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Catequesis

libro guia de catequesis
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Acerquemos

los niños a Jesús


Complemento digital
Primera comunión
Libro del catequista
Autores Primera edición: febrero de 2022
Diócesis de Buga
Monseñor José Roberto Ospina Leongómez, ©2022, Diócesis de Buga
Obispo de Buga Cra 14, No. 4-81
Pbro. Fernando García García y Comisión de Teléfono: +57 (602) 2271812 - 2276662 Ext. 110
Catequesis
Pbro. Héctor Mario Rincón R. e IJMG ©2022, PPC Colombia
Servidora de la Evangelización: PPC COLOMBIA
Angelina Cárdenas Hernández Carrera 18A, No. 137-80, piso 5.
Bogotá, Colombia.
Dirección editorial Móvil: +57 315 88 00 538
Francisco Javier Navarro Marín [email protected]
www.ppc-editorial.com
Coordinación editorial
Óscar Hernández Galicia
Edición
Aline Soto Torres
Diseño y diagramación
Maribel Vidals Ocampo
Diseño de cubierta
Maribel Vidals Ocampo
Andrea Carolina Galeano Buitrago
Ilustraciones
Patxi Velasco Fano, Flai, Archivo PPC

2
Contenido

PRIMER ENCUENTRO DE FAMILIAS 5


CELEBRACIÓN ENTREGA DE LA PALABRA DE DIOS 10
 CATEQUESIS 1. DIOS TE AMA Y TE LLAMA A ESTAR CON ÉL 12
 CATEQUESIS 2. AMOR PERSONAL E INCONDICIONAL 14
 CATEQUESIS 3. AMOR HECHO EUCARISTÍA 16
CATEQUESIS 4. LO QUE ME ALEJA DE DIOS: EL PECADO 19
 CATEQUESIS 5. ¿QUÉ ES EL PECADO? 21
CATEQUESIS 6. LO QUE DEJA EL PECADO: CONSECUENCIAS 23
 CATEQUESIS 7. EL PECADO ME SEPARA DE LA EUCARISTÍA 25
CATEQUESIS 8. LA SOLUCIÓN AL PECADO: JESUCRISTO 28
 CATEQUESIS 9. JESUCRISTO MÍ SALVADOR 30
SEGUNDO ENCUENTRO DE FAMILIAS 32
 CATEQUESIS 10. BENDECIR Y SIGNARNOS CON EL SIGNO DE LA CRUZ 37
CELEBRACIÓN DE ENTREGA DE LA CRUZ 40
 CATEQUESIS 11. JESUCRISTO ACTUALIZA SU SALVACIÓN EN LA EUCARISTÍA 42
CATEQUESIS 12. ACEPTANDO LA SALVACIÓN: LA CONVERSIÓN 45
 CATEQUESIS 13. CAMINO DE CONVERSIÓN: LA CONFESIÓN 47
CATEQUESIS 14. LA GRACIA PARA ENTRAR EN COMUNIÓN EUCARÍSTICA 49
 CATEQUESIS 15. ENCUENTRO PERSONAL CON JESUCRISTO: LA FE 51
CATEQUESIS 16. EL DON DE LA FE, ¿QUE ES?
¿CUÁNDO SE RECIBE? ¿PARA QUE SIRVE? 54
 CATEQUESIS 17. EXPRESIONES DE LA FE: LAS ORACIONES 57
CATEQUESIS 18. FE PARA VIVIR LA EUCARISTÍA 60
 CATEQUESIS 19. HIJOS DE DIOS: NACER DE NUEVO 62
 CATEQUESIS 20. NUESTRO BAUTISMO: ¿QUÉ ES? ¿QUÉ SE RECIBE? 64

3
 TERCER ENCUENTRO DE FAMILIAS 66
CATEQUESIS 21. EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO,
PUERTA PARA ENTRAR A LA EUCARISTÍA 71
 CATEQUESIS 22. LOS SACRAMENTOS PRESENCIA DE DIOS
EN LA HISTORIA PERSONAL 73
CELEBRACIÓN DE LA RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES 76
 CATEQUESIS 23. JESÚS ES EL SEÑOR Y TE LLAMA PARA QUE LO ACEPTES
Y ESTÉS CON ÉL 79
CATEQUESIS 24. ¿CÓMO HACERLO TU SEÑOR?: LA PRIMERA COMUNIÓN 81
 CATEQUESIS 25. CELEBRAR NUESTRA AMISTAD: LA EUCARISTÍA 83
CATEQUESIS 26. LA EUCARISTÍA: CONVOCACIÓN 86
 CATEQUESIS 27. LA EUCARISTÍA: RITO PENITENCIAL 88
ATEQUESIS 28. LA EUCARISTÍA: LITURGIA DE LA PALABRA 90
 CATEQUESIS 29. LA EUCARISTÍA: PRESENTACIÓN DE OFRENDAS 92
CATEQUESIS 30. LA EUCARISTÍA: BANQUETE SACRIFICIAL 95
 CATEQUESIS 31. LA EUCARISTÍA: PRESENCIA REAL DE CRISTO 98
CATEQUESIS 32. LA EUCARISTÍA: COMUNIÓN 103
 CATEQUESIS 33. LA EUCARISTÍA: EUCARISTÍA Y MISIÓN 107
CATEQUESIS 34. MARÍA LA MADRE DE DIOS, SAGRARIO DE LA EUCARISTÍA 110
 CELEBRACIÓN DE ENTREGA DEL SANTO ROSARIO 112
CATEQUESIS 35. LA IGLESIA CATÓLICA, SACRAMENTO DE SALVACIÓN 114
 CATEQUESIS 36. CUSTODIOS DE LA EUCARISTÍA 118
CUARTO ENCUENTRO DE FAMILIAS 121
 ENCUENTRO PREPARATORIO PARA RECIBIR LA PRIMERA COMUNIÓN
(CONVIVENCIA GUARDIANES DE LA EUCARISTÍA) 124
 RITO PARA LA CELEBRACIÓN DE LA PRIMERA CONFESIÓN 130

4
PRIMER ENCUENTRO DE FAMILIAS

OBJETIVO:
Socializar con los padres de familia y/o acudientes de los catequizandos,
las personas, elementos, responsabilidades y lugares que, como familia
deben conocer, para garantizar un proceso adecuado de catequesis que
les permita a sus hijos acercarse con amor y confianza a Dios que quiere
entrar en sus vidas y hogares.

AMBIENTACIÓN:
El lugar del encuentro se ubicarán el atril o mesa con la Palabra, el cirio y la
imagen de la Virgen María, sillas suficientes para las familias participantes.
Para este encuentro el Catequista hará una cartelera creativa y bonita que
contenga el título “FAMILIAS BENDECIDAS POR DIOS” y una imagen que lo
represente, esta será pegada de manera visible para todos.

V BENDICIÓN: ( Puede ser rezado o cantado)


En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V ORACIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantada, se sugiere que las familias
se tomen de las manos)

Que ninguna familia comience Que marido y mujer tengan fuerza


en cualquier de repente, de amar sin medida
Que ninguna familia se acabe y que nadie se vaya a dormir
por falta de amor. sin buscar el perdón.
La pareja sea el uno en el otro Que en la cuna los niños aprendan
de cuerpo y de mente el don de la vida,
y que nada en el mundo separe la familia celebre el milagro
un hogar soñador. del beso y del pan.
Que ninguna familia se albergue Que marido y mujer de rodillas
debajo del puente contemplen sus hijos,
y que nadie interfiera en la vida que por ellos encuentren la fuerza
y en la paz de los dos. de continuar.
Y que nadie los haga vivir Y que en su firmamento la estrella
sin ningún horizonte que tenga más brillo
y que puedan vivir sin temer pueda ser la esperanza de paz
lo que venga después. y certeza de amar.

5
La familia comience sabiendo La familia comience sabiendo
por qué y dónde va por qué y donde va
y que el hombre retrate la gracia y que el hombre retrate la gracia
de ser un papá. de ser un papá.
La mujer sea cielo y ternura y La mujer sea cielo y ternura
afecto y calor y afecto y calor
y los hijos conozcan la fuerza y los hijos conozcan la fuerza
que tiene el amor. que tiene el amor.
Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también.
Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también

V BENDICIÓN: ( Puede ser rezado o cantado)


En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V ORACIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantada, se sugiere que las familias
se tomen de las manos)

V INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO: (Se hace de forma responsorial)


C/ Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles
N/ y enciende en ellos el fuego de tu amor.
C/ Envía, Señor, tu Espíritu.
N/ Y renovarás la faz de la Tierra.
Juntos:
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo;
concédenos ser dóciles a ese mismo Espíritu, para gustar siempre el bien y gozar de su
consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Mi experiencia…

P Motivación inicial
Quien dirige este momento o monitor, conformará dos círculos con igual número de personas,
un círculo se ubicará dentro del otro, las personas del círculo de adentro se ubicarán mirando
hacia fuera y las personas del círculo de afuera se ubicará mirando hacia dentro, de tal
manera que cada persona quede frente a otra; se les indicará que cuando se diga giro,
las personas del círculo de afuera darán un paso a la derecha y tendrán una charla con la
persona que tienen frente; el monitor propiciará el diálogo diciendo: cuéntale a la persona
que tienes frente a ti: cómo te llamas, cómo se llama tu hijo o hija, cuántos años tienes y
cuántos años tiene tu hija o hijo, dónde vives, que te gusta comer, en qué trabajas, etc. Se

6
pueden agregar las preguntas que se crean convenientes; recuerda que harás una pregunta
por giro, para que de esta manera todos alcancen a conocerse. Terminada la actividad, se
invita para que, de forma espontánea, quien desee comparta su experiencia a través de las
siguientes preguntas:
De la actividad que acabamos de realizar:
P ¿Qué fue lo que más te gustó?
P ¿A quiénes conociste hoy? Comparte sus nombres.
P ¿Cuál fue la respuesta más graciosa que escuchaste?
P ¿Con quiénes de las personas que conociste hoy, te identificas más?
P ¿Te gustó conocer a otras personas? ¿por qué?

P Descripción de la experiencia
Se invita de nuevo a las familias para que formen grupos de 7 personas, se sugiere que cada
grupo esté acompañado por un catequista, para compartir las siguientes preguntas; se puede
indicar que en este momento se busca mirar la experiencia de vida cotidiana:
P ¿Recuerdas en este momento a cuantas personas conoces?
P ¿Con quienes de esas personas que conoces te gusta compartir más?
P ¿Por qué es importante conocer a otras personas y compartir con ellas?
P ¿Qué es lo más difícil a la hora de conocer a una nueva persona?
P ¿Confiarías en una persona que no conoces?

P Análisis de la experiencia
Las personas y situaciones nuevas suelen causar un poco de desconfianza e incertidumbre en
el ser humano, pues no es fácil interactuar con aquello que no se conoce. En este momento
se inicia una nueva etapa tanto para ustedes, padres de familia, como para sus hijos, pues
Dios les ha buscado y llamado para entrar en sus vidas y en sus hogares; mediante su Cuerpo
y Sangre que serán recibidos por sus hijos en la Primera Comunión; en este camino que
iniciarán como familia no caminarán solos, la Iglesia que es Madre y Maestra de la fe, les
acompaña en esta hermosa experiencia de encuentro con Dios, a través de la parroquia que
es la casa de Dios en medio de esta comunidad, para ello la Iglesia se vale de la catequesis,
el sacerdote, el catequista y el catecismo.
La catequesis es un espacio que la Iglesia nos ofrece, con el fin de acercarnos y experimentar
la presencia viva de Dios en nuestras vidas, donde podemos dedicar unas horas a la escucha
de la Palabra de Dios y la comunión fraterna entre hermanos, con un día, hora y lugar
definidos para que las familias organicen sus actividades teniendo en cuenta este espacio
tan importante en el desarrollo espiritual de sus hijos. (Se sugiere compartir los horarios y
lugares donde se vivirán los encuentros de la catequesis).

7
Asimismo, la Iglesia les presenta dos figuras muy importantes en la preparación para la
primera comunión:
1. El Sacerdote o Párroco quien es la persona consagrada al servicio de Dios y por cuyas
manos Jesús se hace presente en los Sacramentos especialmente en el Sacramentos
de la Comunión, Él es nuestro pastor y guía, nos acompaña y explica las Palabra de Dios
para que conozcamos mejor a nuestro Dios, es amigo y compañero en nuestro caminar
cristiano. (Se sugiere que el sacerdote se presente de manera espontánea y fraterna)
2. El Catequista es la persona que, llamada por Dios, ha sido formada por la Iglesia
para que, desde su estado de vida, ya sea soltera o casada, joven o adulta, hombre
o mujer, comparta su experiencia de fe a través de la catequesis parroquial, donde
como facilitadora, acompañará a sus hijos en el proceso de aprendizaje de la doctrina
Católica sacramental; él o la catequista son personas que la Iglesia reconoce y habilita
para este ministerio bajo la supervisión del Párroco y que han tenido y siguen teniendo
experiencia de encuentro con Dios y de conversión. (Se sugiere que los Catequistas se
presenten de manera espontánea y fraterna)
La Iglesia también posee herramientas prácticas para que la catequesis sea asimilada por
los catequizandos, esta herramienta se llama el Catecismo, éste es un texto que nos sirve
de guía para ir conociendo poco a poco todos los elementos necesarios para recibir los
sacramentos, en este caso la Primera Comunión. El catecismo para la primera comunión
es un libro que contiene La Palabra de Dios, La doctrina de la Iglesia a través de temas o
catequesis y tareas para profundizar las enseñanzas catequéticas que se realizan con la ayuda
y acompañamiento de los padres de familia; es muy importante que cada catequizando lo
tenga y lo trabaje con dedicación y amor, pues la catequesis es tan importante para el alma
como la comida para el cuerpo o el estudio para la mente, (Se sugiere que en este momento
sea presentado el catecismo y se le entregue a los Padres de Familia para que lo conozcan
y puedan aclarar sus dudas).

Leo y vivo tu palabra con mi familia

P Discernimiento cristiano
Escucho la Palabra de Dios
 Se proclamará el siguiente texto bíblico tomado del evangelio según
San Lucas 2, 40 - 49:

El niño Jesús crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios


estaba sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua.
Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse,
pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero
creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban

8
entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en
su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado
en medio de los maestros, escuchándolos y preguntándoles; todos los que le oían,
estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron
sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre
y yo, angustiados, te andábamos buscando.» Él les dijo: «Y ¿por qué me buscaban?
¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?

Reflexiono la Palabra de Dios


P ¿Cuáles son los personajes del texto que acabamos de escuchar?
P ¿Qué les dijo Jesús a sus padres?
P Según el texto, ¿cómo era la familia de Jesús?
P ¿Cómo se sintieron José y María al no encontrar a su hijo Jesús?
P ¿Dónde estaba Jesús cuando sus padres lo encontraron?
P ¿Qué estaba haciendo Jesús en el templo?

Vivo la Palabra de Dios


Reconociendo la importancia de la catequesis en la vida de nuestros hijos, a partir de hoy,
como familia consagrada a Dios, los acompañaremos responsablemente en esta etapa de
Catequesis para permitirle a Jesús entrar en nuestros hogares.

V CIERRE DE LA CATEQUESIS:
Por medio de preguntas los padres de familia expresaran sus comprensiones
del encuentro, así:
P ¿Qué pasó hoy en el encuentro? Hacer memoria
P ¿Para qué pasó? Esperar la respuesta espontanea
P ¿Y ahora qué vas a hacer? Un compromiso

V ORACIÓN FINAL:
Se termina orando cogidos de la mano:
– Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
– D
 ulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes.
Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Ya que nos quieres tanto como verdadera Madre,
Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
– El abrazo de la paz.

9
CELEBRACIÓN: ENTREGA
DE LA PALABRA DE DIOS

NOTA:
Se sugiere que la celebración de entrega de la Palabra de Dios, se viva dentro de la Eucaristía
Dominical en la que participan los catequizandos, a fin de que este signo de fe, motive y
promueva la evangelización en las familias y en la asamblea parroquial que participe. Sin
embargo, el ministerio de catequesis en comunión con el Párroco, pueden elegir otro espacio
para la celebración. Lo importante es que los catequizandos experimenten el encuentro
personal con Jesucristo a través de su Palabra.

DESARROLLO SUGERIDO PARA LA CELEBRACIÓN DE ENTREGA

AMBIENTACIÓN:

Preparar un altar para la Palabra de Dios, en un lugar destacado del templo para entronizar
la Sagrada Escritura.
Así mismo, disponer de una mesa donde se ubiquen las Biblias de los catequizandos
debidamente marcadas, para facilitar la entrega. La Biblia que se entrega a cada catequizando
debe ser la de uso personal. Además, se les invita a seguir llevándola a los encuentros de
la catequesis.

MONCIÓN INICIAL PARA LA EUCARISTÍA

Catequista: Hermanos, nos reunimos en el Espíritu del Señor Resucitado, para encontrarnos
con Él por medio de la Palabra de Dios que habla a nuestra vida y a nuestro corazón, y de la
Eucaristía donde Jesucristo se hace alimento de amor y salvación. Dispongámonos para este
encuentro de fe y celebremos con alegría el encuentro con la Palabra de Dios y la Eucaristía.

PROCESIÓN DE ENTRADA PARA LA EUCARISTÍA

El orden sugerido es el siguiente, pero el Sacerdote Párroco puede ajustar este orden según
su criterio:
P Dos catequizandos llevan los cirios a lado y lado.
P Un Catequista lleva en alto la Biblia abierta.
P El Sacerdote que preside

10
RITOS DE CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

La Celebración Eucarística Dominical se desarrolla de acuerdo al tiempo litúrgico y según las


disposiciones Eclesiales.

ENTREGA DE LA SAGRADA BIBLIA

Se sugiere que esta entrega se realice después de la homilía. También, puede realizarse en
el momento que el Sacerdote Párroco crea conveniente según su criterio.

MONCIÓN PARA LA ENTREGA DE LA SAGRADA BIBLIA

Catequista: La Iglesia da testimonio que la Sagrada Escritura es Palabra de Dios y hoy nos la
entrega para que la escuchemos de manera renovada, sea nuestro alimento y se haga vida.
El Sacerdote que preside la Celebración, hace entrega de las Sagradas Escrituras a cada
participante como signo de fe y alimento para la vida espiritual, mientras le dice:
Sacerdote: Recibe las Sagradas Escrituras para que sean tu alimento y la hagas vida.
Catequizando: Amén

11
1 DIOS TE AMA Y TE LLAMA
A ESTAR CON ÉL

OBJETIVO:

Que los catequizandos se acerquen a la realidad del amor de Dios


como Padre que quiere estar con sus hijos.

P Analisis de la experiencia
Ante nuestra mirada aparece el Papá que trata bien a los hijos y es responsable en su tarea
de cuidar y educarlos, pero con tristeza aparecen en nuestro caminar el Papá que maltrata a
los hijos, que los abandona y aún más los niega. Jesucristo nos ha comunicado que Dios es un
Papá bueno que ha creado la naturaleza como un regalo para cada uno de nosotros; Dios nos
ama en personas concretas que nos cuidan como nuestros Padres, familiares, amigos o gente
de buen corazón; Dios nos ama en todo lo que disfrutamos con alegría y aún más nos ama
sosteniéndonos y sufriendo con nosotros en los dolores y en los sufrimientos; Dios nos ama
en la Iglesia al darnos la Palabra que nos ilumina, los sacramentos que nos alimentan y los
hermanos que nos acompañan; Dios nos ama y por eso nos quiere llevar al Cielo para que
vivamos eternamente con él.
Dios tomó la iniciativa de amarte. Dios, por amor, se quiere comunicar contigo con toda
espontaneidad y darte plena libertad. Dios se ocupa de ti y quiere comunicarte con su presencia,
la armonía, equilibrio y felicidad que necesitas. Dios te ama personalmente, te ha llamado por
tu nombre a la existencia y te quiere llevar a la realización plena de su plan de amor y así saciar
los anhelos más profundos de tu vida. Te ama personalmente, como si no hubiera nadie más en
el mundo y de manera incondicional. “Así dice Yahvé, tu Creador: “No temas, te he llamado por
tu nombre, tú eres mío. Eres precioso a mis ojos, eres estimado y yo te amo. No temas, que yo
estoy contigo” (Is 43,1). “Con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti” ( Jr
31,3). Estas palabras de ternura por parte de Dios deben penetrar en tu corazón y transformar
tu vida. Dios te ama, y lo único que te pide es que creas en Su amor, que creas en Él y confíes
en Su plan, más que en el tuyo. Lo primero que Dios te pide es que te dejes amar por Él. Sólo
manifiéstale que quieres experimentar Su amor por ti. No se trata de que intentes llegar a Él. Es
Él quien quiere llegar a tu vida. No se trata de que lo alcances a Él, sino que te dejes alcanzar por
Él. Antes de que empezaras a buscarlo ya Él te andaba buscando. Él tomó la iniciativa.
Dios quiere lo mejor para ti porque eres su hijo. Como Creador tiene un plan de amor para
ti y es que logres la plenitud y felicidad desde este mundo, y definitivamente en la eternidad.
Que alcances la plenitud en todo lo positivo y bueno, en todo lo que te realice: en tu persona
individual, cuerpo, alma y espíritu; en tus relaciones familiares y personales; éxito en tus estudios

12
por tu entrega responsable; logrando gozar de tu crecimiento biológico, espiritual e intelectual
de forma adecuada y alegre. Como Padre providente, siempre está pendiente de ti y te cuida
en todo y en cada aspecto de tu ser y de tu vida: hasta de cada cabello, más que a los lirios del
campo o las aves del Cielo, hasta en el más pequeño detalle. ¿Te habías dado cuenta de eso?
Escucha y atiende a lo que Dios mismo te dice en Su Palabra.
Dios que te ama, te conoce plenamente. Él te ha creado y hacia Él caminas. De Él vienes y a
Él vas. Es el principio y el fin. El alfa y la omega. Sólo Él sabe cómo y para qué estás hecho, y
cómo funcionas adecuadamente, como individuo y como sociedad. Su ley y Sus Mandamientos
son como el instructivo de un aparato, el manual de instrucciones. Y para eso te equipó y
capacitó con dones y talentos concretos: inteligencia creativa y voluntad libre, sentimientos y
emociones. Y puso todo en nuestras manos, como administradores de su creación, para guardarla
sin destruirla, y transformarla con nuestra iniciativa y trabajo creativo, para nuestro beneficio,
servicio y utilidad para todos; con espíritu agradecido, alabando y bendiciendo Su Nombre. Él es
tu fin y centro de gravedad: nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón anda siempre inquieto,
corriendo y buscando desasosegado por todas partes, hasta que encuentra su lugar y descanso
en ti, llenando y saciando toda la sed, es decir, tus anhelos legítimos y tus auténticas necesidades
profundas.
María, rostro maternal del amor de Dios. Y en la Santísima Virgen María, nuestra madre, siempre
inseparable de la presencia de Dios, encuentras el rostro maternal de Dios y su cuidado amoroso
y providente para tu vida. Ella también experimenta el amor del Padre Dios, y te acompaña para
que tu aceptes y vivas el amor verdadero que brota del corazón del Padre y que se da a todos
sin discriminación. (Libro Kerigma “primer anuncio el amor del Padre” Diócesis de Buga)
Finalmente, es importante recordar que Dios en su infinito amor, nos ha llamado en esta ocasión
para que estemos con Él, de manera especial en la Eucaristía, a través de la primera comunión
y entregarnos todo su amor; por esto es necesario y vital que dispongas tu corazón y tu mente,
para participar de los encuentros de catequesis, donde experimentaremos un encuentro de ojos
abiertos y corazón palpitante con nuestro Padre Dios que nos ama y quiere estar con nosotros
hasta el fin del mundo.

13
2 AMOR PERSONAL E INCONDICIONAL

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan que el amor de Dios es personal


e incondicional para sus hijos, para todos, para cada uno de los niños
de catequesis.

P Analisis de la experiencia
Hemos escuchado y creído en nuestro corazón que Dios nos ama, nos ha creado por amor, nos
acompaña con su ternura y nos da la capacidad de amar. Dios te ama de manera personal, es
decir te conoce por tu nombre, te acepta con tu cara y cada parte de tu cuerpo, te mira con
bondad. Dios sabe de tus defectos y sin embargo no deja de amarte, Dios sabe de tus cualidades
y te ayuda a crecer en ellas. Dios se preocupa de ti y por eso te bendice cada día, Dios no es
indiferente a tu historia, sino que comparte tu vida, alegrías y tristezas. Dios, esta de tu lado y
quiere que sientas que eres importante para él. Además, si un día te llegarás alejar de Dios, él
no te dejará de amar; si algún día te sientes en soledad en estará allí para decirte no tengas
miedo, si un día te pierdes en el camino y siempre estará con los brazos abiertos para buscarte y
recibirte de nuevo. Nunca olvides que Dios te ama de manera gratuita, no tienes que comprar su
amor, de manera personal, te ama como eres e incondicional es decir nunca te dejará de amar.
Dios te ama y quiere lo mejor para ti. Es el anuncio más valioso que todo ser humano debe
escuchar, pues el Padre Dios te ama personalmente, con tu nombre, tu rostro, tu historia. Te ama
incondicionalmente, porque es su iniciativa amarte porque, aunque no aceptes su amor te sigue
amando, porque nunca te ha dejado de amar y nunca te dejará de amar.
Dios te ama personalmente porque Él es tu Padre. Dios, por amor, te ha creado a Su imagen
y semejanza, te ha infundido el espíritu de vida y te ha destinado a la felicidad. Dios te ha
dicho que puedes gozar de toda la creación, dominar a todo cuanto existe sobre la erra y te ha
invitado a una relación personal con Él, que es tu Creador. Dios te ha dado vocación al amor, te
ha colocado una voz en tu interior que es la conciencia, te ha dotado de inteligencia y voluntad
para que busques el bien y la verdad. Dios te acompaña en tu historia, la creación es un don del
amor de Dios y las demás personas son regalo de Dios para ti.
Dios te ama incondicionalmente porque Él es el amor. Dios te ama como Padre amoroso,
de forma personal e incondicional. Seas quien seas: hombre o mujer, negro o blanco, raza pura
o mestizo, rico o pobre, culto o sin preparación; empresario, profesional, empleado, obrero o
campesino. Él te ama y te acepta por lo que eres, no por lo que enes, o lo que sabes hacer, o
por la posición o nivel social que enes. No importa lo que hayas hecho. Eres hijo de Dios, hecho

14
a imagen de Dios. Sé consciente de esa dignidad. Y su amor es fiel y firme, siempre seguro, no
falla nunca, en ninguna circunstancia y por ningún motivo. Porque el Señor es bueno y su amor
es eterno (Sal 100,5).
Ahora abre tu corazón y tu vida al amor de Dios. En este día te invito que te abras al amor
de Dios. Creyendo conocerás el amor de Dios. Deja que el amor de Dios te sane, te libere. Cree
en el amor de Dios, aunque tengas problemas, tengas angustia o tristeza. Cree en el amor de
Dios y Él renovará tu vida. Ahora mismo necesitas abrirte a la experiencia del amor de Dios,
paternal y cuidadoso. Necesitas creerle a Su Palabra. Deja penetrar ahora mismo esta verdad, y
experimenta aquí esta realidad en tu corazón. (Libro Kerigma “primer anuncio el amor del Padre”
Diócesis de Buga)

15
3 AMOR HECHO EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que el amor de Dios se nos entrega


constantemente en la Eucaristía.

P Analisis de la experiencia
Hemos escuchado en las catequesis pasadas, que nuestro Padre Dios nos ama de forma personal
e incondicional, a cada uno sin sesgos, somos sus hijos y Él es nuestro Padre. En su infinito
amor, Dios quiso hacerse hombre en el vientre de la Virgen María, para estar con nosotros,
entregándose como el mejor y más divino regalo, y rescatarnos del mal del pecado. Dios con
nosotros, Dios hecho hombre, se llama Jesús, aquel que nació en el humilde pesebre bajo el
cuidado de San José, que caminó con sus amigos para enseñarles al Padre y su Palabra, y quien,
por amor, se quedó con nosotros como el amor hecho Eucaristía, así lo enseña la Palabra de Dios.
Nos narran los Evangelios (Cfr. Mt 26, 17-30; Mc 14, 12-26; Lc 22, 7-20; Jn 13, 1-15) que Jesús en
la última cena el Jueves Santo lavó los pies a los discípulos para manifestarles su entrega y
señalarles el camino del servicio; luego les dio el mandamiento del amor como distintivo de sus
discípulos y para estar con los discípulos para siempre, instituyó el sacramento de la Eucaristía.
Hoy te comparto que la Eucaristía es un sacramento de amor, es donde Jesús se hace alimento
para tu vida, es donde él se sigue entregando por tu salvación. En cada celebración de la Misa
agradece a Jesús que se hace pan partido para alimentarte, en cada Eucaristía recibe el amor de
Jesús en tu vida, en cada Eucaristía experimenta que se renueva la última cena a la cual te invita
por amor tu amigo Jesús. El Pan de trigo se transforma en el cuerpo de Cristo por obra del Espíritu
Santo, el vino con un poco de agua se transforma en la sangre de Cristo por obra del Espíritu
Santo. Es un milagro de amor para tu salvación, es el amor hecho Eucaristía.
Nos expresa el magisterio de la Iglesia que la Eucaristía es el Sacramento de la caridad, la
Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito
de Dios por cada hombre. En este admirable Sacramento se manifiesta el amor «más grande»,
aquel que impulsa a «dar la vida por los propios amigos» (cf. Jn 15,13). En efecto, Jesús «los amó
hasta el extremo» ( Jn 13,1). Con esta expresión, el evangelista presenta el gesto de infinita
humildad de Jesús: antes de morir por nosotros en la cruz, ciñéndose una toalla, lava los pies a
sus discípulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos «hasta el
extremo», hasta el don de su cuerpo y de su sangre. ¡Qué emoción debió embargar el corazón
de los Apóstoles ante los gestos y palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué admiración ha
de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico!

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Alimento de la verdad: En el Sacramento del altar, el Señor viene al encuentro del hombre,
creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,27), acompañándole en su camino. En efecto,
en este Sacramento el Señor se hace comida para el hombre hambriento de verdad y libertad.
Puesto que sólo la verdad nos hace auténticamente libres (cf. Jn 8,36), Cristo se convierte para
nosotros en alimento de la Verdad. San Agustín, con un penetrante conocimiento de la realidad
humana, puso de relieve cómo el hombre se mueve espontáneamente, y no por coacción,
cuando se encuentra ante algo que lo atrae y le despierta el deseo. Así pues, al preguntarse
sobre lo que puede mover al hombre por encima de todo y en lo más íntimo, el santo obispo
exclama: «¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?» En efecto, todo hombre lleva en sí
mismo el deseo indeleble de la verdad última y definitiva. Por eso, el Señor Jesús, «el camino, la
verdad y la vida» ( Jn 14,6), se dirige al corazón anhelante del hombre, que se siente peregrino
y sediento, al corazón que suspira por la fuente de la vida, al corazón que mendiga la Verdad.
En efecto, Jesucristo es la Verdad en Persona, que atrae el mundo hacia sí. «Jesús es la estrella
polar de la libertad humana: sin él pierde su orientación, puesto que, sin el conocimiento de
la verdad, la libertad se desnaturaliza, se aísla y se reduce a arbitrio estéril. Con él, la libertad
se reencuentra». En particular, Jesús nos enseña en el sacramento de la Eucaristía la verdad
del amor, que es la esencia misma de Dios. Ésta es la verdad evangélica que interesa a cada
hombre y a todo el hombre. Por eso la Iglesia, cuyo centro vital es la Eucaristía, se compromete
constantemente a anunciar a todos, «a tiempo y a destiempo» (2 Tm 4,2) que Dios es amor.
Precisamente porque Cristo se ha hecho por nosotros alimento de la Verdad, la Iglesia se dirige
al hombre, invitándolo a acoger libremente el don de Dios.

Santísima Trinidad y Eucaristía


El pan que baja del cielo: La primera realidad de la fe eucarística es el misterio mismo de Dios,
el amor trinitario. En el diálogo de Jesús con Nicodemo encontramos una expresión iluminadora
a este respecto: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca
ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» ( Jn 3,16-17). Estas
palabras muestran la raíz última del don de Dios. En la Eucaristía, Jesús no da «algo», sino a sí
mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega así toda su vida, manifestando la fuente
originaria de este amor divino. Él es el Hijo eterno que el Padre ha entregado por nosotros. En
el Evangelio escuchamos también a Jesús que, después de haber dado de comer a la multitud
con la multiplicación de los panes y los peces, dice a sus interlocutores que lo habían seguido
hasta la sinagoga de Cafarnaúm: «Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque
el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo» ( Jn 6,32-33); y llega a identificarse
él mismo, la propia carne y la propia sangre, con ese pan: «Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para
la vida del mundo» ( Jn 6,51). Jesús se manifiesta, así como el Pan de vida, que el Padre eterno
da a los hombres.
Don gratuito de la Santísima Trinidad: En la Eucaristía se revela el designio de amor que guía
toda la historia de la salvación (cf. Ef 1,10; 3,8-11). En ella, el Deus Trinitas, que en sí mismo es
amor (cf. 1 Jn 4,7-8), se une plenamente a nuestra condición humana. En el pan y en el vino, bajo
cuya apariencia Cristo se nos entrega en la cena pascual (cf. Lc 22,14-20; 1 Co 11,23-26), nos llega
toda la vida divina y se comparte con nosotros en la forma del Sacramento. Dios es comunión
perfecta de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Ya en la creación, el hombre fue
llamado a compartir en cierta medida el aliento vital de Dios (cf. Gn 2,7). Pero es en Cristo muerto

17
y resucitado, y en la efusión del Espíritu Santo que se nos da sin medida (cf. Jn 3,34), donde nos
convertimos en verdaderos partícipes de la intimidad divina.[16] Jesucristo, pues, «que, en virtud
del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha» (Hb 9,14), nos comunica la
misma vida divina en el don eucarístico. Se trata de un don absolutamente gratuito, que se debe
sólo a las promesas de Dios, cumplidas por encima de toda medida. La Iglesia, con obediencia
fiel, acoge, celebra y adora este don. El «misterio de la fe» es misterio del amor trinitario, en el
cual, por gracia, estamos llamados a participar. Por tanto, también nosotros hemos de exclamar
con san Agustín: «Ves la Trinidad si ves el amor». (Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis
del Santo Padre Benedicto XVI, 2007, numerales 1-2. 7-8)

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4 LO QUE ME ALEJA DE DIOS: EL PECADO

OBJETIVO:

Que los catequizandos se acerquen a la realidad del pecado y como éste


nos aleja del amor de Dios.

