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Meditación y Comunidad - Christof Wiechert

Meditación y comunidad

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Meditación y formación de la comunidad

Christof Wiechert

Existen tres áreas en los que hoy en día el hombre necesita estímulos para su vida interior meditativa: Para el
camino interior personal, para la profundización esotérica de la vida profesional cotidiana y para la conexión
con los sucesos de su época, es decir, con la humanidad toda a la que pertenecemos. Si en uno de esos tres
dominios no logramos encontrar cierta armonía tanto interior como frente a lo que la vida nos depara, en algún
momento se originará una enfermedad o la consecuencia será una resignación y un decaimiento más o menos
marcados.
No es de extrañar entonces que en ocasión de fundar la Escuela Waldorf, Rudolf Steiner no sólo haya enseñado
la instrumentación metódica y didáctica correspondiente, sino que también encarara una fundación puramente
espiritual de esa escuela. Rudolf Steiner impulsó la fundación de una comunidad de docentes que colaborara en
bien de los alumnos y de la escuela en su totalidad. Rudolf Steiner brindó una imagen, una imaginación
conductora. Caroline von Heydebrand describe en su diario la entrega de esa imaginación de la siguiente
manera:
El día 9 de septiembre a las 9 horas, el Dr. Steiner reúne a los primeros maestros Waldorf. Los invita a no
olvidarse de la forma de trabajar de acuerdo con sus indicaciones. Esto significa trabajar teniendo siempre en
cuenta la realidad del mundo espiritual. Rudolf Steiner dijo más o menos lo siguiente: A la noche después de
vuestra meditación, rogad a los ángeles, a los arcángeles y a los arqueos que os ayuden en vuestra tarea del
día siguiente.
A la mañana después de la meditación, os podréis sentir unidos con los espíritus de la tercera jerarquía.
Rudolf Steiner caminó hacia el otro lado de la mesa, dio la mano a cada uno acompañando ese
gesto con una mirada larga y conmovedora por su seriedad.
Walter Johannes Stein escribe en su diario la siguiente escueta nota: A las 9 horas, reunión. El Dr. Steiner nos
pide, mediante un apretón de manos, prometerle trabajar en común según sus indicaciones: a la noche, antes
de la meditación, rogar a los ángeles, arcángeles y arqueos que nos ayuden en nuestra tarea del día siguiente.
A la mañana, después de la meditación, sentirnos unidos a ellos.
Esto tuvo lugar previamente al primer día de clase después de haber dado Rudolf Steiner las conferencias sobre
la Antropología General, El Estudio del Hombre como base de la Pedagogía, sobre el aspecto metódico –
didáctico y sobre el plan de estudios y los coloquios pedagógicos. Estas breves notas son conocidas bajo el
término “promesa”. Imaginémonos la poderosa seriedad que la misma generó. Este hecho deja en claro que
aquí no se trata de un suceso recordatorio que quizás se renueva una vez al año al iniciarse las clases, sino de
un diario empeño por lograr una unión con la tercera jerarquía. Vemos aquí que Rudolf Steiner esperaba que
los maestros llevaran una vida meditativa. Esto lo señalan sus palabras: “...antes y después de vuestra
meditación”. Este hecho cobra más importancia aún si consideramos que en el momento de origen de la
escuela Waldorf las llamadas meditaciones para maestros, es decir, las meditaciones profesionales, todavía no
habían sido dadas. La conferencia introductoria de la Antropología General, El estudio del Hombre como base
de la pedagogía, contiene actualmente la información (en aquel entonces sin la versión taquigráfica) acerca de
los efectos de la tercera jerarquía sobre el maestro cuando éste trata de acercarse a dicha jerarquía: Detrás de
cada uno de nosotros se halla un ángel posando suavemente sus manos sobre cada cabeza; este ángel os da la
fuerza que necesitáis.
Por encima de vuestras cabezas flota la ronda de los arcángeles. Ellos llevan del uno al otro lo que uno debe
dar al otro. Ellos unen vuestras almas. Ello producirá el valor que necesitáis.(Los arcángeles forman de ese
ánimo un cáliz).
