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La Vida Tiene Algun Sentido.

por que hay que vivir

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Lectura sexta

El sentido de la vida

0. La pregunta por el sentido de la vida.


La pregunta por el sentido de la vida suele ser considerada como la pregunta más
profunda de la filosofía, mundana o académica: incluso se llega a definir al hombre
como «el ser capaz de interrogar por el sentido del ser», de su existencia, de su vida;
así, Heidegger. La pregunta suele formularse de este modo: «¿cuál es el sentido de la
vida?» No faltanrespuestas:religiosas,morales, políticas: «la vida es la ejecución de
una comedia, o de una tragedia, escrita por un idiota», &c. Pero tampoco faltan quie-
nes no encuentran satisfactorias talesrespuestasy llegan a dudar de la consistencia de
las preguntas: «¿acaso tiene la vida sentido?» «¿no es la vida un sin sentido, incluso
un contrasentido, puesto que acaba indefectiblemente con la muerte?»
Cuestiones que piden evidentemente un tratamiento filosófico. Filosofías dife-
rentes ofrecerán también tratamientos diferentes que, sin embargo, cuando sean ver-
daderamentefilosóficos,no podrán considerarse como si discurrieran en planos inco-
municables, puesto que cada uno de ellos tendrá que vincularse, aunque sea polémicamente,
con los demás, a fin de confrontar la estructura de los camposrespectivos,medir los
propios argumentos y poder fijar su alcance. Nosotros onecemos aquí una exposición
esquemática del asunto desde la perspectiva del materialismo filosófico.

I. Análisis de la idea de sentido. La idea de «sentido ontológico».


I. El término sentido tiene diversos «sentidos». Ejemplos.

«Sentido» es un término que se utiliza en múltiples acepciones. Muchas de


ellas no parecen tener que ver entre sí, salvo una vaga analogía. Conviene sepa-

Gustavo Bueno, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996


378 Gustavo Bueno. El sentido de la vida.

rar de inmediato los usos del término como nombre absoluto (los sentidos exter-
nos: vista, tacto, &c.; y los internos: memoria, imaginación, estimativa, &c.; el
sexto sentido) y los usos en contextos sincategoremáticos en los cuales el término
sentido va siempre unido a una determinación especial («sentido de un texto»,
«sentido de una acción», &c.)- Sintácticamente pueden prestarse a confusión, en
español, sintagmas tales como «sentido de un texto» y «sentido de la vista», pero
cabe diferenciar semánticamente ambas situaciones de este modo: en «sentido de
la vista», de la vista desempeña el papel de una especificación de un género no-
minal (sentido, como órgano receptor) y el de desempeña la función de genitivo
objetivo. Pero en el sintagma «sentido de un ademán» la determinación no es tanto
una especificación de un género previo cuanto un componente él mismo deter-
minante, un genitivo subjetivo. Por lo demás, caben diversas hipótesis para ex-
plicar la conexión entre ambos grupos de acepciones del término sentido y, desde
luego, los sentidos (cada uno de los cinco sentidos) podrán interpretarse a la luz
del concepto sincategoremático cuando subrayamos el contenido más que el pro-
pio acto de sentir. En cualquier caso nos atendremos aquí exclusivamente al tér-
mino sentido en su uso sincategoremático, es decir, como término que sólo sig-
nifica vinculado al «de...»(sentido de un gesto, pero también sentido de un vector)
puesto que la fórmula, a la que se acoge la expresión sentido de la vida, tiene ésta
estructura, cuando la analizamos en una perspectiva ontológica.
No desdeñamos, con todo, la posibilidad de interpretar sentido de la vida
dando a sentido el alcance de un término absoluto; pero entonces la expresión ad-
quiere una coloración epistemológica más que ontológica, puesto que ella alude
a un hipotético órgano (o «sexto sentido») capaz de intuir o conocer no ya las fi-
guras o los colores sino la vida o lo viviente en cuanto tal. Así H. Bergson habló
de la intuición, como sentido del viviente o ante el viviente -frente a lo mecá-
nico-; R. Otto habló de \a facultad divinatoria como órgano o sentido para cap-
tar la vida divina; O. Spengler habló de un tacto fisiognómico como órgano o sen-
tido para captar lo viviente cultural o espiritual.
El término sentido, como término sincategoremático, tiene, sin embargo, en sí
mismo, una extensión muy amplia, hasta el punto de que incluso cabría pensar que se-
mánticamente, por la materia, es un término equívoco, sin perjuicio de la forma sin-
táctica común, en la que puede ir insertado como término sincategoremático. En efecto:

(1) Por una parte, sentido de... se aplica a materiales propios de las ciencias
lingüísticas (culturales) como cuando decimos: «sentido de un texto»,
«este conjunto de letras arrojadas al azar carece de sentido» (= «el sen-
tido de esta secuencia de letras es nulo»), «esta traducción no logra sen-
tido» (no ya igual al sentido del original, sino ningún sentido). Herodoto
(IV, 131-132) nos transmite una célebre anécdota que nos muestra cómo
las construcciones culturales (el presente que los escitas ofrecieron al rey
Darío: un pájaro, una rana, un ratón y cinco saetas) pueden tener dife-
rentes sentidos, pueden ser interpretadas de modos diferentes y aún con-
trapuestos. Darío lo interpretó así: los escitas se rinde a mi soberanía en-

Gustavo Bueno, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996


Lectura 6. El sentido de la vida. I 379

tregándome el aire (el pájaro), la tierra (el ratón) y el agua (la rana), así
como las armas (las cinco saetas). «Pero Gobrias, uno de los septenviros
que arrebataron al mago trono y vida, dio un parecer del todo diferente
del de Darío, pues conjeturó que con aquellos presentes querían decirles
los escitas: si vosotros, persas, nos os vais de aquí volando como pája-
ros, o no os metéis bajo la tierra hechos unos ratones, o de un salto no os
echáis en las aguas convertidos en ranas, no os será posible volver atrás,
sino que todos quedaréis aquí traspasados con estas saetas.»

(2) Pero también en las ciencias etológicas: «el sentido de este zarpazo era
ahuyentar un enemigo», o bien «el sentido (psicoanalítico) de las con-
vulsiones de este enfermo es nulo».

(3) Y por último, en las ciencias físicas y matemáticas: el sentido del vector
(pseudovector) C, producto vectorial de dos vectores A A B, está en la
dirección de la perpendicular al plano que forman las direcciones de los
vectores A y B; el sentido de C presupone que el triedro A ,B, C tenga la
misma orientación que el espacio; otro ejemplo más sencillo: el sentido
del movimiento de la flecha disparada es el de izquierda a derecha.

2. Construcción de una idea funcional genérica de sentido.

Podríamos ensayar la hipótesis de que estas diversas acepciones sólo tuvie-


sen que ver entre sí vagamente, dada la heterogeneidad categorial de los conteni-
dos determinantes («sentido de la piedra Rosetta» o «sentido de un vector»). Sin
embargo, y sin perjuicio de esta heterogeneidad, vamos a defender aquí la tesis
de que estas diferencias categoriales (lingüísticas, etológicas, físicas...) pueden
quedar englobadas en una profunda unidad ontológica, porque se refieren al ser
mismo, o al modo de ser de las diversas situaciones, a la unidad dada en una idea,
la idea de sentido ontológico. Estaríamos ante una estructura dialéctica, porque
partiendo de un nivel fenomenológico, en el que se dibuja la distinción o separa-
ción entre dos fases o momentos de determinadas «configuraciones morfológicas
empíricas», dos estratos que se nos muestran en una conexión sui generis, nos
conduce a un tipo de unidad esencial que compromete la separación fenoménica,
que, sin embargo, sigue siendo ineludible para que se mantenga esa «conexión de
sentido». De este modo, puede decirse que la idea de sentido, referida a una «mor-
fología empírica» determinada, consta de una oposición fenoménica (dada en un
plano operatorio, que hace referencia al sujeto operatorio y que, de este modo,
mantiene su condición de fuente de la configuración de la morfología) que, sin
embargo, ha de terminar siendo rectificada en el plano esencial, pero de tal suerte
que la rectificación, en la que culmina la idea, remita de nuevo a la distinción fe-
nomenológica, al margen de la cual no tendría lugar, en la morfología dada, esa
diferencia de potencial que hace que se forme el concepto de sentido.

Gustavo Bueno, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996


380 Gustavo Bueno. El sentido de la vida.

A) La distinción operatoria en el plano fenomenológico es (en el caso más


sencillo) una distinción entre dos fases o momentos de la morfología, concatena-
dos o asociados por contigüidad.

a) Una fase, estado o disposición de entidades corpóreas (que denominare-


mos por la letra griega £) necesariamente múltiples, pero no amorfas, que
desempeñan el papel de sujeto de atribución del sentido. Diremos que e
es aquello que soporta o tiene sentido.

b) Una fase o disposición (que algunos considerarán incorpórea, pero que


en todo caso sigue siendo material), distinguible de e y separada, entre
otras cosas, por una secuencia temporal (al menos en cuanto a su estado
de segregación de £) que designaremos por la letra griega T. El término
res tal que al componerse con ele confiere el sentido. Es muy probable
que T se hipostasíe como si fuera él mismo el sentido que ulteriormente
es comunicado a e, pero nosotros supondremos que T sólo se constituye
como sentido precisamente cuando se comunica a e (cabría una analogía:
a la manera como el haz de rayos luminosos procedente del proyector
sólo se manifiesta cromáticamente al aplicarse sobre la pantalla).

