinematográfica, abrió un provechoso pleito contra los productores y
jamás vio la película.
22. La portada estadounidense de 1970 del álbum de Bowie The Man Who Sold the
World mostraba un dibujo realizado por su amigo Michael J. Weller, con unos
vaqueros al más puro estilo John Wayne sobre un fondo de grises edificios de Cane
Hill. Weller, parece ser, también había estado interno en dicho centro. La portada
alternativa, esto es, la que salió en el Reino Unido, mostraba a Bowie posando
recostado sobre una chaise longue en Haddon Hall, elegantemente vestido con
ropas diseñadas por Michael Fish. Llevaría puesto el mismo atuendo del señor Fish
en su primera gira de promoción por América en 1971.
INGLÉS EXCÉNTRICO
5
1967-1970

El año 1966 es recordado como el cenit de los Swinging


Sixties, cuando se fundieron la música, la cultura y la moda
juveniles, lo que propició que adolescentes y adultos en
ciernes pasasen a ser considerados como un sector
demográfico de pleno derecho. Se recuerda con cariño como el
año en que Inglaterra ganó el mundial de fútbol de la FIFA por
primera y única vez, tras vencer a la República Federal de
Alemania por 4 goles a 2. Pero desde un punto de vista global,
el año siguiente se llevaría la palma. El «Verano del Amor» de
1967 se proclamó, ya en enero, con un preludio sin
precedentes, el Human Be-In, un evento en el que las
formaciones locales pusieron banda sonora al Golden Gate
Park de San Francisco; allí estaban Grateful Dead, Jefferson
Airplane, Quicksilver Messenger Service o Big Brother and
the Holding Company, que vieron a cien mil jipis con coronas
de flores en el pelo —todo aquel que quiso congregarse en
aquella ciudad del norte de California—. El distrito de Haight-
Ashbury se transformó en el epicentro de la contracultura
estadounidense y abanderó la posición antibelicista y el
radicalismo característicos de aquel tiempo. En un sentido más
amplio, el movimiento puso el foco sobre los «derechos»: los
de las mujeres, los civiles, los de los consumidores, los
sexuales. Abogó por el amor libre, la conciencia
medioambiental y la vida en comunidad. Acuñó el término
«psicodelia» y lo introdujo en los salones de las casas de los
arrabales 1 .
Fue un año de álbumes de enorme trascendencia: The
Doors, el disco Are You Experienced de Hendrix, el Sgt
Pepper’s Lonely Hearts Club Band de The Beatles, Their
Satanic Majesties Request de los Stones y The Velvet
Underground & Nico, una demo que fascinó a David, quien la
recibió en casa de manos de su nuevo mánager, Ken Pitt, tras
un viaje de este a Norteamérica (también le llevaría el Virgin
Fugs de The Fugs). El símbolo del amor hizo que David se
enamorara perdidamente… del grupo de vanguardia.
«Todo lo que o bien sentía o bien desconocía sobre la
música rock, se abrió ante mí con un disco que todavía no
había salido al mercado», señaló David.
Salía, pues, lo último de The Beatles. Era el año en que la
BBC puso en antena el canal Radio 1, con Tony Blackburn y
el «Flowers in the Rain» de The Move, así como el del debut
de David con su disco David Bowie, producido por Decca.
Este álbum posee un barniz de «primera novela», ya que
parece que el artista vertió en él una frase, nota o sentimiento
de cada tipo de música escuchada durante su juventud. En
esencia, era oscuramente británico; se tropezaba al subir las
escaleras hacia las rondas infantiles y acababa descendiendo
de un plumazo al sótano, con alusiones a las canciones de cuna
victorianas y con sus duros sonidos eduardianos producidos
por inmanejables instrumentos de viento metal. He aquí los
ecos de The Beatles, Tommy Steele, Anthony Newley y Pink
Floyd. Por un lado, un atronador sonido oompah de una banda
de la costa; por otro, un susurrante vals de violines.
O bien David no tenía ni idea de qué quería que fuera ese
LP o bien rebosaba de ideas: después de todo, tan solo tenía
veinte años cuando se lanzó el disco. Quizá su mánager, Ken
Pitt, lo presionaba para que mostrase sus virtudes como
polifacético artista posvodevil en lugar de como joven
promesa a la última moda del rock o como estrella del pop.
En cualquier caso, se intuye que David trataba de abarcar
todos los géneros y contentar a todos los públicos. Y el que
mucho abarca, poco aprieta. Espió a través de polvorientas
cerraduras el confuso mundo de la religión organizada y
levantó una ceja ante la idea de figuras mesiánicas —quizá
preguntándose aquello que unos cuantos años más tarde tratará
de responder él mismo en The Rise and Fall of Ziggy Stardust
and the Spiders from Mars.
Se interesó por las temática gay, bisexual y andrógina, algo
que evidentemente le preocupaba. We Are Hungry Men tenía
algo de embrionario y «conceptual». Rozaba con absoluto
descaro la ciencia ficción, el nazismo, el aborto, el infanticidio
y la explosión demográfica, y contaba con una pegadiza
melodía coral a tener en cuenta. «She’s Got Medal» alardea sin
tapujos de su temática andrógina a través de una mujer que se
viste de hombre a fin de entrar en el ejército, pero a
continuación apura el ritmo cuando las bombas comienzan a
caer. «Please Mr Gravedigger» denota una preocupación que
Bowie trasladó a la voz de un niño asesinado acompañada de
fondo por cuanto efecto de sonido primitivo y cuanta voz
siniestra podía extraer de sus entrañas. No resulta fácil de
digerir, por ser un desagradable relato de terror con un regusto
nocivo. He ahí David en su forma más repulsiva y extraña.
Más adelante renegaría del álbum, tal vez por su estrepitoso
fracaso, lo que propiciaría que Deram, la marca subsidiaria de
Decca bajo la que apareció el disco, le retirara su apoyo.
Sin embargo, no todo serían oídos sordos. Chris Welch era
por entonces un joven crítico musical y periodista de Melody
Maker.
«Mi trabajo consistía en encontrar nuevos talentos»,
explica. «Conseguí el LP de David y se lo puse a los chicos
que más adelante conformarían la banda The Nice. 2
»Lo que a mí me gustaba, al igual que con Steve Marriott
[de las bandas Small Faces o Humble Pie], era que David era
muy Londres. Cantaba sobre Londres. En una voz muy de
Londres. Me encantaban sus letras: no trataba de ser
simplemente un sabelotodo norteamericano más. Escribía
sobre asuntos que nos afectaban a nosotros. Y tenía un gran
sentido del humor. Siempre con un trasfondo de ironía, y no
faltaba la autoparodia. Era bien parecido, su estilo era mod y
destilaba talento por los cuatro costados. Cuando los chicos y
yo nos sentamos a escucharlo, acordamos que debíamos ir con
él hasta el final.»
«Yo vivía en Catford, al sur de Londres», añade Chris, «y
David era un héroe local. Nadie le hacía sombra. Cuando lo
entrevisté, se mostró encantador. Nunca contestaba lo que uno
creía que contestaría. A la hora de conversar, se dispersaba,
perdía el hilo y decía no pocas incongruencias. Terence Stamp,
Michael Caine y Lionel Bart eran también así, londinenses
apuestos que se daban aires. David, al principio, no era
pragmático, no tenía la cabeza en el negocio; nunca contó con
tener el éxito que a la postre tuvo. A él lo que le tiraba eran la
moda y el arte. En el campo de la música, lo suyo era más bien
un “coqueteo”: el tipo de estudiante de artes engatusado con la
idea de convertirse en estrella del rock & roll.»
También fue aquel el año en que se fraguaron los vínculos
entre los productores y artistas más significativos en la historia
del rock. El joven americano Tony Visconti ya había dejado
huella como escritor y productor en su Nueva York natal. Un
convite del productor de Decca Denny Cordell, famoso por el
tema «Go Now» de The Moody Blues y «A Whiter Shade of
Pale» de Procol Harum, iba a ampliar sus horizontes. Cordell,
que acababa de firmar con Essex Music, necesitaba un
asistente. Daba la casualidad de que Essex también era el sello
que publicada las canciones de David. Empeñado en ser quien
descubriera a «los próximos Beatles», Visconti, de veintitrés
años, no desperdició la oportunidad.
Si bien la increíble cifra de diez álbumes con Marc Bolan,
que catapultaron al artista de folk underground al trono del
glam, le granjearían respeto y admiración, sería la
extremadamente creativa relación musical forjada con David
la que consolidara su reputación como uno de los más
importantes productores de música rock.
Otro común denominador es George Underwood. La
estrella frustrada del pop, retirada y recuperada, había vuelto
para entonces a dedicarse a tiempo completo a la pintura y a la
ilustración, y por tanto ya no suponía una amenaza musical
para su amigo. George fue el artífice del intrincado dibujo para
la carátula del álbum de debut de Bolan con Tyrannosaurus
Rex, My People Were Fair and had Sky in Their Hair… But
Now They’re Content to Wear Stars on Their Brows (lanzado
el 5 de julio de 1968). George sería también el creador de los
retratos de Marc y de Mickey Finn para el libreto interior del
disco de T. Rex, Electric Warrior, y el ilustrador de la portada
de su Futuristic Dragon. Asimismo, sería quien se ocupase del
diseño artístico de los discos de Bowie, Hunky Dory y The
Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, y
de All the Young Dudes de Mott the Hoople.
Tras sus primeros seis meses en Londres, Visconti fue
convocado por el jefe de Essex, David Platz.
«Parece que tienes talento para codearte y trabajar con los
raros… Me gustaría pedirte que escuches algo y me des tu
opinión», le dijo Platz a Tony Visconti, tal como este cuenta en
su autobiografía Bowie, Bolan and the Brooklyn Boy. «Se trata
de un álbum compuesto por un escritor con el que llevo algún
tiempo trabajando. Albergábamos la esperanza de que sirviera
para el teatro musical, pero el chaval se ha convertido en algo
bastante diferente desde que grabó este disco.»
Una voz única e inolvidable emanó de los altavoces.
«El fraseo y la sutileza son algo que cabría esperar de
alguien experimentado, o incluso de un cantante de cabaret.
Las canciones eran humorísticas y oscuras, sustentadas sobre
un fondo imaginativo… ¿Qué era eso? Escuché la mitad del
álbum y me percaté de que, pese a su tono repetitivo, me
gustaba.»
«Se llama David Bowie, tiene diecinueve años», apuntó
Platz (en realidad ya tenía veinte). «¿Te gustaría conocerlo?»
Solo cuando Visconti fue conducido a la habitación
contigua y se encontró allí a David, se dio cuenta de que
aquella cita había sido preparada.
«Me gustó de inmediato», dijo Tony.
La pareja se volvería inseparable. Ambos eran
tremendamente ambiciosos, pero todavía tenían todo por
hacer. David estaba fascinado por la música americana, sobre
todo por la de Little Richard. Visconti le devolvió el cumplido,
aludiendo a las actuaciones de los británicos. Los dos tenían
los mismos discos. Ambos eran apasionados de las películas
de arte y ensayo extranjeras y acordaron que irían juntos al
cine. En cuestión de días se hicieron colaboradores. En un
abrir y cerrar de ojos, se alojarían bajo el mismo techo.
Dana Gillespie no tenía ni idea de que David también se
acostaba con un hombre mientras se veía con ella. El tipo en
cuestión era Lindsay Kemp, un bailarín originario de
Liverpool nueve años mayor que David, quien se había
mudado a Londres para abrir su propia compañía de mimos.
David lo había conocido durante el Verano del Amor, cuando
asistió a una de las clases de danza que impartía Kemp en un
estudio de Covent Garden. También conoció a Natasha
Korniloff, una escenógrafa y diseñadora de moda que en un
futuro se encargaría de vestir a Bowie durante su gira mundial,
en 1978, y que sería la creadora del memorable disfraz de
Pierrot para el videoclip de «Ashes to Ashes».
En su desenfreno bisexual, David acabaría liado con ambos
—además de con el cantautor Lesley Duncan—. 3 Seguía,
siempre que podía, saliendo con Dana, y un año más tarde se
prendaría de la alumna de ballet Hermione Farthingale. Como
todo el mundo sabría tiempo después, una urdidura de
mentirijillas le conducían alegremente de cama en cama.
«A mí no me molestó», desdeña Dana. «Se enamoró
apasionadamente de Hermione, y tenía muchas ganas de que
yo la conociera. Por mí, bien, no era posesiva. También trajo a
Angie a verme al poco tiempo de conocerla. Me dijo que
Angie había estado cursando sus estudios en un colegio de
Suiza, como yo, y que era lista, divertida y descarada. “Te va a
gustar mucho”, comentó, y así fue. Las dos seguimos siendo
muy buenas amigas en la actualidad. La verdad es que David
me hizo pasar un mal rato allá por los ochenta, tras enterarse
de que yo seguía viéndome con ella. Su reacción me cogió por
sorpresa, pero no me impidió seguir quedando con Angie, por
supuesto. No había absolutamente ninguna razón para que yo
no pudiera seguir siendo amiga de ambos. Angie vino
directamente aquí [a la casa de Dana en Kensington], justo
después de salir de la casa de Gran Hermano. 4 Como ya he
dicho antes, mi objetivo no fue nunca una relación
monógama.»
Kemp se quedó impresionado con el disco de David
producido por Deram con su propio nombre, David Bowie,
lanzado el 1 de junio de 1967. David, no tanto.
«Parece que bebe un poco de todos sitios: del rock, del
vodevil y de la música de auditorio», diría él más adelante, sin
ni siquiera tratar de defender su trabajo. «Yo no sabía si era
Max Miller 5 o Elvis Presley.»
Kemp, con el tiempo, crearía una nueva función de danza
para celebrar la relación entre ellos. Lo llamó Pierrot in
Turquoise, y David hizo el papel de Cloud. Se estrenó en la
Oxford Playhouse aquel mes de diciembre, y saldrían de gira
con la obra.
Así llega 1968, con las noticias copadas por las revueltas
estudiantiles… Es hora de que David haga balance. El
mánager Ken Pitt opinaba que quizá Bowie había tomado la
dirección equivocada desde un punto de vista creativo y debía
reflexionar sobre si abandonar su carrera pop en favor del
cabaret. Tony Visconti desestimaría esta posibilidad de buenas
a primeras y se mostraría ansioso por iniciar nuevas
expediciones con David a su cargo. La compañía de The
Beatles llamada Apple Corps dio de lado a David. No superó
las audiciones para interpretar un papel en el musical Hair! ni
para el filme Los llamaban los soldados vírgenes, aunque para
este último sí conseguiría un puesto como figurante.
Casi sin blanca y sintiendo el aliento de su padre en el
cogote, buscó trabajo en una copistería londinense. También
dejó el piso de Ken Pitt en Manchester Square y se mudó a
otro en Clareville Grove, en Kensington, junto a la bailarina
Hermione Farthingale, a pocos minutos de la casa familiar de
Dana Gillespie. Con Hermione y el guitarrista Tony Hill,
formó el trío Turquoise. Tras una sola actuación, Hill dejó la
banda y fue sustituido por John Hutchinson, antiguo
compañero de David en The Buzz.
Tocaron las composiciones originales de David, con
fragmentos intercalados de Jacques Brel. En la actuación, al
artista se le vio gesticular y desplegar movimientos aprendidos
observando a Kemp. Tony Visconti llevó a cabo nuevos
intentos de grabación. Ken Pitt, gorra en mano, acudió a
Mickie Most, quien una vez había intuido un futuro
prometedor para George Underwood. El disco de David no
conmovería a Most. A David y a Hermione se les rompió el
amor. David regresó a casa con mamá y papá, a Plaistow
Grove.
En abril de 1969 su suerte cambió al conocer a Mary
Finnigan, una mujer de Mánchester. Con un matrimonio
fallido a sus espaldas, una mancha en su historial por posesión
de drogas —algo de lo que se resarció tras prestar servicios
sociales durante un corto periodo de tiempo—, una carrera
aparcada como periodista y dos hijos que mantener, Mary
buscaba empezar de cero. Finnigan, tras encontrar alojamiento
en casa de un amigo del burgués Beckenham, en Kent, cerca
de Bromley, la localidad natal de David, mientras buscaba una
nueva casa para su familia, se encontró una propiedad bastante
presentable y a buen precio en Foxgrove Road. Sus vecinos
del piso de arriba, Christine y Barry, tenían esos días a su
amigo David en casa como invitado. En una ocasión, Mary se
tumbó en el jardín a tomar el sol y a fumar cannabis mientras
David rasgaba su guitarra al otro lado de la ventana abierta de
los vecinos. En cuestión de horas, ella se estaba ofreciendo a
alojarlo. En cuestión de días, él, cargado con sus bártulos,
estaban llamando a su puerta.
«Esa fue la primera vez que escuché “Space Oddity”»,
relata Mary en sus elocuentes memorias Psychedelic Suburbia,
y «… también fue mi primer encuentro con un extraño
instrumento llamado estilófono… Su sonido está entre un
órgano y un motor a reacción, y resulta perfecto para una
canción melancólica sobre una misión especial que se tuerce.»
Pocos saben que el estilófono era una broma gastada por el
amigo de David, Marc Bolan.
El inquilino David «no tenía ni dinero ni bolos a la vista»,
pero a Mary no le importaba. Su sola presencia le infundía
ánimos. Antes de que le diera siquiera tiempo a pensar, ya
compartían cama.
«Me engatusaron su carisma, su encanto y su talento»,
admite esta amable dama, quien confiesa que, tras varios
meses de celibato, sencillamente se vio sobrepasada por
aquella criatura deseable, divertida y fascinante que se había
acomodado en su regazo. Sintió que se estaba enamorando.
Tenían bastante en común. Fue idea de David buscar un pub y
organizar unas veladas de folk para aliviar su desesperada
situación financiera. Una tarde-noche de un domingo de mayo
de 1969, pusieron a andar su folk club en la parte trasera del
pub Three Tuns, en la High Street de Beckenham. Dos
semanas más tarde, David presentó ante su público «Space
Oddity», y la hija de Mary, Caroline, lo acompañó al
estilófono.
Mary ya había comenzado a explorar el budismo tibetano
cuando David le anunció que había mantenido un encuentro
con el lama Chime Rinpoche 6 —pero solo por casualidad, tras
entrar a la carrera en la biblioteca de la Buddhist Society, en
Ecclestone Square, al suroeste de Londres, para resguardarse
de la lluvia—. Mary ya se había dado cuenta de que David era
un individuo con una mentalidad de todo o nada. Hiciera lo
que hiciese, se entregaba de corazón y prestaba siempre la
máxima atención. Y cuando algo tocaba a su fin, él lo daba por
zanjado y punto.
La relación amorosa entre ellos fue efímera —en primer
lugar, porque David se acostaba con otras dos personas al
mismo tiempo—. A imitación de su relación a tres con
Lindsay Kemp y Natasha Korniloff, David estaba ahora liado
con un tipo de la Mercury Records A&R, Calvin Mark Lee, un
llamativo chino-estadounidense con el cual compartía a Mary
Angela Barnett: la chica más sensacional sobre la faz de la
Tierra.
Angie era hermosa, mandona, estrafalaria y lista. Era
ingeniosa, talentosa y alocada. Era una norteamericana
desinhibida que se había criado en Chipre, que hablaba francés
de manera fluida, hija de un coronel y que había pasado por un
exclusivo colegio privado femenino de Suiza, institución que
se conoce como Finishing School. Con dieciocho años, fue
enviada a los Estados Unidos para iniciar sus estudios
universitarios, aunque parece ser que fue expulsada por
mantener una relación lésbica. Más tarde, ya como sofisticada
estudiante de marketing en la Kingston Polytechnic, fue
domesticada y se convirtió en una fina costurera y magnífica
cocinera, capaz de ingeniárselas para elaborar una cena de tres
platos a partir de una nevera vacía. Exuberante, histriónica y
descaradamente bisexual, nunca aceptó un no por respuesta.
Fue crucial su edad: tenía diecinueve años, diez menos que
Mary. Se alojaba en un piso de Londres que compartía con el
artista Tim Goffe y el DJ Bob Harris, a donde David acudía
con regularidad.
La misma noche que Angie y David fueron presentados en
un club por Calvin Mark Lee, durmieron juntos en uno de los
dos lugares citados a continuación… Según la versión de
Angie, sucedió después de una velada en el Speakeasy. «Era la
noche en que la banda King Crimson celebraba su nuevo
contrato de grabación, y Donovan se levantó y se puso a cantar
canciones de Buddy Holly con ellos. David volvió a mi cuarto
sobre el Nomad Travel Club de Paddington». No obstante,
Tony Visconti insiste en que su debut carnal tuvo lugar sobre
unos almohadones echados en el suelo de su apartamento de
una sola habitación.
Sea como fuere, Angie y Tony tenían más cosas en común
de lo que hasta el momento sabían. Ambos iban a convertirse
en ayudantes y conseguidores de David. Mary se quedó de
piedra al descubrir, años después, que David había estado
viéndose con Angie durante todo el tiempo que vivió con ella.
Angie entró como quien no quiere la cosa en casa de Mary,
para entonces una «corte del rey David» con su flujo constante
de visitas jipis que llegaban con la misma facilidad que se
iban.
«Él era delgado, de tez pálida y aspecto un tanto extraño»,
recuerda Angie. «Era un chico de clase media que quería ser
una estrella del rock. David tenía talento pero necesitaba
centrarse. Tenía novias a raudales e incluso, por entonces,
novios. Pero cuando aparecía yo, se daba cuenta de que
delante tenía a alguien que podía ayudarle a alcanzar el
siguiente nivel.»
En un inquietante eco del comportamiento que en el pasado
había tenido su futura suegra, Peggy Jones —quien se había
mudado a casa de Hilda Jones junto a su futuro marido, John,
el padre de David, mientras este seguía casado con Hilda—,
Angie demostró ser un eje fijo de gran solidez. Mary Finnigan
apenas sabía qué le había dado, asumió su derrota y durante
meses no hizo otra cosa que llorar hasta quedarse sin fuerzas.
Perturbada por la crueldad de David, mas también intrigada,
incluso llegó a permitir que Angie la sedujera una noche. La
Tierra dejó de girar.
Tras despegar el movimiento de corte experimental Arts
Lab en todo el país, Mary sugirió un relanzamiento del club de
folk como el Beckenham Arts Lab. Su idea no tardó en
ponerse en marcha, con el atractivo reclamo de Lionel Bart,
Rick Wakeman y Peter Frampton. El músico Noel Brown
recuerda haber tocado allí: «La primera vez que vi a David fue
en el Beckenham Recreation Ground, en donde había
organizado un festival al aire libre con diversos grupos y
solistas, entre ellos yo 7 . Me dijo que se ocupaba de organizar
cada noche de domingo una velada festiva en el Three Tuns, y
que le gustaría que yo tocara. El Arts Lab era un espacio
magnífico, en donde actuaba todo tipo de gente, incluidos The
Strawbs, Keith Christmas, Marc Bolan, Mick Ronson y David
en persona. Al final, acabé yendo muchas veces, con un amigo
bajista. Nos iba bien. Una noche, David, Mick, Trevor Bolder
y Woody Woodmansey («Weird and Gilly», los futuros
miembros de The Spiders) hicieron una versión bestial de
“Heartbreak Hotel” y de otros temas que yo no conocía de
David. En otra ocasión, se presentó con Peter Frampton,
ambos con sendas guitarras acústicas, y con Andy Bown 8 al
contrabajo. De nuevo, lo había birlado todo menos el
mobiliario, y todos vivimos una noche estupenda.»
Cuando David y Angie se trasladaron a la vuelta de la
esquina aquel octubre, a la mansión gótica con torreón
incluido conocida como Haddon Hall, las visitas de Noel se
convirtieron en una constante.
«David y yo manteníamos algunas charlas interesantes, en
las que lo mismo hablábamos de Stan Laurel que de Jean-Paul
Sartre, Little Richard u otros. Incluso una noche lo acompañé
a un par de actuaciones en solitario, en Gravesend y en
Chatham, en donde vi a Angie entrometerse en una pelea
desatada entre el tumulto. Ella se fue directa a los dos púgiles
y, tras recriminarles que hubieran interrumpido la actuación de
David, le arreó al más grandullón un único puñetazo que
ninguno de los allí presentes ni siquiera vimos venir. Produjo
el efecto deseado y el resto de la velada transcurrió con
placidez.»
Angie, sin embargo, guarda un recuerdo distinto del
incidente. «Me temo que esa historia no es cierta», me dijo en
agosto de 2016. «Es posible que me dirigiera con palabras
duras a algunas personas por arrojar cigarrillos al escenario.
Pero nunca le pegaría a nadie.»
«Después, David y Angie metieron su guitarra y su equipo
de sonido en un Fiat 500 y pusimos rumbo de vuelta a Haddon
Hall, para tomar café», prosigue Noel.
«La última vez que vi a David fue cuando tocó en las
dependencias del Wallington Public Hall con The Spiders from
Mars, y era evidente que se encaminaba hacia cosas mucho
más grandes. El recuerdo que tengo de él es que siempre
estaba sonriendo y que era muy buen tipo.»
«Nuestro guitarrista, Mick Wayne, le habló a David de
nuestra banda, Junior’s Eyes», comenta Tim Renwick 9 , «y
algunos de nosotros recibimos una oferta para tocar en futuras
sesiones de grabación que produciría el joven Tony Visconti,
recién llegado de los Estados Unidos. Yo acabé aportando mi
guitarra para un puñado de canciones, y la flauta dulce para
otra, con Tony —que también sabía tocarla, ¡para mi gran
sorpresa!—. Aquellas canciones no tenían nada que ver con
“Space Oddity”; el tema eran los ligues del pasado, los
festivales de música folk y cosas por el estilo.»
(Eran «Letter to Hermione», «An Occasional Dream»,
«Cygnet Committee» —para muchos, las «primeras obras
maestras» de David—, «Janine», que quizá haga referencia a
la que por entonces era la novia de George Underwood, el
tema entre budista y heavy «Wild Eyed Boy from Freecloud»
y «Memory of a Free Festival», en donde las voces de fondo
las ponen el DJ Bob Harris, su primera mujer, llamada Sue, y
Marc Bolan.)
«Digamos que era una colección de temas curiosos,
interesantes y poco convencionales. Recuerdo que me sentí un
tanto confuso por la versatilidad musical de David. No
conseguía calarlo. Sabía que su etapa de formación se había
fraguado entre estudios de mímica y la gestión del folk club, y
recuerdo haberlo visto salir por televisión con su antiguo
grupo, Davy Jones and the Manish Boys —proclives a
interpretar temas de blues—. Por entonces, debía de tener unos
quince años, y era bastante guapo.»
Tim se llevaba de maravilla con David y disfrutaba de cada
momento del proceso de grabación —gran parte del cual, dice,
era grabación en directo—: «Tenía carta blanca para tocar lo
que se me pasara por la cabeza. David parecía bastante frágil
durante aquellas sesiones. En una ocasión, mientras mezclaba
algunas voces, se vino abajo por culpa de una letra que tenía
un significado especial para él. Tuvo que tomarse un descanso
y postergar aquella tarea. Me llamó mucho la atención su
vulnerabilidad —algo que muy rara vez se presenciaba—. Se
debía a que su padre acababa de morir.»
El padre de David, John, cayó gravemente enfermo,
afectado de una neumonía segmentaria, a principios de agosto
de 1969, mientras David estaba lejos, acompañado por Ken
Pitt, participando en festivales de la canción en Italia y Malta.
A su vuelta, visitó a su padre para mostrarle sus premios. Dos
días después, el 5 de agosto, John murió mientras David se
encontraba en el estudio.
«David les pediría más tarde a los miembros de la banda
Junior’s Eyes que le acompañasen como músicos de apoyo en
unas actuaciones en directo que había planeado», relata Tim.
«Estábamos encantados. Creo que lo que quería era poner a
prueba su nuevo personaje sobre el escenario en una situación
de música en directo que no atraería excesiva atención, ya que
las paradas previstas eran sobre todo en Escocia —en una serie
bastante heterogénea de recintos, dicho sea de paso—. En
cierto sitio, había colocado un tamiz metálico en el escenario.
Se nos dijo: “Si le gustáis al público, puede que os tiren
cosas”. No paraba de preguntarme qué pasaría si… ¡no les
gustaba el show! Pues bien, la respuesta del respetable fue
bastante tibia, la verdad. Un amago de interés por “Space
Oddity” y para de contar.
»David parecía incómodo y molesto con todo aquel
tinglado, que nada tenía que ver con el ambiente de su
adorable folk club. La gira concluyó con unas grabaciones
radiofónicas en las oficinas de la BBC en Londres y con un
espectáculo ofrecido en la sala de conciertos The Purcell
Room, en South Bank, que transcurrió con normalidad. ¡Me
acuerdo de que David estaba nerviosísimo! Tomamos caminos
distintos después de aquella aventura. No mucho después, mi
grupo se deshizo. Nuestro líder, Mick Wayne, no podía seguir
yéndose de gira por razones de salud, y los demás estábamos
bastante quemados después de tanto viaje, sobre todo fuera de
Gran Bretaña. Cada cosa tiene su momento.»
Las estrellas se alinearon. Con la misión lunar Apollo 11 llegó
el gran éxito, cuando David fue capaz de plasmar el espíritu de
la época en «Space Oddity». Lanzado el 11 de julio de 1969, el
sencillo había sido grabado el 20 de junio en los estudios
Trident de St Anne’s Court, en el Soho, en donde el guitarrista
Tim Renwick había conocido a David.
«Para mí las sesiones de trabajo era relativamente nuevas,
de modo que probablemente me mostré muy nervioso», apunta
Tim. «El nombre de Mick Wayne [ya fallecido] estaba anotado
para tocar en la grabación de “Space Oddity”, tema producido
por Gus Dudgeon» (después de que Tony Visconti hubiera
rechazado hacerlo por considerar que se trataba de una
novedad que solo buscaba, y sin el menor reparo, hacer caja
con el tema del inminente aterrizaje lunar).
«Recuerdo que David nos dijo que todo había salido muy
bien, pero que a él se le había roto una cuerda mientras le
agregaba sonido al solo. Para advertir a la sala de control de
aquel molesto incidente, desafinó la sexta cuerda, un mi…, lo
cual gustó tanto que aquel solo se guardó íntegro, ¡incluida la
cuerda desafinada!»
Aquella histórica grabación también contó con Herbie
Flowers al bajo y con Terry Cox a la batería. Al mellotron
estaba el flamante veinteañero Rick Wakeman, un talentoso
pupilo de la Royal College of Music que ejercía como pianista
de sesiones a tiempo completo, además de como teclista 10 .
Pocos sintieron mayor alivio por el éxito cosechado por
«Space Oddity» que el escritor de Melody Maker Chris Welch,
que llevaba años siendo un firme defensor de la causa de
David. La entrevista que hicieron para celebrarlo se convirtió
en un pintoresco intercambio de opiniones sobre el
movimiento Arts Lab y culminó con una declaración de
impacto: David, después de todo, no se consideraba intérprete.
Pues bien, esto es lo que dijo entonces:
«Soy escritor… Lo cierto es que no me gustaría hacer de la
canción un trabajo a tiempo completo», comentó en aquella
entrevista de 1969 para Melody Maker. «El disco está
inspirado en gran medida en la película 2001: Una odisea
espacial. Es una mezcla entre Salvador Dalí, 2001 y los Bee
Gees. La verdad, es solo un disco que entretiene mucho a la
gente.»
En vísperas de la Navidad de 1969, Tony Visconti y su novia,
Liz Hartley, se unieron a David y a Angie en el enorme y
aparentemente hechizado apartamento de Haddon Hall. La
idea había sido crear una comuna de artistas, acorde con el
espíritu de la época. Pero en realidad todo giraba en torno a
David. Tony y Liz estaban contentos de sumarse; la imponente
mansión victoriana estaba convenientemente situada a escasos
diez minutos de marcha hasta Beckenham Junction, de donde
salen de forma regular trenes rápidos hacia la capital. Uno tras
otro, los músicos se fueron aproximando, como si de un juego
de imanes se tratara, al excéntrico «Camelot» 11 de David,
tomando posiciones en los colchones extendidos a lo largo de
la galería de ornamentación trovadoresca tras unas exquisitas
vidrieras.
«Visité el hogar de David y Angie cuando trabajaba de
fotógrafa para el Beckenham Record», rememora Hy Money,
la madre de mi amiga Lisa de la escuela de primaria.
«Cuando puse un pie en el interior, fue como si penetrase
en la cueva de Aladino. Todo era colorido y brillante. Las
paredes del salón eran de una tonalidad verde botella, y sobre
las sillas había dispuestos unos cojines de terciopelo rojo que
la propia Angie había confeccionado. La mansión era cálida y
despedía un aroma agradable, con un marcado ambiente
navideño. La chimenea estaba encendida. Me dirigí al cuarto
de David, que lucía unas femeninas paredes rosas, y allí estaba
él. Qué alto era. Por aquel entonces yo no tenía flash para la
cámara, de modo que tuve que ingeniármelas para
fotografiarlo con luz natural. Me acuerdo de que los techos
estaban pintados de un color plata metálico, motivo por el cual
se creaban unos reflejos lumínicos bastante curiosos.»
Como ella misma admite, Hy era un ama de casa de West
Wickham de treinta y tantos años que sufría abusos en el seno
de su matrimonio, y que tenía «diferentes cosas por las que
preocuparse».
¿Se sentía intimidada por David?
«Ni mucho menos. Puede que suene estúpido, pero esa
experiencia tuvo algo de transformación para mí. De pronto,
ya no me sentía como una inadaptada. Sabía que no era “rara”,
“extraña” o “poco común”, como me habían hecho creer,
sobre todo mi marido y algunas de las demás madres que
esperaban a la puerta de la escuela. Me sentía como en casa.
La morada de David y Angie era igual que mi casa en las
noches de bullicio. La música, la atmósfera, los colores, el
sitar indio. Gente sentada en corro y tocando la guitarra,
cantando, bromeando, relajada. Conocerlos a ellos y a sus
amigos aquel día fue un chute de confianza. Confirmó mi
amor por la música improvisada y en directo, en detrimento de
la música grabada, la televisión y la radio. Me había criado en
la India, sin esa clase de artilugios tecnológicos. Allí hacíamos
nuestra propia música. Lo que vi en Haddon Hall era
exactamente lo que había visto durante mi infancia.»
¿Qué impresión guarda de David?
«Que era mi alma gemela», comenta con hablar quedo.
«No quisiera que sonase pomposo, pero es cierto. Yo llevaba
mucho tiempo tocando el piano, pero acababa de descubrir la
guitarra. Lo que él hacía era algo a lo que aspirar. Yo no era
más que otra persona que aparecía por allí. Una de tantas. Una
intrusa. Siendo francos, no se me había perdido nada en aquel
sitio. Pero él no fue grosero conmigo. Me trató con respeto.
Aquel encuentro me aportó mucho más a mí que a él, soy
perfectamente consciente. Pero él en ningún momento hizo
nada para que yo sintiera que era “menos que él”. A veces se
forma un témpano de hielo entre un hombre joven y una mujer
más mayor. Como si a una la ridiculizasen. Yo en él no percibí
nada de eso. Actuó con buenos modales y se mostró acogedor.
Había empatía. Lo percibí al instante.
»Conocerle me cambió. Por él, dejé de pensar en el futuro y
me centré únicamente en el ahora. Comparado conmigo,
David no era más que un niño; sin embargo, parecía un alma
añeja: tenía una misión y una perspectiva muy amplia acerca
de la vida. Es eso lo que diferencia a unos pocos de la gran
mayoría, ¿no es verdad? A mí no me sorprendió lo más
mínimo que se convirtiera en una gran estrella.»
A principios de 1970, David comenzó a actuar rodeado de una
nueva formación: Tony Visconti, el batería de Junior’s Eyes,
John Cambridge, y su guitarrista, Tim Renwick.
«Eso era The Hype, el siguiente proyecto de David»,
recuerda Renwick.
Todos en la banda tenían que disfrazarse.
«Visconti insistió en llevar puesto un traje de Superman
sobre el escenario —¡qué vergüenza!—. Yo no duré más allá
de una actuación en el Marquee Club. Mick Ronson, un amigo
de la localidad natal de John Cambridge, Hull, me reemplazó.
Eso fue lo más cerca que estuve de convertirme en un Spider
from Mars. No me apenaba, la verdad; el tema de los disfraces
no era santo de mi devoción, cómo iba a serlo… si soy un
viejo jipi. ¡Me parecía una cortada de rollo! Pero sí sentí celos
cuando vi a David y a Ronson juntos en la portada del Melody
Maker, aunque se me pasó pronto.
»Fui de visita a Haddon Hall con la que por entonces era mi
novia, Linda Russell, hermana del fotógrafo Ethan Russell, 12
tras birlársela a Jackie Lomax después de dejar su grupo un
año antes. Haddon Hall era un sitio grande y bastante
fantasmagórico. Debo decir que nos asustaba un poco el
interés de Angie por Linda, ¡parecía querer ir más allá de la
mera amistad!»
El 20 de marzo de 1970, tras haber hecho un trío la noche
anterior con una amiga mutua del norte de Londres, lo que les
hizo llegar tarde a su propia boda, David y Angie se casaron
en el registro civil de Bromley (no en Beckenham, como a
menudo se escribe). Se trató de un trámite rápido, sencillo y un
tanto deslavazado. No se había invitado a ningún pariente, ni
siquiera a la madre de David. Peggy, al enterarse, se
estremeció, dispuesta, llegado el momento, a robar el boli para
escribir «no invitada» en el registro.
«Yo no fui», comenta George Underwood. «Pero él sí vino
a mi boda cuando me casé con Birgit al año siguiente. Sé que
lo hizo. ¡Aparece en las fotos! Nunca comprendí por qué se
casó con Angie. Su relación no era convencional en ningún
sentido. Pero debo reconocer lo mucho que ella ayudó a David
durante aquellos años —sobre todo cuando se trató de
confeccionar el personaje de Ziggy—. Ella se ocupó de crear
todo su vestuario, además de muchas otras cosas.
»Básicamente, David se tiraba todo lo que se movía durante
todo el tiempo que duró su matrimonio —y ella le iba a la zaga
—. Pero tengo la impresión de que Angie solo lo hacía porque
él lo había hecho primero. Si no puedes con tu enemigo, únete
a él…, algo así. No iba a permitir que David la humillara. Era
difícil que no le afectara de algún modo. Recuerdo que una
noche en Haddon Hall había una hermosa modelo a la que yo
estaba tratando de seducir. David se giró hacia mí y me dijo:
“¿Te quedas a dormir?” La cosa acabó con los cuatro metidos
en la cama de David y Angie —la primera y única vez que
dormí con él—. Pero para mí no era un plato de gusto. No era
de mi agrado. Angie pronto se dio cuenta. “La diferencia entre
David y tú”, dijo con una sonrisa de oreja a oreja, “es que tus
pelotas sí están conectadas con tu cerebro”.»
Por su parte, Angie sabía bien que el voto de «fidelidad» no
tenía la menor posibilidad de salir airoso. Aprovechar el sexo
«para obtener lo que quería» era justamente lo que David
hacía.
«Decir que no le gustaba es como decir que Picasso no era
misógino», declaró Angie ante la prensa después de abandonar
la casa del televisivo Celebrity Big Brother emitido por
Channel 5. «Picasso era así, pero eso no le resta un ápice de
talento ni le quita valor a su arte. Lo mismo sucede con David.
Se valía del sexo para cautivar, de manera que la gente le
amara, hiciera cosas por él y trabajara para promocionarlo. En
juego estaba el egoísmo puro y duro de quien quiere triunfar.
Es preciso servirse de la moneda de cambio que uno tiene a su
alcance, y para él esa moneda es su sexualidad; bueno, lo era,
de acuerdo.
»David no era buen marido. Pero aquellos primeros años
juntos fueron dulces y divertidos.»
En una entrevista en exclusiva que Angie concedió a mi
amiga Caroline Graham en los Estados Unidos en agosto de
2009, y que aceptó sin obtener a cambio remuneración alguna,
admitió la verdadera razón de ser de su matrimonio:
«De otro modo, me habrían deportado», se expresó con
franqueza. «Nos casamos porque yo era una estadounidense
que necesitaba quedarse en Londres, y él era un británico en
situación de debilidad que necesitaba echar algunas puertas
abajo y convertirse en una estrella.»
Pese al éxito de «Space Oddity», pasarían más de dos años
antes de que David lograse otro hit en el Reino Unido. «The
Prettiest Star» y «London Bye Ta Ta», grabados en enero de
1970, aspiraban a tomar el relevo. El líder de T. Rex era el
guitarrista del primero de esos dos temas, que fue elegido para
ser lanzado al mercado el 6 de marzo de 1970 con la idea de
que fuera un éxito seguro (tres años más tarde volverían sobre
él para el disco Aladdin Sane, en esa ocasión sin Marc). Por
otro lado, el reinado grandioso aunque fugaz de Bolan todavía
no había dado comienzo. El primer éxito de su rival, «Ride a
White Swan», no saldría a la venta hasta octubre de aquel año,
y hasta once semanas después no lograría auparse hasta el
segundo puesto de las listas, el 23 de enero de 1971. Del
material restante que habrían de grabar juntos, «The Prettiest
Star» fue el único tema Bolan-Bowie que saldría al mercado.
Fue el fotógrafo Mick Rock, ahora mundialmente famoso por
sus trabajos con Bowie, Syd Barrett, Queen y otros, quien
describió a Bolan como «el Juan Bautista del mesías Bowie».
Era bueno, pero la cosa era algo más complicada que eso.
«Cuando uno echa la vista atrás, se percata de que el
solapamiento entre Bolan y Bowie tenía bastante de
extraordinario», comenta el presentador musical Bob Harris,
quien fue muy cercano a ambos artistas. «Ambos grabaron en
los estudios Trident, trabajaban con el mismo productor,
acudían a las sesiones el uno del otro. Su interés era mutuo,
con independencia de lo que se pueda haber dicho o escrito.»
El elemental pero afable Mick Ronson, un guitarrista nato
que antes había pertenecido a la formación originaria de Hull
The Rats, se había instalado como «juglar de cabecera» en
Haddon Hall —«De Hull al cielo», como diría en broma
tiempo después—. 13 El batería Woody Woodmansey pronto le
seguiría. Once días después de contraer matrimonio con
Angie, David despidió a su desconcertado mánager Ken Pitt,
que nunca lo superó. Ni David ni Angie tenían la paciencia
suficiente para aceptar el tiempo que les estaba llevando
convertirse en la sensación del momento. Ansiaban un enfoque
más centrado y profesional. Hacía falta un cambio en la
estructura del personal.
Se pusieron en marcha, entre sesiones de grabación y
actuaciones, con Angie en el papel de chef, fregadora de
cacharros, planchacamisas, diseñadora, técnica de luces,
coordinadora, guardia de seguridad, promotora y mánager de
ocasión. La mayoría de los temas previstos para el nuevo disco
del artista, The Man Who Sold the World, que saldría al
mercado en noviembre de 1970, fueron escritos sobre la
marcha por un distraído David, mientras Visconti, frustrado, se
resignaba a tomar asiento y a tirarse de los pelos. La situación
se había complicado. Angie tenía un bombo.
Mientras tanto, fuera, en el paseo central de acceso a
Haddon Hall, acechaban dos compañeros de escuela.

1. En el Reino Unido, 1967 también pasó a la historia como el año en que el


contacto homosexual entre varones mayores de 21 años fue despenalizado. Las
cosas pintaban bastante distinto en Estados Unidos. Illinois se había convertido en
el primero de sus estados en eliminar las multas por «sodomía consensuada» de su
código penal en 1962. Los restantes estados tardarían todavía diez años en ponerse
al día. En 1969, se desencadenaron los conocidos como Disturbios de Stonewall en
que se vio inmersa la comunidad LGBT de la ciudad de Nueva York, que
supusieron un punto de inflexión para el movimiento de liberación gay. En 2002,
treinta y seis de los cincuenta estados dejaron sin efecto sus leyes de sodomía. Con
todo, en la legislación de Luisiana todavía persisten leyes contrarias a la cópula
entre personas del mismo sexo.
2. El primer grupo de éxito de Keith Emerson, cuya música se engloba bajo la
etiqueta de «rock progresivo inglés», se formó para servir de apoyo a la cantante de
soul P. P. Arnold, famosa por sus grandes temas «The First Cut Is the Deepest»
(compuesto por Cat Stevens) y la cover del «Angel of the Morning» de Chip
Taylor. La versión que Pat hizo de esta última canción la produjo el
mánager/productor de los Stones, Andrew Loog Oldham. Las letras dieron pie a
una célebre confusión producida por la homofonía: «Just call me angel of the
morning, angel / Just smash my teeth before you leave me, baby…»; ese smash my
teeth (rómpeme los dientes) que parece sonar en el estribillo, en verdad es touch my
cheek (acaríciame la mejilla). Keith Emerson dejó The Nice a principios de los
setenta para formar la banda Emerson, Lake & Palmer. De manera trágica, acabó
con su vida en marzo de 2016.
3. La solitaria Duncan fue conocida sobre todo como compositora del tema «Love
Song», versionado por más de 150 artistas, incluido Bowie. La artista trabajó junto
a Elton John y a Scott Walker. Su segunda voz es un elemento central del álbum de
Pink Floyd de 1973 The Dark Side of the Moon. En 1997 trazaría una línea y
dejaría atrás su pasado musical para mudarse a Mull (Escocia) y convertirse en
jardinera. Murió de una enfermedad cerebrovascular en marzo de 2010, con 66
años. Se esperaba que David asistiera a su funeral en tierras escocesas, pero no lo
hizo.
4. En enero de 2016, Angie fue una de las concursantes del programa de Channel 5
Celebrity Big Brother. Durante su estancia en la casa, se enteró de que su exmarido
David Bowie había muerto víctima del cáncer. Algunos de sus compañeros en la
casa malinterpretaron su frase: «¡Se ha muerto David!», y creyeron que se refería a
otro de los concursantes, así que dieron por muerto al productor y empresario
teatral David Gest, de 62 años. Se armó la marimorena cuando descubrieron que
Gest tan solo estaba enfermo, guardando cama. Angie dejó la casa días después,
tras abonar una sanción por valor de 200.000 £. Un cruel giro del destino quiso que
también Gest falleciera, fuera de la casa, unas semanas más tarde, el 12 de abril de
2016. Tenía 62 años.
5. Max Miller fue un cómico «osado» que dominó la escena británica entre los años
treinta y cincuenta del siglo XX.
6. Chime (que rima con «Jimmy») se convirtió en el profesor de meditación de
David, así como en su mentor e íntimo amigo. También trabó amistad con Tony
Visconti, por medio del cual se mantuvo al día de la evolución de David.
7. El Beckenham Free Festival, el sábado 16 de agosto de 1969, en donde Angie se
ocupaba de la barbacoa.
8. Miembro de The Herd, Judas Jump y Status Quo.
9. Reputado guitarrista de sesión que se asocia con Junior’s Eyes, los Sutherland
Brothers & Quiver, Elton John, Al Stewart y Pink Floyd…, con quienes fue al
colegio.
10. Rick Wakeman también grabó sesiones para Junior’s Eyes, T. Rex, Elton John y
Cat Stevens. Famosa es su composición e interpretación de las partes para piano del
tema «Morning Has Broken». De ahí pasaría a ser conocido por su pertenencia a la
banda de rock progresivo Yes.
11. En origen, el mitológico castillo y la corte del rey Arturo, desde donde este
gobernaba su reino, así como el lugar de reunión de los caballeros de la Mesa
Redonda. Por otro lado, Camelot también fue una manera de referirse el breve
periodo de principios de la década de los sesenta en que el presidente
estadounidense John F. Kennedy ocupó la presidencia.
12. El fotógrafo y director de videos musicales norteamericano Ethan Russell fue el
único fotógrafo de rock al que se encomendaron portadas de álbumes para The
Beatles, The Rolling Stones y The Who. En la gira americana de los Stones en
1969, formó parte del equipo y suyas son algunas de las imágenes que con el
tiempo se han convertido en clásicos. Es asimismo el autor de los retratos de los
Beatles para el álbum Let It Be; junto a Monty Fresco del Daily Mirror (quien
durante mucho tiempo fue colega del padre de la autora) y el asistente de los
Beatles Mal Evans. Russell fue uno de los tres únicos fotógrafos que tuvieron
acceso a la última sesión oficial de fotos de la banda en agosto de 1969. Para el
grupo The Who, hizo la imagen de portada de Who’s Next (1971) y suyas son las
imágenes del libro que acompaña al disco Quadrophenia (1973). Fue productor y
realizador de películas para un gran número de artistas, incluyendo a Joni Mitchell,
John Lennon y Yoko Ono y Paul Simon.
13. Heaven and Hull habría de convertirse en el título del último álbum en solitario
de «Ronno», lanzado de manera póstuma en 1994. En él aparecían Bowie, Ian
Hunter de Mott the Hoople, John Mellencamp y Chrissie Hynde. La pista «All the
Young Dudes» se extrajo de la grabación en directo del concierto tributo a Freddie
Mercury en el estadio de Wembley en 1992, en donde Ronson tocó a pesar de estar
grave e irremisiblemente enfermo de cáncer. Emitido para setenta y seis países, con
una audiencia estimada de más de mil millones de personas, sería el último bolo de
Ronson, que murió en 1993.
6
1970-1971

En 1970, David Bowie era simplemente uno de tantos. Hacia


finales de 1971, sus detractores tendrían que comerse sus
palabras. Ese año supuso, en muchos aspectos, un punto de
inflexión para él, su annus mirabilis. Fue entonces cuando
realizó su crucial primer viaje a los Estados Unidos,
engalanado con un vestido, para promocionar su sugerente
álbum The Man Who Sold the World… y se enamoró de
América, y abrazó los beaux idéals de Andy Warhol, Lou
Reed e Iggy Pop; grabó y lanzó Hunky Dory; creó The Rise
and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars; y
concibió algunas de las mejores canciones que escribiría
nunca. Y con tan solo veinticuatro años, sucedió lo último para
lo que estaba preparado… se convirtió en padre.
Muchos recordarán que se vendió la idea de Tony Defries
como hombre guía de Bowie. El inexorable londinense de
clase obrera y padres ruso-ibéricos, antiguo pasante, siempre
pendiente de alcanzar el éxito y que había dedicado años a la
búsqueda de un catalizador, esto es, un artista innovador a
través del cual canalizar su propia ambición. Extravagante,
fumador de puros, de cabello alborotado, pontificador, Defries
era solo tres años y medio mayor que David, y se imaginaba a
sí mismo como mánager a la manera del coronel Tom
Parker. 14 De hecho, llegó a declarar que, para él, el ejemplo a
seguir era aquel oportunista natural de los Países Bajos que
había conducido a Elvis Presley hasta la estratosfera.
A menudo se dice que Defries incluso llevaba consigo un
ejemplar de las memorias del coronel como libro-guía siempre
a mano, pero lo cierto es que Tom Parker nunca escribió tal
cosa. Si Defries se refirió a algún libro, probablemente fuese al
reciente y revelador Elvis: A Biography, del autor
norteamericano Jerry Hopkins, en donde salen a la luz muchas
de las actividades del coronel Tom Parker. En lo que
respectaba a David, la asociación con un advenedizo que
aspiraba a emular el éxito del hombre de confianza del Rey,
estaba llamada a materializarse.
«Elvis era para mí un héroe de primer nivel», diría en 1996.
«Probablemente fui bastante estúpido al creer que el hecho de
cumplir años el mismo día que él tenía un significado especial.
Fui allí [a Nueva York] a pasar un fin de semana largo.
Recuerdo que fui directo desde el aeropuerto y que llegué,
caminando, muy tarde, al Madison Square Garden. Fui vestido
con las ropas de Ziggy y ocupé unas butacas muy buenas en el
patio central. Todos los allí congregados se giraron a
observarme y me sentí como un completo idiota. Llevaba el
pelo de un rojo muy vivo, un enorme y acolchado traje
espacial y aquellas botas rojas de grandes suelas negras. Ojalá
hubiera asistido a algo tranquilo, pero no debí de captarlo bien.
Él estaba a lo suyo.»
Defries volcó sus aspiraciones legales en el mundo del
espectáculo y se enroló en una compañía de representación
llamada Gem, gestionada por el antiguo contable y abogado
Laurence Myers.
«Fue ahí a donde yo llegué», señala Anya Wilson.
La intrépida publicista 15 , una de las primera mujeres en el
mundillo, era empleada de Gem. La empresa trabajaba con
productores y escritores, incluidos Lionel Bart, Tony
Macaulay 16 y Tony Visconti. Sus oficinas estaban ubicadas en
la Regent Street de Londres, y Paul Raven [el futuro Gary
Glitter, hoy un pedófilo convicto] era el «chico del té».
«Hacías contactos en la BBC —que por entonces era lo
único que importaba— y tratabas con productores», explica.
«Había que asistir semanalmente a reuniones con ellos para
que pusieran tus discos. Había un grado de competitividad
altísimo. Yo era honesta. Cuando me preguntaban si un
determinado disco tenía posibilidades de convertirse en un
éxito, yo les decía lo que pensaba de verdad. Los productores
respetaban mi opinión. Tony Visconti y yo nos habíamos
hecho buenos amigos a partir de nuestra conexión con Gem.
Una de las primeras cosas en las que reparé con respecto a
David fue en que, cuando está contigo, te presta toda su
atención», apunta Anya, empleando verbos en presente.
«Aquello era muy especial, y él siempre ha sido así. No era de
esos tipos que se te plantan delante y con un ojo te miran y con
el otro están atentos a lo que pasa por encima de tu hombro,
buscando a alguien más interesante al que atrapar. Mi relación
con él era profesional y de mutuo respeto. Pero nos
gustábamos.
»Lo conocí en las oficinas de Gem. Laurence Myers me
había contratado y había traído a Tony Defries en calidad de
socio. David entró con Angela. Cogidos de la mano, daban la
impresión de ser una pareja de jipis. No llevaban mucho de
casados y parecían tener una unión increíble. Nos presentaron
y me dijeron que trabajaría con ellos. Siempre se mencionaba
así: “ellos”, no “él”. Comparado con ellos, supongo que mi
aspecto resultaba ciertamente corporativo; “corporativo” en
una empresa de representación y gestión de rock, significa
llevar… ¡plataformas y una minifalda!
»Se me asignó la promoción de David, y grabamos un par
de sencillos: “Memory of a Free Festival” [lanzado el 12 de
junio de 1970] y “Holy Holy” 17 [que saldría el 15 de enero de
1971]. No creo haber conocido nunca a alguien tan entusiasta,
tan creativo en todos los sentidos. Sabía exactamente lo que
quería y se inspiraba en absolutamente todo lo que se cruzara
en su camino. Con frecuencia se le ha acusado de plagio, de
robar ideas de otras personas», concuerda Anya.
«Si así fuera, el uso que él le habría dado a esas ideas y la
manera en que lo habría hecho se tornaría en una fuerza
creadora independiente. Estaría muy lejos de lo que se
entiende por “afanar”. De hecho, en ese sentido se mostraba
muy abierto y se consideraba a sí mismo “un ladrón con muy
buen gusto” de la creatividad de otros.»
Es una delgada línea la que separa inspiración de plagio.
David se sinceró acerca de su tendencia al hurto en una
magnífica entrevista con Cameron Crowe para la revista
Playboy en 1976, al comentar: «Mick Jagger, por ejemplo,
tiene miedo a entrar en la misma habitación que yo con una
simple idea en mente. Sabe que se la acabaré birlando.»
Musicalmente hablando, David se aprovechó de muchos:
desde Jacques Brel, Kurt Weill, Chuck Berry o Elvis Presley,
pasando por Little Richard, Andy Warhol, Bob Dylan, Van
Morrison, Pink Floyd —sobre todo de Syd Barrett—, The
Velvet Underground, Lou Reed, Iggy Pop… hasta The Move,
The Kinks, The Beatles, The Rolling Stones o los Bee Gees…
Todos influyeron en él —como también Kraftwerk, Brian Eno,
The Chemical Brothers, The Foo Fighters y Prodigy—. Como
vocalista, la inspiración le vino principalmente de Anthony
Newley y de Scott Walker.
A lo largo de toda la trayectoria de David, el latrocinio
demostraría ser un elemento sustancial. He aquí únicamente
unos cuantos ejemplos:
«Starman» (1972) es el «Over the Rainbow» de Harold
Arlen cantado por Judy Garland en la película de 1939 El
mago de Oz, mezclado con los «Telegram Sam» y «Hot Love»
de T. Rex y sazonado con la canción del equipo Holland-
Dozier-Holland titulada «You Keep Me Hangin’ On», un hit
en la interpretación de The Supremes en 1966 y también en la
de Kim Wilde veinte años después.
«Life on Mars?» fue escrito después de que el editor
musical de David le pidiera, por medio de su por entonces
representante, Ken Pitt, que pusiera letra en inglés al francés
«Comme d’habitude»; la versión de David «Even a Fool
Learns to Love» sería rechazada. «Y con razón», apostillaría
David tiempo después. La canción de 1967 de Claude
François, Jacques Revau y Gilles Thibaut la grabó Claude
François y llegaría al público en 1968. El cantautor canadiense
Paul Anka la escuchó en televisión durante un viaje al sur de
Francia, fue a París para cerrar los derechos de publicación y
reelaboró el tema con el título «My Way» para que fuera
cantado de manera específica por Frank Sinatra en 1969.
Habría de convertirse en el himno más famoso de Sinatra y
sigue siendo la canción más manida en los funerales
británicos. El «Life on Mars?» de Bowie empleó virtualmente
las mismas notas que «My Way». La información del librillo
para el disco Hunky Dory, donde aparecía mencionado el
tema, afirma que este «se inspira en Frankie». La canción
incluía la línea de texto «Look at those cavemen go», en
referencia a «Alley Oop», un éxito de 1960 de la banda
estadounidense de corte doo-wop The Hollywood Argyles.
En cuanto a la letra, David aportó la siguiente explicación:
«… la reacción de una chica sensible a los medios… Creo que
se siente defraudada por la realidad…, que a pesar de que vive
el abatimiento de la realidad, se le dice que en algún sitio
existe una vida infinitamente mejor, y le produce una cierta
amargura el hecho de no tener acceso a ella.»
La verdad, «Life on Mars?» no era para nada un tema sobre
Marte, sino sobre lo plomizo de la realidad, el gris arrabal en
el que el propio David se había criado.
El título de «The Jean Genie» (1972) es un guiño tanto al
nombre como al estilo decadente del autor Jean Genet: un
dramaturgo francés, novelista, poeta y activista político de
gran notoriedad en París durante la década de 1940. Un
subversivo, un homosexual que se maquillaba, un ladronzuelo
y un prostituto (como se cuenta en Diario de un ladrón, de
1949), uno de los favoritos de Pablo Picasso, Jean Cocteau y
Jean-Paul Sartre. Gran parte de su obra contiene incursiones
explícitas en la temática homosexual.
En su edición limitada de 2002, el libro Moonage
Daydream: The Life and Times of Ziggy Stardust (Genesis
Publications), ilustrado por Mick Rock, único fotógrafo oficial
durante la época de Ziggy Stardust, David admite que el título
«The Jean Genie» «…era un retruécano no demasiado
elaborado a partir del nombre Jean Genet». Un vídeo
promocional para el tema muestra un corte del filme de Genet
de 1950 Una canción de amor. Genet, que contrajo cáncer
orofaríngeo, murió al término del otoño de 1986, en abril.
Asimismo, la canción también toma cuerpo en la versión de
The Velvet Underground. David la describió como «un
revoltijo de Americana music figurada», con Iggy Pop como
su musa. Su verso lírico «He’s so simple minded, he can’t drive
his module» dio a Jim Kerr la idea para el nombre de su banda,
Simple Minds.
Evelyn Waugh influyó en Aladdin Sane (1973): David
estaba leyendo por entonces la novela del autor titulada Esos
cuerpos viles (1930) tras partir en barco desde los Estados
Unidos de vuelta al hogar tras su primera gira norteamericana
de Ziggy Stardust. La adaptación cinematográfica del libro se
llamó Bright Young Things, una frase que contiene la letra de
la canción. Entendiendo el libro como un reflejo de la sociedad
contemporánea, David destacaría pasado un tiempo, de manera
vaga, que trataba «sobre gente joven, antes de las dos guerras
mundiales, con ganas de salir a follar con chicas y matar a
extranjeros».
La obra de George Orwell sirvió de base para el álbum
conceptual de 1974 titulado Diamond Dogs. El
posapocalíptico trabajo había sido ideado como adaptación de
teatro musical de la novela 1984, pero la viuda de Orwell,
Sonia Brownell, rechazó concederle los derechos a David. El
encarnizado y caótico disco de protopunk tiene un toque heavy
a lo Rolling Stones. La pista «Sweet Thing» supone el primer
intento de David de realizar lo que con frecuencia se ha dado
en llamar «la técnica cut-up de William S. Burroughs». La
puesta en práctica, que David describió como «una especie de
tarot occidental», y de la que se valió durante un cuarto de
siglo, tanto a modo de herramienta de composición como en
calidad de fuente de inspiración, se retrotrae, de hecho, hasta
los dadaístas de los años veinte. Burroughs —un fiel de la
Beat Generation, heroinómano y literato posmoderno de
ficción paranoica, género al que pertenecen obras como
Yonqui (1953) y El almuerzo desnudo (1959)— distinguió el
poema de T. S. Eliot «La tierra baldía» (1922) y la trilogía
U.S.A. de John Dos Passos (1938) como primeros ejemplos de
una técnica que él se limitó a popularizar.
El pintor y escritor Brion Gysin retomaría dicha técnica de
manera accidental en la década de 1950 al cortar fragmentos
de prensa para confeccionar un salvamanteles. El libro de
relatos Minutes to Go resultó de un experimento con palabras.
Gysin le presentó el método a Burroughs en el Beat Hotel, un
lugar de encuentro habitual de artistas y escritores situado en
la Rue Git-le-Coeur del barrio latino de París (que a su vez
inspiró el famoso local de la ya fallecida Elaine Kaufman en el
Upper East Side de Manhattan, es decir, el restaurante
Elaine’s, en funcionamiento entre los años 1963 y 2011). Fue
Burroughs quien dijo: «Cuando haces una incisión en el
presente, por ella se filtra el futuro», antes de que tal frase
apareciese impresa en la portada del disco de The Beatles Sgt
Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967). Más allá de Bowie,
la técnica también acabaría encontrando acomodo en la
composición musical y letrística de una serie de artistas, entre
ellos Kurt Cobain y el músico Thom Yorke de Radiohead.
Bowie «robó con muy buen gusto» hasta el final. El tema
«You Feel So Lonely (you could die)», aparecido en su álbum
de 2013 The Next Day, es, por ejemplo, una evidente
apropiación de la canción de Leiber & Stoller titulada
«Heartbreak Hotel (“I get so lonely I could die”)», mientras
que el condimento lo pone con todo el descaro el «Hallelujah»
de Leonard Cohen. Incluso sisa de su propia obra para este
caso en concreto: la batería suena como en «Five Years» y la
guitarra se asemeja a la de «Rock and Roll Suicide» (ambos
contenidos en The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the
Spiders from Mars, 1972), y las voces podrían proceder de
«The Supermen» (The Man Who Sold the World, 1970). Quizá
de modo todavía más sorprendente, para The Next Day David
acude al diseño gráfico de su disco Heroes, posiblemente el
más venerado de todos, en donde su cara aparece blanqueada
sin más adornos que el título del álbum. El diseñador Jonathan
Barnbrook, que aquel día no debió de hacer horas extras,
explica las motivaciones de esa cubierta, así como su
simbolismo:
«Por mucho que lo intentemos, no podemos liberarnos del
pasado. Su sombra es alargada, y la gente siempre te juzgará
en función de tu historia personal, por más que trates de
zafarte de ella. El oscurecimiento de una imagen del pasado
tiene que ver con una mirada más amplia sobre la condición
humana: nuestras vidas avanzan inexorablemente hacia un
nuevo día, dejan atrás el pasado porque no queda otra opción.»
Otras influencias de Bowie incluyen a William
Shakespeare, a Friedrich Nietzsche, al poeta y gran conocedor
de la mística Arthur Edward Waite, a ocultistas y autores como
Dion Fortune y Aleister Crowley, a Lewis Carrol, a Charles
Dickens, a William Blake, a Jack Kerouac, a J. D. Salinger, a
Salvador Dalí, el teatro popular japonés de corte dramático
denominado kabuki, a Arthur C. Clarke y a Stanley Kubrick:
(2001: Una odisea espacial; también, de Kubrick, La naranja
mecánica, basada en la novela de Anthony Burgess).
La «inspiración» tiene lugar en ambos sentidos. Morrissey
expolió «Rock and Roll Suicide» para su «I Know It’s Gonna
Happen Someday», de su álbum Your Arsenal (1992) —
producido e interpretado por el que fuera guitarrista de Bowie,
Mick Ronson—. (Morrissey también trabajó con Tony
Visconti, el productor de Bowie). David contraatacaría con
una cover del tema de Morrissey incluida en su disco Black Tie
White Noise (1993). El cantante de Blur, Damon Albarn, tuvo
que concederles a Bowie y a Brian Eno la coautoría del tema
de la banda de 1997 que lleva por título «M.O.R.», dadas las
llamativas similitudes con «Boys Keep Swinging» y
«Fantastic Voyage». Noel Gallagher también sisó, y con
desfachatez. «No comprendo por qué David Bowie no me ha
puesto una demanda», fanfarroneó. «Tengo tres temas distintos
inspirados en “All the Young Dudes”.»
Cuando Anya Wilson escuchó por primera vez los temas
musicales de David «Memory of a Free Festival» y «Holy
Holy», sí le gustaron, pero según ella «tampoco es que
pusieran su mundo [el de ella] patas arriba».
«Su música no encajaba de ningún modo con lo que se
hacía entonces. Sin embargo, una vez que me enfrasqué en su
campaña de promoción, escuché nuevo material suyo y me
contagié de su entusiasmo; no podía evitar compartirlo. Me
atrapó. Tony Defries jugó un papel crucial en el eventual éxito
de David. Sin él, no creo que hubiera tenido lugar. Permitía a
David hacer cuanto se le antojara, y sabía que su trabajo
consistía en conseguir que el mundo prestara atención.
»“David necesita crear”, diría Tony. “Debe contar con
gente que se ocupe de diseñar su ropa, debe vivir en un buen
sitio, debe rodearse de asistentes para lo que pueda necesitar”.
Tony fue el artífice de todo ello; la persona que lo haría
posible. Tiene un porte poderoso, no pasaba desapercibido. Iba
por ahí diciendo: “Mi chico va a ser tan grande como los
Beatles”, algo muy difícil de conseguir con la nueva onda
musical.»
Anya estaba, por supuesto, a merced de la BBC.
«En aquel entonces, solo me encargaba de ellos. A no ser
que te hicieras un hueco en la BBC, no tenías nada. Los
productores no creían que la música de David encajase dentro
de su formato, pero mordieron el anzuelo y les gustó lo que
había hecho. Había un tipo llamado John Muir que gestionaba
un pequeño espectáculo los fines de semana; él fue el primero
en otorgarle su confianza. Me quedé de piedra cuando lo oí
poner “Memory of a Free Festival” y “Holy Holy” en antena.
Una vez que David lo hubo logrado, me encargué de llamarlo
para decirle: “Tú fuiste el primero”. John Peel y Bob Harris
también se posicionaron claramente en favor suyo.»
«Sigo viendo los años setenta como una oportunidad enorme
que desperdiciamos», reflexionaba Bob Harris durante la
entrevista que le hice mientras me documentaba para escribir
la biografía de Marc Bolan, Ride a White Swan. «Éramos
todos tan idealistas a finales de los sesenta… Traspasábamos
los límites. Pero probamos a hacer demasiadas cosas a un
tiempo, por lo que no estábamos tan centrados como
deberíamos. Acabamos perdiendo el rumbo, pues la vida se
volvió excesivamente autocomplaciente. Se abría para
nosotros una gran oportunidad, pero tanto idealismo acabó
dejándonos colocados. Para cuando nos despertamos, los
ochenta se nos echaban encima y de nuevo todo estaba en
pleno proceso de transformación.
»Creo que en parte esa es la razón por la que miramos los
setenta con un velo de nostalgia. Por lo que tienen de negocio
sin resolver. Es increíble la gran cantidad de música de los
setenta que sigue siendo relevante a día de hoy. No me refiero
solo a aquí, el Reino Unido, sino a todo el mundo. Bowie,
Bolan, Elton John, Cat Stevens, Led Zeppelin: ese brillante
catálogo de músicos quedó grabado en nuestro ADN. Es
inconcebible que los sencillos en las listas actuales puedan
mantenerse durante tantísimo tiempo. Es poner la música y
caer en cascada los recuerdos felices. Miramos las décadas del
pasado con gafas de cristales color de rosa, es así. En rigor,
había multitud de indicadores sociales y económicos negativos
a lo largo de aquella década, los setenta. Se nos olvida el
paquete de medidas conocido como Three-Day Week, la
huelga de los mineros, el IRA y que por momentos todo
mostraba un cariz bastante lúgubre.»
Para Tony Visconti, su actuación bien amañada con The Hype
en la Roundhouse de Londres en febrero de 1970, «idea
exclusivamente de David y Angela», «pasará a la historia
como la primera noche de glam rock. Sabíamos que debíamos
hacer algo para atraer la atención. Para entonces, sabíamos lo
bastante para escuchar lo que David tuviera que decir.»
Marc Bolan fue el primer arribista en encaramarse a la bola
de discoteca y hacerla girar, tal vez inspirado por lo que había
visto en la Roundhouse aquella noche. A pesar de que hay
fotos de aquel bolo que muestran a un Marc en vaqueros, con
expresión de perplejidad, presenciando el espectáculo, más
tarde negaría haber estado allí nunca. Sin embargo, el primero
en llevarse el gato al agua sería él, Marc, tras trabajarse el look
y apuntarse los hits. David se recostó y pensó en Little
Richard, su inspiración original, quien, cuando su escandalosa,
extravagante y trisexual actitud pudo acabar con sus huesos en
la cárcel, tiró millas y allá se fue con todo y pese a todo.
También él había sido el primero.
Debatiéndose entre dos modelos de superestrella, le tocaba
elegir a Visconti. ¿Bowie o Bolan? Vivía con el primero
mientras que musicalmente se centraba en el segundo —para
desgracia de David—. Lo cierto es que Tony no las tenía todas
consigo respecto a la integridad y a la calidad como asesor y
guía de Defries. Trató de advertir a su amigo, pero David se
desentendió. En fin… En cualquier caso, Visconti regresaría.
1971 marcó el inicio de una época en la que el trabajo de
componer letras de canciones adquiriría relevancia. Era
posible ganar bastante dinero versionando las canciones de
uno mismo y dejando que las grabasen artistas más conocidos.
Visconti sabía mejor que nadie qué es lo que hacía falta.
«Para mí, el secreto de una gran canción es que sea singular
y novedosa, y que a la vez aporte un elemento de familiaridad
y un regusto a viejo», dijo Tony. Podría haber añadido a esa
observación el hecho de que las mejores canciones deben
poder separarse sin problema tanto de la voz como de la
personalidad de su creador. Quizá el mayor don de Paul
McCartney sea su habilidad para escribir canciones capaces de
interpelar a cualquiera en cualquier lugar del mundo, es decir,
que cualquiera pueda cantarlas en un momento dado. El punto
débil de David, por el contrario, puede que sea que sus temas
tienen una idiosincrasia propia y que es difícil no verlos como
una extensión de él mismo; nos cuesta horrores imaginar o
abrazar la idea de que sus canciones sean versionadas por
otros artistas».
«Todas y cada una de las canciones que Bowie ha escrito a
lo largo de su vida suenan distinto unas de otras», resalta el
cantautor y teclista Tony Moore, antiguo miembro de Iron
Maiden y de Cutting Crew, cuyo clásico «I (Just) Died in Your
Arms Tonight» atesora uno de los riffs y de los coros más
reconocibles del rock, y fue un éxito descomunal que todavía
hoy sigue sonando en todo el mundo.
«La fórmula de Bowie es que no hay fórmula», afirma
Tony. «Sus letras son muy personales y tienen un barniz
poético. Permiten distintos grados de interpretación. Si lo
conoces y sabes de qué pie cojea, aprendes algo sobre él. Pero
es que además resulta que si no conoces a David lo más
mínimo, eso no evita que disfrutes de sus canciones. En
cualquier caso, cuanto más sepas de él y de toda la gente con
la que se relacionó, más provecho le sacarás a su música.
Como escritor, es operístico, ecléctico y grandioso. Incluso
cuando se trata de escribir un sencillo tema folk. Cada canción
nos remite a sus influencias. Hay implícita una humildad de lo
más atractivo. Desde el punto de vista creativo, también es
mucho más complejo, y singular, de lo que parece.»
Y llegó una excelente oportunidad para una interpretación a
cargo de otro artista cuando el editor musical de David
seleccionó su tema «Oh! You Pretty Things» —probablemente
la primera canción para piano compuesta por David, en
detrimento de la guitarra— para el debut en solitario de la
estrella de Herman’s Hermits, Peter Noone (la versión de Peter
Noone fue lanzada como «Oh You Pretty Thing», sin signo de
exclamación y con «Thing» [cosa] en singular.)
David contribuyó con el piano en esa sesión: «Todo lo que
cortésmente se denomina “el piano del compositor”, lo que
viene a decir que tengo suficientes conocimientos de las
cuerdas como para ser capaz de sacar una canción
determinada, pero no tantos como para sentarme en la
actuación en directo, como, por ejemplo, haría Elton John, el
mago del piano», comentó David para Architectural Digest en
1995, en un reportaje sobre su casa en la isla privada de
Mustique. «Me atrevo con cualquier cosa, le saco un chirrido o
un gruñido y pienso: “no suena mal”, lo toco tres veces y se
convierte en un arreglo. Creo que así se explica la mitad de mi
éxito como compositor.»
La cover de «Pretty Things» contaba con el prolífico
antiguo integrante de The Tornados Clem Cattini a la batería.
«Sucedió en los estudios Kingsway, donde yo estaba
trabajando con todo el material de Lulu 18 », recuerda Clem 19 .
«Mickie Most era el productor y John Paul Jones [Led
Zeppelin], el bajista. Yo había estado una vez antes con David,
con ocasión de un concierto en el que participé, en el Cadogan
Hall, para Lesley Duncan, y en el que David bailó sobre el
escenario como Marcel Marceau 20 . Charlamos brevemente de
temas sin especial trascendencia, en los camerinos. Tenía un
aspecto muy distinguido —rubio y vestido de forma
extravagante—, pero el bueno de él tenía los pies en la tierra.
Definitivamente, ¡las apariencias engañan!
»Pasados los años, se dio a conocer que toqué en alguno de
sus discos —como también hice para The Rolling Stones y
The Beatles—, pero por entonces a mí no se me permitía decir
nada. En cualquier caso, a menudo uno no sabía lo que estaba
tocando; te metían en el estudio y te ponían a grabar partes
sueltas sin decirte para qué banda o artista trabajabas. No era
algo de lo que se hablase; era todo secretismo y silencio.
»Los músicos de sesión, como era mi caso, eran algo así
como de quita y pon. A menudo nos llamaban para volver a
grabar fragmentos sin la calidad suficiente, incluso para grabar
sencillos y álbumes enteros, siempre que se considerara que
los miembros oficiales de la banda no daban el nivel. Puede
que se les diera bien el directo —o más bien debería decir que
daban el pego, pues la mayor parte del tiempo no hacían más
que posar—, pero cuando se trata de grabar, la cosa cambia
bastante…»
Divaga. «Lo que siempre me gustó de David es que nunca
se le subieron los humos ni se las dio de listo “ahí fuera”. Ante
otros músicos, quiero decir. No te vendía la moto. Para él era
algo importante ser uno más. En el estudio, se mostraba
humilde y discreto, y socializaba con el grupo. Era uno más de
los chicos. Educado. Con buenos modos. Honraba a su madre
y a su padre, como solíamos decir. Salíamos a tomar algo y
nos echábamos unas risas. Cuando llegó a lo más alto, a mí no
me cogió por sorpresa. Él era lo que yo llamo un verdadero
muso [músico profesional del pop]. Había uno o dos con ese
dominio, pero la mayoría de nosotros no lo teníamos. Es un
trabajo, y cada uno lo lleva como puede.»
Ser músico en el Reino Unido durante los últimos sesenta y
los primeros setenta era, francamente, un privilegio, afirma
Clem.
«Éramos el centro del universo, y David supo leerlo a la
perfección», comenta. «La siguiente vez que tuve contacto con
él fue para “Sorrow”, de su LP Pin Ups. Hice dos versiones de
esa canción: la primera para el productor Mike Smith 21 con
The McCoys [1965], y luego otra con The Merseys (1966),
que fue un exitazo —con un fantástico arreglo de trompeta de
John Paul Jones, ¡quién sino!—. La versión de David [1973]
es un poco lenta, pensé. Incluso se valió de la introducción que
ya habíamos hecho, pero la ralentizó. ¿Mejoró la original? ¡Ni
de coña!»
El hijo de David y Angie, Zowie (el masculino de Zoë, que en
griego significa «vida», y que se pronuncia igual para hombre
que para mujer) Duncan Haywood Jones nació el 30 de mayo
de 1971, por cortesía del Servicio Nacional de Salud británico,
en el hospital de Bromley. El bebé era un peso pesado, y su
madre sufrió. «David estuvo presente en todo momento», le
contó Angie a Caroline Graham. «Fue la primera y única vez
que le vi llorar». La llegada al mundo de su pequeño inspiró a
David para componer la encantadora canción «Kooks»,
contenida en el disco Hunky Dory. Según admite la propia
Angie, David era «un padrazo». Suzie Frost, inquilina de la
planta baja de Haddon Hall, ejercería de improvisada au pair
mientras Angie se tomaba unas vacaciones y se iba con Dana
Gillespie.
«No era lo que parecía», replica Dana. «Siempre se ha
escrito que Angie y yo nos íbamos por ahí juntas, en algo así
como unas vacaciones lésbicas a todo tren, pero no era el
caso.»
Para entonces, Dana se había trasladado al amplio sótano
de la casa de sus padres. Tenía un piano, una batería,
numerosas guitarras y uno de los primeros modelos de
sintetizador, que atraía la atención de un «creciente
escuadrón» de musos, entre ellos David, Marc Bolan, Jimmy
Page, John Paul Jones, Donovan y el fotógrafo Gered
Mankowitz.
«Tony Defries había echado a andar su propia compañía de
gestión artística, MainMan» comenta ella. «Ya teníamos, pues,
capitán para gobernar el barco, y éramos como una familia, un
equipo. Adoraba a todos los que estaban allí.
»MainMan firmó conmigo un contrato como compositora y
artista de grabación. Tony no se cansaba de infundirnos
ánimos a todos, a fin de que diéramos lo mejor de nosotros
mismos. “Para llegar a ser de primera categoría”, decía,
“tenéis que pasar por la vida siendo de primera categoría”.
Todo se reducía a la máxima de “finge que lo eres hasta que lo
seas”. Yo llevaba una vida de desenfreno rockero —de lunes a
viernes me quedaba en Londres y los fines de semana bajaba a
Haddon Hall—. La primera vez que vi esmalte de uñas negro
fue cuando David trajo a Lou Reed a casa; lucía de esa guisa.
Toda mi familia materna vivía en Norfolk, así que tenía una
excusa “normal” para salir de allí cada vez que el estilo de
vida del rock & roll se me antojaba excesivo.
»Fue una etapa idílica», insiste Dana. «Con Angie, reina de
la cocina “minúscula”, capaz de improvisar deliciosos
manjares para todos. Tony Defries y yo estuvimos juntos un
tiempo. “Experimentamos”. Nos gustábamos mucho. Pero
Tony quería “la mujer apropiada para él”, y esa no era yo. En
cualquier caso, todos fuimos a la primera edición del
Glastonbury Free Festival [en junio de 1971]; Angie y David
se vistieron igual para la ocasión. Muchos de los asistentes
iban puestos de ácido, sobre todo los que tenían que actuar.
Pero David no. Nada parecido llegó a sus dominios ni a los
míos. David trataba a la desesperada de hacerse un hueco en el
escenario, pero no había manera, siempre tenía a alguien por
delante en la lista de aspirantes. Sin embargo, lo logró: se
encaramó al escenario a las cinco de la mañana, y fue
maravilloso. Cuando el sol asomó por encima de la montaña y
sus rayos se posaron sobre la Pyramid Stage, él aprovechó
para entonar el estribillo: “The sun machine is coming down,
we’re gonna have a party, yeah yeah”, del tema ‘‘Memory of a
Free Festival’’.
»Angie había dejado a Zowie en casa. El bebé no tenía más
de tres semanas, pero ella no se las apañaba como sería
deseable. A lo mejor tenía depresión posparto, aunque en
aquel entonces todavía no se hablaba en esos términos. Fue
David quien le dijo: “Venga, ya te estás yendo unos días. Vete
de vacaciones con Dana y su madre”. Angie y yo éramos, y lo
hemos seguido siendo siempre, buenísimas amigas.»
Las responsabilidades domésticas no redujeron la carga de
trabajó ni hicieron mella en el apetito de los Bowie por la vida
nocturna. Si algo hicieron, fue acelerar el ritmo, a modo de
desafío para sus nuevas ocupaciones parentales surgidas a raíz
de la llegada al mundo de su retoño. David comenzó a
dirigirse a Angie como «madre» o «mamá», y a veces incluso
como «Peg», exactamente igual que John Lennon se refería a
su mujer, Yoko Ono, como «madre» o «señora».
Entretanto, recuerda el gurú del pop, compositor y mánager
Simon Napier-Bell, «David se recorría Londres de aquí para
allá, viviendo en toda su extensión la vida de gay y
comportándose de cualquier manera excepto como un hombre
casado y padre de un hijo».
Angie siguió adelante con su intento de aburguesamiento
(gentrificación) de Haddon Hall, haciendo de la mansión un
lugar «lo más grande posible». En su antigua cama de madera
de nogal francesa con cabezal de marquetería comprado en
Inglaterra, David se sentaba con las piernas cruzadas y se
ponía a escribir las letras de Hunky Dory y de Ziggy Stardust,
mientras rasgaba las once cuerdas de su dulce y melodiosa
guitarra de doce cuerdas. Los altos techos y el artesonado de la
casa creaban una acústica estupenda. Angie también le compró
un piano, un escritorio aserrado japonés, aparadores birmanos,
cortinas chinas de seda y alfombras persas. Buena parte de ese
eclecticismo y de la mezcolanza de diferentes periodos y
estilos étnicos se vería reflejada más adelante en el diseño de
interiores de la mansión de Britannia Bay, la exótica casa que
en un futuro se haría construir en la isla de Mustique.
«Sentía que estábamos en un lugar mágico», se expresaba
jubilosa Angie. «Y las melodías e ideas nos atrapaban y
permitían lograr el éxito. Haddon Hall siempre estaba atestada
de gente. Músicos, artistas y diseñadores apiñados.»
Desde la primavera de 1971 hasta el año nuevo de 1972,
David se las ingenió para acabar dos álbumes en los estudios
Trident. Dada su querencia por la vida nocturna londinense, no
era moco de pavo. Iba con regularidad al Sombrero de
Kensington High Street, la más calenturienta discoteca gay de
la capital, regentada por un par de reinonas españolas. En el
registro, de hecho, el nombre del club figuraba como «Yours
or Mine» [«Tuyo o mío»], y sus habituales solían referirse al
recinto como «the Snake Pit» [algo así como «el nido de
víboras»] o «the Chinese Take-Away» [el local de comida
china para llevar], por su clientela mayoritariamente oriental.
Los demás eran maricas de Oriente medio de cierta edad,
vestidos de cuero, con cadenas de oro y laca en el pelo. El
antro en cuestión tenía en medio de la pista una tarima
elevada, un híbrido entre un cuadrilátero de boxeo y la poco
iluminada pista de baile de metacrilato de la peli Fiebre del
sábado noche. El Sombrero se ganó una reputación
underground como sede de los despreocupados intercambios
sexuales en Londres durante los primeros años setenta, antes
de que despegase y se convirtiera en mainstream.
El scenester Philip Sallon era bastante asiduo, al igual que
Mick Jagger, Johnny Rotten, Marianne Faithfull, Kit Lambert,
Angie y David —si bien Angie siempre decía que ella prefería
el Masquerade, sito en Earls Court Road—. También
frecuentaban La Chasse, un club privado de copas en Wardour
Street, en el distrito de Soho. El Sombrero tuvo su momento,
pero más adelante «parecía como si alguien estuviera
emperrado en encender las luces al finalizar la fiesta», se
lamentó un parroquiano. Muchos de sus habituales morirían
por culpa del SIDA.
Quién sabe de dónde sacaba el tiempo David, y ya no
digamos la energía, para escribir para Arnold Corns, un grupo
escolar de música de la Dulwich College; o para remitirle
material al joven Freddie Burrett, un petimetre estirado al que
sumaron al plantel y que pronto se convertiría en un fijo, en
compañero de cama y en codiseñador de vestuario en Haddon
Hall. Fue Freddie el primero en salir elegido portavoz, el
prototipo del personaje de Ziggy, cuando David tomó la
decisión de designarlo para ponerse al frente de los Arnold
Corns, tras añadir la vocal «i» al final de su apellido,
Burrett(i). No obstante, había un importante inconveniente:
Freddie no cantaba. No tenía ni idea. Pero ese palo en las
ruedas no detuvo su avance.
El cuento de hadas cobraba impulso a cada día y con cada
nueva idea abstracta. Por lo menos, Freddie era un fenómeno a
la hora de sugerir imágenes y posibles trajes, muchos de los
cuales ayudaría a coser, bajo la supervisión de Angie. El
guitarrista Ronson, el baterista Woodmansey y el bajista recién
llegado Bolder conformaron sin la menor dificultad el grupo
aún sin nombre que habría de ser conocido más adelante como
The Spiders from Mars: una brillante e impasible banda de
apoyo para la todavía inexistente pero fantástica criatura a
través de la cual David pudiera canalizar su trabajo más
excesivo, exagerado y teatral que hasta entonces había estado
alojado en su subconsciente. Visconti no lo comprendió en
absoluto, pero en todo caso él estaba a otra cosa:
reemplazando la red urdida por el productor Ken Scott, que no
solo había diseñado los dos primeros álbumes de David, sino
que además había trabajado en la gira de The Beatles llamada
Magical Mystery Tour así como en sus discos, editados en
Abbey Road.
Mientras tanto, Defries llegó a un acuerdo con RCA
Records en los Estados Unidos, en relación con el LP sublime
y perdurable Hunky Dory, lanzado en el Reino Unido en
diciembre de 1971. Además de contener algunos de los
clásicos más queridos de David —«Changes», «Oh! You
Pretty Things», «Life on Mars?», «Andy Warhol» y «Kooks»,
también es este el álbum de «The Bewlay Brothers»—.
Psicodélica y rústica, esta última es su canción «más densa e
impenetrable»; podría tratarse del tema más turbador escrito
jamás por David. Fue la única pista del disco Hunky Dory que
escribió en el interior del estudio, a solas.
La grabación es sencilla; guitarras eléctrica y acústica, un
bajo, batería, una voz discreta, con un leve gangueo a lo Bob
Dylan en cada inflexión. Hay en su letra un fondo de queja, de
dolor, un aire insoportablemente triste. Su siniestro y
difuminado coro cockney evoca imágenes de hambrientos
miserables que emergen de las alcantarillas: Please come
away. A menudo se malinterpreta la canción «The Bewlay
Brothers» y se afirma que trata sobre la tormentosa relación de
David con su hermano Terry. Tengo mis dudas.
Lo enrevesado y oscuro de las letras evocan a otro Dylan;
un Dylan de otra época, el Dylan Thomas poeta originario de
Swansea: …the crust of the sun (…) stalking time for the
Moonboys (…) In our wings that bark (…) chameleon,
comedian, Corinthian and caricature.
En 2008, David comentaría:
«La única pipa que he fumado en toda mi vida ha sido una
Bewlay barata. Era un artículo bastante común a finales de los
sesenta y para esa canción usé Bewlay como apellido en
detrimento del mío. No se trataba tan solo de un tema acerca
de la hermandad, por lo que no quería restarle valor al emplear
mi verdadero nombre. Dicho eso, no sabría interpretar su letra
más que como una sugerencia de que existen diferentes capas
espectrales. Es, pues, un palimpsesto.»
Tony Defries aseguró un contrato para David que estaba
pensado para promocionarle como sucesor natural del artista
que había convertido al sello en legendario: Elvis Presley.
Según Anya Wilson, Bowie había confirmado para entonces
su potencial en los tres ingredientes esenciales para la
construcción del superestrellato pop:
«Brillantez a la hora de componer —de la que yo tenía
noticia ya desde “The Man Who Sold the World”, una
genialidad de relevancia perdurable—, su voz —que
evolucionaría a lo largo de los años, ganando enteros en
términos de fuerza y de madurez; imitada hasta la saciedad y
sin embargo única e inimitable; era emotiva, sentimental y
contaba con una amplia gama de registros capaces de tocar la
fibra sensible de cualquiera— y sus letras —aspecto en el que
Bowie demostraba su maestría—. Yo sabía muy bien que
aquello no era más que el comienzo. Que David no haría sino
consolidarse. Era apasionante.»
Y además, lo que quizá sea aún más importante, señala
Anya: «Tenía a Angela. Nadie debería poner en duda su
influencia. Haddon Hall era como la Meca, y todos solíamos
reunirnos allí para cenar. Recuerdo que estuve presente la
noche en que David recibió la llamada telefónica de Lou Reed,
quien le pedía que fuera el productor de su siguiente disco,
Transformer. Llegado el momento de arrancar aquel proyecto,
Angela y David andaban escasos de dinero. Entonces, ella
echó mano de parte de su asignación salarial para sacar el
proyecto adelante, pero en un primer momento de un modo
ciertamente precario. Angie convirtió Haddon Hall en un
salón-galería: el lugar en el que estar.»
«Era una anfitriona de primera. Cualquier persona que
David y ella quisieran conocer, sencillamente la invitaban a
pasarse por Beckenham. Por extraño que pueda parecer, los
invitados sí se presentaban; llegados del otro extremo de
Londres o incluso de otros confines del planeta, si era
necesario. Suzy Frost, que era una especie de niñera de Zowie,
ayudó a confeccionar los primeros trajes junto a Angela. Las
telas para las mallas enteras originales procedían de Liberty.
Angela, literalmente, se pirraba por los tejidos. Era infatigable,
no paraba ni un minuto, siempre estaba poniendo en práctica
nuevas ideas y posibilidades. David y ella se alentaban
mutuamente. Su química era evidente.»
«Yo la conocía bien. Mantuvimos el contacto y he tenido
ocasión de verla hace poco», dice Anya, que en la actualidad
dirige una compañía independiente de promoción de artistas
tremendamente exitosa, en Ontario, Canadá. A su parecer,
Angie ha sido tan vilipendiada como Yoko Ono o Linda
McCartney.
«Es un blanco fácil», suspira. «Angela es una persona
extraordinaria y encantadora. Ha sido incomprendida y
calumniada. No hay en ella sino amor e inteligencia. Lo siento
de veras por su hijo Duncan [Zowie], por cómo fue su crianza
y por que su relación con ella haya sido como ha sido [su
madre y él se han ignorado durante décadas]. Duncan debería
saber, sin embargo, y antes de que sea demasiado tarde, que al
margen de su excentricidad, tiene en su madre a un tesoro.»

