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La Herencia de La Abuela

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LA HERENCIA DE LA ABUELA

(HISTORIA DE BRUJERIA)

DERECHOS DE AUTOR: LAURA AB

Doña Lolita estaba cansada de las actitudes de sus nietos Diego y Alejandro, ambos quedaron a su
cargo cuando sus padres fallecieron en aquel fatal accidente. Desde un principio los niños que
apenas tenían 11 y 12 años mostraron conductas rebeldes que, no se pudieron cambiar con el
paso del tiempo; aunque la abuela siempre quiso imponer sus normas y reglas como a sus hijos,
esta vez no le funcionó con quienes eran sus nietos. La señora nunca fue persona afectiva con
absolutamente nadie, para ella dar cariño, estaba fuera de sus cabales, así había criado al padre de
los pequeños y por ende quiso darles la misma instrucción a los nietos. Al paso del tiempo, los
chiquillos comenzaron a crecer y la abuela ya no lograba controlar sus conductas, de carácter
impulsivo, Alejandro terminaba peleando siempre con ella, mientras que Diego salía de casa
llegando a las altas horas de la madrugada. La situación llevó a doña Lolita a correrlos de su casa,
pero en pocos meses recibieron una generosa suma de dinero del seguro de sus padres.

Al cumplir 18 años se tiraron al vicio, entre las drogas y el alcohol, disfrutaban casi todos los días
de mal gastar el dinero que les habían dejado sus padres. En un par de años siguientes ya habían
terminado con la herencia que habían heredado, perdiendo su propia casa quedándose en la calle.
Sin saber qué hacer, acudieron a visitar a su abuela, con la promesa de portarse bien, ella les dejó
quedarse nuevamente en su casa; aunque los chicos sabían perfectamente que no iban a poder
cumplir lo que prometieron. Pero, pensaban que podían engañar fácilmente a doña lolita con la
hipocrecía de su cambio.

_ ¿Están seguros de que van a cambiar? – preguntó la abuela formando una extraña mueca en su
rostro.

_ Siii – dijeron los dos al mismo tiempo – nos vamos a portar bien abuela, ¡lo prometemos! –
añade Alejandro mirando a Diego.

Al ver nuevamente a sus nietos, doña Lolita sonrió de satisfacción, ella estaba segura que los
muchachos estaban en su casa por un objetivo, y de ninguna manera iba a creer en ese cambio.
Cuando ella se dio cuenta que ambos jóvenes estaban en la calle, supuso que irían tras su
herencia, porque sabían que no había algún otro familiar y por ley les correspondía quedarse con
todos sus bienes. La anciana nunca mostró el dinero que tenía guardado en varios cofres de
madera; pues acostumbraba a cambiar billetes por monedas de oro y en pocos años tenía una
fortuna escondida en su casa.

Llena de salud se mostraba todos los días la abuela de los chicos, parecía que aún tenía muchos
años por delante; eso no les causaba mucha gracia a los jóvenes, porque conforme pasaba el
tiempo, se veían más ansiosos por quedarse con el dinero de la anciana, en el fondo ellos sabían
que su abuela era muy rica. Un día Alejandro se había quedado dormido hasta el mediodía, Lolita
por su parte estaba acomodando unas viejas cosas en el desván y comenzó a guardar las monedas
que había traído del banco. El chico asomó su cabeza por la puerta que estaba entreabierta, y
quedó pasmado de la impresión al ver que su abuela sacaba de una maleta muchas monedas de
oro.
Miró como Lolita guardaba muchas monedas en un cofre de madera, luego mediante un candado,
aseguraba su tesoro que había ocultado. De repente Alejandro no logró controlar su impresión e
hizo un pequeño ruido con uno de sus gestos, situación que atrajo la atención de su abuela para
averiguar quién estaba espiando por la puerta.

_ ¿Quién anda ahí afuera? ¿Alejandro, eres tú? – gritó la señora formando en su rostro una mueca
de desprecio.

