Eje Temático III
Eje Temático III
EL ESTADO ABSOLUTISTA
Entre los siglos XII y XIX comienza la modernización política de Europa, entendido este
proceso como la superación de los regímenes feudales y el surgimiento de los Estados
Modernos.
El feudalismo se caracterizó por la existencia de estructuras sociales que poseían poder
sobre determinados territorios donde establecían una relación de vasallaje con los pobladores.
Existía una especie de acuerdo de contraprestaciones entre el señor y sus vasallos. El señor se
constituía en una autoridad política, religiosa, militar, económica que brindaba protección y
acceso a una porción de tierra; y a cambio obtenía y beneficios económicos.
Entre los siglos XVI y XVII la monarquía absoluta se transforma en el tipo de gobierno
predominante en Europa. Se caracteriza por la destrucción de las formas medievales de
organización política, como las ciudades estados libres. El surgimiento de los Estados
absolutistas obedece más a factores militares y económicos que a factores políticos.
Entre los s. XI-XIII la unidad de organización comercial que empezó a crecer fue la
ciudad. Ni la libertad de movimientos, ni el uso de la moneda estaban muy generalizados. A
partir de esta realidad económica comenzaron a obtener mayores ganancias aquellos que se
animaron (y que tenían el capital para hacerlo) a comerciar entre diferentes ciudades buscando
diferencias de precios. Estos mercados carecían de control político y son justamente los
gobiernos monárquicos los que lo establecerán.
Los comerciantes que se iban enriqueciendo con este tipo de comercio se veían
afectados por la inseguridad que les provocaba los constantes conflictos entre los nobles y las
monarquías. Por eso se acercaron al rey buscando la constitución de un gobierno fuerte. De
esta manera la monarquía absoluta le brindó a la naciente burguesía cierto “orden” que la
nobleza feudal no le podía brindar. El rey, por su parte, encontró en la burguesía una fuente de
financiamiento alternativa de la organización, evitando de esta forma los controles que la
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sería tal; las únicas limitaciones parten de la propia razón y conciencia del soberano.
Suele considerarse como última etapa del absolutismo el llamado Despotismo Ilustrado
del siglo XVIII, en el cual la monarquía tomo elementos de la Ilustración, fundamentalmente del
racionalismo que podía servir para afirmar su poder. Durante este período se introdujo una serie
de medidas (reformas territoriales, centralización administrativa), intentando eliminar los restos
de feudalismo, someter la Iglesia al Estado (regalismo) e impulsar la cultura.
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El ESTADO LIBERAL
Para hablar de Estado Liberal, debemos definir que se entiende por “liberal”. El
liberalismo, es aquella ideología cuestionadora del poder absoluto y de sus pretensiones divinas,
que pretendió restringir los poderes del Estado y defender los valores de la tolerancia y el
respeto por la vida privada; fue defensor de los Estados Constitucionales, de la propiedad
privada y de la economía de mercado competitivo.
El liberalismo por un lado puede significar a la filosofía política de la libertad, del
progreso intelectual y ruptura de las cadenas que inmovilizan el pensamiento. En ese sentido
liberalismo significa actitud de renovación y avance. Por otro lado el liberalismo económico
nacido en el siglo XVIII (cuando daban sus pasos iniciales el industrialismo maquinista y el
capitalismo), o sea la teoría del laissez faire, a la que se le dio su expresión clásica Adam Smith,
como aplicación específica del liberalismo individualista al fenómeno económico.
Y ¿Cuál es el papel del Estado? De no intervención; sostenían los liberales puros que
cualquier intromisión en el juego de las leyes económicas naturales (que ellos veían como
mecanismo perfecto que se nutría, se ponía en marcha , se frenaba y se lubricaba a sí mismo,
automáticamente), no haría sino alterar su funcionamiento. El interés político encarnado en el
Estado “corrompería” la pureza de ese equilibrio que, no obstante estar fundado en factores
reales, descarnados, puramente humanos (el egoísmo, el apetito de lucro) y no en concepciones
éticas abstractas como los utopistas, lleva a la realización de un ideal superior de “armonía
social”.
