BARRANQUILLA:
TUBERCULOSIS, CULTURA
Y SOCIEDAD
1 9 0 0 - 1 9 3 0
Dalín Miranda Salcedo
BARRANQUILLA: TUBERCULOSIS, CULTURA
Y SOCIEDAD, 1900-1930
Autoría: Dalín Miranda Salcedo
Portada: La miseria.
Autor: Cristóbal Rojas.
Técnica: Óleo sobre tela.
Dimensiones: 180 x 221 cm.
Año: 1886
Universidad del Atlántico, 2018
BARRANQUILLA:
TUBERCULOSIS, CULTURA
Y SOCIEDAD
1 9 0 0 - 1 9 3 0
Dalín Miranda Salcedo
Catalogación en la publicación. Universidad del Atlántico. Departamento de Bibliotecas
Miranda Salcedo, Dalín.
Barranquilla: Tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930 / Dalín Miranda Salcedo. – 1
edición. – Barranquilla, Colombia: Sello Editorial Universidad del Atlántico, 2018.
116 páginas. : 17 x 24 cm
Ilustraciones y fotos a color.
Incluye referencias bibliográficas.
ISBN 978-958-5525-29-0 (Libro descargable PDF)
1. Tuberculosis – Enfermedad social -- 2. Tuberculosis – Epidemia. -- I. Título.
CDD: 616.995 M672
Edición:
Sello Editorial Universidad del Atlántico
Km 7 Vía Puerto Colombia (Atlántico)
www.uniatlantico.edu.co
[email protected]
Preparación Editorial:
Calidad Gráfica S.A.
Av. Circunvalar Calle 110 No. 6QSN-522
PBX: 336 8000
[email protected]
Barranquilla, Colombia
Publicación Electrónica
Nota legal: Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de
esta obra, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico,
fotocopia, grabación u otros medios conocidos o por conocerse) sin autorización previa y por
escrito de los titulares de los derechos patrimoniales. La infracción de dichos derechos puede
constituir un delito contra la propiedad intelectual. La responsabilidad del contenido de este
texto corresponde a sus autores.
Depósito legal según Ley 44 de 1993, Decreto 460 del 16 de marzo de 1995, Decreto 2150
de 1995 y Decreto 358 de 2000.
Cómo citar este libro:
Miranda Salcedo, D. (2018). Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad 1900-1930. Barran-
quilla: Sello Editorial Universidad del Atlántico.
Dedicatoria
Ese libro está dedicado a Alex Támara Garay, Víctor
López Pertuz y a José Joaquín Salcedo López (el tío negro),
quienes se fueron para siempre, pero a quienes retenemos
en nuestra memoria.
Lo dedico también a mi madre, Judith Salcedo de Miranda,
y a mis tres mujeres, Jheanice Elena López Mercado, mi
esposa; Judith Elena Miranda López y Laura Elena Miranda
López, mis dos hijas.
Y a todo aquel que se sienta con ese derecho.
6
Contenido
Dedicatoria ................................................................................. 5
Introducción................................................................................ 9
Epidemias y mortalidad en Barranquilla.............................. 15
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla..................... 27
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad
y la higiene.................................................................................. 45
Imaginarios sobre tuberulosis
y la ciudad.................................................................................... 61
Ciudad, tuberculosis
y enfermedad social................................................................... 81
Conclusión................................................................................... 101
Referencias Bibliográficas........................................................ 105
7
9
Introducción
Barranquilla es una ciudad republicana. Aunque su exis-
tencia data de los tiempos coloniales, no fue sino hasta fines
del siglo xxi cuando adquirió, sin dudas, una importancia
significativa en el panorama nacional colombiano. Los es-
fuerzos estatales, dirigidos a construir obras de infraes-
tructura posibilitaron agilizar la penetración del país al
mercado mundial, aprovechando la rentabilidad atractiva
que ofrecían el tabaco, la quina y el café, sirvieron para que
Barranquilla, entre finales del siglo xix y principios del xx
–cuando su importancia empieza a decaer–, se transfor-
mara en el principal puerto de Colombia: entrada y salida
de las principales exportaciones e importaciones del país
(Tovar Zambrano, 1989 y Ocampo, 1984).
Este ascenso significativo le permitió a Barranquilla ubicar-
se por encima de Cartagena y Santa Marta, tradicionales e
históricos puertos coloniales. La construcción del ferroca-
rril de Bolívar había facilitado la conexión de Barranqui-
lla con el mercado mundial y la zona del interior andino
del país, donde estaban los principales mercados (Posada
Carbó, 1987).
El establecimiento de esta ruta, hizo posible, además, el
surgimiento de una dinámica actividad comercial y una in-
dustria local importante, transformándola en una ciudad
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
regional, episodio circunstancial que marcó la historia de
Barranquilla y ha incidido en que los historiadores que se
han ocupado de construir la explicación histórica de todos
los procesos y acontecimientos entrelazados de la realidad
barranquillera, fijen sus miradas en unos ejes temáticos
fuertemente atractivos: las condiciones para el surgimiento
socio-económico de la ciudad en el último tercio del siglo
xix (Theodore, 1988, 1973); el desarrollo de la navegación a
vapor por el río Magdalena y su impacto en el desarrollo
económico de la ciudad (Zambrano, 1979; Gilmore & Harri-
son, 1977); el auge portuario y la primacía de Barranquilla
en la región (Solano, 1986 y 1988); la configuración de la es-
tructura comercial y empresarial y los inicios de la industria
(Solano & Conde Calderón, 1993; Zambrano Pérez, s.f); los
procesos de modernización y la economía liberal (Conde,
1987; Solano, 1997; Posada Carbó, 1987); el delineamiento
del trazado urbano y los servicios públicos (Valencia Mar-
tínez, 2005; Gonzales Chamorro, 2000; Arroyo Castillo, et
al, s.f;).
Todas estas investigaciones y conclusiones han permitido
el desarrollo de un cuadro histórico más claro de nuestro
pasado: se han resuelto problemas históricos que hasta
hace algunas décadas ignorábamos. Existe hoy un discur-
so historiográfico que logró posicionar una imagen de Ba-
rranquilla como ciudad pujante. Se debe agregar que una
proporción significativa de esta historiografía se centra
cronológicamente entre 1850 y 1950, constituyéndose en el
período más trabajado por los historiadores de la ciudad
(Solano, 1997).
10 Universidad del Atlántico
Introducción
Sin embargo, existen aún muchas preguntas no resueltas
por la historiografía barranquillera. Puntualmente nos pre-
guntamos ¿Cómo experimentó la ciudad los procesos so-
ciales y de acondicionamiento urbano presionados por el
capitalismo internacional entre finales del siglo xix y princi-
pios del xx? Aunque el arribo de inmigrantes a Barranquilla
fue insignificante, comparado con otras ciudades latinoa-
mericanas, hubo, sin duda, cierta presión social de estos
grupos en la dinámica interna de la ciudad. Inmigrantes de
la región, que en el proceso de apropiación de la tierra y la
descomposición de las relaciones sociales precapitalistas en
el campo, impulsaba migrar a las ciudades, atraídos por la
máquina y el “comercio citadino”. El crecimiento poblacio-
nal interno a principios del siglo xx planteó un problema al
ordenamiento urbano. La deficiente infraestructura urbana
y una adecuada policía sanitaria para una creciente pobla-
ción, provocó uno de los peores ambientes citadinos insa-
lubres de la región Caribe. La tuberculosis, el sarampión,
la viruela, la fiebre amarilla, se apoderaron de la ciudad.
¿Cómo fueron impulsados los procesos de medicalización
para transformar la ciudad, en qué lapso de tiempo se de-
sarrolló y quiénes fueron los actores? Igualmente ¿Quiénes
estaban pensando la ciudad en términos urbanísticos y qué
factores socio-culturales foráneos o de la ciudad intervinie-
ron en esa configuración urbana? ¿Por qué los grupos de
élite abandonaron la ciudad histórica, y construyeron su
propia ciudad (El Prado)? Estas inquietudes están soporta-
das en la presunción, de que quienes estaban pensando la
ciudad en América Latina y en Colombia entre la segunda
11
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
mitad del siglo xix y primeras décadas del siglo xx eran los
médicos higienistas.
Sobre las anteriores preguntas hay resultados importantes,
que describen, con base en cuantioso material primario, el
desarrollo por el que atravesaron los servicios públicos, y la
modernización del trazado urbano de Barranquilla impul-
sada desde el Estado en su forma local, o desde la iniciativa
privada y el despliegue caótico de la ciudad. Sin embargo,
estos estudios discurren por las observaciones tradicionales
que han dominado la comprensión histórica de lo urbano
en nuestra ciudad, que destaca el proyecto urbanístico de
El Prado como una iniciativa privada y, en cierta medida,
foránea, reduciendo lo urbano casi a este barrio moderno.
Aunque hay un ejercicio de comparación en las dinámicas
de construcción (la formación del barrio Las Nieves, San
Isidro y El Prado), creo que quedan vacíos importantes sin
ventilar.
Este estudio se propone contribuir a llenar parcialmente
estos vacíos de la historia de Barranquilla. Se plantea que la
tuberculosis, esparcida por toda la ciudad, y los problemas
sociales que acarreó la falta de vivienda para los pobres,
fueron el motivo por el cual los grupos de élites abandona-
ron el centro histórico para construir su propio espacio: El
Prado. Asimismo, se pretende ilustrar que eran los médicos
higienistas, organizados en la Sociedad Médica de Barran-
quilla, los que diseñaron y promovieron para la ciudad un
conjunto de conceptos e imaginarios urbanos híbridos que
12 Universidad del Atlántico
Introducción
tenían como objetivo final la construcción de una ciudad
higiénica y un ser humano higiénico.
Para tal propósito hemos dividido este libro en cinco capí-
tulos. El primero, aborda el problema de la mortalidad y las
epidemias en la ciudad durante el primer tercio del siglo xx.
El estudio de tal problema pone al descubierto las carencias
urbanas y sanitarias de la ciudad puerto más importante
de Colombia. El segundo capítulo centra su interés en el
estudio del impacto de la tuberculosis y cómo la expansión
de esta enfermedad provocó unas prácticas que devela-
ban formas de asumir la ciudad, las epidemias y la muerte
misma. En el tercer capítulo, nos centramos en las formas
discursivas alrededor de la tuberculosis. Puntualmente se
contextualizan los discursos, mostrando los marcos de re-
ferencia que le daban sentido a las concepciones médicas.
El cuarto capítulo estudia las imágenes o representaciones
que sobre la tuberculosis poseían los médicos y la publici-
dad de la prensa de la ciudad. La tisis, de acuerdo a estas
imágenes, era una enfermedad eminentemente urbana,
que debilitaba a la población. Por tanto, debilidad y falta de
vigor, fueron figuras recurrentes dentro de estas retóricas.
El quinto y último capítulo estudia el impacto colectivo de
la expansión de la tuberculosis en la ciudad de Barranqui-
lla. Se muestra cómo el panorama sanitario se había tornado
incontrolable hasta tal punto que el movimiento social del
momento incorporó a su discurso el problema de la tisis y
la vivienda insalubre.
13
15
Capítulo I
Epidemias y mortalidad en
Barranquilla
Hace unos años, cuando estudiaba los testamentos regis-
trados en los protocolos notariales de la segunda mitad del
siglo xxi, ubicados en el Archivo Histórico del Atlántico, ob-
servaba con desconcierto que en las notas redactadas para
expresar su última voluntad, los testadores y testadoras no
olvidaban en registrar, con una precisión aterradora, todos
aquellos hijos e hijas que habían muerto en medio de los
embates más difíciles que ofrecía el entorno urbano-insalu-
bre de la Barranquilla de aquella época.
Lo más admirable de estos actos de memoria fue que cada
uno de los fallecidos anotados en esos inventarios nota-
riales aparecían, sin el menor rastro de duda, con su res-
pectivo nombre y la correspondiente edad que tenía al
momento de morir; la mayoría en la más frágil infancia y
víctima de alguna mortal epidemia o enfermedad endémi-
ca de la ciudad. Blasina Marriaga, por ejemplo, en su lecho
de muerte y bajo tenue luz de un candil, traía a la memoria
en su testamento, protocolizado en 1890, todos y cada uno
de los detalles más sensibles de su vida, entre los cuales,
el abultado número de hijos que la muerte le había arre-
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
batado. Después de nombrar a la prole que aún vivía, se
despachó con lujos de detalles en el registro de los difuntos:
Y además Adolfo que murió de trece años, sin dejar descen-
dencia, Eladia que murió de siete años, Eladia, que falleció de
cinco años, Ana que murió de dos años, Ignacio que murió
de un año, Joaquín que murió de un año, Adolfo que falleció
de tres años, Isabel que falleció de un año, y tres más cuyos
nombres no recuerda, pero que murieron en la lactancia.
(Archivo Histórico del Atlántico - AHA, 1890)1
De igual modo, Manuel Borrero, hacia 1888, expresaba en
su testamento la descendencia que con su señora esposa,
Felicidad Molinares, había procreado a lo largo de su vida
de casados. A través del protocolo y la tensión que supone
ese momento de agonía, expresó con alegría y dolor:
Los nombres de Manuel de Jesús, que había muerto de siete
meses; Ana Joaquina que falleció de siete días de nacida;
Manuel Espíritu Santo, que murió teniendo de edad un año
catorce días; Isabel, soltera y que aún vivía a su lado y abrigo;
Elodia Salomé, que estaba casada; Celio, que falleció de cuatro
años y ocho meses; y Joaquín Roque que vivía bajo su patria
potestad y tenía quince años. (AHA, 1888)
Las epidemias recurrentes de fiebre amarilla, sarampión,
viruela, disentería y tuberculosis explican la abrumadora
1 Es común encontrar en casi todos los testamentos de la segunda
mitad del siglo xxi estas anotaciones que caracterizaron los entor-
nos familiares en Barranquilla. Altas cifras de nacimientos y altas
cifras de defunciones. Se trataba de la típica estructura demográfica
de antiguo régimen. La alta mortalidad fue el patrón hasta bien
entrado el siglo xx.
16 Universidad del Atlántico
Epidemias y mortalidad en Barranquilla
mortalidad sugerida en los testamentos. Estas terribles y
mortales enfermedades sentaron hondas raíces en la po-
blación de Barranquilla hasta bien entrado el siglo xx. Si
bien el Boletín de Estadística, aparecido un poco antes de los
años veinte, publicaba información para mostrar los ade-
lantos en equipamientos sanitarios y urbanos que incidían
positivamente en la salubridad de Barranquilla, la realidad
cotidiana de la ciudad denunciaba sin tapujos un panora-
ma menos alentador (BME No. 8), 1932; 8, 1898 y Bejarano,
1933)2. Algunas de estas epidemias azotaban de manera
inexorable a la ciudad, segando la vida de cientos de per-
sonas anualmente, entre las cuales una proporción altísima
correspondía a la población infantil. Al cabo de un tiempo,
la epidemia cedía y dejaba tras de sí una estela de muerte,
desolación y miedo. Otras enfermedades, por endémicas,
permanecían entre los habitantes, bajo una “normalidad”
espantosa: disentería, uncinariasis, tosferina, gastroenteri-
tis, enterocolitis y tuberculosis, fueron las patologías más
temidas y mortíferas entre los barranquilleros.
En términos generales, la mortalidad entre los últimos años
del siglo xix y el comienzo del siglo xx era sobrecogedo-
2 Conforme a información estadística publicada por el Boletín de
Medicina de Barranquilla, entre agosto y octubre de 1898 la fiebre
amarilla segó la vida del 64 por ciento de los enfermos. Boletín de
Medicina de Barranquilla Vol. I No. 8, 1898, p.59. Hacia 1933, el
médico y profesor Jorge Bejarano; “Reflexiones a propósito de la
mortalidad infanti”. Revista de la Facultad de Medicina, No. 8,
enero 1993, pp.611-613, destacaba los progresos que en materia de
higiene y salubridad se habían logrado en Colombia y de forma
particular en Barranquilla. No obstante, lamentaba que “la morta-
lidad infantil quedaba elevada, superior al índice de otros países
indo-hispano y en esa mortalidad”, decía, “tiene que haber otros
factores distintos de los que aparecen en los diarios políticos”.
Dalín Miranda Salcedo
17
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
ra. Pese a que no existen registros estadísticos confiables,
algunas evidencias de la época permiten suponer lo pro-
minente de las defunciones. Miguel Arango, un destaca-
do médico e higienista de la época, escribió lo que podría
considerarse el único estudio serio sobre la demografía de
Barranquilla a principios del siglo xx. Se trata de una in-
vestigación que se focalizó puntualmente sobre la década
comprendida entre los años 1910 y 1920, donde la mortali-
dad general en la ciudad se registró en una escala alarman-
te. De acuerdo con esta información –que Arango (1922)
dividió en dos partes, una sobre la mortalidad general de la
ciudad y la otra dirigida a calcular la mortalidad infantil– el
médico concluía que:
La mortalidad en Barranquilla no ha disminuido en los diez
últimos, pues ha seguido al paso el aumento de la población,
y como el coeficiente de mortalidad depende del grado de
higiene y salubridad, bien puede decirse que este no ha mejo-
rado y que esa mortalidad invariable marca el mismo índice
de atraso en la progresista ciudad. (p.40)
Lo valioso de este estudio demográfico –que por supuesto
está articulado a la tendencia general que adoptó la medi-
cina de la época, en el sentido de introducir el cálculo es-
tadístico en los estudios de epidemias, mortalidad y enfer-
medades, en el propósito de construir regularidades y de
esta manera procesos de intervención– (Estrada Orrego,
Gallo, y Márquez, 2016)3 es que devela las precariedades
3 Hay que destacar que para la época se impulsaron normas que tra-
taron de institucionalizar la estadística para jalonar los procesos
de modernización de la administración pública. En el mes de no-
viembre de 1914 empezó a regir la Ley 63, que intentó organizar la
estadística nacional y en 1916, con el objetivo de luchar contra la
18 Universidad del Atlántico
Epidemias y mortalidad en Barranquilla
urbanas que marcaban notablemente a la ciudad portuaria
más importante de Colombia. Con base en un repertorio de
información envidiable, Arango elabora un análisis com-
parativo de la mortalidad y sus causas en Barranquilla y
otras ciudades de Colombia y el mundo, para establecer de
manera categórica que la alta incidencia de la mortalidad
era resultado de la ausencia de dispositivos higiénicos y
una pobre cultura de la higiene. En primer lugar, no exis-
tían instrumentos de control de elementos como el agua y
el aire, y la ausencia generalizada de sistemas de cloacas
hacía de los entornos ambientales de la ciudad los escena-
rios más pútridos y repugnantes, desprovistos literalmen-
te del mínimo atisbo cuidado higiénico (Foucault, 1977).
En segundo lugar, el ambiente material de la ciudad, sus
calles, callejones, la mayoría de las viviendas, evidenciaban
unas condiciones sórdidas y lamentables, pese a las regla-
mentaciones gubernamentales que exigían estándares de
construcción y saneamiento adecuados para tales efectos
(El Rigoletto, 1904; Revista de Higiene, 1925)4.
tuberculosis, entró en vigencia la Ley 66, que contemplaba la nece-
sidad de organizar una estadística sanitaria.
Foucault Michel (1977) Historia de la medicalización, p.16. Para tra-
bajos estadisticos demográficos sobre mortalidad en otras ciudades
de Colombia que sugieren una tendencia, cfr. Troconis Fernando
G. Apuntaciones sobre mortalidad infantil en Bogotá; Estudio para
el doctorado. Imprenta J. Casis, 1912.
Cardona Correa Pedro Nel. Contribución al estudio de la mortali-
dad infantil en la ciudad de Medellín. Tesis de doctorado en medi-
cina y cirugía. Universidad de Antioquia, Medellín, 1978.
4 Las notas de viajeros reseñaron permanentemente estas deficien-
cias urbanas de Barranquilla a principios del siglo xx. Una nota edi-
torial de un periódico de la ciudad extractó apartes de los apuntes
de viaje de Hermes García, un viajero que visitó la ciudad en 1904,
las impresiones del viajero decían: “Íbamos predispuestos, porque
así lo quería nuestro deseo tratándose del primer puerto fluvial de
la República, a juzgarla favorablemente; a disimular sus lunares y a
ponderar su belleza y progreso. No obstante, no pudimos calcular
Dalín Miranda Salcedo
19
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
En efecto, Arango subrayaba el carácter dramático de
la mortalidad en Barranquilla durante las dos primeras
décadas del siglo xx, y aunque en sus números esta ciudad
resultaba mejor librada que otras de Colombia –Bogotá,
Medellín, Cartagena y Santa Marta–, el estudio del fenó-
meno le permitía mostrar que una proporción significativa
del problema obedecía a la falta de un sistema de higiene
moderno. Un grupo de enfermedades bien identificadas,
pero fuera por completo del control médico-sanitario, arra-
saba permanentemente a la población barranquillera: pa-
ludismo, disentería, gastroenteritis, uncinariasis, tubercu-
losis, enfermedades broncopulmonares y el tétano, todas
ellas enfermedades evitables según Arango, cobraban cada
año un número lamentable de muertes (Arango, 1922)5.
nuestra sorpresa cuando nos vimos en un arrabal, donde creíamos
encontrar una Estación pintoresca; cuando tuvimos que meternos
en un coche sucio y con arneses de mecate, tirado por escuálido
caballo; donde creíamos perfecto este servicio público; cuando al
tardo paso del vehículo atravesamos calles polvorosas y veíamos
el desfile de tanto negro rancho haciendo contraste con elegantes
edificios; cuando en la noche la ciudad quedó en tinieblas, por falta
de alumbrado; cuando buscando un paseo, un jardín, un parque,
fuimos al Camellón Abello, en uno de cuyos ángulos se levanta
la Iglesia y el pequeño parque de San Nicolás, que da grima, con
cercado, que no verja, de madera; sin escaños, víctimas del mayor
abandono y donde las flores languidecen sobre árboles de color
indeciso, por el polvo que los cubre.
