Las Virgenes de Kiev Completo
Las Virgenes de Kiev Completo
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Ilya Tumeriev había llegado al pueblo pocas horas antes de que se
desencadenase la gran ofensiva alemana. Portador de órdenes
Primera Parte sumamente secretas, pasó revista a las fuerzas que defendían
I draw youcióse to me, you womert
aquella tierra soviética, muy cerca de la frontera de la Polonia oriental
I cannot let you go, I woutd do you good,
que la URSS se había anexionado en setiembre de 1939.
I am for you, and you are for me, not only for our own saice
Durante sus entrevistas con los jefes de las unidades, les había
but for others sakes,
explicado la situación: por el momento resistir a cualquier precio. Pero
Envelop’d in you sleep greater heroes and bards, They rejuse to
en el caso más que probable de que tuvieran que retroceder, dejar
awake at the touch of any man but me [1].
cierto número de soldados ocultos en los pueblos, soldados que
estaban destinados a formar más tarde las unidades de la
Walt Whitman
Resistencia cuyo mando había sido confiado al comandante
Pavlovich.
CAPÍTULO PRIMERO «Debo reunirme con el mayor, en cuanto me sea posible hacerlo —
La vieja lanzó un alarido desde el rincón. Lanzaba miradas hurañas a pensó Ilya—. Pero por el momento espero que los nazis no visiten
su alrededor, tapándose las orejas con las manos. todas las casas... Cuento con que tienen prisa para proseguir su
La casa, que había temblado durante el bombardeo, seguía marcha hacia el Este...»
estremeciéndose con el paso de los blindados que traqueteaban de lo El ruido de los tanques se extinguió.
lindo en las calles estrechas del pueblo. El oficial ruso se dijo que después de los blindados, las oleadas de
Sentado cerca de la mesa, el viejo ruso, el dueño de la casa, con la soldados iban a invadir la zona que los Panzers habían recorrido, y
pipa apagada en los labios, tenía una mirada vacía, y sus ojos cabía la posibilidad de que la infantería inspeccionara las isbas...
globulosos, que el vodka había enrojecido, permanecían quietos bajo Se acercó al viejo y apoyó una de sus manos poderosas sobre su
las zarzosas cejas. hombro.
Por su parte, la chica, que estaba junto a la vieja, no decía nada. Ni —Di a tu mujer que deje de chillar, y adviértele que no quiero que
gritaba, ni lloraba. Pero sus hermosos ojos azules lanzaban miradas cometa estupideces...
de espanto y su cuerpo magnífico era recorrido por continuos Los ojos globulosos del ruso se animaron.
estremecimientos. —No te preocupes, padrecito —dijo con una voz muy dulce—.
Con la pistola en la mano, el teniente Tumeriev que estaba al lado de Mamuska se estará quieta... Ten confianza en mí, camarada...
la escalera que conducía al granero, apenas se movía, —¿Y tu hija? —insistió Tumeriev.
permaneciendo alerta, escuchando con atención el espantoso —No dirá nada. Puedes subir al granero...
estrépito de la artillería enemiga al abrir fuego contra el pueblo. —¡Bueno, está bien!
Se había mordido los labios hasta hacerse sangre cuando los aviones Lanzó una mirada a las dos mujeres y luego subió ágilmente hacia el
nazis cayeron en picado desde lo alto del cielo, soltando sus bombas pequeño orificio que perforaba el techo.
mortales sobre las isbas. El viejo se llevó la escalera que fue a ocultar al fondo de la ancha
Por fortuna la casa de Piotr Lochakovno se encontraba bastante pieza.
alejada del pueblo y ningún proyectil ninguna bomba la alcanzó. En lo alto, en el estrecho espacio medio ocupado por los sacos de
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grano, Ilya retrocedió a rastras y se acostó sobre el vientre, con el ¡Los alemanes! Se habían fortalecido mucho desde aquel lejano año
rostro pegado a las tablas que constituían el techo» unas tablas de 1936. Tras aplastar a Polonia, vencieron a franceses e ingleses en
desajustadas que le permitían ver a su través lo que pasaba abajo. un tiempo record. Y ahora, golosamente, se lanzaban sobre el
—No tardarán en venir —murmuró, apretando la pistola en la mano. pedazo más grande de aquella Europa de la que sin duda alguna
Se preguntaba la pinta que iban a mostrarle, porque la verdad es que quería convertirse en los dueños absolutos.
no los conocía muy bien. Estaba claro que los nazis que había —No... —farfulló con la frente surcada de profundas arrugas—. No va
encontrado en España habían evolucionado mucho. a ser fácil. Olvida a España, con sus pequeñas tropas y sus medios
Durante un momento una sonrisa se pintó en sus delgados labios. tan limitados. Aquí, amigo, vas a luchar contra un ejército de una
Los recuerdos atravesaron su cabeza, y se vio en la sierra» muy potencia formidable... y contra gente que no se anda con chiquitas...
cerca de Madrid, combatiendo a los fascistas que intentaban en vano
apoderarse de la capital. ***
A la cabeza de un centenar de milicianos, actuando como consejero Los golpes en la puerta resonaron tan bruscamente que no pudo por
político enviado directamente desde Moscú, enseñó a los españoles menos de sobresaltarse.
el modo de hacer aquella guerra de sombras, implacable como En realidad, el silencio que les había precedido le había proyectado a
ninguna otra. una especie de paréntesis, lo que le permitió viajar hacia el pasado,
Rostros que creía borrados de su recuerdo desfilaron ante él; olvidando casi por completo el presente.
hombres a los que había apreciado... Pedro, Remigio... ¡y tantos Pegó el rostro a una de las fisuras de las tablas.
otros! El viejo acababa de levantarse y, al otro lado de la habitación, Ja
No había tardado en descubrir la fuerza del odio que se ocultaba en joven se había acercado más a su madre. La vieja mamuska miraba
el corazón de los españoles, y había asistido a escenas de una la puerta como hipnotizada.
crueldad inaudita... «Con tal de que esa guarra no flojee», se dijo el oficial.
Como aquella vez en que capturaron un aviador alemán cuyo aparato Una lluvia de golpes rabiosos se abatió sobre la puerta. El viejo, tras
fue abatido por la DCA de Madrid. una breve vacilación, se dirigió con paso cansado hacia la entrada,
Los guerrilleros de ‘la sierra no lo dudaron ni por un momento. Y tiró del cerrojo y abrió la puerta.
aquella vez ni siquiera sirvió de algo la autoridad del camarada ruso. Detrás de las tablas desajustadas, Ilya Tumeriev apretó los dientes.
Querían castigar al nazi a su manera. Cuatro hombres penetraron en la isba.
Empezaron por castrarlo. El ruso reconoció al momento que eran SS. En aquella época todavía
Ilya Tumeriev no tardó en percatarse de que para un español la llevaban sus siniestros uniformes negros, porque aún no pertenecían
virilidad y los órganos que la representan tienen gran importancia. Si a las Waffen-SS, sino a las fuerzas policíacas que su dueño,
uno quiere armarla con un español le basta con poner en duda su Himmler, lanzaba como una jauría de perros rabiosos sobre los
potencia sexual. territorios que el ejército alemán iba ocupando.
La sonrisa se extendió por la boca del ruso. El oficial era un Obersturmführer —un teniente—, los otros no eran
Siguieron trabajando al prisionero, torturándole lentamente, con una sino Sturmann; es decir, simples soldados.
paciencia infinita, arrancándole la carne a pedacitos, reventándole los El viejo ruso retrocedió. Se pegó al muro, junto a la clásica chimenea
ojos... que se suele encontrar en todas las isbas.
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El último alemán cerró la puerta tras de sí. Se estableció un largo Pegada a la pared, la chica le miraba con espanto en sus ojos de un
silencio. azul muy puro.
Desde lo alto Ilya podía ver las miradas de los cuatro hombres que El hombre la miró y dejó transcurrir tranquilamente unos pocos
convergían sobre las formas del a chica. minutos. Luego, con voz aguijoneada por la impaciencia:
—¿No hay soldados aquí? —preguntó bruscamente el oficial. —¡¡Desnúdate, idiota! ¿O prefieres que ordene a mis hombres que
Empleaba un ruso muy malo, pero que a pesar de todo se disparen un tiro en la nuca a tus viejos?
comprendía. La joven comprendió la amenaza y empezó a desnudarse.
El viejo meneó la cabeza. Desabotonó la blusa; bajo ella, los senos agresivos, completamente
—No —dijo con voz débil—, no hay soldados en la casa. libres de trabas, apuntaron hacia el hombre.
El oficial dio un paso hacia el viejo. El alemán tragó saliva con dificultad.
—Eres un sucio comunista —escupió con desprecio—. Andate con La rusa dejó caer su larga falda. Unas piernas ahusadas se dibujaron
ojo porque vamos a registrar tu barraca a fondo... Y si nos has a través del tejido semi-transparente del camisón. Las líneas del slip
mentido, te cortaremos en rodajas... señalaba unas caderas bastante fuertes.
—No he mentido... El nazi empezó a respirar entrecortadamente.
Entonces el Obersturmführer se volvió hacia los soldados que Desde su escondite, Ilya sentía que el sudor le recorría la espalda.
esperaban sus órdenes. Un gusto amargo le subió a la boca.
—Creo que este gusano nos dice la verdad —dijo en alemán—. El SS empezó a desvestirse. Había dejado la pistola sobre la mesa, y
La verdad es que, según hemos visto en el pueblo, todos los tipos se quitó rápidamente la chaqueta, después de lo cual se sentó para
armados han salido corriendo como liebres... desatarse las altas botas.
Sé pasó la lengua por los ¡labios que tenía muy gruesos. —¡Eres hermosa! —dijo a la joven con una voz ronca.
—Vais a sacarme de aquí a esos dos viejos. Es posible que el Se desprendió de una bota, y luego de la otra. Levantándose, dejó
Hauptsturmführer quiera interrogarles... Yo regresaré dentro de poco. caer su pantalón. Hizo lo mismo con la camiseta y> con el calzoncillo.
Una sonrisa canallesca se dibujó en los labios de los SS. Uno de Completamente desnudo se dirigió hacia la chica que conservaba su
ellos, apuntando con la «Schmeisser» al viejo, le hizo una señal para largo camisón.
que saliera. Los otros dos se acercaron a las mujeres y separaron El alemán tenía un buen tipo; unos músculos poderosos se
bruscamente la madre de la hija. asomaban a la piel que el sol y el aire habían bronceado. Sólo llevaba
Empujaron a la Mamuska hacia la salida, pero antes de cerrar la su placa de matriculación alrededor del cuello. Ilya vio también, en el
puerta tras de sí, el último de los soldados dijo al oficial: pecho amplio del nazi, un tatuaje que representaba una gran cruz
—¡Tómese el tiempo que guste, Obersturmführer! gamada.
Conteniendo la respiración, Ilya observó desde su escondite al SS —Quítate eso...
que se había acercado lentamente a Sonia, da hija de la casa. La joven tuvo que inclinarse para recoger el camisón y quitárselo por
—Me gustas mucho, chiquita... —empezó a decir—. Lo siento pero la cabeza. De pronto apareció, magníficamente desnuda,
no puedo perder mucho tiempo contigo... Y eso que me gustaría estremeciéndose, ofreciendo un espectáculo de peregrina belleza.
enormemente. Así que empieza a quitarte los trapos... ¡y corriendo! El hombre la observó largo rato, maravillado. Con la boca ligeramente
entreabierta, paseó una mirada lúbrica por el cuerpo de la joven rusa.
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Finalmente tendió una mano, la izquierda. Lo hizo con lentitud, como gusto para ayudar a Sonia a golpear el rostro abyecto de aquel
los ciegos cuando tantean delante de ellos, Los dedos del alemán vicioso asqueroso.
rozaron uno de los senos; luego, bruscamente, apretaron el pezón Un grito atrajo su atención hacia lo que pasaba en la isba.
esbozando al mismo tiempo un rápido movimiento de torsión. Bruscamente, alcanzando el colmo de la excitación, el SS se había
La chica gritó. echado encima de la rusa. La empujó hasta la gran cama familiar y
Pero el nazi estaba lanzado. Avanzó más y la golpeó. Salvajemente, cayó pesadamente sobre la joven.
en el pecho. Sonia aulló. Cuando minutos más tarde el ruso escuchó con claridad los suspiros
En el granero, Ilya se mordió los labios hasta sentir en la boca él de la joven, sintió que la bilis le subía a la boca y tuvo que hacer un
gusto dulzón de la sangre. esfuerzo terrible para no vomitar.
«¡Tienes que matar a ese cerdo! —se dijo— ¡Mátale»
Pero el sentido común se salió con la suya. ¡Por nada del mundo CAPÍTULO II
podía permitirse estropear aquella misión de la que dependían tantas —Nos vamos dentro de dos horas, Obergruppenführer. Todos los
cosas! preparativos están listos. Al llegar encontrará todo en perfecto orden.
Sin embargo, no podía dejar de mirar la escena que se desarrollaba Konrad von Sleiter asintió con la cabeza. No podía responder porque
debajo de él. tenía la boca llena. ¡El salmón ahumado que el Unterscharführer
El alemán siguió golpeando a la chica. Parecía sentir gran placer, y Hammers había preparado era realmente delicioso! Le felicitaría
Tumeriev dedujo que debía tratarse sin duda de un vicioso del tipo luego. Por el momento miró al coronel-SS Erwin Teiseen que seguía
sádico que no gozaba sino haciendo sufrir a su compañera. hablando.
Sonia terminó por caer de rodillas. Intentaba inútilmente protegerse —A la cabeza he enviado los vehículos blindados. No es que crea en
con los brazos. Inclinado sobre su víctima, el SS escogía el Jugar un peligro allí. Pero creo haber actuado correctamente...
donde debía golpear, y lo hacía cada vez con mayor violencia. «¡Qué tipo más pesado!», se dijo Konrad von Sleiter tendiendo la
De pronto ocurrió algo inesperado. mano hacia la copa donde centelleaba un vino dorado como ámbar,
Enloquecida por el dolor, 3a joven rusa devolvió un golpe» y luego —La división ocupará puntos estratégicos en la gran llanura
otro. Encantado, el alemán retrocedió, con una sonrisa de felicidad en ucraniana —prosiguió el coronel con su voz doctoral—. Sin embargo,
sus gruesos labios. dos batallones serán destinados a Kiev, uno de ellos asegurará el
No la golpeaba más, limitándose a gritarle que lo hiciera ella, más de servicio de guardia y de seguridad en los alrededores del palacio
prisa, más fuerte. donde va a instalarse el gobernador...
En su magnífica desnudez, la rusa, con su cuerpo marcado por los —¿Se sabe ya la identidad de ese gobernador? —le preguntó el
golpes recibidos, se metamorfoseó en una diosa vengativa. Golpeó al general-SS.
hombre y con sus uñas labró el pecho ancho, arañando la imagen —¡Todavía no! Pero puede contar con mis hombres. Dentro de unas
odiada de la cruz gamada, como si también quisiera mostrar su horas todo estará listo, y en cuanto llegue usted a Kiev...
repugnancia hacia aquel símbolo de desgracia que amenazaba a su Sin poder aguantar más y temiendo que el coronel le repitiera lo que
pueblo... ya le había dicho diez veces, Konrad le cortó secamente con un gesto
Ilya no pudo por menos de sonreír. El cambio brusco que había de su mano gordezuela.
tomado la situación le divertía. De haber podido habría bajado a
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—¡Usted merece toda mi confianza, ya lo sabe, mi querido Erwin! Desde la entrada de los alemanes en Varsovia, fue él quien organizó
¡Vaya tranquilo! Sé muy bien que es como si mandara mis propias a las mil maravillas las «casas de soldados», tanto las reservadas a
tropas. ¡Le quieren y le obedecen ciegamente! ¡Buen trabajo, coronel! la tropa como aquellas en que no se podía entrar, a menos de tener
Erwin Teissen se levantó, enrojecido de gozo, mientras su orgullo el grado de suboficial.
aceleraba los latidos de su corazón. Lanzó un suspiro de satisfacción Lo mismo ocurría con las fiestas que se organizaban en la
y luego levantó el brazo derecho: Kommandantur, y el Obergruppenführer se preguntaba, no sin
—Heil Hitler! admiración, de dónde sacaba Hugo unas chicas tan sensacionales,
— Heil! —respondió él jefe de la división, con un suspiro de alivio. en un país en el que las mujeres se habían convertido, desde 1939,
Una vez que Teissen se fue, Konrad dirigió un gesto al Sturmann que en la presa fácil y preferida de todos los ejércitos, desde los soldados
servía la mesa. El SS volvió a llenar la copa de vino dorado. de la Wehrmacht hasta los Feldgendarmes de collar de perro
—¡Póngame en contacto con el Hauptsturmführer Niedenhoff, colgándoles del cuello.
muchacho! —¿Quiere probar este salmón? —le preguntó el jefe de división,
— Jawohl! invitándole a sentarse a la mesa.
Minutos más tarde, Hugo Niedenhoff penetraba en la pieza. Detrás de —Gracias, pero no tengo apetito-respondió el otro con amabilidad—.
la mesa, una ventana amplia daba al Vístula, del que la La verdad es que he cenado pronto hoy... Creí que íbamos a
Kommandantur estaba separada por una zona verde donde florecían ponemos en marcha en seguida...
unos pocos árboles. —¡No tan de prisa, querido amigo! —rió Von Sleiter—. El grueso de la
El capitán-SS Hugo Niedenhoff era un hombre alto, muy apuesto: división sale esta noche, es cierto... pero nosotros no. Precisamente
rasgos agradables, nariz aquilina, boca sensual y pelo color miel tan pensaba que una fiesta de despedida no nos vendría mal...
rizado que se veía obligado a cortarlo muy corto para no parecer mía —¿Esta noche? —inquirió Hugo, cuyas cejas pintadas como las de
chica. las mujeres se alzaron.
Konrad conocía perfectamente la historia de Hugo. —¿No es posible?
Se decía que había ejercido como proxeneta en el barrio recóndito de —No hay nada imposible, y usted lo sabe muy bien —respondió el
Hamburgo. Su dureza con las mujeres que trabajaban para él le capitán-SS con un ligero encogimiento de hombros—. Todo depende
había valido el apodo de «Messer» —el cuchillo— porque marcaba de lo que haya pensado...
con la hoja a las que se apartaban un solo milímetro de su camino. Konrad no respondió en seguida. Guiñó los ojos y se pasó la punta
También se decía que poco antes de su entrada en el NSDAP —El de la lengua por los labios. Era muy alto, casi medía un metro
Partido Nacional-Socialista Alemán— fue sorprendido en fragante noventa, pero empezaba a engordar, y cuando estaba en cueros,
delito de pederastia. Había pasado dos meses en prisión, pero había exhibía alrededor de las caderas un rodete abultado y grasiento,
salido sin más contratiempos. Por lo que parecía, su «amigo» era jefe grande como una boya de salvamento. También sus senos eran
de distrito de las SA, y eso lo había arreglado todo. Sin embargo, el enormes, y le caían, mostrando en los lados cientos de arrugas en
SA no quiso volver a jugar con fuego y envió a su protegido a las SS. una piel blanca y enfermiza.
A pesar de todo el jefe de la división admiraba al apuesto oficial. Su cabeza cuadrada era clásicamente prusiana. Cejas espesas,
Cuando se trataba de «mujeres», Hugo demostraba rápidamente y barbicanas como el pelo cortado muy corto y que limitaba una frente
sin pegas un profundo conocimiento profesional del asunto. estrecha. La nariz ligeramente ancha, dominando una boca golosa de
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labios espesos y eternamente respingados, lo que le proporcionaba ¡Estoy seguro que a estas horas lamenta no haber envenenado lo
un aspecto gesticulador y desagradable. uno y lo otro!
Había pensado mucho en aquella última velada pasada en Varsovia, Se rieron durante un momento; luego, todavía riente, el jefe de la
la ciudad en la que vivía desde octubre de 1939, dueño absoluto de división enfocó al oficial con la mirada húmeda de sus ojos porcinos.
las tropas de ocupación tras la égida de Gobernador General... —¿Ha perdido la pista de ese marimacho...? Sakramen! No consigo
Ahora que los ejércitos del Reich se dirigían victoriosamente hacia recordar su nombre...
Moscú, a donde llegaría sin duda alguna antes del fin de año, he aquí —Amia Walewsky —dijo el oficial, saliendo en ayuda de su superior.
que el Reichführer le confiaba una de las regiones más ricas de aquel —¡Eso es! ¡Anna Walewsky! Himmélgot! ¡Vaya número, la pájara!
país inmenso que iba a convertirse fatalmente en «la colonia alemana ¿Por dónde anda ahora?
más grande del mundo». —¿No lo sabe? —se sorprendió Hugo—. Pero si fue usted quien me
Una región sumamente próspera, no sólo por su agricultura,, sino ordenó que la pusiera a la cabeza de una casa para oficiales... aquí
también por su industria... mismo, en Varsovia.
Durante un momento, el Obergruppenführer apartó sus pensamientos —¡Es cierto! Si seré tonto... ¡Diablo! ¡Lo que me divirtió aquella
del reino imaginario que tanto le complacía y pensó en el documento noche! Estaba aquella polaca chiquita, aquella mosquita muerta que
que Berlín le había enviado, lleno de consejos e instrucciones. no quería venirse conmigo... ¡Y entonces Anna le dio una soba de
Pero puesto que había sabido ordeñar a la Polonia alemana» órdago! ¡Se lo juro, Niedenhoff! Hasta entonces nunca había visto a
vaciándola materialmente de su jugo, en hombres, en mujeres, en una mujer golpear a otra con tanta saña...
esfuerzo y en producción, no temía absolutamente nada de lo» que —Sí, lo recuerdo. A punto estuvo de matar a la chica...
concernía a su futuro. — Bitte! ¡No! Supo detenerse a tiempo. Y la chica aprendió bien la
—Creo que voy a aceptarle ese vino... lección. Hice con ella lo que quise... ¡se tomó obediente como un
La voz melodiosa del Hauptsturmführer obligó a Konrad a regresar perro amaestrado!
del mundo de sueños en el que se había perdido momentáneamente. Encendió un cigarrillo, sin molestarse en ofrecer otro a su interlocutor.
Hizo un gesto al Sturmann que se apresuró a llenar las copas. Sabía que Hugo no fumaba.
—Dispénseme, Niedenhoff —sonrió Von Sleiter—. Estaba distraído. —Estaba pensando que Anna podría venir esta noche...
—Me he dado cuenta, mi general. —Seguro que vendrá —replicó el capitán frunciendo las cejas—. Pero
—¡Bueno! Cate este vino. Viene directamente de nuestra querida es que usted...
Mosela... En cuanto al salmón ahumado, tiene gracia pensar que es —¡No estoy loco, muchacho! ¡Esa salvaje me mataría! Nein!
al coronel ruso, a ese gran bruto de Volinsky, que— recordará... a Escuche... Voy a explicarle lo que quisiera ver antes de abandonar
quien se lo debemos. esta puñetera ciudad...
—Sí. Vino a devolvernos la visita que le hicimos en mayo... Se inclinó sobre la mesa y se lió a hablar.
—¡Exacto! ¡Un poco más y no regresa! —rió Von Sleiter— Es tan
idiota que no se apercibió que las carreteras próximas a la frontera ***
entre las dos Polonias estaban atiborradas de tropas y de material... Ilya Tumeriev cerró los ojos. Y los puños. Hasta que las junturas de
Vació la copa, dejándola sobre el mantel de una blancura de nieve. los dedos emblanquecieron. También apretó los dientes. Todo su
—Es él quien me trajo este salmón y también un poco de caviar. cuerpo, contraído, se había convertido en un bloque sólido. Recogido
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sobre sí mismo, impedía que la cólera le filtrara por los poros... Se quedó un largo rato inmóvil, con el rostro pegado al vidrio sucio
Así se quedó largo rato, quieto, inmóvil, irguiendo entre la realidad de que le proporcionaba una imagen difuminada desde el exterior.
lo que ocurría abajo y su propio espíritu una barrera de odio que Luego, lentamente, retrocedió, arrastrándose, rozando con la cabeza
corría por sus venas como lava ardiente. el techo indinado. Al llegar junto a la trampilla, agarró el anillo y lo
Poco a poco, a pesar de la actitud defensiva que había adoptado, levantó con gesto brusco.
escuchó unos ruidos, y dedujo que el alemán se vestía, satisfecho ya El viejo había retirado la escalera, pero la altura no dio miedo a Ilya
de su deseo. que, tras breve vacilación, apoyó las manos en los bordes de la
Una vez más Ilya se preguntó si no debía matar al nazi. El odio que obertura por donde introdujo el cuerpo, y luego soltó la presa,
experimentaba le empujaba a la violencia, pero de nuevo se impuso encogiéndose al atravesar el espacio como un rayo para aterrizar con
él sentido común, y se dijo que seria una locura atacar al «SS», las piernas replegadas, sin hacerse daño.
teniendo en cuenta que los otros le esperaban afuera. Incorporándose, lanzó un suspiro que intentaba alejar las ideas que
Movido por la curiosidad se arrastró hacia el tragaluz que iluminaba el incendiaban su espíritu. Fue entonces cuando vio a la joven en pie
granero; el cristal estaba tan sucio que el ruso se vio obligado a pegar junto a la gran cama familiar en donde había sido forzada.
el rostro contra el vidrio. Entonces vio a los soldados SS que se La penumbra que reinaba en el fondo de la sala ocultaba al ruso gran
encontraban al otro lado de la calle, junto al viejo y a la mamuska, parte de Sonia, de la que sólo apercibía el rostro, iluminado por los
apoyados éstos al muro de la casa de enfrente. haces luminosos del sol que penetraban a través de la ventana.
Abajo restalló la puerta y el ruso no tardó en distinguir la alta silueta La miró sin interés, dando vueltas todavía en su alma al re— cuerpo
del oficial que atravesaba la calle. Sus botas, relucientes como de los suspiros de satisfacción que había lanzado. Le importaba poco
espejos, hacían crujir la grava de la calzada. la chica, convencido de que la olvidaría por completo en cuanto
El hombre marchaba hinchado como un pavo, e Ilya comprendió que atravesara la puerta...
debía sentirse satisfecho de su aventura con la joven rusa. Cuando Pero cuando se disponía a salir, ella avanzó hacia él, saliendo de la
atravesó la calle, Tumeriev oyó reír a carcajadas a los alemanes, uno zona de sombra y entrando en la iluminada, donde él la podía ver
de ellos golpeándose los muslos con las manos. perfectamente.
«Sin duda que ese cerdo está contándoles el asunto con todos los La mano del ruso se inmovilizó a medio camino, entre ella y el pomo
detalles...» se dijo el joven teniente. de la puerta; se tensaron sus músculos y se quedó estupefacto, con
De pronto el oficial tendió el brazo hacia los dos viejos rusos. Sus la boca llena bruscamente de una saliva espesa que intentaba tragar
hombres asintieron con la cabeza, y antes de que Ilya comprendiera en vano.
lo que tramaban, una ráfaga reventó el silencio y los dos ancianos se Completamente desnuda permaneció delante de él, con los brazos
deslizaron lentamente a lo largo del muro, mientras que una mancha ligeramente abiertos, en una actitud de ofrecimiento que sublevó al
roja se formaba a sus pies. oficial soviético.
Todo pasó tan rápidamente que cuando Tumeriev se apercibió de la Prohibiéndose a rajatabla el deseo de contemplarla, se fijó
monstruosidad de la que había sido testigo, el grupo de SS se alejaba únicamente en su rostro, y fue entonces cuando observó, no sin
al fondo de la calle con paso acompasado, con el oficial a su cabeza. admiración, el profundo cambio que se había operado en ella.
Un gran cansancio se apoderó del ruso. Estaba claro que no era la misma chica del principio, sentaba junto al
fuego, humilde, tan joven que no le había llamado la atención. Ahora,
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tuvo que confesárselo, se habría dicho que había cambiado de una —¡Mis viejos me importan un comino! —dijo con voz sosegada, pero
manera sorprendente, y tuvo que convencerse que la mujer que tenía luego el tono cambió, adquiriendo inflexiones cálidas—: ¡Ven
ante sí era otra. conmigo, camarada!
Una sorprendente madurez proporcionaba a su rostro una expresión —¡Estás loca!
maliciosa, y en el fondo de los ojos había un brillo que no podía Ella no prestó atención a la ofensa, ofreciendo una sonrisa animadora
engañar a un hambre como Tumeriev. en sus labios jugosos.
Sólo entonces, acaso para escapar a aquella mirada que buscaba la —¡Ven conmigo! —insistió con voz zalamera—. ¡Hagamos el amor!
suya sin vergüenza, Ilya bajó los ojos y pudo contemplar el cuerpo de ¡No sabía que era tan agradable...!
la joven. Tumeriev se estremeció. Un gusto amargo le subió a la boca y todo
Una hora antes, mientras charlaba con el viejo ruso, le habría dado su deseo —que sólo un penoso esfuerzo había rechazado al fondo
doce o trece años como más. Ahora, aunque parcialmente esbozado, de su consciencia— desapareció.
el cuerpo que miraba con ojos ávidos podría ser el de una chica de Miró con asco a la joven. Ahora la veía con frialdad, con calma, como
dieciocho años. quien contempla una perra en celo. Más aún, adivinaba en lo que iba
La joven dio otro paso hacia él. a convertirse, ofreciéndose al primer venido, con su deseo
Con los brazos ligeramente apartados se ofrecía sin la menor sombra violentamente despierto, nunca satisfecho.
de pudor. Abrió la puerta sin dejar de mirarla fríamente. Luego lanzó con voz
El cuerpo era esbelto, de caderas apenas dibujadas, un vientre liso y sorda:
pequeños senos de puntas agresivas y un ligero vello — Suina! [2]
ensombreciendo el pubis. Viéndole decidido a partir, la chica olvidó toda reserva y se le echó en
«¡Pero... si no es más que una niña!», pensó Ilya apartando la mirada los brazos. El hombre tuvo que sostenerla para no perder el
con rapidez. equilibrio. A través de la tela del uniforme sintió la presión de sus
Agarró con fuerza el pomo de la puerta. senos mientras los largos brazos de la chica le rodeaban él cuello.
—Tovarich! —¡No te vayas! ¡Te convertiré en el más feliz de 'los hombres. Ese
Se inmovilizó, pero sin volverse. Se encontraba a disgusto y hubiera sucio nazi no me ha esperado... Sólo se ha preocupado de su
querido encontrar el valor suficiente como para huir rápidamente de la placer... ¡Pero tú, camarada, querido, tú puedes proporcionarme toda
isba. la felicidad que deseo! ¡No me abandones y no lo lamentarás!
—Tovarich! El hombre la rechazó con cierta rudeza.
Se volvió, a medias, lanzando una mirada furiosa a la joven, preguntó —¡Déjame tranquilo, guarra! ¡Si tienes tantas ganas aguarda a que
con voz áspera: acudan otros fascistas y tendrás tantos como quieras!
—¿Qué quieres? Han fusilado a tus padres, pero no puedo quedarme La chica le lanzó una mirada enfebrecida.
para ayudarte a enterrarlos... Ya lo hará la gente del pueblo... —¡No me dejes! ¡El deseo me vuelve loca! ¡Enloqueceré si te vas!
La chica se encogió de hombros, y luego se estremeció y sus Ilya la observó durante un instante, compartido en el asco y la
pequeños senos se irguieron más, las aureolas más oscuras que conmiseración. Tenía ganas de marcharse cuanto antes. Mientras la
nunca, parecidas a pequeñas fresas. joven estuvo pegada a él, había oído el crujido de los papeles que
debía entregar al comandante Pavlovich. La idea del deber que tenía
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que llevar a cabo barrió sus últimas vacilaciones. El ordenanza apareció en la puerta, sumiso, con una expresión
Abrió más la puerta y la franqueó, sin cerrarla. Una vez fuera envió fatalista, acostumbrado desde hacía tiempo a los movimientos de
una mirada a los cadáveres de los viejos, y a continuación, rasando cólera de su superior.
las paredes, se dirigió hacia la otra extremidad de la calle. —Ja, Obergruppenführer?
La voz arisca de Sonía la alcanzó. Sleiter le envió una mirada asesina.
— Sbrod! [3] ¡Esta me la pagarás! ¡Te lo juro! ¡Marica! ¡Impotente! ¡Si —¡Te he dicho mil veces que quiero ver mi vaso lleno al despertar!
un día te encuentro te arrancaré los ojos! ¡Diré a los alemanes por —¡Perdón! Pero creí, señor que iba a acostarse...
donde te has ido y te cogerán! —¡Trae la botella, imbécil!
Convencido de que las palabras de la joven respondían al despecho, Y el Sturmann desapareció.
el teniente esbozó una sonrisa. Pero si hubiera podido leer el futuro —¡Empieza a hartarme ese cretino! Uno de estos días va a
no se habría ido del pueblo sin dejar otro cadáver en la calle... encontrarse con un fusil en las manos en cualquier parte del frente...
—Su vino.
CAPÍTULO III El ordenanza acababa de dejar el vaso en la mesa, escanciando
generosamente el vino dorado.
Dulcemente amodorrado, el Obergruppenführer Konrad von Sleiter Konrad vació el vaso de un trago, y el otro volvió a llenarlo. Un ruido
enarbolaba una expresión de íntima satisfacción, apoyado su doble de pasos llegó hasta ellos procedentes de la planta baja. Segundos
mentón en él pecho y un hilillo de saliva escapando del labio inferior. más tarde, enarbolando una sonrisa de triunfo, el Hauptsturmführer
Silencioso, el Sturmann de servicio había quitado la mesa, pasado un Hugo Niedenhoff penetraba en la pieza. A la vista de su colaborador
recogemigas por el mantel, alejándose luego, no sin echar una —mejor sería decir su proveedor—, el rostro de Konrad se iluminó.
mirada divertida, en la que traslucía un deje de odio, hacia el hombre —¿Y bien? —preguntó acercando el vaso a sus labios que la
gordo que roncaba ruidosamente. curiosidad hacía temblar.
Una hora más tarde, el ruido de frenos de un vehículo despertó a este —¡Todo arreglado, Von Sleiter! He seguido sus instrucciones al pie
último. Se sobresaltó, abriendo los ojos todavía pesados por el sueño de la letra...
e intentó, como le sucedía siempre, reconocer el lugar donde se —¿Y la muy burra?
encontraba. —Está aquí. Y también los seis tipos. Les he explicado el asunto. Los
Después de unas miradas vagas, hizo el inventario del comedor y Ruskis se han carcajeado, seguros de salir victoriosos de la prueba...
suspiró de gozo, recobrando la tranquilidad. Como de costumbre, —¿Y la mujer?
cuando se dormía tras haber comido, sufría espantosas pesadillas y —¡Ya sabe usted cómo es, Herr Obergruppenführer! ¡Esa polaca es
al despertarse tardaba en ponerse al tanto de la realidad circundante. única! Se rió como una loca cuando le expliqué el plan de usted, y me
Incorporándose, eructó ruidosamente, buscando luego con sus preguntó por qué habíamos escogido seis hombres solamente...
manazas el vaso de vino. La vista de la mesa vacía puso una lucecilla —¡No!
furiosa en su mirada. —Sí, es lo que dijo, y le juro que era sincera... Pero puede que
—¡Sturmann! —gritó, enfurecido, inclinando ligeramente la cabeza exagere su resistencia... Ya se dará cuenta cuando vea usted los
hacia la puerta del comedor. hombrones que he seleccionado entre los prisioneros.
Von Sleiter se frotó las manos.
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—¡Magnífico, amigo mío! Ardo en deseos de asistir al espectáculo... el terror de la guerra, no habían aplicado allí, como en Rusia, una
¿Dónde tendrá lugar? ¿Aquí? política inhumana.
—No. No es prudente, Herr Obergruppenführer. He pensado que el Como no hacía mucho en España, pensó, los fascistas querían
sótano, iluminado como lo está, iría mucho mejor. ¿No es también sembrar el odio, y como allí, la reacción del pueblo ruso sería terrible:
esa vuestra opinión? ¡cuanto más violen, cuanto más maten, más fuerte, dura e implacable
Konrad retiró su asiento, pero no consiguió desaposentarse. El será la venganza!
Sturmann acudió y le ayudó, junto a Hugo, a la penosa maniobra. Apresuró el paso. Un zumbido ensordecido le llegó desde el cielo.
—¡Vamos allá! —dijo el obeso, echando a andar hacia la puerta. Segundos más tarde, con un rugido espantoso, un grupo de aviones
alemanes pasó sobre los árboles, cuyos hojas se agitaron como
*** mariposas asustadas.
—¡ Oh, mierda! ¡La guaira! ¡La asquerosa!
Con los nervios a flor de piel, el teniente Tumeriev prestaba menos ***
atención al peligro que le amenazaba por todas partes que si aquella
especie de irritación que le ponía, incluso entonces, la carne de —¿Dónde está ella?
gallina. Hugo sonrió.
Después de haber abandonado la calle principal, Ilya tomó una calleja —Está ahí dentro, señor. Preparándose...
estrecha, bordeada de muros sin puertas ni ventanas que, una vez —¿Y los hombres?
atravesada, desembocaba en pleno campo, con la mancha verde y —En la otra sala. ¿Quiere que los haga venir?
tranquilizadora del bosque a menos de cien metros. —No, antes prefiero ver a Anna...
Se introdujo por un camino, todavía turbado por los acontecimientos a —Aquí llega, mi general.
los que había asistido en el pueblo. Konrad se volvió prestamente hacia la puerta situada a la derecha del
—¡Pero bueno, tú no eres precisamente un monaguillo! —silbó entre sótano espacioso. Al ver aparecer a la mujer, no pudo por menos de
dientes—. Contando ésta ya con dos las guerras... ¡de modo, so manifestar su entusiasmo y lanzó un silbido de admiración.
idiota, que no deberías sorprenderte de nada! — Himmelgott! —exclamó.
Pero a pesar de sus razonamientos, el malestar persistía. Era, se Anna Walewsky avanzó hacia la zona iluminada. Al principio, la
decía, como un gusto anticipado de que aquella guerra sería más mirada del SS se clavó en sus senos enormes, gruesos como
monstruosa que la guerra civil de España, más cruel todavía... melones, estribados por venitas azules, colgando sobre el vientre,
Le había sorprendido desagradablemente la furia con que los nazis descansando sobre él, con pezones del tamaño del pulgar, en el
se habían liado a matar y a violar, y se preguntó, no sin un deje de centro de círculos de un color de tinta oscura.
angustia, si aquella incomprensible táctica no estaba dictada por El vientre prominente, agresivo, con un ombligo deformado y torcido
Berlín para marcar así el frente del Este con una violencia y una como un higo seco ofrecía el aspecto de un balón hinchado, y
ferocidad intencionada! ocultaba en su parte inferior el bajo vientre, atrapado entre muslos
Los alemanes no se habían mostrado tan despiadados durante las monstruosos.
campañas del Oeste, y si Holanda, Bélgica y Francia habían conocido Los enormes brazos se terminaban en manos pequeñas como las de
un niño. La mano derecha se cerraba sobre un garrote nudoso y
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largo. —Violación, violencia contra las campesinas... El ruso ha matado a
Anna se acercó con timidez a los SS. Se había pintado su rostro de otro detenido, en el campo donde se encontraba con los prisioneros
vieja prostituta, y su aspecto canalla se adivinaba a través del de guerra. Esperaba el juicio... ¡y seguramente deberíamos colgarle!
colorete con que se había compuesto. En el centro de las manchas —¡No pierde nada por esperar! —bromeó Von Sleiter, que añadió
oscuras del polvo para las pestañas, se agitaban los ojos como tras un corto silencio—. ¿Les ha explicado el asunto?
bestias inquietas. — Ja. Saben que van a entrar ahí, uno por uno y que deben intentar
Observando el cuerpo reluciente de la arpía, el Obergruppenführer poseer a la gorda Anna. El que consiga derribarla recobrará la
preguntó a su compañero: libertad... Los vencidos serán colgados mañana por la mañana.
—¿Qué se ha puesto en la piel? —¡Magnífico! Que se vayan todos menos el primero... ¿Quién
—Se ha cubierto de grasa. Es lo menos que podíamos concederle. empieza, Hugo?
No olvide que los tipos son muy fuertes... y que además saben lo que —Podemos empezar por los polacos, si no ve inconveniente...
les espera si no hacen lo que se les manda... —De acuerdo.
Konrad asintió, riendo. Lanzó una mirada amistosa a la masa de Hugo se dirigió a uno de los hombres que asintió con la cabeza sin
carne. demasiado entusiasmo. Escoltados por los SS, los otros se retiraron,
—Quieres ganar esos mil marcos, ¿no es cierto, Anna? Al fondo del sótano habían instalado una mesa, detrás de la cual se
—¡Es como si ya los tuviera en el bolsillo, mein Herr! —respondió ella encontraba el Obergruppenführer. Su ordenanza no tardó en
sin pestañear. descender del piso, acarreando una gran bandeja llena de golosinas
La mirada lasciva y viciosa de la mujer hizo retroceder al SS que no y de una botella de vino dorado, junto con dos copas.
pudo por menos de estremecerse. Recordó la última vez en que vio a Apenas acababa de dejar sobre la mesa los platillos, los vasos y la
Anna liarse a palos con una joven prostituta y sintió la mano helada botella que la puerta se abrió y la masa enorme de Anna Walewsky
del miedo que le corría por la espalda. apareció.
— Gut! También yo deseo que ganes... ¡Niedenhoff! Espantado, el polaco retrocedió. Los alemanes de la prisión le habían
—Ja! hablado de una mujer, pero al ver a ésta, dilatando los ojos, se dijo
—Que entren los hombres. Quiero hablarles antes de que empiece la que nunca habría adivinado la realidad, porque le costaba concebir
fiesta... Tú, mujer, regresa a la sala... que semejantes criaturas pudieron existir.
Escoltados por dos Sturmann, seis hombres, en cueros, ocultando Viéndola avanzar hacia él, observándola con espanto, el polaco se
sus sexos con las manos, fueron a colocarse delante de los SS. Su preguntó qué venía a hacer aquel garrote que ella empuñaba con su
timidez y su pudor hicieron sonreír a Konrad, que recordaba la brazo monstruoso, más grueso que el muslo del— hombre más
desenvoltura de Anna. fuerte...
Los examinó. Habían sido seleccionados entre los detenidos de la Supo, con un escalofrío, que nunca podría vencer a aquella, masa de
prisión de Varsovia. carne fofa, y que perecería si la mujer le estrujaba entre sus brazos.
—Esos cuatro de ahí —explicó el Hauptsturmführer— son polacos. —¡Qué! —le gritó ella en polaco—. ¿A qué esperas, querido? ¡Soy
Este —añadió, indicando con el dedo un joven de rostro brutal —es toda tuya!
letón, y el último ruso... El hombre retrocedió más, hasta que su espalda fue a chocar contra
—¿Por qué los encerraron? el muro húmedo del sótano. Lanzó una mirada desamparada a los
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dos SS que se encontraban junto a la puerta por la que había salido aseguro que las cosas van a cambiar... Voy a hacer venir al ruso y
aquella visión de espanto. verá como será diferente...
Detrás de la mesa, con la boca llena de dulces, Konrad von Sleiter Konrad asintió, molesto.
emitió un gruñido desaprobador. —De acuerdo —gruñó—, pero espero que no sea la misma historia.
—¡Ese pobre imbécil tiene miedo! ¿Son éstos los tiarros de los que El ruso entró.
me hablaba, Hauptsturmführer? Era alto, de constitución vigorosa. Una pelambrera negra que
Bruno ocultó su aprensión detrás de una sonrisa hipócrita... recubría su cuerpo casi por entero le proporcionaba el aspecto de mi
—¡Lo he hecho adrede, Von Sleiter! —murmuró inclinándose hacia oso.
Konrad—. Para empezar he escogido al más débil de los polacos... Lanzó una breve mirada al cadáver del polaco y luego sus ojos
¡así servirá de entremés a Anna! atentos se fijaron en la enorme mujer. Espero unos segundos, con los
— Gut! —eructó el otro—. ¡Pero que empiecen ya, mierda! ¡Haga puños apretados, mientras Anna se acercaba lentamente a él,
algo! ¡Empiezo a aburrirme! paseando su monstruosa anatomía.
La voz de Bruno restalló como un látigo de cuero: —¡Este tipo me gusta! —dijo, empleando un alemán bastante
—¡Reisner! —lanzó a uno de los SS que se encontraban junto a la correcto—. Me gusta de verdad... ¡pero no tengo ni para empezar,
puerta—. ¡Muestra la cuerda a ese cerdo! como con el otro desgraciado!
El Sturmann levantó la cuerda por encima de su cabeza, haciéndola Entonces abrió los brazos, sin soltar el garrote, y gritó al ruso:
voltear como un lazo. —¡Acércate, hermoso! Antes de aplastarle contra mis tetas te besaré
—¡Mira esto, idiota! —gritó entonces Bruno observando al polaco—. en la boca... Ya verás, es lo mejor que has conocido en tu vida...
Si no quieres sentirla alrededor del cuello, ve a por la mujer... ¡es ¡Muchos hombres se han peleado a muerte por un beso de Anna
tuya! Walewsky!
Una luz alocada brincó en los ojos del desgraciado. Y de sopetón El ruso no dijo nada, inmóvil como una estatua. Sin embargo, se le
saltó sobre Anna. adivinaba en tensión, formando un bloque sólido. Ciertas zonas de su
Sin turbarse la mujerona se plantó sobre sus piernas enormes, cuerpo velloso se ensombrecieron más, marcando los lugares donde
blandió el garrote y detuvo el ataque del hombre propinándole un los músculos poderosos se tendían como la cuerda de un arco.
golpe formidable en la cabeza. Se escuchó un siniestro crujido y el —¿También tú tienes miedo? —bromeó la gorda Anna—. ¡No! No
polaco, bruscamente detenido en su carrera, se desmoronó sobre el tienes miedo, lo siento... ¡Tú eres un macho de verdad! ¡Ven!
suelo, agitándose unos instantes antes de inmovilizarse Fue en ese momento cuando el ruso dio un paso hacia adelante.
definitivamente. Anna se inmovilizó y, engañada acerca de las intenciones del
Con una cruel sonrisa en la boca, Anna se volvió hacia la mesa. hombre, avanzó su brazo armado.
—¡A éste no vale la pena colgarle! La pierna izquierda del ruso se tendió como un resorte. Un pie
El rostro de Konrad se ensombreció. Lanzó a Niedenhoff una mirada nudoso de dedos gruesos y armados de uñas largas y sucias golpeó
en la que resplandecía la cólera. con violencia la mano de la mujer. Esta creyó durante un momento
—¡Estoy harto de esta comedia! —gruñó—. ¡Voy a largarme que había sido arañada por una bestia feroz. Un grito le escapó de la
inmediatamente! boca que el dolor convirtió en una repugnante mueca, y el garrote se
—¡Oh, no, señor! ¡Espere un segundo! —y bajando la voz—. Le le escapó de la mano que chorreaba sangre.
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—¡Cerdo! mujer.
Pero el ruso no se picó por el insulto. Saltó, esta vez con decisión, —¡Ve a ver! —gritó Konrad.
sobre el cuerpo enorme de la mujer. El choque fue tan violento que Nidenhoff se precipitó hacia Anna. El ruso había conseguido empujar
Anna, después de intentar retroceder inútilmente, aterrizó sobre sus hacia un lado la masa pesada de la polaca. Se levantó, jadeando, con
gruesos muslos, con el hombre pegado a su cuerpo. los ojos desorbitados. La mano derecha llena de sangre.
Alocada, la mujer golpeaba con los puños la cabeza y la espalda del Hugo se inclinó y consideró durante un momento el objeto que había
ruso que había conseguido pasar una mano detrás de la nuca de la causado la muerte de la prostituta. Sin embargo no se atrevió a
alcahueta. tocarlo.
—¡Formidable! ¡Fantástico! —gritó Konrad que hasta olvidó su —¡Es una cuchara! —anunció, irguiéndose—. ¡Una cuchara afilada
comida—. ¡Ese tipo va a vencerla! ¡Adelante! ¡Ya es tuya! como un cuchillo!
No era tan fácil como él pensaba. —¡Perro sarnoso! —aulló Konrad enviando una mirada llena de odio
A base de monstruosos golpes de riñones, Anna hacía saltar al al ruso—. ¡Te habían dicho que debías venir con las manos vacías!
hombre que estaba sobre ella. El ruso saltaba como un cowboy en —No le entiende, Von Steiler —intervino Niedenhoff que no deseaba
pleno rodeo. Afortunadamente su mano derecha había hecho presa que la culpa recayera sobre sus espaldas.
detrás de la nuca de la mujer, pero el resto del cuerpo se desprendía Y añadió con tono meloso:
brutalmente del de la polaca que no dejaba de golpearle, —Le ha divertido la muy bestia, ¿no es cierto? ¡Yo tengo todavía la
martilleándole la cabeza y el cuello con golpes rápidos. carne de gallina!
Repentinamente se agitó con formidable fuerza, girando sobre ella La cólera de Konrad se esfumó y saltó una risa histérica.
misma de tal modo que se situó encima. —¡Es verdad! ¡Me he divertido como un loco! ¡Además, que sin la
Un silbido agudo llegó hasta Konrad. cuchara, no sé cómo el ruso hubiera podido con esa ballena!
—¡Maravillosa mujer! ¡Fíjate; Hugo! ¡Va a aplastarle con todo su ¡Diablos! ¡Cuando le cayó encima creí que no saldría vivo!
peso! Se quedó unos segundos en silencio, rascándose pensativamente el
En efecto, el cuerpo del hombre había desaparecido por completo doble mentón.
bajo la masa enorme de carne fofa. Sólo se veía a la mujer: sus —No obstante deberíamos colgarle, por no haber respetado las
brazos, sus senos, sus muslos que parecían desparramarse por el reglas del juego... Pero todavía tiene una oportunidad para salvar la
suelo del sótano. vida. ¡Para ello es preciso que concluya la tarea! ¡Las reglas son las
Sólo el puño derecho del ruso seguía pegado a la nuca de Anna. reglas!
Pero nadie prestó atención a aquel detalle. De repente un grito Se volvió a sentar, tendiendo la mano hacia el vaso que el Sturmann
salvaje restalló en el silencio del sótano. Un grito terrible que heló la acababa de llenar.
sangre en las venas de los dos oficiales de las SS. —¡Ordénele que la joda!
— Sakrament! —juró el Obergruppenführer, levantándose.
Acababa de ver el gran charco de sangre que escapaba por la nuca CAPÍTULO IV
de la polaca. El ruso, luchando desesperadamente para salir de
debajo del cuerpo gelatinoso, había liberado la mano y los dos SS Levantando la cabeza, Ilya Tumeriev observó con inquietud la lenta
miraron con incredulidad el pequeño objeto hundido en el cuello de la marcha de las nubes que se amontonaban por encima de su cabeza.
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Nadie habría reconocido al teniente soviético que ahora ofrecía el Obukhov, al sur de Kiev, vagabundeó por los alrededores de la
aspecto miserable de un mujik. Había encontrado aquellos harapos aglomeración como un lobo hambriento, sin osar acercarse.
en una isba abandonada, tirando en el pozo su uniforme, ya que al Sin embargo, como debió hacer en Krasnaia, tenía que ponerse en
abandonar el pueblo de Sonia Luchakovna, la tigresa, se había dado contacto en todos los pueblos y ciudades con los agentes que el
cuenta de que aquella Ucrania en la que había nacido se había ejército había dejado y que esperaban sin duda su visita y sus
convertido bruscamente en un mundo hostil y peligroso. instrucciones para empezar a organizar el núcleo de las fuerzas de la
Había permanecido tres días oculto en el bosque, desde donde había Resistencia.
podido observar la llegada de miles de alemanes, de cientos de Precisamente por eso Ilya observaba el cielo nublado con una
vehículos, toda una marea poderosa que se desparramaba por las inquietud en la que se mezclaba la esperanza. Una buena tormenta
llanuras, ocupaba ciudades y burgos, poniendo una nota verde-gris e de verano podría, con un poco de suerte, permitirle el acceso de la
insólita en el paisaje. ciudad para encontrar los contactos...
¡Fue entonces cuando la verdadera dificultad de su misión le apareció Suspiró, pensando en el aspecto estúpido que presentaría en el
bien clara! momento en que encontrara, en Desna, al norte de Kiev, al
En principio había pensado que tras la avalancha de las tropas de comandante Alexandre Pavlovich.
vanguardia, los nazis iban a limitarse a dejar exiguas guarniciones en —¡Va a tomarme por el idiota más grande que se ha echado a la
los pueblos. cara! —gruñó entre dientes.
Pero comprobó en seguida, con decepción, que se había engañado, Debía haber visitado cuatro pueblos, pero no había hecho nada. Los
y que el adversario no iba a limitarse a conquistar Rusia, sino que alemanes pululaban por ellos, cierto, y seguramente le habrían
deseaba ocuparla, explotándola sin pérdida de tiempo. detenido, pero esas consideraciones, por muy lógicas que fueran, no
Ante él desfilaron todos los uniformes de la Wehrmacht, sobre todo iban a convencer a un hombre como el camarada Pavlovich.
los especialistas, y también civiles que se desplazaban en coche, Antes de abandonar la división de la Guardia en la que mandaba una
hurgando en os koljoses, mientras los Feldgendarmes desalojaban a compañía, el coronel Vassiliovich le había explicado con mucha
culatazos a los campesinos, hombres y mujeres, a los que se claridad el asunto:
obligaba a trabajar inmediatamente. —Pavlovich es un especialista de la guerrilla. Como usted, estuvo en
El hambre, la sed y la desesperación empujaron al ruso fuera del España, y también en China y en América del Sur. ¡Es un hombre
bosque. Se desplazó durante la noche, metiéndose por pequeños despiadado, pero un excelente camarada!
caminos vecinales, lejos de las carreteras cuyo asfalto vibraba bajo «Un hombre despiadado...»
las ruedas y las cadenas. Tumeriev se rascó el mentón pensativamente. Le había crecido
Así llegó hasta la región de Krasnaia, y fue allí, en una isba aislada, mucho la barba, comiéndole las mejillas. Todos los sacrificios que
sin ventanas y cuya chamiza pendía en manojos podridos, donde habían hecho al atravesar una parte de Ucrania se le antojaban
cambió su uniforme por los harapos que allí encontró. ridículos ante las exigencias de aquel comandante que no conocía.
Tan sólo guardó las botas, casi enteramente ocultas por el bajo del ¿Qué iba a decirle?
pantalón, que le venía demasiado grande. «Camarada Kombat: había fascistas por todos lados. Pululaban y
Incluso disfrazado así no se aventuró nunca por los pueblos, y hormigueaban en los pueblos e incluso en los caseríos. ¡Había tantos
cuando llegó, siguiendo de lejos la vía férrea, a la pequeña ciudad de Feldgendarmes y tantos SS que se diría que Hitler había vaciado los
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cuarteles de Alemania! ¡Si hubiera cometido la torpeza de meterme muros, cegado por el agua que el viento lanzaba en malignas
en uno de esos sitios, incluso durante la noche, no habría salido con bofetadas contra su rostro.
vida!» Seguía lloviendo muy fuerte. Largas centellas líquidas surgían a ras
La boca del oficial se torció en una mueca sardónica. de la acera. Los canalones inflados vomitaban flecos de agua que se
—¡Y un cuerno! ¡Tenías miedo, eso es todo! ¡Lo demás sólo es un desparramaban, en charcos espumeantes.
pretexto! ¡Si hubieras cumplido tu deber no estarías aquí ahora, Mientras avanzaba, el ruso llevó la mano derecha a la cintura,
lloriqueando como una mamuska! apretando con sus dedos mojados la culata de su pistola
El cielo se ensombrecía por momentos. Tintes lívidos resaltaban en reglamentaría.
una especie de claridad irreal los muros de las casas de Obukhov. Afortunadamente conocía aquella ciudad como la palma de su mano.
De pronto un latigazo de viento azotó los árboles. La ráfaga corría a Y no solamente Obukhon, sin también las otras ciudades y pueblos.
ras del suelo, levantando un velo de polvo rojo. Luego, de súbito, un Aquella tierra era la suya, y la había recorrido en todas las
gigantesco relámpago fraccionó el cielo de arriba abajo. direcciones decenas de veces...
El fulgor plateado se ramificó en una arborescencia resplandeciente, Aquí, el hombre que le esperaba debía encontrarse en la casa del
desparramándose con una lluvia deslumbrante... zapatero Poparov, antiguo miembro del Partido que había trabajado
Y a continuación fue el diluvio. en el seno del comité político de Kiev. Pero ahora, con ochenta años
Caía el agua con una fuerza formidable, golpeando el suelo como encima, había regresado a su viejo taller, esperando tranquilamente
miles de martillazos, y ese ruido repercutió bajo los pies del ruso que, la muerte.
empapado, esbozó una sonrisa de satisfacción. Tumeriev atravesó una placita, metiéndose luego por una calle donde
Inclinado, se aventuró en aquel mundo líquido y movedizo que le se encontraba la casa del zapatero. Al llegar ante la puerta, golpeó
envolvía como una vaina resbaladiza. Avanzaba, lentamente, con los cinco veces seguidas, como había sido convenido.
harapos pegados al cuerpo, pero todavía sin sentir el frío. En la calle desierta, unos postigos se agitaron con un ruido seco de
Ante él, el agua rompía a las líneas rectas de las casas como un detonación.
espejo deformante. Ilya esperó unos segundos. La angustia le mordía las entrañas y se
Tumeriev luchó valientemente contra la fuerza poderosa del agua y preguntaba si no se equivocaba de casa. Levantó la cabeza,
del viento asociados. Hundió la cabeza en los hombros y sé franqueó recibiendo en el rostro un chorro de agua de un canalón, pero tuvo
un camino por entre la densa cortina de lluvia. tiempo, antes de refugiarse de nuevo en el quicio de la puerta, de
Sabía que bajo aquella tromba de agua, nadie permanecería ha comprobar que se trataba de la casa que debía visitar.
descubierto, ni siquiera los soldados alemanes, más disciplinados. Fue entonces cuando, retrocediendo un poco, empujó la puerta que
Pero no ignoraba que aquellas tormentas de verano eran de corta se abrió suavemente, con un gemido agudo de goznes mal aceitados.
duración, y apresuró el paso, consciente del poco tiempo que tenía Sorprendido, el ruso empuñó la pistola y apuntó con ella al interior de
para meterse en la ciudad. la pieza. Aguardó unos segundos más y luego se decidió, empujando
La tormenta crujió de nuevo con un ruido de rocas desprendidas. la puerta y abriéndola por completo.
Una oscuridad completa reinaba en la casa. Tumeriev se quedó en el
Por fin penetró por una calle estrecha, y entonces avanzó rasando los dintel sin saber qué partido tomar. Detrás de él, la lluvia se apaciguó
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un tanto y al cabo, sin llegar a ser completa, una luminosidad gris tenía los ojos abiertos; una mueca de dolor y de sufrimiento colgaba
vino del cielo. de su boca torcida...
Tras una corta vacilación, el oficial soviético dio un paso hacia Seguramente se trataba del hombre con el que debía ponerse en
adelante y cerró la puerta tras él. Las tinieblas le apretaron como contacto, el que debía ayudarle a formar el grupo de resistentes con
manos invisibles. Entonces el olor llegó a su nariz, picoteándole la los soldados que quedaban en Obukhov.
garganta y metiéndole al borde de las nauseas. ¿Había hablado antes de morir? ¿Había denunciado a los otros?
Sin embargo no se atrevió a moverse, pero identificó sin dificultad el Aquellos soldados, escogidos, se habían quedado ocultos en las
fuerte hedor de la muerte. Además de la pistola llevaba consigo la casas y en las isbas, esperando las órdenes para proseguir una lucha
linterna. Se apoderó de ella con la izquierda, preguntándose si sin piedad contra el invasor alemán.
funcionaba todavía, después de toda el agua que se le había venido El desorden se adueñó de sus pensamientos. Aquel mal empezar le
encima. hacía considerar la organización del movimiento de Resistencia como
Tendió el brazo y apretó el botón. El haz, pobre y amarillento, dibujó una tarea demasiado ardua, por no decir imposible.
un redondel de claridad en el suelo. Ilya lo desplazó lentamente, La voz le alcanzó la nuca como un golpe traicionero. Se quedó
recorriendo la ancha pieza. estupefacto, tardando varios segundos en reaccionar. Entonces giró
Aparte de una mesa y algunas sillas, la habitación estaba vacía. Pero bruscamente, levantando la mano armada hacia los primeros
el largo haz de luz mostró al ruso una puerta al fondo, que anunciaba escalones de la escalera, donde se encontraba la mujer.
una escalera.
Se dirigió hacia allí con rapidez, proyectando el haz de la linterna Se daba cuenta de que su incomprensible lentitud le hubiera podido
hacia abajo, donde los escalones rompieron la continuidad de la luz. costar la vida en otra circunstancia, pero Ilya Tumeriev se dijo que la
Dudó un momento y luego empezó a bajar. palabra «tovarich» que la mujer había pronunciado le había
Contó once escalones antes de dar con el suelo húmedo del sótano. tranquilizado. A pesar de todo se trató de imbécil, confesándose con
Entonces, el cono luminoso alcanzó a los dos cuerpos. rabia que sus reflejos empezaban a enmohecerse. La joven le miraba
Estaban desnudos, y Tumeriev reconoció sin dificultad al viejo con cierto temor en el fondo de los ojos. Su rostro recordaba al de
zapatero. El otro, un hombre de una treintena de años, era un una ahogada y el pelo le pendía en mechones empapados alrededor
desconocido para él. de su cara puntiaguda.
Era joven, pero parecía del todo desarrollada. El delgado vestido
Acercándose, comprobó que los dos desgraciados habían sido negro que llevaba se le pegaba al cuerpo bajo el efecto de la lluvia
cruelmente torturados antes de ser eliminados. En el pecho liso del que le había caído encima, y el hombre, tragando saliva, contempló
más joven, al igual que sobre el de Poparov, recubierto por un los senos que punteaban y la «V» de la entrepierna que se dibujaba
penacho blanco, se veían manchas rojas, de bordes negruzcos, claramente ante sus ojos.
seguramente causadas por cigarrillos encendidos que les habían —¿Quién eres? —preguntó Ilya haciendo un esfuerzo penoso para
aplicado para hacerles hablar. recuperar su sangre fría.
—¡Perros! —gruñó Ilya, sintiendo que los músculos se le contraían. —Me llamo Nathalia Semionovna, camarada...
Se inclinó más, examinando lentamente el rostro del desconocido que
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Tenía una voz muy dulce, y sus ojos parecían acompañar cada momento, enterarse de su identidad era tan difícil como dar con una
palabra que pronunciaba con un relámpago rápido que surgía de lo aguja en un pajar!
hondo de sus pupilas alertas. Se esforzó por establecer un balance lógico de todo lo que había
—Siempre miro por la ventana —siguió ella tras un corto silencio—. sabido. Pero de repente se le embrollaron las ideas y le flaquearon
Después de lo que sucedió aquí, después de... las piernas.