La luz de la sabiduría nos la donan los sublimes seres de los arqueos que no se cierran en una ronda sino que
se manifiestan procediendo de los prístinos orígenes y desapareciendo en las remotas lejanías. Ellos sólo
entran en este recinto cual una forma de gota. (Dentro de ese cáliz de ánimo el arqueo actuante deja caer una
gota de la luz de la época).86
Tenemos delante de nosotros una imagen para ser meditada. ¿Qué significa esta imagen? Ella quiere
estimularnos a vivenciar que no nos hallamos solos en esta manera tan nueva de introducir al niño, al ser
humano en formación, en el mundo. Si tratamos de transformar esta imagen en una realidad interior, entonces
nos ayudarán fuerzas desde el mundo espiritual del cual los niños proceden. Fuerza, ánimo y luz interior se
transformarán en fuerzas anímicas que nos darán fortaleza.

1
¿Qué significa fuerza, ánimo y luz de la sabiduría para la profesión del pedagogo? ¿Dónde hacen falta esas
virtudes? ¿De qué manera podemos vivenciar que son justamente ésas las cualidades necesarias en esta
profesión?
La referencia a la fuerza nos lleva a la situación actual de la pedagogía. Nos damos cuenta de que la cuestión
de las fuerzas vitales en general y de las fuerzas vitales para la actividad docente en particular es una cuestión
actual. Se producen carencias allí donde no existen suficientes fuerzas para dominar la vida y la profesión. Es
una característica de la antroposofía que ella no busque en lo físico el incremento de las fuerzas físicas sino en
la región en que “moran” las fuerzas: En lo etéreo. Las fuerzas vitales son renovadas cuando el hombre se
dirige hacia lo etéreo. La meditación es el camino que conduce a esa meta. Aquí rige la ley espiritual: En
primer término hay que dar fuerza (a la meditación) para luego recibir fuerza. Aquí es necesario superar la
primera valla hacia la vida meditativa que puede brindarnos fuerza, firmeza y dirección y que significa el
comienzo de una autoejercitación.
La decisión de hacer la prueba y de transitar un camino meditativo no es difícil. Uno puede proponerse, por
ejemplo, dejar actuar sobre sí mismo el texto de la meditación conjunta más arriba descripta o una de las dos
meditaciones de R. Steiner para maestros (ver pág. 113) esto puede hacerse una vez por día (por lo general se
presta bien el atardecer). Se buscará un momento tranquilo, a solas, para leer el texto elegido en voz baja con la
mayor concentración y dicción clara. Experimentamos entonces que asociaciones de pensamientos nos
“molestan” interiormente irrumpiendo como de manera automática en nuestras representaciones interiores. Se
podrá volver a hacer la prueba ajustando los pensamientos aún más al texto de la meditación. Según la
predisposición de cada uno se notará que todavía no se logra hacerlo correctamente. Pero el haberlo intentado
ya produce sus efectos.
La segunda dificultad se presenta cuando se ha logrado comenzar con la meditación. Aquí se trata de la
fidelidad para con uno mismo. Por propia decisión se ha comenzado. ¡Nadie tendría el derecho de exigirlo de
uno! Ninguna reunión de maestros podría “ordenarlo”. No se gana ningún “vale” en cuanto a reconocimiento
exterior. Se trata de una decisión de un acto totalmente libre nacido del amor por el objeto mismo. Incluso se
podría dejar de hacerlo; nada cambiaría exteriormente; nadie lo notará.
A través de esa libertad interior en la que nadie nos obliga a algo, es puesta a prueba la lealtad hacia una
decisión tomada. En esta situación nos encontramos enfrentando las propias fuerzas volitivas disponibles. Si no
estamos acostumbrados a emplear la voluntad en un campo libre de exigencias causales, necesitaremos un
esfuerzo adicional para mantener la decisión tomada. Dicho brevemente: La posibilidad de quedar estancado
delante de esta valla reconociendo con vergüenza haber renunciado a la meditación sin darse cuenta, no es
insignificante. Significa una ayuda reducir al comienzo el tiempo para la meditación. Si esto se logra, podrá
alargarse paulatinamente el tiempo para la misma.
La meta debería ser hacer de la meditación una costumbre, un hábito, una costumbre anhelada porque se ha
llegado a quererla igual que el encuentro con un amigo. Si esto se ha logrado, los efectos de esa meditación se
presentarán tarde o temprano. Rudolf Steiner indica que por lo general los efectos aparecen con bastante
rapidez, mas no estamos acostumbrados a prestarles atención. Es igual que cuando pescamos: De vez en
cuando hay que levantar la red para ver lo que en ella se encuentra.