Ante nuestro desencanto, un compañero poco dispuesto a la indul-
gencia, nos miraba por sobre el hombro con irónica sonrisa y nos
hería el oído con un silbido mofador de triunfo.
En nuestro empeño de disimular lunares, al día siguiente casi hu-
biéramos triunfado sobre nuestra primera impresión, –cuando
recorrimos el resto de la ciudad, donde las calles se ensanchan
y mejoran; donde el barrio La Quintas muestra sus chalets entre
poético follaje– si vueltos al centro –que es precisamente donde se
desalienta el viajero– esa maldita nube de polvo que hace infruc-
tuoso el empleo de cepillos de calzado y de ropa – no estuviera
allí con insistencia de verdugo tiñéndonos a igual del cuerpo el
pensamiento”.
5 Hermes García, 1904. Tomando como ejemplo los años 1917 y 1918
20 Universidad del Atlántico
Epidemias y mortalidad en Barranquilla
Aunque la observación de Miguel Arango está dirigida
a la segunda década del siglo xx, lo cierto es que tanto la
primera década como la tercera, tuvieron comportamien-
tos semejantes en términos de mortalidad y enfermedades.
Entre 1899 y 1905, por ejemplo, las epidemias fueron co-
rrientes y aparatosas y el índice de mortalidad en promedio
fue de 1.431 defunciones por año. 1915, 1922 y 1926 fueron
los más críticos (Arango, 1922)6.
El peso de la mortalidad causado por epidemias generó un
entorno devastador y de desasosiego. Solo en 1914, 1915 y
1916 murieron en la ciudad 5.271 personas a causa de la di-
sentería, el sarampión, el paludismo, la tuberculosis y afec-
ciones broncopulmonares. Siete años después, en 1922, las
mostraba, en efecto, que los porcentajes de mortalidad en una po-
blación como Barranquilla de 65.000 habitantes fueron de 22,58 %
y 20,78 % respectivamente. Pero, según Arango, estas cifras eran
impactadas por enfermedades llamadas por él evitables, como las
de tipo diarreico, el paludismo, la tuberculosis, las enfermedades
broncopulmonares y el tétano, que para 1917 alcanzaron un porcen-
taje de 9,77 % y en 1918 7,33 %. El empeño de Arango era mostrar
la precariedad higiénica en que se encontraba la ciudad. Si existiera
un trabajo de infraestructura sanitaria moderna que apalancara los
procesos de profilaxis, las enfermedades “evitables” desaparece-
rían, y, en consecuencia, la mortalidad se bajaría a niveles de ciu-
dades como Buenos Aires y New York.
6 Los años durante los cuales se presentaron fuertes epidemias en
Barranquilla fueron 1882, 1889, 1896, 1899, y en el siglo xx los años
1900, 1901, 1902, 1903, 1904, 1905, 1915, 1922, 1926. Asimismo,
Miguel Arango, preocupado por identificar en la ciudad un pro-
medio de mortalidad que contribuya a vislumbrar medidas de in-
tervención, separa entonces los años críticos de epidemias, en este
caso 1914,1915 y 1916, del resto de años de la segunda década del
siglo xx, sobre los cuales elabora su estudio, para, en su criterio,
poder construir un coeficiente normal de mortalidad. Indicaba que
metodológicamente era incorrecto establecer el coeficiente de mor-
talidad incluyendo los años de epidemias que exhibían cifras de
defunciones más elevadas; lo correcto era, según él, apartar de la
operación estadística los años de crisis epidémicas, de esta manera
se podría establecer el coeficiente ordinario de mortalidad.
Dalín Miranda Salcedo
21
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
mismas epidemias mataron a 2.021 habitantes de todas las
edades y durante 1926 representaron 2.226 defunciones en
la ciudad (Arango, 1922, BME N° 8, 1932)7.
Ahora bien, dentro de la topografía de la ciudad, constitui-
da por los cuatro barrios señalados arriba, ¿dónde se pre-
sentaban los mayores índices de mortalidad? Según Arango
(1922), las áreas con alta densidad de población presenta-
ban los índices más elevados de mortalidad. Existía una co-
rrelación importante, según él, entre densidad poblacional
y mortalidad: cuanta más alta la densidad la mortalidad
se eleva. El criterio médico higienista de la época plantea-
ba que la excesiva densidad de población en los medios
urbanos traía consigo “falta de luz y sol, mayor acumula-
ción y poco alejamiento de las deyecciones e inmundicias,
enfermedades del medio social, como sífilis, alcoholismo”
(p.90). En este caso, para 1918 los barrios con más concen-
traciones humanas eran San Roque y Rosario, las cuales,
según Arango, presentaban densidades que oscilaban entre
183, 152 y 148 personas por hectárea. En estos barrios la
“densidad y acumulación fueron tan extremas que muchas
7 Es indispensable evidenciar dos cosas: la primera, que la mortali-
dad registrada durante los años que no hubo epidemias fue nota-
blemente elevada; si promediamos las defunciones ocurridas entre
1906 y 1914 nos arroja la cantidad de 1.045 fallecimiento anuales.
Sin embargo, el impacto de estas cantidades en la sociedad está de-
terminado por el total de habitantes nacidos en la ciudad para cada
uno de los años promediados. La segunda consideración tiene que
ver con la aparente disminución gradual del coeficiente de morta-
lidad que patenta el Boletín de Estadística de 1932. El cálculo que
refleja la disminución del coeficiente responde al crecimiento con-
tinuo de la población de Barranquilla por flujos migratorios que
arribaban a la ciudad en la primera mitad del siglo xx; en cambio,
el crecimiento vegetativo de la ciudad era poco alentador, según el
médico higienista Miguel Arango.
22 Universidad del Atlántico
Epidemias y mortalidad en Barranquilla
viviendas pequeñas alojaban en su interior entre 20 y 25
personas” (Arango, 1922, p.46). Mientras tanto, San Nicolás,
el barrio de la élite, presentaba menor concentración, con 12
personas por hectárea. Este cálculo sugiere que la mayor
proporción de defunciones en la ciudad se repartía en los
barrios más densos: San Roque y Rosario (Arango, 1922;
1918)8.
Algo similar ocurría en otras ciudades del país, algunas
con mayor población que Barranquilla, como Medellín y
Bogotá. Allí la estadística de mortalidad para 1918 era de
29 % y 28,40 % respectivamente. Entre ciudades del Caribe
distintas a Barranquilla, con poblaciones menores –caso
Santa Marta y Cartagena– la primera resulta mal librada
con una mortalidad de 32 %, y Cartagena con 21,14 %
(Arango, 1922). Conforme a los análisis de Miguel Arango
no se trataba de que Barranquilla presentase mejores indi-
cadores de mortalidad que las anteriores ciudades mencio-
nadas, sino “que las causas de insalubridad existen inten-
samente también en las ciudades citadas y que Barranquilla
es de las menos malas entre nuestras ciudades” (Arango,
1922, p.40). El médico higienista concluye que:
La mortalidad en Barranquilla no ha disminuido en los diez
últimos años, pues ha seguido al paso el aumento de la pobla-
ción, y como el coeficiente de mortalidad depende del grado
8 La elevada densidad en estos barrios obedece a los grupos de inmi-
grantes que llegaban a la ciudad de forma continua, y su ubicación
fueron en estas zonas periféricas. Aunque el higienista no men-
ciona al barrio del Rosario en su cálculo respecto de la densidad,
nosotros lo incluimos como espacio con elevada densidad, y nos
basamos en apreciaciones del mismo médico en otros textos.
Dalín Miranda Salcedo
23
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
de higiene y salubridad, bien puede decirse que éste no ha
mejorado y que esa mortalidad invariable marca el mismo
índice de atraso en la progresista ciudad. (Arango, 1922, p.40)
Todos estos cálculos sobre los padecimientos de la pobla-
ción, planteaba un panorama dramático y crítico. Sin duda,
el terror debió invadir a toda la sociedad barranquillera, al
mismo tiempo que ahuyentaba a muchos inmigrantes que
habían puesto los ojos en la ciudad como destino de llegada.
“Estamos al borde de un abismo”, apuntaba en tono de
alarma y miedo en una nota de prensa durante el funesto
año 1915, “Sobre las autoridades recae la responsabilidad
moral de tantas muertes. Entre enero, febrero y marzo fa-
llecieron en la ciudad 198 personas de enteritis, disentería,
sarampión o tuberculosis” (El Progreso, 1915). Debió existir
en la ciudad durante esta época una sensación colectiva de
pavor y desprotección frente a la invasión de enfermedades
que llegaban o que podrían llegar de cualquier parte. En
1910, en respuesta al Secretario de la Junta Departamen-
tal de Higiene del Atlántico, quien había solicitado poner
en práctica lo establecido por el Acuerdo No. 4 de la Junta
Central de Higiene, sobre profilaxis de la Peste Bubónica,
para evitar la entrada de dicha enfermedad al país, Justi-
niano Martínez, médico de Sanidad de Puerto Colombia,
manifestaba con inocultable impotencia que:
Es del todo imposible poner en práctica lo dispuesto en dicho
Acuerdo por carecer este Puerto, como carece en absoluto de
elementos con que impedir la invasión de cualquier epide-
mia. [Más adelante remataba su respuesta este sincero médico
higienista aclarando que] “Sabe muy bien la Junta de la cual
24 Universidad del Atlántico
Epidemias y mortalidad en Barranquilla
usted forma parte, que aquí nunca ha habido, ni hay organi-
zado, cuerpo alguno de Sanidad, que pueda prestar debida-
mente los varios servicios que son necesario en el presente
caso. (Diario del Comercio, 1910; Márquez Valderrama, 2001)
El sarampión, la viruela, la tosferina y el tétano cobraban
vidas diariamente en Barranquilla durante todo el primer
cuarto del siglo xx. Del mismo modo, el agua y la leche,
conforme al concepto médico de la época, resultaba el peor
enemigo de la infancia. Estos líquidos llevaban la muerte
diariamente a las familias que la consumían. Pero, dentro
de todo este cuadro de “asesinos microscópicos” en el com-
plejo ambiente social de la ciudad, el más desconcertante
era la tuberculosis. No solo por lo mortal, como el cólera,
sino en razón de las connotaciones simbólicas, psicológicas,
culturales y metafóricas que poseía.
En 1977, la narradora estadounidense Susan Sontag, re-
flexionó ante un auditorio saturado de gente, sobre algo
sorprendente: “La enfermedad y sus metáforas”. Refi-
riéndose a la tuberculosis afirmaba que “suele concebirse
como una enfermedad de la pobreza y de las privaciones;
de vestimentas ralas, cuerpos flacos, habitaciones frías,
mala higiene y comida insuficiente”. También manifestaba
Sontag que lo aterrador de esta enfermedad consistía “en
la mácula aparentemente arbitraria e incomunicable que
poseía”.
En Barranquilla durante la primera mitad del siglo xx la tu-
berculosis se había propagado incontrolablemente. Su in-
evitable presencia en el cuerpo social y urbano tendría un
Dalín Miranda Salcedo
25
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
impacto que hasta ahora no ha sido estudiado por la histo-
riografía de la ciudad y la región. Esta enfermedad atravesó
a todos los grupos sociales. La carga simbólica arraigada
en el conjunto social provocó una especie de silenciamiento
de este padecimiento. En otros términos, sufrirla sin nom-
brarla ni divulgarla. Quizá muchas personas padecieron en
silencio el drama y los estragos de esta enfermedad para
ponerse a salvo de esa mácula aterradora. La misma retóri-
ca publicitaria de medicamentos para problemas pulmona-
res desterró por completo los vocablos tisis o tuberculosis.
Los eufemismos se tomaron las etiquetas de los envaces de
remedios.
Por esta razón los médicos higienistas de la época fijaron la
atención en las deficiencias sanitarias de la ciudad y fusti-
garon una diversidad de causas de enfermedades que ani-
quilaban cada día a la población barranquillera: ausencia
de control de la circulación de elementos y falta de gestión
y control de los lugares de acumulación o amontonamien-
tos, como los definió Foucault cuando estudió el proceso de
medicalización de occidente. La ausencia de un sistema de
cloacas o letrinas modernas y las deficiencias crónicas de
un acueducto incipiente y fatal, que en vez de agua potable
repartía entre la población un líquido saturado de enemi-
gos microscópicos que tomaba de un caño insalubre donde
se vertían los desperdicios e inmundicias de toda la ciudad.
Sobre este fenómeno se dedica el siguiente aparte.
26 Universidad del Atlántico
27
Capítulo II
Topografía de la tuberculosis en
Barranquilla
Barranquilla estuvo plagada, a comienzos del siglo xx, de
una de las enfermedades más desconocidas y mortales de
la época: la tuberculosis. Esta enfermedad, definida por
muchos como una patología romántica, se había disemina-
do incontrolablemente por todos los espacios sociales cons-
titutivos de la ciudad hasta alcanzar un cuadro epidémico
dramático que desconcertaba por completo a médicos y
autoridades por no encontrar mecanismos de intervención
para defenderse de sus embates letales. Este escenario espe-
luznante se acrecentaba cada día por el aumento continuo
de la población que arribaba de una diversidad de sitios y
estratos socioeconómicos buscando acomodo en el entra-
mado socioeconómico complejo de una Barranquilla que
mostraba positivos indicadores de progreso. Esta expan-
sión progresiva de la tuberculosis y de la muerte, encontra-
ba en la ausencia de control médico y en la carencia de dis-
positivos higiénicos efectivos, sus más importantes aliados.
Todo este cuadro de circunstancias surtió unos efectos de-
finitivos en la futura configuración urbana de Barranquilla.
La tuberculosis y la disentería fueron las enfermedades
más mortales en Barranquilla a comienzos del siglo xx,
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
pero el desconocimiento sobre la primera y la impotencia
médica para curarla la convirtió en un problema colectivo
que desencadenó una cantidad de respuestas y metáforas
alrededor del tuberculoso y su contagio. Entre 1907 y 1916
las cifras de muerte por tuberculosis aumentaron. Unas 100
personas de todas las edades morían cada año en Barran-
quilla víctimas de la peste blanca. El abandono sanitario se
convirtió, según los médicos higienistas de ese momento,
en la causa mayor de propagación y contagio. En esta época
existían en la ciudad verdaderas zonas de mortalidad que
se agudizaban por el aumento constante de la densidad de-
mográfica en los barrios y por una deficiencia habitacional.
Aunque la tuberculosis se había extendido por toda la
ciudad, hacia 1918 los focos de infección se concentraban en
los barrios San Roque y Rosario. En San Nicolás, El Cemen-
terio, y la zona de las Quintas, si nos atenemos a los infor-
mes higienistas, las magnitudes de la enfermedad fueron
menos dramáticas. En San Nicolás, por ser el corredor ha-
bitacional de las familias de élite de Barranquilla; en El Ce-
menterio, al parecer, por ser una zona poco poblada y las
Quintas, por ser una franja exclusiva de la élite, ubicadas en
los suburbios noroccidentales de la ciudad y donde yacían
dispersas habitaciones de lujo de tipo campestre. El Ce-
menterio se caracterizaba por ser una franja alta de terreno
seco, bastante arborizado, aireado y fresco; justamente por
estas características, un segmento de este sector, adyacente
al cementerio Universal, tomó el nombre de Loma Fresca
(Arango, 1918; Gaceta del Atlántico N° 82, 1912)9.
9 Hacia los años veinte del siglo xx Barranquilla estaba compuesta
28 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
En un documento probablemente elaborado antes de 1915,
basado en trabajo de campo y análisis de informes de en-
fermedades y defunciones relacionados con Barranquilla,
Arango (1918)10 trazó una valiosa cartografía de la tuber-
culosis y su inexorable propagación por toda la ciudad. El
estudio de las defunciones ocurridas entre noviembre de
1914 y noviembre de 1916, bastaron para advertir la dimen-
sión dañina y mortal que significaba la tuberculosis en la
ciudad. Todos los meses diez personas morían de tubercu-
losis en Barranquilla, y las autoridades municipales eran
por cuatro barrios: San Roque, San Nicolás, el Rosario y el Cemen-
terio. Éste último, años más tarde tomaría el nombre de Chiquin-
quirá, revelando todo esto que la toponimia barrial del centro his-
tórico primario es impuesta por el santoral católico y las parroquias
construidas en cada una de los barrios. El Cementerio mantuvo este
nombre hasta 1925, cuando fue cambiado por el de Chiquinquirá
debido a la apertura de la parroquia que recibió este nombre. Debo
aclarar que en algunos documentos oficiales, como la Gaceta del
Atlántico, hay informes médico legales mensuales sobre agresiones
físicas y asesinatos en la ciudad donde se emplean otras denomina-
ciones para referirse a los espacios barriales. Para ubicar el registro
de un incidente anotan, por ejemplo, “inspección del Barrio Sur,
inspección del Barrio Norte, e inspección del Barrio Centro”.
10 Miguel Arango era de Magangué y después de estudiar medici-
na en la Universidad Nacional se instaló en Barranquilla donde
se dedicó a la difusión de la higiene moderna y al tratamiento de
la tuberculosis. Su ejercicio profesional no estuvo al margen de
influencias teóricas y culturales del momento. En un ambiente
imbuido del discurso eugenésico en América Latina, dinamizado
por la preocupación que planteaba la “degeneración” de nuestras
razas, su desempeño profesional se revela articulado a estos dis-
cursos y debates. Su preocupación por la estadística médica y de-
mográfica, la educación higiénica de la población y el impulso de la
puericultura, el estudio de los problemas visuales o tracomas, sus
investigaciones sobre la tuberculosis, y la sangre, las indagaciones
por la estructura anatómica de los habitantes del departamento de
Atlántico, son indicadores de esas influencias. Todos estos tópicos
formaron parte de la agenda eugenésica de la época que buscaba la
fórmula para la “regeneración” de nuestras poblaciones. El estudio
que desarrolló sobre la tuberculosis estuvo apoyado en el análisis
de las boletas de defunción correspondiente a dos años, de noviem-
bre de 1914 hasta noviembre de 1916.
Dalín Miranda Salcedo
29
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
incapaces para evitarlo. Hasta 1920 los cuatro barrios que
integraban la figura urbana de Barranquilla estaban plaga-
dos de tuberculosis. Sin embargo, se debe aclarar que unos
más que otros padecían la embestida de esta enfermedad.
En general el espacio sociourbano se encontraba totalmente
enfermo. Aunque las líneas fronterizas que demarcaban los
barrios eran borrosas, existían algunas convenciones que
delimitaban a cada uno de los espacios mencionados y esto
posibilita ubicar geográficamente a cada uno de los cuatro
barrios en ese momento (Diario La Regeneracion de Sabani-
lla, 1852)11.
San Nicolás era el núcleo urbano central de la ciudad. Allí
vivían las familias de élite que controlaban el aparato eco-
nómico y el poder político. En este barrio también existían
las mejores viviendas. “Vivía la aristocracia del comercio”,
afirmaba al pasar por Barranquilla Röthlisberger (1963):
Están las grandes casas de mampostería de la más importante
gente de negocios, edificios de dos plantas, por lo común, de
recia arquitectura y al viejo estilo español: abajo, dando a la
calle, el gran almacén lleno de mercancías, abierto a todo el
mundo, aireado, sin ventanas; arriba, las habitaciones. (p.12)
11 No obstante ser San Nicolás el espacio de los grupos notables, en
sus extremos o periferia alcanzaban a acomodarse familias de mo-
destos recursos, incluso de muy pobres recursos; de igual forma,
muchos inmigrantes, algunos con ciertas comodidades económi-
cas, buscaron ubicación en las mejores zonas de otros barrios, como
San Roque, lo que explica que en estos sitios se levantaran hermo-
sas viviendas que se distinguían por su majestuosidad. De otro
lado, Barranquilla tuvo a mediados del siglo xix una demarcación
territorial oficial que la dividió en dos distritos: el de San Nicolás y
el de San Roque.