Tropezó con la palabra y los labios agitados sufrieron un temblor casi Sintió que el cuerpo de la joven se apretaba contra el suyo; unos
imperceptible. Durante un momento el ruso tuvo la visión de unos brazos firmes pero suaves le sostuvieron por la cintura.
dientes resplandecientes, cuando la joven esbozó una mueca de —¿Te encuentras mal, camarada? —preguntó la joven con voz
horror. impregnada de angustia.
—Mi tío me había dicho que si le ocurría algo, yo debía permanecer Intentó inútilmente permanecer en pie, pero sentía que las fuerzas se
detrás de la ventana... Mis padres vivían enfrente... Y cuando viera un le escapaban sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
hombre, un ruso que intentara entrar, debía ir a hablar con él de... —Hace días que no como...
—¿De qué? —¡Ven! Te ayudaré...Vamos a mi casa... No hay nadie... A mis
—Vinieron —dijo ella apartando la mirada—. Unos Feldgendarmes... padres se los han llevado al koljós... ¡Yo me he ocultado en casa y
Golpearon a mi tío y al joven suboficial... Escuché los alaridos desde los alemanes no me han descubierto!
mi casa... Luego vine aquí... y bajé al sótano... comprobando que El hombre arrastraba los pies y cada paso le costaba un gran
estaban muertos. esfuerzo. Nunca supo cómo consiguió subir los escalones, atravesar
—Pero —se impacientó Tumeriev—, tu tío te había dado un la sala y luego la calleja. Sintió la lluvia en el rostro, y ese contacto,
mensaje... en vez de proporcionarle un bienestar normal, le estremeció. El frío le
—Sí —dijo ella suavemente—. Me dijo que todos los hombres se perforó el cuerpo como una hoja afilada.
habían ido a Stugira, el pueblo vecino... Tiritaba cuando Nathalia, gracias a un esfuerza terrible, le empujó
—Lo conozco. sobre la cama. Temblaba de frío, se encogió, con las rodillas en el
—Fue mi tío quien se encargó de que se fueran cuando comprendió mentón, castañeando de dientes.
que los alemanes se habían olido algo... Sintió vagamente que a base de tirones bruscos le quitaban la ropa.
Con los ojos cerrados, sintió de pronto un calor agradable
Durante un momento Ilya olvidó aquel cuerpo magnífico. Frunció las diseminándose por su cuerpo enfermo.
cejas, preguntando con ímpetu: Algo pasó por entre sus dientes apretados y estalló con un quemazón
—¿Cómo? ¿Los nazis se habían olido la tostada? en su estómago; una maravillosa onda de calor le recorrió de arriba
—Creo que sí —respondió Nathalia con desapego—. ¡Aquí tenemos abajo y se entregó a aquel formidable entumecimiento que se
la prueba! Vinieron a esta casa directamente, como si supieran que apoderaba de él rápidamente.
en esta casa se encontraban los responsables de la organización... Entonces, dejándose resbalar por una pendiente de beatitud, se
—Ya veo —murmuró el ruso como si hablara consigo mismo. precipitó a un pozo sin fondo, feliz de poder alejarse por fin de un
Se dijo que debía haber un traidor entre los hombres a los que habían mundo hostil.
confiado la misión de organizar el ejército de partisanos... ¡Pero por el
CAPÍTULO V
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descanso, con la piel helada, sacudido por escalofríos que
Con la frente arrugada, Nathalia contempló el cuerpo del hombre. aterrorizaban a la joven.
Acababa de pasar otro paño húmedo por el rostro empapado en Le había echado encima todas las mantas de la casa, y había
sudor. Sus dedos habían rozado una piel ardiente y, en las sienes, calentado ladrillos que envolvía con paños antes de ponerlos a los
había notado los latidos alocados de un pulso precipitado. pies del enfermo.
De vez en cuando conseguía hacer pasar por entre los dientes Su angustia aumentó al comprobar que el ruso no reaccionaba.
bloqueados del hombre unas gotas de vodka o de té muy caliente, Empezó a pensar en su muerte, pero su juventud se rebelaba contra
pero se preguntaba si esos pobres remedios servirían de algo... aquella idea, y no se permitía un momento de descanso, corriendo de
Apenas se movía de la cabecera del oficial, yendo alguna que otra la cocina a la habitación, decidida a triunfar contra aquel frío mortal
vez a la cocina, y cuando no se trataba de preparar té para él, que amenazaba al enfermo.
tomaba algo para ella y lo llevaba junto a la cama. En más de una ocasión estuvo tentada de ir a solicitar los servicios
Estaba sentada en el suelo, y cuando el sueño o el cansancio se del viejo doctor Lunacharski, pero el médico vivía muy cerca de la
adueñaban de ella, apoyaba la cabeza en el colchón y dormía, por Kommandantur, y no tuvo bastante valor como para pasearse por la
momentos, despertándose a menudo con sobresaltos que le helaban ciudad, puesto que si la atrapaban, el hombre que alojaba en su casa
la sangre. estaría condenado a muerte irremediablemente.
Por fortuna los alemanes no pasaban nunca por la calleja, pero oía Una noche, estando como de costumbre sentada junto a la cama,
perfectamente, en medio de la noche, el martilleo seco de sus botas observando el rostro cerúleo del oficial, la idea germinó en su espíritu.
en la plaza vecina. Había visto a las madres durante los inviernos rigurosos acostarse
En el fondo lo que le preocupaba exclusivamente era el enfermo. desnudas con sus bebés en los brazos. Se decía que no había nada
Había prometido a su tío recibir al oficial, y si éste no conocía la mejor que el calor del cuerpo de una mujer para proteger a los niños
región, hasta acompañarle a Stugira. Sabiendo que la muerte del frío, incluso cuando la pulmonía les amenazaba.
merodeaba alrededor de la casa, el viejo zapatero había explicado a Nathalia no se lo dijo dos veces. Se levantó y empezó a desnudarse
Nathalia la importancia de la misión que le confiaba. rápidamente. Una vez desnuda, se metió bajo las mantas y avanzó,
—No olvides, palomita —había dicho Poparov acariciándole la larga lentamente, hacia el cuerpo helado del hombre.
cabellera rubia— que ese emisario debe llegar a Kiev, cueste lo que
cueste... Dile que he enviado todos los hombres a Stugira... ¡y que se ***
ocultan en las canteras! Lo harás, ¿no es verdad? Hacía una semana que el gobernador había llegado. Se llamaba
¿Cómo no obedecer a quien quería más que a su padre? Pasaba Alfred Kummer y se había instalado en un gran palacio
todo su tiempo libre con él, acurrucada a sus pies, escuchándole milagrosamente salvado durante la batalla, y situado al otro lado de
narrar historias tan viejas como él, de los tiempos de la gran un magnífico bosque que los Feldgendarmes y sus perros recorrían
Revolución de Octubre, cuando fue a Petrogrado a luchar contra el noche y día.
zar con los obreros de las fábricas Putilov. El palacio construido a principios de siglo por un rico propietario
Desde hacía dos días, Nathalia había comprobado con angustia territorial, había sido transformado en universidad de verano, pero
creciente, que tras la fiebre que amenazó consumir el cuerpo del desde la llegada del Obergruppenführer, lo habían preparado para
hombre, los escalofríos habían vuelto a la carga, y temblaba sin hacerlo habitable. Llegaron muebles de Alemania, y cuadros
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procedentes de los museos de Polonia. Al cabo de tres semanas la
mansión recobró su grandeza de antaño y, con la llegada de la La Gran Kommandantur de Kiev había sido instalada en la:
noche, resplandeció con sus decenas de arañas que iluminaban a encrucijada de las antiguas calles de «Komintern» y de
giorno sus inmensos salones. «Zihadanovski», no lejos de la Gran Estación que reparaban
Miembro del partido nazi desde 1926, Alfred Kummer, que contaba prisioneros, rusos tras las destrucciones causadas por los
entonces cuarenta y cinco años, era un hombre alto y pesado, de bombardeos durante las batallas que apuntaban a la ocupación de la
rostro espeso, embutido en su uniforme kaqui, mostrando en 'la ciudad.
manga izquierda el brazal rojo adornado de la cruz gamada. Los locales, antiguos centros culturales del «Komsomol», habían sido
Había nacido en Munich, cuna del nacional-socialismo, y se había rápidamente repuestos. La planta baja y los tres primeros pisos
encontrado al lado de Adolf Hitler desde el principio de la carrera fueron dedicados a los despachos de la Kommandantur, mientras que
política del futuro Führer. el último, el cuarto, era reservado exclusivamente al
A pesar de la pesadez de su cuerpo sólido, Kummer parecía Obergruppenführer Von Sleiter y a su séquito.
aplastado por el peso de su cabezota de ojos diminutos, hundidos en Durante las primeras semanas, Konrad y sus colaboradores se
órbitas huecas. ocuparon con prioridad de preparar el palacio para el gobernador
Tenía todo del señor feudal, y cuando se sentaba a la mesa, se Kummer, así como de reparar el edificio de la Kommandantur.
atracaba de comida, respaldándose, silbantes los labios y gruesas Ahora que los servicios del ejército, los cuarteles y los centros de la
gotas de sudor corriendo por su cuello macizo. Feldgendarmeria se multiplicaban en toda la ciudad, Von Sleiter
Su diminuto cerebro, ahogado en el alcohol permanecía impermeable dedicaba toda su atención a un resenso de la población civil, no sólo
a la bondad o a la piedad, y su desprecio hacia todo lo que no era en Kiev, sino también en toda la Ucrania ocupada, con el fin de poner
alemán y en especial nacional-socialista le convertía en una bestia en marcha la industria y la agricultura.
feroz que se saciaba con el sufrimiento y el dolor de los pueblos Afortunadamente para él, el Standartenführer Teissen, aquel hombre
vencidos. disciplinado y consciente de la importancia de su tarea dio pruebas
Tras la campaña de Polonia, había realizado un cursillo en Varsovia, de una actividad extraordinaria, revelándose un organizador nato.
donde le habían confiado la tarea consistente en seleccionar todos Ahora, en el despacho del Obergruppenführer, resumía con cierto
los judíos de la población polaca. orgullo los resultados de su trabajo.
Habiendo salido airoso de la prueba, Himmler le envió a París, pero —Podemos estimar —decía— que el 60 % de la producción ya se ha
allí topo con una mentalidad que no comprendía, y tras irnos errores recuperado. Desgraciadamente las industrias han sufrido mucho,
groseros —difícilmente callados— se había «rogado» a Berlín que pero cuento con que recuperen su ritmo normal en el plazo más
enviara a Kummer a un país donde pudiera desplegar sus técnicas breve posible...
brutales de represión sin perjudicar la política alemana. Como cada vez que debía soportar al minucioso Erwin, Konrad sólo
Había permanecido en Berlín hasta el momento en que la le escuchaba a medias. Le urgía que Teissen acabara su
Wehrmacht, habiendo ocupado gran parte de la Bielorrusia y de interminable informe, ocupado como estaba con otros quebraderos
Ucrania, avanzaba rápidamente hacia Moscú. de cabeza.
Por último, aprovechando una pausa, Konrad que se había levantado,
*** apoyó una mano amistosa en el hombro de su interlocutor.
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—¡Ha hecho un trabajo formidable, querido amigo! ¡Al confiárselo — Jawohl!
estaba convencido de que sabría llevarlo adelante rápidamente! Dos minutos más tarde, tendiendo el brazo, Fritz Schoneweg
Déjeme esos papeles que estudiaré con tiempo... Y ahora Je ruego penetraba en el despacho.
que me excuse... ¡Otros asuntos urgentes me redaman! Hombre alto, extraordinariamente delgado, con un rostro acuchillado
Cuando se hubo ido el Standartenführer, Konrad von Sleiter lanzó un y ojos salientes y globulosos, una boquita de labios menudos
suspiro de alivio. Aplastó con el índice macizo el botón del timbre y al acentuaba la expresión cruel de su rostro.
rato apareció su nuevo plantón. —¡Siéntese, amigo mío! —le ordenó Konrad—. ¡Estaba pensando en
Por fin se había deshecho de su precedente ordenanza. Otto le había Niedenhoff!
sido recomendado por Niedenhoff, y Konrad había advertido en —¡No tardará en regresar, estoy seguro, Herr Obersgrupenführer!
seguida que era precisamente el hombre que necesitaba. Su voz dulce, melodiosa, hacía pensar en el silbido de una serpiente.
Otto trajo la botella y una copa que llenó con el vino dorado tan Hablaba con afectación, con voz cansada que en ocasiones se
querido de su jefe. quebraba.
Después de ingerir un buen trago, Konrad lanzó un suspiro de gozo. —Por su lado —preguntó Konrad frunciendo las cejas—, ¿cómo
—¡Excelente! andan las cosas?
—¿Otra copa, señor? —¡Muy bien! Todo está listo, Herr Obergruppenführer! ¡Le aseguro
—No, no por el momento... ¿Se sabe algo del Hauptsturmführer? que la fiesta con que vamos a obsequiar al gobernador no se olvidará
—Todavía no —respondió Otto—. Ya he encargado al fácilmente!
Hauptscharführer de transmisiones que nos informe en cuanto llame —¿Chicas?
el capitán Nidenhoff... —¡En cantidad, y seleccionadas! ¡Confíe en mí! He registrado la
—¡Me pregunto qué diablos andará haciendo! Sakrament! Es cierto ciudad con minuciosidad... ¡y a pesar de esos cerdos de ruskis que
que la misión que le confié es bastante delicada, pero, ¡maldita sea! disimulan a sus hijas en lugares inimaginables, hemos dado con
¡Sabe que corre prisa! ellas! ¡Ya lo creo! ¡Ya sabe que cuando los Feldgendarmes se lían a
Otto permanecía inmóvil, algo apartado, con la botella en la bandeja. buscar, no se les escapa nada!
Su rostro sin expresión, aparentemente ausente, permanecía atento —¡Espléndido!
sin embargo, y eso se adivinaba en el brillo de sus ojos. —En cuanto a la comida y a la bebida, he seguido sus consejos y me
Herido durante el ataque a Bélgica, con aquella cicatriz que dibujaba he dirigido al Centro de Abastecimiento-SS de Varsovia. ¡Sabiendo
una larga franja lisa en su mejilla derecha. Era un hombre duro, que que el asunto le concernía a usted, el Oberstumführer Velaiter ha
se había vengado en los prisioneros de Lieja, rechazando el ser hecho maravillas! ¡Seis camiones están en camino, abarrotados con
evacuado y combatiendo con una simple venada en el rostro. todo lo que usted desea!
Al cabo de pocas semanas había sabido mostrarse indispensable, y —¡El bueno del teniente coronel Velaiter! ¡Un viejo camarada de liza!
además de su puesto de ordenanza, era al mismo tiempo, gracias a ¡Y qué olfato, amigo mío! ¡Ni que oliera a los judíos a una legua! ¡En
sus galones de Unterscharführer, jefe de la guardia personal de Von Berlín, en Hamburgo, en todas partes, desde 1935 cazando judíos,
Sleiter. noche y día, y con qué maestría!
—¡Bueno! —suspiró éste después de un silencio bastante prolongado Se dejaba llevar por los recuerdos, y una sonrisa beata se asomó a
—. ¡Llame al Obersturmführer Schoneweg! su boca. Pero al momento su espíritu volvió al problema que le
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preocupaba. Se le ensombreció el rostro y lanzó una mirada cargada También comprobó que el cuerpo de su compañero se había
de ansiedad a su interlocutor. reanimado y que el frío, había abandonado aquella piel, pegada a la
—Cree que Niedenhoff lo conseguirá? suya, que ardía con fuego poderoso...
Los ojos globulosos del teniente rodaron como bolas. La caricia del hombre, al principio descuidada, se precisó,
—¡No le quepa duda! ¡El capitán es un sabueso sagaz! ¡Sabrá dar acusándose en el dintel de la intimidad de Nathalia, esa intimidad que
con lo que se precisa! ¡No tema nada! la esperaba con una humedad naciente, el manantial dispuesto a
—¡Confío en eso! —suspiró Konrad—. ¡Sepa que es muy importante brotar y a desbordar.
para mí! He telefoneado a Munich para saber algo positivo sobre los La joven se puso en tensión durante un momento...
gustos del nuevo gobernador. Un conocido mío cuyo nombre debo Luego, cuando el hombre se volvió y su mano dejó de acariciarla, la
silenciar, me ha confiado que Herr Kummer gusta de las chicas muy muchacha se deslizó bajo él, y el peso de su compañero la aplastó.
jóvenes... pero, ¿cómo diría yo? muy espabiladas... ¿Me comprende La fuerte rodilla del hombre se introdujo entre sus piernas,
usted? ¿separándolas. La chica sintió los muslos del oficial insinuándose,
—¡Perfectamente! ¡Y, créame, el capitán ha captado correctamente uno tras otro, entre los suyos.
las palabras de usted y el deseo del gobernador! Cada movimiento de Ilya llevaba en sí la lentitud y la precisión del de
—¡Eso será la apoteosis de la fiesta! ¡La gran sorpresa! Tiemblo un felino.
pensando en el momento en que me levantaré para ofrecer al Una dulzura inefable fluía en ella, como miel. Esperaba la intrusión
gobernador mi regalo personal... ¡Una chica espléndida! con angustia, experimentando de antemano un sentimiento de
—¡Cuente con Hugo, señor! —le aseguró Fritz—. ¡No le liberación.
decepcionará! Entonces ella se abrió para el definitivo abrazo; dislocando las
piernas, consistente de todas las fibras de su piel, disfrutando de un
*** orgullo lascivo.
Nathalia se despertó suavemente, sin saber todavía lo que le ocurría. Se ofreció a su primer amante sin la sombra de una reserva—
Era de noche y tardó unos minutos en recordar que estaba tendida, mental, ignorante de cómo iba a desarrollarse el acontecimiento,, sin
desnuda, junto al oficial ruso, y que lo había hecho para comunicarle saber si iba a sufrir más que a gozar o bien lo contrario».
el calor de su cuerpo. Se dejó arrastrar a lo largo de una pendiente embriagadora.
Manteniendo los ojos cerrados sintió la mano del hombre que le Tan sólo el contacto de la piel del hombre se le antojaba eL mejor de
rozaba el hombro, abrazándole luego uno de los senos y los regalos...
permaneciendo así un rato, apretándolo dulcemente, firmemente, Una superficie tan vasta de piel viva, dulcemente pegada a. la suya
como si se tratara de un fruto maduro. con toda la voluntad autónoma de aquella epidermis,, movediza,
Transcurrieron largos minutos. sierra encantada...
De pronto los dedos abandonaron el seno y prosiguieron De repente una bomba estalló en el cerebro de la joven. En un reflejo
posesivamente el avance estratégico esbozado. La joven rusa independiente de su voluntad, en una especie de exigencia salvaje de
accedió a ello, secretamente agradecida y mentalmente regocijada. su joven cuerpo, se arqueó al máximo para abrazar con frenesí el
Sentía que el menor contacto le hacía extraviar la razón, el menor cuerpo de Tumeriev.
efluvio procedente de la presencia del hombre a su lado.
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Echó a gemir bajo la influencia de una voluptuosidad que la invadía Von Sleiter le había explicado claramente su deseo.
por completo. «Mi querido Nidenhoff, necesito algo excepcional. Una chica nubil,
Una quemadura relampagueante la hizo aullar de éxtasis; unas ondas una maravilla que arranque gritos de alegría al gobernador...»
vertiginosas la arrastraron, mientras su cuerpo se entregaba a Luego, en voz baja, había añadido en una especie de cuchicheo:
sacudidas formidables que ella acompañaba de gritos, roncos. «En Berlín he oído decir que nuestro gobernador, Alfred Kummer, es
Cayó fulminada y permaneció jadeante, vencida, con los ojos, impotente... o casi —y tras una ojeada maliciosa— ¡lo que ha corrido
entornados, como muerta... esa vieja cabra! Pero también se rumorea que sólo la carne tierna
despierta su deseo. Así que, amigo mío, arrégleselas para
CAPÍTULO VI encontrarme algo fuera de serie, tierno, pero no una mosquita
muerta, por favor. Me comprende, ¿verdad?»
Detrás de la Panzerspáhwagen, el «Mercedes» avanzaba ¡Sí, Hugo le había comprendido muy bien!
lentamente, pero su poderoso motor roncaba con impaciencia. «Pero —se dijo para sí—. Scheisse! ¿Dónde encontrar esa
Sentado en la parte posterior, Hugo Niedenhoff consumía también el maravilla?» Había registrado minuciosamente media docena de
freno. pueblos y caseríos. Gracias a los Feldgendarmes había dado con
A su lado, el, Hauptscharführer Brockmann, su hombre de confianza, chicas muy guapas, jóvenes, apetitosas...
fumaba un cigarrillo negligentemente, con el rostro vuelto hacia el ¡Pero no se trataba de eso!
Vidrio donde la lluvia, que había empezado hacía diez minutos, Asustadas, incluso aterrorizadas, podrían muy bien divertir por las
trazaba curiosos, dibujos, renovándolos de continuo, en una sucesión buenas o por las malas a los invitados de la gran fiesta del palacio del
ininterrumpida de líneas sinuosas. gobernador. Ningún invitado se quejaría de ellas...
Hugo, taciturno, con la nuca calada en el respaldo del asiento, miraba Pero, y Niedenhoff recordó mentalmente los rostros y los cuerpos de
con curiosidad distraída las pequeñas ventanas en abanico que las chicas, ninguna cuadraba con los deseos de Von Sleiter, porque
abrían los limpiaparabrisas. cualquiera de ellas, al quedarse sola con el viejo gobernador, se
Junto al chófer, un Sturman apoyaba negligentemente el morro de su cobijaría en el rincón más apartado del dormitorio, no contribuyendo a
metralleta bajo el mentón, después de colocar la culata metálica entre las evidencias sin duda complicadas de Kummer mis que a base de
los muslos abiertos. numerosos golpes y amenazas.
Detrás del «Mercedes», el gran camión entoldado gruñía. En la —¡Mierda! —explotó en voz alta.
plataforma, seis hombres armados hasta los dientes permanecían Walter se volvió y observó el rostro preocupado de su superior con
imperturbables frente a las seis mujeres que el Hauptsturmführer una mirada compasiva. No necesitaba explicaciones, porque
había encontrado en los diferentes pueblos. comprendía y compartía las preocupaciones del capitán.
Pero ninguna de ellas le convencía. —Puede que este informe dé algo positivo —dijo con voz amistosa.
Y eso que había buscado minuciosamente, y tras haber escogido —¿Qué se yo! —suspiró Hugo, sacudiendo tristemente la cabeza.
información en los puestos de la Feldgendarmerie, sólo había tomado Le habían hablado de una chica verdaderamente extraordinaria, muy
las más jóvenes y las más guapas. A pesar de eso, mientras seguía joven, pero ramera hasta tal punto que había montado un burdel para
el juego de péndula de los limpiaparabrisas, experimentaba un oficiales en el pequeño burgo de Chekolovka, no lejos de Kiev.
cansancio nervioso, nada. contento de sus hallazgos. Por lo que se decía aquella chica se había impuesto a todo el mundo,
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haciendo pagar caro lo que los otros deseaban, incluso a los El hombre no respondió en seguida. Cogiendo el plato, lo colocó
Feldgendarmes, no autorizando la entrada de su casa sino a los sobre sus rodillas. La chica le tendió la cuchara y él empezó a comer
oficiales. el potaje con visible satisfacción.
¡Había perdido seis días! Ahora que ya no le dolía el pecho, sabía
—Dicen que es muy joven y muy guapa —insistió Brockmann con que había sufrido una especie de pulmonía, y se pregunta cómo era
una sonrisa. que sin otros remedios que el té y el vodka, había salido airoso.
Hugo no abrió la boca. Sacó un cigarrillo de su pitillera y lo encendió
cuidadosamente, distraído. La lluvia tamborileaba sobre el techo del Durante un momento, recordando el otro tratamiento, el que Nathalia
vehículo. Delante del «Mercedes», el vehículo blindado escupía le había procurado generosamente con su cuerpo, esbozó una
largos abanicos de barro que surgían de sus ruedas enormes para sonrisa. Y una oleada de sincero agradecimiento le invadió.
azotar el parabrisas del «Mercedes». —¡Me has sorprendido magníficamente, mi pequeña Nathalia! —le
—¡Me gustaría creerle, Walter! —gruñó el capitán—. ¡Después de dijo, mirándola—. ¡Si no llega a ser por ti, a estas horas estoy listo!
Chekolovka, ya no nos queda nada que visitar a este lado del Nieper! —¡También yo estaría lista sin ti! —replicó ella, sin abandonar su
—¡No pierda 'la confianza! —sonrió el otro—. ¡Me huelo que esta vez expresión preocupada.
vamos a dar por fin con lo que necesitamos! El hombre dejó el plato sobre la silla.
*** —¡Anda, muchacha aturdida! ¿Qué harías con nosotros? ¿Sabes
Nathalia regresó de la cocina con un plato humeante en las manos. muy bien la clase de vida que voy a llevar... una vida que no conviene
Sentado en la cama, Ilya la contempló con una mirada divertida; en modo alguno a una mujer...
luego, bruscamente, mientras ella colocaba el plato en la silla a la Un relámpago brotó de las pupilas de la chica.
cabecera de la cama, el hombre frunció las cejas, porque acababa de —¿Y qué clase de vida voy a llevar yo si me quedo aquí? Tarde o
sorprender en la expresión radiante de su joven aman— te, aquel temprano darán conmigo... ¡Todavía me pregunto cómo no lo han
fulgor que le había sorprendido en Sonia Lochakovna, la pequeña hecho ya! Un vecino puede hablar... Cuando vinieron en busca de
ramera a la que el descubrimiento del amor había cambiado por mis padres para llevarlos al koljós, me oculté en el sótano... Tenían
completo. prisa y no hurgaron demasiado... ¡Pero ya sabes cómo es la gente,
Pero luego, cuando Nathalia se inclinó sobre él para besarle, sólo Ilya! Son malos y cualquiera podría venderme por un pedazo de pan
leyó en los ojos de un azul puro un agradecimiento infinito, una o un paquete de cigarrillos...
ternura sin límites. Se detuvo, sofocada. Había hablado sin parar, apoyando cada
—¿Cómo te encuentras hoy? —inquirió ella, incorporándose. palabra con un gesto de su mentón redondo.
—¡Perfectamente bien! —respondió él con alegría—. Todos mis —¡Me atraparán y me violarán por turnos. ¡Luego me harán subir a
males han desaparecido, y creo, pequeña, que voy a ponerme en un camión e iré a engrosar el ganado de un burdel cualquiera para
camino esta misma noche... soldados! ¿Es esa vida de prostituta lo que deseas para mí?
El rostro de la joven se ensombreció. La luz radiante de sus ojos se El hombre se había vuelto, observando el muro agrietado de la casa
trocó en súplica muda. Un velo de tristeza oscureció su rostro y de enfrente. Apercibía la mansión del viejo zapatero a través del
preguntó con una vocecita: cristal que la lluvia golpeaba con un tecleo monótono.
—Entonces, ¿no me llevas contigo? —Conmigo puedes correr peor suerte... —soltó entre dientes.
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—¿La muerte? —preguntó la joven con una especie de desafío—. ¿Y Cuando ella se dirigía a la puerta, el hombre dio un salto, tirando el
crees que la muerte es más terrible que ser entregada diez, veinte calcetín que estaba poniéndose y alcanzó a Nathalia, tomándola por
veces al día a unas bestias borrachas, sucias y viciosas...? 'los hombros y haciéndola girar.
—¡Calla! —¡No! ¡No te vayas! ¡No hagas caso de lo que he dicho! ¡Tú eres lo
—Me he entregado a ti, al primer hombre que he conocido... Seré que me interesa más en este mundo!
tuya cuantas veces quieras... ¡Contigo es diferente! Salgo limpia de Los labios de la rusa se entreabrieron; de nuevo la luz asomó en el
tus brazos, limpia y feliz... porque no puede haber nada sucio entre fondo de sus grandes ojos azules. Con una sonrisa maliciosa se dejó
dos personas que se quieren. conducir suavemente hasta la cama.
El hombre se mordió nerviosamente el labio inferior. Sin mirarla, soltó El hombre la llevó allí lentamente y luego sus manos hábiles,
maliciosamente: apresuradas la desvistieron. Después aflojó el cinturón y su cuerpo
—¿Y de dónde sacas que yo te quiero? quedó libre de todo estorbo.
La joven palideció, acusando el golpe, pero permaneció inmóvil, Se reunió con ella en la ancha cama.
entornados los ojos, la mirada penetrante, un poco triste saliéndole a La mano de Ilya rodeó el busto de Nathalia en una reptación
ras de las pestañas. envolvente, cerrándose sobre el seno bruscamente endurecido que
—Yo te quiero, y eso es lo que cuenta. Incluso si me engañas si me se estremecía como un pájaro enjaulado. Pronto se convirtió en un
desprecias, te seguiré a todas partes... fruto recién recogido y que se mantiene por un minúsculo tallo...
—¡Ya veo!-lanzó él, saltando fuera de la cama. El deseo contrajo la garganta de la rusa.
Desnudo, atravesó la habitación para ir a por sus ropas que ella Las manos de Tumeriev, exploradoras, audaces, recorrieron
había lavado y planchado, colocándolas luego sobre una de las sillas. febrilmente el cuerpo de su amante que fue recorrido por violentas
—¡Ya veo que lo has pensado todo, pequeña! sacudidas.
Se puso el pantalón, y a continuación se sentó en el borde «de la silla Ella se entregó, en tensión y desarmada a la vez, combada y suave.
para calzarse los calcetines. Ahogó el rostro en la cavidad tibia del cuello de su amante.
—Pero confundes el amor y el deseo. ¡Has estado magnífica, de Luego, bruscamente, mientras un sol de fuego estallaba en su
acuerdo! Pero lo que ha pasado entre nosotros no es sino el cerebro, Nathalia gritó antes de hundirse en un océano de
resultado de una serie de circunstancias... del todo fortuitas... voluptuosidad.
Estaba muy lejos de pensar lo que decía. Deseaba marcharse solo.
Cierto que iba a echar de menos a aquella chica, pero se veía mal ***
delante de los hombres sobre todo delante del comandante
Pavlovich... con una mujer y la pretensión de seguir acostándose con Durante seis largos días que le parecieron interminables,. Alexandre
ella en el maquis. Pavlovich, mayor del ejército Rojo, esperó la llegada del teniente
La chica bajó la cabeza. Tumeriev.
—Como quieras...Yo me voy ahora. A casa de unos parientes. Puede El lugar del encuentro había sido cuidadosamente elegido, y se
que consiga llegar hasta el koljós sin que los alemanes se den encontraba al norte de Puchia Voditza, en pleno corazón del bosque,
cuenta... ¡Buena suerte, camarada Tumeriev! en el seno de una zona pantanosa.
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La casita, cuyo patio llevaba tiempo invadido por matorrales y zarzas, un descanso y se ocultaron en un minúsculo calvero al que conducía
permanecía oculta detrás de un alto muro de árboles. Pero el Kombat un sendero estrecho que serpenteaba por entre espesas zarzas.
era un hombre prudente, y tanto de noche como de día, tres hombres —Vamos a esperar a que se haga de noche —decretó el comandante
vigilaban sin cesar el único camino que conducía a ella. —. Chekolovka es el último pueblo que debía visitar el teniente
Siete hombres habían venido con Alexandre: seis soldados y un Tumeriev antes de dirigirse hacia el bosque. Allí se encuentran una
suboficial, Igor Karpucha, un siberiano gigantesco, de rostro brutal, decena de soldados que le esperan... Ya veremos si ha surgido un
astuto como una alimaña y cruel como un tigre. contratiempo.
Durante los tres primeros días, Pavlovich se había armado de Sentado junto al Kombat, el gigante escarbaba entre sus dientes con
paciencia, pensando lógicamente en las dificultades que Tumeriev la punta de su cuchillo. Se detuvo un momento, declarando con su
encontraría a lo largo del camino que debía recorrer, deteniéndose un voz de bajo:
poco en todas partes a fin de reunir los soldados que iban a formar el —Los fascistas deben abundar en Chekolovka...
primer batallón de partisanos de Ucrania. —Sin duda —replicó Alexandre—. Pero no podemos seguir
Las colillas sembraban el suelo de la casa donde reinaba un esperando... Si el camarada teniente y sus hombres han caído en las
desorden formidable. Aquel detalle traía sin cuidado a Alexandre, manos de los hitlerianos, enrolaremos a los tipos de Chekolovka...
porque el lugar iba a ser abandonado, no reuniendo las condiciones ¡Más vale empezar con unos cuantos que no empezar nuna!
necesarias para albergar a los trescientos hombres que esperaba. Karpucha asintió con su gruesa cabeza.
Pero su impaciencia se trocó en irritación al llegar el cuarto día, y con —¡Comencemos, camarada! Ardo en deseos de mostrar a los nazis
el quinto, no soportando seguir allí, dejó tres hombres en la casa y se con quiénes tienen que vérselas... Deben estar locos de alegría, esos
fue con los otros tres y el siberiano. hijos de perra, al habernos arrebatado en pocas semanas todo este
Atravesaron el bosque y descendieron hacia Puchia Voditza, un vasto territorio de la madrecita Rusia. Puede que los maricas de sus
pueblecito, demasiado alejado de las carreteras, pobre y desprovisto jefes sueñen a estas horas con llegar hasta Siberia, con hollar la
de todo y por tanto careciendo de interés para los alemanes. tundra con sus botas... ¡Pero se engañan, camarada comandante!
Como en todas partes, más de la mitad de la población había huido ¡Sé muy bien que se engañan! Dentro de un tiempo, poco importa si
ante la llegada de los alemanes. En Puchia Voditza sólo quedaban se trata de meses o de años, cuando la hierba nueva brote en las
unos pocos viejos, encerrados detrás de las puertas cerradas de las llanuras y en los valles, el jugo hitleriano subirá por las raíces,
casas, royendo cualquier cosa, esperando tranquilamente la muerte. ¡porque en la tierra habrá millones de cadáveres alemanes que se
Los rusos atravesaron el pueblo sin detenerse. Una vez fuera en pudrirán lentamente!
lugar de tomar la carretera secundaria que conducía a los
alrededores de Kiev, atravesaron los campos en dirección a CAPÍTULO VII
Chekolovka.
En cuanto se aproximaron a la rica zona de los koljoses, tomaron La cosa había resultado mucho más fácil de lo que ella creía La
caminos alejados de das granjas colectivas, aumentando la verdad es que no lo habría conseguido nunca, de no haber poseído
prudencia, con das armas preparadas y los dedos pegados a los aquel carácter firme, aquella voluntad de hierro, aquel valor sin límites
gatillos. que se había descubierto.
Más tarde, a una decena de kilómetros del objetivo, Pavlovich ordenó
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En cuanto se hubo ido el ruso, con el cuerpo estremeciéndose por el Partido.
deseo, había cerrado la puerta de un portazo, vistiéndose No se engañaba.
rápidamente, frunciendo 'las cejas, con una arruga obstinada y Al verla llegar, el centinela que se encontraba en la puerta se relamió
voluntariosa cruzándole la frente. los labios; y luego soltó por encima del hombro:
La fugaz unión con el alemán le había abierto las puertas de un —Unterscharführer Kótteler! ¡Advierta al Obersturmführer! ¡Aquí llega
mundo desconocido. Ahora comprendía por qué los hombres del la tigresa seguramente con la intención de arrancarle los ojos!
pueblo la miraban intensamente, por qué los muchachos la rozaban Y apuntó con el fusil a la menuda silueta de la rusa.
aprovechando una confusión en el koljós, un encuentro en la calle... —¡Alto, fiera! Deja al teniente tranquilo... ¡y si dentro de nueve meses
Pero si ahora sabía el placer que podía proporcionarle un hombre —y pares, llámale Frank, es mi nombre!
al recordarlo se estremeció retrospectivamente— Sonia acababa de La joven se detuvo, intentando comprender lo que le decía el soldado
descubrir también el mercado más antiguo del mundo, ¡y se daba alemán. El otro, el hombre que la había violado, hablaba un poco el
cuenta de lo que podría sacar como beneficios! ruso; pero ¿cómo comprender a aquel bruto que la apuntaba?
Mientras se vestía su larga falda, echó mentalmente la cuenta de los Pero Sonia Lochakovna no era tonta. Entre las palabras que había
pueblos cercanos. Luego pensó en Chekolovka y en sus primas soltado a toda velocidad el SS, había retirado la de Obersturmführer,
Tania, Nadia y Marucha. La última vez que había estado con ellas, y la repitió, no sin dificultad, llevándose las manos al cuello para
invitada por su madre, su tía Olga, había soportado sus dicharachos, significar las insignias que llevaba el oficial.
puesto que aquellas «señoritas», hijas del comisario de trabajo local Por suerte para ella, el teniente de las SS, sin duda prevenido por
Iván Valenkov, podían permitirse él lujo de ir a comprarse bonitos Kótteler, apareció en la puerta. El hombre la observó durante unos
vestidos a Kiev, vestidos que una vez gastados, viejos y remendados, segundos y después avanzó con decisión, tras cerciorarse de que la
entregaban a Sonia que debía llevarlos hasta que caían en jirones. rusa no ocultaba nada en las manos.
Hizo un esfuerzo para articular algunas frases, consiguiendo por fin
Pensó en las tres jóvenes. No estaban nada mal y servirían para el hacerse entender.
asunto que se traía entre manos. —¿Qué me quieres?
—Pero... —reflexionó mientras se calzaba sus zapatos —Quiero hablarte.
descarcañados— al principio tendré necesidad de alguien que me Una sonrisa divertida iluminó el rostro del SS. Recuerdos recientes y
ayude... precisos se plantaron en la carne del hombre y se humedeció los
Y sus pensamientos, mientras su cuerpo se ponía tenso y los labios con la punta de una lengua inquieta. Reflexionó un rato y
pezones se endurecían bajo la tela tiesa, se concentraron en el único luego, sin volverse:
hombre que conocía, el único ser poderoso que podría procurarle el —¡Wunsser!
apoyo que necesitaba. El centinela se puso tieso.
Se precipitó afuera, sin mirar siquiera al 'lugar donde yacían los —Ja, Obersturmführer?
cadáveres de sus padres, y luego echó a correr, a lo largo de la calle, —¡Ven aquí y regístrala!
imaginando que los alemanes que habían visitado su casa debían El centinela colocó el arma en bandolera y se acercó a la rusa. Sus
haberse instalado en la única mansión potable del burgo, la Casa del manos activas la registraron por todas partes, pero ella no sintió
ninguna emoción, y mientras el hombre la palpaba, observó al oficial,
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a los ojos, con la sombra de una sonrisa en su boca ligeramente —Comisario de trabajo en Chekolovka.
entreabierta. El hombre asintió con aire entendido.
—¡No lleva nada! —informó Wunsser, incorporándose. —Bueno. Voy a enviar un mensaje. Mierda, no sé por qué te— hago
—¡Ven conmigo! —dijo el oficial a la joven. caso... Pero ese pueblo cae cerca de Kiev y ya me cuidaré— de que
La condujo a su habitación que se encontraba en la planta baja. Del no me enredes...
muro colgaba un gran retrato de Stalin que había sido medio —No te enredo, pero date prisa... Creo saber dónde se han ocultado
arrancado. Unas mantas servían de cama y el talego del oficial mis primas...
descansaba sobre una silla coja. —De acuerdo. ¡Voy a ocuparme ahora mismo!
—¡Siéntate! —Vuelve pronto. Te espero…
La chica obedeció y él fue a sentarse frente a ella, acurrucado, con Tendió hacia el hombre sus menudos pechos agresivos. El SS tragó
una lucecita divertida en sus ojos marrones. saliva, sacudió la cabeza y de pronto soltó una risotada alegre, dando
—¿Quieres ser mi amiga? —preguntó el SS al cabo de un momento. media vuelta y abandonando la pieza.
—Sí —respondió ella sin la menor vacilación—, pero es preciso que
me ayudes... ***
—¿Que te ayude? —inquirió el alemán con la frente súbitamente —Ilyucha...
cubierta por arrugas—. ¡Cómo! ¿Qué es lo que pretendes, guarra? Tumeriev lanzó una ojeada hacia el claro donde los hombres se
Entonces la chica se lió a hablar, lentamente, repitiendo a veces las habían tumbado en el suelo. Afortunadamente la lluvia había cesado
frases hasta cerciorarse de que el hombre las había captado. Habló desde la víspera, pero la tierra permanecía húmeda y esponjosa. La
durante largo rato, con animación y brillándole los ojos. ligera manta que llevaba consigo cada hombre m> le serviría de gran
Cuando calló, el oficial, que había ido a sentarse a su lado, la miró cosa.
con sorpresa no fingida. —Mañana estaremos por fin en Chekolovka, la última etapa' antes del
— Sakrament! ¿Cómo iba yo a imaginar lo que ocultaba esa bosque de Puchia y Voditza...-dijo el oficial en voz alta.
cabecita? ¡Infiernos! ¡Qué ramera! Pero, dime... ¿qué edad tienes...? —Ilyucha...
—Quince años en octubre. La voz de Nathalia se hizo insistente. Procedía del hueco entre los
— Mein Gott! —exclamó el hombre, poniéndose de pie (Empezó a ir arbustos donde habían colocado las mantas y donde iban a pasar la
de un lado a otro de la pieza que había debido servir de sala de noche. Como las otras noches, como todas las que habían precedido
reuniones a los soviets)— ¡Increíble! ¡Me has dejado boquiabierto! a aquélla. Noches de amores salvajes, desgarradores, nunca
Catorce años y... ¡formidable! satisfechos...
La chica le miraba con atención. Contrariamente a lo que se había temido, los hombres no se
—Vas a ganar mucho dinero... sorprendieron cuando les presentó a Nathalia. Habían estrechado la
El oficial se plantó ante ella. manita de la rusa, y ni uno había sonreído, ninguna mirada burlona le
—Si, ya sé. Puede que sea una suerte haberte encontrado... fue dirigida.
Veamos, decías que ese tío tuyo se llamaba... «Respetan mi calidad de oficial, se había dicho Tumeriev. ¡Está bien!
—Iván Ivanovich Valenkov. Eso muestra que la disciplina, incluso después de la derrota, se
—¿Jefe comunista? mantienen en forma como antes...»
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Treinta hombres, de entre ellos seis suboficiales le acompañaban Instintivamente la joven se arqueó, oferta y tendida. Al cabo su
ahora a través de aquella tierra ucraniana hollada por botas vientre ondeó alocadamente, su cabeza se echó hacia atrás y sus
alemanas. Normalmente avanzaban de noche, pero la lluvia les había labios dejaron escapar palabras desacordadas cuya crudeza no
permitido desplazarse durante el día, y ahora, derrengados, a menos, podía sino excitar a ambos.
de diez kilómetros de Chekolovka, Ilya les había permitido un De pronto, como le ocurría cada vez, le entraron ganas de aullar. En
descanso que se merecían. el último segundo se— llevó la mano a la boca y el grito murió en la
—Ilyucha... ¡ven! garganta. La cabeza, como dislocada, y cayó pesadamente a un lado
Ilya miró de nuevo a los dos centinelas, al borde del calvero, pero se y se precipitó a un mundo de gozo inefable.
le turbaba la vista, porque su cabeza merodeaba ya alrededor de la
mujer que reclamaba su presencia con aquella voz dulce. La manaza de Igor, el gigante siberiano, se posó sobre el hombro de
Sabía que estaba desnuda entre las mantas, y sólo pensar en aquel Alexandre.
cuerpo magnífico que empezaba a conocer le latían las sienes y se —Es la hora, tovarich —murmuró cerca del rostro del oficial—. Ya se
sentía inundado por un calor repentino. ha hecho de noche...
Mientras se dirigía a la espesura donde le esperaba la mujer, pensó El Kombat abrió los ojos y luego, sin transición, se levantó ágilmente.
en todos los meses que había pasado en el cuartel, amén de las Pasaba del sueño más pesado a la realidad con sorprendente
semanas transcurridas en el frente, en los días de lucha y de huida. facilidad.
Ni una sola vez en aquel tiempo un pensamiento agradable fue a Ya estaban de pie los tres soldados y le esperaban, en silencio, junto
hundir su garra enérgica en su carne de soldado. Concentró todas a un árbol. Grandes manchas moradas flotaban hacia el oeste, en el
sus fuerzas, toda su persona en el combate sin piedad contra un lugar por donde había desaparecido el sol. El cielo, por el otro lado,
enemigo temible... estaba completamente despejado, pero sobre la cabeza de los
Pero ahora que un apetito amoroso, le retorcía las tripas noche y día, partisanos se amontonaban rápidamente gruesas nubes de un gris
se decía hasta qué punto había sido un loco, en medio del escándalo lívido. Un vientecillo áspero jugueteaba con las hojas de los árboles
de 'las armas, al no pensar en lo que le debía la vida, en lo que pudo que respondían con un ruido rechinante, como de papel al arrugarse.
haber perdido si una bala alemana... —Volverá a llover —observó el gigante sacudiendo pensativamente
Se arrodilló junto a las mantas que modelaban vagamente el cuerpo su cabezota.
de Nathalia. —Depende —comentó el comandante ciñéndose el cinturón.
—Me he cansado de llamarte —se quejó ella—. ¡Desvístete de prisa! Desplazó la funda de su revolver hacia la cadera, reajustó la
¡La noche es corta! chaqueta y se inclinó para recuperar la metralleta que había dejado
Al rato el hombre estuvo junto a ella. La joven sintió la boca y las en la hierba.
manos de su amante posarse sobre sus pies y luego remontar por —Antes de entrar directamente en Chekolovka —explicó— daremos
sus piernas de piel aterciopeladas... un rodeo y pasaremos cerca de la estación. Quedamos en que si algo
Las manos febriles de Ilya precedieron sus labios y fueron en busca salía mal, uno de los nuestros dejaría un mensaje en la pequeña
de la carne dulce, remontando a lo largo de los muslos y cabina que se encuentra cerca de la vía del garaje...
acariciándolos voluptuosamente. Echó a andar con paso rápido. Igor fue en pos de él y los otros les
La boca de Ilya iba de un lado a otro del cuerpo. siguieron.
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Poco a poco los largos dedos de la noche rechazaron los últimos ensordecedor. La locomotora tiraba de una treintena de vagones,
islotes de luz que flotaban en el horizonte. Ni una estrella era visible todos ellos furgones, salvo el último que era un vehículo de segunda
en el cielo cubierto. Lejos, hacia el norte, el rayo trazó de repente un clase.
cebrado resplandeciente. —No hay tropas —pensó el Kombat en voz alta—. Material de
Avanzaron por terrenos vagos, atravesaron una carretera y un poco guerra...
más tarde, tras dar con la vía férrea, la siguieron, hacia el sur, o material requisado...
siguiendo una larga línea recta. Siguieron adelante unos minutos más, sin dejar de observar el tren
Al cabo, una vaga claridad amarillenta anunció la estación. que se había detenido en la estación. El camino subía suavemente y
Deteniéndose, Alexandre se llevó los prismáticos al rostro y escrutó ascendieron la pendiente con precaución, siguiendo la línea de
largo rato el pequeño edificio y sus alrededores. postes telegráficos. Desde arriba gozaban de una vista magnífica
—¿Gente? —preguntó Karpucha. sobre el andén, así como sobre la plaza que se extendía delante de
—Sí. Hay soldados alemanes en di andén. Demasiados para mi la fachada de la estación, donde se habían detenido los camiones.
gusto... No sé... Se tumbaron sobre la hierba húmeda que el viento removía con sus
Un largo silbido le estremeció. Giró bruscamente; imitado por los dedos invisibles.
otros. Una sorda vibración metálica se propagaba por los raíles. Unos gritos roncos llegaron hasta ellos, seguidos del ruido seco de
—Llega un tren —dijo el comandante—. Alejémonos de la vía y los adrales que caían. Hombres y mujeres descendieron a toda prisa
avancemos por los matorrales. Todo esto no me gusta nada... de los camiones, reprendidos por los alemanes. Un chorro de luz
Chekolovka es una ciudad demasiado pequeña para que haya tanto golpeó de pronto el pecho de un nazi, arrancándole un relámpago
movimiento... metálico que se desvaneció en seguida.
Tras alejarse prosiguieron la marcha, protegidos por los espesos —¡Feldgendarmes! —gruñó el siberiano—. Y se diría que los otros
matorrales que bordeaban la vía férrea. son prisioneros...
El gruñido del convoy aumentaba a cada momento. Al rato, detrás de —No —replicó el Kombat que observaba la escena, a través de los
los partisanos, el único ojo del faro de la locomotora perforó las prismáticos—. Son judíos, camarada...
tinieblas como un inacabable pincel palpitante. —¡Demonios! ¡No pierden el tiempo, esos hijos de perra de:
—¡Mira, camarada! —exclamó de pronto Igor. hitlerianos!
Pavlovich volvió la cabeza y miró la estación. Detrás del pequeño Alexandre no respondió. La gruesa óptica le permitía observar a los
edificio, unos ojos de gato perforaban débilmente la noche. Unos tras prisioneros como si los tuviera delante.
otros formando una fila de puntos de un azul turbio. Una sucesión de rostros tristes en los que se leía el miedo desfiló
—Camiones —comentó el Kombat—. Seguramente tropas que van a ante sus ojos. Hombres de rostros ensombrecidos, mujeres que
subir al tren... apretaban sus niños contra ellas, y otras que daban la mano a chicos
—¿Tropas? —inquirió Igor, pensativo—. El tren procede del Este, o chicas que miraban con los ojos abiertos las siluetas macizas y
camarada... y se dirige hacia Polonia, hacia Varsovia... feroces de los Feldgendarmes.
—Tienes razón. Apresurémonos. Quiero saber lo que los nazis andan Se escuchaban gemidos aquí y allá, dominando los murmullos que
tramando... salían de aquella masa humana miserable y como perdida.
Se dieron prisa, pero el convoy les adelantó con un traqueteo Al rato las voces de los alemanes no bastaron, y siguieron los
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culatazos y las exclamaciones de dolor, dando a la escena un Bajó los prismáticos que sus manos apretaban con tanta fuerza que
aspecto de tragedia. Hombres y mujeres fueron brutalmente las junturas estaban blancas, exangües.
separados y gestos de desesperación pusieron una nota dantesca en Igor, que conocía a su jefe, se asustó al ver la luz terrible que salía de
el grupo de mujeres que había sido rechazado hacia el fondo de la sus pupilas.
plaza. —¡Karpucha!
—Separan a los hombres y a las mujeres —murmuró Pavlovich con —Da, tovarich?
voz sorda en la que vibraba la cólera. Separan las familias... ¡Tratan a —¡Necesitamos a ese hombre! ¡Un cirujano de su calidad no puede
esos desgraciados como si fueran un rebaño de ganado! morir así! Puede sernos muy útil... ¿Quieres ocuparte de eso. Igor?
—¡Ah! —silbó Igor, poderosamente—. ¡Mierda! ¡Si todo nuestro grupo La gran boca de Karpucha se hendió con una sonrisa ancha.
se encontrara aquí! “-¡Todo lo que quieras, padrecito!
Alexandre te escuchaba apenas. —Precisamente le han dejado en la zona de penumbra, al fondo de la
El cuerpo del Kombat se había puesto tenso, y sintió que los plaza... pero hay un Feldgendarme que vigila...
músculos se le contraían y la cólera estremeció su rostro como» si Igor se rió de dientes afuera. Hurgó en el bolsillo, sacando un rollo de
sufriera una descarga eléctrica. alambre, muy fino, tan fino como una cuerda de piano, pero con dos
—¡Oh, no! —exclamó con voz truncada—. ¡No es judío! Pero* ¿qué refuerzos de cuero en los dos extremos.
diablos anda haciendo ahí en medio? —¡No te preocupes, Kombat! —dijo sin dejar de sonreír—. Préstame
—¿De quién hablas, camarada? los prismáticos para que vea cómo andan las cosas...
—Tú no le conoces, Igor. Es un viejo amigo. Anatoli Rudenki... un Observó la plaza durante un largo rato, devolviendo luego el
médico, ¡el mejor cirujano de Kiev, y tan ruso como tú o yo! instrumento a Pavlovich.
—¿Y qué hace con ellos? —¡Ya está! No os mováis de aquí... ¡la cosa no me tomará más de
—No sé... ¡espera! ¡Ahora la veo! ¡Mierda, la había olvidado! Tola [4] diez minutos!
se casó el año pasado con esa chica... ¡ahora lo recuerdo! No asistí a Se irguió con su formidable estatura, dando un rodeo para evitar los
la boda pero me escribió una carta muy larga... ¡Su mujer es judía! cuerpos de sus camaradas tendidos en la hierba y desapareció,
Rebeca... no sé qué más... engullido por la noche.
—El no se separó de ella.
—Sí. Espera... Los perros nazis van a separarlos... ¡Pero, infiernos! CAPÍTULO VIII
¡No hagas eso, so idiota! El asunto había salido sobre ruedas. Con el apoyo total e interesado
El siberiano dilató los ojos, pero se encontraba demasiado lejos para del Obersturmführer Bromberg, Sonia Lochakovna se instaló en la
saber lo que ocurría. casa de su tío. Veinticuatro horas más tarde, los servicios de la
—¿Qué hace? Feldgendarmerie, alertados por Bromberg, llevaron a su casa a sus
—¡Defiende a su mujer! Está completamente chiflado... ¡Los muy tres primas, primera célula de un rebaño femenino, pronto aumentado
cerdos! ¡Le han golpeado en la cabeza!... Ha caído... Un con media docena de chicas capturadas en los pueblos de los
Feldgendarme, un oficial, le patea... Se llevan a la mujer, llora... Han alrededores.
dejado a Tola a un lado de la plaza, un Feldgendarme le vigila... Sonia, investida de una autoridad sin límites, se impuso rápidamente
a «sus» mujeres. Unas bofetadas a tiempo, seguidas de una semana
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en el sótano a pan y agua aplastaron en seguida la rebelión de las
chicas de Iván Ivanovich Valenkov. ***
En cuanto a las otras, que ya habían pasado por las manos de los Había una alegría simple y primitiva en la actitud de Igor: una sabia
alemanes, la pequeña Lochakovna no tuvo que hacer uso de su caliente, elemental, circulaba por sus venas, irradiaba en sus
autoridad, porque ya estaban completamente domadas. músculos, y de cada paso, de cada gesto, sacaba un placer vivo que
En cuanto tomó 'las riendas de su negocio, llamó a Bromberg que se poma una sonrisa en sus ojos arrugados.
las había apañado para arraigar en la guarnición de Kiev. Descendió la pendiente con la metralleta en bandolera, como si fuera
—Quiero que esta casa sea la más famosa de Ucrania —le dijo a pasearse después de un tumo de guardia. Avanzaba sin hacer
después de ofrecerle un trago—. No recibiremos sino oficiales, de ruido, y su deambular silencioso contrastaba con su voluminosa
teniente para arriba. Tienes que llegar a un acuerdo con la persona, sus buenos cien kilos, concentrados en sus músculos duros
Feldgendarmeríe de Chekolovka para que la protección de la casa como el acero.
quede asegurada. Les pasaremos un pequeño porcentaje, Cazador nato, acostumbrado a desplazarse frente a su presa oír que
¿comprendido? ésta se percatara de su presencia, esbozaba los gestos precisos,
El SS da miró, estupefacto. medidos como el resultado de un cálculo matemático.
—De acuerdo... ¿Pero qué gano yo en todo esto? Al llegar a la llanura y recordando exactamente lo que había visto a
—Treinta por ciento. ¡La cuotas serán altas, de modo que no tendrás través de los prismáticos del Kombat, efectuó un rápido rodeo,
queja! alejándose de la estación, cortando a campo través, pasando a pocas
El hombre apoyó la mano en el muslo nervioso de la rusa que lo decenas de metros de los camiones y desembocó en el fondo de la
apartó en el acto. plaza, protegido por las tinieblas, sombra entre sombras, silencio
—¡De eso nada, Paul! Si tienes ganas de una chica, no tienes sino mineral en el silencio.
que escoger entre las mías... Fiera poderosa, elástica, progresó hacia la silueta rígida del
—¡Es a ti a quien quiero! Feldgendarme. Allí estaba, destacándose, y más al fondo en una
—No... a menos que yo tenga ganas. Se acabó, Bromberg. En lo claridad sucia, amarillenta, las lámparas de la estación.
sucesivo sólo me acostaré con quien me plazca... el que me guste...
Tú me poseíste... y te llevaste mi virginidad... ¡pero ningún otro Sujetando con sus manos sólidas los extremos protegidos de.cuero
hombre me forzará nunca, te lo juro! de su arma, Karpucha cubrió la distancia que le separaba de su
El brillo de sus ojos convenció a Paul. En el fondo le importaba poco, enemigo en pocos segundos. Las altas botas rozaron sin ruido la
con tal de que mantuviera sus promesas. Con el dinero que ella le hierba que el viento acostaba suavemente, como en una caricia...
entregaría podría por fin llevar el tipo de vida que siempre había Se inclinó apenas cuando llegó a menos de diez metros del.alemán.
deseado. Se le contrajeron los músculos y sintió que la tela de _su uniforme se
—Perfecto —murmuró, levantándose—. Vendré una vez a la tendía. Los dedos se pegaron al cuero, soldándose a él como si su
semana... Pero te aconsejo, putita, que no intentes burlarte de mí... cuerpo y su arma no fueran sino una misma cosa.
—Tendrás lo convenido, ni un céntimo más... Cuando aquella masa enorme se echó hacia adelante, no perdió
—...Ni de menos —acabó él, con una sonrisa llena de nada de su agilidad. Se levantaron los brazos y el hilo invisible fue
sobreentendidos. proyectado ante el militar, los puños se reunieron, el brazo derecho
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pasando a la izquierda, el izquierdo a la derecha. Un simple quemándole las mejillas. Se le dilataron los ojos y su respiración se
movimiento y el alambre, cortando la garganta del Feldgendarme, hizo jadeante, silbando el aire entre sus dientes— apretados.
penetró profundamente en la carne, segando la traque arteria... Durante un momento pensó en Paul Bromberg, su amante ocasional,
Un terrible silbido escapó de la garganta del alemán, como si pero en seguida rechazó la imagen del hombre que se ofrecía a su
acabaran de practicarle una traqueotomía. Batió los brazos como un espíritu en toda su esplendor de macho...
gran pájaro espantado, y luego cayó pesadamente, en silencio..Sólo Sabía que no se engañaba. Desde hacía días, mientras los clientes
el aire que escapaba de su cuello producía cierto ruido. invadían el salón y las chicas desfilaban ante ellos, se había
Levantando el pie derecho, Igor aplastó con su bota enorme la sorprendido a sí misma observando con mirada demasiado atenta a
cabeza del Feldgendarme. Los huesos del cráneo crujieron la joven de sus primas, Marucha.
siniestramente. Después le llegó el tumo al silencio, recogido, Días más tarde, al verla subir con un oficial, experimentó por Vez
disolviéndose en el tumulto de gentes que se dirigían lentamente primera el mordisco salvaje de los celos.
lacia los vagones... Eso le sorprendió, pero no le asustó. Tranquilamente sospesó ese
Inclinándose sobre el ruso, el siberiano lo levantó como si se tratara nuevo modo de enternecerse, y con el paso de los días se intensificó
de un muñeco. Se cargó el cuerpo sobre el hombro y luego, con un su deseo que sentía en todo el cuerpo inquieto de ansiedad.
suspiro, tomó tranquilamente el camino de regreso, la bocaza —¿Por qué no? —se preguntó, levantándose.
entreabierta con una sonrisa satisfecha, como la de un niño que Cerró el libro de cuentas con un ruido seco. Le lucían los ojos como
espera una recompensa. una piel húmeda; los labios ligeramente abiertos dejaban escapar
entre ellos una respiración precipitada.
*** Descendió a la planta baja, haciendo irrupción en el salón donde las
Aquella noche Sonia Lochakovna estaba nerviosa. voces y las risas agudas se fundieron en un silencio temeroso.
Hacía rato que se había ido el último cliente. El toque de queda tenía Paseó una mirada insistente por sus pupilas, deteniéndose en la
su importancia, sobre todo para los oficiales, deseosos de mostrarse joven y guapa Marucha, bien formada a pesar de su edad. Sonia se
siempre a la altura de las circunstancias. pasó la punta de la lengua rosa por los labios enfebrecidos.
Las chicas cenaban en el gran salón de la planta baja. Ella, Sonia, se —¿Estáis contentas? —preguntó bruscamente.
había encerrado en su despecho para hacer las cuentas del día. Se escucharon unas voces:
Guardó los billetes en un cofrecito, no sin comprobar antes con una —¡Oh, sí!
sonrisita que los ingresos iban en aumento. —Ludmila, la última adquisición, una lameculos, añadió:
¡Habían duplicado en menos de tres semanas! —¡Eres muy buena con nosotras, Sonia!
Pero aquella noche no estaba para números. —¡Bien! —lanzó Lochakovna, molesta.
Una tibieza dulce se extendía por el hueco de sus axilas y el centro Enfocó la mirada al rostro infantil de la pequeña Marucha y ordenó sin
del cuerpo. Ligeras sacudidas nerviosas le atravesaban la piel como levantar la voz:
si por intermitencias se sometiera a una caprichosa corriente —¡Tú, ven conmigo! ¡Tengo que hablarte!
eléctrica. Sumisa, la chica abandonó la mesa y siguió dócilmente a Sonia.
Sentía que el deseo se apoderaba de ella como una oleada de calor,
Lochakovna subió directamente a su habitación, la más vasta y
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agradable de todas, lugar sagrado donde sólo amantes escogidos Marucha volvió la cabeza ligeramente para mirar a su prima.
podían vanagloriarse de haber entrado... —No sé de qué pueden quejarse los clientes... Te aseguro que...
—Pasa... —¡Cállate¡
Se hizo a un lado para dejar entrar a Marucha que, incómoda, sólo
dio tres pasos, deteniéndose, sorprendida, ante la cama de Sonia estaba en tensión; luego, de repente, con una especie de rabia,
dimensiones gigantescas que reinaba en el centro de la habitación. se quitó la ropa con gestos bruscos. Unos botones rodaron por el
Sonia cerró la puerta y luego, como si hubiera olvidado por completo suelo. En la cama, Marucha la miraba con sorpresa en sus grandes
la presencia de la otra mujer, fue a sentarse delante de la cómoda. ojos.
Cogió un cepillo y empezó a alisarse el cabello. Cuando su prima, se acostó junto a ella, Marucha retrocedió
Pero no dejaba de mirar a Marucha en el espejo; la mirada lasciva de instintivamente, asustada, con un brillo de pánico en sus pupilas.
Sonia la recorrió tan carnalmente como lo hubiera hecho una mano. —¡ Oh, no! ¡Eso no...!
