Página|1
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.
Es una traducción de fans para fans.
Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprándolo.
También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en las redes
sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Página|2
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque
hay personas que los subieron a otros lugares como Wattpad, y dichas
autoras pidieron en sus páginas de Facebook y grupos de fans, las
direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros para empezar
campañas para cerrarlos.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema
que enfrentan y contra el que luchan todos los foros de traducciones. Por
favor, tampoco subas CAPTURAS de los PDFs a las redes sociales y
etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a pedir la traducción
de un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, no vayas a sus
grupos y comentes que leíste sus libros ni subas capturas de las
portadas de la traducción, porque estas tienen el logo del foro.
Si deseas que los foros sigan por mucho más tiempo, no hagas
nada de lo mencionado anteriormente.
Página|3
Recuerda que, si te gustan las traducciones, puedes ayudar a
seguir sacando más libros uniéndote al staff de traducción,
corrección y/o diseño. Ayúdanos a seguir expandiendo la lectura de
libros que de no ser por los foros no llegarían al mundo de habla
hispana. Deja tu granito de arena, todas (os) son bienvenidas (os) en
nuestro espacio.
Auris & Jadasa
-queen-ari- evanescita Renatte
Ana_V.U Gesi SandyQu St.Rola
Anna Karol Ivana Sofía Belikov
Auris Jadasa Tolola
Beatrix Julie Vane'
Clara Markov Lisseth Val_17
Madhatter Página|4
Anna Karol Alessandra Wilde Julie
Pame .R. AnnyR’ Jadasa
Renatte
Julie
Eimy Justice
Sinopsis Capítulo 15
Capítulo 1 Capítulo 16
Capítulo 2 Capítulo 17
Capítulo 3 Capítulo 18
Capítulo 4 Capítulo 19
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7 Capítulo 22
Capítulo 8 Capítulo 23
Capítulo 9 Capítulo 24
Capítulo 10 Capítulo 25
Capítulo 11 Capítulo 26 Página|5
Capítulo 12 Epílogo
Capítulo 13 I Flipping Love You
Capítulo 14 Sobre la Autora
Amalie Whitfield es la imagen de la novia ruborizada durante la
recepción de su boda… pero por las razones equivocadas. En lugar de
proclamar su amor eterno, Amalie y sus invitados pueden escuchar a su
esposo correrse con alguien más. Tiene todas las razones para
enloquecer, y en un momento de locura, se lanza al primer hombre de
sangre caliente que ve. Pero él no está interesado en sexo por venganza.
Mortificada y desesperada por escapar del drama post boda, Amalie
decide ir sola a su luna de miel, solo para descubrir que el hombre que
la rechazó también se dirige a la misma pequeña isla por trabajo. Pero
esta vez él no se contiene. Amalie debería saber que no es bueno dormir
con alguien que conoce, pero no se puede resistir a él. Podrían concordar
que lo que pasa en la isla se queda en la isla, pero ninguno puede negar
que su atracción es más que solo física.
Shacking Up, #2
Página|6
Traducido por Jadasa
Corregido por Anna Karol
Miro la habitación en busca de caras familiares, cualquier persona
de mi departamento en Moorehead Media a quien conozca lo bastante
Página|7
bien como para entablar una conversación insignificante. A medida que
realizo mi barrido visual, noto un grupito de hombres a las tres en punto.
El efecto racimo no es inusual. Toda esta fiesta se encuentra formada por
semicírculos humanos, la mitad con sonrisas falsas, fingiendo interés en
las conversaciones, y la otra mitad lo utiliza como un medio para hacer
negocios bajo la influencia del alcohol.
Mi mirada se fija en un hombre en particular. No está involucrado
en su discusión en el semicírculo. Lo sé porque me está observando. O al
menos, mira en mi dirección. Está vestido como cualquier otro hombre
en esta habitación: traje oscuro y corbata, pero su rostro, querido señor,
es impresionante. Pómulos altos que pertenecen a un modelo, mandíbula
fuerte, labios suaves, nariz perfecta, ojos enmarcados con unas pestañas
gruesas. Su cabello oscuro es corto y está peinado de una forma que me
recuerda a un mafioso de la década del cincuenta. Corte limpio, refinado,
exactamente lo opuesto a mi tipo habitual.
Mantengo mis manos alrededor de mi vaso vacío en lugar de ceder
a la necesidad de inquietarme.
Luego de lo que parecen demasiados segundos de contacto visual
prolongado, el mismo calor que hizo que se me ruborizaran las mejillas
me recorre el cuerpo y me produce un hormigueo en el cuero cabelludo,
entre otras partes. Miro por encima del hombro para asegurarme de que
es a mí a quien mira con tanta atención. Detrás de mí hay un grupo de
mujeres de unos cincuenta años, así que, a menos que a él le gusten las
mujeres mayores atractivas, soy el centro de su atención.
Una sonrisa jala las comisuras de su boca hacia arriba, destellando
dientes blancos y haciendo aparecer un hoyuelo. Se dirige distraídamente
a su grupo y después se mueve en mi dirección. No creo que lo conozca.
Recordaría un rostro tan hermoso. Cuando se acerca, noto lo fascinantes
que son sus ojos. Un tono impactante de azul, que se hace más vibrante
contra el cabello oscuro. Su corbata estampada hace juego con sus ojos.
Estoy segura de que tiene un propósito.
Se detiene cuando está justo dentro de mi espacio personal, muy
cerca para ser perfectamente cómodo entre extraños. Su sonrisa crece,
sus hoyuelos se hacen más profundos, sus ojos escrutan mi cara con una
expresión que no puedo leer.
—Hola. —Su voz es una suave caricia que comienza en la columna
de mi garganta y viaja por mi cuerpo, hasta el lugar sensible en la parte
posterior de mi rodilla.
—Hola. —Rompo el contacto visual un momento, desconcertada
por su intensidad. Observo el resto de él en los segundos de desconexión
visual. Es un hombre corpulento, ancho, con hombros pesados y brazos
gruesos. Imagino que está definido bajo ese traje por la cintura entallada.
Sus zapatos de vestir son unos brogues bicolores en blanco y negro, como
si se burlara de la pretensión de esta fiesta con su elección de calzado.
Se ríe suavemente, devolviendo mi atención a su rostro. Sacude la
cabeza, inclinándola cuando su sonrisa se vuelve tímida. —Lo siento. Es
solo... eres... guau. Soy Lexington. —Extiende una mano cuidada. Página|8
—Soy Amalie. —La incomodidad parece atravesar la intensidad. Al
menos hasta que deslizo mis dedos en su palma. La sacudida de energía
que inunda mi cuerpo me obliga a reprimir un escalofrío.
Envuelve mi mano entre las suyas. —Amalie. Ese es un nombre
hermoso para una mujer hermosa. Diría que la mujer más cautivadora
de la sala, de verdad. No sabía si alguien colocó algo en mi bebida y estaba
alucinando. Me alegro mucho de que ese no sea el caso.
¿Es este hombre de verdad? —Disculpa, ¿qué?
Se muerde el labio y baja la mirada, casi tímidamente, luego mira
alrededor del salón de baile antes de devolverme esa sonrisa. No puedo
decidir si todo esto de la timidez es parte de un acto.
Hace un gesto de barrido, su mirada sigue su mano. —Eres una
belleza. ¿Dónde está tu cita? —Sutil. Es un experto en el coqueteo, eso
está claro.
—Um, no tengo una.
—Fantástico. Es difícil de creer, pero es una gran noticia para mí.
—Levanta mi mano e inclina la cabeza. El puño de su camisa se levanta,
exponiendo una tira de tinta colorida en su muñeca. Quizás no sea tan
pulcro como supuse al principio. Me pregunto hasta dónde llega esa tinta.
Las campanas de alarma suenan en mi mente cuando sus labios suaves
y cálidos rozan el dorso de mi mano.
El chasquido eléctrico de la lujuria me hace apartar la mano. Mi
boca está repentinamente seca. ¿Qué diablos? Me río, pero es un sonido
de necesidad. No sé qué más hacer, así que bebo un sorbo de mi vaso
vacío, con los tres cubitos de hielo tintineando en el fondo.
—Déjame traerte un trago —ofrece.
—Eh…
—No te estoy pidiendo que te cases conmigo, aún. —Me guiña un
ojo—. Solo toma una copa conmigo. Podemos hablar. Me dará una razón
válida para seguir observándote. Será divertido para los dos.
Dios mío, este tipo está lleno de frases coquetas. Me río de nuevo y
agacho la cabeza.
—A no ser que prefieras salir pronto de la fiesta y tomar el próximo
vuelo a Las Vegas. ¿Conocernos mejor de camino a nuestra boda? Estoy
bastante seguro de que podríamos volver al trabajo el lunes.
Estoy segura de que mi sonrisa coincide con la suya. Se divierte
demasiado con esto. —Aceptaré el trago.
—¿Segura? Puedo traernos un jet privado. Podríamos participar de
todas las festividades de la noche de bodas en el camino, ya sabes, solo
para asegurarnos de que somos compatibles y no estamos cometiendo
un error.
—Tienes todo esto planeado, ¿no? Página|9
—De ninguna manera. Me dejo guiar por el instinto, de verdad. Solo
te daba opciones ya que parecías indecisa sobre la bebida.
—Creo que una bebida es un buen punto de partida.
—Cautelosa. Me gusta eso. ¿Cuál es tu veneno?
Los hombres como tú. —Un vodka con soda sería maravilloso.
—Regreso enseguida. No desaparezcas. —Guiña el ojo de nuevo y
luego se mueve entre la multitud hacia el bar.
Exhalo un profundo suspiro. No debería animarlo. Me he prometido
que me voy a tomar un descanso de las citas después del último fiasco.
Uno de mis últimos errores en el departamento de hombres me dijo que
se dedicaba a la importación y exportación. No fue hasta que regresamos
de un viaje de fin de semana a México que descubrí que no se refería a
importaciones legales.
Doce horas detenida en una sala de interrogatorios en un
aeropuerto mexicano, seguidas de un largo viaje a casa con mi padre
furioso, me hicieron prometer que no volvería a tomar malas decisiones.
Pero han sido dos meses de celibato y noches de cine con mi mejor amiga,
Ruby. Una copa y un poco de coqueteo no hacen daño.
—¿Amalie Whitfield?
Levanto la mirada para encontrar un hombre guapo y vagamente
familiar parado frente a mí. Tiene el cabello rubio arenoso, cálidos ojos
azules y una nariz recta y majestuosa. —Hola.
Se inclina, con una suave sonrisa en sus labios. —Estoy aquí para
salvarte.
—¿Disculpa? —Quizás haya luna llena esta noche.
—De mi primo, Lexington. Lo vi conversando contigo hace un
momento y sentí que debía advertirte. Tiene una gran reputación en este
círculo con las mujeres. No quisiera que te enredaras con alguien como
él.
—Oh, eh… ¿Gracias? —Por supuesto que atraigo a los malos.
—Solo estoy haciendo mi debida diligencia, salvando a una mujer
hermosa de cometer un terrible error.
Río, desconcertada. Lo último que necesito es volver a decepcionar
a mis padres o casi terminar en la cárcel.
—Soy Armstrong. —Extiende una mano y la tomo. Se la lleva a los
labios y me da un beso en el nudillo—. ¿Estás disfrutando de mi fiesta?
Intento esconder mi sorpresa. Es Armstrong Moorehead, hijo del
director ejecutivo de la empresa. —Oh, sí. Es maravillosa. He conocido a
bastantes personas nuevas.
Página|10
—Sí, estoy seguro de que sí, aunque no todos son buenos. —Me
guiña un ojo con complicidad—. ¿Te gustaría bailar conmigo?
Sin esperar respuesta, toma el vaso vacío de mi mano y lo coloca
sobre la bandeja del camarero que pasa. Acercándome, pero dejando una
distancia respetable entre nosotros, coloca una palma en mi espalda y
me lleva por la pista de baile. Es un excelente bailarín, refinado, sereno.
Incluso menos mi tipo habitual que su primo.
—Eres nueva en la empresa, ¿no? —pregunta.
—Relativamente. Llevo dos meses trabajando en Moorehead.
—Ya me lo imaginaba. En la rama de revistas, ¿correcto? Tendré
que hacer una parada para ver cómo te estás adaptando.
—Eso no es necesario. Seguro que estás demasiado ocupado para
eso.
—Para nada. Me encantaría invitarte a almorzar, o tal vez sea mejor
a cenar. Aliviaría las posibles limitaciones de tiempo.
—¿Para discutir las campañas de marketing en las que trabajo? —
Dios mío. Reunirse con el hijo del director ejecutivo parece increíblemente
abrumador. Especialmente cuando nuestra presentación implicó que él
me advirtiera sobre su primo.
Se ríe y me sonríe cálidamente. —No quiero hablar de marketing
contigo, Amalie, quiero salir contigo.
—¿Salir? —No puedo creer que esto esté sucediendo. Si bien no es
inaudito que coqueteen conmigo de vez en cuando, dos veces en un lapso
de minutos por dos hombres muy atractivos es ridículo. Al menos este
parece menos probable que se sume a la interminable lista de errores de
chico malo. El primero fue demasiado suave para ser real.
—En una cita. Seguramente a alguien tan hermosa como tú ya se
le ha pedido una cita.
—¿No se consideraría eso un conflicto de intereses ya que trabajo
en Moorehead? —No tengo ningún interés en crearme más problemas.
—No tengo trato directo con la rama de revistas de la empresa. Te
lo aseguro, es perfectamente aceptable que salgas conmigo. A menos que
ya estés saliendo con alguien.
Parece tan dulce, y definitivamente alguien que no decepcionaría a
mi familia ni causaría más escándalos. —No estoy saliendo con nadie.
Su sonrisa se ensancha. —Es una noticia maravillosa. ¿Estás
ocupada mañana por la noche?
—¿Creo que no? —Es posible que Ruby y yo tengamos planes de
ver una película, pero estoy segura de que a ella le parecerá bien que lo
cancele para tener una cita con alguien como Armstrong.
—Excelente. Entonces es una cita. —Mira alrededor del salón de
baile, su sonrisa se ensancha cuando su mirada se posa en algún lugar Página|11
por encima de mi hombro. Cuando su atención vuelve a mí, me guiña un
ojo—. Me alegro mucho de poder salvarte del lobo esta noche, Amalie.
Traducido por Vane’
Corregido por Anna Karol
10 meses después
Este es el día más feliz de mi vida. Dejo que ese pensamiento dé Página|12
vueltas en mi cabeza, tratando de averiguar por qué no parece resonar
como debería. Este debería ser el día más feliz de mi vida. Así que no sé
exactamente por qué la sensación de inquietud que asocio con los pies
fríos está empeorando en lugar de disiparse. Ya he hecho lo más difícil;
caminar hacia al altar y decir: “Sí, acepto”.
Mi esposo se excusó para ir al baño hace varios minutos y, según
el itinerario del día de Armstrong, se supone que los discursos empezarán
puntualmente a las ocho y media. Según mi teléfono, faltan menos de
dos minutos y no ha llegado. El maestro de ceremonias de la noche está
esperando el regreso de Armstrong antes de comenzar. Y entonces puede
iniciar la verdadera fiesta. Aquella en la que celebramos un compromiso
mutuo como compañeros de por vida. O sea, el resto de mis días en que
respire. Dios mío, ¿por qué me revuelve el estómago?
Doy un sorbo a mi vino blanco. Armstrong me indicó que el tinto
no era una buena idea teniendo en cuenta mi vestido, aunque fuera mi
preferencia. Además, no quiero que me manche los dientes. Eso daría
lugar a malas fotos.
Miro alrededor del salón y veo a mis padres, quienes probablemente
están celebrando el hecho de que no caminé hacia el altar con un criminal
convicto. Y, francamente, yo también. Mi historial de citas previo no era
fabuloso.
La gran cantidad de invitados aumenta mi ansiedad. Hablar frente
a toda esta gente me da ganas de beber más, lo cual es una mala idea.
Los discursos borrachos pueden llevarme a decir algo incorrecto. Vuelvo
a revisar mi teléfono bajo la mesa. Son más de las ocho y media. Cuanto
más tarde en regresar, más nos retrasaremos. La lista de reproducción
musical, ideada por Armstrong con meticulosa eficiencia, no deja margen
para la impuntualidad. Si no empezamos a tiempo, tendré que sacar una
canción, o tal vez dos, para compensar su retraso y él ha seleccionado el
orden de tal manera que eso sea difícil, y le molestará. Solo quiero que
hoy sea perfecto. Quiero que refleje mi decisión de casarme con él. Que
yo, Amalie Whitfield, puedo tomar buenas decisiones y que no soy una
desgracia para mi familia.
—¿Dónde diablos está? —Reviso la habitación y tomo otro pequeño
sorbo de vino. Debería cambiar a agua pronto para no terminar borracha,
especialmente más tarde, cuando todo esto termine y podamos celebrar
nuestro compromiso de por vida sin ropa. Espero que dure más de cinco
minutos.
Ruby, mi dama de honor y mejor amiga durante la última década,
me pone una mano en el hombro. —¿Te gustaría que Bancroft encuentre
a Armstrong?
Bancroft, o Bane para abreviar, es el novio de Ruby con quien ha
estado viviendo durante varios meses. Recientemente, me he puesto un
poco celosa de lo cariñosos que aún son el uno con el otro, incluso luego
de todo este tiempo. La convivencia no les ha frenado en el sexo o en sus
demostraciones públicas de afecto. Tengo la esperanza de que Armstrong Página|13
y yo nos parezcamos a Bane y Ruby ahora que compartiremos la misma
cama todas las noches.
Estoy a punto de decirle a Ruby que le dé un minuto más cuando
un zumbido bajo repentinamente llena el salón. Suena como un sistema
de altavoces escolar. Empiezo a entrar en pánico, no pueden comenzar
los discursos sin Armstrong a mi lado. ¿De qué sirven los discursos si el
novio no está presente?
Estoy a punto de levantarme de mi asiento, lista para decirle al DJ,
o al que esté detrás del micrófono, que debe esperar, cuando un gemido
muy fuerte resuena en la habitación. La acústica es fenomenal aquí, es
por eso que elegimos este lugar.
Miro a Ruby para asegurarme de que no estoy escuchando cosas.
Sus ojos están muy abiertos. Del tipo asociado con el shock. El mismo
shock que estoy sintiendo.
Otro gemido reverbera a través del sistema de sonido, seguido de
las palabras: —Oh, joooooder.
Un jadeo colectivo recorre la multitud ahora silenciosa. Si bien las
palabras en sí mismas son escandalosas entre estos invitados, es la voz
que las gruñe lo que me hace sentarme más derecha y, al mismo tiempo,
considerar esconderme debajo de la mesa.
—Mierda, sí. Ah, chúpalo. Eso es. Chúpalo todo como una buena
putita. Joooooooodeeeerrr.
Se me abre la boca y miro a Ruby para asegurarme de que no he
perdido la cabeza por completo.
—Es eso... —No termino la oración. Ya conozco la respuesta a la
pregunta, por lo que no tiene sentido preguntar. Además, me interrumpe
otro fuerte gemido. Me tapo la boca con una mano porque no estoy segura
de poder cerrarla; mi incredulidad es tan vasta como el océano.
Su expresión refleja la mía, excepto que la suya es increíblemente
animada ya que es actriz. —Oh, Dios mío. ¿Ese es Armstrong? —Sus
palabras no son más que un susurro, pero suenan como un grito. Oh no,
esperen, es solo Armstrong al borde del orgasmo. Pero estos sonidos no
se parecen en nada a los que hace cuando está en plena pasión conmigo.
Agarro la mano de Ruby. El siguiente sonido que proviene de él es
una mezcla entre la risa de una hiena y un lobo aullando a la luna. Y
todos los invitados a nuestra boda están escuchando lo mismo que yo.
Nuestra boda. Alguien que no soy yo está chupándoselo a mi marido en
mi propia boda. Mi mortificación no tiene fin.
Agarro la botella de vino más cercana y tiro el contenido en mi vaso.
Parte de ello se derrama sobre el borde y sobre el nítido mantel blanco.
No importa. Hay mucho más de donde vino ese. Trago el contenido de la
copa, luego agarro la de Ruby.
La gente se inclina y susurra entre sí, levantando los ojos hacia los
altavoces. Unos pocos, los que tal vez solo están aquí por la posibilidad Página|14
de escalar socialmente, se preguntan quién es.
—¿El DJ está mirando porno? —Ese comentario proviene de una
mesa llena de solteros, en su mayoría borrachos, de veintipocos años.
Varios ojos se desvían en mi dirección mientras bebo de forma
descuidada el vino de Ruby y alguien me pregunta dónde ha desaparecido
el novio.
Los gruñidos y gemidos se vuelven terriblemente más fuertes. No
se parece en nada a lo que me encuentro acostumbrada en la cama con
Armstrong. Las malas palabras no son algo que utilice conmigo, en su
mayoría son solo ruidos y, a veces, un “justo ahí” o un “estoy cerca”, pero
eso es todo. Nunca me ha hablado como a la mujer que actualmente le
brinda placer oral. Y soy muy experta en el oral. Aunque con él es un oral
muy educado y pulcro, sin sonidos más que el tarareo ocasional. Sorber
es incivilizado y definitivamente un no-no.
Paso a lado de Ruby y agarro la botella de vino tinto, ya que en este
momento no me importan un carajo los dientes morados. Hundiéndome
en mi asiento, me sirvo otra copa de vino y contemplo a las personas en
el salón de baile desde detrás del centro de mesa. Estos son enormes y
excesivos, no me gustan nada, pero al menos proporcionan una barrera
protectora entre los invitados, mi disgusto y yo, que estoy segura de que
deben compartir. Él suena como un animal salvaje en celo. No es nada
sexy. No tengo ni idea de con quién está intimando, pero de repente me
alegro de que no sea conmigo.
¿Y eso no me dice más sobre nuestra relación de lo que debería?
Solo han pasado unos treinta segundos, los treinta segundos más
humillantes de mi vida, antes de que Armstrong se corra. ¿Cómo sé esto?
Porque dice, muy claramente: —Sigue chupando, nena, ya acabo.
Y “nena”, sea quien sea, hace unos gorgoteos horribles. Parece una
forma de comunicación extraterrestre. Es exagerado, y aparentemente
Armstrong lo adora, basado en la cadena de viles blasfemias que arroja
de su boca de asno.
—Santo cielo. ¿Esto es en serio? Eso fue muy rápido —murmura
Ruby.
Bebo mi copa de vino. Luego decido que la copa es innecesaria y
tomo un largo trago de la botella antes de que Ruby me la quite. El vino
escurre por mi barbilla y cae sobre mi pecho, manchando el satén blanco
de púrpura. Mi vestido está arruinado. Debería volverme loca. Pero no me
importa.
—Vamos. —Ruby tira de mi mano—. Tenemos que sacarte de aquí
mientras la gente sigue distraída.
Mi hermano mayor, Pierce, y el maestro de ceremonias se hallan
parados en medio del salón, gesticulando salvajemente a los altavoces
que están encima de nosotros. Mi otro hermano, Lawson, se dirige hacia
el podio en un intento por hacer algo. No creo que pueda hacer nada para
detener este choque de trenes desde allí. Página|15
Ruby tira de nuevo, pero me encuentro congelada, todavía tratando
de averiguar qué acaba de pasar exactamente. Bueno, sé lo que pasó.
Simplemente no puedo creerlo.
Sigue el sonido de una cremallera y el crujido de la ropa. —Gracias
por eso, ahora podré durar más esta noche —dice Armstrong.
—¿Qué hay de mí? —le pregunta una mujer. Su voz es nasal y
quejumbrosa.
—¿Qué pasa contigo?
—Bueno, te ayudé, ¿no me vas a ayudar?
—¿No viniste con una cita?
—Bueno, sí, pero... —Dios, su voz me resulta familiar. Simplemente
no puedo descifrar de dónde la conozco.
—Mi primo, ¿verdad? Le encantan mis sobras. Los discursos van a
empezar. Tengo que volver a mis grilletes.
Jadeos de horror recorren la habitación, seguidos de unas risitas.
Estas personas son idiotas.
Creo que voy a vomitar. No puedo creer que vaya a venir aquí y
fingir que no pasó nada. Como si alguna otra mujer no acabara de tener
sus labios alrededor de su pene. Su miembro claramente normal. Tal vez
incluso ligeramente por debajo del promedio en longitud, si soy cien por
ciento honesta.
Una puerta se abre y se cierra.
Mi hermano Lawson enciende el micrófono detrás del podio y lo
golpea, enviando sonidos chirriantes a través de la habitación, haciendo
que la gente se estremezca. Lástima que nadie hizo eso hace un minuto.
Los murmullos se hacen más fuertes y las miradas se dirigen a la
mesa principal, luego se alejan cuando Brittany Thorton, una debutante
zorra, entra pavoneándose por las puertas, utilizando una polvera para
comprobar su pintalabios. Se ha propuesto la misión de intentar meterse
en los pantalones de la mitad de los hombres elegibles de esta sala. La
sigue, no cinco segundos después, un Armstrong muy presumido.
—Voy a matarlo. —Agarro el cuchillo de carne más cercano, pero
parece que mi plan apresurado, y posiblemente criminal, es innecesario.
Mis hermanos dejan sus respectivos puestos y se dirigen hacia él. Al otro
lado de la sala, mi madre sostiene el brazo de mi padre, susurrándole
furiosamente al oído. Excelente. Justo lo que necesito, drama familiar
adicional.
—Oh, mierda —jadea Ruby.
Sigo su mirada para ver a Bane reuniéndose junto a Armstrong con
mis hermanos. Bancroft es un tanque y solía jugar al rugby profesional.
Lo he visto sin camisa; tiene la complexión de un superhéroe y es posible Página|16
que aplaste a Armstrong, o al menos le rompa algo. Posiblemente varias
cosas.
Durante un segundo considero que Ruby debería impedir que Bane
destruya el bonito y regio rostro de Armstrong, pero luego me doy cuenta
de que en realidad no me importa. De hecho, la posibilidad de que rompa
su nariz perfectamente recta me llena de alegría. El bienestar de él ya no
me preocupa, sino que Bane acabe en la cárcel por asesinato.
—Espero que Armstrong tenga un buen cirujano plástico, lo va a
necesitar una vez que Bane haya terminado con él. —Ruby se hace eco
de mis esperanzas internas y su silla se inclina cuando salta—. Vamos,
vamos a sacarte de aquí. —Asiente a la derecha.
Percibo que mi madre y mi padre han entablado una acalorada
discusión con los padres de Armstrong. La verdad es que no necesito esto
en este momento: el drama, la humillación. Todo lo que quería era una
linda boda. En lugar de eso, termino con un esposo al que le hacen una
mamada durante nuestra recepción, y se transmite a todos los asistentes.
Ruby me impulsa a actuar. —No te preocupes por ellos. Recoge tus
cosas y te sacaremos de aquí. Haré que la limusina te recoja en la entrada
cerca de tu suite nupcial tan pronto como pueda.
Asiento y me pongo de pie tambaleante, gracias a haber consumido
la mayor parte de una botella de vino en el último minuto y medio. Es
sorprendente cómo noventa segundos pueden cambiar la vida de una
persona.
Todo el infierno se desata a medida que más hombres intervienen
para golpear o sacar a Armstrong de la golpiza. Agarro mi bolso de mano
y el teléfono de la mesa, recojo mi estúpido vestido demasiado esponjoso
y me dirijo a la suite nupcial, donde me había preparado para lo que se
suponía iba a ser el día más increíble de mi vida. Y ahora puede que sea
el peor; al menos, espero que el nivel de mortificación que experimento
no supere este. Me siento como la versión más repugnante de Cenicienta.
Corro por el pasillo vacío y agarro el pomo de la puerta mientras
busco la llave en mi bolso. Me sorprende cuando gira. Creía que la había
cerrado antes de irnos a la ceremonia. En cualquier caso, tengo que
alejarme de todo el mundo antes de perder la cabeza o cometer un delito.
Tal vez ambas cosas. Asesinato primero. Armstrong será mi víctima. Y tal
vez esa zorra horrible, Brittany.
Abro la puerta de un empujón y la cierro de golpe detrás de mí,
bloqueándola desde adentro. Las lágrimas amenazan con derramarse y
arruinar mi maquillaje. No es que importe, porque no pienso volver a
salir. No puedo creer que mi para siempre haya durado menos de doce
horas. No puedo creer que el hombre al que se supone que voy a pasar el
resto de mi vida amando no pudiera serme fiel ni un solo día. ¿Qué
demonios pasa conmigo? ¿Con él? Estoy tan destrozada como enfadada
y avergonzada. Una vez que anule esta farsa de matrimonio me convertiré Página|17
en una solterona. Probablemente debería seguir adelante y adoptar seis
o siete gatos esta noche.
—Necesito quitarme este vestido —me digo. Extiendo la mano hacia
atrás y deshago el lazo en la base de mi columna. En lugar de abrirse, se
anuda, apretándose más. Claro que mi vestido tiene que ser difícil. Gruño
molesta y me dirijo a mi tocador donde mi maquillaje y perfume están
esparcidos de hoy más temprano. Media mimosa descansa sin consumir
junto al jarrón de rosas rojas que Armstrong mandó a entregar.
La tarjeta dice: No puedo esperar a pasar una eternidad amándote.
Puras tonterías. Bebo el contenido de la copa de champán, sin
importarme que la bebida esté tibia y sin gas. Luego tiro el vaso, porque
se siente bien y el sonido del cristal al romperse es satisfactorio. Luego,
arrojo el jarrón de rosas, que explota de manera impresionante contra la
pared, salpicando agua y fragmentos de vidrio por el suelo.
Saco un par de cajones y encuentro un par de tijeras. En realidad,
se parecen más a tijeras de jardinería y parecen bastante fuera de lugar,
pero no lo cuestiono. En lugar de eso, llevo mis manos a mi espalda, mi
espalda frente al espejo, y con torpeza trato de liberarme. No es fácil con
la forma en que tengo que estirar el cuello.
—¡Maldita sea! ¡Necesito quitarme este estúpido vestido! —le grito
a mi reflejo. Creo que en realidad podría estar volviéndome un poco loca.
Dejo de tontear con los cordones de la espalda y empujo las tijeras por el
frente. Casi me corto con una cuchilla, son mucho más afiladas de lo que
pensaba, pero eso no me detiene. Empiezo por el corpiño; capas de satén,
encaje e intrincados abalorios se rompen con cada tijeretazo.
Solo quiero salir de esta pesadilla.
Página|18
Traducido por -queen-ari-
Corregido por Anna Karol
Doy un trago a la botella de champán medio vacía y la dejo sobre
el lavabo. Estoy tan borracho que tardo dos intentos en desabrocharme
Página|19
el cinturón. El botón y la cremallera son menos complicados. Espero que
mi puntería sea deficiente por la cantidad de alcohol que he consumido.
Ojalá no hubiera venido a esta boda. Me gustaría estar en un vuelo
hacia algún lugar, o en otro país. Cualquier lugar sería mejor que aquí.
Cualquier cosa sería preferible a ver a mi primo imbécil regodearse por
haber conseguido a la chica.
Y eso es antes de que tome en cuenta lo horrible que es mi cita. Es
la peor opción del mundo, pero Dios mío, mi madre parece pensar que
Brittany Thorton tiene potencial. Mamá ha sido amiga de su madre desde
que éramos niños y tiene cierta inclinación romántica porque uno de sus
hijos acabe con ella, supongo.
Trató de emparejarla con mi hermano Bancroft el año pasado, sin
éxito. Dado que Bancroft está fuera de discusión y mi hermano mayor,
Griffin, está en una relación comprometida, soy el último recurso. Parece
que no puedo decirle que no a mi madre, nunca lo he hecho, así que aquí
estoy, escondido en un baño bebiendo champán sin gas directamente de
la botella para poder descansar de mi cita y evitar los discursos.
Toda la noche Brittany me ha estado hablando de su amor por las
piruletas. Tampoco estamos hablando de los dulces en un palo. No estoy
interesado en conocer sus habilidades para chupar, incluso si significa
que me tomaría un descanso de la conversación incesante. Me paso una
mano por la cara y suspiro. Me pregunto si puedo dejar a Brittany aquí.
Salir por la puerta trasera y enviarle un mensaje de disculpa fingiendo
estar enfermo.
Termino mis asuntos, me vuelvo a poner los bóxers, me abrocho la
cremallera, pero no encuentro la energía ni la destreza, para abrocharme
el cinturón. Además, no pienso volver a la recepción de inmediato. Los
discursos están por comenzar y no tengo ningún deseo de escuchar a
Armstrong soltar sus tonterías sobre cómo Amalie es su futuro. Sobre
cómo la ama más que nada en el mundo. Cómo está dedicado a ella. Lo
único a lo que Armstrong está dedicado es a su reflejo. Y hacer mi vida
miserable cuando ve una oportunidad.
Aquí hay un televisor y un sofá, así que voy a poner los pies en alto,
terminar esta botella de champán y ver algo de deporte. O las noticias.
Dependiendo de lo que sea menos deprimente. Agarro la botella y bebo
otro trago justo cuando se oye un fuerte golpe desde algún lugar más allá
del baño. Esta vez fallo a la hora de abrir la boca y se me derrama por la
barbilla, sobre la camisa y hasta la entrepierna. Escupo un improperio e
intento limpiar el desastre con una toalla de mano, pero ya se encuentra
empapada. No importa. Me quedaré aquí hasta que se seque.
Abro la puerta del baño y me congelo. De pie en medio del cuarto
está Amalie. La novia. La princesa del evento. Y está cortando su vestido
con un par de tijeras de jardinería. Durante unos instantes me pregunto
si me han drogado y estoy alucinando, igual que pensé que ella era un
espejismo la primera vez que la vi, pero no me siento drogado, solo a Página|20
punto de estar extra borracho.
Considero mis opciones, que parecen limitadas. No debería estar
aquí, y sin embargo lo estoy. Ella no debería estar aquí y, sin embargo,
lo está. Por lo que se ve, no planea volver allí completamente vestida. Lo
que plantea la pregunta: ¿Qué diablos pasó?
Está maldiciendo a rabiar. Palabras sucias y viles salen de su dulce
boca mientras corta salvajemente el corpiño. Es tan ridículamente sexy
como perturbador. Le cuesta bastante trabajo atravesar toda la tela de la
cintura y todavía no se ha dado cuenta de mi presencia.
En vez de hacer algo considerado, que sería volver al baño, buscar
una salida alternativa o hacerla consciente de mi presencia, continúo
mirando. Amalie, que generalmente es muy equilibrada y elegante, gentil
y educada, está gloriosamente enojada.
—¡Maldita puta! ¡Maldito imbécil! ¡Maldito idiota chupapenes sin
pene! —Agarra la tela por la cintura y tira en direcciones opuestas. Es
impresionante la forma en que el material se aparta ante su agresión.
Se baja el vestido por las caderas, dejando al descubierto un cuerpo
bronceado, tonificado e increíblemente hermoso envuelto en un corsé de
encaje blanco y satén con bragas y ligas a juego. Todas las cosas que no
tengo derecho a mirar en este momento. Doy un paso atrás, pensando
que podría ser un buen momento para irme, y la botella de champán
golpea contra el marco de la puerta.
Su cabeza se levanta, una mirada de fuego se encuentra con la mía
desde el otro lado de la habitación. Me apunta con las tijeras. —¿Cómo
entraste aquí?
No veo el sentido de mentir. —Forcé la cerradura. No fue muy
difícil.
Frunce el ceño, su confusión es comprensible. —¿Por qué estás
aquí?
—Trataba de descansar un rato de mi cita. —Tampoco quería ver a
mi primo regodearse por ganar. Tiene a la chica. Tiene a esta chica. Es
un imbécil. Aunque quizás esta vez me salvó de una auténtica pesadilla.
Le vendría bien terminar con una chiflada y, por la mirada en sus ojos,
ella podría ser una.
Se quita el vestido y lo deja hecho un charco masacrado mientras
se pasea por la habitación, con las tijeras balanceándose peligrosamente
en su mano, junto con sus caderas. Por muy terrorífica que sea, también
está excesivamente sexy con todo el encaje blanco y los ligueros, algo que
me cuesta no apreciar de forma inapropiada, porque, a juzgar por lo que
pasó con el vestido, no creo que sea el momento adecuado para mirar con
disimulo.
Se detiene cuando está a solo unos centímetros. Inclinando la
cabeza hacia atrás para poder mirarme a la cara, me da un golpe en el
pecho, con el dedo, no con las tijeras, por suerte. Página|21
—¿Por qué está desabrochado tu cinturón? ¿Quién más está aquí
contigo?
Levanto las manos en señal de rendición, con botella de champán
y todo. —Nadie. Estoy solo. Solo usé el baño y eso fue todo. —No quiero
que piense que estoy aquí teniendo sexo. Ni siquiera estoy seguro de tener
la coordinación para eso en este momento. Miro hacia abajo y parpadeo
un par de veces mientras me quedo atrapado en su escote. Sacudiendo
la cabeza, trato de concentrarme en lo que sea que esté pasando aquí.
Tal vez me golpeé la cabeza y me desmayé y nada de esto está sucediendo.
—Trajiste a Brittany Zorratón como tu cita, ¿no es así? —Es más
una acusación que una pregunta.
Tampoco estoy seguro de si escuché eso incorrectamente o no. Es
difícil concentrarse en sus palabras estando tan borracho como yo con
ella parada medio desnuda frente a mí empuñando un par de tijeras de
podar.
Hago un gesto hacia su arma. —¿Crees que podrías dejar eso?
Mira las tijeras, luego las levanta para que estén a solo uno o dos
centímetros de mi cuello, lo cual es aún más inquietante. —¡Responde la
maldita pregunta! ¿Trajiste a Brittany Zorratón a mi maldita boda?
—¿Te refieres a Thorton? No porque quisiera, pero sí. ¿Puedes bajar
las tijeras, por favor? Me estás volviendo un poco loco con todo esto de
cortarte el vestido y agitar un arma. —No creo poder quitárselas sin que
ninguno de nosotros salga lastimado.
—¿Te estoy volviendo loco? ¿Te estoy volviendo loco? ¿Sabes lo que
pasó? ¿Tienes idea de la humillación que acabo de sufrir allí? —Y ahí va
de nuevo, agitando las tijeras.
Intento agarrarlas, pero es astuta. Gira para que no la alcance y
me apunta de nuevo.
—¡No hagas eso! —Se quita el flequillo agresivamente de los ojos.
Las horquillas de su cabello rubio se sueltan, los zarcillos caen alrededor
de su rostro y sus mejillas están rosadas, sus ojos en llamas. Es la mujer
más atractiva a la que he tenido el placer de ver, tanto vestida como en
lencería. A la mierda Armstrong y sus métodos imbéciles.
Es hora de la voz tranquila, la que suelo reservar para mi madre
cuando está molesta conmigo por un truco que hice. Todavía tengo que
usarlo de vez en cuando, lo cual me doy cuenta de que es triste, ya que
tengo casi treinta. —¿Por qué no me dices por qué estás tan molesta,
Amalie?
—¿Por qué estoy tan molesta? ¡Tú cita se lo chupó a mi marido!
—¿Qué? —Mi cerebro empapado de alcohol es lento para procesar
esa información. Sé que Brittany se mueve a sus anchas y que Armstrong
tiene una moral cuestionable, pero eso es bajo, incluso para él. Creo yo.
Página|22
—Tú cita acaba de chupárselo a mi marido. Y la sórdida prueba fue
transmitida por el puto sistema de sonido. Tenías que haberlo escuchado.
Todo el mundo lo escuchó. Toda la sala llena de invitados escuchó cómo
mi marido imbécil se corría en una boca que no era la mía.
Bueno, eso fue gráfico. Casi siento que debería ofrecerme a lavarle
la boca con jabón después de esa serie de blasfemias creativas y vulgares.
Pero entonces llega la realidad de su declaración. —Me estás jodiendo,
¿verdad? ¿Es esto una especie de puta broma?
—¿Parece que estoy bromeando? —Hace un gesto hacia atrás,
hacia el vestido hecho jirones, luego a sí misma; casi sin ropa, el cabello
hecho un desastre, los ojos de repente vidriosos por lo que seguramente
sea una amenaza de lágrimas. No me extraña que actúe como si hubiera
perdido la cabeza. Armstrong siempre ha tenido tendencias imbéciles,
pero esto es demasiado.
—Ese hijo de puta. ¿Dónde está?
—Probablemente recibiendo una paliza de Bane y mis hermanos.
—Voy a hacer que ese idiota se coma su maldito pene.
Me muevo para rodearla, pero deja caer las tijeras y me agarra de
la corbata, sus ojos se iluminan a la vez que una sonrisa malvada se
extiende por esos labios perfectos. —No vas a ninguna parte.
Me pilla desprevenido y no lo espero cuando, con un movimiento
ninja de jiu-jitsu, me da una patada en los pies. Choco la cabeza contra
el suelo cuando caigo de espaldas y pierdo el control de la botella. El dolor
de cabeza me desorienta tanto como los movimientos ninja, así que lo
siguiente que sé es que Amalie está a horcajadas sobre mis caderas.
Es imposible que mi cuerpo no reaccione de una manera que no
debería. Las curvas femeninas de Amalie son dignas de babear, y ahora
ese perfecto culo suyo está colocado justo encima de mi pene, mi pene de
repente muy adolorido y consciente. Se mueve hacia atrás, rompiendo la
conexión, lo cual seguramente sea algo bueno, considerando lo que acaba
de decirme. No puedo creer que la única mujer que he deseado durante
el último año pero que no he podido tener esté semidesnuda encima de
mí. Además, se acaba de casar con el imbécil infiel de mi primo. Es como
si el destino no se cansara de darme patadas en las pelotas.
Cuando sus manos van a la cremallera de mis pantalones, me veo
obligado a actuar. Instintivamente, quiero hacer todo lo contrario de lo
que debería. Quiero decir, maldita sea, está tratando de meter la mano
en mis pantalones y me veo obligado a detenerla. Es una puta tragedia.
Aparta mi mano de una palmada y agarra mi corbata de nuevo.
Metiéndola cerca de mi garganta, se inclina, con ojos salvajes, enojados
y desesperados. Una mueca de desprecio levanta la comisura de su boca
bonita. —Vas a dejar que te folle y te va a gustar.
Estoy tan malditamente duro en este momento y esas palabras solo
sirven para empeorarlo o mejorarlo, dependiendo de cómo se mire. Y sí,
estoy completamente de acuerdo con esa afirmación: si me follara, estoy Página|23
seguro de que me gustaría mucho. Quizás más que cualquier otro sexo
que haya tenido con cualquier otra mujer porque ella es lo último en
tentaciones prohibidas. Pero es una muy mala idea. Y estoy bastante
seguro de que se arrepentirá dos minutos después de que termine. O tal
vez incluso mientras está sucediendo.
A pesar de saberlo, a pesar de ser consciente de que debo detenerla,
dudo. Me hace muy mala persona esos segundos de vacilación.
En ese breve tiempo considero varias cosas, como que esta es una
situación complicada. Una en la que reconozco que tener sexo con la
flamante esposa despechada de mi primo es un plan colosalmente malo.
Porque lo es. Incluso si él no la merece y nunca la mereció.
Pero, durante un momento prolongado, considero cómo este sería
el “vete a la mierda” más épico para Armstrong. Y si alguien se lo merece,
es él. Ignoro ese pensamiento de imbécil, porque por muy divertido que
fuera, no soy como él. Nunca usaría a alguien, especialmente a una mujer
que ya ha recibido sus estupideces, como parte de un juego.
Mientras todo esto me da vueltas en la cabeza, Amalie me agarra
la barbilla clavando las uñas en mi piel, y su boca desciende sobre la mía.
Sus labios son suaves, cálidos, pero su boca es dura, agresiva. Dios mío.
Parece que se está tomando en serio lo de follar conmigo. Hace algo con
su lengua que hace que me palpite el pene... y luego su mano libre vuelve
a meterse entre nuestros cuerpos, deslizándose hacia abajo hasta tocar
mi erección, desesperadamente excitada, a través de mis pantalones.
Ahí es cuando tomo medidas para detener esta locura. Poniendo
un brazo alrededor de su cintura, la pongo boca arriba. El piso es de
madera dura y resbaladiza, lo que dificulta la tracción.
Lucho para alejar su mano de mi pene, lo que funciona, pero luego
engancha sus piernas alrededor de mi cintura.
—¡Amalie, ya basta! —Gimo alrededor de su lengua. No es el más
convincente de los intentos. En realidad, es bastante pobre. Es como un
koala, con la forma en que me envuelve. Darle la vuelta puede haberlo
empeorado.
—No quieres que me detenga. Puedo sentir cuánto quieres follarme.
—Gira las caderas, como para probar su punto.
Tiene razón. Pero si lo hago seré tan malo como Armstrong. Puede
que la desee, pero no quiero hacerle daño en un intento de venganza que
parece buscar sin cesar en mí.
Me levanto con la intención de enderezarme y giro la cabeza cuando
ella vuelve a buscar mi boca. En lugar de eso, se aferra a mi cuello, me
muerde y chupa. Eso desde luego va a dejar una marca. Probablemente
una grande.
Se esfuerza por mantener el agarre y me aprieta la cintura con las Página|24
piernas. Podría romper nueces con el interior de sus muslos. —¡Maldita
sea! ¡Tienes que hacerlo! ¡Quieres! ¿Por qué no me follas? —Su rabia se
funde en un sollozo roto—. Por favor, Lexington. Lo odio. No lo entiendo.
Haz que pare.
Y ese es el momento en que la puerta se abre de golpe.
Traducido por Jadasa
Corregido por Anna Karol
—¡Santa madre de qué carajos! Bane, no dejes que nadie entre
aquí. —Ruby lo empuja hacia atrás por la puerta y después la cierra de
Página|25
golpe, llaveando. Sus ojos están abiertos ampliamente. Es entendible.
Sigo encima de Lexington. Sigo intentando que tenga sexo conmigo,
y él intenta desesperadamente no hacerlo. Y ahora estoy llorando. Más
bien, sollozando. Seguro que estoy teniendo algún tipo de crisis nerviosa.
Encima del hermano del novio de mi mejor amiga. Y creí que lo peor que
podía pasarme era que Armstrong recibiera una mamada de alguien que
no era yo. Obviamente me equivoqué.
Ruby acecha a través de la habitación, siseando en un susurro
enojado: —¡Qué diablos estás haciendo, Lex! —Le da un puñetazo en la
espalda y el hombro, apuntando a lugares donde las partes de mi cuerpo
no están pegadas a él.
—No es lo que parece. —Se apresura a levantarse, pero todavía me
agarro como una envoltura de plástico. Puedo sentir su erección, gruesa
y lista contra mí. Está claro que le gusta lo que ve, si me hubiera dado lo
que quería, tal vez no me sentiría tan vacía de todo.
Incluso cuando lo pienso, sé que no tiene ningún sentido. Que mis
acciones provienen de un lugar de devastación y desesperación. Estoy
tan enojada y herida. Me siento rota y perdida, estúpida y avergonzada.
No hay ninguna emoción a la que pueda aferrarme que concuerde en este
momento.
—Amie, tienes que soltar a Lex —dice Ruby en voz baja. Como si
estuviera hablando con alguien al borde de la razón. Lo que es evidente.
Niego con la cabeza, aunque sé que debería hacer lo que me dice.
Me estoy humillando aún más en este momento, pero soltarlo significa
ver su reacción ante mi pérdida de cordura y todavía no estoy lista para
eso. Lexington se mueve hasta ponerse de rodillas. Ha dejado de intentar
apartarme. Sinceramente, podría necesitar una palanca. Si me aferro a
él lo suficiente, quizá me absorba y desaparezca. Otro pensamiento raro
e inverosímil, que demuestra que toda racionalidad se ha evaporado por
completo. Están susurrando entre sí, sin que las palabras se perciban en
la neblina de dolor y rabia que me consume.
—Oh, Dios mío. Amie, cariño, ¿qué pasó con tu vestido? —pregunta
Ruby.
—Lo cortó. —Una mano abandona mi cuerpo por un segundo, así
que supongo que está señalando el montón de satén, encaje y cuentas
que dejé en mi transformación de novia a loca casi desnuda.
Hay una inhalación profunda seguida de un momento de silencio,
durante el cual la palma de Lex se mueve hacia arriba y hacia abajo por
mi espalda. Se siente bien. Calmante. Quiero que continúe para siempre.
Quiero que alcance el interior de mi corazón y tenga el mismo efecto en
el dolor que hay allí.
—Bien. Guau. No sé cómo no me di cuenta. Bueno. Supongo que
una bata será suficiente por ahora. Puede cambiarse de camino a casa.
Me cubre los hombros con una tela suave y me estremezco con la Página|26
sensación.
—Shhhh, está bien. Todo estará bien —murmura Lex a medida que
se pone de pie.
Cuando entierro mi cara en su cuello, él toma mi mejilla, secando
las lágrimas con su pulgar, lo cual me hace llorar aún más. ¿Por qué
tiene que ser tan tierno? Y dulce. No quiero nada tierno y dulce. Quiero
venganza. Quiero que se borre lo que Armstrong me hizo. Deseo que Lex
olvide todo lo que acabo de decir y hacer, y finja que nunca ha ocurrido
y quiero poder hacer lo mismo.
Se escuchan ruidos fuertes del otro lado de la puerta, golpes y
gritos amortiguados por la delgada barrera de madera. Puedo escuchar a
Armstrong llamarme por mi nombre y lo que parecen gritos de mi padre.
Solo quiero que todo se detenga. No sé cómo lidiar con nada de esto.
—Tenemos que sacarla de aquí. Armstrong se está volviendo loco y
todos los demás también. Creo que Bane quiere darle una paliza, si aún
no lo ha hecho, y la madre de Armstrong está sufriendo un colapso total.
Amie no puede ni debería tener que lidiar con esto. —La mano de Ruby
está sobre mi hombro, gentil, como si fuera a romperme. Siento como que
podría hacerlo.
—¿Cómo vamos a hacerlo cuando todos estén fuera de la puerta?
—Lex cambia su agarre a mi muslo. No es que sea necesario, mis piernas
son como un torno a su alrededor, gracias a mis interminables horas de
pilates en preparación para esta farsa de boda.
Intento decirles que me encuentro aquí y que pueden hablarme
directamente, pero todo lo que sale es un sollozo. Recibo un poco más de
silencio de parte de Lex y algunas caricias sobre mi cabello.
—Hay un coche esperando en la entrada trasera.
—Te sacaremos de aquí —susurra Lex contra mi cabello.
Me sorprende el aire helado cuando Lex sale a la noche de invierno.
Los fuertes golpes junto con Armstrong rogándome que lo deje entrar son
interrumpidos por el golpe de la puerta por la que Lex me acaba de llevar.
Momentos después, mi trasero golpea el cuero frío y la voz de Lex
suena contra mi oreja, profunda, reconfortante: —Vamos, cariño, tienes
que soltarme ahora.
Tiene razón, pero me siento tan avergonzada. Mi esposo no solo me
ha humillado frente a todos los que conocemos, y alrededor de trescientas
personas que no conozco, me he lanzado a Lex y él me rechazó, además
lloré encima de él. Esta es la peor noche de mi vida. Ni siquiera la sala de
interrogatorios en México se parece en nada a esto.
Acaricia mi cabello de nuevo, luego suavemente desengancha mis
piernas de su cintura.
—Está bien, cariño, lo entiendo. Sé que soy irresistible. —Mi risa
sale como un sollozo. Sus labios me acarician la mejilla—. Lo último que
deseaba era negarme. Página|27
Me estremezco ante la confesión y me pregunto hasta qué punto
está destinada a reparar mi ego maltrecho y mi corazón roto. No tengo ni
idea de cómo voy a recuperarme de esto.
Me cuesta separar mis dedos de su cuello. No puedo mirarlo, me
siento mortificada por mis propias acciones. ¿Qué demonios me pasa?
—Oye. —Los dedos de Lexington se posan bajo mi mentón. Levanta
mi cabeza hasta que no tengo más remedio que mirarlo—. Lo digo en
serio. Me arrepentiré de esto eternamente.
La conmoción detrás de él hace que se enderece rápidamente. Veo
cómo se abrocha el cinturón en tanto cierra la puerta del coche y luego
se dirige hacia el hotel cuando la puerta se abre de golpe. Armstrong sale
furioso, gritando mi nombre. No sé qué podría querer decirme. Ha hecho
todo el daño que ha podido. Su súplica para que regrese es interrumpida
cuando el puño de Lex conecta con su cara.
Observo lo que se suponía que sería mi futuro caer de rodillas, con
las manos ahuecando su rostro, y me pregunto si su dolor físico puede
de alguna manera igualar mi agonía emocional. No creo que sea posible.
Traducido por Clara Markov & Sofía Belikov
Corregido por Anna Karol
El primer golpe me produce una descarga de dolor que me atraviesa
el puño y me sube por el brazo. Hacía mucho tiempo que no peleaba. Me
Página|28
siento increíblemente bien haciendo sufrir a Armstrong, incluso si solo
es temporalmente. Cuando cae de rodillas y se ahueca la cara, lo agarro
por las solapas para levantarlo.
—Jodido estúpido. —Antes de que pueda plantar otro golpe en su
rostro, uno que inevitablemente resultará en la necesidad de una cirugía
plástica seria, me jalan hacia atrás.
—Contrólate —espeta mi hermano Bane.
Armstrong es llevado de regreso al hotel a través de la puerta por
la que acaba de salir por un par de sus amigos idiotas, gritando a todo
pulmón mientras lucho con el agarre de mi hermano. No tiene sentido.
Puede que tenga dos años menos que yo, pero jugó al rugby profesional
durante siete años y es enorme. Una vez que los testigos se han ido, me
gira y me empuja, haciéndome perder el equilibrio. Caigo de culo sobre
el asfalto y él se me echa encima, con la rodilla presionándome el pecho.
—¿Qué mie…?
Cambia su peso, su rodilla peligrosamente cerca de mi garganta,
disminuyendo significativamente mi suministro de aire.
—¿Quieres decirme qué diablos hacías?
—¿Qué? Yo… —No tengo idea qué vio, pero asumo que no se ve
bien desde su punto de vista.
—No me mientas. Te vi, Lex. Te vi, maldita sea. Estabas sobre ella.
—Quítate de encima y déjame explicar. —Golpeo el costado de su
pierna. Podría apuntar a su rodilla, la que le operaron, pero no quiero
lastimarlo realmente. Solo quiero quitarme su peso de encima.
Se pone de pie, luego extiende la mano como si fuera a ayudarme
a levantarme. La aparto con una palmada y ruedo hacia un lado. Me toma
unos segundos orientarme. Continúo bastante borracho y ahora estoy
sin aliento.
Agarrándose la nuca, camina de un lado a otro. —Será mejor que
no tengas algo que ver en lo que salió mal esta noche.
Lo miro. —¿En serio?
—¿Tienes idea de lo mal que se ve esto, Lex? Tu cita se lo chupó al
novio. Terminas en la suite nupcial, encima de la casi desnuda novia
llorando. Mírate. —Señala mi atuendo.
Mi cinturón todavía se encuentra medio desabrochado, mi camisa
abierta, mi corbata colgando torcida. Entiendo su punto. —No intentaría
sabotear una puta boda para vengarme de Armstrong por ser un imbécil,
Bane.
—¿Seguro? Armstrong y tú tienen una historia de joderse el uno al
otro.
—Yo nunca haría algo así.
Se cruza de brazos. —¿De veras? Porque desde que te conozco, ha Página|29
sido exactamente así.
Tiene razón. Él y yo hemos pasado mucho tiempo jodiéndonos el
uno al otro desde que éramos adolescentes. De niños, era mi mejor amigo.
Era como otro hermano; mi madre nos llamaba Travesura y Malicia. Yo
era Travesura, y realmente no entendía las connotaciones negativas de
Malicia hasta que fui mayor. En donde yo era el niño que encendía los
petardos en un patio trasero que no era mío, Armstrong era de los que
los apuntaba hacia la casa en vez de lejos de ella. Cuando nos metíamos
en problemas, mi madre me recordaba amablemente que yo era mejor
que eso. Así que mi papel había sido canalizar ese lado en competencia
inofensivas, bromas que no dañaban propiedades ni a otras personas.
Parecía capaz de manejarlo hasta que nos hicimos mayores y ese
lado malicioso de Armstrong empezó a aparecer más seguido. Las bromas
que salían mal se convertían en peleas ocasionales. Pero entonces, así es
como lidiamos con las cosas. Él me provocaba y yo lo provocaba a él.
Teníamos catorce años cuando las cosas cambiaron. De repente,
mi mejor amigo se convirtió en mi peor enemigo. La competencia
inofensiva se volvió feroz. Después de eso, vi un lado de Armstrong que
no me había dado cuenta que existía, y por un tiempo estaba convencido
de que yo saqué esa parte horrible de él a la superficie.
Nuestra lucha competitiva se convirtió en un épico problema, casi
letal, después de un desafío que fue demasiado lejos.
Salí con cicatrices y él salió con el ego magullado. Mi tía me echó
la culpa, y después de eso, el saludable borde competitivo que teníamos
se convirtió en criticas maliciosas.
Por un tiempo traté de suavizar las cosas. Pero estaba claro que no
funcionaría. Su misión se convirtió en joderme. Si yo me involucraba en
un deporte o club o algo así, él también. Si yo era bueno en algo, él quería
ser mejor, y si no podía, hallaba la forma de sabotearme. La competencia
entre nosotros se filtró en cada aspecto de nuestras vidas, desde los
deportes hasta la escuela y las chicas.
A veces lo soportaba, pero cuando él lo llevaba demasiado lejos,
tomaba represalias de la misma forma. Entonces él hacía algo peor. Podía
lidiar con eso cuando no involucraba a otras personas, pero la venganza
de Armstrong no era contenible y le hizo daño a gente en su misión para
sabotearme. Me sentía culpable por quienquiera que quedara atrapado
en el fuego cruzado, porque yo lo convertí en esto. Lo provoqué cuando
éramos niños y lo jodí. Así que había renunciado hace años a hacer las
paces.
Excepto que el año pasado no se trató solo de que fuera un idiota.
Fue más que eso. Vi primero a Amalie en esa fiesta. A él no podría haberle
importado menos quién era ella hasta que me escuchó preguntarlo. Traté
de remediarlo presentándome y ofreciéndome a traerle una copa cuando
me di cuenta de que la suya estaba vacía. Antes de que pudiera hacer un
movimiento, se abalanzó con sus frases de mierda y su sonrisa blanca Página|30
como perlas. Supuse que no duraría mucho. Sus relaciones nunca
duraban.
Tampoco las mías, generalmente gracias a él, pero ese no era el
punto.
Vengarse de él no valía la pena, no si ponía en riesgo las emociones
de otra persona.
Dejo escapar un suspiro, consciente de que nuestra historia y la
situación de esta noche hacen que esto parezca exactamente como si
estuviera intentando meterme con él. —Lo que sea que creas que sucedió,
no fue así.
Bane sigue escéptico. —Entonces, ilumíname.
—Le dije a Brittany que iba al baño. Ya sabes cómo es, esa chica
habla sin parar de nada. No lo soportaba. Como no estaba tan borracho
como para escucharla durante el resto de la noche, me tomé un descanso.
—¿En la suite nupcial?
—Sí, hombre. El mejor escondite en el maldito lugar. No se supone
que la novia estuviera ahí. Iba a usar el baño y descansar veinte minutos
antes de regresar. Así me perdería la mayor parte de los discursos, pero
cuando salí del baño, ahí se encontraba Amalie, destrozando su vestido,
enloqueciendo.
—Eso todavía no explica cómo terminaste encima de ella en el piso.
—Como dije. Se volvió loca. Se me acercó con un par de tijeras de
jardinería. No sabía si había perdido la cabeza o qué. Luego me dijo que
me iba a follar para vengarse de Armstrong por la mamada que le dio mi
cita o lo que sea, hizo un movimiento ninja y terminamos en el suelo. Dije
que no. Sin embargo, es una luchadora. Y es fuerte.
La mirada de Bane me dice que no está impresionado. —¿Esa es tu
historia?
—No es una historia, es la maldita verdad. No soy idiota, Bane. No
follaría a una novia abandonada. No quiero lastimar a nadie, aun menos
a alguien que ya han lastimado. —No significa que no quisiera tener sexo
con ella. ¿Amalie con esa lencería, enojada y desesperada? Hablaba en
serio cuando le dije que me arrepentiría siempre de haberle dicho que no.
Intento que la forma en que se sintió debajo de mí no se convierta
en más que un susurro de pensamientos. Miro a mi hermano, cuya fe en
mí como persona a veces es cuestionable gracias en su mayor parte a
Armstrong y sus juegos constantes.
—No soy tan idiota. No soy Armstrong. No manipularía a alguien
de esa manera. Tiene que ser el hombre más estúpido del mundo para
joder a Amalie. No lo entiendo. Es malditamente perfecta. Lo tenía todo y
lo tiró a la basura. Ella está devastada. La destripó. Se cortó el maldito
vestido con tijeras de jardinería, Bane. —Me paso una mano por el rostro
y me encuentro con su mirada sorprendida—. La arruinó por una puta
mamada. ¿Quién hace eso? Página|31
—Nuestro primo, ese mismo. Siento haber pensado que tenías algo
que ver con eso. Lógicamente sé que no es así como trabajas, solo que
todo es un puto desastre. —Bane se frota la nuca y suspira—. No sé lo
que pensaba, pero las consecuencias de esto van a ser malas, y estás
justo en el medio.
***
Debería haber esperado que esta tormenta de mierda no fuera a
terminar con un puñetazo en la cara de Armstrong. Media hora después,
llevaron a mi primo al hospital para arreglar su nariz rota y yo estoy
sentado en una de las suites del ático. Delante de mí, mi madre, muy
angustiada, se encuentra arropada por mi padre, muy enfadado. Él no
deja de preguntarle si necesita algo, pañuelos, agua, vino, una manta.
Bane ha ido en busca de Ruby y la novia fugitiva. Mi otro hermano,
Griffin, está cuidando a su prometida angustiada, quien no puede creer
que algo así pueda suceder. Todo este fiasco ha alterado todo el statu quo
en esta comunidad. Y aparentemente estoy en el centro porque fue mi
cita quien “arruinó” la boda. No Armstrong, que puso su pene en la boca
de otra persona, sino la chica que abrió la boca y yo, porque la traje.
Claro, mi madre se siente directamente responsable, porque fue
quien me empujó a invitar a Brittany. No importa cuántas veces mi padre
y yo le aseguremos que ella no podría haberlo sabido, y que Armstrong
es responsable de sus propias acciones, va a seguir sintiéndose culpable.
Igual que lo hizo cuando las cosas con Armstrong se volvieron inestables
cuando éramos adolescentes.
Mi madre es una buena mujer con un gran corazón, y ahora mismo
el suyo está roto por lo que ocurrió y su supuesta participación en el fin
de este matrimonio. No importa que incluso si Armstrong no hubiera
metido la pata esta noche, hay muchas posibilidades de que lo hubiera
hecho en algún momento.
Me preocupa el impacto que esto tendrá en mi madre y su salud.
El estrés no es bueno para ella. Luchó contra el cáncer y ganó hace un
par de años. Durante ese tiempo, fue la persona enferma más amable y
desinteresada que he conocido. El tipo de mujer que se niega a permitir
que su enfermedad interfiera en sus obras de caridad o en sus cenas
familiares.
Cuando se enteró del cáncer, fui el primero al que le contó, incluso
antes que a mi padre. Le llevó meses decírselo. En ese tiempo, Bancroft
viajaba con su equipo y Griffin era la mano derecha de papá, por lo que
asumí el rol de cuidador y confidente, lo que nos unió más, aunque ya
éramos unidos.
Por ese motivo, fui yo quien presenció lo difícil que fue para ella. Página|32
Mantuve el secreto hasta que fue demasiado para ambos, respetando su
deseo de proteger a todos de su dolor.
Me hice responsable de asegurarme de que todos los eventos de los
que estuviera a cargo no se pospusieran, y de que se diera el tiempo que
necesitara para sanar. Lo que conllevó a que dejara de lado un montón
de cosas en el trabajo que tenía con mi padre en el imperio de hoteles
Mills. Nos creó un poco de resentimiento, y reforzó la conjetura de que no
me tomaba en serio el trabajo, pero lo acepté porque las madres no son
reemplazables y la mía dedicó toda su existencia para asegurarse de que
criaba a tres niños respetuosos. Preferiría que la gente pensara que yo
soy un fiasco antes de arrebatarle el orgullo y propósito a mamá.
El chisme respecto a todo esto va a ser asqueroso y, Gwendolyn, la
hermana de mamá y la madre de Armstrong, va a causar problemas.
Inventándose excusas de cómo esto no podría ser culpa de su precioso
hijo.
Mi padre habla de cómo esta generación no valora la santidad del
matrimonio. Debo coincidir en lo que respecta a los valores de Armstrong.
Me alegra no haber sido criado en un hogar donde el matrimonio es solo
una palabra. Mis padres fueron devotos y se nota.
—Creo que lo mejor va a ser que salgas de la ciudad hasta que pase
lo peor.
—¡Harrison! —lo reprende mamá.
—Lo siento, Meredith. —Le cubre la mano con la suya y le da un
apretón—. Me expresé mal. En realidad, es una buena oportunidad. Hay
algunas propiedades que necesitan atención en las islas polinesias y que
podrías visitar. Tendrás que comprar un vuelo lo más pronto posible, así
arreglamos todos los papeles antes de que te vayas. Sin embargo, creo
que lo mejor es que trabajes desde casa hasta entonces, para evitar los
chismes, porque todos sabemos lo mucho que les gusta hablar a tu tía y
a tu primo.
Tiene razón. Si estar fuera del país ayuda a frenar los chismes o a
sacar a mi familia de la línea de fuego, estoy dispuesto a hacer lo que me
pida mi padre. Me preocupa cómo resultarán las cosas con Amalie, pero
no hay nada que pueda hacer al respecto. —Está bien. Si crees que esto
solucionará las cosas.
Mi padre golpetea el brazo de la silla; ya ha pasado de un sermón
enojado a un modo profesional. Y a pesar de estar bajo la influencia de
una cantidad sustancial de alcohol, yo también.
Tomo notas en el teléfono mientras habla. Investigo las reseñas
más frecuentadas y apunto algunos de los centros turísticos de las islas
polinesias. —Creo que debería centrarme en Bora Bora, considerando lo
que veo.
—Genial. Cómprate un vuelo, pero deja el tiempo suficiente como
para prepararte.
Página|33
—¿Debería agendar un pasaje de regreso, o dejarlo libre?
—Probablemente es mejor que lo dejes libre, en caso de que haya
otras propiedades que también requieran de atención.
—Está bien. —Es difícil creer que no hace mucho, Amalie vestía
lencería y me rogaba que la follara, y ahora iba a tener que salir del país
para evitar las repercusiones de esta basura.
—Haré que tu asistente te envíe cualquier información pertinente
que no seamos capaces de asegurarte antes de que te vayas.
—Puedo pasar por la oficina de camino a casa y recoger lo que
pueda —ofrezco.
—Buena idea. —Le da otro golpecito al brazo de la silla—. Sé que
no es lo ideal, Lexington, pero estas podrían y deberían ser algunas de
nuestras presentaciones más exclusivas; confío en que te mantendrás
concentrado mientras estés allí y que tratarás de no preocuparte por lo
que sucede aquí.
—Lo entiendo por completo; haré lo mejor.
—Espero que así sea. Sé que eres capaz de un montón cuando
pones la mente en el tema.
—Gracias, papá. —He estado trabajando como loco los últimos seis
meses, tratando de redimirme ante el desastre de Londres la primavera
pasada. Y sí que lo arruiné. Ese viaje llegó justo después de la fiesta de
compromiso de Armstrong y Amalie. Creí que podía lidiar con todo lo de
la boda, pero fue la necesidad de refregármelo en la cara de Armstrong lo
que me colapsó en la fiesta. Las indirectas, los comentarios venenosos
que decía, el anillo ostentoso y las fanfarronadas acerca de dominar a
una salvaje fueron más de lo que soporté. Pasé una buena parte del viaje
solo y enojado, microgestionando a Bane y, en general, volviéndolo loco.
Admití haberlo arruinado, y quise ser yo quien rectificara ese error,
pero papá me sacó del proyecto y metió a mi hermano. Desde entonces,
he estado intentando ganarme una vez más la confianza que perdí. El
que mi hermano menor se hiciera cargo fue otro punto difícil. No es su
culpa ser inherentemente bueno en todo lo que hace, pero a veces su
estatus de niño dorado me molesta, especialmente considerando lo mal
que me va de por sí.
Mi padre se quita los lentes y se cruza de brazos mientras mamá
bosteza. —Creo que ya estamos todos cansados, así que, lo mejor es que
nos vayamos y discutamos cualquier pregunta por la mañana.
—Suena genial. —Me levanto de la silla y mamá también. Todavía
usa tacones, pero incluso así, apenas y me alcanza la barbilla. Su sonrisa
parece llena de dolor mientras se endereza y me arregla la corbata, como
siempre. Aprieta los labios y me ajusta la camisa; luego frota una parte
de mi cuello.
Joder. Sé exactamente lo que es.
Página|34
—¿Es un…?
Pongo una mano sobre su boca, esperando que mi expresión le diga
que no termine esa pregunta.
Frunciendo los labios, mueve la palma hacia mi mejilla.
—Esa chica no tiene ningún respeto. Lo siento tanto, Lexington.
Prometo no hacer de casamentera de nuevo; obviamente mis elecciones
carecen de clase.
Tomo su mano entre las mías. Está temblando. —No es tu culpa,
mamá. Por favor, no te culpes. —No voy a decirle que el chupetón no es
de Brittany. Considerando que ya es la mala de la historia, no está de
más añadirle algo de gasolina extra a su fuego de villana.
Me da una sonrisa triste. —Gracias.
No creo que se refiera solo a mi comentario, sino también a mi falta
de oposición a salir del país por algo que, esencialmente, no es mi culpa.
—Solo lo hago por ti. —La abrazo, esperando que toda esta situación no
provoque una pelea entre mamá y mi tía. Así como Armstrong puede ser
un idiota, Gwendolyn puede comportarse como una perra.
Espero a que el ascensor se dirija al vestíbulo del hotel antes de
buscar información sobre el vuelo a Bora Bora. Las puertas se abren y
salgo al vestíbulo, agradeciendo que esté prácticamente vacío. Debería
haberle pedido al conductor que me esperara en la puerta del costado.
Camino con rapidez, manteniendo la mirada fija en el móvil para parecer
concentrado y evitar el contacto visual con alguien que pueda seguir aquí.
—¡Lexy! —La voz estridente y para nada bienvenida casi hace que
me tropiece.
Acelero y finjo no oírla, pero el ruido de tacones aproximándose me
advierte que escapar no es posible. Me alcanza justo mientras abro las
puertas y salgo hacia la noche ventosa de Nueva York.
—¡Oye! —Brittany me coge del brazo.
—No. —Me aparto de su agarre y retrocede un paso, con los ojos
abiertos de par en par, tristes y vidriosos.
Se coge las manos y deja caer la cabeza. —Lo siento.
Ignoro la disculpa. —¿Qué haces aquí todavía?
Levanta un hombro. Hace frío y no está vestida apropiadamente
para el clima. El chal cubriéndole los brazos no hace nada para evitar el
viento levantándole la falda. —Mis padres se fueron sin mí. Pensé que tal
vez debía esperarte… pero creo que fue una mala idea, ¿no?
Respiro profundo. Un dolor de cabeza me ataca las sienes. —Sí, fue
una mala idea, Brittany. ¿Tienes idea del lío que has causado esta noche?
Juguetea un poco con la cartera y su cabello; luego suspira antes
de decir algo que me hace odiar incluso más a Armstrong. —Armstrong
Página|35
me dijo que podría ayudarme a conseguir un contrato para Moorehead
Media —dice con rapidez—. Se suponía que nadie se enteraría, y ya nadie
es realmente fiel, y no es que estuvieras tan interesado esta noche con lo
deprimido que estabas. Luego desapareciste después de la cena, así que
aproveché la oportunidad. No quería arruinar la boda.
No puedo creer lo que escucho. En definitiva, Armstrong y Brittany
se merecen. No tengo la energía para manejar esta situación. Mi enojo es
demasiado grande, y si continúa hablando, voy a decir algo de lo que me
arrepentiré. —Deberías irte a casa.
La cojo del codo y la llevo a un taxi. Abro la puerta y le hago señas
para que entre. Se desliza hacia un lado como si fuera a entrar con ella.
—¿Tienes alguna tarjeta de crédito para pagar? —le pregunto.
—¿No vendrás conmigo?
—No, Brittany.
—¿Por qué no?
Me froto el espacio entre los ojos.
—¿En serio necesitas preguntarlo?
Se ajusta la falda así no corre el riesgo de mostrarnos algo de más
a mí o al conductor. —Pero, Armstrong dijo que no te importaría.
Suelto una carcajada. —Le diste una mamada al novio en una boda
que no era tuya. Incluso aunque no me importara, lo que has hecho es
moralmente reprensible.
Frunce el ceño. Asumo que es porque he utilizado una palabra que
tiene demasiadas sílabas. Inclina la cabeza hacia un lado, su mirada fija
en mi cuello. —¿Eso es un chupetón?
—Buenas noches, Brittany. —Cierro la puerta con fuerza y doy un
golpe en el techo; luego me dejo caer en el asiento trasero de mi propio
auto. Esta ha sido una noche una desgracia, y siento que los próximos
días van a ser iguales, hasta que salga del país y me aleje del drama de
Armstrong. Me pregunto si será igual de fácil para Amalie.
Página|36
Traducido por Julie, Anna Karol & Gesi
Corregido por Pame .R.
Creo que he llorado más en las últimas tres horas que en toda mi
vida. Lo más revelador es que mis lágrimas son principalmente por cómo
Página|37
voy a manejar esta humillación, no porque Armstrong me haya engañado.
Creo que puede ser por la conmoción. Estoy sentada en la sala de estar
de Ruby y Bane tomando un vaso de Perrier.
Mi equipaje había estado en la suite nupcial, esperando a que lo
llevaran a nuestro ático de luna de miel para pasar la noche, pero se nos
había acabado el tiempo y había olvidado pedirle a alguien que lo subiera.
Resultó que fue lo mejor. Bane recogió el equipaje al salir del hotel y lo
trajo aquí.
Ruby pensó que su casa y la de Bane sería más segura que la mía,
ya que hay seguridad y un portero para evitar que Armstrong acceda. Y
además está Bane, por supuesto, que parece estar más que feliz de actuar
como mi guardaespaldas.
Armstrong me ha estado enviando mensajes de texto sin parar. Los
mensajes se han vuelto cada vez más desesperados en las últimas horas.
Los últimos dicen:
Por favor, responde, Amalie, tenemos que discutir cómo
manejar este malentendido.
Estoy seguro de que podemos hallar una manera razonable
de manejar esto si me respondes.
Necesitamos presentar un frente unido para aliviar la
atención negativa de los medios.
Estoy en tu apartamento, pero como nunca me diste una llave
no puedo entrar.
Nunca ha tenido una llave porque nunca quiso venir a mi casa por
la falta de comodidades. No respondo, pero unos minutos después recibo
otra serie de mensajes:
Veo que estás leyendo mis mensajes. ¿Estás en casa? ¿Me oyes
llamar a la puerta?
¿Dónde estás? ¿Por qué no estás en casa todavía?
Tenemos que hablar.
Esto no fue intencional.
La policía está aquí. ¿Los llamaste? ¡Por el amor de Dios,
Amalie, contéstame!
Tiro el teléfono en el sofá y suspiro. En las pocas horas que llevo
en la casa de mi amiga solo he conversado con mi madre, y fue muy breve.
Me sorprende, y también me alivia, que no haya mencionado el perdón a
Armstrong por su transgresión ni una sola vez durante nuestra plática.
Solo quería saber si me encontraba a salvo, y asegurarse de que no estaba
con ese “marido mentiroso y pervertido”.
También quería venir a verme, pero le dije que estaría bien y que la
llamaría por la mañana. Cuando le pregunté dónde se encontraba papá,
murmuró algo sobre el bar del hotel. Espero sinceramente que esto no se Página|38
traduzca en otro de los largos viajes de negocios de mi padre o en una
excursión de un mes a un spa de relajación para mi madre.
Llevan saliendo de forma intermitente desde que tengo uso de
razón, pero esta boda ha sido algo que los ha unido. Me han apoyado
mucho en lo que creían que era una buena elección para mi futuro.
Cualquier tipo de estrés es malo para la salud de mi madre y me
preocupa que esto pueda tener algún tipo de efecto dominó. No es que
haya nada que pueda hacer razonablemente para evitarlo. Tengo que
centrarme en mi propio desastre de vida.
Apoyo la frente en mi rodilla. —No puedo creer que me haya
lanzado a Lexington.
—Estoy segura de que no eres la primera y no serás la última.
—Eso me hace sentir mucho mejor. —Suelto una carcajada, luego
me estremezco al recordar la forma en que lo llevé al suelo y lo monté a
horcajadas. De la forma en que me volteó y trató de detenerme. Lo había
sentido, contra mi palma y entre mis piernas. Estaba duro. Y era grande.
Grande y duro. Es un hombre grande por todas partes. Nunca consideré
lo grande que era hasta que estuvo encima de mí.
Sus palabras dan vueltas en mi cabeza. Lo último que deseaba era
negarme. No puedo imaginar que lo dijera en serio. De verdad, debo haber
tenido un completo quiebre mental para actuar como lo hice.
—Estabas bastante molesta.
—Corté un vestido de quince mil dólares por la mitad. —Para ser
justos, yo quería algo vintage y sacado de una tienda, pero Armstrong y
Gwendolyn se opusieron completamente, así que terminé con un vestido
excesivamente abultado y excesivamente caro.
Ruby me acaricia el pelo. —Fue algo muy de Amie la Anárquica, y
comprensible, teniendo en cuenta.
Perdí ese apodo, en su mayor parte, cuando empecé a salir con
Armstrong. Llegó a raíz de mi comportamiento a veces revoltoso en la
adolescencia. Tendía a meterme en problemas. A menudo se encontraban
directamente relacionados con los chicos con los que me gustaba salir.
Una vez mis padres se fueron de fin de semana y el chico con el que salía
en ese momento pensó que debíamos hacer una fiesta en casa. No era la
primera y tampoco sería la última. Parecía una buena idea, hasta que se
hizo viral y toda la población de mi escuela se presentó, junto con un
universitario que había estado chateando conmigo en las redes sociales.
Fue una noche complicada.
El apodo me lo gané con los años, teniendo en cuenta todas las
travesuras que había hecho. Descubrí que cuando causaba problemas
durante uno de sus viajes de negocios o escapadas al spa, mis padres se
veían obligados a interrumpir el viaje para poder ocuparse de mí. Desde
luego, era un caso clásico de búsqueda de atención de mis padres. El
resultado fue un par de expulsiones del colegio, un montón de novios que Página|39
supongo que acabaron en la cárcel y varias fiestas en las que se llamó a
la policía.
Pero ahora soy adulta y no quiero tener mis propios antecedentes
policiales, lo que casi ocurrió con mi ex más reciente. No quería volver a
ver o experimentar ese tipo de decepción por parte de mi familia, así que
intenté ser una versión mejor y menos rebelde de mí misma.
Después de la casi detención en el aeropuerto de México, sentí que,
si elegía a alguien bueno, alguien que aprobaran, podría deshacer parte
del daño que había causado la última relación y hacer que se sintieran
orgullosos de nuevo. Habían estado tan emocionados por la boda, y eso
me hizo sentir que hacía lo correcto. No quiero que este fracaso les afecte
negativamente, pero si soy sincera, me sentí bien al cortar ese estúpido
vestido por la mitad. Fue liberador, realmente. Lo odiaba. Los volantes,
la espalda de encaje, el relleno... nada de eso era para mí. Todo era para
otra persona.
Miro a mi amiga. Tengo la cabeza echa un lío. No sé cómo lidiar con
todas estas emociones conflictivas con las que he estado luchando todo
este tiempo. Las que voy a tener que afrontar ahora que mi futuro ha
saltado por los aires por una felación pública.
—Voy a tener que anular este matrimonio.
Ruby me frota la espalda para calmarme. —¿Pierce puede ayudar
con la anulación? ¿Puedes llamarlo por la mañana para que empiece el
papeleo?
—Estoy bastante segura. No es abogado de divorcios, pero alguien
de su bufete probablemente pueda ayudar. Dios mío, ¿qué voy a hacer
con mi trabajo? —Tal vez necesito algo más fuerte que el Perrier.
Es imposible que pueda volver a Moorehead Media después de esto.
Ya he sufrido suficiente humillación en lo que respecta a Armstrong.
—Vamos a tratar con una cosa a la vez. No es algo en lo que tengas
que pensar ahora mismo. Tienes semanas para resolverlo.
Tiene razón, pero pensar en mi trabajo es más fácil que pensar en
cómo todas mis decisiones del último año me llevaron al horror de esta
noche. —No puedo creer que esto haya sucedido. O tal vez sí. No lo sé.
—¿Qué quieres decir?
—Justo antes de que Armstrong me pidiera que me casara con él,
le dije a mi madre que no me encontraba segura de mis sentimientos por
él.
Un breve destello de dolor pasa por el rostro de Ruby. De todas las
personas con las que debería haber tenido esa conversación, es ella. Pero
tal vez su honestidad era lo que temía. —¿Qué te dijo?
—Ninguna relación es perfecta. Dijo que probablemente era porque Página|40
él era muy diferente a lo que yo estaba acostumbrada, y que tendríamos
una vida estable, ¿y no era eso lo que yo quería? Yo pensaba que sí. Creí
que podría hacer que funcionara y no duró ni una noche. —Las lágrimas
brotan y se derraman, bajando por mis mejillas. Mis ojos están hinchados
y rojos. Las rodajas de pepino y las compresas de bolsitas de té no harán
que esto desaparezca, ni por fuera ni por dentro.
Me rodea con sus brazos, lo que hace que las lágrimas caigan aún
más rápido. —Es un idiota y tu madre probablemente no es la mejor para
juzgar las relaciones estables.
—Lo sé. Solo pensé que sería mejor. Realmente pensé que iba a ser
bueno para mí tener esta única persona con la que podría manejar todas
las cosas difíciles, pero esto es simplemente... mucho peor que cualquiera
de los otros chicos con los que salí. Al menos no tenía expectativas en ese
momento. Tal vez estoy destinada a terminar con un imbécil de por vida.
Tal vez mi radar de hombres buenos está roto.
—No creo que esté roto, Amie, solo creo que has pasado tanto
tiempo saliendo con tipos con los que no tienes intención de ir en serio
que ni siquiera sabes qué buscar, o qué quieres. Míralo de esta manera,
al menos esto sucedió antes de que unieran sus vidas. Una anulación es
mucho más fácil que un divorcio un año después.
Tiene razón. A pesar de su apoyo, Ruby siempre ha sido cautelosa
con Armstrong. Ahora está claro que ella tenía razón; mis dudas y mis
preocupaciones estaban justificadas. No debí haberlo ignorado como lo
hice.
—Ni siquiera puedo tener mi luna de miel. —Elegí el lugar más
increíble. Fue la única parte de la boda que fue mi elección. Armstrong
no estaba del todo convencido, pero luego le hice una excelente mamada
y cedió. Sobre todo, no le gustaba el resort, así que me comprometí con
eso. Cara de pene. Parece que el oral debe ser su talón de Aquiles.
Se echa hacia atrás, pensativa. —¿Quién dice que no puedes
tenerla?
Resoplo ante lo ridículo de la idea. —Como si fuera a volar sola por
medio mundo.
—¿Por qué no? —Señala mi equipaje—. Ya has hecho la maleta y
tienes tiempo libre. ¿Por qué no ir?
—¿Sola? —Nunca he viajado a ningún sitio por mi cuenta, no así.
Incluso cuando me mudé a Nueva York, no vine sola: Ruby estaba
conmigo.
—Te has tomado un tiempo libre en el trabajo, no tienes nada que
te retenga aquí. Podría ser bueno tomar distancia de todo esto.
—¿No voy a estar evitando? ¿Y las consecuencias?
Me dedica una sonrisa comprensiva. —Las consecuencias son para
Armstrong, así que déjalo. No creo que sea evitar, creo que es eludir. Es Página|41
mejor que ser bombardeada con todos los chismes y estupideces. Irte va
a ser algo bueno para ti porque le obligará a gestionar su propio
comportamiento de mierda.
Considero esto. Las secuelas van a ser brutales, estoy segura. Los
rumores serán viles en el mejor de los casos. No quiero lidiar con eso
además de todo lo demás. Que se joda Armstrong. Que se jodan todos. Si
alguien se merece una luna de miel soy yo, aunque no incluya un novio.
—Entonces iré sola.
Me aprieta el hombro. —Si pudiera tomarme tres semanas libres,
iría contigo.
—Lo sé. —Ruby está en el teatro, y su horario no le permite tomar
este tipo de vacaciones por capricho—. ¿Y si Armstrong intenta venir? —
Desde luego es algo que seguramente intentará basándose en el número
de llamadas y mensajes que ha enviado esta noche.
Sonríe. —¿No tienes su pasaporte?
Me animo. —Sí. —Junto con todos nuestros documentos para
viajar. Todo lo relacionado con el viaje quedó a mi cargo—. Pero, ¿qué
pasa si se presenta en el aeropuerto?
—Reprograma tu vuelo. Date un par de días para tramitar la
anulación y pasar desapercibida aquí, luego podrás irte con la sensación
de que las cosas están resueltas al menos en parte.
—Esa es una buena idea. En definitiva, no quiero que eso ronde
por mi cabeza mientras estoy tumbada en la playa.
—Completamente de acuerdo. En verdad creo que deberías hacer
esto, Amie. Lo necesitas. Tiempo lejos de aquí. Armstrong era demasiado
aguafiestas para ti. —Su sonrisa crece—. Deja que Amie la Anárquica
salga de la jaula durante unas semanas. Reencuéntrate con tu lado
salvaje. Enróllate con algún bombón de la isla. Hazlo con más de uno. La
vida te seguirá esperando para que la resuelvas cuando regreses.
Tiene toda la razón. Tomar lo que pensé que era la decisión correcta
me jugó en contra. Es irrelevante si enfrento las consecuencias de esta
boda fallida ahora o después. Es imposible que pueda ganar algún tipo
de estabilidad si me quedo en Nueva York. Hay demasiadas cosas de las
que preocuparse.
—Supongo que está decidido. Me voy de luna de miel.
Sola. Pero es mejor que estar aquí, con otro de mis errores colgando
sobre mi cabeza.
***
Al día siguiente reprogramo mi vuelo, cancelo el de Armstrong,
confirmo mi reserva para el hotel, que está a mi nombre, pero pagada en Página|42
su totalidad por Armstrong, lo que me parece razonable ya que fue él
quien la cagó.
Dos días después de la humillación de la boda, Pierce se pasa por
el apartamento de Bane para empezar el papeleo. Ha venido directamente
del trabajo, haciéndome un hueco entre las reuniones, con su chaqueta
de traje gris todavía abotonada. Su corbata verde bosque casi hace juego
con sus ojos. Su cabello arenoso es lo único que no está perfectamente
arreglado. El mechón de la parte delantera ha sucumbido a los factores
atmosféricos, enroscándose sobre su frente. De mis dos hermanos, es el
más callado.
Aunque no suele abrazar mucho, me encuentro envuelta en su
abrazo durante unos largos segundos, los suficientes como para correr el
riesgo de echarme a llorar de nuevo.
Me alejo y respiro profundo, con la esperanza de mantener mis
emociones bajo control durante su presencia. La última vez que me vio
llorar fue después del fiasco de México, cuando papá necesitó su consejo
legal. Me gustaría evitar eso ahora. —Gracias por venir, sé que estás
ocupado.
Me mira con afectuosa simpatía. —Nunca me encuentro demasiado
ocupado para mi hermanita. Solo lamento no haber sido yo quien le
rompiera la nariz a esa mierda.
—Creo que debe haber una fila para eso, y yo estaría al frente de
ella.
—Me gustaría sostener sus brazos y darte un par de manoplas de
bronce.
—Eso te calificaría para el Premio al Hermano del Año. —Hago un
gesto hacia la mesa del comedor—. ¿Por qué no te sientas y pensamos en
cómo sacarme de otro lío?
Le sirvo un vaso de whisky y a mí una copa de vino tinto, a pesar
de que apenas es mediodía.
Saca un montón de papeles de su maletín y los separa en varias
pilas. —Tenemos un par de opciones.
—La que sea más fácil y rápida, quiero acabar con esto cuanto
antes.
—El divorcio podría ser rápido.
Me estremezco… divorcio es un término tan feo en nuestro mundo.
—Me engañó a menos de doce horas de casados. No se ha consumado ni
se consumará nunca.
Se aclara la garganta y golpea el bolígrafo sobre la mesa. —Bien.
Bien. Entonces procederemos a la anulación, que es la segunda opción.
Lo citaremos como fraudulento, ya que contrajo matrimonio sin la
intención de guardar fidelidad. Página|43
Resoplo. —Es una buena manera de decirlo. ¿Hay una tercera
opción?
—Contratar a un sicario y tirar el cuerpo al río, pero hay muchos
cabos sueltos y es una especie de pesadilla legal.
Sonrío ante su horrible intento de humor jurídico. —Optemos por
la segunda opción, ¿sí?
Resulta ser bastante sencillo, así que puedo firmar antes de irme.
Su equipo solo necesita entregar los documentos a Armstrong para
que pueda firmar, y entonces estará hecho. Ya no estaré casada. Aunque
no estoy segura de que lo vaya a poner tan fácil, teniendo en cuenta la
cantidad de llamadas y mensajes de texto que ha enviado desde que lo
dejé en el estacionamiento.
La mayoría de ellos son peticiones para conversar, unos cuantos
citan su frustración por ser ignorado, y un mensaje de voz detalla su
experiencia esperando a que un cirujano plástico le arregle la nariz.
También expresa su descontento al enterarse de que su vuelo ha sido
cancelado y dice que le gustaría disponer de su pasaporte. Ni una sola
vez se disculpa. Nada de “lo siento”. Ni “por favor, perdóname”. Bueno,
que a la mierda eso y a la mierda él.
Así que, con muy pocos remordimientos y todos los dedos medios
del mundo apuntando en su dirección, me dirijo al aeropuerto unos días
después del espectáculo de fenómenos que fue mi boda. Bane y Ruby me
acompañan, pero todavía sigo con la paranoia de que Armstrong aparezca
por arte de magia, así que estoy sudorosa y distraída cuando termino de
facturar todo menos mi equipaje de mano.
Me abrazan y me hacen pasar por el control de seguridad. Sola. De
camino a mi destino soñado para la luna de miel, al otro lado del mundo.
Sin marido. Aquí nadie sabe que a mi esposo le hizo una mamada alguien
que no era yo en mi boda. Para ellos, no soy más que una mujer soltera
que se va de vacaciones.
Subo mi equipaje de mano a la cinta y veo cómo se mueve por la
fila. Empiezo a soñar con relajarme en la sala VIP, una ventaja de volar
en primera clase, ya que sirven alcohol a cualquier hora. Pienso pedir
una botella de champán y bebérmela entera a cuenta de Armstrong, ya
que todavía tengo una de sus tarjetas de crédito. No creo que haga falta
mucho para provocarme un buen mareo teniendo en cuenta mi falta de
sueño y de comida en los últimos días.
Entro en la sala de rayos X de cuerpo entero, observo el revuelo en
la cinta transportadora de equipaje de mano y espero que nadie haya
traído algo que no debería. Eso retrasará mis planes para el champán.
Las normas y reglamentos están claramente descritos en la página web.
Armstrong lo revisó al menos tres veces y cotejó su equipaje al menos
otras tres. Su meticulosidad era entrañable al principio, pero ahora
puedo admitir que después de un tiempo se volvió frustrante y molesto. Página|44
No necesito que me recuerden una docena de veces que no puedo llevar
tijeras en un avión.
Sonrío al atractivo guardia de seguridad cuando me hace pasar. No
me importaría que este me registrara ahora mismo. Tengo previsto que
me registren varias veces en esta luna de miel, pero no porque haya
infringido la ley. Voy a dejar salir mi lado salvaje tal y como sugirió Ruby.
—¡Revisión de equipaje de mano! —grita otro guardia.
El de seguridad no me devuelve la sonrisa. Parece poco amigable.
En su lugar, su expresión sombría se vuelve aún más sombría al mirar
al guardia del grito.
Me acerco a la fila de gente poniéndose los zapatos, recogiendo
bolsos y teléfonos, y procedo a hacer lo mismo, pero mi equipaje de mano
no está en la cinta. Miro a mi alrededor y me preocupa que alguien lo
haya agarrado por accidente. Me siento aliviada cuando lo localizo en un
área aparte, donde un guardia de rostro serio está de pie con los puños
en la cadera, enfrascado en una conversación con el antipático que no
me devolvió la sonrisa.
Me aseguro de tener el resto de mis cosas, incluido el pasaporte, y
les saludo. —¡Hola, hola! —Me acomodo el pelo detrás de la oreja y vuelvo
a sonreír, esperando que el Cara Seria sea más amable, y que yo parezca
dulce y sin pretensiones—. ¿Puedo...? —Me acerco a mi equipaje de
mano, pero ambos levantan una mano para detenerme.
—¿Esta es su maleta, señorita? —pregunta el Antipático. Los dos
son atractivos de una manera autoritaria y uniformada. O quizá sea la
única razón por la que son atractivos. Eso y el hecho de que el Antipático
tiene una manga, lo que lo sitúa inmediatamente en mi categoría de chico
malo follable por Amie la Anárquica.
Realmente necesito echar un polvo en este viaje. Mucho. Un año de
sexo educado es más de lo que cualquiera debería tolerar.
—¿Señora?
—Lo siento. ¿Cómo dice? —¿Realmente he estado comiéndome con
los ojos a dos guardias de seguridad? La respuesta es sí. Por un segundo
siento vergüenza y luego recuerdo que mi matrimonio es una farsa y que
puedo comerme con los ojos a quien quiera. Hasta podría ofrecer servicios
orales si me apetece, no es que lo vaya a hacer, sino que soy libre de
hacer lo que me venga en gana.
Es en este momento cuando noto un zumbido. Me froto detrás de
la oreja, pensando que tal vez esté mareada a causa del agotamiento
extremo. O tal vez sea mi teléfono. Excepto que el zumbido no viene de
mi bolso, sino de detrás de los guardias.
—¿Lleva usted algún arma? —pregunta el Antipático. No tiene una
etiqueta con su nombre, así que ese apodo le queda.
—¿Perdón? —¿De qué demonios habla?
Página|45
—¿Tiene armas para declarar?
Qué pregunta tan extraña. No puedo imaginarme como alguien que
llevaría un arma. —¿Armas? Aparte de las que tengo pegadas al cuerpo,
no. —Ninguno de los dos sonríe ante mi broma.
—Llevar un arma no declarada es un delito grave, castigado por la
ley, señora.
—Lo entiendo, y estoy completamente de acuerdo con esa ley, pero
no llevo ningún arma. Todo lo que tengo en mi bolso son simples pinzas.
Pensé que esas eran aceptables. —Dios mío. ¿Por qué tengo las manos
empapadas?
Se miran entre ellos y luego a mí. —Señora, debo preguntarle una
vez más si hay algo en su equipaje de mano que pueda considerarse un
arma.
Repaso mentalmente los objetos de la maleta: Tengo una muda de
ropa, mi maquillaje, joyas, bragas adicionales y... —Oh, Dios. —Me tapo
la boca con la mano al ver la pegatina del emoticono que guiña un ojo en
mi maleta de mano. Llevo dos maletas de mano para este viaje, que
casualmente son del mismo color. La que contiene todos mis artículos
especiales se encuentra marcada con la carita de guiño. La bolsa de mano
de emergencia, en caso de que se pierda, no tiene ninguna pegatina. La
maleta equivocada está de camino a la bodega de equipajes.
La mano de Cara Seria se dirige a su pistolera. Dios mío, cree que
soy una criminal. —Vamos a tener que registrar su maleta, señora.
—¡No!
Doy un paso hacia él y extiende su enorme palma. —No dé un paso
más, señora, o me veré obligado a esposarla.
La gente está mirando. Estoy causando una escena. Bueno, yo no,
pero mi maleta sí. Y este guardia de seguridad antipático e imbécil. Bajo
la voz: —Lo siento. Lo siento mucho. No es necesario que revisen mi bolso.
—Me temo que sí, señora.
—No lo entiende. He facturado la maleta equivocada. Esa tiene
todos mis… artículos especiales. —Mi súplica no tiene ningún efecto. El
que abre mi maleta se detiene para mirarme. Los ojos del Antipático se
amplían un poco. Es la expresión más clara que ha mostrado desde que
empezó toda esta confusión.
Cara Seria abre mi bolsa con cuidado. El zumbido se hace más
fuerte. Oh, mierda. He metido ahí mi vibrador favorito a última hora y me
olvidé de quitarle las pilas. Es la segunda vez que me pasa esto con este
estúpido vibrador. Ya debería haber aprendido la lección.
El Antipático mira dentro de la maleta. Cara Seria se ajusta la gorra
y su mirada se dirige a mí. Un atisbo de sonrisa se dibuja en el lado
derecho de su boca. No creo que sea posible morir de vergüenza, pero me Página|46
gustaría muchísimo morir ahora mismo. O me gustaría ser Hermione
Granger y realizar un hechizo de borrado de memoria a todos los que
están presenciando esto.
Cara Seria debe compadecerse de mí, porque la vibración cesa.
Gracias a Dios. Excepto que no puede dejarlo ahí. Gira el extremo y la
vibración regresa. —Esto tiene poder —le dice a Antipático.
Genial, se burlan de mí. Bueno, que se jodan. Puedo incomodarlos
tanto como ellos a mí. Probablemente incluso más. Dejo que Amie la
Anárquica tome el volante. —Es realmente increíble para la estimulación
de la próstata. —Le guiño el ojo conspirativamente.
Cara Seria trastabilla con el vibrador y lo deja en el estuche, donde
continúa retumbando inquietantemente.
Arrastro mi dedo por el costado de mi rostro y pestañeo varias
veces. —La cabeza bulbosa y curva está especialmente diseñada para ese
mismísimo propósito. La sensación que produce es bastante intensa. Por
supuesto que nunca sugeriría utilizar un juguete como este sin la
preparación adecuada.
Hacen lo imposible por no mirarse entre sí.
Cara Seria alcanza con nerviosismo mi bolso y apaga el vibrador
con rapidez, luego desenrosca el extremo y le quita las baterías. Deja la
unidad en la mesa de acero, posiblemente en represalia al comentario
sobre la estimulación prostática. Imbécil.
Toma un palito, como si los contenidos de mi bolso fueran letales,
y hurga un poco más. Aparecen algunas piezas de lencería junto a una
tanga con tachas que sostiene en alto durante demasiado tiempo.
Creo que por fin estoy a salvo, pero entonces abre la cremallera del
otro lado, él que contiene todos mis divertidos amigos de plástico, vidrio,
silicona y acero inoxidable. Todos. Porque mi plan para esta semana era
introducir a Armstrong al asombroso mundo de los juguetes sexuales y
mostrarle lo divertidos que pueden ser. Podrían haber sido. Además de
que en realidad quería poder llegar al orgasmo sin tanto maldito esfuerzo.
Pensé que podría traerlos todos para asegurarme de que no me faltaran
orgasmos.
Cara Seria echa un vistazo al interior. Se le levantan las cejas. Esto
debería ser interesante. Parece estar particularmente fascinado con el
dilatador anal de acero. Abre el envoltorio de burbujas plásticas y retira
los contenidos, que también se hallan cubiertos con más empaque de
plástico. Soy muy cautelosa con mis juguetes, porque son bastante caros.
Al menos están mayormente fuera de la vista de las personas que todavía
siguen hablando mientras estos matones registran mi equipaje de mano
en busca de armas. Supongo que algunos podrían considerarse armas…
de placer.
Me cruzo de brazos. He superado la mortificación y me encuentro
en territorio de enojo. —Por favor, ten cuidado, es vidrio.
Exhalo cuando termina de desenvolverlo y frunce el ceño. Chicos, Página|47
tan despistados.
—Es un consolador de cristal.
—Joder —murmura Antipático.
—Es justamente para eso.
Esta vez logro sacarle una sonrisa. No me gustan sus dientes. Son
demasiado blancos. Y solo está sonriendo porque quiere ser el que lo use
conmigo. Supongo que algo que he descubierto de mí es que poseo una
extraordinaria cantidad de juguetes sexuales, y es una verdadera pena
que haya sido tan increíblemente tonta como para casarme con alguien
que es lo suficientemente inseguro para disfrutarlos conmigo. Supongo
que puedo agradecerle a Brittany Zorratón por obligarme a ver la luz.
—Esto debería estar bien para su equipaje de mano. —Cara Seria
lo devuelve al empaque acolchado.
Ya creo que estoy casi libre cuando saca un frasco de lubricante
muy grande. Y el lubricante anal. Y mi limpiador de juguetes. Ninguno
de los cuales cumple con las regulaciones para el equipaje de mano. Lo
sé. Por eso están en lo que se suponía que era mi maleta facturada. Tenía
grandes esperanzas para las próximas semanas.
Cierro los ojos, preocupada por estar pasando de la vergüenza
molesta a las lágrimas, y rezo a un Dios cualquiera, espero que femenino,
para que todo esto acabe pronto. Cuando abro los ojos, los guardias están
inspeccionando mis botellas de lubricante. Miro a la fila de pasajeros que
esperan. Algunos miran en mi dirección, pero apartan rápidamente la
vista cuando ven cómo expulsan mis objetos personales de mi maleta.
Y entonces creo que realmente me he vuelto loca. Lexington Mills
pasa por la máquina de rayos X vestido con un traje azul marino y una
barba que podría matar a un espectro. Parpadeo. Y vuelvo a parpadear.
—No, de ninguna jodida manera.
Te follaré y te gustará. Eso fue lo que le dije la última vez que lo vi.
Mientras intentaba ahorcarlo con su corbata. A todos los efectos eso se
considera agresión sexual.
Se abrocha el reloj en la muñeca. ¿Quién usa reloj estos días? Se
guarda el pasaporte, el teléfono y la billetera en los bolsillos y se cuelga
su bolso de mensajero al hombro. Es masculino para un bolso de hombre,
al igual que él. Sentí lo masculino que es entre mis piernas cuando le
rogué que tuviera sexo conmigo. Dios, se lo rogué. Ahora que he pasado
la etapa de conmoción y estoy completamente sumergida y disfrutando
de mi ira, puedo ver con claridad lo desquiciada que me encontraba. Mi
mortificación se duplica gracias a mi maleta de juguetes sexuales.
Antes de que vuelva a calzarse, noto sus calcetines. Tienen dibujos.
Y no solo lunares, diamantes o algún pretencioso patrón a cuadros. Son
de un color azul chillón con lo que parecen ser pequeñas tiras de tocino.
¿Quién es este hombre?
Página|48
Me tomo un momento para retroceder y, de camino a su cara, le
miro el culo y me doy cuenta de que me está mirando fijamente. Desvío
la mirada rápidamente, pero fingir que no le reconozco no va a funcionar.
Sobre todo porque estos tipos siguen registrando mi maldito bolso, y mis
juguetes sexuales y mi lencería están a la vista de todo el que pasa,
incluido Lexington.
Se ve tan sorprendido de verme como estoy de verlo. Su expresión
se vuelve seria a medida que mete los pies en sus zapatos y examina el
área a mi alrededor.
Me preparo para algún tipo de confrontación en el momento que se
me acerca, pero eso no es lo que sucede. Me quedo atónita cuando me
abraza y me da un beso en la mejilla. Me sujeta los brazos y se aleja con
una sonrisa tensa. —¡Amalie! ¡Qué bueno verte! ¿Viajas sola?
Al principio estoy muda, incapaz de entender por qué está siendo
tan agradable. —Y-yo. Sí. Estoy sola. —Siento que me comienza a temblar
la barbilla. Maldición. No puedo llorar ahora mismo.
—Eso es bueno. —Asiente, sus ojos se mueven sobre mi cara y
parece extrañamente preocupado—. Estaba preocupado…
Lleno el incómodo silencio cuando no termina la oración. —Pensé
que me merecía un escape.
—Sí, lo mereces. Definitivamente. —Mira mi equipaje abierto y se
inclina para susurrar—: ¿Eso es tuyo?
Frunzo los labios y asiento con la cabeza. Esto se parece mucho a
una prueba de Papanicolaou. También podría enseñar a todo el mundo
mi vagina con todas las cosas que suelo ponerme o meterme en ella, ya a
la vista del público.
Retrocede, su expresión es entre divertida e intrigada. Espero algún
comentario sarcástico que sume a mi interminable humillación, uno que
me envíe al límite y me regrese a la tierra de las lágrimas y la tristeza. La
ira es mucho más fácil. —Es una verdadera pena que tengas que asistir
a la conferencia sola.
¿De qué demonios está hablando?
Envía su sonrisa de megavatios hacia los guardias. —Amelie es la
reina del sexo, obviamente. —Hace un gesto hacia mi bolso—. Me alegra
ver que has traído muchos de los nuevos productos de la línea Placer
Extremo.
Toso. ¿Placer qué? No entiendo qué sucede.
Señala la botella negra. —¿Les importa?
Miro a los guardias que parecen estar muy confundidos.
—¿Conoce a este hombre?
—Trabajamos para la misma compañía —dice Lexington.
Estoy muy desconcertada. No entiendo a dónde va con todo esto.
Página|49
—Sígueme la corriente —susurra, inclinándose cerca. Entonces me
guiña un ojo con complicidad mientras toma la botella y se dirige a los
guardias—. Esto es un producto genial. —Lo balancea en su mano, tal
vez juzgando el peso en tanto comprueba la etiqueta. No está ni siquiera
cerca de estar lleno. Estoy segura de que se ha dado cuenta. Regresa su
encantadora sonrisa de dientes blancos en mi dirección, asomando su
lengua levemente.
Se me revuelve el estómago con incomodidad. Lo besé. En mi noche
de bodas. Tuve mi lengua en su boca. Sé lo suave que son sus labios. Fue
breve, porque se resistió a mis insinuaciones, más o menos, pero todavía
recuerdo cada segundo. Sobre todo la parte en que su lengua se enredó
brevemente con la mía.
Hace rodar la botella entre sus manos, como si la estuviera
calentando. —Muy efectivo, ¿verdad, Amalie?
Finalmente me doy cuenta de que está tratando de salvarme y que
es posible que pueda darse cuenta de que estoy al borde de las lágrimas,
ya que me ha visto derramarlas recientemente. Me aclaro la garganta y
hago lo posible por seguirle la corriente.
—Oh, sí. —Asiento—. Extremadamente efectivo.
—Mucho mejor que los productos que adormecen, ¿no estás de
acuerdo? —Sigue sosteniéndome la mirada, su preocupación continúa
siendo evidente aunque finge que es una conversación normal en medio
del control de seguridad del aeropuerto. Mientras tanto, las filas siguen
formándose a nuestras espaldas.
Contesto su sonrisa con una vacilante y me dirijo a los guardias,
que lucen increíblemente confundidos. —Por supuesto. Estoy cien por
cien de acuerdo. ¿Qué sentido tendría usar algo que adormece? Entonces
nadie siente nada, y eso anula todo el propósito. —Coloco mi mano sobre
su bíceps y aprieto para mi placer, aunque también para demostrarle mi
aprecio por lo que está haciendo.
—Así es, Amalie. —Se inclina hacia los chicos, bajando la voz—.
Este es un relajante muscular para ayudar a acomodar inserciones más
grandes.
Ambos guardias me miran, y luego vuelven a mirar el contenido de
la maleta. Tal como están las cosas, estoy luchando por contener la risa
histérica que muy bien puede convertirse en lágrimas. Lex se inclina más
y le da un golpecito al dilatador de acero. Es nuevo. Nunca lo he usado.
Ni siquiera me encuentro segura de estar lista para algo así. Los dos más
pequeños son de silicona. Obviamente los he estado utilizando por mi
cuenta porque lo único anal en Armstrong era su personalidad.
Lexington acaricia el metal como a un amante al mismo tiempo que
me sostiene la mirada. —Esta belleza de aquí es exactamente a lo que me
refiero.
Y creo que me acabo de correr en mis malditas bragas. Página|50
Cara Seria me lanza una mirada que no puedo descifrar, hasta que
habla. Parece un adolescente en la pre pubertad. —Lo siento mucho, pero
no puedo permitir que lleve artículos líquidos en el avión. Va en contra
de las regulaciones.
Le resto importancia con un gesto de mi mano, aliviada de que la
tensión parezca haberse roto. —No pasa nada. Tengo tamaños de viaje
de todo. —¿Por qué acabo de decir eso en voz alta?
Lexington me rodea con el brazo y me aprieta el hombro. Debe
parecer que estoy a punto de perder la cabeza si es tan amable después
de lo que le hice. —Siempre está preparada. Una Chica Exploradora
normal especializada en el sexo.
Empiezan el proceso de volver a empaquetar mi bolso, dejando
fuera los artículos que han sido confiscados; así que, todo excepto mis
botellas gigantes de lubricante y mi flamante botella de limpiador de
juguetes.
Al menos se acabó la vergüenza. Eso espero. Solamente tengo que
mantener la compostura el tiempo suficiente para terminar de guardar
mis cosas y entonces tengo que alejarme de Lexington, porque mi control
emocional está a punto de romperse.
Traducido por Tolola
Corregido por Alessandra Wilde
Creo que me va a explotar el cerebro. Amalie, una mujer tranquila Página|51
y equilibrada (aparte de la noche de su boda, como es lógico), recatada y
muy sexy, tiene el equivalente de la fábrica de Willy Wonka en una tienda
de juguetes sexuales portátil guardada en su maldito equipaje de mano.
—Voy a tener que limpiarlo todo —se queja.
Los guardias de seguridad actúan como si hubieran encontrado
una bolsa de caramelos y estuvieran a punto de pelearse por quién se los
come. Tiene razón en lo de la limpieza. Esos dos han tocado casi todos
los objetos de esa bolsa. Aunque lleven guantes.
Tengo que preguntarme qué pasó para que la abrieran en primer
lugar. Ella no parece una criminal. De hecho es exactamente lo contrario.
El aspecto de Amalie entra en la categoría de dulcemente sexy, y se ha
vuelto infinitamente más sexy gracias a la fábrica de juguetes sexuales
que guarda en ese bolso. El dilatador de acero es muy intrigante. Parece
ser una chica traviesa y sucia. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿por qué
demonios Armstrong metía su pene en otras bocas?
—¿Puedo ayudar? El de acero y el de vidrio no deberían estar uno
al lado del otro. —La voz de Amalie es muy clara, dulce como el azúcar,
con una pizca de vacilación. Pero su postura refleja su molestia.
—Sí, claro, lo siento. —Los miembros de la seguridad dan un paso
atrás y la observan hacer lo suyo, reordenando artículos, envolviendo,
moviendo cosas. Es suave y eficiente; su vergüenza por esto solo es visible
en el toque de color rosa en sus mejillas y la única gota de sudor que cae
por su sien, junto con la exhalación temblorosa de la respiración.
Esta es la versión de ella con la que estoy más familiarizado, sin el
bolso de los juguetes sexuales. La sonrisa educada, la tranquilidad, el
comportamiento uniforme, a pesar de las circunstancias actuales. El
hecho de que se comporte tan bien, teniendo en cuenta por lo que ha
pasado, es un testimonio de su fuerza como persona.
Observo el temblor apenas imperceptible de su mano y el fuerte
movimiento de su garganta mientras cambia de sitio los objetos de su
equipaje de mano. Hay mucho espacio para ajustar todo ahora que faltan
los frascos de lubricante. Cierra la cremallera del compartimento interior
y el bolso.
—Puedo ayudarle —le ofrece uno de los de seguridad.
—Está bien. Ya lo tengo. —En su prisa por cerrar la maleta, su uña
se engancha en los dientes del cierre, rompiéndola—. ¡Mierda! —Sacude
la mano e inspecciona el daño. Se ha desgarrado hasta el fondo, la sangre
se acumula y gotea por su dedo anular. El cual observo que no tiene el
anillo de diamantes.
Me meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta y busco un pañuelo
de papel, pero lo único que encuentro es uno de tela, probablemente de
un evento anterior.
—Aquí tienes, déjame ver. Página|52
La tomo de la mano antes de que tenga la oportunidad de protestar
y le envuelvo el dedo con la tela, presionando suavemente por debajo del
lecho de la uña. El rojo se expande por el gris.
Intenta apartar la mano, pero la sujeto con fuerza. —Estoy bien,
Lexington, de verdad. Nunca podrás quitar la mancha de sangre.
—No me preocupa demasiado un trozo de tela que esencialmente
no sirve para nada más que para ser decorativo. —Unos dedos largos y
delgados con uñas perfectamente cuidadas, aparte de la desgarrada, se
flexionan alrededor de mi palma. Tiene manos delicadas, piel suave. El
imbécil de mi primo tuvo acceso a estas manos y fue tan tonto como para
arruinarlo. Realmente es un idiota.
Amalie posa su mano libre en mi antebrazo. —Lexington, por favor.
—El temblor es más prominente, y se refleja en su voz. Su pánico es
evidente cuando levanto mis ojos a los suyos. Parpadea rápidamente, sus
pestañas se humedecen con cada intento frenético de mantener sus
emociones bajo control—. Por favor. —Apenas se oye.
Le suelto la mano y mi pañuelo de bolsillo cae hasta el suelo.
—Lo siento. —Se echa el bolso al hombro, toma su equipaje de
mano y saluda con la cabeza a los guardias de seguridad antes de cruzar
las puertas y dirigirse a las de embarque.
Recojo la tela manchada, la meto en mi bolsillo y la sigo. Camina a
toda velocidad con tacones.
—¡Oye! —grito, aunque está claro que intenta escapar de mí ahora
que el fiasco más reciente ha terminado.
No sé cuándo volveré a verla, y con la forma en que sucedieron las
cosas en la boda y justo ahora, eso no me gusta. No quiero que se sienta
mal por lo que pasó en su suite nupcial.
—¡Oye! Amalie. —La agarro del codo.
Su cabeza baja junto con sus hombros. La postura sumisa no dura
mucho. Endereza la columna vertebral con una exhalación honda, vuelve
su mirada abatida hacia mí y me dedica su característica sonrisa cortés.
—Gracias por ayudarme a salir de una situación incómoda. —Señala con
la cabeza el control de seguridad—. Fue muy... creativo.
Sus ojos vuelven a cerrarse un momento. Se coloca los mechones
rubios detrás de la oreja y suelta otro suspiro tembloroso. —También me
gustaría disculparme por mi comportamiento en la suite nupcial. Estaba
muy... angustiada y actué de manera inapropiada. No debería haberte
atacado así.
Esa es una manera de interpretarlo, supongo. —Soy muy capaz de
defenderme cuando es necesario, y no me sentí atacado en ningún
momento.
Página|53
Su sonrisa vacila y le tiembla la barbilla. —Dudo mucho que eso
sea cierto. No suelo ser una lunática. En fin, lo siento mucho. Que tengas
un buen viaje, Lexington.
Se da la vuelta para alejarse, pero yo sigo agarrando su codo.
—Amalie, espera. —No sé qué voy a decir, o si hay una combinación
de palabras que haga que lo ocurrido sea menos incómodo para ella. Mi
respuesta inicial es restarle importancia a las cosas, pero no estoy seguro
de que una broma sea apropiada con la forma en que parece estar a punto
de desmoronarse.
—Por favor, Lex, tengo que irme. Necesito... —Una lágrima se le
escapa por el rabillo del ojo y se la limpia de un manotazo, liberándose
de mi agarre.
Sus pequeños tacones chocan con el suelo de baldosas mientras se
aleja corriendo y desaparece en el baño de mujeres. Me planteo esperar,
pero creo que podría empeorar las cosas si lo hago. Espero que la próxima
vez que la vea sea en mejores circunstancias y que esté menos angustiada
y avergonzada.
Resignado, me dirijo a la sala VIP, a la que agradezco tener acceso.
También agradezco que hubiera un asiento de primera clase disponible
en este vuelo. Dieciocho horas en un avión en clase turista habrían sido
una tortura. Soy alto y no especialmente estrecho, así que cualquier cosa
que supere cuatro horas en un asiento estrecho hace que se agarroten
todo tipo de músculos.
Pido un café y ojeo el menú. A esta hora tan extraña, me apetece
desayunar. Mientras espero a que lleguen los huevos benedictinos, reviso
algunos correos electrónicos. Úrsula, mi asistente, me ha remitido toda
la información que solicité sobre los hoteles que voy a visitar. Supongo
que es bueno que tenga dieciocho horas en las que estaré atrapado en un
asiento, sin poder ir a ningún sitio más que al baño, para revisarlo todo.
Paso los siguientes veinte minutos leyendo correos electrónicos, y
solo paro lo suficiente para comer a toda velocidad los huevos y pedir que
me rellenen el café. Mis platos están limpios, excepto la taza de café, y
considero la posibilidad de beber un Bloody Mary, ya que todavía faltan
treinta minutos para el embarque, cuando el sonido de unos tacones
atrae mi mirada hacia la entrada de la sala. Amalie se congela al verme.
Por un segundo pienso que podría darse vuelta y salir corriendo de nuevo,
pero empujo con el pie la silla junto a la mía. Suspira, pero acepta la
oferta y se deja caer en la silla.
Tiene los ojos hinchados y también los labios. ¿Se ha pasado la
última media hora encerrada en el baño llorando? —¿Estás bien?
—Creo que la respuesta a esa pregunta es probablemente obvia. —
Se señala la cara y sacude la cabeza. Su sonrisa es suave pero tensa—.
¿Y si fingimos que estoy bien y que todo lo ocurrido entre el sábado y
ahora no ha sucedido?
—Claro. —No quiero presionarla para que hable, pero el hecho de
que esté aquí y la ausencia de Armstrong me hace sentir curiosidad por Página|54
saber qué pasó exactamente entre el momento en que la metí en el auto
con Ruby y ahora.
Toma un paquete de azúcar de la mesa, con una pequeña sonrisa.
—Gracias. Otra vez.
Me reclino en mi silla, dándole espacio. —Cuando quieras. Soy el
rey de la evasión.
El ruido que hace está entre una risa y un resoplido. Es mucho
mejor que las lágrimas. Puedo soportar las lágrimas sin problemas, pero
prefiero hacerla sonreír, si es posible.
A pesar de la hora, pide una botella de champán cuando el
camarero se acerca a comprobar nuestra mesa.
—¿Por qué no pides algo de comer con eso? —sugiero antes de que
el camarero se vaya.
Hace una mueca. —No tengo hambre.
—No puedes beber solo champán. —Al menos yo no lo sugeriría.
Su sonrisa es condescendiente. —Por supuesto que puedo. Y vas a
mirarme hacerlo.
Contengo una respuesta refiriéndome a lo que me dijo en la suite
nupcial, pensando que es muy pronto para hacer una broma, y hago otro
pedido idéntico al que acabo de consumir, así como un nuevo café y un
vaso de jugo de naranja para Amalie, por si quiere hacer mimosas muy
caras o simplemente diluir el alcohol que se siente obligada a consumir.
—Supongo que tendrás un viaje de negocios —dice una vez que el
camarero se va.
—Así es, un poco inesperado pero no inoportuno. —Supongo que
un aspecto positivo de esto es saber con absoluta certeza que el hecho de
que ella esté aquí sin Armstrong significa que él no tendrá la oportunidad
de inventar alguna excusa creativa para su comportamiento.
—¿En serio? ¿Está todo bien? —Su preocupación es extrañamente
genuina. O tal vez no es rara, pero la situación y nuestras circunstancias,
junto con los acontecimientos de la boda, lo hacen así.
—Todo está bien.
La parte derecha de su boca se levanta. —Bien es lo que dice la
gente cuando no quiere decirte la verdad.
—Antes me dijiste que estabas bien.
—Y estaba mintiendo, igual que tú ahora. —Gira el paquete de
azúcar entre sus dedos, tal vez para tener algo en lo que concentrarse
que no sea yo.
—Eso es un poco hipócrita, ¿no crees? ¿Por qué debería decirte la
verdad cuando no me das la misma cortesía?
Página|55
Su mirada se levanta por un breve momento, su tristeza es casi
palpable. —Porque ya sabes la razón por la que no estoy bien. Estuviste
allí.
Nuestro camarero nos interrumpe y su expresión se transforma en
un cortés alivio cuando le trae la botella de champán. A su asentimiento,
él saca el corcho y le sirve una muestra. Lo rechazo cuando me la ofrece.
Espera a que ella tome un sorbo y exprese su aprobación antes de
llenar su copa y dejarnos solos de nuevo. Sus ojos se cierran y suspira,
con una sonrisa triste, mientras bebe otro sorbo más fuerte. En realidad
es más bien un trago. —¿Y bien? —pregunta.
—¿Y bien? —Estoy demasiado ocupado observando cómo se pasa
la lengua por el labio para recordar cuál fue su pregunta.
—¿Por qué están bien las cosas?
—Supongo que por la misma razón por la que las cosas están bien
para ti ahora.
Se detiene con el vaso en dirección a la boca, con el ceño fruncido
por la confusión. Es absolutamente impresionante, incluso con los ojos
hinchados y ligeramente inyectados en sangre.
—¿Cómo es eso?
—Mi cita ocasionó el problema y tengo una historia interesante con
Armstrong que puede llevar a algunos a pensar que yo orquesté lo que
sucedió, así que alejarse de los chismes es lo mejor. —Doy un sorbo a mi
café. Está demasiado caliente y me quema el paladar, pero me impide
elaborar más.
—¿Te están castigando? —Parece consternada y posiblemente
culpable ante la idea.
—No, en absoluto. A mi tía le gusta causar drama, al igual que a
mi primo, así que lo estoy evitando. —Agrego un paquete de azúcar a mi
café—. De todos modos, este viaje es necesario a pesar de todo, y resulta
que el momento es bueno para evitar conflictos adicionales, así que me
estoy tomando un descanso de Nueva York. No te sientas mal por mí, voy
a pasar las próximas semanas en un hotel de lujo.
Me recompensa con una dulce carcajada. Es bonita, pero puedo oír
la nota de amargura que empaña el sonido. Amalie termina su primera
copa de champán y se sirve otra. Afortunadamente, llega su comida.
Actúa como si alguien hubiera dejado caer un cadáver delante de
ella cuando el camarero intenta dejar el plato. —No, no, no. Eso no es
para mí. Es para él.
Le hago saber al camarero que está bien. —Ya he comido.
Amalie se echa lo más atrás posible en su silla y señala el plato,
absolutamente horrorizada.
—No puedo comer esto.
—¿Tienes alergias alimentarias? —No consideré esa posibilidad. Página|56
—No.
—¿No te gustan los huevos?
—No. Digo sí, me gustan los huevos. —Empieza a jugar con su
cabello, enroscando el extremo alrededor de su dedo.
—¿Pero la salsa holandesa no?
—Pues sí, también me gusta. —Suelta las manos y las junta.
—¿Eres vegetariana? ¿No comes jamón? —En la boda sirvieron filet
mignon, así que dudo que sea el caso.
—Puedo comer jamón. —Su mirada se posa en la comida que tiene
delante, con el anhelo reflejado en sus ojos. Del tipo que me gustaría ver
dirigido a mí, en un escenario similar al que he vivido recientemente, pero
no fruto de la desesperación.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—No está en mi dieta.
Tengo que esforzarme para entender su voz susurrante, así que
asumo que la he escuchado mal.
—¿Has dicho dieta?
Se echa atrás, quizá por mi tono. No quiero parecer duro pero, en
serio, Amalie tiene un cuerpo de infarto. Probablemente sea la estrella de
muchas fantasías masculinas y, aunque no debería, ha sido en alguna
ocasión la estrella de las mías.
—Quizás dieta sea la palabra equivocada.
Acerco mi silla a la suya y separo la servilleta de lino de los
cubiertos. —No hay ninguna razón concebible para que vigiles lo que
comes.
—Necesitaba que me entrara mi vestido —susurra—, y quería estar
guapa cuando me lo quitara.
Le tiendo la tela sobre el regazo. Me hallo en su espacio. Debería
retroceder. Estoy seguro de que ha tenido unos días difíciles y que flirtear
con ella no va a mejorarlos, pero mi boca y mi cerebro no se encuentran
sincronizados, así que digo algo que no debería. —Creo que te olvidas de
que te he visto sin ese vestido, y mantengo mi afirmación original. No hay
ninguna necesidad de que vigiles lo que comes.
—Pensé que habíamos acordado no hablar de eso. —Sus ojos se
fijan en donde estoy cortando un pedazo de su desayuno.
—Es una referencia indirecta con la intención de defender algo.
Abre, por favor. —Levanto el tenedor, acercándome a un centímetro de
su boca antes de que me lo arrebate.
—Puedo alimentarme sola, gracias. —Me mira mientras mastica,
pero su expresión de descontento no dura mucho. Sus ojos se cierran Página|57
cuando traga y gime—: Dios mío.
—Está rico, ¿verdad?
—Increíble. —Come el resto rápidamente, lo que es bueno, sobre
todo si piensa beberse toda la botella de champán. Parece muy probable,
ya que se ha bebido la mitad y ha decidido servirse otra copa. Levanta la
botella con una sonrisa conmovedora—. ¿Seguro que no te gustaría un
poco del dinero de Armstrong en forma de bebida? Es delicioso, sabe a
billetes de dólar deslizándose por mi garganta.
Últimamente he bebido demasiado champán a medio gas pero, si
eso reduce la cantidad que ella consume antes de embarcar en su vuelo,
me lo trago. Casi me tira la copa en su intento de servir, así que tomo la
botella y lo hago yo mismo.
Hay una pausa en la conversación y hace girar la copa entre sus
dedos. —Lo siento mu...
Antes de que pueda terminar de presentar otra disculpa, el sistema
de altavoz se activa. —Vuelo seis-nueve-uno-cuatro con destino a Bora
Bora embarcando pasajeros de primera clase por la puerta treinta y siete.
—El mensaje se repite una vez más y ambos levantamos las manos para
hacerle una señal al camarero. Amalie lo hace mientras bebe champán.
Deja la copa y se limpia una gota de la barbilla. Sus mejillas se
sonrojan, tal vez por el consumo de alcohol, tal vez porque acaba de darse
cuenta de lo que yo también.
Estamos en el mismo vuelo.
Página|58
Traducido por Vane’, -queen-ari- & Lisseth
Corregido por Pame .R.
—¿Te vas a Bora Bora? —Trato de no mostrar mi sorpresa. Seguro
que estoy fallando.
Página|59
—Así es. Y parece que tú también.
—Eso es una coincidencia. —No entiendo cómo es posible. ¿Por qué
no puede terminar mi pesadilla de humillación?
Su expresión es cuidadosamente neutral. —Lo es, bastante. Pero
te aseguro que no tenía idea de que ibas allí.
Pasar una hora en el aeropuerto con Lexington no es lo mismo que
darnos cuenta de que nos dirigimos al mismo destino.
Bora Bora es pequeño y él se dedica a la hotelería. Mi luna de miel
se hallaba reservada en un hotel Mills. Porque son los mejores. Hay una
probabilidad mejor que la media de que estemos en el mismo lugar a la
vez durante mis tres semanas en la isla. No me gusta lo emocionado que
parece estar todo mi cuerpo por eso. Lo último que deseaba era negarme.
No necesito pensar en lo que me dijo, ni en lo desesperadamente
irracional que fui durante esos minutos insoportables. O cuánto deseaba
esa venganza y tal vez aún lo desee. Excepto que ya no estoy segura de
que sea una venganza. Puede que ya haya pasado ese punto. No sé cómo
sentirme al respecto, aparte de conflictiva. Puedo admitir que me atrae
Lex y lo ha hecho desde el momento en que lo conocí. Pero actuar sobre
esa atracción más allá del coqueteo inofensivo que hemos tenido no es
inteligente. Excepto que ahora vamos al mismo lugar, en el mismo avión.
Eso es malo. Muy, muy malo, porque la parte Anárquica en mí cree que
es muy, muy bueno.
Me estiro sobre la mesa con una mano temblorosa y tomo la botella
de champán casi vacía. Costará al menos quinientos dólares, si no más.
Espero poder cargarlo en la tarjeta de crédito de Armstrong y terminar lo
que queda.
Excepto que cuando llega la factura, los gastos no se separaron y
Lexington se niega a dejarme pagar mi parte.
—Por favor, permíteme pagar esto. —Es una declaración, no una
pregunta, y el tono de su voz es autoritario y suavemente persuasivo.
—El objetivo es cargar esa botella a la tarjeta de Armstrong —
argumento.
—Quizás sea mejor esperar hasta que estés fuera del país, ¿no
crees? Puedes acumular recargos en el avión, en todas tus malditas
vacaciones si quieres.
No hay recargos por acumular en el avión ya que estoy en primera
clase, y la luna de miel es todo incluido. Cedo, pero solo porque tiene
razón. Los servicios de spa no están cubiertos en el resort, así que puedo
cargar esos y cualquier ropa o joyería que me llame la atención. Es posible
que deba hacer muchas compras, al menos hasta que Armstrong se dé
cuenta de que estoy cargando cosas en su tarjeta y lo interrumpa.
Mientras Lexington paga el champán extraordinariamente caro,
trago lo que queda en mi copa. Todavía hay un centímetro en la botella,
y si no se vería extremadamente vulgar, me la bebería también. En vez Página|60
de eso, recojo mi bolso y mi abrigo, me aliso la falda; sí, llevo una falda
en un vuelo de dieciocho horas. Quería al menos lucir bien si me topaba
con alguien que conociera. Y, en la remota posibilidad de que pudiera ser
Armstrong, al menos así parecería que todo esto no me molestaba. Por
desgracia, la muda de ropa que empaqué, los pantalones de yoga y una
camiseta, están guardados de manera segura en el tren de aterrizaje del
avión, así que me encuentro atrapada en esto.
El champán me golpea en el instante en que me pongo de pie. Me
tambaleo, agarrando lo más cercano para estabilizarme, que resulta ser
el brazo de Lexington. Su brazo duro como una roca. Su brazo duro como
una roca, que sé está decorado con un tatuaje muy elaborado, escondido
debajo de su camisa de vestir blanca y su chaqueta azul marino.
A los hombres Mills les gusta el arte corporal. Bancroft tiene media
manga, que empieza desde su hombro hasta la mitad de su bíceps. El de
Lexington abarca todo su brazo. Lo vi por completo una vez. Aunque, en
ese momento, no aproveché para admirarlo, ya que fue durante una
velada de Halloween el año pasado. Se encontraba vestido de gladiador.
Su disfraz era brillante y mostraba el increíble cuerpo que actualmente
se esconde bajo su traje, que recaudó más de cien mil dólares durante
nuestra subasta benéfica de solteros.
Me da una sonrisa cómplice y con hoyuelos. Es muy atractivo y
exactamente lo contrario que Armstrong. Tiene el pelo oscuro, mientras
que Armstrong lo tiene claro. Es musculoso donde Armstrong es delgado.
Sus rasgos son cincelados en lugar de regiamente bonitos. Lexington es
pulido, pero debajo de ese exterior suave está el tipo de chico malo que
siempre me ha atraído irremediablemente.
El tipo de hombre con tatuajes de manga completa. El que sugiere
volar a Las Vegas para fugarse y casarse a los dos minutos de conocerme.
El mismo tipo de hombre que se exhibe a una habitación entera en una
velada de Halloween y se sale con la suya. O al menos daba la impresión
de ser un chico malo. Ya no estoy del todo segura de que eso sea cierto
con la forma en que ha venido a mi rescate más de una vez. Y la mayor
parte de lo que me han dicho sobre él proviene de Armstrong y de chismes
intelectuales, cuya verdad siempre está en debate.
Si bien probablemente me hubiera arrojado a cualquier hombre
disponible en mi farsa de boda, todos estos rasgos ciertamente hicieron
que fuera mucho más fácil hacerlo la otra noche.
—¿El champán te está golpeando más fuerte de lo esperado? —
susurra.
Me doy cuenta de que lo estoy agarrando con bastante fuerza, así
que suelto su brazo e intento recuperar el equilibrio. —Estoy bien.
Sus dedos presionan suavemente la depresión de mi columna.
—¿No te alegra de que insistiera en que comieras?
Aparto su mano, nerviosa por la forma en que el contacto me Página|61
calienta desde adentro y porque me gustaría más. Lo que es inapropiado.
No puedo desearlo. Es el primo de mi ex marido. Es el hermano del novio
de mi mejor amiga. Lo veré constantemente en eventos. Ya es bastante
malo que ya me haya arrojado sobre él una vez y haya sido rechazada.
Lo último que deseaba era negarme.
Niego con la cabeza y alcanzo mi equipaje de mano. Por desgracia,
dormir poco y beber casi toda una botella de champán me embriaga,
incluso con el desayuno que me atiborré. Fallo en agarrar la manija y
tropiezo hacia adelante.
—Guau. —Las anchas palmas de Lexington se envuelven alrededor
de mi cintura, impidiéndome plantar la cara en el suelo.
Mierda. Necesito recomponerme. Me estoy avergonzando frente a él
una vez más. Saca una silla, me da la vuelta y me obliga a sentarme.
—Bebe esto, por favor. —Me entrega el vaso de jugo de naranja que
ignoré hasta ahora.
—Tiene demasiada azúcar. —Me doy cuenta de que es una excusa
ridícula y que ya no necesito usar, dado que caber en un vestido ya no es
una prioridad.
Se ríe, luego se pone serio. Agarrando la silla por ambos brazos, se
inclina cerca. Es íntimo y dominante, la forma en que me tiene encerrada.
La energía crepita entre nosotros y no puedo decidir si está en mi cabeza,
o tal vez es porque estoy un poco intoxicada, pero por un momento muy
prolongado quiero estar a solas con él. Desnuda y sola. Quiero olvidar el
desastre que es mi vida.
Mantiene sus ojos en los míos, su voz baja, reservada. —¿Acabas
de terminar casi una botella entera de champán y estás preocupada por
tu consumo de azúcar? Necesitas líquido que no sea alcohol en tu sistema
si quieres subir a ese avión.
Y ya no pienso en él desnudo. No me permitirán abordar si estoy
muy ebria. Si no subo a ese avión ahora, estaré atrapada aquí, lidiando
con las secuelas del fracaso de mi relación. Bebo el contenido del vaso y
lo cambia por el vaso de agua, que también vacío. Saca un paquete de
chicles del interior del bolsillo de su pecho. Crepita cuando agarra un
cuadrado del envoltorio y se lo mete en la boca. Repitiendo la acción,
sostiene el cuadrado cerca de mi boca. En lugar de usar mis dedos, como
debería, separo mis labios y tomo lo que está ofreciendo.
—Buena chica. —Su murmullo apenas audible me produce un
escalofrío.
Vuelven a llamar a nuestro número de vuelo para embarcar, esta
vez en primera clase junto con las zonas uno y dos.
Se endereza, extendiendo una mano. —¿Vamos?
Observo su amplia palma y sus largos dedos, luego levanto la
mirada para encontrarme con la suya. —¿Por qué estás siendo tan
amable conmigo? Página|62
—Porque quiero. Porque no te mereces lo que te pasó. —Su sonrisa
es más que triste, una emoción que no puedo identificar persiste en su
mirada—. Ven. Vamos a llevarte a ese avión.
Pongo mis dedos en su palma y dejo que me ayude a levantarme de
la silla. El agua y el jugo han atenuado ligeramente los efectos del alcohol,
pero acepto su ayuda cuando pasa su brazo por el mío y toma mi equipaje
de mano en su mano libre.
Como estamos sentados en primera clase, no tenemos que esperar.
Lex mantiene una mano protectora en mi espalda mientras caminamos
por la rampa hacia el avión. Me permite ir primero. En cuanto estoy en
la cabina, tomo nota de un detalle muy importante: solo hay dos asientos
vacíos en primera clase y están uno al lado del otro. Por supuesto que
estamos sentados juntos.
Lo miro, luego a los asientos. —¿Tienes la ventana o el pasillo?
—Me parece bien cualquiera, así que toma el que más quieras. —
Sus dedos presionan mi columna vertebral, instándome a avanzar.
Por lo general, cuando viajaba con Armstrong, tenía que sentarme
junto al pasillo porque detesta que le golpeen el codo con el carrito de la
asistente de vuelo. Tomo el asiento de la ventana egoístamente.
—¿Necesitas algo de aquí antes de que guarde esto? —Le da unos
golpecitos al costado de mi equipaje de mano, con una sonrisa diabólica
en la comisura de su boca.
Resisto la tentación de sacarle el dedo corazón, sobre todo porque
me acaba de comprar un champán caro y me salvó de que me negaran el
acceso al avión. En cambio, sonrío descaradamente y agito mis pestañas.
—Debería estar bien, aunque gracias.
Esa sonrisa suya permanece firme mientras levanta la maleta sobre
su cabeza, asegurándola en el compartimento superior. Sale del pasillo
para permitir el paso de los pasajeros. Me ocupo del contenido de mi bolso
en tanto Lexington se quita la chaqueta. Es preciso al doblarla antes de
posarla sobre el brazo de su asiento. Sentándose a mi lado, se desabrocha
los gemelos y se sube las mangas hasta la mitad de los antebrazos,
exponiendo la colorida obra de arte en el brazo más cercano a mí.
Trato de no mirar fijamente, pero es muy hermoso y su antebrazo
es tan... definido. Densamente musculoso. Todos sus músculos son
gruesos. Incluso el de sus pantalones. Oh, Dios. Sentí su pene.
Mis mejillas se sonrojan y aparto la mirada, concentrándome en los
carros de equipaje que se mueven por la pista afuera.
Cierro los ojos, agotada de repente. Mi cerebro ni siquiera funciona
bien. Apenas he dormido desde la boda y estoy un poco borracha. Quizás
más que un poquito. La intervención kármica no tiene nada que ver con Página|63
que terminemos juntos en este avión. Es solo una extraña coincidencia.
La sensación de que me quitan el bolso del regazo me despierta de
un sobresalto. Lo agarro sin pensar. Manos fuertes y cálidas cubren las
mías. —Está bien, Amalie, soy solo yo. No voy a robar tu bolso.
Parpadeo, adormilada, y miro a mi alrededor. Claro. Estoy en un
avión. Con Lex. No mi marido. O mi no-marido. —¿Qué estás haciendo?
—Sale todo inentendible.
—Estamos despegando. Hay que guardar esto debajo del asiento.
Su uso del plural hace que me duela el corazón porque ahora solo
soy yo, y esa unión duró menos de doce horas. —Oh. Cierto. —Renuncio
a mi agarre.
Se inclina hacia adelante, su hombro roza mi rodilla cuando coloca
cuidadosamente mi bolso debajo del asiento frente a mí. El contacto es
breve. —Puedes volver a dormir —susurra, apretando mi mano.
Dejo que mis ojos se cierren de nuevo. Quiero agradecerle, pero
todo se siente demasiado pesado y la oscuridad es mucho más atractiva
que la vida. Así que dejo que la conciencia se desvanezca.
La conciencia vuelve con fuerza. Necesito ir al baño. Con urgencia.
Además, me duele el cuello. Al ajustar mi posición, queda claro que Lex
me ha estado haciendo de almohada. No tengo tiempo de avergonzarme,
una vez más, porque mi vejiga me lo está pidiendo a gritos. Además, Lex
está dormido, así que quizá no se ha dado cuenta de que me acurruqué
con su brazo.
Me peleo con el cinturón de seguridad y gimo cuando no lo consigo
en el primer intento. Tengo que aguantar como loca hasta que por fin
logro desabrochármelo. Al menos ya no estoy borracha. O tan borracha.
Estar de pie solo lo empeora y mis rodillas casi se doblan. Las piernas de
Lex están abiertas, las manos juntas en su regazo. Se ve tan bien incluso
durmiendo, y con toda esa barba de pocos días cubriendo su mandíbula.
Intento moverme a su alrededor, pero el pie se me engancha en la correa
del bolso y tropiezo, cayendo justo encima de él. Le pongo una mano en
cada hombro para no asfixiarlo con mis tetas.
Se despierta sobresaltado. —¿Qué diablos…? —Sus manos van a
mis caderas. Bajo en mis caderas. Las yemas de sus dedos presionan la
parte carnosa de mi trasero. Estoy a horcajadas sobre una de sus piernas
y se me levantó la falda, la banda de encaje de mis muslos apenas se ve.
Este es el atuendo menos práctico para volar. Debería haberme puesto
mis pantalones de yoga, una camiseta y zapatos bajos. A quién le importa
si alguien me veía. Podría haberme comprado unos pantalones deportivos
o algo en el aeropuerto en lugar de llorar en el baño, pero ahora voy a
estar atrapada con esto hasta que aterricemos.
La mirada confusa de Lex se posa en mi pecho, que está justo
delante de su cara, después baja hasta donde están sus manos, y luego
más abajo. Página|64
—Lo lamento mucho. Tengo que orinar. —Sin embargo, mi tacón
sigue atrapado en la correa de mi bolso, así que no puedo escapar. Trato
de agacharme para conseguirlo, pero no llego y solo empeoro la situación
con la forma en que mi pecho lo golpea en la cara. Apenas puedo pensar
en mi necesidad de orinar.
—Espera. Déjame ayudar. —Su mano baja por la parte exterior de
mi muslo. Me agarro a su hombro, insegura de si el dolor punzante entre
mis piernas está relacionado con mi vejiga a punto de estallar, o si la
sensación de su mano rozando toda la longitud de mi pierna está creando
un tipo diferente de dolor. Vuelve la cara y me aprieta la cadera con la
mejilla mientras forcejea con la correa del bolso enredada.
—Listo, ya estás. —Me da una palmada en el trasero y se recuesta
en su asiento.
Sus ojos se agrandan, al igual que los míos, pero no tengo tiempo
para reclamarle por la palmada en el culo porque mi vejiga me recuerda
lo precaria que es mi situación y lo vergonzosa que podría llegar a ser.
Corro por el pasillo, más agradecida que nunca en mi vida por ver
ese cartelito verde de desocupado. Me lanzo al baño, cierro la puerta, me
subo la falda y me bajo las bragas. Son de satén azul zafiro con detalles
de encaje negro. Las compré hace mucho tiempo, antes de Armstrong y
su ridiculez de “solo me gusta la lencería blanca”. Ahora puedo usarlos
cuando quiera. Me pregunto si a Lexington le gustarán.
—Basta —me reprendo. Pero aún siento su mano en mi trasero.
Está claro que fue un accidente. Lo desperté de un susto con mis tetas
en su cara. El golpecito en el culo fue puramente reflejo.
Suspiro aliviada cuando la presión de mi vejiga se disipa de a poco,
pero ese dolor, el de la parte baja de mi vientre, aún permanece. No tengo
ni idea de cuántas horas más voy a pasar en este avión con Lex, pero va
a ser una tortura estar sentada junto a su sensualidad, reviviendo los
humillantes, aunque alucinantes, momentos en los que su boca estuvo
conectada a la mía y su erección estaba entre mis piernas.
Mientras revivo ese momento en mi cabeza, unas turbulencias
repentinas sacuden el avión y hacen sonar la puerta. Espero que sea un
hecho aislado y que este no sea uno de esos vuelos en los que me paso
todo el tiempo agarrada a los reposabrazos. Me apresuro a terminar mis
asuntos para volver a mi asiento antes de que haya más turbulencias.
Abro la puerta, todavía ajustándome la estúpida falda para que cubra los
malditos ligueros, y me encuentro a Lex al otro lado, con una templada
sonrisa. Mis mejillas se calientan cuando paso junto a él, murmurando
“Disculpe” al hombre que espera detrás.
Vuelvo a mi asiento y compruebo la hora en mi teléfono. Llevamos
poco más de dos horas en el aire. Impresionante. Faltan más de quince
horas y los momentos embarazosos siguen sucediéndose como una cinta
de teletipo. Me doy cuenta de que ni siquiera he avisado a Ruby de que
he pasado bien el control de seguridad ni de que estoy en el aire. Me Página|65
conecto rápidamente al WiFi y escribo un correo electrónico.
Pasé la seguridad. Registro completo de equipaje de mano… lo cual
fue increíble considerando que empaqué TODOS mis juguetes y facturé el
bolso equivocado. Mi humillación es extrema y abrumadora. También tengo
un compañero de asiento interesante en el avión. Llamaré cuando aterrice
y te contaré todo.
Besos, Amie la Anárquica
Lo apago justo cuando Lexington vuelve a sentarse. La azafata pasa
con bebidas y bocadillos. Acepto un poco de champán, porque es gratis
y también podría recuperar mi entusiasmo. O volver a dormirme si tengo
suerte. Lexington pide café y agua. Se comporta demasiado bien para ser
el chico malo que yo creía al principio.
Sonríe con ironía a mi champán, saca su computadora portátil y
un par de archivos, y despliega la bandeja del asiento del apoyabrazos.
Finjo hojear la revista del avión mientras bebo un sorbo de champán y
observo con curiosidad cómo mete la mano en la bolsa y saca un pequeño
maletín. Al abrirlo, saca un par de gafas y se las pone.
Querido dulce señor de todas las cosas que derriten las bragas, este
tiene que ser el hombre más sexy que haya pisado el planeta. Lo único
que lo haría más sexy sería que tuviera un cachorro en brazos, o mejor
aún, un bebé.
—No sabía que usabas anteojos. —Sale suave y sin aliento.
Toca los marcos y por primera vez parece un poco avergonzado.
—No los uso a menudo, sobre todo cuando estoy mucho tiempo con
la computadora.
—Te quedan bien.
Eso me hace ganar una sonrisa. —Gracias.
Hago un gesto hacia su computadora portátil, buscando temas de
conversación. No sé por qué me molesto. Está claro que quiere trabajar y
debería dejarlo en paz.
—¿Esperas hacer mucho durante el vuelo? —No conozco bien a
este hombre, aparte de las cenas mutuas ocasionales a las que asistimos,
sobre todo porque he estado cerca de él con Armstrong presente, y su
aversión mutua siempre ha sido muy evidente. Mi primera impresión de
él, que en un principio fue de un atractivo abrumador y un coqueteo
intenso, se vio empañada por la advertencia de Armstrong de que era
problemático. Basándome en lo que sé ahora sobre mi ex, no estoy tan
segura si debería haberlo escuchado en primer lugar.
Lex se encoge de hombros. —Ya veremos. Tengo que visitar algunas
propiedades y trabajar en algunos proyectos, así que no está de más Página|66
empezar a preparar el terreno antes de llegar. Además, espero que mi
padre me haga un millón de preguntas una hora después de aterrizar,
así que es bueno estar preparado.
Tira de su corbata y se la afloja hasta que puede levantársela por
encima de la cabeza. Se desabrocha los dos primeros botones de la
camisa. Jadeo y rozo con la punta de los dedos la débil marca morada
que tiene en el cuello. Tocarlo es como pasar los dedos por un cable con
corriente. Él se sacude al contacto y yo aparto la mano y me la llevo a los
labios. Huelo y saboreo su colonia.
—Lo siento mucho —me disculpo detrás de mis dedos.
Se ríe y acaricia la mancha oscura. —No lo sientas. Me da nostalgia
de mi adolescencia.
Me muerdo el labio para contener mi sonrisa. —Oh, Dios mío. Me
castigaron durante un mes la primera vez que llegué a casa con un
chupetón.
—¿Primera vez? ¿Hubo múltiples infracciones?
—Tenía un novio en la escuela secundaria al que le gustaba marcar
su territorio. No hace falta decir que no era un favorito de la familia. —
Pero sí que era bueno con la boca. No menciono que mientras yo estaba
en la escuela secundaria él ya cursaba su segundo año de universidad.
—Salí con una chica que me hizo un chupetón con su nombre en
el estómago. —Sus ojos se iluminan con el recuerdo.
—¿Tenía al menos un nombre corto?
—Era Jennifer, pero se hacía llamar Jen con una N, así que no fue
tan malo como parece. Bueno, eso no es cierto. Hizo unas letras grandes
y era época de piscina.
—Oh, Dios mío. —Me imagino a Lexington con los abdominales
cubiertos de chupetones.
—Yo era salvavidas. Tuve que llevar una camiseta sin mangas en
el agua durante casi dos semanas. Mimi no estaba feliz.
Mimi, o Meredith, la madre de Lex, es una mujer encantadora y
muy correcta, pero de vez en cuando vislumbro lo que podría ser una
picardía. Son las pequeñas cosas que dice, las indirectas que le dedica a
su hermana, Gwendolyn, la madre de Armstrong.
—¿Cuántos años tenías?
—Tal vez diecisiete o dieciocho. A ella le preocupaba la influencia
negativa sobre Bancroft, no es que tuviera que preocuparse, a él solo le
importaba el deporte. Creo que ni siquiera supo que existían las chicas
hasta la universidad.
—Me parece difícil de creer. —Sobre todo con la forma en que es
con Ruby. Esos dos tratan el sexo como si fuera un deporte olímpico. Página|67
Deseo ese tipo de conexión con alguien. Esperaba tenerlo con Armstrong,
eventualmente, pero en el fondo de mi mente creo que sabía que nunca
sería así.
—El chico era un poco distraído.
—¿Y Griffin? —Es el mayor de los hermanos Mills, Lexington está
en el medio.
—Nació dispuesto a enamorarse. Salió con la misma chica durante
toda la escuela secundaria y quedó destrozado cuando terminó. Salió con
otra chica en la universidad durante tres años, pero ella se mudó a Texas
para la escuela de medicina y simplemente no funcionó. Luego conoció a
Imogen.
—¿Solo ha tenido tres relaciones? —Ni siquiera puedo imaginarlo.
Salí mucho en la escuela secundaria y la universidad.
—Sí. Tres largas.
—¿Y tú qué? —Me estremezco ante lo inapropiado de la pregunta
considerando nuestras circunstancias—. No tienes que responder a eso.
No debería haber preguntado.
—Está bien. —Traza el borde de su computadora portátil—. Y de
hecho quiero decir que está bien preguntar. No tuve relaciones serias en
la escuela secundaria.
—¿Demasiado ocupado con los chupetones?
—Algo así. ¿Qué hay de ti? Apuesto a que tuviste un amor en la
secundaria y cuando te mudaste a Nueva York le rompiste su pobre y
enamorado corazón.
Me río de eso. —No exactamente. No tenía muy buen gusto para los
chicos cuando era joven. Bueno, está claro que eso no ha cambiado, pero
solía perseguir a los malos, o más bien ellos me perseguían a mí.
Su mirada se mueve sobre mi cara. —Seguro que los chicos malos
te amaban.
Muevo las cejas. —Parecía mucho más inocente de lo que era. Ruby
solía llamarme Amie la Anárquica.
—Ese es un gran apodo. Solo puedo imaginar cómo surgió.
—Yo era un poco salvaje. La menor de tres hijos, la única niña y
todo eso. Lo más probable es que hubiera hecho chupetones para escribir
mi nombre en tu estómago. —Supongo que el champán está soltando mi
lengua. Aparto la mirada—. No lo quise decir de la forma en que salió. Ya
voy a dejar de hablar y te dejaré trabajar.
Ignora la última parte, cierra su laptop, y se quita los anteojos,
colocándolos en su bandeja. —Creo que es bueno que no te conociera en
la secundaria.
—¿Te da miedo haberme corrompido? —Estoy siendo sarcástica.
Obviamente. Página|68
—Creo que habrías sido tú la que me habría corrompido, señorita
“uso ligueros en un avión”.
Lo miro de reojo. —Sabía que no podrías dejarlo pasar.
—Esperaba el momento adecuado para introducirlo. —Su sonrisa
es completamente lasciva.
—Tengo la sensación de que la corrupción habría sido mutua si
nos hubiéramos conocido de jóvenes. —¿Por qué no podía simplemente
mantener mis pensamientos para mí?
Su expresión se vuelve sobria. —Habría sido demasiado estúpido
para ver lo que tenía. —La sonrisa vuelve tan rápido como desapareció—
. Y supongo que todavía no habrías tenido tu baúl de juguetes sexuales.
—Aquí vamos. —Pongo los ojos en blanco. Pero estoy segura de que
el rubor en mis mejillas muestra mi vergüenza.
Tiene mayormente razón sobre mi colección de juguetes. Aunque
creo que fui una de las primeras en florecer cuando se trataba de juguetes
y experimentar. Tuve mi primer vibrador antes de que la mayoría de mis
amigas siquiera hubieran tenido sexo. Incluyendo a Ruby. Vuelvo a ojear
mi revista cuando el silencio se alarga demasiado como para continuar
siendo cómodo, y comienzo a imaginar cómo habría sido haber conocido
a Lexinngton cuando atravesaba mi fase salvaje. Una de ellas, de todos
modos.
—¿Puedo preguntarte algo?
Me pongo rígida. En parte porque él está inclinado tan cerca que
su brazo toca el mío. Y su voz es como el sexo. Del tipo travieso y sucio.
Del tipo que no he tenido desde que comencé a salir con Armstrong. Estoy
tan cansada del sexo educado. Quiero que alguien me tire del pelo. Quiero
que me den por el culo, quiero unas esposas peludas y quizás algunas
ligaduras suaves; no soy tan pervertida como para querer todo el asunto
de los latigazos y las cadenas, al menos no creo que lo quiera, pero un
poco de bondage ligero y un buen polvo duro, de esos que me hacen sentir
hasta el día siguiente, eso sí que puedo soportarlo.
Respiro despacio y me volteo para mirarlo. Dios, esos ojos. Son
impresionantes. Un precioso tono azul en el que quiero sumergirme. Y
esa mandíbula. Quiero morderla. Se pasa la lengua por el labio inferior.
He mordido esa lengua. La he chupado. La acaricié con la mía.
Dios mío, me he lanzado a este hombre y estoy pensando en volver
a hacerlo. Tal vez realmente he mantenido mi lado rebelde reprimido
durante demasiado tiempo. Tal vez esto es lo que sucede cuando trato de
ser algo que no soy. Aunque cuando era más joven me rebelaba para
llamar la atención de mis padres, también me deleitaba con la emoción
de ser un poco mala.
—Es personal —dice.
—¿Qué? —Dejo de imaginarme sentándome en su cara y encuentro Página|69
su mirada.
Hay humor bailando en sus ojos, pero no deja que la sonrisa se
forme en sus labios. —Mi pregunta es personal. —Me aparta el pelo del
rostro. El contacto injustificado podría ser una táctica para desarmarme.
Injustificado pero deseado.
—Entonces me reservo el derecho de no responder si no me gusta
la pregunta. —Tomo un trago de mi champán y hago una nota mental de
pedir agua con gas cuando vuelva la azafata, ya que comienzo a sentirme
achispada otra vez.
—El contenido de tu equipaje de mano.
Espero más. A que salga algo más de su boca, pero no sale nada.
—¿Qué pasa con eso? —La chica mala que hay en mí quiere que él
saque el tema. Que me pregunte sobre mis tapones anales. Los tres.
Su mandíbula se flexiona y sus dedos golpean inquietos la consola
central, haciendo que mi bebida se sacuda. —¿Qué opinaba Armstrong?
—Su voz es baja y dura como los diamantes. Ojalá supiera qué problema
tienen entre ellos.
Por alguna razón quiero decirle la verdad. Culpo al champán y a la
altitud. Y a lo cautivadores que son sus ojos. Siento que estoy siendo
hipnotizada para decirle cosas que no debería.
—Armstrong no sabía nada de ellos.
Le brillan los ojos, como si esta información, esta pura verdad, lo
sorprendiera. —¿En absoluto?
Me encojo de hombros, como si nada. No es para tanto. Pero lo es.
Es algo grande. Un asunto enorme y masivo compuesto de instrumentos
que proporcionan orgasmos. Tuve que esconderle mi arsenal de juguetes
de follar (como Ruby y yo los llamamos) a Armstrong, teniendo en cuenta
su reacción a mi vibrador. A él no le gusta lo que considera competencia
injusta.
Lex se mueve en su asiento, su rodilla golpea la mía. Ya no parece
divertido ni enfadado. Está atónito. —¿En absoluto?
—Sabe que tengo un vibrador. Era consciente. Supongo que aún lo
sabe. —Sacudo mi cabeza y me giro de su mandíbula floja, engullendo
mi champán. Será mejor que no llore. Otra vez. Ese hombre no se merece
mis lágrimas. Lo que sí se merece es una rápida patada en la ingle, con
zapatos de cactus puestos. Espero que esta mierda emocional en la que
me siento horrible en oleadas desprevenidas cese pronto. No me gustan
las lágrimas espontáneas.
—Es un maldito imbécil. No te merece a ti, ni a tu tienda sexual
ambulante.
Me río a medias, luego bajo la cabeza. —Creo que la idiota soy yo.
No sé cómo no lo vi. —O elegí no reconocerlo hasta que fue demasiado
tarde para dar marcha atrás. Estos últimos días me han dado tiempo Página|70
para pensar y llegué a la conclusión de que no debería haberme casado
con Armstrong. No solo porque desaprobara mi vibrador, o porque me
engañara en nuestra boda, sino porque nunca fue el adecuado para mí,
aunque hubiera intentado obligarme a creer que sí lo era. Mis razones
para casarme con él eran todas equivocadas. La rabia que he estado
conteniendo se convierte en tristeza por mis terribles decisiones y se me
hace un nudo en la garganta.
—No hagas eso. —Lex se acerca más, metiendo un dedo debajo de
mi barbilla. Siento ese único punto de conexión en todo mi cuerpo. Cada
célula está de repente alerta y consciente y cada terminación nerviosa
entre mis muslos grita pidiendo atención—. Oye, mírame.
Tardo un segundo en encontrar su mirada. Es tan intenso. Coqueto
y sarcástico un segundo, exigente al siguiente.
Su pulgar me roza el labio inferior. Es el roce más suave, apenas
perceptible. Casi creo que me lo imagino. —No hagas eso.
—¿Qué cosa? —Trato de compartimentar las emociones de las que,
al parecer, no tengo control.
—No dejes que te haga sentir que eres algo menos que perfecta. No
tiene ni idea de a lo que ha renunciado. Que te haya tenido es una farsa.
No se merece ninguna parte de ti, mucho menos tu corazón. —Me mira a
la cara, con ojos cálidos y sinceros.
Le rozo el antebrazo con las temblorosas yemas de los dedos y me
inclino hacia él. Justo en el momento en que la maldita azafata se detiene
con su carrito de bebidas y su sonrisa demasiado dulce. ¿No acababa de
llegar?
Lex se aclara la garganta y señala mi botella vacía. —¿Te gustaría
otra?
Le pongo una mano en el antebrazo. —Me encantaría.
Es una acción posesiva e innecesaria. Necesito dejar de coquetear
con él y reservarlo para otra persona. Algún soltero sexy en Bora Bora en
busca de un buen momento, a quien nunca tendré que volver a ver una
vez que me vaya.
Me llevo la mano al regazo y me aliso la falda. —Y agua con gas,
por favor —agrego. Si bebo demasiado, no podré mantener a Amie la
Anárquica a raya.
Lexington me pasa primero el champán y luego el vaso de agua con
gas. Le doy un sorbo con delicadeza y, cuando la azafata sigue adelante,
me bebo lo demás.
—¿Estás bien? —pregunta, como si ese momento nunca hubiera
sucedido. Como si yo no hubiera considerado besarlo de nuevo.
—Estoy bien. Solo tengo sed. —Lucho con el champán. La azafata
ni siquiera se ofreció a abrirla por mí. Página|71
—¿Necesitas ayuda con eso?
—Yo puedo. —Pongo la botella entre mis piernas e intento sacar el
corcho.
La mano de Lexington cubre la mía y sus dedos se curvan para
detenerme. —Te vas a sacar un ojo, o te vas a empapar, o las dos cosas.
—Puedo descorchar una botella —respondo desafiantemente.
—Seguro que puedes, pero intento ser un caballero, Amalie.
Me doy cuenta de que estoy siendo innecesariamente difícil, así que
lo dejo tomar la botella y quitar el corcho con un suave silbido. Se inclina
lo suficiente como para rozarme el pecho con el brazo mientras me sirve
una copa, y yo me inclino hacia él para mantener el contacto.
Sus ojos se precipitan a los míos.
—Gracias. —Maldición. ¿Por qué tengo que sonar tan jadeante?
—Cuando necesites descorchar algo, búscame y te ayudaré.
Pongo los ojos en blancos y bebo un sorbo de mi champán fresco.
—Y si te aburres mientras te bronceas o necesitas ayuda con el
cofre del tesoro de tu equipaje de mano, también estaré encantado de
echarte una mano. En realidad, las dos.
Y regresamos con el coqueteo. —¿Ah sí?
—Podría ser tu probador beta.
—¿Probador beta?
—Eso existe, ya sabes. Estoy seguro de que la tensión de la muñeca
debe ser difícil de manejar. Estás de vacaciones, deberías relajarte. Yo
podría ayudar. Te quitaría presión. —Guiña un ojo.
Me burlo, aunque de repente siento calor por todas partes. Y vuelvo
a tener un dolor entre las piernas del que me gustaría ocuparme. En
realidad, me gustaría que Lex lo hiciera por mí. Lo cual es... un desastre.
—Gracias por la oferta, pero puedo arreglármelas sola. —Cruzo mis
piernas. Las descruzo, arreglo mi falda, y las cruzo otra vez. Tengo que
dejar de moverme con nerviosismo.
—Estoy seguro de que puedes. Seguro que se te da orgásmicamente
bien. —Aparta la bandeja de su regazo y agarra su reposabrazos.
—¿Qué estás haciendo?
Se detiene, sus antebrazos se flexionan y señala el compartimento
superior. —Solo busco algo. ¿Necesitas que agarre algo de tu equipaje de
mano mientras estoy arriba?
—Te encantaría que dijera que sí. —Abro mi revista, descartándolo.
Se ríe entre dientes y se levanta. Miro disimuladamente su paquete.
Al menos creo que lo hago con disimulo.
Página|72
Se deja caer a mi lado, me toca con el brazo. —¿Te preguntas si lo
que tengo es mejor que lo que tienes en tu cofre del tesoro? —susurra.
Ahogo un bufido, cierro la revista y decido que lo mejor es echarme
una siesta. ¿Cómo he llegado a esta situación? ¿Por qué tiene que ser tan
coqueto y sexy? Siempre supuse que la reputación de Lex con las mujeres
era una verdad dada. Pero no estoy tan segura. En todo el tiempo que lo
conozco, nunca tuvo novia, ninguna que yo haya visto. Y luego está ese
rumor sobre lo bien que cuidó de su cita de la subasta de solteros del año
pasado; ella pagó más de cien mil dólares, así que supongo que es posible
que le diera un servicio completo, pero todo son habladurías.
A la parte de mí que he mantenido enterrada durante el último año,
la que dice que al diablo con las consecuencias, le gustaría mucho
averiguar si los rumores son ciertos. Pero eso es buscarse problemas.
Muchos problemas.
Pero quiero meterme un poco en eso mientras estoy en Bora Bora.
O tal vez mucho.
Traducido por Anna Karol
Corregido por Alessandra Wilde
Amalie se durmió hace una hora, lo cual es bueno. No puedo flirtear
con ella cuando está inconsciente. Pero sí puedo ser considerado y atento.
Página|73
Incliné su asiento hacia atrás y saqué el reposapiés, todo ello sin
incomodarla. Soy así de bueno. Le conseguí una almohada e incluso la
metí debajo de su cabeza, dos veces, pero parece que prefiere mi hombro.
Ahora está acurrucada de lado, abrazada a mi bíceps. He utilizado mi
chaqueta para cubrirla de la cintura para abajo, porque su falda se sube
sin parar, dejando al descubierto el encaje de sus medias. Me gustaría
decir que la he tapado porque soy un ser humano decente, pero la verdad
es que hay un viejo a nuestra izquierda que no deja de mirarla de reojo
cada vez que ella se mueve. A mí me parece bien mirarle los muslos; pero
ese hombre no tanto. Además, me está dando una erección contra la que
no puedo hacer nada.
Amalie no duerme en silencio. Hace estos soniditos muy suaves;
gemidos y suspiros. También murmura, y por la forma en que se me
acerca, es de las que se acurrucan.
Odio que me venga a la cabeza la imagen de ella enroscada en el
brazo de mi primo. Odio que la haya tenido, que haya estado dentro de
ella, que sepa cómo suena cuando se corre. Odio que la haya humillado
de forma tan pública, que la hiciera cuestionar su valor como persona,
su valía. Odio que la invitara a salir antes de que yo pudiera hacerlo.
La había estado mirando toda la noche, completamente asombrado
por la forma en que se encargaba de la habitación, sus interacciones con
la gente. Quería tener la oportunidad de descubrir lo que había bajo ese
exterior dulcemente pulido. Nunca debí alejarme de ella la noche que la
conocí. Si hubiera sido inteligente, la habría llevado conmigo al bar para
mantenerla alejada de Armstrong. Pero entonces, incluso si conseguía
que saliera conmigo, él habría hallado la manera de joderlo todo. Siempre
lo ha hecho. No tengo intención de permitirle otra oportunidad de meterse
conmigo. No después de esto.
Le aparto los mechones sueltos de la mejilla. Es absolutamente
preciosa. La sensación que transmite no es la de una gatita sexual. Su
rostro es demasiado dulce, sus rasgos son finos y delicados. Por eso es
mucho más intrigante el hecho de que tenga un maletín lleno de juguetes
sexuales. Sin dudas, no parece el tipo de mujer que llevaría una colección
de tapones para el culo. Y ese ejemplar de acero inoxidable. Maldita sea.
Daría mi bola izquierda por poder darle uso. Bueno, tal vez no una bola,
pero sí daría algo bueno para tener esa oportunidad.
Es muy gratificante saber que el idiota pretencioso de Armstrong
no se ha beneficiado en absoluto de su colección. Seguro que se sentía
amenazado. Lo he visto pavonearse en el vestuario. No tiene nada de lo
que pavonearse.
Amalie hace otro ruidito y presiona su mejilla en mi brazo. Vuelvo
a prestar atención a las hojas de cálculo y a las cifras de la pantalla en
lugar de a mis pensamientos pervertidos, pero es una batalla perdida.
La azafata se detiene al llegar a mí y me pasa dos mantas. —Para
usted y su novia.
Página|74
—Gracias. —No la corrijo.
No quito mi chaqueta de las piernas de Amie. Me limito a cubrirla
con la manta y a arroparla. Dejo el trabajo. Tendré mucho tiempo cuando
llegue a Bora Bora para repasar el resto del material. Los últimos días no
he dormido bien. Tengo reuniones cuatro horas después de llegar con el
director del resort, y ya he revisado los detalles críticos. Debería dormir
un poco.
Subo el reposapiernas y me reclino, empujando hacia atrás la silla
de Amie hasta que ambos estamos completamente tumbados. La consola
hace imposible que se acerque más, lo que probablemente sea bueno.
Ajusto su posición y vuelvo a colocar la almohada, lo cual no parece
disuadirla. De hecho, ahora que estamos los dos acostados, presiona su
frente contra mi bíceps y empieza a murmurar, mi nombre está ahí, un
suave y diminuto susurro.
Mientras cierro los ojos y me acomodo, tengo que preguntarme cuál
es el propósito de todo esto. La serie de acontecimientos que me han
puesto al lado de Amalie en este avión parece demasiada coincidencia
como para ignorarla. Tengo a mi lado a una mujer con el corazón
destrozado. Una causalidad de la interminable necesidad de Armstrong
de fastidiarme. Perdí mi oportunidad antes, pero tal vez ahora pueda ser
parte de lo que ayude a recomponerse.
***
—Disculpe, señor. —Los ligeros golpecitos en mi hombro se vuelven
un poco más vigorosos hasta que abro los ojos. Parpadeo contra la
luminosidad y miro la cara sonriente de nuestra azafata—. Estamos
sirviendo el desayuno antes del aterrizaje.
¿Antes del aterrizaje? ¿Cuánto tiempo he dormido?
—Ah, claro. ¿Cuánto falta para que aterricemos?
—Un poco menos de dos horas, señor. ¿Su compañera de viaje
estaría interesada en desayunar también?
Es entonces cuando veo a Amalie, acurrucada a mi lado. Su cara
sigue pegada a mi brazo, como si no se hubiera movido en el tiempo que
llevamos dormidos. No recuerdo la última vez que dormí tantas horas
seguidas. Mi vista baja hasta donde se ha quitado la manta y su falda se
ha subido obscenamente. Lo mismo con su blusa, dejando al descubierto
una franja de su tonificado estómago. Rápidamente le coloco la manta en
su sitio.
—Sí, por favor. Eso sería maravilloso.
—Le dejo el menú y le daré unos minutos para que se decida. —Se
acerca al anciano, que estoy seguro ha estado disfrutando de la vista, a
juzgar por su revista al revés. Página|75
Muevo a Amie para que apoye la cabeza en su almohada antes de
enderezar mi asiento y plegar el reposapiés. Una vez más, contemplo el
propósito de esto: estar juntos en circunstancias poco convencionales.
No me creo toda esa mierda de la intervención divina. Pero saber que voy
a estar cerca de ella durante las próximas semanas es un extraño tipo de
tortura.
—Amie. —Le sacudo suavemente el hombro y sonrío, apreciando la
versión abreviada de su nombre ahora que sé cómo lo ha obtenido.
Parpadea y mira a su alrededor, desorientada. Se levanta y la
manta se desprende, dejándome ver de nuevo esos ligueros de color azul.
Mira frenéticamente a su alrededor, suspira y se acomoda en su asiento.
Se toca los labios. —Tuve un sueño muy extraño.
—Ah, sí, ¿de qué se trataba?
Se ruboriza al mirarme. —Oh, um… No recuerdo. —Se entretiene
ajustándose la falda y la blusa—. Soy un desastre.
—Eres preciosa. —Me doy cuenta de que la estoy mirando fijamente
y me concentro en el menú—. Van a servir el desayuno. ¿Tienes hambre?
—Muero de hambre. —Bosteza y se estira—. Espera, ¿desayuno?
¿Cuánto tiempo llevo durmiendo? ¿Cuántas horas faltan para aterrizar?
—Menos de dos, según la azafata. —Pongo el menú en la consola
entre nosotros.
—¿En serio? ¿Dormí nueve horas? Creo que la última vez que hice
eso fue en la secundaria.
—Obviamente lo necesitabas.
—Sin duda. —Mira las opciones—. Todo parece bueno. Ah, Dios,
waffles. Creo que hace más de un año que no como un waffle. ¿Qué vas
a pedir? —Se inclina, con su antebrazo apoyado en el mío.
No debería ser tan natural despertarse a su lado. —Pensaba en el
parfait de yogur o el muesli. —Toco las opciones debajo de la selección
saludable.
Amalie arruga la nariz. —¿En serio?
Me río. —No. No hablo en serio. Me apetece el tocino y los huevos,
o la tortilla.
—Oooh, las dos cosas suenan bien. —Se muerde su suave labio
inferior—. Es tan difícil decidir. Yo tampoco he comido tocino en mucho
tiempo. —Tras unos segundos más de reflexión, me agarra el antebrazo—
. Se me ocurrió una idea. ¿Por qué no pido yo el waffle y tú los huevos
con tocino o la tortilla, y compartimos? —Retira la mano—. A menos que
te preocupen los gérmenes.
—No me preocupan los gérmenes a menos que pienses lamer todo
lo que haya en el plato primero.
Hace un gesto. Es tan malditamente linda. No sé cómo una mujer Página|76
puede ser tan sexy y tan dulce al mismo tiempo.
—Eh, no, eso es asqueroso.
—Entonces creo que estamos bien.
La azafata vuelve con el carrito del desayuno. Amalie rechaza la
mimosa y opta por café y agua. Comemos del plato del otro como si fuera
lo más normal del mundo. Parece que queda muy poco tiempo antes de
que empecemos a descender. Nunca he querido que un vuelo sea más
largo, pero hoy sí. Amalie está callada, mirando por la ventana mientras
nos acercamos a la isla. Se agarra al reposabrazos cuando las ruedas
tocan tierra. Observo sus dedos cruzados y la forma en que se relaja
cuando el avión reduce la velocidad.
—¿Te da miedo volar? —le pregunto.
Me mira. —¿Qué?
—Estabas cruzando los dedos cuando aterrizamos.
—Oh. —Su sonrisa es irónica—. No me da miedo estar en el aire.
Son el despegue y el aterrizaje los que me ponen nerviosa. Por eso siempre
me tomo un par de copas antes de volar, para mitigar los nervios.
—Estoy seguro de que una botella entera de champán es más que
un par de copas.
Amalie pone los ojos en blanco, pero sonríe. Saca su bolso de
debajo del asiento, se mete un chicle en la boca y se mira en un pequeño
espejo. —Parezco una prostituta nocturna. ¿Por qué no me dijiste que mi
cabello estaba tan mal?
—A mí me parece que está bien.
En tanto se ocupa de arreglar su aspecto perfectamente aceptable,
vuelvo a guardar todos mis documentos en el maletín y me aseguro de
tener el teléfono, el iPad y el portátil. El año pasado Bane dejó su teléfono
y su iPad en un avión y no pudo comunicarse con nadie hasta que se los
reemplazaron. Eso provocó un espectáculo de mierda con Ruby, su novia
que ahora vive con él. Y aunque no tengo a nadie esperándome en casa,
no puedo permitirme estar sin mi portátil en este viaje, ni sin mi teléfono.
—¿Podrías pasarme mi chaqueta, por favor? —Señalo el suelo a sus
pies.
Amalie se agacha y recoge mi saco. —¿Cómo ha llegado eso hasta
aquí?
—Era una manta improvisada hasta que la azafata vino con una
de verdad. —Dejo de lado la parte en la que lo hice para cubrir sus medias
y la fina tira de sus ligas.
Me la pasa. —Gracias. Qué considerado.
—No fue nada.
—Armstrong habría estado demasiado preocupado de que arrugara
su chaqueta como para hacer algo tan considerado. Página|77
—Eso es porque Armstrong es un idiota.
Me mira durante unos segundos. —¿Puedo preguntarte algo?
—Claro. —Me encojo dentro de la chaqueta, ajustando mi cuello y
apretando mi corbata.
—¿Por qué no se llevan bien?
—Porque es un imbécil.
—Qué curioso. Es la misma respuesta que le saqué a él.
Suspiro. No quiero entrar en detalles con ella. —A veces la gente
simplemente no congenia. Armstrong y yo somos así. Además, es un
auténtico imbécil que hace idioteces porque le divierte.
—Lo aprendí demasiado tarde, creo.
Suena la luz del cinturón de seguridad y la cabina de primera clase
comienza a desembarcar. Ayudo a Amalie con su equipaje de mano y nos
dirigimos juntos al área de equipajes.
—¿Dónde te alojas? —pregunto mientras esperamos a que lleguen
sus maletas. Lleva más de una, probablemente porque ha planeado pasar
la mitad de sus vacaciones en lencería. Le lanzo un dedo corazón mental
a Armstrong por habérselo perdido. Después considero que otra persona,
un tipo cualquiera, podría ver lo que Armstrong se está perdiendo.
—En The Haven.
—Te encantará el lugar. —Por supuesto que va a quedarse en una
de las propiedades de mi familia. No puedo creer que no haya preguntado
antes. Está en el extremo opuesto de la isla de donde me estoy quedando,
pero es una isla pequeña, así que no queda muy lejos. No puedo decidir
si estar en el mismo resort sería bueno o malo. Estaría tentado de hallar
razones para verla, y eso llevaría inevitablemente a más flirteo, que podría
llevar a otras andanzas más complejas. Si me ofreciera la oportunidad,
me sería difícil no aprovecharla.
—Armstrong y yo vinimos aquí hace varios meses y nos quedamos
un par de noches en cada uno de sus resorts. Me gustó más el Mills
Resort and Spa, pero Armstrong pensó que este sería más agradable. Más
privado.
En eso tenía razón. The Haven está mucho más aislado, con casas
de playa privadas situadas en el exuberante paisaje. El Mills Resort and
Spa está situado sobre el agua con una fabulosa vista del volcán inactivo,
que es donde me estoy alojando por ahora. Imagino que Armstrong quería
la casa de la playa porque no le gusta mucho el agua, y la playa poco
profunda sería una mejor opción. El lugar donde va a alojarse Amalie es
también nuestro complejo de luna de miel. Es el más nuevo, el que se ha
actualizado más recientemente, y es el que menos atención necesita en
mi estancia aquí.
Recojo nuestras maletas de la cinta transportadora y salimos al
hermoso y caluroso día soleado. Amalie se pone unas enormes gafas de Página|78
sol. —¿Y tú? ¿Dónde te alojas?
—Al otro lado de la isla, en el Resort and Spa.
—Oh. —Sus gafas le cubren los ojos, pero la decepción colorea esa
única palabra.
Soy una cara conocida en unas vacaciones que, por lo demás, son
solitarias. No le vendría mal tener la posibilidad de acercarse en caso de
querer compañía, y espero que así sea. —¿Por qué no te doy mi número
por si tienes algún problema o necesitas algo?
—De acuerdo, claro, me parece bien. —Amalie rebusca en su bolso
hasta que encuentra su teléfono. Lo saca del modo avión; las alertas y los
mensajes aparecen en la pantalla—. Debería llamar a Ruby para que sepa
que estoy viva. —Ignora los mensajes y despliega su lista de contactos,
añadiendo mi nombre antes de pasarme el dispositivo.
—Como te dije, si necesitas algo durante tu estadía, estoy a una
llamada de distancia.
—Gracias, Lex. Por ser tan comprensivo con todo.
—No pediste nada de esto.
—Tal vez no, pero te arrastraron a esto injustamente. En fin, se
agradece tu amabilidad. —Se acerca, su cuerpo me aprieta y sus brazos
me rodean la cintura. Con los tacones puestos, su cabeza me llega a la
barbilla. Le devuelvo el breve abrazo, disfrutando mucho de la sensación
de su cuerpo contra el mío. Cuando se separa, sus labios rozan el borde
de mi mandíbula. Una nueva incomodidad sustituye a la tranquilidad y
la ligereza.
Eso lo puedo arreglar. —Recuerda que mi oferta sigue en pie.
Se ajusta la correa del bolso. —¿Qué oferta?
Golpeo su maleta de mano con la punta del pie. —Ser tu probador
beta.
Se ríe y sacude la cabeza. Le ayudo a meter las valijas en el baúl
de uno de los autos que la esperan y le sostengo la puerta.
Me saluda con la mano cuando el auto se aleja, las yemas de sus
dedos se deslizan por el cristal a la vez que esboza esa suave sonrisa.
Espero que llame, y aunque no lo haga, no sé si podré alejarme de ella.
No cuando está tan cerca y parece que estoy recuperando la oportunidad
perdida.
Página|79
Traducido por Auris & Val_17
Corregido por Pame .R.
—Ya estoy aquí y a salvo. Lamento no haberte llamado antes del
despegue. —Ruby se molestó un poco por mi falta de comunicación las
Página|80
últimas dieciocho horas. Al parecer mi correo electrónico no fue suficiente
y no proporcionó los suficientes detalles.
—¿Estás en el resort? ¿Conociste a un tipo sexy en el avión? ¿Lo
follaste en el baño?
—Estoy de camino, en el auto. No follé a nadie en el baño, eso es
desagradable.
—Tu correo hizo parecer que el vuelo iba a ser emocionante. —
Ahora suena como si hiciera puchero.
El conductor mira en el espejo retrovisor. Sonrío y vuelvo a mi
conversación con Ruby a la vez que veo la interminable extensión de
arena blanca y agua azul al pasar. No puedo esperar para ir a nadar.
Sola.
—Fue más emocionante que la mayoría. —Retuerzo mi cabello. Me
siento sobre mi mano libre para detener la inquietud.
—¡Lo sabía! ¿Te enrollaste con algún dios del sexo en tu asiento?
¡Eso sería algo que haría la vieja tú!
Bufo. —Nunca fui tan salvaje.
—Más o menos. De cualquier modo, ¡dime sobre tu compañero de
asiento! ¿Era sexy? ¿Conseguiste su número? ¿Se va a quedar en tu
resort?
—Sí, es sexy. Sí tengo su número y no, no se queda en mi resort.
—¡Oooh! ¡Hurra! Es una pena la última parte, pero Bora Bora es
pequeño, ¿no? Eso significa que puedes ir a visitarlo a su resort y luego
encontrar a otro hombre sexy con quien divertirte en el tuyo. ¡En realidad,
es perfecto!
Me río. —Me encanta que alientes tal comportamiento, pero no voy
a acostarme con él.
—¿Por qué diablos no? Has pasado el último año con un idiota,
mereces un par de semanas llenas de sexo.
—Porque Lexington se encontraba sentado a mi lado en el avión.
Siguen varios minutos de silencio. Sonrío mientras imagino su
expresión conmocionada. —Lo siento. ¿Qué?
—Lexington estaba en el avión. A mi lado.
Su voz es como siete mil octavas más alta. —¿El hermano de
Bancroft?
—¿Conoces a otros hombres llamados Lexington?
—Solo la estrella porno. Mierda. ¿Lex está en Bora Bora? ¿Cómo es
que no sabía esto? Espera. —Su voz es amortiguada brevemente, pero su
dedo debe haberse deslizado, porque todo lo que escucho de repente es a
Bancroft en el fondo y luego sonidos como si el teléfono se cayera. Ruby
regresa, su voz aún es aguda—. Bancroft tampoco se dio cuenta de que
Lex fue a Bora Bora. No, no puedes tener el teléfono, Bane, simplemente Página|81
llama a tu jodido hermano si quieres información, estoy teniendo una
conversación en este momento. No. No. No hagas amenazas que sabes
que no puedes cumplir. —Hay más estática y movimientos—. Siento eso.
Así que Lex estaba en tu vuelo, ¿en el asiento a tu lado?
—Sí.
—¿Cómo demonios sucedió eso?
—No hay muchos vuelos a Bora Bora, supongo que simplemente
reservamos el mismo.
—Quiero decir, ¿por qué diablos está en Bora Bora entre todos los
lugares? —Es más un murmullo que una pregunta.
—Dijo que era de último minuto. Supongo que, ya que su cita fue
responsable de arruinar mi boda, estaba escapando.
—Entonces, ¿no fue orquestado?
—¿Orquestado? ¿A qué te refieres?
—Nada, no importa. Bane está hablando con Lex. Parece que su
padre impulsó un proyecto que no se suponía que pasara hasta un par
de meses más adelante, debido a que Brittany Zorratón hizo gárgaras de
pene. Es loco que estuvieran en el mismo lugar al mismo tiempo. Una
pena que no esté en el mismo resort que tú.
—Probablemente es mejor así. Ya me he avergonzado lo suficiente
a su alrededor. Prefiero que no presenciara más de mi comportamiento
borracho y alterado. —Vuelvo a inquietarme.
—Vamos, Amie, ¿qué tan loca es esa coincidencia? Es decir, ¿en
serio? ¿Cómo es que pasó eso?
Me he estado preguntando lo mismo, y no puedo responderlo. —No
es gran cosa. Se encuentra al otro lado de la isla.
—Por ahora. No puedo imaginar que se quede en el mismo lugar
todo el tiempo. Seguramente tendrá que moverse. —Puedo oír a Bancroft
en el fondo, su tono parece molesto pero las palabras están demasiado
amortiguadas para entenderlas—. Me alegra que esté allí. Dijiste que
tienes su número, ¿verdad?
—Sí, pero no es como si lo fuera a llamar. Vino por negocios. Estará
ocupado. —El comentario de probar los juguetes fue solo una broma, y
él es un famoso coqueto. Al menos, eso es lo que me voy a seguir diciendo.
Tengo el presentimiento de que, si lo llamo, voy a hacer exactamente lo
que hice en mi suite nupcial, y no tendré ningún tipo de excusas para
ello, además del puro deseo de desnudarlo y montarlo.
—Al menos conoces a alguien local.
—Supongo que es verdad.
El conductor sale de la carretera principal, y de repente nos Página|82
hallamos a la sombra de árboles de palmeras y la recepción se pone
inestable. Tratamos de seguir hablando, pero es imposible. —¿Te puedo
llamar después, una vez que esté instalada?
—Por supuesto. ¡Diviértete y usa protector solar!
—Lo intentaré.
Finalizo la llamada en el momento que nos detenemos en el edificio
principal del resort. En la distancia, el volcán inactivo se pone de un verde
oscuro con el fondo del agua azul pálido y la blanca arena de la playa.
Me registro en el hotel y mis maletas son transferidas a un carrito de golf.
Hacemos el corto viaje por un camino estrecho hasta mi cabaña privada
escondida entre palmeras que bordean el agua.
Una vez que mis maletas se encuentran adentro, le doy propina al
conserje y me quedo sola en el lujoso alojamiento.
Si bien el exterior es pintoresco, el interior es puro lujo. Pétalos de
rosa salpican el edredón blanco que cubre la cama extra grande, un dosel
vaporoso da un toque de privacidad y sensualidad. Una sala de estar con
un sofá y un televisor se encuentra a la izquierda, una pequeña cocina
con una mesa para dos está ubicada cerca de las puertas corredizas que
conducen al exterior. Más allá de eso, hay un baño enorme, con una
hermosa bañera profunda.
Atravieso el búngalo y salgo a la terraza privada. La vista es
espectacular. Es la ubicación perfecta. La luna de miel perfecta. Excepto
que estoy sola. La ira y la tristeza entre las que he oscilado se fusionan y
se vuelven más densas; un lodo en el que me siento atrapada.
Busco el mensaje de voz más reciente de Armstrong y debato si
quiero escuchar lo que tiene que decir. Tendré que escucharlo tarde o
temprano, así que me armo de valor y presiono el botón de reproducir:
—Esta es la cuarta vez que llamo en las últimas veinticuatro horas.
Este enfrentamiento es inútil, Amalie. ¿Te das cuenta de lo vergonzoso que
es esto para mí? ¿Cómo puedo explicar tu desaparición? ¿Qué pensará la
gente? ¿Tienes idea de lo que dicen? No sé qué más puedo decir o hacer
para rectificar esta situación. Como ya dije, fue un percance involuntario.
¿No has cometido errores en el pasado? Seguro que puedes encontrar en
tu corazón el perdón para esta transgresión.
—Tú eres el puto error. —Lo borro para no sucumbir a la tentación
de caer en mi propia idiotez y volver a escucharlo. En todos los mensajes
que ha enviado menciona continuamente el perdón, pero parece que en
realidad no le importa la parte del perdón, solo se trata de guardar las
apariencias. Es repugnante y espantoso. No hay excusa para lo que ha
hecho.
La vista se vuelve borrosa a medida que las lágrimas se liberan.
Salgo de la terraza y me hundo en la arena, deseando que esta no fuera
mi vida y que no me sintiera tan vacía.
Página|83
***
Bora Bora es increíble. El resort es hermoso. También es el peor
lugar para una novia rechazada. Hay una razón por la que este hotel se
promociona como el destino de luna de miel más romántico del mundo.
Porque esas son las únicas personas aquí. Felices parejas enamoradas
me saludan a cada paso. Gente hermosa y sexy que se besa, se toma de
la mano y pasea por las playas. Se sientan frente a mí en cada comida y
se alimentan mutuamente con fresas bañadas en chocolate. Literalmente
puedo sentir la lástima de la gente. Es imposible huir de la humillación
o la soledad.
Durante las primeras veinticuatro horas, el conserje no paró de
preguntar por mi marido. Puede que haya dicho accidentalmente o no
que probablemente estaba recibiendo una mamada, por lo que era poco
probable que llegara pronto.
Tres días y me siento miserable. No importa lo hermoso que sea mi
entorno, es doloroso presenciar la felicidad infinita de otras parejas que
celebran su amor, en parte porque estoy sola, pero también porque en
los últimos días he comenzado a aceptar de verdad el horrible error que
cometí al casarme con Armstrong. Debí haber confiado en mis instintos
y no haber escuchado a mi madre, porque necesito enfrentar la realidad.
La verdad es que me casé con Armstrong porque me encontraba
envuelta en la idea de un amor perfecto en lugar de tratar de encontrar
algo real. Quería tanto que esto funcionara que le permití dictar mis
elecciones, no solo sobre la boda, sino en cada parte de mi vida.
Era mucho más que simplemente manipular lo que vestía y comía,
aunque eso sin dudas era parte de ello. Fue sutil en sus manipulaciones,
haciendo comentarios sobre cómo me quedaban las cosas, qué era
apropiado y qué no.
Todas las cosas que dijo e hizo se hallaban destinadas a hacerme
cuestionarme a mí misma y minar mi confianza. Peor que eso es la forma
en que dejé que me arrastrara hacia abajo y me hiciera sentir menos:
menos importante, menos valorada, menos que suficientemente buena.
Si me hubiera quedado con él, habría cuestionado continuamente mi
valía y habría terminado cayendo en una madriguera de autodesprecio
llena de inyecciones de bótox e inseguridad.
Debería haberme tomado en serio las preocupaciones de Ruby,
pero no lo hice y ahora estoy aquí, sola en mi luna de miel, deseando
poder volver el tiempo atrás y borrar el último año de mi vida. Pero no
puedo. Así que esta soledad es mi presente.
Los mensajes de Armstrong han sido constantes. Parece que mi
hermano hizo un intento de entregar los documentos de anulación hace
un par de días, según uno de sus muchos mensajes de voz.
Página|84
—¿Papeles de anulación, Amalie? ¿De verdad? ¿No crees que es
imprudente? Es imperativo que tengamos una conversación razonable,
pero no parece que pueda hacerlo cara a cara considerando que estás en
nuestra luna de miel. ¡No creas que no me di cuenta de los cargos en mi
tarjeta de crédito por el nuevo traje de baño! O los otros artículos que has
comprado. Sé que viajaste allí. ¿Tienes mi pasaporte? Haces esto
extraordinariamente difícil.
Esta mañana recibí un mensaje de su madre, lo cual es un nuevo
nivel de horror. He evitado escucharlo hasta ahora. Su voz es peor que
escuchar death metal con migraña.
—Amalie, cariño, has dejado claro tu punto. Entiendo que Armstrong
te haya molestado, sin embargo, creo que todos sabemos lo que es mejor
aquí. Esto nos afecta a todos. Ahora me doy cuenta de que en este caso
las circunstancias no fueron ideales, pero he hablado con mi hijo y él está
dispuesto a encontrar una manera de enmendar esta indiscreción. No
puedes huir de esto para siempre, cariño.
En parte tiene razón, huyo de las malas decisiones que he tomado
con el propósito de hacer feliz a mi familia, lo cual es muy irónico, porque
parece que no importa lo que haga, tomo la decisión equivocada. También
huyo del miedo de estar destinada a terminar como mis padres, siempre
alejándome en vez de encontrar a alguien con quien pueda contar en esta
vida. Pero eso no significa que tenga ningún deseo de reconciliarme con
Armstrong.
Desde que llegué, hablé una vez con mi propia madre para hacerle
saber que estoy a salvo. Mi papá jugaba al golf cuando llamé, pero me
aseguró dos veces que todo se encontraba bien. No quiero que el estrés
afecte su salud, y las peleas entre ella y mi padre pueden lograrlo. Su
mayor preocupación parece ser que yo tome malas decisiones mientras
estoy fuera. Me recordó que no queremos que se repita lo de México, sobre
todo porque técnicamente sigo casada con Armstrong. Algo que he estado
tratando de olvidar.
Una breve conversación de texto con Pierce me informa de que
sigue trabajando para hacer llegar los papeles de anulación a Armstrong,
pero que tiene problemas para pasar de su secretaria, lo que explica el
mensaje de voz más reciente de Armstrong.
Estoy sentada en una de las tumbonas frente a la playa. He dejado
de comer en el comedor. En su lugar, pido al servicio de habitaciones
para no tener que lidiar con todas las parejas felices y enamoradas.
He leído cuatro libros, todos misterios de asesinatos porque no
soporto el romance. Cuando abro el último en mi lector electrónico, el
crujido de los neumáticos en la grava atrae mi mirada hacia el camino
más allá de la cabaña. Sin embargo, no puedo ver nada, mi ubicación es
muy privada. Suspiro al pensar que otra pareja excesivamente feliz viene
a unirse a la fiesta interminable de amor. Al diablo con todos y con su
felicidad. Mi amargura es como una nube negra de fatalidad, bloqueando
el calor y el sol. Odio este maldito lugar. Página|85
El carrito de golf no pasa por delante de mi cabaña, sino que va
más despacio. Ya desayuné. No he planeado una excursión para hoy… el
buceo de ayer fue horrible ya que, como siempre, era la única soltera. La
peor parte de todo el viaje hasta ahora ha sido la propuesta de la pareja
de recién casados en sus cincuenta y pocos años de unirme a ellos en un
trío.
Mi estómago se revuelve ante la posibilidad de que podría tener una
visita. ¿Y si Lexington ha venido a verme? No le he enviado un mensaje
ni lo he llamado, aunque lo he pensado todos los días, varias veces al día.
Racionalizo que fue amable conmigo en el aeropuerto y en el avión porque
sentía lástima por mí y porque no tenía muchas opciones ya que estuvo
atrapado a mi lado durante dieciocho horas.
Suena mi teléfono. Es Ruby. Las conversaciones con ella no han
sido fáciles, ya que la recepción es débil en todas partes, excepto en el
salón del resort. Una vez más, ahí también está repleto de parejas, así
que trato de evitarlo. Contesto la llamada; la terrible recepción hace que
sea difícil escuchar.
—Oye, espera. Voy a intentar encontrar el lugar mágico. —Me
levanto de la silla y me dirijo al lugar donde tengo una recepción
razonable.
—Armstrong… por ti…
—¿Qué? —Su tono hace que se me ericen los pelos de la nuca.
Una señal de recepción libre de estática significa que las siguientes
palabras de Ruby son claras. —Él está en Bora Bora.
—Pero no tiene pasaporte.
—Aparentemente tiene uno nuevo. O de repuesto. No conozco los
detalles, pero sé que va a buscarte. Lo publicó en las redes sociales.
—Maldita sea. —Reviso las cuentas en las que publica con más
frecuencia. Hay una selfie de él frente al letrero del resort. Realmente se
encuentra aquí. Aquí, aquí. No quiero enfrentarlo. No estoy lista. No sé si
alguna vez estaré lista. De hecho, me conformo con que mi hermano, o
alguien de su bufete y el abogado de Armstrong, lo resuelvan todo sin
volver a hablar con él.
—Habría llamado antes, pero lo publicó como hace cinco minutos
y Bane lo vio, así que me llamó, y ahora te lo cuento.
Cuando subo a la cubierta, la puerta de la cabaña se abre y uno de
los botones entra las maletas de Armstrong. Tiene cuatro. Vine con dos,
más mi baúl de juguetes. —Él está aquí. Tengo que irme.
—Oh, mierda. ¿Qué vas a hacer?
—Más que nada, solo quiero darle un puñetazo.
—Es una idea fabulosa. Entonces deberías hacerlo, pero no rompas
nada. Quizás apunta a los lugares blandos, como sus abdominales o sus
bolas. Página|86
Me río. —Te volveré a llamar cuando me deshaga de él. —Dejo mi
teléfono sobre la mesa, cruzando los brazos sobre mi pecho para detener
el temblor en mis manos.
Armstrong aparece detrás del botones. Lleva un par de pantalones
caqui, zapatos blancos y una camisa polo rosa brillante. Su cabello rubio
está peinado con lo que probablemente sea la mayor parte de una botella
de algún tipo de producto. Una tablilla en la nariz y el ojo morado oculto
detrás de las gafas de sol estropean su rostro.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Los ojos del botones se agrandan. Armstrong se apresura a meter
dinero en su mano y lo empuja hacia la puerta.
Me da su sonrisa característica. —Cariño, por favor.
—No me digas así, bastardo imbécil.
—Amalie. —Ese es su tono de advertencia porque mi lenguaje no
es de su agrado.
—Vete a la mierda, Armstrong. No vengas aquí a reprenderme. Voy
a usar el puto lenguaje que me dé la gana. —Recalco cada maldición—.
Será mejor que des media vuelta y busques otro lugar donde ir, no hay
manera de que te quedes aquí conmigo.
—Esta es nuestra luna de miel. Vine hasta aquí por ti. Tuve que
esforzarme mucho para conseguir un pasaporte. Habría llegado antes si
no me hubieras dejado sin uno. —Su tono es acusatorio.
—¿Consideraste que tal vez no quería tu infiel culo mentiroso aquí?
Da un paso hacia mí. —Tienes que dejar que me explique.
—¿Explicarme qué exactamente? ¿Cómo tu pene se introdujo por
accidente en la boca de otra persona en nuestra puta boda? —Gesticulo
de forma salvaje, como si le estuviera dando la palabra para que hable—
. Por favor. Esta historia tiene que ser asombrosa.
Se frota el pecho. —Lo hice por ti. Quería ser capaz de durar.
—¿Lo siento? ¿Disculpa? —Debo haber escuchado mal eso.
—Quería durar para ti. Más tarde. Después de la recepción.
Sinceramente, siento que mi cabeza va a explotar. Me aprieto el
puente de la nariz. —¿Hablas en serio? Tienes manos, podrías haberte
masturbado en el baño si te preocupaba tu duración, la que, por cierto,
es jodidamente patética en el mejor de los casos.
—Es solo que me ex…
Lo señalo con el dedo. —Cierra la maldita boca.
Su boca se cierra de golpe, tal vez por mi lenguaje, tal vez porque
podría parecer un poco loca en este momento. —¿De verdad pensaste que Página|87
venir aquí y decirme que dejaste que Brittany, de todas las personas, te
hiciera una mamada durante la recepción de nuestra boda para mi
beneficio iba a convencerme de volver? ¿Qué tan delirante estás?
—Amalie, sabes cómo funciona esto. Te amo. Eres mi esposa. Te
exijo un estándar más alto. Todo el mundo necesita una amante o dos.
Ellas están para la garganta profunda, y tal vez el anal.
Mi boca se abre y se cierra varias veces. Ni siquiera puedo procesar
lo que me está diciendo. —¿Una amante o dos?
—Para variar.
—¿Qué pasa con la santidad del matrimonio? —Estoy empezando
a sentirme mal ante esta nueva y horrible realidad.
Armstrong niega con la cabeza y frunce los labios al mismo tiempo
que lucha por encontrar las palabras adecuadas. —En realidad es solo
una guía.
Me hundo en la silla, con las rodillas débiles. Creía que ya había
superado la rabia y la tristeza y había alcanzado un cierto nivel de
aceptación, pero he vuelto a la casilla de salida. La cabeza me da vueltas,
parece que estoy borracha, aunque aún no me he tomado la mimosa de
la mañana. —¿Alguna vez me fuiste fiel?
—Nunca he tenido sexo con nadie más que contigo desde que
estamos juntos. —Y agrega—: Tampoco he besado a nadie más.
—No entiendo lo que eso significa.
—Fue solo una mamada, Amalie. Eso es todo. Nada más.
—¿Nada más? —repito—. Dejaste que alguien que no soy yo te diera
una mamada en nuestra boda. Eso sí es algo, Armstrong, eso es engañar.
—Creo que estás funcionando bajo una visión anticuada de lo que
constituye la infidelidad. Una mamada no es engañar.
Mi sorpresa parece no tener límites. —¿En qué mundo?
Apoya su palma contra el pecho. —Amalie, tienes mi corazón. Eso
es lo único que importa aquí. Podemos resolver esto. Es una excelente
asociación.
No puedo escuchar más de esto. Si lo hago, es muy probable que
termine cometiendo un asesinato. No sé cómo es el sistema penitenciario
en Bora Bora, pero prefiero no averiguarlo. Señalo la puerta. —Lárgate
de una puta vez.
—Amalie, tienes que ser razonable. —Se encuentra de pie frente a
mí. Su entrepierna al nivel de mi cara.
—¿O qué? —Me pregunto cuántas veces Brittany se ha arrodillado
ante él. Me pregunto si ella es la única. Parece poco probable basado en
lo que acaba de decir.
—Estoy siendo amable en este momento, Amalie. Has tenido una
Página|88
semana para ajustar tus expectativas. Y la gente está hablando. No creo
que quieras sacarme de quicio más de lo que ya lo has hecho, ¿verdad?
—Sus ojos parecen oscuros y enojados mientras sus dedos se envuelven
con fuerza alrededor de mi bíceps, apretando.
—¡Quítame las manos de encima! —Intento liberarme de él, pero
me aprieta con más fuerza.
Mi reacción es instintiva, mis años de autodefensa entran en
acción. Cierro el puño y le doy un puñetazo en las pelotas, haciéndole
caer de rodillas.
Se queda con la boca abierta de asombro, se agacha y cae al suelo,
acurrucado en posición fetal. —¿Por qué? —jadea.
Mi silla se reclina cuando me esfuerzo por ponerme de pie.
—Porque eres un imbécil y un infiel, e intentaste amenazarme con
la fuerza. —Agarro mi teléfono con las manos temblorosas y abro mi lista
de contactos, pasando por encima de Armstrong mientras me desplazo
hacia la única persona que puede ayudarme en este momento.
Traducido por Tolola
Corregido por Alessandra Wilde
—Hola, ¿Lex? Soy Amie. Amalie. Hola.
Me sorprende escuchar su voz, así que me demoro un segundo en Página|89
responder, de forma poco elocuente. —Hola. Hola, Amie. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. —Se ríe con inseguridad—. Espero no haberte pillado
en mal momento.
La vacilación en su voz me hace sentar más erguido. —¿Segura que
estás bien? No lo pareces.
Suspira suavemente. —La verdad es que no. Necesito tu ayuda.
Por su tono, no creo que se trate de ser el probador beta de su baúl
de juguetes. Me encuentro sentado en mi terraza con una pila de carpetas
y archivos, haciendo cálculos entre chapuzones en el agua. Ayer estuvo
lleno de reuniones, hoy estoy revisando las cosas más importantes que
hay que gestionar. Dentro de tres horas tengo otra reunión en el complejo
turístico hermano, un poco más allá de la isla.
—¿Qué pasa? ¿Tienes problemas?
—Eh. Creo que... Creo que necesito salir de aquí. ¿Podrías venir a
buscarme? O… no importa. Seguramente estés en medio de una reunión.
No sé qué estoy haciendo.
Muevo mi computadora portátil a la mesa. —No estoy en medio de
nada. Puedo ir ya mismo. ¿Qué ha pasado?
—Armstrong está aquí.
—Lo siento, ¿he oído bien?
—Armstrong está en Bora Bora.
Pongo mis pies en mis sandalias. —¿Está contigo en este momento?
—Así es.
—¿Te ha lastimado? —Agarro las llaves del jeep del hotel que he
estado usando durante mi estancia y me apresuro a bajar por el muelle,
forzando una sonrisa al pasar junto a un par de empleados de la limpieza
y huéspedes del complejo.
—¿Me ha lastimado?
—¿Te ha puesto las manos encima, te ha tocado, te ha hecho daño?
—Creo que no. No. Es decir, me puso las manos encima, pero le di
un puñetazo, así que estoy bien.
Esta vez mi sonrisa es sincera. —Buena chica. Estoy en camino.
¿Quieres que me quede al teléfono contigo?
—Estoy bien. Creo. Necesito empacar. Debo empacar.
Suena como si estuviera en shock. Es un tipo de shock diferente al
de la noche de la boda. —¿Segura? Puedo quedarme en la línea.
—¿Cuánto tiempo tardarás?
—Diez minutos. Quince como mucho. No estoy lejos.
—Bien. Estaré bien hasta entonces. Te veré pronto. Página|90
Amalie cuelga. Me quedo observando el teléfono unos segundos,
debatiendo si debería volver a llamarla y asegurarme de que esté bien. O
todo lo bien que puede estar teniendo en cuenta las circunstancias. Por
supuesto que Armstrong vendría a buscarla. No soporta perder y odia la
idea de que la gente hable mal de él por eso.
En los últimos días he estado en contacto constante con Bane. La
primera llamada que recibí no fue del todo amistosa. Asumió que yo había
sabido de alguna manera que Amalie se iba a Bora Bora. La luna de miel
nunca había sido algo de lo que me importara enterarme. Cuando Bane
se dio cuenta de lo ridículo que era, se tranquilizó y se disculpó. Si esto
hubiera sido hace unos años su preocupación podría haber sido válida,
pero hacía mucho tiempo que no molestaba a Armstrong.
Aparte de las llamadas de Bane, he estado recibiendo un sinfín de
mensajes de Ruby poniéndome al día sobre el estado de su mejor amiga,
incluyendo el número de su cabaña, por si lo necesitaba. La tentación de
revisar cómo está Amalie ha sido fuerte, pero no iba a iniciar el contacto.
No voy a ser el imbécil de esta situación aprovechándome de ella en un
momento de debilidad. Pero que me busque, bueno, eso es diferente. Me
está pidiendo ayuda. No sé cómo va a reaccionar Armstrong al verme,
pero no voy a dejar que la perturbe más de lo que ya lo ha hecho. Ya he
soportado suficiente de sus tonterías para toda una vida.
Me subo al jeep y me dirijo a The Haven. Una vez allí, consigo un
carrito de golf para poder recorrer los estrechos caminos que llevan a las
cabañas de la playa. No tardo en localizar la cabaña de Amalie. Ella está
sacando sus maletas por la puerta a la vez que Armstrong la agarra del
brazo, en un intento de hacerla entrar.
Apenas tengo el auto estacionado antes de abalanzarme sobre él.
—¡Quítale las manos de encima!
La suelta, confundido. Obviamente ella no mencionó que venía a
buscarla, y nadie le dijo que yo estaba aquí, lo que me da la ventaja para
sorprenderlo. Me abalanzo sobre él como un jugador de fútbol americano,
y le golpeo con mi hombro en el estómago, lanzándolo hacia la cabaña.
Aterrizamos en el suelo fuertemente.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? Maldito… —Antes de que
pueda pronunciar otra palabra, le doy un puñetazo en la boca.
—Lo has jodido todo tú solo. No te enfades porque haya acudido a
mí en busca de ayuda. —Para evitar que hable, le doy un golpe en las
pelotas.
Aspira de forma agitada y jadeante mientras se toca las pelotas,
gimiendo con insultos.
—Mi equipaje está en el carrito, vamos. —Amalie vuelve a entrar
por la puerta y se detiene al ver a Armstrong hecho un ovillo en el suelo—
. ¿Qué le has hecho?
—Le di un puñetazo. Página|91
—¿En el pene? —pregunta.
—Y en la cara primero, pero sí.
Me sonríe. Luce un poco maniática. —Yo también. El puñetazo en
el pene, quiero decir. —Me rodea para ponerse encima de Armstrong—.
A partir de ahora, cualquier comunicación que tengas conmigo será a
través de nuestros abogados. No me contactes directamente. No tengo
nada que decirte. De hecho, no es cierto. Tengo mucho que decirte, pero
no creo que nada de eso importe ya porque eres un imbécil moralmente
defectuoso. Y para que conste, soy excelente con las mamadas, y habría
estado totalmente dispuesta para el anal.
Ahora quiero saber lo que me perdí antes de llegar.
—Amalie. No puedes... —Intenta sentarse, pero no parece ser capaz
de coordinar el movimiento.
—Cállate. Cállate de una puta vez. No he terminado. —Cuando él
permanece en silencio, continúa—: El hecho de que quisieras que actuara
como tu novia virgen cada vez que teníamos sexo era denigrante y he
estado fingiendo mis orgasmos hace meses. Además, tu pene es pequeño.
Es el pene más pequeño que he montado. O intenté montar. De hecho, la
mitad de las veces ni siquiera estaba segura de que estuvieras dentro. Y
eres un eyaculador precoz. Espero que Brittany y cualquiera a quien le
hayas metido el pene disfruten de sus dos minutos de sexo seguidos de
tus horribles orgasmos. Vamos, Lex.
—Claro que sí.
Pasa junto a mí, con las manos cerradas en un puño y los ojos
encendidos.
Armstrong se sienta y trata de ponerse de pie, pero parece que no
logra levantarse. Su voz es ronca y apenas audible. —Imbécil. Me has
tendido una trampa.
—Eso sería muy conveniente para ti e, incluso si fuera cierto, que
no lo es, la cagaste tú solo, no me incluyas. Pero gracias por joderla. Sabía
que nunca serías capaz de quedártela. Y seguro que hace que sea mucho
más fácil para mí ser el bueno.
Amalie toca el claxon y le doy el dedo corazón a Armstrong antes
de darme la vuelta y volver al carrito de golf.
Me dejo caer en el asiento del conductor. —¿Estás bien?
—No tengo respuesta para esa pregunta.
—Vamos a sacarte de aquí. —Retrocedo y doy la vuelta.
Justo cuando estamos a punto de alejarnos, Armstrong llega a la
puerta, todavía sosteniendo sus bolas. —¡Amalie, por favor! Podemos
solucionar esto. ¡No puedes tenerla, Lex!
—¡Espero que se te rompa tu pene para siempre! —Amalie le lanza
una doble mirada mientras nos alejamos. Deja caer la cabeza contra el
Página|92
respaldo del asiento cuando desaparecemos al doblar una esquina—. Si
no vuelvo a verle la cara nunca igual me parecerá poco tiempo.
Amalie me ayuda a trasladar sus maletas a la parte trasera del jeep,
aunque le digo que puedo arreglármelas. Me alegro de que Armstrong no
nos haya seguido hasta el estacionamiento. No quiero que diga nada más
que pueda darle a Amalie una impresión equivocada. Una vez cargadas
las maletas, subimos al jeep y salimos del estacionamiento del complejo.
Me recuerdo que ella necesita un amigo, y yo soy literalmente la única
persona a la que tiene acceso. Puedo entender que Armstrong piense que
yo he organizado todo esto. Si yo fuera él, también habría llegado a esa
conclusión. Diablos, incluso mi hermano pensó lo mismo.
Amalie se recoge el cabello en una coleta alta para evitar que se le
agite en la cara. —¿Cómo es esta mi vida?
—¿Quieres hablar de lo que pasó?
Suspira y deja caer la cabeza hacia atrás contra el asiento, mirando
al cielo durante unos largos momentos antes de decir finalmente: —La
mamada de esa puta no fue un incidente aislado. Creo que me ha estado
engañando todo este tiempo.
—¿Y lo admitió? —No quiero presionar para obtener información
que no quiera dar, pero me gustaría saber qué pasó exactamente para
que me llamara. Teniendo en cuenta el historial de Armstrong de follarse
a las chicas con las que yo salía en el pasado, no sería muy exagerado
creer que la ha estado engañando desde el principio. No parece tener una
brújula moral de ningún tipo cuando se trata de relaciones.
Sus gafas de sol no ocultan la lágrima que recorre su mejilla. Se la
quita con frustración. —Dice que no se ha acostado con nadie más que
conmigo desde que estamos juntos. Ni ha besado a nadie. También dijo
que las mamadas no se consideran como un engaño.
Agarro el volante con más fuerza, luchando contra el impulso de
pisar el freno, dar la vuelta al jeep y terminar de patearle el culo.
—¿En serio dijo eso? ¿Esas son las palabras que usó?
—Sí. Esas son las palabras. Hizo que pareciera que debía esperar
que tuviera mujeres a su lado. En realidad, dio a entender múltiples
mujeres. Amantes de hecho. En plural. Que es parte de cómo son las
cosas y que debería estar bien con ello. ¿Qué hay de malo en él? ¿Qué me
pasa que ni siquiera lo sabía? ¿Cómo pude no darme cuenta de que se
acostaba con otras mujeres?
Elijo mis palabras con cuidado. —Armstrong siempre ha sido muy
hábil para manipular situaciones, Amalie. También se le da bien contar
las cosas como le conviene, y está muy acostumbrado a conseguir lo que
quiere.
—¿Cómo se convence de que una mamada no es un engaño? —se
burla.
Página|93
—Estoy seguro de que en su cabeza su argumento era convincente.
Se frota los ojos. —Esto es un desastre. No entiendo cómo se las
arregló para conseguir un pasaporte tan rápidamente.
—Los Moorehead tienen conexiones en la embajada de Estados
Unidos. —Lo sé porque Griffin tuvo que utilizarlos gracias a un pasaporte
perdido en Londres el año pasado. Fue al mismo tiempo que Bane perdió
su teléfono y su iPad. Ese viaje fue una pesadilla.
—Por supuesto que sí. Me pregunto qué mujer está en su lista de
mamadas allí. —Emite un sonido de molestia—. Siento mucho haberte
arrastrado a esto otra vez, Lexington.
—No te disculpes. Pude golpear a mi primo más de una vez, y en el
pene. Probablemente va a ser lo mejor de este viaje.
Eso consigue una risa débil de ella. —Lo mismo para mí. No puedo
creer que haya hecho eso. Quiero decir, darle un rodillazo a alguien en
las pelotas lo entiendo, pero le di un puñetazo. Con fuerza.
—Te da mucha satisfacción, ¿no?
—Debería sentir algún tipo de remordimiento, pero realmente no lo
siento.
—Lo mismo.
No me demoro mucho en volver a mi resort. Estaciono cerca de la
conserjería y hago un gesto hacia los búngalos sobre pilotes en el agua.
—Tienes dos opciones, puedes quedarte ahí fuera o en una de las villas
frente a la playa.
—Aquí es donde quería quedarme cuando reservamos el viaje. —
Baja de un salto y cierra la puerta—. ¿Dónde estás?
Señalo con la cabeza hacia el agua. —Estoy ahí fuera.
—¿Te parece bien que me quede yo también?
Por un instante pienso que quiere quedarse conmigo. Lo cual no
sería una buena idea en absoluto. Soy consciente de que si se queda en
mi búngalo me la follaré con toda seguridad. Es demasiado tentadora y
me veo obligado a coquetear con ella. También está bajo demasiado estrés
emocional y es demasiado vulnerable para tomar buenas decisiones, y no
quiero terminar como una de las malas.
Debo de haber guardado silencio demasiado tiempo, porque aparta
la mirada y juguetea con la correa de su bolso.
—No tienes que entretenerme ni nada. Sé que estás aquí para
trabajar. No voy a ser un problema. Solo que... en caso de que Armstrong
intente encontrarme, o quiera volver a hablar, me sentiría más segura
sabiendo que estás cerca.
—Está bien. Y es exactamente lo que pensaba, con respecto a que
estés a salvo, quiero decir. Aunque no sé hasta qué punto tengo que
preocuparme, ya que pareces saber defenderte bastante bien. Página|94
Sonríe y agacha la cabeza mientras cruzamos el aparcamiento para
registrarla en la conserjería. —Tuve que hacer cursos de defensa personal
como parte de un castigo cuando era adolescente. Resulta que me gustó.
—¿Como castigo? ¿Qué demonios hiciste para que las clases de
defensa personal fueran un castigo?
—Es una larga historia. Una que no suelo contar a menos que esté
muy borracha.
—Oh. Interesante. Recuérdame que te ponga muy borracha más
tarde.
—Tengo la sensación de que eso no será difícil. Planeo consumir
copiosas cantidades de alcohol con la esperanza de borrar el año pasado
de mi memoria.
Y volvemos a Armstrong y a su idiotez. Para alguien tan inteligente
como Amalie parece ser, me cuesta entender cómo se las arregló para
caer en su mierda en primer lugar. Sin embargo, todavía no me siento
con derecho a preguntarlo.
Al ser propietario del complejo es fácil conseguir un búngalo sobre
el agua para Amalie cuando normalmente tenemos todo reservado con
un año de antelación. Curiosamente, el que está al lado del mío está vacío
la próxima semana. Muy conveniente. Seguro que podemos cambiar a los
huéspedes para que se quede allí todo el tiempo que quiera. La ayudo a
llevar sus maletas al búngalo. La cama, una enorme cama matrimonial,
está colocada de tal manera que ofrece una vista sin obstáculos del volcán
inactivo al otro lado del agua. La nevera del bar está llena y en el centro
de la pequeña mesa hay un cuenco de fruta.
—Nos encargaremos de todo, toda tu comida, bebida, todo está
incluido mientras estés aquí y siéntete libre de aprovechar el spa. Haré
que se apliquen créditos a tu habitación para que puedas usarlo cuando
quieras. —Abro las puertas corredizas y salimos a la terraza.
—No es necesario. Has sido más que generoso trayéndome aquí.
—Considéralo un estudio de mercado. Hay que actualizar la lista
de servicios, y tus experiencias me ayudarán a tomar mejores decisiones
sobre los cambios que tienen que aplicarse. —Señalo a la izquierda, al
búngalo vecino—. Ahí estoy yo. Tengo que asistir a una reunión en breve,
pero volveré esta tarde, solo tienes que llamar a mi puerta si necesitas
algo.
—Claro. Por supuesto. Gracias de nuevo por tu amabilidad. —
Cierra la brecha que nos separa y me rodea la cintura con los brazos.
Lleva chanclas en vez de tacones, así que la parte superior de su cabeza
ni siquiera me llega a la barbilla.
Le devuelvo el abrazo, disfrutando la sensación de su cuerpo contra
el mío. Me gustaría quedarme con ella y ayudarla a instalarse, pero tengo
que prepararme para una reunión. Puedo ver cómo está cuando vuelva.
Parece un poco perdida cuando me voy, y odio admitirlo, pero me gusta Página|95
la forma en que parece necesitarme.
Traducido por Anna Karol, Gesi & Sofía Belikov
Corregido por AnnyR’
Mi reunión de la tarde se convierte en una cena y unas copas con
varios miembros del personal directivo y algunos de los clientes de alto
Página|96
nivel que frecuentan el complejo con regularidad.
El hecho de que mi padre me envíe aquí es algo importante. Aunque
me saca de la línea de fuego de las tonterías de Armstrong, también es
su forma de decirme, no tan sutilmente, que le gustaría que mejorara mi
juego. En los últimos seis meses, ha creído que voy sin rumbo.
Puedo atribuirlo en parte a la enfermedad de mi madre, y es por
esa razón que mi padre no ha exigido más. Hasta ahora. Pero la verdad
es que es más que eso. Griffin es bueno en lo que hace, pero es callado y
la parte de tratar con las personas en el negocio no es lo suyo. Bancroft
se muestra prometedor en la parte de la renovación del sector, pero no
quiere dirigir la empresa. Mi padre confía en mí para que el imperio Mills
siga funcionando cuando se retire. Es lo que quiero, aunque hasta ahora
no lo haya expresado muy bien.
Es una gran responsabilidad para mí, ya que la mayor parte de mi
vida se me ha considerado un desastre, gracias a mis constantes batallas
con Armstrong. Él ha hecho un gran trabajo para hacerme parecer
incompetente, y la mayoría de las veces, he alimentado sus juegos. Eso
no ha servido para que mi padre recupere la fe en mi capacidad de
gestionar este negocio con la cabeza fría. Le preocupa que sea explosivo,
lo cual ha sido una inquietud válida.
El hecho de que Bancroft se incorporara al equipo el año pasado
me ha empujado a analizar que no he dado lo mejor de mí. No quiero
defraudar a mi padre y, sobre todo, no quiero defraudarme a mí mismo.
Esta es mi oportunidad de demostrarnos a ambos, que voy a ser capaz
de hacerme cargo del negocio cuando se jubile. No es que haya sido un
completo vago hasta hace poco, sino que estaba acostumbrado a obtener
grandes resultados sin esforzarme al máximo. Pero eso ha cambiado. Veo
lo mucho que se esfuerza Bane y reconozco que, si yo pusiera el mismo
empeño, los resultados serían aún mayores. No es una competencia, es
una colaboración.
Mi padre nunca se alejará del todo, pero el susto del cáncer de mi
madre le ha hecho darse cuenta de lo importante que es ella, y de que no
quiere perderse estos años porque siga sintiéndose obligado a trabajar
setenta horas a la semana. Hay algo bueno en lo malo, supongo.
Ya es tarde cuando vuelvo al complejo. Me gustaría ver a Amalie,
pero su alojamiento se encuentra a oscuras. No quiero molestarla si está
durmiendo. Todavía cansado del día, me cambio y me dirijo al bar para
tomar una copa.
La vida nocturna aquí siempre está en su punto. A diferencia del
anterior complejo de Amalie, en este lugar no todo son parejas y recién
casados, aunque hay muchos. Los solteros vienen para una escapada.
Las familias y sus niñeras pasan dos semanas disfrutando del sol y el
paisaje. Es un público mixto, lo que lo convierte en la mejor opción para
los que no tienen pareja.
Nací para socializar. En la escuela secundaria tenía amigos en
todos los grupos. Me relacionaba con los marihuaneros; pasaba tiempo Página|97
con los rockeros y siempre iba a los bares de mala muerte a escucharles
tocar; me llevaba bien con los cerebritos amantes del estudio, los chicos
en el taller de mecánica, los frikis del arte dramático… lo que sea, podía
encontrar una forma de relacionarme. Por eso mi padre me envía a estos
viajes. Más allá del hecho de que no tengo ataduras y de que no tiene que
preocuparse por alejarme de alguien importante, se me da bien hablar
con la gente. Y a ellos les gusta conversar conmigo. Es tanto un don como
una maldición.
Camino hacia la barra y observo a la gente interactuar. Los solteros
se mezclan y coquetean, las parejas y los recién casados conversan, y las
miradas se desvían hacia la multitud que está en la pista de baile. Hay
mucho ruido aquí. Observo la longitud de la barra y me fijo en el largo y
ondulado pelo rubio que me resulta familiar. Amalie.
No está escondida en su habitación. Está inclinada hacia el hombre
que se apoya en el bar a su lado. Sus intenciones son claras en la forma
en que sus ojos recorren su cuerpo cuando ella cruza las piernas. No. De
ninguna manera voy a permitir que un imbécil cualquiera se enrolle con
ella.
Conforme me voy acercando a ellos, noto algunas cosas. Su vestido
es una segunda piel, pegado a su cuerpo tonificado y exuberante. Dudo
que Armstrong apruebe que lleve algo así en público. Y entiendo por qué.
No querría que nadie más la viera con algo tan provocativo, a no ser que
me llevara del brazo, y todo el mundo en la sala supiera que está fuera
de los límites.
Me muevo detrás de ella, observando al tipo que le coquetea. Me
mira y me dedica una de esas sonrisas conspirativas que dicen: Mira
cómo me la gano. Mantengo mi mirada fija en la suya mientras me inclino
hasta acercar mi boca a su oreja. —¿Te lo estás pasando bien?
Amalie jadea y se gira. Dulce madre de Dios. Parece un pecado. El
pecho del vestido cae, lo que me permite ver su escote. Y el vestido, si es
que puede calificarse como tal, es blanco. Y muy, muy corto. Seguro que
cuando se pone de pie apenas le cubre el culo. Tiene los labios rosados y
brillantes, y esos bonitos ojos azules encuentran los míos.
Se muerde el labio y saca la lengua mientras una lenta sonrisa se
extiende por su cara. Me pone una mano en el pecho. —Lexington. Estás
aquí. —Cierra el puño y me golpea el torso—. Llamé a tu puerta pero
nadie respondió. —Se gira hacia su acompañante, con la mano aún sobre
mí—. Rick. Rich. ¿Ricky?
Su sonrisa es tensa. —Soy Eric.
—¡Claro! Eric. —Se golpea la frente y se ríe—. Soy malísima con los
nombres. Eric, este es Lex. Es mi amigo. Es muy bueno conmigo. Hoy le
ha dado un puñetazo en el pene a mi esposo. —Se inclina hacia mí, apoya
la cabeza en mi pecho mientras mira hacia arriba, sonriendo—. Fue tan
dulce. Eres tan dulce. —Me acaricia la mejilla. Me pregunto si está un Página|98
poco achispada.
La sonrisa engreída de Eric desaparece. —¿Esposo?
Amalie agita una mano floja en el aire. —O no-esposo. O lo será
cuando firme los papeles de la anulación. Le hicieron una mamada en
nuestra boda, yo no.
—Eric, ¿podrías disculparnos, por favor? —Sonrío, pero no es nada
amistoso.
—No tiene que irse. —Frunce el ceño y se vuelve hacia Eric—. No
tienes que irte. Está siendo grosero.
Él mira de Amalie a mí y viceversa. Parece darse cuenta de que su
conquista ha terminado. —Encantado de conocerte, Emily. Tal vez nos
veamos por ahí.
Me muevo a su asiento ahora vacante. —¿Emily?
—Se equivocó la primera vez y no me apetecía corregirle. —Sorbe
su martini—. ¿Por qué lo espantaste? Me gustaba. Era un buen oyente.
—Mueve un dedo y me hace señas para que me acerque—. Creo que Eric
quería follar conmigo.
—Oh, ¿y por qué piensas eso? —Por supuesto que quiere follar con
ella. Todos los tipos de esta habitación quieren hacerlo, casados, solteros,
casi muertos, no importa, mientras tengan un pene y se ponga duro, van
a querer metérsela. Yo mismo incluido.
—Bueno. —Amalie apoya la barbilla en su puño—. Dijo que quería
follar conmigo, así es como lo sé.
—¿Qué? —Escudriño el bar, buscando a Eric, a quien me gustaría
golpear, pero Amalie me agarra de la camisa, atrayendo mi atención de
nuevo hacia ella.
Sus ojos rebotan en mi cara. —¿Quieres follar conmigo? —Arrastra
las yemas de sus dedos por mi mejilla—. Dios, qué sexy eres. ¿Por qué
eres tan guapo? ¿He dicho eso en voz alta? Sí lo dije. Puedo escucharme
hablando. Se supone que eso estaba en mi cabeza.
Le tomo la barbilla. —¿Cuántas copas te has tomado?
—¿Solo dos? El jodido Eric me invitó una y antes me tomé una yo
sola. ¿No fue amable? ¿Qué hora es?
—Es un resort con todo incluido, Amalie, él no te compró nada.
—Oh, claro. Umm. Bueno, ahora estoy menos impresionada.
Me río, porque no estoy seguro de cómo evaluarla en este momento.
Está definitivamente achispada, pero no completamente borracha, por lo
que me doy cuenta. —Voy a traerte un poco de agua, ¿de acuerdo?
—Probablemente sea una muy buena idea. Hoy he pasado mucho
tiempo al sol. El agua podría ayudarme a evitar que mis pensamientos
internos salgan de mi boca.
Página|99
—Me gusta que tus pensamientos internos salgan de tu boca. —
Hago una señal al camarero y le pido agua. Unas cuantas copas son
comprensibles después de lo que ha pasado. Aunque preferiría que no se
emborrachara sin que yo estuviera cerca para mantenerla a salvo. Es
demasiado vulnerable para dejarla a su suerte.
—Por supuesto que sí. Todos mis pensamientos internos sobre ti
son sucios. —Hace una mueca, como si no hubiera querido decir eso.
De todos modos, insisto, porque la Amalie achispada y sin filtro es
divertida, siempre y cuando su falta de filtro no se dirija a los imbéciles
como el jodido Eric. —¿Ah sí? ¿Qué tan sucios son?
—Creo que debería hacer un voto de silencio por el resto de la
noche. Hablar contigo me va a meter en problemas. —El camarero le pone
un vaso de agua al frente—. ¡Oh! Gracias. —Se bebe el vaso de tres largos
tragos. Espero a que termine antes de presentarlos.
—Declan, esta es Amalie. Es una amiga, ha venido de vacaciones
desde Nueva York. Amalie, este es Declan, el camarero principal.
—Hola. —Su mano se dispara—. Disculpa mi descortesía. Es un
placer conocerte.
El camarero me lanza una mirada interrogativa, pero le toma la
mano y le besa el nudillo. Mi expresión debe decirle que no estoy contento
porque la suelta rápidamente y le ofrece más agua.
La mayoría de las noches me siento en el bar y charlo con la gente,
pero no me meto con los clientes. Es malo para el negocio. Sin embargo,
Amalie no es una invitada típica, y me encargo de que su bienestar sea
mi prioridad.
Declan pone un vaso de agua fresca delante de Amalie.
—Gracias. No me había dado cuenta de la sed que tenía. Además,
si bebo agua me ahorra decir más cosas incriminatorias a este. —Hace
un gesto con el pulgar por encima del hombro y me da un golpe en el
pecho—. Ya sabe que está buenísimo, así que no necesita que se lo diga.
Pero en serio, es muy sexy. —Levanta su vaso, da unos pequeños sorbos
y se bebe el resto. Frunce el ceño cuando los cubitos de hielo tintinean
en el fondo y se dirige a mí—: No creo que el agua me ayude a censurarme
como esperaba.
Unos cuantos cabellos sueltos se pegan a sus brillantes labios. Los
aparto con cuidado, rozando su mejilla. —Creo que ya hemos acordado
que no me molesta tu falta de censura.
Sus ojos se cierran, y sus dedos suben para rozar el dorso de mi
mano. —Cuando me tocas así, lo siento justo entre mis… —Abre los ojos
y se muerde el labio. Me decepciona no poder escuchar el final de esa
frase—. Debería volver a mi bungaló antes de que mi boca me avergüence
más de lo que ya lo ha hecho. No siempre soy tan inestable. Prometo que
no hago esto todo el tiempo. El drama ni los martinis.
Página|100
Lucho por evitar que mi sonrisa se transforme en risa. —¿Quieres
que te acompañe hasta tu bungaló?
—No tienes que hacerlo. Estaré bien.
—Ahí está de nuevo esa palabra. Deja que me asegure de que estás
a salvo, Amalie.
Sus ojos están muy abiertos y examinadores. —Eres muy amable
conmigo. ¿Por qué?
—¿Necesito una razón?
Extiendo una mano y coloca su cálida mano en la mía mientras se
levanta de su silla. Sus manos son delicadas, igual que su rostro.
Sin embargo, su tacón se atora, por lo que tropieza hacia adelante
y se aferra a mi bíceps para estabilizarse. —No estoy borracha, estos
tacones son nuevos.
—Como sea que quieras contarlo.
—En serio. Es la primera vez que los uso. —Utiliza el borde de la
barra para mantener el equilibrio mientras ajusta la correa en su talón.
—No estoy juzgando. —Pero seguro que la estoy comprobando.
Sin embargo, no quiero pensar en lo que podría haber sucedido con
el jodido Eric si no hubiera aparecido cuando lo hice. No la conozco tanto
como para poder decir con certeza lo dudosa que es su toma de decisiones
cuando ha estado bebiendo y bajo estrés, aparte de en su boda, y esas
fueron circunstancias extremas.
Saludo con la cabeza al personal mientras atravesamos el vestíbulo
y salimos al aire cálido, con mi brazo enlazado con el suyo para ayudarla
a mantener el equilibrio. Se mira los pies y sus pasos son deliberados
cuando bajamos por las escaleras.
—Aguarda. —Hace que me detenga y me acaricia el brazo—. Esto
es bonito. Me refiero a los tatuajes, no a tu brazo, bueno, ese también es
bonito, pero el arte es agradable. Me gusta. Es sexy, como el resto de ti.
—Me mira con una sonrisa—. Sexy Lexy.
—Esa fue la única vez que me llamas así. —Creo que me agrada
con la guardia baja.
—¿En serio? Creí que sería un gran apodo. —Sacude la cabeza—.
¡Oh! Lo siento. Estoy un poco distraída esta noche. —Me presiona los
pechos contra el brazo cuando levanta un pie y se quita un zapato, luego
repite la acción con el otro—. Me están sacando ampollas.
—Probablemente sea más seguro de esta forma, considerando las
peligrosas tablas de la terraza. Lo último que necesitas es un tobillo
torcido.
—Dios, eso sería horrible. Gracias por esto. Otra vez. Te deberé
muchos favores.
Página|101
Mi mente hace que cada uno de ellos sea de naturaleza sexual.
—Tu compañía es un favor suficiente.
—¿No te sientes solo estando en un lugar tan hermoso rodeado de
todas estas parejas? ¿Sobre todo porque viniste por negocios y no por
diversión?
—La mayoría de las veces estoy demasiado ocupado como para
pensarlo, pero el tiempo de inactividad puede ser un desafío. No puedo ir
al bar a simplemente beber una copa y relajarme. Siempre estoy haciendo
algo, a menos que esté en mi habitación, y entonces estoy solo.
—Eso suena deprimente.
—No es tan malo. La mayor parte del tiempo es todo trabajo con un
hermoso telón de fondo.
Se tropieza y aprieto más mi agarre.
—¡Ay! ¡Mierda! ¡Me golpeé el dedo del pie!
—Estás teniendo una noche dura, ¿no?
—Parece ser una tendencia para mí. —Cojea los últimos metros
hasta su bungaló. Le lleva unos segundos de hurgar en su bolso para
encontrar su tarjeta de acceso y abrir la puerta. Arroja todo al piso y
camina con cautela hasta la cama. Dándose la vuelta, se deja caer sobre
el colchón, su falda se sube de forma obscena y sus piernas están lo
suficientemente separadas como para regalarme una vista muy clara del
trozo de tela entre sus muslos. Es rosa pálida. De encaje. Supongo que
es probable que sea una tanga, ya que no noté líneas de bragas cuando
le miré el trasero en el bar.
No debería estar ahora mismo aquí con ella. No mientras está bajo
la influencia de los martinis y pienso en lo fácil que sería levantar esa
pequeña falda por sus caderas y bajar esas bragas por sus muslos. Lo
que debería hacer es regresar a mi bungaló y masturbarme en la ducha.
Pero eso no suena nada atractivo.
—Puedo ver debajo de tu falda.
Junta las rodillas y jala el dobladillo. —Llevo puestas bragas.
—Lo sé.
Sus ojos se iluminan con picardía. —Son rosas.
Toso. Tengo que luchar contra mi cuerpo para quedarme en este
lado de la habitación. Voy a la nevera y tomo una botella de agua.
—También lo sé.
—¿Sabías que a Armstrong solo le gusta la lencería blanca? O al
menos eso le gusta en mí. Gustaba. Le encantaba fingir que conquistaba
a una virgen cada vez que tenemos sexo. Teníamos. Porque nunca en la
vida volveremos a tener relaciones sexuales.
Amén a eso. Totalmente puedo entender el encanto de Amalie en
Página|102
blanco. Tiene un rostro dulce. Combina sus delicados rasgos y su delgado
y curvilíneo cuerpo con lencería blanca y sería la perfecta imagen de la
sexy inocencia. Por otro lado, también puedo apreciar lo sensual que se
vería con encaje negro, o cuero, o cualquier otra combinación de color y
tela que se le pueda ocurrir a la industria de la lencería. No digo ninguna
de esas cosas, porque creo que sería una mala idea expresar mi opinión
sobre el asunto. —Armstrong es un idiota —digo, en cambio.
—Sí. Y me casé con él. Ni siquiera sé en qué estaba pensando. En
el lado positivo al menos ya no tengo que fingir orgasmos. —Se levanta
sobre sus codos y se aleja el cabello de la cara con un soplido—. Me duele
mucho el dedo del pie.
Sí que está incoherente. Aunque no puedo culparla después del día
que ha tenido. Enderezando la pierna pero manteniendo las rodillas
juntas, se inspecciona el pie. —¡Oh, guau! ¡Estoy sangrando! ¡Mira!
A medida que me acerco baja el pie lo suficiente como para que
pueda ver la acumulación de rojo en la uña de su dedo gordo. Es una
cantidad significativa de sangre.
—Creo que me rompí la uña. —Se lleva la rodilla al pecho para
poder ver mejor, una vez más dándome una excelente vista de sus bragas.
—Amalie. —Cierro los ojos. Maldición. Mi pene está malditamente
desesperado por salir de mis pantalones y meterse debajo de ese encaje
y satén rosa pálido.
—Oh, sí, desde luego la uña está rota. Ooooh. Es muy asqueroso.
¿Por qué tienes los ojos cerrados? ¿Le tienes miedo a la sangre?
Señalo en su dirección con un párpado entreabierto. —Tus bragas.
—¿Le tienes miedo a mis bragas?
Renuncio a no mirar y observo intencionadamente su entrepierna.
Baja la vista. —Oh. Ups. —Cerrando las piernas, se estira hasta la mesa
de noche y toma un pañuelo de papel, frotándoselo sobre su dedo gordo
mientras inhala.
Una parte de mí desea no haber señalado la exhibición de bragas.
—¿Duele?
—Sí, pero probablemente solo porque puedo ver el daño. Es muy
malo.
—¿Ese es tu diagnóstico clínico?
Me fulmina con la mirada. —Sabes, podrías ayudarme trayéndome
el botiquín de primeros auxilios en vez de quedarte ahí, burlándote de mí
mientras me desangro.
—¿Demasiado dramática? Y si hago eso, podría perderme de que
me enseñes las bragas.
—Tú eres el que sigue diciéndome que cierre las piernas. Decídete,
Lexington, ¿qué es lo que quieres?
Página|103
No sé si me está provocando o no. Esta no es la Amalie con la que
he tratado en eventos y funciones familiares durante el último año. Esa
mujer es tranquila y controlada. Es educada, dulce, cálida y aun así un
poco reservada. Esta versión es descarada, contestona y muy ardiente.
Quiero saber cuál es la verdadera. O tal vez ambas lo son. Quizás esta es
Amie la Anárquica de la que hablaba en el avión. La que usa vestidos
obscenamente cortos y recoge tipos llamados Jodido Eric en los bares y
muestra sus bragas.
—Traeré el botiquín de primeros auxilios. —Lanzo la botella de
agua a la cama y voy hasta el baño. Hay uno en cada armario de ropa
para este tipo de emergencias. Hago una pausa cuando cruzo el umbral.
Es como si el estuche de maquillaje de una mujer hubiera vomitado por
todo el tocador.
Pero no es ahí a donde se dirige mi atención. Sino al consolador de
vidrio texturizado con la espiral de color rosa en el centro con un extremo
redondo y el otro en forma de torpedo sobre la toalla de mano. Junto a él
hay una botellita de solución limpiadora. ¿Lo limpió porque lo utilizó
recientemente o porque esos guardias tocaron casi todo en su equipaje
de mano?
Ahora mi erección está furiosa y requiere que la acomoden. No sé
cómo sobreviviré los próximos diez minutos sin hacer algo que no debería,
mucho menos las próximas dos semanas. Pero, Dios, ¿quiero hacerlo? Y
si la estoy interpretando correctamente, le gustaría mucho mostrarme
qué hay debajo de esas bonitas bragas rosas.
Tener sexo con Amalie probablemente sea una mala idea. Haberla
recogido del otro complejo inevitablemente va a causar más problemas.
Armstrong, como el idiota paranoico que es, creerá que fue planeado y se
lo dirá a Gwendolyn, quien indudablemente le dirá algo a mi madre. La
verdad es que a lo largo de los años le he hecho tantas cosas reprochables
como él me las ha hecho a mí.
Pero esto es diferente. No estoy robando algo que cree que es suyo.
Él jodió las cosas. Arruinó lo bueno que tenía. Eso no es mi culpa. Y si
soy completamente sincero conmigo mismo, no quiero que los Jodidos
Erics de este complejo vuelvan a acercársele. Si sigue presionando es
probable que me quiebre, y creo que podría parecerme bien.
—¿Encontraste el botiquín de primeros auxilios? —grita desde la
otra habitación.
—Síp. Lo tengo. —Lo llevo al dormitorio junto con una toalla para
que no manche las sábanas con sangre. Está sentada en el borde de la
cama, inspeccionándose el dedo gordo. Noto que ha abierto la botella de
agua y la mayoría de su contenido ha desaparecido, lo que es bueno.
Apoyo el estuche en el colchón, lo abro y comienzo a sacar las cosas que
necesito. Le toco la cadera—. Retrocede y déjame echarle un vistazo.
—Puedo hacerlo. Página|104
—Yo también.
Sonríe maliciosamente. —¿Esta es tu forma de meterte a la cama
conmigo?
Deslizo un brazo debajo de sus rodillas y otro detrás de su espalda,
luego la levanto hasta que está recostada contra las almohadas. Pongo
una rodilla entre las suyas, manteniéndome encima de ella. ¿Qué diablos
estoy haciendo? Sus ojos están abiertos de par en par, llenos de sorpresa
y calor. Anhelo y tal vez solo una pizca de incertidumbre.
—¿Eso es lo que quieres, Amie? ¿A mí en tu cama?
Se muerde el labio, hundiendo los dientes suavemente en la piel
mientras me mira. —¿Qué pasa si es lo que quiero?
—Eso es influencia de los martinis —susurro, intentando que sea
una broma cuando lo que realmente quiero es simplemente ceder.
—No es influencia de los martinis —susurra.
—¿Qué pasa si mañana soy un error del que no puedes retractarte?
—Me siento sobre mis talones y presiono sus rodillas juntas. Paso mis
manos por la parte posterior de sus pantorrillas. Su piel es muy tersa,
suave, cálida.
Cuando sus ojos caen, sé que tengo mi respuesta. Puede que la
desee y tal vez ella piense que me desea, pero no quiero ser una decisión
que lamente. No del tipo que quiere borrar como el último año de su vida.
Levanto su pie y lo coloco sobre mi muslo, inspeccionando el daño.
—¿Qué haces?
—Me ocupo de tu dedo como dije que lo haría. —Es realmente un
desastre. Tiene la uña partida a la mitad y le falta un trozo. Necesita ser
desinfectada, cortada y vendada.
Tomo el aerosol antiséptico e intenta librarse de mi agarre.
—¡No puedes usar eso! Dolerá.
—Estará bien. Hay que limpiarlo. —Le echo un par de chorros
rápidos.
Grita como si acabara de rociarla con ácido y entonces se le abre
la boca. —Oh. No estuvo tan mal.
Me río ante su expresión de disgusto. —Te dije que estaría bien.
—Sí, pero bien generalmente significa exactamente lo opuesto, así
que esperaba que no estuviera bien.
—En este caso no tiene un significado alternativo. Voy a limpiar la
uña para que no esté tan áspera, ¿de acuerdo? —Esto es más fácil de
tolerar. Puedo soportar la parte de cuidarla cuando hay una tarea en la
que concentrarme que me distraiga de las otras cosas menos aceptables
que quiero hacerle.
Página|105
—Vale. —Exhala rápidamente, entonces se lleva la otra pierna al
pecho y mete los dedos de su pie debajo de su rodilla para obstruirme
cualquier vista que pueda tener de esas malditas bragas.
Saco las pequeñas tijeras y el primer corte está bien, pero salta en
el siguiente. —Amalie. Tienes que quedarte quieta.
—¡Duele!
—Deja de mirar y dolerá menos.
—Ahora te odio. —Se desploma en la cama, toma una almohada y
se la pone sobre la cabeza. Es bastante entretenido. Estira la otra pierna
y la mete debajo de la mía, sus dedos escarban mientras sigo recortando
la uña tanto como puedo para alisar el borde áspero.
Tengo la sensación de que probablemente debería hacérselo revisar
por un médico, pero lo sabremos mejor por la mañana cuando se haya
detenido el sangrado. O ella lo sabrá, ya que no estaré aquí.
Una vez que termino, lo envuelvo en una gasa para que no se lo
enganche mientras duerme ni sangre sobre las sábanas. Le doy una
palmada en la rodilla. —Todo listo.
Asoma un ojo por debajo de la almohada. —¿Eso es todo?
—Eso es todo. —Vuelvo a guardar todo en el botiquín y me muevo
hasta el borde de la cama.
—¿A dónde vas?
Me detengo. —A guardar esto.
Comienza a llevarse las rodillas al pecho, pero se lo piensa mejor.
—¿Te irás después de eso?
Debería. Definitivamente. —¿Quieres que lo haga?
Con una sacudida de cabeza, se mete el cabello detrás de la oreja.
—Estuve sola todo el día. No quiero volver a estar sola. Todavía. —Y ahí
está, esa mirada inocente. Me pregunto si se da cuenta de la clase de
poder que tiene o si es ajena.
—Me quedaré por un rato con una condición.
Su lengua se asoma y una pequeña sonrisa le curva esos deliciosos
labios. —¿Cuál?
—Cámbiate el vestido.
—¿Qué está mal con mi vestido?
—Absolutamente todo.
Se mira con el ceño fruncido. —Pensé que se veía… lindo.
—Lindo no es la palabra que usaría para describirlo. —Lo señalo.
Abre la boca y luego la cierra con irritación. —¡Es sexy!
—¿Eso crees? —Antes de que pueda considerar mis acciones, paso
mis manos por debajo de la parte posterior de sus rodillas y las doblo, Página|106
dándome una increíble vista de esas jodidas bragas. Sostengo sus rodillas
juntas, de lo contrario me encontraré entre sus piernas—. Soy humano,
Amie, solo puedo comportarme durante cierto tiempo.
—Tal vez no quiero que te comportes. —Puedo sentir la presión en
mis palmas, como si estuviera tratando de separar las rodillas.
—Amie. —Es tanto una advertencia como una súplica.
Coloca sus manos sobre las mías y las mantiene allí. —¿De verdad
quisiste decir lo que dijiste?
—Probablemente, no tengo ninguna razón para mentirte, pero me
ayudaría saber a qué te refieres exactamente. —Esta noche, en el avión,
en la noche de su boda dije muchas cosas que probablemente no debería
haber dicho.
—Que lo último que deseabas era negarte. —Agacha la cabeza—.
¿O solo estabas siendo amable? ¿Eso es lo que haces ahora?
—¿Crees que así soy amable?
Levanta el hombro y lo deja caer. No sé cómo interpretarla, un
segundo me está volviendo loco y al siguiente es tímida e insegura.
—No debí haberlo dicho. —Su expresión cae, así que me explico—.
Que lo último que deseaba era negarme. No fue justo para ti.
¿Cuántas ganas tenía en ese momento de decir “a la mierda” y
follarla? Parece que fue hace toda una vida, no días. Pero los recuerdos,
las sensaciones, todo sigue vivo: el tacto de su cuerpo sobre mí y debajo
de mí. El sabor de su lengua, bañada en champán y desesperación, sus
súplicas, sus lágrimas, su humillación y su ira. Dios, su furia era
impresionante, pero su devastación era alarmante.
Se le cae el cabello rubio y le cubre el rostro. Intenta alejarse, pero
todavía me estoy agarrando a sus piernas.
—Lo dije en serio. No quería negarme. Pero habría sido un idiota si
no lo hubiera hecho. También sería un idiota ahora mismo si al menos
no intentara controlarme.
Se muerde el labio inferior durante unos momentos. —Solo estás
siendo amable otra vez.
Mi risa es oscura. —No soy tan amable.
Traza el borde de mis dedos presionados contra su piel. —Has sido
amable conmigo.
—Es algo muy egoísta, Amalie.
Inclina la cabeza hacia arriba con una mirada desafiante.
—¿Cómo?
—Mira dónde estoy en este momento. —Hago un gesto hacia su
cama—. No quiero que nadie más sea invitado a venir aquí.
—¿Por qué no? Página|107
—Estás vulnerable y has estado bebiendo.
—Tomé dos martinis y demasiado sol. He consumido cuatro litros
de agua en la última media hora. Sé lo que estoy haciendo.
No sé por qué estoy siendo tan cobarde al respecto, por qué no
puedo comprometerme de una forma u otra con una decisión. Hacerlo o
no. Ceder o irme. —En cualquier caso, no puedo aprovecharme de ti a
sabiendas, no cuando te han lastimado de la forma en que lo han hecho.
—No necesito que protejas mi pobre corazón, Lex. —La ira hace que
sus palabras sean afiladas—. No dejaré que nadie se le acerque después
de lo que Armstrong me hizo. Lo mínimo que puedes hacer es dejar de
ahuyentar a los chicos y dejarme echar un polvo mientras estoy aquí en
vez de enviar todas esas señales contradictorias y jugar con mi cabeza.
Ya está lo suficientemente jodida.
—No dejaré que un idiota cualquiera se aproveche de ti.
—¿Qué pasa si quiero que se aprovechen de mí? —Suspira con
frustración—. Eso no salió bien. Estoy en una isla, en lo que se supone
que es mi luna de miel. Debería estar follando como una loca, practicando
el mejor sexo de mi vida, pero en lugar de eso me encuentro sola en el
bar, coqueteando con tipos cuestionablemente sórdidos que seguramente
intuyen lo mal que estoy, y después me veo obligada a regresar aquí y
masturbarme. También sola. No quiero estar sola. No quiero pensar en
lo jodida que está mi vida. Solo quiero echar un polvo. Solo quiero sentir
algo que no sea este maldito vacío que quita toda la puta diversión de
este viaje.
—¿Solo quieres tener sexo? —De todo lo que podría haber sacado
de eso, esta es una mala pregunta para empezar. La peor y la mejor
pregunta de la historia. Pero a la mierda. De ninguna manera voy a dejar
que otro Jodido Eric desconocido la tenga. Si alguien podrá tocarla, seré
yo. Le quedan dos semanas en este lugar. Debería disfrutarlo. Y si quiere
que lo haga, me aseguraré de que suceda, y eso incluye un montón de
orgasmos. Y juguetes, si me deja entrar en su estimulante maleta.
—¡Sí, quiero echar un polvo! —Lanza las manos en el aire—. Estoy
cansada de ver a todas esas parejas felices sabiendo que todos regresarán
a sus pequeñas cabañas para follar hasta el cansancio y yo no.
—¿Quieres que lo arregle?
Sus ojos se abren de par en par cuando me acerco.
—Si quieres que te ayude con la parte de follar hasta el cansancio,
estaré feliz de ayudarte. —Me aflojo la corbata.
Me empuja el pecho. —¡No juegues conmigo!
Le tomo la mano y me acomodo entre sus piernas, presionando mis
caderas contra las suyas. Estoy duro. Lo he estado desde que entré al bar
y la vi con este vestidito. Abre la boca exageradamente.
—Supongo que puedes sentir eso. —Giro las caderas, solo para Página|108
dejar en claro lo qué es eso.
—Sí.
Bajo la cabeza para que mis labios estén a centímetros de los suyos.
—¿Cómo se siente eso, Amie?
—Se siente c-como…
—¿… como si estuviera jugando contigo? —Acaricio la longitud de
su garganta con mi mano libre.
—No. —Es el susurro más suave.
—¿Te parece que estoy siendo amable? —Apoyo un dedo debajo de
su barbilla y la levanto para que me mire—. Te aseguro que no hay nada
amable en las cosas que quiero hacerte, en las formas en que quiero
tenerte.
—Oh. De acuerdo, es bueno saberlo. —Los ojos abiertos de par en
par y la mirada inocente se transforman en la misma mirada salvaje que
vislumbré en su suite nupcial—. Porque estoy bastante harta del sexo
agradable y educado.
Me agarra por la nuca y atrae mi boca hacia la suya. No es un beso
suave y gentil. Seguro que no es educado. Son lenguas luchando, sus
uñas clavándose en mi piel, labios fundiéndose, fuego en mis venas. Su
lengua encuentra la mía, agresiva y buscadora. Desliza las manos por mi
pecho y me agarra la hebilla del cinturón. Tirando con fuerza del broche,
lo saca por los ojales y lo deja caer al suelo.
Me quita la camisa de dentro de los pantalones y me empuja el
pecho, rompiendo el beso. Por un breve momento creo que ha decidido
que es un error.
—Lamento lo de tu camisa —dice luego. En vez de desabotonarla,
toma cada uno de los lados y jala. Un par de botones se abren. Vuelve a
hacerlo y esta vez se desabrochan todos menos los dos de arriba, porque
aún tengo la corbata al cuello—. Umm. No funcionó tan bien como lo
planeé.
Me río mientras me siento sobre mis talones, aflojando mi corbata
lo suficiente para poder terminar de desabrochar los botones restantes.
Antes de que pueda quitarme la corbata, Amie empuja la camisa sobre
mis hombros.
—Mírate. —Su lengua se asoma mientras arrastra su manicura por
mi pecho y estómago.
Los músculos se tensan ante la ligereza de su caricia.
Sus ojos se levantan hacia los míos. —¿Estás flexionando tus
músculos?
Me encojo de hombros. Quizás un poco.
—Por Dios. Eres tan… mira todas estas líneas. —Suspira cuando Página|109
alcanza la cinturilla de los pantalones. Con los ojos en los míos, su
mirada es todo menos inocente mientras abre el botón y baja el cierre; su
pecho sube y baja más rápido con cada respiración. Necesito sacarle ese
vestido.
Amalie mantiene la mirada fija en donde están sus manos. Desliza
los pantalones y bóxers por encima de mis caderas. Mi pene, que está
jodidamente duro, se libera.
—Oh —suspira—. Guau.
Me río.
Sus dedos oscilan sobre su boca y levanta esos ojos amplios y
sorprendidos. —Es, eh… Dios.
—Si quieres llamarlo así, está bien. —Me quito los pantalones y
bóxers, dejándolos en una pila sobre el cubrecama.
Desliza los dedos por el tronco. —No sabía si había exagerado al
contarle a Ruby, ya sabes, cuando te exhibiste en la velada de Halloween.
Es bueno saber que no fue así.
Se levanta sobre las rodillas, con su vestido hasta las caderas, esas
bragas lindas de color rosa a toda vista. Amalie suelta los puños en mis
muñecas y luego le da palmaditas a la almohada junto a ella. —Ven aquí.
—Me coge de los hombros, incentivándome a recostarme sobre donde se
encontraba hace un segundo.
No discuto. Ha tenido poco control sobre las cosas que han pasado
durante la última semana, así que, si busca algo de poder, puede tenerlo,
joder. Tan pronto como me encuentro reclinado sobre las almohadas,
baja el cierre de su vestido y se lo quita por encima de la cabeza.
No lleva sujetador, algo que debería haber sabido con el escote que
lleva, y mi pene se levanta ante la vista de sus pezones. Todo lo que queda
son las bragas de encaje rosa con lazos grises de satín en los bordes. Todo
de ella es perfecto.
Su expresión luce un poquitín insegura hasta que envuelvo la
mano alrededor de mi pene y le doy un tirón lento. —¿Cuánto planeas
torturarme?
Eso le saca una sonrisa. Engancha un dedo bajo la banda de encaje
alrededor de su cintura y la arrastra lentamente por sus caderas y
muslos.
Esta mujer es toda una maldita visión. Está bronceada y tonificada,
con piernas largas y curvas sexys. Y ese coño dulce y desnudo. Apuesto
a que sabe tan increíble como se ve. —Joder, tu cuerpo —murmuro.
—Ese es el plan —dice mientras pone una rodilla junto a mi muslo
y me monta las caderas. Traza mis labios con los dedos y susurra—: Abre.
Y lo hago, sin pensarlo, porque es hermosa y está desnuda y luce
como si quisiera cabalgarme el pene.
Página|110
Desliza la punta del dedo en mi boca. —Chupa.
Me río, pero hago lo que pide, observando sus dientes enterrándose
en su labio. Cambia el índice por el dedo medio, así que también lo chupo.
No sé por qué tardo en darme cuenta de lo que está haciendo hasta que
baja la mano, lista para tocar esa parte dulce de sus muslos.
—Oh, diablos, no. —Le tomo la mano y también la otra, para
asegurarme.
Su confusión irritada es adorable. —¿Qué sucede?
—Si voy a follarte, yo te preparo. Me corresponde. —Es toda huesos
delicados y muñecas delgadas, por lo que las sujeto fácilmente con una
mano.
Esta vez, soy yo quien desliza un dedo en su boca, diciéndole que
lo chupe. Y lo hace. Sus mejillas se hunden, y pienso en cómo se sentirá
su boca alrededor de mi pene. Con suerte, tendremos la oportunidad de
hacerlo más tarde. Arrastro un dedo a lo largo de su hendidura, haciendo
círculos sobre su clítoris unas cuantas veces antes de que baje más y la
encuentre caliente y húmeda. Entrando, observo cómo se le abre la boca
y sus párpados se cierran.
Después de bombearla lentamente, añado un segundo dedo y lo
curvo en su interior, consiguiendo el gemido más dulce como respuesta.
Libero sus manos y me inclino para chupar uno de esos lindos pezones
con mi boca mientras le froto el clítoris con el pulgar.
Exhala un: Oh, Dios, y mete los dedos en mi cabello, manteniendo
mi boca envuelta alrededor de su pezón.
—Todavía quieres que te folle. —Es más una declaración que una
pregunta.
—Más te vale que no estés pensando en detenerte ahora.
Me río y hurgo en mis pantalones, los que, por suerte, todavía están
en la cama, y busco la billetera. Todavía tengo los dedos en su interior y
estoy tratando de mantener cierto ritmo, considerando que cada bombeo
y toque hace que gima. Abriendo la billetera, hallo un par de condones.
Amalie saca uno. Usando los dientes, lo abre y me lo pone. Aparta mi
mano del camino para frotar la cabeza contra su clítoris. Y, entonces, se
deja caer.
Su inhalación brusca y la forma en que sus ojos se amplían son un
buen indicador de que lo está haciendo demasiado rápido.
La agarro de las caderas para mantenerla quieta. Dios Santo, se
siente increíble. —Tranquila. No quiero desgarrar este coño perfecto.
Resopla y pone los ojos en blanco, pero no lucha contra mi agarre.
La bajo lentamente, observando cómo mi pene desaparece en su interior
hasta que su trasero se apoya contra mis muslos. Las uñas de Amalie se
entierran en mis hombros y suelta un sonido delicioso y lleno de
necesidad.
Página|111
—¿Ves? No estoy desgarrada —dice, suave y dulce.
—Eres increíble. —Un lugar perfecto y caliente donde mantener mi
pene enterrado.
Suelta una risa sin aliento.
Deslizo los dedos sobre su pecho, acariciando suavemente su
pezón. —¿Estás lista para que te follen?
Sus mejillas se sonrojan, y su labio se curva en la esquina. —¿Y
tú?
—Sí, joder. —Enlazo las manos detrás de mi cabeza y me recuesto
contra las almohadas—. Adelante, nena.
Resopla. —¿Podrías ser más engreído?
—No lo sé, eres tú la que está llena de mí, dímelo tú.
—Deberías callarte y quedarte allí luciendo bien, así que, no me lo
arruines.
Estoy a punto de responderle, pero pone una mano sobre mi boca.
Se inclina hacia delante, hasta que sus pezones me rozan el pecho.
—Shh. Lo único que deberías estar haciendo con esa boca es
besarme.
Aparta la palma y me chupa el labio inferior mientras mueve las
caderas. —Oh, Dios. —Lo hace de nuevo, deslizando su lengua por mi
boca al mismo ritmo en que se mueve en mi regazo.
Al principio, lo hace lento, pero no pasa mucho antes de que
busque más fricción, moviéndose más rápido, saltando con más fuerza.
—Jesús. Es… oh, Dios. Lo siento justo… —Deja de hablar contra
mis labios. Agarrándome de un hombro, se aparta lo suficiente como para
poder verme con claridad y yo a ella. Me coge la mandíbula con la otra
mano y abre mucho los ojos, brillantes por la sorpresa y el deseo—. No
puedo… siempre… le das a ese punto cada maldita vez.
Hace un ruido al moverse de nuevo, y si el placer fuera un sonido,
así sería.
—¿Te vas a correr? —pregunto.
—Y-y-yo… —Tiembla con violencia.
La cojo de las caderas en la siguiente subida y me muevo mientras
baja.
—Oh, mierda —gime—. Hazlo de nuevo.
—¿Esto? —La levanto un par de centímetros y la vuelvo a dejar
caer.
—De nuevo —ordena.
Página|112
Me encanta complacerla, así que lo hago.
Su boca está a menos de un centímetro de la mía. —Con más
fuerza.
Me aferro a sus caderas, sintiendo la tensión en su cuerpo, la forma
en que lucha contra mí. —¿Con más fuerza?
—Fóllame como deberías —suelta entre los dientes apretados, su
frustración obvia, pero es más que eso. Está a punto de correrse.
Dejo de contenerla. En su lugar, la ayudo a descender mientras
levanto las caderas.
Sus ojos se amplían. —Siiii.
—¿De nuevo?
—Sí, justo así.
Y lo hago. Y se corre. Con violencia. Hunde las uñas, cortándome
la piel. No tiene control sobre su cuerpo, así que continúo bombeando
mientras tiembla y tararea: Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios. Es hermosa
cuando colapsa.
Le agarro la barbilla. —Mírame.
Le cuesta abrir los ojos, pero por fin consigue levantar los párpados
y encontrarse con mi mirada.
—¿Quién te está follando?
Tiembla. —Tú.
—¿Quién hizo que te corrieras?
Parpadea con lentitud y confusión. —Tú.
—¿Quieres correrte de nuevo?
Sus ojos se abren de par en par. —Oh, Dios.
La cojo del trasero y la volteo hasta que estoy arriba. —Él no te va
a salvar de mí, cariño. —Y hago que se corra de nuevo. Tan fuerte que
me muerde el hombro para amortiguar el grito. Estoy cerca, pero quiero
ver si puedo darle otro orgasmo. Bajo la velocidad, frotándome contra
ella. Las manos de Amalie se encuentran en mi cabello, y entonces sus
uñas se deslizan por mi espalda y se entierran en mi trasero.
—Voy a correrme pronto —le digo—. ¿Estás cerca de nuevo?
—No sé si puedo hacerlo de nuevo.
—Claro que puedes. —Envuelvo el brazo bajo su rodilla y la levanto,
arrancándole otro gemido dulce cuando muevo las caderas. Mantengo el
ritmo, lento y estable, observando su rostro. Su cabeza está hacia atrás,
y tiene los labios abiertos y los ojos cerrados con fuerza. Con la boca junto
a su oído, susurro—: Puedo sentirte apretándome el pene; es mejor que
te corras pronto, nena, porque no creo que pueda soportarlo más tiempo.
—No te detengas —ruega.
Página|113
—¿Lo quieres con más fuerza?
Asiente.
—¿Y más rápido?
—Por favor.
Deslizo los dedos en el cabello de su nuca y le inclino la cabeza,
manteniéndola quieta mientras le doy lo que quiere. Diría que me quedan
unas seis embestidas más antes de acabar, pero con la forma en que ha
comenzado a temblar de nuevo, y los gimoteos que recibo, está a punto
de correrse de todos modos. Llego a la quinta embestida antes de que el
orgasmo me atraviese hasta la médula.
Aplasto mi boca contra la de Amalie, tragándome su grito, porque
ella también se corre. No es un beso muy coordinado. Es desordenado y
chocamos los dientes. Es deseo y necesidad. Es posesión. Suya y mía.
Traducido por Julie, Lisseth & Ivana
Corregido por AnnyR’
Bueno, eso acaba de suceder.
Lex sigue besándome. Ahora es más lento, más suave, la necesidad Página|114
frenética se ha disipado. Espero que llegue la culpa o el arrepentimiento.
Algo que arruine la tranquilidad del momento, algo que rompa la burbuja
de felicidad orgásmica en la que estoy flotando. Pero todo lo que siento es
la ingravidez celestial que sigue al sexo increíble.
Una vez, en la universidad, salí con un muchacho durante unas
semanas que era increíble en el sexo. Y por salir, me refiero a que salimos
unas cuantas veces y acabamos follando. No era algo serio. Sabía que
nunca lo sería. Cuando fui a la universidad, la mayoría de mis relaciones
eran citas casuales, y si entraban en el terreno de los sentimientos, solía
terminarlas. Nunca quise ser mi madre, siempre esperando a que mi
padre volviera de un viaje de negocios para luego derrumbarse y huir de
él cuando volvía. Era un castigo para todos, especialmente para mí.
Pero este hombre-niño mío en ese momento era tan, tan bonito. Y
construido. Pero bajo toda esa belleza no había nada. Sin personalidad.
Sin habilidades de conversación. Solo un hermoso exterior y un interior
vacío, como abrir un libro con una portada fabulosa para encontrar las
páginas sin palabras. Una página en blanco tras otra. Fue una gran
decepción. La única razón por la que duró tanto fue porque podía follar
como si fuera su profesión. En realidad, probablemente debería haber
sido su trabajo. Sabía muy bien cómo moverse y cada vez que teníamos
sexo yo me corría. Era increíble.
Excepto que solo tenía una posición. Era un pony de un solo truco.
Cualquier otra posición que no fuera el misionero y la magia del orgasmo
moría. Así que no importaba lo bonito que fuera, no podía seguir viéndolo
a él y a su magia de una sola posición.
Pero Lex.
Lex.
Él pone el listón tan alto que no estoy segura de que nadie más
pueda acercarse a lo que acabo de experimentar.
Me corrí tres veces. Durante el sexo. Es como si te dijeran que los
unicornios son reales. Y luego ver uno de verdad.
Me retumba el estómago, rompiendo el silencio; bueno, el silencio
aparte de nuestra fuerte respiración y mis gemidos residuales apenas
audibles cada vez que tengo un espasmo muscular inesperado, pero no
inoportuno, por debajo de la cintura.
Los labios de Lex se curvan contra los míos. Los músculos de sus
hombros se tensan y su pecho se flexiona mientras se apoya sobre los
antebrazos. Está sudado y yo también, los dos estamos brillando por el
esfuerzo. Bajo la mirada y compruebo sus abdominales. Su cuerpo es
irreal. No debería volver a llevar ropa. Nunca.
—¿Tienes hambre? —Sonríe.
—Esa era mi vagina pidiendo más orgasmos. Tenemos que saber
cuánto tiempo va a pasar antes de que “Oh Dios” pueda proporcionar
más de esos. Página|115
Se ríe y se inclina para besar mi barbilla. —¿Qué tal si primero pido
algo de comida y seguimos con más orgasmos?
Aprieto los labios y considero la oferta. Tengo hambre. —Supongo
que eso funcionaría.
Lex levanta sus caderas y yo levanto las mías, manteniendo la
conexión durante uno o dos segundos más antes de que se libere y se
quite el condón, atándolo y desechándolo. Su vista cae entre mis piernas,
que están abiertas descaradamente. Aspira, arrastrando la lengua sobre
su labio inferior.
—Pensándolo bien… —Desliza sus manos por el interior de mis
muslos y me besa la rodilla.
Cierro las piernas por reflejo. —¿Seguro que quieres…? —No acabo
la frase. Armstrong nunca, jamás, consideraría la posibilidad de ir allá
abajo a menos que acabara de salir de la ducha.
Hace una pausa, alzando los ojos. —¿Seguro que quiero comerte el
coño? Joder, sí, es la respuesta a eso, Amie. Llevo pensando en ello desde
la otra noche, cuando estabas casi desnuda y debajo de mí. A menos que
te opongas.
Pues bien. Levanto las caderas con ánimo. —Definitivamente no me
opongo.
—No creí que te opusieras. —Muerde el interior de mi muslo y se
detiene a chupar la piel un par de veces hasta que se pone de un color
rosa intenso que podría no desaparecer por la mañana. No es que me
importe.
No me atrevo a apartar la mirada cuando esos labios carnosos
llegan a la unión de mi muslo y luego los roza suavemente sobre mi
clítoris hinchado. Gimo.
Sus ojos se encuentran con los míos cuando su lengua sale,
barriendo la piel sensible. Me agarro al edredón, necesitando algún tipo
de anclaje. Tengo la sensación de que este hombre va a ser tan bueno
con la lengua como con el pene.
Y estoy cien por cien segura. Lex alterna las caricias pausadas y
lentas con la succión, y en cuanto creo que estoy a punto de correrme,
cambia de ritmo, me aleja del borde, solo para llevarme de nuevo, cada
vez más alto. Cuando intento levantar las caderas, me agarra con más
fuerza, y entonces sus dedos —oh, Dios— tocan el punto correcto desde
dentro mientras me acaricia con la lengua. Estoy muy cerca.
Esta vez me agarro a su pelo para mantenerlo donde está. —Haz
que me corra —le ordeno.
Es más fuerte que yo, por mucho. Así que le cuesta menos esfuerzo
del que me gustaría subir su cabeza mientras yo sigo empujando hacia
abajo. Cuando está claro que no voy a conseguirlo, intento levantar las Página|116
caderas, pero me cruza el vientre con su brazo tatuado, manteniéndome
inmovilizada. Por muy bonito que sea, estoy demasiado preocupada para
admirarlo como me gustaría.
Su sonrisa es siniestra. —¿Qué fue eso?
—Estoy muy cerca. —Dios mío, me estoy quejando. En realidad,
estaba justo ahí, mi clítoris prácticamente ya cantaba. Debe sentirlo, la
forma en que todo se tensa; un resorte en espiral tensado y listo para
romperse.
Los dedos dentro de mí se retiran.
Aprieto en un intento de mantenerlos donde están. —¡No!
La risa de Lex es fuerte. —Tal vez deberías pedirlo amablemente.
No me lo pienso dos veces. No cuando estoy al borde del abismo.
No cuando, por primera vez en lo que parece una eternidad, no soy
responsable de mis malditos orgasmos. No cuando estoy teniendo el
mejor sexo de mi vida. —Por favor, Lex.
Eso me consigue un dedo, que no es suficiente.
—¿Por favor qué? —Su sonrisa es tan exagerada.
Voy a cobrarle por esto más tarde. —Por favor, haz que me corra.
Consigo un segundo dedo y luego lo curva.
—Por favor. Oh Dios.
Deja caer su cabeza, su aliento caliente contra mi clítoris dolorido.
Otro dedo.
—Joder, Lex.
Soy recompensada con la sensación de su lengua, seguida de los
dientes y el aleteo de los dedos y, por último, una succión alucinante. Me
corro en oleadas, la sensación me recorre, el nombre de Lex es un grito
que no puedo controlar, junto con una serie de palabrotas sin censura.
Y el orgasmo no se detiene, sigue, robando mi aliento, cortando el sonido,
mi visión se vuelve blanca con la intensidad.
—Mi turno.
No tengo tiempo de procesar ese comentario, ni de descender de la
euforia del orgasmo que estoy montando. Antes de que pueda preguntar,
o decirle que es un dios, me encuentro volteada sobre mi estómago, con
la cara clavada contra el edredón, no porque Lex me esté aplastando, sino
porque mis extremidades son completamente incapaces de hacer algo
constructivo ya que actualmente tienen la consistencia de un pudín.
—Enséñame ese culo.
Grito cuando esa orden va acompañada de una rápida bofetada en
mi nalga izquierda. Lex se ríe, un sonido colmado de autosatisfacción y
arrogancia. Le respondería algo sarcástico, pero todavía estoy tratando
de averiguar cómo usar mi lengua para otras cosas que no sean ruidos
al azar. Además, ha sido un orgasmo asombroso, así que tiene derecho a Página|117
sentirse engreído.
Cuando no me muevo lo suficientemente rápido, Lex me agarra por
las caderas y me arrastra hasta las rodillas. Hago un intento muy débil,
algo patético, de levantarme con los brazos para ponerme a cuatro patas
y mostrarle “ese culo”, pero mis brazos son incapaces de sostener mi peso
y vuelvo a caer sobre los codos, apoyando la frente en mis manos
entrelazadas.
—¿Cómo te sientes, nena? —Me pasa las palmas de las manos por
el culo una y otra vez.
Intento decir una palabra, pero sale confusa.
—¿Qué fue eso? —La presión de sus caderas contra mí, y el roce
de su pene entre mis nalgas, me hace estar repentinamente alerta.
Consigo encadenar un puñado de palabras, un poco confusas, pero
con algo de ironía. —Creía que íbamos a comer primero.
—Sí he comido. Ahora quiero volver a follar contigo.
Mi respuesta descarada queda atrapada en mi garganta por el
desgarro del condón, que es seguido por la sensación del pene de Lex
deslizándose hacia abajo y facilitando su entrada. Gimo y empujo hacia
atrás hasta que sus caderas se apoyan en mi culo. Sus dedos siguen una
línea a lo largo de mi columna vertebral.
—¿Lista?
Asiento.
No hay un comienzo sencillo. No hay una acumulación lenta, ni
embestidas superficiales. Lex me agarra fuerte de las caderas, se retira,
casi hasta el final, y luego vuelve a entrar. Una y otra vez, cada vez más
rápido y más fuerte. Considero la posibilidad de rotar mis caderas, pero
la embestida es demasiado vigorosa y, sinceramente, estoy más allá del
punto de poder coordinar los movimientos. Pero siento que la presión
vuelve a aumentar, que los músculos se tensan, que el calor se desplaza
hacia abajo y crece rápidamente.
Como si Lex sintiera lo cerca que estoy, suelta una cadera, se
ralentiza lo suficiente como para agarrarme por el hombro y levantarme
para que mi espalda quede presionada contra su pecho sudoroso y duro.
En vez de reanudar el ritmo de los embistes, empieza a moler con fuerza.
Pasando las yemas de sus dedos por mi brazo, me coge la mano y
la sube. —Agárrate a mi nuca.
Cumplo con lo que me dice, porque el pensamiento independiente
ha dejado de existir. Además, si me suelta ahora mismo, volveré a caer
de bruces sobre el edredón. Más allá de los otros problemas actuales que
impiden mi capacidad de usar frases completas, esta posición es increíble
y me está llevando al límite.
Lex me ancla a él usando mi seno izquierdo, y luego la otra mano,
la que está en mi cadera, se desliza más abajo y hace lo que no puedo Página|118
hacer por mi cuenta por falta de coordinación. Rodea mi clítoris, lento y
fuerte, penetrándome al mismo ritmo. Y me corro. Viciosamente. Tan
intensamente como nunca en mi vida. Estoy gimiendo, gritando, soy una
masa sin huesos de extremidades inútiles.
Lex también debió haber acabado, porque me encuentro de vuelta
en la cama, él extendido encima de mí.
—Santo infierno caliente —gimo.
—Parece correcto. —Tiene sus labios en mis hombros, suaves,
cálidos, un marcado contraste con la manera en que acaba de follarme.
Nos quedamos allí tumbados por un buen minuto, o siete, o una
hora, estoy demasiado saciada como para saber o para que me importe,
antes de que se aleje de mí. Tengo el cabello en la cara y lo soplo, ya que
mis extremidades todavía se niegan a hacer nada más que permanecer
unidas a mi cuerpo. Dedos suaves me lo apartan hasta que él aparece
dentro de mi campo de visión. Hay una capa de sudor en su frente, en
realidad en todo su cuerpo. Su cabello es un desastre, los mechones más
largos sobresalen o caen hacia adelante, rizándose en su frente.
Traza el contorno de mi rostro, su mirada sigue el mismo camino
hasta que sus ojos vuelven a los míos. Su expresión es intensa.
Me aclaro la garganta, sin apartar la mirada. —Entonces… sí. —Mi
voz es ronca y mi boca está seca. Me vendría bien mucha agua, y tal vez
unos tragos.
Lanza una carcajada. —¿Eso fue amable?
Idiota sarcástico. Ni siquiera puedo reunir la energía para pellizcar
su pezón. —Aliméntame.
—Llamaré al servicio de habitación. —Se levanta de la cama con
mucha más energía de la razonable teniendo en cuenta la que acabamos
de gastar. Admiro su cuerpo ardiente mientras cruza la habitación, la
flexión y el tirón de los músculos, los contornos increíblemente sólidos
de su culo, la cintura estrecha, la espalda muy angulada, los tendones
apretándose cuando se pasa la mano por el cabello, arreglando algunos
de los mechones rebeldes. Lavaría ropa en esos abdominales y usaría ese
trasero como almohada, después de morderlo, por supuesto. Me llaman
la atención las dos gruesas líneas que se entrecruzan en el lado izquierdo
de la parte superior de su espalda.
Ya había visto esas cicatrices cuando se disfrazó de gladiador en la
velada de Halloween de hace meses. Pensé que eran un maquillaje
elaborado para aumentar la autenticidad del disfraz de gladiador que
llevaba. No pensé que fueran reales. Son irregulares y gruesas, pero
pálidas, como si llevaran ahí mucho tiempo.
Lex levanta el teléfono y se inclina sobre la mesa, flexionando los
brazos. Hago una pausa para finalmente apreciar la intrincada manga.
Un cielo atronador envuelve su hombro, rayos que bajan por su bíceps
hasta terminar en su codo. Su antebrazo está cubierto de brillantes flores
de acuarela, y en el interior del antebrazo hay un reloj tridimensional en Página|119
blanco y negro.
Podría pasarme literalmente las próximas dos semanas viéndolo
como si fuera un programa de televisión. Lo único que tendría que hacer
es pasearse por mi bungaló exactamente como lo está haciendo ahora,
inclinándose para recoger cosas, estirándose. Podría solo sentarse y leer
el periódico. No soy exigente. Mi mirada se mueve hacia arriba, y luego
de vuelta hacia abajo. Está inmensamente dotado. No estoy segura de
que haya tenido más grandes. Definitivamente no he tenido mejores.
—¿Qué tienes ganas de comer?
—¿Eh? —Dejo de comérmelo con los ojos.
—¿Qué quieres comer? A parte de lo obvio. —Hace un gesto hacia
su entrepierna con una sonrisa.
Pongo los ojos en blanco y me dejo caer de nuevo en el edredón.
—No lo sé. Cualquier cosa.
—¿Hamburguesa y papas fritas?
Sinceramente, la idea de una hamburguesa con papas fritas me
hace la boca agua, pero he evitado la comida con sabor durante tanto
tiempo que no estoy segura de que mi cuerpo pueda soportarla. Además,
tendría que comer con mis manos, y las hamburguesas son desastrosas.
No es sexy.
—¿Qué te parece antipasto? ¿Un plato de queso y frutas? ¿Postres?
—Claro.
Lex da golpecitos en la encimera mientras hace el pedido. —Puedes
ponerlo en mi cuenta pero entrégalo en el bungaló siete. Sí. Sí. Gracias.
—Cuelga y vuelve tranquilamente a la cama, extiende su mano y asiente
hacia las puertas corredizas de vidrio—. Tardará una media hora más o
menos. ¿Quieres darte un chapuzón?
Le doy la mano y dejo que me levante. Me cuesta un poco mover
las piernas por encima del borde de la cama, pero mis músculos vuelven
a recibir señales de mi cerebro, así que es una buena señal. —Buscaré
un traje de baño.
—¿Por qué molestarse? Es tarde. Nadie puede vernos. —Pasando
por encima de nuestras ropas descartadas, noto que sus calcetines son
púrpura y están cubiertos de caras felices y que sus calzoncillos tienen
el mismo patrón. Debo haber estado bastante concentrada en sacarle los
pantalones para no haberme dado cuenta antes.
Lo sigo hasta la terraza y compruebo que somos los únicos que nos
bañamos a medianoche, o a la hora que sea. El agua es como el cristal,
la noche tranquila. Millones de estrellas parpadean en el cielo negro. La
luna es enorme, un precioso disco pálido que se refleja en el agua.
Lex desciende y se zambulle en el agua con suavidad, sin apenas
salpicar, mientras el agua ondula y golpea suavemente la cubierta. Sale Página|120
a la superficie y se pasa la mano por el cabello oscuro. —¿Vienes?
La última vez que me bañé desnuda fue en mi primer año de
universidad. Estaba con Ruby, un chico con el que salía en ese momento
y su amigo. Mi esperanza había sido emparejarlos, pero resultó ser un
fracaso, en todos los aspectos.
Lex se desliza por el agua mientras bajo los escalones con cuidado.
Ahora que no estoy teniendo orgasmos múltiples y las endorfinas se están
asentando, mi dedo del pie ha comenzado a palpitar. Quizá el agua me
alivie. —¿Está fría?
—Estamos en una isla tropical, Amalie. Es hermoso.
Sumerjo un dedo, uno del pie que no me lastimé. Está tibia, como
un baño refrescante. Perfectamente refrescante. Mi plan es sentarme en
el borde y sumergirme, pero Lex tiene otras ideas. Sale disparado del
agua, me agarra por las rodillas y me empuja con un grito que resuena
en el agua vacía y silenciosa.
—Shh. Vas a despertar a todos y sabrán que estás desnuda —me
murmura al oído riendo.
Lo empujo en el pecho en un intento por liberarme, pero me tiene
por la cintura. Apenas hay profundidad suficiente para que pueda nadar.
Si me estiro, los dedos de mis pies tocan el fondo arenoso. Dejo de luchar,
porque su cuerpo está cálido contra el mío, y pongo los brazos sobre sus
hombros. Junto las manos detrás de su cuello, levanto la barbilla y
contemplo las estrellas. La Vía Láctea es una gruesa franja de brillo
nuboso que recorre el cielo nocturno.
—Es tan hermoso —susurro, apreciándolo por primera vez desde
que llegué aquí. Aunque, el sexo caliente tiene una forma de hacer que
incluso los entornos más lúgubres parezcan bastante impresionantes.
—Realmente maravilloso —susurra Lex.
Bajo la mirada y descubro que no está mirando las estrellas, sino
a mí. —Estoy segura de que mi cabello post-sexo es increíble en este
momento.
—Parece que perteneces a un video de una banda de los ochenta.
—Lex me besa en la barbilla, luego me libera de su abrazo protector. Se
pone boca arriba y extiende los brazos—. Es una lástima que tengamos
que volar al otro lado del mundo para vivir una experiencia como esta.
Imito su posición. Supongo que fuera de la ciudad podríamos haber
tenido la misma vista de las estrellas, pero no sería nada parecido a esto,
con arena blanca y agua azul pálido, un volcán inactivo alzándose a lo
lejos. Y tampoco estaría Lex. Tengo un repentino momento de pánico
sobre lo que he hecho y lo que esto significa. ¿Es solo esta noche? ¿Las
cosas serán incómodas por la mañana? ¿Se quedará? ¿Quiero que se
quede? Creo que la respuesta es sí. Me gusta lo que sé de él, más allá de
solo su habilidad para causarme orgasmos. No tengo idea de cuál es el
estilo habitual de Lex. Armstrong lo pintó como un playboy, y nuestra Página|121
presentación, junto con sus travesuras en la velada de Halloween del año
pasado, me hizo creer que era verdad. Pero me he equivocado antes, así
que tal vez me equivoque ahora.
Los dedos de Lex rozando las puntas de los míos me sorprenden.
Giro mi cabeza hacia él.
—¿Adónde fuiste? —Hay suavidad en sus ojos, preocupación tal
vez. No sé qué significa.
—A la luna. —Hago un gesto hacia el cielo—. Me pregunto si esto
deja de ser hermoso si lo ves todos los días.
—No creo que deje de ser hermoso. Pero creo que la gente se
acostumbra a tener esa belleza a su alrededor todo el tiempo y a veces da
por sentado que siempre estará ahí.
Quizás eso es lo que pasó con Armstrong; las cosas que le atraían
de mí en primer lugar se convirtieron en algo trivial. O tal vez lo que vio
en el interior le hizo cambiar de opinión sobre lo que había en el exterior.
Creo que quería que su interior fuera como su exterior, pero no fue así.
¿Es así la vida? Espero que no. Espero que algún día alguien me vea,
entera, y que sea suficiente. No quiero conformarme, pero tampoco quiero
acabar sola.
—Oye. —Lex agarra mi mano y me acerca, envolviéndome de nuevo
en sus brazos. Me estremezco, no por el frío, sino por la intensidad y la
repentina oleada de tristeza que me atraviesa. Me levanta la barbilla—.
Vayas donde vayas en esa cabeza tuya, no lo hagas. ¿Vale? Quédate
conmigo, aquí, en este momento. Empápate de esta belleza y quédate
conmigo.
El repentino golpe en la puerta impide una respuesta. Lex suspira
y deja caer un beso rápido en mis labios. —Vuelvo enseguida.
Sale del agua, salta a la terraza y toma una toalla de camino a la
puerta. No me gusta la idea de estar sola en el agua en la oscuridad, pero
no puedo seguirlo, de lo contrario estaré exhibiéndome al conserje, y con
Lex siendo quien es, definitivamente no es una buena idea; entonces floto
hasta la escalera y espero a que cierre la puerta antes de salir, con
cuidado de no golpearme el dedo del pie con las tablas. Escurro mi cabello
y agarro una bata.
Lex coloca la bandeja en la mesa de café. El festín es extenso; ni
siquiera sé por dónde empezar. Me siento en el sofá con las piernas
cruzadas y me meto una fresa en la boca, gimiendo ante la explosión
dulce. Probablemente podría devorar casi todo en este plato.
—¿Vino espumante o agua? —Una botella de San Pellegrino y una
botella hermana de vino espumante acompañan la comida.
—¿Ambos? —Ya no siento los martinis que bebí esta noche ni el
vino que consumí durante el transcurso de la tarde.
Lex me sirve una copa de cada uno y hace lo mismo para él. Todavía
usa una toalla alrededor de su cintura, y yo estoy en bata, pero no parece Página|122
importarnos. Ciertamente no tengo ningún problema en mirar su pecho.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Por supuesto. —Se mete una aceituna en la boca.
Es tan tolerante. Exactamente lo contrario de Armstrong. Nunca
comeríamos en el sofá, envueltos en toallas o batas de baño, recién
salidos del océano. Hubiera insistido en darse una ducha, cambiarse y
comer en la mesa.
—¿De qué son esas cicatrices en tu espalda? —Luego, voy por un
trozo de queso.
—Un accidente cuando era más joven. Perdiendo el tiempo, siendo
estúpido. Me caí y me lastimé la espalda, necesité muchos puntos.
—¿Cuántos puntos de sutura te hiciste? Eso debió doler.
Lex se encoge de hombros y toma la bandeja. —No sé. No se sintió
bien, pero sobreviví, así que eso es todo.
¿Sobrevivió? Por Dios. —¿Qué tipo de accidente? ¿Encima de qué
te caíste?
—Algunas rocas. Estuvimos nadando donde no debíamos hacerlo.
—¿Estuvimos? ¿Con quién estabas?
Vacila durante unos segundos, golpeando con dedos inquietos el
brazo del sofá. —Algunos amigos. Armstrong estaba allí.
—No le gusta nadar. —Parte del motivo de la cabaña frente a la
playa era su disgusto por las aguas profundas. Que termináramos en un
resort de playa es un milagro.
—No. No le gusta. —Sigue el golpeteo de los dedos—. En nuestra
infancia pasábamos mucho tiempo juntos. Éramos bastante competitivos
entre nosotros, a veces no en el buen sentido. Ese día estuvimos bebiendo
y las cosas se salieron un poco de control. Saltó al río y la corriente era
demasiado rápida.
—Ni siquiera me imagino a Armstrong saltando voluntariamente a
un río. —Se pone nervioso cuando el agua supera el nivel de su cintura.
—Él no era de los que retrocedían en un desafío y el alcohol le dio
más coraje. Entró en pánico y me arrojé detrás de él. Salió con un par de
moretones y yo salí con algunas cicatrices. —Se aclara la garganta—. En
fin, hablando de accidentes, ¿cómo está ese dedo del pie? Deberíamos
cambiar el vendaje ahora que has estado en el agua.
Obviamente no quiere seguir hablando de eso, por el rápido cambio
de tema. Sigo sin entender por qué se odian tanto cuando parece que Lex
le salvó la vida a Armstrong.
—Podemos mirarlo cuando hayamos terminado de comer. Estoy
salada y necesito una ducha.
Se inclina y me besa el cuello, recorriéndome la piel con la lengua.
—Estás salada. —Toma una fresa y, mordiendo la punta, la arrastra por Página|123
mis labios, chupando el labio inferior—. Y dulce.
Me besa durante unos minutos. Después, seguimos besándonos
entre bocados de fruta.
Cuando estamos satisfechos, nos dirigimos al baño. No sé qué
esperar después de la ducha, pero espero que quiera quedarse a pasar la
noche. O lo que queda.
Hago una pausa cuando veo a mi amigo de vidrio ubicado en el
tocador. Lex está justo detrás de mí, claramente se ha recuperado de la
última ronda de sexo basado en la forma en que me está tocando en la
espalda, no con su dedo. Lleva su boca a mi oído.
—Me gustaría ver qué haces exactamente con eso.
—¿Ahora? —Mi voz es aguda, nerviosa.
Se ríe. —Ahora no. Más tarde. Mañana tal vez. O al día siguiente.
De hecho, me gustaría poner mis manos en tu estimulante maleta. No
bromeaba sobre ser tu probador beta.
Dios. Habla como si esta noche fuera a continuar, posiblemente
como algo habitual. Tal vez todo el tiempo que estemos aquí. Y quiero
eso. Lo deseo.
—Ven a la ducha, tenemos que arreglar el desastre que te he hecho
en el pelo. —Miro horrorizada mi reflejo en el espejo.
La ducha desemboca inevitablemente en sexo, menos mal que he
metido condones en la maleta, lo que provoca más orgasmos y me agota.
Cuando acabamos, son casi las tres de la madrugada. Caigo desnuda en
la cama y ruedo sobre mi espalda mientras Lex me venda el dedo del pie.
—¿Vas a quedarte? —La inclinación de su cabeza me revuelve el
estómago—. ¿A pasar la noche? Podrías… —Me detengo. Me muerdo el
labio. Odio lo nerviosa que estoy. Este es un territorio inexplorado. No es
simple. Es una situación complicada que de repente se vuelve aún más
complicada porque en realidad quiero que se quede. No quiero estar aquí
sola. Quiero estar vinculada a él, anclada, protegida de todas las cosas
que no estoy lista para enfrentar. ¿Es justo? No lo sé. Probablemente no,
pero aun así lo quiero. Incluso si es solo por este período de dos semanas.
Quiero sexo caliente y compañía fácil. Quiero esta química aunque me dé
miedo. No quiero ser un desastre emocional. El silencio entre nosotros se
prolonga—. No te preocupes. No debería haber preguntado.
Lex se aclara la garganta. Sigue sosteniendo mi dedo vendado.
Todavía estoy desnuda. Él tiene puesta una toalla. —Si quieres que me
quede, puedo hacerlo.
—No tienes que hacerlo.
—¿Pero quieres que lo haga?
—No si tú no quieres. —Ojalá estuviera usando algo. Ojalá no me
sintiera tan desnuda, y no solo físicamente. Página|124
Hay dulzura en sus ojos y en su voz con su respuesta. —Dime lo
que tú quieres, Amie.
Me gusta cómo suena cuando dice mi nombre así. —Quiero que te
quedes.
Deja caer la toalla, separa mis piernas y trepa entre ellas. —¿Era
tan difícil de decir?
—Sí.
Se levanta en un brazo. —¿Por qué fue tan difícil?
Se escapa un poco de sinceridad. —No sé lo que estamos haciendo.
Desliza sus suaves dedos por mi mejilla. —Bueno, supongo que eso
depende.
—¿De qué?
—De lo que quieres.
—¿Qué pasa con lo que tú quieres?
—Ya estoy consiguiendo lo que quiero.
—¿Qué es?
Deja caer sus caderas. —A ti. Desnuda. Yo, dentro de ti.
—¿Otra vez?
—Solo si tú quieres.
—Sí. Por favor.
***
—Amie, nena, me tengo que ir.
Mis ojos se abren y parpadeo contra la brillante luz del sol. La voz
masculina no pertenece a Armstrong y tardo un segundo en recordar
dónde estoy.
Se necesitan uno o dos segundos más para procesar la increíble
visión del hombre frente a mí. Lexington Mills está de pie junto a la cama
vestido con un traje gris oscuro. No puedo creer que no esté sudando.
Estoy desnuda y cubierta solo con una sábana y tengo muchísimo calor.
Y todo me golpea, como un enorme pene en la cara. Me acosté con
Lex. Literal y figurativamente.
Cuatro veces. Cuatro increíbles, desconcertantes y alucinantes
orgásmicas veces. No es de extrañar que esté dolorida. Necesito un baño
de sales durante unas seis horas.
—¿Estás bien? —La expresión de Lex es cuidadosamente neutral.
—Aparte de necesitar un analgésico, creo que estoy bien. Página|125
—Hay algunos aquí para ti. —Golpea la mesita de noche.
Me estiro y luego gimo. —¿Qué hora es? ¿A dónde vas?
Lex extiende la mano y acaricia un pezón desnudo con la yema del
dedo. —Son las ocho y media. Tengo una reunión. De hecho, tengo
reuniones la mayor parte del día, pero volveré para cenar. ¿Te gustaría
comer conmigo esta noche?
—Por supuesto. Sí. Está bien. —Supongo que esto significa que
hablaba en serio acerca de que esto no fuera una cosa de una noche. El
alivio reduce mi ansiedad.
—Podemos hablar entonces.
—¿Hablar?
—Puedo ver tu mente dando vueltas, Amie. Desde el momento que
tus ojos se abrieron. Todo va a estar bien. Vuelve a dormir, pero asegúrate
de estar despierta antes del mediodía.
—¿Por qué al mediodía?
—Organicé algunas citas de spa, estudios de mercado y todo eso.
Te enviaré un mensaje más tarde. —Presiona un suave beso en mis labios
y luego cruza la habitación.
—Espera —grito—. Déjame ver tus calcetines.
Hace una pausa. —¿Mis calcetines?
—Quiero verlos.
Se levanta el dobladillo de la pernera derecha del pantalón. Sus
calcetines son azul cielo.
—¿Esas son palmeras?
—Adecuadas para la ubicación. ¿Algo más que necesites ver?
—¿Coinciden tus bóxers?
—Descubrirás la respuesta a eso más tarde. —Con un guiño, se da
vuelta y sale por la puerta.
Es una paradoja interesante. La intensa sexualidad que rezuma
parece equilibrarse con este lado divertido que estoy conociendo mejor.
Me gusta que no sea demasiado serio.
Me dejo caer sobre la almohada, mi sonrisa se desvanece un poco.
¿Citas de spa? ¿Cena? ¿Hablar?
Me pregunto qué tan complicadas estamos a punto de hacer las
cosas.
Dijo que todo estará bien. Quiero creerle.
Quiero que tenga razón, aunque sé que no.
Página|126
Traducido por Beatrix & evanescita
Corregido por AnnyR’
Al mediodía, una mujer diminuta aparece en mi puerta y me
acompaña al spa. Me paso la tarde recibiendo mimos, empezando con un
Página|127
baño de inmersión, luego un masaje, un tratamiento facial y terminando
con una manicura y pedicura. Tengo el dedo del pie magullado y la uña
destrozada. Los tacones no serán una opción durante un tiempo, pero
puedo caminar con zapatos planos sin cojear.
Son las cinco cuando vuelvo al bungaló. Un hermoso ramo de flores
se encuentra en el medio de la mesa. Arranco la tarjeta del centro.
Deseando cenar. Nos vemos a las 7:30. Revisa tu armario.
~Lex
Hago exactamente lo que exige la tarjeta. Lamentablemente, Lex no
está dentro, desnudo, pero hay un portatrajes. Al bajar la cremallera,
descubro un precioso vestido en un tono azul que estoy casi segura que
coincide con mis ojos. Por el diseñador, debe de ser caro, y además es de
mi talla. Me pregunto cómo lo habrá conseguido Lex.
Dejé el teléfono cargando mientras me mimaban, así que está lleno
de mensajes. Tengo varios de Ruby, un par de mi madre, uno de la madre
de Armstrong y más de los que quisiera de Armstrong, incluidos algunos
mensajes de voz.
Los únicos que reviso son los de Ruby, preguntando si estoy bien y
que por favor la llame cuando termine con el pene que tenga en la boca.
Realmente la amo y a su fe en que me las he arreglado para asegurarme
un encuentro mientras estoy aquí. Pero eso me hace pensar en lo que
sucedió anoche y en lo que probablemente sucederá también esta noche.
Que Lex me organice un día de tratamientos en el spa, me envíe
flores, me compre un vestido (totalmente innecesario, pero considerado)
y me organice una cena es muy dulce, pero plantea muchas preguntas.
Tengo que aplastar cualquier idea de que esto puede ser algo más que
dos personas teniendo sexo. Sentirme cómoda con él no es una buena
idea. Me preocupa que ya esté pasando, que haya empezado cuando nos
sentamos uno al lado del otro en un avión durante todas esas horas, y
que quiera que continúe. Ni siquiera debería plantearme nada más allá
de mi estancia aquí, pero lo hago.
Me sorprende lo mucho más ligera que me siento emocionalmente
hoy, a pesar de todo. Estos regalos sencillos pero atentos y todos estos
mimos me hacen sentir apreciada de una forma que nunca me sentí con
Armstrong.
El sexo y las copas es una cosa, el sexo, la comida, los regalos y la
consideración me hacen querer desmayarme, y eso es peligroso. Eso lleva
a los sentimientos, y solo estoy en las primeras etapas de lidiar con lo
que Armstrong ha hecho. Los papeles de la anulación ni siquiera han
llegado a sus manos. Soy consciente de que al buscar consuelo en Lex
físicamente, convirtiéndolo en mi escape de la realidad, transfiero mi
estado emocional a él. De cualquier forma, esta noche deberíamos poner
límites. Página|128
Ni siquiera sé si puedo o debo contarle esto a Ruby. Añade otra
capa de complicación. Aún no respondo a sus mensajes, habrá terminado
su actuación de la noche. Suele estar muy animada después, lo que
significa que querrá hablar y no estoy segura de lo que debo o no debo
decir.
Agarro una botella de agua de la nevera del bar y salgo a la terraza
para disfrutar de las fabulosas vistas y del sol. El volcán se eleva sobre el
agua azul, de un verde vibrante contra el cielo despejado. Me pregunto si
la gente que vive aquí se preocupa alguna vez de que un día se active un
interruptor y ese volcán adormecido despierte y destruya esta belleza.
Algo así como lo que hizo Armstrong con nuestra relación al meter su
pene en la boca de Brittany.
No importa cuánto lo intente, cuando estoy sola así, puedo ver muy
claramente cómo terminé en esta situación. Intenté convertir la idea de
Armstrong en algo real.
Muy pronto estaré en casa y me veré obligada a enfrentar el
desastre que es ahora mi vida. Al menos con Lex puedo jugar a fingir, y
él parece dispuesto a formar parte de la fantasía.
Esta noche voy a ser mi mejor versión, desinhibida. Tengo planes
de hacerle una garganta profunda a Lex, ya que aún no lo he hecho. Iría
directamente al anal como un doble dedo corazón a Armstrong por ser
tan simple en el sexo, pero Lex es muy grande y creo que voy a tener que
trabajar con el dilatador anal de acero inoxidable antes de que pueda
hacer un intento con su miembro. Sin embargo, estaría dispuesta a
intentarlo por algo más que puro rencor.
Incapaz de relajarme por los nervios y el vértigo, tomo el estuche
de maquillaje del baño y lo saco. Crear un vídeo tutorial con un volcán
de fondo es exactamente el tipo de distracción que necesito. La última vez
que puse un tutorial de maquillaje fue antes de la velada de Halloween,
hace ya meses. Mi maquillaje no era especialmente excitante, pero había
tenido algunas ideas divertidas y hacía meses que no subía un vídeo.
Sobre todo, quería ver si todavía tenía algún tipo de audiencia. El vídeo
obtuvo más de un cuarto de millón de visitas en veinticuatro horas.
Me paso la siguiente media hora haciendo un breve tutorial de
“maquillaje isleño”. Luego paso otra hora editándolo hasta conseguir un
vídeo razonable de siete minutos. Aprendí que ese es el tiempo que una
persona normal está dispuesta a dedicar a cosas como la preparación del
maquillaje. Estoy revisando el vídeo cuando una sombra se mueve por
detrás de mí. Me sobresalto cuando las cálidas yemas de unos dedos me
acarician el hombro y me quitan el auricular.
Me llevo la mano al corazón y exhalo un suspiro de alivio cuando
me doy cuenta de que solo es Lex.
—¡Me asustaste muchísimo! —Todo mi cuerpo se calienta al verlo.
No recuerdo haber tenido este tipo de reacción hacia Armstrong. Claro,
era un príncipe azul guapo, pero Lex es simplemente… oscuro y sexy. Página|129
Carisma envuelto en un paquete perfecto.
No lleva un traje como esta mañana. En su lugar, tiene pantalones
caqui y una camisa de golf blanca con zapatos informales, mostrando el
tatuaje vibrante de la manga que normalmente se oculta bajo las camisas
de botones y las chaquetas de traje. Lleva el pelo perfectamente peinado
hacia un lado, con los mechones oscuros cediendo a su capricho. Me
gustaría ceder de la misma manera, lo cual no es propio de mí.
Su sonrisa encierra tanto humor como calor en sus ojos. —Toqué
primero, pero está claro que no me oíste. ¿Qué haces?
Me vuelvo hacia mi iPad, con el vídeo aún en marcha. Avergonzada,
me apresuro a apagarlo, pero Lex me lo arrebata antes de que pueda.
—No es nada. Solo estaba jugando. —Lo agarro, pero él lo mantiene
fuera de mi alcance.
—Parece algo. ¿Qué es esto? —Desconecta los auriculares y mi voz
se vuelve audible.
Lo sostiene sobre su cabeza, todavía tratando de mirarlo. Me agarro
a su hombro e intento impulsarme lo suficiente como para retirarlo.
—¡Dámelo!
—Estoy tratando de escuchar. ¿Es un tutorial?
—No es importante. —Salto de nuevo.
Me mira. —¿Quieres quitarte la parte superior del bikini y hacer
eso de nuevo?
Le pellizco el pezón a través de la camisa. En un movimiento rápido,
me da la vuelta y me atrae hacia él, con la espalda pegada a su pecho y
los brazos pegados a los costados. Me acerca los labios a la oreja.
—Tranquilízate, Amie la Anárquica, ¿por qué no quieres que vea
esto? —Baja el iPad para que pueda verme en la pantalla pequeña.
—No lo sé. Es estúpido. Es solo un hobby. —Me encojo y aparto la
mirada, no quiero ver mi propia cara reflejada en alguien que también me
está mirando. Me hace sentir extrañamente expuesta.
—¿Por qué es estúpido? —El video termina y mis tutoriales más
recientes aparecen en la pantalla—. ¿Cuántos de estos hay? Mierda, este
tiene un millón de visitas.
—Algunos son de hace unos años.
Me suelta y da un paso atrás, con expresión curiosa. —¿Por qué te
avergüenzas de esto?
Siento cómo se me calienta la cara. —No lo sé. No quiero parecer
vanidosa. En círculos sociales como el nuestro, a la gente le encanta ser
crítica, y algunos de los comentarios negativos son bastante mordaces en
el feed debajo de los videos.
—¿Cómo puede hacerte parecer vanidosa? —Se desplaza por los Página|130
videos, haciendo clic en uno que hice cuando mi mamá estaba enferma
mientras yo me encontraba en la universidad. Tuve que convencerla un
poco para que me dejara hacer ese vídeo, pero fue uno de los varios de
esa serie que obtuvo muchas visitas. Lex abre mucho los ojos mientras
mira—. ¿Esta es tu mamá?
Asiento.
—¿Qué tipo de cáncer? —me pregunta con voz suave.
Trago saliva, pensando en lo asustada que estaba cuando me lo
dijo. Fue al final de mi tercer año de universidad. Llevaba meses sin volver
a casa y ella me había animado a quedarme en Nueva York durante el
semestre de otoño, citando viajes y vacaciones en balnearios. Cuando por
fin volví a casa en Navidad, me di cuenta de que me mantuvo alejada a
propósito. Se encontraba en medio de un tratamiento de radiación.
—De pecho. Tuvimos mucha suerte de detectarlo temprano. Etapa
dos.
—Qué bueno. —Sus palabras son genuinas, al igual que la mirada
comprensiva en sus ojos.
—Así es. Pudieron realizar una tumorectomía y extirparlo. Desde
entonces no tiene cáncer. Celebró todas esas fiestas mientras estaba en
tratamiento. No quería que todo el mundo lo supiera, así que la maquillé.
Nadie habría adivinado que pasaba algo, que es lo que ella deseaba. No
quería que la atención se centrara en su enfermedad
Lex asiente sombríamente, sin dejar de desplazarse por la serie de
videos. —Lo entiendo. A mi mamá le habrían encantado cuando pasó por
el tratamiento.
—No sabía que Mimi tuvo cáncer. —Ruby nunca lo mencionó.
—No fue algo que difundiera. Ya sabes cómo es. Desapareció por
un tiempo. La gente sospechaba, pero lo mantuvimos en secreto. Es la
razón de la recaudación de fondos de Halloween.
—¿Está bien ahora?
Sonríe. —Sí. Es una verdadera luchadora. No tuvo tanta suerte
como tu mamá, tuvo que someterse a una mastectomía, pero al mismo
tiempo se sometió a una cirugía reconstructiva. De todos modos, esto es
realmente increíble.
Me sonrojo y aparto la mirada, incapaz de recibir el cumplido.
—No todos son así. Algunas son solo maquillaje de Halloween y
cómo ser un zombi sexy, pero esa serie fue especial. A mi madre le
resultaba difícil estar rodeada de gente cuando lo único que querían era
ser simpáticos. Esto la hacía sentir normal.
—¿De qué es este? —Toca la pantalla.
—Fuimos a la sala oncológica durante las vacaciones de Navidad y
maquillé a las adolescentes terminales. Tuvimos que conseguir que los
padres firmaran permisos para hacer el vídeo, pero recaudamos algo así Página|131
como setenta mil dólares, así que por muy duro que fuera de ver, mereció
totalmente la pena. —Agito la mano en el aire porque hablar de ello me
hace llorar.
Lex coloca el iPad en el sillón y toma mi cara entre sus palmas. Su
expresión me roba el aliento, algo parecido a la reverencia pasa tras sus
ojos mientras busca mi rostro. —Eres una mujer increíble, espero que te
des cuenta. —Intento negar con la cabeza, pero me mantiene quieta entre
sus palmas, con los pulgares acariciándome las mejillas—. No discutas
conmigo, solo di que lo sabes.
Sonrío y susurro las palabras.
—Buena chica.
Me estremezco cuando roza sus labios con los míos, la tristeza se
desvanece, todo deja de existir excepto él. Todo lo que se necesita de este
hombre es un toque para derretirme por dentro.
—Es increíble. —Echo la cabeza hacia atrás cuando me tira del pelo
para morderme la mandíbula—. Sabes a café y naranjas —murmura.
—Eso es porque alguien me ha mandado hoy a que me mimen. —
Me alegro de cambiar de tema, ahora no quiero pensar en cosas tristes.
Solo quiero disfrutar de este tiempo con Lex mientras lo tenga.
Me roza la clavícula y sigue el contorno de mi pecho. Mis pezones
se endurecen con el simple contacto y se tensan aún más cuando roza
uno con el pulgar. Se acerca más, hasta que su pecho queda a ras del
mío, y sus manos errantes encuentran el centro de mi espalda, los
pulgares bajan por la columna hasta llegar a la cintura de la braguita del
bikini.
—¿Lo disfrutaste, entonces?
—Inmensamente. —Paso mis palmas por su pecho, su gentileza
despierta mi necesidad. No sé si tenemos suficiente tiempo antes de la
cena para disfrutar el uno del otro, y esperar hasta después del postre
parece una tortura innecesaria.
—Bueno. Me alegro. —Todavía me mira intensamente, sus ojos
deambulan por mi rostro. Ojalá me estuviera besando de nuevo, esta vez
con lengua—. ¿Cuál fue tu parte favorita?
—Las flores, el vestido y tú aquí, ahora mismo.
Su sonrisa se ensancha. —Me refiero a los servicios del spa.
—Oh, claro. El masaje fue lindo. Todo lo fue, en realidad. —Palmeo
su nuca y lo acerco.
Se resiste levemente, esa sonrisa aún juega en sus labios. —¿Ya no
te interesa la conversación?
—Para eso está la cena, ¿no? —Abro la puerta mosquitera y entro
al bungaló, llevándolo conmigo. El reloj a mi derecha indica que son solo
las siete. Tenemos mucho tiempo para el sexo antes de la cena. Tiro del Página|132
lazo en mi cuello, el que está entre mis omóplatos. La parte superior de
mi bikini cae entre nosotros a nuestros pies—. Pensé que tal vez podría
ser tu aperitivo.
—¿Pensaste?
Luego tiro de los lazos de mis caderas y la parte de abajo se une a
la de arriba en el suelo. Su erección se tensa contra sus caquis apretados.
—No quiero que te sientas incómodo durante la cena.
—Eso es muy considerado de tu parte.
Paso la mano por sus pantalones. —Así soy, Señorita Considerada.
Lex pasa sus manos por mis costados y ahueca mi trasero. Sus
labios se deslizan por mi hombro, sus dientes me muerden el cuello hasta
llegar a mi oído. —Estuve muy distraído durante mis reuniones de esta
tarde.
Libero el broche de su cinturón. —¿Oh? ¿Cuál fue el problema?
—No podía dejar de pensar en ti.
—¿En qué tipo de cosas estabas pensando?
—En las formas en que quiero tenerte, en las horas que tenía que
esperar antes de poder tocarte de nuevo. Besarte. —Su boca desciende
sobre la mía mientras nos adentra más en la habitación, pero no va en
dirección a la cama—. En follarte. —Me hace girar y me inclina sobre el
respaldo del sofá. Su cálida palma viaja por mi espalda—. ¿Te parece bien
aquí?
—En cualquier lugar me parece bien, siempre que tu plan sea estar
dentro de mí.
Sus manos se mueven hacia mi trasero, permaneciendo allí por un
momento antes de deslizar una entre mis piernas. Agarro el respaldo del
sofá mientras mete dos dedos dentro de mí. Ya estoy mojada, pero juega
conmigo, se burla, acaricia y acaricia hasta que mis rodillas se debilitan
y tiemblo con la promesa de un orgasmo. Le sigue la rotura del condón y
luego empuja hacia adentro, gimiendo cuando sus caderas se alinean con
mi trasero.
—Te prometo que me tomaré mi tiempo contigo más tarde.
Su camisa aparece a mi lado, y después su pecho está pegado a mi
espalda. Desliza unos suaves dedos por mi brazo, me levanta la mano y
se la pasa por la nuca. Necesito la otra para mantener el equilibrio, así
que no puedo frotar mi clítoris palpitante y necesitado. Gimo cuando me
agarra por la cadera y gira la suya. La cabeza de su pene golpea el mismo
punto mágico con cada embestida. Me estremezco y él se ríe.
—Joder, Amie, todo el día. —Mueve las caderas hacia atrás y me
penetra lentamente, con los labios todavía en mi oído—. Todo en lo que
podía pensar era en estar dentro de ti. —Otro embiste profundo—. En
esos sonidos dulces y sexys que haces cuando te follo. Página|133
Gimo ante el roce de sus caderas contra mi trasero.
Mientras se endereza, me levanto con él. Su mano se mueve por la
parte exterior de mi muslo y levanta mi pierna, poniendo mi rodilla en el
respaldo del sofá, abriéndome más, cambiando el ángulo para que él me
penetre aún más profundo.
—¿Sabes en que más pensaba? —Sus dedos se deslizan lentamente
sobre mi cadera hasta que descansan sobre la cresta de mi pelvis, tan
cerca de donde los necesito.
Niego con la cabeza, la expresión por favor sale de mis labios casi
como una súplica.
—En cuánto me encanta cómo suenas cuando te corres por mí.
Baja los dedos para frotar círculos suaves y lentos. Es más que
suficiente, casi demasiado y gimo su nombre, la sensación es electrizante,
abrumadora.
Me aprieta el clítoris con los dedos cuando el orgasmo empieza a
menguar, y ahí es cuando comienza a follarme realmente. Me agarro con
fuerza a su nuca mientras me penetra, su aliento caliente me roza el
hombro mientras me dice cosas como: “tan jodidamente bueno”, “nada
se siente mejor que esto” y “tan sexy”.
Cuando se corre, me muerde el hombro y me da una palmada en
el clítoris, lo que hace que me mueva de un tirón en sus brazos y me
corra de nuevo.
Una vez que ambos somos capaces de hacer más que gemir y
respirar, me pone el pie en el suelo y dejo caer mi mano de su cuello,
apoyándome en el sofá mientras se retira.
Me doy la vuelta y uso el respaldo para sostener mi trasero, ya que
mis rodillas siguen débiles por el orgasmo.
—Bueno, esa sí que es una forma de abrir el apetito.
Lex ahueca mi mejilla en su palma y planta un suave beso en mis
labios. —Eres mi aperitivo favorito. Te tendría antes de cada comida si
pudiera.
Mientras se deshace del condón, saco un vestido del armario. Tiene
la espalda abierta, lo que hace imposible ir con sostén. Asegurándome de
que sea intencional. Lex me ayuda a ponérmelo.
—Creo que deberías renunciar a las bragas —dice mientras la tela
se desliza sobre mis caderas.
—¿Para que tengas un acceso más fácil?
Su sonrisa es pura malicia tortuosa. —Iba a decir que evitaría las
líneas de las bragas, pero esa es otra buena razón.
Página|134
Poniéndome un par de zapatos planos abiertos, agarro mi bolso y
sigo a Lex afuera. En lugar de ir a uno de los restaurantes del resort, me
lleva a la playa donde hay una mesa para dos en la arena. Encandilan
hileras de luces, reflejándose en el agua cuando el sol cae para tocar el
horizonte; rayas azul pálido con violeta claro, rosa y naranja se mezclan
en la paleta de acuarelas. Es maravillosamente romántico.
Saco mi teléfono y tomo algunas fotos de la vista. Mi sonrisa se
siente repentinamente rígida cuando me giro con la cámara preparada
para tomar una foto de Lex. Una punzada de tristeza hace que me duela
el corazón por lo que podría haber sido. ¿Qué habría pasado si no hubiera
aceptado la invitación de Armstrong para bailar, si hubiera esperado a
que Lex me trajera esa bebida? ¿Sería esta nuestra luna de miel?
Si Armstrong no me hubiera sido infiel, ¿él habría pensado en
organizar una cena especial a la luz de la luna en una playa privada? ¿Me
programaría un día de spa y me follaría sobre el costado del sofá? ¿Alguna
vez habría estado hambriento de mí? ¿Lo había estado alguna vez? Siento
que ya tengo la respuesta a eso.
La sonrisa de Lex es suave y tranquila mientras sus dedos rodean
mi muñeca. —Simplemente disfrútalo por lo que es, Amie.
No quiero arruinar el momento con tristeza por cosas que no
pueden ser. Me da la vuelta para que mire hacia el mar. El agua azul
claro se oscurece junto con el sol poniente. Me rodea la cintura con los
brazos y me abraza por detrás, su cuerpo fuerte y sólido me hace sentir
en el presente. Levanto el teléfono y hago una panorámica de fotos, con
la esperanza de conservar esta sensación en las imágenes que recojo
mientras estoy con él.
Quiero girarlo y hacernos un selfie, pero eso lo haría demasiado
real, así que me limito a apreciar sus brazos a mi alrededor y su mejilla
contra la mía.
—¿Cómo estuvieron tus reuniones hoy? —le pregunto una vez que
estamos sentados a la mesa, copas de champán servidas y aperitivos, de
la variedad realmente consumible, entre nosotros.
—Aparte de distraerme mucho, han sido informativas.
Apoyo mi barbilla en mi puño. —¿Puedo pedirte que lo expliques?
Lex se recuesta en su silla. —Por supuesto. No es exactamente algo
fascinante si no estás metido en la industria hotelera, así que cuando
empieces a quedarte dormida, siéntete libre de tirarme cosas y me callaré.
—Seguro que no es nada aburrido.
Lex se encoge de hombros. —Lo encuentro interesante, pero es mi
trabajo, así que probablemente sea por eso. Estoy aquí porque tenemos
cuatro complejos turísticos y uno de ellos no está funcionando tan bien
como los demás. Las calificaciones han bajado en los últimos doce meses
y mi trabajo es encontrar la manera de volver a subirlas.
—¿Es esta propiedad? —No veo la razón. Es un lugar de vacaciones Página|135
perfecto, nada que ver con la vida real.
Niega con la cabeza. —Está al final de la playa, en un lugar un poco
más asequible, bueno, más asequible que aquí. Tendré que quedarme allí
durante un tiempo antes de que termine el mes. Este es nuestro resort
con mejor desempeño en la isla, y es mi favorito, así que decidí quedarme
aquí primero.
—¿Qué hace que este sea tu favorito?
—Bueno, aparte de lo obvio. —Su mirada se desliza sobre mí—. Es
romántico sin estar demasiado impulsado para una la luna de miel. La
vista es espectacular, las habitaciones son grandiosas, pero cómodas.
Además, la vida nocturna es accesible y emocionante.
Estoy de acuerdo con todo lo que ha dicho. —Entonces, ¿qué le
falta al otro resort?
—Eso es lo que trato de averiguar. Es casi una copia exacta de este
complejo, pero más económico. Me dirijo allí mañana para revisar los
servicios y sentarme con la dirección para tener datos comparativos para
el análisis.
—Tiene sentido. —Me concentro en mi copa de champán—. ¿Así
que estarás fuera todo el día? —Lucho contra una mueca de decepción.
—Podrías venir conmigo. Si quieres.
Levanto la mirada, sin saber si está siendo amable o, peor aún, si
siente lástima por mí. —No quiero interferir con tus reuniones.
—De hecho, sería muy útil tener una perspectiva femenina. Puedo
reservarlo para un par de tratamientos de spa, ya que parece ser un área
que necesita mejora, y podrías compararlos.
—Uhm… está bien, podría hacer eso.
—Excelente.
Dios, su sonrisa es hermosa.
A mitad de la cena mi teléfono empieza a zumbar. La ansiedad hace
que se me seque la boca. No quiero que sea Armstrong, arruinando una
velada perfecta, así que lo ignoro. Cuando vuelve a sonar segundos luego
de haberse detenido, compruebo que no sea una emergencia.
—¿Todo bien? —La preocupación de Lex refleja la mía.
Mi ansiedad se disipa cuando veo el nombre en la pantalla. —Es
Ruby.
Lex da unos golpecitos en el borde de la mesa. —¿Cuándo fue la
última vez que hablaste con ella?
Sé lo que está preguntando sin decirlo en voz alta. —Le envié un
mensaje ayer para decirle que estoy bien y que cambié de hotel. Planeaba
llamar hoy, pero después tuve todas esas citas y la cena, entonces… —
Página|136
Siento un nudo en la garganta como si las palabras quisieran quedarse
dentro. Es una conversación necesaria. Vivimos juntos en esta burbuja
y así debe seguir siendo. Hago un gesto entre nosotros—. No le diré nada
sobre esto.
Lex asiente y traza el borde de sus cubiertos. —¿Será difícil para
ti? ¿Tener que ocultarle esto?
Ruby y yo nos contamos casi todo, pero esto es diferente. —No
quiero ponerla en una posición complicada. ¿Se lo contarías a Bane?
Suelta una carcajada. —No compartimos ese tipo de información.
—Se inclina sobre la mesa y toma mi mano—. No quiero complicarte más
esta situación. Me alegra ser una distracción para ti mientras estás aquí,
si eso es lo que quieres que sea.
—¿De eso se trata todo esto? —Hago un gesto a nuestro entorno.
Su sonrisa es cálida. —Te mereces las mejores cosas, y puedo darte
algunas, así que eso es lo que estoy tratando de hacer. Si es demasiado,
dímelo, pero estoy dispuesto a darte lo que quieras mientras estés aquí
conmigo.
—¿Y tú qué quieres? —No sé por qué pregunto esto. Claramente
quiere tener sexo, al igual que yo. Su galantería es innata. No me extraña
que las mujeres quieran salir con él.
Levanta mi mano y me besa los nudillos. —Disfrutar de este tiempo
que tengo contigo.
Debería sentir alivio, no decepción, sobre todo considerando que
sigo técnicamente casada. —Lo mantendremos entre nosotros —susurro
mientras me muerde la punta del meñique.
—Serás mi secreto favorito. —Sus ojos arden, pero la tristeza tiñe
sus palabras con las mismas sombras proyectadas por el sol menguante.
Página|137
Traducido por Renatte & Gesi
Corregido por Pame .R.
La mañana siguiente a la cena en la playa, Amie y yo nos dirigimos
al resort hermano en jeep. Tiene el pelo recogido en un moño desordenado
Página|138
y no lleva maquillaje en la cara, aparte de un brillo de labios transparente
que sabe a uva. El cual ya he probado tres veces.
No es difícil convencerme de que traerla conmigo es inteligente y
será beneficioso para fines de investigación. Ella es la persona perfecta
para comparar los servicios de spa entre hoteles. Además, es hermosa,
seductora y encantadora. Tendrá al personal comiendo de su mano.
Mientras me reúno con el gerente del hotel, la envío para una
mañana de mimos. Nos volvemos a reunir a la hora del almuerzo para
discutir lo que le gustó más entre los dos resorts con el spa y los gerentes
del hotel. El ambiente es mejor en el otro hotel, pero los servicios están a
la par. Es elocuente e inteligente cuando revisa el menú del lugar y hace
sugerencias de ajustes.
Si no me acostara con ella, la contrataría para mi equipo. Tiene
una mente excelente para la mercadotecnia y la gestión. Dudo que esté
acostumbrada a todo su potencial en Moorehead. Lo que la distingue es
que no solo ve las fallas en un plan, sino que luego puede encontrar una
solución viable. Y como predije, todas las personas en el lugar, hombres
y mujeres, se han enamorado totalmente de ella cuando ideamos lo que
parece ser una estrategia factible para realizar renovaciones menores en
el spa del hotel y renovar los servicios ofrecidos, que incluyen maquillaje
para eventos nocturnos.
Aquello me da una idea de un giro totalmente nuevo sobre cómo se
promueven las experiencias de spa. Tenemos un mercado importante
para las bodas en el lugar, y lo hemos estado construyendo durante los
últimos años, pero esto podría agregar otra perspectiva al expandir el lujo
más allá del spa y hasta la comodidad de las suites para huéspedes.
Después de la reunión, le muestro a Amie los jardines y la llevo a
un recorrido por los alojamientos. Hacemos un buen uso de una suite de
luna de miel antes de cenar con el personal directivo.
Estar con esta mujer así es peligroso, verla cómoda, arrastrarla a
mi mundo, aprender más sobre quién es, más allá del desenfreno en el
dormitorio y su boca inteligente, pero parece que no puedo detenerme. Y,
por si fuera poco, no quiero. Entiendo que ella no está en el lugar correcto
para que esto sea más por el momento, pero eso no significa que no pueda
intentarlo más tarde, una vez que estemos de regreso en el mundo real y
las cosas se hayan calmado para ella.
Ya es tarde cuando terminamos. Sugeriría pasar la noche, pero
tengo reuniones por la mañana y necesitaré un traje limpio, así que
regresamos al Mills Resort.
La envío sola al bungaló para poder recoger algunas cosas de la
recepción. No quiero esperar al servicio de habitaciones y, una vez que
estemos en su bungaló, pretendo evitar interrupciones. Excepto que, al
regresar, recibo un mensaje de texto de Amie diciéndome que Armstrong
está en el hotel.
Debería haber esperado esto. Tenía que haber sabido que la iba a Página|139
llevar a un hotel hermano en la isla y, finalmente, la encontraría, porque
a Armstrong no le gusta perder.
El muelle está en silencio mientras me dirijo a mi bungaló y dejo
caer la botella de champán y la canasta de postres dentro, sin saber qué
hacer. Amie no ha dejado más mensajes y supongo que si quiere mi ayuda
la pedirá. No quiero hacer esta situación más difícil de lo necesario, pero
tampoco quiero que Armstrong le llene la cabeza con historias sobre mí,
o averigüe lo que está pasando aquí, en caso de que la manipule para que
diga algo.
No hay muchas opciones. Abro la puerta corrediza, salgo y me
muevo a la terraza inferior en caso de que pueda ver o escuchar algo que
esté sucediendo en su bungaló. Desde aquí distingo el borde del muelle.
A través de la ventana la veo pasearse, agitando los brazos en tanto la
silueta de Armstrong la sigue. Sus voces se vuelven claras cuando Amie
abre la puerta corrediza.
—¿Por qué estamos afuera? —La vacilación en la voz de Armstrong
es evidente, considerando lo nervioso que lo pone el agua.
—Necesito aire —responde Amie.
—Amalie, tienes que ser razonable. Ya has dejado claro tu punto.
Lamento que sientas la necesidad de degradarte así…
—¿Degradarme?
—Al venir aquí con mi primo. Está bien que necesitaras sacar la ira
de tu sistema. Entiendo tu rebelión y no haré preguntas, solo vuelve al
hotel conmigo.
—Te das cuenta de que no tiene ningún sentido lo que dices,
¿verdad?
—No puedes decirme que Lexington no te ha llenado la cabeza con
mentiras sobre mí. Te advertí sobre él una vez, Amalie. No debería tener
que volver a hacerlo. —Agita la mano en el aire—. Lo que haya pasado es
irrelevante, siempre y cuando regreses conmigo. Estoy seguro de que has
recibido los mensajes de mi madre. No se ve bien que estés aquí sin mí.
—¿Qué tienen que ver los mensajes de Gwendolyn?
—Está convencida de que mi llegada aquí ayudará a arreglar las
cosas. Lo hará verse mejor. —Suspira como si estuviera molesto.
—No puedes hablar en serio. ¿Estás aquí porque tu madre te dijo
que vinieras?
—Estoy aquí para mostrarte que puedo entender esto. ¿Tienes idea
de lo difícil que es conseguir un pasaporte en tan poco tiempo? Tuve que
tomar un vuelo con escala. Además de sentarme en clase económica.
—¡Oh, pobrecito! ¿Puedes entender? Tú me engañaste en nuestra
puta boda, Armstrong. No hay nada que entender; ya no estamos juntos.
Mi primo hace un sonido de desaprobación. Página|140
—No te atrevas a hacer ese jodido sonido. Usaré el maldito lenguaje
que me apetezca. No puedes venir aquí e imponer tu desaprobación.
Levanta las manos en súplica. —No estoy aquí para pelear contigo,
Amalie. Debes pensar en esto, en el impacto que tendrá en ti, en nosotros.
Los medios te destrozarán.
—¿A mí? —Se cruza de brazos—. No fue a mí a quien sorprendieron
engañándote en nuestra boda.
Armstrong da un paso vacilante hacia ella, pero retrocede de nuevo
para estar cerca de la puerta. —Cariño, ¿podemos entrar y hablar de
esto?
—No me digas cariño. Si los medios van a destrozar a alguien, será
a ti.
Se ríe, y ese sonido lo conozco bien. Es su risa para influenciar.
Como si tuviera algo contra ella. —¿Sabes cuáles son los rumores?
La voz de Amie se vuelve grave. —Estoy segura de que estás a punto
de decírmelo.
—¿Has hablado con tu familia desde que escapaste? —El silencio
se prolonga durante unos segundos, seguido del suspiro exagerado de mi
primo—. Entonces, ¿estás aquí escondiéndote? ¿Fingiendo que nada de
esto importa? ¿Como si esto no tuviera nada que ver con tu familia o la
mía? ¿Sabías que hay especulaciones sobre el desafortunado evento de
la boda? La gente dice que fue un arreglo, que fue una grabación de
nosotros.
La voz de Amie es más suave y baja ahora. —Tienes que estar
bromeando.
—Oh, hablo bastante en serio. Imagínate que dirán sobre escaparte
en nuestra luna de miel y acostarte con cualquiera debido a una falta de
comunicación. Crees que los medios te critican ahora, pues se pondrá
peor.
—Eso ni siquiera es lógico, y lo sabes.
—Eso es lo curioso de los medios, la lógica no siempre se aplica,
¿verdad? Este matrimonio es bueno para nuestras familias. Ambos nos
beneficiaremos. Soy bueno para la posición social de tu familia y tú eres
buena para mi cuenta bancaria.
—¿Estás haciendo esto por el dinero y el estatus social? Vaya, eso
sí que es un argumento de venta para la longevidad de las relaciones. —
Prácticamente puedo oír el rechinar de sus dientes.
—Oh, vamos, Amalie. Ya sabes cómo va esto. Si quieres que te trate
menos como mi esposa y más como una amante, puedo intentarlo. Pero,
¿no crees que te convendría intentar ascender a la posición social que te
proporcionará mi familia, en vez de comportarte como una puta barata?
Sería una lástima ver todo mi arduo trabajo deshecho en un lapso de
semanas. Página|141
—¿Arduo trabajo? ¿De qué hablas?
—Dediqué mucho tiempo y energía a moldearte para que seas la
socia perfecta para estar a mi lado. Sobre todo, cuando dirija Moorehead
Media con mi padre. No han pasado ni dos semanas y mírate.
—No hay nada de malo en mi apariencia.
—Si estás más interesada en ser la amante de alguien, supongo
que vas por el camino correcto.
—Eres un ser humano horrible. —La rabia apenas contenida hace
que su voz sea vuelva ronca—. ¿Cuántas?
—¿Cuántas qué?
—¿Con cuántas mujeres me engañaste? ¿Cuántas hubo además de
Brittany?
—Eso es irrelevante.
—¿Irrelevante? ¿Esa es tu nueva palabra favorita? ¿Lo sabes
siquiera? ¿Puedes adivinar?
—Basándome en tus criterios sobre lo que constituye un engaño,
supongo que algunas. No tantas.
—¿Algunas? ¿Cómo puedes pensar que esto está bien?
—Deja de ser tan testaruda, Amalie. Así es cómo funciona esto. Te
acostumbrarás.
—No quiero acostumbrarme. No quiero estar contigo, nunca. ¿Qué
necesitas para entenderlo?
—Esto no se trata solo de ti. Estás dejando un gran problema en
Nueva York. ¿Quién crees que lo está afrontando?
—Desde luego tú no.
—Eso es porque estoy aquí. Este juego del gato y el ratón es juvenil,
Amalie. Estás siendo una mocosa mimada, es bastante agotador.
—Lárgate. —Lo rodea y abre la puerta mosquitera con un fuerte
portazo—. No creas que puedes manipularme o chantajearme para que
me reconcilie contigo. Cuando vuelvas a Nueva York te estarán esperando
los papeles de la anulación para que los firmes. Te lo he dicho antes y te
lo repito, cualquier contacto posterior será a través de mi abogado, de lo
contrario presentaré una orden de alejamiento. Ahora vete o llamo a
seguridad.
Se tambalea hacia atrás en la puerta cuando ella lo empuja. —Te
arrepentirás de esto, Amalie.
—Ya me arrepiento, más de lo que puedes imaginarlo. Pero no por
las razones que quieres que lo haga.
Menos de un minuto de tenso silencio más tarde, la puerta del Página|142
bungaló se abre y Armstrong sale a la oscuridad de la noche, caminando
rápidamente por el muelle, casi echándose a correr. Me gustaría seguirlo
y patearle el culo en su nombre, pero me quedo donde estoy, consciente
de que solo haré más daño.
No estoy seguro de qué esperar de ella a estas alturas. No es que
espere algo después de esa mierda, pero tardo un rato tras la partida de
él para enviarle un mensaje.
¿Estás bien?
Se siente como si tardara una eternidad en responder.
No lo sé. ¿Escuchaste algo o todo?
Es una pregunta sincera. Y no facilita la decisión de cómo proceder.
Le doy otro minuto antes de contestar:
Sí escuché. Quería asegurarme de que estuvieras a salvo. Lo
entenderé si quieres espacio.
Los puntos aparecen y desaparecen tres veces antes de que un
mensaje finalmente llegué:
Probablemente debería.
No es un sí. Tampoco es un no. Es un conflicto. Un entendible y
razonable conflicto. Espero más, algún tipo de confirmación de que quiere
que me mantenga alejado luego de lo que acaba de pasar con Armstrong.
Tras varios minutos de silencio asumo que su falta de palabras
significa distancia. Pero un tímido golpe, apenas perceptible, me hace
levantarme de la silla y cruzar el dormitorio. Aunque sé que seguramente
viene a buscar consuelo, no sexo, mi cuerpo no parece reconocerlo. Tal
vez necesita un hombro en el que llorar. Puedo serlo. Puedo ser un amigo
si lo necesita esta noche.
No dice nada cuando entra. El dolor hace que sus ojos destellen
con ese brillo del tipo emocional, del tipo avergonzado.
—Me siento culpable por querer esto, por desearte. —Me pasa los
dedos por la mandíbula y apoya la palma en mi pecho—. Pero no tanto
como para mantenerme alejada. ¿Qué dice eso de mí? ¿En qué tipo de
persona me convierte?
—Te hace humana, Amie. Armstrong es un imbécil egoísta. Se la
da bien manipular.
Deja caer la mano y permanece en silencio, tal vez absorbiendo la
verdad. No hemos hablado de su relación con Armstrong, aparte de vagos
comentarios sarcásticos. No quiero recordarle por qué es una mala idea,
que es lo que ha hecho su aparición.
—¿Quieres hablar de ello? —Me preocupa, egoístamente, que su
breve aparición arruine todo. No quiero perder nada de mi tiempo con
ella porque la idiotez de Armstrong se haya interpuesto de nuevo.
Sacude la cabeza con ojos brillantes. Sus dedos revolotean hasta Página|143
su garganta, entonces caen para tocar el dorso de mi mano.
—¿Qué puedo hacer por ti?
Se lame el labio inferior. Dientes blancos se hunden en la suave y
húmeda piel. Su mirada baja y luego vuelve a subir; noto incertidumbre
mezclada con necesidad. Cómo alguien puede verse tan inocente y ser
tan increíblemente sexy es un misterio que me alegra poder descubrir.
Me rodea la muñeca con los dedos y levanta mi mano, curvando mi palma
alrededor de su delicado cuello.
—Dime que quieres follarme —susurra.
Arrastro mi pulgar a lo largo de su garganta. —Amie.
Cierra los ojos. —Dímelo. Por favor.
La verdad es que este pedacito de simulación en el que vivimos se
está convirtiendo rápidamente en real para mí. Pero no puedo decírselo.
No está mental ni emocionalmente lista para algo más que gratificación
física, y cargárselo la destruiría. Ya está muy frágil. Así que le doy lo que
necesita de mí, un escape del oscuro lugar al que va en esa hermosa
cabeza suya.
Rozo gentilmente mis labios sobre los suyos. —Te deseo.
Su respiración se convierte en breves jadeos cuando presiono mis
dedos en su mandíbula y le inclino la cabeza hacia atrás.
Doy un paso más cerca, forzando su espalda contra la puerta.
—¿Sabes qué haré?
Emite un sonido lascivo y desesperado. Lo siento hasta en los
huesos. Sé que todo lo que soy es una distracción de la realidad, pero
aun así la deseo, incluso aunque no debería.
Presiono mis caderas contra las suyas para que pueda sentir lo
duro que estoy por ella. —Voy a follarte. —Le muerdo la barbilla y sigo
un camino de besos hasta sus labios—. Y te encantará.
***
—Dime que no te estás enrollando con ella. —Bancroft suena
enojado.
De todas las cosas que no debería estar haciendo, acostarme con
Amalie está en la parte superior de una lista muy larga. Como llevarla a
cenar, comprarle ropa y flores, pasar las noches mirando las estrellas,
llevarla a complejos turísticos asociados y comparar los servicios de spa,
presentarla al personal directivo y pasar la noche en su cama. O la mía.
Además, follármela contra mi puerta después de que Armstrong jodiera
su relación, luego otra vez en mi cama, y otra vez por la mañana tampoco
es lo mejor en cuanto a planificación. Especialmente considerando que Página|144
estoy disfrutando la parte de dormir tanto como la de follar. Pero no tengo
ningún deseo de parar y ella tampoco, así que seguiré sacándole provecho
a este arreglo hasta que ya no pueda.
—¿No es eso lo que hacen los universitarios? —Supongo que se
aplica a la situación.
—Solo responde la maldita pregunta.
—¿Y qué si lo hago?
—Será mejor que estés bromeando, Lex. Sigue casada.
Me burlo. —¿Tienes idea del tipo de mierda que Armstrong le ha
estado haciendo?
—Amie llamó a Ruby esta mañana. Al parecer él apareció anoche.
—Entonces sabes que admitió haberse acostado con varias mujeres
a sus espaldas. —Me dejo caer en una silla porque estoy caminando de
un lado al otro y elevando la voz.
—Es bueno que no esté en el país o le daría la paliza que se merece.
Ruby también la alentó a tener sexo mientras esté en Bora Bora.
—Disculpa, ¿qué? —Eso explica lo que estaba haciendo en el bar
con Jodido Eric la primera noche.
—Le dijo que se soltara. Que enloqueciera. Que tuviera revolcones
como si fueran las vacaciones de primavera. —No suena impresionado
con el consejo.
—Bueno, supongo que son sus vacaciones, debería sentirse libre
de enrollarse con quienquiera.
—Excepto contigo, ¿verdad? —Ahí está el indicio de sospecha que
me estaba esperando.
—No quiere enrollarse conmigo. —Mierda, sueno enfadado. Tengo
que tranquilizarme.
—¿Estás seguro? Un poco lo parecía en esa suite nupcial.
—Deja de tocarme los huevos. Estaba molesta y no pensaba con
claridad. Acababan de humillarla frente a todos los que conoce y buscaba
venganza. —No le digo que la dejé tenerla, duro y repetidamente. Si bien
los dos somos adultos capaces de tomar decisiones adultas, no creo que
sea buena idea ser sincero con mi hermano. Dudo que Bane me delate
intencionalmente, pero es mejor mantenerlo en secreto, solo para estar
seguros. No creo que mi padre vaya a estar muy impresionado si se entera
que mi atención ha estado bastante dividida. Estoy aquí para evitar las
idioteces, no para empeorarlo acostándome con Amie.
—Este es un viaje de negocios. La ayudé cuando apareció el idiota
de nuestro primo. Su situación es muy jodida y no estoy interesado en
más drama del que ya tengo. —En realidad me he metido en mucho más Página|145
de lo que pretendía. Y las repercusiones de esto si alguien se entera, van
más allá de lo que Amie puede entender. Mi historia con Armstrong es
tumultuosa. Él está demasiado ensimismado en sí mismo para creer que
esto fue algo más que solo una venganza.
Se queda en silencio durante unos segundos. —¿Estás pasando
tiempo con ella?
—Tengo reuniones y trabajo. No puedo tumbarme en la playa y
alejar a los depredadores. Es una chica grande y no soy su niñero. No
puedo proteger a alguien que no está interesada en que la protejan, Bane.
—Es verdad. Hice el intento de protegerla al principio, pero seguro que
no me lo puso fácil.
—Lo entiendo. Solo cuídala si puedes. Ruby está muy preocupada.
No creo que Amie tome las mejores decisiones cuando está estresada.
—Entonces, hace un segundo te preocupaba que vaya a enrollarme
con ella y ahora quieres que sea su perro guardián. Decídete, hermanito,
o quieres que me involucre o no.
Su suspiro hace eco de mi frustración. —Lo siento. Estoy estresado
porque Ruby está estresada. Aparentemente Amie no quiere lidiar con la
situación de Armstrong y cambia de tema cada vez que lo saca a colación.
—¿Puedes culparla?
—No. En absoluto, pero Ruby dice que es peor que la forma en que
generalmente maneja las cosas.
—¿Peor en qué sentido? No es como si hubiera un precedente para
sus circunstancias. —No puedo imaginarme que todos los días atrapen
al novio engañando a la novia durante la boda.
—Lo entiendo y exactamente no lo sé. Ella está… tranquila. A Ruby
le preocupa que esté mal mentalmente. Solo… no dejes que nadie se
aproveche de ella si puedes evitarlo.
—Intentaré mantener un ojo en ella. —Y todas las demás partes de
mi cuerpo—. ¿Sabes que tan malos son los rumores? ¿Cómo lo manejan
en la prensa los Moorehead? —He hecho las búsquedas necesarias, pero
no he visto nada que corrobore lo que Armstrong dijo sobre una grabación
de ambos. No puedo imaginarme que alguien vaya a creerlo.
—Son más que nada chismes en las redes sociales, pero todo se
quita ni bien aparece. No me imagino el dinero que estarán usando para
mantenerlo tan silencioso.
—Tal vez terminen en bancarrota en el proceso.
—¿No sería eso justicia? Según mamá, Armstrong regresará hoy a
Nueva York, por lo que al menos no tendrá que seguir lidiando con él.
Esa es una buena noticia para Amie y una genial para mí.
Mi hermano pasa al tema mucho más seguro de los negocios. Página|146
Pero las cosas que dice sobre Amie se quedan conmigo. Sé que le
dije que me parecía bien ser una distracción temporal, pero no estoy tan
seguro de poder dejar esto entre nosotros aquí como se supone que debo
hacerlo.
Traducido por SandyQu. St.Rolan
Corregido por Renatte
—¿Seguro que no quieres que nos veamos en el aeropuerto? —
pregunta Ruby por tercera ocasión.
Página|147
—Llego a las siete de la mañana, no tiene caso.
—¿Y si Armstrong se presenta?
—No va a aparecer. —Es algo que he considerado que podría pasar,
pero dos semanas después de amenazarlo con una orden de restricción,
no he oído nada de él. Tampoco he sabido nada de su abogado, incluso
aunque sé que está de regreso en Nueva York. Ruby me ha mantenido al
tanto de todo, sin importar si quería saber o no. Pero tengo la sensación
de que lo ha censurado un poco, así que mi conocimiento está felizmente
limitado.
Ruby suspira. —Bueno. Vale. Pero mensajéame tan pronto como
aterrices, y de nuevo cuando llegues a tu apartamento.
—Claro que te mensajearé, pero estarás dormida, así que no va a
importar mucho. —Doblo otro vestido y lo pongo en mi maleta. Casi toda
mi ropa está empacada. Las únicas cosas fuera son el vestido que usaré
esta noche y mi atuendo para el vuelo de mañana.
Y mi baúl de juguetes, pero eso no lo empacaré hasta más tarde.
—Así que, ¿qué harás en tu última noche?
—No lo sé. Quizá vaya al bar, tome un par de cócteles y luego mire
las estrellas y reflexione sobre mi tiempo aquí.
—¿Qué pasó con tu Amante Sexy? ¿Sigue allá? Deberías tener un
último par de orgasmos antes de regresar.
Ruby no paraba de insistirme con lo de buscar alguien con quien
follar, así que al final cedí y admití que quizá me había acostado con
alguien. Le dije que se llamaba Dick, más que nada porque dudaba y fue
lo primero que se me ocurrió, ya que Lex tiene uno muy bonito1. Ruby
decidió que no era sexy, así que lo llamó Amante Sexy. Se sintió bien
contarle algo, incluso si no era verdad. Si se lo digo, no podrá ocultárselo
a Bane y entonces el circulo secreto se ampliará demasiado y se volverá
turbio. No le puedo pedir que le mienta a su novio por mí, no es justo.
—Ya veremos. —La evado a propósito, porque si lo hablamos me
siento culpable por mentirle, pero es demasiado complicado. Y no es que
vaya a volver a pasar después de que me vaya de la isla.
No es su culpa que me interese más de lo que debería. Seguro que
los sentimientos menguarán una vez que esté en casa y él no sea mi única
fuente de apoyo. Creo que le asigné algún tipo de rol de salvador, lo que
hace que se sienta como si lo fuera, cuando en realidad es mi desesperada
necesidad de aferrarse a algo que no sea mi vida de mierda. La que voy a
tener que enfrentar más pronto de lo que me gustaría.
—¿Qué pasa con Lex?
—¿Qué pasa con Lex? —Desearía poder bajar la voz y no subirla
cuando se lo menciona. He tratado de evitar hablar sobre él. Hace que
me duela el corazón tener que dejar lo que tenemos aquí, pero acordamos
que era lo mejor.
Página|148
—¿Lo verás antes de irte?
Menos mal que no estamos hablando por videollamada, porque
Ruby me descubriría. —No sé. ¿Quizá? Ha estado bastante ocupado con
cosas de trabajo. Estoy segura de que tiene mejores cosas que hacer que
entretenerme en la última noche de mi luna de miel fallida.
—No es una luna de miel fallida, Amie. No es tu culpa que
Armstrong sea un estúpido.
Puede que no tenga la culpa, pero sin contar la habilidad de Lex
para ser una excelente distracción, he tenido más que tiempo suficiente
para considerar mi propia parte en esta parodia de boda. Ignoré muchas
señales en el camino. Y este tiempo con Lex lo refuerza. Es tan fácil estar
con él. No tengo que cuidarme ni ser algo que no soy cuando estamos
juntos.
—Sabes lo que quiero decir. De cualquier manera, me tengo que ir.
Tengo que terminar de hacer la maleta, luego tengo que beber mi trago
para poder dormir durante la mayor parte del vuelo de mañana.
—Está bien. Te quiero. Folla una última vez. Te veré pronto. —Ruby
cuelga antes de que pueda responderle algo sentencioso.
Reviso la hora. Se supone que tengo dos horas antes de que Lex
regrese de su reunión. Iba a posponerla, pero le dije que no lo hiciera. No
1 Dick se traduce al español como pene, pero también es un nombre personal en inglés.
quiero interferir con su trabajo y cancelarla significaría pasar más tiempo
juntos cuando en realidad, lo que necesito es separarme de él, no
acercarnos más.
Estas han sido las vacaciones más rápidas, y más repletas de
orgasmos, de mi vida entera. No quiero que terminen, y no solo por el
sexo increíble. Me gusta Lex. Me gusta salir con él, y verlo trabajar es
sexy. De hecho, Lex es solo sexy, punto. Sexy Lexy es como lo llamo en
mi mente, pero no en voz alta, porque no le gusta ese sobrenombre para
nada.
A pesar de todo, no importa si está vestido de traje, con sus lentes,
trabajando en su portátil, vistiendo unos pantalones cortos, desnudo y
follándome, él solo es sexy. Y amable, dulce, inteligente y divertido.
Y esta noche es mi última oportunidad de apreciar todas esas
increíbles cualidades.
No me quiero ir a casa.
Casa significa enfrentar mi desastrosa vida. Significa no más Lex.
Significa citas con abogados, una anulación y buscar un nuevo trabajo.
Volver a Nueva York significa encarar la realidad que he estado evitando,
hasta ahora satisfactoriamente, durante las últimas dos semanas, aparte
de las dos veces en las que Armstrong apareció para recordarme de forma
amable que tan arruinada está mi vida.
Así que esta noche he decidido que voy a perder la clase. Mi plan Página|149
es ser la versión más sucia y traviesa de mí misma, porque no puedo
lidiar con la dulzura de Lex esta noche. Le habla mucho a la parte de mí
que quiere que esto sea algo más. En lugar de eso, me pongo mi vestido
más corto y evito el sujetador y las bragas, solo en caso de que él piense
que estamos haciendo algo aparte de pedir servicio a la habitación. Luego
vacío el contenido de mi baúl de juguetes sobre la cama para poder elegir
algunos divertidos. El plan es follar durante mi última noche aquí. Si es
la única forma de tenerlo, lo tendré todo lo humanamente posible.
Mañana puedo estar triste porque se acabó. Mañana puedo estar
enfadada con Armstrong. Esta noche voy a disfrutar lo que me queda de
mi tiempo con Lex.
Cuarenta y cinco minutos después sigo parada al pie de la cama,
tratando de tomar decisiones importantes. Mi edredón está cubierto con
dispositivos proveedores de orgasmos. Están organizados en tres grupos:
los que Lex ya ha probado conmigo, los que creo que deberíamos probar
esta noche y los que no estoy totalmente segura de si debería incluir en
la mezcla. El grupo uno es considerablemente más grande que los grupos
dos y tres juntos.
Sigo mirando el dilatador anal de acero inoxidable, tratando de
decidir si quiero moverlo del grupo tres al grupo dos. Muerdo mi pulgar,
mirando al inofensivo pedazo de acero virgen. Tiene el tamaño adecuado.
Casi perfecto.
Lex ha mencionado este juguete en particular por lo menos diez
veces durante estas vacaciones. Quizás más. Siempre ha sido de pasada,
un susurro en mi oído cuando me está follando, diciendo lo bien que se
sentiría, lo fantástico que luce mi culo. He sido aventurera en mi elección
de juguetes. Lex es sin duda el compañero de cama más divertido que he
tenido. Nunca, nunca decepciona. Es por eso que sigo volviendo a esto.
A la posibilidad de que tal vez debería darle esto que sé que quiere, porque
si soy sincera conmigo misma, yo también lo quiero. Y es lo único que
Armstrong nunca ha tenido.
Continúo mordiéndome el pulgar cuando se abre la puerta de mi
bungaló. Miro el reloj y me pregunto cuánto tiempo llevo aquí, pensando
en el dilatador anal. Lex llega temprano. Una hora antes. Cierra la puerta
tras de sí, da un paso y se detiene. Una sonrisa de satisfacción curva la
comisura de su boca pecaminosamente sexy mientras señala la cama.
—¿Tuviste una tarde memorable?
Recojo rápidamente los artículos del grupo dos y tres. Sigo indecisa
sobre el dilatador de acero inoxidable y otros artículos.
—No sientas que tienes que guardarlos. No es que no haya visto la
mayoría antes.
No me caben todos los juguetes en los brazos. Medito la posibilidad
de empujarlos hacia un lado de la cama, pero al menos uno es de cristal
y no quiero que se rompa, por muy resistente que sea. Me estiro para Página|150
alcanzar el pene de goma negra. Fue un regalo de despedida de soltera
de Ruby. A ella le pareció graciosísimo porque brilla, lo llama mi pene de
discoteca. Aparte de eso, no es especialmente excitante, pero lo traje de
todos modos.
—Espero que hoy no hayas salido del bungaló con ese vestido.
Es corto. Tanto que agacharse es un riesgo, como se supone que
sea. Decido hacerme la tonta, porque es divertido y eso es lo que quiero
que sea esta noche. Divertida. Tengo la sensación de que va a ser la
última vez que oiga esa palabra durante un tiempo, una vez que salga de
aquí. —¿Qué tiene de malo?
—¿Qué tiene de malo? —repite
Miro por encima del hombro, luchando contra una sonrisa al ver la
expresión oscura de Lex y sus labios entreabiertos. Dejo caer la carga de
juguetes sexuales y compruebo el estado de mi vestido. Oh, sí, sin dudas
estoy mostrando algo de descaro.
Me compré este vestido en la universidad, cuando salir de fiesta y
llevar el culo apenas cubierto parecía una forma divertida de rebelarse.
Definitivamente no es apropiado para salir de casa, a menos que me esté
preparando para un turno en una esquina. Cuando me lo encontré en
tanto hacía la maleta, pensé que Lex me daría algunas nalgadas por vestir
algo tan obscenamente corto.
—¿Llevas bragas debajo de eso? —Su voz es baja y áspera.
Tiro del dobladillo. No puedo creer que haya salido así. O que Ruby
me dejara. —Quizá deberías revisar si hay marcas de bragas.
Las manos de Lex están en mis caderas y luego se deslizan por mi
trasero justo antes de apretar su pecho contra mi espalda. Su boca está
en mi oreja, sus labios recorren una línea caliente por mi cuello.
—Tenía muchos planes para esta noche, pero no estoy seguro de
que los míos coincidan con los tuyos.
—¿Qué clase de planes? —Inclino la cabeza y arqueo el culo contra
la erección que se hace notar detrás de la bragueta de Lex.
—Una cena a la luz de las velas, tal vez un paseo por la playa, y
después podemos volver aquí y jugar con algunos de tus juguetes, ya que
no los has empacado, y me estoy dando cuenta de algunos que aún no
he tenido la oportunidad de probar. —Sus manos me rodean para acunar
mis pechos y apretarlos—. Sin sujetador —murmura, antes de deslizar
una mano hacia abajo por mi estómago.
—Todo eso suena bien, pero tal vez sería mejor que pidiéramos
servicio de habitaciones, así tenemos más tiempo para jugar.
—Si eso es lo que quieres, puedo hacer que nos traigan la cena. —
Roza el dobladillo de mi vestido y sus dedos se sumergen debajo. No
aparta mucho material para confirmar lo que estoy segura que ya sabe—
. Tampoco hay bragas. Iba a robarlas y convertirlas en mi nuevo pañuelo
de bolsillo. Página|151
Le doy una palmada en el muslo por la referencia a la velada de
Halloween de hace varios meses. Armstrong tuvo que cancelar en el
último minuto, lo que resultó ser una bendición, ya que mi ex loco con
un fetiche por robar bragas se presentó.
La ligereza se sustituye por esa energía eléctrica que siempre
parece arder entre nosotros en cuanto nos tocamos.
—No importa. Igual te prefiero desnuda. —Lex me roza el clítoris y
exhalo un suspiro tembloroso.
Quiero que la sensación domine a la emoción. Aunque no sé si
puede. Todo parece mezclarse. Reprimo el miedo, lo reprimo, porque no
quiero que esta noche se vea empañada por la abrumadora tristeza que
sé que me espera.
—Eres una chica traviesa ¿verdad? —Sus dedos recorren a lo largo
de mi abertura como plumas, rozando apenas mi clítoris con cada lenta
caricia.
Asiento con fervor, apretándome contra su erección y separando
las piernas para facilitarle el acceso. Quiero que borre todo lo anterior.
Quiero que esta noche dure para siempre. Gimo cuando continúa con las
caricias suaves, un toque que no puede ni acercarse a saciarme.
—¿Qué voy a hacer contigo esta noche? —Me mordisquea el cuello.
Me giro hacia sus labios, hasta que se encuentran con mi mejilla.
—Me vas a follar, duro y repetidamente.
—¿Estás segura? —Me tienta, las puntas de sus dedos van y vienen
a lo largo de mi pelvis.
—Segurísima. —Me subo el vestido por las caderas y mi culo
desnudo roza su bragueta. El frío acero de la hebilla de su cinturón me
hace palpitar el clítoris. Le agarro la nuca para acceder a su boca—. Y te
va a gustar.
Se ríe contra mis labios. Su sonrisa se desvanece cuando me rodea
con la palma de la mano y me mete dos dedos. Grito ante la invasión
bienvenida.
—Estoy seguro al cien por cien de que me va a encantar cada
segundo. —Desliza la lengua entre mis labios, follando mi boca al mismo
ritmo que sus dedos dentro de mí.
Estoy necesitada, desesperada por él. Cubro su mano con la mía,
empujando sus dedos más adentro, apretando mi culo contra su pene.
Lo quiero desnudo y dentro de mí. Quiero que esta sensación no termine
nunca. Continúa metiéndome los dedos, cada vez más rápido y más
fuerte, hasta que gimo y tiemblo, incapaz de besarlo porque me corro con
demasiada fuerza.
Con su brazo alrededor de mi cintura para mantenerme erguida,
Lex se inclina y pasa el brazo libre por el colchón, apartando los juguetes Página|152
sexuales, me da la vuelta y me coloca en el borde. Sigo temblando, sigo
palpitando aunque sus dedos ya no me penetran. Me quito el vestido de
un tirón y busco su cinturón, intentando desabrocharlo sin éxito. Gruño
de frustración cuando no lo consigo.
—Oye. —La mano de Lex cubre la mía.
Mis ojos se dirigen a los suyos. —Quiero que te lo quites —gruño.
Su mirada busca la mía y entonces su mano libre se mueve hacia
mi mejilla, acariciando mi mandíbula con el pulgar. —Tenemos toda la
noche, Amie.
—Solo nos queda esta noche. —Quiero retirar las palabras tan
pronto como las he pronunciado.
Sus labios rozan los míos. —Y hay muchas horas en ella, así que
podemos tomarnos nuestro tiempo para disfrutarla, ¿no?
—No quiero dormir.
—Yo tampoco.
—Bien. —Mi alivio ya está impregnado de angustia.
Página|153
Traducido por Ana_V.U
Corregido por Renatte
Mantengo mis ojos en Amie mientras me inclino para besarla,
tratando de ir despacio. Pero siento y entiendo su pánico, aunque el mío
Página|154
es diferente al de ella. Tiene que volver a casa, a la vida real y al desastre
que dejó, mientras yo sigo evitando el drama.
Se desliza por el borde de la cama para quedar de rodillas frente a
mí. —Yo me ocupo de tus pantalones, tú de tu camiseta.
—Mandona e impaciente, ¿no es así?
—Prefiero eficiente y excitada.
Acaricio su mejilla, queriendo que sepa que estoy jugando con ella,
que su impaciencia hace eco en mí. Que la deseo con el mismo tipo de
hambre voraz que ella parece tener por mí, que el final de nuestro tiempo
juntos tampoco es algo que quiera.
—Ayúdame a desnudarte —dice en voz baja, desabrochando el
broche de mi cinturón con dedos temblorosos.
Mientras me ocupo de la camisa, ella me baja la cremallera de los
pantalones y me los baja por los muslos. Se ríe a carcajadas al ver los
bóxers cubiertos de huellas de labios antes de que caigan también al
suelo. Me apoya una palma en los abdominales y me agarra la erección
con la otra, acariciándola lentamente.
Se inclina hacia mí, me mira y me roza la punta con los labios,
suaves y dulces, con las pestañas revoloteando y esos impresionantes
ojos azules clavados en los míos. Se cierran durante unos segundos y sus
labios se mueven de un lado a otro antes de girar la cabeza y acariciarme
el pene. Me lo acaricia, joder. Y en ese momento sé que probablemente
nunca superaré a esta mujer. Que estas dos semanas con ella han sido
a la vez las mejores y las peores de mi vida porque nunca habrá otra
Amie.
No hay venganza en esto. Esto no es un juego para mí y nunca lo
ha sido.
Solo la quería. La quiero. Ella se va a llevar una gran parte de mí,
una parte que no es solo alimentada por la lujuria y el deseo, sino algo
más grande. Una conexión que no estoy seguro de que exista más que
una vez en la vida. ¿Y eso no es jodido? Todavía pertenece a otra persona
por un tecnicismo y es imposible que esté lista para lo que quiero de ella.
Que es todo. Todo de ella. Las partes que no puedo tener. El corazón que
aún está roto.
Le acaricio la mejilla, la que no está hinchada por mi pene, y sus
ojos se abren y se elevan.
Su lengua se asoma para tocar la hendidura, deliberadamente
ligera. —¿Me sujetas el pelo? —La pregunta es suave, aparentemente
inocente.
—Amie. —No duraré dos minutos si hace esto.
—Por favor. —Sostiene su cola de caballo improvisada.
Tengo que cerrar los ojos para no verla durante un segundo. En
ese momento de oscuridad le da a la punta un beso húmedo con la boca Página|155
abierta.
Es inútil luchar contra ella, así que meto los dedos bajo los suyos
y envuelvo su pelo alrededor de mi puño. Es salvaje entre las sábanas,
como demuestra la extensa colección de juguetes que cubre el edredón.
La miro a la cara, con los párpados bajados y las pestañas apoyadas en
las mejillas, y espero.
No me decepciona. Sus ojos se abren y se encuentran con los míos
al mismo tiempo que las yemas de sus dedos recorren la parte exterior
de mis muslos hasta mis rodillas. Luego sube por sus muslos, agarra sus
tobillos por detrás y me da el control.
Gimo, porque aunque sé lo que me espera, siempre me emociona.
Esta mujer, tan feroz en la cama, me pone al mando de cómo se mueve,
cuánto aguanta, hasta dónde llego cuando follo su preciosa boca. Como
estaba previsto, no aguanto lo que me gustaría. Demasiado pronto estoy
cantando la palabra “joder” mientras me corro.
La levanto con un brazo alrededor de la cintura, apartando las
cosas de mi camino mientras la tumbo en el edredón y me abro paso
entre sus muslos, lamiéndola hasta que vuelve a correrse, lo que me da
tiempo suficiente para recuperarme. No es que necesite mucho, porque
mi erección no disminuye lo más mínimo.
Beso su cuerpo sin prisa, deteniéndome en sus pezones antes de
volver a su boca. Algo frío choca contra mi antebrazo y desvía mi atención
de su rostro perfecto.
Sonrío tan pronto como me doy cuenta de lo que es. Levantando el
brazo, agarro el juguete. Tiene algo de peso y es frío al tacto. Lo sostengo
para que Amie lo vea. —Quiero que me cuentes sobre esto.
Habla descaradamente. —Bueno, es un dilatador anal y está hecho
de acero inoxidable.
—Interesante. —Bajo mis caderas para que mi pene se acomode
entre sus piernas y sonrío—. ¿Te gusta?
—Es nuevo. No he tenido la oportunidad de usarlo.
Ah, maldición. Esto sigue mejorando cada vez más. —¿Crees que
deberíamos arreglar eso esta noche?
Se muerde el labio, mirando el dilatador en mi mano y después de
nuevo a mí. —Podemos intentarlo. ¿Ver si puedo aguantarlo?
—Si puedes con esto, puedes conmigo. —Me palpita el pene—. ¿Te
gustaría eso?
Gime suavemente.
—¿Es un sí? ¿Quieres que te folle tu culo bonito, Amie? —Asiente
una vez y giro mis caderas, deslizando mi miembro sobre su clítoris—.
Háblame. Dime qué quieres.
Con una respiración temblorosa, envuelve sus piernas alrededor de
mi cintura, inclinando sus caderas hacia arriba. —Te quiero dentro de
Página|156
mí por todas partes.
Mi sonrisa imita la suya. —Sé explícita, por favor.
—Quiero que me folles así. —Mueve sus caderas y yo me deslizo, la
cabeza empujando dentro de todo lo suave, cálido y húmedo—. Sin nada
entre nosotros.
Hemos tenido sexo sin condón varias veces durante las últimas dos
semanas después de una breve discusión sobre la seguridad. Amie está
tomando la píldora, pero todavía utilizamos condones la mayor parte del
tiempo solo para estar seguros. Sin embargo, esta noche me rendiré ante
ella. Me introduzco lentamente y con control.
—Y luego quiero que prepares mi culo para tu pene.
Mis caderas se encuentran con las de ella en un gemido bajo.
—¿Te ha parecido lo suficientemente explícito? ¿O necesitas más
detalles?
—Me gustan los detalles. —Me balanceo contra ella, penetrando
profundo para llegar a ese punto que hace que ponga los ojos en blanco
y apriete los músculos.
—Quiero que me tomes de todas las formas posibles. Quiero que
me folles el culo hasta que me corra. Quiero sentirte en todas partes,
incluso cuando no estés conmigo.
Mis embestidas se aceleran con cada confesión sucia y cada detalle
que proporciona hasta que estamos golpeándonos la piel, goteando el
sudor, balanceando la cama. No aflojo el ritmo hasta que grita mi nombre
mientras la recorre un orgasmo. Cuando se recupera, salgo y la tumbo
boca abajo. Luego me tomo un momento para trasladar la mayoría de los
juguetes sexuales al bolso de mano abierto en el suelo, quedándome solo
con el lubricante y los dilatadores, los tres.
Amie me mira con la mejilla apoyada en los brazos cruzados y la
respiración entrecortada y superficial. Una vez quitado el edredón, le
paso un dedo por la espalda y disfruto de su escalofrío.
Ella comienza a estirarse, levantando el culo, así que le pongo la
palma de la mano en la base de la columna para detenerla. Me mira por
encima del hombro, confusa, hasta que me estiro sobre ella, apartándole
el pelo para que pueda besarla y mordisquearle el cuello. —Vamos a ir
despacio esta noche. —Se retuerce lo suficiente como para tocarme la
nuca con la palma de la mano. Mientras nos besamos, levanta las caderas
y mi pene se acomoda en la hendidura de su culo.
No tengo prisa, aunque soy consciente de que cada momento que
pasa nos acerca al final. Quiero alargarlo, hacer que estas horas duren
años. Al final, sus gemidos se convierten en súplicas de más, así que beso
su columna sin prisa hasta llegar a su culo. Pero no me detengo, sino
que mordisqueo la suave carne, amasándola, besándola y mordiéndola.
Estoy a horcajadas sobre sus piernas, así que no puede empujar como le Página|157
gustaría. Cuanto más me contengo, más desea lo que no le he dado.
En cuanto levanto mi peso, se pone a cuatro patas y pasa la mano
por el edredón, agarrando la versión de tamaño bolsillo del lubricante que
no le confiscaron en el aeropuerto.
Abriendo la tapa, lo sostiene, pero en lugar de dejarlo caer sobre
mi mano, lo aprieta y el líquido frío corre por mis dedos. Los froto, luego
arrastro las puntas a lo largo de la hendidura. Rodeo la estrecha abertura
una y otra vez, sin penetrar, aplicando la más mínima presión antes de
volver a rodearla. Al menos hasta que ella retrocede. La resistencia cede
y baja la cabeza, arqueando la espalda mientras introduzco un dedo en
su perfecto y apretado culo. Como había prometido, voy despacio y añado
un segundo dedo, escuchando sus suaves sonidos cada vez más fuertes
y profundos, menos delicados y más primitivos.
Gime mi nombre cuando agrego otro dedo y agarra el edredón con
fuerza.
—¿Te parece bien, cariño? —Creo que sí. En estas dos semanas me
he vuelto bastante experto en leer su nivel de placer.
Exhala un suspiro tembloroso con la penetración lenta y profunda.
—Mejor que bien. Muy bien, Lex.
—Tienes tres de mis dedos, ¿con qué quieres que los reemplace?
Se queda quieta. —¿Tres?
—Pareces sorprendida.
—Tienes manos grandes —murmura.
Sigo follándole el culo con los dedos, lento y suave, extendiéndolos,
estirándola. —¿Debería probar con el dilatador?
Pasan largos momentos y ruego a los dioses del sexo anal que me
den el visto bueno. —Puedes intentarlo —dice.
Dejo los dedos donde están, esperando que esto ayude a allanar el
terreno. Agarro el dilatador, deslizando el frío acero sobre su clítoris. Amie
toma aire. —¿Qué vas a hacer?
—Calentarlo para ti. —Mis dedos se quedan donde están mientras
le acaricio el coño con el dilatador. Cuando está lista, saco los dedos y se
lo introduzco centímetro a centímetro.
Los sonidos de necesidad que hace y sus suaves gemidos y súplicas
son exactamente lo que quiero oír.
Cuando le lleno el culo, me la follo, sosteniendo su cuerpo contra
mí y manteniendo la presión en el extremo. Tiene el cuello inclinado en
un ángulo incómodo para que podamos besarnos y mantener la conexión.
Se corre gritando, con las uñas rasgando mis hombros mientras intenta
aguantar, mordiéndome el labio mientras se agita.
Cuando se hunde en mis brazos, la acuesto de lado.
Página|158
—Dios, eso fue intenso —suspira.
Acerco su cuerpo al mío, su espalda contra mi pecho, su cabello
húmedo pegado al cuello. Le beso el hombro. —Si no puedes aguantar
más, no tenemos que hacerlo.
Se mueve, con los ojos en blanco por el movimiento, porque el
dilatador sigue llenándole el culo y yo sigo llenándole el coño, y sigo duro
porque no me he corrido.
Me toca los labios con dedos temblorosos. —Lo quiero. Te deseo en
todas partes. Quiero esto contigo.
La beso suavemente durante minutos que parecen horas. Cuando
se queda lánguida entre mis brazos, la suelto y luego quito el dilatador.
No soy mucho más grande, así que ella está preparada para acomodarse
a mí.
Y eso es lo que hace. Sigue de lado, con los ojos clavados en los
míos, mientras me hundo en ella, superando la resistencia. La penetro,
apretado, lento y controlado. Cuando por fin tengo el pene dentro de su
culo, deslizo los dedos entre sus piernas y rodeo su clítoris. Se arquea y
aprieta las sábanas, gritando “Dios mío” mientras un orgasmo la recorre.
Amie se queda boquiabierta, con los ojos nublados por la necesidad
y el deseo, cuando mis caderas tocan su culo. —Eso es, cariño, lo tienes
todo de mí.
—Esta sensación es indescriptible. —Sus dedos temblorosos rozan
la base de mi pene.
—Háblame. Intenta encontrar las palabras para explicar lo que
sientes. —Me inclino sobre ella, acercándome, con una mano a cada lado,
enjaulándola, protegiéndola, mi muslo apretado contra el pliegue de sus
rodillas. Nos quedamos así, con los labios apenas rozándose mientras la
follo despacio.
—Haces que todo sea tan…
—¿Todo sea tan qué?
—Real. Perfecto. Interminable. No quiero que termine. No quiero
perder esto. —Siento el dolor de sus palabras en mi pecho.
—Estoy aquí, sin ir a ninguna parte. —Pero ella se irá, antes de lo
que queremos.
No hay nada salvaje e indómito en la forma en que nos reclamamos
mutuamente. No es rápido y duro. Es íntimo y suave, es confianza y
dulzura. Cuando se corre, sus ojos se clavan en los míos.
Después vamos a nadar y luego a bañarnos. Es tarde cuando
pedimos la cena y más tarde aún cuando volvemos a meternos en la
cama. Siento que su miedo aumenta con el paso de las horas. A las tres
de la madrugada la veo empacar todos sus juguetes sexuales. Después
me monta con fuerza, la desesperación trae de vuelta el desenfreno. Página|159
A las cuatro y media se acurruca a mi lado. —Pon una alarma en
caso de que duerma demasiado tiempo —susurra.
Tiene que ir hacia el aeropuerto dentro de dos horas. La acompaño.
Le acaricio el pelo y le beso la frente. —¿Para cuándo?
—Media hora.
Lo programo para dentro de una hora. Los dos estamos exhaustos.
Los cuerpos agotados. Siento sus lágrimas en mi pecho y la abrazo más
fuerte. —¿Quieres hablar de eso?
Niega con la cabeza e inhala. —No quiero irme a casa.
Le beso la frente. —Lo sé.
—Me gustaría poder jugar a fingir un poco más.
—A mí también. Entonces podría volver a follarte el culo. —Le quito
importancia, porque si no voy a decir algo que no debería. Como decirle
que debería cancelar su vuelo. Que se quede aquí conmigo hasta que yo
me vaya a casa… No tengo fecha de finalización, podríamos quedarnos
semanas si ella quisiera. Quiero decirle que no tiene por qué acabar aquí.
Pero sé que sí. Tiene un exmarido con el que lidiar en Nueva York. Uno
con el que estoy emparentado. Soy un escape, no una realidad a largo
plazo para Amalie.
Se ríe, pero termina en un suave sollozo. —Lo lamento. No quería
hacer esto.
—¿Hacer qué? —Siento una opresión en el pecho en la que no
quiero pensar demasiado.
—Ponerme emocional.
Acaricio su mejilla, la humedad enfría las yemas de mis dedos.
—¿Puedo ayudarte a distraerte?
—No sé si mi cuerpo puede soportar más distracciones tuyas.
—Podría besarte, donde quieras.
Levanta la cabeza, sus ojos brillan por las lágrimas contra las que
está perdiendo la batalla.
Amie toca mis labios y luego los de ella. —Empieza por aquí.
Así que eso hago. La beso hasta que suena la alarma y se nos acaba
el tiempo.
Página|160
Traducido por Val_17 & Beatrix
Corregido por Renatte
—Aquí me quedo yo. —Me volteo hacia Lex, que se ve increíble y
exhausto, lo último estoy segura también se refleja en mí. Ninguno de los
Página|161
dos ha dormido, ni siquiera por un segundo. Mis labios están agrietados,
mi cuerpo adolorido, los músculos ardiendo y tensos. Mis ojos parecen
hinchados y se sienten como si tuvieran arena cada vez que parpadeo.
Rueda mi equipaje de mano hasta la parada, del cual insistió en
hacerse responsable. Esta vez no se encuentra lleno de juguetes sexuales,
esos ya fueron documentados, así que no tendré que preocuparme por
sentir vergüenza al pasar por seguridad.
Me pasa el pelo por encima del hombro y sonríe. Me doy cuenta de
que eso de tocarme el pelo es lo suyo. Lo hizo en innumerables ocasiones
anoche. Cuando no estábamos teniendo sexo, nos tocábamos sin parar,
como si tratáramos de encajar una vida de conexión física en esas horas
restantes.
—Gracias por hacer que mi luna de miel no fuera una mierda. —
Me río de lo horrible que suena. Dios, esto es más difícil de lo que pensé.
No puedo decidir si no quiero irme a casa por lo que tengo que enfrentar,
o porque no quiero dejar a Lex, o si es una combinación de ambos, o si
uno influye en el otro. Mis emociones están deshilachadas como cables
raspados.
—Gracias por hacer de este el mejor viaje de trabajo que me he
visto obligado a hacer. —Se acerca, envolviéndome en un fuerte abrazo.
Presiono mi cara contra su pecho, deseando que las lágrimas no se
derramen, pero de todos modos lo hacen. Ya no deberían quedarme. Me
tiembla el cuerpo por el esfuerzo de silenciar el sollozo que sube por mi
garganta. Los labios de Lex rozan mi sien, su palma se curva para tomar
la parte trasera mi cabeza. —Shhh, está bien, nena, todo va a estar bien.
Vas a estar bien. Eres más fuerte de lo que crees.
—No quiero irme.
—Lo sé. Yo tampoco quiero que te vayas. —Levanta mi barbilla. Sus
ojos se encuentran con los míos por un breve momento antes de que se
cierren, sellando sus emociones detrás de ellos. Aquellos que reconozco.
Aquellos que se sienten demasiado familiares. Se inclina para presionar
un suave beso en mis labios.
Seguro que tiene la intención de mantenerlo casto, pero en cuanto
nos conectamos, toda la desesperación sale burbujeando a la superficie,
haciendo erupción como un volcán, y de repente nos devoramos el uno
al otro. Ya siento la pérdida de él en mi pecho. No quiero alejarme de esto,
pero no hay otra opción. Esto no es amor, es lujuria y consuelo, es una
distracción de una vida a la que no quiero volver. Estas son las cosas que
me digo a mí misma para poder dejarlo ir.
Me aparto primero. Su suspiro resignado resuena en mi corazón.
Presiona sus labios contra mi frente y luego me libera. Cuando nuestros
ojos se encuentran, su mirada parece vacía de emoción, como si hubiera
encerrado todo, dejándolo bajo llave. No sé si tengo tanto éxito ocultando
lo que siento en este momento.
Su voz es tan plana como su expresión. —Qué tengas un buen Página|162
vuelo.
Mi sonrisa es forzada, débil. —Lo tendré.
—Adiós, Amalie. —Me gusta más cuando me llama Amie.
—Adiós, Lex. —Agarro el asa de mi equipaje de mano. Mis piernas
se sienten tiesas mientras camino hacia el control de seguridad. Las
lágrimas caen por mis mejillas hasta mi camiseta más rápido de lo que
puedo limpiarlas. No me giro para ver si él sigue allí.
No entiendo por qué se siente como si mi corazón se abriera en mi
pecho. O por qué este final duele mucho más del que tuve con Armstrong.
El control de seguridad se realiza sin incidentes. Me siento en la
sala de espera y pido un desayuno que no como, estoy tan exhausta que
lo único que puedo hacer es levantar periódicamente la servilleta de mi
regazo para secarme las lágrimas que no paran de caer. No siento ningún
alivio al subir al avión, solo el miedo que se arraiga profundamente en mi
estómago, haciéndolo retorcerse.
Una anciana que parece haberse rociado con un frasco entero de
perfume se sienta a mi lado. Parece muy preocupada por mi cara llorosa
y mis constantes sollozos, pero mis respuestas de una sola palabra por
fin la disuaden de sus continuas preguntas y puedo cerrar los ojos. Las
lágrimas no se detienen durante mucho tiempo y mi mente da vueltas,
pero finalmente me duermo con la ayuda de algunos medicamentos para
la sinusitis y una botellita de champán.
El vuelo de dieciocho horas a casa parece tardar el doble, a pesar
de que duermo una buena parte del camino. Tengo los ojos hinchados y
rojos, así que los cubro con gafas de sol. El clima frío de Nueva York me
recibe luego de recoger mis maletas. El invierno lúgubre es la compañía
perfecta de mi humor sombrío.
Mi apartamento está exactamente como lo dejé: ordenado, aparte
de unos cuantos papeles en la encimera y la lista de comprobación para
la boda pegada en la nevera. Rompo la lista y el imán que la sujetaba cae
al suelo, rompiéndose en dos pulcros pedazos. Es un corazón que tiene
escrito Armstrong + Amalie en el medio. Tiro los fragmentos a la basura,
pensando que se parece bastante a mi vida en este momento: una mierda
fracturada. No he revisado el correo electrónico ni una vez desde que me
fui, lo que probablemente fue una mala idea, pero también lo fue casarme
con Armstrong. El modo de evasión total parecía más fácil que lidiar con
la vida durante las últimas tres semanas.
Prendo la computadora portátil. Mientras espero a que se carguen
las actualizaciones, le envío un mensaje a Ruby para informarle que estoy
en casa a salvo. El contacto de Lex se encuentra debajo, mi madre más
abajo, mis hermanos después. Me mantuve en contacto con todos en el
viaje, pero no hubo una discusión sobre cómo manejaría las cosas con
Armstrong a mi regreso, aparte de conseguir que firmara los documentos
de anulación, lo que aún no ha ocurrido.
Me quedo mirando mi teléfono durante un buen rato, debatiendo Página|163
si debo avisarle a Lex que estoy en casa. No me pidió que le enviara un
mensaje. En ningún momento sugirió continuar la comunicación una vez
que regresara a Nueva York, y yo tampoco. Y por mucho que quiera
mantener el contacto, no sé si es justo para él o para mí. Definimos los
límites en Bora Bora. No puede ser nada más. No mientras siga casada y
no mientras esté tratando de rehacer mi vida.
Además, ni siquiera sé si es posible que sea más. Estar juntos va a
complicar su vida y la mía, especialmente porque está emparentado con
mi futuro exesposo. No puedo imaginar a Lex queriendo llevar ese tipo de
discordia a su vida. Mantener abiertas las líneas de comunicación solo
confundirá las cosas y hará que sea más difícil para mí dejarlo ir.
Reviso los interminables mensajes durante las últimas semanas.
Y, por supuesto, empiezo a llorar de nuevo. Ya lo extraño tanto. Es por
eso que voy a su contacto, me desplazo hacia abajo y coloco mi pulgar
sobre el botón rojo de borrar. Tengo que respirar profundamente varias
veces antes de cerrar los ojos con fuerza y tocar la pantalla, borrándolo.
El corazón me duele fuertemente, y mi arrepentimiento es inmediato y
doloroso mientras las lágrimas se acumulan y caen. Mi reacción ante esta
pérdida es la forma en que sé que he hecho lo correcto. No puedo cambiar
lo que ha pasado entre nosotros, ni hacer que sea más de lo que es.
Después de media hora llorando, por fin me repongo y me conecto
a mi correo electrónico. Tengo trescientos cincuenta y siete mensajes
nuevos. Esto requiere café. Pongo a calentar agua, me doy una necesaria
ducha mientras espero a que se prepare y vuelvo al portátil sintiéndome
ligeramente renovada. Ni de lejos decente, pero mejor que hace quince
minutos. Empiezo a abrir los correos, respondo a los importantes y borro
todo lo que no me interesa.
Ya he leído los doscientos primeros, la mayoría de ellos correos de
todos los proveedores de bodas a los que estoy suscrita, cuando veo el
del trabajo, lo cual es extraño, ya que se trata de mi cuenta personal. Ni
siquiera iba a ocuparme de los del trabajo hasta más tarde. No me
esperan hasta dentro de dos días. No es que vaya a entrar. Al menos no
para realizar ningún tipo de trabajo real. Mi plan es redactar una carta
de renuncia y dejarla. Tengo suficientes contactos en este sector, soy muy
empleable, y lo último que quiero es estar bajo el control de Armstrong.
Hago clic en el correo electrónico, que se halla etiquetado como
urgente. Aparece un párrafo en la pantalla: es de Savannah, la asistente
personal de Armstrong. Me pregunto si estará en la lista de mujeres con
las que me engañó.
Tengo que leerlo dos veces antes de asimilarlo. Me trasladan a otro
sector. O ya lo hicieron. La fecha parece coincidir perfectamente con
nuestro segundo altercado en Bora Bora. Al seguir leyendo, mi irritación
se convierte en rabia. Según mi nuevo cargo, no se trata de un traslado
de departamento, sino de una degradación. Me recortan el sueldo casi un
cincuenta por ciento.
Ese hijo de puta. Página|164
Tengo que sostenerme del borde de la mesa para no tirar mi
computadora, mi taza de café o cualquier otra cosa que se pueda romper
al otro lado de la habitación.
Esto no debería sorprenderme, ahora que he conocido al verdadero
Armstrong. Es imposible que se salga con la suya. Me alejo de la mesa y
me dirijo a mi dormitorio, buscando agresivamente en mi armario mi
atuendo más profesional y sexy a la vez. Arruino tres pares de medias
con mi frustración. La ira es mucho más fácil de controlar que la tristeza
y la angustia.
Mi legítima venganza, alimentada por la ira, se retrasa aún más
cuando me doy cuenta de que mis ojos continúan inquietantemente
hinchados. Tengo que tumbarme en la cama durante treinta minutos con
bolsitas de té de manzanilla sobre ellos hasta que la hinchazón ha bajado
lo suficiente como para que vuelva a parecer humana.
Dedico otros cuarenta y cinco minutos a maquillarme para que
parezca más o menos natural, unos minutos a peinarme, que por suerte
no necesita mucho trabajo, y luego recojo todas las cosas de Armstrong,
imprimo el papeleo que Pierce y su colega me enviaron sobre la anulación
y llamo a un Uber.
Los ojos de mis futuros excompañeros me siguen mientras me
pavoneo, con la cabeza en alto, por la oficina. No siento nada de mi falsa
confianza cuando veo a Savannah sentada en su mesa, la bonita barrera
que me impide el paso al despacho de Armstrong. Ella escribe con los
pulgares furiosamente un mensaje en su teléfono cuando me ve venir,
pero acelero el paso, sin prestar atención al dolor en el dedo gordo del
pie: había olvidado lo maltratada que estaba la uña después de dos
semanas sin tacones.
Golpeo la caja de porquerías de Armstrong contra su escritorio, lo
que hace que tantee el teléfono. Antes de que pueda recuperarlo, se lo
arrebato.
Se levanta y sisea por lo bajo. —¡Eso es mío! ¡No puedes estar aquí!
Lo escondo a mis espaldas. —¿Eh? ¿No puedo estar aquí? Trabajo
aquí, Suzanna.
—Soy Savannah. —Se acerca al escritorio mientras yo compruebo
el mensaje que acaba de enviar. Es un aviso a Armstrong de que estoy
aquí. Excepto que se refiere a mí como la Perra Frígida. Estoy lejos de ser
frígida. Intenta tomar el teléfono, pero yo lo sostengo sobre mi cabeza.
Soy varios centímetros más alta que ella, así que está fuera de su alcance.
Reconozco que estoy siendo extremadamente infantil, que la gente
está mirando este intercambio. Debería dejar este trabajo con algo de
dignidad intacta, pero por la forma en que la gente susurra y me mira,
tengo la sensación de que no va a ser así, así que voy a ser mi mejor
versión mala.
—¿Qué más podría encontrar si revisara estos mensajes? ¿Eh, Página|165
Shannon?
El rápido aleteo de sus pestañas y su mirada de pánico me indican
que ya tengo la respuesta. Aprieta y suelta los puños, da un paso adelante
y se detiene. —No hagas una escena.
Me río. A carcajadas. Si voy a avergonzarme, la llevaré conmigo.
—¿Que no haga una escena? ¿Que no haga una escena? —Cruzo
los brazos sobre el pecho—. Lo sé.
—¿Qué sabes? —Es una mentirosa terrible.
—Oh, vamos. Se lo has estado chupando a mi maldito marido.
Parpadea como si estuviera mirando una luz estroboscópica. —Yo-
yo-yo. Estás... tú... no...
Hago un gesto despectivo con la mano. —Solo eres una de las
muchas bocas en las que le gusta meter su pene, así que no te sientas
especial. Hablando de ese imbécil infiel, ¿dónde está Armstrong?
Su columna se endereza. —Estás celosa porque no fuiste suficiente
para él.
Dios mío, nunca había tenido tantas ganas de abofetear a alguien
como ahora. No me molesto en responder. Tiene razón, en cierto modo.
No soy suficiente para él, pero nadie parece serlo. Cómo alguien puede
tener un ego tan grande cuando carece de competencia en el dormitorio
es una verdadera sorpresa. Me sorprende cuántas mujeres se encuentran
dispuestas a meterse su pene en la boca. Tengo que preguntarme qué
sacan exactamente esas mujeres de todo esto.
La rodeo, yendo hacia la oficina de él. Tengo que entregarle una
carta de dimisión y los papeles de la anulación, ya que los ha estado
evitando.
Se apresura a ponerse delante de mí con sus tacones de puta y su
falda elástica. —No está en su despacho.
En serio, sus dotes de actriz son muy malos. —¿Ah, no?
—Está en una reunión. Ahora mismo no puedes verlo.
—¿En serio? Pues, Shelly, como sigo siendo legalmente su esposa,
estoy bastante segura de que tengo derecho a hacer lo que me dé la gana.
Finjo bien y ella retrocede un paso, claramente asustada de mí, lo
cual es inteligente. Ahora estoy un poco desquiciada. Abro la puerta de
un tirón, medio esperando que su reunión sea con una de las mujeres
con las que me ha engañado.
Desafortunadamente, no lo es. Es algún tipo de CEO estreñido a
quien reconozco vagamente.
—¡Amalie! —Armstrong finge sorpresa, sus ojos muy abiertos se
lanzan a Savannah en señal de acusación.
Página|166
—Pedazo de mierda con pene de lápiz.
Se ríe, como si fuera una broma, y se tira nerviosamente de la
corbata. —Me encuentro en medio de una reunión, querida. Ahora no es
el momento. —La advertencia se refleja en su tono.
Al diablo con su desaprobación.
—Es una pena que no me importe un carajo en lo que estés metido.
¿Sabes qué más es una pena? ¡Que no te importara una mierda que
estuviéramos en medio del banquete de nuestra boda cuando decidiste
que te lo chupara alguien que no era yo! ¿Y después tienes el descaro de
degradarme? Eres un hijo de puta sin carácter. —Me sorprende no haber
roto los cristales con la forma en que se eleva mi voz. Me calmo un poco
cuando me dirijo al Señor Estreñido—. Lamento mucho interrumpir. Solo
será un minuto.
Armstrong levanta una mano para aplacarlo, lo cual es estúpido,
porque me siento a punto de explotar. Todos estos meses de irritación
contenida están a punto de estallar de mí. —Está bien, no hay necesidad
de irse, Thurston.
Su mirada va y viene entre Armstrong y yo. —Está claro que tienes
asuntos más importantes que tratar en este momento.
—Amalie puede volver cuando nuestra reunión haya terminado,
¿verdad, cariño?
Le hago una seña. —No me digas cariño, infiel.
La sonrisa de Armstrong se tensa mientras se tira de la corbata. —
Haré que Savannah te llame para cambiar la cita.
—No creo que sea necesario.
—Pero nosotros...
Le detiene con un gesto de la mano. —Llamaré a tu padre y se lo
explicaré. No estoy seguro de que una fusión con Moorehead Media nos
convenga ahora.
Recoge su maletín y me dirige una sonrisa apenada.
—Señorita Whitfield, espero que la próxima vez que la vea sea en
mejores circunstancias.
Le devuelvo la sonrisa con una falsa. —Yo también. Mis disculpas
por interrumpir su reunión, pero acabo de enterarme de que el inútil de
mi marido me quitó mi puesto mientras yo estaba fuera del país y se
dedicó a joderme con todas las debutantes de Nueva York. —Desde luego
estoy desequilibrada. Gracias a Dios que la puerta está cerrada y solo se
encuentran Armstrong y Thurston para presenciar mi caída en picado.
Frunce los labios y mira a Armstrong, con claro desagrado. —Puede
que me pase por el despacho de tu padre para poder explicarle en persona
por qué me parece que hacer negocios con esta empresa es una opción
poco recomendable.
En cuanto se va, Armstrong golpea la mesa con la palma de la Página|167
mano. —¿Qué demonios te pasa? Acabas de sabotear un trato.
—Siempre se trata de ti, ¿no? —Tiro el teléfono sobre el escritorio—
. Es de Savannah.
Parpadea y vuelve a parpadear.
—¿Nada que decir al respecto? —Ladeo la cabeza a un lado—. ¿Con
cuántas de tus empleadas te estás acostando? ¿Qué clase de incentivo
les ofreces por sus servicios?, porque indudablemente no es tu ejemplar
habilidad en el dormitorio.
Vuelve a alisarse la corbata, como es su nerviosa costumbre.
—Este tipo de comportamiento reaccionario infantil no te queda
bien, ¿no crees, Amalie?
—¡Mira quién habla! ¿Quitarme mi puesto de trabajo no entra en
esa categoría?
—Me agrediste y me amenazaste. Usaste mi tarjeta de crédito sin
mi permiso, destruiste mis bienes personales, te prostituiste durante
nuestra luna de miel. Tienes suerte de que mi abogado me convenciera
de no presentar cargos ni demandarte.
No puedo creer lo que oigo. Ni siquiera reconozco al hombre que
estoy mirando ahora mismo. O tal vez sí. Tal vez elegí no ver esta versión
de él, siempre al acecho bajo el exterior bonito y pulido. —¿Quién eres?
—Tienes que considerar cuidadosamente cómo quieres proceder,
Amalie. Algunas cosas hay que dejarlas atrás, ¿no? Ahora está claro que
todavía te cuesta decidir cómo va a funcionar esto...
—No me cuesta nada. —Pongo los papeles de la anulación sobre su
escritorio.
Frunce el ceño. —¿Qué son?
—Papeles de anulación. Los mismos que te han enviado tres veces,
según Pierce. Fírmalos.
—Te estás precipitando, Amalie.
—¿En qué planeta vives? ¿Estás delirando? Admitiste haberme
engañado aunque no crees que las mamadas califiquen por alguna razón
enrevesada. Firma los papeles y se acabó.
Los desliza tranquilamente por el escritorio y los mezcla. —Le diré
a mi abogado que los revise.
Controlo los puños para no golpear su horrible cara de suficiencia.
Con manos temblorosas saco mi carta de dimisión del bolso y la dejo caer
sobre el escritorio. —Renuncio, por cierto.
—¿Segura que quieres hacerlo?
No entiendo cómo puede estar tan tranquilo. Creo que en realidad
podría estar psicótico. —Nunca he estado tan segura de nada en mi vida.
Página|168
—Me inclino hacia él, encontrándome con su plácida mirada azul. No hay
ninguna emoción detrás de él. Nada en absoluto—. Te odio, Armstrong.
Te detesto. Me pones enferma, la idea de que vuelvas a tocarme me da
ganas de vomitar. Si no te vuelvo a ver sería demasiado pronto.
—Bueno, eso no va a pasar, ¿verdad? Tu mejor amiga está saliendo
con mi primo. Es solo cuestión de tiempo que Bancroft le proponga
matrimonio. He oído que solo lo retrasa por tu inestable estado mental.
Sus palabras son una bofetada en la cara. Ruby y Bane han estado
viviendo juntos por un tiempo, pero ni siquiera ha pasado un año. No me
doy cuenta si esta es la manera de Armstrong de provocarme, o si esta
ridiculez que está soltando realmente tiene mérito.
—Y aunque no se lo proponga, seguro que estaremos en los mismos
eventos, cenas, ese tipo de cosas. Con el tiempo te darás cuenta, Amalie.
Esperaba que tu viaje a Bora Bora te hubiera quitado toda esa rebeldía,
pero está claro que necesitas más tiempo. Deberías intentar controlarte
pronto, antes de que deshagas por completo todo mi duro trabajo. —Me
señala la cara—. Me sorprende que salieras de casa con ese aspecto.
—Eres increíble. —Tengo que obligarme a alejarme de él, no sea
que le rodee la garganta con las manos y le apriete hasta que su estúpida
e injustamente inflada cabeza salte por los aires.
Me voy antes de que pueda decir o hacer algo más que pueda hacer
que me demanden. O que me manden a la cárcel.
Página|169
Traducido por Lisseth
Corregido por Julie
—Estoy impresionado.
Esas son palabras que rara vez escucho de mi padre. Mantengo las Página|170
yemas de mis dedos presionadas contra la mesa para no revelar mis
nervios. —Según las estadísticas que analicé, con los cambios propuestos
podríamos ver un aumento de los ingresos del cinco por ciento este año.
Mi padre da golpecitos en el brazo de su silla, tal como yo quiero
hacerlo. Todos los hombres Mill parecen haber adoptado ese hábito.
Estoy trabajando en disminuirlo. —Esos son excelentes números.
—También debería traducirse en aumento en las calificaciones,
colocándonos de nuevo por encima de cuatro punto seis para los sitios
de reseñas.
—Esas son noticias aún mejores. —Mi padre analiza las hojas de
cálculo—. Hiciste un gran esfuerzo, Lexington. Cuando quisiste extender
el viaje, me preocupaba que tal vez las cosas no fueron como esperaba,
pero has cubierto mucho terreno y has gestionado proyectos que no tenía
intención de abordar hasta el año que viene. Estamos muy por delante
de lo previsto. Sé que esta fue una situación difícil para ti, así que estoy
complacido de que tanto bien haya salido de eso. Me enorgullece cómo
manejaste esto.
En vez de volver a casa cuando terminé de trabajar en los proyectos
de Bora Bora la semana después de que Amie se fue, me encargué de ir
a California, con el permiso de mi padre. Pasé tres semanas adicionales
planeando una revisión similar del departamento de servicios de spa ahí,
emulando de cerca los cambios que hicimos en Bora Bora, gracias a las
sugerencias de Amie.
No he sabido nada de ella desde que se fue. Nada. Ni un solo
mensaje de texto. Supuse que al menos me enviaría un mensaje para
hacerme saber que había llegado a casa. Pero ha estado en silencio desde
que se alejó de mí en el aeropuerto.
Debería ser algo bueno. Acordamos que lo que pasó entre nosotros
se quedaría en Bora Bora. Es demasiado complicado traerlo aquí. Ella
está frágil. Pero el tiempo que pasamos juntos pareció algo más que solo
sexo y distracciones, y eso no es su culpa. Es mía. Esto es lo que me sigo
diciendo cada vez que redacto un mensaje para preguntarle cómo está.
Lo elimino antes de ceder a la urgencia de enviarlo. Sin embargo, no
puedo eliminar su contacto, incluso si debería.
Si las cosas fueran diferentes, entonces tal vez… pero no lo son.
Y ahora que estoy en casa, de vuelta en la misma ciudad en donde
está ella, todos esos supuestos se abren paso hasta la superficie de la
tumba mental en la que los enterré.
—Entonces, ¿qué es lo siguiente?
—Deberías tomarte unos días libres. Te lo mereces.
Casi me caigo de la silla. Eso es enorme viniendo de mi padre. Pero
no puedo hacerlo en este momento. Tengo que dejar de pensar. Necesito
algo en lo que concentrarme que no sea Amie. —Acabo de pasar la mayor
parte de dos meses junto al océano, estoy bien. Quiero volver al trabajo.
Página|171
Se queda en silencio por unos instantes, posiblemente sorprendido.
Por lo general, soy el primero en aprovechar la oportunidad de pasar unos
días sin hacer nada. —Griffin y Bancroft trabajan en las renovaciones del
hotel de Nueva York. ¿Te gustaría consultar con ellos sobre las mejoras
del servicio de spa que estás proponiendo en Bora Bora y California, y ver
si algo funcionaría aquí? Seguro que Bancroft estaría feliz de tener ayuda
con Griffin dirigiéndose a Asia en unas pocas semanas.
—Puedo hacerlo. ¿Qué hay de un proyecto independiente después
de eso?
El golpeteo vuelve a comenzar. —¿Todo bien entre tus hermanos y
tú?
—Todo está bien. —Solo me preocupa que Bane se dé cuenta de
cosas que no quiero que note. Nosotros hablamos regularmente mientras
Amie estaba en Bora Bora, mayormente él vigilándome, asegurándose de
que yo no hacía cosas que no debería, aunque sí lo estaba haciendo.
—Dame un par de días, veré qué se me ocurre.
—Perfecto. Gracias, papá. —Reúno las carpetas, ya revisando
mentalmente lo que creo que se transferirá sin problemas de los hoteles
de Bora Bora a Nueva York.
—Lexington.
Muevo mi mirada de las pilas de papel frente a mí hacia él.
—Esta es la clase de trabajo que he estado esperando de ti. Sigue
así.
Me he estado esforzando para esto, y me sorprende lo mucho que
significa para mí tener la aprobación y el elogio de mi papá. Trabajé duro,
a pesar de estar un poco distraído un par de semanas. Esto demuestra,
no solo a mi padre, sino a mí mismo, que puedo hacerlo. Puedo hacerme
cargo de esta empresa y hacer que mi padre se sienta orgulloso.
—No puedo atribuirme todo el mérito por eso. Amalie fue de gran
ayuda.
Se sienta más derecho. —¿Sí? ¿De qué manera?
—Respecto a renovar los servicios de spa. Las mejores sugerencias
son de ella.
Mi padre sonríe. —Bueno, tendré que enviarle un agradecimiento
por eso.
—Yo podría hacerlo. —¿Qué estoy pensando al contarle a mi papá
sobre la participación de ella?
—No tienes que preocuparte por eso. Deja que lo organice Úrsula.
Tal vez a Amalie le gustaría algunos servicios en uno de los hoteles de
Nueva York.
—Eso sería perfecto. Podría incluir a Ruby. Podrían ir juntas.
Página|172
—Es una excelente idea. Me siento muy mal por esa pobre chica.
El comportamiento de tu primo ha sido inconcebible. Tu madre está muy
disgustada con todo el asunto.
—¿Mamá está bien? —El estrés de esto podría ser malo para ella,
emocional y físicamente. Hablé con ella al menos cada dos días mientras
estuve fuera, pero mi madre es muy buena cubriendo las cosas cuando
lo necesita. Así es como logró superar el susto del cáncer sin que mucha
gente se enterara.
Mi padre tamborilea los dedos en el escritorio. —No está hablando
con Gwendolyn en este momento, lo cual, entre nosotros, no es algo malo,
pero a tu madre le molesta y no sé qué hacer al respecto.
Mi padre nunca ha sido fan de mi tía, pero él la tolera porque ama
a mi madre. A pesar de la relación de amor-odio que mi madre tiene con
su hermana, siempre ha sido cercana a ella, tan cercana como puede ser,
de todos modos.
—Planeaba pasar por ahí y ver a mamá esta tarde.
—Lo supuse. Te ha echado de menos, como siempre. —Continúan
los golpecitos—. Nunca le diría esto a tus hermanos, y ella ni en un millón
de años lo admitiría, pero si hubiera un favorito… —Lo deja colgar antes
de cambiar de tema—. Ella estará libre esta tarde. Siempre te dice cosas
que no le cuenta a nadie más. Tómate la tarde libre y pasa algo de tiempo
con ella, es una orden.
—Sí, señor.
Recojo mis cosas y llamo a mi madre, que se siente extasiada de
tenerme en casa y no puede esperar para verme. No soy exactamente un
niño de mamá, pero ella y yo siempre hemos sido unidos. Cuando yo era
más joven y me metía en problemas, lo cual sucedía casi siempre cuando
estaba cerca de Armstrong, ella siempre era la que venía en mi defensa.
Supongo que sentía cierto nivel de responsabilidad por unirnos, aunque
nosotros no siempre nos llevábamos bien.
Ya que mi madre no estará disponible hasta dentro de un rato y el
jet lag empieza a pasarme factura, preparo mi bolso, le digo a mi asistente
que ya me voy, y salgo. Necesito un poco de café si voy a pasar este día.
Hay una agradable y pequeña cafetería a un par de cuadras y la
caminata me sentará bien. Puedo parar y comer algo antes de llamar al
auto. La cafetería está concurrida, el olor a pan recién horneado y el café
hacen que mi estómago retumbe y mi boca se haga agua. Me uno a la
fila, saco mi teléfono y reviso mis correos electrónicos por costumbre. Hay
quince nuevos desde que dejé la oficina. Los reviso a la vez que la fila
avanza, deslizando el teléfono de vuelta en mi bolsillo cuando llego al
mostrador.
—Hola, Jennie.
—¡Lex! ¡Ha sido una eternidad! ¿Has estado en algún lugar cálido?
¡Estás muy bronceado! —Tiene veintitantos años, rastas y más piercings Página|173
de los que puedo contar. Me gusta que no me trate de forma diferente a
los hipsters barbudos.
—Viajé por negocios. Nada como una playa y una laptop. —Guiño
un ojo.
—Estoy tan celosa, excepto por la parte de la laptop. ¿Lo de
siempre?
—Eso sería grandioso. Espresso doble, hoy necesito la cafeína, y el
emparedado Coronación de Pollo con la sopa del día, por favor.
—Buena decisión. El curry de calabaza y coco está para morirse.
—Todo aquí está para morirse. —No es una cadena, razón por la
cual vengo aquí.
Entrego mi tarjeta de crédito, dejo una propina en el frasco y me
hago a un lado para esperar mi pedido. Escaneo las mesas, no parece
haber un lugar vacío en el lugar.
Y ahí es cuando noto la cascada de cabello rubio al otro lado de la
habitación, cerca de la ventana que da a la calle. Conozco ese cabello. Lo
he tenido envuelto alrededor de mi puño. He metido mi nariz en él, he
enterrado mi rostro en él, lo he tocado incontables veces. Sé cómo huele
y cómo se siente en mi piel.
Tiene el codo apoyado en la mesa, una taza de café en una mano.
Largas piernas están cruzadas una sobre la otra, su pie rebota sin parar,
un zapato de tacón rojo tirado en el suelo. La sacudida en mi pecho se
repite en mis pantalones. La silla frente a la de ella se encuentra vacía,
una chaqueta sobre sobre el respaldo. Una taza de café indica que alguien
se ha sentado frente a ella recientemente. No sé si pertenece a un hombre
o a una mujer. Los celos eléctricos me llevan hacia adelante antes de que
un pensamiento racional me permita evaluar mejor mis acciones.
No mira hacia arriba de inmediato cuando me muevo dentro de su
espacio personal. Doy un paso más cerca, hasta que mi sombra cruza los
papeles esparcidos ante ella y el dedo de su pie roza la pernera de mi
pantalón. Su cabeza se levanta lentamente, su taza de café sostenida con
delicadeza en sus manos. Sus uñas son de color rosa pálido. Del mismo
color que eran en Bora Bora.
Miles de imágenes me pasan por la mente, todas ardientes, todas
haciendo que la súbita rigidez en mis pantalones sea mucho más difícil
de controlar. Aspira rápidamente y casi vuelca su taza. El contenido se
derrama por el lateral y cae sobre los papeles esparcidos por la mesa. La
taza repiquetea contra el plato cuando la deja y se lleva los dedos a los
labios.
Sus ojos, esos ojos azules e insondables, se amplían mientras se
mueven sobre mi rostro y luego hacia abajo a mi pecho antes de volver a
subir. No puede ver que estoy duro. Mi abrigo cubre ese problema.
—Lex. —Es apenas un sonido en la ruidosa y abarrotada cafetería.
Página|174
Hago un gesto hacia la silla vacía. —¿Una cita para almorzar? —La
amargura marca las palabras. Es una emoción a la que no tengo derecho.
Mira hacia el espacio vacío, la confusión le frunce el ceño. —¿Qué?
—Sus dedos derivan hacia abajo a su garganta.
Los sigo hasta los botones abiertos de su blusa. Es blanca, fresca,
ahora salpicada de manchas de café. Me pregunto qué tipo de sujetador
usa debajo. Me pregunto si es satén pálido o de encaje. Me pregunto si
se lo he visto antes. Si lo se lo he quitado del cuerpo.
Antes de que pueda decir algo más, un hombre alto, probablemente
de unos treinta, se acerca a la mesa. Lo evalúo. Es normal, en el mejor
de los casos, con entradas. Me mira inseguro y luego dirige su sonrisa
interrogativa a Amie. Su rostro ha perdido todo el color.
—¿Todo bien aquí, Amalie? —Mira en mi dirección brevemente.
Ella fuerza una sonrisa temblorosa. —Sí. B-Bien. Norman, este es
Lexington Mills, mi, um, el hermano del novio de mi mejor amiga, que
también es… un amigo mío. —Ríe sin aliento y sacude la cabeza ante su
explicación—. Lex, este es mi colega, Norman. Teníamos un almuerzo de
trabajo.
—¿Tu colega? —La opresión en mi pecho se alivia un poco. ¿Qué
demonios me pasa?
Asiente. —Um, sí. Norman ha sido de gran ayuda al mostrarme las
cosas mientras me instalo en Williams Media.
La sonrisa de respuesta de Norman es una que quiero borrar con
mi puño. —Eres una aprendiz rápida. No ha sido trabajo en absoluto.
—Tienes un nuevo empleo. —Por supuesto que lo tiene. Ella estaba
trabajando para una de las revistas de Moorehead.
—Sí. Era necesario cambiar, considerando todo. Y más acorde con
mis intereses y fortalezas. —El color aumenta en sus mejillas.
Norman, siendo el caballero que al parecer es, recoge su chaqueta.
—Voy, uh, voy a regresar a la oficina y, uh, los dejaré para que se pongan
al día, a menos que… —Lo expresa de tal manera que lo deja abierto para
que ella se le una.
—Eso sería estupendo. Volveré en breve.
—Tómate tu tiempo. Hemos logrado alrededor de cuatro horas de
trabajo en una, así que no te apures.
—Está bien. Gracias.
Él estira su mano hacia mí. —Fue un placer conocerte, Lexington.
La tomo porque no tengo otra opción, apretando más fuerte de lo
necesario. —Igualmente, Norman.
Lo veo irse antes de volver mi atención hacia Amie. Amalie. No sé a
quién me enfrento en este momento.
Sus dedos revolotean cerca de sus labios, permaneciendo ahí antes Página|175
de derivar más abajo, hacia los botones abiertos del cuello de su camisa.
—¿Cómo... —Tiene que aclararse la garganta antes de poder seguir—…
estás? ¿Cuándo regresaste?
Evado la primera pregunta, porque todavía no tengo una respuesta
para eso. —Apenas ayer.
Hace un gesto hacia mí. —¿Cómo es posible que puedas verte así
de bien con el jet lag?
Me río. —Me estoy dando contra una pared. Vine por la intravenosa
de cafeína.
—Me gustaría chocarme contra tu pared. —Cierra los ojos y se
encoge—. Eso salió mal.
Me llaman, rompiendo la tensión. —Mi almuerzo está listo.
—¿Quieres sentarte conmigo? —Hace un gesto hacia el asiento
ahora vacío.
—¿Quieres que lo haga?
Su sonrisa es pequeña, nerviosa. Asiente con la cabeza una vez.
—Ya regreso. —Llevo la taza de café y el plato vacío frente a ella
hasta el mostrador y agarro mi almuerzo, regresando a la mesa, la cual
Amie ha limpiado de papeles.
Me quito la chaqueta y acerco la silla. —Te ves bien.
Se ríe y aparta la mirada, dejando caer los ojos brevemente antes
de levantarlos para volver a encontrar los míos. —Gracias. Tú también.
—¿Cómo has estado? —No me gusta nada lo incómodo que es esto.
Nunca fue así en Bora Bora, pero supongo que era diferente. Estábamos
aislados. Solo nosotros y horas interminables de exploración sin que la
realidad lo amortiguara. Sin semanas de separación y otra vida para
interponerse en el camino.
—Bien. Volver a casa fue difícil. —Juega con su taza de café, abre
la boca como si quisiera decir algo más, pero no le salen las palabras.
Suspira y cierra los ojos—. Lidiar con todo esto ha sido… desafiante.
—¿Armstrong está siendo un imbécil?
—¿No lo es siempre?
—Si necesitas algo… —Lo dejo colgado ahí, porque realmente, ¿qué
le puedo ofrecer?
—Pierce se reúne con su abogado, así que no tengo que hablar con
él directamente. No puedo creer que no me di cuenta de lo horrible que
puede ser. O no quise. Él solo tiene que firmar los papeles. En fin, tengo
este nuevo trabajo y me gusta.
—Norman parece muy feliz de trabajar contigo.
Cruza los brazos sobre su pecho. —Está casado.
Página|176
—No significa que no esté interesado.
—Puede estar interesado todo lo que quiera, yo no estoy interesada
en hacer mi vida más complicada de lo que ya es.
Debería mantener mi boca cerrada y dejarlo así, pero no puedo.
—¿Es por eso que no he sabido de ti?
Sus ojos, que han estado enfocados en su taza de café, se elevan
para encontrar los míos. No estoy seguro de cómo interpretar la emoción
en ellos, pero parece sorprendida por la pregunta. —Pensé que eso era lo
que querías. Lo que acordamos que era lo mejor.
—¿No saber de ti en absoluto? Amie, nos vamos a ver en ocasiones.
Es inevitable. Todavía puedes hablar conmigo. Aún puedo ser un amigo.
Sus dedos tiemblan contra la taza. —¿Puedes hacerlo?
La respuesta a esa pregunta es no lo sé. Probablemente no, es más
adecuado. Pero verla, estar aquí con ella, me hace querer ver más de ella.
—¿Ser tu amigo? Puedo ser lo que quieras. —Extiendo la mano a través
de la mesa y le acaricio el dorso de la suya. Incluso el contacto benigno
destinado a calmarla envía fuego a través de mis venas. Toda esa lujuria
eléctrica apaga cada parte racional de mi cerebro. Las partes que saben
que debería alejarme, pero no puedo. Sus ojos se cierran y el aliento la
deja en un suave gemido—. Dime lo que quieres, Amie.
—No creo que esa sea una buena idea.
—¿Por qué no?
Encuentra mi mirada con una de ella implorante. —Sigo casada,
incluso si solo es en papel. Si alguien se entera de nosotros, empeoraría
mucho las cosas.
—Eso está bien. Nadie tiene que saberlo.
—¿En serio te parece bien?
—Si tú lo quieres, sí. —No debería presionarla, pero no quiero dejar
atrás lo que sucedió en Bora Bora. No es justo de mi parte. Tiene razón
al decir que no es una buena idea. La boda fue hace dos meses, y solo ha
estado en casa unas pocas semanas. Ni siquiera el tiempo suficiente para
superar lo que ocurrió. Siguen solucionando las cosas con abogados. Ella
sigue técnicamente casada e intenta asentarse de nuevo, y aquí estoy yo,
tirando de la alfombra al ofrecerle cosas que no debería.
—No puedo sacarte de mi cabeza —confiesa suavemente, sus ojos
llenos de emociones conflictivas.
No sé cuál es el mensaje que está tratando de transmitir. ¿Que siga
insistiendo? ¿Que no insista? —¿Quieres sacarme de tu cabeza?
Se aprieta el labio con los dientes. No asiente con la cabeza.
—Entonces deja de intentarlo.
—Debería volver al trabajo. —La vacilación en su voz es reveladora.
Página|177
Se quiere ir, pero no puede. Y soy lo suficientemente imbécil como para
que sea incluso más difícil alejarse de mí.
—¿A qué distancia está el trabajo?
—A un par de cuadras.
—Haré que mi auto venga a buscarnos. —Recojo mi teléfono y envío
un mensaje de texto.
—Puedo caminar esa distancia más rápido de lo que un coche
puede recorrerla.
—Lo sé.
—Lex. —Su respiración es superficial, rápida.
—Él está a la vuelta de la esquina, estará aquí en menos de dos
minutos.
Duda un segundo y recoge sus cosas con las manos temblorosas
mientras arroja carpetas de archivo en su bolso. La ayudo a ponerse el
abrigo y le rozo la nuca con los dedos. Hace un sonidito suave, se inclina
para que la toque y salimos por la puerta, adentrándonos en la fría tarde
neoyorquina. El coche ni siquiera se detiene frente a la cafetería cuando
abro la puerta de un tirón y le hago señas a Amie para que entre.
—¿Dónde está tu oficina? —le pregunto mientras se desliza por el
asiento para hacer espacio para mí.
Murmura la dirección y yo se la digo al conductor, golpeando el
botón de privacidad.
La barrera ni siquiera se ha cerrado del todo cuando ya estoy sobre
ella, chocando los labios y los dientes. Me agarra la nuca y gime en mi
boca. Yo imito el sonido y recorro sus curvas con las manos a través de
la ropa.
Con las bocas unidas, se baja la cremallera de la falda y se la quita.
Lleva medias hasta el muslo y bragas de encaje pálido.
—No quiero regresar al trabajo hecha un desastre. —Se sienta a
horcajadas sobre mí, luchando con los botones de la chaqueta de mi traje
porque le tiemblan mucho las manos.
Las cubro con una de las mías. —¿Seguro que quieres hacer esto?
—¿Qué carajo?
—¿Por qué lo preguntas ahora? —pregunta.
—No quiero que vuelvas a arrepentirte de mí.
—Nunca me arrepentí de ti. —Se pone a trabajar en mi cinturón,
liberando el broche, y soltando el botón de mis pantalones, bajando la
cremallera. Su suave y cálida mano se envuelve alrededor de mi pene y
ambos gemimos—. No puedo esperar para sentirte dentro de mí otra vez.
¿Por qué tienes que follarme tan bien? —Está casi molesta, un sonido de
lamento sale de sus labios en tanto me acaricia—. Agarra un condón. Página|178
—Sí, señora. —Levanto las caderas y busco mi billetera.
Ella me la arrebata, y la abre. Se detiene un segundo, su mirada se
vuelve dura de repente cuando saca el cuadrado de aluminio. —¿Te has
follado a alguien más?
Niego con la cabeza.
—Bien. —Rasga el envoltorio.
—¿Tú?
—No.
La acaricio a través de las bragas y ella se arquea. Cuando intento
meterme debajo del encaje y el satén, me aparta la mano. —¿No quieres
mis dedos primero?
—Solo te quiero a ti.
—¿Segura? Te va a doler. —Lo sé porque lo habíamos hecho antes
en Bora Bora y nos frenó durante unas veinticuatro horas. En los días
siguientes a su marcha, no dejé de recordar aquella noche en particular,
pensando en cómo habría hecho las cosas de otra manera para poder
disfrutar más de ella.
—Bien. Quiero sentirte hasta la semana siguiente. —Usa la cabeza
de mi pene para empujar sus bragas hacia un lado y baja sin previo aviso.
Se queda boquiabierta y su grito ahogado indica que habría sido
mejor prepararse. Pero Dios, qué bien sienta estar dentro de ella otra vez.
Me agarra la barbilla, me clava las uñas en la mandíbula y me roza con
los labios. —Esto. Tú. No puedo. —Me muerde el labio inferior, la yema
de sus dedos se desliza sobre la suave carne después de liberarlo de sus
dientes.
—¿No puedes qué?
—Parar. No puedo parar. No quiero parar. —Me mete la lengua en
la boca, sus caderas giran con fuerza, manteniéndome dentro—. Fóllame.
Por favor.
Agarro sus caderas y la levanto, embistiendo hacia arriba mientras
la bajo de nuevo, penetrándola. Su gemido es fuerte, incluso doloroso.
Me detengo, sin saber cómo interpretar la tensión en su cuerpo.
Esto es diferente de lo que conozco de ella. Esto no es como Bora Bora.
—Amie.
Se echa hacia atrás, con los ojos encendidos, pero sus palabras son
una súplica. —No tenemos mucho tiempo. Fóllame.
Se levanta hasta que solo queda la cabeza dentro. Sostengo sus
caderas, tirando de ella hacia mí mientras se deja caer. —¿Así?
—Más fuerte.
Lo hago de nuevo. Página|179
—Más rápido.
Y otra vez.
—Más.
Quiero que esto dure. Quiero que dure horas. Quiero llevarla a mi
casa, desnudarla y tenerla así hasta mañana por la mañana. Quiero café
y desayuno, quiero mirarla vestirse, quiero besarla cuando salga por la
puerta, pero solo tenemos dos cuadras.
Me cabalga con fuerza, recibiendo cada embestida, pegándose a mí
hasta que se queda con la boca abierta y entierra la cara contra mi pecho.
Puedo sentir sus dientes a través de mi traje. El temblor que recorre su
cuerpo es violento, la tela amortigua el sonido de su orgasmo.
Sigo bombeando, persiguiendo mi liberación, la sensación de ella
apretándose a mi alrededor me acerca al límite. Y después me corro, con
una fuerza cegadora, mi ritmo vacila, errático y tenso hasta que me quedo
quieto. Amie se acurruca en mi cuello, con la respiración entrecortada.
La rodeo con los brazos, estrechándola contra mí, sintiendo cómo crece
el abismo entre nosotros aunque seguimos conectados físicamente. De
repente, estoy agotado. Toda esta espera y lo único que consigo son cinco
minutos frenéticos en la parte trasera de un coche.
Nos detenemos y suena el intercomunicador. —Ya hemos llegado,
señor.
La abrazo con más fuerza. Nuestro tiempo robado está a punto de
desaparecer y no puedo hacer nada para retenerla.
Amie se apoya en mis hombros y se levanta. No puede mirarme
mientras se ajusta las bragas y se vuelve a poner la falda, se mete la
blusa por dentro y se encoge de hombros para ponerse el abrigo casi tan
rápido como se lo quitó. El pelo le cae hacia delante, cubriéndole la cara,
las palmas de las manos le bajan por los muslos y las uñas le presionan
las rodillas. Le pongo una mano en la espalda y se estremece.
—Amie.
—Lo siento.
—¿Por qué?
Niega con la cabeza. —Gracias por traerme. —Su respiración se
entrecorta, su risa suena como un sollozo—. Eso fue… Me tengo que ir.
Necesito irme. —Agarra su bolso y abre la puerta.
Se va antes de que pueda decir nada más. Y en realidad, ¿qué
puedo decir? Se supone que no debo tener que esto aunque la quiera.
Y la deseo.
Todavía puedo saborearla. Todavía puedo olerla. Todavía puedo
sentirla aunque se haya ido. Otra vez.
Página|180
Traducido por Jadasa
Corregido por Julie
La vida vuelve a la normalidad en el mes que sigue al sexo en el
coche con Lex. Vale, tan normal como puede ser con un marido que aún
Página|181
se niega a firmar los malditos papeles de anulación porque es un ególatra.
Aparte de ese pequeño y molesto error, lo estoy manejando bien.
Bueno. Eso no es cien por ciento preciso. Mi trabajo es bueno,
incluso genial. Hemos comenzado una nueva serie de tutoriales que son
similares a los que hice con mi mamá hace algunos años. No solo están
siendo un gran impulso para Williams Media, sino que también me han
puesto a cargo de un evento de recaudación de fondos. Llevo menos de
dos meses y ya están hablando de darme un aumento y un ascenso.
Aparte de Ruby, el yoga es mi mejor amigo, al igual que el pilates,
la clase de spinning y el nuevo curso de defensa personal que tomo. Los
rumores de fiasco posteriores a la boda ya no son una alta prioridad en
la esfera de los chismes pretenciosos, ya que todos parecen haber pasado
al escándalo más reciente. Pierce está revisando el acuerdo prenupcial
que firmé para ver si no encontramos una manera de obligar a Armstrong
a que deje de perder el tiempo.
Lex sigue estando en mi mente. Sueño con él, pienso en él, fantaseo
con él y, de vez en cuando, acecho sus perfiles en las redes sociales y
luego lloro. Pero no le he enviado un mensaje y él tampoco a mí. No puedo
culparlo, considerando la forma en que actué la última vez que lo vi, o la
forma en que salí corriendo después de montarlo como mi juguete sexual
personal. He querido acercarme, pero no es una buena idea ya que no
quiero darle a Armstrong más municiones en mi contra, o una razón para
nuevos rumores. Tengo que poner a Armstrong en mi pasado antes de
sumergirme en cualquier otra cosa y no puedo pedirle a Lex que sea parte
de eso. No merece que lo arrastren en mi locura.
Más allá de eso, todavía no le he dicho a mi mejor amiga que me
acosté con él. Es un problema. Uno grande. He rechazado tres cenas con
la familia Mills durante las últimas semanas porque temo que Lex podría
estar allí. Si lo veo, me preocupa que vuelva a suceder lo mismo que pasó
en su auto porque no tengo la fuerza de voluntad necesaria para decirle
que no.
Es noche de chicas, ya que Bane sale con sus hermanos para ver
o practicar deportes, o hacer algo deportivo, porque así es Bane. Detesto
lo emocionada que estoy ante la perspectiva de estar separada de Lex por
poquito. También odio que espero que encuentren una razón para pasar
por aquí, aunque es poco probable.
Ruby nos sirve a ambas una copa de vino. Se siente nerviosa esta
noche. Francesca, su hurón mascota ilegal, se encuentra acurrucada en
mi regazo. Es adorable, incluso si apesta un poco, y hace que me ardan
los ojos si no tomo un antihistamínico antes de venir. En vez de sentarse
en el sillón, Ruby se deja caer en el otro extremo del sofá.
—¿Estás bien?
Está muy nerviosa. No deja de retorcerse las manos y luego de
sentarse sobre ellas.
—Tengo que decirte algo —dice bruscamente. Página|182
—¿Todo se encuentra bien? ¿Estás embarazada? —Es totalmente
posible. Ella y Bane follan como conejos salvajes. Diría hurones, pero en
realidad no conozco los malditos hábitos de los hurones.
—Estoy bebiendo. —Levanta su copa y toma un sorbo considerable
para asegurarme que, de hecho, no está embarazada.
—Bien. Bueno. Entonces, ¿qué pasa? Me estás volviendo loca.
—Lo lamento. —Se inquieta un poco más—. Voy a decírtelo de una.
—¿Decirme qué? —Me preocupa que tenga algo que ver con mi ex.
Ha estado callado los últimos días, no me ha enviado correos electrónicos
ni mensajes. También evita las llamadas de Pierce.
—Bancroft me propuso casamiento.
Gracias a mi conmoción, se necesita más tiempo del que debería
antes de poder abrir la boca y hacer que las palabras salgan. —¡Ay Dios
mío! —Bancroft es realmente la persona perfecta para ella.
Me rompe el corazón que tema tanto contarme esto. Lo peor es que
tiene derecho a temerlo, porque por mucho que lo intento la mayor parte
del tiempo, ella es quien me ve desmoronarme por todo este asunto, más
a menudo de lo que me gustaría. Y ni siquiera le he dicho lo que realmente
me está destruyendo. Intento mantener el nivel de mi voz. —¿Cuándo te
lo propuso?
Parece más culpable que emocionada. —No te enojes, ¿de acuerdo?
Recuerdo la conversación que tuve con Armstrong cuando entregué
mi renuncia. Me pregunto si él tenía razón, que esperaban a que estuviera
bien, y si ese es el caso, ¿hasta qué punto he perdido el equilibrio todo
este tiempo?
—No me enojaré. ¿Cuánto tiempo hace que te propuso matrimonio?
—La semana pasada.
Siento como si tuviera mi estómago en la garganta. —La semana
pasada, ¿cuándo?
—El domingo. Me invitó a cenar y luego, cuando llegamos a casa,
ató la caja del anillo a la espalda de Francesca, fue extraño y dulce.
Me río, porque sí, qué forma tan extraña de proponerle matrimonio
a alguien, pero realmente es apropiado para los dos. Francesca los unió.
—Suena perfecto. ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Se sienta sobre sus manos de nuevo. —Debería de haberlo hecho.
Iba a hacerlo, pero luego tuviste ese mal día y pensé que sería mejor
esperar un poco.
Vuelvo a repasar la semana pasada. El último mal día lo tuve tras
recibir un correo electrónico de Armstrong en el que se negaba a firmar
la anulación hasta que nos reuniéramos para discutir las condiciones.
Detestaba estar en este constante estado de limbo, con la persona que no Página|183
quería manteniéndome atada a él y la persona que quería completamente
fuera de mi alcance. Echaba de menos a Lex. Anhelaba llamarlo, verlo,
simplemente estar con él, pero no podía. No aquí en Nueva York, mientras
Armstrong se negara a liberarme.
—Lamento que no pudieras compartir tu emoción conmigo. —No
quiero estar triste. Quiero alegrarme por mi mejor amiga, por la persona
que dejó a un lado su euforia para protegerme de mi dolor autoinfligido.
Me palmea la rodilla. —No pasa nada. Sé lo difícil que ha sido esto
para ti.
Muevo una mano, decidida a no desmoronarme. —¡Déjame ver el
maldito anillo!
Se ríe; su alivio es comprensible ya que mis emociones han sido
tan frágiles últimamente, y extiende la mano. Es impresionante y perfecto
para Ruby. No es una piedra enorme. En cambio, un diamante de corte
princesa se encuentra ubicado en oro blanco, rodeado de diamantes más
pequeños que se extienden a lo largo de la banda. Es único y precioso.
Ojeo los diamantes. —¿Lo escogió él solo?
—Creo que Mimi lo ayudó un poco.
—Es espectacular. ¿Han pensado en una fecha? —Por lo húmeda
que está mi piel, me pregunto si es posible tener un trastorno de estrés
postraumático a bodas o desarrollar una fobia a ellas.
—Quizás en verano. ¿U otoño? Sé que no es mucho tiempo, pero
no sé si lo necesitamos. Ya vivo con él. No necesito una gran boda. Ya
veremos. Todo es nuevo, ¿verdad? Mimi ya está hablando de una fiesta
de compromiso y, por supuesto, quiere que sea en uno de los hoteles de
Nueva York. —Vuelve a moverse inquieta, como si estuviera nerviosa—.
Lo entenderé si no quieres estar en la fiesta de boda… —Se queda callada.
—Por supuesto que voy a estar en tu boda. Mi experiencia no me
va a impedir pararme junto a mi mejor amiga.
—Es que… sé lo estresante que lo ha hecho él. No puedo garantizar
que Armstrong no estará en la boda. Quiero decir, no lo quiero allí, pero
es familiar de Bancroft, y es una situación algo complicada. Sin embargo,
puedo decirte que él no dudará en darle un puñetazo si es un idiota
contigo.
—Puedo encargarme de Armstrong. —Lex va a ser el problema. Ya
no tengo idea de cómo manejar esta situación con él.
—Vamos a cenar con la familia de Bane mañana por la noche. Mimi
quiere hablar sobre la fiesta de compromiso, y si estás de acuerdo en ser
parte de la planificación, podrías venir, pero entiendo completamente si
es demasiado pronto.
—Por supuesto que iré. Quiero estar involucrada.
—Genial. Maravilloso. Se lo diré a Mimi. Griffin estará allí, y Lex,
obviamente. Ambos estarán en la fiesta de bodas. Página|184
Oh Dios. Por supuesto que va a estar involucrado. Probablemente
mucho. Nos veremos mucho en los próximos meses.
Ruby me mira con recelo. —¿Por qué esa cara?
Contarle ahora lo que sucedió en Bora Bora solo hará las cosas
más incómodas. No solo le mentí durante mi estadía allí y en los meses
que han pasado desde que regresé, sino que tampoco quiero que Bane lo
sepa. Además, esto es entre Lex y yo y, pase lo que pase, no traicionaré
su confianza por esto. —Lo siento. No es nada.
Ruby entrecierra los ojos. —¿Se trata de Lex?
Niego con la cabeza, tratando de mantener la energía al mínimo.
—Amie, vamos, háblame. No creas que no me he dado cuenta de
cómo reaccionas cada vez que lo menciono. ¿Pasó algo en Bora Bora que
no me has contado?
—No. No pasó nada. —Me concentro en mi copa, deseando no tener
que ocultárselo.
—¿Segura, porque estás siendo realmente extraña y evasiva en este
momento? Has rechazado todas las cenas a las que te han invitado con
los Mills y tan solo la mención del nombre de Lex parece asustarte. No
creas que no me he dado cuenta.
Suspiro, preparándome para la amargura de la mentira antes de
que salga de mi boca. Miento bastante bien. He tenido mucha experiencia
con eso a lo largo de los años, pero la mayoría de las veces invento dichas
mentiras con Ruby, no se las digo a ella.
—No fue más que amable conmigo en Bora Bora. Simplemente me
avergüenza la forma en que sucedieron las cosas en la boda y cómo tuvo
que venir a rescatarme en mi no luna de miel. Lo estoy exagerando.
—¿Segura? No pasa nada si no estás preparada para esto. Lo
entenderé.
—Lo sé, pero en serio, Ruby, no es nada que no pueda manejar. —
Me llevo la copa a los labios y esbozo una sonrisa pícara—. No es una
sala de interrogatorios en un aeropuerto mexicano, es una cena con un
tipo que intenté que me follara.
Ruby se ríe, parece aliviada pero aún insegura. —Apuesto a que él
desearía que no los hubiéramos interrumpido.
—No creo, le mostré unas tijeras, estaba bastante aterrorizado.
—¿Cómo no me enteré sobre las tijeras?
—¿Cómo crees que corté mi vestido?
—Me hubiera gustado haber estado allí para presenciarlo.
—Solo hay un testigo y, afortunadamente, parece que se le da bien
Página|185
guardarse esos detalles debido a mis amenazas con las tijeras.
—Aquel fue un verdadero momento de Amie la Anárquica, o una
serie de momentos, supongo. Me alegro de que la hayas dejado salir a
jugar en Bora Bora, aunque ni siquiera pude ver una foto del Señor
Amante Sexy.
—Pensé que era mejor dejar atrás todas las pruebas. —Me alegro
de no tener ninguna foto de Lex en mi teléfono. Porque entonces podría
conectarlas con recuerdos específicos, con una noche, con el aroma de
su piel, con la sensación de sus labios, con el sonido de su voz en mi oído.
No tengo ni idea de cómo me las arreglaré para volver a verlo.
Al menos es una cena. Simplemente tengo que asegurarme de que
no terminemos solos.
Traducido por Renatte
Corregido por Julie
Ha pasado más de un mes desde que vi a Amie. No es que lleve la
cuenta. No estoy obsesionado. No tengo una fijación. No me acaricio con
Página|186
las fotos que tomé de ella tomando el sol en Bora Bora. Porque eso estaría
mal. Y sería un poco desesperado.
Deslizo los dedos por mis corbatas, tratando de decidir cuál me
quiero poner esta noche. Vamos a cenar para celebrar el compromiso de
Bancroft y es probable que planifiquemos la boda, porque lo que más le
gusta a mi madre en el mundo es planificar fiestas. Nada la hace más
feliz.
Amie estará allí. Al menos supongo que sí. Es la mejor amiga de
Ruby. Estará en la boda. Me pregunto cómo está manejando todo esto.
Soy consciente, gracias a Bancroft, de que Ruby esperó casi una semana
después de que Bane le propusiera matrimonio para contárselo a Amie,
porque no llevaba bien las cosas. Cuando le pregunté qué significaba eso,
Bane se encogió de hombros y se quedó callado.
No sé si soy parte de la razón de la incapacidad de Amie para
manejar las cosas. No quiero complicarle más la vida, sobre todo porque
Armstrong se está portando como un imbécil con lo de la anulación. Pero
no puedo fingir que no tengo muchas ganas de verla, incluso si ya no
puedo acostarme con ella.
Obviamente, es una mala idea considerando que salió corriendo la
última vez. Debería haber mantenido las cosas tranquilas, pero una vez
que estuvimos en el auto, me olvidé de pensar con claridad, dejando a mi
pene a cargo. Casi le he enviado mensajes de texto cientos de veces en
los últimos días, pero no voy a presionarla para que hable conmigo si no
está lista. Excepto que esta noche tendremos que encontrar una manera
de lidiar con esto, porque pasaremos tiempo juntos, pase lo que pase. Tal
vez no tengamos tiempo a solas, pero sí estaremos juntos.
Elijo una corbata morada y una camisa de vestir blanca para que
combinen con mis pantalones de vestir negros y salgo temprano de mi
condominio para recoger algunas flores para mi madre en el camino.
El tráfico es peor de lo que esperaba, así que llego tarde. Mi madre
me recibe en la puerta, su expresión cambia de enojo por mi tardanza a
emotiva cuando le obsequio flores, lo cual es una tontería porque no es
raro que le regale flores. No se las pasa a ningún miembro del personal
para que las ponga en agua. En cambio, me hace ir con ella a la despensa
para seleccionar el jarrón correcto, después me pide que las arregle y las
ponga sobre la mesa en la entrada para que pueda verlas cada vez que
vuelva a casa o salga.
Es una reunión pequeña, solo familiares íntimos y un par de viejos
amigos del rugby de Bancroft, así que Amie es la primera persona que
veo a pesar de que está del otro lado de la sala. Su largo pelo rubio cuelga
suelto alrededor de los hombros. Su vestido lavanda hasta la rodilla roza
sus curvas sin ser ajustado, ocultando la perfección que se oculta debajo.
Sus tacones son grises y bajos. La copa de champán que tiene en la mano
está medio llena.
—¡Lex! ¡Estás aquí! —Ruby abandona su costado y corre, arrojando
sus brazos alrededor de mi cuello. Nunca le falta un saludo entusiasta. Página|187
—Como si me fuera a perder la fiesta previa a la boda. —Me reúno
con la mirada de Amie por encima del hombro de Ruby.
Su sonrisa es vacilante e incierta. Se encuentra en medio de una
conversación con una de las amigas de mi madre. Su atención vuelve a
ella cuando se inclina y le susurra algo a Amie.
No tengo la oportunidad de hablar con Amie antes de que nos
sentemos a cenar porque me veo envuelto en una conversación con mi
padre sobre asuntos de negocios, lo cual no es inusual.
Se encuentra sentada directamente frente a mí en la cena, al lado
de Ruby, que no para de inclinarse y susurrarle al oído. Parece incapaz
de hacer contacto visual conmigo. Tengo que estar cinco minutos a solas
con ella, y no desnudarla, lo cual definitivamente me gustaría hacer, pero
necesitamos encontrar una manera de estar cerca el uno del otro sin que
sea increíblemente incómodo o evidente lo que sucede. O lo que sucedió.
Me preocupa que Ruby ya sospeche con todos los susurros.
—Amalie, quería hablar contigo de tu experiencia con los servicios
de spa de los hoteles Mills de Nueva York —menciona mi padre.
Mierda. No creo que me haya mantenido al tanto de eso con mi
asistente, Úrsula.
Amalie le da a mi papá su característica sonrisa cortés e inquisitiva.
—¿Hoteles de Nueva York?
Mi papá me mira, un tanto interrogante, y luego se dirige a Amie
de nuevo. —Lexington mencionó la gran ayuda que recibió en Bora Bora
con la revisión del menú del servicio de spa. Incluso llegó a darte crédito
por las mejores ideas.
—¿Eh? —Le brillan los ojos y, por primera vez, se encuentra con
mi mirada por un segundo fugaz, preguntándome: ¿Qué diablos?—. Creo
que Lexington está exagerando. Me mimaron unas horas.
—No seas tan modesta, Amalie. Tu opinión en los hoteles asociados
es la razón por la que volvemos a subir en las calificaciones, ¿no es así,
Lex?
Puedo sentir los ojos de Bane sobre mí mientras me esfuerzo por
no inquietarme. —Amalie fue increíblemente útil.
Ruby apoya la barbilla en su puño mientras se dirige a Amie. —No
sabía que ayudaste a Lex mientras estabas en Bora Bora.
Amie agita la mano en el aire con desdén. —Lex solo estaba siendo
amable, dándome algo que hacer para que no me aburriera. Mientras él
asistía a las reuniones y hacía todas las cosas importantes, probé los
servicios de spa.
—Eso fue muy dulce de tu parte, Lex —dice Ruby, pero mira a Amie
y hay un montón de sospechas en su rostro—. Y yo que pensaba que solo
tenías tiempo para el Amante Sexy.
Página|188
Amie tose y mira a Ruby. ¿Quién demonios es el Amante Sexy?
Mi papá pasa por alto ese comentario, o tal vez lo olvida. —No hay
necesidad de ser modesta con tu ayuda, Amalie. Agradecemos mucho tu
aporte, ¿no es así, Lexington?
—Sí. Sin dudas. —Mierda. No estoy manteniendo la compostura en
este momento, y no ayuda que Amie se vea más que incómoda con esta
conversación.
Mi papá me mira con extrañeza. —Lexington sugirió que podrías
estar interesada en experimentar algunos de los mismos servicios aquí
en la ciudad, y se le ocurrió que sería maravilloso incluir a Ruby. Supuse
que Lexington ya te había extendido la invitación, pero me doy cuenta de
que tal vez ha estado ocupado, considerando todo. Ahora trabajas para
Williams Media, ¿no es así?
Ni siquiera sé cómo mi padre lo sabía. O tal vez solo ha sido parte
del circuito de chismes.
—Así es.
—Oí que va bien. ¿No estaba la esposa de Thurston deshaciéndose
en elogios hacia Amalie, Mimi? —le pregunta a mamá.
Mimi coloca una mano sobre la suya. —Sí, pero creo que estás
avergonzando a la pobre chica con toda esta atención.
—Claro, por supuesto. Me disculpo. Bueno, la invitación sigue en
pie para aprovechar los servicios de spa del hotel de Nueva York. Sería
maravilloso conocer tu opinión sobre cómo se comparan con los servicios
de los hoteles de Bora Bora. Lex, puedes hacer que Úrsula lo organice
para Amalie y Ruby, siempre que se ajuste a sus horarios.
—Puedo hacerlo. —Por favor, que ya termine esta conversación.
—Perfecto. Creo que sería aconsejable organizar un almuerzo o una
cena después, y Amalie puede informarte sobre sus opiniones mientras
están frescas, tú también, Ruby.
Amie y yo intercambiamos una mirada rápida. Ella se ve totalmente
conmocionada. No sé si debería ofenderme o no, ni cuál es la raíz de esa
emoción. Ahora realmente necesito tenerla a solas para poder hablar con
ella sin toda esta gente alrededor.
La oportunidad no surge hasta que se limpian los platos y tenemos
un intermedio antes del café y el postre. Amie se excusa para ir al baño
mientras la gente se aparta de la mesa. Aprovecho la oportunidad para
tomar el atajo al tocador que supongo que usará.
—¡Oh! —Ella se tambalea hacia atrás, se cubre la boca con la palma
cuando entra al baño y me encuentra allí. La sigo al pasillo, la agarro de
la muñeca y la arrastro hasta la puerta que le sigue, que resulta ser el
dormitorio de mi infancia. La habitación ha sido redecorada, todo en un
gris sutil y claro con detalles en blanco y negro. Página|189
Cierro la puerta y pongo el cerrojo para tener privacidad, me paro
frente a ella para que no pueda seguir evadiéndome.
—¿Qué estás haciendo? —Amie se aleja de mí como si fuera una
granada a punto de estallar.
Me quedo donde estoy, esperando calmarla. —Creo que tenemos
que hablar.
—No creo que debamos estar solos en este momento. —Mira a su
alrededor—. Mucho menos con una… —Hace un gesto hacia la cama
matrimonial a la derecha.
—¿Te preocupa terminar desnuda?
Se queda boquiabierta y apoya el puño en la cadera. —¡No! —Su
irritación es más entretenida de lo que debería ser.
—Es bueno saber que tienes algo de autocontrol. —No lo digo con
sarcasmo, solo amargura. Estoy enojado por la forma en que se escapó
la última vez que la vi, y la forma en que me ignoró toda la noche.
Frunce los labios, el color sube a sus mejillas. —¿Por qué le dijiste
a tu padre que te ayudé con el menú del spa?
—Porque lo hiciste.
—Pensé que se suponía que debíamos mantener entre nosotros lo
que sucedió en Bora Bora.
—No le dije que follábamos, Amie. Le dije que fuiste de gran ayuda
con las sugerencias de servicios de spa.
—Bueno, no le conté a Ruby sobre el spa, así que la hará sospechar
más de lo que ya sospecha.
—¿Por qué sospecha?
—Porque no se me da bien mentirle. No es algo que haya tenido
que hacer antes y no sé cómo hacerlo. No deberíamos estar aquí juntos.
No debería estar a solas contigo.
Hace un movimiento hacia la puerta pero yo soy más rápido, me
pongo frente a ella. Cierra los ojos y exhala un suspiro frustrado. Cuando
vuelve a abrirlos, el miedo los enciende.
No entiendo qué podría crear esa emoción en ella. —Amie, no voy
a hacerte daño.
Deja caer la cabeza y suelta una carcajada. —No. Simplemente me
vas a encerrar en una habitación contigo en contra de mi voluntad.
Me apoyo en la puerta y me cruzo de brazos.
—Pasaste dos semanas encerrada en una habitación conmigo y no
escuché ninguna queja. En realidad, todo lo que escuché fueron muchos
gemidos.
Entrecierra los ojos. —¿Por qué me estás haciendo esto?
Página|190
—¿Haciéndote esto? Todo lo que quiero hacer es hablar. No soy yo
el que te folló y huyó la última vez que nos vimos. Nos veremos más, te
guste o no. Lo lamento si te arrepientes de lo que sucedió, pero no puedo
deshacerlo y, francamente, no quiero hacerlo.
Sus ojos están muy abiertos y se mueve con nerviosismo. Quiero
tocarla, abrazarla, hacer desaparecer esa mirada de pánico.
Se toca los labios con dedos temblorosos. —No era mi intención
huir —susurra.
—Bueno, entonces, ¿por qué lo hiciste?
Amie se lleva la mano al rostro. —Estaba asustada. Todavía tengo
miedo.
—¿Miedo de qué? Te dije que no te haré daño y lo digo en serio.
—No puedes saber eso, Lex. Puedes decirlo, pero no puedes ofrecer
ese tipo de garantía. No confío en mí misma contigo, ¿de acuerdo?
—No volveré a hacer lo que hice la última vez. No te presionaré así.
No tienes que preocuparte de que trate de desnudarte.
Ella levanta las manos en el aire y caen sin fuerzas a los costados.
—No eres tú quién me preocupa, soy yo. Mi completa falta de autocontrol
a tu alrededor es un problema, Lex. Se suponía que esto se quedaría en
Bora Bora. No puedo seguir haciendo esto contigo.
—Todo lo que estamos haciendo es hablar.
—En un dormitorio. Solos. ¡Con una cama! —Aprieta los puños, su
pecho sube y baja, un rubor le recorre el cuello—. Todavía estoy casada,
Lex.
—Porque Armstrong no firma el papel.
—No cambia el hecho de que sigo casada con él.
—¿Y si no lo estuvieras?
—Lo estoy y él lo está haciendo muy difícil.
Estoy haciendo exactamente lo que dije que no haría, presionar.
Me estoy enamorando de esta mujer y su corazón no se ha recuperado
del último golpe que recibió. Pero sigo queriendo esto, la quiero a ella y
no creo que sea capaz de dejarla escapar otra vez. Doy un paso adelante
y rozo su mejilla con los dedos. Su reacción es visceral, el impacto de
sensaciones que hace que se le ponga la piel de gallina hace lo mismo
con la mía. —Dime que no sientes esta atracción, Amie.
Su mirada permanece fija en mi pecho. —No puedo.
—No puedes decirme o no puedes sentirla.
—Lex.
Levanto su barbilla, obligándola a hallar mi mirada. —Si Armstrong
no estuviera en el camino, ¿qué querrías?
Apoya su mejilla en mi palma. Página|191
—¿Sabes lo que quiero yo? —Me acerco más, hasta que nuestros
cuerpos casi se tocan—. A ti. No solo por un par de semanas.
—No confío en mis sentimientos en este momento, Lex.
—Está bien. Solo confía en los míos. —Cierro la distancia y la beso.
Amie gime, suave y desesperada mientras me agarra la corbata y
aprieta su cuerpo contra el mío. —Te extrañé. Te echo de menos. Lamento
haber huido.
La rodeo con mis brazos y absorbo su cercanía. Eché de menos
esto. La conexión que tenemos. El estallido eléctrico de lujuria que me
domina el cuerpo cada vez que me pone las manos encima. Así es entre
nosotros. Siempre intenso, fuera de control. No quiero perderlo, pero no
estoy seguro de poder conservarlo.
Cuando mis manos comienzan a moverse, ella se aparta y se
tambalea hacia atrás. —No podemos hacer esto ahora. Estamos en una
cena. Tu familia está ahí fuera.
Tiene razón. Este no es el mejor lugar para una discusión o para
desnudarse, lo cual le dije que no iba a hacer. —Te llevaré a casa esta
noche. No volverás a huir de mí y vamos a terminar con esto.
Ella asiente, recorriendo con los dedos sus labios de un lado a otro.
—No huiré. Ni siquiera creo que pueda ya.
Si hubiera sido más inteligente, no me habría acostado con ella en
Bora Bora. Si hubiera estado pensando con algo más que mi pene, habría
esperado hasta que esta mierda con Armstrong terminara, hasta que ella
estuviera lista para algo más que sexo. El hecho de que hayamos creado
esos límites no significa que no haya una forma de reajustarlos a mi favor.
Página|192
Traducido por Auris
Corregido por Julie
Lex sale de la habitación primero, lo cual me da un par de minutos
para recuperarme antes de regresar a la fiesta. Estoy nerviosa por cómo
Página|193
afrontar a Ruby. Agradezco que no pueda quedarse a solas conmigo antes
de que Lex y yo podamos resolver cómo vamos a tratar esto.
Ni siquiera sé qué diablos está pasando. A pesar de mis acciones,
él sigue interesado y no estoy segura de qué hacer con eso.
Sobre todo ahora que tengo que volver a verlo regularmente. Ojalá
esto fuera solo sexo. Sería mucho más fácil si se limitara a la atracción
física. Por mucho que parezca que él fue diseñado por mi propio equipo
personal de orgasmos para proporcionar las mejores y más maravillosas
liberaciones del mundo, es mucho más complicado que eso. O, por lo
menos, así se siente.
Respiro profundo y me preparo para manejar estar cerca de Lex y
comportarme con normalidad.
Cuando regreso a la fiesta, todo el mundo se encuentra sentado en
la sala de estar, bebiendo café y comiendo pasteles pequeños. Puede que
esté al otro lado de la sala, pero siento la proximidad de Lex, me pone
ansiosa la conversación que sé que vendrá.
Más allá de meterme en la cama con él, lo que realmente quiero
ahora mismo es acurrucarme a su lado y que me cuente historias sobre
su infancia como lo hizo en Bora Bora. Quiero escucharlo hablar de Mimi,
escuchar la reverencia en su voz. Más quiero esa reverencia dirigida a mí.
Y eso me asusta, porque no sé si ese deseo es real o una proyección de
otra versión idealizada que creé de él en Bora Bora.
—¿Todo bien? —pregunta Ruby cuando me siento a su lado—.
Desapareciste un rato. —Mira en dirección a Lex, quien reenfoca su
atención de mí a su padre.
—Todo se encuentra bien. Solo mensajes de Pierce sobre cosas
legales.
—¿Cosas de Armstrong?
Asiento. No es una mentira descarada. Pierce me ha enviado hoy
un montón de mensajes sobre el contenido del acuerdo prenupcial. No
estoy segura de que ya signifique algo, pero él sigue indagando.
Mimi se sienta en el sillón frente a nosotros. —Amie, eres tan buena
organizando eventos, ¿crees que tendrías algo de tiempo disponible para
ayudar a planificar el menú de la fiesta de compromiso?
—¡Oh! ¡Es una gran idea! —dice Ruby con entusiasmo—. ¿Dónde
deberíamos celebrarlo?
—¿Qué tal en el Concord? —Miro en dirección a Lex, sorprendida
por su participación en la conversación.
—¡En el salón de baile Inception! ¡Donde celebramos la velada de
Halloween! —Aplaude con entusiasmo—. Lex, estarás allí esta semana,
¿no? Con Bane, ¿correcto?
—Estaré entre el Concord y en el Hotel Mills la próxima semana —
responde Bane—. Con Griffin fuera del país, estoy haciendo malabares Página|194
con ambos hoteles.
—Ojalá no se pierda la fiesta. —Mimi parece preocupada por eso—
. Mencionó que Lincoln también está ahí.
—¿Nuestro primo Lincoln? —pregunta Bane.
La mención del hermano mayor de Armstrong es discordante. No
lo conocí, pero, por lo que me dijeron, no se encuentra particularmente
involucrado con su familia. No es difícil entender el motivo.
—Mmm. Es curioso cómo Griffin se halla al otro lado del mundo y
se encuentra con él —responde Mimi.
—No he visto a Lincoln en años —dice Bane.
—Pues, evita a su familia tanto como puede, ¿no es así? —responde
Mimi, con los labios fruncidos en lo que podría ser desaprobación.
—¿Puedes culparlo? En fin, voy a estar en el Concord toda la
semana. —Lex tamborilea sus largos y capaces dedos en el brazo de su
silla. Es algo que hace cuando se encuentra ansioso o piensa en algo que
le molesta. Golpea el suelo dos veces con el pie antes de quedarse quieto.
Levanto la mirada y sus ojos se apartan de mí y se enfocan de nuevo en
Mimi—. ¿Cómo puedo ayudar?
—¿Por qué no organizas una cena con servicio de catering para que
podamos preparar el menú de la fiesta, Lex?, Amie, ¿estarías disponible
para algo así? Ruby y tú hicieron un trabajo increíble con la fiesta de
Halloween del otoño y este tipo de planificación no es realmente el punto
fuerte de Bancroft.
—Por supuesto, cualquier cosa que pueda hacer. —Al menos puedo
atribuir la emoción a la planificación de la fiesta, aunque en mi cabeza
estoy planeando formas de estar a solas con él.
Son más de las once cuando acabamos la planificación preliminar
de la fiesta de compromiso. Mimi se ofrece a que un auto me lleve a casa,
cuando Lex levanta una mano. —Yo también me voy a casa. Puedo pasar
a dejarte.
—¿Estás seguro de que no te desvía mucho? —Siento la vacilación
en mi sonrisa. Dios, espero que no seamos tan obvios.
Continúa dando golpecitos en el brazo de su silla. —No es ningún
problema.
—Si estás seguro. —La última vez que me subí a un vehículo con
Lex las cosas se salieron de control. Independientemente de la química
entre nosotros, es más que eso. Estoy segura de que podré contenerme
mejor, ya que el plan es tener una conversación real con palabras reales.
Recojo mis cosas y me despido de Ruby, a la vez que Bane y Lex
mantienen una breve conversación en susurros. Doy las gracias a Mimi
y Harrison por la deliciosa cena, y sigo a Lex por los enormes escalones
de la entrada hasta el auto que ya espera.
Página|195
Me deslizo por el asiento de cuero hasta el otro lado y me abrocho
el cinturón. Las ataduras son buenas. Necesarias, incluso. Y no del tipo
que guardaba en mi maleta de juguetes sexuales. Esta me mantendrá en
este lado del auto, en lugar de montar a horcajadas sobre el regazo de
Lex. Creo que es instintivo, el deseo de manejar la tensión emocional con
liberación física. Incluso podría ser una respuesta pavloviana a Lex en
este punto.
Se mete al vehículo y el conductor cierra la puerta con nosotros
dentro. Respiro hondo, esperando mantener la calma ante mi repentino
pánico, pero es más como si estuviera inhalando su olor. De inmediato
me siento borracha, y no tiene nada que ver con el vino que consumí esta
noche y todo que ver con el hombre a mi lado. Ahora que no hay nada
que nos impida tener una discusión franca sobre qué diablos estamos o
no haciendo, mi corazón parece haber comenzado a correr.
Lex está sentado al otro lado; sesenta centímetros de cuero suave
separan nuestros cuerpos. Sesenta centímetros que parecen demasiado
lejos y demasiado cerca a la vez. Se encorva, con una postura relajada,
las piernas abiertas. Como me gustaría que estuvieran las mías, con él
entre ellas.
Tengo que concentrarme, pero mis partes femeninas ya se van
lubricando con anticipación. Sería maravilloso si mi cerebro y mi cuerpo
pudieran dejar de trabajar uno contra el otro.
Estira el brazo hacia el respaldo del asiento, pero le falta unos ocho
centímetros para hacer contacto. —¿Cuál es tu dirección, Amie?
Me encuentro tan concentrada en que casi me toca, que no oigo la
pregunta. —¿Perdón?
—Tu dirección, debes dársela al conductor, a menos que planees
venir a casa conmigo. —Y ahí está, esa sonrisa arrogante.
—Podría ser mejor que mi casa.
Ladea la cabeza. —¿Tienes la intención de pasar la noche en mi
casa?
—No… no lo sé. —Me muerdo la punta de la uña—. ¿Quieres que
lo haga?
—¿Qué crees?
—Creo que tal vez sí, pero aún no tengo claro cuál es tu motivación.
—Agacho la cabeza, exhalando despacio—. Siento haber huido la última
vez. Lamento haber permanecido en silencio. Pensé que sería mejor, más
fácil, pero todavía no puedo sacarte de mi cabeza y no sé qué significa
eso, ni cómo manejarlo.
Me observa durante unos momentos antes de pedirle al chofer que
tome la ruta panorámica a lo largo del agua. —Debí haber dicho algo
antes de que te fueras de Bora Bora, pero no pensé que estuvieras lista
para escucharlo. Página|196
—¿Escuchar qué?
—Mira, Amie, sé que las cosas son complicadas para ti en este
momento, pero pase lo que pase entre nosotros, no quiero alejarme de
eso de nuevo.
—Entonces, ¿qué quieres?
Pasa los dedos por las puntas de mi cabello. —Veamos a dónde va
esto. Pasaremos tiempo juntos de todas maneras, hagamos que valga la
pena.
—No estoy segura de entender. —Mi incertidumbre vacila.
—Quiero salir contigo, Amie.
—Pero todavía estoy...
Levanta una mano. —Sé que la anulación aún no se ha procesado,
así que hagamos lo que hicimos en Bora Bora, menos lo de la playa.
Pasemos el rato, pasemos tiempo juntos, a veces desnudos, a veces no.
Simplemente vamos a mantenerlo entre nosotros y cuando se finalice la
anulación, podremos continuar desde allí.
Dios, parece tan sincero. —¿Y estarías de acuerdo con mantenerlo
entre nosotros?
—Sé cómo es Armstrong, Amie. No le gusta perder y ahora eso es
lo que pasa. No quiero hacerlo más difícil, pero tampoco quiero renunciar
a ti. Si así es como tiene que ser por ahora, puedo aceptarlo.
—De acuerdo.
—¿De acuerdo? ¿Es esa la única reacción que voy a recibir?
Me río y luego suspiro. —Lo siento. Es solo... mucho que procesar.
Quiero esto. —Hago un gesto entre nosotros—. Pero es difícil confiar en
cómo me siento.
Su sonrisa es suave, al igual que las yemas de sus dedos mientras
acaricia mi mejilla. —Vale. Podemos tomar la parte de los sentimientos
con calma si eso es lo que necesitas, y usaré mis increíbles habilidades
en el dormitorio para distraerte de todas las cosas que te preocupan.
¿Qué te parece?
Me muerdo el labio con una sonrisa. —Suena bien.
—Excelente. —Su sonrisa permanece firme en su lugar—. ¿Ahora
quieres hablarme del Amante Sexy?
Dios. De todas las cosas que podía sacar a colación. Si no hubiera
estado ya estresada, le habría gritado unas cuantas cosas a mi amiga por
eso.
—Necesitaba decirle algo a Ruby.
Página|197
—Oh, por supuesto. Eso explica todo. —Asiente como si eso tuviera
sentido—. ¿Qué le dijiste, exactamente? —Se inclina más cerca, su mano
se desliza a lo largo del respaldo del asiento, las yemas de sus dedos
rozan mis hombros. Tal vez ya hemos terminado con la discusión seria
por ahora.
—No me digas que no le has dicho a nadie. Debes haber presumido
con uno de tus compañeros de golf.
—No es temporada de golf. ¿Y es eso lo que hacías? ¿Presumir?
—No podía no decirle nada.
—¿De qué presumiste con Ruby, exactamente?
—Le dije que me enrollé con alguien. Eso es todo.
Su rodilla rebota un par de veces, pero se detiene rápidamente. Sus
dedos tocan mi hombro por algunos segundos. —¿Le diste algún detalle?
—¿Detalles? —Dios, hace calor aquí.
Toca un mechón de cabello. —¿Un recuento de orgasmos, tal vez?
¿Un análisis comparativo de penes?
—Alguien necesita controlar su ego. —Me falta mucho el aliento
para que se escuche el sarcasmo.
Los ojos de Lex vagan sobre mí con vehemencia. —¿Le dijiste que
dejaste que tu amante pusiera las manos en tu maleta llena de juguetes
sexuales?
Niego con la cabeza.
—¿No? —Sus dedos rozan mi garganta.
—Lex.
—¿Quieres que deje de tocarte?
—No.
—Bien. Te rechacé una vez, tendría que estar loco para hacerlo de
nuevo, Amie. —La sinceridad detrás de esa declaración es asombrosa. Me
hace desear que esto con Armstrong estuviera en el pasado, para ser libre
de ver a dónde puede llegar realmente esto con Lex, sin restricciones.
Nos miramos el uno al otro durante unos segundos, el calor en su
mirada enciende un fuego en el interior; el que ya no necesito empapar
con lógica o duda. Aparentemente, Lex siente lo mismo, porque se quita
el cinturón de seguridad y se desliza por el asiento, extendiendo la mano
para liberarme del mío antes de yo pueda hacerlo.
—Ven aquí. —Me mueve para sentarme a horcajadas sobre él, con
las palmas de las manos deslizándose por mis piernas—. Siempre con las
jodidas ligas —susurra cuando sus dedos encuentran la banda de encaje
en la parte superior de mis muslos.
Mordisqueo su labio inferior. —Te encantan las ligas.
—La verdad es que sí.
Página|198
Cuando hago un movimiento para desabrocharle el cinturón, cubre
mis manos con las suyas. —No te voy a follar en el auto, Amie.
—¿Qué vamos a hacer, entonces?
Mordisquea mi mandíbula. —Besarnos con la ropa puesta.
—Me gusta besarme contigo.
—Lo sé. —Chupa mi labio inferior—. Si tienes planes para mañana,
te sugiero que los canceles, porque una vez que estemos en mi cama y yo
esté dentro de ti, me quedaré allí por un jodido buen rato.
Me besa y me rindo al control que parece tener sobre mi cuerpo,
consciente de que si sigue así, tendrá el mismo control sobre mi corazón.
Traducido por Beatrix & Gesi
Corregido por Julie
Durante las semanas previas a la fiesta de compromiso, Lex y yo
hacemos lo mismo que hicimos en Bora Bora; pasamos tiempo juntos.
Página|199
Estamos saliendo. En secreto, pero aun así. Se ha hecho mucho más fácil
gracias a los elaborados planes de la fiesta de compromiso de Mimi. Todo
ha tardado mucho más en organizarse de lo que esperaba, y dado que
Lex y yo somos coorganizadores, nadie lo cuestiona… mucho.
Lex parece disfrutar probando mi autocontrol de forma regular. No
ha mejorado mucho. Aunque la última vez aguanté setenta y tres minutos
antes de rendirme finalmente, lo cual fue una verdadera hazaña ya que
vino a mi apartamento y se sentó en mi sofá, luciendo sexy en un par de
vaqueros y una camiseta. Y llevaba sus anteojos. Hice que se los dejara
puestos, a pesar de que se empañaron cuando me hizo sexo oral.
Me frustra que aún tengamos que escondernos, ya que Armstrong
sigue encontrando razones para no firmar los documentos de anulación.
No parece haber otro propósito que el disfrute de mi sufrimiento.
Pero esta noche no me preocupa que Armstrong sea difícil. La fiesta
de compromiso de Ruby y Bane por fin ha llegado y nos vamos a quedar
todos en el hotel, porque es más fácil y tiene más sentido. Además, las
suites del ático son para morirse. Reviso mi teléfono mientras me llegan
mensajes de Ruby, que tiene pánico a todo esto. Está acostumbrada a
ser el centro de atención, pero no así.
Excepto que esta vez no es Ruby, sino Lex, con respecto al registro
temprano en el hotel. Sugiere que ya vayamos para tener algo de tiempo
extra antes de que lleguen los demás. Parece algo inteligente, sobre todo
cuando lo presenta como una reunión antiestrés antes de la fiesta que
tendrá lugar en una de las enormes camas matrimoniales.
Recojo mis cosas, llamo a un Uber y me dirijo hacia allá. Lex me
envía un mensaje con el número de su habitación. Yo tengo el mío para
guardar las apariencias, pero ese es su único propósito. Me da pena que
se desperdicie una habitación que cuesta mil dólares por noche, pero
podemos tener sexo allí después, así que no es un desperdicio total.
La emoción causa que me tiemblen los dedos mientras recojo la
tarjeta de acceso del conserje y espero el ascensor. Compruebo mi reflejo
en el espejo. Esto es mucho más que la anticipación de un orgasmo, y si
soy completamente sincera conmigo misma, ha sido más que eso desde
Bora Bora, simplemente no estaba preparada para aceptarlo. Lo veo al
menos tres veces por semana, pero el secreto se está volviendo difícil de
manejar. Ambos nos esforzamos por mantener la distancia entre nosotros
cuando estamos en presencia de nuestros amigos y de su familia.
Mi corazón se acelera cuando suena el ascensor y se abren las
puertas. Dejo mis cosas en la habitación, abro la puerta contigua y llamo.
La forma en que mis labios se curvan en una sonrisa que coincide con la
suya cuando me abre la puerta me dice hasta qué punto estoy metida.
Apenas tengo la oportunidad de cruzar el umbral antes de estar en
sus brazos, con sus labios sobre los míos. Lex tira del lazo de mi cintura
y me desabrocha rápidamente el abrigo, separando la tela. Se queda
helado, deslizando los ojos acaloradamente por mi cuerpo. —Joder, Amie. Página|200
¿Así es como dejaste tu apartamento?
Llevo un semi sujetador en lila con ligas de encaje a juego, bragas
y nada más. Mi vestido está en el portatrajes tirado descuidadamente en
mi cama. —Tenía prisa, pensé en vestirme aquí.
—No sé si quiero darte unos azotes o follarte.
Entrelazo mis dedos con los suyos, llevándolo a la cama. —¿Qué
tal si haces ambas cosas?
***
Un rato después, estoy acostada encima del edredón de la cama
matrimonial, mirando al techo, tratando de recuperar el aliento. Lex está
usando el espacio entre mis pechos como almohada.
—No esperes dormir mucho esta noche. —Se acurruca un poco
más.
—¿A qué hora tenemos que irnos mañana? —Intento alisar su pelo
revuelto. Creo que probablemente va a tener que lavarlo para arreglarlo
con lo mucho que mis dedos estuvieron en él.
—Cuando tenga ganas. —Me besa entre los pechos—. Podríamos
quedarnos aquí todo el fin de semana, pedir servicio a la habitación, fingir
que estamos en Bora Bora sin la arena y el sol.
—Me gusta esa idea. —No me he quitado el sujetador ni las ligas, y
sigo llevando las bragas, ya que Lex solo las ha movido a un lado, así que
solo es cuestión de ponerme el vestido, aunque estoy un poco mojada por
el esfuerzo, así que una rápida limpieza con un paño podría ser útil—.
Creo que debería pensar en ponerme algo de ropa.
Antes de que Lex tenga la oportunidad de responder, alguien llama
a su puerta.
—¿Pediste servicio de habitaciones? —pregunto.
Sacude la cabeza y toma su teléfono de la mesita de noche. —Ah,
diablos. —Está lleno de mensajes.
El golpe viene de nuevo, más fuerte esta vez, seguido de quejas y
luego: —Sé que estás aquí, Lex. Lo verifiqué con la recepción.
Es Bane. Me reúno con la mirada de Lex, el pánico en su expresión
coincide con la mía.
De repente, suena el teléfono. —Mierda. —Busca a tientas para
silenciarlo, pero es demasiado tarde.
—Vístete para que podamos ocuparnos de esto. —Lo empujo y me
apresuro a cruzar la habitación, deslizándome por la puerta contigua, Página|201
agradeciendo haber tenido la previsión de ir antes a mi jodida habitación,
de lo contrario no habría forma de ocultar esto.
—Abre la maldita puerta, Lex. Tenemos un problema con el servicio
de catering; Amie no contesta su teléfono y Ruby se está volviendo loca.
Necesitamos a uno o ambos antes de que mi prometida sufra un colapso
total.
Ruby suele estar bastante tranquila frente al estrés, pero todo esto
sobrepasa su zona de confort. Me siento horrible cuando saco mi teléfono
del bolso para hallar seis llamadas perdidas y al menos veinte mensajes
de ella, todo en los últimos treinta minutos. Soy una terrible mejor amiga.
—Tengo una llave maestra. Si no abres esta puerta en los próximos
treinta segundos, voy a entrar —amenaza.
—Dame un segundo —grita Lex.
Voy corriendo a mi propio cuarto de baño y me limpio rápidamente
con una toallita, luego meto las piernas en el vestido mientras le mando
un mensaje de texto a una Ruby aterrada.
Durante las últimas semanas, ha habido algunos incidentes. Más
de lo razonable para dos personas que intentan evitar involucrar a más
gente de la necesaria en el secreto. Y si soy sincera, me gusta que esto
sea cosa nuestra. Que no tengamos que lidiar con los chismes y las
preguntas que eventualmente vendrán con el hecho de hacerlo público.
No quiero que esta sea la forma en que Ruby o Bane descubran que
Lex y yo nos acostamos. No esperaba que Armstrong alargara tanto la
anulación. Creí que lo haría mucho antes y que Lex y yo podríamos dejar
de escondernos de todos. Y ahora mi egoísmo y el secretismo le están
causando un estrés innecesario a mi mejor amiga.
Mientras me pongo el vestido, oigo a Bane y a Lex hablar, con las
voces ahogadas. Ni siquiera estoy segura de haber cerrado la puerta del
todo.
—¿Por qué diablos estás a medio vestir? ¿Qué pasa con tu cabello?
—espeta Bane—. ¿Por qué huele a sexo aquí?
—No huele a sexo.
—No me mientas. Sé a qué huele el sexo. —Suena incrédulo—. ¿Por
qué tu cama está desordenada? Más te vale que no traigas una cita.
¿Dónde se encuentra Amie? —Siento que mi cara se calienta debido a las
preguntas de Bane.
—Me eché una siesta al llegar aquí porque he trabajado muchas
horas. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué me molestas con esto?
Bane queda en silencio durante unos largos segundos. —No lo sé,
hombre. Has estado pasando mucho tiempo con Amie. Espero que no te
hayas olvidado que sigue casada con nuestro primo imbécil. ¿Te acuerdas
de quién es, verdad? El mismo tipo que ha pasado la mayor parte de su
vida jodiéndote porque puede. No hagas nada estúpido. Página|202
—¿Hablas en serio?
—Por favor, Lex. No puedes decirme que no tengo derecho a
preocuparme contigo y con Armstrong y la mierda competitiva que tienen
el uno con el otro. Si pasa algo, más vale que no se entere, o hará la vida
de Amie más miserable de lo que ya lo...
Bane es interrumpido por mi teléfono. Es Ruby. Empiezo con una
disculpa. —Siento mucho haberme perdido tus llamadas. —Odio haberle
hecho esto, sobre todo cuando ha sido un gran apoyo para mí durante
toda esta mierda de Armstrong—. Estoy en mi habitación, ¿quieres que
vaya contigo o quieres venir aquí?
—Gracias a Dios que estás aquí. Tienes todo el maquillaje, ¿no es
cierto? ¿Puedes ocultar las manchas de lágrimas? —Está nerviosa.
—Arreglaré todo, no te preocupes.
Debí haber ido directamente a la sala cuando llegué, para revisar
todo, pero estaba demasiado centrada en mí misma y en lo que quería.
Me molesta haber permitido que esto suceda.
Llaman a la puerta contigua antes de que se abra. Bane está de pie
en la puerta con el ceño fruncido y un Lex ansioso detrás de él. Me obligo
a sonreír, consciente de que nada aquí parece inocente y evito hacer
contacto visual con Lex.
—Ruby viene hacia aquí. Puedo ocuparme del maquillaje y de
calmarla si tú puedes ocuparte del banquete. Lex y yo arreglamos todo la
semana pasada, así que estoy segura de que es un malentendido.
—Eso espero. —Bane mira entre su hermano y yo.
—Lo siento. —El golpe en mi puerta significa que no tengo que dar
más detalles sobre el motivo. Tan pronto como abro, Ruby entra corriendo
a mi habitación, cargada con lo que parece ser todo el contenido de su
armario.
Le quito la mayor parte y lo dejo en la cama, asegurándome de
tener cuidado con su portatrajes para que su vestido no se arrugue.
Ruby se sobresalta cuando ve a Bane parado en medio de la puerta
que conecta las habitaciones. —Pensé que ibas a buscar a Lex.
—Lo hice.
—Oh. —Ruby mira entre nosotros.
—Hola, Ruby, el banquete nos está esperando. Creo que Amie tiene
razón y que es solo un malentendido. Bane y yo lo solucionaremos. ¿Me
envías un mensaje si necesitas algo? —Lex parece incómodo y culpable.
Ruby agarra la manga de Bane antes de que pueda irse. —Avísame
cuando hayas resuelto el asunto del catering para que pueda dejar de
preocuparme.
Página|203
Él le toma la cara entre las palmas de las manos y le deja un suave
beso en los labios. Están tan enamorados. Siempre tocándose, siempre
cerca, como si estuvieran orbitando entre sí. Ojalá pudiera ser así para
Lex y para mí. —Por supuesto, cariño, estoy seguro de que tienen razón
en que se trata de un malentendido. Prepárate con Amie. Haré que envíen
champán y jugo de naranja, junto con una fuente de aperitivos. —Me
mira y me da la mirada de no dejar que se emborrache. Asiento, para que
sepa que lo entiendo.
Tan pronto como se ha ido, hago que Ruby se acueste en la cama
y use las compresas frías que funcionan como magia en la hinchazón
mientras coloco una silla junto a la ventana para tener luz natural para
preparar el maquillaje.
—¿Estás bien? —Abro mi estuche y empiezo a prepararlo.
Ella levanta la tela para mirarme. —Esto es mucho, más de lo que
esperaba, ¿sabes? Hay tanto de lo que ocuparse, y habrá mucha gente
aquí. Creo que la lista de invitados es algo así como trescientas personas.
Le doy unas palmaditas en el tobillo. —Actúas delante de casi el
triple de gente cinco noches a la semana, Ruby. Estarás bien.
—Eso es diferente. No soy yo, soy otra persona. Este es como el
peor caso de pánico escénico jamás visto.
—Eres encantadora, cariñosa y carismática, al igual que Bane. Vas
a estar fabulosa esta noche. Piénsalo como un ensayo general. Respira
hondo unas cuantas veces y suelta toda la ansiedad. —Desearía que eso
funcionara para mí.
Inhala y exhala profundamente unas cuantas veces. —En serio, no
tengo idea de cómo sobreviviste a tu fiesta de compromiso y una boda
con Gwendolyn en tu trasero. Mimi es dulce como un pastel y aun así me
siento abrumada.
—Bueno, claramente soy una experta lidiando con idiotas, ya que
me casé con uno.
Hace una cara de compasión. —No puedo creer que aún no haya
firmado los papeles del divorcio.
—La última vez que cambió un párrafo, trató de meterlo como si
nadie fuera a darse cuenta. Parece ser su estrategia actual. Uno pensaría
que a estas alturas ya se habría dado cuenta de que no estoy interesada
en pasar el resto de mi vida con alguien que ni siquiera puede ser fiel
durante la recepción de la boda. —Levanto la tela y compruebo sus ojos,
la hinchazón ha bajado lo suficiente como para que podamos empezar.
Ella tiene una piel perfecta, así que no tardaré mucho en maquillarla—.
Puedes sentarte junto a la ventana.
Se baja de la cama y se sienta en la silla, comprobando su reflejo
en el polvo compacto que está en la mesa. —No era su mayor fanática,
pero este es un nivel completamente nuevo de idiotez.
—La idiotez siempre estuvo allí, supongo que simplemente lo pasé Página|204
por alto hasta que me abofeteó en la cara.
—Él hizo un buen trabajo enmascarándolo.
—Solo pensé que tenía que ser mejor que cualquiera de los chicos
con los que salí anteriormente, considerando lo malas que eran esas
opciones, ¿no? Y acabó siendo mucho peor. —Suspiro suavemente—. En
fin, no tiene una razón sincera para no firmar los papeles, más que para
prolongar lo inevitable, así que con suerte se dará por vencido pronto.
—No veo por qué seguiría resistiéndose. A menos que tenga algo
que ver contigo y Lex.
Casi arruino el corrector de ojeras. —Lo siento, pero ¿qué tiene que
ver Lex con mi anulación?
Gesticula hacia la puerta cerrada que une nuestras habitaciones.
—¿De verdad, Amie? Es muy conveniente que tengan una puerta que
conecte sus habitaciones. ¿No fue Lex quien reservó tu habitación?
—Reservó todas las habitaciones. —Estoy rebuscando en mi bolso,
sacando cada color de delineador de ojos y cejas que tengo y poniéndolos
sobre la mesa detrás de ella.
Me agarra la muñeca. —¿Qué está sucediendo, Amie?
Dejo de evitar su mirada… bueno, miro sus párpados en lugar de
directamente sus ojos. Es un truco que he aprendido de adolescente con
mis padres. Hace que las mentiras sean más convincentes.
—¿A qué te refieres?
—Tú y Lex están pasando mucho tiempo juntos. Todos lo hemos
notado.
—Bueno, hemos estado planeando la fiesta de compromiso. —
Estoy sonando demasiado fuera de tono.
—¿Te estás acostando con él? —Solo Ruby puede hacer la pregunta
directamente.
—¿Por qué pensarías eso? —Maldita sea. Ahora sueno como si
hubiera estado inhalando helio.
Su boca se abre de par en par. —Claro que sí.
—No. —No tengo idea de por qué me molesto en mentir, aparte de
tal vez por el hábito y la compulsión de mantenerlo en secreto.
—Ni siquiera te atrevas. Sé que mientes. —Me mira fijamente por
algunos largos segundos antes de preguntar—: ¿Hace cuánto tiempo que
ha estado sucediendo?
Hago lo que mejor me sale. Evitar. —En realidad no es nada. Quiero
decir, es solo… no… deberíamos concentrarnos en lo importante.
Se ríe. —Oh, no. Puedes hacerle eso a tu madre, pero seguro que
no puedes hacérmelo a mí. ¿Cuánto tiempo? —Parece enojada y quizás
irritada, y un poco herida.
Página|205
Este no es el momento para ponerla nerviosa, ya que ya casi lo está
gracias a los problemas con el banquete.
—Oh Dios mío. ¡Oh, Dios mío! —Su expresión se vuelve aún más
animada y me agarra del brazo, como si se estuviera preparando para un
descenso épico en una montaña rusa—. ¿Te acostaste con él en Bora
Bora? ¿Es Amante Sexy?
Un golpe en la puerta retrasa mi respuesta. Me apresuro a abrir,
agradecida por la interrupción. Supongo que tengo la obligación de
decirle la verdad, lo que no sería un gran problema, si no se lo hubiera
estado ocultando durante meses. Estará herida, lo que es entendible.
Es el servicio de habitaciones con nuestro champán y el jugo de
naranja. Nunca en toda mi vida he estado tan agradecida por el alcohol.
Ruby está en silencio mientras el chico nos muestra la botella y se toma
su tiempo sirviéndonos. Entonces le da dinero y prácticamente lo empuja
de la habitación.
Se da vuelta tan pronto como la puerta se cierra. —¿Me lo ocultaste
todo este tiempo? ¿Cuánto ha pasado, unos cuatro meses? ¿Han estado
acostándose desde entonces?
Me dejo caer en la cama con un suspiro. —No fue intencional. Y no
se suponía que siguiera después de Bora Bora.
—Entonces, ¿qué sucedió? ¿Y por qué me lo ocultaste? No le habría
dicho nada a nadie.
—Es el hermano de Bane y el primo de Armstrong. Es una situación
complicada que se volvió aún más complicada por el hecho de que sigo
casada con Armstrong. Sinceramente no pensé que él lo estiraría tanto
tiempo y Lex y yo pensamos que sería mejor mantenerlo entre nosotros
hasta que se aprobara la anulación, para evitar más complicaciones. No
podía pedirte que se lo ocultaras a Bane. No es justo cuando él es tu
persona y Lex es su hermano.
—Tú también eres mi persona.
Intento hacerla razonar. —Soy tu chica preferida. Él es el resto de
tu vida, no es lo mismo.
Frunce los labios. —Eres mi otra persona.
—Lo sé. Y es por eso que no te lo dije, porque no quería ponerte en
medio de tus dos personas. Bane siempre será tu prioridad ahora, Ruby,
como debería serlo. No quería que sintieras que tenías que ocultarle algo.
Agita la mano en el aire y toma un buen trago de champán. —Bane
ha estado sospechando durante un tiempo. Simplemente supuse que me
lo habrías dicho si se estaban acostando… ¿es eso? ¿Ustedes solo están…
acostándose?
—Se suponía que fuera un revolcón. Teníamos la intención de que
terminara cuando me fuera de Bora Bora.
—Pero claramente no acabó. ¿Se mantuvieron en contacto cuando Página|206
viniste a casa y él se fue a California?
Sacudo la cabeza en negación. —Estaba bastante conflictuada. Es
decir, seguía casada, y sigo estándolo, incluso si solo es una firma en un
papel lo que nos une. Entonces me encontré con Lex en una cafetería y
terminó llevándome al trabajo en su coche… pero no volví a verlo durante
semanas. Hasta que después te comprometiste…
—¿Follaron en la cena de planificación del compromiso?
Sacudo la cabeza. —No, solo estábamos hablando… bueno, y nos
besamos, pero más que nada hablamos… aunque más tarde…
—¡Lo sabía! —Deja de sonreír—. Eso fue hace casi dos meses.
—En serio que no creí que aún estaría esperando que se aprobara
la anulación. Y no estaba segura de a dónde se dirigía exactamente esto
entre nosotros.
—Entonces, ¿a dónde está yendo?
Suspiro. —No lo sé. Tenemos citas encubiertas por ahora.
Siento su mirada. No es bueno. Me conoce mejor que nadie en el
mundo. Mejor que mi familia. Ha sido fundamental en casi todas las
fabricaciones o mentiras que he dicho para librarme de los problemas.
Esta vez no parece haber una buena salida.
—¿Sientes algo por Lex? O sea, sentimientos auténticos.
Pasamos mucho tiempo juntos, tanto vestidos como desvestidos, y
cuando hablamos Lex nunca menciona el futuro, porque ahora mismo
estamos atrapados en el presente. —Eso creo.
—¿Crees que sientes algo por él?
—Por un tiempo no estaba segura de si podía confiar en ellos. Mira
el hombre con el que me casé. Parecía perfecto. O yo quería que lo fuera.
Marqué todas las casillas correctas con él y mira lo horrible que resultó.
A veces me preocupa estar proyectando un ideal en Lex, como lo hice con
Armstrong. Que lo he convertido en un salvador y todo se va a derrumbar
tan pronto como se anule el matrimonio.
Sé con certeza que Armstrong nunca fue el correcto para mí. Había
elegido novios tan malos antes que él, que casi causaron escándalos para
mi familia. De adolescente tomé malas decisiones para obligar a mis
padres a tratar conmigo juntos en vez de por separado. Además, nunca
quise tomar en serio ninguna de esas malas decisiones.
—¿Cómo es el sexo?
—¿Qué?
—El sexo, ¿cómo es?
No estoy segura de por qué el repentino cambio de tema, pero mi
respuesta sale sin vacilación. —Más que increíble.
Levanta las cejas. —¿Muchos orgasmos? Página|207
—Incontables.
—Entonces es seguro decir que no estás proyectando el ideal de un
sexo increíble.
—El sexo fenomenal no hará que Armstrong firme los papeles de
anulación. Esto debe permanecer en secreto hasta que me libre de él.
—Buena suerte con eso.
Ignoro el dardo y cambiamos de posición para que pueda reanudar
la aplicación de la base. Después de unos momentos, hago la pregunta
que me ha estado carcomiendo desde que escuché esa conversación entre
Lex y Bane. —¿Sabes algo de la competitividad entre Lex y Armstrong?
—Sé que de niños solían ser mejores amigos y que siempre fueron
competitivos entre sí.
—Con los deportes y esas cosas, ¿verdad? Solían joderse entre sí,
así es como Lex se hizo esas cicatrices en la espalda.
Asiente. —Oh, sí, el accidente del salto del puente.
—¿Salto del puente? Me pareció que fue un accidente nadando. Lex
mencionó algo sobre un río.
—Fue un accidente nadando. Estaban saltando de un puente al río
y Lex tuvo que ir tras Armstrong. Causó una gran ruptura en la familia.
Gwendolyn y Mimi estuvieron enemistadas por un tiempo. Al parecer fue
malo. No tengo todos los detalles. De todos modos, Bane dijo que después
de eso la competencia dio un giro desagradable. Iban tras las chicas que
le gustaban al otro y se saboteaban entre sí. Empeoró en la universidad
hasta que Lex simplemente se cansó y dejó de seguirle la corriente. Sin
embargo, creo que fue bastante malo por un tiempo.
Frunzo el ceño, repasando las conversaciones que he tenido con
Lex durante los meses que hemos estado haciendo esto. Por mucho que
hablemos, nunca realmente ha entrado en detalles sobre su desdén por
Armstrong. —¿A qué te refieres con ir tras las chicas que le gustaban al
otro?
—A que siempre que a Lex le gustaba una chica en la secundaria,
Armstrong encontraba una manera de interferir. Le pedía salir antes de
que Lex lo hiciera o hacía algo jodido para arruinárselo. Supongo que Lex
empezó a hacer lo mismo cuando se molestó lo suficiente. La situación
se intensificó, pero luego de un tiempo se detuvo, principalmente porque
Lex dejó de alimentarlo, supongo.
Pienso en la noche en que lo conocí, la misma noche que Armstrong
me pidió formalmente una cita. ¿Fui parte de esa competencia? ¿Lo sigo
siendo en este momento?
Ruby me toca la muñeca. —¿Amie? ¿Estás bien?
—Conocí a Lex la misma noche que Armstrong me pidió una cita.
—No entiendo. Página|208
—Lex estaba allí la noche que Armstrong me pidió salir. Se presentó
primero, fue… intenso. Se ofreció a traerme una bebida, y cuando lo hizo,
Armstrong se acercó y me pidió bailar. Me dijo que me estaba salvando
de tomar una mala decisión con Lex, luego me pidió una cita.
Puedo verla entenderlo. —No se casaría contigo para ganar una
estúpida competencia.
—Espero que tengas razón. —Mientras examino los recuerdos,
reuniendo las veces que ambos estuvieron en la misma habitación antes
de comprometernos, y después lo protector, intimo, condescendiente que
fue con Lex y cómo éste pareció tomarlo. Y entonces sucedió la boda y
Bora Bora.
Debería haber hecho esta pregunta hace tiempo, a Armstrong o a
Lex, aunque dudo que el primero me hubiera dado una respuesta veraz.
Quizá Lex tampoco. Ahora tengo que preguntarme qué tan profundo es
el odio que se tienen y si es suficiente para convertirme en nada más que
un peón en un juego.
Traducido por Gesi & Anna Karol
Corregido por Julie
Lex y Bane resuelven el problema del banquete, que por suerte solo
fue una pequeña falta de comunicación. O al menos eso es lo que Bane
Página|209
le dice a Ruby. De cualquier forma, todo irá bien siempre que la situación
sea manejada. Ruby acepta mantener el secreto de Lex, al menos hasta
que tenga la oportunidad de hablar con él, dice que después de eso planea
acosarlo hasta el agotamiento. Lo que seguramente no será hasta mucho
después. No tengo tiempo para pensar incesantemente en la inminente
conversación porque Mimi me pone a trabajar en cuanto entro al salón
de baile. Mi trabajo es verificar las tarjetas identificadoras y la disposición
de los asientos, haciendo ajustes para los cambios de última hora.
Mimi me entrega una copa de champán y un portapapeles con un
gráfico de los lugares antes de ponerme una mano en el hombro. —Tengo
que decirte algo.
Por un momento considero la posibilidad de que haya descubierto
que su hijo y yo estamos acostándonos, luego me doy cuenta de que, si
lo hubiera hecho, probablemente su actitud no sería tan dulce. Fuerzo
una sonrisa y espero. Es muy encantadora. Si no me hubiera casado con
Armstrong, tal vez tendría una buena suegra en vez de un dragón que
escupe fuego. Pero lo hice y solo es mi culpa. Armstrong fue otra mala
decisión en mi historial de malos novios, y lo convertí en una permanente.
Con suerte se va a rectificar pronto. Si resulto ser una especie de sexo
vengativo para Lex, entonces probablemente me lo merezco por ser tan
ciega y estúpida en primer lugar. En serio espero que no sea el caso.
Me doy cuenta de que me he perdido la revelación de Mimi. —Lo
siento, ¿qué?
—Le dije que no debe mencionarte a Armstrong.
—¿A quién se lo has dicho?
—A Gwendolyn, mi hermana. Vendrá esta noche.
—Oh, bien. —Estoy bastante segura de que se me saldrán los ojos
de la cabeza. Respiro hondo un par de veces.
Mimi me anima a tomar un sorbo de champán, luego me inclina la
copa para que beba un poco más.
—La senté al otro lado de la habitación durante la cena.
—De acuerdo. Eso es bueno. —Mi ansiedad sigue aumentando—.
¿Qué hay de Armstrong? ¿Viene?
—No lo invitaron.
Pero eso no significa que no vendrá. Siendo el bebé mimado que es,
no le gusta quedarse afuera.
—Quería que estuvieras preparada. Sé que Gwen puede ser… difícil
y que Armstrong es… —Mira alrededor, asegurándose de que nadie está
lo suficientemente cerca como para oír nuestra conversación— un poco
idiota.
Me río. —Esa es una forma de describirlo.
Sonríe con lastima y me toma de la mano. —Para ser sincera, me
sorprendió bastante cuando anunció el compromiso, ya que eres tan Página|210
dulce, pero luego pensé que tal vez lo inspiraste a cambiar. —Suspira—.
En fin, están sucediendo muchas cosas en la familia de mi hermana e,
independientemente de lo que sucedió entre Armstrong y tú, solo quiero
que sepas que te aprecio mucho y que siento mucho el comportamiento
de mi sobrino.
—No tienes que disculparte, Mimi.
—Bueno, alguien debería hacerlo después de lo que te hizo pasar.
Siempre ha sido competitivo, y a medida que crecía, se volvió bastante…
ensimismado. Tuvimos algunas dificultades cuando él y Lex eran más
jóvenes.
—No se llevaban bien, ¿verdad? —Estoy indagando porque quiero
oír qué tiene para decir.
—Lamentablemente no. Supongo que en parte es mi culpa.
—No entiendo cómo podrías ser responsable de cómo se llevan
entre ellos.
—Fueron obligados a pasar tiempo juntos cuando eran niños y
como resultado eran muy unidos, pero a menudo antagónicos. Lexington
siempre ha sido travieso. —Se inclina más cerca y guiña un ojo—. Creo
que un poco como tú y yo, y tal vez Ruby, que es por lo que ella me gusta
tanto. Armstrong siempre parecía seguir mejor las reglas. Al menos así lo
aparentaba. Puede ser malicioso. Eso es muy diferente a un problemita
inofensivo, ¿entiendes?
—Eso creo. —Estoy muy familiarizada con el lado travieso de Lex.
Aparece frecuentemente en el dormitorio y en las escapadas secretas que
hemos estado teniendo después de regresar de Nueva York, por no
mencionar cómo se desarrollaron las cosas en Bora Bora. Pero también
puedo ver a lo que se refiere con que Armstrong puede ser rencoroso,
especialmente con su negativa a firmar los documentos de anulación.
—Lex no hacía las cosas con la intención de herir a alguien, pero
Armstrong era diferente. Tendía a ir más allá. Le gustaba molestar a
Lexington. Hubo un incidente cuando eran adolescentes. Me temo que
con mi hermana no lo manejamos bien y las cosas nunca volvieron a ser
iguales para ellos. Esperaba que de adultos eso cambiara, pero no sé si
el perdón está en la naturaleza de Armstrong u olvidar en la de Lex. —
Me sonríe con tristeza e inquisición, pero antes de que pueda responderle
o hacerle más preguntas, la organizadora del evento nos interrumpe,
requiriendo su atención.
Me abraza y me da la disposición de los asientos antes de dejarme
sola, con todos mis pensamientos y miedo agitados. No veo a Lex antes
de que comience la fiesta, y cuando lo hago, me quedo deliberadamente
en áreas muy públicas, obligándolo a mantener una distancia razonable.
Para las cinco, la hora del cóctel ha comenzado y soy un desastre,
al menos en el interior. Las fiestas de compromiso organizadas por los
Mills son casi tan elaboradas como una boda. Supera con creces mi fiesta
de compromiso con Armstrong, y pensé que era extravagante. Página|211
Se sirven los aperitivos, le sigue la cena y luego un poco más de
cócteles, conversaciones y música. Es una noche de excesos con una sala
llena de gente increíblemente rica y un antecedente de cómo será la boda
si permiten que Mimi tome el control. No estoy del todo convencida de
que eso vaya a suceder. Ruby, que está muy acostumbrada a ser el centro
de atención, sigue pareciendo abrumada, y eso significa algo.
Apenas puedo comer durante la cena por estar constantemente en
guardia. Gwendolyn podrá estar sentada en el extremo opuesto del salón,
pero ciertamente me está vigilando. Por no mencionar que puedo sentir
los ojos de Lex en mí desde el otro lado de la mesa. Ojalá estuviéramos
en una mesa larga en vez de en una redonda.
A medida que el conflicto se acumula y veo a Ruby interactuar con
la familia de Bancroft, comienzo a ver exactamente lo desafiante que es
esta cosa con Lex, con o sin estos nuevos desarrollos. Las complicaciones
crecerán exponencialmente si lo que está sucediendo entre nosotros se
hace público. No seré capaz de evitar a Gwendolyn o Armstrong, o al resto
de su familia, porque estaré atada a ellos de manera irrevocable. Invitará
a todo tipo de problemas nuevos.
Unos para los que aún no estoy segura de estar lista, o incluso si
quiero estarlo.
Sería otra complicada situación que podría atraer más atención
negativa a mi familia. Del tipo que pensé que dejaría detrás cuando me
casé con Armstrong. Sentada aquí, lamento el futuro que creí que tendría
con la versión de Armstrong que realmente no existía y mi miedo por la
posible pérdida de algo asombroso con Lex. Con él no me siento confinada
por la idea que tienen los demás de quién o qué debo ser. Me preocupa
qué parte de esa libertad tenga sus raíces en el secreto de la cuestión.
Después de la cena, me ocupo con más deberes que me mantienen
alejada de él, que está conversando con empresarios. Aun así, siento sus
ojos sobre mí cada vez que paso a su lado. Sé que está preocupado, pero
ahora no tengo tiempo para reconocerlo. Y no quiero hacerlo. Lo único
que quiero es escapar. Correr. Porque tengo miedo de enfrentarme a todo
esto.
Las emociones se arremolinan con la mezcla de cócteles nadando
en mi sistema. Debería aflojar un poco con el vino. Me excuso para ir al
baño y poder tomarme un momento para recobrar la compostura.
Logro llegar al vestíbulo sin que me aborden. Pero veo a la única
persona en todo el mundo que definitivamente no quiero ver antes de que
pueda llegar mucho más lejos. Bueno, en realidad hay algunas personas
a las que me encantaría no volver a ver en mi vida. Tengo una corta lista
de ex novios que encajarían en el perfil, pero Armstrong ocupa el primer
lugar.
Está escondido en una esquina, como una especie de acosador. Voy
directamente al baño de mujeres, con la esperanza de poder llegar antes
de que me alcance. No soy lo suficientemente rápida en tacones. Además Página|212
de que he bebido tres copas de vino y no he comido suficiente. Mi cabeza
no está cien por ciento clara y estoy un poco desorientada.
La mano en mi codo me toma desprevenida, pero la boca en mi
oreja hace que se me erice la piel. —No hagas una escena, querida.
Es exactamente lo que debería hacer, pero antes de que pueda
reaccionar y tomar una decisión inteligente, me llevan por la puerta más
cercana, que resulta ser un guardarropa.
—Quítame las manos de encima. —Saco mi brazo de su agarre de
un tirón y lo aparto con un empujón.
No hay evidencia residual de su nariz rota y las marcas en su rostro
han desaparecido, nada en comparación con las marcas que ha dejado
en mi corazón. No solo porque lo rompió con sus acciones, sino porque
su deshonestidad es y fue tan horriblemente hiriente, y sigue negándose
a liberarme.
Me mira de arriba abajo; su mejilla se contrae al ver mi vestido.
Prácticamente puedo sentir su desaprobación. Si tan solo pudiera ver lo
que llevo puesto debajo. Nada de encaje blanco o satén.
—¿Por qué estás aquí? —Hay un temblor en mi tono, pero no es
por miedo, es furia. Ira ante la situación. Furia conmigo misma por tomar
una decisión tan mala por todas las razones equivocadas. Porque no
confié en mi instinto. Y ahora tengo que preguntarme si he interpretado
todo mal y estoy cometiendo otro error con Lex.
Me mira de una forma que hace que me sienta de dos milímetros
de altura. Hasta que habla. —No atiendes mis llamadas y no me dejan
pasar del vestíbulo de tu trabajo, ¿cuándo más tendría la oportunidad de
verte?
—No necesitas verme. En absoluto. Nunca más. Para eso están
nuestros abogados. Han pasado meses de este ida y vuelta. Solo firma los
papeles y termina conmigo, Armstrong.
Parpadea un par de veces, su agitación es obvia. Dudo que coincida
de alguna manera con la mía. —No quiero terminar contigo.
Lanzo mis manos al aire. —No puedes recuperarme. Nada de lo que
digas o hagas hará que cambie de opinión. Nunca me convencerás de
superar lo que has hecho.
Parece considerarlo un segundo, y entonces sus ojos se iluminan
un poco. —¿Y si fueras la única?
—Por el amor de Dios, Armstrong, eso no debería ser ni siquiera
una pregunta. Debería haber sido solo yo desde el principio. Para el resto
de nuestras vidas. —Me agito con rabia—. Pero ahora ni siquiera se trata
de eso. No quiero estar contigo. Saber que alguna vez te dejé tocarme,
que te dejé entrar en mi cuerpo, me da ganas de vomitar. ¿Lo entiendes?
Ni siquiera puedo soportar tu cara.
—Tu explicación es insuficiente, si no excesivamente dramática. —
Levanta una mano aplacadora. Página|213
Me gustaría cortársela con una sierra y metérsela por la estúpida
e inútil garganta. Creo que debería dejar de ver películas de terror con
Ruby por un tiempo.
—No puedes guardar este rencor para siempre, no es razonable.
Me pregunto si hay un diagnóstico clínico para su tipo de desorden.
Ya he soportado suficiente de Armstrong. Necesito salir de aquí y alejarme
de él. —No tengo nada más que decirte.
Me doy la vuelta, hacia la puerta. Sus siguientes palabras me
congelan.
—Sé lo de México.
El pozo de mi estómago vuelve a abrirse, agitándose. Me doy vuelta
lentamente hacia él. —¿Perdón?
Su sonrisa es de suficiencia. —Lo de México. Lo sé.
Cruzo los brazos sobre el pecho para que no pueda ver mis manos
temblorosas. —¿Qué crees que sabes exactamente sobre México?
—Tienes un buen historial de mal comportamiento, ¿no es cierto,
Amalie?
—Tu definición de mal comportamiento es bastante sesgada, ¿no
crees?
—Creo que un historial de arrestos cuenta. Tu padre tuvo que
trabajar muy duro para mantener eso en secreto, ¿no? No es muy bueno
para los negocios, ¿verdad?
—No tengo antecedentes de arresto. —Solo estaba saliendo con
alguien que sí lo tenía, que era esencialmente la cuestión.
—Me pregunto cómo le sentaría a tu actual empleador saber lo
estrechamente ligada que has estado con conocidos delincuentes.
—¿Intentas chantajearme para que siga casada con tu patético y
diminuto pene?
—Mi pene es más que suficiente. Tal vez has sido demasiado liberal
con respecto a quién te ofreces y todo te parece pequeño.
Cruzo la habitación en tres rápidas zancadas, con la mano lista
para quitarle esa sonrisa de satisfacción de la cara, pero espera el ataque.
Me agarra de la muñeca y se lanza contra mí, doblando mi brazo a la
espalda mientras me empuja contra la pared. Su agarre en el brazo me
hace sentir un dolor en el hombro. —Me estás haciendo daño.
—Ibas a pegarme, otra vez, me estoy defendiendo.
—Esto es acoso.
Se burla y de repente su expresión es oscura y se borra esa sonrisa
de suficiencia. —Puede que quieras reconsiderar tu posición sobre esta
anulación, Amalie. Además de tu historial de violencia física, no creo que Página|214
te vaya bien si la gente se entera de tu paso por la cárcel.
No estuve nunca en una celda, pero las ocho horas que pasé en
una sala de interrogatorios dentro de un aeropuerto mexicano, rodeada
de hombres que llevaban fajas hechas con balas, fueron suficientes para
asustarme de verdad. También es una de las razones por las que acabé
con Armstrong.
Tiene la capacidad de darle la vuelta a esto a su gusto. La verdad
no supera necesariamente la emoción del escándalo. A pesar de cómo él
lo adorne, este tipo de cosas sería muy perjudicial y resultaría complicado
superarlo. Podría estar al mismo nivel que lo ocurrido en nuestra boda,
que fue fácil de ocultar ya que su familia tiene el control de tantos sitios
relacionados con los medios de comunicación. Incluso si no es cierto,
podría manchar mi reputación y costarme mucho más que la dignidad.
—¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres de mí?
Está tan cerca. Puedo sentir el calor de su aliento en mi mejilla.
Odio que me esté tocando. —Por fin, una pregunta razonable. Quiero que
seas mi esposa, al menos sobre el papel. Puedo pasar por alto tu pasado
y tu promiscuidad y tú puedes pasar por alto mis extravagancias y ambos
podemos ser felices.
—¿Mi promiscuidad? —Me resisto a que me sujete la muñeca—.
Suéltame.
Armstrong me suelta y retrocede rápidamente, supongo que para
evitar mi posible ira. Estoy escupiendo furia, pero él tiene mi atención,
eso es seguro.
Se ajusta la chaqueta del traje, esa sonrisa oscura sigue curvando
la comisura de su boca. —¿En serio crees que me casaría con alguien a
quien no he investigado? Soy pragmático, Amalie. Tu familia tiene dinero.
Mi familia tiene un negocio bien instituido que requiere apoyo. Como dije
antes, cuando fui a Bora Bora, puedo ayudar a elevar tu estatus social y
tú puedes ayudar a mi familia a mantener nuestro imperio a flote.
Mimi dijo que pasaban muchas cosas con su familia, ahora tengo
que preguntarme si esto es lo que quería decir.
—¿Alguna vez te he gustado? ¿Acaso eso es importante para ti?
—Eres encantadora a la vista y me complementas bien cuando te
comportas. Y he disfrutado bastante follando contigo. —Su sonrisa es
más bien una expresión de burla—. Pensé que con el tiempo te adaptarías
a tu papel. Supuse que habías gestionado tu lado vengativo mientras
estabas en Bora Bora, siendo engañada por mi primo. Que te darías
cuenta de que Lexington solo te está utilizando para vengarse de mí.
—¿Por qué haría eso? —Esta conversación hace que sienta que mi
vino quiere volver a subir y regresar al mundo.
La sonrisa de Armstrong es triunfante. —Así que estás dejando que
mi primo te folle. Página|215
—Eso no es lo que he dicho. Te he preguntado por qué me utilizaría
para vengarse de ti. ¿Cuál sería el propósito de eso?
La expresión de Armstrong es de arrogante satisfacción. —Porque
no le gusta cuando tomo las cosas que quiere.
—¿Soy de alguna manera una de esas cosas? Dime, Armstrong,
¿por qué me invitaste a salir al principio?
Frunce el ceño, el cambio lo confunde. —No intentes cambiar el
tema.
—No lo hago. Es una pregunta directamente relacionada con esta
conversación. ¿Por qué fuiste a invitarme a bailar?
Se ajusta la corbata. Es una señal. Una señal de que se encuentra
incómodo, o de que lo han pillado en alguna mentira. Lo hace a menudo.
—Te dije por qué. Te estaba salvando de cometer un error, uno que parece
que has decidido cometer de todos modos, a pesar de mis esfuerzos.
También me pareciste atractiva.
—Claro, por supuesto, me salvaste de Lex. ¿Puedes explicar a qué
te referías cuando decías que no le gusta que le quites las cosas que
quiere?
—Tiene un complejo de inferioridad cuando se trata de mí.
—¿Por eso se odian? —No puedo confiar en nada de lo que dice,
pero aún me interesa la respuesta.
—No odio a Lexington. Siento pena por él, porque cree que puede
superarme, y no puede.
—¿Y en qué intenta superarte?
—Contigo, por supuesto. —Me lanza una mirada fulminante—.
Puedes dejar de mentir, Amalie. Puedo oler su colonia por todas partes.
He de admitir que ha jugado muy inteligentemente, aunque la fiesta de
compromiso de Ruby y Bancroft le ha dado ventaja.
Tengo que cruzar los brazos sobre el pecho para no volver a darle
un puñetazo. —Esto es un juego para ti.
—En absoluto.
—¿Estás seguro? Porque así es exactamente como suena. Como si
yo fuera un juego que querías ganar.
—Se alejó de ti. Eso no es culpa mía.
—¿Te refieres a la noche en que nos conocimos? Si es así asumiré
que todo esto conmigo es un juego para ti. Buen trabajo con la victoria,
lástima que no sea una medalla que puedas presumir.
Tiene la audacia de parecer insultado. —Pero no te pedí que te
casaras conmigo por eso.
Página|216
Ya no sé si reír o llorar. —No. Eso fue debido al dinero. Por Dios,
Armstrong, todo este asunto entre nosotros ha sido para que consigas lo
que otro quería, o lo que más beneficie a tu estatus. ¿Es ese el mundo en
el que vives? ¿Donde las emociones de la gente son un efecto secundario
inconveniente de tus juegos con ellos?
—No soy el único involucrado aquí. ¿Te has preguntado por qué
Lexington se encontraba en tu suite nupcial el día de nuestra boda?
Me siento como si hubiera pisado arenas movedizas de las que no
puedo liberarme. Ya no puedo distinguir la verdad de la mentira.
Mi falta de respuesta inmediata lo estimula. —¿En serio crees que
es una coincidencia que su cita me sedujera y luego él acabara a solas
contigo? Vamos, Amalie, eres más inteligente que eso.
—¿Que te sedujera? Qué tontería. —Todo mi cuerpo se siente de
repente entumecido.
—Independientemente de tu percepción, Brittany se me insinuó,
no al revés.
—¿Y se supone que eso hace que esté bien?
—Simplemente te lo estoy explicando. La gente comete errores. —
Sería más fácil de escuchar si sonara arrepentido en lugar de molesto.
—Admitiste haber cometido el mismo error varias veces. Con varias
personas diferentes —le recuerdo.
—Puede que haya exagerado por rabia.
—Eres increíble.
Suspira, como si mi continuo resentimiento le incomodara.
—Puedes estar enfadada, pero esto no es culpa mía. Intento hacerte
ver que no soy el único culpable aquí. ¿Cómo diablos terminó Lex en Bora
Bora contigo en nuestra luna de miel? Es demasiado conveniente para
ser una coincidencia.
Hasta que todas estas cartas me fueron presentadas, no habría
coincidido con Armstrong, pero parece demasiado imposible con todas
las revelaciones de esta noche. Reconozco que es Armstrong quien me
manipula, pero tengo que preguntarme dónde empiezan y dónde acaban
las invenciones. Porque, aunque no quiero que tenga razón, esto suena
horriblemente sospechoso. No quiero que estas piezas del rompecabezas
encajen, porque significa que no solamente mi relación con Armstrong
era una mentira, sino que esto con Lex también podría serlo. Y explicaría
por qué ha estado tan cómodo con el secreto, alentándolo incluso, tal vez
haciendo un juego de ello.
—Sé sincera, Amalie, ¿cuánto tiempo llevas dejando que te folle?
¿Desde que me dejaste en Nueva York para irnos de luna de miel?
No puedo seguir escuchando a Armstrong o empezaré a creerme
las mentiras que suelta. Si algo de esto es cierto, creo que voy a tener un
colapso, del tipo que podría resultar en un tiempo en una habitación Página|217
acolchada. Me doy la vuelta, buscando a tientas el pomo de la puerta.
Él me agarra del brazo. —¿Adónde crees que vas?
—Lejos de ti.
—No puedes huir de mí para siempre, Amalie.
Tiene razón. No puedo escapar de esto. Pero escucharlo no ayuda.
No cuando me hace sentir que he huido de un error colosal solo para
cometer otro aún mayor.
Traducido por Ana_V.U & SandyQu St.Rolan
Corregido por Julie
He estado atascado hablando de negocios con mi padre y uno de
sus asociados durante un tiempo, y no puedo ubicar a Amie en ningún
Página|218
lugar del salón de baile. La vi irse hace unos quince minutos y le envié
un mensaje de texto recientemente, pero no me ha respondido. Las cosas
no van como me gustaría esta noche.
Gwendolyn está aquí, vigilando a Amie como un buitre que no ha
sido alimentado en los últimos seis meses. Debí haberme anticipado a su
presencia. Pero es más que eso. Amie se ha ido desde que casi nos atrapa
Bane. Temo las preguntas que va a hacer esta noche y me preocupa que,
en su tiempo a solas con Ruby, le hayan dado respuestas que la llevarán
inevitablemente a más preguntas. Debería haber sido sincero con ella
sobre la discordia entre Armstrong y yo y lo grave que había sido, pero
no lo hice y me preocupa que eso le dé motivos para desconfiar de mí.
Esta noche me ha vuelto muy consciente de lo mucho que ya no
quiero ocultar esto. Quiero estar con ella y no tener la paranoia de que
alguien se va a enterar antes de que estemos preparados. No quiero andar
a escondidas como si estuviéramos haciendo algo malo. Quiero estar a
su lado y no preocuparme por tocarla accidentalmente de una forma que
no debería. No me importa que técnicamente siga casada. Todo el mundo
sabe la verdad sobre esa farsa de matrimonio.
Solo han pasado unos pocos meses desde aquella debacle de boda
y me preocupa que presionar para conseguir lo que quiero la haga huir.
Es más, me temo que eso ya ha ocurrido.
Aparte de la delicada situación con Amie, mi madre es un manojo
de nervios, aunque lo enmascara con excesiva positividad. Esperaba que
la presencia de Gwendolyn ayudara a suavizar las cosas y a convencer a
Armstrong de que simplemente lo dejara ir, que dejara ir a Amie, pero no
es así como él opera realmente. Estoy seguro de que mi aparición en Bora
Bora y mi comentario de despedida hacia él son en parte responsable de
su incapacidad para alejarse de ella. Incitarlo nunca es una buena idea
y tengo dificultades con eso.
En una pausa de la conversación me excuso y voy en busca de
Amie. No la encuentro en el salón de baile, así que me dirijo al vestíbulo.
Hay muy poca gente aquí, la mayoría está escondida en los rincones,
tecleando frenéticamente en sus teléfonos o manteniendo pláticas en voz
baja. En esta esfera social no es raro que las transacciones comerciales
se realicen a todas horas del día y de la noche, incluso en medio de una
fiesta.
Es en ese momento que veo a mi primo Armstrong, acechando
cerca del baño de mujeres.
Una sonrisa de odio asoma por la comisura de su boca cuando me
ve dirigiéndome hacia él. —Hola, Lexington.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Es la fiesta de compromiso de mi primo, sería de mala educación
no asistir, ¿no crees? —Se mete una mano en el bolsillo, esa sonrisa
irónica se hace cada vez más amplia—. Además, creí que sería una buena
oportunidad para ver a mi esposa. Página|219
—Tienes que mantenerte alejado de Amie.
—¿Amie? Eso me resulta bastante familiar. No has tardado mucho
en meterte con lo que es mío.
Ignoro el comentario. —Tienes que irte.
—¿Hay una amenaza detrás de eso? ¿Qué vas a hacer exactamente
si no lo hago?
—¿No crees que es hora de dejarlo? No vas a ganar esto, Armstrong.
Ella no es un trofeo para que lo pongas en una vitrina. Ya la has jodido
lo suficiente.
—¿Qué hay de ti, Lex? ¿Estás follando con ella? —Su sonrisa es
calculada—. Siempre recoges mis restos. Me parece fascinante lo mucho
que te gusta poner tu pene donde ya ha estado el mío, ¿no?
—Maldito. —Doy un paso hacia adelante, dispuesto a romperle la
puta nariz de nuevo.
Levanta una mano. —Piensa en lo mal que se vería si me atacaras,
de nuevo, y sin razón aparente. Solo estoy aquí para apoyar a mi primo y
su prometida. Sería una lástima que arruinaras su noche haciendo una
escena, como lo haces tan a menudo.
—¿Alguna vez te cansas de ser un idiota?
Vuelve a reír, apoyándose contra la pared. —Actúas como si no
hubieras sido uno tú también. Entiendo por qué me odias, Lex. Me sigo
quedando con las cosas que quieres y no hay nada que puedas hacer al
respecto. Los celos y la envidia son emociones difíciles de controlar, y la
tuya es realmente bastante razonable considerando la cantidad de veces
que te he jodido, o tal vez una mejor manera de decirlo es que he jodido
lo que pensabas que era tuyo.
Sé que quiere que pierda el control y me está sacando de quicio
para que eso ocurra. —Ella ya no es tuya, ¿verdad?
—En el papel sí. ¿Tienes idea de lo satisfactorio que fue cuando la
robé justo debajo de tus narices?
—La robaste, pero la perdiste.
—Eso dices, pero todavía estoy casado con Amalie. Yo la hice mía.
Nada de lo que hagas o digas va a cambiar eso. A menos que firme esos
papeles, seguimos legalmente casados. —Agita su mano en el aire—. No
puedes ganar esto, Lex, no importa cuánto lo intentes.
—¿Me estás escuchando siquiera? No se trata de ganar. No es un
juego. Ella no es tu juguete. No es algo con lo que puedas jugar hasta que
se rompa.
—Sin embargo, es bastante divertido jugar con ella. —Se inclina y
baja la voz, su sonrisa llena de malicia—. Esa boca suya, tan difícil de
domar, pero tan bonita cuando la llena un pene, ¿no? Página|220
Odio que conozca su cuerpo, pero me consuela el hecho de que no
hay forma de que lo conozca ni la mitad de bien que yo.
—Crees que conoces a Amie, pero no es así. Ni siquiera un poco, lo
cual es irónico considerando que estás casado con ella y todo eso.
—¿Crees que sabes algo que yo no?
Me río de su enfado. —¿Sabes en qué soy mejor que tú, Armstrong?
En casi todo. Soy especialmente bueno escuchando, y definitivamente no
tengo los problemas de rendimiento que tú pareces tener
Da otro paso más cerca, con voz baja y enojada. —¿Te follaste a mi
esposa?
—¿Sabías que fingió todos los orgasmos contigo? —Estoy cruzando
la línea y exagerando la verdad, basándome en las cosas que Amie me
confió—. Ni siquiera sabes cómo suena cuando se corre. Eso es bastante
triste, Armstrong, ¿no crees? Sobre todo porque es tu esposa y todo eso.
—Responde la pregunta, Lexington. ¿Te la follaste? —Aprieta los
puños, como si estuviera pensando en golpearme.
—¿Sabías que empacó una maleta entera de juguetes sexuales? Es
una colección bastante extensa. Parece que tal vez no la domaste tan bien
como crees. —Tengo que callarme. No sé lo suficiente sobre el acuerdo
prenupcial que Amie firmó para estar seguro de que no haré un lío si
insinúo algo más… vale, más lío del que ya he hecho con la conversación
de Bane antes, pero mi boca está trabajando más rápido que mi cerebro
y Armstrong saca a relucir lo peor de mí—. Es una lástima que seas
demasiado inseguro para disfrutarla de la forma en que podrías haberlo
hecho.
Su mandíbula tiembla y entrecierra los ojos. —¿Pero tú lo hiciste?
¿Es eso lo que estás diciendo?
—No tienes idea a lo que renunciaste. Puede que la hayas tenido,
pero no la vas a recuperar. Jamás. —Necesito dejar de hablar. Conozco
mejor que nadie los resultados de provocar a Armstrong.
Una mueca maligna distorsiona su rostro. —¿Y crees que no va a
terminar contigo cuando se entere de que solo la estás follando para
igualar las cosas?
Que él todavía piense que se trata de una venganza largamente
buscada es alucinante. —No sabes ni la mitad. Hice muchísimo más que
igualar las cosas. Ya ni siquiera estás en la carrera.
Su sonrisa es triunfalmente cruel mientras su mirada se mueve por
encima de mi hombro. —¿Sí? Me encantaría saber más sobre eso.
—Yo también. —Encuentro a Amie parada detrás de nosotros con
los brazos cruzados sobre el pecho. Me pregunto cuánto tiempo ha estado
allí y cuánto escuchó.
Doy un paso hacia ella. —Deberías venir conmigo, Amie. Página|221
Da varios pasos hacia atrás, poniendo distancia entre nosotros.
Estoy familiarizado con su expresión, y no es una en que me alegra haber
causado. —No.
No es la respuesta que quiero, sobre todo porque me dice qué tipo
de daño ha hecho Armstrong con una sola conversación. Me acerco más,
bajando la voz. —No sé lo que te dijo, pero sea lo que sea, no es cierto,
Amie. Lo dijo solo para lastimarte y vengarse de mí.
Su ira está marcada por la tristeza. Está al borde de las lágrimas.
—¿Qué parte no es verdad? La parte de igualar las cosas, o tal vez la de
que no logró domarme. ¿O es la insinuación de que de alguna manera tú
lo hiciste?
—¿Alguien quiere decirme qué diablos está pasando aquí? —La voz
profunda y fuerte de Bancroft ahoga el resto de mi súplica.
El alivio de Amie es una bofetada.
—¿Qué haces aquí? —Bane dirige la pregunta a Armstrong.
Su burla molesta es reemplazada por una sonrisa falsa y amistosa
mientras se vuelve hacia Bancroft. —Vine a felicitarte por tu compromiso.
Bane lo mira como si hubiera perdido la cabeza. —No te invitamos,
Armstrong, y la razón está ahí.
Armstrong observa a Amie, como si apenas estuviera notando su
presencia. —Amalie y yo estamos resolviendo las cosas.
Amie resopla burlonamente. —En un día frío en el infierno.
—Lo dudo bastante, a menos que la estés chantajeando de alguna
manera, lo que no me sorprendería. —Bane mira a Amie—. ¿Estás bien?
Ella le da un asentimiento seco y una sonrisa tensa. —Sí.
Nunca he odiado esa palabra más que ahora.
—¿Por qué no vuelves al salón? Ruby ha sido obligada a subir a la
pista de baile con mi abuelo y ella podría necesitar un poco de ayuda o
tal vez él. Es difícil saberlo.
—Por supuesto. —Cuadra los hombros y nos da tanto a Armstrong
como a mí un amplio margen mientras nos bordea—. Gracias —susurra,
apretando el brazo de Bancroft al pasar.
Cuando trato de seguirla, él estira la mano para detenerme. —No
lo creo.
Bane puede ser más joven que yo, pero sigue siendo más grande,
más fuerte y más rápido. Y en este caso, podría tener derecho a
mantenerme alejado de ella.
—¿Alguien quiere decirme qué está pasando?
—Tu hermano se está follando a mi esposa —dice Armstrong,
bastante fuerte.
Por fortuna no hay demasiada gente aquí, y la plática y la música Página|222
del salón se filtra al vestíbulo cada vez que se abre la puerta.
Los labios de Bane se curvan y deja caer una mano en la nuca de
Armstrong, sujetándolo con firmeza y acercándolo. —Puede que desees
mantener la voz baja, a menos que quieras que vuelvan a romperte la
nariz. Te prometo, primo, que ninguna cirugía hará que tu cara vuelva a
ser bonita cuando acabe contigo.
Bane mantiene la presión mientras mueve a Armstrong a la vuelta
de la esquina. Lo sigo, en parte porque no quiero perderme si Bane golpea
a Armstrong, y en parte porque, ahora que tengo refuerzos y algo de
intimidad, puedo decir algunas de las cosas que quiero.
—Escúchame. —Lo suelta, pero mantiene su mano cerca de la cara
de Armstrong—. Estás arruinando mi fiesta de compromiso porque no
puedes dejar pasar tu mierda. Entiendo que es difícil para ti comprender
que el mundo no gira en torno a ti, pero este no es el momento ni el lugar
para exponer tus quejas, o defender tu caso con Amie.
—No puedo acercarme a ella de otro modo. Todos lo han hecho
imposible de alguna manera.
—¿Y por qué crees que es eso, Armstrong?
Él se asoma por detrás de Bane. —Jódete, Lexington. No puedes
tener lo que es mío.
—¿Puedo golpearlo? —Miro a mi hermano que porta una expresión
incrédula, antes de regresar mi atención a Armstrong—. Amie no es un
objeto. No entiendo cómo no lo comprendes. Tú destruiste lo que tenías.
Nadie es culpable de eso más que tú. Tú la rompiste y yo la ayudé.
—Qué conveniente para ti, siempre jugando al héroe. Pero ya no,
ahora que sabe que solo la perseguías por mí. —Vuelve a lucir presumido.
Bancroft agita su cabeza y sus hombros. Ha sido llevado al límite.
Francamente, yo también. —Estoy cerca de noquearte si no te callas. Tu
historial con Lex no es razón para torturar a Amie. Ella ya ha pasado por
bastante. La humillaste y seguiste atormentándola, negándote a firmar
los papeles de anulación. Estás ensuciando el nombre de tu familia al
comportarte así. Por mucho que te guste creer que tu familia controla los
medios de comunicación, la gente habla. Tu competencia la contrató, por
el amor de Dios. Ahora te escoltaré a los elevadores y alguien de seguridad
se ocupará de que te metas en un auto. Si vuelves, haré que te arresten
por allanamiento.
Cuando me muevo para ir con ellos, Bane me apunta. —Tú quédate
aquí y no te muevas.
Normalmente no me inclinaría a aceptar órdenes de mi hermano
pequeño, pero en este caso creo que es imperativo que lo haga.
Regresa en menos de un minuto. —¿Hace cuánto?
No necesito preguntarle a qué se refiere. —Un tiempo.
—Sé más específico. ¿Cuánto es un tiempo? ¿Una semana? ¿Un Página|223
mes? ¿Más?
Mierda. No quiero ser sincero sobre esto ahora mismo, no antes de
que pueda hablar con Amie. —Han sido meses.
Los ojos de Bane se abren y sus manos se curvan en puños.
—¿Qué?
—No es lo que piensas. —Debí esperar el puñetazo, pero no estaba
preparado para ello. Me doblo, agarrándome el estómago. Toso un par de
veces y trato de no devolver el whisky o mi cena. Duele mucho más que
cuando éramos niños.
—¿Estabas con ella esta tarde?
Estoy tratando de recuperar el aliento, así que asiento.
—Idiota. —Me agarra de las solapas y me levanta hasta quedar cara
a cara—. ¿En qué estabas pensando? De todas las mujeres que te podías
follar, ¿por qué ella? ¿Por qué la mejor amiga de mi prometida? ¿Por qué
la maldita esposa de Armstrong? ¿Tienes idea de lo mal que se ve esto,
sobre todo con tu historial con Armstrong? ¿Ella siquiera lo sabe? Te dije
que la vigilaras, te dije que te cuidaras, y ¿me escuchaste? Claro que no.
Me empuja y trastabillo hasta la pared. Parece que está pensando
en golpearme de nuevo. Cuando éramos niños solíamos luchar mucho.
Hasta la adolescencia solía ganar yo. Luego Bancroft tuvo un crecimiento
acelerado y empecé a perder, cada puta vez. Empuña la mano, tal vez
para romperme la nariz. —Estoy enamorado de ella —confieso.
Frunce el ceño y duda.
—La amo —repito
—Será mejor que no lo estés diciendo para evitar que te golpee en
la cara.
Sacudo la cabeza y me inclino por la cintura, apoyando las manos
en las rodillas. Bane tiene un gancho de derecha maldito. —Lo digo en
serio. Estoy enamorado de ella.
Me mira fijamente durante unos segundos muy largos y luego se
pasa la mano por el pelo. No es un gran movimiento, dado que es rizado
y tiene productos para evitar que se descontrole, como está ocurriendo
ahora. —Lo dices en serio. —Sin dudas está confundido.
—Sí. Es bastante malo. Estoy un poco jodido.
—¿Cuándo pasó esto?
—¿Te refieres a la parte de los sentimientos?
—Todo.
—Tienes que prometerme que no vas a volver a golpearme.
Bane me mira. —¿Esto comenzó en Bora Bora?
Página|224
Con mi asentimiento, Bane dobla las manos y suelta un suspiro.
—¿Has estado escondiéndolo todo el tiempo?
—No. Bueno, sí. No se suponía que fuese algo más que sexo cuando
estuvimos ahí, porque sabíamos que no era una buena idea, pero luego
te comprometiste y las cosas solo… pasaron. Y después nos mantuvimos
en silencio porque Armstrong no firmaba los papeles de anulación.
Bane se frota la nuca. —¿No pudiste escoger una persona más
complicada de la cual enamorarte?
Me encojo de hombros. —Ambos sabemos que no me gusta hacer
las cosas de forma fácil.
—¿No?
—Armstrong ha hecho un buen trabajo al fastidiarme las cosas,
como ya sabe.
Bane pone una mano pesada en mi hombro. —Has arreglado cosas
peores.
No sé si tiene razón. No sé si hay algo peor que esto.
***
Poco después de que Bane y yo volvamos a la sala nos llama Mimi,
que nos agradece nuestra ayuda en la organización de la fiesta. Amie es
amable y bien hablada, dirigiendo su sonrisa hacia mí mientras le dice a
los asistentes que no podría haberlo hecho sin mi ayuda. Sin embargo,
su enfado se mantiene a fuego lento bajo la superficie. Quiero tener la
oportunidad de hacer desaparecer esa emoción. Pero no logro hablar con
ella antes de que abandone el escenario y se mueva entre la multitud de
invitados. Cuando termino de dar las buenas noches a todos, no la
encuentro por ningún lado.
Me escapo de la fiesta y me dirijo a los elevadores que me llevarán
al ático, llamándola en el camino. No me sorprende cuando me manda al
buzón. —Amie, cariño, sé que debes tener algunas preguntas. Un montón
de preguntas, y es entendible. Solo quiero que me des la oportunidad de
responderlas, así que cuando escuches este mensaje llámame, por favor.
Presiono colgar y golpeo inquieto la barandilla. Este ascensor está
tardando una eternidad. Cuando llego al ático paso por alto mi habitación
y llamo a su puerta. No obtengo respuesta. ¿Y si se fue a otro sitio? ¿Iría
al bar del vestíbulo? No lo creo, pero es posible que esté planeando huir,
como hace a veces.
Me voy a mi habitación, debatiendo mis opciones en esta situación.
Debería haber estado preparado para esta eventualidad, pero nuestra
burbuja de secretismo me hacía sentir falsamente protegido aunque
quisiera que desapareciera. Página|225
Cruzo hasta la puerta que comunica nuestras habitaciones y llamo
en silencio, pero no obtengo respuesta. Vuelvo a llamarla, pego la oreja a
la puerta y oigo, apretando el teléfono contra el muslo para amortiguar el
timbre de mi lado. Detecto el débil sonido de su teléfono a través de la
barrera de acero y escucho un golpe sordo, seguido de un insulto de
Amie.
—Amie, cariño, ¿puedes abrirme la puerta, por favor? Solo quiero
hablar. ¿Podemos? Sabes cómo es Armstrong, como tuerce las cosas. Es
un mentiroso y un manipulador. Te responderé cualquier pregunta que
tengas si solo abres la puerta. Te explicaré para que todo tenga sentido.
El silencio se amplía, vasto y vacío
—Déjame intentar arreglarlo, Amie, por favor.
Un clic sordo me hace correr hacia mi puerta y abrirla justo cuando
Amie intenta escabullirse con su maleta. Salgo un paso, hacia el pasillo,
bloqueando su camino. —¿De verdad vas a huir sin darme la oportunidad
de explicarte?
—¿Qué vas a explicar, Lex? ¿Cómo te vengabas de Armstrong por
robar el juguete que tú viste primero? ¿Lo increíble que debe haberse
sentido recuperarlo y jugar con él? Confié en ti. ¿Qué tan lejos vas a llevar
esto?
—Solo escuchaste una parte de la conversación y estaba fuera de
contexto. Amie, por favor, entremos a hablar. Me conoces mejor que esto.
—Pensé que te conocía. No sé a quien creerle. —Cierra los ojos y
las lágrimas resbalan por sus mejillas—. Sigo tomando malas decisiones
y no quiero que tú seas una de ellas.
—Te prometo que no lo soy.
—¿Entonces por qué siento que soy parte de una competencia?
—Mira, debería haberte contado mi historia con Armstrong y lo mal
que se pusieron las cosas cuando éramos niños. Al final me eché atrás y
le dejé lo que quería porque trata a la gente igual que a todo lo demás,
con total desprecio. Pero después de lo que pasó en la boda, ya no le dejé
tener cosas que no se merecía. Pero te prometo, Amie, que nunca se trató
de vengarme. No para mí. Nunca planeé restregárselo en la cara como él
te restregó en la mía.
Le toco el brazo y ella se aparta de un tirón. —No.
—Lo siento. Solo quiero hablar, Amalie. No volveré a tocarte si no
quieres. —Hago un gesto para que entre en mi habitación.
Ella suspira y cruza el umbral. Espero que mis palabras sean
suficientes para que no vuelva a huir.
Página|226
Traducido por MadHatter
Corregido por Jadasa
Me siento rota. Destrozada sería la palabra que me describe mejor.
Mientras estoy en medio de la habitación de Lex, por un momento Página|227
reconozco que gran parte de esto es culpa mía. Esta posición en la que
me encuentro es obra mía. He creado esta situación, tal vez no lo hice
conscientemente, pero sigo siendo yo quien debería ser responsable de
mi estado emocional.
Odio que Armstrong siga teniendo la capacidad de hacerme
cuestionarme a mí misma y a las personas en las que confío.
—¿Puedo ofrecerte algo para beber? —pregunta Lex en voz baja.
Creo que incluso estoy enamorada de su voz.
—Por favor. —Es más un susurro que una palabra.
—¿Prefieres algo? Tengo agua con gas y jugo de naranja.
Cierro los ojos contra el filo incisivo del dolor que trae esa simple
ofrenda. Porque Lex sabe cuáles son mis cosas favoritas. Conoce la
proporción exacta de jugo de naranja y agua con gas que me gusta. Presta
atención a los pequeños detalles. Esos mismos son los que hicieron que
me enamorara. Quiero que se enamore conmigo. No quiero estar sola en
este amor.
—Eso sería perfecto, gracias.
—¿Por qué no tomas asiento? —Hace un gesto hacia el sofá.
Mis piernas me llevan débilmente por la suave alfombra y me dejo
caer sobre el lujoso terciopelo rojo. Horas atrás había considerado cómo
planeaba cambiarme a lencería sexy y hacer un buen uso de este mueble
en particular. Ahora me encuentro sentada aquí, viendo cómo mi vida se
desmorona de nuevo, y la única constante es Lex y mis malas decisiones.
No quiero que sean lo mismo.
Intento respirar a través del dolor en mi pecho al mismo tiempo que
los diálogos de las últimas horas se filtran por mi mente, comenzando
con Bane y Lex en esta habitación, mi charla con Ruby al lado, el vicioso
intento de Armstrong de chantaje y finalmente la conversación que
escuché entre Lex y Armstrong.
Los dominós se alinean solo para golpearse entre sí, el último,
amenaza con llevarme al límite.
Lex deja un vaso frente a mí y se sienta en el otro extremo del sofá,
dándome espacio. Extiende su brazo sobre el respaldo de los cojines,
mirándome con tristeza. —Creo que debería comenzar con la discordia
entre Armstrong y yo.
—¿Fui una de tus competencias?
—¿Para Armstrong? Posiblemente. Para mí no.
—¿Y por qué debería creerte?
Lex exhala un profundo suspiro. —No tengo ninguna razón para
mentirte, Amie. No me va a dar lo que quiero y solo va a ensanchar el
abismo entre nosotros. Preferiría reducir esa brecha con verdades muy
esperadas. Página|228
Le indico que continúe. Me tiemblan tanto las manos que tengo que
sujetar el vaso con las dos para mantenerlo firme.
—Armstrong fue mi mejor amigo de la infancia, tanto como podría
ser el mejor amigo de cualquiera, supongo. Gwendolyn y mi madre tenían
enfoques muy diferentes sobre la crianza. A Gwendolyn no le interesaba
ser madre, y si se hubiera salido con la suya, lo hubieran enviado a un
internado como a Lincoln, pero por alguna razón eso no pasó. Mi madre
se sintió mal por él y, como resultado, Armstrong pasaba mucho tiempo
con mi familia.
—¿No tiene ninguna relación con su hermano mayor? —Solo he
oído mencionarlo de pasada, Gwendolyn y Fredrick ni siquiera hablan de
él. Ni siquiera estoy segura de si fue invitado a la boda.
—Mientras crecíamos, no. Armstrong y yo tenemos la misma edad,
así que para mí fue como tener otro hermano. Estuvimos juntos en las
mismas clases hasta la escuela secundaria. Nos apuntamos a muchos de
los mismos equipos, compartíamos muchos de los mismos intereses. La
competitividad comenzó de manera bastante inocente. Eran las típicas
cosas de niños: quién sacaba las mejores notas, quién metía más goles,
quién jugaba mejor al golf.
Hace una pausa para tomar un sorbo de su bebida. —Juntos nos
metimos en muchos problemas. Me metía en más cuando me encontraba
con él, pero él era realmente bueno para culparme, y yo lo aceptaba la
mayor parte del tiempo porque mis padres no eran tan duros conmigo
como los suyos con él.
»En fin, en la secundaria las cosas comenzaron a cambiar. Ya sabes
cómo es, nuevos amigos, nuevos intereses. A mí me resultaba más fácil
hacer amigos que a él, y eso no le gustó mucho. Un día, un grupo de
muchachos y yo decidimos bajar al río y Armstrong quería venir a pesar
de que el agua y las alturas lo asustaban.
—¿El accidente del salto de puente?
—¿Ruby te contó sobre eso? —Da golpecitos inquietos en el
respaldo del sofá.
—No me dio muchos detalles. No puedo imaginar a Armstrong
saltando de un puente al agua.
—No debió haberlo hecho, y fue mi culpa que lo hiciera. —Suspira,
pero sigue hablando—. Armstrong se las arregló para robar una botella
de whisky de su padre, por lo que los chicos estaban entusiasmados de
que estuviera allí, aunque a la mayoría de ellos no les agradaba, porque
como sabes, Armstrong puede ser un idiota cuando quiere. Yo me había
acostumbrado, pero a veces me cansaba. Estábamos bebiendo y siendo
estúpidos. Armstrong no dejaba de superarme en todo. Era una postura
mezquina de adolescente. Debería haberlo dejado pasar, pero ya había
tenido suficiente ese día, así que cuando los muchachos decidieron saltar
en el puente, desafié a Armstrong a que lo hiciera. Al principio no pensé Página|229
que lo haría, pero seguí presionando. Debería haber sido más sensato.
—No puedo creer que lo haya hecho.
—Yo tampoco podía, para ser sincero. Él tomó mucho. Intentaba
estar tranquilo. Todos lo intentábamos. No tardé en darme cuenta de que
era una mala idea. Entró en pánico tan pronto como llegó al agua. Uno
de los chicos tomó un montón de fotos de todo, desde Armstrong saltando
hasta mí entrando tras él. Casi termina ahogándonos a los dos. Me tiró
hacia abajo tratando de usarme para mantenerse a flote. Fue entonces
cuando me desgarré la espalda con las rocas. Al final conseguí sacarnos.
Solo puedo imaginar lo aterrador que fue. Y lo culpable que debió
sentirse Lex después de eso. —¿Qué pasó con las fotos?
Exhala un aliento cansado. —Las publicó por todos lados. Casi
todos en la escuela las vieron y sacaron sus propias conclusiones. No
fueron halagadoras para Armstrong.
—Oh Dios. —La humillación debió haber sido terrible para él.
—Sí. Fue como un asesinato social adolescente para Armstrong. A
mí me hizo lucir como una especie de héroe y Armstrong como un mocoso
autoindulgente, cuando en realidad fue mi culpa que saltara. Si yo no
hubiera ido tras él, es posible que no hubiera sobrevivido. No podría
haber vivido con eso. Finalmente, su familia pudo eliminar las imágenes,
pero el daño ya estaba hecho.
Es difícil no sentir pena por los dos en esa situación. Los niños
pueden ser crueles entre ellos, y parece que aquí no hay inocentes.
—¿Qué pasó después de eso?
—Gwen me culpó a mí, y mi madre a Armstrong. Nos separaron.
Para mí fue manejable, tenía dos hermanos, pero él no tenía a nadie, y la
escuela no era un gran lugar para él. Después de eso, la competencia
entre nosotros empeoró y se volvió menos… inocua. No pudo superar lo
que sucedió, así que hacía todo lo posible para molestarme. Si yo estaba
interesada en alguien, él encontraba la manera de arruinarlo o meterse
antes que yo. No era algo que no pudiera soportar, pero a veces se ponía
desagradable. Fui cómplice más de lo que debería. Me saboteaba y luego
yo le hacía lo mismo.
—¿En qué sentido te saboteaba? —No conozco este lado de Lex y
no estoy segura de que me guste.
—Algunas fueron solo bromas. Una vez puso laxantes en mi batido
de proteínas cuando estábamos en el equipo de fútbol. Fue un gran
partido. Yo era mejor que él, pero luego no pude jugar y pasó más tiempo
en el campo por eso. Y una vez le di una copia falsa de un examen para
que memorizara todo lo que no debía y suspendiera. Arruinó su promedio
general ese año.
Yo me metía en problemas, pero no de ese tipo. —Eso es…
—Vengativo. —Frunce los labios, viendo mi reacción—. No estuvo Página|230
bien y esas no fueron ni cerca de las peores cosas que nos hicimos. Las
represalias de Armstrong eran creativas, pero las mías eran igual de
malas. Hubo un par de veranos en los que me enviaron a trabajar con mi
padre en proyectos fuera del país porque Armstrong y yo juntos éramos
una mala noticia. En la universidad no nos llevábamos bien.
»Hacía cosas para hacerme parecer incompetente, me avergonzaba
en actos familiares, en fin, lo que sea que pudiera hacer para ponerme
las cosas difíciles. Cuando empecé a trabajar con mi padre, unas cuantas
veces se las arregló para piratear el correo electrónico de mi trabajo y
cambiar los archivos. No había límites que no cruzara, y parecía que se
limitaba a mí y a nadie más. Y entonces empezó a usar a la gente en mi
contra.
—¿Utilizar a las personas en qué sentido? —Me pregunto si aquí es
donde entro yo.
Lex observa cómo los cubitos de hielo se arremolinan en su vaso.
—Se follaba a una chica con la que salía solo para hacerme enojar. Hizo
que las relaciones fueran imposibles durante un tiempo y yo lo acepté,
porque ya estaba jodido y sentía que era culpa mía que empeorara. Pero
él seguía presionándome, y cada vez que yo le devolvía la presión, la
situación empeoraba. No quería seguir perpetuando ese tipo de conflicto
tóxico, me consumía demasiado y me estaba destrozando la vida. Así que
después de un tiempo, si quería algo, simplemente se lo dejaba.
Ahora todo tiene sentido. Hago la pregunta para la que ya tengo
media respuesta. —¿Eso es lo que pasó conmigo?
—Pregunté por ti a alguien en ese evento. No me di cuenta de que
Armstrong estaba escuchando. Lo pedí como un idiota y me acerqué a
hablar contigo.
—Y cuando fuiste a buscarme un trago…
Lex sonríe con pesar. —Armstrong hizo lo que mejor sabe hacer,
intervino y sacó su encanto.
—Me advirtió sobre ti, dijo que me estaba salvando de cometer un
error.
—Suena exactamente como algo que él diría, y estoy seguro de que
en su mente es verdad.
Mi boca se siente seca y mis palmas húmedas. —¿Y qué represalias
tomaste?
—Ninguna. Quiero decir, claro, me sentí molesto, y sí, quería, pero
eso es exactamente lo que hace Armstrong. Me imaginé que metería la
pata de alguna manera y que lo que estuviera pasando entre ustedes no
duraría mucho. Me sorprendió cuando se comprometieron. Y luego pensé
que tal vez eras buena para él. Que habías podido sacar mejores partes
de él, si es que quedaba alguna.
—Pero no lo hice. Página|231
—En tu defensa, no creo que Armstrong tenga nada bueno que
sacar. Es solo que no pude entender cómo logró que aceptaras casarte
con él. —Me mira como si esperara sus propias respuestas.
Explicarlo es difícil, porque mis razones para aceptar casarme con
Armstrong no fueron las correctas. —Obviamente cometí un gran error.
—Quiero que sepas que, por mucho que no odiara que Armstrong
se casara contigo, nunca habría hecho nada que comprometiera eso.
Entiendo que pueda ser difícil no ver las coincidencias como algo más
que eso, pero no tenía planes de sabotearlo, ni con Brittany, ni conmigo
en tu suite nupcial. Era el mejor lugar para esconderse.
—¿Qué hay de Bora Bora?
—Que yo estuviera allí fue otra coincidencia muy extraña. Me
gustaría pensar que fue más bien el destino moviendo los hilos. —Me da
una pequeña sonrisa.
—¿Así que no te acostaste conmigo para vengarte de Armstrong?
—Te encontrabas mal emocionalmente, Amie. La venganza no es
una buena razón para herir a alguien que ya está sufriendo. Intenté hacer
lo correcto, pero después te vi en el bar y un tipo coqueteaba contigo. Lo
último que quería era que un isleño se aprovechara de ti. Pensé que yo
era una mejor distracción.
Bajo los ojos, incapaz de encontrar su mirada en este momento.
—Fuiste una excelente distracción.
—Pero no fui solo una distracción, ¿verdad? Podría entenderlo si
sientes que lo de Bora Bora fue algo un completo festival de sexo, pero
eso no fue lo que sentí. El único momento en que no estábamos juntos
era cuando tenía reuniones, e incluso entonces encontraba formas de
mantenerte conmigo. ¿Y qué hay de los últimos dos meses? Duermes en
mi cama. Yo duermo en la tuya. Tienes un cepillo de dientes en mi baño
y el código de mi apartamento.
»Eso tendría que ser una artimaña bastante elaborada, y yo tendría
que ser una persona bastante horrible para engañarte de esa manera,
sobre todo después de lo que has pasado. Eso me haría mucho peor que
Armstrong. Espero que no pienses que soy capaz de ese tipo de malicia.
Me muevo para enfrentarlo. —Nunca querría creer que pudieras
ser tan rencoroso. Es que... He tomado tantas malas decisiones. Incluso
las que pensé que eran buenas terminaron siendo malas.
—¿Y eso es lo que te preocupa? ¿Que yo sea otra mala elección?
—No realmente. Me preocupa que Armstrong no firme los papeles.
E incluso cuando lo haga, ¿puedes decirme sinceramente que quieres
meterte en todo esto conmigo? —Quiero tener razón sobre él. Quiero que
me quiera de la manera que yo le quiero a él.
—Por favor, Amie. Pensé que habíamos superado esto. Sé que has
pasado por mucho y no he querido presionarte a algo para lo que no estás Página|232
preparada, pero ya… no sé. Conociéndote como te conozco, solo intento
entender qué hacías con Armstrong en primer lugar y si los papeles son
solo una excusa para evitar que esto —hace un gesto entre nosotros—,
sea algo real.
No lo había considerado; la posibilidad de que los papeles sean solo
otra forma de mantenerme protegida de las cosas que quiero, pero temo
que no esté destinada a tener, como la felicidad y el amor. —Solo quería
tomar la decisión correcta por una vez.
—Sigues diciendo eso, y no estoy seguro de entender qué significa.
—Tomé muchas malas decisiones amorosas cuando era más joven,
y eso realmente no cambió a medida que crecía. Antes de Armstrong, me
involucré con alguien que me causó muchos problemas.
—¿Qué tipo de problemas?
—Del tipo en el que terminé detenida en una sala de interrogatorios
en un aeropuerto mexicano con una sala llena de guardias armados.
Sus ojos se abren de golpe. —¿Quieres darme más detalles?
—Al parecer, el negocio de importación y exportación no siempre
es legal.
—Al parecer.
—Ese fue el peor problema en el que me metí, y me prometí a mí
misma y a mi familia que no volvería a suceder. Cuando te presentaste
esa noche, me cautivaste mucho. Parecías exactamente mi tipo; apuesto,
tranquilo y esa manga… —Inclino mi cabeza hacia un lado, recordando
la forma en la que su puño se levantó cuando besó el dorso de mi mano.
Lo eléctrica que había sido esa sensación—. Pero cuando Armstrong me
advirtió...
—Le hiciste caso.
—Era exactamente lo opuesto a los tipos con los que solía terminar,
y parecía una opción segura.
—¿Lo amabas? —pregunta, después de un breve silencio.
—Pensé que sí. Quería creer que sí, pero me enamoré de la idea de
él, no de la realidad. En ese momento no pude diferenciar entre las dos
cosas. —Me froto la sien, tratando de aliviar el dolor—. Es difícil aceptar
que toda la relación era una mentira. Él solo me quería para que tú no
pudieras tenerme.
—No sé si es tan simple.
—Parece así de simple. —Es mucho para procesar, y me preocupa
que esta honestidad haga que Lex me mire de manera diferente, haga que
me quiera menos, o tal vez que no me quiera en absoluto.
—Se preocupaba por ti tanto como sabe cómo preocuparse por Página|233
alguien que no sea él mismo.
—Simplemente me hace cuestionar todo. Todas mis decisiones.
—¿Estoy incluido en esas decisiones?
Hay dolor en su voz. No quiero mirarlo y ver el dolor. Han cambiado
muchas cosas en el transcurso de esta noche y, sin embargo, muchas
siguen igual. —No quiero que lo estés. Estoy confundida. Ya me sentía
así esta noche cuando casi nos atrapan, y luego sucedieron todas estas
cosas con Armstrong. Mi cabeza está confundida. Todavía tengo miedo
de confiar en mis propios sentimientos.
Lex golpea el borde del sofá. —¿Y cuáles son tus sentimientos?
Te amo. Quiero estar contigo. Debería haber esperado a que
volvieras con esa bebida.
No digo ninguna de esas cosas. Ni siquiera puedo mirarlo cuando
le susurro: —Me temo que no puedo responder eso en este momento.
Se acerca y recorre suavemente mi mejilla con las yemas de sus
dedos. —Vale. Voy a dejar de presionarte para que me des respuestas que
no estás preparada para dar.
Me inclino hacia el tacto. Es como si todo lo demás dejara de existir
tan pronto como nos conectamos de esta manera. Quiero perderme en él,
pero sé que no puedo. No cuando hay cosas de las que debo ocuparme
primero. No cuando hay finales que tienen que suceder antes de que
empecemos un nuevo comienzo. Volteo mi rostro y sostengo su mano
entre las mías, presionando mis labios contra su palma.
Los ojos de Lex se cierran a la vez que una sonrisa triste curva la
comisura de su boca. —Sabes que nunca quiero decirte que no.
Asiento. —Lo sé. —Creo que lo amo aún más por querer ser algo
más que una distracción de una noche.
—Sé lo que quiero y sé exactamente lo que siento por ti. En cuanto
lo descubras tú, podremos arreglar lo nuestro.
Página|234
Traducido por Ivana
Corregido por Jadasa
Tres semanas después…
Hoy es el gran día. Tras meses diciendo que no quería divorciarme Página|235
(quién lo querría después de menos de un día de matrimonio), Pierce y
su colega, que se especializa en derecho de familia en su bufete, por fin
me convencieron de que presentara los papeles del divorcio. Me cansé de
estar encadenada involuntariamente a Armstrong. Pierce se complació
mucho en contárselo a él. Pero la satisfacción más grande llegó cuando
mencionó que el divorcio activaría una cláusula de fidelidad en el acuerdo
prenupcial. Después de darse cuenta de cuánto dinero y acciones de
Moorehead Media tendría que darme, firmó rápidamente los papeles de
anulación. Me habría ofendido si no me hubiera sentido tan aliviada.
Por fin terminó la pesadilla y Armstrong está fuera de mi vida, vale,
tanto como puede estarlo, ya que es pariente del prometido de mi mejor
amiga y mi novio. Pero al menos verlo quedará aislado a su boda y algún
que otro evento social.
Llamo a Ruby en cuanto se archiva el papeleo. —¡Soy libre!
—¡Por fin! —grita emocionada—. ¿Quieres venir a un cóctel de
celebración Anti-Armstrong? Estoy muy segura de que tenemos champán
enfriándose en la vinoteca.
Me subo al Uber que está esperándome. —Gracias por la oferta,
pero tengo algo que hacer.
—¿No te refieres a que necesitas hacérselo a alguien?
—Ja ja. Es mediodía, voy a hacer una parada en el Concord para
saludar.
—En caso que no te hayas dado cuenta, Amie, eso es un hotel, con
literalmente cientos de camas. Hay muchas oportunidades para que uses
tu vagina para saludar a su pene si quieres.
Resoplo. Aunque estoy deseando recibir saludos de todo tipo, lo
que más me emociona y me pone nerviosa es poder acabar por fin con el
secretismo. Las personas más cercanas a nosotros lo saben, pero esto
significa que podremos asistir a actividades juntos y no preocuparnos por
reacciones negativas o chismes. Y tener citas, comer en restaurantes y
tomarnos de la mano en público. Nunca me sentí tan entusiasmada con
las muestras públicas de afecto.
—Entonces, ¿esto significa que ya no necesitan chaperones?
—No necesitábamos chaperones en primer lugar.
Ahora es el turno de Ruby de hacer un sonido de incredulidad.
—Te das cuenta que la última vez que cenamos ustedes se follaban
con la mirada todo el tiempo.
—Mira quién habla. Tú y Bane se follan con la mirada siempre.
—Nosotros no… de acuerdo, tienes razón, lo hacemos a menudo.
¿Puedo decirte lo orgullosa que estoy de ti?
—¿Por conseguir que Armstrong firmara los papeles de anulación?
—Por permitirte arriesgarte con alguien que realmente te merece.
Página|236
—Está bien, voy a colgar el teléfono antes de que me hagas llorar y
se me corra el rímel.
—Tu máscara de pestañas siempre es resistente al agua.
—No quiero una mirada llorosa, solo una mirada follable. Te amo.
Deséame suerte.
—Suerte.
Cuelgo y respiro profundamente cuando el auto se detiene frente al
Concord, donde Lex trabaja esta tarde.
En las semanas posteriores a la fiesta de compromiso, ha estado
en contacto regular. Siendo completamente sincera, no ha cambiado casi
nada entre nosotros, excepto la frecuencia con la que nos vemos. Las
llamadas telefónicas, los mensajes de texto, algunos chats de video se
convirtieron en nuestra norma. Pero el sexo está fuera de la mesa y
también las fiestas de pijamas. En parte por eso no nos hemos visto tanto.
No se trata solo de mi limitado control, también es del suyo, lo que
me hace sentir mejor. Cuando estamos juntos nos vemos obligados a
tocarnos, y eso puede ser peligroso. Me avergüenza decir que he intentado
desnudarlo cada vez que lo he visto. Incluso una vez le propuse solo la
puntita. Y follar en seco. Sin embargo, dijo que no, aunque me di cuenta
que no fue fácil.
Las seis veces que vi a Lex, todas planificadas y en lugares
públicos, el único contacto que se me permitió fue un abrazo y un apretón
de manos. Ni siquiera me besó, bueno, sí, pero fue en la mejilla. Probé el
rápido y furtivo giro de cabeza para conseguir un poco de contacto de
labios con labios. No funcionó como yo quería.
Lex dejó perfectamente claro que hasta que no esté donde necesito
estar emocionalmente, su pene permanecerá en sus pantalones y lejos de
mí. Es un gran incentivo para ayudarme. Lo extraño. No solo el sexo, que
definitivamente extraño, sino estar solo cerca de él. No me había dado
cuenta en los meses desde que comenzamos a dormir juntos de cuanto
nos unimos. Extraño el contacto constante. Acurrucarme junto a él. Echo
de menos dormir a su lado y el calor de su cuerpo junto al mío. Siento
como si una extensión de mí misma hubiera sido eliminada sin esa
cercanía.
Traté de acelerar el proceso, pero la verdad es que he tenido
muchas tareas personales que hacer en las que ninguna cantidad de
clases de yoga o de defensa personal podría ayudarme. No dejo que la
gente se acerque demasiado a mí porque tengo miedo de terminar como
mis padres, quienes están constantemente huyendo del otro. Temo que
me decepcionen o me abandonen.
La única persona a la que he permitido acercarse y permanecer
cerca es Ruby, porque ha estado conmigo en todo, en mis interminables
rebeliones, en la inestable y tumultuosa relación de mis padres, en mi
mudanza a Nueva York, en mi serie de novios atractivos pero terribles.
Armstrong parecía seguro porque manifestaba ser el polo opuesto Página|237
de quien me atraía. Me enamoré de la idea de seguridad en lugar de una
persona real. Pasar el resto de mi vida en un matrimonio sin amor habría
sido una tortura. Y luego llegó Lex y puso todo patas arriba. Traté de
correr, pero terminé dando vueltas, porque finalmente tuve una idea de
cómo podría ser el amor real, el tipo que hace que una persona quiera
quedarse.
Lex ha sido mi constante durante todo esto. Después de la fiesta
de compromiso de Ruby, no me dio el espacio que esperaba. Al contrario,
me enviaba un mensaje a diario, solo para decirme que pensaba en mí y
que contaba con él si lo necesitaba. Así ha sido desde el principio, desde
que me salvó en el aeropuerto de los idiotas de seguridad que hurgaban
en mi estimulante maletero de juguetes sexuales. O tal vez incluso antes
de eso, desde el momento en que se presentó y se ofreció a traerme una
bebida, ha estado allí, a veces en el fondo, solo esperando, observando,
pero no de un modo espeluznante.
Lex es un alma tierna. Cuanto más bajo la guardia y él entra, más
ternura veo. Todavía es un galán e increíblemente obsceno, pero hay otro
lado de él, uno que vislumbré en Bora Bora, y una vez que regresamos a
Nueva York.
Una vez que Lex está adentro, lo está por completo. Eso me asusta
un poco, pero no cambia lo que siento por él. Estoy enamorada de este
hombre. He llegado a un acuerdo con eso durante las últimas semanas.
Lo encuentro en su lugar favorito para trabajar, sentado en la parte
trasera del restaurante con su computadora portátil y varias carpetas de
archivos colocadas frente a él. Me tomo un momento para verlo de verdad.
Lleva sus anteojos. Querido Señor, le hacen cosas maravillosas a mi
cuerpo. Aunque eso podría deberse en parte a las semanas de privación
sexual. Abstinencia sexual de Lex.
La chaqueta de su traje se encuentra colgada sobre la silla junto a
él, las mangas de la camisa enrolladas hasta la mitad de sus antebrazos,
mostrando las coloridas obras de arte a lo largo de su antebrazo. Tiene el
pelo perfectamente peinado, la única parte de él que realmente se ajusta.
Exhalo un tembloroso suspiro cuando por fin dejo que los sentimientos
que han estado confinados y bloqueados salgan a la superficie.
Deseo tanto a este hombre. Y no solo en la cama, lo que quiero sin
dudas, sino en todas las facetas de mi vida.
Está inmerso en su trabajo, así que no se da cuenta cuando cruzo
el restaurante. Me llevo un dedo a los labios cuando el personal, que ya
me conoce, me saluda con la mano. Tan pronto como me muevo hacia su
visión periférica, levanta la vista, mostrando sorpresa, luego una sonrisa
ilumina su apuesto rostro. —Hola.
Ajusto la correa de mi bolso, todos mis nervios se disparan a la vez.
—Hola.
—No esperaba verte hasta más tarde esta noche. —Empuja su silla Página|238
hacia atrás y se pone de pie.
Doy un paso cauteloso hacia adelante en tanto la mirada de Lex se
mueve sobre mí, asimilando mi atuendo. Estoy usando un vestido. Es
negro, corto y ceñido. El vestido de anulación perfecto. Cuando su mirada
finalmente regresa a mi cara, está llena de un calor familiar. Del tipo que
no he podido apreciar en semanas. Y detrás de eso hay emociones que
no veía antes, quizás porque no me encontraba preparada para ellas.
Mi nerviosismo debe ser evidente en la forma en que retuerzo las
manos, porque el calor rápidamente hierve a fuego lento y se desvanece,
reemplazado por preocupación.
Sus dedos rozan la longitud de mis brazos desnudos.
—¿Está todo bien, Amie?
—Me acabo de reunir con Pierce. —Incluso mi voz tiembla, junto
con todas las demás partes de mí. No noté el miedo que sentía hasta este
momento. A veces, ser liberada es tan aterrador como estar encadenada.
Y ahora que puedo tener a este hombre, tengo el miedo irracional de que
ya no me quiera.
Sus ojos brillan y sus dedos caen. —¿Sí?
—Armstrong firmó los papeles. —Gesticulo con las manos y me
muerdo el labio. Maldita sea. ¿Por qué me dan ganas de llorar? Parpadeo
un par de veces, tratando de despejar el repentino borrón.
La expresión de Lex se suaviza. —¿Estás bien?
Asiento y camino hacia él. Sus brazos me rodean, cálidos, sólidos,
inmovilizadores.
—No sé por qué estoy tan emocionada por esto —murmuro contra
su pecho.
Siento sus labios en mi sien. —Puedes emocionarte tanto como
quieras, cariño. Te ató sin otra razón que poder hacerlo, y ahora eres
libre, tiene que ser una sensación extraña.
Absorbo su afecto. Este hombre, aquí mismo, es todo lo que quiero.
Admitirlo es la parte fácil. Finalmente, me aparto para poder verlo. Trazo
el contorno de su mandíbula. Su paciencia ha sido asombrosa. Esto es lo
que realmente es el amor. Darle tiempo a alguien para que encuentre el
camino de regreso a ti, extender una mano cuando esté preparado para
tomarla.
—Estoy tan aliviada como asustada.
Toca mis nudillos con sus labios. Lo siento en todas partes de mi
cuerpo. —¿Qué te asusta?
—No sé. ¿Todo? No quiero ser un error para ti.
—Dime algo. —Toma mi rostro entre sus anchas y cálidas palmas
y roza sus labios suavemente sobre los míos—. ¿Esto te parece un error?
Página|239
Mis labios se mueven contra los suyos mientras respondo: —No.
—Entonces, ¿qué hay que temer?
—Esto —susurro.
—¿Qué parte de esto?
—¿Qué pasa si no funciona?
—¿Y si funciona?
—No quiero volver a resultar herida.
—No quiero herirte, Amie, quiero amarte. —Acaricia mi mejilla con
sus nudillos—. ¿No me dejarás intentarlo?
Ante mi asentimiento, sus labios vuelven a encontrar los míos, pero
esta vez no es suave ni casto.
Un beso acalorado en medio del restaurante es todo lo que necesita
Lex para empacar su computadora portátil y sus archivos. No podemos
mantener nuestras manos o bocas para nosotros mismos en el viaje en
ascensor hasta el ático. Apenas logramos pasar la puerta, a la misma
suite en la que nos quedamos atrapados la última vez, antes que Lex se
arrodille y me suba el vestido hasta las caderas.
Exhala un largo suspiro con un silbido bajo. —Ah, joder. —Y luego
acaricia el encaje negro y el cuero antes de morder el interior de mi muslo.
Levanta la mirada, su sonrisa maliciosa—. Estamos dispuestos a un poco
de anarquía, ¿verdad?
—¿Contigo? Siempre.
Página|240
Traducido por Jadasa
Corregido por Julie
Este esmoquin es caliente. Estoy sudando. Podrían ser sudores de
simpatía. Bane se está volviendo loco. Puede parecer tranquilo, pero se
Página|241
ha ajustado la corbata cinco veces en los últimos treinta segundos, una
clara señal de que está nervioso. Los hombres Mills somos unos hijos de
puta inquietos. Ninguno, jamás se destacaría como jugador de póquer
profesional. Le doy un codazo. —Deja de moverte —murmuro.
Baja las manos y las aprieta frente a él. Eso dura tres segundos
antes de que comience a darse golpecitos en la cadera.
—En serio, Bane. Relájate.
—Estoy nervioso, joder —dice bruscamente—. ¿Tienes el anillo?
—Sigue en mi bolsillo, donde estaba cuando me preguntaste hace
cinco minutos.
La música suena y se limpia las palmas de las manos en los
muslos.
Lo sostengo de los hombros. —Es hora de actuar o morir.
La expresión de Bane es de incredulidad.
—Lo lamento. —Le doy una palmada en la nuca—. Tú puedes. Ve
a reclamar a tu mujer por toda la eternidad.
—Creo que es seguro decir que no deberías cambiar a una carrera
en discurso motivacionales.
—Gracias por matar mis sueños.
Se ríe. —No sé cómo te aguanta Amie.
—Es porque mi pene es enorme.
Mi madre me da una palmada en el brazo con su bolso de mano.
—Lexington, estás en una iglesia.
Me doy la vuelta y le doy mi sonrisa de disculpa más encantadora.
—Lo lamento, Mimi, solo intento distraer a Bane.
Me fulmina con la mirada, pero noto que está luchando contra una
sonrisa. Me hago a un lado y dejo que mi hermano entrelace su brazo con
el de nuestra madre y camine por el pasillo. Griffin, que regresó de Asia
después de un viaje de negocios de seis meses justo a tiempo para la
boda, les sigue.
El vestido de Amie es de color lavanda, ajustado y muy sexy para
un vestido de dama de honor. Ruby gano puntos por eso. Estoy deseando
poner mis manos sobre su cuerpo y quitarle ese vestido, posiblemente
con los dientes. Ya sé lo que lleva debajo, gracias a algunas fotos que me
envío más temprano.
Amie sonríe y me guiña un ojo en tanto ocupa su lugar como dama
de honor frente a mí. Realmente no presto tanta atención a la ceremonia
como debería, lo cual es obvio cuando me dan un codazo por el anillo.
Cuando finaliza la ceremonia, me acerco a Amie y entrelazo mi
brazo con el de ella, llevándola por el pasillo. No sé si este tipo de boda
alguna vez será algo que quiera después de lo que ha pasado, pero sí sé
que la amaré de todos modos. Página|242
En tanto pasamos por los últimos pasillos, su agarre en mi brazo
se tensa. Sigo su mirada hacia donde Brittany Thorton, o Zorratón, como
Ruby la ha apodado sin tanto cariño, está sentada en la última fila. Pero
mi primo no se encuentra a su lado. Reconozco vagamente al chico que
la acompaña, pero no puedo ponerle nombre a su cara. Al parecer, son
ciertos los rumores de que abandonaron a Armstrong. Moorehead Media
se ha encontrado con unos problemas financieros en los últimos meses
y está teniendo un gran impacto en su factor de deseabilidad
—¿Qué diablos hace ella aquí? —susurra Amie.
Me encojo de hombros. Sus padres también están aquí, ya que son
viejos amigos de la familia, pero es un poco raro que asista cuando se ha
enredado tanto con el novio como conmigo. Aunque, teniendo en cuenta
mis experiencias con Brittany, se trata de oportunidades para subir.
Una vez que se han tomado las fotografías, no puedo estar cerca de
Amie hasta que terminen los discursos. La forma en que gravitamos el
uno hacia el otro es inconsciente. No somos como imanes que atraen y
alejan. Ella es mi sol y yo soy su luna, conectados por un hilo invisible,
atados pero libres.
Aprovecho cada canción lenta. Sosteniéndola cerca, llevo mi boca
a su oreja. —¿Cuánto tiempo estamos obligados a quedarnos?
—Nos quedamos en la fiesta de la boda. Hasta el final.
—¿Crees que podemos desaparecer durante unos minutos? Puedes
decir que olvidaste algo en nuestra habitación. —Mordisqueo su lóbulo.
Amie tararea como si tal vez estuviera de acuerdo en que este es
un buen plan. Mi semi erección se encuentra cerca de convertirse en una
completa.
—Puedo sentir eso —susurra.
—¿Sentir qué? ¿Esto? —Presiono mi palma firmemente contra su
espalda, manteniéndola apretada contra mí.
—Deja de intentar perforar mi ombligo y cuida tus manos, señor
Mills, tus abuelos están aquí, tenemos que mantenerlo apto para todo
público. —Sube varios centímetros la mano que está presionada contra
su espalda.
—Vuelve a decirme señor Mills.
—No.
—¿Solo una vez más? —Paso mis labios por su mejilla.
—No.
—Vamos, nena. Más tarde haré que valga la pena. Esta noche me
estás matando con este vestido, especialmente porque sé lo que hay
debajo.
Se aparta, empujando sus caderas contra las mías y agita sus Página|243
pestañas. —¿Te gustan mis nuevas preciosidades?
—No puedo esperar a ver cómo luces cuando te las quitas.
Pone los ojos en blanco, pero está sonriendo. —En un par de horas
puedes desnudarme, como lo haces casi todas las noches.
—Son dos horas, demasiado.
—Puedes sobrevivir dos horas.
Tiene razón. Puedo hacerlo. Pero no quiero. De modo que me paso
los siguientes noventa minutos susurrándole cosas sucias al oído. Ella
amenaza con aplazarlo si sigo así, por lo que me detengo. Bueno, lo de
susurrar. En cambio, la hago bailar conmigo incluso en las canciones
rápidas para que pueda sentir mi erección. Entonces hago todas las cosas
que sé que la vuelven loca. Rozo la longitud de su brazo, beso su hombro,
acaricio su cuello y trazo la línea de su columna.
En el segundo en que estamos en la habitación, ella está encima
de mí, haciendo sus movimientos de jiu-jitsu, llevándome al suelo. —Mira
quién está teniendo dificultades con el control ahora.
—Eres tú quien tuvo sus manos encima mío toda la noche.
—Me gusta tocarte. —Ella lo sabe.
Me muerde el labio y quita la camisa de mis pantalones. —Bueno,
será mejor que empieces a tocarme en los lugares que cuentan.
—Eso parece una amenaza. ¿Piensas quitarme algo si no te doy lo
que quieres?
Amie entrecierra los ojos ante mi ceja arqueada. Luego se sienta,
apoyando las manos en mi pecho, un lado de su boca se curva en una
sonrisa maliciosa.
—Traje tus juguetes favoritos. —Con la inclinación de mi cabeza,
su sonrisa se ensancha—. Tal vez quieras considerar ser más amable
conmigo.
Me incorporo rápidamente, haciéndola perder el equilibrio. Grita
cuando levanto el vestido hasta sus caderas y le agarro el culo. En una
posición incómoda, envuelvo sus piernas alrededor de mi cintura y la
llevo a la cama. La primera ronda es frenética y salvaje. La segunda es
suave y lenta. Amo cada lado de Amie, desde traviesa y sucia hasta dulce
y suave.
Después, cuando los dos estamos acostados sobre las sábanas
arrugadas, le acaricio la espalda. —¿Cómo estuvo esta noche para ti?
Apoya su barbilla en mi pecho y cierra un ojo para concentrarse en
mí. —¿Quieres que califique el sexo?
Le pellizco el trasero. —La frecuencia y el volumen de tus orgasmos
indican que obtuve un diez sobre diez.
Ella pellizca mi pezón en represalia, por lo que entrelazo mis dedos Página|244
con los suyos para evitar que vuelva a suceder. —Me refiero a la boda. Lo
manejaste bien. —Ya hemos hablado sobre esto, pero estar preparado no
implica necesariamente que el impacto emocional va a disminuir.
—Lo único que me sorprendió fue que Brittany estuviera allí. De lo
contrario, estuvo bien. Bueno, incluso. Me divertí. ¿Estabas preocupado?
—Solo quiero asegurarme de que estás bien y que no te lo guardas
todo aquí, como haces a veces. —Toco su sien.
—Estoy bien. —Su sonrisa es suave cuando me besa la barbilla y
luego vuelve a apoyar la cabeza en mi pecho.
Espero, porque le he dado una puerta y tardará unos minutos en
encontrar el valor para aceptar la invitación de atravesarla.
—¿Lex?
—Sí, nena.
—¿Puedo preguntarte algo sin que lo tomes a mal?
—Deberías ser capaz de hacerlo.
Suelta una carcajada. Pasa un minuto más o menos antes de que
vuelva a hablar: —¿Quieres casarte? Con el tiempo, me refiero, ¿es eso
algo que vas a querer? No me refiero conmigo. Quiero decir… —Niega con
la cabeza y aplasta su cara contra mi pecho.
—¿El matrimonio está fuera de discusión para ti? —Sé que es una
posibilidad. Su primer viaje al altar fue memorable, pero por las razones
equivocadas. Me encantaría tener la oportunidad de reemplazarlo con
nuevos y mejores recuerdos, pero solo si es algo que ella también desea,
en algún lugar en un futuro lejano.
—Olvida que te pregunté eso. Suena estúpido. No quiero casarme,
así que no te preocupes de que esté tratando de presionarte o algo, porque
no es así. —Trata de escapar, así que la sujeto.
—¿Estás preguntando porque tienes miedo de que eso sea lo que
quiero, o lo que no quiero?
—No sé por qué pregunté eso. Necesito usar el baño.
Sigue tratando de liberarse. —No huyas de mí, cariño.
Deja de luchar y se queda floja. Tan pronto como aflojo mi agarre,
se aleja rodando. Espero. Ahora la conozco lo suficientemente bien como
para comprender su reacción a las cosas. El hecho de que hoy se las haya
arreglado bien no significa que no haya sido difícil para ella. No la dejo ir
muy lejos. La enjaulo con mis brazos y me acomodo entre sus piernas
para que no pueda salir corriendo como quiere hacerlo, como lo hacía,
antes de que llegara yo, de todos modos.
—¿Lo que pasó hoy te asustó? —susurro contra sus labios.
Sus ojos se abren de par en par. Levanta un hombro. —Ellos son
muy felices juntos.
Froto mi nariz contra la de ella. —Al igual que nosotros. Nada tiene Página|245
que cambiar.
—A veces me aterroriza lo mucho que te amo. Ni siquiera sabía que
este tipo de amor era posible, pero no sé... —Deja de hablar.
—Yo tampoco. —Acaricio su mejilla, su miedo me entristece, pero
entiendo de dónde viene—. No insistiré con cosas que quizás nunca estés
lista para dar, pero sí puedo decirte que no quiero estar nunca sin ti. Te
honraré de todos modos. No necesito una boda para demostrarlo.
—No la necesitas, pero ¿la querrías?
Trazo el contorno de su mentón. —¿Y tú?
—¿Puedes responder la pregunta directamente en vez de hacerlo
con otra pregunta?
—Si me dieran la opción, ¿desearía casarme contigo? Sí, Amie, pero
solo si es lo que tú también quieres. Te tengo en todos los sentidos que
cuentan. Vives conmigo, duermes a mi lado, me amas, es suficiente.
—¿Por ahora?
Su incertidumbre y preocupaciones no son inesperadas esta noche,
así que no las tomo como algo personal.
—Durante el tiempo que sea necesario. No quiero que vuelvas a
sentirte atada en esta vida. Solo quiero mantener tu corazón a salvo,
cariño.
—Cuando dices cosas así, me haces creer que el para siempre es
posible —susurra.
—Bien. —Rozo mis labios contra los de ella—. Eso es todo lo que
anhelo, solo a ti hasta el fin de los tiempos.
Entrelaza sus dedos en mi pelo, me rodea la cintura con las piernas
mientras se ríe suavemente. —De manera que un simple amorío.
—Exactamente. Un simple amorío permanente. —Rompo el beso y
me muevo entre sus muslos—. Ahora te amaré y te gustará.
Arruga la nariz, pero está sonriendo. —Oh, ¿crees que sí?
—Oh, lo sé.
—¿Cómo planeas amarme?
—Como si fueras mía para siempre.
Y ella lo es. No importa cómo se vea ese para siempre, Amie es mía
y yo soy de ella.
Página|246
Ella luce encantadora
Rian Sutter creció con las mejores cosas de la
vida. Pasar los veranos en Los Hamptons era
algo normal para ella hasta que hace años sus
padres lo perdieron todo. Ahora Rian y su
hermana están recuperando su vida y sus
finanzas gracias a los bienes raíces. No solo
compran y venden casas a los ricos y famosos,
sino que por fin tienen el capital para invertir en
su propia propiedad frente al mar. Pero cuando
inadvertidamente llama la atención de un sexy
extraño que se apodera de todas las casas que
le interesan, todas las apuestas se cancelan...
Él es un diamante en bruto
Pierce Whitfield normalmente no hace demostraciones de cocinas,
ni instala paredes de yeso o destroza los sueños de una mujer hermosa. Página|247
Es solo un abogado con mala suerte que necesitaba un descanso de la
ciudad y aceptó ayudar a su hermano encargándose de algunas casas en
Los Hamptons. Cuando conoce a Rian, la atracción es innegable. Pero
cuando comienzan a competir por las mismas propiedades inmobiliarias
de primera, las primeras chispas se convierten en fuegos artificiales.
¿Pueden estos apasionados rivales subir la temperatura de su incipiente
romance sin quemar la casa?
Helena Hunting es autora de la serie
PUCKED, éxito de ventas en USA Today y NYT.
Vive en las afueras de Toronto con su
increíblemente tolerante familia y dos gatos
moderadamente intolerantes. Escribe desde
comedias románticas deportivas hasta
novelas angustiosas new adult.
Página|248