14. El verdadero nombre de Tom Parker era Andreas Cornelis van Kuijk. Su forma
de llevar la gerencia, asumiendo el control de cada aspecto de la vida y la carrera de
su cliente, era el prototipo del representante de talentos moderno. Pedía, y se le
concedía, el 25 % de las ganancias de Elvis, porcentaje que alcanzaría el 50 % en
los últimos años de vida del artista. Con el tiempo, sería tildado de estafador.
Falsamente había declarado haber nacido en los Estados Unidos, pero en realidad
no era más que un charlatán de feria originario de los Países Bajos, quien quizá
habría puesto rumbo a América para burlar la pena por asesinato. Entró en Estados
Unidos de manera ilegal, se las apañó para hacerse militar y más tarde desertar;
arruinado, se haría promotor musical en 1938. Firmó con Presley en 1956, y fue el
cerebro de su primer lanzamiento con RCA/Victor y del «Heartbreak Hotel» creado
por la pareja laboral que formaban Jerry Leiber y Mike Stoller. Que a Gladis, la
querida madre de Elvis, nunca le gustase y desconfiase del «coronel» lo dice todo.
Parker negó a su representado la oportunidad de salir de gira por el mundo en los
setenta, escudándose en «problemas de seguridad». Tal vez el oscuro secreto del
coronel era el verdadero motivo que echaba por tierra el regreso a Europa. Murió en
1997, con 87 años.
15. La agente de publicidad que presenta las grabaciones musicales de un
determinado artista ante promotores musicales y radiofónicos.
16. Tony Macaulay escribió, entre otras muchas canciones, «Love Grows (Where
my Rosemary Goes)» para Edison Lighthouse, y ha sido galardonado hasta en
nueve ocasiones con un premio Ivor Novello. Fue novio de Anya Wilson.
17. «Holy Holy» fue la cara B del sencillo «Diamond Dogs» en 1974. También,
más adelante, fue el nombre adoptado por una banda encabezada por Tony Visconti,
que contaba con el batería Woody Woodmansey, «el último hombre en pie»; el
cantante Glenn Gregory, antiguo líder de Heaven 17; las coristas Lisa Ronson (hija
de Mick Ronson) y Jessica Lee Morgan (hija de Tony Visconti), y la cantante Mary
Hopkin. El propio Visconti estaba al bajo. El grupo salió de gira por el Reino Unido
en septiembre de 2014. La banda pasó 2015 y 2016 en la carretera, interpretando
todos los temas del álbum The Man Who Sold the World y otros clásicos de la
primera etapa de Bowie; tras la muerte de David, se volvieron muy codiciados.
18. El verdadero nombre de Lulu es Marie McDonald McLaughlin Lawrie. La
pequeña escocesa se anotó su primer gran éxito con solo quince años, gracias a una
versión del tema «Shout» de Isley Brothers. Ganó el Festival de Eurovisión en el 69
con la canción de Peter Warne y Alan Moorehouse «Boom Bang-a-Bang»; se casó
con el Bee Gee Maurice Gibb, y más tarde con el peluquero de fama mundial John
Frieda; estuvo liada con DOS Davy Jones: el miembro de The Monkees en 1968, y
con Bowie en 1973-74, en el tiempo que este estaba casado con Angie. Hizo una
versión de «The Man Who Sold the World», para la cual David se puso a los coros,
y la pareja grabaría unas cuantas canciones más juntos, entre ellas «Dodo» —una
versión a dúo y sin estrenar grabada en 1973 durante una sesión radiofónica con el
DJ John Peel—. Destinada, aunque descartada, a formar parte de Diamond Dogs, la
pista se grabó para televisión en The 1980 Floor Show el 18 de octubre de 1973.
Una versión de estudio se grabaría en audio al mes siguiente. No llegó a estrenarse
en su momento, pero sí se incluyó en Sound + Vision, el paquete retrospectivo
producido por Rykodisc en 1989.
19. Clem fue interpretado por James Corden en la película de 2008 Telstar, una
adaptación de la obra teatral homónima del West End.
20. El actor y mimo francés Marcel Marceau fue conocido sobre todo por su
creación del payaso Bip, y también por haber acuñado el término «el arte del
silencio» para referirse a la mímica.
21. Mike Smith sacó a The Beatles de los estudios Decca el 1 de enero de 1962 en
favor de Brian Poole & the Tremeloes. Su colega y superior Dick Rowe, quien más
adelante sería quien forjase el contrato con The Rolling Stones, siempre se lleva las
culpas por ello; sin embargo, Rowe no estuvo presente en aquella audición, y negó
tal acusación hasta el día de su muerte.
7
1972

Ziggy Stardust no respondía, después de todo, al concepto


inicial con que había sido concebido: meticulosamente
planeado, metódicamente ensamblado y lanzado como un fait
accompli. Aunque la creación más perdurable de David ha
sido encomiada y escudriñada por extenso durante cuarenta y
cinco años como, por una parte, la cristalización de su genio
creativo y, por otra, el puente entre las músicas jipi-folk-
psicodélica y punk, en ella no había nada artificioso. Ziggy
era, en muchos sentidos, la otra cara de David: en cierto modo
suponía una prolongación airada del artista respecto al negocio
de la música, por no haberlo «elegido» a él en primer lugar, y
haberle obligado a trabajar a la espera de alcanzar el éxito; y,
además, era su declaración desgarradora de todo cuanto temía
que sobrevendría en el mundo, las miserias de la cultura de
Occidente, la comprensión de que tras el arco iris no aguarda
otra cosa que fatalidad. Nadie, y mucho menos aquellos
críticos de rock que por entonces se derretían de gusto con el
personaje, querían escuchar que Ziggy no era una confección
deliberada que sirviera a David como punto de partida, sino
tan solo un nuevo giro algodonado nacido del dulce fondo de
su imaginación. Pero el hecho es que no había nada parecido a
un plan maestro.
Se ha descrito The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the
Spiders from Mars como una fábula sobre una superestrella
del rock extraterrestre e hipersexual que logra la fama al
tiempo que el planeta Tierra afronta sus últimos años de
existencia. Ziggy cae víctima de su propio éxito y se convierte
en un suicida del rock & roll. A toro pasado, se antoja
plausible, pero no a la luz de lo que quiso grabar. No se trataba
de una magna obra con una trama minuciosamente elaborada.
Era más bien un conjunto de canciones diversas que de alguna
manera convergían en torno a una figura central, la cual se
manifestaba de forma progresiva como la personificación
extrema de lo que David sentía sobre diferentes cuestiones que
en aquel momento rondaban por su mente.
En 2004, el mismo David se lo tomaba a broma
rememorando a Ziggy como «una pieza conceptual para un
álbum» para el cual había creado a los personajes. Pero esto no
era más que una reflexión amable, sabia y de color de rosa por
parte de David, es decir, otro ejemplo de su gusto por
reescribir la historia. Estaba lejos de ser el caso. Todos
podemos pensar en exceso acerca de algo, cosa que David
hacía con demasiada frecuencia como forma de combatir el
aburrimiento, como diablura o sencillamente porque podía.
Los analistas han reflexionado demasiado acerca de Ziggy
durante años, ad infinitum —quizá queriéndole adjudicar un
papel mayor del que en realidad tuvo, en vista de lo que
representó para ellos en aquella época—. Se suele decir que la
música que conocemos en nuestra primera etapa adolescente
se convierte en la banda sonora que nunca dejará de sonar, la
que bailaremos siempre. Los discos que se ponen en las bodas
apoyan esa teoría. Dice Stevie Wonder: «La música es, en
esencia, lo que nos proporciona recuerdos. Y cuanto más
tiempo lleve una determinada canción en nuestra vidas, más
recuerdos se almacenarán en torno a ella.»
Asimismo, los creadores musicales se reservan un hueco
eterno en nuestros corazones. Muchos de quienes eran
adolescentes a comienzos de los años setenta no han sido
capaces de zanjar su relación con Ziggy, de desprenderse de él
o de verlo tal como era en realidad, esto es: una simple ilusión.
Según Vince Taylor, si Ziggy Stardust hubiera sido un caballo
de carreras, habría quedado eclipsado por The Legendary
Stardust Cowboy; ambos personajes eran reinvenciones de sí
mismos de dos oportunistas con un brillo de secretismo en la
mirada y un exacerbado anhelo de triunfo que sacaba lo mejor
de ellos. El creador de American-idol fue en realidad un
británico: Brian Holden, de Isleworth, quien con su banda The
Playboys se convirtió en un músico escuchado en cafés de
toda Europa y que tuvo sus quince warholianos minutos de
fama a principios de los sesenta —«Brand New Cadillac» fue
su tema más conocido—. Acabaría de mecánico de aviones en
Suiza y moriría de cáncer en 1991, con cincuenta y dos años.
Fue enterrado en Lausana, en donde David vivió una vez.
El segundo, inspirado en Chet Atkins y partidario del
psychobilly en los sesenta —la fusión del rock con una pizca
de punk, un poco de hillbilly y algo de rhythm & blues—, fue
Norman Carl Odam transformado en «The Ledge», un vaquero
espacial nacido en Lubbock, Texas, localidad famosa por ser
donde nació Buddy Holly. The Ledge llegó a la Tierra el
mismo año que David, quien descubriría su música en el
momento de firmar el contrato con Mercury Records en los
Estados Unidos. The Ledge era, en palabras de David, «uno de
los poquísimos artistas que tenían en la compañía». Una obra
maestra de ambiente Stardust, «I Took a Trip on a Gemini
Spaceship», fue versionada por Bowie en su magnífico álbum
Heathen (publicado en 2002). Ahí aparece acreditado como es
debido: al personaje que inspiró el apellido de Ziggy. Ahora
que David ya no está entre nosotros, a hacer caja: se dice que
pronto podría haber una gira del vigilante de seguridad con su
grupo de San José, California. Ya se sabe, amigos, los
vaqueros hacen lo que pueden por arrimar el ascua a su
sardina.
En cuanto al nombre de Ziggy: ¿lo había robado de la firma
de una sastrería que David vio desde un tren en marcha?
¿Acaso se trataba de una adaptación del apodo del alter ego de
Jim Osterberg, es decir, de Iggy Pop? ¿Era tal vez una vuelta
de tuerca al nombre de la musa del momento, Lesley Hornby,
también conocida como Twiggy, ella es quien acompaña a
David en la portada de su disco Pin Ups (1973)? Todo esto se
ha sugerido. David contó para la revista Rolling Stone que era
«uno de los pocos nombres cristianos que empiezan por Z que
logré encontrar» —mientras revisaba nombres para su propio
hijo—. Quizá estuviera inspirado en Bolan, que se reservaba el
nombre «Zinc Alloy» para cuando dejase T. Rex y fundara
otra banda, pero murió antes de poder hacerlo. Ziggy bien
podría ser una unión de las palabras zinc e Iggy. Bolan
parodiaría el disco de Ziggy con su propio Zinc Alloy and the
Hidden Riders of Tomorrow (1974). En fin, de haber podido,
lo habría hecho.
Sabemos que Ziggy Stardust no era un álbum conceptual
gracias al trabajo que David llevó a cabo junto a Freddie
Burretti y el grupo Arnold Corns que lo precedió. El 10 de
marzo de 1971 grabaron «Lady Stardust», «Right on Mother»
y «Moonage Daydream» en los estudios de Radio
Luxembourg. Una sesión sucesiva en junio, en Trident, sumó
al conjunto los temas «Man in the Middle» y «Looking for a
Friend». «Moonage Daydream»/«Hang on to Yourself» salió
en formato de sencillo. Murió y punto. Ambas canciones
aparecerían más tarde en Ziggy Stardust con letras retocadas.
Burretti nunca cantó ninguno de esos temas. Ahora no nos es
posible preguntarle cómo vivió él aquello. Murió de cáncer en
París en 1999.
En cualquier caso, la composición del tema fue sensacional.
«De pronto, todo se fusionaba», recuerda Tony Moore. «El
disco era una peli de audio, si somos capaces de concebir tal
cosa. David encarnaba a Ziggy Stardust. Sabemos que era él:
pone David Bowie en la portada del disco. Y al mismo tiempo
no era él. Se trataba de esa creación absolutamente novedosa y
casi insoportablemente electrizante. Aunque evidentemente
hay ciertos temas guía en el álbum, no había ninguna pista que
quedara eclipsada por otra. Cada sencillo tenía entidad en sí
mismo, de un modo alocado y magistral. Ensamblados,
encajaban a la perfección, por lo que no era disparatado que
uno lo confundiera con un álbum conceptual.
»Siempre me ha parecido fascinante que durante aquel
periodo, entre los años 1964 y 1970, la producción de David se
ralentizó, no se mostró especialmente prolífico, se limitaba a,
desde la moderación, lanzar productos y ver hasta dónde
llegaban. Sin embargo, a partir de la década de 1970, su
producción se disparó. En siete años, de 1973 a 1980, acumuló
más material de trabajo del que la mayoría de artistas ni
siquiera soñaría con sacar en toda una vida. En su música hay
además un arco dramático evidente. Uno percibe ese cambio,
álbum a álbum, que va desde el glam rock hasta algo mucho
más oscuro y sofisticado a medida que va madurando y hurga
más y más en su corazón y en su espíritu. En retrospectiva, lo
que sabemos es que Bowie siempre logró crear algo que en su
momento fue lo máximo. Si representaba lo que él sentía en
ese preciso instante, entonces continuaba con el proyecto.
Tenía bastante de “publicar y ser condenado”. Se apartaba por
completo del camino habitual, era diferente a todo cuanto le
rodeaba y no se achantaba a la hora de seguir innovando. Ha
habido pocas personas en la historia del rock & roll con el
arrojo para hacer algo así.»
El 22 de enero de 1972 salió la tristemente famosa entrevista
concedida a Melody Maker en la que David declaró con
arrogancia frente al periodista Michael Watts: «Soy gay y
siempre lo he sido, incluso cuando era David Jones.»
«Y con eso, de un plumazo, se convirtió en el centro de los
focos, en una figura central, en la salvación del “único gay del
lugar”», explica Chris Welch.
«Se agarró a que era un inadaptado, un rebelde. En una
Gran Bretaña que en buena medida podría describirse como
“de posguerra”, aquello tenía un aire de amotinamiento y de
excitación. En los primeros años setenta, decir algo así era
algo grande. David no era el primero, desde luego. Un buen
número de personas de aquella época fingían su
homosexualidad —como por ejemplo Vivian Stanshall, de The
Bonzo Dog Doo-Dah Band—. Se trata más bien de una fase
por la que pasan muchos hombres jóvenes cuando notan que
son atractivos y se sienten atraídos por hombres, mujeres y
todo lo que pueda haber en el medio. En fin, el caso es que no
hay mucho margen para el debate respecto a que aquello era
un punto de inflexión para David.»
«Incluso si la afirmación de Bowie sobre su bisexualidad
era una boutade», dijo Boy George en su autobiografía de
1995 titulada Take It Like a Man, «se marginó a sí mismo
durante un periodo considerable de su carrera. Asumió un
riesgo que nadie más había asumido, y en ese proceso cambió
muchas vidas». Incluida la del cantante gender bender de
Culture Club que había comenzado con el sencillo nombre de
George O’Dowd. Según David, «reflejaba a la perfección mi
estilo de vida de entonces. No había nada que no estuviera
dispuesto a probar».
La revelación ha obsesionado a Michael Watts desde
entonces. David era, después de todo, un padre casado.
Además, en aquella época los homosexuales (incluso contando
con que él lo fuera) no iban por ahí gritando a los cuatro
vientos su condición. La declaración, sin embargo, no mitigó
en modo alguno el entusiasmo manifestado por las inocentes
colegialas hacia su héroe local. Las incipientes pistas de todo
lo que estaba por venir pudieron verse en «Starman»,
publicado el 28 de abril de 1972. Para algunos, aquel fue un
día de cambios profundos en sus vidas.
«La primera vez que escuché a David Bowie fue en la radio
de casa de mis abuelos», recuerda Natasha Holloway 22 . «Me
senté a escuchar “Starman” en la habitación de atrás, y pensé:
“Esa soy yo”. Cuando cantaba “If we can sparkle he may land
tonight”, era como si algo surgiera, como si a una se le abriera
una hipotética cremallera en la espalda y de ahí saliese su
verdadero yo. De repente, alguien me estaba hablando a mí.
Yo era una niña solitaria, además de hija única. No estaba
segura de quién era. Me sumergía en la lectura y me volvía
loca el género fantástico: El león, la bruja y el armario de C.
S. Lewis, las obras de Lewis Carroll, Bajo el bosque lácteo de
Dylan Thomas.
»Mi madre siempre había sido un espíritu libre. Pero
cuando me mandó a clases de baile, tras decirme: “Te servirá
cuando tengas que acompañar a cenas con baile a tu esposo
ejecutivo”, mi mundo se vino abajo. Y entonces apareció
Bowie. Y supe en ese preciso instante que simplemente porque
había crecido en Bromley, no tenía por qué conformarme con
la vida de arrabal durante el resto de mi vida. Podía ser
cualquier cosa.
»Me acuerdo de que todos solíamos ver Top of the Pops los
jueves a las siete y cinco. Y el viernes era el tema de
conversación. En realidad, nunca llegamos a asistir a un
programa en directo de Top of the Pops, pero siempre lo
veíamos por la tele. Y ahorrábamos para comprarnos algún
que otro disco, y nos sentábamos a escribir letras con cierto
esmero, recolocando una y otra vez la aguja del tocadiscos en
la posición inicial, para tratar de sacar toda la letra, pero
incluso con esas no siempre la captábamos. En el
departamento de música de la planta baja de Medhurst’s, la
tienda de discos del DJ Alan Freeman en Market Square, y
también en W. H. Smith, había tiendas de música en las que
era posible husmear —podíamos echarles un vistazo a los
discos, pero no podíamos permitirnos comprarlos—. Fui a
clases de violín con la señorita Strudwick [integrante de la
Bromley Symphony Orchestra], pero tuve que dejarlo. Cuánto
lo lamento. La música era nuestra vida.»
Hasta David Bowie, puntualiza Natasha, todos sus
conocidos eran heterosexuales, blancos y gente normal.
«De acuerdo, David era blanco, pero desde luego no era
hetero ni pasaba por normal. Lo acepté tal cual era. Creí en él
a pies juntillas. Gracias a él, teníamos opciones. No hacía falta
ser “esto” o “aquello”, podías ser eso. Siempre he creído que
esta vida terrenal no lo es todo, y durante mucho tiempo creí
en la existencia de vida extraterrestre. Cuando descubrí a
David, sus palabras parecían ir dirigidas a mí. Las letras. Me
abrió los ojos a un mundo de posibilidades.
»Fui corriendo a que me cortaran el pelo a la manera de
Ziggy en una peluquería de Hayes. Le pasé una foto a la
peluquera. La primera noche con mi nuevo look, lo detesté.
Me lo había secado demasiado. Me pasé una semana llorando
debajo de las sábanas. Pero el cabello creció, poquito a poco,
hasta que volví a ser yo.»
No le fue del todo bien en la escuela, en donde el poco
instruido alumnado decidió que Natasha era rara, tan solo por
haberse hecho fan de David Bowie.
«Quisieron hacerme sentir como una marginada, pero no lo
consiguieron. Siempre me había sentido diferente a todos los
demás. Nunca había estado a gusto en ningún sitio. Su
descubrimiento me cambió la vida. No se me ocurre nada que
me haya causado tan tremendo impacto. ¡Sentía que teníamos
tanto en común! También yo quería evadirme de lo conocido y
lo mundano.»
Tiempo después, Natasha asistiría a su actuación en
Kilburn Gaumont, como parte del tour, el 13 de junio de 1973,
en donde fue sorprendida por Angie Bowie con el «pelo
azul/verde hojarasca».
«Recuerdo que hablé con ella. Sabe Dios por qué. Aquel
era el primer gran bolo al que iba, en un recinto con la
capacidad de un teatro, y sin mi madre. Fue maravilloso. Me
encantó, como también me encantó él. Y a raíz de ello me salí
del sistema. Por completo. Fue David quien me dio el coraje
para hacerlo. Era como si me dijera: “No tienes por qué hacer
lo que han hecho tus padres, ¿sabes?, ni tienes que ser lo que
ellos quieren que seas”. Una vez que salí y me encontré hasta
cierto punto conmigo misma, dejé de necesitarlo y dejé de
seguir su música de modo voraz.
»No obstante, no le perdí la pista. Llevé a cabo el cambio
final. No tenía que seguir reinventándome por más tiempo.
Casi diría que albergaba un sentimiento de deslealtad, como
que lo había abandonado y había tomado mi propio camino.
Pero si hago lo que creo que debo estar haciendo a estas
alturas de mi vida, se lo debo a él. Sin ninguna duda. No
puedo afirmar que fuera mi salvador, pero sí desde luego el
letrero en la carretera que me indicó el camino.»
En muchos sentidos, admite Natasha, Bowie era poco
original.
«Sin embargo, era capaz de transformar esa falta de
originalidad en algo más de lo que había antes. En lo musical,
a mí no me importa particularmente cómo se llega a un fin.
Uno puede valerse de todo tipo de cosas, tirarlas al aire o
revolverlas en el interior de un bidón. Lo que en verdad cuenta
es lo que sale de ahí. A mí que me digan qué estrella del rock
no ha sido influenciada por estrellas de la música y estilos y
toda clase de elementos que ya existían con anterioridad.
Además, él tenía una imaginación portentosa, mayor que
cualquier otro. ¿Cómo se cuantifica la imaginación? No se
puede. Él era muy espabilado. Sabía perfectamente cómo
dirigirse a un público torpón, débil y adolescente. No nos
sacaba tantos años; no tantos, por lo menos, como para
encuadrarlo en la generación de nuestros padres. Y, pese a ello,
parecía mucho más sabio de lo que le correspondería por edad.
Él era el hombre de las estrellas, el Ziggy Stardust que había
creado. Era distinto. Era una superestrella que esperaba a que
llegase su momento, y todo resultaba vibrante, después de
haberlo conocido siendo un héroe local… y ver ahora su
progreso. Y sí, me marché de Bromley gracias a él.»
La vida de Nicky Graham también cambió a causa de Ziggy…
de un modo más tangible. Recién entrado en la adolescencia,
el músico nacido en Sudáfrica se había trasladado junto a su
familia a Wimbledon, en Londres, en los años más duros del
apartheid; abandonó asimismo su grupo musical de la escuela,
llamado Nicky Graham and the Cruisers. Estudió Arquitectura
en la Kingston University a fin de complacer a su madre, pero
su pasión seguía estando ahí. Tras pertenecer a diversas bandas
en los sesenta, fue captado por el radar del Rolling Stone Bill
Wyman, quien quiso ser el productor de la última formación
de Nicky, rebautizada como The End.
Wyman les consiguió un acuerdo discográfico con el sello
de los Stones, Decca, así como que actuaran de teloneros de la
famosa banda en el acto de apertura de su siguiente gira. La
banda pasó a llamarse Tucky Buzzard y sacaría un par de
álbumes —el segundo de los cuales, Warm Slash, se grabó en
el Château d’Hérouville, cerca de París, el «Honky Château»
popularizado por Elton John en su disco de 1972 con el mismo
nombre, además de un lugar místico al cual pronto David se
vería ligado—. La portadilla interior del álbum de Tucky
Buzzard muestra al mofletudo bajista de los Rolling en el
centro de la imagen, de espaldas a la cámara, evidentemente
aliviándose.
«En los setenta había una libertad que implicaba poder
hacer cosas así», reflexiona Graham. «Promovimos y salimos
de gira con nuestro álbum durante seis meses. No vendía.
Regresé a Inglaterra. Para entonces había conocido a mi
primera mujer, Diana. Ella trabajaba para Tony Defries, quien
decidió que quería hacerse cargo de la representación de
Tucky Buzzard, y yo llegué a un acuerdo con Bill. Me llevaron
a conocer al jefe.»
Nicky recuerda a Tony Defries como un personaje de
excepción, con sus pantalones acampanados bien ceñidos y un
cinturón con una enorme hebilla, una camiseta suelta por
debajo pero justa a la altura del torso, incluso ejerciendo cierta
presión en su cuerpo, y con una gran boca en la que sostenía
un puro.
«Llevaba puesto un gran abrigo de pieles cada vez que
salía. Parecía un gigolo o un proxeneta. Tenía una muletilla:
“¡Dejad que yo me encargue!” Rezumaba seguridad, pero no
así competencia. Se ocupaba de los asuntos de Lionel Bart, por
ejemplo, y Bart se arruinó. Lo siguiente que se supo es que
Tony fue quien trajo a Bowie. Yo buscaba algo que hacer y Di
me dijo que debería pasarme por la oficina y echar una mano,
como chico para todo. Entonces, un día, Tony se giró y me
soltó: “David va a salir de gira y quiero que seas tú quien lo
organice.” “No sé qué debo hacer”, le dije. “Muy fácil”,
contestó, “solo tienes que llamar por teléfono a los distintos
auditorios y reservar”. De modo que me agencié un mapa del
Reino Unido, lo llené de chinchetas y me puse a hacer esas
llamadas. El tour se llamaba simplemente “David Bowie”, y
solo contaba con él y con su banda de apoyo. David abandonó
los vestidos y el pelo largo, que pasó a ser corto y rojo, y
cuando se dejaba ver por la oficina lo hacía vestido de una
guisa cada vez más estrafalaria. ¡Me encantaba! La nueva
imagen nació a comienzos de la primavera, pero no sería hasta
el 27 de mayo cuando los personajes de Ziggy y los Spiders
estuvieran perfectamente definidos.
»A pesar de que biografías y documentales siempre citan la
actuación en el pub Toby Jug de Tolworth como “la primera”,
el bolo en Ebbisham Hall (en Epsom, Surrey), auspiciado por
el presentador musical Bob Harris, es el que quienes de verdad
estuvimos allí consideramos la primera aparición de Ziggy
Stardust. David y su banda no fueron “Ziggy Stardust and the
Spiders from Mars” hasta esa noche, te lo puedo asegurar.
Sencillamente, no se habían dado las condiciones hasta ese
día. David había esbozado el personaje de Ziggy, y nosotros
solíamos promocionar los bolos. Yo me encargaba de hacer
fotocopias en folios DIN A4 y salía por ahí con mi fajo de
ellos y una caja de chinchetas para colgarlos en los troncos de
los árboles. Hasta ahí todo bien. Luego vinieron las pruebas de
sonido. Sin nadie alrededor. Todo estaba desconcertantemente
tranquilo, y lo cierto es que llegamos a pensar que no vendría
ni el pupas. Salimos a comer algo con curry, volvimos y nos
topamos con cerca de trescientas personas culebreando por los
bloques. Fue el mejor bolo que uno se pueda imaginar.»
Nicky se mostró tan competente a la hora de gestionar el
espectáculo que pronto toda la responsabilidad recayó sobre él.
«De buenas a primeras, me había convertido en la mano
derecha de Tony Defries. Me ocupaba del transporte, de los
vuelos —tomábamos vuelos domésticos; David por entonces
no tenía ningún problema con hacerlo así—, del dinero, de la
logística. David poco más o menos que me confiaba los
quehaceres del día a día, a tenor de que Angie, por la razón
que fuera, había dado un paso atrás y no había nadie más que
pudiera ocuparse. Yo recogía la recaudación, me preocupaba
del personal, pagaba las nóminas. Las cuentas las gestionaba
Peter Gerber. Yo iba adonde él y le pedía el dinero para pagar
cinco vuelos y un viaje en coche, o lo que fuera, y él me
extendía un cheque, que yo tenía entonces que ir a cobrar al
banco. Nunca estaba al tanto de lo que se cocía a nivel general,
es decir, que Defries se presentaba en las oficina de RCA de
manera periódica para pedir “otro medio millón”.»
La discográfica MainMan se separó de Gem y se radicó en
Gunter Grove, en el distrito de Chelsea:
«Era un precioso edificio antiguo pero con serios
problemas de aparcamiento, y además pasaba por ser la casa
de Defries», señala Nicky. «Yo tenía treinta y un años y
llevaba de manera efectiva las cuestiones de representación de
David para la compañía mientras que Defries andaba por ahí
perdido, gastándose el dinero. El grupo Mott the Hoople se
subió a nuestro carro, y más tarde Iggy Pop. Fui yo quien se
ocupó de todo, por mis propios medios, respecto a esos tres
colosos. Y luego, durante un tiempo, me convertí en un Spider
from Mars.»
Poner su virtuosismo como teclista al servicio de la banda
de David fue un movimiento lógico, pero no sirvió
precisamente para aligerar la carga de trabajo de Nicky.
«Me pusieron un traje púrpura y unas botas amarillas, muy
al estilo de La naranja mecánica. Me teñí el pelo con
aerosoles: de platino por un lado, de dorado por el otro. Iba a
buscar el dinero al Midland Bank de Pall Mall los viernes por
la mañana —en aquellos tiempos no había cajeros— y
abonaba las pagas. Esto implicaba introducir unos cuantos
billetes en unos sobres de color marrón y guardar los restantes
en la caja para posibles gastos. Todos venían el viernes por la
tarde a recoger su parte. También tenía que pagar a los
miembros del equipo y a otros trabajadores contratados para
las actuaciones, organizar el catering posterior, conducir en
minibús hasta la siguiente localidad en que hiciéramos parada,
subirme al escenario y tocar con ellos. Eran veinticuatro horas
de desenfreno. Mientras tanto, Defries estaba al teléfono con el
presidente de RCA Japón o de donde fuera, haciendo tratos,
puro en boca, y pasándome a mí todo el trabajo. Aun así, a mí
él me parecía un tipo genial. Su prioridad absoluta era David
Bowie. Debía mantenerlo contento a cualquier precio.»
Peter Gerber sufrió un infarto en Gales, cayó muerto y las
cosas fueron a peor.
«Más trabajo para mí, pero me lo tomé con filosofía», le
resta importancia Nicky. «No puedo decir que lo disfrutara.
Hacía lo que mejor se me daba: tocar en un grupo. Trabajar
junto a uno de los mejores artistas de todos los tiempos, como
se demostraría. Incluso llegar a ejercer de Spider en aquella
legendaria actuación de “Starman” para el programa Top of the
Pops. Pero, al cabo, todo se fue al traste… por culpa de
Angie.»
Hoy nos da la risa, pero la vida de Nicky a punto estuvo de
arruinarse. La señora Bowie quería entradas para un concierto
de Elton John ese fin de semana en Londres; para ella, para
Dana Gillespie y para unos cuantos amigos más. Ya era tarde
cuando Nicky recibió la petición, y, por más que lo intentó, no
consiguió ninguna entrada. Angie también le pidió dinero.
Nicky tampoco pudo satisfacerla en ese sentido.
«Se presentó un viernes por la tarde, sobre las cuatro,
pidiendo más dinero del que ya se le había dado. David tenía
asignadas cuatrocientas libras semanales, que no está nada
mal, en tanto que la banda recibía cincuenta por cabeza. Tenía
el dinero de Iggy y el de Mott en sendos sobres dentro de la
caja, pero nada más. No iba a darle a ella un dinero que no era
suyo. Los bancos ya habían cerrado y hasta el lunes no había
manera de sacar nada. Ahí estaba yo, dejándome el alma,
tocando, organizando y haciendo de todo y para todos, y de ahí
pasé a estar despedido. Me fui a casa. Mi esposa dijo: “Tienes
que irte y sentarte en alguna playa cualquiera.” Me compré un
pasaje a Ibiza y allí me senté.
»Lo que más me dolió fue no ir a los Estados Unidos en la
primera gira de Ziggy Stardust. Había trabajado duro para que
así fuera, pero la oportunidad se desvaneció por una razón
ridícula y disparatada. Tardé tiempo en sobreponerme. Había
sido íntimo de David y después de aquello no volví a verlo
nunca. Cuando sucedían cosas así, siempre buscaba a otra
persona para que se ocupara del trabajo sucio. Él no se
ensuciaba. No llegué a tocar en el Rainbow de Londres.
Posteriormente, fui a hablar con Trevor y Woody y almorcé
con Mick. Mucho después, tras su muerte, se celebró un
concierto en memoria de Mick Ronson en el Hammersmith
Odeon, y allí sí que toqué. Cuando se convirtieron en grandes
estrellas, me sentí engañado. Pero, con el paso del tiempo, le
quité hierro al asunto. Comprendí que mi vida habría sido del
todo diferente si hubiera seguido siendo un Spider from Mars.
Aquel rechazo me obligó a buscarme la vida y a labrarme una
carrera.» 23
Nicky piensa que nada de lo que hizo David tras su etapa
como Ziggy alcanzó ese nivel.
«Nada en su música futura atrapó la imaginación del
mismo modo. Por aquel entonces, tenía algo que demostrar.
Nunca volvió a trabajar con la misma intensidad, y se notó.»
«Ziggy claramente marcó el camino para mis siguientes
trabajos», comentaría David años más tarde. «Ziggy fue mi
mesías marciano que tañía una guitarra. Lo veo de una manera
muy simple…, bastante en la onda del personaje de Newton
que yo mismo interpreté tiempo después para el cine [en la
película El hombre que cayó a la tierra]. Alguien que cayó
aquí, que se sumerge en nuestra forma de pensar y acaba
destruyéndose.»
En 1976, había reescrito un poco la historia. En el sentido
de: «Me transformé en Ziggy Stardust. Dejé de ser David
Bowie. Todo el mundo me decía que era un mesías, sobre todo
en aquella primera gira norteamericana [a finales de 1972]. Me
perdí irremediablemente en aquella ilusión.»
Al igual que sucedió con Top of the Pops, confirma Nicky
Graham, el disco «no fue gran cosa en su momento. ¡Se ha
inventado todo! “Starman” es una cancioncilla pop realmente
adorable —que viene siendo “Over the Rainbow” pero con
otro nombre—, así como uno de los mayores timos musicales.
Pero lo cierto es que no produjo ningún corrimiento de tierras.
Yo estaba allí. Te aseguro que para nada.
»Bajamos al Top of the Pops, nos vestimos para la ocasión
y allí nos presentamos, a gesticular y a tocar al compás de la
canción. En el estudio no se vivió nada similar a una reacción
de histeria, y tampoco hubo una acogida magnífica por parte
de los medios al día siguiente. Fue sencillamente una noche
más.»
«Para entonces, él era un fenómeno curioso en muchos
sentidos», reflexiona al escritor musical David Hancock. «Si le
quitamos la imagen y la percepción que se tenía de él, quiero
decir que si cogemos a David Bowie como tal, sin adornos,
vemos que en muchos aspectos era un tipo amanerado. No era
la clase de chaval que se deja ver por el pub en compañía de
colegas para tomar una pinta y echar unos dardos. No era uno
de nosotros, y sin embargo lo era. Todo aquel que en algún
momento tuvo la oportunidad de pasar tiempo con él y que
luego habla sobre ello, dice que siempre era como cualquiera
de nosotros. Y qué buen tipo era. Y qué agradable. Desde
luego que me trataba como a un igual, y yo a él tres cuartos de
lo mismo. Lo raro de la fama es que tal vez uno, ya famoso, no
se ve a sí mismo como diferente, y sin embargo otra gente
comienza a tratarte de modo distinto. Comienzan a poner sus
esperanzas en ti. ¿Por qué motivo? No logro entenderlo.
»Recuerdo que una vez estaba yo en Brahms & Liszt [una
vinoteca situada detrás de la Royal Opera House, en Covent
Garden, que no existe desde hace mucho] con Bob Dylan. Él
quería una Guinness, pero resulta que no tenían. Crucé, pues,
la calle hasta el pub de enfrente, le compré una pinta y me la
traje de vuelta. Y todos se sorprendieron: ¡No puedes hacer
eso! ¡No puedes traerle una pinta a Bob Dylan en una
vinoteca! ¿Pero por qué no? He ahí el problema de la fama: lo
cambia todo. Se diría que elimina el derecho a ser
simplemente una persona normal, lo cual es todo lo que
cualquier músico u otra clase de celebridad en el fondo es. Y
actúa con presteza, de tal manera que no puedes ni acercarte a
ellos —y quizá, lo que es más importante, ellos no pueden
acercarse a ti—. Así pues, ambos sois víctimas de la fama, el
anónimo y el famoso. Así se devora el pop a sí mismo. David
sería una víctima en un grado bastante mayor que una gran
parte de los artistas.»
En agosto de 1972, Chris Welch, de Melody Maker, vio a
Ziggy and the Spiders en el Rainbow Theatre de Londres.
«Ataviado con un traje platino y botas a juego», escribió
Welch, «avanzó con paso firme entre propulsores de humo, el
cual le llegaba a la altura de los tobillos.
»Sería difícil imaginar una audiencia así, prolongada
durante tres semanas, capaz de aceptar aquel espectáculo sin
recurrir a pedorretas e incluso a gritos como “¡Anda, dale!”…,
pero en el mundillo del rock los tiempos cambian que da
gusto… y el triunfo era de David Bowie, y evidentemente
había andado un largo camino desde lo que fuera que estuviese
haciendo el año antes.»
El siempre numeroso séquito de David incluía ahora a
amigos de Andy Warhol de la etapa en The Factory, antiguos
integrantes del estrafalario show Pork, que se había trasladado
de Nueva York a Londres; David los había vuelto a situar en la
cresta de la ola, y a varios de ellos los tenía en nómina de
MainMan, en puestos no precisamente imprescindibles y con
cargos un tanto disparatados. En septiembre, cuando David se
dispuso a partir hacia Nueva York en el buque QE2, un
número considerable de cortesanos fueron detrás. Entre los
acompañantes de su oceánica travesía estaban George y Birgit
Underwood. A su llegada a puerto, fueron a alojarse al hotel
Plaza para preparar una estancia de dos meses por todo lo
grande, con actuaciones por todo el país.
«Quería tener a alguien a su lado que fuera ajeno al
negocio, algo así como un amigo imparcial», explicaba
George. «La llamada Bowiemanía y todo el tema de MainMan
habían estallado, y ya llegaba hasta él. Yo era su vínculo con la
normalidad. Su vida se le escapaba de las manos de manera
cada vez más flagrante. En cierta ocasión me dijo: “George, tal
y como van las cosas, puede ser que no volvamos a vernos en
cinco o diez años. Pero descuida: nuestra relación no se
resentirá nunca.” Me comentó que podía trabajar para él
también en Estados Unidos. Hablamos largo y tendido en
aquella travesía de cinco días; sobre portadas para el disco,
material… Y sobre la vida, sobre nuestra infancia y cosas por
el estilo.
»Tras las dos primeras semanas en América, Tony Defries
convocó una reunión general con todos los que habíamos
viajado hasta allí. Era por una cuestión de dinero —el gasto se
había ido de madre—. Dijo: “Los Underwood no nos han
costado nada de nada. ¿Por qué será?” Se debía a que yo
viajaba con dinero de mi propio bolsillo, y así era como
sufragaba todos nuestros gastos, mientras que el resto no
dudaba en pasarle el cargo a David. No quería pasar por un
aprovechado: él era mi amigo. Me pidieron que me quedara
durante el resto del tour, cosa que hice. Trabajé en parte del
material gráfico para “The Jean Genie”. Unos cuantos bocetos
y similares. Pero mi verdadera ocupación durante el viaje fue
la de acompañante de David. Le gustaba tenerme cerca, le
daba estabilidad. No me refiero a que la droga corriera por
doquier y de manera descontrolada. No. Todo eso llegaría más
tarde.»
Al finalizar la gira estadounidense, David le pidió a George
que volviera al año siguiente, y que fuera con él a Japón.
«Le pregunte: “¿Y qué haría?” Me dijo: “Apoyo vocal”,
pero rechacé la oferta. Solo llevaba un año de casado [y
casado sigue], Birgit y yo teníamos un piso estupendo en
Hampstead y no queríamos tener que dejarlo. Además, andaba
liado con mis propios asuntos. Para llevar esa clase de vida,
mejor ser soltero, lo cual no era mi caso. Geoff
MacCormack 24 , que fue con David a la Burnt Ash School, y
que también era un antiguo compañero nuestro en el coro de la
iglesia de Santa María, me sustituyó. No volvería a ver a
David hasta mucho tiempo después.»

22. Natasha Holloway era la mejor amiga de la autora en la grammar school de


Bromley y ejerce a día de hoy como historiadora en Gales, especializada en artes y
oficios del medievo en Gran Bretaña.
23. Nicky se convierte en el mánager de Polydor encargado del trato con los
artistas: «Un tipo que se ocupa de tenerlos contentos. Iba al aeropuerto de Heathrow
a buscar a los miembros de The Osmonds, o cuidaba de Slade durante la noche».
De ahí pasó a escribir y producir éxitos para Bros («When Will I Be Famous?»),
fue el descubridor de Ant & Dec, compuso su exitoso tema «Let’s Get Ready to
Rumble» y creó 20th Century Boy, un musical sobre la vida y muerte de Marc
Bolan, distinguido con el premio al «Mejor nuevo musical» en el Broadway World
West End, que ha sido seleccionado para abrir la temporada en el West End de
Londres en 2017.
24. MacCormack trabajaba vendiendo anuncios en Londres cuando recibió la
llamada para ir a América. Empezó en 1973, y suyas son las segundas voces y la
percusión de cinco álbumes —Aladdin Sane, Pin Ups, Diamond Dogs, David Live
y Station to Station— y seis giras. Se convirtió en el compositor y bailarín Warren
Peace. Junto a Ava Cherry y a Jason Guess, fue un Astronette en el especial
televisivo The 1980 Floor Show grabado en el Marquee en octubre de 1973, y uno
de los Diamond Dogs en el tour por los Estados Unidos en 1974. En 2010,
MacCormack publicó un exquisito libro de gran formato, From Station to Station,
Travels with Bowie, 1973-1976 (Genesis Publications), para el cual su viejo amigo
David aportó un sarcástico prólogo.
8
1972-1973

Puede que Ziggy Stardust convirtiera a David en una estrella,


pero el resultado se demostraría frankensteiniano. Tras eclipsar
a su creador una vez que fue perfilado por completo, Ziggy se
comió a Bowie y pudo llegar a destruirlo de no haberse
decidido David a darle muerte, justo después de hacer lo
propio con sus arácnidos, los Spiders. Los más cercanos son,
invariablemente, los últimos en darse cuenta.
Hacia 1973, Bowie se sabía de oro. El estrellato que había
pretendido de la noche a la mañana y que se había demorado
diez años, ya estaba ahí; David, ahora, les había dado a todos
de lo suyo: era una superestrella a ambos lados del Atlántico,
venerada como ídolo entre los y las adolescentes, reverenciada
como estrella del rock, un tipo deseado como sex symbol
bisexual, aclamado en su condición filosófica de luz que guía
el camino. Su pose de «Ziggy como mesías» discurría según lo
afirmado por John Lennon en 1966: «Ahora somos más
populares que Jesucristo. No sé qué va primero, si el rock &
roll o el cristianismo», lo que al Beatle le valió para ser visto
como la encarnación del mismo demonio. Siete años después,
las líneas se habían difuminado, los creyentes no se tomaban
tan a la tremenda las comparaciones sin fundamento. Él las
había aniquilado de golpe, aquel rudo saqueador, aquel
trapero, aquel vampiro. Ziggy había chupado la sangre de las
venas de todo cuanto ente interfiriese en su camino, y
avanzaba hacia su víctima definitiva: él mismo.
De modo inesperado, David disponía de un nuevo
cómplice: una neoyorquina insaciable y seca que se había
sumado a la plantilla de MainMan. Coco llegó, como reza la
canción de McCartney, «through the bathroom window»:
empezó como humilde recadera y muy pronto fue escalando
puestos. Le birló el puesto a Hugh Attwooll, antiguo
compañero de escuela de Nicky Graham, el directivo que la
había contratado, mientras Attwooll consumía su permiso
vacacional. Coco llegó a ser tan imprescindible para David
que su renuncia habría supuesto un problema de primer orden:
ya no una cuestión de vida o muerte, sino algo infinitamente
más grave. Corinne Schwab era el nombre real de Coco, quien
se habría de convertir en la escudera de David durante el resto
de sus días. Él se refiere a ella como la persona que en
múltiples ocasiones le sacó las castañas del fuego. Cuando
llegó su final, le legó más de un millón de libras —hecho que
hizo correr el rumor de la existencia de una cláusula que la
obligaría a guardar silencio—. La señorita Schwab jamás
hablará sobre su antiguo superior y amigo. Nunca ha
concedido una entrevista. Sabe demasiado. Sabe más que el
propio David.
«Lo curioso», comenta el periodista musical Chris Welch,
«es que, en el negocio de hoy, nadie recuerda nada acerca de
ella. A duras penas se acuerdan de su nombre. Era tan solo una
secretaria que gestionaba la agenda de una estrella de rock… y
que en dicho proceso renunció a su propia vida. Una extraña
manera de vivir».
Una multitud se congregó en Haddon Hall para celebrar el
regreso de David y Geoff tras su épica aventura ferroviaria.
Fue entonces cuando Coco y David se conocieron. A aquella
fiesta de bienvenida al hogar también asistió Visconti, de
quien hacía tiempo que no se sabía nada, acompañado por su
esposa; Tony se había casado con la encantadora cantante
galesa Mary Hopkin 25 .
Coco apenas abrió la boca durante la velada, pues prefería
mostrar su eficacia dentro de las paredes de la oficina. Era
muy celosa de su intimidad —tal vez porque no la tenía, es
decir, no existía tal vida privada, malmetían sus detractores,
que con los años se multiplicarían como hongos—. La joven
tenía «sangre suiza»; su padre había sido corresponsal de
guerra y fotógrafo, y se rumoreaba que su madre,
psicoterapeuta, la había parido en un probador de los
almacenes Bloomingdale’s. Es posible que alguien se lo
hubiera inventado. Era políglota, muy leída y muy hábil con
los números.
A David le pareció una mujer fascinante, y a los demás
«sosa, banal y aburrida». En el mundillo de la música, como
ella las hay a cientos; así, a bote pronto, se me ocurren una
docena de nombres. La Mary Austin de Freddie Mercury,
pongamos por caso, que en un principio fue su novia, se
convirtió en su asistente personal tras confesarse él gay, y que
heredaría su casa y el grueso de su fortuna tras el fallecimiento
del cantante. Estas mujeres hacen un parón en sus vidas para
ponerse a disposición de «su» artista las veinticuatro horas. Se
convierten en sus concubinas, enfermeras, guardas,
rottweilers, y participan hasta cierto punto del estilo de vida
del rock & roll, pero nunca pierden el norte, se mantienen
siempre despiertas y la mayor parte del tiempo sobrias.
Suelen recibir el desdén de los restantes miembros del
equipo que rodea al artista —y más que ningún otro, el de su
esposa—. Raro es que sean vistas como algo más que una
mera sombra de su jefe. Llegado el día del Juicio Final, estas
leales servidoras no suelen recibir gran cosa a cambio de sus
años de entrega, más allá de algunos regalos, una casa o,
quizá, si tienen suerte, una pequeña porción del legado. Coco
recibiría un millón cuatrocientas mil libras de la herencia de
David. Esta clase de mujer no acostumbra a tener con quien
compartir su parte. Muchas fantasean con que su jefe está
secretamente enamorado de ellas y que llegará el día en que
estén juntos —una vez que sus roqueras mujeres, groupies y
doxies no den más de sí—. Se trata de un sueño un tanto
lúgubre. Evidentemente, la insulsa Coco no suponía una
amenaza para Angie, y eso era precisamente lo que más la
intrigaba. Con mujeres como ella, lo sabemos bien, es con
quienes no se debe bajar la guardia. Sobre todo si están
enamoradas.
La gira de Ziggy recorrió toda Gran Bretaña. Fue una
vorágine de actuaciones, apariciones televisivas, radiofónicas,
en prensa y un caos de seguidores.
«Fui a todos y cada uno de los bolos, a no ser a la actuación
en Earls Court, que lamenté enormemente perderme», cuenta
Anya Wilson. «¡La habíamos preparado tanto! Y mi pequeña
empresa, que había puesto a andar por entonces, ¡estaba yendo
tan bien!… Tenía a la banda Paul McCartney and Wings
además de a David. Aquella misma noche tenían un evento
que abría el tour de Wings, y no me quedaba otra que ir.
»David solía llamarnos a la mañana siguiente a un
concierto y preguntar: “¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado?
¿Y cómo veis tal estrofa o tal o cual movimiento?”. Debíamos
repasar con él cada detalle. Nunca estaba satisfecho, siempre
quería mejorar. Era un perfeccionista de libro, e implacable.»
Tras haber escrito buena parte del disco Aladdin Sane en
las carreteras de Estados Unidos, David regresó de un salto a
los estudios Trident tan pronto como pudo para llevar a cabo
algunos ajustes y grabar. A finales de enero, de nuevo puso
rumbo a Nueva York, y como bien plasmó NME en su titular:
«GOODBYE ZIGGY, AND A BIG HELLO TO ALADDIN
SANE» [ADIÓS A ZIGGY Y UN HOLA ENORME A
ALADDIN SANE]. David negaba en las revistas que hubiera
acuñado un nuevo álbum conceptual, si bien, cuando echamos
la vista atrás, sabemos que el producto lo contradice.
Veamos, ¿cómo y cuándo se gestó el miedo a volar de Bowie?
Había subido a aviones para moverse por todo el país y al
continente y nunca se había quejado. Pero entre 1972 y 1977,
de pronto, le dio por el barco, los trenes, los buses de gira, las
limusinas, los todoterrenos, los taxis, las bicis, las calesas, los
telesillas, los tranvías… y por ir a patas. Para su primera gran
gira, cruzó el Atlántico a bordo de un buque, conquistó los
Estados Unidos por carretera y navegó por el Pacífico hasta
Japón, atravesando temporales. De regreso, tomó el ferri desde
Yokohama hasta el puerto ruso de Nahodka, e hizo una
conexión en tren con Vladivostok, y de ahí una nueva ruta de
diez mil quilómetros, la mayor parte en el Transiberiano.
Atravesó la Unión Soviética de cabo a rabo de una tirada, y en
Moscú se valió del enlace con el antiguo Moskva-Express
(Ost-West Express) que conecta la capital rusa con París.
Cuando la locomotora entró en la Gare de l’Est el 3 de mayo,
se anotó su primera vuelta al mundo. Tenía entonces veintiséis
años. En 1977, volvió a subirse a un avión; se dirigió a Nueva
York con Iggy Pop. Pero 2002 lo encontraría de nuevo
acostado en una tumbona del Queen Elizabeth 2, rumbo a
Europa, para iniciar la gira de Heathen.
«David se toma lo de volar mucho mejor ahora, y viaja en
avión siempre que es preciso», dijo su RR.PP. «Pero sucede
que hay veces que no hay prisa, así que opta por aprovechar
para ir de crucero por el Atlántico.» No está mal, para quien
puede.
Hay quien descarta la aerofobia, sugiriendo que el elitista
viaje en barco transoceánico, así como el lujoso estilo de vida
que conlleva —con las incontables ocasiones para vestirse de
largo para cenar, con toda su parafernalia, sus baúles de Louis
Vuitton—, resultaba de lo más seductor para la diva de
Hollywood de los años treinta que llevaba dentro. «Finge ser
especial hasta que lo seas», repetía siempre Defries. Otros
enarbolan una bandera mucho más prosaica: que su fobia a los
aviones nació a partir de un vuelo muy movido, con tormenta
incluida, de vuelta a casa tras una visita con Angie a su familia
política en Chipre. El propio David lo explicó de la siguiente
manera en el apogeo de su fama como Ziggy: «No vuelo
porque tuve un sueño premonitorio en el que moría en un
accidente aéreo. Si llega 1976 y no ha pasado nada, volveré a
subirme a un avión». Y así lo hizo.
Nada hay tan excesivo como el exceso. Incluso antes del boom
de Ziggy, Tony Defries ya tenía en mente grandes planes, ya
vivía a lo grande, gastaba dinero como si no hubiera un
mañana, lo cual no significa que vistiera bien. Aunque en 1973
el séquito para el tour por los Estados Unidos parecía modesto
en comparación con el del año anterior, cuando el equipo
había estado formado por al menos cuarenta y seis personas,
Dana Gillespie no recuerda que hubiera un límite.
«Hasta donde yo sé, Defries seguía abonando las facturas.
Yo participaba sin mucho entusiasmo, pues había tenido que
dejar Jesus Christ Superstar [en la cual Gillespie hacía el
papel de la primera María Magdalena]. Había sido víctima de
una avalancha en 1964, mi rodilla estaba hecha polvo y tendría
que pasar por el quirófano. Subía al escenario dopada de
analgésicos y brandy… yo, que ni siquiera bebo. Me subían y
bajaban del escenario. David y Angie vinieron a verme una
noche, pero se marcharon en el descanso. Me daba mucha
vergüenza, pero no quería hacerles pasar un mal trago. De
haber preguntado a Angie por qué se habían ido, me habría
dicho: “Él quería irse”. Sé que detestaban la música.
»La desmesurada fama de David, así como su aparente
fortuna, no me afectaron. Yo tenía contrato con MainMan,
también era su artista y tenía mi propia carrera. Era una de
ellos. Todo parecía progresar de manera lógica, me refiero a lo
que llevaba años labrándose. Me alegraba que le hubieran ido
bien las cosas. En cuanto a mí, me lo pasaba bomba. Me
hospedaba en los mejores hoteles, iba en limusina de aquí para
allá, disfrutaba de fiestas como si fuera 1999, salía de compras
y arramplaba con todo lo que me ponían delante, y el cargo
íntegro iba a la cuenta de MainMan. ¿A quién no le gustaría?
Llegado un punto, todos nos quedamos durante seis meses en
el Sherry Netherland, un hotel de lujo de gran tamaño y
antigüedad que se remonta a la década de 1920, con vistas a
Central Park. Y lo último que nos hacía falta o queríamos era
disponer de un servicio de habitaciones.»
Era un no parar de actuaciones en grandes ciudades. Kansas
City, Nueva York, Filadelfia —donde bailó con Stevie Wonder
y se enrolló con todo lo que se cruzaba en su camino; uno de
sus últimos escarceos de entonces fue con Ava Cherry—,
Nashville, Memphis, Detroit, Hollywood. Se arrimó e
interpretó su toque de corneta boogie-woogie con Bette
Midler.
En marzo, David y Geoff volvieron a surcar los mares con
destino a Canadá, de ahí a Japón, en donde tras una recepción
frenética harían escala en cinco ciudades, en un tour de nueve
espectáculos que empezaba en Tokio y pasaba por Nagoya,
Hiroshima, Kobe y Osaka para finalmente regresar a la capital.
Los japoneses lo adoraban, sobre todo por el homenaje que
rendía a su cultura. Su gira allí llegó a ser saludada por
algunos como «el bálsamo para curar la herida abierta en la
relación entre los aliados y Japón». Más adelante, en 1983,
protagonizaría la película Feliz Navidad, Mr Lawrence, en la
que interpretaba el papel de un concienciado y afligido
prisionero de guerra en el Japón de la década de 1940. Como
poco, la cobertura que le dio la prensa supuso para David una
oportunidad de presentar ante Occidente la cultura japonesa,
su moda y tradiciones.
Muchos artistas posteriores habrían de seguir su senda,
incluido Freddie Mercury, que llevaría puestos kimonos sobre
el escenario; también Ultravox, Siouxsie Sioux y Sparks, que
lanzó un álbum llamado Kimono My House en 1974. Se acuñó
la frase «Big in Japan» para describir espectáculos o grupos
occidentales que habían triunfado en el país nipón. También se
convirtió en el nombre de una banda de punk británica de los
setenta. En 1984, el grupo alemán Alphaville sacó una canción
con el mismo título, la cual supondría su único éxito en el
Reino Unido. The Police, Duran Duran y una ingente cantidad
de artistas caerían rendidos a los encantos del país asiático. Y
Simon Napier-Bell, que nunca dejó de estar de moda y que fue
quien formó el mejor grupo que sin embargo nunca llegó a
tener éxito a nivel mundial, a pesar de merecerlo… Y el
cantante de rock más apuesto y esotérico, David Alan Batt, de
Beckenham, muy pronto rebautizado como David Sylvian. La
banda se llamaba Japan.
Napier-Bell, el mánager de rock y promotor de
espectáculos al que el desgraciado y advenedizo representante
Ralph Horton había puesto en bandeja a David, también estaba
en Tokio en abril de 1973. Parece ser que había viajado a
Japón en busca de una flor de cerezo —su amigo, el mánager
de The Who, Kit Lambert, le había insuflado su entusiasmo
respecto a las bondades japonesas, pero Simon en realidad no
estaba allí para conocer mejor el hanami (la secular tradición
de ver florecer los cerezos y hacer pícnic bajo sus ramas).
«Lo cierto es que me daba igual ver los cerezos en flor; tan
solo era un excusa para ir a Japón», admite Simon. «En los
setenta, viajaba continuamente. Había llegado un momento en
mi vida en que los excesos del mundo del rock me aburrían.
Mi mente estaba preparada para algo nuevo, y fue en Tokio
donde lo encontré. No era solo por la gente, las vallas
publicitarias o la arquitectura, era todo en su conjunto. Se
podía sentir en el aire. En apariencia, la mayoría de cosas se
asemejaban —los edificios, la ropa, los vehículos—, pero el
aderezo familiar descansaba sobre una base cultural, diametral
y perversamente distinta.»
David también lo percibía; aunque es de justicia recordar
que ya antes había mostrado interés por la cultura oriental, su
arte, moda, maquillaje y música. Ese interés suyo se había
visto claramente avivado por sus incursiones en el budismo
durante los sesenta. En un momento dado, según reconoció,
incluso barajó la idea de ponerse el hábito oscuro y entrar en el
monasterio. Umm. Su extraña fascinación por la androginia
bebe del budismo. Para él supusieron una fuente de inspiración
las representaciones en el arte oriental de las energías
inseparables que manan por igual de lo masculino y de lo
femenino, las raíces de la creación. La idea de dos polos
opuestos que coexisten, que dependen el uno del otro, que
conducen a una plena integración de los roles de género hasta
llegar a fusionarse en uno solo, era un tema subyacente en los
primeros tiempos de su relación con Angie.
La cultura japonesa cuenta con una gran variedad de
deidades andróginas, como Inari: el kami, o espíritu de la
agricultura y el arroz, que se convirtió en una figura a adorar a
finales del siglo V y que aparece representado tanto en su
vertiente femenina como masculina. La compleja historia de la
religión en Japón, una combinación de sintoísmo y budismo,
además de otras aportaciones diversas y la incorporación de
elementos importados, intrigaba a David. El profesor de baile
y mímica Lindsay Kemp había puesto de su parte para instruir
al artista inglés sobre la cultura japonesa en los sesenta, sobre
todo en lo que se refiere al onnagata: actores varones de
kabuki que interpretan papeles de mujer. Debió de ser gracias
a Kemp por lo que, la segunda vez que vi a David, en la etapa
anterior a su fama, en Haddon Hall, llevaba puesto un kimono
de color amarillo limón.
La palabra japonesa kabuki-mono podría haberse acuñado
para David: «Persona que llama la atención por su estrafalaria
indumentaria, sus cortes de pelo y su comportamiento
excéntrico.» El enero anterior, a partir de una imagen que
David había tomado de la revista Harpers & Queen, Suzi
Fussey 26 , peluquera de famosos con local en la High Street de
Beckenham, tiñó de rojo fuego el pelo de David, quien por
entonces tenía veinticinco años, con un producto de la marca
Schwarzkopf, y se lo cortó hasta dejárselo de punta. Aquel fue
el comienzo de un amplísimo abanico de estilismo capilar.
Desde entonces, y hasta que, por así decirlo, perdió el norte,
daba la sensación de que se estaba riendo de sí mismo y
tomándoselo todo a broma:
«Cuando has ido por ahí con el pelo rojo y sin cejas», diría
David en 1993, «¡es evidente que no te falta sentido del
humor!».
En la fotografía que le sirvió de inspiración, sacada por el
fotógrafo japonés Masayoshi Sukita, había un modelo que
llevaba puesta una peluca de color rojo fuego, característica
del león que forma parte de la danza kabuki. El sello distintivo
del kabuki o teatro musical japonés son sus elaborados trajes,
el maquillaje extremo y una música inquietante. El modelo de
la imagen había sido peinado y maquillado por Sachiko
Shibayama e iba vestido con prendas del diseñador Kansai
Yamamoto. David comenzó entonces a llevar ropa
confeccionada por Yamamoto («un tipo de Japón», tal como
aparece mencionado en la letra de la canción «Ziggy
Stardust»), antes incluso de que ambos se conocieran en
persona. Esto sucedió gracias al estilista del propio Yamamoto,
Yasuko Hayashi, quien había proporcionado a David parte del
vestuario por él creado. Se conocerían en Nueva York.
Yamamoto seguiría siendo el creador de algunos de los
mejores atuendos de David sobre el escenario, influidos por el
hikinuki: la técnica dramática empleada en el kabuki que
consiste en cambiar y alternar ropa cada poco tiempo para dar
a entender al espectador cambios de comportamiento,
emocionales y de ambiente.
«Los trajes eran todo lo que yo quería ser y más», dijo
David. «Fuertemente inspirados en los conceptos de kabuki y
samurai, eran escandalosos, provocadores y daban un calor
increíble con la luz de los focos del escenario.»
Sukita, quien había fotografiado a Jimi Hendrix y a Marc
Bolan antes de conocer a David en Londres, había realizado su
primera sesión de fotos con Bowie durante el verano de 1972.
Aquel fue el comienzo de una gran amistad que se prolongó
durante cuarenta y cinco años, además del pistoletazo de salida
de su colaboración profesional. El fotógrafo fue quien dio la
bienvenida a David en Japón en 1973, y quien lo escoltó en
muchas de sus visitas por el país, como cuando David visitaba
templos y santuarios. El británico comenzó a lucir el
hachimaki: la banda rojiblanca, símbolo de la perseverancia y
el coraje, que mostraban desde los cocineros de sushi hasta las
mujeres trabajadoras.
Además de por el kabuki, también cayó rendido a los
encantos del noh: drama musical clásico japonés que se
remonta al siglo XIV. En 1977, Sukita inmortalizó con su
cámara su icónica imagen de portada del álbum Heroes, la foto
más famosa de Bowie de todos los tiempos.
Desde las bambalinas de una de aquellas sesiones en Tokio,
Simon Napier-Bell vio actuar a David y quedó impresionado
por el progreso que había experimentado el que fuera un mod
londinense. Tiempo después, lo describiría como
«probablemente el artista y la estrella en solitario de la música
pop-rock más influyente de Gran Bretaña».
Antes de abandonar Asia, David supo que Aladdin Sane
había logrado convertirse en disco de oro en su país. Y ni
siquiera había sido lanzado. Pero lejos de espolearlo para que
emprendiera su conquista del mundo caracterizado como
Ziggy, ese hecho lo disuadió. Vaya papelón para Ronno tener
que guardar el secreto de que David tenía en mente jubilar a
Ziggy and the Spiders —Mick Ronson admitiría en 1984 que
conocía sus planes—. Bolder y Woodmansey no sabían nada.
El circo siguió en activo.
Año —o día— nuevo, vida nueva; y nuevo viaje en barco y
tren. Tuvo lugar una melodramática reunión con Angie en el
hotel George V de los Campos Elíseos. Mientras David se
registraba antes de dar una rueda de prensa y acudir a una
recepción en la Rouge Room del hotel aquella noche, a quién
podría encontrarse a su lado más que al inevitable Simon
Napier-Bell, que además pasaba por ser un gran conocedor de
los encantos de la capital.
«Me enviaron allí solo en 1951, cuando era estudiante»,
explica Simon. «Era uno de esos rollos de intercambio entre
familias, pero acabé siendo el único chaval de mi colegio que
participó. Cuando llegué, el alumno con el cual debía hacer el
intercambio había sido enviado a una escuela de verano, de
modo que me encontré solo en París con doce años.
Fantástico. Los padres del chico trabajaban, y recuerdo que me
daban cada día cincuenta de los antiguos francos para comer.
Tenía libertad para vagar por la ciudad a solas con mi cámara
de fotos. Me encontré con el elenco de actores y todo el equipo
desplazado para el rodaje de la película Un americano en
París 27 . Les comenté que mi padre era director de cine y pasé
con ellos cada día. Desde entonces, me encanta París y voy de
visita siempre que puedo. A finales de los setenta viví allí tres
años, a caballo con Londres, a donde me desplazaba de martes
a viernes.
»También David adoraba París. Cuando me lo encontré en
el vestíbulo del hotel George V en aquella ocasión, acababa de
llegar de un viaje de ocho días en el Transiberiano Express.
“Pensé que sería una aventura fuera de serie”, me dijo, “pero
lo cierto es que ha resultado un aburrimiento supino. Por eso
me he visto obligado a dejarme caer un par de días por París,
sin duda mi ciudad favorita en todo el mundo”.»
Tan pronto como su último disco alcanzó el número uno en
las listas de éxitos británicas, volvió a Haddon Hall para su
fiesta de bienvenida y su consagración.
Aladddin Sane, el título del sexto álbum de David, producido
por Ken Scott y lanzado en abril de 1973, era en realidad un
juego de palabras: A Lad Insane [un chico loco]. Era sabido
que hacía referencia a su hermano Terry. Como personaje,
Aladdin Sane era la prolongación de su predecesor, o «Ziggy
se va a América», como lo describiría David. La icónica
portada con la cara atravesada por un rayo, obra del fotógrafo
Brian Duffy y símbolo totémico de la década de 1970, era una
clara referencia a la esquizofrenia: tanto a la trágica condición
de su hermano, que iba de mal en peor, como al estado de
«desgarro» que había sentido David a su regreso de los
Estados Unidos, fascinado por América pero desencantado de
sus habitantes, la mayoría de los cuales estaban muy por detrás
de lo que él suponía que debía ser un «americano».
Franco, engreído, pretencioso, chalado… el disco subió
como la espuma. Aladdin Sane, con la canción homónima, con
«Drive-In Saturday» y con «The Jean Genie», se erigió en el
disco de mayor éxito de Bowie hasta entonces, y todavía hoy
sigue siendo uno de los más populares. Con Mike Garson al
piano y la encantadora Linda Lewis 28 al acompañamiento
vocal, ahí estaban los Spiders —Ronson, Bolder y
Woodmansey—, en esplendoroso Technicolor. No era ninguna
sorpresa, pues seguían en la carretera al lado de Ziggy. Tenían
los días contados.
«Ten cuidado con lo que deseas», reflexiona Chris Welch. «Yo
siempre pensé que David en el fondo era un director teatral
que se reservaba el papel principal. A pesar de todo, nunca
perdió el sentido del humor. Nunca se tomó a sí mismo
demasiado en serio. Me dio la impresión de que no le resultaba
fácil aclimatarse a la fama cuando esta llegó. Intuyo que le
parecía excesiva, que le dejaba exhausto… y que tal vez ese
fuera el motivo que le condujo a las drogas. Les pasa a los
músicos, a los ases del billar, a los ganadores de la lotería; a
cualquiera que de pronto ve que su medio habitual salta por los
aires y pasa a protagonizar una fantasía, se convierte en señor
de un feudo con múltiples privilegios. David, con el tiempo,
tendría la fuerza interior suficiente para dominarlo. Como
había hecho Eric Clapton. Lo que de verdad es un arte, es
encontrar la fuerza que permita seguir adelante y dar la vuelta
a la tortilla en lo que a la industria de la música se refiere.»
La persistente obsesión de David con la locura es
reveladora, apunta el psiquiatra Cosmo Hallström.
«Sugiere que el temor a caer víctima de la enfermedad que
había padecido su hermano era para él una preocupación
subyacente. De modo que cambió las tornas para convertirla
en una ventaja: escribió sobre ella. Y resulto ser un material
excelente, lo cual, después de todo, es uno de los principales
requisitos para ser una estrella del rock a nivel mundial. Otro
es tener un ego desmesurado, energía para dar y tomar y
mucho talento. Es imprescindible que esa clase de individuos
se convenzan de que pueden lograr por sí mismos lo que otros
no han podido antes, y también hace falta suerte. David la
tenía: destacaba sobre el montón. Pero ese no era el tipo de
ruta que escogería una persona sensata, sino más bien la que
tomaría un individuo confuso.
»Basta con analizar su vida. Por un lado, era fiel a las
convenciones: se casó joven, formó un hogar, fue padre de un
niño. Pero, por otro, el matrimonio se la traía al pairo. Le
gustaba tener sexo con hombres, las orgías y rodearse de la
gente del teatro. Le encantaba el estilo de vida glamuroso y
decadente, pero al mismo tiempo buscaba la seguridad con
desespero. David, en realidad, no sabía qué quería.
Seguramente estaba más confuso que la mayoría.»
Por encima de todo, añade el doctor Hallström, era un tipo
despiadado.
«Es ahí en donde se marca la diferencia. Para tener éxito, es
preciso no tener piedad. Tendrás que joder a otra gente para
alcanzar tus metas. Bowie así lo hizo, literal y figuradamente.
Probablemente fuese un psicópata creativo; sin preocuparse
nunca de los cadáveres que iba dejando por el camino. La
psicopatía tiene múltiples dimensiones y puede provocar que
te metas en toda clase de problemas. Comienzas a conseguir lo
que siempre habías ansiado. Te evades de la realidad. De
pronto te ves rodeado de aduladores y serviles que solo te
dicen lo que quieres oír y empiezas a creerte que el mundo
gira a tu alrededor. Y es que es así. Cuando las personas son
egoístas, dejan de saber qué está bien y qué está mal. Dicho
juego tiene un nombre: ambición despiadada. Es la que te
proporciona el éxito. Tan sencillo como eso.»
Y el 3 de julio llegó el suspense. El lugar: The Hammersmith
Odeon, en el oeste de Londres. La última noche de la gira que
hoy se recuerda como «The Retirement Gig» [La actuación de
despedida] era el único sitio en el que había que estar. El
único. Así lo constato yo en mi diario. Nosotros estuvimos.
Aquella fue la cima de David, su momento, la culminación de
todo cuanto había logrado trabajando sin parar. Tres mil
personas vibraban en el interior del recinto. Y en el exterior
debía de haber otras tantas. Había un equipo entero de
grabación, y fuera estaban las estrellas: Jagger, Rod Stewart,
Ringo. Por fin David había entrado en el Olimpo del rock. Ya
era uno de ellos. Por sus temas: «All the Young Dudes», «Oh!
You Pretty Things», «Moonage Daydream». Por sus múltiples
y estrafalarias indumentarias.
En un momento dado, Bowie emergió con la ya legendaria
carta astral dibujada en su frente —más tarde supimos que la
había tomado de esas revistas que escrutamos continuamente y
que se la había dibujado el maquillador Pierre La Roche 29 —.
«Let’s Spend the Night Together»: «Esta se la dedico a Mick!»,
anunció. ¿A Ronson o a Jagger? Posiblemente a ambos. Su
majestad le dio la venia, y el gran Jeff Beck subió al escenario
para tocar con Bowie y su grupo «The Jean Genie» y «Love
Me Do». «Round and Round» hizo que David tirara de
armónica. Sonó también «Suffragette City», que siempre ha
sido mi preferida. Y «Land of Hope and Glory»… Gracias y
buenas noches… Parte del público se encaramó al escenario y
de nuevo los guardaespaldas tuvieron que protegerlo.
Hammersmith había sido el cielo. Sin previo aviso, nos fuimos
al infierno.
«Este no solo es el último concierto de la gira», gritó
David, cuando vivíamos el momento álgido, «sino que es el
último concierto que daremos nunca».
¿Cómo? ¿Podía repetirlo? Estará de broma, un momento,
acaba de decir… ¿Por qué? ¡NOOOOOOO!
Todo el mundo gritaba; se produjo una estampida hacia el
escenario; yo era pequeña, me quedé atrás, no encontraba a mi
amiga, necesitaba ir al baño. Y la banda se quedó pasmada.
Parecía que también ellos lo desconocían, y volvieron a tocar:
«Rock’n’roll Suicide». ¿Qué demonios sucede? Lloré. Muchos
lo hicieron. Histeria, caos, un instante despiadado. Por bueno
que fuera el concierto, y yo creo que lo era, estaba aturdida.
Solo recuerdo aquel momento. Apenas recuerdo la música; no
tengo ni la menor idea de cómo fue la vuelta a casa. Más
adelante supe que Kid Jensen lo había confirmado en la radio.
Más tarde leímos acerca del posconcierto. Tachaban el
evento de presuntuoso, de escaso gusto, histriónico-festivo…,
y se referían a él como «La última cena» en, de todos los sitios
posibles, el Café Royal de Regent Street. Yo lo sabía. Había
estado allí dos veces en compañía de mis padres, vestida con
un traje pantalón (de los que pican) con franjas doradas y
zapatos de tacón a juego, para bodas y ceremonias de bat
mitzvah, lo cual de por sí ya es bastante significativo.
Aparentemente, David y Angie la presidieron, arrimados a
exBeatles y a Barbra y Britt, con leyendas de Hollywood, Cat
Stevens y la ubicua y escandalosa Lulu. Incluso estaba Keith
Moon, nada amigo de lo convencional. Imagina. Mi
mentalidad de colegiala estaba trastornada. Así es como acaba
el mundo. No con un gran estallido, sino con un gimoteo. 30
¿Había trabajado David tan duro y durante tanto tiempo para
acabar así?
«Fue divertido mientras duró», dijo el David pos-Ziggy.
«Tenía una ligera idea de cómo quería que fuera mi estrella
rock. He llegado con ella todo lo lejos que he podido. Se creó
la estrella e hizo su trabajo, y eso es todo lo que esperaba de
ella. Cualquier cosa que le diera por hacer ahora, sería
redundante, y no lo conduciría más que a la muerte.»
Pero cuatro años más tarde sus palabras denotaban una
sensación de pérdida.
«Se marchitó muy rápidamente; era difícil de creer», se
lamentaba. «Me llevó un tiempo volver a encontrar mi sitio.
Mi personalidad se vio seriamente afectada. Hice que me
solapara… lo cual se demostró muy peligroso. Lo cierto es que
llegué a poner en tela de juicio mi propia cordura.»
La comunidad rock de Londres estaba de luto. Quizá el mundo
entero. Así lo creíamos entonces. Lo más probable es que la
mayor parte de la gente de a pie ni siquiera se percatara. David
pasaba por un momento complicado; regresaba a París y de ahí
iría al Château d’Hérouville, escondido en el valle del Oise, en
las afueras de Auvers-sur-Oise, conocida por ser la localidad
en que Vincent van Gogh perpetró su suicidio en 1890. El
castillo había albergado en otra época al pianista y compositor
de origen polaco Frédéric Chopin, y fue su refugio para su
romance encubierto con Amandine-Lucile Dupin, conocida
literariamente como George Sand. Tragedia, historia, hechizos,
intrigas, literatura, música: todo muy David.
Años más tarde viajé allí, cuando me documentaba para mi
biografía de Marc Bolan. Barajé la posibilidad de comprar el
palacete en 2013, cuando salió a la venta por un precio similar
a lo que costaría una casa familiar en Londres. Su estado era
un tanto calamitoso y necesitaba una restauración integral que
se antojaba prohibitiva a nivel financiero. Los estudios
residenciales habían pasado de moda; en la actualidad, los
músicos pueden grabar, y de hecho lo hacen, álbumes enteros
con la sola ayuda de sus portátiles y encerrados en sus
habitaciones. Sea como fuere, el caso es que un grupo de
técnicos de sonido rehabilitó el estudio en 2015 con la
intención de abrirlo a lo largo de ese año.
Al palacete se llegaba tras pasar por unas imponentes
puertas de hierro fundido y recorrer un extenso paseo central.
Sus muros parecían infranqueables, con una solidez digna de
una fortaleza. El lugar fue adaptado como espacio habitacional
y de grabación a mediados de los sesenta, y en los setenta
devino un paraíso del rock gracias al que entonces era un
vanguardista estudio de dieciséis pistas. Tenía dos alas, treinta
dormitorios, piscina e infinidad de dependencias; su propio
viñedo, comida aceptable, chimenea y unas despampanantes
chicas francesas. Y fantasmas.
«Desde luego que aquel palacete tenía una atmósfera
ciertamente extraña», apuntaba Tony Visconti, quien trabajó
en el disco Low allí mismo, junto a David y a Brian Eno. «El
primer día, David echó un vistazo al dormitorio principal y
dijo: “¡Yo ahí no duermo!” Y se agenció el cuarto de al lado.»
Aquella tranquila morada acogió a las bandas en boga. Cat
Stevens, Pink Floyd, The Grateful Dead, Marc Bolan y Elton
John… Todos ellos grabaron entre sus muros; el último de
ellos incluso llegó a bautizar su quinto álbum de estudio con
una referencia al lugar: Honky Château 31 . Los Bee Gees, Iggy
Pop y Fleetwood Mac les irían a la zaga. Fue Marc quien había
recomendado el Château a David. Para no ser menos que
Bolan —eso nunca—, Bowie decidió grabar allí Pin Ups, con
las necesarias visitas de Lulu. Y no tardaría demasiado en
regresar, para liberarse de Low.
Hasta allí fue Kid Jensen a fin de entrevistar a David para
Radio Luxembourg, con Nico, la cantante de Velvet
Underground, de su mano. Ava Cherry entró para recordarle lo
que se estaba perdiendo. Aquel fue el comienzo de una
hermosa relación de tres años con lo que se presumía el ligue
de una noche.
Imposible averiguar de dónde sacaba David el tiempo, las
ganas y la suficiente intimidad para sus aventuras
extramatrimoniales. Angie estaba allí con él. David estaba
enfrascado en el trabajo para su álbum, sin descuidar el debut
en solitario de Mick Ronson. A menudo era posible
encontrarlo sentado al piano, trabajando tras permanecer en
vela toda la noche, cuando el resto de la familia se levantaba
para tomar el desayuno al día siguiente.
«Life on Mars?», del disco Hunky Dory, que subió un
escalón gracias al virtuosismo de Rick Wakeman y Mick
Ronson, salió como sencillo y se convirtió en interestelar.
Hacia finales de julio, los cinco álbumes de David con RCA
copaban las listas británicas.

25. Mary Hopkin, concursante del talent show llamado Opportunity Knocks, había
sido contratada por el sello de The Beatles, Apple Records. En 1968 grabó «Those
Were the Days», la adaptación al inglés a cargo de Gene Raskin de la vieja balada
rusa «Dorogoi dlinnoyu», compuesta durante el gobierno de Stalin. Con Paul
McCartney a la producción, la ejecución de Hopkin alcanzó el número uno en las
listas británicas y el dos en el US Billboard Hot 100 —no logró colarse entre las
diez primeras por culpa de «Hey Jude»—. Se casó con Visconti en 1971. Tuvieron
dos hijos, los dos músicos: Jessica Lee Morgan y Morgan Visconti. Tiempo
después, Tony contraería matrimonio con la antigua compañera de John Lennon
durante su etapa «Lost Weekend», May Pang, y tuvo dos hijos más: Lara y
Sebastian Visconti.
26. Suzi Fussey se ocupaba de la cosmética [concretamente del tratamiento que
incluía lavado con champú, cremas capilares y secado, conocido como shampoo
and set] de la madre de David, Peggy Jones. Fue Angie quien la contrató para
acicalar su pelo y el de David. Fussey se convirtió en la estilista capilar y de
vestuario personal de David, y más tarde en la esposa del Spider Mick Ronson.
27. Vincente Minnelli dirigió la película Un americano en París, protagonizada por
Leslie Caron y Gene Kelly.
28. Linda Lewis volaba alto por aquel entonces, tras haber logrado colar en las
listas musicales su exitoso tema «Rock-a-Doodle-Doo» en 1972, así como
«Sideway Shuffle» en 1973. Su versión de «In His Kiss» («The Shoop Shoop
Song») todavía estaba por llegar; lo haría en 1975. Con un alcance vocálico de
cinco octavas comparable al de Minnie Riperton y Mariah Carey, trabajó con
muchos de los grandes: Steve Harley y Cockney Rebel, Cat Stevens, Rod Stewart y
Rick Wakeman, además de con Bowie.
29. La Roche, marca de cosméticos que después derivaría en Elizabeth Arden, fue
la encargada del reluciente maquillaje de Aladdin Sane, y para mayor gloria
continuaría después con The Rocky Horror Show.
30. «Los hombres huecos», T.S. Eliot.
31. Honky Château se lanzó en mayo de 1972, producido por Gus Dudgeon, quien
también había sido el productor de Space Oddity para David. Dudgeon fundaría,
junto a Elton, la Rocket Record Company. Su esposa Sheila y él morirían en un
accidente de coche en la M4 en el año 2002. Elton dedicaría su álbum de 2004
Peach Tree Road a su memoria.
INCONFORMISTA
NORTEAMERICANO
9
1973-1974

¿Alguien se apunta a unas vacaciones en Roma? Buena idea.


Recluir a un autoproclamado adicto al trabajo en una villa
recóndita de Italia durante todo el mes de agosto y contar con
que se relaje y con que no se suba por las paredes… Buena
suerte con ello. David al principio dio su consentimiento;
bajaría hasta Italia con Angie en coche-cama desde París,
cargado con quilos y quilos de equipaje. Se instalaron en la
propiedad, ubicada en una magnífica zona ajardinada en las
afueras de la capital, en donde esperaron a los demás: a su hijo
pequeño, su canguro, a su cocinero personal Anton Jones, a la
peluquera Suzi Fussey y a su nuevo novio Mick Ronson entre
otros. Pero la idea de no hacer nada resultaba entonces tan
extraña para David como la vieja y anticuada idea de fidelidad
marital. Su cabeza estaba centrada en un musical basado en la
obra de Orwell 1984; en una pieza de un solo acto, Tragic
Moments; en el musical de Ziggy que no había concluido aún;
en las grabaciones con Lulu y Dana, Iggy Pop y Lou Reed y
algunos otros secundarios.
Antes de que terminara su primera semana fuera de
Inglaterra, se deshizo de la toalla de piscina. Estaba
desesperado por regresar a Londres y ponerse a trabajar. Su
comitiva no tenía más opción que seguir sus pasos. Tan solo
Suzi y Mick pusieron un pie fuera del tiesto y decidieron
quedarse. Su desafío casi supone su perdición. Hubo un
incendio originado en los matorrales alrededor de la vivienda,
lo que, además de impedir su salida, destruyó las líneas
telefónicas. La situación crítica se prolongó durante días, pero
salieron ilesos, felices de haber podido disponer de tiempo
para trabajar en el álbum en solitario de Ronson, Slaughter on
10th Avenue 1 , así como para ahondar en su historia de amor.
Las prioridades ahora eran el trabajo y el sexo. David
satisfizo ambos frentes con admirable ardor. El narcisista
consumado precisaba sustento carnal bajo demanda, y no
parecía ser muy exigente en cuanto a su elección de
proveedores. El David adicto al trabajo se había impacientado,
vuelto compulsivo, pedigüeño, egoísta y resuelto. También iba
camino de convertirse en cocainómano.
«El cambio fue radical», comenta entre suspiros Anya
Wilson. «Cuando los conocí a Angela y a él, tenían una
posición inflexible de rechazo a las drogas y apenas bebían. Se
oponían con vehemencia, de hecho, y ambos eran la viva
imagen de la salud y la vitalidad. Pero me imagino que a
medida que David se fue introduciendo en el ambiente del
famoseo, se vería cada vez más expuesto a esa clase de cosas.
Llega un punto en que uno deja de encontrar motivos para
mantener el no. Todo el mundo lo hace, lo cual produce una
sensación de seguridad. A mí me preocupaba, por supuesto.
Sin embargo, al mismo tiempo siempre creí que David era
inmortal. Creía de verdad que nada podía acabar con él.»
Los años 1973 y 1974 fueron los mejores para Tony Defries;
fue entonces cuando se erigió en un magnate de la industria
musical de Nueva York, con oficinas en Londres, las
instalaciones neoyorquinas de los comienzos en la East 58th
Street y un local de dieciocho habitaciones en Park Avenue, un
imperio como una nube de hongo a semejanza de la que se
forma con el estallido de una bomba H. Defries se compró una
vivienda de veinte habitaciones en una finca de Connecticut,
así como ocho apartamentos en Manhattan. También puso el
ojo en el premio definitivo para su chico, un Óscar (o tres), y a
tal efecto había llevado a cabo una extravagante operación, la
«West Coast operation», a fin de preparar la incursión de
David en el mundo del cine. Lo que había hecho Elvis, Bowie
estaba en condiciones de mejorarlo. La plantilla de MainMan
no se hacía ilusiones respecto a sus vidas privadas: lo primero,
el trabajo.
Si bien una vez la RCA había confinado a Defries a
ajustarse a los conceptos de pérdida y beneficio, obligando al
duro representante a llevar control de cada cosa, afinar cada
movimiento, rendir cuentas y vender más el condenado
producto, este, Defries, empezaba ahora a hablar, sin ironía, de
comprar el sello discográfico de David. Allí en donde una vez
los términos contractuales debían ser negociados para tener en
cuenta la deuda y evitar los excesos de anteriores tours,
sacrificando unos cuantos chóferes y cocineros aquí y allá, así
como un puñado de asistentas y de canguros, a fin de mantener
en positivo los libros de registro, ahora era al contrario:
parecía no existir ningún límite.
Defries era el primero en promover a un nowhere-man para
ocupar el cargo de vicepresidente, portavoz, director de
servicios corporativos y consultor especialista. No escondía
que era partidario de abrir el abanico y aumentar el gasto en
conceptos como gimnasio, cirugía estética, arreglos dentales,
implantes de pecho, peluquería, vacaciones y diseño de
vestuario. Todas esas facturas eran aceptadas. ¿Por qué no?
¡Todo el mundo tenía que dar lo mejor de sí! Y… lógicamente
todo repercutía en favor del artista. Angie entraba y salía de
Nueva York constantemente, y gastaba, literalmente, miles de
dólares cada vez comprando de modo compulsivo, a menudo
acompañada por Dana. La prioridad para Defries era, usando
parte de la jerga de los representantes, «guiar su ganso de oro
hacia otra rueda para hámsteres de “escribir-grabar-salir-de-
gira”, asegurándose de que todo se mantenga bien engrasado
durante el proceso». Finge que lo haces hasta que lo hagas
seguía siendo la regla de oro de ese juego. Los fans, como es
natural, nada sabían de todo ello. Hasta donde nosotros
llegábamos, nuestro héroe local se había convertido en lo que
Defries había prometido. Su estrella más hermosa se había
hecho más grande que The Beatles.
En agosto de 1973 fue de visita al nuevo Hampstead
Theatre del distrito de Swiss Cottage para ver a Marianne
Faithfull en su nueva obra, Mad Dog. Le había echado el ojo a
la ex de Jagger para un espectáculo que estaba organizando:
The 1980 Floor Show, para el canal de televisión
estadounidense NBC. La hija de un oficial de la armada era
una radiante belleza al borde de la autrodestrucción. Había
colado un gran éxito en el Top Ten de las listas en 1964; se
trató del tema «As Tears Go By», escrito para ella por Mick y
Keith y producido por el mánager Andrew Loog Oldham.
Faithfull había sido, conjuntamente con Twiggy, Lulu y
Adrienne Posta, una de las «It Girls» de los vibrantes años
sesenta. Pero había perdido a su Stone, quien había ido a parar
a manos de una actriz nicaragüense, y Bianca era ahora la
señora de Mick Jagger.
El papel protagonista de Marianne en la peli de 1968 La
chica de la motocicleta, así como en algunos otros filmes, la
habían conducido a ninguna parte. Había empezado a correr el
falso rumor del conocido como «incidente de la barrita Mars»,
y era famosa por ello, así como por su gusto por la cocaína que
amenazaba con ir a más, y de hecho pronto se vería convertida
en una heroinómana sin hogar. ¿Se disponía David a salvarla
pese a negar sus propios vicios? Nunca lo dijo. Desde luego,
nunca lo comentó con Simon Napier-Bell, quien casualmente
estaba sentado a su lado en el teatro. ¡Él, de nuevo él! Era
como si el cosmos tratara de unir sus caminos. Pudo suceder,
debió suceder, una unión marciana.
Las campanas doblaron por Camelot. Había llegado la hora de
marcharse del bucólico Beckenham, en donde la tristeza de los
lugares pequeños campaba a sus anchas. Se había convertido
en un lugar de peregrinaje y riesgos, infestado de fans más
agresivas que nosotras, sus inocentes fieles, quienes durante
mucho tiempo habíamos permanecido impertérritas entre las
malas hierbas —las malas hierbas éramos nosotras— y ahora
nos habían salido competidores y competidoras. Seres
virulentos, peinados y caracterizados a lo Ziggy, los
descarados nuevos seguidores de Bowie enarbolaban discos y
pancartas. Cantaban, coreaban y reclamaban atención. Hubo
quien incluso allanó su morada aprovechando un momento en
que no había nadie en casa. Se disputaban la chaise longue de
David, se sentaban en su retrete, se tumbaban en su cama. Una
fan llegó a darse un baño en su bañera, o eso dijo. Otra afirmó
haberse escondido en el armario de Angie y haber tenido que
pasar allí la noche mientras la señora Bowie dormía. Las
colegialas ataviadas con bombín lograban escabullirse.
Habrían de transcurrir tres años hasta que yo volviera a correr
de nuevo hasta David.
Su casa había dejado de ser su refugio. Si algo era,
pongamos que sería su Cane Hill personal, pero resultaba tan
difícil confinarse en su interior como escapar. David estaba
apesadumbrado y se mostraba reacio al desarraigo. En otro
tiempo había albergado esperanzas de comprar y renovar
Haddon Hall para hacer de la propiedad su primera residencia
de por vida —igual que había anhelado un agradable refugio
costero en Margate—. Pero ahora incluso él podía ver la
necesidad de progresar. Mientras la gira por el Reino Unido
tocaba a su fin, seguía vigente la búsqueda de alojamiento para
los Bowie. Angie supervisó el embalaje de las cajas de té, de
las antigüedades, el traslado a la Premier League… mientras el
bebé Zowie estaba al cuidado de la canguro, enganchando una
película con otra en la tele de una suite de hotel en Park Lane.
Crecería y se haría cineasta. ¡Quién lo hubiera imaginado!
Hacia octubre de 1973, la familia había fijado su residencia
en un piso alquilado de Hall Road, en el distrito londinense de
Maida Vale, propiedad de la actriz de la teleserie Los
vengadores Diana Rigg. Pero ni su horario ni su
comportamiento como vecinos fueron del agrado de los demás
residentes, que no dudaron en quejarse ante los
administradores de la comunidad. El tema «Sorrow» salió al
mercado, y el título [«Pena»] no podía ser más apropiado.
Angie y David encontraron algo en el 89 de Oakley Street,
en Chelsea: una casa de cuatro plantas a pocos metros de
King’s Road, y con los Jagger a la vuelta de la esquina. Angie
se consagró a la tarea de redecorar y reamueblar, con un toque
de estilo inglés y un ambiente de rock & roll. Se habilitó y
equipó una sala de música. Se gastó una millonada en valiosas
alfombras, cuadros y objetos de art-nouveau que no dudó en
exhibir, como por ejemplo el evocador retrato de David
pintado por George Underwood titulado La profundidad del
círculo, que ilustraba la contraportada del disco Space Oddity.
El tercer salón estaba decorado con sillas-bola verdiblancas de
fibra de vidrio y un «foso de los osos» con docenas de cojines,
pensado para que allí durmieran, o se conocieran, las visitas.
Cenas y fiestas interminables, sesiones de música que se
prolongaban toda la noche, fines de semana de desenfreno; y,
por lo que se rumoreaba, también orgías en las que la coca
corría por doquier. Unos cuantos elegidos se habituaron a ser
discretos y guardar silencio, entre ellos el cocinero Anton
Jones, la secretaria Ava Clarke y la niñera Marion Skene 2 .
«Marion había trabajado de secretaria en RCA», dice Anya
Wilson. «Luego entró en MainMan, y Angela y David la
contrataron como cuidadora de Zowie. Era una encantadora
señora escocesa que se llevaba a Zowie en sus breves
excursiones de visita a casa de sus padres en Escocia y que no
permitió que se descarriara. Se portaba estupendamente con
él.»
«Como pareja estábamos acabados», le contó Angie a la
escritora Caroline Graham en 2009, «pero en esas llegó esa
criaturita y David se convirtió en un padrazo. Sin embargo,
cuando teníamos al bebé cerca, nuestro estilo de vida no
funcionaba. David y yo nos drogábamos, primero juntos y
luego cada uno por su lado. Marion, en efecto, se convirtió en
la madre de Zowie.»
Duncan Jones se mostró de acuerdo cuando dijo que
«siempre había considerado» a la señorita Skene como su
madre, no a Angie.
«De lo que ahora la gente no se acuerda es que por
entonces Angie era casi tan famosa como David», señala Anya
Wilson en defensa de su amiga. «Eran la pareja poderosa del
negocio, el yin y el yang; ella era el complemento perfecto
para él. Angie era impresionante, encantadora y
estadounidense, lo cual en aquel momento tenía bastante de
exotismo. En aquella época incluso había concursos de parejas
que buscaban parecerse físicamente a David y a Angie. Los
medios les sacaban un provecho enorme. Los fans copiaban
los cortes de pelo y la ropa de la pareja tanto como las de él
solo. Y por cada ligue y cada rollo de una noche que él se
agenciaba, ella salía al quite y hacía por igualarlo. Aunque yo
creo que aquel comportamiento de Angie tenía bastante de
bravuconada, de no querer quedarse atrás. A Angela le pasaron
factura todas las historias que tuvo David.»
Quizá la más peligrosa, por lo que suponía de amenaza, de
las amantes de David fuera Amanda Lear. La exótica y
bellísima rubia había ganado notoriedad tras posar, embutida
en un vestido de cuero mientras agarraba una correa a la que
estaba atada una pantera negra, para la portada del disco de
Roxy Music titulado For Your Pleasure. Se habló tanto de la
imagen como del contenido del disco en sí. Aquella fue la
entrada de Lear en el mundo de la música, y le habría de sacar
muchísimo rédito, decidida a alcanzar la fama como cantante
por derecho propio; lo cual MainMan, a través de David, se
supone que debía organizar. Al final lo logró, llegando a
vender más de quince millones de discos y veinticinco
millones de sencillos en su papel de diva de la música disco.
Marianne Faithfull los presentó. Pero ¿quién era ella?
Ni siquiera Anya Wilson lo sabe con certeza.
«La conocía bien, y al mismo tiempo no la conocía lo más
mínimo. Era espectacular y muy talentosa, con una voz muy
profunda, más que la mayoría de los hombres», dice Anya.
«Podría decirse que cavernosa. A mí me encantaba, era
especial. Fue la musa de Salvador Dalí y salió con Bryan
Ferry. Era una mujer de armas tomar, te lo puedo asegurar,
pero siempre sobrevolaba el interrogante sobre cuál había sido
su género al nacer. No tengo ni idea de si era esto o aquello.
Daba igual que la emborrachase, que ella no soltaba prenda.
»Amanda fascinaba a la gente. Tenía talento artístico. Dalí
solía comprarle vuelos a España continuamente para trabajar
con ella. Ella solía pintar sus elaborados fondos, y luego él les
ponía la guinda, de modo que las pinturas fueran “de él”. Un
escándalo, la verdad. A su regreso, yo le preguntaba: “¿Qué tal
te ha ido?”, y ella me decía: “¡Bah, aburrido! Salvador no
quiere hacer otra cosa que no sea pintar, pintar y pintar.”
Mantuvo un largo romance con David, de al menos un año, y
Angela lo sabía. En los últimos compases de aquella relación,
cierto día, Angela se llevó a Amanda de compras; quería un
camisón y ropa de cama. Más tarde me revelaría lo que Angela
le dijo: “Oh, llévate este, Amanda… ¡A David le chifla este
color!” Amanda reconoció que aquel momento fue muy
embarazoso.»
Pero ¿quién era? Había nacido en Suiza, Transilvania,
Saigón, la Indochina francesa o el Hong Kong británico, en
1939, 1946 o 1950; chico, chica, hermafrodita; huérfana o hija
de padres británicos, rusos o franceses. Había residido en el
sur de Francia y en Suiza; hablaba francés, alemán, italiano,
español e inglés, y fue estudiante de Arte en París, en donde
algunos todavía la recuerdan de sus noches trabajando en un
espectáculo de variedades con travestis. Se mudó a Londres en
los sesenta para enrolarse en la St Martin’s School of Art, y se
convirtió en modelo de moda. Era la «esposa espiritual» de
Dalí, y presentó a David al artista, tras lo cual, de forma
pasajera, Bowie se obsesionó con él. La carrera musical de
Lear despegó hacia mediados de los setenta, cuando se
convertiría en una estrella de la canción y en un icono gay en
Escandinavia o en toda Europa.
En los ochenta se reinventó como personaje televisivo en
Francia e Italia, al tiempo que su carrera como artista iba
viento en popa. Durante años siguió extendiéndose el rumor de
que Dalí había pagado su operación de cambio de sexo en
Casablanca en 1963. Ella alimentó la confusión al posar
desnuda, de perfil, para la revista Playboy. En una ocasión,
Lear contó en la revista Interview que David Bowie había sido
el primero en difundir el rumor de su supuesto nacimiento
como varón. En 2011 salió a la luz una copia de su certificado
de nacimiento en donde figuraba como Alain Maurice Louis
René Tap, nacido en Saigón el 18 de junio de 1939. Tentador,
pero ¿genuino?
¿A quién le importaba? A David, no, al menos por
entonces. Sin embargo, durante una conversación por
ciberchat en 1998, se refirió a su amante como «trans-algo».
Amanda se mostró dolida.
«Con David era estupendo, una especie de simbiosis, un
intercambio, no solo era dale, dale, dale», hablaría para
Melody Maker en 1978.
«Yo lo introduje [a David] en la cultura alemana, en el
expresionismo, y le presenté a Fritz Lang. Le hablé de Dalí y
utilizó Un Chien Andalou para su gira 3 . Antes de conocerlo,
yo leía a Tolkein y a Herman Hesse. Ahora leo a Maquiavelo.»
David la incluyó en su espectáculo The 1980 Floor Show,
un extravagante cabaret grabado en The Marquee Club, en
Londres, el lugar en el que todo había empezado para él.
Cantaron a dúo «Sorrow». El metraje sin editar es una
auténtica pesadilla: de tan malo, es bueno. El show, en el que
también participaron The Troggs (además de Marianne
Faithfull, que interpretó con David «20th Century Blues» y el
dueto de Sonny y Cher «I Got You, Babe»), se grabó durante
un par de noches en el mes de octubre de 1973.
El público solo podía acceder previa invitación —«venid
tal cual no estáis»— y en gran medida estaba compuesto por
unos cuantos agraciados de su nuevo club de fans, el
International David Bowie Fan Club. Tony Visconti y Mary
Hopkin, Dana Gillespie y Lionel Bart también estaban, así
como alguna gente de prensa enfervorizada, bromeando sobre
la primera aparición pública de David en un escenario desde la
desconcertante retirada el mes de julio anterior de Ziggy and
the Spiders. Angie firmó autógrafos y no dejó de cotorrear
durante la serie de actuaciones, mientras David subía una y
otra vez al escenario, cada vez con trajes más excéntricos, tal
cual una diva que, extasiada, se preparase para un disparatado
y apoteósico final.
Chris Welch, de The Melody Maker, estaba perplejo. «La
pantomima de rock & roll se prolongó, junto con otro
espectáculo que la completaba, hasta antes de la medianoche»,
opinaba. «Se me ocurrió que quizá la mejor manera de llevar a
cabo la entrada para futuros eventos de burlesque por el estilo
sería vestir las patas traseras del caballo de dicha pantomima.
O quizá, a la vista de las actuales tendencias, las patas
delanteras.»
El especial de una hora se estrenó en los Estados Unidos el
16 de noviembre. Nada que valga la pena recordar.
La primera fiesta de Navidad de los Bowie en Oakley Street
estuvo plagada de celebridades y boato. Habían mezclado un
peligroso cóctel de nuevos amigos, como Stevie Wonder y
Ronnie Wood, con colegas tensos como Ava Cherry, que
seguía teniendo sus momentos de cama con David, o Geoff
MacCormack. La empresa de catering navideño que
contrataron había trabajado previamente para el príncipe de
Gales, y la casa estaba reluciente, con un gigantesco,
abigarrado y recargado árbol de Navidad. La juerga empezó
sobre las ocho de la tarde. Doce horas después, la mayoría de
invitados seguía allí. David se paseó por entre sus huéspedes
armado con unas ramas de muérdago natural, y a su paso fue
repartiendo besos a tutiplén. Un abundante desayuno
preparado por Angie sirvió para que la turbamulta recuperara
fuerzas antes de que cada uno se fuera a su casa a sobrellevar
la cogorza. No fue Angie la única en alzar una ceja al enterarse
de que su marido se había tomado una cantidad ingente de
comida peruana durante la noche. Oh, cielos. Los Jagger no
tardarían en aparecer para la cena de Navidad. You can’t
always get what you want, como canta Mick.
Quince días después de su vigesimoséptimo cumpleaños,
David dejó su morada y se subió a un vuelo de Learjet 4 para
viajar a Hampstead a encontrarse con su compañero
Underwood. El regalo de cumpleaños de George a su viejo
camarada fue un pase para el cine. Tenía billetes para el filme
de Fritz Lang, rodado durante la República de Weimar y con
temática de ciencia ficción, Metrópolis 5 . Se trataba de una
película muda, y así se quedó el agasajado…, que volvió a
casa rebosante de ideas frescas para su próximo disco y su
siguiente gira.
Pese a que 1984 the Musical fue un fiasco, se puede decir
que incluso un proyecto fallido tiene sus virtudes, y este no iba
a ser la excepción: animó a David a asumir mayores riesgos
creativos de los que había afrontado hasta entonces. Él tenía
una seguridad desproporcionada en sí mismo gracias a los dos
exitosísimos años de los que había disfrutado tras firmar con
RCA Records. Había vendido más de un millón de álbumes,
otros tantos sencillos, y seis de sus discos coparon las listas
durante un total de diecinueve semanas. Visto desde fuera,
caminaba sobre las aguas, con una fe suprema en sus
capacidades. Internamente, se estaba ahogando. Ahora que la
fina línea entre su yo privado y su yo público se había
desdibujado, se sentía más vulnerable que nunca.
«A nivel anímico, estaba hecho polvo», describiría Bowie
tiempo después su estado psíquico a mediados de los setenta.
«Tratando de asimilar lo que iba conociendo, expresado en
forma de música.»
El asco poco disimulado que David sentía hacia la mayor
parte de la cultura popular iba en aumento. En la era pos-
Ziggy comenzó a desentenderse de sus fans por haberse
entregado tan ingenuamente al impostor. Aún así, nosotros no
nos despegamos de él.
Su siguiente movimiento consistió en darle la espalda al
glam, en adoptar una actitud perniciosa y producir algo que
entrañara peligro, tan atrevido e inesperado que implicara la
posibilidad de perder a todos sus seguidores de un plumazo.
No podía esperar. De nuevo se obsesionó, comía poco, dormía
menos, luchaba con los demonios que lo habían atormentado
desde su infancia: la soledad, el abandono, la angustia.
Cuando miraba al exterior, solo veía el fin del mundo. Una
Gran Bretaña que se asomaba al abismo del colapso
económico. La vuelta a las huelgas mineras. El hundimiento
del primer ministro Edward Heath y el regreso triunfal de
Harold Wilson, todo calculado para hacer del país un lugar
más miserable que bajo el gobierno del último mandatario.
Además, las películas violentas, el porno y el mundo de la
noche subían como la espuma. Y Nueva York, el corazón del
mundo civilizado, no iba sino a peor. Pocos dudaban de que el
declive comenzaba a reflejarse en la música, que, en respuesta,
adoptó un tono pesimista, sombrío y marcadamente político,
claro termómetro de la ira social. Aquel fue el punto exacto. El
glam rock ya no se llevaba; había sido pateado al hueco de la
alcantarilla por el nihilismo punk. Fue como si David lo
hubiera visto venir.
«Todos los Johnny Rotten y los Sid Vicious, en realidad…
pandillas de alborotadores, vehementes y encapuchados
skaters, ataviados con pieles y cuchillos, delgaduchos porque
apenas probaban bocado, y todos con el pelo pintado de
divertidos colores», le dijo David al escritor David Buckley.
«En cierta manera, los precursores del rollo punk.» Él los
denominaba los Diamond Dogs.
Y dicha denominación se transformaría en un álbum
conceptual. La acción tenía lugar en Hunger City, un lugar
abandonado tal vez inspirado en los vestigios del antiguo
Nueva York y otras metrópolis que en tiempos pretéritos
habían destacado por su aire decadente. Su temática casi
siempre se califica de «posapocalíptica»: una sociedad
dividida y fragmentada por culpa de los egos y el hedonismo,
que vaga sin rumbo en el abismo de la desesperanza.
«Muy político», afirmaba David. «Mi protesta, con más de
mí mismo que cualquier otra cosa que hubiera hecho antes».
El personaje de Halloween Jack, «a real cool cat» [un tipo de
lo más curioso], era en realidad un Ziggy trucado y venido a
menos. Basta observar su corte de pelo y escuchar «Rebel
Rebel». La música parece fragmentada; la letra, troceada; y el
ambiente en general, truncado. Es Orwell mostrado bajo otra
luz, con pistas pretenciosas que con todo el descaro llevan por
título «Big Brother», «We Are the Dead» y «1984». También
tiene un toque heavy a la manera de los Stones, quizá no de
The Spiders pero sí con una influencia de Ronson, a pesar de
que David toca en muchos momentos la guitarra principal, a
menudo en el cuarto traste, hecho que lo hace parecer un
adolescente autodidacta o que toca en una audición para un
grupo de garage rock. Pero eso es justamente lo que hace del
disco algo tan honesto y cautivador.
David insistió en autoproducirse y en grabar en los estudios
Olympic, en los Barnes y en los Island de Notting Hill, en
Londres; así como en el estudio L Ludolf, en Hilversum
(Países Bajos). Los estudios de grabación Olympic y L Ludolf
los eligió porque sabía que Mick y sus chicos habían trabajado
allí, y David seguía estando loco por ellos (aunque en el
segundo caso la razón principal era tributaria). Diamond Dogs
también supuso una resurrección de Visconti. Se le dio la
bienvenida al productor de Young American para que a su
regreso se ocupase de crear los arreglos de cuerdas. Tony
también mezclaría las pistas en el estudio de su casa en
Hammersmith. Esta espeluznante propuesta, conjuntamente
con el freak-show artístico obra de Guy Peellaert 6 , ascendería
a lo más alto sin necesidad de esfuerzos adicionales;
concretamente, hasta el primer puesto de las listas del Reino
Unido y al número cinco de las estadounidenses. David había
llevado su jugada al límite, como si albergara la esperanza de
excederse. Los sabuesos atendieron a su llamada, acudieron en
tropel.
En marzo de 1974, David viajó a una reunión en su ciudad
preferida. Como presintiendo que quizá no volvería en un
tiempo, prescindió de su agenda original y descendió, cual
fantasma, a las cloacas del París gay. Siguió una semana de
locura y descontrol, parte del cual vivió en compañía de Geoff
MacCormack y Ronnie Wood. Porque ellos valían la pena.
Llegó la hora de tomar un tren con destino Cannes, y un barco
rumbo a Gotham. Mejor no mirar atrás. David nunca lo hizo.
Los días en que Londres era su hogar eran ya parte del pasado.