B) Ahora bien, supuesto el par (e,T) de momentos de una configuración o


morfología dada, momentos que, en el plano fenomenológico, han de aparecer,
desde luego, asociados o concatenados (aunque mantienen su independencia con-
ceptual), se establece, en el momento precisamente de conformarse el sentido, una
conexión no simétrica R(e,T) en virtud de la cual pueda afirmarse que se da una
unidad esencial según la cual T se nos muestra como constitutiva de la misma uni-
dad o composición de la multiplicidad reconocida en e (como «razón de ser» de
la unidad de las partes de e) y determinando la posibilidad de decir precisamente
que e «está dotado de sentido». Podremos segregar e de T, pero a costa de despo-
jarlo de sentido. Por lo demás, la conexión R puede considerarse dada, o bien
desde el punto de vista emic del sujeto que realiza el sentido (es decir, como co-
nexión [e,T] desde el punto de vista del intérprete), o bien desde el punto de vista
etic del observador del intérprete. Cabría formular así la situación: Ordo cognos-
cendi, e es anterior a r, ordo essendi, x es anterior a E (en tanto que se presenta
como la razón de la unidad de las partes de £).
La conexión R(e,f) constituye el núcleo de la ontología dialéctica del sentido;
una ontología que ha de poder desarrollarse por medio de otras ideas ontológicas con
las cuales se interfiere. Las más señaladas, para nuestro propósito, son las ideas de
parte y de todo (aunque también cabría un desarrollo por medio de las ideas de ma-
teria y deforma: e sería la materia y ría forma). No es que e desempeñe siempre el
papel de una parte de TO recíprocamente, porque caben diversas situaciones: e puede
ser paite de TO viceversa, o ambas partes de una tercera totalidad. Si interpretamos R
como una relación, acaso la idea ontológica tradicional más adecuada para formular
la conexión entre e y T fuera la de relación transcendental (a la que nos hemos refe-

Gustavo Bueno, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996


Lectura 6. El sentido de ¡a vida. I 381

rido en el capítulo sobre la persona). Y llamamos ontológico al sentido dado en esta


idea de sentido por cuanto, aunque el punto de partida de la ccmstrucción de tal idea
sea gnoseológico {ordo cognoscendi), sin embargo, suponemos que la idea sólo se
completa cuando va referida al ser o realidad misma de los términos {ordo essendi).

3. Aplicación de la idea genérica de sentido propuesta al análisis de seis


conceptos distintos que pudieran reconstruirse como modulaciones o es-
pecificaciones de la idea general.

Apliquemos ahora esta estiiictura R(£,T) a diversas situaciones en las cuales


se recojan conceptos tradicionales susceptibles de ser considerados como modu-
laciones de esta idea ontológica de sentido.

(1) Ante todo, nos referiremos al C(»icepto de instrumento, en tanto que él puede
considerarse como una relación R de sentido. No queremos decir que la relación de
sentido ontológico sea siempre una relación de instrumento, sino inversamente, el
instrumento es una relación característica de sentido. El instrumento (unas tijeras)
tiene un cuerpo no amorfo £, es decir, una morfología o multiplicidad corpórea que
está precisamente configurada en función de ciertos objetivos que no están feno-
ménicamente presentes en e, que son distintos de él (por ejemplo cortar una tela).
Cortar una tela es T, y además una operación independiente de e, incluso porque tal
proceso puede hacerse con otros instrumentos o procedimientos que no son las ti-
jeras. Ahora bien, el objetivo operatorio Tes el que da sentido a las tijeras e, a su
morfología: las tijeras perderían su sentido (la razón de ser de su morfología como
tales tijeras) desconectadas de su objetivo propio. Además, sería un sinsentido uti-
lizar lastijerasen el vacío y sería un contrasentido tratar de cortar con ellas un dia-
mante. (Ponemos el ejemplo de lastijeras,o de cualquier otro instrumento, para
mostrar que los términos sentido, contrasentido, sinsentido desbordan el campo me-
ramente lingüístico y se aplican, por derecho propio, a cualquier campo operatorio.)

(2) En segundo lugar, citamos el concepto de síntoma en la acepción hipo-


crática, en tanto él es un contenido o morfología efenomenológica, corpórea, sen-
sible (rubor, dolor, tumor, calor), que nos remite a una enfermedad (o a la salud,
si se supone que un síntoma dado en una «crisis» es el principio de una recupe-
ración, de la «lisis»), que desempeña la función de T. En este caso, e es parte de
r, pero e es fenoménicamente {ordo cognoscendi) anterior a T, aunque Tes cau-
salmente {ordo essendi) anterior a e. El sentido del síntoma es la enfermedad y
sólo por ella es síntoma.
Desde luego, el sentido de los signos lingüísticos es un caso particular del
«sentido» ontológico. En el análisis saussuriano, el significante, que no es amorfo,
que tiene una morfología constituida por sus «rasgos distintivos», es e; el signifi-
cado es T (Saussure decía que el significante está presente y el significado au-
sente). La relación semántica a/O es muy práctica para analizar el concepto de

Gustavo Bueno, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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