30 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
Las fronteras que demarcaban a San Nicolás del resto de
barrios eran confusas, por lo cual resulta difícil establecer
con alguna precisión su cuadrícula. Probablemente, fueron
los contornos de la Plaza el escenario residencial de estas
élites, al mismo tiempo que el núcleo funcional de la econo-
mía local (Revollo, 1956)12.
Según Arango (1918) este barrio mostraba mejores condi-
ciones materiales y, por tanto, el impacto de la tuberculo-
sis era poco. Por ende, el número de personas fallecidas a
12 Pedro María Revollo ofrece la mejor descripción sobre las familias
notables que residenciaban en el Barrio San Nicolás, todas estaban
ubicadas en los contornos de la plaza de San Nicolás. Se levantan en
el costado oriental tres grandes casas: la primera de sur a norte, es
la antigua morada de don Esteban Márquez, aquel ricachón (para
su época) de principios del siglo, pasado, hasta avanzado más de
tres cuartas partes, a quien mucho debió el adelanto material de
Barranquilla [...] La casa siguiente, en medio de las dos, la conocí
de bahareques y paja; era también de don Esteban. Finalmente se
le hizo segundo y tercer piso y en ella se instaló el Hotel Francés,
que fue uno de los mejores de la ciudad [...] La tercera casa, que
forma la otra esquina hacia el norte, por la carrera del mercado o
Esteban Márquez o número 42, la conocí de morada magnífica de
don Roberto Joy, personaje importante al servicio de la Compañía
Unida (de vapores) del río Magdalena; más tarde se estableció en
ella el Club Barranquilla hasta el fin de siglo [...] En el costado me-
ridional había dos grandes casas: en la primera formando esquina
con la calle Real, propiedad de los Márquez, estuvo funcionando
antaño el Club Tres Estrellas, que fue lugar de cita, por mucho
tiempo, de los hombres importantes de nuestra ciudad[...] La otra
casa siguiente era el edificio llamado antes la Casa de Tres Pisos,
porque era la única que los contaba; fue construida por don Juan de
Dios Abello y comprada por don Esteban Márquez [...] En el costado
opuesto, el septentrional, encontramos que la casa esquina, perte-
neciente a los señores La coraza Hermanos, conserva el techo más
antiguo de Barranquilla [...] Fue ella de propiedad de don Eusebio
de la Hoz [...] Al costado de la anterior se levanta una casa grande
de mampostería, y enseguida, otra de piso alto, en que también
habitó el doctor Insignares [...] Sigue a continuación el gran edificio
de los señores Volpe, comerciantes Italianos muy apreciables que
se han hecho simpáticos a la ciudad [...] y al costado, el solar en que
estuvo la famosa pensión y escuela de la Misi, doña muy acogedora
de huéspedes y de niños.
Dalín Miranda Salcedo
31
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
causa de esta enfermedad fue notablemente exiguo. En San
Nicolás, relataba el médico higienista:
Mueren pocos de tuberculosis, a causa de las mejores con-
diciones de sus moradores. Sólo hacia las vecindades de la
carrera del Cuartel [hoy carrera 44] se encuentran viviendas
que se asemejan a los Pasajes, y es allí, precisamente, donde se
presentan los pocos casos del barrio. (p.41)
Esto significa que las defunciones por tuberculosis en San
Nicolás ocurrían en su banda extrema: carrera Cuartel,
límite arterial que lo separaba del barrio Rosario. Sin
embargo, podemos decir que San Nicolás, el barrio mejor
librado de la peste de tuberculosis, poseía una particulari-
dad negativa. Estaba ubicado geográficamente entre los dos
barrios más plagados de tuberculosis: San Roque y Rosario.
Sobre el barrio El Cementerio, Arango suministra poca in-
formación. Solo sabemos que corresponde a la zona adya-
cente al cementerio Universal. Aun así, ignoramos con pre-
cisión su demarcación. Conforme a un croquis de Barran-
quilla aportado por Arango para situar gráficamente la re-
partición de la tuberculosis en la ciudad, podemos suponer
que los puntos limítrofes, de sur a norte, estaban ubicados
entre las carreras 33, “Concordia”, y la 38, “avenida de los
Estudiantes”; mientras que de oriente a occidente se ubi-
caban entre la calle 45, “Murillo” y la calle 38, “Caldas”.
Respecto a este barrio, Arango (1918) afirmaba que: “Se en-
cuentra en un lugar elevado y en terreno más seco”. [Según
este médico, la altura y una temperatura bastante fresca
hacían del barrio un verdadero atractivo. Debido a estas cir-
32 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
cunstancias, probablemente, llamó la atención de algunos
enfermos tuberculosos, que creían en la terapia climatérica,
la mayor proporción de ellos, dos tercios se ubicaba al sur
de la carrera Hospital (carrera 35)]. “Allí la muerte los sor-
prende, y esto explica la existencia de esta zona” (p.441). El
resto de los enfermos, un tercio se encontraba repartido en
el resto del barrio.
Figura 1: Cartografía de la tuberculosis (Arango, 1918)
Los puntos negros indican los lugares donde han ocurrido muertes
por tuberculosis durante dos años en Barranquilla
Fuente: Tomado de Miguel Arango, M. Propagación de la tuberculosis en el Litorial
Atlántico y específicamente en Barranquilla, Boletin de Medicina e Higiene (Órgano de
la Sociedad Médica de Barranquilla y las Autoridades Sanitarias del departamento del
Atlántico) No. 24, Barranquilla, diciembre de 1917.
Dalín Miranda Salcedo
33
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Después de 1925, el barrio El Cementerio cambió su nombre
por el de Chiquinquirá. La construcción de la parroquia en
ese año le dio el nuevo nombre. Según estudio de Castro
Senior (1936), médico y director del Dispensario antituber-
culoso del Atlántico, en 1936 Chiquinquirá, antiguo barrio
del Cementerio, mantenía el mismo drama higiénico sani-
tario. Para este año, el barrio tenía un área de 17.491 hectá-
reas, organizado en 107 manzanas, entre las que se ubicaban
2.104 casas y 23 “pasajes”. Chiquinquirá en 1936 tenía una
población calculada de 20.000 habitantes, entre las cuales
había 405 tuberculosos registrados (p.275).
Por su parte, San Roque estaba ubicado en el extremo sur-oc-
cidente de la ciudad. Sus contornos igualmente, resultan
difíciles de fijar. No obstante, la lectura de algunos planos
de la ciudad correspondiente a los años 1910 y 1920 per-
miten pensar que el barrio tenía como límite sur la carrera
Vesubio, carrera 27, y, hacia el norte, la carrera San Roque,
que se identifica con el número 36. Los límites este y oeste
eran la Calle el Sol, o número 10, y la calle de las Flores, que
es la número 39. El barrio presentaba zonas con un aspecto
bastante sórdido y enrevesado. Era una franja baja y extre-
madamente húmeda por estar cerca de un grupo de caños
que bordeaban la ciudad.
En este sector residían los más deprimidos de la estructu-
ra social, parte de ellos eran inmigrantes procedentes de la
región y de otras partes del país, quienes, buscando posi-
bilidades laborales, se acomodaban en esta periferia hasta
conformar un denso entramado social cuya existencia
34 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
transcurría en el límite de lo posible. Para 1920, San Roque
se había convertido en un lugar desmesuradamente habi-
tado. Aquí vivían quienes no encontraban ubicación en los
otros espacios de la ciudad.
Aunque los cálculos de Arango son incompletos, pueden
ofrecer una idea del panorama de la tuberculosis en los
barrios de la ciudad. En San Roque, la tuberculosis estaba
bien arraigada y hacía estragos en las franjas más deprimi-
das, que incluía las dilatadas calles el Sol, de la Esperanza,
y Soledad, abrazadas por el caño de Soledad y la Ciénaga
de la Caimanera. Allí se encontraban las dos quintas partes
de los casos de tuberculosis existentes en el barrio (Arango,
1918). Más hacia el oeste, entre las calles “Oriente” (calle 19)
y “Almendra” (calle 28) y las carreras “Vesubio” (carrera
27) y “Buen Retiro” (carrera 32), había otro foco de la enfer-
medad que representaba la cuarta quinta parte del total del
barrio. Al parecer este tramo del barrio se había convertido
en un muladar, y los desechos y detritus eran la impronta
de este entorno.
Una parte más al oeste se convirtió desde el siglo xix en la
zona de arribo y ubicación de familias extranjeras que se
articularon al comercio de la ciudad y alcanzaron posicio-
nes importantes en la escala social, razón por la cual exis-
tían en este barrio grandes viviendas con las comodidades
que solo los grupos adinerados podían disfrutar (Solano,
1997)13. En medio de estos grupos acomodados, las cifras de
13 En esta zona de Barranquilla vivía un buen número de extranjeros
desde mediados del siglo xix. Algunos pertenecían a la comunidad
judía dedicados a la labor comercial.
Dalín Miranda Salcedo
35
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
la peste blanca eran extremadamente bajas, solo un tercio
de todos los casos del barrio (Arango, 1918).
En 1936 el espectro del barrio no había mejorado. Ya para
entonces, de San Roque se desmembró una zona que tomó
por nombre barrio Rebolo y otra con el nombre de barrio
Montes. En todos ellos la tuberculosis seguía dramática-
mente apoderada de la población sin que las autoridades
municipales o departamentales pudieran hacer algo con
verdadera eficacia.
Otras evidencias nos han permitido encontrar información
estadística que pueden ayudar a calcular y a imaginar las
dimensiones de la peste blanca en esta zona. Una marca
deleznable de los barrios San Roque y Rebolo, por ejemplo,
era la pervivencia de los denominados Pasajes, prototipo
de vivienda de alquiler, donde residían grupos de familias
de las peores condiciones socioeconómicas, muchos de los
cuales eran inmigrantes de pueblos de la región. El médico
Castro Senior (1936) expresaba:
Hemos clasificado las viviendas en “pasajes” y casas de
familia, entendiendo por aquellos, viviendas abominables
constituidas por cuartos de maderas, con techo de hierro co-
rrugado, algunos sin piso y dispuestos en serie con servicios
sanitarios comunes. (p.273)14
14 Este médico elaboró un estudio sobre la relación entre tuberculosis,
medio familiar, vivienda y habitantes por barrios en Barranquilla,
documento que presentó en el quinto Congreso Médico, realizado
en Barranquilla.
36 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
Los Pasajes se convirtieron rápidamente en sitios insalu-
bres, donde proliferaban toda clase de enfermedades, es-
pecialmente la tuberculosis. Lo preocupante de la expan-
sión de esta enfermedad era la ineficacia institucional para
impedir el contagio. Según David Castro, 1.325 tuberculo-
sos, que es la cifra que soporta su estudio y que tomó de
las estadísticas del Dispensario antituberculoso15, vivían en
contacto con otras 8.622 personas, de los cuales 3.478 eran
niños.
Tan solo en San Roque y Rebolo, el número de personas
enfermas de tuberculosis era 758, y de acuerdo con los
datos de David Castro, eran los barrios más poblados de la
ciudad y continuaban siendo zonas bastante deprimidas,
donde sus habitantes carecían de sistemas de acueducto y
alcantarillados, y sus calles eran verdaderos callejones des-
provistos de cualquier tipo de estética y cuidado higiénico,
lo que facilitaba, por las brisas de la ciudad, la circulación
del bacilo de la tuberculosis. Desde finales del siglo xix, a
causa de ser la zona más apartada del núcleo económico y
social más importante, San Roque fue siempre el escenario
ideal para la construcción del hospital y el Dispensario an-
tituberculoso. Su ubicación –en el borde más sur-occidental
de la ciudad– y la dirección de las brisas, fueron, segura-
mente, el criterio de definición para la construcción de estos
sitios de curación y de contagio (Castro Senior, 1936).16
15 Este dispensario fue creado por la Junta de Beneficencia y se inau-
guró en julio de 1934, es decir, casi veinte años después de que el
higienista Miguel Arango expresara a las autoridades locales y de-
partamentales la importancia de la construcción de un Dispensario
antituberculoso para la lucha contra esta enfermedad
16 Rebolo poseía un perímetro de 114.92 hectáreas, con una población
Dalín Miranda Salcedo
37
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
En el extremo norte de la ciudad, próximo a la parte baja
del río, estaba situado el barrio Rosario, habitado por co-
merciantes y gente pobre que se dedicaba a labores diver-
sas que ofrecía el magro espectro económico de la ciudad.
Hacia 1920, el barrio estaba encuadrado entre la carrera
“Cuartel” (44) en el sur y carrera “Santa Ana” (60) al norte;
el límite este, probablemente fueron las calles del Paseo
Bolívar y la Aduana. Para esta fecha, era el barrio más
extenso y con un dinamismo importante, dado el amplio
número de establecimientos comerciales y fábricas de todo
tipo (El Progreso, 1915)17.
Además, la aduana, situada en lo más extremo del barrio, le
imprimía a esta franja una vitalidad constante, que hacía de
ella un hervidero de gente las 24 horas del día. El intermi-
nable bullicio de los prostíbulos y casas de juegos, el activo
y constante movimiento comercial y un ambiente material
completamente descuidado marcaban la fisonomía del
barrio. Aquí la tuberculosis estaba bastante extendida, pero,
igual que en San Roque, existían unos focos infecciosos
de 25.000 habitantes, 2.676 casas y 43 “pasajes”, distribuidos en 145
manzanas. En este barrio existían, para 1936, 509 enfermos de tu-
berculosis. Por su parte, los barrios San Roque y Montes, poseían
un área de 212.44 hectáreas y una población de 35.000 habitantes;
además, había para ese año 3.346 casas y 60 “pasajes”, distribuidos
en 224 manzanas. En estos dos barrios se han registrado 249 tu-
berculosos. Desafortunadamente los datos de San Roque y Montes
David Castro los registra englobados, lo que impide saber con
certeza las especificaciones de cada uno de ellos.
17 Registros de 1915 destacan en este barrio la proliferación de negocios de
la más diversa índole: 22 cantinas, 213 tiendas, 9 casas de comercio, 58
casas de prostitutas, 42 ventas de leche, 9 boticas y botiquines, 4 estable-
cimientos públicos, 2 galleras, 5 fábricas, 13 casa de juegos permitidos,
10 ventas de carnes, 13 panaderías, 4 confiterías, 9 casas de asistencia, 6
ventas de café, 5 posadas, 8 casas de huéspedes, 26 carpinterías, 6 lavan-
derías, 3 herrerías, 6 hojalaterías y platerías.
38 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
bien definidos: toda la carrera “Cuartel” (44) donde, según
los cálculos de Miguel Arango, las cifras de personas con
tuberculosis ascendían a cuatro doceavas partes. La carrera
“Robles” (51), era completamente estrecha, inclinada y ma-
loliente; permanecía atiborrada de casitas humildes, y en
épocas de lluvia bajaba un arroyo que arrastraba tras de
sí desperdicios de todo tipo; esta carrera estaba plagada
de la peste blanca. Los registros de Arango presentaban
unas siete doceavas partes de personas con la enfermedad
(Arango, 1918, p.441).
En los suburbios de la ciudad, en la parte más extrema hacia
el noroccidente, se ubicaba el barrio de las Quintas. No era
propiamente un barrio, era más bien un área de ubicación
de las casas de campo hacia donde las familias notables
de la ciudad vacacionaban. Fueron construyéndose desde
finales del siglo xix, pero con el tiempo y por transforma-
ciones de la ciudad se convirtieron en viviendas permanen-
tes. Estos desplazamientos hacia las afueras de la ciudad,
expresaba el despunte de un proceso de segregación que
se cristalizaría durante los años 20. Eran verdaderas casas
de campo y se distinguían por lo monumental, lo estético
y amplitud en comodidades. “Los jardines son amplios y
llenos de árboles que oxigenan el aire y lo filtran por así
decir” (Arango,1918, p.441).
Grau, (s.f) las describía como bellísimas y muy cómodas:
Provistas de todas las comodidades de las casas del centro, en
la parte más alta de la ciudad, en donde el aire es mucho más
puro y la temperatura menos elevada y en un todo más sano
que el resto de la ciudad. (p.83)
Dalín Miranda Salcedo
39
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
No obstante, conforme a la información del higienista
Miguel Arango, la tuberculosis también invadió este esce-
nario, aunque su impacto fue menos dramático. Las cifras
registradas por el médico fueron una doceava parte en total
(Arango, 1918).
Catorce años después de construido el barrio El Prado,
lugar de residencia de la élite que abandonó el centro his-
tórico, había para este tiempo 409 casas y 119 manzanas.
Aquí, según Castro Senior (1936), había cuatro enfermos de
tuberculosis. Y en el barrio Boston, aposento de una clase
media, tenía un área de 418 hectáreas, allí bien repartidas y
con algunas comodidades, había 1.428 casas y 12 “pasajes”,
distribuidos en 111 manzanas, con una población calculada
de 20.000 habitantes; sin embargo, residían allí 110 enfer-
mos de tuberculosis.
Después de todo, la tuberculosis se había convertido en una
epidemia mortal que atravesaba de punta a punta toda la
geografía de la ciudad. La magnitud del contagio de esta
“extraña” e incontrolable patología desencadenó en el
entorno social nacional y local unos imaginarios que con
mucha dificultad pueden analizarse, dado que sus rastros
o evidencias son en alguna medida, residual y fragmen-
taria. Dicho de otra manera, los imaginarios desencade-
nados por la tuberculosis en la población de Barranquilla,
solo podemos analizarlos sin poder evitar un sesgo. Los
textos de los médicos higienistas de principios de siglo y
40 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
los relatos periodísticos18 publicados en periódicos y revis-
tas, constituyen las únicas fuentes para acercarnos a estas
imágenes y sus efectos más diversos.
Todos estos documentos o narrativas desencadenaban
unas prácticas que incidirían, efectivamente, en la forma de
pensar la enfermedad, los enfermos, y la ciudad. Por ello,
fueron los médicos higienistas quienes empezaron a discu-
rrir sobre la ciudad y el orden urbano ideal desde finales
del siglo xix y las primeras décadas del siglo xx. La preocu-
pación por la tuberculosis en Barranquilla incsidió podero-
samente en la forma que los médicos e higienistas medica-
lizaron la ciudad, pero también el padecimiento de la en-
fermedad afectó las dinámicas socio-urbanas de entonces.
18 Por relato periodístico nos referimos a una diversidad de publica-
ciones insertos en la prensa de la época: notas de opinión, informes
sanitarios, noticias y propagandas de todo tipo.
Dalín Miranda Salcedo
41
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Figura 2: Un aspecto Interior del edificio
Los doctores Moreno Vives y Castro Senior, médicos en-
cargados del Dispensario anti-tuberculoso y un grupo de
enfermeras. El dispensario fue obra de la Junta de Benefi-
cencia del Atlántico, que con el recaudo del impuesto de
sanidad a espectáculos públicos y de lotería construyó esta
obra de infraestructura sanitaria en el marco de la lucha
contra la tuberculosis. Esta foto corresponde al día de la
inauguración, 31 de julio de 1934.Revista Civilización No.
203, agosto 31 de 1934.
42 Universidad del Atlántico
Topografía de la tuberculosis en Barranquilla
Figura 3: Salón de radiografía del Dispensario
Anti-tuberculoso del Atlático
Fuente: Fotos Tepedino especiales para CIVILIZACIÓN
Dalín Miranda Salcedo
43
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Figura 4: El Cuchillo fue el órgano de expresión de los zapateros de
la ciudad de Barranquilla. Entre sus reivindicaciones se encontraba la
vivienda y la lucha contra la tuberculosis.
44 Universidad del Atlántico
45
Capítulo III
El discurso médico sobre el
cuerpo, la enfermedad y la higiene
Este discurso médico higienista del primer tercio del siglo
xx no puede entenderse sin considerar los códigos socio-
culturales y los paradigmas que dominaban ese momento.
Categorías como pueblo, raza, degeneración, fatiga, agota-
miento, clima, profilaxis, higiene social, bacteriología, alco-
holismo, sífilis, tuberculosis, estructuraban los discursos e
imaginarios con los cuales se dotaba de sentido la metáfo-
ra del progreso y el porvenir de una raza nacional y a la
ciudad misma. Toda la primera mitad del siglo xx estuvo
saturada de conceptos y teorías que reflexionaban, algunos
en tono pesimista y otros con moderación, sobre el futuro
de nuestras nacionalidades y nuestros pueblos. Estas pre-
ocupaciones, desatadas por las dislocaciones del proyecto
positivista de modernidad, motivaron durante todo el siglo
xix y principios del xx un enérgico y continuo debate en la
búsqueda de la panacea al problema de la “degeneración,
la debilidad y agotamiento de nuestras razas”.