P Analisis de la experiencia
Si se daña un carro lo llevamos al mecánico, si se daña un celular lo llevamos al técnico, pero
cuando lo que sentimos que está dañado es el corazón porque es duro y agrio; cuando se nos
dañan las relaciones con los demás, cuando sentimos que estamos rotos por dentro o que
estamos como heridos, pero no sabemos dónde; entonces debemos acudir a Dios y preguntarle
¿Qué me pasa? Dios nos responde en su Palabra que el rechazo a su amor es el pecado, que el
pecado es crear un muro entre Dios y nuestra vida, que el pecado se presenta como un regalo
bueno, pero por dentro está lleno de veneno. Hoy te invito a reconocer que el pecado es malo
para nuestra vida, que es pecado todo lo que dañe nuestra vida, que es pecado todo lo que
destruya la familia, que es pecado todo lo que mate nuestra comunidad. Recuerda, siempre el
pecado te aleja de Dios y de los demás.
“Todos han pecado y por eso están privados de la gloria de Dios” (Rom 3, 23). No puedes
experimentar el amor de Dios y la vida abundante que Jesús te promete, porque por el pecado
te has separado de Dios, única fuente de vida. El hombre ya, desde el comienzo, rechazó el amor
de su Dios. No tienes interés por la comunión con tu Creador. Quieres construir un reino en este
mundo prescindiendo de Dios. En vez de adorar al Dios verdadero, adoras ídolos; las obras de tus
manos, las cosas de este mundo; te adoras a ti mismo. Por eso, te desgarras interiormente. Por
el pecado entran en tu mundo el mal, la muerte y la violencia, el odio y el miedo. Por el pecado
se destruye la convivencia fraterna. Reconoce que también en tu vida hay pecado, que te has
olvidado de Dios, que te has dividido con tus hermanos, que has dañado la naturaleza, que has
vivido de tus ideas y caprichos, que has hecho tu voluntad, que te has cerrado en ti mismo,
que te has hecho rebelde a la acción de Dios en tu vida, que has actuado con soberbia con los
hermanos. Reconoce que eres pecador.
El pecado te aleja de Dios. Dios quiere la amistad contigo, pero engañado y seducido por el
maligno, abusas de tu libertad y te diriges contra Dios y queriendo llegar a tu fin y alcanzar tu
propia realización al margen de Dios. “Si comes de ese árbol encontrarás la muerte!” Le había
dicho su Creador. “No te creas, al contrario, serás como Dios, ¡conocedor!”, le replicó el padre de
la mentira, el seductor del mundo. Creyéndole más al Enemigo, rechazas el Árbol de la Vida, y

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prefieres caminar en tus fuerzas y conquistas, caminando con tus luces y tus fuerzas propias,
enes como consejero a Satanás. Te sientes autónomo, rechazas toda dependencia con respecto
a Dios y te miras a ti mismo como tu propio fin, el único artífice y creador de tu propia historia.
Escucha este anuncio que Dios te da sobre la realidad de pecado y despierta del sueño al que el
Maligno te ha conducido. Hoy es el día para que reconozcas que sólo Dios ene la verdad sobre
tu vida y sólo Dios puede restaurar lo que el pecado ha dañado en ti. (Libro Kerigma “segundo
anuncio el pecado y sus consecuencias” Diócesis de Buga)

20
5 ¿QUÉ ES EL PECADO?

OBJETIVO:

Que los catequizandos conozcan qué es el pecado y su gravedad sobre nuestra


vida.

P Analisis de la experiencia
Dios nos ha dicho que alejarnos de su amor es el pecado, que el pecado se presenta como bueno
en apariencia, pero por dentro es veneno y muerte. Hoy te invito a reconocer que somos débiles
y que muchas veces hacemos lo malo que no queremos y dejamos de hacer lo bueno que
nos hemos propuesto. Hoy te comparto que todos somos pecadores, que por nuestra libertad
podemos elegir lo contrario a lo bueno que nos han enseñado en la familia o en la Iglesia. Hoy
te invito a orar para no caer en el pecado y a cuidarte de todo lo que pueda contaminar tu vida
de fe. Además, te quiero poner en alerta con algunos peligros ante el pecado, es un peligro decir
que con tus solas fuerzas puedes vencer el mal y sus tentaciones, es un peligro decir que nada
es pecado, es un peligro llegar a planear y hacer el mal, es un gran peligro que nos llegue a
gustar la maldad.

Definición de pecado:
El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero
para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la
naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra,
un acto o un deseo contrarios a la ley eterna” (San Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22, 27;
San Tomás de Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6))
El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces”
(Sal 51, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros
corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo
de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado
es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios” (San Agustín, De civitate Dei, 14, 28). Por esta
exaltación orgullosa de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús que
realiza la salvación (cf Flp 2, 6-9).
Es precisamente en la Pasión, en la que la misericordia de Cristo vencería, donde el pecado
manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los
jefes y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados, traición de Judas tan dura a

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Jesús, negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. Sin embargo, en la hora misma de las
tinieblas y del príncipe de este mundo (cf Jn 14, 30), el sacrificio de Cristo se convierte secretamente
en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados. (Catecismo de la Iglesia
Católica, numerales 1849-1851)
El pecado es un rechazo al amor de Dios. Dios creó al hombre en estado de amistad con Él
para que disfrutara Su amor, pero el hombre engañado y seducido por el maligno abusó de su
libertad dándole la espalda a su Creador, queriendo alcanzar su realización al margen de Dios. El
pecado es cerrarte al amor de Dios, es afianzarte en tus propias seguridades. El pecado es dar
la espalda a tu Creador y ser autosuficiente en tu manera de vivir y planear la vida. El pecado
es crearte ídolos en sustitución de Dios. El pecado es romper la comunión de amor con Dios. El
pecado es la arrogancia de decidir por sí mismo lo bueno y lo malo. El pecado es rechazar tu
vocación al amor y vivir en egoísmos, odios y violencia. El pecado es cerrarte a compartir para
sentarte en la avaricia y la codicia. El pecado crea un muro entre tu vida y la presencia de Dios. El
pecado es vivir para mismo sin pensar en los demás, el pecado es dañar la naturaleza, el pecado
es ser indiferente ante el dolor humano, el pecado es vivir sin buscar a Dios. (Libro Kerigma
“segundo anuncio el pecado y sus consecuencias” Diócesis de Buga).
En esta experiencia, la persona vive diferentes grados de pecado:
El pecado grave o mortal: que corresponde a las acciones que realizamos con pleno
conocimiento y voluntad contra la ley de Dios, sabemos que están mal y aun así las hacemos,
afectando gravemente nuestra amistad con Dios y con los demás, es decir, nos conduce a la
muerte espiritual. Estos pecados son: el odio, la mentira, difamación, pereza, robo, asesinato,
envidia, sexualidad desordenada o adulterio, idolatría, y la omisión que hace que nos quedemos
callados ante la injusticia. Estos pecados nos alejan de la comunión y se deben confesar, con
arrepentimiento, ante el sacerdote para que nos perdone y recuperemos al comunión y amistad
con Dios, decidiéndonos por ser personas nuevas.
El pecado leve o venial: que corresponde a acciones aparentemente no tan graves que incluso
hacemos de forma rutinaria y sin mala intención, pero que se van acumulando en nuestra alma
hasta empujarnos a cometer acciones graves; los pecados leves nos preparan para cometer
pecados graves. Ejemplo de esto son: las burlas que hacemos hacia nuestros compañeros, el
chisme, las palabras groseras, incumplir con nuestras labores y tareas, ser egoístas e indiferentes
haciendo que seamos duros de corazón ante las necesidades de las demás personas. Estos
pecados no nos alejan de la comunión con Dios, pero conviene confesarlos para evitar que su
cantidad nos hagan caer en pecados graves.

22
6 LO QUE DEJA EL PECADO:
CONSECUENCIAS

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran las consecuencias que el pecado ha


dejado en nuestra vida.

P Analisis de la experiencia
El pecado ensucia la vida y va marchitando su belleza. El pecado tiene como consecuencia que
daña la vida, una persona que practica el mal se le nota en su apariencia y todo vicio termina
siendo un atentado contra la salud. El pecado produce la muerte de las relaciones con los demás,
quien cultiva odios, rencores y rencillas termina por enfermarse y quedarse sólo. El pecado
destruye la familia y daña a las nuevas generaciones, el pecado convierte la sociedad en un
campo de batalla, el pecado nos conduce a la muerte y a la destrucción. Además, el pecado se
quiere solucionar con la búsqueda de amontonar más pecados, con el intento de huir de Dios,
de crear ídolos que llenen el vacío y de proclamar que nada es pecado.
El salario del pecado es la muerte. Has experimentado una profunda división en tu vida, haces
el mal que no quieres y dejas de hacer el bien que te habías propuesto. Llamas bueno a lo malo.
Sientes que tu voluntad te domina, que estás esclavo de tus pasiones, que eres llevado por las
seducciones del mundo. Experimentas que no tienes fuerzas para decidir. Te sientes mal contigo
mismo, rechazas tu historia, sientes que la vida pierde sentido, que enes tristezas muy grandes.
Experimentas que vas cayendo a un abismo y no puedes evitarlo. Sientes una lucha entre el bien
y el mal. Sientes miedo de mismo, rechazas tu historia y sientes que todo va mal.
Las consecuencias del pecado. Al rehusar reconocer a Dios como tu principio, pierdes la unión
con tu fin último y rompes toda armonía contigo mismo, con las personas que rodean y con toda
la creación. Las consecuencias del pecado se manifiestan en: Las relaciones interpersonales son
inexistentes o falsas; el pecado daña gravemente tu capacidad de amar y ser amado. El pecado
destroza la familia o tu relación de pareja; el pecado te lleva a relaciones engañosas, interesadas
o posesivas; el pecado te conduce a la soledad incomprensión, desconfianza, agresividad. El
pecado te hiere en tu cuerpo y en tu mente; toda clase de enfermedades y dolencias; desajustes
y desequilibrio interior; temores, angustias, ansiedad, tensiones, depresiones, inseguridad, vida
sin sentido. El pecado lleva a una sociedad corrompida; individualista, opresora, explotadora,
injusta, en violencia y guerras. El pecado origina en la sociedad esclavitud, colonialismo,
imperialismo, desigualdades extremas económicas y sociales; miseria y hambre, conflictos
raciales, segregacionismo y marginalidad; manipulación de la información y de la educación;

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afán de poder y de dominio. El pecado lleva a la destrucción de la naturaleza y la contaminación
del medio ambiente, que luego origina cataclismos, terremotos, inundaciones, sequía, clima
trastornado. Dios no es responsable de este mal, ni lo quiere, ni lo manda. El responsable de
este desorden es el hombre mismo que, rechazando a Dios, prefirió el árbol del conocimiento
y la esclavitud de Satanás, provocando el caos, la enfermedad, el desequilibrio, la injusticia y la
muerte. “El mundo entero yace en poder del Maligno” (1 Jn 5, 19).
Falsas soluciones al pecado. Cómo te sientes deteriorado por el pecado y sometido al Maligno,
te empeñas en soluciones vanas: Algunas legítimas, por la ciencia y la técnica, pero son parciales,
superficiales, provisorias y muchas veces sólo aparentes. Huidas falsas, hedonismo, erotismo y
sexualismo desenfrenado, alcoholismo, drogadicción, activismo automatizante y deshumanizador.
Falsos mesianismos, materialismo sin trascendencia, racionalismo sin fe, humanismo sin Dios,
vanas promesas de paz; yoga, meditación trascendental. Ídolos engañosos de sabiduría y poder;
satanismo, esoterismo y ocultismo, poderes extrasensoriales, control mental.
Reconocerse pecador, reconocer el pecado “Te daré el poder y la gloria; la doy a quien yo
quiero. Lo tendrás todo si me adoras” (Lc 4, 6-7), dice el Maligno. “Te has alejado de la casa del
Padre, has despilfarrado tu herencia y estás bajo el poder del príncipe de ese mundo que te
manda a cuidar puercos.” (Lc 15, 11-32). Hoy es el día para reconocer que el pecado es la raíz de
todos los males, que sólo te queda reconocer el pecado y que sólo Dios tiene la respuesta para
la realidad del pecado. Debes reconocer el pecado y para ello debes llamarlo por su nombre y no
disimularlo, reconocer que eres pecador y que no está en tus manos liberarte del pecado. Deja
que Dios te libere, deja que Dios te de la solución a tu pecado. (Libro Kerigma “segundo anuncio
el pecado y sus consecuencias” Diócesis de Buga)

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7 EL PECADO IMPIDE
QUE CREA EN LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que el pecado impide a las personas


creer en Dios y en su amor hecho Pan de Vida.

P Analisis de la experiencia
Como ya hemos dicho antes, el pecado marchita nuestra vida y su belleza. El pecado ocasiona
consecuencias graves de ruptura y muerte en todas las relaciones de la persona, daña su cuerpo
y mente, daña su forma de tratar a las personas que le rodean, y además quien cultiva odios,
rencores y rencillas termina por enfermarse y quedarse sólo. El pecado destruye la familia, daña
a las nuevas generaciones y convierte la sociedad en un campo de batalla, lo que nos conduce
a la ceguera de la muerte y la destrucción. Enceguecidos buscamos soluciones humanas a los
vacíos que produce el pecado y en esta búsqueda intentamos suplir nuestras necesidades con
dinero, fama, placeres, nuevos ídolos, amontonando más pecados que producen lejanía y una
figura distorsionada de Dios.
Dios es la solución a todo mal humano, en él tenemos nuestra vida segura, y a través de la
Eucaristía quiere alimentarnos y llenarnos de su presencia para hacernos fuertes y transformar
nuestra existencia; sin embargo, hoy te alerto sobre el peligro del pecado en tu experiencia con
el sacramento de la Eucaristía; en la actualidad, abundan las teorías que niegan la presencia de
Jesús en la Eucaristía y quieren rasgar el evangelio para dar otra explicación que no viene de
Jesús.
Es el pecado queriendo que te apartes de la Eucaristía, cuando te dicen que haces la primera
comunión y no tienes que volver a misa.
Es el pecado que te aparta de la Eucaristía, cuando te dicen que la primera comunión es
importante por el vestido y la fiesta.
– E s el pecado que te aparta de la Eucaristía, cuando te dejas llevar de la pereza y no vas a misa
los domingos.
– E s el pecado que te aparta de la Eucaristía, cuando vas a la misa, pero no participas en nada
y sólo estás pendiente de la hora que termine.

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– E s el pecado que te aparta de la Eucaristía, que te hace sentir miedo a compartir lo que recibes
en la Iglesia.
– E s el pecado que te aparta de la Eucaristía, cuando no te permite reconocer tu pecado y te
infunde miedo para que no te confieses.
– Recuerda siempre que la mayor consecuencia del pecado será el impedirte creer en la Eucaristía.
Efectivamente, como se constata en la actualidad, los fieles se encuentran inmersos en una
cultura que tiende a borrar el sentido del pecado, favoreciendo una actitud superficial que lleva
a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la Comunión
sacramental. En realidad, perder la conciencia de pecado comporta siempre también una cierta
superficialidad en la forma de comprender el amor mismo de Dios. Ayuda mucho a los fieles
recordar aquellos elementos que, dentro del rito de la santa Misa, expresan la conciencia del
propio pecado y al mismo tiempo la misericordia de Dios. Además, la relación entre la Eucaristía
y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca es algo exclusivamente individual; siempre
comporta también una herida para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el
Bautismo. Por esto la Reconciliación, como dijeron los Padres de la Iglesia, es laboriosus quidam
baptismus, subrayando de esta manera que el resultado del camino de conversión supone el
restablecimiento de la plena comunión eclesial, expresada al acercarse de nuevo a la Eucaristía.
(Sacramentum Caritatis 20)
La definición que San Agustín da de la Eucaristía como sacramentum pietatis, signum unitatis,
vinculum caritatis, ilumina claramente los efectos de santificación personal (pietas) y de
reconciliación comunitaria (unitas y caritas), que derivan de la esencia misma del misterio
eucarístico, como renovación incruenta del sacrificio de la Cruz, fuente de salvación y de
reconciliación para todos los hombres. Es necesario sin embargo recordar que la Iglesia, guiada
por la fe en este augusto Sacramento, enseña que ningún cristiano, consciente de pecado
grave, puede recibir la Eucaristía antes de haber obtenido el perdón de Dios. Como se lee en
la Instrucción Eucharisticum mysterium, la cual, debidamente aprobada por Pablo VI, confirma
plenamente la enseñanza del Concilio Tridentino: «La Eucaristía sea propuesta a los fieles también
“como antídoto, que nos libera de las culpas cotidianas y nos preserva de los pecados mortales”,
y les sea indicado el modo conveniente de servirse de las partes penitenciales de la liturgia de
la Misa. “A quien desea comulgar debe recordársele... el precepto: Examínese, pues, el hombre
a sí mismo (1 Cor 11, 28). Y la costumbre de la Iglesia muestra que tal prueba es necesaria, para
que nadie, consciente de estar en pecado mortal, aunque se considere arrepentido, se acerque a
la santa Eucaristía sin hacer previamente la confesión sacramental”. Que, si se encuentra en caso
de necesidad y no tiene manera de confesarse, debe antes hacer un acto de contrición perfecta».
(Reconciliatio et paenitentia 27)

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Por lo anterior, es urgente que nos demos cuenta que antes de comulgar, debemos examinar
nuestra vida y reconocer que somos pecadores, necesitados de la misericordia de Dios, y acudir
a la confesión con el Sacerdote, para recibir a Jesús Eucaristía con un corazón limpio, una mente
sana, y un cuerpo dispuesto a ser templo y sagrario de Dios que ha querido quedarse con
nosotros y darnos su vida en abundancia.

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8 LA SOLUCIÓN AL PECADO: JESUCRISTO

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que Jesucristo es la solución que Dios


entrega al mundo para rescatarnos del pecado y de la muerte.

P Analisis de la experiencia
Todos hemos visto los superhéroes y tal vez hemos soñado con tener algún poder extraordinario.
Esta sensación de alguien que nos salve se nos origina porque somos limitados, pues no podemos
hacer muchas cosas. Dios nunca nos abandona y nunca desatiende nuestras necesidades; ante
el pecado que nos aparta de su amor siempre nos tiende la mano y quiere volver a darnos su
vida. Hoy te proclamo que Jesús es la solución que el Padre nos ha dado para nuestra realidad
de pecado. Jesús nos arranca del pecado y nos enseña a bendecir, perdonar y amar. Jesús nos
comunica su vida y nos fortalece la voluntad para vencer la tentación. Hoy te propongo que
mires a Jesús en la cruz y que lo reconozca como él único que te salva, el único que centra tu
vida en el amor, el único que da sentido renovado a lo que somos y hacemos, el único que nos
puede dar vida eterna.
Dios es siempre fiel y siempre toma la iniciativa; no sólo para la creación de la nada, sino
también para la salvación después del pecado. Dios Padre no te abandona en el poder de tu
pecado. El amor de Dios se muestra no sólo en que te ha creado, sino ante todo que te ha
regenerado; no sólo en sacarte de la nada, sino ante todo en resucitarte del pecado, haciéndote
criatura nueva, por el nuevo nacimiento en Cristo Jesús. Hoy te anuncio que el Padre por amor
te da la solución al pecado en Jesucristo, tu único salvador.
Por Jesús y en Jesús, el Padre nos da la salvación. Por Jesús y en Jesús, el Padre te ha dado ya
la salvación. “No hay otro nombre por el que puedas tener salvación” (Hch 4, 12). Por Su cruz te
ha salvado y por Su resurrección te ha ganado la vida nueva. Su muerte en la cruz y Su sangre
derramada son el precio de tu redención, justificación y salvación. En el muro de la separación,
una puerta ya ha sido abierta. En el abismo, un puente ya ha sido puesto. Tú no enes la capacidad
de franquear el muro, ni tender un puente. La justificación llega por la fe en la obra salvadora
ya cumplida por Cristo. Jesucristo es la solución de Dios al problema de la imperfección humana
y la maldad. Gracias a la muerte de Jesús en la cruz, no enes que estar separado de Dios nunca
más. Jesús pagó por el precio de tus pecados y por eso, ha cerrado el vacío entre tu vida y Dios.

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Cree y confiesa a Jesús, la solución de Dios. Tú por mismo eres incapaz de llegar a Dios, por
eso Dios viene a tu vida. Tú no enes las fuerzas necesarias para llegar a Él; así pues, Él descendió
hasta tu historia. Por Jesús y en Jesús, el Padre te ofrece la salvación. ¡Sí hay solución! Dios crea el
universo y todo cuanto existe en una perfecta armonía. El pecado viene a romper ese equilibrio
y crea un abismo entre Dios y tu vida. Así, cuando no había esperanza alguna de solución al
problema más grave del ser humano, entonces “brilló la luz en medio de las nieblas”. “Tanto amó
Dios al mundo que le envió a su Hijo único; para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que
tenga vida eterna. Jesús es “La Salvación”. Es el médico y la medicina al mismo tiempo, es ese
Dios con nosotros”, Emmanuel, salvándote. Él ha muerto por ti, en tu lugar y en tu favor. Créelo
y confiesa esta buena nueva. Jesús es mi salvador. Me amó y se entregó por mí. (Libro Kerigma
“tercer anuncio “Jesús nuestro único Salvador” Diócesis de Buga)

29
9 JESUCRISTO MI SALVADOR

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan en Jesucristo al único y definitivo


Salvador, que devuelve la vida y da el gozo de la eternidad.

P Analisis de la experiencia
En el agua el pez vive para sí mismo y una vez que es pescado vive para alimentar a los
comensales. Esta experiencia es la que vive toda persona que se encuentra con Jesucristo.
Antes del encuentro personal y vivo con Jesucristo los discípulos tenían su proyecto y se guiaban
según su parecer; el encuentro con Jesús le dio un giro a su vida. Hoy te invito a contemplar que
celebrar la primera comunión es vivir un encuentro personal con Jesucristo para ser de ahora
adelante su discípulo, te aseguro que Jesús no te quitará vida, te prometo que el saciará tu
corazón, ten por seguro que Jesucristo nunca te fallará. Hoy te invito a aceptar en tu vida a Jesús
como tu único salvador, su único superhéroe; recuerda que Jesús hace todas las cosas nuevas y
que nunca te arrepentirás de haberle dicho sí, a su amor y salvación. Finalmente, contempla que
la vida en Jesús no termina con la muerte, la vida en Cristo incluye estudiar, trabajar, gozar, soñar,
compartir, comer, jugar y después de la muerte, vendrá la resurrección para vivir eternamente.
Jesús vence a Satanás. Desde el momento mismo en que nuestros primeros padres pecaron,
Dios nos prometió la salvación, le dijo a la serpiente: “Pondré enemistad entre y la mujer; entre
tu linaje y el de ella. Uno de su linaje te aplastará la cabeza” (Gn. 3,15). Jesús es el descendiente
de la mujer, que aplasta la cabeza del enemigo. El príncipe de este mundo ha sido echado
abajo, y nada, ni nadie puede contra Jesús. Él es el único que ha vencido a Satanás y a su mundo
tenebroso. Jesús mismo te dice “¡Ánimo! Yo he vencido al mundo. El Maligno no puede tocarte
pues Jesús es tu salvador, el mal no puede dominarte porque Jesús es tu liberador, no hay
condenación para tu vida porque Jesús te salvó.
Jesucristo te salva del pecado. Jesús es el Cordero de Dios, el que viene a quitar el pecado del
mundo para que puedas vivir en la plenitud de la vida. Su misión no es solo quitar los males y
sufrimientos de este mundo, sino arrancar la raíz que origina todo este mal, el pecado. Por tu
pecado, estabas enemistado con Dios y tenías con Él una cuenta pendiente que no eras capaz
de saldar. Pero, Jesús se acercó a tu vida, tomó la nota de cargo que había contra y la clavó
en Su cruz. El Padre, al ver tanto amor de Su Hijo por ti, canceló tu cuenta. Por eso, ya estás
reconciliado y en paz con Dios Padre, porque ya nada le debes. De esta manera, ya ninguna
condenación pesa sobre tu vida. Tus pecados han sido perdonados gracias a la sangre bendita

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de Jesús derramada en la cruz. Dios te libera del pecado. La obra de salvación no se limita a
quitarte los pecados. No es como una lavandería que te lava y quita lo que está manchado y que
tú vuelves a ensuciar. ¡No!, Jesús no sólo vino a quitar o perdonar el pecado, sino a liberarte de
éste, es decir, te capacita para ya no pecar.
Acepta a Jesús como único Salvador, acepta hoy a Jesús como tu único salvador. En vez de
seguir intentando alcanzar a Dios, simplemente enes que aceptar que Jesús y Su sacrificio por son
el único camino a Dios. “–Yo soy el camino, la verdad y la vida –le contestó Jesús–. Nadie viene al
Padre sino por medio de mí.” ( Jn. 14,6). Él además dijo, “–Yo soy la resurrección y la vida. El que
cree en mí, aunque esté muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá eternamente.
¿Crees esto?” ( Jn. 11,25-26). Pero no sólo Jesús murió por tus pecados, sino que también resucitó
al tercer día de entre los muertos (1 Cor. 15,3-6). Y cuando hizo esto, te demostró sin lugar a
dudas, que legítimamente puede prometerte la vida eterna, que Él es el Hijo de Dios y que Él
es el único camino por el cual puedes conocer a Dios. Sin embargo, el solo conocer los planes
y propósitos de Dios no es suficiente. Necesitas aceptar a Jesucristo, quien pagó el precio de tu
culpa, muriendo en tu lugar, en la cruz del calvario.
Jesucristo te salva comunicándote su vida. Dios no solo envió a su hijo amado a desatar
nudos o romper cadenas de pecado, sino que especialmente fue enviado para traer vida, y
vida en abundancia ( Jn. 10,10). Jesús es presencia del amor del Padre para con los pecadores,
para que allí donde abunde el pecado, sobreabunde el amor misericordioso de Dios (la gracia).
(Rom. 5,20). Él vivió la vida humana en toda su plenitud y riqueza, enseñándonos la verdadera
dimensión de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios. Jesús le da verdadero sentido
a tu existencia, e instaura la paz en todas sus dimensiones. Hoy abre tu vida a la presencia de
Jesús que salva y renueva la existencia.
Salvación y liberación integral de todo el hombre. “La salvación que te ofrece Cristo da
sentido a todas tus aspiraciones y realizaciones humanas, pero las cuestiona y las desborda
infinitamente. Esta misma salvación, centro de la Buena Nueva, es libre acción de todo lo que
oprime al hombre, pero, sobre todo liberación del pecado y del Maligno. Jesucristo renueva tu
mentalidad, tus relaciones interpersonales, tu manera de planear y de soñar la vida. Jesús es
el Salvador no sólo de la persona individual, de todo el hombre, cuerpo, alma y espíritu, sino
también de todas las situaciones del hombre: familia, sociedad, estructuras.
María en la obra de la salvación. Y Dios ha querido poner a María, Madre del Redentor, y como
tal la más íntimamente asociada a Jesús en su obra de salvación, como modelo y prototipo de
discípulo de Jesús. Ella es el cuello del cuerpo de Cristo; de su seno virginal tomas la vida en
Jesús. Al que es verdadero discípulo, Jesús le dice: “Ahí enes a tu madre”. ¿Cómo hacer nuestra
la salvación ya realizada por Jesús? Cree en la Palabra de Dios, reconoce la obra ya realizada por
Jesús, da gracias a la bondad de Dios y hazla tuya en este día. (Libro Kerigma “tercer anuncio
“Jesús nuestro único Salvador” Diócesis de Buga

31
SEGUNDO ENCUENTRO DE FAMILIAS

OBJETIVO:
Acompañar y fortalecer el cultivo de la fe en los padres de familia

AMBIENTACIÓN:
El lugar del encuentro se ubicarán el atril o mesa con la Palabra, el cirio y la
imagen de la Virgen María, sillas suficientes para las familias participantes.
Para este encuentro el Catequista hará una cartelera creativa y bonita que
contenga el título “FAMILIAS BENDECIDAS POR DIOS” y una imagen que lo
represente, esta será pegada de manera visible para todos.

V BENDICIÓN: ( Puede ser rezado o cantado)


En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V ORACIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantada, se sugiere que las familias
se tomen de las manos)

Que ninguna familia comience Que marido y mujer tengan fuerza


en cualquier de repente, de amar sin medida
Que ninguna familia se acabe y que nadie se vaya a dormir
por falta de amor. sin buscar el perdón.
La pareja sea el uno en el otro Que en la cuna los niños aprendan
de cuerpo y de mente el don de la vida,
y que nada en el mundo separe la familia celebre el milagro
un hogar soñador. del beso y del pan.
Que ninguna familia se albergue Que marido y mujer de rodillas
debajo del puente contemplen sus hijos,
y que nadie interfiera en la vida que por ellos encuentren la fuerza
y en la paz de los dos. de continuar.
Y que nadie los haga vivir Y que en su firmamento la estrella
sin ningún horizonte que tenga más brillo
y que puedan vivir sin temer pueda ser la esperanza de paz
lo que venga después. y certeza de amar.

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La familia comience sabiendo La familia comience sabiendo
por qué y dónde va por qué y donde va
y que el hombre retrate la gracia y que el hombre retrate la gracia
de ser un papá. de ser un papá.
La mujer sea cielo y ternura y La mujer sea cielo y ternura
afecto y calor y afecto y calor
y los hijos conozcan la fuerza y los hijos conozcan la fuerza
que tiene el amor. que tiene el amor.
Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también.
Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también

V INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO: (Se hace de forma responsorial)


C/ Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles
N/ y enciende en ellos el fuego de tu amor.
C/ Envía, Señor, tu Espíritu.
N/ Y renovarás la faz de la Tierra.
Juntos:
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos
ser dóciles a ese mismo Espíritu, para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Mi experiencia…

P Motivación inicial
Quien dirige este momento o monitor, entregará a cada padre de familia una semilla, se
sugiere que haya música instrumental de fondo, cuando todos hayan recibido la semilla se
les invitará a unirse en parejas para dialogar sobre lo que se debe hacer para que esa semilla
que recibieron pueda germinar y convertirse en una planta. Se dará el tiempo necesario para
que las personas puedan dialogar y después se les pedirá volver a sus lugares y responder
juntos las siguientes preguntas:
P ¿Qué recibiste al iniciar este momento?
P ¿Sabes que planta brotará de esa semilla?
P En el diálogo que tuviste, ¿Qué se debe hacer para que la semilla pueda germinar y convertirse
en una planta?
P ¿Por qué son importantes, la semilla, la tierra, el abono, el agua y los cuidados, en el proceso
de germinación de una semilla?

33
P Descripción de la experiencia
Se invita de nuevo a las familias para que formen grupos de 7 personas, se sugiere que cada
grupo esté acompañado por un catequista, para compartir las siguientes preguntas; se puede
indicar que en este momento se busca mirar la experiencia de vida cotidiana:
P ¿Con qué podemos comparar esta semilla en nuestra vida personal?
P ¿Alguna vez has recibido algo que tengas que cuidar para que pueda crecer?
P ¿Cómo has cuidado de ese regalo hasta hoy?
P ¿Qué has tenido que hacer para que ese regalo crezca?
P ¿Qué tiene que ver ese regalo con Dios?
P ¿Por qué crees que Dios te ha dado ese regalo?