El viento sopló tan fuerte que hizo chirriar a una ventana vieja justo en la parte de la cocina,
Alejandro corrió a su habitación, para llamarle por teléfono a su hermano e informarle lo que
había descubierto. En la llamada sonó el timbre del móvil de Diego, pero este no contestó por
estar coqueteando con una mujer. Enojado, Alejandro salió de la casa para buscar a su hermano,
mientras que Lolita estaba observando desde lo alto de las escaleras que salía furioso de la casa.

Con una sonrisa en su rostro, regresó a su habitación y continuó acomodando cosas viejas en el
desván, ya había llenado dos cofres completos de monedas de oro; en el fondo quería asegurarse
que sus nietos no tocaran ni un centavo de su dinero, pues eran unos mantenidos sin oficio ni
beneficio para la sociedad “yo no voy a mantener a esos inútiles” decía mientras resguardaba los
cofres que contenían su fortuna. Ella había heredado de sus padres varias hectáreas de tierra que
hizo progresar misteriosamente. Le fue muy bien en las cosechas, por lo que llegó el momento en
que ya no necesitó trabajar. La gente se preguntaba cómo le había hecho para crear tan generosa
fortuna, la cual nadie había podido lograr aunque se mataran trabajando; el secreto, solo Lolita lo
sabía.

Alejandro encontró a Diego en un bar, estaba con varias mujeres gastándose los últimos pesos que
tenían guardados, al ver a su hermano en un estado lamentable, lo llevó a un hotel para bajarle la
borrachera que traía por dentro. De ninguna manera iban a regresar a casa de su abuela, pues
corrían el riesgo que no los dejara quedarse en la casa y eso ahora no les convenía.

_ ¿A caso eres un estúpido? - preguntó Alejandro enfadado.

_ ¿qué traes? – decía Diego cayéndose de borracho

Alejandro esperó un par de horas para que su hermano lograra estabilizar su cuerpo de todo el
alcohol que había ingerido. Tenía una profunda ansiedad que le consumía por dentro, pero quiso
esperar a hablar con su hermano de sus nuevos intereses para su futuro.

_ ¡Seremos muy ricos! – dijo Alejandro mientras Diego iba despertando.

_ ¿Qué estás diciendo? – no entiendo nada wey, explícame

_ ¡deberás que eres wey! En poco tiempo seremos muy ricos, la abuela tiene mucho dinero, solo
hay que esperar que se muera – decía Alejandro con la avaricia en los ojos

_ ¡Estas loco! ¿quieres que se muera la abuela? Ella se ve con mucha salud, yo creo que para eso
falta mucho.

_ Uhmmm.. Bueno, podemos ayudarle al tiempo – dijo Alejandro con una expresión macabra en
su rostro.
Los dos hermanos quedaron conversando por mucho tiempo, en sus ojos se veía el hambre de la
avaricia que les consumía por dentro. A Diego no le agradaba mucho la idea, e incluso dijo que no
iba a ser algo tan atroz como asesinar a su abuela, él no se iba a convertir en un asesino.

_ ¡No! ¡Yo no me atrevo! No soy un asesino.

_ Solo vamos a dormirla, después ella no despertara, velo como si adelantáramos su descanso,
piénsalo, es lo mejor para la abuela. Después le vendrán enfermedades y sufrirá mucho estando
vieja.

Después de unas horas, Alejandro había convencido a su hermano Diego de terminar con la vida
de su abuela, pretendían darle veneno en la merienda para que ya nunca despertara. Ambos
jóvenes planearon muy bien el deceso de la anciana, pues de ello dependía quedarse con la
fortuna que los haría muy, pero muy ricos.

Doña Lolita por su parte ya sabía de las intenciones de sus dos nietos, en ves de darle tristeza
sonrió con una extraña expresión en su rostro. No se sabía qué pretendía la anciana, pero decidió
volver a visitar a Gertrudis, su vieja amiga que era la bruja de la montaña. Aquella mujer le había
hecho trabajos desde hace tiempo y el principal fue para tener fortuna y riqueza; pero era tan
tacaña que no quiso gastarse ningún peso, todo lo guardó en bancos y posteriormente en sus
cofres con enormes candados.