Esa mirada se detuvo un momento en los senos agresivos, firmes, No pudo acabar la frase.
luego descendió por las caderas, rozando el vientre liso... La boca de Sonia fue a aplastarse contra la suya. Y al momento el
—¡Quítate la ropa! cuerpo de la patrona, de la joven alcahueta, se pegó al suyo.
En el espejo vio que los ojos de Marucha se dilataban; luego, ésta Marucha, que era una mujer de verdad, se rebeló enérgicamente
abrió la boca de labios sensuales y preguntó con una vocecita contra aquel nuevo papel que no estaba dispuesta a interpretar.
espantada: De un poderoso golpe de riñones, envió a la delgada Lochakovna al
—¿Qué? otro lado de la cama.
—¡Desnúdate! ¡En seguida! Quiero comprobar algo... Unos clientes Sin decir una palabra Sonia se puso en pie y luego atravesó la
se han quejado... Quiero cerciorarme... habitación, tirando rabiosamente de la puerta de un gran armario.
Prefería manejar a la chica por el lado profesional. Cuando segundos más tarde se encaró con Marucha, ésta dilató los
Marucha, tranquilizada entonces, empezó a desnudarse lentamente. ojos y se llevó una mano a la boca como si quisiera ahogar un grito
El cepillo cantaba suavemente en la cabellera de Sonia, pero a veces de horror.
dejaba de cepillarse cuando su mirada se detenía en ciertos puntos. Acababa de reconocer el largo látigo ruso que su padre había
Entonces se mordisqueaba nerviosamente sus labios golosos. guardado como recuerdo de la guerra civil, y que según él había
Cuando su joven prima se hubo desnudado, Sonia se levantó. Giró arrebatado de manos de un cosaco blanco, antes de hacerle saltar
lentamente y su mirada recorrió aquel cuerpo magnífico, en toda la los sesos de un disparo.
plenitud de sus quince años, firme, todavía impermeable a las Sonia dio unos pasos hacia la cama.
caricias lascivas de los hombres... La cólera hacía estremecer los pequeños senos, bien plantados en lo
—Túmbate en la cama... alto de su torso grácil. Una sonrisa cruel se asomó a los labios que
Marucha obedeció tras una breve vacilación. Acostada, su belleza se tenía fuertemente apretados.
incrementaba debido a la posición. Las puntas de los senos se Lentamente, como si le produjera gran placer ver el rostro
endurecieron y, en la sábana blanca, su piel morena destacó mucho descompuesto de su prima, la Lochakovna levantó el brazo armado.
más.
—Eres hermosa —murmuró Sonia con voz estrangulada.
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Luego, de repente, la larga cinta de cuero se tendió, silbó médico, comprobando que latía lentamente. La piel de la mano que
ásperamente al proyectarse y estalló, como una bofetada Alexandre sujetaba entre las suyas estaba helada.
monumental en la piel de Marucha. —¡Infiernos! —gruñó, levantándose—. ¡Estos hijos de perra le han
La punta finamente trenzada de látigo alcanzó el seno derecho de la pegado fuerte! ¡Va a ser toda una historia llevarle con nosotros!
rusa que lanzó un aullido, retrocediendo, a base de sacudidas hasta — Niet, tovarich! —sonrió el siberiano—. Yo le llevaré... Lo importante
que se pegó a la cabecera de la cama. es que pueda restablecerse.
El látigo volvió a silbar. Marucha intentó en vano parar los golpes, Alexandre sacudió tristemente la cabeza.
porque la larga serpiente de cuero se burlaba fácilmente de su —No puedo asegurarlo, Igor. Pero sería terrible si Tola muriese. Con
defensa irrisoria. él podemos estar completamente tranquilos... Posee un maravilloso
Trazados rojos aparecieron en su piel estremecida, en sus muslos don para curar...
nerviosos, en sus hombros redondos, en sus flancos jadeantes como Cerró los ojos a medias, reviviendo la vez en que había asistido a una
los de una yegua alocada... difícil intervención quirúrgica en el gran hospital de Kiev. La de un
En pie, aposentada sobre sus finas piernas ligeramente sepa- soldado que en el curso de las maniobras fue aplastado por las
radas, la Lochakovna tenía en los ojos una luz maligna; sus labios cadenas de un tanque, saliendo con una pierna medio arrancada.
ahora entreabiertos y de los cuales salían la punta de 1a lengua, —Es sencillamente formidable... —sonrió el Kombat. Luego, la
mostraban la satisfacción sádica que la hacía temblar. realidad se impuso y se volvió a Igor—. ¡Llévale, Karpucha! No
—¡Piedad! ¡Me haces daño, Sonia! ¡Haré lo que quieras! podemos quedamos aquí. ¡En cuanto los nazis descubran el cadáver
El látigo se detuvo en el aire con un restallido seco igual al de una de su compañero, se lanzarán en pos nuestro!
detonación. El siberiano levantó el cuerpo del médico que colocó sobre su
—¡Ven aquí! —ordenó la Lochakovna—. ¡Ven! ¡Y arrástrate como la hombro.
perra que eres! —¿Dónde vamos ahora?
Temblando, Marucha obedeció. Avanzó a cuatro patas, deteniéndose —Pasaremos por la cabina para ver si los nuestros han dejado un
a los pies de la otra. mensaje; luego iremos a la ciudad...
Un brillo de triunfo se asomó a los ojos resplandecientes de Sonia. —Bueno.
—¡No volverás a acostarte con ningún hombre! —decretó con una Describieron un amplio arco de círculo para alejarse de la: estación.
voz que no admitía réplica—. ¡En lo sucesivo sólo a mí me Después de rebasarla y mientras seguían los raíles, llegó— hasta
perteneces! ellos el cacareo agrio de unas ráfagas.
Con el rostro pegado a la alfombra y los ojos entornados, Marucha —¡Han encontrado el fiambre! —rió el gigante.
lloraba suavemente, todo su cuerpo magnífico agitado por largos —¡Con tal de que no se venguen en esos desgraciados prisioneros!
sollozos. —murmuró el Kombat.
El silencio se hizo poco después. Gruesas gotas mojaron el suelo,
CAPÍTULO IX pero la lluvia no duró y, en el cielo, las grandes nubes, negras
Inclinado sobre el cuerpo inmóvil de Anatoli Rudenski, el comandante prosiguieron su marcha hacia el sur.
Pavlovich sintió que se le rompía el corazón. Tomó el pulso al Al llegar a la cabina, Alexandre penetró, encendiendo la linterna sólo
cuando estuvo en el interior. Se trataba de una vieja cabaña
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abandonada, una caseta minúscula destinada al vigilante de un lugar el domingo... ¡Si la suerte nos abandona aquí, en este puñetero
antiguo paso nivel que había desaparecido hacía tiempo. pueblo, aviados estamos!
Pavlovich se inclinó para levantar una de las tablas dislocadas del —¿Dónde se encuentra esa casa?
suelo. En seguida vio el viejo trapo en el interior del cual encontró el —Tengo la dirección que me dio el capitán de la Feldgendarmerie.
papel doblado. Está al otro lado de Chekolovka... ¡pero me pregunto sí vamos a dar
«El camarada Tumeriev llegó ayer por la noche. Estamos en la con lo que andamos buscando!
cantera. Si no venís hoy, viernes, nos dirigiremos hacia el bosque de —No se muestre pesimista, mi capitán —lanzó Walter con voz
Puchia Voditza el sábado...» animada—. Ya verá como todo se arregla...
—Me gustaría que no se equivocara...
PAVEL SEMINIOVICH MARKOV También 'lo deseaba Brockmann. Conocía demasiado bien los
SUBOFICIAL DEL EJÉRCITO ROJO altibajos de humor del Obergruppenführer, para no preveer
*** problemas sin cuento si las cosas no salían bien...
Cuando los tres vehículos penetraron en la calle amplia de Se escucharon unos pasos. Al rato, seguido por los dos SS, se
Chekolovka, el ladrido de las armas automáticas reventó el silencio. acercó a ellos un teniente de la Feldgendarmerie. Levantó el brazo,
Todos a una, los SS se apearon del camión y el grueso lanzando un atronador:
Panzerpáhwagen se detuvo delante del «Mercedes». —Heil Hitler!
Se trataba de un gran vehículo blindado, provisto de ocho ruedas Hugo le respondió flojamente.
macizas, un «sdkfz 232» que pesaba 8.35 toneladas, capaz de —¿Son sus hombres los que han disparado? —preguntó en seguida.
alcanzar casi 70 kilómetros por hora, armado de un corto cañón de 2 —Sí. Han matado a uno de mis hombres y el prisionero que
cm., y de una «MG 34». custodiaba ha desaparecido. Puedo afirmar que no ha sido un judío
El Panzerführer apareció en lo alto del vehículo, en el preciso quien ha atacado al gendarme... Estamos examinando el sector.
momento en que Niedenhoff y Bhockmann saltaban fuera del —¿Cree que se trata de un ataque de partisanos?
«Mercedes». —Sin duda, mi capitán. Lamento haberles interrumpido el viaje, pero
—¿Qué sucede, Herr Hauptsturmführer? —preguntó el tan— quista. ya pueden continuar. Las entradas de Chekolovka están bien
—¡Qué se yo! —respondió Hugo con humor—. Me parece que viene guardadas.
de la estación... ¡Envía allí a dos hombres, Walter! —Ordenó al —Danke!
suboficial SS—. No nos moveremos de aquí hasta que no sepas qué —Heil!
ocurre... Los dos SS subieron al «Mercedes» y los vehículos se pusieron en
—Jawhol! marcha. El toque de queda había dejado desiertas las calles y sólo
Cuando se fueron los dos Sturmann, Hugo encendió un cigarrillo. Le soldados alemanes o patrullas las recorrían.
temblaban las manos de cólera. Pensaba menos en los disparos que Minutos más tarde, después de atravesar el centro de Chekolovka, el
había escuchado que en su propio problema. «Mercedes» adelantó al blindado y avanzó unos metros, para ir a
—Estamos a viernes, ¿no es cierto? —preguntó al suboficial- aparcar delante de una casa, al lado derecho de la calle.
—Sí. —¿Es aquí? —preguntó Brockmann.
— Sakrament! —juró Niedenhoff—. La fiesta del gobernador tendrá
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— Ja! Llame a la puerta, Walter. Vamos a ver si los dioses nos son Y volviéndose hacia la chica que se torcía las manos en las arrugas
propicios. de su bata.
El suboficial se apeó del coche, llamando al timbre que repicó —¡Ve en busca de la patrona ipso facto! ¿Me oyes? ¡Y si se pone
agriamente en el interior de la casa. tonta le meto fuego a vuestra satánica barraca! Di a Sonia que
Tardaron en abrir la pesada puerta. En el «Mercedes», cuya venimos de Kiev y que nos envía el gobernador... ¿Te has enterado,
portezuela permanecía abierta, Niedenhoff lanzó una ojeada al so idiota?
cuadrante de su reloj de pulsera: marcaba las 3 horas. Visiblemente asustada, la joven sacudió la cabeza afirmativamente y
—Esas guarras deben estar durmiendo a pierna suelta —gruñó Hugo, luego desapareció detrás de una puerta.
y sintiendo que la cólera se apoderaba de él, añadió con humor—: —¿Se da cuenta, Walter? —preguntó Hugo, sacando la pitillera—.
¡Hasta las putas descansan, mientras que tú, pedazo de cretino, no ¡Es increíble! No sé quién es el cerdo que ha montado estas casas
puedes permitírtelo! para oficiales... ¡pero sea quien sea ha dado prerrogativas a estas
Al abrir Hugo se encaró con una chica joven de ojos hinchados por el guairas, que se lo creen todo permitido!
sueño; tenía una mano en el pomo de Ja puerta entreabierta y con la —Me han hablado mucho de esta casa —dijo Brockmann, que hacía
otra apretaba la parte delantera de su bata. el inventario del salón con interés—. Su reputación ha llegado hasta
La voz pastosa de la mujer llegó hasta el «Mercedes»: Kiev... ¡y por lo que he oído decir los precios son altísimos!
—¡Cerramos a medianoche! ¡Orden de la Kommandantur! Niedenhoff —¡Lo creo!
saltó fuera del coche y se reunió con Walter antes de que éste —Debe haber alguien —añadió Walter bajando la voz— bien situado
pudiera contestar. que está sacando una buena tajada a un sitio como éste.
—¡Me importan un pito las órdenes de la Kommandanntur! —gruñó, —¡Sin duda, pero eso no es de nuestra incumbencia!
mirando sin interés el rostro deshecho de la mujer—, ¡Vengo como Un rumor de pasos les hizo levantar la cabeza hacia el techo. Alguien
representante personal del Obergruppenführer Von Sleiter! andaba en el piso de arriba, y a juzgar por las voces que se
—Pero... —intentó protestar la chica. escuchaban, se trataba de una disputa.
—¡Cierra el pico! —le atajó Hugo—. Espera un momento... Hurgó en —¡Debe estar pasando un mal rato la chica! —sonrió el suboficial.
los bolsillos, sacando el papelito en el que había anotado las —¡Eso no es nada comparado a la bronca que voy a echar a la
informaciones de los Feldgendarmes. alcahueta si es que sigue haciéndonos esperar!
—¿Hay entre vosotras una chica de nombre Sonia Lochakovna? Daba precipitadas chupadas al cigarrillo. Finalmente el silencio se
La joven parpadeó. En seguida se desprendió del sueño que se estableció por encima de sus cabezas y unos pasos rápidos se
abatía sobre ella. Miró al SS con mirada interrogativa. escucharon en la escalera.
—¡La Lochakovna es la patrona de la casa! No puede recibirles, La puerta se abrió.
ella...! Hugo fue sorprendido agradablemente por la extrema juventud de
De un empujón Hugo apartó la puerta. La chica retrocedió con un Sonia. Perfectamente peinada, su cuerpo menudo se amoldaba en la
gritito de espanto. bata de un rojo vivo que llevaba puesta. Pero al mirarla a la cara,
Hugo paseó una mirada furiosa por el salón de muebles dispares y apercibió en seguida el resplandor metálico de sus ojos, la luz aquella
por el viejo tapiz descolorido, de tanto uso, que cubría «i suelo. francamente agresiva que los habitaba, la profunda verdad del
—¡Cierra, Walter!
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carácter de la pequeña rusa que desmentía aparentemente su maliciosa y provista de una inteligencia muy por encima de la media,
aspecto quebradizo, infantil, indefenso... se convertiría en el instrumento dócil que el astuto Von Sleiter quería
Al dirigirle la palabra, algo le impidió el tutearle; se enfureció consigo colocar al lado del gobernador.
mismo, pero las palabras ya habían salido de su boca. Una idea se abrió camino por el cerebro del SS.
—¿Es usted Sonia Luchakovna? —Eche una ojeada afuera, Sonia... Ya verá cómo además de mi
—¡La misma! coche, cuento con la escolta de un vehículo blindado. Eso le
La chica hablaba alemán con un acento dulce, pero el tono agrio de convencerá de que digo la verdad...
su voz convenció al SS que se encontraba delante de una verdadera Y cambiando bruscamente de tono:
tigresa. —¡No me obligue a recurrir a la violencia! ¡Por favor! ¡Afuera tengo
Eso le alegró. Todo le gustaba en aquella chica, y se sintió inundado hombres como para sacarla a la fuerza, así como a las otras chicas,
por la alegría de haber dado por fin con lo que buscaba. si me lo propongo! ¡Walter!
—Venga conmigo... —Ja?
La chica se erizó; apretó los minúsculos puños en un gesto de cólera —¡Abra la puerta!
que se reflejó también en las pupilas. Brockmann obedeció. Haciéndose a un lado, tendiendo el: brazo,
—¡No puedo abandonar esta casa, mi casa! —respondió en el mismo Hugo invitó a Sonia a echar una ojeada afuera.
tono duro—. ¡No iré con nadie! Estoy protegida... ¡no lo duden! La chica asomó la cabeza a la calle, vio el «Mercedes» y luego la
Hugo se esforzó por sonreír; consiguió controlar la furia que: le masa pesada y amenazadora del Panzerpáhwagen. Retrocedió,
quemaba por dentro. Ni siquiera sintió ganas de abofetearla, como apretando frioleramente los pliegues de su bata.
hubiera hecho de tratarse de otra chica. Esta era demasiado valiosa, —¿Y bien? —inquirió el SS con voz triunfal—. ¿Convencida ahora?
y además estaba seguro de que terminaría por llevar— le consigo. La joven no respondió.
—Soy portador de una orden del jefe militar de todas las fuerzas Tenía la frente arrugada. Reflexionaba, calculaba, computaba,
alemanas de Ucrania, el Obergruppenführer Van Sleiter. Desea tratar sopesaba el pro y el contra. A pesar de su éxito rápido e inesperado,
con usted un asunto que le concierne... un asunto muy interesante la miseria de sus años de infancia pesaba sobre ella, envolviéndola
para usted... con desagradables recuerdos. Había sufrido demasiado con sus
La malicia se asomó entonces a los ojos de Sonia. Y el cálculo. La padres incapaces de imponerse, siempre asustados ante los
sombra de una sonrisa pasó por sus labios delgados pero representantes del Soviet, sin atreverse a ocultar algo para mejorar
perfectamente trazados. Pero luego la desconfianza se le impuso y un poco sus vidas...
su boca formó una mueca burlona. Levantó la cabeza, hurgando con su mirada ávida los ojos del
—¡No me venga con cuentos! ¿Cómo puede saber el gobernador SS.
quién soy yo? ¡Si pretende halagarme, capitán, pierde eL tiempo!
¡Además, aunque me ofrezca todo el oro del mundo no hay nada que —¿Cuándo podré regresar?
hacer! ¡Ya no me acuesto con los hombres! Hugo no quiso engañarla. Algo le aconsejó que fuera sincero con
El capitán se sintió muy contento por aquellas palabras. Cuanto más aquella sorprendente personita, y fue por eso que puso las cartas
la miraba, más se daba cuenta de que había dado con la» chica que sobre la mesa.
volvería loco al viejo gobernador. Unas pocas lecciones y Sonia,
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—No creo que regrese... a menos que esté loca. El asunto de que le La mujer se pegó a él. Un sudor frió hacía brillar el torso del oficial.
hablaba le satisfacerá mil veces más que esta casa... Encontrándose en el último recodo de la cantera, el ruso había
—¡Aunque nadara en oro no dejaría mi casa! —replicó ella encendido la lámpara de petróleo; en el muro opuesto.
desafiándole con la mirada—. ¡Soy yo quien la ha creado! Temblándole las ventanas de la nariz, Nathalia olió el olor fuerte que
—De acuerdo. Puede confiarla a una chica que merezca su se desprendía de las axilas del hombre: un olor almizclero, vegetal o
confianza... animal, eso no lo sabía...
—¡Ninguna de ellas me merece confianza! —se burló Sonia—. No. Si Cuando el hombre se activó sobre ella, Nathalia se mordió los labios
no me permiten regresar para arreglar mis asuntos... en caso que para ahogar los gemidos que se le formaban en la garganta. A veces,
debe permanecer lejos de aquí, ¡no le acompaño! el vientre de Ilya, despegándose del suyo, provocaba un ruido de
De nuevo la cólera encendió el rostro del SS, pero consiguió carnes comprimidas que estimulaba la excitación de la joven.
dominarse y convenció con voz amistosa: Arrastrada por la fuerza creciente del deseo, Nathalia se aplicaba con
—¡De acuerdo! Le doy quince minutos para que se vista. todas las fuerzas de su ser para conseguir la pulsación del vientre, el
—¡Un momento! No me iré sola... una de las chicas vendrá balanceo de las caderas, mientras que sus uñas surcaban la espalda
conmigo... Eso o nada... musculosa de su amante
—¿Una chica? ¿Paira qué? No comprendo… Al rato los ojos de la joven se nublaron. Ya no era sino el juguete
Se calló. En el fondo de los ojos de Sonia acababa de detectar algo vibrante de Ilya, su cosa...
que le golpeó como un mazazo. Estupefacto, descubrió una verdad Suspiraba entrecortadamente que modulaba a su gusto con
que no se había atrevido a considerar. Se le colorearon las mejillas y habilidad. El hombre no apresuraba nada, haciendo girar
un gusto amargo le subió a la boca. interminablemente el placer de su querida.
— Himmelgott! —no pudo por menos de exclamar. Luego suspiró, Llegó el momento en que ella ya no pudo controlarse. Se puso rígida
asintió con la cabeza y murmuró—: Entendido... con una especie de poderosa rabia; luego se precipitó a aquel pozo
—¡Perfecto! —exclamó la chica con un restallido de alegría en los profundo cuyas paredes, así lo creían ella al menos, no conseguía
ojos—. ¡Estaremos listas dentro de cinco minutos! tocar nunca con las manos...
Habían instalado los jergones al fondo de la cantera. Sesenta Mucho más tarde, con los ojos clavados en el techo y un cigarrillo en
hombres formaban ahora el pequeño ejército de partisanos. los labios, Tumeriev siguió el camino de sus pensamientos y se
IIya había ordenado colocar el mensaje en la pequeña garita. Si el preguntó qué haría si es que el Kombat se oponía a que Nathalia
Kombat no se manifestaba, se pondría en marcha a la noche permaneciera junto a él...
siguiente, rumbo al bosque de Puchia Voditza... ¿Había perdido la moral del combatiente?
—¿En qué piensas, amor mío? Ven junto a mí... ¿Se había enmohecido su vibrante deseo de luchar contra los nazis?
Era insaciable, la pequeña Nathalia. Se hizo las dos preguntas a las claras, sin ambages, dando con una
Dejando a un lado sus problemas, Tumeriev se inclinó con fogosidad respuesta que salvaba su situación en ambos casos.
sobre el cuerpo de su amante. Durante un momento pensó en lo que Se dijo:
el comandante diría al ver a la joven, pero la boca golosa de la rusa le —Se quedará conmigo, y yo cumpliré con mi deber...
hizo olvidar en seguida al Kombat Pavlovich.
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Segunda Parte —¿Le ha hablado el Hauptsturmführer de lo que esperamos de
usted? —le preguntó Konrad después de un largo silencio.
La chica asintió lentamente con la cabeza.
This is the female form,
—Sí —dijo con su voz dulce—. El capitán me ha dicho algo... pero
A divine nimbus exhales from a from head to foot.
quisiera saber con exactitud qué es lo que se espera de mí...
It attracts with fierce undeniable attraction,
I am drawn by its breath as if I were no more than helpless vapor, all
Lochakovna empleaba un alemán bastante correcto. Inteligente como
falls aside but nyself and it [5].
era, había aprendido rápidamente el idioma de los invasores, aunque
Walt Whitman
su acento todavía estaba cargado de la dulzura de la lengua rusa.
—Bueno, pues voy a explicárselo claramente, sin rodeos... —se
decidió Von Sleiter con una sonrisa—. Pero antes quisiera decirle que
CAPÍTULO X
si el gobernador no fuera lo que es, no me habría tomado tantas
molestias y usted hubiera ido a su cama por la fuerza...
Los ojos porcinos del Obergruppenführer Von Sleiter estudiaron con
La chica captó la amenaza y se quedó quieta. El gordo se revelaba
atención el rostro infantil de la joven rusa que estaba frente a él.
un hombre peligroso, pero ella supo olerse a través de las palabras
El SS se esforzaba por descubrir en aquellos rasgos puros, bajo
duras que él había dicho, el miedo que debía sentir el gordinflón de
aquella expresión indolente y aparentemente satisfecha, las trazas
aquel personaje misterioso, aquel gobernador al que estaba
del vicio, de la ambición y de la dureza de que le había hablado el
destinada.
capitán Niedenhoff.
—El gobernador general —prosiguió el SS— está... enfermo. Ha
Le costaba comprender cómo aquella personita, muy guapa por
sufrido mucho y ha perdido gran parte de sus fuerzas. Por otro lado
cierto, podía encubrir tanta malicia y perversión. En los grandes ojos
se trataba de un hombre sumamente delicado, muy sensible... un
de la chica había una luminosidad increíble, como si el cielo de
hombre que necesita de mucha ternura y de obediencia... (Y precisó,
Ucrania, ahora, purificado y sin nubes ni lluvia, reflejara allí todo su
hurgando con su mirada en la de Sonia): ¡Una obediencia ciega!
esplendor.
—Entiendo...
—Siéntese.
—Es posible —prosiguió él, más tranquilo que al principio de la
Sonia obedeció, acompañando el movimiento de una sonrisa
entrevista— que los caprichos del gobernador sean... ¿cómo diría
resplandeciente. Desde el momento en que había entrado en la sala
yo? un tanto especiales... No olvide que se trata de un aristócrata y
y había puesto los ojos en el hombre gordo, había comprendido con
que sus gustos son refinados...
salvaje alegría que la partida estaba ganada.
Le costaba encontrar las palabras, pero añadió en seguida:
Se había percatado de que el SS necesitaba de sus servicios, y
—El problema no se habría presentado si el gobernador se
pensaba sacar ventajas de su situación. Durante el viaje que había
contentara con cualquier mujer. Pero el hecho es que gusta de las
hecho con el capitán, había tenido tiempo para pensar, y ahora sabía
muy jóvenes...
que la suerte iba a concederle una situación mil veces más
como usted... Me entiende, ¿no es verdad?
interesante que la que ocupaba en el burdel.
La joven se limitó a asentir con la cabeza, sin decir nada.
Visiblemente molesto, Konrad se pasó la punta de la lengua por los
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labios. tinglados marcharan de un modo correcto, evitando que los soldados
—Es preciso que se preste a cualquier cosa... Pero le aseguro que no hicieran de las suyas...
perderá nada mostrándose dócil con él. No, su sorpresa procedía del descaro formidable de aquella chica que
Ahora comprendía ella la dificultad en que se encontraba su se atrevía a hablarle en aquel tono... Ella, un miserable gusano, una
interlocutor. ¡Era inaudito que un alemán se rebajara ante una chica chica a la que hubiera podido liquidar con un sencillo gesto...
rusa cuando podía obligarla a hacer cualquier cosa! Pero la rusa no le dio tiempo para que concretizara sus
Estaba claro que el gobernador era un enfermo, un curioso enfermo pensamientos. Siguió con el mismo tono neutro, pero seguro:
además de un vicioso seguramente. Pero a ella eso le importaba un —Mi amiguita Marucha debe quedarse conmigo. Será oficialmente mi
comino, satisfecha de los beneficios que conseguiría en todo aquello sirviente...
sin exponerse. A pesar de su buena voluntad, Von Sleiter no pudo por menos de
—Quiero conservar mi burdel de Chekolovka —anunció con voz clara explotar.
—. Pondré a alguien a la cabeza del establecimiento, pero seguiré —¡Basta!
recibiendo mi porcentaje... Abatió el puño sobre la mesa produciendo un ruido semejante al de
Konrad no dijo nada, pero sus ojos se arrugaron. un disparo. Con los ojos salientes, y globulosos, y una mueca
—También quiero que se impida la entrada en mi casa al retorciéndole la boca, lanzó a la chica una mirada asesina.
Obersturmführer Bromberg... —¡Cierra el pico, ramera! No quiero seguir escuchando tus
Von Sleiter hizo un supremo esfuerzo para dominar la cólera que se estupideces. ¡Harás lo que te ordeno y eso es todo!
apoderaba de él. No había esperado que la rusa se atreviera a La posición de Sonia Lochakovna no cambió por eso. Su sonrisa, un
formular tan claramente exigencias precisas. Acostumbrado a tanto burlona, siguió flotando en su boca golosa. Pero aguardó unos
considerar a las mujeres de aquel país como cosas, el instantes antes de pronunciar con la misma tranquilidad que antes:
Obergruppenführer mostraba una expresión de indescriptible sor— —No tendrás queja de mí, Obergruppenführer... Convertiré a su
presa. gobernador en el hombre más feliz del mundo... si usted, por su
Acaso para adoptar una actitud y también para liberarse del aire que parte, se muestra amable conmigo...
la cólera retenía en sus pulmones, suspiró y preguntó con voz neutra: La voz de la rusa no era amenazadora. Una simple constancia. Sin
—¿Quién es Bromberg? embargo el aire silbó por sus dientes apretados al pronunciar las
La chica demostró no tener pelos en la lengua y respondió sin la últimas palabras.
menor vacilación: Durante un momento Konrad estuvo a punto de dejarse arrastrar —
—El chulo que me ayudó al principio. Se queda con un 50 %... ¡y creo ¡pasara lo que pasara!— por el torrente de cólera que rugía en su
que ahora ya no le necesito! interior. Pero desde lo hondo de su memoria le vinieron unos
Konrad se quedó estupefacto. No porque le sorprendiera la recuerdos, y volvió a ver al Obergruppenführer Krausse, un viejo
revelación de la rusa. Sin saberlo exactamente, sospechaba de las conocido, caído en desgracia junto al gobernador de Polonia y muerto
«actividades» de ciertos oficiales de las SS o de la Feldgendarmerie. dos meses más tarde en el frente...
En realidad tanto unos como otros habían sido encargados de llevar Un gran cansancio se apoderó de él. Asintió tristemente con la
las chicas a las casas para la tropa... Así que era normal que sacaran cabeza y suspiró:
ciertos beneficios. Por otro lado su presencia contribuía a que esos
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— Gut! Estamos de acuerdo, pero espero que... Y por primera vez envió a la rusa una mirada en la que el respeto se
Llamaron a la puerta y en seguida Hugo Niedenhoff penetró en la mezclaba a cierto temor.
pieza. Lanzó una mirada irritada a la rusa y luego se acercó al
despacho donde apoyó sus manos que temblaban. ***
—¡No hay nada que hacer, Von Sleiter! ¡Esas sucias putas no
quieren mostrarse dóciles...! ¡Si no las necesitamos, las habría
matado a todas!
—Pero... ¡explíquese, Sakrament! —se enfadó Konrad. —Tovarich!
—Ya sabe usted que debían servir a los invitados... desnudas, Ilya emergió lentamente del mundo de los sueños. Volvió la cabeza y
naturalmente, y prestarse a los caprichos de los invitados... ¡pero las escrutó las penumbras.
muy guarras rehúsan! ¡Me han dicho que prefieren ser fusiladas! —¿Qué quieres?
—¡Pero la fiesta del gobernador es mañana! —se quejó —El camarada Kombat ha llegado.
amargamente Konrad. Reconoció la voz del suboficial Chepov, pero fue la noticia anunciada
—Von Sleiter... lo que le espabiló por completo. Sintió vergüenza de la proximidad del
El hombre se volvió hacia Sonia, brillándole los ojos, preocupado. cuerpo inmóvil de Nathalia, subiendo instintivamente la manta.
—¡Tú te...! —¡Voy en seguida!
—Un momento, meinen Herren —le interrumpió la rusa—. Yo puedo —Bueno.
encargarme de ese asunto... Puesto que necesitan unas chicas para Chepov se alejó.
divertir a los invitados, vayan a buscar las que quieran a mi casa. Con un suspiro de disgusto el ruso se apartó de la piel ardiente de su
Harán todo Jo que yo les ordene... son jóvenes y guapas... y saben amante. Se vistió a toda prisa y luego recorrió la galería hasta el lugar
cómo agradar a los hombres... de la cantera donde esperaba Alexandre Pavlovich.
La frente de Von Sleiter se desarrugó. Una sonrisa estiró sus gruesos Delante de aquel hombre que sólo conocía por los hechos
labios. extraordinarios que se decían de él, Ilya se sintió un poco intimidado.
—¡Excelente idea, pequeña! ¡Muy buena idea! Estrechó con fuerza la mano que el otro le tendía.
Y volviéndose hacia el capitán: —¡No valía la pena que te molestaras, tovarich! Habríamos llegado
—¿A qué espera, Hugo? Vaya a buscar a esas chicas en seguida... mañana al bosque de Puchia Voditza...
¡y fusile a esas guairas! —¡Lleváis mucho retraso, camarada! —replicó el otro.
—¡No! —exclamó Sonia, levantándose bruscamente—. No hay que —Sí, lo sé. No ha sido fácil... te lo aseguro... Los nazis andan por
desperdiciar la buena mercancía, Von Sleiter. Diga al capitán que todas partes y nuestros hombres no me esperaban en los lugares
lleve a esas chicas a mi casa. Escribiré una nota a Ludmila a quien fijados...
confiaré el burdel... Ella domará a esas imbéciles que me por último conseguí al menos reunir sesenta de ellos.
proporcionarán una ganancia siempre agradable... —No está mal. Con los que vienen casi contamos con un
—¡Formidable! —exclamó Von Sleiter, atónito—. ¡Esta chica piensa centenar...Para empezar no está mal...
en todo! Dudó un momento y luego, con los ojos fijos en los de Ilya: —Me han
dicho que hay una mujer con vosotros...
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—Sí. —¡Es su pierna! —exclamó el siberiano que junto a Tumeriev se
—La presencia de mujeres no había sido prevista en nuestros había colocado a su lado—. Fíjese en su pantalón.
planes... al menos al principio. No tenemos tiempo para divertirnos, Alexandre vio entonces la mancha roja en la pierna derecha del
camarada... pantalón.
—Nathalia puede sernos útil; puede lavar nuestra ropa, coser,, —Pero... ¿qué significa eso? La herida era en la cabeza...
cocinar... —Sí —dijo Igor—, pero debió ser alcanzado por una de las balas que
—¡Y hacer el amor contigo! ¡A mí me trae sin cuidado! Pero» no me dispararon contra nosotros... una bala perdida...
gustaría que cada noche mis hombres hicieran cábalas mirando el —¡Maldición! ¡Está perdiendo mucha sangre! ¡El pobre Tola va a
lugar donde os acostáis... Me comprendes, ¿verdad?' morir!
Irritado, Tumeriev estuvo a punto de contestar con algo Urna voz hendió entonces el silencio que se había hecho entre los
desagradable, pero su razón se impuso y tuvo que convenir que el partisanos.
Kombat consideraba la situación con lógica. —¿Me permite, Kombat?
—No podemos hacer excepciones, teniente Tumeriev. Esa mujer La voz de la mujer estremeció a Alexandre que volvió rápidamente la
debe irse... ¡inmediatamente! cabeza. Le sorprendió la belleza serena de la rusa, la pureza de su
—Pero —protestó débilmente Ilya— ¡si la abandonamos caerá bajo la mirada, la profundidad de sus ojos perfectamente azules.
zarpa de los nazis y terminará en un burdel para soldados alemanes! —Pero...
La mirada de Alexandre Pavlovich se endureció. —Permítame... Hice un cursillo como enfermera. Si puedo ayudarle...
—¡Miles de mujeres rusas y polacas sufren ese destino, tovarich! El hombre se levantó para dejar sitio a la mujer.
Mujeres, novias y hermanas de soldados son violadas en la Ucrania Nathalia se arrodilló junto al cuerpo. Sin volverse dijo:
ocupada... —Necesito un cuchillo... y también un cinturón...
—¡Está bien! Le diré que se vaya... La manaza de Igor puso en la de ella, pequeña y débil, su— enorme
—Lo siento, teniente —añadió Pavlovich poniendo una mano— sobre cuchillo. La joven lo empleó para desgarrar la tela del pantalón.
el hombro de Tumeriev —pero no es momento para debilitarse... al Dejando luego el cuchillo, tiró de los dos pedazos y consiguió liberar
contrario. Debemos empezar a luchar contra los fascistas en cuanto la pierna. Un agujero negro por el que escapaba la sangre se
eso sea posible. Yo... distinguió en el muslo musculoso del doctor.
—¡Kombat! —¡El cinturón!
La silueta alta y maciza de Igor Karpucha se irguió bruscamente ante Se lo entregaron y Nathalia hizo un nudo, apretando con todas sus
ellos. fuerzas.
— Da...? —preguntó Alexandre. —No se trata de la arteria —dijo, volviéndose para mirar al Kombat—,
—¡Está perdiendo toda la sangre, camarada comandante! pero habrá que extraer el proyectil... para limpiar a fondo la herida...
—¡Maldita sea! —gruñó el Kombat precipitándose hacia la salida de Una luz de esperanza se encendió en los ojos de Pavlovich.
la cantera. —¿Sabrá hacerlo?
Ilya le siguió, seguido de cerca por el gigante siberiano. Unos cuantos —Sí —respondió ella simplemente.
partisanos rodeaban al herido. Pavlovich se abrió— paso hasta el —De acuerdo. Pida todo lo que necesite.
doctor. Se arrodilló junto al cuerpo inmóvil, examinando la cabeza.
43
Le procuraron todo lo que requería, apresurándose a ejecutar sus apoderaba de ella, procurándole un placer físico que endureció las
órdenes. Calentaron agua, hurgaron en los macutos en busca de puntas de sus senos y llevó a sus labios una sonrisa triunfante.
pañuelos limpios, algodón y vendas. —¿Te gusta? —le preguntó el capitán-SS Niedenhoff que se
El gran cuchillo del siberiano resultó inutilizable; entregaron a encontraba a su lado.
Nathalia una navaja, desinfectándola antes en las llamas. Sonia fue incapaz de contestar en seguida; escuchó la pregunta del
La chica limpió la herida con vodka sin que el doctor reaccionara. alemán, pero todos sus sentidos estaban tendidos hacia la luz
Luego, con mano firme hurgó con la punta de la navaja entre los resplandeciente del salón, en los uniformes de los hombres y en los
tejidos aplastados por la bala. vestidos de las mujeres, ¡vestidos como nunca había visto!
En pie, formando un círculo, los hombres, preocupados, observaban Un ligero murmullo le llegaba desde abajo. Los invitados hablaban,
en silencio los gestos hábiles de la joven. formando pequeños grupos, sonriendo, meneando las cabezas. De
Nathalia no había hecho nunca nada semejante. Sólo en una ocasión vez en cuando una risa aguda desgranaba unas notas que subían
había sacado del pie de un muchacho una gruesa astilla, y aquella como un pitido.
operación le había costado mucho. Al fondo, la puerta de doble batiente que daba al inmenso comedor
Sin embargo, sin saber exactamente por qué, sentía la importancia estaba abierta, e inclinándose un poco, la rusa podía apercibir sobre
de lo que podía hacer en su próximo futuro. Había observado durante una mesa larga cubierta de un mantel inmaculado unos platos, unas
un momento el rostro preocupado del Kombat, lo bastante para copas, unos vasos y unos cubiertos que las bombillas hacían
percatarse de que el comandante había tomado una decisión resplandecer.
irrevocable a su respecto. De pronto había apercibido un mundo cuya existencia no hubiera
Por eso ahora luchaba con todas sus fuerzas. ¿Separarla de Ilya? ¡Ni logrado sospechar. Era como un sueño, y tuvo que morderse el labio
hablar! ¡De eso nada! Más valdría que la mataran, que la inferior para probarse, que estaba despierta por completo.
abandonaran allí, en la cantera... Durante un momento sintió vergüenza de la vida miserable que había
Tenía necesidad de aquel cuerpo con el que soñaba, incluso llevado hasta entonces; pero ese pensamiento no duró mucho, y la
despierta. Había descubierto un mundo que no abandonaría sino con voluntad de triunfar se incrustó todavía más sólidamente en su
la muerte. espíritu. Se juró que nunca, por mucho que le costara, volvería al
Sus manos trabajaban en silencio, con pequeños gestos precisos. Y mundo de pobreza del que había salido tan hábilmente.
cuando la punta de la navajilla chocó con la masa metálica, no pudo —¿Te gusta? —insistió el hombre.
por menos de soltar una exclamación de alegría..Segundos más Antes de responder, Lochakovna dejó escapar el aire que la—
tarde, sus dedos manchados de sangre extirparon la bala que mostró emoción había retenido en su pecho, pero no volvió la cabeza hacia
a la redonda, como un trofeo. Hugo, diciendo con voz que temblaba un poco.
La sonrisa que le dirigió el Kombat fue la recompensa que esperaba. —¡Es maravilloso! ¡Esos hombres! ¡Esas mujeres! ¡Esas luces! ¡No
sabía que todo esto existiera!
CAPÍTULO XI —Ahí abajo hay —siguió el SS con una sonrisa divertida— todo lo
Se apoyó fuertemente en la rampa que apretaba con las dos manos. que el Reich ha llevado a Ucrania que sea importante. Generales,
Desde lo alto de la escalera su mirada se precipitó hacia abajo, consejeros políticos, ingenieros... hombres de negocios que han
saltando de un lado a otro mientras una sensación de admiración se venido a estudiar las posibilidades económicas del gobierno de
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Ucrania... incómodo.
—¿Y las mujeres? —preguntó la rusa. —No tema, capitán. Harán lo que les he ordenado.
—Esposas... y sobre todo queridas... Fíjate en las joyas que lucen... —¿Y tú?
Con el collar que lleva esa rubia, allí, la del vestido verde bordado de —Ya me lo han explicado (Amigó el entrecejo y una única arruga
hojuelas metálicas, podrías comprar media docena de pueblos, con surcó su frente lisa). Debo hacer aparición en último lugar cuando
sus koljoses incluidos... hayan terminado de cenar.
—¿Y su marido? ¿Está aquí? —¡Bien! Que no se te olviden las recomendaciones de Von Sleiter.
—No se trata de su marido, tonta... sino de su amante... y su —No he olvidado nada.
protector. Mira al fondo, donde está el Obergruppenführer... ese En aquel momento sonó un gong. La rusa se volvió rápidamente.
rubio... Hombres y mujeres se pusieron en marcha; se dirigieron con
Ella siguió con la mirada el gesto del SS y vio a Von Sleiter, que solemnidad hacia el enorme comedor.
hablaba animadamente. Junto a él, un hombre alto, joven de pelo ***
corto de un rubio de miel, llevaba un uniforme negro y altas botas de
reflejos resplandecientes. —¡Has estado formidable, querida!
—¡Oh, qué guapo es! —no pudo por menos de exclamar Sonia. —Sí Nathalia sonrió a su amante. Estaba terriblemente cansada. La larga
—admitió Hugo con una mueca—. Eso dicen, sobre todo las marcha hasta el bosque de Puchia Voditza la había agotado. Se
mujeres... La rubia del collar le sigue a todas partes, como una perra había mantenido junto a la parihuela que llevaban unos partisanos,
en celo. Su marido es un tipo importante de la industria de guerra del revelándose, aprovechando cada breve descanso para examinar al
Reich, pero está demasiado ocupado para procurarle lo que necesita. herido y a veces, a toda prisa, cambiar el vendaje.
¡Una perra! Se había encarado con el Kombat que les hacía andar a una
¡Eso es lo que es Marika von Drummer! velocidad imposible, pero terminó comprendiendo las razones de
—¿Y él? ¿Quién es? Alexandre Pavlovich que deseaba llegar cuanto antes al
—Se llama Paul Mayer. Tiene un buen puesto... es el secretario del campamento, temiendo que los nazis no anduvieran a la búsqueda
jefe de la Gestapo, el gordo Runker que habla con la» morenita. Paul del que había matado a su compañero.
es capitán... Nathalia se dejó caer en el camastro. Les habían procurado una de
—¡Es el hombre más guapo que he visto en mi vida! las isbas, mostrándose así el agradecimiento del Kombat por los
—¡No corras tanto, estúpida! Muchas mujeres, más importantes que servicios que la joven había prestado al doctor Rudenski. Este se
tú, pobre gusano, han querido acercarse a él... ¡pero Marika vigila, no encontraba en la isba donde había instalado el P.C., y Alexandre, en
te engañes! ¡Y es peor que la sarna! ¡Ve con cuidado si no quieres aquel momento, sentado a la cabecera de su viejo amigo, se
que te despedace! preguntaba amargamente si saldría de aquella.
Enfadado contra sí mismo por haber hablado tanto, gruñó: —Estoy tan cansada —dijo la rusa con una pobre sonrisa— que ni
—¡Pero dejemos todo eso! ¿Has explicado a las chicas lo que tienen siquiera tengo ganas de dormir...
que hacer? —Vas a dormir, Nathalia... Por eso precisamente he solicitado estar
La joven se volvió y le envió una mirada divertida. De nuevo, como de servicio esta noche. Vamos a colocar unas minas en algunos
solía ocurrir a los que se encaraban con la rusa, el hombre se sintió caminos. Ya sabes lo intranquilo que está Sacha. Después de la
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muerte del alemán que se cargó Karpucha, los nazis no van a Minúsculas flores sembraban las cabelleras recogidas en moños,
quedarse de brazos cruzados... bien altos, como los que llevaban las romanas. Finos cinturones
La chica le escuchaba apenas; una sonrisa maliciosa se asomaba a bordados de hojuelas apretaban los vientres lisos, alrededor de las
sus labios que se entreabrieron ligeramente para dejar pasar la punta caderas en forma de ánforas.
de la lengua. — Sakrament! —exclamó el jefe de la Gestapo—. ¡He aquí sirvientes
—¡Por favor! —lanzó él con voz ronca—. ¡Ahora no, querida! Me capaces de despertar el apetito a un muerto! ¡Muy bien escogidas, mi
esperan... Y debo estarles agradecido, puesto que te permiten querido Konrad!
quedarte conmigo... —He hecho cuanto he podido —contestó Von Sleiter con modestia—.
Dio un paso hacia la puerta. ¡A grandes señores, grandes sacrificios! ¡Esa es mi divisa!
—Acuéstate, Nat... Confío en regresar antes de que amanezca... Las jóvenes rusas colocaron las bandejas en la mesa y a
Entonces, si quieres... continuación se retiraon.
—¡Tonto! ¡Y me preguntas que si quiero! ¡Yo siempre quiero! Ven —¡Son sensacionales! —opinó un consejero político que estaba
aquí y te mostraré... sentado junto a Marika van Drummer.
Pero el hombre tiró de la puerta y, sonriendo, le dirigió un gesto de La guapa y opulenta rubia se encogió desdeñosamente de hombros.
despedida. —Se habría requerido, amigo mío —y se dirigió a Konrad que se
Con un suspiro, la chica empezó a desvestirse lentamente. encontraba precisamente frente a ella, al otro lado de la mesa—
contar también con hombres... tan soberbios como esas chicas...
*** Von Sleiter se ruborizó. Sabía muy bien la influencia que tenía
Con el gordo Runker a su derecha, Konrad von Sleiter lanzó una Marika, y lamentaba no haber pensado en eso. Pero contestó con
mirada satisfecha a la mesa de invitados. Había en el aire una chanza;
expectativa que no escapaba al Obergruppenführer; al contrario, le —¡No le gustarían los machos rusos, meine Frau! ¡Son
procuraba una satisfacción íntima, porque sabía que aquella espera desagradables y contrahechos!
iba a ser satisfecha en cuanto diera la señal de que la fiesta —¿Quién le habla de rusos? —replicó ella con una mirada maliciosa
empezara... —. Entré nuestros SS hay verdaderos apolos... Debía haber pensado
Hugo, a quien Konrad había confiado la buena marcha de los en nosotras, las pobres mujeres, amigo mío...
acontecimientos, se encontraba junto a la puerta, en pie. Había Y lanzó una mirada inquieta a Paul que seguía con atención la nueva
abandonado a la joven rusa que esperaba en alto el momento de aparición de los sirvientes. Ahora traían vino y vodka rosado.
hacer su aparición. Runker debió sentir la mirada de su querida, porque se absorbió
Cuando Von Sleiter levantó la mano derecha Nidenhoff asintió bruscamente en el examen del contenido de su plato, y se lío a roer
rápidamente con la cabeza y dio unas palmas. Dos SS Heréticos el pan sobre el que había extendido una capa de caviar y de
apartaron las cortinas de la puerta... mantequilla.
Un «¡ah!» de admiración escapó de la asistencia, sobre todo de los Al rato las manos se perdieron y sobre grupas magníficas, pellizcaron
pechos de los hombres. Seis magníficas jóvenes, del todo desnudas, pezones y muslos firmes como mármol. El vino y el vodka corrieron a
penetraron en el comedor llevando bandejas con caviar, salmón y torrentes.
crustáceos que habían hecho traer desde Odessa. Lucecitas viciosas se encendieron en los ojos de los invitados. Bajo
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las mesas, después de ciertos encuentros con los pies, las manos se De vez en cuando observaba el rostro serio del gobernador, y en una
ocuparon, precisas y atrevidas en sus exploraciones; manos de ocasión, cuando sus miradas se encontraron, Konrad le guiñó el ojo,
hombres y de mujeres que apretaban con fuerza la carne palpitante. asintiendo rápidamente con la cabeza, asegurándole así que no se
Fue Adolf Runker, el jefe de la Gestapo, quien dio la seña! del había olvidado de él y que le reservaba su mejor sorpresa de un
comienzo. Abandonó la mesa y corrió detrás de una de las rusas. momento a otro.
Tras darle alcance junto al muro, la tendió en el suelo mientras la —Querido Von Sleiter...
chica cacareaba de placer. Konrad se estremeció, porque no se había percatado de la presencia
Fue la señal de la orgía. de la bella Marika a su lado.
A continuación, chaquetas con las insignias más diversas, con cruces —¿Sí? —preguntó, volviéndose hacia la mujer.
de hierro, fueron a reunirse con los calzoncillos, después de un vuelo La mujer se sentó en la silla que había dejado libre el jefe de la
planeado por la sala. Desnudos, conservando tan sólo las botas, los Gestapo. Von Sleiter no pudo por menos de aspirar el perfume que
hombres se acoplaron con las rusas, sobre la alfombra que cubría el se despedía de aquella mujer espléndida y bajó la mirada para
suelo. observar a su gusto los dos globos de carne firme que parecían
El ejemplo cundió pronto entre los que permanecían sentados a la dispuestos a escaparse por el profundo escote del vestido...
mesa. Se formaron parejas. Bastaba con una ojeada, con una simple —¿Sí, señora? —preguntó con un suspiro.
afirmación de cabeza, y cogidos de la mano, un hombre y una mujer —He oído decir que sus hombres están rastrillando el país en "busca
se iban al salón vecino donde les esperaban confortables divanes. de partisanos... ¿Es eso cierto?
Paul Mayer, con el rostro sofocado, buscaba con la mirada los ojos —Sí —respondió Konrad afirmando con la cabeza—. Pero me
de su querida, pero Marika observaba, con una sonrisa extraña en la pregunto cómo es que se ha enterado.
boca pulposa, a una pareja formada por un joven SS y una rusa. La En realidad sabía cómo y pensó con rabia en aquel imbécil de capitán
chica, sin duda para excitar más a su compañero, se defendía que contaba todo a su querida. Aunque no veía peligro en ello,
pateando como una yegua colérica. El hombre, por su parte, con los puesto que Frau Von Drummer era una patriota excelente y una
ojos desorbitados, intentaba dominarla, pesando sobre ella con todas nacional-socialista de primera hora.
sus fuerzas. —Quiero pedirle un favor, querido amigo...
—¡La muy puta! —gruñó Mayer apartando la vista—. ¡Seguro que le —¡Si está al alcance de mi mano puede considerar ese deseo como
gustaría que la violasen! cumplido! —se apresuró a decir Konrad.
Hastiado, abandonó la mesa y pasó al salón vecino. Pero tampoco — Danke! —y ella se acercó a él hasta rozarle.
allí iba a serenarle el espectáculo. Encogiéndose de hombros se La rodilla de la mujer chocó con la cadera del SS y el hombre sintió la
dirigió a la salida, asqueado, herido en su amor propio. extrema dureza del tacto y suspiró de nuevo.
No se apercibió que Marika le seguía con la mirada, con una mueca «í-Le escucho, señora —soltó penosamente.
burlona en sus labios rojos. —Seguramente capturarán varios rusos... —un relámpago salió de
Esperó a que su amante se hubiera ido, y luego se levantó y, sus pupilas—. ¡Quiero que me reserve al más robusto!
rodeando la mesa, fue hasta donde estaban Von Sleiter, muy Von Sleiter sufrió mi sobresalto. Dejó de mirar los senos de la mujer,
satisfecho, apercibiéndose de que la fiesta era un perfecto éxito. atreviéndose a mirarla a la cara. Esta le sonreía, con los labios
ligeramente entreabiertos. Un aliento embriagador le envolvió.
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—Pero... —empezó a decir. La mujer le sonrió, levantándose y alejándose con el paso elástico de
—Me ha comprendido, ¿no es verdad? —precisó ella con voz un felino. Von Sleiter siguió el balanceo de aquellas caderas que los
bruscamente cambiada—. Debo dirigirme a Berlín dentro de una músculos de las piernas animaban, a cada paso, con lascivos
quincena de días. Seguramente pasaré unos días en Kirinal, con el movimientos de pendido.
bueno de Hermann... Goering, como usted no debe ignorar, es uno — Sakrament! —silbó el Obergruppenführer con el rostro
de mis mejores amigos... Puede que hasta vayamos a saludar al congestionado—. ¡Quién tuviera veinte años menos!
Führer...
Konrad se puso tieso. La amenaza era apenas velada. Sabía muy CAPÍTULO XII
bien de lo que era capaz aquella diablesa... Más de un desgraciado Mientras el resto del batallón rastrillaba la región comprendida entre
había pagado ya un error y había ido a parar al frente tuso, en algún los pueblos de Chekolovka y de Kovrenevka, registrando
lugar en que no habría tardado en encontrar la muerte. minuciosamente el terreno que atravesaba la línea férrea, la 4.ª
Von Sleiter asintió tristemente. ¡Mierda! La fiesta estaba de lo más compañía, a las órdenes del capitán de las SS Franz Losser,
animada, todo iba sobre ruedas, y había tenido que venir aquella avanzaba al norte de Kiev, bordeando el Nieper.
moza... Antes de ir a Ucrania, Losser, entonces simple teniente, había
—Haré todo cuanto pueda... pasado varios meses en las montañas salvajes de Yugoslavia,
— Nein! Lo hará, querido amigo. En cuanto termine la fiesta irá a formando parte de las unidades SS que daban caza implacable a los
ponerse en contacto con el jefe de las fuerzas que operan contra los partisanos de Tito.
partisanos, y le ordenará que me reserven el más feroz de los Durante los rabiosos combates Franz vio fundirse su sección. En una
prisioneros, el más bestia... un macho primitivo, salvaje como un sola jornada sufrió treinta bajas y le hicieron seis prisioneros. ¿Días
hombre de la Prehistoria... más tarde, durante una nueva progresión en territorio enemigo,
—De acuerdo, cuente conmigo, Frau Von Drummer... ¿Pero, puedo encontró a sus hombres, horriblemente mutilados, colgados de los
preguntarle para qué quiere a uno de esos sucios infrahombres? árboles, abiertos los vientres, arrancados los ojos, cortadas las
La mirada de Marika se encendió y —una sonrisa maliciosa estiró su orejas.
boca. Para un joven oficial que no había hecho otra guerra que la de
—¡Quiero ser violada! —exclamó ella con voz ronca. Polonia, y eso en una unidad que vigilaba las carreteras, un trabajo
Konrad asintió con la cabeza. Durante un momento su mirada ávida placentero y sin historias, lejos de la violencia de las primeras líneas,
envolvió el cuerpo espléndido que tenía a su lado. La palabra el contacto con el aspecto real de la guerra de partisanos le había
«violación» le había procurado una sensación repentina de deseo, de proporcionado un choque.
fuerza, de violencia, y durante unos segundos la sangre corrió No se podía decir que el Obersturmführer Losser fuera un hombre
alegremente por sus venas. duro en el combate. Luchaba de un modo normal, mandaba a sus
Pero el ímpetu duró poco, y Von Sleiter tuvo que decirse in petto que hombres con eficacia y conocía su trabajo.
ya no era capaz —incluso si Marika se lo pedía— de calmar el deseo De entre los SS que se encontraban en Yugoslavia, habría podido
de aquella mujer que sólo podría lograr un hombre robusto... pasar por un tipo flojillo, puesto que prefería enviar a los prisioneros
—En cuanto tenga lo que desea se lo haré saber, señora... al PC más próximo, siguiendo así las instrucciones generales del
ejército.
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Pero de pronto, tras el sangriento encuentro que tuvo en el bosque, al Además Losser contaba con un pelotón de motocicletas del que
dar con sus hombres torturados, Franz Losser cambió de sopetón, estaba al mando un verdadero as de la moto, el antiguo campeón de
convirtiéndose en un hombre terrible, un oficial feroz, despiadado con Prusia, el Feldwebel Heinz Ziegler.
el enemigo y muy duro para con sus propios hombres. Aquella mañana, la columna iba por una carretera en muy mal estado
Y así fue conocido no sólo por los partisanos, sino también por los SS que corría junto al río. Como de costumbre, los motoristas precedían
con el apodo de «Franz el carnicero». Se comentaban sus famosas a los otros vehículos, cerrando la marcha el blindado para proteger la
exposiciones que montaba al entrar en los pueblos yugoslavos donde retaguardia.
colgaban sin discriminación a hombres, mujeres y niños en cuanto Franz se encontraba en el Panzerpáhwagen.
sospechaba, fuera cierto o no, que eran cómplices de los guerrilleros. Sentado sobre el suelo metálico de la cabina, hablaba con el teniente
Le ascendieron, le condecoraron y, por último, durante un ataque Brücken, con un mapa abierto tendido sobre las piernas replegadas.
contra uno de los PC de Tito, que poco le faltó por destruir, le —Sigo pensando que esa escoria se encuentra en alguna parte al
concedieron la Cruz de Caballero. Luego el frente interior se norte de Kiev-decía el capitán—. Desde el río hasta varias decenas
estabilizó, y Losser, según su propia petición, fue enviado a Ucrania, de kilómetros hacia el oeste hay buen número de bosques y pueden
donde el problema de los partisanos no hacía sino anunciarse. ocultarse en cualquiera de ellos.
Frannz había formado a sus hombres según una táctica que conocía —Pero no se quedarán siempre en sus cubiles.
perfectamente. Durante los tres meses que pasó en un cuartel de —No. Y la prueba es que han atacado más de diez de nuestros
Kiev, se entregó a un trabajo encarnizado e hizo de su compañía una convoyes, pero si se fija en el mapa, donde esos ataques han sido
unidad muy especial. señalados con un círculo rojo, se dará cuenta de que todos, sin
Sus cuatro tenientes, Walter Brockmann, Cristof Brucen, Albert excepción, siguen una línea, limitada al norte por bosques.
Schenkei y Joachim Thiesen, se convirtieron al igual que él en —Sí, ya veo... Pero también cuento más de diez bosques diferentes...
hombres despiadados, dispuestos a todo para transformar Ucrania en Lo que significa varios meses de trabajo antes de saber dónde se
una «land» tranquila que procuraría al Reich todo lo que necesitara. ocultan los partisanos.
—Somos perros enfrentándose a lobos —decía el jefe de compañía —Está usted en lo cierto, Cristof... pero voy a decirle una cosa. En
— (y degollaremos a esos lobos hasta que no quede uno solo! Yugoslavia era todavía peor. Allí la población no es como la de
Ucrania, donde no sólo podemos contar con amigos, sino también y
*** sobre todo con gentes indiferentes, civiles que nunca han apreciado a
El único elemento blindado de la 4a compañía era un Moscú y que desean, sin confesarlo, que no nos vayamos nunca.
Panzerpahwagen de ocho ruedas monstruosas, capaz de correr a 70 —Estoy de acuerdo con usted.
kilómetros por hora, provisto de una poderosa ametralladora. —Así que en lugar de una población rebelde, siempre dispuesta a
El resto de las tropas ocupaba los diez camiones reservados a los ocultar a los guerrilleros, como en Yugoslavia, tenemos aquí poca
soldados, mientras que los otros tres vehículos, del mismo tipo, gente que estén contra el Reich y sus representantes...
estaban cargados de víveres, de municiones y de material sanitario Calló, encendiendo un cigarrillo sin dejar de mirar el mapa.
de primera urgencia. «-También hay otra cosa muy importante, amigo mío. El ucraniano es
de ordinario cobarde... y puede creerse, mucho menos salvaje que el
montañés servio. Allí me ocurrió a menudo asistir a interrogatorios de
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límite inconcebibles... sin llegar a obtener resultados positivos. Aquí, —Sí —insistió el capitán—. ¡a pesar de los Feldgendarmes! Después
lo presiento, la cosa va a ser diferente... de todo ese destacamento no debe ser enorme... Como más una
—Pero ¿dónde encontraremos gente que interrogar? Desde hace veintena de hombres a las órdenes de un oficial. ¡Veinte hombres
cuatro días no hemos atravesado ningún pueblo. Sólo hemos dado para una población de diez mil almas!
con isbas abandonadas... —Pero —replicó el otro frunciendo el ceño —nunca se ha señalado
El índice derecho de Losser se posó en el mapa. nada en Piorka. La casi totalidad de los habitantes trabaja en los
—¡Mire esto, Cristof! Dentro de una hora llegaremos a Piorka, un campos...
pueblo bastante importante y, fíjese, el único situado cerca de los —¡Lo que justamente es sintomático, teniente! Le hablo con
bosques. ¡Ahí —y le rechinaron los dientes-se encuentra la respuesta conocimiento de causa. En Yugoslavia ocurría otro tanto... ¡Allí donde
a nuestras preguntas, estoy seguro! los tipos de Tito estaban protegidos y eran ayudados era un
Brücken lanzó un suspiro. verdadero paraíso! ¡Ni un sólo atentado, nada de nada!
—Pero, si no me equivoco, en Piorka se encuentra un destacamento —Entonces, ¿cree que la gente de Piora colabora con el enemigo?
de la Feldgendarmerie. Si pasara algo en el pueblo lo sabrían... ¿no? —¡No es que yo lo crea! ¡Estoy seguro! ¡Y dentro de unas horas,
Losser envió una mirada divertida al oficial; pero en el fondo de sus amigo mío, tendrá todas las pruebas que desee!
ojos brillaba una luminosidad metálica.
—Aprecio a la Feldgendarmerie, Cristof. Pero empiezo a comprender ***
a los hambres, y he llegado a la conclusión de que incluso los más
leales acaban por estropearse en un ambiente en el que no pasa — Achtung! Achtung! ¡Atención! ¡Vengan todos por aquí!
nada importante... Con una sonrisa en los labios, Hugo Niedenhoff reunía a los invitados
Se humedeció los labios con la punta de la lengua y siguió: perdidos en los rincones de las salas de la planta baja del palacio del
gobernador.
—Por otro lado, tenga en cuenta que los partisanos no se han Se había hecho con una campana de cobre y la sacudía, haciéndola
acercado nunca a Piorka, al menos oficialmente... repicar sin descanso.
—¿Qué quiere dar a entender con eso? Aquí y allá unos hombres se levantaban, buscando sus pantalones o
—¡Que los Rojos no son tan imbéciles como pensamos! Siempre han sus chaquetas, las piernas desnudas, los muslo vellosos, mientras
atacado más al sur, en la gran carretera estratégica o a lo largo de la que las rusas y las alemanas, tan desnudas unas como otras, se
vía férrea. Sin embargo, aquí se encuentra otra carretera no muy ponían en pie.
importante, pero que atraviesan convoyes procedentes de Minsk para Las botellas vacías sembraban las alfombras donde se veían grandes
llegar a Kiev... ¡Pero ni un solo ataque! manchas de alcohol.