Al Estado le corresponderá, cuando más, la tarea de vigilar la seguridad exterior de la
nación y la de los individuos (el Estado gendarme), y la de efectuar ciertas tareas de beneficio
común que, no ofreciendo incentivo de utilidad a la iniciativa privada, deben, de todos modos,
ser cumplidas, como la construcción y conservación de caminos y la enseñanza elemental.
La burguesía aceptó la existencia de un poder absoluto en la medida en que lo creyó
necesario para la defensa de sus intereses económicos, pero comenzó a variar su posición en la
medida en que algunas políticas del Estado absoluto, como el mercantilismo, pusieron trabas al
desarrollo del mercado. La teoría mercantilista se basaba en la creencia de que en el mundo
existía una cantidad limitada de riquezas y que cuantas más riquezas acumulase un reino más
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poder tendría. De esta manera, sostenían los mercantilistas, los gobiernos de los países debían
vender muchos y comprar poco, para entonces poder, con las riquezas que provenían del
desarrollo del comercio, acumular metales preciosos.
El Estado absolutista, en el plano económico, impulso el comercio al interior del Estado y
la producción de bienes y mercancías, implantó restricciones aduaneras y buscó la mayor
acumulación posible de metales preciosos para las arcas del Estado. Estas medidas de política
económica reforzaron aún más el poder del monarca.
En la medida en que el Estado Absoluto le estaba permitido actuar en forma discrecional,
y por lo tanto no previsible, su accionar comenzó a entrar en contradicción con los intereses de
la burguesía.. Estas contradicciones se fueron tornando incompatibles hasta que se hizo
necesario, para los intereses de la burguesía el establecimiento de un nuevo tipo de relación
entre el Estado y la *sociedad civil.
Esta nueva relación estuvo enmarcada en el constitucionalismo, marco en el cual la
burguesía ya no debió competir por los favores del poder absoluto. Inglaterra fue el país donde
primordialmente se desarrolló la discusión en torno del constitucionalismo.
Uno de los principios del Estado liberal lo constituye la teoría de la división de poderes:
“La seguridad de los derechos requiere que la ley sea independiente y superior, y esto solo
puede estar garantizado por un poder judicial independiente del ejecutivo”.
Una de las características centrales del Estado liberal es el hecho de que el
accionar de toda la maquinaria estatal se encuentra controlado por la ley.
Mientras que Hobbes se plantea como un defensor del Estado absolutista, que plantea
puntos novedosos que serán retomados por el liberalismo. Locke (1632-1704) marca el
comienzo de la tradición constitucionalista liberal. Este expresa el ideal de la burguesía. Para él,
el fin de la política lo constituye el logro de la paz, la armonía y la seguridad. Este autor también
hace referencia al “estado de naturaleza”, pero a diferencia de Hobbes, se trataría de un estado
pacífico, donde la propiedad privada ya existiría.
Para Locke, el poder del estado se expresa en el poder legislativo y esta limitado por los
derechos naturales. La burguesía hegemoniza el poder legislativo presentando sus fines como
universales, y surge así el estado de derecho.
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EL ESTADO DE BIENESTAR
Cuando se habla del Estado de bienestar generalmente se lo asocia con las
transformaciones que sufrió el aparato estatal a partir de la década del 30 y fundamentalmente
al auge de las políticas económicas keynesianas que dominan el mundo desde fines de la
Segunda Guerra Mundial. Pero en realidad podemos encontrar los orígenes del Estado de
bienestar mucho antes de Keynes.
Sería interesante, dadas las constantes confusiones, remarcar las diferencias entre el
Estado de bienestar y el Estado Keynesiano.
