Rosa Sarabia - La Poetica Visual de Vicente Hu - Flatten
Rosa Sarabia - La Poetica Visual de Vicente Hu - Flatten
Editado por
Mechthild Albert, Enrique García Santo-Tomás,
Walther L. Bernecker, Aníbal González,
Frauke Gewecke, Jürgen M. Meisel,
Klaus Meyer-Minnemann, Katharina Niemeyer
La poética visual
de Vicente Huidobro
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Agradecimientos 9
Prólogo 13
Uno
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 17
Dos
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid2001) 39
Tres
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 101
Cuatro
a Elena Diego, a cargo del archivo de su padre, Gerardo Diego, por facilitar-
me el cuadernillo en el que el poeta español transcribiera los poemas pintados de
Huidobro.
a Alfonso Meléndez por hacer disponible gran parte del material gráfico sin
esperar nada a cambio.
Y fuera de orden, a mis hijos, Diego y Laura, cuyas presencias son funda-
mental justificación de mis esfuerzos.
Prólogo
1
Huidobro publicó su primer poema, «El Cristo del Monte,» en 1910, que luego pasó a ser
parte de Ecos del alma (1912), su primera colección. En ésta algunos poemas llevan «1909» como
fecha de composición. Ver la Introducción de Goic (2003, 5-8).
14 Rosa Sarabia
más de recoger todas las ediciones príncipes cotejadas con los manuscritos exis-
tentes, se incluyen Salle 14 y Tour Eiffel en colores.2
El capítulo dos del presente estudio tiene su génesis en sendas empresas arri-
ba mencionadas, para las cuales se realizaron una documentación y un análisis
de los poemas pintados expuestos en 1922.3 Sin duda, Salle 14, así como la edi-
ción única de Tour Eiffel, marca un momento extraordinario dentro de la obra
huidobriana. Doble excentricidad la de este corpus, cuya marginalidad —ínsita
en su etimología ex-centro— es además atributo del género al que pertenece. Se-
gún Giovanni Pozzi, la poesía visual ha ocupado siempre un capítulo episódico
y subalterno en la tradición poética (1996, 288). 4 Los poemas pintados son una
práctica intermedial que aparte de conformar una aventura experimental del
poeta en calidad de artista, responde a una serie de reflexiones sobre la escritura
tanto en su rasgo material como en un sistema de diferencias; sobre los modos
de representación de la imagen visual y poética, y sobre la referencialidad del sig-
no, en general.
El estudio del capítulo tres se centra en la torre Eiffel, incuestionable símbo-
lo de la modernidad occidental. Huidobro, como algunos otros artistas van-
guardistas, le otorgó un lugar privilegiado dentro de su obra poética sumándole
status sagrado a la condición secular de objeto de creación humana. En 1918,
publica Tour Eiffel durante su breve residencia madrileña. Este livre d'artiste es
una edición única —en su doble sentido— en la que aúnan esfuerzos artísticos
el poeta chileno y el pintor francés Robert Delaunay. Se destaca de los muchos
2
Cabe aclarar que en un número especial dedicado a Vicente Huidobro y coordinado por
René de Costa, la revista Poesía (30-31-32, 1989) reprodujo Tour Eiffel en una separata, difiriendo
en tamaño y color de la edición original y única de 1918.
3
Los trabajos referidos son: «Una aproximación a los poemas pintados como reflexión del sig-
no artístico», estudio prologal a Salle XTV. Vicente Huidobro y las artes plásticas (2001, 55-65); la
documentación «Introducción a Salle XIV» (folios no numerados) y el estudio «Eclipse de imagen:
los poemas pintados de Vicente Huidobro» en Vicente Huidobro. Obra poética (2003, 1423-1439).
4
Dentro de la cultura occidental, los ejemplos más antiguos de poesía visual pertenecen a los clá-
sicos griegos: Teócrito de Siracusa, Simias de Rodas y Dosíadas. De la época carolingia, Rábano Mau-
ro es el nombre que se asocia al carmefigurato.Del barroco, el ítalo-español Juan Caramuel ha sido el
más prolífero. Sobre la práctica general, aunque con énfasis en la renacentista y barroca italianas, ver los
estudios eruditos de Pozzi. Trabajos más especializados y sintetizados son los de Williard Bohn, Nicole
Mosher, Michael Webster, Miguel D'Ors, Dick Higgins, y los más recientes de Joaquim Molas y Enric
Bou y el catálogo Alfabeto in sogno, a cargo de Claudio Parmiggiani. Para un estudio histórico y crítico
de la poesía visual española, ver Rafael de Cózar, J. A. Sarmiento, Felipe Muriel Durán, y el inventario
hecho por León María Carbonero y Sol y Merás.
Prólogo 15
2
Para un excelente análisis y material ilustrativo de las variadas manifestaciones iconográficas
del Siglo de Oro, ver el estudio de Fernando Rodríguez de la Flor y en especial su capítulo VI. Un
caso excepcional, como el de Sor Juana, es la mexicana Mariana Navarro del siglo xvin, quien de-
dicó unas «Décimas acrósticas» a Fernando VI en la forma de sol, cuyos versos constituyen los ra-
yos. Ver el trabajo de Samuel Gordon en el que sale reproducido pero sin fuente aludida (2003).
20 Rosa Sarabia
del arte; óptica para la física; mental para la psicología y la epistemología; verbal
para la crítica literaria; siendo la perceptual la más complicada por su lugar fron-
terizo donde concurren todas las disciplinas recién mencionadas (Roque 112).
Concuerdo con Georges Roque (111) en la frustrante tarea de definir la imagen
y la imposibilidad de aislar la imagen visual pura — l a que el mundo exterior nos
presenta a los o j o s — de otros aspectos interrelacionados a las imágenes en gene-
ral. Propongo en el presente estudio un uso amplio de la imagen visual como
aquella que se hace perceptible a la mera mirada y que, como veremos en el caso
del caligrama, se halla comprometida con la imagen poética/verbal en un víncu-
lo de conjunción al m o d o de un eclipse, por usar una metáfora astronómica y
plástica a la vez.
Habría una conexión entre la experimentación en el terreno de la poesía vi-
sual y el desarrollo de las nuevas técnicas de escritura y de impresión, según se-
ñala Bou; así como la consolidación del alfabeto en la Grecia y R o m a antiguas
provocó la alternancia en el uso de las mayúsculas en piedra, y las minúsculas
en papiro; a partir del Renacimiento una serie de inventos como la imprenta,
los tipos móviles, la linotipia, la máquina de escribir y la computadora, han ido
m o d i f i c a n d o la relación entre escritura y escriba, entre texto y lector ( B o u
2 0 0 3 , 26).
N o obstante, se hace imperativo una contextualización de las prácticas van-
guardistas y así marcar los componentes que producen el corte y/o la continui-
dad respecto a sus antecesoras. En uno u otro caso y de acuerdo con Derrida,
todo acceso a la pluridimensionalidad y a una temporalidad des-linealizada no
supone una simple regresión hacia el «mitograma» sino un revelar la racionali-
dad sometida al modelo lineal, como otra forma y otra época de la mitografía
(116). Stéphane Mallarmé es hito irrefutable en la genealogía de las vanguardias
tanto poéticas c o m o pictóricas. El Museu d'Art Contemporani de Barcelona
( M A C B A ) expuso en 2 0 0 4 una voluminosa e ilustrativa muestra: Arte y Utopía
(Art and Utopia) cuyo subtítulo «L'action restreinte» alude a Mallarmé y su im-
pacto en las vanguardias de los años 20 y 60. Del material allí seleccionado exis-
te una contundente prueba de lo mucho que el cubismo y el futurismo plástico
debió a Un coup de dés?
En las primeras décadas del siglo xx, la poesía visual y la pintura verbal —dos
términos generales que incluyen a su vez prácticas diversas— produjeron un cor-
pus de obras significativo por su número y peculiaridad.4 Ambas se insertaron en
la corriente vanguardista del arte y la literatura que reflexionó sobre su condición
representativa y referencial respecto a una realidad que desde mediados de siglo
XIX venía modificándose a pasos acelerados. Sobre esto, Drucker comenta que en
las primeras dos décadas del siglo xx, la existencia de una superposición con-
gruente entre las estéticas de lo visual y lo poético prueba hasta qué punto la de-
finición de la identidad de las artes visuales y literarias estaba dominada por la
atención unificada sobre la presencia significante del material y por lo tanto, sus
experimentos borraron las fronteras entre ambas disciplinas, hecho que se revir-
tió a partir de 1930 (1994, 73). También consonantes a los inventos tecnológicos
y descubrimientos científicos —acreedores en gran parte por la transformación
de dicha realidad— las vanguardias elaboraron un formalismo de corte solipsista,
el cual si a veces ambiguo en los planteos y manifiestos, fue siempre consciente en
su calidad de ruptura y experimentación.5
Junto con la disolución de los signos heredados y con el desmantelamiento
de los modos miméticos de reproducción de la realidad, la escritura en su aspec-
to figural como la imagen visual en su tendencia abstracta cuestionó viejas epis-
Kahnweiler, por su lado, expresó: «En mi opinión, fue a partir de 1907 cuando la poesía de Stéphane
Mallarmé ejerció una profunda influencia en el arte plástico, una influencia que se enlaza con la de la
pintura de Paul Cézanne... La lectura de Mallarmé fue lo que dio a los pintores cubistas la audacia de
inventar libremente unos signos, con la convicción de que tarde o temprano dichos signos serían para
los espectadores los objetos significados» (433). Para una visión más extensa del impacto de Mallar-
mé, ver el prólogo de Jean-François Chevrier en el mismo catálogo.
4 Algunos nombres de artistas/poetas hispanos de este período que experimentaron con la pa-
labra y la imagen son: José Juan Tablada, Guillermo de Torre, Marius de Zayas, Pablo Picasso, Juan
Gris, Joan Miró, Xul Solar, Alberto Hidalgo, Adriano del Valle, Oliverio Girondo, Ramón Gómez
de la Serna, Josep-Maria Junoy, Joan Salvat Papassiet, Caries Sindreu i Pons, Joaquim Folguera, Vi-
cenç Solé de Sojo, Ángel Cándiz (pseudónimo de Dámaso Alonso), Pedro Raida, Luis Mosquera,
Federico de Iribarne, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Juan Larrea, Eugenio Montes, Ramón
de Basterra, Isaac del Vando-Villar, Manoel Antonio.
5 La vanguardia no se presenta como un todo compacto de ideales y proyectos, todo lo contra-
rio. Concuerdo con Eduardo Subirats (22) que los programas estéticos de este período han sido
ubicuos, contradictorios y ambiguos. Más aún, según este crítico se trataría de una compleja mo-
dernidad, que «con una mano afirma la racionalidad de un orden abstracto tecnocientífico o se
identifica con los valores del industrialismo, mientras recurre y recupera con la otra tradiciones
místicas, conceptos metafísicos o rituales primitivos» (34).
22 Rosa Sarabia
6
Dentro de la corriente del pensamiento francés, Derrida es la autoridad a quien se le asocia
con el cuestionamiento al centralismo del logos en la tradición occidental; respecto al centralismo
ocular, Sartre y Merleau-Ponty, entre otros, reflexionaron críticamente ante tal concepción. Para
esto último ver la colección Moekrnity and the Hegemony of Vision, editada por David Michael Le-
vin. Sobre el aspecto «figurai» del signo lingüístico ver las ideas de Jean-François Lyotard (Readings
1991, primera parte).
7
Aparte de las implicaciones que trajo la imprenta a la escritura, Facundo Tomás ve en los de-
bates sobre ¡conicidad y letra del Antiguo y Nuevo Testamento el lugar donde la intelectualidad se
impone sobre la sensorialidad de la escritura fonética, a partir de la cual «la lectura provoca una abs-
tracción incluso del propio sentido visual, tendiendo a hacer que los ojos traspasen la materia de las
letras para buscar un más allá significado; alcanzar el sentido de las letras es, en realidad, renunciar
a ellas, rechazar su materialidad significante en aras de la comprensión de lo que evocan»(25).
8
«Objeto imaginario» es un término que pido prestado de Adriana Bergero, en cuyo trabajo
hace referencia a los descubrimientos del quantum y de la física atómica y a la «tragedia epistemo-
lógica» —noción que pertenece a su vez a Henryk Skolimowski— que supone identificar toda ma-
teria con una visibilidad corporal y completa (20).
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 23
9
Dos son los momentos históricos que suponen una brecha y avance hacia la gramatología ac-
tual, según Derrida. El primero se da en la búsqueda de un lenguaje universal dentro de los pará-
metros de la ciencia positiva del siglo xvni; el segundo! y el que más interesa al presente estudio, en
una ciencia de la escritura que se inicia con Mallarmé y Ezra Pound. Al referirse al necesario des-
centramiento del logos, Derrida entiende que éste «es más seguro y penetrante en el ámbito de la li-
teratura y de la escritura poética» y agrega: «Este es el sentido de los trabajos de Fenollosa, del cual
se sabe la influencia que ejerció sobre Ezra Pound y su poética: esta poética irreductiblemente grá-
fica era, con la de Mallarmé, la primera ruptura de la más profunda tradición occidental» (124).
Por otro lado, la corriente teórica que giró dentro y alrededor del grupo Tel Queltn la década de los
60 —Roland Barthes, Jacques Derrida, Jean-Louis Baudry, Michel Foucault, Julia Kristeva, Mar-
celin Pleynet, Philippe Sollers— debatió, entre otras cuestiones, aquello que la escritura en su fun-
cionamiento productor queda desligada del concepto de representación y del signo de verdad. Ver
Teoría de conjunto ( 1971 ) [ 1968].
10
Los robes-poèmes de Sonia Delaunay son ejemplo de una inusual fusión texto/textura. En
1922, nuevamente en París luego de su breve estancia madrileña, la artista rusa le encargó a Hui-
dobro que escribiera un poema para una blusa por ella diseñada y un año más tarde, 1923, le pidió
a Gómez de la Serna le hiciera un poema, «Abanico de palabras», para ser pintado en una pared de
su piso parisino. Ver nota 51 del capítulo dos en que se detalla el poema de Huidobro.
24 Rosa Sarabia
fuera de los límites del pensamiento racional pero integrándose en una realidad
mayor. El arte renacentista impuso un orden al alto grado de sensorialidad del
pensamiento medieval. Para éste —aquí nos referimos en específico al arte pre-
gótico y a las ideas de Tomás sobre el mismo— no había escisión entre lo per-
ceptible y lo espiritual, su pensamiento mágico ligaba lo tangible a lo inmaterial,
y se afirmaba la propia presencia de la pintura en su materialidad y superficie. El
arte se constituía como una continuación de la vida (Tomás 123). Al no separar
el mundo de «lo real» con el de «la ilusión», se demuestra «un criterio general en
el que lo real no existe sino en función de lo simbólico y, por lo tanto, se coloca
en el mismo plano que lo ilusionado, parte integrante, como él, de los símbolos
que constituyen la existencia general» (Tomás 124). El alfabeto recorre similar
curso. Según Drucker, para el dogma cristiano en sus inicios, el concepto de lo-
gos implicaba un significado más allá de la mera señalización de la existencia y
autoridad del texto sagrado: era la condición metafísica del ser, la esencia misma
de Dios y del universo por extensión (1995, 77). Según el Apocalipsis de San
Juan, el alfa y el omega eran letras intrínsecas a la totalidad cosmológica vertidas
por Jesús (1995, 87)." Además, señala Drucker, el sistema religioso islámico, el
judío y el cristiano compartían una reverencia por la forma visual de la palabra
(1995, 78). Contemporáneas al cristianismo primitivo, otras prácticas sincréti-
cas, entre ellas la gnóstica, neopitagórica, neoplatónica y hermética, otorgaron al
alfabeto valor mágico y de imaginería simbólica. En este sentido, la vanguardia
haría un doble itinerario: al proyectarse hacia adelante (ínsito en el prefijo
avant), hacia una utopía donde la experiencia artística se uniera en un conti-
nuum con el cotidiano vivir —en la que la automanifestación del arte fuera a su
vez afirmación de su condición de objeto— realiza contemporáneamente un ca-
mino de regreso, hacia la raíces de un pensamiento multisensorial, sea pre alfa-
bético o medieval. De ahí que, además de asumir las nuevas tecnologías y des-
cubrimientos científicos contemporáneos, al arte de estas primeras décadas se le
vio como exhumando ritos primitivos (Rosenberg 12; Subirats 34; Tomás
215).12 Ejemplos de este camino de ida y vuelta, fueron las lenguas artificiales de
algunos vanguardistas hispanos como el alfabeto críptico de Joaquín Torres Gar-
cía y el «neocriollo» de Xul Solar: exabruptos adámicos ante demografías urba-
nas babelizadas de rápido crecimiento.
11
Drucker señala la carta escrita por San Jerónimo a Santa Paula (epístola XXX) como ejemplo
temprano de una lectura simbólica cristiana del alfabeto que contiene un conocimiento espiritual.
Para una interpretación de la carta, ver su estudio sobre el alfabeto (1995, 87-89).
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 25
12
Tomás resume de la siguiente manera la transformación del arte de esta época: «...el deseo
irreprimible de la pintura es abandonar de nuevo su condición metafórica y recuperar la base me-
t o n i m i a que la caracterizó en tiempos pregóticos» (215). Si nos retrotraemos a los orígenes del al-
fabeto griego, veríamos similar recuperación de los vanguardistas. Según Drucker, el nombre stoi-
cheia que los griegos daban al alfabeto, significa también «elementos» y la asociación cosmológica
que éstos tienen: las letras tienen un carácter atomista y elemental, unidades con cuya forma mate-
rial estaba construido el universo y el mundo natural. A su vez, la esencia de las letras equivalía a un
valor numérico, siendo éste la forma más pura de energía o materia (1995, 56).
13
Sigmund Freud se suma a esta polémica pero desde el análisis onírico que realiza entre 1899
y 1900. A la falta de representatividad de las relaciones lógicas de las ideas (nexos y conjunciones
del discurso lingüístico) en el sueño, el austríaco responde con una analogía que conviene a nues-
tro análisis cuando dice: «A una análoga limitación se hallan sometidas las artes plásticas, compara-
das a la poesía, que puede servirse de la palabra, y también en ellas depende tal impotencia del ma-
terial por medio de cuya elaboración tienden a exteriorizar algo. Antes de que la pintura llegase al
conocimiento de sus leyes de expresión, se esforzaba en compensar esta desventaja haciendo salir de
la boca de sus personajes filacterias en las que constaban escritas las frases que el pintor desespera-
ba de poder exteriorizar con la expresión de sus figuras» (337-338). Notar los términos «limita-
ción», «impotencia», «desventaja», y «desesperaba» asociados a la pintura vis-a-vis la poesía. En esta
misma vena se podría añadir lo que Meyer Schapiro resume respecto a la inclusión de la escritura
en el arte del Renacimiento tardío. En éste, la concepción de la pintura era tenida como una uni-
dad completa y un objeto visual coherente que excluía la escritura dentro de ella, dado que la se-
cuencia de marcas arbitrarias de las letras no pertenecía al mismo orden de los signos en cuyas imá-
genes se reconocían los cuerpos, las caras, los gestos, de una forma inteligible (1996, 119).
26 Rosa Sarabia
donai cada una llega a un límite, el cual separa uno del otro y al mismo tiempo los
liga. Un límite, manifiesta Deleuze, con dos caras irregulares: la palabra ciega y la
visión muda (65-66). También dentro de esta misma corriente, se halla el conoci-
do postulado horaciano utpictura poesis (como la pintura sea así la poesía) acuña-
do en su epístola a los Pisones y que no deja de ser otra relación metafórica que tie-
ne, como la anterior, su base en la mimesis.14 En todo caso, Wendy Steiner
actualiza las dos fórmulas antiguas cuando señala que el intento de superar las
fronteras entre un arte y otro es el de borrar, o encubrir, la frontera entre arte y
vida, entre el signo y la cosa, entre la escritura y el diálogo (5). En base a estas ide-
as, Antonio Monegal encuentra que esta tradicional analogía interartística es atrac-
tiva para la vanguardia ya que resulta un arma estratégica idónea para acabar con
la separación entre arte y vida (1998, 32). No obstante, pienso que habría que re-
considerar la validez de dichas analogías tradicionales respecto a las prácticas van-
guardistas para las cuales no sólo la referencialidad mimètica estaba puesta en
cuestionamiento sino que también el concepto de lo poético se hallaba trastocado
para inicios del siglo XX, el cual, según Monegal, pasa del exclusivo territorio del
arte verbal «a un rasgo potencialmente presente en cualquier actividad artística,
con independencia del medio» (1998, 34). Si la pintura se hace poética, un ut po-
esis pictura, la frase de Horacio no poseería vigencia alguna para la vanguardia. Por
su parte, Hans Robert Jauss en un estudio sobre poiesis y sobre el aspecto produc-
tivo de la experiencia estética desde la Edad Media hasta el siglo xx, comenta, a
través de las ideas de Paul Valéry de finales de la década del veinte, que el cambio
del significado de poiesis que acompañó a la emancipación vanguardista de las ar-
tes se efectuó a partir del abandono de la forma perfecta del objeto estético dentro
14
En esta epístola, Horacio también crea un arte poética al proponer que la finalidad última
de la poesía es instruir y deleitar, mezclando lo útil con lo agradable, dentro de los parámetros de
verosimilud, belleza y armonía. En traducción castellana, el postulado interartístico se lee así: «La
poesía es como la pintura: una te impresiona más si la contemplas de cerca, otra si la miras de le-
jos: ésta se expone a media sombra, aquélla se complace en ser vista a la luz del día, porque no teme
el rigor de la crítica; una agrada la vez primera, la otra repetida cien veces» (370). Esta versión cas-
tellana trae a su vez una nota a pie de página en que se cita a Marcelino Menéndez Pelayo en su es-
tudio Historia de las ideas estéticas de 1890, y que me interesa repetir aquí por ser ilustrativa de cier-
to pensamiento español que todavía imperaba cuando irrumpieron las vanguardias. Dice
Menéndez Pelayo sobre el «ut pictura poesis»: «Comparación ligera de la poesía con la pintura, in-
terpretada en sentido demasiado lato hasta los tiempos de Lessing, que marcó el primero los lími-
tes de ambas artes y destruyó este vicioso 'tránsito ...» (370, énfasis mío). Para una historia del con-
cepto, ver el trabajo de Henryk Markiewicz.
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 27
de una metafísica de la belleza atemporal; de la imitación del artista hacia una ver-
dad preexistente de la idea, y de la posición de un ideal de calma contemplación
por parte del observador (1982, 55-56). Todo esto se halla en Huidobro, quien en
sus escritos reiteró una y otra vez que el poema creacionista se componía de imá-
genes y conceptos creados «sin ninguna preocupación por lo real o por la verdad
anterior al acto de realización» («El creacionismo» 2003, 1340). Y según él, la ilu-
sión había tenido «sillas cómodas» («Manifiesto tal vez» 2003,1365) por lo cual se
determinó en ponerla en evidencia, desacomodando así el lugar del lector.
Poiesis significa, pues, liberar la recepción estética de su pasividad contem-
plativa y convertir a ese observador en creador participante de la obra (Jauss
1982, 55-56).15 En este sentido, se podría entender los poemas pintados de la
exposición Salle 14 en particular, y Tour Eiffel y las «Japonerías de estío» por ex-
tensión, dentro de esta redefinición de poiesis. Proponen en sus modelos cons-
tructivos una recepción del arte que estaría anticipando esa jouissance bartheana,
o en palabras de Michel Butor —participante del nouveau román de los años
60— una demanda mayor en el desciframiento que supone la atracción que
produce toda inscripción en el interior de un cuadro.16
El segundo movimiento es el que deslinda a las artes de aquellos rasgos que les
son pertinentes y privativos. Del iluminismo a comienzos del siglo XX, se ha divi-
dido a las artes entre espaciales y temporales, siendo la pintura parte de las pri-
meras y la literatura, de las segundas. División que también otorgó calidad de sig-
no natural y estático al arte plástico y de signo artificial (arbitrario) y dinámico, al
lingüístico. El Laocoonte (1776) de Gotthold Lessing representa esta corriente ra-
15 Jauss manifiesta que los «objetos ambiguos» de los dadaístas no niegan la distinción entre
arte y naturaleza sino entre arte y realidad. El desarrollo del arte moderno, pues, no puede ser en-
tendido a través de la estética tradicional de la representación. Por el contrario, su comprensión de-
manda una estética de la recepción que pueda formular una actividad estética por parte del obser-
vador a través de nuevas definiciones de poiesis. Se trata de una redefinición de la belleza y lo que se
considera o no arte. Se daría, según Jauss, una relación inversa en la que a menor actividad estética
del artista (por ejemplo, el objet trouvé o el ready-made de un Duchamp) le correspondería mayor
esfuerzo del espectador en elaborar su propio placer estético al querer darle un significado al obje-
to. En este caso, lo estéticamente placentero está en «la actividad poética del observador» y no en el
objeto en sí (57-58).
16 La reflexión completa a la que hago alusión se encuentra en Les Mots dans la peinture (33) y
dice: «Toute inscription, à l'intérieur du cadre, va attirer le regard, d'autant plus longtemps, donc
d'autant plus fortement, qu'elle nous demandera plus d'effort pour la déchiffer; le peintre, par sa
géométrie, doit intégrer ou au moins compenser cette formidable attraction». No es necesario acla-
rar aquí que Butor parte de su experiencia como escritor.
28 Rosa Sarabia
cionalista y normativa del arte en general.17 Steiner bien aclara que el debate «es-
pacio versus tiempo» en las artes, varía de óptica según los trate la fenomenología,
la psicología fisiológica o la «semántica artística», término este que la crítica rela-
ciona con la división prescriptiva de Lessing y los de su época (39-40).
De lo expuesto hasta aquí resultaría que ni las analogías clásicas ni el tratado
analítico del Laocoonte son instrumentos idóneos cuando nos acercamos a las prác-
ticas vanguardistas, en las que confluyen escritura e imagen.18 El «interarte» lleva
en su prefijo una zona de cruce, un límite en el que ambos medios se ligan y a la
vez se separan uno del otro, como bien señaló Deleuze, antes citado. Este limen es
también «...un margen de indeterminación que es el espacio y el tiempo de la di-
ferencia» (Monegal, 1998 31) que resulta en un arte «intermedio» que adquiere
una función semiótica de complejo referencial y no una simple transferencia de
propiedades, según Eric Vos (144-145). 19 Por otro lado, desde una perspectiva fi-
losófica antiagonística, Mihai Spariosu se vale de la teoría antropológica sobre li-
17 Jan Mukarovsky resume así el aporte de Lessing y añade un aspecto del arte moderno que
conviene al presente estudio: «A pesar de que el tratado de Lessing contiene muchos conocimien-
tos que representan hasta hoy un beneficio duradero para la ciencia sobre el arte, su idea básica está
actualmente superada. La historia del arte, que de hecho evolucionó sólo después de Lessing, nos
muestra que cada arte se esfuerza continuamente por vencer la limitación dada por el material co-
rrespondiente, inclinándose unas veces hacia una, otras veces hacia otra de las demás artes... Y re-
sulta evidente que es realmente imposible que un esfuerzo, por más intenso que sea, por liberarse
de las limitaciones del material, anule su propia esencia: por eso todo lo que un arte determinado
emprenderá con el fin de imitar otro arte, cambiará necesariamente su sentido original al ser ex-
presado por otro material» (268). En un momento anterior de sus escritos sobre estética, el semió-
logo checo dirá que en este querer vencer las limitaciones se produce una «violación» del material
que más bien resalta que encubre los límites entre las diferentes artes (241).
18 El surrealismo, cuyos fundamentos teóricos se basaron en el lenguaje, llegó a ver indistinta la
pintura de la poesía. En «Situación surrealista del objeto»de 1935, André Bretón manifestó que no
existía ninguna diferencia de ambición fundamental entre un poema de Paul Eluard o de Benjamín
Péret y una tela de Max Ernst o de Joan Miró. Para algunos artistas como Hans Arp o Salvador
Dalí, les era indiferente expresarse en forma poética o plástica (281).
19 En un trabajo reciente, Monegal se apoya en conceptos vertidos por W.J.T. Mitchell (1994)
para insistir en la inutilidad de una metodología comparatista que separa los dominios. De hecho,
cuando nos enfrentamos a objetos artísticos mixtos la homogeneidad conceptual queda desestabiliza-
da. Mitchell resume que todas las artes son «artes compuestas», en tanto son texto e imagen; todos los
medios son medios mixtos que combinan diferentes códigos, convenciones discursivas, canales, modos
sensoriales y cognitivos (Mitchell 94-95). A Monegal le basta con la premisa básica de que con sólo ha-
blar «de escritura, estamos invocando la grafía y por lo tanto la visualidad... Por su parte tampoco la
pintura está exenta de discurso verbal», de ahí el carácter complejo del fenómeno (2003, 31-32).
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 29
20
Los trabajos de Victor Turner, así como todos los actuales que incorporan el concepto de li-
men o liminalidad, parten del estudio seminal del antropólogo Arnold van Gennep, Rites depassa-
ge, de 1908. Turner amplía su enfoque incorporando sociedades industriales y de gran escala, para
cuyos fenómenos culturales tales como el arte, el cine, el teatro, los conciertos de rock, la ópera, los
festivales, los carnavales, etc., propone el término «liminoide» dado que la «liminalidad» en estos
casos tendría una aplicación sólo metafórica. Ver su capítulo «Liminal to Liminoid in Play, Flow,
and Ritual» de From Ritual to Theatre: The Human Seriousness ofPlay (1982).
21
A diferencia del «limen» como pasaje o espacio entre una u otra realidad, Vitaldo Conté habla de
borderline en el sentido psicológico: una línea de confín entre normalidad y deficiencia marginal. Para
este crítico italiano, este espacio deviene un lugar de «reflexión» o de sugerencia creativa. Es un campo,
un lugar sintomático del peligro, de la pérdida, de la locura del no-retorno, «un piede poggiato sulla té-
rra e un piede sospeso sull'abisso» (36). Visible/invisible, normalidad/locura, presencia/ausencia, y otras
tantas duplas de opuestos se pueden encontrar en el espacio o el climax del borderline, según Conté.
22
Wolfgang Wackernagel llama a estas dos aspiraciones conflictivas de la no figuración en la
pintura y la figuración en la poesía un doble renacimiento del siglo XX, en el que la primera se ex-
pandió prodigiosamente, mientras que la segunda permaneció pobre, con una audiencia menor a
pesar de un crecimiento constante y de experimentos numerosos (51-52).
30 Rosa Sarabia
por lo que una no es idéntica a la otra, según reflexión de Jean-Luc Nancy y cuya
cita completa obra de epígrafe a este capítulo. El filósofo francés ve en la proposi-
ción «imagen y texto» una hendidura (141). Entiendo por ésta un lugar equiva-
lente al de transición, pasaje o umbral, el cual da acceso a un arte alternativo que
no posee principios fijamente establecidos y cuyo marco de referencia es cuestio-
nado o dislocado constantemente. La superación de una relación agonista que eli-
mina el «versus» entre imagen y palabra postula un orden conciliatorio —o digno
de un «irenarca» según el acercamiento teórico-crítico que promueve Spariosu.23
Si el carácter liminal de la literatura deriva de su naturaleza ludica, dado que el jue-
go, según Spariosu y sus antecesores, es el espacio-tiempo liminal por excelencia
(32), podríamos considerar la poesía visual como la puesta en escena de dicha li-
minalidad. La evidente experimentación lúdica de ésta desde sus orígenes ha sido
trabajada por Pozzi en Poesía per gioco. Prontuario di figure (1984) y La parola di-
pinta (1996). Poesía artificiosa, bizarrías poéticas, tavole parolibere, ideogramas lí-
ricos, tableaux-poèmes, son algunos términos asociados al genérico «poesía visual.»