Nos animamos aquí a señalar algo de esos efectos; así podrá verse lo que quedó prendido de la red de las
experiencias. Uno de los primeros efectos es bien común: Se constata una cierta satisfacción frente al hecho de
haber decidido exclusivamente para sí mismo algo que se podrá mantener. Se notará, además, encontrarse en
mejores condiciones frente a la vida despierta; se está más “presente”. Esta capacidad puede aumentar y puede
surtir el efecto de por ejemplo estar en determinado lugar en el momento oportuno para hacer algo que antes no
se había pensado. Es como si alguien nos hubiera guiado hacia el lugar que nos correspondía en ese momento.
Algunas cosas sorpresivamente “encajan”. Es importante volverse consciente de esos pequeños “milagros”
cotidianos. Se notará que no pasa un día sin que se haya producido semejante “milagro” mayor o menor, es
como un tenue indicio de que el ejercitante vive con las fuerzas del más allá. 87 También es posible
experimentar que las sensaciones, estimuladas por las percepciones del día, se intensifican notablemente. Todo
lo que actúa sobre nosotros en el ámbito de pensar, sentir y querer, puede volverse más intenso.88

Acotemos además que también la vida onírica puede modificarse. Uno se dará cuenta más rápidamente si un
sueño es la consecuencia del almuerzo del día que pasó o si algo significativo quiere manifestarse en este
sueño.
El don que compenetra la comunidad de maestros cuando se habla del “ánimo que necesitáis” nos puede
parecer misterioso. ¿Cuándo y cómo necesitamos ánimo y valor para la profesión docente? Al final de la
Antropología General, el Estudio del Hombre como base de la Pedagogía, Rudolf Steiner habla sobre el “valor
para la verdad”, luego de haber dado a sus oyentes el ánimo para activar la fuerza de la fantasía, de la
inventiva. ¿Será que Rudolf Steiner señala aquí las verdades que constituyen el fundamento de la realidad
visible? ¿Señala las verdades que se hallan cerca de las fuentes? ¿O se trata del valor que una y otra vez
necesitamos para salir airosos ante un “grado difícil” o para afrontar una delicada reunión de padres o una
conversación desagradable? Si nos hemos entregado a estas preguntas, se formará una especie de abismo. No
se sabe cómo acercarse “a las fuentes” de la verdad y cómo superar el “encuentro difícil”.
A veces inclusive comenzamos a dudar de nosotros mismos. ¿Soy realmente apto para esta profesión? No se
me ocurre nada, ¿Cómo habré de hacerlo? Ahora se genera la cuestión del ánimo. ¿Atravieso esta hondonada
(con un resultado incierto) o abandono este proceso y actúo tal como mi colega me aconsejó o me valgo de un
método cien por cien seguro? Podemos pensar aquí en el ánimo que el artista necesita para soportar la “fiebre
de candilejas”. Cuanto mayor sea su arte, tanto mayor será esa “fiebre” que, tal como sabemos, puede llegar a
la desesperación. El artista de la educación se halla a merced de ese proceso, si bien en menor medida. A veces
con total presencia de ánimo – a veces hacemos acto de balance sobre la cuerda. Quizás también con cierto
humor nos demos cuenta de que en las escuelas Waldorf lo correcto casi nunca es lo habitual. Es bien sabido
que se debe nadar contra la corriente para llegar a las fuentes; para ello se necesita el valor para el
conocimiento.
¿Por qué aquí – en contraste con la pregunta por el origen de la fuerza – no se trata de un camino individual
sino de un camino que conduce a través de las almas de la comunidad de los docentes? ¿Cómo hemos de
entenderlo? En el círculo del cuerpo docente es plasmado el “cáliz del ánimo”, aquel recipiente, aquel cáliz,
aquel cuenco, formado por la sustancia de las cualidades de su trabajo que los maestros llevan al seno de la
escuela. Esta percepción crea ánimo. Como consecuencia de esa percepción cada uno se siente como miembro
del círculo y no como individuo que casualmente actúa en ese grupo de docentes. Se vivencia la unión
recíproca y se sabe que a raíz de esa unión se ha constituido una comunidad de responsabilidades en la que
aptitudes pueden complementarse y debilidades, equilibrarse.
