Languis
Cuando apareció el primer languis intentaron ocultarlo, pero al cabo de un mes ya eran una
docena. El primero que apareció en Argentina fue en Mendoza, el caso treinta y siete
mundialmente. En ese entonces aparecían uno o dos por semana en todo el mundo, por eso
los enumeraban.
Fuimos famosos por unas horas, hasta que apareció el caso treinta y ocho en Alemania.
Ahora sería imposible censarlos, hay languis por todos lados.
Apareció en un supermercado. Mal lugar eligió para caer. Pobre languis, lo molieron a palos.
Hay muchas versiones. Pero esta, es la mejor. La más verosímil, pero cargada de detalles
imposibles de comprobar. Parece que había una pareja haciendo el pedido del mes,
Compraban en la góndola de limpieza y discutían por el desodorante de piso. Él quería llevar
el de pino, ella sabía que era el que usaba su suegra y mientras le decía subrepticiamente
pollerudo y que ese olor le recordaba al baño de la terminal, un agujero negro se formó a dos
metros del suelo y de él brotó, desde vaya a saber qué otra dimensión, un languis. Así aparece
el languis treinta y siete por el pasillo trece del supermercado mayorista. Ellos escucharon el
huevo romperse en el piso. Miraron el enchastre de cáscaras y líquidos de distintas
consistencia desparramarse. Pensaron que se había caído algo de alguna góndola, hasta que el
languis se removió en el charco. Estiró una a una sus tres patas, abrió varias veces el pico
dejando salir ese "chac chac" todavía distorsionado por estar de estreno. Finalmente abrió el
ojo. Además de la pintoresca pareja, otras personas que compraban se acercaron y quedaron
estáticos, clavados como estacas en el porcelanato beige observando al languis. Horas más
tarde, el periodista que relató la noticia explicó: “Hasta allí lo que parecía impavidez de los
testigos era solo la parálisis tónica que generan algunas situaciones traumáticas”. Lo qué pasó
después, una locura. Gritos, corridas, alarmas, desmayos, resbalones y caídas, sirenas,
matafuegos, garrotazos. El languis que también se había espantado volaba con las alas
todavía pesadas, pegajosas y se caía sobre la multitud apilada en la puerta. Volaban piñas,
latas de atún, paquetes de harina que se rompían y empastaban al bicho aún más. Un
descontrol.
Cadena nacional, toque de queda. Las recomendaciones eran no hacer contacto, alejarse,
quedarse en casa y solo salir en caso de emergencia hasta tener la situación controlada.
Advertencias que van en contra, parece, de la naturaleza humana, por algo hay tantos libros
de derecho penal con la palabra “imprudencia” en la tapa.
No voy a negar que al principio a mí también me ganó el miedo. Los conspiranoicos
tampoco ayudaban con sus teorías de invasión extraterrestre. Sin embargo la
teletransportación cuántica y las dimensiones paralelas, ya no son cosas de ciencia ficción,
están en los diarios y en la boca de todos. La mayoría había escuchado hablar alguna vez de
los agujeros negros, de Stephen Hawking y su descubrimiento (aunque mi vecina insista en
que la culpa de todo la tiene ese...Anthony Hopkins).
Por el momento parecen ser inofensivos, así es que todos estamos más tranquilos. Sólo hay
que tener la precaución de mirar de vez en cuando hacia arriba. Nunca se sabe cuando va a
caer uno. Puede suceder en cualquier lugar. Un segundo antes de que aparezcan,
simplemente se espesa el aire en un círculo, como la estela que deja una piedra al caer en el
agua, y por el centro de la circunferencia, aparece el languis. Casi siempre, envuelto en su
huevo.
A los viejos les cuesta más aceptarlo. Otros no tan viejos, sencillamente pretenden conservar
intacta su ignorancia, ellos no lo entienden, menos pueden superarlo. Hay gente que se dejó
morir en su casa, no salieron más, de la impresión.
Nadie sabe que va a pasar, ni por qué ellos aparecen. Por eso me gusta imaginarme el final.
Fantaseo con que se abra un agujero negro tan pero tan grande que todas las realidades,
mundos, como quiera que se llamen se reúnan en una sola. Seres que no son de este mundo
un día aparezcan por la plaza, tu patio, que nos encontremos todos, sin importar qué eslabón
de la cadena alimentaria seamos, al final, lo tenemos bién merecido.
Ahora los languis están en todos lados. Los perfiles de las redes sociales exhiben selfies con
el bicho. Videos de languis durmiendo con el gato. Languis con filtro de perrito, languis
volando con correa, languis en moto con casquito, languis en todos lados. Ya llevamos 10
meses. Los languis siguen llegando y siguen desapareciendo, así como llegan, se van por el
mismo portal. Todo muy normal.