El mayor desconcierto ocasionado por la tuberculosis
entre las personas, a pesar del descubrimiento en 1882 del
bacilo que la causaba, era efectivamente la falta de control
médico sobre ella, la complejidad de su contagio y la fata-
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
lidad social que, según las certezas médicas y sociológicas
de la época, provocaba en la sociedad. El consenso médico
de principios del siglo xx estableció la teoría del “terreno”
para explicar las formas de desarrollo de la enfermedad en
el cuerpo humano. En 1909, Nicolás Solano, un prestigioso
médico panameño de principios del siglo xx, quien estudió
medicina en la Universidad Nacional de Bogotá, explicaba
que el contagio se producía si el bacilo encontraba lo que
los médicos denominaban “el terreno”. “Es que al lado del
germen”, manifestaba Solano (1909):
No solo en la tuberculosis, sino en toda enfermedad infecto-
contagiosa, hay que considerar el terreno; porque para ser tu-
berculoso se necesitan no solamente los bacilos, sino también
un terreno que sea apto para su cultivo. [Y, conceptualmen-
te, para Solano] El terreno es la aptitud del organismo para
recibir y desarrollar las influencias mórbidas. (p.61)
Diez años después, igualmente Ponce (1919), un médico de
la ciudad, reseñaba que un factor determinante para el de-
sarrollo de la tuberculosis era, sin duda, el pésimo estado
del agua que consumía la población de Barranquilla, dado
que “lesionado el aparato digestivo por otros microbios y
parásitos, encuentra el bacilo de Koch, si se ingieren ali-
mentos contaminados, “terreno” propicio para desarro-
llarse” (p.32). Bajo este marco conceptual, la tuberculosis
no era hereditaria como solían sostener otros científicos
de la época; lo que resultaba hereditario era el “terreno”.
El cuerpo humano debilitado y sin vigor, producto de los
excesos del mundo moderno, de las enfermedades endé-
micas, de la mala higiene y la pobreza, se transformaba en
46 Universidad del Atlántico
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad y la higiene
el “terreno” propicio para la adquisición y desarrollo de la
enfermedad, con el agravante de que los cuerpos debili-
tados y enfermados, según esta concepción, engendraban
cuerpos debilitados y degenerados.
En estas concepciones, además, se puede observar una
fuerte correlación entre un determinismo geográfico, propio
del siglo xix, (García, 2016)19 enfermedad y degeneración
racial y moral. El discurso médico sociológico del siglo xix
y principios del xx había introducido las teorías socio-racia-
les que explicaban los progresos materiales de la humani-
dad en términos geográficos. Es decir, de acuerdo con este
discurso existía una especie de geografía para el progreso
y la civilización, y otra para la decadencia y la degenera-
ción. Dicho de otra manera, la sociobiología estableció, de
acuerdo con una observación histórica, que las zonas de la-
titudes medias eran franjas geográficas del planeta propi-
cias para el desarrollo de los seres organizados y la civiliza-
ción; por su parte, los trópicos, eran concebidos como zonas
impropias para la vida civilizada. En gran medida, el pen-
samiento intelectual latinoamericano de finales del siglo xix
y principios del xx estuvo impregnado en sus fundamentos
por estas teorías prevalecientes (Helg, 1989)20.
19 Para información sobre la influencia del neo-hipocratismo y la geo-
grafía médica francesa en el discurso médico en Colombia en el
siglo xix. cfr. García Mónica, Entre climas y bacterias: el saber sobre
la enfermedad en Colombia, siglo xix, Bogotá: Editorial Universi-
dad Externado de Colombia, 2016, pp.9-50.
20 Sobre la influencia del evolucionismo social y la teoría de la dege-
neración América Latina Cfr. Helg Aline, “Los intelectuales frente
a la cuestión racial en el decenio de 1920: Colombia entre México y
Argentina”. Medellín: Estudios Sociales, Vol. 1, No. 4, 1989; Mari-
chal Carlos, “El legado oscuro de la generación del 900 en América
Latina: darwinismo social, psicología colectiva y la metáfora
Dalín Miranda Salcedo
47
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
El trópico, por la falta de dinámica de los estados climá-
ticos, representaba una geografía impropia para cualquier
proyecto moderno de sociedad. Dentro del mismo trópico,
incluso, los científicos sociales discriminaron las zonas
bajas de las altas, considerando a las tierras bajas como geo-
grafías propicias para todo tipo de endemia y degeneración
moral.
Veinticinco años después de publicada la tesis de Solano
–donde se explicaba las causas etiológicas de la tuberculo-
sis, el problema que representaba para la nación y la eco-
nomía, así como su profilaxis– este tipo de concepciones
seguía prevaleciendo en las conferencias leídas durante
el quinto Congreso Médico Nacional, que se llevó a cabo
en Barranquilla en 1936. En esta ocasión, el médico Simón
Medina, cuando disertaba sobre la tuberculosis en Colom-
bia, subrayaba el factor climático como una fatalidad para
los pueblos que habitan estas zonas. “Una de las causas
de la debilidad de nuestra raza”, expresaba Medina, “lo
que la hace apta para adquirir la tuberculosis, se debe en
gran parte al clima estático en que vivimos” (Medina, 1936,
p.225). El clima –según esta aseveración– es un elemento
médica”, en Granados Aimer, Matutes Álvaro y Urrego Miguel
Ángel (Editores), Temas y tendencias de la historia intelectual en
América Latina, Morelia, Michoacán, Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, Centro de Investigaciones Histórica, 2010;
Schwarcz Lilia M, El espectáculo de las razas: Científicos, institu-
ciones y cuestión racial en el Brasil, 1870-1930, Quilmes: Univer-
sidad Nacional de Quilmes, 2017; Villegas Vélez Álvaro Andrés,
“Raza y nación en el pensamiento de Luis López de Mesa: Colom-
bia, 1920-1940, Estudios Políticos No. 26, Medellín, 2005; McGraw
Jason, “Purificar la nación: eugenesia, higiene y renovación mo-
ral-racial de la periferia del Caribe colombiano, 1900-1930”, Revista
de Estudios Sociales, No. 27, Bogotá: Universidad de Los Andes,
agosto 2007.
48 Universidad del Atlántico
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad y la higiene
debilitante del ser humano, lo que conlleva a la creación
del “terreno” donde la tuberculosis prospera sin obstáculo
alguno. Para Medina (1936):
Los climas tropicales, sean ardientes, templados o fríos, son
inadecuados para el vigoroso desarrollo del pueblo en general
a causa de la monotonía y uniformidad que oprime y embota
las facultades; que las enfermedades propias de nuestra zona
son debilitantes en alto grado, predisponen naturalmente a la
receptibilidad de la tuberculosis. (p.228)
En esta misma línea de pensamiento, José María Oricoechea
Loaiza, un joven médico de la Facultad de Medicina de la
Universidad Nacional, empeñado en validar y convencer
sobre la eficacia del Suero Maragliano como terapéutica
antituberculosa (Maragliano, 1907)21, destacaba el peligro
que desempeñaban algunas enfermedades y las malas con-
diciones de higiene como vectores peligrosos de la tubercu-
losis. Para él
el alcoholismo desempeña un papel importante en el desarro-
llo de la tuberculosis y como degenerador de la raza. El palu-
dismo, predispone a la infección por el bacilo de Koch, ami-
norando las resistencias orgánicas; la anemia tropical produce
predisposición a la infección por las mismas razones; las en-
fermedades eruptivas, la gripa, llamada enfermedades tisió-
genas, predisponen al desarrollo de la tuberculosis; las del
aparato digestivo; la diabetes, las enfermedades infecciosas,
21 Eduardo Maragliano, fue un médico genovés, que en 1905 dio a
conocer el invento de un suero contra la tuberculosis. Según este
médico, “existía una sustancia defensiva antitubercularia que se
podía crear en el medio orgánico de los animales, para después
extraerla y aplicarla a la clínica humana”.
Dalín Miranda Salcedo
49
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
la mala higiene, el aire viciado y confinado, las privaciones,
la miseria, etc. Todos estos factores repercuten directamente
sobre el organismo modificando el terreno, disminuyendo su
resistencia y aumentando la virulencia del bacilo de que es
portador. (Oricoechea Loaiza, 1928)
En todo caso, estos discursos articulaban tuberculosis con
elementos climáticos, sociales y culturales. Lo interesante
de toda esta retórica higienista es la plataforma profiláctica
impulsada que, de algún modo, implicaba la construcción
de un nuevo sujeto y la reorganización urbana. Pero, al
mismo tiempo, esta plataforma escondía en sí misma, la an-
gustia y la perplejidad por el inexorable contagio de la en-
fermedad. El bacilo estaba en todas partes: en la escuela, en
la calle, en el hospital, en el club, en la cárcel, en la vivienda,
en el matadero, en fin, en cualquier lado podía sorprender
de forma silenciosa e imperceptible. Cuando la fiebre y la
expectoración aparecían de repente, en la mayoría de los
casos había poco que hacer. Si bien los médicos y curan-
deros promovieron una infinidad de remedios, algunos
de los cuales bastante exóticos, casi siempre resultaban sin
ningún tipo de eficacia. En efecto, en 1919, cuando la tuber-
culosis afligía sin piedad a la población de Barranquilla y
de la costa Caribe en general, un médico de la población de
Lorica señalaba que:
De todas las enfermedades descritas en patología, la que más
ha dado que hacer a la Terapéutica es la tuberculosis pulmo-
nar; y hasta el presente, el médico al aplicar cualquier me-
dicamento cualquier tratamiento moderno, la desilusión en
ocasiones, es la recompensa que obtiene de sus afanes. Desde
la creosota hasta el tratamiento del doctor Le Mónaco, todas
50 Universidad del Atlántico
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad y la higiene
han sido vanas esperanzas; este último tratamiento de la tisis
pulmonar, si bien tuvo o tiene sus adeptos, no ha dado los re-
sultados pregonados por ellos, pues la enfermedad continua
su curso con todo el cortejo de síntomas que la caracterizan;
solo he observado que, en varios casos, ha disminuido la ex-
pectoración y ha aumentado la elevación térmica a la primera
serie de inyecciones de sacarosa. El primer síntoma es hala-
gador para el paciente porque el desgraciado se engaña así
mismo, porque ve disminuir la secreción diaria, y más porque
esta clase de enfermos, ve en todo medicamento nuevo, el
salvador que ha de calmar sus sufrimientos, pero el médico
observador ve con tristeza la vana esperanza que abriga su
enfermo, y solo le queda el deber de consolarlo aumentando
su triste engaño. (Tuñón, 1919, p.3)
El avance de la tuberculosis planteaba un doble problema
para la sociedad. En primer lugar, representaba un proble-
ma político y económico, en la medida en que Barranquilla
era el puerto de entrada y salida de una proporción impor-
tante de exportaciones e importaciones del país. Los acuer-
dos sanitarios internacionales obligaban a las autoridades
del orden nacional, departamental y local a contrarrestar
las condiciones que facilitaban la contaminación y el con-
tagio de enfermedades. El imperativo era ofrecer puertos
seguros. Puerto Colombia, que para las primeras décadas
del siglo xx se consolidó como puerto, era un sitio con pocas
facilidades sanitarias y cuya estación sanitaria era bastante
modesta en términos materiales y técnicos. En efecto, la tu-
berculosis estaba repartida en toda la población y los con-
Dalín Miranda Salcedo
51
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
troles del puerto, al parecer, eran poco efectivos (Boletín de
Medicina e Higiene, 1919)22.
En segundo lugar, la tuberculosis, por su etiología y el ca-
rácter racializado que impregnaba las imágenes y concep-
tos que se tenía de ella, obligaba a pensar, desde algunos
ámbitos académico-científicos, en el deterioro inminente
que a corto plazo esta enfermedad ocasionaba a la pobla-
ción local y nacional, en gran medida a los obreros. El tu-
berculoso era concebido como un ser debilitado y esta con-
dición era heredable. De acuerdo con este criterio la pobla-
ción estaba en alto riesgo de degeneración.
El concepto de fatiga, agotamiento y degeneración encon-
traban su respaldo teórico en el desarrollo de las ciencias
naturales como la Química, la Física, la herencia y la Fisiolo-
gía (Roldán, 2010, p.644). Desde estos saberes se estructuró
una concepción organicista del cuerpo cuyo funcionamien-
to fue equiparado al de la máquina, símbolo del progreso y
la modernidad. El funcionamiento del cuerpo dependía de
la combustión de materia orgánica y en ese proceso de la
nutrición, donde el oxígeno es determinante, se producen
la energía y el calor corporal.
En un Congreso de higiene y demografía desarrollado en
España, Enrique Lluria, un médico y sociólogo cubano-es-
22 Durante los primeros meses de 1919, las autoridades sanitarias del
país discutieron las causas que permitieron la entrada de la Gripa
española. Uno de las explicaciones que ofrecía la Junta Central de
Higiene fue la falta de control en Puerto Colombia, planteamiento
que motivó un debate con las autoridades de Barranquilla y del de-
partamento Atlántico. Para ese momento el Inspector de Sanidad
de los Puertos del Atlántico era el doctor Miguel Arango.
52 Universidad del Atlántico
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad y la higiene
pañol, explicaba y diferenciaba los conceptos de fatiga y
agotamiento en los siguientes términos:
La fatiga es la alteración pasajera de la normalidad del subs-
tractum orgánico, por un gasto excesivo de fuerzas, mientras
que el agotamiento lo definimos como la alteración definitiva
del substractum orgánico, por un gasto excesivo de fuerza.
(Lluria, 1900, p.120)23
Esta condición, propia del cuerpo humano, bajo el sistema
social imperante, imponía, según Lluria, la necesidad de
cuidar el cuerpo humano de excesos que sacrifique la eco-
nomía, la sociedad y la raza. Para este médico:
Mantenerse dentro de los límites fisiológicos tiene gran impor-
tancia, no solo para la salud del individuo, sino que también, y
aún mayor si cabe, para la conservación y mejoramiento de la
especie. Un individuo sano que conserve íntegra su estructu-
ra molecular, transmite a sus descendientes, íntegra también,
su propia constitución; pero todo individuo que siendo sano
gaste más fuerza de la que le corresponde, ese individuo no
puede legar su constitución a sus descendientes; ese indivi-
duo engendra degenerados. (Lluria, 1900, p.114)
Lo que se quiere reseñar, es que todo el primer cuarto
del siglo xx estuvo influenciado por estas teorías sobre el
cuerpo y su funcionamiento. Estos eran los presupuestos
teóricos basados en los cuales los intelectuales y académi-
cos del momento pensaron a la sociedad, al ser humano y
23 Todo el análisis que hace Enrique Lluria sobre fatiga, agotamien-
to y degeneración, está basado en las ideas de Philippe Tissié y
Angelo Mosso.
Dalín Miranda Salcedo
53
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
al mundo. No se trataba de una perspectiva homogénea.
Como en el fondo del problema estaba en juego el porve-
nir de las razas, particularmente, la raza latinoamericana,
las posiciones estaban divididas. Los enfoques eurocén-
tricos basados en la teoría de la degeneración de Bénédict
Augustin Morel y la genética de Mendel sentenciaban un
futuro desalentador para Latinoamérica. La acción deleté-
rea del clima tropical y la herencia de nuestros ancestros,
según esta visión, degeneraba a los pueblos que habitan
esta geografía.
Otros, mientras tanto, estructuraron un discurso y una ra-
cionalidad que entendió a la salud y a la enfermedad de la
población como la piedra angular de su decadencia, que,
en consecuencia, exigía la intervención del Estado, (Stepan,
1985; Zimmermann, 1993; Castro Gómez, (s.f).
No debemos perder de vista, además, que los esquemas
culturales europeos concebían el cuerpo humano como un
mecanismo (Roldán, 2010; Caponi, 2009)24. Dentro de estas
24 Estas metáforas del cuerpo como máquina, de la energía como
capital y de la fortaleza biológica como vitalidad racial (Castro
Gómez , s.f) fueron determinantes en las elaboraciones discursivas
de los teóricos europeos y latinoamericanos de principios del siglo
xx sobre la degeneración del cuerpo humano. El telón de fondo de
todas estas concepciones era el proyecto de la modernidad capita-
lista industrial. Los fisiólogos Angelo Mosso y Phillipe Tissié ana-
lizaron con preocupación la objetividad de la fatiga y sus efectos
sobre la economía y el cuerpo humano. La fatiga y la degeneración
eran presentadas como resultado de la industrialización, por tanto
se requería de la formulación de un plan de reforma social que
contemplara la racionalización del tiempo de trabajo, la higiene
enfocada hacia el cuerpo y su adiestramiento físico, la nutrición
y la vida material. Para una reflexión comparativa sobre las obras
Mosso y Tissié y fisiólogos argentinos como Romero Brest, Bailet
Massé y Augusto Bunge.
54 Universidad del Atlántico
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad y la higiene
concepciones emergieron las panaceas regenerativas que
impulsaban, de un lado, la educación física, en el objetivo de
construir el cuerpo requerido por la modernidad, (Pedraza,
1997). Por otro lado, el impulso de las nociones modernas
de lo pulcro, lo limpio, lo sucio, lo fétido, el buen vivir, el
aseo del cuerpo, la buena alimentación y, además, el cálculo
y conocimiento de los entornos y los grupos humanos junto
con sus padecimientos (Foucault, 2007 y 2002)25.
En Colombia las premisas de este debate pueden vislum-
brarse en la discursiva de la prensa a lo largo y ancho de la
primera mitad del siglo xx. La imaginación publicitaria, que
buscaba acaparar la atención de la mayor parte del espec-
tro social, dejaba entrever las prácticas socioculturales de la
época. Entonces, nociones como “debilidad”, “raquitismo”,
“falta de vigor”, “tuberculosis” se vuelven recurrentes en
la trama discursiva comercial que combinaba el poder de la
imagen con ingeniosas narraciones. En los comerciales del
reconocido Emulsión de Scott, puede apreciarse con nitidez
los enunciados de un problema social de la época. “El ilus-
trísimo y reverendo señor arzobispo de Guatemala”, dice el
comercial, “bendice a los inventores de la Emulsión de Scott.
Toda persona extenuada y debilitada, física o mentalmente,
encuentra en la Emulsión de Scott el agente más poderoso
para restablecer las fuerzas del cuerpo y el vigor cerebral.
Es el remedio más eficaz para combatir la Tisis, la Anemia
y el Raquitismo” (El Comercio, 25 de agosto de 1910). Otro
25 Foucault denominó este proceso con el concepto de Biopolítica, en-
tendida como una tecnología de gobierno que piensa al ser humano
como una estructura individual y social que se construye para un
engranaje económico y político.
Dalín Miranda Salcedo
55
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
anuncio destacaba que “Somatose brillantemente califi-
cada desde hace muchos años por sus excelentes efectos
en Anemia, Clorosis, Debilidad general, Convalecencias,
Puerperio, niños enfermizos e inapetentes”.
Estas narrativas publicitarias forman parte de los códigos
o marcos de referencia de la época sin el conocimiento de
los cuales se hace imposible la comprensión de la agenda
médico-higienista. En medio de estos contextos los médicos
higienistas articularon sus discursos, enérgicos, en algunos
casos, y dispares. Mientras unos veían con pesimismo
(Jiménez López, 1920; Muñoz Rojas, 2011)26 veían con pe-
simismo el progreso, por la inevitable degeneración de la
raza de los trópicos; otros, en cambio, expresaban optimis-
mo y destacaban el papel determinante de la higiene social
para la regeneración racial (Muñoz Rojas, 2011)27.
El discurso del médico e higienista Miguel Arango se
enmarca dentro del anterior universo de nociones y con-
ceptos, que en su ideario, se entrecruzan e imbrican cons-
tituyendo marcos de interpretación socioculturales donde
encajan nociones dispares como humores, enfermedad,
bacterias, consanguinidad y climaterapia. No es casual, en-
tonces, que su labor médica esté dirigida al problema de
26 En el mes de mayo de 1920 se verificó un debate en el teatro Colón
de Bogotá sobre el problema de la raza en Colombia. La discusión
se desarrolló alrededor de la tesis de Miguel Jiménez López, médico
siquiatra según la cual la población colombiana estaba en proceso
de degeneración permanente producto de los efectos adversos del
clima tropical sobre las personas y de los vicios heredados de nues-
tros ancestros. Hay una reedición de estas conferencias elaborada
por la Universidad del Rosario, con una excelente presentación de
Catalina Muñoz Rojas.
27 Entre quienes sostenían la tesis contraria se encontraba Jorge Beja-
rano, médico y Simón Araujo, pedagogo.
56 Universidad del Atlántico
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad y la higiene
la tuberculosis y de la niñez, dos elementos fundamentales
de la agenda médico-higienista impulsada por los gobier-
nos latinoamericanos desde finales del siglo xix con el fin
de adecuar las estructuras urbanas a los requerimientos del
capitalismo internacional, que exigía puertos, ciudades y
circuitos económicos libres de toda enfermedad. También
esta agenda promovió la imagen de un hombre higiénico y
vigoroso, libre de los vicios que resentían las fuerzas vitales
necesarias para la economía. El aparato estatal hizo acopio
del discurso médico bajo la forma de estructuras institucio-
nales que direccionaran la política sanitaria nacional. Sin
embargo, estas acciones estatales resultaron en un rotundo
fracaso.