P Analisis de la experiencia
Desde el Bautismo, Dios nos ha regalado el don de la Fe para que, movidos por ella,
reconozcamos el amor incondicional y eterno que nos tiene, así mismo este don divino nos
permite reconocer que existen oscuridades en nuestras vidas y que el pecado es una realidad
que poco a poco nos aleja de ese amor transformador del Padre, sin embargo no debes
olvidar que tenemos un Dios todo poderoso capaz de realizar milagros en favor de sus hijos
tan amados y así se hizo hombre en el vientre de María, para estar con nosotros y caminar a
nuestro lado, se hizo semejante al hombre, menos en el pecado, para que entregándose a la
muerte de la Cruz y derramando su preciosísima Sangre, nos reconciliará con el Padre Dios,
trayendo para nuestra alma la Salvación y la gracia de volvernos a sentir hijos de Dios.
Hoy estas aquí para recordar que en tu vida has recibido una semilla que debes cultivar y
cuidar muy bien si quieres ser un buen Padre de familia, la fe es un don necesario en el
cuidado de nuestra familia, si tú no crees, tus hijos tampoco creerán, tú eres el ejemplo que
ellos seguirán y nadie te puede enseñar a ser un buen padre, solo Dios que es un Padre bueno
y misericordioso podrá orientarte en esta misión, hoy te invito para que de nuevo le abras tu
corazón a Dios y le permitas guiarte por este camino de ser padre o madre, los hijos de hoy
necesitan de una familia cuyo centro sea Dios y que les provea lo necesario para enfrentar
el mundo que les corresponde vivir, pues son muchas las propuestas y muy llamativas, que
bombardean los sentidos de nuestros niños y jóvenes, es por eso que el mundo necesita
padres creyentes y amorosos, arriésgate a transformar tu vida para que tus hijos tengan un
futuro sano y feliz.
Terminada esta reflexión cada catequista se reunirá con los padres de familia de sus
catequizandos para compartir las inquietudes que hayan surgido en la realización de las tareas
de la catequesis en casa, de igual forma se les informará a las familias del desempeño de los
niños en la catequesis, sus comportamientos y todas las sugerencias que el catequista crea
pertinente realizar para garantizar un proceso adecuado en los catequizandos y sus familias.

34
Leo y vivo tu palabra con mi familia

P Discernimiento cristiano
Escucho la Palabra de Dios
 Se proclamará el siguiente texto bíblico tomado de la carta a los
Colosenses 3, 8 - 21:

Desechen también ustedes todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras
groseras, lejos de su boca. No se mientan unos a otros. Despójense del hombre
viejo con sus obras, y revístanse del hombre nuevo, que se va renovando hasta
alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no
hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre,
sino que Cristo es todo y en todos.
Revístanse, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de
misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose
unos a otros y perdonándose mutuamente, si alguno tiene queja contra otro.
Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo
esto, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.Y que la paz de Cristo
presida sus corazones, pues a ella han sido llamados formando un solo Cuerpo.
Y sean agradecidos. La palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza;
instrúyanse y amonéstense con toda sabiduría, canten agradecidos, himnos y
cánticos inspirados, y todo cuanto hagan, de palabra y de boca, háganlo todo en
el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. Mujeres,
sean sumisas a sus maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amen a sus
mujeres, y no sean ásperos con ellas. Hijos, obedezcan en todo a sus padres,
porque esto es grato a Dios en el Señor. Padres, no exasperen a sus hijos, no sea
que se vuelvan apocados.

Reflexiono la Palabra de Dios


P ¿Cuáles son los personajes des texto que acabamos de escuchar?
P ¿Qué quiere Dios que desechemos de nuestras vidas?
P ¿Cómo quiere Dios que nos tratemos los unos a los otros?
P ¿Cómo quiere Dios que nos comportemos con Él?
P ¿Cómo deben comportarse cada uno de los miembros de la familia?

35
Vivo la Palabra de Dios
Teniendo en cuenta la importancia de cultivar y cuidar nuestra fe, continuaremos
acompañando a nuestros hijos en el proceso de la catequesis apoyándolos con las tareas
y viviendo juntos como familia la Santa Misa Dominical.

V CIERRE DE LA CATEQUESIS:
Por medio de preguntas los padres de familia expresaran sus comprensiones
del encuentro, así:
– ¿Qué pasó hoy en el encuentro? Hacer memoria
– ¿Para qué pasó? Esperar la respuesta espontanea
– ¿Y ahora qué vas a hacer? Un compromiso

V ORACIÓN FINAL:
Se termina orando cogidos de la mano:
– Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
– D
 ulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes.
Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Ya que nos quieres tanto como verdadera Madre,
Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
– El abrazo de la paz.

36
10 BENDECIR Y SIGNARNOS
CON EL SIGNO DE LA CRUZ

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan que de Dios nos creó para bendecir y que
signarnos haciendo una cruz grande en nuestro cuerpo, es reconocer que
somos sus hijos, que nos hacemos obedientes a su Palabra y que somos
templo del Espíritu Santo.

P Analisis de la experiencia
Los Romanos utilizaron la cruz como un instrumento para matar a los enemigos y los judíos
consideraron la cruz como signo de maldición. Para muchas personas en la actualidad la cruz
sigue siendo signo de muerte y maldición y por eso no aceptan su presencia en sus casas y
tampoco se signan sobre su cuerpo. Jesús con su muerte en la cruz transformó el árbol de
maldición en bendición y la cruz dejó de ser signo de muerte para constituirse en manifestación
de la victoria del amor que se entrega. Los Evangelios proclaman que Jesús levantado la cruz es
signo de salvación como lo fue la serpiente en el desierto para los israelitas y el apóstol Pablo
proclama que la cruz es locura para los judíos, necedad para los griegos, pero para los creyentes
fuerza y sabiduría de Dios.
Hoy te invito a contemplar en la cruz el trono desde donde Jesús nos ha salvado, mirar la cruz
como signo del amor de Dios, mirar la cruz como proclamación de la bendición. Hoy puedes
bendecir a los demás con la certeza del amor de Jesús crucificado. Te invito que cada mañana te
signes para encomendar a Dios tu día, que te signes antes de los alimentos para dar gracias a
Dios, te signes al pasar por un templo como reconocimiento de la presencia de Dios y te signes
antes de dormir como expresión de confianza en el que por amor murió en la cruz.
Pero ¿cómo signarnos? Te voy a enseñar, primero debes levantar la mano derecha, ahora con
la mano abierta pero con los dedos juntos la pondrás en tu frente diciendo “En el nombre del
Padre” para reconocer que Él es el principio y dueño de todo; después pondrás la mano en el
pecho o en el vientre diciendo “Del Hijo” para reconocer que Jesús el hijo de Dios se hizo hombre
en el vientre de la Virgen María nuestra madre; luego llevarás tu mano al hombro izquierdo de
tu cuerpo diciendo “y del Espíritu Santo” para reconocer que el Espíritu de Dios está en nuestra
vida para santificarnos; y por último pondrás tu mano en el hombro derecho diciendo “Amén”
para confirmar con tu propia voz que crees y aceptas la presencia y protección de Dios en tu vida.

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La Cruz de cada día.
Sólo la Cruz de Jesús, como oblación sacerdotal al Padre, al impulso del Espíritu, por la salvación
del mundo, tiene sentido y valor salvífico. Llevar la cruz de cada día significa renunciar a toda
actuación independiente de la voluntad del Padre y ofrecer todo lo que se presente y todo lo que
hagamos en unión con la Cruz de Jesús, quien se entregó a ella por amor.
Cruz no es necesariamente sinónimo de dolor o de sufrimiento. Lo que sacrificamos en la
cruz, a lo que renunciamos, no es necesariamente a un gozo o algo agradable, sino al actuar
independiente o contrario a la voluntad del Padre. El primer sentido de nuestra cruz diaria es
transformar el dolor y sufrimiento que existe en el mundo y que se nos presenta en nuestra
vida, sin rebeldías ni abatimiento, y darle un valor de salvación y redención para el mundo y de
purificación para nosotros, uniéndola a Jesús y ofreciéndola al Padre.
Nuestra intención y motivaciones deben ser como las de Jesús. Movidos por el Espíritu Santo,
ofreciendo al Padre, por manos de María, nuestro ser y nuestra vida entera, en unión con la
oblación sacerdotal de Jesús para salvación del mundo.
Nuestras tendencias naturales fácilmente rechazan la cruz, como el caso de Pedro cuando el
Señor les anunció la cruz. El MISTERIO PASCUAL, núcleo de la misión de Jesús, incluye la Cruz,
la Resurrección y Pentecostés. La cruz sola sin resurrección es un fracaso y simple destrucción;
la resurrección sin la cruz es una ilusión; Pentecostés es imposible sin el Cordero inmolado y
glorificado ya a la derecha del Padre.
Para dar fruto para Dios y para los demás, necesitamos morir a nosotros mismos y a nuestros
intereses egoístas; naturalmente no podemos aceptar ni vivir la Cruz, sólo el Espíritu Santo nos
puede hacer comprender, aceptar y querer vivir la cruz, uniéndola a la de Jesús.
La cruz como sufrimiento no puede quererse ni buscarse por sí misma, sería una aberración;
sólo tiene sentido como exigencia del amor que se olvida de sí mismo para donarse por quien
se ama. La negación de sí mismo para agradar al Padre se manifiesta en todo lo que la vida
comunitaria exige, y en las renuncias y sacrificios que vienen por la entrega a la vocación y a la
misión evangelizadora, con todo lo que esto implica.

38
Para terminar, volvamos a la Palabra de Dios, leyendo (2 Corintios 4, 10-12), con el fin de entender
cómo la cruz es muerte con Cristo al pecado y es también vida nueva: “. . . Llevamos en el cuerpo
la muerte de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Porque nosotros,
mientras vivimos, estamos siempre expuestos a la muerte por causa de Jesús, para que también
la vida de Jesús se manifieste en nuestra naturaleza mortal. De modo que en nosotros actúa
la muerte y en ustedes, en cambio, la vida”. (Libro Koinonía “Encuentro 4: Cargando cada día la
Cruz” Diócesis de Buga)

39
CELEBRACIÓN
DE ENTREGA DE LA CRUZ

NOTA:
Se sugiere que la celebración de entrega de la Cruz, se viva dentro de la Eucaristía Dominical
en la que participan los catequizandos, a fin de que este signo de fe, motive y promueva
la evangelización en las familias y en la asamblea parroquial que participe. Sin embargo,
el ministerio de catequesis en comunión con el Párroco, pueden elegir otro espacio para la
celebración. Lo importante es que los catequizandos experimenten el encuentro personal con
Jesucristo a través de la contemplación de la Cruz.

DESARROLLO SUGERIDO PARA LA CELEBRACIÓN DE ENTREGA

AMBIENTACIÓN:

Preparar un altar para la Cruz, en un lugar destacado del templo para entronizar la Santa Cruz.
Así mismo, disponer de una mesa donde se ubiquen los crucifijos o cruces que serán entregadas
a los catequizandos, para facilitar la entrega. La Cruz se entrega a cada catequizando como
signo de salvación, por lo que debe haber una para cada catequizando, se sugiere que
sea una Cruz que puedan llevar al pecho. Además, se les invita a seguir llevándola a los
encuentros de la catequesis.

MONCIÓN INICIAL PARA LA EUCARISTÍA

Catequista: Hermanos, nos reunimos en el Espíritu del Señor Resucitado que nos ha dado
vida en el árbol de la Cruz. La Cruz de Cristo manifiesta su obediencia, no hay cristianismo
sin cruz. Que recibir la cruz en esta celebración sea un “Sí” renovado al Señor en nuestro
seguimiento.

PROCESIÓN DE ENTRADA PARA LA EUCARISTÍA

El orden sugerido es el siguiente, pero el Sacerdote Párroco puede ajustar este orden según
su criterio:
P Dos catequizandos llevan los cirios a lado y lado.
P Un Catequista lleva en alto la Cruz o un Crucifijo.
P El Sacerdote que preside.

40
RITOS DE CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

La Celebración Eucarística Dominical se desarrolla de acuerdo al tiempo litúrgico y según las


disposiciones Eclesiales.

ENTREGA DE LA SANTA CRUZ

Se sugiere que esta entrega se realice después de la homilía. También, puede realizarse en
el momento que el Sacerdote Párroco crea conveniente según su criterio.

MONCIÓN PARA LA ENTREGA DE LA SANTA CRUZ

Catequista: La cruz es el símbolo del cristiano, hemos sido signados en el día del Bautismo,
al recibir la cruz tomemos conciencia de ser discípulos, misioneros de Jesús.
Sacerdote: Padre Santo, que nos has revelado tu amor en tu Hijo crucificado, derrama tu
bendición sobre estas cruces y sobre quienes las van a portar. En el Nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.
Quien preside la Celebración hace entrega de la Santa Cruz a cada catequizando como signo
de su búsqueda de la voluntad de Dios cada día, mientras le dice:
Sacerdote: Recibe la Santa Cruz sé testigo de Jesucristo el Señor.
Catequizando: Amén.

41
11 JESUCRISTO ACTUALIZA
SU SALVACIÓN EN LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que en la Eucaristía Jesucristo actualiza


su entrega por nuestra salvación.

P Analisis de la experiencia
La misión para la que Jesús vino a nosotros llega a su cumplimiento en el Misterio pascual.
Desde lo alto de la cruz, donde atrae todo hacia sí (cf. Jn 12,32), antes de «entregar el espíritu»
dice: «Todo está cumplido» ( Jn 19,30). En el misterio de su obediencia hasta la muerte, y una
muerte de cruz (cf. Flp 2,8), se ha cumplido la nueva y eterna alianza. La libertad de Dios y la
libertad del hombre se han encontrado definitivamente en su carne crucificada, en un pacto
indisoluble y válido para siempre. También el pecado del hombre ha sido expiado una vez por
todas por el Hijo de Dios (cf. Hb 7,27; 1 Jn 2,2; 4,10). Como he tenido ya oportunidad de decir: «En
su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar nueva
vida al hombre y salvarlo: esto es el amor en su forma más radical». En el Misterio pascual se
ha realizado verdaderamente nuestra liberación del mal y de la muerte. En la institución de la
Eucaristía, Jesús mismo habló de la «nueva y eterna alianza», estipulada en su sangre derramada
(cf. Mt 26,28; Mc 14,24; Lc 22,20). Esta meta última de su misión era ya bastante evidente al
comienzo de su vida pública. En efecto, cuando a orillas del Jordán Juan Bautista ve venir a Jesús,
exclama: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» ( Jn 1,19). Es significativo
que la misma expresión se repita cada vez que celebramos la santa Misa, con la invitación
del sacerdote para acercarse a comulgar: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo. Dichosos los invitados a la cena del Seño». Jesús es el verdadero cordero pascual que
se ha ofrecido espontáneamente a sí mismo en sacrificio por nosotros, realizando así la nueva y
eterna alianza. La Eucaristía contiene en sí esta novedad radical, que se nos propone de nuevo
en cada celebración. (Sacramentum Catitatis 9)
«El Señor Jesús, la noche en que fue entregado» (1 Co 11, 23), instituyó el Sacrificio eucarístico
de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos llevan a las circunstancias
dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está inscrito de forma indeleble el acontecimiento
de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca, sino que lo hace sacramentalmente presente.
Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos. (9) Esta verdad la expresan bien las
palabras con las cuales, en el rito latino, el pueblo responde a la proclamación del «misterio de
la fe » que hace el sacerdote: « Anunciamos tu muerte, Señor ».

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La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un don entre otros muchos,
aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es donde sí mismo, de su
persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Ésta no queda relegada al
pasado, pues «todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la
eternidad divina y domina así todos los tiempos...».
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace
realmente presente este acontecimiento central de salvación y «se realiza la obra de nuestra
redención». Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo
ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él,
como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos
inagotablemente. Ésta es la fe de la que han vivido a lo largo de los siglos las generaciones
cristianas. Ésta es la fe que el Magisterio de la Iglesia ha reiterado continuamente con gozosa
gratitud por tan inestimable don. Deseo, una vez más, llamar la atención sobre esta verdad,
poniéndome con vosotros, mis queridos hermanos y hermanas, en adoración delante de este
Misterio: Misterio grande, Misterio de misericordia. ¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros?
Verdaderamente, en la Eucaristía nos muestra un amor que llega «hasta el extremo» ( Jn 13, 1),
un amor que no conoce medida.
Este aspecto de caridad universal del Sacramento eucarístico se funda en las palabras mismas
del Salvador. Al instituirlo, no se limitó a decir «Éste es mi cuerpo», «Esta copa es la Nueva
Alianza en mi sangre», sino que añadió «entregado por vosotros... derramada por vosotros» (Lc
22, 19-20). No afirmó solamente que lo que les daba de comer y beber era su cuerpo y su sangre,
sino que manifestó su valor sacrificial, haciendo presente de modo sacramental su sacrificio, que
cumpliría después en la cruz algunas horas más tarde, para la salvación de todos. «La misa es,
a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa el sacrificio de la cruz, y
el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre del Señor».
La Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente a través de
un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual, puesto que este sacrificio se hace
presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece por manos del
ministro consagrado. De este modo, la Eucaristía aplica a los hombres de hoy la reconciliación
obtenida por Cristo una vez por todas para la humanidad de todos los tiempos. En efecto, «el
sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio». Ya lo decía
elocuentemente san Juan Crisóstomo: «Nosotros ofrecemos siempre el mismo Cordero, y no
uno hoy y otro mañana, sino siempre el mismo. Por esta razón el sacrificio es siempre uno sólo
[...]. También nosotros ofrecemos ahora aquella víctima, que se ofreció entonces y que jamás se
consumirá».
La Misa hace presente el sacrificio de la Cruz, no se le añade y no lo multiplica. Lo que se
repite es su celebración memorial, la «manifestación memorial» (memorialis demonstratio),
por la cual el único y definitivo sacrificio redentor de Cristo se actualiza siempre en el tiempo.
La naturaleza sacrificial del Misterio eucarístico no puede ser entendida, por tanto, como algo
aparte, independiente de la Cruz o con una referencia solamente indirecta al sacrificio del
Calvario. (Ecclesia de Eucharistia, numerales 11-12)
Finalmente recordemos que, Dios nos ha dado a Jesús como nuestro único salvador, nos salva
de todo lo que nos daña la vida, nos salva del odio que nos impide amarnos, nos salva de la

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mentira que nos divide, nos salva de la muerte para que vivamos eternamente en el cielo y
todo esto lo hace entregando su vida en la Cruz, podemos decir que la Cruz es el primer altar
donde se entregó la Eucaristía que es Jesús. El jueves santo, Jesús estando con los discípulos en
la última cena, les enseñó como celebrar la Eucaristía y les pidió que cada vez que se reunieran
a celebrarla lo hicieran en conmemoración suya, y así, instituyó el sacramento de la Eucaristía
como momento sagrado en el que se dispensa, a las personas de todos los tiempos, el alimento
que trae la salvación. Cuando celebramos la Santa Misa, Jesús se hace presente de manera
renovada, para salvarnos con su cuerpo y su sangre, es decir celebramos la pasión, muerte y
resurrección, con la cual Jesús nos ha salvado de la muerte del pecado.
En la primera comunión Jesús viene a tu vida como Salvador, él quiere alimentarte para que
tengas vida. Hoy te invito que en cada Eucaristía le digas a Jesús que venga a tu vida, que le
abres tu corazón, que quieres ser un sagrario para él; hoy te recuerdo que cuando visites una
Iglesia te arrodilles un momento frente al Sagrario y le agradezcas a Jesús por quedarse en la
Eucaristía.

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12 ACEPTANDO LA SALVACIÓN:
LA CONVERSIÓN

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan que la conversión es un requisito


indispensable para aceptar la salvación que Dios nos ofrece en su Hijo
Jesús.

P Analisis de la experiencia
La Iglesia nos enseña que la conversión es un cambio que se inicia en el interior de la persona
y luego se refleja en sus palabras y acciones, de esta forma, se hace un cambio de camino, se
sale de la oscuridad, y se vuelve hacia Dios. En la vida, todos hemos experimentado este deseo
de conversión, hemos querido ser diferentes, pero no podemos hacerlo solos, necesitamos
de la ayuda de Jesús, por esto la conversión es el deseo que surge en el corazón cuando nos
encontramos con Jesús y creemos en su Palabras, de este encuentro surge el deseo de hacer el
bien y abandonar el mal.
La conversión es dejar que Dios limpie nuestra vida de todo lo que nos hace daño o nos lleva a
lastimar a los demás. La conversión es entrar en la escuela de Jesús para aprender a hacer las
cosas con amor. La conversión es cultivar relaciones de confianza con Dios, relaciones de respeto
y buen trato con los demás, relaciones de buen uso de las cosas. La conversión es obra de Dios
que nos da la mano para mejorar como personas y es tarea nuestra como respuesta a la bondad
de Dios que nos quiere renovar. Hoy te invito a reconocer que necesitas de conversión para
cultivar en tu vida la salvación que Jesús te ha comunicado.
¿De qué tienes que convertirte? Te vuelves a Dios, te vuelves del pecado y de los ídolos; porque
te encuentras al Señor, se deja todo lo que es incompatible con Él. La conversión es ante todo un
volverse a Dios, buscar Su rostro, reconociendo Su presencia que te hace un llamado personal.
– C onversión de todo pecado: Pecado es un no al amor de Dios y a Su presencia, es no agradar
al Padre, es contristar al Espíritu Santo que habita en tu corazón, es destruir la imagen de Dios
en tu vida. En el fondo de todo pecado hay algo que pones en el lugar que corresponde a Dios.
El criterio para examinar y juzgar sobre el pecado se encuentra en la mente de Dios Creador,
cristalizado en tu propia naturaleza, donde le debes descubrir, y en su Palabra, en la que te
señala el camino.
– C onversión de todo resentimiento: Este es el Mandamiento que tenemos de Él; el que ama
a Dios que ame también a su hermano, porque quien dice que ama a Dios y no ama a su
hermano es un mentiroso” (1 Jn 4, 20). Dios te perdona si tú perdonas. Debes rechazar todo
resentimiento, odio o rencor en tu vida, porque impiden la acción salvadora de Dios. Expresa

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hoy tu voluntad de perdonar y Dios se encargará de sanar tus heridas y recuerdos, así como
de sanar tu historia. No se te pide olvidar, ni que aceptes como bueno y válido aquel hecho
injusto o abuso cometido contra. Se te pide un acto de la voluntad que acepta perdonar a la
persona que te han lastimado o herido.
– C onversión de las obras de Satanás: Obras de Satanás son acciones y situaciones que
contrarían la voluntad de Dios; y aquí entra la idolatría, que es poner algo en el lugar de Dios,
y también toda forma de ocultismo, esoterismo y superstición. Renunciar a las obras del mal
es exigencia radical de la conversión inicial y para renovar la vida bautismal.
– Conversión del pecado social: Una sincera conversión debe cambiar la mentalidad
individualista en otra de sentido social y preocupación por el bien común. Esto significa en
la práctica: convertirte de tu participación en la creación de estructuras sociales injustas, del
aprovechamiento por tu parte de esas mismas estructuras ya existentes, y también de no
haber hecho lo que te corresponde en la transformación de esas estructuras.

Los pasos de la conversión.


1. Experiencia del amor de Dios: Es el amor de Dios el que mueve al reconocimiento y dolor
de mis pecados, no el miedo.
2. Reconocimiento del pecado: Sólo el Espíritu Santo con Su luz puede darte conciencia de
pecado ( Jn 16, 8-9), de otra manera se reduce a un mero sentimiento de culpabilidad, o a
la simple confrontación de nuestras acciones con la lista de pecados. Sólo el Espíritu Santo
te da conciencia de pecado y te lleva a reconocerlos y a experimentar la necesidad de la
salvación de Dios. El arrepentimiento debes vivirlo con referencia a Dios y no simplemente
remordimiento, complejo de culpa o temor al castigo.
3. Arrepentimiento: aunque todos somos obra de Dios, el pecador libremente responde: “Me
levantaré, iré a mi Padre” (Lc 15, 18). El arrepentimiento o contrición es un dolor de corazón
y detestación del pecado cometido con propósito de no pecar en adelante. Es retorno
al hogar, vuelta a casa, reencuentro con el Padre. Dolor y tristeza, de haber lastimado y
ofendido a quien se ama; pero tristeza, no como la del mundo que produce muerte, sino
tristeza según Dios que lleva a conversión. (II Cor 7,10). Arrepentimiento y no remordimiento
que se centra en uno mismo, ni complejo de culpa o miedo al castigo. Voluntad decidida de
romper con toda situación de pecado. Propósito firme de enmienda y de cambio.
4. Confesión de pecado: Necesitas reconocer y confesar explícitamente tus pecados ante
Dios (Esd 9, 6-15; Dn 9, 4-18; Bar 1, 14-3, 8). “Si confesamos nuestros pecados, fiel y justo
como es Él, nos perdonará nuestros pecados y nos purificará de toda iniquidad” (1 Jn 1, 9).
Necesitas además hacer una renuncia explícita a Satanás y a todas sus obras, incluyendo en
ellas todo tipo de ocultismo, esoterismo y superstición. Se confesará y se hará una renuncia
detallada de cada pecado y de cada práctica de ocultismo, esoterismo y superstición, con
la voluntad firme de abandonarlo todo definitivamente. Pero además necesitas acudir al
sacerdote para recibir la expresión y ratificación del perdón de Dios por la absolución en el
Sacramento de la reconciliación (Sant 5, 16; Jn 2, 23). Y para que, recibiendo una oración de
liberación, se te desate de toda atadura y opresión del enemigo.
5. Reparación y reconciliación: El arrepentimiento para restaurar la unión de amor con Dios,
exige resarcir los daños causados y reconciliarse con el hermano. “Arrepentirse y volver
hacia Dios haciendo obras dignas de la conversión”. (Libro de Kerigma “cuarto anuncio La
Conversión” Diócesis de Buga)

46
13 CAMINO DE CONVERSIÓN:
LA CONFESIÓN

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan que la Confesión es un Sacramento que


me ayuda a limpiar el corazón y el alma de todas las cosas malas que me
alejan de Dios.

P Analisis de la experiencia
Suscitar en el corazón del hombre la conversión y la penitencia y ofrecerle el don de la reconciliación
es la misión connatural de la Iglesia, continuadora de la obra redentora de su divino Fundador.
Esta es una misión que no acaba en meras afirmaciones teóricas o en la propuesta de un ideal
ético que no esté acompañado de energías operativas, sino que tiende a expresarse en precisas
funciones ministeriales en orden a una práctica concreta de la penitencia y la reconciliación.
(Reconciliatio et Paenitentia 23)
Para promover la penitencia y la reconciliación la Iglesia tiene a su disposición principalmente dos
medios, que le han sido confiados por su mismo Fundador: la catequesis y los Sacramentos. Su
empleo, considerado siempre por la Iglesia como plenamente conforme con las exigencias de su
misión salvífica y correspondiente, al mismo tiempo, a las exigencias y necesidades espirituales
de los hombres de todos los tiempos, puede realizarse de formas y modos antiguos y nuevos,
entre los que será bueno recordar particularmente lo que, siguiendo a mi predecesor Pablo VI,
podemos llamar el método del diálogo. (Reconciliatio et Paenitentia 24)
Entre los Sacramentos hay uno que, aunque a menudo ha sido llamado de la confesión a
causa de la acusación de los pecados que en él se hace, más propiamente puede considerarse
el sacramento de la Penitencia por antonomasia, como de hecho se le llama, y por tanto es el
sacramento de la conversión y de la reconciliación. (Reconciliatio et Paenitentia 27)
La vida se va tejiendo cada día con nuestros actos y de igual forma vamos tejiendo la familia,
la Iglesia y la sociedad. El pecado rasga nuestra vida y por eso nos sentimos mal con nosotros
mismos, el pecado rasga las relaciones y por eso nos alejamos y dividimos las personas, el
pecado rasga el mundo y por eso todas las tristes noticias que escuchamos cada día. Jesús
instituyó el Sacramento de la confesión para volver a tejer todo lo que se ha rasgado por el
pecado. Cuando te confiesas al examinar tu conciencia, estás tejiendo de nuevo la escucha de
Dios; cuando te confiesas al sentir arrepentimiento, estas tejiendo un espíritu humilde; cuando
te confiesas al desear no volver a pecar estás tejiendo una nueva manera de vivir; cuando te
confiesas al decir tus pecados, estás tejiendo una vida saludable y cuando te confiesas al cumplir
la penitencia estas tejiendo el anuncio de una nueva vida.

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Por tanto, la confesión exige que nos reconozcamos pecadores y necesitados de Dios, este
despertar a la realidad de pecado es obra del Espíritu Santo que nos ilumina y aconseja. Cuando
elegimos confesar nuestros pecados, lo hacemos acercándonos al Sacerdote, quien, con amor
y lleno de Dios, nos escucha, aconseja y guía. Confesarnos es dialogar con un Sacerdote sobre
lo pensamientos, palabras, obras y omisiones con los que hemos ofendido a Dios, a nuestros
hermanos y a nosotros mismos, es reconocer que no hemos vivido los mandamientos de Dios.
Cuando el alma reconoce su pecado se siente avergonzado, pero con la fuerza de Dios, lo
expresa con sus labios y experimenta la paz, una paz que nos reconforta y anima para ser
personas diferentes. El Sacerdote al escuchar nuestros pecados nos da la absolución, es decir,
nos perdona y reconcilia con Dios, para luego bendecirnos y así reconciliados con Dios podemos
cumplir la penitencia que es la forma como reparamos nuestras faltas, esta penitencia puede ser
la oración, alguna obra de misericordia o cualquier acción que el Espíritu Santo nos exprese por
medio del Sacerdote.
La confesión tiene un camino que debes conocer y recorrer cada vez que te vayas a confesar,
este camino tiene cinco pasos y son:
 Examen de conciencia: reconocer aquellos pensamientos, palabras, obras y omisiones que van en
contra de Dios, de los hermanos y de nosotros mismos.
 Contrición de corazón: Sentir dolor por esos pecados que hemos cometido, si no hay dolor no hay
deseo de ser diferente y nos engañamos a nosotros mismos
 Propósito de Enmienda: El dolor que produce el pecado y saber que Dios nos ama y quiere
perdonarnos, nos llena de fortaleza para acercarnos, con decisión, a la confesión y aumenta en
nosotros el deseo de ser diferentes.
 Confesión de boca: Dialogar con el Sacerdote y contarle, con confianza, todo lo malo que hemos
hecho, venciendo la pena y el temor.
 Satisfacción de obra: Al confesar nuestros pecados, el Sacerdote nos aconseja realizar una obra que
repare el daño cometido, al recibirla debemos cumplirla lo más pronto posible.

NOTA: Al terminar la catequesis el catequista le entregará a cada niño una invitación a una fiesta
que tendrá fecha, hora y dirección de la catequesis además en la invitación se les indicará que
deben venir bien presentados y traer como regalo algo de mercado para los más necesitados.

48
14 LA GRACIA PARA ENTRAR
EN COMUNIÓN EUCARÍSTICA

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan que por medio del Sacramento de la


Confesión Dios me da su gracia para que lo pueda recibir en la Eucaristía.

P Analisis de la experiencia
El amor a la Eucaristía lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la
Reconciliación. Debido a la relación entre estos sacramentos, una auténtica catequesis sobre
el sentido de la Eucaristía no puede separarse de la propuesta de un camino penitencial (cf. 1
Co 11,27-29). Efectivamente, como se constata en la actualidad, los fieles se encuentran inmersos
en una cultura que tiende a borrar el sentido del pecado, favoreciendo una actitud superficial que
lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la Comunión
sacramental. En realidad, perder la conciencia de pecado comporta siempre también una cierta
superficialidad en la forma de comprender el amor mismo de Dios. Ayuda mucho a los fieles
recordar aquellos elementos que, dentro del rito de la santa Misa, expresan la conciencia del
propio pecado y al mismo tiempo la misericordia de Dios. Además, la relación entre la Eucaristía
y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca es algo exclusivamente individual; siempre
comporta también una herida para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el
Bautismo. Por esto la Reconciliación, como dijeron los Padres de la Iglesia, es laboriosus quidam
baptismus, subrayando de esta manera que el resultado del camino de conversión supone el
restablecimiento de la plena comunión eclesial, expresada al acercarse de nuevo a la Eucaristía.
(Sacramentum Caritatis 20)
Teniendo en cuenta que la conversión es un regalo de Dios que nos ama y nos quiere siempre
renovar, y que a la vez la confesión es una respuesta nuestra a lo que Dios quiere hacer en
nuestra vida. Por medio del sacramento de la confesión Dios nos da su gracia, es decir, nos da
su Espíritu para llenarnos de fortaleza y perseverancia en el bien, para vencer las tentaciones
y ser fiel a Dios y su Palabra, la gracia de Dios teje de nuevo nuestra vida en el camino de la
conversión, restaura las relaciones y renueva en nuestro interior el deseo de seguir a Jesús.

¿Qué es la gracia?
Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que
Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (cf Jn 1, 12-18), hijos adoptivos
(cf Rm 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (cf 2 P 1, 3-4), de la vida eterna (cf Jn 17, 3).

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La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad de la vida
trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo, Cabeza de su Cuerpo. Como
“hijo adoptivo” puede ahora llamar “Padre” a Dios, en unión con el Hijo único. Recibe la vida del
Espíritu que le infunde la caridad y que forma la Iglesia.
Esta vocación a la vida eterna es sobrenatural. Depende enteramente de la iniciativa gratuita
de Dios, porque sólo Él puede revelarse y darse a sí mismo. Sobrepasa las capacidades de la
inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana, como las de toda creatura (cf 1 Co 2, 7-9)
La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo
en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia santificante o divinizadora,
recibida en el Bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación (cf Jn 4, 14; 7, 38-
39): «Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo
proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo» (2 Co 5, 17-18). (Catecismo de la Iglesia
Católica 1996-1999)
En el sacramento de la confesión recibimos el regalo de Dios que llamamos gracia; que nos
limpia de todo pecado; es un regalo que nos fortalece, para hacer el bien; es un regalo que
nos hace sentirnos amados de Dios, es un regalo para reconocer que hemos hecho el mal, es
un regalo para aprender a vivir como hijos de Dios, es un regalo de la salvación de Jesús en la
cruz, es un regalo para continuar el camino de la conversión. Hoy te invito a disponer tu corazón
para recibir el regalo de la gracia en la confesión que prepara tu ser para recibir a Jesús en el
sacramento de la Eucaristía y a celebrar con alegría y respeto la Santa Misa.