1. «Slaughter on Tenth Avenue» fue un ballet de cuya coreografía se ocupó George


Balanchine, con música de Richard Rodgers, que se presentó en el gran clásico
musical de 1936 de Rodgers & Hart On Your Toes. En el filme biográfico de 1948
de Rodgers & Hart, Words & Music, el ballet es ejecutado con maestría por Gene
Kelly y Vera-Ellen (y bien merece un visionado en YouTube). Ronson conocía la
pieza de sus clases de piano de cuando era niño. Tomó prestada la composición de
Rodgers para su álbum de debut, título incluido, con un solo cambio: la palabra
«Tenth» pasó a escribirse con cifras: 10. La interpretación que Ronson hace del
tema es una delicia. Lo incorporaría a sus conciertos en vivo durante el resto de su
vida.
2. Marion, residente en Suiza, seguiría siendo empleada de David hasta los últimos
años de la década de los noventa. Solía acompañar a la familia en vacaciones. A su
muerte, David le legó un millón de dólares.
3. Un Chien Andalou fue una película muda de 1928 dirigida por Luis Buñuel y
Salvador Dalí. El show The Isolar, de 1976, abrió con una amalgama de imaginario
surrealista, entre el cual se contaba un globo ocular cortado con una cuchilla de
afeitar, un elemento tomado de dicha película.
4. Un apodo de Amanda Lear, también llamada «The Marvel» [la maravilla], en
alusión a uno de los primeros modelos de Learjet.
5. El rey de la música disco Giorgio Moroder produjo en 1984 una banda sonora
para una versión de duración reducida que contó con Freddie Mercury, Adam Ant y
otros.
6. Guy Peellaert también se había encargado del diseño artístico del disco de los
Stones It’s Only Rock’n’Roll. Para Diamond Dogs, trabajó partiendo de fotografías
tomadas por el fotógrafo de sociedad Terry O’Neill, de David y un perro gran danés
enorme y vivo. Los personajes de fondo estaban inspirados en auténticos freaks de
la feria de Coney Island. Inspiraron la pose de David, fotografías de la americana
Josephine Baker, estrella del cabaret parisino de la década de 1920 conocida como
«La perla negra», que habría de convertirse en una espía de la Segunda Guerra
Mundial y en activista por los derechos civiles, reconocida tanto con la Croix de
Guerre como con la Légion d’Honneur francesas.
10
1975

MainMan podría ser confundido con el modelo que representa


el Cirque du Soleil, un deslumbrante espectáculo itinerante de
drama y excesos que en el mundillo musical moderno sería
tachado de ridículo. En aquel entonces, los Tony Defries
proliferaban como champiñones. El arquetipo de magnate del
rock aficionado a los puros Montecristo apenas se vio
amenazado. Hubo incluso quien fue tan legendario como los
artistas que promovía.
Ruthless Peter Grant, antiguo púgil de lucha libre y gorila
de discoteca, se hizo con las riendas del poderoso grupo Led
Zeppelin. Se haría conocido como «el mánager más influyente
y extravagante de la historia del rock». Kit Lambert,
representante de The Who, llevó a Pete Townshend a hacer
algo mucho más grande que simples canciones pop. Simon
Napier-Bell administró las agendas de The Yardbirds, Eric
Clapton, Jeff Beck y Marc Bolan, y de ahí pasaría a crear el
dúo más importante de la década de los ochenta: Wham! Por
su parte, Malcolm McLaren se agazapó, presto a reclamar su
parte de fama como mánager de los Sex Pistols. De Bicknell,
individuo originario de Yorkshire que siempre va de frente, se
ocupó de encauzar las carreras de Gerry Rafferty, Scott
Walker, Bryan Ferry y Dire Straits, conduciéndolos a la gloria
y atendiendo sus caprichos durante veintiséis años. Todos ellos
tenían una evidente adicción al trabajo y eran figuras que no
pasaban desapercibidas; sin sus osadas excentricidades, es
posible que los artistas a su cargo nunca hubieran llegado a
volar tan alto.
MainMan se tomaba a sí misma tan en serio que la
industria estaba en cierto modo obligada a sentarse y escuchar.
En 1974, Defries se paró a estudiar la situación. Distracciones
de gran calibre, entre las que figuraban las carreras de otros
artistas (Mick Ronson, Iggy Pop, en síntesis, casi cualquiera
que no fuera Dana Gillespie, 7 por quien Defries tenía
debilidad) serían relegadas en favor del artista estandarte para
MainMan.
Gastar, gastar, gastar. Engrandecer al artista, alimentar el
producto, alcanzar el objetivo a cualquier precio. Se dijo que
fue Tony Defries el inventor de la profecía que se cumple. El
foco estaba puesto ahora sobre la irrupción de Bowie en el
mercado estadounidense.
David, aburrido e inquieto, ansiaba experimentar un
cambio radical a nivel artístico. De ahí Nueva York. En cierto
sentido, ya había superado el rock & roll, después de haberse
dejado la piel por el género. Se moría de ganas de adentrarse
en un nuevo camino musical; de encarnarse en algo nuevo.
¿Quién sería? Todavía no lo había decidido. En aquel
momento desempeñaba el papel de productor de un tema para
Lulu, de nuevo ella, en los estudios de RCA en Manhattan, y
la inspiración tocó a su puerta —un puertorriqueño-
neoyorquino con una sonrisa de oreja a oreja y algo que
aportar… Y vaya si tenía algo que aportar.
Carlos Alomar, un guitarrista autodidacta de gran intuición,
se convertiría en uno de los pilares del sonido Bowie en los
años venideros. Percibía qué era lo que David quería, y ese
algo no era blanco. Juntos buscaron un poco de clandestinidad:
exploraron clubes y antros, se internaron a escondidas en el
Apollo Theater de Harlem —la famosa sala de conciertos de
referencia de los intérpretes afroamericanos—, en donde
vieron a Marvin Gaye, The Temptations o The Spinners
mezclándose con el respetable, y deleitaron la vista y el oído
con cada variación de soul, salsa, funk, rythm & blues y todo
cuanto de esos géneros derivase, hasta que la siguiente
manifestación de David estuviera lista para salir a la luz.
Como comparsa para el dúo de músicos, iba también Coco
Schwab, ascendida ahora a «asistente personal». En realidad,
ejercía de vigilante y carabina de David. ¿Y qué tal se le daba?
A saber… Lo que es cierto es que lograba intimidar e irritar a
prácticamente cualquiera que se cruzara en su camino, cosa
que parecía del agrado de David. Tal vez simplemente se
trataba de tener a alguien cerca, solo para él, en contraposición
a un equipo de organización que sentía que lo estaba
consumiendo. ¿Y dónde estaba su esposa? Excelente pregunta.
En cuanto a la paternidad, había optado por desentenderse. A
menudo se le veía reírse tontamente mientras ahuecaba las
manos, al tiempo que Coco «montaba en cólera».
Del grupo, falta mencionar a Anya Wilson, la promotora
musical que había trabajado con sus discos de manera
infatigable y a quien David tanto debía de su eventual éxito.
Anya había movido muchos más hilos de lo que jamás supo
David, sacando partido a cada contacto y exprimiendo a
valiosas amistades para proyectarlo hacia quienes de verdad
eran importantes.
«Cuando David se mudó a Estados Unidos, Angela me
preguntó si quería ir con ellos», dice Anya. «Estaban muy
unidos a su plantilla. Pero las cosas cambian, y a veces es
preciso que nueva gente tome el mando y haga avanzar al
grupo. Debo admitir que me ponía de los nervios todo lo que
estaba sucediendo alrededor de David en aquella época. Yo
también estaba en una relación, y quería concederle una
oportunidad. No quería levantarme e irme así, como si nada.
Además, resulta que me pilló trabajando con Mick Ronson,
que estaba de gira. Era complicado. En fin, que me fui a
Nueva York y regresé con algo de material del disco Diamond
Dogs para dárselo a la prensa. Fue bonito volver a ver a todo
el equipo. David estaba ya bien encaminado, y no le hacía
demasiada falta. Me hizo añorar los días en que yo estaba a
cargo de él y era la que negociaba.»
Tanto en la exitosa actuación en Top of the Pops como en
su aparición en The Old Grey Whistle Test, la chiripa había
sido determinante, confiesa Anya.
«¡Se debió a que hubo que cubrir cancelaciones de otros!
¡De no haber sido por eso, David nunca habría tenido esas
oportunidades! En el caso de Whistle Test, yo había llegado a
un acuerdo con Jennie Evans, la secretaria. A ella le gustaba
mucho David. De manera que, como digo, llegamos a un
acuerdo, nosotras dos solas, nadie más. Si por cualquier
motivo alguien cancelaba, ella me daría el soplo y yo haría una
llamada como quien no quiere la cosa al productor del
programa, Mike Appleton, para informarle de que David
estaba disponible. Lo habíamos ensayado muchas veces, ¡y
funcionó! Lógicamente, David tenía su ego, así que me vi
obligada a mediar con extrema cautela a la hora de
exponérselo. Lo hablé con Woody Woodmansey y me dijo:
“Sí, ¡David nunca habría ido de haber sabido que la propuesta
venía precedida de una cancelación!”.
»Las cuestiones vitales para mi carrera me provocaban un
nudo en el estómago. A veces, surcar aquellas aguas parecía
conducirme a mi propia muerte. ¡Yo no era una promotora
musical, sino más bien diplomática! El caso de Top of the Pops
fue bastante similar. También ahí tuve que andarme con pies
de plomo. La cosa está en que siempre supe que, tan pronto
como los británicos vieran a David, se quedarían prendados de
él. Porque tenía un talento natural. De verdad que sí. Y ahora
América estaba a punto de descubrirlo, pero yo ya no lo
amparaba. Sí, me dolió. Era como en la canción de The
Beatles “She’s Leaving Home”. Como darte cuenta de que has
perdido un precioso y muy querido niño.»
El álbum salió en abril. El año de Diamond Dogs había
comenzado, pregonado en las más altas vallas entre Sunset
Boulevard y Times Square. En lo referido a campañas
publicitarias, la especialidad de Defries, rara vez la industria
había visto algo semejante. El tour era en sí mismo un
proyecto de grandes dimensiones, con setenta y tres
actuaciones en territorio norteamericano, con apertura en
Montreal el 14 de junio, de ahí una parada en Toronto, seis
shows en Detroit, Nashville y Memphis, entre otras ciudades,
y siete noches en el Radio City Music Hall de Nueva York.
Tras esto, pasaría por Los Ángeles, en donde más de cuarenta
mil fans pudieron ver a David en el Universal Amphitheater,
incluido Michael Jackson (de solo dieciséis años) y sus
hermanos, Diana Ross y un apagado Marc Bolan con su nueva
novia, Gloria Jones. Phoenix, Chicago, tres excursiones a
Boston, a Filadelfia, y con cierre previsto en Atlanta el 1 de
diciembre. Los fans seguían presentándose en los distintos
bolos vestidos con sus trajes de Ziggy. Los indecisos, en
aumento, se maquillaban a lo Aladdin Sane, no fuera a ser.
El espectáculo comenzó con David convertido en hombre
orquesta/musical, caracterizado como Halloween Jack con un
parche en el ojo, con coreografía de Toni Basil 8 , que se
encargaba de poner en escena Warren Peace —también
conocido como el viejo amigo del colegio Geoff MacCormack
— y su compañero de baile Gui Andrisano. El estrafalario
escenario y sus extraordinarios mecanismos eran, según
cuentan todos, para quedarse boquiabiertos. En un intento por
ocultar su numerosa banda musical en las pantallas del
escenario, con la sensación de que presentarlos como parte del
show no tendría sentido, David los fue perdiendo uno a uno
por el camino. El resultado fue que el espectáculo se
desintegraba sobre la marcha. Suena horrible, pero pegaba
muy bien con la temática:
«Trataba sobre una ciudad en decadencia», explicó David,
«así que, en gran medida, era intencionado que se fuera
desmoronando a mitad del tour.»
Aun así, se las arreglaron para grabar el primer disco en
directo de David sobre la marcha. Defries mordisqueaba su
puro cubano mientras negociaba los derechos
cinematográficos de Diamond Dogs. ¡Sorpresa!: la peli nunca
llegó a materializarse.
Aquel verano estuvo lleno de vicisitudes. No todas ellas
constructivas. Primero llegó el hallazgo de David de que la
operación MainMan no suponía, como él había creído durante
mucho tiempo, dos mitades iguales de una tarta para él y para
Tony Defries. Había habido alguna que otra engañifa
comprensible. De hecho, el mismo David asumía el pago de la
gira más extravagante y más saturada de personal que había
emprendido hasta la fecha. No debería sorprender a nadie que
las noticias lo cogieran de nuevas. Sufrió ansiedad e insomnio,
se dio más todavía a la coca, perdió el apetito y se instaló en él
la paranoia. El pobre hombre se encontraba en estado de
shock.
En un intento de recuperar el control, al menos
parcialmente, recurrió a su «yo primigenio», David Jones, y
empujó al impostor Bowie. La mejor solución: poner al
advenedizo a trabajar para que se produjese el cambio. A lo
largo de la gira, parece ser que David subsistió únicamente a
base de leche, chile picante y abundante farlopa. Entrevistas y
metraje en bruto de aquella etapa presentan de manera
inequívoca un proceso de autodestrucción. David resopla y se
altera de continuo. Muestra un comportamiento robótico.
Suelta extrañas e incongruentes peroratas a modo de respuesta
ante las preguntas más triviales. Defries lo sabía todo sobre la
coca. Era una de sus grandes preocupaciones, desde luego,
pero no era capaz de atajar el problema.
Tampoco por entonces podía imaginar qué más habría de
pasar. Qué sucedería, por ejemplo, con la renovada obsesión
por los ovnis y los extraterrestres… ¿Acaso deliraba David o
era una actuación más entre tantas? Alan Yentob, de la BBC,
se propuso rodar un documental, Cracked Actor. Tomaba
prestado el título de un tema del disco Aladdin Sane sobre un
antigua estrella de Hollywood que se encontraba ahora en
brazos de una prostituta. A la luz de lo que hoy se sabe, ¿se
estaba dirigiendo David a su madre? El documental definitivo
se presenta como prueba inexpugnable de que David no fingía.
El artista vivía, de veras, en la cuerda floja, al filo del abismo.
No obstante, fue ese filme (en donde también aparece Coco,
acompañándolo en su viaje a Los Ángeles) el que convencería
al director Nicolas Roeg para seleccionar a David para el papel
de extraterrestre en su película El hombre que cayó a la Tierra.
Debutaría en un largometraje al año siguiente.
Su salvación fue un parón de mes y medio entre los meses de
julio y septiembre. David, sabiamente, viajó a Filadelfia,
reservó sala en los estudios Sigma Sound 9 y se volvió a reunir
con el guitarrista funky Carlos Alomar. Fue Alomar quien
convocó a una banda para sacar a Bowie del pozo, y Tony
Visconti quien, una vez más, tomó el control. Las sesiones de
grabación dieron sus frutos: el descubrimiento del joven
Luther Vandross 10 , un amigo de Alomar que se sumó al grupo.
Vandross lo cuenta así:
«Siempre he sido tremendamente tímido y mi familia no se
percató de que lo mío con el canto iba en serio hasta que un
día llegué a mi casa y dije: “Mamá, he conocido a David
Bowie y le gusta cómo canto”, y ella me dijo: “Oh, ¿de
verdad, cariño? ¡Estupendo!” Lo que sucedió fue que Carlos
Alomar y yo habíamos ido juntos al colegio. Carlos tenía que
ir con su guitarra a tocar con David Bowie. Yo había viajado a
Filadelfia solo de visita y para darme un garbeo, y mientras
David grababa en una sala, yo me puse a cantar de
acompañamiento, concretamente el tema “Young Americans”.
Improvisé una frase: “Young American, Young American, he
was the Young American”, y David me escuchó y dijo: “¡Vaya!
¡Suena fantástico!” A continuación me preguntó si quería
grabarlo. No se me daba mal, me refiero a los arreglos vocales.
Me salían así, espontáneamente. Ya en el colegio, cuando nos
poníamos en el pasillo o en el hueco de la escalera… solía
hacer esa clase de cosas cuando estaba con la pandilla, me
refiero a cantar. Me salía de forma natural. Desde entonces, me
han dicho que tal vez Carlos le quería echar una mano a su
amigo, o que me dijo que fuera a Filadelfia consciente de que
se las ingeniaría para llevarme a ver a David Bowie y que yo
diera el salto. Puede ser. Es la clase de trucos que Carlos hacía
siempre que se presentaba la oportunidad: ayudar a un amigo.»
A los coros también estaba la mujer de Alomar, Robin, y la
novieta de David, Ava Cherry, que se negó a ser defenestrada.
Angie llegaría en avión con idea de atacar y reprochar a
David, darse cuenta horrorizada de que estaba perdiendo la
partida y no hacer otra cosa más que pegar alaridos y lanzar
cosas, para finalmente contonearse y emprender la retirada sin
haber dejado nada resuelto. Una esposa empecinada en salvar
su matrimonio quizá no se habría movido de allí.
Young Americans sería el nombre del nuevo álbum. Un
punto de partida, si es que en algún momento lo hubo. El fénix
de Bromley estaba a punto de resurgir de sus cenizas: esta vez
como gouster.
¿Cómo dijo? Que era una cuestión de estilo. En los barrios
del sur de Chicago, en los sesenta, los chavales eran o bien ivy
leaguers o gousters. Los primeros eran pijos con aspiraciones
universitarias, fanfarrones con pantalones de pinzas, camisas
de botones y jerséis de cuello de pico echados sobre los
hombros. Los segundos parecían más unos matones de
colegio, de ropas más bien holgadas. También fardaban, pero
vestidos con pantalones raídos y llenos de pliegues. La actitud
y la apariencia gouster eran las que atraían el interés de David.
David tomó prestada la palabra para el disco en que estaba
trabajando y grabó algunos temas que a la postre no serían
incluidos como parte de Young Americans. Algunos quedaron
en el aire, inéditos, hasta que se anunció un nuevo «álbum
Gouster» en 2016. En aquel tiempo, el gouster era Juan el
Bautista para el personaje The Thin White Duke.
De nuevo en la carretera. Cherry, Vandross y Alomar se
sumaron al equipo para los directos. El aspecto de David había
evolucionado una vez más: prominentes hombreras, tirantes,
una gran corbata a cuadros, tupé blando, incluso bastón. El set
de Hunger City era ya parte del pasado. El sonido de David se
había metamorfoseado; lo que antes era blanco, ahora era
negro, parecía estar más controlado, como adornado con
nuevas influencias, y no era sino la estocada final para el
atormentado Ziggy.
En cuanto al espectáculo, se había transformado en un
show de variedades breve, sin ambages, electrizante, lo cual
era muy bueno para que la antigua colonia ahora se rindiera a
sus encantos. De vuelta a casa, no podía fallar. Pese a que el
disco Diamond Dogs supuso un éxito sin paliativos, quizá
había estado demasiado tiempo fuera. Ningún promotor quiso
programar una actuación suya en el Reino Unido, para
desolación de sus fans locales. Verdaderamente daba la
impresión de que lo estábamos perdiendo.
Llegado el tramo final del tour de ir-haciendo-sobre-la-
marcha, se caracterizó a David de soulboy de pelo brillante. En
Navidad, todo había acabado. En enero, era uña y carne con
John Lennon. La pareja se encontró en Los Ángeles, durante la
separación de John de Yoko, en el periodo de dieciocho meses
que él llamó «Lost Weekend» [Fin de semana perdido]. En el
momento de regresar a casa, a Nueva York, ya eran amigos de
por vida. «Fame» fue una feliz casualidad, una interrupción de
estudio que se prolongó para convertirse en una colaboración;
tenía bastante de improvisación porque sí, un tema que
adquirió vida propia y se erigió en una canción surgida de la
nada, en gran medida como sucede con «Under Pressure», que
también saldría del vacuo aire de montaña de Suiza, en donde
estaba Queen, algunos años después.
«Fame» le daría a David su primer número uno en EE. UU.
en julio de 1975. Desde entonces se ha visto, escrutado y
considerado la descarada condena infligida por David a Tony
Defries y a su imperio del despilfarro. El resultado de haberlo
explotado, de haber exprimido hasta el límite al ganso de oro.
No cabía la menor duda de que David se había hartado.
Michael Lippman fue el abogado que se encargó de lidiar
en la sociedad que unía a David con Defries.
«Quería que todo lo que tuviera que ver con MainMan
estuviera lejos de mí», explicó David. «Resultaba circense.
Nunca he sido mucho de tener un gran equipo a mi alrededor.
Lo odiaba.»
A finales de enero, David reveló sus intenciones a los
ejecutivos del sello discográfico, y luego, por lo que
transcendió, informó a Defries. El enloquecido magnate dio
una orden. Young Americans pasó a un segundo plano, fue
postergado.
«No sucedió así», insiste Dana Gillespie. «Yo estaba
presente, no había probado ni gota y puedo decirte qué sucedió
exactamente. Todos veíamos qué rumbo estaban tomando las
cosas. Fui con Tony Defries y su novia Melanie a Mustique, de
vacaciones. Una vez allí, Tony dijo: “No quiero seguir siendo
su representante.” Sencillamente, era incapaz de tratar con
David cuando iba puesto de cocaína.
»Aquel era el tipo brillante que iba a hacer de David Bowie
el nuevo Elvis Presley. Trabajaba incansablemente para
lograrlo, pero las drogas se interpusieron en su camino y no le
quedó más remedio que hacer un alto. Mustique, por entonces,
era un paraje bastante primitivo. Llevaba dos días hacer o
recibir una llamada. Pero Tony había tomado una decisión.
Hizo una llamada, consiguió que David contestara al otro lado
de la línea y le dijo: “Se acabó.” Tras esto, no fueron pocos los
que asediaron a David, todos con la intención de ocupar la
vacante dejada por su agente y convertirse en asesores del
artista. Michael Lippman fue uno de ellos. Sé a ciencia cierta
que hubo quienes se acercaron a David para malmeter, y claro,
¿a quién va a creer la gente?»
Dana se sorprendió al ver lo rápido que las cosas se
desintegraban.
«Cuando se llegó al colapso, el derrumbe sucedió de la
noche a la mañana. De pronto ya no había oficinas, las facturas
se quedaron sin pagar, y también los salarios. Yo había
participado en un show escrito por Melvyn Bragg, con P. P.
Arnold. 11 Apenas tenía para comer, ya no digamos para darle
una propina al conserje del teatro, y me quedé sin mi
fantástico BMW, que no sabía que estaba pagando a plazos
(por no saber, no sabía ni siquiera las condiciones que rigen en
un pago a plazos). Me impidieron grabar durante cinco años.
Tony Defries me apartó del mundillo durante un lustro.
Simplemente, se esfumó.
»En un momento dado, descubrí que Defries vivía en el
hotel Savoy de Zúric y que, a nivel laboral, se codeaba con
banqueros. De vez en cuando se presentaba en Los Ángeles.
Fui a verlo. Hablamos largo y tendido, hasta solucionarlo. Para
entonces, él estaba fuera del negocio. No se disculpó.
Tampoco es que yo contara con ello. A nosotros, los humanos,
nos mueven los bajos instintos. Siempre he dicho que es mejor
que me dejasen a mí fuera a que fuera yo quien dejase a otra
persona fuera. Tenemos que buscar lo mejor de cada uno. En
cuanto a David, comprendía muy bien por lo que estaba
pasando. De niño, no había tenido ni amor ni compasión. En
consecuencia, no sabía darlo. Era despiadado, sí. Y tanto que
lo era. Tenía que serlo.»
El debate se demoró hasta bien entrada la primavera de 1975,
momento en que David estaba de rodillas, derrotado,
literalmente. Emergió, irritado, de la confrontación definitiva
en que sus abogados lo aturdieron al informarle de que no
tenía nada suyo. Nada de nada. Es más, Defries lo tendría a su
merced durante los próximos ocho años. También haría
limpieza en su catálogo de obras, deshaciéndose de cerca de la
mitad de todo a partir de la fecha de salida de Hunky Dory. La
terrible ironía era que, gracias a Defries, David lo había
logrado, a lo grande. Tal y como le había prometido su mentor,
era una superestrella. Una hermosa, brillante y desplumada
superestrella.
«Es fácil echarle la culpa al representante», argumenta Simon
Napier-Bell hoy. «Tenemos una reputación malísima. Lo cierto
es que Defries era un magnífico embaucador. Me topé con él
alguna que otra vez, y me gustó. Admiraba que asumiera
riesgos. Se presentaba con aire jactancioso en la compañía de
discos y les trasladaba una propuesta a sus directivos. Para
aquella primera gira estadounidense de David no tenían apenas
dinero, y aun así salió adelante; se hospedaron en el hotel de
Beverly Hills, gastaron cinco veces más de lo que era
necesario para lo que ellos querían, pues todo tenía que
facturarse a través del hotel, de modo que la RCA se viera
obligada a asumir el pago. No hay que olvidar que Bowie era
muy astuto a la hora de usar a los mánagers, cambiando uno
por otro siempre que quería. Sensato, diría yo, ¿por qué
apegarse a una sola persona? Lo mismo reza para los
productores. Bastante malo es ya que el matrimonio tenga que
funcionar de ese modo.
»En cuanto a mostrarse “despiadado” se le aplica una
connotación negativa, como si fuera algo malo. Pero no lo es.
En los negocios, es infinitamente mejor ser práctico y
pragmático. ¿De que vale permitir que se entrometan las
emociones? Bowie lo entendía a la perfección. Distanciarse de
Tony Visconti, dejarlo en la estacada, acudir a Nile Rodgers,
regresar a Visconti años más tarde con una gran sonrisa
dibujada en la cara. David se sabía muy bien el truco.
¿Lealtad? Él no era desleal. Sencillamente, usaba a la persona
adecuada para el asunto adecuado en el momento adecuado.
Para eso hace falta talento. Cada cual tiene sus virtudes. Uno
no puede seguir siendo fiel a una persona si esta deja de ser lo
que uno quiere.»
David, a ojos de Simon, era un tipo tremendamente sensato
en cualquier cosa que hiciera.
«La gente dice que era una persona calculadora. Pero es
que ninguno de nosotros nos las arreglaríamos sin una
calculadora a mano. Tiene su cosa. David se conocía y
comprendía. Tenía una necesidad imperiosa, total y obsesiva
de acaparar la audiencia. Todos y cada uno de ellos [se refiere
a las estrellas del rock] son así. También se le daba la mar de
bien predecir qué vendría, qué estaba por llegar. Sabía
emparejar su música con su imaginario. Usar su propia
persona como parte esencial de su creación artística. Daba
forma al yo: música e imagen combinadas. Es como Laurence
Olivier; nunca fui capaz de reconocerlo mientras estaba en
escena, pero era un actor excelente. Sus andares eran otros,
ladeaba la cabeza de modo distinto, su dicción variaba. Ni
siquiera él era del todo consciente, ¡pero qué bueno era! Un
auténtico actor es capaz de modificar su conducta. Bowie,
hasta cierto punto, hacía eso mismo. Cambiaba de envoltorio
cada vez.»
«David daba de lado a todo el mundo. Y cuando digo a
todo el mundo me refiero a todo el mundo», señala Dana
Gillespie. «Tenía que hacerlo así para poder realizar su nuevo
movimiento creativo. Yo lo entendía. No comprendo por qué
los demás no.»
Pero sí retuvo a su lado a Coco Schwab.
«¿Coco? No había nada que dar de lado. Ella era como “el
americano tranquilo” 12 . Nunca decía ni mu sobre nada. Creo
que nunca la escuché expresar una opinión sobre algo. Cuando
los demás estábamos por ahí pasando un buen rato —y
créeme: MainMan dominaba la escena neoyorquina como
nadie; bares, restaurantes, clubes… la diversión estaba
garantizada—, ¿dónde estaba Coco? Asegurándose de que
David acudiera a las pruebas de sonido y a las actuaciones a su
hora, y también, de vez en cuando, se encargaba de que
comiera. No sé qué más hacía en realidad. Exprimía su zumo
de naranja natural. Le encendía el cigarrillo. Limpiaba su
mierda. Cuando algunos de nosotros percibimos que la frágil
estructura de MainMan se disponía a desmoronarse, no creo
que ella siquiera se diese cuenta. Era una simple empleada.»
Probablemente sí se dio cuenta. En palabras de George
Underwood: «David no podía deshacerse de Coco. Sabía en
dónde estaba enterrado cada cadáver. Lo sabía todo.»
Young Americans, su autoproclamada tentativa de música
plastic soul, su inocente tributo a la música norirlandesa,
consolidó a David en los Estados Unidos pero marcó el inicio
de su declive en términos de popularidad en su país natal. Es
posible que la música fuera demasiado normal, demasiado
adulta, un eco demasiado evidente de la música que
escuchaban nuestros padres. Era la música de la radio para la
gente mayor. Nosotros no éramos mayores. En su momento no
lo comprendimos, pero con el tiempo cobraría sentido: Young
Americans era David de vuelta a sus raíces. Se curtiría en el
rythm & blues. El primer instrumento que había aprendido a
tocar era el saxofón. Así había entrado en escena. Quizá no
fuera lo más granado de su catálogo, pero fue un álbum que
sin duda tuvo trascendencia. Allí adonde iba el flautista de
Hamelín David, las ratas (Robert Palmer, George Michael,
Duran Duran, Spandau Ballet y otros tantos entusiastas
soulboys blancos) lo seguían.
Entre tanto, David daba la espalda a Nueva York. Se
disponía a partir. La locura no había hecho más que comenzar.

7. La grabación de Dana del tema de David «Andy Warhol» salió al mercado como
sencillo. La artista lanzó dos álbumes con MainMan. Defries supo sacar partido de
su belleza y de sus variados encantos, y fue quien la promovió como sex symbol.
Fue un tanto injusto, pues ella sí sabía cantar.
8. Toni Basil, más tarde conocida por el sencillo «Mickey» («Oh, Mickey, you’re so
fine…»), de 1982.
9. Sigma Sound es famosa por ser la creadora de hits para O’Jays, The Three
Degrees, Harold Melvin & the Blue Notes o Lou Rawls.
10. Luther Vandross fue un cantante, cantautor y productor discográfico
estadounidense que empezó su carrera componiendo melodías publicitarias para
productos de empresas como Kentucky Fried Chicken, AT&T, GE y Pepsi Cola.
«Descubierto» por Bowie, de ahí pasó a trabajar haciendo las segundas voces para
artistas como Diana Ross, Donna Summer, Ben E. King y Barbra Streisand. Se
convirtió en el vocalista líder del grupo Change y firmó con Epic Records como
artista en solitario, sello con el que sacó su álbum más conocido, Never Too Much,
en 1981. Vendió 35 millones de discos en todo el mundo y ganó ocho Grammys,
entre ellos, en cuatro ocasiones, el que premia a la Mejor interpretación vocal
masculina de rhythm & blues. Era diabético e hipertenso. Su carrera se truncó
pronto, en 2003, debido a un derrame de gravedad que lo sumió en un largo estado
de coma y, en consecuencia, lo dejó incapacitado. Murió en Nueva Jersey en julio
de 2005, a los 54 años.
11. Mardis Gras en el Teatro Príncipe de Gales, coprotagonizado por Marsha Hunt
y Nicky Henson.
12. El título de la novela anticolonialista de Graham Greene publicada en 1955.
11
1975-1976

Paranoica y demacrada, la superestrella adicta a las drogas se


asienta en la capital mundial de la cocaína. Nadie le dice:
«¡Eh, espera! Quizá esa idea tuya no sea tan buena, ¿qué tal si
le damos una oportunidad a algún lugar recóndito como
Amagansett o el círculo polar ártico?» Los aduladores nunca
dan un no por respuesta. Tan solo les interesa seguir
embolsándose los fondos de los cheques bancarios.
Su creación más importante, Ziggy, es ya un recuerdo
lejano. Su irremediable matrimonio naufraga. Su relación con
su único hijo es, en el mejor de los casos, fría, y su imperio
parece que empieza a desplomarse. Desvinculado de su madre,
de su hermano y de su mejor amigo, George, todo se va
escorando, está perdido. Él también podría optar por
escorarse… hacia el oeste. De tal manera que decide
reinventarse como un Jim Bowie contemporáneo, quien en su
época fue una especie de estrella del rock que moriría en la
batalla de El Álamo junto a Davy Crokett, conocido como
King of the Wild Frontier, y cuyo cuchillo había inspirado el
nombre artístico de David. La idea de forjar su propio wéstern
parecía tan buena como otra cualquiera.
La banda sonora ofrecía buenos motivos para ir. «Blue Jay
Way» de The Beatles, «Fairfax Rag» de Harry Nilsson,
«California Dreamin» de The Mamas & the Papas y
«California» de Joni Mitchell. Música seductora que dotaba al
lugar de un atractivo irresistible. Uno de los temas de la
década que tal vez mejor reflejó el estado anímico de David
fue una canción de «rabiosa angustia existencial» que presenta
a un cantante entre dos mundos. A Diamond le llevó varios
meses componerla; escribió «I Am… I Said» para encontrarse
a sí mismo 13 . No es nada fácil pensar en dos artistas más
dispares que David Bowie y Neil Diamond. Pero en los
setenta, aunque solo fuera en el plano psicológico, se
encontraban en la misma longitud de onda.
En algunos aspectos, era llamativo que David no hubiera
trasladado su residencia a Los Ángeles mucho antes. Para los
músicos de entonces, el atractivo de aquella ciudad eran
inmenso. De igual modo que el edificio Brill de Nueva York
había sido el epicentro de todo, desde grandes grupos de
estándares del jazz al pop de masas durante los años cuarenta,
cincuenta y sesenta, el barrio llamado Laurel Canyon era ahora
el núcleo de la escena musical en América. El talento para la
composición de canciones había migrado hacia el Pacífico, y
el foco ahora estaba puesto claramente en los discos.
La Costa Oeste era a todas luces un universo paralelo; un
abismo hedonista y atestado de narcóticos poblado por
entusiastas de los ácidos, colgados de la coca, ocultistas,
trapicheantes de anfetas y groupies de toda suerte de
convicciones. Un enjambre de individuos con ínfulas. La
capital de la peli de nuestro planeta era adonde uno iba, según
ellos, a hacer sus sueños realidad; en donde todo el mundo
quería ser alguien pero únicamente un puñado de elegidos
llegaría a conseguirlo. Dicho con otras palabras, un espejismo.
Las fragancias que flotaban en el aire denso tras los eucaliptos
eran heces y desesperación. David estaba convencido, gracias
a la portentosa imaginación de Tony Defries, de que él tenía lo
que había que tener para reinventarse como estrella de
Hollywood.
Hay quien dice que fue Coco quien seleccionó la pequeña
propiedad, con apenas unas pocas ventanas, construida en los
cincuenta o primeros sesenta y situada en el número 637 de
North Doheny Drive, adonde se mudarían en la primavera de
1975. Angie afirma que fue ella quien encontró y alquiló el
«espeluznante» lugar (¿por qué?), un cubo encalado erigido
alrededor de una piscina cubierta. A muy poca distancia de
donde, seis años antes, los seguidores de Charles Manson
habían asesinado a la actriz embarazada de ocho meses Sharon
Tate, esposa del cineasta Roman Polanski. Angie, en un primer
momento, había descartado la casa por, según su relato,
considerarla demasiado pequeña para las necesidades
familiares. Tampoco le convencía la piscina cubierta en el
interior de la vivienda, por las razones habituales. Sin
embargo, resulta que dicha piscina no tenía nada de habitual,
como explica ella misma en su autobiografía Backstage
Passes…, pues estaba habitada por el diablo.
«David dijo que lo había visto con sus propios ojos emerger
del agua una noche.»
Reacio a pedir ayuda profesional, se cuenta que David se
sentaba allí a leer libros de brujería, actividad que
compaginaba con esnifar montañas de polvo blanco y esbozar
pentagramas por toda la casa.
«Pasaba semanas sin dormir», recordaría el artista. «Incluso
gente como Keith Richards flipaba con aquello. Me rompí en
mil pedazos. Lo pagué con la mayor depresión que tuve en
toda mi vida. Mi psique bullía, y explotó. Sufría alucinaciones
las veinticuatro horas del día.»
También se dice que almacenaba su orina y sus uñas de
pies y manos en la nevera, y que se sentaba a custodiarlas
durante toda la noche. Sea o no cierto que creía que había
brujas empeñadas en «arrebatarle su semen», a fin de
emplearlo en la creación de un niño que dar en sacrificio al
demonio (la trama calcada de la película de Polanski La
semilla del diablo 14 ), como se suele decir: cuando la leyenda
se convierte en verdad, la publicamos 15 .
Cualquiera que sea la verdad, fue Coco, y no Angie, quien
se encargó de proveer a David de leche, zumo de naranja y
huevos cada mañana, tras sus monstruosos cuelgues con la
cocaína. Era Coco quien acercaba el espejo de mano a su nariz
para comprobar que seguía respirando cuando se lo encontraba
desplomado, usando exactamente el mismo cristal con el que
Bowie había cortado la coca la noche anterior. Pensaran lo que
pensasen de ella, y la mayoría no parece que pensasen mucho,
fue Coco la que mantuvo con vida a David. También fue ella,
a pesar de que Angie era reticente a admitirlo, quien salvó la
vida de su esposa cuando David se abalanzó sobre ella en uno
de sus desvaríos producto de las drogas. El ataque tuvo lugar
después de que Angie perdiera los nervios con Coco. David,
afirmaba ella, había tratado de matarla.
«Fue espantoso», comentó Angie. «David iba puesto. Le
pregunté a Corinne de forma un tanto brusca cuánto equipaje
había preparado para un viaje a Jamaica… Me gritó y le grité:
“¡No te atrevas a hablarme así!” De pronto, David atravesó el
cuarto a toda velocidad. Me agarró la garganta con ambas
manos y empezó a apretar. Estaba fuera de sí, airado,
gritándome al tiempo que me apretaba el gaznate. Entré en
pánico. No parecía que fuera a detenerse. Corinne tiró con
fuerza de él y me salvó. De modo que sí, es posible que le
deba la vida. Haberme salvado seguramente le pesó tiempo
después. Estoy segura de que habría preferido dejarle que lo
hiciera, pero debió de darse cuenta de que entonces tendría que
asumir las consecuencias.»
Angie también cuenta cómo «Bo», pues así llamaba a su
marido, realizaba su ritual de autoexorcismo en la piscina, algo
que suscitó todo tipo de actividad «paranormal» y que, por lo
que se dice, originó una mancha aparecida en el fondo «con la
forma de una bestia del inframundo… Era un ser
estremecedor, malévolo; me atemorizaba».
A nadie sorprenderá que se cambiaran de casa poco tiempo
después; fueron a instalarse en el 1349 de Stone Canyon Road,
en el exclusivo Bel Air. David necesitaba nuevas obsesiones.
«Encontrarle un sentido al sinsentido» es un tema que se
repite. En la «Tierra prometida» de California se topó con The
California Reich, un documental de aquel año que estimuló
enormemente su imaginación. El filme, centrado en un grupo
de neonazis que operaba en Los Ángeles y San Francisco, era
tan absorbente que no solo sería nominado a los premios de la
Academia de 1976 en la categoría de Mejor documental, sino
que sería proyectado aquel año en el Festival de Cannes.
El interés de David por ese movimiento resulta
desconcertante, en vista de los principios ultraderechistas de la
ideología nazi: racismo, homofobia y antisemitismo. Y, sin
embargo, le fascinó… por el negacionismo del Holocausto, la
simbología nazi, el culto a Adolf Hitler e incluso la idea de un
Cuarto Reich. Pronto trasladaría, como era habitual en él, su
interés hacia la egiptología. Asumiendo extraños paralelismos
entre el trato dado a los judíos en el Antiguo Egipto y el dado
durante la época de la Alemania nazi, David no tardó en
sentirse identificado con la idea de forasteros en una tierra
extraña 16 .
Había infinidad de cosas con las que obsesionarse en la
ancha América, como las penas del escándalo Watergate, el fin
de la guerra de Vietnam con la toma de Saigón y la fundación
de Microsoft —término acuñado a partir de «microcomputer
software»— por Bill Gates en Albuquerque, Nuevo México, a
donde pronto David dirigiría sus pasos para empezar a rodar.
En noviembre, el país quedó conmocionado con el titular de
prensa «¿Ha secuestrado un ovni a un vecino de Navajo
County?». Travis Walton, un leñador de veintidós años, había
estado de faena junto con otros seis trabajadores en el bosque
de Snowflake, en Arizona, cuando de repente se le perdió la
pista. Lo encontrarían cinco días más tarde, momento en el
que afirmó que había sido víctima de un secuestro perpetrado
por alienígenas. Su libro, The Walton Experience, sería
adaptado al cine en 1993 con el título Fuego en el cielo. David
estaba convencido de que la historia de Walton era cierta.
¿Qué más cosas haría en Los Ángeles? Practicar sexo.
Amor a raudales. Él mismo admitió abiertamente lo
desenfrenado de su promiscuidad durante aquella etapa. Se
involucró en diversos affairs, sobre todo con mujeres de raza
negra, incluida la diseñadora de vestuario afroamericana Ola
Hudson 17 , madre de Slash (Saul Hudson), la estrella de los
Guns N’ Roses. Él sabe que ocurrió, pues, según afirma el
guitarrista, sorprendió juntos a David y a Ola cuando tenía
doce años.
«Siempre andaba cerca», dice Slash. «Siempre estaban
juntos. Una vez me los encontré desnudos. Tenían montada
una buena, pero mi capacidad de comprensión de entonces era
limitada. Ahora, al echar la vista atrás, sé exactamente qué es
lo que se traían… Me hago una idea de lo peculiar que era
todo.»
El estrellato repentino en el cine no llegó verdaderamente a
cuajar, pese a que David se manejó bien como Thomas Jerome
Newton en El hombre que cayó a la Tierra, una siniestra peli
de ciencia ficción que se ha convertido en un clásico y que
llevó a la creación de uno de sus discos más queridos, Station
to Station.
En un artículo de portada para Tina Brown, en la revista de
The Sunday Times, David admitía:
«El rock & roll y yo nos hemos separado. Que no cunda el
pánico, seguiré haciendo discos con amor y por diversión, pero
mi impacto se ha acabado. Estoy muy satisfecho. Creo que he
causado un revuelo considerable para ser alguien que ni
siquiera está convencido de ser un buen músico. Ahora me
dedicaré a la dirección de cine.»
Siguieron extravagantes afirmaciones sobre que había
terminado nueve guiones e incluso que tenía planes para
dirigir al distinguido actor británico Terence Stamp en una
pieza que él mismo había escrito. Y todavía seguía con la
matraca de un posible musical de Ziggy Stardust, así como una
adaptación cinematográfica de Diamond Dogs.
«Siempre he sido guionista», se expresó sin tapujos un
David hasta arriba de coca. «Mis canciones no son sino
ejercicios para futuros guiones.»
También se sinceró en lo referido a su generosa sexualidad.
«Supongo que sí, que de vez en cuando me lío con tíos,
pero más con chicas, sobre todo con chicas negras. La única
clase de chicas que no soporto son las feministas
neoyorquinas. Es llevárselas a la cama y, en cosa de cinco
minutos, ya quieren que hagas algo raro con una bombilla…»
El rodaje de la película de Nicolas Roeg El hombre que
cayó a la Tierra se prolongó durante once semanas en el
desierto de Nuevo México. David diría tiempo después que
Roeg había «abusado» de él y de su frágil estado derivado del
consumo de drogas, pero afirmó que el director le había
pagado bien por aquel privilegio.
«En realidad, llegué a creer que Bowie era un hombre que
había caído en la Tierra procedente de otra galaxia», señaló
Roeg con ocasión de una entrevista con John Preston para The
Daily Telegraph en 2013. «Socialmente, su comportamiento
era insólito; apenas se relacionaba con nadie. Parecía estar
solo… tal cual le sucede a Newton en la película. Aislado y
solo.»
Roeg también le había pedido a David que compusiera la
banda sonora. David hizo un primer esbozo titubeante, que no
obstante nunca quiso dar por finalizado. El director trató
entonces de trasladar el encargo a John Phillips, de The
Mamas and the Papas, «otro libertino adicto al trabajo».
Tampoco funcionó. La música ambiental del filme es obra del
teclista y percusionista natural de Kioto Stomu Yamash’ta 18 .
La música que presentó David, atreviéndose a pisar el
estudio después de una ausencia de medio año, era una síntesis
de sus innumerables obsesiones mientras había residido en Los
Ángeles. Station to Station fue un extraño álbum experimental
con un puñado de temas llenos del ocultismo de Aleister
Crowley, cábala (el «alma del judaísmo»), gnosticismo,
ciencia ficción e incluso referencias a la familia Manson.
Metáfora y parábola, redención y salvación como marco para
un conjuro de temáticas e influencias en donde la máxima es
algo así: «hay algo que es más grande que yo mismo». Nos
dejó patidifusos.
El tema que da nombre al disco, de cerca de diez minutos
de duración (su grabación de estudio más larga hasta la fecha),
hace referencia a la devoción promulgada por los cristianos
que se refleja en la Vía Dolorosa, la cual se cree que es la calle
de la Ciudad Vieja de Jerusalén por la que transitó Jesús en su
camino hacia la Crucifixión en el Calvario.
Tenía «mucho que ver con las estaciones del viacrucis»,
confirmó David a Q magazine en febrero de 1997. «… nunca
he leído una crítica que verdaderamente le tomase la medida.
Se trata de un disco extremadamente oscuro. Tiempos aciagos
en los que vivir, debo decir».
El álbum contiene uno de sus grandes éxitos, «Golden
Years», así como también «TVC15»; se grabó en los estudios
Cherokee de Los Ángeles 19 , en otoño, con Carlos Alomar y
Earl Slick al lado de Bowie. Sin Tony Visconti, que conste. Lo
trágico es que, posteriormente, a David no le quedaría
prácticamente ningún recuerdo del tiempo que pasó con aquel
proyecto.
Aquel mes de diciembre viajó a Jamaica para a su llegada
toparse con que quien decía ser su nuevo mánager, Michael
Lippman, no se había encargado como era debido de las
cuestiones prácticas de alojamiento. David aprovechó esa
circunstancia para despedirlo y se fue de inmediato a la
encantadora mansión acristalada de Keith Richards, Point of
View [Punto de vista], 20 ubicada en la ladera de una montaña
en Ocho Rios, en la costa norte de la isla. En enero, David le
puso una demanda a Lippman en la que le reclamaba un par de
millones. Lippman contraatacó con otra demanda, y ganó.
David tuvo que apechugar, resuelto a sobrevivir. Su caché
aumentó con su aparición en algunos de los programas más
vistos de la televisión norteamericana, como Soul Train, Dinah
Shore y en el show de la cantante Cher. Bowie estaba
preparado para sacar de gira su última creación, The Thin
White Duke, que arrancaría con el nuevo año, 1976.
Lo cual da pie a una batería de preguntas. De haber estado
tan a la deriva como parece decirnos la historia que ha llegado
hasta nuestros días, ¿cómo logró y de dónde sacó fuerzas,
energía y entusiasmo para poner en marcha un tour
internacional de tal calado? La suposición de que era poco más
que un muerto viviente cuando decidió salir de gira parece que
también forma parte de la mitología en torno a la figura de
Bowie, para tal vez alimentar el asombro, además de la
admiración, por su fortaleza de carácter, determinación y
autocontrol. Su capacidad para sobreponerse parece tener
incluso algo de sobrehumano. Claramente, a David le
convenía. Estaba listo para volver a dejarlos pasmados, esta
vez con el delirante expresionismo. Ya puesto, rescató a su
viejo amigo Iggy Pop. Fueron como uña y carne, inmersos en
su propia road movie durante los siguientes dieciocho meses.
Yo no vi el show. En aquel momento no me encontraba en
el Reino Unido. En cualquier caso, me confundían los
múltiples nombres dados a la gira. Se conoció como Station to
Station tour, The Thin White Duke tour, White Light tour y, de
manera oficial, como la gira Isolar. ¿Por qué tantas
denominaciones? ¿Y qué diablos era un o una «isolar»?
«Isolar… “isola” es isla en italiano», explicaba David.
«“Isolation” [aislamiento] más “solar” [solar] da como
resultado “isolar”. Si no me equivoco, por aquel entonces
estaba colocado…» 21
Isolar Enterprises fue, además, el nombre de la nueva
empresa fundada por David y dirigida de manera eficiente solo
por Coco y por él, antes de cargar a su último representante
con el muerto de haber frustrado sus negocios.
La gira comenzó con fuerza en Vancouver, y de ahí pasó a
recintos de toda América del Norte. En Nueva York, sedujo a
Ronnie Spector (puede que para anotarse un tanto frente a su
antiguo productor discográfico, Phil). De América viajó a
Europa para cerrar la gira con un acto en su ciudad favorita,
concretamente en la sala de conciertos Pavillon de París el 18
de mayo, por entonces, la más grande de la capital. La sala
Pavillon era un antiguo matadero y estaba situada en un barrio
conocido como «Les Abattoirs». Después de todo, ¿qué era un
tour de música rock sino una carnicería?
Leí la crítica de Michael Watts en la revista Melody Maker
sobre la actuación en mayo en el londinense Empire Pool,
después llamado Wembley. A su juicio, la música tenía un
toque funky y feroz, pero le faltaba alma. En cualquier caso, el
nuevo musical de David abría el camino de la
experimentación, algo que la siguiente generación de artistas
consideraría tremendamente liberador. De nuevo, no existe un
metraje en buen estado de este tour, lo cual consolida la
superioridad y perdurabilidad de Ziggy entre las encarnaciones
de Bowie. Sin embargo, The Thin White Duke logró forjarse su
propia leyenda, que ha permanecido en las grabaciones y en la
memoria. Viperino, resentido y cínico, este zombi de rostro
impasible carecía de emoción y de empatía. Parecía sacado de
una película de cine mudo de la década de 1920, con Marlene
Dietrich como actriz de cabaret durante la República de
Weimar. Enfundado en unos pantalones negros, luciendo
camisa blanca y chaleco, repeinado hacia atrás y de mofletes
sedosos, entonaba canciones de amor con el corazón vacío.
«Un tipo muy ario y fascista», así lo definiría David, «un
romántico potencial sin el menor atisbo de emoción, pero
capaz de exudar una buena cantidad de neogalantería».
También calificó a su criatura como «en realidad, un personaje
bastante repugnante».
El periodista de Fleet Street David Hancock estaba listo para
presenciar la llegada de Bowie en tren a Victoria Station, en
Londres, en mayo de 1976, cuando el artista fue objeto de
controversia por, aparentemente, hacer el saludo nazi. El gesto
fue rápidamente negado y se dijo que «era un simple saludo,
ondeando la mano». Pero al venir precedido de una serie de
entrevistas en las que Bowie había dejado grandes titulares,
llegando a ensalzar las virtudes de Adolf Hitler e incluso a
describir al Führer como «una de las primeras estrellas del
rock», aquella excusa parece de todo menos sincera. A Iggy y
a él ya los habían arrestado por tenencia de drogas durante la
gira, pero lograron salir airosos. David también fue detenido
en Rusia con una serie de objetos de parafernalia nazi dentro
de su equipaje. Y ahora esto.
«Yo entonces trabajaba para Evening News, y era uno de
los reporteros que nos acercamos a la estación para darle la
bienvenida tras su larga ausencia», recuerda Hancock.
«Le dimos coba a esa historia y causó un gran escándalo,
pero lógicamente no lo hizo. Fleet Street vio la foto, que en
cierta medida daba la impresión de ser un saludo nazi, y a
partir de ahí, lógicamente, necesitaron el respaldo de una
historia. Provocó que David copase las portadas del día
siguiente, pese a que, y puedo asegurarlo porque yo sí estaba
allí, ¡aquel gesto suyo no era el saludo nazi! Pero teníamos que
exprimir aquella patraña suya de “A Europa le hace falta un
Adolf / A Gran Bretaña le hace falta un Hitler”, pues era una
historia verdaderamente sensacional. Yo no la veía más que
como una noticia de usar y tirar y debía redactarla conforme a
lo que parecía ser. Lógicamente, ya entonces me di cuenta de
que las cosas que David decía no se ajustaban a lo que en
verdad quería decir. Sencillamente, le salían así. Nunca llegué
a abordar ese tema con él, no sé cómo le hizo sentir todo aquel
despliegue de medios. Ojalá lo hubiera hecho. Ahora hace
gracia. Fue un lapsus ciertamente estúpido y fácilmente
evitable. De haber tenido lo que en verdad necesitaba —¡un
buen publicista que le aconsejara no levantar las manos!—
puede que nunca hubiera tenido lugar el incidente.
»David Bowie era mi gran héroe. Se había equivocado.
Había cometido un error garrafal. Yo no era más que un
periodista de a pie que tenía que dar cuerpo a la historia e
inflarla. En eso consistía mi trabajo. Y detrás de cada imagen
hay una historia.»
¿Lo lamenta Hancock a día de hoy?
«En modo alguno. Todas las estrellas del pop hacen cosas
para recrearse en la imagen que venden de sí mismos. ¿Se le
calumnió? Sin duda. ¿Perjudicó su carrera? Para nada.
Después de “la cosa nazi”, dio una rueda de prensa en la que
habló por extenso de todo tipo de cuestiones. Dijo que estaba
realmente enamorado de Egon Schiele 22 , y ahí estaba yo,
dando saltos al fondo de la sala, diciendo: “Pues muy bien,
¡pero tu álbum es una mierda!” De acuerdo, “Wild is the
Wind” 23 es una pieza musical extraordinaria, pero el resto de
temas no me dijeron gran cosa, y que conste que soy un
incondicional de Bowie, no lo olvides. Supongo que tardamos
un tiempo en reconocer el arte. Ahora sí comprendo el enorme
riesgo que asumió con Station to Station. Reconozco y aprecio
su valía. Y a día de hoy no me cabe la menor duda de que
Bowie, a nivel creativo, ha sido el mejor artista de nuestra
historia.»
Fuera lo que fuera lo que surgiese de las extremas
preocupaciones de David que dio lugar a dicha polémica, el
efecto más duradero que The Thin White Duke tuvo sobre su
creador fue el recordatorio de que era europeo. Los demonios
de Bel Air y California ya habían quedado en el olvido. Había
seguido los consejos, y había hecho caso a las advertencias de
Hacienda. Por razones tributarias, estableció su residencia en
Suiza en 1976. Es fácil adivinar por qué. Por entonces, en
California, los impuestos estatales sumados a los de ámbito
federal ascendían al 81 % del total de beneficios. En el Reino
Unido, la horquilla impositiva llegaba hasta el 83 %. En
cambio, en Suiza, la tributación se quedaba en el 44 %, y en
1984 incluso bajaría hasta el 11,5 %.
«Si David hubiera querido seguir manteniendo su
residencia en California, habría tenido que abonar una suma de
impuestos considerable (300.000 $, según me dijeron), pero no
disponía de ese dinero», aseveraba Angie. «El total respondía
a la acumulación de deudas con el fisco durante los años
previos, etapa durante la que el dinero generado que debía
declarar había ido a parar a fines turbios.»
Su obstinada esposa, ataviada con sus medias de rejilla,
había hecho las maletas en Stone Canyon Road y devuelto las
llaves. David nunca más volvería a vivir en Los Ángeles.
Angie viajó la primera a Suiza, en compañía de la niñera
Marion y de su hijo de cinco años Zowie. Una vez allí, dio con
«la casa del reloj de cuco», Clos des Mésanges, en Blonay, por
encima de Montreux, sobre el lago Lemán. En aquel paraje,
David se consagraría a la pintura, a la lectura y al esquí.
También viviría un breve escarceo con la cuarta esposa de
Charlie Chaplin, Oona, 24 quien entonces tenía cincuenta y un
años, en contraste con los veintinueve de David. El amorío
tuvo mayor repercusión para ella, conforme al relato de
algunos familiares, que para su amante veintiún años más
joven.
David, con un sentimiento de júbilo lindante con el de
liberación, corrió a visitar a un viejo amigo que ya había fijado
su residencia en el país helvético. No era otro que el talentoso
músico que había logrado elevar a la estratosfera, con la sola
ayuda de sus manos desnudas, «Space Oddity» y «Life on
Mars?».

13. «I Am… I Said», Neil Diamond, 1971.


Amanda Lear también grabó un tema sobre Hollywood en 1981: «Hollywood is
Just a Dream When You’re Seventeen». A fin de promocionarlo, Lear fue
presentada ante el público como una Marlene Dietrich de los nuevos tiempos. El
sencillo únicamente salió en el mercado brasileño.
14. La semilla del diablo fue una película de terror psicológico estrenada en 1968.
Está protagonizada por Mia Farrow y su trama se basa en el éxito de ventas de un
año antes del novelista Ira Levin.
15. Del western clásico de 1962 titulado El hombre que mató a Liberty Valance.
16. ¿Hay vida en Marte? Forastero en tierra extraña, la novela de ciencia ficción
de 1961 del autor norteamericano Robert A. Heinlein, cuenta la historia de un
humano que llega a la Tierra siendo un hombre joven, tras haber nacido en Marte y
haber sido criado por los marcianos. «La novela de ciencia ficción más famosa de
todos los tiempos» lleva por título una referencia bíblica al Éxodo 2:22.
17. Ola Hudson diseñó para John Lennon y Ringo Starr además de para Bowie. Fue
la creadora de muchos trajes y looks de David durante la etapa de The Thin White
Duke/Station to Station/The Man Who Fell to Earth. Murió de cáncer de pulmón en
2009.
18. El «Space Theme» del compositor japonés lo usó la BBC para The Hitchhiker’s
Guide to the Galaxy. A finales de los años setenta, formó el supergrupo Go con
Steve Winwood, Al Di Meola, Klause Schulze y Michael Shrieve.
19. Según el difunto productor de The Beatles, sir George Martin, Cherokee pasaba
por ser el mejor estudio de grabación de toda América. Se decía que tenía «the
vibe»: «una atmósfera muy del gusto de los artistas que se percibía tan pronto como
uno cruzaba la puerta». El primer gran éxito allí creado fue Pretzel Logic de Steely
Dan, en 1974. Frank Sinatra, Barbra Streisand, Diana Ross, Ronnie Wood, Ringo
Starr y Bonnie Raitt también grabaron en el mencionado estudio. Michael Jackson
hizo lo propio para su Off the Wall, en 1979, uno de los álbumes más vendidos de
todos los tiempos.
20. Visité la mansión «Point of View» para ocuparme de un encargo que me hizo
The Sunday Express y que me llevaría hasta Jamaica en 1990.
21. Hay quien ha sugerido que responde a «In Search Of Light And Recognition».
También es un anagrama de «Sailor»…, término que David adoptaría como apodo
para navegar por BowieNet, su proveedor pionero de servicios de Internet lanzado
en septiembre de 1998. Asimismo, se convirtió en club de fans interactivo.
22. Egon Schiele fue un pintor figurativo austriaco de comienzos del siglo XX,
protegido de Gustav Klimt, acerca del cual David planeaba hacer una película. La
idea nunca llegó a materializarse.
23. Siguiendo su propia tradición de incluir una cover en cada álbum (a excepción
de en Pin Ups, que solo contenía eso, covers), esta canción fue escrita por Dimitri
Tiomkin y Ned Washington para el filme homónimo de 1957, cuya protagonista fue
Anna Magnani. Nina Simone también lo grabó. David la conoció en 1975, y se
rumorea que flirtearon. Otras versiones notables del tema son la de George
Michael, la de Randy Crawford y la de Barbra Streisand.
24. Oona Chaplin era hija del dramaturgo ganador de un Nobel y del Pulitzer
Eugene O’Neill. Tuvo una relación amorosa con David mientras su marido, Charlie
Chaplin, todavía vivía. El gran actor cómico y director murió el día de Navidad del
año siguiente, con 88 años. Oona siguió viva catorce años más, hasta perecer
víctima de un cáncer de páncreas en 1991, a la edad de 66 años.
DECADENTE EUROPEO
12
1977-1978

Rick Wakeman, un antiguo colega de David, había estado de


todo menos ocioso en los años anteriores. El niño prodigio de
la Royal College of Music que había abandonado sus estudios
para labrarse una carrera en el mundo del pop-rock, había
pulido su talento como «One-Take Wakeman», llegando a
tocar hasta dieciocho sesiones por semana y contribuyendo en
grabaciones de todos los artistas punteros: desde Bowie, Black
Sabbath y Cat Stevens (para quien creó y tocó la sempiterna
pieza para piano «Morning has Broken») hasta Elton John,
Lou Reed y Harry Nilsson. Había entrado y salido del grupo
The Spinning Wheel y se había unido a los Strawbs; cuando
estos lanzaron su álbum de debut con Rick en 1970, la revista
Melody Maker tituló así su crítica: «La superestrella del
mañana.»
Además, había contraído matrimonio con su primera
esposa, Roz, y se había convertido en padre de los futuros
músicos Oliver y Adam; se unió a la banda Yes y la abandonó;
salió de gira por América con gran éxito de público; sacó los
álbumes de referencia en el ámbito del rock progresivo Fragile
y Close to the Edge, y puso a andar su carrera en solitario con
los discos conceptuales The Six Wives of Henry VIII, Journey
to the Centre of the Earth y The Myths and Legends of King
Arthur and the Knights of the Round Table. Este último tenía
carácter autobiográfico en tanto que abordada la temática
artúrica. También había escrito y arreglado la partitura
Lisztomania para Ken Russell y había aparecido en el filme
homónimo, en el papel de Thor. Había sufrido su primer
infarto, se había vuelto a unir a Yes, había dejado a su esposa y
mudado su residencia a Suiza. En 1976, cuando David y su
familia llegaron a Montreux, Rick ya residía allí con la antigua
recepcionista de los estudios Mountain, Danielle
Corminboeuf 1 .
¿Cómo encontró a David?
«El mismo David de siempre», señala Rick.
«Por lo que yo sé, nunca cambió. Había un David interior,
un volcán rebosante de creatividad y, con franqueza, de una
genialidad fuera de todo debate que a veces parecía
amedrentarle cuando se manifestaba. No obstante, entraba en
erupción a intervalos regulares, lo envolvía y le marcaba el
rumbo, como si lo obligase a componer y a grabar en contra de
su voluntad. Yo nunca había visto antes nada semejante, y
jamás lo he vuelto a ver. En ocasiones se quedaba en completo
silencio y parecía que ese otro yo de David se apoderaba de él.
No me refiero a que lo convocara, se diría que surgía sin
previo aviso, por iniciativa propia. Como si él no tuviera nada
que decir al respecto, como si fuera esclavo de ese otro yo.
Nunca me decidí a preguntarle qué sentía, pero qué duda cabe
de que tuve la suerte de poder verlo en acción. Era fascinante.
»Componer “Space Oddity” a los veintidós años y “Life on
Mars?” con veintiséis… es, sencillamente, algo mágico,
indescriptible. Digno de Mozart o de Beethoven. ¿Éramos
entonces conscientes de la importancia y la vigencia que esas
canciones iban a tener? Oh, sí. Pero él no. Todos se lo dijimos.
Le dijimos: “¿Te das cuenta de lo que has hecho? Esos temas
son absolutamente espléndidos. Perdurarán para siempre.” Y
él te miraba como si le estuvieras diciendo: “¿Ahora con qué
estás?” Volví a comentárselo cuando me pasé por su casa, y
escuchamos juntos Hunky Dory.
»Yo hacía dos o tres sesiones de estudio diarias, así cada
día durante tres años, para artistas tan diversos que ni siquiera
te sabría decir quiénes eran la mayoría de ellos. Pasaba de uno
a otro, y de ese otro a otro más; eran sesiones eternas, tanto
que casi no tenía tiempo para nada más. Puede incluso que me
hubiera vuelto inmune a la mayor parte de la música que se
hacía entonces. Sin embargo, las canciones de David me
dejaban de piedra. Me atrapaban, acaparaban mi atención. El
problema radicaba en que, después de tantos percances y tras
un éxito prolongado durante tanto tiempo, parecía haber
perdido la confianza en su capacidad para componer
canciones. En todo caso, estaba como entumecido e incluso se
mostraba reacio a escuchar lo que yo tenía que decir. Quizá
pensaba que lo gafaría o algo por el estilo.»
¿De verdad esperaba Rick que aquellas canciones durasen
hasta nuestros días?
«El buen material dura para siempre.»
Pero, reconoce, había algo más que un atisbo del hombre
que en realidad era David en «Wild Eyed Boy From
Freecloud» 2 .
«Esa es la canción que adoro de veras. Tiene un arreglo
orquestal completo realizado por Tony Visconti. Estoy
convencido de que esa canción muestra al auténtico David; es
él mostrando su alma desnuda. Vuelve a escucharla y piénsalo.
Él nunca se pronunció al respecto, pero juraría que esa canción
es él de verdad.
»David era bastante especial en muchos sentidos. Nos
llevábamos de maravilla y teníamos muchas cosas en común.
Bastante tiempo después de que ambos abandonásemos
Londres, seguíamos en contacto. Mientras los dos vivimos en
Suiza, quedábamos y nos veíamos en Le Museum Club, en la
zona vieja de Montreux. Estoy hablando de finales de los
setenta, cuando comenzó a desintoxicarse de toda la locura de
Los Ángeles y quería volver a estar limpio para comenzar de
nuevo. Y cierto día me dijo, con absoluta franqueza: “No las
tengo todas conmigo respecto a que el capitalismo funcione,
¿sabes? Creo que la solución podría ser el comunismo. Me
marcho a vivir a Berlín un tiempo para averiguarlo.”
Regresaría pasados un par de años, y volvimos a encontrarnos.
“El comunismo no es la solución”, dijo. Nos echamos unas
risas y pedimos otro par de copas.»
La estancia de David en Alemania es otra etapa de su
complicada vida que se ha visto afectada por la distorsión de la
mitología. De hecho, no fue durante tres años al Muro para
crear la llamada «Trilogía de Berlín», como han pasado a
conocerse los discos Low, Heroes y Lodger. El primero de
estos tres álbumes se grabó parcialmente en Francia, en el
Château d’Hérouville, en cumplimiento de una cláusula
contractual. David grabó mano a mano con Iggy Pop en el
palacete el último disco, The Idiot, en marzo de 1976, y las
sesiones para Low dieron comienzo en agosto. El disco acabó
de confeccionarse en los estudios Hansa de Berlín. Carlos
Alomar se unió al equipo, al igual que Brian Eno. 3 Con
independencia de cómo y dónde acabaran el David profesional
y el David privado, lo cierto es que sus años afincado en
Berlín tenían mucho de simbólico.
«Me asomé al calamitoso abismo del consumo de drogas
demasiadas veces, algo esencial en cuanto me hizo
reaccionar», contó David para Uncut. «Durante muchos años,
Berlín me había atraído por su cariz de último refugio. Era una
de las pocas ciudades en las que podía moverme de forma casi
totalmente anónima. Andaba muy mal de dinero; la vida allí
era barata. Por algún motivo, a los berlineses simplemente les
traía sin cuidado. Bueno, al menos así era en el caso de un
cantante inglés de música rock.»
«Creo que a David sencillamente le gustaba estar en
Berlín», opina el productor Tony Visconti. «Tenía tantas cosas,
en aquellos tiempos, que era fantástica; quiero decir que esas
cosas formaban parte de la fantasía y que no existían en
ningún otro lugar del mundo. El peligro latente de la división
urbana en sectores bajo control militar, la extraña vida
nocturna, los restaurantes de marcado carácter tradicional con
camareros y camareras vestidos con mandilones, recordatorios
de la presencia no tan lejana en el tiempo del propio Hitler, un
estudio de grabación a menos de quinientos metros del Muro;
uno creía encontrarse en el decorado de la serie El
prisionero 4 .»
Según Visconti, el álbum Low tampoco es que fuera un
desafío tan descomunal:
«Vivíamos con absoluta despreocupación; marcábamos
nuestras propias reglas. Pero David estaba pasando por una
fase difícil, tanto personal como profesionalmente. No se las
daba de valiente. Su música indicaba que pasaba por un
momento “bajo”, o como dice el disco, “low”.»
Mientras se alojaban temporalmente en el hotel Gehrhus,
Coco se ocupó de buscar casa. Les encontró opciones en
barrios residenciales modestos como Schöneberg, un distrito
con un importante porcentaje de población inmigrante turca y
conocido por haber sido el lugar de nacimiento de Marlene
Dietrich en 1901. Dicha conexión tenía su importancia, a
juicio de David. Al igual que él, Dietrich había llegado a ser
una estrella por la vía de las constantes y convincentes
reinvenciones de sí misma. En el Berlín de 1920, había
encontrado trabajo como actriz en películas de cine mudo y
otras producciones escénicas. En el Hollywood de los años
treinta, aportó su glamur andrógino, lo cual la condujo a
convertirse en una de las más acaudaladas y fascinantes
estrellas de su época. Con sus espectáculos, hizo las delicias
de las tropas durante la Segunda Guerra Mundial, para más
tarde reinventarse como actriz de un número de cabaret en los
cincuenta (rol que se prolongaría durante dos décadas). Sea
como fuere, para el imaginario colectivo, Dietrich
representaba el encuentro de la República de Weimar de los
años veinte con los treinta. He ahí la versión de Marlene por la
que David se derretía, quizá viéndose reflejado en ella.
El fotógrafo Helmut Newton también había nacido en
Schöneberg, en su caso en 1920. Albert Einstein vivió allí
desde 1914 hasta 1933. Christopher Isherwood, autor del
volumen Historia de Berlín —que comprende las obras Adiós
a Berlín y Mr. Norris cambia de tren— había residido en la
zona, en donde fue observador y cronista de las decadentes
fantasías del Berlín prenazi durante la década de 1930. Sus
novelas sirvieron de inspiración para el musical Cabaret en
1966, con música y letra de Kander and Ebb, adaptado a la
gran pantalla en 1972, con Liza Minnelli y Joel Grey en los
papeles protagonistas y Bob Fosse a la dirección. El cineasta
Billy Wilder había vivido en aquel distrito berlinés en los años
veinte, y el actor Klaus Kinski en los treinta. El área en torno a
Nollendorfplatz, conocida como «Nolli», había sido el centro
de la comunidad gay de Berlín desde los primeros años veinte,
y adquirió fama por sus clubes de fetichismo y
sadomasoquismo, sus laberintos de cruising y sus depravados
bares con cuarto oscuro.
El nuevo apartamento en el 155 de Hauptstrasse, con
habitación para Coco, David e Iggy, era más prosaico,
asentado directamente sobre una tienda outlet de repuestos de
automóvil 5 . Coco lo aprovisionó de lienzos en blanco,
pinceles y óleos para David; la asistenta se relajaría «leyendo a
Nietzsche» mientras el artista pintaba. A menudo visitaban
juntos el museo Brücke, sumergiéndose en el arte
expresionista de comienzos del siglo XX. De día, bien con
Coco, bien con Jim o bien con ambos, David salía a dar un
paseo caminando o en bici, se detenía a tomar un café, a
comprar verdura y a almorzar en una cafetería de ambiente
popular. De noche, descendían al inframundo y se divertían en
compañía de los decadentes. David se enamoraría de la artista
transexual y propietaria de un club Romy Haag. Si bien es
cierto que se les fotografió bastantes veces juntos, David
negaría su relación amorosa cuando ella la hizo pública. En
cuanto al trabajo, aunque seguía visiblemente deprimido,
seguía siendo resolutivo.
«Lo pasamos muy bien en Berlín», diría una vez al echar la
vista atrás. «Por entonces, todos andábamos sin blanca, pero
no por ello dejábamos de cometer locuras. Recuerdo que una
vez salieron todos juntos a pasarlo bien de club en club y que
consiguieron un herrumbroso Mercedes del 55. Me acuerdo de
que una noche dejé a Iggy [Pop] en la puerta de un club punk.
Es posible que fuera año nuevo. Habían elaborado una tarta
con la forma del Muro de Berlín en el interior del club, y al dar
la medianoche todos se abalanzaron sobre ella y la
devoraron.»
Es cierto que Low es un disco maníaco-depresivo que fue
despellejado por la crítica, pero no lo es menos que contiene
una joya, «Sound and Vision». La pista destacada (en la cual la
que por entonces era esposa de Visconti, Mary Hopkin,
entonaba el doo-doo que se oye de fondo) es una mezcla de
luces y sombras en donde una alegre guitarra acompaña a unas
voces grises. Alcanzaría el número tres de las listas británicas
y se colaría en el Top 10 de muchos otros países, entre ellos
Alemania. No sucedería así en los Estados Unidos, país en el
que la estrella de Bowie se estaba desvaneciendo con rapidez.
Y lo mismo rezaba para la estrella de Angie. Noviembre de
1976 trajo el temible enfrentamiento entre los Bowie, cuando
Angie se presentó en Berlín para encararse con su rival. La
presunta asistenta personal de David, había decidido Angie,
ejercía un control excesivo sobre su marido. Se proponía
arreglar las cosas con David y seducirlo para que regresara a
Suiza. Le dio un ultimátum: «O ella o yo.» David objetó.
Tenía resaca, fiebre, una angustia de caballo. A modo de
protesta, puso como excusa que no se las podría arreglar sin
Coco. Más adelante Angie afirmaría que David trató de apelar
a su lado maternal, sugiriéndole que podían tener más niños —
como si eso fuera a arreglarlo—, que a cambio solo le pedía
que se retirase a la casa del reloj de cuco y se portara como
una amable esposa, como una esposa «como es debido» (le
dijo la sartén al cazo). Angie estaba fuera de sí.
David, sobrepasado, se derrumbó. Se lo llevaron a un
hospital militar con un posible amago de infarto que después
demostró ser una falsa alarma. Angie, histérica, se largó al
aeropuerto. Cuando me encontré con David en la brasserie
Chartier de París aproximadamente un mes más tarde, ni
Angie ni Coco estaban con él. Y cuando David salió con
Jim/Iggy, Romy Haag y Coco a celebrar su treinta cumpleaños
en la sala de fiestas L’Ange Bleu 6 de París el 8 de enero de
1977, la ausencia de Angie lo decía todo.
«Cumplir los treinta es lo mejor que me ha pasado hasta
ahora», comentaría David. «Hasta los treinta, era un artista
entregado. A partir de entonces, descubrí la privacidad. Corté
el cordón. Mis letras eran mejores, mi música era mejor. He
podido escuchar más música en el último año y medio que en
toda mi vida anterior.»
David le pidió a Angie el divorcio durante una reunión
formal en un hotel de Berlín, a donde Coco acudió como
intermediaria.
«Estábamos borrachos», rememoró Angie para entrevistas
de prensa tras abandonar la casa de Celebrity Big Brother en
enero de 2016. «Bebimos champán y luego nos fuimos a casa
juntos. Ambos nos sentíamos aliviados de que se hubiera
acabado. Pero cuando volvimos al apartamento de David, las
maletas de Corinne estaban dispersas por todas partes. De
modo que puse un poco de orden: me deshice de ellas. Oí
cómo las maletas eran introducidas en el maletero de un coche
aparcado fuera. Practicamos sexo, del bueno, y a continuación
simplemente me marché.»
Su divorcio, como la mayor parte de los divorcios, fue un
proceso estresante y lento. Al final, la asignación para Angie
se quedó en una suma ridícula: solo medio millón de libras,
que David debía abonar en mensualidades a lo largo de la
siguiente década. En palabras de Dana Gillespie: «Ella no
disponía de los medios para presentar batalla. No podía
permitirse pagar abogados, mientras que él sí. Y por el hecho
de que el divorcio se tramitó en concordancia con las leyes
suizas, David salió claramente beneficiado.»
Derrotada, Angie se vio obligada a entregar la custodia de
Zowie.
«Yo no quería su custodia», le diría a Nancy Dell’Olio
dentro de la casa de Celebrity Big Brother en 2016, justo antes
de la muerte de David.
«Se trataba sencillamente de que no quería arrebatárselo a
su padre, pues ambos estaban realmente muy unidos. Era uno
de esos casos.»
«Aquello fue algo bueno», insiste George Underwood. «No
podía haber sido más acertado que David se quedara con la
custodia. A mi modo de ver, Angie estaba, por entonces, lejos
de tener el perfil de madre. Tal vez ella estaría de acuerdo.»
Angie tuvo una relación de tres años con el músico de rock
y punk Andrew Lipka, también conocido como «Drew
Blood». Su hija Stacia nacería en 1980.
Tal y como lo entiende Angie, su matrimonio con David se
rompió por culpa de Corinne Schwab. Cuando tuve ocasión de
entrevistarla en su casa de Londres el 20 de mayo de 1987,
para una pieza que se titularía «Bitchy over Bowie: How Coco
wrecked my marriage, by rock star’s bitter ex-wife’» 7 , Angie
todavía hablaba desde el rencor.
«Ahí va una advertencia para todas las mujeres que viven o
están casadas con una estrella de rock», me dijo. «Pensé que
estaba siendo su amiga y pensé que ella me correspondía. Sin
embargo, me birló el marido e hizo naufragar nuestro
matrimonio. Me escupió en plena cara. Poco a poco, fue
acercándose más y más a David. Empezó por ocuparse de
pedir los taxis, plancharle las camisas, prepararle el desayuno.
Supongo que yo tenía otras tareas e intereses en mente, así que
siempre iba con el tiempo justo, y por tanto aceptaba
alegremente que otra recadera se ocupara de tales menesteres.
Eso, en lo que respecta a mi matrimonio, supuso mi caída en
desgracia.»
Angie me contó que Corinne, quien por entonces tenía
treinta y ocho años (ambas eran de la misma quinta) se había
convertido en la persona más importante en la vida de David, a
excepción de su hijo.
«Nadie es capaz de entenderlo», refunfuñó. «Es la mayor
estrella del rock de todo el mundo, es tan apuesto que podría
tener a su lado a las mujeres más bellas del planeta. Para mí,
Coco es fea y desaliñada. Su piel parece el interior de un
cráter, y su pelo parece de estropajo. Pero hay una razón para
todo ello. David no quiere chicas guapas. Quiere una madre. Y
Coco cubre ese hueco. Cuando todavía estábamos casados y
David decidió que ya no podía escribir más, sufrió una crisis
nerviosa. Pero no acudió a mí, sino a Coco. Su madre era
psiquiatra, e imagino que pensaba que estaba recibiendo ayuda
profesional de manera indirecta. Cuando se metió de lleno en
el mundo de las drogas, fue Coco quien le prestó ayuda.
Cuando por fin me separé de él, ya no era el hombre que yo
conocía.»
Desde entonces y durante las siguientes cuatro décadas, fue
Coco quien a efectos prácticos organizó la vida y la carrera de
David. Era ella quien gestionaba los conciertos en los distintos
recintos, quien supervisaba la confección de cada traje hecho a
medida y quien pagaba cada habitación de hotel, comida, trago
y capricho. En lo que respecta a David, cuando lo vi en
Róterdam, hizo una enérgica defensa de la mujer «sin la cual
no podría vivir».
«Supongo que Coco es la persona que podría decir que ha
sido una amiga para mí», me comentó en los Países Bajos en
mayo de 1987. «Es mi asistente personal y una muy buena
amiga. Se convirtió en la persona más importante de mi vida
hacia mediados de los setenta. El estilo de vida que yo llevaba
en aquel momento me ponía hecho un basilisco, y acabé
derrumbándome. Coco fue quien me dijo lo idiota que estaba
siendo y me forzó a dar un vuelco a la situación, algo de lo que
me siento muy satisfecho.
»El sexo no lo es todo. Realmente, debe haber relaciones en
tu vida para que esta valga la pena.»
David y Jim se pusieron en marcha en el mes de marzo;
salieron a hacer la gira de Iggy de veintinueve paradas. David
estaba a los teclados y a los coros. Debutaron en un lugar
sagrado, el Friars Aylesbury, y de ahí se trasladaron a
Newcastle, Mánchester y Birmingham antes de aterrizar en el
Rainbow de Londres. En vísperas de las actuaciones en
Londres, David pasó cuatro días con Marc Bolan en su piso.
Marc revelaría más tarde a la prensa que realizaban una
película juntos. El tour tuvo continuación: pasó a los EE. UU.
y a Canadá, con el apoyo de Blondie desde el 13 de marzo en
adelante. Montreal, Toronto, Boston, Nueva York —en donde
se presentaron todos los Stones excepto Bill Wyman—,
Filadelfia, Chicago, Seattle, San Francisco y Los Ángeles,
entre otras ciudades. Para David, el mundo había dejado de ser
una zona restringida a los aviones.
«Volaba por primera vez desde hacía cinco o seis años»,
dijo. «En verdad creo que el avión es un invento maravilloso.»
Entonces, ¿qué pasó con su miedo a volar?
«“Miedo” es una palabra que ya no tiene cabida en mi
diccionario», se burlaba. «A día de hoy, soy un hombre con
una gran fuerza interior y valor.»
Bowie e Iggy tomaron un vuelo a Japón, para promocionar
tanto Low como The Idiot. La campaña publicitaria se
desplazó más tarde a Europa. En París, David se encontró con
la mujer de Jagger, Bianca, quien estaba trabajando en una
película, Couleur Chair. 8 En menos de lo que canta un gallo,
la pareja se fugó a España. Fueron fotografiados juntos en la
Costa del Sol, pues se alojaron en el lujoso Marbella Club.
«No tenía tanto que ver con Bianca como con Mick»,
confesó un miembro del que por entonces era el entorno de
David, que ha preferido mantenerse en el anonimato. «David
había sentido durante mucho tiempo que él era el segundón,
siempre al rebufo de Jagger. Una vez que consiguió a Bianca,
sintió que había tomado el control de la situación. Angie
especuló con que, a cambio, Mick había escrito el hit de los
Stones “Angie” 9 en referencia a ella. No obstante, fue Keith
[Richards] quien compuso la canción, con algo de ayuda de
Mick, y el tema giraba alrededor de lo que fuera que tuviese
este último con Marianne [Faithfull]. Por otra parte, en una
ocasión Keith comentó que había escrito “Angie” para su
bebé, llamada Dandelion (creo que el segundo nombre de su
hija era Angela). En su autobiografía 10 , Keith se retractó de
todo. ¡Rock & roll!»
El universalmente aclamado «Heroes», su tarjeta de visita y su
canción más querida, solo alcanzó el puesto veinticuatro tras
su lanzamiento en el Reino Unido en octubre de 1977, y
fracasó en su aspiración de hacerse un hueco en el Top 100 de
la americana Billboard. Escaló hasta el duodécimo puesto tras
su muerte en enero de 2016. Heroes, el álbum, subió hasta el
número tres de las listas británicas y al treinta y cinco de las
estadounidenses. Considerado por muchos su obra maestra,
también supuso su cumbre desde un punto de vista creativo.
David no volvería a ascender tan alto hasta casi el final de su
vida, con la publicación primero de The Next Day y, más tarde,
de Blackstar.
La canción que da nombre al disco la escribieron Bowie y
Brian Eno y la produjeron Bowie y Tony Visconti; se grabó en
el estudio Hansa Tonstudio con la inquietante guitarra de
Robert Fripp (su contribución se limitó a un único fin de
semana).
«La canción “Heroes” hablaba de una persona sin rostro, un
hombre humilde de la calle que vive su momento de gloria»,
dijo David. «La vieja cita shakespeariana: “El mundo entero es
un teatro” [tomada de Como gustéis. Acto II, escena VII].
Utilicé esa frase. Ya había sido usada en todas las artes pero no
en el rock & roll.»
Antes del lanzamiento del sencillo, David y Coco volaron al
Reino Unido el 7 de septiembre de 1977, en donde David
actuó en el que sería el último programa de la serie televisiva
Marc emitida por Granada TV y producida en Mánchester,
cuyo presentador era su viejo amigo y rival Marc Bolan. Pero
el show se convirtió en una tomadura de pelo. En un intento
por sortear las dificultades derivadas de una disputa con el
regidor, quien daba la casualidad de que también era el líder
del sindicato, Marc mandó a su asistente personal y chófer,
Cliff Wright, a cuidar de David.
«Marc le dio a David una Fender Stratocaster de color
tostado y con diapasón de Maple», recordó Wright cuando lo
entrevisté para Ride a White Swan: The Lives and Death of
Marc Bolan. «Instalamos para él unos bafles y unos amplis
[caja de bocinas] en el estudio, y grabaron ‘“Heroes”’ para el
espectáculo. Iba a ser el primer directo del sencillo en la
televisión británica. Francamente, pensé que David podría
haberle permitido a Marc tocar con él.»
Cuando llegó el momento de grabar el dueto de Marc y
David que cerraba el programa, Bolan estaba bastante
perjudicado, y se cayó del escenario. La escaleta no nos dejaba
volver a grabar la secuencia. Bolan y Bowie tomaron caminos
distintos. De manera trágica, nunca más volverían a verse. A
primera hora del 16 de septiembre, Gloria Jones, la novia de
Marc, que en ese momento sufría jet-lag, chocó con su Mini
cuando llevaba al cantante a casa. Se estrelló contra un poste
de cemento en el puente peraltado del distrito de Barnes. El
cantante perdió la vida en el acto, por culpa de una barra de
acero que enganchaba una cadena al poste y que le perforó la
sien. Cuatro días más tarde, David asistiría al funeral de Marc
en el crematorio londinense de Golders Green. Tony Visconti,
por una vez, se sintió incómodo con todo el proceso, al sentir
que la histeria de los fans había desdibujado la ceremonia.
También se sorprendió al ver allí a June Bolan. La esposa
separada de Marc tenía vetada la asistencia, pero se las había
ingeniado para colarse. Cliff Wright también la vio.
«Se quedó fuera», dice él. «Se quedó allí, de pie, cuando
todo acabó, indefensa y sola entre la multitud. Entonces David
Bowie pasó por delante de ella en su limusina. June lo vio y lo
llamó: “¡David! ¡David!” Bowie abrió la puerta y la dejó
entrar.»
«Yo había ido en limusina con Rod [Stewart]», recuerda
Steve Harley, de la banda Steve Harley & Cockney Rebel.
«Bowie estaba sentado justo en frente de mí; fue la única vez
que coincidí con él. Rod se hospedaba en el Intercontinental,
en Park Lane. Regresábamos allí para tener nuestro pequeño
velatorio por Marc. Le pedimos a David que se sumara. No
apareció.»
Desde entonces, se ha podido confirmar, por medio de un
amigo mutuo de David y de Marc, que David y June Bolan
durmieron juntos la noche del funeral del casi exmarido de
ella, mientras que el socio de Marc y la madre de su hijo
Rolan, Gloria Jones, estaban hospitalizados en estado grave,
sin saber aún que el cantante había fallecido.
También se ha escrito que David, en calidad de padrino de
Rolan, se apiadó de Gloria y del hijo de la pareja, y que en
consecuencia se responsabilizó de pagar las tasas escolares del
colegio del niño. Pues bien, no hizo tal cosa.
«David Bowie no es mi padrino», me dijo Rolan en
persona. «Lo es Ringo Starr. Se han dicho y escrito verdaderos
disparates a lo largo de estos años. Te aseguro que David
Bowie no tiene vinculación conmigo. Y que tampoco me pagó
el colegio. Nunca lo conocí.»
«Lo que sucedió fue que David donó algún dinero para
Rolan a una fundación», me explicó Gloria. «Tras la muerte de
Marc nos saquearon la casa; se lo llevaron todo, hasta mi ropa
interior. No me dejaron nada de nada. La muerte de Marc me
dejó en la indigencia. David hizo eso por nosotros para que
pudiéramos salir adelante. Y lo hizo sin que nadie se lo
pidiera. Lo hizo, sencillamente, por amor a Marc. Quería
cuidar de nosotros. No dijo ni palabra, y no hacía falta. Le
salió del corazón.»
La interpretación de David del tema «Heroes» para el
concierto Live Aid celebrado el 13 de julio de 1985 se
considera lo mejor de su carrera. Asimismo actuó, junto a los
miembros que quedaban de Queen, en el concierto de
homenaje a Freddie Mercury el 20 de abril de 1992. En los
Juegos Olímpicos de 2012, suya fue la música que sonó
durante el paseo del equipo británico en la ceremonia
inaugural. Y de nuevo fue «Heroes» la canción elegida para
acompañar la emotiva entrada del equipo paralímpico. Poco
después del fallecimiento de David, Mike Garson, su leal
pianista estadounidense, dejaría caer un bombazo con respecto
al vídeo de «Heroes».
«Era uno de los grandes temas de David, un auténtico
himno», dijo Garson. «Se puede ver cómo hago los coros
sobre el minuto tres, pero, créeme, el micrófono estaba
apagado. Yo de cantar, nada de nada. Tengo cero oído. Ahí
tienes mi confesión de hoy.»
También en enero de 2016, el Ministerio de Asuntos
Exteriores de Alemania agradeció a David, de forma póstuma,
haber contribuido a la caída del Berliner Mauer, es decir el
Muro de Berlín, que separó las dos Alemanias, oriental y
occidental, durante veinticinco años. «Ahora te encuentras
entre héroes», decía el comunicado. Se referían a un concierto
de rock de tres días celebrado en las proximidades del muro,
en el cual Bowie había participado el 7 de junio de 1987 (cerca
de una década después de su marcha de Berlín Oeste. Genesis
y Eurythmics también tocaron en aquel evento).
Durante su actuación, Bowie se dirigió al público en
alemán. Justo antes de entonar «Heroes», gritó: «¡Les
enviamos nuestros mejores deseos a los amigos que están al
otro lado del muro!» Se desataron vehementes muestras de
júbilo entre los seguidores del artista que podían oírlo pero no
verlo desde el otro lado del muro. Hubo cientos de arrestados.
Una semana después, el presidente de los Estados Unidos de
América Ronald Reagan habló con el líder de la Unión
Soviética Mijaíl Gorbachov sobre «demoler el muro ese».
«Nunca lo olvidaré», dijo Bowie en 2003. «Fue una de las
actuaciones más emotivas que he hecho nunca. Estaba al borde
de las lágrimas. El escenario se valía del propio muro, es decir,
el muro actuaba como telón de fondo… Había miles de
personas del otro lado… Me partía el corazón. Nunca he
vuelto a hacer nada parecido en toda mi vida, y supongo que
nunca lo volveré a hacer…
»Cuando interpretamos “Heroes”, sentimos que era como
un himno, poco menos que una oración… Tenía que ver con el
lugar exacto en donde estábamos y con la situación particular
para la que había sido escrito. Fue extraordinario.»
Parece que David había experimentado un gran cambio
gracias a su experiencia berlinesa y por el hecho de haber
vivido a tan poca distancia del muro. No solo se erigía en
metáfora del estado del mundo —que entonces vivía en el filo
de la navaja, al borde de una guerra nuclear—, sino también en
símbolo de su propia vida y de todos los errores que había
cometido. La calma chicha de la urbe podía saltar por los aires
en cualquier momento.
Yendo en bici por la ciudad, contemplando las
implicaciones de aquella gran estructura amenazadora y las
miles y miles de tropas soviéticas al otro lado, la fragilidad de
la vida se hacía evidente. Comenzó a reflexionar y a sentir
lástima por las víctimas inocentes del conflicto: la gente
corriente atrapada en una situación que les venía dada, que no
habían creado ellos, y que sin embargo vivían de primera
mano. Escuchó su propia alma y quedó ensordecido por el
caos. La inminencia de la muerte lo despertó a la vida.
Empezó a pensar y a escribir con mayor hondura,
perfectamente consciente de que el tiempo pasa. Recapacitó,
reformuló su propio ser y reordenó sus prioridades. Reorientó
sus sueños.
La canción de referencia del disco, al igual que este,
siempre se cita entre comillas, no sin ironía: los héroes de la
canción no son reales sino figurados. Su mensaje se ha
interpretado de maneras diversas. En cualquier caso, parece
una advertencia; que aquellos a quienes tal vez consideramos
como nuestros «héroes», en particular las estrella de rock &
roll, de héroes no tienen nada. No es más que nuestra
imaginación y nuestra admiración lo que los elevan a los
altares. En palabras de la autora y crítica norteamericana Mary
McCarthy: «Todos vivimos con suspense, días tras hora, hora
tras hora. En otras palabras, somos los héroes de nuestra
propia historia.»
Elvis había muerto, y Bolan también. Times were a-changin’.
En diciembre de 1977, David fue a ver a Angie a Suiza y la
puso al día de su intención de pasar la Navidad en Berlín con
Zowie. Airada, ella se largó a Nueva York, en donde se le
perdería la pista. En el 155 de Hauptstrasse, entre recaídas y
recuperación, un heroinómano Iggy decidió por fin dejarlo, al
tiempo que Coco acababa su faena. El día de año nuevo, del
matrimonio Bowie no quedaban más que las sobras.
Febrero de 1978 arrancó con una estafa. David dio el sí a
David Hemmings cuando este le pidió que protagonizara su
película Schöner Gigolo, armer Gigolo, después de que el
actor-director le asegurase que actuaría codo con codo con su
idolatrada Marlene Dietrich 11 . Llegado el momento, la diva
entrada en años se marcó un Garbo al pedir que la dejaran
sola. Afrontaría los primeros planos de su último papel
cinematográfico en París, mientras que David fue confinado a
Berlín, enrollándose con una silla. Dietrich y Bowie no
llegaron a grabar ni un solo fotograma juntos. La infausta
cinta, también coprotagonizada por Kim Novak, se estrenaría
en Berlín aquel mes de noviembre, y sería calificada de
bazofia. David no hizo caso, destacando que el filme era «las
treinta y dos pelis de Elvis Presley concentradas en una sola».
A Paul Newman nunca le quitó el sueño, la verdad.
Fue una versión más robusta, vigorosa y resarcida de David
la que emprendió su gira más ambiciosa hasta la fecha: la
Isolar II, el tour mundial Low/Heroes o Stage tour… con idea
de promocionar los álbumes Low y Heroes. De vuelta a la
Costa Oeste para arrancar en San Diego, tocó en los mayores
recintos de América del Norte. Los bolos en Rhode Island,
Boston y Filadelfia se grabaron para incluirlos en el disco en
directo titulado Stage. Se plantó en el Madison Square Garden
a comienzos de mayo. De ahí trasladaron la gira a Europa, a lo
largo de la primavera, con parada incluida de dos noches en el
Pavillon de París, y llegando a Earls Court, en Londres, a
finales de junio. Entre los meses de julio y noviembre, la gira
hizo un alto, que le sirvió a David para retornar a los estudios
Mountain del grupo Queen, en Montreux, y grabar la entrega
definitiva de la denominada Trilogía de Berlín, o «tríptico»,
como a David más tarde le gustaría llamarla. El último disco
fue Lodger.
El decimotercer álbum de estudio de David, que se acabaría
de componer en The Record Plant, en Nueva York,
compaginaba la temática viajera con cuestiones como la
civilización, la guerra nuclear y las relaciones abusivas en una
provocadora y estimulante fusión de músicas del mundo.
Contenía el éxito «Boys Keep Swinging», para el cual el
guitarrista Alomar se puso a la batería y en el que Visconti y
Brian Eno aparecen acreditados como músicos. Tampoco es
que causara sensación en el momento de su lanzamiento, en
mayo de 1979 (no todo iban a ser éxitos para David), pero con
el tiempo fue ganando adeptos. Hoy es un tema muy querido,
y con razón, pues supone un ejemplo de su creciente madurez
al tiempo que muestra al Bowie más taimado.
La gira se trasladó Down Under [a abajo del todo], a
Australia y Nueva Zelanda, para ofrecer allí su primer
concierto. En Sidney, David por fin aprendió a nadar. Se
dirigió hacia el este para regresar triunfante a Japón y cerrar en
la sala de conciertos NHK de Tokio el 12 de diciembre. Ziggy
resucitó en todo su esplendor. Resurgió como el ave fénix.
Japón seguía siendo garantía de éxito. Carlos Alomar ejerció
como líder de la banda durante el tour. Natasha Korniloff
había vuelto a ocuparse del vestuario y se alegró de veras al
ver que su antiguo amante estaba en tan buena forma.
Rolling Stone fue la revista que mejor resumió lo
acontecido, al abrir su genial crítica musical con el cautivador
titular: «David hace de sí mismo.» Parecía que todo se había
hecho como era debido, por lo menos de momento. David
pasó página, y quizá incluso cerró el libro. No volvería a dar
un concierto en casi un lustro.
Pasó la Navidad en Tokio.

1. Danielle Corminboeuf es la madre de Benjamin, el hijo de Rick, nacido en 1978.


Una vez consumado su divorcio con Roz en 1980, Rick se casó con Danielle, pero
su unión no duraría siquiera un año. A continuación, él contraería matrimonio con
la garbosa modelo Nina Carter, y sería padre de Jemma y Oscar. Redescubrió a su
hija natural Amanda, se convirtió en abuelo y en el popular Grumpy Old Man
[viejo cascarrabias] de la serie de televisión homónima; en la actualidad está casado
con la periodista Rachel Kaufman. Musicalmente, está más codiciado que nunca.
2. «Wild Eyed Boy From Freecloud» se grabó por vez primera en junio de 1969, y
salió como cara B de Space Oddity; así mismo formaría parte del álbum Space
Oddity.
3. A menudo se ha escrito, erróneamente, que Brian Eno fue el productor de los
álbumes de Berlín. Si bien Eno, en efecto, contribuyó a nivel tanto musical como
letrístico, así como con sus juegos de cartas Oblique Strategies, lo cierto es que fue
Visconti quien gobernó el timón.
4. Tras la Segunda Guerra Mundial, la ciudad alemana situada al noreste quedó
dividida. Berlín Este se erigió en la capital de Alemania del Este. Berlín Oeste se
convirtió, al efecto, en un enclave germano del oeste, rodeado por el muro de Berlín
desde 1961 hasta 1989. Todo alrededor era territorio del Este. Tras la reunificación
de Alemania en 1990, la recobrada Berlín volvió a ser, una vez más, la capital del
conjunto de Alemania.
5. Coco e Iggy se mudarían más adelante a sus respectivos apartamentos.
6. El club había sido nombrado en referencia al sórdido cabaret homónimo que
aparece en la película de 1930 El ángel azul, la primera película hablada de
Alemania, protagonizada por Marlene Dietrich (uno de los ídolos de David), para
quien aquel era su primer papel hablado y cantado.
7. Los periodistas no son quienes fijan sus propios titulares. El artículo salió
publicado en el número del Daily Mail del día siguiente.
8. Couleur Chair es una obra del realizador François Weyergans, un «inmortal» de
la Academia Francesa. La película la coprotagonizó Dennis Hopper y se presentó
en el Festival de Cannes en 1978. Nunca llegó a las salas de cine.
9. La canción «Angie» está incluida en el álbum de The Rolling Stones de 1973
titulado Goats Head Soup.
10. Life de Keith Richards, 2010.
11. Dietrich murió en mayo de 1992, a los 90 años.
ICONO GLOBAL
13
1979-1980