Figura 5: La Prensa, enero 16 de 1929
Dalín Miranda Salcedo
57
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Figura 6: Anuncio de prensa de la época
58 Universidad del Atlántico
El discurso médico sobre el cuerpo, la enfermedad y la higiene
Figura 7: El Derecho, marzo de 1916
Dalín Miranda Salcedo
59
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Figura 8: La Nación 29 de octubre de 1917
60 Universidad del Atlántico
61
Capítulo IV
Imaginarios sobre tuberulosis
y la ciudad
El problema que representaba la tuberculosis, por la in-
capacidad de la medicina para formular un tratamiento
eficaz, y la causa externa de propagación, el bacilo de Koch
que la producía, la convirtió en enfermedad con una doble
dolencia crítica: una anatómica y otra social, o moral, si se
quiere. Estas circunstancias generaron un buen número de
significaciones, metáforas e imágenes con respecto a la tu-
berculosis y al tuberculoso. Por ello creemos que el discur-
so médico que se tejió alrededor de esta enfermedad fue
determinante para el surgimiento de las representaciones
sociales del tuberculoso y de la tuberculosis (Carbonetti,
2014).
Durante todo el siglo xix esta enfermedad era asociada con
poetas, escritores y bohemios. A la vuelta del nuevo siglo
surgieron otras asociaciones y metáforas que poblarían el
imaginario social: la tuberculosis se transformó así en la
enfermedad de la miseria, de los excesos y la acumula-
ción, al mismo tiempo que es la enfermedad de la oscuri-
dad (Sontag, 1977). Todo el discurso médico higienista de
finales del siglo xix y la primera mitad del siglo xx relaciona-
ba la tuberculosis con la miseria y la falta de higiene en que
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
vivía la mayoría de las personas en las ciudades, por esto,
además, fue representada como una enfermedad urbana.
Era una perspectiva ambientalista del contagio y de la cura
de la enfermedad. La falta de condiciones salubres en la
ciudad fomentaba una atmósfera predispuesta a la tuber-
culosis. Estas convicciones estaban adscritas a una doble
matriz: primero, al concepto mecanicista de la enfermedad,
que propone a los ambientes y al aire alterado con vecto-
res de la enfermedad y, segundo, la medicina microbioló-
gica pasteriana que explicaba la enfermedad a partir del
microbio (Roy, 2002; Corbin, 1982; Márquez Valderrama,
2005). De tal forma que la mirada médica en Barranquilla
se debatía en un escenario complejo donde la concepción
clásica y moderna coexistían en los discursos.
Las narrativas higienistas de principios de siglo xx descri-
ben a Barranquilla como una ciudad de pésimas condicio-
nes ambientales e higiénicas y con deficiente equipamien-
to urbano: calles polvorientas y malolientes, basuras por
doquier, aguas desechadas y contaminadas que rodeaban
las viviendas, que convertían calles y carreras en entornos
complicados. Dos de sus principales barrios fueron descri-
tos como verdaderos arrabales insalubres donde no llegaba
ni la luz del sol; la higiene brillaba por su ausencia y el ha-
cinamiento se aumentaba cada día.
San Roque y Rosario, eran los focos de la tuberculosis; allí
vivía una población mísera que cada día aumentaba dra-
máticamente por la inmigración hasta generar un panora-
ma sobrecogedor. Los dictámenes higienistas del momento
62 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
consideraban lo anterior como factores que transformaban
zonas de la ciudad en verdaderas zonas tuberculizables
por la acumulación, la densidad y las viviendas insalubres.
Arango (1918), al referirse a la acumulación del mundo
urbano, afirmaba:
El hombre, obedeciendo a su sociabilidad, ha formado agru-
paciones en todo tiempo, creando así las aldeas y ciudades
para atender mejor a los mutuos intereses y necesidades. Las
agrupaciones humanas son de ese modo consecuencia de la
evolución del hombre en la tierra, necesarias al progreso y a la
civilización. Mas lo malo es que esta necesidad ha llevado a la
mucha acumulación que marca el índice higiénico del mundo
urbano. Como consecuencia de esta vida de las agrupaciones
de hombres, se desarrollan ciertos factores de grande impor-
tancia, que no existen en el medio rural, cual es la aireación
insuficiente, la falta de luz y de sol, acumulación y poco ale-
jamiento de deyecciones e inmundicias, enfermedades del
medio social, como la sífilis, y el alcoholismo,… la tuberculo-
sis encuentra de ese modo en las ciudades medio apropiado
para su propagación y esto en razón directa a la densidad de
esas agrupaciones. (p.444)
Esta afirmación asociaba la ciudad con lo insalubre y la
contaminación. Se consideraba la concentración humana
en los centros urbanos como grave problema, dado que la
densidad de población impide la circulación del aire limpio
y la luz, necesaria para la salud. La ciudad, de acuerdo con
este discurso, resultaba un mal necesario; como espacio de
los seres humanos, padecía un mal congénito que la pre-
disponía a la tuberculosis. En esta retórica higienista se ad-
Dalín Miranda Salcedo
63
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
vierte el empleo de nociones binarias, con las cuales Miguel
Arango destaca dos entornos divergentes: la ciudad y el
campo, o mundo natural. “En la vida en el campo y en el
medio natural”, afirmaba el higienista al referirse al campo,
“el hombre está rodeado de circunstancias favorables a un
sano vivir: habitaciones aisladas por todas partes, con rica
vegetación, aire más puro, luz vivificante y calor fecundan-
te del sol. En ese medio la salubridad es lo ordinario y la
insalubridad accidental y limitada, proviniendo esta del
hombre mismo y no del medio”. En contraste, la ciudad
remitía a unas significaciones enteramente negativas; se
consideraba un ente artificial “donde el aire se vicia no solo
por los hombres sino también por otros animales que con
él viven, y donde los rayos caloríficos y luminosos del sol
luchan por vencer la atmósfera de polvo, humo y gases,
dando lugar a la oscuridad y humedad de las habitaciones”
(Arango, 1918).
Por otro lado, como la ciudad carecía de los componentes
esenciales del campo y de la vida rural, al mismo tiempo
que sufría los efectos de la falta de equipamientos urbanos,
que hicieran la vida más llevadera; la tarea higiénica, según
los higienistas, consistía en el diseño de una cura higiéni-
co-climática. Este tratamiento privilegiaba el régimen y no
la medicina. Es decir, buena alimentación, ambientes pro-
vistos de aire sano y reposo absoluto. Miguel Arango, en la
única cartilla conocida para combatir la tisis en Barranqui-
lla, afirmaba en tono severo que
huyamos de los charlatanes, de las medicinas de patente que
se denominan específicos y gastemos mejor el dinero en pro-
64 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
curarnos amplios dormitorios, estadías en el campo y buena
alimentación… el tratamiento de la tuberculosis debe ser más
higiénico que medicamentoso. (Arango, 1925)}
Esta afirmación pone en evidencia un contexto histórico
marcado por proliferación de tratamientos exóticos contra
la tuberculosis, que con mucha frecuencia ofrecían algunos
médicos, pero que la mayoría eran recetas de “charlatanes”.
En todo caso, los higienistas planteaban que la profilaxis
debe empeñarse en “aproximar el medio urbano, donde el
hombre se agita y vive de manera interna, a la vida natural
pura”. Esta “ruralización” de la ciudad era el eje central de
la agenda higienista en Barranquilla durante los primeros
treinta años del siglo xx. Por ende, la lucha contra la tuber-
culosis exigía reformular la ciudad y promover una agenda
de valores profilácticos que buscaba forjar lo que Diego
Armus denomina el hombre higiénico. Para darle consisten-
cia a sus reflexiones sobre la higienización y naturalización
de la ciudad, Arango acude a una metáfora creada por el
médico francés Johann Peter Frank: “hacer del niño un
pequeño campesino; cambiar la vida urbana por la agreste;
reemplazar la privación del sol por la exposición a él; el
temor al frío por su búsqueda; los ejercicios intelectuales
por los musculares; en una palabra, [vivir la vida natural: esa
es en realidad para la tuberculosis hereditaria la verdadera profi-
laxis]” (Arango, 1918; Armus, s.f; Leyton & Huertas, 2012;
Benchimol, 1992)28.
28 Estas imágenes sobre la utopía de una ciudad natural, resplande-
ciente y colmada de aire puro dominaron todo el pensamiento hi-
gienista y urbanista latinoamericano de finales del siglo xix y princi-
Dalín Miranda Salcedo
65
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Consideramos que estas representaciones sobre el “verde”
o la “vida natural”, formuladas por los higienistas de la
ciudad encontraron algún eco en sectores de la sociedad,
sobre todo en la prensa. Durante las tres primeras décadas
del siglo xx, proliferaron en la ciudad publicaciones perio-
dísticas que mostraban con insistencia la falta de árboles
y la ausencia de parques. “Cuando se mira a Barranquilla
desde un hidroavión, más parece un bosque con casas que
una ciudad con árboles”, registraba un editorial en 1923.
“Desde aquí”, afirmaba el editorial, “desde nuestras are-
nosas vías no nos damos cuenta de los árboles que hay en
la Ciudad. […] Barranquilla es una ciudad sin parques, es
decir, sin pulmones” (Diario del Comercio), Hay que sacar
los árboles a la calle, 1923, p3).
Esta necesidad de “pulmones”, de aire puro y de arboriza-
ción, sugerida por los higienistas, estimuló a quienes im-
pulsaban, con insistencia, campañas de higiene y ornato
en la ciudad. La nota editorial, de un reconocido periódi-
co de Barranquilla, convocaba a la ciudadanía al mejora-
miento local y destacaba que “así podrían crearse premios
pios del xx. En Buenos Aires, este discurso destacaba tres imágenes
del verde urbano: el verde como pulmón, el verde civilizador y el
verde para la recreación. Este imaginario higiénico se movía igual-
mente en imágenes binarias, entendía la ciudad como un cuerpo
humano, que se enferma, y los parques como pulmones, espacios
verdes cuya función era renovar el aire. Por su parte, en Santiago
de Chile el proyecto reformador de Vicuña, se movía dentro del
imaginario de reforma urbana que contemplaba la reformulación
de los espacios para dinamizar los elementos determinantes en la
vida humana, entre ellos el aire, el agua y el verde, mientras que en
Río de Janeiro en la segunda mitad del siglo xix, los planes de mo-
dernización de Pereira Passos, basados en la plataforma higienista
de la medicina social, incorporaba justamente la aireación de los
espacios vitales de la ciudad, para lo cual el verde de los árboles fue
determinante. La cursiva es nuestra.
66 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
a la mejor casa que se construyera en el año; para el frente
mejor presentado; para el árbol mejor cultivado en las calles
que por su anchura permitan la arborización sin perjuicio
del tráfico” (Diario del Comercio, 1923). En 1918, en plena
época de epidemias en Barranquilla, un diario local abor-
daba el complejo problema de la arborización de la ciudad.
Con tono sensiblemente ecologista se refería a “los árboles
como nuestros hermanos que merecen por tanto toda suerte
de acatamientos”. Se interrogaba el editorialista “¿qué vida
hay entre los humanos que sirva únicamente para el bien?
La sombra, la frescura, la producción de oxígeno que ali-
menta nuestra respiración, alegra la vista y le da descanso”.
En esta defensa del árbol para la ciudad recalcaba la impor-
tancia de “educar y fomentar en los niños, futuros ciudada-
nos, el amor a los arbolados; y enseñarles que quienes siem-
bran árboles y los cuida con solicitud, no hace gracia alguna
sino cumplir un deber trivial; y que quien los destruye con
móviles fútiles y engañosos comete un acto impropio ana-
tematizado por la civilización” (El Derecho, 1918)
La falta de arborización, de parques, plazas y cualquier tipo
de equipamiento urbano en Barranquilla, la pobreza ram-
pante, la proliferación de epidemias y endemias que mer-
maban su población, ponían al descubierto la necesidad de
un proyecto sistemático de ciudad moderna. Al tiempo re-
saltaba la falta de voluntad para impulsarlo entre quienes
dirigían la ciudad (Primer y Segundo Congreso de Mejoras
Nacionales, 1917 y 1921)29. Todavía en 1939 un diario de la
29 Realmente era un problema nacional que todavía en los años veinte
mantenía vigencia. Aunque desde finales del siglo xix se había in-
troducido en el país las discusiones urbanísticas de moda, al menos
Dalín Miranda Salcedo
67
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
ciudad publicaba con insistencia un aviso de la Sociedad
de Mejoras Públicas, en el cual afirmaba que “los árboles
brindan sombra amiga a todos; coopere usted en la labor
de arborizar a la Ciudad” (El Heraldo, 1939). Desde los años
veinte, la revista Mejoras impulsó una vehemente y apasio-
nada campaña por el árbol y la arborización de Barranqui-
lla. Todos los informes de esta Sociedad de Mejoras están
llenos de notas de todo tipo sobre la importancia del árbol
para la vida urbana y para la salud humana (Revista Mejoras,
1938). Una copiosa literatura sobre el árbol y su importan-
cia para la salud humana ocupó la atención de esta revista,
desde poesías e imágenes, hasta artículos periodísticos y
científicos. Ello significa que el discurso médico higienista
sobre la ruralización de la ciudad para prevenir la tubercu-
losis y otras enfermedades es utilizado por la Sociedad de
Mejoras Públicas y planteado en lenguaje cívico y estético.
En todo caso, existía un proyecto de fomento del verde en
la ciudad y, en medio de esta arborización, se impulsó el
rescate de un árbol propio del ecosistema regional: el mata-
rratón (Revista Mejoras, 1938) En enero de 1938, la Sociedad
en Bogotá y Medellín, especialmente sobre el city planning, corriente
urbanística prevaleciente durante la época, y los llamados “planes
de ensanches”, nuestras ciudades seguían conservando su fisono-
mía tradicional. La modernización de las ciudades colombianas era
notablemente desigual, mientras en Bogotá y Medellín los procesos
fueron un poco más temprano, en Barranquilla no empezó hasta
los años veinte. Un grupo de empresarios antioqueños, entre los
cuales se encontraba Ricardo Olano, el más visible de todos, pro-
movieron lo que podría considerarse como los dos espacios aca-
démicos más importantes propiciados en Colombia para pensar la
ciudad en códigos modernos. Nos referimos a los dos Congresos
de Mejoras Nacionales, verificados en Bogotá en 1917 y 1920 res-
pectivamente. Olano fue uno de los enérgicos promotores del City
Planning, cuya máxima eran la higiene, la estética y la comodidad,
pero también la rentabilidad.
68 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
de Mejoras informaba a la ciudad que “habían sembrado
en distintos sitios de la ciudad 2.100 árboles de Matarra-
tón con sus respectivos corrales”. La misma Revista Mejoras,
en medio de esta pedagogía cívica sobre el verde, publicó
trabajos del botánico barranquillero Armando Dugand
que informaban copiosamente sobre la importancia para la
ciudad y la salud de sus habitantes el cultivo y protección
de este pequeño árbol (Dugand, 1938). En 1945, Ignacio
Reyes Posada, imbuido de este ambiente de promoción del
árbol de matarratón, manifestaba en bello tono poético que:
Entre los motivos ornamentales de nuestra ciudad, ninguno
tan digno del elogio y de la permanencia como nuestro buen
árbol de matarratón… Buen amigo, su sombra es oasis de fres-
cura contra el beso ardiente del sol, celestial sembrilla; pro-
testa vegetal contra el furor del trópico encendido… siempre
sonriente, todos los rigores del clima se quiebran contra la
suave permanencia de su follaje que sólo cede el paso al re-
petido milagro de su florescencia… Yo no me había atrevido
a ensayar este breve elogio del matarratón, de no saber que la
secretaría de Obras Públicas Municipal está empeñada ahora
en la labor de arborizar íntegramente la ciudad, labor admira-
ble que colocará a nuestro árbol en el sitio que la buena tradi-
ción barranquillera le señala. (Civilización, 1926, p.24)
Ricardo Olano fue un referente importante en esta asam-
blea del árbol en Barranquilla; sus notas y escritos fueron
redactados con bastante esmero. Respecto a un estudio
sobre arborización que leyó en el Congreso Nacional de So-
ciedades de Mejoras Públicas en Cúcuta la Revista Mejoras
manifestaba que “había sido uno de los mejores” (Mejoras,
1941).
Dalín Miranda Salcedo
69
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
En este contexto, la intervención y organización urbana y
social de la ciudad y el desarrollo de los códigos higiéni-
cos fueron determinantes para ejercer control de los facto-
res que, según el criterio de los higienistas de la ciudad,
provocaban las patologías producidas por la vida urbana y
el hacinamiento. Si observamos con atención la plataforma
anti-tuberculosis impulsada por los médicos higienistas en
Barranquilla a comienzos del siglo xx se pueden apreciar
sus concepciones sobre ciudad y las representaciones y sig-
nificaciones que probablemente se forjaron en el imagina-
rio social. El pánico al contagio respondía al misterio que
cubría a la tuberculosis, puesto que el bacilo
se le encuentra en la calle, en las oficinas públicas, en los carros
de trenes, y tranvías, y, sobre todo, en las habitaciones de los
tísicos y en las salas de los hospitales, en el suelo, y suspen-
dido en el polvo que flota en la atmósfera. Donde quiera que
haya hombres o animales domésticos existe el bacilo de Koch.
(De la Roche, 1913, p.318)
Esta filosofía de la prevención, negaba tajantemente uno de
los actos más sublimes del ser humanos: el beso. (Armus,
s.f)30 “Uno de los factores que facilitan la diseminación del
30 Armus sostiene un punto interesante respecto al problema del
temor al contagio de enfermedades como la tuberculosis y la sífilis
a finales del siglo xix en Buenos Aires. En su criterio, al calor de
estos temores, motivados por la pavorosa mortalidad y morbilidad,
se suscitó una especie de cultura del hombre higiénico resultado de
algunos esfuerzos conjuntos entre la medicina, las ciencias sociales
y la política. En otras palabras, el Estado articuló un proyecto mé-
dico-higiénico liderado por una burocracia profesional cuyo obje-
tivo fue “ofrecer a la élite un entorno urbano seguro y controlable
desde el punto de vista epidémico; por otro, alejar a vastos sectores
de la sociedad del peligro del contagio en un sentido más amplio
y, como resultado de esta operación, incluirlos en el mundo social
moderno como trabajadores respetables y eficientes”.
70 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
agente patógeno” decía Miguel Arango, es “el beso en la
boca, y especialmente a los niños… beso a las imágenes,
escapularios, reliquias, etc.” (Arango, 1918; Quevedo, 2000;
Medina, 1910, p.455)31. Esta convicción proponía que el
beso representaba un factor desencadenante de la tubercu-
losis, por tanto, su práctica debía eliminarse como manifes-
tación afectiva cotidiana. El intercambio de saliva era una
forma expedita para el contagio de la enfermedad. “Haced
guerra a tan inconveniente costumbre y tened presente que
el BESO (sic) es un peligro aun recibido de persona sana,
pues esta ha podido ser besada momentos antes por un
tuberculoso y ser así un portador del contagio”, sostenía
Arango (1925). Al referirse a las expresiones de afecto hacia
los niños este higienista manifestaba, “haga todo lo posible
por evitar que los niños sean besados, sobre todo en la boca,
pues ello es muy peligroso. Es por consiguiente una buena
costumbre poner en los sombreritos de los niños el letrero
NO ME BESE (sic)” (Arango, 1925). También “los hábitos
de untar saliva en los “granos” o pequeñas heridas, untar
saliva en la aguja para abrir orejas, limpiar la pizarra con
31 Estas anotaciones del higienista Miguel Arango están relacionadas
con los códigos de la higiene moderna. Las medidas profilácticas
que él propone son las mismas encontradas en la obra de Pablo
García Medina, uno de los fisiólogos más destacados en Colombia
hacia finales del siglo xix y principios del XX, quien contribuyó a la
organización sanitaria de Colombia, bajo los conceptos de la medi-
cina bacteriológica, y promovió la relación entre medicina y cien-
cias experimentales. Según los postulados de Medina era preciso
adelantar estudios sobre los contextos climatéricos y sociales de las
regiones y localidades del país para construir una geografía pato-
lógica de Colombia, en la que la estadística demográfica, la química
y otras ciencias jugaban un papel importante. Medina formó parte
de la Academia Nacional de Medicina, aparte de ser un empresa-
rio. Los trabajos de investigación del médico Miguel Arango en Ba-
rranquilla y el Atlántico deben entenderse bajo los postulados de
Medina.