Al saber que sus nietos tenían malas intenciones con su fortuna, decidió visitar a su amiga la bruja,
ella no iba a dejar que los jóvenes mal gastaran lo que tanto había cuidado. Así que sin pensarlo
dos veces le pidió a Gertrudis que nadie pudiera tocar su fortuna después de que ella muriera. La
bruja concedió el deseo a Lolita, invocó a una de las fuerzas oscuras más poderosas para proteger
la fortuna de la anciana; entonces, aunque ella ya no estuviera, nadie iba a poder hacer uso de ese
dinero.

Una vez realizado el trabajo, Lolita regresó a su casa satisfecha por el deseo concedido, se puso a
preparar la merienda, pero inesperadamente llegaron sus nietos con comida comprada en uno de
los mejores restaurantes de la ciudad. Extrañada no dijo nada, dejó que sus nietos la invitaran a
cenar, porque esta vez no estaba al tanto de las malas intenciones que se traían entre manos.

Entre una mesa bien servida, se sentaron a degustar de la cena, Alejandro sirvió los platillos dando
el más elegante a su abuela, precisamente era su favorito. La anciana miró con apetito y comenzó
a comer sin decir palabra alguna; tenía tanta hambre que había olvidado estar alerta de sus nietos,
porque ellos nunca tenían buenas intenciones, siempre fueron muy interesados económicamente.
Los dos jóvenes intercambiaron miradas en el momento que veían comer a su abuela, ella
saboreaba los platillos que desde hace muchos años no degustaba.

Una expresión de satisfacción se dibujó en el rostro de Alejandro, luego después de media hora,
Lolita comenzó a sentir un dolor abdominal que segundo a segundo fue mucho más intenso. Ella
cayó al suelo tratando moverse hasta donde estaba el teléfono. Diego se acercó y rompió el cable,
dejando a la anciana tendida que con una expresión de sufrimiento alcanzó a decirles
“DESGRACIADOS, QUÉ HIICERON” y sus ojos se cerraron para ya no despertar. Nervioso, Diego
comenzó a alterarse a tal grado que Alejandro le dio un fuerte golpe en la cara para poder
tranquilizarlo, habían matado a su abuela y probablemente irían a la cárcel. Tomaron sus cosas
para salir corriendo de la casa de la anciana, a esperar que alguien le avisara de la noticia. Se
refugiaron lejos de la ciudad por un par de días hasta que la policía los contactara.

Después de dos semanas sonó el móvil de Alejandro, era de la morgue del Hospital que tenían a su
abuela. Fingiendo sorpresa, los dos regresaron a la casa de Lolita donde ya los esperaba un judicial
con una orden para recoger el cuerpo.

_ ¿Qué le pasó a mi abuela? – decía Alejandro fingiendo estar conmocionado.

_ La encontraron los vecinos, dicen que de la casa salía un olor fétido y cuando entraron la vieron
recostada en la sala sin vida. Ya tenía días en proceso de descomposición. ¡los sentimos mucho!

Los médicos no quisieron realizarle una autopsia debido al proceso de descomposición tan
avanzado de Lolita, los vecinos informaron que la señora había estado sola desde los últimos días.
Ellos no se percataron que sus nietos habían estado ahí, ya que solo llegaban a veces de
madrugada. Después del funeral, los jóvenes habitaron la casa, entre gozo y alegría Alejandro bajó
al desván para buscar el cofre que tenía las monedas de oro.

_ Te digo que aquí hay un cofre con monedas de oro – decía Alejandro a Diego.

_ Debiste haberlo imaginado, cómo pretendes que la abuela haya guardado esas monedas aquí.