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15 ENCUENTRO PERSONAL
CON JESUCRISTO: LA FE

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que al encontrarse con Jesucristo


mediante la escucha de la Palabra se renueva la Fe que recibieron en el
Bautismo.

P Analisis de la experiencia
El hombre por naturaleza y vocación es un ser capaz de acercarse y conocer a Dios, para ello,
Dios a través de la Iglesia, Madre, Maestra y depositaria de la FE, dispensa su gracia en los
Sacramentos y otorga a las personas como Sacramento primero y fundamental, el Bautismo,
por medio del cual, recibimos el Espíritu Santo, nos hacemos hijos de Dios, y recibimos el don
indispensable de la FE que nos permite encontrarnos con Dios y su presencia viva y resucitada
en Jesucristo.
Fe como encuentro con Cristo. Hoy te proclamo lo que la Iglesia me ha enseñado, no comienzas
a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento,
con una Persona, que da un nuevo horizonte a tu vida y, con ello, una orientación decisiva. La fe
es el lazo que te une a Cristo. El punto de unión con Él. Tu adhesión voluntaria a su Persona y a
Su misión histórica liberadora. La fe es comprometerte con Cristo y con Su causa. Creer en Cristo
es esforzarte en seguir Sus pisadas. Es fiarte de Él; estar seguro de que nunca te fallará. Creer es
esperarlo todo de Él. Es no sentir miedo ante el futuro y la muerte, porque sabes que Él siempre
estará contigo. Creer es sentirte pequeño, pero fuerte en Cristo. Creer es verle hoy presente en
todos los hombres, especialmente en los más necesitados y en los más comprometidos. La fe
nace del encuentro con el Dios vivo, que te llama y te revela su amor, un amor que te precede y
en el que te puedes apoyar para estar seguro y construir la vida. La fe, que recibes de Dios como
don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta tu camino en el tiempo.
Plenitud de la fe cristiana. La fe cristiana es fe en el amor pleno, en su poder eficaz, en su
capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo. «Hemos conocido el amor que Dios nos
ene y hemos creído en él» (1 Jn. 4,16). La fe te hace reconocer el amor de Dios manifestado en
Jesús como el fundamento sobre el que se asienta tu realidad y tu destino último. La fe no sólo
mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con Sus ojos: es una participación
en su modo de ver. Si crees en Jesucristo serás transformado por el amor, si te abres a la fe, te
abres al amor que se te ofrece, tu existencia se dilata más allá de mismo. La fe ensancha tu vida
para que seas habitado por Dios y experimentes Su amor.

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Profesar personalmente la fe en Jesucristo. Esta es la Palabra de la fe que debes proclamar:
“Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó serás
salvo. Porque todo el que invoque el nombre del Señor encontrará salvación” (Rom 10, 8-9. 13). Fe
no es sólo que reconozcas la existencia de Dios o la aceptación de las verdades reveladas por Él,
sino tu encuentro con el Señor resucitado; encuentro que cambie totalmente el sentido y el curso
de tu vida. Ya fuiste bauzado de pequeño, has llevado quizás una vida cristiana de rectitud moral
y de cumplimiento religioso; pero es necesaria una fe viva como encuentro personal con Jesús;
que lo reconozcas, lo aceptes, lo confieses y lo recibas en tu corazón y en tu vida como Salvador.
¿Quién es Jesús para ti? El cristianismo no es sólo una doctrina, es ante todo un entrar en una
relación personal con Jesús vivo como Dios y Señor. Parte de un encuentro real con Jesús, se
mantiene y desarrolla en una íntima comunicación y comunión con Él. Como a los discípulos, Jesús
te hace hoy esta pregunta: “Para …quién soy yo?”, ¿Cuál es tu respuesta personal? Respuesta que
brote de tu experiencia propia y no de la tradición o la costumbre.
Cristianismo como ropaje exterior de la vida. El cristianismo no puede ser una simple
religiosidad de prácticas exteriores como comercio espiritual o para tener contento a Dios.
Prácticas a las que se les da valor por sí mismas, de donde se saca una ilusión vana de haber
cumplido o una satisfacción de tranquilidad de conciencia, o que se cumplen con cierto sentido
mágico y supersticioso de carácter utilitario o de temor a lo divino. Cristianos en el templo, pero
paganos en el mundo.
Cristianismo como religiosidad. Este tipo de religiosidad de imágenes, novenas y veladoras es
muchas veces alienante porque no se entrega el corazón, sino sólo lo exterior; se piensa sólo en
el Cielo sin hacer reinar a Dios en este mundo; se encierra en la individualidad sin interesarse
ni preocuparse de la comunidad humana, de tal manera de hacer un mundo mejor por la
instauración del amor, de la justicia y la paz. Cristianismo del cumplimiento. Una experiencia
religiosa fundada en prohibiciones, en cumplir deberes, en hacer prácticas de sacrificio, en huir
del mundo, en condenar todo lo que no sea cristiano, un cristianismo de la norma y la ley.
Cristianismo sin Cristo. Una ideología humanista que ve en Cristo sólo un hombre extraordinario
y al Evangelio como un ideal y un programa de rectitud, justicia o liberación social. Humanismo
sin Dios, racionalismo sin fe auténtica, visión e ideales que terminan en la erra y en el tiempo
sin trascendencia a valores de eternidad y resurrección.
Los cristianos se hacen, no nacen (Tertuliano Apologética XVIII). Por el Sacramento del
bautismo eres cristiano, has recibido el don de la fe. Pero la opción personal para vivir como
cristiano comienza con un encuentro vivo con Jesús, acogiéndolo en tu vida, recibiéndolo en tu
corazón para que Él te salve, te libere, te sane y te transforme. Es necesaria una experiencia
personal de encuentro y de salvación, donde queda comprometido tu ser entero y todos los
niveles de tu existencia. A partir del encuentro vivo con Jesús, comienzas una vida nueva que se
expresa y manifiesta en un comportamiento moral y en una vida cultural y religiosa como fruto
y consecuencia normal de la presencia viva de Jesús y de la acción poderosa del Espíritu.
La opción personal por Jesucristo. Es el paso que te lleva de una religiosidad natural del
cumplimiento y la devoción a una experiencia de fe que suscita conversión, encuentro con tus
hermanos y compromiso apostólico. Es el paso de una fe por tradición y costumbre, a una vida
cristiana personalizada que te lleva a una relación de amor con el Señor y de encuentro con los

52
demás. Es el paso de una fe sentimental a una fe en historia de salvación y reconocimiento de
Dios en lo cotidiano de cada día.
Tienes una respuesta que dar. Hoy te invito a un “Sí” a la presencia y acción salvadora de Dios
a través de Jesús. Un “Sí” lúcido y consciente que debes dar hoy y renovar permanentemente.
Adhesión libre y responsable de tu ser entero a Jesús y a la totalidad de su mensaje y de su
obra. Has conocido la doctrina cristiana antes de un encuentro personal con Jesús. Has cumplido
con el código moral y con la práctica religiosa antes de una experiencia personal de salvación y
liberación. Hoy el Señor te dice, “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me
abre la puerta, entraré cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). Escucha el llamado que te hace
Jesús y ábrele la puerta; recíbelo en tu corazón para que te salve. Cristo es el que está a la puerta
y llama al corazón de tu vida, sin coartar tu libertad, tratando de sacar de esa misma libertad
el amor. Dile “Sí” a Jesús y a Su salvación. Se necesita una invitación explícita a que entre en
tu corazón y a tu vida. Es una opción lúcida por Cristo, una adhesión personal a Jesús como tu
único Salvador. (Libro de Kerigma “sexto anuncio: La Fe, encuentro personal con Jesucristo vivo”
Diócesis de Buga)

53
16
EL DON DE LA FE, ¿QUE ES?
¿CUÁNDO SE RECIBE?
¿PARA QUE SIRVE?

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan la fe como un don gratuito de Dios, que


es dado a todos y que actúa en todos.

P Analisis de la experiencia
La FE es un don que debe ser cuidado, alimentado y fortalecidos a través del encuentro personal
y vivo con Jesucristo cuando leemos la Biblia, cuando vamos a la Santa Misa, cuando hacemos
oración, cuando leemos y escuchamos la vida de los santos, cuando servimos a los necesitados,
produciendo en nosotros, la gracia de experimentar la presencia de Jesús en lo que nos va
aconteciendo cada día.

¿Qué es la fe?
La FE es vivir adheridos o pegados a Jesús y experimentar que Dios Padre nos ama de manera
personal y nos regala el Espíritu Santo para que caminemos hacía la vida eterna.
La FE es luz para mirar la vida desde Dios, es luz para leer los acontecimientos como bendiciones,
es luz para vivir mejor, es luz para llegar al cielo.
La FE es transmitida el día de nuestro bautismo, se transmite por el testimonio de los creyentes,
se transmite cuando vamos a misa, se trasmite por la primera comunión.
La FE don recibido y transmitido por la Iglesia y el testimonio de los creyentes, se profesa de
manera especial en el CREDO donde encontramos el compendio de nuestra Fe y profesamos lo
que creemos; de esta manera, quienes profesan el Credo, expresan públicamente su adhesión al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo y su confianza en la Virgen María, en la Iglesia y en la esperanza
de la vida eterna.

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La FE es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo
una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida. (Catecismo de la
Iglesia Católica, numeral 26)
La FE es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven (Hebreos, 11, 1)

¿Cuándo recibimos la fe?


La Fe es recibida el día de nuestro Bautismo. Este don debe ser cuidado, fortalecido, alimentado
constantemente, para que nos ayude a tener un encuentro personal con Dios y creer en su
Palabra, en su Hijo Jesucristo y en la obra del Espíritu Santo. La Fe nos comunica con Dios y nos
da esperanza.
Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica en sus numerales 1253 y 1254, expresa que:
El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la comunidad
de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se
requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado
a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: “¿Qué pides a la Iglesia de Dios?”
y él responde: “¡La fe!”.
En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la
Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo. La
preparación al Bautismo sólo conduce al umbral de la vida nueva. El Bautismo es la fuente de la
vida nueva en Cristo, de la cual brota toda la vida cristiana.

¿Para qué sirve la fe?


La Fe como don y virtud, dispone nuestro ser para un encuentro personal y vivo con Dios, por
ello, la fe capacita los sentidos espirituales de los bautizados para creer y dar una respuesta
generosa al plan de Dios; es decir, que la Fe nos sirve para creer y entablar una relación dinámica
con Dios, donde el bautizado escucha a Dios en su Palabra, dialoga con él en la oración y busca
hacer su voluntad a través del servicio a los más necesitados.
El Catecismo de la Iglesia Católica en sus numerales 1814-1816, nos dice que la fe es la virtud
teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa
Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y
libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de
Dios. “El justo [...] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad” (Ga 5, 6).
El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Concilio de Trento: DS 1545).
Pero, “la fe sin obras está muerta” (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une
plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.

55
El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla
con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y
a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia”
(LG 42; cf DH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo [...]
aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre
que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi
Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).
De esta manera, podemos decir que la fe es un don y una virtud que proviene de Dios, que nos
la comunica en el Bautismo, se va alimentando y fortaleciendo con la oración y la celebración de
los sacramentos y que se aumenta, se robustece cada vez que la profesamos y la testimoniamos
a los que nos rodean.

56
17 LAS ORACIONES:
EXPRESIONES DE LA FE

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que las oraciones son el lenguaje que
le permite a los bautizados hablar con Dios y que por eso es importante
aprenderlas y orarlas.

P Analisis de la experiencia
Como expresiones de nuestra Fe, las oraciones que la Iglesia nos enseña, buscan acercarnos
de forma sencilla a las verdades de Dios, aprenderlas es reconocer las grandezas de Dios y
recitarlas es confirmar que creemos en esas grandezas. Las oraciones son poemas que llenas
de amor alaban a Dios y eleven nuestros corazones a su presencia, por este motivo, en la
catequesis te pedimos que te aprendas las oraciones, no como una acción de obligación, sino
como un ejercicio de amor, así como el enamorado compone canciones para su amada, así la
Iglesia enamorada de Cristo compone oraciones para decirle a Dios y a la Virgen María cuanto
los amamos.
En la Iglesia hay diversidad de oraciones, tenemos oraciones litúrgicas, que son las que recitan
en la celebración de los Sacramentos y que brotan de la Palabra de Dios; oraciones de la
religiosidad popular, que son las que recitamos cuando queremos expresar nuestra amistad a un
santo; oraciones Marianas, que son las que elevamos a nuestra madre María para reconocer su
auxilio y protección; oraciones jaculatorias, que son estribillos cortos que nos permiten invocar la
presencia de Dios en nuestra vida por ejemplo: Sagrado Corazón de Jesús en ti confío; oraciones
espontáneas, que son las que salen de nuestro corazón, con nuestras propias palabras para
agradecer, alabar y pedir a Dios su protección y ayuda.
Con la riqueza que la Iglesia posee en la oración nos recomienda a todos aprender de memoria
las siguientes oraciones: el Padre Nuestro, el Ave María, el Gloria, El Gloria a Dios y la Salve como
expresiones que manifiestan las verdades de Dios. También nos recomiendo aprender alguna
oración al Espíritu Santo para renovar su acción en nosotros.
La oración es hablar con Dios y ensanchar el corazón para que él pueda actuar en nuestra vida.
“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un
grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría” (Santa
Teresa del Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390).
(Catecismo de la Iglesia Católica)

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La Biblia contiene muchas oraciones para pedir, agradecer y alabar a Dios. En la historia de
la Iglesia se han compuesto muchas oraciones y entre ellas destacamos el santo rosario y el
viacrucis. Las oraciones compuestas son el testimonio de la relación con Dios de los creyentes en
un momento determinado. En el cultivo de la fe se pueden utilizar oraciones compuestas para
hablar con Dios, como también se le puede contar, con palabras propias, lo que se está sintiendo,
necesitando o soñando.
Hoy te invito a orar al levantarte para confiar a Dios el nuevo día, orar cuando empieces una
tarea para que él te ayude, orar antes de cada comida para agradecer el alimento, orar cuando
hay alegrías para alabarlo, orar cuando hay tristezas o problemas para recibir su fuerza y orar al
terminar el día para agradecer por lo vivido. Recuerda siempre que la oración es la expresión y
alimento de tu fe y apertura a la acción de Dios.
La oración como don de Dios
“La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San
Juan Damasceno, Expositio fidei, 68 [De fide orthodoxa 3, 24]). ¿Desde dónde hablamos cuando
oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde “lo más
profundo” (Sal 130, 1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf Lc 18,
9-14). La humildad es la base de la oración. “Nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8,
26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el
hombre es un mendigo de Dios (San Agustín, Sermo 56, 6, 9).
“Si conocieras el don de Dios” ( Jn 4, 10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí,
junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano,
es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde
las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la
sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San
Agustín, De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4).
“Tú le habrías rogado a él, y él te habría dado agua viva” ( Jn 4, 10). Nuestra oración de petición es
paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A mí me dejaron, manantial
de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas” ( Jr 2, 13), respuesta de fe a la
promesa gratuita de salvación (cf Jn 7, 37-39; Is 12, 3; 51, 1), respuesta de amor a la sed del Hijo
único (cf Jn 19, 28; Za 12, 10; 13, 1).
La oración como Alianza
¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y
palabras), el que ora es todo el hombre. Sin embargo, para designar el lugar de donde brota la
oración, las sagradas Escrituras hablan a veces del alma o del espíritu, y con más frecuencia del
corazón (más de mil veces). Es el corazón el que ora. Si este está alejado de Dios, la expresión
de la oración es vana.
El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o bíblica:
donde yo “me adentro”). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por
la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en
lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos
entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que, a imagen de Dios, vivimos en
relación: es el lugar de la Alianza.

58
La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios
y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con
la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre.
La oración como comunión
En la nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente
bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. La gracia del Reino es “la unión de la
Santísima Trinidad toda entera con el espíritu todo entero” (San Gregorio Nacianceno, Oratio 16,
9). Así, la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en
comunión con Él. Esta comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos
hemos convertido en un mismo ser con Cristo (cf Rm 6, 5). La oración es cristiana en tanto en
cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones
son las del Amor de Cristo (cf Ef 3, 18-21). (Catecismo de la Iglesia Católica 2559-2565)

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18 FE PARA VIVIR LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan que la FE es el don que nos permite amar
y vivir la Eucaristía

P Analisis de la experiencia
Todos hemos recibido la lupa de la fe para mirar la vida y para celebrar los sacramentos. Es la
lupa de la fe la que nos permite reconocer que la hostia de trigo se transforma en el cuerpo
de Cristo por obra del Espíritu Santo. Es la lupa de la fe la que nos permite contemplar que el
vino de uva con un poco de agua se transforma en la sangre de Cristo por obra del Espíritu
Santo. Es la lupa de la fe que nos lleva a exclamar que la Eucaristía es el sacramento de la fe,
donde recibimos a Jesús en quien creemos. Es Jesús en la Eucaristía quien alimenta nuestra fe
para seguir perseverando en el bien, es Jesús en la Eucaristía quien nos levanta de nuestros
cansancios y nos lleva a decirle nuevamente Si a Dios; es Jesús en la Eucaristía quien nos
restaura para continuar haciendo el bien y caminando hacía la vida eterna.
«Este es el Misterio de la fe». Con esta expresión, pronunciada inmediatamente después de
las palabras de la consagración, el sacerdote proclama el misterio celebrado y manifiesta su
admiración ante la conversión sustancial del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor
Jesús, una realidad que supera toda comprensión humana. En efecto, la Eucaristía es «misterio
de la fe» por excelencia: «es el compendio y la suma de nuestra fe». La fe de la Iglesia es
esencialmente fe eucarística y se alimenta de modo particular en la mesa de la Eucaristía. La
fe y los sacramentos son dos aspectos complementarios de la vida eclesial. La fe que suscita
el anuncio de la Palabra de Dios se alimenta y crece en el encuentro de gracia con el Señor
resucitado que se produce en los sacramentos: «La fe se expresa en el rito y el rito refuerza y
fortalece la fe». Por eso, el Sacramento del altar está siempre en el centro de la vida eclesial;
«gracias a la Eucaristía, la Iglesia renace siempre de nuevo». Cuanto más viva es la fe eucarística
en el Pueblo de Dios, tanto más profunda es su participación en la vida eclesial a través de la
adhesión consciente a la misión que Cristo ha confiado a sus discípulos. La historia misma de la
Iglesia es testigo de ello. Toda gran reforma está vinculada de algún modo al redescubrimiento
de la fe en la presencia eucarística del Señor en medio de su pueblo. (Sacramentum Caritatis 6)

60
Hoy debemos pedirle a Dios que aumente nuestra Fe, para ver y amar con mayor claridad la
presencia de Jesús en la Eucaristía, pues Él está allí esperando que tú te acerques para entrar en
tu corazón y quedarse contigo toda la vida.
En este camino de preparación a la Primera Comunión, vienes a escuchar la catequesis que te
ayuda a aumentar la Fe a través de la Palabra, de la comunidad, de la oración, para que el día
de tu sacramento comulgues con mucha Fe y amor y puedas experimentar a Jesús vivo en tu
corazón.

61
19 HIJOS DE DIOS: NACER DE NUEVO

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que por medio del sacramento del
bautismo nacimos para una vida nueva.

P Analisis de la experiencia
Todos celebramos el cumpleaños como fiesta de nuestro nacimiento y lo disfrutamos según el
sentir de cada persona; en la experiencia de la vida cristiana todos hemos tenido un nacimiento
que es el día que recibimos el sacramento del Bautismo. Investigar la fecha de nuestro
bautismo es una tarea que todos debemos hacer para celebrar nuestro nuevo nacimiento. El
día del Bautismo nos fue dado un nombre que nos identifica, nuestros Padres y Padrinos nos
transmitieron la fe, ellos nos prestaron los labios para profesar la fe y el corazón para aceptarla.
En el Bautismo recibimos la unción en el pecho con el óleo santo, para librarnos del mal y
unirnos a Cristo; en el Bautismo se derramó el agua sobre nuestra cabeza para consagrarnos al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. En el bautismo fuimos consagrados con el crisma en la cabeza
para que podamos cultivar nuevas relaciones con Dios, con los demás y con nosotros mismo; en
el bautismo vestimos de blanco para manifestar que hemos sido renovados y recibimos la luz
que indica la fe que nos debe acompañar durante toda la vida y que puede llevarnos al cielo.
Hoy te invito a renovar el Bautismo mediante la celebración de la primera comunión, pues ya
puedes con tus labios profesar la fe y en tu corazón aceptar a Jesucristo en tu vida.
Has nacido de nuevo en el Bautismo. El Bautismo es el primer sacramento de la Nueva
Alianza. Jesús lo propone como vía de acceso para alcanzar la vida eterna. Así lo anuncia en su
conversación con Nicodemo: “Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu, no puede
entrar en el Reino de Dios”. En el Bautismo has nacido de nuevo, has celebrado el nacimiento a
la fe, has entrado a formar parte de la Iglesia, el Espíritu te ha habitado. En el Bautismo has sido
liberado del pecado original y se te ha dado la gracia para vivir como hijo de Dios. El Bautismo
ha sido la puerta que has cruzado para entrar a la vida cristiana. El bautismo es obra de Dios en,
es presencia divina en tu vida, es salvación gratuita para.
Bautizados en la fe de padres y padrinos. De pequeños, decía San Agustín, nuestros padres
y padrinos nos prestaron los pies para encaminarnos a la Iglesia, el corazón para creer y los
labios para confesar la fe. Pero ahora tú debes hacer propia la decisión y opción, dirigiéndote
por tus propios pies hacia la Iglesia, creer con tu propio corazón, y confesar la fe y testificar con

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tus propios labios. Decisión y opción lúcida y libre que te abra a la experiencia de ese nuevo
nacimiento donde empieza también la experiencia de Vida Nueva.
Renovar el Sacramento del Bautismo. Como cristiano ya bautizado has recibido, por la acción
eficaz del sacramento, en germen de la vida nueva, y lo has tenido en lo profundo del espíritu un
nuevo nacimiento. Pero hoy, con decisión libre y consciente, eres invitado a renovar la experiencia
de vida nueva que está en por el bautismo. Todo esto es obra del Espíritu Santo que, en su obra
de vivificación te hace reconocer pecador, te hace reconocer a Jesús como tu único Salvador y te
comunica la salvación y la vida nueva.
Renovar el Bautismo es reconocerte pecador y reconocer tu pecado. El proceso de conversión
es obra del Espíritu Santo; sólo el Espíritu Santo te hace reconocer tu pecado, arrepentirte,
reconocerte pecador y necesitado de salvación. Sin el Espíritu Santo no descubres ni reconoces
tu pecado, o sólo logra remordimientos y complejo de culpabilidad, o a lo más, la constatación
de trasgresión de un código moral. Necesitas invocar e invitar al Espíritu Santo para que con
Su luz puedas descubrir y reconocer tus pecados como rompimiento de tu amistad con Dios,
como un no a su presencia y a su acción en tu vida. El Espíritu Santo te capacita no sólo para el
reconocimiento objetivo del pecado, sino para reconocerte subjetivamente pecadores, necesitado
de salvación, produciendo en el deseo y la voluntad eficaz para levantarte y encaminarte hacia
la casa del Padre.
Renovar el bautismo es descubrir y reconocer a Cristo como Salvador. Sintiéndote necesitado
de salvación, es el Espíritu Santo quien te hace tomar conciencia de que sólo Dios salva, alejándote
de las falsas promesas o sustitutos humanos de la salvación. Así te hace descubrir en Jesús, al
único y suficiente Salvador, reconociendo que ya te ha salvado y que Su salvación es una obra
consumada y realizada por Él.
Renovar el bautismo es aceptar la salvación en Jesucristo. Cuando reconoces que eres
pecador y confiesa tus pecados y te acercas a Jesús para recibir su salvación, es el Espíritu Santo
quien lo realiza, y entonces el fruto es la justificación, la salvación y la vida nueva.

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20 NUESTRO BAUTISMO:
¿QUÉ ES? ¿QUÉ SE RECIBE?

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan qué es el sacramento del bautismo y


saber qué se recibe en él.

P Analisis de la experiencia
El Bautismo es un sacramento en el que celebramos ser hijos de Dios. El Bautismo nos comunica
el don del Espíritu Santo para vivir la salvación que Jesús nos ha ganado con la muerte en la
cruz y con su resurrección. El Bautismo nos integra en la Iglesia como pueblo de Dios del cual
tenemos experiencia en la Parroquia. El Bautismo es la puerta de la vida cristiana que nos
conduce hasta la vida eterna. El Bautismo no se puede recibir sino una sola vez y se celebra en
el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El bautismo de los niños se celebra en la fe de
los Padres que piden el sacramento y de los Padrinos que son testigos de la fe. El Bautismo se
debe renovar con una opción personal por Jesucristo y es lo que debemos buscar en este caminar
de la primera comunión.
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu
(“vitae spiritualis ianua”) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo
somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo
y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (“El bautismo es el sacramento
del nuevo nacimiento por el agua y la palabra”: Catecismo Romano 2,2,5). Este sacramento
recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra:
bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”; la “inmersión” en
el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la
resurrección con Él (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como “nueva criatura” (2 Co 5,17; Ga 6,15). (Catecismo
de la Iglesia Católica 1213 - 1214)
Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida
pública después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,13) y, después
de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a
guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19-20; cf Mc 16,15-16). Nuestro Señor se sometió
voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para “cumplir toda justicia”
(Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su “anonadamiento” (Flp 2,7). El Espíritu
que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como

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preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su “Hijo amado” (Mt 3,16-17).
(Catecismo de la Iglesia Católica 1223 – 1224)
Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto,
san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: “Convertíos [...] y que cada uno
de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados;
y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2,38). Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el
bautismo a quien crea en Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2,41; 8,12-
13; 10,48; 16,15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: “Ten fe en el Señor Jesús y te
salvarás tú y tu casa”, declara san. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: “el carcelero
inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos” (Hch 16,31-33). (Catecismo de la Iglesia
Católica 1226)
¿Quiénes se pueden bautizar? “Es capaz de recibir el Bautismo todo ser humano, aún no bautizado,
y solo él” (CIC, can. 864: CCEO, can. 679). (Catecismo de la Iglesia Católica 1246)
¿Quiénes pueden bautizar? Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y,
en la Iglesia latina, también el diácono. En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no
bautizada, puede bautizar si tiene la intención requerida y utiliza la fórmula bautismal trinitaria.
La intención requerida consiste en querer hacer lo que hace la Iglesia al bautizar. La Iglesia ve la
razón de esta posibilidad en la voluntad salvífica universal de Dios (cf 1 Tm 2,4) y en la necesidad
del Bautismo para la salvación (cf Mc 16,16). (Catecismo de la Iglesia Católica 1252)
Se sugiere que el catequista consulte la segunda parte del Catecismo de la Iglesia Católica,
artículo 1 donde la Iglesia nos comunica todo lo referente al Sacramento del Bautismo, a fin de
ampliar su conocimiento y ofrecer una catequesis más adecuada en cuanto su contenido.

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TERCER ENCUENTRO DE FAMILIAS

OBJETIVO:
Acompañar y fortalecer el cultivo de la fe en los padres de familia

AMBIENTACIÓN:
El lugar del encuentro se ubicarán el atril o mesa con la Palabra, el cirio y la
imagen de la Virgen María, sillas suficientes para las familias participantes.
Para este encuentro el Catequista hará una cartelera creativa y bonita que
contenga el título “FAMILIAS BENDECIDAS POR DIOS” y una imagen que lo
represente, esta será pegada de manera visible para todos.

V BENDICIÓN: ( Puede ser rezado o cantado)


En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V ORACIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantada, se sugiere que las familias
se tomen de las manos)

Que ninguna familia comience Que marido y mujer tengan fuerza


en cualquier de repente, de amar sin medida
Que ninguna familia se acabe y que nadie se vaya a dormir
por falta de amor. sin buscar el perdón.
La pareja sea el uno en el otro Que en la cuna los niños aprendan
de cuerpo y de mente el don de la vida,
y que nada en el mundo separe la familia celebre el milagro
un hogar soñador. del beso y del pan.
Que ninguna familia se albergue Que marido y mujer de rodillas
debajo del puente contemplen sus hijos,
y que nadie interfiera en la vida que por ellos encuentren la fuerza
y en la paz de los dos. de continuar.
Y que nadie los haga vivir Y que en su firmamento la estrella
sin ningún horizonte que tenga más brillo
y que puedan vivir sin temer pueda ser la esperanza de paz
lo que venga después. y certeza de amar.

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La familia comience sabiendo La familia comience sabiendo
por qué y dónde va por qué y donde va
y que el hombre retrate la gracia y que el hombre retrate la gracia
de ser un papá. de ser un papá.
La mujer sea cielo y ternura y La mujer sea cielo y ternura
afecto y calor y afecto y calor
y los hijos conozcan la fuerza y los hijos conozcan la fuerza
que tiene el amor. que tiene el amor.

Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también.
Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también

V BENDICIÓN: ( Puede ser rezado o cantado)


En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V ORACIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantada, se sugiere que las familias
se tomen de las manos)

V INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO: (Se hace de forma responsorial)


C/ Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles
N/ y enciende en ellos el fuego de tu amor.
C/ Envía, Señor, tu Espíritu.
N/ Y renovarás la faz de la Tierra.
Juntos:
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo;
concédenos ser dóciles a ese mismo Espíritu, para gustar siempre el bien y gozar de su
consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Mi experiencia…

P Motivación inicial
 Quien dirige este momento o monitor, entregará a cada padre de familia un trozo de pan,
se les dirá que no deben comerlo hasta que se les indique, cuando todos hayan recibo el
trozo de pan, se les pedirá compartirlo con las personas que deseen, al entregarlo dirán:
“Dios te bendiga a ti a toda tu familia” quien recibe deberá responder “Amén” y consumir
el trozo de pan. Se dará el tiempo necesario para que puedan compartir entre todos y que

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ya no haya más pan para compartir. Una vez terminada la actividad se les pedirá volver a sus
lugares y responder juntos las siguientes preguntas:
P ¿Qué recibiste al iniciar este momento?
P ¿Qué debías hacer con el trozo de pan que recibiste?
P ¿Qué palabras debías decir al compartir el trozo de pan?
P ¿A qué sabía ese trozo de pan que compartieron contigo?

P Descripción de la experiencia
 Se invita de nuevo a las familias para que formen grupos de 7 personas, se sugiere que cada grupo
esté acompañado por un catequista, para compartir las siguientes preguntas; se puede indicar que
en este momento se busca mirar la experiencia de vida cotidiana:
P ¿Con qué podemos comparar la actividad que acabamos de realizar?
P ¿Te gusta compartir lo que tienes con los demás?
P ¿Cuándo has ayudado a alguien que palabra le dices?
P ¿Crees que las cosas cuando son compartidas saben y se ven diferentes?
P ¿A quiénes te gusta ayudar?
P ¿Por qué crees que debes ayudar a tus hijos ahora que se preparan para la primera comunión?

P Análisis de la experiencia
Dios nos ha creado para vivir en comunidad y la primera comunidad que nos regala es la familia, en
ella recibimos todo lo necesario para crecer tanto física como psicológicamente, para que nuestra
inteligencia crezca Dios nos regala la comunidad educativa para que a través de los maestros y
compañeros se desarrollen todas nuestras habilidades y destrezas, de igual forma para que el alma
crezca se requiere aceptar un tercer regalo de Dios, se llama la comunidad parroquial o comunidad
cristiana, en ella por medio de la Palabra, los sacramentos y la catequesis, Dios va alimentando y
ejercitando los dones que el Espíritu Santo nos ha regalado desde el bautismo, para que los hombres
se acerquen a su amor y puedan convivir en paz y justicia entre ellos.
Vivir en una comunidad cristiana permitirá que la familia se fortalezca y se convierta en germen
de bendición para la sociedad, siendo testigos del amor y la misericordia de Dios en medio de
un mundo saturado de antivalores que atentan contra la unidad familiar.
Querido padre de familia su presencia en este encuentro le permita abrirse a la alegría de
convertir su hogar en fuente de bendición para quienes le rodean, que quien se acerque a su
casa encuentre la presencia de Dios reflejada en sus rostros y en sus obras, que nunca falte el
pan sobre su mesa que le permita compartir con el más necesitado y que sus hijos aprendan la
gracia de ser bondadosos con los demás, recuerde, que somos ejemplos para los más pequeños,
aprendamos de Jesús a ser luz y sal para este mundo.

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Terminada esta reflexión cada catequista se reunirá con los padres de familia de sus catequizandos
para compartir las inquietudes que hayan surgido en la realización de las tareas de la catequesis
en casa, de igual forma se les informará a las familias del desempeño de los niños en la
catequesis, sus comportamientos y todas las sugerencias que el catequista crea pertinente
realizar para garantizar un proceso adecuado en los catequizandos y sus familias.

Leo y vivo tu palabra con mi familia

P Discernimiento cristiano
Escucho la Palabra de Dios
 Se proclamará el siguiente texto bíblico tomado del evangelio según
San Mateo 5,13-16:

«Ustedes son la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?
Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
«Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima
de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín,
sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille
así su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a
nuestro Padre que está en los cielos.