Así es despejado el camino para la vivencia de que el círculo de maestros es más que la suma de las personas
presentes. Este círculo es en cierto sentido la condición para el actuar de los seres que ponen la “gota de luz”,
la sabia decisión a disposición del círculo de docentes. Muchos han experimentado algo así. Por ejemplo, debe
llegarse a una decisión de mucho peso. Se lucha largamente para obtenerla. De pronto se despeja el camino
hacia la solución. ¿De dónde viene? ¿La ha aportado alguien? En la retrospección los participantes se dan
cuenta de que no fue una persona individual la que pronunció la palabra salvadora. Tanto el camino como el
reconocimiento fueron el fruto del diálogo, del esfuerzo mancomunado.
Dediquémonos una vez más a estas tres uniones de fuerzas y observemos en primer término la fuerza
propiamente dicha.
Dentro del contexto de la física se habla de energía, aunque esta palabra también sea usada en relación con el
ser humano: Tengo mucha energía; alguien actúa enérgicamente. Pero también se usa la expresión: Las pilas
están agotadas, hay que recargarlas. Asimismo puede escucharse el término “reabastecerse” por “reanimarse”.
Es decir, en el lenguaje cotidiano la fuerza, la energía, es usada dentro del ámbito de la física. (Al igual que
“curar” ya es confundido con “reparar”).
En estos usos se expresa sobre todo el aspecto físico de la energía. Pero en el habla usual las expresiones
citadas se relacionan por lo general con el aspecto vivenciado de la energía o del desgaste de fuerzas. En otras
palabras: ¿Qué es aquí la fuerza o la energía? Investigaciones acerca de la tolerancia física de carga del ser
humano ya han demostrado hace tiempo que el punto del real agotamiento corporal (hablamos aquí de
habitantes occidentales) se halla mucho más allá de lo que suponemos.Dicho de otro modo: Normalmente no
suele tratarse de un real agotamiento físico. Más cerca se halla una sensación de agotamiento. De esta manera,
la cuestión del equilibrio, de la economía de fuerzas se acerca más al ámbito de lo anímico. Para entender la
fuerza en el sentido de Rudolf Steiner debemos buscar en aquel lugar donde lo espiritual–anímico proporciona
al cuerpo las fuerzas (ver pág. 33ff.). Esto es lo esencial y es también lo que para la pedagogía y para el
autoconocimiento significa la clave para comprender la tercera conferencia de la Antropología General, el
estudio del hombre como base de la pedagogía:
¿Qué es, dentro de la historia de la cultura, visto en un contexto amplio, esta ley de la conservación de la energía
o de la fuerza? Es el gran obstáculo que impide comprender al ser humano. Mientras se crea que jamás se forman
fuerzas nuevas, no se logrará conocer la verdadera naturaleza del hombre. Pues esta verdadera naturaleza del
hombre justamente se basa en el hecho de que continuamente se van formando fuerzas nuevas por medio del
hombre mismo. Sin embargo, dentro del contexto en que vivimos en el mundo, el hombre es el único ser en el cual
se forman fuerzas nuevas y – como veremos más adelante – incluso sustancias nuevas. Mas dado que la
cosmovisión actual no está dispuesta a asimilar semejantes elementos a través de los cuales el ser humano puede
ser conocido plenamente, esta cosmovisión presenta la ley de la conservación de la fuerza. Esta ley, en cierto
sentido no molesta si sólo se contemplan los demás reinos de la naturaleza: El reino mineral, el reino vegetal y el
reino animal, pero ella extingue todo verdadero conocimiento cuando queremos acercarnos al hombre.90
El incremento de fuerzas no es de naturaleza material sino de naturaleza espiritual – anímica. En una ocasión
Rudolf Steiner lo expresó de la siguiente manera: “Quien está lleno de entusiasmo no está cansado.” Es un hecho
que cada uno puede encontrar en su propia biografía. Quien realmente se entusiasma por algo, encuentra la fuerza
que necesita.
Cuando buscamos aquello que brinda fuerza debemos dirigirnos a lo que despierta entusiasmo. Se trata en este
caso de un entusiasmo renovable, pues no es posible vivir de manera duradera de un único entusiasmo aunque éste
subsista durante cierto tiempo. Pero, ¿Dónde se hallan las fuentes de un entusiasmo renovable y duradero?