Johan Huizinga aclara en su estudio Homo Ludens de 1938, que nada está más cer-
ca del puro concepto de juego como esa esencia primitiva de la poesía (144) ya que
«La poesía, en su función original como factor de la cultura primitiva, nace en el
juego y como juego» (146), acción ésta que se encuentra fuera de la esfera de la uti-
lidad (157). Es más, el historiador holandés considera la poiesis dentro del campo
de juego del espíritu; es el «recinto, más antiguo, donde habitan el niño, el animal,
el salvaje y el vidente, en el campo del sueño, del encanto, de la embriaguez y de la
risa» (144). Esta esencial actividad humana queda formulada en el Canto III de
Altazor, tour de force de la poesía hispanoamericana del siglo XX, en el momento
justo de la regeneración lingüística cuando la voz poética declara la muerte de to-
das las lenguas y en su lugar propone:
23
Desde otro enfoque, Mieke Bal propone también una superación de ambos términos. Ver en
especial su capítulo uno, «Beyond the Word-Image Opposition», en su análisis sobre Rembrandt
(1991).
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 31
A través de una distinción hecha por Kant, Jauss define el juego como una
actividad en sí misma, que se convierte en determinante para la producción ar-
tística y reemplaza al ocio, el cual en su actitud contemplativa y condición de la
teoría, se ha constituido como opuesto a la praxis (1982, 54).
Pertinentes a este arte «intermedio» son los planteamientos sobre la presen-
cia simultánea de espacio y tiempo, y que si bien comenzaron a reflexionarse du-
rante el siglo xix,24 tuvieron su mayor debate precisamente en los mismos años
de la vanguardia histórica. En consonancia con los discursos matemáticos, físi-
cos y filosóficos previos y contemporáneos a las primeras décadas del siglo xx,
los cuales proponían la presencia de una cuarta dimensión con el consecuente
desmantelamiento de las rígidas leyes de la geometría euclideana, la vanguardia
artística se propuso materializar dicha dimensión, que sólo puede ser intuida o
abstraída por el pensamiento. De este fenómeno, Saúl Yurkievich resume: «Así
como los pintores buscan, en pos de la cuarta dimensión, temporalizar la pintu-
ra, los poetas se empeñan en espacializar la poesía» (1997, 125). En sus escritos
sobre estética cubista de 1913, Guillaume Apollinaire resume que la cuarta di-
mensión «...estaría engendrada por las tres medidas conocidas: configura la in-
mensidad del espacio eternizándose en todas las direcciones en un momento de-
terminado. Es el espacio mismo, la dimensión del infinito, es la que dota a los
objetos de plasticidad» (1994, 21-22). Por su parte, Huidobro define la imagen
25 Para el mexicano Tablada, en su calidad de poeta y periodista, llevó a cabo una doble refle-
xión sobre la cuarta dimensión. Por un lado, en su entusiasmo por la teosofía espiritual de Ous-
pensky y de acuerdo con éste en que el poeta/artista debe ser un clarividente quien con su sensibi-
lidad podría alcanzar la conciencia cósmica, el mexicano publica en forma dispersa algunos
«poemas supradimensionales» hacia 1923, los cuales formarían parte de un proyecto mayor, Inter-
secciones, que quedaría sin cumplir. Por otro, en una de sus estancias neoyorquinas de 1921, coin-
cide con la visita de Einstein y publica varias crónicas traduciendo libremente y popularizando las
teorías científicas para el gran público mexicano de los periódicos El Universal y Excélsior, hacien-
do alarde de escribir «el primer artículo periodístico en español sobre la Ley de la Relatividad de
Einstein» (Mata 1998, 26). Para un análisis mayor sobre el impacto de la ciencia en la poesía de
vanguardia, ver el estudio de Rodolfo Mata Las vanguardias literarias latinoamericanas y la ciencia
(2003).
16 En el periodismo madrileño de los años 20 existían versiones popularizadas sobre la cuarta
dimensión. Como medición de la sensibilidad urbana respecto a las innovaciones científicas, ver el
artículo «Más sobre la cuarta dimensión» de Emilio Herrera en el diario El Sol. Ante la reacción de
un lector escéptico e ignorante, Herrera —quien dice ser «el último y más deficiente de los divul-
gadores» —le espeta: «El hiperespacio, Sr. Ferrer, no está tan lejos de nosotros como usted se figu-
ra; mucho más lejos está Guadalajara y, sin embargo, la beneficiosa influencia de esta simpática po-
blación llega hasta nosotros en forma de apetitosos bizcochos borrachos. Para dar idea de cómo el
estar 'fuera' del espacio no quiere decir estar 'lejos', recurriré al procedimiento de suponer lo que
ocurriría a un observador de dos dimensiones con relación a nuestro espacio de tres, y deducir por
analogía lo que debe ocurrimos a nosotros, que tenemos tres dimensiones, con relación al hiperes-
pacio de cuatro» (12). Sobre las teorías físicas en la vanguardia artística y de ésta con la tecnología,
ver los artículos de Javier de Lorenzo y Klaus Müller-Bergh, respectivamente.
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 33
nueva del espacio (Compton 100-102). En esta línea de ideas, tiene validez la
observación de Renato Poggioli respecto al mito científico al que era susceptible
el artista vanguardista (178).
Por otro lado, el lenguaje científico, la semiasografía — u n a escritura no liga-
da a la producción verbal— 27 ya sea en la simple notación numeral, en ecuacio-
nes matemáticas más complejas y/o fórmulas químicas, marcan una presencia
en la poética vanguardista de estos años. Se inserta así una dimensión abstracta
no figurativa que se hace contemporánea a una conmoción o efecto shock de la
comunicación no lingüística. Pensemos en la incorporación de estos elementos
en los retratos de Marius de Zayas, los objetos de Francis Picabia, Joan Miró,
Xul Solar, Pablo Picasso, los poemas de Josep Maria Junoy, Pierre Albert-Birot o
Alfredo Mario Ferreiro, y los pintados de Vicente Huidobro.
Coetáneos a las prácticas artísticas de estas primeras décadas un considerable
corpus crítico-teórico, llámese formalismo ruso, estructuralismo lingüístico, el
círculo de Praga, entre otros, y una masiva producción de manifiestos hicieron
suyas las reflexiones sobre la autonomía del arte y su especificidad —«literaturi-
dad,» «pintura pura»—; la lengua como sistema convencional y arbitrario de
signos; la función estética como dominante en el arte, etc. 28 La pintura es algo
que también leemos; la literatura es algo a lo que también miramos, reflexiona
Butor (Entrevista con Reid 17). El tiempo como nueva dimensión del espacio
conjuga tanto el proyecto vanguardista en su esmero consciente de superar el
propio límite como el de la teoría que reflexiona sobre la condición del signo en
su aspecto diferencial en la construcción del sentido.
Desde la teoría postestructuralista del arte, W.J.T. Mitchell se acerca a la li-
teratura para reforzar aquello de que no podemos experimentar una forma espa-
cial excepto en el tiempo, así como no podemos hablar de nuestra experiencia
temporal sin invocar medidas espaciales. Hay entre estas dos dimensiones una
compleja interacción, interdependencia e interpenetración. Más aún, no pode-
mos comprender el espacio distanciado de tiempo y de movimiento (1980,
276). 29 Si bien lo antedicho apunta a una lectura fenomenológica y no a una
producción en sí de sistemas semióticos de cada arte, me sirvo de Mitchell por-
que ilustra el proceso al que se ve sometida toda expresión interartística como
son los poemas pintados de Huidobro. 30 En otro trabajo suyo posterior, Mit-
chell responde a la heterogeneidad del medio compuesto y sintético con el tér-
mino «imagetext,» el cual cancelaría toda aproximación comparatista mientras
que el guión en «image-text» estaría designando «relaciones» de lo visual y verbal
y lá barra en «image/text,» una ruptura, una brecha problemática (1994, 89).
Esto se explicaría dentro de esa zona limen en que uno y otro arte al excederse en
sus límites trabajarían con aquello que no les es específico, o dicho de otro
modo, se hace visible el proceso de suplementariedad. Cuando se trata de esa
zona ambigua del «entre,» de intersección de dos medios artísticos, se impone
cierto eclecticismo en las consideraciones teórico-críticas a considerar, siguien-
do, de algún modo, la propia propuesta del objeto en cuestión. 31
29 Respecto a este punto son interesantes las acotaciones que hiciera Paul Klee en los primeros
años del siglo XX, y cito a través de John Welchman: «In Lessing's Laocoon, on which we squandered
study time when we were young, much fuss is made about the difference between temporal and
spatial art. Yet looking into the matter more closely, we find that all this is but a scholastic delusion.
For space, too, is a temporal concept» (62).
30 Se podrían incluir aquí otras prácticas contemporáneas a las de Huidobro, como los caligra-
mas de Tablada, los tableaux-poémes de Miró y los carteles literarios de Ernesto Giménez Caballero.
Por otro lado, tenemos la poesía concreta o letrista de los años 50 y la hiperpoesía de reciente fac-
tura que hace de la tercera y cuarta dimensiones una realidad virtual. Para un ejemplo de esta últi-
ma acceder al sitio: www.postypographika.com.ar del poeta Fabio Doctorovich.
31 Welchman en su perspicaz estudio sobre la teoría crítica y la relación palabra-imagen en los
dadaístas y surrealistas, comienza justificándose de modo semejante: «...what is required is a more
provisional, open, even ambiguous reckoning with practices that are themselves often heteroge-
neous, provisional, and ambiguous» (57).
Una aproximación crítico-teórica a la poesía visual de vanguardia 35
32 Bürger define a la institución del arte como el apparatus de producción y distribución así
como las ideas sobre el arte prevalentes en un deteminado momento y que deteminan la recepción
de las obras (22).
33 Cabría notar aquí que Bürger llama «Esteticismo» a la corriente artística de fin de siglo XIX
que da inicio a la autocrítica que luego la vanguardia desarrolló plenamente.
36 Rosa Sarabia
' Los poemas pintados tienen una dimensión aproximada de 60cm x 50cm. Para mayores da-
tos sobre su estado presente, ver los trabajos de Carlos Pérez (2001) y la «Introducción» a Salle XIV
de Vicente Huidobro. Obra poética (2003 s/n).
2
La guerra impidió que Apollinaire concretara dicho proyecto. La primera edición de Calligram-
mes (1918) lleva un retrato de Picasso del poeta. En los años veinte varios son los poetas que expusieron
sus dibujos, pinturas y carteles. Dentro de la práctica hispana, menciono la de Rafael Alberti, quien en
1922 expuso en el Ateneo de Madrid, exposición que Juan Manuel Bonet (1996, 42) menciona como
40 Rosa Sarabia
la primera de carácter abstracto en España. En 1927, Federico García Lorca expuso sus dibujos en Bar-
celona y allí también, un año más tarde, Giménez Caballero lo hizo con sus carteles literarios.
3 Justo es destacar que algunos pocos poemas pintados —«Couchant», «Minuit» y «Piano»—
fueron expuestos con anterioridad en Valencia, Madrid, Santiago de Chile, Buenos Aires y Chica-
go, dentro de una muestra mayor sobre vanguardias y/o retrospectivas sobre el poeta chileno.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 41
4
Este segundo número, «menos ambicioso y nada internacional» según anota de Costa (1984)
está consagrado a escritores de habla francesa, a diferencia del primer número impreso en Madrid
y en varias lenguas. Salle 14 aparece en la contratapa como último título a una lista de poemarios
—Horizon Carré, Hallali, Ecuatorial, Poemas árticos, Tour Eiffel— que da el propio Huidobro y que
constituyen, por cierto, su consolidación en el movimiento vanguardista europeo.
5
Pérez señala las pocas dudas que existen respecto a Delaunay como realizador de los poemas
expuestos al ser los colores y esquemas geométricos de los mismos parte del repertorio formal del
pintor. Asimismo, Pérez también señala la confirmación de un calígrafo sobre la autenticidad de la
manuscritura de Delaunay en las maquetas existentes. Por otro lado, Huidobro, quien nunca se
destacó en la pintura, aparece como único autor, por lo que se pudiera inferir que él concibió las
composiciones dando específicas instrucciones al francés de cómo las quería (41).
42 Rosa Sarabia
6
Un recorte de periódico parisino con fecha 19 de mayo de 1922 anuncia: «Les expositions de
poèmes commencent à être fort à la mode, et comme M.Vincent Huidobro aime beaucoup la
mode, le modernisme et tout ce qui s'ensuit, il expose ses poèmes au Théâtre Edouard VII...» (Ar-
chivo Fundación Huidobro, Santiago de Chile). Más allá de la sutil ironía con la que el cronista
anónimo presenta a Huidobro, es interesante ver la nota enfática respecto a la novedad de las ex-
posiciones de poemas.
7
La primera exposición del cubismo de 1911 en la Sala de los Independientes tuvo una reacción
y protesta furiosa del público. Sobre exposiciones vanguardistas y recepción del público ver el estudio
de Bruce Altshuler. Por su lado, Apollinaire, testigo de esa época, describe: «La primera exposición
conjunta del Cubismo, cuyos adeptos se hacían cada vez más numerosos, tuvo lugar en 1911 en
los Independientes, donde causó profunda impresión la sala 41 reservada a los cubistas» (1994
[1913],29).
8
Otras especulaciones hablan de un juego homofónico entre «salle» y «sale» que en francés sig-
nifica «sucio» resultando así una referencia a la primera guerra mundial: «sucio el 14» (Entrevista
personal a Carlos Alberto Cruz en 1998, Santiago de Chile, y en Pérez 35).
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 43
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Esta no es sino otra especulación más que surge de este evento que al crear su
propio espacio para exponer, al margen de los ya institucionalizados, pone énfasis
en el componente plástico y carácter de objeto artístico de estos poemas al tiempo
que refleja el gesto desafiante y de arrojo del poeta en su capacidad de artista.
D e todos los signos vertidos en la cubierta misma, el retrato del poeta por Pi-
casso es la imagen elocuente por antonomasia. Se trata del mismo que se inclu-
yó en el poemario Saisons choisies de 1921 y que luego se reciclaría diez años más
tarde para la edición príncipe de Altazor. Ya en 1917 había dedicado al pintor
español el poema caligramático «Paysage» de Horizon Carré, el cual con algunas
pocas variantes se imprimió en el catálogo-invitación de 1922. Y en 1918, su
largo poema-libro Ecuatorial, impreso durante su estancia madrileña, también
lleva la dedicatoria a Picasso, siendo todas ellas sobradas muestras de admiración
hacia el más exitoso exponente del cubismo. La autoridad de la firma del artista
español en el extremo izquierdo del retrato le otorga, en especial tratándose de
una exposición artística, un auspicio en el doble sentido de la palabra. El cubis-
m o literario fue un término aglutinador que respondió poéticamente a las pre-
misas ya establecidas por su h o m ó n i m o pictórico. Coincidiendo aquél con los
postulados del creacionismo, ambos mentores, H u i d o b r o y Reverdy, supieron
44 Rosa Sarabia
explotar esa asociación común en Nord-Sud? Más aún, habría en Picasso y Hui-
dobro un rasgo común en cuanto al concepto romántico del genio creador al
que sendos artistas se suscribían. 10 En este sentido, el sintagma que identifica al
retrato, «Vincent Huidobro, par Pablo Picasso», da cuenta también de otro tipo
de identificación: un diálogo entre pares/padres de movimientos artísticos a par-
tir de la yuxtaposición de los nombres. Sin embargo, la factura del retrato, un
esbozo a lápiz de simples líneas impresionistas, está lejos de constituir una com-
posición cubista. 11 Por lo tanto, se podría ver un suplemento en la convocatoria
del cubismo por medio del nombre propio, en cuya escritura la mano rubrica
aquello que no logra con el diseño. De los varios artistas que lo retrataron, el de
Gris de 1932 (portada de Tremblement de ciel) responde mejor al movimiento
cubista, mientras que el realizado por Torres García sea tal vez el más original. 12
El catálogo se abre con una presentación a cargo de Maurice Raynal, quien
dos años antes había escrito el prefacio del catálogo sobre una exposición de arte
francés en las galerías Dalmau de Barcelona, y en 1921 prologó el correspon-
diente a la exposición individual de Miró en La Licorne. Crítico de las nuevas
corrientes artísticas, su nombre era sinónimo de connaisseur de la materia, y des-
de principios de la década anterior venía firmando colaboraciones en L'esprit
Nouveau, La Publicidad, Terramar y Creación del propio Huidobro. A partir de
este prólogo, se suceden la enumeración de los trece poemas pintados; la reim-
presión de «Paysage» y nueve notas de variada extensión y autores. Por su parte,
el nombre de Waldemar George, incipiente autoridad crítica de esos años, será
5
Dato sabido es la contribución financiera y de fundación que Huidobro hubo realizado a esta
revista desde su inicio en 1917 y a unos tres meses de su llegada a la capital francesa. De Costa en-
tiende que el creacionismo de Huidobro es una variante del cubismo literario (1996, 14) en cuan-
to a la idea de construir un poema, que Max Jacob expresara con elocuencia a propósito de Re-
verdy: «Or, le poème de M. Reverdy est fait comme un tableau» (1996, 51).
10
El concepto del poeta como creador comienza a perfilarse en Adán de 1916. Sin embargo, el
tan citado verso del «Arte Poética»: «El Poeta es un pequeño Dios» (2003, 391), y los rasgos de Al-
tazor de «antipoeta y mago» son los que mejor expresan dicha condición. Respecto a similar acti-
tud en Picasso ver el estudio de John Berger (1980, 10-13).
11
Picasso elaboró en estos años veinte una variedad de retratos (André Salmón, Valéry, Re-
verdy, Breton, Erik Satie, Igor Stravinsky) y todos tienen una factura similar en cuanto a la simple-
za de las líneas y el realismo de las formas, en marcado contraste con lo que venía haciendo en sus
óleos desde 1907, pienso por ejemplo, en los rostros de Les Demoiselles d'Avignon.
12
Picasso (1921), Gris (1922 y 1932), LajosTihanyi (1924), Arp (1931),Torres García (1931)
realizaron retratos de Huidobro y fueron todos ellos expuestos y reproducidos en el catálogo Salle
XIV. Vicente Huidobro y las artes plásticas (2001).
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 45
13
El texto en ruso destaca la singularidad de Huidobro dentro del ambiente parisino y su lugar
precedente a las aspiraciones de Apollinaire para terminar en una imagen de corte futurista cuando
analoga el ritmo del movimiento de sus poemas a «una locomotora que vuela a todo vapor». Agra-
dezco a Andrij Makuch la traducción del ruso.
14
A título de ejemplo, valgan los programas culturales publicados el 15, 17 y 18 de mayo de
1922 en L'ére nouvelle, impresión diaria de cuatro folios, en los que se anuncian, además de la in-
auguración de los poemas pintados de Huidobro, los estrenos orquestales de Lohengrin de Wagner
y de Le Roí d'Ys dirigida por Albert Wolff y el de dos piezas poéticas del hindú Tagore. También se
percibe una sólida presencia de artistas rusos con la puesta en escena de la obra «Une Petite main
que se place» de Sacha Guitry en el mismo teatro Edouard VII, la inauguración de «Comoedia» de
André Levinson, y el estreno en el teatro L'Opéra del ballet «Spectre de la Rose» con la participación
de M m e . Nijinski, Majakosvlcy y Feodorev. Otra muestra de París como coctelera de nacionalida-
des es la n ó m i n a del comité de miembros del «Bal costumé» entre ellos los hispanos H u i d o b r o ,
Gris, Ortiz (de Zárate?) y Picasso, que se realizó el 30 de junio de 1922.
15
En 1918 se produce el primer roce entre Huidobro y la vanguardia española cuando ésta da
por sentadas las bases del ultraísmo efectuándose así un «rápido parricidio» como bien apunta An-
drés Morales (2003, 1413). De roce a confrontación, la relación entre el chileno y los jóvenes ul-
traístas tuvo su p u n t o álgido en 1920 a partir de la conocida nota de Enrique Gómez Carrillo so-
bre Reverdy en la que éste acusa al chileno de plagio, publicada en El Liberal de M a d r i d con el
46 Rosa Sarabia
título «El cubismo y su estética». Huidobro retó a duelo a Gómez Carrillo y escribió una larga res-
puesta que pulida salió luego como manifiesto «Le Créationnisme» en Manifestes de 1925. Para
más detalles de este sabroso litigio entre pares, ver el estudio de De Costa (1984, 73-75). Similar
encono fue el que tuvo con el madrileño Guillermo de Torre.
A pesar de esta primera asociación con el creacionismo, a Larrea y Diego se los identifica hoy
en día con la generación del 27. Ambos dedicaron posteriormente estudios críticos a la poesía del
chileno. En Torres de Dios:poetas, Larrea le dedica un espacio protagónico junto a León Felipe, Ru-
bén Darío, Emilio Prados, César Vallejo y William Blake. Diego, en Crítica y poesía de 1984, en su
capítulo «Poesía y creacionismo de Vicente Huidobro,» acepta los lazos de amistad y «discipulazgo»
que le unían al chileno (299).
16 La deuda del ultraísmo para con el creacionismo ha sido reconocida por los propios españo-
les contemporáneos de Huidobro. Así lo atestigua César Comet, quien firma la nota «Una época de
arte puro» en Cervantes de abril de 1919, asociando con poco rigor a Reverdy, Allard, Apollinaire
con Huidobro en el «novísimo movimiento intelectual de Francia (el Creacionismo), siendo Can-
sinos-Asséns el único escritor español que, con su comprensión excelente, ha sabido interpretar ese
movimiento y darle forma en castellano..., por cuanto puede decirse que en él se fundamentan las
modernas orientaciones de la literatura española (el ultraísmo)» (90).
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 47
Se podría decir, pues, que dos años más tarde, mayo del 22, la retina del pú-
blico ciudadano había perdido cierta capacidad de asombro ante la cuadratura
del horizonte o la del círculo, imágenes caras a Huidobro y Apollinaire, respec-
tivamente. Por eso extraña leer los propios comentarios del poeta ante el cierre
de su exposición a dos días (o uno, quizás) de haberse inaugurado. Con fecha
del 18 de mayo de 1922, como documenta De Costa, Huidobro envía una car-
ta a Larrea a quien le describe el «gran éxito» de la exposición de poemas pinta-
dos por parte de la élite pero ante la protesta del «gran público» y luego de ar-
marse una «verdadera batalla», el teatro retiró sus poemas. Prosigue luego que
dadas las protestas en la prensa contra el cierre, espera poder abrirla nuevamen-
te («Trayectoria del caligrama en Huidobro» 1978, 42 y Poesía 1989, 173). Sin
embargo, con fecha 20 de mayo, a cuatro días de la apertura pero para entonces
cancelada, aparece un artículo en el periódico Le Petit Bleu sobre la exposición
«actual» de los poemas, firmado por Guillot de Saix (Fundación Vicente Hui-
dobro). Un anacronismo involuntario, sin duda, debido quizás a la preparación
de la edición con cierta antelación a su publicación. Según De Costa, efectiva-
mente la exposición vuelve a abrirse en agosto de ese mismo año y el propio
Guillot de Saix reimprime la misma reseña con un cambio en la primera frase
indicando que la exposición tiene lugar en la galería Manuel, sin alusión a nin-
guna muestra previa.17 De esta segunda exposición sólo se conoce esta reseña,
sin un nuevo catálogo o mayor documentación que la confirme. En todo caso,
especular sobre los motivos reales de la inminente clausura del mes de mayo po-
dría derivarnos a un sinfín de inútiles elucubraciones.
Sin embargo, es interesante notar en la carta a Larrea, la distinción que Hui-
dobro hace entre la cultura alta («élite») y la de masas («gran público»); entre la
aceptación y rechazo de su arte. La obra de arte autónoma de inserción en la
praxis de la vida diaria y su consumo constituyeron una evidente paradoja que
recién fue resuelta con la segunda oleada vanguardista, la llamada neo vanguar-
dia de los años 50 y 60, cuando cuestionar el orden burgués se transformó en un
modus vivendi, un estilo de vida. Matei Calinescu determina que el escándalo
17
De Costa (1984, 97) documenta este segundo artículo de Saix aparecido el 18 de agosto de
1922 en el periódico La France. Por otro lado, tanto Pérez (40) como Goic (2003, 1394) confir-
man que en 1925 Huidobro participó con algunos poemas pintados de Salle 14 en el Salón de Ju-
nio de Santiago de Chile en 1925, junto al Grupo Montparnasse. Allí también presentó sus cua-
dros Camino Malvar, la misma que coloreó los dos caligramas de los poemas pintados aparecidos
en el catálogo-invitación: «Moulin» y «Paysage». Estos están reproducidos en la carpeta serigrafiada
y en el catálogo Salle XIV. Vicente Huidobro y las artes plásticas (2001,52-53).
48 Rosa Sarabia
18 Barthes habla aquí expresamente de la vanguardia francesa cuando destaca que la intoleran-
cia y violencia de las provocaciones vanguardistas apuntaban al lenguaje burgués y no a su status
(1983, 139-140). Por cierto, las revueltas ético-artísticas tuvieron un contenido político en las
prácticas rusas contemporáneas a la Revolución y en las latinoamericanas, siendo la peruana lidera-
da por José Carlos Mariátegui, tal vez, la más elocuente. Ver el primer capítulo de Vicky Unruh de-
dicado a los manifiestos y la construcción del público (31-70).
19 Hago aquí alusión directa a los ejemplos que el propio Huidobro dio en su manifiesto «La
création puré» de 1921 (ver 2003, 1302-1307). Aunque el poeta no explica cómo esta autonomía
del fenómeno artístico puede consumirse socialmente, lo cierto es que su opinión sobre el público
fue generalmente displicente. Por ejemplo, en «La poesía» se refería al «vulgo» y al «lector corrien-
te» como incapaces de comprender el valor del lenguaje poético (2003, 1297).
A propòsito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 49
20
Este cuaderno manuscrito por Diego se encuentra en los archivos al cuidado de Elena Die-
go en Madrid. Contiene los textos de Salle 14 con fecha 1921. El español atestigua haberlos trans-
crito en «líneas paralelas» omitiendo aquello «que tenían de pintura, de cuadro» (1984, 319).
21
Saisons choisies de 1921 es el primer poemario con el que su nombre de pila aparece como
«Vincent»; sin embargo, ya firmaba así en poemas sueltos publicados en revistas parisinas.
En cuanto a su francofilia, Alberto Rojas Jiménez comienza su nota/entrevista para El Mercu-
rio de Chile (1924) bautizándolo como «...Vicente Huidobro, poeta francés nacido en Santiago de
Chile», que luego se convirtiera en broma generalizada. Sigue a la presentación una breve descrip-
ción del estudio del poeta que se convierte en una mise-en-scéne que importa al presente estudio:
«Estamos en su sala de trabajo, pequeña sala desordenada [...] la caja de habanos y las esculturas ne-
gras, con los poemas dibujados de su celebrada exposición del año pasado» (En García- Huidobro
McA. 36).
50 Rosa Sarabia
22
Bajo la dirección de Juan Manuel Bonet, el MNCARS expuso en años sucesivos varias mues-
tras significativas de vanguardistas como Xul Solar, Ramón Gómez de la Serna, Rafael Alberti, Ju-
sep Torres Campalans (pseudónimo de Max Aub), el escultor Alberto, algunos olvidados como
Ponce de León, Lekuona, y escritores-dibujantes como Mihura, López Rubio, Jardiel Poncela, en-
tre otros.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 51
23 La inclusión de los dos bocetos coloreados por Camino Malvar en la muestra con su repro-
ducción en el catálogo y álbum ha dado origen a algunas confusiones de lectura de las que quedan
libres de toda responsabilidad, por supuesto, los comisarios de la muestra de 2 0 0 1 . Es el caso espe-
cífico del trabajo «Hipertexto, el nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen»
(www.hipertexto.info) de María Jesús Lamarca Lapuente, quien incluye en la sección introducto-
ria «La fusión entre imagen y texto», tres de los poemas pintados de Huidobro («Couchant», «Oce-
an», y «Paysage», al que titula y data erróneamente como «Marine, 1925») y sus respectivas ma-
quetas con la siguiente leyenda: «Poemas pintados por diferentes pintores [...] a raíz de los poemas
dibujados de Vicente Huidobro...» La vigencia del gusto por «la fusión y confusión entre imagen y
texto» está demostrada en estos poemas de Huidobro «recientemente pintados por diferentes auto-
res», añade la autora sin más datos. Las implicancias que tiene esta desinformación dentro del es-
pacio virtual apuntan a conceptos de autoridad y volatilidad del conocimiento que están fuera del
alcance de este estudio.
52 Rosa Sarabia
ner los fragmentos dispersos de un objeto cultural que la inclemencia del tiem-
po dejó incompleto, pero lo temporario de este espectáculo vuelve a redistribuir
los fragmentos de la serie y en ese acto se disuelve la memoria huésped del mu-
seo. Queda, no obstante, el álbum como primera edición de esta empresa/es-
pectáculo y el catálogo como testimonio fotoduplicado de los originales allí reu-
nidos.
En otro orden, aunque forma parte del intrincado tejido cultural de la post-
modernidad, es un hecho que el mecenazgo actual tiene la cara despersonaliza-
da de la corporación, sea financiera o de servicios públicos. Mucha de la mues-
tra museística depende hoy de patrocinadores que hacen de la cultura una tarea
filantrópica. Telefónica S.A. por medio del director general adjunto de relacio-
nes institucionales, también se encuentra representada en el espacio prologal del
catálogo. Sin rodeos se nos informa que «La Cultura ya no es una isla» (15) y la
empresa de telecomunicaciones trabaja en los aceros de una encrucijada históri-
ca (14), liberando al Estado, aunque esto no está explícito, de su papel como
protector/promotor de las artes.24 Es más, Fundación Telefónica albergó a Salle
XIV en el recorrido final de la muestra, asumiendo por entero la tarea patroci-
nadora. En Chile, los serigrafiados ocuparon un espacio interior acristalado que
los separaba de los originales.
Por otro lado, el consumo del arte dentro del museo actual está íntimamente
unido a la comercialización de sus productos derivados. Néstor García Canclini
reflexiona sobre el pasaje del liderazgo de las vanguardias cosmopolitas —con
perfiles nacionales que definían proyectos renovadores como el «futurismo italia-
24
Si bien la colaboración privada en la cultura española tiene en la Institución Libre de Ense-
ñanza y la «Fundación Del Amo», un antecedente del aporte privado en la cultura nacional, esta
presencia se hará cada vez más dominante con el transcurso de los años. La «Ley de mecenazgo» por
ejemplo, bajo el gobierno socialista de Felipe González, fue una clara dirección del papel del Esta-
do en delegar al ámbito privado parte de las actividades culturales. No obstante, existe un cambio
substancial que va de la aportación de lo privado a lo público a la apropiación de lo público por lo
privado, situación en que se renuncia a la categoría de la cultura como bien público. Este último
paso fue parte de la agenda cultural del Partido Popular en sus años de gobierno. Así lo deja claro
José María Aznar en la conferencia «Una política cultural para España» (Conferenciasy discursos.
D32 Caja-11, 1994), en la que expresa: «...es indispensable un régimen jurídico que estimule el
mecenazgo y el patronazgo cultural, favorezca el despegue de las llamadas 'industrias de la cultura'
y haga posible el mantenimiento de toda clase de instituciones culturales privadas» (20). Dicho es-
tímulo se traduce, claro está, en exención fiscal. Justo sería agregar que este tipo de políticas cultu-
rales son hoy componentes del fenómeno de globalización que suelen extenderse más allá de las
meras fronteras geográficas.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 53
25
Jean Baudrillard, para quien la cultura del presente se ve dominada por la simulación, con-
dición de hiperrealidad en la que la imagen reemplaza lo real, asevera que el supermercado de la
cultura (su ejemplo es el Beaubourg, París) opera al mismo nivel que el de la mercadería en cuanto
a la función perfectamente circular por la cual todo (mercadería, cultura, muchedumbre, aire com-
primido, etc.) se demuestra por medio de su propia acelerada circulación ([1977] 2000, 214).