Reflexiono la Palabra de Dios


P ¿Qué imágenes nos presenta el texto que acabamos de escuchar?
P ¿Para qué sirve la sal?
P ¿Para qué sirve la luz?
P ¿Por qué quiere Dios que seamos la sal y la luz del mundo?
P ¿Por qué quiere Dios que nuestra familia haga buenas obras?

Vivo la Palabra de Dios


Reconociendo que la familia es la primera comunidad a la que pertenecemos como hijos de
Dios, continuemos fortaleciendo los lazos de amor que nos unen, con la oración diaria como
familia y con las obras de caridad.

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V CIERRE DE LA CATEQUESIS:
Por medio de preguntas los padres de familia expresaran sus comprensiones
del encuentro, así:
– ¿Qué pasó hoy en el encuentro? Hacer memoria
– ¿Para qué pasó? Esperar la respuesta espontanea
– ¿Y ahora qué vas a hacer? Un compromiso

V ORACIÓN FINAL:
Se termina orando cogidos de la mano:
– Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
– D
 ulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes.
Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Ya que nos quieres tanto como verdadera Madre,
Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
– El abrazo de la paz.

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21 EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO,
PUERTA PARA ENTRAR A LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan que el sacramento del Bautismo es


necesario para poder recibir la Primera Comunión.

P Analisis de la experiencia
La identidad del cristiano tiene sus raíces en el sacramento del Bautismo. La cédula del bautizado
tiene dos caras, discípulo y misionero. El bautizado es un discípulo de Jesús, pues el Padre
que nos ama nos ha dado a Jesús para que creamos en él y nos conduzca hasta el cielo. El
bautizado es un discípulo que escucha la Palabra, participa en la Santa Misa, ora cada día y
busca ser creyente donde se encuentre. El bautizado es a la vez un misionero que trata bien a
las personas, un misionero que comparte lo que tiene, un misionero que bendice, perdona y
ama a todas las personas, un misionero que habla de Jesús e invita a seguirlo. El Bautismo nos
hace discípulos misioneros que se alimentan de la Eucaristía. Sin el Bautismo no podemos recibir
la primera comunión, pues no seríamos cristianos; sin el bautismo no tenemos la identidad que
nos permite creer, celebrar y vivir la Eucaristía.
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu
(“vitae spiritualis ianua”) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos.
Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación
que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende
siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que
lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la
comunión eucarística. (Catecismo de la Iglesia Católica 1213. 1229)
Puesto que la Eucaristía es verdaderamente fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia,
el camino de iniciación cristiana tiene como punto de referencia la posibilidad de acceder a este
sacramento. A este respecto, como han dicho los Padres sinodales, hemos de preguntarnos si
en nuestras comunidades cristianas se percibe de manera suficiente el estrecho vínculo que hay
entre el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. En efecto, nunca debemos olvidar que somos
bautizados y confirmados en orden a la Eucaristía. Esto requiere el esfuerzo de favorecer en la
acción pastoral una comprensión más unitaria del proceso de iniciación cristiana. El sacramento
del Bautismo, mediante el cual nos configuramos con Cristo, nos incorporamos a la Iglesia y nos

71
convertimos en hijos de Dios, es la puerta para todos los sacramentos. Con él se nos integra en
el único Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12,13), pueblo sacerdotal. Sin embargo, la participación en el
Sacrificio eucarístico perfecciona en nosotros lo que nos ha sido dado en el Bautismo. Los dones
del Espíritu se dan también para la edificación del Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12) y para un mayor
testimonio evangélico en el mundo. Así pues, la santísima Eucaristía lleva la iniciación cristiana a
su plenitud y es como el centro y el fin de toda la vida sacramental. (Sacramentum Caritatis 17).

72
22 LOS SACRAMENTOS PRESENCIA
DE DIOS EN LA HISTORIA PERSONAL

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan que, en los Sacramentos, Dios se hace


presente con su misericordia en nuestra historia para darnos su vida y
llevarnos a la santidad.

P Analisis de la experiencia
Los sacramentos de la Nueva Ley fueron instituidos por Cristo y son siete, a saber, Bautismo,
Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio.
Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes
de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los
cristianos. Hay aquí una cierta semejanza entre las etapas de la vida natural y las etapas de la
vida espiritual.

Los sacramentos se dividen en:


Sacramentos de iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, a través
de los cuales se ponen los fundamentos de toda vida cristiana; los fieles renacidos en el
Bautismo, se fortalecen en la Confirmación y se alimentan constantemente en la Eucaristía, con
el alimento del cielo. La Eucaristía es fuente y culmen de nuestra fe, en ella se encuentran todos
los Sacramentos.
– El Bautismo: Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito
central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”, “introducir
dentro del agua”; la “inmersión” en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la
muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como “nueva
criatura” (2 Co 5,17; Ga 6,15). Este sacramento es llamado también “baño de regeneración
y de renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del
agua y del Espíritu sin el cual “nadie puede entrar en el Reino de Dios” ( Jn 3,5). “Este baño
es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es
iluminado” (San Justino, Apología 1,61). Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, “la luz
verdadera que ilumina a todo hombre” ( Jn 1,9), el bautizado, “tras haber sido iluminado”
(Hb 10,32), se convierte en “hijo de la luz” (1 Ts 5,5), y en “luz” él mismo (Ef 5,8). (Catecismo
de la Iglesia Católica 1214-1216)
– La Confirmación: La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da
el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos
más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía

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más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada
de las obras. La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo
espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la
vida. (Catecismo de la Iglesia Católica 1316-1317)
– La Eucaristía: La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a
la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo
por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio
mismo del Señor. “Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó
el Sacrificio Eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta,
el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y
resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en
el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”
(SC 47). (Catecismo de la Iglesia Católica 1322 -1323)
Los sacramentos de curación, que son la penitencia y la unción de los enfermos, buscan
restaurar y sanar, por la gracia del Espíritu Santo, la vida de los bautizados que a causa del pecado
han gustado la enfermedad del cuerpo y del alma, dispensando el perdón y la reconciliación de
Jesucristo el salvador.
– Penitencia: En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus Apóstoles y les dijo: “Recibid
el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidos” ( Jn 20, 22-23). El perdón de los pecados cometidos después
del Bautismo es concedido por un sacramento propio llamado sacramento de la conversión,
de la confesión, de la penitencia o de la reconciliación. Quien peca lesiona el honor de Dios
y su amor, su propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la
Iglesia, de la que cada cristiano debe ser una piedra viva. A los ojos de la fe, ningún mal es
más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para
la Iglesia y para el mundo entero. Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido
por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso
de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los
demás. (Catecismo de la Iglesia Católica 1485 -1489)
– L a Unción de los Enfermos: El sacramento de la Unción de los enfermos tiene por fin conferir
una gracia especial al cristiano que experimenta las dificultades inherentes al estado de
enfermedad grave o de vejez. El tiempo oportuno para recibir la Santa Unción llega ciertamente
cuando el fiel comienza a encontrarse en peligro de muerte por causa de enfermedad o de
vejez. Cada vez que un cristiano cae gravemente enfermo puede recibir la Santa Unción, y
también cuando, después de haberla recibido, la enfermedad se agrava. Sólo los sacerdotes
(presbíteros y obispos) pueden administrar el sacramento de la Unción de los enfermos; para
conferirlo emplean óleo bendecido por el obispo, o, en caso necesario, por el mismo presbítero
que celebra. (Catecismo de la Iglesia Católica 1527 -1530)
Los sacramentos de servicio a la comunidad son el Orden Sacerdotal y el Matrimonio, que son
consagraciones particulares que pueden recibir los fieles que ya han recibido los sacramentos
de iniciación cristiana, los sacramentos de servicio permiten que las personas contribuyan en la
edificación del Pueblo de Dios, por medio del servicio que prestan a la comunidad, permitiendo
que, los demás y ellos mismos, experimenten la salvación.
– E l Orden Sacerdotal: Desde los orígenes, el ministerio ordenado fue conferido y ejercido
en tres grados: el de los obispos, el de los presbíteros y el de los diáconos. Los ministerios
conferidos por la ordenación son insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: sin

74
el obispo, los presbíteros y los diáconos no se puede hablar de Iglesia (cf. San Ignacio de
Antioquía, Epistula ad Trallianos 3,1). El sacramento del Orden es conferido por la imposición de
las manos seguida de una oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando
las gracias del Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter
sacramental indeleble. La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones (viri)
bautizados, cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas.
A la autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a
recibir la ordenación. (Catecismo de la Iglesia Católica 1593, 1597 -1598)
– El Matrimonio: La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una
íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador.
Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges, así como a la generación y educación
de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad
de sacramento (cf. GS 48,1; CIC can. 1055, §1). El sacramento del Matrimonio significa la unión
de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo
amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos,
reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Concilio de
Trento: DS 1799). El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir,
en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y
fecundo. (Catecismo de la Iglesia Católica 1660 -1662)
Por medio de los Sacramentos, Dios se hace presente en todas las etapas de nuestra vida,
comunicándonos su amor y fortaleza, nos acompaña y anima para que perseveremos en el bien
y nos da la gracia de su Espíritu para ser santos como Él es santo. (Cf. C.I.C. 1210 - 1535).

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CELEBRACIÓN DE LA RENOVACIÓN
DE LAS PROMESAS BAUTISMALES

NOTA:
Se sugiere que la celebración de renovación de las promesas bautismales, se viva dentro
de la Eucaristía Dominical en la que participan los catequizandos, a fin de que este signo
de fe, motive y promueva la evangelización en las familias y en la asamblea parroquial que
participe. Es importante que las familias acompañen y participen de esta celebración.
Cabe aclarar que el misterio de catequesis en comunión con el Párroco, pueden elegir
otro espacio para la celebración. Lo importante es que los catequizandos experimenten el
encuentro presencial con Jesucristo a través de la renovación de las promesas bautismales

DESARROLLO SUGERIDO PARA LA CELEBRACIÓN DE ENTREGA

AMBIENTACIÓN:

Preparar en un lugar destacado la base para ubicar el Cirio Pascual. También disponer
del hisopo y la caldereta para la aspersión del agua en memoria de nuestro Bautismo.
Así mismo, cada catequizando debe traer una vela para la celebración de la renovación
de las promesas bautismales.

MONCIÓN INICIAL PARA LA EUCARISTÍA

Catequista: Hermanos, nos reunimos en el Espíritu del Señor Resucitado, para encontrarnos
con Él por medio de la Palabra de Dios que habla a nuestra vida y a nuestro corazón, y de la
Eucaristía donde Jesucristo se hace alimento de amor y salvación. Dispongámonos para este
encuentro de fe y celebremos con alegría el encuentro con la Palabra de Dios y la Eucaristía.

PROCESIÓN DE ENTRADA PARA LA EUCARISTÍA

El orden sugerido es el siguiente, pero el Sacerdote Párroco puede ajustar este orden según
su criterio:
P Dos catequizandos llevan los cirios a lado y lado.

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P Un Catequista lleva en alto la Biblia abierta.
P El Sacerdote que preside

RITOS DE CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

La Celebración Eucarística Dominical se desarrolla de acuerdo al tiempo litúrgico y


según las disposiciones Eclesiales.

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES

La renovación se realiza después de la homilía.

MONCIÓN PARA LA ENTREGA DE LA SAGRADA BIBLIA

Catequista: Queridas familias, cuando presentaron a sus hijos el día de su Bautismo, la


Iglesia los invitó a bendecirlos con la señal de la cruz en sus frentes, como signo de la
bendición, que, a través de ustedes, Dios hacia descender sobre sus hijos. Ustedes se
comprometieron en el día del Bautismo a acompañarlos en el camino de la fe, y en su
nombre hicieron la profesión de fe. La presencia de ustedes hoy aquí, en la Iglesia, con sus
hijos es el signo de que han mantenido esa promesa.

Renuncias a Satanás
El Sacerdote de forma espontánea, introduce este momento, y proclama la siguiente fórmula
u otra según su criterio.
Sacerdote: ¿Renuncias al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Todos: Si, renuncio.
Sacerdote: ¿Renuncias a todas las seducciones del mal, para que no domine en ti el pecado?
Todos: Si, renuncio.
Sacerdote: ¿Renuncias a Satanás, padre y príncipe del pecado?
Todos Si, renuncio.

Confesión de la fe
Catequista: Ahora vamos a renovar nuestra fe, que es la fe de la Iglesia. Es la fe que nos han
transmitido nuestros padres y toda la comunidad cristiana. Lo vamos a hacer manteniendo
entre nuestras manos la luz del cirio Pascual.
– E n este momento los catequistas encienden una vela del cirio Pascual y la distribuyen
a los catequizandos.
Sacerdote: Invita a la comunidad para profesar juntos la fe a través del CREDO, o si a su
criterio desea utilizar una de las fórmulas sugeridas por la liturgia para este momento.

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Una vez se profese la fe, el Sacerdote invita a los catequizandos a levantar sus velas
encendidas con la mano derecha y a la comunidad para que también levanten la mano
derecha y decir juntos:
Ésta es nuestra fe
ésta es la fe de la Iglesia,
que nos gloriamos de profesar
En Jesucristo nuestro Señor.
– E l Sacerdote concluye el rito con la aspersión del agua, mientras se entona un canto
apropiado.

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23 JESÚS ES EL SEÑOR Y TE LLAMA
PARA QUE LO ACEPTES Y ESTÉS CON ÉL

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que Dios nos da a su Hijo Jesús para que
sea el Señor de nuestra vida y quiere que estemos con Él.

P Analisis de la experiencia
Ciertamente, en nuestros corazones habitan muchas personas que amamos, así como muchas
actitudes que debemos mejorar, sin embargo, siempre habrá un lugar que solo Dios puede
ocupar, un lugar que nada ni nadie puede alcanzar. A veces nuestro corazón se nubla por el
pecado y somos incapaces de experimentar a Dios en nosotros, por lo que hoy el Señor te llama
para que limpies tu corazón y le permitas entrar en tu vida y ser el Rey y Señor.
Hemos escuchado que Jesús es rey del universo o hemos cantado a Cristo Rey. Imaginemos que
nuestro corazón es un trono y que nosotros decidimos quien se sienta en él; podemos sentarnos
nosotros mismos en ese trono y vivir de nuestros caprichos, buscando que nos sirvan y afanados
por amontonar y mandar. En el trono de nuestro corazón también podemos dejar sentar la
violencia, el odio y la mentira y hacer sufrir a muchas personas. Hoy te invito que adornes el
trono de tu corazón y que invites a Jesucristo a sentarse en él. Si Jesús se sienta en el trono de tu
corazón, entonces será lleno de amor, alegría y paz; si Jesús se sienta en el trono de tu corazón
sentirás ganas de servir a los demás, de hacer el bien y de soñar con un mundo más humano.
Recuerda que la primera comunión es dejar que Jesús se siente en el trono de tu corazón; ir a la
Santa Misa cada domingo es renovar la invitación a Jesús cada semana a sentarse en el trono
de tu corazón.
Ser amigos de Jesús, es aceptar su llamado, es lo que buscamos en este caminar a la primera
comunión. La amistad con Jesús la cultivamos cada vez que lo miramos en el evangelio; la
amistad con Jesús se fortalece cuando dialogamos con él en la oración; crece nuestra amistad
con Jesús cuando lo reconocemos en las personas, de manera especial en los más pobres. La
amistad con Jesús le da sabor a nuestra vida. Hoy te invito a que aceptes a Jesús para que camine
contigo todo el día, que aceptes a Jesús en todas las partes de tu casa, que mires a Jesús cuando
estés alegre para compartir con él, que te dejes ayudar de Jesús cuando estés mal para que él
te levante y que creas que él te acompaña a estudiar, jugar, comer y soñar. Finalmente, cuando
tengas que decidir, pregúntale “¿Hola Jesús tu qué harías en mi lugar?”, te aseguro que siempre
te responderá y veras que dirige tu vida.

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Jesús es el Señor. “Sepa con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor a
Jesús a quien habéis crucificado” (Hch 2,36). “Que toda lengua confiese que Jesús es Señor para
gloria de Dios Padre… Y al nombre de Jesús se doble toda rodilla. Porque Dios lo exaltó y le
otorgó el Nombre que está sobre todo Nombre” (Flp 2, 9). “Exulta sin medida, hija de Sión, lanza
gritos de júbilo, hija de Jerusalén. He aquí que viene tu Rey a ti, victorioso, humilde y montado
sobre un asno” (Zac 9, 9). “Tomaron ramos de palmas y salieron a su encuentro aclamando:
¡Hosanna! Bendito el que viene en nombre de Yahvé, el Rey de Israel” ( Jn 12, 13). Después de
su resurrección y de su exaltación a la derecha del Padre, Jesús recibe el Nombre que está sobre
todo Nombre; de Kyrios, El Señor, nombre dado únicamente a Yahvé. Es su título propio en el
Nuevo Testamento.
¿Quién es el Señor o rey de tu vida? “Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor, serás salvo”
(Rom 10, 9). “Pero nadie puede decir: “Jesús es Señor!, sino por influjo del Espíritu Santo” (1 Cor.
12, 3). Rey y Señor significa jefe, centro, cabeza, punto de referencia y convergencia, principio
y fin, alfa y omega. “El designio amoroso de Padre es poner todo bajo una sola cabeza. Cristo”
(Ef 1, 10). ¿Es Jesús tu Señor? Has encontrado a Jesús, has experimentado el nuevo nacimiento
y enes una vida nueva. Jesús es tu Salvador, pero es necesario que sea también tu Señor. El
que gobierna todas las áreas de tu vida. ¿Ya está Jesús dentro de tu vida? ya lo has aceptado
como salvador y lo conoces?, pero debes hacerlo el centro de tu existencia, el que gobierna tú
vida y reina en tu voluntad. ¿Está Jesús dentro o fuera de tu vida? Si ya está dentro, ¿quién es el
centro de tu vida? ¿Qué lugar ocupa Jesús en tu corazón? Analiza cuál es el centro de interés de
tu vida, el motivo fundamental de todas tus aspiraciones, empresas y acciones. A veces puedes
engañarte pensando muy simplistamente que Jesús está en el centro de tu vida, porque rezas
o eres muy religioso. Acepta a Jesús como tu Señor en las alegrías y tristezas, acepta que Él sea
Señor de tu tiempo, trabajo, afectos y bienes.
¿Cómo hacer de Jesús el Señor de tu vida? Reconoce a Jesús como Señor, después de haberlo
aceptado por la fe y una sincera conversión. Reconoce que es Dios, que es el centro y el jefe, el
camino, la verdad y la vida; la clave de la historia y de la realización del hombre, el único Salvador
de la sociedad y del mundo. Acéptalo como Señor para, en tu corazón y en tu vida. Invítalo
expresamente a que sea el Señor y el centro de tu vida. Confiesa con tus labios el señorío de
Jesús, manifiesta a otros a quién le perteneces, que tus ideas y palabras expresen a quién sirves
y de quién eres. Conságrate a Jesús como tu único Señor y rinde a Él cada área de tu persona y
de tu existencia a su señorío. Entrégale las llaves de cada área de tu persona y de tu vida. Nada
debe quedarte sin entregar. Acoger el reinado de Jesús en tu historia, en lo cotidiano de cada día,
para actuar de manera evangélica, para trabajar desde Jesús, para disfrutar la vida desde Jesús,
para vivir todo desde Cristo. Camina en Cristo por la conversión permanente, la fe que brota de
la escucha de la palabra y la docilidad al Espíritu Santo.

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24 ¿CÓMO HACERLO TU SEÑOR?:
PARTICIPANDO EN LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que la Primera Comunión nos permite


hacer a Jesús el Señor de nuestra vida.

P Analisis de la experiencia
La memoria de que Jesús es el Señor del trono de nuestro corazón la debemos siempre cuidar.
Recordar que Jesús reina para comunicarnos el amor del Padre, Jesús reina para salvarnos con su
sangre en la cruz, Jesús reina para resucitarnos a la vida nueva, Jesús reina para enseñarnos a
amar, bendecir y perdonar. Celebrar la primera comunión es para hacer a Jesús Señor de tu vida.
En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el
Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por
consiguiente, Cristo entero” (Concilio de Trento: DS 1651). «Esta presencia se denomina “real”, no
a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen “reales”, sino por excelencia, porque
es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente» (Catecismo de la
Iglesia Católica 1374)
Dado que la presencia de Jesucristo en la Eucaristía es real, en tu primera comunión permitirás
que por primera vez Jesucristo entre en tu cuerpo y en tu alma de forma verdadera y palpable,
serás efectivamente el templo de Dios y tu corazón será su trono. Sin embargo, para que este
milagro ocurra, debes preparar adecuadamente toda tu vida, prepararte con amor y diligencia,
limpiar tu vida de todo pecado a treves de la confesión, orar para que tu fe sea robustecida y
puedas creer en la Eucaristía, y centrar tu atención solo en Jesús que entra en tu historia, familia
y amigos, como Señor para hacerte feliz, para quedarse contigo todos los días hasta el fin del
mundo.
Así mismo, los Apóstoles, aceptando la invitación de Jesús en el Cenáculo: «Tomad, comed...
Bebed de ella todos...» (Mt 26, 26.27), entraron por vez primera en comunión sacramental con Él.
Desde aquel momento, y hasta al final de los siglos, la Iglesia se edifica a través de la comunión
sacramental con el Hijo de Dios inmolado por nosotros: «Haced esto en recuerdo mío... Cuantas
veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío» (1 Co 11, 24-25; cf. Lc 22, 19). (Ecclesia de Eucharistia
21)
De esta forma, la incorporación a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se
consolida continuamente con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre todo cuando ésta

81
es plena mediante la comunión sacramental. Podemos decir que no solamente cada uno de
nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros. Él estrecha
su amistad con nosotros: «Vosotros sois mis amigos» ( Jn 15, 14). Más aún, nosotros vivimos
gracias a Él: «el que me coma vivirá por mí» ( Jn 6, 57). En la comunión eucarística se realiza de
manera sublime que Cristo y el discípulo «estén» el uno en el otro: «Permaneced en mí, como
yo en vosotros» ( Jn 15, 4). (Ecclesia de Eucharistia 22)
Como amigos de Jesús, el llamado es a permanecer unidos a Él, por esto debemos tener cuidado
para que nada nos separe de su presencia y evitar las distracciones. Ten en cuenta que el centro
de la primera comunión no es el vestido y las fotos, el centro de la primera comunión no son
los invitados y la comida. El centro de la primera comunión no es usted con los regalos y las
felicitaciones. Jesús es el señor de tu primera comunión y tenemos que celebrarlo. Hoy te invito
a preparar bien la confesión para recibir a Jesús en tu corazón, a orar cada día para darle la
bienvenida a Jesús a tu vida, a continuar asistiendo cada domingo a la Santa Misa para renovar
el reinado de Jesús en tu vida y leyendo los evangelios para conocer, amar, seguir y anunciar a
Jesucristo.

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25 CELEBRAR NUESTRA AMISTAD:
LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan que la Eucaristía es la fiesta en la que


Dios celebra su amistad, amor y caridad con sus hijos

P Analisis de la experiencia
Jesús el jueves santo en la última cena con los discípulos instituyó el sacramento de la Eucaristía
para estar siempre con nosotros y alimentarnos con su cuerpo y su sangre. La Eucaristía significa
acción de gracias, es nuestra fiesta para celebrar la fe. La Eucaristía es una fiesta en la que Dios
nos bendice y perdona, es una fiesta para escuchar la Palabra, es una fiesta en la que ofrecemos
nuestra vida, es una fiesta en la que nos unimos a los demás creyentes, es una fiesta para orar y
bendecir, es una fiesta para tomar fuerzas para continuar el camino. La Eucaristía es una fiesta y
debemos prepararla leyendo las lecturas de la Santa Misa en la casa; la Eucaristía es una fiesta a
la que debemos llegar 10 minutos antes de que inicie para disponernos a participar; la Eucaristía
es una fiesta en la que todos participamos, el sacerdote preside, pero todos celebramos. La
Eucaristía es una fiesta que se prolonga en la casa, el trabajo y la calle. La Eucaristía es una fiesta
de vida de donde brota toda la fuerza para lo que hacemos y a donde llevamos todo lo que
hemos hecho para celebrarlo.
La Eucaristía es una fiesta donde el Señor alimenta a sus amigos. En el Sacramento del altar,
el Señor viene al encuentro del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,27),
acompañándole en su camino. En efecto, en este Sacramento el Señor se hace comida para el
hombre hambriento de verdad y libertad. Puesto que sólo la verdad nos hace auténticamente
libres (cf. Jn 8,36), Cristo se convierte para nosotros en alimento de la Verdad. San Agustín,
con un penetrante conocimiento de la realidad humana, puso de relieve cómo el hombre se
mueve espontáneamente, y no por coacción, cuando se encuentra ante algo que lo atrae y le
despierta el deseo. Así pues, al preguntarse sobre lo que puede mover al hombre por encima
de todo y en lo más íntimo, el santo obispo exclama: «¿Ama algo el alma con más ardor que
la verdad?». En efecto, todo hombre lleva en sí mismo el deseo indeleble de la verdad última y
definitiva. Por eso, el Señor Jesús, «el camino, la verdad y la vida» ( Jn 14,6), se dirige al corazón
anhelante del hombre, que se siente peregrino y sediento, al corazón que suspira por la fuente

83
de la vida, al corazón que mendiga la Verdad. En efecto, Jesucristo es la Verdad en Persona,
que atrae el mundo hacia sí. «Jesús es la estrella polar de la libertad humana: sin él pierde su
orientación, puesto que, sin el conocimiento de la verdad, la libertad se desnaturaliza, se aísla y
se reduce a arbitrio estéril. Con él, la libertad se reencuentra ».[3] En particular, Jesús nos enseña
en el sacramento de la Eucaristía la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios. Ésta es
la verdad evangélica que interesa a cada hombre y a todo el hombre. Por eso la Iglesia, cuyo
centro vital es la Eucaristía, se compromete constantemente a anunciar a todos, «a tiempo y a
destiempo» (2 Tm 4,2) que Dios es amor. Precisamente porque Cristo se ha hecho por nosotros
alimento de la Verdad, la Iglesia se dirige al hombre, invitándolo a acoger libremente el don de
Dios. (Sacramentum Caritatis 2).
La Eucaristía tiene un día privilegiado al que se denomina Día del Señor. El día del Señor —como
ha sido llamado el domingo desde los tiempos apostólicos— ha tenido siempre, en la historia
de la Iglesia, una consideración privilegiada por su estrecha relación con el núcleo mismo del
misterio cristiano. En efecto, el domingo recuerda, en la sucesión semanal del tiempo, el día de
la resurrección de Cristo. Es la Pascua de la semana, en la que se celebra la victoria de Cristo
sobre el pecado y la muerte, la realización en él de la primera creación y el inicio de la «nueva
creación» (cf. 2 Co 5,17). Es el día de la evocación adoradora y agradecida del primer día del
mundo y a la vez la prefiguración, en la esperanza activa, del «último día», cuando Cristo vendrá
en su gloria (cf. Hch 1,11; 1 Ts 4,13-17) y «hará un mundo nuevo» (cf. Ap 21,5).
Para el domingo, pues, resulta adecuada la exclamación del Salmista: «Éste es el día en que
actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sal 118 [117],24). Esta invitación al gozo,
propio de la liturgia de Pascua, muestra el asombro que experimentaron las mujeres que
habían asistido a la crucifixión de Cristo cuando, yendo al sepulcro «muy temprano, el primer
día después del sábado» (Mc 16,2), lo encontraron vacío. Es una invitación a revivir, de alguna

84
manera, la experiencia de los dos discípulos de Emaús, que sentían «arder su corazón» mientras
el Resucitado se les acercó y caminaba con ellos, explicando las Escrituras y revelándose «al
partir el pan» (cf. Lc 24,32.35). Es el eco del gozo, primero titubeante y después arrebatador, que
los Apóstoles experimentaron la tarde de aquel mismo día, cuando fueron visitados por Jesús
resucitado y recibieron el don de su paz y de su Espíritu (cf. Jn 20,19-23).
Quienes han recibido la gracia de creer en el Señor resucitado pueden descubrir el significado
de este día semanal con la emoción vibrante que hacía decir a san Jerónimo: «El domingo es el
día de la resurrección; es el día de los cristianos; es nuestro día». Ésta es efectivamente para los
cristianos la «fiesta primordial», instituida no sólo para medir la sucesión del tiempo, sino para
poner de relieve su sentido más profundo. (Dies Domini 1-2)
Es el domingo el día privilegiado en el que celebramos nuestra amistad con Dios y lo hacemos
a través de la Eucaristía. Por ello la Iglesia nos pide disponernos adecuadamente para participar
de los sagrados misterios, especialmente nos pide orar y escuchar la Palabra de Dios para que
nuestra fe se nutra y el corazón experimente el anhelo de ir al encuentro de Jesús para entrar en
comunión con Dios y con los hermanos.
Ten en cuenta que celebrar la Eucaristía es un acto comunitario donde todos nos hacemos un
solo cuerpo en Jesucristo, para juntos ser luz y sal del mundo.

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26 LA EUCARISTÍA: CONVOCACIÓN

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan la importancia de cada uno de


los momentos de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi
comportamiento, actitud y participación en ella; en este momento descubrir
que la Eucaristía es un llamado que Dios hace a todos sus hijos esperando
una respuesta.

P Analisis de la experiencia
Llevamos ya un largo trecho en este proceso de catequesis en nuestra fe y al encontrarnos con
el texto del Evangelio de Juan 1, 35 – 39, hemos de caer en cuenta que Jesús, el Cordero de Dios,
ha pasado por nuestro lado y le hemos seguido con el deseo de saber más de Él (¿quién es?
¿cómo es? ¿qué enseña?) y quedarnos en su compañía sin importar la hora, pues lo fundamental
es reconocer que el tiempo de Dios es siempre salvífico. Otros nos han enseñado a Jesús, nos lo
han señalado y ahora se trata de permanecer y perseverar con Él como discípulos (aprendiendo
para vivir) y como apóstoles (viviendo lo aprendido).
A propósito, el Documento de Aparecida 244 nos recuerda: “La naturaleza misma del cristianismo
consiste en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo... Todo comienza con una pregunta:
¿Qué buscan? A esa pregunta siguió la invitación a vivir una experiencia: “Vengan y lo verán”.
Esta narración permanecerá en la historia como síntesis única del método cristiano”.
Queremos renovar el Sacramento de la Eucaristía, fuente y culmen de la vida y de la misión de
la Iglesia. Hemos renovado ya los otros dos Sacramentos de Iniciación cristiana, el Bautismo y
la Confirmación, pero sabiendo, nos enseña el Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica
Sacramentum Caritatis, que “hay un estrecho vínculo entre ellos... somos bautizados y confirmados
en orden a la Eucaristía... que lleva la iniciación cristiana a su plenitud y es como el centro y el
fin de toda la vida sacramental” (op. cit. 17) y “aquello a lo que tiende toda iniciación” (Ibid 17),
de tal manera que ayude al creyente a madurar y lo lleve a asumir en la vida una impronta
auténticamente eucarística (cfr. Idem 17).
“El cristiano está llamado a expresar en cada acto de su vida el verdadero culto a Dios. De aquí
toma forma la naturaleza intrínsecamente eucarística de la vida cristiana. La Eucaristía, al implicar
la realidad humana concreta del creyente, hace posible, día a día, la transfiguración progresiva
del hombre, llamado a ser por gracia imagen del Hijo de Dios (Ibíd. 71). “Así pues, el Domingo
es el día en que el cristiano encuentra esa forma eucarística de su existencia y a la que está
llamado a vivir constantemente, “vivir según el Domingo” (enseña San Ignacio de Antioquía),
quiere decir vivir conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como

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ofrenda de sí mismo a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos” (Idem 72).
La invitación que se nos hace es para celebrar la Eucaristía el Domingo, que de acuerdo a la
Carta Apostólica “Dies Domini” del Papa Juan Pablo II tiene “diversas manifestaciones para los
cristianos: es día del Señor, con referencia a la obra de la creación; día de Cristo, como día de la
nueva creación y del don del Espíritu Santo que hace el Señor Resucitado; es día de la Iglesia,
como día en que la comunidad cristiana se congrega para la celebración; es día del hombre,
como día de alegría, descanso y caridad fraterna” (Citado en el No. 73 Sca.).
Se nos ha convocado para ser discípulos y apóstoles, a permanecer y perseverar insertados en
Jesús aprovechando los medios de crecimiento en la comunión fraterna (Koinonía), en la doctrina
de los Apóstoles (Didajé), en la Oración, en la Eucaristía y la vida sacramental, cargando la cruz
cada día y teniendo a María como Madre, Mujer eucarística por excelencia, primer sagrario de
Aquel que se hace alimento y bebida celestiales.
El discípulo y el apóstol permanecen en Jesús, lleno del Espíritu Santo, sabiendo que todo esto
implica un proceso permanente de conversión, una fe viva en Jesús y una conciencia cada vez
mayor del Señorío de Jesús en su vida entera.
Responder a la invitación de Jesús: “Vengan y lo verán” es constatar que la vivencia de fe es
siempre comunitaria, de encuentro con el otro que se hace hermano y con el que puedo celebrar
la Eucaristía y amarlo con corazón eucarístico, es decir, amarlo en Jesucristo. (Libro de Koinonía
“encuentro 6 Eucaristía: Convocación” Diócesis de Buga)
Todos tenemos la experiencia de ser llamados por el nombre y eso nos hace sentir personas
únicas e irrepetibles. Dios en su bondad nos ha llamado a la vida por medio de nuestros padres
y hemos podido disfrutar de la naturaleza, estudiar, comer, jugar y muchas cosas más. Un día
nuestros padres nos llevaron al sacramento del Bautismo y fuimos llamados a la vida cristiana
y hemos venido creciendo en conocer el amor de Dios, la salvación en Jesucristo y la vida de la
Iglesia. Hemos visto en algunas Iglesias las campanas o las hemos escuchado y reconocemos
que este signo es un llamado a la Santa Misa. En la preparación a la primera comunión, te invito
a reconocer que eres convocado a celebrar este sacramento de amor, que la convocación a la
misa la recibes cada domingo por la voz de personas, de las campanas o de usted mismo que
sientes ganas de ir a misa. La convocación a la Santa Misa necesita ser aceptada con fe de que
es Dios quien te invita, una convocación para alimentar tu vida cristiana, una convocación para
encontrarte con otros creyentes, una convocación para celebrar tu amistad con Jesucristo.