En la segunda conferencia de la Antropología General, el estudio del hombre como base de la pedagogía, Rudolf
Steiner esboza el fundamento para comprender la representación (idea) y la voluntad. Este esbozo señala
claramente que la actividad representativa es de naturaleza imaginativa por lo que no tiene carácter existencial. En
cambio, todo lo volitivo, todo lo que es voluntad de actuar, tiene carácter existencial. A través de la acción los
pensamientos en el mundo sensorio se vuelven reales. (En este hecho se basa la crítica de Rudolf Steiner acerca de
la frase de Descartes “cogito, ergo sum”). La apariencia del pensamiento es llamada “ surreal”, la voluntad
potencial en cambio, el germen de la voluntad, aquello que quiere nacer, es llamado “suprarreal”. Podrá decirse
que aquí se trata de mundos separados. Pero lo esencial, lo “real” y lo que inspira vida se halla en la unión de esos
polos. En otras palabras: Representaciones y pensamientos, ¿Pueden ellos recibir tanta vida interior como para que
se genere algo así como vitalidad? ¿Podemos “vivificar” un pensamiento con tanta intensidad como para hacer
desvanecer su existencia irreal y se produzca algo así como realidad?
Que esto efectivamente se puede, nos muestra el llamado idealismo. Aquí un pensamiento (el ideal) es
compenetrado por nuestra fuerza de voluntad; con ello otorgamos mediante nuestra voluntad existencia al
pensamiento-sombra. El ideal se transforma en fuente vibrante y en inspiración de nuestra voluntad. La palabra
“amor”, por ejemplo, significa para una persona una palabra – para la otra, todo un mundo real. Lo mismo sucede
con la palabra “niño” o “paz”. Estos conceptos pueden tener contenido por medio de las experiencias de nuestra
vida y por medio de nuestra manera de haber luchado por la comprensión de estas palabras. Si tomamos la palabra
“alma” o “espíritu”, el asunto ya se muestra más difícil. En este lugar entra en función la antroposofía. Ella nos da
la posibilidad de convertir también estos pensamientos en ideales fervorosos que acogen la voluntad y que
impulsan fuerza y realidad. Con ello, en el ámbito del pensar se generan gérmenes de vida que, empleados
correctamente, no representan ilusión sino la fuerza de lo que deviene realidad.
Este hecho no sólo se refiere al proceso de la meditación sino también al del estudio. El término “estudio” significa
aquí el proceso de interiorización y fortalecimiento de los pensamientos. Entonces no asimilamos un contenido que
reflejamos separado de nosotros mismos y en cierto modo, de manera abstracta. Nosotros mismos nos convertimos
en lo que pensamos, es el nacimiento de una autonomía plenamente consciente. Este proceso tiene hoy, cien años
después del nacimiento de la antroposofía, una importancia decisiva. ¿Lograremos convertirnos en personas
autónomas mediante la antroposofía como camino hacia el autoconocimiento en el pensar, sentir y querer?
Entonces la antroposofía, es decir, nuestra propia naturaleza humana, el “antropos” se convertirá en nosotros en
una fuerza moral propia. Si lo logramos habremos dejado sin efecto la ley de Mayer referente a la conservación de
la energía. Entonces habremos pisado tierra nueva.
Para aquél que fue educado a fines del siglo XX, este camino no es algo natural, sobreentendido, a no ser que
ese camino le sea deparado por el destino. Por ello, es tanto más importante que los integrantes del cuerpo
docente se ayuden recíprocamente para emprender ese camino. Pues el estudio de la antroposofía o del
conocimiento antroposófico del ser humano es un camino para volverse consciente de lo que en realidad se
piensa y se podría hacer. Pero es necesario encontrar las formas correctas para ello. Podemos experimentar
que el diálogo en el cual mutuamente nos contamos cómo entendemos cierto pasaje de un texto o la vivencia
de aún no tener acceso a determinado pensamiento, o la alegría de haber descubierto una asociación de
pensamientos, constituyen una manera de trabajar más adecuada a la vida de la reunión de maestros que las
“revelaciones” de aquel colega que “lo sabe todo”. Aquí tocamos las posibilidades sociales de un cuerpo
docente que impiden o bien posibilitan este trabajo 91. De todos modos, era la idea de Rudolf Steiner, idea que
él mismo expusiera decididamente: El cuerpo colegiado es un continuo lugar de perfeccionamiento por propia
gestión.92
Para los maestros de la escuela Waldorf Rudolf Steiner expone explícitamente el carácter de ese camino, dado
que sin ese camino de los maestros, los niños y jóvenes no pueden vivenciar una perspectiva de desarrollo
hacia una actitud social. Pues ésta nos convence en la práctica a través del ejemplo real, vivido y constituye,
junto con la idoneidad individual, el segundo pilar de la educación. ¿Cuál puede ser entonces el carácter de
semejante trabajo colegiado? Rudolf Steiner recomienda:
El maestro debe asimilar, comprender por medio de la meditación y recordar antropología; el recordar se
convierte entonces en vida viviente. No se trata de un recordar corriente sino de un recordar que genera
impulsos nuevos desde sí mismo. El recuerdo brotará de la vida espiritual y nuestro trabajo exterior se
transformará en lo que será la tercera etapa: A la comprensión meditada le sigue el recordar creativo que es
al mismo tiempo una recepción desde el mundo espiritual.93
La tarea consiste en ponerse de acuerdo sobre el proceso de trabajo aquí esbozado y en ayudar a que esta meta
se logre.