54 Rosa Sarabia
nifiestación de una zona fronteriza o limen; una puesta en escena o gelstat en que
las dos artes entran en tensión y que al ceder principios y elementos propios ad-
quieren a su vez un nuevo orden necesariamente híbrido.
Una lectura rápida a los títulos de la colección denota, con excepción de «6
Heures Octobre», un mundo referencial de objetos y fenómenos naturales o ins-
tantáneas de postal: un piano, un molino, un caleidoscopio, el océano, el ocaso,
la noche, un arco iris, una marina, un paisaje. En «Tour Eiffel», «Piano», «Océ-
an», «Kaléidoscope», y en menor medida «Moulin», se determina la forma de los
objetos por medio del grafo y del trazo que el pincel diseña, y por la sustancia
cromática. En cambio, en los restantes poemas sólo las palabras dibujan y jue-
gan en el espacio/superficie de predominio monocromático —se verá que en al-
gunos casos el fondo entra a operar como significante— o simplemente descan-
san tradicionalmente sobre la horizontalidad de los versos —como en «6 Heures
Octobre»—. En «Marine», «Océan», así como en parte de «Piano», los papiers
collés marcan la presencia de un tercer elemento a la materia gráfico-figurativa.
Cabe aquí aclarar que un significante visual pudiera ser tanto el objeto material
en sí mismo como las marcas y formas materiales sobre la superficie, como bien
señala Frascina (90), y tratándose de los poemas pintados, la escritura como tra-
zo también constituye parte de este concepto semiótico.
La paleta cromática está dominada por los ocres, naranjas, amarillos dorados,
azules, verdes y mucho negro. Como ha indicado Pérez en su estudio preliminar
al catálogo de Salle XIV, la factura de los originales se hizo con tintas y papeles
convencionales de baja calidad, sensibles a la luz y la humedad, por tal motivo se
han deteriorado la pigmentación y algunos trazos caligráficos en los que hoy han
sobrevivido (2001, 36). Huidobro eligió el gouache, la acuarela opaca, técnica de
los iluminadores de manuscritos durante la Edad Media resurgida en estas pri-
meras décadas del siglo xx. En este sentido, y guardando las distancias de tiempo
y espacio, veo el hilo conector con los carmina figurata de Rábano Mauro, en la
integración del color-figura y la escritura, en los colores vivaces que conforman
los objetos. Raynal, en su prefacio al catálogo-invitación, acierta al decir que los
poemas pintados lejos de constituir una búsqueda revolucionaria, aunque de una
sensibilidad muy refinada, forman parte de una antigua tradición popular, como
la de Rabelais (1922 s/n). De igual modo, Apollinaire, en su fructífera y creativa
producción caligramática, contrajo su deuda con el pasado. Sin embargo, es la
presencia del color y de la caligrafía en los poemas pintados de Huidobro la que
los singularizan dentro de las impresiones estridentes futuristas o de la «tipografía
salvaje» dadaísta.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 55
26
En efecto, el alemán Jan Tschichold, calígrafo, impresor y teórico, quien con 26 años de
edad ya había publicado su primer libro sobre tipografía, confirmaba la reproducción fotomecáni-
ca como único medio en el que dependían los poemas caligramáticos manuscritos de Apollinaire
(218). La fotografía, según Tschichold, fue esencial como herramienta, un medio enriquecedor que
hizo posible distinguir un antes y después en la historia de la imprenta (92).
56 Rosa Sarabia
27
Las definiciones y clasificaciones aquí vertidas las t o m o del estudio de Pozzi de 1984, en es-
pecial el capítulo segundo, «La progettazione del segno gráfico», 39-91.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 57
taba declinando mientras que el fonógrafo y el cine eran los nuevos medios de
reproducción (1948, 20-21). 28 Si bien se usa el trazo de la letra a mano o de la
tipografía para realizar un diseño particular muchas veces en consonancia con el
contenido de los versos, a diferencia del technopaegnion, el caligrama moderno
es más laxo y sugerente, menos rígido. No obstante, el término «caligrama» data
de antiguo y acusa un juego formal de un entretejido de versos a partir del acrós-
tico que atraviesa el texto reproduciendo así la figura deseada.
Es de notar que las caligrafías convencionales y de variados estilos que usa
Huidobro en estos poemas pintados dan cierta precisión y uniformidad como
así también cierta neutralidad ya que con la sola excepción de la firma en algu-
nos de ellos, la escritura personal queda borrada y con esto la posible identifica-
ción de rasgos singulares y propios, supeditados a variables de la personalidad. 29
En este sentido, se trata de ejercicios caligráficos de pura función estética en per-
secución de arte puro: el caligrama. Caligrafía, caligrama: escritura de la letra
bella. Ambas ostentan y responden a igual prefijo y etimología, a expensas de la
28
Butor, en su prólogo a la edición de Calligrammes, contradice este punto y confirma lo con-
trario ya que según él, la tipografía se encontraba en uno de sus picos para estos años (7). Es inte-
resante notar que tanto Butor como Shattuck en su prólogo a la traducción al inglés de una selec-
ción de escritos por Apollinaire (1948, 19-20), coinciden en ver el aspecto figural de los caligramas
como detrimental al componente literario por su ilegibilidad. Por su lado, Reverdy se declaró en
contra de los juegos con el espacio tipográfico de sus contemporáneos por considerar que las for-
mas plásticas introducen un elemento extraño en la literatura, es más, dijo: «aportan [...] una difi-
cultad de lectura deplorable» (Self-defence 1919, citado en Goic 2003, 412).
Dentro de los detractores de la figuración en poesía ha habido exclamaciones más rotundas
como en el caso de Michel de Montaigne (Les Essais I, 311), quien hablaba de sutilidades vanas y fri-
volas por medio de las cuales los hombres buscaban a veces atraer estima, como los poetas que com-
ponían obras enteras en versos que comenzaban con la misma letra, o con formas de huevo o esfera,
cuyos metros acordaban una figura, pero que no juntan la bondad con la utilidad, ya que sólo bus-
can la rareza, la novedad y la dificultad. Dentro de los clásicos, Marcial llamaba «nugae difficiles»
(bagatelas difíciles) a los productos de combinación de pensamientos, versos, renglones, palabras, le-
tras, signos, etc., y concordaba con algunos de sus contemporáneos en que estas «bagatelas» eran
propias de las épocas de decadencia en las letras (Carbonero y Sol, Introducción III).
29
Nota de curiosidad anecdótica es la vertida por Huidobro sobre la importancia de la grafo-
logía en una carta a su hermana Chita en la que le pide escriba ella con mayor claridad. Con fecha
30 de mayo de 1922 —poco después del cierre de la exposición de sus poemas pintados— le dice:
«...Es preciso, Chita querida, que escribas con una letra un poco más clara, has (sic) un pequeño es-
fuerzo pues hemos oido (sic) en unas conferencias sobre grafología dados por un eminente profe-
sor de Psicología Experimental en la Sorbona que la letra confusa y gruesa significa cerebro confu-
so y determinaciones violentas» (colección privada de Carlos Alberto Cruz, Santiago de Chile).
58 Rosa Sarabia
espontaneidad de la grafía personal pero en pos de una forma que delata su ma-
teria haciéndola visible. Grafo y grama mancomunados, literalmente hablando,
para figurar geometrías simples: un triángulo, un trapecio, un rombo, un círcu-
lo. Son «alquimia archilírica» a la Apollinaire, caligramas que pretenden, como
dijo Foucault, «borrar lúdicamente las más viejas oposiciones de nuestra civili-
zación alfabética: mostrar y nombrar; figurar y decir; reproducir y articular; imi-
tar y significar; mirar y leer» (1997, 34). Pares verbales que a partir de una con-
junción copulativa a nivel gramatical se analogan a aquella espacial. Dos
cuerpos, texto/textura, en los que desaparece la porosa frontera de lo visto (en el
espacio) y lo leído (en el tiempo) en un mismo acto de emisión. A partir de la
conjunción se produce una desfamiliarización de cada término/cuerpo en la que
la palabra muestra esa «espesura» del lenguaje a la que se refiere Norman Bryson
(1981, 3) y que, según éste, reside en la materialidad sensual del significante.
El arte pictórico en calidad de pura materia cromática, comunica y significa;
se lo puede leer porque existe un «pensamiento mudo de la pintura», de acuerdo
a Maurice Merleau-Ponty (1969, 285). Sin embargo, hay cierta limitación a una
«lectura» del color ya que éste pone a prueba las capacidades del lenguaje; redu-
ce el comentario sobre sí mismo invocando el acto del solo mirar, que a su vez
presupone una recepción más afectiva y visceral que intelectual, como señala
Yves Michaud (12). La materia pigmentaria en los poemas pintados conforma
un fenómeno sensorial que produce tanto efectos cognitivos, en su capacidad de
signo, como afectivos e inexplicables y en consecuencia, de inasible expresión
lingüística.
La caligrafía que se utilizó en casi todos los poemas pintados tanto en sus mi-
núsculas y mayúsculas como cursivas y de molde, corresponde a la «de palo
seco», también conocida como sans serif. Ésta se impuso en el siglo xix para las
minúsculas, aunque de origen griego monumentalista y con precedentes en el
siglo XIII —«textus sine pedibus»— y XIV en el sur del Mediterráneo, donde fue-
ra conocida como «lettera ecclesiastica» o «textus rotundus». Se asume que la
popularidad de la letra «de palo seco» monolínea está relacionada con la publici-
dad comercial del boom de la máquina vapor en 1825, que a su vez era más eco-
nómica y fácil que las otras, y se adaptaba mejor al diseño del modelo industrial
y de masas. Hacia 1860 se estandarizó dicha letra al adoptarla para el metro de
Londres, y al pasar luego a transportes terrestres. El grosor de este tipo de letra
creaba un impacto mayor si se trataba de titulares en diarios (Morison 324-
330). Por otro lado, dentro del ambiente artístico, la letra «de palo seco» tuvo
una rápida bienvenida por los diseñadores y arquitectos del Bauhaus, como
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 59
Walter Gropius, quien la vio en consonancia con el espíritu de los nuevos méto-
dos y materiales de construcción (Morison 335). La justificación de su uso ex-
tendido al orden público es reconocimiento a su practicabilidad, legibilidad y
economía, y sobre todo por ser «moderna» y perteneciente al mercado de masas.
En 1928, Tschichold realizó un documento crítico-histórico-teórico sobre la
nueva tipografía de valor hoy imprescindible para entender las relaciones entre
las viejas y nuevas tecnologías en los experimentos vanguardistas. Sobre los tipos
disponibles en esos años, él señaló que las letras romanas «de palo seco» —tam-
bién llamadas «Grotesque» o «letras de esqueleto», denominación más conve-
niente según él— eran las únicas que estaban en correspondencia espiritual con
los tiempos que corrían. Y no por estar a la moda, agrega Tschichold, sino por-
que realmente expresaban las mismas tendencias en la arquitectura (73). Explí-
cita así un movimiento aglutinante de conformidad urbana entre las artes. Su
adhesión al Bauhaus es significativa en cuanto la interdisciplinariedad que posee
su texto, y su conexión con Lazar El Lissitzky, Lazslo Moholy-Nagy y Kurt
Schwitters, entre otros artistas, se evidencia en sus propuestas tipográficas.
Para 1922, el uso de la letra «de palo seco» era ya muy extendido pero la «Fu-
tura» diseñada por Paul Renner no se consolidaría hasta fines de la década. De
hecho, las mayúsculas y de molde que se pueden apreciar en los títulos de «Océ-
an», «Tour Eiffel», «Piano», como en los versos completos de «Minuit», «Mari-
ne», «Couchant», «Kaléisdoscope», «6 Heures-Octobre» y «Moulin» responden
al estilo Art Nouveau, semejantes a las que la máquina Durlow imprimía en los
titulares de periódicos y carteles. En todos ellos se explota la manuscritura como
dispositivo tipográfico. Si ai estilo finisecular de la letra se le suma la dimensión
y formato mural, los poemas pintados se aproximan a esa otra manifestación vi-
sual y netamente urbana: el cartel publicitario, que durante estas primeras déca-
das se hizo eco del frenesí tipográfico y de las incursiones rupturistas del arte de
vanguardia. 30 Más allá del componente visual co protagónico de los poemas-
pintados, el aspecto óptico tiene su énfasis en la escritura. En este sentido, se
comportan según indicaciones que el propio Delaunay daba del póster moder-
no. No debía ser una corrupción a los ojos —una seductiva representación de
objetos— sino una invitación a la información, mediante impresiones vibrantes
de mayor o menor intensidad. Sobre todo, decía el francés, el cartel es color y la
forma no es más que una dimensión del color (Tschichold 191).
30
Ver el trabajo de David Scott sobre el póster publicitario y las técnicas vanguardistas en pos
del consumo comercial de los años 20 y 30.
60 Rosa Sarabia
31
En un excelente estudio, Tomás revisa los textos de las sagradas escrituras y analiza el lugar
cambiante y polémico de la letra versas la imagen visual a través del tiempo. Ver su primera parte.
32
Pocas han sido las incursiones críticas de Huidobro sobre el arte. A su regreso a Chile con-
tribuyó en Pro. Revista de arte, dirigida por Jaime Dvor y Eduardo Lira. Un año después aclaró en
su propia revista Ombligo/Vital que escribió a Lira protestando por reproducir su artículo sobre
Miró sin su permiso («Precisemos» 1935, reproducido en Vicente Huidobro. Textos inéditos y disper-
sos, 96). En efecto, el número 2 de Pro. Revista de arte contiene una nota sobre Miró firmada por
Huidobro en la que señala, entre otras vaguedades impresionistas, un rasgo importante que descri-
be el proceso artístico sine qua non de la vanguardia y su creacionismo poético por extensión, cuan-
do dice: «Joan Miró, significa la desmaterialización de la materia para convertirse en materia nue-
va» (folio s/n).
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 61
gar de una palabra en una proposición como la palabra puede hacerlo respecto a
un objeto en la realidad, como lo manifestara el belga.33 Esa intuición o proble-
mática pudiera encontrarse en «La poesía», —conferencia dada por Huidobro
en el Ateneo de Madrid en 1921 y cuyo fragmento será prólogo de Temblor de
cielo en 1931— cuando comienza diciendo: «Aparte de la significación gramati-
cal del lenguaje, hay otra, una significación mágica que es la única que nos inte-
resa. Uno es el lenguaje objetivo que sirve para nombrar las cosas del mundo sin
sacarlas fuera de su calidad de inventario; el otro rompe con la norma conven-
cional y en él las palabras pierden su representación estricta para adquirir otra
más profunda y como rodeada de una aura luminosa que debe elevar al lector
del plano habitual y envolverlo en una atmósfera encantada»; para más adelante
agregar: «El poeta crea fuera del mundo que existe el que debiera existir. Yo ten-
go derecho a querer ver una flor que anda o un rebaño de ovejas atravesando el
arco iris, y el que quiera negarme este derecho o limitar el campo de mis visio-
nes debe ser considerado un simple inepto» (2003, 1296). Notar que se niega el
concepto de representación y referencialidad en cuanto a imagen auto suficien-
te que sería la poética propiamente dicha, pero lo que no se puede evitar es la pa-
radójica situación que supone trabajar con un repertorio lingüístico que tiene
asignado ya un valor referencial y representacional aunque el vínculo en el signo
esté siempre basado en la arbitrariedad. O sea, el significante siempre está ligado
a un significado ausente por más lejana que sea la relación mimética con la rea-
lidad. Huidobro no inventa un nuevo alfabeto, ni una nueva escritura, ni un
nuevo lenguaje —a lo sumo llegó a desintegrarlo hacia un retorno «al dadá pri-
migenio», a la «pregramática» en AltazoriA— pero sí crea imágenes basadas en la
unión de realidades distantes, logrando un efecto de «extrañamiento» y con él,
la desautomatización de la lengua y la capacidad de producir nuevos sentidos.
De hecho, Huidobro supo entender las limitaciones y concomitancias de la re-
presentación en aquella frase aparecida en la contratapa de su revista Création,
febrero de 1924: LES POETES SONT AUSSI Peu INDEPENDANTS QUE
LES P E I N T R E S (LOS POETAS S O N TAN P°c° I N D E P E N D I E N T E S
COMO LOS PINTORES). Humor gráfico de inversión irónica, si se quiere,
que hace que el superscriptum de «peu», cuya pequeñez queda suspendida entre
las mayúsculas en letra de molde, cargue con la intensidad mayor del significa-
33
Sobre Magritte y sus juegos teóricos ver el interesante artículo de Lisa K. Lipinski (1995).
34
Son estas expresiones de Yurkievich en su estudio sobre Altazor, es concluyeme cuando dice que
en los últimos cantos «Altazor retorna al dadá primigenio, al caldo biogenerador, a la prelengua, a la flui-
dez amniótica [...] Los significantes impondrán su simpatía sinfónica, pregramatical» (1997, 145).
62 Rosa Sarabia
35 Si hubo un consenso común entre las muchas corrientes dentro de las vanguardias, fue pre-
cisamente el rasgo antimimético, antirreferencial y autónomo del objeto artístico. Tanto los artistas
como poetas de las primeras décadas teorizaron sobre estas cuestiones: Albert Gleizes, Jean Met-
zinger, Reverdy, Roger Fry, Wassily Kandisky, Gris, Marinetti, Apollinaire, Pound, entre otros. Si
bien es cierto que la radicalidad en que la forma en la pintura se independizó de toda mimesis o fi-
guración en estas primeras décadas no tiene precedentes en la historia del arte occidental, el con-
cepto del poeta como creador sí los tiene. Cito aquí, vía Diego en su estudio sobre Huidobro, a dos
humanistas del siglo xvi. Sir Phillip Sidney dijo que: «Por la fuerza de su ingenio, el poeta produce
en efecto una segunda naturaleza; crea cosas que o bien son mejores que las de la naturaleza o bien
formas que nunca las hubo en la naturaleza», y Scaligero opinó que: «El poeta crea otra naturaleza
y se hace a sí mismo otro Dios» (315).
36 Mallarmé, al poetizar los espacios blancos no hizo más que ver con lucidez la dimensión visual
de los versos libres. El hecho de que la versión tipográfica de Un coup de dés fuera publicada recién en
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 63
1914, aproximándose a los bocetos originales del poema, hace que se comprenda mejor el fuerte im-
pacto que tuvo este poema largo en los vanguardistas de estas décadas. N o cabe duda de que el uso de
diferentes tipos y tamaños de las letras crean un espacio ilusorio y al mismo tiempo uno gráfico y abs-
tracto dentro de la blancura de la página (Drucker 1994, 55); la disposición de los versos en espacios
discontinuos y a doble página, le otorgaron un aspecto formal sin precedentes en la literatura.
64 Rosa Sarabia
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Vincent HUIDOBRO,
37
Huidobro lleva más allá este procedimiento cuando en abril de 1922 publica un texto en de-
fensa del cubismo, «Vol-au-Vent» en Le Coeur a barbe, revista dirigida por Tzara, y termina con una
prohibición absurda: «Défense de cracher sur le Póle Nord» (No escupir sobre el Polo Norte)
(2003, 1314). A este proceso de dislocación semántica, Goic lo llama «deslexicalización», dando
un proverbio como ejemplo, aquel que Huidobro realiza en «Inmóvil» de El ciudadano del olvido:
«El hábito no hace al monte» (Goic 2003 1106-1107).
Volviendo a «Paysage» de Horizon curré, existe un manuscrito autógrafo en castellano que
muestra la hesitación al formular el registro de la frase hecha:
Cuidado [con] no jugar
[tenderse] sobre la yerba
recién pintada» (2003, 454).
38
Belén Castro Morales (1998, 55-56) bien señala cuando dice sobre «Paysage»: «[...] más allá
de la mera voluntad figurativa, el poema crea un mundo donde los objetos representados en el espa-
cio alteran las leyes físicas... Además, la advertencia 'Atención: no jugar en la hierba recién pintada'
66 Rosa Sarabia
a su vez tan ancha que excedía los extremos de la tierra, sin embargo, aparece li-
mitada por la presencia del río que a su vez ocupa mayor espacio dentro de la pá-
gina.39 El tamaño y posición de los objetos para el cubismo, apunta Steiner, no
dependen de la distancia del observador —ilusión dada por la perspectiva—
sino de su importancia conceptual o formal. En este sentido, los objetos en el
cubismo se deconstruyen y reconstruyen según una lógica conceptual que fun-
ciona de acuerdo con las leyes físicas de la apariencia. Analógicamente, prosigue
la crítica, la literatura de esa época toma de la pintura la perspectiva múltiple
para experimentar con diversos puntos de vista; la destrucción de la línea de
contorno con la de la causalidad o motivación literarias; el arreglo de elementos
en un mismo plano con igual brillo, igual precisión y de importancia compara-
ble y sin la prevalencia de un motivo central con lo que en poesía, por ejemplo,
sería la falta de nexos sintácticos y la selección de elementos en una composición
nueva (180).
Si el cubismo rompe con el sistema de representación en el arte a partir del
collage, entre otras técnicas revolucionarias, Huidobro se vale de ellos en su ver-
sión lingüística en el caso de «Paysage». Comportamiento que supone una sim-
ple inversión de aquello que Daniel-Henri Kahnweiler, el marchant de Picasso y
Braque y también crítico de arte, viera como la verdadera comprensión del cu-
bismo: una forma de escritura, una creación de signos (en Frascina 103). Los
dos avisos públicos a los que antes aludí se hallan «recortados» y a través del
montaje —procedimiento técnico y fragmentario particular del cine y de la fo-
tografía— que da por sentado una superposición de imágenes, se produce un
convierte ese paisaje en un lienzo de la pintura aún fresca: no se trata pues, de un poema referencial
inspirado en el mundo natural, sino de un espacio creado, construido sobre las bases creacionistas y
cubistas que postulan la plena independencia y verdad de la obra artística, estructurado en un espa-
cio inventado que afirma su propia realidad: una forma de realidad muy similar en sus definiciones
al espacio cibernético donde se construye la realidad virtual».
35
En «L'Homme gai» de Horizon carré, Huidobro crea una imagen similar y usa una tipografía
en mayúsculas que colabora en el sentido de los versos que cierran el poema:
PAR DESSUS LES ARBRES
PLUS H A U T Q U E LE CIEL
On entend les cloches (2003, 429)
La traducción autógrafa reproducida por Goic es:
SOBRE LOS ARBOLES
MAS ALTOS Q U E EL CIELO
Se oye las campanas (2003, 430)
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 67
tercer aviso que por su componente «recién pintado» hace que el poema se au-
torrefiera y dado su rasgo puramente urbano, perturbe la organicidad del poema
total. En este sentido, se podrían adoptar aquí las ideas de Theodor Adorno
(154-155) para quien el montaje es el principio que rompe con la semejanza de
reconciliación entre el ser humano y naturaleza, carácter éste de la obra orgáni-
ca. La inclusión «foránea» del aviso público en Huidobro —ejemplo de una
norma social citadina— a diferencia de los ready-made verbales de Apollinaire
en «Zone» (Alcools 1914), pero común con éste al expandir el tráfico de la pala-
bra en su función poética —circulación a la que se había enfrentado Mallar-
mé— apunta a deformar lo preformado extendiendo la transgresión lingüística
hacia la convención social. Además, la secuencia yuxtapuesta de imágenes lin-
güístico-visuales: luna, árbol, montaña, río, etc., también forman una suerte de
montaje en el que aspectos extraordinarios como la altura del árbol o la infinita
anchura de la montaña destruyen la ilusión de una realidad y prueban al mismo
tiempo que ésta no puede ser descrita, representada ni pintada. 40 Según Jauss,
vía Adorno, en los montajes literarios como pictóricos, los fragmentos u «obje-
tos encontrados» «quedan ennoblecidos en la forma de objetos estéticos ambi-
guos' y al mismo tiempo, como representantes de una realidad no disponible,
producen una paradoja hermenéutica» (1995, 206).
Este aviso incluido y montado a modo de un collage en el poema «Paysage»
subvierte la temática cuyo título parece aludir y al mismo tiempo privilegia la es-
trategia de la presentación sobre la representación, tanto literaria como pictóri-
ca, a partir del sentido y su desplazamiento. En dicha estrategia se da entonces
una competición entre rivales: crear como lo hace la naturaleza, lema creacionis-
ta ya anticipado por Huidobro en su prefacio a Adán (1916), y sumar al mundo
otro mundo, o fragmentos de él. De ahí que a nivel figurativo y verbal, el aviso
se acomoda dentro del orden natural y pasa a ser un elemento más del inventa-
rio del paisaje, no sin crear una perturbación en el sentido último de la compo-
sición. Doble ruptura la producida cuando el metropolitano aviso destruye el
artificio de la representación de lo «natural,» y la del signo lingüístico en su cali-
dad comunicativa. Es en esta ilógica del discurso, —«la hierba recién pinta-
da»— que se presenta un nuevo fenómeno sin más referente que el puro arte,
marcando la liminalidad, zona en la que se encuentra la ficcionalidad u «objeto
de transición» entre lo real y lo imaginario (Spariosu 51).
40
Tomo estas ideas sobre montaje de imágenes en la poesía lírica del estudio de Iser sobre T.S.
Elliot (361-93).
68 Rosa Sarabia
Por otro lado, Huidobro estaría jugando con las convenciones de los géneros
del arte y de la lengua, juego paródico que al yuxtaponer elementos diversos el pai-
saje no es más que una naturaleza muerta, invirtiendo de este modo aquel otro
verso de Horizon Carré, que dice:« LA NATURE MORTE EST UN PAYSAGE»
(«Noir» 2003, 434).
A su vez, esta incompetencia semántica también opera sobre la desfamiliari-
zación y el valor que el poeta da a su materia prima, cuestiones que ya en 1921
vierte en la conferencia leída en el Ateneo de Madrid. Allí dice: «La Poesía es un
desafío a la Razón» («La Poesía» 2003, 1297). Complementario a esto y a raíz de
la inventiva rabelaisiana, la cual Huidobro celebra en «Manifeste manifestes»
(1925), dirá que lo inhabitual es el elemento sorpresa que nos conmueve y nos
disloca (2003, 1325); para luego agregar en «El creacionismo» que lo propio en
un poema es «desazonar, maravillar y conmover» y que su existencia depende de
lo «inhabitual» (2003, 1340), es decir, de su desautomatización. El efecto
«shock» o el de conmoción se produce precisamente por ese diferimiento o «ale-
jamiento» ya para las imágenes creadas por Huidobro, ya para la escritura res-
pecto «del lenguaje que se habla» («La Poesía» 1297). Para Saussure la «escritu-
ra» suponía un sistema externo y extraño y por tanto era una tirana del habla
(habría aquí una inversión, no se trata de la escritura vista como transcripción
del habla, sino ésta servil de la letra a la que debe ajustarse fonéticamente. La
lengua viviente se ve afectada por esta servilidad o viciosa patología). De ahí,
que Saussure hable del «prestigio de la escritura» como olvido de un origen sim-
ple: «se aprende a hablar antes que a escribir». Derrida corrige el moralismo
saussureano en sus contradicciones y lee pasión es escritura, ya que «la tiranía es
en el fondo el dominio del cuerpo sobre el alma» (50). La inversión, prosigue el
francés en tono un tanto irónico, de las relaciones naturales habría engendrado
así el culto perverso de la letra-imagen: «pecado de idolatría», o lo que Saussure
llama como «superstición de la letra» (50). Así vista, la escritura reasumiría la
materialidad de la imagen que tuvieron aquellas no alfabéticas. Es esta densidad
carnal con la que algunos artistas de la vanguardia se obsesionaron. De algún
modo ese culto por la letra-imagen actualiza la temprana dialéctica cristiana, en-
tre la carne y el espíritu, a la que ya hemos hecho alusión en el primer capítulo.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 69
De este poema pintado sólo se tiene el volante impreso a doble faz con el cali-
grama y la versión horizontal de los versos que fuera encartado dentro del catálo-
go-invitación. Durante cierto tiempo se especuló que una versión coloreada exis-
tente pudiera haber sido el original, aunque su tamaño igual al volante distaba de
los restantes, pero hoy se sabe que dicho poema fue pintado por Camino Malvar.42
Si bien pocos son los datos que de él se tienen, se podría conjeturar que se trataría,
junto a «Paysage», de un poema visual no pintado. Me baso para ello en las líneas
escritas a Diego por Larrea con fecha 29 de octubre de 1932, poco después de la
partida de Huidobro a Chile en las que le comunica: «Huidobro [...] me dejó un
41
Aprovecho este espacio para una «fe de erratas» y enmendar un dato que voluntariamente re-
petí de otras fuentes consultadas sin haberlo constatado al realizar la documentación de los poemas
pintados para la «Introducción» a Salle XIV en Vicente Huidobro. Obra poética. «Moulin» no fue
publicado en el número I de Creación de 1921 en versión tipográfica. El volante para la exposición
de 1922 con el poema caligramático y estrófico fechado «Paris, 1921» es la primera publicación.
42
Si bien De Costa atribuyó la participación del pincel de los Delaunay en este poema pintado (Po-
esía 1989, 172), las investigaciones de Pérez en preparación para la exposición de 2001 en el MNCARS
son concluyentes respecto a la autoría del acuarelado por Camino Malvar, como ya se ha anotado.
Los versos traducidos al castellano son versión de Rojas (1998, 399). Me atrevo, sin embargo,
a vertir aquí su versión pero según el orden que el propio Huidobro diera en el volante:
El viento más que un asno es paciente
Gira gira gira
Molino que muele las horas
Pronto es primavera MANANA
Tendrás tus alas llenas de flores
Gira gira gira
Molino que muele los días
Pronto será verano MEDIODIA
Y tendrás frutos en tu torre
Gira gira gira
Molino que muele los meses
Pronto vendrá el otoño TARDE
Estarás triste como la cruz
Gira gira gira
Molino moledor de años
Pronto vendrá el invierno NOCHE
Y se congelarán tus lágrimas
70 Rosa Sarabia
par de poemas murales para que escogieras el que te pareciera bien. Ninguno de
los dos se encuentra en muy buen estado. Son el 'Moulirí y 'Arc-en-ciel'[...] Me-
nos roto está el primero, al que desde luego, según él mismo dijo, se le pueden pin-
tar las alas y demás adminículos de diversos colores a la acuarela... A mí como por
casualidad me ha tocado 'Minuit' que tanto me recuerda a una esquela mortuo-
ria».43 Las instrucciones del chileno sobre la posibilidad de colorearlo y la descrip-
ción de «mural» según Larrea, nos hace pensar que se trataría del original expues-
to y no del volante encartado, aunque de similar peculiaridad acromática.