En primer lugar, mientras el keynesianismo significó una ruptura con la etapa liberal
previa a la década del 30 y una respuesta a las crisis recurrentes por esta producidas, el Estado
de bienestar ya había desarrollado sus instituciones antes de la Gran Depresión. Segundo, las
causas que lo originaron son diferentes: el Estado Bienestar respondió a motivaciones de índole
político social, mientras que el Estado Keynesiano lo hizo a determinantes de naturaleza
fundamentalmente económica. En tercer lugar, mientras los instrumentos típicos del Estado
Keynesiano son flexibles para poder ser utilizados anticíclicamente, las instituciones del Estado
bienestar están caracterizadas por su rigidez, ya que crean derechos garantizados jurídicamente
e incorporados como derechos adquiridos en la conciencia de la población. Cuarto, el estado
Keynesiano opera en el campo de la inversión y la producción, mientras el Estado Bienestar lo
hace en el terreno de una redistribución que pretende permitir el acceso de amplios sectores de
la población al consumo de bienes y servicios.
El origen del Estado bienestar lo debemos encontrar en el siglo XIX, cuando se comienza
a observar que el “libre” juego del mercado, lejos de satisfacer las demandas de todos los
individuos, produce una polarización creciente de la sociedad sobre la base de la gran
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desigualdad. Esta desigualdad entra en contradicción con los principios filosóficos de las
*revoluciones burguesas.
El fin del feudalismo y la emergencia del capitalismo modificaron sustancialmente las
relaciones sociales. En el feudalismo existía una responsabilidad de los señores sobre los vasallos
por la cual debían protegerlos a cambio de trabajo y lealtad. En el capitalismo, a partir de la
existencia del trabajador formalmente libre, se plantea una situación de responsabilidad
personal.
Durante el siglo XIX se observa el crecimiento de los conflictos sociales que llegan a
convertirse en olas revolucionarias. Estos conflictos tienen su base en estas fuertes
contradicciones sociales. La protesta obrera, revolucionaria o reformista nace del resentimiento
colectivo contra la sociedad burguesa que no siente ningún deber frente a las víctimas de la
acumulación salvaje y de la industrialización acelerada. Es en Alemania, país donde el partido
socialista se desarrollaba en mejor forma, donde podemos situar el origen histórico del Estado
bienestar.
El canciller Otto von Bismarck implantó el seguro social, fenómeno que plantea una
ruptura con las anteriores políticas de beneficencia: en primer lugar porque estaba dirigido al
asalariado, y en segundo lugar porque tenía características automáticas evitando así la
discriminación.
A la cuestión del aumento de los decibeles del conflicto social hay que sumar un hecho
novedoso en la vida política: la progresiva ampliación del derecho de sufragio que se inaugura a
partir del Acta de Reforma de 1832 en Inglaterra.
Esta Acta de Reforma puede situarse como el momento de nacimiento de los partidos
políticos como tales. Estos partidos, a medida que se amplía la base del sufragio, van
transformando sus políticas buscando apoyos políticos y legitimación. Esta última aclaración es
la que permite entender porque el Estado bienestar fue desarrollado por fuerzas políticas de tan
diferente orientación ideológica.
En su comienzo el Estado bienestar tuvo como objetivo brindar ciertas seguridades a los
sectores más desprotegidos.
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El ESTADO KEYNESIANO
Surge a partir de la década del 30 y se desarrolla recién después de la segunda
posguerra. Su objetivo central es regularizar el ciclo económico y evitar nuevas crisis como la
vivida. Esto lo logrará a través de la utilización en forma discrecional de la política fiscal,
monetaria o crediticia.
Puede decirse que el keynesianismo vino a ocupar un espacio vacío. Los partidos
socialistas, que a partir de la década del 30 se ven en posición de acceder a gobierno en el
marco del capitalismo, se encontraron con que ni en Marx ni en ninguno de sus teóricos estaba
prevista esta situación. Al no tener una política económica para desarrollar adoptan el
keynesianismo, que le brinda una receta que da muy buenos resultados en las urnas y que
beneficia objetivamente la incorporación al consumo, y de esta manera al “mundo capitalista”,
de los sectores asalariados a los cuales ellos representaban.
El establecimiento de Estado bienestar keynesiano (la forma Keynesiana que adopta el
Estado bienestar a partir del 30) significa el fin de las políticas del *laissez faire y la creación de
una economía mixta en la cual la lógica del mercado y de la ganancia individual fuera moderada
por una lógica que tuviera en cuenta el interés de la colectividad. Este fenómeno es el que se
denomina pasaje del capitalismo individualista al capitalismo organizado. En el capitalismo
individualista el Estado desempeña una tarea de guardián de la propiedad privada y del orden
público, mientras que en Estado bienestar incorpora valores de justicia distributiva.