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27 LA EUCARISTÍA: RITO PENITENCIAL

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran la importancia de cada uno de los


momentos de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi
comportamiento, actitud y participación en ella; en este momento
reconocer que somos pecadores y que necesitamos de la misericordia
amorosa de Dios.

P Analisis de la experiencia
Todos somos convocados a celebrar la Eucaristía y debemos prepararnos para llegar a tiempo y
participar activa y fervorosamente en la celebración. Dios que nos ama de manera personal e
incondicional nos ha dado a Jesús como solución al pecado que nos daña la vida y las relaciones
con los demás y con la naturaleza. En cada Eucaristía se celebra al inicio el rito penitencial
en el cual somos lavados por la salvación de Jesucristo que nos purifica de nuestros pecados
y nos dispone para la escucha de la Palabra de Dios y recibir la Eucaristía. El rito penitencial
es el reconocimiento de que somos pecadores y que necesitamos del perdón de Dios. El rito
penitencial lava los pecados leves de la vida en los que no hemos faltado a la caridad. El rito
penitencial lava nuestro corazón de las tentaciones que nos quieren apartar del bien y el amor.
El rito penitencial lava nuestros sentidos de toda contaminación que se nos va pegando en el
caminar de cada día. Recuerda que el acto penitencial también es una invitación a perdonar a
los que nos han hecho daño y a reconciliarnos si estamos peleados.
Los dones de salvación que Dios nos ofrece son gratuitos, están a nuestro alcance, producen
frutos en nosotros según nuestras disposiciones para recibirlos, ya que por nuestra libertad
podemos aceptarlos o no. La Eucaristía, que es el sacramento de la caridad, nos pide que nos
dispongamos para amar y ser amados, que nos dispongamos para una vivencia de comunión.
Debo dejarme redimir y por ello arrepentirme, entrar en comunión y por ello reconciliarme. Esto
equivale a estar en gracia para participar plenamente en la Misa, es decir, sin pecado mortal o
grave.
“Los fieles se encuentran inmersos en una cultura que tiende a borrar el sentido del pecado,
favoreciendo una actitud superficial que lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios
para acercarse dignamente a la comunión sacramental…Ayuda mucho a los fieles recordar
aquellos elementos que, dentro del rito de la Santa Misa, expresan la conciencia del propio
pecado y al mismo tiempo la misericordia de Dios” (Sca 20): El acto penitencial del comienzo
que induce al arrepentimiento, el “Señor, ten piedad”, el “Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”, el “Señor, no soy digno…”, pronunciados con espíritu humilde que reconoce las faltas.

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“Además, la relación entre la Eucaristía y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca
es algo exclusivamente individual; siempre comporta también una herida para la comunión
eclesial, en la que estamos insertados por el Bautismo” (Sca 20). Que no haya división alguna
en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocupen lo mismo los unos de los otros. Si sufre
un miembro todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman
parte en su gozo. Ahora bien, ustedes son el Cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno a su
modo (1 Cor 12,24-27).
La pedagogía de la conversión que nace de la Eucaristía es, pues, la apertura y capacitación para
recibir los dones de Dios y no tanto la del cambio por temor al juicio, aunque siempre lo habrá.
Se debe fomentar la Confesión frecuente (Sca 21). Incluso se permite que durante la celebración
de la Misa se dé la oportunidad de acercarse al Sacramento de la Penitencia, porque la única
forma ordinaria de recibir el perdón de los pecados graves o mortales es mediante la confesión
sacramental. Hay que agregar que nuestros pecados leves o veniales se perdonan escuchando
de corazón la Palabra de Dios y participando en el Banquete Eucarístico (OGMR 51).
Ver con transparencia nuestras miserias nos libera de la autocomplacencia (Lc 18,9-14), nos
mantiene en la verdad delante de Dios, nos lleva a confesar la misericordia del Padre que está en
los cielos, nos muestra el camino que nos espera, nos conduce al sacramento de la Penitencia.
Nos ayuda, finalmente, a ser benévolos con el prójimo, a compadecerlo en sus fragilidades y
perdonarlo (Año de la Eucaristía 22)
Es preciso tomar en serio la invitación de Jesús a reconciliarnos con el hermano antes de llevar
la ofrenda al altar (Mt 5,23-24), y la llamada de Pablo a examinar nuestra conciencia antes de
participar en la Eucaristía (1 Cor 11,28-29) (Idem).
(Libro de Koinonía “encuentro 7 Eucaristía: Rito Penitencial” Diócesis de Buga)

89
28 LA EUCARISTÍA:
LITURGIA DE LA PALABRA

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan que el amor de Dios es personal e Que


los catequizandos reconozcan la importancia de cada uno de los momentos
de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi comportamiento,
actitud y participación en ella; en este momento reconocer que Dios nos
habla por medio de su Palabra que debe ser escuchada, guardada en el
corazón y vivida.

P Analisis de la experiencia
Todos somos convocados a celebrar la Eucaristía y debemos prepararnos para llegar a tiempo
y participar activa y fervorosamente en la celebración. En cada Eucaristía en el rito penitencial
somos lavados en la misericordia de Dios que nos comunica el perdón y nos invita a perdonar
y reconciliarnos. Luego en la Santa Misa escuchamos la Palabra de Dios que es proclamada
como semilla que quiere ser recibida en nuestra vida como en tierra buena para que dé fruto.
Es la Palabra de Dios que es proclamada en las lecturas, el salmo y el Evangelio; es la palabra
de Dios que se nos sirve en la explicación del Sacerdote que se llama homilía, es la Palabra de
Dios en la escucha que realizamos desde nuestra vida y nuestra historia. En este caminar a la
primera comunión, te invito a escuchar con atención la Palabra Dios en cada misa, a estar atento
a la explicación del Sacerdote y a ser dócil para que Dios de frutos en tu vida por la Palabra
escuchada.
La Palabra proclamada, no sólo instruye al pueblo y revela el misterio de la salvación que se
realiza a través de la historia, sino que hace al Señor realmente presente en medio de su pueblo
(S.C. 7 y 33). Ante esta manifestación de Dios, el pueblo creyente responde al Señor con cantos
y oraciones (S.C. 33) y habla a Dios con las mismas palabras y sentimientos que Él ha inspirado.
De este modo la liturgia de la Palabra por su naturaleza y estructura ritual es un diálogo o
conversación entre Dios que habla, el pueblo que escucha, responde y acepta su manifestación.
Por la Palabra de Cristo el pueblo de Dios se reúne, crece, se alimenta, lo cual se aplica
especialmente a la liturgia de la Palabra en la celebración de la M isa. En ésta el anuncio de la
muerte y resurrección del Señor y la respuesta del pueblo que escucha, se unen inseparablemente
con la oblación misma con la que Cristo conformó en su sangre la nueva Alianza, oblación a la
que se unen los fieles con el deseo y con la recepción del sacramento.
No sólo cuando se lee “lo que se escribió para enseñanza nuestra” (Rm. 15,4), sino también
cuando la Iglesia ora, canta o actúa la fe de los asistentes se alimenta, y su alma se eleva hacia
Dios, a fin de tributarle un culto agradable y recibir su gracia con mayor abundancia.

90
En la liturgia de la Palabra, por una audición acompañada de la fe, también hoy los cristianos
reciben de Dios la Palabra de la Alianza, y deben responder a esta Palabra con la misma fe, para
que se convierta cada día más en el pueblo de la Nueva Alianza.
Los fieles, en la celebración de la misa han de escuchar la Palabra de Dios con una veneración
interior y exterior que los haga crecer continuamente en la vida espiritual y los introduzca cada
vez más en el misterio que se celebra.
Para que puedan celebrar de un modo vivo el memorial del Señor, los fieles han de tener la
convicción de que hay una sola presencia de Cristo, presencia en la Palabra de Dios, pues cuando
se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura es Él quien habla; y presencia, sobre todo, bajo las
especies eucarísticas.
La Palabra de Dios, para que sea acogida y traducida en la vida de los fieles, pide una fe viva, fe
que va siendo actuada sin cesar por la audición de la Palabra proclamada.
Ante todo, hay que considerar la unidad intrínseca del rito de la santa Misa. Se ha de evitar que,
tanto en la catequesis como en el modo de la celebración, se dé lugar a una visión yuxtapuesta
de las dos partes del rito. La liturgia de la Palabra y la liturgia eucarística —además de los ritos
de introducción y conclusión— «están estrechamente unidas entre sí y forman un único acto de
culto». En efecto, la Palabra de Dios y la Eucaristía están intrínsecamente unidas. Escuchando la
Palabra de Dios nace o se fortalece la fe (cf. Rm 10,17); en la Eucaristía, el Verbo hecho carne
se nos da como alimento espiritual. Así pues, «la Iglesia recibe y ofrece a los fieles el Pan de
vida en las dos mesas de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo». Por tanto, se ha de tener
constantemente presente que la Palabra de Dios, que la Iglesia lee y proclama en la liturgia, lleva
a la Eucaristía como a su fin connatural. (S. Ca No. 44).
(Libro de Koinonía “encuentro 8 Eucaristía: Liturgia de la Palaba” Diócesis de Buga)

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29 LA EUCARISTÍA:
PRESENTACIÓN DE OFRENDAS

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran la importancia de cada uno de los


momentos de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi
comportamiento, actitud y participación en ella; en este momento reconocer
que podemos confiarles a Dios todas nuestras alegrías y tristezas. Seguros
de que su amor nos sostiene y ayuda

P Analisis de la experiencia
Todos somos convocados a la misa y debemos aceptar con alegría la invitación. En cada Eucaristía
se vive el rito penitencial en el que reconocemos nuestros pecados, nos abrimos al perdón y la
reconciliación. En cada Eucaristía escuchamos la Palabra de Dios en las lecturas de la Biblia y en
la explicación del Sacerdote. Luego en la misa se tiene la presentación de las ofrendas en la cual
sacerdote coloca en el altar las hostias de trigo y el vino con un poco de agua. El pan y el vino
se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo por obra del Espíritu santo. En la presentación
de ofrendas presentamos nuestra vida con las alegrías y tristezas. La presentación de nuestra
vida contiene lo que hemos vivido en la semana o en el día, en la familia, el trabajo y el estudio.
En la misa hacemos ofrenda de todo lo que nos ha sucedido para que Dios por el Espíritu Santo
renueve nuestra vida. En este caminar a la primera comunión es una oportunidad de ofrecer todo
lo que estamos viviendo en la catequesis y en la apertura de nuestro corazón al Señor.
P PRESENTAMOS EL FRUTO DE LA TIERRA Y DE NUESTRO TRABAJO
El gesto humilde y sencillo de presentar las ofrendas tiene un sentido muy grande: en el pan
y el vino que llevamos al altar, toda LA CREACIÓN es asumida por Cristo Redentor para ser
transformada y presentada al Padre (SCa 47; CEC 1350).
Junto con el pan y el vino para la Eucaristía, los cristianos presentan también SUS DONES para
compartirlos con los que tienen necesidad. Esta costumbre se inspira en el ejemplo de Cristo que
se hizo pobre para enriquecernos (1 Cor 16,1) (CEC 1351).
El pan y el vino son recibidos y presentados por el Sacerdote como “fruto de la tierra y del
trabajo de los hombres”, así que también podemos ofrecer nuestra actividad como don que
tiene el sentido de sacrificio. Permite valorar la colaboración originaria que Dios pide al hombre
para realizar en él la obra divina y dar así pleno sentido AL TRABAJO humano, que, mediante la
celebración eucarística, se une al sacrificio redentor de Cristo (SCa 4).

92
El Señor quiere asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus beneficiarios. Lo
realiza especialmente en la Virgen María… En su Persona Divina encarnada, se ha unido en cierto
modo con todo hombre. Él ofrece a toda la posibilidad de que se asocien a este misterio pascual.
Él llama a sus discípulos a “tomar la cruz y a seguirle” (Mt. 16,24) porque Él sufrió por nosotros
dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (1Pe 2, 21). (CEC 618).
La Iglesia que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza… En la Eucaristía, el
sacrificio de Cristo, es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de sus fieles,
su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda,
y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo “presente sobre el altar”, da a todas las
generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda (CEC 1368). Uniéndonos a su
sacrificio podemos hacer de nuestra vida un culto agradable a Dios (CEC 2100).
Para una participación fructuosa en la Eucaristía, es necesario esforzarse en corresponder
personalmente al misterio que se celebra mediante el ofrecimiento a Dios de la propia vida, en
unión con el sacrificio de Cristo por la salvación del mundo entero… Vivir personalmente lo que
se celebra… por participación personal consciente… En Cristo crucificado y resucitado podemos
celebrar verdaderamente el centro que recapitula toda la realidad… y relacionarlo con la vida
cristiana en todas sus facetas, como el trabajo y los compromisos, el pensamiento y el afecto, la
actividad y el descanso. (SCa 64).
P NOS ENTREGAMOS A NOSOTROS MISMOS
“El que come vivirá por mí” ( Jn 6,57). El misterio creído y celebrado, contiene en sí un dinamismo
que hace de él principio de vida nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana… La Eucaristía
TRANSFORMA TODA NUESTRA VIDA EN CULTO ESPIRITUAL AGRADABLE A DIOS: “Os exhorto por la
misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios;
éste es vuestro culto razonable” … (Rm 12,1) ofrenda total de la propia persona en comunión con
toda la Iglesia… la Eucaristía como sacrificio de Cristo, es también sacrificio de la Iglesia, y por
tanto de los fieles (SCa 70).
El nuevo culto cristiano abarca todos los aspectos de la vida, transfigurándola: “Cuando coman
o beban, o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios” (1Cor 10,31). El cristiano
está llamado a expresar en cada acto de su vida el verdadero culto a Dios…, esto hace posible,
día a día, la TRANSFIGURACIÓN PROGRESIVA DEL HOMBRE; llamado a ser, por gracia, imagen del
Hijo de Dios (Rm 8,29 s). Todo lo que hay de auténticamente humano: pensamientos y afectos,
palabras y obras, encuentra en el sacramento de la Eucaristía la forma adecuada para SER VIVIDO
EN PLENITUD (SCa 71). La vida moral, como el conjunto de la vida cristiana, tiene su fuente y su
cumbre en el Sacrificio Eucarístico (CEC 2031).
El culto agradable a Dios se convierte así en UN NUEVO MODO DE VIVIR todas las circunstancias
de la existencia, en la que cada detalle queda exaltado al ser vivido dentro de la relación con
Cristo y como ofrenda a Dios. La gloria de Dios es el hombre viviente (San Ireneo). Y la vida del
hombre es la visión de Dios. (SCa 71).
La Eucaristía debe influir pues en el ESTILO DE VIDA. San Ignacio de Antioquia presentaba a los
cristianos como “los que viven según el Domingo”. Una relación muy clara entre la realidad
eucarística y la vida cristiana en su cotidianidad… quiere decir vivir conscientes de la liberación
traída por Jesucristo y DESARROLLAR LA PROPIA VIDA COMO OFRENDA DE SÍ MISMOS A DIOS,
para que su victoria se manifieste plenamente a todos los hombres a través de una conducta

93
renovada íntimamente (SCa 72) …. De aquí, la importancia del precepto dominical para todos los
fieles, como fuente de libertad auténtica, para poder vivir cada día según lo que han celebrado
en “el día del Señor” … De este día brota el SENTIDO CRISTIANO DE LA EXISTENCIA y un nuevo
modo de vivir el tiempo, las relaciones, el trabajo, la vida y la muerte (SCa 73).
P NUESTRA VIDA SE TRANSFORMA
Cristo quiere unirnos a su sacrificio y por ello nos capacita: Participándonos su sacerdocio en
el sacramento del Bautismo (Sacerdocio común o de los fieles), que con el don de su Espíritu
nos convierte en ofrenda permanente (Cfr plegaria eucarística III), haciendo posible que nos
entreguemos con Cristo, por Él y en Él, al Padre. Por ello San Pablo nos recomienda como culto
espiritual o verdadero lo de (Rm 12, 1-2), y él lo vive: “Ahora me alegro por los padecimientos que
soporto por ustedes, y completo lo que falta a los sufrimientos de Cristo en mi carne, a favor de
su Cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,24).
Se concluye que la Eucaristía es la cumbre y la fuente de toda la vida cristiana. Allí puedo en
unión con Jesucristo: ofrecerme, entregarme, consagrarme, sacrificarme, a mí mismo. Este es el
sentido cristiano de la vida, donación amorosa. Pero saco las fuerzas para hacerlo, de la entrega
amorosa que Cristo me hace de sí mismo en la Eucaristía.
(Libro de Koinonía “encuentro 9 Eucaristía: Presentación de Ofrendas” Diócesis de Buga).

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30 LA EUCARISTÍA:
BANQUETE SACRIFICIAL

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan la importancia de cada uno de los


momentos de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi
comportamiento, actitud y participación en ella; en este momento
reconocer que la Eucaristía es un Banquete donde Jesús mismo se entrega
como alimento para todos los hombres.

P Analisis de la experiencia
Todos somos convocados a la Santa Misa y debemos aceptar con alegría la invitación. En cada
Eucaristía se vive el rito penitencial en el que reconocemos nuestros pecados, nos abrimos al
perdón y la reconciliación. En cada Eucaristía escuchamos la Palabra de Dios en las lecturas de
la Biblia y en la explicación del Sacerdote. En cada Eucaristía realizamos la presentación de las
ofrendas en la que presentamos nuestras alegrías y tristezas al Señor. Luego en la Santa Misa
nos arrodillamos para la consagración y el Sacerdote toma la hostia y pronuncia las palabras
de Jesús en la última cena y la hostia de trigo se transforma en el cuerpo de cristo por obra del
Espíritu Santo; seguidamente el Sacerdote toma el cáliz con el vino y pronuncia las palabras
de Jesús en la última cena y el vino se transforma en la sangre de Cristo por obra del Espíritu
Santo. Este momento de la misa se nos entrega un banquete de amor en el cual Jesús viene
nuevamente a decirnos tomen y comen esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes, tomen y
beban esta es mi sangre derramada por ustedes. Estar arrodillados en este momento es un acto
de adoración a la presencia de Jesús.
La Eucaristía como Banquete sacrificial requiere, en primer lugar, tener claridad sobre el término
“sacrificio”. En nuestro lenguaje popular este término se entiende como algo negativo: soportar
algo que nos molesta; hacer algo por otro; una especie de mortificación. Según esta acepción,
la Eucaristía, como fuente y culmen de nuestra vida cristiana, se aceptaría como algo que hay
que soportar con paciencia, aunque no nos guste; ya el hecho de ir a misa todos los Domingos
sería un sacrificio.
En segundo lugar, conviene acudir a la etimología. La palabra “sacrificio” viene del latín (Sacrum
facere: Hacer sagrado) y tiene un significado distinto de otra palabra con la que podemos
confundirla y que también viene del latín: Mortificación (De “mortem facere”: Hacer muerto,
matar). No todo sacrificio tiene que ser una mortificación. En las diversas religiones los sacrificios
revisten tres formas distintas: ofrecimiento de dones, expiación y comunión.
Se le ofrecen a Dios unos dones para pedir perdón al mismo tiempo que se manifiesta el
deseo de seguir relacionándose con él y, en efecto, existe también el sacrificio de comunión.

95
Con este tipo de sacrificio el hombre religioso expresa que realmente Dios está presente en su
vida y que él también está presente en la vida de Dios en el espacio del culto; esta figura del
sacrificio incluye a las otras dos. Estar en la presencia de Dios en medio del sacrificio implica el
manifestarle la propia entrega al mismo tiempo que se reconoce y supera la propia debilidad.
Este sacrificio suele tener la forma de un banquete, de una comida con Dios.
A partir de esta comprensión cultural y religiosa del concepto “Sacrificio” veamos como la
Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana, Cristo actualiza y perpetúa el sacrificio de la cruz;
se expresa como la ofrenda o el don más perfecto al Padre Celestial; es expiación por nuestros
pecados y alimento para nuestra vida espiritual.
La Eucaristía como banquete sacrificial expresa en lo más profundo el Dios que es Trinidad, que en
sí mismo es amor (cf. 1Jn 4, 7-8), se une plenamente a nuestra condición humana. En el pan y en el
vino, bajo cuya apariencia Cristo se nos entrega en la cena pascual (Cf. Lc 22, 14-20, 1 Co 11, 23-26),
nos llega toda la vida divina y se comparte con nosotros en la forma del Sacramento. (Cf. SCa. 7-9).
En el texto bíblico de arriba, San Pablo nos presenta, de un modo dramático, la institución de la
Eucaristía. Ella entendida como entrega sacrificial de su propio cuerpo y de su propia sangre. Por
eso la Eucaristía no solo es una evocación o un recuerdo del sacrificio de la cruz, sino que en
ella se hace presente la pasión y muerte del Señor, actualizándose y perpetuándose por todos
los siglos en cada celebración eucarística. Esta verdad la expresan bien las palabras con las
cuales, en el rito latino, el pueblo responde a la proclamación del “misterio de la fe” que hace el
sacerdote: “Anunciamos tu muerte, Señor”. Aun estando presente en su condición de resucitado,
Él muestra las señales de su pasión, de la cual cada Santa Misa es su “memorial”. Además, la
Eucaristía nos proyecta hacia el futuro de la última venida de Cristo, al final de la historia. Este
aspecto “escatológico” da al Sacramento eucarístico un dinamismo que abre al camino cristiano
el paso de la esperanza (Iglesia y Eucaristía, 119).
Por tanto, la Iglesia vive continuamente del sacrificio redentor, y accede a él no solamente
a través de un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual, puesto que este
sacrificio se hace presente, perpetuándose sacramentalmente en cada comunidad que lo ofrece
por manos del ministro consagrado. De este modo, la Eucaristía aplica a los hombres de hoy la
reconciliación obtenida por Cristo una vez por todas para la humanidad de todos los tiempos. En
efecto, “el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues un único sacrificio” (Eclessia
et Eucaristia, 12; CEC 1367).
Por otra parte, hay que destacar el carácter de convite. Evocar el cenáculo, aquella noche del
jueves santo, nos lleva a descubrir la estructura más profunda que da origen, en un contexto de
cena pascual, al gran Banquete donde el mismo Señor se ofrece como pan vivo bajado del cielo
y quien come de ese pan no morirá para siempre; es ese mismo pan que nos da el Padre del
cielo. Las mismas palabras de consagración pronunciadas por el sacerdote manifiestan en cada
Eucaristía cómo el Espíritu Santo teje en el pan y en el vino el mismo cuerpo y la mismísima
sangre del Señor para alimento de todos los que creen en él y, además, prefigurando, desde ya,
el banquete del Reino.
“Tomad, comed… Tomó luego una copa y… se la dio diciendo: Bebed de ella todos…” (Mt. 26,
26-27). Este aspecto expresa muy bien la relación de comunión que Dios quiere establecer
con nosotros y que nosotros mismos debemos desarrollar recíprocamente (Sacramento de la
Caridad, 15).

96
Con las palabras de Pablo: “Cada vez que coman de este pan y beban de la copa, proclamarán la
muerte del Señor, hasta que vuelva” (1 Co 11, 16), el Apóstol relaciona íntimamente el banquete
y el anuncio: entrar en comunión con Cristo en el memorial de la Pascua significa experimentar
al mismo tiempo el deber de ser misioneros del acontecimiento actualizado en el rito.
“Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor
y toda gloria”. Con esta proclamación de alabanza a la Trinidad se concluye en toda celebración
eucarística la plegaria del Canon. En efecto, la Eucaristía es el perfecto “sacrificio de alabanza”, la
glorificación más elevada que sube de la tierra al cielo, “la fuente y cima de toda la vida cristiana,
en la que los hijos de Dios ofrecen al Padre la víctima divina y a sí mismos con ella” (Cf. Lumen
Gentium, 11).
Hay que concluir entonces que el sacrificio de Cristo en la cruz y el de la Iglesia es un solo
sacrificio; la Iglesia se asocia al sacrificio de Cristo y se une en la ofrenda y en la intercesión, en la
comunión de los santos y por los difuntos. La despedida al finalizar la Misa es como una consigna
que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación
cristiana de la sociedad.
(Libro de Koinonía “encuentro 10 Eucaristía: Banquete Sacrificial” Diócesis de Buga)

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31 LA EUCARISTÍA:
PRESENCIA REAL DE CRISTO

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran la importancia de cada uno de los


momentos de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi
comportamiento, actitud y participación en ella; en este momento
reconocer que Jesús está realmente presente en la Eucaristía, en cuerpo,
sangre, alma y divinidad.

P Analisis de la experiencia
Todos somos convocados a la Santa Misa y debemos aceptar con alegría la invitación. En cada
Eucaristía se vive el rito penitencial en el que reconocemos nuestros pecados, nos abrimos al
perdón y la reconciliación. En cada Eucaristía escuchamos la Palabra de Dios en las lecturas de
la Biblia y en la explicación del Sacerdote. En cada Eucaristía realizamos la presentación de las
ofrendas en la que presentamos nuestras alegrías y tristezas. En cada Eucaristía adoramos a
Jesús que se nos como banquete de amor para alimentarnos. Después de la consagración el
sacerdote proclama que Jesús está presente en el sacramento de la Eucaristía. Reconocer la
presencia real de Jesús en la Eucaristía se basa en las palabras de Jesús en la última cena con
los discípulos. Reconocer la presencia real de Jesús en el testimonio de los mártires que han
derramado la sangre para anunciarlo. Reconocer la presencia de Jesús en la vida de los santos
que lo han seguido dejándolo todo. Reconocer la presencia de Jesús en el coro de las vírgenes
que han consagrado su vida movidas por el amor. Reconocer la presencia de Jesús movidos por
la enseñanza de los Papas que lo han proclamado. Reconocer la presencia de Jesús es la fe de los
creyentes que lo adoran en la Santa Misa o en el sagrario. En el camino a la primera comunión
te invito a reconocer la presencia real y viva de Jesús en la Eucaristía.
Jesús exclama de una manera solemne: “Yo soy el Pan de Vida, el que coma de este Pan vivirá
eternamente”. Se trata de Jesús mismo como Vida que Dios propone al hombre. En este sentido,
con la realidad del pan, se significa la realidad de la donación por parte de Dios. En ese don se
realiza la donación. Es el mismo Jesucristo que entra en comunicación con el hombre, un hombre
que previamente se ha acogido a la fe. La fe es el elemento que nos permite descubrir el “Yo
soy” que colma el hambre de Vida que todo hombre siente. Al comienzo de ese movimiento de
fe como un ir a Jesús está el Padre que nos lo entrega.

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Esta presentación de Jesús como Pan de Vida hace que algunos judíos murmuren, v 40. Esto
quiere decir que los judíos siguen obstinados en su concepción de un mesías terreno y no llegan
a aceptar que el Padre tiene sus designios. De ahí que cuando Jesús se defina como “Pan bajado
del cielo”, las resistencias vendrán por su humanidad. Esto quiere decir que la postura que se
adopte ante Jesús será la postura que se adopte ante Dios. El Pan bajado del cielo exige una fe
libre y confiada que sólo el Padre puede provocar.
Cuando el evangelista proclama: “El que cree tiene vida eterna”. Estamos hablando de Vida
Eterna precisamente porque Jesús en persona es el Pan de Vida. Jesús no sólo será el donante
sino también el don. Se comunica personalmente con el creyente y, de esta manera le comunica
la Vida Eterna.
En el v 49 se recuerda que “los padres comieron maná en el desierto y murieron”. Esto nos da a
entender que la alternativa es el Pan de Vida bajado del cielo, el Pan de Vida que es el mismo
Jesucristo.
El v 51 “el que coma de este pan vivirá para siempre” se está refiriendo a la persona de Jesús. En
el v 51b ya no se habla de la fe sino de comer el pan. Finalmente, ya no se habla del pan que es
el propio Jesús, sino del pan que El dará, y ese pan es “mi carne para la vida del mundo”.
El v 53: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su Sangre, no tenéis vida en
vosotros”. Nos está diciendo que, quien quiere participar en la “vida” ha de tomar parte en la
eucaristía.
Del v 54 es preciso señalar: “Y Yo lo resucitaré en el último día”, que engancha perfectamente
con la tradición de la cena del Señor redactada por Mc 14,25...” Os aseguro que no beberé más
del producto de la vid hasta aquel día que lo beba en el Reino de Dios”. 1Cor... “Estáis anunciando
la muerte del Señor hasta que Él vuelva”. Por tanto, estamos ante una referencia claramente
escatológica (hace referencia a los acontecimientos finales).
El v 55 al hablar de verdadera comida y verdadera bebida, está hablando de una comida real.
En esta comida se participa realmente de la carne y sangre de Cristo. La repercusión de esta
comida es la permanencia en Cristo: “Permanece en Mí y Yo en él”. Se trata de la unión personal
y comunitaria de los miembros con Cristo glorificado. En este sentido, ya no estamos ante el
maná que comieron los padres, porque el que come de este pan vivirá eternamente.
No es de extrañar que el enfoque escondido detrás de esta narración es claramente cristológico
y salvífico. También tiene una relevancia especial la vinculación de esta cena con la cruz de Jesús
v 51c “Mi carne para la vida del mundo”. Es el Hijo del Hombre, crucificado y exaltado, el que,
como pan, da su carne por la vida del mundo.
No podemos finalizar sin explicitar las exigencias de este discurso del pan: la Fe.
La experiencia de la fe en la liturgia es necesaria, porque la fe ha de nutrirse constantemente de
su centro sustentador, de la Palabra y el sacramento. Pero a su vez tiene que probarse esta fe en
el servicio al mundo. En el contexto eucarístico se realiza siempre una síntesis fe-vida. Sólo así
podremos entrar en comunión con el Cristo glorificado.

99
Los Apóstoles entendieron el sentido inmediato las palabras de Jesús en la última cena. “Tomó
pan... y dijo: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo.” (LC 22,19). Y ellos en vez de decirle: “explícanos
esta parábola”, tomaron y comieron, es decir, aceptaron el sentido inmediato de las palabras.
Jesús no dijo “Tomad y comed, esto es como si fuera mi cuerpo…es un símbolo de mi sangre”.
Alguno podría objetar que las palabras de Jesús “haced esto en memoria mía” no indican, sino
que ese gesto debía ser hecho en el futuro como un simple recordatorio, un hacer memoria
como cualquiera de nosotros puede recordar algún hecho de su pasado y, de este modo, “traerlo
al presente”. Sin embargo, esto no es así, porque memoria, anamnesis o memorial, en el sentido
empleado en la Sagrada Escritura, no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del
pasado, sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres.
En la celebración litúrgica, estos acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales.
Así, pues, cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y ésta se
hace presente: el sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz permanece
siempre actual (ver Hb 7, 25-27). Por ello la Eucaristía es un sacrificio (ver Catecismo de la Iglesia
Católica nn. 1363-1365).
San Pablo expone la fe de la Iglesia en el mismo sentido: “La copa de bendición que bendecimos,
¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el
cuerpo de Cristo?”. (1Cor 10,16). La comunidad cristiana primitiva, los mismos testigos de la última
cena, es decir, los Apóstoles, no habrían permitido que Pablo transmitiera una interpretación
falsa de este acontecimiento.
Los primeros cristianos acusan a los docetas que eran aquellos que afirmaban que el cuerpo de
Cristo no era sino una mera apariencia, por eso no creían en la presencia de Cristo en la Eucaristía:
“Se abstienen de la Eucaristía, porque no confiesan que es la carne de nuestro Salvador.” San
Ignacio de Antioquía (Esmir. VII).
Si fuera simbólico cuando Jesús afirma: “El que come mi carne y bebe mi sangre...”, entonces
también sería simbólico cuando añade: “...tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día”
( Jn 6,54). ¿Acaso la resurrección es simbólica? ¿Acaso la vida eterna es simbólica?