>3
MOULIN
T o u r n e tourne tourne
Moulin qui moud les j o u r s •/,
Bientôt sera l'Eté
Et tu auras d e s fleurs dans ta tour
T o u r n e tourne tourne
Moulin qui m o u d les mois
Bientôt viendra l'Automne
T u seras triste d a n s ta croix
T o u r n e tourne tourne
Moulin mouleur d'années
Bientôt viendra l'Hiver ^
Et tes larmes seront gelées
VINCENT HUIDOBRO
44 En el poema «Automne régulier» (Saisons choisies, 1921 y en Automne Régulier, 1925), Hui-
dobro creó una imagen de similar efecto anafórico, siendo el molino metáfora de la luna:
cault, hasta fines de siglo xvi, la semejanza había desempeñado un papel cons-
tructivo que guió la exégesis e interpretación de textos; organizó el juego de los
símbolos; permitió el conocimiento de las cosas visibles e invisibles, y dirigió el
arte de representarlas. En esta representación, «ya fuera fiesta o saber», agregó
Foucault, existen por lo menos cuatro nociones: convenientia, aemulatio, analo-
gia, sympathia, que nos dicen «cómo ha de replegarse el mundo sobre sí mismo,
duplicarse, reflejarse o encadenarse, para que las cosas puedan asemejarse». Se
trata de un episteme de lo Mismo, de carácter pletòrico y pobre a la vez (2005,
26-38). No por casualidad y visualmente hablando, «Moulin» es el más figurati-
vo de Salle 14, el más afín entre el concepto (imagen mental) y el significante
convencional de la cosa representada; es la signatura visible por la que habrá que
pasar/leer para conocer/interpretar la serie de semejanzas que la cosa guarda. En
este sentido, este poema pintado se inserta dentro de una antigua cosmovisión y
clásico motivo poético. El irrefutable pasar del tiempo y con él, la brevedad de la
vida fueron reflexión de Séneca y Virgilio, mientras que en la poesía hispana,
Jorge Manrique con sus «Coplas a la muerte de su padre» es el antecedente por
excelencia del canto elegiaco.46 Pero el verso «VOILAICI LE VRAI MOULIN»
(«He aquí el verdadero molino») tangencial a la base de la figura en su lado iz-
quierdo, afecta la total correspondencia del motivo poético con la imagen visual
de corte mimètico. Es decir, este recurso autorreferencial en el que deícticamen-
te un lector/espectador es convocado —cada vez que se enfrenta— ante la pre-
sencia del objeto artístico (semejante operación se da en «Minuit») dota a «Mou-
lin» de condición moderna. La conciencia de esa presencia genera un reflexionar
sobre su construcción y constitución; sobre su ilusión visual o su ficcionalidad.
En este sentido, a Huidobro se le podría conceder aquello que dice Calinescu
sobre la estética de otro poeta: «... para Baudelaire la 'modernidad' no es una 're-
alidad' a ser copiada por el artista sino, en última instancia, una obra de imagi-
nación por medio de la cual penetra más allá de las banales apariencias observa-
bles en un mundo de 'correspondencias', donde la efimeralidad y la eternidad
son uno» (63). El ir «más allá de las apariencias observables» presupone al menos
46 Del Siglo de Oro, Francisco de Quevedo, Luis de Góngora y el menos conocido Francisco
de Medrano versearon sobre el tópico. De este último, el soneto XI comienza con una metáfora de
corte similar a la de Huidobro:
Veré al tiempo tomar de ti, señora,
por mí venganza, hurtando tu hermosura,
veré el cabello vuelto en nieve pura,
que el arte y juventud encrespa y dora; (en López-Casanova 163)
74 Rosa Sarabia
47
Calinescu distingue el concepto de modernidad del de vanguardia, aunque ésta esté impli-
cada en aquélla. Para el rumano: «La vanguardia es más radical que la modernidad en todos sus res-
pectos. Menos tolerante y flexible con los matices, es naturalmente más dogmática, tanto en el sen-
tido de autoafirmación, como, a la inversa, en el sentido de autodestrucción. La vanguardia coge
prestados prácticamente todos sus elementos de la tradición moderna, pero al mismo tiempo los
frustra, los exagera y los coloca en los contextos más inesperados, haciéndolos casi completamente
irreconocibles» (100-101).
A propòsito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 75
48
La edición castellana de Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte de Foucault incluye las dos
cartas que el artista enviara al filósofo. Foucault se equivoca al dar el nombre de caligrama a la ima-
gen de Magritte, puesto que no lo es. Acertadamente, Welchman tilda de «aberración» al ensayo
crítico de Foucault (ver su discusión en 88-89).
76 Rosa Sarabia
49
En 1927, Duchamp le dedica a De Torre un dibujo en tinta en el que juega con el nombre
del poeta español y con una serie de manitos cuyos índices apuntan hacia una rueda/círculo. Ver
Art and Utopia. Limited Action, 83.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 77
50
Éstas son las versiones aparecidas en Poesía (1989, 180), De Costa (1996, 114), la edición de
Braulio Arenas (1964, 612) y Rojas (1998, 399).
51
En las muchas colaboraciones de Huidobro con otras artes y artistas, se encuentran la musi-
calización de su «Chanson de Là-haut» (1921) por Edgar Varèse; su Tour Eiffel (1918) ilustrado por
Delaunay; la novela-film Cagliostro (1923), que sirvió de guión para el cineasta Nime Mizú, y sus
versos para los robes-poèmes de Sonia Delaunay. Poco después de su exposición de poemas pintados,
78 Rosa Sarabia
con fecha 30 de mayo de 1922, Huidobro escribe a su hermana Chita, contándole el éxito de
unos versos de un poema suyo escrito en colores sobre el corsage de una mannequin de la rue de la
Paix que llevó puesto a las carreras. Agrega al final de la carta que una gran modista (evidente-
mente se trata de Sonia Delaunay) que fue a la exposición de poemas le pidió que le hiciera unos
versos para trajes, cojines, sillas y muebles. El poema en francés se lee así (transcribo sin corregir a
Huidobro):
Petite chanson pour abriter le coeur
Les jours de froid, mets l'oiseau de merveille
Sur chaque cote quelques mots de chaleur
Vers et coeur toujours en battement pareil.
El propio Huidobro lo traduce al castellano:
E
N
L
A
P
U
N
T
A
OCASO DISCIPLINADO
D
E
L
A
N
A
R
I
Z
53
Interesante es la reproducción en blanco y negro que se realizó en las Obras Completas de
Huidobro que dirigió Hugo Montes (1976) en el que sí se produce el acróstico, como si dicho re-
curso cayera por su propio peso. DISCIPLINE no lleva tilde en el origina] francés, lo cual habría
que asumir su función sustantiva. Rojas en su versión castellana lo traduce como adjetivo: «OCA-
SO DISCIPLINADO» (401). Cabe aquí aclarar que el uso de las reglas de acentuación del francés
es muy flexible en casi todos los versos de los poemas pintados, por lo que se abren aún más a lec-
turas posibles e interpretaciones de traducción. Respecto a las traducciones disponibles (De Costa
1984, 96, Montes 1976, Luis Navarrete Orta 243) los versos cruzados suelen tener un sentido in-
dependiente uno del otro, mientras que una traducción alternativa nos podría dar una frase com-
pleta si C O U C H A N T tuviera el valor de gerundio y un sentido metafórico en el que el tubo que
cata simetrías de colores es una disciplina. De ahí, un posible «Posando la disciplina en la punta de
la nariz». Agradezco la ayuda ofrecida por Laurence de Looze en esta última variante.
A propòsito de dos exposiciones: Salle 14 (Paris 1922-Madrid 2001) 81
54 Este verso ha tenido otras variantes. Montes, cuya versión publica Navarrete Orta en su Vi-
cente Huidobro. Obra Selecta (1989, 243), traduce: «BANDERA BANDERA DEL OJO QUERI-
DA». Por su lado, De Costa cancela la ambigüedad del verso al omitir por completo su segunda
proposición, resultando en su traducción al inglés así: «FLAG FLAG OF THE EYE»(1984, 96).
82 Rosa Sarabia
Sobre el fondo negro —la noche—, las letras blancas configuran un mínimo
paisaje astral: una estrella, un desprendimiento de meteoro, una luna. De los
55
Dos diseños de Van Doesburg: «From Surface to Space: Six Moments of a Space-Time
Construction (with 24 Variations), Formation of a Diagonal Dimension» y «Schematic Represen-
tation of a Three-Dimensional Space, Simultaneously Agitated in All Directions», fueron publica-
dos en 1929 y están reproducidos por Henderson. Ejemplares de De Stijl, de Mécano, como así
también su estudio Classique, baroque, moderne publicado en 1921 en París, pertenecieron a la bi-
blioteca persona] de Huidobro, hoy alojada en la Fundación Huidobro, Santiago de Chile.
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 83
A diferencia de los otros poemas pintados, éste no lleva título escrito ni la pa-
labra «minuit» aparece en los versos, de ahí que el elemento cromático se con-
vierta en signo y se deje leer con la mera mirada. Si bien un similar uso de mate-
ria colorante se da en «Couchant» con su fondo ocre y dorado el sol, o en el verde
agua de «Océan», la aparición de los títulos en mayúsculas en estas dos composi-
ciones le restan calidad de cuadro, rasgo que pareciera enfatizar «Minuit». En
éste, la escena nocturna obliga la inversión de lo que sería la página en blanco del
p o e m a impreso en tipos negros. 56 Sin embargo, esta inversión, más allá de la
mera representación de una noche estrellada, apuntaría a una disimulación: la de
un negativo de foto. En este sentido, estaríamos ante el original que facilita la co-
pia, la serie, la multiplicación. Se nos estaría revelando el proceso — o el proceso
del revelado— de la reproducción mecánica de la que dependía el propio poema
para su publicación. Por otro lado, «Minuit» dialoga en su apariencia con el foto-
grama o rayógrafo, que hacia 1918 el alemán Christian Schad practicara aleján-
dose de la mentada objetividad fotográfica. Sin embargo, fue M a n Ray —pienso
56
De 1845, el poema visual y al mismo tiempo tarjeta de Año Nuevo del poeta Adolf Báuerles
Wiener posee una inversión semejante: una forma humana impresa en tipos blancos sobre un fon-
do negro (en Molas y Bou 169). De 1921, «La Rosace» y «Fleur de lys» de Birot presentan en letras
de molde pintadas a mano y en blanco, las formas que sus títulos denotan sobre un fondo negro
(ver el catálogo Alfabeto in sogno 278 y 280). Pero es el caligrama «Oda a Guynemer» de Junot de
1917 (1985, 36), el que más se acerca a «Minuit». En ése, un verso en catalán atraviesa la página en
su medio, simulando en su curvatura la caída fatal de un avión. Distribuidas en varias direcciones
tres palabras, «CIEL DE FRANCE», designan el espacio atmosférico que en letras de molde y pun-
teadas anticipan esa escritura área que en 1922 se iniciara para el uso publicitario en las grandes
metrópolis —París, Londres, Nueva York.
84 Rosa Sarabia
57
Para los «schadografos» o fotogramas de Christian Schad y de Man Ray, ver el estudio de
Marc Dachy (59, 148-151). A nivel publicitario, El Lissitzky incorporó tipografía en sus fotogra-
mas hacia 1924 dando la dinámica de tercera dimensión a la escritura (Tschichold 93).
58
Este registro lexical aparece en «Affiche», poema que si bien fue incluido en Automne régulier
(1925), es anterior y una versión castellana bajo el nombre «Cabellera» fue publicado en 1920 en
la revista española Centauro 1:1, y luego en 1921 en Tableros 1.
De contextualización diferente a «Minuit», estos versos resuenan así:
Celui qui a perdu le chemin
A l'autre rive tombera dans l'espace
Astre natal
Cet oiseau dans la gorge me fait mal
Et ma vie
Derrière moi reste endormie (2003, 650)
A propòsito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 85
cósmica que el artista añade a la naturaleza y que debe tener como los astros una
atmósfera propia...» («La creación pura» 2 0 0 3 , 1313). En otro momento, pun-
tualizó que un poema creado adquiere «proporciones cosmogónicas» («El crea-
cionismo» 2 0 0 3 , 1340). Leído a través de estos conceptos, «Minuit», pues, res-
ponde a una duplicación: crea en su interior esa dimensión universal de creación
y evolución que lo define, a su vez, como objeto-poema creado.
A estos predicados universales, dos versos en equis: V O I C I L ' E T O I L E /NID
O U A T O M E («He aquí la estrella/ Nido o átomo») apuntan a un encuentro en-
tre otros principios también generales. Huidobro, como otros poetas innovado-
res, incorpora un léxico a tono con las invenciones y descubrimientos de la mo-
dernidad, aunque sin llegar a la maquinolatría marinettiana ni a la verborragia
tecnicista de un Guillermo de Torre. El átomo, unidad indivisible y constitu-
ción primaria de toda materia, fue objeto de estudio y especulación desde la fi-
losofía antigua — e l a t o m i s m o — a la física y ciencias contemporáneas a la van-
guardia. Huidobro nos da la opción de calificar — l a falta de artículo da a «nido»
y «átomo» una función adjetiva— a la estrella caligramada en su mínima com-
posición de materia o en analogía con una imagen primigenia. Gastón Bache-
lard, en su poética del espacio, analiza el nido en analogía con la casa y por ex-
tensión, con el universo: es una imagen positiva y primordial que nos remueve
lo primitivo que hay en nosotros (91).
La conformidad entre los elementos del universo, consonantes en un mismo
espacio-tiempo, apuntan, a su vez, hacia la preocupación del poeta por el ori-
gen, por la creación artística. Pero lejos de un ideal de belleza pasiva de ser con-
templada que a su vez provendría de una relación mimètica del artista respecto
a una verdad preexistente, «Minuit», como «Paysage» y «Moulin», revela en su
legibilidad que la problemática de la creación se extiende al agente receptor, co-
adjutor necesario en la conformación del sentido. D e hecho, «Minuit» elabora
una poiesis en que el observador/lector participa del acto creativo y por tal moti-
vo, la dimensión estética de la obra depende de él y no del objeto artístico en sí,
retomando las ideas de Jauss ya apuntadas (1982, 57-58).
El lente del astrónomo/fotógrafo recorta una parcela del universo y en ella
nos vemos incluidos. El uso de las deixis de lugar en «ici» («aquí está el valle...»)
como en «voici» («he aquí la estrella») es estrategia para el ojo del espectador/lec-
tor que asume la conciencia de su propia posición frente a la imagen. 59 «Voici»,
59 D e Costa señala que el verso «Voici l'étoile» describe lo que se ve, procedimiento por el cual
Huidobro logra que el acto de leer coincida con el de mirar ( 1 9 9 6 , 102). Respecto al uso medieval
86 Rosa Sarabia
que suplantó en el siglo xii a la forma «vez ci», lleva el prefijo verbal de denota-
ción visual que se pierde en la traducción al castellano y que ha sido absorbida
en el uso prepositivo del francés actual. En su origen fue un imperativo y su tra-
ducción literal: «ved aquí» o «mirad aquí» se ajusta perfectamente al contexto
poético de «Minuit». Además, este uso pronominal convoca un presente que se
actualiza ad infinitum en cada acto de la mirada, marcando una inminencia que
quiebra la ilusión y toda referencialidad con el afuera. En este sentido, la repre-
sentación —una noche estrellada— se ve sacudida a partir de reforzar la noción
de presencia por cuanto se niega la relación arte-realidad y da cuenta de su con-
dición de objeto autónomo. El cubismo, el futurismo italiano y ruso y el dada-
ísmo formularon un status ontològico de la obra pictórica que estaba ligado al
aspecto material, a la aseveración de un objeto auto suficiente e independiente
del dominio referencial. Existe un enlace, señala Drucker, entre el problema de
la presencia determinada por la materialidad y la noción del presente como una
experiencia inmediata en la cual el «ahora» es la pre condición en la búsqueda de
lo nuevo (1994, 87-88). No obstante, importa insistir en esa tensión irresoluble,
liminal agregaría yo, ínsita del poema pintado que trabaja simultáneamente con
la presencia del material pictórico y con la ausencia que supone toda escritura en
su rasgo diferencial. El propio Huidobro no dejó de recalcar en sus manifiestos
que crear y no imitar era el signo de su tiempo y para ello dio más de un ejem-
plo propio, como éste: «Cuando yo escribo: 'El pájaro anidado en el arco-iris,'
os presento un fenómeno nuevo, una cosa que nunca habéis visto, que no veréis
jamás y que, sin embargo, os gustaría ver» («El creacionismo» 2003, 1339-1340,
la cursiva es mía).
Al no poder «ser» el objeto que representa, el lenguaje busca referirse a través
del icono —una estrella, una media luna— y en esta instancia, «Minuit» se tor-
na sobre sí mismo en el proceso de significación. La conjunción copulativa y
disyuntiva, con excepción de un solo verso: UN ASTRE A PERDU SON
CHEMIN, aglutina elementos de realidades distantes que definen la razón de
ser de la imagen creacionista. A los arriba mencionados con connotación uni-
versal, los caligramas que responden a « LA LUNE ET MON BALLON...» y
«BOLIDE OU SERPENTINE...» poseen un tono diferente aunque con simi-
lar función polivalente ante su potencial recepción. Se da una economía visual
respecto a los significantes lingüísticos que apuntan a la profusión aunque suje-
francés del «voici» como el hic et nunc de la lectura de acuerdo a una retórica de alfabetización que
reemplazó la de oralidad del «Oyez!» de la canción de gesta, ver el capítulo 3 de De Looze (66-67).
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 87
tos a la analogía: un semicírculo refiere aquí tanto a una media luna y como a un
balón a medio inflar, mientras que la línea curva se somete a un destello de ma-
teria cósmica o a una tira de papel lanzada al aire. Por lo tanto, el juego de los
significantes lingüísticos —globo, luna, bólido, serpentina— abre la unidimen-
sión icónica y con ello, el poema pintado tiene un sentido multidirectivo.
La configuración realizada por el ojo que mira/lee apuntaría a ver «Minuit»
como una integración planetaria, panteísta si se quiere, en la que la voz poética,
cuya primera persona se expresa mediante el posesivo, celebra y simula una di-
mensión otra: un espacio-tiempo que se curva, se hace cruz o media luna. La
festividad aludida en el verso cadente nos remite al juego y con él a ese limen en
que se conjuran la imagen visual y la verbal pero también a esa actividad lúdica
esencial en la poesía, según Huizinga (146).
En este sentido, el pleonasmo al que George se refería en el catálogo-invita-
ción de Salle 14, así como la definición básica del caligrama en que las palabras
dibujan aquello que significan, resultan insuficientes y hasta inaplicables cuan-
do se trata de «Minuit», e incluso de otros poemas pintados de la serie.60
Al quebrarse la linealidad —y con ella la consecuencia lógica de causa y
efecto— la palabra funciona pluridimensionalmente. El grafema, en su doble
comportamiento de grafo y grama, funde nuevas y viejas tecnologías, ciencia y
religión, juego, arte y poesía. Habría aquí, como en los otros poemas caligramá-
ticos, un proceso de «des-sedimentar» la milenaria historia de linealidad escritu-
ral; el cual es propuesto por Derrida para volver a encontrar el acceso a la unidad
del mitograma (114).61 Por otro lado, «Minuit» ejemplifica una doble tarea de
di/simulación según los conceptos de Baudrillard (1981). Simula, al fingir tener
lo que no se tiene, un universo astral de pura escritura; y disimula, al fingir no
tener lo que se tiene, la tecnología de la imprenta y la cámara fotográfica.
60
Me permito aquí discrepar con De Costa, aun cuando concuerde con él respecto a la «sin-
gularidad» de Salle 14. De Costa acepta, sin reserva alguna, la calificación de George cuando dice:
«...su aspecto visual se corresponde exactamente con lo que dice el texto, y lo que dice el texto se ve
reforzado por su aspecto visual [...] [son] composiciones en las cuales el texto y la imagen se com-
binan para impactamos con más de lo mismo» (2001, 21).
61
Derrida comenta al respecto y a partir de una reflexión del pensamiento científico y las ma-
temáticas: «...al comenzar a escribir sin línea, se vuelve a leer la escritura pasada según otra organi-
zación del espacio» (116).
88 Rosa Sarabia
La presencia de los papiers collés en las teclas blancas del «Piano»; en los zig-
zag a tricolor de los bordes superior e inferior en «Marine»; en el oleaje que sir-
ve de banda anunciadora del título en mayúsculas de «Océan», tiene una doble
función: la de corte en su valor ornamental y de marco, y la de continuidad en
su valor de significante visual/poético. Dicho artificio quedó cancelado con la
serie Salle ATVserigrafiada.
El término collage es inclusivo a los papiers collés, pero no viceversa. Si bien
ambos problematizan la cualidad ilusionista del arte, el primero abarca una ma-
yor variedad de materiales y su uso crítico-teórico se extiende más allá de las ar-
tes visuales, como vimos en «Paysage». Los papeles pegados en estos tres poemas
pintados son también recortados manualmente, lo que los distingue frontal-
mente con el «objeto encontrado» o «preformado» que suponen los fragmentos
de diario, telas, o materiales diversos que dieron inicio al collage cubista. No res-
ponden a esa «disjecta membra», término que Yurkievich otorga al collage y «que
presupone una poética basada en la discontinuidad y la disonancia» (1997,
123). En este sentido, las teclas, las olas —ondeadas o zigzagueadas— hechas
«ex profeso» y a la medida del espacio a reproducir ofrecen una consonancia y
continuidad dentro de la composición visual aunque no así en la verbal, como
enseguida se anotará en «Piano». Por otro lado, estos papiers collés refuerzan los
rasgos de manualidad y de originalidad —marcados en la caligrafía y diseño de
líneas— que forman parte de la factura artesanal de los poemas pintados en ge-
neral. Si bien es cierto que la aventura de Salle 14 fue única en la carrera poética
visual de Huidobro, como ya señalé, existen algunos aislados momentos poste-
riores a esta fecha que revelan su interés por la cuestión visual y por el collage.
«Demande votre morte» (1931) es un ejemplo de collage en el que Huidobro
pegó recortes impresos de variada tipografía y origen, a modo de juego dadaísta
según la conocida receta de cómo hacer un poema, escrito por Tristan Tzara.62
62
«Demande votre mort» de 1931 se halla en el archivo «Vicente Huidobro» de la colección
del Getty Research Institute, Los Angeles, y se encuentra reproducido en la edición de Goic (2003
sin). Una versión castellana de este poema formó parte de Ver y palpar (1941) bajo el título «Gene-
ración espontánea» (2003, 984).
Por su lado, la receta de Tzara se limita a la elección de un artículo de periódico para ser recor-
tado en palabras que luego serán echadas en una bolsa, sacudidas y rearmadas por una persona
quien las copiará una a una a medida que las va sacando de dicha bolsa, ver texto completo en Se-
ven Dada Manifestos and Lampisteries (39) y su versión castellana en Mario de Micheli (259).
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 89
63
Ver en especial su capítulo «In the Name of Picasso» en The Originality of the Avant-Garde
and Other Modernist Myths, 1996.
64
Ver el excelente estudio de De Costa, «Juan Gris and Poetry: From Illustration to Creation,»
sobre la interacción entre dos poemas impresos de Apollinaire como collage y el resto de la compo-
sición en el cuadro Montre et bouteille de jerez ( 1912) de Gris.
90 Rosa Sarabia
Mi piano naturai
La risa al fondo de la tarde
La canción
Las estrellas se apagan con cada sonido
Y los pájaros del piano
Alzan el vuelo al árbol
De en medio
Las plantas del ocaso
Brotan en la otra orilla
M U N D O ROJO
Quién ha crucificado los crepúsculos
He llenado el viento
De mis dedos y mis plumas
Todo se va
Las palabras se escapan por cada cabello
Y diviso mis ojos
Muy al fondo de su voz
65
«Piano» fue originalmente publicado como poema en tipografía con altas y bajas en La Vie
des lettres, volumen IV, julio de 1921 y reproducido en el catálogo Salle XIV. Vicente Huidobro y las
artes plásticas (215). En la primera versión existe el juego con el espacio de la página, falta, sin em-
bargo, el verso «MONDE ROUGE».
66
Dentro de esta imaginería de objetos «naturalizados», se tienen ejemplos en Automne Regu-
lier (1925):
Et je m'endors au bruit du piano lunaire («Hiver à voire» 2003, 633)
o bien:
Mon drapeau naturel est troué de naufrages («La Matelote» 2003, 666, las cursivas son mías)
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 91
juega un papel destacado. Una escritura suplanta a otra y se produce una doble au-
sencia diferencial. Esta a la vez se suma a aquella otra garantizada por el significan-
te «teclas»: una tira blanca y recortada de representanción ilusoria que al mismo
tiempo opera de apoyo tangencial para un par de carillas cuya perspectiva modifi-
ca la horizontalidad de los versos caligrafiados. Es de notar aquí la creación de una
ilusión óptica por la cual el espacio cóncavo del cuaderno abierto es también con-
vexo si vemos en él la tapa abierta del piano sugiriendo una caja de resonancia ex-
puesta. Se podría leer esta duplicidad visual como un comentario sobre la perspec-
tiva, artificio del realismo por excelencia, y que según Bal si bien icónico en su
sentido específico, dicho recurso es mayormente simbólico (1991, 32). De esta
manera, el pseudo-pleonasmo y la ilusión óptica estarían orientados hacia una
misma lectura crítica que favorece la inmotivación del signo por encima de su
consonancia o conformidad. A diferencia de «Océan» y «Marine», la calidad de
objeto está demarcarda no sólo por la delincación en rectas de un pincel y del pa-
pel cortado/pegado, sino por la presencia del fondo azulino que opera de soporte.
Así como en «Minuit», se da una inversión en la que las letras blancas descansan
sobre el fondo negro; otro indicio de que el poema debe leerse a contrapelo de lo
que su título e imagen visual ostentan a primera vista.
Huidobro pareciera concordar con el afán simultaneísta que Apollinaire
quería del lector de la poesía visual: que su ojo leyera de una sola mirada el con-
junto del poema, como el director de orquesta que lee de un solo golpe las notas
superpuestas en la partitura, o como aquel que ve de un solo golpe los elemen-
tos plásticos e impresos en un afiche (en Bohn 18). Aun cuando se trate de ex-
periencias diferentes, lo que interesa aquí es el privilegio de la visión que Apolli-
naire otorgara a prácticas que responden tanto a la cultura alta como a la de
masas.
En «Océan» y «Marine»67 los papiers collés son significantes visuales que aun-
que desemejantes en su geometría —ondas redondeadas en el primero y encres-
tadas en el segundo— sirven a un mismo y reconocible significado acuático. A
diferencia de «Piano», la simple función de la papiroflexia —la simetría de los
recortes nos obliga a pensar que han sido previamente doblados— pareciera
concentrar todo el artificio en estos dos poemas pintados. La horizontalidad en
67
Existen dos versiones de «Océan» de diferente paleta cromática y leves disparidades en cuan-
to a su tamaño y espacialidad de la caligrafía. Esta duplicación lleva a Pérez a especular sobre la po-
sibilidad de que en esa época, H u i d o b r o hubiera iniciado los diseños definitivos para la edición del
álbum que no llegó a concretarse (36). Por otro lado, la coloración de las dos versiones distan de las
indicaciones que tiene el boceto caligrafiado por Delaunay, cuestión que Pérez resuelve al explicar
A propósito de dos exposiciones: Salle 14 (París 1922-Madrid 2001) 93
P a q u e b o t e del h o r a r i o y del o c é a n o
Arrastras el p u e r t o c o m o u n r e c u e r d o
C i g a r r o h u m e a a lo lejos
H u e l o la rosa del n a d i r
Y sólo m e gusta ese cigarro
El m a r
El b a r
U n a m e n t a con agua
Las olas la e s p u m a y los corderos
C u a n d o h a y baile o t o r m e n t a
Los violines del m a r siguen m i b a t u t a
H e a q u í a los m ú s i c o s y al p a n o r a m a
N a d a m á s q u e eso
El sol m o j a d o del ocaso q u e es m i p a l o m a
Y u n b a r c o q u e se aleja c o m o u n aire d e violín
el efecto de la luz en el cambio de pigmentos durante el transcurso del tiempo, así como el de la ca-
lidad baja de los materiales utilizados, como ya hice referencia al inicio de este capítulo. «Marine»
tiene otro tipo de peculiaridad. Hasta poco antes de la exposición del 2001, sólo existía la versión
de la maqueta que por ser la única coloreada y construida con papiers collés se la tenía por un poe-
ma pintado expuesto en 1922, junto al resto, a pesar de su reducido tamaño. La reaparición de una
versión de «Océan» como de «Marine» en momentos en que se finalizaba el trabajo de edición del
catálogo y álbum por parte del M N C A R S se debe a la perita y expedita tarea de los comisarios a
cargo: Carlos Pérez y Miguel Valle Inclán.
94 Rosa Sarabia
De «Marine», ofrezco una traducción un tanto literal, a falta de una más poética:
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TIRE ET TBffiRA
TOU jOURS
AUX A L
LEM ANDS
(Apollinaire, «2ecanonnier conducteur » 1918)
De las muchas imágenes y alusiones a la tour Eiffel que hiciera Huidobro, dos
son las que me interesan por tratarse de objetos interartísticos: el poema-libro o
poema-ilustrado, Tour Eiffel (1918), y el poema pintado homónimo y expuesto
en 1922 en París.1 En la que tal vez fuera la más fructífera época de publicación,
el poeta da a conocer varios poemarios durante su estadía madrileña de 1918:
dos en castellano —Ecuatorial y Poemas árticos— y dos en francés —Tour Eiffel
y Hallali—. Menos este último, los demás poemarios están dedicados a repre-
sentantes destacados del entonces nuevo arte: Pablo Picasso, Juan Gris y Jacques
Lipchitz, y Robert Delaunay, respectivamente. Más que una muestra de amistad
y admiración encontramos aquí un estrecho diálogo que Huidobro mantenía
1
De Costa bien señala que del cubismo Huidobro aprendió que un texto es un objeto visual-
mente perceptible (1996, 91).
102 Rosa Sarabia
con el arte y su afán en busca de un lenguaje que pudiera fundir ambas manifes-
taciones. Además estos nombres aportan un sello de autoridad que ratifica la no-
vedad de sus versos apenas un año después de su arribo a París. Por otro lado, el
livre d'artiste era entonces una empresa de aventura editorial a la que se atrevían
muchos. De línea vanguardista son por ejemplo, Saint Matorel (1911) de Max
Jacob y Pablo Picasso, Le Bestiare, ou Cortegè d'Orphée (1911) de Guillaume
Apollinaire y R. Dufy, Les Jockeys camouflés (1918) de Pierre Reverdy y Henri
Matisse, Beautés (1918) de Paul Dermée y Juan Gris.
Muchos fueron los poetas y artistas que en las primeras décadas hicieron de
la tour Eiffel protagonista de sus prácticas: Cendrars («Tour», 1913), Aragon
(«La Tour parle», 1910), Apollinaire («Tour», 1914), Albert-Birot, Delaunay,
Cocteau, René Clair {La Tour Eiffel, 1928). 2 De la vanguardia hispana, Guiller-
mo de Torre y Huidobro realizaron varios proyectos con Robert Delaunay, y los
tres coincidieron en Madrid durante un breve período previo al fin de la gran
guerra. En 1920, De Torre realiza «Tour», un poema manuscrito en francés en el
limitado espacio de un paspartú.
Construida para ser expuesta en la feria internacional de 1889, la torre Eiffel
se estableció desde su nacimiento como símbolo de la modernidad y de una
nueva era. La motivación de su construcción fue celebrar el centenario de la Re-
volución Francesa dentro de los parámetros de una Tercera República y de nue-
vas invenciones tecnológicas —electricidad, líneas subterráneas, fotografía, tele-
grafía, teléfono, máquina de escribir, de coser, etc.— que aunque no eran
usufructuadas por todos los ciudadanos, igualmente habían comenzado a revo-
lucionar sus vidas cotidianas (Levin 14-20). Edouard Lockroy 3 acertó al decir en
un informe sobre la Exposición Universal que ésta tendría repercusiones fuera
de Francia, así como la Revolución Francesa había sido no sólo un evento fran-
cés, sino uno europeo, a partir del cual una nueva era había nacido para el mun-
do entero. En este sentido, la torre Eiffel estaba preñada de los ideales de 1789,
sumados al progreso y la grandeza industrial que hicieron posible su propia erec-
ción (Levin 22). La elección de su sitio no fue gratuita ya que sustituyó al Cam-
po de Marte que con anterioridad había sido espacio de exposiciones universa-
2
Algunos de estos poemas fueron incluidos en Les Tours Eiffel de Robert Delaunay, todos ellos
dedicados en su momento al pintor francés. No obstante, llama la atención la ausencia de Huido-
bro y De Torre en esta selección.
3
Fue el ministro de Comercio en el momento de la Exposición, luego lo sería de Educación Pú-
blica y Bellas Artes. También fue uno de los principales promotores del proyecto de la torre Eiffel.