—¡Sí, y eso es extraño! Hugo iba de un lado para otro, de un diván a un sillón, mirando
—¡Es normal, querido amigo! Acabo de decirle que los partisanos no incluso debajo de cada mesa, seguro de encontrar allí una pareja
se han manifestado nunca oficialmente en Piorka; ¡que me vea tendida sobre la moqueta, entremezclados sus cuerpos, inmóvil.
condenado si no van allí a hurtadillas! —¡Todo el mundo al comedor!
—¿A pesar de los Feldgendarmes? —preguntó Cristof, sinceramente Tardó veinte minutos en reunir a los invitados en sus sitios alrededor
sorprendido. de la mesa. Rostros hinchados y congestionados, bocas abiertas y
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ojos estriados de sangre mostraban claramente los efectos de los Con una gracia sexual Sonia rodeó la larga mesa antes de avanzar
excesos del desenfreno. decididamente hacia el gran señor. Comprobó con íntimo placer la
Hugo echó a las rusas que desaparecieron detrás de los doseles. Al turbación que se leía en la cara de Alfred.
cabo de unos minutos un silencio casi aceptable se instaló. Los «Lo tengo en el bolsillo», se dijo para sí, soñando con todo Jo que le
invitados empezaron a recuperarse, pero como exigían que les iba a procurar aquel hombre.
sirvieran de beber, las rusas volvieron y las botellas se vaciaron Durante un momento, mientras avanzaba hacia el Reichprotektor, la
rápidamente. joven rusa volvió a ver el pueblecito donde había nacido, el momento
Luego, cuando se estableció la calma, Von Sleiter se levantó, en que fue violada por el alemán, y casi en seguida, una imagen
extendió el brazo y dijo con voz engolada: surgió de sus recuerdos, una imagen que la incomodaba, que
—¡Señores! ¡Ha llegado el momento cumbre! ¡Como saben, esta desencadenaba una cólera contra la que nada podía.
fiesta ha sido una humilde prueba de afecto a nuestro gobernador, el No se había olvidado de aquel ruso que sus padres ocultaron en el
Reichprotektor Alfred Kummer. Ahora queremos ofrecerle un regalito, granero. Ahora le volvía a ver, permaneciendo impasible ante ella,
un recuerdo de esta tierra a la que va a entregar, nadie lo duda, un rechazando lo que ella le ofrecía...
nuevo arranque, contribuyendo así a la grandeza de nuestro Reich... ¡No, no le olvidaría nunca! Recordó su nombre y sintió que la cólera
Heil Hitler! renacía con su rabia de mujer rechazada.
Se levantaron todos, la mayor parte con un vaso en la mano. «Algún día —se prometió in petto— nos volveremos a encontrar,
Entonces Hugo hizo un gesto a los SS que seguían inmóviles junto a camarada Ilya Tumeriev, y ese día...»
las cortinas. Apartaron los doseles y apareció Sonia Lochakovna. No concluyó su pensamiento porque había llegado junto al
Se hubiera dicho que era una chiquilla, apenas nubil. Completamente gobernador, y entonces se inclinó graciosamente ante él.
desnuda mostraba unas caderas apenas esbozadas, casi parecidas a Kummer tendió el brazo; su mano fue a posarse sobre un pequeño
las de un chico, unos senos erguidos de pezones morenos, un pubis seno duro como el mármol.
ligeramente sombreado, largas piernas esbeltas, acaso el único —¿Cómo te llamas, pequeña?
detalle que mostraba su feminidad, porque los muslos estaban —Sonia, Excelencia.
perfectamente formados, anunciando ya una floración del cuerpo que —¿Sonia? Es bonito... Sube a mi habitación. Me reuniré contigo allí,
la convertiría en una muy bella criatura. Pero lo que sorprendió más dentro de un momento.
que nada a los invitados y en especial al Reichprotektor, fueron los —Bien, Excelencia...
ojos de la rusa donde se leía una malicia sin límites. La chica se alejó con aquel andar suyo resbaladizo. La siguieron
Turbado, Alfred Kummer observó el andar ondulante de la joven. unas miradas ávidas, y también las despreciativas de Marika.
Tragó saliva con visible dificultad, mientras el aire silbaba por entre Frau Von Drummer no podía comprender que un hombre, incluso un
sus dientes apretados. viejo chocho como el Reichprotektor, pudiera sentirse atraído por un
Konrad, que seguía con atención las reacciones del gobernador, cuerpo apenas esbozado y que hacía pensar en un muchacho mal
experimentó una alegría sin límites. Por un instante había temido que alimentado.
el «regalo» no complaciera al poderoso Reichprotektor, pero la Ella sabía mejor que nadie cómo una mujer podía despertar una
expresión que enarbolaba éste apagó las últimas dudas de Von pasión sin límites. Sintió que los riñones se le arqueaban bajo el
Sleiter. vestido ligero que llevaba. Los pezones de sus senos se irguieron
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agresivamente bajo la tela y un calor húmedo fluyó por sus muslos. —Sí. Son maravillosos. Haber conseguido robar explosivos a los
Pensaba en lo que había pedido a Von Sleiter y ese pensamiento la alemanes... ¡se necesitaban redaños para eso!
conmovía. Mayer empezaba a hartarla, demasiado delicado para su —Son patriotas —dijo Ilya—. Trabajan para los nazis construyendo la
gusto. Ella sabía lo que necesitaba y también su cuerpo estaba ávido nueva carretera del norte, y ya sabes, camarada Kombat que a los
de violencia y de fuerza... alemanes no les falta de nada. Tienen tantos explosivos como
Dejándose llevar por la imaginación, Marika se vio delante de aquel quieren.
hombre salvaje, primitivo, aquel ruso sucio y peludo como un oso, de —Pero ha sido preciso robárselos.
mirada ardiente, pensando sólo en el Daño que le haría antes de —De acuerdo. Lo que significa que a pesar de la potencia del
proyectarla a aquel abismo de placer alocado. enemigo, el pueblo ruso no está dispuesto a ceder... La lucha será
Von Sleiter se levantó para ir a reunirse con el gobernador. larga, sí, pero nuestros soldados y nuestros civiles terminarán por
—¿Le ha gustado? —preguntó Konrad. aplastar a esa escoria fascista...
—¡Mucho! —confesó Alfred con una sonrisa—. ¡Es sensacional, —¡Eso nunca lo he dudado! ¡Pásame la botella, tovarich!
querido! ¡Me ha hecho un regalo real! Ilya obedeció y cuando recibió la botella de manos de Alexandre se
Konrad se sintió orgulloso. Contentísimo. Pero precisamente sirvió un generoso trago.
entonces, cuando paseaba una mirada a la redonda, sin duda para A continuación Pavlovich encendió un cigarrillo. Su mirada perdió
medir la grandeza de su triunfo, sus ojos encontraron los de Frau Von parte de la animación y articuló con tono sombrío:
Drummer. —Sólo me preocupa una cosa. Me gustaría que Rudenski se
Se esfumó la alegría al momento. recuperara por completo.
Una sensación desagradable le invadió y sintió una angustia que —A mí me parece que el doctor va mucho mejor. Nathalia, que—
fundió su optimismo. como sabes no se separa un momento de él, me ha dicho que—
«¡Esa guarra! —pensó tristemente—. ¡Esa perra en celo va a recupera fuerzas rápidamente...
aguarme mi victoria!» —No es su físico lo que me preocupa —confesó el Kombat— Tola se
recupera, de acuerdo, pero su moral está por el suelo... No consigue
CAPÍTULO XIII olvidar a su mujer... y desgraciadamente, sin que— se atreva a
¡Cuatro golpes formidables! Convoyes nazis suprimidos. Un confesármelo, me reprocha el no haberle dejado compartir la suerte
maravilloso balance al cabo de pocas semanas. La botella de vodka de Rebecca...
se vaciaba rápidamente y Tumeriev se sentía el hombre más feliz del —¡No hubiésemos conseguido salvarla!
mundo, compartiendo por completo la alegría que se leía en el rostro —Lo sé. Todo pasó tan de prisa... Pero lo presiento cada vez: que
del camarada Kombat. voy a verle. Se porta bien, me trata como un amigo, pero la sombra
—¡Y volveremos a atacar, Ilya! —exclamó Alexandre Pavlovich—. Y de su esposa se yergue entre él y yo...
esta vez —añadió con un brillo en el fondo de los ojos— —daremos —Ya le pasará —contestó Ilya, no muy convencido en su fuero
un gran golpe... Ahora que tenemos explosivos en cantidad interno.
suficiente... Pensó durante un momento en lo que experimentaría si llegar se a
—...gracias a los camaradas de Piorka —completó Tumeriev. perder a Nathalia. La sola idea de que eso pudiera ocurrir le produjo
un estremecimiento.
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—¡Confío en ello! —suspiró Alexandre que no se había percatado de menos, seis equipos que se ocuparan respectivamente de dos
la turbación de su camarada—. Pero vamos a lo nuestro. Por lo que compartimentos. ¡Seis equipos con cargas preparadas de modo que
parece los nazis están instalando un gran depósito de municiones en puedan darse prisa!
los alrededores de Kovrenevka. Han construido una carretera —Y para penetrar allí —preguntó Ilya— ¿tienes un plan?
especial para abastecer ese depósito. Han hecho trabajar como —No del todo... pero casi. Desde hace días doy vueltas al asunto sin
esclavos a prisioneros rusos estas dos últimas semanas. descanso. Y a medida que avanzo en mi razonamiento, me doy
—Me pregunto por qué han hecho eso... Hasta hoy sus malditos cuenta, no sin cierta aprensión, que esa misión lo tiene todo para
convoyes iban directamente hacia el frente, atravesando Ucrania... merecer el nombre de suicida.
—Me huelo algún asunto turbio. Se puede suponer que Hitler ande Tumeriev no dijo nada. También él se daba cuenta de las terribles
preparando una gran ofensiva en dirección a la tierra de los cosacos. dificultades, de los riesgos sin número que presentaba el asunto.
Ilya no pudo por menos de estremecerse. Desde las primeras acciones de los partisanos, los habían aprendido
—¿Cómo? —inquirió con voz bruscamente inquieta— ¿Quieres decir bien la lección, desconfiando a ultranza. Ahora sus convoyes iban
que van a dirigirse hacia el Volga? fuertemente escoltados y protegidos por fuerzas poderosas.
—¡Eso me temo! Después de la derrota delante de Moscú, todo> el —Sin embargo —prosiguió el Kombat siguiendo el hilo de sus
mundo sabe tan bien como yo que se han lanzado hacia adelante, pensamientos— tenemos que destruir esas municiones. Según un
casi únicamente en el sur. Crimea ha caído por completo en sus cálculo por encima, van a almacenar una cantidad equivalente a diez
garras. Pero me temo que ese loco de Hitler se sienta atraído por el días de combate para dos o tres divisiones.
petróleo del Caúcaso. Lo que saca de Rumania no debe bastarle. »Lógicamente llenarán el depósito a medida que los convoyes lo
Así, ese depósito de Kovrenevka se explica fácilmente si se acepta el vacíen para proveer a las unidades de primera línea. Pero si
hecho de una gran ofensiva hacia el Volga... conseguimos hacerlo saltar las tropas de Hitler se encontraran en un
—¡Maldita sea! ¡Hay que hacerlo saltar, camarada! atolladero, ¡y puede que los nuestros lo aprovechen para
Una sonrisa se dibujó en los labios del Kombat. contraatacar!
—¡Pues claro que hay que hacerlo saltar! ¡Pero no se trata de una —¡Si estuviéramos, como nos han prometido, en contacto directo con
operación que pueda hacerse a la ligera, tovarich! ¡Según las Moscú! —se lamentó Ilya.
informaciones que nos han pasado, los nazis están transformando el —Eso no ha de tardar. Los grupos de guerrilleros de la región Minsk y
arsenal en una verdadera trampa! ¡Una posición erizo, como la los que se ocultan en el Pripet han recibido consejeros militares
llaman ellos! enviados por el Kremlin. Hasta ahora no habíamos hecho nada
Suspiró antes de seguir hablando. importante para que la atención del camarada Stalin se vuelque sobre
—Alambradas alrededor, salvo por la carretera de acceso. Campos Ucrania. Pero ahora, estoy seguro, van a ponerse en contacto con
de minas y todo el fregao. Y en el interior montañas de arena nosotros, y entonces podemos trabajar de acuerdo con los planes
aislando los montones de municiones en una serie de islotes, de generales del «Goko»[6].
modo a evitar que la explosión de uno de esos compartimentos —Las cosas nos irán mucho mejor —comentó Ilya—. Pero ahora que
suponga la destrucción general... Lo captas, ¿no?—¡ Perfectamente! lo pienso... contamos con muy pocos explosivos; necesitaremos
—Por lo menos debe haber una docena de esos malditos islotes — muchos más antes del ataque.
farfulló Pavlovich—. Lo que quiere decir que necesitaríamos, por lo
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—Sí. Está previsto. Mañana vendrás conmigo y con algunos de mis hervir en su sangre joven, inundándola con una felicidad sin límites...
hombres. Va siendo hora de que yo conozca personalmente a esos ¡Se había alistado en el buen lado!
valientes camaradas de Piorka... y a las mujeres también. ¡De eso no había duda! Con un poco de maña se convertiría en lo
—¿Qué mujeres? que había deseado ser oscuramente desde su más tierna infancia.
—Las que han hecho posible la ayuda que los camaradas nos ¡Dinero, joyas, y sobre todo poder, todo eso sería suyo!
prestan. Todavía tenía los ojos llenos de todo lo que había visto, y delante de
Como puedes imaginar los alemanes se han dado cuenta del robo de ella, desnuda, en aquella habitación lujosa, delante de aquella cama
explosivos en uno de los talleres. Los han buscado por todas partes... enorme, evocó a las mujeres elegantes, las ricas alemanas de las
y han castigado severamente a algunos rusos... ¡tres de los cuales que había admirado los vestidos inconcebibles, la belleza
han colgado... esos cerdos! resplandeciente... ¡y también el desenfreno al que había asistido!
—Pero los camaradas de Piorka son valientes... y muy astutos Rió a carcajadas.
¡Adivina dónde han ocultado los explosivos robados, Tumeriev! —¡Son mas putas que mis chicas de Chekolovna! —exclamó con los
—¡Qué sé yo? ojos llenos de lágrimas y sin dejar de reír—. ¡Unas rameras! ¡Se han
—¡En la Soldateuhaus, en el burdel! En el interior de esa casa entregado como perras en celo, delante de todo el mundo, sin el
visitada de continuo por los Feldgendarmes los explosivos estaban mínimo pudor!
ocultos... Sin embargo había una excepción. La «gran dama», como Sonia la
¡bajo las camas! ¡Y los nazis hacían el amor encima sin sospechar lo había bautizado. Aquella mujer altiva, distante, la querida del apuesto
más mínimo! capitán Mayer.
—¡ Formidable! Sin saber exactamente por qué, aquella mujer le producía escalofríos.
—El camarada responsable ha sabido captarse la confianza de esas De todas las presentes que habían aplaudido cuando apareció Sonia,
desdichadas. Según lo que me ha dicho Karpucha —ya sabes que es sólo Marika no había parpadeado. Más aún, la rusa recordaba
el que va siempre a Piorka— una decena de chicas se han perfectamente la mirada que la aristócrata le dedicó, y rememoraba el
sacrificado desde el principio de la ocupación nazi y se han brillo frío de sus ojos donde el desprecio y el asco se leían como en
prostituido para ayudar a los nuestros. Más aún: gracias a esas un libro abierto.
chicas valientes, una treintena de chiquillas han conseguido ocultarse —¡La puta! —soltó Sonia entre dientes—. Lo que yo daría por tenerla
en un lugar conocido sólo por el responsable comunista del pueblo... a mi merced... ¡La llevaría al burdel y la haría trabajar noche y día,
¡y esas chiquillas se han salvado! hasta convertirla en una pobre cosa que no suscitaría sino el asco de
—¡Es magnífico! los hombres!
—Sí. Desde que llegamos aquí, al bosque de Puchia Voditza, nos Se dio cuenta de que el odio le salía de dentro en cuanto pensaba en
pusimos en contacto con el camarada Leonov, que es quien ha Marika von Drummer.
organizado todo en Piorka. ¡Como ya te he dicho, no le conozco Sin embargo Sonia sabía perfectamente que debía andarse con
personalmente, pero mañana iremos con el siberiano y otros cuantos cuidado para no hacer de la «gran dama» su enemiga; al menos de
a estrechar la mano de ese valiente! momento.
En cuanto la puerta del gran dormitorio se cerró a sus espaldas, Más tarde... ya vería. Pero antes debía ganarse la confianza de aquel
Sonia Lochakovna dejó que la alegría fluyera libremente, sitiándola
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cerdo cebado del gobernador. Y Sonia estaba lista para cualquier de los otros... Me comprende usted, ¿no es cierto? —Sí, le
sacrificio con tal de conseguirlo. comprendo.
—¿Contento, Herr Reichprotektor? —Sólo una violación con todos sus requisitos puede, por el momento,
Alfred Kummer asintió con la cabeza. Los ojos, que el alcohol había procurarme cierto placer. Y por eso he querido hablarle antes de subir
estriado de sangre, se volvieron hacia Von Sleiter, y una sonrisa a mi habitación... Me ha hecho un regalo excelente que le agradezco
húmeda hendió ligeramente la boca hocicuda. infinitamente... ¡y ahora complételo!
—Sí— dijo lentamente como si cada palabra le costara un gran —¿Cómo?
esfuerzo—. La pequeña es encantadora... pero... —Envíe a mi habitación a un hombre, a alguien violento. Según lo
Sus ojos seguían fijos en el rostro de su interlocutor. Konrad leyó en que he adivinado en esa rusa, se precisa alguien desagradable,
ellos la duda y titubeo. Por un momento temió no haber encontrado lo puesto que sin duda gusta de todo lo que es bello...
que necesitaba aquel personaje poderoso. Se le había animado la mirada, y Von Sleiter, que sin embargo no era
—¿Hay algo que le disgusta en ella? —preguntó con voz temblona—. un santo, no pudo por menos de estremecerse. Había tanta
Si me concede tiempo puedo conseguirle algo mejor... pero creí... malignidad en la mirada del Reichprotektor que Konrad, muy a su
La mano del gobernador fue a posarse amistosamente en el hombro pesar, sintió que el asco le invadía.
de Von Sleiter. —¡Consígame al más desagradable de sus hombres! —le dijo Alfred
— Nein! No es eso, mí querido Konrad. La pequeña me conviene —
perfectamente, créame... Es justamente lo que necesito... lo que .¡El más repugnante Von Sleiter asintió con la cabeza.
necesitaba... Scheissel ¡Después de todo por qué no confiarme a —Lo haré inmediatamente —afirmó, levantándose— ¡Quédese
usted! Sé que es un hombre honesto y que lo que le diga quedará tranquilo, Herr Kummer!
entre nosotros... Al escuchar unos pasos que se acercaban, Sonia abandonó
—¡Se lo juro! bruscamente sus sueños. Fue a tenderse en la gran cama,
— Gut! Ya sabe que me operaron hace algún tiempo... Una guarra de adoptando una posición ventajosa, cruzadas las piernas, los
la que ni siquiera me acuerdo me pegó una sucia enfermedad... y menudos senos apuntando al aire.
tuvieron que rajarme a fondo... No salí malparado, al menos al La puerta se abrió.
principio... ¡pero ahora, amigo mío, se ha acabado para siempre! Al mirar al hombre que avanzaba sobre la espesa alfombra —la
Konrad dilató los ojos. puerta fue cerrada por el centinela SS que estaba de guardia delante
—¿Quiere decir que...? —, Sonia tuvo que hacer un esfuerzo para no sonreír.
—¡Sí! ¡Soy del todo impotente! —confesó Kummer con rabia—. Pero Cansado, pesado, harto, el gobernador tenía el aspecto de un viejo.
—y sus ojos se animaron— ya sabe usted lo que pasa... No se «No va a cansarme mucho —se rió Sonia para sus adentros—. No
pueden olvidar fácilmente, aunque no se pueda, las cosas que han tengo ni para empezar... y le dejará jadeante durante horas...»
tenido gran importancia a lo largo de nuestra puñetera vida. Alfred avanzó lentamente hacia el borde de la cama; allí se detuvo y
Sacudió tristemente la cabeza. lanzó una mirada prolongada al cuerpo de la jovencita.
—¡Eso cambia todo! El placer se hace puramente cerebral... Ningún La chica le ofreció una de sus más dulces sonrisas; luego, viendo que
contacto, ninguna caricia pueden despertar una carne que está no se decidía, saltó ágilmente de la cama, plantándose frente a él, los
definitivamente muerta. Así que hay que buscar el placer en el placer pezones rozando la chaqueta del hombre.
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—¿A qué espera? —preguntó la rusa con los ojos rientes—. Aquí Feldgendarmerie, seguido de cerca por dos gendarmes militares, vino
estoy, toda suya, Herr... al encuentro de sus compatriotas.
El hombre no se movió, con los brazos caldos a lo largo del cuerpo Los vehículos se detuvieron.
rechoncho. Sólo los ojos vivían, pero Sonia leyó en ellos una tristeza Saltando ágilmente del Panzerpáhwagen, el capitán Losser se dirigió
que no acertó a comprender. hacia los gendarmes. En seguida observó la extrema juventud del
—¿Quiere que le desnude? teniente quien, poniéndose tieso, levantó el brazo derecho antes de
El hombre se encogió de hombros. gritar:
Pero la chica sabía que debía actuar si no quería que una peligrosa — Heil Hitler, Hauptsturmfuhrer!
indiferencia se instalara en él espíritu del alemán. Contaba Franz respondió al saludo y luego estrechó la mano que le tendió el
demasiado con él para no permitirse el lujo de conseguirlo. Feldgendarme.
La rusa empezó a desvestir al Reichprotektor. Cuando consiguió —Nos habían advertido de su posible llegada, mi capitán. También
librarle de la chaqueta, de la camisa y de la camiseta, se quedó nos habían informado que se encontraba en el sector. Encantado de
pensativa ante aquella carne fofa, aquellos senos que parecían dos tenerle en Piorka.
montículos de grasa recubiertos de pelos canosos. —¡Teniente Hugo Kromeler, a sus órdenes!
—Siéntese. —Gracias, teniente. No pensamos quedarnos mucho tiempo... pero
El hombre obedeció, sentándose en el borde de la cama, dejándose necesito un local donde alojar a mis hombres para que descansen.
hacer con una completa indiferencia; pero en lo hondo de sí mismo, —¡Eso está hecho! Vamos a alojarlos en casas de civiles. El
Alfred esperaba, con placer reprimido, el momento en que descubriría gendarme Münchenberg se ocupará al momento... ¡Otto!
la terrible mutilación que los cirujanos habían realizado para salvarle. Uno de los gendarmes dio un paso adelante. Entrechocó los talones.
La chica le liberó de las altas botas y a continuación tir6 de los bajos — Ja, Obersturmführer?
del pantalón; ese gesto obligó al gobernador a tenderse arqueando —Ya lo ha oído. Distribuya a los hombres en casas de la población.
los riñones. El calzoncillo siguió, y entonces Kumer se sentó Encárguese de que todo vaya bien. Los oficiales pueden venir a la
rápidamente, porque no quería perderse nada de lo que iba a seguir Kommandantur... a menos que no tenga usted inconveniente —
fatalmente... añadió dirigiéndose a Losser.
—No, es perfecto.
CAPÍTULO XIV —¡Entonces, en marcha! Me ha comprendido usted, ¿no?
— Jawol!, Obersturmführer!
Precedida por el Panzerpáhwagen, la columna de vehículos penetró —Venga conmigo, capitán. La Kommandantur está aquí cerca.
en el pueblo ucraniano de Piorka. Poca gente circulaba por la gran Minutos más tarde y mientras los hombres se desparramaban por el
calle que atravesaba la aglomeración, porque a aquellas 'horas, los pueblo, Franz, sentado frente al teniente, en el despacho de éste,
rusos trabajaban ya en las campos ya en los talleres de la nueva bebía a sorbitos el vaso de alcohol que Kromeler le había servido.
carretera que los alemanes construían al norte. —¿Ha conseguido dar con esos cerdos? —preguntó el
Sin embargo, cuando el vehículo blindado llegó a la placita que no Feldgendarme.
era otra cosa que un ensanchamiento de la calle, un oficial de la Franz colocó el vaso en la mesa, pero sin soltarlo. Levantó la vista
hacia el oficial de la gendarmerie, tardando algunos segundos en
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responder. del toque de queda... Y de día trabajan bajo la vigilancia de una
—No, todavía no, pero no tardaré. Presiento que estamos cerca... compañía de la Wehrmacht instalada en un campamento, algo lejos
Más aún, estoy convencido de que no andan lejos de aquí. del pueblo.
—¿Cree usted? —preguntó el Feldgendarme, sorprendido—. Lo Sacó un paquete de cigarrillos, lo tendió al capitán que rehusó, y
siento, pero no creo que haya partisanos en esta región. No es que encendió uno.
quiera vanagloriarme, pero Piorka y su región son sinónimos de paz y —Fueron los chicos de la Wehrmacht los que nos informaron del
de tranquilidad... robo.
—No esté tan seguro —sonrió el capitán—. Veamos, no han sufrido En seguida nos encargamos del asunto... y días más tarde, atraídos
ningún percance desde su llegada aquí... ataques, ¡aunque aislados, por los explosivos, dimos con un pequeño grupo de jóvenes que
ningún contratiempo de ningún tipo...? pescaban en el Nieper.
El rostro de Kromeler se ensombreció. —¿...y los colgó?
—¡Bah! Una historia insignificante de robo... Unos cuantos cartuchos —No a todos. Sólo a tres de ellos. Los otros sólo eran unos crios...
explosivos... —¡Quiero verlos!
Franz estuvo a punto de dar un salto. —De acuerdo —respondió el Felgendarme con cierto cansancio—.
—¿Una historia insignificante? —se burló maliciosamente—. ¿Les Pero no sacará nada de ellos... porque no tienen nada que ocultar.
roban explosivos y dice usted que no tiene importancia? Sakrament! —¿Les interrogó usted?
¿Cómo puede sostener semejante tontería? —Sí.
Hugo no se desconcertó. Su sonrisa era franca, abierta, ignoró las —¿Hasta dónde llevó el interrogatorio?
palabras hirientes que le había dirigido su superior. Hugo parpadeó. Miró al capitán con sincera sorpresa.
—Dimos con los culpables. Tres ladrones fueron colgados,, pero en —Les dimos unos cuantos pescozones —respondió lentamente—.
el fondo, como le he dicho, esos hurtos carecían de gran Luego, para enseñarles a no volver a las andadas, les obligamosa
importancia... asistir al castigo de sus mayores.
—¿Se puede saber por qué, maldita sea? —se acaloró Losser. —¿Dónde están esos crios?
—Porque descubrimos el motivo...Los ladrones pescaban con —Trabajan en la cantera, acarreando carretillas...
explosivos en el Nieper. Ya sabe usted que andan escasos — Gut! En cuanto regresen al pueblo tráigamelos.
de.alimentos... Reflexionó durante unos instantes y luego su mirada, que había
—¡Así revienten todos! —rugió el SS—. Y escúcheme con atención, permanecido un momento en el vacío, volvió a posarse en el rostro
teniente. Aunque usted afirme que los explosivos robados sólo del Feldgendarme.
servían para pescar, sigo pensando que esos cartuchos han pasado —Le demostraré que gran parte de esos explosivos han sido
a manos de los Rojos! utilizados por los partisanos. Pero... ¿y las mujeres? ¿Qué hacen en
—No puedo admitirlo... el pueblo?
—¿Por qué? —Trabajan como los hombres... —una sonrisa iluminó el rostro del
—Porque nadie viene al pueblo. A las siete y media todos los civiles teniente, que añadió con cierta confusión—. Naturalmente unas
están en sus casas... Mis hombres tienen órdenes de disparar sin cuantas están a nuestro servicio...Me comprende, ¿no es verdad?
vacilar contra todo ruso que se encuentre fuera de su casa después
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—¡Le comprendo! Sonia no dijo nada. El espanto la estrangulaba como si fuera una
—Y le aseguro que son muy guapas... Además, si quiere,, puede... horca. Estaba claro que luchaba contra el asco y la angustia,
Franz le cortó con un gesto de la mano que cortó el aire con mientras se decía que no tenía suerte, y que habla imaginado
brusquedad. cualquier cosa... ¡pero no eso!
—¡Dejemos eso, teniente! Cuando se habla de servicio los placeres En el fondo, después de unos instantes en los que rechazó la terrible
quedan a un lado. Pero volviendo a esas mujeres... ¿Sabe si son realidad, se puso a pensar en el modo de no enfadar a aquel innoble
familiares de los Rojos? Me explicaré con más claridad: habría sido individuo. No podía permitirse el lujo de dejar escapar aquella única
preciso interrogar a esas chicas... A menudo el enemigo aprovecha ocasión que la vida le ofrecía, y recordando 3a existencia que
nuestras debilidades... En Yugoslavia, teniente, no perdíamos de llevaban las otras chicas en el burdel, tragó saliva, sintiéndose
vista los burdeles... porque es precisamente en la cama cuando un dispuesta para cualquier sacrificio.
soldado olvida sujetar la lengua... Se esforzó por sonreír, aunque sólo obtuvo una pobre mueca.
El acaloramiento subió de pronto a las mejillas del joven teniente. —No es tan horrible...
—¡Me parece que olvida usted que somos Feldgendarmes, Herr El hombre soltó una risita.
Kapitán! «¡La muy putilla!». Pero la comprendía perfectamente. Le bastaba
—¡No olvido nada, amiguito! —se burló Losser—. Nosotros éramos con mirar su rostro ávido, su expresión astuta, para leer en su cabeza
SS allí, en Yugoslavia...Cuando se está con una chica se olvida todo, como en un libro abierto.
se lo repito... De todos modos también pienso interrogar a esas putas Pero quería guardar la sorpresa para dentro de un rato, y deseaba
rusas... que ella se fiara de él, como si pudiera conseguir todas las ventajas
—¡Haga como guste! con que soñaba sin hacer nada.
—Incluso si te acostaras conmigo no conseguirías procurarme el
*** mínimo placer... Deja. Voy a sentarme al fondo, en el sillón.
La joven le observó erguirse y luego dirigirse hacia un rincón, donde,
Como Alfred imaginaba, la joven rusa retrocedió como si algo en efecto, se encontraba un asiento.
invisible la hubiera golpeado. Con los ojos desorbitados y la boca ¡No daba crédito a sus ojos!
entreabierta, miró como hipnotizada la entrepierna del hombre. —Entonces —preguntó Sonia tímidamente—, ¿no quiere nada de
Kummer conocía aquella reacción. Al principio eso le ponía frenético, mí?
obligando a sus compañeras a procurarle un placer no siempre —No.
efectivo. Ahora ya no tenía cura y se regocijaba en gran manera con —¿Quiere que me vaya...?
el horror que su horrible mutilación producía. La voz de la rusa se había truncado. Alfred, que se había instalado en
¡Porque los cirujanos habían hecho un buen trabajo! el sillón, esbozó una sonrisa taimada.
Por cinco veces se ocuparon de él, cortando y recortando, con la —Te quedarás junto a mí pequeña... a menos que quieras volver al
esperanza insensata de rescatar algo de aquel montón de carne lugar de donde vienes...
informe y repugnante... —¡Oh, no! —se apresuró a afirmar ella—. Quiero quedarme con
—No es bonito, ¿verdad? usted. Le cuidaré y no tendrá queja de mí...
«¡De eso estoy seguro, guarra!», pensó el alemán.
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Y en voz alta: enorme. Se preguntaba uno cómo podía mantener erguida aquella
—Eres muy amable. Me han dicho tu nombre pero lo he olvidado. cabeza monstruosa sobre el tallo débil de un cuello descamado.
—Sonia. Sonia Lochakovna. Era patituerto y sus piernas eran tan largas como sus brazos
—¿Has hecho el amor a menudo, Sonia? cruzados sobre el pecho hundido, de costillas salientes como él de un
—No mucho y más bien con un hombre solo... tuberculoso.
—¡Qué afortunado! —rió el Reichprotektor—. ¿Ruso o alemán. Pero Sonia, que se había quedado de una pieza, no sólo se fijó en la
—Alemán. silueta desagradable del recién llegado. Miró con repugnancia las
—¿Te tomó... por la fuerza? manchas oscuras en la piel de un blanco enfermizo.
Ahora fue ella quien soltó una carcajada. «¡Infierno! —pensó con visible asco— ¡Se diría un mujik de mi
—Eso creía él, pero la verdad es que me entregué a él. Era la pueblo! ¡Debe llevar meses sin lavarse!»
primera vez, Excelencia... Un olor rancio picoteó desagradablemente su nariz. Sonia retrocedió
El hombre asintió con la cabeza. hasta que su cuerpo fue a chocar con el pie de la cama.
—¡No deja de tener gracia! —monologó Alfred—. Generalmente las Se preguntaba a qué rimaba la presencia de aquel individuo, y no se
chicas rusas, e incluso las mujeres, han conocido más de— un atrevía a mirar al Reichprotektor.
soldado alemán. No has tenido suerte, Sonia... Este se frotaba las manos mentalmente. Durante un momento—
—¡Yo opino que sí! —dijo ella frunciendo las cejas. recordó las circunstancias que le habían permitido asistir a una
— Nein! Hay que catar varios platos para convertirse en un terrible violación sin ser visto.
gastrónomo delicado... Pero vamos a ocupamos de eso, Sonia. Ya Un grupo de soldados se había lanzado sobre una joven polaca que
verás como... se ocultaba detrás de una pared dislocada, en un pueblo— en ruinas.
Llamaron a la puerta. Kummer esbozó una sonrisa maliciosa. Kummer, desde su coche, que el conductor había detenido en un
—¡Entre! —ordenó. rincón sombrío, pudo seguir desde primera fila el desarrollo del asalto
Apareció el centinela. Se puso tieso y ladró en el más puro estilo SS. de una increíble violencia.
—¡Aquí está, Herr Reichprotektor! ¿Debo dejarle entrar? Esta vez, para su mayor sorpresa, había experimentado un gran
—Sí, chico. Que entre. Le esperábamos... placer, una sensación deliciosa y embriagadora que creía no—
El otro se hizo a un lado, abriendo más la puerta. Entonces, penetró conocer nunca más.
tímidamente en la habitación el hombre escogido por el El hombre, que había contemplado con avidez a la rusa, volvió hacia
Obergruppenführer. Kummer una mirada en la que se leía la ansiedad.
Sonia le observó, sorprendida pero todavía no espantada. Lanzó una —¡Es tuya, soldado! —le dijo lentamente Kummer—. ¡Poséela en
mirada interrogativa al hombre desnudo que se encontraba junto a la seguida!
puerta que el SS acababa de cerrar. Entonces Sonia comprendió. Sus bellos sueños se esfumaron, y
Sus grandes manazas ocultaban el sexo. Era alto, delgado, huesudo. también se derrumbaron todos los castillos de naipes que había
En su rostro acuchillado se erguía una nariz enorme. Bizqueaba y sus edificado. Un gusto amargo le subió a la boca y sintió que se le
ojillos próximos el uno al otro parecían soldados— por los pelos que estremecía el cuerpo como si escapara al control de su espíritu
trazaban una línea negra sobre las cejas. La estrecha frente se alocado.
coronaba con el pelo cortado al cepillo y que recubría un cráneo
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— Niet! —aulló, corriendo hacia el rincón donde se encontraba el rusa había cortado bruscamente su placer, Alfred permaneció inmóvil,
Reichprotektor—. ¡No haga eso. Excelencia! como embrutecido, incapaz de reaccionar.
Se había dejado caer de rodillas y apoyaba sus manitas en los Luego soltó una risa hueca, se levantó y llamó al SS. Cuando el
muslos de Alfred. centinela abrió la puerta, el Reichprotektor le mostró con un gesto de
—¡Le haré el hombre más feliz del mundo, Excelencia! ¡Pero diga disgusto el cuerpo estremecido del soldado.
que se vaya! —¡Sáqueme eso de aquí! —ordenó Kummer—. ¡Ya hablaré con «1
—¡Tómala, imbécil! ¡Hazlo o te envío al frente hoy mismo! Obergruppenführer! ¡Este cerdo irá a parar en seguida al frente!
El hombre lanzó un gruñido. Se abalanzó sobre Sonia que se debatió La puerta se cerró.
con sus brazos como una furia. Enarbolando las uñas buscó Entonces, Kummer, sonriente, se acercó a da cama donde Sonia
rabiosamente los ojos del hombre. Apartando rápidamente la cabeza, jadeando, una luz de terror en los ojos, respiraba con dificultad.
el soldado sintió que las uñas le labraban el rostro. —¡Chiquilla valiente! —le dijo Alfred sentándose junto a ella—. ¡Te
—¡Puta! —gruñó. has portado con mucho valor, sabes! Me siento orgulloso de ti...
La golpeó en pleno rostro. Medio atontada, Sonia fue empujada hacia Se inclinó sobre ella y empezó a besarle el vientre.
la cama. El olor de la suciedad que cubría el cuerpo del hombre le
produjo náuseas. CAPÍTULO XV
—¡Golpéala! ¡Golpéala! —gritaba Alfred con los ojos desorbitados—.
¡Más fuerte! ¡Más fuerte todavía! En harapos, increíblemente delgados, los cuatro muchachos fueran
Se hubiera dicho que la joven rusa estaba perdida irremisiblemente. llevados a la sala de guardia de la Kommandantur.
Encogida en la enorme cama, había adoptado la postura de un feto, Detrás de la mesa, con una taza ante él, el capitán Losser, que
hundiendo las rodillas contra el mentón. acababa de encender un cigarrillo, examinaba sin prisas los rostros
Precisamente el alemán intentaba separar aquellas rodillas infelices de los jóvenes rusos. En pie, a su derecha, el teniente de la
sólidamente soldadas. Jadeaba, hostigado por los gritos y las Feldgendarmerie Hugo Kromeler se mordisqueaba el labio inferior
«órdenes del Reichprotektor, sabiendo que la amenaza de nerviosamente.
encontrarse en primera línea planeaba peligrosamente sobre él. Junto a ¡la puerta se encontraban cuatro Feldgendarmes, los mismos
—¡Guaira! que habían traído a los rusos, en una actitud rígida, empujando la
Sus manazas se introdujeron entre sus rodillas. La cabezota metralleta con una mano y la otra apoyada en la culata
bamboleaba por encima del cuello descamado; de su boca negligentemente.
entreabierta pendía un hilillo de saliva, y sus ojos, más juntos que Losser fumaba el cigarrillo tranquilamente. Poco a poco el humo
nunca, bizqueaban tanto que se hubiera dicho que iban a salírsele de remontaba por su rostro y formaba encima de su cabeza una
las órbitas para reunirse sobre la enorme nariz. nubecita de volutas perezosas.
De pronto Sonia catapultó las piernas. Sus pies alcanzaron al alemán La mirada del Haputsturmführer ahondaba en las de los rusos. Se
en el punto más sensible de su cuerpo. Este retrocedió,.aullando, con veía que intentaba descubrir la debilidad en alguno de los detenidos,
las manos en las partes, cayendo de rodillas, y luego de lado, pero en los ojos de los muchachos había una firmeza que no escapó
jadeando, salvaje, el rostro contraído por el dolor y perlado de sudor. al oficial SS.
Desagradablemente sorprendido porque la reacción inesperada de la
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—Va a ser duro —murmuró dirigiéndose al teniente—, pero también en el cenicero, Losser sacó la «Lüger» de la funda, y con el dedo en
será muy interesante. el gatillo, colocó la mano sobre la mesa.
Kromeler se inclinó ligeramente sobre el SS. —¡Feldwebel!
—¿Sigue pensando que sacará algo positivo? Meisser se dio la vuelta. Al observar la expresión calamitosa que el
—¡No lo dudo! Pero... ¿qué anda haciendo su intérprete? intérprete enarbolaba, Franz dedujo que sus preguntas habían
—Vendrá en seguida, mi capitán. Como le he dicho, le he enviado a quedado sin respuesta. Meisser se acercó más a la mesa y agitó los
visitar a los muchachos de la Wehrmacht. Pero no creo que... labios, pero el SS le detuvo con un gesto.
No terminó su frase porque en ese momento llamaron a la puerta. —¡He comprendido!
Abrió uno de los Feldgendarmes y apareció un hombre,, luciendo Levantó ligeramente la mano y apretó el gatillo. La «Lüger» se le
también el uniforme de la gendarmerie militar, pero con, galones de encabritó en la mano. El disparo salió con un escándalo
suboficial. Delante de la mesa se puso rígido. ensordecedor. Uno de los rusos lanzó un aullido y cayó pesadamente
—¡Feldwebel Meisser! ¡A sus órdenes! llevándose una mano a la rodilla que la bala había destruido. Se
—Muy bien, Meisser —le dijo Franz—. No tengo tiempo que perder. quedó sentado en el suelo, con los ojos llenos de lágrimas y
Mi compañía debe marcharse esta misma noche. Voy a explicarle de quejándose dulcemente.
qué se trata... —¡Vuelva á preguntarle! —bramó el SS.
Aplastó el cigarrillo contra el cenicero. Meisser obedeció, pero los jóvenes no abrieron la boca; sólo el que
—Sé que esos cerdos han debido ayudar a los partisanos. No me permanecía en el suelo seguía quejándose sin cesar de llorar.
pregunte cómo es que he llegado a esa conclusión. Lo importante es Una nueva detonación reventó el silencio. Franz había dispara— do
que esos cuatro nos digan dónde se ocultan los Rojos. Pero antes de contra el mismo ruso, apuntando esta vez al hombro izquierdo. La
preguntárselo, dígales que si no colaboran; no saldrán vivos de la fuerza del proyectil empujó al chico hacia atrás. Un alarido agudo se
Kommandantur. Precíseles que quiero obtener esos informes, incluso escuchó cuando los ecos del disparo todavía no se habían
si para ello tengo que arrancarles el pellejo... ¿Comprendido? extinguido.
— Jawolh! —respondió el feldwebel bruscamente serio. Ahora el ruso gritaba sin descanso. Se retorcía, sin saber a donde
—¡Bueno, empiece! llevarse las manos. La sangre manchaba —las losas de cemento y
Meisser se acercó a los rusos y comenzó a hablarles lentamente. Las los harapos del joven estaban empapados.
palabras sonaban duras y se adivinaba la amenaza que acompañaba —¡Pregúnteles de nuevo!
cada una de ellas. Pálido, Meisser obedeció. Esta vez su voz tenía algo de súplica. No
El intérprete habló largo rato. Acaso repetía algunas frases o estaba acostumbrado a asistir a escenas semejantes, y aunque en
acentuaba otras... ocasiones había visto colgar a un ruso, aquello iba deprisa, y nadie
Franz encendió otro cigarrillo y consideró a los rusos a través de la ignoraba que cerraba los ojos.
cortina de humo. Apenas había hecho la pregunta que estalló el tercer disparo.
Escuchó con claridad da pregunta final que el feldwebel dirigía a los Uno de los muchachos que seguían de pie se llevó las manos al
detenidos, pero ninguno de ellos respondió. cuello. Por allí salió un chorro de sangre. Abrió la boca para dejar ver
Sin duda temiendo la cólera del SS, Meisser, que seguía vuelto hacia una espuma roja y luego, girando sobre sí mismo, cayó como un
los rusos, repitió la pregunta una vez más. Abandonando el cigarrillo árbol abatido por un magistral hachazo.
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No murió en seguida. Rodando por el suelo fue sacudido por Meisser tiró del muchacho que había empezado a confesar y el otro
espasmos violentos, distendiéndose a veces como si su cuerpo se se abatió en el suelo pesadamente, muerto en el acto.
hubiera transformado en un resorte. Finalmente, tras una agonía —¡Llévenle a la mesa! —gritó el SS—. Los otros... (Miró al que muy
larga y penosa pareció relajarse, inmovilizándose sobre un gran asustado había retrocedido, con una nota de locura en los ojos, y
charco de sangre que se había formado bajo él. luego (lanzó una mirada neutra al herido que seguía gimiendo).
Con la pistola todavía humeante en la mano, Franz se levantó, rodeó ¡Basura! ¡No perderlos de vista!
la mesa y fue a situarse cerca del intérprete. Dos Feldgendarmes —empuñando las armas— se acercaron a los
—¡Espere! Antes de preguntarles de nuevo, dígales que no volverá a detenidos. Franz regresó a la mesa. El muchacho se apoyaba en ella,
emplear el revólver. En lo sucesivo me serviré del cuchillo... temblando todo su cuerpo. Unas marcas rojas se le veían en el
Enfundó el arma, extrayendo de su cintura un largo puñal de cuello, allí donde había sido herido por los dedos de su camarada.
comando. —Llévele algo de beber —ordenó el capitán.
La hoja proyectaba reflejos metálicos. Meisser no había Tendió un cigarrillo al muchacho, encendiéndolo.
habladotodavía. Media hora más tarde sabía todo. Cuando finalmente se llevaron al
—Diríjase a ése, al rubio —ordenó Franz—, dígale que si no chico, el herido acababa de morir y Franz miró al teniente con un
responde en seguida le arrancaré un ojo con esto... desprecio que no tenía intención de disimular.
Vibró la voz del feldwebel. Por primera vez desde el comienzo del —¡Todavía tiene mucho que aprender, amigo mío! ¡Para empezar
interrogatorio, Losser consiguió leer el miedo en el rostro del joven vacíe inmediatamente el burdel y cuelgue sin más a esas guarras,
ruso. Experimentó un gran placer. Durante un momento volvió a que como hemos sabido, ocultan los explosivos bajo la cama!
verse en las montañas de Serbia, en circunstancias muy Hugo asintió tristemente, coloreadas las mejillas.
semejantes... —Luego —prosiguió el SS— me dirigiré hacia el bosque, dando un
El color abandonó el rostro del detenido. Le temblaron los labios y gran rodeo para no despertar la desconfianza de posibles espías u
poco después unas palabras salieron de su boca, palabras agitadas, observadores. Como puede ver somos observados por esa canalla
articuladas con una especie de rabia. que trabaja en los campos o en los talleres de la Wehrmacht... Un
—¿Y bien? —preguntó Losser cuando se calló el muchacho. ruso, incluso uno de esos que han aprendido a levantar el brazo, no
—Dice que los partisanos se ocultan en el bosque de Puchia Voditza. puede sino despertar nuestra desconfianza...
—¿Conoce el lugar exacto? Pero le aseguro que en cuanto echemos la mano a los Rojos... ¡van a
—No. Nunca ha ido a ese bosque. Pero afirma que allí se encuentra saber cómo las gasta el Hauptsturmführer Losser!
el escondite del grupo de partisanos.
—Pregúntele si los rusos han venido aquí. ***
—Dice que sí. Han venido a buscar explosivos y... —¿Te vas esta noche?
Uno de los muchachos rusos se abalanzó sobre el que hablaba, y —Sí —respondió Ilya—. Pero estaremos de vuelta mañana por la
intento estrangularle. El SS dio un salto y su mano armada se tendió noche. El Kombat tiene razón: debemos visitar Piorka. Esos valientes
como un fuelle, penetrando el largo cuchillo hasta el mango en el camaradas merecen que les demos las gracias personalmente.
flanco del atacante. —Tendrás cuidado, ¿eh?
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El hombre se apretó contra ella. Como de costumbre estaban bóveda de los cielos, del cráneo, del vientre... de todo su ser, que
desnudos bajo las mantas, pero ahora tenían su cama, un viejo parecía difuminarse en un universo de fuego.
colchón pero qué confortable comparado con el suelo de las canteras
o la hierba y las brindillas del bosque. ***
Las manos de Tumeriev se posaron sobre las caderas de Nathalia: la
chica estuvo a punto de entregarse, pero presa repentina de un loco
deseo de hacerle rabiar, se separó del cuerpo caliente del hombre Con los ojos entornados, Von Sleiter hizo un esfuerzo costoso para
dándole la espalda. ocultar sus sentimientos detrás de un rostro sonriente o más bien
Una protesta débil y ronca se escapó de los labios del ruso. gesticulante.
—¡Nathalia! «¡Pues tienen todos la misma manía! —se dijo, asqueado—. ¡Primero
La joven se reía para sus adentros, adivinando cómo la deseaba él, esa guarra de Marika y ahora el gobernador!»
pero queriendo prolongar la espera hasta los límites de lo posible, —Me ha comprendido, ¿no es verdad? —insistió Alfred con su
preguntándose si sería capaz. vocecita temblorosa.
De pronto él se acercó más a ella. La joven rusa sintió que el cuerpo —Sí, Herr Reichprotektor. Le he comprendido perfectamente...
de su amante se ceñía escrupulosamente a su espalda. Un mordisco —¿Y cree que puede conseguirme ese ejemplar?
progresivo en el hombro la hizo gemir, más de sensual satisfacción Porque el gobernador le había pedido lo mismo que Frau Von
que de dolor. Frummer: dar con un ruso fuerte, primitivo, salvaje, una fuerza de la
De sopetón el hombre la volvió de espaldas, forzándola a plegarse, a naturaleza...
inclinarse, a tenderle su grupa. Entonces comprendió ella sus Kummer había empezado por contarle lo que pasó en el dormitorio
intenciones y estertores de placer le subieron a la garganta. hacía ya tres semanas!
La chica apretó la sábana, sacudida por oleadas de deseo que la —Si he esperado tanto —le dijo el gobernador— era porque no
recorrían como escalofríos ardientes. quería amedrentar a la pequeña... ¡Es tan amable conmigo!
Entonces él la poseyó y ella lanzó un grito de liberación. Se puso a Konrad lanzó un suspiro de satisfacción.
gruñir; por su garganta salieron vibrantes exclamaciones y cerró los —¡Cuánto me alegro! Por un momento temí que esa rusa...
ojos, temblando de gozo. —¡Oh, no! —protestó el otro—. Voy a decirle algo, querido, que
El placer se extendió por ella en oleadas movedizas. Ilya la dejó quede entre nosotros... Casi me ha hecho gozar... ¡Pero
saborear aquella primera tormenta voluptuosa sin participar. Nathalia desgraciadamente es inútil!
jadeaba y gemía. También quería resistir a aquel fuego interno que la —Entonces, ¿el idiota que le envié?
consumía. —¡Puah! ¡Repugnante! Y cobarde... Espero que ya haya tomado
Pero el huracán lujurioso se desencadenó de repente, estallando en medidas...
orgasmo mortal, en detonación volcánica. Esta vez Nathalie no pudo — Natürlich! Ese cerdo ya está en primera línea.
reprimir el aullido que repercutió en la isba. —Perfecto. Ocúpese de lo que le he dicho. Necesito algo
Se retorcía convulsivamente sin poder moderar en nada sus gritos, extraordinario para mi pequeña Sonia. La chica merece lo que le
porque el gozo arrastraba todo su ser para dejarle tan sólo la muerte reservo... ¡pero no quiero que se le haga daño, aunque bajo su
fastuosa de la voluptuosidad, como si un poder infernal reventara la aparente fragilidad oculta el valor de una tigresa!
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—No tema. Ya he prevenido al Standartenführer Teissen quien, como lugares semejantes el hombre pierde gran parte de su prudencia, por
usted sabe, se encuentra a la cabeza de las tropas que acosan a los no decir toda ella, cuando se encuentra en la cama con una mujer.
partisanos. Seguramente ya ha pasado mis órdenes a los jefes de —¡Está usted en lo cierto!
unidad... ¡y en cuanto echen mano a los rojos, tendrá usted Jo que —Fíjese en que esas chicas recibían cada noche la visita de nuestros
desea! queridos Feldgendarmes. ¡Y eso que no son idiotas, pero ninguno de
El Panzerpáhwagen estaba oculto bajo las espesas ramas de los ellos pensó en echar un vistazo bajo la cama!
árboles. Una carretera secundaria, más bien un camino vecinal, —¡Le confieso, mi capitán —sonrió Thiessen— que tampoco yo
pasaba a menos de cien metros del lugar donde se encontraba el habría tenido esa ocurrencia!
vehículo. —¡Pero usted no es un policía militar, Joachim! ¡Cuando uno lleva la
Pequeños grupos de SS patrullaban, vigilando estrechamente la media luna en el pecho, debe saber hacer su trabajo! ¡No pierde nada
carretera. Para no descubrirse se desplazaban por la linde del esperando ese idiota de teniente Kromeler! ¡Si no doy un golpe
bosque; sus uniformes verde-gris contribuían bastante a procurarles maestro voy a enviar un informe sobre él que lo dejará por el suelo!
un camuflaje casi perfecto. La sonrisa del oficial se ensanchó.
El Hauptsturmführer Franz Losser, que acompañaba al teniente —Ayer no estuvo a la altura de las circunstancias. ¡El pobre tipo tiene
Thiessen, repasaba atentamente el dispositivo que había montado un canguelo! Como si se oliera que se le echa encima una tormenta...
por su cuerpo, cerca del vehículo blindado, sobre cuyo capó había —¡Peor para él! ¡No tenía sino que hacer su trabajo correctamente!
instalado el mapa del sector. ¡Las escoltas que murieron durante los ataques de los partisanos no
—No creo que la gente del pueblo tenga la mínima posibilidad de eran responsables de la imbecilidad de ese Feldgendarme!
prevenir a los partisanos —dijo sin levantar la cabeza—. He hecho Sakrament! Cada vez que recuerdo lo que me dijo...
detener el trabajo precisamente para impedir desplazamientos ¡Se tiene que ser cretino, maldita sea! ¡Estaba convencido de que los
difícilmente controlables. Todos los habitantes de Piorka están en sus explosivos robados sólo servían para pescar en el Nieper! ¡Por poco
casas y los hombres de la sección del Obersturmführer Brockmann no distribuye cartuchos de dinamita a los Ruskis para que mejoren su
patrullan por las calles. menú! ¡El muy creti...!
Albert, que acababa de encender un cigarrillo, asintió con la cabeza. —¡Mi capitán!
—Opino que ni un solo Ruski se atreverá a salir de su casa. El radio del Panzer había abierto la portezuela. Franz se volvió,
¡Después del espectáculo que les ofrecimos ayer, no deben tener frunciendo las cejas.
¿ganas de volver a las andadas! —¿Sí?
—¡Necesitaban una lección! —gruñó el capitán—. Confíe en mi —¡Le llaman del P.C. del Standartenführer!
experiencia: cuando se trata de castigar a alguien, lo mejor es —¡Ya voy!
ejecutarle en público, delante de todo el mundo... Thiessen se quedó inmóvil, con el cigarrillo entre los dedos y la
—¡Las putas que usted mandó colgar junto a los chicos gritaban mirada perdida a lo lejos. Pensaba en sus hombres, diseminados a lo
como bestias degolladas! largo de aquella mala carretera y se preguntaba, no sin cierta
i-¡Ellas se lo buscaron, las muy guairas! No sé si ya se lo he dicho, aprensión, si los rojos iban a caer en la trampa que Losser les había
pero es precisamente en los lugares públicos, como los burdeles, tendido.
donde hay que desconfiar de la traición. Desgraciadamente en
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Si todo marchaba como esperaba, la compañía obtendría
seguramente unos días de descanso y hasta era posible que les ¿Por qué se debatía en aquella especie de abismo hecho de angustia
premiaran con algunos permisos. y de desesperación? No quería pensar en eso. Aferrándose a dos
Durante un momento, dejándose llevar por los recuerdos, Joachim recuerdos todavía cálidos de aquella noche de amor feroz, salvaje,
pensó en su familia, a la que no había visto desde hacía muchos Nathalia se mordisqueaba dulcemente los labios, como si quisiera
meses. Una íntima dulzura se despertó en su espíritu, pero la voz encontrar así el gusto de los de su amante.
rabiosa del capitán segó bruscamente el hilo de sus pensamientos. Se encontraba magullada, dulcemente cansada después de los
—¡Increíble! ¡Lo que nos faltaba por ver! debates que la habían hecho feliz en repetidas ocasiones. Y en la
Thiessen miró a su superior con curiosidad. Losser pataleaba de tibieza de su cuerpo, todavía húmedo, guardaba el recuerdo vivo,
rabia, una mueca horrible en la boca. palpable, del cuerpo de Ilya Tumeriev.
—¡No sé si echarme a reír o a llorar! —lanzó entre dientes— ¡Vaya Sin embargo se preguntaba si el hecho de haberse entregado sin
una guerra, amigo mío! reservas no ocultaba una especie de premonición, habiendo actuado
—Pero —preguntó Joachim empujado por la curiosidad— ¿qué pasa, —al menos así lo creía— como esas mujeres que pasan su última
Hauptsturmführer? noche con el marido que va a partir hacia el frente...
—Lo que le he dicho: ¡algo increíble! Orden desde arriba de reservar «Regresará mañana —se dijo, intentando tranquilizarse
dos o tres prisioneros que deberán ser enviados sin pérdida de desesperadamente—. ¡No seas tonta, Nathalia! Estará a tu lado
tiempo y fuertemente escoltados a Kiev... antes de que pase un día...»
—Seguramente quieren interrogarles. Ese pensamiento estremeció su cuerpo, y otros pensamientos, más
—¡Y un cuerno! El pobre Standartenführer estaba desolado concretos, más precisos, se formaron en su espíritu. Una nueva
sinceramente. Bastaba con oírle... ¡No, amigo mío! No piden oleada de deseo la recorrió y se preguntó, riendo, cómo era que
prisioneros con el motivo que los quieres salvajes, bestiales, nunca se sentía satisfecha, que tuviera siempre aquel apetito
bestiales, primitivos, ejemplares seleccionados con tiento... ¿No se indomable... idéntico al primer día en que se entregó. De nuevo, sin
da cuenta de lo que significa todo esto, Thiessen? que pudiera hacer nada para evitarlo, la tristeza se le metió dentro, y
—Pues no, francamente... —confesó el oficial. se contrajo de inquietud, perdiendo toda su alegría.
—¡Pues yo sí! —gruñó el capitán—. Detrás del Standartenführer se Saltó fuera de la cama, no sin pena, y empezó a vestirse. Todavía era
encuentra sin duda Von Sleiter...y detrás de él unas cuantas guairas de noche, pero una claridad difusa penetraba ya a través del cristal
que sólo piensan en eso! ¡Yo conozco una de ellas, amigo mío! sucio de la única ventana de la isba.
¡Marika von Drummer, la chavala más terrible que pueda imaginarse, Abandonó la isba, incapaz de seguir en ella. Una vez fuera aspiró
la hembra más caliente que se haya echado a la cara! ¡Y pondría la golosamente el aire fresco del alba. El campo de los partisanos
mano en el fuego si esa perra, y acaso otras, no han empujado a Von estaba envuelto por el silencio de la noche, aunque Nathalia sabía
Sleiter a dar esa orden estúpida!. Scheissel ¡Estamos podridos, que unos centinelas permanecían alerta en las tinieblas, con las
amigo mío! armas en la mano y los cinco sentidos despiertos.
Imaginó a Ilya con el «Kombat» y los tres hombres que les
CAPÍTULO XVI acompañaban, andando en la oscuridad, atravesando el bosque para
alcanzar la carretera que iba a conducirles a Piorka.
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Nathalia no había estado nunca en aquel pueblo y lo odiaba, sin Ahora estamos seguros de que los rojos no poseen emisoras
saber por qué. Había oído hablar de las chicas que habían escapado ¿Comprendido?
a los nazis, gracias a la habilidad y al valor del camarada Keonov... — Jawohl, Hauptsturmführer!
—¡No deja de tener gracia! —se burló en voz baja—. ¡Así que te Cuando se alejó el Sturmann, Losser encendió un cigarrillo.
corroen los celos, pequeña! Estás pensando en esas mujeres a las Enarbolaba una expresión alegre.
que sin duda visitará Tumeriev... y te tiembla el cuerpo... ¡te erizas —¡La suerte está con nosotros! —dijo a Thiessen—. Esos idiotas van
como una loba defendiendo a su macho! a facilitamos las cosas. Como puede ver yo estaba en lo cierto. Los
rojos se ocultan en el bosque, hacia el oeste, y su escondite no debe
*** andar lejos del lugar donde los nuestros han descubierto ese grupo...
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Joachim.
El soldado se abrió camino por entre los matorrales; a continuación Losser tardó unos segundos en responder. Le brillaban los ojos.
atravesó la carretera, penetrando en el bosque y descubriendo, —¡Muy sencillo, amigo mío! Les dejaré avanzar y hasta les permitiré
instantes después, la masa imponente del Panzerpáhwagen bajo los que alcancen el pueblo... ¡Eso es, Sakrament! ¿Cómo no lo he
árboles. pensado antes?
Apresuró el paso, inmovilizándose ante los oficiales. Tendió el brazo Se precipitó hacia el vehículo blindado. El Funker le puso
derecho y aulló un atronador: rápidamente en contacto con la Kommandantur de Piorka.
—Heil Hitler! —¿Teniente Kromeler?
Franz y Joachim respondieron, al saludo del SS. Pero cuando el —¡Soy yo, capitán!
capitán se disponía a interrogar al soldado, éste se le adelantó,, La voz del Feldgendarme le llegó clara e inteligible.
demostrando así su impaciencia por informar a su superior. —Escúcheme con atención, Hugo —dijo Losser hablando lentamente
—¡Ya llegan, Hauptsturmführer! —: Un reducido grupo de partisanos se dirige al pueblo.
—¿Quiénes? —preguntó Losser frunciendo las cejas. Sólo son cinco... Quiero que retire todas las patrullas que recorren las
—¡Los partisanos! Pero no todos, claro. Sólo cinco. Les hemos visto calles... pero sin dejar que los civiles abandonen sus casas.
en el bosque. Se dirigen hacia la carretera... —Comprendo.
—¿A qué sección perteneces? —Es preciso que Piorka ofrezca su aspecto habitual. Coloque a
—¡A la del Obersturmführer Schenkel, mi capitán! alguien de confianza para que vigile la carretera del bosque...o mejor
—Perfecto. Eso significa que vienen directamente del oeste» ¡No me aún:
equivocaba! disponga cuantos hombres pueda al acecho. Que puedan observa la
Se rascó pensativamente el mentón y la barba rechinó. marcha de 'los rojos sin que éstos se aperciban... Quiero saber a
—¿Sólo han descubierto a cinco? dónde se dirigen y quién es su contacto... ¿Estamos?
—Sólo cinco, mi capitán. —¡Perfectamente!
— Gut! Regresa inmediatamente junto al teniente Schenkel. y dile —Es evidente que en cuanto se pongan en contacto con su cómplice,
que en lo sucesivo puede ponerse en comunicación conmigo por éste les pondrá sobre aviso y se darán cuenta de que han caído en
radio... una trampa. ¿Me sigue usted?
—Sí, mi capitán.
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—¡Perfecto! Es entonces, pero no antes, cuando debe intervenir —¡Entendido!
usted. —Manténgame al tanto... ¡y no cometan errores!