100
Todo, por lo tanto, favorece la interpretación literal o inmediata y no simbólica del discurso. No
es correcto, pues, afirmar que la Escritura se debe interpretar literalmente y, a la vez, hacer una
arbitraria y brusca excepción en este pasaje.
Se trata entonces de la presencia real que tiene relación con Jesús que vivió históricamente, el
Señor resucitado y el Cristo eucarístico. Es una presencia real, no ficticia o transitoria, sino que
permanece una vez consagradas las especies.
Debemos tener en cuenta que la presencia real de Cristo también debe entenderse como:
a) Presencia “comunitaria” que está en la asamblea reunida. b) presencia “evangélica”, en la
proclamación de la Palabra. c) en el ministro. d) presencia real en el pan y el vino después de la
consagración. Se trata siempre de la presencia real y personal de Cristo, aunque diversamente
significada que alcanza su máxima identidad en la presencia en el pan y el vino transformados.
Esta conversión del pan y el vino en la presencia de Cristo, está destinada a una transformación
personal y eclesial, EN COMPROMISO DE UNA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO.
La presencia eucarística tiene una clara finalidad: la KOINONIA, es decir: LA PARTICIPACIÓN DE
LOS CREYENTES EN EL CUERPO DE CRISTO, QUE ES LA IGLESIA. ES LA TRANSFORMACIÓN PERSONAL
EN UNA NUEVA VIDA, LA TRANSFORMACIÓN EN AGENTES DE EXTENSIÓN DE ESTE CUERPO EN EL
MUNDO.
No podemos olvidar que la presencia de Cristo en los dones del pan y del vino, los transforma,
esto implica nuestra transformación como personas en creyentes que integran el cuerpo de
Cristo. Pero que implica también la transformación no solo de las personas (de cada uno de
nosotros) sino también de las estructuras humanas. Ya que el pan y el vino transformados, no
solo afecta a lo que éstos son en sí mis mismos, sino también a lo que ellos significan: el mundo
de la creación. No se trata solo de la presencia del cuerpo y sangre de Cristo, sino del cuerpo y
sangre ENTREGADOS, en una donación y un derramamiento propios de la persona de Jesús, que
en ellos y a través de ellos se nos hace presente, generando en nosotros su misma actitud de
ENTREGA y transformando así radicalmente nuestra propia existencia humana.

101
Es la manera de ser “hombres nuevos” y así tendrá lugar la conversión plena y definitiva de la
creación, en creación nueva. SOLO EN LA MEDIDA EN QUE SOMOS TRANSFORMADOS EN HIJOS
POR Y EN EL HIJO, EN ESA MISMA MEDIDA ACONTECE LA TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO.
La grandeza de la eucaristía no solo radica en la presencia real de Cristo, sino en la posibilidad
de hacernos a nosotros mismos en cuerpo de Cristo, porque no basta con tener ante nosotros
el cuerpo de Cristo, sino que llegamos a serlo, ya San Justino en el año 150 aplicó el término de
conversión, no solo para los dones eucarísticos, sino para “nuestra transformación”. La consagración
eucarística no solo es de las cosas; debe ser a la vez consagración de las personas en un solo
cuerpo. Las palabras “esto es mi cuerpo” “esto es mi sangre derramada” recaen también sobre
nosotros y cuando recae sobre nosotros nos conduce a transformar una comunidad, nuestra
comunidad. Por tanto, es preciso abrir nuestro corazón a esta palabra y acogerla, porque también
a nosotros se nos dirigen, ya que, sólo oídas e interiorizadas desde la fe, serán capaces de
transformarnos (no de manera mágica, sino paulatinamente y sucesivamente) nuestra vida,
convirtiendo nuestro individualismo egoísta en donación y capacidad de apertura, “entregando
nuestro cuerpo” y “derramando” nuestra sangre como lo hizo Jesús.
(Libro de Koinonía “encuentro 11 Eucaristía: Presencia Real de Cristo” Diócesis de Buga)

102
32 LA EUCARISTÍA: COMUNIÓN

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan la importancia de cada uno de los


momentos de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi
comportamiento, actitud y participación en ella; en este momento
reconocer que la Eucaristía nos transforma en una comunicad unida y llena
de la presencia de Dios.

P Analisis de la experiencia
En cada Eucaristía somos convocados en el amor de Dios, somos lavados por la misericordia
de Dios en el rito penitencial, recibimos la Palabra como semilla de vida, ofrecemos nuestra
vida y adoramos la presencia real de Jesús en el sacramento de la Eucaristía. Después de rezar
el Padre Nuestro y darnos el saludo de la Paz, nos disponemos en una fila que indica que
somos peregrinos para recibir la comunión. Dios siempre quiere estar en relación con nosotros,
nos ha creado por amor y nos ha dado vocación al amor. En búsqueda de relacionarse con la
humanidad, Dios formó al Pueblo de Israel y luego envió a Jesús su hijo, nacido de la Virgen
María por obra del Espíritu Santo. Todos nos podemos relacionar con Dios por la escucha de la
Palabra, por la ayuda a las personas, por la oración, por el ofrecimiento del trabajo, por el servicio
en la construcción de la comunidad. La santa misa es una experiencia de relación con Dios y
tiene un momento cumbre que es la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo, en la cual nos
convertirnos en sagrarios de la presencia de Jesús. Hoy te invito a recordar que siempre estás en
comunión con Dios y de manera plena en el momento de comulgar.
El plan salvífico que Dios ha proyectado para nosotros, ha sido siempre participarnos su naturaleza
divina, que el hombre pueda vivir su filiación divina. La creación nos muestra la manera cómo
el hombre vivía en comunión con Dios, con el otro y su entorno. Pero también nos muestra la
ruptura que se da en esta comunión por el pecado, en el que el hombre (Adán y Eva) engañado
por la “serpiente”, signo del maligno, rompe la comunión que tenía con Dios, pues quería ser como
Dios. En esta ruptura, lo primero que hacen Adán y Eva es esconderse de Dios, pues se sienten
desnudos, hay temor y angustia ante la presencia del Señor; luego descubre su gran egoísmo al

103
que le ha llevado el engaño del demonio, Adán se excusa depositando toda la culpa en Eva (la
culpa la tiene el otro). Esta situación la experimentamos cada uno de nosotros cuando nuestra
vida la queremos realizar sin la presencia de Dios, cuando queremos llevar nuestra historia sin
contar con el plan divino. Pero Dios en su gran amor por nosotros, siempre ha querido que el
hombre retorne a esta unión y ha puesto los medios para restaurar en nosotros la comunión que
Él quiere. La alianza es la manera cómo Dios propone al pueblo de Israel el intercambio de vida
común; por la alianza toma Dios a su cargo la existencia de Israel, toma como suyos sus intereses
(Ex 23,22), quiere que haya un encuentro y trata de ganarse su corazón (Os 2,16). La Ley dada en
la alianza es la manera como Dios quiere enseñarle a su pueblo las relaciones con Él. Obedecer
a la Ley, dejarse modelar por medio de ella, es pues, encontrarse con Dios y unirse con él. Amar
a Dios y buscarle es observar sus mandamientos.
Esta comunión con Dios se ve plenificada en la Nueva Alianza, que el Hijo de Dios realizó por
nosotros para el perdón de los pecados, para restaurar en nosotros el designio amoroso del
Padre, la comunión definitiva con él. En Cristo viene a ser una realidad la comunión con Dios.
Desde el comienzo de su vida pública Jesús asocia a sus discípulos a su misión y quiere que
estén estrechamente vinculados a la misión y a la misericordia que viene del Padre. Jesús hace
énfasis en la vivencia de la nueva Ley del amor que Él vive con el Padre. Jesús quiere que todos
estemos unidos por él al Padre celestial, “Que todos sean uno, como Tú, Padre estas en mí y Yo
en ti” ( Jn 17, 21).
La vivencia de la unión fraterna de las primeras comunidades nos muestra los elementos que
les permitieron mantener la comunión de vida: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los
apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. Otro aspecto fundamental:
“todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus bienes y lo
repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (Hch 2, 42ss). Esto nos ayuda a nosotros
a vivir estos elementos que hicieron de la Iglesia naciente una comunidad llena de amor y
diferente a las demás formas de agruparse que existían en ese tiempo y que hoy existen.
San Pablo nos habla del sentido de esta comunión y dice que el fiel que se adhiere a Cristo por
la fe y por el bautismo, participa en sus misterios (Rm 6,3; Ef 2,5). Esta comunión a la cual hemos
sido llamados por Jesucristo (1 Cor 1,9) se realiza a lo largo de la vida del creyente por medio de
la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo (10, 16-17) y en la comunión del Espíritu Santo
(2Cor 13,13).
La comunión con Cristo se hace incorporándonos a Él (1Cor 12,13); formamos un solo cuerpo donde
todos somos miembros y Cristo es la cabeza. En el cual todos somos distintos pero que integramos
un solo cuerpo cumpliendo nuestra propia misión; nos une, pues, un solo Espíritu quien hace que
cada uno de nosotros viva en unión fraterna con los demás miembros del Cuerpo de Cristo.
No podemos olvidar que esta comunión con Cristo nos debe llevar a una unión efectiva con el
prójimo. Un signo externo de esta comunión es el amor al prójimo. No podemos separar estos
dos signos: el amor a Dios y la unidad con El, y el amor al prójimo.

104
Es muy fácil decir que se ama a Dios, que se vive en el amor que Él nos tiene, pero este amor
debe probarse en el amor al prójimo, que es la medida de aquel amor. La persona que dice amar
a Dios por las bondades y beneficios que recibe, por la ternura con que Dios lo ha tratado, por las
manifestaciones de su amor constante en su vida; pero en su corazón está el odio y el desprecio
a los demás, pues se cree mejor por sus conocimientos, posibilidades económicas y sociales, etc.;
no puede decir entonces que está en comunión con Dios. Está viviendo un cristianismo intimista y
sentimental, lejano de la verdadera comunión que Cristo quiere que vivamos, en donde cuenta el
prójimo. De esta manera no tenemos la vida Eterna en nosotros, pues basta con llamar “imbécil”
o “idiota” a un hermano, para que nos hagamos reos de muerte (Cf. Mt 5,22) Y todo el que odia o
desprecia a su hermano es un asesino y los asesinos no poseen la vida eterna (Cf. 1 Jn 3,15).
La unión con Dios debe llevarnos a un acercamiento con el prójimo en su realidad. No podemos
ser indiferentes a las situaciones de necesidad del hermano. Nuestra fe cristológica nos lleva a
contemplar en los rostros sufrientes de nuestros hermanos el rostro de Cristo que nos llama al
servicio en ellos… Todo lo que tenga que ver con Cristo tiene que ver con los pobres y todo lo
relacionado con los pobres reclama a Jesucristo (Aparecida 393)
El Papa Benedicto XVI en la encíclica Sacramentum Caritatis nos dice que “el alimento de la
verdad nos impulsa a denunciar las situaciones indignas del hombre, en las que a causa de
la injusticia y explotación se muere por falta de comida, y nos da nueva fuerza y ánimo para
trabajar sin descanso en la construcción de la civilización del amor” (90)
Esto lo consigue el cristiano cuando tiene una cercanía al pobre, al hermano que sufre cualquier
discriminación, por su color de piel, sexo, nacionalidad, posibilidades económicas y sociales,
estudio, religión, etc. “sólo la cercanía nos permite apreciar profundamente los valores de los
pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres
debe conducirnos a la amistad con los pobres” (Aparecida 398), A demás esta cercanía con el
pobre implica dedicar tiempo, atención escucharlos con interés, acompañarlos en los momentos
difíciles, eligiéndolos para compartir horas, semanas, o toda la vida; en otras palabras, una
opción con gestos y actitudes concretas (Cf. Aparecida 397).
Cristo en la Eucaristía nos da la posibilidad de estar en comunión con Dios y con el prójimo, es Él
quien restaura en nosotros esta unidad perdida por nuestros pecados; podemos estar confiados
que su acción redentora se hace presente en cada eucaristía para que nosotros podamos vivir
en la comunión fraterna que él nos mandó.
La vivencia de la comunión con el Señor nos capacita también para comunicar su presencia a los
demás, pues “no puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión
con todos los que son suyos o lo serán”. (Deus caritas est 14) La comunión con Jesús nos da la
posibilidad de dar frutos de vida eterna, ya que Él nos dice, “Yo soy la vid”, y lo importante es que
cada uno de nosotros estemos unidos a él por medio de la fe, Su Palabra y los sacramentos. “Yo
soy la vid y ustedes las ramas, el que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto” ( Jn 15, 5);
el Señor nos invita a permanecer en Él y de esta manera, Él permanecerá en nosotros por medio

105
del alimento de su cuerpo y su sangre “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en
mí y yo en él” ( Jn 6,56). Así nosotros tenemos la oportunidad de dar los frutos que Él quiere que
demos: el perdón, el servicio, la caridad, la reconciliación, etc. Y la manera que el Hijo comunica
a los fieles la vida que Él recibe del Padre, es por medio de la Eucaristía, así lo encontramos en
el Evangelio cuando dice Jesús: “lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por
el Padre, también el que me coma vivirá por mí” ( Jn 6,57). Tenemos la certeza que por medio de
la Eucaristía estamos recibiendo la vida misma de Jesús que nos hace decir Padre Nuestro, nos
hace sentir miembros de un solo cuerpo y hermanos que tienen un mismo Espíritu.
Participar entonces, de la vida de Cristo, nos va introduciendo cada vez más en el gran misterio de
la comunión, dándonos posibilidad de tener las actitudes del mismo Cristo, de ser transformados
en Él, quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, y nos invita amar a los demás desde
este mismo Espíritu que hemos recibido, que nos hace vivir en un mismo amor y en los mismos
sentimientos de Jesús, como encontramos en el hermoso himno que san Pablo escribe en la
Carta a los Filipenses “con un mismo amor, con un mismo espíritu, con los mismos sentimientos
de Jesús” (Fil 2, 2). Este es el principio de la espiritualidad que, nosotros como Diócesis, queremos
alcanzar: LA KOINONÍA.
(Libro de Koinonía “encuentro 12 Eucaristía: Comunión” Diócesis de Buga)

106
33 LA EUCARISTÍA: EUCARISTÍA Y MISIÓN

OBJETIVO:

Que los catequizandos aprendan la importancia de cada uno de los


momentos de la Celebración de la Eucaristía y como debe ser mi
comportamiento, actitud y participación en ella; en este momento
reconocer que la Eucaristía impulsa a la misión de anunciar las grandezas
y maravillas del Señor.

P Contenido doctrinal de la misión


LA EUCARISTÍA IMPULSA A LA MISIÓN
Desde la Eucaristía Jesús siempre nos envía, pues “no podemos guardar para nosotros el amor
que celebramos en este sacramento, ella no solo es fuente y cumbre de la vida cristiana,
sino también de su misión: una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera.
No hay nada más hermoso que encontrar a Cristo y comunicarlo a los demás, de modo que
también podamos decir a nuestros hermanos con convicción: -eso que hemos visto y oído os lo
anunciamos para que estéis unidos con nosotros- El impulso misionero es parte constitutiva, de
la forma eucarística de la vida cristina” (Sacramentum Caritatis 84).
Como se pude notar en las palabras de san Mateo referentes al envío misionero, el deseo y
la intención del Señor es que su mensaje de salvación sea comunicado a todas las personas,
dichas palabras y su intención resuenan también en el relato de institución de la Eucaristía; el
Señor dice Tomen y coman TODOS de él, esto es mi Cuerpo, tomen y beban TODOS de él, este
es el cáliz de mi sangre..., queda muy claro que el Señor está pensando en todos los hombres,
aquí podemos ver la urgencia de la misión, la gran tarea que supone ir a todos, dándoles todo,
lo cual será posible sólo si están involucrados todos; es por eso que hemos de ver la Eucaristía
como vida, como movimiento y dinamismo que con una fuerza centrífuga nos lanza hacia fuera,
hacia los otros.
La Eucaristía nos lanza lejos, nos pone en movimiento hacia los otros, para darles testimonio
con la vida, las obras y las palabras. En tal sentido el testimonio de vida es una de las primeras
misiones que nos da la Eucaristía: “El asombro por el don que el Padre nos ha hecho de Su Hijo,
nos imprime un nuevo dinamismo para ser testigos de su amor. Somos testigos cuando por
nuestras palabras, obras y modo de ser aparece Otro y se comunica. Por el testimonio llega el
amor de Dios a la historia del otro y lo invita a acogerlo libremente” (Sacramentum Caritatis 85)

107
EUCARISTÍA Y MISIÓN
El documento de Aparecida nos dice: “la Eucaristía, como lugar privilegiado del encuentro con
Cristo, es fuente inagotable de la vocación cristiana y del impulso misionero, pues en ella el
Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la decidida voluntad de
anunciar con audacia a los demás, lo que ha escuchado y vivido” (n. 251).
Hay que tener presente que “el contenido fundamental del anuncio misionero es Jesucristo como
único salvador, lo cual se cree, se celebra y se vive en la Eucaristía” (Sacramentum Caritatis 86).
Poder llegar a este anuncio explícito, supone llevar a cabo un “proceso de formación de los
discípulos misioneros, en el cual se destacan cinco aspectos fundamentales que aparecen de
diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan
entre sí y que son: encuentro con Cristo, conversión, discipulado, comunión y misión”(n. 278) Este
aspecto misionero se caracteriza por el deseo progresivo que se da en el discípulo de comunicar
a otros la alegría de ser enviado, porque está conociendo y amando a su Señor y quiere ayudarle
a construir su Reino, lo cual es posible en cuanto otros también le conozcan, le amen, le sigan y
le anuncien. “La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no se debe entender como una
etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia
vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona”
(n. 278.e).
LOS TRES FRENTES DE LA MISIÓN
La Eucaristía nos envía hacia tres destinatarios diferentes:
– Hacia los que no conocen a Cristo:
Para que conozcan su amor, un amor que ha llegado al extremo de la entrega total en la
cruz y que ha sido capaz de destruir la muerte y el mal en la resurrección. Este anuncio lo
realizamos mediante el Kerygma, que suscita la decisión de aceptar a Jesús y de convertirse a
Él, acogiéndolo como Señor y Salvador personal, e invitándolo a entrar en la vida de cada uno,
este primer anuncio está destinado a desarrollarse en el proceso de la iniciación cristiana y la
vivencia de la comunidad.
– Hacia los que sí conocen a Cristo, y le siguen:
En procura de fortalecer su respuesta positiva, y hacerla fructificar. Esto lo realizamos mediante la
acción pastoral, por la cual cuidamos de los fieles y les ayudamos a permanecer unidos a Cristo
mediante la Palabra de Dios y los sacramentos, en especial la Eucaristía y la Reconciliación. Un
fruto importante, para nosotros, de este momento misionero de la Iglesia, a raíz del contexto
de violencia en el que nos ha tocado vivir, se halla en que podamos generar un compromiso
efectivo con la paz, la justicia y la fraternidad.
– Hacía los que sí han oído hablar de Cristo, pero no responden positivamente:
Con el fin de ayudarles a tomar conciencia de la importancia de su fe, para que la asuman de
modo consciente, y para que se suscite en ellos la experiencia del encuentro con el Señor, que
los llama nuevamente a retomar más consciente y decididamente su camino de vida cristiana;

108
esto hace necesario que se acepte vivir un proceso de purificación de las imágenes de Dios,
propias de un cristianismo popular debilitado como el que la mayoría de nuestra gente vive,
a causa de la falta de evangelización; Este cometido tan decisivo e imperioso para nuestra
misión sólo lo podremos lograr mediante la opción por la nueva evangelización, que nos ubica
entre la misión inicial y el apostolado, por cuanto sus destinatarios son muy especiales: todos
aquellos que conocen al Señor, pero de oídas, y necesitan verlo, amarlo, seguirlo y anunciarlo,
con convicción y alegría.
(Libro de Koinonía “encuentro 13 Eucaristía y Misión” Diócesis de Buga)

109
34 MARÍA LA MADRE DE DIOS,
SAGRARIO DE LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos descubran que María la madre de Dios es el primer


sagrario donde habita el niño Jesús quien es nuestra Eucaristía

P Analisis de la experiencia
En el caminar al sacramento de la Eucaristía hemos escuchado la Buena de Dios que te ama de
manera personal e incondicional, hemos contemplado que Jesús es el único salvador que nos
llama a la conversión, a creer en él, a nacer de nuevo y a dejar que Él dirija nuestra vida por la
acción del Espíritu Santo. En este caminar hemos gustado de la misa en la que somos convocados
por amor, lavados en la bondad de Dios, se nos da la Palabra, ofrecemos nuestra vida, adoramos
la presencia de Jesús en la Eucaristía, nos alimentamos de su cuerpo y su sangre y luego lo
anunciamos como contagio de lo que hemos vivido. Ahora queremos contemplar a la Virgen
María que dijo si al anuncio del Ángel y recibió en su seno al hijo de eterno de Dios; contemplar
a María que acompañó a Jesús hasta la cruz en fidelidad y entrega; contemplar a María que en la
historia de la Iglesia ha acompañado a los discípulos de Jesús; contemplar a María que nos dice
“hagan lo que él les diga”, contemplar a María que intercede para que seamos perseverantes en
el amor a la Eucaristía, contemplar a María que en esta primera comunión nos acompaña y cuida.
María saludada por el ángel como llena de gracia, al dar su consentimiento a la Palabra Divina,
queda hecha Madre de Dios, sagrario de la Eucaristía. A la desobediencia de Eva, portadora de
la muerte, responde la obediencia de María, portadora de la vida, de tal manera que su función
maternal y su vinculación a la obra de la salvación realizada por Jesucristo, no tiene ya fin, bien
en la intimidad del hogar (la visita a su pariente Isabel, la adoración del recién nacido por los
pastores y los magos, la purificación y el anuncio de Simeón, el encuentro de Jesús en el templo
y la vida en la casa de Nazaret), bien en la vida pública (bodas de Caná y el momento de la cruz),
sin protagonismo desmesurado pero sí consciente de ser la esclava del Señor.
Junto a la cruz de Jesús, en Juan, todos somos declarados sus hijos por su propio Hijo, y ella
entregada como Madre. Presente con los Apóstoles en Pentecostés, María es modelo de la
Iglesia suplicante y testigo privilegiado de su nacimiento. Prosiguiendo su función maternal hacia
los fieles, sin disminuir la mediación única de Cristo, muestra su eficacia cooperando a la obra
del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad, siendo Madre para la Iglesia en
el orden de la gracia.
Asunta al cielo, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina, protege sus pasos hacia la
patria celestial y nos obtiene, con su intercesión, la gracia de la salvación eterna, y, por ello, es

110
honrada en la Iglesia con los títulos de Auxiliadora, Socorro, Intercesora; sin quitar ni añadir nada
a la mediación única del Redentor.
María brilla como ejemplo de virtud ante toda la comunidad cristiana y es modelo de aquel
amor maternal del que debemos estar animados todos aquellos que en la primera comunión
buscamos unirnos plenamente a Jesucristo vivo y resucitado hasta su venida gloriosa.
El Concilio Vaticano II dijo: “La Iglesia, instruida por el Espíritu Santo, venera a María como Madre
amantísima, con afecto de piedad filial” (LG.13), por eso Pablo VI proclamó a María como Madre
de la Iglesia. Es Madre de la Iglesia porque es Madre de Cristo, Madre nuestra porque cooperó con
su amor a nuestra redención y salvación (LG 53) Mientras peregrinamos, María es “la educadora
de la fe” (LG. 63). Es Madre que nos va haciendo progresar en la fe. Ella cuida que el Evangelio se
encarne en nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad. La Virgen María es “pedagoga del
Evangelio”, es decir, la que enseña a entender bien el mensaje de Cristo.
Toda verdadera devoción a la Santísima Virgen María tiene obligatoriamente un sentido cristológico
y eclesiológico. Es decir, no podemos referirnos a María sin una clara y directa relación a Jesucristo
y a la Iglesia. Podríamos aplicar aquello de “ni Jesucristo sin María, ni María sin Jesucristo; ni la
Iglesia sin María, ni María sin la Iglesia”. Jesucristo-María-Iglesia forman un todo indisoluble para
su comprensión.
(Libro de Koinonía “encuentro 14 María: Madre de Dios y de la Iglesia” Diócesis de Buga)

111
CELEBRACIÓN DE ENTREGA
DEL SANTO ROSARIO

NOTA:
Se sugiere que la celebración de entrega del santo rosario, se viva dentro de la Eucaristía
Dominical en la que participan los catequizandos, a fin de que este signo de fe, motive
y promueva la evangelización en las familias y en la asamblea parroquial que participe.
Sin embargo, el ministerio de catequesis en comunión con el Párroco, pueden elegir otro
espacio para la celebración. Lo importante es que los catequizandos experimenten el
encuentro personal con Jesucristo y nuestra Madre la Santísima Virgen María, a través de la
contemplación de la Cruz.

DESARROLLO SUGERIDO PARA LA CELEBRACIÓN DE ENTREGA

AMBIENTACIÓN:

Preparar un altar para la Imagen de la Virgen María en la advocación que se prefiera,


en un lugar destacado del templo para colocar la imagen.
Así mismo, disponer de una mesa donde se ubiquen los rosarios que serán entregados
a los catequizandos, para facilitar la entrega. El rosario se entrega a cada catequizando
como signo de oración, aceptación y confianza en nuestra Madre la Virgen María,
por lo que debe haber uno para cada catequizando. Además, se les invita a seguir
llevándola a los encuentros de la catequesis.

MONCIÓN INICIAL PARA LA EUCARISTÍA

Catequista: Hermanos, nos reunimos en el Espíritu del Señor Resucitado, para encontrarnos
con Él por medio de la Palabra que habla a nuestra vida y a nuestro corazón. También nos
unimos a nuestra Madre, la Santísima Virgen María, para contemplar la obra de Dios en
ella, reconocer sus virtudes y consagrarnos a su protección maternal, para que interceda
por nosotros ante su Divino Hijo. Dispongamos nuestro corazón para decirle SI al Señor, y
celebrar la Eucaristía.

PROCESIÓN DE ENTRADA PARA LA EUCARISTÍA

El orden sugerido es el siguiente, pero el Sacerdote Párroco puede ajustar este orden según
su criterio:
P Dos catequizandos llevan los cirios a lado y lado.

112
P Un Catequista lleva en alto la Biblia abierta.
P El Sacerdote que preside.

RITOS DE CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

La Celebración Eucarística Dominical se desarrolla de acuerdo al tiempo litúrgico y según las


disposiciones Eclesiales.

ENTREGA DE LA SAGRADA BIBLIA

Se sugiere que esta entrega se realice después de la homilía. También, puede realizarse en
el momento que el Sacerdote Párroco crea conveniente según su criterio.

MONCIÓN PARA LA ENTREGA DE LA SAGRADA BIBLIA

Catequista: El Santo Rosario es un compendio de los medios de crecimiento, al recibirlo


hoy
tomemos conciencia de continuar cultivando nuestra vida cristiana.
Sacerdote: Padre Santo, que nos has revelado tu amor en tu Hijo crucificado, derrama tu
bendición sobre estos Santos Rosarios y sobre quienes meditarán con él tus misterios. En el
Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
El Sacerdote hace entrega del Santo Rosario a cada catequizando como signo de acoger a
María como madre en el caminar de la Evangelización, mientras le dice:
Sacerdote: Recibe el Santo Rosario y dile al Señor “Si”, a ejemplo de María.
Catequizando: Amén

113
35 LA IGLESIA CATÓLICA,
SACRAMENTO DE SALVACIÓN

OBJETIVO:

Que los catequizandos reconozcan en la Iglesia Católica la presencia de Dios


que actúa con el dinamismo y fuerza de su Santo Espíritu a través del Papa,
los Obispos, Sacerdotes, Diáconos y todos los bautizados comprometidos
con la Iglesia que hacen de ella Sacramento de Salvación.

P Analisis de la experiencia
Durante todo el caminar de la Catequesis, hemos aprendido muchas cosas que le hacen bien
a nuestra alma, hemos conocido nuestra historia de salvación, reconocimos a Dios como Padre
Amoroso y al Hijo Jesús como Salvador y Señor en nuestra vida. También, aprendimos que en el
Bautismo nos hacemos hijos de Dios y nos da la fuerza del Espíritu Santo para creer en la obra
de Dios. Reconocimos que somos pecadores y que es necesario el perdón en la confesión para
renovar nuestra vida y recibir a Jesús Eucaristía y, sobre todo, aprendimos que, en la Eucaristía,
Dios viene a nuestro encuentro para quedarse con nosotros, acompañarnos y darnos fortaleza
en nuestra vida. En la Eucaristía Dios une al cielo con la tierra.
Todo lo que hemos aprendido en la catequesis, Dios lo ha revelado a su Iglesia, pero ¿Qué es
la Iglesia? La Iglesia, es el conjunto de los Bautizados que, confiados en la Palabra de Dios,
animados por la fuerza del Espíritu Santo y alimentados por la oración y los Sacramentos, se
disponen a transformar su vida y ser testigos del Evangelio, anunciando la buena noticia y
haciendo que otros conozcan a Jesús.
– La Iglesia posee unas características que la identifica:
– La Iglesia es Una, porque uno es su Señor y Dios, una su Fe y uno su Bautismo.
– L a Iglesia es Santa, porque Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo la santifican con su presencia y
bendición.

114
– La Iglesia es católica, porque es universal, acoge a todos los hombres sin distinción.
– L a Iglesia es Apostólica, porque se fundamenta en las enseñanzas de los Apóstoles de Cristo
y sigue la sucesión apostólica.
Dios ha querido dispensar su gracia, amor y bendición a través de la Iglesia, y para ello le ha
confiado sus siete Sacramentos (Bautismo, Confirmación, Comunión, Penitencia, Matrimonio,
Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos), acciones sagradas por medio de las cuales, Dios se
une a cada uno de nosotros en diferentes momentos de nuestra vida para ayudarnos y llevarnos
a la santidad.
Pero ¿Quién instituyo la Iglesia Católica? La Iglesia Católica nace en el corazón de la Santísima
Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) es decir, en el corazón de Dios, que desde el principio de
todo, quiso hacer de toda la humanidad, su obra más querida y entrar en comunión con ella,
con el paso de la historia de Salvación, Dios la fue moldeando hasta purificarla y salvarla en
Jesucristo su Hijo amado; le dio la gracia de ser santa derramando sobre ella su Santo Espíritu; y
la entregó a los Apóstoles para que de generación en generación, toda la humanidad conociera
a Dios y amándolo, perpetuaran su obra como Iglesia, cuerpo de Cristo, de quien Él es la cabeza
y el Espíritu Santo su alma y santificador.
La Iglesia posee una misión clara y divina, la evangelización. La obra evangelizadora de la
Iglesia es su gozo y su dicha, ella, la Iglesia, existe para evangelizar (Cf. Evangelii Nuntiandi n.
14), para llevar la esperanza a los hombres, para que la humanidad, creyendo en Jesucristo, se
convierta y se salve. En esta misión todos somos importantes y estamos llamados a colaborar en
la evangelización por medio del anuncio de la Palabra de Dios, de la fe y el testimonio de vida.
La Iglesia Católica también siguiendo la estructura y orden que los Apóstoles le enseñaron, elige
a unos hombres para consagrarlos como Sacerdote y los envía por el mundo a anunciar la buena
nueva y a bautizar a todos los que crean en Jesucristo.
De esta forma la obra evangelizadora y la fidelidad en la enseñanza de los Apóstoles, la cuidan
y custodian los nuevos Apóstoles del Señor, conocidos como Obispos.
De entre todos los Obispos, pastores de la Iglesia, el Obispo de Roma, por obra del Espíritu Santo,
recibe las llaves de la Iglesia y el encargo de ser el Papa, como lo recibió Pedro en aquel día
cuando Jesús lo nombró piedra sobre la cual edifica su Iglesia (Cf. Mt. 16, 18) a esto se le llama
sucesión apostólica. De esta manera el Papa junto a sus hermanos Obispos cuidan, alimentan y
defienden a todos los hijos de Dios de generación en generación.
Todos los Obispos, prestan sus servicios como pastores en un territorio geográfico determinado,
conocido como Diócesis, que está conformada por un conjunto de municipios, ciudades, pueblos
y veredas, que le son confiados para que los pastoree, como ese territorio es tan grande,
Dios llama a algunos varones y los ordena Sacerdotes, a quienes el Obispo envía como sus
colaboradores, a las diferentes zonas de su Diócesis, donde por grupos de barrios y veredas
consagra lugares sagrados conocidos como Templos Parroquiales donde se congregan todos los
creyentes que viven en zonas cercanas.

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En los templos parroquiales el Sacerdote o también conocido como Párroco, cuida, alimenta y
evangeliza a las personas que, por su ubicación geográfica, participan de los oficios religiosos
en su templo parroquial. (se sugiere que el catequista utilice como ejemplo su Diócesis y su
Parroquia y les enseñe a los niños las ciudades y municipios que conforman su Diócesis, así como
los barrios y veredas que pertenecen a su Parroquia).
En una Parroquia hay mucho trabajo por hacer y los Sacerdotes procuran ayudar a todos, ellos
tienen la misión principal de Predicar la Palabra, Perdonar los Pecados y Celebrar los Sacramentos,
sin embargo hay muchas otra labores que, en ocasiones por factores de tiempo no alcanzan a
realizar, hablamos de servicios como la catequesis, la atención a los enfermos, familias, infancia,
jóvenes, adultos, pobres, entre otros, que son servicios que los bautizados podemos hacer, y es
allí donde todos estamos llamados a ejercer los dones y talentos que nuestro Dios nos ha dado.
Como podemos ver, la Iglesia es muy organizada y como ella es Madre, Maestra y depositaria
de la Fe (Cf. C.E.C tercera parte, artículo 3), sabe cómo cuidarnos para que, conociendo a Cristo,
cabeza de la Iglesia, permanezcamos fieles a Él y vivamos el mandamiento del amor hasta
llegar a la santidad que es la unión plena con Dios. Para custodiar nuestra vida moral y espiritual,
la Iglesia nos pide vivir cinco (5) mandamientos expresados así en el Catecismo de la Iglesia
Católica en los numerales 2041-2043:
Los mandamientos de la Iglesia
Los mandamientos de la Iglesia se sitúan en la línea de una vida moral referida a la vida litúrgica
y que se alimenta de ella. El carácter obligatorio de estas leyes positivas promulgadas por la
autoridad eclesiástica tiene por fin garantizar a los fieles el mínimo indispensable en el espíritu
de oración y en el esfuerzo moral, en el crecimiento del amor de Dios y del prójimo.
P El primer mandamiento: («oír misa entera los domingos y demás fiestas de precepto y no realizar
trabajos serviles») exige a los fieles que santifiquen el día en el cual se conmemora la Resurrección
del Señor y las fiestas litúrgicas principales en honor de los misterios del Señor, de la Santísima Virgen
María y de los santos, en primer lugar participando en la celebración eucarística en la que se congrega
la comunidad cristiana y descansando de aquellos trabajos y ocupaciones que puedan impedir esa
santificación de esos días (cf CIC can 1246-1248; CCEO can. 881, 1.2.4).

116
P El segundo mandamiento («confesar los pecados mortales al menos una vez al año») asegura la
preparación a la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la Reconciliación, que continúa la
obra de conversión y de perdón del Bautismo (cf CIC can. 989; CCEO can. 719).
P El tercer mandamiento («recibir el sacramento de la Eucaristía al menos por Pascua») garantiza un
mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en conexión con el tiempo de Pascua, origen
y centro de la liturgia cristiana (cf CIC can. 920; CCEO can. 708-881, 3).
P El cuarto mandamiento («abstenerse de comer carne y ayunar en los días establecidos por la Iglesia»)
asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas y para
adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del corazón (cf CIC can. 1249-1251; CCEO can.
882).
P El quinto mandamiento («ayudar a la Iglesia en sus necesidades») enuncia que los fieles están
obligados de ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia (cf CIC
can. 222).
De esta manera la Iglesia llena de la gracia del Espíritu Santo, dispensa a todas las personas,
de todos los tiempos, los dones y bendiciones de Dios por medio de los Sacramentos, de la
evangelización y de su presencia en la vida de la humanidad, transformándose en Sacramento
de Salvación para todos aquellos que la aceptan y quieren ser acompañados por ella.
Hoy quiero invitarte para que le des gracias a Dios por la Iglesia Católica a la que perteneces,
pues la Iglesia no es el templo, sino que somos todos nosotros los Bautizados, tú, yo y todos los
aquí presentes que, reunidos en el templo, celebramos nuestra fe en unidad fraterna de amor y
paz bajo la acción del Espíritu Santo.

117
36 CUSTODIOS DE LA EUCARISTÍA

OBJETIVO:

Que los catequizandos despierten la conciencia sobre la importancia de


continuar asistiendo a la Santa Misa todos los domingos

P Analisis de la experiencia
El magisterio de la Iglesia nos enseña que el domingo es el día del Señor y, por consiguiente,
debemos, como creyentes, participar de la celebración Eucarística dominical, donde de manera
privilegiada nos unimos a Cristo y a los hermanos, nos alimentamos de la Palabra y el Banquete
celestial y recibimos la gracia de Dios para perseverar en el bien y dar batalla al mal del pecado.
Si participo dignamente cada domingo de la Santa Misa, me hago un verdadero custodio de la
Eucaristía.

La Eucaristía dominical
La celebración dominical del día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la
vida de la Iglesia. “El domingo, en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica,
ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto” (CIC can. 1246, §1).
«Igualmente deben observarse los días de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, Epifanía,
Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada
Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo y, finalmente, todos los Santos»
(CIC can. 1246, §1).
Esta práctica de la asamblea cristiana se remonta a los comienzos de la edad apostólica (cf Hch 2,
42-46; 1 Co 11, 17). La carta a los Hebreos dice: “No abandonéis vuestra asamblea, como algunos
acostumbran hacerlo, antes bien, animaos mutuamente” (Hb 10, 25). «La tradición conserva el
recuerdo de una exhortación siempre actual: “Venir temprano a la Iglesia, acercarse al Señor y
confesar sus pecados, arrepentirse en la oración [...] Asistir a la sagrada y divina liturgia, acabar
su oración y no marcharse antes de la despedida [...] Lo hemos dicho con frecuencia: este día
os es dado para la oración y el descanso. Es el día que ha hecho el Señor. En él exultamos y
nos gozamos» (Pseudo-Eusebio de Alejandría, Sermo de die Dominica). (Catecismo de la Iglesia
Católica 2177-2178)

118
Vivir el precepto dominical
Los Padres sinodales, conscientes de este nuevo principio de vida que la Eucaristía pone en
el cristiano, han reafirmado la importancia del precepto dominical para todos los fieles, como
fuente de libertad auténtica, para poder vivir cada día según lo que han celebrado en el «día
del Señor». En efecto, la vida de fe peligra cuando ya no se siente el deseo de participar en la
Celebración eucarística, en que se hace memoria de la victoria pascual. Participar en la asamblea
litúrgica dominical, junto con todos los hermanos y hermanas con los que se forma un solo
cuerpo en Jesucristo, es algo que la conciencia cristiana reclama y que al mismo tiempo la forma.
Perder el sentido del domingo, como día del Señor para santificar, es síntoma de una pérdida
del sentido auténtico de la libertad cristiana, la libertad de los hijos de Dios. A este respecto, son
hermosas las observaciones de mi venerado predecesor Juan Pablo II en la Carta apostólica Dies
Domini. a propósito de las diversas dimensiones del domingo para los cristianos: es dies Domini,
con referencia a la obra de la creación; dies Christi como día de la nueva creación y del don
del Espíritu Santo que hace el Señor Resucitado; dies Ecclesiae como día en que la comunidad
cristiana se congrega para la celebración; dies hominis como día de alegría, descanso y caridad
fraterna.
Por tanto, este día se manifiesta como fiesta primordial en la que cada fiel, en el ambiente en
que vive, puede ser anunciador y custodio del sentido del tiempo. En efecto, de este día brota el
sentido cristiano de la existencia y un nuevo modo de vivir el tiempo, las relaciones, el trabajo,
la vida y la muerte. Por eso, conviene que en el día del Señor los grupos eclesiales organicen en
torno a la Celebración eucarística dominical manifestaciones propias de la comunidad cristiana:
encuentros de amistad, iniciativas para formar la fe de niños, jóvenes y adultos, peregrinaciones,
obras de caridad y diversos momentos de oración. Ante estos valores tan importantes —aun
cuando el sábado por la tarde, desde las primeras Vísperas, ya pertenezca al domingo y esté
permitido cumplir el precepto dominical— es preciso recordar que el domingo merece ser
santificado en sí mismo, para que no termine siendo un día «vacío de Dios». (Sacramentum
Caritatis 73)
Banquete pascual y encuentro fraterno
Este aspecto comunitario se manifiesta especialmente en el carácter de banquete pascual propio
de la Eucaristía, en la cual Cristo mismo se hace alimento. En efecto, «Cristo entregó a la Iglesia
este sacrificio para que los fieles participen de él tanto espiritualmente por la fe y la caridad
como sacramentalmente por el banquete de la sagrada comunión. Y la participación en la cena
del Señor es siempre comunión con Cristo que se ofrece en sacrificio al Padre por nosotros».
Por eso la Iglesia recomienda a los fieles comulgar cuando participan en la Eucaristía, con la
condición de que estén en las debidas disposiciones y, si fueran conscientes de pecados graves,
que hayan recibido el perdón de Dios mediante el Sacramento de la reconciliación, según el
espíritu de lo que san Pablo recordaba a la comunidad de Corinto (cf. 1 Co 11,27-32). La invitación
a la comunión eucarística, como es obvio, es particularmente insistente con ocasión de la Misa
del domingo y de los otros días festivos.
Es importante, además, que se tenga conciencia clara de la íntima vinculación entre la comunión
con Cristo y la comunión con los hermanos. La asamblea eucarística dominical es un acontecimiento
de fraternidad, que la celebración ha de poner bien de relieve, aunque respetando el estilo propio
de la acción litúrgica. A ello contribuyen el servicio de acogida y el estilo de oración, atenta a las
necesidades de toda la comunidad. El intercambio del signo de la paz, puesto significativamente

119
antes de la comunión eucarística en el Rito romano, es un gesto particularmente expresivo, que
los fieles son invitados a realizar como manifestación del consentimiento dado por el pueblo
de Dios a todo lo que se ha hecho en la celebración y del compromiso de amor mutuo que se
asume al participar del único pan en recuerdo de la palabra exigente de Cristo: « Si, pues, al
presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra
ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego
vuelves y presentas tu ofrenda » (Mt 5,23-24). (Dies Domini 44)
La primera comunión necesita continuar siendo custodiada, cuidada por quienes la reciben,
para esto es necesario seguir cultivando la primera comunión cada domingo en la celebración
de la Santa Misa dominical. El domingo es el día del Señor que te ama por eso celebra su amor
en la Eucaristía. El domingo es el día de la resurrección por eso celebra la vida nueva en la
Eucaristía. El domingo es el día de descanso por eso te invito que te renueves en la santa misa. El
domingo es el día de la fe, por eso te invito que creas que Dios te quiere en la misa dominical. El
domingo es el día de gracia por eso nace de nuevo cada domingo en la celebración de la Santa
Misa. La Santa Misa dominical sea tan importante en tu vida como el agua, la comida o el aire.
El domingo no es cristiano sin la Santa Misa. Hoy te recuerdo que sin la Santa Misa dominical
la gracia de la primera comunión se morirá. Feliz día de tu primera comunión y mucha más
felicidad si continúas perseverando en la Santa Misa cada domingo.

120
CUARTO ENCUENTRO DE FAMILIAS

OBJETIVO:

Socializar con los padres de familia y/o acudientes, toda la información


referente a la celebración de la Primera Comunión.

AMBIENTACIÓN:
El lugar del encuentro se ubicarán el atril o mesa con la Palabra, el cirio y la
imagen de la Virgen María, sillas suficientes para las familias participantes.
Para este encuentro el Catequista hará una cartelera creativa y bonita que
contenga el título “FAMILIAS BENDECIDAS POR DIOS” y una imagen que lo
represente, esta será pegada de manera visible para todos.

V BENDICIÓN: ( Puede ser rezado o cantado)


En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V ORACIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantada, se sugiere que las familias
se tomen de las manos)
Que ninguna familia comience Que marido y mujer tengan fuerza
en cualquier de repente, de amar sin medida
Que ninguna familia se acabe y que nadie se vaya a dormir
por falta de amor. sin buscar el perdón.
La pareja sea el uno en el otro Que en la cuna los niños aprendan
de cuerpo y de mente el don de la vida,
y que nada en el mundo separe la familia celebre el milagro
un hogar soñador. del beso y del pan.
Que ninguna familia se albergue Que marido y mujer de rodillas
debajo del puente contemplen sus hijos,
y que nadie interfiera en la vida que por ellos encuentren la fuerza
y en la paz de los dos. de continuar.
Y que nadie los haga vivir Y que en su firmamento la estrella
sin ningún horizonte que tenga más brillo
y que puedan vivir sin temer pueda ser la esperanza de paz
lo que venga después. y certeza de amar.
La familia comience sabiendo La familia comience sabiendo
por qué y dónde va por qué y donde va
y que el hombre retrate la gracia y que el hombre retrate la gracia
de ser un papá. de ser un papá.

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La mujer sea cielo y ternura y La mujer sea cielo y ternura
afecto y calor y afecto y calor
y los hijos conozcan la fuerza y los hijos conozcan la fuerza
que tiene el amor. que tiene el amor.

Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también.
Bendecid oh Señor las familias, Amén. Bendecid oh Señor las familias, Amén.
Bendecid oh Señor la mía también. Bendecid oh Señor la mía también

V INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO: (Se hace de forma responsorial)


C/ Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles
N/ y enciende en ellos el fuego de tu amor.
C/ Envía, Señor, tu Espíritu.
N/ Y renovarás la faz de la Tierra.
Juntos:
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos
ser dóciles a ese mismo Espíritu, para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por
Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Mi experiencia…

P Saludo y agradecimientos
Es bueno y agradable a Dios ser agradecidos con quienes han confiado en nosotros y más aún
cuando han confiado a sus hijos para que les anunciemos la fe. En este espacio, se sugiere
saludar fraternalmente a los niños, padres de familia y/o acudientes, para expresarles de
forma espontánea, nuestro agradecimiento por su participación y confianza en el proceso
de preparación para la Primera Comunión, así como exaltar todo lo bueno y agradable que
se experimentó durante todo el proceso de catequesis, la participación y asistencia a los
encuentros y a las reuniones de padres de familia.
Se puede ser creativo, entregando algún recordatorio o compartiendo algún alimento o
bebida, ya sea al principio o al final de este encuentro.

P Socialización
En este espacio se sugiere socializar con los padres de familia y/o acudientes todos los
detalles que se deben tener en cuenta para la confesión y el día de la celebración de

122
la Primera Comunión como, por ejemplo: fecha, hora, preparación de los catequizandos,
presentación personal, elementos que deben portar los catequizandos, comportamiento que
se espera dentro del templo, un ensayo de la celebración para que, tanto niños y familiares,
visualicen su rol y ubicación dentro del templo y las recomendaciones que, el Párroco y el equipo
de catequesis, crean convenientes para garantizar una celebración solemne que permita un
verdadero encuentro del niño con Jesús que viene a habitar en su corazón y en su vida.
Así mismo, abrir un espacio fraterno de diálogo y comprensión, donde los familiares realicen sus
preguntas o inquietudes y obtengan respuestas asertivas que faciliten una sana convivencia y
una adecuada resolución de conflictos o problemas.
Se recomienda de manera especial, extender la invitación para que las familias continúen
participando de la celebración Eucarística dominical y exhortarlos a seguir avivando el fuego de
la comunión en nuestros hogares. También se puede invitar a los catequizandos a algún proceso
o grupo pre juvenil que tenga la Parroquia para que la gracia de la Comunión sea custodiada por
la comunidad y la adhesión a Cristo en la Iglesia.
Por último, explicar a los padres de familia y/o acudientes, todo lo relacionado con la convivencia
final de la catequesis denominada “GUARDIANES DE LA EUCARISTÍA”, espacio de retiro y
preparación, donde los catequizandos dispondrán, sus corazones para recibir a Jesús Eucaristía
por primera vez en sus vidas, a través de la oración y el encuentro fraterno. Tener en cuenta
informar día, horario, lugar, elementos que cada niño debe llevar al encuentro, entre otras que
el Párroco y el equipo de catequistas crean convenientes.

Leo y vivo tu palabra con mi familia

P Discernimiento cristiano
Escucho la Palabra de Dios
 Se sugiere en este momento proclamar el Evangelio que se va a escuchar en la
celebración de la Primera Comunión y que el Párroco haga una breve reflexión que
invite a los familiares a disponerse en oración y amor para este gran día.

V ORACIÓN FINAL:
Se termina orando cogidos de la mano:
– Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
– D
 ulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes.
Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Ya que nos quieres tanto como verdadera Madre,
Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
– El abrazo de la paz.

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ENCUENTRO PREPARATORIO PARA
RECIBIR LA PRIMERA COMUNIÓN
(CONVIVENCIA GUARDIANES DE LA EUCARISTÍA)

OBJETIVO:
Generar un espacio de oración y convivencia donde los catequizandos
puedan preparar su alma, como elegidos por Dios, para recibir por primera
vez a Jesús en la Eucaristía.

AMBIENTACIÓN:
Se debe preparar un lugar distinto al lugar de la catequesis, se ubicarán
el atril o mesa con la Palabra, el cirio y la imagen de la Virgen María,
sillas suficientes para los catequizandos, los catequistas prepararán todos
los elementos y materiales necesarios para que el encuentro pueda
desarrollarse adecuadamente.

V BENDICIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantado)


En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
V ORACIÓN INICIAL: ( Puede ser rezado o cantada, se sugiere que las familias
se tomen de las manos)

Ya llegó la fecha, dulce y bendecida


Hoy es la mañana, bella de mi vida
Lleguemos al templo donde está el señor
Que tierno y amante nos brinda su amor.

Ángel de mi guarda, ángel del consuelo


Dile a Jesucristo, que baje del cielo
Que el ansia de mi alma, se digne calmar
Pues ya desfallece de tanto esperar.

Y tu virgen Santa, oh madre querida,


Enciende en mi pecho, la luz de mi vida;
Adorna mi alma de paz y pureza,
Pues va hacer morada de eterna belleza.

124
V INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO: (Se hace de forma responsorial)
C/ Ven, Espíritu Santo, Llena los corazones de tus fieles
N/ y enciende en ellos el fuego de tu amor.

C/ Envía, Señor, tu Espíritu.


N/ Y renovarás la faz de la Tierra.

Juntos:
Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo;
concédenos ser dóciles a ese mismo Espíritu, para gustar siempre el bien y gozar de su
consuelo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Mi experiencia…

P Motivación inicial
Juego: guardianes
Quien dirige este momento tendrá el nombre
de Guardián, dividirá el grupo en pequeños
equipos con un máximo de 12 integrantes
acompañados por un catequista o adulto, la
primera tarea que este equipo debe realizar
es elegir un líder, una vez lo hayan elegido,
éste debe ir hasta donde está el Guardián
quien le entregará un paquete o bolsa que
contiene escarapelas con el nombre de una
de las virtudes de la Virgen María (Humildad,
paciencia, amor, gratitud, silencio, solidaridad,
obediencia, sencillez, pureza, etc) una virtud
por equipo, y marcadores; cada equipo deberá escribir en las escarapelas el nombre de sus
integrantes y ponerlas en el pecho; una vez terminada esta actividad cada equipo deberá
comenzar la búsqueda de seis 6 piezas para armar un rompecabezas, (previamente el
guardián ha escondido piezas suficientes para los equipo, puede diferenciarlas por el nombre
de la virtud de cada equipo para evitar confusiones) una vez el equipo haya encontrado todas
las piezas deberá armar el rompecabezas y gritar “YO HE SIDO ELEGIDO”(el rompecabezas
será elaborado en forma de corazón y la imagen de su interior es una custodia con la frase
“custodios de la Eucaristía, guardianes de la fe”) una vez terminada esta actividad el Guardián
invitará a los participantes para que juntos respondamos las siguientes preguntas:
P ¿Cómo se llamaba el juego que acabamos de jugar?

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P ¿Cuál era el nombre de tu equipo?
P ¿Qué significa ese nombre para ti?
P ¿Qué tuvo que hacer cada equipo para encontrar las piezas del rompecabezas?
P ¿Fue fácil armar el rompecabezas?
P ¿Qué debían gritar los equipos cuando armaran el rompecabezas?
P ¿Qué significa ser elegido?
P ¿Qué imagen encontraste en el rompecabezas?
P ¿Qué frase encontraste en el rompecabezas?
P ¿Qué significa ser un Guardián?

P Descripción de la experiencia
El Guardián invitará a los catequizandos para que formen de nuevo los equipos en la compañía de un
catequista o adulto, para compartir las siguientes preguntas, se puede indicar que en este momento
se busca mirar la experiencia de vida cotidiana:
P ¿Has pertenecido alguna vez a un grupo o equipo? ¿A cuál?
P ¿Qué actividades realizabas en ese grupo o equipo?
P ¿Has conocido a algún guardián en tu vida? Y ¿qué hacía ese guardián?
P ¿Crees que tú puedes ser un Guardián?
P Recordando los nombres de los equipos ¿Qué virtudes debe tener un Guardián?
P ¿Por qué crees que Dios te ha elegido como Guardián?

NOTA: Se sugiere que después de la descripción de la experiencia se dé un tiempo para el


refrigerio.

P Análisis de la experiencia
Para iniciar este momento se ubicarán a los catequizandos en sus sillas o en el suelo,
se sugiere realizar un canto al Espíritu Santo e invitarlos a tener una actitud de silencio y
recogimiento durante esta reflexión y encuentro con la Palabra, indicando que podrán hablar
solo cuando se hagan algunas preguntas y de manera ordenada pidiendo la palabra. (se
recomienda ubicar una imagen de la Virgen María en un lugar visible)

126
Reflexión: En este día de encuentro como equipo de Guardianes de Dios, quiero invitarlos
para que conozcamos a una persona que fue la primera Guardiana de Jesús, escucha
atentamente:
(Quien dirige este momento comenzará proclamando el texto del Evangelio de San Lucas 1,
26 -27):
“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la
virgen era María.”
¿Qué sabes acerca de la Virgen María? (se dará un espacio para que los catequizandos
participen) la Virgen María es la Madre de Jesús, elegida por Dios antes que existieran todas
las cosas, ella es hija de San Joaquín y Santa Ana, dos personas que por sus virtudes fueron
elegidos por Dios como padres de Su amada hija Santa María. La Virgen María fue una niña
muy bien educada en la fe, sus padres siempre la llevaban al templo para orar, escuchar la
palabra y le enseñaban todas las virtudes agradables a Dios, ella era obediente, cariñosa,
servicial y muy piadosa, siempre seguía los consejos de sus padres y dedicaba sus días en
actividades de tipo espiritual y a las labores de su casa donde colaboraba ayudando a su
madre, era una niña muy prudente y guardaba todas las buenas y sanas enseñanzas que
recibía en su corazón, así fue creciendo en gracia y amistad delante de Dios, hasta que un
día cuando ella se encontraba orando como de costumbre, fue visitada por el Ángel de Dios
llamado Gabriel y ¿para qué la visitó este ángel? Escuchemos Lucas 1, 28 - 33:

El ángel entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»


Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de
David, su padre;
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»

¿Qué le dijo el ángel Gabriel a la Virgen María? (se dará un espacio para que los catequizandos
participen) el ángel visitó a María para comunicarle que Dios la había elegido para que fuese
la Madre de su Hijo Jesús, y conociera quien sería él para toda la humanidad; la misión de
la Virgen María a partir de este momento sería la de ser Madre y Guardiana de Dios hecho
hombre, en su vientre empezaría a existir el Dios humanado que habría de venir a salvar al
mundo de las garras del pecado y de la muerte; pero que dijo ella ante esta propuesta que
le hace Dios de ser la Madre de su Hijo Jesús? Escuchemos Lucas 1, 34 – 38:

127
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra;
por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez,
y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,
porque ninguna cosa es imposible para Dios.»
Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y el ángel dejándola se fue.

¿Cuál fue la respuesta final que le dio la Virgen María a Dios? (se dará un espacio para que los
catequizandos participen) La virgen María inmaculada y sin mancha, no comprendía como iba
a suceder que el niño habitará en su vientre, ante lo cual el ángel le explica que el niño será
fecundado por la obra del Espíritu Santo de Dios por eso será santo y llamado Hijo de Dios, pues
para Dios no hay nada imposible, ella iluminada por la gracia de Dios comprende estas palabras
y decide aceptar que se hagan realidad en ella esas palabras, permitiendo de esta manera que
el plan de salvación de Dios continúe su rumbo y llegue a todos los hombres.
Es por esto que hoy tu y yo debemos seguir el ejemplo de la Virgen María primera custodia y
guardiana de Jesús, hoy como ella tu recibirás por primera vez a Jesús en tu vida, convirtiéndote
en custodio y guardián de su presencia, para que cada vez que recibas a Jesús en la Sagrada
Comunión, Él pueda hallar un corazón limpio y agradable para vivir, deberás respetar con tus
obras, pensamientos y palabras a Jesús que vivirá en ti y serás reflejo de su presencia en el
mundo a través de las buenas obras que realices con los demás.
Sin embargo, puede ocurrir que el pecado te alcance de nuevo y te haga perder la gracia
quitándote el don de ser guardián de Jesús, para lo cual debes estar muy atento como un
guerrero, procura confesarte con frecuencia y corregir tus malas actitudes, se obediente a tus
padres y mayores, se responsable con tus tareas diarias y vive con amor y felicidad cada día.

Leo y vivo tu palabra con mi familia

P Discernimiento cristiano
Escucho la Palabra de Dios
 Para este momento se sugiere llevar en procesión y cantando a los catequizandos, hasta la capilla del
santísimo o lugar de oración donde estará expuesto el Santísimo, el Sacerdote los estará esperando
para iniciar la oración a Jesús Sacramentado y será el encargado de dirigir este momento.

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Al llegar los catequizandos ante la presencia de Jesús, se les indicará que deben arrodillarse
y guardar silencio, pasado un momento el Sacerdote iniciará las invocaciones propias para
la exposición del Santísimo y proclamará el texto del Apocalipsis 3, 20:

“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.”Reflexiono la Palabra de Dios

Vivo la Palabra de Dios


Realizará una reflexión frente a este texto invitando a los catequizandos a abrirle las puertas
de su corazón y dejar que Jesús entre y cene con ello en la primera comunión.
Después de la reflexión se le entregará a cada niño una velita y se les pedirá ponerse de
pie para encenderla y se proclamará el Credo, el Sacerdote les preguntará ¿quieren recibir a
Jesús en sus vidas y ser guardianes de su presencia? Todos a una voz dirán: “Si queremos”, Y
apagando las velas, se darán un abrazo de felicitación por haber aceptado a Jesús.

ORACIÓN PARA TERMINAR EL ENCUENTRO CON JESÚS SACRAMENTADO:

Se termina orando cogidos de la mano delante del Santísimo:


El Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes.
Ven conmigo a todas partes y nunca solo me dejes.
Ya que nos quieres tanto como verdadera Madre,
Haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
Se les invita a ponerse de rodillas y el Sacerdote dará la bendición final con el Santísimo.
Para finalizar el abrazo de la paz.

CIERRE DEL ENCUENTRO PREPARATORIO PARA LA PRIMERA COMUNIÓN:

Se invita a los catequizandos para pasar a otro lugar donde se hará un compartir de alimentos
y donde se les indicarán los detalles de la ceremonia de la primera comunión, dándose por
terminado este encuentro.

129
RITO PARA LA CELEBRACIÓN
DE LA PRIMERA CONFESIÓN

PREPARACIÓN:
La celebración de la Primera Confesión, es un momento importante dentro del proceso de
catequesis, por lo que se sugiere darle realce y solemnidad. Para ello, es recomendable que
los catequizandos y sus familias participen dignamente del sacramento de la reconciliación,
es decir, que se observe una buena presentación personal, adecuada disposición de tiempo y
participación activa y orante, de tal manera que los catequizandos, experimenten un verdadero
encuentro con Dios, que nos ama y perdona

ELEMENTOS QUE LOCALIZARÁS EN ESTE RITO:

CANTO DE ENTRADA

Se sugiere entonar un canto apropiado que invite a los catequizandos a la oración y al


encuentro con el amor de Dios que perdona y renueva la vida.

MONCIÓN INICIAL

Nos hemos reunido en esta ocasión para celebrar la primera confesión. Este es un momento
muy especial porque experimentaremos la misericordia de Dios que nos espera en la
confesión para perdonarnos y llenarnos de su amor que todo lo transforma. Dispongamos
nuestro corazón para escuchar la Palabra de Dios y dejemos que nos abrace con su amor.

SALUDO Y BIENVENIDA POR PARTE DEL SACERDOTE¡

El Sacerdote saluda a los catequizandos y sus familias de forma espontánea y transmitiendo


confianza.

ORACIÓN DE INICIO

Sacerdote: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.


Oremos.
Dios Padre bueno, que nos has reunido en nombre de tu Hijo para alcanzar misericordia
y encontrar gracia que nos auxilie. Abre nuestros ojos para que descubramos el mal que
hemos hecho; mueve nuestro corazón, para que, con sinceridad, nos convirtamos a ti; para
que, restaurado tu amor en nosotros, resplandezca en nuestra vida la imagen de tu Hijo que
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

130
ENCUENTRO CON LA PALABRA DE DIOS

R. Señor, limpia mi pecado.


Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
R Señor, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
R. Señor, limpia mi pecado.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
R. Señor, limpia mi pecado.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según San Marcos 10, 13-16

“Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían.
Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí,
no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo
os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él.» Y
abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.”
Palabra del Señor.

HOMILÍA: (DIALOGADA CON LOS CATEQUIZANDOS) SOBRE EL PERDÓN.

Se sugieren las siguientes pistas para la homilía y el diálogo.


– S eñalar que la confesión es un tiempo para acercarnos a Jesucristo como los niños y niñas del
Evangelio.
– Recordar de forma sencilla, qué es el pecado y qué es la confesión.
– Invitar a los catequizandos y sus familias a acercarse a la confesión (si no hay impedimento)
con esperanza y confianza en Dios.

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EXAMEN DE CONCIENCIA

Se sugiere el siguiente esquema o uno similar, de acuerdo a los criterios del Sacerdote.
El Sacerdote introduce este momento de forma espontánea e invita a los catequizandos y sus
familias a hacer un examen de conciencia, con la ayuda de las siguientes preguntas o un ejercicio
semejante:
– ¿Siento pereza o desánimo para participar de la Eucaristía?
En casa:
¿Me porto bien? ¿Soy obediente con mi familia? ¿Ayudo a mi familia con los quehaceres de la
casa? ¿Ayudo sin protestar? ¿Quiero a mis hermanos y los trato con cariño? ¿Soy respetuoso con
mi familia? ¿Dedico más tiempo al celular que a mi familia? ¿Exijo cosas que no necesito?
En el Cole:
¿Realizo mis tareas con responsabilidad? ¿Dejo de hacer mis tareas por pasar más tiempo en el
celular? ¿Hago caso a los profesores? ¿Doy buen ejemplo a los demás compañeros? ¿Cuido el
material de la clase? ¿Soy buen compañero? ¿Estoy dispuesto a ayudar a los demás cuando lo
necesitan? ¿Me preocupo de los compañeros a los que nadie hace caso ni presta atención? ¿Me
burlo de los que no lo hacen bien en clase, o de los que siempre pierden en los juegos, o de los
que no tienen tantas cosas como yo? ¿Me peleo con los demás niños o niñas? ¿Hago bullying a
mis compañeros?
En mi vida personal:
¿Quiero tener siempre la razón y que todo el mundo haga lo que a mí me gusta? ¿Tengo envidia
de alguien? ¿He cogido sin permiso o sin avisar, cosas que no eran mías? ¿Digo mentiras?
¿Digo groserías? ¿He deseado morir? ¿Vivo triste y aburrido? ¿Siento vergüenza de lo que soy?
¿Comparto con los demás lo que tengo? ¿Procuro ayudar de algún modo a los pobres y a todos
los que lo pasan mal? ¿Respeto mi cuerpo y el cuerpo de los demás?
Con el medio ambiente:
¿Maltrato a los animales? ¿Tiro papeles o envolturas a la calle? ¿Dejo las llaves del agua abiertas
o encendidas las luces de la casa sin necesidad?

CONFESIÓN DE ARREPENTIMIENTO

El Sacerdote al terminar el examen de conciencia, invita a los catequizandos a decir juntos:


Yo confieso ante Dios todopoderoso Y ante ustedes hermanos, que he pecado
mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen. A los ángeles, a los santos
y a ustedes hermano, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. Amén.
– E l sacerdote invita a los catequizandos para que se acerquen a sus familias y pidan perdón por
las veces que les han hecho sufrir. Las familias abrazan, besan y bendicen a sus hijos.

132
CONFESIÓN INDIVIDUAL Y ABSOLUCIÓN.

El Sacerdote motiva este momento con las siguientes palabras (u otras semejantes):
“Ahora vamos a hacer con Dios, nuestro Padre, algo semejante a lo que hemos hecho con
nuestros padres. Acercarnos a Él para abrirle nuestro corazón pidiéndole perdón por lo que no va
bien en nuestra vida”.
Cada catequizando pasa a la confesión individual, al confesionario o lugar adecuado para la
confesión.

Nota:
– Se sugiere acompañar este momento con música de fondo durante las confesiones.
– M
 ientras los catequizandos se confiesan, los padres pueden: escribir algún mensaje de
felicitación para su hijo.
– D
espués de confesarse cada catequizando, debe dirigirse a un lugar previamente
elegido, preferiblemente la capilla del Santísimo Sacramento, para cumplir la penitencia,
acompañado de su familia o por el/la catequista que le ayudarán en ese momento.
– U
 na vez que haya cumplido la penitencia, el catequizando y su familia deben volver a su
silla, para continuar en oración y silencio, pues la celebración no ha terminado.

ACCIÓN DE GRACIAS

El Sacerdote motiva este momento con las siguientes palabras (u otras semejantes):
Una vez acabada la confesión, se invita a los catequizandos, padres y catequistas a expresar
espontáneamente algunos motivos de acción de gracias. Si no salen espontáneamente pueden
leerse las siguientes oraciones de agradecimiento:

 Por habernos creado y habernos dado este mundo tan hermoso.


R/ TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.

 Por habernos dado a tu Hijo Jesús para que sea nuestro amigo y nos enseñe el camino hacia Ti.
R/ TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.

 Por nuestros padres, padrinos, profesores, catequistas y tanta gente buena que nos ayuda a
ser felices.
R/ TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.

 Por habernos perdonado hoy y habernos animado a ser mejores amigos tuyos.
R/ TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.

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Finalmente, el Sacerdote reza una oración de acción de gracias:
Gracias Jesús porque nos has perdonado. Nos has abrazado y nos has besado como hizo el padre
de la parábola con el hijo que se había ido. Cuando tú nos amas y nos perdonas, nuestro corazón
crece. Y así nosotros podemos también amar y perdonar a los demás. Muchas gracias, Jesús.

BENDICIÓN FINAL
El sacerdote dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote dice:
La bendición de Dios todopoderoso
Padre t, Hijo t, Y Espíritu Santo t,
descienda sobre todos ustedes.
El pueblo contesta:
Amén.
El sacerdote dice:
Pueden ir en paz.
El pueblo contesta:
Demos gracias a Dios.

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