Después de buscar por medio día, al fin hallaron los cofres, eran en total 5 y estaba cerrados con
un enorme candado. Intentaron abrirlos rompiéndolo con un mazo, pero no tuvieron suerte, por
más que lo intentaban, este permanecía intacto. Diego miró en el suelo que algo brillaba con la
poca luz de la lámpara, al acercarse, era una de las monedas de oro puro. La miró para mostrarla a
su hermano y cuando este se dio cuenta comenzó a sentir una gran satisfacción imaginando el
gozo en su futuro.

_ ¡Lo vez, te lo dije! Exclamó Alejandro. – Ahora debemos abrir los cofres.

Llevaron el tesoro de la abuela hasta la sala, luego contrataron a varios hombres con herramientas
para cortar metal y fierros que les abrieran los candados, pero cuando lo intentaban, rebotaban
sus herramientas sacando chispas. Sorprendidos no sabían qué era lo que estaba pasando, por
más que utilizaron todas sus herramientas, no lograron abrir ninguno de los candados.

Diego comenzó a preocuparse “La abuela nos está castigando” decía asustado y a punto de salir de
la casa, pero Alejandro lo detuvo para que le ayudara a buscar el juego de llaves de Lolita. Fueron
a su habitación, buscaron por aquí y por allá, pero no encontraron nada. Furiosos no sabían qué
mas hacer, por lo que dejaron los cofres un par de días hasta pensar en una nueva manera de
poder abrirlos. Esa noche todo estaba en silencio, los dos jóvenes estaban durmiendo, cuando de
repente se escuchó un fuerte ruido que venía justamente de donde estaban los cofres.
Desconcertados salieron de sus habitaciones con un palo de escoba para ahuyentar a los ladrones,
Alejandro tomó un cuchillo, mientras que Diego llamó a la policía desde su móvil. Al bajar a la sala,
no había absolutamente nadie, pero se dieron cuenta que los cofres estaban abiertos y los
candados permanecían en el suelo.

Asombrados por lo que estaban mirando, se acercaron y se dieron cuenta que aquellos baúles
estaban llenos de monedas de oro puro. Alejandro cogió una de las monedas y gritando con júbilo
dijo a su hermano que al fin eran muy ricos. El joven ya imaginaba una vida de comodidades y
sobre todo mujeres en qué poder gastar el dinero de su abuela. En esos momentos la puerta de la
casa se abrió violentamente y una fuerte ráfaga de viento golpeó la frente de Alejandro quien cayó
al suelo. Diego permaneció inmóvil sin poder decir una sola palabra en el momento que, una
espesa nube de humo negro comenzó a salir de las monedas de oro, hasta juntarse en el espacio.
En segundos se formo un ser en forma humanoide, tenía ojos brillantes y una cabeza redonda.
Miró a los jóvenes y caminó lentamente con sus ojos resplandecientes. Alejandro gritó ¿Quién
eres? ¿Qué deseas? Pero la forma humanoide solo le resplandecían sus ojos a modo de respuesta.

Los chicos asustados intentaron salir de su casa, pero ya era demasiado tarde, aquella presencia
los dejó inmóviles sin poder moverse para después elevarlos hacia el techo. Alejandro gritaba de
terror y diego solo cerraba fuertemente los ojos. En esos momentos una voz se escuchó que venía
de las espaldas de aquel demonio. Cuando Diego abrió los ojos, se dio cuenta que era su misma
abuela, quien se ocultaba detrás del monstruo, tenía el cabello largo hasta la rodilla y en su rostro
expresaba una mueca de desprecio. Se acercó a la criatura y con un susurro le dijo “acábalos”

La anciana miraba como sus dos nietos estaban siendo masacrados por aquella entidad oscura,
pedían piedad y suplicaban, pero ella solo disfrutaba del sufrimiento de los dos jóvenes que tenían
el corazón lleno de avaricia. A la mañana siguiente estaban los cuerpos tendidos en el suelo, nadie
se dio cuenta hasta después de una semana, cuando un abogado llegó con los papeles de los
bienes de la anciana. Descubrieron los cuerpos de los jóvenes que yacían tendidos en cada sofá sin
ningún signo de violencia, estaban intactos, al parecer habían ingerido drogas, eso decían las
autoridades. Con la autopsia, se reveló que la causa de muerte fue por congestión alcohólica.