Dalín Miranda Salcedo
71
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
saliva, llevar a la boca el extremo del hilo para ensartar
la aguja, humedecer los dedos para pasar las hojas de los
libros o para contar billetes…” (Arango M. , 1925) debían
suspenderse de los hábitos cotidianos. También recomen-
daba con cierta vehemencia “que los matrimonios entre
quienes heredan la predisposición por enfermedad de sus
padres, y entre quienes padecían la tuberculosis debían
prohibirse”. En su estudio sobre la profilaxis de la tubercu-
losis de la Roche (1913) afirmaba que:
Rotundamente hay que decirlo de una vez: el matrimonio
debe ser prohibido tanto al hombre como a la mujer afectados
de tuberculosis con lesiones en actividad en cualquier período
de su evolución, ora por el peligro del contagio del cónyuge
sano, ya porque de estos matrimonios resultan hijos enclen-
ques y fácilmente contagiables. (p.331)
Los excesos, un término que aludía con reiteración al
trabajo, al vicio y al placer fueron asociados insistentemente
con la enfermedad. La diatriba contra el alcoholismo hacía
parte de los conceptos higiénicos anti-tísicos de principios
de siglo.
El alcohol se llama el mejor aliado de la tuberculosis, pues
prepara, en el que lo acostumbra, el desarrollo de la enferme-
dad. Se ha dicho, con razón, que el alcohol prepara la cama al
tuberculoso y también que la tuberculosis se toma en el mos-
trador de la cantina. (Arango, 1925, p.10)
Por igual, empezó a plantearse una racionalidad del espacio
y del tiempo laboral de los trabajadores pensando en las
72 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
consecuencias mortales que, según este discurso, tenía la
sobrecarga de trabajo en los obreros y obreras. De la Roche,
(1913) manifestaba al respecto que
en la lucha contra el terreno tuberculizable va envuelta una
cuestión social, porque la invasión parasitaria hace mayores
estragos en las clases pobres, agotadas por la miseria, el alco-
holismo y las enfermedades. (p.332)
Una medida profiláctica para combatir la tuberculosis
buscaba racionalizar los excesos que planteaba el marco
laboral, De la Roche (1913) sugería:
Mejorar las condiciones de los obreros, elevando sus salarios,
disminuyendo sus horas de trabajo, descargándolos, hasta
donde sea posible, de impuestos y contribuciones, enseñán-
doles hábitos de aseo, haciendo que sus habitaciones reúnan
buenas condiciones higiénicas, pues la insalubridad es una de
las principales causas de la tuberculosis. (p.332)
Todas estas costumbres o prácticas proscritas por los im-
perativos higiénicos de la época desataron una cantidad de
imágenes negativas sobre el tuberculoso y la tuberculosis.
Esta enfermedad era asociada la más de las veces con la
oscuridad: “la luz es la vida y la oscuridad es la muerte”,
afirmaba Miguel Arango para justificar los beneficios de
la luz solar para sanos y enfermos. “Allí donde no entra
el sol”, sentenciaba Arango, “entra la enfermedad y, sobre
todo, la tuberculosis”... “debemos procurar que la luz solar
entre a nuestras casas, recordando que la tuberculosis es
la enfermedad de la oscuridad” (Arango, 1925). La tos y
el esputo fueron vistos con una fuerte carga de sospecha;
las manifestaciones catarrales eran muchas veces síntomas
Dalín Miranda Salcedo
73
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
de tuberculosis. Las notas de Arango registran con insis-
tencia padecimientos catarrales frecuentes en la población
del barrio Rosario, atribuidos, según él, a los oficios que
hacían madrugar a la mayoría de las personas y a las os-
cilaciones climáticas (Arango, 1925). Existe una reiterada
asociación entre patologías del pulmón o bronquiales con
la tisis. Padecer catarro era la antesala de una tuberculosis.
Además, las secreciones que producían las enfermedades
bronquiales fueron permanentemente objeto de una dia-
triba de carácter higiénico. Como el bacilo era vehiculado
por el esputo de quienes padecen estas enfermedades se
convirtió en una preocupación acuciante. En una ciudad
sin norma higiénica hacía de todos los espacios, públicos
y privados, lugares sospechosos. El bacilo podía incubarse
en cualquier rincón insospechado; era invisible a los ojos
del más avisado; podía ocultarse en la calle polvorienta y
desaseada; en el matadero donde se procesaba la carne de
consumo, en la leche, alimento esencial de la niñez, en los
alimentos que se expenden en el mercado, en el agua, en fin.
Todo un imaginario de asociación entre la tos, el catarro,
la gripa con la tuberculosis impregnó las formas de ver y
padecer la enfermedad durante esta época.
En la publicidad de la época, que acudía con frecuencia a
la imagen y a la prosa para promocionar un medicamento,
puede apreciarse estas asociaciones. Empleando la voz del
obispo de una localidad mexicana Emulsión de Scott pro-
mocionaba el reconocido remedio de la manera siguiente:
Mi parecer con respecto a la gran eficacia de la Emulsión de
Scott está fundado en el aprecio que le tiene los perito y los
enfermos que la usan. Entre estos, particularmente he oído
elogiarla como infalible preservativo y eficaz remedio contra
74 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
las enfermedades del pecho y del pulmón. (Diario El Comercio,
1910).
Otro medicamento sugería estas asociaciones, destacaba,
por ejemplo, que:
De igual manera que en medio del mar embravecido el náu-
frago se agarra con toda su fuerza a la boya y a los restos a que
puede asirse el navío, el desdichado que sufre de bronquitis,
catarro, asma, resfriado pertinaz, fía su salvación al Alquitrán
Guyot. Es más, a veces se consigue dominar y curar la tisis ya
declarada. (Heraldo de la Costa, 1915)
La metáfora de la guerra pobló definitivamente la imagina-
ción comercial. Al igual que el océano, el cuerpo humano
era también territorio de guerra. Sin fortaleza adecuada se
convertiría en terreno propicio para el ataque de enemigos
invisibles. “Tan pequeñitos, sin embargo ¡qué horribles
monstruos¡” afirmaba con vehemencia un comercial de
Carbón de Belloc, refiriéndose al microscópico mundo de los
virus que asechaban a la población. Otro anuncio manifes-
taba “que lo mismo que el cañón mata a los enemigos de la
patria, mata el Alquitrán Guyot a todos los malos microbios,
que son los enemigos de nuestra salud y aún de nuestra
vida” (El Heraldo de la Costa, 1915). En otra propaganda, Al-
quitrán Guyot utiliza el mito platónico de la caverna y pone
en escena dos figuras humanas decrépitas y repugnantes
que representan a la tuberculosis y al catarro. Desde el inte-
rior de su guarida oscura asechan a la figura humana sana y
protegida por el medicamento. “¡Ese hombre es mío, no se
me escapa!”, dice la tuberculosis en el diálogo del anuncio,
a lo cual el catarro respondió: “hay que renunciar, mi buena
amiga ¿no ves que toma Alquitrán Guyot? (Heraldo, 1915).
Dalín Miranda Salcedo
75
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
En todo caso, oscuridad y catarro fueron asociados inva-
riablemente con la tuberculosis. Hay una sintonía entre las
representaciones médicas sobre la tisis y las metáforas su-
geridas por la publicidad. Todas estas imágenes sugieren
un cuadro urbano sobrio, carente de una instancia o grupo
social que pensara la ciudad con criterios de modernidad.
Este pavor colectivo probablemente debió marcar los es-
quemas de vida de los grupos sociales en la ciudad, espe-
cialmente de aquellos que poseían medios económicos.
76 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
Figura 9: El Heraldo de la Costa, 1995
Dalín Miranda Salcedo
77
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Figura 10: La Nación, 1917
78 Universidad del Atlántico
Imaginarios sobre tuberulosis y la ciudad
Figura 11: El Heraldo 1938
Dalín Miranda Salcedo
79
81
Capítulo V
Ciudad, tuberculosis
y enfermedad social
Teniendo en cuenta que Barranquilla desde finales del siglo
xix crecía incontrolablemente, que sus condiciones locativas
y de equipamiento urbano eran desafortunadas y que los
índices de mortalidad no descendían, los médicos higienis-
tas marcaron los lineamientos para rediseñar el esquema
urbano de la ciudad en el propósito de una reforma social
que transformara los patrones de vida carentes de códigos
higiénicos modernos y “nociones del buen vivir”. En otras
palabras, el Estado central, por medio de la Junta Central
de Higiene, las juntas departamentales y municipales de
higiene, constituidas por médicos, programaron lo que po-
dríamos denominar la medicalización de las ciudades. En
1913, el Estado, a través de el Consejo Superior de Sanidad,
constituido por un cuerpo de especialistas en Medicina,
impulsó desde el centro administrativo del país una de
las reglamentaciones higiénicas más modernas que debía
regentar la vida urbana en nuestro país (Gaceta del Atlán-
tico, año III, 1913). Dos años después, en 1915, el Concejo
de Barranquilla, mediante Acuerdo número 25 del 29 de
diciembre, aplicó las anteriores disposiciones a nivel local
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
(Boletín de Medicina e Higiene, 1916)32. Todo esto corres-
pondía a un plan de intervención médico-sanitaria en la
ciudad, dirigido a espacios neurálgicos, denominados por
Foucault lugares de acumulación y amontonamiento, esto
es, mataderos, carnicerías, mercados, donde se expendían
toda clase de alimentos, entre ellos, la leche y la carne y
también en cementerios. Asimismo, la medida propugnaba
por el “control de la circulación”, esto es la gestión del agua
y el aire (Foucault, 1977, pp.13-15). En 1911, la Junta De-
partamental de Higiene del Atlántico estableció seis meses
para que la empresa del acueducto de la ciudad resolviera
el problema del agua impotable que ofrecía a la población,
que propiciaba la proliferación de enfermedades mortales
(Gaceta del Atlántico, 1911) “Ejercer el control más severo”,
decía el parágrafo 5 del artículo 12 de la Ley 33 de 1913,
“respecto de las medidas sanitarias concernientes a los in-
muebles, tales como su saneamiento, construcción, agua
potable, excusados, desagües, etc”. (Gaceta del Atlántico N°
88, diciembre de 1913, p.950).
En 1918, la Junta Central de Higiene expidió algunos
acuerdos que marcaban las pautas higiénicas que debían
32 El Concejo de Barranquilla creó la Oficina de Higiene y Salubri-
dad. Este acuerdo definió el personal técnico que debía constituir-
lo: tres médicos, un veterinario, un vacunador, y otros técnicos
adicionales. Al mismo tiempo, se definió el campo de acción y las
funciones de esta instancia sanitaria. El artículo cuatro decía, “A
la administración sanitaria corresponde los servicios siguientes: la
inspección de vías públicas, vehículos de transporte y locomoción,
edificios públicos, habitaciones colectivas (pasajes, colegios, escue-
las, hoteles, cuarteles, etc.; parques, aseo, drogas, sustancias paten-
tadas, víveres y medicamentos, endemias y epidemias, demogra-
fía, estadística, mortalidad y morbilidad, inspección del ejercicio de
profesiones médicas”).
82 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
seguir todas las construcciones en el país. Estos acuerdos
reglamentaban las formas y medidas que debían regir a las
construcciones de edificios, viviendas y todo tipo de equi-
pamiento urbano. Recomendaba, por ejemplo, que:
En las zonas de arborización no se permitirá abrir calles de
menos de quince metros de ancho. Las calles deben ser rectas
como lo permita la topografía del terreno”. [Sobre el pavimen-
to de calles y plazas recomendaba que] “debían (sic) ser uni-
forme, sólido y arreglado de tal manera, que pueda hacerse
fácilmente el aseo de ellas. (Gaceta del Atlántico N° 69, 1918,
pp.535-540)
Asimismo, “la distribución interior de un edificio público o
de una casa particular”, autorizaba el acuerdo, “deberá ser
tal que todas las piezas tengan luz, ventilación y la capaci-
dad necesaria para la salud de sus moradores”. En cuanto a
los dormitorios indicaba que “debían recibir luz y ventila-
ción directa de un patio, de un jardín o de la calle”. Se reco-
mendaba también pintar las paredes con pintura de aceite
para facilitar su lavado. Todo indica que desde 1910 hubo
un esfuerzo enorme de las organizaciones médicas y de las
instituciones sanitarias oficiales, tanto del nivel nacional
como del departamental y local para impulsar una agenda
urbana moderna basada en gran medida en postulados del
higienismo francés y el estadounidense (Márquez Valde-
rrama, 2005)33. La mayoría de estos esfuerzos no pasaron
33 Aquí es necesario considerar la presión que ejercían las fuerzas eco-
nómicas internacionales sobre los países periféricos para adecuar
sus puertos e infraestructuras sanitarias a los requerimientos del
capitalismo internacional, particularmente a las disposiciones de la
Conferencia Sanitaria de Washington de 1881.
Dalín Miranda Salcedo
83
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
más allá del papel: todavía en los años veinte la ciudad de
Barranquilla continuaba sufriendo de unas condiciones
urbanas precarias y de un problema habitacional crítico, sin
una propuesta clara para solucionar el problema (Noguera,
1906; Quesada Romero, 1906; Calvo, 1918)34.
Al respecto, las evidencias muestran que durante casi toda
la segunda mitad del siglo xix y el primer tercio del siglo
xx Barranquilla registraba una estructura urbana preca-
ria. A excepción de la construcción del barrio El Prado en
los años veinte, el trazado de la ciudad era irregular y mal
concebido; su crecimiento no estuvo organizado conforme
a un plan urbanístico sistemático. La ciudad resultaba es-
trecha e insalubre para una población que crecía perma-
nentemente bajo el impulso de la inmigración, sobre todo
34 Hacia 1906 el médico Oscar Noguera se quejaba de las pésimas
condiciones de Barranquilla y la falta de voluntad para cambiar la
situación: “Varias son las causas de la insalubridad de Barranqui-
lla” afirmaba Noguera, “la falta de aislamiento de las enfermeda-
des infecciosas; la falta de alcantarilla; y la falta de una inspección
de salubridad, con su correspondiente policía sanitaria”; en ese
mismo año, otro destacado médico de la ciudad, Pedro Quezada
Romero, escribía que “la higiene pública, y aún la privada, está
tan atrasada entre nosotros que puede decirse, sin hipérbole, que
no se la tiene en cuenta para nada. Es curioso ver disposiciones,
acuerdos, y decretos que se expiden por pura fórmula, como si la
salud pública y el progreso de los pueblos, en general, se arregla-
sen con artículos más o menos literarios”, doce años después, en
1918, Oscar Noguera se quejaba de la falta de apoyo de las autori-
dades municipales a las labores de medicalización que impulsaba
la Oficina Municipal para el servicio de Higiene y Salubridad “más
habría sido esa labor si hubiera contado con el apoyo decidido de
las autoridades, no se han dado bien cuenta de la importancia de
la higiene, y pecan por una marcada indiferencia musulmana”.
El nuevo director de Higiene departamental del Atlántico, en un
informe redactado para la Junta Central de Higiene sobre la sa-
lubridad en Barranquilla, expresaba con acento de preocupación:
“refiriéndome a esta ciudad, lamento tener que informar a usted
que el estado sanitario no ha mejorado sensiblemente puesto que la
mortalidad en 1918 fue casi la misma que la del año 1917”.
84 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
de grupos pobres. Entre 1905 y 1928 la población pasó de
40.115 a 139.974 habitantes. Se multiplicó un poco más de
tres veces. Este crecimiento se convirtió en un problema
para el cual las autoridades no develaron medidas efectivas
(Anuario Estadístico de Colombia, 1975; Censo General de
la República de Colombia, 1912; Censo de población de la
República de Colombia, 1923). No existían parques, plazas,
ni sistemas de cloacas o alcantarillas; sus calles y carreras
carecían de empedrados.
Las condiciones de vida de los grupos desarraigados, y las
dificultades que al parecer padecía un sector social emer-
gente de pequeños y medianos comerciantes, algunos de
los cuales eran de otras regiones del país, se convirtieron en
una presión demográfica, que hizo que los límites urbanos
de la ciudad se creciesen por los costados. La mayoría de
viviendas que formaban los entornos en estos barrios,
Rosario y San Roque, “eran verdaderos focos de infección”.
Los pasajes, como se les llamaba, “son series de localida-
des o cuartos que están bajo un techo corrido, y separados
unos de otros por ligeros tabiques de maderas o de barro”
(Arango, 1918, p.438). Algunos de estos pasajes, construidos
para tal objeto, ostentaban nombres a la entrada y, según
Miguel Arango, “formaban dos series de cuartos paralelos,
separados por una callejuela de pocos metros de ancho”;
otros, antiguos depósitos, cocheras o establos, fueron adap-
tados a este tipo de “viviendas”. Arango (1918) ofrece la
mejor imagen que sobre los pasajes nos haya dejado cual-
quier registro. Con humor penetrante y crítico anotaba:
Dalín Miranda Salcedo
85
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Hacia atrás de esos cuartos hay un angosto corredor, donde la
existencia de ciertos enseres y de un fogón indica al visitante
que aquel sitio representa la cocina. Como las paredes diviso-
rias entre el cuarto y el corredor son incompletas, ese fogón
se encuentra prácticamente dentro del cuarto, y por tanto, los
gases de la combustión acaban de viciar aquel aire de suyo ya
confinado… Los techos son generalmente de cin, y bajos. Los
cuartos apenas tienen la puerta de entrada, a fin de no perder
espacio. Se comprende que la ventilación, consiguientemente
sea casi nula y en muchos de ellos la renovación parcial del
aire se hace a causa de la inhabilidad del carpintero al hacer
puertas que no ajustan bien y dejan rendijas que deben tenerse
como providenciales… Las dimensiones del cuarto son bien
reducidas, y unos cuatro metros de largo por cuatro de ancho
formarían un modesto ideal higiénico para cualquiera de los
moradores de ellos… Duermen allí dos, tres o cuatro perso-
nas, sin contar, por su puesto, animales domésticos, que de
esa manera reciben el inmediato cuidado del dueño. (p.439)
Para reforzar la descripción de la insalubridad en que vivían
las personas en los barrios del Rosario y San Roque de Ba-
rranquilla, el médico Arango empleó una nota del escritor
centroamericano Salvador Mendieta, quien definía las con-
diciones de higiene y salubridad de esta región como infor-
tunadas. Decía:
El piso de las casas no tiene ladrillos. Las aguas sucias se de-
rraman a la orilla de la casa. Lugares excusados no hay, de-
positándose en el solar las deyecciones e inmundicias. Con
el objeto de que unas y otras no molesten demasiado con los
86 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
malos olores, se tiene uno o más cerdos, que ya gordos produ-
cen además buena ganancia. (Arango, 1918, p.439)
La expansión demográfica de la ciudad, sobre un períme-
tro urbano cuyo suelo era controlado por unos grupos de
élites dedicados a una diversidad de actividades económi-
cas, entre las cuales se pueden destacar la especulación fi-
nanciera, el comercio, la ganadería y la renta por arriendos,
desató un movimiento social por la falta de espacios para
vivir y para las actividades de un sector de comerciantes
y por los altos costos de las tarifas de arrendamiento35. Al
parecer desde el siglo xix se había activado en Barranquilla
un proceso de monopolio del suelo por parte de algunos
sectores de la élite local. El mercado de tierras dentro del
casco urbano dinamizado durante el siglo xix y la primera
mitad del xx ocasionó un acaparamiento de predios o fincas
urbanas en manos de unas cuantas familias. Con el tiempo,
muchas de las viviendas de estos grupos, se convirtieron
paulatinamente en centros de comercio y habitación de
otros actores, mientras ellos, las élites, abandonaban des-
pavoridos el casco urbano primario para reubicarse en
otros escenarios libres de “patologías” biológicas y sociales.
(Scobie, 2000)36. Las gruesas rentas que proporcionaba este
35 Desde 1920 se inició en Barranquilla una organización de inquili-
nos, La Liga de Inquilinos, que empezó a presionar a las autorida-
des locales y al Gobierno nacional por los altos precios del arriendo
en la ciudad. Presionaban al gobierno para derogar la Ley 57 que
regía los arriendos.
36 Estos desplazamientos de los grupos de élites hacia los suburbios
urbanos, buscando confort, prestigio y seguridad sanitaria, fue una
marca de los procesos de transformación que afectaron a las ciu-
dades latinoamericanas durante el siglo xix y la primera mitad del
siglo xx. En Buenos Aires, por los años de 1890, las familias adine-
radas emigraron hacia el norte de la Plaza de Mayo buscando dis-
Dalín Miranda Salcedo
87
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
tipo de negocios lo convirtieron en gran fuente de capital
para los propietarios, quienes por demás estaban vincula-
dos al poder político local.
Un informe del médico Oscar Noguera en 1914, describía
los padecimientos higiénicos que sufría Barranquilla. Se
quejaba del estado de cosas de la ciudad, en particular de
la proliferación de casas insalubres para el arriendo, sin
ningún tipo de control sanitario
Se ha establecido la especulación de construir casas con nu-
merosos cuartos donde se puedan alojar gentes pobres me-
diante un alquiler semanal y hasta diario, por desgracia no es
el sentimiento de humanidad el que ha guiado a esos especu-
ladores. (Noguera, 1915)37.