David se recluyó hasta el lanzamiento de Lodger. Nosotros


apenas lo notamos. Había infinidad de distracciones en 1979, a
pesar del «Winter of Discontent» [Invierno del Descontento].
Margaret Thatcher se convirtió en la primera mujer en ocupar
el cargo de primera ministra de Gran Bretaña. La falsa
beatlemanía había mordido el polvo, según el activista carbón-
neutral Joe Strummer. Cuando Mick Jones y él escribieron
«London Calling», no estaban de broma. El punk había
muerto, su destino se había frustrado por el fallecimiento de
Sid Vicious en Nueva York a causa del consumo de heroína,
tras el asesinato de su novia Nancy Spungen en el hotel
Chelsea.
Se vivió el auge de Dire Straits y Kate Bush, de The Police
y Michael Jackson. Ian Dury logró un éxito con un tema
pegadizo y The Buggles proclamaron a los cuatro vientos el
nacimiento de la era MTV con su «Video Killed the Radio
Star» 1 . Elton John se convirtió en el primer roquero de
Occidente en tocar en vivo en la Unión Soviética. Spandau
Ballet firmó con Chrysalis Records 2 , el mejor sello
independiente de cuantos había, que dio a conocer, entre otros,
a The Fabulous Thunderbirds, T-Bone Burnett, Billy Idol,
Ultravox, Pat Benatar, Blondie, Leo Sayer y Huey Lewis &
the News. Su filial, 2-Tone, contaba con Madness, The
Selecter y The Specials. En los ochenta, Chrysalis abanderó el
movimiento New Romantic, también conocido como de los
Nuevos Románticos, y lanzó el primer álbum videomusical de
la historia, cuyo honor recayó en el de Blondie Eat to the Beat.
Lo sé. Yo trabajé allí. Cada día era Navidad.
Durante la campaña promocional de Lodger, David actuó
con su tema más reciente, «Boys Keep Swinging»; lo hizo en
el programa de televisión de Kenny Everett, también locutor
de Radio Capital, en donde conoció al libertino productor
David Mallet. La pareja hizo muy buenas migas. David
contrató a Mallet para la realización del vídeo de ese sencillo.
Fue el principio de una bonita amistad que produciría alguno
de los más duraderos cortos de la era del vídeo musical.
David dejó su casa en el 155 de Hauptstrasse en mayo de
1979. Se resistía a marcharse, pero Zowie/Joey estaba
matriculado en la Commonwealth American School (en la
actualidad, International School of Lausanne) de Vevey. Con
ocho años, ya era lo bastante mayor para ir al colegio
Gordonstoun, en Elgin, Moray, en el extremo noreste del
litoral de Escocia. La estimulante y estricta escuela pública en
la que se habían educado tres generaciones de miembros de la
realeza británica, incluida la princesa real y el príncipe de
Gales —Carlos de Inglaterra la describió como «Colditz en
kilts» [en referencia al campo de concentración de esa ciudad
alemana y a la falda típica escocesa] y (de manera reveladora)
no envió allí ni a Guillermo ni a Enrique—, tenía, cuando
menos, un excelente departamento de dramaturgia. Una
ventaja significativa era que los padres de la niñera Marion
Skene vivían muy cerca, lo cual favorecía poder hacerles una
visita.
«Con franqueza, yo allí no encajaba», comentaría el hijo de
David años más tarde en una entrevista con la escritora
independiente Martyn Palmer, publicada en el Mail on Sunday
en agosto de 2011. «Era un colegio bastante austero, y seguían
manteniendo una disciplina muy estricta: una carrera cada
mañana y después una ducha fría. No me sentía cómodo.
Únicamente intentaba sobrevivir.»
Finalmente, le pidieron que abandonara el centro tras
«haber hibernado todo el bachillerato». Al cabo de un tiempo,
pasaría los exámenes estadounidenses de admisión
universitaria, los llamados SATS, y comenzaría sus estudios de
Filosofía en el Wooster College de Ohio. Más tarde entraría en
la Escuela de Cine de Londres, tras lo cual se sucedieron una
serie de trabajos en productoras, una etapa en un estudio de
efectos especiales, y, más adelante, el paso por la industria
publicitaria y los anuncios de televisión. Todo ello supondría
una buena base para llegar hasta donde quería, esto es, a rodar
películas.
Entonces, ¿a Joey ni siquiera se le pasó por la cabeza
recorrer el clásico camino del hijo de una estrella del rock y
tratar por tanto de hacerse un nombre en el mundillo de la
música? Lo cierto es que no existen demasiados casos en que
este camino conduzca a buen puerto. No se me ocurre ni un
solo artista que haya sido capaz de eclipsar a mamá o a papá, a
no ser Miley Cyrus, la hija de Billy Ray. A Jakob Dylan no le
fue mal en The Wallflowers. Julian Lennon hizo sus pinitos,
pero nunca alcanzó la categoría de superestrella. Sean Lennon
mantuvo el equilibrio, pero pronto pasó al olvido. A Rolan
Bolan, hijo de Marc, no le faltaron las oportunidades, pero fue
en vano. James McCartney, ídem. He ahí los casos de Carnie y
Wendy, hijas del beachboy Brian Wilson; de Stephen, Ziggy y
Damian, vástagos de Bob Marley, y de tantísimos otros… A
los baterías parece que se les da algo mejor; valgan como
muestra Jason Bonham, hijo del miembro del Led Zep John, y
Zak Starkey, hijo de Ringo. David intentó por todos los
medios inocularle el gusanillo de la música a su hijo. No
caería esa breva.
«Estaba realmente empeñado en que aprendiera a tocar un
instrumento», le dijo Duncan a Martyn Palmer, con quien, allá
por la década de 1990, fui copropietaria de una agencia de
noticias.
«Intentó que aprendiese a tocar la batería, pero yo no
quería. ¿El saxofón? Tampoco. ¿El piano? No. ¿La guitarra…?
No, gracias. Bendito sea. Por más que insistió, de ahí no
saldría nada. Nada. No sé si de manera inconsciente, yo
experimentaba algún tipo de reacción adversa, si había algo en
mi interior que se negaba a aprender a tocar… ¡porque
tampoco es que fuera un negado! Él me decía: “Tienes que
ensayar.” Pero resulta que yo no estaba nada por la labor. No
me interesaba, así que su plan no funcionaría.»
Durante la estancia de su hijo en Gordonstoun, David
pasaba los recesos escolares y las vacaciones en Suiza, y el
resto del tiempo en la ciudad de Nueva York, pues se había
comprado un apartamento en el centro. Decorado de manera
sencilla, con inspiración japonesa, la vibrante ubicación de su
hogar aplacaba en parte el desencanto surgido de su actual
estatus de follonero decadente en el exilio tributario, con
residencia en un aburguesado resort suizo. Entre tanto, oculto
en las montañas, ¿qué otra cosa podía hacer David más que
aprender a esquiar? De hecho, ya había mostrado interés por
ese deporte, y había tomado clases en Aviemore, en el parque
nacional de Cairngorms, en 1976. Su profesor entonces había
sido Laurence Poole, de Lowestoft, trabajador de una torre de
perforación petrolera que enseñaba a los novatos las nociones
básicas en una pista de esquí seco del complejo vacacional, a
tan solo una hora en coche de la escuela Gordonstoun.
La experiencia abrió el apetito de David. Pronto habría de
buscar clases avanzadas en Zermatt, a cargo de una leyenda de
los Alpes y pionero en la enseñanza del esquí moderno, Peter
Kronig, quien venía altamente recomendado por toda una
recua de estrellas del celuloide, cineastas, banqueros y
músicos. Nacido en 1937 y diez años mayor que David, no
tardaron en hacerse muy buenos amigos. David perfeccionó su
estilo en Zermatt, pero su resort preferido fue siempre Gstaad,
en la región de los Alpes suizos llamada Oberland bernés.
En los años siguientes, su música formaría parte de bandas
sonoras de películas cuya temática era el esquí: «Space
Oddity» en la peli de 2005 The Tangerine Dream, de la
compañía Teton Gravity Research; y «Rebel Rebel», que
sonaría al comienzo del filme de 2008 producido por Nimbus
Independent y titulado Hunting Yeti. También habría alguna
que otra colaboración artística. Armada Skis encargó a Rick
Stultz que diseñase una imagen de Bowie para usar en
productos de la compañía (el par de palas de esquí para nieve
en polvo con la imagen de su rostro son hoy un clásico, tras su
lanzamiento al mercado en la temporada 2008-2009). Armada
también pagó por una imagen de Bowie que se imprimió en
2005-2006. En el centro turístico de montaña Park City, en
Utah, también son fieles seguidores de Bowie.
«Los artistas y atletas capaces de sobrepasar los límites
siempre nos inspiran a emularlos», comentó el portavoz de la
compañía Andy Miller. «De tal modo que un icono como
David Bowie daba el perfil a la perfección.»
La nueva década supondría un punto de inflexión para artistas
de la generación de Bowie. La mayoría de ellos no murieron
hasta llegar a viejos. The Who, a excepción de Moonie; The
Stones, quitado Jonesie; los antiguos The Beatles, The Kinks,
Rick Wakeman, Elton John, Rod Stewart, Brian Ferry, Brian
Eno, Ozzy Osbourne y demás vejestorios eran ahora los
ilustres ancianos del rock, eclipsados por la generación
siguiente. «Qué putada es hacerse mayor», se había quejado
Jagger 3 . Ahora sabían a qué se refería. This is the end, my only
friend, the end… El final de Jim Morrison tal vez fue su único
amigo 4 ; Ziggy había anhelado su suicidio en el rock & roll.
Quizá tendría que aguardar un tiempo.
A «Bohemian Rhapsody» a menudo se le atribuye haber
sido «el primer videoclip de música rock». En realidad no lo
fue. The Beatles, The Rolling Stones, Bob Dylan venían
creando convincentes cortos promocionales desde los años
sesenta. Pero había llegado el turno del comercio audiovisual,
acompañando a una nueva ola de música. Así como los setenta
habían supuesto el regreso al rock & roll de los cincuenta, los
ochenta estaban obsesionados con los sesenta. El nuevo sonido
pop con frecuencia padecía de un exceso de producción, de
reverberación, de resonancia; el foco se ponía en el
alargamiento de las vocales y en los sintetizadores, todo ello
gracias a un progreso tecnológico antes desconocido.
Permeado de un glamur que no reparaba en gastos, pese a que
la mayoría de artistas tenían el bolsillo bastante pelado.
El Londres joven estaba atestado de actuaciones y
fanáticos, de triquiñuelas y engañifas, de maquillaje, de
tumultos y de clubs que abrían una noche por semana, sobre
todo en Soho. En 1978, el club Billy’s ponía a Roxy Music; se
organizaban las llamadas Bowie Nights —«Un club para
héroes» para «excéntricos y bichos raros»— en el Gossip’s,
bajo el cual se dice que hubo un burdel en Dean Street. «Tenía
más que ver con el Berlín decadente de preguerra que con
reflejar la vida en un barrio de viviendas sociales del sur de
Londres», apuntaba Boy George en Take It Like a Man, su
honesta autobiografía publicada en 1995.
La escena del Billy’s evolucionó hacia el Blitz, de temática
relacionada con la Segunda Guerra Mundial. Una vinoteca del
montón situada en Great Queen Street se convirtió en el lugar
de encuentro del chico de Caerphilly, en Gales, Steve Strange,
del batería londinense de Rich Kids convertido en promotor
musical, Rusty Egan, de Philip Sallon, originario de Dollis
Hill, si bien uno de los miembros del Bromley Contingent, y
de «Boy» George O’Dowd, natural de Eltham. George
también había merodeado en una ocasión por el camino de
acceso a Haddon Hall. De existencia breve —únicamente
estuvo abierto entre febrero de 1979 y octubre de 1980—, el
Blitz «era a los ochenta lo que el Cavern Club de Liverpool
había sido a los sesenta», comentó Midge Ure, el antiguo
cantante de los Rich Kids, Visage y Ultravox. «Ayudó a definir
a una generación.»
En 1980, Sallon, el futuro Boy George y algunos amigos
hicieron un viaje en autobús a Margate para echar un vistazo al
lugar que Bowie tiempo atrás había adorado. Rusty Egan abrió
The Cage, una tienda de discos centrada en el movimiento
New Romantic en King’s Road. La revista The Face sacaba a
Bowie en portada en noviembre de 1980. En 1982, Egan
pondría a andar el Camden Palace junto a Strange. El
scenester Robert Elms acuñó el nombre para Spandau Ballet a
partir de un grafiti que había visto en unos baños de Berlín
Este.
Acudieron en manada el Bromley Contingent, Derek
Jarman, Zandra Rhodes. Allí tocaron las bandas con miras de
futuro y los selectos estudiantes locales. Había nacido el
movimiento de los Nuevos Románticos. Los Kids
frecuentaban el club The Fridge en Brixton y Le Beat Route y
Le Kilt en Greek Street; este último era un antro infestado de
telas escocesas y cornamentas. También estaba el Mud Club
de Sallon en el Busby’s, localizado en Charing Cross Road, y
el inolvidable Wag. La escena de Wardour Street había
empezado con un local de blues, The Flamingo Club, un crisol
mod, para después metamorfosearse en el jazzístico Whiskey
A Go-Go.
Mientras que en el Blitz no se permitía la entrada a
cualquiera, en el raído y decadente Wag se aceptaba a la
mayoría. Al principio, ofrecía nuevos estilos musicales como
el hip hop o el house. A su lista de reproducción pronto se
sumaron el jazz, la música latina, la salsa y el soul, así como el
rap, el reggae y el rockabilly, capa sobre capa por encima de
una base de funk setentero. Las macrofiestas en naves
industriales pronto fueron una constante, celebradas en
almacenes en desuso de Rotherhithe, Southwark y King’s
Cross. Nunca se conocía el sitio exacto de la quedada hasta la
noche. El club Wag se erigió en una especie de cuartel general.
Antes de estallar el problema del SIDA, la depravación que
allí se vivió no conocía límites. Era un templo del placer y se
prolongaba durante toda la noche.
¿En qué momento preciso se decidió David a tomar prestada la
inspiración de los mismos chiquillos a los que había inspirado?
Nunca lo reveló. No perdía detalle de lo que se estaba
cociendo.
Tenía treinta y tres años y era padre de un niño de nueve.
En consecuencia, las gentes del mundo de la noche ya no se
pirraban por lo que era ahora, sino por lo que había sido.
Había educado bien a sus niños. Su acusado instinto de
supervivencia le susurró que debía permitir que ahora fueran
ellos quienes lo instruyesen a él. Despreciaba a clones e
imitadores, y no le caía muy allá Gary Numan. Se encontraba
mucho más a gusto (¿menos amenazado?) entre los miembros
de la banda Blitz Kids, que se habían ido forjando una
identidad sobre la marcha y que expresaban abiertamente sus
sentimientos y pareceres. David había grabado un nuevo disco
con Visconti en los estudios Power Station de Nueva York:
Scary Monsters (And Super Creeps). No saldría al mercado
hasta septiembre, momento en el que finalizaba el contrato que
el artista tenía con la RCA. No pensaba renovarlo, pues tenía
otras ideas en mente.
La deslumbrante joya de la corona contenida en Scary
Monsters era el tema «Ashes to Ashes». Una secuela de su
canción «Space Oddity» de hacía casi una década; la nueva
composición era despampanante. Era su Canon en re mayor de
Pachelbel, su Novena sinfonía de Beethoven, su Kashmir de
Led Zeppelin. ¿Exagero? Basta escucharla. Pero ¿de qué
diablos trata?
Siempre había sido reacio a mostrarse como abanderado de
una determinada causa, le explicó a Andy Peebles, de la
emisora Radio 1 de la BBC en Nueva York, en 1980. Sin
embargo, Bowie confesó que había percibido un alarmante
incremento del consumo abusivo de heroína de un tiempo a
esa parte, así como el efecto devastador que tenía sobre la
gente.
Aquello le había llevado a pensar en una de sus creaciones
originales, es decir, en el astronauta Major Tom, o Mayor
Tom, de «Ashes to Ashes».
Describió a Major Tom como un individuo inmerso en una
situación que le iba grande y que no deseaba regresar a la
Tierra. Dijo que su criatura significaba mucho para él; que era
la primera vez que tenía éxito a la hora de crear un personaje
creíble. En la canción, volvemos a saber de Major Tom diez
años después de haberlo conocido; se nos informa de que su
sueño se ha truncado: «Su ego tecnológico fue lo que lo aupó
hasta allá arriba», dijo David. «Lo más horrible que se me
ocurre es que encontró consuelo en alguna droga del tipo de la
heroína. También es una canción de cuna de la década de
1980. Es tiempo de volver sobre las nanas amenazantes…
Esperemos que me equivoque. Al menos yo así lo espero.»
Ansioso, grave, vibrante ante la amenaza y la fatalidad, la
canción es musicalmente compleja, culturalmente reveladora y
suponía el beso de buenas noches de David a los años setenta,
así como una carta de amor al movimiento de los Nuevos
Románticos. Surge de una valiosa fuente: su amistad de toda la
vida con George Underwood.
«Pasamos largas temporadas sin vernos, exactamente tal y
como él había vaticinado cuando éramos jóvenes», recuerda
George. «De manera que llevaba ya un tiempo sin poder
hablar con él cuando David Larkin, responsable de las
portadas de Pan Books, me pidió que hiciera un retrato de
David con el que ilustrar la imagen de portada de la novela de
Walter Tevis El hombre que cayó a la Tierra. Debía estar
ligada al filme. Una edición que exprimiera el filón del “David
Bowie protagonista”. Querían que me pusiera en contacto con
él para pedirle permiso para usar una imagen suya en la
portada del libro. Así que me comprometí a llamarlo por
teléfono. Se sorprendieron, pues no estaban seguros del grado
de confianza entre David y yo. En fin, el caso es que no
contestó al teléfono, y por tanto opté por dejarle un mensaje en
el contestador. Le dije: “I am happy, hope you’re happy, too
[Yo soy feliz. Espero que tú también]. Pégame un telefonazo
cuando puedas.” Así lo hizo, y me dijo: “¿Cómo va?”
Evidentemente, había archivado mi mensaje en algún sitio, ya
fuera en su cabeza o en una libreta u otro soporte, y lo
aprovechó para componer la letra de “Ashes to Ashes”. ¡Por lo
que parece, el Action Man soy yo!
»Hice infinidad de bocetos antes de dar con la imagen
idónea para la portada del libro. Quedé muy satisfecho de
aquella pintura, la primera que hacía el óleo. Como pintor,
había alcanzado la madurez.
»Cuando salió su disco Low, me di cuenta de que habían
aprovechado aquella imagen exacta. Era la misma, pero la
habían volteado para que mirara en dirección contraria, y le
habían puesto un fondo de color rojo. Que por qué no me
pidieron que lo hiciera yo…, lo desconozco. ¡Yo ya lo había
hecho! La cosa con David era que a él siempre le había
gustado rodearse de quienes en ese momento estuvieran de
moda. Las últimas tendencias, vaya. De hecho, me había
hablado con entusiasmo de los nuevos diseñadores a los que
tenía en mente recurrir, y yo mientras tanto, sentado frente a
él, pensaba: “¡¿Y qué pasa conmigo?!” Desde un punto de
vista económico, nunca le saqué mucho partido a mi arte. Pero
eso lleva implícito un sentimiento de liberación.»
Cuando David se presentó en el Blitz para rodar el vídeo de
«Ashes to Ashes», que en su época fue el más caro de la
historia, los Kids rabiaban de contentos.
«Si uno echa un vistazo a la carrera de Bowie, casi se diría
que el vídeo se inventó para él», observó el presentador y
escritor Robert Elms. «No hay otro artista al que ese medio se
le dé tan bien como a David Bowie.»
«Unos cuantos años después de Ziggy y de los primeros
impactos producidos por Bowie, en Londres había una escena
al completo… que bullía en aquel lugar llamado The Blitz.
Steve Strange en la puerta, Rusty Egan pinchando discos de
música electrónica, pero también a Bowie. Ninguna de
aquellas viejas estrellas del rock tenían permitida la entrada en
el Blitz. Hasta la noche en que Bowie va y se deja caer. Y
créeme, pues yo estaba allí: aquellas personas, que eran lo
más, estaban como locas. Y después se extiende el rumor de
que en realidad está allí para buscar gente para su vídeo. Todos
los presentes estaban, hablando en plata, haciendo una
audición para el videoclip de Bowie. Nunca he visto a nadie
acicalarse, pavonearse y posar tanto como aquella noche.»
El vocalista de Visage, Steve Strange, fue uno de los
elegidos, conjuntamente con Darla Jane Gilroy, Elise y Judi
Frankland. 5 Boy George estaba abatido por haber sido
descartado.
El antiguo integrante de Blitz Kid, modelo de moda, colíder
de la banda Blue Rondo à la Turk y cantante convertido en
artista Christos Tolera guarda un recuerdo algo menos
edulcorado:
«La realización de aquel vídeo supuso la sentencia de
muerte para The Blitz, y, a mi juicio, para Bowie en su faceta
de innovador», comentó. «Fue mi primer vistazo bajo la
fachada de la percepción pública y su contraste con la realidad.
Bowie era en realidad un ratero y un acoplado. A nivel
estilístico sabía tomar muy bien el pulso a cada cosa, pero no
por ello dejaba de ser un acoplado. Creo que aquel fue el día
en que crecimos y dejamos atrás a Bowie. Fue como
marcharse de casa.»
«Ashes to Ashes era lo que era», opina su director David
Mallet, de modo un tanto oscuro. «Un sueño surrealista, que
cada uno lo llame como quiera. El vídeo en sí fue el precursor
de los románticos modernos y todo aquello, así como una
buena manera de incorporar todo el aspecto Blitz al vídeo, lo
cual no se había hecho antes, y por tanto resultaba del todo
novedoso a ojos del público.»
«Mallet, para mí, es una gran persona con la cual trabajar»,
afirmó David. «Es increíblemente generoso porque me permite
hacer lo que me apetezca.»
Mallet insiste en que se trató de una colaboración sincera
«… porque él sabe exactamente lo que quiere. “Quiero ser un
payaso, quiero estar en la playa y quiero tener a mi lado a unos
cuantos románticos modernos.” Y luego yo iba y le decía:
“¿No sería genial que el cielo fuera negro?” Y él me
respondía: “Sí, y podemos colocar un brasero ardiendo.” A lo
que yo contestaba: “Sí, y luego podemos hacer una escena de
la serie The Quatermass Experiment 6 en que aparezcas
enganchado a una nave espacial.” Y él decía: “Estupendo, y
podría colgarme así.” Ante lo cual yo asentía. “Claro, y
podemos prolongar tus venas hasta la nave”… Y así, a partir
de una idea inicial de él, en cosa de una hora, ya teníamos
algo. Y después “Muchas gracias, señor Bowie” y a ponerse a
pensar en cómo darle forma. Llegados a ese punto, resultaba
relativamente sencillo, pero antes no lo era tanto.»
La parte dura de Ashes to Ashes, de acuerdo con Mallet, era
ennegrecer el cielo sin estropear los rostros de todos.
«Porque no había nada parecido a lo que viene siendo la
coloración en posproducción que es posible hoy. Descubrí la
solución por casualidad.»
«En síntesis», dijo Robert Elms, «el movimiento de los
Nuevos Románticos consistía en echar mano de unos chavales
de quince años, veinte menos que Bowie. Y aún así, al
sacarlos en el vídeo, Bowie se las ingeniaba para adherirse a
ellos. De pronto, él es el Nuevo Romántico. Él es la década de
1980. Había sido Ziggy en los setenta; había roto la pana con
aquel personaje. Y ahora, gracias a ese vídeo, va y se convierte
también en Mr. 1980.»
El segundo sencillo del álbum Scary Monsters fue «Fashion»
—que ha sido interpretado de mil maneras: desde una
apelación al Frente Nacional hasta una supuesta denuncia del
estilo fascista del movimiento New Romantic del que tanto
había bebido David—. Bowie le explicó a Andy Peebles que
era una reacción a la multitud de clones de Ziggy que lo
llevaban acosando desde comienzos de los setenta, imitando su
corte de pelo y vistiéndose a semejanza de su personaje:
«Al principio, servía para levantarle a uno la moral», dijo el
artista. «Pasado un tiempo, empezó a dar bastante miedo…
Muchas personas con un aspecto similar al mío averiguaron
dónde vivía y venían a sentarse en mi jardín. Pensé: “Bueno,
yo creé esa maldita cosa, así que me lo he buscado”.»
David Mallet rodó el vídeo en el Hurrah, un club con pista
de baile en donde ponían punk y new wave situado en la West
62nd Street de Nueva York; fue uno de los primeros clubs
nocturnos en reproducir videoclips musicales en pantallas
distribuidas por todo el local, y lo hizo por lo menos un año
antes del nacimiento de la MTV. Fue allí donde New Order
ofreció su primera y celebrada actuación pos-Joy Division y
pos-Ian Curtis, en septiembre de 1980. Lánguido, arrogante y
a pecho descubierto, David quiso aparentar serenidad en la
secuencia junto a su heterogénea banda de músicos, entre los
que figuran Carlos Alomar y Robert Fripp. La canción tiene
algo de siniestro: un fondo burdo e industrial, una fachada
melódica y con gancho; todo trenzado a partir de un cargante
«beep beep». El vídeo cuenta con May Pang, examante de
John Lennon. Invitado por David, Tony Visconti había pasado
una noche con Lennon y Pang en 1974. Visconti y ella
contraerían matrimonio años más tarde, en 1989. El
lanzamiento de «Fashion» coincidió con el trigésimo
cumpleaños de Pang, el 24 de octubre de 1980.
Aquel mes de diciembre, Andy Peebles voló a Nueva York
para entrevistar a John Lennon. Una exclusiva mundial y la
guinda del rock de la década, pues supondría la primera
entrevista concedida por John en diez años. Peebles, una
estrella de pleno derecho, era una autoridad reconocida en The
Beatles. Derek Chinnery, el director de la BBC, estaba tan
nervioso por si algo se torcía y en consecuencia el equipo
regresaba con las manos vacías —la entrevista no se confirmó
hasta el día anterior—, que insistió en contratar una «póliza de
seguros». En su condición de servicio público de retransmisión
británico, la BBC estaba obligada a justificar el gasto. De tal
modo que Peebles acordó entrevistar también a Bowie aquel
fin de semana. El motivo, la pieza teatral en cartel The
Elephant Man en la que participaba David, en Broadway.
«Yo era un gran fan de Bowie», me comenta Andy. «Pinché
casi todos sus discos cuando trabajaba en Piccadilly Radio, en
Mánchester, y lo entrevisté en 1972. Transcurridos ocho años,
convertido ya en una superestrella, no se puede decir que
regalara las entrevistas. En cualquier caso, estaba inmerso en
la representación de una obra en el Booth Theater, en donde
colgaba el cartel de no hay entradas noche tras noche, así que
teníamos un motivo excelente para pedirle la entrevista. Por
ser la BBC, David nos la concedió de buen grado. Nos
consiguió unos pases para la primera fila, centrados, para su
función del viernes noche, el 5 de diciembre. Y nos garantizó
que se presentaría en los estudios de la RCA a las tres de la
tarde del domingo para que conversásemos.»
A Andy le sorprendió el retrato que David hizo de Joseph
Carey Merrick, un hombre de la época victoriana nacido en
Leicester con una horrible deformidad, motivo por el cual fue
explotado como atracción de feria en los llamados freak-
shows. 7 David había visto a Phillip Anglim interpretar el papel
de Merrick en San Francisco, más tarde tomó el relevo y
empezó los ensayos en julio. Había representado actos de
ensayo en Denver y en Chicago durante el verano, y había
debutado en el Booth Theater de Nueva York el 23 de
septiembre, con un contrato que se extendería hasta el 3 de
enero de 1981. Si bien David había fracasado en su empeño de
forjarse una reputación como estrella de cine de primer nivel,
su competencia para el ámbito teatral (además con un papel
tan exigente) lo compensó con creces. Tenía a los siempre
vehementes críticos de Broadway comiendo de su mano.
«Estaba sensacional», afirma Peebles. «David dejó bien
claro que era algo más que una estrella del pop. Aunque yo
tenía la incómoda sensación de que aquello era teatro de
vanguardia, la mayor parte del público estaba compuesta por
seguidores de pop que habían acudido a ver cómo su gran
ídolo ejercía de actor corriente y moliente, y se habrían
levantado de sus butacas para gritar si les hubiera estado
permitido hacerlo sin ser expulsados. Al final, docenas de
ellos, chicos y chicas, corrieron a apiñarse bajo el escenario
para rendirle homenaje. Era como una actuación más.»
David admitió ante Andy que su razón fundamental a la
hora de aceptar el papel fue el deseo de «comprobar cómo era
eso de actuar en una obra, el compromiso, la disciplina que
entrañaba». Era consciente de que atraía a sus fans y no a los
aficionados al teatro, pero parecía satisfecho de que estos
hubieran comprendido cómo debían comportarse:
«Hasta la noche de la primera función, la mayor
preocupación era cuál sería su reacción», explicó.
«Subestimamos a los fans. Estaban interesados en la obra, y
creo que la mayor parte sí disfrutó del contenido.»
Es cierto que Bowie había trabajado mucho su papel,
llegando incluso a visitar el London Hospital Museum en
donde se guardaban las escayolas de distintas partes del cuerpo
de Merrick, así como la réplica de una iglesia en miniatura
fabricada por el propio interno, su gorro y su máscara
entelada.
David reconoció que no había tenido la menor dificultad.
Se apoyó en la experiencia como mimo que había adquirido en
el pasado. Le aseguró a Peebles que no tenía problemas de
espalda pese a las muchas contorsiones que se veía obligado a
poner en práctica cada noche, pero sí admitió que se le
agarrotaban las manos.
«Creo que buena parte de la jornada en escena me la llevo
conmigo a casa», confesó. «Incorporo mis sentimientos
cotidianos al papel. De manera que si he tenido un mal día…,
me agarro a la idea de un extranjero desplazado a un nuevo
entorno. Y, mentalmente, la interpretación varía en cada
función. Interpreto al personaje como me apetece.»
Había ciertos aspectos a los cuales debía mantenerse fiel,
por el bien de la autenticidad:
«El brazo derecho de Merrick era más largo que el
izquierdo, y su cadera tenía una determinada inclinación»,
dijo. No obstante, lo que sí hizo fue trasladar al habla de
Merrick el acento londinense, otorgándole de este modo su
sello al personaje.
En una entrevista sobre la obra dramática con el libretista
Tim Rice, grabada para la televisión en el neoyorquino hotel
Carlyle, David se las dio de machote jocoso, pitillo tras pitillo.
«Es una pieza clásica de escritura melodramática victoriana
con un ligero trasfondo social», apuntó. «Me cautivó; su
estructura me pareció muy buena.»
«Mi enfoque es un tanto ecléctico en relación a los freaks, a
los aislacionistas y a los marginados. Recopilo información
sobre esa clase de individuos… He aprendido mucho gracias a
ellos. Me gustaría poder indagar más todavía… Ahora que hay
tiempo, me gustaría profundizar en la materia.»
La noche del sábado del 6 de diciembre, Andy y su equipo de
producción pasaron más de tres horas con John y Yoko en los
estudios Hit Factory de Nueva York. Salieron tarde aquella
noche, exhaustos pero entusiasmados. Para Andy, fue el
momento cumbre de su distinguida carrera. El principal punto
de interés de la entrevista había sido Double Fantasy, el nuevo
álbum de Lennon, que no acababa de convencer a buena parte
de la crítica. John dijo que se había inspirado en el Heroes de
David y que quería «hacer algo tan bueno como aquello». El
discípulo llevando de la mano al maestro: volvía a ocurrir. La
sesión concluyó con una cena de celebración en Mr Chow’s, el
restaurante chino de fama mundial en donde John ejerció de
anfitrión al encargar un festín. Al día siguiente, domingo 7 de
diciembre, aún convalecientes del fragor de la velada, fueron a
encontrarse con Bowie.
«David llegó solo», recuerda Andy. «Sin Coco, sin
representante, sin acólitos ni parásitos. Lo primero que dijo
fue: “¿Habéis hablado con John?” “Sí, anoche”, respondí.
“Nos concedió tres horas y veinte minutos de entrevista.”
David se echó a reír. “Por desgracia, yo no podré daros tanto.”
La suya fue una entrevista de exactamente una hora. Se sentó
cuando quedaba un minuto para las tres y nos pusimos a ello.
Y a falta de un minuto para las cuatro, se levantó, recogió sus
cosas, nos dio un apretón de manos y se fue. Todo resultó muy
propio del mundo de los negocios. Me gustó, porque no me
dejó salirme con la mía. Fue a todas luces un toma y daca, lo
cual para la radio es algo fantástico. Formula una pregunta
escueta, obtén una respuesta elaborada. Dijo, con un ademán
provocador, que estaba considerando abandonar Occidente:
“No estoy muy seguro de adónde ir ahora. Me llama
bastante Oriente… Japón…, pero me preocupa adoptar una
actitud demasiado Zen si me marcho, y mi escritura se
resentirá”.»
«Era evidente», dijo Andy, «que entendía aquella obra
como una suerte de año sabático; tomarse libre un semestre y
aparecer sobre el escenario cada noche, contorneando el
cuerpo hasta adoptar posturas imposibles y dolorosas, poner a
prueba su aguante físico y mental. Es difícil prestar atención a
nada más cuando uno se consagra a un desafío tan potente
como aquel. La concentración extrema que requiere salir de la
zona de confort personal es una estupenda manera de despejar
la mente, y a mí me daba la impresión de que él de verdad
necesitaba hacer aquello. Me quedé atónito al comprobar lo
que era capaz de hacer con su cuerpo. Era un camaleón, una
mariposa. Y comparado con las mujeres que han pasado por
mi vida, debo decir que tenía más talento que cualquiera de
ellas en cuestiones de maquillaje. Su transformación era
extraordinaria.»
Las aclamadas entrevistas de Andy a Lennon serían
retransmitidas para millones de oyentes en la emisora Radio 1
de la BBC en enero de 1981. Mientras las grababa, es
imposible que hubiera podido imaginar la transcendencia que
tendrían, sobre todo a raíz del asesinato de John dos días
después de aquellas sesiones.
Su equipo y él se fueron de compras navideñas al día
siguiente, antes de tomar un vuelo de regreso con la Pan Am al
aeropuerto de Heathrow, la tarde del 8 de diciembre. Al
tiempo que cruzaban el Atlántico, el asesino Mark Chapman
apretaba el gatillo y disparaba mortalmente contra Lennon a la
salida del edificio de apartamentos Dakota en donde vivía el
artista. El promotor musical no fue informado de tan aciaga
noticia hasta su aterrizaje en Londres.
Andy se quedó profundamente afectado por el asesinato de
Lennon (y así sigue). Reconoce que se trata de un punto de
inflexión en la historia de la música popular. Limitado por
obligaciones profesionales, guardó silencio durante tres
décadas y media sobre cómo el fallecimiento de John supuso
el comienzo de una improbable amistad con Yoko Ono y cómo
sus sentimientos de simpatía y cordialidad hacia los Lennon se
fueron transformando progresivamente en desencanto.
A día de hoy, mucho se teme que John y Yoko (sobre todo
ella) lo manipularon con fines comerciales. Andy llegó a
conclusiones un tanto inquietantes sobre el comportamiento de
Yoko tras la grabación. Peebles afirma ahora que Yoko parecía
mucho más feliz después de la muerte de John; que exhibía a
su nuevo amor, Sam Havadtoy, por toda la ciudad de Nueva
York vestido con la vieja ropa de John; que parecía que
explotase la memoria y el legado del músico; y que, lo cual es
lo más desconcertante, aquella entrevista no era nada más que
un ejercicio promocional impostado.
«Me asusto con solo pensarlo», dijo Andy. «¿Era su
condición de “pareja feliz que vuelve a estar junta y que
reconduce para bien su matrimonio” solo una pose ante el
micrófono? ¿Acaso lo único que importaba era el “producto”,
asegurarse de que el disco Double Fantasy fuera un éxito? Me
produce arcadas. Me temo que me tenían a su merced. No es
sino el último ejemplo de una estrella del rock que se vale
cruelmente del público para su beneficio personal. Y si en
efecto me embaucaron, debo decir que fueron los mejores
actores que ha habido nunca sobre la faz de la Tierra. Lo único
que los salva es que el disco fue un éxito sin paliativos.»
Quizá lo último que podía esperar Andy era que Yoko y él
se convirtieran en amigos íntimos, aunque sabía que aquello
no tenía visos de durar. «Tan pronto como se enteró de que yo
había dejado la BBC para ir a otro sitio, dejó de llamarme.
Nunca volví a saber nada de ella.»
Yoko, mientras tanto, cultivaba una relación especialmente
cercana con David. Cuando largó a Sean Lennon a un
internado de Suiza, fue David quien lo alojó en su casa y quien
se ocupó de él durante los recesos escolares. También se lo
llevaría de vacaciones. Entre los hijos de Lennon y Bowie se
crearían unos estrechos lazos de amistad.
El asesino de Lennon había ido a ver a David en el papel de
Elephant Man a su función en el teatro de Broadway. El cartel
publicitario, con el nombre de David escrito en tinta negra
dentro de un círculo, sería encontrado más tarde entre sus
pertenencias en la habitación del hotel Sheraton. Chapman
había sacado fotografías de David cuando salía por la puerta
reservada a los artistas. Según se dice, en su lista de objetivos
figuraban también nombres como los de Marlon Brando,
Elizabeth Taylor, Jackie Kennedy Onassis y David Bowie, por
debajo del de Lennon. Chapman había planeado, como
reconocería tiempo después, esperar a que John regresara al
edificio Dakota en la calle West 72nd, en donde le dispararía
para matarlo. En el caso de que John no apareciera, se
trasladaría a Central Park West, en la intersección con
Broadway, en el New York Coliseum, tomaría un taxi para
recorrer la docena de manzanas hasta la calle West 45th en
Times Square, asaltaría a David a la salida del teatro y lo
asesinaría a él en lugar de a Lennon 8 .
Resulta imposible verificar las frases que se cuenta que
pronunció David tras el asesinato de John, así que tal vez no
sean auténticas. Lo que sí sabemos es que, profundamente
afectado por la muerte de su querido amigo John y al tiempo
temeroso de su propia seguridad, declinó la posibilidad que le
ofrecían de prolongar su contrato en la representación de la
obra Elephant Man; abandonó Nueva York, se retiró a Suiza y
mantuvo un perfil bajo durante los dos años siguientes. Decir
que estaba under pressure [bajo presión] sería un eufemismo.

1. MTV —Music Television— comenzó a emitir en Nueva York en agosto de 1981


con las palabras «¡Damas y caballeros: rock & roll!», pronunciadas sobre un vídeo
del aterrizaje lunar del Apollo 11 y del primer lanzamiento del transbordador
espacial STS. El «Video Killed the Radio Star» de The Buggles fue el vídeo
inaugural, al que seguiría el tema de Pat Benatar «You Better Run».
2. Chrysalis Records pudo haber sido el sello de Bowie. Chrysalis Music firmó su
publicación y le abonó 5.000 libras —«una cantidad enorme de dinero para la época
para quien parecía llamado a ser una estrella de un único éxito», dijo el
copropietario de Chrysalis Chris Wright— como compensación por los futuros
royalties de las setenta y cinco canciones que escribiría durante los cinco años
siguientes. Poco después de formalizado el contrato, la representación de David
pasó a manos de Tony Defries. Chrysalis Records lo rechazó como artista en vista
de la escasa fuerza de Hunky Dory. La versión de Peter Noone de «Oh! You Pretty
Things» puso a Chrysalis en el camino de recuperar su inversión. El editor también
tenía los derechos sobre los dos álbumes que había sacado con Mercury, Space
Oddity y The Man Who Sold the World, así como de Hunky Dory, Ziggy Stardust,
Aladdin Sane, Diamond Dogs y de pistas incluidas en Young Americans y en Low.
El trato fue renegociado en 1975, y Chrysalis Music se quedaría con el 25 % de lo
publicado por David durante todo el periodo de vigencia de copyright —setenta
años a contar desde su muerte.
3. «Mother’s Little Helper», Jagger/Richards, 1966.
4. «The End», The Doors, Morrison/Manzarek/Krieger/Densmore, 1967.
5. Darla Jane Gilroy era estudiante en la St Martin’s School of Art. Tras haber sido
diseñadora de moda, ahora es académica. Judi Frankland estudiaba Moda y
materiales textiles en el Ravensbourne College of Art de Bromley (cuya sede en la
actualidad se encuentra en la londinense Península de Greenwich). Como Judith
Frankland, se hizo diseñadora y regentó un club nocturno. Elise era actriz.
6. The Quatermass Experiment fue una teleserie de ciencia ficción de la BBC
emitida en 1953, que volvería a producir Euston Films para Thames TV y se
emitiría en antena en los meses de octubre y noviembre de 1979; de nuevo sería
rescatada por la BBC4 en 2005.
7. No John Merrick: la historia le jugó al pobre hombre una mala pasada,
empezando por su nombre de nacimiento, que quedó mal registrado. Probablemente
sufría neurofibromatosis de tipo 1 y síndrome de Proteus. Merrick, tiempo después,
logró escapar de terribles abusos y un auténtico tormento para vivir interno en el
Royal London Hospital, en donde se le dispensaban cuidados. Allí moriría en abril
de 1890, a la edad de 27 años. Además de en esa obra, escrita por Bernard
Pomerance, Merrick fue memorablemente interpretado por John Hurt en la película
de 1980 del mismo nombre.
8. En el momento en que fue escrita la presente obra, Mark Chapman permanecía
recluido en las instalaciones del correccional de Wende, una prisión de máxima
seguridad localizada en Alden, Erie County, Nueva York. Se le ha denegado la
condicional hasta en nueve ocasiones, y sigue la cuenta.
14
1981-1984

Hay días que no se olvidan. La mañana posterior al asesinato


de Lennon, la gente, en estado de shock, se congregó en el
vestíbulo de Stratford Place, la filial de Chrysalis Records en
Oxford Street, a la espera de que llegara George Martin. El
denominado «quinto Beatle», el hombre que, para empezar,
había inspirado a Tony Visconti para convertirse en productor
musical, tenía sus oficinas en la planta baja, desde donde tanto
él como John Burgess accedían a los estudios AIR.
George había sobrellevado con dignidad las interminables
críticas de John en los setenta. Había subestimado la
«influencia» y el grado de aportación de su productor,
mientras que Paul, George y Ringo se mostraban, insistía
George, «siempre amables». Leal hasta la médula, estaba fuera
de sí a causa de la muerte de John, y lloró en compañía del
resto de nosotros, quienes estábamos allí apiñados. Quizá
esperábamos que George llevara la voz cantante. No tenía
palabras. Al cabo de un tiempo, se marchó a la isla de
Montserrat, 9 en donde un año antes había inaugurado su
soñada residencia con estudios de grabación incluidos. Cuando
regresó, George dijo que había estado sentado mirando al mar
mientras en su cabeza escuchaba a Lennon.
No hubo funeral. Transcurrida una semana, el 14 de
diciembre, se guardaron diez minutos de silencio a nivel
mundial en homenaje a John. Millones de personas formaron
un anillo humano alrededor del planeta. Treinta mil almas en
Liverpool, doscientas cincuenta mil en Central Park; todas las
emisoras de Nueva York interrumpieron sus emisiones durante
esos minutos. Por si fuera poco, echaron más sal en la herida
los suicidios innecesarios e inútiles de fans incapaces de
asumir la pérdida de su ídolo.
David calificó a John como «mi mayor mentor»:
«Supongo que definió, al menos tal y como yo lo veo, de
qué modo uno puede retorcer el tejido pop y empaparlo de
elementos tomados de otras formas de arte, para a menudo
producir algo extremadamente hermoso, poderoso, raro e
innovador. Además, sin que nadie se lo pidiera, John podía
tirarse horas hablando de cualquier tema posible, y tenía
opiniones para dar y tomar. De inmediato sentí empatía hacia
él.» 10
Mientras George Martin iba a sentarse a la orilla del mar para
contemplar el horizonte, David hizo lo propio en el lago
Lemán, también conocido como lago de Ginebra. Se retiró a
su malquerida casa de reloj de cuco tras los abruptos Alpes, en
donde, como decía siempre Freddie Mercury, había un tesoro
escondido por los nazis durante la guerra. David podía tomar o
dejar el pintoresco lugar de retiro que Mercury adoraba; optó
por cobijarse allí varios años. No pensaba con claridad.
Todavía no había aclarado sus ideas respecto a dónde deseaba
establecer su residencia permanente.
Había sopesado la posibilidad de comprar un elegante
apartamento en la parisina Île Saint-Louis, cerca de Notre
Dame, y también la opción de una mansión en el Bois de
Boulogne. Asimismo, había visitado el dieciochesco Moulin
de la Tuilerie, al sur de Versalles, el que fuera refugio
campestre del duque y la duquesa de Windsor. El Moulin fue
la primera residencia de Eduardo y de la señora Simpson tras
su abdicación como rey en 1936. El duque, al que
familiarmente se conocía como David, había recibido a
Elizabeth Taylor y a Marlene Dietrich como huéspedes y,
como es sabido, había mostrado sus simpatías por Adolf
Hitler.
Pero París era un imposible ahora que a David lo asaltaban
hordas de gente allí por donde fuera; sus fans se apostaban en
hoteles en que ni siquiera se alojaba cada vez que corría el
rumor de que estaba en la ciudad. Como ciudades, Kioto y
Tokio tenían su atractivo, pero quedaban descartadas por ser
poco prácticas en tanto y cuanto su hijo aún estudiaba en
Escocia. Por el momento debía ceñirse a Europa. De Londres
había tenido suficiente, y por lo menos Montreux contaba con
historia. En cierta ocasión, Mary y Percy Shelley habían
pasado unas vacaciones en el lago con Lord Byron, y había
sido allí donde escribieron sus historias de fantasmas —una de
la cuales evolucionó hasta convertirse en la novela
Frankenstein—. Su belleza de postal y su tranquilidad habían
atraído a muchas celebridades a lo largo de los años, entre
otras, a Audrey Hepburn, Noel Coward, Richard Burton, Peter
Ustinov y Phil Collins.
En cuanto a los vínculos con el rock & roll, los Rolling
Stones disponían allí de un estudio móvil, aparcado al lado del
casino, al borde del lago, famoso tanto por su consumo de
drogas y su ambiente libertino como por todo cuanto se grabó
entre sus paredes. La banda Deep Purple puso la localidad en
el mapa cuando grabó en ella su Machine Head en 1971, uno
de los más grandes álbumes de música rock de todos los
tiempos. Su tema «Smoke on the Water» fue compuesto
después de que una persona del público lanzara una bengala
durante un concierto de Frank Zappa en el interior del casino,
lo que a lo postre provocó un incendio. Al ver el humo que se
concentraba sobre el lago desde la ventana de su habitación,
Roger Glover echó mano de su bajo eléctrico. Los estudios
multipista Mountain se crearon en el nuevo edificio. Para
cuando Queen adquirió las instalaciones en 1978, había nacido
una nueva era. Los roqueros formaban una caótica fila para
tocar allí.
«Aquel sitio tenía su magia», me comentó un representante
del rock de primer nivel. «Casi cualquier artista, de uno u otro
género, podía obtener un sonido en aquellos estudios durante
aquella buena época que podríamos calificar de espeluznante,
de brillante, superior a todo cuanto hubiera hecho hasta
entonces.»
Tras haber grabado allí su disco Lodger el año anterior,
David dio su consentimiento. Llegarían nuevos álbumes
«Bowie en Montreux»: Never Let Me Down en 1987, Black
Tie White Noise, la banda sonora The Buddah of Suburbia en
1993 y 1.Outside en 1995. Sí, Rick Wakeman, AC/DC, Chris
Rea, Iggy Pop e infinidad de otros artistas pasaron por los
estudios Mountain, como, por supuesto, Queen, cuyo mejor
trabajo se engendró allí (en 1981, se reunieron en Montreux
para comenzar a dar forma al álbum Hot Space).
«Yo vivía en la parte alta de Montreux cuando Queen
compró los estudios Mountain», dice Rick Wakeman. «Suiza
es un país muy formal, sin embargo siempre había una actitud
de aceptación hacia lo que uno fuera. La gente local estaba
encantada de que Queen fuera el dueño de los estudios. A
nadie le importaba un rábano lo que sucediera a puerta
cerrada. A la prensa de Suiza también le traía sin cuidado. De
modo que para un músico de rock era un lugar fantástico para
vivir y trabajar.»
Había un pub en la calle principal llamado White Horse, en
el 28 de la Grand Rue, conocido por los músicos como el
Blanc GiGi. Tristemente, ya ha cerrado sus puertas.
«Era el lugar en el que se congregaban todos los
trabajadores de los estudios Mountain», afirma Rick. «Si se
solapaban un par de bandas, o si Queen se dejaba caer por allí,
al final todos acabábamos en el Blanc Gigi. Yo solía quedar en
ese local con Roger y con Brian, aunque Freddie también se
dejaba ver a menudo, invariablemente acompañado de un
jovencito francés, pero… ¡y qué! No había salido abiertamente
del armario, claro, pero nadie decía nada. Era otra época. A
Queen le encantaba Montreux. A nivel comercial, que el grupo
contara con su propio estudio de grabación tenía todo el
sentido. Además, les permitía ir y quedarse allí siempre que
quisieran.»
Los artistas de entonces, en esencia, eran vagos hasta
límites insospechados, admite.
«Llegabas al estudio, que costaba miles de dólares cada día,
y resulta que uno había salido a esquiar, otro estaba en cama
recuperándose de la cogorza de la noche anterior… Jon
[Anderson] y yo mismo podíamos dejarnos caer, escribir parte
de una canción, dirigirnos al pub y finalmente ponernos a
trabajar sobre las siete de la tarde. Era raro que alguien
culminara una jornada laboral completa. Lo que debería
habernos llevado cinco o seis semanas, se prolongó durante
cinco o seis meses. Los estudios hacían su agosto. Hoy no
podría grabarse de ese modo.»
David era vecino de Rick.
«Sería una noche concreta en la que David entró en el pub,
cenó con los chicos de Queen y regresó con ellos al estudio,
cuando de algún modo se escribió la historia.»
El sonidista de los estudios Mountain, el finado David
Richards, que entonces trabajaba con Rick y el resto de
integrantes de Yes, había ayudado a Tony Visconti con el
álbum de David de 1977, Heroes, en Berlín. Bowie había
reservado una sala en Mountain para grabar el tema «Cat
People (Putting Out the Fire)», que había escrito junto al
productor Giorgio Moroder para la peli El beso de la
pantera 11 . Cuando David entró en el estudio después de
abandonar el pub, se encontró con que Queen estaba a mitad
de sesión.
«Una noche larguísima», dijo Brian May.
«Todos estábamos borrachos, y en el estudio, y por simple
diversión, nos pusimos a tocar toda clase de canciones los
unos de los otros; era un batiburrillo musical», comentó Roger
Taylor. «Valía lo primero que a uno se le pasara por la
cabeza.»
Hacía poco tiempo, Freddie Mercury había visto a David en
la obra The Elephant Man, en Broadway, y consideraba que
tenía «un talento notable», así que estaba dispuesto a colaborar
con él. Al final, David dijo: «Esto es una estupidez, ¿por qué
no escribimos simplemente un tema nuevo?»
El resultado fue la canción titulada «People on Streets»,
que casi de inmediato derivó hacia «Under Pressure».
Brian recuerda la sesión de grabación como «muy dura. Ya
de por sí había cuatro virtuosos más David, que también era un
adelantado para todos nosotros. Las pasiones se
intensificaron… Apenas pude hacer valer mi visión. Pero la de
David era muy auténtica, y a nivel lírico se apoderó del tema».
Así lo recordaría más adelante David:
«La canción fue escrita desde cero la noche que visité sus
estudios. Creo que el riff ya había sido escrito por Freddie y
los demás, así que lo que hicimos fue aunar las distintas
secciones de cuerda para lograr una pieza musical
cohesionada. Después Freddie y yo salimos cada uno con
nuestra línea melódica estrella. De tal modo que cuando se
escucha cantar a Freddie, se trata de la parte que él mismo
escribió, y cuando cantó yo, también es mi parte la que entono.
Más tarde trabajamos juntos la letra. Todavía no me acabo de
creer que consiguiéramos escribir y grabar toda la pieza del
tirón en una sola noche. Toda una proeza para lo que, en rigor,
es una canción ciertamente compleja.»
Cada uno de los miembros de Queen, y David, tiene su
propia y particular versión de cómo se gestó la canción.
Tiempo y alcohol mediante, ninguno de ellos guarda un
recuerdo del todo nítido. Pero resulta que aquella noche
también hubo tiempo para recibir visitas. Roger Scott,
promotor musical de Capital Radio, y yo misma nos
encontrábamos en la localidad 12 . Roger estaba allí para grabar
una entrevista con Rick Wakeman, quien nos informó de que
Queen estaba en Mountain. También nosotros cenamos algo en
el pub White Horse y nos dejamos caer por el estudio de
regreso a nuestro hotel, el Montreux Palace.
Era tarde. Fuera, la noche era apacible, flotaba un aroma a
pinar. En el interior del estudio, el aire estaba viciado. Los
ánimos estaban por todo lo alto y la diversión era contagiosa.
Roger conversó con Brian, Freddie, Roger y David sobre su
Uher, una grabadora de sonido pesada pero portátil con un
micrófono de mano, que llevaba consigo a todas partes metida
en un bolso en bandolera. La grabaciones hechas con su Uher
tenían la calidad suficiente para ser emitidas en antena. Roger
y el productor John Pidgeon incluirían tiempo después
fragmentos de aquellas charlas en los programas de entrevistas
que, de costa a costa, Roger concedió a la emisora de radio
estadounidense Westwood One. 13 La sesión fue tan absurda y
caótica como ellos permitieron que fuera, tanto colectiva como
individualmente. Tal cual el álbum de Queen: A kind of magic.
Transcurridas dos semanas de su embriagada sesión, Freddie,
Roger, Reinhold Mack, el productor de Queen, y David
volverían a reunirse en los estudios PowerStation de Nueva
York con objeto de remezclar el tema. Brian May, todavía
molesto, había abandonado el proyecto y no se presentó.
«Under Pressure» habría de erigirse en una de las grabaciones
más estimulantes que cualquiera de ellos harían en sus
respectivas carreras. La mesa de mezclas se estropeó, David
insistió en que rehicieran el tema desde cero, pero no logró
imponer su criterio y se llegó a un punto crucial. En un
momento dado, David se negó a dar el visto bueno al
lanzamiento, sin embargo al final cedió… bajo presión. Se
alegró una vez que todo hubo acabado.
El sencillo de octubre de 1981, la primera colaboración de
David con otro artista que salía al mercado, alcanzó el puesto
veintinueve de las listas en EE. UU. y se convirtió en el
segundo número uno de Queen en el Reino Unido, así como
en el tercero de David (tras «Space Oddity» y «Ashes to
Ashes»). El éxito del tema no era lo único que celebrar. David
quedaba por fin liberado de su contrato con Defries, que ya no
recibiría ni un solo penique más del beneficio obtenido por
Bowie con su «nuevo» material. Lo celebró desembarazándose
de la «espantosamente cursi» casa que Angie había encontrado
para ellos y se buscó una nueva choza: el majestuoso Château
du Signal, en el linde con el bosque Sauvabelin, al norte de
Lausana, construido en 1900 para un príncipe ruso. Tenía
motivos para ponerse a bailar, y sobre eso escribiría. Lo
primero que empezó, según dijo, bajo su nuevo y apetecible
techo, fue una canción que definiera un disco capaz de
moldearlo de nuevo como artista…, de tal manera que
públicos de todas las edades, creencias, gustos y convicciones
pudieran abrazarlo.
Todavía hambriento de auténtico reconocimiento como actor,
David tomó el pulso a la situación de la mano de Brecht para
la BBC. Hizo El ansia («sexy and bloody!» [¡sensual y
sangrienta!]) junto a Susan Sarandon, e inició una relación
clandestina de tres años con ella. Y puso rumbo a Rarotonga y
a Nueva Zelanda para pujar por su Óscar (lo ansiaba: «Es el
mejor trabajo que he hecho hasta la fecha», decía
esperanzado). En Feliz Navidad, Mr. Lawrence hizo su mejor
papel. Pero la estatuilla dorada todavía estaba bastante lejos.
¿Por qué en el cine la cámara no adoraba a David? Se ha
debatido por extenso sobre esta cuestión. Tanto la lente
fotográfica como el formato de videoclip lo adoraban. Sabía
sacarse partido, la cámara hervía con su presencia y su
camaleónico talento; prueba de ello son sus vídeos musicales y
sus innumerables actuaciones en directo. Se ha dicho que las
películas anteriores a la era digital no captaban su
luminiscencia, y que en cambio la tecnología moderna sí le
habría granjeado el favor de los cinéfilos. Desde una edad tan
temprana como la que tenía en 1967, había querido convertirse
en estrella de cine y se había prestado a participar en piezas
experimentales nada convencionales como los episodios The
Image, The Pistol Shot y la función de danza Pierrot in
Turquoise. También apareció fugazmente en el filme Los
llamaban los soldados vírgenes. Pero casi ninguna actuación
para la pantalla cumplía las expectativas.
Quizá debió haberse mostrado más dispuesto y accesible
con la diosa del celuloide Elizabeth Taylor y aceptar su oferta
de 1974 para coprotagonizar la actualización de la película de
1940 El pájaro azul. No obstante, David «odiaba el guión».
Había pasado por alto un truco: tumbarse junto a la veterana
actriz de Hollywood de cuarenta y dos años Liz no le habría
hecho ningún daño a la imberbe estrella del pop de veintisiete.
La actriz por entonces estaba soltera, y su calentón era un poco
a la desesperada. Terry O’Neill sacó algunas fotografías
provocadoras de ellos juntos que se vendieron como rosquillas
para publicaciones de todo el mundo. Ese hecho, de algún
modo, espoleó el cotilleo rosa, y se llegó a afirmar que Bowie
haría de Sinatra en un biopic. De manera predecible, el
cáustico Ol’ Blue Eyes no se dejó impresionar por «el chaval
con uno de cada». No tenía ninguna prisa en ser inmortalizado
cinematográficamente por un «marica cualquiera».
Su película de 1976 El hombre que cayó a la Tierra, si bien
tuvo cierta repercusión, no supuso sin embargo ni el «misterio
cósmico» ni la «turbadora experiencia sensorial» que se
esperaba que fuera. David parece acartonado, en todo
momento pendiente de la cámara, preocupado por él mismo y
por la impresión que pudiera estar dando. Se mueve de forma
errática, y se expresa con artificio y poca naturalidad. Schöner
Gigolo, armer Gigolo, película dos años posterior en la que se
le describió como «uno de los pocos seres genuinos de nuestra
época» y en la cual sobreactúa ad astra, fue un delirante
fiasco. Películas como El ansia (1983) y Principiantes (1986)
serían comprensiblemente cribadas (aunque su canción
«Absolute beginners», de igual título en inglés que la segunda
de las películas, sí fue un éxito). Dentro del laberinto, en
donde interpreta a Jareth, el rey de los duendes, fue un acierto.
Mas no era en verdad él. En sus breves apariciones, en donde
hace de sí mismo, derrocha magnetismo, confianza, liderazgo,
está escalofriantemente sexy. Una no es capaz de quitarle los
ojos de encima.
Como él siempre decía, incluso el acto era un acto… En
otras palabras, Bowie en sí mismo era una actuación. Él era
David Jones fingiendo ser otra persona. Sumar otra capa a su
abrigo de personajes suponía requemar la crème brûlée y
hacerla indigerible. Ser la estrella de rock, ser sencillamente él
mismo y por tanto no encarnar a nadie más, era el poder más
grande que tenía David. Cuando agarra el micro en la peli de
1981 Yo, Christiane F., él es la personificación de lo
sensacional.
De igual modo que los escritores a menudo descubren su
verdadera opinión sobre un asunto tan solo cuando se sientan y
se obligan a escribir sobre ello, David se sorprendía
constantemente al actuar. Una vez tras otra, confirmaba que
podía ir quitándose capas de sí mismo y de ese modo revelar
algo del todo nuevo, algo de lo que ni siquiera él estaba al
corriente. Era un saco sin fondo de extraña fascinación. Pese a
ello, la mayor parte de los críticos cinematográficos —
guionistas frustrados muchos de ellos— nunca llegaron a
odiarlo de verdad. Los más reacios puede que incluso sintieran
que David debería ceñirse a aquello en lo que sí era bueno,
refrenar su ambición y conformarse con su estrellato mundial
en el rock. Algunas personas nunca se dan por satisfechas.
Hay pizcas que se hacen querer, valiosos momentos cuando
el filme logra registrar un poco del David real. En la comedia
de 1983 en la que participa Eric Idle, Los desmadrados piratas
de Barba Amarilla, David tiene un papel como figurante que
provoca la risa del espectador. En el corto de Julien Temple de
1984 Screamin’ Lord Byron, una obra reelaborada y extendida
a partir del vídeo para el sencillo «Blue Jean», hace un papel
torpe y deslavazado, pero a la manera de Michael Caine. La
lucha con cuchillos que mantiene con el rey del rockabilly
Carl Perkins en la comedia de John Landis de 1985 Cuando
llega la noche, protagonizada por Michelle Pfeiffer y Jeff
Goldblum, es brutal. Personalmente, le tengo un especial
aprecio a su papel de barman en Encadenadamente tuya
(1991), y también me gusta cuando en 1996 hace de Warhol en
el biopic Basquiat. Todas sus apariciones televisivas, en
particular Arthur y los Minimoys y Bob Esponja, son para mí
de obligado visionado. En la serie Extras de Ricky Gervais, de
2005, vale la pena ver la interpretación de Bowie. Para que
cada uno juzgue. Ahí está todo.
«Sigo leyendo guiones y buscando algún que otro papel»,
me dijo en 1983. «Y acepto aquellos que considero que valen
la pena. Pero imagino que me muevo mejor y con más
seguridad en el mundo de la música. Es lo que he hecho
siempre y no voy a dejarlo.»
Había quedado libre de la RCA, tenía un nuevo contrato de
grabación con EMI America e iba siendo hora de volver al
estudio.
Tony Visconti se quedó atónito con lo que vendría a
continuación. Atónito, confuso y hecho una furia. Y con razón.
Lo mismo un minuto le pedían que reservase hora, se ocupase
de las entradas y esperase instrucciones sobre la hoja de ruta
para el álbum que David estaba a punto de empezar a grabar,
que al minuto siguiente se quedaba de brazos cruzados. Cero.
Nada de nada. ¿Por qué? Una vez más, David tenía a Coco
para el trabajo sucio. Tony recibía una breve e impersonal
llamada del portero en la que se le informaba de que David
había «encontrado a otra persona» y que ya no se requerían sus
servicios. No volverían a trabajar juntos en veinte años.
Nile Rodgers estaba tumbado a la bartola en una playa nudista
la primera vez que escuchó a Bowie. Estaba contratado en un
club nocturno de Miami Beach y salía con la fotógrafa de las
chicas del club. La pareja había decidido pasar una ardorosa
noche entre la arena de las dunas, y la sensual fotógrafa había
aparecido con una cinta de Ziggy Stardust and the Spiders
from Mars. Nile no tenía ni idea de quién era Bowie;
inexplicablemente, había pasado su música por alto. En
cualquier caso, fue escucharla y resultarle embriagadora.
El cofundador y guitarrista de los Chic 14 por fin conocería
al creador de Ziggy durante una borrachera en un bar algunos
meses más tarde, con Billy Idol como mediador. David estaba
solo, tomando un zumo de naranja. Nile se puso a conversar
con él. En cosa de una semana, ya estaban colaborando en el
disco que habría de convertirse en el mayor éxito de ventas de
toda la carrera de David.
Comenzaron su investigación, recordaría más tarde Nile,
poniendo docenas de discos de los géneros más variados e
interrogándose mutuamente acerca de lo que «debería decir»
el álbum. Entonces, un día, David apareció con una foto de
Little Richard vestido con un traje de un color rojo intenso
montándose en un Cadillac descapotable también rojo, y le
dijo a su flamante coproductor que eso era precisamente el
sonido que él quería darle al disco.
«¿¡Y eso cómo se traduce?!», exclamó Nile en un artículo
para The Guardian en 2016. «Pero la realidad es que yo sabía
exactamente a lo que se estaba refiriendo, y fue entonces
cuando me percaté de que David Bowie era el Picasso del rock
& roll. Le incomodaba que lo llamase así, pero yo seguí
llamándoselo, pues me di cuenta de que él veía el mundo de un
modo abstracto, además de como cualquiera de nosotros puede
verlo. Y con aquella imagen no se refería a que quisiera crear
un disco retro o algo inspirado en la música de Little Richard,
sino que buscaba algo que mantuviera siempre la impresión de
moderno. Me mostró el futuro y el pasado, y no tenía fecha de
caducidad.»
Rodgers era perro viejo en el arte de fabricar un hit. David,
a su vez, quería que la mezcla contase con un poco de la magia
funky de Nile.
«Yo reflexionaba sobre mis canciones, y en cómo todas
comienzan con el hook; dado que en el mundo de la música
negra no tenemos muchas emisoras ni posibilidades de sacar
un tema de éxito, es preciso servirle a la gente el postre antes
que el plato principal», explicó Nile. «De tal modo que dije:
“Pongamos los hooks a inicio. Que las primeras palabras que
salgan de tu boca sean ‘Let’s Dance!’” Al principio se resistió
un poco, pero luego entendió el porqué. Años después, en una
ceremonia de entrega de premios, él era el encargado de darme
a mí uno, y dijo: “Damas y caballeros, me complace hacer
entrega de esto a Nile Rodgers, el único hombre sobre la faz
de la Tierra que podría haberme hecho comenzar una
canción… ¡con el estribillo!”»
Let’s Dance se convirtió en el cuarto de los cinco números
uno de David. El álbum también engendró los sencillos
«Modern Love» y «China Girl», este último escrito por Iggy
Pop. 15 David Mallet creó los vídeos de «Let’s Dance» y
«China Girl»; ambos, en palabras de Bowie, eran sus
declaraciones «simples y directas» contra el racismo y la
opresión.
«David llevaba sin estar en el ojo público dos o tres años
cuando grabó el vídeo de “Let’s Dance”», recuerda Mallet.
«Había estado escribiendo y en cierto modo se había recluido.
De modo que no era propiamente un regreso, sino la primera
cosa suya que veía el público en bastante tiempo. “Let’s
Dance” suponía un cambio radical, musicalmente hablando,
para Bowie, y un cambio profundo para todos nosotros, los
que nos dedicamos a hacer vídeos, por tratarse de uno de los
primeros videoclips rodados como una película. En aquel
entonces, ni el más pintado de entre nosotros tenía la menor
idea de que alcanzaría un éxito enorme.»
«Aquellos vídeos rebosaban simbolismo», en opinión de
Robert Elms. «Por ejemplo, los zapatos rojos que aparecen en
“Let’s Dance”: ¿son acaso los hollywoodienses zapatos rojos
de Dorothy cuando sigue el camino de baldosas amarillas, o
son tal vez los zapatos rojos del resplandeciente capitalismo
que se está adueñando de todo? He ahí el tipo de debates que
se montan en torno a Bowie.» 16
«Es algo que nunca nadie antes había empleado como
símbolo, y le iba como anillo al dedo a ese vídeo en
particular», explicaba el propio David. «Representan la
pecaminosidad de la sociedad capitalista, un artículo de lujo,
calzado de cuero rojo, que al mismo tiempo se dirige a grandes
zancadas hacia el éxito. En la música negra, siempre se oye
eso de: “Ponte los zapatos rojos, nena”.»
Como señalaba Robert Elms, David no era conocido, hasta
entonces, por ser un artista abiertamente político:
«Él no suelta soflamas políticas porque sí. Sin embargo,
creo que es frecuente que dé pistas; es posible que algunas
nociones cuasipolíticas, sobre todo en los vídeos. Compuso sin
cortarse un pelo el tema “China Girl”, que trata de una
relación con una chica china. Y creo que en esa etapa esa clase
de cosas las hace constantemente. Aguarda que haya un
mundo corporativo globalizado…, incluso aunque no acabe de
estar muy seguro de qué es lo que está haciendo.»
David Mallet sigue poniendo los ojos en blanco ante el
«espantoso revuelo» provocado por el tema «China Girl»,
cuya copia original fue considerada ofensiva por su contenido
sexual y experimentó el tijeretazo de los censores.
«¡Se armó por nada!», se mofa. «De hecho, la versión al
alcance de todos a día de hoy es la expurgada. Hay otra algo
más subida de tono. El conflicto surgía por la escena [del filme
De aquí a la eternidad] 17 en la que Burt Lancaster y Deborah
Kerr están en la playa, una escena que reelaboramos, con las
olas bañándolos, y ellos rebozados como lagartos; ahí está el
germen del problema. Tras el alboroto inicial, adecentamos la
escena. Ojalá pudiera hacerme con una copia de la primera
versión, porque lo cierto es que posee una gran belleza.»
Sí, era muy bella. David hizo oídos sordos al revuelo,
agarró a su desnuda coprotagonista, Geeling Ng, y se largó a
vivir un lío amoroso con ella 18 .
«Siempre teníamos la presión de hacer algo que la MTV
pudiera emitir», decía Mallet entre suspiros. «Hubo montones
de personas que trataron de hacer cosas que la MTV no querría
emitir. Así es que no salían, y por consiguiente no habían sino
malgastado su dinero. Creo que cuando hicimos “Let’s Dance”
y “China Girl”, los sellos discográficos se habían involucrado
mucho más en la elaboración de vídeos musicales. Pero con
nosotros apenas tenían margen de maniobra, ¡pues nos
encontrábamos en Australia!»
La gira de 1983 llamada Serious Moonlight tomó el nombre de
un verso del tema «Let’s Dance»: … under the moonlight, the
serious moonlight.
¿Cuál es la lógica? Bueno, parte de la gira tendría lugar
bajo la luz de la luna, según explicó David, probablemente en
broma, para añadir más tarde que había escrito una «canción
de amor desesperada» de aquella naturaleza.
Sería más grande y mejor que nada de lo hecho por él hasta
la fecha. La salida más larga de su vida: pasaría en la carretera
la mayor parte del año; ensayos en Nueva York y Dallas,
actuaciones para ir abriendo boca en Bélgica, Alemania y
Francia, un fugaz paso por California, de ahí vuelta a Londres
y a Birmingham, de fiesta en fiesta por toda Europa, regreso a
Inglaterra, concretamente al Milton Keynes Bowl, más tarde
un paseo por Canadá y los Estados Unidos, y de ahí rumbo a
Japón. Llegado el mes de noviembre, tocarían en Australia y
en Nueva Zelanda, con parada en Singapur y Tailandia justo
antes de Navidad.
No podía prolongarlo más, insistió, aunque existiera una
gran demanda para que así fuera, a tenor de su deseo de volver
a escribir en 1984. Era, con mucho, su tour más ambicioso
hasta el momento; se adentraba, no sin osadía, en territorios
hasta entonces inexplorados, un total de noventa y seis
actuaciones en quince países, ante más de dos millones y
medio de personas de todos los rincones del planeta. Fue el
espectáculo rock más caro y provocador y el momento cumbre
de su carrera. Aquella fue la gira que le otorgó a Bowie su
estatus: el más grande artista en solitario de música rock de
todos los tiempos.
En cuanto a mí, que entonces escribía sobre música,
fundamentalmente para el Daily Mail, me había embarcado en
aquella aventura suya como tantos otros. Era una de los setenta
y cinco periodistas internacionales que habían sido invitados a
la rueda de prensa en el hotel Claridge’s de Londres el 17 de
marzo de 1983, en la cual David en persona, recién llegado de
Australia, anunciaría el tour. Tuve ocasión de entrevistarlo en
el backstage del Birmingham NEC (National Exhibition
Centre) el 6 de junio, y estuve presente en su primer concierto
en Nueva York en cinco años, que tuvo lugar en julio.
Ni siquiera él contaba con que se formase tremendo follón,
dijo.
Su pasado de derroche y excesos había quedado, en
apariencia, atrás. Con treinta y seis años, tenía el aspecto de un
atleta que rodase un anuncio de cereales saludables para el
desayuno. Apenas daba una crédito a lo que veían sus ojos.
En la actualidad, los llamamos «cambios radicales de
imagen». En su caso, era una persona totalmente nueva. Atrás
quedaban todos los temores ocultos tras estridentes y
morbosos alter ego, los esqueléticos, los peculiares, los raros.
Costaba reconocerlo. Su tez blanca como la nieve había
pasado a ser de un dorado cautivador. Casi podía decirse que
brillaba. Su pelo, perfectamente acicalado, era ahora rubio, e
iba vestido con un traje celeste hecho a medida. ¿Qué lo había
llevado hasta ahí?
«Estaba harto de tener que ser una figura de culto», dijo.
«Ya no me apetecía ser frío y distante. Quería adoptar un cariz
cordial, empatizar con las personas del público. Pero no estaba
seguro de si ellos también me querrían así. Luego, cuando los
tuve delante, no sabía si nos seguiríamos gustando. Y sí…
¡Nos gustamos! Pero en realidad es algo más que eso; sí, es
una especie de amor. La respuesta del público es mágica. Las
giras en los últimos tiempos no tienen el mismo tirón, ni
siquiera para las bandas que están siempre en la picota. Es
cierto que no esperaba estar tanto tiempo bajo los focos. No
sabría decir por qué sucedió así, no lo comprendo. Las
sensaciones… Es algo tremendo. Cansa bastante, pero para mí
es sin duda una alegría. Nunca antes he actuado de este
modo.»
Y cuando David Thomas le preguntó para la revista The
Face si siendo un niño albergaba alguna idea de lo que le
depararía el futuro, Bowie contestó:
«Tenía una corazonada. Cuando tenía la edad que tiene
ahora mi hijo [Joe entonces tenía once años], supe lo que me
sucedería; que iba a hacer algo importante. No tenía mucha
idea de qué. En aquella época creía que me iba a convertir en
un pintor de renombre, pero cuando llegué a la adolescencia
cambié de parecer. Nunca se lo dije a nadie…, pero lo cierto es
que había otra persona en mi clase que yo pensaba que se
convertiría en alguien incluso más importante que yo. Su
nombre, George Underwood; y de hecho pienso que es más
importante, pero todavía no ha logrado el reconocimiento
como tal. En cualquier caso, la verdad es que sí creía que mi
misión era realizar algo importante y pontificar sobre una cosa
o la otra.»
Quizá la culpa que sentía respecto a George rondaba su
mente.
En el NEC, entre bambalinas, mientras merodeaba hambrienta
por el bufé, viví mi primer encuentro cara a cara con Corinne
Schwab. Mientras que David estaba sereno y relajado, Coco
parecía una mujer que hubiera engullido demasiados
sándwiches de huevo cocido. Ansiosa. Agitada. Conturbada.
Si bien es cierto que no me pareció guapa, tampoco diré que
me pareciera desprovista de encanto. Podría decirse que no le
haría daño una sesión completa de aseo y un sueño profundo
de ocho horas; no dejaba de colocarse su débil y lacio pelo por
detrás de las orejas, de pasarse el envés de la mano por la
frente, apareciendo y desapareciendo sin motivo aparente. No
sonreía. No decía ni mu.
«Hoy está tranquila», murmuró una de los miembros de la
banda. «A veces puede tener muy malas pulgas. Él se limita a
sentarse y a dejarla hacer. A hacer todo, a eso me refiero.»
La comidilla era que David se estaba acostando con ella.
No me atreví a preguntarle si era cierto. Supongo que sí lo era,
y lógicamente había rumores.
En lo referido a su nueva música, su actitud era de
contemplación:
«Mi material con este grupo es una interesante
combinación de rhythm & blues y una variedad de soul
europeo. Al menos eso es lo que soy, desde un punto de vista
vocal. No soy cantante de soul. No pretendo serlo. Pero esa
mezcla sí me gusta. Tiene influencias del pasado. “Let’s
Dance” asienta claramente sus raíces en “Young Americans”.
Ahora me siento más cómodo en la faceta de cantautor. En el
fondo, es de lo que más cerca estoy. No soy tan distante.
Tengo algo íntimo con mi público, así como con mi nuevo
material. Si digo que he dado una vuelta completa al ruedo, no
miento. Esto es lo más cerca que uno puede estar de mí,
supongo. Cantar en la sala de estar, ¡o casi! Reducir
mentalmente la audiencia hasta solo diez o quince individuos.
Hacer que todo se aproxime.»
Estaba disfrutando de lo lindo de ser «simplemente él
mismo».
«Exacto. Me estaba encantando la experiencia de este tour.
Ya no saco a pasear a un personaje por todo el país. Tengo la
confianza suficiente para interpretarme a mí mismo. Mis cosas
son en realidad más emotivas de lo que creía que serían, lo
cual no deja de sorprenderme.»
Cuando le pregunté acerca de la influencia que ejercía
sobre otros artistas, puso un gesto de desaprobación.
«Me pregunto si de verdad están tan influenciados por lo
que yo he hecho. Quiero decir que si uno echa un vistazo a
todo el rollo del rock electrónico, no todo se reduce a mí. Hay
que concederles su porción de la tarta también a Roxy Music y
a Kraftwerk. No obstante, claro que me halaga que la gente
piense así.»
Sobre el escenario, era elegante y sobrio. Todo el frenesí de
antaño se había evaporado. Luciendo un traje elegante de color
pálido, un corbatín desabrochado que colgaba con simulada
dejadez de su cuello, podría haber sido un modelo de pasarela
del modisto Antony Price. A medida que avanzaba al
encuentro de sus fans, estos estallaban en júbilo. Había sido la
espera más larga para su leal familia, pero había valido la
pena, con creces. Si bien ya no entonaba enfervorecido las
notas más altas, ese hueco lo supo suplir con vocalistas de
apoyo.
Su actuación era una extravagante teatralización de
machote alocado, y sin embargo resultaba en cierto modo
natural. Todo él era una paradoja.
Se divirtió presentando su banda al público: «Y al
trombón…» (ovación) «… ¡pero si no tenemos trombón!».
Earl Slick y Carlos Alomar se desternillaban de risa a sus
espaldas. Después, cuando agarró su guitarra para resucitar a
Major Tom: «¿¡Qué tal si tocamos “Ride a White Swan”?!»
Un recuerdo al fallecido y llorado Bolan. A seis años vista de
aquel suceso, a David no le importaba admitir que seguía
pensando en Marc cada día.
El 30 de junio de 1983 David regresó al Hammersmith Odeon,
casi una década después de haber jubilado a Ziggy and the
Spiders; lo hizo con ocasión de una gala benéfica de ayuda a la
asociación de comunidades de vecinos de Brixton. Y en
Toronto, el 4 de septiembre, animó a toda una celebridad a
subir con él al escenario. Damas y caballeros: apoderándose de
la guitarra de Earl Slick para unirse al líder en la interpretación
de «The Jean Genie», con ustedes, el señor Mick Ronson.
Y en cada gira, una señera. No el «Hammy-O» catalogado
como edificio monumental de grado 2. No Ronno, por esta
vez, aunque… ¡qué exquisitez la suya! Tampoco el concierto
en el Madison Square Garden el 25 de julio, aunque fue una
pasada. El David refinado, comedido aunque nervioso y
ataviado de azul, se convirtió en el amo y señor del lugar. Así
las cosas, el momento a todas luces memorable tuvo lugar en
el Hong Kong Coliseum, ubicado en el distrito Hung Hom, la
última noche de la gira. El espectáculo del 8 de diciembre dio
la casualidad de que coincidió con el tercer aniversario de la
muerte de John Lennon. David y Earl Slick habían decidido
que tocarían «Across the Universe» en homenaje a él. Pero
después David pensó: «¡Qué demonios! Ya puestos,
deberíamos atrevernos con “Imagine”». La ensayaron en
Bangkok, y la tocaron en Kowloon.
Above them, only sky.

9. En las islas Leeward, a 300 millas al norte de las Granadinas —en donde David
más tarde se haría construir la casa de sus sueños—. Cerca de setenta grandes
álbumes de música rock se grabaron en AIR Montserrat; entre otros, la banda Dire
Straits, The Police, McCartney, Elton, Duran Duran, Clapton… El noventa por
ciento del territorio insular quedó devastado y los estudios prácticamente destruidos
por el huracán Hugo en 1989. La puntilla fue una catastrófica erupción volcánica
acaecida en 1997, año a partir del cual no hay sino ruinas.
10. Parte de un discurso pronunciado en el conservatorio de música de Berklee, en
Boston, estado de Massachusetts, en 1999.
11. El beso de la pantera, la película de 1982 que protagonizó Nastassja Kinski,
hija de Klaus. Una nueva versión del tema fue incluida en el álbum de David Let’s
Dance, lanzado en 1983, y que en 2009 Quentin Tarantino tomó prestado para su
filme Malditos bastardos.
12. Roger Scott, 23 de octubre de 1943-31 de octubre de 1989. Muchas de sus
grabaciones antiguas han sido almacenadas en una página web de homenaje al
artista: http://www.rogerscott.net/
13. La estación de radio que se convirtió en la mayor de los Estados Unidos bajo la
administración de su fundador y director general, Norman Pattiz.
14. Rodgers fue cofundador de Chic, uno de los grupos más influyentes de la era
disco, junto al ya fallecido bajista Bernard Edwards. Juntos cosecharon algunos
éxitos de fama mundial como «Dance Dance Dance», «Everybody Dance», «Le
Freak», «I Want Your Love» y «Good Times».
En 1985, Edwards formó Power Station, el supergrupo que compartían Robert
Palmer y Andy y John Taylor de Duran Duran. El singular sonido del bajo de
Bernard inspiró el «Another One Bites the Dust» de John Deacon, que fue el
sencillo que mejor se vendió en la historia de la banda Queen. En abril de 1996,
Edwards se desvaneció sobre el escenario en Budokan, Tokio, y más tarde fue
hallado muerto en su cuarto de hotel. La causa de la muerte que se comunicó fue
neumonía. Tenía 43 años. Rodgers había sido el productor de gran cantidad de
artistas, incluidos Diana Ross, Debbie Harry, Duran Duran, Madonna, Daft Punk,
Sam Smith, Lady Gaga y Laura Mvula. En octubre de 2010 le diagnosticaron
cáncer de próstata, pero por el momento la enfermedad parece haber sido atajada.
15. Se utilizó una nueva grabación de «Modern Love», con Tina Turner, para el
anuncio de 1987 de Pepsi para la televisión. El videoclip original del tema lo rodó
Jim Yukich, valiéndose de metraje extraído de la gira Serious Moonlight de 1983,
que había sido grabado en Filadelfia aquel mes de julio.
16. De acuerdo con la tradición, un par de zapatos rojos provoca que quien los lleve
puestos baile. De ahí el cuento de hadas de Hans Christian Andersen y la película
de 1948 Las zapatillas rojas. El álbum The Red Shoes de Kate Bush de 1993
también exploraba ese tema.
17. El filme de 1953 ganador de ocho premios Óscar De aquí a la eternidad,
basado en la conocida novela de James Jones, también tuvo como protagonistas a
Frank Sinatra y a Montgomery Clift. La historia está ambientada en Hawaii durante
los años previos a la Segunda Guerra Mundial y a los ataques a Pearl Harbor. En
2013, el letrista sir Tim Rice presentó una versión para teatro musical de la misma
historia, orquestada por Stuart Brayson. Se estrenó en el West End de Londres y
concluyó seis meses más tarde. El espectáculo tuvo su première norteamericana en
junio de 2016, dentro del Festival de música Finger Lakes celebrado cada año en
Auburn, Nueva York.
18. David había puesto el ojo en la china nacida en Nueva Zelanda Geeling Ng
mientras esta trabajaba como camarera en un café de Australia. La mujer no tenía
experiencia como actriz, pero sí había hecho sus pinitos como modelo. En 2008,
como Geeling Ching, con 48 años, se convirtió en concursante del programa
internacional de televisión Dancing with the Stars.
15
1984-1985

Persiste la sensación de que a partir de entonces todo fue


cuesta abajo para Bowie. Sus grandes temas clásicos, las
canciones que a todos nos gustan y todos queremos, quedaban
atrás. Habría aún un puñado de nuevos álbumes por salir, tres
de los cuales alcanzarían el número uno: Black Tie White
Noise (1993), The Next Day (2013) y el regalo de despedida de
David, Blackstar (2016); un vídeo contoneándose junto a
Jagger en el que sonaba su exitazo y número uno «Dancing in
the Street»; un momento estelar en el concierto Live Aid; el
filme que estaría mejor olvidado, Absolute Beginners
(Principiantes); dos nuevas salidas: la gira Glass Spider, que
resultó algo atolondrada, y su afectuoso adiós, A Reality Tour,
que hubo de acortarse debido a una urgencia médica. Tras ello,
una década entera sin grandes acontecimientos. Pero no es del
todo así. Para David, sus últimos treinta años fueron, en
muchos sentidos, los más creativos y personalmente
gratificantes de su vida.
El disco Tonight pudo haber sido número uno en las listas
británicas, apoyado en tan exitoso tour. Sin embargo, no
cosechó buenas críticas. Nunca quedó claro a quién le gustaba
menos, si a los críticos de música rock o al propio David.
Tiempo después, el artista manifestaría que bien podía
«haberse ausentado» de ese LP en el que, por variar, no tocaba
ningún instrumento, y en el cual había una considerable carga
de Iggy Pop.
Tachado por muchos como un vago intento de retener al
nuevo público atraído por el álbum Let’s Dance y la gira
Serious Moonlight, la cuestión es que dio para tres sencillos.
«Tonight», con la voz de Tina Turner, que da pie al seductor
flirteo de la ardiente pareja. Tina, residente en Zúrich, era,
después de todo, prácticamente vecina. David, que tenía treinta
y siete años por los cuarenta y cinco de ella, volvía a mostrar
su inclinación por las mujeres mayores y de tez oscura. «Blue
Jean», lanzado antes que el disco, estaba inspirado, según
David, en el guitarrista autodidacta estadounidense de blues
Eddie Cochran, fallecido en un accidente de coche en
Wiltshire durante su primer y único tour en el Reino Unido, a
la edad de solo veintiún años 19 .
«Loving the Alien» era la joya de la corona. David había
hecho una demo del tema en Montreux, grabada
conjuntamente con el resto del álbum bajo la administración
de Hugh Padgham 20 en Quebec, y la había lanzado al mercado
en mayo de 1985. La canción surgió a raíz de los sentimientos
negativos hacia la religión organizada que le generaron las
lecturas de libros sobre teorías de conspiración, pero que no
había llegado a comprender del todo. David nunca le había
hecho ascos a un poco de escándalo y de propaganda. Se había
tragado la teoría de que buena parte de las enseñanzas
teológicas, la tradición y la cultura podrían haberse edificado
sobre una mala interpretación, es decir, como resultado de una
traducción inexacta de las escrituras cristianas, islámicas y
judías.
Si bien nunca está de más cuestionárselo todo, en esta
ocasión se había dejado embaucar por el sensacionalismo. No
conocía suficientemente la doctrina cristiana para formarse
una opinión fundamentada, pero no por ello dejó de escribir al
respecto, siempre ataviado con la cruz y la cadena que le había
dado su padre. La desestimaba como «amuleto de buena
suerte». No era un devoto, y se describía como «anglicano»
más que como «cristiano». Que era como decir que su estado
religioso solo le servía para rellenar una casilla en los
formularios. Sin dioses de ninguna clase durante la mayor
parte de su vida, solo al final, in extremis, se convertiría al
budismo.
«“Alien” surgió a partir de mi percepción de que una parte
enorme de la historia es errónea, como vemos cada día, y que
por tanto nuestras deducciones están hechas a partir de
conocimiento que en gran medida es de por sí equivocado»,
dijo. He ahí una de sus afirmaciones poco claras hechas a lo
largo de una serie de extrañas y poco concluyentes entrevistas,
que, como venía siendo habitual, eran recibidas con actitud
sumisa. Soltar el titular pero no entrar en detalles. El viejo
truco de siempre.
Live Aid fue la primera «gramola mundial», un concierto
celebrado en dos macroeventos en Londres y Filadelfia el 13
de julio de 1985. Entre cuatrocientos millones y casi dos mil
millones de espectadores (en función de las fuentes que una
lea) en cincuenta naciones interconectadas por la música, con
setenta actuaciones en directo para «dar de comer al mundo»
[ese era el eslogan, «Feed the world»]. Horrorizado por las
noticias de los telediarios, en donde se informaba sobre la
calamitosa situación del pueblo etíope, que sufría una
hambruna sin precedentes, el integrante de The Boomtown
Rats Bob Geldof y el líder de Ultravox Midge Ure concibieron
la idea de lanzar un sencillo para recaudar fondos, «Do They
Know It’s Christmas», en diciembre de 1984. En su grabación
participó un elenco de primerísimo nivel: Duran Duran, los
Spand, Boy George, Paul Weller, George Michael, Status Quo
y Phil Collins. Bowie y McCartney, con otros compromisos
adquiridos, enviaron sus contribuciones desde la distancia para
que fueran mezcladas más adelante. Sir Peter Blake, el creador
del icónico diseño de portada del Sgt Pepper’s Lonely Hearts
Club Band de The Beatles, se encargó de ilustrar la cubierta.
Había nacido Band Aid, que tomaba el nombre de una
conocida marca de apósitos [equiparable a la designación
metonímica del término «tirita»]. Hay, pues, un juego de
palabras: «band aid», tirita; y al tiempo «band» con el
significado de «banda» y «aid» con el de ayuda, esto es, una
banda de música para ayudar al mundo. El sencillo pasaría a la
historia como el que más rápido se vendió en el Reino Unido
desde la creación de las listas musicales en 1952. Vendería
más de tres millones y medio de copias.
Estados Unidos respondió con el supergrupo USA for
Africa, y Michael Jackson y Lionel Richie coescribieron «We
Are the World». Superó el hito británico al llegar a los
diecisiete millones de copias vendidas, convirtiéndose así en el
single pop que más rápido se vendía en la historia de América.
Aún no estaba todo dicho, como comprobaría Geldof, quien
fue un paso más allá al anunciar su ambiciosa intención de
reunir sobre el escenario al mayor conjunto de astros del rock
de todos los tiempos. Sin más ayuda que la de un fax
(naturalmente, ni los ordenadores personales ni los teléfonos
eran todavía una realidad), entre Bob y el promotor Harvey
Goldsmith obraron el milagro. Allí en donde los gobiernos de
todo el mundo habían fracasado, la comunidad del rock y del
pop se puso al frente. El resultado sería extraordinario.
Excuso decir que los gabinetes de prensa de Su Majestad la
Reina y la comunidad de medios internacionales cubrieron
ampliamente el evento. Yo me había quedado con el integrante
de The Who John Entwistle y con su novia Maxene Harlow en
Roehampton la noche antes, y llegué a Wembley en su Rolls-
Royce descapotable de color verde a lo Harrods. En el interior
del maletero, con su mascota, un enorme perro lobo irlandés
llamado Fits Perfectly [Encaja Perfectamente]. Hay veces en
que lo importante es llegar.
El publicista Bernard Doherty se encargó de promocionar
el evento, ocupándose del trato con todos los medios aquella
jornada.
«Sabíamos que debíamos tratar con mimo a la prensa para
así asegurarnos la máxima cobertura», comentó en una
entrevista que le hice para mi libro Freddie Mercury: The
Definitive Biography. «Solo disponía de ocho pases de acceso
sin restricciones, pero tenía cientos para repartir entre la
prensa. Tuvimos que compartirlos. Uno tras otro, fue
comentándoles: “Muy bien, tienes cuarenta y cinco minutos
para estar dentro, sácale todo el provecho que puedas y luego
vuelve. Nos vemos en el Hard Rock Cafe”, que comunicaba
con el backstage.»
Ese, el backstage, era un escenario a la manera de un vagón
de tren, con todas las dependencias para uso de los artistas
orientadas hacia adentro, y con Elton John concentrado en asar
una barbacoa porque no le seducía nada la oferta gastronómica
del Hard Rock.
«David Bailey montó su estudio fotográfico en una
maloliente esquina, de lo cual no estaba precisamente
orgulloso», recuerda Doherty. «Nadie tenía las condiciones
ideales. Todo fue bastante casual. Pero el caso es que
sucedió.»
«Todo el mundo comprendió de qué iba la cosa; la mayoría
supo dejar su ego aparcado en casa y funcionó.»
En aquel entonces, David Bowie era cliente de Doherty, por
lo que este estaba muy pendiente de sus necesidades.
«Siempre desquicia un poco hacer dos trabajos a la vez. En
mi caso, aquel día, no eran solo dos trabajos, sino dieciocho.
Apenas quedaba algún resto de amor entre David y Elton (era
evidente que se les había apagado la llama). David cumplió en
la realización de su espectáculo. Estaba realmente encantado
de ver a Freddie Mercury. Qué duda cabe de que estaban la
mar de contentos de volver a encontrarse. Charlaron como si
se hubieran visto el día anterior. El afecto que se profesaban
era tangible. David llevaba puesto un despampanante traje azul
que le otorgaba un aspecto tremendamente estilizado y
saludable. Antes de que continuara, Freddie le hizo un guiño y
le dijo: “Si no te conociera tan bien como te conozco, querido,
tendría que comerte”.» Obvia comentar que David salió al
escenario con una gran sonrisa dibujada en su rostro.
Si bien se suele decir que los Queen se hicieron con el
show de aquella noche al ofrecer un espectáculo grandioso que
les sirvió para relanzar su carrera, en verdad el concierto más
memorable fue el de David.
El plan original pasaba por cantar a dueto con el que antaño
había sido su compañero de cama y durante largo tiempo su
enemigo, Mick Jagger.
«Íbamos a hacer un directo retransmitido vía satélite; Mick
cantaría en Nueva York [es posible que se refiriera a
Filadelfia] y yo haría lo propio en Inglaterra», explicó David.
Después nos percatamos de que el medio segundo de desfase
daba al traste con todo. Técnicamente, no había modo alguno
de atajar el problema para que pudiéramos cantar juntos. No
tenía solución. Por lo que nos decidimos a hacer juntos un
vídeo.»
El tema que eligieron versionar fue el hit de Martha and the
Vandellas «Dancing in the Street». Volvería a participar David
Mallet, encargado de grabar el vídeo en los Docklands de
Londres.
«Se presentaron en un estudio por la tarde y grabaron la
canción; ninguno de nosotros la había escuchado antes de que
aparecieran por allí», recuerda Mallet. «Se limitaron a darme
la cinta y, literalmente, creamos algo sobre la marcha. Creo
que estaba allí la industria cinematográfica británica al
completo. Contábamos con unos nueve equipos humanos de
rodaje. Fueron para nada, para reírse un rato.
»Jagger y Bowie se sabían manejar juntos y por separado.
Era como ver a dos miembros del mismo grupo. Todos
aportaron sus ideas. Hay una escena en la que alguna gente
sale por una puerta y alguien aparece por debajo de la
cámara… La idea fue de Bowie, claro. En otro fragmento, a
propuesta de Jagger, aparece él caminando por una calle
desierta, haciendo alarde de una coreografía bastante buena, o
eso me pareció a mí. Después agrupamos los distintos cortes,
no sin desesperación. ¡Acabamos justo antes de que
amaneciera!»
El locutor Robert Elms describió el vídeo como «Bowie y
su viejo compañero de sparring, esos dos chavales del londres
swinging. Es lo más cerca que estaremos nunca de un Bowie
expuesto e improvisado».
«Acabamos de rodar sobre las cinco de la madrugada»,
señala Mallet. «De hecho, en el último trozo se puede apreciar
que algunos coches transitan a lo lejos, con los focos
delanteros encendidos, porque empezaba a amanecer. Para dar
la impresión de que seguía siendo de noche, tuve que obligar a
esos coches a que se pusieran frente a nosotros, con los focos
alumbrando a toda potencia. Pienso que si el vídeo funcionó
fue tanto porque el disco era bueno como por todo lo demás.»
El presentador de Radio 1 de la BBC Andy Peebles, uno de los
maestros de ceremonias del concierto Live Aid, tuvo el
privilegio de presentar a David aquella jornada.
«El día entero fue maravilloso. En pie a las seis de la
mañana; el vehículo de la BBC nos trasladó a Wembley. A
nuestra llegada se nos informó de nuestras tareas y de la
agenda del día. Recuerdo que hubo bastante debate sobre
quién se encargaría de qué y de quién. Yo trabajé mucho con
Jeff Griffin, productor de la parte radiofónica de Live Aid
(Michael Appleton se hizo cargo de la emisión televisiva).
Solo a mi llegada descubrí que se había tomado la decisión de
que los dos presentadores sobre el escenario seríamos Tony
Vance y un servidor. Había otros nombres famosos en la lista
de posibles, como los de Noel Edmonds, Paul Gambaccini,
Mel Smith y Griff Rhys Jones y Billy Connolly.
»Tommy Vance y yo nos sentamos como dos escolares en
sendos taburetes sobre el escenario, justo por detrás del telón.
Cada uno tenía su micrófono boom y la escaleta. Repasamos la
lista para decidir a qué artistas presentaríamos cada uno. Dije:
“¿Qué tal si me encargo yo de presentar a David Bowie?”
Tommy respondió: “Por supuesto, ¿me puedo ocupar yo de dar
entrada a Queen?” David se acercó a nosotros justo antes de
salir a actuar, a las 7:22 de la tarde, y nos dijo hola. Entonces
yo lo presenté en directo, y ¡acción! Su imagen aquel día era
perfecta. Se había caracterizado con su traje y sus botas de
superestrella del rock, y no podía lucir mejor. Su actuación,
lógicamente, fue abrumadora.»
Entró y salió de escena con su traje azul celeste diseñado
por Freddie Burretti para la gira Diamond Dogs de 1974, que
seguía sentándole como un guante. Con hombreras acolchadas,
chaqueta entallada, pantalones holgados y reluciente camisa
blanca y corbata: en cada palmo de su cuerpo, David era la
estrella del rock. El artista de pelo a lo indie, desenfadado y
afable, se desenvolvía sin el menor esfuerzo. Tenía el poder,
fascinaba. Tessa Niles fue testigo de excepción. Ella fue una
de las dos coristas de David.
«Estoy de vacaciones en la casa de mis suegros en España
cuando de pronto recibo la llamada», recuerda Tessa. «Yo era
una gran fan de Bowie. Bueno, de su música no tanto. Me
introduje en ella con “Fame” y “Golden Years”. Pero lo que
más me atrapaba eran su imagen de icono y su estatus, lo cual
creo que era el caso de mucha gente de mi edad. Yo tenía
veinticuatro años, mientras que él entonces estaba a punto de
llegar a los cuarenta. Nunca antes había cantado ninguna
canción suya.»
Pero Tessa Niles sí había cantado las canciones de todos los
demás. Era vocalista de apoyo profesional desde los dieciocho.
Había sido reclamada durante años por Clapton, The Rolling
Stones, The Police, Tina Turner, McCartney, Quo, Dusty
Springfield y docenas de otros para colaborar en cientos de
álbumes, sencillos y giras en directo.
«Me enviaron las letras por correo postal… ¡En aquella
época no había correo electrónico! Era una selección de
algunos temas suyos, pues todavía no sabían cuáles tocarían y
cuáles no. Al final, los elegidos fueron “TVC15”, “Rebel
Rebel”, “Modern Love” y “Heroes”. Una vez escogidos,
empezamos directamente los ensayos en los estudios NOMIS,
en el distrito de Shepherd’s Bush, pues el tiempo apremiaba.
Literalmente, estoy hablando de la semana previa al show.
Thomas Dolby 21 era el líder de la banda, y él tomó la batuta.
Cuando todos alcanzamos el nivel, apareció David.
»Recuerdo con claridad la primera vez que entró. Yo había
trabajado ya con muchos artistas internacionalmente
reconocidos y no era habitual que la fama me impusiera. Sin
embargo, con David Bowie era diferente. Me había dicho a mí
misma que debía guardar la compostura, no desmoronarme.
Pero claro, era arrebatadoramente apuesto. Con esa palidez y
ese fanfarroneo suyos que sabía manejar tan bien… No era
para nada el contoneo frenético de Jagger. Bowie era refinado,
tranquilo y encantador. Todo un seductor. Y cuando te miraba:
¡Oh, Dios mío! No esperaba que sus ojos pudieran causar un
efecto tan turbador. Era como si mirase directamente dentro de
mi alma. Yo era joven, trataba de no perder la compostura;
tenía muy presente mi buena reputación, y era consciente de
que debía preservarla a toda costa… ¡pero no me estaba
funcionando!»
Coco Schwab también había clavado su ojo de águila en la
hermosa rubia Tessa.
«Ah, sí, allí estaba ella. Siempre. No se perdía un ensayo.
Era muy intimidatoria y controladora. A veces parecía como si
David no se moviera por miedo a lo que ella pudiera decir.
Todos los representantes del mundillo del rock son bastante
acosadores, desde luego. Tienen que serlo. Siempre se
encargan de hacer el trabajo sucio. En cualquier caso, lo que
me chocó de Coco fue que realmente parecía que disfrutara
con esa parte del trabajo. Eso es lo que me desconcertaba de
ella. Cuando ahora lo pienso, sigue perturbándome.»
David se tomó su tiempo para hablar con cada miembro de
la banda, uno por uno.
«Nos escuchó a todos de manera individualizada, y a mí me
dijo que le gustaba mucho mi forma de cantar. Poseía la
milagrosa capacidad de hacer que todo el mundo se sintiera a
gusto, y de hacernos sentir realmente especiales.»
No obstante, la conversación más larga que Tessa mantuvo
con Bowie no giró en torno a la música. Se centró en la
indumentaria que habrían de llevar aquel día.
«Él tomó asiento entre Helena Springs (la otra corista) y
yo, ¡y casi parecía que fuera una charla entre novios! Fue
íntima y natural, pero, cuando echo la vista atrás, me doy
cuenta de lo sorprendente que resultaba. Le dijimos qué ropa
teníamos en mente ponernos, y él nos dio su visto bueno. Yo
elegí una camisa azul con transparencias, mallas y zapatos
negros de tacón, que conjunté con un único guante en
homenaje a Michael Jackson.»
Llegado el día, los miembros de la banda se reunieron en el
helipuerto de Battersea.
«Sobrevolamos Wembley y aterrizamos en un campo
contiguo. Hasta ese momento, no teníamos ni idea de cuál
sería la magnitud del evento. Aun así, no habría prueba de
sonido. Todo el mundo improvisaba, trabajaba con lo que
había. Yo temí que el sonido fuera desastroso, pero la verdad
es que sonaba estupendamente. En nuestro periplo desde los
camerinos en los barracones hasta un lateral del escenario,
David se giró hacia nosotros, sonrió y dijo: “¡Vamos allá,
todos!” Quería que experimentásemos la misma fantástica
sensación que él tenía.
»Y rompió la pana. Nos infundió ánimos para ofrecer un
espectáculo de categoría. Porque, está claro, eso haría que
también él pareciera bueno. Yo era muy consciente de todo. En
un momento dado, compartí micro con él frente a un tercio de
la población mundial. Supe perfectamente lo que se traía entre
manos. Me puse un pelín celosa cuando, sobre el escenario,
comenzó a bailar con Helena en lugar de conmigo. Le perdían
las mujeres negras, y Helena era bastante pícara, echada para
adelante, resuelta a salirse con la suya. Yo no era más que una
muchacha blanca de Essex. Y él se chiflaba por las chicas de
color, ¡como todos sabemos!»
Antes de dar paso a los primeros versos de «Heroes»,
David dedicó la canción «A mi hijo, a todos nuestros hijos e
hijas, y a todos los niños del mundo».
«Cuando nos presentó ante el público al rematar la
actuación, confundió mi nombre y me llamó “Theresa”», se ríe
Tessa. «Se lo pasé por alto. En la gran final, con todos los
artistas juntos encima del escenario, Helena se colocó delante,
agarrada al micro de Bono para entonar el “Feed the World”.
Yo me contenté con estar cuatro filas más atrás, al lado de
McCartney.»
Al acabar el concierto esa noche toda la ciudad salió de
fiesta. Muchos nos acercamos hasta el Legend’s de Bond
Street y allí seguimos hasta el amanecer. Tessa no. Ella hizo su
equipaje y se marchó directamente de vuelta a su hogar.
«Nunca volví a ver a David. Tampoco supe nada más de él.
Habría sido estupendo recibir un mensaje personal suyo.
Nunca llegó. Pero sí seguí mucho más la pista del Bowie
artista tras el concierto Live Aid. Él intelectualizó la música.
Era empático, tenía clase. Se ocupó personalmente de hacer de
aquel día una experiencia inolvidable.»
Live Aid supuso la primera actuación de David desde el
final de la gira Serious Moonlight en Hong Kong, más de año
y medio antes. La revista Rolling Stone lo calificaría tiempo
después como «su último triunfo en la década de 1980». Como
se vería, no iban muy desencaminados. Mientras tanto, podría
volar sobre cordilleras, podría reírse junto al mar, pero nunca
podría dejar de pensar en Terry.