Los policías miraron los cofres del dinero, intentaron cargarlos, pero no lograron hacerlo, entonces
los dejaron ahí en la sala de la casa hasta que alguien los reclamara. Pasaron varios años, el
gobierno intentó hacerse cargo de los bienes de la anciana, pero nunca lograron pasarlos a su
propiedad. Intentaron vender los terrenos y la casa, pero no daba buenos resultados, pues los
compradores siempre terminaban en fatales accidentes. Quienes intentaron abrir los cofres,
morían de manera extraña de infartos o simplemente dejaban de respirar por las noches. Los
vecinos comenzaron el rumor de que la herencia de Lolita estaba maldita y cualquiera que quisiera
apoderarse de ella iba terminar de manera trágica. Pasaron los años, 20 aproximadamente, la casa
quedó abandonada y los cofres desaparecieron de la sala. La inmobiliaria que estaba a cargo de la
propiedad, al fin logró venderla a una nueva familia, estaba constituida por el señor y la señora
Núñez y sus hijos Matías y Fernanda.

Al instalarse comenzaron a sentir las sensaciones extrañas de la casa, pero como sabían muy bien
los rumores que de esta se decían, no le dieron importancia y continuaron habitándola. La señora
Amalia (la esposa) decidió renovar el interior de la casa, pero cuando estaba a punto de comenzar,
algo ocurría y no lograba iniciar con la remodelación. Los trabajadores renunciaban, o
simplemente ya no se aparecían para realizar el trabajo. Pasaron los días y una sombra se hacía
presente, era una mujer con el cabello largo que desaparecía en la puerta del desván, el señor
Jorque (el esposo) fue el primero que vio esa presencia y para no asustar a su familia contacto a un
vecino que le dijera la historia de la casa. El vecino les dijo que debían dejar la propiedad, porque
la dueña jamás iba a dejar que tuvieran posesión de ella, también le contó sobre la fortuna de la
anciana guardada en los cofres y fue en ese momento que la avaricia de don Jorge se hizo
presente. Motivado por la sed que le proporcionaba el dinero, buscó por todos los rincones de la
casa hasta encontrar los cofres, estaban escondidos en el desván. Miró que estaban cerrados con
grandes candados, entonces buscó el juego de llaves que le habían proporcionado.

Al intentar mover los baúles, se dio cuenta que estaban demasiado pesados, por mucho esfuerzo
que hizo, no logró mover uno solo. Así que decidió abrir ahí mismo los cofres, con las llaves que
tenía, se encontraban las que abrían los candados. Un extraño aire entró por la puerta cerrándola
de golpe, luego el polvo del interior se levantó haciendo toser a don Jorge. En el momento que
este se disipó, miró que frente a sus ojos estaba la figura de una anciana con cabello largo, tenía
las manos y el rostro descarnados. Levantó su mano para pedir el juego de llaves, luego
desapareció con los cofres de dinero. Don Jorge quedó impactado de la impresión, salió corriendo
del lugar hasta la sala, en esos momentos iba llegando su esposa y al verlo alterado preguntó qué
pasaba, sin embargo, un grito de terror los interrumpió que venía de la habitación de uno de sus
hijos. Corriendo subieron para ver qué pasaba y sus ojos se petrificaron al ver que sus dos
pequeños yacían tendidos en el suelo en medio de un gran charco de sangre.

Después de lo acontecido, la bruja (amiga de la anciana) que aún se conservaba joven, ordenó a
los vecinos enterrar los cofres de dinero en todos los rincones de la casa. También cerraron toda la
propiedad con una barda de concreto sellando para siempre su paso. Se decía que la anciana había
pedido un trabajo de brujería para que nunca se apropiaran de sus bienes y aunque ella ya está
muerta, se dice que ronda por las noches cuidando los cofres donde contiene toda su fortuna.

Fin..

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