¡Sobre todo que no se les escapen! Pero hay otro punto muy —No tema.
importante... ¡Los quiero vivos! Ni heridos, ni muertos, sólo —Heil!
prisioneros...
Su voz cambió bruscamente de tono, haciéndose aguda, silbante. ***
—Espero, teniente, que esta vez no hará tonterías... De ello
dependen demasiadas cosas para no podemos permitir ni el más Yendo de un lado a otro de la habitación, Ivan Ivanovich Leonov se
mínimo error... consumía de impaciencia.
No quisiera que interpretara mis palabras como una amenaza... Acurrucada ante el fuego, su mujer, Nadia Ivanovna, le miraba a
¡peroprocure ejecutar mis órdenes correctamente! ratos, observando con mirada apesadumbrada la maciza silueta de
Cortó la comunicación y dijo al Funker: su marido.
—Ahora deseo hablar con el teniente Schenkel. Comprendía perfectamente sus preocupaciones, puesto que ella
Segundos más tarde se apoderaba de nuevo del micrófono. misma había sido la primera en sentirse sorprendida ante las órdenes
—¿Sigue vigilándoles, Albert? de los alemanes de interrumpir el trabajo, cosa que no había ocurrido
—Sí, mi capitán. No sospechan nada. hasta el presente.
—¿Hay algún jefe entre ellos? Era preciso que los nazis preparasen algo terrible para decidirse a
—Es difícil decirlo, porque todos ellos llevan viejos uniformes del detener los trabajos, sobre todo los que concernían a la nueva
ejército rojo, sin insignias. Es posible que uno de ellos,, un tipo carretera. Nadia, que trabajaba en la explanación de aquella
bastante elegante, sea un oficial... Lo que puedo decirle es que entre carretera, sabía la importancia que tenía aquella vía de comunicación
ellos hay un verdadero gigante, un monstruo que debe medir cerca para el enemigo. Los guardianes, soldados de la Wehrmacht,
de los dos metros... hostigaban sin cesar a los trabajadores, castigando duramente a los
—Ya veo... —dijo Franz sonriendo solapadamente—. Escúcheme con rezagados.
atención, Schenkel... En cuanto se alejen de las posiciones que Ivan se detuvo detrás de su mujer. Con las manos hundidas en los
ocupa su sección, les seguirán por el bosque. Esos cinco dejarán bolsillos de su pesada chaqueta, consideró durante un momento el
bastantes rastros como para que puedan seguirlos hasta su destino... juego de las llamas en el hogar.
—Eso será fácil, mi capitán. Andan despreocupados, sin la menor —¡Es repugnante! —dijo por último—. ¡Ni siquiera me han dado
sospecha de que estamos aquí. Deben creer que nuestras fuerzas no tiempo
se aventuran nunca por estos parajes. para prevenir a los partisanos!
—¡Perfecto! —era su palabra preferida—. Incluso si descubren su La mujer husmeó el vapor que salía de la cacerola que descansaba
escondite, no les ataquen. Adviértanme por radio y enviaré otras dos en el fuego; luego dejó caer la tapa y se levantó.
secciones. Yo mismo estoy interesado en participar en la operación. —Creo que te preocupas demasiado, Ivan —dijo Nadia con voz
Pero si no pudiera, que no se le olvide sobre todo que queremos tranquila—. No pueden saber dónde están nuestros camaradas...
hacer el mayor número posible de prisioneros. ¿Entendido? —¡Que te crees tú eso! —se burló él—. Te aseguro que esos
canallas andan tramando algo. Hasta ahora hemos actuado como—
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niños, creyéndonos todo permitido... ¡todo por culpa de ese oficial de Se acercó a la ventana y levantó imperceptiblemente la cortina. La
la Feldgendarmerie! ¡Pero no olvides que ahora atenemos, que calle estaba vacía y también la plaza donde, media hora antes, había
vérnoslas con los SS, y según lo que he oído decir a los visto a los Feldgendarmes armados hasta los dientes.
Feldgendarmes, ese capitán es una hiena, un hombre duro que sabe —¡No hay nadie! —exclamó, sorprendida.
— perfectamente lo que se hace! —¡Mejor así! —sonrió Iván—. No te muevas. Si no estoy de vuelta
—Pero —insistió la mujer— incluso si recorren los bosques tardarían antes de la noche, no te inquietes. Ya sabes que estaré con nuestros
semanas en dar con el escondite de nuestros camaradas. ¡Olvidas, camaradas...
mi pobre Ivan, que el bosque de Puchia Voditza es inmenso! —¡Ten mucho cuidado! —le dijo ella con voz truncada.
—Sí, lo sé, mujer... ¡pero también empiezo a conocer a los SS!
Supón que el Kombat envía a alguien, como suele hacer, para pedir CAPÍTULO XVII
nuestra ayuda... ¡Si los SS le atrapan, se acabó! ¿O es que has
olvidado cómo ese hijo de perra ha obligado a hablar a los pobres Habían transcurrido tres meses desde que el camarada Leonov las
chicos antes de colgarlos? había llevado allí a toda prisa, mientras que la batalla se encarnizaba.
—¡No me hables de eso, por favor! —suspiró ella, estremeciéndose. De la vieja cantera abandonada hacía tiempo sólo quedaba aquella
Leonov lanzó un gruñido sordo. galería que rezumaba humedad, un lugar frío y desagradable, un
—¡Si pudiera salir de aquí! ¡Nadie como yo conoce los atajos para mundo hostil en el que las diez jóvenes vivían precariamente.
llegar hasta donde los partisanos... ¡Es lo que debería hacer! Por suerte no les había faltado la comida. Acudiendo él mismo o bien
—¡No digas locuras! Ya sabes que los nazis están en las calles, y enviando a algunos jóvenes camaradas del Komsomol, Ivan les había
que vigilan todas las salidas de Piorka... procurado de qué comer, ocupándose también de abrigarlas contra el
—¡Qué le vamos a hacer! ¡Debo actuar y eso es todo! ¡Si me quedo frío. Contaban con bastantes mantas, pero la temperatura era mucho
aquí voy a explotar! menos terrible que la soledad, y contra ella Leonov nada podía.
Se acarició la barba de un rojo vivo, como el pelo. Todas ellas no procedían de Piorka; en realidad sólo dos de entre el
—Espera un poco... Si sólo atravesara los patios... pasando por casa grupo, María y Nadiegda, eran oriundas del pueblo. Las otras
de Sergueiev, y luego por la de la vieja Piotrovna... su patio da procedían de distintas ciudades de Ucrania o de otra parte, y hasta
exactamente al riachuelo... Desde allí podría ganar el bosque había una rubia encantadora de cabellos casi blancos que había
atravesando el viejo koljós... llegado de Moscú: Katerina.
—¡Estás completamente loco! El hecho de que aquellas chicas se encontraran en Piorka era debido
—Puede que sí, mujer... pero voy a intentarlo. Tú, mientras salgo al congreso de los komsomols femeninos que había tenido lugar en
poratrás, vigila la calle, por la ventana, sin que te vean. Kiev, en el preciso momento en que el Reich invadió Rusia.
¿Comprendido? Asustadas por los bombardeos alemanes de Kiev, habían llegado, sin
La mujer asintió tristemente con la cabeza. saber muy bien cómo, hasta la pequeña Casa de Jóvenes de Piorka,
—Da! un pueblo aislado donde las autoridades ucranianas creyeron que no
Sabía que nada iba a detener a su marido. Y en el fondo se sentía tenían nada que temer.
orgullosa, aunque su pobre miedo de mujer le torcía el vientre El empuje fulgurante de la Wehrmacht y los numerosos problemas de
dolorosamente. todas clases que suscitaba la situación mantuvo a los responsables
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alejados de los problemas secundarios, y sin la precaución y la También Ilya sentía la misma y extraña impresión. Se volvió' y levantó
decisión de Leonov, las chicas habrían caído en manos de los la cabeza para mirar al siberiano.
hitlerianos como tantas otras. —Tú, Karpucha —dijo— has venido a menudo por aquí. ¿Es que
Al miedo terrible de los primeros momentos, cuando llegaba, hasta siempre está tan tranquilo como ahora?
ellas el escándalo de las explosiones, siguió cierta sensación de El gigante asintió con la cabeza.
seguridad. No era que creyeran haber escapado a todos los peligros, —Siempre —respondió con su vozarrón—. No olvide, camarada
pero la presencia de Ivan Ivanovich, así como de los jóvenes que les teniente, que los fascistas andan más al norte, en los koljoses y por la
habían llevado provisiones y mantas, las había tranquilizado un poco. carretera que están construyendo.
Por otra parte eran chicas avispadas, cualidad que les había —¡Es simplemente formidable! —exclamó Alexandre Pavlovich—.
permitido no caer en el marasmo de la inactividad. Leonov les había ¡No lo hubiera creído! Y sigo sin comprender cómo es que los nazis
llevado unos libros, lápices y cuadernos. En seguida habían no han pensado que esta zona es precisamente ideal para nuestro
organizado cursos y conferencias y una de ellas, Elisabeta, joven tráfico...
profesora de lenguas en la universidad, se encargó espontáneamente —¡Ni que fueran unos mentecatos! —se burló el siberiano—. ¡Dicen
de un curso de lengua alemana que todas sus compañeras siguieron que los Fritz son gente inteligente, pero si de verdad lo fueran no se
con verdadero interés. dejarían mandar por un demente como Hitler!
Prudentes y realistas hablaban poco de su precaria situación? —No te fíes, camarada Karpucha —soltó Tumeriev—. ¡No desprecies
presente, prefiriendo ocuparse de sus «deberes», intentando al enemigo o estás perdido! Si no han venido por aquí es porque
sabiamente poner entre la realidad y su sensibilidad un muro de tienen otras cosas que hacer. A medida que se acercan a Moscú,
trabajo que les hiciera olvidar su situación presente. como las líneas de abastecimiento se estiran sin cesar, necesitan
Jóvenes, muy guapas, se esforzaban por luchar contra la indiferencia más y más hombres para llevar las municiones y las provisiones a la
y la suciedad. Por fortuna un riachuelo corría cerca— de la cantera, y vanguardia... Por otro lado todavía no les hemos dado mucho
allí iban a lavarse cada día, lavando la ropa, sabiendo perfectamente quehacer. Aparte de algunos atentados sin más, su retaguardia está
que la pendiente que conduce a la desesperación puede anunciarse tranquila...
por la desidia. —¡Pero eso se va a acabar! —gruñó Pavlovich—. Tienes razón, Ilya.
Sin embargo estaban lejos de imaginar el papel que iban as ¡En cuanto Moscú nos envíe lo que necesitamos no les dejaremos un
representar en el mundo trastornado que habían desertado momento de respiro! Les hostigaremos por doquier, noche y día...
voluntariamente. El destino les reservaba pruebas duras y dolorosas. ¡los volveremos locos, te lo prometo!
Pero como no podían escudriñar el futuro, se ocultaban, si no felices Tumeriev miró al Kombat. Alexandre enarbolaba una expresión feroz
al menos conscientes de haber escapado a la barbarie y al salvajismo y sus ojos despedían un brillo metálico. El odio desfiguraba sus
de los hombres pertenecientes al temido Herrvolk. rasgos normalmente agradables y una mueca horrible curvaba
desagradablemente su boca.
*** «¿Qué sería de nosotros sin el odio? —se preguntó Tumeriev
soltando un suspiro—. Es, sin duda alguna, la única fuerza que nos
—Está muy tranquilo por aquí, ¿no le parece? mueve, la única fuente de energía de la que extraemos el empuje
para cada día... El odio... ¡es formidable pero no puedo
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experimentarlo como ellos! Acaso —y entreabrió la boca en una —¿Oficiales... o jefes entre ellos? —preguntó Franz.
sonrisa apenas perceptible— mi incapacidad para sentirlo me viene La frente del oficial SS se llenó de arrugas. No se había percatado de
de Nathalia...» ninguna diferencia entre los hombres que sus soldados habían
Tuvo que rendirse a la evidencia. capturado. Puede que aquellos dos...
Desde que había encontrado a la joven rusa su corazón se veía —¡No lo sé, francamente, mi capitán! Dos de ellos parecen
incapaz de albergar otra cosa que no fuera el amor, aquel deseo —la diferentes... y luego hay un gigante, una bestia, pero no creo que sea
palabra no tenía importancia alguna —que le consumía. un oficial...
Incluso la guerra, ¡maldita sea!, había perdido su importancia. Con un —¡Un Tarzán!
curioso desdoblamiento su espíritu se acercaba a Nathalia. —Sí. Casi alcanza los dos metros. Se diría un hombre prehistórico...
A veces hasta sentía vergüenza, y apartaba la mirada, como Una sonrisa maligna erró por los labios de Franz.
si sus compañeros pudieran descubrir en su rostro aquel sentimiento —Ya veo. Parece ser que la suerte está de nuestra parte... Pero
que se parecía tanto a la cobardía... dejemos eso... Según lo que dice usted están esos dos jefes, y luego
«¡No! —se dijo con una especie de violencia—. Soy tan capaz de ese gorila... ¿no es eso?
luchar como el más pintado. Pero no pueden comprenderlo... No, no —Ja!
pueden saber ni conocer la felicidad que experimento...» —Perfecto. Prepárales, iré a verles dentro de unos minutos... verá
Durante un momento cerró los ojos para que ni una sola chispa de su cómo esa gente habla... No olvide que lo que necesitamos saber en
alegría escapara de su espíritu satisfecho. seguida es dónde tienen la madriguera... Y ahora que caigo... ¿dónde
El grito salvaje de Karpucha le abismó inmediatamente en contacto está su compañía?
con la realidad. ¡Pero cuando abrió los ojos comprendió con una —En su lugar, como ordenó usted, Hauptsturmfuhrer. Sólo he
rapidez que le heló la sangre que estaban atrapados! retirado de las posiciones a los hombres que han acompañado a los
Temiendo la reacción del gigante siberiano, Pavlovich levantó los prisioneros.
brazos. Por todas partes se erguían las siniestras siluetas gris-verde —¡Formidable! Quédese aquí, amigo mío... En cuanto esos cerdos
de los SS, amenazadoras, demasiado numerosas como para desembuchen se dirigirá usted a su madriguera... y entonces, antes
permitirles la menor escapatoria... de que intervenga el P.C... terminará con toda esa basura!
El siberiano gruñía como un oso y soplaba furiosamente, pero con los ¿Comprendido?
ojos fijos en el Kombat se dejó desarmar, como los otros, y Tumeriev, El teniente Schenkel se puso tieso. Entrechocó los talones con un
que por un momento temió la lucha, lanzó un suspiro de alivio, ruido seco.
porque nunca había temido tanto a la muerte como en aquel —Jawóhl, Hauptsturmführer!
momento...
***
***
—¿Cuántos son? —preguntó el capitán Losser. Libre de toda vigilancia, la pequeña Sonia Lochakovna erraba por el
—¡Cinco, Hauptsturmführer! —respondió el teniente SS Albert palacio del gobernador quien, visiblemente ocupado, había ido a
Schenkel, que se apresuró a reunirse con su jefe en cuanto los Kiev, y a continuación a Berlín, donde debía permanecer al menos
prisioneros cayeron en sus manos. tres semanas según lo que se había rumoreado antes de su marcha.
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A Sonia le habría importado un pito la ausencia del Reichprotektor, de Feldgendarmes a los que habían engañado fácilmente.
no ser que aquel hombre, que no era el que ella se había imaginado No, aquel hombre conocía perfectamente su trabajo, y si él, Leonov,
en un principio, no hubiera tomado antes de irse ciertas decisiones no hacía caso lo antes posible, ¡la resistencia en Ucrania se iría al
que habían dado al traste con los proyectos de la rusa. carajo!
Para empezar, oliéndose su papel que representaba la otra chica, Entre los hombres que los nazis habían capturado sólo conocía al
Kummer la había enviado al burdel de Chekolovka sin conmoverse alto siberiano, el camarada Karpucha que había venido a menudo al
por las súplicas y lágrimas de su amiga. pueblo.
Luego le había ordenado no moverse de la mansión, prohibiéndole Pero tras observar a los otros, sobre todo a los dos hombres que
toda salida. Dos viejas rusas, mujeres de Kiev, vinieron al palacio ahora andaban a la cabeza de los prisioneros, Ivan Leonov se dijo
para ponerse al servicio de la joven. que eran los jefes del grupo, y eso le causó frío en la espalda.
Resignada al principio, Sonia no dijo nada, pero en cuanto se fue el —¡Qué porquería! —gruñó entre dientes—. ¿Por qué han decidido
poderoso personaje dio rienda suelta a su cólera, hostigando a las esos dos idiotas ir a Piorka? ¡Y tenía que ser en el preciso momento
mamuskas, gritando como una loca y, por último, importándole un en que el pueblo y sus alrededores apestan a fascistas.
rábano las consecuencias, intentó atraer, por cierto en vano, uno o Le gustara o no Ja Resistencia había sido decapitada, e incluso si él
varios SS de la guardia del viejo castillo ucraniano. tomaba el mando —no siendo militar tenía muchas dudas al respecto
¡Sin éxito! — la cosa no iría nunca como tenía que ser.
Los hombres del cuerpo de guardia se limitaron a mirarla con visible —De cualquier modo debo prevenir a los otros —siguió diciéndose—
desprecio y luego le volvieron la espalda y se alejaron con pesadez. antes de que los nazis les caigan encima. Luego ya se verá...
Loca de rabia se encerró en su habitación, donde permaneció varios Abandonó el escondite, introduciéndose por un camino tortuoso que
días. Por último salió y erró por la enorme casa, silenciosa, subía hacia la colina.
consumiéndose de impaciencia, jurándose una y mil veces que haría Presa de pensamientos contradictorios, se rompía los cascos
pagar «a aquel cerdo de gobernador» todas las miserias que estaba intentando, dar con una solución a los problemas que le abrumaban...
pasando. Para empezar no sabía cómo iban a recibirle los partisanos. Aunque
debían conocerle, sin duda porque Karpucha les habría hablado de
*** él, al igual que a los jefes del grupo, no estaba seguro de que los
Oculto tras los árboles, Ivan Leonov asistió, testigo aterrorizado, a la otros aceptaran fácilmente sus proposiciones. Incluso si los
captura de los miembros del grupo de partisanos que habían caído guerrilleros le seguían, y debían hacerlo si no quería caer en garras
estúpidamente en una trampa tan simplona. de los nazis, no estaba seguro de que obedecerían sus órdenes y
Pudo haberles prevenido, pero dado el número de SS que se mucho menos que le aceptaran por las buenas como el nuevo jefe.
ocultaban al borde de la pequeña carretera forestal, Ivan no hizo Sin embargo nadie como él para desplazarse en aquel país que
nada, previniendo la catástrofe que habría resultado de haber dado la conocía como la palma de la mano; además tenía amigos en todas
alarma. las ciudades, pueblos y caseríos, y conocía a sus compatriotas que
Ahora, mientras seguía con mirada apenada al grupo de cama— se habían inclinado dócilmente ante los alemanes, convirtiéndose en
radas que se llevaban los alemanes, empezaba a comprender que no sucios colaboradores.
debía tomar al jefe de los SS por un imbécil, comparándole a los
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En el fondo, sin que osara confesárselo, Leonov siempre había Anatoli Rudenski levantó la cabeza y una sonrisa erró por su boca.
soñado en convertirse en alguien de gran importancia. Eterno Tenía un cigarrillo en la mano izquierda. Dirigió una’ mirada amistosa
burócrata del Partido, su deseo profundo era el de abandonar el a la muchacha.
despacho para ponerse a la cabeza de un grupo armado. —Me encuentro perfectamente bien, Nathalia Semionovna —articuló
Su ajetreada salud, por un lado, y la amistad de los bonzos de con voz dulce y cálida—. ¡Gracias a sus cuidados, claro está!
Moscú, le habían cerrado la puerta en las narices del ejército Rojo. La chica fue a sentarse en la cama a su lado. Una arruga le surcaba
De modo que se había convertido en un funcionario, colaborando con la frente. Sin saber exactamente por qué seguía experimentando una
la Guepo, sirviéndose de espías, llevando a cabo un trabajo secreto angustia premonitoria y obsesiva que planeaba como una amenaza
que le había procurado gran placer. misteriosa por su espíritu.
Por un momento, invadido por ideas mucho más regocijantes, a Como si el médico leyera sus pensamientos, dijo suavemente:
medida que se dejaba arrastrar por sus proyectos, olvidó un poco lo —Se ha ido, ¿no es verdad?
que había visto y contempló, con complacencia, el futuro que le Habían hablado a menudo de Tumeriev, y el doctor estaba al tanto de
esperaba. lo que la joven sentía hacia el teniente del ejército Rojo.
Pero en el momento en que alcanzaba la cima de un montículo, y Aquella pasión, que sucedió a su terrible desgracia, había despertado
cuando se disponía a descender por la otra vertiente, avanzando en Anatoli un dolor creciente, pero la dedicación que Nathalia le había
siempre por el bosque, se inmovilizó, con la sangre bruscamente dispensado tan generosamente le había hecho— olvidar los
helada. recuerdos que la felicidad de la rusa despertaban en él.
Abajo, cortándole definitivamente el camino, una compañía de SS —Sí —respondió ella asintiendo gravemente con la cabeza-Se han
ocupaba la vertiente opuesta de la colina. Por aquel lado todo el ido esta mañana...
bosque hormigueaba de nazis, armados hasta los dientes. —No tiene por qué preocuparse —dijo con una sonrisa alentadora—.
Repentinamente desamparado, Ivan Leonov sintió que las piernas le Sacha sabe muy bien lo que se hace. Le conozco desde hace mucho
flojeaban. tiempo, ya sabe, y puedo asegurarle que no es la clase de hombre
Podía seguir un sendero, más al norte, pero eso le suponía un rodeo que hace las cosas a la ligera...
enorme para alcanzar el campamento de partisanos a donde acaso —¡Esta sucia guerra! —suspiró ella.
llegaría demasiado tarde. —Sin ella —replicó el médico— no habría conocido seguramente a
—¡Cerdos! —gruñó en voz baja. Ilya.
Sin embargo, su deseo de reunirse con los guerrilleros era —Es cierto —asintió Nathalia—, ¡pero sin embargo la maldigo! ¡La
demasiado fuerte. Permaneció largos minutos inmóvil, mirando con vida es demasiado corta para que la abreviemos todavía más! ¿No
rabia las siluetas enemigas; luego, decidiéndose de pronto, torció opina como yo?
hacia el norte, apresuró el paso y se perdió entre los arbustos. Rudenski tardó unos segundos en contestar. Su sonrisa se había
esfumado y unas arrugas profundas corrían por su frente ancha y
*** alta.
—¿Se encuentra mejor, camarada doctor? —Nuestra propia estupidez —afirmó al cabo de un breve silencio —
nos procura una falsa idea de nuestra vida. Es sin duda
debido a que poseemos la facultad de pensar que creemos a pie
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juntillas en nuestra superioridad sobre el resto de los seres vivos. habían sido encerrados en el sótano de la pequeña Kommandantur
Pero somos como ellos, pequeña... ¡como hormigas o microbios, y de Piorka.
moriremos como ellos! —Son cinco, ¿no es cierto? —preguntó bruscamente Franz.
Esbozó una mueca escueta. —Sí, mi capitán. Ya le he hablado, creo, de esos dos que son los
—¡Bueno, no como ellos exactamente, puesto que ellos tienen* la jefes, y luego del bruto, un siberiano enorme... y los otros dos simples
suerte de no conocer la muerte! partisanos...
La muchacha le miró llena de dudas. —¡Perfecto! Vamos pues a centrar el interrogatorio en estos dos
—¿Cree usted que los animales no saben que van a morir? últimos; pero para mejor alcanzar nuestros fines, empezaremos por
—No, no lo saben. Se defienden contra el dolor y el peligro, pero de un «tratamiento de choc» que me ha valido resultados positivos allí,
un modo puramente instintivo. Sólo el hombre conoce su destino en Yugoslavia...
último y por lo tanto es el único en angustiarse... —¿De qué se trata? —interrogó Heiz, mordido por la curiosidad.
Ensanchó la sonrisa y el tono de su voz perdió la gravedad de poco Con una sonrisa torcida en la boca, Losser miró a su compañero con
antes. divertimiento.
—¡Pero dejemos a un lado todo eso, Nathalia! No haga demasiado —¡Ya verá, Obersturmführer! Pero dese cuenta de que cuando
caso a las palabras de un hombre amargado como yo. Más vale que empieza un interrogatorio los que van a sufrirlo se esperan, en
piense en el regreso del camarada Tumeriev- principio^, preguntas puramente formales, casi amables. Cuentan con
—Gracias, doctor. Precisamente iba a sugerirle algo. eso, créame... para procurarse fuerza que, cuando el interrogatorio se
—Diga. endurezca, les permitirá defenderse de modo encarnizado. ¿Me sigue
.-Venga a dar un paseo conmigo. No ha salido de la barraca desde usted?
que llegó aquí. No hace mucho frío ahora y el bosque es. magnífico... —¡ Completamente!
Le llevaré hasta el río, donde hay rincones encantadores... —Un choc de cierta violencia produce, en principio, excelentes
—La idea me está tentando —murmuró el médico—. Pero me parece resultados. Ya lo verá. ¡Hemos llegado!
que en el fondo tiene usted razón. No es bueno dejarse llevar por La minúscula Kommandantur no era sino el cuartel de los
pensamientos taciturnos. Se corre el riesgo de convertirse uno en Feldgendarmes de Piorka. Una de dos pisos, pesada y maciza de
neurasténico. ¡Vamos pues! Sin duda alguna lo que me ha propuesto muros grises y agrietados.
me hará mucho bien. Hugo Kromeler, el teniente la Faldgendarmerie, les esperaba con una
sonrisa forzada en su boquita. Bastaba con mirarle para darse cuenta
CAPÍTULO XVIII del profundo cambio que se había operado en él en cuanto se
encontraba delante del SS. Se le contraía el rostro y una palidez
—Voy a mostrarle —dijo el capitán Losser con una sonrisa «cruel en cerúlea suprimía todo color de sus mejillas infantiles. Se le arrugaba
sus delgados labios— ¡cómo se lleva a cabo un interrogatorio como la frente y la sonrisa de la boca se tornaban en rictus.
éste, definitivo! —¡Todo está listo, Hauptsturmführer!
El teniente-SS Heinz Ziegler asintió gravemente con la cabeza, pero —Bien. No perdamos tiempo...
no dijo nada. Venía de visitar a los prisioneros y había venido para Precediendo a los otros dos, Kromeler se introdujo por una escalera
explicar al Hauptsturmführer que todo estaba listo, y que los rusos de peldaños húmedos que conducía al sótano. Ziegler, que cerraba la
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marcha, vio que el capitán desenfundaba la «Lüger» que empujó, —Os doy dos minutos para decirme dónde se oculta vuestro.grupo de
pegando la mano armada a la pierna. guerrilleros.
Al llegar abajo, el centinela, un Sturmann, abrió la pesada puerta, Alexandre devolvió la mirada al SS. Contrariamente a lo que
dando la luz. Una bombilla desnuda, bastante fuerte, difundía la esperaba éste, el jefe de los partisanos no sentía miedo alguno;
claridad, suprimiendo las sombras hasta de los rincones más paradójicamente el brutal procedimiento de su enemigo había
apartados del sótano. Este era bastante amplio, de techo bajo y de redoblado sus energías, y se encaraba con su propia muerte con
suelo de tierra batida. tranquilidad, casi contento.
Cuando entraron los alemanes los rusos se levantaron del banco Franz supo leer los pensamientos del ruso o, al menos, los adivinó.
piedra que se encontraba al fondo de la pieza. Supo en seguida que se mostraría muy duro, y por eso dirigió u
Olvidando por un momento el gesto del capitán, el teniente Ziegler atención al otro.
miró de nuevo la alta silueta del siberiano, aquellas manazas grandes Sorprendió en Ilya un ligero temblequeo de los labios; era apenas
como palas, peludas como monstruosas arañas. perceptible, pero el astuto SS estaba acostumbrado a sorprender el
Por su lado Franz se había percatado de la personalidad de los dos miedo de los hombres gracias a pequeños gestos...
supuestos jefes. Todo, en su porte, ponía en evidencia sus Se rompió los cascos, buscando el motivo de aquel miedo que se
graduaciones. Los otros dos, los simples soldados, se encontraban a extendía rápidamente por el rostro del ruso. Su actitud decía bien a
la derecha, la mirada vacía, con un poco de esperanza en las pupilas, las claras que se trataba de un hombre valiente, capaz de no ceder
pensando sin duda que las violencias pesarían menos sobre ellos ante el dolor físico.
que sobre los otros. «¿Entonces? —se preguntó Losser—. ¿Qué es lo que le hace
Losser, que ocultaba el arma, envió una mirada a los prisioneros. Le temblar? Tiene que haber algo detrás de ese temblor. Es evidente
bastó un momento para cerciorarse de la voluntad que se leía en los que lucha contra el pánico. Pero apostaría cualquier cosa a que no
ojos de los dos oficiales. teme lo que pueda sucederle, sino las consecuencias, como si
Entonces, sin apresurarse, levantó la mano y disparó, por dos veces, alguien fuera a sufrir por ello, alguien que juega un gran papel —en
con una precisión terrorífica. Los dos proyectiles fueron a alojarse en su vida...»
los cráneos de los dos partisanos que cayeron pesadamente, Su sonrisa se ensanchó. Creía haber dado con la falla, con el talón
muertos en el acto. de Aquiles de aquel sucio rojo. ¡Podía equivocarse, claro, pero tenía
El ruido de las detonaciones fue terrible, ensordecedor. Kromeler dio que decidirse, jugarse el todo por el todo!
un salto, lanzando al SS una mirada de bestia acorralada. Pero Dio un paso hacia el prisionero.
Losser no le prestó atención. Enfocando su mirada despiadada sobre —Tú, hables o no, no te mataré... —dijo sonriendo—. Me limitaré a
los otros dos rusos. ordenar que te castren...
Dejó transcurrir unos cuantos minutos, sin abandonar la «Lüger», que Ilya se puso rígido. De pronto sintió que el cuerpo se le endurecía
humeaba todavía un poco en su mano. como si lo recorriera una poderosa corriente eléctrica. La angustia
Temiéndose lo peor, Ziegler levantó la metralleta, apuntando al estalló en su consciencia como pólvora. Sintió un dolor agudo y lanzó
siberiano, porque éste había hecho ademán de moverse, cerrando una mirada alocada al alemán.
sus manazas, como si fuera a abalanzarse hacia adelante. — Niet!
Una sonrisa divertida se dibujó en la boca del capitán.
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Se le había escapado la palabra, pero sólo se dio cuenta de ello más aten sólidamente al gigante, póngale esposas en las manos y en los
tarde. Por un momento pensó en rebelarse y en precipitarse sobre su tobillos.
enemigo para obligarle a matarle igual que había ejecutado a los Luego, personalmente, le llevará a Kiev,. en su mismo coche. Lo
otros dos... conducirá a la residencia del Obergrupperführer Von Sleiter... ¡pero
Pero es que creía que seguía conservando sus fuerzas. Pero su mucho cuidado! ¡Si le pasara algo» a ese ruso sería el fin para usted!
cuerpo se debilitó y sintió que las piernas le flojeaban; le —La felicidad no puede concebirse sin nuestro cuerpo —dijo el doctor
entrechocaron las rodillas y tuvo que hacer un penoso esfuerzo para Rudenski sonriendo—. ¿Ha leído los libros de Freud?
no derrumbarse. —¿Yo? —rió Nathalia con los ojos chispeantes—. No, no le conozco.
«¡He dado en el blanco! —se regocijó Franz en su fuero interno—. ¿Quién es?
¡ Yo conozco a los hombres, de eso no hay duda alguna! Este está —Un famoso doctor austríaco. Se ocupó de estudiar el espíritu.
loco por una sucia cualquiera, y prefiere morir antes de ser mutilado, Afirma que todos nosotros, incluso en nuestros menores gestos,
porque sabe que entonces ella no querrá saber nada de él...» actuamos movidos por el principio del Placer. Lo que quiere decir que
Y en voz alta: todas las actividades humanas nacen de nuestro «libido»; en otras
—¡Levadle al doctor! El sabrá hacer las cosas mucho mejor que palabras: de nuestro deseo sexual.
nosotros. ¡No quiero correr el riesgo de que se nos muera! La chica se echó a reír.
— Niet! —¡No sé si le comprendo muy bien, camarada! ¡Pero le aseguro que
Mientras Ziegler apuntaba a los otros con la «Schemeisser», el no existe nada mejor en el mundo!
centinela y Kromeler se precipitaron sobre Ilya, empujándose —Ese principio del Placer rige nuestra vida; incluso el niño, el bebé,
brutalmente hacia la escalera. cuando su madre le acaricia o le amamanta, está animado por un
Entonces, con una luz de desafío en los ojos, Franz miró al otro deseo puramente sexual...
oficial. —En eso —replicó ella— creo que su... ¿cómo llama a su doctor?
—Hablará, ¿no es verdad? —afirmó con voz triunfante. Alexandre —Sigmund Freud.
Pavlovich le envió una mirada asesina. Luego, loco de rabia, escupió —Pues creo que su Freud exagera. Yo, de pequeñita, no sentía nada
al rostro del SS. de eso...
—¡Inmundo cerdo! —Porque no se daba cuenta. Pero experimentaba placer, de eso no
Retrocediendo, Losser soltó una risa demencial. Lo que veía en los hay duda...
ojos del ruso le producía un gran placer. Por un momento pensó en —¡Pero yo sólo sentí placer cuando me convertí en mujer!
matarle, pero se dijo que la muerte sería una liberación para un —Entonces experimentó una sexualidad diferente, eso es todo. Eso
hombre acorralado, y prefería que el partisano pensara en su se llama «heterosexualidad», porque le empuja hacia el sexo
compañero que acabaría por hablar... opuesto. En el bebé la libido es primero bucal, y luego anal...
—¡Vámonos! —dijo a los otros. —¡Es terrible! Pero déjeme decirle una cosa. Todo lo que me dice
Y cuando la pesada puerta se cerró tras ellos, ordenó al debe ser cierto. Seguramente hay una fuerza formidable que nos
Feldgendarme: empuja hacia un objetivo al que no rehusamos ningún sacrificio...
—Sáqueme de ahí a la bestia. O mejor aún, ponga una buena dosis
de somnífero en el agua. Cuando los dos prisioneros se duerman,
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—Usted lo ha dicho, camarada Semionovna. Sin el cuerpo el amor se mano.
convierte en una especie de sueño enfermizo casi irrealizable... y El beso de Rudenski se prolongó infinitamente en la boca de
cuando el cuerpo desaparece... Nathalia, sabiamente dosificado, con un arte de una sensualidad
Se le truncó la voz; una luminosidad mate ocultó el resplandor que refinada. Beso ardiente, con un arte de una sensualidad refinada.
enarbolaba su mirada momentos antes. Beso ardiente, pero simple, sin esa avidez que es propia de los
La chica sintió que la angustia le apretaba la garganta. Presa de un frustrados en amor.
repentino arranque de compasión, puso las manos sobre los hombros Bajo las manos del hombre los senos de la rusa se habían
del médico. endurecido y los pezones estaban erguidos como si quisieran tomar
—¿Es que cuando el cuerpo amado desaparece... también al cielo por testigo de su embriaguez.
desaparece el amor? —preguntó con voz que temblaba. Al contacto de las manos mágicas de Anatoli, Nathalia se plegaba y
—El amor sin deseo no existe —afirmó él mirando a los ojos cedía, con los ojos cerrados, el cuerpo arqueado, las piernas flojas y
profundos de la rusa—. Cuando el objeto de nuestra libido la cabeza vacía, salvo aquel deseo de ser poseída.
desaparece... para siempre, el deseo permanece. Está dentro de Ya no pensaba con la cabeza, sino con el vientre que se agitaba
nosotros, fuerza formidable que nos domina, que nos ordena... y a la como una ola empujada por un viento tempestuoso. No existía sino a
que no se puede dar la espalda... partir de la cintura y hasta la punta de los pies.
La joven suspiró, cortando así el ritmo bruscamente acelerado que El hombre acabó de desnudarla con gestos bruscos, apresurados.
hacía palpitar su hermoso pecho. Intentaba comprender aquel mundo Ella se encontró desnuda, bajo él, y temblando aspiró aquel olor de
que Rurenski había apenas esbozado. Y el deseo que sentía corría macho en toda su fuerza original.
por su sangre joven como una ola ardiente. Luego, tras haber conseguido apartar ligeramente los muslos de la
Anatoli se apercibió del acaloramiento súbito de las mejillas de la rusa, la mano del hombre se hizo audaz, apremiante; la mujer sintió
joven cuyo aliento le azotó el rostro. Ella cerró los ojos, en seguida la alocada intrusión de aquellos dedos y se —entregó, sin
estremeciéndose; se entreabrieron sus labios, húmedos, pulposos defensa, al mismo tiempo floja y en tensión...
como un fruto apetitoso. Después, cuando él la poseyó, la chica se sintió fundirse, con todo el
Volvieron a estremecerse sus labios con violencia creciente, y surgió cuerpo convertido en magna ardiente que se desparramaba en un
su voz, ronca, urgente: océano sin límites.
—¡Anatoli! Su cabeza se negaba a pensar. Bloqueadas, las ideas se habían
La voz de Nathalia zozobraba. Su cuerpo se ofrecía. El grito corrió inmovilizado en su consciencia como árboles petrificados en una
por el bosque, desenfrenado. Los labios del ruso ahogaron en la boca selva milenaria. Con la mirada vacía seguía con expresión
de la mujer su derrisoria llamada de socorro, su última, insignificante embrutecida los gestos medidos del hombre vestido de blanco,
e hipócrita voluntad de resistir... ocupado por el momento en ordenar los instrumentos metálicos en la
La mano del hombre se abrió paso decidido por el escote del corpiño. mesa.
Apretando entre el pulgar y el índice, el pezón se endureció y se Al fondo de la pieza, los dos SS, el capitán y el teniente, fumaban en
tendió. silencio. Junto a él, dos Sturmann, empuñando metralletas, se
La chica exhaló no supo si una queja o un grito de gratitud; él dejó de erguían como dos columnas amenazadoras, enormes...
pellizcar para tirar y torcer, cosquillear, acariciar con la palma de la
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Ilya había intentado desesperadamente poner un poco de orden en Lo tendió en la mesa, al lado de los terribles instrumentos.
su cerebro alocado. Pero cada vez que pretendía encararse con algo —Habla...
concreto, el miedo desencadenaba una oleada de locura y (se Tumeriev habló. Enhebraba las frases con una rapidez sorprendente,
negaba a creer que algo tan horrible pudiera sucederle. como si tuviera prisa por terminar. Señaló el lugar, mostró los
Y eso que las intenciones de los SS estaban claras, accesos, describió la posición de los puestos de vigilancia.
despiadadamente claras. Iban a mutilarle, y cuando se levantara de Cuando calló tenía la frente perlada de sudor y esta vez las lágrimas
aquella mesa no sería más él mismo, y Nathalia... corrían libremente por las mejillas.
Un sollozo le escapó de la boca muy a su pesar; las lágrimas le —Encerrarle en un calabozo, pero no con los otros —ordenó Losser
picotearon los ojos, y para evitar que brotasen, tuvo que morderse los con una sonrisa de satisfacción—. Mañana o pasado mañana le
labios hasta hacerse sangre. dejaremos en libertad...
¿Por qué no le habían abatido como a sus dos camaradas y Los SS se llevaron al prisionero.
seguramente como a Sacha? —Seguramente bromeaba usted, nein? —preguntó Heinz—. Lo
¡El afortunado! Morir, ésa era la magnífica solución, formidable, la colgará como al otro...
única salida que podía desear un hombre que estuviera en su —No, amigo mío. Lo dejaré libre. Piense por un momento» en di tipo
posición. en que se ha convertido. Ya no es el mismo hombre... Siempre
¡«No te engañes, imbécil! Te dejarán con vida, pero sólo serás un llevará
pobre ser incompleto, un andrajo que no volverá a...» consigo el gusto amargo de la traición que acaba de cometer...
El pensamiento se rompió en su cerebro torturado. ¡No era lógico! Judastambién, por lo que dicen, erraba con el ojo de Dios sobre él,
Daría diez vidas, de poseerlas. ¡Qué le torturaran! ¡Nunca entregaría incluso cuando se ocultaba bajo tierra. La mirada estaba ante él,
al grupo! Pero nadie, ni siquiera aquellos cochinos SS tenían derecho noche y día, hasta cuando cerraba los ojos. Ziegler esbozó una
a transformarle en eunuco, de castrarle... sonrisa.
El doctor se volvió hacia los SS. —No se trataba de Judas, mi capitán, sino de Caín...
—Podemos empezar, Hauptsturmführer... —¡Uno u otro, qué importa! La idea me gusta. Ese hombre vivirá con
—¡Tráiganle! la obsesión de su traición. No volverá a dormir ni a vivir... y si un día,
Los Sturmann le cogieron por los brazos; tuvieron que arrastrarle, aunque lo dudo, dan con él sus camaradas... no me gustaría estar en
porque las piernas le fallaban. Así le llevaron hasta la mesa donde se su pellejo...
apoyó, jadeante.
Franz le miraba con una curiosidad divertida. Sabía que su voluntad ***
iba a derrumbarse de un momento a otro y se regocijaba de su
triunfo. Se quedaron largo rato tendidos en la hierba, el uno al lado del otro,
—¡Quítale el pantalón! las miradas perdidas en un cielo donde unas nubecitas, como ovejas,
Bruscamente Ilya se irguió, brillándole la mirada. Lanzó una mirada atravesaban, empujadas por un viento ligero que en
decidida a los ojos del SS. 'la tierra acariciaba dulcemente la hierba con sus dedos invisibles.
— Niet! Hablaré... diré todo... Nathalia rehusaba pensar, el espíritu vacío. Todavía estaba tibia,
—El mapa, teniente. profundamente emocionada y conmovida; todavía no había
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establecido comparaciones, pero ya, en su fuero interno, se «Puede que el modo en que haga el amor le venga de sus
encontraba una pequeña diferencia, en el fondo de su consciencia, encuentros con su mujer. Se diría que quiere aplastar una fuerza,
entre la experiencia que había vivido y las otras que habían precedido dominar una voluntad, reducir una fortaleza...»
con Ilya. Y en voz alta:
Todavía estaba conmovida por la violencia que el médico había —Como quieras, Anatoli...
desplegado en el acto de la posesión. Todo lo que había sido dulzura El hombre se levantó, magníficamente desnudo. Una sonrisa se
y ternura en Tumeriev se había hecho fuerza brutal en los gestos de dibujó en su boca y luego tendió la mano para recuperar sus ropas.
Rudenski, y Nathalia estaba sorprendida, porque no esperaba nada —¿Le explicarás al camarada teniente lo que hemos hecho? —
de eso, sobre todo por parte de un hombre cultivado, una especie de Preguntó sin mirarla.
sabio según lo que le había contado Tumeriev... —No sé —respondió ella sinceramente sorprendida por una pregunta
Aquella violencia le había gustado. Era un nuevo descubrimiento.— que no se había hecho—. ¿Qué opinas tú?
que la había agitado hondamente, y había respondido a aquella — Noblesse oblige —replicó en francés y añadió en seguida—. Sería
violencia, liberando lo más primitivo de ella, mientras que con Ilya leal y honesto, ¿no?
reprimía, hasta el último instante, el grito de bestia saciada que le La chica afirmó con la cabeza, pero no dijo nada hasta el momento
arrancaba el placer. en que, en pie, se puso la falda.
¿Había hecho bien engañando a su amante? Ni siquiera se hizo esa —Se lo diré. Acaso sea mejor... pero no sé cómo va a tomarlo...
pregunta una sola vez, y de habérsela hecho habría encontrado —Es un hombre sensato. No es un salvaje... pero si tienes miedo de
cientos de justificaciones, una de ellas basándose hipócritamente en hablarle, ya lo haré yo...
su deseo de remontar la moral de Anatoli. —¡No! Es preferible que sea yo quien se lo diga.
Pero era demasiado feliz para detenerse en pensamientos capaces Acabaron de vestirse. Anatoli encendió un cigarrillo mientras
de alterar su felicidad, y se dejaba arrastrar por aquella especie de observaba los gestos de su amante. Le estaba sincera,
corriente eléctrica deliciosa que la llevaba hacia los recuerdos que profundamente agradecido. Era como si una nueva fuerza se hubiera
todavía quemaban su piel. despertado en su interior, como si su cuerpo se hubiera purgado de
—Deberíamos regresar, ¿no crees? —preguntó bruscamente el sustancias envenenadas que habían estado a punto de hacerle
hombre. perder la razón.
La voz de Anatoli rompió en seco el hilo de pensamientos en que se Ahora veía la vida de otro modo, y el dolor que le había minado
complacía la rusa; ésta volvió ligeramente la cabeza y vio que él no empezaba a desaparecer, aunque en su espíritu persistía una
se había movido. Con las manos detrás de la nuca seguía mirando el especie de entumecimiento, como cuando uno sale de una anestesia.
cielo, ofreciendo a la mujer un perfil en el que se leía con claridad la Otras cosas le preocupaban. El lado profesional de su personalidad
voluntad y la inteligencia. se afianzaba rápidamente y sentía una comezón en los dedos, como
Antes de decidirse a responder, Nathalia se imaginó al médico con su si sintiera un deseo irresistible de encontrarse delante de una mesa
mujer. Había oído decir que las mujeres judías eran ardientes, de operaciones, con los instrumentos en las manos y la máscara en
apasionadas, y que siempre se entregaban con un arranque el rostro y un cuerpo humano sufriendo tendido ante él.
frenético, arañando y mordiendo como bestias salvajes.
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Ese renacimiento se lo debía a ella, y ésa era la explicación de La mano: crispada de Nathalia fue a cerrarse alrededor del brazo del
aquella mirada de gratitud, que explicaba el agradecimiento de un doctor; éste se apercibió del temblor que agitaba el cuerpo de su
hombre que volvía a ser lo que siempre había sido. amante, pero se encontraba demasiado absorto por Jo que veía y no
—Dame la mano. apartó la vista de la llanura arbolada.
El hombre obedeció y avanzaron juntos, como dos enamorados —¡Oh! —exclamó ella con una vocecita—. ¡Atacan al campamento!
emocionados por la increíble dimensión de su felicidad. ¿Cómo han sabido dónde nos ocultábamos?
Hasta la Naturaleza parecía inclinarse ante aquella alegría. Un cielo El médico no dijo nada, aunque se hacia la misma pregunta. Con la
de un azul muy puro se dejaba ver entre las ramas de los árboles, frente surcada de arrugas llegó a la inevitable conclusión —la única
que era una inmensidad de islas bordeadas de verde. Aquí y el sol que podía explicar aquel ataque— que Pavlovich y los hombres que
ponía reflejos dorados como si un genio del bosque hubiera le acompañaban debían haber caído en una trampa tendida por los
sembrado joyas en las ramas. alemanes. Poco importaba quién les había entregado, informando al
Las brindillas y algunas hojas que ya caían crujían bajo el paso de los enemigo del emplazamiento del campamento. El joven doctor pensó
enamorados, y era él el único sonido que turbaba la paz cósmica del en Alexandre, al que conocía lo bastante como para saber que era
gran bosque. incapaz de entregar a sus camaradas...
Anatoli sentía el calor de la mano de Nathalia en la suya; una fuerza —¡El pobre amigo! —murmuró entre dientes.
vivificante subía por su brazo, despertando en su cuerpo una energía Se hubiera dicho que Nathalia adivinaba los pensamientos de su
que había creído agotada totalmente. Ardía en deseos de ponerse a compañero, porque le miró con espanto, dilatados sus ojos.
trabajar y sentía prisa por encontrarse allí donde pudiera' ser de —Los Kan cogido, ¿no es verdad, Tola? —preguntó la joven con voz
nuevo útil. angustiada.
Los sentimientos de la joven eran muy otros. Sin volverse, Anatoli asintió tristemente con la cabeza. Abajo, las
Poco a poco, á medida que el encanto de lo que había sentido perdía ráfagas punteaban el silencio con un crujido agrio. Algunos disparos
fuerza, volvía lentamente a la realidad. aislados respondían a los nazis, pero pronto, desde el la opuesta,
La palabra «traición» sé introdujo, a pesar suyo, en sus pensamientos otras ráfagas se añadieron a las que procedían del este. Entonces,
y sintió que se le encogía el corazón. Sin embargo luchó contra los con un suspiro, Rudenski comprendió que los partisanos habían sido
remordimientos, aunque sin conseguir desembarazarse de ellos por rodeados y que ni uno solo saldría con vida del encuentro.
completo, lo que estropeó en parte los vivos recuerdos del placer Se volvió hacia Nathalia que seguía agarrada a su brazo.
logrado. —No podemos permanecer aquí. Es preciso irse...
De pronto, cuando subían una pendiente que llevaba a la cima de —Pero, ¿a dónde? —preguntó ella con espanto—. No tenemos
una pequeña colina, un brutal ladrido de armas automáticas les víveres, ni armas...
inmovilizó. —Lo sé. pero es seguro que los fascistas van a dejar unos cuantos
Soltando la mano de Nathalia, Rudenski avanzó hasta el lugar desde hombres para esperar a los que como nosotros, intenten regresar al
donde se le ofrecía una vista magnífica sobre la vertiente opuesta de campamento... No, Nathalia. Debemos irnos de aquí, lo más lejos
la colina. A pesar de los árboles que ocultaban el terreno vio en posible. Puede que los mujiks nos ayuden a sobrevivir. ¡De cualquier
seguida las siluetas que se desplazaban rápidamente de árbol en modo quedarse aquí sería una locura!
árbol, hombres que identificó en seguida como SS.
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La joven se apretó contra él, bruscamente desamparada, dándose La paz restablecida en el territorio ucraniano había contri— huido a
cuenta de su propia debilidad. Abajo, las ráfagas rabiosas soltaban su dar un nuevo empuje «a la vida social» de los alemanes. Reuniones,
mensaje de muerte. fiestas, francachelas se seguían a un ritmo asombroso no sólo en el
palacio del gobernador, sino también en la Kommandantur. Se diría
*** que una oleada de locura erótica fluía por los cerebros de los
Inclinado sobre su despacho, situado junto al del personajes de primer plano, desde el mismísimo gobernador hasta el
Obersgruppenführer, el capitán de las SS Hugo Niedenhoff, ahora último de los oficiales.
recientemente ascendido a comandante-SS, leía con visible Y ahí se encontraba el problema.
satisfacción los últimos informes que los jefes del sector de trabajo A pesar de las numerosas ocupaciones que abarcaba su nuevo
habían enviado a la Kommandantur de Kiev. puesto, Hugo seguía siendo, a los ojos de Von Sleiter, el hombre
Más de diez millones de ucranianos contribuían con su esfuerzo a la clave, el proveedor, indiscutiblemente el único que podía llenar los
producción agrícola e industrial cuyos variados productos llenaban los salones de chicas que se usaban rápidamente, puesto que los
vagones de tres mil trenes que mensualmente abandonaban las alemanes deseaban sin cesar que el «ganado femenino» fuera
estaciones de Ucrania para dirigirse al III Reich. renovado.
Hugo medía la importancia de su nuevo puesto en el que gozaba de Para esa tarea Hugo contaba con la ayuda preciosa del teniente Fritz
una autoridad prácticamente sin límites. Schonoweg. Las patrullas al mando de ese oficial recorrían Ucrania
Tropas pertenecientes en su mayor parte a las Waffen-SS, así como en todas direcciones posibles, registrando minuciosamente pueblos y
a varios batallones de la Feldgendarmerie mantenían una disciplina caseríos.
de hierro en la enorme mano de obra. Por otra parte, vanos cientos Desgraciadamente el número de chicas —del género especial que se
de rusos, y de ucranianos que habían soñado siempre con la requerían —disminuía rápidamente, y ahora, para saber a las
independencia colaboraban en el sentido más ancho de la palabra, necesidades urgentes de las numerosas veladas, Schonoweg se
con las autoridades alemanas. había visto obligado a ir a Polonia, donde «el mercado» también se
La única sombra que podía ensombrecer aquel maravilloso estaba empobreciendo rápidamente.
panorama, la existencia de un pequeño ejército de Niedenhoff hizo un gesto de enfado, y rechazó, no sin brusquedad, el
guerrilleros,.acababa de desaparecer, gracias a la eficaz acción de un informe que estaba leyendo. Sabía muy bien que su puesto estaba
oficial de las SS, el capitán Franz Losser, ascendido en seguida a pendiente de un hilo... que la mano veloz y despiadada de Von Sleiter
comandante y no sin antes haber recibido la Cruz de Caballero por su podía cortar de un solo movimiento.
resonante victoria sobre los partisanos ucranianos. Maldecía aquella fiebre que había convertido a todos los oficiales en
Niedenhoff podía vanagloriarse de haber triunfado completamente. Y faunos, y luego se echó a reír, diciéndose que con un
con una sonrisa astuta pensó en las autoridades de la.Rusia Blanca, poco de suerte seguiría siendo el personaje importante e intocable en
en los pobrecillos que se encontraban en la Kommandantur de Minsk el que se había convertido.
y que según lo que contaban se las veían y se las deseaban con una
fuerte organización de Resistencia concentrada en la región peligrosa ***
e inaccesible de los pantanos de Pripet. Privada de Marucha, viéndose rechazada por los hombres de la
Una cosa preocupaba al nuevo Sturmbannführer. guardia del Palacio del gobernador, Sonia Lochakovna creía
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enloquecer. —¡Entiendo! Esa perra en celo de Marika von Drummer tiene la
Al principio nutrió su cólera con la decepción de todo lo que había prioridad, ¿no es eso?
soñado. Querida titulada del gobernador, había creído sacar un gran —Cuenta con demasiados amigos en Berlín, Herr Protektor...
beneficio, vengándose así de la vida miserable que: había llevado —¡De acuerdo! Pero en cuanto se canse de él, quiero a ese ruso en
hasta la llegada de los alemanes. palacio. ¿Comprendido?
Luego, cuando su joven cuerpo se rebeló, maldijo el momento— en —Cuente conmigo, Herr Kummer. Por otro lado —y el
había aceptado venir a Kiev y lamentó, con lágrimas y suspiros, el Obergruppenführer había esbozado una sonrisa canallesca— espero
burdel de Chekolovka, así como al teniente Bromberg, el hombre que y deseo que ese gigante siberiano calme de una vez por todas— los
la había violado. ardores de la insaciable Marika!
Acaso se hacía demasiadas ilusiones contando con la fuerza, del
odio que rugía en su corazón cargado de veneno; pero sus CAPÍTULO XIX
esperanzas se esfumaron y entonces fue su cuerpo quien reclamó
con urgencia el apaciguamiento de un deseo que ocupaba todos— No daba crédito a sus ojos. Inmóvil, paralizado, miraba con
sus pensamientos. embrutecimiento el cartel pegado en aquella isba, al borde de la
Durante el día prosiguió su búsqueda de los hombres de la guardia, carretera, en un lugar aislado. Aquel cartel escrito en ruso exhibía su
siempre en vano. Le costaba comprender cómo era que los SS que nombre en letras enormes, en el medio.
guardaban el palacio del gobernador no querían tocaría ni con pinzas,
y no supo descubrir en las miradas ávidas que le dedicaban el temor Imitadle. Este hombre, tomando consciencia de los procedimientos
que les causaba Alfred Kummer. infames de los que se sirven la gente de Moscú respeto a una
Por la noche, con el cuerpo empapado en sudor, se agitaba sin Ucrania que se quiere independiente ha colaborado estrechamente
descanso. Sus manos febriles recorrían aquel cuerpo hambriento, y con las autoridades del III Reich.
gritaba palabras deshilachadas que espantaban a la mamuska que el Agradecemos a:
gobernador había puesto su servicio. ILYA TUMERIEV que ha comprendido por fin que los alemanes son
A menudo Alfred se detenía ante la puerta de su habitación —ahora los únicos en ayudar a los ucranianos a liberarse por completo.
dormía en el tercer piso— y al escuchar el jadeo que le venía desde Firmado: Sturmbannführer Losser.
el otro lado de 'la puerta esbozaba una sonrisa, mientras su cuerpo Ilya sintió que el cuerpo se le contraía. Dolorosamente. Durante un
de eunuco se estremecía con la perspectiva del plan que había largo rato permaneció atontado con la mirada hundida en el cartel
imaginado. todavía fresco, intentando comprender desesperadamente.
—¡Un poco de paciencia, putilla! —murmuraba con la oreja pegada a Repasó mentalmente los últimos minutos que había pasado en
la puerta—. ¡Aguarda un poco y tendrás lo que más deseas! Piorka, en la pequeña y sucia Komandantur. Después de sacarle del
Precisamente, durante su visita a la Kommandantur, Konrad le había sótano, le habían dejado con el cuerpo de guardia, ordenándole
hablado de un «bruto» capturado por los SS y que debía llegar a Kiev sentarse en una silla junto a la ventana. Así pudo asistir a la salida
de un momento a otro. del siberiano que subió a un vehículo, en compañía del teniente de la
—Pero —le había explicado Von Sleiter— debo decirle que reservo Feldgendarmerie.
ese ejemplar extraordinaria... a quien puede figurarse...
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Un poco más tarde sacaron al Kombat. Alexandre Pavlovich andaba pataleado, despreciado como una bestia asquerosa. Eso era lo que le
con la cabeza alta y la mirada orgullosa. dolía.
Tumeriev se estremeció. Dio un paso hacia adelante y arrancó el cartel con rabia. Lo lanzó al
Colgaron a Sacha ante sus ojos, en la placita, delante de la suelo, pataleándolo con el talón de la bota. Unas lágrimas fluían
Kommandantur. Por eso le habían colocado a él maliciosamente— lentamente por sus mejillas pálidas, perdiéndose en la barba.
junto a la ventana... Miró al cielo con ansia, no para rezar sino como si quisiera tomar por
Una hora más tarde le empujaron sin contemplaciones hacia la puerta testigo de su angustia al universo entero. Después, bajando la
abierta. Un suboficial de las SS se rió de él, diciéndole: cabeza, lanzó un suspiro y se alejó de la isba, con el espinazo
—¡Puedes irte, cerdo! ¡Estás libre! inclinado.
Abandonó el pueblo, tomando automáticamente el camino del
bosque, pero al apercibir el gran número de tropas SS que se ***
encontraba por aquel lado, cambió de dirección, dirigiéndose haca el La desesperación que había invadido a Ivan Leonov tenía más de
sur, sin saber exactamente a dónde ir. cólera y de impotencia que de otra cosa. Viejo combatiente
¿Cuánto tiempo estuvo yendo de un lado para otro? No podía decirlo. comunista, no pensaba en la muerte de los partisanos más que como
Una barba densa le comía ahora el rostro. Gracias a los ocupantes en un acontecimiento que debía producirse fatalmente.
de las isbas que había encontrado en su camino pudo comer y hasta —¡Si hubiera tenido tiempo de conocer a los jefes de ese grupo! —
llevaba en la mochila unas provisiones y vodka en su cantimplora. gruñó—. ¡Banda de cretinos! ¡Seguramente pensaban que el bosque
Poco a poco, sin dejar de pensar en Nathalia, se dirigió hacia el de Piorka era un lugar tan seguro como los pantanos del Pripet!
bosque, dando un gran rodeo. Por la noche dormía en cualquier ¡Idiotas! Eso es lo que sucede cuando se desprecia al adversario...
parte, y luego, con el cuerpo entumecido, se ponía en marcha al alba. Lo que interesaba sobre todo a Leonov era el encontrar la solución al
Sólo encontró alemanes en dos ocasiones, mostrándoles el papelito problema que derivaba de la destrucción del grupo de Pavlovich que
que le habían entregado los SS de Piorka. En cada encuentro los había que reformar costara lo que costara.
nazis se reían maliciosamente, pero le dejaban seguir su camino sin Moscú había prometido el envío de directivos, de armas y de
molestarle. impedimenta para que la Resistencia en Ucrania no cesara durante
Ahora, delante de aquel cartel, comprendía la exacta dimensión de la un solo instante. Y él, Ivan Leonov, debía reorganizar el maquis lo
crueldad de los fascistas. ¡Más le hubiera valido que le colgaran al antes posible, porque la sola idea de que el enviado del Kremlin no
lado del Kombat! Ahora, sin duda, su nombre sería repetido con asco encontrara personal en la región le producía escalofríos.
y odio por todos los que leyeran los carteles- No le pasó por la cabeza el regresar al pueblo. Piorka se había
Y todos, sin excepción, jurarían matarle en cuanto tuvieran la suerte convertido en un centro nazi y ningún hombre se atrevía a
de encontrarle en su camino. introducirse en el bosque. El miedo a las represalias pesaba sobre
No era exactamente la muerte lo que le amedrentaba, no 'la muerte cada uno de ellos. Por lo tanto había que buscar en otra parte.
que había desafiado en el frente, ni la que le había amenazado —¿Pero dónde? —se preguntó Iván, desamparado.
cuando atravesaba el país en busca del Kombat. Pero sí la muerte en En los pueblecitos y los caseríos sólo quedaban viejos incapaces de
manos de unos compatriotas animados por el odio más feroz, el ser manejar un arma y menos aún de transformarse en combatientes.
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Ivan se había detenido aquella mañana cerca de un riachuelo donde En su escondite mantenía una abertura para poder vigilar lo que
había saciado la sed. Conociendo la región como la palma de su pasaba. Así contaba con una vista general del calvero, y mientras las
mano, no le faltó comida durante todas aquellas semanas. voces se acercaban, aunque seguía sin comprender las palabras, le
Le bastaba llamar a una puerta para que los habitantes de la casa le latió con fuerza el corazón y sintió que su viejo y ardiente odio de
proporcionaran todo lo que podían. antifascista corría agradablemente por sus venas.