Se necesita valor para entablar con los demás una relación sincera. De esta manera puedo llegar a comprender
que el valor no sólo tiene que ver conmigo sino con el entorno. Este entorno físico o anímico también puede
animarnos o darnos coraje. Lo contrario es el miedo. Este miedo lo puedo llevar dentro de mí pero también
puede manifestarse como reacción frente al entorno. Sabemos que el miedo es un mal consejero. ¿Qué tiene
que ver esto con la profesión docente?
Lo excepcional de la primera frase de la Antropología General, el estudio del hombre como base de la
pedagogía, de Rudolf Steiner radica en el hecho de que la actividad anímica de la profesión (intelectual,
afectiva) es ampliada hacia lo espiritual – ético: Mis queridos amigos, sólo lograremos cumplir con nuestra
tarea si no sólo la consideramos como tarea intelectual – afectiva sino como una tarea ético – espiritual en el
sentido más sublime94. Lo espiritual ético sólo puede existir si el alma pone todo su empeño por sostenerlo, es
decir, si asume su responsabilidad por sus actos. Todos conocemos la diferencia entre mover algo pensándolo o
también acompañarlo anímicamente, como por ejemplo opinar sobre algo o sostenerlo y hasta enseñarlo o bien
asumirlo a través de la propia acción. En este último caso se siente que uno mismo es parte del proceso, que
este proceso tampoco nos suelta al final del día, que uno se halla ligado al mismo. Es aquí donde necesitamos
valor para la vida propiamente dicha y ánimo en la responsabilidad, justamente en esta profesión, pues los
niños mismos son los que también a la noche ocupan nuestra mente.
Este motivo vuelve a aparecer, si bien en otra forma, al final mismo de la Antropología General, el estudio del
hombre como base de la pedagogía, cuando Rudolf Steiner habla sobre el triple imperativo categórico del arte
de educar:

Compenétrate con capacidad de inventiva,


ten el valor para la verdad,
agudiza tu sensibilidad para la responsabilidad anímica.

Es notable que en este contexto el valor sea unido a la fuerza de inventiva. Al final de la Antropología General
dice: En la pedagogía del siglo XIX se tenía temor de moverse libremente en el pensar, porque se creía que con
ello se acogería en el alma la mentira. Por ello, el maestro deberá agregar a la compenetración con capacidad
inventiva que recién señalé, el valor por la verdad. Sin este valor por la verdad no es suficiente su voluntad en el
desempeño en la profesión, especialmente frente a los alumnos ya algo mayores. Pero lo que se desarrolla como
valor por la verdad, por el otro lado debe estar unido con un fuerte sentimiento de responsabilidad frente a la
verdad.95
En el quehacer pedagógico aún estamos fuertemente arraigados en las formas de pensar del siglo XIX. Sentimos el
miedo de activar la inventiva, la fantasía; sentimos hallarnos sobre terreno resbaladizo cuando confiamos en estas
fuerzas en vez de contar con el apoyo de un bosquejo elaborado, de textos, de métodos, de ayudas didácticas. Todo
esto es de valor pero nunca reemplaza al maestro que se nutre de su propia inspiración. A este panorama se agrega
hoy en día el fenómeno de la enseñanza mediante la copia. Se puede defender la tesis de que hoy en día las
actividades pedagógico-didácticas están más determinadas por la copia y la copiadora o por la presentación
mediante “powerpoint” que por el contenido de la materia o por la situación del grado. En todo esto también se
experimenta la cuestión del coraje.
¿Soy capaz de elaborar mi material didáctico de manera creativa a fin de que sea mi trabajo, mi camino hacia el
tema, hacia los alumnos, sin violar la verdad pero original y fiel a mi mismo? En este contexto quizás sea bueno
señalar un detalle. Cuando al cabo de algunos años de funcionamiento de la Primera Escuela Waldorf, Rudolf
Steiner observó el funcionamiento del mismo dirigiendo una mirada retrospectiva a esos años transcurridos, pudo
elogiar todo lo que había mejorado dentro de la labor pedagógica. Sin embargo, formuló un pedido. Pidió a los
maestros hacerle el favor de presentarse en clase ante los alumnos sin borrador, sin libro en la mano, pero hablando
y actuando libremente.96 Siempre se podrá decir que esto perdió actualidad o que carece de importancia. Pero
también podrá preguntarse si ese modesto pedido no evoca la pregunta por la imagen arquetípica del ser humano
libre. Este hombre libre deberá ser visible por los alumnos cada día, también en cuanto a un detalle como este. Si
un maestro no maneja su material didáctico libremente, el alumno podrá tener la siguiente sensación: ¿Por qué he
de saber yo algo que el maestro tampoco sabe?
Hasta ahora hemos considerado la cuestión del ánimo en la profesión docente, enfocando las relaciones anímicas
palpables del maestro con sus alumnos y su material didáctico. Cerrando el tema quisiéramos señalar otro aspecto
que requiere valor.
Universalmente vive en la educación la máxima de que sólo se puede educar cuando nos educamos a nosotros
mismos. La práctica diaria muestra que esto efectivamente es así: Si me enfrento con migo mismo, observo en mis
propias experiencias lo que debería cambiar en cuanto a la enseñanza y al trato con los alumnos. Dicho con otras
palabras: El enseñar puede acelerar el autoconocimiento. La pregunta no resuelta acerca del autoconocimiento, es
decir la pregunta no reconocida: “¿qué depende de mí y no de los colegas o de los alumnos?” desembocará tarde o
temprano en una crisis.
Pero no debemos olvidar que el paso hacia el autoconocimiento y hacia lo que yo debería encarar para cambiar,
para transformarme, también es una cuestión de valor. Aquí tenemos el aspecto interior del valor, el conflicto
conmigo mismo.
Con un nuevo enfoque nos acercamos ahora a nuestra relación con la comunidad. En la imaginación el ánimo
aparece como un resultado de la comunidad. Quien transite el camino esbozado más arriba, también se
transformará para la comunidad. El paso valeroso hacia el autoconocimiento me hará más visible y más
vivenciable como colega en lo que en realidad quiero ser. Un ser humano en continuo desarrollo.

86
Rudolf Steiner: Antropología General. El Estudio del hombre como base de la Pedagogía. Obras completas GA 293
87
Steiner, Rudolf: La muerte como transformación de la vida. Zürich, 16.10.1918: ¿Cómo encuentro yo a Cristo? Obras completas
GA 182. Dornach 41996.
88
Este efecto puede experimentar un refuerzo a través de los ejercicios correspondientes de “Cómo se alcanza conocimiento de los
mundos superiores”, Obras completas GA 10, y la continuación en “Gradas del conocimiento elevado”, Obras completas GA 12.
91
Schiller, Hartwig, Configuración de las conferencias de maestros, Stuttgart 2000, además: Zimmermann, Heinz: Hablar, oir,
escuchar, comprender en procesos de cognición y toma de decisión.
92
Steiner, Rudolf: El arte de educar desde la comprensión del ser del ser humano. 7a conferencia, 19.8.1924. Obras completas GA
311
93
Steiner, Rudolf: Antropología general meditativa. 3ª conferencia, 21.9.1920. Obras completas GA 302 a..
94
Steiner, Rudolf: Antropología general. El estudio del hombre como base de la Pedagogía. 1ª conferencia, 19.8.1919. Obras
completas GA 293
90
Steiner, Rudolf: Antropología general. El estudio del Hombre como base de la Pedagogía. 3ª conferencia, 23.8.1919. Obras
completas GA 293..
95
Steiner, Rudolf: Antropología General. El estudio del hombre como base de la pedagogía. 14ª conferencia. Obras completas GA
293
96
Steiner, Rudolf: Conferencias con los maestros de la Escuela Waldorf en Stuttgart. Bd. 2. Conferencia del 6.2.1923. Obras
completas GA 300 b

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