Para un contexto socio-cultural más amplio de esta época, véase el estudio de Miriam Levin.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 103
les y ferias industriales, y más aún el sitio donde se celebrara en 1790 la Fiesta de
la Revolución y la Fiesta del Ser Supremo. La nueva configuración del espacio
invistió a la torre con el proyecto de crear una sociedad republicana en los albo-
res de cambios sociales y económicos, a su vez derivados de la propia Revolución
Francesa (Levin 20). Fue una arquitectura que rompió con todo diseño anterior;
un montaje de hierros a través de los cuales se dejan ver otros planos y por lo
tanto, otras perspectivas. No fue por mera casualidad que la torre se convirtió en
las primeras décadas del siglo xx en la mejor expresión de la propia condición
del arte y de los mismos artistas por su perfil libertario y abierta a múltiples in-
terpretaciones. Por su estructura férrea, este monumento aparecía ante muchos
como obra inacabada, fragmentaria y abierta, condición que dividió el gusto pa-
risino del momento. «Negra y gigantesca chimenea de fábrica», «inútil y mons-
truosa», «vertiginosamente ridicula», «una carcaja», «una usina en construc-
ción», 4 fueron algunos epítetos pronunciados por los artistas detractores que
firmaron una protesta en 1887. Gustave Eiffel respondió a estas críticas con la
consciente certidumbre de que se trataría —dos años antes de su finalización—
de una torre «con belleza propia», de aplicación científica y creada por el «arte de
los ingenieros», anticipándose así al desmantelamiento que desde comienzos de
siglo xx se llevara a cabo respecto a la autonomía del arte. 5 Los poetas y artistas
de la vanguardia vieron en ella una torre avant la lettre en cuanto a su aplicación
de mucha de la teoría cubista, futurista, simultaneísta, constructivista, etc. Sin
resistencia cedieron al imán de su presencia, una unidad visual según todos y
cada uno de los puntos de vista que representaba los ritmos universales de la ac-
tividad vital en el espacio. Dicha simultaneidad era también toda acción que se
desprendía de las nuevas fuerzas de energía que regían el universo, conectándo-
se íntimamente con el ritmo de la vida moderna. 6 Dentro de la primera década
del siglo, Jules Romains, quien poetizó y filosofó sobre la ciudad como metáfo-
ra de la modernidad en su La Vie Unánime: poém 1904-1907, se refería a grupos
de energía, los unánimes., que eran tan reales como los organismos físicos del ser
4
Emilia Pardo Bazán, testigo ocular de la Exposición Internacional de 1889 y admiradora de
la nueva torre de Babel, como llamó a la tour Eiffel, narró en una de sus crónicas un comentario
anecdótico: «la apariencia rudimentaria y tosca hacía decir a un chiste de la prensa que una señora
no podía dar su opinión sobre la Torre hasta que le quitasen el andamio» (Carta XVI 206).
5
Entre los firmantes estaban Leconte de Lisle, Sully-Prudhomme, Alexandre Dumas hijo, Guy de
Maupassant, entre otros. Para una versión completa de la protesta y la respuesta del propio Gustave
Eiffel publicadas ambas en Le Temps, el 14 de febrero de 1887, ver el estudio de Frédéric Seitz (19-23).
6
Parafraseo aquí las ideas vertidas por Sherry Buckberrough (47-49).
104 Rosa Sarabia
7 En una entrevista con Pablo Suero para Noticias gráficas (Argentina, 1 9 3 2 ) , H u i d o b r o , al re-
ferirse en general sobre la nueva poesía, dice: «En esa hora de crepúsculos [se refiere aquí al s i m b o -
lismo en poesía y al naturalismo en novela] la única aurora que se insinúa es el u n a n i m i s m o de Ju-
les R o m a i n s » ( G a r c í a - H u i d o b r o M c A 9 5 ) . L a s ideas d e R o m a i n s t a m b i é n s o n referidas c o n
frecuencia por D e l a u n a y y Apollinaire.
8 Existe sin fecha un manuscrito de unos 2 5 versos que más probablemente fuera matriz de la
versión de Nord-Sud y de Tour Eiffel. Este primer borrador manuscrito, c o m o la versión de Nord-
Sud, están dedicados a M a x J a c o b (Fundación H u i d o b r o ) . Existe traducción contemporánea al ca-
talán de la versión Nord-Sud por la revista El Camí, 2, febrero 1918. E n cambio, de Tour Eiffel—me
referiré así a esta primera y única edición del poema-libro publicado en M a d r i d — existen varias tra-
ducciones al castellano. Rafael Cansinos-Assens lo traduce para Cervantes (septiembre 1 9 1 9 , 8 2 - 8 4 )
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 105
dándole puntuación final a las estrofas. Teófilo Cid vuelve a traducirlo para la edición Obras Com-
pletas dirigida por Arenas (1964), José Zañartu para Obras poéticas selectas (1957) y Obras Comple-
tas dirigida por Montes (1976), y Rojas para Obras poéticas en francés (1998), siendo esta última a
la que aludo con cierta libertad y la que se transcribe al final de este capítulo.
9
Según Goic, «la inclusión de una dimensión visual figurativa, contra la simple disposición del
poema en la página mediante blancos y espacios, define una posición diferente, que separa y afirma
la originalidad de Huidobro, frente al poeta francés Pierre Reverdy, quien delimita claramente su
restrictivo espacialismo en Self-defence (1919)» (2002, 34). Sobre esto, ver nota 28 del capítulo dos.
10
Cendrars proyectó que la extensión del poema de 2 metros sumada a la edición total de 150
copias alcanzara la altura total de los 300 metros de la torre Eiffel. Si rupturista el gesto, también
hiperrealista.
106 Rosa Sarabia
de medio tono para bajar los costos pero al mismo tiempo esto afectaba la calidad
de los libros ilustrados. Según Donna Stein es el reclamo del valor estético junto
a la afluencia económica de una clase burguesa en ascenso durante la Tercera Re-
pública donde se forman sociedades de bibliófilos y con ellas una revitalización
del libro ilustrado (18). La ruptura vanguardista de emancipación y transforma-
ción radical respecto a los modos de representación tuvo sin lugar a duda un fuer-
te impacto en el libro de artista, siendo tal vez los rusos y dadaístas los mejores ex-
ponentes en este sentido."
Tour Eiffel posee casi todos los rasgos de estas ediciones: una dimensión ma-
yor (35cm x 26cm) al libro estándar aunque acorde a los ilustrados; una cubier-
ta al «pochoir» diseñada por Robert Delaunay y estampada en taller; una repro-
ducción en huecograbado en blanco y negro de un óleo del mismo artista: «La
Tour 1910» como portadilla; páginas de diversos colores (amarillo verdoso, gris
azulado, malva, naranja, verde agua, beigé) y un cordón artesanal que las anuda,
rasgo de la encuademación «a la japonesa».12 Por otro lado, como nota Carlos
Janin, este poema supone un corte de apertura hacia el exterior respecto a la an-
terior producción poética de Huidobro. 13 A casi medio siglo después de las pri-
meras expresiones vanguardistas sobre la torre Eiífel, Barthes sintetizó su simbo-
logía en su conocido ensayo «La Tour Eiffel» de 1964.14 Aunque peque de cierta
exaltación en sus formulaciones, como cuando se refiere a ella como «símbolo
universal de París» (1979, 3), «monumento singular»(1979, 5), «significante
11
Sobre el libro ruso ilustrado ver el trabajo de Susan Compton, The World Backwards. Russian
Futurist Books 1912-16. Sobre el «nuevo libro» desde el punto de vista tipográfico ver el manual de
Tschichold. Sobre una variedad de libros de artistas de diferentes épocas ver los catálogos Figurare
la parola y Artist's Books in the Modem Era 1870-2000.
12
Esta factura artesanal era común a otras ediciones que llevaría a cabo Sonia Delaunay de re-
greso a París en 1921. También existe una edición especial de Hélices de Guillermo de Torre, cuya
tapa artesanal realizada por Norah Borges evoca en los arco iris los discos delaunianos (ver repro-
ducción en Artundo 51).
13
Cito el párrafo completo de Janin: «Le poème Tour Ejfeil (sic) suppose la première ouvertu-
re franche vers l'exterieur: sortie du moi poétique de l'espace clos au grand air; de l'espace imagi-
naire à l'espace réel, Paris étant le cadre principal du poème; du temps a-historique à celui de l'his-
toire, grâce à la participation de la tour dans la guerre de 1914-1918; passage enfin d'une poésie
subjective et égocentrique à une poésie plus objective, où le moi n'occupe pas constamment le de-
vant de la scène. D'autres que le poète s'expriment, en effect, à la première personne, tandis que le
poète est interpellé el passe de sujet à complément» (109).
14
La edición usada aquí es la traducción inglesa publicada bajo el título The Eiffel Tower and
Other Mythologies de 1979.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 107
puro»(1979, 5), «el grado cero del monumento»(1979, 7), su análisis resulta
adecuado a estos dos poemas de Huidobro.
Tour Eiffel lleva variantes tipográficas y distribución oblicua de versos en la
página, similares a las usadas en Horizon Carré de 1917, colección acompañada
por un dibujo de Juan Gris. En su aspecto cromático y de contigüidad entre ima-
gen visual y texto, este poema-libro importa en cuanto antecedente a los poemas
pintados y como resultado de una actividad interartística. El libro se nos abre con
una doble presencia visual de la torre, a modo de una entrada de galería o limen
por el que debemos atravesar para llegar al poema, cuya textualidad no puede
desprenderse fácilmente de la mirada del lector que viene con sus pupilas im-
pregnadas de imagen visual. Dicha contigüidad no necesariamente marca el final
de un proceso y el inicio de otro, al contrario, el espacio liminal opera de tal
modo que la mirada se superpone con la lectura en un proceso imprescindible en
la construcción del sentido del poema.
Gérard Genette llama «paratexto» a ese umbral que incluye el nombre del
autor, la ilustración de la cubierta, la designación de género, el frontispicio, la
dedicación, el prefacio, entre otros elementos, y que guía y orienta la interpreta-
ción no sólo del objeto material que constituye el libro sino del discurso (1982,
10-11 y 1987, 7). Es más, el crítico llama «indecisa» a esta zona entre el afuera y
el adentro; el paratexto no tiene límites rigurosos ni hacia el interior (el texto) ni
hacia el exterior (el discurso del mundo sobre el texto) (1987, 7-8). Tour Eiffel
presenta desde el pochoir de la cubierta la conjunción palabra-imagen que es
constitutiva de los poemas pintados en 1922, como ya se ha visto en el capítulo
anterior. Dicha conjunción se bifurca ya en la portada al declarar la autoría del
poema a Vicente Huidobro (en la versión de 1917 firma «Vincent») y la de las
pinturas a Robert Delaunay. Es interesante notar, tratándose de una edición ma-
drileña, el dominio de la lengua francesa en el paratexto, siendo bilingüe sólo el
precio de venta del libro, cuya información se da en la última página. Muy pro-
bablemente ya se anticipaba la distribución en Francia, una vez finalizado el
conflicto bélico europeo. Cada ejemplar lleva una numeración estampada en la
cubierta y aunque no se dé cuenta del número total de ejemplares en la infor-
mación final, es muy probable que rondara sobre los 500. El ejemplar alojado
en la colección del IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno), por ejemplo,
lleva el número 286. 15 Si bien la realización artesanal es la que caracteriza la cu-
15 Vuelvo a agradecer a Pérez por la valiosa información sobre la realización de los textos de Hui-
dobro. Según este comisario y especialista de la vanguardia, se podría especular sobre una tirada de
108 Rosa Sarabia
al menos 500 ejemplares. En parte, esto se comprobaría con el hecho de que con frecuencia Tour
Eiffelaparece en subastas y catálogos de librerías de viejo, siendo su precio actual —según si lleva de-
dicatoria o n o — de 9.000 a 12.000 euros.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 109
miento tonal, sin embargo, que supone un ascenso no obedece a la lectura del
verso —sea que comience de un extremo u otro— en el que los 6 tonos y dos se-
mitonos se registran en descenso. Esta lectura nos daría el paradójico movi-
miento de «bajar subiendo» o «subir bajando». O sea, que para que haya conso-
nancia semántica entre el ascenso motriz y el tonal se hace necesario un giro (un
«detour») de la página de 90 grados hacia la izquierda.
Así, la página atravesada nos revela una estructura dispersa de lo que sería
una torre fragmentada y múltiple formada por los versos verticalizados, siendo
la escala musical uno de sus pilares. Lo legible se vuelve meramente visible y se
lleva a cabo la literalización del símil e imagen inicial: la telegrafía sin hilos de la
torre atrae las palabras como el rosal a las abejas. Elementos estos que luego se
fusionan en un paralelismo sinestésico y metafórico: «Y es una colmena de pala-
bras/ o un tintero de miel». El diseño de la torre fragmentada se realiza de las pa-
labras que crean una geometría como aquella que las abejas hacen en los panales
de su colmena. 16 El poema en un proceso de autorreflexión da cuenta, entonces,
de su condición de escritura en tanto celebración de la torre —tema e insignia
16
Esta alusión apicultural podría verse como signo de comunidad laboral. Tanto los discursos
del propio Eiffel c o m o del ministro de Comercio Lockroy, hacen clara referencia al proceso de
110 Rosa Sarabia
construcción de la torre, y a ésta como producto final, siendo el emblema de un nuevo esfuerzo co-
operativo entre trabajadores y capitalistas (lo que estos discursos no mencionan es que la financia-
ción de la torre fue hecha por Eiffel a partir de otra empresa contemporánea, el canal de Panamá,
con la que se asocia el escándalo y veintidós mil obreros muertos en la fase francesa de excavación.
Como resultado de la corrupción a gran escala, Eiffel fue sentenciado a dos años de prisión, pena
que no llegó a cumplir, ver otros detalles en Darcy Grigsby (27-34)). El frontispicio del volumen I
del informe de Lockroy, anteriormente citado, es significativo como un comentario oblicuo al símil
del poema de Huidobro y al posterior paralelismo entre escritura y trabajo laboral. En el frontispi-
cio aparecen las figuras de un obrero calificado y el de un artista llevando una figura de libertad y
detrás de ellos se divisan la torre Eiffel y la cúpula del palacio de Artes Liberales (Levin 23). Si bien
una interpretación que llevaría a ver el poema como un elogio al trabajo mancomunado dentro de
un sistema liberal de producción capitalista sería un tanto extrema, no sería, sin embargo, inapro-
piado ver en estos versos una sensibilidad al aspecto social-laboral dentro de un contexto histórico-
bélico que también supone una participación colectiva y nacional. En otro registro y uso de esta
imagen, García Lorca crea para el homenaje que él y otros poetas de la Generación del 27 ofrecen
a Huidobro en 1931, algunos versos jocosos e indicadores también del impacto de Tour Eiffel. La
abeja en el poema de García Lorca se analoga con el poeta y su poesía, y comienza así: «Una abeja
me ha contado/ desleída en dulce miel/ que te vas de nuestro lado/ hacia la torre de Eiffel/... Por-
que la poesía española/ ya no te puede olvidar./ Pues sin ti se queda sola./ Abeja en seca amapola/
sin néctar en qué libar./...» (Poesía 1989, 306).
17
Jorge Schwartz en su estudio sobre la renovación formal y lingüística de Huidobro señala el
elemento icónico-musical del ruiseñor en el canto IV de Altazor que por tratarse de la escala musi-
cal que desciende con la lectura, o sea «al revés», se hace pertinente citarla:
Pero el cielo prefiero el roDOñol
Su niño querido el roREñol
Su flor de alegría el roMIñol
Su piel de lágrima el roFAñol
Su garganta nocturna el roSOñol
El roLAñol
El roSIñol (1025)
Por su lado, Mireya Camurati también menciona este artificio de la escala musical, llamándo-
lo collage, porque interpola elementos de existencia autónoma dentro de otro contexto (115).
18
Para una torre completa y de estilo realista hecha de palabras ver la reproducida por Henri
Loyrette bajo el título «La tour de 300 métres construite en 300 vers» (486).
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 111
turiza» el conjunto como anota Michel de Certeau (153). Como bien explica
George Yúdice al referirse al cubismo pictórico: «Cubist painters employ certain
synecdochic clues' (such as the line-curve of a violin, a circle for the mouth of a
bottle, etc) that serve as signs that denote certain iconic contexts (iconic enun-
ciations, from the point of view of a pictorial discourse) such as 'this is a man
playing the violin'» (1981, 110-111).
Del mismo año 1918, una serie de versos en Ecuatorial parecieran explicitar
este «tour»/truco visual de Tour Eiffel:
" Oscar Hahn comenta sobre estos versos: «...es la torre de los pintores cubistas y de los poetas
vanguardistas, análoga al célebre pararrayos celeste de Darío» (2003, 1574-75). Por su lado, Goic,
quien acierta en ver «una matriz del despertar» en Ecuatorial, apunta que estos versos son: «...una
suerte de mise-en-abime [...] surge una duplicación de su sentido global o de esta instancia final
profética y salvacionista. Podríamos decir que esta responde al mundo alterado y decadente de la
primera guerra mundial con la revelación de la promesa de una redención americana bajo el em-
blema del Crucero» (1999, 24).
112 Rosa Sarabia
y al mismo tiempo un gesto hacia un arte total donde el espacio y tiempo se con-
jugan para dar un objeto nuevo. 20
Sin constituir un caligrama como «Matin» o más complejo como el de «Pay-
sage», ambos de Horizon Carré (1917), la escala/escalera de Tour Eiffel impone
una modificación en la lectura y con ella una des/composición del edificio que
bien podría responder a la visión fragmentada que los viajeros perciben a medi-
da que ascienden o la obtenida desde diferentes puntos de la ciudad. 21 Este mo-
mento marca la pausa entre la visión completa que de ella tenemos desde abajo
y la panorámica «en-haut». Las imágenes iniciales y finales del poema dan cuen-
ta de su majestuosidad física asociada al canto no sólo en la metonimica escala
tonal, en la guitarra, en el clarín, en la campanilla, sino también en su análogo
natural: el pájaro y su derivado: «volière du monde» («pajarera del mundo»). En
otro juego lingüístico, la mirada de vuelo de pájaro, conocida también como pa-
norámica, es la que se da desde lo alto de la torre donde el pájaro canta desde las
antenas telegráficas. La voz poética adquiere entonces un punto de vista que le
permite percibir y leer el mundo, no ya el natural — u n puesto mirador que crea
una mitología naturista de valles, bosques y ríos— sino el que resulta de un pai-
saje urbano. Barthes comenta que la torre hace de la ciudad una especie de na-
turaleza, otorgándole una dimensión romántica de armonía. La ciudad se une a
los grandes temas naturales que causan curiosidad al ser humano: el océano, la
tormenta, las montañas, la nieve, los ríos (1979, 8-9). 22 Esta nueva percepción
20
Susana Benko acierta al decir que el ideograma «encarna en este poema al movimiento»,
aunque deje ambigua su dirección ya que primero dice: «La escala musical transformada en escale-
ra invierte el orden de subida o bajada de la Torre», pero a continuación agrega: «... mientras se sube
realmente la torre durante la lectura, gracias a los recursos ideogramáticos» (134, la cursiva pertene-
ce al texto citado). Respecto al poema en general, Frank Rutter bien señala que Tour Eijfel contie-
ne un optimismo expansivo y un desarrollo dentro del m u n d o contemporáneo (64) mientras que
para Yúdice «es el modelo perfecto de la creatividad del lenguaje en que las palabras (y no las cosas)
se atraen» (1978, 55-56).
21
En este sentido, la página atravesada nos daría un paisaje «tour/ista» m u y a la Delaunay,
quien de hecho se desplazaba por la ciudad con el objetivo de captar diferentes perfiles de la torre.
Existe u n diseño de 1922 en tinta del artista francés en el que líneas verticales y oblicuas de una to-
rre desmembrada se cruzan con las firmas de muchos de los miembros de la vanguardia a m o d o de
u n enjambre de grafos y trazos (ver reproducción en Vicente Huidobro. Obra poética 2003, 1439).
22
Barthes ve en textos románticos como Notre-Dame de París de Victor H u g o y Tableau chro-
nologique de Michelet una anticipación de la visión panorámica de sensibilidad urbana m o d e r n a
anterior tanto a la torre Eiffel como al aeroplano, tecnologías que hacen posible esa mirada de ojo
de pájaro (1979, 8-9).
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 113
23 El término «ptolomeica», que responde originalmente a la posición fija del planeta Tierra se-
gún el antiguo saber astronómico, es hoy alusión laxa a toda posición central del individuo respec-
to a su entorno. En el caso específico de la voz poética en el poema y su posición fija que le permi-
te ver girar la Tierra, se produce una suerte de solipsismo en el que se cruzan dos saberes, uno
antiguo y uno más moderno. Según este último sería la posición solar que asumiría la inmóvil voz
poética o de Jacqueline.
24 Es precisamente sobre este aspecto que Barthes insiste en su condición de mito. La familiaridad
con la que la torre se inscribe en la vida diaria (pensemos que para 1918 llevaba casi 3 0 años de exis-
tencia) es dato de su persistencia como una roca o un río, literal como un fenómeno de la naturaleza,
cuyo sentido puede cuestionarse al infinito pero cuya existencia es incontestable ( 1 9 7 9 , 3).
114 Rosa Sarabia
25
Cansinos-Assens catalogó a Tour Eiffel como «poema cívico tarareado con la desenvoltura y
frivolidad aparente de una canción de music-hall, en el que los retruécanos y las gracias traviesas es-
pejean como lentejuelas y las estrofas semejan subir cantando una larga escalera... pero a pesar de
ello [...] muestra ya un anhelo constructivo con respecto a los anteriores poemas...» (Cosmópolis
1:5,Madrid, mayo de 1919, reproducido en Vicente Huidobro Obra poética 2003, 1632-1633)
26
Para más información sobre la cronología de la torre ver el estudio de Seitz, 142-148.
27
En los últimos versos de Hallali ( 1918) la voz augura una victoria semejante al poema anali-
zado:
Et après Y después
Tout en haut de la Tour Eiffel En lo más alto de la Torre Eiffel
J'allume mon cigare Yo enciendo mi cigarro
Por los astros en peligro
Allá lejos
Sobre el linde del mundo
Quelqu'un chante un hymne de triomphe Alguien canta un himno triunfal
(2003, 608) (Rojas 1998 207)
En cambio, un estudio reciente y todavía inédito de Emily Woodman-Maynard, da a estos
versos de Tour Eiffel la connotación del fenómeno de la radio, que aunque incipiente para esta
época, la expansión de sus ondas habría llegado al conocimiento de algunos artistas. Por lo tanto,
más que un grito victorioso de fin de guerra, Woodman-Maynard ve una celebración de la nueva
tecnología.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 115
hace verosímil la familiaridad con la que la voz poética se dirige a la torre, fami-
liaridad también la del ojo del paseante que la lleva, ineludiblemente inscripta,
en su diario horizonte urbano. Por otro lado, toda recreación literaria/artística
de lo cotidiano supone un extrañamiento, una desfamiliarización, una distancia
suficiente y necesaria del ojo del artista que la vuelve a ver como nueva, según
reflexiones del formalismo ruso contemporáneo a la vanguardia. Sin embargo,
el énfasis humano se da sobre todo en el tercer momento antes señalado, y la voz
poética es la receptora de las palabras. A esta interrelación de unánimes-, no obs-
tante, le acompaña otro gesto autorreferencial respecto a una doble representa-
ción: la de la propia escritura a la que aludí antes y a la de su condición de ima-
gen reproducida: «afiche de Francia» (sea fotografía, tarjeta postal o cartel
publicitario).28 Tenemos entonces dos instancias en las que se mueve el poema:
un desarrollo poético de celebración del símbolo y una conciencia interna del
símbolo ya constituido —o siendo construido— en la extensión de los cincuen-
ta y cinco versos. Escritura e imagen visual conforman una estrategia de expan-
sión —contraria a la de la metonimia— en la que el todo es la parte: si París es
Francia, Francia es la torre. Entonces se podría decir que el poema en su recorri-
do/tour va de una intensificación del símbolo como arte/técnica hacia una am-
pliación en el que el contexto histórico le confiere una dimensión mayor. Seme-
jante interrelación de torre/lengua/guerra es el que posee, dentro de una
complejidad visual mayor que Tour Eiffel, el caligrama «2e canonnier conduc-
teur» de Apollinaire (2001, 75-76), reproducido como epígrafe a este capítulo.
Aquí la prosopopeya concede a la torre Eiffel la facultad de jugar con la polise-
mia en la que se funden por lo menos dos sentidos de «tirer» en francés (sacar
y/o disparar). Ambos son consonantes al motivo del poema: a) una boca que
profiere un lenguaje —posible alusión a laTSF—, de eficacia tal que destruya al
enemigo, y en este sentido se podría traducir, a expensas de desarmar el caligra-
ma, del siguiente modo: «Salud mundo del cual soy la lengua elocuente que su
boca oh París siempre dispare y siga disparando a los alemanes»; b) un uso colo-
quial en el que la boca de la torre le saca la lengua al enemigo en tono de burla.
Habría tanto en las pinturas de Delaunay como en el poema de Huidobro
un espacio ambiguo entre el análisis destructor/constructor del objeto y su glo-
28
Joseph Harris anota que desde los primeros tiempos de construida la torre, no h u b o mapa de
París ni cartel de turismo o publicidad asociada a Francia que no tuviera la imagen de la torre para
crear una inmediata identificación. Sin embargo, no es hasta 1964 que adquiere reconocimiento
del gobierno francés como parte de la herencia del país. André Malraux la declaró m o n u m e n t o his-
tórico asegurando que no podía ser alterada sin una autorización especial (Harris 215).
116 Rosa Sarabia
rificación. 29 Dos estilos pictóricos del francés inauguran el acto de lectura a par-
tir de un acto de la mirada que construye, a su vez, una imagen virtual y pre le-
gible del poema. Uno, la cubierta, responde al de la serie de discos y ritmos cir-
culares; el otro, en reproducción blanco y negro, al de la serie de torres de
simultaneidad visual. Si bien cronológicamente las torres de Delaunay se pre-
sentan primero no tardarán en hacerse contemporáneas a las formas circulares.
Ambas expresiones, sin embargo, podrían «leerse» como integrantes al poema,
tanto por su factura como por los descubrimientos ópticos y pictóricos de De-
launay de esos años 10. La búsqueda de parte del artista de una pintura pura se
basó en el color y la luz que desconectan y reajustan los contornos percibidos en
la naturaleza, rompiendo así la «tiranía de la línea». Esta «brisure» permite la li-
bertad de reconstruir la apariencia de realidad de acuerdo a un orden concebido
cerebralmente basado en la síntesis de sensaciones percibidas. El simultáneo
contraste de colores integrados en una composición con la suficiente flexibili-
dad para incluir varias imágenes también simultáneas, debía expresar el sentido
más completo del ritmo urbano y universal dentro de la capacidad experimental
y espontánea del artista. Pascal Rousseau, por su lado, explica que la aparición
de Disco de Delaunay en 1913, «con su soberana frontalidad, [...] lleva hasta sus
últimas consecuencias esta búsqueda de la 'pintura pura': una pintura puramen-
te óptica, liberada de la mimesis, sin que por ello eluda una reflexión sobre la vi-
sión de los fenómenos externos» (2002, 33). Para agregar más adelante: «Delau-
nay se va acercando al ojo del espectador, conformando de manera cada vez más
consciente el espacio de la representación sobre la forma hemisférica de la reti-
na: la pintura hace objetivo el proceso mismo de la visión. Delaunay descubre
esta fusión no sólo en el umbral óptico del cara a cara con la luz, sino también
en el campo visual desmultiplicado propio del medio urbano. La mayoría de los
motivos predilectos de Delaunay son objetos-espectáculo', esa categoría parti-
cular de edificios y de construcciones que se ven y desde los cuales se ve: al mis-
mo tiempo instrumentos y sujetos de observación. Tanto si se trata de la Torre
Eiffel como del Arco de Triunfo o de la Noria Gigante, son siempre lugares de
29
El comentario de Maurice Princet —actuario, divulgador teórico de la cuarta dimensión en
el ambiente artístico— es apropiado a efectos de contextualizar la temática obsesiva de Delaunay (y
la recurrente de Huidobro) respecto a la torre Eiffel, y el impacto de ésta, duradero aún en 1912,
cuando dice: «Nous accordons qu'èlle est platée là sans rien qui la justifie et qu'au premier coup
d'oeil ce défaut d'harmonie nous déçoit. Mais il faut y regarder de plus près. La grâce de ses cour-
bes, la sveltesse étrange des ses lignes lui d o n n e n t une véritable beauté» (En Buckberrough 326-
327).
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 117
observación que permiten arrojar sobre la realidad una mirada inédita, cuyos
denominadores comunes son la distancia áerea, la gestión circular de la mirada
y la extensión panorámica del campo visual» (2002, 35).
Desde la Feria Internacional de París en 1889 no ha habido otra construc-
ción de la altura de la torre qua torre; una escalera al cielo sin otro propósito
fundamental que dejar que el ser humano se subiera a ella y diera un vistazo al-
rededor (J. Harris 209). Sólo otro artefacto tecnológico podía superarla en altu-
ra: el dirigible y el avión.30 La visión aérea que tan bien se adapta a la teoría es-
tructuralista de Barthes, es la que enfoca la torre hecha por Delaunay en el
«pochoir» para Tour Eiffel. Una temprana fotografía aérea de la torre y publica-
da en Comoedia en 1909 fue una toma sobre el ápice de la misma desde el diri-
gible Quo Vadis, mostrando así una torre reducida a una forma geométrica con-
tenida dentro de los paseos curvos de los Campos de Marte. 31 Delaunay realizó
a partir de esta foto varias versiones litográficas, siendo tal vez la de 1926 («La
Tour Eiffel») la más estilizada y abstracta de ellas. Los paseos de los jardines que
la rodean que son ondulantes —tanto en la foto como en otra versión al óleo de
1922, «La Tour Eiffel et le Champs de Mars»— forman círculos superpuestos.
A pesar de ser estas versiones delaunianas posteriores a la cubierta al «pochoir»
de Tour Eiffel, nos dan la posibilidad de ver a este último como una temprana
reflexión del conjunto. Sin duda, los cuatro puntos cardinales que acompañan
con sus nombres los círculos concéntricos a su vez formados por una amplia
gama cromática, sugieren un movimiento rotativo que dejan a la torre inmóvil,
a cuyos pies los astros y los horizontes giran. «JE SUIS LA R E I N E D'AUBE
DES POLES/ J E SUIS LA R O S E DES VENTS...» («SOY LA REINA D E L
ALBA D E LOS P O L O S / SOY LA ROSA D E LOS V I E N T O S » ) cantan los
versos prosopopéyicos hacia el final del poema. Más aún, la aparente posición
fija de la voz poética (o de Jacqueline) en el verso «Je vois tourner la Terre» («veo
30 Es significativo recordar que el primer vuelo del dirigible que condujo el brasilero Santos-
Drumont en 1901, estuvo estrechamente relacionado con la torre Eiffel. La Feria Internacional de
1 9 0 0 propuso un premio a aquel que volara — e n g l o b o — alrededor de la torre (un «tour» propia-
mente dicho) en el término de media hora. El piloto brasilero ganó la competencia, eligiendo en
cambio un dirigible para realizar la aventura. En parte, este hecho determinó que en 1 9 0 3 , Eiffel
abriera un laboratorio en la segunda plataforma para el estudio de la aerodinámica y más tarde un
túnel aerodinámico en su base, iniciando así el estudio científico de los vuelos aéreos (Buckbe-
rrough 4 8 ) .
31 Para un análisis comparativo entre esta fotografía y el cuadro de Delaunay «La torre Eiffel y
los Campos de Marte» ( 1 9 2 2 ) ver Gordon Hughes ( 9 2 - 9 3 ) y Rousseau ( 2 0 0 2 , 4 5 ) .
118 Rosa Sarabia
32
En el poema «Tour» (1913 y publicado luego en Dix-neuf poèmes élastiques 1919), Cendrars
sintetizó ecfrásticamente el simultaneísmo delauniano con una analogía más explícita que la de
Huidobro respecto al astro solar, recurriendo también a la imagen de la «aurora boreal» y a la TSF.