Todo el mundo le conocía. Unas botas hicieron crujir las brindillas y luego aparecieron dos
Durante tres años, como miembro del Partido, recorrió Ucrania, pero siluetas. Leonov se sintió decepcionado al comprobar que se trataba
entonces se desplazaba en coche y llevaba un uniforme que hacía de dos rusos, un hombre y una mujer. Pero a la vista de las
temblar a la gente. magnificas metralletas que llevaban en bandolera, a la vista de su
¡Qué importaba! A pesar de los cambios que había supuesto la aspecto juvenil y decidido, se dijo que prefería mil veces ese
llegada de los nazis a aquellas tierras y a aquellos hombres, la gente encuentro con camaradas que la posibilidad de matar a uno o dos
se acordaba muy bien del tovarich comisario de Kiev, y seguían nazis...
mirándole con un temor apenas oculto detrás de una sonrisa —¡No temáis nada! —gritó, saliendo fuera de su escondite.
estereotipada. El hombre dio la vuelta rápidamente, bajando el arma, de mal talante
Pero, ¿qué era lo que había visto por todas partes? ¡Viejos? Los y con los dientes apretados. La mujer tardó más en reaccionar, pero
jóvenes, los que quedaban, trabajaban con los alemanes, en los acabó por imitar a su compañero. Viéndose amenazado por las dos
koljoses y con la ingeniería nazi, construyendo nuevas carreteras o armas, Ivan esbozó una sonrisa forzada y luego enfundó la pistola.
proporcionando a las viejas vías férreas la amplitud que requerían los —¡Bravo! —dijo yendo hacia la pareja—. ¡Sois rápidos y eso me
ferrocarriles alemanes. gusta! Tuve tiempo para mataros a ambos... —y bruscamente
—¡Mierda! —gruñó—. ¡Sin embargo, es preciso que dé con una colérico—.
solución! Y lo antes posible. ¡Maldita sea! ¡Os paseáis por el bosque como si estuvierais en un
Se disponía a encender un cigarrillo cuando escuchó unas voces. Se parque de Leningrado!
inmovilizó, poniéndose alerta. Con un gesto puramente mecánico —¿Quién es usted? —preguntó el hombre sin modificar su actitud
empuñó la pistola que llevaba consigo desde que había abandonado belicosa.
Piorka. Se felicitaba por ello, puesto que hubiera sido insensato —Deja de apuntarme con el arma, camarada —insistió Leonov—, y tú
pasearse por el bosque sin un arma. también —añadió, dirigiéndose a Nathalia—. Soy Ivan Leonov,
Las voces se acercaban. Dio un salto para alejarse del calvero en el comisario político de Ucrania. Por el momento vivo en Piorka... ¿y
que se encontraba, ocultándose tras unos matorrales, con el arma vosotros?
dispuesta y el dedo en el gatillo. —Estábamos en el campo de los partisanos —dijo Anatoli, bajando
Por tres veces había apercibido patrullas enemigas, pero eran un poco la guardia.
demasiado importantes para que pudiera intentar algo. Y eso que —¿Y habéis conseguido escapar a los nazis? —la voz de Ivan
sentía unas ganas locas de empezar su "acción personal". Se había denotaba una sincera incredulidad.
jurado matar nazis si tenía la suerte de encontrar uno o dos —No nos encontrábamos allí durante el ataque —precisó el doctor.
aislados... Una ancha sonrisa hendió la boca de Leonov.
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—¡Ah! ¡Eso ya es harina de otro costal! ¡Comprendo! —Sí, lo sé. He oído hablar de ese sitio. Es un campo de exterminio.
Y mientras su sonrisa desaparecía rápidamente: —¿A dónde os dirigíais?
—¡Yo asistí al ataque! Me fui de Piorka con la intención de prevenir a Rudenski se encogió de hombros.
vuestros jefes. Pero esos idiotas cayeron como novatos en las manos —¡No sabemos! Ya hace semanas que merodeamos por el bosque,
de los SS... ocultándonos cada vez que avistamos patrullas fascistas. Pero no
Un relámpago salió de los ojos de la joven rusa. tenemos objetivo...
—¿Los has visto? —preguntó con un deje de angustia en la voz. —¡Ahora ya lo tenéis! —la voz de Ivan se hizo calurosa, animada—.
—Sí. Los han llevado a todos a Piorka. Sólo conocía a uno: a Mi plan es el de reorganizar el movimiento de resistencia...
Karpucha, el siberiano. Venía a menudo al pueblo... junto a otros —¿Con qué? —no pudo por menos de preguntar Anatoli con ironía.
camaradas para buscar los explosivos que robábamos a los —Por el momento —replicó Leonov sin desanimarse— somos tres.
fascistas... ¡Otros vendrán a unírsenos, no lo dudes, camarada.
Entonces se le ocurrió la idea. ¡Diablos! ¿Cómo no había pensado
—¿Sabes qué ha sido de ellos? —preguntó Nathalia con él mismo antes en aquella solución formidable? Lo que necesitaba
temblor en la voz. urgentemente era un lugar donde poder trabajar sin encontrarse a
Iván lanzó una mirada insistente a la mujer. merced de un desdichado encuentro con los nazis.
—¡Es fácil adivinarlo, pequeña! Conozco bien a esos cerdos de SS..., —¡Ya lo tengo! —exclamó volviendo a sonreír—. Tenemos un lugar
sobre todo al nuevo jefe que los dirige... Un nazi que ha aprendido a ideal donde ocultamos. Será nuestro P.C. por el momento.
luchar contra— los guerrilleros en Yugoslavia, según dicen. ¡Un hijo Y además, mientras esperamos que más hombres vengan a
de mala madre! unírsenos, formaremos un primer grupo con las siete chicas que se
La chica bajó la cabeza y se instaló un silencio prolongado. ocultan en la cantera. ¡En marcha, camaradas! Venid conmigo...
Tranquilizado, Anatoli se puso el arma en bandolera. ¡Vamos a hacer pagar a los fascistas antes de lo que pensáis iodo el
—Es una "Schmeisser" alemana —observó Ivan—. ¿Dónde la has mal que han hecho a nuestros camaradas!
encontrado? —No, no quiero verle...
—He estrangulado dos nazis, con ayuda de Nathalia. Cuando La doncella que había traído de Berlín se inclinó, abandonando el
abandonamos el campamento no teníamos armas... salón acto seguido. Con la mirada brillante, Marika von Drummer
La sonrisa volvió a la boca de Ivan, pero se limitó a asentir con la siguió con la vista el andar suave de Greta, pero su cabeza estaba en
cabeza. otra parte, y en cuanto la criada se hubo ido, atrapó con rabia el
—¿Formabas parte de los jefes junto al camarada Pavlovich? combinado telefónico que se encontraba sobre la mesita, al alcance
—No. Sacha era un viejo amigo mío. Me salvó cuando los alemanes de la mano.
iban a enviarme junto a mi mujer a un campo de concentración. Mi —¡Póngame en seguida con el despacho del Obergruppenführer!
mujer es judía... —Un momento —contestó la voz anónima de un soldado.
—Comprendo. Ya no queda un judío en toda la Ucrania. ¡Y eso que La mujer esperó y sus largos dedos de uñas perfectamente
abundan! Me han dicho —añadió al cabo de un rato— que los llevan manicuradas tamborilearon impacientemente la superficie brillante de
a Polonia, a un lugar infernal que se llama Treblinka... la mesita. Una mueca maligna deformaba ligeramente sus labios
llenos y golosos; con los párpados bajos se divertía, acaso para
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dominar la cólera, en mirar la habitación por entre sus largas —Sí estoy aquí. Y espero que esta vez me diga la verdad,. Von
pestañas, lo que producía un fino rayado en cada objeto. Sleiter... Consiento a esperar hasta esta noche. Después de ese
De pronto se irguió como una tigresa; la voz parsimoniosa de Von plazo, si no ha venido... si sus hombres no le traen aquí... Dejó la
Sleiter llegó hasta ella alejada y débil. amenaza en el aire y luego colgó bruscamente, temblando de
—¿Sí? esperanza y de deseo. Permaneció así unos minutos y luego llamó a
—¡Soy yo, Marika von Drummer...! la criada que volvió a hacer su entrada con su sonrisa acostumbrada.
—¡Me alegra oírle, querida señora! —¡Prepárame un baño, Greta!
—¡A mí no, amigo mío! —replicó con voz que silbaba por entre sus
dientes—. Si no me equivoco, ya hace un mes que me prometió CAPÍTULO XX
cierta cosa... Con los gruesos puños atrapados por las esposas y grillos en los
—Sí, lo sé. Y de verdad que no he olvidado mi promesa. ¡Al contrario! tobillos, Igor Karpucha guardaba silencio, con la mirada entornada,
Pero el hombre ha sido retenido para una comisión del servicio de sentado en la banqueta posterior del "Volkswagen", junto al teniente
información... Hágase cargo Frau von Drummer... Después del éxito Kromeler.
estruendoso del Sturmbannführer Losser, debíamos interrogar al El oficial de la Feldgendarmerie fumaba un cigarrillo alopiado. Aquel
único prisionero que habíamos hecho... ¡antes de poder asegurar a mes que había pasado junto al “bruto”, lejos de la Kommandantur de
Berlín que los partisanos habían sido suprimidos definitivamente del Piorka y sobre todo de los SS (la sola idea de encontrarse delante de
mapa de Ucrania! Losser le producía sudores fríos) había supuesto para Hugo Kromeler
—¡Todo eso no me interesa! ¿Quiénes forman esa comisión? Voy a unas magníficas vacaciones.
ponerme en contacto con Berlín... ¡y veremos si se siguen burlando A Varsovia, donde le habían ordenado llevar a su prisionero, el
de mí! ambiente estaba lejos de ser lo que era en Ucrania. La personalidad
—¡Un momento, por favor. Precisamente iba a llamarle— Ya sé que del Reichprotektor Frank no tenía nada que ver con un Alfred
el interrogatorio de ese ruso, un interrogatorio endiabladamente duro, Kummer cuya impotencia era conocida de todos, así como el carácter
ha durado mucho tiempo... Pero esta misma mañana me han agrio y difícil que resultaba de ello.
informado que ese hombre, siguiendo mis instrucciones, estaba a Frank era un gran vividor que gustaba de las cosas buenas, aunque
punto de llegar a Kiev. Puedo asegurarle señora, que estará aquí no se las reservaba sólo para él. De modo que Hugo había
dentro de unas horas... encontrado en el Protectorado General un mundo maravilloso donde
Marika lanzó un suspiro de alivio. Se le irguieron los senos,, podía divertirse de mil modos diferentes, sin contrariedades, sin
agresivos bajo la delgada tela del vestido que la moldeaba. Una ola miedo alguno.
de calor surgió de su vientre y se extendió rápidamente por todo el Incluso los SS que el Feldgendarme había encontrado en Varsovia
cuerpo. eran hombres alegres, sonrientes, felices. Lo que por otro lado era
Se había negado a recibir a su amante titular, que había venido hacía normal porque los problemas polacos estaban resueltos desde hacía
un rato a pedirle excusas. Le importaba un comino, porque sólo se tiempo.
interesaba por aquella nueva experiencia amorosa que se había De una parte, los judíos encerrados en un ghetto totalmente aislados
prometido conocer... del resto de la ciudad, molestaban apenas a los ocupantes; por otra,
—¿Está usted ahí, señora? los partisanos eran poco numerosos, puesto que la mayor parte,
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incapaces de medirse con los alemanes de Polonia, habían ido a la Lentamente, Karpucha se volvió hacia el alemán. Sentado era más
Rusia Blanca para incrementar las filas de maquis que se ocultaban alto que el otro y se vio obligado a bajar la cabeza para mirar al
en los inmensos pantanos de la región del Pripet. Feldgendarme.
Hugo había pasado horas inolvidables en Varsovia. Había dejado allí —La mayor sorpresa que podían darme —dijo articulando lentamente
a numerosos amigos, y por eso ahora, al volver a ver los campos cada palabra— sería la de tenerte al alcance de la mano, aunque
verdes de Ucrania, enterado ya de la cercanía de Kiev, esgrimía una sólo fuera un cuarto de hora...
mueca de disgusto. Hugo tragó saliva penosamente. Llevó la mano derecha al estuche de
Había tenido ocasión de asistir, en el gran edificio de Varsovia donde su revólver.
habían instalado la Kommandantur, a las dos primeras sesiones del Una risita divertida escapó de la boca de Igor; y eso que no le era
interrogatorio del bruto. Pero mucho antes de llegar a la capital de fácil sonreír, a causa de su labio inferior partido, lo que le hacía sufrir
Polonia habían adivinado que ningún método, ni golpes ni tortura terriblemente.
doblegarían a aquella fuerza de la Naturaleza, a aquel hombre —¡Ya sabes que no puedes matarme, imbécil! —gruñó mirando a los
primitivo, aquel ejemplar de criatura prehistórica que no se daba por ojos del Feldgendarme—. ¡Si os hubieran dado la orden de hacerlo
aludido. ya haría rato que pudriría bajo tierra! No, no puedes disparar tu arma,
El siberiano había resistido a todo. Sin embargo, Kromeler, desde su ni golpearme más... Así que puedo decir lo que se me antoje. No sé
llegada a Varsovia, había entregado a los SS un papel firmado por si me comprendes bien, pero te aseguro que me gustaría hablar tu
Von Sleiter que decía que el prisionero no debería ser expuesto a jerga... ¡Sólo para que comprendas lo que me gustaría hacer contigo,
tratamientos que pudieran exponer su vida o su virilidad. Así que le mariquita!
habían evitado ciertas técnicas que apuntaban especialmente los Hugo se daba perfecta cuenta de lo que quería hacerle. Palideció
órganos sexuales. mientras un escalofrío de horror le recorría la espalda. Delante,
Le habían golpeado salvajemente, duchado con agua helada, y sus además del chófer, se encontraba un Sturmann armado hasta los
pies lucían todavía las cicatrices de las quemaduras, que también se dientes. Este se volvió a medias en su asiento, lanzando por encima
veían en su ancho pecho velludo. del hombro:
De todas las absurdas preguntas que le hicieron los SS sólo conocía —¿Qué está contando el mono ése? ¿Quiere que le haga callar, mi
la respuesta a una de ellas: el día, la hora y el lugar donde el enviado teniente? ¡Me parece que ese gorila le está insultando!
de Moscú descendería en paracaídas, así como el material que el —No, no haga nada. No puede moverse. Las esposas están sujetas
Kremlin destinaba a los partisanos de la región. a la portezuela y los grillos al suelo... Déjele que escupa todo el
Pero no había abierto la boca, ni siquiera para decir su nombre. Con veneno que quiera... ¡no puede hacer otra cosa!
una testarudez a toda prueba, encajó los golpes y las quemaduras sin
queja, pero también sin dejar de mirar a los ojos a sus verdugos. ***
Quitándose el cigarrillo de la boca, Hugo volvió la cabeza hacia el No fue únicamente a causa de su experiencia, ni al hecho de que ella
gigante. fuera la única universitaria del grupo por lo que se convirtió en jefe.
—¡Vas a tener suerte, cerdo! —le dijo en ruso—. ¡No puedo decirte Había algo en ella que electrizaba a todo el mundo, un modo my
nada, pero te espera una bonita sorpresa en Kiev! particular de comprender a los otros y de resolver los problemas de
los demás sin dañar por ello la susceptibilidad de nadie.
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Supo dar a sus compañeras un motivo válido para que no perdieran Ekaterina asintió con la cabeza.
la esperanza, para que no se rebelaran contra aquella vida, en el —Es la única solución posible... —murmuró con la frente surcada por
fondo de la cantera, ¡que semejaba tanto a un encierro a perpetuidad! una arruga—. El camarada Leonov nos ha dejado tres viejos fusiles y
Ekaterina Sidorenka distribuyó a las otras las tareas diversas, de algunas municiones... para defendernos en el caso de que los nazis
modo a llenar los grandes vacíos de las jornadas que de otro modo descubrieran nuestro escondite... Sin disparar un solo cartucho
hubieran sido interminables. hemos aprendido a servimos de esas armas. Pero quisiera, antes de
Exigió una limpieza absoluta, sin permitir a ninguna de sus que tomáramos una decisión irrevocable, hablaros de los peligros que
compañeras que se dejara arrastrar por la negligencia o la nos aguardan en el exterior...
indiferencia. Pero como el tiempo era lo que les sobraba, Katia lo Una pelirroja levantó la cabeza en un gesto de desafío. Se llamaba
ocupó con lecciones. Les enseñó la historia de Rusia, la de la Svetlana Feforovna y era oriunda de Stalingrado.
Revolución, hablándoles también de los otros países del mundo, y en —¡Conocemos esos peligros, Katia! Somos mujeres y sabemos por
especial de Alemania. tristes experiencias, no personales por fortuna, lo que los fascistas
Se dio cuenta de que el odio era un motor que impide la hacen a las mujeres!
desesperación y aleja a la indiferencia; de un modo que lo cultivó, —¡Que uno solo de esos perros de Hitler intente tocarme —gruñó
cultivó aquel odio, consiguiendo contagiarlo a cada una de sus Valentina Serafínovna sacudiendo su larga cabellera de un rubio
amigas con una fuerza casi pareja a la suya. ceniza— y le sacaré las tripas con el cuchillo!
Poco a poco las jóvenes ocultas en la cantera se apercibieron de que Katia tendió las manos para reclamar silencio.
sus vidas no debían desperdiciarse en aquella guarida. La idea de un —No es esa actitud de vírgenes la que debemos adoptar. ¡De ¡todos
deber que cumplir se incrustó profundamente en sus espíritus y se modos, y pese a nuestra determinación, si caemos en manos de los
encontraron dispuestas a actuar en cuanto Ekaterina lo decidiera. nazis estamos perdidas!
Precisamente, durante las últimas cinco semanas, nadie vino a Hizo una breve pausa antes de continuar:
traerles víveres que antes habían llegado de modo regular, al menos —Si nos vamos de aquí, sólo una idea debe guiamos. ¡Luchar contra
dos veces por semana. el invasor como hacen los hombres! Y naturalmente la primera cosa
Afortunadamente, la prudente moscovita había almacenado parte de que tenemos que hacer es la de procuramos armas. ¡Con estos tres
lo que les entregaban. Controlando estrechamente las raciones no viejos fusiles no podremos hacer gran cosa!
habían pasado hambre, pero las reservas estaban desapareciendo, y Fue en ese momento cuando escucharon un campaneo.
por eso, aquella mañana, Katia convocó una asamblea para salir En mi mismo gesto, tres chicas: María Valentinovna, Nadiegda
definitivamente de la penosa situación en que se encontraban. Markovna y Valentina Serafínovna corrieron por sus armas.
—Ha debido pasar algo —explicó Katia—. Seguramente los fascistas Formaban el equipo de guardia durante el día. Alrededor de la
se encuentran en la región y en el pueblo, impidiendo a nuestros cantera habían tendido cordeles de los que colgaban latas vacías,
camaradas que vengan a ayudamos como lo han hecho hasta ahora. dentro de las cuales habían puesto chinas. De ese modo, si alguien
Está claro que no podremos permanecer más tiempo en la cantera, se acercaba a su escondite, el ruido metálico daba la alarma.
amenos que queramos morir de inanición. Cambiaban la disposición de los cordeles cada tres días. Incluso los
—¡Vayámonos de aquí! —gritó Tatiana Stujeva, una guapa morena camaradas que venían a llevarles provisiones no podían evitar el ser
originaria de Minsk. descubiertos inmediatamente.
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—¡De prisa! —gritó Katia. había telefoneado al gobernador, informándole de lo que se pasaba,
Las tres chicas salieron rápidamente para ir a colocarse detrás de las intentando evitar responsabilidades.
gruesas piedras que se encontraban a una y otro lado de la salida. —¿Tan terrible es? —había preguntado Kummer, temblándole la voz.
Desde allí podían vigilar perfectamente la galería que conducía al —Una fuerza de la Naturaleza, Herr Reichprotektor! ¡Una bestia en el
túnel donde se ocultaban. sentido exacto de la palabra! ¡Un ejemplar que parece salido
María, que se encontraba más cerca de la galería que las otras dos, directamente de la Prehistoria!
fue la primera en apercibir las tres siluetas que avanzaban —¡Formidable! ¡Me llena usted de gozo, amigo mío!
lentamente hacia el túnel. —Sí, lo sé, Herr Kummer... pero ya sabe tan bien como yo que antes
El corazón de Valentinovna se llenó de alegría al reconocer la silueta debe pasar por Marika von Drummer...
rechoncha de Leonov. Les había visitado varias veces, ocupándose —¡Que se dé prisa esa guarra! —gruñó el gobernador—. Scheisse!
de traerles víveres. Y gustaba de permanecer un rato junto a ellas, ¡Ya me tienen harto!
contándoles aventuras increíbles, puesto que había conocido los —De eso precisamente quería hablarle... Con toda franqueza tengo
tiempos heroicos de la Revolución y de la guerra civil contra los miedo...
blancos. —¿Miedo? —se extrañó su interlocutor—. ¿De qué tiene miedo, mi
María estuvo a punto de abandonar su refugio, pero las otras dos querido Von Sleiter?
personas la retuvieron inmóvil durante unos instantes. Comprobó que —Verá, Herr Kummer... Si sucediera una desgracia... Esa bestia es
el otro hombre era alto, muy apuesto. La joven que le acompañaba capaz de descuartizar a Frau Von Drummer...
también era guapa, pero de más edad que las chicas de la cantera. —¡Peor para ella! ¡Se lo habrá buscado, después de todo.
Iván miraba las rocas con una sonrisa en sus gruesos labios. Y tras un corto silencio:
Finalmente, adivinando sin duda lo que pasaba, levantó la mano —¡Ahora lo comprendo, mi querido Konrad! ¡No tema! Yo le
derecha y gritó: protegeré enteramente. ¡Si ese idiota de Von Drummer protesta, le
—¡Son amigos! ¡Salid, chicas! haremos cerrar el pico!
María abandonó el escondite, siendo imitada a poco por sus dos Una risita cosquilleó desagradablemente la oreja del
compañeras. Contentas, avanzaron al encuentro de Leonov. Obergruppenführer.
—Pero sobre todo, amigo mío, que no se le olvide que ese fenómeno
*** debe enviárseme en seguida... ¡Mi putilla, regalo que le debo, no
Aburrido, Konrad von Sleiter subió la escalera con pesadez. puede más! Y le aseguro que el espectáculo valdrá la pena..¡Ah, se
Profundas arrugas surcaban su frente y una mueca de despecho me olvidaba! Si quiere asistir a él, dígamelo. ¿ Comprendido?
incurvaba la línea de la boca. Hubiera dado cualquier cosa por no —¡Se lo agradezco sinceramente, Herr Reichprotektor!
encontrarse allí. ¡Como si tuviera ganas de divertirse!
Aquella mujer empezaba a molestarle de verdad, y se preguntó, con La verdad era que le hubiera gustado encontrarse delante de aquella
un suspiro, qué capricho estúpido le había hecho abandonar Berlín pareja, el monstruo y la menuda rusa. Seguramente sería un
para venir a jorobar a todo el mundo en Ucrania. espectáculo digno de verse. Pero tenía otros quebraderos de cabeza
Pero debía ir con cuidado, sobre todo después de haber visto al por culpa de aquella mujer semejante siempre a una perra salida.
"bruto". No quería historias, y antes de abandonar la Kommandantur Por otro lado, ¿podía fiarse de las seductoras promesas del
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gobernador? Lo dudaba seriamente. Von Drummer contaba con representaba a Leda poseída por Zeus transformado en cisne.
demasiada influencia en Berlín, y si le pasaba algo desagradable a la — Sakrament! —suspiró Von Sleiter dejando caer la cortina—. ¡Debe
ramera de su mujer... ser sensacional hacer el amor en semejante lugar! Sabe hacer las
Pulsando el timbre Konrad se estremeció. ¡Que su bella carrera se cosas esa...
viera amenazada por una hembra en calor... era inconcebible! La puerta acababa de abrirse y no terminó la frase, dándose la vuelta,
—¡Señor! en el preciso momento en que Marika penetraba en el gabinete.
La criada se encontraba frente a él. Durante un momento el viejo Konrad se quedó de una pieza.
fauno paseó una mirada lasciva por las caderas llenas y los senos La mujer sólo llevaba un deshabillé tan transparente que la mirada
puntiagudos de la pequeña... No estaba nada mal... ávida del hombre pudo recorrer perfectamente su cuerpo como si
Desgraciadamente el viento de la realidad se llevó con un ramalazo estuviera desnuda.
sus pensamientos maliciosos, y el gusto amargo del miedo invadió de Un perfume embriagador acarició la nariz del SS. Tragó con dificultad
nuevo su boca. mientras que Marika sonreía visiblemente divertida por la turbación
—¿Está aquí su señora? —preguntó, subiendo el último escalón. que se leía en su rostro.
—Sí, pero... Pero a pesar del orgullo que gustaba gracias a su espléndida belleza,
—¡No hay pero que valga! —la cortó con humor—. ¡Anúnciame! no perdió tiempo y preguntó a quemarropa:
¡Quiero verla en seguida! —¿Dónde está?
—¡Sígame! —Va a llegar dentro de un momento —se apresuró a responder Von
Le condujo a un gabinete. Sleiter—. Pero era preciso que viniera antes que él...
—Un momento. En seguida viene... Le lanzó una mirada que le quemó el rostro, como si se encontrara
Cuando se fue la criada, Konrad hizo el inventario de la habitación. ante un brasero.
Tanto lujo le sorprendió, preguntándose cuánto podía costar todo —¿Ha venido acaso a ver si me encontraba en buena disposición?
aquello. No había ni un solo mueble que no procediera de Alemania, ¡Míreme! ¡Estoy lista, amigo mío! ¡Lista para sufrir los asaltos de un
incluso los cuadros colgados de las paredes. Una vez más, el hombre con el que siempre he soñado!
desdichado Obergruppenführer calculó el terrible poder de Marika von Se acercó todavía más a él, y Konrad experimentó una especie de
Drummer... sobrecogimiento ante aquellos senos que casi le rozaban; dos globos
Una gran cortina, roja como la sangre, atrajo su atención. Se acercó a sólidos, duros, de piel sedosa, con los pezones que levantaban
ella lentamente, sin hacer ruido, lo que por otro lado era innecesario, agresivamente la tela que sólo los ocultaba para manifestarlos mejor.
debido a la espesa alfombra que sofocaba los pasos de sus botas —¡Herr Sleiter! —siguió ella con voz dulce pero firme—. Desde que el
relucientes. primer hombre entró en mi cama sólo he conocido a débiles... ¿Me
Temblándole un poco la mano apartó ligeramente la cortina. entiende usted? Criaturas que, como usted ahora, estaban quietas,
Detrás se encontraba un enorme dormitorio, con una cama inmensa, inmóviles, hipnotizadas delante de mí... Como usted, no daban
la más grande que Konrad había visto antes. Una cama muy baja. crédito a sus ojos, y se preguntaban cómo era posible que un cuerpo
Dos grandes espejos, empotrados en los muros laterales, repetían las de mujer pudiera ser tan perfecto... Sus caricias eran tan sosas como
imágenes al infinito. También había otro gran espejo en el techo. ellos, dulces, pegadizos como cola...
Detrás de la cama, del único muro desnudo, colgaba un cuadro que
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Ninguno de mis amantes me ha hecho experimentar ese miedo posible...
delicioso que toda mujer desea sentir, arrastrada por la sublime No daba con las palabras, pero Marika captó el sentido sin dificultad.
violencia de un macho de verdad... —¡Teme usted que me haga daño! —exclamó riéndose en sus
Acalorado, echando chispas por los ojos, sin saber exactamente por narices—. ¡Pero eso es precisamente lo que deseo, querido amigo!
qué, Konrad se achicó; se sentía debilitado ante aquella furia... —Podría matarl...
—¡Todos! —explotó ella—. ¡Todos se portaron del mismo modo! Se —¡No! ¡Poco importa... que sea ruso! Un hombre se porta como un
quedaron delante de mí, humildes y tímidos, como religiosos delante hombre ante un ofrecimiento así. Hágale subir, Konrad... y no tema
de su diosa... De no haberles dicho que me poseyeran se habrían nada... No me sucederá nada malo.
quedado contemplándome con una veneración religiosa. ¡Los —Tenemos que liberarle de las esposas y de los grilletes. Tan
imbéciles! peligroso es, que hemos tenido que tomar esas precauciones...
Se rió y fue como si una cuchara golpeara rápidamente una hilera de —¡Quítenle todos esos hierros horribles! Mis manos serán cadenas
copas de cristal. deliciosas y mis piernas serán suaves grilletes...
Ninguno de ellos supo leer en mis ojos el deseo que me quemaba de —Voy a ordenar que lo suelten.
ser maltratada, golpeada, dominada, ¡violada! Se tendían sobre mí —Muchas gracias, querido amigo. Puede contar conmigo... Ya sabe
como gusanos o se pegaban a mi cuerpo como sanguijuelas. que puedo ayudarle... y mucho. Uno de estos días puede que
Miró a los ojos de su interlocutor. telefonee a Berlín... Si siente deseos de cambiar de aires, hágamelo
—¡Lo crea o no, querido amigo, todavía no he conocido el placer que saber...
debe experimentar una mujer poseída por un hombre de verdad! —Danke!
¡Todos esos cobardes sólo me han procurado sensaciones limitadas, Descendió los escalones rápidamente, confundido, compartido por
neutras, restringidas por su propia insuficiencia! ideas contradictorias. Por último, como hombre realista y cuando
Se calló y Von Sleiter dejó escapar un profundo suspiro. llegó a la planta baja, suspiró mientras la boca se le retorcía en una
—Creo que esta vez se sentirá complacida. mueca de desagrado.
—¡Eso espero! —lanzó Marika estremeciéndose—. Pero ¿dónde —¡A dónde voy a ir a parar es al frente, puta asquerosa! ¡Al frente,
está? donde reventaré como una alimaña!
—Abajo.
—¡Que suba! Los! Los! CAPÍTULO XXI
—Un momento, señora.
—¿Qué pasa? ¿No le habrán herido, verdad? Le había dicho —Niet!
claramente... El grito surgió de la garganta de Nathalia con una fuerza que
Otro suspiro escapó de los labios del Obergruppenführer. sorprendió a los otros. Todas las miradas convergieron en ella,
—No, se encuentra perfectamente bien. Sólo heriditas que en un incluso la de Anatoli que no había abierto la boca desde el comienzo
cuerpo como el suyo no hacen pura... de la reunión.
—¿Entonces? Con el ceño fruncido, Ivan Leonov, que presidía la asamblea,
—Debo advertirle, Frau Von Drummer. Es un bruto, un hombre examinó lentamente el rostro furibundo de la joven rusa.
salvaje... y quisiera, ésa es mi preocupación, evitar en la medida de lo
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—¿Podemos saber por qué no estás de acuerdo con nosotros, —Pues en ese caso no tienes sino que demostrarlo, cama— rada
camarada Semionovna? Me parece que puesto que el grupo de Fedorovna. Puedes ir esta misma noche en busca de armas... Matas
partisanos ha sido destruido, debemos reemplazarlo al menos por el a un nazi y le quitas la metralleta.
momento. Con las armas en la mano creo que no hay diferencia entre Ivan hizo un gesto de fastidio.
un hombre y una mujer... —Deja eso, Nathalia. Lo que queremos saber es cómo ves tú el papel
Esperó la réplica de Nathalia, pero como ésta guardara silencio: que puede jugar nuestro grupo... ¡el resto son tonterías!
—Lo más importante —siguió Leonov— es que estemos animados —Como quieras, camarada Leonov. Pero permíteme decirte que ni
por un verdadero espíritu de lucha. No pongo en duda que nuestra Svetlana ni ninguna de nosotras sería capaz de medirse con un SS o
acción contra los fascistas va a gozar de una prensa favorable por con un Feldgendarme... y mucho menos de estrangularle, como lo ha
parte de los habitantes de Ucrania y cuento con que poco a poco hecho en dos ocasiones el camarada Rudenski. La verdad es que
vengan a engrosar el nuevo grupo de guerrilleros. Además —acabó mientras Tola mataba a esos dos fascistas yo me ponía enferma...
con un gesto que abarcaba a todas las mujeres allí reunidas— todo el —¡No todo el mundo es tan sensible como tú! —gritó de nuevo la
mundo está de acuerdo. ¡Somos la mayoría absoluta, camarada! chica de Stalingrado.
—Que seáis mayoría —replicó entonces Nathalia— no quiere decir —¡Basta! —intervino Ivan—. Sigue, Nathalia.
que vuestro plan sea el mejor. A mí me parece que al contrario, os — Spasiba, tovarich. Yo veo las cosas de otro modo —dijo— tras un
dejáis arrastrar por supuestos completamente falsos... Entiendo muy breve silencio—. Somos mujeres jóvenes y, por qué no decirlo,
bien el deseo del camarada Leonov que resume el interés general y agradables... También sabemos que los alemanes, y me refiero
lógico de no detener la lucha contra el invasor fascista, hasta aquí únicamente a los altos oficiales, los personajes de primera
estoy de acuerdo con él... importancia, se comportan como puercos... Desde que entraron en
Calló un momento, con la frente cubierta de arrugas. Rusia no han hecho otra cosa que divertirse con nuestras hermanas.
—Pero no creo que ocho mujeres, que por otro lado no están Recorren de un lado a otro el país para renovar sus colecciones de
preparadas para la lucha, puedan hacer gran cosa. Al contrario, y se chicas que hacen participar en sus orgías. ¿No creéis, camaradas,
verá desde el primer momento de acción, fracasarán que podríamos hacer mucho más daño sirviéndonos de nuestros
completamente... cuerpos que empleando las armas? Se estableció un pesado silencio.
—¡Hay mujeres en los otros grupos de partisanos! —objetó Iván. Rudenski, que había escuchado con gran interés las palabras de su
—Lo sé, ¿pero en qué proporción comparadas con los hombres? Y amante, fue el primero en sorprenderse ante el plan de Nathalia. Y
además, ¿qué hacen en esas unidades? Pocas, muy pocas,, son las luego, al apartar la mirada de la chica, sintió el escalofrío colectivo
que empuñan las armas, consagrándose la mayoría a los trabajos que había recorrido a la asistencia, y lanzando una ojeada en
domésticos o sirviendo como enfermeras... derredor pudo leer en los rostros de las muchachas una mezcolanza
—¡Nuestro grupo será la excepción! —exclamó Svetlana con las de horror y de pánico.
mejillas arrobadas y la mirada brillante—. ¡Seremos las primeras —¡Está loca de remate! —exclamó por último la chica de Minsk,
partisanas armadas! ¡Y sabremos pelear como los hombres!. Lucía Filatovna.
Natalia se encogió imperceptiblemente de hombros. —¡Quiere convertimos en putas! —se burló la chica de Stalingrado.
—¡Increíble! —suspiró Tatiana Strijeva, también oriunda de la región
de Minsk.
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Ivan Leonov sacudió tristemente la cabeza. ases en la manó... Naturalmente, eso si estas cama— radas están
—Vas demasiado lejos, mi pequeña Semionovna. Porque, incluso dispuestas a sacrificarlo todo, incluso la vida, por su país...
aceptado ese plan disparatado... ¿qué podríais hacer una vez en las Ivan se frotó pensativamente el barbudo mentón. ¡El plan de Nathalia
manos de los jefes nazis? ¿Matarlos? Eso significaría pagar un precio Semionovna se le antojaba sencillamente monstruoso, pero tan
demasiado caro, porque a renglón seguido los autores no tendrían seductor al mismo tiempo...! Si el golpe, o los golpes salían bien, los
posibilidad de seguir viviendo... Mientras que si un grupo dispara resultados, tenía que admitirlo, serían mucho más importantes que
contra los nazis, incluso si algunos caen en el encuentro, no hay todo lo que habían hecho los partisanos hasta entonces...
nunca... —se esforzó por dar con las palabras, decidiéndose tras Pero ¿valía la pena? Miró a las chicas con ternura. El solo hecho de
vacilar un momento—, no hay nunca contacto físico y no es necesario imaginarlas en las manazas de los nazis le ponía frío en el corazón.
que se entreguen nuestras mujeres... Sin embargo, advirtió en cada rostro una determinación a ultranza,
Una risita breve escapó de la boca de Nathalia. un resplandor que hablaba por sí mismo de la voluntad de
—¡Esperaba eso! ¡Los viejos tabúes, los prejuicios de siempre! sacrificarse, de dar más que la vida misma, de prostituirse...
¡Maldita sea! Hay que ver lo difícil que resulta extirparlos de las Algo se rebeló en su interior, y tuvo que confesarse sinceramente que
cabezas de la gente. Tú, camarada Leonov, marxista de nacimiento, el tiempo pasaba y que estaba envejeciendo. Mordiéndose los labios
comunista convencido, acabas de hablar como un burgués. No te miró a Nathalia con desafío.
falta sino una pequeña medalla colgando del cuello y una visita al —¡De acuerdo! Lo decidiremos con una votación... ¡Que los que
pope cada mañana... estén de acuerdo levanten el brazo!
—¡Cierra el pico! —estalló Ivan—. No vas a convencerme intentando El mismo, a pesar de haber dado su acuerdo, no hizo el gesto que
ponerme en ridículo. Soy un marxista-leninista, en efecto, y no solicitaba de los otros. Las chicas levantaron el brazo, sin excepción,
lograrás que me ponga de tu lado, a menos que tu argumentación Nathalia también, pero no así el médico que imitó a Leonov.
resulte más convincente... —Somos mayoría —sonrió Nathalia. Y volviéndose hacia su amante
—¡Pues voy a ser más convincente! —exclamó la joven—. Hablas de con las cejas fruncidas—: Me gustaría saber por qué no estás de
atacar un grupo de fascistas, bien, ¿pero a quién crees que vas a acuerdo con nosotras, camarada Rudenski.
matar? ¡A soldados! Suboficiales o, en el mejor de los casos, algún A su vez Anatoli miró a la joven sinceramente emocionado.
que otro oficial, y puede que si la suerte se pone de tu parte hasta a —En principio no estoy de acuerdo, pero tampoco estoy contra. El
un comandante... ¡Pues vaya! Mientras que lo que yo ofrezco es objetivo al que apuntáis me parece magnífico, pero me gustaría que
atacar directamente a la cabeza de los invasores... No a un jefe de las que actuaran con los nazis tuvieran un margen de posibilidad más
batallón, ni a un jefe de división, ni siquiera a un jefe de un cuerpo de ancho de salvar sus vidas.
ejército... ¡Más alto, mucho más alto, camarada! Generales de las SS, —¿Crees que eso es verdaderamente importante? —replicó Nathalia
altos graduados de la Gestapo, miembros superiores de la con un encogimiento impaciente de hombros—. Cuando empiece a
Organización Todt... y si quieres que te lo diga todo... ¡hasta el actuar, la chica que tenga una misión sabrá perfectamente que no
gobernador en persona! hay nada que hacer... ¡sino morir como una chica soviética!
—¡Deliras! Una sonrisa, más bien una mueca, se esbozó en el rostro del —
—Puede, pero mira un poco a las chicas. Vístelas un poco bien, dales doctor.
bien de comer durante unos días, peínalas y tendrás los mejores —¡Por favor! ¡Nada de grandes palabras! Seamos prácticos, mi
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pequeña Nathalia. Estoy pensando; la verdad es que no hago otra En el fondo, lo sabía, se encontraba aquella débil esperanza —que
cosa desde que has expuesto tu plan... Y creo haber dado con una o no abandona nunca completamente al alma humana; una esperanza
dos ideas que pueden procurar cierta seguridad... Considero —y hecha de fantasía, de locura, porque no era sensato el pretender
cambió el tono de su voz, bajando un octavo— que si una mujer debe cambiar el destino de las cosas y de las personas.
sacrificar su cuerpo, ya es bastante pago... ¡y debe hacer lo imposible Pero se aferraba a aquella esperanza que era lo único que le
por conservar la vida! quedaba, su único puerto. Aquel rinconcito de luz, de calor, que los
—Todo eso está muy bien —replicó la joven—, pero me gustaría espíritus perdidos por la desesperación persiguen a menudo tan en
saber cómo vas a arreglar el asunto. Incluso si la chica salva la vida, vano.
todas las sospechas recaerán sobre ella. ¡Al contrario, lo que yo Anduvo durante la noche, como venía haciendo desde que había
pienso es que tú, como médico, deberías procurarle un veneno para encontrado el cartel. El miedo a ser descubierto e identificado le
que ella pueda escoger el momento de su muerte, antes de caer en causaba escalofríos. Sin embargo, se decía que nadie iba a
las manos de los perros de la Gestapo! reconocerle, ya que la foto del cartel era mala y, aparte del tiempo
—Ya he pensado en eso —dijo Anatoli tranquilamente—, pero que había pasado en el campo de partisanos no se había paseado
precisamente porque soy médico lo que quiero es salvar vidas...,no por la región.
arrebatarlas! En lo del veneno estoy de acuerdo en principio, pero En el interior de su cuerpo, como en su espíritu, se habían
también hay venenos que son armas temibles y que vamos a estropeado ciertos resortes vitales, y no se reconocía en aquel
necesitar... Un veneno que tarda unas cuantas horas en matar, el hombre de espinazo doblado, mirada huraña, en aquel pobre tipo que
tiempo necesario para que la “partisana” tenga la ocasión de se ocultaba constantemente, que sólo miraba de soslayo, temblando
desaparecer. noche y día cual una miserable bestia acorralada.
—¡Bravo, doctor! —lanzó Leonov—. Me parece que ahora también A veces, sobre todo durante las horas del día que pasaba tendido en
voy a votar yo. Acaba de quitarme un gran peso de encima, la hierba, en algún escondite seguro, la imagen de Nathalia se le
camarada Rudenski... aparecía y, durante unos instantes se convertía en el Tumeriev de
Y levantó el brazo, mientras su bocaza, medio oculta por la barba, se antes. Sentía que la sangre le latía con fuerza en las arterias y le
hendía con una ancha sonrisa. invadía una especie de alegría. También a veces experimentaba la
sombra del deseo insinuándosele en la carne. En aquellos momentos
*** recuperaba la lucidez y se sentía feliz.
Empujado por una fuerza desconocida, contra la que no pudo oponer Pero esas magníficas sensaciones morían al cabo y la depresión
ni el miedo ni los remordimientos, el teniente del Ejército Rojo Ilya aprisionaba el alma del ruso con sus mandíbulas de acero,
Tumeriev dirigió sus pasos hacia el campamento del bosque de machacando dolorosamente su espíritu donde, con toda libertad, se
Puchia Voditza. paseaban los remordimientos como grandes murciélagos de alas
Sin saber exactamente lo que iba a encontrar allí, presentía muchas negras...
cosas y habría sido un hombre feliz de haber podido resistir a aquel La locura empezaba a germinar en su espíritu y, poco a poco, su
deseo absurdo, a aquella fuerza indomable que le empujaba cerebro operó un cambio completo. Por una suerte de mecanismo de
fatalmente hacia el último lugar a donde debería dirigirse. autodefensa olvidó todo lo que había hecho, sobre todo lo que había
pasado en la Kommandantur de Piorka; lentamente su personalidad
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se desdobló y el antiguo Ilya, con sus remordimientos y sus números de la Wehrmacht que iban a reincorporarse a su unidad tras
pensamientos amargos fue rechazado a! fondo del olvido, mientras un permiso demasiado corto.
que la nueva personalidad tomaba las riendas del espíritu que al cabo Por fortuna, como se dice, los niños y los locos cuentan con un ángel
de los días fue presa de fabulosos delirios. guardián. El de Tumeriev resultó ser un compatriota, un viejo
La última fase del cambio se produjo la noche en que avanzaba hacia tractorista que había abandonado el koljós donde trabajaba para el
el campamento. De repente su actitud cambió. Se irguió, arrogante la invasor al enterarse de que su hija había sido violada por los
mirada, e imaginó que le acababan de lanzar en paracaídas, no lejos Feldkgndarmes.
de allí, con la misión de informar a Moscú de las actuaciones de Lobo solitario, erraba a través del bosque, disparando contra los
cierto grupo de partisanos que se ocultaban en el bosque de Puchia nazis que se aventuraban por él por parejas o por reducidos grupos.
Voditza. Al descubrir a los dos soldados dio un rodeo para salirles al paso,
Con una sonrisa de orgullo se imaginó delante del camarada Stalin, subió sobre un talud e hincando una rodilla en la tierra helada,
en el despacho del Kremlin, y hasta le pareció escuchar las palabras levantó lentamente el fusil, un arma alemana que había robado antes
pronunciadas por Joseph Vissarionovich. de abandonar su trabajo.
—En caso de que esa unidad de resistentes haya sido aniquilada, y
es lo que temo según los informes recibidos, usted, camarada CAPÍTULO XXII
Tumeriev, quedará encargado de desencadenar el terror contra los
fascistas. Es preciso que los nazis sepan que nuestros partisanos, Tras el voto unánime se instaló un largo silencio. Anatoli encendió un
incluso muertos, siguen luchando. ¡Sea despiadado! cigarrillo, ofreciendo otro a Leonov que se lo agradeció con un
Cambió su expresión y hasta su modo de andar se modificó a medida asentimiento de cabeza. Las chicas permanecían inmóviles,
que el delirio se adueñaba de su espíritu. Se esfumó su miedo y preocupadas.
cuando media hora más tarde descubrió a los dos alemanes que De pronto Nathalia esbozó una sonrisa. Lanzó una mirada triunfal a la
avanzaban lentamente hacia él, saltó fuera del camino y se ocultó, no ronda, exclamando luego con voz que traicionaba su alegría:
por temor —como le hubiera sucedido antes— sino porque se sentía “¡Creo que ya lo tengo!
perfectamente encamado en su nuevo personaje, identificándose Las chicas la miraron con interés. Anatoli, con el cigarrillo en los
plenamente con el "Jefe” y la "misión" que le incumbía. Un viento frío, labios, se preguntó qué era lo que Semionovna iba a sacarles esta
helado, obligaba a los dos alemanes a andar encogidos, los cuellos vez...
de los abrigos levantados y el casco hundido hasta las orejas. Como muchos intelectuales, Rudenski pensaba que Nathalia, desde
Tumeriev no pensó ni durante un momento que no tenía armas. Una que se le había entregado, le pertenecía completamente, y que
fuerza increíble hacía fluir su sangre más de prisa, obligando al hubiera debido plegarse un poco a sus ideas, en vez de querer
corazón a latir a un ritmo poderoso. Siguió con la mirada la marcha desempeñar gratuitamente un papel de protagonista, de jefa, que no
de los alemanes, sintiendo una energía nueva, un desprecio absoluto le convenía.
del peligro. "Después de todo —se dijo, mirando a la mujer a través del humo—
Se puso en tensión, disponiéndose a saltar sobre sus enemigos. no es sino una campesina..."
Nunca hubiera conseguido vencer a los dos soldados, dos pobres —Nuestros planes no servirán de nada —empezó a decir Nathalia
con voz firme— si no damos con el modo de aplicarlos de manera
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eficaz. Conozco un pueblo, Chekolovko... donde viven unas amigas Le volvió la espalda y se dirigió de nueva a las otras:
mías... Allí se encuentra el burdel más importante de la región... —Yo iré a ese burdel... obtendré los informes que necesitamos para
—¡Te lo ruego, Nathalia! —saltó Anatoli sin poderse contener—. ¡No saber cuándo debemos actuar. Ya habéis oído al cama— rada
sigas! Has ido demasiado lejos... Rudenski... Asegura que la muerte de algunos alemanes importantes
Pero la chica ni siquiera miró a su amante. Siguió hablando, no cambiará el curso de la guerra... ¡Evidentemente! Tampoco la
brillándole los ojos. cambiará la destrucción de un convoy. Sin embargo, hay que hacer
—Es en ese burdel donde los alemanes se abastecen de chicas para saltar esos convoyes, como hay que matar la mayor cantidad posible
sus orgías de Kiev... de nazis... Es en una atmósfera de terror continuo, de inseguridad,
Rudenski no pudo más. Avanzó, malhumorado, plantándose delante que el adversario cometerá errores que aprovechará el Ejército Rojo.
de Semionovna. Sus ojos chispeaban y estaba magnífica.
—¡Basta! —soltó con sequedad—. ¡Deja de decir tonterías! En —¡No sé si estáis de mi lado, pero por lo que a mí concierne, estoy
principio, ya lo sabes, no estaba de acuerdo con tu plan. No me gusta dispuesta a ofrecer mi modesta persona a nuestra madre Rusia! En el
ni un pelo emplear a esas personas para luchar contra los fascistas. fondo no odio a los soldados, ni a los SS, ni a los Feldgendarmes que
¡Y sigo diciendo que eso no tiene sentido! Incluso si con el sacrificio han colgado y fusilado a tantos de los nuestros...
de sus vidas estas camaradas mataran algunos peces gordos nazi, "Los verdaderos responsables no se encuentran entre ellos, sino en
eso no cambiará la situación... las mansiones y los palacios de Kiev, en su satánica
Nathalia volvió la cabeza hacia el doctor. Al principio sus ojos Kommandantur... y es ahí donde debemos golpear.
mostraron una sorpresa sincera, mientras una sonrisa amistosa le Calló entonces y paseó una mirada de desafío por los rostros atentos
llenaba la boca. de las chicas.
Pero a medida que Rudenski hablaba y que su voz se fortalecía, —¡Y si eso bastara para vengar a nuestros muertos, a los ancianos
haciéndose más áspera, cambió el color de los ojos de la rusa; los asesinados, a las chicas y las mujeres violadas, me daría por
ojos adquirieron un tono acerado y la sonrisa se transformó satisfecha!
lentamente en una mueca de desprecio. —¡Estás loca de atar! —gruñó el médico encogiéndose de hombros.
—Pero ahora —siguió el médico tras un corto silencio— les pides que No fue Nathalia quien le respondió. Levantándose, Svetlana
se prostituyan... Empezar por entregarse a oficiales, suboficiales e Fedorovna, la chica de Stalingrado, se dirigió a él malhumorada:
incluso simples soldados... ¡es una locura! —¡Cállate, camarada! Y dinos más bien lo que has hecho por Rusia
Se embalaba, y así, con voz cada vez más ronca: desde que los partisanos se jugaron el pellejo para salvarte...
—Y puesto que ahora puedo decir lo que pienso... ¡digo que no, —Y o... —balbuceó Anatoli.
Nathalia Semionovna! ¡Digo que no a tu plan! ¡Un no categórico! Te —¡No has hecho nada! —le cortó Fedorovna—. Es decir, te has
prohíbo proseguir animando semejantes locuras... Te prohíbo... acostado con Nathalia... Vosotros, los hombres, siempre os dais
—¡Basta! —le lanzó ella al rostro—. ¿Con qué derecho me lo importancia, y nos consideráis a las mujeres como incapaces, sólo
prohíbes? buenas para procuraros placer... ¡o niños!
Y burlándose: Se volvió hacia las otras.
—¿Te tomas por mi señor y dueño porque me he acostado una vez —Yo estoy de acuerdo con la camarada Semionovna e iré a donde
contigo? ¡Imbécil! ella diga... Estoy dispuesta a ir con ella a Chekolovka...
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—No es necesario, Svetlana —le dijo amablemente Nathalia—. En el —¿Sí?
burdel no serviríais de mucho al cabo de un tiempo... No, os necesito —No creas que vas a pasártelo en grande... a menos que m>
mucho... pero más tarde. Lo que todavía no sé es cómo voy a prefieras largarte. Aquí todo el mundo va a hacer algo. Me
arreglármelas para informaros... comprendes, ¿no es verdad?
Se escuchó una voz y todas las chicas se volvieron hacia el viejo Los labios del doctor se agitaron. Luchaba contra la cólera,, pero tras
ruso. una corta vacilación asintió con la cabeza.
—Yo seré vuestro agente de enlace, camaradas —afirmó Leonov—. —¿Qué se supone que debo hacer?
Iré con Nathalia y ella me mantendrá al corriente... —Ocuparte de la salud de estas camaradas. Arréglatelas como
—No —replicó Nathalia—. Te descubrirían en seguida. Según lo que puedas, pero estas mujeres no deben faltar de nada y además deben
me han dicho, todos los habitantes de Chekolovka andan controlados comer bien...
por la Feldgendarmerie... —Da.
—Entonces —exclamó Iván Ivanovich— será mi mujer quien se —Te las arreglarás para dar con lo necesario en los caseríos de los
pondrá en contacto conmigo... Me quedaré en los alrededores del alrededores. Así que eres responsable de su salud y de su aspecto...
pueblo y Nadia Ivanovna me llevará tus mensajes... y no debes olvidar entregarles, antes de que se vayan,, un veneno
Una sonrisa estiró su boca grande. rápido y eficaz...
—No, no temáis nada... Nadia es vieja pero resistente. Podrá trabajar —Bien.
en esa casa... lavar la ropa, hacer las camas... —El farmacéutico de mi pueblo —intervino Leonov— ha ocultado
—No está mal —dijo Nathalia en voz alta—. Lo importante es que todo en el sótano... Puedes ir a verle, tovarich... y coger todo lo que te
sepáis a dónde ir y en qué momento. Claro está que en cuanto se parezca.
presente la ocasión, cuando llegue el momento de actuar, deberá —Gracias. Iré.
reunirse conmigo en el burdel... Nathalia se acercó entonces a las otras chicas, sonriéndoles
—Pero —objetó Tatiana Strijeva, la chica de Minsk— ¿crees, que amistosamente.
podrás confiar en las chicas de ese lupanar? Seguramente las habrá —Creo que ya está todo dicho. Voy a ponerme en camino
valientes... pero el miedo puede derrumbar a las menos decididas... en seguida con el camarada Leonov. Iremos a recoger a su mujer y
—De eso me ocupo yo... —afirmó secamente Nathalia—. Nos luego nos dirigiremos directamente a Chekolovka. ¡Cuidaros mucho!
jugamos demasiado como para permitirnos andar con titubeos. T añadió sinceramente emocionada:
Mostró la pistola que ocultaba en el bolsillo disimulado baja la falda. —Gracias por vuestro apoyo... Spasiba!
—Estoy armada —siguió diciendo—. Y os aseguro que si una de
esas chicas quiere pasarse de lista... ***
No terminó la amenaza, pero su voz no dejó dudas respecto— a sus El primer soldado abrió los brazos, unas décimas de segundo antes
intenciones. Las chicas asintieron gravemente. de que el disparo llegara hasta Tumeriev. Pero tras prepararse a
Volviendo a ocultar su arma, se volvió hacia el médico que saltar sobre los nazis, se encontró en el aire cuando el segundo
permanecía apoyado en la pared, con la mirada perdida. soldado le apuntó.
—Camarada Rudenski. — Sie sind des Todes! [7] —rugió el Feldgrau con la mirada
Anatoli levantó la cabeza. desorbitada.
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Junto a su compañero, el otro alemán se agitaba todavía. Todo pasó —¡Como quieras!
tan de prisa que Ilya, con la mirada plantada en el agujero negro del El viejo se lío a masticar el queso que había sacado de uno de los
cañón del fusil con que el alemán le apuntaba, aceptó de buena gana zurrones, mientras miraba con curiosidad al otro ruso.
aquella muerte que en el fondo de su corazón no había cesado de —Eres joven —dijo con la boca llena—. Estás en el ejército, ¿no es
desear como la sola liberación. verdad?
Pero cuando vio, como por magia, estallar la cabeza del soldado, y —Ya no.
que el cuerpo decapitado daba unos pasos hacia atrás antes de —¿Te has enterado de lo que estos hijos de mala madre han hecho a
derrumbarse pesadamente, se quedó estupefacto, anonadado, con los partisanos? Ayer pasé cerca de su campamento... ¡Estaba
los músculos tan paralizados que no podía moverse. sembrado de cadáveres!
Todavía bajo el efecto de la impresión, no escuchó los pasos que se —Sí, también los he visto yo.
acercaban, y se estremeció, sorprendido, cuando la voz del hombre, El otro tragó el último pedazo de queso, limpiándose la boca con el
una voz burlona, llegó hasta él: reverso de su poderosa mano peluda.
—¿Qué, padrecito? ¿Estás herido? —Me llamo Fedor Malienski —se presentó—. Trabajé como
Tumeriev vio entonces al hombre. Debía contar más de cincuenta tractorista en el koljós de Prenistaia, a unos sesenta kilómetros de
años, pero se mantenía firme sobre sus piernas cortas, sobre las aquí.
cuales se levantaba un cuerpo macizo, de anchas espaldas, —Yo soy Ilya Tumeriev, teniente...
coronado por una cabeza que parecía incrustada directamente en el —¡Mierda! ¡Ya decía yo que te conocía de algo! Ahora me acuerdo...
tórax, tan sólido y corto era su cuello. Tu jeta se encuentra en los carteles..
Ilya se irguió lentamente y luego balbuceó: El joven oficial soviético no se movió.
—Gracias... Acabas de salvarme la vida... 'Tarde o temprano —se dijo amargamente— tenía que matarme un
—Te vi cuando te disponías a saltar sobre esos dos perros... Hay que ruso... Este u otro, ¿qué importa? Ahora que me ha reconocido, que
tener valor para hacerlo, padrecito... ¡o estar desesperado del todo! sabe que soy el traidor de los carteles, acabará conmigo... seguro..."
Tumeriev guardó silencio, sinceramente sorprendido de la perspicacia Y en voz alta:
del otro. —Puedes matar... No voy a defenderme... ¡Estoy harto!
—Bueno, ¿qué?... Vamos a registrarlos, ¿no? —propuso el hombre El otro le observó curiosamente y luego estuvo a punto de
—. Sólo me quedaban tres postas en mi viejo fusil de caza... y atragantarse:
prefiero sus armas... ¡Toma tú una también, camarada} —¿Qué? ¿Matarte? ¿Yo? ¡Mierda! ¿Y por qué tengo que matarte?
Ilya hizo lo que el otro le decía, pero dejó que el hombre registrara a —Has leído el cartel...
los dos cadáveres. El viejo arrojó los papeles que llevaban los Fedor se echó a reír a carcajadas. Escupió un pedazo de queso que
soldados alemanes, pero guardó todo lo que contenían sus se había hospedado en sus dientes estropeados.
Umhangetasche [8]. —¡Imbécil! En seguida me di cuenta de que eres muy gracioso... de
—Coge la cartuchera de ésta —le aconsejó el hombre—. Las balas ésos que se toman las cosas a pecho... ¡Pues claro que he leído esos
valen su peso en oro... Y si te faltan en este mundo de locos estás en condenados carteles! ¡Los hay por todas partes, padrecito! Pero no
peligro... ¿Quieres un pedazo de queso? guardas mucho parecido con esa puñetera foto...
—Gracias, no tengo hambre. Lanzó un suspiro y se echó el fusil en banderola.
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—Vámonos, camarada... No vayamos a enmohecemos aquí... ¡Anda, —¿Qué sabes tú? A ti también te gustaba la vida... La prueba es...
vamos! que denunciaste a tus camaradas...
Anduvieron juntos durante un buen rato. Luego el bosque levantó —¡Cállate!
frente a ellos un muro de verdura. Se metieron en él, por un ancho —¿Tienes remordimientos? ¡Pedazo de imbécil! Estás sufriendo mil
camino, como un pasillo entre dos murallas de árboles. veces más que los muertos por los fascistas... Y apostarla que
—Así que te consideras un sucio traidor... ¿no? —preguntó cuando te rajaste no pensabas en tu vida... sino en otra vida,
bruscamente el viejo tractorista. estrechamente ligada a la tuya... Una mujer... ¿Me equivoco?
—Sí —silbó el joven por entre sus dientes apretados—. Debieron —No —confesó Ilya sordamente.
matarme, como a los otros... y así, al menos, hubiera tenido derecho —¿Lo ves? También yo he traicionado padrecito... He denunciado... y
a una muerte limpia... lo volvería a hacer si eso pudiera ser útil...
—¡Ta, ta, ta! —replicó Fedor—. ¡No hay muerte limpia, camarada! La —¿A tu mujer?
muerte siempre es sucia, asquerosa, innoble... ¡Esas estúpidas ideas — Niet! Mi vieja murió en el acto durante el bombardeo del pueblo...
me dan risa! Casi todos los habitantes que no trabajaban en el campo estaban allí.
Escupió en el suelo. Los aviones nazis lo rasaron todo. Y mi mujer tuvo la suerte de morir
—Desde que empezó esta puñetera guerra sólo escucho tonterías en seguida...
por todas partes. El honor, la patria, el partido, la libertad... ¿y qué —¿Entonces?
más? —Regresamos al infierno en que se había convertido Prenistaia. Tres
Sacudió tristemente la cabeza. o cuatro casas se habían salvado por milagro... El resto sólo era un
—No, padrecito. Hay que seguir viviendo para trabajar esta buena montón de escombros humeantes...
tierra rusa. La vida es algo maravilloso... y hay que conservarla Se rascó la espesa pelambrera, donde brillaban unas canas.
cueste lo que cueste. Fíjate en mí, anda... Voy por los sesenta años... —Nos pusimos a trabajar... y conseguimos sacar todos los cuerpos
¡Bueno, pues enviaré a la mierda a quien me diga que debo sacrificar de debajo de las ruinas. Queríamos enterrar a nuestras familias. Al
lo que me queda! He perdido todo, el trabajo, la mujer... y mi hija... día siguiente un regimiento de los nuestros atravesó el pueblo. ¡La
¡Según esos estúpidos debería estar harto, como tú! Esos que prisa que llevaban los tipos!
piensan: ¿Qué haces en este mundo, abuelo? ¡Tu vida no vale ni un "Nosotros, claro está, queríamos abandonar el pueblo... Bueno, lo
copek, así que trata al menos de ser útil y acaba con algunos nazis, que quedaba del pueblo. No teníamos nada que hacer allí, ¿no es
aunque te maten! verdad?
¡Da tu viejo pellejo por la causa! Y luego estaban las jovencitas que el bombardeo había sorprendido
Volvió a escupir con más fuerza. en el koljós, como a nosotros...
—¡Banda de cochinos! ¡Que ofrezcan sus vidas jóvenes esos cerdos, Lanzo una risita y luego, según su costumbre, escupió sobre el tronco
si es que quieren convertirse en héroes! Yo le tengo apego a mi de un árbol con una precisión sorprendente.
pellejo... y lo conservaré tanto tiempo como pueda. —Entonces un tipo bajito, un comisario político nos soltó un discurso:
—Te comprendo —dijo tristemente Tumeriev—, pero tu caso no es el que teníamos que quedamos para jorobar a los alemanes, para
mío... espiarlos... que los camaradas de la Resistencia necesitarían nuestra
ayuda, y que si esto y lo de más allá... ¡La labia que tenía el tipo! Yo
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le dejé hablar todo lo que quiso y luego le dije que de acuerdo, que Pero la voz del hombre se detuvo en el oído de Sonia, y otra voz, la
nosotros, los hombres, nos quedaríamos, pero que debía llevarse a suya, que clamaba su alegría en su interior se dejó oír.
las chicas y a las mujeres... ¡El hijo de puta! Se atrevió a decirme que "¡Increíble! ¡Ni siquiera sospechabas que existieran hombres como
precisamente eran las mujeres y las chicas las que podrían sacar Igor! El imbécil que te violó en el pueblo no era sino un piojo
informaciones preciosas a los nazis. miserable al lado de este macho magnífico, de este bruto
"Entonces yo le dije que para eso era preciso que las chicas se maravilloso..."
entregaran a los fascistas, ¡y que si quería convertirlas en putas, que —¿Me estás escuchando, ramera?
le dieran por culo al régimen soviético, al Kremlin y a todo lo demás! —Sí, te escucho, mi dulce gigante...
—¡Pudo matarte por hablar así! —Entonces, ¿por qué lo hiciste?
—¡Bah! A punto estuvo... Uno de sus camaradas me dio un culatazo —Ya te lo he explicado, Igor querido... Ayer por la noche te lo dije
en la cocorota. Me desvanecí y cuando me recuperé ya se habían ido todo...
los cerdos, dejando a las chicas y a las mujeres... —¡Puta!