Estas viviendas, diseminadas por casi toda la geografía de
la ciudad, eran los pasajes, que junto a otras construcciones,
engrosaron las fortunas de muchos sectores de las élites.
tinción, pero también seguridad sanitaria. Realmente este proceso
de desplazamiento de la élite empezó en 1871, considerando el
efecto catastrófico que la epidemia de fiebre amarilla de ese año
desató sobre la población. Tan solo en el mes de marzo de este año
morían más de 100 personas diarias, suscitándose pánico colecti-
vo que resultó en casi el abandono gradual de la ciudad. Para un
análisis de los procesos de transformación experimentados por las
ciudades de América Latina en el tránsito al siglo xx y los efectos
de la higiene y las enfermedades en la vida de los grupos de élites
en Buenos Aires.
37 En el corazón mismo del sector llamado La Loma, rivera nororien-
tal del caño antiguamente llamado De Arriba funcionó un edifi-
cio de pasajes, al parecer estaba dividido en tres sectores, pasajes
Castro uno, pasajes Castro dos y pasajes Castro tres, Cfr. Plano de
Barranquilla levantado por el Ingeniero Civil General Daniel Ortiz
en 1910, en Barranquilla Futura, Informe sobre saneamiento de la
ciudad de Barranquilla rendido al Honorable Concejo Municipal
por R.W. Hebard & Company, New York, (s.f.p.).
88 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
Con los años veinte el panorama social e higiénico de Ba-
rranquilla se había tornado bastante complejo. Mientras en
otras ciudades del país, como Bogotá y Medellín, las élites
habían impulsado procesos de cambio urbanos y sociales,
pensados y dirigidos fundamentalmente por instituciones
como la Academia Nacional de Medicina y Ciencias Natu-
rales, la Academia de Medicina de Medellín, las Facultades
de Medicina y las Sociedades de Ingenieros y la Sociedad
de Mejoras Públicas, que existía desde finales del siglo XIX,
(Márquez Valderrama, 2005; Botero Herrera, 1996), en Ba-
rranquilla no hubo un Ente institucional que pensara la
ciudad para intervenirla y transformarla38. Sin embargo,
los médicos fueron quienes desplegaron un saber y unos
dispositivos sobre lo que debía ser la ciudad. A lo largo
de este estudio hemos demostrado cómo los higienistas
de la ciudad articularon un discurso de medicina urbana
moderno, en el cual proponían los protocolos para una
ciudad higiénica y un ser humano higiénico.
La expansión del contagio de la tuberculosis en la ciudad
generó la aplicación de dispositivos de desinfección de las
viviendas infectadas por personas que padecían la enferme-
dad. La medida resultó poco útil. La mayoría de las vivien-
38 En los dos Congresos de Mejoras Nacionales, verificados en Bogotá
durante los años 1917 y 1920, espacios creados por un sector de la
élite empresarial antioqueña para pensar el desarrollo urbano na-
cional, no asistió ninguna delegación de Barranquilla como ponen-
tes, esto es, como intelectuales que sometieran a discusión sus con-
cepciones o planes sobre urbanismo moderno. Al primer Congreso
solo asistió como representante por el municipio de Barranquilla
Alberto Goenaga, y en el segundo, no hubo ninguna representa-
ción. Estos Congresos tenían cuatro ejes estructurales, la Sanidad,
Transporte, Desarrollo Urbano, Legislación y Organización.
Dalín Miranda Salcedo
89
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
das eran construidas con enea y barro y, en estas condicio-
nes, la desinfección sanitaria era inútil. Para el médico Jorge
Calvo las condiciones de Barranquilla eran un verdadero
problema para acabar con las endemias y epidemias, Calvo
informaba a la a la Oficina Nacional de Higiene (ONH), que
una ciudad como Barranquilla
que aún conserva dentro de su parte urbanizada innume-
rables casas de paredes de barro, de techos de paja y de pa-
vimentos enladrillados y de barro pisado, y en cuyas calles
arenosas y sin regadío apropiado las brisas levantan una can-
tidad increíble de polvo, es de las que propicia para que se
hagan endémicas las enfermedades de las vías respiratorias y
para que la tuberculosis adquiera la alarmante proporción de
22 %. (Calvo, 1918)
Desde hacía tiempo, los médicos higienistas de la ciudad
habían recomendado la construcción de viviendas higiéni-
cas para obreros, sin lograr nunca su propósito. En 1918,
por ejemplo, Miguel Arango propuso una serie de normas
para evitar la formación de terrenos tuberculizables en la
ciudad, entre ellos destacó la “mejora de los barrios, am-
pliando las vías, haciendo espacios libres (parques y jardi-
nes), evitando la acumulación de casas”. Además, propuso
el higienista, que era necesaria la “construcción de casas
higiénicas para obreros, prohibir la superhabitación, y es-
tablecer rigurosamente que las casas tengan certificado de
salubridad” (Arango, 1918, p.458). En ese mismo progra-
ma higiénico Oscar Noguera sostenía en otros términos, en
1917, que para acabar con el estado habitacional insalubre
en que se encontraba inmersa la mayoría de las personas
90 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
en Barranquilla, para erradicar la proliferación de pasajes
“primero se debe construir habitaciones para obreros que
a la vez que sean sanas brinden comodidades y estén al
alcance de su salario” (Noguera, 1917). Departamento del
Atlántico al señor Presidente de la Junta Central de Higiene,
p.285).
La construcción de la casa obrera o el barrio obrero, no
puede verse como un capricho o concesión de los médicos
higienistas de la ciudad. Más bien era una propuesta
basada en el City Planning. Uno de los más sobresalientes
exponentes de este programa urbanístico fue el empresario
antioqueño Ricardo Olano. En una conferencia, intitulada
“Estudio sobre el City Planning”, Olano subrayaba, dentro
del componente planeamiento de la ciudad, que los puntos
esenciales de este sistema eran las calles, el transporte, la
arquitectura, los barrios o casas para obreros, los parques y
bosques, acueductos, sanidad, edificios públicos, mercados
y luz eléctrica (Olano, 1917, p.31).
Aun en 1920, el arquitecto Manrique, (1921) redactó el do-
cumento “Estudio sobre los Barrios Obreros”. Tomando en
cuenta la experiencia de Buenos Aires, insistía en la ne-
cesidad de “resolver este problema que tiene que ver con
la higiene pública, y sobre todo con la higiene moral de
nuestro pueblo, venciendo obstáculos y procurando pronto
la sana y cómoda vivienda para nuestros obreros” (p.49).
Como vemos, el discurso del médico higienista de Barran-
quilla tenía que ver con los lineamientos del urbanismo
Dalín Miranda Salcedo
91
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
moderno. Este discurso urbanístico sugería que la nueva
ciudad debía tener en cuenta las transformaciones del mundo
moderno capitalista, también dentro de una estética bur-
guesa. Sin embrago, los grupos de élites, que controlaban
el poder político y la economía estructural de la ciudad, no
transformaron el casco urbano primario o histórico confor-
me a un plan de modernización. Tampoco hubo, a comien-
zos del siglo xx, una política oficial local de planeamiento y
construcción de viviendas para obreros que contribuyera a
eliminar la insalubridad y el problema social que plantea-
ban los Pasajes. Quizá el hecho de existir en la ciudad un
sector poderoso de la élite que controlaba un negocio bas-
tante ganancioso como el arriendo de edificios, pasajes y
viviendas, contribuyó a que este discurso urbanístico, que
proponía el plan de vivienda obrera, fuera menospreciado,
o al menos postergado en su ejecución (Diario del Comercio,
1923, Archivo del Concejo de Barranquilla, 1928)39.
39 Desde 1818, mediante la Ley 46, se estableció que todos los muni-
cipios en Colombia que tuvieran más de 15.000 habitantes debían
destinar el dos por ciento de sus rentas para la construcción de vi-
viendas higiénicas para obreros. Sin embargo, pienso que el interés
rentista, muy poderoso, se opusieron a la realización de planes
de viviendas higiénicas oficiales en los sitios donde quedaban los
pasajes, al mismo tiempo que especulaban con los precios de los
arriendos de pasajes, locales comerciales, y otros tipos de vivien-
das. El Diario del Comercio, propiedad de la familia Carbonell,
fue el periódico que sirvió de portavoz a las luchas de la Liga de
Inquilinos. En la edición del 2 de octubre de 1923, por ejemplo, re-
gistraba la siguiente nota de la Liga de Inquilinos “Para mañana
miércoles 24 a las siete pm, en la Calle San Juan, carreras Rosario y
Aduana, nos anuncian los miembros del sub-comité de Inquilinos
del Barrio San Nicolás, una espléndida reunión que prepara con el
fin de conocer las fuerzas con que se cuentan en este barrio y para
informar algunos triunfos obtenidos por la Liga. Creemos oportu-
no aconsejar que no falte ningún comerciante e inquilino que esté
interesado en obtener la rebaja de su vivienda o almacén, pues es
ya un hecho palpable el triunfo. El Dr. José Francisco Insignares, al-
truistas si los hay, ha rebajado a muchas de sus propiedades situadas en el
92 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
Mientras tanto, en el centro histórico primario, la densidad
y ocupación del espacio, con viviendas, y negocios, se había
complicado. El flujo permanente de inmigrantes, como ya
hemos anotado, había hecho de esta zona un entorno bien
complejo. Gran parte de quienes arribaban a la ciudad lo
hacían buscando oportunidades de trabajo. Hacia 1912, Ba-
rranquilla contaba con 48.543 habitantes y ya en 1918, la
población ascendía a 64.543 personas. Ese crecimiento de-
mográfico planteó un grave problema social. Se originó en-
tonces una especie de organización social que presionó a
la dirigencia de la ciudad. La pobreza, la insalubridad, los
altos precios de los arriendos, la falta de vivienda para los
sectores sociales que se amontonaban en pasajes y vivien-
das de pajas, se convirtieron en una especie de detonante de
uno de los movimientos sociales más impresionantes en la
historia de la ciudad. La dirigencia de este movimiento arti-
culó un discurso político que cuestionaba a quienes habían
administrado a Barranquilla desde el siglo xix (Cáceres
Sánchez, 2011)40.
centro del comercio con un 20 por ciento, y si esto no llena las aspira-
ciones de la Liga, al menos habla claro de su triunfo”. ‘La cursiva es
nuestra’. Por otro lado, quiero señalar que fue solo hacia finales de
la década del veinte, después de los críticos problemas que planteó
el movimiento social de los inquilinos, cuando el Concejo de Ba-
rranquilla tramitó un acuerdo para ventilar la vivienda obrera, que
también se quedó en el papel.
40 Las evidencias permiten pensar que la Liga de Inquilinos fue un
movimiento compuesto por grupos de distinta ascendencia socioe-
conómica. Estaba ampliamente integrado por una mayoría de tra-
bajadores, albañiles, zapateros braseros y desempleados quienes
probablemente eran los habitantes de los Pasajes insalubres de
las barriadas periféricas, y por otro lado un grupo de pequeños y
medianos comerciantes, algunos profesionales. Muy seguramente
estos últimos dirigían el movimiento, el discurso que contiene su
plataforma sugiere una formación académica y política. En cuanto
a su organización la Liga estaba conformada en comités y sub-
comités. La Asamblea General era el órgano rector y decisorio, y
Dalín Miranda Salcedo
93
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Este movimiento de inquilinos puso en evidencia las difi-
cultades del proyecto modernizador de la élite barranqui-
llera para enfrentar el problema social que marcaba a todas
las ciudades latinoamericanas. El monopolio del suelo y las
tierras de los sitios más valorizados y del centro mismo,
desencadenó todo tipo de “patología social”: delincuencia,
enfermedad, epidemias y hacinamiento social. Las vivien-
das de la mayoría carecían de condiciones materiales para
una vida sana. Es decir, la agenda higiénica impulsada por
los médicos higienistas no había trascendido. Estos médicos
culpaban al gobierno local y departamental por la inercia y
la falta de ejecución de un proyecto de ciudad.
El discurso de la Liga de Inquilinos puso en evidencia las
debilidades del proyecto de ciudad que poseían quienes os-
tentaban el poder local. El discurso de la Liga, no podemos
soslayarlo, incluía un componente político, en el sentido
de que cuestionaba la cosa pública en cuanto a la vivien-
da social de la época. Esto le posibilitó construir una base
social de apoyo integrada por inquilinos pobres. David
Gómez Díaz, uno de los voceros de la Liga manifestaba,
refiriéndose al estado social de la época
Ese marasmo alarmante que nos invade en todas nuestras ma-
nifestaciones de nacionalidad, causa del atraso en que vamos
en materias que están bien resueltas en otros países que no es
el comité centra era el encargado de ejecutar las decisiones de la
Asamblea. Debemos mencionar también que existía un subcomi-
té de propaganda y uno de comunicaciones. Dentro de la dirigen-
cia de este grupo algunos y algunas eran socialistas, anarquistas,
y liberales. Sobresalió el peruano Nicolás Gutarra, un hombre de
aproximadamente 1.65, de fisonomía completamente indígena, y
de una oratoria reconocida.
94 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
lógico que nos aventajen en cultura (Diario del Comercio, s.t,
1923).
Mientras la élite de la ciudad mantenía un discurso basado
en la idea de progreso (Bolívar Bolívar, 2000) y de culto a
la tecnología como garantía de bienestar, riqueza y felici-
dad, la Liga de Inquilinos desafió ese discurso y mostró con
ruido los vacíos del proyecto de la élite.
En 1923, Úrsula del Portillo, en medio de una concurrida
asamblea de inquilinos en el teatro Cisneros, y probable-
mente con los ánimos caldeados, discutía y describía con
vehemencia a los dueños del suelo del centro de la ciudad
como una
(...) casta de acaparadores cuyo único afán es contemplar la
espiral reluciente de sus montañas de oro levantadas a poder
de las lágrimas ajenas y de las ajenas tristezas. Ellos han pre-
tendido especular con el dolor de una inmensa muchedum-
bre, sobre la cual se yerguen como fantasmas espectrales, que
amenazan con sus arpas poderosas de ave de rapiña en las
puertas misérrimas de nuestros barrios donde habita y pulula
un enjambre macilento y cadavérico. Es profundamente dolo-
roso que se encuentren tales casas desmanteladas y sórdidas y
semejantes propietarios impasibles ante la racha de los extra-
ños dolores en una ciudad que aspira a conquistar el califica-
tivo de urbe civilizada. (Diario del Comercio, s,t, 1918)
Aunque en la agenda política del anarquismo y los sindi-
catos obreros de la ciudad no era evidente el problema de
la higiene y salubridad, ello no significa que no lo contem-
Dalín Miranda Salcedo
95
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
plaron. Alegatos como el de Úrsula del Portillo, represen-
tan un indicio palpable que mostraban el malestar popular
representado en una plataforma contestataria. Una nota de
prensa en 1923 informaba que en plena asamblea de la Liga
de Inquilinos:
El orador mostró y leyó a la concurrencia una carta firmada
por 50 personas habitantes de un asqueroso pasaje en donde
hay total ausencia de higiene, principiando porque le falta
agua. Dio cuenta, asimismo, de un memorial pasado al señor
alcalde de la ciudad para darle cuenta del hecho e hizo ver
como si algo se consigue para acabar con ese crimen que es un
pasaje de esa naturaleza, se debía a los esfuerzos de la Liga.
(Diario del Comercio, s.t, 1923)
El continuo aumento de la población en Barranquilla, que
inició su proceso a finales del siglo xix y en los años veinte
del siglo xx estimuló la configuración de una geografía de
la infección y de la muerte. Los cuatro barrios que agluti-
naban a los distintos grupos sociales de la ciudad, Rosario,
Cementerio, San Roque y San Nicolás, no resultaban sufi-
cientes en términos habitacionales. Se formó entonces un
ambiente incómodo, difícil, y peligroso. Las élites de la
ciudad, decidieron entonces abandonar la ciudad y despla-
zarse a una zona lejos de las plagas sociales, de la tubercu-
losis, de la fiebre amarilla y el paludismo. Esa zona lejana
estaba ubicada en el noroccidente de la ciudad histórica, en
sus extramuros rurales.
El cambio se convirtió en un desplazamiento, no un aban-
dono, del centro al suburbio, huyendo del tumulto y la in-
fección. Este movimiento estuvo dirigido por una élite que
96 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
comprendió la necesidad de construir un espacio propio,
acorde con su estatus económico, y alejado no solo del bu-
llicio y la violencia de la zona comercial, y donde hasta ese
momento había permanecido inmersa, sino también de la
peste, las enfermedades y la epidemia.
El desplazamiento de la élite, entonces, tiene que ver con
el problema de salubridad que aquejaba a la ciudad his-
tórica o tradicional núcleo urbano de Barranquilla –léase
el centro–. Este desplazamiento tuvo una dirección y dos
fases. Su desplazamiento tomó rumbo noroccidental. El
sitio, es decir, la parte noroccidental, que se constituyó en
el nuevo hábitat de los notables, está asociada también a la
construcción de unas imágenes, conceptos y significaciones
sobre el “buen vivir” y el ambiente puro. La garantía, según
este imaginario, para una saludable y larga vida estaba aso-
ciada al aire puro y el bosque, al árbol, que produce fresco y
oxígeno. De ahí la necesidad de construir una micro-ciudad
en la ruralidad.
La primera fase del desplazamiento, consideramos que se
realizó durante los primeros años del siglo xx, con la funda-
ción del barrio Las Quintas. La segunda fase se concretizó
durante los años veinte, y correspondió a la creación del
barrio El Prado.
Dalín Miranda Salcedo
97
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Las imágenes siguientes corresponden a viviendas denominadas Pasajes, en el
barrio Abajo.
Figura 12
Figura 13: Pasajes del barrio Abajo. Esta vivienda colectiva,
patrimonio histórico de la ciudad fue demolida por la administración
municipal. Los Pasajes fueron sitios muy concurridos, lo que hizo de
ellos focos de tuberculosis.
98 Universidad del Atlántico
Ciudad, tuberculosis y enfermedad social
Figura 14
Figura 15: Pasaje del barrio El Rosario.
Dalín Miranda Salcedo
99
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Figura 16: Pasaje del barrio El Rosario
100 Universidad del Atlántico
101
Conclusión
El estudio del discurso higienista registrado en las revistas
de medicina, permite comprender las dinámicas urbanas y
sociales en Barranquilla durante la primera mitad del siglo
xx. Estos documentos ponen en evidencia cómo estas per-
cepciones médicas estuvieron filtradas por las teorías eu-
genésicas, la sociobiología, la teoría de la degeneración, el
concepto de cuerpo como máquina, el concepto de fatiga
y agotamiento, la geografía médica y la medicina de la-
boratorio. De tal manera que las enfermedades, el cuerpo
humano, la nutrición y la ciudad, fueron entendidas desde
estos marcos de referencias.
Desde esta línea de pensamiento la medicalización de la
ciudad se planteaba como un imperativo biopolítico articu-
lado a un proyecto de sociedad, dentro del cual la medicina
y la higiene fueron los saberes orientadores de la terapéu-
tica de la “regeneración” la “raza” del Caribe y del país en
general, como la puerta de entrada y salida del comercio
nacional e internacional.
La tuberculosis, particularmente, fue entendida como una
patología que desafiaba tanto al saber médico, a la raza y
al proyecto socioeconómico positivista, basado en la idea
burguesa de progreso. Esta enfermedad, que se difumina-
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
ba velozmente, no solo debilitaba y mataba el cuerpo, que
era en esencia capital socioeconómico de la sociedad, sino
también, quien la padecía, transmitía esta debilidad a su
descendencia. Esta particularidad de la tuberculosis la hizo
una enfermedad temible. Durante este tiempo su contagio
era casi inevitable, lo que pudo provocar una especie de
pánico colectivo, dado que las ciudades padecían las con-
diciones que necesitaba el bacilo para proliferarse. La ima-
ginación médica, incluso, la clasificó como una enfermedad
fundamentalmente urbana. El diseño de las ciudades, en-
tonces, tuvo que ver con los mecanismos profilácticos im-
pulsados para paliar la voracidad de esta enfermedad.
Barranquilla, el principal puerto de Colombia durante el
primer tercio del siglo xx, se caracterizó por una precaria
infraestructura urbana e inexistente policía sanitaria. Todo
esto hizo de la ciudad un entorno de epidemias y mortali-
dad. Una ciudad enferma de tuberculosis, densa y con el
suelo acaparado, donde se propiciaron unos procesos que
marcarían el rumbo de la configuración urbana y social de
la ciudad.
Por fin, la mirada higienista y la misma dinámica social,
descubierta en las entrañas profundas de los registros
médicos y periodísticos de la época, nos han permitido
construir una nueva mirada de la historia de Barranquilla.
La prensa de la época y cierta historiografía local han fijado
una imagen grandilocuente de Barranquilla. Pero la lectura
atenta de los reportes médicos del primer tercio del siglo
xx sobre los ambientes materiales y las condiciones de vida
102 Universidad del Atlántico
Conclusión
de las personas sugiere un panorama opuesto a la moder-
nidad. Mientras en ciudades como Buenos Aires, Santiago,
Río de Janeiro, Bogotá y Medellín, las élites dinamizaron
agendas modernizadoras para adecuar los entornos a sus
sistemas de vida, en Barranquilla, a las élites les resultó más
fácil abandonar el centro urbano primario. ¡Qué ironía, hoy,
casi un siglo después, quieren regresar!