19. En Londres, el chico de doce años Mark Feld —aspirante a ser Marc Bolan—
cargó en su coche con una guitarra de color naranja diseñada por Cochran, modelo
Gretsch G6120, durante la misma gira. El roquero Gene Vincent sufrió graves
daños a causa del accidente de tráfico. El vehículo en que murió Cochran, así como
sus efectos personales, fueron incautados en la comisaría local de Wiltshire. El
cadete David Harman fue autodidacta en cuanto a aprender a tocar la guitarra
Gretsch de Cochran. Se haría un nombre como Dave Dee dentro de la banda Dave
Dee, Dozy, Beaky, Mick and Tich («Hold Tight!», «Bend It!», «The Legend of
Xanadu»).
20. Padgham es quizá conocido principalmente por el single de Phil Collins «In the
Air Tonight», en el cual, a la batería, perfeccionó el procesado de audio conocido
como «gated reverb» con el que ya había experimentado previamente con ocasión
del tercer disco en solitario de Peter Gabriel, en 1980. El tres veces ganador de un
Grammy ha trabajado con los Bee Gees, Kate Bush, The Police, Paul McCartney y
muchos otros. Está casado con la diseñadora Cath Kidston.
21. Thomas Dolby, músico new wave/synthpop y productor, famoso por «She
Blinded Me with Science» (1982) y «Hyperactive!» (1984), habiendo sido este
último tema escrito originalmente para Michael Jackson. Nació apellidándose
Robertson, pero sería conocido por el apodo que le adjudicaron, «Dolby», a raíz de
su obsesión con los teclados y las cintas. Al igual que David, adoptó su nombre
artístico para evitar ser confundido con un artista existente del mismo nombre:
David con Davy Jones de The Monkees, y Thomas con el cantante Tom Robinson.
16
1986-1987

David no era el único que había dado de lado a su medio


hermano. Su madre, Peggy, vio a su primogénito en Cane Hill
la noche del 5 de noviembre de 1984, el día en que Terry
cumplía cuarenta y siete años, y aquella supuso su primera
visita al centro en más de siete meses. Peggy le contó al
interno que David estaba en trámite de comprar un nuevo piso
para ella. Terry debió de preguntarse por qué su hermano, rico
y mundialmente famoso, no le ayudaba. Un hospital
psiquiátrico privado habría marcado la diferencia, y David
podía asumirlo sin el menor problema. El ambiente del Cane
Hill hacía desesperarse a cualquiera, lo cual tal vez fuera
motivo de que el mayor de los hermanos prefiriera mantenerse
aislado, tan asustado por el mal estado de las mentes de sus
trabajadores como ellos de la suya.
El último pariente que lo vería con vida sería la tía Pat, la
hermana menor de su madre, unos diez días antes de Navidad
—época que ya en sí misma es todo un desafío para individuos
emocionalmente estables, muchos de los cuales se atormentan
creando expectativas poco realistas, reflexionando en exceso y
lamentándose por el pasado… es una parte del año más
proclive que cualquier otra a ese tipo de cosas—. Para alguien
tan psicológicamente inestable como Terry, con un matrimonio
fallido en su haber y sin un solo pariente que le prestase
apoyo, el desespero podía conducir a lo peor. El día después
del conocido como Boxing Day [26 de diciembre], abandonó a
pie Cane Hill, caminó hasta la estación ferroviaria de
Coulsdon South y saltó a las vías.
Cabe suponer que perdió los nervios cuando escuchó la
llegada de un convoy, para de algún modo protegerse entre
ambos raíles. El tren no le golpeó. Fue encontrado al poco
tiempo por los trabajadores de la British Rail y devuelto a
Cane Hill, en donde le retiraron su llave. No era su primer
intento de suicidio. Terry se había tirado por una ventana en
1982. Parecía lógico pensar que pudo haber otras intentonas
que no habían trascendido. Una semana después del treinta y
ocho cumpleaños de su hermano pequeño David, ausente por
largo tiempo, es decir, el 16 de enero de 1985, Terry se fugó.
Regresó a Coulsdon South, se colocó frente al tren expreso
que circulaba de Littlehampton a Londres y murió. En su
funeral, los únicos miembros presentes de su familia fueron
Peggy y la tía Pat, que no intercambiaron ni una sola palabra.
David no acudió. Su ofrenda, una corona de flores rosas y
amarillas, a su hermano mayor, al que había venerado como a
un héroe cuando niño, contenía una tarjeta con un oscuro y
desconcertante mensaje:
«Has visto más cosas de las que podemos imaginar, pero
todos esos momentos se perderán como lágrimas que borrase
la lluvia. Dios te bendiga. David.»
De hecho, David había birlado una línea de diálogo de la
película Blade Runner 22 , «Yo he visto cosas que vosotros no
creeríais […] Todos esos momentos se perderán en el
tiempo… como lágrimas en la lluvia».
Claramente, David anticipaba el «tears in rain» al que
volvería a recurrir para la letra del tema «Girls» que escribió
para Tina Turner y que la artista grabó para su disco de 1986
Break Every Rule:
My heart, suspended in time
Like you, vanish like tears in the rain.
Él también quiso grabar dicha canción durante las sesiones
para el álbum Never Let Me Down: dos versiones, una en
inglés y otra en japonés. Ambas aparecen como caras B del
sencillo «Time Will Crawl» de 1987. El que guarda, siempre
tiene.
Los tabloides no se lo perdonaron; echaron leña al fuego
tras la reprimenda de la tía Pat. David fue vilipendiado y
acusado de negligente. Renunció a defenderse y prefirió
guardar silencio. Habrían de pasar ocho años hasta que
volviera a referirse en público al suicidio de su hermano. Lo
hizo a través de una canción, «Jump They Say», del álbum
Black Tie White Noise, lanzado como single en marzo de 1993.
«Inventé esa adoración al héroe para descargar mi parte de
culpa y de fracaso, así como para liberarme de mis
complejos», trató de explicar. También dejó caer que en
realidad nunca había llegado a conocer bien a su medio
hermano:
«Creo que yo mismo exageré de manera inconsciente su
importancia», dijo, hurgando en la herida.
Ahora el niño perdido era David.
«Jump» sería su último tema en alcanzar el TOP 10 de las
listas británicas.
Cuanto más trataba de poner tierra de por medio respecto al
suicidio de su hermano, más se veía David confrontado con la
fragilidad y la futilidad última de la vida. Evaluó la situación.
Había recuperado la salud con ayuda de Coco. Fumaba como
un carretero, pero podía «dejarlo en cuanto quisiera». Seguía
consumiendo cocaína, pero «por diversión». Bebía mucho,
pero «solo socialmente». Había entablado una sólida relación
de apoyo mutuo con su hijo Duncan y pasaba con él todo el
tiempo que podía. Profesionalmente, estaba al mando y hacía
la clase de música que quería hacer, en contraposición con los
productos por encargo y a contrarreloj a que obligan los
contratos. Era una celebridad en todo el planeta que podía
tener a su alcance a cualquiera que se le antojara, y así lo
hacía. Pero solo para lo obvio.
No es que le faltara compañía: Coco rara vez se encontraba
más lejos que en la habitación contigua. Incluso, en un
momento dado, habló de casarse con ella —por ella que no
quedase—. Debió de descartar la idea. Nunca volvió a sacar el
tema. Casi nunca estaba solo, pero sí lo acechaba la soledad.
Pasaba tiempo con su viejo amigo del colegio George
Underwood; lo veía jugar a las familias felices con su hermosa
mujer danesa, Birgit, y con sus hijos, y él también quería tener
aquello. Anhelaba una vida familiar como es debido, una
mujer que le abriera los ojos y un futuro.
«Vi algo más de él en 1986», dice George. «Sí, para
entonces era una superestrella, pero conmigo siempre fue la
misma persona. Lo que pasa con David es que puede cambiar
cuando le da la gana [de nuevo atención a la persona en que se
conjuga el verbo: cuando a él le da la gana]. Una virtud que
cualquiera querría para sí. Yo estaría a su lado alguna que otra
vez para ir a algún club o lo que fuera, y él se ponía una
máscara, por así decirlo, cuando no quería que le hablaran. Se
mostraba distante, y aquel realmente no era él. Actuaba.
Fingía. Para evitar tener que comunicarse con nadie. Fue
entonces cuando me di cuenta de que la fama es un arma de
doble filo. Puedes conseguir la mejor mesa en un restaurante y
esa clase de cosas, pero día y noche compartes tu vida con los
paparazis. Así vivió David en los ochenta. Yo no habría sido
capaz de soportarlo.»
Comenzó a desear aquello que ni siquiera su dinero podía
comprar. Entre tanto, su exmujer y futura cantante, Angie,
estaba prácticamente en la indigencia.
Cuando el 2 de marzo de 1986 acudí a entrevistarme con
ella en su casa adosada de alquiler en el distrito londinense de
Battersea, le acababan de cortar el teléfono porque no podía
pagar la factura. Había pintado de negro parte del papel de
pared, con el fin de dar al lugar un aire artístico; sin embargo,
nada lograba disimular la baja calidad del mobiliario. La única
pista que permitía intuir que la inquilina en otro tiempo había
acaparado la atención internacional eran las fotografías
enmarcadas en las que se veía a una mujer de pelo plateado
sobre el escenario. Durante una década, había estado viviendo
en hoteles de a mil libras la noche, volado en primera clase y
retozado con estrellas. Ahora, se aproximaba al abismo de la
ruina financiera. Se había gastado la mitad de la asignación
recibida tras su divorcio en menos de seis años. Mientras
David esquiaba en Gstaad, Angie tocaba fondo en los
suburbios, sintiendo el aliento de sus acreedores en la nuca.
«En este momento tengo varios problemas de liquidez»,
admitió ante mí durante una entrevista que se publicó en el
Daily Mail en marzo de 1986. «Económicamente, mi situación
es penosa. Hago lo que puedo para afrontar mis deudas.
Siempre he creído en mi talento, pero establecerme como
cantante cuesta mucho más de lo que pensaba. La gente me
pregunta: “¿No te va a echar una mano David?” Deben de
estar de broma. Eso a él ni se le pasa por la cabeza, y desde
luego yo no tengo la menor intención de pedírselo. En realidad
no estoy amargada, pero tendría derecho a estarlo. Llevo siete
años sin ver a David, ni falta que hace. No le echo para nada
de menos. A quien sí añoro es a mi hijo. Ahora tiene quince
años; está en Gordonstoun. Por desgracia, ha comenzado a
devolverme las cartas sin tan siquiera abrirlas. Ha dejado bien
claro que en su opinión es mejor que no nos veamos.»
Mientras tanto, David se codeaba con los multimillonarios
y con los yates de los multimillonarios. «La embarcación que
adquirió se llamaba Deneb», recuerda George. Un lujoso yate
a motor de casi cuarenta metros de eslora fabricado en 1977 en
Viareggio, al norte de la Toscana, por la marca Benetti, una de
las más antiguas fábricas de yates de lujo del mundo. De un
blanco reluciente y con unos acabados exquisitos, la nave tenía
diez suites para alojar a diez huéspedes y capacidad para una
tripulación de siete personas. 23
«Bajamos hasta el sur de Francia para reunirnos con él con
motivo del bautismo y la botadura del barco», dijo George.
Era un nombre poco común, pero muy David. Deneb es la
estrella que más brilla de la constelación de Cygnus (Cisne),
una de las esquinas del Triángulo de verano, que forma parte
de la «cabeza» de la Cruz del Norte. Es también la
decimonovena estrella más brillante en el firmamento, una
supergigante blanco-azulada más brillante que el mismo Sol. 24
«Lo que encierra un nombre», se ríe George. «En fin, que
era un yate enorme, y en él nos quedamos. Uno de los días que
pasamos allí, tenía invitados a comer. El personal había
preparado un copioso bufé. Los comensales empezaron a
llegar; todos eran superestrellas, a excepción de nosotros. Allí
estaba Robin Williams, con su novia rusa Eric Idle; Steve
Martin, Michael Caine —de hecho, se me presentó al subir a
bordo con esa voz característica suya (“Hola, mi nombre es
Michael Caine”). Así que allí estaba yo, grabándolo todo en
vídeo. Mi hija se divirtió haciendo esquí acuático alrededor del
barco, y yo aproveché para grabarla. En un momento dado,
giré levemente la cámara. Robin Williams vio lo que hacía y
quiso participar. Hizo suyo el espectáculo.
»Fue una actuación en toda regla, y yo la filmé íntegra. Al
terminar el día, una vez que se habían marchado todos, David
me pidió que le entregara la cinta. ¡La confiscó! Cuando se
estrenó Un par de seductores, la peli que Michael Caine y
Steve Martin estaban rodando en la Costa Azul, mira que nos
reímos.»
En 1986, en vísperas de Navidad, los Jagger invitaron a David,
a Duncan y a Coco a pasar con ellos las vacaciones en
Mustique.
Nacido del sueño de un joven y excéntrico aristócrata y del
gusto nostálgico y fantasioso de una princesa, Mustique, cuyo
nombre deriva de la palabra que en lengua criolla designa al
mosquito, se asienta al sur de Santa Lucía, a unas cien millas
al oeste de Barbados. Forma parte de un conjunto de
seiscientas islas conocidas como San Vicente y las
Granadinas; su ancho no supera la milla y media, mientras que
su largo es de tres millas. Mustique fue colonizada y
esclavizada por los europeos en el siglo XVIII, quienes la
emplearon para el cultivo de la caña de azúcar. Todo cuanto
queda de aquellas siete plantaciones es un molino y una
mansión, The Cotton House, que en 1969 reabrió sus puertas
reconvertida en hotel de estilo colonial con veinte
habitaciones.
Cuando el mencionado joven y excéntrico aristócrata de
veintiocho años Colin Tennant, tercer barón de Glenconner,
supo de su existencia allá por el año 1958, de inmediato reparó
en el enorme potencial de la isla como retiro invernal para sus
camaradas. Se hizo con la isla tras pagar menos de 35.000 £,
renovó su infraestructura, creó un nuevo pueblo para quienes
ya eran sus habitantes, plantó cocoteros, árboles frutales y
verduras, desarrolló la pesca y se detuvo a considerar cómo
poner el sitio en el mapa y al mismo tiempo evitar que dejara
de ser un exclusivo refugio para la jet-set. El momento
decisivo, cuando por fin pudo exclamar eureka, fue la llegada
a puerto del yate real, el Britannia, en mayo de 1960, que a
bordo traía a una pareja de alto copete que disfrutaba de su
luna de miel.
Se trataba de SAR la princesa Margarita 25 , que surcaba por
segunda vez aguas caribeñas. La primera vez había ido en
viaje oficial de visita a las colonias británicas. Corría 1955.
Tan alta era la popularidad de Margarita, glamuroso símbolo
de la Gran Bretaña de posguerra, que su periplo náutico causó
sensación en el Caribe. La joven recibía el trato de una reina.
Con razón a la hermosa joven de veintinueve años la región le
pareció irresistible, con sus inmaculadas islas, sus islotes, sus
arrecifes, sus cayos y tantos temas de calipso dedicados a su
persona. Eligió aquel lugar como destino para su luna de miel
tras contraer matrimonio en Londres con el fotógrafo de
sociedad Antony Armstrong-Jones.
Esperando en Mustique con el regalo de boda para eclipsar
a todos los demás estaba su amigo del alma Colin Tennant,
cuya esposa, con el sugerente nombre de Anne Coke, era una
de las damas de compañía de Margarita. El visionario agasajo
de Tennant era una parcela de cuatro hectáreas en la que la
princesa podría hacer cualquier cosa que se le antojara. Él
sabía que ella optaría por mandar construir un palacio en el
paraíso y que los ricos y famosos seguirían su senda. Dentro
de los muros de Les Jolies Eaux, la casa diseñada por un tío de
su esposo lord Snowdon, Margarita celebró fiestas
desenfrenadas hasta el punto de que, según se dice, hubo algún
que otro momento de cama con Mick Jagger. Su Majestad se
escandalizó.
La prensa de todo el mundo estaba fascinada. La cobertura
que se le dio provocó que nuevas celebridades quisieran poner
un pie en la isla, atraídas por la posibilidad de tener una
exclusiva casa de vacaciones. Las escalonadas laderas de
montaña y las blancas playas de Mustique captaron el interés
de la beautiful people y convirtieron el lugar en el destino
definitivo durante los años sesenta y setenta. Los propietarios
eran una variopinta mezcla de magnates, creativos y
aristócratas que no cesaban de invitarse unos a otros a cenas y
fiestas en sus respectivas mansiones: a un tiempo country
houses de estilo inglés y caribeñas casitas de genjibre.
Jagger se hizo construir una casa en Macaroni Beach.
Puesto que Mick tenía una, más le valía a David tener también
la suya.
«Un día me quedé tirado, después de que el barco que debía
recogerme perdiera su hélice», explicó Bowie más tarde para
aclarar el motivo que le había llevado a construir allí una casa.
«Vagué por el lugar, husmeé lo que pude y di con un pedazo
de tierra disponible. Hablé con su propietario y pensé “¿Por
qué no?”. Después estaba la cuestión de qué hacer con ella.
Quería algo tan alejado del prototipo caribeño como fuera
posible, pues es una isla de fantasía. Tenía que causar
impresión. Porque en Mustique, todos los ricos se juntan y
tratan con las mismas personas todo el año, solo que en un
contexto vacacional. Es la versión tropical de la localidad de
East Egg de Gatsby, donde todo el mundo acude para vivir en
la abundancia con otros ricos. ¡Qué locura!»
La proliferación de estilos arquitectónicos dificultaba
sobremanera su elección. ¿Palacete afrancesado o casa
señorial? ¿Réplica del Taj Mahal, templo oriental con jardines
ornamentales, o una sobria mansión georgiana? Nada de esto
acababa de resultar de su agrado. Pero, pasara lo que pasase,
debía ser un teatro del rock. Tendría «en un estilo vagamente
indonesio, la mezcolanza de todas las islas indonesias, la gama
al completo, el anillo de fuego». Al final, con la ayuda del
arquitecto sueco Arne Hasselqvist y del diseñador
neoyorquino Robert J. Litwiller, se decantó por una serie de
pabellones balineses en la colina sobre Britannia Bay, con
piscinas que producían un efecto de trampantojo y estanques
japoneses koi para carpas.
Hicieron falta cinco años y catorce contenedores para hacer
realidad la vivienda. La casa tenía una mesa javanesa de
comedor, con forma hexagonal y construida con troncos de
cocoteros; sus sillas emulaban las del hotel colonial Raffles de
Singapur. La suite habilitada como dormitorio principal y su
amplia veranda (el cuarto de David, en el cual dormí durante
mi estancia allí) mostraban un bonito conjunto de muebles
neoegipcios y un vetusto suelo de ratán laqueado, con vistas al
océano en la orientación oeste y suroeste y a San Vicente y
Bequia al norte y noroeste. Incluso las mosquiteras estaban
serigrafiadas con hojas de palma.
«Creo que Mustique es duchampiana», comentó David para
la revista Architectural Digest. «Siempre proporcionará una
fuente inagotable de gozo. La casa es un lugar tan tranquilo
que no me da absolutamente ningún motivo para ponerme a
escribir cuando me encuentro en ella.» Solía pasar allí entre
cinco y seis semanas en Navidad y año nuevo, y algunas veces
regresaba en junio o julio para recargar las pilas. Invitaba a un
reducido y granado grupo de amigos para que lo acompañasen.
«Celebro una gran fiesta cada año», dijo. En 1992, para una
fiesta temática de fin de año centrada en los setenta, «hice
montar una discoteca e Iman trajo consigo una bola de espejos
eléctrica. La cena la organizamos para cincuenta comensales,
pero luego invitamos a más gente para que viniera a bailar. Y
cuando han tenido suficiente, los invitados se dejan caer por
Basil’s [una especie de chiringuito en la playa regentado por el
oriundo de San Vicente Basil Charles, el “rey de Mustique”].
Yo estoy en lo alto de la montaña, lo cual me sirve para
mantenerme alejado del estrambótico barco turístico.
»Aspiro a crear música tan increíblemente falta de
compromiso que acabe por no tener ningún oyente, y así poder
pasar el año entero en la isla.»
«Una vez que estuvo acabada, fuimos en año nuevo», cuenta
George. «Era tradición que todo el mundo se reuniera en
Macaroni Beach al amanecer para saludar al sol naciente.
Recuerdo que en fin de año, a principios de aquella tarde,
David estaba desesperado tratando de encontrar a Mick Jagger.
Salimos juntos a buscarlo por ahí, en cualquier recodo que se
nos ocurría. Y en Mustique no es que haya muchos. El
chiringuito de playa Basil’s, el bar del hotel Cotton House, tres
o cuatro casas de amigos. No hubo suerte. David dijo: “En ese
caso, tiene que estar en su casa”. De modo que allá nos
fuimos, a casa de Mick.
»Y allí estaba él con Jerry, viendo Lawrence de Arabia.
“¿Interrumpimos?”, dijimos. “¡No!”, contestó Mick. “Entrad y
tomaros algo”. David se sentó y se dirigió a Jerry con su
vagaroso acento texano, que habría resultado divertido de no
haber estado tan borracho. Tuve que disculparme ante Mick
por el estado de David. Mick me dijo con una suerte de acento
austral: “Tu colega está un poco receloso esta noche, ¿verdad?
Dejémoslos. ¿Te hace una partida al billar?” “No se me da
muy bien”, le contesté. “Ni a mí”, se rio. Pensé que estaba de
broma; después de tantos años en la carretera, de tantas giras,
con tanto tiempo para sus desocupadas manos. Por fuerza
había tenido que aprender los rudimentos básicos y algo más
sobre el juego del billar. Pero no, decía la verdad. ¡Era
pésimo!»
«David estuvo con Melissa en Navidad y fin de año», dice
George, en referencia a la actriz y bailarina Melissa Hurley,
veinte años más joven que David, a quien había conocido
durante la gira Glass Spider.
«Me dijo que iba a casarse con ella. Lo tenía todo planeado.
Hasta la iglesia concreta de Italia que acogería la ceremonia…
Todo. Pero al final, ella le dijo que no estaba por la labor. Ella
desbarató los planes de David. Se ha escrito en todas partes
que fue él quien la dejó, pero hasta donde yo sé no sucedió así.
Ella le dijo que todavía era demasiado joven para apalancarse.
Tenía una carrera por delante. Eso fue. ¡Pero nadie le da con la
puerta en las narices a David Bowie! ¡Imagínate! Se lo tomó
fatal, a la tremenda. Se dio a la bebida, y cuando bebía era un
ser demoníaco. Supe más tarde por Coco que tuvo más de un
vahído. No era lo que se conoce como un borracho feliz.»
Coco y George siempre se llevaron bien, hasta la noche en
que discutieron en Mustique.
«Fue horrible, la verdad», explica George. «Estábamos
todos allí, en la sala de música. Éramos unos cuantos: el hijo
de David, la niñera Marion, David, yo y algunos más. El sitio
estaba abarrotado. Habíamos bebido algunas copas, nos
pusimos a contar chistes y nos desternillábamos de risa. David
estaba tumbado en el sofá, y se quedó dormido. En eso que
entra Coco. Lo vio allí acostado y me dijo: “Tenemos que
llevar a David a la cama.” Le dije que parecía estar bien donde
estaba. Pero entonces ella me lanzó esa mirada suya. Así que
traté de levantarlo. “Venga, David”, lo persuadí. “Coco quiere
que te levantes.” Frase incorrecta, aparentemente. Ella lo puso
en pie, lo sacó afuera y habló con él. Y luego regresó.
“¡George!”, rugió Coco. “¡Así no me haces ninguna falta!”
Allí estaba yo, intentando comprender qué demonios había
hecho mal. No entendía. Algo que yo había hecho le había
sentado fatal.»
Al día siguiente, David le preguntó a su amigo cuál había
sido el problema la noche anterior.
«No me contuve. Le dije: “¿Pero qué le pasa a ella
contigo?” Él se lamentó y se largó. “Oh, no, ¡no eres distinto a
todos los demás!” Más tarde supe que tenía tendencia a caerse
en las piscinas cuando iba bebido, y que Coco temía que
pudiera ahogarse. En ese momento, debo decir que no hubo
nadie que me echase un cable, lo cual me molestó. David se
cabreó conmigo, pero su enfado se le pasó pronto.»
«La boda que David había planeado con Melissa en
Florencia, con el tiempo, se celebraría, pero no con ella sino
con Iman, y a un nivel muy superior a lo que inicialmente
tenía en mente.»
Sé a lo que se refería George. Una fastuosa fiesta plagada
de celebridades para llenar las páginas de la revista de cotilleo
Hello! no es precisamente lo que cabía esperar de David
Bowie.
David pasó su cuarenta cumpleaños esquiando en Suiza junto
a su hijo y relajándose antes de la embestida. No tenía la
menor idea de que a sus espaldas se tejía un gran acuerdo de
patrocinio y publicidad. Supuestamente, iba a aceptar el
patrocinio de los fabricantes de Babycham (la sidra de pera
con gas que había gozado de enorme popularidad en el Reino
Unido durante las décadas de 1960 y 1970, así como la
primera bebida alcohólica en anunciarse en la televisión
británica).
«El acuerdo de patrocinio se ceñía al tour Glass Spider de
1987», relata Nick Fitzherbert, antiguo experto en publicidad
que ahora se ofrece como coach para mejorar las habilidades
relacionadas con las exposiciones y discursos públicos.
«El cliente era Showerings, y yo trabajaba para ellos en el
departamento de relaciones públicas. Francis Showering era el
cervecero de Shepton Mallet, en Somerset, que había
inventado la bebida. Babycham seguía siendo una gran marca
en aquel entonces, pero estaba buscando la manera de
reinventarse. Consideraron que David Bowie sería un
pelotazo, una manera directa de lograrlo. Todo el proceso duró
en torno a cuatro meses.
»Hablaron con la gente de David Bowie. Se llegó incluso a
fletar un vuelo en el Concorde de ida y vuelta a Nueva York.
Se montó un vídeo explicativo para cantar las bondades de la
brillante idea. Personalmente, nunca creí que fuera a
materializarse. Pero yo sabía más de música que cualquier otro
miembro del equipo, así que allí me planté, en todas aquellas
reuniones importantes con abogados de ambas partes. Por si
acaso, en todos los contratos figuraba una duplicidad de
nombres: David Bowie y David Jones.
»La idea consistía en que él publicitase el producto durante
sus actuaciones en directo a lo largo de la siguiente gira. No
llegamos tan lejos como para decidir con exactitud cómo se
haría, pero para entonces ya habíamos gastado un buen
montón de dinero. Yo planeaba comenzar con una idea
bastante estrafalaria: que David actuara con un micrófono con
la forma de una botella de Babycham, de tal manera que
siempre se viera junto a su cara, ¡durante todo el concierto!
¡Perfecto! Luego alguien pensó que quizá fuera una buena idea
comentarlo antes con David. No hace falta decir que,
horrorizado, espetó: “¡De ninguna manera!” En fin, alguno
dirá que ya se nos podía haber ocurrido preguntárselo antes de
nada.»
Llegado el mes de marzo de 1987, Bowie estaba hasta arriba
de ruedas de prensa y entrevistas promocionales para el tour
Glass Spider (sin botella de Babycham). En abril se lanzó el
álbum que daba razón de ser a la gira; había sido escrito y
grabado en Lausana y en Montreux: Never Let Me Down. La
canción que da título al disco la escribió David para Coco: un
tributo de amor para la mujer que siempre había estado ahí,
que, de hecho, ni una sola vez le había dado de lado. Ella lo
consideró «mejor que un anillo de boda», como revelaría gente
de su entorno. Pese a que los primeros dos sencillos entraron
en el Top 10 de todo el mundo y aunque el disco se vendió
bien (al menos al principio), no fue precisamente un punto de
inflexión. Caló mucho mejor entre sus fans que entre la
crítica… En cualquier caso, la gente corrió a comprarlo en
tropel, pues era nada más y nada menos que lo último de
David Bowie.
El show era desconcertante. Entre finales de mayo y el
último día de noviembre, fue visto por seis millones de
seguidores en ochenta y seis paradas distintas, desde Róterdam
hasta Auckland, y buena parte del público no vio colmadas sus
expectativas. La gira parecía maldita; estuvo llena de
accidentes, percances, muertes de miembros del equipo y de
fans, incluso demandas judiciales. Una mujer desdeñada acusó
a David de haberla infectado de SIDA (cosa que no hizo).
Carlos Alomar se excedió al quedarse colgando de unas
cuerdas mientras hacía un número de Hendrix bajando del
techo al escenario. ¿Cómo mantuvo la compostura? Las
bailarinas planearon entre llamaradas, con una coreografía
diseñada por Toni Basil (sí, había vuelto). David hizo su
aparición sobre un balancín; lo lanzaron, subió muy muy alto;
era agónico. Llegó un momento en que parecía que el hombre
pudiera volar. Al igual que el papeleo relativo a la publicidad,
aquel no era un concierto de rock convencional, sino un
auténtico viaje por la vida. De pesadilla, posiblemente.
¿Cuál fue la inspiración para tan arácnido despliegue
conceptual? Un documental sobre el canibalismo sexual del
género Latrodectus, las llamadas viudas negras. Muy David,
supongo. Todavía pienso en ello alguna que otra vez. Y sigo
sin comprenderlo. Era la mayor superestrella del rock sobre la
faz de la Tierra; pasaríamos meses y meses haciéndoles la
pelota a sus promotores y publicistas, comprándoles bebidas,
abonando la cuenta en los mejores sitios, esforzándonos por
meter con calzador artículos en el periódico sobre otros artistas
de menor talla de su misma compañía discográfica,
asegurándonos de ese modo una plaza en la gira. ¡Tanto
esfuerzo! No íbamos a dejar caer a David o a nosotros mismos
con una mala crítica, pues si lo hacíamos no seríamos
invitados a la siguiente. Así funcionaba. Nuestro trabajo
consistía en que nos gustase. Y por eso escribimos lo que
escribimos.
«¡Bowie ha vuelto!», titulé entusiasta para el Daily Mail el
1 de junio de 1987.
«De vuelta a la acción con su sensacional y cautivador
estilo, de vuelta a una orgía de brillantes actuaciones, en
directo sobre el escenario por vez primera en los últimos
cuatro largos años. Ante nosotros, el Último tango en
Róterdam, el canto de cisne de la única superestrella del rock
con la valentía suficiente para seguir reinventándose; para
transformarse en su último y quizá definitivo personaje: la
estrella del rock en plena gira de despedida. Cuando Bowie, de
cuarenta y cuatro años, llegue al clímax de su gira europea al
hacer parada en Gran Bretaña durante veinte días a contar
desde ahora, entonces será el fin de sus días en la carretera,
según él mismo dice.»
Prodigué calificativos sobre el elaborado espectáculo:
«frenético, lleno de suspense». Babeaba por su exquisito traje
de seda escarlata confeccionado por Diana Moseley, la
diseñadora favorita de Freddie Mercury. Incluso las botas
rojinegras de gamuza con punta de acero de David recibieron
una mención. Elogié la araña mecánica de dieciocho metros
(¿para qué servía?) y hablé de los sesenta mil fans holandeses
«atrapados en su telaraña musical».
En fin, lo que hay que ver.
Pero eso no es todo. Escribí:
«Al hablar conmigo en exclusiva antes de poner un pie en
el escenario…, un confiado y sereno Bowie me dijo: “Este
tour es la unión de todas las representaciones y elementos
teatrales que me han fascinado y divertido a lo largo de mi
vida laboral. Demonios…”, sonrió, con un leve movimiento de
cabeza, “no es más que rock & roll… pero me pone a mil por
hora”.»
Santo cielo, qué careto se me debió de quedar. No hizo
mención de ello. Debí de extraer esa cita de un comunicado de
prensa de Rogers & Cowan. Lo entrevisté entre bastidores en
el estadio del Feyenoord Rotterdam antes de que saliera a
escena. Es cierto, hay magia en su tejido. 26 Pero del show no
hablamos mucho. Yo todavía no había tenido ocasión de verlo.
Me reconoció, algo de agradecer, pese a que nuestros caminos
llevaban muchos años sin cruzarse. Yo estaba embarazada de
casi seis meses, e hinchada. Tenía los mofletes como un
hámster, los muslos como un par de remolcadores y mis
lentillas no combinaban.
Nos reímos de ello. En cuestión de minutos, volvimos a
Bromley y a Beckenham, atravesamos el ayer; nos internamos
por el sendero invadido por la maleza de Haddon Hall.
Retrocedimos hasta el día en que tomamos el té y se había
quedado sin leche, el mismo que se había pintado las uñas de
negro con ayuda de un palito para revolver cócteles. Hablamos
de pasar el rato entre guitarras en los jardines de la biblioteca
de Bromley, apurando para ir al salón de baile de Beckenham,
revolviendo entre los discos de Medhurst’s. Hablamos también
de su antiguo profesor de arte, Owen Frampton, cuyo hijo
Peter tocaba con David en aquella gira. Hablamos de Freddie
Mercury y de los rumores que ya circulaban sobre el SIDA,
negados de plano hasta la víspera de su muerte.
«Entre nosotros…, no es para tanto», se mofó David. «Se
recuperará por completo, ya lo verás. Incluso si está infectado.
Para esta clase de cosas siempre hay salida. Siempre se da con
la cura. Melina estará bien, porque el mundo la necesita».
«Melina», el apodo de Freddie para la gente del mundillo del
rock & roll, en alusión a Melina Mercouri, la fallecida actriz y
política griega. (Freddie se mofaba de David con «Zoë», la
versión femenina del nombre original de su hijo). Le pregunté
si él alguna vez había temido al SIDA.
«Hasta ahora no». Sonrió levemente. «Siempre hay una
primera vez, supongo. Esperemos que no, eh. Ya tuvieron que
tratarme de sífilis una vez, hace mucho. Creo que lo superé».
No sin ironía, meses después se haría las pruebas, después de
que una mujer desdeñada lo acusara de haberla infectado.
Recordamos a otro mozalbete Jones, muerto hacía mucho. A
un galés llamado Emlyn, un mago con la pelota. Los demás
jugadores lo llamaban «Mickey». Había sido un héroe para
miles de personas en el Everton F. C. y en el Southend United;
e incluso más que un héroe para los niños de la playa de
Margate. ¿Recuerdas a mi abuelo… en el green de golf…?
David lo recordaba, dijo.
Fue un suspiro de tiempo sobre la base de un nuevo
mañana. Dejaba las giras, confesó. Rara, así me sentí yo. Con
mi primer bebé a punto de llegar (faltaban pocas semanas),
tenía los días contados en lo que a cubrir las giras de bandas
musicales se refiere.
«Búscame cuando andes por Suiza», dijo.
¡Cómo no!
«O en Nueva York, ¿eh? Siempre es un gusto poder charlar
un rato sobre los viejos tiempos. No quedamos muchos de los
de entonces. Así que mejor si estamos juntos. Venga,
zamparemos algo y lo pasaremos bien.»
He ahí el problema. David había perdido sus raíces, se
había desvinculado de su familia, divorciado de la madre de su
hijo. Había puesto distancia respecto a sus comienzos para
salir a conquistar el mundo. Ahora, ya no quedaba ningún
lugar adonde ir —excepto, tal vez, el espacio— y
definitivamente no tenía ya nada que demostrar. No había
vuelta atrás, eso lo sabía muy bien. Pero no por ello su pasado
había dejado de importarle. En el fondo, siempre le había
importado. Así que, qué más da que lo hubiera dejado
aparcado un rato. La mayoría de nosotros hacemos lo mismo.
Nunca se desvinculó del todo, algo evidente a tenor de
nuestras conversaciones.
Ese es el motivo por el que se mantenía unido a George
Underwood y a Geoff MacCormack, que, hasta donde era
posible, habían sustituido a Terry, y a quienes considerada en
la práctica como hermanos. Coco era su madre sustituta; lo
cuidaba y al tiempo le transmitía el amor, afecto y devoción
que Peggy Jones jamás había sido capaz de darle. Y después
estaba toda una red de personas periféricas: nosotros, los que
entrábamos y salíamos de su vida y que apoyábamos la causa
(pues toda superestrella precisa tener a su lado a algún que
otro periodista que acepte comer de su mano) y que le
provocábamos la cantidad justa de recuerdos importantes.
Aquellos que éramos el conducto y la conexión con el pasado.
Nosotros, los que habíamos estado allí.
Yo no era, en rigor, su «amiga». Sería absurdo que me
considerase como tal. La amistad entre personas adultas tiende
a basarse en el respeto mutuo y en un cierto paralelismo en la
manera de pasar por la vida. Él podía «amigar» con, digamos,
un Gary Oldman o un Eric Idle, a la vista de que compartían
estatus y que su fortuna se presumía equivalente. Otros
músicos le venían dados, si bien a menudo entraba en juego el
elemento de la rivalidad. Suele ser así. En cuanto a mí, sabía
cuál era mi sitio. Nunca se haría amigo del alma de una
gacetillera. Él era un planeta, yo no pasaba de satélite. Es lo
que había. Pero sí compartíamos una historia que se remontaba
considerablemente en el tiempo. Los callejones sin salida de
su corazón y la estantería superior de su memoria eran lugares
que yo conocía.
Después del nacimiento de mi hija Mia aquel mes de agosto,
Nick Gordon, editor de la revista YOU (el suplemento
dominical a color del Mail on Sunday), me contrató como
escritora de artículos y editoriales. Meses más tarde, volví a la
carga. Manhattan se convirtió en una parada frecuente para mí;
allí estaban el coordinador y estilista Sandy Williams y el
fotógrafo Geoff Wilkinson. Éramos un equipo y nos
ocupábamos de las noticias de portada, en donde sacamos a
Richard Gere, Bruce Willis, Liza Minnelli, Donna Rice (la
chica que hizo caer al senador y potencial presidente Gary
Hart), LaToya Jackson, Cyndi Lauper, la primera esposa de
Donald, Ivana Trump. A finales de los ochenta, cada dos
semanas tocaba Nueva York. Cuando ahora lo pienso, me
parece una locura, pero así era. No olvidé la promesa que le
había hecho a David. En efecto, zampamos algo.

22. Blade Runner, película de 1982 de ciencia ficción dirigida por Ridley Scott y
ambientada en una distópica ciudad de Los Ángeles. Su protagonista es Harrison
Ford.
23. La australiana Janine Allis, quien pasa por ser la multimillonaria fundadora de
la empresa de zumos y batidos de frutas Boost Juice y directora de la cadena de
restaurantes Retail Zoo, trabajó como azafata en el yate de David siendo una
veinteañera. Navegó por la costa de Francia, Italia, Mónaco y también por el
Caribe, dando la bienvenida a bordo a algunos de los personajes más conocidos del
planeta. «Me enseñó que ser una famosa estrella del rock o asquerosamente rico no
implica ser feliz, amable o tener éxito», escribió en su perfil de la red de contactos
laborales LinkedIn en mayo de 2015. «En el tiempo que trabajé para David Bowie,
tuve la suerte de llegar a entender un poco mejor su trayectoria vital. Me di cuenta
de que el hecho de ser famoso no implica que uno no haya tenido retos financieros
y emocionales, y en su caso concreto ambos.»
24. A David le encantaba toda la mitología alrededor de Deneb, en especial la
historia de amor china de Qi Xi en que Deneb manda a una urraca volar para formar
un puente en la Vía Láctea que posibilite el reencuentro de los amantes Niu Lang y
Zhi Nü durante una sola noche al año, hacia finales del verano. Existen otras
versiones de la historia que muestran a Deneb como el hada protectora de los
amantes. Nosotros no lo veremos, pero Deneb se convertirá en la estrella Polar en
aproximadamente el año 9800 de Nuestra Era. Su potencial a largo plazo fascinaba
a David, obviamente.
25. El mayor golpe a la siempre delicada salud de la princesa Margarita tuvo que
ver con su amada Mustique. Tras haber obsequiado con la residencia real Les Jolies
Eaux a su hijo, el vizconde Linley, para así eludir el impuesto de sucesiones, se
entristeció cuando este decidió venderla para obtener liquidez. Margarita se vino
abajo cuando una mañana de primavera de 1999 un agente inmobiliario se puso a
deambular por los alrededores de la propiedad para mostrársela a las señoronas de
Manhattan. En estado de shock, Margarita se metió en su cama y no se levantó en
dos días. Cuando por fin lo hizo para darse un baño, todavía consternada,
accidentalmente se introdujo en agua muy caliente. De hecho, casi hervía y
prácticamente le escaldó los pies. Tomó un vuelo de vuelta a Gran Bretaña para ser
tratada, pero nunca se recuperó; su deterioro, tanto mental como físico, sería
incesante hasta su muerte en 2002, a la edad de 71 años.
26. William Shakespeare, Otelo: el moro de Venecia. Acto III, Escena IV, Otelo a
Desdémona.
17
1988-1991

Cuando los medios ponen apodos, ya sean honoríficos o


despectivos, los músicos saben que han logrado hacerse un
hueco en el mundillo. Bruce Springsteen, «El jefe», Whitney
Houston, «La voz», James Brown, «Mr Dynamite», Madonna,
«La reina del pop». O si no, «Madge» [forma inglesa para
referirse a «Your Majesty» (Su Majestad)]. Una de las razones
por las que dejó Inglaterra, se quejó la «Material Girl», es que
no soportaba aquel nombre horrible que le habían adjudicado.
Pero, por lo general, suele haber un motivo detrás de cada
alias. Frank Sinatra, «Ol’ Blue Eyes», no es que tuviera los
ojos precisamente verdes; además, también se le conocía como
«El jefe del negocio», en referencia a sus presuntos vínculos
con la mafia. John Bonham era «Bonzo», un provocador; Ozzy
Osbourne era «El príncipe de las tinieblas», y Eric Clapton,
que nunca destacó por su velocidad, era «Slowhand» [Mano
lenta]. Paul Weller se convertiría en el «Modfather» [juego de
palabras entre Godfather (padrino) y mod, el movimiento
contracultural británico de los sesenta], pues había hecho
renacer el mod con el jam. Morrissey, «Mozzer» o «Moz»
todavía es el «Pope of Mope» [algo así como «El papa
deprimente»]. Muy mal esa denominación.
Una gozosa prensa musical, siempre presta a subir a un
nuevo icono a los altares, jubiló a «The Thin White Duke» a
finales de los ochenta, punto culmen de la fama de Bowie, y
pasó a apodarlo «The Dame» [La dama]. Se le quedó. No hay
nada como una dama.
¿Pero por qué? Nunca llegó a explicarse. Existe consenso
sobre el hecho de que comenzó como un insulto que con el
tiempo fue adquiriendo un halo de diversión y de cariño. The
Pantomime Dame, un personaje cómico travestido que suelen
interpretar en Navidad actores famosillos y que sigue siendo
una de las figuras del mundo del espectáculo más queridas por
el pueblo británico. A David no le importaba. Nunca fue él de
echarse atrás cuando de cambiar de piel se trataba. A lo largo
de los años, había sido de todo. Su género era flexible; su lado
femenino, fabulado; su androginia, anodina; su elegancia no
era binaria. Por debajo de todo ello, seguía siendo un tío. Pero
está bien que sea así. Por eso el travesti es una trampa.
La gira Glass Spider lo dejó para el arrastre, física y
emocionalmente. Consideró seriamente abandonar una vez que
el tour tocó a su fin, retirarse a su caballete y a sus cuadros.
Pero su contrato con EMI, que no era nada barato, seguía en
vigor. He ahí el dilema. Tras el fiasco (pues así era
inevitablemente como él lo veía) de Never Let Me Down y de
la gira Glass Spider, no sabía ni si podría volver a escribir más
temas de éxito ni si de verdad quería hacerlo. Buscó refugio en
su nueva rutina invernal: pasar en Mustique la Navidad y el
año nuevo, y a continuación ir a esquiar con su hijo a Gstaad.
Después de varios meses de estancia en las montañas,
yendo y viniendo a Nueva York, el verano de 1988 le brindó
una oportunidad perfecta para reaparecer en el Dominion
Theatre de Londres con una actuación organizada por el
Institute of Contemporary Arts. Se fraguó algo tras ser
colocado al lado del guitarrista Reeves Gabrels. David invitó a
Reeves a pasar con él un fin de semana en su casa de Lausana.
Un mes después, ahí seguía. Puede que la localidad de
Montreux fuera aburrida, pero en ella se respiraba serenidad.
El viaje en coche de treinta y cinco minutos desde Lausana
bordeando el lago Lemán es uno de los trayectos más
espectaculares que hay en el planeta. La pareja se dejaba caer
un día sí y otro también por los estudios Mountain. Al volver a
casa, revolvían entre los discos de David en busca de
inspiración. No tardaría en ocurrírsele a David que lo que de
verdad deseaba era jubilar a la superestrella en solitario Bowie
y regresar adonde una vez había estado. Necesitaba volver a
formar parte de una banda.
A menudo se dice de Tin Machine que sus inicios ya no habían
sido muy halagüeños, teniendo en cuenta que David era una
estrella en solitario y en consecuencia nunca podría
transformarse en uno más de los chicos del grupo. No había
democracia posible entre sus miembros, pues uno de ellos era
rico y famoso, mientras que los demás… ¿cómo decirlo?, pues
no lo eran. La atención que les prestaran siempre sería
desigual; de hecho, si Tin Machine logró reconocimiento, se
debe por completo a que David Bowie era uno de sus
integrantes. De otro modo, jamás habrían copado columnas de
prensa. Él no iba a permitir que nimiedades como aquellas
impidieran concederle una oportunidad al proyecto. Como
poco, digamos que era un reto.
«Tin Machine era la irrealizable fantasía de David», afirma
la antigua estrella de Cutting Crew, Tony Moore. «“Yo solo
soy el cantante de la banda.” Estaba llamado a fracasar. La
regla número uno, naturalmente, es que uno debe seguir siendo
capaz de crear discos de éxito. Había un nicho de mercado.
Ojalá hubiera logrado emular lo que habían hecho los Foo
Fighters. Dave Grohl había tenido éxito con Nirvana antes de
empezar con su nuevo grupo. Pero él siempre tuvo muy
presente que era imprescindible seguir escribiendo hits.
»¿Y cómo se consigue un hit? Hasta hace un tiempo, yo
habría respondido que componiendo letras muy hermosas,
elegantemente articuladas, con un toque enigmático e
intrigante pero jamás cursis. Sin embargo, el valor literario de
las letras de hoy es discutible. En la actualidad, las letras de la
música pop son simples a más no poder. El consenso actual
pasa por afirmar que si la melodía es lo suficientemente fuerte,
las letras vale con que sean de puro relleno. A decir verdad,
todo importa. Desde luego, antes era así. Y Tin Machine eso
no acabó de captarlo bien.»
«Yo lo entrevisté en la etapa de Tin Machine», recuerda el
periodista musical Chris Welch. «De algún modo, parecía
como si todo le preocupara. “Nuestros fans se llaman tinnies”,
me comentó alegremente. Tuve la clara impresión de que
estaba tratando de recrear al Bowie de los sesenta. Como si
todavía estuviera en Beckenham, formándose en el Arts Lab, y
como si aún tuviera toda la vida por delante. La manera en que
hablaba conmigo sobre su nuevo grupo era exactamente la
misma en que me había hablado del movimiento Arts Lab
mucho tiempo antes. Como si fuera la respuesta para todo.
Había en ello un cierto cariz realmente triste; como si supiese,
en el fondo, que aquellos días de inocencia, esperanza, llenos
de posibilidades creativas… se hubieran ido para nunca más
volver. Lo sabía. ¡Cómo no iba a saberlo! Pero el hecho de
saberlo no le impidió intentarlo. Lo compadecí. Es más, lo
sentí por él, me apiadé de él. En todo caso, Tin Machine nunca
fue de mi agrado.»
Los otros miembros importantes de la banda eran los
hermanos Sales: el bajista Tony y el batería Hunt, de quien
Iggy Pop incomprensiblemente se había deshecho. Tony había
sobrevivido a un accidente de coche casi fatal en Los Ángeles,
y David había sido de los pocos que habían ido a hacerle una
visita. Hay quien ha querido especular con que la creación de
Tin Machine era la manera que tenía David de ayudar a que un
amigo suyo volviera a retomar su vida. En fin, el caso es que
los chicos, esperanzados, se reunieron con el guitarrista Kevin
Armstrong, en Mountain. Su productor era Tim Palmer. Como
precoz asistente de sonido en los estudios Utopia de Londres,
Tim ya había tenido ocasión de trabajar con Mark Knopfler y
la banda Dead or Alive cuando, con veintiún años, logró
colocar su primer sencillo en el número uno de las listas, al
mezclar el eterno tema de Cutting Crew «(I Just) Died In Your
Arms». Como productor, ganó notoriedad con Mighty Lemon
Drops, Gene Loves Jezebel y Robert Plant. 27
El proyecto se trasladó a Compass Point, en las Bahamas.
Allá se fueron la novia de David, Melissa, su hijo Joey y el
hijo de John, Sean Lennon. Coco, por una vez, quedó fuera del
lote, así que el ambiente era distendido. Se rumoreó que se
había enamorado de un tipo de Los Ángeles, pero ¿dónde
están las pruebas?
El sonido de Tin Machine, principalmente punky, hard
rock, chillón y frenético, siempre estaba pensado para
apartarse lo máximo posible del Bowie de finales de los
ochenta. En ese sentido, en gran medida sí tuvo éxito. Su
álbum de debut, lanzado en mayo de 1989, fue muy esperado.
Después de todo, estamos hablando de Bowie. Deseoso por
emprender la gira y mostrar al mundo lo último a lo que se
había dedicado, David decidió que irían todos juntos de sala en
sala. El tour arrancaría en Nueva York en junio de 1989. Sus
fans se encontraban en un estado de agitación. La superestrella
capaz de llenar estadios bajaba para ponerse a su nivel. Lo
verían de cerca, a bocajarro como el que dice. Se formaron
largas colas de días. Incluso hubo alguna que otra trifulca,
nada grave.
Durante la etapa de Tin Machine, Chris Poole fue el
relaciones públicas de Bowie. Retrocedamos en el tiempo. Él
era jefe de prensa de Chrysalis Records cuando yo trabajaba
como asistente del director de arte John Pasche 28 . En Poole
Edwards, la empresa que dirigía junto a Alan Edwards 29 ,
trabajaban fuera de sus oficinas de Charlotte Street, en
Londres.
«Alan tenía con él a Bowie cuando trabajaba en Rogers &
Cowan», rememora Chris. «También llevaba la cuenta de los
Stones. Por lo que fuera, los Rolling le despidieron y
contrataron a Bernard Doherty. Alan se quedó con Bowie.
Cuando Alan y yo nos asociamos, Alan era un tipo esencial
para Bowie, pero nos dividimos el trabajo.
»Muchos de entre quienes han trabajado con David a lo
largo de los años sostienen que es un tipo corriente. Pero no,
no lo era», insiste Chris, «era distinto. Era alto, para empezar
—hay muchas estrellas del pop que son bajitas, lo cual algo
debe significar en cuanto a sus motivaciones para convertirse
en tales estrellas—. Él tenía… un aura, algo de otro mundo
apenas tangible. Desde Serious Moonlight en adelante, con su
pelo amarillo y su característica tez, era luminiscente. Era lo
contrario a lo que había sido en los días de The Thin White
Duke.
»Para cuando nos hicimos con él, ya no bebía —estuvo en
Alcohólicos Anónimos durante bastante tiempo—. Coco y él
iban siempre juntos a esas reuniones, semanalmente si era
posible. De modo que nunca lo vi ebrio. Siempre guardaba las
formas y su ética laboral era impresionante. Tenía una
motivación enorme. Por aquel entonces no paraba mucho en
Londres. Francamente, no vivía en ningún sitio. Tenía la casa
de Suiza y no paraba de ir y venir a Nueva York.»
Musical y culturalmente hablando, uno de los cometidos de
Alan Edwards era mantener a David al día de todo.
«Cada semana, estuviera David donde estuviese, Alan le
remitía un paquete con los últimos cedés, libros, músicas,
revistas de arte y demás. Alan se convirtió en sus ojos y sus
oídos en Europa, sobre todo en el Reino Unido. David era
insaciable, infatigable. La única persona como él con la que he
tenido oportunidad de trabajar en mi vida era Prince. Ambos
eran vistos como distantes y desarraigados, y es así,
exactamente, como eran. Estaban determinados a superarse a
sí mismos con cada nuevo proyecto.»
Resulta, pues, sorprendente que Tin Machine, tanto a nivel
artístico como de ventas, fuera el punto más bajo en la
trayectoria de Bowie.
«Fue extraño», concuerda Chris. «Él no estaba preparado
para aquello. Cualquier cosa que hiciera, la enfocaba de
manera organizada y obsesiva. Todo respondía a una rutina,
estaba meticulosamente planeado y resultaba fascinante a ojos
de los demás. La maquinaria Bowie se puso a andar para sacar
adelante Tin Machine, y todos éramos eslabones de la cadenas.
David quería volver a formar parte de una banda de rock —al
igual que Prince, que hizo exactamente lo mismo—. Pero uno
no puede pretender llevar a cabo cambios tan drásticos como
si nada. Los fans no te lo permiten. Y entre la camarilla de
periodistas especializados en rock, creo recordar que Tin
Machine tenía un único fan. Le dábamos pábulo porque era
David Bowie, desde luego, pero contradecía de plano la
filosofía y la razón de ser de la banda, que tenía mucho de
“todos para uno y uno para todos”.»
Ya en la carretera, Chris percibió a David como exigente, y
consideró su régimen agotador.
«Se levantaba tempranísimo —como a las cinco o seis de la
mañana—. Se ponía a leer y a hacer Dios sabe qué. Y si daban
las ocho y todavía no tenía noticias mías, venía a levantarme
diciendo: “¿Ya tienes las críticas?” Tenía que salir a buscar
todos los periódicos y a alguna sirvienta o equivalente para
que las tradujera; eso cuando estábamos en Dinamarca,
Alemania, Países bajos, Francia. Solía ser así: me hacía con
los periódicos y conseguía que alguien los tradujese… pero a
veces fingía que no había podido lograrlo, de tan malas como
eran las críticas. Estoy seguro de que sabía que le ocultaba
algo. David lo ponía todo en tela de juicio, y tenía que estar él
en persona al mando de todo. Era un obseso del control. Hacía
que la banda al completo vistiese con trajes negros, por
ejemplo, ¡que pagaba él! No parece lo más democrático,
¿verdad? De igualdad, más bien poco, por lo que yo veía.»
¿Le gustaba David?
«Podía mostrarse a todas luces encantador», concede Chris,
«pero era distante. Nunca fue uno más. Yo me entendía mucho
mejor con Coco. Ella y yo nos hicimos buenos amigos. En
realidad, se portó muy bien conmigo, siempre con los pies en
la tierra, siempre amable. Por mi cuarenta cumpleaños, Coco
me regaló un volumen de poesía de W. B Yeats y algunas fotos
de Irlanda. El libro traía una dedicatoria: “Para Chris, de
David y Coco”. La escritura era la de ella.
»Ella le profesaba auténtica devoción. Tenían una relación
de lo más estrecha, pero en absoluto de corte romántico —al
menos no por parte de él—. Siempre me pregunté si en verdad
ella no estaría enamorada de David, pero lo que es seguro es
que no era recíproco. No, en ese sentido no. Era como ponerle
una niñera a un adulto. Sin embargo, ella tampoco me daba
lástima. A ella no le hubiera gustado. Pasamos algunos
momentos realmente magníficos. Fuimos a galerías de arte
juntos por toda Europa siempre que teníamos el día libre. Yo
salía con Coco mucho más que Alan, y nos llevábamos
estupendamente. No era la clase de persona fácil de entender.
En mi opinión, la reacción de los medios y de los fans ante Tin
Machine desconcertó a David, y puede incluso que a Coco
aquello, secretamente, le proporcionara una pequeña alegría.
Porque volvía a situarla en una situación ventajosa. De nuevo
tenía a David en donde ella quería: un poco vulnerable, a su
merced, dependiente en tanto que solo ella podía hacer que se
sintiera mejor.»
Tras una docena de conciertos en seis países, durante los
cuales tocaron los temas del álbum de debut de Tin Machine al
completo, David podía sentirse satisfecho. Había realizado un
buen trabajo; más que suficiente. Su catálogo de la RCA
estaba siendo remasterizado para salir a la venta como disco
compacto, el nuevo y rompedor «formato digital de
almacenamiento de datos mediante disco óptico» que
reemplazaría a los vinilos y revolucionaría la industria de la
música. Tratándose de Bowie, sus álbumes recibían un trato
equiparable al de una operación militar: únicamente
intervendrían los más capacitados del negocio. Tras haber sido
masterizado por Rykodisc, quien lo habría de lanzar por toda
Europa, las licencias de los discos de David se le darían a EMI
para su lanzamiento en Estados Unidos. Tratándose de Bowie,
serían mejores que los de cualquier otro artista: hermosamente
diseñados, con extras y nuevas y deseables rarezas y
curiosidades.
Su pack especial de presentación «Sound + Vision» daba
pie a un posible tour con sus grandes éxitos. Para un artista
empeñado en «superarse a cada rato», «romper barreras» y
«reinventar» su imagen y su música constantemente —siempre
con el futuro en el punto de mira—, aquella era la paradoja
definitiva. De una u otra manera, salió adelante. La gira
arrancó el 4 de marzo de 1990 en Quebec y se cerró el 29 de
septiembre en Buenos Aires, tras ciento ocho conciertos en
veintisiete países de los cinco continentes, eclipsando así tanto
al tour Serious Moonlight como al Glass Spider y
convirtiéndose en su mayor gira hasta la fecha. Sería, dijo
David, la última vez que tocase piezas de su antiguo catálogo.
¿Quién podía creerle? El caprichoso diablillo ya había retirado
antes canciones, encarnaciones y formatos de la circulación,
con el solo fin de sacudirlos, desempolvarlos y exhibirlos de
nuevo cada vez que le diera la gana.
Pasó el primer par de meses de 1990 ensayando con una
modesta banda en un auditorio del West Side de Nueva York.
La lista de paradas de los conciertos se decidió mediante
encuestas telefónicas y votación por correo postal. El mayor
atractivo del espectáculo en directo era una enorme pantalla de
tela empleada para crear una especie de teatro de sombras con
marionetas, y en el cual asimismo era habitual que se
proyectaran vídeos e imágenes. El show se grabó en Tokio,
Milton Keynes, Brasil y Chile para ser emitido más adelante.
Se ofrecieron diez actuaciones en el Reino Unido. Yo misma
tuve ocasión de asistir al evento en el London Arena, ubicado
en la Isla de los Perros, el lunes 26 de marzo de 1990, la
primera de tres noches, como invitada del propietario del
recinto: el promotor de combates de boxeo Frank Warren, el
padrino de mi hijo pequeño. Aquella noche tragamos una
buena dosis de enjuague bucal rocanrolero. Tan memorable, y
al mismo tiempo tan olvidadizo.
Melissa Hurley se esfumó cuando la gira daba sus últimos
coletazos. David le dijo a todo el mundo que había sido él
quien la había dejado 30 . Una superestrella debe salvar la cara.
En fin, el caso es que entonces tenía cuarenta y tres años, era
megarrico, delgado, apuesto y todavía conservaba el pelo. Su
boca, sin embargo, seguía estando superpoblada de colmillos
mal alineados y con manchas de nicotina. Más de una vez me
comentó que a él le gustaba así. A mí también. Su sonrisa
imperfecta le hacía parecer un ser humano normal y corriente,
pensaba yo… por no decir también que británico. Me sentí
extrañamente orgullosa de él por no haber salido a la carrera
en busca de una clínica que le colocase la sonrisa estándar de
Hollywood. En cuestiones de rebeldía, David siempre había
sido un as; capaz de infundir coraje a cuantos se sentían
diferentes. Haberse sometido a una puesta a punto en términos
de cosmética dental a fin de «mejorar» su boca, habría
supuesto una renuncia a su integridad. Cuando finalmente
sucumbió, me sentí estúpidamente triste.
¿Qué se siente al ser uno de los solteros más codiciados del
mundo? Te tronchas de la risa.
«Sí, bueno. Me puedo ir con quien me apetezca», dijo.
«Pero ponte en mi lugar y trata de que alguien se vaya contigo
por las razones correctas.» He ahí un momento de
vulnerabilidad que me hizo apiadarme de él.
Ya será menos.
Hablamos. Ningún tema era tabú. A veces me dejaba pagar
a mí la comida: «¡Siempre que sea Rothermere [Viscount, el
dueño de Associated Newspapers, mi jefe en última instancia]
el que pague!» Siendo honesta, diré que probablemente metí
una o dos comidas como gastos de empresa, pero por lo
general pagaba él. Era generoso. Hablamos de los niños de
ambos y comparamos fotografías. Él era padre soltero, por fin
consciente de la responsabilidad que aquello implicaba. Dijo
que lamentaba que Joey —Duncan— no hubiera podido tener
una infancia idílica, y que ojalá no lo hubiera enviado a un
internado. «Lo cierto es que no funcionó», admitió.
No soportaba la política. Interés en temas de actualidad,
más bien escaso. Le gustaba hablar de viajes, siempre se
interesaba por dónde habías estado últimamente. Gran parte
del tiempo la dedicaba a la literatura. Ocasionalmente salía a
colación el deporte. Desde luego, responder correctamente a la
pregunta de Deportes para lograr el Trivial Pursuit le habría
costado horrores. Admiraba la «elegancia» de las artes
marciales, dijo, y le gustaba el boxeo. Le fascinaban los
púgiles, sobre todo Muhammad Ali. Quiso que le hablara de la
década que mi padre pasó en la carretera junto al más grande
de entre los grandes. Dijo que le agradaría conocer a mi padre.
Nunca sucedió.
Fue Richard Lord, un entrenador norteamericano afincado
en Austin, Texas, quien enseñó a David a boxear. Él ya era
seguidor del deporte desde sus años de colegio, en donde, de
hecho, su profesor de arte, el señor Frampton, también lo había
instruido sobre el boxeo. En la gira Diamond Dogs de 1974, se
puso un par de guantes rojos, sin duda conjuntados con el
maquillaje azul de su ojo. Tras grabar el disco Let’s Dance con
Nile Rodgers, en cuya portada se veía a David con esos
mismos guantes, comenzó a preparar el tour de 1983 para
promocionarlo en Dallas una vez que quisiera volver a darle
una oportunidad y salir por tanto a la carretera. Sorprendente,
David siempre había aborrecido el gimnasio. Desdeñaba
cualquier actividad deportiva que no fuera el esquí.
Uno de los miembros de su equipo en Dallas le recomendó
al entrenador local Richard Lord, una especie de leyenda en el
estado. El hombre había sido tanto amateur como profesional,
y su autoinculcado régimen de entrenamiento consistía en
subir y bajar a la carrera las escaleras del estadio de su alma
mater, la Universidad de Texas, como si de una escena de
Rocky se tratara. David lo abordó, y el entrenador aceptó
acogerlo. Lord pronto puso a la estrella a subir y bajar
escalones y a golpear el saco de boxeo en un antiguo palacio
del sudor del centro de la ciudad. David progresó como
sparring; no lo hacía mal, pero tuvo que partir de nuevo y
nunca más volvió a ver a Lord. No le haría ascos a pelear un
par de rondas de cuando en cuando en las dos décadas
siguientes.
Hablamos de Gales, la tierra de nuestros padres. Durante
mi infancia, yo solía ir de visita, mientras que David apenas la
conocía. Estaba fascinado con que no hubiera «J» en el
alfabeto galés y que sin embargo Jones fuera el apellido más
corriente. Nuestros Jones eran originarios de Llanfihangel-y-
Creuddyn, en la región de Gales del Oeste, en donde mi linaje
se remonta al siglo XVIII, como figura en el registro parroquial
de la Iglesia de San Miguel.
Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre habían nacido en
Merthyr Tydfil, en lo alto del valle Taff. Varios miembros de la
familia jugaron al fútbol en las filas del Merthyr Town FC
antes de ser vendidos a clubes ingleses. Emigraron a las
Midlands para hacer proyectiles y balas en las fábricas de
armamento que hubo allí durante la Segunda Guerra Mundial.
Ya en la posguerra, la industria en The Valleys iniciaría su
declive. Algunos hombres regresaron a casa, otros se
establecieron en Birmingham y unos cuantos pusieron rumbo
al sur, a la costa, para acabar afincados en Margate.
Se decía que los Jones de David era originarios de Rhondda
y de los valles Llynfi, sobre todo del pueblo llamado
Llangynwyd, a cuarenta millas al suroeste de Merthyr 31 . Se
trata de uno de los asentamientos más antiguos del sur de
Gales, en donde una vez se radicaron los bardos de Tir Iarll.
La choza conocida como Old House Inn, uno de los pubs más
antiguos del lugar, había recibido la visita una o dos veces de
Richard Burton, natural de Pontrhydyfen, y de su esposa,
Elizabeth Taylor. En la primera semana de septiembre de
1992, tan solo cuatro meses después de su boda con Iman,
David y Coco se dejarían ver por allí para cenar el típico
pescado frito con patatas y comer ploughman’s lunch, el
almuerzo del labrador, durante su estancia en Gales para
rastrear los orígenes familiares del artista.
Su familia había migrado antes y más al norte que la mía.
El auge de la industria metalúrgica en The Valleys a partir de
mediados del siglo XVIII, así como el desarrollo posterior de
los yacimientos de carbón en las regiones del sur del Gales,
habían creado una reserva de cualificados trabajadores del
metal, herreros y mineros que podían encontrar trabajo con
facilidad en otros sectores industriales en rápida expansión.
Muchas familias galesas se trasladaron a Yorkshire.
A comienzos del siglo XX, Doncaster se convertiría en una
de las principales áreas del país en cuanto a la minería del
carbón 32 . El afán de David tenía poco recorrido, tenía que
admitirlo, pero no por ello quería dejar de arrojar luz sobre sus
raíces familiares. Desde luego, tuvo la gran suerte de heredar
el que se dice es el principal atributo de la raza galesa: una
personalidad vigorosa y efusiva. También había en él algo más
que su gris melancolía celta. Le encantaba Dylan Thomas y su
«dominio lúbrico de la lengua», demostrado sobre todo en
Bajo el bosque lácteo, de donde David extraería algunas citas:
… spring, moonless night in the small town, starless and
bible-black, the cobblestreets silent… the sloeblack,
slow black, crowblack, fishing-boat-bobbing sea… From
where you are, you can hear their dreams.
[Es una noche de primavera, sin luna, sin estrellas, negra
como una Biblia en las silenciosas calles empedradas
del pueblo… negroendrino, lentinegro, cuervinegro,
columpiador de barcas pesqueras… Desde donde estás,
puedes oír sus sueños.]
Suele ser una preocupación habitual entre los individuos de
mediana edad, que ya han vivido más de lo que les resta por
vivir. El artista que ha logrado amasar una fortuna a raíz de ir
escalando posiciones estaba ahora listo e incluso anhelante de
regresar. Tenía que ver con cerrar el círculo. Había encontrado
a su compañera permanente, así como paz interior. Esta nueva
búsqueda era, metafóricamente, el retorno al hogar. Se trataba
de saber dónde estaba ese lugar, su «casa».
En una ocasión, tiempo después del revuelo generado,
hablamos del funeral de su hermano Terry.
«No lo entendieron», dijo. «El Terry que quedaba no era el
Terry que él era, no sé si me entiendes. Para mí no tenía
ningún sentido dejarme ver allí y acaparar la atención en el
funeral de aquella persona torturada que en nada se asemejaba
al chaval que yo había conocido siendo un crío. Se convirtió
en otra persona. Yo me convertí en otra persona. El Terry con
el que había vivido no era él. Me inventé a alguien al que
admirar, por todo tipo de razones, y proyecté en él cosas que
en verdad no era. Ese fue mi error. La persona que yo quería
que fuera en realidad nunca existió. El verdadero Terry había
desaparecido de mi vida mucho tiempo antes, y yo de la suya.»
En ese caso, ¿por qué le envió flores?
«Es lo habitual», dijo encogiéndose de hombros. «Si lo
haces, porque lo haces; y si no lo haces, porque no lo haces.
No iba a presentarme allí para que me fotografiasen y mi
imagen comenzase a circular en una especie de circo
mediático cuando, para más inri, estamos hablando de un
funeral, el acto solemne de dar sepultura a una persona; no
estaba yo para atender a si salía así o asá en los periódicos. No
era mi momento, no era yo quien debía acaparar la luz de los
focos, que es el modo en que mucha gente lo habría
percibido.»
Sí acudiste al entierro de Marc Bolan, apunté yo.
«Nada que ver, es muy distinto. Cuando menos, la mitad de
la concurrencia la componían las llamadas celebridades. El
propio Marc era famoso; en su corta vida no dejó de estar en el
candelero. Él quería eso, le encantaba, lo buscaba. Terry no era
famoso, ni lo pretendía. No parecía justo. Nadie más lo
entendió. Nos fuimos alejando el uno del otro, ya mucho antes
de que Terry muriera. El Terry con el que me crié había
fallecido hacía años. En cualquier caso, todos los funerales
tienen un común denominador: gente que dejamos atrás. En
aquel momento, yo no tenía nada que decirles a mi tía o a mi
madre.»
Cuenta la leyenda que el famoso estilista capilar Teddy
Antolin, amigo mutuo que de forma regular había acompañado
a David en sus giras, le organizó una cita a ciegas con Iman en
la cena de su propia fiesta de cumpleaños en Los Ángeles, el 4
de octubre de 1990. De hecho, ya se habían visto: entre
bastidores de alguna que otra actuación, pero que la verdad no
te estropee una buena historia… La atracción entre ambos en
esa ocasión era tan fuerte como una limadura de hierro hacia
un imán. Es bien conocido que David señaló que aquella
misma noche empezaron a buscar nombres para sus hijos.
«Me sentí atraído por ella de inmediato; fue algo
abrumador», declaró a la revista Hello! en el año 2000. «En mi
cabeza, estaba decidido que debía ser mi mujer. Nunca en mi
vida he ido detrás de nada con tanta pasión… Sencillamente
supe que era para mí.»
«David llegó en un Mustang deportivo de color blanco,
vestido con pantalones blancos y camisa blanca, todo en tela
vaquera», recuerda Antolin. «Iman llegó en un Mercedes
negro, vestida con cuero negro. Y pensé: “¿Podría haber algo
más perfecto?” Tan pronto como entró en el lugar, acaparó
todas las miradas, se apoderó de la sala. Lucía una sonrisa de
oreja a oreja; ella y David se miraron; era amor a primera
vista. Se podía sentir la electricidad en el ambiente. Sucedió
algo. Se pasaron toda la noche hablando como si se conocieran
de siempre. Se miraron como diciendo: “Bueno, ¿y ahora qué?
¿Pasamos del postre y vamos directamente a casa?” En sus
vidas no volvería a entrar nadie más; solo ellos dos, el uno
para el otro.»
El publicista Chris Poole poco menos que disfruta con solo
rememorarlo.
«Cuando David se coló por Iman, Alan Edwards y yo nos
miramos y soltamos: “¡Coco! ¡Vaya, esto puede ponerse
interesante! ¡A ver cómo avanza la cosa!” Coco odiaba a
Angie de manera malsana; no era ningún secreto y no lo
escondía. Estaba por ver cómo demonios se llevaría con esta:
una despampanante supermodelo negra, rica y mundialmente
famosa. Quién sabe. Coincidió que había unos meses de
descanso durante los cuales apenas los vimos, y más tarde todo
volvió a relanzarse; hora de que Tin Machine volviera a la
carretera.»
«La banda ensayaba en Dublín», recuerda Chris. «Era el
año 1991. Por entonces, casi puede decirse que Irlanda seguía
siendo el tercer mundo. Niños desamparados y descalzos por
las calles, caballos y carretas. Habíamos alquilado un estudio
cerrado, The Factory, en Ringsend, para que ensayasen.
Recibimos algunas visitas interesantes: Marianne Faithfull
vino hasta Dublín a ver a David durante uno de aquellos
ensayos. Y otra vez, un día que yo estaba con el papeleo en la
oficina y el grupo a lo suyo, resulta que recibo una llamada de
uno de los productores de Un horizonte muy lejano, el filme de
Tom Cruise y Nicole Kidman en donde ambos actores ponen
acento irlandés cerrado y que se estrenaría al año siguiente. El
director de la cinta fue Ron Howard 33 .
»El tipo al otro lado del teléfono me dice: “Hola. Soy
asistente de producción y tal y cual. Tom Cruise ha oído que
Bowie está en la ciudad, y el caso es que le gustaría poder
verlo y quedar con él.” ¡Quedar! Bien, pues allí me veo yo:
sentado en la oficina, esperando su llegada y conteniendo a
duras penas la risa. David y el grupo acabaron con lo que
estaban y pasaron al despacho. “Oye, David.” Traté de
mantener la seriedad. “Acabo de recibir una llamada de Tom
Cruise. Quiere pasarse por aquí. ¿Cómo lo ves?” A David no
se le escapaba ni una. “Mmm, no sé”, comentó con
socarronería. “Chicos, ¿vosotros qué opináis?” “Sí, vale”,
dijeron, con indiferencia.
»La localización en que estaban grabando aquella jornada
Tom y Nicole quedaba a solo diez minutos o un cuarto de hora
en coche de los estudios. Se lo hice saber. Al rato, una
limusina se planta en la puerta, se abre la puerta y sale Tom
Cruise —que viene directo hacia mí y se presenta sin el menor
atisbo de timidez para después presentarme a Nicole—. Los
conduje hasta el estudio de grabación. Y tomaron asiento en el
suelo con las piernas cruzadas, justo frente al grupo, y así
permanecieron una media hora. Sin abrir la boca. Solo
mirando el ensayo de David y los chicos. ¡Y luego se piraron!
»He conocido a prácticamente todas las grandes estrellas de
la industria de la música. Es como conocer a cualquier otra
persona. No obstante, siempre me ha parecido más difícil
moverse entre estrellas de cine. En la pantalla son colosales, y
en sus cabezas también. La razón por la que son diferentes al
resto de los mortales es porque ellos creen que lo son.»
Tin Machine volvió al trabajo durante siete meses más a contar
desde ese agosto; comenzaron su gira It’s My Life con algunos
bolos para calentar motores en The Factory, y clausuraron en
el Budokan de Tokio en febrero de 1992. Llegado el mes de
octubre, Iman se había comprometido con David y había
pasado a ser un elemento central y permanente. A Coco no le
quedaba más remedio que acostumbrarse. Los directivos de
EMI, mientras tanto, no veían con tan buenos ojos la idea de
un segundo disco de Tin Machine, dada la tibia acogida que
había tenido el primero.
«De modo que David firmó un pormenorizado contrato
para la banda con Phil Carson en Victory Records» 34 , dice
Chris. «Sabía lo que quería, tanto personal como
profesionalmente. Siempre era así. Entonces me dio por pensar
que no era humano en el sentido en que lo éramos los demás.
Era obsesivo con todo. Por veces casi diría que arrogante
respecto a su propia música, aunque al mismo tiempo estaba
lleno de inseguridades. Ahora, su vida parecía consumirse al
intentar estar al día de todo cuanto se movía en la escena
musical y cultural; casi como si le desesperase la idea de
quedarse atrás. En el ámbito privado, era extremadamente
celoso de su intimidad, y en cambio había vendido el reportaje
de su boda a Hello! He ahí un ejemplo de a lo que me refiero.
Las contradicciones me dejaban perplejo.
»¿De verdad alguien lo conocía? No apostaría a que sí.
¿Coco? Solo hasta cierto punto. ¿Iman? Eran marido y mujer,
vivían juntos; eso es otra dimensión. Fuera de su matrimonio,
que era sólido y único, no creo que nadie más lograse en
verdad estar cerca de él. Por otro lado, eso era justamente lo
que él quería.»
Durante los conciertos de Tin Machine en Alemania, Chris
pudo ver con sus propios ojos, inesperadamente, que los
rumores más íntimos que corrían sobre Bowie no eran
infundados.
«Fue durante un descanso. Estábamos de vuelta en el hotel
y yo me pasé por el gimnasio para nadar un poco. Quería ir al
solárium, pero había una sola cabina y estaba ocupada. Me
senté a esperar. Después de un tiempo que me pareció una
eternidad, cuando estaba a punto de desistir, se abre la tapa y
David sale de la cabina, completamente desnudo. Era como
ver a Apolo alzándose sobre las aguas al rayar el día. Irradiaba
luz. Y pude comprobar con mis propios ojos, a un palmo de
narices, que era cierto todo cuanto había llegado a mis oídos
respecto a su famoso apéndice.»

27. En los noventa, Palmer seguiría adentrándose en el mundo de la música


alternativa, trabajando con bandas como Pearl Jam y The House of Love —cuyo
líder y principal compositor, Guy Chadwick, es el padre de Cydney, la mejor amiga
de Mia, la hija de la autora de este libro, desde los días de colegio—. En su propio
estudio en Los Ángeles, Palmer mezcló el álbum de U2 All That You Can’t Leave
Behind y produjo, entre otros muchos, el disco Down to Earth de Ozzy Osbourne.
Mudó su residencia a Austin, Texas, en 2009, en donde trabaja con grupos locales.
28. John Pasche es famoso por haber sido el diseñador del logo de los Rolling de
los labios y la lengua —tal vez el logo más reconocible de la historia del rock—
siendo estudiante de posgrado en la Royal College of Art en 1970; se lo vendió por
un total de 50 £. Con el tiempo, renegociaría los derechos de autoría, que más
adelante vendería por un montante en pago único. En 2008, el museo V&A
adquirió sus dibujos originales del logo en cuestión por algo más de 50.000 libras.
Dijo haber vendido su trabajo hecho a mano para costear la educación privada de su
hijo. «Pasche-imodo», que es como de manera afectuosa le llamaban en la oficina,
también realizó diseños para Hendrix, McCartney, The Who, The Stranglers y
Bowie.
29. Alan Edwards trabajó con Bowie durante 35 años, y sigue siendo el
representante de su familia y de sus bienes.
30. Melissa Hurley tiempo después se casaría con el actor estadounidense Patrick
Cassidy, hijo de la actriz Shirley Jones y medio hermano del ídolo pop de los
setenta David Cassidy. Tiene dos niños, Cole y Jack. La familia vive en Vermont.
Patrick es conocido por su trabajo en el teatro musical, tanto por las obras con que
sale de gira como por las que interpreta en Broadway. Melissa ha aparecido en las
películas Sr. y Sra. Smith, Perseguido (con Arnold Schwarzenegger) y Cinderella.
31. Merthyr Tydfil es también el lugar en donde se encuentran los orígenes
familiares de los Osmond. Los ancestros del grupo abandonaron el pueblo en 1868
para establecerse en Utah, el oeste de EE. UU., conocida por su asentamiento de
mormones. La conexión les viene a través de su difunta madre Olive. En 2005, la
productora Yellow Duck sacó adelante una película con Donny Osmond para la
BBC de Gales, para la cual le hicieron volar de vuelta a Merthyr. Allí, en Merthyr,
sus ancestros trabajaban en la metalurgia, y su trastatarabuelo, el doctor John
Martin, era cirujano jefe de la localidad.
32. Hasta la década de 1980, cuando Margaret Thatcher y Arthur Scargill, líder del
Sindicado Nacional de Mineros británico, se enfrentaron por el cierre de muchas
minas de carbón.
33. Ron Howard hizo el papel de Richie Cunningham, personaje principal, junto a
Fonzie, de la serie de televisión Happy Days, emitida durante largo tiempo.
34. El antiguo jefe de la división británica de Atlantic Records, quien más tarde fue
representante de Jimmy Page, Robert Plant, Paul Rogers, Foreigner, Motorhead,
Yes y otros. Carson se mudó a Estados Unidos en 1989 para llevar Victory Music,
de la firma JVC.
18
1992-1993

En noviembre de 1991, el amigo de toda la vida de David


además de colega y agitador de Montreux, Freddie Mercury,
perdía la vida a consecuencia de una bronconeumonía, pero,
yendo al motivo último, por culpa del SIDA. Para marcar su
defunción en el calendario, la magna obra de Queen Bohemian
Rhapsody salió como sencillo al llegar la Navidad. Escaló
hasta el número uno de las listas y recaudó alrededor de un
millón de libras que fueron a parar a The Terence Higgins
Trust AIDS, organización benéfica centrada en la lucha contra
el SIDA. Al abril siguiente, la otra cara del dolor: se ofició la
despedida del gran líder de Queen.
El estadio de Wembley acogió un concierto honorífico en el
que estuvieron presentes setenta mil fans y que fue descrito
como el mayor evento de rock en vivo de los noventa.
Prácticamente todo aquel que participó optó por interpretar
una canción de Queen. El espectáculo fue retransmitido para
mil millones de personas de setenta y seis países distintos, y la
grabación de vídeo corrió a cargo de David Mallet, con idea de
aprovecharlo para un futuro documental. Tuvo momentos
estelares, como cuando Elizabeth Taylor dio su pertinente
discurso acerca de la necesidad de prevenir la enfermedad; la
interpretación que Robert Plant hizo del tema «Crazy Little
Thing Called Love» y de «Innuendo»; cuando Roger Daltrey
se atrevió con «I Want It All»; Liza Minnelli cantando «We
Are the Champions»; George Michael interpretando la canción
preferida de la madre de Freddie, «Somebody to Love», y
David unido a Annie Lennox, obviamente, para el tema
«Under Pressure».
Quien fuera que decidió que Queen, Joe Elliot y Slash
deberían interpretar «Tie Your Mother Down», estaba
inspirado. Cabe imaginar a Slash observando en silencio a
Bowie entre bambalinas: «¡Te tiraste a mi madre!»
Conmovedor, también, el sonido y la visión de David y Mick
Ronson reunidos, algo acrecentado por Roger Taylor, Brian
May y un afectado John Deacon. Sería el último concierto de
John junto a sus viejos compañeros de grupo. Nunca llegó a
recuperarse de la muerte de Freddie.
David homenajeó a todos los músicos de los sesenta y de
los setenta que nos habían dejado: «Tocábamos en las mismas
salas, nos acostábamos con muchas de las mismas
personas…», y aludió a T. Rex y a los Rolling Stones. Ellos
tocaron el regalo de David a la banda Mott the Hoople, «All
the Young Dudes», con Ian Hunter como cantante. Más tarde,
Ronson y él se lanzaron, inevitablemente, a tocar «Heroes».
David, en los días posteriores a su boda por lo civil, era el
vivo retrato del individuo sano: ligeramente bronceado,
esbelto, repeinado, vestido con un traje de chaqueta corta
verde, camisa a rayas azules y corbata verdiamarilla. Ronson,
por el contrario, tenía un aspecto demacrado, vestido con una
camisa blanca sin alardes y sin corbata, desgarbado. Estaba
muy enfermo de cáncer hepático. ¿Quién podría haber
adivinado que, en una cruel ironía del destino, sería esa la
misma enfermedad que veintitrés años después acabase con
David? La actuación de Mick, hacia el final, rayó un gran
nivel. Parecía encantado de estar allí. Pero cuando el famoso
«no cristiano» David se puso de rodillas para recitar un
padrenuestro justo en frente de él al acabar la canción, cundió
el desconcierto.
«Decidí que lo haría cuando solo quedaban cinco minutos
para subir a escena», explicó David a la fenecida revista Arena
al año siguiente. «Coco y yo teníamos un amigo llamado Craig
que se estaba muriendo de SIDA. Aquel día había entrado en
coma. Y justo antes de subirme al escenario, algo en mí me
dijo que debía recitar un padrenuestro.»
Lo que haría a continuación sería una bofetada a los libros.
«En la música rock… los rezos no tienen cabida; sin
embargo, opino que buena parte de las canciones que escribe
la gente son precisamente oraciones. Muchos de mis temas son
plegarias con las que busco encontrarme a mí mismo. A nivel
personal, tengo una creencia imperecedera en la existencia de
Dios. Para mí, es incuestionable.
»… Al echar la vista atrás y ver lo que he hecho en mi vida,
me doy cuenta de que gran parte de lo que creía espíritu de
aventura era en verdad la búsqueda de una tenue conexión con
Dios. Nunca he dejado de investigar, de tratar de averiguar por
qué funcionan las religiones y qué ve en ellas la gente. Y
siempre fluctué entre uno y otro conjunto de valores y
creencias, hasta llegar a un punto bastante inconsistente a
mediados de los setenta, momento en que desarrollé
fascinación por la magia negra… Y pese a que estoy seguro de
que había una fuerza diabólica que tiraba de mí, no se trataba
de una búsqueda del demonio. La esperanza es la que me
traslada señales que podrían conducirme a algún lugar.»
Cuatro días después, David e Iman Abdulmajid, de treinta y
seis años, se casaron en el registro civil del ayuntamiento de
Lausana. Con tres divorcios a sus espaldas, y dado que Iman
es musulmana, legalmente no tenían la posibilidad de casarse
por el rito cristiano. La breve ceremonia civil contó con dos
testigos pero ningún invitado. A sus etiquetas «queer»,
«bisexual» y «freak», David podía añadir una nueva y de más
alto rango: «promotor del mestizaje». Le gustaba mucho saber
que, en cosa de un siglo, el matrimonio interracial había
pasado de ser ilegal en muchas partes del mundo a ser
claramente un tabú, más tarde sencillamente desaprobado, y
para cuando él se unió a la partida, relativamente poco
habitual. Conforme iba cumpliendo años, pasaría a ser algo
corriente, la esperada realización de la profecía de la banda
Blue Mink en el tema «Melting Pot».
Algunas semanas más tarde, a eso le seguiría un servicio
religioso con su correspondiente ceremonial, reafirmación de
los votos y bendiciones en la neogótica, episcopal y americana
Iglesia de San Jaime de Florencia, en la región de Toscana.
¿En dónde sino en la capital mundial del arte renacentista, la
cuna de la ópera, allí en donde Galileo colocó los cimientos de
la astronomía, en donde Giotto, Botticelli, Miguel Ángel y
Leonardo da Vinci crearon las grandes obras de su tiempo, en
donde Dante, Petrarca y Boccaccio escribieron la Historia, en
donde… en fin, francamente, a donde sino allí podía ir Bowie?
Como cada una de las decisiones que había tomado hasta
entonces, era una declaración en toda regla. Florencia tiene
encanto, es misteriosa y eterna. Así sería aquel matrimonio.
Una vez que David la esposara.
Iman y su cortejo nupcial se presentaron en Florencia días
antes del evento para ultimar los preparativos. David y su hijo,
tras haber pasado la semana anterior en Mustique, con ocasión
del veintiún cumpleaños de Joe/Duncan, aparecieron en Italia
el día antes.
«Hubo algún que otro contratiempo menor, sobre todo un
episodio tenso la noche previa al casamiento», recuerda el
publicista Chris Poole.
«¡Todo pudo haberse ido al garete! Teníamos un acuerdo
con [el fotógrafo] Brian Aris para que sacase todas las
fotografías para Hello! La víspera de la ceremonia, toda la
comitiva de la boda estaba cenando en el hotel, Villa La
Massa, un grandioso palacete Medici del XVI levantado sobre
las colinas toscanas, a orillas del Arno, a unas diez millas de la
iglesia, con una terraza con vistas al río.
»David había alquilado todas las habitaciones, de modo que
el conjunto de los huéspedes eran invitados suyos. De repente,
la hecatombe. Brian la armó bien gorda porque el filete tártaro
que había pedido no estaba a su gusto. Creó tal alboroto que
desquició a la gerencia del lugar… y se montó una
monumental; estuvieron a punto de echar a todos los
huéspedes de David —quiere esto decir que no habría quedado
nadie, ¡y la recepción de boda del día siguiente habría sido
cancelada!—. El caos reinó durante algunos minutos; el
temperamento italiano había sacado a relucir lo mejor de cada
uno. No creí que David fuera a perdonar a Brian. No obstante,
Brian siguió como responsable de tomar las fotos al día
siguiente, tal y como se había acordado; y David volvería a
recurrir a él ocho años más tarde para que sacase las fotos de
su bebé en Nueva York, cuando nació Alexandria. Así que
bien está lo que bien acaba.»
David e Iman pasaron la noche del viernes en habitaciones
separadas.
La boda estaba fijada para las cuatro de la tarde del día
siguiente, sábado 6 de junio de 1992. Era una fecha señalada,
pues se trataba del vigésimo aniversario del lanzamiento de
The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from
Mars. El helicóptero que había estado dando vueltas sobre el
templo durante toda la mañana puso a locales y turistas sobre
la pista de que algo especial estaba a punto de suceder. ¡Cómo
les gusta a los italianos un buen teatro! A primera hora de la
tarde, una multitud entusiasta y enfervorecida se agolpaba en
el exterior de la iglesia, que tuvo que ser acordonada por la
policía y guardias de seguridad. Los novios llegaron en
vehículos distintos, escoltados por carabineros y motoristas en
la avanzadilla. Sirenas, luces intermitentes, gritos y alboroto,
atascos a lo largo de todo el camino. La pequeña Yoko Ono
casi es engullida por la turbamulta al poner un pie fuera del
minibús del hotel para entrar en la iglesia. Llovía, pero para
los astros aquello no era sino signo de buen agüero: se dice
que un día de boda con lluvia significa que el pasado queda
limpio, tabula rasa, unidad y fertilidad, y que simboliza las
últimas lágrimas que la novia derramará hasta el final de sus
días.
«Hacía un día gris y lluvioso», afirmó el fotógrafo Brian
Aris. «Pero como en cualquier cuento que se precie, el cielo
empezó a abrirse a medida que se acercaba la hora señalada…
y cuando salieron de la iglesia al acabar la ceremonia, el sol
brillaba con fuerza.»
Un banda formada por músicos italianos tocó música
clásica para acompañar la entrada de los invitados —todos
excepto Bono, de U2, que había perdido su vuelo desde
Dublín; por lo menos logró llegar a tiempo para la sesión de
fotos y la recepción—. Durante el servicio, volvieron a sonar
algunas piezas compuestas por el mismo David. 35 Seis
acomodadores comandados por Alan Edwards se ocuparon de
sentar a los invitados. La novia caminó hacia el altar cogida
del brazo de su padre Mohamed mientras sonaba el tema folk
búlgaro «Kalimankou Denkou» («La reunión vespertina»),
interpretado por la coral Le Mystère des Voix Bulgares. Su
dama de honor fue su mejor amiga Bethann Hardison 36 . El
siempre comedido hijo de David era su padrino. Con idéntico
color de piel y corte de pelo, podrían pasar por hermanos.
Ante el imponente altar de mármol blanco, bajo la
deslumbrante vidriera con más de una semejanza con el
majestuoso ventanal policromado en Haddon Hall, se
postraron frente al reverendo Mario Marziale durante los
cincuenta minutos que duró el oficio. Iman estaba espectacular
con su vestido de seda brillante Hervé Léger de color ostra,
con bellísimos diamantes, pendientes de perlas y un ramo de
lilas blancas. David lucía elegante, vestido por su amigo
Thierry Mugler, también presente, con esmoquin negro y
corbata blanca. Ambos parecían sobrecogidos durante el
tiempo que se prolongó la ceremonia, con David al borde del
llanto.
Entre los sesenta y ocho invitados, una colorida amalgama
de familia y amigos, estaban la vieja pareja de camaradas
Birgit y George Underwood, así como Geoff MacCormack,
que leyó el salmo 121; Coco Schwab; Brian y Anthea Eno,
Eric y Tanya Idle, Bono, Yoko Ono; la prima de David,
Kristina Amadeus, que leyó un fragmento de la Epístola a los
Corintios; los padres de Iman —su madre, Maryan Baadi 37 ,
estaba resplandeciente, ataviada con un vestido tradicional
africano rojo y dorado, en claro contraste con la madre de
David, Peggy, que llevaba puesto un vestido de botones y
manga larga blanco y negro, muy propio de la charity-shop
que hay en la High Street de Beckenham—. La hermana de
catorce años de Iman, Zulekha Haywood, junto a su segundo
marido, y sus hermanos Elias y Feisal. Desgraciadamente, su
hermana Nadia no había podido asistir, ya que su visado no
llegó a tiempo. La boda quedó para la posterioridad al salir
publicada en un completo reportaje de la revista Hello!;
digamos que fue el paradigma de los matrimonios entre
famosos. La llamada «curse of Hello!» [maldición de Hello!]
ha dado al traste con mucho de todo aquello. La publicación a
día de hoy otorga mucho más espacio a aspirantes a ser que a
quienes han sido o son. Por otro lado, la revista tuvo que
abonar dos millones de libras para hacerse con la exclusiva.
¿Sirvió la misa para confirmar un cambio espiritual en el
corazón de David, en la línea del padrenuestro que había
recitado de manera inesperada en el homenaje a Freddie
Mercury? ¿Era acaso una cuestión de seguir la tradición, a la
vista de que muchos no creyentes se casan por la iglesia? ¿O
tal vez quería David algo formal y fotogénico que enterrara de
una vez por todas el fantasma de Angie y que al mismo tiempo
sirviera para borrar para siempre el recuerdo de aquella boda
de baratillo en los setenta y su sórdido trío a modo de preludio
la noche anterior?
«Los papeles de nuestra unión ya estaban firmados»,
comentó David para la revista Hello!, «pero en el fondo
sabíamos que nuestro verdadero matrimonio, con la bendición
de Dios, debía tener lugar en una iglesia en Florencia».
«Casarme no hacía que pasara de ser musulmana a ser
cristiana», insistió Iman.
Sin embargo, el mensaje de David parecía inequívoco. Si
bien habría de cuestionarlo una y otra vez en sus futuras letras,
y pese a que claramente no las tenía todas consigo y se
mostraba inseguro en sus opiniones respecto a la «religión
organizada», la emotiva introducción que redactó para el libro
de su esposa publicado en 2001 con el título I Am Iman —en
esencia, un exquisito libro con fotografías de gran formato en
el que se criticaba el racismo y el sexismo existentes en el
mundo de la moda y las industria relacionadas con la belleza
— parecía confirmar un genuino despertar espiritual. En el
preámbulo, se identifica como cristiano.
Invito a cualquiera que todavía dude a escuchar la letra del
tema «Lazarus» de su último disco, Blackstar, lanzado en
enero de 2016. En las últimas fotografías en vida, estaba
gravemente enfermo pero rebosante de alegría; controlaba el
modo en que el mundo veía su final. El desgarrador tuit de
Iman en el momento de fallecer su esposo rezaba: «La lucha es
real, pero también lo es Dios.»
La letra de «Word on a Wing», de su álbum de 1975 Station
to Station, vuelve de nuevo a mi cabeza; se trata del tema que
cierra una de las caras:
Lord, I kneel and offer you my word on a wing,
And I’m trying hard to fit among your scheme of
things.
[Señor, me arrodillo y esperanzado te ofrezco mi
palabra,
y me esfuerzo para encajar en tu visión del mundo.]
Más tarde subrayaría que, si hubiera tenido que elegir entre su
matrimonio y su carrera, su matrimonio se habría llevado la
palma… de calle.
David e Iman salieron juntos de la misa en un Mercedes Benz
azul oscuro de cuatro puertas. Los recibió un opulento
banquete en la de nuevo tranquila Villa La Massa. Los
invitados habían tomado asiento en ocho mesas; a la cena
siguió un despliegue de fuegos artificiales sobre el río que
anunciaba la tradicional discoteca de boda. El estilista Teddy
Antolin, responsable de los peinados de David e Iman aquel
día, estaba en la gloria.
«David estaba muy feliz», comentó entusiasmado. «Nunca
antes había lucido tan bien, estaba elegantísimo. Pronunció un
discurso, y tras la cena hubo baile. David había elaborado una
lista de reproducción estupenda, con música disco y dance, y
con algunos temas suyos, pero no demasiados. Fue una fiesta
muy buena.»
No había quien siguiera el ritmo de los Jones. Se largaron al
Lejano Oriente de luna de miel, zarpando al ocaso hacia un
destino en el que vivir felices por siempre jamás. Y así fue.
Nosotros, los que transitábamos en la órbita de David, los que
coincidimos con él de gira, charlábamos brevemente con el
artista, quedábamos, los que sentíamos el calor de los focos
que lo iluminaban y que habíamos sido agraciados con poder
disfrutar de su magia de primera mano, éramos ahora el
pasado.
No tenía nada que ver conmigo, por supuesto. Pero sí sentí
como si una puerta se hubiera cerrado de golpe. Cuando algo
se cierra sin posibilidad de volver a abrirse, tendemos a añorar
lo que ya no está a nuestro alcance del otro lado. Me vi
aquellos días, semanas y meses pensando cada vez más en el
viejo David, ¿o acaso más bien debería decir en el joven
David?, en el chico empeñado en triunfar que conocí en
Beckenham hacía tantos años. El larguirucho y petulante
chaval de veintidós al que de inmediato creí que podía decirle
lo que fuera, que se reía infantilmente de las mismas cosas que
yo, al que le hacía gracia lo mismo que a mí, el grosero e
irreverente hacia la misma gente. ¿Dónde estaba ahora ese
David? Ah, pero el matrimonio no es como el pasado… Un
país extranjero. Ahí las cosas se hacen de otro modo. 38 Con
una población ínfima y un territorio impenetrable, se rige por
sus propias normas y tiene su exclusivo código de conducta.
Se vale por sí mismo y se regodea en sus propias miserias. No
recibe con agrado a los intrusos. Es una misión que se lleva a
cabo en una bicicleta para dos, en tándem.
No deja de ser absurdo, pero lo cierto es que pasé por una
depresión. Ahora sé que lo que me sucedía es que estaba triste
con mi propia vida. Por todo lo que había sido y que pronto
dejaría de ser para siempre. También yo estaba a punto de
volver a casarme y de tener dos hijos más. Basta imaginar a la
errante chica del rock encadenada al fregadero de la cocina,
una acomodada madre de tres niños. Hora de dejar el bosque
de Neverwood, de repantigarse fuera de su lago, de crecer. No
quería. Daba la impresión de tener la situación bajo control,
pero por debajo libraba una batalla identitaria. Oía cada vez
más lejos los ecos del País de Nunca Jamás, veía partir el
barco pirata. Tenía un sueño recurrente: la bandera pirata
ondeaba en medio de la tormenta y el héroe era arrastrado y
metido en la bodega de Davy Jones 39 . El David que él ya no
era.
¿O era yo? Los niños perdidos me visitaban en sueños cada
noche: hermanos, primos, numerosos amigos varones, colegas
y conocidos del pasado que se habían casado, establecido y
desaparecido. ¿Dónde estaba ahora? Quizá no se pueda culpar
a una esposa por no querer ver a algunas mujeres del pasado
de su marido. Pues así era entonces. De qué manera se las
arregló Coco para mantenerse aferrada durante tantos años a
él, era sencillamente un misterio. De nuevo, ya que Bowie se
negaba a tener móvil, ella desempeñó un papel esencial: era su
móvil. ¿O había algo más?
Se suele considerar que con la madurez sale a relucir el
verdadero yo, por más que nos esforcemos en impedirlo. Es
posible que yo no fuera sino víctima de mí misma. No
podemos evitar el luto por la juventud que se nos escapa entre
los dedos. Podemos o bien ignorarlo o bien afrontarlo. Yo me
impuse un deber. Resolví poner las cosas en perspectiva. Llevé
a cabo un esfuerzo enorme en aras de ver a las estrellas del
rock como realmente eran: una versión extrema del resto de
nosotros, aunque con mucho más dinero. Como individuos con
la capacidad para colmar sus antojos y caprichos más
insospechados, montarse en cuantos trenes, barcos y aviones
les venga en gana, con destino a las más remotas regiones;
individuos que pueden adquirir y edificar casas de ensueño,
comprar voluntades y personas, hacer lo que les plazca en cada
momento. Me obligué a pensar en ellos en términos reales,
como productos de una infancia desestructurada, con sus
necesidades e inseguridades; y también de un modo abstracto,
como maravillosos torbellinos con el talento y la creatividad
suficiente para hacer vibrar a la humanidad.
Finalmente, llegué a verlos como los veo a día de hoy:
como, tal vez, el eslabón más extraño jamás concebido de la
raza humana. Y pese a todo, ¿en qué cabeza cabe
desvincularse por completo de sus extraordinarios coros y
versos surgidos de la nada, de sus mágicas letras y melodías,
de sus estrafalarias e indescifrables personalidades y de sus
estilos de vida perniciosos y propensos a la adicción… de
todas las características que a mí, comparada con ellos, me
hacen «normal»? No, eso no. Había comenzado a escribir
sobre tan extraordinaria estirpe, en primer lugar precisamente
porque yo nunca había albergado la esperanza de convertirme
en una de ellos. Y, sin embargo, deseaba comprender. Había
empezado por David, porque, por el motivo que fuera, él no se
había dado cuenta de que había dado un giro, lo cual me había
hecho trastabillar, me había hecho caer a trompicones por la
madriguera de conejos y me había hecho aterrizar aquí; a mí, a
una intrusa en su imposible País de las Maravillas. El
problema era que todavía no me había llegado a aburrir.
No mucho después de haberse casado, aconsejado por un
nuevo y muy astuto asesor financiero con amplia experiencia
en la industria periodística y del entretenimiento, y con quien
en fechas recientes yo misma he tenido ocasión de trabajar,
David adquirió una propiedad de más de doscientas sesenta
hectáreas a las afueras de Dublín. Desde 1969, la Hacienda
irlandesa deja exentos a nivel tributario los royalties ganados
por músicos, escritores y demás artistas. Cuando Irlanda puso
techo a esa exención en 2007, algunos artistas como los
miembros de U2 trasladaron sus compañías a los Países Bajos.
También en la década de 1990, David hizo una fuerte
inversión en un nuevo complejo de esquí. Cuando empezó a
aparecer por el club nocturno de Marcus Bratter Farm Club en
su hotel Nevaï, se dispararon los cotilleos.
Me encontraría con él algunas veces más, brevemente y por
azar, en Nueva York, cuando yo estaba allí por trabajo. Un par
de años después, mientras tomábamos un café en su lugar
preferido de siempre, el Caffè Reggio de MacDougal Street,
mencionó que tenía en mente poner en el mercado su palacete,
el Château du Signal. Iman no tenía mayor interés por Suiza,
dijo. Le parecía frío y remoto, incluso en verano, y allí no
tenía mucho que hacer. Mustique también se traía lo suyo; no
me costó entender por qué motivo su esposa no veía con
buenos ojos que todo el servicio doméstico fuera negro.
«No se le habría ocurrido pensar que quisiera vivir allí», se
muestra de acuerdo George Underwood. «Para empezar, es
bastante limitado. Es un destino vacacional y para de contar.
David habló de instalar la última tecnología e instalarse allí
para escribir nuevos discos, pero, ¿quién iría a arreglarlo cada
vez que surgiera un problema? Una idea interesante, pero
sencillamente poco práctica. Además, el lugar es
tremendamente racista.
»Una vez que yo me encontraba allí, Arne Hasselqvist, 40 el
arquitecto sueco que había diseñado la casa, se pasó a cenar y
trató a los sirvientes como la mierda. No me gustó. Otra vez,
mientras paseaba, pasamos por el barrio en el que vivían las
personas del servicio doméstico… Era uno de esos
asentamientos de chabolas llenos de miseria y suciedad. Creo
que Iman tenía sobradas razones para decirle que se deshiciera
de la propiedad…, aunque es cierto que al final vendió la casa
por un valor muy inferior al que en verdad tenía, o eso me
pareció, considerando el trabajo y el empeño que David había
puesto en ella. Con madera importada de Indonesia y
antigüedades de Bali.»
En el futuro, se la conocería como la mujer de David Jones.
Iman declaró que se había enamorado de una persona, no de
una figura pública. Bowie era una creación que cobraba vida
tan solo bajo la luz de los focos. Ella tenía intención de llevar
un vida privada en la más estricta intimidad junto al hombre
oculto tras la máscara.
Pero ¿quién era ella, tras su propia máscara? Parte del
mundo la conocía como la chica de los anuncios televisivos de
Tia Maria. Corrían rumores, pero ¿de dónde había salido? ¿De
verdad era su historia tan exótica como su apariencia, o acaso
la mitología en torno a su figura era tan artificiosa como la que
envolvía a David?
Sí.
Iman Mohamed Abdulmajid nació en Mogadiscio
(Somalia), el 25 de julio de 1955. Nunca pretendió convertirse
en modelo, dijo: en su país, ni siquiera existía como profesión.
«En el lugar del que yo procedo, ser modelo no es un trabajo,
así que nunca aspiré a ser tal cosa. Mi intención siempre fue
acercarme al mundo de la moda a modo de movimiento
comercial, como trampolín hacia algo más.»
Cuando el prestigioso artista norteamericano, fotógrafo de
naturaleza salvaje y autor Peter Beard la descubrió en Kenya,
Iman era una estudiante adolescente casada con un profesor de
Ciencias Políticas de la Universidad de Nairobi. Permitió a
Beard sacarle algunas instantáneas que el fotógrafo, de regreso
en Nueva York, llevó a la agencia de modelos Wilhelmina. Los
responsables de la agencia quisieron concertar una entrevista
con Iman. Así pues, cuando aterrizó en América, la joven ya
era una sensación gracias a un artículo calculadamente
artificioso y estratégicamente publicado en un tabloide
neoyorquino. Beard e Iman trabajaron codo a codo en la
creación de un mito: que se trataba de una sencilla, analfabeta
y gregaria mujer tribal salida de entre los arbustos (ellos
pusieron «reses»; las cabeceras sensacionalistas lo
transformaron en «cabras») a la que se le presentaba su gran
oportunidad.
A nivel de propaganda, difícil de rebatir. En realidad, Iman
era hija de un diplomático y doctor, capaz de hablar con
fluidez cinco idiomas y educada en exclusivos internados para
las élites.
«Mi madre era activista, y también mi padre», rememoraría
Iman en una entrevista con Carol Cadwalladr publicada en The
Guardian en junio de 2014, que llevó por título «I am the face
of a refugee» [Soy el rostro de un refugiado]. «Pertenecían a
una generación de jóvenes somalíes implicados de manera
activa en la causa independentista de los somalíes en 1960. Me
acuerdo del ajetreo que reinaba en mi casa cuando tenía cinco
años. Había gente que se presentaba allí a mitad de la noche,
se celebraban infinidad de reuniones, actos de protesta y
demás…, y mi madre me inoculó la idea de que nadie puede
dañar tu autoestima a no ser que tú se lo consientas.»
Iman era, por tanto, la cabrera más sofisticada de la
historia. Pero el ardid funcionó, tal y como esperaban.
«Mucha gente cree que Peter Beard, él solito, me utilizó,
que hizo de mí una víctima; pero no es cierto», insistía al
hablar del artista que en otra época estuvo casado con la
supermodelo Cheryl Tiegs. Conspirando desde el principio, así
arrancó su carrera internacional. Puso fin a su matrimonio con
un empresario somalí, y en 1977 se convirtió en la novia de la
estrella de cine Warren Beatty. Más tarde, aquel mismo año, se
casó con el jugador de baloncesto Spencer Haywood, dio a luz
a su hija al año siguiente y acabó divorciándose de él una
década después. En la cumbre de su carrera, ganaba millones,
pero abandonó el mundo de la moda cuando aún estaba en lo
alto, antes de que la cruel industria de la belleza se deshiciera
de ella irremediablemente. Ya estaba retirada cuando conoció a
David.
Justo al final de su luna de miel acompañó a un equipo de
rodaje de la BBC a Somalia para grabar su desgarrador
documental Somalia Diary, con la intención de concienciar de
la guerra, la sequía y la hambruna que asolaban su patria. A
mediados de los noventa lanzaría la marca de cosméticos Iman
para mujeres de color; y en el 2000, año del nacimiento de la
hija de la pareja (pretendida y esperada durante años),
Alexandria-Zahra Jones, presentaría su nueva línea de
maquillaje, I-Iman Make-Up.
«Al principio, no me tragué el asunto de Iman», dice el
productor independiente de la industria del entretenimiento y
acreditado psicoterapeuta Richard Hughes, que ha llevado a
cabo numerosos estudios sobre celebridades de cine y
televisión. «Evidentemente, ambos se habían enamorado, pero
esa relación parecía demasiado buena para ser real, casi como
un truco publicitario. Muchos éramos escépticos, pero el
tiempo se encargó de demostrar que estábamos equivocados.
Aun así, es hoy el día en que no dejo de darle vueltas. La
personalidad de él parece que viró por completo. Es como si
hubiera trazado una línea respecto a su pasado, con todo lo que
había luchado para conseguir llegar a ser quien era, y ahora
permitiera que ella tomase el control. Dejó que vendiera sus
casas —propiedades en las que había invertido una
considerable cantidad de tiempo, dinero y emoción, lugares
que le importaban— para de ese modo comenzar una vida
totalmente nueva juntos, libre de las cargas del pasado. He ahí
una pauta de comportamiento clásica. Ella, orinando en las
esquinas, marcando territorio en lo que a él se refiere, dejando
su huella en cada cosa.
»Y entonces dejaron de estar en el candelero. Así, sin más.
Tenían su nueva vida, sus dominios privados, su fabuloso
apartamento de Nueva York, estaban protegidos. Ya no había
forma de entrometerse. Era ellos dos contra el mundo. Me
sorprende que sus fans nunca se revelaran contra él. Pues
desde aquel instante, ya no volvió a crear música de primer
nivel. Sí que sacaría nuevo disco cada par de años, pero discos
sin grandes pretensiones, de relleno. Para cuando llegó la gira
que a la postre sería la de su despedida, sus días de
megaestrella eran pasado.»
Richard, al igual que millones de personas, no podía evitar
sentirse defraudado por Bowie.
«Desde luego que me sentí así. Y recordé las otras veces
que en el pasado me había decepcionado. Yo iba a un
internado para chicos cuando me enteré de su existencia. Entré
en su música con Aladdin Sane. Crecí sabiendo que era “gay”
o “bisexual”, si bien había en ello algo que no parecía
auténtico; como si se tratara más bien de una pose. Al menos
con Freddie Mercury uno sabía a qué atenerse. Por más que
hiciera por disimularlo, uno simplemente sabía que era gay.
Cuando David inició su etapa Let’s Dance, me cautivó su look.
Le copié esa imagen pija, encorvada, con traje de lino, solapas
caídas, grandes hombreras y pelo a lo indie. La gente me decía
que era calcado a él. Pero fue entonces cuando me percaté de
que había una capa de tristeza en Bowie, una melancolía que
ni el vigor de su música podía disimular.»
Richard odiaba particularmente la grabación para Live Aid
que David hizo junto a Mick Jagger.
«Encarnaba esa característica de los ochenta tan
pretenciosa, cutre y poco interesante de quedarse en medio de
ninguna parte. Los rumores de que Bowie y Jagger se
acostaban juntos habían llegado a oídos de todos, pero yo
nunca me los creí. Para mí, eran como dos colegiales
calenturientos que lo mismo se chinchaban que se sobaban,
pero que, en definitiva, no querían más que hincarle el diente a
una chavala. En aquella época, me decepcionó la música y
cuanto representaba. En los últimos años setenta y los
primeros ochenta, destacaba la gente que se esforzaba por
mantener la mente abierta.
»Luego llegó el SIDA, y vuelta a dejarse la ropa interior
puesta. David Bowie se volvió conservador. De nuevo, me
defraudó. En los noventa adoptó la estética del pop británico,
con su parka y su flequillo. No resultaba tan interesante. Y, de
nuevo, no se le veía genuino. Me aparté de su música. Nada de
cuanto sacó me dijo nada hasta pasados muchos años. Y
entonces, de pronto, como salidos de la nada, dos álbumes
definitivos. ¡Chúpate esa!»
Dice que aún hoy se pregunta: ¿Qué hizo David durante
veintitantos años con Iman?
«Se enclaustraron juntos. Buscaron incesantemente un hijo,
recurrieron a la fecundación in vitro, incluso llegaron a hablar
de adoptar, y entonces, justo a tiempo, concibieron el suyo.
Luego hizo la de John Lennon, agazapado en Nueva York:
“Cocer pan y criar al bebé.” Se embobó con su niña: los padres
suelen tener esa increíble conexión con sus hijas pequeñas.
Curiosamente, Freud no ha perdido vigencia.»
Por muy decepcionados que pudieran sentirse sus fans, esta
era una versión fresca, limpia, asentada, serena y renacida del
Bowie de los noventa. ¿Estaría su música a la altura? Para
empezar, sí. El conocido como «álbum de boda», Black Tie
White Noise, fue producido por Nile Rodgers y creado en los
estudios Mountain. Apareció bajo un nuevo sello discográfico,
Savage, y debutó en el número uno. Tanto el disco como la
compañía tuvieron una vida efímera. Respecto a esa serie de
canciones, cundía la sensación de que eran como un tablero de
corcho demasiado lleno; demasiadas imágenes, insuficientes
chinchetas, un exceso de temas, reflexiones e influencias.
Contenía las canciones para el malogrado Terry, en concreto la
deslumbrante «Jump They Say». He ahí una nueva dosis de
nostalgia, una mirada atrás, a un tiempo en que todavía podía
esperarlo todo.
Mick Ronson fue el guitarrista invitado para la grabación,
ahora que David y él volvían a relacionarse. Sin embargo,
Ronson se encaminaba hacia las sombras, se desvanecía
literalmente delante de sus ojos. La culminación del círculo, la
consecución del cierre, el último gran aliento. Ese final, triste
contribución del Spider de pelo plateado, fue simplemente
como creyeron que sería. Los abandonaría complacido. Pocas
semanas después del lanzamiento del disco, Mick Ronson
había muerto.