"Los del pueblo estaban de acuerdo conmigo y en seguida dimos con —Lo que tú quieras... pero no grites... Están ahí...
un escondite para las chicas. Las casadas no quisieron abandonar a Karpucha miró a los dos SS inmovilizados junto a la puerta, con las
sus maridos ni a sus niños. armas en la mano, quietos, indiferentes. Luego la mirada del
Se detuvo, miró atentamente alrededor y añadió: siberiano fue a posarse sobre el gobernador, incrustado en el sillón,
—Vamos a quedamos aquí para pasar la noche. Estoy muerto Y roncando a todo meter, escapándosele un hilillo de baba reluciente
dejemos ya mi historia... Tú harás la primera guardia...¡despiértame por el doble mentón.
cuando estés cansado! —Podría matarle antes de que reaccionaran esos dos idiotas.,, —
Luego se tumbó en el suelo, encogido. Dos minutos después roncaba Murmuró.
fuertemente. Sonia abrió los ojos, rodeando con sus brazos el cuello macizo de su
amante.
CAPÍTULO XXIII — Niet! —susurró, alarmada—. No hagas eso, querido... Te matarían
aquí mismo...
—¡Eres una inmunda guarra! ¡No sé cómo me retengo! ¡Debería —Pero antes habría acabado con ese sucio puerco...
estrangularte aquí mismo! —No, nada de locuras.
Las violentas palabras que el hombre le decía al oído se convertían —Entonces, ¿crees que voy a quedarme en Kiev, acostándome dos
en una música maravillosa al llegar a su cerebro. Por otro lado le veces a la semana contigo y dos veces más con esa alemana?
costaba creer que tanta felicidad fuera posible. Llena de gozo se Un relámpago escapó de los ojos de Sonia.
pegaba al cuerpo poderoso y velludo de Karpucha, cerrando los ojos, —}No hables de esa porquería en mi presencia, querido! Si «tuviera
sintiendo fluir por sus venas el dulce aturdimiento que seguía a los aquí le arrancaría los ojos... Esos ojos con que se atrevió a mirarme...
encuentros amorosos de un coloso como Igor. Paseó los dedos ahusados por el pecho velludo del hombre.
—Deberías morirte de vergüenza —prosiguió el hombre—. —Dime... Igor... ¿hace ella el amor mejor que yo?
¡Entregarte a los fascistas! ¡Obligar a tus camaradas a prostituirse! El siberiano esbozó una sonrisa divertida. Por un momento estuvo a
punto de hacer rabiar a la chica, pero tenía la bastante experiencia
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con las mujeres como para saber que era peligroso sobrepasar Un ronquido sonoro llegó hasta ellos desde el sillón donde dormitaba
ciertos límites. Por otro lado empezaba a pensar seriamente que Alfred Kummer.
Sonia iba a ayudarle...
—Cuando estoy con ella —murmuró— ¡tengo la impresión de ***
acostarme con una prostituta! En cuanto se desnuda se derrumba el —¿Y bien, mi coronel?
mundo... ¡es asqueroso! El Standartenführer Erwin Teissen sonrió, con el rostro satisfecho.
Encantada, la chica le apuntó con los arrogantes pezones. Dejó suavemente la taza sobre el mantel y paseó una —mirada
—¡Todas ellas son inmundos montones de grasa, esas alemanas! Lo satisfecha por la mesa sembrada de platos medio vacíos,
sabía... ¡pero mataré a esa guarra aunque sea la última cosa que confesándose que nunca había comido así. Dijo:
haga en esta vida! —¡Maravilloso, Obergruppenführer! ¡Delicioso!
—¡Tonta! —era la primera vez que le decía algo agradable y ella se —Tanto mejor. Vuelva a servirse de este excelente coñac…¿Cómo
estremeció de placer—. Debes olvidarte de esa guarra... y ayudarme. fue la excursión?
Pero estoy perdiendo el tiempo. ¡Te has vendido a los nazis! —¡Magnífica! Una paz absoluta reina en el territorio ucraniano. El
—¡No digas eso! Es cierto que he cometido unas cuantas tonterías... trabajo marcha muy bien y los convoyes atraviesan el país sin
Pero ahora que te he encontrado... Es como si fuera otra, Igor... Y me contratiempo ninguno. ¡Todo va sobre ruedas!
gustaría tanto serte útil... —Perfecto —dijo Konrad von Sleiter, llevándose a la boca la copa de
Igor arrugó la frente. contenido color de miel—. ¿Ha hablado usted con Losser?
"No te inquietes —se dijo para sí—. Vas a serme muy útil, putilla... —¡Sí! Ha ascendido, como seguramente no ignora usted. Ahora es el
Para eso tienes una buena posición... Todavía no sé lo que haremos Sturmbannführer Losser, jefe de las fuerzas de represión SS... Pero,
juntos, nosotros, pero te aseguro que cuando llegue el momento ¿sabe cómo le llaman los rusos?
habrá tomate... Luego, lo juro, me tomaré el placer exquisito de —No.
apretujarte el gaznate..." —Franz el carnicero.
Y en voz alta: —¡Vaya!
—Déjame reflexionar irnos días, Sonia... —Sí. Tiemblan cada vez que llega a un pueblo en misión de
—Como quieras. Pero te lo ruego... No hagas nada sin consultarme. inspección. Es que no se anda con bromas... En cuanto ve algo que
Precisamente tengo que ir a Chekolovka... Quieren organizar una de no funciona como tiene que ser, agarra a unos Ruskis y los cuelga de
sus fiestas... y tendré que encargarme de traer chicas... ganchos como cuartos de buey...
—¡Es vergonzoso!. Lo bajo que has caído, cochina... Tengo que —¡Hace bien! ¡Esos sucios comunistas sólo comprenden ese
hacer un esfuerzo para no... lenguaje! ¿Y sus oficiales?
La caricia de Sonia se hizo más precisa. —También están contentos de haber ascendido. Siguiendo sus
—Estoy cambiando, Igor... Puedes creerme... Haremos juntos un directivas hemos dividido Ucrania en cuatro sectores,
buen trabajo... pero... ¡tómame otra vez! Voy a volverme loca durante correspondiente a los cuatro puntos cardinales: el sector norte ha
todos esos días en que estaré lejos de ti... y cada vez que recuerde sido entregado al capitán-SS Walter Brockmann, el sector este al
que estás con esa maldita nazi... capitán-SS Cristof Brücker, el sector sudeste para el capitán-SS
Igor se inclinó sobre ella. Albert Schenkel y, por último, el sector oeste ha sido confiado al
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capitán-SS Joachim Thiesen. cosecha por año, a menudo mala. Por eso se ha visto obligado a
— Ach so! Cuatro duros... que impedirán que los Rojos nos den montar fábricas...
guerra. —¿Conoce la Rusia Blanca?
—Por ese lado no hay nada que temer, Obergruppenführer. Después El tractorista escupió en el suelo.
del aniquilamiento del grupo de partisanos, y la muerte de sus jefes, —¡Te sorprenderías, Ilya, si supieras por cuantos sitios he arrastrado
podemos afirmar que la Resistencia ucraniana ha desaparecido mis viejos huesos! A continuación de la guerra, y eso debes haberlo
completamente. leído en los libros o visto en el cine, los Blancos, apoyados por tropas
—Lo sé... Precisamente, el otro día, Breisser, el Reichprotektor de la extranjeras, quisieron aplastar al primer gobierno socialista del
Rusia blanca me telefoneó. Se quejó amargamente de la actividad de mundo. ¡Y te aseguro que no se andaban con chiquitas! Yo, puede
los guerrilleros al sur del Pripet. ¿Sabía usted que dos divisiones SS, que mis conocimientos de mecánica estaban en los transportes.
enteras, permanecen inmovilizadas en la Rusia Blanca? Lanzó una risita amarga.
—Eso no me sorprende mucho, Obergruppenführer. Esos pantanos —¡Imagínate los vehículos de entonces! ¡Pero eran sólidos, infierno!
son inmensos... y constituyen un escondite ideal para los; grupos de ¡Bueno! —añadió con un suspiro—. Cuando acabó la guerra contra
partisanos que se ocultan tras cometer sus crímenes. los Blancos me enviaron para ensayar los primeros tractores que se
—¡No se trata únicamente de los pantanos! —observó Sleiter—. fabricaban en una pequeña fábrica junto al Volga, en Stalingrado...
También están los hombres, coronel... Si mi querido amig* el "No era sino un pequeño hangar. Faltaba de todo y nuestras
Reichprotektor, contara con un "carnicero”, ¡ya haría tiempo— que los máquinas-herramientas se limitaban a unos montones de herrumbre
rusos no se divertirían atacando nuestros convoyes! Pero— que se estropeaban de continuo.
hablemos de otra cosa, ¿contaremos con usted dentro de quince "¡Pero teníamos fe, camarada! Más tarde el gobierno compró unas
días? máquinas a los Estados Unidos y a Francia. Seis años más tarde, en
—No comprendo. 1926, me había convertido en un verdadero especialista en tractores.
—El gobernador va a festejar sus sesenta y siete años... Habrá una Entonces me enviaron a todas partes, para que enseñara su manejo
fiesta formidable en el palacio de Herr Kummer. Usted queda a los campesinos...
invitado...
— Danke! No faltaré... ¡Es usted muy amable, Obergruppenführer! Se detuvo para liar un grueso cigarrillo que encendió con un antiguo
mechero de cobre.
*** —Estuve en todas partes en esta grande, inmensa, madrecita Rusia.
Entonces me di cuenta de la variedad de gente que formaban
Habían abandonado el bosque y ahora atravesaban tierras mustias y nuestras repúblicas. Vi tipos de ojos achinados y narices aplastadas,
pobres, sembradas de rocas, masas verdegrises como» espaldas de otros de piel amarilla como los chinos, bárbaros de cutis cobrizo, casi
bestias medio hundidas en el suelo. dos veces más altos que yo. Pueblos que no saben ni una palabra de
—¡Mira, camarada! —dijo Fedor—. En cuanto salimos de nuestra ruso y otros que escribían en árabe.
Ucrania la tierra se hace rusa lo que quiere decir que se convierte en ”Y cuando finalmente, en el 34 regresé a mi casa y que un poco más
estéril como una vieja. A partir de aquí el hombre sólo hace una tarde la amenaza fascista empezó a plantearse seriamente, yo
tranquilizaba a todo el mundo, porque presta atención, padre— cito,
101
¡no hay ninguna fuerza en el mundo capaz de vencer a un país tan otros pueblos... El espacio y el tiempo. Para los jefes alemanes que
grande como nuestra Rusia! miran con avidez los mapas, el terreno conquistado por sus fuerzas
Dio una chupada al grueso cigarro y luego su rostro se ensombreció. debe parecerles inmenso. Son oriundos de un país pequeño y en
—Eso no quiere decir que los que nos mandan sean los mejores... cuanto recorren mil kilómetros creen hallarse al final del mundo...
¡No, diablo, no! Stalin no ha entendido bien nuestro combate —¡Eso es cierto!
revolucionario. —¡Naturalmente! Esos jefes se dicen... ¡hasta aquí hemos llegado!
Está haciendo la guerra como los generales zaristas. Al ver lo que Toda la Rusia blanca está en nuestras manos, somos los dueños de
pasa aquí se diría que se están repitiendo los tiempos de Napoleón. toda la Ucrania, hemos conquistado las tierras de los cosacos y
"Lanzan a los hombres a la lucha ante un enemigo que los aplasta nuestras tropas se pasean tranquilamente por el cáucaso. Nuestros
despiadadamente. Durante la Primera Guerra Mundial nuestros hombres orinan en el Volga... ¿qué les queda a los rusos? Las tierras
valientes soldados ni siquiera tenían armas. Un fusil para diez... ¡y a heladas de Siberia y los países asiáticos de Mongolia... Un gran vacío
los militares zaristas eso les tenía sin cuidado! y sólo un montón de piojosos... ¡Eso es lo que deben decirse los
Tumeriev asintió tristemente con la cabeza. Le sorprendía generales de Hitler!
agradablemente el ver que un campesino como Fedor era capaz de "¡Pero son unos imbéciles, camarada! No saben que esas tierras
comprender, tan bien como él, que desde el principio de la guerra se vacías no están vacías en modo alguno, que allí hay ciudades
estaba aplicando un método erróneo. enormes, fábricas inmensas, gentes que no conocen el miedo, que
—Ahora —prosiguió el tractorista tras un corto silenció —la guerra ya trabajan noche y día, sin descanso, contando con medios diez veces
no se hace con los hombres, sino con las máquinas. ¡Y mientras que más importantes que los de los obreros alemanes, ¡con sus satánicas
ese maldito Stalin no se percate de ello con claridad, los alemanes industrias dominadas por la Krupp y otras!
nos batirán sin descanso! El oficial no pudo por menos de sonreír.
"¡Pero cuando nuestras máquinas se pongan en movimiento y —¡Tú habrías sido un formidable comisario político!
nuestras fábricas trabajen sin descanso, cuando contemos con tantos —¡Y un cuerno! ¡No tienen nada de políticos esos comisarios de
tanques como tractores, verás cómo los hitlerismos toman las de pacotilla! No saben hacer otra cosa sino repetir los slogans de Moscú,
Villadiego! sin comprender siquiera que sería preciso aplicarlos diferentemente,
—¡Si cuentas con las fábricas de Stalingrado, olvídalo, amigo mío! según la gente... La prueba la tienes en ti mismo... Ahí estás corroído
¡Los alemanes las ocupan! por los remordimientos, considerado como un traidor porque los nazis
—Lo sé... pero no razonas como debe hacerlo Hitler... Yo sé unas te han hecho una guarrada... Pero yo sé que eres un tipo que vale, y
cuantas cosas de Rusia, y te digo que no se acaba en Stalingrado, ni te probaré que puedes cumplir con tu deber como el más pintado.
en Leningrado, ni en Moscú... He visto montones de fábricas detrás Escupió de nuevo, aplastando la colilla con la bota.
del Ural y... cuando empiecen a vomitar tanques, cañones y —¡Ese es el defecto de todos esos comisarios políticos! Por todas
aviones... partes ven traidores, desertores, colaboradores. ¡Están cegados por
—¡Me gustaría que eso ocurriera ahora, hoy mismo! consignas idiotas!
—¡No corras tanto, padrecito! Vosotros, los jóvenes, sois todos "También a mí me considerarían como a un sucio traidor si supieran
iguales. ¡Todos sois nerviosos, impacientes! Se os olvida fácilmente lo que he hecho... Todos éramos traidores en el pueblo. Cada uno
que la verdadera Rusia cuenta con dos comodines que faltan en los defendía su familia...
102
"Como te decía ayer, dejamos a las chicas en el pueblo, y las —Un viejo amigo que dirige la Resistencia en la Rusia blanca. Es un
ocultamos. Llegaron los Fritz y ya sabes qué olfato tienen para gran tipo, y el único al que conozco... Y temo que un comisario, uno
encontrar mujeres... Dieron con las dos chicas de Vedrasok, un de esos idiotas enviados por Moscú... En fin, padrecito, que te vas a
amigo mío. Loco de rabia y de dolor se lio a denunciar a los otros, cambiar el nombre... Ivan Ivanovich... ¿te gusta ése?
descubriendo a los nazis los escondites de las otras familias. Tumeriev sacudió tristemente la cabeza.
—¡Es vergonzoso! —Eso sería inútil, Fedor... Mi foto anda por todas partes...
—Es humano, padrecito... Los hombres son así; no hay que darle —¿Tu foto? ¡Al diablo con tu foto! ¿Tienes o no redaños? Esta noche
vueltas. Cuando nuestra carne sufre ya no somos los mismos... te trabajaré un poco la cara con mi cuchillo. ¡Ni tu madre va a
Vedrasok denunció y luego fue el turno de Limenski, de Semeriev... reconocerte! A menos que quieras quedarte aquí... acorralado por
Ese cerdo entregó a mi hija, a mi Sonia... Y yo hice lo mismo que él. todos... cargado de remordimientos...
¡Al diablo con todo! Sólo que... Se acercó a Uva, apoyando una de sus manos macizas y peludas
De repente se atragantó; y luego, con voz apenas audible, sofocada sobre su hombro.
por la emoción: —¡Deja a un lado todas esas gilipoyeces políticas, amigo! A mí me
—Sólo que... no permití que esos perros pusieran sus sucias han obligado a matar a mi hija... A ti te han liquidado tu grupo...
manazas en mi Natacha... Me precipité al sótano donde se Nuestro deber, como rusos, es el de vengar nuestros muertos... ¿No
encontraba... ¡y la maté! estás de acuerdo conmigo?
—¿Cómo? —exclamó Tumeriev horrorizado—. ¿Has matado a tu Tumeriev, todavía presa de la duda, asintió con la cabeza.
propia hija? —Entonces,,, ¡adelante, camarada!
—Sí. ¿Has visitado un burdel alemán?
—No. CAPÍTULO XXIV
—Ellos lo llaman una Soldatenhause, una casa para soldados,;los
hijos de puta! Nosotros, ya debes saberlo, las llamamos simplemente El vehículo, un "Volkswagen" de la Kommandantur de Kiev, penetró
Liubitudom... [9] Las pobres chicas a las que llevan allí deben en la calle principal de Chekolovka. Sonia Lochekovna sintió que se
acostarse con sesenta soldados por día. ¡Un verdadero matadero! le estrujaba el corazón y luchó ásperamente contra esa tristeza que
Las más resistentes consiguen aguantar unas cuantas semanas... se insinuaba a pesar suyo dentro de ella.
Luego, cuando ya no sirven para nada, las suben a un camión y las ¿Cómo había cambiado tan profundamente en tan poco tiempo?
fusilan en cualquier sitio... ¡y ya está! Quiso protegerse a su habitual cinismo para acabar con la emoción
Sus viejos dientes estropeados rechinaron ásperamente. en su nacimiento, pero no lo consiguió. Tuvo que confesarse que
—Sí, maté a mi Natacha... ¡y de tener seis chicas las habría matado a entre la Sonia de antes y la que había salido de los brazos del
todas! siberiano no había ningún parecido.
Dio unos pasos y luego se volvió bruscamente. Sin embargo, cuando el "Volkswagen" se detuvo ante la puerta del
—¡Y mierda a quien me considere traidor o asesino! Eso mismo burdel, la Lochakovna consiguió dominarse, mientras se decía que
debes decirte tú... Dentro de dos días llegaremos a casa de Nikita... debía ocultar su nuevo estado de espíritu si no quería cometer un
—¿Quién es? error fatal.
Descendió del vehículo y llamó a la puerta. La chica que le abrió le
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era completamente desconocida, pero Sonia se sintió —Llegó hace dos semanas... Se llama Nathalia Semionovna. Al
agradablemente sorprendida por la belleza serena de la joven principio le costó mucho... Pero luego se adaptó rápidamente y ahora
persona y por sus ojos aterciopelados. trabaja muy bien.
—Buenos días... —¿De dónde viene?
Pasó delante de la desconocida y casi en seguida apercibió a —Es de un pueblo que no está lejos de aquí: Obukhov...
Ludmila que se precipitó a su encuentro, con una sonrisa radiante en —¿Violada por los alemanes?
su boca de labios perfectos. —No creo... Pero cuando llegó aquí no era virgen...
—¡Sonia Lochakovna! —exclamó Ludmila—. ¡Qué maravillosa —¿Se lo preguntaste?
sorpresa! ¡Qué guapa estás, querida! ¡Y qué elegante! —Sí. Me dijo que había sido la amante de un oficial que se hizo
Sonia se dejó besar en las mejillas y luego cogió a la otra por el partisano y que murió poco después...
brazo. Sonia reflexionó durante un momento. Luego cerró el grueso libro y lo
—Subamos a mi despacho. tendió a Ludmila.
Una vez en el pequeño cuarto, Sonia se sentó en un sillón mientras la —Guarda esto y di a esa chica que suba.
otra abría ante la joven alcahueta el grueso libro de cuentas. —En seguida.
Durante un momento, dejándose arrastrar por su sentido de los Cuando estuvo sola, Sonia encendió un cigarrillo. Pensaba e» Igor,
negocios, Sonia se absorbió en el estudio de las cifras; comprobó con preguntándose, no sin cierta aprensión, si es que el siberiano no iba a
una sonrisa de satisfacción que las cosas iban muy bien y que las cometer una tontería, incapaz de aguardar su regreso. Deseaba
ganancias casi habían duplicado desde su marcha. ayudarle, pero no sabía cómo.
Levantó la vista del libro y envió una sonrisa amistosa a Ludmila. —Pero... ¿Qué es lo que estoy haciendo aquí? —se preguntó' en voz
—¡Está muy bien! —le dijo—. ¡Has trabajado bien! alta.
—Sí. Los oficiales vienen de todas partes... incluso de Kiev. Le ardía la sangre con sólo pensar en Igor. Lejos de él, aunque sólo
—No recibes soldados, ¿eh? fuera por dos o tres días, se sentía perdida en una soledad que la
—¡Nunca! angustiaba. Se le daba una higa el burdel, las ganancias, las chicas...
—¿Y la comida? La llamada a la puerta acabó con el hilo de sus pensamientos.
—Por ese lado no hay cuidado. El jefe de la intendencia de la región —¡Entra!
nos proporciona todo lo que necesitamos... y a precios, convenientes. La morena penetró en el despacho, cerrando suavemente la puerta
—¿La ropa? tras ella y permaneciendo en pie, con su mirada serena— plantada
—Es el único problema. Por suerte algunos clientes amables, nos en la de Sonia.
traen prendas cuando regresan de permiso... ¡Por ejemplo! Un —Acércate... y siéntate —le dijo ésta.
capitán de artillería nos ha obsequiado con treinta pares de medias Nathalia obedeció. Observó a Sonia con una curiosidad no— fingida.
de seda... Molesta, la alcahueta preguntó, con la frente arrugada
—Ya veo... Dentro de quince días necesitaré diez chicas. El —¿Por qué me miras así? ¿Crees que soy demasiado joven para
gobernador va a celebrar su cumpleaños... este trabajo?
—Ya las elegiré... Nathalia sacudió lentamente la cabeza.
—Una desconocida me ha abierto la puerta. ¿Quién es?
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—No —respondió con voz firme—. Estaba preguntándome cómo es aquí me he informado sobre ti y estoy al corriente de todas las
que has caído tan bajo. guarradas que has hecho. Antes de que regresaras sabía que debía
La franqueza de su interlocutora golpeó agradablemente a Sonia. matarte... ¡No tienes derecho a ser rusa!
Acostumbrada a la servidumbre de las chicas, consideró a la nuva Algo se quebró en el mecanismo interno de Sonia. Por primera vez,
con interés; luego, mientras una sonrisa divertida corría por sus desde el principio de la entrevista, tuvo miedo. Su historial, que
labios: Nathalia decía conocer, era corto pero pródigo, y no podía esperar
—Podría hacerte idéntica pregunta —dijo. una piedad que no había sentido con nadie.
La otra no se inmutó. Sin embargo, Sonia no era mujer de lágrimas ni de perdones. Por
—Yo no estoy aquí con el único objetivo de hacer el amor con los otro lado poseía una memoria excelente, y recordaba fácilmente todo
sucios fascistas. lo que le había contado en la cama su amante siberiano.
—¿Ah, no? —inquirió Sonia con una sorpresa perfectamente fingida —¡Te engañas, estúpida! —afirmó reuniendo todas sus fuerzas—. Es
—. Entonces, ¿por qué estás aquí? posible que te hayan enviado los de la Gestapo, pero me importa
No había notado que su visitante guardaba la mano derecha oculta poco... Si trabajas para los partisanos debes conocer algunos
en el bolsillo de la falda. Cuando vio el arma que la otra sacaba su nombres... El del Kombat Alexandre Pavlovich, el del suboficial Igor
sorpresa fue absolutamente sincera, esta vez. Karpucha y sin duda el del traidor que les vendió: el teniente Ilya
Pero estaba acostumbrada a las sorpresas y no sintió ninguna Tumeriev
inquietud. Al contrario, su divertimiento fue en aumento. Nathalia sintió que se le rompía el corazón, pero se recuperó en
—¡No hagas la imbécil, guapa! Y guarda esa pistola... seguida y afirmó con la cabeza.
—No. Antes quiero saber quién eres tú... y si eres la que yo pienso... —Sí, he trabajado con esos hombres... y he visto los carteles con el
te mataré tranquilamente y a continuación ocuparé tu puesto aquí. retrato de Tumeriev... pero los otros han sido matados por los nazis...
—¡Comprendo! —se burló Sonia—. Eres de la raza de las —Te equivocas. Igor se encuentra en Kiev... prisionero. Le veo
ambiciosas. bastante a menudo... Pero, ¿con qué grupo trabajas tú? Que yo sepa,
Pero no vale la pena matar por dinero... Puedo dártelo... ¡Puedo darte no hay ya Resistencia en Ucrania.
mucho! —Eso no es cierto. Existe otro grupo... de mujeres.
— Suina! [10] —silbó Nathalia, saliéndole chispas de los ojos—. Te Una risa grácil salió de la boca de Sonia.
engañas... ¡tu dinero puedes guardártelo donde yo ene sé! —¿Me tomas el pelo? ¿Mujeres partisanas?
Una gran esperanza nació en el corazón de la Lochakovna; Por un Nathalia se encontraba presa de una confusión que no hacía sino
momento había pensado que la otra sólo quería dinero y su situación aumentar. Se encontraba dividida entre la desconfianza y un deseo
de alcahueta. Lanzó un suspiro de alivio y su boca se hendió con una de sentirse apoyada por aquella chica a la que no llegaba a
ancha sonrisa. comprender.
—Entiendo... Tú trabajas por cuenta de alguien... Segura— mente La otra pareció leer sus pensamientos.
has sido enviada por los partisanos. —Desconfías de mí, ¿no?
—Sí. —Sí.
—Entonces caes bien... También yo trabajo para ellos... —No seas tonta. Y escucha... Es cierto que me dejé arrastrar por
—¡Mientes! Y además me tomas por una imbécil... Desde que estoy este sucio asunto... pero vas a comprenderlo en seguida...
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Se lio a hablar rápidamente, contando a la otra su primera aventura mucho, porque deseaba qua le castigaran lo más posible, pero luego,
con el oficial alemán y el acuerdo al que llegó con él. No ocultó aquel al pensar con la cabeza serena me dije que un hombre que me había
fuego que llevaba dentro y el placer que sentía domando a los tratado así... rehusando mi ofrecimiento no podía ser un malvado.
hombres, sacándoles la mayor cantidad de dinero posible. Le habló Todavía recuerdo su mirada furiosa... y la vergüenza que sintió al
de sus aventuras en Kiev y, por último, con voz que se mudó verme completamente desnuda delante de él...
bruscamente en una especie de murmullo: —También yo le juzgué mal... y le engañé con un imbécil... Pero
—Pero todo ha cambiado desde que conocí a Igor... Tú eres una dejemos eso... y escucha lo que voy a decirte. Voy a ponerte al
mujer y debes comprender lo que quiero decir... Con él, es como si corriente de nuestros planes...
no hubiera encontrado otro hombre antes... Me ha cambiado por
completo... Me ha dado la vuelta como un guante... ¡y haré lo que me ***
pida, aunque ello me cueste el pellejo! Ilya lanzó otro grito. Su cuerpo se arqueó y sintió que las ligaduras le
Encendió otro cigarrillo y con mano que temblaba un poco di jo: laceraban las muñecas y los tobillos.
—Ya sé que no es muy honesto de cambiar así, de la noche a la —¡Maldita sea! —gruñó el viejo tractorista—. Gritas coma una
mañana, en los brazos de un hombre. ¡Pero es así! Me ha devuelto Mamuska... ¿Vas a callarte, so cerdo? Tus alaridos deben oírse
mi personalidad y he vuelto a ser una mujer rusa, capaz de cualquier desde lejos...
sacrificio por mi país... que había olvidado desgraciadamente... Tumeriev, loco de dolor, le escupió al rostro.
Sacudió la cabeza tristemente. —¡Mátame de una vez por todas, canalla! ¡Eres un sádico! Sabía que
—¡Yo era una furia, lo confieso! Una perra en celo... Pero es querías matarme en cuanto supiste quién era yo... ¡pero hazlo
comprensible, teniendo en cuenta la existencia absolutamente limpiamente, hijo de puta!
estúpida que llevaba en mi casa. Ahora que conoces mi vida puedo Fedor gruñó algo ininteligible, hurgó en el bolsillo y sacó un pañuelo
decirte que después de ser violada por el nazi, me ofrecí a un sucio que metió en la boca del teniente.
hombre... —¡El hijo de puta lo serás tú! ¡Ah, yo os conozco bien a vosotros,
que no quiso nada de mí... Un hombre al que le dije de todo. Un oficiales del Ejército Rojo! ¡Unas gallinas! ¡Eso es lo que sois! ¡Tú
hombre del que quería vengarme por encima de todo... ¡y ese eres una mujeruca miedosa! Escucha: una vez caí en manos de los
hombre, te vas a reír, es el traidor de los carteles, Ilya Tumeriev! Blancos... Te enseñaré mi espalda y mi vientre... ¡marícuela! Se
Un escalofrío recorrió la espalda de Nathalia. Bajó el arma y lanzó un divirtieron apagando sus cigarrillos en mi cuerpo... ¡y uno de ellos, un
profundo suspiro. comandante, fumaba cigarros tan gruesos como la pata de una silla!
—¡Es increíble! Se inclinó sobre el teniente soviético. La punta de su cuchillo—
—¿El qué? estaba escarlata y la sangre recorría lentamente el rostro barbudo y
—Qué pequeño es el mundo... ¡Ilya fue mi amante, el primer hombre sucio de Tumeriev.
que conocí! —Aprende a encajar mejor, camarada —le dijo con una voz
—¡No! repentinamente dulce y amistosa—. Iremos con el cuento de que los
—Sí... un hombre maravilloso, a pesar de todo. ¡Cuando pienso que SS te han hecho esto... y podrás pavonearte... hacer el héroe...
pudo traicionar a sus camaradas ¡—También yo he pensado mucho Un gruñido escapó, ahogado por el pañuelo, de la boca de Ilya. Las
en eso... Al saber que había vendido a los partisanos me alegré venas de su cuello dibujaban gruesos cordones bajo la piel morena.
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El poderoso pecho se levantaba frenéticamente y los o ojos se le —¡Hijo de perra! —gruñó, fusilando al tractorista con la mirada—.
dilataban, porque el aire le faltaba cada vez más y se sentía morir de ¿Qué es lo que me has hecho en la cara...? ¡Me quema por todas
asfixia. partes!
De pronto unas contracciones muy fuertes agitaron el cuerpo y la —Pasará, camarada... Dentro de dos días, antes de llegar a casa de
cabeza cayó pesadamente sobre la hierba de la pradera. Nikita, ya no te dolerá... Toma —le dijo, tendiéndole parte del pan y
—¡Es mejor así! —dijo Fedor quitando el pañuelo de su boca—. ¡Creí de carne—, come un poco y luego te dejaré dormir unas cuantas
que ibas a desmayarte antes! Eres un duro, cama— rada... Pero horas...
ahora podré trabajar a mi gusto... Eso te sentará bien…
El rostro de Ilya sólo era una masa sanguinolenta, porque Fedor lo Ilya se llevó el pan a la boca, pero lo retiró en seguida.
trabajaba a placer. Cuando terminó, se levantó limpiándose la frente —¡No puedo comer! —se quejó—. Hasta cuando hablo me arde el
húmeda con el dorso de la mano. rostro... Como si fuera a abrirse por mil lados... ¡Debo parecer un
—¡Perfecto! —exclamó—. Desafío al más pintado a que te monstruo!
reconozca, Ilya Tumeriev... Ahora Iván Ivanovich... ¡Pobre muchacho! —¡Bah! —suspiró Fedor—. No exageremos, camarada... Ya no eres
Esos imbéciles del Kremlin creen que todos los rusos son de piedra... el buen mozo de antes Pero te aseguro que he hecho
soldados, autómatas... ¡Los cretinos! Si hay gentes sensibles en el un buen trabajo... No eres repugnante... ¡qué va! Desgraciadamente
mundo son los rusos... No hay que confundir silencio e insensibilidad. no tenemos un espejo... pero ya te darás cuenta más tarde... esas
Pero, ¿qué sabrán esos burócratas de Moscú? ¡Pero, maldita sea, heridas superficiales te proporcionarán un aspecto viril... y eso, te lo
deberían saber que basta con escuchar el sonido de una balalaika digo yo, atrae a las mujeres como la miel a las moscas...
para que nuestra gente derrame lágrimas... —¡Vete al carajo tú... y que se vayan al carajo las mujeres! Si
Fijó los ojos en el cuerpo inmóvil del oficial. después de todo lo que me has hecho la gente me reconoce... ¡te
—Tú eres de los nuestros, camarada... El viejo Fedor no se deja saco los hígados!
engañar. ¡Y cuando no pienses ya en ese maldito cartel les mostrarás —¿Reconocerte? —rió Fedor—. Ni tú vas a reconocerte... Pero
a los chicos de Nikita de lo que eres capaz! tendrás que poner de tu parte, padrecito... Será preciso que desde
Se sentó al pie de un árbol, abriendo uno de los zurrones arrebatados ahora olvides tu verdadero nombre... y que empieces a fabricar una
a los alemanes. De él sacó dos pedazos de carne frita y un poco de bella historia que contar a todos los que te hagan ciertas preguntas...
pan. Empezó a comer su ración con lentitud, fija la vista en su ¿Quién eres?... ¿De dónde vienes?... ¿Me comprendes?
compañero. —¡Sí! —gruñó Ilya volviendo a tenderse. Vio aparecer las primeras
Veinte minutos más tarde un suspiro escapó de los labios del oficial. estrellas y se estremeció—. El invierno tarda en llegar por aquí —
Con la boca llena, Fedor tomó una de las cantimploras alemanas, se comentó—. Antes, en diciembre, nevaba a menudo...
inclinó sobre Ilya y dejó caer un poco de agua en aquella boca —El tiempo está tan loco como los hombres —afirmó el viejo
entreabierta. Tumeriev tosió, y luego sacudió el rostro. Abrió los ojos tractorista—. Pero no temas nada, camarada. La nieve no tardará en
y se levantó lentamente. caer de repente... y luego le llegará el tumo al frío...
Se quedó sentado en el suelo durante unos segundos y luego, Carraspeó antes de decir:
bruscamente, lanzó un juramento en voz baja y se llevó la mano al —Que no se te olvide que no andamos lejos de Ucrania... Pero
rostro, apartándola a continuación. piensa en los soldados de Hitler que están rompiéndose los dientes
107
en Stalingrado. Apostaría a que allí debe hacer segura— mente —Hay lugares mucho menos agradables, mi general... El frente, por
menos de 35 grados... ejemplo...
Sonrió al escuchar la respiración regular de Tumeriev. Alfred se contrajo; su vientre se estremeció y una palidez cerúlea
—Duerme, padrecito... No hay nada mejor que el sueño para olvidar invadió su rostro.
el dolor... ¡y las miserias de la vida! —Evidentemente... —articuló con voz apenas audible.
La mujer le miró con insistencia.
—He intentado comprender, pero no lo he conseguido... Es absurdo
que un hombre como usted, viejo y medio chocho... arriesgue el
pellejo de un modo sencillamente estúpido... ¡por una joven puta
rusa!
—¿Qué? —se atragantó el gobernador—. El que no comprende soy
Tercera Parte yo, meine Frau...
— Unsitin! [12] —exclamó la mujer entre dientes—. Me comprende
"Not I, not any one else can travel that usted perfectamente bien, Reichprotektor... Que esté prendado de
[road for you,. You must travel it for yourself... [11] esa ramera me trae sin cuidado... Pero que tenga que compartir con
ella mi amante... ¡eso depasa la medida!
Walt Whitman —Pero...
— Das reicht! [13]. Es usted el cerdo más grande que me he echado
CAPÍTULO XXV a la cara... ¡Lo que debía reírse a mi costa esa sucia rusa al recibir en
la cama de usted al tipo que acababa de salir de la mía!
—¡Mi querida Frau Von Drummer! ¡Qué sorpresa tan agradable! Aplastó el cigarrillo contra el cenicero.
Pero... Póngase cómoda ¿Quiere algo caliente? Llevamos unos días —Si su impotencia no le permite gozar de ella y tiene que asistir a los
de invierno... ¡Hace un frío que pela, no es verdad? encuentros con ese hombre... ¿por qué escoger precisamente al que
—Gracias, mi querido Herr Kummer —respondió Marika—. No, no había reclamado el Obergruppenführer?
deseo tomar nada... Además, sólo he venido para despedirme... —Deseaba un bruto... —balbuceó Alfred.
—¿Se va usted? —Brutos —replicó ella con furia— los hay a paladas entre los ruskis...
—Sí. No me gusta el frío... Regreso a Berlín y luego, probablemente, No, lo que quería usted era humillarme... Y eso„ querido, va a
iré a nuestra casa de Baviera. costarle caro, muy caro...
—¡Qué suerte tiene usted, querida! Poder escoger el clima... Lo que —Por favor, señora... Le aseguro que nunca se me ocurrió
yo daría por irme de aquí, porque digan lo que digan de Ucrania, en perjudicarle...
invierno, como usted sabe tan bien como yo, el río no es tan — Das schaffen Sie nie [14]! —se burló Marika maliciosamente—. En
moderado como afirman... cuanto regrese a Berlín me presentaré en seguida ere la casa de
La mujer encendió un cigarrillo y, aparentemente ocupada en seguir Reichführer... Le aconsejo que haga un poco de ejercicio por las
con la mirada el humo que subía perezosamente hacia el alto techo, mañanas. ¡Enmohecido como está, los Ruskis no tendrán con usted
dijo con voz neutra: ni para empezar!
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Viéndose irremediablemente condenado, Albert perdió todo su —Les servirá a ambos un poco de licor... y en el vaso del Ruski
aplomo. Se levantó con dificultad y dio unos cuantos pasos, cayendo pondrá el veneno... Un veneno lento, que no se le olvide...
luego de rodillas y tendiendo unos brazos implorantes hacia la mujer. —¿Quiere que también mate a la chica?
— Was solí ich íun [15]? ¡Perdóneme, meine Frau! Le juro que si lo —¡No diga tonterías! La chica debe vivir... Y la seguirá tratando como
hubiera sabido... ¡Perdón! ¡Se lo suplico! de costumbre... Debe sufrir como una bestia... ¿Me comprende?
La mujer se levantó, contemplando con desprecio al hombre —Sí.
arrodillado a sus pies. —¡Y no crea que va a engañarme, viejo imbécil! Sé que dos “SS”
—Demasiado tarde, querido... Debió suponer que nadie se puede permanecen con usted en la habitación... a causa de ese bruto de
burlar impunemente de una mujer como yo... Que muera en el Karpucha... Esta noche uno de ellos será mi amigo, el capitán Paul
frente... Mayer... Ya le he explicado la situación y me telefoneará mañana por
das ist meine geringste Sor ge [16]. la mañana... Si todo se pasa como quiero... es posible que olvide el
—Pero... ¿qué debo hacer para reconciliarme con usted?... resto...
¡Cualquier cosa, señora! ¡Haré cualquier cosa! Soy un pobre viejo... —Danke! Danke viemals, meine Frau!
Déjeme al menos vivir en paz el poco tiempo que me queda... La mujer no respondió, marchándose.
— Ach so! No puedo prometerle nada... Puede que olvide este sucio Jadeante, el Reichprotektor se derrumbó en el sillón, llevándose las
asunto... Puede que sólo lo olvide el día en que me. (ligan que los manos a la cabeza y empezando a sollozar.
rusos han agujereado su sucio pellejo... ¿quién sabe?
Por el momento quiero que maten a ese Igor... ***
Alfred se puso en pie, olvidando todos sus dolores reumáticos —¿Vamos mejor?
—¡Es como si ya estuviera muerto! —exclamó con un arranque de —Sí —respondió Ilya pasándose la mano por el rostro—. Casi no
alegría—. ¡Voy a ordenar que le cuelguen inmediatamente! hace daño... Unos picotazos y eso es todo...
— Nein! —gritó la mujer—. Sería demasiado fácil... —¡Sobre todo no te quites las costras! —le advirtió Fedor—; Antes de
Desgraciadamente no puedo permanecer una hora más aquí... El tocarte metí la hoja en el fuego, pero si tus heridas se envenenan
Reichführer me ha enviado un avión que debo tomar dentro de unos ahora...
minutos... Pero escúcheme... Va a acabar con ese hombre, de —¡Sólo me rasco!
acuerdo... Pero ahí no acaba todo: sé que su puta no está en Kiev... —¡Eres imposible, padrecito! Infiernos, y eso que resististe la
—Regresa esta noche. operación...
—Bien. Déjeles acostarse juntos... Pero hará beber al ruso un veneno Una risotada escapó de los labios de Tumeriev.
que actuará antes de que hagan el amor... ¿Me sigue usted? —¡Qué cara! —se burló—. ¡Y llamas a eso una operación! ¡Lo que
— Ja, meine Frau! has hecho es una carnicería, viejo chiflado! No tengo espejo para
—Por lo que me han dicho usted permanece en la habitación como el mirarme, pero me da miedo hacerlo... ¡Que me has cambiado, de eso
sucio "voyeur" que es... no hay duda!
El hombre no reparó en el insulto. Su corazón, ante la diminuta —Olvida tus complejos, amigo —gruñó el tractorista—. No eres tan
posibilidad que se abría ante él, se agitaba alocadamente. ¡Sobre feo que vayas a dar miedo a los niños... Te he hecho dos cicatrices
todo no ser enviado al frente! ¡Al frente no!, se decía, lleno de pánico.
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en la mejilla izquierda y una sola en la derecha... Tenía que bajar un atravesamos un país atiborrado de nazis, con un frío de mil diablos,
poco tu ojo derecho, al menos en apariencia... comiendo apenas... ¡Vaya un paseo!
Ilya lanzó un profundo suspiro. —¡No sigas lloriqueando, diantre! ¡Eres peor que una mujer dando a
—¡En fin! ¡Peor para mi jeta! Después de todo la culpa es mía; no luz! ¿Qué quieres que yo haga? Normalmente debimos haber
debí dejarte divertirte con mi cara... encontrado a los camaradas en las colinas que atravesamos hace
—¡Silencio! dos días... Pero debe haber mucho lío por aquí... Seguro que Nikita y
Se inmovilizaron. Acababan de ascender una larga subida y se sus chicos han vuelto a los pantanos... Normal, ¿no?
encontraban ya casi en la cima. Pero la oreja del viejo tractorista —¡Los pantanos! —se mofó Tumeriev—. Me pregunto sino te
había registrado un sonido sospechoso y miraba con desconfianza la equivocas... Si no es que confundes los pantanos con el lago
cima cercana. Ladoga...
—Arrastrémonos un poco, camarada —aconsejó—. Y no hagas ruido. —‘¡Vete al cuerno. He atravesado más de una vez el Ladoga.
Se arrastraron juntos. Al llegar al borde superior Fedor levantó Precisamente tenía una amiguita... en Leningrado...
lentamente la cabeza, bajándola a continuación. —¡Basta, por favor! ¡No vuelvas a contarme tu vida! Me la sé de
—¡Mierda! —silbó entre dientes. memoria. ¡Mierda! No sé qué os pasa a vosotros, los viejos...
—¿Qué pasa? Siempre contando historias de nunca acabar. Cualquiera diría que
—¡Una compañía completa de "SS”, padrecito! Armados hasta los has vivido al menos dos siglos...
dientes... Echa una ojeada, pero con cuidado... ¡Si te ven estamos —La vida del hombre es larga... Créeme, padrecito. Sólo los tontos
listos! que no se mueven de su pueblo dicen que la vida pasa de prisa...
Tumeriev se alzó un poco, lo bastante para situar los ojos a ras del —¡Espera! —le interrumpió Tumeriev—. Voy a echar otra ojeada...
suelo. La subida desembocaba bruscamente en un ancho terraplén Luego se volvió hacia el viejo.
«que bordeaba una carretera asfaltada. Los "SS" avanzaban por ella, —El camino está libre, Fedor. Se han ido... Date prisa o el frío va a
lentamente, con un puñado de oficiales a la cabeza. convertirnos en estatuas de hielo.
Ya llevaban sus pesados capotes y algunos sus impermeables El tractorista se puso en pie difícilmente, agarrándose a la mano que
camuflados. Con las armas en la mano martilleaban el asfalto con sus le tendía el otro. Así llegaron hasta el talud. La carretera estaba
altas botas claveteadas. La nieve cayendo desde el amanecer, pero desierta y la bruma empezaba a arrastrarse por el asfalto como el
se derretía en seguida, y la carretera mostraba su espinazo negro. vapor que se escapa de la piel de un cetáceo.
—¡Los perros! —murmuró Ilya agachando la cabeza—. Creí que esos —Diez kilómetros más y estaremos en los pantanos —dijo Fedor
cerdos sólo se desplazaban en coche... atravesando la calzada.
—No estás un Ucrania, padrecito. Allí, desde que liquidaron a los —¡Diez kilómetros! —gruñó Ilya que le seguía—. ¿Te has fijado en el
nuestros, se pasean en bicicleta... Aquí es distinto... ¡Nikita debe estado de nuestros zapatos! ¡Di! Tengo las suelas podridas... y siento
hacérselas pasar moradas! el frío como si estuviera descalzo.
—¡Tú y tu dichoso Nikita! —se quejó amargamente el oficial—. —¡Deja de quejarte, mierda! Tendrás botas de fieltro y un uniforme
Después de “operarme" me dijiste que al cabo de tres días nuevo, todo eso en cuanto encontremos a Nikita. Es un tipo al que no
estaríamos junto a tu camarada... Y ya hace una semana le falta de nada. Además, que Moscú debe lanzarle en paracaídas
montones de cosas...
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—¡No me digas! Al escucharte tengo la impresión de ir al encuentro Siguieron adelante con visible esfuerzo. La bruma se intensificaba por
de un general de cuerpo de ejército. ¡Esperemos que tengan momentos y la luz del día dejaba ya anchas islas de sombra que se
calefacción en sus condenados pantanos! transformaban rápidamente en manchas de tinta.
Fedor no respondió. De pronto una voz surgió ante ellos.
Caminaron en silencio, atravesando campos de suelo endurecido; — Sto.!
campos de color negruzco, sin la sombra de un vegetal. Pero al cabo Se quedaron quietos.
de dos horas el paisaje cambió bruscamente; la tierra se hizo blanda, —¡Las manos detrás de la cabeza! —dijo la voz—. Veo que estáis
cada vez más húmeda. Al mismo tiempo aparecieron líquenes, así armados... No cometáis tonterías... Adelantaros un poco...
como cañaverales que aumentaban a cada paso. Obedecieron y al cabo de una decena de pasos sintieron que el agua
—¡No corras tanto, viejo! —gritó de pronto Ilya—. Estoy perdía altura y que el suelo se mostraba más firme.
chapoteando... Mira... ¡El agua me llega a las rodillas! — Sto.! La voz venía desde detrás de ellos y no era la que habían
Fedor se detuvo. Esperó a que el otro llegara junto a él y asintió escuchado al principio. Se detuvieron. Entonces apareció una silueta
tristemente con la cabeza. ante ellos, como salida directamente de la bruma.
—¡Ya me tienes frito, camarada! ¡La cosa tiene gracia! Un tipo como El hombre llevaba un uniforme del ejército Rojo con las insignias de
tú, que podría ser mi nieto, en toda la fuerza de la edad, fuerte como cabo. Su uniforme era impecable y sólo el casco estaba manchado
un toro... ¡Bueno, ya estamos llegando! por el barro con miras al camuflaje.
—¡Ya estamos llegando! —farfulló el oficial—. Oído eso desde hace —¿Quiénes sois? —preguntó el centinela que les apuntaba con su
más de una semana, a todas horas... Pero bueno, viejo... No balalaika.
podemos andar con el agua hasta las rodillas... Y además se está —Venimos a charlar con el camarada Valentine —dijo Fedor—.
haciendo de noche... Imagínate por un momento que demos un paso Puedes decirle que su viejo camarada Malienski ha llegado con otro
en falso y que nos hundamos en esos agujeros llenos de agua camarada, directamente desde Ucrania... Y que tengo que notificarle
pestilente... cosas muy importantes.
—Escucha, pequeño... —dijo el tractorista lanzando un suspiro—. El partisano escuchó a Fedor sin inmutarse. Luego llamó:
Conozco estos pantanos como la palma de mi mano. La profundidad —¡Sergei!
del agua es siempre la misma en este recorrido. Trescientos metros El otro centinela avanzó, saliendo al igual que el primero de la bruma
más adelante vamos a ir a parar a una especie de isla... donde de que limitaba la visión a unos tres metros.
seguro que Nikita ha emplazado uno o dos centinelas... ¿Te enteras? —Da?
—Trescientos metros... ¿no serán trescientos kilómetros? —se burló —Coge sus armas... Voy a acompañarles al P.C. Pero regístralos
Tumeriev. bien, ¿estamos?
—¡Digo trescientos kilos de estiércol que té haré tragar a la fuerza! — —¡Sí!
lanzó Fedor, visiblemente harto—. ¡Vamos, adelante, so idiota! Yo, Minutos más tarde Fedor e Ilya seguían al partisano. Este les
por lo menos, quiero, comer, beber y cambiarme de ropa al llegar... aconsejó que le siguieran y así se introdujeron en una bruma densa,
¿Vienes en un paisaje de pesadilla en el que todo parecía difuminado, como si
—¡De acuerdo ¡ —suspiró Ilya. fuera a desintegrarse.
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—¡Ah!
CAPÍTULO XXVI —Me ha asegurado que no hará nada... si sigue usted sus
instrucciones al pie de la letra.
—¿Qué me aconseja usted, amigo mío? Un poco de color se asomó a las mejillas de Kummer.
El Obergruppenführer Konrad von Sleiter sacudió tris temerte la —¿Es cierto eso que me dice?
cabeza. Estaba representando una comedia, porque había estado —¡Por completo!
charlando con Marika von Drummer antes de que ésta tomara el —Bueno. Sabía en el fondo que Marika no llevaría las cosas hasta
avión para Berlín. ese extremo, en cuanto se le pasara la cólera... Natürlich! Ese ruso
Sleiter era lo bastante sádico como para gozar de un gran placer ante va a morir... esta misma noche... en cuanto esa guarra...
la angustia del Reichprotektor. Había notado maliciosamente, al —¡Tenga cuidado, Reichprotektor! Frau von Drummer me ha repetido
entrar en el despacho del gobernador, la palidez enfermiza de su claramente que no quiere que le pase nada a la pequeña Sonia.
rostro y el temblor de sus manos gordezuelas. —¡Sí, ya sé —gruñó el otro—. Pero le juro que me gustaría mucho
—Esa mujer es muy peligrosa —murmuró, vigilando el rostro de estrangularla con mis propias manos.
Albert que se congestionaba rápidamente—. En Berlín conoce a todo —No lo haga... Arriesgaría usted demasiado... ¡Mostrémonos lúcidos,
mundo... ¡y la gente huye de ella como si fuera la peste! Herr Kummer! Cuando muera el ruso, el Hauptsturmführer Mayor
—¡Es esa putilla rusa la causa directa de todas mis desgracias! Y advertirá a Marika que todo ha salido según deseaba... ¡y podremos
después de todo... —añadió el viejo gobernador mirando* con odio a dormir tranquilos! Más aún: tenemos que empezar a ocupamos de la
su interlocutor— ¡es usted quien me la entregó! fiesta en honor de su cumpleaños...
La alegría sádica de Konrad fundió rápidamente. No se esperaba por —Tienes razón, amigo mío —afirmó Alfred asintiendo con la cabeza
nada del mundo aquel cambio de la situación que convertía en el —. ¿A qué preocuparse? Vivimos una existencia peligrosa...
principal culpable. Gocemos del momento presente... porque no sabemos lo que nos
Sintió una desagradable sensación en el fondo de sus tripas. reserva el próximo minuto...
—Yo, Herr...
Pero el viejo le cortó con un gesto de la mano. ***
—No diga nada... En nuestras filas, amigo mío, la desgracia de unos Tan entusiasmada estaba que mantuvo los ojos cerrados durante el
supone automáticamente la de otros... Si me envían a? frente... usted viaje de regreso, dejándose arrastrar dulcemente por una especie de
me acompañará... ¡Eso es todo! felicidad sin límites...
El Obergruppenführer sintió que le fallaban las piernas. A pesar de Le parecía increíble que todo se hubiera arreglado tan rápidamente.
estar confortablemente sentado se aferró con fuerza a los brazos del Al abandonar Kiev, de eso hacía tres días, no había imaginado que
sillón. iba a encontrar en Chekolovka todas las soluciones a los problemas
—Opino, Herr Reichprotektor, que no debemos inquietamos... que su relación con el siberiano ponía de relieve. Cada vez se
Guardaba en la manga un comodín formidable, que reservaba para el sorprendía más del cambio profundo y definitivo que se había
último momento. Pero ahora sentía unos deseos locos de tranquilizar operado en ella, y no miraba hacia atrás, como si su pasado turbio,
a su interlocutor, con el propósito de tranquilizarse a si mismo. muy breve sin embargo, se hubiera disuelto en el amor que quemaba
—He charlado largamente con Frau von Drummer. su carne nunca satisfecha.
112
Ardía en deseos de contar todo a su amante, esforzándose bombardeaban a ciegas las zonas donde sospechaban que se
por.adivinar la expresión que se pintaría en el rostro de Igor. Estaba encontraban las madrigueras de los guerrilleros.
segura que iba a quedarse boquiabierto al saber que todo, Una simple lámpara de petróleo, colgada del techo, alumbraba
absolutamente todo, estaba listo. débilmente el interior de la choza a la que les invitó a entrar el
Sonrió al recordar sus conversaciones con Nathalia Semionovna. La centinela.
joven le aparecía como el símbolo de la mujer soviética, y Sonia le Dos hombres trabajaban allí, sentados en el suelo, examinando un
envidiaba su valor y su pasión. mapa instalado sobre un banco rudimentario.
Mientras ella se había dejado arrastrar por una codicia que aniquiló El centinela había anunciado la llegada de los recién llegados, puesto
en ella cualquier otro sentimiento, Nathalia se lanzaba valientemente que los dos partisanos levantaron la cabeza mientras Fedor y su
a luchar por su pueblo contra el invasor, escapaba del pueblo, dormía compañero se arrastraban hacia el interior de la isba.
en el suelo, pasaba hambre y sed, odiaba, vivía y amaba —¡Miren quién está aquí! —exclamó el más robusto y el más viejo de
salvajemente... ¡como una mujer rusa de verdad! los dos—. ¡Mierda! ¡No pensaba verte tan pronto, Fedor Malienski!
¡Tenía gracia! Era como si Nathalia le hubiera contagiado el sentido Besó en las mejillas, a la rusa, a su viejo compañero, dirigiendo un
real de la vida, la incertidumbre del futuro, el viejo fatalismo eslavo, breve movimiento de cabeza al otro.
con el espantoso sentido de la palabra "nitchevó”, dentro, principio y —¿Te has largado de tu querida Ucrania, tractorista? —preguntó el
fin de todo... jefe de los partisanos con la boca partida por una ancha sonrisa—.
Sonia pensaba en su felicidad, pero no se dejaba engatusar por un ¿O vienes a invitarnos a desfilar en la liberada ciudad de Kiev?
futuro inacabable. Por que ahora sabía que el fin podía llegar en ¡Porque contigo los fascistas tienen que verse las y deseárselas!
cualquier momento; más aún: que llegaría fatalmente, si se mantenía Era muy fuerte, aunque no muy alto. Una nariz grande estaba
firme, si volvía a ser la mujer rusa que siempre debió ser... plantada en su cara redonda y, bajo las espesas cejas, se agitaban
unos ojillos inquietos, de un azul muy puro. La boca de gruesos labios
*** estaba encerrada en el curioso paréntesis que formaban dos
profundas arrugas.
Se hubiera dicho un pueblo lacustre. En lo intrincado de los pantanos —¡Te engañas de medio a medio, Nikita Valentiniev! —respondió
los partisanos habían construido pequeñas chozas, parecidas a iglús, Fedor con el mismo sarcasmo—. Si hubiera liberado a Kiev desde
mitad casas mitad embudos, porque sólo contaban con un techo de aquí escucharía sonar las campanas... (Cambió bruscamente de
chamiza, tan bajo que para penetrar en ellas era preciso arrastrarse tono.) Muy al contrario, camarada... Las cosas van muy mal por allí...
por una especie de pasadizo. —¿Y vuestros partisanos?
El camuflaje era casi perfecto, pero se habían visto obligados a cavar —Muertos.
la tierra dura de las islas para protegerse de las bombas que los —¿Todos?
Stukas lanzaban constantemente sobre ellos. —¡ Desgraciadamente!
Incapaces de avanzar a través de los pantanos con sus pesadas Nikita sacudió su gruesa cabeza maciza.
impedimentas y sus poderosos Panzers, los alemanes se veían —De veras que lo siento, sobre todo por ese valiente de Alexandre
forzados a vigilar estrechamente los accesos, mientras sus aviones Pavlovich...
—¿Le conocías?
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—Sí. ¡En fin! La guerra no perdona... Pero me sorprende que Sacha desagradablemente, y una boca de labios casi inexistentes. Los ojos,
se haya dejado liquidar así... ¿La cosa ocurrió durante un combate? extrañamente inmóviles, presentaban la aparición de los pedazos de
—No. Cayeron en una trampa que les tendieron los SS. Le antracita fijos en las órbitas profundas.
acompañaban sus hombres de confianza... a los que torturaron...» —¿Le hiciste... sufrir antes de matarlo, camarada? —preguntó con la
Uno de ellos no resistió... y cantó todo... sombra de una sonrisa en su boca de raya.
—¡El inmundo cerdo! ¡Su nombre! ¡De prisa! Viendo vacilar a su compañero, Fedor respondió con una alegría que
—Teniente Tumeriev. Los nazis le dejaron en libertad... sonaba falsa:
Ella se contrajo. Como si una mano helada le palpara el pecho, —¡Y tanto! ¿Qué crees, camarada comisario? Después de lo que le
donde su corazón se agitaba salvajemente. han hecho los Feldgendarmes... Mi amigo se divirtió de lo lindo con el
—¡No te preocupes, Fedor! —exclamó Nikita—. ¡Tarde o temprano traidor... Yo, en serio, estaba tan asqueado que le ordené que
echaremos el guante a ese hijo de puta! Daremos con él y entonces... acabara con él de una vez por todas... ¡No conocéis a Iván
—Ha muerto. Ivanovichá ¡Es un tantito sádico!
—¿Cómo lo sabes? —Creo que te estás haciendo viejo... —murmuró Massov
—Mi camarada lo mató... delante de mí. maliciosamente.
Por primera vez los ojillos inquietos de Nikita se posaron sobre Ilya —¡Ya está bien! —cortó Nikita-Te escuchamos, Fedor...
quien, claro está, estaba lejos de sentirse a sus anchas. Maldecía en Ponnos al corriente de lo que pasa en Ucrania... Porque imagino, que
su interior la audacia del viejo tractorista y «1 peligroso juego al que no has venido sólo a estrecharme la mano, ¿eh?
se había lanzado. Entonces, bruscamente serio, el viejo tractorista empezó a hablar
—¿Cómo te llamas? —preguntó Valentiniev. lentamente.
—Ivan Ivanovich Sorenko. Acurrucada en el ancho pecho del siberiano, Sonia hablaba:
—¿Ucraniano? rápidamente, con entusiasmo. Aunque los dos "SS" —se dio cuenta
—No. Moscovita. de que uno de ellos era un capitán, pero no prestó importancia a eso
Ilya, que había hecho sus estudios en Moscú, no tenía el acento — no comprendían ni una sola palabra, hablaba en voz baja,
fuerte y áspero de los ucranianos. Podía pasar perfectamente por un moviendo los labios a gran velocidad porque quería contar todo a su
moscovita. amante.
—¡Está muy bien eso que has hecho, camarada! —dijo Nikita—. —{Vaya! —le dijo él cuando ella terminó de hablar—. He oído hablar
Pero, por lo que veo, también has pasa tú por las manos de los nazis, de esas chicas... Las llaman "las vírgenes de Kiev".
¿no es cierto? —¿Te das cuenta, Ibor? Aceptan sacrificarse... ¿no es maravilloso?
—Unos Feldgendarmes me agarraron cerca de Kiev —mintió Ilya que El hombre la miró con curiosidad.
había encontrado por fin su sangre fría—. Pero conseguí escapar... —Sí, y creo que es formidable... Espero, Sonia Lochakovna, que eso
—¡Pues de buena escapaste! ¡Mis felicitaciones! Ahora voy a te haya dado que pensar...
presentaros a mi consejero político, el camarada Andre Pavlovich —¡Tonto! He olvidado todo mi pasado... ¡No quiero pensar más en él!
Massov. ¡Ahora mi sangre rusa se ha impuesto! Y quiero que sepas, mi gran
El comisario político era un hombre enjuto, de unos treinta años. oso querido, que estoy tan dispuesta como ellas, a sacrificarme...
Tenía un rostro acuchillado, una naricilla que se erguía
114
—Lo sé, Sonia..., pequeña... Me he dado cuenta de que has; Igor levantó la copa y clavó una mirada furiosa en los ojos porcinos
cambiado... y estoy orgulloso de ti... del Reichprotektor.
—Spasiba... —Puesto que lo quieres así, cerdo... ¡Hurra por Stalin!
—Pero... ¿cómo vais a montar todo eso?... ¿Y qué papel jugaré yo? Y vació el vaso de un trago, lanzándolo a continuación por encima del
La chica hizo un gesto vago hacia el sillón donde el Reichprotektor hombro. La copa fue a chocar contra el muro, haciéndose mil
fingía dormir. pedazos
—¡Eso déjalo de mi cuenta, Karpucha! Hablaré con ese cerdo... Se —Muy bien, muy bien...-sonrió Albert—. Y ahora... a trabajar,
pondrá loco de contento al organizar otra de sus innobles fiestas. muchachos... Divertiros de lo lindo...
¡Todo saldrá bien! Ya verás...