El poema cierra de este modo:
Gong tam-tam zanzibar bête de la jungle rayons-X express
bistouri symphonie
Tu es tout
Tour
Dieu antique
Bête moderne
Spectre solaire
Sujet de mon poem
Tour
Tour du monde
Tour en mouvement
A su vez, Goic interpreta los círculos de colores del «pochoir»como «correspondientes a la pers-
pectiva desde la altura que traducen los versos: 'Là-bas/ Les chapeaux s'en volent/ Ils ont des ailes
mais ils ne chantent pas'» (2002, 35).
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 119
33 Este poema fue publicado en 1921 en La Viedes lettres (París, vol.V. 578-79) en versión ho-
rizontal y tipográfica, para luego aparecer en castellano y bajo el título «Torre Eiffel» (con dedica-
toria a R. Delaunay) en el poemario Hélices de 1923. Las tres versiones varían someramente entre
ellas, siendo la primera —el paspartú— menos conocida. Esta se halla en el fondo Delaunay, Bi-
blioteca Nacional de París. En la versión castellana de 1923 (34), De Torre resume y selecciona
imágenes poéticas dedicadas a la torre:
A raíz del conocido artículo en Alfar en el que De Torre acusa a Huidobro de plagiar a Herre-
ra y Reissig, el chileno publicó un suplemento que llevó el último número de Création (1924). Allí
explícita con ironía y sarcasmo las imágenes que él mismo usó en su Tour Eiffely las que elaboró De
Torre en el poema homónimo incluido en Hélices («Al fin se descubre mi maestro» 12-13).
120 Rosa Sarabia
tal lírico que capta a partir del ojo de la cámara mucho de aquello que Cendrars
veía en las telas de Delaunay. En efecto, la descripción de Cendrars apunta al
efecto «cataclismo» que el propio Delaunay asignara a un período de destruc-
ción. 34 En «LaTour 1910» se nos presenta la torre en descomposición múltiple,
haciendo que la parte inferior sea vista desde abajo, la sección media de cara a
ella, mientras que su punta desde un punto superior a ella. Por otro lado, la par-
te de atrás de la construcción (o la más distante) se la expone junto a la de ade-
lante, en un despliegue semejante a esos juegos de niños para armar. En este sen-
tido, son tres las posibles miradas que la torre ofrece tanto en su presentación
vertical como horizontal. El poema, por su parte, anuncia varios puntos de vista
—análogos a la perspectiva pictórica múltiple, según la ya citada Steiner ( 1 8 0 ) —
que van cambiando al saltar de posiciones elocutivas sin transición, resultando en
la coexistencia de varias conciencias hablantes con cierto grado de indetermina-
ción. Existe un «tú» de interlocución con la torre en el primer momento, y tam-
bién el de Jacqueline en el segundo; un «yo» del hablante poético que luego con
su niño pasará al «nosotros,» y un «yo,» cuyo valor deíctico se hace ambiguo y
transmutable, como el de «Je vois tourner laTerre» («veo la Tierra girar»), que
tanto pudiera ser de Jacqueline al responder a la voz poética, como de ésta que re-
toma el hilo del discurso poético abandonando a la hija de Francia con una pre-
gunta meramente retórica. Pero otro «yo» majestuoso protagoniza un tercer mo-
mento, el de la torre en diálogo con la voz.
Por otro lado, las estrofas paralelas como:
34 Estos comentarios de Cendrars fueron parte de una conferencia suya hecha en Sao Paulo en
1 9 2 4 en conjunción con una muestra de pintura francesa en la que se incluyó un cuadro de D e -
launay («La Tour Rouge») comprado por la artista Tarsila do Amarai un año antes del evento (en
Travis 15).
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 121
deriva de la combinatoria del verso libre con la estética de la nueva poesía, para
la cual según Huidobro al herir «distintamente la sensibilidad del lector, es más
lógico cambiar la puntuación por blancos y espacios» (García-Huidobro McA
36). 35 Sin que exista una relación ecfrástica entre las imágenes creadas en el poe-
ma y la torre delauniana, la metáfora «una araña con patas de alambre/ hacía su
tela de nubes» sugiere una simultaneidad visual en sus numerosos miembros
cuya materialidad férrea se fusiona en la volatilidad nubífera, a la manera de la
imagen plástica. Más allá de estas correspondencias, la inclusión en reproduc-
ción del cuadro de Delaunay también sirve como marco teórico respecto a la re-
presentación del objeto. Al mismo tiempo, su posición de portadilla introduc-
toria al poema, cuyo cierre es un grito de victoria inminente del conflicto bélico,
marca una ironía mayor dado que «La Tour 1910», perteneciente al coleccionis-
ta Bernard Köhler, será destruido por los bombardeos de una segunda guerra. 36
Se impone así un fenómeno que a posteriori nos hace reflexionar sobre el con-
texto no sólo de la producción sino de la recepción. En este sentido, se podría
35
Para Huidobro la falta de puntuación se debe a que ésta «era necesaria en poemas antiguos,
eminentemente descriptivos y anecdóticos y de composición compacta...», pero no así en la poesía
creacionista por razones de estructura y su justificación es la ya citada arriba (Entrevista con Ángel
Cruchaga Santa María para El Mercurio de 1919, en García-Huidobro McA 36). Respecto a estas
dos estrofas visualmente paralelas, existe otra posible lectura que intercambiaría cada uno de los
versos de cada estrofa, siendo el espacio en blanco un puente de contigüidad semántica entre am-
bas.
36
Según Buckberrough (62-63 y 85), el cuadro original fue expuesto en 1911 en el Salón de
Independientes de París y luego a finales de ese mismo año en Munich, donde fue comprado por el
coleccionista alemán Kohler. También fue reproducido en el catálogo «The Blue Rider» (1911-
1912), acompañando la exposición y bajo la dirección de Kandinsky y Franz Marc. Asumo que
esta última en blanco y negro es la que se incluyó como portadilla en la edición madrileña de Tour
Eiffel. En la edición de von Rosel Gollek, Der Blaue Reiter (404-406), a pesar de ser catalogada
como «Der Turm 1911», se reproduce esta versión siendo la que corresponde a la de Tour Eiffel y
no aquella de la colección Guggenheim de Nueva York, como lo indica la reproducción que ilustra
el artículo de Antón Risco sobre el poema-libro de Huidobro (119). Es interesante notar, sin em-
bargo, que en la publicación de este mismo trabajo de Risco en Salina: Revista de Lletres, 9, no-
viembre 1995, 78-82, no se incluye esta obra de Delaunay reproducida. Tanto Buckberrough
como el informativo catálogo del Centre Georges Pompidou, Robert Delaunay. 1906-1914. De
l'impressionnisme a l'abstraction, indican la posterior destrucción del cuadro. Este último es más es-
pecífico al informar los bombardeos de 1945 como la causa (134). Además, en la cronología del
mismo catálogo se cita un fragmento de carta de Delaunay en el que se refiere a esta torre como «la
grande Tour Grise» (33), por lo que podemos concluir que no se trata de la versión de la colección
Guggenheim, que es roja, más allá de otros detalles notables que las diferencian.
122 Rosa Sarabia
37
«La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica» ha producido una variedad de
lecturas interesantes. Ver la reciente colección de artículos editada por Hans Ulrich Gumbrecht y
Michael Marrinan, todos ellos dedicados a este ensayo de Benjamin.
38
El catálogo barcelonés Robert y Sonia Delaunay reproduce la litografía que se halla en la Fun-
daçâo Calouste Gulbenkian, Lisboa (2000, 169). Es de notar la semejanza entre esta imagen de
Robert Delaunay y la que hiciera en 1913 su mujer, Sonia, para el livre d'artiste La Prose du Trans-
sibérien en colaboración con Cendrars. En la parte inferior de las cuatro hojas plegables junto a los
últimos versos del poema, se encuentra una torre Eiffel roja y estilizada a la que un aro parece abra-
zarla.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 123
39 Un ejemplo de estas anotaciones del artista sobre su propio arte se encuentra en sus cuader-
nos transcritos junto a mucha otra documentación en la edición de Pierre Francastel y Guy Ha-
basque (1957, 75).
40 Una viñeta urbana que da Huidobro en una entrevista completa parcialmente ese momento
histórico del espíritu que se vivía en París: «Muchos de ellos vivían de barras de chocolate y tam-
bién de la leche hurtada en las puertas de la vecindad. Pero hay una unión compacta de escritores,
pintores y escultores disconformistas. En apretados racimos acuden todos a las exposiciones y reci-
tales. Ya ha nacido el cubismo. Los burgueses rompen las telas a paraguazos y hay bofetadas a cada
instante. Esta es la época heroica [...] Modigliani muere de hambre en Montparnasse, que todavía
no está invadido por los americanos nocherniegos tras los cuales vienen las suripantas y los 'dan-
cings' que encarecen el barrio de los artistas obligándolos a desertar...» (García-Huidbro McA 96).
4L Para un análisis de «Tour» de Apollinaire en relación a las ideas de Barthes, ver el artículo de
Catherine Moore (1995). La referencia al cuadro de Delaunay (colección Kóhler) y al poema de
Apollinaire está en el estudio de Gustav Vriesen y Max Imdahl (32). Para una reproducción de la
tarjeta postal ver la colección de documentos iconográficos de Apollinaire por Pierre Cailler (pla-
queta 82).
124 Rosa Sarabia
Au Nord au Sud
Zénith Nadir
Et les grands cris de l'Est
L'Océan se gonfle à l'Ouest
La Tour à la Roue
S'adresse.42
En esta rica intertextualidad que permea sin duda los trabajos de estos tres
artistas, noto además el latente componente histórico para el que ambos poemas
marcan un inicio (los «cris de guerre» en «Tour») y un final (la victoria en Tour
Eiffel) del conflicto bélico: 1914-1918.43 En ambos casos, la torre Eiffel es testi-
go y protagonista de una trama histórica y patriótica cuya dimensión interna-
cional sacude a la especie humana por primera vez. Irónicamente, Delaunay, el
único francés de los tres, llegada la hora de la guerra, desertará y pasará todos
esos años en la Península Ibérica (1914-1921), mientras que Apollinaire, natu-
ralizado francés poco antes de la guerra, muere a consecuencia de la misma.
Huidobro arriba a París en plena guerra y será en Madrid, durante una estancia
de meses en 1918, escapando del ambiente bélico parisino, donde entrará en
contacto con la pareja Delaunay, como ya se ha dicho. Artistas y también seres
humanos, transeúntes y mortales, que proyectan en la recreación del signo «to-
rre Eiffel» la tan anhelada permanencia e inmortalidad.
Edgar Varèse, músico vanguardista, extrapoló modificando ligeramente una
decena de versos de Tour Eiffel y bajo el título «Chanson de Là-haut» formó par-
42
La presencia de la gran noria junto a la torre es también motivo recurrente que Delaunay
practicara durante los años 1912 y 1913, en especial la serie de «Fenêtres» y «L'Equipe de Cardiff».
43
Discrepo aquí con la interpretación de Moore (1995, 62), quien ve a estos «grandes gritos
del este» como anuncio de la Revolución Rusa de 1917, siendo que el poema fue publicado en
1914 dentro del contexto de la primera guerra mundial para luego ser incluido en Calligrammes
que lleva por subtítulo Poèmes de la paix et de la guerre (1913- 1916). Es más, en Les Tours Eiffel de
Robert Delaunay (1974), aparece dicho poema reproducido con la siguiente datación: «Berlin,
1912».
En el poema caligramático «2e canonnier conducteur» (Calligrammes 76), sin embargo, la carga
histórico-bélica es aún más evidente en el saludo al mundo desde la punta de la torre para terminar en
su base rechazando a los alemanes. Este fragmento del poema sirve de epígrafe a este capítulo.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 125
niado por la mujer de Várese, Louise, quien dijo: «...La instrumentación alegre y meditabunda a la
vez y la dulce voz de Nina Koshetz intensificó el tono del pequeño y hermoso poema de Huidobro
sobre París y sus puentes [...] La primera composición, Chanson de Id-haut, fue repetida a petición
del público» (En Teitelboim 98). Actualmente, reproducida en disco compacto se halla la interpre-
tación de Offrandes-Intégrales-Octandre-Ecuatorial. De esta recepción da cuenta también Tablada,
quien asistió al estreno y escribió el 21 de mayo de 1922 una crónica él mismo desde la «La Babi-
lonia de hierro,» como gustaba llamar a Nueva York.
Me extiendo en la cita:
«En el concierto tercero y último de la serie se ejecutaron obras de Erik Satie, Poulenc, Acario
Cotapos, talentoso músico chileno, y Edgar Várese, por un numeroso grupo instrumental y con el
concurso precioso de la joven y ya célebre soprano rusa Nina Koshetz.
En medio de tan escogidos programas fueron las obras de Várese las que merecieron el más en-
tusiasta tributo del público, un auditorio de intelectuales y personajes célebres en las letras, en el te-
atro y en las finanzas. En una sola fila de butacas veíanse a Georgette Leblanc-Maeterlinck, a Mme.
Caro-Delvaille, esposa del célebre pintor que en estos días abrió una exposición de sus obras en la
Quinta Avenida, al tenor Muratore y a Lina Cavalieri. Más allá el cónsul de Alemania entre un gru-
po de diplomáticos, que expresamente habían venido de Washington para asistir al concierto [...]
Era aquel, en fin, el público más autorizado para consagrar un arte que por su pureza, su fuer-
za y su originalidad, tardará aún en ser aplaudido por los filisteos ergotistas y por los burgueses im-
permeables.
126 Rosa Sarabia
Las dos obras de Várese tituladas Chanson de la-haut y La croix du sud fueron cantadas por la
admirable Nina Koshetz y ejecutadas por un grupo orquestal de dos flautas, oboe, clarinete, fagot,
cuerno francés, trompeta, trombón, arpa, dos violines, cello, viola, contrabajo y percusiones. Tras
de las sendas ovaciones que siguieron a la ejecución de estas obras, críticos profesionales y amateurs
discutían con entusiasta sorpresa las cualidades que sellan la música del joven maestro; de su belle-
za armónica, rítmica e instrumental, de las asombrosas combinaciones de su técnica, de la cons-
trucción perfecta y de la vasta sonoridad que hacía al grupo instrumental alcanzar el poder de una
orquesta numerosa.
¡Bello ejemplo de música moderna que como las otras artes, poesía, pintura, es por excelencia
autónoma y realiza la fuerza y la pureza de sus recursos propios!» (En Tablada, Letra e Imagen, sec-
ción La Babilonia de hierro).
45 Vale aclarar que de hecho existen hoy dos reconstrucciones de «Tour Eiffel». Además de la
realizada por el museo Reina Sofía, Goic llevó a cabo la que salió en la tapa del número Anales de li-
teratura chilena., 4, 2003. Aunque ambas respetan el uso de la cursiva y la letra de molde según la
maqueta hecha por Delaunay, los estilos caligráficos varían. La que aquí se reproduce responde al
catálogo-álbum de MNCARS (2001, 44).
Al referirme a esta condición de contingencia simplemente marco la transitoriedad que su-
46
pone una obra perdida. Señal de esto fue el hallazgo de «Marine» y una versión de «Océan» como
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 127
[ f e t e ; J
ífUiM.
dejé constancia en la nota 67 del capítulo dos; como así también el descubrir que «Moulin» era la
estampación a una tinta coloreado por Camino Malvar, y no el poema pintado original como se
creyó durante mucho tiempo. Además de ver aquí una tarea arqueológica en cuanto a la recompo-
sición del artefacto-serie, como ya señalé, no cabe duda de que se trata también de una pesquisa a
la Sam Spade o Philip Marlowe.
128 Rosa Sarabia
47
Grigsby insiste en que la práctica de la ingeniería del siglo XIX se expresaba mayormente en
formas geométricas sobre papel (25) que en ecuaciones algebraicas. Esto resulta ser paradójico para
este crítico de arte ya que siendo la geometría u n análisis de entidades abstractas, es mejor concebi-
da en un espacio ideal y mejor explorada sobre el papel (13). De ahí que el dibujo sea constitutivo
de la ingeniería dado que son «vistas desde la nada,» sin perspectiva, y son ejecuciones ortográficas
que forman patrones para hacer cosas sin la distorsión formal producido de acuerdo a u n p u n t o de
vista particular, o sea, son formas por excelencia (22).
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 129
no»— y uno último en mayúsculas —el título— se suceden sin puntuación al-
guna, igual que su homónimo de 1918. 48
Con el único propósito práctico de análisis de los versos y a conciencia de
que se traiciona en esta transcripción el poema-pintado como tal, paso a una
traducción en la que la rima ha quedado cancelada:
Una primera aproximación visual —sin la proximidad del ojo lector— al lle-
nado caligrafiado en negro del espacio en blanco nos daría un entramado o enca-
je que simula una arquitectura férrea.49 Un semicírculo negro define un arco y su-
48
Marinetti proclamó en su temprano manifiesto y dentro de las muchas libertades del nuevo
arte, la falta de puntuación como ruptura a toda atadura restrictiva del verso. Apollinaire en su po-
ema «Zone» de 1912 (Alcools 1914), el cual se inicia con una apelación de la torre Eiffel como pas-
tora de puentes, aplicará los nuevos procedimientos poéticos de pronto valor normativo y que se-
gún Jauss son: «el verso libre, desprovisto de toda puntuación, que permite jugar con la máxima
diversidad de configuraciones métricas y rítmicas [...] y una nueva estética de la simultaneidad que,
con el procedimiento de la fragmentación sistemática y el montaje amimético, permite integrar as-
pectos de la realidad, citas y fragmentos de recuerdos» (1995, 187).
49
Aunque la torre Eiffel pareciera tener una osamenta férrea negra u oscura, lo cierto es que ha cam-
biado de colores a través de los años, desde el rosa irisdiscente en 1889, a los cinco tonos en dégradé de
130 Rosa Sarabia
amarillo-naranja en 1899, al rojo fuerte en 1954. Para una guía de los cambios ver la cronología de Seitz,
142-48.
50 Barthes habla de la torre como objeto paradójico en el sentido de que un tour en su interior
corresponde de inmediato a cuestionar el exterior. Uno no puede encerrarse en ella (como lo haría
en una iglesia, un museo, un palacio) por su estructura abierta y por la forma longilínea que la de-
fine. De ahí que Barthes se pregunte y traduzco sus palabras: «¿cómo puede uno ser encerrado den-
tro del vacío, cómo se puede visitar una línea? [...] ¿En qué se convierte la función exploradora de
su 'interior' cuando ésta se aplica a un monumento vacío y sin profundidad del que se pudiera de-
cir que consiste enteramente en una substancia exterior?» (1979, 14-15). Aun cuando Barthes pa-
rece persuasivo en su interpretación me pregunto hasta qué punto una anécdota que él mismo usa
para iniciar su ensayo le restaría fuerza a esta «pura substancia exterior» cuando cuenta que Mau-
passant a menudo almorzaba en el restaurante de la torre por tratarse del único lugar en París des-
de el cual podía evitar verla (1979, 3). Esta misma historia se cuenta de otro literato de la época, Al-
phonse Daudet, opuesto a la nueva cultura industrial según Levin (27). Interesante folclore del
imaginario urbano en el que la misma anécdota enfatiza una misma paradoja: adentrarse en la to-
rre para no verla.
51 Aunque tengamos hoy las serigrafías de los poemas pintados reproducidos a la medida de un
catálogo de museo, al que podemos manipular girándolo las veces que se requiera sin perturbar la
cómoda mirada privada —igual experiencia la de Tour Eiffel de 1918—, es importante considerar
que los poemas pintados fueron hechos para ser expuestos, o sea que su posición de objeto fijo en
los muros —y por su tamaño— impone un cambio motriz en el espectador-lector que se halla en
concurrencia pública y ante una mirada compartida.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 131
52
Para una mejor apreciación de la iconografía hermética, ver The Hermetic Museum: Alchemy
& Mysticism de Alexander Roob. En especial, los emblemas de Aurora donde el ojo, el pájaro y el
triángulo, entre otros elementos, juegan un papel clave en la construcción del sentido.
53
Teitelboim, con el subtítulo La zona oscura, cuenta la siguiente anécdota en su biografía de
Huidobro: «El 31 de mayo de 1918, Picasso contesta a Huidobro [...] proporcionándole datos so-
bre ocultismo, fenómeno inasible, puerta de entrada a una región fantasmagórica que él desea tras-
pasar. El pintor le da al chileno la información solicitada, acompañándola con el libro de Ernest
Helio, Fisionomías de Santos» (65).
132 Rosa Sarabia
54
Utilizo la edición realizada por Arenas (OC 11964) para las citas en castellano, que son tra-
ducciones de los manifiestos en francés no incluidas en Vicente Huidobro. Obra poética (2003).
55
Para una mejor comprensión del impacto del fenómeno aéreo, en especial en las pinturas de
Delaunay, ver este excelente estudio de Rousseau (1996).
56
J. Harris, en su estudio sobre la torre y la Belle Epoque, no cree exagerado relacionar su fun-
ción a la de un talismán. Para ello se justifica con las ideas que Lévi-Strauss le señalara personal-
mente, respecto a que el ser humano moderno y secular adora más que ninguna otra cosa aquello
que él mismo ha desarrollado y los objetos que han marcado récord a través de las eras (227). En
cambio, Paz ve las nuevas deidades de la modernidad como una alternativa, cuando dice: «... creo
que la empresa prometeica de la poesía moderna consiste en su beligerancia frente a la religión,
fuente de su deliberada voluntad por crear un nuevo 'sagrado', frente al que nos ofrecen las iglesias
actuales» (1956, 112).
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 133
do una suerte de apocalipsis que hará posible una nueva generación, una nueva
era. Indudablemente, tenemos aquí el subtexto nietzscheano que certificara la de-
función de Cristo y que Huidobro hiciera explícito a través de su alter ego Altazor,
quien abrió «los ojos en el siglo/ En que moría el cristianismo» y quien interpeló al
supremo: «Señor Dios si tú existes es a mí a quien lo debes» (Canto I 2003, 739 y
749 ). De Certeau, otro teórico de la cultura, habló de las propiedades de una to-
rre que nos «permite leer el mundo, poseer un ojo solar, una mirada de dios»
(140), aunque su objeto de reflexión fuera nada menos que el World Trade Cen-
ter, de cuya precariedad hoy somos testigos los que cruzamos el siglo xxi. Ni De
Certeau ni Barthes pudieron preveer en sus reflexiones que el ser humano es capaz
de destruir aquello que creó en nombre propio y de la modernidad.
Poco más arriba se ha aludido a la cuestión del origen que postula este poema
pintado. Si la torre es símbolo de la iniciación de una era, la vanguardia verá en ella la
búsqueda de su propia originalidad, en tanto lugar de origen, como señala Krauss
(157), a la que ya hicimos mención en el capítulo dos.57 Pensemos en los versos
«Tour/Dieu antique» del poema «Tour» de Cendrare o los de Ecuatorial antes cita-
dos. Por último, el propio Huidobro vierte en sus manifiestos conclusiones tajantes
como la frase del final de «Non serviam»: «Una nueva era comienza» (2003, 1294),
o más tarde en 1921, en «La poesía», dirá que los poetas son aquellos «que no han ol-
vidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo en su formación»
(2003,1297). Sin embargo, el poeta chileno entiende en su debido momento que el
término «creacionismo» para su poesía podía ser mal entendido ya que existía una
vieja corriente filosófica con ese nombre y que nada tenía que ver con su estética nue-
va (ver entrevista con Carlos Vattier de 1941, en García-Huidobro McA 207). Doc-
trina dominante de la iglesia oriental y occidental durante la Edad Media, el creacio-
nismo de Buenaventura, Avicenas, entre otros, sostenía la doctrina de la creación del
alma de la nada. Este partir de un ex-nikilo, sin embargo, no es ajeno al repertorio
vanguardista, así lo deja asentado Girando en el manifiesto de Martín Fierro, 1924,
cuando declara: «todo es nuevo bajo el sol», y previamente el propio Huidobro en su
57
Rafael Lasso de la Vega, singular figura española relacionada con el ultraísmo, sintetiza esta
tensión en u n poema dedicado precisamente a la torre en 1926. En una tarjeta postal cuyo motivo
central es la propia torre Eiffel, el poeta, firmando bajo el seudónimo de Marqués de Villanova, es-
cribe a m a n o cuatro estrofas rimadas, siendo la primera:
«Arte poética» cuando afirma: «Sólo para nosotros/ Viven todas las cosas bajo el Sol./
El Poeta es un pequeño Dios» (2003, 391). 58 Si la torre Eiffel fue vista como sortile-
gio de un mago («génie») —el mote «génie civil» para los ingenieros civiles no debe
sorprendernos según nos indica Grigsby (26)—, entonces, el poeta «mago» es su ri-
val en la creación poética de nuevas realidades.
Aunque de otro orden, es interesante el discurso político de Huidobro de es-
tos años, ya que traslada ese empuje creador de poeta a su ser social, cuando le
dice a Alberto Rojas Jiménez {ElMercurio, 1924) —quien lo bautiza como «po-
eta francés nacido en Santiago de Chile»—: «quiero ir a Chile para hacer la re-
volución. Mi anhelo más alto es crear un país. Y crear este país en la tierra en que
nací, es mi sueño de todas las noches» (García-Huidobro McA 48 y 50). Años
más tarde, en 1933, articulará estas palabras informales en el manifiesto publi-
cado por la revista Europa: «Jóvenes de América: Unios para formar un bloque
continental» cuando propone la creación de la «República de Andesia» (46),
compuesta por Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay, para luchar contra el cre-
ciente control de los Estados Unidos. Más allá del irrealizable y paradójico pro-
yecto (no sólo Andesia supone una toponimia común imposible a todas las na-
ciones arriba mencionadas sino que sugiere la creación de una nueva capital,
pasando Buenos Aires a ser una especie de Nueva York y Santiago, una Califor-
nia) encuentro aquí un hilo conector con su poesía en cuanto a esa pulsión de
originalidad/origen/creación de una nueva realidad, llámese poesía o nación.
La universalidad es el gesto más ambicioso al que apunta la nueva era que a su
vez conlleva la torre en esta composición de 1922. Es más, si para la torre no hay fu-
turo ni pasado («Pour elle il n'y a pas de futur ni de passé») es en un presente eterno
que vive su existencia, es decir, un presente de renovación constante en el cual «en-
ciende su faro para los astros nuevos». ¿Acaso un antimonumento? En el estricto
sentido etimológico, la torre no glorifica ni celebra tradición ni religiosa ni militar
58 Conviene recordar que en la tradición del pasado no toda la literatura fue referencial y mimé-
tica. En cuanto al lugar del poeta como creador y su producción como ejemplo de un creatio ex ni-
hilo humano, Jauss menciona la poesía trovadoresca como el más autónomo de los géneros medie-
vales (1982, 48). El poema IV de Guillermo de Aquitania es un buen ejemplo de esto. Traduzco:
Haré unos versos que nada digan
ni de mí ni de otra gente
ni del amor ni de la juventud
ni de alguna otra cosa
ya que fueron trovados sobre un caballo
mientras dormía (En Jauss 1982, 306, nota 12)
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 135
para la memoria (pasado y futuro) de sus ciudadanos.59 Y sin embargo, posee esa
condición atemporal y de transcendencia a la muerte a la que Henri Lefebvre alude
cuando se refiere a la monumentalidad, cuyo espacio constituye a la vez un espejo
colectivo a los miembros de una sociedad y un efecto de consenso (2000, 139).
Esta misma condición de permanencia es la que hallamos en algunos ele-
mentos de la naturaleza, por ejemplo, en la montaña, a la que el Huidobro de
1916 dijo abandonar en busca de otros climas más favorables («El creacionis-
mo» OC11964, 679) y que en Altazor la imaginara como «suspiro de Dios»
(2003, 734). En una nota biográfica, se podría ver aquí una sustitución de pai-
sajes —y de lenguas— que el poeta chileno efectuara al abandonar —suerte de
exilio voluntario— su Chile natal rumbo a la ciudad de las luces. Es más, el pa-
trón geométrico —el triángulo— del poema pintado bien pudiera sintetizar la
atemporalidad que la voz otorga al objeto creado por la cultura: la torre, por
transposición de aquella que caracteriza la topología de su tierra: la montaña.
Esta asociación es la que en última instancia se refiere Barthes, citado más arri-
ba, cuando habla de la torre como parte de un «paisaje urbano», cuya armonía
romántica es la que le brinda la mitología naturista, y cuya existencia es incon-
testable. En un recorrido bio literario, Huidobro va de la montaña a la torre y de
ésta vuelve a aquélla, trasuntado de pulsiones metropolitanas que tienen, no por
casualidad, a Gustave Eiffel como denominador común. La estación Central de
Santiago fue ampliada y modernizada en 1884, cuya techumbre lleva la autoría
de Eiffel, asimismo la catedral de San Marcos (Arica), entre otras osamentas fé-
rreas. Para fines de siglo xix, los talleres Eiffel se habían instalado en Chile, su-
mándose así a una ilustre lista de arquitectos, ingenieros y diseñadores europeos.
Otro aspecto importante en la mencionada tensión entre modernidad y ori-
ginalidad/origen es el uso de la caligrafía en todos los poemas pintados —como
ya se ha visto en el capítulo anterior— siendo la bastarda o inglesa la que lleva
«Tour Eiffel» en su cuerpo mayor, mientras que el título vocativo se presenta en
letras de molde imitando a las del periodismo o carteles de la época. Esta tensión
se encuentra también en Tour Eiffel, en su factura artesanal de libro cuyas hojas
están anudadas por un cordón; en el uso del estarcido en la tapa (técnica antigua
de ilustración), en la cola usada en la portadilla de «Tour Eiffel 1910» de Delau-
nay, que es a su vez una reproducción fotomecánica del original.
«Torre Eiffel» carece del dinamismo que tiene su homónimo de 1918. En
parte se debe a la presencia monolítica de la tercera persona y de la consecuente
59
Respecto a esta lectura, ver el estudio de Michel Serres (112-129) en contraste con el de Barthes.
136 Rosa Sarabia
60
En otro estudio comparativo entre Huidobro y Apollinaire, Moore (1997) insiste en el discurso
hermafrodita de Altazor y habla de su lenguaje como un desafío a la ley del padre (129 y siguientes).
61
Ver el interesante estudio de Unruh sobre esta problemática, en especial el capítulo 2.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 137
62
En Ecuatorial, se da una imagen semejante dentro de un contexto histórico de Egipto y sus
pirámides. En el poema pintado «Tour Eiffel» esta imagen lleva implícta la carga histórica, que se
repite en «histoire» al final del verso, así como del inmediatamente anterior, produciendo una ca-
cofonía de ritmo y rima. Hacia el final de Ecuatorial, la voz poética dice:
Una tarde
al fondo de la vida
Pasaba un horizonte de camellos
En sus espaldas mudas
Entre dos pirámides huesudas
Los hombres del Egipto
Lloran como los nuevos cocodrilos (2003, 501)
Más tarde en Touta coup, 1925, el poeta invierte la misma imagen y dice en la estrofa 20: «Hay
también los camellos del espacio y de los/ encantos/ Cargados de horizonte y de oasis sin horas»
(Rojas 1998, 349).
63
Ver el sentido trascendental en la construcción de la torre de Babel, cuya connotación también
de caos lingüístico se podría analogar con el «descifrar los jeroglíficos» de los versos Ecuatorial antes ci-
tados. Otra torre bíblica y a la vez moderna es la que se plantea en el poema visual «Babel» de Próspe-
ro Rivas y que fuera publicado en Elipse, 7, 1922 (reproducido en Müller-Bergh 161). El tono nega-
tivo del futuro de la humanidad («en el próximo siglo no habrá poetas ni filósofos... / Sobre las viejas
torres nacen cien rascacielos / son cien nuevas babeles Oppau una explosión») se halla íntimamente
relacionado con la nueva tecnología como consecuencia de la gran guerra.