Dalín Miranda Salcedo
103
105
Referencias Bibliográficas
Anuario Estadístico de Colombia (1975). Bogotá, Colombia:
Imprenta de Medardo Rivas.
Arango, M. (1925). Cartilla preventiva de la tuberculosis para
el uso de escuelas y familias. Barranquilla, Colombia:
Tipografía Mogollón.
Arango, M. M. (1918). Propagación de la tuberculosis en
el litoral Atlántico y especialmente en Barranquilla. En
Revista de Higiene, Órgano de Junta Central de Higiene de
Colombia, (106 y 107).
Arango, M. M. (1922). Apuntes demográficos de la ciudad
Barranquilla. Revista Médica de Bogotá, (474-486), dic-
enero, 33-67.
Archila Neira, M. (1987). Barranquilla y el río: Una historia
social de sus trabajadores. Bogotá, Colombia: CINEP
Controversia.
Archivo del Concejo de Barranquilla (1928). Acuerdo N° 10
de 1928 “por el cual se crea una junta y se dictan algunas
disposiciones sobre construcción de habitaciones para obreros”.
Barranquilla, Colombia.
Archivo Histórico del Atlántico - AHA (1890). Notaria 1°.
Tomo V-VII. Barranquilla, Colombia.
Archivo Histórico del Atlántico (AHA) (1888). Notaria 1º
Tomo I.
Armus, D. (s.f.). La ciudad impura.
Universidad del Atlántico
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Arroyo Castillo, D. (s.f.). Evolución histórica de los servicios
públicos en Barranquilla 1925-1952 (Tesis para optar al
título de Magíster en Historia). Universidad Nacional de
Colombia, Bogotá, Colombia.
Bejarano, J. (1933). Reflexiones a proposito de la mortalidad
infantil. En Revista de la Facultad de Medicina, 1(8), 611.
Bejarano, J. (1933). Reflexiones a propósito de la mortalidad
infantil. Revista de la Facultad de Medicina, 8. Enero. 611-
613.
Benchimol, J. L. (1992). Pereira Passos: Um Haussmann Tropical.
A renovacao urbana na cidade do Rio de Janeiro no inicio do
século xx. Río de Janeiro, Brasil: Secretaría Municipal
de Cultura, Departamento Gral de Documentacao e
informacao cultural.
Boletín de Medicina e Higiene - Órgano de la Sociead
Médica de Barranquilla (1916). Acuerdo N° 25 del 29 de
diciembre de 1915, sobre administración sanitaria del
municipio. En Boletín de Medicina e Higiene, Órgano de la
Sociedad Médica de Barranquilla, (1 y 2), 51-56.
Boletín de Medicina e Higiene - Órgano de la Sociedad
Médica de Barranquilla (1919). Sanidad en Puerto
Colombia, ¿Cómo entró la gripa española al país? y a
proposito de la gripa. En Boletín de Medicina e Higiene,
Órgano de la Sociedad Médica de Barranquilla, (10, 12 y 13),
223-234 y 235-245.
Boletín Medicina de Barranquilla (1898). s,t. Barranquilla:
S,E.
Boletín Municipal de Estadísticas - BME (1932). Boletín
Municipal de Estadísticas, N° 8. Barranquilla, Colombia:
S.E.
106 Universidad del Atlántico
Referencias Bibliográficas
Bolívar, J. (2000). El movimiento obrero en Barranquilla (ciudad,
élite y consiencia obrera), 1900-1950 (Tesis para optar al
título de Magíster en Historia). Universidad Nacional de
Colombia, Bogotá, Colombia.
Botero Herrera, F. (1996). Medellín 1890-1950, Historia Urbana
y Juego de Intereses. Medellín, Colombia: Universidad de
Antioquia.
Cáceres Sánchez, S. (2011). Estrella Fugaz. el caso de la liga
de inquilinos de Barranquilla en 1923 (Tesis de grado para
optar al título de Historiador), Universidad de los Andes,
Departamento de Historia, Bogotá, Colombia.
Calvo, J. E. (1918). Informe del Director Departamental
de Higiene a Director Nacional de Higiene. En Boletín
de Medicina e Higiene - Órgano de la Sociedad Médica de
Barranquilla, (1, 2, 3), 247.
Caponi, S. (2009). Para una genealogía de la anormalidad:
la teoría de la degeneración de Morel. En Cientiae Zudia,
Sao Paulo, 7(3), 425-445.
Carbonetti, A. (2014). Tuberculosis y tisofobia en Argentina:
discursos y conflictos en la construcción del sanatorio de
Ascochinga 1925. En Dynamis, 34(2), 451.
Cardona Correa, P. N. (1918). Contribución al estudio de
la mortalidad infantil en la ciudad de Medellin (Tesis de
Ddoctorado en Medicina y Cirugía). Universidad de
Antioquia, Medellín, Colombia.
Castro Gómez, S. (abril de 2017). ¿Disciplinar o poblar? La
intelectualidad colombiana frente a la biopolítica 1904-
1934. En Nómada (26), 44-55.
Castro Senior, D. (1936). Apuntes estadísticos sobre tuberculosos
en Barranquilla. Quinto Congreso Médico Nacional.
Barranquilla: Talleres Mogollón.
Dalín Miranda Salcedo
107
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Censo de Población. (1912). Censo General de la República de
Colombia. Bogotá, Colombia: Imprenta Nacional.
Censo de Población. (1923). Censo de población de la República
de Colombia. Bogotá, Colombia: Imprenta Nacional.
Conde, J. (1987). Barranquilla en los inicios del Modelo
Liberal Decimonónico 1849-1870. En Historia General de
Barranquilla, Sucesos. Barranquilla, Colombia: Academia
de Historia de Barranquilla.
Conde, J. (1997). Desarrollo de Barranquilla, 1871-1905. En
Historia General de Barranquilla, Sucesos. Barranquilla,
Colombia: Academia de Historia de Barranquilla.
Congreso de Mejoras Nacionales (1917 y 1921). Primer y
segundo Congreso de Mejoras Nacionales. Bogotá, Colombia:
Imprenta Nacional.
Corbin, A. (1982). El perfume o el miasma: el olfato y lo
imaginario social siglos xviii y xix. México: Fondo de
Cultura Económica.
De la Roche, J. (1913). Profilaxis de la Tuberculosis. En
Segundo Congreso Médico de Colombia (p.318). Bogotá,
Colombia: Escuela Tipográfica Saleciana.
Diario del Comercio (1 de dicembre de 1923). Por el
mejoramiento local. Diario del Comercio, p3.
Diario del Comercio (23 de octubre de 1923). La liga de
inquilinos. Diario del Comercio, p. 2.
Diario del Comercio (25 de agosto de 1910). Comercial
Emulsión de Scott. El Comercio, s.p.
Diario del Comercio (25 de agosto de 1910). Comercil
Emulsion de Scott. El Comercio.
Diario del Comercio (28 de noviembre de 1923). Hay que
sacar los árboles a la calle. Diario del Comercio, p.3.
108 Universidad del Atlántico
Referencias Bibliográficas
Diario del Comercio (30 de octubre de 1923). s.t. Diario del
Comercio, p.3.
Diario del Comercio (6 de septiembre de 1910). Sobre
los miedos e impacto de la peste bubonica en la costa
Atlántica. El Comercio.
Diario del Comercio (octubre de 1918). s.t. Diario del
Comercio.
Diario El Heraldo (4 de mayo de 1939). El Heraldo, p.5.
Diario El Heraldo de la Costa (8 de marzo de 1915). El
Heraldo de la Costa.
Diario El Progreso (19 de abril de 1915). El Progreso.
Diario El Progreso (9 de abril de 1915). Relación de cantinas,
lecherias, tiendas, etc. en el barrio de El Rosario. El
Progreso, p. 2.
Diario La Regeneración de Sabanilla (25 de noviembre de
1852). La Regeneración de Sabanilla 1, p.7. Barranquilla.
Dugand, A. (1938). Reseña Histórica y Botánica del
Matarratón. En Revista Mejoras, (23), 54 y 55.
El Derecho (septiembre de 1918). Los árboles. El Derecho,
p.2.
El Rigoletto (25 de marzo de 1904). s.t. El Rigoletto, 2.
Estrada Orrego, V., Gallo, O. & Márquez Valderrama,
J. (2016). Retórica de la cuantificación: tuberculosis,
estadística y mundo laboral en Colombia 1916-1946. En
Historia Ciencias Suúde Manguinhos, 23(2), 282.
Foucault, M. (1977). Historia de la mediación. Educación
Médica y Salud, 11(1), 16.
Foucault, M. (1977). Historia de la Medicalización. En
Educación Médica y Salud, 11(1), 16.
Foucault, M. (2002). Historia de la Sexualidad la Voluntad del
Dalín Miranda Salcedo
109
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Saber (Vol. 1). Argentina: Siglo Veintiuno Editores.
Foucault, M. (2007). El nacimiento de la biopolítica, Curso en
el Colegio de Francia. Buenos Aires, Argentina: Fondo de
Cultura Económica.
Gaceta del Atlántico (15 de marzo de 1912). Necrología
practicada en el mes de enero de 1912. Necrología sin
asistencia médica, en el presente mes. En Gaceta del
Atlántico, (82), 215.
Gaceta del Atlántico (1911). Resolución N° 35 de la Junta
Departamental de Higiene. En Gaceta del Atlántico, (30),
año I, 10 de abril, 240.
Gaceta del Atlántico (1913). Ley 33 de 1913, por la cual se
organiza la higiene nacional pública y privada. En Gaceta
del Atlántico, (88), 950.
Gaceta del Atlántico (1918). Junta Central de Higiene,
Acuerdo sobre higiene de las construcciones N° 10, N°
40 de 1918. En Gaceta del Atlántico, N° 69, 535-540.
Gaceta del Atlántico (Diciembre de 1913). Ley 33 de 1913,
por la cual se organiza la higiene nacional pública y
privada. En Gaceta del Atlántico, II(88), 949-950.
García, H. (marzo 25 de 1904). Apuntes de viaje en
Barranquilla por fuera. El Rigoleto.
García, M. (2016). Entre climas y bacterias: el saber sobre la
enfermedad, en Colombia, siglo xix. Bogotá, Colombia:
Editorial Universidad de Externado de Colombia.
Gilmore, L. & Harrison, J. (1977). Juan Bernardo Elbers
y la introducción de la navegación a vapor en el río
Magdalena. En J. A. Bejarano, El siglo XIX en Colombia
visto por historiadores Norteamericanos. Bogotá, Colombia:
La Carreta.
110 Universidad del Atlántico
Referencias Bibliográficas
Gonzales Chamorro, E. (2000). Expansión Urbana y Servicios
Públicos en Barranquilla, 1880-1920. En J. Álvarez
LLanos, J. Colpas Gutiérrez & E. Gonzales Chamorro,
Prensa, desarrollo urbano y política en Barranquilla, 1880-
1930. Bogotá, Colombia: Universidad del Atlántico.
Grau, E. (s.f.). La ciudad de Barranquilla en 1896. En J. R.
Llanos & I. Flórez, Barranquilla y Sabanilla durante el siglo
xix, 1852-1898. Barranquilla, Colombia: Editorial Clio.
Helg, A. (1989). Los intelectuales frente a la cuestión
racial en el decenio de 1920: Colombia entre México y
Argentina. En Estudios Sociales, 1(4).
Jiménez López, M. (1920). Algunos signos de degeneración
colectiva en Colombia y en los países similares. En Los
problemas de la raza en Colombia (2). Colombia: Biblioteca
de Cultura 12 de Octubre.
Ley 33 de 1913. Gaceta del Atlántico No. 88, dic. 1913, p.950.
Leyton, R. C. & Huertas, R. (2012). Reforma urbana e higiene
social en Santiago de Chile. La tecno-utopía liberal de
Benjamín Vicuña Mackenna (1872-1975). En Dynamis,
(1).
Lluria, E. (1900). El concepto Mecánico de la fatiga y agotamiento.
IX Congreso Internacional de Higiene y Demografía.
Madrid, España: Imprenta Ricardo Rojas.
Manrique, M. A. (1921). Estudio sobre Barrios Obreros. En
Segundo Congreso de Mejoras Nacionales (p.49). Bogotá,
Colombia: Imprenta Nacional.
Maragliano, E. (1907). Curación de la Tuberculosis. El Suero
Maragliano. En Caras y Caretas, Semanario festivo, literario,
artístico y de actualidades, (464).
Márquez Valderrama, J. (2001). ¿Rumores, Miedo o
Dalín Miranda Salcedo
111
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Epidemia? La peste de 1913 y 1914 en la Costa Atlántica
de Colombia. En Historia Ciencias Saúde, VIII(1).
Márquez Valderrama, J. (2005). Ciudad Miasmas y Microbios:
la irrupción de la ciencia pasteriana en Antioquia. Medellín,
Colombia: Universidad del Atlántico.
McGraw, J. (2007). Purificar la nación: eugenesia, higiene
y renovación moral-racial de la periferia del Caribe
colombiano, 1900-1930. En Revista de Estudios Sociales,
(27).
Medina, P. (1910). Tratado de higiene y naciones e fisiología
para la enseñanza de estas materias en las escuelas y
colegios de colombia. Bogota: Ministerio de Institución
Pública.
Medina, S. (1936). La tuberculosis en Colombia. Quinto
Cogreso Médico Nacional, historia de una reunión en
Barranquilla. Barranquilla, Colombia: Mogollón.
Muñoz Rojas, C. (2011). Más allá del problema racial: el
determinismo geográfico y las dolencias sociales. En
Los problemas de la raza en Colombia. Bogotá, Colombia:
Editorial de la Universidad del Rosario.
Noguera, O. (1906). Saneamiento de Barranquilla. En Boletín
de Medicina, Órgano de la Sociedad Médica de Barranquilla,
(2 y 3), 17.
Noguera, O. (1915). Informe de Director Departamental de
Higiene del Atlántico. En Boletín de Medicina e Higiene,
(1-2), 27.
Noguera, O. (1917). Director Departamental de Higiene del
Atlántico al presidente de la Junta Central de Higiene.
En Revista de Higiene, Órgano de la Junta Central de Higiene
de Colombia, (103-105), 281. año VIII, Bogotá, noviembre.
112 Universidad del Atlántico
Referencias Bibliográficas
Ocampo, J. (1984). Colombia y la Economía Mundial 1830-
1910. Bogotá, Colombia: Siglo Veintiuno Editores.
Olano, R. (1917). Estudios sobre El City Planning. Primer
Congreso de Mejoras Nacionales (p.31). Bogotá,
Colombia: Imprenta Nacional.
Oricoechea Loaiza, J. M. (1928). Algunas consideraciones sobre
la Tuberculosis pulmonar y su tratamiento por los sueros
Maraglianos. Bogotá, Colombia: S.E.
Pedraza, Z. (1997). El debate eugenésico: una visión de la
modernidad en Colombia. En Revista de Antropología y
Arqueología, 120-121.
Ponce, R. A. (1919). Contribución al estudio de la tuberculosis
en el litoral Atlántico y su profilaxis (Tesis de doctorado en
Medicina). Universidad Nacional, Facultad de Medicina
y Ciencias Naturales, Bogotá, Colombia.
Posada Carbó, E. (1987). Una Invitación a la Historia de
Barranquilla. Bogotá, Colombia: Cámara de Comercio de
Barranquilla, Cerec.
Posada Carbó, E. (1997). El Puerto de Barranquilla: entre el
auge exportador y el aislamiento, 1850-1950. En Revista
Caravelle, (69).
Quesada Romero, P. (1906). Higiene Local. En Boletín de
Medicina, Órgano de la Sociedad Médica de Barranquilla, (2
y 3), 22.
Quevedo, E. (2000). La salud en Colombia, análisis socio
historico. Recuperado de http://www.saludcolombia.
com/actuall/salud54/portad54.htm. Consultada en 15
de junio de 2016.
Revista de Higiene (1925). Informe del Director
Departamental. En Revista de Higiene a la Junta Central de
Dalín Miranda Salcedo
113
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Higiene, 139-142.
Revista Mejoras (1938). s.t. Revista Mejoras, (23), 21.
Revista Mejoras (1941). Defensa de los árboles. Revista
Mejoras, (63), 34-35.
Revollo, P. M. (1956). Mis Memorias. Barranquilla, Colombia:
Editorial Mejoras.
Reyes Posada, I. (marzo 1941). Breve elogio del matarratón.
Revista Civilización, (55).
Roldán, D. (2010). Discurso alrededor del cuerpo, la
máquina, la energía y la fátiga: hibridaciones culturales
en la Argentina fin de siécle. En Historia Ciencias Saúde,
17(3), 646.
Röthlisberger, E. (1963). El Dorado. Estampas de Viaje y
Cultura de la Colombia Suramericana. Bogotá, Colombia:
Banco de la República.
Roy, P. (2002). Breve historia de la medicina: las personas, la
enfermedad y la atención sanitaria. Bogotá, Colombia:
Taurusminor.
Scobie, J. R. (2000). El crecimiento de las ciudades
Latinoamericanas, 1870-1930. En L. Bethell, Historia
de América Latina (Tomo 7, p.223). Barcelona, España:
Crítica.
Schwarcz, L. M. (2017). El espectáculo de las razas: Científicos,
instituciones y cuestión racial en el Brasil, 1870-1930.
Quilmes, Argentina: Universidad Nacional de Quilmes.
Solano, N. A. (1909). Tuberculosis en Colombia, estudio
sobre su etiología y su profilaxis (Tesis para doctorado).
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia.
Solano, S. P. & Conde Calderón, J. (1993). Élite empresarial y
desarrollo industrial de Barranquilla 1875-1930. Barranquilla,
114 Universidad del Atlántico
Referencias Bibliográficas
Colombia: Ediciones Universidad del Atlántico.
Solano, S. P. (1986). El Puerto de Sabanilla durante la época
colonial. En Revista Huellas, (17).
Solano, S. P. (1988). Comercio, Transporte y Sociedad
en Barranquilla, 1813-1848. En Historia General de
Barranquilla, Sucesos. Barranquilla, Colombia: Academia
de Historia de Barranquilla.
Solano, S. P. (1997). La Historiografía sobre Barranquilla.
En Historia General de Barranquilla, Sucesos. Barranquilla,
Colombia: Academia de Historia de Barranquilla.
Solano, S. P. (1997). La modernización en Barranquilla,
1905-1930. En Historia General de Barranquilla, Sucesos.
Barranquilla, Colombia: Academia de Historia de
Barranquilla.
Sontag, S. (1971). La enfermedad y sus metáforas.
Stepan, N. L. (1985). Eugenesia, genética y salud pública: el
movimiento eugenésico brasileño y mundial. En Quipu,
2(3), 360-368.
Theodore, E. N. (1988). El Surgimiento de Barranquilla.
En G. Bell Lemus, El Caribe Colombiano, Selección de
Textos Históricos. Barranquilla, Colombia: Ediciones
Universidad del Norte.
Theodore, N. (1973). Tres Puertos de Colombia, estudios sobre el
desarrollo de Cartagena, Santa Marta y Barranquilla. Bogotá,
Colombia: Biblioteca Banco Popular.
Tovar Zambrano, B. (1989). La economía colombiana (1886-
1922). En Nueva Historia de Colombia. Bogotá, Colombia:
Planeta.
Troconis, F. G. (1912). Apuntaciones sobre la mortalidad infantil
en Bogotá, estudio para el doctorado. Bogotá, Colombia:
Dalín Miranda Salcedo
115
Barranquilla: tuberculosis, cultura y sociedad, 1900-1930
Imprenta de J. Casis.
Tuñón, J. D. (1919). Contribución al estudio de la
tuberculosis. En Gaceta Médica Órgano de la Academia de
Medicina de Cartagena, (10 a 21), 3.
Valencia Martínez, I. (2005). Tres barrios en la Historia de
Barranquilla: El Prado, Las Nieves y San Isidro, 1920-1940.
Barranquilla, Colombia: Universidad del Atlántico.
Villegas Vélez, Á. A. ( 2005). Raza y nación en el pensamiento
de Luis López de Mesa: Colombia, 1920-1940. En Estudios
Políticos, (26).
Zambrano Pérez, M. (s.f.). El Desarrollo del empresariado en
Barranquilla (1880-1945). Barranquilla, Colombia: Fondo
de Publicaciones de la Universidad del Atlántico.
Zambrano, F. (1979). La navegación a vapor por el río
Magadalena. En Anuario Colombiano de Historia Social y de
la Cultura, N° 9. Bogotá, Colombia: Universidad Nacional
de Colombia.
Zimmermann, E. (1993). Raza, medicina y reforma social en
la Argentina 1890-1920. En Mundialización de la ciencia y
la cultura nacional: actas del Congreso Internacional Ciencia,
Descubrimiento y Mundo Colonial (pp.573-585). España:
Editorial Doce Calles.
116 Universidad del Atlántico