—¡Cuidado! —silbó el siberiano—. Se levanta... ***
En efecto, Albert se levantó y se acercó a ellos. Llevaba puesto— el
uniforme y andaba lentamente, con las piernas separadas, con el La nieve caía con fuerza. Hundiéndose en ella hasta las rodillas,
andar de un pato. Anatoli Rudenski avanzaba penosamente hacia la cantera. Desde la
—¿Qué...? —dijo, deteniéndose junto a la cama—. ¿No tenéis ganas marcha de Leonov y de Nathalia ya había hecho una buena docena
de hacer el amor, corderitos? Te comprendo, pequeña Sonia... El de expediciones en los caseríos de los alrededores, donde aprovechó
bruto de tu macho se encuentra un poco agotado después de los la noche para visitar la farmacia. No tuvo dificultad en dar con el
momentos pasados en la cama de la dama alemana... Sonia se escondite y proveerse de todo lo necesario.
estremeció y apretó los dientes rabiosamente. Al principio no tuvo suerte con los campesinos que vivían aislados en
—Voy a arreglar eso... —rió Alfred. (Se volvió, dirigiéndose a los la llanura. Eran demasiado pobres para procurarles víveres. Pero su
"SS")—. ¡Traed dos copas de champaña! No hay nada como el buena estrella no tardó en ayudarle.
champaña —añadió volviéndose hacia la cama— para encender el Un día, después de luchar desesperadamente contra la nieve que
deseo. Ya veréis cómo regresan vuestras fuerzas, ami— güitos... caía abundantemente, llegó a una isba miserable donde se estaba
Fue el Hauptsturmführer quien les sirvió. La pareja se sentó— en la muriendo de gangrena un chico de unos diez años.
cama y el "SS" dio la copa envenenada a Igor, ofreciendo la otra a la Anatoli se las arregló para detener el mal y amputar la mano
rusa. izquierda del chico con un viejo cuchillo, sirviéndose del vodka para
El Reichprotektor les miraba ávidamente. desinfectar la carne macerada, y empleando sábanas desgarradas
—Tú, mi pequeña Sonia, podrías brindas a mi salud... No me he para hacer un vendaje.
portado mal contigo... ¿no? Pero di a tu amigo el bárbaro que le Fue un milagro que aquello saliera bien, pero desde entonces le
permito beber la salud de quien más le guste... ¡a la salud de Stalin recibieron en todas partes con sonrisas, y con algo más positivo, con
incluso! paquetes que le demostraron que la penuria de los campesinos era
Igor comprendió perfectamente cada palabra del alemán. Se agachó ficticia, y que ocultaban muchas en lugares increíbles.
un poco para murmurar en el oído de la joven: Así pudo el doctor proporcionar a las chicas la suficiente comida y
—¡Estos nazis son abyectos! ¡Maldita sea! Si pudiera agarrarle del cuidados como para que se mantuvieran en forma, y ahora se
cuello... encontraban con una salud a toda prueba, llenos de vida sus
—Sé prudente —murmuró Sonio rápidamente. cuerpos...
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Había preparado un rápido veneno que se podía disimular fácilmente, trescientos... Ya sabes que esa cifra no representa sino la mitad que
pero cada vez que pensaba en el destino fatal al que estaban necesitamos para impedir que los nazis se lancen contra la capital...
destinadas aquellas espléndidas criaturas sentía que la rabia le —¡Estás loco! —gritó Nikita con la mirada relampagueante—. Moscú
quemaba por dentro, y se acordaba de su mujer, que sabía que no no corre ningún riesgo... todo el mundo sabe eso. Desde que los
volvería a ver nunca más. fascistas se rompieron los dientes delante de Leningrado, el empuje
También a menudo consideraba su efímera aventura con Nathalia, y de la Wehrmacht opera desde el año pasado hacia el Volga... Hitler
se sentía hostigado por los remordimientos, tratándose de todo por ha enviado todos los refuerzos al grupo de ejércitos “Sur". Las
haberse mostrado tan débil. mejores unidades alemanas se encuentran allí, desde el Cáucaso
Ahora la Semionovna se le antojaba una chica formidable, ejemplo hasta la argolla del Don. ¡Y tú sigues temblando por Moscú como si
representativo de la mujer rusa de siempre, capaz de pasar por estuviéramos en el 41!
encima de sus deseos para dar todo por la causa... incluso si ésta Furioso, el comisario encogió sus escuálidos hombros.
estaba perdida por adelantado. —No juegues al estratega, Nikita, ése no es tu papel. Si e) Kremlin
Sin noticias, asilado en aquella cantera oculta en lo más profundo de me ha enviado aquí y no ha dejado de enviarnos ayuda ha sido
la llanura ucraniana, Rudenski se preguntaba si el sacrificio de las precisamente para que nos ocupemos de luchar contra los nazis
vírgenes serviría de algo. ¡Lo dudaba mucho, diciéndose una y otra aquí, en la Rusia blanca. ¡Lo que pasa en Ucrania es asunto de los
vez que era una completa locura, un fuego de artificio del todo inútil! ucranianos!
—¡Pues vaya idea tienes de la Unión de Repúblicas Soviéticas,
camarada Massov! —se burló Nikita—. ¡Bueno, pues si quieres saber
CAPÍTULO XXVII lo que pienso de eso, voy a decírtelo! ¡Que os den por culo a ti y a los
del Kremlin!
Nikita dejó la botella después de beber un largo trago. Eruptó Andrei dio un salto, loco de rabia, pero se calmó al encontrarse
ruidosamente y luego miró a los dos ucranianos. delante del cañón de la "Nagan” con la que el jefe de los partisanos le
—¡Es magnífico! —exclamó—. Con chicas como ésas no puede apuntaba.
perderse la guerra. Pero no quisiera que su sacrificio fuera inútil... —¡Tranquilo, comisario! —rió Nikita—. No hagas tonterías o te
Voy a darte cien hombres, Fedor. Así, en cuanto actúen esas agujereo el pellejo... ¡Te conozco bien, padrecito! Desde que has
valientes patriotas creando el desorden entre los nazis, vosotros les llegado aquí ni una sola vez has salido con mis hombres... Te has
haréis la pascua por vuestro lado. La muerte de unos cuantos peces quedado aquí, estudiando el mapa, dándotelas de general de cuerpo
gordos y el follón que se armará provocará condiciones favorables de ejército Siento acabar con tu tranquilidad existencia, camarada
para jorobarles por todos lados. Durante unas horas les traeremos de Massov... ¡Se te acabó el escondrijo! Puesto que quieres saber lo que
cabeza... hacen los fascistas en la Rusia ocupada, te nombro consejero político
—Te lo agradezco, Nikita. De veras. En nombre de esta vieja del camarada Malienski... Vas a irte con ellos, amiguito... ¡y si un día
Ucrania... los "SS” te agarran, escribes bellas frases sobre la heroica resistencia
—¡Un momento! —intervino Andrei Pavlovich—. No creo que eso ucraniana!
esté bien, camarada Valentiniev. No irás a ofrecer cien hombres —¡Todo esto te costará muy caro, Nikita! —silbó Andrei Pavlovich—.
como si fueran siervos... Además, que sólo contamos con
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Estás desobedeciendo las órdenes de Moscú, lo que quiere decir las "Puede serme más útil como amiga que como enemiga —pensó
órdenes del camarada Stalin... astutamente Albert—. Ahora que ha recibido una buena lección, será
—¡No lo creo! Si Stalin estuviera aquí te mataría con sus propias fácil domarla...”
manos... ¡Y basta de cháchara! Salís esta noche... y no quieras Y en voz alta:
dártelas de listo... Si te acercas a la radio te castro... ¿Comprendido? —Hagan venir al doctor Halde... Schnell!
Ingo Halde, Sturmbannführer, llegó minutos después. Era a él a quien
*** el Reichprotektor había encargado la preparación del veneno. Un
—¿Qué te pasa, amor mío? ¡Igor! Por favor, querido...— vistazo de Albert le puso al corriente, sin que hubiera necesidad de
¡respóndeme! palabras, de lo que se esperaba de él.
Sonia sacudía el cuerpo macizo del siberiano que no reaccionaba. Avanzó hacia la cama, con el estetoscopio en la mano. Auscultó al
Pero no se rendía ante la realidad y besaba con pasión la; frente, la ruso y luego se irguió, meneando la cabeza.
boca, las mejillas de Igor, rehusándose a creer lo que había sucedido. —Paro cardíaco —dijo mirando a Albert—. Lleva varios minutos
En el sillón, el Reichprotektor se reía por lo bajito. Lanzó una ojeada muerto...
al Hauptsturführer que también sonreía. Sonia, inmóvil, junto a la cama, ya no lloraba. Acababa de
—¡Igor! ¡Igor! —gritaba Sonia, convenciéndose cada vez más de la comprender la verdad y fue la primera en sorprenderse de su
horrible verdad—. ¡No es cierto, amor mío! ¡Dime que no es cierto! impasibilidad, de su repentina frialdad ante la desaparición del que
De pronto una ola de locura se apoderó de su espíritu acorralado. Se había amado como a ningún otro.
arrodilló en la cama y martilleó con sus minúsculos puños el ancho Asintió sin inmutarse a la salida de aquel cuerpo atlético que cuatro
pecho velludo del hombre. "SS" vinieron a llevarse. Entonces, con una claridad perfecta, Sonia
—¡Cerdo! ¡No puedes morirte! No puedes hacerme eso... ¡a mí! apercibió la línea recta del deber que la muerte de Igor le había
Incapaz de no gozar del dolor de aquella mujer que odiaba, Albert se trazado. Pensó en Nathalia que esperaba sus instrucciones y en las
acercó a la cama. Por un momento estuvo a punto de decir la verdad chicas que estaban listas para el sacrificio...
a la rusa, pero las recomendaciones del Obergruppenführer le Pero mientras pensaba en todo eso su mirada se posó en la del
forzaron a dominar su deseo de hacer más daño a la Lochakovna. capitán, aquel testigo extraordinario que había sustituido al simple
—¿Está muerto...? —inquirió hipócritamente. Sturmann que vigilaba, con el otro, al poderoso siberiano.
La chica levantó la cabeza. Durante unos segundos una luz de rabia Entonces comprendió de dónde provenía aquel ataque contra el
se encendió en el fondo de sus ojos, pero en seguida volvió a ser la valiente Karpucha. Recordó aquella vez en el palacio en que había
mujer acosada, la hembra que acababa de perder a su macho. visto a Marika von Drummer escoltada por aquel oficial de las *SS".
Se dejó caer fuera de la cama, arrodillándose ante su poderoso Y el hombre, el instrumento dócil de la hiena nazi, estaba allí,
protector. mirándola intensamente, preso ya en las redes de aquella chica
—Llame a un doctor, señor... Debe haberse desmayado... ¡Sálvele y magnifica que, sin falso pudor, le ofrecía el espectáculo magnífico de
haré todo lo que quiera! Seré su esclava... su cuerpo de andrógino...
De nuevo sintió el hombre un loco deseo de confesarle la verdad para Sonia se pasó la punta de la lengua por los labios y el
que ella supiera que era él quien había matado al siberiano. Pero una Hauptsturmführer Mayer asintió rápidamente con la cabeza, dándose
vez más se impuso la prudencia. por enterado.
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—No, no nos traicionará. Pero en cuanto empiece la acción va a
*** intentar jorobarnos.
Y los partisanos penetraron en Ucrania. —Si hace tonterías... ¡le rompo la cara sin más!
A la cabeza de los cien hombres que Nikita Valentiniev le había Escupió en el fuego.
confiado, el viejo tractorista se sentía como un niño con zapatos —Bueno... No nos ocupemos de ese imbécil. Quería hablarte...
nuevos. Al principio de la larga marcha intentó congraciarse con el Mañana abandonamos definitivamente el bosque..
comisario político, pero Massov se mantuvo en un silencio obstinado —Lo sé.
y Fedor, cansado, no le volvió a dirigir la palabra. —En lo sucesivo nos moveremos por territorio vigilado por los
Atravesaron por pequeños grupos la carretera estratégica así como la fascistas. Tendremos que abrir mucho los ojos, padrecito...
vía férrea y luego, de nuevo juntos, se introdujeron en los bosques —Los hombres se portan muy bien. Puedes felicitar a Nikita. Con
inmensos del norte de Ucrania, durmiendo unos sobre otros, con un ellos ha realizado un trabajo formidable. Qué diferencia comparados
frío de menos de treinta y cinco grados. a nuestros partisanos. Estos son soldados, bien alimentados,
Ilya se encontraba a su gusto y había olvidado por completo los correctamente vestidos, maravillosamente entrenados...
malos ratos pasados junto a Nikita, sobre todo al principio, cuando —Estás orgulloso de tu tropa, ¿he, padrecito? Cuando pienso en el
Fedor se sacó de la manga aquella historia descabellada. cretino que encontré antes, en el tipo tan desesperado que buscaba
Volviendo a portarse como un oficial de carrera, daba órdenes con ávidamente una bala que le enviara al infierno lo antes posible.
una eficacia profesional y no tardaron en descubrir en él un jefe nato. El rostro de Ilya se ensombreció por un momento.
Fedor también se apercibió de ello y sonrió, contento de poder contar —¡Dejemos eso, Fedor! Pertenece a un pasado definitivamente
con un hombre de la temple de Tumeriev. Además la presencia del superado.
joven teniente le quitaba quebraderos de cabeza, puesto que sin él —¡Sí! Volvamos a lo nuestro... Pensaba en el lugar a donde debemos
hubiera sido preciso ceder el mando del grupo a Andrei Pavlovich. dirigimos: las canteras. Allí deben esperar las chicas, si es que no les
Por la noche, antes de abandonar definitivamente el bosque para ha ocurrido nada mano. ¿Qué opinas tú?
desembocar en la llanura, Fedor, después de la sopa, esperó a que —Estoy de acuerdo contigo. Puesto que esas camaradas están
Tumeriev organizara el primer turno de guardia. Sentado junto a uno dispuestas a seguir adelante, sería tonto no aprovechar su sacrificio...
de los fuegos del campamento —lujo que no podrían permitirse al Pero, si quieres saber mi opinión, deberíamos impedirles actuar así...
salir del bosque— encendió un cigarrillo y contempló al comisario — Niet! —le cortó el otro—. A mí también me repugna que un grupo
político quien, antes de acostarse, daba un largo paseo. de jóvenes rusas tenga que entregarse a esos perros... Pero cuando
Cuando Ilya fue a sentarse junto a él y empezó a liar un cigarrillo pienso que podrán golpear allí donde nosotros no lo lograremos
Fedor hizo un gesto hacia la silueta de Massov. nunca, acabando con algunos nazis importantes, me quite el
—¡Acabará poniéndose nervioso! —gruñó—. Se diría que es un león sombrero ante quien haya dado con ese plan formidable.
enjaulado... ¡y no habla con nadie! ¡Ese tipo, padrecito, no me gusta —Sí, tienes razón. ¡Quienquiera que sea no debe asustarle nada!
un comino! ¡Bueno! ¡Qué le vamos a hacer! Vamos a aprovechar el sucio trabajo
—Pasa el tiempo haciéndose mala sangre —dijo el oficial—. de esas chicas...
Y eso puede costamos un disgusto...
—¿No estarás pensando que es capaz de traicionarnos?
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—Hay otra cosa que me trae de cabeza. Para que lleguen hasta —¡Oh, no! He conocido a muchas mujeres, Sonia... ¡Pero ninguna de
donde es necesario para que puedan actuar es preciso que alguien ellas te llega ni al tobillo! ¡Eres la más perfecta de las amantes!
les ayude... ¿Te das cuenta? — Danke. Y ahora tengo que apresurarme, Paul. Regresaré en
—¡Es cierto! Y esa persona debe gozar de cierta confianza por parte seguida...Además, tú tienes cosas que hacer... A menos que no
de los hitlerianos. Es eso lo que te preocupa, ¿no es cierto? quieras ir solo y recogerme a la vuelta...
—¡Acabas de poner el dedo en la llaga, muchacho! Antes de — Nein! No seas mala, mi Sonia. Ya sabes que tengo que pasar dos
lanzamos al ataque tenemos que saber algo sobre ese misterioso días en el depósito "A"... ¡Figúrate por un momento! Dos días lejos de
personaje... ti... ¡imposible!
¿Me sigues? No me gustaría que metiésemos la pata... Por eso iré la —De acuerdo. Te acompañaré, pero será preciso regresar a
cantera. Las chicas nos proporcionarán informes precisos. Chekolovka antes de regresar definitivamente a Kiev. Es forzoso que
—Es perfecto. todas las chicas estén dispuestas para la gran fiesta en el palacio del
—Mañana habremos terminado la primera parte de nuestro recorrido. gobernador.
Si la nieve vuelve a caer, y de eso no hay duda, atravesaremos la —¿Y las otras?
carretera de Kiev al caer la tarde. Descansaremos por la noche en el —Llegarán al mismo tiempo, quédate tranquilo... Ahora ve a dar una
bosquecillo de Veriskaia, y antes del mediodía llegaremos a las vuelta por la cantina, pero no te emborraches... ¡esta noche quiero a
canteras... mi intrépido amante de todas las noches!
Bostezó. —¡Lo tendrás, Sonia!
—Ahora vamos a dormir un rato. ¡Le deseo que pase una buena La rusa se apeó del vehículo, y tras dirigirle un gesto con su mano
noche, mi «querido teniente Sorenko! enguantada le dio la espalda y se dirigió hacia la puerta del burdel.
—¡Vete al cuerno! —lanzó jovialmente Tumeriev, tendiéndose bajo Detrás de ella, el "Opel Kapitan” arrancó en tromba.
las mantas. —¡Sonia Lochakovna!
—Buenos días, Ludmila —respondió la joven penetrando en la casa.
*** (El vestíbulo estaba vacío)—. ¿Dónde están las chicas?
Paul frenó el "Opel Kapitán" y se volvió hacia Sonia, sentada junto a —Duermen. Nathalia está en el despacho... siguiendo tus
él. instrucciones, ya no frecuenta a los clientes.
—¡Ya hemos llegado, princesa! ¿Es ésta... tu famosa casa? —Sí, —Muy bien. Voy a verla... ¿Y la vieja Nadia?
querido. Aquí es donde tengo la mejor selección de chicas de toda —En la cocina.
Rusia. ¿Has visto al Obergruppenführer? —Dile que suba a mi despacho.
— Natürlich! El viejo estúpido está encantado con mi idea... Es decir —En seguida.
con la tuya... ¡Cuando le hablé de vírgenes se le cayó Ja baba! Pero Al llegar al descansillo, latiéndole con fuerza el corazón, Sonia
—añadió cambiando bruscamente de tono— me pregunto dónde vas empujó la puerta. Su mirada encontró la de Sonia y una sonrisa
a dar con esas vírgenes... Aquí... amistosa hendió su boca.
—Eso es asunto mío, Paul. Ya me conoces bastante... ¿Te he —¡Natacha!
decepcionado por casualidad? —¡Sonia!
Se besaron y luego, ocupando su sitio en el despacho, mientras
119
Sonia se quitaba su abrigo de piel, regalo de Paul, Nathalia anunció: Partido!
—¡Tengo buenas noticias que darte! Llamaron a la puerta.
A Sonia se le arrugó la frente y una sombra invadió su rostro. Se —¡Pase!
sentó, encendiendo un cigarrillo tras quitarse los guantes y soltando La puerta se abrió, dando paso á Nadia Ivanovna, la mujer de
el humo. Leonov.
—También yo tengo buenas noticias que darte —articuló con pena—. —Coge una silla y siéntate —le invitó Nathalia—. ¡Creo que— ha
¡Han matado a Igor! llegado el momento de actuar!
—¡No!
—Sí. Al principio, mientras se moría en mis brazos, no comprendí CAPÍTULO XXVIII
nada. ¡Hubiera querido morir con él! Luego sospeché una
estratagema... Más tarde Paul me confesó que Karpucha había sido Siguiendo los consejos del viejo Leonov, Anatoli Rudenski hizo todo
envenenado según la voluntad de Marika... lo que estuvo en su mano para evitar los trabajos duros a las chicas
—¿La guarra alemana? que le habían confiado. Sin embargo, se vio obligado a compartir la
—La misma. Exigió de ese cobarde del Reichprotektor la. muerte de vigilancia de las canteras con ellas y, al caer la noche, organizaba
Igor... Y Paul debía ser testigo para comprobar que la cosa se llevaba tumos de guardia, colocando dos centinelas a la salida del profundo
a cabo según lo había querido Marika... valle que ocultaba el escondrijo.
—¿Quién es Paul? Durante el día bastaba con un solo centinela y él mismo hacía
—Un antiguo amante de Marika... ¡y ahora el mío! He apostado al voluntariamente aquel trabajo, si es que no tenía que ir en busca de
buen caballo, Natacha... No sabía que Paul era un tipo, tan víveres.
importante... ¿Sabes lo que es el NSC.? El hecho de ser el único hombre entre las chicas no le molestó sino al
—¡Ni la menor idea? principio. Luego, poco a poco, se acostumbró a ellas y ni siquiera se
—Es el Nationalsocialistchez Kraftfahrkorps; es decir, et cuerpo nazi inmutaba cuando las veía desnudarse delante de él o circular por los
de conductores y mecánicos... Paul es el jefe en toda la Ucrania. túneles medio desnudas, puesto que a pesar del terrible invierno que
—¡ Formidable! hacía estragos por todas partes, en las galerías, algunas situadas a
—Aguarda un poco. Según lo que me ha explicado Paul,. Hitler, con más de treinta metros de profundidad, la atmósfera era sofocante.
el fin de sujetar bien al ejército no ha permitido la organización de un Aquel día, tras tomar una sopa excelente —las chicas se encargaban
cuerpo de transportes de la Wehrmacht. Ese papel lo desempeña de la cocina— el doctor fue a instalarse a la salida del valle, con la
exclusivamente el N.S.K.K. Y claro está, como no poseen medios de pipa entre los dientes y el pesado fusil ruso en las rodillas.
transporte, los generales dependen siempre del Partido. Incluso para El doctor Rudenski había cambiado mucho durante los últimos días.
las operaciones militares. ¿Te das cuenta? [17]. Canas cada vez más numerosas blanqueaban sus sienes. Pero
—Sí, comprendo, pero no lo sabía. Entonces, ¿los convoyes que también se había modificado su moral. Había acabado por recobrar la
atraviesan Ucrania forman parte del N.S.K.K.? paz interior alterada por la desaparición de su mujer. También había
—No sólo los de Ucrania. ¡Todos los camiones del ejército,— aquí, olvidado su pequeña aventura con Nathalia Semionovka. Todo eso lo
en Rusia, como en todas partes, son conducidos por chóferes del había olvidado.
120
Su estado de espíritu se conjugaba perfectamente con la misión que Bruscamente los vio. En el halo que ponía la bruma matinal sobre el
le habían confiado, aunque hubiera querido desempeñar otro papel suelo nevado apercibió a los hombres que avanzaban hacia la
que no fuera el de pastor. Pero confiaba en que le permitieran una entrada del valle. Durante un momento, mientras apretaba con fuerza
parte más activa en cuanto se desarrollaran los acontecimientos. En el fusil, creyó que se trataba de tropas alemanas, pero le bastaron
un asunto que sólo concernía a las Vírgenes de Kiev, ¿qué papel unos segundos para distinguir con claridad los uniformes color
podía representar él? terroso, los gorros y los casos más grandes que los que llevaban los
Ahora no juzgaba con tanta severidad el antiguo plan de hitlerianos.
Nathalia.Había tenido mucho tiempo para pensar y había llegado a la Descendió a toda prisa del picacho desde donde podía dominarse la
conclusión de que el golpe que preparaban las vírgenes contra tan entrada del valle y corrió hacia los rusos. ¡La alegría le dominaba,
importantes personalidades de las fuerzas enemigas tendría porque comprendía que aquellos hombres sólo podían ser
importantes repercusiones. guerrilleros, lo que demostraba que la resistencia no había sido
Experimentaba una especie de orgullo infantil hacia las chicas y se suprimida en Ucrania!
decía, en su fuero interno, que aquel heroísmo no tendría par en la Al descubrirle, los que iban a la cabeza le apuntaron con sus armas,
historia de aquella sangrienta batalla contra las fuerzas del nacional- pero el doctor, que llevaba el fusil en bandolera, levantó el brazo
socialismo. derecho en un gesto amistoso.
Más tarde, seguramente, se decía, nadie se acordaría de ellas y su —¡Yo también soy ruso! —gritó alegremente—. ¡Bienvenidos a las
acción no sería comentada por los libros de historia, ni se escucharía canteras, camaradas!
en los discursos de los vencedores, pero se prometió, si salía con Ilya, que andaba junto a Fedor, dijo a éste rápidamente.
vida, escribir el relato de aquellos hechos para mostrar al mundo que —¡Le conozco! Es un médico, Anatoli Rudenski, un hombre de
hay cosas más terribles que el sacrificio de un soldado, y actos más confianza... Amigo íntimo de nuestro jefe de grupo, el Kombat
valerosos que los del héroe saltando por encima de la trinchera para Alexandre Pavlovich.
lanzarse sobre las bayonetas del enemigo. Malienski asintió con la cabeza. Después se adelantó a los otros,
Al lado de los formidables combates en los que tomaban parte estrechando la mano del médico.
cientos de miles de hombres, las humildes batallas de la sombra eran —¡Me alegra verte, camarada! Venimos de lejos... y andamos a la
dirigidas por héroes anónimos por lo general, gente que moría en busca de un grupo de mujeres... Unas jóvenes a las que llaman las
silencio, a menudo de una muerte miserable, como hormigas Vírgenes de Kiev...
aplastadas por la bota del invasor. —Están conmigo —dijo Anatoli que no dejaba de mirar al hombre de
Pero sin aquellos combatientes desconocidos, sin aquellos hombres y rostro cubierto por cicatrices horribles, pero cuyos ojos no le parecían
aquellas mujeres que ofrecían sus vidas sin recibir orden alguna, desconocidos.
empujadas por su rebelión íntima, por un verdadero patriotismo que Tumeriev le miró a la cara, sin querer evitar la mirada inquisidora de
no requería discursos ni desfiles, ¡la victoria final no era posible! Anatoli. Acostumbrado a su nuevo aspecto, no temía que el otro
Aquellas gentes de las que ahora formaba parte... pudiera reconocerle... Pero no debía despertar su desconfianza.
Avanzó y dijo, hundiendo su mirada en la del médico:
*** —¿Cree que habrá lugar para todos los hombres? En principio
pensamos instalamos aquí...
121
—¿Cuántos sois? —preguntó Anatoli a su vez, pero en su fuero —¿La has observado con los prismáticos?
interno sé preguntaba dónde había escuchado aquella voz. —Sí. Hay mi hombre y una mujer, los dos bastante viejos, delante...
—Somos ciento tres exactamente. —¡Vamos allá!
—Sí, habrá sitio para todo el mundo. Cuando el oficial y el partisano llegaron junto al otro centinela, la
—Ni que decir tiene que nosotros nos encargamos de los servicios de carreta penetraba ya en el valle. Desde lo alto del picacho, Ilya
seguridad —intervino Fedor—. Por lo que respecta a la comida, observó con atención el vehículo y sus ocupantes. Los poderosos
traemos bastante con nosotros, víveres suficientes para dos o tres prismáticos le permitieron verificar lo atestiguado por el soldado. El
semanas... Pero —añadió con una sonrisa— no creo que nos hombre y la mujer que iban sentados delante eran dos viejos
quedemos mucho tiempo... Hay otra cosa más, camarada... ucranianos.
—Anatoli Rudenski, doctor en cirugía... —¿No cree, camarada teniente —preguntó uno de los partisanos—
—¡Bien, camarada Rudenski! Quisiera que mis hombres fueran que los nazis pueden ocultarse en la carreta, obligando a esos dos
directamente al lugar donde deben instalarse... Que sea bastante viejos a conducirles hasta aquí?
lejos de las chicas... ¡No es que desconfíe de ellos, pero más vale —Es acertado eso que dices —admitió Ilya—. Dejémosles avanzar...
prevenir que curar! Tardarán al menos quince minutos en llegar al fondo del valle. Ve de
—De acuerdo. Voy a guiaros hasta las galerías. Vosotros escogeréis prisa a prevenir al doctor... Pero toma el camino que pasa por detrás
las que más Os convengan... Seguidme. el picacho; no tienen que verte...
—¡Espere! —dijo Ilya—. He visto el lugar desde donde vigilaba, el —¡Al momento!
picacho. Voy a emplazar allí a dos hombres... Me reuniré con Minutos más tarde, Rudenski llegaba con el partisano. Habían corrido
vosotros en seguida. como locos y respiraban entrecortadamente. Sin decir una palabra
Tumeriev instaló a los dos centinelas y luego siguió el cortejo— de Ilya tendió los prismáticos a Rudenski. El médico los enfocó sobre el
hombres que penetraban en el valle. Además del armamento, de las vehículo tirado con esfuerzo por un viejo mulo.
municiones y de los víveres, llevaban consigo sacos llenos de —¡Es nuestro amigo Leonov! —exclamó con alegría—. Nuestro
explosivos, cables y aparatos para producir la explosión a distancia. agente de enlace con el pueblo de Chekolovka... Voy a saludarle...
Todos los utensilios del buen guerrillero ¡Venga conmigo, teniente!
El túnel que Fedor escogió era el más ancho y daba directamente al Al verles, Iván Ivanovich tiró de las riendas, detuvo la carreta y saltó
valle, permitiendo, si era necesario, salir en pocos minutos y ágilmente, avanzando hacia ellos con una sonrisa en los labios.
desplegarse en terreno abierto. —¡Camarada Rudenski!
El teniente organizó todos los servicios mientras que Fedor, el —¡Buenos días, Iván Ivanovich! Aquí el teniente Sorenko... Ha
comisario político y Anatoli iban a reunirse con las mujeres— Ilya ya llegado con un numeroso grupo de partisanos...
no temía que el médico le reconociera. Después de observarle —Sí, les vi avanzar desde lo alto de las colinas. Lo dije a las
atentamente, Rudenski había terminado por desinteresarse de él. mujeres...
Cuando Tumeriev distribuía algunos trabajos, uno de los centinelas ¡las cosas se arreglan! ¡Ya puedes salir, tú!
llegó corriendo, jadeando. Una mujer descendió de la carreta. Ilya tuvo que hacer un esfuerzo
—¡Camarada Sorenko! —dijo sin aliento—. Una carreta se acerca a sobrehumano para no gritar.
las canteras.
122
¡Ante él se encontraba Nathalia Semionovna, sonriente, más bella voy a explicaros nuestro plan detalladamente... Dentro de diez días
que nunca! tendrá lugar una gran fiesta en el palacio del Reichprotektor, en Kiev.
A esa fiesta están invitados todos los jefes nazis. Sonia ya ha
*** decidido la papeleta que tenéis que representar cada una de
Después de que Fedor distribuyera los víveres, el túnel donde s*e vosotras... No os conoce personalmente, pero les he hablado lo
encontraban las chicas adquirió un aspecto insólito, con las latas de bastante de vosotras para que ella se haya hecho una idea según el
conservas sembrando el suelo, donde también se sentaban los gusto particular de esos perros fascistas. Las. parejas ya han sido
hombres y las mujeres, formando un gran círculo. preparadas por adelantado...
Colocado entre el comisario político y Fedor, Nathalia atraía la Sacó un papel del bolsillo de la falda.
atención general, puesto que, desde que la distribución extraordinaria —Así ocurrirán las coséis: Llegaréis al palacio junto a otras chicas
de víveres acabó, empezó a contar las aventuras del burdel de que deben servir a los invitados... y claro está, acostarse con ellos.
Chekolovka y su encuentro con Sonia Lochakovna. Vosotras, las seleccionadas, os sentaréis junto a vuestros...
—En seguida me di cuenta, con sólo verla, de que era la chica más caballeros... Voy a nombraros para deciros quiénes son vuestras
extraordinaria que había visto antes. Ya sabéis cómo son esas parejas. ¡Nadiegda Markona!
muchachas nacidas en los pequeños caseríos, que se crían un tanto —¡Presente!
salvajes lejos de las ciudades... —Irás con el Sturmbannführer Franz Losser. Es el nuevo jefe de los
"Hostigadas por los muchachos del pueblo, acaban por entregarse a Servicios de Seguridad, el canalla directamente responsable de la
uno de ellos... o a varios... eso depende de sus ímpetus amorosos. Si muerte de nuestros camaradas... ¡María Valentinovna! —¡Presente!
no se casan en seguida mal acaban... y Sonia ha pasado por esa —Tu objetivo se llama Konrad von Sleiter, Obergruppenführer... jefes
experiencia, sólo que fue violada por un alemán... en vez de de los SS en Ucrania... un cerdo inmundo... ¡Ekaterina Sidorenka!
entregarse a un muchacho del caserío. —¡Presente!
"Pero reaccionó de modo formidable. Se dio cuenta del poder que la —Tú, la moscovita, te encargarás del capitán de las SS Bormann,
confería sobre los hombres su calidad de mujer. Y dando prueba de jefe del sector A. La chica de Minsk, Tatania Strijeva...
un valor sorprendente fue en busca de su violador y le propuso a las —¡Aquí!
claras un asunto de mucho dinero... —Tú tienes que acabar con Brücken, capitán de las SS, jefe del
"Parecía definitivamente perdida... Extraviada en un camino que sector B. Schenkel, el Hauptsturmführer, jefe del sector C„ será
pocas consiguen abandonar voluntariamente. Sin embargo— bastó asunto de Svetlana Fedorovna.
con que un ruso se acercara a ella, merced a un azar extraordinario, —¡Le cortaré el cuello con mucho gusto! —exclamó la chica, de
para que se apercibiera de sus errores y volviera a ser una verdadera Stalingrado.
mujer rusa... ¡soviética hasta la médula de los huesos! —De acuerdo. En cuanto al capitán de las SS Thiesen, comandante
Encendió un cigarrillo y, por un momento, su mirada que observaba del sector D, su compañera hasta la muerte será... Valentina
un poco a todos, se detuvo en Tumeriev. Seranifovna...
El joven teniente sintió un escalofrío en la espalda. Por fortuna, la —¡Comprendido! —replicó la joven.
mirada aguda de Nathalia prosiguió su inspección a la ronda. —Después de la comida —prosiguió Nathalia— esos “señores" os
—Pero dejemos a Sonia —siguió Nathalia—. Ha organizado todo y conducirán a las habitaciones que han dispuesto para cada uno de
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ellos en el palacio... Según Sonia eso ocurrirá a eso de las cuatro de compañero, tendrán a su disposición, en la cocina, el mejor fuego de
la mañana. Ella tiene experiencia... Podemos— tener confianza... artificios que se haya visto en Kiev.
Se detuvo para encender otro cigarrillo. —¿Por qué precisamente en las cocinas? —preguntó el comisario
—En cuanto os encontréis en la habitación con los jefes fascistas — político que no había abierto la boca hasta entonces.
siguió—, al tiempo que se le endurecía la voz—, lo que tendrá lugar —Porque —respondió Nathalia— al otro lado de las cocinas se
según os he dicho a eso de las cuatro... Será preciso esperar a las encuentra el cuerpo de guardia, setenta y cinco SS al servicio del
seis horas para ejecutar a vuestros compañeros de cama... Reichprotektor.
Tumeriev, que miraba a las chicas, observó algunos parpadeos, pero El comisario asintió con la cabeza en señal de agradecimiento.
eso fue todo. —Además —siguió Seminovna— la explosión del palacio debe
—Sé que os pido las dos horas más difíciles de vuestras vidas —dijo desencadenar automáticamente la alarma general. Sabiendo que sus
Nathalia. jefes se encuentran allí, los SS y los Feldgendarmes, así como los
"No se ha atrevido a decir las dos últimas...", pensó tristemente tipos de la Gestapo, reclamarán ayuda con urgencia, y las tropas
Tumeriev. diseminadas en los cuatro sectores se precipitarán rápidamente a la
—A las seis —prosiguió la joven—. actuad según las instrucciones. ciudad.
¡Matad! ¡Degollad! ¡Y si podéis, huid! No olvidéis que el veneno qe —¡Eso es seguro! —rió el viejo Leonov frotándose las manos—.
lleváis encima sólo debe emplearse en última instancia. ¡Actúa tan de Todos saldrán corriendo hacia Kiev...
prisa que incluso en el caso en que os arrestaran los SS, no tendrían —Con eso cuenta precisamente Sonia...
tiempo para torturaros! —¿Cómo? —preguntó Fedor—. ¿No estará con las chicas en el
Nathalia observó que Svetlana, la chica de Stalingrado, levantaba la palacio del gobernador?
mano. —No. Tendrá otras cosa de la que ocupare... Se ha convertido en la
—¡Habla, camarada Fedorovna! —le invitó la joven. querida de un Hauptsturmführer llamado Mayer... que es el jefe, no
—Sólo quiero saber cuándo debemos ingerir el veneno... sólo de los transportes en Ucrania, sino también del mayor depósito
Y por qué dices que debe ser tomado en el último minuto... de municiones y de material de guerra situado al oeste de Kiev... ¡No,
—Voy a explicarme. Matar a vuestro compañero de cama no será no soñéis con eso, camaradas! ¡Ni una división podría penetrar allí!
tarea difícil... Estarán tan atiborrados de alcohol que pasarán de la Se trata de una posición erizo, tan bien defendida que ni un cuerpo
vida a la muerte sin saber lo que les sucede. Claro que pueden blindado conseguiría adueñarse de ella... Ochocientos SS,
presentarse excepciones a la regla, pero aquellas que no tengan seleccionados con esmero, armados hasta los dientes, provistos de
dificultades en ese primer paso deben seguir actuando después. cañones antitanque, pasos minados, lanzallamas y lanzagranadas, se
"Sonia ha conseguido ganarse para nuestro plan a las rusas que dejarían matar antes de ceder un solo metro de su fortaleza
trabajan en las cocinas. Al salir de Chekolovka os será fácil disimular prácticamente inconquistable.
bajo las faldas cierta cantidad de explosivos. Al llegar allí las rusas de Aplastó pensativamente el cigarrillo contra el suelo húmedo del túnel.
las cocinas se harán cargo de esos explosivos, pero no actuarán por —Sólo una chica como Sonia ha podido dar con la fisura de esa
su cuenta porque desgraciadamente son incapaces de hacerlo. Pero fortaleza... la fisura eterna... el deseo de los hombres. Ha convencido
a vosotros se os enseñará a serviros de las cargas explosivas... Y las a su amante para dar una fiesta para los jefes del depósito... Quince
que abandonen sus habitaciones tras haber acabado con su chicas saldrán del burdel de Chekolovka para ser conducidas en
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coche hasta ese formidable arsenal... Ellas se encargarán de hacer —Yo —dijo dulcemente— me encargo de matar al Reichprotektor.
dormir a los hombres Primero a los oficiales, y luego a los otros... Sonia me ha dicho que según su propia experiencia ese cerdo no
Están dispuestas a todo para volver locos a los SS... Una de elas, gusta de las chicas... Le esperaré en su habitación. ¡y le arreglaré las
una jovencita que ha dirigido la casa de Chekolovka durante la cuentas!
ausencia de Sonia, la joven Ludmila... se encargará del cuerpo de
guardia... Si todo sale bien, a eso de las seis horas, nuestros
hombres podrán penetrar en el depósito... y hacerlo saltar a su gusto.
En ese momento todas las unidades de los SS se encontrarán en CAPÍTULO XXIX
Kiev para poder socorrer a sus jefes... Pensarán que se trata de un
levantamiento en masa de la población civil y atacarán a ésta Una actividad musitada reinaba en las canteras. Después de estudiar
mientras avanzan hacia el palacio... Eso permitirá a nuestros detalladamente el plan expuesto por Nathalia, el staff de los
camaradas liquidar tranquilamente el depósito. partisanos le confirió algunas variantes.
—Olvidas, pequeña, que en ese puñetero depósito se encuentran —Una treintena de hombres —dijo Fedor— bastarán para hacer
ochocientos SS... No veo cómo pueden quince chicas hacerles saltar el depósito. El resto, dividido en grupos de diez, llevará a cabo
olvidar su deber... unas misiones importantes, porque debemos aprovechar el máximo
—Juiciosa observación, camarada Malienski —respondió Nathalia—. el sacrificio de esas valientes camaradas.
Pero tú olvidas que Sonia, en compañía de su amante, ha visitado Se inclinó sobre el mapa.
ellugar. La mayor parte de los SS permanecen acuartelados durante —Con siete grupos podemos hacer un buen trabajo... Aquí vemos, a
la noche, con la excepción de los oficiales y naturalmente de diez lo largo de la carretera estratégica, cuatro puentes y dos de ellos
hombres del cuerpo de guardia que vigilan la única salida del utilizados por el ferrocarril... ¡Infiernos! ¡Los haremos saltar a todos!
depósito. Si conocieras a Ludmila no tendrían duda acerca del éxito —Fedor...
de la empresa... El viejo tractorista se volvió hacia el teniente.
—¡Bueno, de acuerdo! —replicó Fedor asintiendo con la cabeza—. —¿Sí, padrecito? ¡No sé lo que te pasa, pero apostaría cualquier
Eso quiere decir que debemos encontrarnos cerca del depósito a eso cosa a que estás pasando un mal rato!
de las seis horas. —¿Por qué no me confías el séptimo grupo?
—Sí. La explosión del palacio de Kiev os permitirá atravesar la zona —¿Con qué objetivo?—¿Qué? Estás chalado... En Kiev hay más e
vigilada de la gran carretera estratégica en cuanto los SS que la dos mil nazis, amigo mío. Es cierto que la mayor parte de esos perros
vigilan corran a la capital. Recapitulemos. Las cuatro horas: las pertenecen a los servicios de los ejércitos del grupo sur... Pero no
chicas suben a las habitaciones. Las seis horas: el palacio salta. Seis olvides que más de cuatrocientos son de las Waffen-SS... Pero...
horas treinta: los SS se dirigen a Kiev a toda velocidad. Seis horas ¿por qué ese empeño de meterte en la boca del lobo?
cuarenta y cinco: atravesáis la gran carretera estratégica... ¡Las siete —Porque no estoy de acuerdo con el sacrificio de esas chicas. Estoy
horas!: Ludmila os permite la entrada en el depósito. convencido de que pueden realizar su misión... pero también
—Comprendido —dijo el comisario con una sonrisita—. Ya sólo te escapar... ¡con ayuda, claro está!
resta decirnos qué papel juegas tú en todo eso... —Ya veo... ya veo... Hay algo dentro de ti que te hace desvariar,
Nathalia observó a Massov con insistencia. padrecito... ¡Emplea tus meninges, maldita sea! ¿O es que tomas por
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imbéciles a esas dos chicas, a Sonia y a Nathalia? Podrían dar —Ilya.
lecciones a más de un jefe de partisanos... Date cuenta, camarada, Se estremeció, pero esta vez no fue a causa del viento helado que le
que si van a entrar fácilmente en el palacio del gobernador nazi, salir había hecho subir el cuello de su larga capota militar. La voz —cómo
de él es harina de otro costal. No, han calculado perfectamente los olvidarla si le perseguía hasta en sueños— le había sorprendido
riesgos que corren... Desgraciadamente una vez que hagan saltar los como una sombra del pasado...
explosivos de la cocina... ¡estarán perdidas! Se volvió lentamente, como si temiera qué el milagro que acababa de
—Podríamos atacar la guardia de la puerta... y facilitar la fuga de producirse se disipara al encararse con él.
esas desdichadas... Pero no fue así; ella estaba allí, en la penumbra amarillenta qué una
— Niet! —cortó Fedor tajantemente. luna enfermiza proyectaba sobre la tierra nevada. Allí estaba ella,
Y tras un corto silencio: palpitante, con aquel cuerpo cuyos detalles seguían grabados para
—Precisamente contaba contigo para acompañarme y hacer saltar siempre en el espíritu de Tumeriev.
las municiones de los fascistas... Pero en el último segundo encontró fuerzas para intentar escapar.
Tumeriev no respondió. Se levantó y corrió hacia la salida del túnel. —¿ Por qué me llama así, camarada?
Se sentía terriblemente cansado. En el fondo sabía que Fedor tenía La joven dio un paso hacia él, observando la cara llena de cicatrices
toda la razón y que las chicas, una ve? dentro del palacio, no podrían con una mirada clara y una súplica en el fondo de las pupilas.
salir sin ser detenidas por la guardia SS. —¡Ilya! ¿Cómo quieres que no te reconozca... a pesar de todo?
Pero no había dicho toda la verdad, y si bien la vida de; las Vírgenes ¿Cómo has pensado que no iba a reconocer tus ojos... tu voz... a
de Kiev le interesaba y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por pesar de las heridas del rostro? Incluso ciega hubiera sabido en
salvarlas, lo que le importaba más era salvar la vida de Nathalia, a la seguida que eras tú...
que no había dejado de amar... Pese a la contracción que sentía en la garganta, Ilya consiguió
¡Nathalia! articular algunas palabras.
Menos mal que ella no le había reconocido, a pesar de la insistencia —Era preciso que actuara así, Natacha... Mi foto se encuentra en
molesta de sus primeras miradas» Después de todo era mejor así, todas partes... Pero te juro que si hice lo que hice fue por ti, porque
era mejor que ignorara lo que los alemanes habían escrito al lado de quería volverte a ver? porque no quería morir... ¡sin tenerte de nuevo
su foto, en los innobles carteles. junto a mí!
—Sí-murmuró estremeciéndose fuera del túnel—. Iré con Fedor... La joven levantó tímidamente el brazo y su mano fue a posarse
Qué le vamos a hacer... tiernamente sobre las cicatrices hinchadas del rostro.
Se quedó quieto, mirando al cielo de un negro despiadado. Volvería a —No es preciso que lo jures... Lo sabía, Ilya... amor mío... También
nevar, como nevaba sobre aquel desgraciado ejército de Stalingrado, yo te he traicionado... a ti, que eres lo que más amo en este mundo...
acorralado en el Volga por poderosas fuerzas fascistas. —No digas nada. Ya es demasiado tarde para amargar estos últimos
—Si conseguimos hacer saltar ese gran depósito —monologó en voz minutos... Te vas mañana... y sé que no te volveré a ver... Quisiera
baja— y cortamos la gran carretera estratégica y la vía férrea, los tanto demostrarte cuánto te quiero...
nazis no recibirán nada durante semanas... y eso puede costarle —No podemos escapar a nuestros destinos, Ilya. Es preciso que
caro... cada cual recorra el camino, solo, hasta el fin... Yo no podré ayudarte
sobre todo si..
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en tu tarea de mañana... Tú no podrás atenuar mi esfuerzo de esperando el momento de ser colocadas contra el muro que daba al
mañana... Voy a besarte, Ilya Tumeriev, y luego me iré... cuerpo de guardia de los SS.
Se irguió sobre la punta de las botas, aplastando su boca contra la de Las sirvientas, que como toda prenda sólo llevaban unas botas altas,
su amante, con rabia. Los brazos del hombre la rodearon y sus entraban en la cocina con bandejas vacías o llenas de platos sucios;
cuerpos permanecieron unidos largo rato, en aquel último beso de después de llenar las bandejas volvían a irse. Al pasar junto a su
adiós. antigua compañera de burdel, le hacían un gesto de complicidad.
Luego ella se separó bruscamente, escapándosele un sollozo de la Las otras, las chicas de la cantera, estaban sentadas junto a sus -
boca. Dando media vuelta se alejó a toda prisa. caballeros" que se las comían con los ojos. Lucían vestidos que
En el preciso momento en que desaparecía, engullida por las Nathalia les había traído en la carreta, que Sonia había conseguido
tinieblas del túnel, una silueta se destacó fuera de la zona sombría. Dios sabía cómo en los almacenes de Kiev.
Era Andrei Pavlovich Massov, que sujetaba en su mano derecha su Nathalia había subido dos veces y, desde la puerta, había lanzado
revólver reglamentario. una mirada curiosa al inmenso comedor, iluminado a profusión por
—No te muevas, amiguito... Por suerte has dejado tu arma en el las arañas que pendían del techo.
túnel... Le sorprendió la riqueza de aquel palacio, pero le asquearon
Ya decía yo que tus cicatrices ocultaban algo raro.. Has maneras de los jefes nazis que se tomaban sin duda por señores
Ilya se encaró sin miedo con el comisario. Le lanzó una mirada del Renacimiento, mil veces más feroces que los Médicis...
despectiva. Le bastó un segundo para comprender que aquel pueblo altivo, que
—Mátame... En el fondo me harás un favor. chorreaba desprecio hacia los otros pueblos, no podría.ganar nunca.
—¡Oh, no! Eso sería demasiado fácil para ti. Vas a acompañarme, Llevaban dentro su propia podredumbre, como ciertos árboles de
teniente Tumeriev... Regresaremos junto a Nikita a toda prisa. El superficie rugosa, cuya corteza oculta una médula roída por los
doctor me ha dicho que en una casa no lejos de aquí hay caballos... gusanos. Un solo hachazo y el gigante se abatían con ensordecedor
Galoparemos durante toda la noche y parte de la mañana... Y que no estruendo...
se te ocurra pasarte de listo... ¿Comprendido? También se dio cuenta que el nerviosismo se apoderaba de las
Ilya no respondió. Se daba cuenta de que aquel cerdo iba a Vírgenes de Kiev.
entregarle a Nikita... que le castigaría al modo de los partisanos. Ahora sabía cuántas mentiras se ocultaban bajo la mayor parte de las
—¡Avanza! En línea recta... Y no te alejes de mí... actitudes heroicas. En las novelas aquello podía pasar, pero la
realidad era muy otra, y por mucho que ría uno ante la muerte, esa
*** sonrisa no suele ser sino una mueca que intenta disimular el miedo
Nathalia había escondido en la inmensa cocina los explosivos que que le retuerce a uno las tripas salvajemente.
llevaron consigo las chicas de Chekolovka, ocultos en los bolsillos de Vio que las chicas bebían y reían, mientras sus parejas las
sus faldas ucranianas, largas y complicadas, en sus sostenes e manoseaban sin vergüenza, y Nathalia observó la profunda diferencia
incluso en sus bragas. entre la actitud de los nazis y la de las Vírgenes de Kiev.
I-as cargas, convertidas en minúsculos paquetes de la dimensión de Es que ellos, al menos, no sabían que iban a morir.
una cajetilla de cigarrillos, yacían ahora en el fondo de un armario,
***
127
Ayudada por las rusas empleadas en las cocinas, Nathalia dispuso pasaran así, porque después de su breve paso por el burdel de
las cargas explosivas singuiendo las instrucciones que Fedor le había Chekolovka se consideraba como mancillada definitivamente.
dado. Conectó los cables al aparato de disposición de puesta en —¡Natacha!
marcha y luego observó el reloj mural. Se sobresaltó. María Valentinievna corría hacia ella, y sus ojos
—Son las tres horas cuarenta y cinco —murmuró—. Dentro de quince brillaban.
minutos bajarán... ¡y entonces haremos saltar todo esto! —¡Ya está...! ¡He degollado a ese cerdo!
Anna Vassilievna, la cocinera gorda, asintió gravemente con la Detrás de ella llegaron las otras: Nadiegda, Ekaterina la moscovita,
cabeza. Tania la chica de Minsk, Valentina Serattifovna y Svetlana Fedorovna
—Si los fascistas no fueran tan desconfiados —dijo—, hubiera hecho de Stalingrado.
todo el trabajo yo sola Habían acabado con sus parejas, pero a pesar de su alegría que
—¿Cómo es eso? —inquirió la joven. mostraban, Nathalia descubrió en sus rostros la vergüenza de los
—¡Envenenando la comida! Pero no hay nada que hacer... Ya has momentos pasados antes de matar a aquellos perros— nazis.
visto, antes de servir cada plato tenemos que catarlo... —Bueno —dijo con voz sinceramente emocionada—. Me siento
"Como los emperadores romanos", pensó Nathalia que había visto la orgullosa de vosotras... Ahora vamos a por el último acto... Tú, Katia
operación. Un SS acudía a la cocina y no se iba sino cuando una de —le dijo a la moscovita—, ¿te encargarás de hacer saltar los
las criadas rusas había catado todos los platos. explosivos...
—Sí, ya lo sé. Estuvo a punto de añadir algo más, pero las palabras se le—
Se alejó un poco, encendiendo un cigarrillo con mano temblorosa. quedaron en la garganta, contraída por la emoción.
Debía esperar a que descendieran las chicas, y luego encargaría a Las beso en las mejillas y luego se alejó. Atravesó el salón, en cuyas
una de ellas la preparación dé las cargas... A una de las chicas, mesas yacían enlazados hombres y mujeres, borrachos— como
porque ella pensaba ir a la habitación del Reichprotektor para acabar cubas.
con éste, según lo habían dispuesto. Subió los escalones de la escalera monumental, dando con la
"La explosión desmoronará casi por completo la casa —‘pensó—. habitación de Kummer. Empuñando el pomo empujó dulcemente la
Pero ese cerdo tiene su habitación al otro lado y no quiero— que se puerta.
escape por una de esas casualidades. Una lámpara de la mesita estaba encendida. Nathalia hizo un gesto
Luego recordó a Tumeriev. Fedor le había explicado lo ocurrido, de contrariedad al apercibir la gran cama vacía, pero en seguida vio
añadiendo que no debían temer por él, porque incluso si el comisario al viejo nazi en su sillón habitual, entrelazadas las manos sobre el
le denunciaba, Nikita no haría nada sin esperar la opinión de su viejo vientre prominente, caído el mentón sobre el pecho.
camarada Malienski. Sacó del bolsillo el gran cuchillo que había cogido en la cocina y
—¡Que viva!.-murmuró juntando las manos—. Que conozca la paz en avanzó lentamente, hacia el Reichprotektor.
nuestro país y en el mundo entero... Seguramente encontrará una Por un momento estuvo a punto de despertarle para leer el miedo en
mujer que le dará amor e hijos... su rostro desagradable, pero se dijo que Katia iba a encender la
Ahora se daba cuenta, cuando era demasiado tarde, dé cuánto mecha de un momento a otro y entonces, sin dudar más, hundió la
quería a Ilya. Sin embargo se decía que era mejor que las cosas se hoja hasta el mango bajo el doble mentón del alemán.
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Fue entonces cuando el mundo entero se puso a temblar. Se —¡Vámonos!
estremeció el palacio como recorrido por largos escalofríos. Algunos El cielo estaba lleno de bengalas. Las balas trazadoras lo
vidrios saltaron en pedazos. atravesaban como insectos alocados.
Abandonando el cuchillo en el cuello del nazi, Nathalia huyó. Al pasar —¡Vamos al campo! —gritó Nathalia.
junto a una de las ventanas vio algo luminoso que flotaba en el aire. Había perdido un minuto inclinada sobre las que habían caído bajo
Abajo, casi tropezó con una de las chicas. las balas de los centinelas.
—¡Bombardean Kiev! ¡Nuestros aviones! —...Valentina... Sevetlana... Tatania..
—Y la explosión que he oído... Eras nuestros explosivos, ¿no— es .Pero las otras tres la seguían de cerca. Atravesaron el parque y en
verdad? seguida se encontraron en pleno campo.
—¡No! Ekaterina iba a hacerlos saltar... ¡cuando las bombas
explotaron afuera!
—Pero... ¡diablos!
Epilogo
Lanzó una mirada hacia el salón. Nadie se había movido de las
Los hombres cantan alrededor de los fuegos de los campamentos. Se
mesas. Estaban demasiado borrachos para reaccionar.
ocultan en lo más profundo de los bosques, al norte de Ucrania. La
Nathalia reflexionó durante un momento y luego se decidió.
alegría brilla en sus ojos, porque se han enterado de que Stalingrado
—¡Hay que salir de aquí antes de que lleguen los guardias SS!
se ha convertido en una trampa mortal para los alemanes.
¡Llama a las otras
Cientos de miles de nazis han sido capturados cerca del Volga por
Minutos más tarde, tras atravesar el salón, pasando por encima de
los soldados del Ejército Rojo. Una gigantesca ofensiva soviética se
los durmientes, las chicas llegaron hasta la puerta.
ha desencadenado a todo lo largo del Don, y los fascistas retroceden,
—Todo va a depender de los centinelas... —les dijo Nathalia—. Si
mucho más rápidamente de lo que lo hicieron, en el curso del invierno
han tenido miedo y se han ocultado en alguna parte estamos
de 1941, ante Moscú.
salvadas... En el caso contrario, empuñad vuestros cuchillos... ¡y
Las mujeres sirven la carne asada. Son partisanas, heroínas que
matad sin piedad!
lucharán al lado de sus hermanos, los guerrilleros, hasta que el último
Desgraciadamente los centinelas se encontraban en su puesto.
soldado alemán sea expulsado de la tierra rusa.
Sorprendidos, los dos SS miraron a las jóvenes rusas, pero
Vuestra madrecita Rusia...
luegoreaccionaron, gritando uno de ellos:
"Escucha, camarada...
—¡Atrás, imbéciles! No bombardean el palacio...
"Ese rumor que oyes...
—¡Matadlos! —ladró Nathalia.
”No es el de las aguas tumultuosas del Don "Ni la voz del viento
Las chicas se lanzaron sobre los dos centinelas como furias. Una
helado que viene de la tundra,
"Schemeisser” rugió y tres de las chicas cayeron delante de los
"Ese martilleo sordo que hace temblar la tierra,
alemanes. Pero las otras ya estaban sobre ellos.
"Lo hacen tus hermanos que vienen a liberar a Rusia. "Tus hermanos
Siguió una corta lucha. Los cuchillos se elevaban, tintos en sangre,
que han vencido a las tropas hitlerianas "Que han pisoteado la
para hundirse con rabia.
bandera fascista de la esvástica "¿Les oyes acercarse?
"Escucha, camarada..."
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Fedor lanza un gruñido de satisfacción. Ya no canta. Tampoco lo —Aplastábamos a los Blancos, pero en silencio, porque sabíamos
hace el viejo Iván Ivanovich Leonov. Se han apartado un tanto, están que al día siguiente serían ellos quienes saldrían victoriosos... Una
solos, con los gruesos cigarros en los labios y la botella de vodka al vez nosotros, otra el adversario. ¡Un tira y afloja y a ver quién podía
alcance de la mano. aguantar más!
—¡Qué mala suerte! —gruñe el viejo tractorista— Mis chicos no han —Tus hermanos que han vencido en Stalingrado!
sufrido la menor pupa... Y en cambio, esas desdichadas.. —Sí —admitió Fedor—, pero todavía habrá docenas más de
—No te tortures más, padrecito. Stalingrados...¡Ya me está hartando esto? Voy...'
—Todo ha salido sobre ruedas. Las chicas de Sonia han hecho un Una silueta avanzó a toda prisa hacia ellos, deteniéndose, jadeante.
trabajo bueno de verdad. Los SS dormían en su cuartel... los oficiales Los dos hombres reconocieron a Ivanov, uno de los centinelas que
en la cama con las chicas... Sonia con el jefe... y la pequeña Ludmila vigilaban el límite norte del gran bosque.
con los cuerpos de guardia... que había emborrachado por —¡Vienen, camarada!
completo... Ludmila, la única que ha escapado... Pero no habla de —¿Quiénes?
eso con nadie... ¡Las otras saltaron con el depósito nazi! —Andre Pavlovich Massov...
—Y tres chicas cayeron en Kiev —murmura Leonov. —¡Infiernos! ¡El comisario! ¿Viene solo?
—Sí... y las cocineras... y las mujeres que divertían y servían a los —No, le acompaña el teniente...,
invitados... Veintitrés maravillosas criaturas... Ese es el precio que Una sonrisa iluminó el rostro del viejo tractorista.
hemos pagado... —Todo ha salido como pensaba... ¡Mira! ¡Ahí están!
—Los resultados no han sido malos-sostiene Leonov. Se levantaron para estrechar las manos y besar a los dos hombres.
—No, ya lo sé. Las municiones y el material que debía ser enviado al —¿Un bocado? —les invitó Leonov.
IX ejército nazi, en Stalingrado, o bien han saltado por los aires... o —No... ¡Lo que tengo es sed! —confesó el comisario.
bien han permanecido bloqueados en Ucrania,, a causa de los Se sentaron alrededor del fuego y la botella pasó de mano en mano.
puentes que hemos destruido. Fedor envió una mirada interrogativa al rostro serio de Tumeriev.
—¡Confiesa que no está nada mal! —¿Todo ha ido bien, Ilya? —preguntó, llamándole por su verdadero
—Sí... pero esas chicas que han muerto... nombre.
—¿Has dicho la verdad a Natacha? —Sí —asintió el joven teniente—. Nikita se ha portado muy bien,
— Niet! ¡Con los vientos que soplan, camarada, no hay verdad que igual que el camarada comisario.
valga! ¡No quiero que se haga ilusiones! —¡Está exagerando! —intervino Massov—. Según el informe de
Guardó silencio. Las voces se escuchaban a su alrededor, poderosas Nikita, es Moscú quien ha juzgado finalmente al camarada Tumeriev.
como una profunda oración: Han considerado que actuó bajo el dominio de un sentimiento más
*Lo hacen tus hermanos que vienen a liberar a Rusia..." Cerró los fuerte que ningún otro... Una especie de extravío... amoroso... ¡Eso
ojos y soltando una risita dijo: os demuestra que la gente del Kremlin no son salvajes, después de
—¡Qué tontos! ¡Una sola victoria y se dejan arrastrar por un torrente todo!
de tonterías! ¿Te acuerdas, padrecito, de nuestra guerra? —¿Y se han alegrado al enterarse del ataque a Kiev? —preguntó
Leonov asintió con la cabeza, y soltando un suspiro: Leonov.
—¿Cómo voy a olvidarla? —¡Y tanto que se han alegrado! —rió el comisario—. Era una
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operación demasiado importante para que cargaran con la [4] Diminutivo de Anatoli.
responsabilidad un grupo de partisanos y algunas chicas rusas. Por [5] He aquí el cuerpo femenino, una aureola divina la rodea desde la
eso intervino la aviación soviética, colaborando con los grupos de cabeza hasta lo pies.
destrucción y bombardeando Kiev, para crear cierta confusión y Abusé con inmejorable fuerza vehemente.
ofrecer un posible escape a las chicas... Por cierto... Escaparon, ¿no me siento atraído por su aliento como si yo no fuese más que macho
es verdad? impotente; todo se derrumba» excepto yo y el.
—No todas —respondió Fedor. [6] Comité de defensa nacional, presidido por Stalin.
Pero notando la palidez súbita que invadía el rostro de Ilya: [7] ¡Eres hombre muerto!
—Ella regresó a nuestro lado, Tumeriev... La encontrarás al fondo, [8] Zurrón.
allí... con las otras... [9] Casas de amor.
Ilya se levantó. Con decisión atravesó el campamento. Los hombres [10] ¡Guarra!
seguían cantando: [11] No yo ni nadie puede recorrer ese camino en tu lugar. Tienes que
"Tus hermanos que han vencido a las tropas hitlerianas. reconocerlo tú mismo.
"Que han pisoteado la bandera fascista de la esvástica..." [12] ¡Tonterías!
La chica adivinó su presencia, se levantó y corrió hacia él, con los [13] ¡Basta!
brazos abiertos. Ilya la recibió en los suyos, estrechándola contra él, [14] ¡No me venga con cuentos!
confundiéndose con ella. No dijeron una sola palabra. Lentamente se [15] ¿Qué debo nacer?
separaron, sujetándose por la mano. Se miraron a los ojos y después [16] ¡Eso no me preocupa lo más mínimo!
se dirigieron sin prisas hacia una de las tiendas. [17] Auténtico.
En la noche se elevó una voz poderosa:
FIN
notes
Notas a pie de página