64
Ver en el prólogo a. Adán, 1914, el objetivo que Huidobro expresa en cuanto a aunar ciencia
y poesía. Dice: «Mi Adán no es el Adán bíblico [...] es el Adán científico [...] En este poema he tra-
tado de verter todo el panteísmo de mi alma, ciñéndome a las verdades científicas, sin por esto ha-
cer claudicar jamás los derechos de la Poesía» (2003, 323).
65
Dos títulos de recientes estudios histérico-culturales refuerzan el consenso general de la pree-
minencia de esta ciudad. Ver París, Capital ofModernity de David Harvey y París. Centre ofthe World
de Patrice Higonnet.
138 Rosa Sarabia
Aun en discursos tecno-científicos de fin de siglo xix en los cuales políticos, inge-
nieros e industriales otorgaban a la torre conocimiento técnico, poder industrial y
prestigio nacional y profesional, no dejaron de ver en ella ese lado trascendental más
tarde explotado por poetas y artistas. Por ejemplo, Lockroy notó en el prefacio a su
informe contemporáneo a la Exposición Universal de 1889, que su forma estética
resumía la grandeza industrial y la fuerza de la era presente (léase sistema de produc-
ción liberal democrático). La inmensidad de su espira, que se entierra en las nubes,
tiene algo de simbólico en el hecho de que al mismo tiempo que presenta una ima-
gen de progreso es también una espiral sin fin en la cual la humanidad gravita en su
ascensión eterna (Levin 22, énfasis mío). También contemporáneamente a su crea-
ción, Frantz Jourdain de la revista L'Illustration, manifestó que la torre era matemáti-
camente implacable, como el destino, y que su altiva cabeza casi parecía digna de
adoración para quienes en el mundo no cesaban de repetir —en los últimos meses—
el nombre de la nueva deidad con casi devoción religiosa (Higonnet 359). Por su
lado, el diplomático y crítico Eugéne-Melchior de Vogüé declaró en 1889 que esta
moderna pirámide había sido eregida por un mandato espiritual y que en cada lógi-
ca traducida a los ojos había una belleza abstracta, algebraica (Grigsby 21). Aunque
en varias y sucesivas etapas la torre fuera adosada con nuevas tecnologías de comuni-
cación hasta llevar una antena de televisión que aumenta con unos 20 metros su ori-
ginal altura, con el paso del tiempo se fue desgastando el discurso científico para dar
paso sólo al de símbolo universal y de modernidad. Más aún, ella forma parte inte-
gral tanto de un espacio urbano como imaginario al que James Donald llama «ima-
gined environment». «This enviroment,» explica Donald, «embraces not just the ci-
ñes created by the 'wagging tongues' of architects, planners and builders, sociologists
and novelists, poets and politicians, but also the translation of the places they have
made into the imaginary reality of our mental life» (8).
Barthes resume aquello que veo como perfecta síntesis en sí del poema pintado
de Huidobro, cuando dice que más allá de ser la torre un pronunciamiento estric-
tamente parisino, la torre toca el repertorio de la imagen humana más general ya
que su forma simple y primaria confiere una vocación de cifra infinita (1979, 4).
La simple forma primaria del triángulo se encuentra en la poética visual de
Huidobro una década antes, anunciando lo que en París desarrollaría con mayor
atrevimiento y despliegue. «Japonerías de estío» en Canciones en la noche contie-
ne ese momento genético de poesía figurada.
La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes
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La torre Eiffel: emblema de modernidad y síntesis de artes 141
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142 Rosa Sarabia
Do
• ré
fa
: . so!
la
do
Là-bas
Jacqueline
Fille de France
Qu'esf-ce que tu vois là-haut
La Seine dort
Sous l'ombre de ses ponts
Sur te chemin
De ton parfum
Tous les abeilles et les paroles s'en vont
' PR1X DE ( X U Y f E
Torre Eiffel
Guitarra del cielo
Durante la noche
El Sena deja de correr
Telescopio o clarín
T O R R E EIFFEL
Pequeñito mío
Para subir a la Torre Eiffel
Se sube por una canción
Do
re
mi
fa
sol
la
si
do
Estamos arriba
Allá lejos
Jacqueline
Hija de Francia
¿Qué ves allá arriba?
El Sena duerme
Bajo la sombra de sus puentes
Por el camino
De tu perfume
Se van todas las abejas y las palabras
Torre Eiffel
Pajarera del mundo
Canta Canta
Campanilla de París
El día de la Victoria
Se la contarás a las estrellas
1
D e Costa lo reproduce en el número monográfico de Poesía (1989, 24) que él mismo coordi-
nara. Sobre la notoriedad de este año, las notas biográficas deTeilteboim apuntan: «1912 es el año
de un joven apresurado. Además de publicar Ecos del alma y casarse, edita, j u n t o a Jorge H ü b n e r
Bezanilla, Musa Joven, revista donde encuentran refugio y amparo varios muchachos que tratan de
aprender de los grandes. Según ellos, a los modernistas siempre los capitaneará Darío. [...] La re-
vista se publica, en primer término, como es de imaginar, con el fin de revelar 'talentos' nacionales.
La caridad comienza por casa. Huidobro ensaya allí sus barruntos de caligramas. Su madre, que no
es una novicia sino Ninfa Egeria de la alta sociedad prendada de la literatura, repleta columnas con
su crítica teatral. Allí los jóvenes encuentran la puerta abierta [...] Musa Joven no se convertirá, sin
embargo, en corral casero. N o quiere ser una tímida provincianita perdida en el trasero del m u n d o
[...] Los gigantes tendrán derecho a número especial. El 4 será dedicado a Charles Baudelaire. El 5,
por supuesto, a Darío» (35-36).
148 Rosa Sarabia
esto se agrega que la edición princeps dispone los títulos en la página anterior,
con lo cual la figuración poética queda libre de intromisión paratextual, seme-
jante a «Minuit» o «Moulin» de Salle 14.
leerlos, cómo editarlos. En realidad, se sabe por el mismo Huidobro que el poe-
mario salió con posterioridad a Gruta del silencio, cuando de hecho era anterior,
atraso que se debió a problemas de imprenta según indica en Pasando y pasando
(28). Este comentario daría un indicio de la particularidad gráfica de «Japonerí-
as de estío» respecto a las publicaciones de la época en Chile (De Costa, «Tra-
yectoria del caligrama» 1978, 36 y Morales 1990, 68).
Si estos cuatro poemas visuales responden al paradigma modernista y mun-
donovista en cuanto a la métrica, rima, léxico y motivos, formalmente hablan-
do, se trata de artefactos excepcionales a la tradición poética latinoamericana y
consecuentes con las primeras formulaciones sobre el arte que Huidobro mani-
festara.
En el número cinco de Musa Joven de 1912, Huidobro elaboró una sem-
blanza literaria de admiración al genio de Darío, a quien le fue dedicado dicho
ejemplar. En esas líneas que rezuman grandilocuencia expresiva, el joven chile-
no asociaba al nicaragüense con el «verdadero talento», de aquel que se ríe de las
leyes de la estética, de la retórica, de las reglas y moldes fijos. En consecuencia,
extendió su legado a aquellos que huían de la imitación al tener «alas fuertes
para volar sin ayuda» y en pos de «crear cosas bellas» (4). Huidobro refundió es-
tas ideas —vía una retórica menos metafórica y tono más concluyeme— una
docena de años más tarde, aunque convirtiéndolas en cita textual perteneciente,
según él, precisamente a este número de Musa Joven. En el manifiesto «Le Créa-
tionnisme» (1925 y versión castellana de 1945) al insistir en su condición de
adelantado como generador del movimiento homónimo, Huidobro se inventó a
sí mismo como precursor al citarse: «El reinado de la literatura ha terminado. El
siglo veinte verá nacer el reino de la poesía en el verdadero sentido de la palabra,
o sea de creación, como la llamaron los griegos, aunque ellos no llegaron jamás
a realizar su definición» (2003, 1328 y 1338). Esta cita es inhallable en los seis
números de Musa Joven. Pareciera haber aquí un anacronismo de aquello que
habiendo podido articular a los treinta y dos años le hubiera gustado haberlo he-
cho a los diecinueve. Sea como fuere, de esas ideas en su homenaje a Darío im-
porta destacar cierta conciencia todavía juvenil aunque certera del estado de la
cuestión poética contemporánea a la producción de «Japonerías de estío» que
aquí me ocupa.
En 1913 y desde la plataforma del número 3 de Azul, su segunda revista
fundada con Carlos Díaz Loyola (Pablo de Rokha), Huidobro fue más allá de lo
ya expresado en Musa Joven, al responder al crítico Omer Emeth de El Mercu-
rio. Para eso recurrió a un ataque de aquellos que abogaban por una estética de
«Japonerías de estío» 151
4
Huidobro estaba al corriente con los aconteceres culturales y publicaciones provenientes de
las principales metrópolis europeas. Estaba suscrito a Les soirées de Paris y Vers et Prose. De Costa
sostiene que muy probablemente fuera el primer ejemplar de Les soirées de Paris de febrero de 1912
donde Huidobro leyera la noción antimimética del nuevo arte expuesta por Apollinaire en «Du Su-
jet dans la peinture moderne» (1984, 32). Además, agrega De Costa en otro estudio, se hace evi-
dente la resonancia del poeta y crítico francés —en especial sus Méditations Esthétiques (1913)—
en el discurso que Huidobro diera en el Ateneo de Santiago en 1914 (1981, 41). Por su lado, La-
rrea insiste en las lecturas tempranas que Huidobro hizo de Gabriel Alomar, quien en 1904 impri-
miera el nombre de «futurismo» (en su conferencia «El futurisme») como impulso suprasensible y
ultraespiritual del ser humano, cuyo fin es modelar el m u n d o a imagen de sí mismo y crear «alcan-
zando de un vuelo la función misma de la divinidad». Larrea destaca la referencia directa que Hui-
dobro hiciera del mallorquín en Pasando y pasando (1914) al mismo tiempo que lo evita cuando
desconoce a su precursor en «Non serviam» (1982, 96-98).
152 Rosa Sarabia
y IV a.C., respectivamente. Sin embargo, Huidobro hace caso omiso de esta he-
rencia traicionando así la tradición (valga la redundancia etimológica), a mane-
ra de un Teseo que habiendo encontrado el camino de regreso gracias al ovillo
regalado por Ariadna, la traicionó al abandonarla y romper amarras hacia otro
puerto.
El ignorar la tradición de los carmina figurata en sus escritos/entrevistas pos-
teriores pudiera haberse debido a la posición voluntaria de querer ser portador
de primicias, conducta recurrente en su estancia europea, que produjo enemis-
tades insoldables. En 1931 y en entrevista con César González Ruano, Huido-
bro declaró: «Mis caligramas de 'Canciones en la noche' son de 1913, y Apolli-
naire, en su polémica con Marinetti, dice que los suyos son del 1914»
(García-Huidobro McA. 88). El hecho de que décadas más tarde Huidobro ca-
lificara sus primeros experimentos visuales como «caligramas», —notar el olvido
de la primera impresión de 1912 de «Triángulo armónico»— haciendo exten-
sión anacrónica del término acuñado por Apollinaire para denominar a sus «ide-
ogramas líricos», revela sintomáticamente la dependencia del chileno respecto
del ítalo-francés.5 No obstante, poco importa aquí el orden generativo de estas
prácticas poético-visuales como tampoco si se trató o no de una innovación por
parte de Huidobro. Lo cierto es que «Japonerías...» forma parte de lo que Ber-
nardo Subercaseaux llama «nichos de apropiaciones» y «nichos contextúales» en
los que entra la biografía, la estética y las condiciones socio-culturales mediado-
ras respecto a las nuevas energías culturales y a los ideales de cambio y renova-
ción (1998, 70). Es más, el crítico chileno considera este sustrato orgánico y me-
diación contextual como componentes imprescindibles para que toda
apropiación pueda afirmarse como acto creativo, como invención, y no como
experiencia pasiva o imitación (1998, 117).
Esa primera postura de Huidobro se radicalizó en cuestión de poco tiempo con
reflexiones teóricas que plasmó en Pasando y pasando y en «Non serviam» —ambos
de 1914— como también en el prólogo de Adán (1916). En el breve prólogo auto-
5
La tendencia general de la crítica huidobriana es seguir la denominación que el propio poeta hi-
ciera de estos poemas visuales. Arenas (prólogo a OC1964), Ana Pizarra (1971), Enrique Caracciolo
Trejo (1974), Cecil Wood (1979), Eduardo Mitre (1980), Evelyn Picón Garfield e Iván Schulman
(1984), De Costa (1978, 1984, 1987), Navarrete Orta (Obra Selecta 1989), Castro Morales (1998),
Subercaseaux (1998), Hahn (1998), Goic (2002) y Gordon (2003), usan el término «caligrama» para
referirse a los poemas de «Japonerías...» mientras que Camurati (1980) y David Bary (1963) lo evitan,
siendo este último el único que acusa el origen alejandrino de este juego de dibujar la silueta del tema
de la poesía mediante la distribución de las palabras en la página (38).
«Japonerías de estío» 153
tórica que anuncia un grado cero de la poesía. Si bien aquí no se articula el con-
cepto del acto de crear como tal, es importante destacar una conciencia ruptu-
rista de avanzada. Es más, el joven poeta logró poetizar dicho concepto a través
de una imagen: «escribir versos que se resbalan como la sombra de un pájaro en
el agua», que se formula precursora definitiva de la creacionista.
Detrás de estas ideas están Darío y Alomar reciclados.6 A este último dedica
parte de otro artículo, «El futurismo», también de Pasando y fosando, en el que a
través de palabras de Armando Vasseur alude directamente al «acto de crear»
(170) que completaría en un diálogo intratextual, la exposición prologal.7 Todos
6 «El fúturisme», conferencia dictada por Alomar en el Ateneu Barcelonés en 1904 y un año
más tarde publicado por L'Aveng, abarcó cuestiones catalanas, sobre el ser humano y la naturaleza,
sobre el genio, la necesidad de un futurismo y dentro de éste, un nuevo sentido de la poesía. Se
puede encontrar en esas líneas un llamado a la rebelión, al concepto del poeta como creador, al arte
como la relación misteriosa de las cosas, y a los espíritus para que se emancipen de las ataduras que
oprimen («lligams qui els oprimien» Alomar 68). El manifiesto inserto en el prólogo de Pasando y
pasando hace eco sintético de algunas de estas ideas. Por otro lado, es curioso encontrar en las notas
críticas contemporáneas a la conferencia de Alomar, una que la resume como «La rebutgem l'he-
réncia del non serviam, símbol de rebeldía contra Déu, d'odi a l'home i al més gran misteri de l'a-
mor que han vist els sigles» (Alomar 23, nota 23). Lectura ésta en sintonía con el manifiesto «Non
serviam» leído en 1914 en el Ateneo de Santiago, según indicó el propio Huidobro en la publica-
ción de Antología editada por Anguita en 1945 (Goic 2003, 1291).
7 En los primeros párrafos del manifiesto «Le Créationnisme» al que se hizo ya referencia más
arriba respecto a la falsa pista que Huidobro hiciera de Musa Joven, también se hace mención a la
edición de Pasaruio y pasando como habiéndose publicado en diciembre de 1913 y en cuya página
270 habría dicho que el único interés de los poetas era el «acto de creación». Agrega en el manifies-
to: «y a cada instante me refería a este acto de creación, contra los comentarios y contra la poesía
hecha alrededor de. La cosa creada contra la cosa cantada» (la cursiva es del original, 2003, 1338).
Lo cierto es que este pasaje no se encuentra en la edición, que en realidad es de 1914 y cuenta con
208 páginas en total. No cabe duda aquí de la importancia que tenía para el poeta el establecer pre-
cedentes anteriores a su viaje a Europa con respecto a su doctrina estética. Tampoco cabe duda del
efecto de autoridad que él sabía tenían la precisión de fechas, números de ejemplares y de pagina-
ción, sobre todo para un público francés ajeno y lejano de sus primeras obras. No obstante, en su
artículo «El futurismo» de Pasando y pasando, Huidobro cita a Vasseur en su auguralismo: «para el
poeta augural, como el filósofo pragmatista, lo esencial no es el pasado estratificado en hechos, sino
el lievenir, y de este, el acto de creación, lo que va siendo, lo que va a ser, no lo que ya es». ¿Acaso
Huidobro olvidó su fuente y en una falla nemotécnica la página 170 en la que se encuentra esta cita
quedó trastornada y aumentada una década más tarde? ¡O respondería más bien a un debilita-
miento del «rigor positivista», como señala Rojas, provocado por los cuestionamientos de la reali-
dad y la idea de «verdad» a los que fuera sometida la era de las vanguardias? (Obras poéticas en fran-
cés 1998, 440).
«Japonerías de estío» 155
8 Pedro Balmaceda Toro era «un francófilo empedernido», leía en francés y firmaba con el seu-
dónimo de A. de Gilbert sus textos literarios y como Jean Lu^on sus artículos periodísticos (Can-
seco-Jerez 13). Según Canseco-Jerez la burguesía partía a París a retratarse y era consumidora de
bienes simbólicos, hecho que luego se transformaría en formas de participación cultural activa
como el mecenazgo, becas y viajes de estudio, hasta la creación de chilenos en la vida artística in-
ternacional en París (24). En 1889 el idioma más usado en Chile luego del castellano era el francés
(La Biblioteca Nacional de 1889 dijo tener 28.758 lectores, de los cuales 20.893 solicitan obras en
castellano y 4.126 en francés, siendo sólo en inglés 102) (24). Asimismo, en 1882 se crearon salo-
nes oficiales imitando a los franceses. En arquitectura se realizaron edificios al estilo parisino como
el Museo de Bellas Artes, construido por el francés Emile Jacquier como «copie conforme du Petit
Palais» e inaugurado en 1910.
«Japonerías de estío» 157
9
No obstante, Catalán puntualiza en «Antecedentes sobre la transformación del campo litera-
rio en Chile entre 1890 y 1920» algunos marcadores respecto a una ampliación del mercado cultu-
ral chileno. Si bien la «bohemia dorada» fue la primera promoción de corte con el pasado literario,
(algunos de sus jóvenes miembros aristocráticos contribuyeron con el diario La Epoca, el cual para
1885 encarnó cierto espíritu renovador) fue recién en 1905 con la creación de la revista Zig-Zag,
luego editorial, que determinó una nueva época en el mundo de los impresos. A esto se suma un in-
cremento en los usuarios de las bibliotecas; en la enseñanza de las asignaturas de castellano y litera-
tura en el aparato educacional; en los factores que confluyeron en el proceso de autonomización de
la literatura: emergencia de escritores de clase media, la creación de los Juegos Florales por la So-
ciedad de Escritores y Artistas, la competitividad y profesionalización del oficio de las letras, etc.
(ver estudio 2 en Brunner 1985, 101-140).
158 Rosa Sarabia
ción de las revistas Musa Joven y Azul, etc.10 No obstante, este campo exclusivo
del letrado no le brindaba el horizonte de expectativas que su nueva poesía pare-
cía requerir, cuyo objetivo principal era el de volver a crearse. Es decir, su pro-
yecto «creacionista» ambicionaba una modernidad de complejidad superior a la
entonces existente en el Santiago de las primeras décadas y Huidobro lo intuyó.
Su residencia en París a partir de fines de 1916 se hizo posible precisamente por
ese status social preferencial que le permitió irse e inmediatamente incorporarse
en el centro mismo de la vanguardia francesa. Los giros mensuales de los Hui-
dobro desde Chile y el compromiso financiero del poeta para con la revista
Nord-Sud, que dirigía Reverdy, son ejemplo de ello. Es decir, «compró» en París
una parcela pequeña de ese campo simbólico del arte autónomo que Santiago
no pudo ofrecerle. Su herencia patricia en Santiago le proveyó las armas de au-
toridad, de atribución —que en él se traduce en un paternalismo literario— y
de condición de adelantado, las cuales supo usar para establecerse un lugar en
Europa, aunque no sin polémicas. Igualmente, puso en ejercicio esas mismas ar-
mas para cortar el hilo umbilical con su clase y con el propio linaje de los Hui-
dobro, siendo tal vez su prosa juvenil de Pasando y pasando el punto inicial de
esa rebeldía. Y sin embargo, el surgimiento de un Huidobro que se aventuró a la
ruptura no queda plenamente justificado por su condición paradójica de aristó-
crata y a la vez poeta díscolo. Una cuota de singularidad excéntrica de «ese tem-
peramento» al que el mismo Huidobro aludía en la entrevista con González
Ruano sin duda fue un ingrediente del «nicho contextual» de dimensión bio-so-
cio-cultural. Si vamos al caso, Darío, un modelo mayor para el chileno, también
se constituyó como fundador de una nueva poesía sin poseer su misma forma-
ción ni su linaje. Aquel que en las palabras liminares de Prosas Profanas, recla-
maba la tarea demiurga en ese remate muchas veces citado: «Y, la primera ley,
creador: crear. Bufe el eunuco; cuando una musa te dé un hijo, queden las otras
ocho en cinta» (50), para luego convocar en el prólogo de El canto errante a los
jóvenes poetas a seguir «la invencible voluntad de crear» (1977, 306).11
10
Al referirse Teitelboim a la primera muestra poética de Huidobro, Ecos del alma, hace tam-
bién una síntesis de lo que fuera ambiente cultural de esos años cuando dice: «...se inclina en una
sucesión de venias ante los mitos del clan. Incienso para los diosecillos lares. Acata, como un buen
chico, la mitología religiosa-patriótica-militar que se respira en el hogar y en el colegio. Canta casi
simultáneamente a su abuelo Domingo y a Arturo Prat. Se prosterna ante la Santísima Virgen, 'a
quien corazón férvido adora' [...] exalta los poderes tutelares» (1993, 35).
11
Mitre analoga a Darío y a Huidobro ya que ambos se acercan a la tradición francesa, a partir del
simbolismo. Darío y Huidobro alientan una aligeración del castellano, liberándolo de sus férreos
«Japonerías de estío» 159
moldes castizos. Ambos exaltan la figura de Saint-Pol-Roux. Ambos tienen reparos respecto al futu-
rismo. En ambos, la actividad crítica se alia a la creadora (1980, 94). Aunque no lo mencione Mitre,
la conciencia genesíaca en los dos poetas —esa «voluntad inaugural» según Hahn (1998)— merece
particular atención. Mientras Darío declaraba «El movimiento de libertad que me tocó iniciar en
América», en su prólogo a Cantos de vida y esperanza en 1905 (1977, 243). Huidobro en una entre-
vista de 1939 manifestó que la poesía que le interesaba había comenzado con su generación, y en par-
ticular con él, con lo cual el periodista interpretó, tal vez guiado por la reputación del poeta, como «La
poesía contemporánea empieza en mí», título que le dio a su nota {Textos inéditos y dispersos 1993, 66).
160 Rosa Sarabia
(en García Canclini, Culturas híbridas 86). Aquí, claro está, habría que entender
el «modernismo» europeo del que habla Anderson como contemporáneo a las
vanguardias, y pensar la modernidad como ese momento vago, difícil de definir,
y de amplia extensión temporal que impregnó los centros urbanos, tanto euro-
peos como hispanos. Donald, en su estudio sobre la ciudad moderna (1999), y
Neil Leach (2000) en su edición sobre arquitectura coinciden en la determina-
ción imprecisa de la modernidad.
¿Modernismo sin modernización?, se pregunta García Canclini respecto a
Latinoamérica, a lo cual él mismo responde: «el modernismo no es la expresión
de la modernización socioeconómica sino el modo en que las elites se hacen cargo
de la intersección de diferentes temporalidades históricas y tratan de elaborar con
ellas un proyecto global» (cursiva en original, Culturas híbridas 86). Dentro del
contexto particular chileno de principios de siglo xx, y desde una óptica que ex-
pone la tensión entre la tradición imperante y la novedad que irrumpe, Suber-
caseaux funde en el término «modernidad» tanto la modernización económico-
social como la experiencia vital de quienes viven estos procesos. Dicha
experiencia vital es contradictoria ya que «la modernización y el cambio ofrecen
para los individuos oportunidades nuevas, pero conllevan también, sobre todo
para las comunidades más tradicionales, grandes peligros y desafíos» (1998,
96).12 La libertad y el riesgo son, para este crítico chileno, la postura que anhela-
ba el adentrarse en la modernidad (1998, 92). No obstante esa modernidad,
mayormente urbana, que se encontraba en proceso para cuando Huidobro se
inicia en las letras, no tiene su correlato en la cultura santiaguina, cuya prensa
12
Subercaseaux documenta los cambios, tanto tecnológicos como político-culturales, alrede-
dor de la celebración del Centenario (1910). En su estudio, hace patente la modernización a par-
tir de extractos de crónicas periodísticas; reseñas de espectáculos; visitas de intelectuales extranje-
ros; apertura de multitiendas estilo europeo —Gath y Chaves—; primeros cortometrajes de cine
—«Ejercicio general de bombas en Valparaíso» en 1902 y el film «Manuel Rodríguez» de Urzúa
Rozas en 1910— ; discursos de un incipiente feminismo —visita de Belén de Sárraga en 1913—,
y de lo que él llama «esplritualismo de vanguardia» de chilenas como Echeverría de Larraín, Cox
Stuven, Wilms Montt, Fernández de García Huidobro (madre del poeta), Lynch de Gormaz,
Hubner de Fresno y las hermanas Moría Lynch; el surgimiento de la Federación de Estudiantes en
1906 —cuyo imaginario de la desmaterialización es su rasgo más destacado según el propio Su-
bercaseaux—; la aparición del tranvía eléctrico en Santiago como también el telégrafo sin hilos en
la Escuela Militar en 1900; del alumbrado público —de la Alameda de las Delicias y otras calles
céntricas—; el primer vuelo chileno en 1910 por el francés Coppeta; el automóvil, y los primeros
transportes con motor a gasolina —«taguas» y «góndolas»—, y tracción eléctrica sin rieles de los
«trolley» en 1913 (1998).
«Japonerías de estío» 161
13
Subercaseaux identifica varias reseñas críticas «lapidarias» en la prensa y antologías que pro-
vienen de literatos jóvenes chilenos en relación a Adán de Huidobro, entre otros. Por otro lado, los
representantes de un nacionalismo cultural que promueven el criollismo y el costumbrismo, estéti-
ca predominante, son aún más intransigentes. Para Emeth, el crítico oficial de esta tendencia, las
nuevas escuelas son equivalentes a un «cero literario» (en Subercaseaux 1998, 137-139). En res-
puesta temprana a la tendencia conservadora de la cultura santiaguina, ver en Pasando y pasando
una crítica a las damas de «La liga pro-moralidad teatral» (39-43), y a la crítica periodística en «Ro-
jas Segovia y Ornar Emeth» (97-101) donde Huidobro repite las diatribas contra este último que
había publicado en Azul.
14
Canseco-Jerez menciona a aquellos chilenos que se encuentran en París antes y durante la esta-
día de Huidobro. Este solía «aconsejar que para entrar en París había que frecuentar a madame Errá-
zuriz» (32-33), mecenas tanto de franceses como de los residentes extranjeros. También se hallaban
allí Alberto Blest Gana, Manuel Ortiz de Zárate, Teresa Wilms Montt, Alberto Rojas Jiménez, Joa-
quín Edwards Bello, Jean Emar, Oscar Fabrés, Luis Vargas Rosas, Henriette Petit, Acario Cotapos.
162 Rosa Sarabia
15De Costa (Enpos de Huidobro 1978, 15), Wood (1979), María Ángeles Pérez López (1998,
21) y Castro Morales (1998, 54) advierten también la factura novedosa y el rasgo transicional de
«Japonerías de estío». Menos claro e incluso contradictorio resulta el estudio prologal de Navarrete
Orta quien manifiesta al respecto: «En [...] 'Japonerías de invierno' (sic) [...] Huidobro incluía sus
primeros textos caligramáticos [...] Estos poemas, aunque parecen marcar una ruptura con la mo-
dalidad simbolista-modernista dominante, ante todo por la disposición espacial que asumen, en re-
alidad conservan la misma sintaxis, el mismo léxico y las mismas motivaciones temáticas de sus pri-
meros libros. A pesar de que se estaba pagando tributo a los gustos orientalistas que penetraban la
literatura latinoamericana del momento, estas 'audacias' —que quedaron confinadas a lo pura-
mente visual— tenían, sin embargo, un efecto revulsivo y representaban los primeros intentos de
corte con el pasado» (Vicente Huidobro. Obra selecta XXVIII).
16 Sin embargo, dentro del mundo hispano está el poema figurado en catalán de Rafael No-
gueras Oller de 1905, «Una esse» (Les tenebroses 59), cuyo humor, uso de rima, contexto modernis-
ta, y un uso aligerado de techopaegnion se acerca a «Japonerías...» Si el conocimiento que de Alomar
y otros catalanes tuvo Huidobro en Chile se extendió a este poema visual, único dentro de Les te-
nebroses, resta pura especulación. Sobre la primera vanguardia catalana en relación al noucentisme,
ver el estudio de Jaume Vallcorbaplana.
17 De hecho, Darío cruzó los siglos siguiendo siempre la novedad como atestiguan algunos regis-
tros coloquiales y uso de imágenes disasociadas de referente externo que lo acercaron a los experi-
mentos rupturistas de la vanguardia. El verso «Con su cuello enarcado en forma de S» («Divagación»)
«Japonerías de estío» 163
modo literal y absoluto. De Costa sugiere que con la publicación de «Triángulo ar-
mónico» en 1912, una nueva forma de la fascinación modernista con el Oriente,
Huidobro quiso impresionar al maestro Darío, quien en ese momento planificaba
su visita a Chile (1981, 40), viaje que no llegó a realizarse.
TRIAXfíVt.O ARHOMCfí
Tli««
La M i .
Gentil princesa
Es ima blanea Mtreli«
£« un* eetrella isfw.PM.
Hxm « >a mit dí*¡na flor de Kioto
Y citando pana trionlanie en su p»]»mi>iin
Perece ** h m » lirio, parece un pálido lolo
Arranció« w* m i » de callo del imperiti jariiin.
presenta una iconografía que funde la forma del cisne con aquella de la letra, convirtiéndose en sig-
no visual puro a expensas de su valor fonético — a u n cuando sirva a la rima de la estrofa—. Bien
apunta Rocío Oviedo Pérez de Tudela que, siendo el cisne símbolo de la imagen del poeta y del enig-
ma, la «S», es también doble signo de interrogación (uno que abre y otro que cierra). A su vez, éste
tiene su continuación en el último verso de otro poema, «Yo persigo una forma», cuando dice: «Y el
cuello del gran cisne blanco que me interroga» (197-198). La crítica añade que Darío «avanza de
modo decisivo hacia la imagen plástica de la vanguardia que elimina toda alegoría para presentar una
condensación formal de la cadena analógica» (198). Por su lado, Noé Jitrik en un análisis perspicaz
sobre la poética dariana y en especial de este último verso, señala: «...el cuello como signo de inte-
rrogación adquiere la palabra 'interroga' y que supone el punto muerto de todo el proceso, el triun-
fo de una espacialidad que niega obstinadamente la conversión buscada y vuelve a decirnos [...] que
la escritura es espacialización y que es la espacialización lo que hay que buscar detrás de toda ideolo-
gía que intenta disimularla o revestirla o adulterarla» (1978, 40).
164 Rosa Sarabia
18 Para una critica del «occidentalismo» de Said, ver los estudios de John MacKenzie y Dennis
Porter.
«Japonerías de estío» 165
social, filosófica, religiosa y estética (15, 20-21). Pienso que esta última, la pura-
mente estética, es la que se puede asociar a la temprana poética de Huidobro, sin
embargo, el diálogo periférico que él establece es con sus propios pares latinoa-
mericanos, pasando por el cedazo paródico un paradigma orientalista profuso y
ecléctico.