El Estado se transforma en el motor de la economía a través de gasto público y pasa a
ocupar un lugar central en su agenda el logro del pleno empleo. Con el Estado bienestar se
desarrolla en forma impresionante todas las actividades sociales, fundamentalmente las
relaciones con los servicios educativos y de salud y las políticas de vivienda.
Este aumento del gasto público se financió sobre la base de una estructura impositiva de
tasación progresiva, aunque éste es el punto que mayores debates ha suscitado y para la cual
existen diferentes respuestas entre los analistas y en diferentes realidades nacionales. El
interrogante es ¿Quiénes financiaron al Estado bienestar? ¿Se trató de una especie de Robin
Hood que les quitaba a los ricos para darle a los pobres o fue, por el contrario, un mecanismo de
redistribución horizontal?
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Una novedad importante producida por el Estado bienestar fue la modificación de las
relaciones laborales. El sindicato pasó de ser una organización ilegal y perseguida a ser el
interlocutor legal con el cual los empresarios debían negociar las condiciones de trabajo en el
marco de una novedosa legislación laboral.
Por lo tanto: el Estado asistencial ha servido como la más importante fórmula
pacificadora de la democracia capitalista avanzadas en el período siguiente a la segunda guerra
mundial. En lo fundamental, esta fórmula pacificadora consiste en primer lugar, en la explícita
obligación del aparato estatal de proveer asistencia y apoyo (en dinero o en prestaciones) a
aquellos ciudadanos que sufren de necesidades y riesgos específicos, característico de la
sociedad de mercado; esta asistencia es provista bajo el aspecto de derechos legales concedidos
a los ciudadanos. En segundo lugar, el Estado asistencial está basado en el reconocimiento del
rol formal de los sindicatos de los trabajadores tanto en la redacción de los contratos colectivos
de trabajo como en la formación de políticas públicas. Se considera que estos dos componentes
estructurales del Estado asistencial limitan el conflicto de clase y lo mitigan, equilibrando el
poder asimétrico del trabajo y de capital y, como consecuencia de ello, superando las
condiciones de lucha disgregante y de contradicciones que constituyen la característica más
conspicua del Estado preasistencial o del capitalismo liberal. Resumiendo el Estado asistencial ha
sido celebrado a lo largo del período posbélico como la solución política de las contradicciones
sociales.
A partir de la década del ‘70 comienza a hacerse evidente una crisis del Estado bienestar:
los indicadores económicos comienzan a mostrar una declinación en la productividad. Comienza
a vivirse un momento novedoso en la economía de los países centrales, la simultaneidad de
recesión e inflación. Algunos consideran que el elemento detonante es la crisis del petróleo,
pero las causas verdaderas parecen encontrarse en el interior del Estado bienestar.
J. O’Connor señala que se trató de una crisis de acumulación, una baja en el proceso de
inversión, situación absolutamente diferente a la vivida en los años 30, cuando se trató de una
crisis de sobreacumulación.
Este argumento se sostiene al observar el aumento creciente en el gasto social por parte
del Estado, pero al analizar la fuente de financiamiento de este gasto volvemos a la pregunta
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considerado como responsable del progreso social de la población: es la idea del “Estado
providencia”, “Estado de bienestar” o “Estado benefactor”.
A través del gasto público el Estado favoreció la adaptación del consumo de las masas al
incremento de la productividad, sosteniendo sistemáticamente la demanda. El sistema de
bienestar social, las prestaciones sociales y, en general, la redistribución del ingreso, al aumentar
el poder de compra de los asalariados a través del salario directo o indirecto, provocaron una
importante mutación en el modo de vida de los sectores más desfavorecidos (consumo de
masas), incorporándolos al proceso de acumulación capitalista.
Mientras que el Keynesianismo, fue una corriente del pensamiento económico que se
apoya en los estudios realizados por el economista inglés John Maynard Keynes (1883-1946), y
cuya base teórica se encuentra explicada en su obra “Teoría general de la ocupación, el interés y
el dinero”, publicado en 1936.
La teoría keynesiana se desarrolló en el contexto de la profunda crisis económica de los
años treinta, que provocó un importante resquebrajamiento de la estructura económica, social y
política de las democracias occidentales. La caída de la producción en los países industrializados
ocasionó la rápida disminución del empleo: entre 1929 y 1932 la crisis dejó un saldo
aproximadamente 30 millones de desocupados.
En este marco, Keynes advierte la insuficiencia de los principios económicos liberales. Los
mecanismos espontáneos del mercado no alcanzan para garantizar el pleno empleo, para evitar
la crisis de sobreproducción y, en general para asegurar el crecimiento económico.
Por lo tanto, según Keynes, se hace necesario la intervención del Estado, que aparece
como la única entidad capaz de regular el sistema económico, orientando la riqueza nacional
hacia los objetivos deseados. El Estado está en condiciones en promover el pleno empleo
regulando la inversión o el consumo a través de herramientas tales como el gasto público, la
creación de la moneda y la determinación del interés.
La teoría keynesiana implica una continua adaptación del consumo de masas al
crecimiento de la productividad. Esto se logra por medio de un Estado que, actuando sobre los
salarios y las prestaciones sociales, pesa directa o indirectamente sobre el nivel del consumo.
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Dijimos que el Estado es “el poder organizado dentro de una comunidad nacional” y que
la dominación que impone no puede sustentarse solamente en la fuerza, por lo que tiene que
recurrir a elementos que justifiquen el derecho a mandar y a recibir obediencia. Por tal motivo,
el poder del Estado está condicionado por un conjunto de reglas o normas jurídicas. Se convierte
así en un poder legal, regido por el derecho. Dicho de otra manera, el Estado no puede
entenderse sin un ordenamiento jurídico al que se somete, al mismo tiempo que debe velar
para que sea observado y respetado por el conglomerado social.
Este conjunto de normas relativas a la vida en sociedad es lo que se conoce como
derecho. Se trata de normas sociales que deben ser observadas y que se acompañan de
sanciones para asegurar el funcionamiento de toda comunidad nacional. El derecho se expresa
también como conjunto de leyes, porque ése es el nombre con que se designa a los
instrumentos en que están contenidas las normas jurídicas.
Toda organización social requiere de normas que rijan su convivencia. Sin embargo, el
derecho posee tres características esenciales que lo diferencias de prescripciones religiosas,
dictados morales o reglas de comportamiento fijadas por la costumbre. Esas características son
las siguientes:
a) Sus reglas se refieren a relaciones externas y mutuas de los hombres.
b) Se tratan de normas cuyo carácter obligatorio está garantizado por poderes exteriores.
c) Son normas que proceden de una autoridad exterior reconocida.
A diferencia de las normas religiosas o morales que atañen a la esfera interna del actuar
humano, es decir, a las creencias, preferencias e inclinaciones, el derecho sólo regula el ámbito
externo de la conducta de los hombres. Por otra parte, si bien hay un conjunto de normas que
condicionan la conducta de los hombres, solo las jurídicas emanan de una autoridad exterior
reconocida (en este caso el Estado), la cual garantiza la observancia de las normas jurídicas a
través de un conjunto de sanciones establecidas por ella misma.
El derecho, entonces, sólo cobra sus rasgos distintivos en el seno del Estado moderno.
Así como el Estado es producto de la modernidad, el derecho es igualmente una institución
moderna, de ahí que deba incluirse como cuarto elemento que acompaña o condiciona el
surgimiento del Estado-nación.
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Puesto que el Estado moderno se funda en la igualdad de los individuos ante la ley, en
tanto que a todos se les considera como propietarios de mercancías, la organización social para
el intercambio hace posible que surja el derecho como ordenamiento abstracto y general. Es
abstracto y general porque obliga a todos por igual, independientemente de las diversas
condiciones o rangos sociales. De esta manera, la sujeción o subordinación que se establece es
de carácter impersonal. No importa el poder, el dinero o los títulos que tenga el individuo; las
normas jurídicas son las mismas para todos.
Por otra parte, el derecho moderno es un derecho positivo creado, sancionado y
promulgado por el Estado, esto es, por el poder político que garantiza su respeto y observancia.
He aquí otra cara de la soberanía del Estado: la capacidad exclusiva para impartir la ley. Así, el
Estado es creador del derecho, pero paralelamente el derecho es forjador del Estado, ya que
dicho conjunto de normas encuadra el margen de acción estatal, a la vez que justifica y legitima
el poder del Estado.
GLOSARIO
Burguesía: el término burguesía surge inicialmente para designar a los habitantes libres del
burgo (ciudad) medieval europeo en el siglo XI. Este grupo social naciente, compuesto por
comerciantes y artesanos, distanciados de la nobleza y el campesinado en sus intereses y
prerrogativas, luchó por el establecimiento de nuevas normas institucionales y jurídicas que
permitieran el desarrollo del intercambio comercial.
Capitalismo: el término designa el sistema socioeconómico caracterizado fundamentalmente
por la propiedad privada de los principales medios de producción y la libertad reconocida a los
individuos para realizar contratos que regulen sus propios intereses. Históricamente el
capitalismo surgió en Europa Occidental como sistema basado en la organización del trabajo
libre asalariado, diferenciados de otros sistemas fundados en la utilización de mano de obra
esclava o servil.
Coerción: acción de reprimir, contener, sujetar, que ejerce el Estado sobre su población.
Dogma: (del griego; dogma, opinión, decisión, decreto, de donde procede la idea de «doctrina
firmemente asentada») fundamento de todo sistema, ciencia, doctrina o religión. En la religión
católica, enunciado que la Iglesia propone explícitamente como revelado por Dios.
Laissez faire o liberalismo económico: el liberalismo económico constituye uno de los aspectos
del amplio movimiento de ideas ligadas a la emergencia del capitalismo y encuentra sus
antecedentes inmediatos en las elaboraciones filosóficas del siglo XVIII sobre la libertad del
individuo.
Medioevo o Edad Media: término utilizado para referirse a un periodo de la historia europea
que transcurrió desde la desintegración del Imperio romano de Occidente, en el siglo V, hasta
el siglo XV. No obstante, las fechas anteriores no han de ser tomadas como referencias fijas:
nunca ha existido una brusca ruptura en el desarrollo cultural del continente. Parece que el
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término lo empleó por vez primera el historiador Flavio Biondo de Forlì, en su obra
Historiarum ab inclinatione romanorun imperii decades (Décadas de historia desde la
decadencia del Imperio romano), publicada en 1438 aunque fue escrita treinta años antes. El
término implicó en su origen una parálisis del progreso, considerando que la edad media fue
un periodo de estancamiento cultural, ubicado cronológicamente entre la gloria de la
antigüedad clásica y el renacimiento. La investigación actual tiende, no obstante, a reconocer
este periodo como uno más de los que constituyen la evolución histórica europea, con sus
propios procesos críticos y de desarrollo. Se divide generalmente la edad media en tres épocas
(temprana, media y tardía).
Revoluciones burguesas: se refiere a las dos grandes revoluciones llevadas a cabo por la
burguesía en el siglo XVIII, La Revolución Industrial en Inglaterra de carácter económica, y la
Revolución Francesa de carácter política.
Sociedad civil: se entiende como el ámbito de las relaciones entre los individuos, entre las
organizaciones y entre clases sociales, que se desenvuelven al margen de las instituciones
políticas. Desde planteos marxistas, como Antonio Gramsci, la sociedad civil se contrapone al
Estado, y se refiere al conjunto de relaciones familiares, económicas, asociativas, culturales
que caracterizan la vida diaria de los individuos.
Teocracia: (del griego theokratía, de theós, dios, y kratos, poder: gobierno de dios o de lo
sagrado) Forma de gobierno en la que el poder reside en la clase sacerdotal. Se aplica a los
gobiernos en los que el poder religioso domina públicamente sobre el poder civil.
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