35. Parte de su música aparecería en el siguiente álbum, Black Tie White Noise.
36. Tras ser modelo durante los años sesenta y setenta, la señorita Hardison pasó a
diseñar ropa de baño, a producir eventos de moda y a gestionar su propia agencia de
modelos en Nueva York; además, junto con Iman, fue fundadora del grupo activista
Black Girls’ Coalition, que tenía por objeto concienciar a la sociedad sobre diversos
temas, que abarcaban desde la indigencia hasta el racismo en la publicidad.
Asimismo, ejerció como protectora de Naomi Campbell, cuando la modelo, siendo
todavía adolescente, llegó a la ciudad de Nueva York.
37. Iman perdería a su madre tan solo dos meses después de la muerte de David.
38. El mensajero, L. P. Hartley.
39. La primera referencia la hace Daniel Defoe en Four Years Voyages of Capt.
George Roberts en 1726. Davy Jones también aparece en la obra de Tobias Smollett
Las aventuras de Peregrine Pickle, de 1751. Se le presenta como un híbrido entre el
Jonás bíblico y David Jones, un pirata real que vivió en el océano Índico en la
década de 1630. También se dijo que estuvo inspirado en Dewi Sant, san David de
Gales, a quien se encomendaban los marineros galeses, y el Jones nuevamente
bebería de Jonás. Herman Melville, Charles Dickens, R. L. Stevenson, J. M. Barrie
y muchos otros escribieron sobre Davy Jones; lo mismo hizo McCartney en su tema
musical «Morse Moose and the Grey Goose», incluido en el álbum de 1978 para la
banda Wings titulado London Town.
40. En febrero de 2001, Hasselqvist, de 63 años, y su hijo Lukus, de 23, fueron
hallados sin vida en su apartamento de Nassau (Bahamas), tras conseguir apagar un
fuego con la ayuda de extintores. El célebre arquitecto había vivido y trabajado en
Mustique durante muchos años, diseñando y edificando mansiones para Su Alteza
Real la princesa Margarita, Tommy Hilfiger y Mick Jagger, además de para David.
AUTÉNTICO
NEOYORQUINO
19
1993-1997

¿Cómo fue la vida cotidiana de David a mediados de los


noventa? No era más que un viejo marido, te respondería él.
Cuando no estaba encima de un escenario, pasaba la mayor
parte del tiempo trabajando —tanto en el estudio como en su
casa—. Realizaba entrevistas para una revista británica de
artes a la que estaba ligado. Escribía canciones. Se encontró
con que disponía de más tiempo que nunca para dedicar a
familia y amigos. Si bien antaño había sido «horrible» a la
hora de mantener el contacto con la gente, ahora se le daba de
maravilla. Sus amigos eran sobre todo escritores, pintores y
músicos, aunque se mantenía alejado de la industria musical.
Le había tomado un gran cariño al centro de la ciudad de
Nueva York, cuya naturaleza bohemia le parecía fascinante.
Había simplificado su vida y reducido sus múltiples casas a
una sola. Iman y él viajaban regularmente, a menudo a
Indonesia. No lograba comprender aquel país, decía, motivo
por el cual le gustaba tanto.
¿Pero qué era lo que buscaba en aquellos días?
«Destellos de esperanza. Personalmente, me hace falta
esperanza. Deseo que mi familia tenga una vida alegre y
plena.»
Pese a la percepción generalizada de que David sencillamente
«se había apartado del camino», y de que en el aspecto
musical se había ido diluyendo tras su matrimonio con Iman,
él no lo veía así, al igual que sus auténticos fans. Mientras se
ridiculizaba a las bandas de rock del año de la polca por hacer
refritos del pasado, por apostar sobre seguro a la hora de
organizar giras «de regreso», por emprender lo que anunciaban
como la «última» salida y sacar nuevas recopilaciones de
grandes éxitos —¿acaso no, Tina, Rod, Macca, Elton y demás
artistas…? ¿Qué demonios habían aportado los Stones al
panorama musical desde su Exile on Main Street de 1972?—,
al menos David hacía cuanto estaba en su mano por situarse a
un lado y observar qué se cocía. Se empaparía de un poco de
cada cosa, como muchos otros se habían contagiado de él.
Con Madonna, Michael Jackson, las Spice Girls, los
Backstreet Boys y tantos otros chicos y chicas, los noventa
vivieron el despegue del rock alternativo y la música grabada
por estudios independientes, que se plantó con éxito en la
arena comercial gracias a nuevos sellos indie. La escena
palpitaba gracias a los subgéneros, al compás del punk,
incluidos el britpop, indie pop, indie rock, rock gótico y
grunge. A medida que evolucionaba, lo «alternativo» se
convirtió en el paraguas bajo el que tales músicas adquirían
notoriedad a gran escala, produciéndose por tanto una
contradictio in terminis. Se extendió por todo Estados Unidos
el college rock. Una vez más, la historia volvía a repetirse
retomando los sonidos de los sesenta, cuando The Velvet
Underground e Iggy and the Stooges eran los «alternativos», y
Bowie, T. Rex, Can, Neu, Kraftwerk, The New York Dolls y
similares tomaron el testigo y echaron a correr. Donde las dan,
las toman.
Dar y tomar. Siendo justos, ¿qué habría sido de Gary
Numan o del grupo The Smiths sin Bowie? La escritura de
canciones con aire glam de los setenta de Morrissey and Marr,
discípulos del imperecedero David, no habría sido la misma.
¿Y qué hay de U2? Cuando la banda se quedó sin fuelle tras
Rattle & Hum, sus miembros se escabulleron al estudio Hansa
de Berlín para reelaborar su sonido, tal cual había hecho David
con su «trilogía». Joy Division, más de lo mismo, y, por cierto,
originalmente se hacían llamar Warsaw por la canción
homónima de Bowie y estaban fuertemente influenciados por
los discos de Berlín de David. El compositor minimalista
Philip Glass creó sinfonías en homenaje a dos temas suyos,
«Low» y «Heroes». Nirvana, The Killers, Vanilla Ice tomaron
prestada la base de «Under Pressure» para su hit «Ice Ice
Baby». Y, aún por llegar, nombres como el de Kanye West,
con su enfoque multidisciplinar, y Lady Gaga. Deberíamos
haberlo visto llegar.
Al echar un vistazo a los discos compactos, constato que
R.E.M. era lo más, habida cuenta de su Automatic for the
People, que pasa por ser su mayor disco de fusión, y de la
mayoría de sus trabajos, a los que (al menos en esta casa)
tardamos en darle el valor que merecen. Fueron pioneros en el
género y abrieron camino para Nirvana, los Pixies, Pearl Jam o
They Might be Giants. Vimos el auge de Nine Inch Nails, The
Smashing Pumpkins y Hole. Nos obsesionamos con
Radiohead, de clara influencia Bowie. El periodo conocido
como Cool Britannia estaba ahí para quedarse, con Oasis,
Blur, Pulp y Suede a los mandos. Bret Anderson, cantante de
estos últimos, admitía ingenuo: «Bowie hizo nacer en mí una
gran ambición respecto al destino de la banda.»
¿Quién más? No Doubt, los Red Hot Chili Peppers (que en
los noventa eran superestrellas), Alice in Chains, Green Day,
Foo Fighters (formación que nació en 1994 a iniciativa del
batería Dave Grohl, tras el suicidio del líder de su banda,
Nirvana, es decir, de Kurt Cobain). «¡Decadencia punk!»,
exclamaban los tabloides. ¿Qué sabrían ellos?. Nihilista,
repetitivo y deprimente, ese era el mensaje. Cuanto peor,
mejor. Guitarras shred, metalcore, con toques de rock
progresivo, gótico y psicodelia. David se sumó a ello, a todo
ello.
1. Outside supuso el regreso desprovisto de sentimiento a
Brian Eno y al pianista Mike Garson como colaboradores, para
sacar otro álbum conceptual. David volvió sobre las ideas
distópicas que ya le habían preocupado en el pasado, esta vez
con el contexto del nuevo siglo, lo cual las situaba al borde de
la verosimilitud. Grabaron en el estudio Mountain de
Montreux y en la Hit Factory de Nueva York. Inspirados por
todo lo que habían leído acerca de un hospital psiquiátrico
puntero en Austria, David y Brian visitaron la clínica Maria
Gugging a las afueras de Viena en enero de 1994. El centro
había adquirido fama internacional a raíz del arte outsider, o
arte marginal creado por algunos de sus pacientes, los
conocidos como artistas del Gugging.
Fue el psiquiatra Leo Navratil quien concibió la idea de
pedir a los pacientes que dibujaran para él, de modo que sus
creaciones pudieran ayudarle a llegar a un diagnóstico. Un año
más tarde, se percató de que buena parte de ellos poseían un
talento artístico descomunal. Jean Dubuffet, el pintor, escultor
y campeón francés de «Art Brut», lo confirmó, y fue entonces
cuando se acuñó el término: arte en bruto. Navratil publicó su
primer libro sobre el tema, Esquizofrenia y arte, en 1965, hito
tras el cual muchos artistas vieneses se sintieron atraídos por el
Gugging. La primera exposición colectiva de los artistas-
pacientes tuvo lugar en 1970, y a partir de ese momento sus
trabajos serían mostrados con cierta regularidad en distintas
salas. El Centro de Arte y Psicoterapia se fundaría en 1981. A
día de hoy, la Haus der Künstler o Casa de los Artistas se
considera «el modelo a seguir para las reformas psiquiátricas
basadas en terapias artísticas como medio para la reinserción
de los pacientes en la sociedad.»
Esto sugiere toda clase de preguntas. Y, al fin y al cabo, a
toro pasado, parece que los médicos de Cane Hill que
invitaron a George Underwood a dibujar y pintar para ellos, no
iban tan desencaminados. Ojalá el malhadado Terry Burns
hubiera podido ser tratado con tan revolucionaria terapia.
Ojalá David hubiera descubierto el centro Gugging con
anterioridad, y ojalá se hubiera sentido capaz de promover que
su hermano fuera atendido en tan asombroso lugar.
1. Outside era tremendamente experimental. No se había
puesto ni una sola nota sobre el pentagrama antes de que la
banda se reuniera en el estudio. Eno reintrodujo su juegos de
cartas Oblique Strategies, un sistema llamado a actuar como
motor generador de ideas, y David incluso recurrió a un nuevo
programa, el «Verbasizer», de su ordenador Mac, que imitaba
la vieja técnica del cut-up para la composición de letras de
canciones. De este modo, lo que en verdad estaba haciendo era
promulgar una declaración: en lo sucesivo la tecnología se
erigiría en una fuerza dominante dentro de su música;
asimismo, manifestaba su intención de mantenerse informado
de los avances y el desarrollo tecnológicos. Quiso dejar bien
claro que no estaba dispuesto a quedarse atrás.
El resultado es, a grandes trazos, oscuro y siniestro; por
momentos, se trata de un álbum angustioso. Reflexivo,
excéntrico y triste, con un chorreo de música vocal y de ruidos
peculiares, evoca los efectos de sonido de algún tren fantasma
del litoral a medida que se aproxima a la dimensión de los
locos y trastornados. David añadiría más tarde locuciones
sueltas en las que se expresaba con el deje característico de la
música negra; en ellas aludía al misterioso asesinato sobre el
que había escrito para la revista Q hacia finales de 1994. La
pista que da título al disco, «The Hearts Filthy Lesson»
(escrito así, sin apóstrofe antes de la s en Hearts), es industrial,
controvertida y desagradable, la despectiva aproximación de
Bowie a los progresos en el mundo del arte. Saldría como
sencillo, junto a un polémico vídeo, pero no logró gran cosa.
El tema que cierra el álbum, «Strangers When We Meet»,
se grabó por vez primera en 1993 para la banda sonora The
Buddah of Suburbia. Esta nueva versión también se lanzó
como single, así como la reelaboración de estudio llevada a
cabo por Eno de «The Man Who Sold the World». Si entró en
las listas, fue muy de pasada.
You, you, you…, me fascinaba la letra de «Strangers When
We Meet». Y qué decir del título. Así me sentía yo cuando nos
tropezábamos por la calle.
El tour Outside se inició el 14 de septiembre de 1995 en
Hartford, Connecticut, con Prick, el grupo de rock industrial
de influencia glam y new-wave como banda de apoyo para el
primer espectáculo. Empezar una gira para promocionar un
álbum antes de que este exista es, desde luego, un movimiento
poco habitual, pero oye… Lo lanzó Virgin America, a día de
hoy una división de EMI, el 25 de septiembre, fecha en la que
el tour ya estaba en plena vorágine. No hubo un gran
despliegue para su presentación, más bien un acto reducido e
incluso cohibido; más parecido a un solar que a un decorado.
La apariencia de David se inclinó hacia el grunge, pero por lo
menos mostraba un trío de estupendas chaquetas
confeccionadas por Alexander McQueen. 1 Por toda América,
acompañado por su banda de apoyo (formada por sus leales
Carlos Alomar, Reeves Gabrels, Gail Ann Dorsey, Mike
Garson y otros), recibió la ayuda del músico Trent Reznor de
Nine Inch Nails. En la que era la primera gira de Bowie desde
la consignación de sus éxitos clásicos durante el tour de 1990
de promoción del disco Sound + Vision, optó por interpretar
algunas canciones oscuras que nunca antes habían visto la luz.
Se eligió a Morrissey como telonero para sus conciertos en
Europa, que comenzarían con cuatro noches en Wembley, pero
el cantante se bajó del carro tras nueve paradas a causa de la
presión. Algo tuvo que ver también que le incomodara que su
número y el de David se solaparan a modo de transición,
hecho que por tanto le privaba a él, Morrissey, de recibir el
reconocimiento expreso del público por su actuación, como
bien explica en el libro de Simon Goddard, Mozipedia: The
Encyclopedia of Morrissey and The Smiths. Otro lío amoroso.
The Gyres, Placebo y algunas otras bandas locales se unieron a
la gira en diferentes etapas. El show del 13 de diciembre en el
NEC de Birmingham contó con Alanis Morissette, The
Lightning Seeds y Echobelly. Terminaron en el Palais
Omnisports de Paris-Bercy el 19 de febrero de 1996, tras lo
cual David se tomó un brevísimo descanso antes de
remangarse y acudir al estudio de Philip Glass en Nueva York.
Ya lo dice la letra de su tema «Seven Years in Tibet»: «nothing
ever goes away». David seguiría innovando, agrandándose,
reinventándose e incluso exterminando. Si su siguiente álbum,
Earthling, grabado en el estudio de Philip Glass y en
Mountain, contenía alguna temática —en la portada aparecía
Bowie de espaldas con un llamativo hábito diseñado por Lee
McQueen con la bandera británica, contemplando el verde y
sereno paisaje inglés—, David la resumió así:
«Supongo que el elemento común de todas las canciones es
mi continua necesidad de fluctuar entre el ateísmo y una
especie de gnosticismo. No dejo de alternar una y otra postura,
pues ambas juegan un papel muy relevante en mi vida. Quiero
decir que la Iglesia no tiene ningún influjo sobre mi escritura o
pensamiento; no siento ningún apego por la religión
organizada. En cambio, lo que sí necesito es encontrar un
equilibrio a nivel espiritual, en cuanto a mi estilo de vida y a
mi muerte. Y ese periodo de tiempo —el que abarca desde hoy
mismo hasta el día que me muera— es lo único que me resulta
fascinante.»
Desde el punto de vista del sonido, y así lo reconoce todo el
mundo, este disco era ciertamente lo mejor que había hecho
desde Scary Monsters. Agresivo, distorsionado, robótico y
tenso, un asalto a los sonidos industrial, electrónico, con
sonidos drum & bass y tantos otros… David fue su propio
productor. Incluyó una canción de Tin Machine, «Baby
Universal», que en este disco sonaba mejor, y el pegadizo
«Little Wonder», un número para el que recurre a la «corriente
de conciencia», con Blancanieves y los siete enanitos (de entre
todos los personajes de cuentos de hadas) como punto de
partida, reimaginando sucesivamente a cada enano y creando
una línea de texto para cada uno. Cuando dejó aparcados a los
enanos, sencillamente siguió inventando.
Volvería a encontrarme con él un año más tarde, cuando
nació mi hijo, al que llevé conmigo dentro de su carrito una
desapacible tarde de tormenta a una entrevista concertada para
que mi hija pudiera ingresar en una escuela londinense para
pijos. Solo tras su sesión cara a cara con la conjuntada
directora supe que la docente se había interesado por el
hermanito de Mia, y que le había preguntado si ya le habíamos
puesto algún apodo.
«Oh, sí», respondió alegremente Mia, «lo llamamos
conforme a sus malos hábitos, como con los siete enanitos:
Gordito, Pedorro, Fétido, Eructón, Vomitón, Cerdito, Llorón».
Todavía me acuerdo de que en todo el camino de vuelta no
dejé de refunfuñar: «¿¿¿Has dicho PEDORRO delante de la
DIRECTORA???» En cualquier caso, mi hija no quería entrar
en aquella escuela.
Llegado el mes de junio de 1996, Bowie y los suyos volvieron
a la carretera para realizar la breve gira Outside Summer
Festivals que empezó en Tokio. El tour, de solo veintisiete
paradas, pasó por Rusia e Islandia, y concluyó con una serie de
actuaciones en festivales europeos hasta su despedida en Suiza
el 21 de julio de ese año.
También de gira por Extremo Oriente estaba Danielz con T.
Rextasy, el único grupo oficial de homenaje a Marc Bolan y T.
Rex, que gozaba de gran popularidad en Japón. Ni David ni
Danielz sabían entonces que estaban destinados a coincidir
allí. David había tocado en el Sun Palace de Fukuoka, al norte
de la isla de Kyushu. T. Rextasy había dado un concierto en el
Crossing Hall de la misma ciudad. Para David, debió de ser
una aparición espectral: no solo porque Danielz tenía la misma
altura y constitución física que Bolan, e incluso llevaba
algunas de sus prendas y zapatos, sino porque además tenía el
mismo pelo con tirabuzones que Marc. Incluso a día de hoy,
Danielz es la viva imagen del fenecido Marc, y consigue que
los más acérrimos seguidores del líder de T. Rex se queden
embobados mirándolo.
«Íbamos en el tren bala de vuelta a Tokio; era antes del
mediodía del 17 de junio de 1996», recuerda Danielz. «Era un
día de calor y cielo despejado, casi de verano. Nos habíamos
perdido la famosa hora punta japonesa y en la estación no
había demasiada gente. Eso no quiere decir que no hubiera
mucha gente, que la había. Pero siendo como son personas
educadas, a ningún japonés se le pasaba siquiera por la cabeza
la idea de acercarse al individuo perfectamente reconocible
que estaba pocos metros más allá, en el mismo andén.
»Allí estábamos, esperando a que nuestro acompañante nos
trajera los billetes, cuando el guitarrista Leo dijo: “¡Acaba de
pasar David Bowie!” Miré, y estaba claro que era él —con su
representante, Coco y uno de los músicos—. Ninguno de ellos
portaba equipaje, así que supongo que sus promotores habían
enviado todo de antemano, como los nuestros. Instintivamente,
me dirigí hacia él con la mano extendida y me la estrechó de
buena gana. Estaba de camino a Rusia, donde tenía una
actuación programada en la sala de conciertos del palacio del
Kremlin al día siguiente. Tenían en mente viajar a Tokio y
tomar un vuelo en conexión hasta Moscú, ya que el aeropuerto
local desde donde tenía previsto volar había sufrido un
incendio de cierta magnitud, y por eso habían tenido que
cambiar de planes y recurrir al tren bala.
»No sé qué me movió a hacerlo», dice Danielz, «pero
pensé: “qué demonios…”. Quería hablarle de Marc, y creí que
tal vez nunca más volvería a tener una oportunidad semejante
[lo cual se demostraría correcto]. Así que fui hacia él y le dije:
“Me llamo Danielz.” “Sé quién eres”, me contestó, “he leído
sobre ti en los periódicos, y he visto tus fotos”. Le pregunté
qué hacía allí cogiendo un tren, y me contó la historia de su
accidentado viaje a Rusia. Tras ello, le saqué el tema sin
pensármelo dos veces. “¿Echas de menos a Marc?”, le
pregunté. Sin pestañear siquiera, me lanzó una mirada y dijo:
“Cada día que pasa. Cada día.” Lo repitió. Me di cuenta de que
de verdad, incuestionablemente, echaba de menos a su amigo.
»Mantuvimos una breve charla. Le hablé de nuestra gira, y
de lo fan de Marc que yo mismo había sido. ¡Apenas
dedicamos un momento a hablar de su música! No quise dar la
impresión de ser un fanático alborozado. Lo había sido de
joven, desde luego; había llegado a él después de T. Rex, en la
etapa de Aladdin Sane. “Drive-In Saturday” sigue siendo una
de mis canciones preferidas de todos los tiempos. Asimismo, a
partir de lo que Visconti me contó de él [Danielz y Tony
trabajarían juntos tiempo después y se harían amigos], sabía
que no le hacía mucha gracia hablar de sí mismo. Entonces le
pregunté si le importaría sacarse un par de fotos conmigo.
Cuando mi esposa Caron sacó la primera, Coco se plantó ante
nosotros y no nos permitió continuar. Obviamente, aquella era
una treta preacordada entre ellos. “¡No! ¡No!”, le dijo David,
“Estos tipos son legales”. Caron pudo entonces disparar una
segunda foto con David y conmigo. Cuando llegamos a casa,
vimos que ambas habían salido bien.
»Llegó el tren. Nos deseamos suerte el uno al otro y cada
uno se fue por su lado. Él hacia la derecha. Así que para no
parecer unos pesados, tiramos en el sentido opuesto. Durante
el viaje, cuando uno de nosotros se levantaba para ir hasta el
coche restaurante y pasaba por delante del otro, nos
saludábamos. Fue un viaje extraordinario en multitud de
aspectos. Los trenes bala son el medio de transporte más
maravilloso en el que me he movido jamás. Algunas de las
butacas están fabricadas con cuero tratado y es posible girarlas
hasta ciento ochenta grados para poder así gozar al máximo de
los paisajes. Los vagones se desplazan a una velocidad
endiablada con la suavidad de un Rolls-Royce; cada uno
cuenta con su velocímetro, de modo que los pasajeros pueden
comprobar a cada momento a cuantos kilómetros por hora va
el tren. Los conductores se inclinan en señal de respeto antes
de que el pasaje acceda a los vagones. Llevan guantes blancos
y muestran una deferencia sin tacha hacia sus viajeros. Estos,
por su parte, les corresponden de igual modo. Estaba lleno,
pero no atestado: los billetes para el tren bala son caros.
»De todos los músicos que he conocido a lo largo de mi
carrera, David era, con diferencia, la mayor estrella. Todos los
demás músicos con quienes he trabajado fueron enormemente
populares en su día —Boy George, Marc Almond, Slade, Suzi
Quatro— pero no resisten la comparación. Él era una
superestrella global. Y en cambio no iba para nada de
estrellita. Daba la impresión de ser un tipo de lo más normal, y
muy agradable. Ni se ocultaba ni se ponía un disfraz. Era uno
más. Tan solo otro músico de gira que subía a un tren.»
Otro que también sacó una instantánea de David Bowie tal y
como era a mediados de los noventa fue el fotógrafo de
sociedad Fergus Greer. David había diseñado una serie de
papeles de pared para las tiendas de decoración y mobiliario
de interiores Laura Ashley; dicho papel mostraba unos diseños
frescos y minimalistas, y David fue entrevistado para la
sección de crítica de la edición del Reino Unido de The
Sunday Times, a fin de promocionarlos. Fergus y él se
encontraron en Londres para sacar algunas fotos de estudio
con las que ilustrar la pieza periodística.
«Candice Temple era entonces la directora de fotografía, y
fue ella quien me trasladó el encargo», recuerda Fergus.
«Como siempre pasa con esta clase de cosas, su visión de
aquella sesión y lo que yo creo que pasó son dos versiones
muy distintas. A menudo conjeturamos qué es lo que piensan
las personas, pero no es ese el caso. Probablemente sé más
sobre aquello ahora de lo que sabía entonces». Con entre
sesenta y ochenta imágenes expuestas con regularidad en la
National Portrait Gallery, Fergus es a día de hoy un
psicoterapeuta profesional a tiempo completo.
«Estuve a punto de dejar el Reino Unido para irme a vivir a
Los Ángeles. Tenía contrato con el suplemento de The Sunday
Times para ocuparme de las cubiertas y la ilustración de
contenidos, y trabajaba bastante para la sección de crítica. El
arte tenía un peso muy importante. Candice me llamó por
teléfono un día y me dijo: “Tengo a una persona muy
interesante para que le saques unas fotos: David Bowie.”
“¡Guau!”, dije. Me había criado escuchando en mis años de
colegio sus discos Hunky Dory, Heroes, Ziggy Stardust y
demás. Era un fan declarado, y él una estrella de primer nivel.
Una leyenda. No soy ningún mitómano, pero aquello era
increíble.
»Él tenía cuarenta y nueve años —era más joven de lo que
yo soy ahora—. Aquel periodo alocado y crucial de su carrera
ya formaba parte del pasado. Es decir, se había convertido en
un músico maduro, exitoso e icónico. Sus grandes éxitos
clásicos eran historia, y yo no estaba muy seguro de en qué
punto de su carrera musical se encontraba en ese momento.
Con Bowie uno nunca sabía… qué era, quién era, qué
intenciones tenía o cómo efectuaría su entrada. Era la primera
vez que lo iba a ver en persona. Me sentía un poco intimidado,
digámoslo así. La diferencia de edad era considerable: Yo
tenía veinticinco por sus casi cincuenta.»
¿Estaba impresionado por él?
«Ah, sí, por completo. Siempre me asombro con la gente a
la que fotografío, hasta cierto punto. No me refiero a que me
impresione un “famoso” por el hecho de serlo, sino que me
impresionan aquellas personas que poseen algo fuera de lo
común, cultural, política o deportivamente, o lo que sea.
Triunfadores. Cineastas de culto. Grandes directores de
Hollywood. Este era el hombre que había sentado las bases y
marcado el ritmo durante mucho tiempo en cuestiones como la
sexualidad, la creatividad, el arte, la música, la fotografía…,
todo un universo de cosas. Alguien que había influido
enormemente en cualquiera de nosotros. Tenía una ambición
voraz y era tremendamente competitivo. Al principio con
Marc Bolan y luego con Mick Jagger. Esas eran algunas de las
muchas cosas que me fascinaban de él.
»Candice, la editora de fotografía, iba a estar presente
durante la sesión, algo inusual. Pero es que ella también quería
conocerlo. Lo arreglamos de tal modo que el sitio acordado
sería la casa de su agente en Fulham —ahora sé que era la de
Coco, pero ella no estaba—. La cuestión era promocionar los
diseños que Bowie había hecho para el papel de pared Laura
Ashley. Pensé: “Qué extraño. La verdad es que no veo yo a
David Bowie diseñando papel para las tiendas Laura
Ashley…, en fin.” Tenía que ver con esa idea de seguir
reinventándose, imagino. Así que sí, sonaba raro, pero tiramos
adelante. El papel que había diseñado mostraba a un
minotauro que había confeccionado con la técnica del collage
y la ayuda de Photoshop. Se valía del ordenador para crear
nuevo arte. Era un medio a la última, y eso le entusiasmaba.
»Llegamos a una casa adosada de lo más normalito —no
logro recordar en qué calle exacta era—, y a mí había varias
cuestiones que me preocupaban. En aquel entonces, íbamos
cargados con gran cantidad de material, y yo tenía un montón
de partes del equipo que poner en orden y coordinar.
Sospechaba que su tolerancia al aburrimiento sería más bien
limitada. Y lo mismo el tiempo que teníamos para trabajar. Así
que para que no se impacientara y diera lo mejor de sí, la
sesión debía estar organizada al milímetro, de modo que
pudiéramos pasar de una tarea a otra sin perder tiempo y lograr
tomar el mayor número de imágenes en un tiempo bastante
reducido.
»En la mayor parte de mi carrera como fotógrafo, ese ha
sido mi modus operandi. Siempre que el presupuesto me lo
permitiera. Y si no, lo pagaba de mi bolsillo. Creaba varios
decorados distintos, cada uno con su propio estilo e
iluminación, y también cambiaba de escenario; encendía unas
luces, apagaba otras, con objeto de obtener un buen número de
aspectos diferentes del personaje retratado sin que este tuviera
que andar moviéndose de un lado para el otro mientras yo
cambiaba las cosas de sitio. De esa manera, uno logra
confeccionar una gran cantidad de material en un periodo muy
corto de tiempo.
»Y eso es lo que hice. Pero teníamos el problema añadido
de estar en una casa adosada relativamente pequeña, muy
recargada de mobiliario y ornamentación. No estábamos en un
estudio. Había mucho que hacer, y desde luego no era el lugar
idóneo para llevar a cabo una sesión de fotos con un artista de
su talla. Además, no era su casa, que sí habría servido, sino la
residencia de otra persona, algo que siempre es muy personal y
suele estar llena de cosas de su dueño o dueña. Y por si fuera
poco, se notaba que la casa era de una mujer. Para mí,
retratarlo en aquel lugar era como hacerle decir cosas que no
necesariamente quería decir. Creo que el uso de aquella casa
era por conveniencia más que por cualquier otro motivo. Sabía
a dónde se dirigiría después, a una visita privada a la galería
Saatchi.»
David tenía un interés especial por conocer en dónde lo iba
a retratar Fergus, y de qué maneras le pediría que posara.
«Era una tarde de comienzos de verano, y David se
presentó solo, con una gran sonrisa. “¡Ey!”, dijo. “Soy David.”
Estaba muy relajado, preguntó qué tal iba todo, era bastante
parlanchín. Fuimos al grano y me lo llevé al primer decorado,
que consistía en un fondo con su papel de pared. Candice
relataría más tarde, en un artículo de prensa, que él entonces se
puso a hablar del arte expresionista alemán y de cosas por el
estilo. Yo de eso no me acuerdo para nada. Ella escribió que
yo sabía mucho al respecto, y que David también, y que al
parecer ese fue nuestro tema de conversación durante las dos
horas siguientes. ¡El recuerdo que yo guardo es radicalmente
distinto! Pero sí es cierto que hablamos mucho. Sobre todo de
la escuela de artes. Yo había ido a St Martin’s; inicialmente me
había inscrito para estudiar escultura, y él comentó que había
ido al Ravensbourne College of Art [no hizo tal cosa]. Y me
dijo algo realmente desconcertante: que se había dado cuenta
muy pronto de que nunca iba a ganar mucho dinero siendo
artista, y que por eso se interesó por el mundo de la música.
“Tuve muy claro, desde muy pronto, que la manera era esa”,
apuntó.»
Fergus había dispuesto un fondo blanco de más de dos
metros y medio en el jardín trasero, listo para acoger la
siguiente sesión.
«Hablamos un poco sobre fotografía, y dijo: “Lo que no me
gusta nada son los fondos blancos…” Tragué saliva. Estaba a
punto de llevármelo fuera, ¡al fondo blanco más grande que
podía colocarse allí! Salimos. Sonrió. “Está bien”, dijo, “¡así
que fondo blanco!”. Nos tronchamos. Se dejó retratar sin
quejarse de nada, así de sencillo. Tenía motivos y todo el
derecho a negarse, pero no lo hizo.
»David irradiaba una energía capaz de llenar la sala. Y el
humo le iba a la zaga; vaya que si fumó durante el tiempo que
duró la sesión. Estaba en forma, era esbelto y tenía un
agradable aspecto casual a la par que elegante. Su chaqueta,
camisa y pantalones eran ropa muy buena. Un poco al estilo
Armani de entonces.»
¿Quedó Fergus anonadado por cómo eran sus ojos?
«Al principio, no, mientras el encuadre fue más amplio, no
tan centrado en él. Pero evidentemente se fue haciendo
ostensible a medida que me fui acercando. Tiene una pupila
dilatada y la otra no. Desde luego es una peculiaridad. ¡Traté
de guardar las formas y no mirar directamente! Es como
cuando alguien tiene una cicatriz en la cara. Si te invita a que
la mires de cerca, fabuloso, pero si no es mejor que no vayas y
le digas: “¡Quédate quieto un momento, quiero echarle un
vistazo a esa cicatriz que tienes ahí! Digamos que es un tema
tabú.
»Siempre me ha interesado el retrato. Porque es simple. Sin
líos. La gente piensa que es aburrido, pero en realidad no es
así, pues tiene que ver con la persona. Su desnudez. Directo,
sin artificios; lo que ves es lo que hay. En donde cada uno se
presenta como lo que en realidad es. Cuando uno vuelve a
observar un retrato, se da cuenta de que desprende cierta
sensación de calma, algo único. Y cada vez que lo miras de
nuevo, encuentras cosas que no habías visto antes. El blanco
de alrededor es igual de importante que el sujeto en el centro,
de verdad que sí, me refiero a lograr un perfecto equilibrio.
¿Qué impacto o relevancia tienen el fondo y la luz? El espacio
y la disposición son dos aspectos fundamentales.
»Pero claro, a mí sus ojos me distrajeron. Eran
extraordinarios e increíblemente llamativos. Los ojos de las
personas siempre lo son…, incluso los ojos muertos. Albergan
toda la emoción de la persona, y en caso de no haberlos, los
espectadores no van a conectar con la imagen. Los ojos de
David obviamente tenían una importancia capital en el
conjunto de quién era David Bowie. La otra cuestión relevante
era su zurdera. Lo hablamos. Él escribía con la mano izquierda
pero hacía casi todo lo demás con la mano derecha. Era
fascinante.
»Como modelo, David era muy fácil. Estaba muy cómodo
consigo mismo. Era afable en su relación con los demás. ¿Que
si yo esperaba que fuera así? Uno oye rumores, elucubra, hace
conjeturas. Pero cuando por fin aparece la persona ante ti, no
tienes ni la menor idea de cómo será. De pronto te encuentras
en una relación muy intensa con ese individuo en particular
durante un periodo de tiempo muy breve. Me pareció
tremendamente profesional, y diría que se le daba de maravilla
hacer que los demás se sintieran a gusto. Hacía que nadie se
sintiera excluido, ya fuera un ayudante o el director artístico.
Nos trataba a todos por igual. Eso ya es en sí mismo un arte.
Además, en ningún momento hubo dirigismo por su parte. Se
mostró dispuesto a aceptar lo que viniera. Durante el proceso,
su actitud fue muy buena, era muy obediente, hacía justo lo
que yo le pedía. Y no me pidió ver las instantáneas de
Polaroid.
»Terence Donovan, el famoso fotógrafo con quien me
formé, dijo en cierta ocasión que solo las personas inteligentes
saben llevar la fama. Pues no es nada fácil manejarse entre
grandes cantidades de dinero y de auténtica fama. Tras mi
breve encuentro con David Bowie, quedé convencido de que
él era capaz de sobrellevarla realmente bien. Compórtate como
una persona normal y serás tratada como tal. Cae de cajón.»
David recibió una exorbitante cantidad de críticas por los
conjuntos elegidos para que compartieran los focos con él en
su cincuenta cumpleaños, celebrado en el Madison Square
Garden el 9 de enero de 1997. ¿Por qué? ¿Acaso no era él
quien debía decidir con quién le apetecía salir a tocar el día de
su cumpleaños? “¿Dónde están los Spiders?”, graznaban los
veteranos, mientras que otros salían en defensa de los
Konrads, los King Bees y lo más granado de Margate. ¿Debió
tal vez de haberse enfocado como una enorme retrospectiva?
¿No podía quizá subirse al escenario acompañado por otras
superestrellas de su nivel, invitar a Elton, a Jagger, a Tina y a
McCartney? Hizo oídos sordos a los deseos de otros, hizo lo
que le vino en gana. Lou Reed sí estuvo allí, al igual que otros
artistas más gráciles, como los Smashing Pumpkins, Black
Francis de los Pixies, el líder de The Cure Robert Smith o
Dave Grohl de los Foo Fighters. Las canciones que tocó David
pertenecían casi todas a sus dos últimos álbumes. Se guardó
los clásicos para el final, dando así al público lo que quería:
«Heroes», «Under Pressure» y una muy conmovedora
interpretación de «Space Oddity».
«Fue un movimiento astuto no ponerse ni muy eufórico ni
muy melancólico», le diría Bowie a Jarvis Cocker en una
entrevista de aquel año. «Para mí, el punto medio siempre ha
sido un acceso mucho más amplio y fácil por el que transitar
por la vida. Me produce una desilusión tremenda
entusiasmarme y alegrarme mucho sobre algo concreto, lo cual
per se no puede durar. Además, hay un ello un cariz bastante
psicótico. Me refiero a que es propio de la esquizofrenia
depresiva tener esos altibajos tan marcados. Yo los he tenido, y
lo cierto es que no hacen ningún bien.»
Tan solo un mes más tarde, el 3 de febrero de 1997, salió al
mercado el disco Earthling. La gira promocional se prolongó
entre los meses de junio y noviembre, y lo llevaría, partiendo
de Lübeck (Alemania), por toda Europa, Norteamérica y de
ahí hacia abajo, a Sudamérica, con el concierto de clausura en
Buenos Aires tras haber ofrecido ochenta y tres espectáculos.
Lee McQueen volvía a ocuparse del vestuario. No pude asistir
a ninguno de los shows de agosto en el Shepherd’s Bush
Empire de Londres. Tenía un problemilla: me faltaba una
semana para dar a luz. David estaba ansioso por tomarse un
año sabático, o casi. No era el único.

1. Lee Alexander McQueen era un chaval del sur de Londres, de Lewisham. El


diseñador de éxito internacional, entre cuyos clientes se cuentan estrellas del rock,
divas del celuloide y personalidades de la realeza, tenía solo 40 años cuando el 11
de febrero de 2010 se quitó la vida. Tras ingerir un cóctel de drogas que le provocó
una sobredosis en su apartamento de Mayfair, se cortó las venas con una daga
ceremonial y una cuchilla de carnicero antes de colgarse con su cinturón marrón
favorito. Su muerte tuvo lugar nueve días después de haber perdido a su madre, de
75 años, tras perder esta la batalla contra el cáncer. Sus cenizas fueron esparcidas en
la isla de Skye. Al año siguiente, el Metropolitan de Nueva York presentó una
retrospectiva de su obra que llevó por título Savage Beauty. Fue una de las
exposiciones de mayor éxito en la historia del museo. Cuando se trasladó al V&A
de Londres en 2015, se despacharon cerca de medio millón de billetes. También
sería una de las exposiciones más populares en la historia del V&A.
20
1997-2004

Si fuera posible la teletransportación a cualquier era y la


encarnación de Bowie, yo iría en busca del evocador David de
cincuenta y tantos, capaz de pasearse por las calles de
Manhattan lo mismo a primera hora de la mañana que ya de
noche, durante los últimos años del siglo XX. El cañero Bowie,
que estaba de vuelta de todo, era ahora un padre enrollado con
los chicos. Era conmovedor. Un momento salía por ahí con el
pelo rubio a lo indie, al otro con una enmarañada y seductora
melena. Su afilado mentón lo mismo lucía perilla que iba bien
rasurado. El característico bronceado de los ochenta había
dejado paso a una pálida tonalidad celta. ¿Reflejo tal vez de
una conciencia incipiente sobre los riegos del cáncer de piel?
Tras tantos años torrándose bajo el sol de los trópicos y en el
interior de las cabinas de rayos ultravioleta, ahora optaba por ir
al natural. Había atajado su hábito de fumar entre sesenta y
ochenta cigarrillos al día —al menos había pasado de fumar
Gitanes a Marlboro, y de ahí a unos más suaves, Marlboro
Light— y pronto habría de dejarlo para siempre. Había
reanudado la práctica del boxeo. Llevaba calzado cómodo.
Tenía la tarjeta de residencia permanente popularmente
conocida como Green Card, y al tiempo era un sencillo inglés
en Nueva York, y tanto que sí.
Aún estaban en pie las torres gemelas del World Trade
Center, el alcalde Rudy Giuliani había adoptado medidas de
reestructuración municipal y la economía volvía sobre sus
fueros. Los codiciados y céntricos barrios de SoHo y NoLIta,
en donde pronto comenzaría a buscar un apartamento de
primer nivel, eran un bullicio de excéntricas galerías y
comercios, curiosas tiendas de discos y librerías. Había una
gran oferta de pequeños locales de música en directo, cada
noche en un sitio. McSorley’s Old Ale House en la East 7th, la
Leo Castelli Gallery en el 420 de West Broadway, el
Alternative Museum, la librería Rizzoli o el Caffè Reggio eran
algunos de los sitios de moda en los que quedar. La tienda de
música Bleecker Bob, situada en el 118 de West 3rd Street,
que una vez fuera el Night Owl Café en donde primero se
dieron a conocer The Lovin’ Spoonful y James Taylor, seguía
siendo un lugar de intercambio de vinilos. A David le
encantaba quedar allí a horas raras o intempestivas tanto de día
como de noche. El personal pinchaba «The Laughing Gnome»
en el tocadiscos cada vez que entraba por la puerta, solo por
fastidiar. Cuando la tan querida y cutre tienda cerró sus puertas
en abril de 2013, muchos lloraron el fin de una era.
Nueva York seguía sintiéndose como el centro del mundo.
Al igual que había hecho John Lennon, David gozó de la
libertad que la ciudad le concedía. Podía ir y venir sin que
nadie lo incordiara, algo que ninguna celebridad podía
permitirse en el Londres prisionero de los objetivos de las
cámaras. Podía andar despreocupado y a solas por avenidas,
callejuelas y parques, y sentirse a gusto. Ni había motivos ni
había nada que indicara que un día podría marcharse de allí.
«En gran medida, he sido domesticado, lo cual para mí
supone un cambio drástico», le dijo al escritor Richard
Wallace en 2002. «Solía gustarme vivir en países diferentes.
Pero ahora disfruto tanto de nuestra vida en común que eso, la
verdad, ya no me importa. Nueva York está bien.»
Poco le faltó para llegar a convertirse en «nativo
neoyorquino».
«Habría hecho falta que naciera en uno de los cinco
distritos, o en un avión a punto de aterrizar en el aeropuerto de
JFK o algo por el estilo, eso me suelen decir», me comentó en
cierta ocasión durante un almuerzo. «Pero también he oído que
no basta con haber nacido aquí. Tienes que haber residido en
la ciudad durante una burrada de años, y también debes morir
aquí. Así que tal vez haga eso en un futuro, cuando por fin me
reconozcan como un auténtico neoyorquino y dejen de verme
como un infiltrado advenedizo, como Dylan Thomas, quien,
por supuesto, nació en Swansea pero murió a la manera clásica
de Nueva York: casi ahogado en su propio whisky en la White
Horse Tavern de Hudson St. En donde, diría yo, tantos otros
escritores se han esforzado en encontrar la muerte. Esa clase
de lugar. Siempre he creído que Dylan Thomas y yo tenemos
muchas cosas en común. Opinión no nos falta. Siempre con la
razón de nuestra parte. Al menos, yo la tenía… ¡hasta que me
casé!»
En febrero de 1997, junto con el ostentoso vaquero
norteamericano David Pullman, lanzó los elogiados bonos
Bowie, o «bonos Pullman»: unos valores respaldados por
activos que funcionaban a partir de ingresos actuales o futuros
de veinticinco de sus discos. Las doscientas ochenta y siete
canciones usadas como base de dichos títulos se habían
grabado antes de 1990. ¿Para qué necesitaba él 55 millones de
dólares? Para volver a comprar las canciones cuyos derechos
poseía entonces su antiguo mánager Tony Defries. Bowie
renunció a sus derechos durante los diez años de vigencia del
bono. Su tasa de interés era del 7,9 %.
Este planteamiento financiero era inusual, ya que era el
primero en basarse en propiedad intelectual, «PI» como
garantía. La vida útil del bono tenía fecha de caducidad, y
comenzó a perder fuelle con el auge de la música en línea y el
intercambio de archivos en red que condujo al inevitable
declive de las ventas de discos. Vencieron en 2007, como
estaba previsto, y los derechos por los beneficios de sus discos
revirtieron en él. La llegada de la venta online de música de
manera legal espoleó el interés en esta y otras garantías
semejantes hacia el final de la década.
La primavera de 1998 trajo una oportunidad para perpetrar una
travesura: David se vio envuelto en un bulo literario concebido
por el novelista William Boyd. El libro giraba en torno al
personaje de un oscuro pintor de expresionismo abstracto
llamado Nat Tate. La obra se titulaba Nat Tate: An American
Artist 1928-1960. Pero el caso es que el tal Tate nunca existió.
Boyd lo imaginó como un alma desilusionada e insatisfecha en
guerra con el mundo, que, desesperado por la calidad de su
propia obra, saltó para poner fin a su vida desde un ferri de
Staten Island. Su cuerpo nunca se encontró. Varias
celebridades habían presenciado el suceso, entre ellas el
escritor Gore Vidal y David, quien entonces formaba parte del
equipo directivo de la revista Modern Painters y dirigía la
editorial 21 Publishing, responsable de la publicación. El
nombre del personaje estaba inspirado en dos de las más
famosas galerías de arte de Londres, la National y la Tate.
La tarde del primero de abril, Día de las bromas, de 1998
—es posible que esto bastara para poner sobre aviso a más de
uno—, David ejerció como anfitrión de una glamurosa fiesta
de inauguración en el estudio del artista estadounidense Jeff
Koons en el cruce de Broadway con East Houston. La mayor
parte de los invitados al evento eran críticos de arte,
marchantes y coleccionistas, entremezclados con un puñado de
famosos: los escritores Paul Auster y Siri Hustvedt, o el artista
Julian Schnabel eran tres de ellos. David se puso en pie para
leer en voz alta el libro, mientras que el biógrafo de Picasso
dio una breve charla sobre la especial relación de Tate tanto
con Picasso como con Georges Braque.
El bulo, que «coló entre algunos de los nombres más
grandes del mundo del arte», fue reproducido por el
londinense The Independent una semana más tarde. No fue
más que una vuelta de tuerca al clásico cuento «El traje nuevo
del emperador», una jugarreta a mala leche que cogió con los
pantalones bajados a unos cuantos. Estaban compinchados.
Naturalmente, David no pudo resistirse a participar. Aquel fue,
como escribió David Lister para The Independent, «uno de los
mejores fraudes literarios en años». Tiempo después, Boyd
utilizaría a Tate como secundario en su novela Cualquier
corazón humano, y en su adaptación televisiva. ¡Como para
que el autor no sacara más provecho a una estafa ejecutada a la
perfección!
«En 1998 vivíamos en pleno delirio de los llamados Young
British Artists», comentaría Boyd para The Daily Telegraph en
noviembre de 2011. «Era el momento de Damien Hirst y
Tracey Emin, de Sarah Lucas, de Gary Hume, de Jake y Dinos
Chapman, de Marcus Harvey, de Chris Ofili, de Marc Quinn y
David Turk. Mi sensación era que algunos de aquellos artistas
—que copaban los medios y batían récords de precios por sus
trabajos artísticos— eran, por decirlo suavemente, no muy
buenos.»
La historia dio la vuelta al globo y dejó su mágica
impronta. En 2011, un dibujo firmado por «Nat Tate» se
vendió por una considerable suma de dinero en Sotheby’s. Era
de William Boyd.
En septiembre de 1998, para mayor algarabía, David lanzó
BowieNet, su propio proveedor de servicios de Internet, para
el cual ofrecía una suscripción base con acceso de alta
velocidad al emergente mundo cibernético. Dicho proveedor
de servicios, o ISP (Internet Service Provider), estuvo
disponible en un primer momento en los Estados Unidos y de
ahí se extendió al resto del mundo. A los usuarios se les
proveía de Internet y también disponían de su propia página
personal al gusto de cada cual —la creatividad al poder—, así
como de acceso a temas inéditos del artista, software y otros
beneficios varios.
«Mi intención era crear un medio en el cual no solo mis
fans, sino los melómanos en general, pudieran formar parte de
una misma comunidad en donde un vasto archivo musical y de
información estuviera a su alcance, en donde fuera posible
expresar opiniones e intercambiar ideas», dijo David. Había
visto el futuro, y el futuro se llamaba YouTube. Aquella
empresa le reportaría un récord Guinness como el primer
músico en crear y ofrecer un proveedor de servicios de
Internet.
Philip Norman, el internacionalmente famoso periodista y
biógrafo, recibió un convite para entrevistar a David en
exclusiva para The Sunday Times con la idea de promocionar
aquella incursión de David en la conocida como World Wide
Web. Para gran sorpresa, puesto que ambos eran tenidos por
personas amables y de trato fácil, se detestaron desde el primer
momento.
«Bowie me pidió que le hiciera una entrevista tras haber
leído un artículo mío sobre Bob Marley», me cuenta Philip.
«Me facilitaron un billete de avión a Nueva York y me
pusieron al cuidado de un relaciones públicas que se parecía al
joven Erich von Stroheim. 2 El motivo era el lanzamiento de
bowieart.com, el proveedor de servicios de Internet puesto en
marcha para promocionar los cuadros del propio Bowie
[cuadros que puestos al lado de los retratos de Ronnie Wood
hacen que estos últimos parezcan auténticos Van Goghs].
Charlamos por espacio de una hora en el estudio en que Bowie
trabajaba; no dejó de echarme el humo de sus cigarrillos a la
cara y de hacer continuas interrupciones. Me pareció bastante
gris y demasiado apegado a las citas de los Monty Python (ya
se sabe, el latiguillo ese de “¡Nadie espera a la Inquisición
española!”), aunque también me dio, de manera voluntaria, el
sorprendente titular sobre su odio a actuar en directo, y que no
le importaría no tener que hacerlo nunca más. Ya me habían
advertido de que “a David solo le interesa el futuro, y no el
pasado”; y de que, en particular, su medio hermano Terry era
terreno vedado. Sin embargo, fue él mismo quien sacó el tema
a colación, pues me habló de Terry con detalle y evidente
sentimiento.»
Al final de la sesión, el relaciones públicas informó a Philip
de que había consumido todo su tiempo de entrevista.
«Le dije que necesitaba prolongarla, o que de lo contrario
no habría artículo en The Sunday Times. Cuchichearon, y acto
seguido el joven Von Stroheim dijo: “David se pregunta si te
gusta su nuevo álbum.” “Sí, sí me gusta”, le dije. “Sin
embargo, no se lo has dicho”, me respondió él. De hecho,
había estado guardando el tema del nuevo disco para la
segunda entrevista. He tenido que enfrentarme a los egos de
numerosas superestrellas, pero a ninguna tan ridículamente
frágil. Al final, me concedieron cuarenta y cinco minutos más
al día siguiente. En esencia, se trató de una crítica
desfavorable por parte de Bowie de cuanto habíamos hablado
en nuestra anterior conversación; dijo que había sido yo quien
había insistido en tirar del hilo de su medio hermano, pese a
saber bien que a él solo le interesaba el futuro. Protesté,
argumentando que había sido él mismo quien había puesto el
tema de Terry sobre la mesa y quien había hablado
obsesivamente al respecto, pero él lo negó rotunda y
fríamente.
»He tenido ocasión de entrevistar a multitud de figuras que
se las traen lo suyo, desde James Brown y Little Richard hasta
Elizabeth Taylor y Richard Burton, y con todas ellas logré
hacer buenas migas; solo de Bowie guardo un mal recuerdo, lo
tengo por un auténtico gilipollas.»
Más tarde, en 1999, esta vez sin la misma algarabía, David
llevó su exploración cibernética un paso más allá con la puesta
en marcha de Bowiebanc, su propio sistema de banca en línea,
por medio de USABancShares.com. Fue concebido, según
declararon sus portavoces, como «una nueva forma de crear
una comunidad online».
«David se ha jactado de haber sido el primero», dijo Ron
Roy, uno de los socios de Bowie en la compañía online Ultra
Star, encargada de administrar su página web oficial y el
proveedor de servicios de Internet. Los usuarios de
bowiebanc.com recibieron tarjetas de cajero automático,
chequeras y diverso material bancario en el que figuraba la
imagen y el nombre de David, así como el año de vigencia de
los servicios prestados por BowieNet. Sus socios y él
predijeron que los fans clamarían por usar la banca como un
modo de expresar su lealtad a la marca Bowie, en constante
proceso de renovación. Ahí se llevaron un chasco. Fue un
movimiento megalómano y demasiado osado. Bowiebanc muy
pronto quedaría en agua de borrajas.
Nunca tuve oportunidad de preguntarle sobre su último
trabajo discográfico del siglo, el mejor en años. Apenas
recuerdo cuándo había sido la última vez que un trabajo de
Bowie me había conmovido hasta el llanto. No me da
vergüenza confesar que la llegada de «hours…» me había
hecho llorar. Para ser justos, tenía las hormonas a mil por hora
a causa del proceso posparto, y lloraba todo el tiempo los siete
días de la semana, gracias, claro, a mi tercer bebé. No
obstante, ni mucho menos era yo la única en caer rendida antes
las bondades de «hours…», como si fuera el Hunky Dory del
nuevo milenio. Éramos muchos los fans de esta cautivadora
mezcla de triunfos y trifulcas del pasado con una suerte de
regreso a la actualidad, al David ordenado de la escritura de
letras de canciones característica de sus veintitantos.
El nuevo álbum de Bowie era caótico y a la vez exuberante,
y en todo caso demostraba que la música para él todavía era su
primer amor. Bowie era un americano a todos los niveles y, sin
embargo, no por ello dejaba de ser resueltamente británico, de
estar rociado de alegría y pena. Este disco era valiente,
agobiante, ingenioso, optimista, resignado, considerado e
inteligente. Su voz sonaba cavernosa y ensangrentada. Tras la
obsesión, reposaba una serenidad abovedada y eclesial.
También detecté una pizca de amargura, ¿puede ser? Parecía
no guardarse nada. El conjunto era tenebroso, asentado sobre
grandes pilares de confianza. Casi se diría que se podía oír el
ruido de sus tripas, el crujido de sus pensamientos.
Un buen número de los fans más jóvenes de Bowie
mencionan aquel álbum como el que les atrapó para la causa.
No es ninguna sorpresa; era así de bueno. Las primeras
canciones habían sido escritas por David junto a Reeves
Gabrels para servir como banda sonora de un videojuego
producido por Eidos —Omrikon: The Nomad Soul— en el que
David también sirve de modelo para un personaje, «Boz». La
colección pronto adquirió vida propia. «Thursday’s Child», el
tema de apertura, «The Pretty Things are Going to Hell» y
«The Dreamers», su beso de despedida, son de lo mejorcito. El
tema «Seven» es épico, onírico y triste. Tan solo una guitarra
acústica, un gangueo country de fondo y el deje vocálico de un
tipo londinense. David está tan pegado al micro que casi te
susurra al oído. Yo estaba encantada. Era como volver a
escucharlo en el Arts Lab de la High Street de Beckenham
años ha… Sonaba como una metáfora de su vida. Yo la
pinchaba una y otra vez, como poseída.
Lanzado el 4 de octubre de 1999, con Virgin, de EMI, fue
el primer álbum completo de un artista de masas en estar
disponible para descarga a través de Internet —dos semanas
antes de que el cedé llegara a las tiendas—. He ahí la enésima
confirmación de la creciente fascinación de David por los
últimos avances de la tecnología. Encontraba apasionantes las
infinitas posibilidades que ofrecía Internet. En una ocasión
dijo que desearía haber nacido con «una mente más de
ciencias», y que lamentaba su incapacidad para comprender
desafíos como los propuestos por la mecánica cuántica y la
física. En eso, él y yo coincidimos. ¿Y si los neurocientíficos
que se esfuerzan por interpretar los patrones cerebrales de un
determinado individuo encontraran la manera de trasladar esos
patrones a la mente de otra persona? ¿Qué nuevos caminos
abrirían los profesionales de la ingeniería si lograran desviar la
luz de un objeto, convirtiéndolo de ese modo en invisible?
¿Y qué hay de «la nueva magia», la teletransportación, la
capacidad para alcanzar un destino sin haber viajado? Un
minuto apretujado en Market Square, o escuchando aquello de
«… a rubber band that plays tunes out of tune in the library
garden…»; al siguiente, contemplando la Tierra desde la
llanura marciana de Chryse Planitia: como dice la letra, no es
ningún «god-awful small affair» [horrible asuntillo]. ¿Y qué
tal los primeros pasos del proyecto de la NASA llamado
Human Exploration Telerobotics, que permite al ser humano
navegar por el espacio indirectamente, a través del vehículo
Mars rover, pongamos por caso, o valiéndose de brazos
mecánicos para tocar algún lejano asteroide? Era, dijo él, el
fantástico futuro de la comunicación, el Star Trek fusionado
con Doctor Who de la vida real, cada vez un poquito más
cerca. ¿Quién no viajaría en el tiempo si tuviera la
oportunidad? Entonces, nuevamente, como dijo H.G. Wells:
«Todos tenemos nuestras propias máquinas del tiempo, ¿no es
cierto? Son nuestros recuerdos los que nos retrotraen el
pasado. Y son los sueños los que nos transportan al futuro.»
Salió de gira con el álbum «hours…», aunque brevemente y
sin la compañía de su fiel amigo Reeves Gabrels; su amistad y
su química se habían ido apagando. El tour consistió en tan
solo ocho conciertos en directo en Norteamérica y en Europa;
abrieron en Wembley y a partir de entonces no dejaron de salir
por televisión. La actuación del 14 de octubre de 1999 en el
viejo y querido Elysée Montmartre de París fue grabada para
la posteridad. El bolo de Viena tuvo lugar el mismo día que se
lanzaba a nivel europeo BowieNet, por lo que también fue
retransmitido, con gran emoción, en directo para Internet. Su
show del 19 de noviembre en Nueva York también se emitió
por la red. El cierre se echó el 7 de diciembre de 1999 en
Copenhague. La víspera de Navidad, se prestó a ser
entrevistado en Internet por cerca de veinte mil fans que
apenas daban crédito.
«No creo que sea ninguna exageración afirmar que David
Bowie ha sido el artista más influyente de la segunda mitad del
siglo XX», comentó el presentador Robert Elms. «Y que conste
que he dicho “artista”, pues no solo me refiero a él en su faceta
de “cantante”. Mi elección implica el diseño, el estilismo, los
vídeos, la moda. Se mire por donde se mire, a poco que uno
escarbe, acabará encontrando la influencia de David Bowie.
Casi se puede decir que cualquier grupo actual ha crecido
escuchándole, ya sea por Ziggy Stardust, por su disco Heroes o
por Young Americans. Que cada uno analice su generación y
verá que Bowie es omnipresente. De un modo u otro, ha
influido en casi cualquier artista creativo de la Gran Bretaña
de hoy, o eso creo yo. Así de relevante es.»
La serenidad reinaba en el ámbito doméstico. No por mucho
más tiempo. Hubo contestación a las plegarias con la entrada
del nuevo milenio, que trajo un regalo para David y su esposa
que la pareja llevaba años deseando. El anuncio del embarazo
de Iman copó los titulares de todo el mundo. A sus cuarenta y
cinco años, la madre de una niña de veintidós y de un hijastro
de veintinueve, seguramente casi había perdido la esperanza y
creído que su momento había pasado. Su edad fértil tocaba a
su fin: a los cuarenta, la probabilidad de quedarse embarazada
en cualquier mes del año es tan solo del cinco por ciento. La
antigua vida de excesos con el alcohol de David, su abuso de
las drogas, su condición de gran fumador durante años y su
edad relativamente avanzada —cincuenta y tres— tampoco
ayudaban.
Tras ocho años y varios episodios fallidos de tratamiento de
fecundación in vitro, habían empezado a sopesar los pros y
contras de una adopción, cuando de pronto se obró el
«milagro». Suele ocurrir: años y años de intentos, ayuda
médica, resignación y abandono, para que a la postre el niño
venga de forma natural cuando se descarta la «necesidad» de
concebir. La pareja estaba exultante. Pero, en cuestión de
semanas, David tuvo que enterrar a su madre, Peggy, con
ochenta y ocho años, cuya «inesperada» muerte se anunció el
2 de abril. A menudo se dice que un bebé llega al mundo
cuando muere un familiar. Muchos le otorgan una carga
simbólica y lo inscriben en el «círculo de la vida», o como
parte del karma: el reemplazo de una existencia que se
extingue con una nueva vida que comienza. Que más da que
sea reencarnación, pura coincidencia o simple superstición.
Estaban en las nubes, como también lo estarían el hijo de
David, Duncan, y su mujer Rodene, cuando su nueva fuente de
alegría, un bebé llamado Stenton David Jones, llegó al mundo
el 10 de julio de 2016. Stenton por su tatarabuelo, David por
su abuelo: «Exactamente seis meses después de que su abuelo
haya hecho sitio para él», tuiteó Duncan. «Vaya todo mi amor
y mi admiración para la increíble @rodeneronquillo, en cuya
barriga se gestó un ser humano. Mujer luchadora y día tras día
mi heroína.»
Alexandria Zahra Jones nació en el hospital Monte Sinaí de
Nueva York el 15 de agosto del año 2000.
«¿Que si estoy preparado?», decía David con una risa
nerviosa. «¿Bromeas? Hicimos todo eso de la respiración y de
contar. Pero nunca se está preparado. Fuimos en el coche a
toda pastilla, y me dejaron cortar a mí el cordón umbilical. Y
entonces empezó lo bueno.»
Tan solo diecisiete días después del nacimiento de la niña,
la revista Hello! preparaba su exclusiva mundial a todo color,
con fotografías tomadas por Brian Aris en la residencia
permanente de la familia Jones con vistas a Central Park.
Iman, vestida de raso, lucía como la elegante modelo que era,
mientras David llevaba una camisa holgada de estilo casual, el
que se espera de un padre. La muñequita, que yacía
profundamente dormida en su moisés sobre la alfombra,
embutida en su pijama de bebé de color rosa palo, no era
consciente de nada. La llegada de su bebé, en palabras de
Iman, fue «el momento más feliz de mi vida».
«Siempre hemos estado muy unidos, pero eso nos unió
todavía más, si cabe. Supuso una alegría, un contento
cuasipalpable para ambos. De la noche a la mañana, nuestras
vidas se habían enriquecido de un modo que habría sido
imposible imaginar.»
Tony Visconti trabajaba con la excesiva banda de hard-rock
DGeneration hacia finales de aquel año cuando recibió una
llamada telefónica que lo transportaría al pasado. Habían
pasado catorce años desde la última conversación entre David
y él. Hay un mucho y nada que decirse en un momento así; un
profundo sentimiento de incomodidad al tiempo que de
familiaridad, de añoranza y de arrepentimiento. Los ojos de
Tony se llenaron espontáneamente de lágrimas, cosa que él
mismo revelaría más tarde. Si tanto había echado de menos a
su amigo y compañero, quizá nunca le habría permitido saber
de veras el vacío dejado.
«No estoy seguro de a qué se debía el silencio, solo sé que
ya no volvimos a hablar después de que yo le dijera que no
podría ocuparme de mezclar el sonido para su gira Serious
Moonlight», relata Tony en su libro Bowie, Bolan and the
Brooklyn Boy. «En cualquier caso, era agua pasada, así que
quedamos para tomar un café.»
Ningún otro productor alcanzó nunca las cotas de Tony en
el alma de David; nadie más logró extraer de él y capturar con
honestidad la esencia y la naturalidad de su musicalidad. No
sería exagerado calificar su vínculo como único y prodigioso.
Las estrellas volvían a brillar.
El disco en el que acordaron trabajar a principios de la
primavera de 2001 era Toy, un álbum hecho a partir de cortes
antiguos y nuevos, entre ellos «Let Me Sleep Beside You» y
«Conversation Piece», pistas que Tony había producido
originalmente para David allá por los sesenta. Pese a que había
cientos de otras canciones de las que poder echar mano, David
también estaba componiendo temas nuevos. El álbum se abría
con un desvío, convirtiéndose en algo distinto de lo que Bowie
había imaginado en un primer momento. Al final, quizá como
resultado de la política de la compañía de obligar a grabar
sesiones de estudio, o por lo que fuera, pero en cualquier caso
«por razones que yo no alcanzaba a conocer del todo bien»,
dijo Tony, el lanzamiento del disco se pospuso. Nunca llegó al
mercado de la manera que había sido inicialmente concebido.
No obstante, prácticamente todas sus canciones han servido
como pista adicional o cara B para posteriores sencillos y
álbumes. Lo que importaba para Tony era que David y él
habían vuelto a unirse, a crear música juntos. Habían
sobrevivido a los campos de la muerte del rock. Volvían a lo
mismo de siempre. En el limitado estudio de la modesta casa
que Tony compartía con su novia en West Nyack, Rockland
County, estado de Nueva York, a unas ochenta millas al norte
de la ciudad, tuvo lugar la primera mezcla del álbum. Pronto
volverían a su viejo toma y daca, al intercambio de ideas y
opiniones, a la rutina del pulido y la limpieza, como si nunca
se hubieran separado.
La única diferencia es que ahora ambos trabajaban con la
asistencia de los ordenadores. Al ponerse el sol el día de su
regreso al trabajo, salieron a tomar sushi. Al día siguiente,
Tony llevó a David de visita a un estudio muy especial:
Allaire, en las afueras de Woodstock, en el parque Catskill,
con vistas sobre el gran embalse Shokan. Enclaustrado entre
montañas y en plena naturaleza, no cabía imaginar un lugar
más tranquilo ni más estimulante para la creatividad.
«Remoto, silente e inspirador», lo calificó David. Allí habrían
de grabar Heathen.
Sereno por un magnífico verano al norte del estado,
encantado con los progresos llevados a cabo por Tony y por él
mismo con el nuevo disco, y tras acabar de celebrar el primer
cumpleaños de su amada pequeña, David no podía estar menos
preparado para lo que llegó a continuación. El 11 de
septiembre, como cualquier otro día, encendió el televisor para
ver las noticias antes de dirigirse al estudio para comenzar con
ganas una nueva jornada de trabajo. Vio entonces las imágenes
repetidas una y otra vez del vuelo 11 del avión de American
Airlines en el momento de estrellarse contra la Torre Norte del
World Trade Center neoyorquino. David telefoneó a Tony,
interrumpiendo así sus ejercicios matinales, y el productor
corrió a ver cómo el vuelo 175 de United Airlines impactaba
contra la Torre Sur. Esta última torre se vino abajo a las 9:59
horas, después de cincuenta y seis minutos envuelta en llamas.
A las 10:28, la Torre Norte también se desmoronó. Se obligó a
tomar tierra a todos los vuelos domésticos que a esa hora
estaban en el aire. Cada vuelo internacional de llegada a los
Estados Unido fue desviado a un nuevo destino o enviado de
vuelta, y no se permitió que nada aterrizara en territorio
estadounidense por espacio de tres días. Las redes de telefonía
móvil fueron canceladas, y las líneas fijas intervenidas.
América estaba en guerra.
«Fue tremendamente traumático, uno de los días más
desagradables de mi vida, sobre todo por la familia», le dijo
David a mi amigo Richard Wallace, como relata en un artículo
para el Daily Mirror.
Fue, según dijo David, como si el mundo se hubiera vuelto
loco. Él se las arregló para ponerse en contacto de inmediato
por vía telefónica con su esposa, quien le dijo que estaba
frente a la ventana, dando de comer a su bebé y procesando el
devenir de la tragedia. Ella no había visto el impacto del
primer avión, pero sí estaba viendo su resultado. Las Torres
Gemelas estaban justo en frente de su edificio de
apartamentos. Mientras hablaban por teléfono, se estrelló el
segundo avión, momento en que David le gritó a Iman «¡Sal
de ahí de una puñetera vez!».
«Iman dejó a la carrera el apartamento, con Lexi y lo básico
metidos en el carrito de bebé. Tras abandonar el edificio,
Iman, una mujer resuelta y en forma, corrió con su bebé hacia
el norte de la isla de Manhattan, unas veinte manzanas, hasta
llegar a casa de un amigo. «Lo peor de todo fue que los
teléfonos dejaron de funcionar y perdimos el contacto», dijo
David. «La Policía desplegó barricadas alrededor de la ciudad.
Nadie podía entrar o salir, y la sensación de estar distanciados
fue lo peor de todo. No pude hablar con ella hasta la noche. Yo
me encontraba bien. No tenía ni idea de si Lexi y ella habían
salido. Fue realmente horrible.» 3
Tras el desastre, salió a relucir una nueva estrella. Gerry
Leonard 4 , un afable y poco convencional irlandés de Clontarf,
un suburbio costero del norte de Dublín, que se había mudado
al East Village a mediados de los noventa en respuesta a su
llamada. Cuando David y él unieron sus caminos en uno de los
principales estudios del barrio de NoHo, ocurrió algo que los
llevó a colaborar en tres álbumes y dos giras.
«Yo trabajaba como guitarrista en Nueva York; solía salir
por ahí a ver qué se cocía y conocí a muchas personas del
mundillo», dice Gerry. «Un día dio la casualidad de que estaba
produciendo un pequeño disco en los estudios Looking Glass 5 .
Yo estaba en la sala pequeña, y David Bowie arriba, en el
estudio grande, acompañado por el productor Mark Plati 6 .
Mark bajó y me dio la pista con la que estaban trabajando.
Quería que con mi guitarra tocase algo para añadir como
ambiente; eso hice, y les encantó. Pedí conocer a David, que
se mostró muy atento. Nuestra relación fue a más. Con el
tiempo, volverían a llamarme para trabajar con ellos en esto y
en lo otro. Y después dejaron aparcado el disco de Toy.
Seguían trabajando en Heathen, y me pidieron que fuera para
agregar algunos sonidos.»
«Más tarde, recuerdo una noche que unos amigos y yo
teníamos un bolo en el Living Room 7 . Habría unas cincuenta
personas. Era todo bastante improvisado y divertido, y David
se dejó caer por el lugar. Supongo que tenía curiosidad. “¿Qué
tal se le dará a Gerry el rock?” Cuando quiere, puede ser muy
sutil, y esa noche lo fue, y estamos hablando de la ciudad de
Nueva York, ¿entiendes? La gente es comedida, no hay
grandes clamores. Él se unió a la batalla, y sin duda hubo
cuchicheos. Se murmuraba y farfullaba que David Bowie
estaba allí. Me interrumpió en mitad de la actuación, lo cual
estuvo bien. En un momento dado, dijo: “¡Hay que traer a un
cura!” Nos pusimos de cháchara y eso sirvió para romper el
hielo. Después, me preguntó si quería unirme a su banda para
la gira de Heathen. Estaba previsto que Mark Plati formara
parte de aquel tour, pero no podía seguir. Así que Bowie me
dijo que me pondría a mí en su lugar, que ocuparía su puesto.»
A pesar de la diferencia de edad (quince años) entre David
y Gerry, no tardaron en congeniar y en hacerse amigos.
«David estaba por encima de supuestas restricciones como
la edad», recuerda Gerry. «Creo que gracias a su dilatada
carrera en el mundo de la música, por ser budista y por
practicar la meditación…, procedía de manera brillante a la
hora de obtener la esencia de las cosas. Cuando hacía algo, era
por un buen motivo. Yo jamás lo consentí ni lo adulé. Eso le
gustaba. Me llevo bien con todo el mundo, y también eso lo
respetaba. Sabía que entre los dos podíamos hablar sin
cortapisas y de manera afable, algo a lo que concedía una gran
importancia. No le gustaba la gente servil. Supongo que, si
uno se pone en su pellejo (había estado rodeado durante años
de gente que siempre estaba de acuerdo con todo cuanto hacía
o decía y que nunca le daba un no por respuesta), es fácil
pensar que debía de pasarse la mitad del tiempo preguntándose
en quién podía realmente confiar, en quién era honesto con
él.»
Gerry estaba centrado en el trabajo, dice, y no en la gloria
que conlleva.
«David se percató. Tras los errores cometidos en el pasado,
quería que quedara claro cuál era mi papel, y por tanto
centrarme en cumplir con mi cometido. Tendríamos alguna
que otra conversación acerca de temas ajenos a la música, pero
en conjunto puede decirse que era una persona muy celosa de
su intimidad. Yo también soy así, así que nos funcionó. Volvió
a buscarme unas cuantas veces más, de lo que se desprende
que se sentía cómodo. Había entre nosotros un barniz de
confianza y amistad, algo que yo me había encargado de
cultivar. Cuanto más lo conocía, más lo respetaba. David
estaba compuesto de muchas capas diferentes. Hasta entonces
no me había dado cuenta de lo buen actor cómico que era.
Podía hacer perfectamente de Elvis; como Bob Dylan era
brillante; a Neil Young lo bordaba. Hacía que te troncharas. Lo
cierto es que fue un auténtico honor conocerle, trabajar con él
y tener esa continuación. Lo suyo era talento, por descontado.
Era una verdadera estrella del rock. No hay muchos de su
nivel. En general, la banda que había formado estaba muy
contenta, y tocábamos bien. Cuajamos.»
El 6 de junio de 2002, David e Iman celebraron su décimo
aniversario de casados.
«Ella me regaló la chaqueta original que Little Richard
había llevado sobre el escenario en un concierto de 1957»,
reveló David. «Era mi ídolo, y si quise aprender a tocar el saxo
fue gracias a la banda de Little Richard. Lo que me gustaría
saber es por qué se le conoce como “Little” [pequeño]
Richard. ¡Era enorme! Supongo que tendría un torso grande y
sería paticorto. Yo a ella le regalé una suscripción a una revista
náutica muy buena. Ah, y también algunas joyas.»
Su última entrevista en profundidad fue la que concedió al
Daily News de Nueva York. Salió publicada el 9 de junio y en
ella había una confesión:
«Estoy temerosamente feliz», dijo. «No veo que nunca
vaya a querer cambiar nada de mi vida personal. Iman y yo
somos muy felices y tenemos un bebé realmente fantástico.»
Sin embargo, admitiría que en consecuencia había perdido
algo que hombres más jóvenes sí poseen:
«Las aspiraciones. Cuando uno tiene una edad, se da cuenta
de que ya no tiene aspiraciones. Uno es. A mí me gusta saber
lo que hay. Pero sí es cierto que echo en falta la sensación de
no saber qué espera al otro lado de la esquina.»
También apuntó que sus preocupaciones habían pasado a
ser de tipo existencial:
«Abordo esos temas en mis nuevas canciones. En un primer
momento, pensé: “Bueno, si escribo sobre esto, ya no me
quedará nada sobre lo que escribir.” Pero luego me di cuenta
de que la propia vida es un tema al que enfrentarse. Y en ese
momento sentí que no había hecho más que rascar en la
superficie.»
La primera actuación en directo de Gerry Leonard con David
tuvo lugar en el Roseland Ballroom de Nueva York el 11 de
junio de 2002 —la fecha del lanzamiento oficial del disco
Heathen—. Interpretaron todos los temas de Low y de
Heathen. David «veía puntos de encuentro entre ambos
álbumes», dijo Tony Visconti. Aunque David insistió en que
todos y cada uno de los temas incluidos en el disco habían sido
escritos antes del 11 de septiembre —la producción había
empezado mucho antes de los ataques terroristas—, muchos
fans quisieron leer entre líneas, desesperados por encontrar
respuestas, y dieron por sentado que aquellas canciones eran la
reacción de Bowie ante la tragedia. David lo negó, aunque sí
reconoció que reflejaban su creciente ansiedad motivada por el
hecho de vivir en América en los tiempos modernos. Al echar
la vista atrás, diría:
«Fue concebido y escrito como un álbum lleno de
preguntas», le dijo al autor y crítico musical norteamericano
Anthony DeCurtis en junio de 2003. «Por supuesto, no perdía
de vista aquel horrible suceso de septiembre [2001]. De modo
que acabar el álbum resultó bastante traumático… Nos afectó
mucho tanto a mí como a mi familia. Vivíamos allí mismo.»
Heathen fue visto como una banda sonora para la tragedia.
Las reticencias de David al respecto manaban, sin duda, del
hecho de que no quería y no podía permitir que su trabajo
fuera entendido como una forma de «hacer caja». Pero sí
preveía que sería vertiginoso. Tony Visconti lo llamaba la
magna obra de David y aseguraba a su amigo que era «más
bien una sinfonía». Recordaba a la desilusión de Ziggy
Stardust, particularmente con sus sombras en «Five Years».
«Slip Away» es nostálgico e irradia un sonido a la manera de
«Space Oddity», sobre todo al estilófono. «Sunday» tiene
reminiscencias de Low. Las portadas —«Cactus» de los Pixies
y «I’ve Been Waiting For You» de Neil Young—, son
evocadoras; «I Took a Trip on a Gemini Spaceship», el viejo
número del Legendary Stardust Cowboy, da fe de una
preocupación aún vigente respecto a lo que quiera que haya
ahí fuera. He ahí en cierto modo un David que confronta la
mortalidad, que le planta cara, al tiempo que asume que en
verdad no hay gran cosa que se pueda hacer. «Heathen (the
Rays)» es la pista que más se acerca a la idea de destrucción
de las Torres Gemelas, aunque en rigor hay que señalar que
fue escrita antes de que sucediera.
Pete Townshend, de The Who, fue el guitarrista de
referencia en «Slow Burn». No era la primera vez que
colaboraba en un álbum de Bowie: Pete ya había tocado en
Scary Monsters (And Super Creeps). El Foo Fighter Dave
Grohl se puso al frente en «I’ve Been Waiting». David en
persona se puso a la batería para el tema «Cactus»; tocó más
instrumentos en este disco que en ningún otro, entre otros el
sintetizador y el piano. Pero no el bajo, nunca, pues ese era de
Tony Visconti.
El oyente se sumerge en un ambiente sobrecogedor que
denota una clara conciencia por parte del escritor de que el
tiempo se acaba. La cuestión es: ¿para él o para el mundo?
¿Para ambos? Cuando llegamos a este punto, es cuando
echamos la vista atrás. Es evidente que el disco tiene una
considerable carga de nostalgia. Es brillante, melancólico,
escalofriante, fantasmagórico, un punto y aparte que le reportó
algunas de las mejores críticas de toda su carrera. Pronto se
convertiría en disco de platino.
Pero, ¿y el «Heathen» [pagano]… quién era?
«No es capaz de sentir la presencia de Dios en su vida»,
explicó David. «Es un hombre del siglo XXI.»
El show en el Roseland supuso el acto de apertura oficial de la
minigira concertística de Heathen, que se vería interrumpida
por el largo viaje de David a Londres, en donde había aceptado
el puesto de director artístico del Festival South Bank
Meltdown de aquel verano.
En una vuelta a su actitud aerofóbica de antaño, se embarcó
en una travesía de cinco días en el QE2; partió de Nueva York
rumbo a Southampton, lo que aprovechó para ponerse al día en
sus lecturas y disfrutar de un buen cargamento de DVDs con
viejas pelis en blanco y negro europeas y japonesas; disfrutó
de ellas en la comodidad de su grand suite mientras se daba un
baño en su aseo con vistas al océano.
«Ahora, en este momento, he vuelto a sentir fobia a volar»,
confesó. «Lidié con ella hasta cierto punto. He volado por toda
Europa [durante sus tours] pero sencillamente la sola idea de
un vuelo transatlántico me supera. No quiero subir a un avión
que deba cruzar el Atlántico. Volví a sentir fobia ya antes del
11 de septiembre. Empezó en el momento de nacer mi hija.»
El 27 de junio, David grabó un programa especial de
Friday Night with Jonathan Ross, que sería emitido el 5 de
julio. Entre actuaciones en directo con su banda de grandes
temas como «Fashion» y «Ziggy Stardust», intercalados con
canciones del disco Heathen, entre otras «Slip Away» (en
donde hace gala de su estilófono), David, de algún modo, dio
la impresión de estar en el filo durante el inimitable
interrogatorio al que fue sometido por Ross. Habló de «… un
sentido del misterio que jamás seré capaz de afrontar de lleno,
ya me entiendes, la necesidad de escapar de ciertas cosas…».
Su nueva dentadura claramente lo incomodaba, y parecía
contener demasiadas piezas para el tamaño de su boca. No
dejó de alzar la mano para responder a muchas de las
preguntas, exactamente como solía hacer Freddie Mercury, y
se le pudo ver masticando chicle sobre todo cuando Ross
abordó el tema de la sexualidad.
«¿Cómo se come eso? Es decir, fuiste gay durante un
tiempo y luego dejaste de serlo…»
«Diría que simplemente estaba feliz», bromeó David [la
palabra «gay» en inglés también tiene la acepción de
«alegre»].
«¿Eras bisexual, pansexual, trisexual?», insistió Ross, entre
la broma y el descaro. «Porque me da a mí que ser gay es un
poco como alistarse en una legión extranjera. Una vez hecho, a
mi modo de ver no parece que haya vuelta atrás.»
«Digamos que era… ya sabes. Tenía sexo por doquier», se
rio David, desarmado.
«¿También practicaste sexo con aquellas personas?»
«No si podía evitarlo… Era tremendamente promiscuo, ¡y
yo creo que mejor lo dejamos ahí!»
Cuando Jonathan Ross le preguntó a David si creía que
también él debía catar «el amor masculino», David
cortésmente declinó responder, murmuró y balbuceó.
«Que duda cabe de que David Bowie dejó tirada a la
comunidad homosexual cuando, después de todo, negó haber
sido gay», apunta Simon Napier-Bell. «Eso cabreó a la gente.
Pero su franqueza en el programa de Ross sirvió para
redimirlo. Así que, desde mi punto de vista, todo estaba
perdonado.»
David llegó de vuelta a Nueva York el 26 de julio, y el tour
reanudó la marcha dos días más tarde. Ziggyzageó a izquierda
y a derecha, entre los Estados Unidos y Europa, y se detuvo en
un lugar preferente el 2 de octubre: en el Hammersmith Odeon
del oeste de Londres, reformado y convertido en el Carling
Apollo. Era agradable estar de regreso. Su excursión llegaría a
término en Boston veintiún días después.
David había dejado las drogas duras, el tabaco y el alcohol —
los días en que dejó todo habían sido los mejores de su vida,
dijo, después de conocer a Iman—. Pero su adicción al trabajo
se tomaría la revancha. En enero de 2003, tras unas pocas
semanas de vacaciones con su familia, entre Navidad y año
nuevo, se refugió junto a un puñado de fieles músicos en el
pequeño estudio B de los estudios Looking Glass con la idea
de empezar a grabar su álbum Reality. Tony Visconti lo
coproduciría. El grupo también grabaría en el apartamento de
David e Iman en SoHo, y en la casa que el pianista Mike
Garson tenía en Bell Canyon, Ventura County, California; un
majestuoso santuario rodeado de bosques con venados,
coyotes y gran cantidad de pájaros poco comunes. Era una
alusión a la experiencia en los estudios Allaire.
Sin embargo, Reality está lleno de pistas que dan a
entender que el disco fue creado en un relativo confinamiento,
en gran medida en la ciudad. El amplio espectro y el espacio
de su predecesor están claramente ausentes. Pero lo que le
falta en extensión, lo compensa con humor, detalle y un
pesimismo que mueve a la reflexión. En sus intentos por
explicar el disco Reality, David habló de la idea de realidad
como algo que se había transformado en «una abstracción para
muchísima gente a lo largo de los últimos veinte años (…).
Algunas cosas que entendían como verdades simplemente se
desvanecieron, y casi se podría decir que ahora nuestra forma
de pensar es posfilosófica. Ya no hay nada en lo que creer».
A no ser por dos pistas, «Try Some, Buy Some» de George
Harrison y «Pablo Picasso» de Jonathan Richman, todas las
canciones son de David. Corre por ellas una cruda honestidad;
son aparentemente simples y pesadas. La escucha de «The
Loneliest Guy» resulta casi demasiado perfecta, y no a todos
gusta. El supremo e inevitable pulido de producción a cargo de
Visconti levanta una alfombra de magnificencia, lo cual da
como resultado un álbum que puede escucharse una y otra vez.
Los críticos estaban encantados.
«Hay una parte de David Bowie que definitivamente no
quiere repetirse», dijo Tony Visconti. «Así que nuestra
obligación era no repetir la fórmula de Heathen.»
«Yo buscaba algo que tuviera un sonido ligeramente más
urgente que en Heathen», explica David. «Creo que el pilar
que sirve de sostén al álbum es que lo escribí y grabé aquí, en
el centro de Nueva York. Tomar buena parte de su inspiración
en dónde y en cómo yo vivo, es decir, en cómo es el día a día
de por aquí.»
«En estos tiempos que corren», diría también, «es
magnífico tener la posibilidad de grabar más a menudo e irse
sacando de en medio las canciones a medida que las
compongo. Para mí, ese es un método mucho mejor. Me siento
muy a gusto trabajando a álbum por año. No me intimida lo
más mínimo, y se ajusta al patrón y al ritmo que suelo
marcarme para escribir».
También había puesto un pie a remojo en la piscina de la
literatura; había comenzado a escribir una novela.
«Le haría falta un siglo de investigación», le comentó a
Paul Du Noyer para la revista The Word. «Nunca llegaré a
terminarla en vida, pero me lo paso de miedo.»
David explicó de qué manera planeaba abrir la obra con las
primeras sindicalistas mujeres allá por la década de 1890 en el
East End de Londres, y de ahí conducir la historia hasta
Indonesia y los mares del sur de la China. Estaba asombrado
por, según dijo, lo fácil que era investigar sobre el tema con la
ayuda de Internet. «Se trata de algo que llevo escribiendo
desde hace año y medio, y es condenadamente difícil». Era tan
«épico», prosiguió, que no se veía capaz de acabarla nunca, e
incluso se preguntaba si sus notas le podrían ser útiles a algún
editor que a su muerte se interesara por publicarlas.
En cuanto a su vida privada, era un hombre realizado, y no
le importaba que se supiera.
Admitió que su vida había ido ganando estabilidad a lo
largo de la última década. Dijo sentirse muy a gusto, y que eso
le gustaba. «Nunca pensé que sería un tipo tan familiar. No
creí que esa fuera una capa más de mi maquillaje. Pero alguien
dijo que a medida que uno se va haciendo viejo, se convierte
en la persona que siempre habría debido ser; y siento que eso
es precisamente lo que me sucede. Estoy bastante sorprendido
de saber quién soy, ¡pues la realidad es que soy como mi
padre!»
En 2003, no podía ni imaginarse en otro sitio que no fuera
Nueva York. Llevaba viviendo allí más tiempo del que había
vivido jamás en otro lugar. Se sentía neoyorquino. Era como si
por fin sintiera que se había ganado el derecho a decirlo. Su
rutina diaria, cuando no estaba en el estudio, pasaba a menudo
por levantarse temprano y salir a caminar por el parque de
Washington Square, tomar un café o desayunar en uno de sus
locales preferidos y darse un garbeo por una librería —sus
favoritas: McNally Jackson en Prince Street y Strand
Bookstore en Broadway—. Iba y venía sin que nadie le
molestara. Ese año, ambos nos convertimos en miembros
fundadores de la Soho House de Nueva York, en la Novena
Avenida, en el Meatpacking District. Sus socios eran gente de
los medios de comunicación, las artes y la moda. Es la que
sale en la sexta temporada de la serie Sexo en Nueva York. Por
fin auténticos neoyorquinos.
Salió de gira con Reality en otoño. Debutó en Dinamarca el 7
de octubre. Pronto se transformaría en nuevo tour plagado de
problemas. Las señales no eran buenas. Se cancelaban bolos y
se aplazaban fechas, pues David se las veía negras con una
serie de dolencias relativamente menores pero muy molestas,
como laringitis o fiebre. Sobrevino la tragedia: el concierto del
6 de mayo de 2004 tuvo que ser suspendido después de que un
técnico de iluminación cayese de la plataforma y perdiera la
vida. Y la catástrofe: el 18 de junio, en Oslo, alguien lanzó una
piruleta al escenario, con tan mala suerte que impactó en el ojo
de David. Más ominoso fue su abandono el 23 de junio en el
espectáculo ofrecido en Praga, cuando, agónicamente, no le
quedó más remedio que dejar la escena tras sufrir un
pinzamiento de un nervio en el hombro. Dos días más tarde,
mientras tocaba en Hamburgo, sufrió el primero de una serie
de infartos, y fue transportado por vía aérea al hospital, en
donde le realizaron una anginoplastia.
«Para empezar, la gira ya era un no parar, antes de todo
aquello», reflexiona el guitarrista Gerry Leonard. «Ensayos
incluidos, llevábamos trece meses. Yo opinaba que para él era
excesivo. Tuvimos algún que otro contratiempo cuando David
tuvo que renunciar a algunas actuaciones, y había presión
añadida cuando tuvimos que recuperar los bolos en que se
había ausentado. En todo aquel periplo, nunca dispusimos de
más de cuatro o cinco días libres. Cada noche ofrecía un
espectáculo de tres horas. Y él es de los que se entregan, ¿se
me entiende? David no ataja, no va a lo cómodo. El alcance
del tour era tremendo. A posteriori, es fácil decirlo; con todo,
yo siempre creí que le pasaría factura.»
Incluso con esas, Gerry no se había puesto en lo peor. Y en
cambio David sí, pues creía que aquella sería la última gira
mundial de su carrera.
«Solo después de enfermar se lo pensó dos veces, lo
reconsideró y permitió que los actos restantes fueran
cancelados», dice Gerry Leonard. «Yo siempre he sostenido
que salir de gira es agotador. Es sin duda un trabajo duro.
Echas de menos a tus amigos y a tu familia. Nunca estás para
las cosas importantes. Hasta que se puso malo, David había
estado hablando con entusiasmo sobre esto y aquello: que si
grabaría un disco por año, que si saldría periódicamente de
gira… Yo no tengo la menor duda de que quería trabajar
cuanto le fuera posible. Sus actuaciones eran abrumadoras,
estaba en la cumbre de su carrera. A nivel sonoro y visual, el
tour Reality era todo cuanto alguna vez había deseado. Estaba
feliz de tirar de gramola y de tocar, también, canciones
populares; atrás quedaba aquello de “Ya no pienso tocar más
los clásicos”. Sabía que eso era lo que sus fans querían
escuchar. Quizá más aún que su material reciente, al menos
parte. Y para él no suponía ningún problema.»
Al final, David se sintió lo suficientemente cómodo como
para claudicar.
«En un momento dado», apunta Gerry, «teníamos
preparado un repertorio con sesenta y cuatro canciones, y
treinta de esas es lo que tocábamos cada noche. Desde luego,
David es un tipo de todo o nada. Se lo estaba pasando en
grande hasta que tuvieron que llevárselo a la carrera al
quirófano por culpa de la obstrucción arterial para ponerle un
stent. Y esa es la clase de suceso que logra ponernos alerta.
Una llamada de atención. Uno piensa: “A lo mejor no tengo
que hacer esto.” David tomó una buena bocanada de aire y a
continuación dijo: “Se acabaron las giras. Ya no pienso seguir
yendo de acá para allá.”»
2. Eric von Stroheim era una estrella austriaco-estadounidense de cine mudo,
además de productor y director. Hizo el papel de Max von Mayerling en el clásico
de Billy Wilder de 1950 El crepúsculo de los dioses, junto a Gloria Swanson. Dicho
papel le supuso ser nominado al Óscar en la categoría de Mejor actor de reparto.
Reliquia de un tiempo pretérito y hombre de numerosas encarnaciones,
personificaba al emigrante judío europeo pobre que llega hasta lo más alto. Es
famosa su frase: «En Hollywood, vales tanto como tu última película.» David tenía
en su poder un ejemplar de una biografía suya a cargo de Richard Koszarski, The
Man You Loved to Hate: Erich von Stroheim and Hollywood, que sería adaptada a
la gran pantalla en 1979. Murió en Francia en 1957, a los 71 años de edad.
3. «9/11», también llamado «11 de septiembre», es hasta el momento el mayor
ataque terrorista en la historia mundial, así como el más mortífero perpetrado en
suelo americano por extranjeros desde que los japoneses bombardeasen Pearl
Harbor (Hawaii) el 7 de diciembre de 1941, hecho que motivó la participación de
los Estados Unidos de América en la Segunda Guerra Mundial. Semanas después
del ataque, se llevó a cabo una nueva estimación del número de muertes; la cifra
facilitada fue de más de 6.000. En 2015, el número de cadáveres identificados era
de solo 1.640.
4. Gerry comenzó como operador de vídeo, y trabajó con Sinéad O’Connor cuando
esta tenía 16 años. Estudió cinco años de guitarra clásica en el conservatorio
municipal de Dublín. Como artista en solitario, es conocido como Spooky Ghost.
5. Los populares estudios Looking Glass cerraron sus puertas para siempre en
2009, cuando la renta se volvió prohibitiva. El mánager del estudio, Christian
Rutledge, confirmó que todas sus salas estaban reservadas en el momento del
cierre. «Va a quedar un vacío en la escena musical de Nueva York que no creo que
pueda llenarse», comentó. «Teníamos una gran familia que iba rotando por Looking
Glass.»
6. En 1990, Mark Plati trabajó en la remezcla de «Fame 90» con el productor de
hip-hop y DJ Arthur Baker. Conoció a David seis años después, mientras trabajaba
en «Telling Lies», la canción para el álbum Earthling que se puso a la venta como
sencillo en 1996. Más de 300.000 seguidores se descargaron el tema, solo accesible
a través de Internet. Plati también ha trabajado con, entre otros, Prince, The Cure,
Robbie Williams, Fleetwood Mac y Lou Reed.
7. The Living Room era una famosa sala de eventos musicales conocida como «la
incubadora de talento», fundada en la Stanton Street del Lower East Side en 1988.
Cambió de dirección a Ludlow Street en 2003, y a Metropolitan Avenue, en
Brooklyn, en 2015.
21
2005-2014

Es fácil obviar el hecho de que nuestros héroes se van


haciendo mayores. Los Peter Pan del rock no representan nada
más que nuestra terca resistencia al envejecimiento. Pero oye,
hay esperanza: vivieron deprisa, pero no todos murieron
jóvenes. Aquellos que sí —Hendrix, Morrison, Joplin, Jacko,
Lennon, Amy, Mercury, Cobain, Prince y otros tantos— serán
recordados siempre como eran en el momento de irse. Nunca
más viejos. En cambio, los groovers prosiguen su marcha.
«Pues sí, te haces viejo, ¿pero qué demonios puedes hacer
para remediarlo?», se preguntaba Grace Slick, de la banda
Jefferson Airplane. «Nada. Así que lo mejor es olvidarlo y
tratar de ser quien eres, quien fuiste y quien seguirás siendo.»
Tal vez David, comme d’habitude, iba un paso por delante
en esa partida. Quizá había decidido retirarse mientras iba en
cabeza, refugiarse en su nido familiar e irse marchitando en la
oscuridad. Tenía sentido —aunque de algún modo nosotros
esperábamos que plantase cara, que, llegado el momento, se
enfureciese, se enfureciese ante la muerte de la luz—. Porque
era Bowie. 8 Tal vez en su cabeza tenía decidido que nunca se
desintegraría en un roquero de setenta y pico años, como
muchos otros… ¡qué deliciosa paradoja! Por un lado, ¿por qué
no deberían seguir a lo suyo? Por otro, el espectáculo dado
resulta en cierto modo grotesco. Mick Jagger y Keith
Richards, Pete Townshead y Rog Daltrey, Paul McCartney,
Dylan, Bruce, Clapton, Brian Wilson, Rod Stewart, Elton
John, Steven Tyler, Tom Petty, Iggy, Joni, Stevie, Diana,
Debbie: caricaturas de las glorias que un día fueron.
Cuando nos gastamos un dineral para verlos en vivo, no es
al artista actual al que aclamamos. Nos desvivimos por el
artista que una vez fue, el que era antes de ser mainstream:
vitoreamos al osado, al transgresor, al anarquista, al
excéntrico, al dúctil dios del sexo, a la divinidad que escribió
las canciones que pusieron al mundo entero a cantar. Los
temas que nos enseñaron a pensar, a amar, a encontrarle un
sentido a todo. A intentarlo. Se trata de un viaje nostálgico. Y
no hay nada malo en ello. Por eso los temas clásicos del
evento Raiding the Rock Vaults producido por Simon Napier-
Bell hicieron su agosto en Las Vegas y luego fueron a
pavonearse por el Ulster. Es por ello que en los nuevos
musicales jukebox se agotan las entradas en cosa de media
hora. Cualquiera que haya visto a Freddie Mercury tocar en
vivo se habrá dejado engatusar por We Will Rock You. Pero
para aquellos que todavía no habían nacido cuando Queen dio
su vuelta de despedida en 1986, ¿qué forma puede haber de
experimentar esa magia? Los promotores la cogieron al vuelo:
esa clase de nostalgia nunca envejece.
«Los viejos lo hacen mejor», replica Robert Plant. ¿Quién
se lo discute? Los artistas veteranos han legado una
destacadísima banda sonora, pero parece que a día de hoy
muchos de ellos están amenazados. Con las cuerdas vocales
más flojas que el verano anterior, entonan notas sin propósito
definido, ya no digamos las más altas. Una más para el
camino, para la posteridad, por los viejos tiempos, ¿para los
compañeros que no sobrevivieron? ¿Una última batalla?
Podrían seguir en la cresta de la ola si su truco fuera ese.
Nunca se es demasiado viejo cuando aún respiras, o si eres
capaz de tumbarte en el suelo sin apoyarte en nada. Al mismo
tiempo, David había dado por cerrado lo suyo.
¿Era así? Siempre promesas, nunca hechos. Enganchado
buena parte del tiempo a Internet, entraba y salía de las salas
de conversación por chat de BowieNet, abriendo el apetito al
dar a entender que tenía creaciones por sacar. Se ocultaba tras
el alias «Sailor»; sí, en ocasiones era él. ¿Por qué Sailor
[Marinero]? Se han propuesto muchas y muy sofisticadas
teorías, a menudo difundidas (se dice) por el propio Bowie.
David dijo, ¡ups!, Sailor dijo: «Creo que tiene que ver con
la soledad, la libertad y con el hecho de viajar por aguas
inexploradas…», o lo que fuera.
Da la casualidad de que era un anagrama de Isolar, su
propia empresa. Sin embargo, su génesis era más simple y más
obvia:
Sailors fighting in the dancehall,
Oh man, look at those cavemen go…
(de la canción «Life on Mars?»)
Estaba de regreso, en la arena, con su labia y su humor de
colegial que recurre una y otra vez a los juegos de palabras. Su
defecto, que era un listillo:
«Esa pregunta es muy personal. ¡Dejemos a un lado las
cuestiones de cama! ¿Eres católico? Esto en realidad es
Halloween, ¿no es cierto?»
Y en respuesta a la pregunta «¿Qué opinas de la educación
separada por sexos?»:
«¿Te refieres a enseñar persona por persona,
individualmente? Eso llevaría siglos. Para entonces ya no
quedaría población.»
Había rechazado convertirse en «establishment» tras declinar
el título honorífico de Comandante de la Orden del Imperio
Británico 9 en el año 2000.
«La verdad, no sé para qué sirve», comentó. En 2003
volvió a decir que no; esta vez a algo más grande, a ser
nombrado caballero.
«No tengo la menor intención de aceptar semejante cosa»,
declaró un reacio sir David Bowie, pese a que el título
agregado a su nombre le habría conferido un delicioso cariz
artúrico. «No es para eso para lo que he trabajado toda mi
vida.»
Curiosamente, sí que había aceptado la Legión de Honor
francesa en 1999. Quizá había reconsiderado sus
implicaciones y había decidido devolverla.
Conforme a su promesa, su historia con la carretera se había
terminado. Aceptó una prescindible y poco memorable
participación en el cine, nada como para llevarse un Óscar.
Actuó en un par de bolos más para causas benéficas. En
septiembre de 2005 formó parte activa en el evento de
captación de fondos Fashion Rocks celebrado en el Radio City
Music Hall de Nueva York, y actuó en el SummerStage de
Central Park, con la banda Arcade Fire. Y en noviembre de
2006 ejerció de trovador en la tercera gala anual Black Ball de
la ONG Keep a Child Alive, celebrada en el Hammersmith
Ballroom, al copresentar junto a su esposa.
Y eso fue todo. ¿Significa esto que una maratón benéfica
frente a un montón de acicalados miembros de la jet fue el
último bolo en la carrera de Bowie? Bueno, pues sí. Es posible
que él esa noche no fuera consciente, pero basta echar un
vistazo al vídeo subido a YouTube que alguien capturó con la
cámara de su móvil. Acompañado de Mike Garson al piano,
David interpreta como mejor sabe «Wild is the Wind» y
«Fantastic Voyage», pero parece… estar allí solo a medias.
Toca «Changes» en un dueto con Alicia Keys, se mete a la
audiencia en el bolsillo, hace una reverencia, se retira del
escenario cogido de la mano de ella y ya nunca más volverá a
cantar una sola nota en público. Damas y caballeros: el señor
Bowie ha abandonado el edificio. Gracias y buenas noches.
Cumplió sesenta años unas semanas después, en enero de
2007. Lo celebró en privado. La mejor manera. Aquel mes de
mayo, comisionó un importante festival de artes y música en
Nueva York, y se embolsó un par de premios más. Un año
después, corrieron rumores de que el London Boy estaba a
punto de volver al hogar. Alguien filtró que se había comprado
una propiedad en Gran Bretaña. Pero la hermosa Old Rectory
de Gilston Road, en Kensington/Chelsea, siguió estando
deshabitada la mayor parte del tiempo. Los Jones apenas iban
allí a dormir; y de mudarse, nanay. Menos de tres años
después, volverían a ponerla en el mercado.
El cotilleo fue en aumento, a tenor de que David apenas se
dejaba ver en ningún continente. Se rumoreaba que había
sufrido por lo menos media docena de ataques al corazón, que
había tenido que ser intervenido quirúrgicamente en más de
una ocasión, e incluso se hablaba del Gran Susto. Una o dos
veces, incluso llegó a mis oídos que había muerto. ¡Por favor,
que no sea cierto! La gente adecuada suele saber la verdad.
«De vez en cuando quedábamos para comer o para tomar
un café, y yo siempre supe que estaba sano», dijo Tony
Visconti. «No sé por qué optó por guardar silencio. La gente
venía y me decía con voz temblorosa: “Se está muriendo,
¿verdad?” Yo les contestaba que si en efecto se estaba
muriendo, en tal caso era el moribundo con mejor aspecto que
había visto en mi vida.»
En enero de 2009, David se dejó ver en el Sundance Film
Festival de Utah, al cual asistió para apoyar a Duncan, su hijo
cineasta, que presentaba su película Moon, protagonizada por
Sam Rockwell. Sacada adelante con un ajustado presupuesto
de tres millones de libras, contaba la historia de pesadilla de
un astronauta durante los últimos días de misión minera. Le
reportaría un premio BAFTA. Cuando la madre de Duncan
acudió por su cuenta a ver la peli, lloró:
«Lloré como una niña pequeña», le confesó Angie a Jan
Moir para el Daily Mail en enero de 2016. «Porque la película
trataba sobre el abandono, así me lo pareció a mí. Pensé que
eso era lo que le había contado David; le debió de decir que yo
los abandoné. Lo entendí muy bien, y, la verdad, me puse
furiosa. Yo no abandoné a Zowie, pero llegó un punto en que
no podía aceptar más humillaciones por parte de David, así
que me armé de dignidad, levanté el culo y me largué a
empezar una nueva vida.»
El éxito de Moon provocó que Duncan recibiera un encargo
para dirigir el thriller de ciencia ficción Código fuente, cuyo
protagonista es Jake Gyllenhaal y que costó diecinueve
millones de libras; el filme recaudó más de setenta y cinco
millones a nivel mundial. El hijo de Ziggy recorría su propio
camino. El chaval ligeramente desaliñado, siempre en
vaqueros y camiseta, con barba de pocos días, que más se diría
un operario algo dejado que un director de cine de clase
mundial, se había parecido claramente a su madre cuando era
un bebé. Ahora había dejado de parecerse a ninguno de sus
padres.
Aquel mes de abril, David llevó su celebridad al Tribeca
Filmfest de Nueva York, con aspecto fatigado y hasta
exhausto. Apenas se volvería a saber nada más de él en los tres
años siguientes. Al salir de su letargo, en octubre de 2012, le
vieron andando entre la gente por Lafayette Street, con barba
incipiente y vestido con una gorra de béisbol, gafas de sol,
sudadera azul y pantalones anchos. Los paparazi al acecho
captaron una imagen suya saliendo de una comida con Coco
Schwab. Volvieron cada uno a su casa en sendos taxis.
Solo un puñado de personas sabían que Tony Visconti y David
volvían a grabar juntos en 2010. Los músicos de sesión, el
equipo de los estudios The Magic Shop, en SoHo, y todos los
restantes implicados fueron obligados a firmar contratos con
cláusulas de confidencialidad. Los músicos elegidos por David
sabían que no valía la pena arriesgarse a incumplir el contrato
discutiendo en público un proyecto que quizá nunca llegara a
ver la luz. Todo el mundo agachó la cabeza. Los magos se
pusieron a trabajar.
«Es alucinante cómo me involucré en The Next Day»,
reflexiona el guitarrista Gerry Leonard.
«Había oído que David iba a venir a Woodstock
acompañado de su familia, y es allí en donde yo vivía con la
mía; así que se me ocurrió invitarle a que se pasaran a tomar
café. Parecía un gesto de cortesía. Y cuando vinieron, él se me
acercó y me dijo: “¿Tienes batería? Escribamos una canción.”
Dicho y hecho. Vino de nuevo en otro par de ocasiones, y
escribimos más canciones. En cosa de dos horas, teníamos
lista una —ese era el modo en que los de la vieja escuela
trabajábamos en tiempos—. Ensayo, error. Al final, para mi
gran sorpresa, quiso incluir uno de los temas que habíamos
compuesto juntos, “Boss of Me”, en su nuevo álbum. Yo
estaba que no me lo creía.»
Hubo más momentos memorables. Uno de ellos fue cuando
David se presentó con una Fender Stratocaster para que Gerry
tocara en The Next Day. La guitarra era una Sunburst de
finales de los sesenta con diapasón de Maple. La misma con
que Marc Bolan había obsequiado a su amigo superestrella en
los estudios de Granada TV en Mánchester allá por el verano
de 1977, tres décadas y media antes. El día que se cayó del
escenario, provocando las carcajadas de David. El día que se
quedaron sin tiempo. La última actuación de la carrera de
Marc.
Al contrario de lo que cuentan los cotilleos y la
rumorología que campa por Internet, David no devolvió la
Sunburst a la familia de Marc tras su trágica muerte. La
atesoró durante décadas. Hoy la tiene Tony Visconti.
«Trabajar con David te cambia la vida», dice Gerry. «No lo
digo por los royalties. ¡Cielos, no! A día de hoy y a esta edad,
todo eso no es lo que un día fue. La cruda realidad de Spotify:
dos mil reproducciones, si tienes suerte, te reportan unos once
céntimos. No da para que te compres una casa, ni siquiera para
un coche. Sin embargo, como experiencia es grandioso. No
tiene precio. Escapa a esos parámetros.»
En enero de 2012 cumplió sesenta y cinco. En el mundo real,
una edad clave. Se enfrentaba a la jubilación, a convertirse en
pensionista, quizá a un reloj de oro de despedida. Puede que
contemplara mudarse a la costa. Tal vez a Margate, por fin.
Deploraba los florecientes pelillos de la nariz, la calva, el
ensanchamiento de cintura. Lo desasosegaban los descuentos
para jubilados, los bonos de viajes, los dos por uno y las
revisiones oftalmológicas sufragadas por Sanidad. Mas en el
enrarecido reino de las superestrellas del rock, apenas
computan esa clase de consideraciones. ¿Se le pasó por la
cabeza que Ziggy era ahora un vejestorio? Sabíamos que la
preguntaba sobraba. Podéis estar seguros de que sí lo pensó.
Nos hacemos viejos. Deberíamos poder meter la tela de
nuestros pantalones a la altura del trasero 10 . Los años que
pasan son más significativos cuanto más vivimos. La mayoría
de personas no nota grandes cambios entre los cuarenta y los
sesenta. Pero con sesenta y cinco, hay que afrontar los hechos:
nos aproximamos al abismo. Gran parte de los sexagenarios no
se asusta tanto con la muerte en sí como con no haber sabido
vivir. David podría dejar perplejos a muchos y a muchas con
algunas de las cosas que había experimentado a lo largo de su
vida. Había vivido por todos nosotros.
Pasadas unas cuantas semanas, el 27 de marzo, se notó su
ausencia en el acto oficial de colocación y exhibición de una
placa azul del Crown Estate en el número 23 de Heddon
Street, lindante con la londinense Regent Street, en
conmemoración del cuarenta aniversario del LP de Ziggy
Stardust. Se eligió esa ubicación por ser donde se había
tomado la fotografía que aparece en la portada del álbum. La
breve ceremonia a la que siguió un desayuno VIP que contó
con la asistencia de los miembros de los Spiders from Mars
originales, Trevor Bolder y Woody Woodmansey; Gary Kemp
de Spandau Ballet (que subió un peldaño para descorrer la
cortinilla, y dar un minidiscurso), el coproductor artístico
Terry Pastor y el productor discográfico Ken Scott. ¿Dónde
estaba Nicky Graham, el teclista Spider original? Ya puestos,
¿dónde Mike Garson? ¿Y dónde también George Underwood,
que había tenido un papel destacado en el diseño de portada?
Ni un solo representante de la familia estaba presente. Había
algo de «Eleanor Rigby» en ello. El gentío iba y venía.
Un mes más tarde, David e Iman celebraron su vigésimo
aniversario de boda. Eso sí, no lo sabemos porque les hayamos
visto. No se convocó a Brian Aris para que fuera a comer filete
tártaro y echase unas fotos, no se firmó ninguna lucrativa
exclusiva mundial con la revista Hello!
Si bien pudimos sentirnos decepcionados por aquel perfil
bajo suyo, lo que vendría después nos resarciría con creces: se
anunció que el archivo David Bowie había otorgado acceso
exclusivo, algo de lo que no existían precedentes, al
prestigioso Victoria and Albert Museum, también conocido
como el V&A o el Museo Nacional de Arte y Diseño, en
Londres, con objeto de organizar una gran exposición
retrospectiva de la vida y obra de David. Aquella era la
primera vez en la historia del planeta que se le concedía a un
museo la colección personal, extensa, herméticamente sellada
y, sí, con control de temperatura, de David. Era como Howard
Carter entrando en la tumba de Tutankamón. Para el hombre
que nunca miraba atrás, esa, ahora, es la forma de avanzar.
El 7 de noviembre, el hijo de cuarenta y un años del artista,
Duncan Jones (¿de dónde sale tanto tiempo?) se casó con su
prometida, Rodene Ronquillo, en Los Ángeles. Sin pompa, sin
glamour, ni iglesia, ni invitados, sin reportajes de prensa. Tan
solo marcaron un día en el calendario en el que consolidar su
vínculo. Tres días antes, el 4 de noviembre, Duncan había
notado un bulto en un pecho de su novia fotógrafa de solo
treinta y dos años. La biopsia de urgencia reveló que padecía
cáncer de mama de estadio dos.
«Estábamos un poco sobrepasados por las noticias», dijo
Duncan. «Cáncer y boda, así que no teníamos más remedio
que darnos prisa: ¡salir pitando a los juzgados y casarnos! Dos
días después, Ro entraba en el quirófano.»
Los dos miembros de la pareja se raparon la cabeza juntos
para prepararse para la agotadora sesión de quimioterapia, y
subieron fotos a Twitter. Comenzaron de inmediato una
campaña de concienciación de la enfermedad, y pusieron
énfasis en la vital importancia de un diagnóstico precoz.
Duncan y su padre siempre habían estado muy unidos, no
había semana que no hablaran por Skype, y quedaban a
menudo en Nueva York. Era una desilusión casarse sin que él
estuviera presente.
«Es sencillamente un tipo y un padre fenomenal», comentó
el director de la película de 2016 Warcraft. «Creo que soy una
persona creativa, y que lo soy por derecho propio. Supo darme
el tiempo y el apoyo necesarios para que encontrara mi propio
camino, y también la confianza para hacer lo que hago.»
El 8 de enero de 2013 David celebró su sexagésimo sexto
cumpleaños. Nadie que no fueran sus seres más queridos
podrían anticipar lo que haría para conmemorar aquel hito
temporal, tras haber ignorado por completo la efeméride de
sus sesenta y cinco el año antes. Típico de David. Hacer lo
inesperado y dejar que los demás hagan sus conjeturas, incluso
en un aparente retiro. No había prensa, ni promoción, ni
fotógrafos, ni manera de prever qué sucedería.
«Tuve una reunión con él en Nueva York, y allí me tocó ese
álbum, que era magnífico», dijo Alan Edwards, su publicista
desde 1982, para el Independent en enero de 2016.
«Luego dijo: “Quiero sacarlo el martes”. Sabía más del
trabajo que yo mismo. Sentía sin titubear qué es lo que pasaba.
Había pasado de ser el artista de culto más vanguardista del
mundo a ser la mayor superestrella de todo el mundo.»
También, de manera vehemente, le había declarado la guerra a
la publicidad.
Alan quedó pues encargado de transmitir a la prensa que
algo se estaba gestando, pero sin soltar prenda y sin tener
siquiera la oportunidad de concertar una sola entrevista.
Su comunicado de prensa se puso en circulación a las 5:30
de la mañana. El perturbador vídeo de «Where Are We Now»
se publicó en la página web de David. La emisora Radio 4 de
la BBC fue la primera en poner en las ondas su sencillo de
debut del álbum, que de inmediato pasó a estar disponible en
iTunes para oyentes de ciento diecinueve países. En muchos
de ellos alcanzó a la velocidad del rayo el número uno de las
listas. En cuestión de una hora, el tema había causado
sensación a nivel global, y las redes sociales ardían. No
sorprende: se trataba del primer lanzamiento de nuevo material
de Bowie en una década.
«Fue una campaña rompedora», admitió Alan Edwards.
«Al final de la jornada, era su plan maestro, su idea. He ahí la
confianza de un gran artista.»
A dos meses vista, el 8 de marzo, el álbum The Next Day salió
al mercado bajo el sello ISO Records/Columbia. Producido, al
igual que el sencillo que contenía y que ya se había lanzado,
por Tony Visconti, se convirtió en el primer número uno de
David en el Reino Unido de las últimas dos décadas. Sería
nominado para el premio Mercury de ese año. También saldría
a relucir su nombre en la categoría de Mejor álbum de música
rock en la gala de los Grammy de 2014, y sería finalista al
Mejor álbum británico del año en la gala de los BRIT de 2014
patrocinada por Mastercard. No ganó. Y, en cambio, sí lo hizo.
Qué pieza tan conmovedora. Descrita como «art rock», es
una mezcla de su vida hasta la fecha; era imposible no mirarlo
como un último hurra, una última erupción. «La obra maestra
del ocaso de Bowie», así la denominó The New York Times.
Aunque Tony Visconti, encargado de organizar el trato con la
prensa y las entrevistas con medios internacionales, en vista de
que David no concedía ninguna, dio muchas más pistas sobre
de dónde salía todo aquello. Incluso llegó a sugerir en un
momento dado, al tiempo que David les había dejado claro a
sus músicos que no habría tour promocional del álbum, que
cabía la posibilidad de que hubiera una actuación suelta en
algún momento. No fue el caso.
No hacía falta. Antes recurrí a la palabra «inevitable» para
hablar de la química especial entre David y Tony. Ahora, aquí
estaba de nuevo. Es posible oír una alegría juvenil entre las
notas, que deja entrever el gozo que debieron sentir en el
momento de descubrirse mutuamente… cuando dieron forma a
aquel primer álbum juntos, The Man Who Sold the World,
tanto tiempo atrás, en 1970. «Where Are We Now?» es una
balada introspectiva, cargada de referencias al pasado de
David que caen como jirones de papel o confeti sobre las
calles mojadas de Berlín.
The moment you know you know, you know.
Menudo aforismo. El inquietante videoclip de la canción
tenía un toque surrealista y daliniano. «The Stars (Are Out
Tonight)» es un colosal número de rock. Pasa a toda prisa y
resulta extraño. «Love Is Lost» es adictivo; palpita y gime con
controlada angustia y voz temblorosa. Resulta amenazador. El
tema coescrito con Gerry Leonard, «Boss of Me», es funky
aunque comedido. Ese álbum es como un amplio lienzo en el
que todos tienen su boleto. Sea cual fuere el Bowie que
interese a cada cual, y a todos nos interesa alguno, uno puede
estar seguro de encontrarlo en ese disco.
«David Bowie Is» se abrió al público en el museo V&A de
Londres a finales de marzo de 2013. Fue inmenso. Hacía falta
ir tres veces para verlo en su totalidad. Se mostraban los trajes
llevados por el artista en sus conciertos, vídeos, fotografías,
diseños artísticos, instrumentos, partituras, artefactos,
dispositivos tecnológicos, cortes de conciertos en vivo, y, claro
está, su música, en un set interactivo muy bien dispuesto y en
el que se prestaba especial atención al estilo y al diseño.
Conjuntamente con un libro, la exposición trazaba el impacto
de David en el mundo y subrayaba la importancia del público
en su evolución. Se montó una película, titulada David Bowie
Is, a modo de documental de la exposición sobre su vida, y
tiempo después, en julio de 2016, la cinta habría de dar el salto
a las salas de cine. Esta rompedora retrospectiva ayudó, como
era su objetivo, a fijar a David en el imaginario cultural
colectivo como uno de los artistas más importantes del planeta
del último medio siglo. El chaval de Bromley se había hecho
valer.
«La siguiente vez que lo vi, tras el lanzamiento de The Next
Day, fue con ocasión de la fiesta del setenta cumpleaños de
Tony Visconti celebrada en Nueva York», recuerda Gerry
Leonard. «Debió de ser en abril de 2014. El hijo de Tony,
Morgan, me pidió que formara parte de la banda casera que
montaron. Me acerqué a David durante la fiesta, y me dijo:
“Voy a hacer otra cosa… pero no te preocupes.” Quería que
supiera que estaba trabajando en otro disco, pero que yo esta
vez no participaría. Yo quería estar en él, ¡por supuesto! Pero
lo que me estaba diciendo es que necesitaba libertad para
poder hacer algo nuevo. Eso lo respetaba.
»Él sabía que estaba enfermo. Supongo que nosotros
también lo sabíamos. No es algo de lo que habláramos. A
David siempre le gustó guardar con celo su vida privada. Se
esperaba que cualquiera que estuviese implicado en un
proyecto suyo supiera mantener el pico cerrado. Eso hice yo.»
Aquel verano, pese a que por entonces ninguno de nosotros lo
sabía, David hizo una última visita a Londres. Acompañado de
su esposa y de su hija Lexi, aterrizó en el aeropuerto de Luton
en jet privado, sin duda riéndose para sí con el recuerdo de
Lorraine Chase, como en el anuncio de televisión que la aupó
a la fama, tras haber llegado del paraíso, vaso de Campari con
rodaja de naranja en mano. La familia se trasladó
discretamente a una suite en la Jumeirah Carlton Tower de
Knightsbridge, a un tiro de piedra de Harrods. Pasaron una
semana viendo la ciudad, incluida la vista panorámica desde lo
alto de la Torre de Londres y desde la noria conocida como
London Eye.
Se movieron sin ser reconocidos entre los turistas, vestidos
con ropa casual, como cualquiera, con zapatillas deportivas,
gorra y gafas de sol. Un solo escolta, que incluso estaba de
más. Llevaron a Lexi a ver la casa de Stansfield Road, en
Brixton, lugar de nacimiento de su padre. En Plaistow Grove,
ella le sacó una foto mientras él posaba frente al hogar de su
niñez. Condujeron hasta Bromley, rememorando los recuerdos
de juventud de David, y visitaron Foxgrove Road, en
Beckenham, en donde había vivido con Mary Finnigan en
1969.
Iman actuó con encomiable arrojo durante aquel trance. En
una extraña entrevista para The Guardian aquel año, le ofreció
a su entrevistador una convincente excusa para explicar la
menguante visibilidad de su esposo.
«David es incluso más casero que yo», dijo. «¡Yo por lo
menos me dejo ver en fiestas de vez en cuando!»
Insistió, no obstante, en que simplemente le gustaba cada
vez más estar en soledad consigo mismo: «También creo»,
añadió, «que no hay nada que él no haya visto».

8. «No entres dócilmente en esa buena noche», del poeta Dylan Thomas (1914-
1953). Se trata de la pieza más conocida del autor galés, escrita en Florencia en
1947.
9. Entregada a modo de reconocimiento por Su Majestad la reina a aquellas
personalidades que han contribuido de forma destacada a algún ámbito de la vida
británica.
10. «Canción de amor de J. Alfred Prufrock», T.S. Eliot.
22
2015-2016

«La verdad es más extraña que la ficción», dijo Samuel


Langhorne Clemens, padre de la literatura estadounidense,
más conocido como Mark Twain. «Pero se debe a que la
ficción estaba obligada a permanecer ligada a las
posibilidades. No así la verdad.»
¿Quién podría imaginarlo?: David volvió a cogernos
desprevenidos. Estábamos alerta por si percibíamos algún
signo a medida que se acercaba cada nueva fiesta de
cumpleaños de Bowie, con la esperanza de anticiparnos a él.
No había manera. Durante casi tres años, el silencio más
absoluto. Luego, cuando resignados ya nos habíamos instalado
en la decepción, cuando creíamos que lo más probable era que
ya hubiéramos escuchado su último trabajo…, volvió a
hacerlo. El 19 de noviembre de 2015 se sacó de la nada un
nuevo single. Con una duración de diez minutos y titulado
«Blackstar», se habilitó para descarga digital, acompañado de
un macabro vídeo. Las imágenes muestran a un Bowie
convertido en un surrealista ciego que de algún modo recupera
la vista. Demonios, ángeles, espantapájaros crucificados. Un
visitante del espacio aparentemente difunto —¿Major Tom?—
con una calavera de joyas incrustada en el interior del casco.
El pin con una cara sonriente sobre la tela del traje espacial es
Gerty, el robot compañero en la peli Moon, la primera gran
película dirigida por el hijo de David. Hermoso detalle. Se
bailan danzas rituales sobre terra incognita, de la cual solo
sabemos que debe de ser Marte. ¿Eso cómo se come? Generó
toda clase de interpretaciones encontradas en el momento de
su lanzamiento. A mi modo de ver, de algún modo parece que
tenga una carga de redención y de despertar a algo. El
cautivador sencillo al que ponía imagen, tal como llegó se fue,
sin apenas dejar huella en las listas.
Un mes más tarde, el 17 de diciembre, entregó al público la
continuación, un regalo de Navidad: «Lazarus». Sería el
último sencillo de toda su carrera y el primer éxito que lograba
colar en el Top 40 de la Billboard Hot 100 en veintiocho años.
A duras penas logró escalar hasta el puesto cuarenta y cinco de
las listas musicales británicas.
Look up here, I’m in heaven.
I’ve got drama, can’t be stolen.
I’ve got nothing left to lose.
[Mira hacia aquí arriba, estoy en el cielo.
He pasado un drama, que no se puede robar.
No me queda nada que perder.]
¿Un lamento de despedida? Lázaro de Betania, en el
Evangelio según san Juan que forma parte de la Biblia
cristiana, resucitó al cuarto día de su muerte: un
acontecimiento venerado como reafirmación del poder de
Jesús sobre el inexorable enemigo de la humanidad. Y
después, algo que celebrar. Aunque David suena enfadado e
inconsolable en esta canción, casi al final, al menos desde un
punto de vista lírico, se convierte en un pájaro azul: símbolo
universal de los ángeles, de la dicha y de la paz. En el vídeo,
imágenes impactantes del artista enfermo y solo en una clínica
que recuerdan al mal trago de su desgraciado hermano Terry,
el cual quizá siga produciendo en el cantante un sentimiento
de culpa. Vendado y atormentado, con botones cosidos a la
banda que le tapa los ojos, es un muerto enfurecido:
¡finalmente! se introduce en un armario cuyas puertas se
cierran, como confinándolo en un ataúd. Genera la pregunta.
Ofrece una respuesta. Lo que no sabíamos era cuándo.
«No hay ateos sobre el campo de batalla», le comentó David a
un amigo íntimo en los meses finales de 2015. Ahora resulta
obvio, a tenor de su música de despedida, que «abrazó a Dios»
durante su último año de vida —si bien a su idiosincrásica
manera—. Cuando todo se reduce a lo básico —el milagro de
nacer; la inexorabilidad de la muerte; la esperanza de vivir
eternamente, pues sabemos que por fuerza no acabará bien y
nadie quiere creer que todo haya sido en vano— es a la Iglesia,
cualquiera que sea, a donde la gente conduce sus pasos. La
alternativa, el ateísmo, es un reino vacío que no ofrece
consuelo ni nada que se le parezca cuando eso, el consuelo, es
lo que entonces más importa. David había buscado con ahínco
la luz espiritual desde su adolescencia, incursionando en el
budismo tibetano, la cábala, el cristianismo, el ocultismo, la
pseudorreligión nazi, la ariosofía, la teosofía y otras. Pero en
«Lazarus», parece decir de modo explícito, con letra optimista:
Look up here, I’m in heaven.
[No se cegarán entonces los ojos de los que no ven 11 .]
El 8 de enero de 2016, su sesenta y nueve cumpleaños, cortes
de esos dos perturbadores vídeos aparecieron en la televisión
británica durante las pausas publicitarias, anunciando el
lanzamiento de un nuevo álbum sin nombre. No contenía
letras, tan solo un símbolo: una sencilla estrella negra de cinco
puntas.
Se desataron las especulaciones respecto a cuál podía ser el
significado de aquel pequeño decágono cóncavo y regular.
¿Era acaso una alusión a la naturaleza de la celebridad, una
ocurrencia visual sobre la condición efímera del estrellato?
¿Podría ser un guiño a las estridentes estrellas de color rosa en
el suelo de terrazo del hollywoodiense paseo de la fama? ¿Una
referencia religiosa quizá? Si era así, ¿por dónde empezar?
Como símbolo de la fe musulmana, representa los cinco
pilares del Islam. Según la doctrina cristiana, sería la Estrella
de Belén, en alusión al nacimiento y encarnación de Jesús, así
como a la estrella de la Epifanía. También está presente en el
mormonismo. Como pentagrama o pentáculo, dibujado como
un único trazo, simboliza el ocultismo y el satanismo.
Representa el cuerpo humano y también los cinco sentidos.
Puede incluso que se refiera a los cinco «wits» [facultades,
sentidos] de la época isabelina: sentido común, imaginación,
fantasía, juicio (instinto) y memoria.
Una estrella negra es una lesión vinculada al cáncer, por lo
general al de mama; el nombre de un planeta oculto cuya
trayectoria supuestamente lo llevará a colisionar con la Tierra;
otro nombre para designar a Saturno; en el campo de la física,
el término para el estadio de transición entre una estrella
colapsada y una singularidad, un estado de valor infinito.
También es el título de un oscuro tema de Elvis Presley que
habla de la muerte.
And when a man sees his black star, he knows his time, his
time has come.
¿Era algo de todo ello?, ¿todo?, ¿nada?
«Trataba de un hombre que encaraba su propia
mortalidad», dijo el diseñador de portadas Jonathan
Barnbrook, durante mucho tiempo colaborador de Bowie;
había trabajado con él en 2002, en Heathen. «El símbolo, sin
necesidad de escribirlo como “Blackstar”, tiene una finalidad
en sí mismo, una oscuridad, un simplismo que representa muy
bien su música.»
Era «el mayor trabajo de arte mortuorio que ha conocido
Internet», señalaban desde The Guardian. También era, en
opinión de muchos, el primer álbum de Bowie que no
mostraba una imagen suya en la portada —hay una foto de él
en que mira desolado cada minuto de su época, pero está en el
interior del disco. De hecho, el diseño original para The
Buddha of Suburbia tampoco contenía una imagen de David
en la portada—. Sin embargo, puesto que por lo general esa
grabación se cataloga como «banda sonora» y no como
«álbum de estudio», es probable que no cuente. Hay, en
cualquier caso, multitud de fans de Bowie que no estarán de
acuerdo.
¿Pero qué es lo que nos estaba comunicando en relación a
los sentimientos que le despertaba el último tramo de su vida?
«No se me ocurre ningún momento en el que no pensara en
la muerte», había dicho David en 1997. «En cierto sentido,
acepto bastante bien la duración que vaya a tener la vida… Lo
que tenga que pasar, pasará cuando tenga que pasar.»
Justo antes del lanzamiento de Blackstar, David se puso en
contacto con Tony Visconti para hacerle saber que deseaba y
tenía intención de hacer un álbum más. Le dijo que había
escrito e incluso grabado demos de cinco nuevas canciones, y
que estaba ansioso por volver a pisar el estudio lo antes
posible. Tony reveló para la revista Rolling Stone que sabía
que el cáncer de David era terminal. Cuando aquella
conversación en torno a las nuevas canciones tuvo lugar, Tony
no tenía ni idea de lo cerca que David estaba del final.
«En la última etapa estaba planeando la continuación de
Blackstar», dijo Tony. «Y yo estaba entusiasmado. Y pensé, y
él también pensaba, que aún teníamos por delante por lo
menos unos cuantos meses. Salta a la vista que si él estaba
alterado con la idea de un nuevo álbum, es porque creía que le
quedaban todavía unos meses de vida. De modo que el final
debió de ser algo muy rápido. No estoy enterado de cómo fue
exactamente, pero imagino que debió empeorar muy
rápidamente tras aquella llamada telefónica.»
Visconti también reveló que cuando David se presentó en el
estudio para las primeras sesiones de grabación de Blackstar,
venía directo de recibir una sesión de quimioterapia. Se había
quedado sin cejas y calvo.
«No había manera de que pudiera mantenerlo en secreto
para los integrantes de la banda», afirmó Tony. «A mí me lo
comentó en privado, y debo decir que realmente me quedé sin
palabras cuando nos sentamos frente a frente para abordar el
tema.»
A mediados de 2015, aparentemente había recobrado algo
de salud, y comenzó a albergar cierto optimismo respecto a su
situación. El tratamiento funcionaba. La enfermedad de David
parecía remitir. Pero llegado el mes de noviembre, el cáncer se
cobró su venganza. Se le había extendido por todo el cuerpo.
Pese a su arrojo y a su asombrosa energía, estaba perdiendo la
guerra. En diciembre, exhausto, colapsó en Nueva York, en el
estreno en América de su musical Lazarus 12 .
«A veces lo miraba, me quedaba en silencio un momento y
me ponía a llorar», dijo el director, Ivo van Hove. «No lo
revelaban sus ojos, sino directamente lo que había tras ellos.
Estaba sufriendo una barbaridad. Sufría porque no quería
morir. Yo sabía que le rondaba la muerte, pero incluso así uno
nunca sabe cuándo le llegará. Fue un shock emocional.»
Quizá la palabra «i…» esté trillada. Todo resulta demasiado
tópico, y en gran medida debemos agradecérselo a los medios
de comunicación modernos. En mi caso, no creo haber
descrito nunca a nadie como un «icono» durante el tiempo que
escribí acerca del negocio. Ni como «genio». Sin embargo,
esta clase de términos a día de hoy están por todas partes, y de
un tiempo a esta parte se han convertido en sinónimos de
David Bowie. ¿Lo es realmente? Si Miguel Ángel, paradigma
del hombre del Renacimiento y el más grande de los artistas,
era un genio, ¿cómo podría serlo Bowie? 13 David, a tenor de
su inmenso carisma, de su música y su arte, y ya no digamos
por la interpretación genuina de sus composiciones en directo
y para el cine, probablemente no jugaba en la misma liga que
Miguel Ángel.
«Icono» a mí siempre me hace pensar, de un modo un tanto
oscuro, en la desquiciante frase «lo último de lo último». La
revista Private Eye le sacaba el máximo provecho, al listar
cada semana las mejores referencias realizadas por la prensa.
Y, aun así, nadie podría decir que David no se ha labrado un
sitio entre los cantautores, compositores e intérpretes
contemporáneos cuyos nombres y creatividad han hecho de
ellos y ellas una leyenda. Permanece como figura destacada
gracias a su vasta producción e influencia. Innumerables
jóvenes músicos le confieren el rango de autoridad, dicen
haberse iniciado con sus discos y confiesan cómo trataban de
emular su estilo y su sonido.
Si David Bowie es un icono moderno, ¿por qué será?
Porque sus imágenes y su reputación han sobrevivido a su
muerte. Porque es conocido en todo el mundo. Porque su
música es única y reconocible de inmediato. Porque se sabe
que tuvo una vida personal complicada, plagada de célebres
amoríos, lo cual lo convierte tanto en un individuo fascinante
como en un artista cautivador. Y porque su muerte fue súbita,
sorprendente y aparentemente controlada.
En cierta ocasión, mi padre me dijo que el mejor test para
conocer hasta qué punto alguien o algo era un icono es llevar
una fotografía del sujeto en cuestión a un pueblo recóndito en
el que no se hable inglés y comprobar si también allí
reconocen la imagen. La lista, evidentemente, puede ser
rebatida, y por definición debe ser breve. He aquí la mía:
Su Majestad la reina Isabel II
Michael Jackson
Muhammad Ali
Marilyn Monroe
James Dean
Madonna
John Lennon
David Bowie
Cuando la fama, reputación e influencia transcienden las
barreras geográficas, lingüísticas, religiosas y culturales, y
cuando un determinado individuo entra en las vidas de la gente
común de todo el planeta, parece justo y razonable decir que
merece ser descrito como un «icono». Tal vez David Bowie,
después de todo, sí lo sea.
La doctora Julia Jones, «doctora del rock» y experta en
cultura, medios de comunicación y deportes, dedicó varios
años a investigar y analizar para su tesis doctoral los datos de
ventas en el espacio de dos décadas de la música británica,
publicados por la propia industria del Reino Unido. Observó
una clara tendencia, que venía a señalar que los gustos
musicales que adquirimos durante nuestra etapa de juventud se
mantienen, por lo general, toda la vida. Nuestra conexión con
la música y con los artistas al lado de los que crecimos deja
una huella profunda en términos de memoria y repercusión
emocional.
«La generación que creció con el rock & roll es ahora
septuagenaria», indica la doctora Jones. «Y se distingue con
claridad de generaciones anteriores de otros septuagenarios. Se
criaron escuchando el rebelde género del rock que sus padres
despreciaban. Tienen intereses comunes, pues todos
consumían la misma música y de la misma manera. Cuando
eran jóvenes, tan solo había un puñado de canales de
televisión, de emisoras de radio y de revistas, de modo que la
mayor parte de sus experiencias de entonces fueron las
mismas. Este hecho genera un potente vínculo entre quienes
crecieron en los cincuenta, sesenta, setenta y ochenta.
»Hace poco volví a visitar Graceland, la casa de Elvis
Presley, en Memphis. No importa en que estación del año se
vaya, porque siempre está repleta de gente. De hecho, en
comparación con mi primera visita hace diez años, ahora la
ciudad abraza y promueve de forma deliberada su herencia
musical con el fin de atraer turistas. Los estudios Sun y la
céntrica Beale Street también reciben hordas de visitantes de
todas las edades: la generación que creció con Elvis, Little
Richard, Jerry Lee Lewis, así como sus hijos y en ocasiones
hasta sus nietos. Esta obsesión con la herencia musical parece
que está en auge, no en declive. A Liverpool le está pasando lo
mismo, con grandes grupos de curiosos que llegan a la ciudad
para visitar el Cavern Club (¡y ni siquiera es el original!) y
para empaparse de cualquier cosa que huela a The Beatles.»
Estas «generaciones musicales» dividen el mercado, afirma
la doctora Jones. Dicho de otro modo, aquellos que se criaron
con Elvis y sus coetáneos allá por la década de 1950 tienen
una fuerte vinculación con la música de entonces. Aquellos
que se hicieron mayores con The Beatles y similares durante la
década de 1960 sienten, a su vez, un potente vínculo con la
música de esa otra época.
«La segunda parte de mi investigación consistió en tres
años de entrevistas y en el examen minucioso de los efectos de
la música de juventud en quienes a día de hoy tienen entre
cuarenta y sesenta años. Les pedí a los participantes que
nombrasen uno o varios artistas que considerasen “icónicos”.
No les dije qué debían entender por icónico, de manera que
sus respuestas se basaron en su propia interpretación. El
nombre de Bowie salió de forma recurrente. Otros fueron
Freddie Mercury, Pink Floyd, Led Zeppelin, The Who, The
Rolling Stones, The Beatles y Prince.»
Bowie es un ejemplo fascinante del poder de la formación
de juventud en el gusto musical que perdura de por vida, dice
la doctora, pues aquellos que crecieron en los setenta conectan
con los personajes de Ziggy Stardust, Aladdin Sane y The Thin
White Duke, mientras que los adolescentes de los años ochenta
tiran más a la era del Let’s Dance. La desconexión entre ambas
generaciones es total, más allá del hecho de que compartan al
mismo artista.
«La música a la que estamos expuestos más adelante en
nuestras vidas no parece tener el mismo efecto», revela Jones.
«En la actualidad, se recurre al “efecto de la música de
juventud” en los cuidados de las personas con demencia, dado
su gran calado emocional. Incluso entre pacientes privados de
la facultad del habla y entre aquellos a los que nunca se les ha
visto cantar o bailar una canción de su juventud.
»En cuanto a la longevidad de los artistas, no tenemos la
menor idea de si este legado continuará una vez que ya no esté
el grupo poblacional que originalmente creció con esos
géneros y artistas. Pese a que es posible identificar a diferentes
generaciones de una misma familia capaces de disfrutar juntos
de un mismo catálogo musical, ello no implica que
necesariamente las generaciones más jóvenes vayan a seguir
conectando con esa clase de música cuando sus padres y
abuelos se hayan ido. Los jóvenes se criaron con su propio
archivo musical en 1990 y más tarde. De modo que si la
tendencia que hemos logrado identificar se mantiene, será con
esa música con la que crearán un vínculo emocional de por
vida, y no con aquella con la que se criaron sus padres.
»No obstante, podemos decir con seguridad que David
Bowie seguirá estando muy “vivo” durante unas cuantas
décadas más —al menos hasta que fallezca su público original
—. Es posible que Elvis perdure por más tiempo, pues
Graceland, como nostálgico destino rock, se acrecienta año
tras año. Sin embargo, Bowie no tiene un destino al que acudir
en su honor. Ni siquiera su hogar de Beckenham, Haddon Hall,
sigue en pie. Viajé a los estudios Hansa de Berlín el pasado
año, y me pareció interesante comprobar que los tours
turísticos Bowie han ganado enteros en popularidad en los
últimos tiempos; su gestión la llevan personas de cincuenta y
sesenta años que crecieron con él en la década de 1970. Con
todo, los paseos por el Berlín de Bowie no están ni por asomo
al mismo nivel que la visita a Graceland.»
En consecuencia, Elvis Presley, en su condición de leyenda
de la música, se ha convertido en un ser mítico…, al igual que
The Beatles. Neverland podría haber seguido ese mismo
camino si las cosas no se le hubieran torcido tanto a Michael
Jackson. Paisley Park podría transformarse en el nuevo
Graceland para aquellos que en los ochenta crecieron
escuchando la música de Prince. Los fans de Freddie Mercury
seguirán haciendo su peregrinación anual a Montreux. Pero
Bowie no tiene un Graceland, un Neverland, un Paisley Park o
un Cavern Club. Son los bienes inmuebles los que consagran a
los músicos de leyenda en el trono de la historia y en la
conciencia pública. The Who, los Rolling Stones, Pink Floyd,
Led Zeppelin y otros de su entorno no cuentan tampoco con el
respaldo de esa clase de fundaciones. Lugar, lugar y lugar…,
los grandes artistas deberían pensar en levantar los cimientos
de su legado inmobiliario cuando todavía están a tiempo.
«Otro aspecto destacado que surge a raíz de la
investigación tiene que ver con el activo o capital cultural»,
añade la doctora Jones. «Tenemos un enorme corpus de
investigación académica que hemos ido conformado a lo largo
de los últimos cincuenta años, el cual examina el activo
cultural y la estratificación social. Durante ese periodo, la
música tenía unos vínculos muy claros con la clase social. La
música clásica era considerada tradicionalmente el único
género capaz de transmitir el activo social y cultural, mientras
que la música popular era vista como vulgar, para las masas y
sin llegar a alcanzar el grado de auténtica forma de arte. Las
personas en posiciones de poder o poseedoras de una gran
fortuna solían impresionar a sus visitas llevándolas a la ópera,
y buscaban impresionar a clientes e iguales con caras y
codiciadas butacas y plateas desde donde ver las producciones
en la Royal Opera House. Todo esto ha cambiado.
»Hoy en día, los altos ejecutivos y las personas con altos
ingresos se jactan de tener billetes para espectáculos de lleno
hasta la bandera en el O2, el Royal Albert Hall o Glastonbury.
Obsequian a sus clientes llevándolos a conciertos de los
Rolling Stones, Adele o Peter Gabriel. No hay mayor
indicador que ese para comprobar de qué modo la música
popular ha logrado por fin alcanzar la legitimidad en términos
de activo cultural. Ha adquirido el mismo estatus y
credibilidad, si no más, que la ópera, y es vista como una
forma artística de pleno derecho.
»Esto ha mudado gracias sobre todo a la generación que se
crio en las décadas de 1960 y 1970, en la medida en que van
cumpliendo años, llegan a los cincuenta o sesenta y alcanzan
la cumbre de su carrera. Están orgullosos de salir en defensa
de la música con la que han crecido. No les hace falta asistir a
la ópera ni comprar música clásica para apuntalar su, desde un
punto de vista sociológico, capital cultural. Pueden ponerlo de
relieve con solo llevar puesta una camiseta de Pink Floyd. Este
cambio generacional en cuestión de gustos es tremendamente
significativo. Las clases más altas gestionan en la actualidad
los pases VIP del sector del pop-rock, con costosos tickets
premium que a menudo se venden en cuestión de horas o
incluso en minutos.
»Vemos que distintas clases sociales se juntan en esa clase
de conciertos en vivo: los multimillonarios codeándose con los
obreros, si bien es cierto que estos últimos deberán apretarse el
cinturón y ahorrar parte de sus de por sí exiguos salarios a fin
de asistir al evento y ver de cerca a su ídolo. Los productos
físicos también alimentan el creciente apetito del consumidor,
con “paquetes premium” de elevados precios con contenido
exclusivo. Los innumerables artículos de mercadotecnia han
pasado a ser coleccionables, y su valor aumenta año tras año.»
Bowie, coincide la doctora Jones, es un magnífico ejemplo
del modo en que los inmensamente populares géneros del rock
y del pop han logrado tener mayor credibilidad artística que el
resto de sus rivales en otras categorías. En su caso, David
traspasó una serie de barreras artísticas, experimentando con la
música, la moda y el arte. Su trabajo es de gran calado. La
exposición «David Bowie Is» en el museo V&A cosechó un
éxito sin precedentes, y lo hizo mostrando sus trabajos en las
más diversas disciplinas.
«Por lo que en ese sentido», concluye la doctora, «podría
extraerse que es esa capacidad para transmitir el capital
cultural la que posibilita la longevidad de Bowie. Porque, de
igual manera que nos enseñaron en la escuela que Bach y
Beethoven eran los músicos más notables de la Historia, existe
hoy una justificación para que los artistas contemporáneos
sean alabados de idéntico modo. Elvis, The Beatles, Freddie
Mercury, David Bowie son los nuevos “clásicos”. Pasarán a la
historia como artistas que contribuyeron a que la música
popular quedase acreditada como una forma artística válida.
Mientras que la música clásica sigue su lento declive, llegando
cada vez a menos sectores de población, la música popular
seguirá expandiéndose hasta conformar un universo propio.»
«Él siempre supo lo que hacía, incluso cuando se llevó más de
un palo, de modo que nada de lo dicho anteriormente lo habría
cogido de nuevas», comenta el antiguo ejecutivo de publicidad
Allan James, que trabajó en EMI en los setenta, antes de
convertirse en uno de los promotores más celebrados de la
industria y llegar a representar a Elton John, Rick Wakeman,
Kim Wilde, Alice Cooper o Eurythmics, entre otros.
«Lo más destacado de Bowie es que siempre iba un paso
por delante. Nada de lo que hoy se dice de él le habría pillado
por sorpresa al bueno de David. Él siempre avizor. Nunca
desconectado. Era absolutamente icónico —de la misma
manera que Lennon—. Si siguió avanzando es porque asumió
riesgos. Muchas de sus ideas fracasaron y le hicieron parecer
un tanto ridículo, pero no por ello dejó de arriesgarse hasta que
algo sí cuajó. Llevar puesto un vestido en la portada de un
álbum, ¡vaya!, menudo impacto, eso funcionó, ¿qué sería lo
siguiente? Tirar la casa por la ventana, desconcertar con el
rock. Decirle al mundo que eres homosexual, eso provocará
una reacción; no estar seguro de ser un chico o una chica,
pero… ¿estar casado y con un niño? ¡Carajo! EMI estaba llena
de gais, así que yo ya estaba acostumbrado. Como buen chico
del East End, confieso que al principio me sorprendían un
poco sus salidas de tono, pero luego las consideré brillantes.
»Podemos ver, a toro pasado, lo muy calculado y diseñado
que estaba todo. Derrochaba confianza en sí mismo, allí por
donde iba se hacía respetar; brillaba en medio de un juego
concluido hacía mucho. Todos los músicos tenían miedo a ser
descubiertos. Una sensación que les sigue como un mal olor.
Pero no David. Él no. Él tenía una confianza extrema. Y si no
fuera así, daba la impresión de que sí, y de que nadie podía
tocarlo. Nunca se exageró a sí mismo. No le hacía falta.
Sencillamente, cada poco se sacaba de la manga algo “nuevo”
y “diferente”, hasta el punto de que uno no sabía de dónde
podían salir tantas cosas. Y luego aguardaba a que los demás
se pusieran a la par de él.
»No siempre estaba disponible, y la gente quiere lo que no
puede tener. Él mismo era su mejor marketing, su más hábil
titiritero: sabía perfectamente qué cuerda tocar. Y lo que quizá
sea lo más importante: mantenía una relación diferente con sus
fans de la que pueda tener cualquier otro artista rock que se me
ocurra. Podía presentarse, después de largo tiempo ausente, y
ofrecer algo a todas luces novedoso —como poco, es un riesgo
— y la reacción era: “¡Ah! Nos arrastra.” Los seguidores de
Bowie siempre se han sentido unos privilegiados. Sabían que
su héroe era un innovador, jamás un imitador. Cada vez que se
subía a un escenario, sucedía algo nuevo. Era David Bowie.
Podría simplemente plantarse allí y con eso bastaría.»
«No supe que tenía cáncer hasta después de su muerte»,
admite George Underwood, el amigo más íntimo de David
desde que ambos tenían ocho años. «Y me alegro de no
haberlo sabido. Me evitó un buen quebradero de cabeza. Sabía
lo que implicaría para mí, motivo por el que no me lo contó.
Me hizo un favor, la verdad. Si sabes que a tu mejor amigo le
queda un año de vida, ¿qué puedes hacer? Te abatirá durante
seis. No habría hecho otra cosa que sentarme a gimotear, y él
eso lo sabía.
»La noticia me llegó por un mensaje, sobre las siete de la
mañana. “Lo siento por lo de David”, ponía. ¿Cómo? Puse la
radio. La siguiente llamada que recibí fue de un reportero.
Supe entonces que era cierto. Esa fue la única entrevista que
concedí. Tras ella, guardé silencio.
»Fue tan grande la efusión. No me estoy refiriendo al dolor,
sino a la música que él había creado de un modo tan
maravilloso. Fue prolífico, hasta el final. Habló de su vida, e
incluso de su muerte, hasta el momento de morir. Había
encontrado una espiritualidad que nunca supo que tenía. En un
momento era budista; al siguiente, ateo; pero nada acababa de
convencerlo. Ahora, parecía, había encontrado la respuesta.
Mézclense todas las fes, condiméntense con una pizca de jazz
y ¡guau! ¡Mira tú por dónde! Tal vez hubiera descubierto el
significado de la vida. Vaya puntazo si en efecto lo hizo.
Blackstar es un álbum que seguiremos escuchando durante
años. El vídeo a mí no me gustó, me inquietaba mucho. Pero
tras su muerte, todo tenía sentido.
»Su hija Lexi estaba junto a su cama cuando murió. Me
alegré de que fuera así. El cierre fue con ella. Ver morir a
alguien es algo que te acerca a esa persona. La muerte crea una
atadura que no se da en vida. No puedo explicarlo, pero sé que
es verdad. En nuestra sociedad, solemos temer a la muerte.
Unos lo llevan mejor que otros. Para quien ha tenido una vida
plena, es más fácil. David probablemente lo sentía así.»
La mejor manera de conocer a David Bowie es escuchar su
último disco, insiste David Hancock, periodista y devoto de
Bowie.
«Escúchalo una vez y no te enterarás de nada. Ponlo cuatro
o cinco veces y te darás cuenta de que va mucho más allá de lo
que es capaz de hacer cualquier otro artista en términos de
música popular. Es ahí donde se ve el sello David Bowie. El
secreto es que siempre va un paso por delante del resto. Puede
que resulte un tanto manido decirlo, pero es cierto. Como
álbum, como entidad, es lo más increíble de toda su carrera. Se
guardó lo mejor para el final.
»Porque hasta Blackstar no había habido una canción que
supusiera un punto de inflexión definitivo. Todo el mundo
menciona “Space Oddity” o “Life on Mars?” o “Heroes”. Pero
van desencaminados. Con “Like a Rolling Stone”, Bob Dylan
cambió la percepción del público en cuanto a por qué las letras
son mucho más importantes que la melodía. Cuando se eche la
vista atrás, Bob Dylan será visto como un punto de inflexión
en la música popular, no The Beatles. Estos últimos, hasta que
conocieron a Bob, seguían entonando su “Love, love me do”.
Dylan cambió toda la escritura musical del siglo XX. Cuando
uno comprende eso, comprende las letras de David Bowie, y
por qué motivo tenía un gran peso dentro de ese esquema.»
Lo maravilloso de David es que nunca aspiró a ser Bob
Dylan, ni ningún otro, explica Hancock.
«Se dio cuenta, ya desde una edad muy temprana, que lo
único a lo que se debe aspirar es a ser uno mismo. Sabía que
esforzarse por ser otro, tratar de escalar la torre capitalista y
hacerse rico y famoso porque sí no era la respuesta. Oye bien
esto que te dice un homosexual: tienes que ser quien eres, el
que realmente quieres ser, a pesar de la dificultad que entrañe
para tu vida. David lo entendió. Está todo ahí, en Blackstar.»
Fue el triunfo de su carrera. Una disonancia violenta y
agobiante de siete canciones producidas por Tony Visconti,
quién si no, acompañado por un puñado de músicos de jazz
que tocan como si hubieran pasado toda la noche en una rave.
Se rinde homenaje a cada género y estilo musical. David pone
toda la carne en el asador, desde el hip hop hasta la música
electrónica, desde la ópera hasta el funk, desde el
imprescindible fragmento de rock & roll a lo que se diría
suena a ruido de cacharros en el fregadero de la cocina, sin
perder ni por un instante su inconfundible esencia Bowie. Las
joyas de la corona, a mi juicio, son el conmovedor adiós
titulado «I Can’t Give Everything Away» —la primera vez que
la escuché, tuve que detener el coche— y la imponente «Girl
Loves Me». El lenguaje en esta última canción ha sido descrito
como una mezcla de argots, un puré de polari —una vieja
jerga o dialecto que solían emplear los actores, los feriantes, el
mundo del hampa y los gais de Soho— y nadsat —la jerga de
ficción empleada por los adolescentes en La naranja
mecánica. Su autor, Anthony Burgess, era lingüista, y ese
inglés inteligible con marcada prosodia rusa fue creación suya.
Pero a que nadie logra adivinar lo que esa forma de
expresarse en «Girl Loves Me» es en realidad. Aquí me
detendré un momento. Para ese tema, David se retrotrae
sesenta años antes, a la génesis de la primera relación
importante fuera de la familia que tuvo en su vida y que
duraría para siempre. A cuando George Underwood y él se
comunicaban con un código secreto, con su jerga escolar, «K
Cab G-Nals» —baCKslaNG—, argot invertido que nadie más
comprendía. Esa va por ti, George, parecía decir. No lo he
olvidado. No podría jamás. Siempre nosotros, siempre. Solo tú
y yo, chaval. Tú y yo contra el mundo.
Tras lograr mantenerlo en lo más alto de la industria
musical a lo largo del asombroso periodo de cinco décadas, y
tras haber sacado su álbum de despedida, su sine qua non, para
David estaba todo dicho. Moriría dos días más tarde.
«Un año antes, una amiga del equipo de informativos de la
BBC me había puesto sobre aviso», recuerda el antiguo Spider
from Mars, Nicky Graham. «Me llamó y me dijo: “¿Sabes
algo de la enfermedad de David Bowie? Nos han dado un
soplo y debemos ponernos al día. Parece ser que está muy
mal.” Pero no pude decirle nada. Incluso en el caso de haber
sabido algo, no habría dicho ni pío. Siempre hubo una enorme
lealtad en torno a David. La gente solía guardarle los secretos.
Fuera cual fuera la enfermedad que padecía, solo le incumbía a
él, a menos que, o hasta que, él decidiera contarlo.
»La canción que no paraba de sonar aquel día dentro de mi
cabeza era “Life on Mars?” Recuerdo la primera vez que la
escuché por la radio; pensé: “Dios mío, pero qué
increíblemente bien elaborada está esta canción…”, y más
viniendo de un músico de rock. ¡Lo suyo era que formara parte
de un espectáculo del West End! Sí, la verdad es que me
entristeció mucho su fallecimiento. Pero en un sentido
filosófico. A David le tocó vivir lo que Marc Bolan pudo
evitar, y agradezco muchísimo esto último.
»Fue una bendición que Marc “muriera antes de llegar a
viejo”, como dice la canción [“My generation”, de The Who;
la frase es I hope I die before I get old], pues así quedará para
siempre preservado en sus veintinueve años. Sus fans siempre
lo recordarán como un joven y vibrante advenedizo que se
puso el mundo por montera. De haber vivido, Marc se habría
transformado en un antiguo ídolo del pop, un tipo bajito, gordo
y alopécico, sin ninguna duda. Y eso le habría hecho sentirse
tremendamente decepcionado y amargado. Su genio creador
ya no volvería a dejarse ver. Habría empezado su declive, y los
augurios no serían nada halagüeños. En el caso de David, por
el contrario, parece probable que hubiese seguido creando
indefinidamente.»
«Me quedé de piedra cuando oí las noticias», admitió el
antiguo publicista de David, Chris Poole. «Me entristeció. Fue
algo muy raro, porque ese mismo día me había levantado para
acudir al funeral de otra persona —al de Brad 14 — en el
crematorio de Golders Green. Sentado en el tren de Norwich a
Londres, se me pasaron un montón de cosas por la cabeza. De
joven había sido un auténtico fan de Bowie. Lo vi en la gira
original de los Spiders. Yo tenía entonces diecinueve años y ya
era padre, pero por la noche me transformaba en un
incondicional del rock. Lo vi tocar en Norwich, y estuve
presente en la actuación que cerraba la gira en el
Hammersmith Odeon. Por entonces, fue el mayor evento en un
recinto cerrado que se celebraba en el Reino Unido. Sonido
horrible, una puesta en escena horrorosa, violencia por los
pasillos. Pero me encantó. Allí estaba yo, sentado en el tren,
conmigo mismo, rememorando aquellos primeros bolos.
»Fue muy extraño verme en un funeral en el que todo el
mundo se hacía la misma pregunta: “¿Y entonces qué pasó con
David Bowie?”, en lugar de hablar sobre el fallecido al que se
suponía habíamos ido a rendir tributo. Puedo comprender por
qué la gente estaba tan desconcertada. Tu propia mortalidad se
presenta ante ti. Lo que ya no comprendía tan bien era ese
endiosamiento…, que, debo decir, David cultivaba. Digamos
que no le hacía ascos a ser el centro de atención, ni a que la
gente se acercase a él para elogiarlo —buena prueba de ello es
todo el episodio con Tom Cruise en Dublín—. Para mí es, y
siempre ha sido, sorprendente la devoción ciega que le
profesaba la gente.
»En sus comienzos, tenía algo original que decir. Las
mayoría de artistas no solo son cantantes, sino también
actores. Se caracterizan cuando salen al escenario, y en
ocasiones su persona y su personaje se hacen indivisibles. A
David le ocurrió eso, pero fue capaz de superarlo y recuperar
el control. De ahí pasó al baile, a las películas, a la pintura y a
otras disciplinas. Le habría encantado que lo hubieran tomado
en serio, como un hombre del Renacimiento en toda regla. Ese
era su sueño, pero debo decir que nunca llegó a materializarse
del todo.»
«Si hubiera podido hablar con él una última vez, no habría
tenido nada que decirle», admitió Angie Bowie. «Pero no me
arrepiento de nada. Ahora recordaré a David como un talento
apasionado. Ambos, él y yo, emprendimos la tarea de cambiar
el mundo con su música. Y eso hicimos.»
«La mayor parte de los halagos con que le colmaron parecían
una exageración», comenta el autor Philip Norman. «Sí: “llevó
más allá las fronteras sexuales”, pero eso mismo hicieron
muchos otros en la era del glam rock. ¿Había algo más kitsch
que Rod Stewart cantando “Georgie”? David no tenía la
patente de reinventarse; es lo que cualquier artista de primer
nivel debe hacer en aras de su supervivencia. Y, ¿qué letra de
Bowie puede alguien citar que no sea “Ground control to
Major Tom”, y “Ch-ch-changes”?»
«Todavía estoy en shock por su marcha», dice el antiguo
productor musical de Radio 1 de la BBC Andy Peebles. «Ha
sido un año nefasto en cuanto a grandes pérdidas para la
industria del entretenimiento. En enero, Robert Stigwood, Paul
Kantner de Jefferson Airplane, Alan Rickman, Glenn Frey de
los Eagles, David, Ed Stewart, Terry Wogan. En febrero,
Maurice White de Earth, Wind & Fire. En marzo, Tony
Warren, el padre de la sitcom Coronation Street, Paul Daniels,
Ronnie Corbett, Keith Emerson, sir George Martin. En abril,
Merle Haggard, Billy Paul, Prince. Todas esas personas, que
tanto quise y admiré han ido cayendo como moscas. Ha sido
horrible.»
»Aparentemente, David Bowie pudo medir los tiempos de
su propio deceso. Lanzó dos sencillos uno detrás de otro, el
álbum más grande de toda su carrera, haciéndolo coincidir con
su sesenta y nueve cumpleaños, y luego, al cabo de dos días,
se muere. No sé tú, pero a mí no me parece una simple
casualidad. Varias llamadas me han sugerido que tal vez fuera
el resultado de un suicidio asistido. Quién pudo hacerlo y de
qué manera exacta, eso es algo que nunca sabremos. Para
protegerlos, estoy seguro de que no implicó a su familia ni a
sus amigos más íntimos. Pero por poco que lo pienses te das
cuenta de que David gestionó todo lo demás, a lo largo de toda
su carrera. ¿Por qué habría de ser distinto el momento de su
muerte? Yo no lo veo como algo malo, por cierto. Si fue capaz
de hacerlo como quería, tanto mejor para él. Es lo que todos
desearíamos.
»No me parece que sea nada desdeñable la manera en que
organizó su final. Con una creatividad superior ad mortem. Así
era él. Eso se puede decir de muy pocas estrellas del pop: que
nunca hayas deseado su retirada. Porque él nunca permitió que
sobre sí pesase una fecha de caducidad. Cada poco, se miraba
en el espejo, y si no le gustaba lo que veía, entonces cogía el
toro por los cuernos y se pegaba un cambio. Hay que tener un
valor enorme para hacer algo semejante, aunque sea una sola
vez. Y, sin embargo, él lo hacía continuamente.
»Había sido dotado de autoridad y poder, de un magín
desbordante, de majestuosidad musical. Siempre supe que me
encontraba ante un profesional como la copa de un pino. Era
sagaz y un intelectual. Había comenzado desde lo más bajo y
se había recorrido las rutas M1 y M6 para tocar en clubes,
adquirir destreza y ponerse al día. En su haber tenía diez mil
horas de práctica, y nunca se le olvidó qué se siente al ser un
principiante. Era capaz de trabajar y respetar a los músicos
más jóvenes y todavía por irrumpir, pues sabía ponerse en sus
zapatos.»
«Suelen llamarlo estrella del rock», comenta Tony Hatch, uno
de los primeros productores de David. «Yo prefiero
considerarlo un artista pop. ¿Serán recordados por siempre su
música y él? Me temo que a mi juicio su música no tendrá la
longevidad de las composiciones de un Mozart o un
Beethoven. Aunque todo es posible. Elvis Presley y Michael
Jackson parecen haber transcendido sus raíces. Presley no
escribía, desde luego, mientras que Michael sí lo hizo con
Quincy Jones, Rod Temperton y músicos por el estilo. Y habrá
alguno que se esté preguntando: ¿eran esos riffs de Michael de
ellos? Yo considero que la música de McCartney seguirá
siempre ahí. Lennon y él, de hecho, tampoco es que
escribieran demasiadas cosas juntos, eso para empezar. Pese a
que tenían un acuerdo, y todo figuraba en los créditos como
material de ambos, de Lennon y McCartney. Pero me da a mí
en la nariz que fue Paul quien escribió la mayor parte de las
canciones. Basta escucharlas para darse cuenta.
»Así que no, David no juega en esa liga. A su muerte, los
medios, los promotores musicales, los comentaristas, sus
coetáneos, se pasaron tres pueblos, al menos en mi opinión. El
duelo se les fue de madre; fue desproporcionado con respecto
a la pérdida. Lo que en realidad lloraban era su propia pérdida.
El deceso de sus años de adolescencia. Eso es lo que David
Bowie representaba para ellos.»
«Solo recordamos canciones», opina el mánager y productor
de rock Simon Napier-Bell. «Al final, no nos acordaremos de
él. No era una fuerza consistente. Vivía en constante
transformación. Hay excepciones a la regla: recordaremos a
Maria Callas mucho más que cualquiera de las arias que en
algún momento cantó, porque ella se salía de lo común, y
porque su vida fue trágica. Recordaremos a Diana Ross. Pero a
medida que pase el tiempo lo que quedará de Bowie será la
música. De tal manera que, en cierto sentido, eso lo reduce
como artista. Es así.
»No obstante, en tanto en cuanto aquellos que lo conocimos
sigamos vivos, admiraremos su actuación. Pues todo era una
actuación. Cada instante. Un día o así antes de morir, fue
fotografiado en el exterior del edificio que alberga su
apartamento; llevaba puesto un hermoso traje oscuro de
chaqueta, corbata y sombrero de fieltro, mostraba una sonrisa
de oreja a oreja y tenía un aspecto fabuloso. Era una actuación
deliberada. Como todo cuanto había hecho hasta entonces.
Sabía que se estaba muriendo; era consciente desde hacía año
y medio. Y es así como quería ser recordado: alegre y
animado. Controló su imagen hasta el último aliento. No hay
nada malo en ello.»
«Fue la muerte de un inmortal», dice la antigua promotora de
David, Anya Wilson. «Me llegó al alma, no sé por qué. Él era
más grande que la vida misma. Quiero decir que era muy
humano, como es obvio. Pero había mucho más en él. Creo
que nunca más volví a encontrarme con alguien con semejante
energía, con tanta creatividad en tantos campos diferentes.
Cuando las personas mueren, lo que yo más echo en falta es su
inteligencia y su conocimiento. La sola idea de que jamás
podré volver a conversar con David, me parte el corazón.»
«Un día habrá una generación que contemple el trabajo de
Bowie con la misma fascinación y asombro con que se admira
la obra de Picasso o de Mozart», comentó quien una vez fuera
su guitarrista, Reeves Gabrels. «El arte intemporal.»
«Él siempre quería apagar todas las luces y escuchar el disco a
oscuras, de modo que emocionalmente uno sea capaz
concentrarse en ese viaje», reflexionaba otro querido
guitarrista de Bowie, Carlos Alomar.
«Nuestra amistad se mantuvo durante todos esos años y
hasta el final, porque, se le antojara lo que se le antojara, lo
tendría. Es muy poco habitual acudir a una persona o a un sitio
y siempre encontrar algo nuevo. Pues bien, creo que de la
misma manera que sus grupos veían eso en él, él veía eso en
mí. Nos compenetrábamos. Además, siempre supe que sobre
el escenario solo mandaba uno: David Bowie. Y con tal de
comprender y respetar esa premisa, cualquiera podría hacer
buenas migas con él.
»Recientemente, me han llegado noticias de la cremación
de David…, que no hubo funeral y esa clase de cosas.
Hummm… David odiaba las despedidas. Muchas veces, al
acabar las giras, ¿quién había desaparecido? David.»
«Me sentí un poco culpable cuando murió», confiesa la
antigua colegiala de Bromley Natasha Holloway. «Había
pasado mucho tiempo desde que lo abandoné. De modo que no
tenía derecho a estar dolida, pues no estaba unida a él desde
hacía mucho, muchísimo tiempo. No obstante, la quinceañera
que hay en mí lo lamentó de veras. Desempolvé los recuerdos.
Me invadió la nostalgia y el anhelo, ansiosa por volver atrás y
poder rehacerlo todo. Nunca más veremos actuar a Ziggy
Stardust, y es una pena. Pero nos queda la música. Él fue mi
momento de lucidez. Siempre estaré en deuda con él por eso.»
«Al escuchar las noticias, me subí al coche, sin tiempo
siquiera de coger el abrigo, y conduje todo el trayecto desde
Sussex al Three Tuns de la High Street de Beckenham», dice
Hy Money. Ya octogenaria, su vida sigue ligada al Crystal
Palace F.C., y sigue sacando fotos, pintando y tocando la
guitarra.
«Sencillamente sentí el impulso de ir. Todo quedaba atado.
El círculo se cerraba; era el principio y el final. Se me partió el
corazón. Llevaba sin ver a David muchos años, y ya no me
conocería por Adam. Pero tenía que ir. Porque cuando lo
conocí, él despertó en mí algo que me acompañaría durante el
resto de mi vida. Me hacía falta estar ahí para él. Después de
presentar mis respetos en el pub, en donde me quedé
temblando sobre la calzada al tiempo que desempolvaba los
recuerdos y rememoraba cómo era la vida de entonces,
conduje hasta su vieja casa, Haddon Hall. Se me encogió el
alma al comprobar que ya no estaba. Había desaparecido.
Aquella hermosa vivienda en donde todo había comenzado
para él había sido derribada, y en su lugar había ahora un
bloque de pisos. No daba crédito. Era el fin de una época.
Volví al coche y rompí a llorar.»
Esas últimas imágenes de David vestido con traje a medida y
sombrero de fieltro las sacó su fotógrafo de confianza desde
hacía tiempo, Jimmy King, con la idea de pregonar el
lanzamiento de Blackstar. El pie de foto no podía haber sido
más optimista ni menos revelador de lo que sucedía.
«¿Por qué está tan feliz este hombre? ¿Se debe tal vez a que
cumple 69 años, o más bien a que acaba de salir su 28º álbum
de estudio y a que es una maravilla? Quién sabe. En cualquier
caso, estamos seguros de que todos querréis uniros a nosotros
a la hora de darle la enhorabuena por ambas cosas. Muchas
felicidades a David Bowie.»
En la contraportada de Blackstar aparece impresa una estrella
de ocho puntas. Símbolo de regeneración para diversas
culturas y religiones, se dice que también representa el orden
de inteligencia eterna, que es la base de la realidad manifiesta.
Es sinónimo de salvación, resurrección e infinidad. Denota
armonía y comunión en el corazón de toda creación. Y a mí,
personalmente, me recordaba a algún sitio: al lugar que había
visitado por primera vez siendo niña.
Se llega al mágico pasaje Shell Grotto de Margate Hill por
unas estrechas escaleras de clarión que descienden hasta un
sinuoso pasillo abovedado y a una pequeña cámara
rectangular. Sus techos y paredes están cubiertas de mosaicos
confeccionados con los mejores pedazos de cinco millones de
conchas, siendo la mayor parte de la zona: berberechos y
mejillones, lapas y vieiras, ostras, bígaros y caracolas. La gruta
fue descubierta accidentalmente en 1835, y sus secretos
permanecen intactos. Ya fuera un calendario astronómico
prehistórico, un antiguo templo o un lugar de encuentro
clandestino de caballeros templarios en la Edad Media, su
origen nunca ha podido ser datado con exactitud. La cámara
contiene lo que se presume sería un altar con arco ojival, y en
el centro se muestra una hermosa estrella de ocho puntas.
David fue allí de visita mientras merodeaba por la costa,
hace medio siglo. Apenas daba crédito a lo que veían sus ojos,
contó. Tantas conchas, con tan intrincados patrones, y sin
explicación aparente: era increíble. El equivalente marítimo a
Stonehenge. Siempre había sido un gran amante del misterio.
Quizá fue esa estrella en concreto que hay en uno de los muros
del interior de la gruta la que se grabó a fuego en su memoria.
Espero que fuera así. Su aspecto aquí, en el diseño de portada
de Blackstar, apunta a una puerta al cosmos, a un portal al
espacio, puede que incluso a una grieta a la eternidad.
«Estaré aquí mismo», parece decir. «Ahí fuera…, pero al
mismo tiempo también aquí. En vuestros oídos. En vuestros
corazones. No me he marchado lejos.»

11. Isaías 32:3.


12. La siguiente parada del musical Lazarus de David Bowie y Enda Walsh fue el
teatro Kings Cross de Londres, donde la función se mantuvo en cartel entre los
meses de octubre de 2016 y enero de 2017.
13. David adoraba el David de Miguel Ángel, tal vez la más importante estatua
jamás creada. La impresionante obra maestra del realismo hecha en mármol, que
hoy es posible ver en la Galería de la Academia de Florencia, fue esculpida a
principios del siglo XVI. El antiguo héroe David, segundo rey de Israel y Judea y
ancestro de Jesús, era un aguerrido guerrero, además de un prolífico músico, poeta
y compositor de buena parte de los salmos bíblicos que en la actualidad siguen
cantándose.
14. John Bradbury, batería del grupo ska The Specials, que murió el 28 de
diciembre de 2015, con 62 años.
APÉNDICES
Bowie trovador

Supongo que para mí, en mi condición de artista, la cosa no


siempre se limitaba al modo de expresar mi trabajo; en
realidad deseaba, más que cualquier otra cosa, contribuir de
algún modo a la cultura en que vivía.
DAVID BOWIE, GQ, 2002

Bowie grabó veintiocho álbumes de estudio, de los cuales


veintisiete salieron oficialmente al mercado, siendo once los
que llegaron al número uno; nueve álbumes se grabaron en
directo; en cuanto a recopilaciones, la cifra de álbumes
asciende a cuarenta y nueve; seis EPs, ciento veintiún sencillos
y tres bandas sonoras. También hizo catorce videoálbumes y
ochenta y nueve videos promocionales. Existen, por supuesto,
innumerables grabaciones no oficiales… y, queremos creer,
una ingente cantidad de material todavía por lanzar.
Se calcula que lleva vendidos más de 145 millones de
álbumes en todo el mundo. El álbum con el que logró un
mayor éxito de ventas en el momento de su lanzamiento fue
Let’s Dance, con cerca de ocho millones de copias.
Ofreció alrededor de cinco mil conciertos en vivo por todo
el planeta.
Su sello discográfico es ISO (Columbia
Records/Sony/Parlophone/Warner Music/RCA).

1. Sencillos
Bowie logró seis números uno en el Reino Unido:
■ «Space Oddity» (1975)
■ «Ashes to Ashes» (1980)
■ «Under Pressure» (con Queen, 1981)
■ «Let’s Dance» (1983)
■ «Dancing in the Street» (con Mick Jagger, 1985)
■ «Heroes» (interpretado por los finalistas de X Factor,
2010)
Y colocar veintiséis sencillos en el Top 10 británico:
■ «Space Oddity» (1969)
■ «Starman» (1972)
■ «The Jean Genie» (1972)
■ «Drive-In Saturday» (1973)
■ «Life on Mars?» (1973)
■ «The Laughing Gnome» (1973)
■ «Sorrow» (1973)
■ «Rebel, Rebel» (1974)
■ «Knock on Wood» (1974)
■ «Space Oddity» (1975)
■ «Golden Years» (1975)
■ «Sound and Vision» (1977)
■ «Boys Keep Swinging» (1979)
■ «Ashes to Ashes» (1980)
■ «Fashion» (1980)
■ «Under Pressure» (con Queen, 1981)
■ «Peace on Earth/Little Drummer Boy» (con Bing
Crosby, 1982)
■ «Let’s Dance» (1983)
■ «China Girl» (1983)
■ «Modern Love» (1983)
■ «Blue Jean» (1984)
■ «Dancing in the Street» (con Mick Jagger, 1985)
■ «Absolute Beginners» (1986)
■ «Jump They Say» (1993)
■ «Heroes» (interpretado por los finalistas de X Factor,
2010)
■ «Where Are We Now» (2013)
En cambio, solo dos sencillos suyos llegaron a ser número uno
en Estados Unidos:
■ «Fame» (1975)
■ «Let’s Dance» (1983)

2. Álbumes de estudio
■ David Bowie (1967)
■ Space Oddity (1969)
■ The Man Who Sold the World (1970)
■ Hunky Dory (1971)
■ The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders
from Mars (1972)
■ Aladdin Sane (1973) Número uno
■ Pin Ups (1973) Número uno
■ Diamond Dogs (1974) Número uno
■ Young Americans (1975)
■ Station to Station (1976)
■ Low (1977)
■ Heroes (1977)
■ Lodger (1979)
■ Scary Monsters (And Super Creeps) (1980) Número
uno
■ Let’s Dance (1983) Número uno
■ Tonight (1984) Número uno
■ Never Let Me Down (1987)
■ Tin Machine (1989)
■ Tin Machine II (1991)
■ Black Tie White Noise (1993) Número uno
■ Outside (1995)
■ Earthling (1997)
■ «hours…» (1999)
■ Toy (2001) (nunca salió al mercado; algunas de las
pistas que contenía se incluyeron en el álbum
Heathen, y algunas otras se pusieron a la venta a
través de Internet)
■ Heathen (2002)
■ Reality (2003)
■ The Next Day (2013) Número uno
■ Blackstar (2016) Número uno
■ La recopilación Changesbowie (1990) también fue
Número uno en el Reino Unido.
Bowie bibliófilo

¿Cuál es tu idea de felicidad plena?


Leer.
DAVID BOWIE, para Vanity Fair, 2013

Sus cien lecturas favoritas 1


■ Entrevista con Francis Bacon, David Sylvester
■ Billy Liar Keith, Waterhouse
■ Un lugar en la cumbre, John Braine
■ Vivir sin cabeza: una experiencia zen, Douglass
Harding
■ Cuando Kafka hacía furor, Anatole Broyard
■ La naranja mecánica, Anthony Burgess
■ La ciudad de la noche, John Rechy
■ La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Junot Díaz
■ Madame Bovary, Gustave Flaubert
■ Iliada, Homero
■ Mientras agonizo, William Faulkner
■ Tadanori Yokoo, Tadanori Yokoo
■ Berlin Alexanderplatz, Alfred Döblin
■ Dentro y fuera de la ballena, George Orwell
■ El señor Norris cambia de tren, Christopher Isherwood
■ Diccionario de temas y símbolos artísticos, James A.
Hall
■ David Bomberg, Richard Cork
■ Blast, Wyndham Lewis
■ Passing, Nella Larsen
■ Más allá de la Caja Brillo, Arthur C. Danto
■ El origen de la conciencia en la ruptura de la mente
bicameral, Julian Jaynes
■ En el castillo de Barba Azul, George Steiner
■ La sombra de Hawksmoor, Peter Ackroyd
■ El yo dividido, R. D. Laing
■ El extranjero, Albert Camus
■ Infants of the Spring, Wallace Thurman
■ Nachdenken über Christa T., Christa Wolf
■ Los trazos de la canción, Bruce Chatwin
■ Noche en el circo, Angela Carter
■ El maestro y Margarita, Mijaíl Bulgákov
■ La plenitud de la señorita Brodie, Muriel Spark
■ Lolita, Vladimir Nabokov
■ Herzog, Saul Bellow
■ Puckoon, Spike Milligan
■ Black Boy, Richard Wright
■ El gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald
■ El marinero que perdió la magia del mar, Yukio
Mishima
■ El cero y el infinito, Arthur Koestler
■ La tierra baldía ,T. S. Eliot
■ McTeague, Frank Norris
■ Money, Martin Amis
■ El disconforme, Colin Wilson
■ Strange People, Frank Edwards
■ English Journey, J. B. Priestley
■ La conjura de los necios, John Kennedy Toole
■ El día de la langosta, Nathanael West
■ 1984, George Orwell
■ Oooh, My Soul: la explosiva historia de Little Richard,
Charles White
■ Awopbopaloobop Alopbamboom: The Golden Age of
Rock, Nik Cohn
■ Mystery Train, Greil Marcus
■ Beano (cómic, década de 1950)
■ Raw (cómic, década de 1980)
■ Ruido de fondo, Don DeLillo
■ Sweet Soul Music: Rhythm and Blues and the Southern
Dream of Freedom, Peter Guralnick
■ Silencio, John Cage
■ Writers at Work: The Paris Review Interviews, editado
por Malcolm Cowley
■ Historia del rock: el sonido de la ciudad, Charlie
Gillett
■ Octobriana and the Russian Underground, Peter
Sadecky
■ La calle, Ann Petry
■ Chicos prodigiosos, Michael Chabon
■ Última salida para Brooklyn, Hubert Selby, Jr.
■ La otra historia de los Estados Unidos, Howard Zinn
■ The Age of American Unreason, Susan Jacoby
■ Vida metropolitana, Fran Lebowitz
■ La costa de Utopia, Tom Stoppard
■ El puente, Hart Crane
■ All the Emperor’s Horses, David Kidd
■ Falsa identidad, Sarah Waters
■ Poderes terrenales, Anthony Burgess
■ Paralelo 42, John Dos Passos
■ Tales of Beatnik Glory, Ed Saunders
■ The Bird Artist, Howard Norman
■ Nowhere to Run: The Story of Soul Music, Gerri
Hirshey
■ Antes del diluvio. Una semblanza del Berlín de los
años 20, Otto Friedrich
■ Sexual Personae: Arte y Decadencia desde Nefertiti a
Emily Dickinson, Camille Paglia
■ Muerte a la americana, Jessica Mitford
■ A sangre fría, Truman Capote
■ El amante de Lady Chatterley, D. H. Lawrence
■ Teenage, Jon Savage
■ Cuerpos viles, Evelyn Waugh
■ Las formas ocultas de la propaganda, Vance Packard
■ The Fire Next Time, James Baldwin
■ Viz (cómic, a comienzos de la década de 1980)
■ Private Eye (revista satírica, década de 1960-1980)
■ Selected Poems, Frank O’Hara
■ Juicio a Kissinger, Christopher Hitchens
■ El loro de Flaubert, Julian Barnes
■ Cantos de Maldoror, Comte de Lautréamont
■ En el camino, Jack Kerouac
■ El gabinete de las maravillas de Mr. Wilson, Lawrence
Weschler
■ Zanoni, Edward Bulwer-Lytton
■ Dogma y Ritual de la Alta Magia, Eliphas Lévi
■ Los evangelios gnósticos, Elaine Pagels
■ El gatopardo, Giusseppe Di Lampedusa
■ Infierno, Dante Alighieri
■ A Grave for a Dolphin, Alberto Denti di Pirajno
■ The Insult, Rupert Thomson
■ In Between the Sheets, Ian McEwan
■ La revolución rusa (1821-1924). La tragedia de un
pueblo, Orlando Figes
■ El vértigo, Eugenia Ginzburg

1 Se antoja imposible conocer en dónde se publicó originalmente la presente lista.


Bowie audiosexual

He aquí, sin un orden en particular, veinticinco álbumes que


podrían cambiar tu reputación. 2
DAVID BOWIE

■ The Last Poets, The Last Poets


■ Shipbuilding, Robert Wyatt
■ The Fabulous Little Richard, Little Richard
■ Music for 18 Musicians, Steve Reich
■ The Velvet Underground & Nico, The Velvet
Underground
■ Tupelo Blues, John Lee Hooker
■ Blues, Rags and Hollers Koerner, Ray & Glover
■ The Apollo Theater Presents In Person! The James
Brown Show, James Brown
■ Forces of Victory, Linton Kwesi Johnson
■ The Red Flower of Tachai Blossoms Everywhere:
Music Played on National Instruments, VV.AA.
■ Banana Moon, Daevid Allen
■ Jacques Brel is Alive and Well and Living in Paris,
Cast album
■ The Electrosoniks: Electronic Music, Tom Dissevelt
■ The 5000 Spirits of the Layers of the Onion, The
Incredible String Band
■ Ten Songs by Tucker Zimmerman, Tucker Zimmerman
■ Four Last Songs (Richard Strauss), Gundula Janowitz
■ The Ascension, Glenn Branca
■ The Madcap Laughs, Syd Barrett
■ Black Angels, George Crumb
■ Funky Kingston, Toots & the Maytals
■ Delusion of the Fury, Harry Partch
■ Oh Yeah, Charles Mingus
■ Le Sacre du Printemps, Igor Stravinsky
■ The Fugs, The Fugs
■ The Glory (????) of the Human Voice, Florence Foster
Jenkins

2 Se antoja imposible conocer en dónde se publicó originalmente la presente lista.


Bowie artista y coleccionista
de arte

Hablar de arte es como bailar sobre la arquitectura.


El arte es, hablando en serio, lo único que me gustaría poseer.
Puede cambiar cómo me siento por las mañanas.
DAVID BOWIE, en The New York Times, 1998

Bowie produjo más de seis mil trabajos propios.


Es posible acceder a sus diseños artísticos, a sus
exposiciones y a una galería de arte con imágenes en miniatura
en la dirección de Internet
www.bowiewonderworld.com/art/art.htm
Sus autorretratos son palabras mayores.
Entre sus influencias se cuentan Frank Auerbach, David
Bomberg, Francis Bacon y Francis Picabia.
Su colección privada de arte incluye «un Tintoretto y un
pequeño Rubens»:
«Sin embargo, la mayor parte de mi colección se inscribe en el
arte británico del siglo XX, y no en los grandes nombres. He
tirado hacia aquello que me parecía que era importante o que
tenía un punto de partida interesante en un momento dado, o
algo que captaba bien la esencia de una determinada década, y
no me han llamado tanto los Hockney, los Freud o cosas por el
estilo.»
Entre sus artistas británicos favoritos se encuentran Graham
Sutherland, William Tillyer, Leon Kosof y Stanley Spencer.
También se dice que tuvo en su poder obras de Gavin Turk y
Gilbert & George. Y su viejo compañero de colegio y
camarada de siempre, el artista George Underwood, revela que
él mismo le vendió algunas de sus obras.
Conciertos y álbumes en vivo,
mánagers, alter ego y bandas

1. Conciertos y álbumes en vivo


■ David Live (1974)
■ Stage (1978)
■ Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1983;
filmado en 1973)
■ Serious Moonlight (1984)
■ Tin Machine Live: Oy Vey, Baby (1992)
■ Live Santa Monica ’72 (2009)
■ Glass Spider (1988)
■ VH1 Storytellers (1999)
■ A Reality Tour (2004)

2. Mánagers
■ Leslie Conn, junio de 1964
■ Ralph Horton (su primer mánager oficial), 1965
■ Kenneth Pitt, 25 de abril de 1967-marzo de 1970
■ Tony Defries, 1970-30 de enero de 1975
Desde 1975 en adelante, Bowie se representó a sí mismo, con
la ayuda de su asistenta personal de por vida Coco Schwab y
una cohorte de abogados y asesores.

3. Sus alter ego


■ Dave Jay
■ Cloud
■ Major Tom
■ Ziggy Stardust
■ Aladdin Sane
■ Halloween Jack
■ The Thin White Duke
■ John Merrick (Joseph Carey Merrick, el «Elephant
Man»)
■ Tao Jones

4. Bandas
■ The Konrads
■ The Hooker Brothers (que también aparecieron como
Dave’s Reds and Blues)
■ Davie Jones and the King Bees
■ The Manish Boys
■ Davie Jones and the Lower Third
■ David Bowie and the Buzz
■ The Riot Squad
■ Turquoise
■ Feathers
■ David Bowie and Hutch
■ David Bowie con la banda de apoyo Junior’s Eyes
■ The Hype (que también tocaron como Harry and The
Butcher)
■ The Arnold Corns (la génesis de «Ziggy»)
■ David Bowie and the Spiders from Mars
■ Tin Machine
■ Tao Jones (quien tan solo tocó en dos bolos, en los
meses de mayo y julio de 1997)
Curiosidades y rarezas

1. Una selección de covers de temas de


Bowie
«Fame» – Duran Duran: la cara B de la versión de doce
pulgadas del segundo sencillo «Careless Memories».
«Rebel Rebel» – Bay City Rollers: una pista del álbum It’s A
Game de 1977.
«Space Oddity» – Rudy Grant: una versión reggae del
hermano de Eddy Grant.
«Space Oddity» y «Life on Mars?» – The King’s Singers:
«Space Oddity» en su álbum Tempus Fugit y «Life On
Mars?» en Keep On Changing.
«Life on Mars?» – Wall Street Crash: una versión muy poco
habitual lanzada como single en 1982 de este grupo
armónico más conocido por sus apariciones en el Royal
Variety Show y Morecambe & Wise.
«All The Young Dudes» – Travis: una versión en vivo en la
cara B de su sencillo de 2001 «Side».
— The Skids: una versión en una sesión radiofónica de Kid
Jensen a partir de la versión contenida en el pack doble de
su sencillo «Working for the Yankee Dollar» de 1979.
— The Damned: una enérgica versión en directo en los años
ochenta.
«Fascination» – Fat Larry’s Band: lanzaron como sencillo su
versión del tema que da título al álbum Young Americans
en 1976/1977.
«Golden Years» – Loose Ends: un sencillo en 1985.
«Heroes» – Nico: lanzada como sencillo en 1983.
— Billy Preston: un sencillo de 1991.
«Suffragette City» – existen varias versiones, incluida una de
Frankie Goes to Hollywood; con todo, una de las más raras
es la versión en directo realizada por Hazel O’Connor y
contenida en el cara B del sencillo de 12 pulgadas «Time»,
que salió al mercado en 1980. El sencillo no llegó a entrar
en las listas.

2. Curiosidades
La banda sonora para la película Gigolo (lanzada por Jambo
Records) contiene un tema titulado «The Revolutionary Song»
cuya autoría se atribuye a The Rebels (aunque es evidente que
quien canta es Bowie). La escribió David Bowie junto a Jack
Fishman.
El álbum de 1980 K-Tel Best of Bowie muestra una extraña
edición de «Diamond Dogs».
Al comparar las dos copias de Best of Bowie…, pese a que en
ambas se afirma que fueron manufacturadas en Francia, su
número de catálogo difiere; ambas tienen el mismo listado de
canciones del sello discográfico, pero las etiquetas presentan
colores distintos; ambas tienen el mismo listado de canciones
en la carátula, pero el de la segunda copia es obvio que fue
«colocado» tras la impresión de dicha carátula. En esa segunda
copia, el tema «Breaking Glass» de la cara A es reemplazado
por «Drive-In Saturday», sin que consten los créditos,
mientras que «Young Americans» en la cara B es sustituido por
«Breaking Glass» y un «Beauty and the Beast» tampoco
acreditado.
La Trilogía de Berlín de álbumes fue lanzada en un estiloso
pack francés en 1982, bajo el título Portrait of a Star.
Bowie aporta una «interpretación vocal especial» en el
sencillo de 2006 «The Cynic» de la banda de rock alternativo
danesa Kashmir: se trata de una de sus escasas grabaciones
hechas durante su «década alejado de los focos», que va del
año 2003, con Reality, al 2013, cuando se lanza The Next Day
(con el sello Columbia).
Vale la pena echar una ojeada a RarestOneBowie (1995) —un
disco recopilatorio de MainMan, la antigua agencia de
representación de Bowie—. Uno de sus temas salió al mercado
sin autorización de Bowie, por lo que más tarde sería borrado.
RarestOneBowie fue el primer disco compacto que incluía una
bonus track «escondida»; no era mencionada ni en la carátula
del disco ni en el librillo. La pista en cuestión dura 53
segundos; se trata de un corte del anuncio de radio original de
1973 de la división americana de RCA para el álbum Pin Ups
(1973). El audio se encuentra justo antes de la pista 1, y se
accede a él tras reproducir dicha pista y luego pulsar el botón
de rebobinar para llegar al punto previo a esa primera pista
(por ejemplo, cabría rebobinar hasta los 53 segundos).
El disco compacto The Record Producers de Tony Visconti,
recopilado por Neil Myners con el productor discográfico
Steve Levine (2007), es el primer y, hasta donde sabemos,
único ejemplo de una versión en francés del tema «Heroes»
—«Heros»— aparecido oficialmente en CD.
Un disco flexible (LYN 2929) de 1974, Record & Popswop
Mirror, contiene cortes de ocho grabaciones de Bowie:
«Knock on Wood», «Space Oddity», «The Man Who Sold the
World», «Life on Mars», «Starman», «The Jean Genie»,
«Sorrow» y «Diamond Dogs».
El tema del álbum Lodger «Yassassin» salió como sencillo en
los Países Bajos. Su cara B, «Repetition», era a su vez la cara
B de «D.J.» en el Reino Unido. Hasta donde sabemos, «D.J.»
no fue lanzado como sencillo en los Países Bajos.
«David Bowie Ashes to Ashes (The Continuing Story of
Major Tom)», editado solo por RCA USA. Un vinilo de 12
pulgadas, 33 1/3 RPM, parcialmente mezclado. Una muestra
promocional combina «Space Oddity» y «Ashes to Ashes»
para dotar al astronauta de ficción de una historia completa.
Billy Fury grabó una versión del tema de Bowie «Silly Boy
Blue» para Parlophone, que saldría como sencillo en 1968.
Sería reeditado como parte del disco recopilatorio de Billy
Fury titulado The Complete Parlophone Singles, de 2010.
La versión de 12 pulgadas de su sencillo de 1977, en su
versión en exclusiva para España, «Beauty and the Beast»
(cantado en inglés pero con lanzamiento español) que se
prolonga durante más de cinco minutos, mientras que la
versión del álbum original es de aproximadamente tres y
medio. Podía encontrarse como disco de importación en
algunas tiendas de discos británicas de entonces, aunque hoy
resulta bastante más complicado seguirle la pista. Si varios de
los vídeos subidos a YouTube de una promoción de RCA con
número de catálogo PC–1204 corresponden a ese lanzamiento
de 1977, en tal caso el resultado final es la canción estándar
con fragmentos repetidos que se habrían editado a efectos de
alargar la duración hasta la que se espera que tenga un sencillo
de 12 pulgadas.
La cover que hizo Peter Noone del tema de Bowie «Oh! You
Pretty Things» fue un éxito. Menos conocido es el hecho de
que la cara B de su continuación, «Walnut Whirl», era también
una composición de Bowie —«Right On Mother»—, que este
tocó en los estudios de Radio Luxembourg durante las
sesiones de la banda Arnold Corns. (Lost Beeb Tapes, CD de
The Godfather Records, lanzamiento no oficial, Italia, 2009.)

3. Rarezas
Cuando salió el álbum Black Tie White Noise, se hicieron
cortes de la pista titulada «Pallas Athena» que se pasaron a un
doce pulgadas y que hoy son un artículo de colección muy
preciado.
La pintura del artista belga Guy Peellaert hecha para el álbum
de 1974 Diamond Dogs representa a una criatura mitad
hombre y mitad perro con el rostro de David y los genitales
bien a la vista. Solo se distribuyeron unas pocas copias con esa
portada, que hoy poseen un valor enorme; estamos hablando
de miles de libras por copia. Los genitales serían retocados
para la carátula desplegable estándar. El diseño de portada
original, así como un descarte, mostraban a Bowie con
sombrero cordobés sujetando con una correa a un perro
escuálido; las imágenes las sacó el fotógrafo de sociedad Terry
O’Neill, y aparecieron en las reediciones de Rykodisc/EMI3.
Las copias originales de «The Laughing Gnome» se pagan a
precio de artículo de colección. En 2011, una demo belga del
año de su lanzamiento, 1967, se vendió por más de 2.300 £.
En 1980 Bowie lanzó un single solo para Japón. Era
instrumental y se llamó «Crystal Japan»; apareció en un
anuncio de la televisión japonesa de la marca de sake Crystal
Jun Rock. La cara B fue su versión de «Alabama Song».
Desde entonces, «Crystal Japan» ha aparecido como bonus
track de distintas ediciones en CD, y también como cara B del
sencillo británico «Up the Hill Backwards». Es posible
adquirir copias decentes del sencillo original japonés por unas
40 libras.
Según el coleccionista de souvenirs del rock John Fleming,
copias con la carátula en perfecto estado del sencillo «Space
Oddity» tienen un precio de mercado de alrededor de 6.000
libras.
El 11 de enero de 2016, el gran teclista Rick Wakeman
participó en el programa de Simon May para Radio 2 de la
BBC Drivetime para interpretar un tributo musical a Bowie.
Rick, íntimo amigo de David, había estado al piano tanto para
la grabación del sencillo original «Life on Mars?» como de
«Space Oddity». El vídeo de tan conmovedora interpretación
superó los dos millones de reproducciones en la página web
del canal Radio 2 de la BBC.
«Se hizo evidente a partir de la respuesta de los internautas…
que querían poseer una copia de esta hermosa pieza musical,
así como hacer su aportación», dijo May.
Así que, siendo Rick como es, se puso manos a la obra y grabó
los temas con vistas a un inminente lanzamiento. Están a la
venta en estas direcciones:
Spotify:
https://play.spotify.com/album/29h1WfsY4djhNaC2kC0Ro
A?
play=true&utm_source=open.spotify.com&utm_medium=o
pen
Amazon:
http://www.amazon.co.uk/LIFE–MARS–Rick–
Wakeman/dp/B01ATOATG6/ref=sr_1_7?
ie=UTF8&qid=1453455316&sr=8-
7&keywords=rick+wakeman
Todos los ingresos percibidos en concepto de derechos, son
donados a la ONG Macmillan Cancer Support.
Existe una cinta de un locutor de la BBC que habla con Rick
Wakeman al tiempo que aprovechan para tocar tres canciones:
«John I’m Only Dancing», «Lady Stardust» y «Star».
Comentan entre ellos que se trata de artículos de coleccionista
y que se grabaron para la BBC el 21 de septiembre de 1972.
Sin embargo, las pistas suenan igual que las versiones de
estudio lanzadas de manera oficial, solo que «John I’m Only
Dancing» está ligeramente editada (2’2’’ y no los 2’46’’).
«John I’m Only Dancing» y «Lady Stardust» se encuentran en
Starman In Session (Silver Rarities SIRA 93); la emisión
íntegra (entrevista incluida) está disponible en el The Rise and
Rise of Ziggy Stardust 4CDR.
Entre 1967 y 1972, David grabó doce sesiones o programas
para BBC radio, con fines promocionales. Cuando en 1972 se
convirtió en una estrella, ya no le hizo falta seguir sonando en
las ondas, por lo que no volvería a usar el cauce de la BBC
hasta 1991, con Tin Machine. En septiembre de 2000, se lanzó
el incomprensible disco compacto doble Bowie at the Beeb.
Para saber más acerca de las sesiones de la BBC, convendría
visitar www.illustrated-db-discography.nl/BBC.htm

Estoy en deuda con el productor radiofónico e investigador


musical Neil Myners por su valiosísima ayuda en la
elaboración de esta sección. Neil lleva trabajando como
guionista del concurso sobre pop de Ken Bruce que se emite a
diario en la Radio 2 de la BBC desde el año 2003, y es
coautor, junto a Phil «The Collector» Swern, del libro
Popmaster Quiz Books (Red Planet Publishing Ltd).

3 Guy Peellaert, quien principalmente trabajó en París, también ilustró la carátula


del álbum de los Stones It’s Only Rock ’n’ Roll. Diseñó pósteres de películas como
Taxi Driver, París, Texas y Vidas cruzadas. Sería de su pintura Frank Sinatra:
Frankie Goes to Hollywood de donde la banda de los ochenta oriunda de Liverpool
tomó el nombre. Peellaert murió de cáncer en noviembre de 2008, con 74 años.
Cronología

1912
21 de noviembre
Haywood Stenton Jones, padre de David, nace en Doncaster,
sur de Yorkshire. Será conocido como John.
1913
2 de octubre
Mary Margaret Burns, la madre de David, nace en Folkestone,
Kent. Será conocida como Peggy.
1932
5 de diciembre
Richard Wayne Penniman, «Little Richard», músico, cantante
y compositor estadounidense, nace en Macon (Georgia). Su
música influirá enormemente en el joven David Jones, con
grandes temas como «Long Tall Sally», «Rip It Up»,
«Lucille», «Good Golly Miss Molly» y «Tutti Frutti».
1935
8 de enero
Elvis Aaron Presley, «el rey del rock & roll», nace en Tupelo,
en el estado de Mississippi, doce años antes de que lo haga
David. También su influencia será enorme para el británico.
David subrayará que la primera vez que tomó conciencia
del poder de la música fue viendo a su primo bailar «Hound
Dog». Elvis evoluciona década tras década —de joven y
puro roquero en los cincuenta, pasando por sensiblera
estrella del cine en los sesenta, a artista de directos
gordinflón y embutido en un traje jumpsuit en los setenta—
e inspirará aspectos del fenómeno Ziggy Stardust (no solo
por el jumpsuit).
Presley graba con la RCA Records entre 1956 y 1977. David
hará lo propio con el mismo sello entre 1973 y 1980, lo
cual significa que durante cinco años ambos compartieron
discográfica. El legítimo y definitivo mánager de David,
Tony Defries, se formó tomando como modelo al
representante de Elvis, el coronel Tom Parker.
1937
5 de noviembre
Nace el medio hermano de David, Terence Guy Adair Burns,
en el hospital de Pembury, en Tunbridge Wells.
1938
Enero
Nace la medio hermana de David, Annette.
1943
29 de agosto
Nace la otra medio hermana de David, Myra Ann (fue
repudiada y a continuación dada en adopción).
1947
8 de enero
Nace David Robert Jones en casa de sus padres: el 40 de
Stansfield Road, Brixton, Londres SW9.
5 de febrero
Nace George Underwood en Bromley, Kent (su fecha de
nacimiento según Wikipedia es incorrecta). Se convertirá
en el mejor amigo de David desde que ambos tenían ocho
años y será el diseñador de algunas portadas de sus
álbumes: Space Oddity, Hunky Dory, The Rise and Fall of
Ziggy Stardust and the Spiders from Mars y Ziggy Live,
entre otros; también será el ilustrador de portadas para
Tyrannosaurus Rex, Marc Bolan y T. Rex, y de All the
Young Dudes de Mott the Hoople. Alcanzará notoriedad por
haberle arreado un guantazo en el ojo a David.
30 de septiembre
Mark Feld, el futuro Marc Bolan, nace en Hackney, Londres.
1951
12 de noviembre
David es inscrito en la escuela Stockwell de Brixton.
5 de febrero
1953
Enero
Se muda con su familia al 106 de Canon Road en Bromley,
Kent. Por un breve periodo de tiempo, va a un colegio
privado de Bromley.
5 de enero
Comienza en la escuela Raglan de Bromley.
1954
Febrero
La familia cambia su dirección al 23 de Clarence Road, en
Bromley.
1955
Junio
La familia vuelve a mudarse de casa; esta vez, al 4 de Plaistow
Grove, en Bromley. David se inscribe en la Burnt Ash
Primary & Junior School.
1955
25 de julio
La futura segunda mujer del artista, Iman Mohamed
Abdulmajid, hija del embajador en Arabia Saudita, nace en
Mogadiscio (Somalia).
1958
24 de julio
David abandona la escuela Burnt Ash Juniors.
David y George Underwood tocan los temas de Lonnie
Donegan «Gamblin’ Man» y «Puttin’ on the Style» con
ocasión del 18º campamento de verano de lobatos (rama del
movimiento scout) de Bromley en la isla de Wight, en el
Canal de la Mancha (Reino Unido).
8 de septiembre
David y George Underwood se matriculan en la Bromley
Technical High School, en Keston, Kent, en donde Owen,
el padre del futuro roquero Peter Frampton, será su profesor
de arte (en la actualidad, la escuela se conoce como Ravens
Wood Technical School, solo para chicos.)
1959
Navidad
A la edad de 12 años, David recibe su primer instrumento
musical: un saxofón alto de color blanco de la marca
Selmer, fabricado con baquelita acrílica y con las teclas
doradas.
1962
Con 15 años, su ojo izquierdo se deteriora. Su pupila se dilata,
parece ser, de forma permanente.
1963
Comienza a emitirse el popular programa The Five O’Clock
Club a la hora del té; lo hace la cadena ITV, que cuenta con
Muriel Young y Howard Williams (más tarde sustituida por
Wally Whyton). Su director musical es Alexis Korner. El
show presenta números con figuras como Sandie Shaw y
Kathy Kirby. Fanny & Johnny Craddock enseñan a los más
pequeños a cocinar; ahí está también Bert Weedon con su
guitarra, y un divertido búho y un perro, Ollie Beak y Fred
Barker, realojados en 1969 en Lift Off with Ayshea. David
Jones y Mark Feld (más adelante Bowie y Bolan) se
convierten en extras de visita.
David y Marc suelen quedar para tomar café en La Gioconda
de Denmark Street (El «Tin Pan Alley» de Londres).
1964
5 de junio
Con 17 años, lanza su sencillo de debut «Liza Jane» (como
Davie Jones and the King Bees, con George Underwood a
la guitarra) con Vocalition Records, una división del sello
Decca. A pesar de una promoción excelente y de las
críticas favorables, el tema no logra hacerse un hueco en las
listas.
6 de junio
Debuta en televisión en el Juke Box Jury de la BBC. El jurado
desestimó «Liza Jane», por considerarlo un «tema fallido».
George Underwood y él conocen en el backstage al popular
cantante Matt Monro.
12 de noviembre
Como parte de la promoción de una causa guasona, la
«Prevención de la crueldad ejercida contra los hombres de
pelo largo», David es entrevistado por el presentador Cliff
Michelmore en el programa televisivo de la BBC Tonight.
1965
8 de enero
Décimo octavo cumpleaños de David.
5 de marzo
La cara B del sencillo «I Pity the Fools», es decir, «Take My
Tip», interpretado por The Manish Boys para Parlophone
Records, supone el primer lanzamiento de una canción
escrita por David.
10 de abril
George Underwood participa en Thank Your Lucky Stars de la
cadena ITV como Calvin James, haciendo el playback de
«Some Things You Never Get Used To».
15 de abril
George Underwood, como Calvin James, debuta con «Some
Things You Never Get Used To»/«Remember», producido
por Mickie Most para Columbia. Será la única grabación
que lance en su carrera.
Mayo
David deja el grupo The Manish Boys. La banda se deshace.
20 de agosto
«You’ve Got a Habit of Leaving» de Davy Jones & the Lower
Third, publicado con Parlophone, fracasa en su empeño de
colarse en las listas.
16 septiembre
Después de haber probado con unos cuantos nombre artísticos
y de evitar ser confundido con Davy Jones, de The
Monkees, David retoma su nombre cristiano original y
adopta el apellido Bowie (en referencia al cuchillo
norteamericano).
19 de noviembre
Debuta Marc Bolan con «The Wizard»/«Beyond the Rising
Sun», al cuidado de Decca.
25 de noviembre
Firma con el sello Pye Records, de la mano del reputado
productor y compositor Tony Hatch.
31 de diciembre
David Bowie & the Lower Third ofrecen su primer bolo en el
extranjero, en el Golf Drouot club de Montmartre, en París,
como parte de una actuación colectiva.
1966-1969
Graba una recopilación de canciones para acompañar su
película promocional de 1969 Love You till Tuesday. Puesto
que el filme se lanzó una vez que ya era una estrella, y dado
que comparte algunas canciones con su LP de 1967, a
menudo es confundido con su álbum de debut. Esta
grabación también contenía el tema «Space Oddity»
original.
1966
6 de enero
Fiesta de inauguración en el Gaiety Bar de Bayswater para
festejar el sencillo de debut en Pye «Can’t Help Thinking
About Me». Asiste el padre de John Lennon, Freddie
Lennon, que también tiene contrato de artista con el sello
Pye.
14 de enero
Lanzamiento de «Can’t Help Thinking About Me» (como
David Bowie with The Lower Third) en Pye Records. Es la
primera grabación de David Bowie que sale al mercado en
Estados Unidos, y la primera vez que se usa «Bowie» a la
hora de atribuir los créditos de un tema. Pese a que el single
es bien acogido por la crítica, no logra entrar en las listas.
1 de abril
«Do Anything You Say», de David Bowie, con la banda de
apoyo The Buzz, sale con Pye Records, sin lograr hacerse
un hueco en las listas musicales.
Agosto
Sale «I Dig Everything». El productor Hatch descarta a The
Buzz en favor de músicos de sesión, lo que no impide que
el sencillo sea un fracaso comercial.
David conoce al bailarín, mimo y profesor Lindsay Kemp,
quien le enseña a «expresarse y comunicarse a través de su
cuerpo».
2 de diciembre
Se lanza «Rubber Band», su primer sencillo con el sello
Deram (una división de Decca). Refleja su obsesión con el
cantante/compositor/actor Anthony Newley (por aquel
entonces, marido de Joan Collins). No logra colarse en las
listas.
1967
14 de abril
Se lanza el nuevo e innovador sencillo «The Laughing
Gnome», que tampoco alcanza un puesto en las listas.
Volverá a ser lanzado en 1973, una vez que David ya es
famoso, y esa vez sí logrará auparse al número seis de las
listas británicas.
1 de junio
Sale a la venta el álbum epónimo David Bowie, con Deram
Records; ese misma día sale el Sgt Pepper’s Lonely Hearts
Club Band de The Beatles.
11 de junio
David, con veinte años, abandona el nido familiar y se marcha
a vivir con su mánager Ken Pitt a Manchester Street, en
Londres W1, durante un año.
14 de julio
Sale el sencillo «Love You till Tuesday» (segunda versión).
Recibe numerosos elogios, pero no se hace un hueco en las
listas.
30 de septiembre
Sábado, 7 de la mañana: lanzamiento de Radio 1 de la BBC.
1968
8 de enero
Vigésimo primer cumpleaños de David.
Mayo
La primera creación conjunta de John Lennon y Yoko Ono,
«Build Around», expuesta en el Drury Lane Arts Lab.
David y la casera/novia–durante–algún–tiempo Mary
Finnigan visitan tiempo después el Arts Lab, y se inspiran.
3 de junio
Apoya al Tyrannosaurus Rex de Marc Bolan en el espectáculo
ofrecido en el Royal Festival Hall, en donde ejerce como
maestro de ceremonias el promotor musical John Peel.
También participan el roquero folk Roy Harper y el
guitarrista y cantante norteamericano Stefan Grossman.
Bowie hace una función de mímica de 12 minutos de
duración, «Yet–San and the Eagle», mientras de fondo
suena un tema compuesto por Tony Visconti. Dicho tema
tiene un sonido tibetano, hecho con un instrumento
marroquí de cuerda comprado en Portobello Road. Marc,
«ferozmente competitivo», permite que Bowie forme parte
del concierto con una sola condición: que no cante.
1969
Enero-febrero
David apoya a Tyrannosaurus Rex en su gira por el Reino
Unido conocida como For the Lion and the Unicorn in the
Oak Forests of Faun. También presta su apoyo el intérprete
de sitar Vytas Serelis.
4 de mayo
Con Mary Finnigan, pone en marcha el Three Tuns Folk Club
en el pub del mismo nombre en la High Street de
Beckenham. A finales de ese mes, se ha transformado en
Arts Lab, y atrae a artistas de toda la ciudad de Londres
(hasta 1973).
Junio-septiembre
Graba el álbum David Bowie (versiones posteriores llevarían
por nombre Space Oddity) en los estudios Trident de Soho,
en Londres. Su productor es Tony Visconti, aunque rechaza
producir la canción «Space Oddity»; ese honor recae sobre
Gus Dudgeon.
5 de julio
El tema «Space Oddity» debuta en público; miles de fans lo
disfrutan en un concierto gratuito en Hyde Park justo antes
de que The Rolling Stones salgan a escena.
11 de julio
«Space Oddity», pista que abre el álbum David Bowie, se
lanza como sencillo. La BBC reproduce la canción para
informar sobre la misión y el aterrizaje lunar. Será su
primer tema en alcanzar el Top 5 de las listas.
16 de julio
Se lanza la misión Apollo 11.
20 de julio
Los astronautas estadounidenses (el comandante Neil
Armstrong y el piloto del módulo lunar Edwin «Buzz»
Aldrin) aterrizan en la Luna.
21 de julio
Neil Armstrong da los primeros pasos sobre la superficie
lunar. Esa caminada histórica es retransmitida en directo
para una audiencia planetaria que escucha a Armstrong
describir el lance como «un pequeño paso para un hombre,
pero un gran salto para la humanidad». La misión sirve
para poner fin a la «carrera espacial» que, como parte, de la
Guerra Fría, enfrentaba a Estados Unidos con la Unión
Soviética.
5 de agosto
El padre de David, Haywood Stenton Jones («John»), muere
de neumonía a los 56 años.
16 de agosto
Tiene lugar el Beckenham Free Festival en el parque de recreo
de Croydon Road, en Beckenham, para recaudar los tan
necesarios fondos para el Beckenham Arts Lab. Bowie
inmortalizará más adelante el día con una canción,
«Memory of a Free Festival» (contenida en el álbum Space
Oddity).
Octubre
Con su futura esposa Angela Barnett, se muda a Haddon Hall,
al piso 7, en el 42 de Southend Road, en Beckenham. Invita
a Tony Visconti y a su novia Liz a que se unan a ellos. Para
Visconti, el hecho de vivir bajo el mismo techo que David
mientras ejerce como productor de Marc conduce a
momentos comprometedores.
9 de octubre
Hace su debut en el Top of the Pops gracias a la interpretación
de «Space Oddity»; lleva puesta una malla argéntea que
toma prestada de su por un tiempo novio Calvin Lee.
14 de noviembre
Lanzamiento del álbum David Bowie.
1970
8 de enero
En su 23 cumpleaños, David, Visconti, el guitarrista Tim
Renwick y el batería John Cambridge tocan en el club
Speakeasy de Londres.
22 de febrero
David y The Hype tocan en el recinto Roundhouse de Londres,
vestidos con llamativos trajes pre–glam. Según Visconti, se
trató de la noche inaugural del glam rock. Bolan, de
vaqueros y recién casado, asiste al evento.
20 de marzo
Se casa con la estadounidense de origen chipriota Mary
Angela Barnett en la oficina del Registro Civil de Bromley,
en Kent.
10 de mayo
Recibe el premio Ivor Novello a la Mejor canción original por
«Space Oddity».
4 de noviembre
Lanza su tercer álbum de estudio, The Man Who Sold the
World. Lo publica Mercury Records en los Estados Unidos;
seis meses más tarde aparecerá (en abril de 1971) en el
Reino Unido.
Corta su relación con Tony Visconti durante unos cuantos
años. Musicalmente, Bolan cambia de rumbo. Visconti es el
cerebro detrás de los éxitos del T. Rex de Bolan. «Ride a
White Swan», que sale al mercado el 9 de octubre, alcanza
el segundo puesto de las listas musicales británicas.
1971
19 de febrero
T. Rex lanza «Hot Love». Sube hasta el número uno y allí
permanece durante seis semanas. Bolan, de pronto, cotiza
al alza.
Abril
Peter Noone, que alcanzó la fama con la banda Herman’s
Hermits, lanza una versión del tema de Bowie «Oh! You
Pretty Things», producida por Mickie Most, en la cual
David toca el piano. A la batería está el genial músico de
sesión Clem Cattini, quien había tocado en el éxito de
debut de Jeff Beck «Hi Ho Silver Lining» en 1967, y en
más de cuarenta sencillos números uno y centenares de
otros grandes temas. El debut de Noone en solitario alcanza
el duodécimo puesto de las listas, ocasionando de ese modo
que el tema de Bowie sea su primer éxito desde «Space
Oddity». Noone afirma con entusiasmo ante la prensa que
«David Bowie es el mejor compositor británico de su
época… y el mejor desde Lennon y McCartney, que hoy ya
no se escuchan tanto».
30 de mayo
Duncan Zowie Haywood Jones, el hijo de David y Angie, nace
en el hospital de Bromley, en Kent. Pesa algo más de tres
kilos ochocientos.
20-24 de junio
Glastonbury Festival («Glastonbury Fayre»), celebrado en una
granja sobre las líneas ley entre Glastonbury y Stonehenge.
Lo filma el futuro realizador de cine y productor Nicolas
Roeg, junto a David Puttnam.
1 de agosto
Firma un contrato de representación con Gem.
17 de diciembre
Sale al mercado el cuarto álbum, Hunky Dory, con RCA
Records; supone su primer disco con el sello al que habrá
de seguir ligado durante una década.
1972
22 de enero
En «Oh You Pretty Thing», una desternillante entrevista con
Michael Watts en Melody Maker, suelta la famosa frase:
«soy gay, y siempre lo he sido» (más tarde insistiría en que
no era más que una de tantas tretas publicitarias).
29 de enero
Comienza la gira de Bowie por el Reino Unido. Se
transformará, hacia el mes de mayo, en la primera de Ziggy
Stardust con The Spiders from Mars.
8 de febrero
Toca con The Spiders from Mars en el programa de la BBC
Old Grey Whistle Test.
10 de febrero
La fecha de lo que con frecuencia se ha presentado como «el
primer bolo oficial de Ziggy Stardust», en el Toby Jug,
Tolworth (Surrey), pero lo cierto es que la auténtica fecha
es otra, si bien como parte de esa misma gira.
11 de febrero
Su hermano Terry se casa con Olga, paciente y compañera
suya en el hospital psiquiátrico de Cane Hill. Lo oficializan
en el registro civil de Croydon. David está de gira; no
acude al acto. La pareja se alojará en un cuarto amueblado
próximo a la High Street de Beckenham, para de ese modo
estar cerca de Peggy, la madre de Terry, quien acaba de
mudarse al vecindario.
Rechaza una invitación de Freddie Mercury para producir el
álbum de debut de Queen, a causa de otros compromisos
adquiridos tanto para grabar como para ofrecer conciertos
de su propia música.
6 de junio
Sale al mercado el álbum The Rise and Fall of Ziggy Stardust
and the Spiders from Mars.
17 de junio
Durante el concierto en la Casa consistorial de Oxford, como
parte de la gira de Ziggy, la felación simulada de David a la
guitarra de Mick Ronson queda inmortalizada por la
cámara del fotógrafo Mick Rock. La imagen será portada
de Melody Maker.
18 de junio
Rueda de prensa en el hotel Dorchester para periodistas
estadounidenses. Asisten sus futuros colaboradores Lou
Reed e Iggy Pop.
21 de junio
Toca «Starman» en Lift Off with Ayshea.
6 de julio
Toca «Starman» en Top of the Pops.
28 de julio
Se lanza «All the Young Dudes», canción escrita por David
para Mott the Hoople y grabada por la banda. Alcanza el
tercer puesto de las listas del Reino Unido. Él mismo
interpretará el tema en su tour de 1973.
Septiembre
Se embarca en el buque transatlántico QE2 rumbo a Nueva
York, en compañía de Angie y de George y Birgit
Underwood. El motivo: una gira promocional de diecisiete
días del álbum Ziggy Stardust.
28 de septiembre
Ziggy y los Spiders tocan en el Carnegie Hall.
8 de noviembre
Sale al mercado el sencillo «Walk on the Wild Side» de Lou
Reed (de su segundo disco, Transformer). El profesor de
saxo de David durante su infancia, Ronnie Ross, toca el
saxofón barítono para ese tema, producido por Bowie en
los estudios Trident de Soho, en Londres. David también se
pone a la guitarra acústica, y Mick Ronson a la eléctrica.
1973
25 de enero
David se embarca en el buque SS Canberra en Southampton,
para poner rumbo a Nueva York; se hace acompañar de su
compañero de escuela Geoff MacCormack en lugar de
George Underwood.
14 de febrero
Exhausto, desfallece tras un concierto en el Madison Square
Garden de Nueva York.
13 de abril
Relanzamiento de Aladdin Sane, en donde se introduce la
icónica cara atravesada por un rayo.
5 de mayo
«Camelot» se desmorona: los Bowie dejan Haddon Hall.
3 de julio
Finaliza la gira Ziggy Stardust en el Hammersmith Odeon de
Londres, con la chocante retirada de Bowie de los Spiders
from Mars (182 espectáculos).
12 de mayo
Se convierte en el primer artista rock en dar un concierto en el
Earls Court Exhibition Centre.
Octubre
Rueda The 1980 Floor Show Midnight Special para la NBC de
EE. UU. coprotagonizado, entre otros, por la misteriosa
Amanda Lear. El show se graba en vídeo en el Marquee
Club de Soho, en Londres.
19 de octubre
Se pone a la venta el álbum de versiones titulado Pin Ups, que
entrará en las listas el 3 de noviembre: el mismo día que
These Foolish Things, otro álbum de versiones pero esta
vez de Bryan Ferry.
1974
24 de abril
Lanzamiento de Diamond Dogs: la propuesta orwelliana y
posapocalítpica de Bowie, después de que le fuese negada
la cesión de los derechos de la novela 1984 por parte de la
viuda de George Orwell.
14 de junio
Inicio de la gira Diamond Dogs en Montreal.
2 de diciembre
Concluye la gira Diamond Dogs en Atlanta, tras 73
espectáculos.
1975
7 de marzo
Lanzamiento de Young Americans. El glam rock queda por fin
enterrado en favor del flirteo con el soul de Filadelfia. Por
otro lado, arranca la carrera de Luther Vandross. El álbum
incluye el primer número uno en los Estados Unidos,
«Fame», coescrito con John Lennon (también a la segunda
voz) y grabado en la central eléctrica de Nueva Yok. La
canción es un lamento sobre la naturaleza de la fama. El
conocido riff es obra del guitarrista Carlos Alomar.
25 de julio
Termina su sociedad con el mánager Tony Defries.
1976
23 de enero
Station to Station sale al mercado: presenta al «último gran
personaje» de Bowie, The Thin White Duke; el disco se
graba a partir de la filmación de El hombre que cayó a la
Tierra, de Nicolas Roeg, película basada en la novela de
Walter Tevis de 1963 que trata de un extraterrestre que
llega al planeta Tierra en buscar de agua que llevar de
vuelta a su reseco mundo. No fue precisamente un gran
éxito de taquilla, pero sí devino una película de culto.
2 de febrero
Da comienzo la gira Isolar 1976, en Vancouver.
18 de mayo
Acaba la gira Isolar 1976, en París, tras 64 funciones.
Adicto a la cocaína y al borde del colapso físico y mental,
David cambia América por Berlín.
1977
8 de enero
David cumple 30 años.
14 de enero
Se lanza Low, el primer álbum de su «Trilogía de Berlín».
Colabora con Visconti y Brian Eno. El disco se graba
primero en Francia y se mezcla más tarde en Berlín.
16 de agosto
Elvis Presley muere a los 42 años de edad, en circunstancias
ligadas al consumo de drogas, en Memphis, Tennessee.
7 de septiembre
Vuela al Reino Unido desde Suiza para grabar el último
episodio del programa de Bolan para Granada TV.
Interpreta «Heroes» dos semanas antes del lanzamiento del
sencillo. Toca una jam con Marc como cierre del programa.
Marc se cae del escenario. Las restricciones sindicales no
permiten que pueda volver a grabarse la secuencia. A la
postre, esa será la última actuación de Marc para la
televisión.
11 de septiembre
Graba «The Little Drummer Boy/Peace on Earth» con el
crooner Bing Crosby en Londres. La sociedad no es moco
de pavo: Crosby es el artista del siglo XX con más discos
vendidos y la primera estrella multimedia del mundo. El
dueto no se emite por televisión hasta después de la muerte
de Crosby, un mes más tarde.
16 de septiembre
Marc Bolan muere en un accidente de coche en Barnes,
Londres, a falta de dos semanas para cumplir los 30.
20 de septiembre
Bowie asiste al funeral de Bolan en el crematorio de Golders
Green, en Londres, como también Tony Visconti y Rod
Stewart. La viuda de Bolan, June (de quien Marc estaba
casi divorciado) se marcha del funeral con David.
23 de septiembre
Lanzamiento del sencillo «Heroes», «una de las mejores
canciones de todos los tiempos» que alcanza el puesto 24
en las listas del Reino Unido.
14 de octubre
Lanzamiento del álbum «Heroes»; el único de la «Trilogía de
Berlín» que se graba íntegramente en Berlín. Cuenta con el
guitarrista Robert Fripp e inspiraría el disco de John
Lennon Double Fantasy en 1980. John declararía que su
intención era «hacer algo tan bueno como “Heroes”». La
fecha del lanzamiento coincide con la del deceso de Bing
Crosby.
1978
29 de marzo
Isolar II, la gira mundial de 1978, arranca en San Diego.
5 de julio
Nace Zulekha, la que será la hijastra de David, hija de Iman y
del que por entonces era su marido, el baloncestista
Spencer Haywood.
12 de diciembre
La gira Isolar II echa el cierre en Tokio, tras 77 espectáculos.
1979
18 de mayo
El álbum Lodger, producido en Suiza y Nueva York, sale a la
venta. No logra encandilar a la crítica, pero tiempo después
será visto como un gran álbum que en su momento fue
subestimado.
Viaja a Japón para quedarse en Togendo, Kioto, en el hogar
del sinólogo norteamericano (académico especialista en
cultura china) y profesor de artes japonesas David Kidd
(que también murió de cáncer con 69 años, en 1996). Se
burla de la prensa occidental al sugerir que podría trasladar
su residencia a Japón de forma permanente.
1980
8 de febrero
Se divorcia de Angie en Suiza. Recibe la custodia de su hijo,
entonces todavía conocido como «Zowie».
12 de septiembre
Lanzamiento de Scary Monsters (And Super Creeps), su
último álbum de estudio con RCA. De la noche a la
mañana, es número uno.
23 de septiembre
Triunfa con la obra The Elephant Man en el Booth Theater de
Broadway, en la ciudad de Nueva York (las funciones se
prolongan hasta el 3 de enero de 1981). Graba el que será
su último álbum con Tony Visconti hasta 22 años después.
8 de diciembre
John Lennon es asesinado en Nueva York por Mark Chapman,
en el exterior del edificio Dakota en donde se ubica su
apartamento. Conmocionado por la pérdida de su íntimo
amigo, David se retira a Suiza.
1981
Julio
Sesión jam improvisada con Queen en los estudios Mountain
de Montreux que da como resultado el sencillo colaborativa
«Under Pressure»; grabado en su mayor parte en Suiza y
acabado en Nueva York.
Comienza a trabajar en la adaptación televisiva para la BBC
de la obra de Bertolt Brecht de 1918 Baal; la produce Louis
Marks. La pieza se graba durante una semana del mes de
agosto en Acton.
Septiembre
Regresa a Hansa Studio 2 con Visconti. Acompañado de
músicos clásicos alemanes, graba la música para Baal.
26 de octubre
«Under Pressure» sale a la venta (EMI–Elektra). Se convierte
en el segundo número uno de Queen en el Reino Unido
(tras «Bohemian Rhapsody» en 1975), y en el tercero de
Bowie (tras «Space Oddity» y «Ashes to Ashes»).
1982
2 de marzo
Se emite Baal en la BBC. El EP que acompaña a la obra es el
último lanzamiento de David con RCA. Alcanza el puesto
29 en las listas específicas de álbumes en el Reino Unido.
Empieza el rodaje de El ansia, una oscura película de
glamuroso ambiente vampírico y bisexual coprotagonizada
por Catherine Deneuve y Susan Sarandon. La cinta se basa
en la novela de 1981 escrita por Whitley Strieber; la dirige
Tony Scott. En ella aparecen el grupo gótico Bauhaus y
algunas escenas en el club nocturno de Londres de
ambiente gay Heaven. Howard Blake es el director musical,
quien, en colaboración con Queen, compuso la partitura de
Flash Gordon (1980) y creó la música para el cortometraje
animado adaptado del álbum ilustrado de Raymond Briggs
que se tituló The Snowman (1982), en el que aparece el
tema clásico «Walking in the Air». Por tanto, una novedad
en su carrera.
Compra el Château du Signal, en la parte alta de Lausana, y un
piso en el complejo residencial Kincoppal, en la bahía
Elizabeth de Sídney.
Julio
Asiste al festival de jazz de Montreux.
Rueda Feliz Navidad, Mr Lawrence, película dirigida por
Nagisa Oshima que está basada en textos sueltos de sir
Laurens van der Post en los que el autor narra su etapa
como prisionero de los japoneses durante la Segunda
Guerra Mundial. La cinta también está protagonizada por
Tom Conti y Ryuichi Sakamoto, quien además escribió el
tema «Forbidden Colours» que interpreta David Sylvian —
anteriormente David Alan Batt, natural de Beckenham—.
El rodaje tiene lugar en Raratonga, una de las remotas islas
Cook, en medio del Pacífico Sur, y en Nueva Zelanda, a
otros 3.000 y pico kilómetros.
Octubre
Acaba por fin su obligación contractual con Tony Defries.
1983
27 de enero
Firma un nuevo acuerdo de grabación con EMI América por
«casi 17 millones de libras».
14 de abril
Se lanza Let’s Dance, colaboración de peso con el miembro de
Chic Nile Rodgers. Contiene los clásicos de Bowie «Let’s
Dance», «Modern Love» y «China Girl».
29 de abril
Se estrena El ansia, un fracaso de taquilla pero que tiempo
después adquiere el estatus de película de culto.
Mayo
Feliz navidad, Mr Lawrence se presenta en el Festival de
Cannes. También se proyecta El ansia, aunque fuera de
concurso.
18 de mayo
Da comienzo la gira Serious Moonlight en Bruselas. Será su
tour más largo, grandioso y exitoso de todos.
25 de agosto
Feliz Navidad, Mr Lawrence sale en el Reino Unido. El papel
más trabajado de David para la pantalla vuelve a hacer
aguas en taquilla. Desde entonces, el filme ha logrado
erigirse en un clásico. Al menos Sakamoto se llevó el
BAFTA de 1983 a la Mejor música para una película.
8 de diciembre
La gira Serious Moonlight finaliza en Hong Kong, tras 96
espectáculos.
1984
1 de septiembre
Sale Tonight. El álbum, tachado de «vago», cuenta con la
colaboración de Tina Turner y contiene una fresca versión
del tema de The Beach Boys «God Only Knows». Destaca
sobre todo el tema «Loving the Alien» (así como
«Suffragette City», la favorita de esta autora), un modesto
hit que aborda el conflicto religioso. También «Blue Jean»,
tema incluido en el TOP 10 para el cual el director Julien
Temple crea un vídeo más extenso.
1985
16 de enero
Se suicida su medio hermano Terry. Bowie no asiste al funeral.
Junio
Graba en Abbey Road la banda sonora de la película Absolute
Beginners (Principiantes). Asimismo, graba con Jagger su
contribución conjunta para Live Aid, «Dancing in the
Street». Su vídeo, filmado por David Mallet en los
Docklands, por entonces desiertos, de Londres, se
proyectará dos veces ese día en Wembley.
13 de julio
Toca en el Live Aid Global Jukebox, en el estadio de
Wembley.
12 de agosto
La versión de «Dancing in the Street» de Bowie y Jagger sale
con EMI. Todos los beneficios se donan a Live Aid. El
tema es número uno en el Reino Unido durante cuatro
semanas y alcanza el séptimo puesto en Estados Unidos.
1986
7 de abril
Se lanza la banda sonora original de la película Absolute
Beginners (Principiantes). Contiene canciones de varios
artistas, entre los que figuran Bowie, Jerry Dammers, Sade,
Style Council, Ray Davies y Smiley Culture, con Virgin
Records. La pista que da título al trabajo es lo mejor del
filme.
18 de abril
Sale Absolute Beginners, la adaptación al musical rock de la
novela de Colin MacInnes ambientada durante la posguerra
en la ciudad de Londres anterior al estallido de las revueltas
raciales de 1958 en Notting Hill. Dirigido por Julien
Temple, con Bowie, Patsy Kensit y Sade como
protagonistas. Las expectativas son altas; se le da una gran
cobertura, pero la crítica lo ridiculiza y no hace una buena
taquilla. El fracaso conduce a la quiebra de la productora
Goldcrest Films, con quien David Puttnam había alcanzado
la gloria, y que había estado detrás de éxitos merecedores
del Óscar como Carros de fuego (1981), Gandhi (1982),
Un tipo genial (1983) y Los gritos del silencio (1984).
Goldcrest ha vuelto a ser relanzada.
Mayo
Absolute Beginners (Principiantes) se proyecta fuera de
competición en el Festival de cine de Cannes.
20 de junio
Interpreta «Dancing in the Street» con Jagger para la
fundación de caridad del príncipe de Gales en la gala por su
décimo aniversario celebrada en el Wembley Arena;
también participan McCartney, Clapton, Phil Collins, Elton
John, Tina Turner y muchos otros.
27 de junio
Lanzamiento de Dentro del laberinto, producido por George
Lucas, dirigido por el creador de El show de los Teleñecos
Jim Henson (su último trabajo antes de su súbita muerte en
1990). Entre los guionistas se encuentra el Monty Python,
Terry Jones. Bowie hace el papel de Jareth, el rey de los
duendes. Mala taquilla, pero la película tiene su encanto.
Compra un solar en Campbell Hills, en la isla de Mustique, en
las Indias Occidentales; crea el fantasioso refugio isleño
Britannia Bay House.
1987
8 de enero
David cumple 40 años.
17 de marzo
Dos semanas de ruedas de prensa y actos de promoción para la
gira Glass Spider en Estados Unidos y Europa.
27 de abril
Se lanza Never Let Me Down, álbum grabado en los estudios
Mountain de Montreux. La crítica permanece impasible.
30 de mayo
La gira Glass Spider arranca en Róterdam. Es su primer tour
con paradas en Italia, España, Austria, Gales e Irlanda. Se
implica emocionalmente con una de sus jóvenes bailarinas
para esa gira, Melissa Hurley.
7 de junio
Regresa a Berlín para tocar en el festival rock de tres días
celebrado en las inmediaciones del muro de Berlín.
9 de junio
Justo antes del concierto en Florencia, el técnico de luces
Michael Clark cae y muere.
10 de junio
Otro miembro del equipo se cae durante la construcción del set
en Milán, pero sale ileso.
11 de julio
En County Meath (Irlanda) un fan se ahoga en el río Boyne
cuando trata de nadar hasta el Castillo de Slane, para
acceder al recinto por el backstage.
9 de octubre
Presunto acoso a Wanda Lee Nichols, de 30 años, en el hotel
Mansion de Dallas tras un bolo. La joven acusa a David de
haberle contagiado el SIDA. Él admite que pasó la noche
con ella, pero niega todos los cargos en su contra. Un gran
jurado estadounidense rechaza imputar a David el 18 de
noviembre de 1987. Tres años más tarde, en febrero de
1990, queda libre de los cargos por violación y el caso es
sobreseído, tras haber podido probar el artista, por medio
de análisis de sangre, que no estaba enfermo de SIDA. El
abogado Daniel P. Callahan, representante de David,
calificó la acción llevada a cabo por Nichols de «incómoda
demanda».
28 de noviembre
La gira Glass Spider finaliza en Auckland (Nueva Zelanda)
tras 86 espectáculos.
1988
Graba con la nueva formación Tin Machine en los estudios
Compass Point de las Bahamas. David y Melissa residen en
la casa de la playa de Robert Palmer.
1989
Mayo
Los padres de Melissa Hurley anuncian el compromiso de su
hija con David Bowie. La pareja se separará al poco
tiempo.
22 de mayo
El disco Tin Machine sale a la venta (con EMI): la formación
está compuesta por Bowie, el guitarrista Reeves Gabrels y
los hermanos Sales.
14 de junio
La gira por clubes de Tin Machine se inicia en Nueva York. La
banda toca en una docena de bolos en Estados Unidos,
Dinamarca, Alemania, Países Bajos, Francia y, como cierre,
en el Reino Unido. Ejecutan el álbum Tin Machine al
completo, y además versionan temas de Bob Dylan y
Johnny Kidd & the Pirates.
1990
4 de marzo
La gira de grandes éxitos conocida como Sound + Vision
arranca en Quebec.
2 de abril
Es distinguido por su destacada contribución a la música
británica en la 35ª gala anual de los premios Ivor Novello,
celebrada en el hotel Grosvenor House de Londres.
29 de septiembre
La gira Sound + Vision cierra en Buenos Aires, tras 108
espectáculos ofrecidos.
14 de octubre
David e Iman se conocen en una «cita a ciegas» organizada
durante una cena ofrecida por su amigo mutuo el peluquero
Teddy Antolin (muerto un mes después que David, a los 68
años). No obstante, la pareja ya había coincidido con
anterioridad.
29 de noviembre
La primera aparición pública de ambos como pareja tiene
lugar en la gala «7th on Sale», cuyo objetivo es lograr
financiación para poder investigar en la lucha contra el
SIDA. La gala se celebra en el edificio 69th Regiment
Armory, en Nueva York.
1991
2 de septiembre
El álbum Tin Machine II sale con el sello Victory Music (el de
la cubierta con los genitales retocados).
5 de octubre
Empieza oficialmente la gira It’s My Life. 69 paradas previstas
en 13 países distintos.
24 de noviembre
El líder de Queen, Freddie Mercury, muere por
complicaciones derivadas del SIDA.
1992
17 de febrero
Acaba en Tokio la gira It’s My Life.
20 de abril
Bowie toca en el concierto homenaje a Freddie Mercury
celebrado en el estadio de Wembley.
24 de abril
Se casa con Iman Abdulmajid en el registro civil de Lausana.
David es el tercer marido de la exmodelo.
6 de junio
Formalmente, la ceremonia nupcial tiene lugar en la iglesia de
San Jaime de Florencia, en La Toscana, coincidiendo con el
vigésimo aniversario del lanzamiento de The Rise and Fall
of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars. Llueve. La
luna de miel de la pareja es en Bali y en la ciudad japonesa
favorita de él, Kioto; se hospedan en Tawaraya Ryokan, un
hotel tradicional con 300 años de historia.
1993
5 de abril
Sale a la venta el álbum Black Tie White Noise con Savage. Es
su primer disco en solitario de la década en 1990. Vuelve a
juntarse con el guitarrista de «Ziggy» Mick Ronson, quien
poco después morirá de cáncer. Bowie revela que encontró
inspiración para el álbum en su matrimonio con Iman. El
tema que da nombre al disco bebe de las revueltas de Los
Ángeles, adonde la pareja se desplazó sin dudarlo tras hacer
efectivo su matrimonio civil, en abril de 1992.
30 de abril
Mick Ronson muere de cáncer hepático.
Junio-septiembre
Graba The Buddha of Suburbia en los estudios Mountain de
Montreux.
8 de noviembre
The Buddha of Suburbia supone su primera banda sonora
completa que sale al mercado. La serie en cuatro episodios
de la BBC2 a la que va asociada es una adaptación de la
novela autobiográfica de Hanif Kureishi sobre su crianza en
Bromley en los setenta. La narración cuenta con el premio
Whitbread a la mejor primera novela.
1994
Iman lanza su marca: Iman Cosmetics.
Abril
Concierto celebrado en el Hammersmith Odeon en memoria
de Mick Ronson, en el cual David rechaza participar.
1995
1 de abril
Se lanza su primera, y aclamada, exposición de arte en
solitario, en la galería de Cork Street, en Londres.
Duncan Jones se licencia en Filosofía en Wooster, Ohio. David
vende el Château du Signal de Lausana. También vende
Britannia Bay House, en Mustique, al magnate de la
edición Felix Dennis por 5 millones de libras. Dennis
rebautiza la propiedad como «Mandalay».
14 de septiembre
La gira Outside arranca en Connecticut.
25 de septiembre
1. Outside sale con Virgin Records. Se trata de un álbum
conceptual basado en el arte psiquiátrico.
1996
Es propuesto para el Paseo de la fama del rock & roll de
Nueva York por David Byrne, reconocimiento que
Madonna acepta en su nombre. Otros nombres propuestos
que lo acompañan son Jefferson Airplane, Pink Floyd y
The Velvet Underground. Marianne Faithfull interpreta
«Rebel Rebel» en honor a David.
19 de febrero
Finaliza la gira Outside en París, tras 68 espectáculos.
Es presentado por el futuro primer ministro Tony Blair en los
premios BRIT por su destacada contribución a la música
británica. La ceremonia tiene lugar en el Earls Court
Exhibition Centre. Interpreta «Hallo Spaceboy», su sencillo
del álbum 1. Outside, junto a los Pet Shop Boys. Otros
artistas en directo ese día son Michael Jackson (con «Earth
Song»), Simply Red (con «Fairground») y Take That (con
«How Deep Is Your Love»).
Marzo
Empieza a trabajar en el álbum Earthling en los estudios
Mountain de Montreux.
4 de junio
La gira Outside Summer Festivals da comienzo en Tokio.
21 de julio
Cierra en Bellinzona (Suiza) la gira Outside Summer Festivals,
tras 27 espectáculos.
9 de agosto
Se estrena Basquiat, basada en la vida del
posmodernista/neoexpresionista Jean-Michel Basquiat.
David hace de Andy Warhol. El filme también cuenta con
Gary Oldman, Christopher Walken y Dennis Hopper. A la
dirección está el pintor norteamericano Julian Schnabel.
19 y 20 de octubre
Actúa en el concierto benéfico anual Bridge School de Neil
Young, que busca recaudar fondos para niños con
discapacidades físicas y mentales. El lugar que acoge el
evento es el Shoreline Amphitheatre de Mountain View, en
el estado de California. Un repertorio reducido: «Let’s
Dance», «China Girl», «The Jean Genie», «Aladdin Sane»
y «The Man Who Sold the World». Lo acompañan el
bajista Gail Ann Dorsey y el guitarrista Reeves Gabrels. La
percusión la pone el propio David marcando el paso con su
pie, gracias a un tapón de rosca atado con cita a la suela de
su zapato. También en cartel figuran Pearl Jam, Pete
Townshend, Patti Smith, Neil Young, Billy Idol, Bonnie
Raitt y Cowboy Junkies.
4 de noviembre
El sencillo «Telling Lies» se pone a la venta —tres de las
versiones contenidas en él están disponibles en su página
web—. Es el primer sencillo de un artista de masas que se
habilita para descarga.
1997
8 de enero
50 cumpleaños de David. Lo celebra con un concierto en
directo en el Madison Square Garden la noche siguiente. La
recaudación se dona a Save the Children.
Febrero
Se ponen a disposición los «bonos Bowie», unos valores
respaldados por activos que funcionaban a partir de
ingresos actuales o futuros de sus veinticinco discos
grabados antes de 1990.
3 de febrero
Earthling, de clara influencia electrónica, es su vigésimo
álbum de estudio. Lo lanza Virgin. Lo coproduce Mark
Plati. No tiene excesivo éxito.
7 de junio
La gira Earthling abre en Lübeck (Alemania).
31 de agosto
Diana, princesa de Gales, muere en un accidente de coche en
París, casi un año después de divorciarse del príncipe
Carlos.
14 de octubre
Lanzamiento de «I’m Afraid of Americans», tema del álbum
Earthling coescrito con Brian Eno, que originalmente era
para 1. Outside. También participa en una ecléctica mezcla
para la banda sonora de la película Showgirls.
7 de noviembre
La gira Earthling, tras 83 conciertos, cierra en Buenos Aires.
1998
Enero
Aparecen en la red las páginas web davidbowie.com y
bowieart.com
1 de septiembre
Lanzamiento de BowieNet, su propio proveedor de servicios
de Internet. Dicho servicio le reporta un récord Guinness:
primer músico que crea un proveedor de servicios de
Internet. Irá perdiendo fuelle hasta cerrar definitivamente
en 2012.
Comienza a trabajar en la banda sonora de «Omrikon», un
videojuego para ordenador de la compañía Eidos. La banda
sonora deriva hacia un álbum completo originalmente
titulado Dreamer, que evolucionará hasta devenir
«hours...»
Recibe la invitación para contribuir con un tema en la película
Rugrats. Se pone en contacto con Tony Visconti para que
produzca su canción «Safe». La escena acaba como metraje
descartado, al igual que le sucede a la canción, pero la
colaboración sirve para reanudar la relación entre Bowie y
Visconti y sienta las bases para lo que habrá de ser la obra
definitiva en la vida de David.
1999
Diecisiete álbumes del catálogo de Bowie saldrán con EMI.
Tiene el papel protagonista en Exhuming Mr Rice, una película
familiar sobre un niño enfermo terminal que salva la vida
gracias a la búsqueda de un tesoro. Retitulada como Mr
Rice’s Secret, para España El secreto de Mr Rice, tenía
como eslogan: «Solo un gran hombre puede reírse en la
cara de la muerte».
Lanzamiento de David Bowie Radio Network en la página
web Rolling Stones Radio.
16 de febrero
En la decimonovena edición de los BRIT celebrados en el
Arena de Londres, David interpreta, junto a Placebo, el
«20th Century Boy» de Marc Bolan.
Mayo
Recibe el honoris causa del conservatorio de música de
Berklee, en Boston.
Agosto
Aparece en Storytellers de VH1; será la última vez que toque
junto al guitarrista Reeves Gabrels.
Se organiza un ciberconcurso de canciones como parte de la
promoción de su próximo álbum; se invita a los fans a que
remitan cuatro versos para poner letra a una canción. Su
página web revela, poco a poco, cuál será la nueva portada
del álbum.
Septiembre
Es condecorado con la Légion d’Honneur, la más alta
distinción del Estado francés, en el Palacio del Elíseo, en
París.
4 de octubre
El último disco para Virgin, «hours…», coproducido por Mark
Plati, sale antes para descarga que como artículo físico: es
la primera vez que esto sucede con un artista mainstream.
9 de octubre
La gira Hours da comienzo en el estadio de Wembley, para
NetAid.
7 de diciembre
La gira Hours finaliza en Copenhague (8 espectáculos).
En distintas encuestas hechas con ocasión del cambio de siglo,
David sale votado como la «Mayor estrella del siglo XX» y
«La sexta mayor estrella del siglo».
24 de diciembre
Realiza online una entrevista abierta con cerca de 20.000
seguidores.
2000
13 de febrero
Iman anuncia su tan esperado embarazo, del que se hace eco
toda la prensa.
16 de junio
Da comienzo la gira Mini en Nueva York.
22 de junio
Lanzamiento de «Omikron: The Nomad Soul» (Dreamcast).
David hace dos cameos para las pistas seleccionadas de su
álbum «hours…».
25 de junio
Se presenta por segunda vez en su carrera en el Glastonbury
Festival, ante 150.000 fans, el mayor número de asistentes
registrado nunca en ese evento. Toca un repertorio de 21
canciones; abre con «Wild Is the Wind» y cierra con «I’m
Afraid of Americans».
27 de junio
Acaba la gira Mini en el Radio Theatre de la BBC (4
espectáculos).
15 de agosto
La hija de David e Iman, Alexandria Zahra Jones, nace en el
hospital Monte Sinaí de la ciudad de Nueva York. Pesa
cerca de 3 kilos trescientos.
22 de diciembre
Se estrena en Nueva York El secreto de Mr Rice.
2001
26 de febrero
Da un concierto de apoyo a Tibet House en Carnegie Hall con
Tony Visconti. Es su primera actuación juntos en directo
desde los tiempos de The Hype, es decir, 1970.
2 de abril
Se informa de que la madre de David, Margaret Mary Jones
(nacida Burns, conocida como «Peggy») ha muerto en St
Albans, en la residencia de mayores Hertfordshire, a los 88
años. David asiste a su funeral.
11 de mayo
Su antiguo amante y codiseñador de vestuario Freddie Burretti
muere en París víctima del cáncer.
Junio
Se aloja en casa de Visconti en West Nyack, estado de Nueva
York, para empezar a trabajar juntos en nuevas canciones
para el que será el álbum Heathen. Visconti lleva a David a
echar un vistazo a los estudios Allaire, en Catskill. Pronto
empezarán a grabar allí.
11 de septiembre
Ataques terroristas de Al-Qaeda contra el World Trade Center
de Nueva York y el Pentágono. Un tercer ataque cuyo
objetivo era Washington D. C. acaba con el avión
secuestrado estrellándose en Pensilvania. 2996 personas
perdieron la vida, incluidos los terroristas. David está en las
montañas Catskill; Iman y su hija, en su apartamento de la
ciudad. Iman ve cómo el segundo avión se estrella contra
las Torres Gemelas.
20 de octubre
Toca en el Concert for New York City, celebrado en el
Madison Square Garden, que organiza McCartney en honor
a los miembros fallecidos del cuerpo de bomberos, policía
y servicios de socorro de Nueva York. En el espectáculo
también estarán The Who, Jagger, Richards, Elton John,
Clapton, Bon Jovi, James Taylor, Billy Joel y más. Woody
Allen, Martin Scorsese y Spike Lee aportan cortometrajes.
David abre con un tema de Simon & Garfunkel,
«America», seguido de una descarada interpretación de
«Heroes». El evento lo ven por televisión millones de
personas de todo el mundo.
Abandona Virgin Records y lanza su propio sello discográfico,
ISO. Su producto estará licenciado y será distribuido por
Columbia (propiedad de Sony).
2002
11 de febrero
Se informa de que David acepta ejercer como director artístico
en el Meltdown Festival de Londres, en South Bank.
10 de mayo
Participa en el concierto Rock & Comedy de la MTV como
parte del Tribeca Film Festival fundado por Robert de Niro;
el evento tiene lugar en la zona de Battery Park City. Toca
«China Girl», «Slow Burn», «Afraid», «Let’s Dance» y
«I’m Afraid of Americans». También canta un extracto de
«The Wheels on the Bus Go Round and Round», uno de los
temas preferidos de su hija pequeña.
6 de junio
David e Iman celebran su décimo aniversario de bodas.
11 de junio
El álbum Heathen sale con Sony. Supone la vuelta de Tony
Visconti tras 22 años de ausencia. Éxito incontestable,
considerado por muchos su álbum de regreso, alcanza el
número cinco en las listas del Reino Unido.
Arranca la gira Heathen en Nueva York, que hará un receso
para que David acuda a un compromiso más relevante en
Londres.
14-30 de junio
Se encarga de comisariar el festival Meltdown en la edición de
2002: actúan Waterboys, Coldplay, el Legendary Stardust
Cowboy (el modelo original en que se inspiró Ziggy),
Suede, y la London Sinfonietta, que interpreta las versiones
sinfónicas de los temas de Philip Glass «Low» y «Heroes».
La última noche se conoce como «The New Heathens
Night», con Bowie a la cabeza, respaldado por los Dandy
Warhols, y con un DJ puesto por la televisión, el
presentador Jonathan Ross.
27 de junio
El amigo de David, John Entwistle, bajista de The Who,
muere, a la manera del rock & roll, en Las Vegas.
23 de octubre
Concluye la gira Heathen en Boston, tras 36 funciones.
2003
Enero
Comienza a grabar de nuevo con Tony Visconti, en los
estudios Looking Glass, lo que será el álbum Reality. Las
grabaciones finalizan en mayo.
28 de febrero
Toca en la gala en beneficio de Tibet House, en Carnegie Hall.
Interpreta «Waterloo Sunset» a dúo con el miembro de The
Kinks Ray Davies.
8 de septiembre
En los estudios Riverside de Hammersmith, al oeste de
Londres, a muy poca distancia del recinto Hammersmith
Odeon, toca el álbum en vivo Reality. El show se
retransmite por vídeo en 68 salas de cine de 22 países. Los
mensaje de textos de sus fans se proyectan en la pantalla
durante el bolo. Concluye con Q&A.
16 de septiembre
El álbum Reality sale con ISO, su propio sello discográfico,
con mediación de Columbia. David e Iman adquieren Little
Tonshi Mountain (una propiedad de cerca de media
hectárea), en Shokan, Ulster County, a las afueras de
Woodstock, al norte de la ciudad de Nueva York, por 1,16
millones de dólares.
7 de octubre
Comienza en Dinamarca A Reality Tour, su gira más larga en
un lustro.
12 de noviembre
Descarta el bolo de Tolosa (Francia) por una laringitis. Se
demora una semana el inicio de su gira americana, pues
David padece fiebre.
22 y 23 de noviembre
Graba el disco A Reality Tour con audiencia en directo en el
estudio de Point Depot, en Dublín.
2004
Enero
Se reanuda el tour.
6 de mayo
Se cancela la actuación en Miami después de que el técnico de
luces, Walter «Wally Gator» Thomas, caiga de la torre y
muera, justo antes de dar comienzo el show.
18 de junio
En Oslo, un fan lanza una piruleta al escenario, que impacta en
el ojo de David.
23 de junio
Abandona el espectáculo de Praga después de solo 15
canciones, tras haber sufrido lo que parece un pinzamiento
de un nervio en el hombro.
25 de junio
Sufre el primero de una serie de infartos en el backstage del
festival Hurricane celebrado en Scheessel (Alemania). Es
trasladado en helicóptero al hospital general AK Altona de
Othmarschen, en Hamburgo, en donde se le practica de
urgencia una angioplastia. Se cree que sufrió un segundo
ataque al día siguiente, y por lo menos tres más en los días
sucesivos. Vuela de vuelta a casa, a Nueva York, para
recuperarse. Las 14 funciones restantes quedan canceladas.
23 de julio
Finaliza oficialmente A Reality Tour (con 113 funciones
planeadas). Nunca más volverá a salir de gira.
2005
8 de septiembre
Cerca de un año después de su última aparición en público,
toca en el evento Conde Nast Fashion Rocks celebrado en
Radio City Music Hall, como forma de apoyo a los
supervivientes del huracán Katrina. Lo viste y calza el
joven diseñador estadounidense Thom Brown; lleva
vendada la mano izquierda y amoratado el ojo derecho, con
los pantalones por encima de la cadera, ondeando a media
altura en solidaridad con las víctimas de las inundaciones
en Luisiana; interpreta «Life On Mars?» con Mike Garson
al piano. Al volver a escena, va ataviado con un conjunto
de tweed y chaleco confeccionado por Agnès B., lleva una
guitarra de doce cuerdas y se hace acompañar de la banda
Arcade Fire, con la que toca su «Five Years» y el «Wake
Up» de ellos. El espectáculo anuncia la Semana de la moda
de Nueva York. Roba el éxito a sus compañeros de gremio,
Gwen Stefani, Duran Duran, Alicia Keys, Shakira, Billy
Idol, Arcade Fire y otros.
15 de septiembre
Toca en el SummerStage, en el Central Park de Nueva York,
junto a Arcade Fire; luce un traje lila y sombrero panamá.
2006
29 de mayo
Aparece en directo en el Royal Albert Hall de Londres con
ocasión del tributo que David Gilmour rinde a Syd Barrett,
quien morirá en julio de ese año. Su une para interpretar los
temas «Arnold Layne» y «Comfortably Numb».
Comunica a la prensa que está saturado del trato con la
industria musical y que tiene intención de tomarse un año
sabático.
26 de septiembre
Asiste con Iman a la inauguración de la temporada de otoño de
la Metropolitan Opera. Anthony Minghella dirige Madame
Butterfly de Puccini. Salman Rushdie, Lou Reed, Meg
Ryan, Jude Law, Sean Connery y la ex de David Susan
Sarandon también asisten.
5 de octubre
Anuncia que participará en Bob Esponja, serie de dibujos
animados que está entre las favoritas de su hija.
17 de octubre
Se estrena El truco final, thriller de ciencia ficción cuyo elenco
lo forman Hugh Jackman, Christian Bale, Michael Caine y
Bowie (10 de noviembre en el Reino Unido).
Noviembre
En la tercera edición del evento con carácter anual Black Ball,
celebrado en el Hammersmith Ballroom de Nueva York,
participa en la captación de fondos para Keep a Child
Alive, asociación de apoyo a las familias que viven de
cerca el problema del VIH. Lo presentan Alicia Keys e
Iman. Bowie toca «Wild is the Wind», «Fantastic Voyage»
y «Changes», este último a dúo con Alicia. Lo acompaña
Mike Garson. Está a punto de cumplir 60 años y este
concierto será la última actuación en directo de su carrera.
Se interpreta a sí mismo en un episodio de Extras, la comedia
televisiva de Ricky Gervais emitida por la BBC y más
tarde, en 2007, por HBO.
2007
8 de enero
David cumple 60 años.
Mayo
Es el comisario del primer festival de artes y música High Line
de diez días de duración, en la ciudad de Nueva York. Se
crea un parque público para la ocasión en el abandonado
«Els», la plataforma elevada con las vías del tren en el West
Side. En él están presentes tanto superestrellas como
talentos emergentes; el foco se pone en la música, la vida
nocturna, el arte visual, la puesta en escena, el cine y el
vídeo.
En agosto de 2016, el actor y cómico Ricky Gervais revela que
cuando Bowie lo presentó en el Madison Square Garden de
Nueva York en 2007, aquella era su «última actuación en
directo». En la introducción, David cantó parte del tema
«Little Fat Man», la parodia que ambos escribieron juntos
para la serie televisiva de Gervais titulada Extras, que
recuerda al single de Bowie «Little Wonder» (de su álbum
de 1997 Earthling). Extras también fue la última aparición
de David en televisión.
3 de junio
En la undécima edición de los premios Webby, de carácter
anual —«los Oscars de Internet»— es distinguido con el
premio a toda una carrera, por «traspasar las fronteras de
arte y tecnología».
Agosto
El antiguo mánager Tony Defries anuncia la inminente
publicación de la autobiografía Gods and Gangsters (que
todavía hoy no está publicada). El proyecto caerá más tarde
en saco roto cuando se conozca la noticia de que perdió un
dineral en un turbio entramado fiscal de las islas Caimán, lo
que condujo a que la IRS (Internal Revenue Services)
estadounidense abriera una investigación. Defries era uno
de los beneficiarios de un falso esquema de renta variable
ideado por un banco suizo y una compañía aseguradora.
Había mordido el anzuelo y perdió la totalidad de su renta
preferente de 22 millones de dólares. En un intento por
recuperar cuanto fuera posible, cursó una demanda civil a
través de un tribunal federal en el estado de Virginia, la
cual sería desestimada por «carecer de jurisdicción».
2008
David e Iman compran la Old Rectory, en el 43 de Gilston
Road, West Brompton, en el distrito londinense de
Kensington/Chelsea, SW10, pero nunca llegan a vivir allí.
Venderán la propiedad en 2011.
2009
Se estrena la película de ciencia ficción que supone el debut de
Duncan Jones, Moon, nominada a siete premios British
Independent Film (de los que gana dos) y a dos BAFTA en
la edición de 2010, y se lleva el galardón a la Mejor
película de un director novel.
23 de enero
Asiste al Festival de Sundance, en Utah —el mayor festival de
cine independiente de los Estados Unidos— para apoyar a
su hijo.
Abril
Asiste acompañado de Iman al Tribeca Film Festival de Nueva
York, antes de recluirse durante un año entero.
2010
Empieza a grabar con Tony Visconti el que se convertirá en su
primer álbum en una década, The Next Day. Trabajan con
lentitud, durante un periodo de dos años, en los estudios
Magic Shop de SoHo, en Nueva York: unas instalaciones
«oscuras, con atmósfera», con un toque vintage.
Previamente los estudios habían acogido a Lou Reed y
Arcade Fire.
Junio
Iman gana el premio al Icono de la moda que otorga el Council
of Fashion Designers de Nueva York. David asiste a la
ceremonia de entrega.
2012
8 de enero
David cumple 65 años.
27 de marzo
Inauguración de la placa azul del Crown Estate en el número
23 de Heddon Street, lindante con la londinense Regent
Street, en conmemoración del cuarenta aniversario del LP
de Ziggy Stardust. Fue ahí en donde se tomó la foto de
portada para el álbum. Tras la ceremonia, hubo un
desayuno VIP al que asistieron los Spiders from Mars
originales Trevor Bolder y Woody Woodmansey, Gary
Kemp de Spandau Ballet, el coproductor artístico Terry
Pastor y el productor discográfico Ken Scott.
24 de abril
David e Iman celebran su vigésimo aniversario de bodas.
Se informa de que el Archivo David Bowie se ha cedido, algo
que no tiene precedentes, al museo V&A de Londres para
una exposición de la cual ellos mismos actuarán como
comisarios. Supone la primera vez que un museo, el que
sea, tiene acceso a tan extenso y meticulosamente
preservado archivo.
6 de noviembre
Duncan Jones contrae matrimonio con su prometida Rodene
Ronquillo.
2013
8 de enero
Bowie sube a su página web un vídeo para «Where Are We
Now», sin previo anuncio a la prensa, a fin de presentar su
primer álbum con material nuevo en una década. El disco
estará disponible de inmediato en iTunes para 119 países.
8 de marzo
Sin gran pompa, el álbum The Next Day, producido por Tony
Visconti, sale con el sello ISO Records/Columbia para gran
aclamación de la crítica. Es nominado para el premio
Mercury en la edición de 2013; también opta al Mejor
álbum de rock en los Grammy de 2014 y al Álbum
británico Mastercard del año en la edición de los BRIT de
2014. Supone su primer disco en alcanzar el número uno en
el Reino Unido en dos décadas, desde que lo hicieran en
1993 Black Tie White Noise.
23 de marzo
Se inaugura la exposición itinerante «David Bowie Is» en el
V&A de Londres.
11 de agosto
Concluye la exposición en el museo V&A, y por tanto vuelve
a salir a la carretera.
27 de octubre
Lou Reed muere en Nueva York con 71 años.
2014
19 de febrero
Se convierte en el artista de mayor edad en recibir un premio
BRIT, al ganar en la categoría al Mejor artista masculino
británico. Sube a recogerlo en su nombre la modelo Kate
Moss. Su discurso de aceptación causa consternación por
sus referencias al inminente referéndum de independencia
en Escocia; Bowie, en la voz de Moss, urge a los escoceses
a «quedarse con nosotros».
3 de noviembre
One World Trade Center abre sus puertas en la ciudad de
Nueva York, en la misma ubicación que antes albergaba el
World Trade Center.
2015
19 de noviembre
Se lanza como single la pista «Blackstar» del álbum
homónimo que aún está por salir.
7 de diciembre
Noche de estreno de Lazarus, la obra, en el Theater Workshop
de Nueva York, concretamente en Manhattan. Es su último
acto público antes de su fallecimiento.
17 de diciembre
El sencillo «Lazarus» se lanza como descarga digital, y su
première mundial es en la BBC, a través de Radio 6, ese
mismo día.
2016
8 de enero
Blackstar, el último álbum de estudio de Bowie, sale al
mercado coincidiendo con su 69 cumpleaños, bajo el sello
ISO. El productor Visconti dirá más tarde que el pretendido
canto de cisne de Bowie es «un regalo de despedida para
sus fans justo antes de su muerte». El disco alcanza el
número uno en un buen número de países. Es su primer y
único álbum en llegar al primer puesto de la American
Billboard que recoge los 200 álbumes más vendidos.
10 de enero
David muere.
Homenajes

Lo que ya hacia el final me encantaba de él era su increíble


capacidad para mantener en el ámbito privado lo que debieron
de ser diez años de una mala suerte descomunal, con
enfermedades, infartos, cáncer y demás. Él se lo reservó para
sí en una época en que vivimos conectados a través de Twitter,
en el que todos lo saben todo acerca de todo… Y él, sin
embargo, supo gestionar su privacidad. Hizo dos álbumes sin
que nadie se enterara de que los estaba haciendo. Recibió
tratamiento médico sin que transcendiera ni llegara a saberse
nada al respecto. He ahí la mística que rodea al hombre.
Porque se conoce al David Bowie personaje, al cantante, al
escandaloso intérprete, pero en realidad no sabemos nada
acerca de él. Así debería ser siempre en la música, y en
cualquier otra forma de arte o similar.
SIR ELTON JOHN
David Bowie fue uno de los primeros seguidores y promotores
de la banda. No solo creó las condiciones que hicieron posible
que el grupo existiera, sino que además nos acogió con
amabilidad y efusión. Nos llevaremos a la tumba los
momentos compartidos —hablando, tocando música y
colaborando— como algunos de los más profundos y
memorables de nuestras vidas.
ARCADE FIRE
Estaba escuchando su álbum (Blackstar) antes de que
muriera… Pensé que debía ponerme en contacto con él, pues
llevaba un tiempo sin verle. Pero se murió casi de inmediato.
Me consternó.
MICK JAGGER
Tengo el corazón roto. David no solo ha sido un entusiasta
apoyo en mi carrera, sino, lo que es más importante, una
persona muy especial en mi vida. Un icono. Irreemplazable,
un amigo de verdad. Le echo mucho de menos.
TINA TURNER
David escribió algunas canciones maravillosas. Yo tuve la
gran suerte de poder cantar algunas de ellas… y ese hecho
cambió mi vida. Mi corazón está ahora al lado de su esposa, su
hijo y su hija. R.I.P., David.
IAN HUNTER, Mott the Hoople
a quien David regaló el hit «All the Young Dudes».
Ha sido la mejor canción en la que he tenido el privilegio de
poder trabajar.
RICK WAKEMAN
hablando de «Life on Mars?»
Si «I Can’t Give Everything Away» es el último tema musical
que nos dejó Bowie, entonces, a mi juicio, es la mejor
despedida que he visto de un artista en toda mi vida.
WARREN BENNETT
músico, compositor y arreglista
Muy tristes noticias para levantarse esta mañana lluviosa.
David era una gran estrella; atesoro los momento que vivimos
juntos. Su música juega un papel fundamental en la historia
musical británica, y me enorgullece pensar en la enorme
influencia que ha tenido en gentes de todo el mundo. Envío mi
más profundo pésame a la familia; siempre recordaré lo mucho
que nos reímos en todos estos años. Su estrella brillará siempre
en el cielo.
SIR PAUL MCCARTNEY
(Tras la grabación de «Under Pressure»), la siguiente vez que
realmente pasamos tiempo juntos fue durante los ensayos para
el concierto homenaje a Freddie Mercury, puesto en marcha
por Roger (Taylor) y por mí al poco de morir Freddie. Hubo
un momento bastante extraño, cuando eché un vistazo
alrededor de la sala y me di cuenta de que, en las sillas
colocadas para la ocasión, en una cola, esperando su turno de
ensayo, estaban sentados Roger Daltrey, Robert Plant, George
Michael y David Bowie. David, por lo que recuerdo, era por
entonces una persona muy apacible, y su contribución al
espectáculo fue maravillosa, incluido un momento
impresionante cuando se arrodilló y se puso a recitar un
padrenuestro. Si uno mira el vídeo y observa la cara que se nos
quedó, ¡se dará cuenta de que nos pilló tan de sorpresa a
nosotros como al público! El dueto de David con Annie
Lennox de aquella velada fue legendario. En fin, casi todo lo
que hacía David lo era.
Impredecible, inclasificable, intrépido y nada convencional,
se erige como uno de los creadores musicales más relevantes
de Gran Bretaña. Qué duda cabe de que me siento orgulloso de
haber podido trabajar a su lado. R.I.P., David.
DR BRIAN MAY
No todo en lo que trabajamos juntos fue como Let’s Dance.
David Bowie siempre estaba cambiando, y es precisamente
eso lo que lo hace interesante. En cierta ocasión me dijo que,
incluso para sí mismo, sentía la necesidad de cambiar: «No
hago lo que la gente quiere que haga», dijo. «Hago lo que yo
quiero hacer. No es mi intención ofender a nadie, pero es así
como yo lo entiendo».
Sencillamente, tenía un sentido artístico descomunal;
siempre inspiraba a las personas a su alrededor a hacer cosas
interesantes. Su máxima era: «No actúes de manera lógica;
prueba a dejar de lado la lógica y mira a ver si funciona». Y
eso hacíamos. ¿Y sabes qué? La mayoría de las veces
funcionaba.
NILE RODGERS
guitarrista de Chic y productor del disco de BOWIE Let’s
Dance.
«El Arte con mayúsculas puede enseñarnos cómo vivir. Ahora
nos está aleccionando sobre cómo morir. Su último disco
puede que sea su mayor logro.»
IRVING WALSH
novelista, guionista y dramaturgo
Fue él quien me hizo resucitar. Era más un benefactor que un
amigo, en el sentido en que la mayor parte de la gente entiende
la amistad. Se apartó levemente de su propio camino para
conferirme un poco de buen karma…
La amistad de David fue la luz de mi vida. Nunca he
conocido a nadie tan brillante como él. Era lo mejor que hay.
IGGY POP
Decir triste, es quedarme corto. Difícil de asimilar.
Hondamente conmovido. Era un alma buena, muy buena. Era
una explosión de creatividad. Es un auténtico privilegio
haberlo conocido y haber trabajado con él. Ha sido un hombre
y un artista fuera de serie. Lo quería.
MICK ROCK
fotógrafo de BOWIE —conocido como «The Man Who Shot
the
Seventies»— y director de vídeo
Siempre hizo lo que quiso hacer. Y quería hacerlo a su manera,
y quería hacerlo de la mejor manera. Su muerte no fue distinta
de su vida: una obra de arte. Hizo para nosotros Blackstar, su
regalo de despedida. Yo supe durante un año que sucedería de
ese modo. Esto no quiere decir que estuviera preparado par
ello.
Era un hombre extraordinario, lleno de amor y de vida.
Siempre estará con nosotros. Por el momento, lo que toca es
llorarlo.
TONY VISCONTI
productor discográfico
La muerte de David llegó por sorpresa, como sucedía con casi
todo lo que tuviera que ver con él. Ahora siento un gran vacío.
Nos conocíamos desde hacía cuarenta años; nuestra amistad
siempre estuvo teñida con los ecos de Pete y Dud. En los
últimos años —él viviendo en Nueva York y yo en Londres—
mantuvimos el contacto por correo electrónico. Firmábamos
las misivas con nombres inventados: algunos de los suyos eran
«mr showbiz», «milton keynes», «rhoda borrocks» y «duke of
ear».
Hará un año, comenzamos a hablar de Outside —el último
álbum en que trabajamos juntos (grabado en Suiza y Nueva
York y lanzado en septiembre de 1995)—. A ambos nos
gustaba mucho el disco, y sentíamos que había pasado
desapercibido. Hablamos de relanzarlo, de llevarlo a nuevos
lugares. Yo esperaba ansioso a que sucediera.
Recibí un correo electrónico suyo hace siete días. Era
divertido, como siempre, con una buena dosis de surrealismo,
juegos de palabras y toda esa clase de cosas tan nuestras.
Terminaba con la siguiente frase: «Gracias por nuestros
buenos momentos, Brian. Nunca se pudrirán»
Y el correo iba firmado como «Dawn» [amanecer, albor,
principio].
Ahora me doy cuenta de que era una despedida.
BRIAN ENO
antigua estrella de Roxy Music y colaborador de BOWIE
Estoy desolada. David Bowie cambió para siempre el curso de
mi vida. Nunca sentí que encajase, habiendo crecido en
Michigan. Era como un bicho raro o una excéntrica. Fui a
verlo al concierto que dio en el Cobo Arena de Detroit. Era el
primer concierto al que acudía…
Me inspiró muchísimo la manera en que jugaba a confundir
con el género. Era tanto hombre como mujer. Divertido y
serio. Agudo e inteligente. Sus letras era ingeniosas, irónicas y
enigmáticas…
Lo vi crear un personaje y hacer uso de diversas formas
artísticas dentro del rock & roll a fin de entretener a su
audiencia. Me pareció inspirador e innovador. Único y
provocador. Un verdadero genio… Verlo en directo me hizo
emprender un viaje que espero que nunca acabe. Sus
fotografías, hoy, están colgadas por toda mi casa. Era tan chic
y apuesto y elegante. Tan adelantado a su tiempo.
MADONNA
Te amo, David. Tú cambiaste mi vida. No puedo creerlo.
Gracias por todo.
BOY GEORGE
No puedo demostrar con palabras lo mucho que me gusta
David Bowie. Cuando salió el álbum Low e Iggy Pop estaba a
punto de salir de gira, David se puso al teclado para la banda
de Iggy. Pidieron a los miembros de Blondie que les hicieran
de teloneros, y, como se suele decir, el resto es historia. Sin ese
visionario y su amigo Iggy Pop, ¿dónde estaría hoy
Blondie?… A mí no me cabe ninguna duda de que Bowie jugó
un papel fundamental en lo que serían nuestros futuros éxitos.
Por el momento, solo decirte que te quiero, David Bowie.
DEBBIE HARRY
Parece como si el mundo se hubiera escacharrado de pronto.
GARY KEMP
Spandau Ballet
Me siento abatido por tan tremendo golpe. David era auténtico
y original en todo lo que hacía y, al igual que muchos otros,
voy a echarlo de menos. Otro adiós a otro buen amigo.
KEITH RICHARDS
No es posible sobredimensionar la enorme influencia cultural
que fue. (Durante mi crianza) el mundo de la música de
entonces era un mundo netamente masculino. Que David
Bowie apareciera con esa expresiva teatralidad suya, fue como
un faro de luz y esperanza.
MARC ALMOND
Soft Cell
Nadie existe para siempre, y parece ser que nuestro elegante
caballero era perfectamente consciente de que su último y
mortal capítulo llegaba a su fin. Blackstar fue su regalo de
despedida. Provocador y, a la manera de una pesadilla, «de
otro mundo»…, nos dirige hacia una dimensión desconocida
de ataques epilépticos y espantapájaros de vudú. Los
enjoyados restos de Major Tom permanecen dormidos en el
interior de un traje espacial cubierto de polvo… Me deja sin
aliento. Ver para creer. Él lo sabía. Él tenía la capacidad de ver
a través de todo.
ANNIE LENNOX
En términos de calidad, lo que hacía era coherente. Unas cosas
tenían mayor éxito comercial que otras. Pero uno tiene en todo
momento la impresión de que el éxito comercial no era lo que
le movía. Sí lo era la creatividad. Estaba constantemente
sobrepasando los límites, cruzando barreras, muros invisibles
que él cruzaba como si nada, adentrándose en zonas
inexploradas.
MIDGE URE
Ultravox, Rich Kids, Visage, Slik
Significaba muchísimo para mí y para otros. Era único,
brillante y singular, siempre explorando, asumiendo retos e
inspirando a cualquiera que quisiera llevar a nuevos espacios
la música, el arte, la moda y la sociedad. Hay poquísimos
artistas que puedan dejar huella en una generación de la
manera en que él lo logró. Lo echaremos terriblemente de
menos. Larga vida a Lazarus.
PETER GABRIEL
Llegó en 1971 con un encantador pelo largo y suelto, como un
hippy. Era increíblemente apuesto, y nadie sabía de quién se
trataba. Tocó a las cuatro de la mañana, al alba, canciones que
nunca antes habíamos escuchado, y fue muy divertido. Es uno
de los tres más grandes: Frank Sinatra, Elvis Presley y él,
David Bowie.
MICHAEL EAVIS
fundador del festival de Glastonbury
Me entristeció profundamente conocer la noticia del
fallecimiento de David. Probablemente sea él el responsable
de que yo hoy sea músico. Desde luego, lo es de la existencia
de Duran Duran, y probablemente también de todos los demás
contemporáneos. La década de 1970 fue suya. Él era más
creativo, inventivo e innovador que cualquier otro músico que
pueda nombrar, por lo que se trata de una gran pérdida. Era
fascinante, divertido, agudo, elocuente y muy cariñoso.
NICK RHODES
Duran Duran
John y David se respetaban. Estaban a la par en intelecto y
talento. Puesto que John y yo teníamos apenas unos pocos
amigos, sentíamos a David tan próximo como un familiar. Tras
la muerte de John, David siempre estuvo ahí para Sean y para
mí. Cuando Sean se marchó interno a Suiza, David iba a
recogerlo para llevárselo de museos y quedaba con él en su
estudio de grabación en Ginebra. Para Sean, su muerte supone
perder otra figura paterna. No obstante, guardamos muchos
recuerdos dulces que permanecerán en nuestra memoria para
siempre.
YOKO ONO LENNON
Si alguna vez estás triste, tan solo recuerda que el mundo tiene
4.543 mil millones de años, y que de algún modo tú te las has
ingeniado para coexistir con David Bowie.
DEAN PODESTÁ
conocido como @jesuisdean, autor de un tuit que se hizo viral.
Para alguien de mi edad, él fue artífice de buena parte de la
banda sonora de nuestras vidas; desde la primera vez que
escuché «Space Oddity» hasta cuando vi desfilar a los atletas
en los maravillosos Juegos Olímpicos [2012] al compás de
«Heroes»…
Por tanto, lloramos la pérdida de un gran talento. Nuestros
pensamientos están con su familia y amigos, que han perdido a
un ser querido demasiado pronto, pero también creo que
celebramos un inmenso talento británico que ha logrado
enriquecer nuestras vidas.
EL MUY HONORABLE DAVID CAMERON
miembro del Parlamento y primer ministro británico
en el momento en que murió David.
Me entristece mucho la noticia de su fallecimiento. Recuerdo
cuando me sentaba a escuchar sus canciones
ininterrumpidamente, sobre todo en los setenta, y siempre
disfrutaba de lo que él era, de lo que hacía, del gran impacto
que causaba.
EL REVERENDÍSIMO Y MUY HONORABLE JUSTIN WELBY
arzobispo de Canterbury
El portavoz del Vaticano para asuntos culturales, GIANFRANCO
RAVASI, tuiteó la letra de «Space Oddity» el día en que falleció
DAVID.
Ashes to ashes, dust to stardust. Tu genialidad nos ha
inspirado a todos. Adiós, Starman.
COMANDANTE CHRIS HADFIELD
astronauta canadiense jubilado que interpretó el tema
«Space Oddity» en la Estación Espacial Internacional en 2013.
Reconocimientos

Estoy en deuda con un buen número de amigos íntimos y


socios de David, así como con otras personas de dentro y fuera
del mundo de la música, por haberme hecho partícipe de sus
recuerdos y por sus revelaciones, tanto a micro abierto como
cerrado. A algunas y algunos de ellos pude entrevistarlos en el
pasado, para distintas publicaciones. La mayoría de los que
aquí se mencionan fueron entrevistados de manera específica
para la realización de este libro. Unos cuantos no aparecen
citados directamente, si bien su conocimiento y experiencia es,
a fin de cuentas, lo que da forma al texto. Les estoy
tremendamente agradecida a todos.
Gracias a Carlos Alomar, Keith Altham, John Altman,
Brian Aris, Michael Armstrong, Jonathan Barnbrook, Martin
Barden, Brian Bennett, Warren Bennett, Ed Bicknell, Angie
Bowie, Dr Noel Brown, Tina Brown, Clem Cattini, Gordon
Coombs, Danielz and T. Rextasy, Lisa Davies, Bernard
Doherty, Paul Du Noyer, Alan Edwards, Robert Elms, Nick
Fitzherbert, Nelson Foo, Karen French, Reeves Gabrels, Mike
Garson, Dana Gillespie, Caroline Graham, Nicky Graham,
Fergus Greer, Cosmo Hallström, Johnnie Hamp, David
Hancock, Bob Harris, Tony Hatch, Andy Hill, Natasha
Holloway, Richard Hughes, Julie Ives–Routleff, Allan James,
Debbie Jones, Duncan Jones, Julia Jones, Mia Jones, Trevor
Jones, the Revd Canon Dr Alison Joyce, Berni Kilmartin,
Gerry Leonard, Leo McLoughlin, David Mallet, Brian May,
Scott Millaney, Hy Money, Tony Moore, Neil Myners, Simon
Napier–Bell, Tessa Niles, Philip Norman, Martyn Palmer,
Malcolm Payne, Andy Peebles, Richard Penniman, John
Pidgeon, Chris Poole, Tim Renwick, sir Tim Rice, Marc Riley,
Nile Rodgers, Nicolas Roeg, Philip Sallon, Neil Sexton, David
Stark, David Stopps, Phil Swern, Phil Symes, Roger Taylor,
Christos Tolera, George Underwood, Tony Visconti, Rick
Wakeman, Richard Wallace, Michael Watts, Chris Welch,
Stuart White, Caron Willans, Anya Wilson, Olav Wyper y
Chris Youle. Hay algunos otros a los que les he dado ya las
gracias en privado, pues no procede mencionarlos en público.
Saben bien lo mucho que aprecio sus aportaciones.
El antiguo columnista de temas relacionados con el mundo
del espectáculo para el Daily Express Roger Tavener merece
especial mención por haberse prestado voluntario a
acompañarme en mi viaje por etapas al más puro estilo Bowie:
subí a un tren, luego a un barco y de nuevo a un tren, para
hacer la ruta entre Londres y Róterdam en mayo de 1987, con
objeto de estar presente en la actuación inaugural de la gira
Glass Spider. Por entonces estaba embarazada de seis meses,
así que volar estaba contraindicado. Menuda aventura la
nuestra.
También le estoy agradecida a Associated Newspapers,
BBC News, the British Library, Chartier (en París), Guardian
News & Media, Hansa Tonstudio (en Berlín), Johnston Press,
Lake Vyrnwy Hotel, Powys, St Brides Spa Hotel,
Pembrokeshire, MGMM Productions, Monster! Entertainment,
News UK Ltd., la biblioteca de Nueva York, The New York
Times, Princess Royal Hospital, Farnborough (Kent), la revista
Rolling Stone, Trinity Mirror PLC y Vanity Fair/Condé Nast
Publications.
Nada de esto habría sido posible sin el apoyo y las
directrices de mi editora y amiga Hannah Black. Estoy en
deuda con la responsable de gestión Carolyn Mays, la
directora de publicidad Karen Geary, la asistenta editorial
Elizabeth Caraffi, la jefa de marketing Catriona Horne, el
responsable de derechos Jason Bartholomew, el corrector
Barry Johnston, la abogada Kirsty Howarth y todos los demás
trabajadores y trabajadoras de Hodder & Stoughton que me
han ayudado. Mi agente durante más de diez años, Ivan
Mulcahy, ha sido como una roca. Dan Arthure, «Dan the
Man», se ha ocupado del apoyo técnico siempre con una
sonrisa, y siempre sale a mi rescate en el último minuto.
Lesley Hodgson ha demostrado ser una infatigable y animosa
buscadora de imágenes. Jamie Keenan es el responsable del
reluciente diseño de las cubiertas. Cualquiera es libre de juzgar
el libro por la portada.
Wendy Leigh, que publicó su propia biografía de Bowie en
2014, se suicidó saltando del balcón de su apartamento a
orillas del río en Chelsea el 29 de mayo de 2016. Era una
colega respetada y una periodista de raza, en una época en que
la industria de la comunicación se asemeja mucho al viejo
Lejano Oeste. Aclamada escritora de The New York Times y
autora de obras con gran éxito de ventas, tanto en el campo de
la ficción, digamos, picantona, como por sus biografías de
famosos, Leigh era una persona bella e hilarante, pero que
sufría. Ojalá nos lo hubiera dicho.
Hugh Attwooll y yo tuvimos muchas discusiones sobre
Bowie y Mott the Hoople después de que nos conociésemos
porque su esposa y él fueron los compradores de nuestra casa
en Balham. Dio la casualidad de que teníamos un buen número
de conocidos en común. Además, él era el amigo más antiguo
del Spider from Mars Nicky Graham, desde los tiempos del
colegio. El mundo es un pañuelo.
Pierre Perrone era un colega de profesión francés. Todos lo
estimábamos y se le echa profundamente en falta.
Lo mismo sucede con el DJ Roger Scott, quien significaba
mucho para mí, y al lado del cual me embarqué en un sinfín de
proyectos. Cabe destacar las visitas a Montreux para ver a
Bowie y a Queen con su «Under Pressure», y a Birmingham,
en donde hizo parada la gira Serious Moonlight. Este año, con
gusto he rebuscado en mi archivo para su hijo Jamie Scott, el
creador de una fantástica página web sobre la vida y obra de
Roger: http://www.roger-scott.net
Jim Diamond era único. Un verdadero amigo para toda la
vida. Ha dejado un vacío en nuestros corazones que jamás
podrá ser cubierto.
La primera vez que me encontré con John Pidgeon fue en
Capital Radio a principios de los ochenta, en donde él
trabajada como productor de Roger Scott. Para entonces, ya
tenía una dilatada carrera como periodista de rock, locutor y
guionista de comedia. Roger y él progresaron y entraron a
trabajar en la BBC en 1988. Tras el fallecimiento de Roger en
1989, John puso en marcha su propia productora y fue
nombrado director de BBC Radio Entertainment en 1999.
Cuando me hizo socia de Scribblers, Pluckers, Thumpers and
Squawkers, un club que se reunía para almorzar cada dos años
y al que pertenecían viejas glorias y no tan glorias del rock, era
John quien lo llevaba. Cuando él enfermó de cáncer, Ed
Bicknell (representante de Dire Straits durante veintiséis años)
tomó el testigo. John, mientras tanto, siguió ideando
intrincados crucigramas para The Daily Telegraph. Se perdió
unas cuantas quedadas, pero tuvo un regreso triunfal en junio
de 2016. Moriría pocas semanas después, justo cuando este
libro estaba a punto de entrar en imprenta. Lamento que ya
nunca lo podrá leer. Su contribución fue mayor de lo que él
creía.
Nick Gordon fue mi mentor periodístico en Fleet Street; el
editor al que debo los golpes de suerte que me dieron una
carrera. Murió de pronto en junio de 2016, con sesenta y ocho
años, mientras, como forma de rendir tributo a su esposa
Theresa en el aniversario de su muerte, caminaba hacia
Snowdonia. Era un aguerrido editor adjunto del Daily Mail, y
al mismo tiempo generoso como pocos y paciente con los
novatos. Cuando se trasladó a la revista YOU del Mail on
Sunday, me llevó con él.
Nick puso un pie por primera vez en suelo africano el día
en que Neil Armstrong caminaba por la Luna. Fue en ese
continente en donde descubrió la cultura y el marco que
influiría sobremanera en su trabajo durante el resto de sus días.
Hizo campaña en contra de los traficantes de marfil de
Tanzania y para salvar los gorilas en Ruanda. Escribió
emocionantes libros narrando sus aventuras, incluidos Ivory
Knights: Man, Magic & Elephants y Murders in the Mist,
sobre el asesinato de la primatóloga estadounidense Dian
Fossey.
Descansad en paz, Wendy, Hugh, Pierre, Roger, Jim, John y
Nick. Guardadme un asiento en el autobús.
Para mi madre, Kathleen, y mi padre, Ken; para Sam, Chris,
Matthew y Adam; y para Bridie, Henry y Mia. ¿Lo ves,
Bridie? A veces el tercero va de primero.
Este libro está dedicado con todo mi amor a Nick, Natasha y
Hy.
Lesley-Ann Jones, septiembre de 2016
Bibliografía selecta

Ant, Adam, Stand and Deliver: The Autobiography, Pan


Books, 2006
Balfour, Victoria, Rock Wives, Virgin Books, 1986
Cann, Kevin, Any Day Now: The London Years, 1947-1974,
Adelita, 2010
Currie, David, with Cann, Kevin, David Bowie: The Starzone
Interviews, Omnibus Press, 1985
Devine, Campbell, All the Young Dudes: Mott the Hoople and
Ian Hunter, The Biography, Cherry Red Books, 1998
Egan, Sean, (Ed.), Bowie on Bowie: Interviews & Encounters,
Souvenir Press, 2015
Finnigan, Mary, Psychedelic Suburbia: David Bowie & the
Beckenham Arts Lab, Jorvik Press, 2016
Gillman, Leni & Peter, Alias David Bowie, Hodder &
Stoughton, 1986
Goddard, Simon, Mozipedia: The Encyclopaedia of Morrissey
and the Smiths, Penguin/Random House, 2010.
Hadfield, Chris, An Astronaut’s Guide to Life, Macmillan,
2013
Harris, Bob, Still Whispering After All These Years, Michael
O’Mara Books, 2015
Harris, Bob, The Whispering Years, BBC Worldwide, 2001
Hunt, Marsha, Real Life, Chatto & Windus, 1986
Iman, I Am Iman, Universe, 2001
Jones, Lesley-Ann, Freddie Mercury, the Definitive
Biography, Hodder & Stoughton, 2011. [Existe traducción
al castellano: Jones, Lesley–Ann, Freddie Mercury: la
biografía definitiva, Alianza editorial, 2012.]
—, Ride a White Swan, the Lives & Death of Marc Bolan,
Hodder & Stoughton, 2012
Kent, Nick, Apathy for the Devil, Faber & Faber, 2010
Leigh, Wendy, Bowie: The Biography, Galley Books, 2014
Lenig, Stuart, The Twisted Tale of Glam Rock, Prager, 2010
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Morgan-Richards, Lorin, Welsh in the Old West, A Raven
Above Press, 2015
Morrissey, Autobiography, Penguin Classic, 2013
Napier-Bell, Simon, Black Vinyl, White Powder, Ebury Press,
2002
—, Ta-Ra-Ra-Boom-De-Ay, Unbound, 2014
—, You Don’t Have to Say You Love Me, New English Library,
1982
Niles, Tessa, Backtrack: The Voice Behind Music’s Greatest
Stars, Panoma Press, 2015
Norman, Philip, Elton, Hutchinson, 1991
—, Shout! The True Story of the Beatles, Hamish Hamilton,
1981
O’Regan, Denis, & Flippo, Chet, Serious Moonlight: The
World Tour, Doubleday/Dolphin, 1983
Paytress, Mark, Bolan: The Rise & Fall of a 20th Century
Superstar, Omnibus Press, 2002
Pitt, Kenneth, The Pitt Report, Omnibus Press, 1985
Richards, Keith, and Fox, James, Life: Keith Richards,
Weidenfeld & Nicolson, 2010
Rodgers, Nile, Le Freak, Sphere, 2011
Stewart, Rod, The Autobiography, Century, 2013
Townshend, Pete, Who I Am, HarperCollins, 2012
Trynka, Paul, Starman, Sphere, 2010
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HarperCollins, 2007
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Wakeman, Rick, Grumpy Old Rock Star and Other Wondrous
Stories, Prefacio, 2008
Weird & Gilly, Mick Ronson: The Spider with the Platinum
Hair, IMP Publishing, 2003
Welch, Chris, & Napier–Bell, Simon, Marc Bolan: Born to
Boogie, Plexus Publishing, 2008
White, Charles, The Quasar of Rock: The Life & Times of
Little Richard, Pan Books, 1985
Wright, Chris, One Way or Another, Omnibus Press, 2013
Fuentes de información

Bowie era locuaz, especialmente durante sus años jóvenes: hay


cientos, si no miles, de citas suyas en el dominio público. He
tratado de evitar los perogrullos más obvios. Para los casos en
que no es evidente el origen de la cita —muchas han sido tan
recicladas en tantos sitios y sin citar su autoría, que al final una
no sabe de dónde salieron en primer lugar—, he listado aquí
algunos ejemplos de dónde es posible encontrar esas palabras.
También han resultado fascinantes e informativas las
entrevistas y contribuciones recopiladas para la colección de
DVDs David Bowie In His Own Words, una amalgama de
fragmentos televisivos y charlas con David realizadas en
diversos países que, tomadas en conjunto, trazan un esbozo de
su trayectoria.
Una producción de I.V. de 2015 para I.V. Media.
Las afirmaciones hechas por el productor David Mallet y el
locutor Robert Elms, a las que se recurre a lo largo del libro,
tienen su origen en Video Killed the Radio Star, la duradera y
aclamada serie de la MTV. Aquí aparecen reproducidas con la
amable autorización de Scott Millaney, productor, propietario
y editor de MGMM Studios Ltd, compañía creadora de sesenta
de esos capítulos, emitidos en 95 estados y en varias
aerolíneas, y que siguen gozando de popularidad entre
públicos de todas las edades. Scott Millaney posee los
derechos del trabajo realizado por todos los participantes en la
serie. Los estudios MGMM son responsables de haber
producido más de 1.250 vídeos musicales, entre ellos Let’s
Dance, China Girl y Ashes to Ashes para Bowie, así como sus
conciertos en vivo y sus producciones televisivas. En sus
vitrinas se encuentran premios como los Grammy, BRIT, MTV
y D&AD. El trabajo de los MGMM se ha expuesto en museos
y galerías de arte de todo el mundo.
Capítulo: «Un héroe local»
Se cita con frecuencia a Marc Riley respecto al tema
«Starman» en el programa Lift - Off with Ayshea.
Leer más en Ziggy Stardust Companion de Michael Harvey:
http://www.5years.com/loa.htm
Capítulo 4:
Cuando David habla sobre Vince Taylor:
La fuente original parece ser Changes: Bowie at 50, una
entrevista de una hora grabada en enero de 1997 con el que
por entonces era director de programas de la BBC, Alan
Yentob, con ocasión del 50 cumpleaños de David.
David había sido entrevistado previamente por Yentob en
Cracked Actor, un documental de 53 minutos de la BBC para
TV Omnibus grabado en 1974, durante la pausa de David en
su adicción a la cocaína. En la cinta, Bowie se muestra frágil y
mentalmente inestable. Su estreno en pantalla en el Reino
Unido tuvo lugar en BBC2 el 26 de enero de 1975. Este filme
documental, oficialmente, sigue sin ser lanzado, aunque
existen copias clandestinas en circulación de cuando se volvió
a proyectar a comienzos de la década de 1990.
Estas palabras se han repetido en muchas cabeceras.
Pueden leerse en la página web de Ziggy Stardust Companion:
http://www.5years.com/faq.htm
y en:
http://www.thedabbler.co.uk/
Capítulo 5:
Respecto a cuando David habla sobre The Velvet Underground
& Nico, es posible leer en el siguiente enlace una entrevista
realizada por Scott Galupo para la revista The New Yorker en
septiembre de 2003:
http://www.bowiewonderworld.com/press/00/030929newyo
rk.htm
Capítulo 5:
El libro del antiguo mánager de Bowie Kenneth Pitt, The Pitt
Report, ofrece una mirada fascinante al respecto.
Capítulo 5:
Citado a partir de una entrevista de Angie Bowie con la
corresponsal de Los Ángeles Caroline Graham, que en el
Reino Unido se publicó en Mail on Sunday en agosto de 2009.
Capítulo 5:
Las palabras de Angie tuvieron una amplia cobertura en la
prensa —en el Reino Unido, por ejemplo, las reprodujeron The
Sun, Daily Mail, The Standard y otros— tras su
sensacionalista salida de la casa de Celebrity Big Brother
después de la muerte de quien había sido su marido.
Capítulo 6:
El comentario de David «Elvis para mí fue un héroe», se dice
que se remonta a 1996; está ampliamente referenciado y puede
encontrarse en la página web de Ziggy Stardust Companion:
http://www.5years.com/Triv2.htm
También en el blog de Phil Arnold (http://www.elvisblog.net)
y en algunos otros sitios web de sus fans.
Capítulo 6:
La explicación de David sobre la letra de «Life on Mars?» se
ha repetido una y mil veces. La cita completa puede leerse
aquí:
http://www.rollingstone.com/music/lists/david-bowie-30-
essential-songs-20160111/life-on-mars-1971-20160111
En http://www.davidbowie.com/news/life-mars-single-42-
single-42-today-54566 se da una explicación acerca de cómo
David editó sus propios comentarios en relación con el
significado de la canción.
Capítulo 6:
Se cita continuamente a Jonathan Barnbrook para referirse al
diseño de la portada para el álbum The Next Day. Véase:
http://www.creativebloq.com
http://www.musicfeeds.com.au
http://www.songfacts.com
http://www.cnn.com
http://www.ultimateclassicrock.com/
Desarrolla el tema en una entrada de su blog:
http://virusfonts.com/news/2013/01/david-bowie-the-next-
day-that-album-cover-design/
Acerca del modo de componer temas de Morrissey, se sabe
que canciones tales como «Certain People I Know»,
«Glamorous Glue» y «I Know It’s Gonna Happen Someday»
fueron claramente influenciadas por la música de T. Rex y
David Bowie.
Véase Pushing Ahead of the Dame:
https://bowiesongs.wordpress.com/2012/10/26/i-know-its-
gonna-happen-someday/
https://en.wikipedia.org/wiki/Your_Arsenal
Véase también:
http://www.soundsjustlike.com/1766/morrissey-sounds-like-
david-bowie/
http://www.uncut.co.uk/features/morrissey-it-sounds-too-
much-like-waitrose-it-needs-to-be-more-harrods-16913
Capítulo 6:
Está referenciado por extenso lo dicho por David: que la única
pipa que había fumado en toda su vida era una Bewlay barata.
The Mail on Sunday dio como obsequio a sus lectores un disco
recopilatorio en junio de 2008, en donde aparecía dicha frase,
por debajo de «The Bewlay Brothers».
Véase también Pushing Ahead of the Dame:
https://bowiesongs.wordpress.com/2010/04/09/the-bewlay-
brothers/
Capítulo 7:
Sobre el pasaje en que David habla de Ziggy como su mesías
marciano: la fuente original no está clara, pero la afirmación
puede leerse, así como mucha más información al respecto, en
The Ziggy Stardust Companion:
http://www.5years.com/quotes.htm
Capítulo 8:
En relación a lo comentado por David sobre la influencia
japonesa en su persona, no está del todo claro cuál es la fuente
original, pero se puede conocer mucho más a fondo el tema en
este artículo que firma Emily Johnson:
https://www.insidejapantours.com/blog/2016/01/11/kabuki-
and-the-art-of-david-bowie/
El blog mencionado también muestra la página original del
número de la revista Harpers & Queen en 1971 que David
señala como la inspiración para su transgresor pelo rojo fuego.
Capítulo 9:
Los comentarios de David figuran en Five Years, una película
documental de la BBC2 dirigida por Francis Whately, cuya
primera proyección tuvo lugar el 25 de mayo de 2013.
Contiene citas personales, entrevistas, música y metraje nunca
antes visto. En dicho filme, David admite que llegó a estar
muy cerca de sufrir una sobredosis en varias ocasiones durante
aquel periodo.
Capítulo 9:
Who Can I Be Now? How David spent 1974, Jem Aswad,
junio de 2014:
http://www.npr.org/sections/therecord/2014/06/15/3222741
93/who-can-i-be-now-how-david-bowie-spent-1974
También contiene la entrevista concedida por David al
estadounidense Dick Cavett Show en noviembre de 1974.
Véanse también las ediciones de lujo de los álbumes Diamond
Dogs y Young Americans, cuyos textos de carátula e interiores
son obra de David Buckley.
Capítulo 10:
Respecto a cuando David habla de liberarse del «circo» que es
para él MainMan, hay cumplida información en The Ziggy
Stardust Companion:
http://www.5years.com/Retire.htm
Capítulo 11:
El recuerdo que guarda Angie de cuando David trató de
estrangularla lo recreó ella misma para la prensa en las
entrevistas que siguieron a su temprana salida de la televisiva
casa de Gran Hermano en enero de 2016. Véase en:
The Sun/Sun on Sunday:
https://www.thesun.co.uk/archives/news/213895/angie-
bowie-david-held-my-throat-and-began-to-strangle-me-with-
his-bare-hands/
International Business Times:
http://www.ibtimes.co.uk/david-bowies-ex-wife-claims-
starman-hit-maker-once-tried-kill-her-1539867
También habla del incidente en sus memorias: Backstage
Passes: Life on the Wild Side with David Bowie, que firman
ella, Angela Bowie, y Patrick Carr.
Capítulo 11:
Slash, de Guns N’Roses, reveló el lío amoroso de su madre
con David para la emisora de radio australiana Triple M en
2012:
http://www.triplem.com.au/
Desde entonces se le ha dado gran cobertura en prensa de todo
el mundo, desde New Musical Express y Metro en el Reino
Unido hasta:
http://www.huffingtonpost.com
http://www.ultimateclassicrock.com
Capítulo 11:
El momento en que David explica «Isolar» lo recoge la fuente
«Anoraks Corner»:
http://www.bowiewonderworld.com/trivia.htm
Capítulo 11:
El pasaje en que David describe su personaje The Thin White
Duke como un «tipo muy ario y fascista», con frecuencia
aparece citado tal cual figura aquí:
http://www.independent.co.uk/news/people/remembering-
david-bowie-a-journey-through-the-iconic-singers-ever-
changing-personas-a6805651.html
http://mashable.com/2016/01/11/david-bowie-character-
guide/#Fgz9ROLDaPq5
Capítulo 11:
En cuanto a lo hablado por Angie sobre las cuestiones
tributarias de David hacia mediados de los setenta, ella lo
cuenta en su libro de memorias: Backstage Passes: Life on the
Wild Side with David Bowie
Para más información:
http://www.taxfoundation.org/blog/david-bowie-tax-plan-
ning-hero
Capítulo 12:
Los comentarios de Tony Visconti acerca del tiempo pasado
por David en Berlín, se extraen de Uncut interviews: Tony
Visconti on Berlin, the Real «Uncut» Version. La entrevista
íntegra es accesible en:
http://www.bowiewonderworld.com/features/tvuncut.htm
Capítulo 12:
Ampliamente referenciadas están las opiniones de David sobre
Berlín. Por ejemplo, aquí:
www.express.co.uk/entertainment/music/633627/stardust-
career-life-David-Bowie
Capítulo 12:
Acerca de cuando David habla de sus 30 años cumplidos, hay
más información en Bowie Golden Years:
http://www.bowiegoldenyears.com/1977.html
Capítulo 12:
David habló sobre su miedo a volar con la periodista Lisa
Robinson a su llegada a Nueva York. Véase:
http://www.davidbowie.com/news/iggy-pop-south-bank-
show-special-tonight-25746
También:
http://www.bowiegoldenyears.com/1977.html
Capítulo 12:
El pasaje en que David habla de cuando interpretó «Heroes»
en el muro de Berlín también está referenciado por extenso;
véase, por ejemplo, el número de la revista Rolling Stone de
junio de 2016 (que incluye un corte de filmación del concierto
ofrecido aquel verano de 1987):
http://www.rollingstone.com/music/videos/flashback-david-
bowie-sings-heroes-at-the-berlin-wall-20160609
Capítulo 13:
Christos Tolera, ex-Blitz Kid y cantante con Blue Rondo à la
Turk. Más aquí:
https://shapersofthe80s.com/2010/05/16/2010-
%E2%9E%A4-how-real-did-1980-feel-ex-blitz-kids-give-
verdicts-on-tonight%E2%80%99s-play-worried-about-the-
boy/
Capítulo 14:
David, Brian May y Roger Taylor, todos ellos han dado
versiones encontradas en entrevistas y citas acerca de los
origines de «Under Pressure», y se diría que rehacen la historia
en cada nueva ocasión en que se les pregunta… probablemente
porque sucedió hace treinta y cinco años, y no lo recuerdan
con exactitud. A veces, el relato de Bowie y el de los
miembros de Queen se contradicen. Rock & roll.
Brian habló largo y tendido sobre el asunto para la revista
Mojo en octubre de 2008.
David dio respuesta a una pregunta de un fan relacionada
con la canción y trasladada por medio de su página web a la
altura de 2004, aquí recogida:
http://www.alterpolitics.com
Más aquí:
http://www.songfacts.com/detail.php?id=1383
Capítulo 16:
De cuando David habla sobre Mustique, las frases están
recogidas en gran parte de la prensa; véase el artículo de la
autora para el Daily Mail del 12 de enero 2016:
http://www.dailymail.co.uk/news/article-3394969/I-chased-
schoolgirl-slept-bed-Mustique.html
Capítulo 17:
Las palabras de David aquí son un esbozo de una conversación
que mantuvimos en Nueva York a principios de los noventa.
Más tarde registré dicha conversación en mi cuaderno de
notas, pero en aquel entonces no publiqué la entrevista.
Capítulo 18:
Para ver el artículo íntegro en The Daily Telegraph sobre
Iman, publicado en octubre de 1997, véase:
https://exploringdavidbowie.wordpress.com/2013/02/12/im
an
En julio de 2011, Week publicó «The Truth about Iman»,
sobre un artículo de Helena de Bertodano aparecido en The
London Times:
http://www.theweek.com/articles/483236/truth-about-iman
«Descubierta por el fotógrafo Peter Beard en Kenya en 1974,
la antigua supermodelo llegó a los Estados Unidos con 19
años, y allí fue presentada ante la prensa como una cabrera
somalí…»
Capítulo 19:
Morrissey explica de forma demorada su decisión de
abandonar la etapa europea de la gira Outside de Bowie en
1995 en Mozipedia: The Encyclopaedia of Morrissey and the
Smiths, de Simon Goddard, concretamente en la página 45 de
la edición original. Comenta que David lo puso bajo una
presión tremenda, hecho que a Morrissey le pareció
insoportablemente agotador. Describe el comportamiento de
David hacia su persona como extraño, y dice que se opuso al
requerimiento de David para que cantara algunas canciones de
la marca Bowie en su propio escenario. Morrissey le respondió
que no estaba preparado para eso. Como tampoco le acababa
de convencer la idea de que David subiera a escena hacia el
final de su número, lo cual implicaba que no habría una
distinción entre los espectáculos de ambos artistas y por
consiguiente que el público no pudiera dirigirse a Morrissey al
grito de «¡Otra! ¡Otra!».
«Cuando tocamos en Dublín, yo salí y él entró mientras un
buen número de personas seguían coreando mi nombre»,
explicaba Morrissey. «Él iba a lo suyo y les decía: “No os
preocupéis, Morrissey volverá más tarde”, pero resultaba que
yo para entonces estaba a cientos de kilómetros de distancia,
en la carretera. Me pareció farándula en estado puro, y, la
verdad, tiene mucho de David Showie.»
Capítulo 19:
David habló sobre espiritualidad y de sus ideas respecto a la
religión organizada con el escritor David Cavanagh; lo hizo
para un artículo que saldría publicado en la revista Q en
febrero de 1997. Léase aquí:
Changes50Bowie
https://exploringdavidbowie.wordpress.com/2013/02/12/ch
anges50bowie/
Capítulo 19:
La entrevista de David con Jarvis Cocker se publicó en The
Big Issue en 1997. Volvería a salir publicada en enero de 2016.
Se puede leer aquí:
http://www.bigissue.com/features/interviews/6181/david-
bowie-interview-im-easygoing-about-death-itll-happen-when-
it-happens
Capítulo 20:
La entrevista completa de Richard Wallace, publicada en el
Daily Mirror el 29 de junio de 2002, puede leerse aquí:
http://www.bowiewonderworld.com/press/00/0206interview
.htm
En cuanto al fragmento en que David habla sobre el estatus de
«nativo neoyorquino», sus palabras derivan de una
conversación que mantuvimos en Nueva York, nunca antes
publicada.
Capítulo 20:
Acerca de BowieNet, las frases de David están referenciadas
por extenso; véanse por ejemplo en la siguiente dirección:
http://www.independent.co.uk/life-style/gadgets-and-
tech/news/david-bowie-once-set-up-his-own-internet-service-
provider-bow-ienet-a6805481.html
Y he aquí las palabras de Ron Roy, cofundador del negocio
con David:
http://arstechnica.co.uk/business/2016/01/david-bowies-
isp-as-remembered-by-the-guy-who-helped-create-bowienet/
Capítulo 20:
David conversó acerca del embarazo de Iman y del nacimiento
de Alexandria en numerosas entrevistas televisivas de toda
Europa durante sus rondas de promoción del álbum Heathen.
Los Jones también concedieron la realización de un reportaje
con fotografías y entrevista a la revista Hello! en el año 2000.
Es posible leerla aquí:
http://www.hellomagazine.com/celebrities/2016011429246/
david-bowie-iman-exclusive-interview/
Capítulo 20:
Anthony DeCurtis entrevistó a David acerca de la
espiritualidad en junio de 2003 en los estudios Looking Glass
de Nueva York:
http://www.beliefnet.com/entertainment/2005/07/im-not-
quite-an-atheist-and-it-worries-me.aspx
Capítulo 20:
Los comentarios de David sobre «algunas cosas que entendían
como verdades» fueron plasmados en «SOS»
(soundonsound.com) por Richard Buskin, octubre de 2003.
Aquí David Bowie and Tony Visconti Recording Reality:
http://www.bowiewonderworld.com/press/00/031001sosrea
lity.htm
Capítulo 22:
A menudo se ha citado al director Ivo van Hove en relación
con la aparición de David en la función inaugural en Nueva
York de su musical Lazarus. Por ejemplo, en:
http://www.mirror.co.uk/3am/celebrity-news/david-bowie-
made-emotional-final-7167863
http://www.dailyrecord.co.uk/news/uk-world-
news/terminally-ill-david-bowie-took-
7168747#JfrH5dL6YokuiDdY.97
Capítulo 22:
Las palabras de Angie Bowie en relación con lo que le habría
dicho a David en el caso de haber podido hablar con él una
última vez aparecen recogidas en prensa internacional con
posterioridad a la fecha de la muerte del artista en enero de
2016, por ejemplo, en periódicos británicos como The Sun y el
Daily Mirror:
https://www.thesun.co.uk/archives/news/213895/angie-
bowie-david-held-my-throat-and-began-to-strangle-me-with-
his-bare-hands/
http://www.mirror.co.uk/3am/celebrity-news/david-bowies-
ex-wife-angie-7236015
Créditos de las imágenes

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ARCHIVO FOTOGRÁFICO
David fotografiado con 12 años en 1959, durante su primer año como alumno de la
Bromley Technical High School.
El número 40 de Stansfield Road, Brixton, Londres SW9, lugar de nacimiento de
David el 8 de enero de 1947.
Copia oficial del certificado de nacimiento que muestra las modificaciones llevadas
a cabo en 1960.
Los chicos Jones. Atrás: el tío abuelo Bryn y el abuelo Emlyn. Delante: Brynn, el
tío Cliff y su padre Ken.
Down to Margate… don’t forget your buckets and spades and cozzies an’ all …
Póster mod para los bolos semanales de The Lower Third en Cliftonville, Margate,
en el verano de 1965.
Davie Jones & the King Bees tocan en el programa televisivo de la BBC The Beat
Room el 27 de julio de 1964.
Little Richard, la inspiración original de David, fotografiado con 54 años en 1986.
Memory of a Free Festival: el 16 de agosto de 1969, David toca subido a un palco
de estilo victoriano en el festival Bec Rec.
Hombre en la silla: David posa en 1966 en el apartamento de su antiguo mánager
Ralph Horton, situado en Warwick Square, Londres.
Los inevitables encantos adolescentes de Dana Gillespie granjearon acceso a David
a The Marquee Club en febrero de 1965.
Las veladas de música rock de Hy Money en los arrabales. Delante, a la izquierda
de la imagen, la autora de niña; la tercera por la izquierda, Lisa, la hija de Hy.
Hy Money (en el centro) con su hija Lisa (izquierda) y la autora (derecha) en la
noche inaugural de la exposición de fotografía deportiva de Hy Money.
David en la casa en Ámsterdam de la periodista Jojanneke Claassen para el
periódico Het Parool, 1969.
El diario de 1973 de la autora.
Burlándose (izquierda): David junto a Mick Ronson en Lift Off with Ayshea, ITV, el
15 de junio de 1972. Con Mick «Woody» Woodmansey a la batería.
Amanda Lear y David durante la grabación del 1980 Floor Show en octubre de
1973, en el Marquee.
Imagen de Bowie entre bastidores con aire vintage glam durante su gira por el
Reino Unido entre 1972 y 1973. La imagen la tomó su primer fotógrafo oficial, el
londinense Mick Rock, «The Man Who Shot the Seventies».
1 de febrero de 1974: Ziggy es ya un recuerdo remoto. Bowie está a punto de sacar
el álbum Diamond Dogs. Más le vale a su hijo ir acostumbrándose a los focos.
Con mamá al lado, algo más apagado: David con aire vacacional, junto a su madre
y a su hijo Joey, a finales de los setenta.
Mayo de 1976: David desconcierta a sus fans al realizar, en apariencia, el saludo
nazi en Victoria Station, echando así leña al fuego en cuanto a los rumores sobre su
obsesión con Hitler.
Posando en una pausa del rodaje de El hombre que cayó a la Tierra, en Nuevo
México, en 1975.
Burlándose (2): David se mueve como Jagger en brazos de la WAG de los Stones
Bianca, en Marbella en 1977.
David es invitado a un episodio del programa Marc, de Granada TV, el 7 de
septiembre de 1977, nueve días antes de la trágica muerte de Bolan.
Bowie llora a Bolan en el crematorio de Golders Green el 20 de septiembre de
1977, antes de desaparecer y pasar la noche con June, la mujer de su amigo, si bien
la pareja ya se había separado.
Marzo de 1975: David, Yoko Ono y John Lennon en la 17 edición anual de los
premios Grammy, celebrada en el Uris Theater de Broadway, en la ciudad de Nueva
York.
C’est chic… con Niles Rodgers en la gala de los premios The Urban Contemporary
que presentó Frankie Crocker y se celebró en el Savoy Ballroom de la ciudad de
Nueva York el 21 de enero de 1983.
Burlándose (3): con Jagger y Tina Turner en la décima gala anual del rock que la
fundación de caridad del príncipe de Gales celebró en el Wembley Arena el 23 de
junio de 1986.
Listo para echar el cierre a su gira mundial Serious Moonlight de 1983.
Los dudosos encantos del tour Glass Spider, de 1987.
George Underwood contrae matrimonio con Birgit en Bromley el 12 de mayo de
1971. A Angie solo le quedan tres semanas para dar a luz a Zowie.
Lo que no fue a más: David con la bailarina Mellisa Hurley durante la gira Glass
Spider de 1987.
David se casa con la supermodelo retirada Iman en Florencia en el mes de junio de
1992. Delante, el cuarto por la izquierda, aparece George Underwood. Sentada, la
madre de David, Peggy Jones. A su lado, Duncan, el hijo de David y su orgullo, al
que acompaña la dama de honor Bethann Hardison; a continuación, Iman, David,
los padres de Iman, Coco Schwab y el peluquero Teddy Antolin.
La primogénita de la autora, Mia, en el salón principal de Britannia Bay House, la
mansión de David en Mustique. Es el año 1992.
Una humilde servidora se relaja en el pabellón que alberga una piscina infinita en el
refugio caribeño de la multimillonaria estrella del rock.
¿Mami, podemos quedarnos a vivir aquí para siempre?
El cenador hexagonal de estilo japonés de David, hecho con troncos de palmera.
Mia copilota una avioneta Merlyn Commander de seis plazas de Barbados a
Mustique.
David se fotografía por partida doble junto a Danielz, el líder de T.Rextasy, el grupo
homenaje a Bolan, mientras esperaban la llegada del tren bala en Tokio en el verano
de 1996.
Tony Visconti, productor de Bowie y de Bolan, fotografiado por la autora durante el
turno de preguntas del acto de presentación de Born to boogie: The Motion Picture,
en el BFI Southbank, el 20 de mayo de 2016.
Rick Wakeman toca en el concierto An Evening With Russ Ballard, en el Leicester
Square Theatre de Londres el 20 de enero de 2016.
Espeluznante: el guitarrista de Bowie Gerry Leonard durante una aclamada
actuación en solitario en el pub The Water Rats de Londres, en Gray’s Inn Road, el
5 de mayo de 2016.
George Underwood y David en el yate de este último, bautizado como Deneb.
Navegan por la costa mediterránea de Francia e Italia durante el verano de 1988.
Jumping tracks, changing towns… David y Coco Schwab (a su derecha) en la
estación de Waterloo, Londres.
Dichosos los ojos… Noviembre de 1995.
El Bowie de Heathen, visto por su viejo amigo Mick Rock, en 2002 en Nueva York.
Sus fans depositan entrañables tributos al artista sobre la calzada de Beckenham en
enero de 2016.
El pub The Three Tuns, en el 157 de la High Street de Beckenham, en donde sus
incondicionales le brindan un afectuoso adiós.
Título original: Hero: David Bowie
Publicado originalmente en 2016 en Gran Bretaña por Hodder & Stoughton, un
sello editorial de Hachette UK
Edición en formato digital: 2017
Copyright © Lesley-Ann Jones, 2016
© de la traducción: Alejandro Tobar Salazar, 2017
© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 2017
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid
[email protected]
ISBN ebook: 978-84-9104-789-6
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