En su estudio sobre exotismo en la literatura finisecular española, Lily Litvak
acierta al decir que «en el escape hay un rechazo y una crítica implícita a la reali-
dad indeseable, y en la transfiguración de lo distante y lejano, la expresión de
ciertos ideales inencontrables en la propia sociedad» (16). En el caso de Huido-
bro, esta lectura no se contradice con el lente paródico al que ya aludimos, sino
que forma parte de la estrategia de distanciación que se opera en diferentes ni-
veles. Toda parodia es una práctica hipertextual, que revela el material prestado,
robado, decodificándolo en un nuevo texto.19
El elemento paratextual según Genette, ya referido en el capítulo anterior, su-
pone un umbral cuya información no sólo prologa sino que repercute e incide en el
sentido del discurso (1982, 10-11 y 1987, 7). Así, el título de «Japonerías de estío»
propondría un diálogo con Japoneries d'automne de Pierre Loti de 1889, e indirec-
tamente con Sonatas de estío de Ramón del Valle-Inclán de 1903 {OC 59-117), que
si bien se desarrolla en México, forma parte del paradigma de lo exótico y del rela-
to de viajes. A este último Huidobro le dedica «Estas trovas» y poetiza a su protago-
nista en «Balada para el marqués de Bradomín», ambos poemas abren y cierran
Canciones en la noche. Por otro lado, la dedicatoria al guatemalteco Gómez Carrillo
constituye tanto una guía de lectura y como una relación de diálogo textual para es-
tos carmina figurata.20 Gómez Carrillo fue autor de crónicas de viaje a Japón publi-
19
Desde el punto de vista tradicional de la crítica como el que aún cataloga el diccionario de
la Real Academia, la parodia acarrea el peso de ser una «imitación burlesca». Sin embargo, esta es-
trategia ha sido elaborada por teóricos contemporáneos como Juri Tinianov (1968), Genette
(1982), Hutcheon (1985), entre otros. Es una estrategia que transforma un texto en otro —prácti-
ca hipertextual— que a su vez puede ser lúdico como serio (Genette 1982, 8, 37); este proceso es
una repetición con diferencia a partir de una «transcontextualización» irónica y de inversión, en la
cual el lector participa activamente en la decodificación, y de quien en última instancia depende
que se realice como tal (Hutcheon 31-32). Tinianov, dentro del formalismo ruso, dio a la parodia
un papel importante en la evolución de las formas literarias. Toda parodia reside en el juego dialéc-
tico entre la mecanización de un procedimiento determinado y la organización de un nuevo mate-
rial (150).
20
Teitelboim describe con colorida prosa al guatemalteco: «Navegante de travesías fantasiosas
en barquitos de papel impreso, se traslada de París a Kioto [...] Incluye en sus pasajeras devociones
a un desenfadado aventurero guatemalteco que causa revuelo en París y Madrid con sus atractivas
166 Rosa Sarabia
cadas mayormente en los primeros años del siglo xx en El Nuevo Mercurio, y en sus
libros De Marsella a Tokio (prologado por Darío en 1905), El alma japonesa (1906)
y ElJapón heroico y galante (1912). Los jóvenes chilenos lo conocían a través de Da-
río, pero también por medio de sus artículos, que principalmente les llegaban de los
diarios argentinos. En el número 6 de Musa Joven, hay una reseña sobre el estado
del periodismo europeo y latinoamericano, «Cinematógrafo internacional», que in-
cluye al guatemalteco al lado de otros «grandes autores extranjeros» (Pardo Bazán,
Darío, Maeztu, Anatole France, Lemaitre) como corresponsales de La Nación y La
Prensa de Buenos Aires (29). Este acceso a la versión orientalista latinoamericana,
en diálogo a su vez con Loti, Rudyard Kipling y otros viajeros extranjeros en el
Oriente, fue una de las zonas de contacto de segunda mano por las que transitaron
las imágenes de «Japonerías...». La otra fue de neto corte poético, a través de Darío,
Julián del Casal, Amado Ñervo, y de las lecturas que éstos hicieran de los hermanos
Goncourt, Théophile Gautier, entre otros.21 En todo caso, para Huidobro se trató
de una realidad textual a su vez idealizada —un Japón inexistente— y por lo tanto,
portadora de una doble lejanía. Incluso, el propio Gómez Carrillo, testigo ocular de
la vida diaria del Japón se preguntó apenas llegado a Tokio: «¿Qué le falta, pues, a
mi Japón real para ser tan bello como mi Japón soñado? ¿Será acaso que yo espera-
ba, sin darme cuenta de ello, un Tokio igual al Madrid que los franceses buscan, un
Tokio feudal, con samurayes de máscaras feroces, con palanquines rodeados de
suntuosidad misteriosa, cortejos de daimios y patrullas de arqueros?» (De Marsella
a Tokio 148-149). Reveladoras imágenes de encontradas versiones y anacronismos
sobre el Oriente que tenía la mirada occidental y por lo tanto, latinoamericana. A
pesar de la progresiva «occidentalización» del Japón a partir de 1854, la compara-
ción con la Edad Media europea fue tema recurrente entre los primeros japonistas.
y picantes crónicas sensacionalistas [...] Enrique Gómez Carrillo es un gacetillero con vida y gan-
cho [...] Entre muchos temas saca punta al exotismo del Oriente, que intriga e intoxica a Europa
[...] Huidobro dedica al audaz guatemalteco —con el cual se peleará en el momento oportuno— la
segunda parte de Canciones en la noche. Las permisivas estampas asiáticas que populariza el vividor
centroamericano no inducen al chileno a escribir poemas voluptuosos sino a intentar con las pala-
bras juegos de agua y fuegos de artificio. Publica Japonerías de estilo, Triángulo armónico. La nove-
dad reside en poemas tipográficamente dispuestos como si articularan un cuerpo geométrico. Le
darían pie más tarde para reclamar la primicia del poema-figura» (1993, 43).
21 A las lecturas del simbolismo y decadentismo franceses, se suma lo «exótico» en el contacto
directo con los objetos. Según Teodosio Fernández (1990, 52-53) Darío pudo «copiar» durante su
residencia en Chile mucho del arte oriental que exhibían algunos salones de casas y aquel del pro-
pio Palacio de la Moneda, en el que Pedro Balmaceda Toro coleccionaba bibelots curiosos y finos,
japonerías, bronces, miniaturas, medallones, libros clásicos y las últimas novedades de Francia.
«Japonerías de estío» 167
Más allá de las similares condiciones sociales, económicas y culturales entre ese pre-
sente finisecular japonés y el pasado remoto europeo, fue el arte gótico una insis-
tente referencia de semejanza con el nipón (Put 13). De esto se podría deducir que
el orientalismo fue un modo de suplir y hasta de recuperar fragmentos del pasado
propio que la civilización moderna había negado o desechado, y con el que el artis-
ta/poeta se identificaba por hallar inhóspito su presente. Aquí habría una legacía
más que el modernismo pasó a la vanguardia, y en ésta, el primitivismo sustituyó al
orientalismo. Según Schulman, hay en los escritos de Gómez Carrillo un querer
captar lo pretérito y en él «una ambivalencia e incertidumbre que se evidencian en
su búsqueda por un lado del verdadero Oriente, y por otro, el descubrimiento de su
desaparición, polarización que lo lleva a darse cuenta que el pasado no es rescatable»
(2002, 226).
Si bien existen alusiones al extremo Oriente en los poemas «La orquídea» y
«El lirio Susanie» de Canciones en la noche, son los tres primeros de «Japonerí-
as...» los que despliegan un léxico que implica en su extranjería una posibilidad
de recrear la lengua propia. Así los nombres propios, Mikado, Fusiyama, Azaya-
sú, Kioto, Budha, Yoshiwara, se mezclan con objetos peculiares y propios de
otra cultura: palanquín, pagoda, giuriska, uta. El sistema retórico, señala Litvak,
se basa en especial en los nombres exóticos, de personas, lugares, mitos, dioses,
cosas, y no es su significado necesariamente lo que importa sino su cualidad
plástica; se convierten en una señal de lujo, distinción, de nobleza externa, en su
ortografía forzada y difícil (20-22).
FRESCO NIPON
22 En materia de apropiaciones, fue el propio Gómez Carrillo quien provocó la primera acusa-
ción de imitación y antedatación por parte del chileno. Ver nota 15 del capítulo dos.
23 Francisco Contreras, poeta tardomodernista y colaborador de Musa Joven, se hizo eco de este pa-
radigma de la rareza inviniendo el clásico símil de la mujer como flor. En «Las crisantemas» declamaba:
«Japonerías de estío» 169
YRROZA
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SSTNO «1
LÍI ROSA.
«Flores raras, son emblemas/ del arte de nuevos ecos,/ [...] Exóticas y hieráticas, / como princesas
asiáticas,/ pues que son raras, son bellas...» (Musa Joven 4, 1, reproducido completo en Rodríguez
Fernández 186).
24
Caracciolo Trejo, quien acierta al ver imágenes plásticas en «Japonerías de estilo»(sic), destaca a
«Nipona» entre los otros poemas y lo interpreta así: «Resuelto bellamente, con tensión que persiste a tra-
vés de todos los versos, es la visión del poeta que se posa sobre una mesa ornada con motivos japoneses.
Las rosas, el té y el 'biscuit como así también un cielo que extiende el palio de ónix de su vuelo'(sic), se
unifican en un trasfondo levemente irónico, con ironía que recuerda a cierto Jules Laforgue. Es un poe-
mita de rara maestría, de intrincadas asociaciones, de reverberaciones siempre activas» (15-16).
170 Rosa Sarabia
25 Al respecto, ver el estudio de Elizabeth Hutton Turner, y el interesante trabajo de Erika Bor-
nay, en especial el capítulo xiii, «Antecedentes literarios». Salomé, Cleopatra, Dalila, Judith son las
bellezas orientales que encarnan el mal llenando páginas y telas, en especial durante el último ter-
cio del siglo XIX. Huidobro en Canciones en la noche dedicó un poema a la primera («Salomé») y en
«El lirio Susanie», elabora una operación inversa semejante al poema citado de Contreras (nota 23).
El lirio posee rasgos extremos como los que se operan en la construcción de la mujer en la ideolo-
gía finisecular, a la cual responde el modernismo. Cito los versos finales:
Ante mí no te muestres, flor maldita,
Con tu rictus de geisha engañadora
Y esa coquetería que me irrita.
26 Subercaseaux más allá de posdatar «La obsesión de los dientes» en 1 9 1 5 (número 1 de la re-
vista Luz y sombra), ve a esta y otras expresiones de poetas, entre ellos Pablo de Rokha, como el mo-
mento de «irrupción de la ironía como sustituto de la ley de analogía con la belleza del universo,
ironía que trae al Modernismo los primeros atisbos transicionales 'hacia una vanguardia que va a
promulgar el gusto paródico, la burla, el humor, el sarcasmo y la caricatura'» (cita aquí a Naim No-
mez) (1998, 127). Dada la brevedad de «La obsesión de los dientes», paso a citarlo:
T t ú
f e ,
ja»
- . •
otros poemas, [1910] 1977, 381-383) escrito en 1891, resuena paródico y con-
densado en este inédito de Huidobro, que comparte no sólo el nombre del per-
sonaje, sino su apariencia rubia, su asociación con las rosas, la música y sobre
todo, la boca/los labios de «guinda», imagen que en ambos rima —modernista-
mente— con la linda Rosalinda. En este sentido, entonces, de la datación surge
un subtexto de intertextualidad. 28 Otros intertextos o retazos darianos se en-
cuentran dispersos en «Japonerías...». De Prosas profanas, por ejemplo, se lee:
«Diera un tesoro el Mikado/ por sentirse acariciado/ por princesa tan gentil»
(«Para la misma» 73); y en «Triángulo armónico»: «Thesa/ la bella/ gentil prin-
cesa/ ...Todos la adoran como a una diosa, todos hasta el Mikado» (2003, 211).
De Poema del otoño y otros poemas (1910), los versos que rezan: «...un kiosco de
malaquita,/ un gran manto de tisú,/ y una gentil princesita,/ tan bonita,/ Mar-
garita,/ tan bonita como tú» ( «A Margarita Debayle», Poesía 1977, 375) resue-
nan en los últimos versos de «Fresco Nipón»: «Envuelta en un raro manto de
tisú/ Una princesa cruza en su rápido giuriska/ Y oigo el canto de un uta melo-
dioso de Azayasú» (2003, 212).29 La rima en estos poemas juega un papel más
allá del meramente fonético. La visualidad de la cola idéntica —suerte de anáfo-
ra final y parcial— resalta el exotismo al coincidir la consonancia final de la rima
con la extranjeridad de los nombres, sean propios o comunes, incluyendo los
derivados del francés: Thesa/princesa; Kioto/loto; Mikado/logrado; Fusiya-
ma/derrama; muda/Budha; morisca/giuriska; tisú/Azayasú; rara/Yoshiwara;
así/biscuit; plaqué/té. Se trata de rimas encadenadas sin relación semántica aun-
que sí de contigüidad analógica en cuanto al aspecto foráneo y/o lejano de los
términos rimados. Doble dificultad que conlleva toda rima consonante que ade-
más porta el rasgo diferenciador que hace de «Japonerías...» precisamente eso:
un conjunto visual de neto corte orientalista. A pesar de la suscripción de Hui-
dobro al verso libre, claramente expuesto en su prólogo a Adán, y al blanco en su
época parisina y creacionista, nunca llegó a abandonar la rima. Aunque más laxa
28
Teitelboim señala que a diferencia de Pablo Neruda, Gabriela Mistral y de Pablo de Rokha,
el joven Huidobro «saquea sin recato» de los autores de mayor circulación de esos años (41). El sa-
queo es un eufemismo agresivo para los préstamos literarios que van del todavía ilegal plagio a la
respetable intertextualidad apañada por la crítica desde los años 6 0 hasta hoy.
29
Paródicos son también los versos de «Tríptico galante de jarrón de Sévres» de La gruta del silen-
cio (2003, 148-150) respecto a «Era un aire suave...» de Prosas profanas, como anotan Caracciolo Tre-
jo (13) y Goic (2003, 178). La Eulalia dariana, «maligna y bella» de «cruel y eterna» risa —paradig-
mática construcción de género a la que ya hice referencia—, torna en los versos de Huidobro como:
«La divina Eulalia ríe a carcajadas». El exceso aquí hace detonar la parodia.
«Japonerías de estío» 175
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i/r-, */*-• d* ' t**úU<í-j jY
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%. -ce Manuscrito «Nipona».
Fundación Huidobro, Santiago de Chile.
176 Rosa Sarabia
30 Cabe señalar que las revistas mexicanas modernistas se hallaban en circulación en Chile,
32
A diferencia de Huidobro y Tablada, Darío, «haciendo gala de un cosmopolitismo ideal», se-
gún apunta Rodó en el estudio preliminar a Prosas profanas, quiere dar a su amor los encantos de
los estilos de amar de cada raza, en una suerte de viaje erótico en los versos de «Divagación» (5 5-
60). De un escenario imaginario salta a otro y la viajera que va con él se va transformando en dife-
rentes mujeres; una más atractiva que la otra en cada nuevo país. Ver el análisis de Cathy Jrade so-
bre este aspecto del poema (105).
178 Rosa Sarabia
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33
Las primeras composiciones de corte abstracto por Mondrian son de 1911-1912 (ver Fauche-
reau 18-22) quien poco después fuera representante del neoplasticismo junto con Van Doesburg.
«Japonerías de estío» 179
cierto esencialismo de ideas abstractas que apostaban por una forma de la reali-
dad más universal, más pura y profunda. Este objetivo fue asociado con algunas
prácticas teosóficas que enseñaban que el ser humano evolucionaba de un nivel
físico de existencia a uno espiritual, y que ciertas leyes fundamentales que se ha-
llaban escondidas para el hombre común podían ser reveladas sólo por inicia-
dos, filósofos y artistas (Harrison 198). Esta tendencia, que fecundó junto a una
variedad de creencias espiritualistas hacia finales del siglo xix en Europa y Amé-
rica, no fue extraña a Darío, todo lo contrario.34 El modernismo rescató del ro-
manticismo y luego del simbolismo el rol del poeta vidente y mago. Aquel que
conoce «el eco de los llamados de las cosas a las palabras, ve los lazos sutiles [...]
oye las voces secretas... descubre las alusiones más misteriosas del verbo y las
condensa en un plano superior... Las palabras tienen un genio recóndito, un pa-
sado mágico que sólo el poeta sabe descubrir...» según diría Huidobro en 1921
(«La poesía» 2003, 1297). Habría pues, un hilo conductor entre las expresiones
de un tipo de arte abstracto y la convicción de que el artista/poeta posee la fa-
cultad de conocer las formas ocultas del universo. En este sentido, habría un en-
lace entre el modernismo y una vanguardia de tendencia abstracta. La simboli-
zación emblemática utilizada por la alquimia, la masonería y la teosofía, como
ya se vio en el análisis de «Tour Eiffel» en el capítulo anterior, privilegia el trián-
gulo como forma de trasunto espiritual y trascendencia humana. La tradición
medieval y barroca de los carmina figurata de afiliación religiosa o encomiosa
presenta versos que dibujan geometrías artificiosas de corte abstracto.35
Por otro lado, la estética oriental y en particular la japonesa de la tradición
Zen, tiene al arte del monje Sengai Gibon (1750-1837) como ejemplo donde se
combinan las básicas líneas geométricas (el cuadrado, el triángulo y el círculo) ? b
A esto se podría sumar el arte caligráfico ideogramático y el componente de hu-
mor presente en muchas composiciones poéticas. De hecho, hacia fines de siglo
Kandinsky, por su parte, aunque ruso fue exponente del expresionismo abstracto en Munich. Junto a
éste, el rayonismo inventado por Larionov formó el más puro movimiento abstracto de lo años 1911-
1912 (Barr Jr. 120).
34
Sobre las tendencias esotéricas en Darío ver el trabajo de Jrade.
35
El capítulo «La poesia figurata tardoantica e medievale» del catálogo Alfabeto in sogno contiene
un muestreo de poemas de figuras geométricas abstractas semejantes a «Japonerías...» (67-86).
36
El diseño a pincel en tinta y papel de «Círculo, triángulo y cuadrado» de Sengai Gibon ha tenido
diversas interpretaciones. Desde las simples formas puras sin más hasta las exégesis que han querido ver en
ellas la man dala y la pagoda; la tierra, la humanidad y el cielo, como también las leyes budistas de la co-
munidad, las tres formas del budismo o las tres escuelas del Zen. Ver el estudio de Stephen Addiss (65-66).
180 Rosa Sarabia
xix, el arte japonés ejerció una fuerte influencia en las artes decorativas, el cartel,
y la pintura misma europea que luego legó a los cubistas y primeros abstractos. 37
Según Litvak : «El japonismo liberó el arte europeo del ilusionismo naturalista,
de lo imitativo y fotográfico [...] En vez de usar una sola perspectiva, la profun-
didad se representaba por medio de la fragmentación, como vistas parciales, o
desde ángulos poco comunes [...] El resultado de todas esas innovaciones fue
una asociación con lo abstracto que a su vez apuntaba a las vanguardias» (145).
Una rápida mirada al trabajo gráfico de Musa Joven confirma la presencia del art
nouveau y la estilización floral y valorización de la línea de origen japonés. Si
bien el contenido orientalista de los tres primeros poemas de «Japonerías...» pro-
voca una inmediata asociación de su forma geométrica con un arte de igual pro-
cedencia, el testimonio del manuscrito inédito «Rosalinda» —reverso del avant-
texto de «Triángulo armónico»— también romboidal pero de contenido no
oriental indicaría una falsa pista en querer conectar estas formas directamente al
arte oriental. De lo dicho, se podría concluir que las «Japonerías...» poseen un
formalismo experimental en el que confluyen diversos estilos, a partir de los
cuales Huidobro ensayó una renovación poética de corte singular.
La exigencia esquemática, como indica De Costa, la cual se basa en «acortar
o alargar la línea para lograr el deseado efecto escalado» (1978, 35), le hace aban-
donar la versificación de medida silábica pero no la puntuación —aunque míni-
m a — ni la rima, a la que me referí más arriba. Sin embargo, la versificación que
va del monosílabo en «Nipona» al de dieciocho en «Triángulo armónico», si
bien necesita ajustarse a la figuración deseada, no logra la perfección de una si-
metría. La armonía que introduce el primero de la serie en su título es imperfec-
ta, evidente tanto en el avant-texto como en el poema impreso, donde el truco
tipográfico no logra el efecto de precisión especular de los dos triángulos. Pare-
cido desajuste métrico, aunque leve, está presente en «Nipona». No obstante lo
dicho, «Japonerías...» sigue la fórmula de los tecbnopaegnia clásicos que requie-
ren de una densidad escritural, matèrica, cuyos versos se hallan medidos para la
conformación de la figura que se desea lograr. Por otro lado, si tenemos en cuen-
ta lo por él reflexionado en estos años de gestación poética, hay que considerar
esta primera poesía visual como una manifestación orgánica de la noción de es-
pacialización a la que luego volvería una vez instalado en París.
37
Ver la sección «Técnicas del japonismo» de Litvak (137-145). Si bien la crítica se centra en
los artistas españoles, Picasso y Rusiñol entre ellos, hace referencias a Manet, Seurat, Toulouse-Lau-
trec y Munch.
«Japonerías de estío» 181
38 Algunos estudios sobre el arte japonés desde la mirada occidental, insisten precisamente en
la artificialidad de la naturaleza nipona. Según el relato de Georges Weulersse de 1 8 9 9 , el paisaje ja-
ponés es una pintura; así como un bosque es un parque y el campo, un jardín. Las colinas parecen
haber sido construidas por las pagodas que las rodean, tal es la unión íntima entre la naturaleza y el
arte, de acuerdo con el viajero ( 2 0 0 1 , 8 3 5 ) . En 1905, Louis Aubert opinaba, por su parte, que los
japoneses preferían aquellos paisajes teñidos de arte. E n los lugares célebres siempre hay ese feliz
encuentro entre la naturaleza y el arte, un «no sé qué» extraño y a veces artificial ( 2 0 0 1 , 8 4 3 ) .
39 En un largo poema dedicado al artista Okusai (Hokusai), Tablada reúne esa doble actividad
de este modo:
cliente dora ¡la blanca nieve del Fusiyama!») comparte con la arquitectura de los
«Templos grandiosos y seculares/ y en su pesado silencio ignoto,/ Budhas que
duermen en los altares/ entre las áureas flores del loto»(1991, 231-233). 41 Es in-
teresante notar que el japonismo en Tablada no tuvo calidad de pasajero que su-
pone toda moda. El ingreso del haiku castellanizado en la poesía mexicana tuvo
inmediato efecto en los vanguardistas como Manuel Maples Arce, Jaime Torres
Bodet, Salvador Novo, pasando por Paz para llegar a Raúl Renán y Eduardo Li-
zalde, entre los contemporáneos (Gordon 2003).
El orientalismo parodiado acompañado por una expresión renovada de la
tradición de los technopaegnia implicaría una doble desfamiliarización, de fondo
y forma, y a su vez un extrañamiento que le permitió a Huidobro tomar distan-
cia de su entorno intelectual y cultural. La tribuna de confrontación ocasional a
la que el poeta recurrió en Musa Joven y Azul se abrió a una disección de las ins-
tituciones educativas y culturales poco después en Pasando y pasando. Crisis, en
su acepción tanto médica como ética, es mutación, perturbación, dilema. Al
romper tempranamente con su entorno cultural y social, el poeta traduce la cri-
sis en novedad poética. En el prefacio a Adán, Huidobro dejó sentado que «en
tiempos de una gran confusión espiritual, [...] una enorme angustia filosófica,
de un gran dolor metafísico...», leer a Emerson le trajo sosiego (2003, 325).42 La
aparición de este Adán científico supone un creatio ex-nihilo en el que se antici-
parentesco de las escrituras visuales cuando expresó aquello de: «Es de México y Asia mi alma un je-
roglífico» («Exegesis» OCI 512).
41
Si bien «Musa japónica» fue una nueva sección añadida en la segunda edición de Eí Florile-
gio, la primera de 1898 contenía el poema «Japón» bajo el subtítulo «Poemas exóticos». Héctor
Valdés en su estudio prologal de las Obras completas deja asentado el influjo de los hermanos Gon-
court en esta temprana poesía japonista, como una «preparación espiritual» para el viaje posterior
de Tablada al Oriente, del cual el crítico en los años setenta no tenía duda alguna de su realización
(13).
42
Refiriéndose a la angustia como rasgo de la poesía mexicana posterior al modernismo y a
partir del corte instaurado con el «tuércele el cuello al cisne», Donald Shaw señala que: «De un
modo parecido en Huidobro y Neruda, cuya poesía temprana impulsa la renovación modernista de
la dicción hacia su conclusión lógica, encontramos la misma respuesta». Agrega Shaw que hay una
evolución de Huidobro y Neruda parecida a la de Darío. Los tres experimentaron una crisis tem-
prana existencial y espiritual que desembocó en lo que Huidobro explícitamente llamó «mi enor-
me angustia filosófica» (1993, 19). Subercaseaux también hace uso de la expresión de González
Martínez de 1911 para marcar el inicio de renovación poética dentro del marco estrictamente chi-
leno (ver su capítulo «Modernismo extravagante y renovación modernista», 1998, en especial 126-
127).
184 Rosa Sarabia
blano», «Paisaje crepuscular», «El dolor del paisaje nocturno», «La llanura de la
noche», «Idilio de la tarde y de la luna», dan cuenta no sólo de un espacio cam-
pero sino también de una retórica que ha abandonado la exquisitez del verbo y
la extranjería lexical. L a lengua se simplifica ante la sencillez de la naturaleza
propia.
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44
Paz sostuvo que en ese último momento anterior a la vanguardia tuvo lugar una posición in-
dividual y crítica pero dentro del mismo modernismo, cuyas notas características fueron la ironía y
el lenguaje coloquial («Traducción y metáfora» OCX 507).
«Japonerías de estío» 187
más que una estrategia pensada como sinécdoque, creo que el tamaño de la cruz se
vio afectado por la materia escritural que obligó a Huidobro a extender el diseño
más allá de lo deseado. Prueba de esto es el avant-texto de «Fresco Nipón», antes re-
ferido, en el que el poeta diseñó la capilla sobre el folio invertido y por debajo de
ella, elaboró un mínimo avant-texto de los versos en cruz.
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cia del ave en los versos que lo forman, se podría pensar en otra iconografía religio-
sa, la del Espíritu Santo, que en su divinidad se consubstancia con Jesucristo y el Pa-
dre, porque son de la misma naturaleza. Habría una conjunción, pues, entre una
iconografía visible —la cruz— y aquella connotada por la palabra —el ave. En este
ambiente religioso, la luz juega un papel importante. Hay una gradación lumínica
que va del amanecer al crepúsculo en una correspondencia témporo-espacial meta-
fórica a la lectura/visión del poema. Si el Espíritu Santo encarna el Espíritu de Ver-
dad como lo manifiesta el Nuevo Testamento, entre otros sentidos, la analogía se
completa en el cristianismo que alumbra la verdadera religión, refigurada en el ver-
so «evangelizando la gran quietud aldeana». En efecto, la parte superior del poema
—cruz y bóveda— coincide con imágenes de altura: el ave, el cielo, el triunfante
sol. La voz poética, fuente del «tú», asocia al ave con la campana en el canto/son, y
a medida que descendemos en el cuerpo del poema/nave de la capilla, ésta va ad-
quiriendo presencia prosopopéyica en el espacio exterior de la naturaleza. Es una li-
mosnera, una vieja acurrucada, pero también su entorno se humaniza: los árboles
son mendigos y viejos huraños, y en el ambiente de «extraña santidad», el campo
todo oficia el rezo. La religiosidad, eje fundamental que conjuga la imagen verbal
con la visual en el poema, convive con la magia secular del «cuento de hada» que
adquiere la capilla en contraposición con la montaña. Se construye una idealización
bucólica a partir de dos intertextos: uno literario y otro religioso.
El día cae y la luz natural menguada se ve reemplazada por la artificial y ya en
la lectura del doble zócalo se nos introduce en un interior de ciaroscuro, donde
el canto inicial ahora es rezongo del viento, murmullo de rezos y llanto del An-
gelus,45 Este último, en efecto, trata del misterio de la Encarnación, el Espíritu
Santo, y cada uno de sus versículos es seguido de un avemaria. Ave como saludo,
ave como Espíritu Santo; el poema se vuelve circular, como la jornada que ter-
45
Imágenes parecidas por su cromatismo y ambiente campestre son algunos versos de «La ba-
lada triste del camino largo» de La gruta del silencio:
La tarde va tejiendo su amoratado velo,
El lago en su mutismo verdiglauco se encierra...
¡Ah! seguir bajo el palio azul de un cielo tan cielo,
Sobre la alfombra seca de una tierra tan tierra.
mina para volver a empezar. Es más, el vuelo del Angelus «con lentitud de cam-
panario» es la imagen última que se conecta al ave y a la parte superior física del
inicio. Dentro de este sentido cósmico del paisaje, la imagen del famoso cuadro
«El Angelus» de Jean François Millet (1858-1859) se impone. Dentro del realis-
mo del siglo xix, esta pintura representa el momento de recogimiento humano
luego de una jornada en el campo, en cuyo horizonte se percibe la forma in-
equívoca de un campanario. Esta digresión trae a cuento la calidad plástica de
«La capilla aldeana» como bien lo señala Wood en su estudio.46 Por su lado, De
Costa ve en su forma impresa «una especie de 'pointillisme' a base de letras de
molde» («Trayectoria del caligrama en Huidobro» 1978, 36). Aquí, la mención
implícita a la técnica de algunos impresionistas es obvia. De hecho, como estilo
y momento particular de la pintura occidental en el último tercio decimonóni-
co, el impresionismo quiso capturar la impresión visual hecha por una escena,
normalmente un paisaje, a partir del efecto de la luz. El puntillismo como téc-
nica del neo impresionismo entendía que los colores puros y vividos aplicados
con pinceladas cortas o puntos sobre la tela y vistos desde una distancia correc-
ta, tenían un efecto más sutil y rico que el logrado a través de las técnicas con-
vencionales.
En «La capilla aldeana», las alusiones al color, al brillo y a la luz atraviesan el
poema. Una paleta cromática del azul, blanco, amarillo, negro, acompañada del
contraste luminoso no hacen más que enfatizar la explícita condición de cuadro
que confiesa uno de sus versos: «Y en el cuadrito lleno de ambiente y de frescura».
El brochazo negro que interrumpe la pureza («castidad de lino») del paisaje dela-
ta con la aplicación del color puro un efecto desestabilizador del ingreso del ser
humano en la naturaleza. En el interior, pues, «La capilla aldeana» revela la di-
47
Interesa aquí apuntar que en el avant-xcao de «La capilla aldeana» la parte central de la nave po-
see tres versos que luego Huidobro canceló en su versión final. Estos dan cuenta de una presencia hu-
mana patente de «una romería de viejas y chiquillos» que de haber permanecido en el poema, hubiera
cambiado no sólo la sugerencia que da la metonimia sino la sensación de paz del paisaje aldeano.
48
El joven iconoclasta que a los veinte años creía haber vivido lo suficiente para imprimir su
vida en letras de molde, no ahorró expresiones vituperiosas contra los jesuítas. Los acusó de poseer
sed de mando, de darse humos de sabios (15), de ser «una manada de vejigas infladas de estupidez
«Japonerías de estío» 191
e ignorancia [...] fanáticos, ridículos e intransigentes en cuyos ojos fulguran todavía las Hogueras
de la Inquisición» (Pasando y pasando 19).
49
En «Paisaje crepuscular» de La gruta del silencio, Huidobro propone un «yo» romántico que
se identifica con el paisaje. El último cuarteto elabora un símil con dejo irónico y de poca estima
ante la persona funcionaría de la Iglesia:
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Indice onomástico y de conceptos
En preparación: